Mercantilizar la vida En Jurassic World: El Reino Caído (Jurassic World: Fallen Kingdom, 2018) se aglutinan varias características que convierten a esta quinta entrega de la saga en la mejor secuela de la original y hoy bastante lejana Jurassic Park (1993), un trabajo que por cierto nunca estuvo entre lo mejor de la obra de Steven Spielberg ni del novelista/ guionista Michael Crichton, cuyo encanto en su momento radicó esencialmente en descubrir hasta dónde podían llegar los CGIs en materia de plasticidad y movimientos en general. Los grandes puntos a favor de la película pasan por el hecho de ir directo a los bifes sin introducciones bobas y larguísimas de personajes, un sorprendente tono cercano al terror en lo que respecta a las secuencias más álgidas y finalmente una suerte de exacerbación del sustrato político/ económico/ social que acompañó a toda la franquicia, léase esa denuncia de la soberbia y el insoportable maquiavelismo del ser humano en su relación con la naturaleza que lo rodea. La historia recupera una antigua artimaña de las continuaciones, la del villano capitalista que engaña a los protagonistas de antaño para que vuelvan al lugar de la debacle con el objetivo de utilizarlos y sacar provecho de los escombros para que todo comience de nuevo: retomando el devenir de Jurassic World: Mundo Jurásico (Jurassic World, 2015), el punto de inicio de una flamante trilogía que acata aunque no se inspira en demasía en los films previos, ahora Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) de manager del parque anterior pasó a convertirse en una militante en pos de salvar a los dinosaurios que quedaron en Isla Nublar, amenazados por la erupción de un volcán. El que la manipula para que regrese al sitio es Eli Mills (Rafe Spall), el administrador de la fortuna de Benjamin Lockwood (James Cromwell), otrora socio del fallecido John Hammond (Richard Attenborough) en eso de desarrollar la tecnología que permitió recrear a los dinosaurios y cranear el parque. A nivel general se puede decir que la propuesta está dividida en dos partes bien marcadas: en el primer acto Dearing vuelve a la isla con la excusa de que la necesitan para localizar a los dinosaurios y así emprender una misión de rescate atrapándolos y llevándolos a un santuario, lo que desde ya resulta ser una mentira porque el único interés de Mills -quien trabaja a espaldas de su empleador- es subastar a los dinosaurios capturados entre todos los oligarcas mundiales para transformarlos en armas, y en ocasión del segundo capítulo nos trasladamos a la mansión de Lockwood, en la que la mujer -ayudada por su noviecito Owen Grady (Chris Pratt), el que fuera el investigador en los velociraptors- tratará de boicotear todo mientras escapa de las garras de los mercenarios al servicio de Mills y comandados por Ken Wheatley (Ted Levine). Hasta regresa Ian Malcolm (Jeff Goldblum) en calidad de comentador de los desastres que provoca el ser humano por su codicia y delirios ególatras. En consonancia con lo que decíamos antes, J.A. Bayona, el director del film y responsable de joyitas como El Orfanato (2007) y Un Monstruo Viene a Verme (A Monster Calls, 2016), mantiene un ritmo narrativo empardado con el cine de terror más que con la acción aventurera de antaño, lo que nos brinda un soplo de aire fresco porque las criaturas mutan en entidades imprevisibles y animalizadas más que en simples engendros destructores. Asimismo el guión de Colin Trevorrow y Derek Connolly, el equipo de Jurassic World: Mundo Jurásico, hoy nos ahorra aquel prólogo estándar de la susodicha con vistas a retratar personajes de medio pelo y por suerte salta de inmediato al eje del relato, ese que también se nos presenta con una inusitada virulencia ya que las ideas apenas disimuladas a lo largo de la saga -la mercantilización capitalista de la vida y la crueldad de la experimentación con animales- ahora adquieren una importancia central en el desarrollo retórico de la película. Como suele ocurrir con casi todos los tanques hollywoodenses de nuestros días, a decir verdad el desenlace propiamente dicho acumula un par de momentos bastante tontos pero eso no quita que la experiencia en general que nos regala Jurassic World: El Reino Caído es sumamente satisfactoria -por una bendita vez- tanto a nivel ideológico como a escala narrativa, con escenas espeluznantes manejadas como mano maestra por Bayona y una trama que pone el acento en la falta total de ética o mínimo respeto al ecosistema por parte de las corporaciones, los magnates y el capital financiero/ industrial/ tecnológico/ bélico contemporáneo. Por supuesto que la realización continúa siendo en esencia una mezcla de monster movie y cine catástrofe a toda pompa, no obstante aquí la ecuación está orientada por un lado a convertir a los dinosaurios en una especie en extinción que debe ser protegida y por otro lado a privilegiar la libertad de los reptiles -y como correlato, una imprevista anarquía procedimental amparada por el mainstream- por sobre las agendas personales de cada uno de los pequeños/ pequeñísimos seres humanos que andan dando vueltas por ahí…
Una buena película de aventuras con un final que te deja con ganas de ver lo más pronto posible la próxima entrega. Creo que la historia completa sin detalles se puede contar en menos de diez renglones, pero a pesar de su simpleza y escasa originalidad...
Juan Antonio Bayona, el director y productor de cine español que sorprendió con “El Orfanato” allá por el 2007, y que terminó de consagrarse como realizador mediante la espectacular y emotiva “Un Monstruo Viene a Verme” (2016), nos ofrece esta secuela del reboot de “Jurassic Park” (1993), aquella mítica saga iniciada por Steven Spielberg. “Jurassic World: Fallen Kingdom” representa un producto sumamente entretenido, que refleja el enorme talento de Bayona, al poder contar una historia atractiva, atrapante y ligeramente diferente a sus predecesoras. La primera entrega de 2015 nos presentó el legendario parque de atracciones con las puertas abiertas y a un enorme caudal de gente visitándolo a diario, todo eso hasta que se desató el desastre y la isla quedó abandonada. En esta ocasión, Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) deberán volver a la Isla Nublar con el objetivo de rescatar a los dinosaurios que quedaron deambulando libremente, antes de que una erupción volcánica acabe con todas las criaturas prehistóricas. Sin entrar en spoilers, cabe decir que el largometraje sorprende por no tomar ninguno de los caminos sugeridos en el tráiler. El film comienza con un breve prólogo donde se nos presentan a los papeles nuevos, Benjamin Lockwood (James Cromwell), compañero del conocido doctor Hammond de la película original, su socio y administrador de su fortuna Eli Mills (Rafe Spall) y los jóvenes Franklin Webb (Justice Smith) y Zia Rodriguez (Daniella Pineda), que acompañarán a nuestros héroes en la operación de rescate de los animales otrora extintos. Estos personajes son desarrollados brevemente para pasar directamente a la acción sin más preámbulos. Igualmente, Bayona despliega su pericia narrativa para cambiar el tono del relato, y virar levemente hacia el terror o al thriller. “Fallen Kingdom” es más una película de terror en el sentido de que genera la tensión y el suspenso correspondientes, en lugar de la clásica entrega de aventuras a las que nos habían acostumbrado las secuelas. Sí, hay escenas de acción frenéticas como en las demás cintas de la saga, pero el tono principal que mantiene esta obra va más en consonancia con el cine de horror, donde las criaturas se perciben como seres imprevisibles y acechadores más que bestias arrasadoras que destruyen todo a su paso. El director deja entrever ciertas atmósferas y climas que pudimos observar previamente en “El Orfanato”, pero aplicadas al contexto jurásico. Este cambio de tono es vital para corregir cierta simpleza narrativa establecida en el guion escrito por Colin Trevorrow y Derek Connolly. Recordemos que Trevorrow dirigió la cinta anterior y sus problemas eran justamente ciertos elementos que podemos ver nuevamente (pero en menor medida) en el opus de Bayona. Si bien acá se priorizó la acción por sobre la trama, es verdad que algunas cuestiones, como por ejemplo los villanos de turno, resultan bastante esquemáticos y con justificaciones que vienen impuestas por necesidades del propio guion (lo que suele conocerse como Deux Ex Machina). Los antagonistas son malos porque sí, y las motivaciones de los héroes para volver a atravesar por los infortunios del relato anterior tienen sus razones altruistas y poco verosímiles que hacen que uno ponga en tela de juicio la coherencia interna. No obstante, uno se deja llevar por aquella magnífica puesta en escena que establece el film, los climas sumamente inmersivos que establece el autor junto con la excelente labor de Michael Giacchino (“Los Increibles”, “Up”, “Star Trek”) en la creación de una banda sonora que sea acorde y vaya en consonancia a lo establecido en la estética visual. La inventiva de Bayona pasa incluso por el deseo de subsanar errores de la entrega anterior de manera sutil, la primera escena en la que vemos a Claire, hay un paneo vertical que va desde los zapatos de la protagonista hasta su rostro. El mismo calzado que fue ridiculizado en redes sociales luego de que Claire intente huir de un T-Rex corriendo con esos incómodos taco agujas. A continuación, cuando vemos al personaje de Dallas Howard nuevamente en la isla, el director repite el paneo esta vez desde la cara hacia el calzado, donde ahora se puede apreciar que lleva puestas unas botas más acordes al terreno en el cual va a desarrollarse parte trascendente de la aventura. Respecto a los tópicos que atraviesan esta obra, el relato le da una mayor importancia al deseo del ser humano de sacar rédito económico sin medir las consecuencias, los experimentos genéticos con animales, el mercado negro de la industria armamentista y la creación de armas biológicas, mientras que la idea fundamental que abordaba toda la saga se centraba principalmente en el hombre jugando con el rol de Dios. Una actualización al contexto global actual y la tensión mundial que impera hoy en día. “Jurassic World: El Reino Caído” es una invitación diferente a ese mundo jurásico, el cual necesitaba aire fresco luego de cierta tendencia a la repetición. Es por ello que Bayona cambió su tono pero sin dejar de lado la tendencia pochoclera necesaria para convertir a esta secuela en un divertimento altamente recomendable. Dato Extra: Hay una escena post créditos bastante intrascendente pero que quizás los fans más acérrimos quieran ver.
Jurassic World 2: Redención y Diversión Jurásica. Después de un decentemente mediocre reinicio de franquicia, el director de “El Orfanato (2008)” devuelve la saga al constante entretenimiento y ocasional excelencia que la caracteriza en nuestra memoria. La opinión de la primera Jurassic World varía dependiendo de que tan necesitado estaba uno de la nostalgia que llevó a Chris Pratt y Los Clonosaurios a recaudar más de un billón y medio de dólares, coronándose como la segunda película más taquillera de 2015. Esta vez la secuela dista bastante de su mediocre original, reuniendo toda la habilidad que su director J.A. Bayona mostró en cada una de sus anteriores películas (El Orfanato, Lo Imposible e incluso A Monster Calls) y, llevando a su máximo potencial, un guion bastante más ambicioso que el de su paupérrima primera entrega, aunque definitivamente igual de irregular. La trama enfrenta y lleva más allá las consecuencias no solo de la primera entrega sino de la tecnología que permite llevar a cabo una propuesta tan ridícula como la clonación de dinosaurios. No importa que tan cerca o lejos quieran estar del tema sus protagonistas, rápidamente todos volverán a esa isla a poner sus vidas en riesgo. Esta vez no solo estarán acompañados de los dinosaurios: la misma Isla Nublar se encuentra a punto de hacer erupción. Al comprender las herramientas y técnicas propias de “Jurassic Park”, y por lógica también de la mente maestra de Spielberg, el director logró no solo referenciar o recordar exitosamente sensaciones de los mejores momentos de la franquicia sino también permitirse recontextualizarlas efectivamente. No solo es una excelente secuela, se trata efectivamente casi de un reboot (en el mejor de los sentidos) de toda la franquicia, incluyendo la primera “Jurassic World (2015)”, al mismo tiempo que sirve como continuación de la misma. Si la anterior buscaba recordarnos la magia de la original, esta se envalentona y apunta a aplicar todos los hechizos propios del tomo mágico Spielbergiano. Es una cinta que se permite ser muchas cosas, con humor e incluso terror en su justa aunque ambiciosa medida, y que acaba sostenida casi totalmente por la habilidad de su director. No hay prácticamente escena o secuencia que no se encuentre ejecutada a la perfección, con los pocos puntos flojos siendo consecuencia de un irregular montaje y cuestionables decisiones creativas por parte del guion escrito en parte por el director de la primera, Colin Trevorrow. Otro gran nombre que regresa es el del gran compositor Michael Giacchino (colaborador de Pixar, J.J. Abrams, Star Wars y Star Trek, entre otros), que realiza con esta banda sonora uno de sus mejores trabajos hasta la fecha. Pero por supuesto los regresos más importantes son los del elenco: a Chris Pratt y Bryce Dallas Howard se les suma Jeff Goldblum, con un breve cameo más substancial que lo que uno podría sospechar en un principio. La cinta logra sacarle a Pratt casi todo el jugo posible, entregando casi todo el potencial cómico y protagónico con el que se lo suele asociar (algo que no termina concretándose en casi ninguna de sus películas), mientras que el personaje de Dallas Howard vuelve a ser el centro de una trama que los tendrá siempre en el medio de la acción, aún cuando se vean relegados en pos de la trama en general a manos de un protagonista inesperado. La primera parte de la película apuesta por el espectáculo monumental, mostrando una épica de lava y dinosaurios, mientras que la historia va evolucionando a lugares más pequeños hasta encontrarse en un último tercio siendo prácticamente una cinta de terror minimalista con nuestros protagonistas encerrados con el dinosaurio más letal hasta ahora. Dispone de la diversión que la primera ofrecía a cuenta gotas y la lleva a un punto de ebullición para luego cambiar completamente y entregar un desenlace adrenalínico e íntimo a la vez, con los suficientes giros y planteos que hacer anticipar de gran manera la espera por una eventual tercera parte. Entre el excitante espectáculo del principio y las tensiones finales definitivamente hay un lamentable medio de película que deviene en algo tan poco interesante y mediocre como la Jurassic World original, pero incluso eso tiene las incógnitas y los condimentos suficientes para que sea fácil enfocarse en todo lo bueno que es el resto. Sin dudas una de las grandes opciones para disfrutar al máximo lo que puede ofrecer una sala de cine, con bondades que superan por mucho a sus defectos. Se trata de dos horas de puro entretenimiento con la excelencia suficiente por parte de su director como para olvidarnos de lo que vino antes y dejarnos emocionados por lo que va a venir después.
Jurassic World 2: : ¿Quién engañó a Claire Dearing? Tuvo que cumplirse un cuarto de siglo para que se hiciera la mejor secuela de la saga original de Jurassic Park. El director Juan Antonio Bayona retoma la magia de Spielberg y nos regala un poco más de dos horas de entretenimiento puro. En la primera entrega de la saga, el paleontólogo Alant Grant (Sam Neill) y la paleobotánica Ellie Sattler (Laura Dern) eran llevados a un parque de atracciones ubicado en la Isla Nublar, con la promesa de vivir la mejor experiencia de sus vidas, ya que la particularidad del mismo es que la atracción principal eran los dinosaurios (vivos, enormes, impredecibles). El dueño, John Hammond (Richard Attenborough), comete el primer engaño (quizás el más inocente de todos los que vendrán en el resto de la saga) y promete casi un parque de diversiones que termina por convertirse en una odisea donde todo se descontrola y lo único que importa será salvar la vida de todos los humanos dentro del Parque Jurásico. En “El mundo perdido: Jurassic Park (The Lost World: Jurassic Park, 1997)“ misma formula, esta vez Hammond convoca al excéntrico matemático Ian Malcolm, interpretado de nuevo por Jeff Goldblum (quien ya había sido parte de la primera entrega, aportando los momentos de humor a la misma) y lo convence para volver a la isla, ya que el sobrino de Hammond planea sacar a los dinosaurios de allí para su posterior venta. Por supuesto, todo lo que puede salir mal, sale mal, y mientras ambos bandos luchan por intereses distintos, los dinosaurios se siguen cargando unas cuantas vidas más. Ya en “Jurassic Park 3 (2001)”, el guión baja bastante las pretensiones, y nuestro querido doctor Grant vuelve a ser engañado para volver, ahora a la Isla Sorna (lugar donde habían trasladado a los dinosaurios en la entrega anterior). Esta vez un matrimonio lo contrata diciendo que solo quieren volar cerca de la isla y quieren su experiencia sobre los famosos animales. El doctor Grant tentado por una gran cantidad de dinero que lo ayudaría en sus investigaciones acepta, y claro…Engaño número 3, la intención real del matrimonio es bajar a la isla donde su hijo desapareció luego de una excursión y vuelta al ruedo, las corridas, las muertes, los momentos de tensión. En la cuarta entrega cambia un poco el tono, y “Jurassic World (2015)”retoma la acción situándola de nuevo en la isla Nublar donde todo comenzó, con una premisa similar a la original: el concepto sobre la ambición humana, traspasando todos los límites posibles, legales y éticos. Un nuevo parque se ha construido y la mayor atracción es la creación de una nueva especie de dinosaurio. Alteración genética mediante, nace el Indominus Rex. Aquí los personajes se renuevan, por un lado Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) quien oficia como manager del parque y Owen Grady (Chris Pratt) un “entrenador“ que trabaja con la especie velociraptor, demostrando la inteligencia y capacidad de obedecer de estos animales. Owen construye una relación de amistad, podría decirse, con uno de ellos, la hembra Blue, quien lidera la manada. Así entonces están las cosas, nuevo parque, nuevas especies, mismos problemas, cuarto engaño. El final aquí coincide con el final de la primera Jurassic Park: los dinosaurios quedan al libre albedrío en una isla donde la convivencia con los humanos ya no es opción. Y llegamos a la última y emocionante parte (al momento, desde ya vendrán más) donde nos preguntamos: ¿Por qué razón Clare Dearing volvería a la isla donde casi pierde la vida? Bueno, si bien por supuesto lo hace engañada, ya que Eli Mills, interpretado por Rafe Mills (administrador de la fortuna de Benjamin Lockwood, socio del viejo Hammond) la convence de querer salvar a todos los dinosaurios que han quedado en la isla y están expuestos a la inminente erupción de un volcán que acabará con todo ser vivo. Esto en parte es cierto, pero la verdadera razón de este salvataje implica vender las especies a los peores mercenarios y traficantes de animales de todas las partes del mundo. Dearing, ex manager devenida en ecologista y proteccionista de los dinos, acepta el trato en pos de salvarlos y arrastra consigo al bueno de Owen, el único capaz de poder rastrear al animal más inteligente en la isla: la velociraptor Blue. El desenlace en cuanto a línea argumental no se corre de toda la historia en general que hemos mencionado, entonces, ¿donde radica la maestría de Bayona? En entender de manera perfecta lo que el público espera de estas películas: adrenalina 100% desde el minuto uno. Aquí no se pierde el tiempo presentando personajes irrelevantes, dando vueltas para contar lo importante, ya que desde el primer momento el director nos adentra en una película que oscila entre la ciencia ficción, el drama, la aventura, el terror, la comedia y le suma una cuota emocional y de reflexión sobre las repercusiones del mal uso de la tecnología y las alteraciones genéticas que el ser humano está dispuesto a realizar con el fin de enriquecerse cada vez más. Los dinosaurios aquí son por un lado la figura amenazante de la historia, aunque nada produce más miedo que el accionar humano, y por otro lado son las víctimas en cuestión, una especie ya extinguida que vuelve a correr peligro de extinción, que se mueven como fichas de ajedrez en el tablero de los intereses de los más poderosos y patéticos humanos. El director de películas formidables como “El orfanato (2008)“ y “Un monstruo viene a verme (A Monster Calls, 2016)“ arma un equipo de lujo para la propuesta, con Colin Trevorrow, director de la entrega anterior y guionista de la actual y una vuelta fundamental, la de Michael Giacchino soberbio compositor quien se despacha con una banda sonora inolvidable, que incluye las emblemáticas melodías de John Williams. Tal vez la fórmula narrativa no aporte mucho a la franquicia pero si hablamos de películas blockbuster, de mega tanques cinematográficos, de aventuras épicas visualmente fantásticas, Jurassic World: El Reino Caído, tiene todo lo necesario para romper la taquilla, dejando un final abierto con una posible convivencia entre humanos y dinosaurios.
El negocio se activó con la precuela de este retorno al universo de los dinosaurios que amenazan humanos, y era inevitable la continuación con un regreso que dentro de la industria es cada vez más predecible y aburrido. Bayona no aporta nada nuevo a la saga, al contrario, condensa en esta propuesta alguno de los puntos vistos anteriormente pero sin llegar a superar a sus predecesoras. Hay dinosaurios malvados, sí, pero el mal se encarna principalmente en los hombres. Hombres de negocio que tienen que decidir el destino de toda la tierra.
El mundo jurásico con el que, desde 2015, conocemos a la saga, tiene más sentido en esta El reino caído que en la estrenada en 2015 (que sería la cuarta, contando las tres Parks de 1993, 1997 y 2001). El parque, siempre destruido, está punto de sucumbir debajo de la lava del volcán de la isla Nublar, que entró en erupción. Hay activistas que creen que dejar perecer (extinguir) a los dinosaurios una vez que se los trajo a la vida no es justo. Y hay otros filántropos (no muy bien rodeados) que desean seguir con el antiguo sueño de Hammond, y también salvarlos. Ahí entran dos nuevos viejos conocidos: Claire (Bryce Dallas Howard) y Owen (Chris Pratt). Ella no usa ya sus zapatos de tacos aguja con los que corría en Jurassic World; él, parece un poco más macizo, por no decir regordete. El megamillonario Lockwood (James Cromwell) fue socio de Hammond, y quiere que las especies tengan un refugio en otra isla. Necesita que Claire lo ayude a relocalizarlos en la inmensidad de la isla. Cuida en su mansión a su nieta, que se parece mucho a su hija. Claro que el plan de rescate es en verdad uno para vender especies a millonarios, hay más científicos locos y alguno que sueña con tenerlos para uso militar. Sumen que en esa mansión habrá prácticamente un zoo de dinosaurios y la película está servida. Esto ya hace un cambio. No todo transcurre en un ámbito -para el público familiar, como la isla-, sin escapatoria, sino que el terror asola en tierra firme (como en parte de Jurassic Park III, que no tuvo tanto éxito e hizo hibernar la saga por 14 años). Pese a que el guión es de Colin Trevorrow y Derek Connolly (coguionistas de la primera Jurassic World), J.A. Bayona (El orfanato, Lo imposible) hace “su” película Jurassic. Los dinosaurios son monstruos, al estilo de los filmes de los años ’50, y al trasladar la acción de la isla Nublar a tierra firme, se centra en una mansión, no embrujada, pero con secretos. Le juega en contra que su predecesora, hace tres años, era una montaña rusa, tan bien estructurada en secuencias de acción, con suspenso y tensión. Ya a estas alturas los prodigios técnicos y visuales no llaman la atención. Nos acostumbramos. El dino malo es un Indoraptor, mezcla del Indominus Rex -la bestia de Jurassic World- y velocirraptor. Blue, claro, vuelve a las andadas, y los personajes “laterales” o de soporte, una paleoveterinaria y un nerd de la tecnología, aportan, pero son fácilmente olvidables. El reino caído fue pensada como la segunda parte de una trilogía. Su final lo explicita y presten atención a la breve participación de Ian Malcolm (Jeff Goldblum). Todo lo que dice, presumimos, será lo que veremos en la tercera parte, en 2021, dirigida por Colin Trevorrow. Y allí, tal vez, vuelvan a tirar la isla por la ventana.
Ya quedó lejos la visión a la vez encantada y temerosa de los dinosaurios que Spielberg plasmó en Jurassic Park. Sin embargo, enJurassic World: El reino caído se apela a la nostalgia de esas primeras aventuras, recuperando a Jeff Goldblum, aunque por un tiempo ni remotamente suficiente; deteniéndose en reliquias como el bastón de Hammond, coronado con un mosquito atrapado en ámbar; y haciendo sonar en el momento justo algunas notas del tema principal de Jurassic Park, compuesto por John Williams. Esta invitación a recordar cómo empezó todo es un arma de doble filo, porque provoca una corriente de simpatía inicial pero luego solo hace que se extrañe más el original, cuando el guion no convence y los personajes parecen depender del carisma de los actores que los interpretan, como Chris Pratt y Bryce Dallas Howard. En la nueva película de la saga, tras la destrucción de Jurassic World, el mundo se pregunta si hay que salvar a los dinosaurios de un volcán en erupción o si es mejor dejar que se extingan de nuevo. Claire (Howard) se ha convertido en una activista de la causa del salvataje y es convocada por un emisario (Rafe Spall) de Lockwood (Cromwell), el antiguo socio de Hammond, para colaborar en el transporte de los dinosaurios a un lugar seguro. Para esto deberá buscar la ayuda del experto Owen (Pratt). Por supuesto, no todo es tan simple ni tan positivo como aparenta. Jurassic World: El reino caído tiene una ventaja frente a su antecesora inmediata: el director Juan Antonio Bayona ( Un monstruo viene a verme) sabe bien cómo generar suspenso a partir de la puesta en escena, de la edición y del trabajo de su director de fotografía de siempre, Oscar Faura, cuyos claroscuros funcionan a la perfección como herramienta narrativa y estética. La película se salva del desastre gracias a varias secuencias excelentes en las que la acción grandilocuente se convierte en un terror casi intimista, desafiando la premisa implícita en este tipo de film: todo tiene que ser más grande, sonar más fuerte y suceder más rápido. Hay una subtrama que involucra a la nieta de Lockwood, que se pasea por la mansión de su abuelo explorando todo lo que tiene que ver con los dinosaurios. Es curioso que en esta parte de la historia los personajes y el ambiente parecen de un cuento de hadas gótico. Allí se produce una verdadera tensión entre los toques de autor y la fidelidad al modelo sobre el que se arman las películas en serie. La combinación de las tendencias góticas de Bayona y las obligaciones que impone una franquicia de estas proporciones convierten a Jurassic World: El reino caído en una película extraña y despareja, que puede fascinar en un momento y aburrir al siguiente.
Los monstruos gozan de buena salud Esta nueva versión de la la saga Jurassic conserva la adrenalina y responde a los ejes temáticos conocidos por todos. Algunos críticos extranjeros dicen que los dinosaurios ya no asustan. La secuencia introductoria de esta segunda Jurassic World, o las de la persecución a una niña, los desdicen. Lo que asusta no es tanto el aspecto de un monstruo como su carácter, el modo en que la puesta en escena se organiza para hacer de él un ser peligroso y letal. En esos aspectos la saga Jurassic (Park o World, es la misma cosa) sigue funcionando. Quizá menos en lo que hace al carácter, por motivos que se verán. Como además los otros ejes temáticos de la saga creada por Spìelberg a instancias de Michael Crichton–el conflicto entre naturaleza y creación artificial y entre ciencia, entretenimiento y explotación comercial, la regeneración de una familia o algo parecido del otro lado– también siguen presentes, esta segunda Jurassic World no desmerece un corpus que desde hace un cuarto de siglo mantiene la cabeza tan alta como un velocirraptor. Al entrar en actividad un volcán, la isla Nublar es abandonada por sus habitantes ocasionales, dejando a los dinosaurios librados a su suerte. Poco más tarde la última administradora del Parque Jurásico, Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), es contactada por un millonario y filántropo llamado Lockwood (James Cromwell), quien junto al fallecido John Hammond inventó la técnica que permitió revivir a los dinosaurios. Lockwood, que tiene como asistente a un tal Eli Mills (Rafe Spall), planea rescatar a los especímenes de Nublar para trasladarlos a otra isla, y para ello solicita la colaboración de Claire, quien preside una ONG de ayuda a los dinos. Al tanto de que en Nublar quedó vivo un velocirraptor, Claire convoca también a su ex pareja Owen Grady, entrenador de esa clase de saurios (Chris Pratt). En la isla las cosas no saldrán de acuerdo a lo esperado, y un barco cargado de animales terminará poniendo proa nuevamente hacia California, donde vive Lockwood, con objetivos no del todo claros. En lo que va del relato al producto, los personajes de Sam Eliott y sus contrapartes femeninas en las dos primeras Jurassic, que eran personas con vida propia, derivan en los de Pratt y Howard, que son meras funciones. Algo semejante sucede con quienes tal vez sean los verdaderos protagonistas de la saga, los dinosaurios. El más heavy de ellos aquí, el Indorraptor, no tiene, como el T-Rex o los velocirraptors de las dos primeras, características distintivas, con lo cual de ambos lados se experimenta una falta. Anulado el factor humano (y el animal), quedan la trama, la adrenalina y la puesta en escena. Sobre el comienzo de esta quinta entrega de Jurassic Park reaparece el doctor Malcolm (el personaje de Jeff Goldblum), postulando, en una audiencia nacional, que Hammond metió la pata al querer modificar el orden natural, y ahora hay que aguantársela. Obviamente, si se traspone su posición a cuestiones de la más estricta contemporaneidad –de género y transgénero–, su defensa del orden natural podría sonar alineada con la de la jerarquía católica. Pero hay que tener en cuenta que la alteración que preocupa al doctor Malcolm representa la reversión misma de la evolución de la vida sobre la Tierra. Lo cual tal vez admita como símil más ajustado el de la contaminación ambiental que el planeta experimentó en el último siglo y medio. Lo que está claro es que como en las anteriores, el punto de vista del doctor Malcolm es el del relato, con el cine catástrofe al servicio de la advertencia ambiental. Del lado de “los malos”, ese secundario siempre notable que es el británico Toby Jonesparece, en su papel de rematador de grandes –grandísimas– piezas, una especie de ratita maligna. En el de “los buenos”, más empatía que los funcionales Claire y Owen genera Maisie, nieta de Lockwood (IsabellaSermon), que además de encarnar una historia oscura se convertirá en objeto de persecución del Indorraptor. Piloto a cargo de llevar el vehículo a puerto, Bayona, que también había dirigido con eficacia la tsunámica Lo imposible, lo hace con mano firme pero no pesada, construyendo con clásica sucesión de indicios la ejemplar secuencia inicial, preparando con acierto lo que todos sabemos que tiene que suceder en la de la subasta y usando las sombras como en tiempos del blanco y negro durante la persecución de Maisie. Que acá no sabía que iba a sufrir así.
La Isla Nublar está al borde del colapso debido a un volcán en erupción. Muchos son los grupos ecológicos que luchan por los derechos de los dinosaurios, y una empresa multinacional decide salvar a los enormes reptiles, trasladándonos a un santuario natural donde van a poder vivir en paz y libertad. Es por ésto que Claire y Owen son reclutados para atrapar a los prehistóricos animales para salvaguardarlos. Pero un oscuro y sórdido plan se esconde detrás de tan buena intención. Nos llega la secuela del re inicio/continuación de Jurassic Park, con menos hype del que podría esperarse. Primero porque la anterior entrega no fue el éxito de crítica (especializada y de público) que se esperaba, pero porque además, el trailer de Jurassic World: el reino caído dejó a varios con una sensación de “meee” que por desgracia, se confirma con esta movie. Un pequeño bagre El motivo de dicho pensamiento, no es que en el avance se nos mostró la mejor secuencia de Jurassic World: el reino caído, sino que hay una sucesión de momentos que no solo van a dar ganas de hacer el famoso facepalm, sino que rozan la vergüenza ajena. No vamos a puntualizar en cada uno de ellos, pero solo acuérdense de nosotros en cierta escena bajo el agua. Si podemos decirles que estamos ante uno de los peores personajes de alivio cómico de los últimos años. Y es el que el rol del sujeto que se la pasa gritando, en un ambiente fuera de su hábitat natural, ya dejó de ser gracioso hace tiempo, y en este caso en particular, además, roza lo irritante. A ésto debemos sumarle, que Jurassic World: el reino caídovuelve a cometer algunos errores vistos en su antecesora (no por nada uno de los guionistas vuelve a ser Colin Trevorrow), como por ejemplo, el de abrir sub tramas que en este film no tienen cierre, o presentar personajes que son irrelevantes, con la esperanza que en la tercera película si lo sean, haciendo de esta cinta, más un trailer del final de la saga que una movie independiente y con sentido propio. El nuevo Cesar De todas formas, no todo es malo. Por suerte siguen estando Bryce Dallas Howard (ahora con botas) y Chris Pratt en el elenco, para resolver a base de talento y carisma, más de una situación que con otros actores hubieran sido insalvables. Es una pena que no sean bien secundados por el resto del elenco. Jurassic World: el reino caídotermina siendo un producto en toda su palabra. Como film de entretenimiento cumple y ya, pero dentro de una semana nadie se la va a acordar. Eso sí, todos vamos a querer tener en nuestros estantes, los muñequitos de los dinosaurios.
“Jurassic World: El reino caído”, de J.A. Bayona Por Jorge Bernárdez Los dinosaurios de la Isla Nublar están de vuelta. En este regreso aparecen partes de la historia que no conocíamos como la participación de un tal Lockwood -otro millonario como Hammond, el de la primera película-, que aparentemente era el otro creador del parque jurásico pero que llegado el momento se peleó con su socio. El asunto es que este ricachón gravemente enfermo se encuentra lanzado a una cruzada quijotesca: salvar a los dinosaurios de la isla cuyo volcán entró en erupción y amenaza con hacer volar todo y para eso designa a su administrador para que se encargue de la misión y allí reaparecen los dos protagonistas de la anterior película, Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), la administradora que adora a los dinosaurios y el entrenador Owen Grady (Chris Pratt). Entre ambos tratarán de llevar adelante la misión humanitaria sin saber que detrás de eso se esconde un plan macabro. Los dinosaurios han sido manipulados genéticamente y además de la lista original hay una nueva especie que está preparada para la guerra, diseñado para atacar y destruir. Jurassic World: El reino caído es una película casi tan diseñada como ese dinosaurio. Tiene algunas virtudes, la principal quizás sea que no es la misma historia de siempre, que los agregados le dan nueva vida y que el elenco funciona muy bien. Incluso podría decirse que hay al menos una gran escena en la que se nota la mano del creador de todo, el gran Steven Spielberg. Ahora bien, las virtudes no alcanzan para disimular los huecos de guión y la sensación de pastiche que quiere abarcar más de lo que puede. Para los seguidores de la historia esta nueva película trae sorpresas y la esperanza de una nueva serie episodios, ya que los dinosaurios abandonaron la isla Nublar y llegaron al continente. Cómo dice por ahí uno de los personajes, los dinosaurios y los seres humanos ahora deberán convivir. Es un misterio lo que resultará de eso, un misterio que se resolverá casi seguro en la continuación de la saga. JURASSIC WORLD: EL REINO CAÍDO Jurassic World: Fallen Kingdom. Estados Unidos/España, 2018. Dirección: J.A. Bayona. Guión: Colin Trevorrow y Derek Connolly. Elenco: Bryce Dallas Howard, Rafe Spall, Chris Pratt, Ted Levine, James Cromwell, Toby Jones, Jeff Goldblum, BD Wong, Daniella Pineda, Justice Smith. Producción: Frank Marshall, Patrick Crowley y Belén Atienza. Distribuidora: UIP. Duración: 128 minutos.
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El español J. A. Bayona toma las riendas en esta quinta entrega de la saga "Jurassic World: El reino caído", que más se disfrutará cuando se focalice en los animales que le dan sentido a la aventura. Desde que en 1993 Steven Spielberg volvió a revolucionar el universo de los tanques cinematográficos con "Jurassic Park", la saga basada originalmente en una novela de Michael Crichton se convirtió en una de las franquicias más sólidas, no solo en cuanto a rendimiento de ventas, sino en resultados de calidad. Hace tres años, la historia revivió en manos de Colin Trevorrow (que ahora co-escribió el guion), siempre con el asesoramiento cercano de papá Steven al que, se sabe, le cuesta despegarse de sus hijos. "Jurassic World" sorprendió convirtiéndose en una de las mejores entregas del conjunto, con mucha aventura, cuasi reinicio, un espíritu renovado para la nueva generación, y abrazando el espíritu del estilo Clase B (aún con mucho presupuesto) que esta historia sobre dinosaurios comiéndose humanos demandaba. Los dinosaurios ya no están para descansar, y acá tenemos "Jurassic World: El reino caído", continuación directa del film de 2015. A diferencia del film de Trevorrow que basaba su anclaje en la saga a través de homenajes y guiños textuales y visuales, "Jurassic World: El reino caído" relaciona directamente su argumento a la primera trilogía. Algo similar a lo que sucedió entre "Prometéo" y "Alien: Covenant", aunque con resultados mucho más positivos. Tres años después de los acontecimientos del parque "Jurassic World", el proyecto fue ¿abandonado? tanto como la isla. Los dinosaurios viven allí, alejados, en medio de las ruinas y librados a su suerte. Pero el volcán que se ubicaba en el centro del lugar entra en actividad y la vida de estos seres prehistóricos corre peligro. La ex responsable de relaciones del parque Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) es ahora una activista por los derechos de los dinosaurios, en medio de un debate legislativo sobre su rescate e integración, o su olvido y pronta extinción. Ella será convocada por Eli Mills (Rafe Spall), nuevo responsable de la corporación Lockwood (el socio del fundador original Hammond) con la excusa de emprender un viaje junto a un equipo de soldados e investigadores (Ted Levivne, Justice Smith, y Daniella Pineda, a la cabeza) hacia la isla en rescate de los dinosaurios, y no lo duda. Antes debe convencer al reacio Owen Grady (Chris Pratt) de unirse al conjunto, él es el único que puede controlar a la manada. De hecho, los personajes de Claire y Owen en este punto parecen estar invertidos de lo que fue la primera entrega. La antes burócrata refinada Claire, ahora no repara en dejar todo por salvar a los dinosaurios. El antes humanizador de dinosaurios Owen, ahora, en un principio, no quiere regresar, siendo capaz de dejar morir hasta a su protegida velociraptor Blue. Quien se ubica detrás de cámara no es otro que J. A. Bayona, enfrentando su primer tanque hollywoodense. El director de "El orfanato", "Lo imposible", y "Un monstruo viene a verme", no se trata de un realizador acostumbrado al piloto automático, tiene una impronta propia, y sí, pudo imponer su estilo en parte de esta película más allá de pertenecer a una franquicia preestablecida. El argumento tiene varios giros y sorpresas, algunos más obvios que otros, mejor será descubrirlos cuando vean la película. Si "Jurassic World" redefinía en parte lo que fue "Jurassic Park"; esta secuela toma mucho de "El Mundo Perdido: Jurassic Park" y "Jurassic Park III". Sobre todo en sus momentos selváticos, en la integración militar, en el modo en que los personajes son reclutados (escena de remolque y bar incluido), y en agregar conflictos familiares. También tomará algo del espíritu de Alien: El regreso y Alien III cuando comience a desarrollar su acción. Bayona se caracteriza por posar la mirada en sus personajes; exponer el drama a través de las vivencias de ellos; algo que en "Jurassic World: El reino caído" también estará presente. También es propenso a los golpes bajos, y acá, aunque por suerte más medido que anteriormente, tendrá su momento (muy emotivo por cierto). Al igual que "El mundo perdido: Jurassic Park", "Jurassic World: El reino caído" tiene dos tramos diferenciados, aunque integrados. El primero, de desarrollo, con la acción que tarda en llegar luego de una secuencia inicial sublime. uando entremos a la segunda parte, con más vértigo, la historia también se potencia. "Jurassic World: El reino caído" no llega al nivel de diversión de su directa antecesora. Trevorrow había realizado un film disparatado, que abrazaba sus propias “ridiculeces” a favor de un entretenimiento puro y sin fin que desde la platea aplaudíamos a rabiar. Bayona se aleja de ese espíritu, vuelve al estilo mainstream original, e igualmente consigue algo destacable. No todas las subtramas y vueltas funcionan, es más, en determinados momentos querremos que dejen de hablar para que aparezcan los dinosaurios, y hasta alguna “sorpresa” pareciera ser innecesaria, o no aportará mucho más allá de darle justificación a un personaje nuevo que hasta el momento ocupa tiempo de metraje sin explicarse. Todo este desvarío sobre los humanos, se compensa cuando aparezca la acción y Bayona demuestre que no es un director más. El creador de "El orfanato" filma escenas dignas de una terror, hay suspenso, vértigo y acción, también un humor bien dosificado y acertado. El conjunto de planos logrados, sumado a una fotografía que mezcla tonos oscuros y juegos de luces increíbles, demuestra el nivel de detalle puesto en crear sensaciones que nos aten a la butaca. Así, "Jurassic World: El reino caído" se disfruta como debe ser. En esos momentos se consiguen escenas que pueden ubicarse dentro de las mejores de la saga. "Jurassic World: El reino caído" es una digna integrante de una franquicia que siempre parece tener algo nuevo que contar. Abre un debate, realiza nuevos planteos, y presenta nuevos personajes villanos y héroes (más algún dino nuevo para la muchachada) que cumplen como tal – tienen su razón de ser y no son simples peones –, y complejiza a los existentes. En el medio entretiene, nos aterroriza, no hace aplaudir, y lo más importante, nos deja con muchas ganas de más.
Muchos monstruos vienen a verme Cuatro años luego que el Jurassic World fuera destruido por los dinosaurios, la Isla Nublar se encuentra abandonada por los humanos y reinan los gigantescos reptiles. El volcán de la isla comienza a tener actividad y Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) organizan un equipo de rescate y regresan para salvar a los dinosaurios que aun quedan con vida. Del director Juan Antonio Bayona, realizador de Un monstruo viene a verme y Lo Imposible, este jueves estrenó Jurassic World 2: El reino caído. Siendo mucho más espectacular (siempre hablando sobre efectos y ese tipo de cosas y no yendo a lo argumental) que su hermana mayor, esta segunda parte es superior pero tampoco se distancia demasiado. El reinicio que vimos hace 3 años con Jurassic World continúa siendo muy parecida a esta secuela. Y eso sí, lo de crear dinosaurios super mega archi poderosos ya habría que ir dejándolo de lado, hay que buscar otro camino… Es muy notoria la mano de Bayona en la dirección, sobre todo en las sombras y el suspenso bien “Spilgberiano” de las películas de la saga. Estamos más cerca del terror que de la aventura. Pero a pesar de eso ya no se siente que exista mucho más jugo por sacar de esta saga… Se la siento algo extinta. Y algo más: hay que prestarle mucha atención a la pequeña Isabella Sermon. Hay allí un diamante en bruto en esa niña.
La erupción de un volcán amenaza con extinguir los dinosaurios de la franquicia de Spielberg. Chris Pratt, el entrenador de velocirraptors del film anterior, se une a un grupo de activistas decididos a que estos animales no vuelvan a desaparecer, pero lamentablemente el grupo de rescate está infiltrado por tipos malísimos sin otro objetivo que el tráfico de fauna prehistórica. Dirigida por J. A. Bayona (el de "El orfanato"), la nueva secuela jurásica está dividida en dos partes claramente separadas. Los primeros 50 minutos, con el supuesto salvataje de dinosaurios que se vuelve una cacería despiadada en medio de la erupción volcánica, es una montaña rusa de superacción, algo así como la quintaesencia de toda esta serie. La segunda mitad, más extraña y menos directa, transcurre en una mansión gótica que esconde en su subsuelo una estructura digna de las guaridas de los villanos de James Bond. Este es el sitio donde el ominoso Toby Jones se ocupará de subastar a las bestias, las que no se dejarán vender barato. Aunque el film demora en arrancar, y presenta más subtramas de lo necesario, sirve para que el director lleve las cosas a niveles del más oscuro cine de terror, apoyándose en una gran fotografía expresionista. Los que están desperdiciados son intérpretes como Geraldine Chaplin, James Cromwell. Jeff Goldblum y Ted Levine, otro de los villanos desalmados y peores que los dinosaurios, pobres criaturitas de Dios.
Salvar a los animales “Jurassic World: El Reino Caído” (Jurassic World: Fallen Kingdom, 2018) es una película de aventuras que funciona como secuela de “Jurassic World: Mundo Jurásico” (Jurassic World, 2015), cinta que tuvo un gran éxito en taquilla. Ahora la dirección pasó a manos del español J. A. Bayona, reconocido por los dramas “Lo Imposible” (The Impossible, 2012) y “Un Monstruo Viene a Verme” (A Monster Calls, 2016). En el guión vuelven a estar Derek Connolly y Colin Trevorrow, así como Chris Pratt y Bryce Dallas Howard continúan siendo los protagonistas. Además el reparto incorpora caras nuevas tales como Rafe Spall (“Black Mirror”, “El Ritual”), Daniella Pineda, Justice Smith (Radar en “Ciudades de Papel”), Geraldine Chaplin, Isabella Sermon, Ted Levine, Toby Jones, entre otros. Tres años después de los hechos ocurridos en Jurassic World, el volcán de la Isla Nublar comienza a erupcionar. Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) ahora forma parte de un grupo de protección de los dinosaurios, por lo que su objetivo es salvar a los animales de la extinción. Sin embargo, el veredicto del Senado no la favorece, ya que éste dicta que es mejor dejar morir a los dinosaurios en la isla (el doctor Ian Malcolm piensa que la misma naturaleza está reparando el error que cometió John Hammond tiempo atrás). Luego del llamado de Benjamin Lockwood (James Cromwell), ex socio de Hammond, Claire se reúne con Eli Mills (Rafe Spall), aliado que le cuenta su plan: transferir a los animales a una nueva isla donde vivirán libremente, sin interferencia humana. Entusiasmada por la idea, Claire convence a Owen Grady (Chris Pratt) para que se una a la misión. Junto al analista Franklin (Justice Smith) y la paleo-veterinaria Zia (Daniella Pineda), los ex enamorados volverán a pisar la Isla Nublar. Estamos ante una secuela con más variedad de especies, mayores secuencias de acción y una trama que cambia rápidamente de escenario. Esto hace que el filme no se detenga ni un segundo, siendo fácil como espectador estar del lado de Claire y Owen desde el comienzo. Se nota un gran cambio en el personaje de ella con respecto a la cinta del 2015, tanto su personalidad como su forma de vestirse ya no son las mismas, es una mujer más decidida que tiene convicciones claras. Por suerte los tacos no forman más parte de su calzado, por lo que su manera de correr ahora sí resulta creíble. Gracias al guión, la película tiene varios momentos muy divertidos, en especial cuando el foco está puesto en el hacker interpretado por Justice Smith, un nerd que se pone muy nervioso al estar en el hábitat de los dinosaurios. En cuanto a estos últimos, siguen teniendo una enormidad y realismo increíbles, además de una violencia que en más de una escena puede impresionar a los más pequeños. Si analizamos a “Jurassic World: El Reino Caído” como un todo, es muy notorio cómo quisieron incluir muchas temáticas en una sola cinta. Por un lado está el debate más que interesante entre los humanos sobre cuál es la mejor decisión: si dejar que los dinosaurios mueran con la erupción del volcán o si merecen ser salvados. Luego se hace hincapié sobre la ambición de los empresarios, las ansias por acumular millones a costa de la venta de animales que se están por extinguir. Lo peligrosos que pueden llegar a ser los experimentos genéticos también es otro tema, ya que luego el ser vivo creado de esa manera puede llegar a ser letal para la población. Incluso se le da espacio a la clonación de humanos, lo que genera que la película quede muy sobrecargada. Como era de esperarse, siguen habiendo muchas situaciones inverosímiles, por ejemplo que una giroesfera de la isla Nublar luego de que pasaron años siga funcionando lo más bien o que una persona corriendo pueda zafar de los animales. En ciertos momentos algunos personajes accionan de una manera no tan sabia, no obstante el entretenimiento nunca decae. “Jurassic World: El Reino Caído” supera a su predecesora por tener más participación de la adorable y luchadora velociraptor Blue; porque en su segunda mitad aparte de acción incorpora secuencias de terror así como en varios momentos uno sufre al ver a los dinos pasarla mal; y porque los personajes nuevos nunca se sienten forzados (gran elección de casting de Isabella Sermon, niña que tiene un rol importante como la nieta de Lockwood). Su desenlace da muchas ganas de ver la tercera parte, por lo que habrá que armarse de paciencia hasta el 2021. Por el momento, a disfrutar de esta secuela súper digna.
Siguen des-extinguiéndose Tres años pasaron desde que el parque de atracciones más novedoso del mundo se viera forzado a cerrar pues su última atracción escapó de su hábitat y puso a todo el público en peligro mortal. La isla fue abandonada y el mundo se debate sobre qué hacer con las criaturas des-extinguidas que la habitan, cuando el volcán hasta entonces catalogado como dormido vuelve a entrar en actividad. La política se divide entre quienes creen que deben considerarse especies protegidas y quienes sostienen que hay que dejar a la naturaleza seguir su curso, permitiendo que vuelvan a extinguirse bajo la lava. Liderando el grupo que pide llevar los dinosaurios a un lugar seguro está Claire Dearing, protagonista de la entrega anterior, devenida en ecologista y sin mucho éxito a la hora de lograr apoyo estatal para su empresa. Si algo enseñó esta franquicia es que un hombre con suficiente dinero no necesita preocuparse por infringir la ley en centroamérica, por lo que justo en ese momento hace su entrada el hasta ahora desconocido socio original de John Hammond: financiará el proyecto de trasladar los dinosaurios a una nueva isla santuario donde puedan seguir sus vidas en paz. Pero como ya sucedió en toda la saga, siempre hay alguien interesado en sacarle un rédito extra a la situación, aunque eso implique poner en riesgo muchas vidas. Y sin aprender la lección A diferencia de sus predecesoras, en las que básicamente todo giraba sobre gente tratando de no ser comida por depredadores feroces, Jurassic World: El reino caído tiene intenciones de contar una historia más compleja y centrada en humanos, tocando temas como el ambientalismo y el respeto a la vida en todas sus formas. Es un misterio quién consideró que hacía falta algo de todo eso, o que era la mejor forma de hacerlo, poniendo menos dinosaurios comiendo gente para compensar. Si Jurassic World era una reversión del inicio de la franquicia, no sorprende que su continuación haga acordar mucho a la segunda parte al menos en esencia. Otra vez un grupo de cazadores -liderado además por un personaje muy similar al de la primera secuela- se instala en la isla para llevarse todos los ejemplares que pueda, recurriendo a los expertos que sobrevivieron la primera vez para ayudarles con Blue, la última velociraptor. Es la criatura más inteligente y por lo tanto más difícil de rastrear de toda la isla, pero sobre todo es la excusa para convencer a Owen (Chris Pratt) de participar de la película en vez de quedarse en paz construyendo su casa. Y una vez más, el conflicto entre quienes se interesan por los dinosaurios desde la ciencia y los que lo hacen desde el lado comercial logra que el peor depredador sea liberado en tierra continental, poniendo en peligro a numerosos y sabrosos extras. Todo esto deja la sensación de que Jurassic World: El reino caído no es otra cosa que la misma secuela pero para la gente que todavía no había nacido en 1997, con la salvedad de que en aquel caso al menos mantenía mucho del espíritu pasatista que la hacía interesante. Esta nueva versión intenta tejer historias y personajes secundarios que su mayoría no aportan mucho a la película, o son directamente tan innecesarias que no terminan de resolverse sin que eso afecte al conjunto. Extrañamente los dinosaurios, que se supone deberían ser el eje central de todo, pasan más de media película en segundo plano y cuando aparecen están lejos de tener el brillo de sus mejores épocas. Tanto el nuevo ambiente fuera de la isla como el nuevo dinosaurio de diseño, que incluso con su nivel de absurdo en la anterior funcionaba de maravilla, no terminan de encajar y se sienten como una mezcla incoherente de montones de cosas que tenían que estar como para cumplir con una lista. Esto hace que se le sientan las casi dos horas, especialmente durante esos ratos en que la trama se arrastra tomándose demasiado tiempo para resolver cuestiones que no lo necesitan y que más de una vez solo se hacen tolerables por el carisma de los protagonistas. Los secundarios y antagonistas no hacen un aporte interesante a la fórmula, al punto que ni siquiera dan ganas de festejar cuando los supuestos villanos son atacados. Conclusión Si Jurassic World había sido un muy buen renacer de la franquicia a la altura de su primera entrega,Jurassic World: El reino caídodesaprovecha todo lo heredado y vuelve a desdibujarse con una película sin alma, a la que le falta el suspenso y la aventura que debería esperarse de ella.
Hay que prestarle atención a esta peli de una saga que aparecía como desgastada pero que de la mano de Juan Antonio García Bayona, con el guión de Derek Connolly y Colin Trevorrow, el mundo que creo la imaginación de Michael Crichton de la mano de Spielberg, cobra un muy interesante giro. Los dinosaurios vueltos a la vida, no solo se dedican a provocar asombro y comerse a unos cuantos, donde toda la tensión estaba en como escapar de los más sanguinarios, sino que ahora se transforman en víctimas y los verdaderos monstruos son los seres humanos que pretenden utilizarlos. Incluso en sus nuevas creaciones. Eso sumado al origen de una niña, heredera del creador de Jurassic, que en una secuencia muy especial se ve emparentada simbólicamente con los saurios. La isla de Nubla y los animales sobrevivientes están por desaparecer por la erupción de un volcán. Hay quienes militan por salvarlos otros que desean que mueran de una buena vez. Así que para el rescate están los efectos especiales al tope con el cine catástrofe de la lava y la erupción que lleva buena parte de la peli. Lo mejor llega con los objetivos del rescate y la manera que se resuelve. Hay acción para entretener a todos, un final que augura una nueva intervención de Bayona y por supuesto la pareja de tan buena química de Bryce Dallas y Cris Pratt que no se olvida del tono irónico que afloja tensiones, mas Daniela Pineda y Justice Smith que aportan lo suyo y por supuesto la prometedora Isabella Sermon. Y por supuesto la banda de malos notables Rafe Spall, Toby Jones, Ted Levine y una breve aparición de Jeff Goldblum. Todo armando para una aventura disfrutable, un entretenimiento que recuperó su fuerza, grandes efectos especiales y el final servido en bandeja para la próxima.
Y se viene la tercera... Es una de las sagas más icónicas de todos los tiempos y recuerdo que hace tres años cuando llegó la primera entrega no solo redimió al factor nostalgia, sino que basándose en un salto temporal pudo encontrar una forma para revitalizar la saga. Esa forma de narración repercutió en Star Wars y seguramente lo haga a futuro con Terminator. La entrega anterior de Jurassic World había traído como factor sorpresa la forma lucrativa de los dinos como atracciones. La escena del dinosaurio marino agarrando un tiburón fue una de las mejores en esos avances. Hoy, con el estreno de la secuela lejos estamos de recordar alguna escena que genere la misma adrenalina. Sin embargo, da la sensación que el corte del estudio apeló a la fórmula de la nostalgia en exceso. Las referencias a Jurassic Park: El mundo perdido son varias. El retorno del protagonista a la isla Nublar y la persecución es un calco de esa secuela no tan exitosa de Jurassic Park, en la que si hacen un poco de memoria no aparecía Alan Grant. Esta nueva entrega ofrece excelentes efectos especiales entre los que destacamos el regreso de los animatrónicos. De todos modos podemos calificar a esta nueva entrega como la más floja de la saga no tanto por ofrecer algo similar a lo que ya vimos sino por apelar -quizás en exceso- al factor nostalgia. Claramente no alcanza con esto sólo. Rexy, una inminente re extinción y la idea de querer usar a los dinos como armas de guerra surgen como las novedades a destacar. Ah,y lo más importante de todo: el regreso de Jeff Goldblum como el matemático Ian Malcolm. Jurassic World: El reíno caído no hizo más que preparar la cancha para lo que viene que se presupone habrá de concluir esta segunda trilogía con una épica a la altura de lo que esperan los fans.
Dinosaurio, del Griego Deinos “terrible” y Sauros “lagarto”: “Lagartos terribles”. Los viejos monstruos Cuando en 1993 fuimos testigos y cómplices de aquel paleontólogo apasionado llamado Alan Grant bajo el mejor y más famoso fuera de campo de la historia del cine, seguido de una subjetiva hacia una planicie llena de dinosaurios donde había creencia y fe, vimos cómo ese mismo artefacto (el cine) se transformaba en un dispositivo para poder resucitar una realidad física del pasado y traerla a la vida nuevamente. Tal resurrección (qué mejor palabra para definir la significación de esta película), además, cumplía una función simbólica para con el cine: ese Saurópodo de nueve metros de alto representaba, para el espectador, aquel tren que se acercaba a la pantalla y parecía atropellar al público en La llegada de un tren a la Estación de La Ciotat (1896, Louis Lumiére). Tanto el enorme brachiosaurio como el ferrocarril sintetizaron el poder de creencia en la imagen, en el cine como verdad; una religión sacra basada en veinticuatro cuadros por segundo. La palabra resurrección rima con revolución. Jurassic Park, como los dinosaurios mismos, comparte la esencia del descubrimiento, lo novicio y, de manera involuntaria, la fascinación. Ese fruto es perpetrado por el hallazgo mismo y contemplado por el hombre que volvió mítico a estos seres debido a que jamás había(habíamos) visto un dinosaurio vivo. En realidad nunca lo hicimos, pero preferimos rendirnos ante el engaño, la ilusión (algo que en el film siempre se evoca). Por ello ese lejano 1993 fue testigo de aquel hallazgo: la primera vez que veíamos uno de estos bichos moverse, rugir y respirar. Solo el cine pudo hacerlo. Cuando Ian Malcolm (Jeff Goldblum) dice: “Lo logró, el loco hijo de p…. lo logró” en referencia al magnate John Hammond (Richard Attenborough), lo que en realidad hace es dirigirse al mismísimo Steven Spielberg. Pasaron los años, las décadas y vinieron varias secuelas: algunas regulares, otras buenas y otras excelentes. Los nuevos monstruos Su cuarta parte, Jurassic World (2015) resucitó la esencia del espectáculo en la saga y con ello algo del discurso sobre el cine. Habla sobre una nueva era para estos monstruos: híbridos que la ciencia creó gracias a las demandas del público. En Jurassic Park quedaba explicitado el discurso sobre la manipulación genética, pero es aquí donde adquiere un mayor significado. Indominus rex, el nuevo monstruo, condensaba la mítica absoluta de toda la saga. Por eso, en Jurassic World el Tiranosaurio Rex deja de ser un villano y se convierte en un Deus ex machina: Cuando Bryce Dallas Howard acude en su ayuda encendiendo una bengala transformada en atrezzo icónico, lo que hace es apelar al viejo y clásico monstruo. Jurassic World nos dice que no nos olvidemos de dónde venimos, que no olvidemos el pasado. El T. Rex es un bicho clásico que pertenece ya a la cultura popular y viene a poner orden en un mundo cada vez más ficticio, superficial y capitalista, aun cuando es un invento de este mismo sistema que lucró, lucra y seguirá lucrando con su existencia. Las diferencias (y distancias) se entablan cuando esa cultura popular antes mencionada adopta su forma, la cual no necesita ser empaquetada, promocionada y vendida. Nos pertenece como una especie de patrimonio. El Tiranosaurio Rex ya no necesita presentación. En Jurassic World: El reino caído (2018), quinta parte de la saga Jurásica, el discurso sobre la explotación de estos seres y el peligro de jugar a ser Dios está más que explícito. No porque no crea en la astucia del espectador y lo vuelva una cosa literal, más bien porque deja en claro la visión de un mundo actual de una manera feroz y sin dejar cabos sueltos. Si la anterior Jurassic World dialogaba constantemente con el espectador acerca de sus demandas en esta la puja por lucrar a cualquier precio sin medir riesgos y consecuencias es llevada al límite. Tres años pasaron del (nuevo) desastre en el parque. Ahora los dinosaurios están expuestos a una amenaza que nuevamente los acerca a su dramática extinción: un volcán activo transformado en bomba de tiempo. Para detener el trágico destino de los dinos, un magnate (asociado muchos años atrás a John Hammond) contrata a Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), ahora dedicada a la protección de las criaturas prehistóricas. También contacta nuevamente a Owen Grady (Chris Pratt), ya retirado y levantando con sus propias manos un hogar en medio de la nada. Ambos acceden a la misión junto a otros especialistas y a un grupo entrenado para traer la mayor cantidad de especies y asegurar su supervivencia. Ya en la isla, en medio del desastre apocalíptico y corridas varias, se avivan: el propósito de la misión es otro. Transportados en una especie de Arca de Noé prehistórica, los dinosaurios serán llevados a una instalación secreta donde se experimentará con ellos y se los venderán al mejor postor con fines insospechados. Aquí también hay un híbrido, el Indoraptor, monstruo peligroso e inteligente que dobla la apuesta del Indominus rex: luce más letal y modificado en aras de su razón de ser. Esa clara mirada sobre el mito frankensteiniano se agranda cada vez más como la metáfora de la bola de nieve. Si Jurassic World era una revisión de la primera Jurassic Park, esta lo es de su secuela El mundo perdido: Jurassic Park (1997), quizá la más floja de la saga. Jurassic World: El reino caído es un film un tanto fallido. No porque sea malo, más bien porque en él hay muy buenas ideas que se podrían haber aprovechado mejor. Lo extraño es el nivel de delirio que predomina, evidenciando que aquellas viejas ideas asumidas por las primeras partes de la saga quedaron relegadas en pos de la ciencia ficción más irresponsable. Emerge una inventiva de la clase B sobre monstruos -hay escenas que parecen salidas de un film de terror- que aleja espectáculo de la predecesora. Es una secuela más chica, reducida no solo por sus espacios (una mansión en medio de un bosque infinito) sino también por sus formas cinematográficas. Hay un par de vueltas de tuerca muy ligadas a los thrillers de suspenso, introduciendo una visión simplificada de un universo menos ambicioso que el blockbuster de aventuras. Coquetea un poco con la screwball comedy, como sucedía en la cuarta parte, salpicando la pantalla con la química de sus protagonistas. Por momentos parece ser solo un pequeño eslabón, un aperitivo para una potencial secuela, un preludio que entretiene, divierte y mete un par de emociones de vez en cuando. Es inofensiva, por más que su discurso sobre la apropiación y explotación de las bestias sea bastante radical. La escena donde se deja atrás al brachiosaurio, figura icónica de la primera Jurassic Park y eje vertical definitivo sobre la creación del cine, marca la pauta final de la vieja saga,su muerte. Esa escena, quizás una de las más crueles de los últimos tiempos y filmada con precisión, dice más de lo que parece a simple vista. Su visión paga el precio de la entrada. En apariencia autoconsciente con sus formas y no solo la fisiológica, referida a los animales prehistóricos, la película formula una desinteresada maqueta en base a momentos bien definidos que la salvan de la debacle (hablando de maqueta, hay una secuencia tenebrosa y oscura que transcurre en una galería repleta de maquetas de dinosaurios, jugando constantemente con esa construcción que es el cine). Algo de todo el asunto nos recuerda a Aliens (1986) de James Cameron, donde un grupo de marines interrumpía una base casi deshabitada para aniquilar a los xenomorphos del título, dando paso al engaño de la empresa que contrataba a la teniente Ellen Ripley (Sigourney Weaver). Jurassic World: El reino caído manifiesta sus intenciones desde el título. Habla de un reinado propio del cine como lo es el universo Jurassic Park. Dominio ya prehistórico, extinto, invadido por imágenes que pueden profanar su esencia y que dan pie a otra cosa. Los dinosaurios están entre nosotros.
Casi todo está perdido Tras los sucesos de Jurassic World (2015), los dinosaurios de la Isla Nublar se topan -otra vez- con la extinción: una erupción volcánica inminente amenaza su vida y los restos que quedan del parque temático Jurassic World. Luego de lo ocurrido en el parque, a Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), la activista que junto a su organización lucha por la vida de los Dinosaurios, se le presenta la oportunidad de rescatarlos. Frente a esto, Dearing acude al experto entrenador de dinosaurios Owen Grady (Chris Pratt) para que la ayude en esta última misión. En una época dónde ningún estudio quiere desprenderse de las grandes franquicias – o la gallina de los huevos de oro en forma de dólares- Jurassic World es otro experimento -o víctima- por caer en la nostalgia de las remakes, secuelas, precuelas y demás. Sin embargo, el director J.A. Bayona tomó los recaudos suficientes para que la esencia original de Jurassic Park (1993) esté presente en la película en ciertos momentos pero no en todo el film, dejando al director imponer su visión como también acentuar el camino para el futuro de la franquicia. Así y todo, El Reino Caido no logra convencer desde su argumento ni desde el guión de Colin Trevorrow -quien dirigió la anterior película- y Derek Conolly. Los gobiernos le dan la espalda a la Isla Nublar y dejan que la naturaleza siga su camino con la imperiosa desaparición de los dinosaurios bajo la erupción del volcán. Bajo este contexto, los protagonistas junto a un puñado de personas deciden visitar el lugar para rescatar y salvar a los animales, aunque no todos tengan los mismos intereses en juego. El Reino Caído presenta un guión demasiado inverosímil y difícil de tomarse en serio más allá de la conciencia ecológica, animal y social que toma como motu propio. En sus tres actos, son los dos primeros donde más expuesta queda la inconsistencia del guión tanto con la historia como con los personajes. Los efectos y las grandes escenas de acción logran sobrellevar dichas falencias para que la película sea por lo menos tolerante en esos 128 minutos de duración. Otro punto a favor para Jurassic World: El Reino Caído es la intervención de Michael Giacchino (Coco) en el aspecto sonoro, dotando a la película de los mejores climas relacionados al suspenso y terror como también en momentos de acción y persecuciones. En este último y tercer acto es donde la película mejor se expresa y plantea la idea del director. Bajo el lente de J.A. Bayona desarrolla los problemas sobre experimentar con la tecnología, la variación genética y la codicia de la humanidad -al igual de las primeras películas de Spielberg- pero bajo una nueva premisa de estos tiempos: las armas biológicas. El Reino Caído toma lo mejor de sus predecesoras y lo impulsa en los últimos momentos del film bajo un gran suspenso y escenas de terror. Por su parte, tanto las actuaciones de Chris Pratt como de Bryce Dallas Howard no salen de lo genérico y superficial que condicen sus personajes, quitándoles relevancia con la historia en sí. Pese a sus falencias argumentales y de guión, Jurassic World: El Reino Caído entretiene y devuelve parte del aura de Jurassic Park, sin caer en la nostalgia pero tampoco sin ser la versión definitiva del mundo creado por Michael Crichton en su libro homónimo de 1990.
En 1993 Steven Spielberg estrenó Jurassic Park. 1992 un año muy particular para él, porque mientras avanzaba con la edición de esta película, filmaba en Europa La lista de Schindler. Ambas se estrenaron en diferentes momentos de 1993 y ambas entraron en la historia grande del cine mundial. Jurassic Park no solo fue un éxito de taquilla a nivel mundial (en Argentina a un año de su estreno aun se la podía ver en salas comerciales) sino que además era una obra maestra. Es una obra maestra. Así como Tiburón (1975) trajo un viejo temor de la gente a la pantalla grande e instaló a los escualos de manera definitiva en el imaginario popular, Jurassic Park captó la fascinación por los dinosaurios que siempre existió y la convirtió en un fenómeno renovado cuyas ramificaciones superan a las muchas películas que vinieron después. Es importante recordar que a nivel tecnológico, esta película fue una de las que cambió para siempre la historia del cine mundial al incorporar de forma integral los efectos digitales, la última gran revolución técnica que ha tenido el cine, tan importante como el color y el sonido. A esa obra maestra le siguió El mundo perdido Jurassic Park (1995) otra gran película de Spielberg, sin la perfección de la original pero con varias escenas inolvidables. Y luego una secuela más, Jurassic Park 3 (2001), de Joe Johnston que, contrario a lo que piensa la mayoría, me parece una verdadera maravilla a la altura de la saga. También, a mi entender, el final de la trilogía de Jurassic Park. El anuncio de Jurassic World (2015) fue una noticia ambigua, ya que prometía más aventuras con dinosaurios pero el alejamiento cada vez mayor de aquel punto de inicio perfecto con el film de Spielberg. Quisiera decir que esta parece una nueva trilogía, aun cuando todos los films están conectados y los actores y personajes van de uno a otro. La sorpresa es que la película era diferente pero encontraba una manera de abrirse camino. Como la naturaleza, lograba abrirse paso y, como el creador del Parque Jurásico, no reparaba en gastos. Divertida, algo más alocada, pero finalmente efectiva. Nada hacía pensar, taquilla mediante, que esto debía parar. Pero Jurassic World: El reino caído es una alarma clara que dice que la franquicia ya no tiene la misma precisión que traía. Sin duda la peor, de hecho la única mediocre, de las películas de Jurassic Park. Al final del film anterior la Isla Nublar era abandonada cuando el parque temático Mundo Jurásico volvía a convertirse en una trampa mortal. Ya no con un pequeño grupo, sino con una enorme cantidad de público visitando las instalaciones. Ahora los dinosaurios de la isla están en peligro e intentarán rescatarlos, pero como corresponde al género, hay segundas intenciones más allá de las genuinas intenciones de los protagonistas. Buenos y malos se dirigen una vez más a la isla. Pero por primera vez en las cinco películas, las escenas suenan todas repetidas, gastadas, visualmente gigantes, pero ya sin la sorpresa o el impacto de las películas anteriores. Prueba de cómo el cine se preocupa más por los detalles que por la profundidad, el único cambio significativo entre el film anterior y este, es el calzado de la protagonista. Sí, el desperdicio de energía de mucha gente con tiempo libre hizo que en la película anterior todos se preocuparan porque la heroína escapaba con tacos altos de los dinosaurios. Así, en este nuevo film, se muestra claramente que usa unas botas rudas y poderosas, para que nadie se queje. Sí acaso alguien se fijó en aquel detalle y hoy lo recuerde y reconoce el cambio, me pregunto a quien le importará dentro de un par de años tal tontería. A nadie, porque a diferencia del film de Spielberg, esta película no tiene intención de quedar en la memoria de nadie. La tontería le gano al cine de forma contundente y eso se nota en la mediocridad de la película.
A 25 años del estreno de Jurassic Park, el clásico film de Steven Spielberg, llega la quinta entrega de la saga relanzada en 2015 con Jurassic World - Mundo Jurásico. En este caso, no dirigió Colin Trevorrow (quien figura como coguionista y rodará Jurassic World 3 para su lanzamiento en 2021), sino el catalán J.A. Bayona, quien viene sumando puntos dentro de Hollywood con títulos como El orfanato, Lo imposible y Un monstruo viene a verme. Con Jurassic World - El reino caído, Bayona contó con un generoso presupuesto de 170 millones de dólares para narrar una historia protagonizada otra vez por Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), quienes son contratados para regresar al arrasado parque en la isla costarricense de Nubar (que encima tiene un volcán en erupción) por el ambicioso Eli Mills (Rafe Spall), que pronto mostrará sus verdaderas intenciones de atrapar a los dinosaurios del lugar y transportarlos a tierra firme para vendérselos a un multimillonario (Toby Jones) y profundizar las investigaciones genéticas. Bayona pendula con indudable oficio entre cierto espíritu spielbergiano y algunos pasajes de terror gótico (la marca “autoral”), pero la película -más allá de algunos pocos pasajes de humor negro y de algunas escenas visualmente sobrecogedoras- no sale de una correcta medianía, de las limitaciones de una fórmula que este subgénero ayudó a construir y no tiene ningún prurito en reciclar. No hay en Jurassic World - El reino caído grandes sorpresas: aparecen nuevos personajes juveniles y hasta infantiles y -para los nostálgicos- regresa brevemente nada menos que el Ian Malcolm de Jeff Goldblum (coprotagonista de las dos primeras entregas), pero el personaje no tiene demasiado espacio para su lucimiento. Más allá de la solvencia narrativa de Bayona, el principal hallazgo de la película pasa -otra vez- por los diseñadores, los magos de los efectos visuales que son capaces de reproducir enfrentamientos entre violentas criaturas incluso en ámbitos urbanos. Los dinosaurios no van a desaparecer. Al menos mientras sigan llenando las cuentas bancarias de Hollywood...
Después de la lacrimógena Un monstruo viene a verme, el catalán Juan Antonio Bayona (Lo Imposible, El Orfanato) se hace cargo del nuevo capítulo de la franquicia que relanza el universo dinosaurio de Spielberg/Crichton, Jurassic World. Y lo hace con una película previsiblemente libre de spoilers, en cuanto se sabe lo que ofrecerá. Aún sin información extra, Fallen Kingdom se percibe como eslabón entre la primera, Jurassic World, y la que vendrá. Capacitado narrador y amante del cine de acción, con un presupuesto enorme en impecables FX, Bayona ofrece un concierto -muy sobre orquestado- de secuencias de aventuras, entre el homenaje a la saga, a Spielberg, y algunas ideas propias. Abre con una secuencia impactante, lluviosa y nocturna, que revela la existencia de unos gigantescos monstruos marinos. Buena antesala para el regreso de la tía Claire -Bryce Dallas Howards-, que después del desastre del parque temático se empeña ahora en salvar a la especie de la extinción final, una decisión política. Parece que su proyecto en defensa de la vida animal tiene las de perder, cuando la convoca un millonario que le ofrece la posibilidad de rescatarlos. Una empresa arriesgada, que requiere de Owen -Chris Pratt-, el hombre que susurra a los dinosaurios.
Volver al universo jurásico resulta tedioso y remanido, a menos que al director se le ocurra una vuelta de tuerca. Y esto pasa en "Jurassic World 2", también conocida como "El Reino Caído". Bayona, el realizador español conocido por su labor en "El orfanato", "Lo imposible" y "Un monstruo vino a verme", no hace aquí una obra maestra, no. Pero sin embargo utiliza herramientas suficientes para que la historia pegue de entrada, entretenga al promediar la trama y explote al final. Esta es otra pelea más de villanos contra héroes, leit motiv eterno de Hollywood. Aquí los villanos son los que quieren capturar a los dinosaurios para primero lucrar con estas criaturas y luego utilizarlas para un experimento tecnológico; y los conservacionistas, con la parejita de Owen (Pratt) y Claire (Dallas Hollard) a la cabeza, intentarán resistir poniendo en riesgo sus vidas para salvaguardar el futuro de los dinosaurios. A ellos se les suma Maicy (Isabella Sermon), una pequeña vinculada a los malos de la película, quien es víctima de su familia y carga con un secreto revelado sobre el final. Maicy podría ser la futura estrella de la próxima entrega de esta saga, que promete mucha más acción y protagonismo de los dinosaurios en cuestión. La película cerró con aplausos en la función de estreno, por lo que se estima que los fans siguen con el pulgar arriba. Eso sí, para saber cómo sigue la historia habrá que esperar hasta el 11 de junio de 2021, fecha del estreno mundial de "Jurassic World 3".
Aunque Jurassic World 2 consigue brindar en general un espectáculo decente, especialmente si se disfruta en su versión IMAX, donde se potencian los aspectos visuales, el director español Juan Antonio Bayona (El orfanato) ofrece una de las entregas más débiles de esta franquicia En principio, lo más decepcionante es que la historia no avanzó demasiado desde la última entrega y no hicieron otra cosa que estirar el conflicto hasta la próxima continuación donde se explotaría el choque de los dinosaurios contra la civilización. Algo que ya había hecho Steven Spielberg en la secuela de 1997, El mundo perdido, con la diferencia que esta vez se desarrollaría en una escala mayor. En otras palabras, esta producción funciona como un teaser de dos horas para futuras películas. La primera entrega de Jurassic World realizada por Colin Trevorrow se centró bastante en el factor nostálgico por la obra original de Spielberg y el tributo al cine de aventuras de Hollywood. Por el contrario, el trabajo de Bayona se encaminó dentro del subgénero de monstruos gigantes, estilo King Kong, con algunas referencias al cine de terror, hasta que la trama se estanca en las situaciones bizarras. La película del cineasta español tiene un primer acto sólido, donde se plantean algunos debates morales y científicos interesantes y en la segunda mitad el tono de la narración cambia por completo. Una cuestión que despierta la siguiente incógnita. ¿Jurassic World 2 es realmente una película de Juan Antonio Bayona? En lo personal creo que no. El film deja la sensación que el cineasta español probablemente tenía una idea de lo que deseaba hacer con esta continuación y después el estudio le ató la manos para presentar un producto más ordinario que apueste a lo seguro. El cambio de tono en la segunda mitad es muy brusco y parecería que otro realizador se hizo cargo de esta producción. No ayudó tampoco el hecho que los guionistas vuelven a insistir en la idea de usar a los dinosaurios como armas de destrucción masiva y ahora subastan a los bichos para las mafias del crimen organizado, en una trama delirante que remite más a la saga Sharknado que a Jurassic Park. Otro aspecto donde no queda muy bien parado este film es en la ausencia de ese espíritu de aventura épica que siempre tuvo la saga. Gran parte de la acción con los dinosaurios es olvidable y se desarrolla dentro de una mansión, que no resulta el escenario más atractivo. La mayoría de las secuencias tienen lugar durante la noche, ya que de esa manera se esconde mejor el CGI, y carecen de la emoción que tuvieron las entregas previas. Tal vez porque Jurassic Park acarrea con un desgaste que cada vez cobra más peso. Las mejores escenas de acción, como la erupción del volcán en la isla Nublar, tienen lugar durante el día en la primera mitad del film, donde la labor de Bayona encuentra sus mejores momentos. El resto es bastante olvidable porque se enfoca en preparar el terreno para la próxima continuación. Hasta la buena dupla que conforman Chris Pratt con Bryce Dallas Howard acá quedó completamente deslucida y sus personajes ni siquiera tienen un mínimo desarrollo. Sumale los dinosaurios veganos que prácticamente no matan a nadie, nuevos personajes secundarios intrascendentes, más los villanos de dibujos animados infantiles y lo que queda es un refrito de secuencias de acción que vimos en mejores películas en el pasado. La buena noticia es que por la manera en que termina la trama, la próxima entrega podría ser más interesante. Una lástima que los productores no hicieran directamente esa película en esta continuación.
Hace tres años cuando se estreno Jurassic World, muchos recibieron como sorpresa el tremendo éxito que tuvo. Tal vez porque la última entrega (Jurassic Park III, 2001) había dejado bastante que desear, pero yo estoy convencido de que fue porque el sólido trabajo de los realizadores para encontrar un buen balance entre la nostalgia, y una historia de aventuras propia del Siglo XXI. Colin Trevorrow no se volvió a sentar en la silla de director pese al gran trabajo que había hecho. En esta oportunidad su lugar lo ocupó el español J. A. Bayona, quien viene de dirigir A Monster calls (2016). Luego de ver está película se pueden trazar paralelismos muy claros con su obra, sobre todo en el género de terror. (Recordemos que fue él quien dirigió la magnífica El orfanato, 2007). Y con esto no estoy diciendo de que este estreno pertenezca a ese género, porque no es así, pero hay varias secuencias claramente influenciadas y construidas como si se tratara de un film de monstruos. Y es un detalle que me gustó mucho, al igual que toda la puesta y narrativa de la película. Ahora bien, también hay que decir que en más de una oportunidad la trama roza lo bizarro. No llega al ridículo, pero le pasa cerca. Hay una clara distancia entre lo establecido por Steven Spielberg en 1993 y lo que vemos aquí, aunque sea el mismo mundo. Me da la sensación de que esta trilogía nueva tiene su propio lenguaje y reglas. Y por lo tanto hay que aceptarlas para disfrutar como corresponde y entregarnos. Los efectos visuales mantienen la excelencia de la entrega anterior, pero la música decayó un poco. Le resta que se escuchen únicamente breves compases de la ya mítica banda sonora de John Williams. La pareja protagónica encarnada por Chris Pratt y Bryce Dallas Howard sigue bien estereotipada y medio que son un adorno. Y poco importan los personajes nuevos, tanto los buenos, los muy buenos, los malos y los muy malos. Y todo es así, no hay grises en cuestión de personajes. Pero rescato con ahínco la participación breve de Jeff Goldblum, quien volvió a encarnar al Dr. Ian Malcom 21 años más tarde. Sus escenas son claves como definición, sobre todo, de lo que vendrá. En definitiva, Jurassic World: El Reino Caído, es muy entretenida para ver y buena secuela de la reintroducción de la saga, pero que no supera ni por asomo a su predecesora y ni hablar a las dos primeras películas. Veremos como continúa todo en 2021…
Franquicia caída Jurassic World: El reino caído (Jurassic World: Fallen Kingdom, 2018) es mejor que su antecesora y simultáneamente la peor entrega de la serie. ¿Cómo logra esta hazaña? Es más entretenida que Jurassic World (Jurassic World, 2015) por virtud de la variedad de la acción y efectos menos bochornosos, pero nada distrae de un guión tan estúpido e ilógico. La premisa reúne a los tórtolos despechados de la película anterior, interpretados por Chris Pratt y Bryce Dallas Howard sin indicio alguno de personalidad, en una expedición de rescate a la Isla Nublar. La expedición es financiada por un antiguo socio de John Hammond, inventado para el beneficio de esta película; la misión es rescatar a los dinosaurios que están a punto de perecer en la erupción de un volcán, también inventado para la película. Que Claire (Howard) decida regresar a la isla para rescatar a los experimentos genéticos que la echaron en primer lugar es inverosímil; que Owen (Pratt) regrese para salvar a su velociraptor amaestrado es casi tan ridículo como la existencia de un velociraptor amaestrado. Cuán emotiva es la resonancia de la trama depende menos de nuestra afinidad por los personajes humanos y más de la lástima hacia los pobres dinosaurios, a punto de extinguirse otra vez. ¿No los podrían clonar de nuevo? Nadie contesta la pregunta porque nadie la hace. Siguiendo a pie de la letra la estructura de El mundo perdido: Jurassic Park (The Lost World: Jurassic Park, 1997), los protagonistas se unen a un ejército de mercenarios a cargo de capturar dinosaurios y transportarlos a la civilización, con resultados predeciblemente catastróficos para la civilización. Pero luego de una traición tan confusa como innecesaria el resto de la cinta transcurre en una mansión gótica directamente salida de otra película, extraña decisión que parecería motivada por la dirección del español Juan Antonio Bayona, cuya ópera prima fue El orfanato (2007). Aquí la película cambia velocidades, pierde cualquier tipo de credibilidad y se rebaja a la altura de la primera Resident Evil (2002), incluyendo el bosque remoto, la mansión gótica, el laboratorio subterráneo, la nenita británica que guía a los héroes y una corporación liderada por fatuos corporativos que quiere lucrar transformando monstruos en armas, ya sean zombis o en este caso dinosaurios. Detalles que podrían ser clasificados de spoiler si 1) no constituyeran la mayor parte de la cinta y 2) no fuera todo tan estúpido que hay que verlo para creerlo. Y sin embargo la peor parte de la película llega de la mano de la nenita en cuestión, Maisie (Isabella Sermon), protagonista de una subtrama en la que intrépidamente explora la mansión de su abuelo y va descubriendo viejos secretos sobre la historia de su familia. La película insiste en manufacturar intriga sobre los padres de la nena pero nunca brinda un buen motivo para hacerlo y el misterio finalmente resulta totalmente irrelevante e inconexo al resto de la trama. En un desesperado intento por justificar el entretenimiento de la película podemos señalar la presencia de tres villanos (Ted Levine y Toby Jones en particular) que resultan mucho más contundentes y son más fáciles de odiar que el despistado Vincent D'Onofrio de la película anterior; una efímera y conciliadora aparición de Jeff Goldblum como el Dr. Ian Malcolm (de nuevo la única persona sensata en estas películas) y algunas secuencias llamativas por la inesperada aparición de humor negro. Pero la lógica de los personajes escena a escena es tan defectuosa que rompe con la inmersión, los dinosaurios son explotados tan indiscriminadamente que dejan de asombrar o fascinar, y la acción es tan implausible que se pierde la conexión con el miedo primal que alimentaba las partes más aterradoras de las primeras dos películas. Hay quienes disfrutarán de la renovada identidad de la franquicia como un producto de serie B, exagerado y chistoso. Mejor eso a compararla a las primeras dos películas de la serie, que poseían una sobriedad y majestuosidad y oscuridad que hoy en día son un sueño roto.
Una película atrapante En la quinta entrega de la saga, el director J. A. Bayona da una vuelta de tuerca a la historia y logra un original filme de monstruos Cuatro años después que el parque temático Jurassic World fuera destruido por los dinosaurios, la Isla Nublar está ahora abandonada por los humanos, mientras los gigantescos reptiles intentan sobrevivir por sí mismos en la jungla. Cuando el volcán de la isla comienza a tener actividad, Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) organizan un equipo de rescate para salvar a aquellos dinosaurios que han quedado con vida tras la extinción. La misión tendrá consecuencias inesperadas. El español J. A. Bayona le da nueva vida a la serie, dividiendo el metraje en dos, una primera parte clásica en la isla, con escenas de alto impacto, acción a raudales y efectos imponentes; y una segunda parte más intimista, casi gótica, en la que los dinosaurios protagonizan un oscuro cuento de hadas en el que se transforman en "el cuco debajo de la cama". El realizador logra generar tensión, suspenso y momentos de terror cargados de adrenalina sin apelar en demasía a los efectos digitales. La fotografía, los decorados, la música y actuaciones, están al servicio de una historia que atrapa y se despega de los lugares comunes. A la vez, el filme, homenajea a las primeras entregas, colocando en la película al profesor Ian Malcolm (impagable Jeff Goldblum), quien termina oficiando, como las anteriores veces, de voz racional entre tanta locura y ambición por parte de los infaltables empresarios/científicos inescrupulosos. Más allá del entretenimiento, la historia se reserva un mensaje claro sobre los peligros de la manipulación genética y un bienintencionado discurso ecológico. Aunque cuenta con algunos momentos truculentos, es un filme muy disfrutable tanto para niños como para adultos, con climas "ochentosos" tan de moda en los últimos tiempos, y momentos que remiten a clásicos modernos como Stranger Things. La vida se abre camino, y esta saga también. Larga vida a los dinosaurios.
…PERO LOS DINOSAURIOS VAN A DESAPARECER La franquicia sigue echando mano de la nostalgia, aunque acá se contiene un poquito. Lo que no pueden evitar (te estamos mirando a vos Trevorrow) son todos esos clichés del cine de terror/catástrofe/acción, personajes que hacen boludeces en situaciones extremas, el científico con complejo de dios, el militar ultra malvado, y el héroe en el centro de la acción porque, seamos sinceros, mucho Claire esto y Claire lo otro (con primer plano de borcegos incluido, para que sepamos que ya NO usa tacos), pero Owen vuelve a salvar el día y a enamorar a todos los niños que lo rodean (¿?). “Jurassic World” involuciona y los pocos personajes femeninos que se destacan siguen cubiertos de escamas. El resto, hace buena letra y llena casillas, demostrando que el único producto de Michael Crichton que zafa en estos momentos, está en la tele. La franquicia necesita un sacudón urgente y un realizador con visión que la lleve por el buen camino para recuperar esa fascinación que nos regaló Spielberg hace ya más de dos décadas. La historia queda servida para expandir el universo más allá de cualquier isla, el problema siguen siendo los humanos que, a diferencia de los bichos, no logran hacerse camino dentro de una trama incoherente e impermeable a los lugares comunes. LO MEJOR: - Y sí, los dinosaurios. - El aporte visual de Bayona se nota. - Todos los muñequitos que vamos a poder coleccionar. LO PEOR: - Que su trama sea tan años noventa. - Los guionistas que faltaron a la reunión.
Antes de entrar en el análisis de la última película de la franquicia Jurassic, habría que hacer un poco de historia. Si bien la película Jurassic world: el reino caído (2018) dirigida por el español Juan Antonio Bayona —Premio Goya a la Mejor Dirección por El orfanato (2008) y por Un monstruo viene a verme (2017) — puede disfrutarse sin haber visto las anteriores, tiene un contexto y guiños que remiten a la película pionera, Jurassic Park (1993), esa maravilla dirigida por Steven Spielberg y que estuvo basada en el best seller de Michael Chrichton. - Publicidad - Así como la saga de Star Wars (compuesta por nueve películas, aún falta la última), la de Alien (seis, también falta la película final) y las del Mundo Marvel, por nombrar las que todavía tienen tela para cortar, Jurassic Park, ahora Jurassic World, empezó, aunque parezca mentira, hace 25 años. En su momento, la película de Spielberg creó un nuevo paradigma en cuanto a efectos especiales. A partir de esa película ya nada volvió a ser igual. Pero, como dice el dicho, nunca segundas partes fueron buenas. La siguiente: Jurassic Park: el mundo perdido (1997) ya había perdido parte del encanto y la sorpresa iniciales, lo cual no deja de ser lógico. Luego vino Jurassic Park III (2001) mucho más floja y tuvieron que pasar 14 años para que los dinosaurios —al parecer en estado de hibernación— volvieran a la vida, buena metáfora de lo que es en sí el nudo de la trama. Así fue como desembocaron Jurassic world (2015), y esta última que vendría a ser en realidad la penúltima. Falta le conclusión final, en donde toda la trama pergeñada hace 25 años, cerraría en forma precisa y definitiva. Aunque nunca se puede estar seguro. Los dinosaurios pueden volver en cualquier momento. La nueva obra de Juan Antonio Bayona, trata de despegarse de sus antecesoras y eso es un gran mérito. Toma, eso sí, mucha información de la original, y ese es otro gran mérito. Es así que pueden captarse muchas señales del mundo Spielberg. Una estrella fugaz que surca el cielo nocturno —detalle que Spielberg ponía en casi todas sus primeras películas—, el insecto prehistórico encerrado en una gota de ámbar, los jeeps y las estructuras del Parque creado por John Hammond y los acordes de John Williams, el compositor de casi todas las películas de Spielberg. La historia es casi siempre la misma. A partir de la creación, por el método de clonación, de varias especies de dinosaurios que fueron soltados en la isla Nublar, las diferentes tramas consisten en que esta epopeya científica no se salga de su cauce. Motivos hay muchos, desde los que rozan con la ética y la supervivencia de las especies, hasta los que lindan con la ecología y el medio ambiente. Está claro que siempre que el ser humano quiere franquear las reglas de la genética, surgen estos mismos dilemas. ¿Hasta qué punto estamos habilitados para jugar a ser dioses creadores? Y si lo hacemos ¿hasta dónde llegará el desequilibrio de todo un ecosistema que tardó millones de años en lograr una envidiable armonía? Todos estos dilemas filosóficos y éticos están muy presentes en la primera película —la de Spielberg— y en esta última —la de Bayona—. Pero también hay mucha acción, aunque en esta última entrega, este elemento está enmarcado a una atmósfera más intimista, si eso es posible en este tipo de superproducciones. Luego de una primera parte en donde los dinosaurios corren, se pelean, persiguen a sus protagonista en medio de la selva mientras por detrás un volcán, ahora activo, empieza a explotar y a lanzar toneladas de lava incandescente, la trama deja paso a una segunda parte que bien podría ser otra película, la que de verdad hubiese querido filmar el director español; la que tiene más suspenso, una atmósfera, si se quiere gótica —la acción transcurre en un mansión muy similar a un castillo—, con un clima más oscuro, más sugerente. La dupla protagonista emula, en cierta manera, a la de Sam Neill (Dr. Allan Grant) y Laura Dern (Dra. Ellie Satler) con las interpretaciones de Chris Pratt (Nick Van Owen) y Bryce Dallas Howard (Claire Dearing), que ya estuvieron en la película anterior. Y vuelve el siempre enigmático matemático Dr. Ian Malcolm interpretado por Jeff Goldblum. Como dijimos antes, Bayona es más fiel a la original de Jurassic Park y no a la saga Jurassic world. Pero en lo que sí se diferencia de Steven Spielberg es que el “niño maravilla”, tal como se lo apodaba en la década del 80, es un director de actores, de personajes, de identidades y psicologías bien definidas con el que uno empatiza casi de manera instantánea. Y si hay niños, mejor. Spielberg es un gran maestro en el arte de dirigir niños. Bayona, por el contrario es un gran director de atmósferas, y en esta película lo demuestra de la mejor manera. Espectáculo tiene que haber (Hollywood no permitiría que no lo hubiese), grandilocuencia también; adrenalina, a raudales —la acción en donde escapan dentro de un vehículo en forma de esfera es deslumbrante—, como así también no puede faltar un despliegue descomunal de corridas y efectos especiales, pero Bayona logra tomarse su tiempo y crear una película diferente, precisamente en la segunda parte, en la que parece haber disfrutado más en su rol de director. No hay nada más aterrador —y esto se ve bien en las películas de corte gótico— que cuando algo monstruoso invade la seguridad del hogar, de la habitación, de nuestro refugio. No olvidemos que la exitosa y multipremiada película El orfanato de Bayona, era eso: el terror instalado dentro de una mansión lúgubre y de pesadilla. Hay una breve actuación de Geraldine Chaplin que no hace más que acentuar esa presencia ambigua en que no sabemos si esa especie de ama de llaves tiene buenas o malas intenciones. Lamentablemente, su papel queda totalmente desdibujado y no aporta ningún conflicto a la trama. Hay malos muy malos y buenos muy buenos. Niños con ideales altos como el Everest y el siempre omnipresente negocio millonario que puede lograrse con la compra y venta de lo que sea, en este caso de ejemplares vivos de especies extinguidas y letales para usarlos como armas biológicas. Hay dinosaurios de todos los tamaños y para todos los gustos, incluso muchos de ellos despiertan nuestra simpatía y ternura. Acción, por supuesto. Despliegue, casi desde el minuto cero. Pero hay algo más, y es una mirada diferente del director español. Un corrimiento —dentro de lo posible en un blockbuster de Hollywood que se precie— de ciertas reminiscencias del terror clásico. El terror de hadas y brujas —la habitación de Maisie (Isabella Sermon), la nieta de Lockwood, viejo socio de Hammond, parece una casa de muñecas lo que acrecienta el contraste entre la inocencia y el horror—, el de las sombras siniestras en la pared, el de las habitaciones amenazadas por algo ominoso, el de los pasillos interminable y lúgubres, el de los terrores que nos obliga a escondernos en la cama y taparnos con las sábanas por el simple hecho de que si cerramos los ojos el monstruo desaparece. Todos esos elementos están presentes en esta versión de Bayona. Jurassic world: el reino caído no pasará a la historia del cine —la primera, la original, no podrá ser superada— pero se percibe cierto ánimo de darle un vuelo más interesante a una saga ya agotada. Esperemos la última entrega de esta serie de seis películas para ver cómo cierra. Si lo hace a pura acción, o a pura dirección.
En el marco de una discusión que plantea si la humanidad (el senado de Estados Unidos, en realidad) debe dejar morir en manos de un volcán a los “desextintos” dinosaurios o si se los debe tratar de salvar como animales de cualquier otra especie, los hechos llevan a que una vez más los dos protagonistas del film anterior lleguen a la abandonada isla de Jurassic World. Semejante puntapié inicial da lugar a los más descoloridos clichés que la saga puede entregar: un anciano filántropo que da todo por que sobrevivan los dinosaurios, la mujer fuerte e independiente que defiende sus ideales proteccionistas, el villano capitalista que quiere hacer un negocio y el “comic relief” del nerd fóbico cuyo miedo ofrece risas fáciles con gags sencillos y efectivos. El guión es absolutamente de manual. Una subestimación imperiosa del público que hace que hasta el espectador más molesto e irrespetuoso que desde la butaca juega a vaticinar lo que sucederá en la escena siguiente, acierte. “Se lo come el dinosaurio”. “Seguro estaba muerto”. Sí, todo eso va a pasar. Ni siquiera para las mentes menos inquietas la trama presentará giros impredecibles, sino que por el contrario de a ratos puede volverse bastante tediosa. Sin embargo no todo es sufrimiento. Jurassic World ofrece al menos un par de escenas interesantes como aquella que se alcanza a esbozar desde el tráiler, que parece una suerte de homenaje al cine de terror clásico al mejor estilo Nosferatu con el dinosaurio ocupando el lugar del vampiro. El brío técnico es como siempre correcto. Los efectos digitales están a la orden del día, las atmósferas creadas son precisas y acorde a lo que la secuela demanda, pero aun así algo falta. Y ese algo no es nada menos que la historia que parece muchísimo menos ambiciosa que su predecesora o inclusive que cualquiera otra de la saga. Luego del conflicto de proporciones bastante más épicas de Jurassic World, su secuela se queda corta. Ni siquiera los personajes llegan a desarrollarse con eficacia para generar interés en el público. Los efectos especiales, ruidos y tomas impecables no alcanzan a escapar del cliché y de todo lo esperable.
Todo comienza cuando Claire (Bryce Dallas Howard, “Jurassic World”, ”Historias cruzadas”) y Owen Grady(Chris Pratt, “Jurassic World”, “Guardianes de la galaxia”), son convocados para rescatar a un velociraptor bautizado con el nombre de “Blue”, un ejemplar bastante inteligente que vive en la Isla Nublar, lugar que se encuentra en peligro. Pero se complica cuando los protagonistas descubren los verdaderos intereses de ciertas personas y toman conciencia que todos están en peligro. La acción se genera rápidamente y no da respiro, adrenalina pura, las luchas pueden generarse por tierra, aire y mar, más efectos especiales, más dinosaurios, espectacular, lo que se pretende es generar miedo en los espectadores. Tiene humor, momentos melodramáticos, varias situaciones emotivas, entre ellas cuando los dinosaurios mueren, grandilocuentes las situaciones de catástrofe, los depredadores ofrecen momentos siniestros, apocalípticos y de terror, goza de una buena estética con un toque gótico, escenas similares a “Un monstruo viene a verme”, entre otras. Los villanos no solo hacen cualquier tipo de negocios, vemos la ambición, el desmedido capitalismo, la corrupción, pensando que con la utilización del ADN de “Blue”, que todos lo quieren tener, pueden obtener importantes experimentos y una vez más, nuevamente el hombre juega a ser Dios. Buen elenco secundario: Isabella Sermon, Daniella Pineda, Toby Jones, Jeff Goldblum, Geraldine Chaplin y BD Wong, entre otros. Dirigida por el cineasta español J. A. Bayona (“El orfanato”, “Lo imposible”). Es la secuela de Jurassic World, y la quinta entrega de la franquicia de Parque Jurásico. Se hace un homenaje a Steven Spielberg. Cuenta con la estupenda fotografía de Oscar Faura (“Lo imposible”, “Un monstruo viene a verme”) y una exquisita banda sonora. Tomen la precaución de quedarse porque hay una escena de post-créditos, una bandada de Pteranodon vuela alrededor de la réplica de la Torre Eiffel en Las Vegas. La próxima entrega está prevista para el 11 de junio 2021. Resulta un tanto flojo el guión, es un buen pasatiempo y es un fugaz entretenimiento.
La industria jugando a ser clase B Lo lindo de Jurassic Park: Fallen Kingdom es que va directo a los bifes y evita los prólogos largos y tediosos con chistecitos pedorros aptos para todo público sobre la familia, aunque su target sea familiar y se trate, en parte, sobre la formación de una familia y la descomposición de otra. El director Bayona arma desde el inicio un relato anfetamínico que busca tensión, y que un poco ignora al target infantil de la saga ya desde la divertida y violenta primera escena. Si en Jurassic World (2015) había varios minutos dedicados a la presentación del parque -al igual que en la original- acá pasamos directamente a la etapa posterior de su destrucción. En ese sentido es más postapocalíptica que catástrofe, con un desarrollo cercano en espíritu al cine de aventuras clase B donde importan más los aspectos lúdicos de la acción que los elementos trágicos, y donde el verosímil importa incluso menos que en sus predecesoras de la saga porque, por suerte, ya no hacen falta explicaciones. En su oda al cine lúdico, hay lugar también para homenajear al cine nipón de monstruos (por ejemplo, en una gran escena donde pelean dos dinosaurios frente a un volcán en erupción) pero también hay espacio para una línea discursiva -ingenua, claro, pero no por ello poco certera- que, como en las anteriores, insiste en el poder destructor del capitalismo salvaje antes que en el salvajismo de las criaturas. La pareja protagónica está compuesta, nuevamente, por la muy linda Bryce Dallas Howard y por Chris Pratt. Esta vez vuelven al parque a buscar a Blue, una velociraptor con una inteligencia mayor a sus pares, en una expedición pagada por un magnate que, supuestamente, quiere salvar a los dinosaurios de un segundo destino trágico. Así como Jurassic World puede considerarse una reformulación de la primera, esta continuación evoca a The Lost World: Jurassic Park (1997), primera secuela de hace más de veinte años, donde los elementos bélicos tenían un peso importante. Sin embargo, la apuesta de Bayona es más desquiciada que cualquier otra de la saga. Los espacios siempre están al servicio de la historia y no tienen ningún asidero con la realidad: una mansión cuasi fantástica con un museo y calabozos gigantes situada en medio de un bosque que podría ser infinito; y el parque abandonado de los dinosaurios que revive una de las teorías de la extinción evocando un destino del que no se puede escapar. Dos espacios míticos donde el verosímil no tiene cabida ni importancia, y donde un grupo de héroes ridículos se disponen a salvar a los dinosaurios y a la humanidad, de unos villanos que podrían haber salido de un dibujo animado de los ochenta. Todo el derroche de acción y de situaciones absurdas, matizadas con ciertos elementos del cine de terror gótico que Bayona ya había utilizado en El Orfanato (2007), película en la que también supo generar buenos momentos de tensión, hacen de Jurassic Park: Fallen Kingdom un viaje algo bizarro y divertido que demuestra que los tanques ATP también se pueden hacer con elementos cojonudos de la clase B y con climas y efectismos bien utilizados del terror, y pueden devenir en un cine mucho más interesante que ese que se basa en chistecitos subnormales y chabones llenos de CGI peleando en calzones.
La extinción de las ideas Los reptiles prehistóricos revividos por el hombre que habitan la Isla Nublar están en peligro. Un volcán en erupción puede volver a extinguirlos para siempre, pero la misión de esta nueva entrega es rescatarlos, o al menos eso es lo que el asistente de Lockwood, antiguo socio de Hammond, le dice a Claire, ahora convertida en una activista que defiende la salvación de los dinosaurios, para convencerla de sumarse a la expedición, que como fácilmente se adivina tiene más que ver con la preservación del dinero que con la de los animales. Tal como sucede en la trama de la película, con Colin Trevorrow nuevamente a cargo del guion, pero con A. J. Bayona como director, las cosas no salen tan bien como se esperaba ni mucho menos. La película apela al carisma de Chris Pratt y a la nostalgia casi como único recurso: las brevísimas pero más que bienvenidas apariciones de Jeff Goldblum, el bastón de Hammond con el mosquito fosilizado dentro de la piedra preciosa y apenas unos acordes muy tenues del legendario tema compuesto por John Williams. Pero como esto ya no alcanza, agregan un par de personajes secundarios que no hacen más que rellenar tiempo y espacio, al igual que los villanos, que simplemente están ahí para cumplir el rol que manda el guion pero que podrían ser otros, da igual. Con un factor humano casi nulo, porque además nunca se siente a los protagonistas en verdadero peligro. La emoción que genera la quinta película de la franquicia jurásica –o la secuela de esta reciente trilogía– viene por el lado animal: cada escena que tiene a Blue (el velociraptor criado por el personaje de Pratt) como protagonista recobra la potencia que había en la secuencia inicial. En esos momentos, la película recupera la energía y el espíritu juguetón de la franquicia. Lo mismo sucede cuando Maisie, la nieta de Lockwood, es perseguida por el Indoraptor: el relato se vuelve mucho más cinematográfico, oscuro y fantasmal a través del uso de las sombras como en el expresionismo alemán. El resultado es una película despareja, en piloto automático, con momentos fascinantes y otros en los que el dilema moral, más presente que nunca antes en toda la franquicia gracias al español Bayona, se apodera de todo y la naturaleza cinematográfica no puede abrirse camino esta vez. Si bien no deja de ser efectiva, por primera vez en sus veinticinco años la saga pierde la precisión que tenía. Las escenas se sienten gastadas, repetidas, con un trazo cada vez más grueso, visual y sonoramente gigantes, cada vez más aturdidoras, pero sin el encanto, la sorpresa y el interés que generaban las películas anteriores.
“La vida se abre camino”, dice Malcolm en Jurassic Park. Estamos a 25 años de esa frase icónica, que no sólo jugaba con la idea de la selección natural, sino que también retrataba la mirada del ser humano todopoderoso; aquel que se creía capaz de intervenir en el proceso evolutivo solo por atribuirse el pertenecer a una especie “superior”. Hoy esa frase es el tagline de Jurassic World: Fallen Kingdom y, lamentablemente, establece un triste paralelo respecto al estado actual de la franquicia.
El filme traiciona todas las ideas originales pero aprueba como pasatiempo gracias a la frescura de J.A. Bayona, su nuevo director. ¿Cuántas veces esta franquicia hará que un dinosaurio ataque a otro cuando peligran los héroes? En 1993 este deus ex machina fue un guiño que sugería la anarquía de la naturaleza en aras de su propia supervivencia; detalle que funcionaba no sólo como pase mágico de guión, también le quitaba al dinosaurio cualquier directriz moral: daba igual que se coma a un humano, a una cabra o a otro dinosaurio, lo que debía manifestarse allí era una fuerza ajena al control humano, tan ajena que hasta podía beneficiarlo. Repetir el guiño en una quinta entrega no sólo devela constipación creativa, también es una perversión de la idea original. Los dinosaurios ya no son bestias descontroladas por la arrogancia de un hombre jugando a ser Dios, sino bichitos singulares que olfatean la bondad. Esta antropomorfización, además, se pone al servicio de una bajada ecologista que emparenta al dinosaurio con una ballena encallada o un panda bebé. Jurassic World: El Reino Caído transcurre tres años después de los incidentes de la película previa. La isla Nublar puede desaparecer por la erupción de un volcán así que un grupo de activistas va al rescate de las especies. Entre estos activistas está Claire (Bryce Dallas Howard) que buscará la ayuda de Owen (Chris Pratt). ¿Por qué van? ¿Claire, de ser ejecutiva del parque, ahora salva dinosaurios? ¿Owen sigue enamorado de Claire? Las excusas nunca serán sólidas si la aventura necesita precocidad: la dupla vuelve a la isla y a partir de allí las subtramas se multiplican a una velocidad desintegradora de coherencia: aparecen narcotraficantes con ganas de comprar un triceratops, militares maltratadores de animales, humanoides que toman conciencia de sí mismos y mutaciones ultra peligrosas del Indominus Rex, porque en Hollywood más es más. De El Reino Caído frustra particularmente su homenaje a la primera entrega dirigida por Spielberg. Es un homenaje espurio, un chantaje nostálgico. Cuando Laura Dern se emocionaba con un brontosaurio, el espectador se maravillaba ante la posibilidad histórica de que el cine pueda recrearlo. El encantamiento ante la clonación de una especie extinta hallaba un vínculo simétrico con el encantamiento ante la innovación del CGI. Hoy ese espectador ya no es virgen y el personaje que se emociona con un brontosaurio lo hace más por la confección publicitaria de la imagen (atención a lo ridículo del reflejo del sol ante la cámara). También tenemos un homenaje a The Lost World pero eso implicaría un spoiler. Si El Reino Caído no cae en la deshonra es por la habilidad de J.A. Bayona para dotar de ingenio visual una acción imparable. La fascinación del director por los reptiles parece sincera y se nota al momento de filmarlos como monstruos estilizados. No puede decirse lo mismo de los guionistas, que esclavizados por la franquicia ya le abrieron las puertas a una sexta parte y deben estar intoxicados de cafeína calculando en qué momento un dinosaurio ataca a otro.
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SE VA A NUBLAR Esta reinvención de los nuevos clásicos de aventuras (llámese Jurassic Park o Jumanji) nos obliga a ponernos un poco indulgentes, porque es difícil plantearse otros interrogantes que no sean el consabido “¿con qué necesidad?” cada vez que se anuncia alguno. En el caso que nos ocupa, la entrega rebautizada Jurassic World del 2015 no hizo más que confirmar un poco que hay que dejarse llevar para disfrutar de lo que ya no sorprende. Un personaje híper aventurero interpretado por el carismático Chris Pratt, una química innegable con Bryce Dallas Howard, niños traviesos y la consabida plana de dinosaurios buenos y malos en una reserva cuya seguridad está “garantizada” y listo, diversión asegurada. Pero hasta ahí, y muy lejos de dejarnos con la boca abierta con la obra maestra de Steven Spielberg de 1993. Claro que siempre existe una chance de reinvención, sobre todo cuando se le da la posibilidad de despliegue de talento a los nuevos directores, aquellos que han llegado a Hollywood llenos de aire fresco en sus claquetas y no están dispuestos a que se les pongan los límites que hacen que se licúe su identidad artística. Así es como J. A. Bayona (Un monstruo viene a verme) logra que esta Jurassic World: el reino caído realmente sea su película y los climas y personajes que construye no sean refritos de otros a los que los aceptamos sólo por haberles tomado apego en anteriores entregas. Jurassic Word: el reino caído, comienza cuando el doctor Malcolm (Jeff Goldblum) cuenta qué es lo que está sucediendo en la isla Nublar, convertida en reserva para las criaturas jurásicas, cuando una erupción volcánica inminente vaya a terminar con todas las especies a las que la ciencia ha traído a la vida a esta nueva era. Las opciones son claras, dejar que se extingan o promover un rescate al estilo “arca de Noé” y de este modo, salvar algo del trabajo que se logró en todos estos años. Es en ese momento en el que el ex socio del fallecido John Hammond, creador del parque original, se comunica con la ex directora Claire Dearing que a estas alturas es toda una proteccionista jurásica y le pide que vaya con un equipo a la isla a rescatar a un número de especies determinado para preservarlas. Y que cuente para ello con su ex compañero de andanzas, el bueno de Owen Grady, que se dedicaba a entrenar a los velociraptores en el parque ahora cerrado de la isla en peligro. Este punto de partida sería suficiente para plantear una vertiginosa aventura en el lugar más peligroso del mundo, ahora no sólo por los animales colmilludos gigantes sino por los impredecibles volcanes, pero el director decide que eso sea sólo el detonante de una historia de traiciones, suspenso y dramatismo al margen del acecho de las bestias. Y es así como la acción se traslada a una mansión con terribles recursos y gadgets que está preparada para un verdadero apocalipsis. Bayona dota a la historia de la oscuridad necesaria, de las relaciones familiares tortuosas, de los monstruos humanos que siempre son más temibles que los primitivos y de los secretos oscuros que se alejan de la aventura familiar con sustos que fuera cualquiera de las Jurassic anteriores. También le quita la densidad de gags humorísticos tan característica, no obliga a los personajes a estar en un constante desafío de diálogos ocurrentes o rompe-climas, lo que definitivamente provee al contexto de mayor temeridad. Y termina acertando y dando más muestras de que siempre se puede reinventar o elevar la vara de un clásico por insuperable que parezca. Porque Jurassic World: el reino caído no es mejor -ni intenta serlo- que la primera entrega en la que vimos dinosaurios “vivos” con tanto detalle, pero sí logra evitar en todo sentido, la extinción del interés por disfrutarlos.
Para empezar esta reseña hay que contestar la siempre presente pregunta que rodea al cine blockbuster actual: ¿era necesaria esta película? Es natural pensar que la respuesta es un rotundo no, como no son necesarias la mayoría de las secuelas, reboots, spin offs, y universos extendidos que invaden semana a semana las carteleras de los principales cines. Pero vayamos al principio. Hace 25 años Steven Spielberg asombró al mundo entero con una de sus tantas obras maestras Jurassic Park, con la que sentó un precedente para todo el cine pochoclero por venir y también inauguró la fascinación por los dinosaurios que aún a muchos nacidos en la década del 90 nos perdura. Como era de esperarse, el enorme éxito que tuvo la película llevó a que se produjeran dos secuelas de menor calidad y repercusión. En 2001 la fiebre de los dinosaurios se encontró con un parate que duró catorce largos años, cuando se decidió revivir la franquicia con Jurassic World, la cual es al mismo tiempo una nueva saga y una continuación de la anterior, ya que conviven en el mismo universo, solo que con otros personajes y muchos guiños a su primera entrega. Es el año 2018 y nos llega la quinta película de esta historia, Jurassic World: The fallen kingdom. La Jurassic World previa había sido un éxito de taquilla casi sin igual (está en el quinto puesto de las películas más taquilleras de la historia), pero la historia parecía un refrito de la original, con mayor presupuesto y más efectos especiales, por lo que tuvo críticas mixtas. Se esperaba entonces que bajo la dirección de J.A. Bayona (que en el pasado había dirigido un puñado de películas respetables como El orfanato y Un monstruo viene a verme) la franquicia levantara cabeza. Sin embargo esto no fue así, ya que nuevamente nos encontramos con un filme que cumple con creces en el aspecto visual pero que tiene varias fallas en su guión. También se debe tener en cuenta qué expectativas tenemos como público a la hora de ver una película como esta. Si buscamos solamente ser maravillados con un apartado técnico y visual exquisito, The fallen kingdom es una propuesta ideal (después de todo, son dos horas de dinosaurios comiendo gente). Es diversión y adrenalina pura como todo tanque cinematográfico debería ser. Para aprovechar esto al máximo se debería ver esta película en un cine de gran resolución (con el IMAX siendo la opción más recomendable). No obstante, como ya no somos niños, es necesario analizar en profundidad todo lo que envuelve a esta producción, tanto lo positivo como lo negativo. La primera crítica hacia The fallen kingdom es que se siente como una excusa, una suerte de paso necesario para la existencia de una tercera entrega, en la que los dinosaurios aterroricen la sociedad fuera de la Isla Nublar de donde originalmente provienen. Una decisión en particular de uno de los personajes, ridícula desde toda lógica, hace que esta franquicia se pueda extender por una o dos películas más y así continuar un negocio tan lucrativo como poco original. Por otra parte, resulta hasta graciosa la naturaleza caricaturesca de los villanos de esta quinta parte del universo Jurassic Park. Son hombres blancos de traje, malos y codiciosos, con la misma motivación de siempre: utilizar a los dinosaurios (vistos más como víctimas que como potenciales armas homicidas) para beneficio propio, generalmente como dispositivos militares. Pareciera entonces que el personaje más coherente en esta historia es el doctor Ian Malcolm (Jeff Goldblum), quien en sus escasos dos o tres minutos en pantalla sugiere dejar morir a los dinosaurios en la isla que está a punto de explotar a causa de un volcán. Pero si se siguiera su consejo no habría película. Las actuaciones de los protagonistas Chris Pratt y Bryce Dallas Howard son correctas, y su química en pantalla es efectiva, aunque no siempre convincente. Sin embargo, sus arcos argumentales no llegan a dar un salto significativo hacia el final, por lo que no cambian casi nada en su esencia respecto del principio de la película o siquiera de la anterior. Más allá de algún que otro giro argumental algo traído de los pelos, la película es bastante predecible y no termina de sorprender. A fin de cuentas, se termina recurriendo al ya clásico juego del gato que intenta cazar al ratón, solo que en un escenario diferente. Y por supuesto, no puede faltar la aparición de la figura más icónica de la franquicia: el Tyrannosaurus Rex. El emblemático animal ya no es tan relevante para la historia (en ambas entregas de Jurassic World tiene un rol más bien neutral), pero como un actor viejo y cansado hace sus cameos en la película o serie que le dio la fama, tiene sus escenas aisladas donde emite su ya conocido rugido. La sensación que a fin de cuentas deja The fallen kingdom es de una película que no aprende de los errores que han tenido sus emisiones anteriores y que aunque esté filmada excelentemente, depende exclusivamente de lo visual para su pleno disfrute. En un par de años saldrá la tercera entrega, y no sabemos si será la última, pero lo que sí podemos asegurar es que ya no se volverá a lograr ese cruce entre calidad y entretenimiento que tuvo en 1993 su versión primigenia.
3 años después de los hechos acontecidos en Jurassic World (2015), Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) y Owen Grady (Chris Pratt) son contactados para iniciar una campaña de rescate con el objetivo de salvar a los dinosaurios de la inevitable erupción de un volcán en la Isla Nublar. Dirigida por J. A. Bayona (El Orfanato, Lo imposible) Jurassic World: Fallen Kingdom pone entretenimiento, a coste de notables fallos, en las salas de cine. Hace 28 años Michael Crichton puso los cimientos de una pasión literaria que alcanzó, 3 años más tarde, lo audiovisual. La obra de Crichton era diferente a esa película que dirigió Steven Spielberg en 1993, pero la esencia personajes e ideas estaban intactas. Ahora en el año 2018 nos encontramos con Fallen Kingdom y esa idea que planteó el personaje de Ian Malcolm (Jeff Goldblum) de caos humano en búsqueda de gloria científica está más presente que nunca. El caos se hace presente en esta película y lo hace de forma natural y artificial por igual. Tenemos dinosaurios, los actores , también la banda sonora… y todo esto, que alguna vez nos erizaba la piel, se siente vacío por el hecho que Bayona presenta escenas entretenidas con objetivo carente de razón; la película se ve bien y entretiene, no obstante al analizarla es la antesala a una verdadera próxima secuela. Nuevos personajes insoportables (que además entran y desaparecen en escena por conveniencia como si fueran fantasmas) dejan a la película mal parada en más de una ocasión: Justice Smith es el equivalente a Jar Jar Binks (Star Wars) de este universo, Daniella Pineda evoca terribles momentos caracterizando a un personaje unidimensional y anodino en todo sentido. Otras caras conocidas que se suman a esta saga son Ted Levine (Heat, The Silence of the Lambs), Rafe Spall (Prometheus, The Ritual), Toby Jones (The Mist, Imfamous) y James Cromwell (L.A. Confidential, The Green Mile) en roles que cumplen y tras al finalizar los 128 minutos de película se sienten como meras presencias que van desde el asombro del primer momento hasta la decepción del manejo de ellos por un guión sin encanto a cargo de Colin Trevorrow y Derek Connolly. A destacar a un Jeff Glodblum correcto en un tiempo limitado. Los clichés acompañados de una gran fotografía (Oscar Faura) hacen que está película se vea bien aunque se sienta incorrecta; son tantas las acciones quemadas que convierten a Fallen Kingdom en una gran situación embarrosa – Sí, la película trascurre como si fuera una gran anécdota –. Vemos conflictos sin sentido y validaciones obvias en un mundo aburrido por la determinación de seguir lo fácil y recurrir al pasado; la nostalgia es esencial en este tipo de películas, pero si las situaciones se resuelven de la misma forma una y otra vez (T-Rex en el momento justo, no una sino tres veces) el film se torna débil en su atracción. Jurassic World: Fallen Kingdom funciona como un entretenimiento pasajero de una gran saga. La película cumple en entretenimiento y diversión sin vueltas pero de todas formas sacrifica la posibilidad de una temática centrada exclusivamente hacía los dinosaurios. Al fin y al cabo Ian Malcolm tenía razón y el humano se convierte en su propio destructor al jugar a ser Dios.
La nueva película de la saga de los dinosaurios, dirigida por el realizador español de “El orfanato”, es un filme más oscuro y mejor narrado que el anterior, apostando más a las relaciones entre los personajes y las criaturas que al impacto puramente sensorial. Las películas de la saga JURASSIC PARK / JURASSIC WORLD no suelen recibir el crédito que merecen, habitualmente ubicadas en la categoría “montaña rusa” cinematográfica, como si no fueran más que paseos intensos con sustos ocasionales. En algunos casos son eso y poco más, pero aun en esas ocasiones poseen un espíritu narrativo clásico que casi siempre funciona bien. Viendo EL REINO CAIDO, el nuevo aporte a la saga, uno no puede dejar de sentir que acaso al hablar de “mundo jurásico” se refieran tanto a los dinosaurios como a cierta manera de contar historias. En ese sentido, esta puede ser un tanto jurásica. Y bienvenido que lo sea. No hay en esta saga complejas interconexiones a la Marvel y, más allá de alguna cita lógica a las películas del pasado, no se intenta crear un universo de referencias imposibles de seguir. Las tramas de cada una son bastante simples y directas, sus personajes bastante arquetípicos y sus temas totalmente deudores del cine clásico. De hecho, suelen mantener una escena (o más de una) que ya ha dejado de usarse en las sagas tipo Marvel, DC o STAR WARS, que es la de la “exposición” de lo que ha sucedido en la película anterior para que el espectador tenga más información sobre lo que pasó previamente. No se asume que uno la vio o revisó un resumen en YouTube. En ese sentido, por más que intente en ciertas cosas actualizarse, sigue siendo casi pre-millennial: no es cool, no hay mucho para seguir investigando online, no hay información agregada a la que está. Es una película de esas que solían llamarse “para padres e hijos”. Y está bien que sigan existiendo. EL REINO CAIDO no es otra cosa que una película de rematrimonio en plan suspenso y acción, cuya mayor diferencia con las anteriores tiene que ver con intentar apostar a un trama un poco más centrada en los personajes y menos en el impacto per se. Tengo la impresión de que Bayona y su equipo, a 25 años de la original película de Spielberg, saben que nadie se sentirá particularmente impresionado por una criatura gigante y peligrosa, y que los efectos especiales son tan omnipresentes en el cine de hoy que nada nos impacta fácilmente. Pero si creamos personajes que nos importen entonces sí nos preocuparemos por su suerte. La película se divide claramente en dos partes y se siente mucho más deudora del cine de Spielberg y del cine de los ’80 que la anterior, especialmente por ciertos temas y personajes que aparecen en ella. En la primera mitad, los dos protagonistas, Claire (Bryce Dallas Howard) y Owen (Chris Pratt en plan 100% Indiana Jones) vuelven tres años después a la Isla Nublar donde estaba el ahora extinto parque de diversiones Jurassic World cuando el volcán que hay allí vuelve a estar activo y corren peligro los dinosaurios que quedaron vivos en el lugar. Los dos son enviados ahí por Benjamin Lockwood (James Cromwell), uno de los originales responsables de haber “clonado” a los dinosaurios y volverlos a la vida, en una misión de “dino-rescate” una vez que el gobierno decide no intervenir para salvar a las criaturitas. Claire y Owen han dejado de verse desde el primer filme y su relación se cortó de una manera que el guion resuelve brillantemente. En la isla deberán volver a atravesar complicadas situaciones cuando se enfrenten con el fenómeno natural del volcán y con algunos dinosaurios pero especialmente con el grupo más miltarizado que los acompaña y que no parece tener las mismas intenciones humanitarias que tienen ellos. El cuarteto se completa con dos adolescentes (una veterinaria y el típico nerd que sabe todo de computadoras pero nada del mundo real), cuya presencia en el filme es acaso el elemento más flojo de todos, una evidente intención de tratar de conectar con espectadores de esa edad que resulta forzado y que pierde todo interés promediando el filme. Más interesante es el personaje de Maisie, la nieta de Lockwood, una niña curiosa que descubre que algo raro hay en los planes de algún miembro de la empresa de su familia, personaje que sí conectará de manera más intensa con los dos protagonistas y el costado algo gótico que tiene el filme más adelante. Lo mismo que Blue, el dinosaurio inteligente y compasivo criado por Owen que tendrá con ellos algunas escenas propias de FRANKENSTEIN o cualquiera de aquellos filmes de horror en los que criaturas y humanos terminan conectando emocionalmente entre sí. La segunda parte del filme transcurre ya en otro escenario pero mejor será no contar mucho más. Lo importante es que finalmente los dinosaurios salen de su habitat clásico y se abre el juego a otras posibilidades hasta ahora inexplicablemente no exploradas en la saga. Pero más allá de lo narrativo, lo interesante de la idea de Bayona es su intención de apostar a una trama simple pero concisa y convincente casi en desmedro del impacto sensorial clásico de estos filmes. Curiosamente JURASSIC WORLD: EL REINO CAIDO no es una película particularmente shockeante ni mete demasiado miedo (curioso, digo, porque es la primera vez que la saga emplea a un cineasta con fuerte tradición en ese rubro), pero creo que eso es, finalmente, una ventaja. Estamos en presencia de una película –quizás no una gran película pero sí una efectiva y convincente– y no de una serie de situaciones extremas en secuencia. Al mantener su equipo de fotografía y montaje (si bien es claro que hay muchas manos de posproducción de todo tipo), Bayona se permite que su película sea más bella, oscura, pausada y a la vez mejor narrada que la anterior. Y tomando tips de Spielberg, Hitchcock y de ese modo clásico de narrar escondiendo a veces más de lo que se muestra, lo que consigue es evitar la tendencia actual a que todo tenga que ser siempre más grande, más explosivo y más espectacular en las secuelas prefiriendo contar un cuento más modesto en escala (dentro de la escala gigante de este tipo de filmes, quiero decir) pero mucho más humano en sus resultados.
No se puede estar tanto tiempo opinando lo mismo sin al menos quejarse por tener que opinar siempre lo mismo. Desde el comienzo de los créditos de “Jurassic Park” (Steven Spielberg, 1993), hace más de 25 años, tres cosas quedaron claras. La primera, era la de estar frente a una obra genial que además iba a marcar un antes y un después en la historia de los efectos especiales. Nada iba a ser lo mismo desde entonces. La segunda, fue la claridad de concepto como para entender que ya estaba todo contado y el mensaje entregado. Seguir adelante iba a ser entrar en un terreno repetitivo. La tercera, nos trae hasta el estreno de hoy: las secuelas dan mucha plata en Hollywood aunque nadie se pregunte por el argumento. De esta forma se puede repetir ochenta veces el mismo guión y su estructura. O sea que en “Jurassic World: El reino caído· es de esperar la reiteración de la totalidad de los elementos instalados en la original. Se vuelven a mencionar los mismos experimentos, la explicación de cómo se obtuvieron los dinosaurios, y la presencia de la corporación (que sigue queriendo facturar en grande). La rama ecologista del asunto también da el presente, y por supuesto se habla del peligro de la manipulación genética, aunque esto último ya ni siquiera se decanta por efecto de las acciones como para que el espectador piense. Directamente la apertura y el cierre del film son con una cara conocida y familiar como la de Ian Malcom (Jeff Goldblum), quien siempre se opuso a la creación de éste parque temático frente a un comité gubernamental para fundamentar lo que todos los espectadores del mundo ya saben. J.A. Bayona, el director de “Lo imposible” (2012) y “Un monstruo viene a verme” (2016), se pone al hombro un guión de argumentación muy endeble para la saga y logra, gracias al ritmo y a la enorme cantidad de “homenajes” a Spielberg, un producto entretenido para los paladares no muy exigentes. Es decir, no es el capitán el que timonea mal, sino la calidad del barco. La famosa isla de los dinosaurios colapsa por culpa de un volcán que vuelve a hacer erupción, pero antes de que esto ocurra el mandamás de la empresa, Eli Mills (Rafe Spall), decide convocar nuevamente a Claire (Bryce Dallas Howard), militante proteccionista de los dinosaurios, y a Owen (Chris Pratt) quien, como recordarán, se comunica bien con Blue, el velocirraptor de la anterior. Ambos deben ir a rescatar a la mayor cantidad de dinosaurios posibles para trasladarlos a otra isla y salvarlos. En el aspecto de forma es donde esta quinta parte gana terreno. El prodigio de los efectos especiales a favor del vértigo de la acción es lo que justifica entrar en el cine, a lo que se suman buenos momentos del humor ya propuesto antes, y un buen trabajo del elenco dado el material con el que deben lidiar. Por otro lado, habrá un giro bastante obvio sobre el destino de estos dos, pero no será lo único obvio en esta historia. Es como si los escritores Derek Connolly y Colin Trevorrow se hubiesen preguntado “¿qué haría Steven Spielberg?”, en lugar de pensar algo por ellos mismos para salirse de la fórmula. En las pocas páginas hechas por su cuenta escribieron lo único que el director de “La lista de Schindler” (1993) no hubiese pensado jamás: crear un dinosaurio híbrido para convertirlo en arma de guerra. ¡Ah!, y también la ridícula escena de la subasta, otro mamarracho que por suerte dura poco. Hacia el final, lo que termina instalando “Jurassic World: el reino caído” para las entregas venideras es un verdadero trampolín desde el cual todo se irá al carajo. Primero, por lo inabarcable del planteo, y segundo, porque también sería repetir lo que hizo Spileberg en la segunda. O sea más, mucho más, de lo mismo.
Se estrenó la quinta entrega de la saga creada por Michael Crichton. Dirigida esta vez por J. A. Bayona, la continuación del film del 2015 no presenta grandes novedades estructurales, pero sí resulta un atractivo entretenimiento que se regodea aún más en su carácter fantástico y menos en su raíz científica. Hay que decir la verdad. Poco le importa al espectador si lo que intenta contar la saga de Jurassic Park es que la humanidad está en peligro por culpa de sus propias creaciones. Los efectos digitales tampoco sorprenden. Por lo tanto, lo único importante es cuántos humanos van a sucumbir ante las mandíbulas de los grandes depredadores prehistóricos. Cuando Steven Spielberg le devolvió la vida a los dinosaurios de una forma bastante racional y con la base científica de las investigaciones y creatividad de Michael Crichton, todo era asombro. Pero la película de 1993 también tenía suspenso. Un suspenso hitchcockiano que el realizador ya había plasmado con notable éxito 28 años antes con Tiburón. Al igual como sucedió con la película de culto de 1975, las secuelas de Jurassic Park estuvieron lejos de superar las expectativas de la primera parte. Básicamente porque ya no había nada de qué asombrarse, por lo que el propio Spielberg recurrió no tanto a Crichton sino a Conan Doyle y King Kong para la subvalorada secuela, El mundo perdido de 1997. Con un Tyranosaurio suelto en la ciudad, Spielberg hizo gala de su sentido de humor negro, nunca demasiado apreciado por fans y críticos. Salteemos la tercera y olvidable secuela y retomemos con el reboot de Colin Trevorrow que llevó al extremo la idea de Crichton, con dinosaurios mezclados genéticamente para impactar aún más al público y utilizarlos como posibles máquinas de guerra. La idea era buena: el parque abierto, pero la ciencia fuera de control nuevamente. Trevorrow tomaba la estructura original de la película de 1993 y la amplificaba con resultados divertidos pero poco ingenio. La película del español Bayona arranca donde terminó Jurassic World y la combina con aspectos góticos de su filmografía y algunas ideas sueltas de El mundo perdido. Nuevamente los protagonistas, Owen y Claire (Pratt y Howard en piloto automático) deben volver para rescatar a los dinosaurios que quedaron en Isla Sorna, que está a punto de explotar por culpa de una erupción volcánica. La naturaleza quiere terminar con los dinosaurios. Los “héroes” en vez de seguir los consejos de Ian Malcom (cameo esencial de Jeff Goldblum para conectar trilogías) deciden llevarlos a tierra firme, donde el apoderado de un millonario quiere venderlos a la gente más poderosa del mundo. La primera hora de la película tiene esa adrenalina que caracteriza generalmente a la segunda hora de las previas entregas. Dinosaurios y humanos corriendo frenéticamente, superando cualquier lógica verosímil y leyes de la gravedad. Algo similar a lo que Bayona ya había hecho en Lo imposible. La segunda hora tiene decisiones narrativas que bordean la extrema ridiculez. Toma protagonismo una niña que termina siendo el único elemento que genera cierta empatía con el espectador. Pero a la vez, toda esta persecución, dentro de una mansión británica prácticamente aislada de la civilización, conecta a Jurassic Park con la obra previa de Bayona. Con climas similares a El orfanato y Un monstruo viene a verme, el director español nuevamente demuestra su destreza para mezclar efectos visuales con humanos en situaciones atemorizantes, e incluso se da el lujo de “robarle” un par de planos a la película original de Spielberg, Cuando las ideas narrativas empiezan a repetirse, Bayona apela a la construcción cinematográfica, a la utilización del fuera de campo a través de sombras o subjetivas y al humor. El artificio queda en evidencia y poco le importa a esta altura. En ese sentido, y cada vez más alejado de la solemnidad, Bayona consigue un producto digno. Debido a la poca construcción humana que tienen los personajes adultos del guion (los buenos son muy buenos, los malos muy malos) se extrañan ciertas decisiones formales que Spielberg le daba a sus obras originales. A Spielberg le encanta matar personajes “buenos” e incluso no tiene problemas en despedazarlos, entiende que el espectador va a sufrir más si pierde la vida alguien con quien se pudo haber encariñado que algún villano que la audiencia no va a extrañar. Eso lo aprendió de Hitchcock, lógicamente. Ni Trevorrow ni Bayona siguen sus pasos y, por lo tanto, al no haber empatía alguna ni respetar ninguna ley de verosímil, es mucha mayor la simpatía que uno siente por los dinosaurios (que incluso adquieren un absurdo comportamiento humano) que por los personajes en supuesto peligro. Igual, el final es hermoso y apocalíptico y, a esta altura, uno se ha olvidado que un muy buen elenco (Toby Jones, Rafe Spall, James Cromwell, Geraldine Chaplin y Ted Demme) fue desaprovechado a lo largo de dos innecesarias horas de cine.
Apelar a la nostalgia, mantener la dinámica de una exitosa saga que cumple 25 años, apuntar a una nueva generación de espectadores y cambiar las reglas de juego, son claramente los aspectos en los que se basa Jurassic World, el reino caído. Esta quinta entrega de la franquicia jurásica (la segunda desde su re lanzamiento en 2015 con Jurassic World) tiene, a priori, mucho que ganar pero también mucho en juego. Pasaron tan solo tres años desde que se recaudara más de 1,67 mil millones de dolares a nivel mundial y se convirtiera en una de las películas más taquilleras de la historia. La vara, al menos en la taquilla, es muy alta. Por eso, Steven Spielberg, ahora en el rol de productor ejecutivo, decidió que la mejor manera de sorprender a los nuevos espectadores era ofreciéndoles algo más que dinosaurios. Sin embargo, en JW2 se amalgama la nostalgia de esas primeras aventuras con las obligaciones que imponen este tipo de productos exitosamente masivos. ... pero los dinosaurios van a desaparecer Luego de la destrucción de Jurassic World, el parque temático se encuentra en ruinas y nuestros queridos reptiles gigantes están libres. Ahora, un volcán está a punto de hacer erupción y un grupo de activistas proponen volver a la isla para rescatarlos y transportarlos a un lugar seguro. Esta misión no será fácil, ya que fuerzas militares quieren apropiarse de los especímenes para utilizarlos como poderosas armas de guerra. Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) estará al frente del salvataje y se unirá a un Benjamin Lockwood (James Cromwell), el antiguo socio de Hammond, para colaborar. Para esto deberán buscar la ayuda del experto Owen Grady (Chris Pratt). JW2 tiene una virtud frente a la película anterior: la elección del director Juan Antonio Bayona. El catalán, quien debuta en un mega tanque luego de grandes éxitos como El Orfanato (2007) y Un Monstruo Viene a Verme (2016), tiene como objetivo sacar a la franquicia de su zona de confort desafiando con una puesta escénica y narrativa muy oscura, bajo un terror claustrofóbico bien al estilo de un Ridley Scott con Aliens, ya que una visión tan naif como la que planteo Spielberg en 1993 con su Jurassic Park hoy no funcionaria para las nuevas generaciones. Pero quizás el mayor hallazgo sea la historia que protagoniza la nieta de Lockwood, que visita la mansión de su abuelo explorando todos esos tesoros que dejaron la tierra hace 66 millones de años. Un recorte de tipo gótico donde se produce una increíble tensión. Obviamente no fallará la cantidad de secuencias en las que la acción se transforma en el principal protagonista de la historia, sabiendo que los efectos especiales siempre fueron las grandes armas de la franquicia. En este sentido, Universal Studios volvió a la utilización de animatronics (para darle vida al T-Rex se necesitaron 14 titiriteros) en detrimento de los dinosaurios digitales para lograr una sensación más cercana a las primeras películas. En síntesis, sigue dando sus frutos una saga que se pregunta hace más de dos décadas cómo sería la convivencia entre los dinosaurios y los hombres. Emotividad, humor, terror, suspenso, crítica social y corporativa son las estrategias puesta en marcha para no dejar que esta hermosa sensación que despierta el cine como entretenimiento se extinga definitivamente.
Todo lo fresco e intenso que tenía el reboot / secuela Jurassic World (última iteración de la saga jurásica comenzada por Steven Spielberg en 1993) termina diluído en Jurassic World: El Reino Caído. No solo refrita cosas de The Lost World, sino que se mete en un berenjenal en la segunda parte y no logra salir bien parado. Y para colmo comete el pecado de desperdiciar a Jeff Goldblum – regresando a la saga como Ian Malcolm – en un cameo sacrílegamente anónimo, despojado de esas goldblumeadas que lo hacen memorable (vean sino la participación de Jeff en Thor: Ragnarok, donde conserva intacto todo su mojo) y poniendo en su boca conclusiones obvias. Por supuesto uno sigue enamorado de Bryce Dallas Howard. Pelirroja, morruda, bonita, buena actriz… y una que ha tenido una carrera a los tumbos, lo cual no debería haberle pasado ya que tiene belleza y personalidad. Pero Jurassic World era su hora del estrellato y acá está de vuelta, convertida en una heroína de acción 100% aunque la historia se lleve a las trompadas con la lógica. Porque los absurdos abundan en Jurassic World: El Reino Caído, ya sea el cómo John Hammond se le ocurrió construir un parque de costo billonario en una isla volcánica a punto de explotar, cómo había un socio secreto de Hammond que nunca conocimos en todas las películas anteriores, cómo la gente logra sobrevivir las nubes piroclásticas como si fuera el humito de un asado (cuando deberían cocinarte vivo), cómo el personaje de la Howard sigue libre cuando debería estar tras las rejas y con juicios billonarios debido a su negligencia en el manejo de la crisis de Jurassic World que terminó con decenas de personas devoradas, clones que salen de la nada, y el punto mas estúpido es el del uso de dinosaurios como armas teledirigidas. Como dijo un crítico, si el raptor ataca a donde uno dirige un láser y emite un sonido… ¿no es mas simple hacer lo mismo con un rifle, disparar una bala y gastar un par de dólares en un proyectil de plomo que en vez de un bicho creado en un laboratorio y que sale un par de decenas de millones de verdes?. Aparte que los dinosaurios no son inmunes a las balas, off course. La primera parte es El Mundo Perdido: Jurassic Park II reciclado. Acá hay que salvar a los bichos porque el único volcán de la isla (!!) va a estallar, y piensan llevar los especímenes a tierra firme… sin acordarse que existe el sitio B, la isla donde creaban los clones y que fuera presentada en Jurassic Park III. La Howard, libre de cargos, dirige una fundación para salvarlos antes que los bichos se achicharren y para ello vuelve a reclutar a Chris Pratt, el que no tenía nada mejor que hacer que construir una cabaña en un lugar paradisíaco. A Howard y Pratt los apoya un siniestro CEO (Rafe Spall), que sale de la nada y representa los intereses de un ex socio de Hammond. El tipo pone toda la viyuya, van con un gran cazador blanco (Ted Levine, que exuda maldad pero está demasiado viejo para esta clase de papeles), y pronto descubren que las intenciones de la expedición no son todo lo honorables que debieran. Mientras Pratt & Howard escapan de la explosión volcánica se meten de polizones en el barco de Spall, que lleva los bichos rescatados a una mansión en donde Toby Jones quiere hacerlos plata vendiéndoselos a quién sabe quién. Los héroes harán un par de aliados, irrumpirán en la subasta y terminarán arruinando la operación, aunque ello los lleve a enfrentarse frente a un nuevo engendro mutante llamado el Indoraptor. Si como espectáculo pochoclero zafa el problema es que, para el que sigue y reverencia la saga, Jurassic World: El Reino Caído es como un escupitajo en la cara. No hay un giro intrigante y novedoso, y toda la segunda mitad te hace crujir los dientes de lo agarrada de los pelos que está la historia. Además la gran cuestión – si los dinosaurios deberían seguir viviendo – es algo que debería resolverse con un NO gigantesco, ya que los bichos ya devoraron un montón de gente (se acuerdan del memorable parlamento de Goldblum en The Lost World: “si, primero todos dicen “ahh, ohhh, woow…”, y luego empiezan los gritos, las corridas y los “aargg, auxilio, socorro!””). Acá hay dos o tres ocasiones en donde los bichos deberían terminar muertos o rostizados y algún personaje estúpido termina por sentir lastima y los salva a ultimo momento… como para que sigan habiendo secuelas. Es difícil adjudicarle el costo de toda la mediocridad al director J.A. Bayona (que ha hecho cosas muy buenas como El Orfanato o A Monster Calls), ya que Colin Trevorrow es el autor del libreto. Si al tipo se le terminaron los ideas o le faltaba tiempo para terminar de cocinarlas es su responsabilidad, y acá lo que termina de hacer es arruinar un prometedor renacimiento, el que puede recaudar fortunas en taquilla pero seguramente terminará por decepcionar a fans y espectadores casuales de la franquicia, los cuales se acercaron con una expectativa y terminaron llevándose un chasco tremendo.
Crítica emitida por radio.
La franquicia de la película Jurassic Park , originada por Steven Spielberg en 1993 y revivida por el director Colin Trevorrow en 2015 con Jurassic World, tiene lugar en un universo paralelo donde la humanidad ha descubierto cómo devolver a los dinosaurios a la vida. Entonces, ¿por qué todos sus personajes son tan tontos? En la quinta entrada, Jurassic World: Fallen Kingdom, alguien intenta descaradamente extraer colmillos de un velociraptor dormido; otra persona ni siquiera se da cuenta cuando una flota de dinos rugientes se muda a su garaje. Muchas de estas personas mueren violentamente y no puedes evitar pensar: "Sí, es suficiente".
La cosa se empezó a poner rara... "Jurassic World: Fallen Kingdom" es la más reciente entrega de esta reanimada franquicia de aventuras con dinosaurios que nos regaló el gran Steven Spielberg allá por los 90s. Sorpresivamente, en lugar de seguir levantando la vara como había sucedido con la entrega anterior, esta nueva película se torna más absurda y de menor calidad. ¿Es mala entonces? No, pero tampoco es una mejora de la anterior entrega estrenada en 2015. De hecho, parte desde un concepto que ya vimos en todas las entregas anteriores, el dilema de interferir con la naturaleza alterando su curso, y nos presenta un conflicto que de original tiene poco y nada. Es una pena porque el director me parece un groso y nos ha regalado títulos como "El Orfanato", "Lo Imposible" y "Un monstruo viene a verme". Me animo a decir que esta es la película más flojita de su repertorio. De nuevo, es entretenida y un deleite visual, pero no tiene un guión de calidad y toda la dinámica comienza a mostrar signos de agotamiento. Partimos de que la Isla Nublar, hogar de los resucitados dinosaurios, contiene un volcán poderoso que está entrando en erupción. Dejar que la naturaleza siga su curso significaría dejar morir a todos los dinosaurios creados genéticamente. Obviamente esto no sucede y aparece un grupo corporativo decidido a salvar cuantas más especies pueda en una carrera contra reloj. Para lograr esto conforman un equipo que trae nuevamente a Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard). ¿Les suena familiar? ¿Quizas a "Jurassic Park 3"? En el medio, el equipo es traicionado y las especies que se salvan no son para otra cosa que ser vendidas al mejor postor en una subasta de poderosos gobiernos corruptos del mundo... Acá empiezan los problemas en serio del film. Es ridículo el tema de la subasta de dinosaurios para ser usados como armas en posible guerras futuras entre las naciones. Tuvimos 4 películas anteriores para darnos cuenta de que estos bellos animalitos no son domesticables. Y hablando de este tema, se retoma el hecho de que el protagonista, Owen, tome contacto nuevamente con uno de sus valociraptores domesticados para que lo ayude a resolver el desastre que se desata luego de que la subasta obviamente saliera mal. Esto lo perdonamos en la entrega anterior por cómo se dieron las cosas sobre el final, pero acá vuelven a redoblar la apuesta y la verdad es que sencillamente queda demasiado exagerado, inverosímil. Entre los puntos más imortantes del guión está el tema de crear una nueva especie más letal que cualquier dinosaurio que caminó la Tierra. ¿Les suena de nuevo familiar? ¿Quizás nuevamente de "Jurassic Park 3" y la reciente "Jurassic World"? Bueno, creo que ya he probado mi punto con respecto al guión. Vamos con lo bueno. Las secuencias de acción son realmente espectaculares, con efectos especiales cada vez más realistas. La escena de la destrucción de la Isla Nublar es excelente y desgarradora a la vez. Parece avisarnos que el final de la franquicia está muy cerca. Siempre resulta impresionante ver cómo estos magníficos animales vuelven a la vida gracias al séptimo arte. Por su parte los actores están muy bien en sus roles con excepción del villano que no me gustó y la intervención fugaz de Ian Malcolm, el personaje de Jeff Goldblum, que está puesto como artilugio publicitario, ni más ni menos. Una propuesta que espero finalice en la próxima entrega a no ser que se les ocurra una genialidad para seguir dándole continuidad. Poner villanos que quieren hacer dinero con los dinosaurios y crean nuevas especies mezclando la genética ya no es más una buena opción.
Una película disfrutable dentro de lo visual y la acción, pero que no llega en historia y desarrollo de la trama a los niveles de la primera entrega, llegando a verse como una película que mezquina todo lo bueno de su antecesora. Todo el éxito y repercusión que tuvo Jurassic World en 2015, dejó a los fans de la saga original y a los recién llegados a la franquicia, con toda la expectativa sobre la secuela que se estrena esta semana en salas de todo el planeta. Si bien los trailers de Jurassic World: El reino caído, mostraron la espectacularidad de los efectos especiales y lo magistral de los dinosaurios animados en CGI, solo se tenía una idea de en qué contexto se ubica el filme, pero no como se iba a desarrollar. Tres años después de los acontecimientos de Jurassic World, con las instalaciones del parque abandonadas y los dinosaurios sueltos, la Isla Nublar entra en actividad volcánica crítica, amenazando la existencia de toda su peculiar fauna. En el medio se desata un debate ético/moral sobre si los dinosaurios (fruto de la ingeniería genética) deben ser dejados a su suerte, a modo de que la naturaleza arregle la alteración que significó la clonación de dinosaurios o si estos gigantescos animales deben ser salvados por lo milagroso que significa su existencia en nuestros días. Con este contexto caótico, gente de InGen al mando del infame Dr Wu (aquel ingeniero genetista que ya vimos en las anteriores entregas) logra rescatar material genético de la Indominus Rex, para generar una nueva especie experimental para uso militar: El Indoraptor. A su vez aparece en escena un ex socio del viejo John Hammond: Benjamin Lockwood, quien estando a favor del salvataje de los dinosaurios, encomienda la misión de rescate a los protagonistas Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) quienes vuelven a reunirse para esta aventura. El elegido por el productor Steven Spielberg para dirigir esta entrega fue el español Juan Antonio Bayona, un realizador especializado en cine de género con cintas como El Orfanato y A Monster Calls. Claramente se nota mucho su impronta en The Fallen Kingdom, con escenas donde existe una tensión narrativa y manejo de cámara digna de un filme de terror. El guión se encuentra a cargo de Derek Connolly y Colin Trevorrow (El director de la anterior entrega) y si bien nos dan una historia entretenida, peca fuerte de estar fragmentada en dos partes de manera muy notoria. Esto le juega en contra por toda la espectacularidad visual y de acción presente en toda la saga que lamentablemente en esta entrega no se vio. Acá no hay parque que conocer, ni mucha isla que recorrer y los dinosaurios, pese a no ser los personajes centrales en las tramas, quedan en segundo y hasta tercer plano. Con solo decir que no hay ninguna escena de pelea entre ellos donde se alcance los niveles épicos como en la pelea final de Jurassic World, esta todo más que dicho sobre la impronta de lo que se quiere narrar en esta segunda entrega y es este aspecto de componente “episódico”, en la que El reino caído sufre el síntoma de las anteriores secuelas de la Jurassic Park original, no logrando ser una continuación con una historia solida y que redoble la apuesta de las primeras partes. Todo queda en una historia particular en un contexto dentro de la saga, con una magnitud que no alcanza para llenar los zapatos de una secuela tan esperada y que prometía romper todo desde sus trailers. Si bien los protagonistas humanos tienen más preponderancia y hasta presencia en pantalla, la pareja protagonista que interpretan Pratt y Howard , carecen de esa química que bordeaba la tensión sexual que había en la primer entrega, y ni hablar del mismísimo personaje de Pratt en particular, al cual se le bajó mucho los decibeles de ese sex appeal de macho alfa, afectando negativamente al nivel de carisma del personaje. Otro aspecto negativo a marcar son los escasos guiños con la Jurassic Park original de manera certera, sutil e inteligente que si tenía la primera Jurassic World. Y si bien aparece Ian Malcom, el ya icónico personaje de Jeff Goldblum, se nota lo forzado de su presencia en pantalla para sustentar un punto de vista de los que se debaten en la película y solo queda como un factor anecdótico en el film. Si bien es una película disfrutable dentro de lo visual y la acción, no llega en historia y desarrollo de la trama a los niveles de la primera entrega, llegando a verse como una película que mezquina todo lo bueno de su antecesora. La expectativa de las segundas partes pueden jugar en contra y esta nueva entrega de la franquicia no pudo escapar, repitiendo lo decepcionante de sus anteriores secuelas. Y teniendo en cuenta el final abierto y sin vuelta atrás de Jurassic World: El reino caído, habrá que esperar hasta 2021 para saber cómo concluirá esta nueva saga y ver si puede superar el mal trago de esta segunda entrega y salvar de la extinción a la franquicia.