La canción del inmigrante El poder de la mirada. ¿Cuántas miradas existen en el mundo? ¿Cómo puede cambiar un producto según la perspectiva de un ojo y según la de otro? ¿Cómo es posible que dos películas prácticamente iguales narrativamente sean tan diferentes, según quien tome la posta de la dirección…
Publicada en la edición impresa de la revista.
Aquellos que se acerquen al cine sólo para ver si esta remake trae novedades, giros en la trama o sorpresas varias, ya les adelanto que no hay nada de esto, pues prácticamente su desarrollo es un calco de la película sueca, excepto por la atmósfera un poco más oscura que le otorga su director David Fincher. La actuación de Daniel Craig es muy buena, y para aquellos que..
The Girl with the Dragon Tattoo no es una remake, es una adaptación de la novela sueca de Stieg Larsson, independiente de la versión de Niels Arden Oplev. Desde luego hay voces en contra, hoy en día palabras como reboot o remake llevan a fruncir el entrecejo, no obstante si había un libro que necesitaba una segunda revisión, ese era este. El poder de una gran historia ha generado a nivel mundial la errada impresión de que Män som hatar kvinnor (Los hombres que no amaban a las mujeres) es una excelente película, cuando en realidad es una producción mediocre cargada de desaciertos. Las pasiones que despierta son entendibles, sin embargo estas corresponden más bien al testamento literario del autor de Millenium que al valor fílmico de aquella realización. En ese sentido la versión norteamericana es válida, especialmente cuando un director de la talla de David Fincher se encarga del proyecto. Así, el resultado que se entrega es una notable adaptación que, mal que les pese, es más fiel a la novela que la versión sueca (sin contar el dudoso cambio de final con el que se despacha, en parte, este argumento) y es portadora de un valor cinematográfico más importante que el que la trilogía europea jamás podrá conseguir. "¿Diferente en qué sentido?" "En todo sentido". El mismo film que nos ocupa plantea en dos líneas la relación con su antecesora del 2009. Esa es la clave para entender lo que un director sólido y de trayectoria coherente, como es Fincher, puede aportar a la mezcla. Mismos personajes, misma historia, pero un resultado completamente distinto. Desde los impactantes créditos iniciales, gran introducción a la trilogía a cargo de Tim Miller, se percibe un trabajo cuidado, realizado con un conocimiento notable del tema que se trata, pero sin traicionar ni un poco el estilo de un realizador hecho a la medida. El prejuicio del origen (una película hecha en Hollywood) no tiene cabida en un trabajo completamente apartado del canon de la industria. Los esperables pruritos a la hora de encarar esta novela no están presentes, y a Fincher no le tiembla el pulso a la hora de filmar violación, tortura, desnudos y sexo, aquello que sonroja a los estudios y explica el éxito de la sueca. Con excelente fotografía, bellos oscuros y sepias, el director de Se7en se carga una tarea tan difícil como improbable: ser respetuoso y exhaustivo con el papel, sin perder de vista el ritmo que una película debe tener. Aquí se rastrea el gran guión de Steven Zaillian, quien ofrece ese dinamismo que Aaron Sorkin supo entregar en The Social Network y que tanta falta hacía en la soporífera versión europea. A esto se deben sumar las buenas actuaciones del elenco en general, elecciones apropiadas para lo que el libro exige, destacando a una jugada Rooney Mara, quien no hace agua a la hora de la comparación con Noomi Rapace. En lo que es una arriesgada jugada, sobre todo por la fidelidad con que se lleva a cabo esta adaptación, Zaillian y Fincher operan un cambio importante sobre el final de la novela. Habrá aquellos que sientan indignación ante tal atrevimiento, una adaptación no es una reescritura, que evidentemente es en favor del valor cinematográfico de la obra, aspecto que los realizadores en ningún momento descuidan. Las calles de Hedestad pueden estar repletas de personajes que hablan en inglés con acento sueco, digamos que otros ni se esforzarían en el detalle, puede ser que la conclusión no provenga de la pluma de Stieg Larsson. Lo que es indudable es que The Girl with the Dragon Tattoo le hace honor a estos grandes personajes y a esta gran historia de la mejor forma en que Fincher lo sabe hacer: con una gran película.
Una chica, una obsesión La Chica del Dragón Tatuado es fuerte. Muy fuerte. Es lo que seguramente van a escuchar decir de la boca de quienes ya la vieron o lo que van decir uds. una vez que la vean. Tiene dos escenas tan violentas desde lo simbólico como desde lo psicológico. Es un relato bastante crudo, pero narrado de una forma igual de fría como el ambiente en que sucede...
Reconciliables diferencias Si había un realizador adecuado para llevar adelante la versión cinematrográfica del gran “boom” literario que significó la saga Millennium, ése era David Fincher: se caía de madura la presencia del director de Pecados capitales detrás de la adaptación al cine del primer libro de la trilogía del sueco Stieg Larsson. Al menos de su versión norteamericana, claro. Su estilo hiperestilizado, afianzado en la personal fotografía y en el buen manejo de la dirección actoral, lo hacían poseedor de todos los números para quedarse con el premio. La chica del dragón tatuado se sumerge en los hechos del libro Los hombres que no amaban a las mujeres, primer capítulo de la trilogía, y presenta a los dos protagonistas centrales de la serie: el periodista Mikael Blomkvist (Daniel Craig) y la “guarra” espía informática Lisbeth Salander (Rooney Mara). Blomkvist es un profesional que entra en desgracia cuando, a partir de una investigación periodística sobre corrupción política y empresarial que lleva adelante para la revista Millennium de Estocolmo, pierde una demanda millonaria. En un periodo autoimpuesto de ostracismo y por eso de que “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, es contratado por Henrik Vagner (notable Christopher Plummer), patriarca de una de las familias más poderosas de Suecia. Para este nuevo trabajo, Blomkvist ha sido investigado por Lisbeth Salander, una joven bajo tutela del Estado por sus serios problemas de adaptación social, pero con una mente brillante que la convierte en la mejor en detectivismo de alta tecnología (experta hacker). Blomkvist recibe el encargo de investigar el asesinato y la desaparición de la sobrina de Vagner, hecho ocurrido cuarenta años atrás. Una investigación que se sumerge en intrigas familiares, nazismo, vejaciones y crímenes múltiples. Fincher pertenece a esa camada de directores con buena exposición en los años '90 que retomaron la línea de trabajo de sus admirados realizadores de la generación del '70. Un pulso narrativo con base en el cine clásico y de género, sostenido en un estilo personal muy marcado y con el hambre para la experimentación en diversos elementos del lenguaje audiovisual. La composición de imágenes de Fincher, una de sus patentes más logradas, se sustenta en una iluminación con fuertes contrastes, algo que remite, en varias oportunidades, a los cortes, a los haces de luces del policial negro. También hay una fuerte presencia de elementos del cine publicitario, sobre todo, en la edición y los movimientos de cámara. La chica del dragón tatuado presenta un par de desafíos para el director. El primero, es que se trata de la adaptación de un best seller, con las habituales comparaciones que esto conlleva y los peligros de despersonalización artísica que supone un producto por encargo. La segunda, un poco más compleja, es la existencia previa de una adaptación, una película sueca del mismo libro. Se puede decir que el director de Alien 3, El club de la pelea y Red Social sale airoso de las pruebas. Sin llegar a la maestría narrativa de piezas como Zodíaco o Pecados capitales logra un producto personal, donde mantiene con buena destreza un relato muy intrincado. Precisamente, en la narración de acciones paralelas, en el desarrollo de la investigación de Blomkvist por un lado y la atormentada vida cotidiana de Lisbeth, por el otro, es cuando logra el mejor resultado. Y la demora del encuentro entre ambos protagonistas (en relación con la versión sueca) le otorga un matiz interesante al relato. Otro punto a favor es la construcción del pasado, el rompecabezas de la historia, armado a partir de las miradas fotográficas. Acá es donde más se luce Fincher. No sólo en los flashbacks hacia la década del '60 y el uso de una paleta de colores estilo “Polaroid”, sino en el juego con el punto de vista. La mirada de los investigadores se cruza con la de esos seres del pasado. El director se destaca apelando a un montaje muy cuidado que acelera su ritmo hacia el final. Un párrafo aparte merece la buena performance de Rooney Mara como Lisbeth Salander. Verdadera heroína y protagonista real de la saga, es un personaje bastante complejo que lleva adelante (o padece) las acciones más sórdidas y viscerales del film. Quizás, hay que admitirlo, hasta los límites de oscuridad e impacto que una película de alto presupuesto “made in Hollywood” permite, claro. Mara sabía que era el papel de su vida y no dudó en ponerse el traje y de llegar hasta donde hacía falta. Fincher decidió darle al personaje, y a su relación con Blomkvist, un costado sentimental más profundo que en la versión sueca, con mayores matices en la línea de conducta de la “alternativa” detective. También, dosifica pausadamente su entrada fuerte en el relato, quizás pensando, a esta altura, en el progreso de la saga que la tendrá como protagonista excluyente. Se espera la seguidilla de estos films de la trilogía para 2012 (fin de año en Estados Unidos) y 2013. Para la especulación, queda pensar en potencial cuál hubiese sido el resultado de haber situado la acción en alguna ciudad del norte de los Estados Unidos, tipo Seattle, y alejarse de algo que siempre supone un punto de conflicto como es el interpretar historias protagonizadas por actores norteamericanos o ingleses en calidad de nativos de cualquier parte del mundo. Habrá que esperar para ver cuánto decide David Fincher apretar el acelerador y transformar la saga en un arco narrativo personal. Por lo pronto, el primer escalón cumple en dejar muy buenas huellas de estilo como punto de partida.
No leí el libro de Stieg Larsson. No por falta de interés sino porque simplemente estuve leyendo otras obras. Por otra parte veo o intento ver mucho cine, ya sea por derecha o por izquierda, y fue así como llegué hace un buen tiempo y vía internet, a una película de origen sueco llamada Los Hombres que no Amaban a las Mujeres, dirigida por Niels Arden Oplev...
El toque Fincher La remake norteamericana, en manos de David Fincher, de Los hombres que no amaban a las mujeres - Millennium 1 (Män som hatar kvinnor, 2009), ahora bajo el título La chica del dragón tatuado (The Girl with the Dragon Tattoo, 2011), no varía demasiado a su predecesora, salvo por el ritmo y el personalísimo estilo característico del director de Zodíaco (Zodiac, 2007) y Red Social (The Social Network, 2010). La historia, adaptación del primer tomo de la trilogía del malogrado escritor sueco Stieg Larsson, se centra por un lado en Mikael Blomkvist, el periodista de la revista Millennium, interpretado por Daniel Craig, quién cometió un error que puso en jaque su prestigiosa carrera. Por el otro lado tenemos a Lisbeth Salander, ahora en manos de Rooney Mara, una joven de 23 años, pupila del estado, cuya mayor virtud es la de hackear información. Mikael Blomkvist es contratado por un magnate sueco, con el compromiso de darle una información que limpiará su carrera, para investigar la desaparición de su nieta cuarenta años atrás. Ante la imposibilidad de llegar a un resultado satisfactorio también entrará en escena el personaje de Lisbeth para facilitar la resolución del caso. La chica del dragón tatuado se erige sobre dos pilares introductorios para así poder llevar adelante una saga de tres ejemplares, que posiblemente y dependiendo del éxito se convierta en tres películas. Cada uno de esos pilares está sostenido por cada uno de los dos protagonistas. Lisbeth se nos presenta como una joven rebelde, lesbiana y dark, con un pasado (y presente) de abusos y maltratos, pero con una inteligencia superior a la de cualquier mortal. Mientras la historia de Mikael Blomkvist funciona a partir de como sus errores lo llevarán en cierto punto a su propia reivindicación pública. Ambos personajes, provenientes de mundos y situaciones diferentes, sostendrán ambas historias que en un punto determinado se unificarán para ser solo una y así dejar un final abierto. David Fincher es un director experimentado a la hora de cocinar un buen thriller y adobarlo con los condimentos necesarios. Es cierto que La chica del dragón tatuado no está a la altura de Pecados Capitales (Seven, 1995) o El club de la pelea (Fight Club, 1999), pero también esto puede ser por la falta del factor sorpresa. Sí uno como espectador vio las versiones originales no encontrará demasiadas diferencias, más allá del ritmo narrativo (mucho menos moroso) o de esa impronta fincheana a la hora de filmar escenas de acción con más psicología que despliegue visual. Decir que La chica del dragón tatuado no es una gran película sería faltar a la verdad. Tiene todo lo que debe tener y lo que uno como espectador espera de éste tipo de films Le falta sorpresa, pero eso se debe sólo porque uno tiene muy en mente a la original. De lo contrario todo estaría demasiado bien.
Elegante narración que combina lo detectivesco con la mirada nórdica sobre familias burguesas Con películas como Alien 3 , El club de la pelea , La habitación del pánico y Red Social , David Fincher se ha convertido en uno de los directores más admirados del cine norteamericano de las últimas dos décadas. Si bien ha incursionado en todo tipo de géneros y temas, el thriller de asesinos seriales (con sus ambientes sórdidos y sus variadas perversiones humanas) parece ser una de sus especialidades, ya que tanto Pecados capitales como Zodíaco se ubican entre lo más notable de su filmografía. A ese universo regresa ahora con La chica del dragón tatuado , un ambicioso, fascinante e intrincado largometraje de más de dos horas y media de duración que logra sostenerse desde lo narrativo, lo visual y lo actoral con méritos propios, pero que se verá sometido a dos inevitables comparaciones: con la primera de las tres novelas de la saga Millennium escrita por el fallecido Stieg Larsson y con Los hombres que no amaban a las mujeres , el film sueco sobre la misma historia que se conoció hace unos tres años. Que Fincher es mucho mejor director que Niels Arden Oplev no es algo que merezca demasiada discusión, aunque tampoco es cuestión de comparar con lupa ambos films para apreciar qué cambios le introdujo ahora el cotizado guionista Steven Zaillan ( La lista de Schindler ). Cabe indicar que la narración de Fincher es más elegante, estilizada, austera y algo más fría, menos cruda que la del original europeo (de todas maneras, ofrece escenas como una violación anal que están entre lo más extremo que una producción mainstream de Hollywood puede tolerar en la actualidad). En el juego de las diferencias se aprecia una clara intención por dilatar el encuentro inicial entre los dos protagonistas, por otorgarle mucho mayor peso a cada uno de los personajes secundarios y por un desenlace muy distinto. La trama combina la estructura detectivesca a lo Agatha Christie con una mirada bien nórdica sobre las miserias de las familias burguesas en el seno de pequeñas comunidades cerradas (en este caso, la de una isla y con un pasado ligado al nazismo) que remite al cine del Dogma 95 (sobre todo a La celebración ), mientras que Fincher le adosa un sello distintivo al imprimirle una estética más ligada al cine noir . De todas maneras, el mayor aporte de esta saga a la literatura primero y al cine después es el del personaje de Lisbeth Salander, que tan bien interpretaron Noomi Rapace y ahora Rooney Mara. Heroína feminista, vengadora punk, rebelde antisistema, esta hacker e investigadora veinteañera con sus tatuajes, su piercing, su palidez, sus conflictos con el Estado y su inteligencia superior resulta una de las protagonistas más potentes y arriesgadas que invadieron la pantalla grande en los últimos tiempos. A su lado, el periodista de denuncia Mikael Blomkvist (Daniel Craig), con sus problemas con la Justicia, con los grupos de poder y con las mujeres, resulta una contraparte demasiado "normal" y hasta previsible. A Fincher y al film en general se le podrán encontrar reparos (algunos manierismos y preciosismos visuales que no agregan demasiado o ciertos pasajes que abruman en la descripción de las miserias presentes y pasadas del grupo familiar al que los dos protagonistas deben investigar), pero sumergirse en el universo oscuro y perturbador de La chica del dragón tatuado es una experiencia atrapante, un desafío para los sentidos y para el intelecto que vale la pena afrontar.
La bestia debe morir Muy rara vez un proyecto típicamente mainstream encuentra un equipo creativo y técnico capaz de explotar con sabiduría las posibilidades que su misma esencia ofrece: todos los que vimos Los Hombres que no Amaban a las Mujeres (Män Som Hatar Kvinnor, 2009), la adaptación cinematográfica sueca del best seller mundial de Stieg Larsson, sabíamos que pronto llegaría la versión norteamericana de la historia y hasta conjeturábamos que pocos en Hollywood respetarían los detalles escabrosos, la mayoría los evitaría con rapidez. Ahora bien, el anuncio de que David Fincher sería el realizador encargado de semejante tarea trajo mucho alivio considerando sus antecedentes y la aspereza del material de origen. Hoy con los resultados a la vista podemos afirmar que La Chica del Dragón Tatuado (The Girl with the Dragon Tattoo, 2011) es un verdadero ejemplo de lo que ocurre cuando los factores involucrados funcionan en consonancia logrando que prevalezca no sólo el conjunto en tanto “todo armónico” sino también aquella inteligencia formal que desde el inicio ha sido una de las “marcas registradas” más envidiables del director (de hecho, el film comienza con una extraordinaria secuencia de CGI que presenta a seres humanos de una consistencia símil alquitrán en constante proceso de destrucción). Nunca se subraya lo suficiente el talento de Fincher a la hora de narrar una cacería articulando el devenir visual. Nuevamente tenemos una estructura dividida en dos partes bien específicas: en la primera conocemos a los dos protagonistas principales, el editor en crisis de la revista Millennium Mikael Blomkvist (sale Michael Nyqvist, entra Daniel Craig) y la investigadora freelance y heroína psycho punk Lisbeth Salander (Rooney Mara reemplaza a la increíble Noomi Rapace). Mientras que él acaba de perder un juicio contra el turbio empresario Hans-Erik Wennerström, ella por su parte sufre de abusos sexuales a manos de su nuevo tutor legal Nils Bjurman (Yorick van Wageningen). Llegando a la segunda mitad ambos se encuentran y trabajan en conjunto para resolver un caso que prácticamente le cae del cielo a Blomkvist. Bajo la fachada de redactar sus memorias, el multimillonario Henrik Vanger (Christopher Plummer) lo contrata para indagar en el macabro árbol familiar con vistas a descubrir al asesino de su sobrina Harriet, una adolescente cuya misteriosa desaparición durante una velada en la isla propiedad del clan lo ha perturbado por más de cuatro décadas. El guión de Steven Zaillian cuenta con varios puntos a favor que lo diferencian de su predecesor: más allá de que por suerte se evitó el traslado a suelo estadounidense y se mantuvo el contexto original, estamos ante un relato de índole clasicista mucho más balanceado y con menos componentes de denuncia aunque sin perder la contundencia y el tono hardcore de la saga. Por supuesto que mención aparte merece esa sutil “sustitución de temperamento” que se implementó en el desarrollo de personajes propiamente dicho: si en el convite pasado Mikael era un poquitín naif y Lisbeth extremadamente furtiva, ahora se produce un enroque en el que el primero pasa a ser más rudo y la segunda sorprende con atisbos de “salidas emocionales”, señalemos en contraste esa crudeza fundamental que aún conserva. Al igual que en Red Social (The Social Network, 2010), aquí Trent Reznor y Atticus Ross vuelven a brillar con una banda sonora de ribetes industriales combinando ambient, programaciones in crescendo y mucha perspicacia hipnótica en la línea del Ghosts I-IV de Nine Inch Nails. Sin dudas Fincher entrega una nueva adaptación de la novela más que una simple remake: con un gran respeto y paciencia para con la trama y sus móviles, el cineasta logra esquivar la polémica imponiendo su criterio en la construcción de una Salander distinta (con rasgos más “femeninos” si se quiere) y en la pequeña modificación introducida en el desenlace (que por cierto reproduce el final concebido por Larsson). Desde la apertura con Immigrant Song de Led Zeppelin a cargo de Reznor y Karen O hasta el cierre con Is Your Love Strong Enough? de Bryan Ferry por How to Destroy Angels, la premisa central continúa orientada hacia el ajusticiamiento de esos monstruos enquistados en el poder político y económico…
Anexo de crítica: Con el nombre de David Fincher detrás del proyecto ya existía una garantía de atractivo visual para una saga sueca que se caracteriza por la oscuridad de las historias y la solapada denuncia social y política enmascarada en un thriller psicológico. La primera parte de la trilogía no sólo adapta con eficacia y pulso narrativo la historia original sino que le imprime una impronta de vértigo y tensión propia sin dejar de lado el desarrollo progresivo de los personajes y de las acciones centrales para cerrar una trama bien narrada y donde las marcas de estilo del realizador de Red social se palpan desde la extraordinaria secuencia de créditos de inicio hasta el último plano.-
Sombras de una islita sueca El primer episodio made in USA de la trilogía Millennium tiene aciertos y fallas. Hay fidelidad al original y una resistencia a caer en tentaciones hollywoodenses, pero no llega a transmitir el malestar que campeaba en el libro y la versión sueca. Suena perfectamente lógico que Columbia Pictures haya puesto en manos de David Fincher La chica del dragón tatuado, primera de las novelas de la trilogía Millennium, que a mediados de la década pasada devino gigantesco best seller global. El realizador de películas como Se7en, El club de la pelea y Zodíaco aparecía como opción de cajón, a la hora de lidiar con el material pergeñado por el sueco Stieg Larsson. A su asesino serial de inspiración bíblica, que parece salido de la mismísima Se7en, la novela que en lengua española se conoció como Los hombres que no amaban a las mujeres –nombre que también tuvo la versión que el cine sueco filmó tres años atrás– le suma abuso infantil, maltrato, malestar, disfuncionalidades familiares y violencia sexual. A partir de un guión del primus inter pares Steven Zaillian (autor de los de La lista de Schindler, la primera Misión: Imposible y El juego de la fortuna, actualmente en cartel) y en un marco de fidelidad al original, La chica del dragón tatuado ofrece pérdidas y ganancias en su tratamiento del material. La primera muestra de fidelidad consiste en no haber trasladado la acción de Suecia a Estados Unidos. Maniobra peligrosa, teniendo en cuenta el inveterado localismo del público estadounidense. Tras perder un juicio por calumnias a manos de un tipo poderoso, el periodista de investigación Mikael Blomkvist (Daniel Craig) acude al llamado de Henrik Vanger, líder de una megacorporación industrial “cuyo destino está atado al de Suecia toda” (Christopher Plummer). Vanger solicita a Blomkvist investigar qué sucedió cuarenta años atrás, cuando su sobrina Harriet desapareció para siempre. Antes de contratar a Blomkvist, Vanger encargó a una empresa de seguridad una investigación completa sobre él. La tarea recayó en la más brillante hacker de Estocolmo, Lisbeth Salander (Rooney Mara). “Es distinta en todo”, dice alguien, precediendo su primera aparición. Pálida y freakona, de cresta negra y con el rostro (no sólo el rostro, se verá más adelante) tachonado de piercings, la esquiva, reactiva Lisbeth no devuelve saludos ni mira a los ojos. De allí en más, el relato sigue a ambos protagonistas en paralelo, concentrándose por un lado en la investigación de Blomkvist (con la entera familia Vanger desfilando ante él como sospechosos, en una suerte de Agatha Christie nórdico y dark) y por otro en la cotidianidad de Lisbeth, signada por la reclusividad, el hackeo obsesivo y una herencia familiar que se adivina pesada (para resolver la adivinanza habrá que esperar a La chica que jugaba con fuego, segunda entrega de la saga, anunciada para 2014). Una violación a cargo del más repulsivo de los machos, y la posterior venganza –casi igual de despiadada, aunque obviamente más justificada– explican por qué le brillan los ojos a Lisbeth, cuando Blomkvist le ofrece unirse a él en la persecución de un asesino de mujeres. El encuentro entre ambos tiene lugar casi a la hora y media de proyección: otra arriesgada decisión de Fincher y Zaillian, que desafía la televisiva impaciencia del espectador medio contemporáneo. Un acierto, haber hecho crecer el personaje de la hija de Blomkvist: su condición adolescente permite establecer inquietantes comparaciones con Lisbeth; la condición de católica da pie a relacionarla con la desaparecida Harriet. El realizador de Benjamin Button imprime al relato un tratamiento visual decididamente dark, con ambientes tan turbios y un cromatismo tan musgoso como el de Se7en. Tal como viene haciendo desde Zodíaco en adelante, se anima a reemplazar la tradicional alternancia del cine hollywoodense entre tiempos fuertes y débiles por un continuo narrativo al que parecen habérsele limado las aristas dramáticas. Por malsanos que sean, hasta los que deberían ser picos de tensión están como asordinados, eventualmente desdramatizados. Esto es constatable incluso en la escena de la violación (y su reverso matemático, la de la venganza), pero sobre todo en el flashback que resuelve el misterio y la muy charlada sesión de tortura a la que el asesino somete al héroe. En una inversión infrecuente, lo que la dramaturgia atenúa el sonido tiende a intensificar. Se recomienda prestar atención a los inquietantes burbujeos sonoros diseñados por Trent Reznor, autor de la música, como también al sonido aumentado de una aspiradora o la reverberación de un instrumento de tatuaje eléctrico. Varios fundidos de montaje, tan precisos como elegantes, ratifican la reconocida fineza del realizador. Pero algo falta, y no es secundario. Por más que esa isla remota lleve a pensar en un infierno helado y desolado, sólo habitado por los cuasi bergmanianos pecados de los Vanger, no llega a transmitirse la fuerte sensación de malestar –físico y metafísico– que permitía a la novela trascender la mera mecánica policial. La elección del elenco no ayuda. Como si no pudiera sacarse a James Bond de encima, Daniel Craig parece siempre a punto de pedir un Martini seco, en contra de la incerteza y vulnerabilidad que el personaje pide. En el caso de Rooney Mara, basta compararla con Noomi Rapace –la Lisbeth de la versión sueca– para advertir las diferencias de dureza, intensidad y tortura interna.
La leyenda de la indomable En la adaptación del primer libro de “Milennium”, el eje está en los personajes. El fenómeno que produjo la saga de tres libros Milennium -empezando por Los hombres que no amaban a las mujeres - se entiende a partir de esa creación llamada Lisbeth Salander (aquí encarnada por Rooney Mara). Digamos que la investigación de la extraña desaparición de una mujer en una familia empresaria sueca, si bien es intrigante, no es suficiente para transformar un libro en un éxito multimillonario. Y David Fincher entendió a la perfección que el “caso” es similar a algún episodio de una serie de TV en el que hay un asunto policial que resolver, pero lo importante son los personajes que lo animan semana a semana. En este caso, Salander y Mikael Blomkvist. Es que ella es bastante particular. Además de su look punk, esta chica silenciosa, entre agresiva y tímida, obsesiva y con impredecibles irrupciones de violencia, es capaz de hacer magia con los dedos en una computadora y resulta una investigadora a la que no conviene tener en contra. Blomkvist, el periodista al que Salander investiga cuando lo condenan por acusar sin pruebas a un corrupto empresario, acepta el llamado de otro empresario (Vanger, rival del anterior, encarnado por Christopher Plummer), que le hace una oferta que no puede rechazar: si Blomkvist escribe la historia de su familia y descifra la desaparición de su sobrina en los años ‘60 -que lo sigue acechando hasta hoy- él le entregará datos que podrán incriminar a su archirrival. Blomkvist y Salander se unirán para trabajar en el caso. Y esa unión tendrá implicancias que no imaginan. Pero más allá del misterio Vanger, lo que moviliza y atrapa de la historia, filmada por Fincher de una manera mucho más ágil, dinámica y oscura que en la rutinaria película sueca que se hizo antes, es entrometerse en las vidas de Lisbeth y Mikael. Ella es una chica a la que su tutor legal (lo tiene por ser “mentalmente inestable”) acosa y abusa sexualmente y que tiene relaciones con personas de ambos sexos sin parecer importarle demasiado su vida personal. Blomkvist (Daniel Craig) tiene un affaire con su socia en la revista Milennium (Robin Wright Penn), quien sigue casada pese a que la relación que los une ya lleva años. Los dos llegan a esa helada isla más que a resolver un misterio a tratar de encontrar respuestas sobre sí mismos, o alguna salida de los entuertos en los que están metidos. Esa unión de dos seres que son fuertes en lo profesional y aparentemente frágiles en lo personal es el corazón de la historia, algo que Fincher entendió a la perfección. El caso requiere una atención excesiva (las familias suecas son muy numerosas, como lo saben si vieron filmes de Bergman), pero es lo que motoriza la acción. Tratar de atrapar, como dice Blomkvist, a “un asesino de mujeres”, es un asunto que a él atrae desde lo moral y a ella, desde las entrañas. La chica del dragón tatuado es un relato intenso, una trama intrigante y con personajes complejos, de lo mejorcito que se puede esperar en este tipo de adaptaciones de best-sellers. Es cierto, también, que uno espera que Fincher tome desafíos mayores (después de Red social ya está consagrado como uno de los directores más importantes de Hollywood en actividad) que una remake o una adaptación de un libro exitoso. Tal vez sea parte de la mecánica hollywoodense (“si me financian Red social les hago La chica del dragón tatuado ”, podría haber sido la negociación), o realmente una historia que lo apasionó (ya ha hecho varios thrillers con toques similares, de Pecados capitales a Zodíaco ), pero lo cierto es que Fincher deja en claro que entendió el material y logró sacarle el máximo jugo posible, incluyendo unos cambios y vueltas de tuerca interesantes sobre el final. Ahora hay que esperar que los que dirijan las próximas no arruinen una potencialmente sólida trilogía.
Recomenzó “Millenium” pero con más violencia Esta nueva adaptación de la conocida novela policial sueca de Stieg Larsson, inicio de la saga «Millenium», dura lo suyo (148 minutos), y estira los segundos de cada plano donde haya algo sangriento y/o desagradable (lo cual abunda), pero entretiene debidamente a su público y ante él consolida la fama de su autor, el efectivo, efectista, ágil, morboso e ingenioso David Fincher. Quienes admiran «Los siete pecados capitales» y «El club de la pelea», acá tienen una nueva muestra de su habilidad y sus mañas. La historia se presta para ellas. Eso sí, el tono puede parecer un poquito frío comparado con las anteriores, pero eso es deliberado, coherente con otra clase de frialdades que aparecen en pantalla, empezando por el clima nada tropical donde transcurre la historia. Y quienes no leyeron la novela ni vieron la primera adaptación, bueno, acá tienen una franca seguidilla de espantosos atractivos, expuestos con americana, hábil, y contundente simplificación. Quienes, en cambio, ya apreciaron la novela y/o la versión sueca, igual van a engancharse, a solazarse (allá ellos) con una femenina venganza muy comentada, y agregarán otro entretenimiento, que es la comparación. En algunos casos, hasta terminarán prefiriendo este fast-food de sabor ácido y salsa rojinegra. ¿Cuál es, objetivamente, la mejor adaptación de la novela del finado Larsson? ¿La de su paisano el estricto sueco Niels Arden Opley, o la del guionista hollywoodense Steven Zaillat, que ya ha dejado su firma en «Gangster americano», «Pandillas de New York», y, sobre todo, en «All the Kings Men»? Eso ya va en gustos. Elección ¿Y cuál es, a gusto del respetable, la mejor caracterización del singular personaje de Lisbeth Salander? ¿La de la sueca Noomi Rapace, que estuvo admirable, o la de Rooney Mara que vemos ahora? Ambas actrices resultaron muy buenas haciendo esa especie de espantapájaros gótico sado-maso y mortalmente hábil que es la Lisbeth, pero en la primera versión se apreciaba mejor su parte humana. En fin, el asunto recién empieza, ya que, como se sabe, ésta es solo la primera parte de una trilogía. Y como si fuera poco, se viene también una adaptación en historieta para DC Comics, a cargo de la novelista escocesa Denise Mina y el ilustrador argentino Leonardo Manco. Según dicen, Lisbeth se mostrará también algo asustada.
¡No hay nada más lindo que la familia unida! Cuando Stieg Larsson murió, en 2004, tenía tres libros terminados y sin publicar. Decía que era la Trilogía Millennium, y que era solo el principio de una serie de libros mucho más grande. Un infarto terminó con su vida y con el futuro de la saga, pero no por eso la saga iba a terminar allí también, junto con él. Es más, en un mundo necrófilo, en donde los artistas muertos venden más que los vivos, una obra de estas características no tiene más que futuro, y eso es lo que pasó. Primero llegaron las adaptaciones suecas de la saga y, un par de años más tarde, la primera entrega de esta trilogía cae en manos de David Fincher, que vuelve a meterse en el oscuro mundo de los asesinos seriales para contar la historia que habla de política, corrupción, ética y, sobre todo, de hombres que odian a las mujeres. Mikael Bloomkvist (Daniel Craig) es uno de los dueños de Millennium, una revista política de mediana importancia en Suecia. Su nombre, de golpe, se ve en todas las portadas cuando el empresario Hans Erik Wennerström (Ulf Friberg) lo denuncia por una nota publicada en ese medio en donde lo acusaba de cometer gravísimos casos de corrupción sin demasiadas pruebas. Wennerström gana y Bloomkvist pierde su credibilidad como periodista, pero una especie de "trabajo" le cae del cielo: el viejo magnate sueco Henrik Vagner (Christopher Plummer) lo contrata para escribir sus memorias. O eso es lo que debe decir en público, porque el verdadero trabajo es investigar qué miembro de su familia asesinó a su sobrina, Harriet Vagner, en la década del '60. A partír de allí, Blomkvist abre las puertas de una saga familiar en donde la oscuridad y la vileza son moneda común. Por otro lado, conocemos a Lisbeth Salander (Rooney Mara), una investigadora privada cuyos servicios fueron solicitados por Vagner para investigar a Bloomkvist y ver si le convenía o no contratarlo. El problema va a ser cuando el periodista se entere, y en lugar de largar todo e irse salga a buscar a esta prestigiosa hacker sociópata para que le de una mano en su caso. Con una fuerte crítica social (la violencia contra la mujer es uno de los ejes de la película) y con imágenes fuertes y difíciles de olvidar (y no para bien), La chica del dragón tatuado es una clásica obra sobre asesinos de David Fincher. Su mano se ve en prácticamente todas las escenas y, por supuesto, esto no está para nada mal. Rooney Mara es la estrella de la película (al igual que en la original sueca, que disparó a la fama a Noomi Rapace) y Daniel Craig se convierte en un excelente patiño, aunque de él sea el protagónico "oficial". Hay dos cosas destacables dentro de esta película: la primera es la secuencia de títulos, un videoclip con superproducción dirigido por el mismísimo Fincher, y la otra (sin ir más lejos) es el score, creado por los ganadores del Oscar Trent Reznor y Atticus Ross. Los paisajes grises y blancos de Suecia parecen mezclarse con los turbios y oscuros sonidos de fondo, creando un ambiente algo claustrofóbico, ideal para mantenerse al vilo en esta caza del gato y el ratón. En definitiva, La chica del dragón tatuado es una historia oscura llena de personajes facilmente odiables, en donde la sutileza no tiene lugar, y en donde el odio llega a niveles tan altos que hasta se podría oler en la sala de cine. Si les gustan las películas emocionales, que despiertan pasiones internas y dan ganas de gritar a la pantalla, ésta es la que tienen que ver.
Juego de silencios y misterios sepultados En un paraje azotado por el invierno, la localidad sueca de Hedestad, palpita un drama que lleva cuatro décadas agobiando a un anciano y retirado hombre de negocios. En Estocolmo, capital del país, un periodista de renombre sufre el peor traspié de su carrera al quedar condenado por presunta difamación a un poderoso industrial. Una mujer introvertida, de llamativa y chocante apariencia, los conecta sin querer a los dos y pone en marcha una trama de intriga en la que acabará teniendo parte. Así se plantea el juego en esta película de suspenso con relativamente poca acción y mucha tela para cortar. Convocado por el anciano magnate Henrik Vanger (Christopher Plummer) para que investigue qué fue lo que ocurrió con su sobrina nieta Harriet, desaparecida durante un encuentro familiar en la isla fuera de Hedestad y presumiblemente muerta, Mikael Blomkvist (Daniel Craig) se encontrará con intrigas familiares, un oscuro submundo empresarial y el hallazgo menos esperado de todos: un asesino serial de mujeres en la civilizada Suecia. Mientras sus asociados luchan por sacar adelante la tambaleante revista que fundaron en los años ´80, maltrecha por la sentencia de su director editorial, Blomkvist dedica todos sus esfuerzos para hacer justicia por Harriet y su abuelo, contando para ello con la ayuda de una joven muy singular que tiene detrás una buena carga de historia propia, Lisbeth (Rooney Mara). Han pasado seis años y "Los hombres que no amaban a las mujeres", novela del sueco Stieg Larsson (cuya historia personal es casi tan apasionante como un libro) se prueba una y otra vez como un fenómeno de larga permanencia. No sólo sigue vendiendo ejemplares como el primer día, sino que ya cuenta con dos adaptaciones cinematográficas y una televisiva, foros dedicados en Internet, bastante fan art sobre sus personajes y ni hablar de los temas que aborda (violencia de género y trata de personas, resurgir del nazifascismo, el rol del periodismo independiente...). A este collage de percepciones viene a sumar, por suerte, el mejor David Fincher; desde los títulos de apertura, una historia concebida y desarrollada con cierta morosidad se vuelve automáticamente atractiva, los personajes son todo lo profundos que podría esperarse y, si salvamos algunas omisiones necesarias, es la mejor adaptación de la novela original. Rooney Mara da una dura pelea para estar a la altura de la notable Noomi Rapace, pero apenas se las ingenia para componer a una sociópata brillante y de múltiples recursos, en lugar de la perturbadora criatura que es en realidad Lisbeth Salander. ¿Exigencias del guión, quizá? En todo caso, si bien su personaje es el que justifica el título de la remake, se la ve bastante empobrecida en relación a su coprotagonista, Daniel Craig: si bien en el libro el periodista Mikael Blomkvist era equiparable en protagonismo a Salander, en la adaptación de Fincher el peso de gran parte de la trama cae sobre los hombros de Craig. Hay un esfuerzo notable por emparejar los tantos, pero el mensaje queda claro: la estrella aquí, el que viste marquesinas y vende boletos, es Craig y no Mara. Por más fichas que le pongamos en los próximos Oscar. En esta transposición hollywoodense se mantuvieron, no obstante, los escenarios y la idiosincracia de la obra original; hay escenas, como las que tienen que ver con la reconstrucción del desfile de Hedestad el día que Harriet desaparece, que parecieran haber sido calcadas de la versión cinematográfica sueca. Pero es un detalle que habla también de la potencia con que Larsson supo transmitir imágenes dentro de la visión literaria. La historia de un país, de una familia o de una persona, como círculos concéntricos dentro de un drama puntual, siempre es una historia atractiva si sabe ser bien contada. Larsson y Fincher tienen el pulso de aprendices dilectos o viejos maestros en este terreno.
El lado más oscuro del policial El reconocido director David Fincher está tras el mando de esta adaptación de la primera entrega de la trilogía Millenium. Daniel Craig y Rooney Mara protagonizan una trama de asesinato, intrigas, violencia y humor negro. Entre los fanáticos de la trilogía Millennium, los rabiosos conocedores de los tres libracos de Stieg Larsson y los seguidores de David Fincher las discusiones y polémicas estarán a la orden del día. Si los films de origen nórdico merecían o no esta primera remake que adapta el texto inicial (Los hombres que no amaban a las mujeres), si la hacker bisexual punk que encarna Rooney Mara está a la altura de Noomi Rapace, si Daniel “James Bond” Craig tiene la presencia del sueco Michael Nyqvist, si La chica del dragón tatuado es un film personal o de encargo del prestigioso Fincher, si esto o lo otro. Por esos motivos, las comparaciones serán odiosas, pero en este caso bienvenidas, ya que tratándose de un film del riñón de la industria estadounidense, que muy de vez en cuando autoriza un espacio de discusión, el último opus del director de Alien 3, El club de la pelea, Pecados capitales, Zodíaco (su mejor película) y Red social tiene sus méritos propios. Importantes y personales méritos. La historia se parece bastante a la inicial de la trilogía sueca y el paisaje –referencial, intransferible– se respeta en la versión de Fincher. También las características esenciales del dúo central; por un lado, Michael Blomkvist (Craig) con la misión de desentrañar una muerte de hace cuatro décadas dentro de una poderosa familia sueca, y por el otro, la vengadora y espía informática Lisbeth Salander (Mara), custodiada por el Estado y de complejo pasado reciente que incluye una cruel violación. La pareja ideal, entonces, para que Fincher construya dos relatos en paralelo que por momentos colisionan entre sí, y en otros, no encuentran una perfecta fusión. Es que a Fincher le interesa más la particular relación entre Blomkvist y Lisbeth que escarbar en las miserias y atrocidades de la familia Vagner (entre ellos, el veterano Christopher Plummer) que llegan hasta rememorar los años del nazismo en el poder. Sin embargo, pese a la extensa duración del film, la narración fluye sin inconvenientes, mostrando algunos cadáveres destripados (al estilo Pecados capitales), un par de persecuciones que no agobian (como en otros estrenos recientes) y una atmósfera enrarecida que convive junto al paisaje gélido junto un tono mórbido y sombrío totalmente justificado. Con un pétreo y funcional Craig y una atractiva y maliciosa Rooney Mara, seductora pese a que mete miedo desde su primera aparición, con algún lugar para el humor negro y algunas escenas donde el montaje se antepone a la fluidez narrativa, La chica del dragón tatuado se impone como una película donde el estilo del director está presente en cada una de sus escenas: desmesurado y sutil, enfático y de perfil bajo, sucio y desprolijo por momentos, elegante y corrosivo al mismo tiempo. Mucho más que un encargo algo menos que una gran película.
La revitalización de un género Versión norteamericana de la primera parte de la atrapante saga "Millenium" del sueco Stieg Larsson, "La chica del dragón tatuado" no defrauda al consumidor de entretenimientos fuertes. Y decimos fuertes porque el contenido de esta clásica película negra, revitaliza lo que clásicos del género policial como Ross McDonald o Patricia Highsmith popularizaron. Trama apretada y sinuosa. Personajes al borde de la locura. Corrupciones históricas, pecados finamente reciclados. Más la usual cadena de engaños, infidelidades, incesto, crimen, sexo, con buenas dosis de suspenso. Un investigador, la ayudante que con el tiempo será tan famosa como Watson, Lisbeth Salander, el desafio de buscar una adolescente desaparecida hace cuarenta años, miembro de la poderosa familia Vanger, suerte de grupo Krupp aggiornado. Y todo en una isla nevada, con paisajes que de no estar teñidos por sangre, podrían albergar silfos y hadas. Pero como estamos en 2012 no podemos dejar de transformar a Lis en hacker, sumergirla en la cultura cyberpunk, darle música Reznor-Ross y contextualizarlos a todos en una ola de corrupción y negrura que va del nazismo al desbande de las multinacionales. AMBIENTACIONES David Fincher, el director, ambienta con exquisitez. Captura lo formal con sutileza. Puede zambullir al espectador en locaciones de celofán o ambientaciones high-tech, hacerlo parte de fotografías claves para la resolución de un crimen, o sumergirlo en una vorágine musical. Y también es capaz de generar el equipo perfecto, del que tendremos noticias en las próximas nominaciones internacionales. La chica Rooney Mara (Salander), no es la sombría y capturante Noomi Rapace, de la anterior película del director danés, pero tiene lo suyo, algo de fantasmático y oscuro, el señor Vanger nunca tan bien interpretado por el marido de la señora Trapp, la famosa y prehistórica "Novicia rebelde", hablamos de Christopher Plummer. También hay competencia de rubias, a cual mejor actriz. Entre ellas, la hija de Vanesa Redgrave y el director de Tom Jones, Joely Richardson en los personajes de Anita y Harriet. Notable Stellan Skarsgard (Martin) y como curiosidad, aparece como Frode, el amigo del viejo patriarca Vanger, un gran dramaturgo, Steven Berkoff, el de "Decadencia". También en un cameo, Julian Sands como el joven Henrik. Aparece también Daniel Craig como protagonista y hace de Daniel Craig. Lo hace bien.
Sala llena de nuevo, llenísima pero eso parece más un tema de que está basado en un bestseller que porque disfruten del cine de Fincher. Antes de empezar a decir lo que pienso, voy a contestar que sí a las dos preguntas de todo fanático: sí leí los libros y sí vi las suecas. De todos modos, creo que una adaptación cinematográfica es más que la ilustración de la novela así que si esperan ver un fiel reflejo, no lo es. Tiene un valor propio y un enfoque diferente y sí, yo banco a muerte a David Fincher. Para quienes no conocen la historia, empieza con Mikael, un periodista en declive después de que se le pruebe que no ha corroborado datos antes de publicar un artículo sobre un empresario. Aprovechando que quiere escaparse de su entorno después de una condena judicial, lo llaman para resolver la desaparición de una chica, Harriet, hace 40 años en el norte de Estocolmo. ¿Quién lo contrata? Un viejo empresario que era el tío abuelo de la chica y que sabe que fue un miembro de su familia el responsable. Mientras tanto (y hay que sacarse el sombrero con las capacidades del director para el montaje paralelo, o sea cuando dos acciones simultáneas en tiempo -fílmico, por supuesto- son presentadas juntas al espectador), Lisbeth es una hácker y una mujer que ha decidido tomar justicia por mano propia frente a un mundo que parece odiar a las mujeres. Es, sin duda, lo que más define a esta saga: una chica con apariencia de una niña de doce años, extrema, llena de piercings y tatuajes, con una mirada densa y pocas palabras. Roonie Mara deja su estampa en el mundo cinematográfico con esta interpretación de la que es probable que no pueda librarse en toda su carrera. Ahora bien, el casting me pareció brillante con la excepción de Robin Wright (hace de Érika) que no tiene el refinamiento que pide el personaje. Es una mujer sexy y linda, pero no llegó a determinar su mística lo que hace poco creíble o interesante su lazo con Mikael. Daniel Craig, del que no estaba en absoluto segura para este papel, logra estar convincente y suave como pide el relato. Siempre preocupado por ella, construye parte de la dinámica de padre-amante-amigo con miradas. El sello inocente de la historia. Sé que todos están esperando que hable del guión, de cuánto se ha respetado. ¿Honestamente? Poco y queda muy, pero muy bien. El tiempo cinematográfico funciona de manera diferente y con esto se evita datos de color en la novela que solo agregarían minutos en pantalla. Fincher nos lleva a este lado oscuro (el mismo de Pecados Capitales y el Club de la Pelea) con paso firme pero siguiendo lo convencional. No es tan visual la crudeza, sino que con saber el hecho, el relato sigue. Está bien, a mi criterio, sino hubiera sido un film sado porno y no un thriller. No quiero agregar muchos datos pero la siembra de las sospechas en el espectador son un poco obvias respecto del responsable de la desaparición. El caso, después de presentarme a tanta familia, se soluciona de una forma un poco abrupta (pero eso es común a todos los thrillers, que encuentran la clave en una cosa tan disparatada y perdida que no sé qué piensan los guionistas) y tiene una cola de cosas para dar paso a la segunda entrega que sentí un poco de más. Es una saga densa en información y con una pareja principal hechizante, es lógico que tanto al guionista como al director les haya costado despedirse de ellos. De todas maneras, cuando se cierra el caso, hay una duda de ella y un despecho que no se termina de presentar y que me faltó. Me parece interesante que la protagonista femenina necesita una venganza para un planteo consistente y no lo vi tan claro. Otro aspecto para tener en cuenta es la paleta de colores: blanca y grisácea nos lleva al invierno más frío y el espectador lo siente. Aún cuando se usan luces artificiales, podemos ver todos los objetos y el vestuario oscuros, apagados, casi nunca cálidos. Algo gélido envuelve toda la película. No puedo dejar de lado la música. Tengo que contarles que Fincher usó 7 canales de sonido por lo que absténganse de mirar enojados para todos lados preguntándose quién tiene prendido el celular porque son los chirridos y efectos de sonido de la misma película y tiene un uso de música diegética tratando de remplazar a la tradicional de “ambiente” de Hollywood que es muy interesante. Para cerrar: por favor no lleguen tarde que el diseño de títulos no tiene desperdicio. Ilusa yo que pensaba que después de "Seven" (Pecados Capitales), ninguna me iba a parecer así de buena, pero es fantástica con ese cover de Zeppellin para no perderse. El resultado final es bueno, pero van a tener ganas de volverla a ver por miedo a haberse perdido de algo.
Anexo de crítica: La adaptación estadounidense de la primera parte de la saga sueca Millennium sale airosa del compromiso gracias al por momentos brillante trabajo de dirección de David Fincher, aunque la versión cinematográfica original que aquí se estrenara como Los hombres que no amaban a las mujeres sigue siendo superior. El guionista Steve Zaillian y Fincher se propusieron hacer más empática a la pareja Mikael / Lisbeth a la vez que resolvieron bajar un poco la apuesta en términos de claustrofobia y violencia. La Chica del Dragón Tatuado es como la versión light de aquella película de Niels Arden Oplev, sobre todo en lo concerniente al personaje de ella que adopta en dos o tres escenas puntuales actitudes casi melosas si lo comparamos con la Lisbeth sueca. Por su parte a Daniel Craig, pese a lo buen actor que es, me parece que le faltan algunos años más y unas cuantas abdominales menos para que me cierre mejor su periodista de mediana edad. Empero son detalles que pasan a un segundo plano gracias a la fluidez del montaje y la prodigiosa puesta en escena del realizador de Pecados capitales. Quizás no sea una gran película pero como thriller cumple con su cuota de intriga e impacto…-
VideoComentario (ver link).
Podría decirse que el realizador David Fincher es un especialista en asesinos seriales: Pecados Capitales, Zodíaco y ahora esta adaptación “alla Hollywood” de la novela de Stieg Larsson -ya llevada a la pantalla en Suecia- prueban que comprende algo del asunto. En realidad, Fincher es un especialista en contar el final de la civilización. Este film comparte con sus anteriores películas el aire glauco, opresivo que caracteriza a todas sus películas anteriores, y muestra además que lo que causa interés en sus mejores películas es, justamente, su aspecto humano. El núcleo “policial” de la historia es la corrupción de una familia con poder, algo no muy distinto de lo que Chandler y Hammett han creado desde hace poco menos de un siglo. Pero lo que cuenta es la relación entre dos seres desplazados y abusados, de diferente manera, por el poder: el periodista Blomkvist (un perfecto Daniel Craig) y la hacker Lisbeth Salander (una extraordinaria Rooney Mara). En esa relación es donde la mirada desencantada del presente pero levemente esperanzada de Fincher -alguien que maneja como pocos el lenguaje del cine clásico- encuentra su auténtico tema. A pesar de las secuencias duras (una violación, por ejemplo, de las más brutales que ha dado el cine), hay una especie de extraña ternura que hace del film un paisaje preciso del mundo finalista que nos ha tocado en suerte.
Las alas del dragón (o como Fincher sabe hacer buen cine) Stieg Larsson fue un periodista y escritor sueco, autor de la trilogía de novelas policíacas Millennium, el cual no tuvo la fortuna de disfrutar el éxito de sus libros, ya que fallece antes de ser publicado Los Hombres Que No Amaban A Las Mujeres, el primero de ellos...
Lazos de sangre David Fincher ha vuelto a nuestras carteleras luego de la brillante Red Social, adaptando el bestseller escrito por Stieg Larsson titulado Los Hombres que no Amaban a las Mujeres y cuyo título de estreno para el film en nuestro país es La Chica del Dragón Tatuado. Esta película nos contará la investigación que llevan adelante la curiosa pareja conformada por el periodista Mikael Blomkvist y la excéntrica "detective" Lisbeth Salander. Juntos deben ir investigando los lazos de sangre de una familia para descubrir quien fue el asesino de una de sus integrantes hace aproximadamente 40 años. Fincher vuelve a entrometer su distinguida narración y su acelerado montaje en una obra que posee casi dos horas y media de duración y la provee de un ritmo vertiginoso que, gracias a la implementación de esos recursos, logra que no se haga larga en absolutamente ningún momento a pesar de su metraje "poco común para una película mainstream". Uno no puede achacarle a La Chica del Dragón Tatuado que el libro no se encuentra presente, más allá de ciertas licencias e intromisiones que siempre existen en las adaptaciones, como así tampoco podrá negar que la firma de David Fincher se encuentra presente, ya sea en su narración o en la oscuridad y crudeza con la que filma ciertas cuestiones, como por ejemplo la violación a Lisbeth o la posterior venganza de ella. Resalto esto porque no es habitual que se respete el material escogido y que se siga manteniendo la firma de un reputado realizador, sin anteponer ambos intereses por encima uno del otro. Para resumir me resulta tremendamente atractivo como Fincher logra plasmar en La Chica del Dragón Tatuado el estético montaje, el paralelismo entre las historias y la excelente implementación del flashback de Red Social, con la crudeza de Pecados Capitales y la oscuridad narrativa como se ve en el gran film noir Zodiaco, sin dejar de lado considerablemente la adaptación de la novela. Las actuaciones del excelente elenco secundario compuesto por Christopher Plummer, Stellan Skarsgård, Steven Berkoff y Robin Wright, se encuentran a la altura de lo que necesitaba la película. Pero por otra parte tenemos a una Rooney Mara que la descose llevando adelante el papel de Lisbeth Salander en una interpretación heroica cargada de misterio, oscuridad, sensualidad y violencia que no hace más que encumbrar a esta joven y hermosa actriz de 26 años en el mejor papel de su carrera. Mientras que por otra parte tenemos a un Daniel Craig que funciona como perfecto acompañante de la perturbadora protagonista, y hasta incluso en los momentos donde el film recae sobre él, lo sortea con soltura y frialdad. Párrafo aparte merece nuevamente la gran intervención musical de Trent Reznor, que nuevamente vuelve a elevar cada escena donde las deliciosas, turbulentas y lúgubres melodías arremeten en nuestros oídos. La Chica del Dragón Tatuado viene a nuestras carteleras para demostrarnos que David Fincher sigue por el buen camino respetando tanto su firma como la interesante novela.
Existe un consenso general en cuanto a que las remakes nunca pueden igualar o superar a los filmes originales y eso ocurre en el mejor de los casos, cuando no se las denosta simplemente por ser eso, remakes. En esto mucho tiene que ver el abuso que ha hecho Hollywood durante la última década y es comprensible, sin embargo, lo grave de esta situación es que películas como “La chica del dragón tatuado” puedan llegar a caer en la misma bolsa que el resto. Creo que una reversión de un film debe agregarle algo novedoso a lo ya visto y la increíble historia contada por David Fincher logra exactamente eso. La trama es oscura, intensa y atrapante, pero por sobre todo logra hacernos olvidar por completo que pasamos dos horas y media dentro de una sala de cine. La película arranca con todo mostrándonos una de las mejores secuencias de títulos que vi en mucho tiempo acompañada con un cover de Immigrant Song, de Led Zeppelin, para luego dar lugar a la historia. La reputación y credibilidad del periodista sueco Mikael Blomkvist (Daniel Craig) se ve afectada luego de perder un juicio por calumnias e injurias contra una gran compañía. Endeudado y en su peor momento profesional, Mikael recibe el llamado de Henrik Vanger (Christopher Plummer), el moribundo presidente del imperio Vagner, quien lo contrata bajo el falso pretexto de escribir sus memorias. Lo que Henrik pretende en realidad es que Mikael investigue la desaparición de su querida sobrina Harriet, que desapareció hace 40 años sin dejar rastro, y le ofrece una considerable suma de dinero para que encuentre al asesino. Mientras Mikael comienza a examinar el caso, vemos que en Estocolmo hace su aparición la brillante y peligrosa hacker Lisbeth Salander (Rooney Mara). Lisbeth y Mikael no tienen relación durante el primer acto salvo por el chequeo de antecedentes que realiza la hacker pedido por el abogado de Vanger. Es así que Mikael comienza a relacionarse con el despreciable grupo que compone la familia Vanger al mismo tiempo que Lisbeth debe lidiar con el sádico Nils Bjurman (Yorick van Wageningen), su nuevo guardián legal, con quien protagoniza una de las escenas más desagradables de la película. Recién en el segundo acto del film Mikael recluta a Lisbeth para que lo ayude a “atrapar a un asesino de mujeres”, algo a lo que ella no puede resistirse debido a su historial de abusos por parte de ciertos hombres en su vida. La violencia contra las mujeres es un subtexto omnipresente a través de la historia y encuentra en Lisbeth Salander a su mayor vengadora. Si bien Rooney Mara sufrió una transformación impresionante y su personaje utiliza cierta estética como piercings, ropa dark y un extraño corte, su sola presencia y arrolladora personalidad son los elementos que hacen que el personaje funcione, después de todo, ella es la heroína de la historia. Lisbeth es un personaje muy fuerte, pero Mara también deja entrever su lado más vulnerable y hasta tierno con ciertos gestos y comentarios que no se vieron en la versión original. Daniel Craig también ofrece una sólida actuación con un Mikael Blomkvist que si bien no es tan llamativo como su compañera, a quien por momentos le cede cierto protagonismo. En cuanto a los roles secundarios el que sobresale es el gran Christopher Plummer, que como siempre ofrece una buena interpretación por más pequeño que sea su tiempo en pantalla. Por último, también cabe destacar la increíble banda de sonido compuesta por Trent Reznor and Atticus Ross, una música ambiental (y por momentos oscura) que persiste durante casi toda la película y por la que probablemente reciban una nominación al Oscar. Realmente pocas remakes pueden ostentar estar a la altura de las originales y La chica del dragón tatuado lo logra a fuerza de grandes interpretaciones, un gran director y una historia intensa. David Fincher le agrega su interesante mirada a una historia que muchos conocen y aún así consigue atraparnos, porque no importa si uno ya conoce el final, lo importante es como te lo cuenten.
David Fincher aprovecha el primer volumen de la trilogía de Stieg Larsson para mandarte directamente a la Tundra de tu Hermana, ese pedacito de frío allá en el norte europeo, donde debajo de las apariencias gourmet de un par de caserones minimalistas –oh, exquisitamente decorados- yace un grosero depósito de sangre de niñas violadas (en cuerpo y secretos) por sus papis, maestros y tutores. Quien suscribe no tuvo el privilegio de leer la trilogía literaria que derivó en el guión de Steven Zaillan (hoy por hoy un guionista indestructible que debe facturar siete cifras verdes por cada uno de sus trabajos), y debe admitir que durante los primeros diez minutos de metraje se reconoció perdido al punto de pensar que Millenium es una cafetería cool tipo Museo Renault donde se reúne la crema intelectual sueca y no la revista donde el pobrecito de Mikael trabaja a destajo (jo jo) despuntando su vicio investigador. Por causa de un “video de Rial” malparido, Mikael necesita borrarse del mapa por unos meses. Oportunidad ideal para aceptar un trabajito en una isla siniestra como la de Scorsese (el peñasco cuenta con su propia extraña dama extraviada y además hay psychonazis por todos lados). El trabajo -periodístico- de Mikael llega a un punto ciego del que sólo se puede salir incorporando una compañera, Lisbeth, simpática muchacha fanática de los fideos maruchán que tiene más talento que piercings y menos vello púbico que paciencia. Quienes hayan leído el libro sabrán el desenlace. Quienes no lo hayan leído encontrarán aquí otra pieza contundente de Fincher, acostumbrado a asesinos seriales esquivos y parejas desparejas de investigadores. Ducho al punto de avanzar y acumular films quirúrgicos en los que cada escena contiene al menos dos ó tres joyas dignas del recuerdo, todas ellas apuntaladas (cuando no gestadas) desde el diseño sonoro de Ren Klyce, un tipo que es capaz de hacer sonar el viento al recontra-palo allí donde al capo Stellan Skarsgäard ni siquiera se le despeina el jopo, e incluso de hacernos cerrar los ojos -impulso subconsciente de intentar cerrar los oídos- ante el grito desgarrador de Lisbeth, volcán sonoro -gestado en un ascensor- que nos cuenta una ultradesgraciada historia de vida en 0,5 segundos de bella y suficiente duración. Hablando de duraciones suficientes, el film dura 3 horas y se las quiebra sin ningún inconveniente. Zonafreak salió del cine con ganas de ver la continuación. Rogando que la dirija Fincher y que mantenga el elenco.
The Girl With the Dragon Tatoo es una obra más en la filmografía de David Fincher, genio que nos ha entregado thrillers tan buenos como Se7en y Zodiac, y otras exitosas como Red Social y El Curioso Caso de Benjamin Button. Sin embargo, muy al contrario de lo que mucha gente está comentando, me parece que esta película no debería sumarse como un éxito más, y les voy a exponer mis razones. No planeo compararla con la versión sueca (que sin embargo, es algo necesario), sino con el libro del cuál se sirve de fuente. De entrada, el cineasta usa el país natal del autor, Stieg Larsson, Suecia, como marco del filme, y usando casi las mismas locaciones que su homónima sueca. Y aquí yo me pregunto, si están en suecia, y los personajes son suecos, ¿Cómo es que todos hablan inglés?. Para seguir con los elementos erróneos, aunque de esto no culpo al director, sino a la editorial americana, el título "La Chica del Dragón Tatuado" poco o nada tiene que ver con la verdadera trama de la película. Uno de entrada, por el título y el póster aquí expuesto, pensaría que la película trata íntegramente sobre una chica que por alguna razón tiene un tatuaje de dragón. Y sin embargo, el título original Man Som Hatar Kvinnar, cuya traducción literal seria Los hombres que odiaban a las mujeres, es mucho más adecuado a lo que la historia intenta contar. Y no es que Salander no sea la protagonista, porque entre ella y Blomkvist intentan resolver la desaparición de Harriet Vanger, sobrina de un empresario poderoso, y cuyo asesinato quedó sin resolver desde hace cuarenta años. Pero insisto, de esto hay que culpar a la editorial estadounidense que por alguna razón le cambió el título al libro. Fincher nos entrega un filme narrado desde dos perspectivas: la de Mikael Blomkvist, periodista obligado a un retiro temporal al ser acusado de difamación por Wennerstrom, poderoso empresario que tiene negocios sucios pero que sin embargo se sale con la suya, y que posteriormente es contratado por Henrik Vanger, al sentirse cerca de la muerte para investigar la desaparición de su sobrina Harriet hace 40 años. Y por otro lado, Lisbeth Salander, investigadora independiente que se enreda en el caso por haber sido ella quien llevó a cabo el seguimiento de Blomkvist para que el grupo Vanger lo contratara.Sin embargo, es necesario que transcurra una hora entera del filme para que medianamente nos introduzca de lleno en el caso, y sin embargo, nunca lo hace de una manera completa, nunca hace que tengamos empatía por la víctima, ni tampoco por los investigadores. La trama es lenta y plana en un principio y sin embargo termina exactamente igual, y uno sale de la sala pensando si la verdadera trama de la película era el romance Salander-Blomkvist, la resolución del crímen o la vida por separado de Mikael o de Lisbeth. Fincher se toma un par de libertades creativas, probablemente en un afán de hacer más ágil la trama, sin embargo, hay escenas totalmente fuera de lugar, que contrastan peligrosamente con el libro. Es comprensible que una adaptación literaria siempre cambie cosas para agilizar su traslado a la pantalla grande, que ciertos detalles sean agregados o desaparecidos, asi como personajes intrascendentes. Pero aquí funciona muy poco. Si alguien ha leído la novela (Y si no lo ha hecho, corra a hacerlo, pues es una de las más grandes obras del último siglo, les dejo la reseña del libro en mi blog), estará de acuerdo en que, aunque el libro también empieza muy lento y la resolución del crímen se alarga por toda la novela de modo que no hay un sólo cílmax, sino varios, la película se pierde totalmente entre las varias tramas que les menciono y no se define sobre si el clímax es el descubrimiento del asesino, el paradero de Harriet o la "apertura" al mundo de Salander. Y si, también creo que Fincher debería estar nominado a los oscares como mejor director, y que la película también se merece alguna nominación a su edición, fotografía o maquillaje; no tanto al soundtrack, porque al igual que Red Social que también fue musicalizada por la pareja Trent Reznor y Atticus Ross, funciona de maravilla con la película, pero por separado no tiene mucha armonía. Pero si alguien me dice que The Girl With The Dragon Tatoo merece una nominación o un premio a los oscares, globos de oro o cualquier otro premio como mejor película, Los Hombres Que No Amaban A Las Mujeres (Suecia, 2009) debió haberlo ganado. Y si alguien más me dice que Rooney Mara se mereció una nominación al globo de oro a mejor actriz y que se merece una más al oscar en la misma categoría, entonces Noomi Rapace (versión sueca) debió haber ganado uno de esos premios. Porque en general, la versión sueca, es más fiel al libro, y con eso, es más dinámica, más envolvente y respeta de una mejor manera la escencia de los personajes, especialmente de Salander, quien por cierto, es uno de mis personajes literarios favoritos. Es un buen filme, que sin duda disfrutarán muchisimo más si no han leído el libro o no han visto la versión sueca, a mi gusto mucho mejor en términos generales. Pero de cualquier modo es un buen filme que puede ganar algún premio en varias categorías.
Las remakes estadounidenses le quitan en general la esencia original al film primigenio, pero en el caso de La Chica del Dragón Tatuado, los productores se tomaron el trabajo de respetar el origen y la nacionalidad de la historia original y con ello las locaciones y hasta el nombre de los personajes. Ok, pero sin embargo en esta ocasión hubiera sido más interesante (será que no hay nada que nos venga bien) ver trasladada esa fascinante trama al territorio norteamericano y ver cómo se concatena con los violadores y femicidas existentes allí. Sea como fuere el notable David Fincher logra una gran recreación del film y de la novela, rodeándose de un brillante elenco y apelando a algunas armas expresivas que supo utilizar en Pecados capitales y en Zodíaco, entre otros detalles muy personales que aparecen aquí y allá en el film. ¿Qué le baja la calificación? Que ya estaba –y muy bien- hecha antes, y además, recientemente. Para los que disfrutaron de Los hombres que no amaban a las mujeres de Niels Arden Polev, con un sólido Michael Nyqvit y una Noomi Rapace inigualable, ver esta nueva versión, pese a su calidad, les puede deparar la molesta sensación de ver algo ya visto, y todo thriller pierde su eficacia cuando se sabe todo lo que va a pasar. Más allá que haya que destacar que Rooney Mara es una formidable réplica de la cyberpunk Lisbeth Salander. Es más, dan más ganas de revisar la original –hablada en sueco y no con actores que hablan inglés con acento nórdico- que otra cosa.
La vengadora tatuada Con un título que deja mucho que desear, llega, de la mano de David Fincher, una nueva adaptación del primer tomo de la trilogía Millenium del escritor y periodista sueco Stieg Larsson. Dicho autor, fallecido en 2004, no tuvo la suerte de ver publicadas sus obras y mucho menos de imaginar que llegarían a la pantalla grande, primero en su versión sueca y ahora en la remake norteamericana. En esta primera parte de este policial negro, se nos presentan de manera paralela las historias de los dos protagonistas de toda la saga: el periodista e investigador Mikael Blomkvist (interpretado por Daniel Craig), y la andrógina, gótica y dark investigadora y hacker Lisbeth Salander (Rooney Mara). Dichos personajes se mueven en una Suecia perturbada, donde la corrupción y la violencia están a la orden del día. En sus 158 minutos de duración, La chica del dragón tatuado no le dará un respiro al espectador, tanto por la complejidad del caso policial a resolver y por la cantidad de detalles y nombres, como por situaciones inesperadas que irrumpen en la historia, por momentos de gran violencia, en varios casos de tipo sexual, no aptos para personas impresionables. Dichos efectos en el espectador son directa consecuencia del gran realismo con el cual Fincher envuelve toda la película. A esto se le suma la presencia constante de escenarios lúgubres, espacios oscuros, paisajes gélidos de Suecia, casas abandonadas: fórmula perfecta para ambientar un policial, como ya había hecho en sus anteriores obras maestras El club de la pelea y Pecados capitales. Las actuaciones también merecen una mención especial, particularmente la de Rooney Mara, quien nos tenía acostumbrados a personajes de poca complejidad y con características no tan fuertes como el de Lisbeth. El trabajo de esta muchacha es realmente excelente. A eso se le suma la dificultad del papel, al tener que interpretar escenas de violencia tan explícita, inclusive una violación. Es también muy buena la actuación de Daniel Craig aunque, inevitablemente, el foco de atención recae sobre esta heroína postmoderna, víctima directa de la sociedad enferma en la cual le tocó nacer: un mundo lleno de “hombres que odian a las mujeres” (título original de la novela sueca), asesinos seriales, violadores, estafadores. En fin, se trata de una buena película que despierta el interés del público tanto para salir corriendo a la librería a comprar el libro, como para esperar con ansiedad un siguiente capítulo de dicha historia.
Lo que hay es lo que ves Thriller que desarrolla una historia de asesinatos seriales que mezcla religiosidad y perversión en dosis parejas que le permite a Fincher desplegarse a sus anchas. Pero la levedad de la fuente literaria es su mayor lastre. Cuando salió la trilogía Millenium pasó desapercibida para mí. El comentario de unos amigos -cuyos criterios estéticos y literarios me son atendibles- me hizo acercar a la novela. Me advirtieron que era un best seller pero muy bien escrito y con algunas búsquedas interesantes. Debo confesar que su lectura (por lo menos en el comienzo del primer tomo: Los hombres que no amaban a las mujeres) me demandó más de lo esperable. No encontraba el ritmo ni nada que me atrapase demasiado siendo lo que era: una lectura amena y fácil. Pero fui avanzando un poco por logro de la escritura y otro por deber profesional. Se estrenaban las versiones cinematográficas suecas y quería leer las novelas antes de ver las películas. No me disgustaron, me parecieron correctas y entretenidas, pero no llegaron a estrenarse en salas las tres y cuando se asomaba a la pantalla grande la primera ya sabíamos que Hollywood estaba realizando su remake. Mikael Blomkvist (Craig), periodista caído en desgracia por una nota contra un empresario corrupto, acepta el trabajo ofrecido por otro empresario para desentrañar el misterio de la desaparición de una nieta hace cuarenta años atrás, a cambio de alejarse del centro de la escena y obtener información que le permita limpiar su buen nombre. Cuando el ovillo empiece a desmadejarse saltarán sucios secretos del pasado y la aparición de una joven hacker, punk, bisexual, casi asocial, será crucial para resolver el trabajo y cambiará la vida de ambos. A David Fincher Millenium parecía calzarle como anillo al dedo. Especialmente al director que se había asomado al mundo con Pecados capitales, mucho más que al que había ofrecido una oscura, árida, sombría e inteligente cinta como fue Zodíaco. La idea de un thriller que comienza a despuntar una historia de asesinatos seriales que mezcla religiosidad y perversión en dosis parejas era un material donde la imaginería visual y la modernidad de Fincher podían desplegarse a sus anchas. La chica del dragón tatuado es una prueba cabal de que todo estaba en su punto justo. Pero a la vez permite demostrar la levedad que la fuente literaria siempre acarreó consigo. Millenium no es más que un producto de este tiempo con visos de compromiso concientizador sobre temas importantes (abuso infantil, familias disfuncionales, ideologías nazis, poder económico y cuarto poder, femicidio, violencia de género, etc.) que no es más que un entretenimiento bien urdido pero superficial y políticamente correcto. Por eso calza perfectamente en el plan hollywoodense que necesita de “temas adultos” salpicado con high-tech, ritmo sincopado y banda sonora cool. Lo que también vuelve a quedar demostrado es la potencia de su protagonista femenina, un personaje completamente singular y fascinante. Lisbeth Salander es una creación literaria única y lograda y de la que el cine se apropia y expone con una carnadura incuestionable y que Rooney Mara aprovecha para demostrar todas sus dotes. En resumen, la película consigue con creces ofrecer un entretenimiento ingenioso, atrapante y que no subestima al espectador. Y eso hoy en día es mucho. Pero no es más que eso.
Con esta realización David Fincher estampa la rúbrica de un gran director Lo logró una vez más. Él casi siempre lo hace y por eso es noticia. Es como el fútbol ¿vio? Si un jugador hace goles en todos los partidos, eventualmente va a llamar la atención, y además ayudará a solidificar su carrera a base de la confianza en sí mismo. Esta vez, no solamente aplica su estilo a una nueva película. También llega al valor agregado de contar una historia ya vista y sin embargo generar interés de principio a fin. Cabe aclarar que estas virtudes las logra en la industria de Hollywood, lugar difícil, si los hay, para imponerse ante productores que miran la taquilla y actores con los humos al tope. Sin embargo varias de sus películas no sólo carecen de un final feliz, sino que además somete a verdaderas estrellas a personajes muy lejanos al glamour. Convengamos que no cualquiera hace rapar a Sigourney Weaver, embarazarla de un extraterrestre asesino y someterla a convivir con reclusos de una prisión en un planeta en deshuso (“Alien 3”, 1992). Tampoco es común ver a Brad Pitt disfrazado con kilos de maquillaje para que no se lo vea (“El curioso caso de Benjamin Button”, 2008), o de policía recibiendo la cabeza de su esposa en una caja (“Pecados Capitales”, 1995)). Ni que hablar de la decisión de pedirle a Robert Downey Jr., con los antecedentes personales que tiene, que componga a un periodista venido a menos con problemas de alcoholismo. Señoras y señores, con el estreno de “La chica del dragón tatuado”el realizador David Fincher rubrica lo que ya es: un gran director de cine. El primero, y tal vez principal, acierto es el de seguir jugando a tomar parte de su narrativa como si fuera una especie de McGuffin. Tal cual sucedía en “Zodíaco” (2007) no era el caso que fuera el asesino lo que importaba, sino la obsesión por la investigación. Este parámetro es el que se debe someter a consideración si queremos encontrar una mirada distinta a la novela “Los hombres que no amaban a las mujeres” y a su adaptación sueca de 2009 en la trilogía “Millennium”. “La chica del dragón tatuado” es la misma historia. Mikael Blomkvist (Daniel Craig) pierde prestigio y credibilidad pública como periodista, al no haber podido probar fehacientemente los argumentos que publica en una nota en la revista para la cual trabaja contra un conocido empresario. Sin embargo es contratado por Henrik Vanger (Christopher Plummer), el patriarca de una familia de altísima alcurnia, para que investigue la desaparición (o asesinato) hace 40 años de una de sus tres hermanas. Será eventualmente ayudado por Lisbeth (Rooney Mara, a quien ya vimos en “Red Social”, 2010), una hacker pseudo punk con agudos problemas de adaptación. Equipo que gana no se toca, y en este sentido el director lo tiene bien armado desde hace muchos años. La realización en su conjunto es explosiva, sólida, empezando por la elección de las locaciones (en realidad toda la dirección de arte es una película aparte), una fotografía de Jeff Cronenweth digna de premio; una excelente banda de sonido de la dupla Trent Reznor y Atticus Ross, ganadores del Oscar el año pasado, y la acertadísima compaginación de dos artistas que conocen muy bien el paño en el que juegan: Kirk Baxter y Angus Wall. El elenco ha sido muy bien seleccionado. Craig le pone su dureza al personaje que compone, lo cual le viene de maravillas porque lo ayuda a crecer de principio a fin, pero sin dudas la actuación destacada es la de Rooney Mara, quien logra una relación de amor/rechazo con el espectador pero, sobre todo, una textura muy especial de su Lisbeth, en la que se desenvuelve con mucha soltura. Es cierto que Hollywood subestima a su público cuando adapta buenas películas de otro idioma al suyo propio, suponiendo que si no es en inglés la gente no va al cine. También es verdad que siempre terminan arruinando la obra original. “La chica del dragón tatuado” no sólo es una excepción a la regla, también es una forma de demostrar que en Hollywood no todo está perdido. Y ya que va, preste atención a los títulos iniciales (visualmente impactantes). Así como sucedía con los de “El club de la pelea” (1999), dicen mucho más de lo que parece.
PLACERES PATRIARCALES Digan lo que digan, y contra todo el consenso, el último film de Fincher es una película apenas correcta. La modestia no caracteriza al cine de David Fincher. El club de la pelea, El curioso caso de Benjamin Button, Pecados capitales, todas películas ambiciosas y en sus propios términos complejas, son íconos del cine surgido en la década del ’90, cuya estética y temas alcanzan a nuestro presente. Fincher es al cine lo que un Grishman es a la novela: un hábil artesano, aunque sus seguidores dirán que el realizador nacido en Denver es el autor de nuestro tiempo. Si se revisa su filmografía, no es casual que sea Fincher el elegido para adaptar Los hombres que odian a las mujeres en su versión hollywoodense, el best seller global de Stieg Larrson, que escribió su libro como una especie de conjura frente a su impotencia al ver que unos pandilleros violaban a una adolescente llamada Lisbeth. Título sugestivo y ostensiblemente feminista, los “placeres” patriarcales desfilan a través del relato como un batallón de la SS. Por cierto, los nazis aquí merodean como un espectro fundacional de las perversiones, aunque el sadismo, los asesinos seriales, la tortura, las violaciones, a veces matizados por cierto delirio bíblico, son ligeramente autónomos de la cultura nazi. La chica del dragón tatuado arranca con la humillación de un periodista, que pierde su prestigio frente a un líder de una corporación. Pronto será contratado por un patriarca empresarial para cumplir una doble agenda: escribir su biografía e investigar la desaparición de su hija. Blomkvist, más que un escritor, parece un detective y, como si fuera un Sherlock Holmes glaciar, lo acompañará su Watson, una joven asocial, una suerte de punk hacker, tal vez lesbiana, que alguna vez quemó a su padre. Juntos lograrán descifrar el oscuro misterio familiar. La chica del dragón tatuado, una síntesis entre Zodíaco (el mejor filme de Fincher) y La red social (su película más sobrevaluada), por momentos está muy cerca de convertirse en un comercial subliminal sobre las bondades de la notebook de la manzanita, pero no por eso abandona su constante desprecio por los hombres que no aman a las mujeres. Su mayor conquista, no obstante, pasa por otro lado: transmitir el placer de la inteligencia; las asociaciones mentales de sus dos protagonistas y la lectura que llevan a cabo de un par de fotografías para develar el caso es el punto más alto de un filme destinado al consentimiento acrítico de los fans de la trilogía (y Fincher) y al discreto olvido de los espectadores más exigentes.
Nuevos rostros para los héroes de nuestro tiempo “Män som hatar kvinnor” (literalmente “Hombres que odian a las mujeres”, bautizada por la editorial española Destino como “Los hombres que no amaban a las mujeres”) es la primera novela de la denominada “Trilogía Millennium”, la más redonda, por autoconclusiva y por desarrollar tópicos del policial tradicional, tanto del detectivesco más clásico como del de la serie negra. Si alguno vivió en un submarino el último lustro, dicha trilogía es obra del escritor sueco Stieg Larsson, que no llegó a verla publicada. Tras el boom, en su país se decidió llevarla al cine, estando la primera parte a cargo de Niels Arden Oplev y las siguientes en las manos de Daniel Alfredson. Cuando se anunció que Hollywood haría su versión (cuyo título en castellano es literal del nombre que tuvo la edición anglosajona, en la que cada libro empieza con “La chica que...”), saltaron todos los prejuicios sobre la industria y su desprecio por el trabajo de los suecos, y la imposibilidad de contar con una protagonista de la talla de Noomi Rapace (que por cierto declinó toda posibilidad de volver a ponerse en la piel de Lisbeth Salander). Pero el proyecto cayó en las manos de David Fincher, que viene de sacudir la estantería con “Red Social”, de cuyo elenco sacó a Rooney Mara para el protagónico femenino. También a Trent Reznor y Atticus Ross como musicalizadores y, por supuesto, su particular estilo y dinámico ritmo narrativo. Sumergirse en el pasado Para los que no estén al tanto de la historia, vaya el repaso: Mikael Blomkvist es un periodista de investigación que cae en la trampa del empresario Hans-Erik Wennerström y termina perdiendo un juicio por difamación (en este filme, sólo con resarcimiento monetario). Aprovechando la necesidad de Mikael de escaparse un poco de la situación, es contratado por Henrik Vanger, patriarca de un viejo y disfuncional clan que mantiene los restos de una corporación otrora exitosa. ¿Cuál es el encargo? Reinvestigar la desaparición de la sobrina nieta del empresario, a quien quería como a una hija, acaecida 40 años antes, y jamás explicada. Una investigación centrada en la fría isla de Hedestad, donde viven los miembros de la familia, principales sospechosos de haberla asesinado, y de seguir enviando cada año el regalo de cumpleaños que unía a Henrik y a la joven Harriet: una flor seca en un cuadro. Pero antes de convocar a Mikael, Vanger lo hizo investigar. Recurrió a la agencia Milton Security, y ésta a su mejor investigadora: la hacker Lisbeth Salander, una chica con un oscuro pasado, problemas de socialización, y otros problemas severos derivados de la desprotección en la que se encuentra. Por el otro lado, es genial, con memoria fotográfica y una forma peculiar de afrontar la vida y sus contratiempos. En cierto punto, el curso de la investigación reunirá al periodista bonachón pero aguerrido y a la chica arisca pero sensible, y así quedará conformada la explosiva pareja que convirtió a “Millennium” en un clásico contemporáneo. El camino de la acción Fincher trabaja a contrapelo de la adaptación de Oplev. Si el sueco se detenía en las miserias humanas del clan Vanger (parte del costado de policial negro de la trama), Fincher apunta a la acción y al desarrollo deductivo. Si Oplev descarta información para mostrar en detalle, Fincher mete más cosas pero a esa velocidad vertiginosa que mareó a algunos en “Red Social” (sólo él, nuevamente, puede convertir una escena de manejo de datos informáticos en una secuencia de acción). De todos modos, toma elementos de su predecesor, aquellos que le gustan: las casas, detalles de fotografía, algunas secuencias (las terribles escenas con el abogado Bjurman), el physique du rôle de los actores, pero retoma del libro el bigote de Henrik, por poner un ejemplo banal. Siempre se vuelve a Larsson, especialmente en la definición de los personajes (y mostrando algunos que crecerán en las secuelas). Por ejemplo, la escena del descubrimiento de los versículos es fiel a la novela, mientras que en la adaptación sueca se usaba un giro impropio de Lisbeth. También trabaja mejor el asunto Wennerström en el epílogo, pero se permite introducir un cambio más o menos sustancial en la resolución del caso (casi parecería que destinado a sorprender a los que conocen la historia) y no se explaya en cómo procesa el clan los hechos descubiertos. Complejos personajes Desde el punto de vista actoral, el elenco es irreprochable, destacándose figuras como Christopher Plummer como Henrik, Robin Wright como Erika Berger (personaje destinado a desarrollarse en próximas entregas), Stellan Skarsgard como Martin Vanger. Por supuesto, el trabajo principal es para Daniel Craig como Mikael y Rooney Mara como Lisbeth. El rubio (al igual que su “predecesor” Michael Nyqvist) logra plasmar adecuadamente a su complejo personaje, buen periodista, amigo y amante pero mal marido y padre (aunque aquí no se muestre tanto esta faceta): un hombre de convicciones firmes, íntegro a su manera; alguien de quien cualquiera de nosotros querría ser amigo. Por su parte, Mara construye su propia Lisbeth: distante, de aspecto frágil, un poco alienígena; algo diferente del temible ángel vengador que encarnó Rapace. De todos modos, Mara tiene sus momentos fuertes, especialmente con Bjurman o con algunos de los agresores que tendrá que confrontar. Porque por ahí pasa la cosmovisión de Larsson: hombres que odian a las mujeres, abusadores, asesinos, fanáticos religiosos, golpeadores. Ante la injusticia, el ángel oscuro con el dragón en la espalda deberá alzarse para empatar un poco los tantos. Fincher hace su propia lectura de este universo, revalidando sus títulos de gran narrador visual. Habrá que ver si con las secuelas logra construir una nueva visión canónica de la trilogía, y si Rooney Mara podrá sacar de nuestras retinas los profundos ojos negros de Noomi Rapace.
La extraña pareja David Fincher es un director favorito nuestro, "Seven", "Benjamín Button", "La red social" y sobre todo ese mayúsculo "Zodíaco" (2007) entre otros títulos componen una filmo interesante, notable, ahora al hacerse cargo de la versión "Mainstream" de la novela de la trilogía "Milennium" del danés Stieg Larsson, extrapola fílmicamente aquella danesa del 2009: "Los hombres que no amaban a las mujeres", para otorgarnos su adaptación, sin caer en una mera "remake" a la yanqui, es decir ofrece una mucho más que interesante peli. Un periodista, a quien le han ofrecido armar un puzzle nada fácil: se trata de hallar el paradero de una sobrina muy querida de un magnate que hace 45 años desapareció, y que según parece podría hasta haber sido asesinada por algún miembro de su familia importante y reconocida, que parece tomada de un drama shakesperiano, aunque por ratos se asemeje también a un juego intrigante en el mejor estilo Agatha Christie, recubiertos por el paisaje (real) del invierno danés. Así el tipo (Daniel Craig que sigue intentando despegarse de su imagen Bond) es ayudado por la chica dark que nunca mira a los ojos y es una pinturita de "hácker": Lisbeth (Rooney Mara camino a su consagración, ya que si bien quizás no gane su oscar a mejor actriz, hace inolvidable su papel), y juntos y hasta algo revueltos -por no decir involucrados- intentarán desmarañar una telaraña de misterios, yendo tras la huella de algún asesino de mujeres. Con una impresionante secuencia de títulos con la "Canción del inmigrante" por Led Zeppelin, hay que decir además que la música juega rol destacado en la trama y hasta se permite en un momento cruel de jugar con el fondo de "Orinoco flew" de Enya, con una carga dura, retorcida y no apta para espectadores sensibles, buena fotografía y magnífico montaje, con actores en el reparto de relevancia: Christopher Plummer, el gran dramaturgo inglés Steven Berkoff, Stellan Skarsgård, la bellísima ex mujer en la vida real de Sean Penn: Robin Wright, Joely Richardson -hija de la inolvidable Vanessa Redgrave- y la veterana y siempre eficaz: Geraldine James, se confirma una propuesta genuinamente buena, con extendida duración pero siempre manteniendo en vilo al espectador. Bravo Fincher, bravo!.
Cuando las piezas encajan Hay veces que basta con dar con la nota justa para el tema indicado para que se logre el milagro. Y últimamente la industria tuvo unos cuantos aciertos en ese sentido; como comentaba en entradas anteriores, es difícil imaginar mejor director para la nueva Misión imposible que Brad Bird, otro que Guy Ritchie para la saga de Sherlock Holmes, y de la misma manera nadie podía calzar mejor para esta primer entrega de Millenium que David Fincher. En cierto sentido es probable que la misma serie literaria Millenium nunca hubiera sido tal si Fincher no hubiese filmado Seven, película que traía al universo del thriller la figura del asesino-torturador serial bíblico, psicópata moralista que castigaba víctimas pecadoras y que tantas veces se vio repetido en el cine, en subproductos que convendría olvidar. Fincher también había demostrado en Zodíaco ser un director capaz de lograr un thriller sólido, manteniendo con buen ritmo la atención de su audiencia durante más de dos horas y media. Desde la secuencia inicial de créditos el director da con el registro adecuado: un clip a lo James Bond, oscuro, sobregirado, envolvente y violento, al avasallador ritmo industrial de Trent Reznor y Atticus Ross reversionando a Led Zeppelin; se sugiere desde un comienzo lo que se va a continuar más adelante. La chica del dragón tatuado tiene las dosis de truculencia necesaria para todo policial negro que se precie, una puesta en escena estilizada, elegante, fría y austera. Fincher, a siglos luz de las majaderías de su Benjamin Button logra captar la esencia de las novelas originales aportando ambientes turbios, claroscuros, un atractivo y constante cromatismo gris, -salvo en los flashbacks, donde todo parece iluminarse repentinamente- y un montaje acelerado con pertinentes fundidos que propician climas y golpes de efecto. No se evitan los detalles escabrosos, abunda la sangre, hay un gato desmembrado, abuso infantil y violencia sexual como hasta ahora era imposible de ver en el cine de Hollywood –se nota que la MPAA está muy concentrada combatiendo la piratería y abandonó, al menos temporalmente, la censura de los contenidos-, las escenas sexuales llegan a niveles de erotismo quizá comparables a las que dio Bajos instintos en su momento, algo prácticamente insólito para el cine mainstream de la última década. Quizá Daniel Craig no convenza demasiado, quizá la nueva Lisbeth Salander (Rooney Mara) demuestre con su mirada más desequilibrio que sensualidad, quizá la película adolezca de los mismos vicios que la novela original –un protagonista demasiado intachable, el cliché del villano que habla demasiado cuando debería eliminar de una buena vez a su víctima- pero Fincher da lo mejor de sí y logra algo inexistente en el precedente sueco: ritmo, imágenes poderosas e impacto auténtico.
Harriet Vanger, heredera del imperio familiar, desaparece una tarde de primavera sin dejar rastro alguno. Desde aquel día, su tío Henrik comienza una búsqueda con la intención de dar con su asesino y recuperar el cadáver de la joven. Sin embargo, cada año para su cumpleaños, el magnate sueco recibe una flor disecada, el mismo presente que Harriet solía hacerle en vida. ¿Por qué el homicida se empeña en torturar al anciano? ¿Cómo es posible que nadie recuerde algo de aquella tarde? Cuarenta años después, el periodista Mikael Blomkvist, quien se encuentra enfrentando cargos por difamación, es contactado por Henrik para reabrir el caso. Lisbeth Salander, una inestable hacker, se convertirá involuntariamente en su asistente y ambos comenzarán a desarmar una red de misoginia y antisemitismo que viene rondando esta isla escandinava desde hace varias generaciones. Considerar a “La chica del dragón tatuado” una remake de “Los hombres que no amaban a las mujeres” es partir de una premisa errada. Lo cierto es que ambas producciones son reinterpretaciones del best-seller de Stieg Larsson y cada una se consolida mediante logros propios. En la versión de David Fincher sería redundante halagar sus cualidades como director, pero si cabe mencionar la simplificación que se hizo de la historia, haciéndola más permeable para un tipo de público que no accedería a ver la versión sueca. A pesar de ello, las escenas de violencia son de una crudeza terrible, lo que explica la calificación de apta para mayores de 18 años otorgada por el INCAA. El guión de Steven Zaillian introdujo algunas pequeñas grandes modificaciones con respecto a su original literario pero, críticas mediante, estos cambios sirven para reducir las 665 páginas originales a un filme de casi 160 minutos. El correcto trabajo de Daniel Craig se ve reducido gracias a la avasallante presencia de Rooney Mara, poseída por el espíritu de Lisbeth, ese gran personaje contemporáneo que nos regaló Larsson en su trilogía Millennium. Asimismo, la edición y la musicalización (a cargo de la misma dupla responsable de la partitura de “Red social”, Trent Reznor y Atticus Ross) son impecables.
Ese oscuro objeto de deseo Finalmente la saga creada por el escritor sueco Stieg Larsson llegó a Hollywood. Luego de la adaptación cinematográfica a cargo de Nies Arden Oplev, Fincher tomó el mando. Para esta primera parte, el gran cambio derivado parece estar en el título: La chica del dragón tatuado en lugar de Los hombres que no amaban a las mujeres. Por mucho que éste último lo supere, la elección parece la adecuada al menos en lo que se refiere al foco desde el cual Fincher construye su película: Lisbeth Salander. La potencialidad de este personaje (que ya podía verse en la versión sueca de la saga, cuando Noomi Rapace era quien la interpretaba) es ahora desplegada casi en su totalidad, de modo que funciona como el núcleo alrededor del cual todo lo demás gira. La trama es prácticamente idéntica. Con la esperanza de huir de una acusación de difamación que pesa sobre él, un periodista llamado Mikael Blomkvist (Daniel Craig) decide trasladarse a una isla en el norte de Suecia, donde el crimen no resuelto de una joven aún atormenta a su viejo tío. Blomkvist pasará meses investigando a la rica y extraña familia, para lo que contará con la ayuda de Lisbeth Salander (Rooney Mara), una ingeniosa hacker de veinticuatro años que se volverá imprescindible para la resolución del caso. Ya desde los títulos, con una oscura danza de cuerpos y seres extraños que se mueven al ritmo de Inmigrant Song de Led Zeppelin, la estética general queda planteada. En esta especie de videoclip introductorio, Fincher deja claro que todo aquello que transite el mundo Millennium contribuirá antes a completar la armonía del universo Lisbeth que a un desarrollo independiente: los asesinatos, la familia Vanger e incluso Mikael Blomkvist son, aunque todavía autónomos, siempre complementarios de su caracterización. Así, tanto la trama como los personajes en general constituyen siempre un puente para llegar a la joven protagonista, no solo desde lo narrativo sino también desde la puesta en escena. Pero, y aunque gran parte de los picos de emoción, impresión o humor están fuertemente concentrados en el accionar de Lisbeth, el gran logro de Fincher está en lo intachable del resto del relato. Aún concentrándose en un único elemento, su película sobrevive a las adversidades de la adaptación sin problemas, con una calidad visual notable y sin agotar las posibilidades de una historia a la que, por cierto, aún le quedan dos capítulos más. Si bien muchos señalan el gran parecido narrativo entre ambas, Los hombres que no amaban a las mujeres suena ya a un título imposible. Es que La chica del dragón tatuado no sólo es la familia Vanger, los asesinatos o la carrera de Blomkvist sino, por sobre todo, David Fincher y Lisbeth Salander, la protagonista que con su carisma y conjunto de afinidades estéticas parece haber inspirado gran parte de esta digna adaptación.
La música es triste y algo tenebrosa: no escuchamos ni siquiera el rugido del león de MGM. Lo primero que vemos es un paneo de una isla, cubierta por la nieve. Oímos la charla entre dos hombres, ambos igual de frustrados. Lo que queda al descubierto es una planta en un marco: el mensaje del asesino de Harriet Vanger, que ha estado enviando esas postales durante cuarenta años al tío de la desaparecida. Comienza el tema de Karen O. (un cover de The Inmigrant Song, de Led Zeppelin) que parece una mezcla entre una película de Fincher y una de Bond, y desde ese momento la película nunca se detiene. Esa quizás sea la única queja plausible. La novela de Stieg Larsson, Los Hombres Que No Amaban A Las Mujeres, retrataba la historia de un periodista en decadencia que debía investigar la desaparición de una jovencita hace 40 años (asesinato, según su tío Henrik Vanger). Como las buenas novelas de Raymond Chandler, la investigación policial es intrigante pero más aún los personajes: desde el propio periodista hasta la familia Vanger. Como el patriarca anuncia al investigador: «Estarás investigando a ladrones, matones, miserables: la colección más detestable de gente que puedas encontrar. Mi familia.». Hay violaciones, asesinatos, neo-nazis y otras cosas que hacen decididamente de esto una historia para adultos. Este repertorio de seres desquiciado y principalmente, la coprotagonista, Lisbeth Salander (Rooney Mara) encajan perfectamente en el universo de David Fincher. Al director de El Club de la Pelea, Zodíaco y Red Social, siempre le interesaron aquellos excluidos -bien por decisión propia o ajena- de la sociedad. Esa gente, sí, antisocial y menospreciada que termina superando los obstáculos en el camino. No tomen esto como un clisé sino como una suerte de prueba de superación que los mismos personajes se imponen (no importa si es moralmente condenable o no). Todos los personajes aquí parecen encerrar una suerte de génesis de la maldad, pero la clave está en ver qué hacen con eso. Ahora bien, siempre las películas de Fincher son algo truculentas y las historias esconden otro significado. En La Chica del Dragón Tatuado lo más interesante es la película romántica escondida en la investigación policial. Mikael Blomkvist (Daniel Craig) y Lisbeth Salander son una peculiar y atípica pareja. Ella es una hacker con una estética punk y una actitud bastante rebelde. Mara le da vida a un personaje para que no sea pura estética, logra conseguir que parezca una chica frágil y autosuficiente al mismo tiempo. Craig hace un trabajo tan bueno como el de ella: un tipo algo torpe, pero de buenas intenciones. Es como el 007 de Casino Royale, aquel que tropezaba con todos los obstáculos pero tenía una fuerza de voluntad avasalladora. Sí, están todos los elementos presentes que hacen a Fincher unos de los autores (aunque no escriba sus propios guiones) más interesantes del cine norteamericano. Este film noir cuenta con todo el equipo técnico que lo acompañó en Red Social y las ideas aquí son igual de interesantes. El problema acaso es que esta es una historia que merece un poco más de tiempo (la película dura dos horas y cuarenta minutos, que nunca se resienten). Se nota que Fincher aceleró las secuencias, como hace en todos sus films, algo que en estas historias de detectives es a la vez un acierto y una contra. Por un lado tenemos menos tiempo para reflexionar sobre lo que hay en pantalla. Por otro lado, los diálogos, las situaciones y los climas pasan con más fugacidad. Jeff Cronenweth es el director de fotografía. En estas islas el clima gélido y las casas son, perdonen el lugar común, personajes. El diseño de producción y la edición de sonido contribuyen a hacer más ricos a todos estos empresarios y los secretos que ocultan, presten especial atención al sonido del viento, sino. Hay dos viejos proverbios suecos que sintetizan no sólo la estética sino también la idea central. Uno de ellos es: «El mal será combatido con el mal» y el otro, más interesante reza «Lo que está oculto bajo la nieve se revela con el deshielo». No es casualidad, entonces, que a medida que la investigación avance la primavera también se acerque.
Combinación Perfecta de Cine y Literatura ¡Esto es entretenimiento del bueno! The Girl with the Dragon Tattoo es la adaptación que hizo el increíble director David Fincher del 1er libro de la trilogía Millenium de Stieg Larsson. La verdad que cuando se anunció que Fincher sería el encargado de hacer la remake norteamericana (hay una muy buena versión del cine danés) del 1er libro me quedé tranquilo y no esperaba menos de lo que ofreció en lo que promete ser una de las trilogías más famosas del cine. Recordemos que el director ha sido responsable de algunas joyas de la gran pantalla como "Red Social", "Pecados Capitales", "The Game" y "El Club de la Pelea", asique imagínense de quien estamos hablando. Para empezar tiene la carga justa de suspenso, drama y humor, combinación explosivamente efectiva si se sabe mezclar como lo hizo el maestro Fincher en este film. La puesta es espectacular tanto desde lo visual como en sus aspectos técnicos de edición, musicalización (nuevamente a cargo de los talentosos Trent Reznor y Atticus Ross), sonido y por supuesto en las interpretaciones. Los personajes son increíbles, sobre todo Lisbeth, que si bien la creación es mérito del escritor, Rooney Mara la interpreta maravillosamente. Lo de Christopher Plummer como Henrik Vanger es absolutamente espléndido. Los demás como Daniel Craig, Stellan Skarsgard, Robin Wright y Joely Richardson también hacen un trabajo profesional que suma mucho a la grandeza de esta película. La química entre Craig y Mara funciona muy bien, dándole dinamismo y naturalidad a las escenas que debieron compartir. Si se fijan bien, la interacción entre los personajes de ambos no se da hasta pasada la 1ra hora de película. Si hay algo importante en el cine es la química entre los protagonistas, ya que sin ella todo parece falso, acartonado y eso no atrae a nadie. Los momentos de tensión son extremadamente efectivos, desesperan y transportan al espectador a la situación horrible que se está viviendo. Literalmente dan ganas de taparse los ojos con las manos, en el buen sentido! Un trabajo excelentemente realizado, sofisticado, sexy, con mucho suspenso, drama e inteligencia. Gracias Larsson por esta buena novela y gracias Fincher por llevarla al cine con tanta perspicacia y pericia.
Un canto a la justicia por mano propia Pocas cosas causan tanta satisfacción como la justicia, y si es por mano propia, mejor aún. Una tan oscura y políticamente incorrecta satisfacción que se hace difícil de revelar sin ser mal visto dentro de las fronteras del mundo civilizado, en el que a veces las hipocresías que respeten las reglas valen más que las sinceridades que las superen. En "La chica del dragón tatuado" (basada en el best-seller "Los hombres que no amaban a las mujeres", primera parte de la trilogía "Millennium", de Stieg Larssön) dos investigadores van tras un asesino de mujeres que, como suele ocurrir, es el personaje menos pensado, el más amable y el más hospitalario. Mikael Blomkvist (Craig) es un periodista reconocido por ir a fondo en el arte de destapar ollas, con un perfil más de detective que de escritor. Lisbeth Salander (Mara), una jovencita de 23 años que está desde los 12 bajo custodia del Estado por sus desequilibrios psicológicos, es convocada por Mikael para colaborar con la pesquisa. Ella no tiene nada que perder y acepta investigar sólo los casos que le interesan, sobre todo si hay mujeres involucradas. Él ya lo perdió casi todo, pero todavía puede recuperarlo. Lo políticamente incorrecto aparece en los métodos de esas investigaciones en las que la Policía prácticamente no mete sus parsimoniosas narices. Entre la suspicacia de ambos y las habilidades hacker de la andrógina heroína consiguen cruzar datos, espiar y llegar a conclusiones que más bien parecen de un filme de ciencia ficción, pero que el espectador termina aceptando en dos horas y media sin respiro. Mucha acción con pocos tiros y una dosis justa de sangre generan una tensión que no pasa por las obviedades de algunas películas del género. Quienes vieron la versión europea -"Los hombres que no amaban a las mujeres", del sueco Niels Arden Oplev, 2009-, afirman que esta, la hollywoodense, no tiene nada que aportar. Y que, fiel al sello industrial, profundiza una historia de amor que no es más que una pincelada en la novela. "La chica del dragón tatuado" es una película intensa, en la que el tiempo vuela y después de la cual el cuerpo pide a gritos whisky y cigarrillos.
Nuevamente el cine se ocupa del primer capítulo de la trilogía Millennium escrita por Stieg Larsson. Ahora es el turno de la versión hollywoodense del best seller a cargo del director David Fincher. El escritor sueco Stieg Larsson (1954-2004) adquirió gran notoriedad luego de su muerte con la publicación de Millennium, una novela que consta de tres partes:The girl with the dragon tatoo, The girl who kicked the Hornets´nest yThe girl who played with fired. Esta trilogía ha sido traducida en decenas de idiomas, lleva vendidos varios millones de ejemplares en todo el mundo y en el 2010 ya había superado el millón en su edición digital según informara la compañía de comercio electrónico Amazon. El primer capítulo de la trilogía Millennium fue llevado al cine, en coproducción de Suecia y Dinamarca, por el director Niels Arden Oplev en el 2009 quien también realizó una miniserie de seis capítulos para televisión en el 2010. Pudimos verla por estos lares en febrero del 2010 con el título Los hombres que no amaban a las mujeres con buena recepción por parte del público. La versión que acaba de estrenarse (19 de enero) en Argentina con el título La chica del dragón tatuado es la realizada por el director norteamericano David Fincher (The Game, Fight Club, Benjamin Button, The social network...) en el 2011. Alguien se preguntará si era necesaria esta versión hollywodense atento la buena realización sueca, pero bueno, los chicos del Norte que tienen la industria bien aceitada y los dólares dispuestos han creido que sí. Con un libro original tan vendedor no era cuestión de perderse la oportunidad y en un futuro cercano, si las críticas y el publico garantizan los dividendos, llegarán los otros capítulos de la trilogía. Ambas son buenas versiones fílmicas y al igual que la sueca, la de David Fincher no defraudará a los lectores de Stieg Larsson salvo a algún despistado, que nunca falta, que aún no se haya enterado que la literatura es algo distinto del cine y espere las mismas vivencias que al leer el libro. Una mención especial merece el comienzo de la película. Luego de una pequeña escena introductoria de cerca de un minuto, tiene lugar la presentaciión de los créditos con una edición digital muy cuidada y el excelente tema musical de Led Zeppelin, "Inmigrant song" (1970), versionado por la cantante Karen O junto a Trent Reznor (que ya participara de la música en "The social network") y que a criterio de algunos conocedores de la trilogía, incluiye numerosas imágenes simbólicas que refieren a situaciones o personajes de los capítulos escritos. Lo cierto es que en la pantalla y con el audio del cine, la música y las imágenes adquieren toda su potencia constituyendo un auspicioso comienzo del film.
Podríamos pretender -corriendo el riesgo de pecar de ambiciosos- que esta reseña no sea sólo sobre la versión norteamericana de la primera parte de la trilogía Millenium, sino también un repaso por las novelas, las tres películas suecas y los fenómenos del mercado y las industrias culturales. De un tiempo a esta parte, Hollywood pareciera haber secado su océano de ideas. Esa planicie árida y resquebrajada se nutre entonces, ya no de guiones importados sino directamente de otras películas que no sólo garantizan el éxito sino que ofrecen la teórica facilidad inherente a un mapa de viaje. “La Chica del Dragón Tatuado” no es sino una muestra más de esta tendencia. Tras el excelente trabajo realizado por el director danés Niels Arden Oplev en la adaptación de la primera novela de Stieg Larsson -luego del fenómeno mundial generado por la publicación del libro- la industria norteamericana no demoró en activar los resortes necesarios para poner en marcha una remake “hecha en casa”. El doppelganger fue activado y el elegido para su creación fue David Fincher. Director mimado en tierras del norte, con laureados antecedentes (el más reciente, la oportuna “Red Social”) e interesantes propuestas. Junto a él, aterrizaron Daniel Craig y una casi ignota Rooney Mara sobre quien los ojos se posaron con particular interés, ya que sería la encargada de interpretar a uno de los personajes más interesantes creados por la literatura contemporánea: la sociópata Lisbeth Salander. Una hacker e investigadora de turbio pasado, con problemas de conducta sólo superados por una inteligencia nacida en el seno de Asperger y un look gótico perturbador. Una dama que rompe el molde, echando por tierra los rasgos identitarios de la femineidad occidental y erigiéndose en una suerte de icono contracultural contemporáneo. Sin embargo, el producto Hollywood propone una Lisbeth Salander edulcorada que se encuentra a años luz de la interpretada por Noomi Rapace en la versión sueca. Si bien esta propuesta sigue obediente los rasgos fundamentales del personaje, a lo largo de la película vemos como languidece hasta llegar al patetismo. La cabeza norteamericana no admite todo eso que la versión original se atrevió a poner en la pantalla y que representa lo dicho, un quiebre con la visión occidental de lo femenino. Así, la Lisbeth de Rooney Mara se toma licencias de minita que le quitan fuerza al personaje y por propiedad transitiva, al desarrollo de la historia. Sobre el resto de la película es difícil tener algún tipo de reparo. Como era previsible, la dirección de Fincher es excelente, el rodaje en locación es algo que el director ha demostrado de sobra que conoce a la perfección por lo que la progresión narrativa hace al relato ameno e intenso, aunque con mucha menos fuerza que su original. Daniel Craig se muestra correcto en un papel sin demasiadas exigencias y ese clima opresivo que corta transversalmente la historia, aunque atenuado, dice presente. Y si bien las comparaciones son odiosas, en este caso parece necesaria. El afán expansionista de Hollywood (industria a la que no delezno y que consumo ávidamente) ha comenzado a mostrar sus fisuras más obvias. La producción, creación y comercialización de películas destinadas a reventar boleterías y mantener al tope sus arcas ya no alcanza. Se busca más y esa voracidad es saciada a través de la recreación. Allí pareciera estar una nueva clave del éxito. Lo que la crítica aclama, si no tiene la bandera yankee, es nacionalizado de inmediato. Como un jugador ignorado en su país y ovacionado en una liga desconocida que es convocado para jugar en la selección de un terruño cuyo idioma nunca aprendió. Ha pasado con “Let The Right One In” y con “Infernal Affairs”. Y seguirá ocurriendo, el mercado manda. Nada más importa. Mientras tanto el poder de la industria yankee propone una particular ironía. Su alcance, hará que sus versiones sean las que terminen por imponerse ante el grueso del público (“The Departed” ganó el Oscar a mejor película, su original asiática, apenas es conocida). No obstante, sería interesante poner el acento en consumir también las historias originales, que al no encontrarse bajo el ala protectora estadounidense requieren un circuito alternativo para darse a conocer globalmente. Y ese circuito de distribución es sin duda Internet, lugar al que se podía acceder a películas que jamás llegarán ni al cine ni al sitio de alquiler de nuestro barrio, pero que ahora encuentran un oportuno cepo en la ley SOPA, curiosamente, impulsada por los Estados Unidos con el objetivo de “salvaguardar los derechos de autor”. Un subterfugio tan divertido como el de defender los derechos civiles y las libertades individuales de los ciudadanos libios, afganos o iraquíes con una simpática invasión.
Seré concreto: La Chica del Dragón Tatuado es un ejercicio de futilidad. Es una experiencia similar a ver la versión de Psicosis de Gus Van Sant - prácticamente un calco del original, fotograma por fotograma -, con la diferencia de que el director al que le tocaron el traste en esta ocasión era el sueco Niels Arden Oplev y no ese ícono sagrado que era Alfred Hitchcock (y por ello, nadie salió a prenderle fuego a los cines en donde exhibían la película). La remake norteamericana no sólo no es original - ni en lo visual ni en lo conceptual - sino que aporta su propia cuota de pifias, las cuales - aunque sean pocas o pequeñas - la hacen inferior al original sueco. Que los norteamericanos hagan remakes de filmes extranjeros exitosos por el simple hecho de que no les gusta leer los subtítulos (!) es una clara muestra de su ignorancia. Acá tomaron un policial sueco, lo fueron a filmar a Suecia, lo rodaron prácticamente en las mismas locaciones que el filme original, consiguieron a un cast genéticamente idéntico a los actores suecos que participaron en la película primigenia, calcaron las tomas y los diálogos... y aún así, terminan obteniendo algo que es inferior. La Chica del Dragón Tatuado carece de potencia, principalmente porque el filme parece centrarse más en Daniel Craig que en el personaje de Rooney Mara; y aunque la Mara destila excentricidad, está a años luz de la furia animal que escondía Noomi Rapace en Los Hombres que no Amaban a las Mujeres. Es una nerd antisocial fría y antipática, no una sicótica inteligente capaz de destrozarte en menos de 30 segundos si llegabas a enfurecerla. Las tomas se ven muy similares, quizás demasiado. Uno lee por allí demasiadas estupideces, como que David Fincher volvió a las fuentes - el libro original - y creó algo de cero. Mentira, buuh, buuh. Fincher fue, cobró un buen cheque y calcó al filme original, simplemente porque el filme original era demasiado bueno para mejorarlo. Fincher quiso meterle ritmo y lo que logró fue descompaginar la armonía que tenía la exposición inicial del relato - acá la historia va a los sobresaltos y resulta difícil identificar a cada miembro de la familia Vanger, cuando en la película de Niels Arden Oplev la exposición era extremadamente didáctica -. Craig está ok en el papel, pero no tiene el mismo aura paternalista que poseía Michael Nyqvist (amén de que es físicamente más poderoso que Nyqvst, y por ello es inconcebible que lo atrapen y lo traten como un trapo) (dato para la trivia: ¿alguien se fijó la cantidad de gente relacionada con el mundo 007 que figura en este filme, incluyendo al ex candidato al papel Goran Visnjic y al ex villano Steven Berkoff?). Y de la dicotomía Rapace / Mara ya hablamos en líneas anteriores. Pero lo más indignante es el final, que ha sido alterado de manera poco creíble. En el original, Blomkvist llegaba a una conclusión lógica y había una carga emocional muy fuerte; acá simplemente es confuso. Tampoco ayuda el climax extendido, en donde vemos a la hacker haciendo sus propios negociados durante 20 minutos - es la misma sensación que me dejó el final de El Señor de los Anillos: El Regreso del Rey; si los tiros y la acción terminaron hace media hora, ¿cómo inventar un final que satisfaga al espectador y no resulte un bodrio sobreexcedido? - . Mientras que en el original sueco uno paladeaba la revancha que le daba la vida a Lisbeth Salander, acá sólo vemos a una chica rara haciendo demasiados cambios de vestuario. Sin dudas para quien no ha visto el original sueco, La Chica del Dragón Tatuado le parecerá un buen thriller; para mí, está demasiado descremado. Colmar a esto con cinco nominaciones al Oscar es un exceso - es una clara muestra de una cultura que sólo se adora a sí misma -, y es lo mismo que premiar a un deja vu, con la diferencia de que nuestro recuerdo ahora viene hablado en inglés y está protagonizado por actores conocidos.
Viaje a la Suecia profunda Ante unas nominaciones a los Oscar bastante peculiares, ya es hora de que este blog intente -humildemente- hacer algo de justicia: que David Fincher no esté nominado como mejor director por La chica del dragón tatuado y Alexander Payne sí esté nominado por Los descendientes es una burla tan grande como la que habrán sentido la mayoría de los trabajadores del cine que no consiguieron ninguna nominación y ven que una película menor como Damas en guerra está ternada en varias categorías. Una vez más, Fincher nos lleva por el camino del suspenso y la intriga, en búsqueda de un asesino o del esclarecimiento de una muerte. Como ya lo había hecho a lo grande en Pecados capitales (una de mis preferidas en el género, con un guión atrapante, un elenco estupendo y un final para el infarto) y en Zodíaco (la famosa historia del asesino serial conocido con ese mismo nombre, protagonizada por Jake Gyllenhall, Robert Downey Jr. y Mark Ruffalo), aquí nos metemos en el mundo de Mikael Blomqvist (Daniel Craig), un periodista que queda en el centro de la escena cuando un empresario le gana un juicio por calumnias e injurias y debe apartarse de la revista en que trabaja por un tiempo. Justo cuando decide alejarse de su empleo, un viejo millonario (Christopher Plummer) lo contrata para que investigue -así como hizo con el empresario que lo acusó- un asesinato cometido en la familia hace unos 50 años. Investigación mediante, se cruzará con Lisbeth, una taciturna y extrema joven que se dedica a asuntos similares. Cuando Blomkvist aún trabajaba... El guión, adaptación del best seller La chica del dragón tatuado, del difunto escritor Stieg Larsson, fue escrito por Steven Zaillian quien continúa cosechando elogios luego de una interesantísima carrera que incluye Despertares, La lista de Schindler, Pandillas de Nueva York, Gangester americano, El juego de la fortuna, entre otras. Aquí se nota que el libro original tiene una atractiva historia para contar (lamentablemente no he leído la novela ni he visto el filme sueco como para hacer las comparaciones pertinentes), pero también se nota la mano de un director consagrado, capaz de hacer de cada escena algo bello,llamativo, atractivo y hasta hipnótico (anímense a decir lo contrario de esa apertura monstruosa durante los créditos, con la música de Trent Reznor y Atticus Ross interpretando Inmigrant Song de Led Zeppelin). La chica en cuestión, una genial Rooney Mara Merece la pena mencionar al director de fotografía, Jeff Cronenweth, quién ya trabajó con Fincher en varias ocasiones (entre ellas Red social y El club de la pelea). Sin tener una carrera descollante como la de Zaillian, Cronenweth se está haciendo su lugar en el olimpo del séptimo arte, con estas intervenciones junto a Fincher. Es preciso nombrarlo porque mucha de la oscuridad que exuda este filme es su responsabilidad. Pero no sólo eso: parte de la belleza de las imágenes mencionada anteriormente es también mérito de él. Lisbeth y su tutor, una tortuosa relación El elenco funciona muy bien: cada uno de los personajes está muy bien logrado por su intérprete. Desde Daniel Craig en el papel protagónico (un rol muy distinto a Bond: este es un “héroe” temeroso y falible), hasta Christopher Pummer como Henrik Vanger, (el viejo que lo contrata) y Yorick Van Wageningen, como el tutor legal de Lisbeth y Stellan Saarsgaard como uno de los misteriosos familiares de Vanger. Pero sin dudas es Rooney Mara (quizás la hayan visto en Red Social, de Fincher, como la novia que abandona a Jerry Zuckerberg y lo impulsa a idear lo que luego será Facebook, aunque seguramente no la reconozcan) en el papel de Lisbeth Salander la que se lleva absolutamente todos los aplausos. Su oscurísima Lisbeth es avasalladora, desgarradora, culposamente cautivante. Un papel totalmente jugado para esta joven actriz que le pone el cuerpo como si fuera fácil. La chica del dragón tatuado es una experiencia cinematográfica poderosa, una gran historia, realmente atractiva desde el punto de vista visual y con un pulso cinematográfico que sólo decae un poco en el epílogo, demasiado vago como para resolver tamaña película.Otra vez desde el relato de investigadores, otra vez desde el descubrimiento y la intriga, desde el thriller y el suspenso, Fincher sobresale y nos entrega un filme apasionante, de lo mejor de los últimos meses.
David Fincher lo hizo. Se plantó ante la fama de “Millenium”, ante la trilogía de películas suecas, y demostró que su versión no es en vano. Volvió al libro original, cambió sólo algunas cosas superfluas, ya que la historia tiene tantos elementos atractivos y terribles, y con gran solidez nos regala su versión aún más intensa y fría y también más fácil para el espectador. Daniel Craig está perfecto y la gran discusión entre los fanáticos es si Roonet Mara está o no a la altura de la mítica Noomi Rapace, que es la reina de las tres pelis suecas. Es distinta, más apagada, quizás más parecida a la que soñó el autor. Para discutir las diferencias o para descubrir una obra que tiene fanáticos en el mundo, hay que verla.
Ilustraciones El cine es cine cuando narra con su propio lenguaje, distinto al de cualquier otra expresión artística (en este sentido, recomendación al paso: vean el cálido e inteligente homenaje de Scorsese a Méliès en Hugo). Un director puede escribir con la cámara o simplemente usarla para ilustrar ideas, suyas o de otro. Esto último se ve muy claro en una escena de La chica del dragón tatuado, donde el cine -el cine de David Fincher, en este caso- se muestra estéril y apenas puede dedicarse a ilustrar. Cerca del final, Lisbeth (Rooney Mara) está buscando información en el archivo privado de la empresa de la familia Vanger. Cruza datos y comienza a advertir una relación entre una serie de asesinatos de mujeres y la ubicación de las plantas de la fábrica. Lisbeth es una hacker que hasta ese momento se había mostrado inteligente, observadora y -como hace notar explícitamente la película- muy memoriosa, a tal punto que en una ocasión se niega a anotar una dirección porque no lo necesita. Pero en ese momento, en el archivo, despliega un mapa de Suecia sobre la mesa y comienza a poner sobre él una foto de cada una de las chicas asesinadas junto a la sede de la empresa cercana al lugar del crimen. Arma una ilustración para mostrarle al espectador qué está descubriendo. El personaje ignora la diégesis y juega para la tribuna: hace algo absolutamente inverosímil, que sólo sirve para informar al espectador acerca de algo que Fincher no supo (o no pudo) resolver de otro modo, más cinematográfico. Alguien podrá decir que se trata de una convención, similar a la que aceptamos, sin mayores cuestionamientos, cuando oímos que en la película los suecos -vaya artificio- hablan en inglés. Yo creo que se trata más bien de una zona compleja de transitar (más compleja aún en estos tiempos en los que la tecnología pone el jaque al suspenso clásico) donde el cine, si no tiene ideas, se vuelve estéril. Pero Fincher es un director capaz de juntar lo peor y lo mejor, de poner en una misma película grandes momentos pegados a otros totalmente fallidos. Lo demostró, sobre todo, en El curioso caso de Benjamin Button (2008). Apenas unos minutos después de la escena descrita arriba hay un momento extraordinario en La chica del dragón tatuado, absolutamente cinematográfico, que deja sutilmente un hueco para que complete el espectador. Martin Vanger (Stellan Skarsgård) obliga a Mikael Blomkvist (Daniel Craig) a ir hasta el sótano de su lujosa casa, que en realidad es un sofisticado cuarto de tortura, donde lo ata y lo deja inmovilizado. Está listo para torturarlo. Pero antes enciende un equipo de música y comienza a sonar Orinoco Flow, de Enya. El rotundo contraste entre lo que se ve y lo que se oye define a Vagner en apenas un instante. Y acaso sea la mejor crítica jamás hecha sobre la canción de Enya, algo así como Claudio María Domínguez a 33 rpm.
Creo necesario para empezar esta crítica hablar del director de The Girl with the Dragon Tattoo (2011). David Fincher. Director fundamental de las últimas dos décadas, supo retratar los clarobscuros de la contemporaneidad, la posmodernidad. Y sin caer en facilismos sobre que todo tiempo pasado fue mejor o lo contrario. Con agudeza, disconformidad, creatividad y un talento visual inusitado fue el creador de obras que retratan el zeitgeist de la época: Se7en (1995), The Fight Club (1999) o Red social (2010). Claro que todo director, toda persona, tiene temáticas recurrentes en su vida, en su obra. A Fincher parecen interesarle los detectives, la modernidad, las computadores y los asesinos en serie. Por eso la primera entrega de la saga Millenium, del finado Stieg Larsson le calza justo a sus obsesiones. Ya teniendo una adaptación europea mucho más fiel, Hollywood no podía dejar pasar este best-seller internacional. No puedo dejar de mencionar la onírica secuencia de títulos, con un soberbio cover de “Inmigrant Song” a cargo de Trent Reznor. Aunque Fincher acostumbre empezar sus films con producidas introducciones (recordemos el zoom out desde adentro de la cabeza de Brad Pitt en The Fight Club) nos deja embelesados y nos advierte que no estamos ante cualquier cosa, y que cualquier cosa puede pasar. Desde el principio propone la oscuridad no como argumento estético únicamente sino que es funcional a la historia. Tiene que estar en el top 5 de secuencias de títulos de la historia. Si apuntamos a un análisis narrativo, esta película no escapa a los cánones de la industria. Pero constantemente dándonos información al menos nos exige una total inmersión en las casi tres horas que dura el film. Y eso no es común, comparado con Hollywood, en el cual la información que nos brindan la ponen en una marquesina de neón, sin posibilidad alguna a la interpretación. Nos sumerge en un ambiente pesado, lento pero ágil, que hace acordar a la densidad narrativa de un libro. La opresión y los secretos de la isla no podían ser contados de mejor manera. Es la historia una empresa, de un asesinato, pero como dice el dicho “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Y esa familia representa a la perfección la vida en los países nórdicos. Aunque se puede decir que la película no tiene ritmo, sorprende la rapidez con la cual transcurre la película, muestra de un guión solido pero que no descolla. Lo que sí sobresale es la cuidada fotografía y el montaje tan finchereano. Las personajes están muy bien caracterizados, con un Mikael Blomkvist sobrio por Daniel Craig, pero el personaje interpretado por Rooney Mara, Lisbeth Sallander, capta toda la atención en la película. Esta especie de Amelié hacker que parece salida de un cuento de Edgar Allan Poe o de una película de Tim Burton logra hacer suyo cada fotograma en sus apariciones. Nos va a costar olvidarnos de escenas memorables como las que coprotagoniza con ese tutor perverso. En síntesis, este film se ubica entre los más olvidables de Fincher pero aún así se trata de las producciones mas interesantes de Hollywood de 2011. Una buena adaptación que a fuerza de parecer un thriller psicológico no tiene ritmo, pero ese parece ser el precio que hay pagar para contener todos los elementos narrativos de la literatura.
Remake americana de la primera parte de la exitosa saga “Millenium” de origen sueco, basada en el best seller de Stieg Larsson. Mikael Blomkist (D. Craig), un periodista de investigación desacreditado a causa de un escándalo, recibe el encargo de investigar la misteriosa desaparición de la sobrina de un magnate, ocurrida 40 años atrás. No sabe que una pirata informática, Lisbeth Salander, lo está investigando a él. La joven, de aspecto punk, ha sido sometida a todo tipo de vejámenes por su padrastro y su tutor. Tarde o temprano, uno y otra unirán fuerzas para enfrentar a un enemigo de mil caras. Rodney Mara se empeña por igualar la performance de Noomi Rapace, la actriz nórdica que se hizo cargo de la rebelde y atormentada Salander. En la Argentina ya se conocía la versión original, y pese a los esfuerzos de David Fincher (“Pecados capitales”, “Red social”), esta nueva y prolija aproximación pasó rápidamente por la cartelera local.
David Fincher ("Pecados Capitales", "El Curioso Caso de Benjamin Button", "Red Social") dirige la muy esperada versión norteamericana del film sueco "Los Hombres que no Amaban a las Mujeres" (Män som hatar kvinnor), producción que en la Argentina se estrenó en febrero de 2010 y que a su vez está basada en la exitosa trilogía literaria "Millennium", escrita por el fallecido Stieg Larsson. "La Chica del Dragón Tatuado" nos introduce en los hechos que se desarrollan en la primera novela de la mencionada saga de suspenso y que, al igual que en el libro, suceden en Estocolmo, lugar que los realizadores decidieron mantener porque las raíces de la historia son totalmente suecas. Allí, un periodista financiero llamado Mikael Blomkvist (Daniel Craig), dedicado a desenterrar la corrupción tanto política como empresarial, es acusado de difamación por un hombre poderoso tras la publicación de una investigación llevada a cabo para la exclusiva revista Millennium, de la cual es co-propietario junto a su socia -y a veces amante- Erika Berger (Robin Wright). Tras la demanda con la que el empresario se defiende, y que prácticamente deja en banca rota tanto a Blomkvist como a la revista, el protagonista decide alejarse de Millenium. Es en ese momento que aparece en escena Henrik Vanger (Christopher Plummer), uno de los industriales más ricos de Suecia, quien lo contrata para investigar la desaparición de su amada sobrina Harriet, ya que el hombre sospecha que la asesinó un miembro de su enorme y complicada familia. Durante su investigación, el personaje interpretado por Craig cruza su camino con Lisbeth Salander (Rooney Mara), una joven que posee habilidades como hacker e investigadora, por lo que se suma a la caza de este asesino. La "chica del dragón tatuado" es una muchacha punk, fuerte, determinada y profundamente antisocial, pero a la vez una víctima vulnerable de la vida misma, ya que ha vivido bajo la tutela del Estado desde su infancia. Para peor, tras la muerte de su tutor, es asignada a otro guardián que no tiene buenas intenciones. Con algunas escenas fuertes, a lo largo de 2 horas y 40 minutos (un poquito larga para mi gusto), esta producción que representa todo un desafío para Fincher (adaptar una novela no es fácil y menos ésta), le propone al espectador adentrarse en un laberinto que contiene asesinatos, corrupción, secretos familiares, perversidades y los demonios internos de dos inesperados aliados que buscan la verdad en un misterio que comenzó hace 40 años. Más allá de los notables desempeños del elenco protagónico, tanto de Craig como de Plummer, vale la pena recalcar el sobresaliente y jugado trabajo de Rooney Mara (recientemente nominada a un Globo de Oro por este papel), la verdadera protagonista (y heroína por qué no) de esta historia que continuará (todo dependerá del éxito de la taquilla) en las respectivas adaptaciones de "La Chica que Jugó con Fuego" y "El Castillo de Aire que Estalló".
Secretos de familia David Fincher, el director de The Social Network y nominado a un Premio de la Academia, buscó desentrañar en la pantalla grande el mundo de la trilogía Millenium, la novela best seller de suspenso del sueco Stieg Larsson. Y vaya si lo logró en esta extensa primera parte (casi tres horas) donde el periodista financiero Mikael Blomkvist, protagonizado por Daniel Craig, decide restaurar su honor tras ser acusado por difamación. Uno de los industriales más ricos de Suecia, Henrik Vanger (Christopher Plummer) contrata a Mikael para investigar la desaparición de su sobrina Harriet, ocurrido varias décadas atrás, pues el empresario sospecha que la asesinó un miembro de su enorme familia. Entonces Blomkvist se dirige a una remota isla en la gélida costa sueca, sin saber lo que le espera. Pero no estará solo, junto a él actuará la enigmática Lisbeth Salander (Rooney Mara) quien tuvo una misión anterior: indagar los antecedentes de Blomkvist. Y desde una cabaña, enclavada en un ámbito nevado que contagia hostilidad, la dupla de investigadores tendrá que comenzar a desenmarañar los secretos de una familia enemistada con el pasado, que le huye a varios secretos y tiene muchos temas tabú. ¿No es algo común? ¿Les suena? Y acá es donde fluye la sagacidad y tenacidad de Salander quien parece no dar un paso demás, todo en ella es instinto puro, pragmatismo y seguridad. Por eso se interna en hemerotecas y registros empresariales para atar cabos de maniobras oscuras, testaferros y con muchas cosas en juego. Por su parte, el periodista tiene el contacto humano con la familia: algunos lo ayudarán, otros intentarán confundirlo, otros alejarlo y hasta la muerte se acercará a él. La chica del dragón tatuado no deja de lado las escenas subidas de tono: recordemos la bisexualidad de Lisbeth y como va a las sábanas con Mikael o una amiga que se levanta en un boliche. Y las vejaciones también están a la orden del día: Lisbeth tiene un tutor que la sobornará para darle dinero, engañará y violará. Obvio que la chica se vengará de ese acto: le tatuará en su pecho un mensaje para que no se olvide jamás de su condición criminal. A diferencia con la versión sueca del film, esta adaptación hollywoodense entra en mayores detalles, se acerca más a la novela y no es tan fría como su par escandinava. Sin dudas, para meterse de lleno en el intrincado mundo del cerebro mítico de Stieg Larsson.
Pongamoslo así. Esta película es sobresaliente, y lo digo a pesar de no estar muy de acuerdo con las remakes. “La chica del dragón tatuado” ["The girl with the dragon tattoo"] de David Fincher, basada en el film sueco “Los hombres que no amaban a las mujeres” de Niels Arden Oplev y en la novela del fallecido Stieg Larsson, es casi excelente. Respeta los hechos y el orden cronológico de los mismos, las actuaciones son muy buenas, así como también la atractiva estética gótica del film, los escenarios y lugares, pero todo parece indicar que la película es un calco de la europea. Y así es, por algo es una remake, aunque bien se podrían haber inventado o modificado algunas cosas como para que no resulte tan igual. Las actuaciones, como dije antes, se destacan. Daniel Craig en el papel del periodista Mikael Blomkvist es bueno, aunque un poco más osado y revolucionario que el original, que queda como un santo en comparación a este personaje más nuevo. Se destacan también Stellan Skarsgard en el papel de un primo "raro" y de Christopher Plummer como una especie de sostén familiar y quien contrata a Mikael para investigar el extraño caso de su nieta postiza desaparecida. Todos estos son muy buenos y certeros. Dieron en la tecla. Imposible no hablar de Rooney Mara a quien le tocó encarnar el personaje más oscuro, demoledor y psiquiátrico (más que psicológico). Este papel no puede hacerlo cualquiera y Rooney estuvo bien, sin embargo no encajó ni adoptó a la verdadera Lisbeth Salander que era violenta por naturaleza. Rooney es más bien como una “modelo” linda a la que le pagaron para vestirse de negro, raparse y ponerse algunos aros. No deja nunca de ser angelical. No va más allá de eso. Y esta historia necesitaba realmente de una mujer violenta, realmente bisexual hasta la médula, fuertemente vengativa, que despierta amores y odios, con severos traumas y violada ferozmente por su cuidador. Noomi Rapace no tiene nada que envidiarle a la norteamericana. Es la personificación más certera de Lisbeth. Noomi es como tiene que ser y a Rooney le falta fuerza, aunque no hay que negar que es buena actriz y que los afiches de promoción se encargaron de poner toda la carne al asador y nos vendieron prácticamente a una sex symbol. Esta fue la única falencia en la película aunque Rooney y Daniel como pareja en la ficción funcionaron y muy bien. Para los que pudieron ver la versión sueca (la original) no van a encontrar grandes cambios con respecto a esta, sino todo lo contrario. La película arranca con todo desde el principio (desde los títulos se podría decir), y se destaca la banda sonora, aunque comienza de manera diferente. Luego se aprecia exactamente la misma historia y en algunas oportunidades hasta los mismos diálogos. Entretenida, aunque muy extensa, se disfruta y tiene lo que tiene que tener, sin embargo la versión sueca se muestra superior. Se verá luego qué nos proponen las dos partes que restan de la trilogía Millenium (“La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” y “La reina en el palacio de las corrientes de aire”). 4/5 SI Ficha técnica: Título Original: The Girl with the Dragon Tattoo Dirección: David Fincher Guión: Steven Zaillian Año: 2012. Estreno (Argentina): 19 Enero 2012 Género: Thriller Origen: Estados Unidos/ Reino Unido/ Suecia/ Alemania Duración: 158 minutos Clasificación: AM18 Distribuidora: Sony Pictures Web: http://www.dragontattoo.com/site/