La novela Gone Girl puede fácilmente caer ante los ojos de un observador ocasional como el nuevo libro de moda, un girapaginas de dudosa calidad imposible de dejar hasta no leer un capítulo o unos cuantos más. Durante mucho tiempo, ese cartel de literatura comercial, barata, pendió sobre la cabeza de Stephen King, y lo mismo está ocurriendo con Gillian Flynn, autora de la novela en cuestión y flamante guionista de su propio material. Uno pensaría qué fue lo que atrajo a un director del calibre de David Fincher para adaptar un best-seller de este tipo, y tras finalizar Gone Girl, la pregunta se responde sola. Detrás de la simple trama se esconde una radiografía profunda y lacerante sobre las relaciones de hoy en día, sobre el matrimonio, los medios de comunicación, y la pregunta del millón: ¿Realmente conocemos a la persona que está al lado nuestro? Funcionando como varias películas al mismo tiempo como engranajes bien aceitados, Gone Girl comienza con el típico chico-conoce-chica para ir desprendiéndose poco a poco de sus capas superficiales y presentando una dimensión oscura y siniestra. Ante la desaparición de su mujer, Nick debe enfrentar el frenesí de los medios que lo acosan y lo señalan como el culpable. La apatía y el cinismo del personaje, capturados con firmeza por un Ben Affleck en modo fénix dentro de la industria, no ayudan a que luzca menos culpable, más cuando las evidencias en su contra se vayan apilando conforme pase el tiempo. La estructura narrativa de la novela, dividida en dos partes y con narradores en primera persona, se traslada con facilidad a la pantalla, mostrando en el pasado a Amy narrando su diario íntimo y en el presente a Nick enfrentando la investigación policial. Revelar mucho más de lo que hace el trailer sería contraproducente, pero es de esperarse varios giros en la trama que finalmente genera un antes y un después en la historia. Lo que Fincher vio en la prosa de Gillian -un matrimonio resquebrajado, una cruenta caza de brujas con un personaje apático en una tormenta mediática- se ve trabajado con la sutileza que caracteriza al director. Sin muchos artificios pero con pulso morboso, el realizador se sumerge en la vorágine de la pareja para explorar el desasosiego que se genera en la acuciante situación. Con ayuda de los sospechosos de siempre -la fotografía ligeramente sombría y atmosférica de Jeff Cronenweth, la edición puntillosa de Kirk Baxter sin su colaborador Angus Wall- Fincher lleva a buen puerto su adaptación, elevando un material de por sí interesante hacia alturas impensadas. Los 149 minutos de metraje se pasan volando gracias a la fuerza magnética de las imágenes y escenas conjuradas. El as bajo la manga de Gone Girl, sin embargo, es Rosamund Pike. Venciendo a muchas otras actrices por el preciado papel, ella le insufla vida a Amy y por fin esa actriz, que siempre fue la secundaria bonita de una preciosura frígida, puede ingresar al panteón de grandes figuras. Su Amy es avallasante, temeraria, una bomba que va juntando fuerzas y explota en el momento indicado, en uno de los pasajes más hermosos, audaces y rellenos de comedia negra de toda la película. Sí, así es, Gone Girl es un thriller demoledor, pero también tiene pinceladas de humor negro que van a hacer sentir al espectador culpable por reírse ante semejantes situaciones. El elenco secundario es uno de los más sólidos que se han visto en pantalla en años. Carrie Coon, en una seguidilla ganadora luego de su papel en la serie The Leftovers, interpreta con personalidad a la hermana gemela de Nick, mientras que el dúo de policías de Kim Dickens y Patrick Fugit acompañan con fuerza a Nick en su descenso al infierno durante la investigación. El costado de los medios está bien representado en Missi Pyle como la sensasionalista Ellen Abbott, y la más moderada Sharon Schieber de Sela Ward. Incluso comediantes como Tyler Perry y Neil Patrick Harris sacan a relucir sus mejores armas dramáticas en sendos papeles pivotales. Hasta la bomba sexual de Emily Ratajkowski no desentona como la misteriosa Andie. La amalgama de actores es de una uniformidad pasmosa, rodeando eficazmente a Affleck y Pike. No puedo dejar de mencionar la gran labor de Trent Reznor y Atticus Ross, que vuelven a trabajar junto a Fincher luego de haber recibido sendos Oscars por The Social Network y aumentado su calidad en The Girl with the Dragon Tattoo. Aquí siguen experimentando con sonidos industriales que embotan los sentidos, mezclados con melodías lúgubres y tenebrosas para crear una de las bandas de sonido más peculiares que se hayan oido en un film de este estilo. Como todo lo que toca Fincher, la música es estilo puro, puede que no sea para todos, pero le aporta una atmósfera siniestra e incómoda. Gone Girl es una prueba firme de que David Fincher sigue siendo una promesa de cine de buena calidad. Aunque al principio parezcan extrañas sus decisiones fílmicas, está claro que ve potencial ahí donde nadie más lo hace, y los resultados quedan a la vista. Su film es feroz, atrevido, despiadado y quizás hasta sea mejor película de citas para llevar a una persona al cine que una romántica de esas que pueblan las carteleras de cine. Y que la próxima temporada de premios se agarre fuerte, porque este tren promete entrar arrasando a la carrera del Oscar. Otra estrellita dorada en la frente de Fincher.
Perdida o Gone Girl es la nueva película del genial David Fincher, director de cintas como El Club de la Pelea y Pecados Capitales sin embargo en este nuevo film el director aborda otras temáticas que no dejan de ser tan enfermizas como las del resto de su filmografía. Hasta que la muerte nos separe perdidaBasada en la novela de Gillian Flynn (la cual también oficia de guionista) la trama de Perdida comienza de una manera muy sencilla. Es el día del quinto aniversario de casados de la pareja Dunne, pero súbitamente Amy (Rosamund Pike) desaparece sin dejar rastro, o eso es lo que parece, Nick (Ben Affleck) descubre esto una vez que vuelve del bar que tiene con su hermana Margo (Carrie Coon) inmediatamente llama a la policía y la trama empieza a girar de una manera tan vertiginosa que no vamos a poder despegar la mirada de la pantalla ni un segundo. A partir de la desaparición la película es narrada a través de un diario que encuentran de la propia Amy, metiéndonos en flashbacks que nos van a contar desde como se conocieron, pasando por todos los momentos felices de la pareja, los momentos infelices, hasta el día de la desaparición de Amy. Pero también seremos parte de los pensamientos y el calvario que sufre el propio Nick con la desaparición de su esposa. Hasta acá todo parecería ser un thriller común y corriente, pero con David Fincher detrás de cámara no se puede pensar eso, la película mucha veces nos pone de manifiesto de que tenemos que dudar de todo. El director nos pone en una posición incomoda de observadores, nos gira la trama una y otra vez y lo peor de todo es que con cada giro la película se pone mas interesante que la media hora anterior. Los de afuera son de palo Perdida nos mete en un mundo de tonos verdes y amarillos (el mundo Fincher) que nos ponen incómodos, ya que nos damos cuenta que la verdad está distorsionada, esto sumado a la banda de sonido de Trent Reznor y Atticus Ross se resume en un relato enfermizo y satirizado de las relaciones de pareja, el matrimonio, el capitalismo y sobre todo el manejo de los medios de comunicación que existen en el mundo contemporáneo. Más allá de todo esto la película no deja de tener momentos de comedia incómodos que solo un director como Fincher puede manejar a la perfección sin cambiar el tono que lleva la película. Todo está absolutamente cuidado y son piezas fundamentales del relato, desde la detective que investiga el caso, una mujer fuerte que no se cree lo que ve en primera instancia, su compañero, que lo único que hace es dar por sentado que el caso está cerrado, los medios que no dejan de acosar a Nick, el abogado especialista en maridos que asesinan esposas, hasta pequeños detalles como la canción “Don’t Fear the Reaper” que Nick escucha en su auto. Las actuaciones generan empatía con nosotros y es increíble el cambio de registro que van realizando todos los protagonistas, creo que debe ser el papel mas complejo que le ha tocado realizar a Ben Affleck en toda su carrera. Sin embargo la que se lleva toda la atención es Rosamund Pike debido a todas las emociones que genera su personaje. Conclusión Perdida es una película larga, pero definitivamente son necesarias todas las situaciones que nos muestra, porque con cada punto de giro que la trama nos revela, la película toma otra forma y es mucho mejor que la anterior. Un film poderoso y enfermizo que funciona aun mejor si te arruinan la sorpresa.
La manipulación en la vida cotidiana. A pesar de que podemos catalogar a David Fincher como uno de los representantes ilustres de la generación de realizadores de principios de la década del 90, aquella que surgió bajo el manto de la transgresión visual y con una amplia experiencia en las comarcas de la publicidad y el videoclip, lo cierto es que el norteamericano ha llegado mucho más lejos que la mayoría de sus colegas de aquellos días. El prestigio intra industria y el consenso elogioso de la crítica, dos “estados” del devenir cinematográfico tan caprichosos como inasibles, no son nada en comparación con su verdadero logro, el haber conseguido que todos sus films sean sinónimo de una calidad vinculada a la esencia misma del séptimo arte. La maestría en la puesta en escena, el control de los detalles técnicos, una pasión intrínseca entre clasicista y de vanguardia, la paciencia de los relatos y la interpelación sociológica al contexto de los personajes constituyen los pivotes de su carrera y los rasgos excluyentes de Perdida (Gone Girl, 2014), su opus más reciente. Una vez más el director respeta su pedigrí de gloriosos thrillers suburbanos aunque volcando la balanza hacia el drama de alcoba y la parodia de la euforia mediática: hoy el combo incluye la ambivalencia solapada de Al Filo de la Muerte (The Game, 1997), mucho sarcasmo contracultural símil El Club de la Pelea (Fight Club, 1999) y una voracidad narrativa que nos retrotrae a Zodíaco (Zodiac, 2007). En esta ocasión la premisa es extremadamente simple (está centrada en la desaparición de una mujer y la investigación subsiguiente sobre su esposo) y el “gran misterio” se resuelve promediando la trama (a través de un examen irónico de las pugnas hogareñas y el rol que le suele caber a los cónyuges). Recuperando el elixir de la doctrina hitchcockiana, Fincher nos permite conocer a Nick y Amy Dunne, interpretados por Ben Affleck y Rosamund Pike, por sus decisiones en consonancia con la progresión dramática y el acervo particular de cada uno, en detrimento del cúmulo de facilismos del Hollywood actual, orientado a un entorno cuasiestático, los manotazos de ahogado y protagonistas que deambulan a ciegas. La película analiza tres campos en simultáneo: Nick es la puerta de entrada a las disputas matrimoniales, su hermana Margo (Carrie Coon) funciona como la voz de una imagen pública que condena y/ o exonera según los vientos de la noticia convertida en mercancía, y Amy es un emblema de la burguesía intelectual venida a menos, cuya pedantería parece corresponder a la de un hipster de atributos misántropos, siempre presto al inconformismo o la acusación desmedida. Más allá de las excelentes actuaciones del elenco y un diseño de producción preciosista, nuevamente resulta destacable la banda sonora de Trent Reznor y Atticus Ross, ahora con ecos de los trabajos de Angelo Badalamenti para David Lynch. Sin lugar a dudas el mayor mérito de Fincher vuelve a ser la sorpresa, ese giro sutil hacia una intimidad esquizoide que denuncia la complejidad por detrás del andamiaje utópico del sueño americano. Si bien el guión de Gillian Flynn, a partir de su propia novela, comienza recorriendo la senda de un film noir invertido en términos de géneros sexuales, pronto aprovecha con astucia el detalle de que Amy es la autora de una serie de libros infantiles semiautobiográficos de gran popularidad. En un solo y extraordinario movimiento, la propuesta unifica el patetismo de la vida cotidiana, las distintas capas del peligro, el retrato de las relaciones de pareja y la manipulación informativa vía clichés y mentiras digitadas…
El juego de las lágrimas. Lo que genera tantas sospechas en Nick Dunne (otro Ben Affleck comprador), es su carácter inexpresivo y desinteresado ante la misteriosa desaparición de su esposa Amy Elliott (la flamante Rosamund Pike), una reconocida escritora de libros infantiles, el mismo día que cumplen su quinto aniversario de bodas. El hecho no tardará en generar revuelo, implicando una búsqueda exhaustiva por parte de toda la comunidad de Missouri. Sin develar el paradero de Amy, diremos que de a poco Nick se convierte en el principal acusado de la investigación, mientras los medios construyen la imagen frívola de un hombre al que consideran un asesino, sin siquiera haber encontrado el cuerpo de la víctima. Basada en la novela homónima de Gillian Flynn (quien también se hace cargo del guión), Perdida explora la debacle del romance en los matrimonios contemporáneos, producto de la alienación, la inestabilidad económica y el miedo social; y cómo a la larga deriva en angustias, infidelidades y violencia domestica. El encargado de llevar la adaptación a buen puerto no podía ser otro que David Fincher, todo un arquitecto a la hora de barajar diferentes categorías dentro de una misma historia. Entre sus últimos trabajos cabe destacar el relato pictórico de El Curioso Caso de Benjamin Button, el capitalismo geek en La Red Social y el dark tech de La Chica del Dragón Tatuado. Fincher siempre abaló modismos visuales pretenciosos que se valen tanto de lo orgánico como de lo digital para estilizar desarrollos densos sin descuidar a sus personajes (el choque de opuestos frente a una investigación pesimista en Pecados Capitales, los jugadores desplazados en el puzzle obsesivo de Zodíaco), pero con Perdida pone especial énfasis en homenajear al cine de género (en este punto comparte varios matices con Efectos Colaterales de Steven Soderbergh), sin perder el pulso argumentativo y el atractivo fotográfico que lo caracteriza, además de volver a confiar en el ambient pecho frío de Trent Reznor y Atticus Ross para dimensionar atmósferas. Valiéndose de un discurso quirúrgico, Fincher alcanzó a lo largo de toda su carrera productos de elaboración compleja a los cuales les siguieron pedidos o proyectos de transición con los que fue amortiguando dicha ambición (piensen en el montaje anárquico de El Club de la Pelea que luego deriva en la claustrofobia humilde de La Habitación del Pánico), y fue en este pasaje que abandonó el abuso de travellings cliperos por fotogramas clasicistas. Desde ese plano inicial majestuoso contemplando la cabellera rubia de Pike que se revela directo hacia el lente de la cámara, queda claro que el poderío de Fincher alcanza acá su pico de expresión. Con todos estos recursos, Perdida pasa de ser un drama suburbano a una sátira negra sobre la manipulación mediática (la teoría del asesinato que deviene en reality show inescrupuloso), la derecha norteamericana (cuando el caso se vuelve trending topic y se inicia la caza de brujas) y el flagelo feminista (en el cine de Fincher suelen ser las mujeres quienes se imponen con preponderancia ante una masculinidad vulnerada). Sin perder el ritmo movedizo de la intriga, Fincher condensa minuciosamente un thriller psicológico en evolución hasta desenmascarar el costado macabro del sueño americano. Una obra tan retorcida como cautivante, reforzando el talento de un realizador que no para de enaltecerse. Humille maestro.
Te amo, te odio, dame más. ¿Cómo hablar de una película cuando por sus características narrativas conviene mejor no adelantar casi nada? O mejor aún, ¿qué decir cuando una obra regala tal libertad que permite que la empatía hacia los personajes dependa de la subjetividad de cada espectador? Imagino arduos debates a la salida del cine que plantean quién es la víctima y quién el victimario, o si uno de los personajes está completamente loco o solo enloqueció por culpa del otro. Estos arduos desafíos nos plantea David Fincher con su último trabajo Perdida, adaptación del best seller de la escritora Gillian Flynn. El cineasta estadounidense viene de adaptar otro mega éxito de ventas en las librerías con La Chica del Dragón Tatuado, y ya se ha sumergido en las profundidades tanáticas y autodestructivas de la psiquis humana con clásicos perturbadores como Pecados Capitales, El Club de la Pelea y Zodíaco. Pero esta vez se mete en un terreno distinto aunque no menos enigmático, el lecho matrimonial, el desencuentro amoroso y las consecuencias alienantes que esto puede llegar a tener si hay una marcada vulnerabilidad emocional. Nick (Ben Affleck) llega a su hogar el día del quinto aniversario con su esposa Amy (Rosamund Pike), allí descubre toda su casa dada vuelta y que ella misteriosamente ha desaparecido. Inmediatamente llama a la policía, se abre el caso judicial, se populariza en cuestión de horas y comienza el circo mediático. La película está relatada con numerosos flashbacks que al principio son bastante molestos y solo después van cobrando sentido, los cuales narran el flechazo entre ambos, los juegos de seducción, y la historia amorosa de la pareja. Vamos y venimos del pasado al presente hasta llegar a abrir un abanico de intrigas para poder pesquisar qué fue lo que pasó con esta mujer. La trama está estructurada en tres tiempos: en un primer momento la presentación del caso, la apertura del enigma y el desconcierto, en una segunda parte comenzamos a obtener algunas respuestas para armar este paranoico rompecabezas, y el tercer momento es el lapso que nos lleva al desenlace, donde prima el “sálvese como pueda” y ahí el fin justifica cualquier tipo de medios. El film no pierde oportunidad para denunciar claramente lo cosmética que es la sociedad mediatizada, donde los medios de comunicación, más precisamente la televisión, quieren impartir una justicia paradójicamente perversa, y desde un discurso moral violan cualquier código ético, utilizando unos vagos signos para generar la psicosis colectiva. Con un pulso narrativo impecable que goza de varios y notables puntos de giro, soberbias interpretaciones, una puesta en escena prolijamente perfecta, acertadas cuotas de humor que descomprimen lo siniestro, la película no da respiro, ni decae en ningún momento y el producto final es una obra ágil, inquietante, hipnótica y ominosa. A estas alturas ya no se sabe si Fincher es un perverso que la tiene clara, un psicótico brillante o un obsesivo genio, me inclino más por esta última.
Nada es lo que parece. “Perdida” es el nuevo thriller de David Fincher, un hombre que sabe del tema, y por lo que se avistaba, parecía casi un film de manual, uno de más de personas desaparecidas y la búsqueda por parte de un ser querido. Pero no, estamos frente a un film que pone la inteligencia en el primer plano, no nos dejemos engañar, esa premisa quizás sea sólo una excusa. Fincher sabe bucear bien en las aguas de la intriga de gente aparentemente “normal”, “La Habitación del Pánico”, “Zodíaco”, “Pecados Capitales”, y “La chica del dragón tatuado” son firmes ejemplo de ello. Esta vez abandona la ciudad para adentrarse en los suburbios, en esos barrios en los que pareciera que nada malo puede suceder. Nick Dunne (Ben Affleck, enterrando a todos los que critican sus performances) un día se levanta, se dirige al bar que regentea con su hermana, juega una partida en El juego de la vida, cuando vuelve a su casa, Amy, su esposa, ya no está, desapareció. Todo da a sospechar que fue, o secuestrada, o asesinada y ocultada… y no aparece nadie pidiendo un rescate o algo parecido. Esta es su base, cómo una vida que pareciera feliz y tranquila se ve alterada por un hecho inesperado, traumático. Mientras la investigación avanza en manos de la detective Rhonda Boney (Kim Dickens), todo el entorno se verá convulsionado, y la figura de Nick se pondrá en el foco de atención. Todo el barrio ayuda en la búsqueda ¿pero realmente conocen a la pareja?. Inteligentemente, en continuos flashback manejados como un diario personal, en voz y presencia de la propia Amy (que además sirvió de inspiración para que su padre creará un popular personaje literario, lo cual complica más las cosas) recorreremos la historia de este matrimonio, pero también, el espectador puede ser manipulado. En uno de los tantos picantes parlamentos, Nick asegura “Me compadecieron, me juzgaron, me odiaron, ahora me amarán”. Ese es el principal interés de “Perdida”, como la opinión pública puede ser manipulada, a través de los medios, a través de los rumores; importa más el qué dirán que el qué pasó. Las vueltas de tuerca están servidas y nada de lo que uno suponga será como realmente es. Aun así, el manejo ágil que nos ofrece Fincher, sumado a un guión minucioso de Gillian Flynn (que adaptó libremente su novela), hará que la atención nunca se disperse, y que esas casi dos horas y media pasen mucho más rápido de lo que parece. Párrafo aparte para quien le pone su cuerpo a Amy, Rosamund Pike. Si Ben Affleck cumple más que satisfactoriamente con su rol de marido con varias capas, no puede evitar quedar en segundo nivel tras el arrollador nivel de la actriz de Identidad Sustituta en el que puede ser su rol consagratorio luego de algunos pasos por otras películas algo fríos. Pike le pone su cuerpo a esta Amy que tiene más para contar de lo que demuestra, se transforma como un camaleón, cambia su ánimo, su temperamento; verdaderamente una actuación brillante. Estamos frente a un Finchrerm promedio, puede ser este un film suyo por encargo, pero de todas maneras le alcanza para manejar muy bien su rubro. Para crear ese clima tenso y extraño en un lugar en el que pareciera sólo reinar la paz. “Perdida” es uno de los grandes trhillers del año, adeptos al género, que busquen un poco más allá de la receta habitual no la dejen pasar.
Bucear en el alicaído American Way of Life para construir una obra cínica, despiadada y feroz de un país que vive de apariencias es lo que logra David Fincher en "Perdida" (USA, 2014). Una vez más su habilidad para deconstruir y denunciar un estado de las cosas inmóvil e intocable funciona durante los 150 minutos de una película, que aun mutando en su forma a lo largo del metraje no decae en interés. Un hombre, Nick Dunne (Ben Affleck), ve como su suerte cambia de un momento a otro cuando su mujer, Amy (Rosamund Pike), desaparece sin dejar rastro el día de su quinto aniversario de casados. Cuando la detective Rhonda (Kim Dickens) y su asistente (Patrick Fugit) comienzan el proceso de investigación se encontraran con un sinfín de indicios que apuntaran directamente a sospechar sobre Nick y su entorno. La búsqueda de Amy (Pike) se volverá una cuestión de estado, más aun cuando en el pequeño pueblo de Missouri no hay mucho más por hacer más que criticar al vecino y elucubrar las más ridículas hipótesis y teorías sobre el resto de los habitantes. Si en sus obras anteriores Fincher había logrado establecer (excepto en la fallida adaptación de "La chica del Dragón tatuado") una clara línea autoral, es en su acercamiento a la TV con "House of Cards" en donde todo se potencia y "Perdida" bien podría funcionar como un spin off de ésta y continuar algunos de los lineamientos planteados, básicamente los que tienen que ver con el matrimonio. La denuncia sobre la corrupción del sistema judicial, el desenmascaramiento de la mentira detrás del ideal familiar, la hipocresía de los medios de comunicación, y el cinismo como forma de vida, son solo algunos de los tópicos que se exploran en el filme. A través de planos detalles, paneos, planos secuencias y una sugerente y envolvente banda sonora, Fincher logra generar una película que por momentos de drama de búsqueda desesperada se transforma en thriller psicológico, película de procedimiento policial, drama a la "Belleza Americana" con vestigios de conspiración circundante y reflexión sobre la realidad social. A todo esto hay que destacar que por medio de la narración en off y flashbacks como recurso discursivo principal harán que Amy (Pike), la "perdida" del título, posea una presencia más contundente que la del propio Nick (Affleck), que, aun estando todo el tiempo en pantalla, no logra establecer su protagonismo en el filme. "Perdida" adapta el best seller de Gillian Flynn en una película cruda, que no da tregua, y que pese a poseer una duración extendida no resiente su visionado, básicamente por la habilidad de Fincher de poder ir cambiando el tono y la temática, como así también la focalización sobre la victimización de sus protagonistas en un eterno loop de conspiración y duda. “Perdida” es una de las películas del año.
Nada que buscar Perdida es el último filme del director David Fincher (El club de la pelea, El curioso caso de Benjamin Button) que tiene de protagonistas a Nick Dunne (Ben Affleck) un joven carilindo y canchero de una pequeña ciudad del oeste de los Estados Unidos, quien conoce a la bella y asombrosa Amy (Rosamund Pike), una suerte de ex niña prodigio enquistada por sus padres en su infancia a través de una serie de libros de aventuras para chicos. Ambos, escritores, llevan una vida color de rosa en una casa de ensueño hasta que un día, como cualquier otro, al llegar a su casa descubre indicios de una escena violenta y no encuentra a su mujer. Este es el puntapié para una larga historia de intriga y misterio alrededor de una joven de clase media alta y con alto impacto en los medios y la opinión pública. El film ronda en una trama que pretende llevar al personaje de Affleck como el presunto asesino de su mujer. Dilapidado sin sentido por los medios de comunicación, el caso de su mujer comienza a tener cada vez más repercusión y con él, su mala imagen como compañero de cama. Una vecina con hambre de fama y una amante presionada por las cámaras hacen de la situación un cocktail que va directo a donde el guion pretende conducir al espectador. Sin sutilezas ni caminos alternativos, parece que todos los arquetípicos personajes ocupan su rol en la historia, y llegan hasta lo esperado. Tras unos días, el pasivo escritor comienza a descubrir el juego de su huidiza mujer y con su hermana, su única compañía de apoyo moral, intenta alcanzarla y esclarecer la verdad antes de que la arrasadora caja boba termine con ellos. A medida que avanza en la rebuscada trama tejida por los protagonistas, el espectador debería ir acompañando el relato y los estados que ofrece. Pero ante tan evidente salida, el film empieza a complejizarse cuando a la asombrosa Amy dejan de resultarle todos sus planes. Y termina cayendo en un laberinto sin salida y sin final, improvisando y trastabillando en una suerte de puerta abierta donde no se sabe bien que resultará y cuándo finalizará la historia. La intriga se sostiene con los habituales clishés del género, pero más allá de ello, una suerte de hitos en tono de comedia que disparan la gracia es lo que salva el ámbito de entretenimiento del film. Excesiva en duración, no cuenta más que la pretensión de una niña mimada que quiere salirse con la suya, acostumbrada a ganar y a ser complacida, como un juego adolescente. Y se queda en ello, en un personaje misterioso, manipulador y cargado de mala suerte, que se enfrenta a un típico ganador de chicas de preparatoria, pasivo, amable y torpe. Sin alcanzar la madurez en la atención, el film pretende exponer la idea de hasta dónde somos capaces de sostener una relación por miedo o debilidad. Pero vagamente y a través de una historia encorsetada, inverosímil, cargada de arquetipos, clishés e insípidos muebles de madera lustrada.
En su cabeza Trasposición del best seller de Gillian Flynn (aquí, guionista), Perdida (Gone girl, 2014) ofrece una intriga potente en comunión con el mejor David Fincher. La filmografía de David Fincher (con grandes obras como Pecados Capitales y Zodíaco, otras buenas como La habitación del pánico y Al filo de la muerte, y un único traspié: El curioso caso de Benjamin Button) da cuenta de su capacidad de generar climas de incertidumbre mediante una puesta en escena “ascética”, en el sentido de su transparencia, su clasicismo cinematográfico. Es cierto que muchas de sus películas apelan a lo mórbido, a lo tenebroso o truculento, pero en ellas importa más el contexto que el efecto en sí. A tono con esa premisa, aquí el realizador quiere que observemos la desencantada historia de Nick y Amy como si fuéramos analistas, poniendo en entredicho cualquier gesto empático de sus dos amargas criaturas. “Cuando pienso en mi esposa, siempre pienso en su cabeza”, sueltan las primeras líneas del libro y de la película también. Quien reflexiona es Nick Dunne (un preciso Ben Affleck); el objeto de su reflexión en Amy, una bella mujer. Ella fue el objeto artístico de sus padres, quienes ficcionalizaron buena parte de su infancia en una serie de libros infantiles; además de ser esposa y ama de casa, es “la maravillosa Amy”. Por eso, cuando desaparece no sólo tendrá en vilo a su familia, sino también a todo un país que la ha conocido indirectamente. Pero, ¿qué hay en esa cabeza? ¿Cuánto de lo que se presupone de compartido es, en realidad, un rechazo reprimido? ¿En qué momento esa persona a la que se le ha otorgado el rol marital se revela como un espejismo? Perdida, además de un efectivísimo thriller hitchcockiano es (tal vez, por eso mismo) un drama sobre la identidad que le pega una patada al matrimonio, institución nodal que aún se mantiene, firme, aunque el estado del mundo refleje un caos tras otro. La película transcurre en una buena parte de su metraje (casi dos horas y media) en ese tipo de espacios consagrados al american way of life, en donde el epicentro es la casa familiar. El ojo de Fincher filma con discreta distancia aquellos lugares; sin artificios pero tampoco con pobreza televisiva. Su película ofrece una mirada sobre el reverso más duro; los efectos devastadores del capitalismo, con su lógica de acumulación y asfixiante decadencia económica, que genera no sólo malestar inmediato sino también la degradación de la consciencia. El dinero, el materialismo, el poder de ostentación, aparecen aquí de forma tangencial; todo cobra un espesor distinto cuando vemos que tan cerca de esa casa soñada hay un centro comercial cerrado, atestado de parias; “los otros”, “los que no pudieron acceder”, o “los que fueron expulsados”. Gillian Flynn transpuso su novela manteniendo su esquema espacio-temporal, que consagra fragmentos del tiempo real con la objetivación de las situaciones que Amy ha dejado escritas en su diario íntimo. En determinado momento, el espectador (que proyecta sobre cada personaje los indicios, las conjeturas, las hipótesis que le aporta el otro) tomará contacto con la resolución de la intriga. Pero el misterio no cesará. Esencialmente, porque la película y el libro formulan dudas más profundas que, liberadas del corset del policial, permiten generar una reflexión (amarguísima) sobre el amor conyugal. Ayudó –y mucho- la decisión de eliminar una serie de personajes secundarios y seguir al pie de la letra aquello que ya tenía en el libro un potencial cinematográfico. Y, además del apuntado trabajo de Affleck, es destacable la labor de Rosamund Pike, una maravillosa Amy.
Asoma una de las primeras candidatas al Oscar con gran interpretación de Rosamund Pike David Fincher debutó en el largometraje con “Alien 3”, pálida secuela de las dirigidas sucesivamente por dos grandes realizadores como Ridley Scott y James Cameron. Tan opaco comienzo no permitía presagiar que, apenas tres años después, “Pecados capitales”, su segunda película, lo consagraría como un nombre importante de la cinematografía norteamericana. De allí en más se agregarían otros títulos relevantes como “El club de la pelea” y “El curioso caso de Benjamín Button”, de nuevo con Brad Pitt y más recientemente “Red social”. “Perdida” (“Gone Girl”), su décimo film se perfila como una de las primeras firmes candidatas a llevar nominaciones para los Oscar del año que viene. Y quien más chances parece tener es la inglesa Rosamund Pike (“Orgullo y prejuicio”, “Otro día para morir”) cuyo personaje, Amy Dunne, da título al nuevo opus de Fincher. Justamente en el inicio se lo ve a su marido Nick (Ben Affleck) desolado, cuando al llegar a su casa no encuentra a su esposa. La siguiente escena transcurre en “The Bar”, tal el nombre del bar (valga la redundancia) que administra junto a su hermana gemela Margo (Carrie Coon). Esta mantenía una mala relación con su cuñada “desaparecida” a la que considera “complicada”, eufemismo que ella aplica a quien considera una “bitch”. Otro personaje femenino entrará en acción, la agente de policía Rhonda Boney, bien interpretada por Kim Dickens, que recuerda al que interpretara Frances McDormand en “Fargo”. Su investigación la conducirá a encontrar rastros de sangre en la casa de los Dunne y a que las sospechas sobre un posible asesinato recaigan sobre el marido. Ha pasado menos de una hora sobre un total de casi 150 minutos que dura el film y es el momento en que conviene que el crítico no devele más acerca de la trama para que no surjan “spoilers”, como suele decirse en inglés Lo único que se puede revelar es que habrá, numerosas sorpresas y aparecerán varios personajes ligados tanto al marido como sobre todo a la mujer, tanto en la actualidad como en el pasado. La situación se agravará lo suficiente para que Nick se vea obligado a contratar a Tyler Perry (Tanner Bolt), un abogado exitoso y muy caro. Y también entrarán a tallar los medios, sobre todo la televisión a través de locutoras mediáticas. Pero serán sobre todo las movilizaciones populares de vecinos, los padres de Amy y gente con pancartas las que irán en crescendo al no tener noticias del paradero de la “gone girl”. Habrá un vuelco sorpresivo en la última media hora y lo que no puede negársele a Fincher es su capacidad para mantener el interés del espectador hasta el acertado final con que se cierra “Pérdida”.
"Crónicas de un sospechoso" Una introducción soberbia en donde demuestra toda su jerarquía como realizador le alcanza a David Fincher para sumergirnos por completo en el que puede considerarse el verdadero relato salvaje de este 2014. “Perdida” se divide claramente en dos grandes partes; por un lado esa armoniosa introducción (que se extiende por más de una hora) en donde todo lo que sucede mantiene atrapado al espectador debido al pulso de Fincher para tratar con realismo un tema complicado, como lo es la desaparición de una mujer, que también trae aparejado otros problemas importantes de la vida moderna: la violencia de género, el tratamiento mediático de una tragedia y las relaciones amorosas que con el paso del tiempo se vuelven tóxicas. Sin embargo, la otra mitad de “Perdida”, no tiene dificultades en erigirse como una faceta completamente distinta de la misma historia y así como resulta llamativamente sencillo identificar ambas partes, también lo es aceptarlas. Ambos extremos del nuevo trabajo de Fincher convergen para ofrecer una de las películas más atrapantes, dinámicas y sobre todo polémicas de este año. Apoyándose en los recursos que siempre supo explotar de forma perfecta, el director de “Pecados Capitales”, “El Club de la Pelea” y “Red Social”, consigue con “Perdida” una película redonda y certera. Si bien los más exquisitos pueden llegar a dejarla fuera del podio de lo mejor que supo ofrecer Fincher, seguramente el paso del tiempo le tendrá asegurado un cómodo lugar entre sus trabajos más importantes. Las actuaciones de sus dos protagonistas principales son las piedras angulares donde reposa gran parte de la trama. Ben Affleck y Rosamund Pike sortean sin sobresaltos una película exigente debido al sinuoso camino que recorre su metraje. Dentro de esa partida, sin dudas, sorprende muchísimo más lo de la actriz británica a quien vemos en el que quizás sea el mejor papel de su carrera. Dentro del plano actuaciones, es necesario dedicarle un párrafo aparte al tremendo elenco de secundarios, al cual Fincher y el guionista Gillian Flynn (autor de la novela homónima en la que está basada la película) exprimen al máximo para trabajar los distintos matices dentro del abanico de subtramas que presentan. Aquí los aplausos se los lleva el comediante Tyler Perry, quien encarna a un abogado de antología. Nuevamente la edición y la musicalización de sus habituales colaboradores (Kirk Baxter y la dupla Trent Reznor & Atticus Ross respectivamente) ayudan a Fincher a destacarse por encima del resto de los realizadores que trabajen en la actualidad dentro del circuito comercial. El valor agregado que estos dos elementos le otorgan a “Perdida” no es otra cosa que la facilidad con la que el espectador se dispone a ingerir lentamente una historia que comienza como un drama moderno y termina siendo un retrato realista sobre el amor en su estado más salvaje. Es imposible imaginar un traspaso a la pantalla de “Gone Girl” en manos de otro realizador. Fincher cuenta no solo con un talento intrínseco para generar tensión y dotar de dinámica a sus historias, sino que también presume la capacidad de saber rodearse siempre de gente talentosa a la hora de contar una historia atrapante. Toda la riqueza que “Perdida” tiene para ofrecer depende de la facilidad con la que estamos dispuestos a disfrutar de un proceso repleto de cambios abruptos, sin detenernos a analizar sus detonantes y sus consecuencias, cuyo único objetivo es llegar a la verdad sin importar lo dura y chocante que sea. Relato y retrato. Victima y victimario. Para resolver un crimen perfecto, siempre fue necesario jugar con ambos extremos.
Cuando todo se vuelve un desquicio paranoide El director de Zodíaco vuelve a su tema predilecto, la locura, con una película que logra ser muchas otras a la vez. ¿Cuántas películas hay en las dos horas y media de Perdida? ¿Una? ¿Dos? ¿Cuatro? ¿Decenas? El relevamiento de las clavijas del andamiaje narrativo del opus diez de David Fincher da como resultado una parábola genérica que irá del policial a la comedia negra y de allí al melodrama romántico y al thriller psicológico, para después volver al primero, entrecruzarse con la segunda, saltar al cuarto, acariciar al tercero y concluir, otra vez, con algo parecido a lo segundo. Uno de los ejercicios cinematográficos más desmesurados, ambiciosos e incognoscibles del Hollywood moderno, Perdida goza de un grado de complejidad y sofisticación felizmente impropio de estas épocas de productos serializados e historias rebajadas hasta la simplificación absoluta. Tanto así que cuesta entender cómo hizo Fincher para que los ejecutivos de una major como Fox dieran luz verde a este auténtico desquicio paranoide con el que ahora, primer jueves de octubre, se inaugura, al menos en Argentina, la carrera por el Oscar 2015. Quizá porque saben que Fincher es un cineasta hecho y derecho, un tipo cuyo estilo ecléctico no impide la conversión de cada de sus trabajos –El curioso caso de Benjamin Button es la excepción que confirma la regla– en ensayos sobre las distintas variantes de la locura. Desde su encarnación en forma de obsesión (Seven: Pecados Capitales, Zodíaco) hasta su versión más lúdica y enfermiza (Al filo de la muerte, El club de la pelea), pasando por su puesta al servicio de la inteligencia creativa amparada en un deseo de venganza (La red social, La chica del dragón tatuado), ella es la principal rectora del accionar de los protagonistas fincherianos. Estrenada mundialmente en el reciente Festival de Nueva York y basada en Gone Girl, el best-seller de Gillian Flynn que vendió más de seis millones de ejemplares desde su publicación, en 2012, Perdida redobla la apuesta mostrándola en su esplendor mientras aqueja por partida doble tanto a ese matrimonio digno de publicidad bancaria conformado por Amy (Rosamund Pike) y Nick Dunne (Ben Affleck), como a un entorno social y mediático hostil, carroñero, intolerante, herido de muerte por las consecuencias de una crisis no sólo económica y política, sino también cultural. Es justamente esa cultura regida por el exitismo y lo cuantificado la que no duda en catalogar a la pareja como ideal, entendiendo esto como la confluencia de prosperidad, belleza y felicidad. La perfección es, también, el motivo por el cual todos respingan la nariz ante la noticia de la desaparición de ella justo en la mañana del quinto aniversario de la visita al altar, sin más rastros que algunos signos de violencia en la casa compartida. ¿Secuestro? Eso piensa el marido. O al menos alega pensar: no suena demasiado convincente diciéndolo mientras pasea relajadísimo por la comisaría y sonríe ante las cámaras. Menos aun cuando se devele el incremento de un seguro de vida de ella y una tendencia a la violencia de género de parte de él. Que el marido tenga la cara impertérrita y el físico tosco de un actor con nula expresividad como Ben Affleck es, rara paradoja, un gran acierto en el marco de un film que, a fin de cuentas, tiene a la simulación, la duplicidad y la construcción de un otro –¿alguien dijo Brian De Palma?– como algunos de sus principales temas. La policía, claro, lo mira de reojo, barajando en voz baja la teoría del asesinato. Pero él insiste en la creciente pobreza e inseguridad del barrio residencial de Missouri al que recalaron después de perder sus trabajos en Nueva York. La riqueza hipotecada de la clase media-alta norteamericana contrastada con una marginalidad creciente desde 2008 será uno de los juegos visuales predilectos propuestos por Fincher durante la primera hora y pico, haciendo lucir ese entorno como un suburbio oscuro y ominoso sacado del universo noir de Dennis Lehane. Hasta que... mejor no adelantar demasiado lo que vendrá después, ya que la voltereta argumental pondrá patas arriba todo lo anterior para zarandearlo hasta niveles imposibles. Que todo resulte narrativamente lógico es un porotazo para un Fincher dispuesto a dar clases sobre el manejo del punto de vista, convirtiendo a Perdida en –como sintetizó atinadamente el diario Los Angeles Times– una de Hitchcock hecha después de haber visto mucho Bergman antes de ir a trabajar.
Audaz, perversa y memorable La nueva película de ese notable director que es David Fincher arranca con una desaparición. En un pequeño pueblo de Missouri, un periodista neoyorquino con ínfulas de escritor llamado Nick Dunne (Ben Affleck) regresa a su casa y descubre que su esposa, Amy (Rosamund Pike), ya no está. Hay rastros de violencia en el interior y todo indica que ha sido secuestrada. La comunidad se ve conmovida, hay cadenas de oración, equipos de voluntarios que salen en su búsqueda y un circo mediático que no tarda en armarse con guardias en la puerta que se mantienen las 24 horas. Pero no pocos miran a Nick con recelo y desconfianza. ¿Qué esconde ese hombre carilindo y amable? ¿Es realmente una víctima de las circunstancias o podría ser incluso el victimario? Ése es el planteo inicial de esta transposición de la exitosísima novela de Gillian Flynn (ella misma escribió el guión). Pero, en verdad, ése es apenas el arranque de la primera de las cuatro-películas-en-una que propone Perdida. Tendremos la versión de él, luego la misma historia narrada desde el punto de vista de ella y más tarde un par de vueltas de tuerca adicionales que no conviene ni siquiera mencionar. Y a eso hay que sumarle unos cuantos flashbacks que nos contarán el enamoramiento, la pasión, la consolidación y la progresiva decadencia de ese matrimonio durante los cinco años previos. El material puede sonar (y en algún lugar es) un poco trillado, pero es justamente la maestría narrativa, la extraordinaria capacidad para la dirección de actores y el virtuosismo visual del realizador de Pecados capitales, El club de la pelea, Zodíaco y Red social los que llevan a Perdida a trascender el marco de una simple pulp fiction para convertirse en una exploración impiadosa, inteligente y provocadora sobre el cinismo y la doble moral de una sociedad dominada por la paranoia y la manipulación de los medios y de la justicia. El film -heredero del mejor cine de Alfred Hitchcock, pero también de sus estilizados seguidores, como Paul Verhoeven o Brian De Palma- es bastante más que un simple thriller sobre las apariencias que engañan para convertirse en una mirada que vincula la degradación social (la falta de techo, la desocupación, la recesión) con la de una pareja que alguna vez fue modélica, ejemplar. La envidia de todos. Provocativa hasta límites inimaginables (tiene un grado de perversión poco habitual en el cine mainstream), Perdida le devuelve a Hollywood esa audacia que extrañaba quizá desde la generación del 70 y "dialoga" en no pocos aspectos con el éxito argentino Relatos salvajes. Es cierto que el film (o los films que van surgiendo cual ramificaciones) luce un poco apretado en el montaje final, pero aunque deja la sensación de que bien podría haber dado para una miniserie de varios episodios, la atención (la fascinación) que produce no se resiente jamás en sus dos horas y media. La sociedad entre un director de los recursos de Fincher y un elenco notable (lo de Rosamund Pike es prodigioso y se verá recompensado con decenas de premios) hace de Perdida un verdadero acontecimiento dentro de un cine estadounidense que -entre tanto producto efímero- regala por fin una película potente y compleja. Para analizar y discutir.
Lo inútil: Querer saber en qué piensa una mujer Basado en un best seller mundial, este nuevo filme de David Fincher tiene como desafío impactar sobre aquellos que ya saben de qué va la cosa, los que habiendo leído el libro no se sorprenderán con los giros del relato. Para los otros, todo será novedoso y sorprendente, mas puede que no todo lo impactante que debería. Todo comienza una mañana en la que Nick (Ben Affleck) regresa a su casa y nota que su esposa Amy (Rosamund Pike) no está. Es el día de su quinto aniversario de casados y en el lugar hay una mesa tumbada y algo de sangre en la cocina. Se reporta a la mujer como desaparecida y todo el pueblo se pone en alerta. La policía trabaja sobre la hipótesis de un secuestro y Nick busca apoyo en su hermana, con la que comparte el negocio de un bar. Mientras, el relato usa flashbacks para presentarnos a los personajes, la forma en que se conocieron; pero todo es tan impostado, los diálogos tan jactanciosos, que difícilmente podamos sentir la empatía necesaria por la pareja como para que esa primera hora del filme donde todo debería ser sosobra nos haga sentir algo por ella. La misma indiferencia que los demás notan en Nick ante lo que le está pasando es la que sentimos nosotros por Amy. Hasta que la historia da un vuelco, se pone interesante en el momento justo, pero no tarda en perderse hasta hallar su rumbo definitivo. El ser y el querer ser, la relación de pareja, la decepción y el despecho, todo se ofrece en un cóctel llevado al extremo que no busca, ni logra, desentrañar la pregunta que el protagonista se plantea desde el inicio mismo del filme. Síntesis es algo que se le agradecería a directores como Fincher, especialmente cuando el relato se vuelve tedioso, pero es justo reconocer que el director actúa a tiempo y consigue encausar la cosa hasta un final que para muchos tendrá gusto a poco, especialmente luego de haber estado sentados dos horas y media frente a la pantalla.
Crítica emitida por radio.
Cuando la venganza es femenina La novelista Gillian Flynn nacida en Missouri, lugar en el que transcurre esta historia, también es la autora del guión de este "thriller", que enfoca la realidad de una pareja, a través de una serie de enigmas, que se irán revelando a lo largo de los ciento cuarenta y nueve minutos que dura el filme. "Perdida" refiere a la desaparición de una mujer. Nick (Ben Affleck) y Amy (Rosamund Pike) se conocieron, se enamoraron y se fueron a vivir juntos. Ella es una escritora famosa que trasladó a la ficción de la novela algunos datos de su vida y los convirtió en un best seller. El es un profesor universitario y escritor. Viven en Nueva York, pero debido a la enfermedad del padre del hombre, se trasladan a Missouri, en la que Amy se siente una extraña, como desterrada. DESTIERRO AFECTIVO Esa especie de "destierro" que vive la mujer, empeora cuando siente que su marido ya no la ama y hasta la golpea, por lo que la ella calladamente planea vengarse, aunque no sabe muy bien cómo hacerlo. Un dÃa que el marido regresa a la casa, luego de ir a desayunar a un bar que tiene en sociedad con su hermana gemela, se encuentra con una mesa del living destrozada y que su mujer no está. Llega la policÃa y debido al desconcierto que Nick provoca en las autoridades -el hombre no manifiesta ninguna angustia emocional- todos creen que él es el asesino y que esconde datos esenciales sobre la desaparición de su mujer. "Perdida" es un thriller que roza algunos niveles de las historias paranormales, sin embargo lo que esconde es una oscura patologÃa de sus protagonistas, los que apareztan ser una cosa y son otra. DISTINTAS FACETAS La descripción de esas oscuras facetas que esconden tanto Nick como Amy son parte de la sustancia primordial de esta historia, que en su primera parte resulta un poco tediosa, pero a medida que avanza se vuelve más impactante. David Fincher, su director, del que se vio "El club de la pelea" y "Seven", entre otras, logra un entramado de situaciones que conducen al espectador por una especie de "vértigo" emocional que no dejan de sorprenderlo, debido a las múltiples facetas que van apareciendo a medida que avanzan los minutos. Uno de los aspectos que más llaman la atención es la agudeza y precisión con la que la guionista y autora de la novela original, describe los escenarios en los que se irán sucediendo los desenlaces más trágicos. Con un ritmo febril y sin perder las buenas maneras, David Fincher concreta un drama, en el que se destacan las soberbias actuaciones de Ben Affleck y Rosamund Pike, los que en ningún momento dejan de sorprender al espectador.
David Fincher, director de "Alien 3", "Pecados Capitales", "La habitación del Pánico", entre otras, dirige éste intenso thriller. La película se basa en la novela de Gillian Flynn, que narra la desaparición de la mujer de Nick Dunne (Ben Affleck). La presión policial y mediática hace que el retrato de la feliz unión de Nick empiece a tambalearse. Pronto sus engaños y extraño comportamiento llevarán a todo el mundo a preguntarse: ¿Es el responsable de la desaparición de su mujer? Nunca en mejor momento mediático llega ésta intrincada historia llena de misterio, drama y sorpresas varias. Si bien la historia nos lleva a recordar títulos como "Durmiendo con el Enemigo", "Un beso antes de Morir" o la serie "Twin Peaks", Fincher logra climas y situaciones características en su filmografía con una vuelta de tuerca que sorprenderá al espectador. Buen trabajo del siempre criticado Affleck, junto a Sela Ward, Rosamund Pike y Neil Patrick Harris. Produce Reese Witherspoon.
Entre la paranoia y el misterio El filme va armándose como un rompecabezas en base a los giros del guión, que desnuda la psicología de los personajes. Buen sexo, diálogos ácidos y vocación por el riesgo. Parecen ser la pareja perfecta. Pero de pronto se preguntan ¿qué nos hemos hecho? Eso ocurre al inicio del filme y en el quinto aniversario de su boda, ya mudados de la contenedora Nueva York a la sórdida Misuri. Y ya es tarde, porque Nick Dunne (Ben Affleck) descubre que su esposa Amy (Rosamund Pike) ha desaparecido. Así empieza Perdida, la nueva película de David Fincher (Red Social, La chica del dragón tatuado). Basada en el best seller homónimo de Gillian Flynn que ella misma adaptó para la nueva película y que vendió 6 millones de ejemplares, Perdida va armándose como un rompecabezas en base a los giros del guión. Y también en base a los puntos de vista. Es una historia de puntos de vista. El de Nick, el de Amy, el de la policía, todos bien desarrollados, con actuaciones secundarias a la altura de un filme que aprovecha cada uno de sus elementos narrativos. Una historia a veces forzada, exagerada, que reduce la condición humana al carácter de simulacro. El amor que no funciona más allá de las apariencias. Por eso esta oscura psicología de un matrimonio en el que al principio abruman los diálogos perfectos, la ironía, la superficialidad disfrazada de intimidad. No parece ella la clase de chica que va a huir, ni él el marido atormentado por su desaparición. Están corridos sus personajes, pero van encontrando su eje con el correr de las escenas. Un mundo de mentiras en el que todos estamos invitados a interpretar, a desnudar la psicología de los personajes. ¿Quiénes y cómo son estos dos supuestos misántropos que se muestran diferentes a todo mientras van sembrando pistas de sus propias miserias? Paranoia y misterio. Perdida es también un manual sobre la reacción de los medios y su manipulación permanente. La sorprendente Amy, que tuvo su profesión armada y digitada por sus padres, la de la escritora precoz que no fue, y la de Nick, un periodista indefinible, que se encuentra a él mismo con el correr de los minutos, los 149 minutos que dura el filme. “La identidad es algo cada vez más escurridizo”, ha dicho Affleck para explicar a su personaje. E invita a reflexionar: ¿Cuánto nos conocemos? ¿Quiénes somos en verdad? Y como en todo buen thriller, hay condimentos varios. Misterios que vamos desentrañando junto a Nick, que va desarmando su drama generacional junto a los espectadores, la naturalización de los simulacros. Una historia sobre la manipulación de los propios sentimientos, una clase de amor cada vez más frecuente.
Atrapa Fincher con un amplio rango de géneros La última película de David Fincher comienza de manera bastante convencional, con un marido llamando a la policía al ver que su casa está en desorden y que su esposa está desaparecida. Pronto, lo que podría ser un caso policial empieza a convertirse en un circo mediático, con todas las sospechas puestas sobre el marido, acusado de matar a su idílica esposa para colmo popular por una serie de libros ingenuos de sus padres que la tomaban como personaje cuando era chica-, pero antes de promediar la proyección, lo que se entendía como una mezcla de thriller y sátira social toma un giro imprevisto hacia el psychothriller, género en el que Fincher se especializa gracias a títulos como "Pecados capitales" y "Zodíaco". Finalmente, "Perdida" también puede ser entendida como una de las miradas más ácidas, desquiciadas e implacables desde los tiempos de "La guerra de los Roses". Para que todo esto tenga lugar en una misma película, hacen falta dos cosas: antes que nada una duración quizá un tanto excesiva de dos horas y media, y una novelista, Gillian Flynn, adaptando su propio libro (privilegio que, como se sabe, tienen pocos escritores en Hollywood). La compleja historia le da la oportunidad al director de lucirse fragmentando el relato en una narración no lineal que va desplegando minuciosamente un asunto demente y políticamente incorrecto como pocos, dotado de un humor negrísimo y de una descarnada descripción social. Obviamente no es para nada conveniente dar más pistas de lo necesario sobre la evolución del argumento, ya que arruinaría las múltiples sorpresas de la trama que hacia el final se vuelve totalmente imprevisible, dada la naturaleza extraordinaria de lo que se cuenta- pero basta decir que todo está armado en paralelo con las desventuras del marido cada vez más señalado como el principal sospechoso de esa desaparición y probable homicidio, y el diario de la esposa, que puede incluir hechos veraces y otros no tanto. El elenco es perfecto, empezando por un Ben Affeck que hace de tipo común en medio de una situación que se le va de las manos, y sobre todo de una brillante Rosamund Pike que logra plasmar de un modo único su mezcla de sensualidad y retorcidísima perversión. Los que se roban cada escena donde aparecen son Tyler Perry como el cínico abogado defensor (tiene las líneas más divertidas) y Neil Patrick Harris como un ex novio totalmente chiflado de la protagonista.(este actor de culto protagoniza la que es lejos la mejor y más fuerte escena del film). "Perdida" pasa por todos los climas, desde el suspenso, el policial negro, la ultraviolencia y la comedia negra, y probablemente la única queja sea su excesiva duración, quizá necesaria para dominar tan amplio rango de estilos, aunque por otro lado 25 minutos menos le hubieran dado un poco más de contundencia. Como para enervar del todo al espectador entre clima y clima, la música de Trent Reznor y Atticus Ross incluye algunos de los sonidos más perturbadores que se hayan escuchado en la banda de sonido de un film clase A del Hollywood reciente.
Una óptica muy personal La última película de David Fincher ya se posiciona como uno de los grandes estrenos del año con una cínica mirada sobre el matrimonio y una contundente crítica hacia los medios. En sus mejores y peores películas a David Fincher siempre le interesaron las historias convencionales. Pero, a través de una mirada personal, recorrida por enigmas, opuestos puntos de vista, flashbacks y una exacerbada manipulación al espectador, esas convenciones narrativas (genéricas o no) se transforman en tramas extraordinarias y complejas de encontrar en el cine mainstream. El caso de Perdida, partiendo del best seller Gone Girl de Gillian Flynn, es uno de sus puntos más altos de su obra, siempre excedida en metraje pero seductora en las idas y vueltas del argumento y en la convivencia placentera del thriller policial con una feroz visión del matrimonio, junto a una contundente crítica a los medios de comunicación, sutiles aportes de humor negro y un macabro asesinato. Como casi siempre sucede con el cine de Fincher sería un atentado contar demasiado de la enroscada trama de Perdida, un film que empieza como otros policiales pero que a través de un estilo de capas superpuestas se erige en un relato único, donde el espectador es llevado de las solapas tal como hiciera el maestro Hitchcock en su (casi) perfecta filmografía. Algunas puntas del ovillo a desenredar: Amy y Nick cumplen su quinto aniversario como pareja, ella desaparece, se sospecha de él, la policía investiga, el caso toma dominio público. Pero nada es lo que parecía ser, razón por la que cobrarán importancia, entre otros personajes, un abogado de mujeres asesinadas, la hermana de Nick que al inicio lo protege sin dudar y las parejas anteriores de ella que retornan para complejizar el asunto. Y dos sujetos narradores que reflexionan sobre el caso: Nick y su necesidad de inocencia y el diario íntimo de Amy, que construirá otra opinión sobre el hecho. Pero, ¿ella no había desaparecido? La acumulación de situaciones sobre tan particular pareja y de quienes la rodean jamás estrangula a un relato contado con placer e interpretado por un elenco notable, desde los protagónicos (Affleck en el mejor papel hasta hoy; Pike, revelación impensada luego de varios roles menores) hasta los secundarios, tal como ocurría en los clásicos del viejo Hollywood. El secreto de la pareja de Perdida, en todo caso, tiene el mismo sustento que aquella caja que llegaba al desierto en el final de Pecados capitales. Fincher, por lo tanto, un creador que parte de historias ordinarias convertidas en extraordinarias, ostenta hasta hoy una filmografía con altos y bajos. Sin llegar a las alturas de Zodíaco y Seven, pero a años luz de la horrible Benjamin Button, su último film ya se instala entre lo mejor del año y en lo más arriesgado que puede ofrecer el cine proveniente de Hollywood.
La consagración Días después de haber visto Perdida sigo con la misma sensación que al salir de la sala la primera vez. El nuevo opus de David Fincher es lo que Vértigo fue a la filmografía de Hitchcock. Es lo que Ángel Faretta denomina la “obra solar” en la carrera de un director. Es la película que condensa todos los tópicos y los traumas abordados por las obras anteriores para ubicarse como cumbre en el camino trazado hasta el momento. Por supuesto es una Fincher clásica, y como tal, hay personajes que cumplen la figura del director de cine, que manipulan al ingenuo a su antojo y desarrollan una puesta en escena. Estas características, en mayor o menor medida disimuladas en sus trabajos anteriores, nunca fue tan obvia y eso no tiene que ver con un realizador agotado o dedicado al trazo grueso en el ocaso de su carrera sino con algo más que la ubica en el podio de su filmografía. Su cualidad autorreferencial. En otras entradas de esta web fui siguiendo e intentando desmenuzar algunas de sus películas, por lo tanto, y considerando que adelantar más acerca de estas referencias a su propia obra sería revelar datos de la trama arruinando la experiencia, no voy a ahondar más en este punto por ahora y será motivo de algún otro escrito en otro momento. Luego de presentarnos el espacio social en donde se va a desarrollar la historia (recesión, cierre de fábricas y shoppings, desempleo, etc) el film comienza con un primer acto en donde nada podría resultar más estereotípico. Desde el pedido de matrimonio más ridículamente creativo de la historia hasta el detective que aparece en la escena de la investigación con su vasito de café en la mano. Todo está dado para que nos deslicemos por la superficie de una narración en donde la representación está continuamente a la vista y en donde llegado el momento, con la unión de dos planos (no más) acompañados de la música correcta, esa red de seguridad va a desaparecer brutalmente. Ahí empieza Perdida, la retorcida historia de un cineasta juguetón y un espectador que cae dando tumbos por el hoyo del conejo sin poder agarrarse de nada. Perdida tiene madera de clásico del cine. Ben Affleck no podría haber encontrado un personaje más a la medida de sus condiciones actorales y lleva adelante este rol casi de taquito. Rosamund Pike está hermosa. Representa toda la belleza gélida y la capacidad de no transmitir confianza con su mirada que tienen las chicas Fincher pero el tratamiento que recibe su figura está más cerca del que recibían las rubias de Hitchcock. En algunos pasajes de Perdida, Pike luce etérea. Técnicamente la cinta es impecable. David Fincher repite Director de Fotografía con Jeff Cronenweth, que trabajó con él en El Club de la Pelea, Red Social y La Chica del Dragón Tatuado. Vuelve a contar con la edición de Kirk Baxter como en El Curioso Caso de Benjamín Button, Red Social, La Chica del Dragón Tatuado y House Of Cards. La música está a cargo de Trent Reznor como en Se7en, Red Social y La Chica del Dragón Tatuado. Estos tres roles son los más destacados de la película. Perdida es la más ambiciosa y también la obra maestra del director que lejos de descansar en el lugar de comodidad del Oscar y los productos por encargo que trae consigo decide no sólo mantenerse por el mismo camino sino redoblar la apuesta.
Cuando se recuerde a fin de año los mejores estrenos que pasaron por el cine durante el 2014, Perdida seguramente estará presente en la lista de muchos cinéfilos. No es un obra maestra del suspenso ni la mejor película en la carrera del director David Fincher, pero consigue absorver por completo al espectador durante 149 minutos gracias al conflicto que presenta y la complejidad de los personajes. Algo que no suele suceder todas las semanas con las novedades de la cartelera. La verdad que esta es una película muy difícil para reseñar en este momento porque la gran mayoría de la gente todavía no la vio y los temas más apasionantes que plantea el argumento para analizar no se pueden tratar sin adelantarle al lector situaciones claves de la trama. Por ahora lo que puedo mencionar es que Perdida es una historia que le hubiera encantado filmar a Alfred Hitchcock, cuyo espíritu está muy presente en este trabajo de Fincher. Un detalle que casi ni se mencionó en los medios es que esta película es un proyecto personal de la actriz Reese Whiterspoon que desarrolló con su productora independiente Pacific Standard. Ella fue la que decidió llevar al cine esta novela de Giliam Flynn, quien también estuvo a cargo del guión, y la verdad que el equipo que logró reunir es excelente. David Fincher, quien ya tiene oficio en este genero, plantea un relato apasionante que logra sorprenderte por los distintos giros inesperados que tiene el conflicto. La película comienza como un típico thriller de procedimientos policiales para luego meterse de lleno en un terreno más oscuro y retorcido que consiguió escaparle a los clichés hollywoodenses. El director además logró trabajar distintos tópicos como las relaciones de pareja, el sensacionalismo en los medios de comunicación y la violencia doméstica que están muy bien integrados dentro del conflicto general. En lo que se refiere al reparto, Ben Affleck vuelve a destacarse en el cine con una muy buena interpretación, pero es Rosamund Pike quien se roba literalmente la película.Una actriz completamente subestimada quien encontró en este proyecto lo que probablemente será una bisagra en su carrera. Desde que comenzó a trabajar en Hollywood como chica Bond en Otro día para morir, hasta ahora no había tenido la posibilidad de lucirse con un rol protagónico de este tipo y su labor es magnífica. No va a sorprender a nadie que el año que viene termine nominada al Oscar por su labor en este film. Desde la realización Perdida está al nivel de lo que el espectador está acostumbrado a esperar en un trabajo de David Fincher, donde una vez más sobresale la banda sonora de Trent Reznor y Atticus Ross que no pasa desapercibida en la película. Hace rato que no se estrenaba un thriller tan bien hecho que no sólo entretiene, sino que además deja temas para debatir a la salida del cine. Dentro de los estrenos que están previstos para este mes este es uno de los que no se puede dejar pasar.
De entre los muertos El maestro del cine, Alfred Hitchcock, decía: “Cuando intentaba hacer una película distinta de la que se esperaba que hiciera y fracasaba, siempre tenía un “Run for Cover”. Un “Run for Cover” es aquel tipo de film que sé que el público espera que haga y que son los que mejor sé hacer”. Esta regla de oro del creador de Psicosis, es una ley dorada en Hollywood. Cuando algo no funciona, hay que volver a Hitchcock. Hitchcock en sí es un “Run for Cover”. Y David Fincher le debe mucho a Hitchcock. El director de Pecados Capitales, reinventó el género del policial estadounidense, regresando a los climas y personajes del noir, pero agregándole suficientes vueltas de tuerca, capaces de sorprender al espectador y no servirle todo en bandeja. Si bien Fincher ha probado introducirse en otros géneros, como el drama, con Red Social o El Curioso Caso de Benjamin Button, es el misterio, el whodidit – otro término hitchcoiano – el que mejor le sienta. Pero no porque le interesa generar dudas al espectador acerca de “quién es el asesino” sino porque le sirve como mecanismo narrativo, para dar vuelta el tablero e impactar manipulando la información y las convenciones del género, apostando por una estética identificable. Fincher, dentro del “género” de misterio se ha convertido en un autor moderno, capaz de transformar un producto millonario como la saga de Alien o la saga de novelas de Millenium como obras acordes a su filmografía. De hecho, Alien 3 – injustamente subvalorada – es una obra de misterio. No importa cómo van a matar a todos los extraterrestres que acechan en la prisión de Ripley, sino como la protagonista va a conseguir sobrevivir al tiempo que una de las criaturas crece en su interior. El cine de Fincher no es complaciente. No solamente puede ser capaz de cambiar las reglas a la mitad del relato – como sucede en Pecados Capitales, donde el villano se entrega solo – sino que además, es capaz de dejar abierta la narración o dar finales no concluyentes o bastante amargos. Teniendo como antecedentes dos extraordinarios thrillers como Zodiaco o La Chica del Dragón Tatuado, Perdida, basada en la exitosa novela de Gillian Flynn parecía un típico proyecto Fincher. Y acaso lo es. Una novela noir con suficientes vueltas de tuerca para sorprender sobre la marcha y un final – que si bien fue cambiado para el film – se adapta a todos los finales que Fincher viene realizando a lo largo de su carrera. La historia podría haber sido filmada por Hitchcock tranquilamente y el director es conciente de ello. Tenemos un protagonista que juega el rol del “falso culpable”, se revela el misterio primero al espectador que a los personajes centrales, provocando una verdadera sensación de suspense, permitiendo que se realice una comunicación espectador-protagonistas – el signo de advertencia inútil – y no falta el típico fetichismo hitchcoiano, una protagonista rubia, hermosa, elegante, que sugiere más de lo que muestra; sensual, pero no sexual. Prácticamente, Fincher desaparece y le deja su lugar al fantasma resucitado de Hitchcock. Sin embargo estas no son las únicas referencias del director. Toda la película tiene el aroma de una novela negra de James Cain, autor de El Cartero llama dos Veces y Pacto de Sangre, entre otros clásicos. Historias donde mujeres despechadas manipulan y utilizan hombres, aparentemente seguros, para fines criminales. gallery-gonegirl-2-gallery-image El protagonista de Perdida es Nick – Ben Affleck, en una correcta y austera interpretación – un escritor y periodista, que conoce a Amy, la hija “perfecta” de un reconocido autor de libros infantiles. La pareja se enamora, se casa y forma un hogar sin hijos en Missouri. Sin embargo, cinco años después, el matrimonio atraviesa una crisis incrementada por la recesión económica. En la mañana del quinto aniversario, Amy desaparece. El caso se convierte en una revuelta mediática, y pronto Nick va a pasar de ser el pobre marido de la víctima a transformarse en el sospechoso número 1. Los programas periodísticos lo condenan y termina por condensar sus fuerzas en defenderse públicamente, más que en buscar a su esposa. El film no solamente hace hincapié en el lugar de los medios en la sociedad media alta estadounidense, sino también en los prejuicios sociales, la misoginia y el feminismo, la influencia de la aristocracia, la institución matrimonial como una vidriera del status quo. Lo atractivo de Perdida, es que la narración también tiene – a través de flashbacks – el punto de vista de Amy, lo cuál presupone otro punto de vista, que irá derivando en más de una sorpresa. Fincher se mantiene fiel a su estilo visual. Climas fríos, otros más barrocos, puesta de cámara seca, cámara bajo y extensos travellings acompañando a los protagonistas por estrechos pasillos, montaje fluido y densos acordes de Trent Reznor y Atticus Ross que acompañar el melodrama y tensión. Sin embargo, más allá de eso, esta vez, hay un adicional: el humor, la ironía. Fincher apela a relajar los climas con algunos diálogos y personajes más livianos de lo acostumbrado. No parece casual la elección de Tyler Perry o Neil Patrick Harris, que básicamente interpretan una versión más “seria” de los personajes que iconizaron en televisión. Esto permite que la narración sea menos solemne, pero al mismo tiempo menos trascendente, dejando la sensación de que no se trata de uno de sus films más personales o mejor establecidos. Perdida es una película que aporta más al cine estadounidense, por su notable argumento, que a la filmografía de Fincher, que parece haberla realizado “de taquito” o por encargo. Pero esto no quita que tenga un gran mérito: Rosamund Pike. La ex villana Bond sorprende en el rol de Amy, remitiendo a una femme fatale de otra década. Más precisamente a Lana Turner, Ingrid Bergman, Rita Hayward o Barbara Stanwick. La frialdad, elegancia y sensualidad de Pike combinan con su mirada astuta e inteligencia para manipular a los personajes centrales del film. Fincher decide filmarla como si fuera Douglas Sirk, y la transforma – al mejor estilo de Hitchcock, que transformó a Kim Novak en dos personajes distintos en Vértigo – de una muñeca de lujo perfecta a la típica ama de casa de los ’50. La actuación de Pike está al altura de lo planteado en la novela, conquistando al público con una mirada punzante y sutilezas de carácter, donde la fotografía de Jeff Cronoweth se convierte en el cómplice principal del personaje. Aún cuando no se posiciona dentro de sus mejores trabajos – quizás siempre esperamos más de Fincher – Perdida no es un film más. Es un thriller cinéfilo, clásico, que tiene la capacidad de enganchar al espectador durante dos horas y media, sin apelar a grandes sobresaltos. Acaso como hacía Hitchcock. Y es sabido. Siempre está bueno traer a Hitchcock, de entre los muertos.
"Perdida" viene con la firma de David Fincher ("Pecados Capitales", "House of Cards", "El Curioso Caso de Benjamin Button", "La Red Social" y varias más) y te aseguro, no defrauda para nada. Un thriller totalmente enfermizo, que te va a mantener en suspenso durante las 2 horas veinte que dura. El elenco, perfectamente dirigido, aporta la magia para que la película sea una de las grandes historias de este año... La adaptación de Fincher del best seller de Gillian Flynn es impecable. Una película que deberíamos ver todos porque está perfectamente construida y cuando se pone aún más interesante (que uno piensa "en cualquier momento termina") el director se queda ahí contándote absolutamente todo. Gran gran gran película que me encantaría vayas a disfrutar al cine.
Perdida (Gone Girl) es cada uno de los adjetivos que a menudo se le adjudican al cine de David Fincher: obsesivo, vistoso, detallista pero, lamentablemente, también frío y frívolo. La belleza que despliega visualmente el director de Pecados Capitales y Red Social es innegable pero esa obsesión por el detalle penosamente queda ahí, en lo estético-técnico y no se traduce en lo narrativo. Fincher es un autor, no caben dudas al respecto, pero uno que a menudo parece concentrar más su tiempo en qué lente otorga un mejor plano al hecho de si la enorme sucesión de planos, en su conjunto, además está contando una gran historia. Es en este sentido que Gone Girl, que parte del bestseller de Gillian Flynn (que oficia también de guionista adaptando su propia historia), en donde el film se parece más al Fincher lúdico y absurdo de The Game que el descriptivo y cerebral de Zodiac. No es algo malo necesariamente ello, pero ciertamente tampoco es una buena base equiparable a lo mejor de su carrera. El problema puede que sea la fuente: un bestseller que no se molesta por desmentir el calificativo peyorativo y prejuicioso que a menudo se confiere a éste término, pero a la vez la responsabilidad cae en el director a la hora de juzgar si una escena funciona o no de la manera en que quizás lo hacía en cierta cantidad de páginas. Los mejores realizadores lo entienden: el Tiburón de Spielberg (no el de Peter Benchley) necesita volar en pedazos y no morir harponeado, y El Resplandor de Kubrick (no el de Stephen King) necesita un destino completamente diferente para sus personajes. Y quizás sea éste el mejor director a comparar con la obra de Fincher: el más obsesivo y detallista de todos los tiempos, que al día de hoy aún le lleva una enorme ventaja: comprendía cómo también el más minúsculo detalle tenía que funcionar junto con la historia y no para la historia. Allí falla el guión de Gillian: fuerza a sus personajes a actuar de tal forma para que la historia avance, y luego los contradice por el mismo preciso motivo. Sirve prestar atención a una escena clave donde el protagonista descubre un hecho clave incriminatorio, pero luego lo deja exactamente ahí como a consciencia de que en las siguientes escenas probablemente los antagonistas requieran de su presencia. La estupidez de dejar expuesta esta pista se contradice con la inteligencia de ocultar otras para preservar su inocencia. Perdida (Gone Girl) es cada uno de los adjetivos que a menudo se le adjudican al cine de David Fincher: obsesivo, vistoso, detallista pero, lamentablemente, también frío y frívolo. La belleza que despliega visualmente el director de Pecados Capitales y Red Social es innegable pero esa obsesión por el detalle penosamente queda ahí, en lo estético-técnico y no se traduce en lo narrativo. Fincher es un autor, no caben dudas al respecto, pero uno que a menudo parece concentrar más su tiempo en qué lente otorga un mejor plano al hecho de si la enorme sucesión de planos, en su conjunto, además está contando una gran historia. Es en este sentido que Gone Girl, que parte del bestseller de Gillian Flynn (que oficia también de guionista adaptando su propia historia), en donde el film se parece más al Fincher lúdico y absurdo de The Game que el descriptivo y cerebral de Zodiac. No es algo malo necesariamente ello, pero ciertamente tampoco es una buena base equiparable a lo mejor de su carrera. El problema puede que sea la fuente: un bestseller que no se molesta por desmentir el calificativo peyorativo y prejuicioso que a menudo se confiere a éste término, pero a la vez la responsabilidad cae en el director a la hora de juzgar si una escena funciona o no de la manera en que quizás lo hacía en cierta cantidad de páginas. Los mejores realizadores lo entienden: el Tiburón de Spielberg (no el de Peter Benchley) necesita volar en pedazos y no morir harponeado, y El Resplandor de Kubrick (no el de Stephen King) necesita un destino completamente diferente para sus personajes. Y quizás sea éste el mejor director a comparar con la obra de Fincher: el más obsesivo y detallista de todos los tiempos, que al día de hoy aún le lleva una enorme ventaja: comprendía cómo también el más minúsculo detalle tenía que funcionar junto con la historia y no para la historia. PERDIDA * * 1/2 // 2 de Octubre de 2014 // txt: Mariano Torres Negri Allí falla el guión de Gillian: fuerza a sus personajes a actuar de tal forma para que la historia avance, y luego los contradice por el mismo preciso motivo. Sirve prestar atención a una escena clave donde el protagonista descubre un hecho clave incriminatorio, pero luego lo deja exactamente ahí como a consciencia de que en las siguientes escenas probablemente los antagonistas requieran de su presencia. La estupidez de dejar expuesta esta pista se contradice con la inteligencia de ocultar otras para preservar su inocencia. Hasta aquí llegará esta reseña con detalles de la película: revelar demasiado del argumento es injusto para una trama que se regodea (casi basa en) las muchas vueltas de tuerca, y por ello basta con mencionar únicamente lo que permite conocer el trailer acerca de la misma: una mujer casada desaparece de la vida de su marido dejando atrás un halo de misterio que, poco a poco, revela que nada es realmente lo que parece. Las idas y venidas, pistas falsas y giros en 360° podrían confundir hasta a la versión más rebuscada de M. Night Shyamalan, pero la influencia obvia es Vértigo y casi cualquier título de Hitchcock, aunque el resultado se parece más a Atracción Fatal y Bajos Instintos o cualquier sobrevalorado y kitsch thriller erótico de los 80s/principio de los 90s. Resaltan, sí, las interpretaciones de Affleck y en especial de Rosamund Pike, que encarna el rol de gélida femme fatale -contradictorio, sí, pero es a lo sumo una falla del guión o director de casting-, que resulta valuable gracias a la convicción que aporta a su personaje. Un rumor de nominación para los venideros premios Oscar parece, no obstante, una exagerada y ridícula estrategia de marketing. En manos de cualquier otro director, la historia de Gone Girl sería tan sólo un culebrón de las tres de la tarde. En manos de Fincher, es un culebrón de esa misma franja horaria, sólo que se ve muy pero muy bien.
Perdida: Las apariencias engañan Si a ustedes les gusta leer, y son de la clase de personas que ansían descubrir autores nuevos, agenden el nombre de Gillian Flynn. Esta periodista trabajó durante una década para la revista Entertainment Weekly como crítica de televisión. En 2006 publicó su primera novela "Heridas Abiertas" (Sharp Objects), que fue finalista del Premio Edgar de novela negra y galardonada con el Premio Ian Fleming Steel Dagger 2007 al mejor thriller. Tres años más tarde llegaría "La Llamada del Kill Club" (Dark Places, 2009), elegida como el "Libro Favorito del Año" por los críticos del New Yorker; "Mejor Lectura del Verano", según la revista Weekend Today; "Mejor Libro" de 2009, según Publishers Weekly; y finalmente "Mejor Novela", según el Chicago Tribune. Su última obra, "Perdida" (Gone Girl, 2012), fue la que la catapultó a la fama mundial. Vendió más de tres millones de copias -destronando del puesto número uno de ventas a "Cincuenta Sombras de Grey", y la erigió como el nuevo fenómeno de la novela negra. La particularidad de los libros de Flynn es cómo retrata a los personajes femeninos, sacándolos de los estereotipos y mostrando que las mujeres pueden ser tan perversas y malvadas como los hombres; lo que le valió que muchos críticos la acusaran de misógina. Lo cierto es que la 20 Century Fox tomó nota de su éxito y adquirió los derechos para llevar" Perdida "a la pantalla grande. Gran acierto, ya que nos encontramos ante una gran obra cinematográfica. Nota aparte: en 2015 se va a estrenar en nuestro país Dark Places, y ya se anunció que Heridas Abiertas se convertirá en una película para televisión. Nada mal, eh. En la fecha de su quinto aniversario de casado, Nick Dunne (Ben Affleck) llega al bar que tiene con su gemela Margo (Carrie Coon) en el pueblito de North Carthage. No es un buen día para él ni está de festejo, y en plena charla con su hermana recibe un llamado. Cuando llega a su casa su gato está afuera y la puerta abierta. Nick entra y ve signos de violencia y descubre que su esposa Amy (Rosamund Pike) no está. Rápidamente llama a la policía y comienza una búsqueda que se eleva a nivel nacional. Con el correr de los días comienza un circo mediático en torno al caso, y la presión de los medios, el apuro de la policía por resolver el caso, sumado a la extraña y fría conducta de Nick hacen que las sospechas recaigan sobre él. ¿Nick es víctima de las circunstancias o es culpable de la desaparición de Amy? "Perdida" tiene una gran historia de base, y además está aderezada con un buen elenco y uno de los 10 mejores directores de la actualidad. David Fincher, que tiene hitos como Pecados Capitales (Se7en, 1995), El Club de la Pelea (Fight Club, 1999) o Zodíaco (Zodiac, 2007), nos deleita con todo su profesionalismo a lo largo del film. Es difícil especificar detalles sin contar demasiado, ya que "Perdida" está dividida, digamos, en tres instancias y no queremos arruinarles la sorpresa al espectador. La película es sórdida, cruda y tiene mucho humor negro (y una hermosa crítica a la sociedad y el rol de los medios). Tanto Ben Affleck como Rosamund Pike están perfectos en sus papeles; esta última en un rol tan rico que, sin dudas, hará que no nos olvidemos de ella por un tiempo. Dato: Gillian Flynn es también la guionista y adaptó su propia novela cambiándole el final, para mantener el interés de todos aquellos que leyeron el libro. Tengan la certeza de que estamos ante una de las joyitas del año. Ben Affleck podrá perder a su esposa, pero ustedes no pueden perderse esta película.
DAVID FINCHER traslada con pericia esta historia plagada de intrigas, erotismo, y pasiones ocultas, en la que nada es lo que parece. Climática, es un filme que va construyendo la tensión escena tras escena, pista tras pista, hasta un clímax sangriento que dejará al espectador con la boca abierta. Enorme BEN AFFLECK cada vez mejor actor, en un papel siempre al borde la antipatía. El final, polémico, puede desorientar a más de uno, pero eso no implica que el resultado global del filme esté a la altura de toda la filmografía de un director, que nunca defrauda.
Un roto para un descosido Glenn Close no fue una actriz conocida hasta el rol de amante despechada en Atracción fatal que definió su prototipo comehombres (reforzado dos años después en Relaciones peligrosas, de 1988) y cabe esperar que lo mismo ocurra con Rosamund Pike, británica actriz de reparto, cuyo protagónico en este film, adaptación de un exitoso best-seller, encarna a una de las mujeres más retorcidas desde aquella Close que hervía conejos. Si se suma a Ben Affleck como el esposo de Pike, un periodista hueco y superficial, y a Neil Patrick Harris como un ex novio acosador, todos bajo el control quirúrgico de David Fincher, Perdida no es sólo otro thriller; es pura dinamita. Empujado por la crisis, Nick Dunne (Affleck) abandona Nueva York y junto a Amy (Pike) se instalan en su pequeña ciudad natal de Missouri. Tras cinco años de convivencia, meditando sobre la llegada de un hijo, Nick vuelve a su casa del bar que regentea con su hermana gemela Margo (Carrie Coon) y encuentra todas las señales de un secuestro de su esposa. El caso es tomado por dos agentes de policía que, junto a Nick, van descubriendo una serie de cartas que los llevan hacia todos los errores cometidos por el marido, hasta el hallazgo de un diario íntimo que lo compromete como potencial asesino. Amy tiene algo que cobrarse y la estrategia es exagerada, pero Gillian Flynn, escritora de la novela y también guionista, presenta al caos escandalosamente posible (sobre todo, cuando el caso se vuelve más grotesco con su mediatización). Perdida tiene humor, ingenio, la impecable realización que se espera del autor de Fight Club y Zoodíaco y los tres aspectos se funden en un cóctel atómico cuando Amy busca refugio en Collings, su ex novio. Pero lo que subyace es la mirada de que estas almas descarriadas en el fondo se merecen; que no existen sorpresas en el matrimonio y que no hay desafinaciones al azar.
Sin rastro de nosotros Hay una canción de Joaquín Sabina que habla de una pareja consumida por el paso del tiempo, y que dice algo así como “y cada vez más tú, y cada vez más yo, sin rastro de nosotros”. Ese nosotros que se desvanece es un nosotros que bien puede vincularse con Perdida, no sólo porque el matrimonio y sus vericuetos es el tema central, sino porque como espectadores la película propone un juego que nos anula, sumándonos en un engranaje que funciona perfectamente y que nos impide, por medio de la fascinación, pensar demasiado en lo que está pasando. Hay, sólo, un disfrute. Esto, que parece una celebración de la frivolidad, es también una declaración de principios sobre un tiempo y un espacio cinematográfico dominado por tipos como David Fincher. Lo confieso, Fincher no es un director que me caiga demasiado simpático. A excepción de Zodíaco y Red social (no sólo sus dos mejores películas, sino dos de las más grandes películas norteamericanas del nuevo siglo), sus restantes trabajos me resultan afectados, manieristas, efectistas. Hay dos, incluso, que me provocan urticaria como El club de la pelea y Al filo de la muerte. Y con Perdida, entonces, ingreso en una zona de riesgo personal en la que me descubro seducido por una película que tiene mucho más de Al filo de la muerte que de Zodíaco. Pero que sin embargo me encanta. ¿Cómo llego entonces a la conclusión de que Perdida es uno de los mejores estrenos del cine estadounidense de este año, si me encuentro ante una trama plagada de manipulaciones, donde el punto de vista es confuso y hasta donde la narración parece un festival de guionista con el ego demasiado inflado? Perdida es en primera instancia la historia de un tipo que busca a su esposa desaparecida. Pero es mucho más, aunque no se puede contar sin develar sorpresas que a partir de su hora de narración comienzan a acumularse de manera descabellada. Y si bien esos son detalles narrativos, hay que decir que la película en una mirada más general es un film sobre el matrimonio, pero especialmente sobre el matrimonio como un bien social y, más aún, como un tesoro de cierta moral estadounidense. El personaje de la esposa, de hecho, fue modelo en su juventud para una caricatura que era el ejemplo de la rubiecita naif, simpática y norteamericana. Lo que hace la película, detrás de sus vueltas de guión y sus giros inverosímiles, es precisamente una violación, un ultraje de ese american way of life representado en esa niña y en ese concepto. Perdida es una obra oscura y muy cínica, no tanto por lo que se ve sino por lo que transita por debajo como un río podrido. Pero todo esto, que da una idea de historia en la línea Dennis Lehane, con sus pueblos y sus retratos familiares quebrados, se resiente en pos de un espíritu sardónico que la autora de la novela original Gillian Flynn construye y Fincher traduce muy bien en imágenes, y pone en escena magistralmente. Perdida es, básicamente, una sátira, y una muy genial. Allí hay un material de base que mezcla en su olla a los medios, la moral pueblerina, las instituciones del Estado, el periodismo. Pero donde fundamentalmente el centro del experimento es el propio espectador, que ve cómo sus expectativas son totalmente fraguadas por una trama zigzagueante plagada de quiebres, giros, contradicciones, ambigüedades, inexactitudes y escasez de rigor. Todo esto, que podría ser cuestionado y con justeza, se aprecia y se disfruta porque simplemente la película lo dice explícitamente, con total ánimo lúdico. Ese Juego de la vida que aparece ingenuamente al comienzo, no es más que un elemento emblema que el guión dispone como advertencia: lo que vamos a ver es un juego, una total puesta en escena, un entretenimiento virtuoso que apuesta a sorprender y llevar las cosas más allá a riesgo de quebrarse. Pero Perdida nunca se quiebra, más allá de un epílogo donde las páginas de la novela parecen amontonarse y complicar la claridad del desenlace. Fincher construye una primera hora sumamente sólida, que funciona como bálsamo y antídoto para todo el disparate que comienza a develarse luego, cuando se resuelve el misterio y todavía queda más de una hora de película: es honorable decir, también, que para disfrutar de la película es necesario ingresar en ese juego que se plantea. Si en El club de la pelea o Al filo de la muerte el director se pasaba de listo y jugaba a sorprendernos con demasiada trampa, aquí hace lo contrario: nos dice en la cara que nos está trampeando (porque nadie puede tomarse en serio muchas de las cosas que se ven), para proponernos ser cómplices en el asunto. Y en la complicidad, disfrutar de la farsa que se monta, que es de las más divertidas. Con esta operación, la película lo que hace es un movimiento interesantísimo: si lo que se ve son una serie de personajes que mienten para una sociedad ansiosa por amar u odiar a referentes mediáticos, finalmente es el espectador el que cae presa de ese juego de máscaras que Perdida resulta: ¿thriller?, ¿comedia negra?, ¿drama romántico? ¿Qué nos creemos en serio y qué decimos creer por conveniencia? ¿Por qué miramos películas? ¿Por qué nos entregamos con fascinación a este juego en el que somos manipulados explícitamente? Tal vez en la respuesta a esa última pregunta radique el misterio del éxito del cine de un realizador como David Fincher, tan irregular como impar, pero que ha sostenido buena parte de su filmografía en la manipulación. En esas sociedades que Perdida muestra y que, por otro lado, cosecha como público, hay una verdad más aberrante que todo lo que ocurre en la película. Perdida nos deja al borde del sincericidio, y por motivos diferentes a los que creemos cuando terminamos de verla.
Un director famoso (David Fincher), actores inspirados Ben Afleck y Rosamund Pike y un best seller, la autora, Gillian Flynn también es guionista y tiene una mirada ácida sobre el matrimonio. Si a eso se le suma una trama que en la mitad se da vuelta como un guante y la crítica a los medios amarillistas, el cóctel es perfecto para el entretenimiento. Dos horas y media que no se sienten
Hasta que el reality los separe David Fincher propone en Perdida una película sobre el matrimonio y sus malformaciones, sin una mirada profunda que supere el mero show. "Soy algo que empacó por error", escribió Amy en su diario. La frase, una de tantas, desgarradoras, conduce la pesquisa hacia Nick, el marido de la mujer desaparecida. El día del quinto aniversario de casados, Amy se esfuma misteriosamente. Perdida, la película de David Fincher, reúne los clichés de varios géneros. Comienza como thriller, sigue con un relato en primera persona, a través de las páginas del diario de Amy; se vuelve una guerra de esposos, una comedia dramática y un reality, sazonado con la crítica a la sociedad que condena y absuelve a los personajes que la televisión entroniza, sentencia y destruye, en pocos días. La cantidad de datos, pistas y cabos sueltos logran buen ritmo pero van sembrando el terreno de un guion confuso, a fuerza de trucos. El director apunta aquí y allá, sabiendo que siempre pega en algún lado. La dinámica de Perdida supera la impasividad de Ben Affleck en el rol del marido sospechoso y la construcción, que ofrece Rosamund Pike, de la personalidad de Amy. La película es en sí misma un señuelo. Todas las pistas conducen a Nick, abonadas por la televisión de Missouri que disfruta los puntos de rating provistos por una historia morbosa y con aristas que la conductora del programa de entrevistas distorsiona, manipulando la buena conciencia de la audiencia horrorizada. Es inevitable contrastar la anécdota de Perdida con tantos hechos reales que conforman estadísticas preocupantes en el mundo, por la violencia doméstica y los femicidios. La película, que comienza con escenas prometedoras, evade cuestiones de fondo para convertirse en un entretenimiento que juega a las escondidas con la inteligencia del espectador. Dos horas y 25 minutos le llevan al director armar y desarmar varias líneas de acción en torno a la pareja que sufre el desencanto derivado en tragedia. Como ocurre con este tipo de guiones, cualquier alusión en el comentario se convierte en una mala jugada al futuro espectador. La referencia avanza por terreno minado. Sin caer en la práctica del spoiler, cabe decir que en Perdida todo puede ser de otra manera a la que se muestra. La relación con los medios masivos y su sed vampiresca de audiencias pone la nota de actualidad y desactiva el drama. En ese sentido, no alcanza con los primeros planos de Affleck. Nick amasa la culpa y el resentimiento, acompañado por su hermana gemela, personaje que cumple una función instrumental, sin consecuencias. En tanto, la británica Rosamund Pike demuestra ductilidad como la mujer que fue la "Asombrosa Amy", una leyenda adorada por las multitudes lectoras y bien gerenciada por sus padres. Su rol va mutando ante los ojos del espectador y pone a la trama la cuota de sangre siempre esperable en estos casos. La fotografía de Jeff Cronenweth hace honor a los detalles, como un ojo que guía al espectador. Perdida es un culebrón de millones, con figuras taquilleras. Por lo demás, la mirada brutal sobre el matrimonio y sus pactos, en torno a la complejidad humana que construye violencias implícitas queda reducida a una entrevista de televisión destinada a la gran familia americana.
El cine del engaño y el engaño al cine Si no aparece nada más irritante, Perdida de David Fincher ya tiene mi voto asegurado en diciembre como la peor película de este año. Claro que cosas como Un mundo conectado de Terry Gilliam o Barbie y la puerta secreta son mucho peores que Perdida. Pero Perdida es una película dañina, tóxica, una de esos “films para dar que hablar” que brilla con luces falsas mientras esconde la mera manipulación para ganar público aspiracional. Una de esas películas para quienes buscan status como espectadores profundos, interesados por la “película-problema” del momento (la promoción va por ese lado, el afiche dice “la película de la que todos hablarán este año”). La categoría a la que pertenecían bodrios de Adrian Lyne como Propuesta indecente y Atracción fatal en sus momentos. O El club de la pelea, uno de las películas más famosas de Fincher (director-enigma y engañoso que también tiene películas excelentes como Zodíaco y Red social). Perdida tiene una gran cantidad de revestimientos y detalles para venderse, incluso parece estar diseñada de forma más arteramente comercial que artefactos como Transformers. Y no, no es la presencia de Ben Affleck , uno de los pocos elementos más o menos nobles del paquete. Los factores de venta son otros: la sempiterna oferta de “una película sobre el matrimonio” y, claro, sobre sus zonas oscuras, sobre el desamor, etc. (uh, hay matrimonios malos, uh), y cómo la pasión se convirtió en otra cosa, etc. Película para que “se discuta”, sesiones de terapia, para que se hable de los roles del hombre y la mujer, etc. Película para la psicología, para la sociología. También tenemos a la modelo famosa (o modelo-actriz) Emily Ratajkowski en un papel secundario para que exhiba sus famosos pechos y para así darle un “relieve mediático extra” a la película. Claro, en el centro está el asunto de “basada en el best seller de Gillian Flynn”, novelista y periodista que también hizo el guión. ¿Leíste el libro? ¿No lo leiste? ¿Lo leiste antes o después de ver la película? ¿Durante? Conversaciones que vuelven con estas películas, no con las mucho mejores Iron Man, que por suerte no generan demasiados ¿leíste el cómic? El cine es cine, arte impuro según Bazin, pero cine. Y no televisión brillosa basada en best-seller. O al menos no lo era. Perdida tiene la apariencia de una película pero en su interior lo que hay es una serie (o mini-serie). Parece atolondrada con el tiempo, con cosas que se cuentan a las apuradas y a la vez son tediosas (esto es especialmente notorio en la última hora de sus dos y media). Las abominables actuaciones de Rosamund Pike y Neil Patrick Harris son cruciales: los dos hacen de “personajes refinados”, uno en estupidez obsesiva y enferma, otro en maldad y perfidia. Los dos han sabido ser actores de cine (Pike notoriamente, en Jack Reacher y en otras). Aquí se comportan como “actores de cine en búsqueda de premios”. Por supuesto que los ganarán, el cine está confundido al punto de que la actuación de Affleck -que ya ha encauzado su carrera en el clasicismo- será seguramente menos elogiada que las de estos dos. Lo de Pike, además, por ser protagonista, es especialmente molesto. Se pone intensa, envarada, ridícula, lo que potencia los momentos más torpes y atolondrados del relato: el del mini-golf (un momento ejemplarmente desacertado que aparece por la obligación de disparar un cambio en el argumento; uno de esos cambios dignos de series, o de esos que en un libro se pueden resolver rápido quizás con mayor verosimilitud), el del martillo, todos los de la casa con cámaras y todos los de los últimos minutos. Pike y Harris parecen actuar para una pantalla chica, una pantalla a la que se le presta menos atención y por eso quizás exageren como exageran (ella está al borde de Pierre Nodoyuna). La película sigue la lógica serial -una que necesita acelerar o avanzar ya sea verdadera o falsamente- y se empantana en dar pistas para un lado, en dar pistas para el otro. Podría dar cinco pistas más o cinco menos: no hay cohesión, no hay necesidad, no hay trama, hay una mera línea sinuosa para tratar de sorprender y volantear a cada rato, no hay unidad cinematográfica. La película busca dotarse de “intriga” y lo hace como si tras ella hubiera gente firmando sucesivos contratos para “un capítulo más” que se agrega sin planificar. Y que tiene que forzar nuestra mirada para que nos interesamos por la entrega que viene. Los personajes -salvo en parte el de Affleck, el de su gemela, el de la mujer policía y el del abogado- son cínicos, malos, tontos o todo eso junto, lo que sea necesario para que la película pueda jugar al “ah, qué astuta que soy”, “qué jugada”, “qué fuerte”. Sobre esto último: se permite algunas líneas vaginales -en mención, en introducción- para que estemos ante una película “adulta” (aunque se ha estrenado con varias funciones dobladas; así estamos). La película, además, es programática en su tesis: tiene que decir algo sobre el matrimonio y para eso al final no sólo lo dice sino debe violentar cualquier lógica (el palo del juguete que es desestimado porque sí y a gran velocidad), el “motivo” para que termine como termina, la explicación atolondrada y veloz del “motivo”. Aquí no hay narración: hay tema, hay “material para que todos hablen”, hay ganchos para que “se comente” en las reuniones (como decía Pauline Kael, ¿hubo alguna vez alguna buena película de la que cual hablara todo el mundo en las reuniones?). Perdida también tiene sus planteos sobre los medios y la sociedad estadounidense, sobre la crisis económica. Le importa decir, aunque no poner en escena de forma medianamente lógica: una casa espectacular, medios manejados por gente cínica que les hablan a un público que se traga cualquier cosa más o menos brillosa si lo “atrapa” por un rato ¿Fincher y Hitchcock? ¿Fincher y De Palma? En Hitchcock y De Palma y los planos -por más que De Palma juegue todo el tiempo con máscaras y no pocas veces con humor- no sólo no evidencian esta torpeza y esta narrativa espástica sino que maravillan y son parte de un entramado, de películas, de obras con unidad. Hay una línea de defensa de esta película que sostiene la idea de que toda la torpeza y el ridículo son parte de un plan maestro del director de hacer de Perdida una especie de summum paródico, de convertirla en un film-marioneta de su enorme talento como manipulador. De que se trata de un film quebrado en algún punto, ese punto cegador en el que Fincher destroza las expectativas del espectador y lo hace partícipe de un juego brillante. De esta forma también se podrían defender El club de la pelea, The Game y hasta Benjamin Button, todas películas demasiado tramposas, demasiado pomposas, demasiado fallidas para ser verdad cinematográfica (verdad que incluye la posibilidad de mentir). Es algo así como una propuesta de sumisión y sujeción a Fincher, director endiosado una y otra vez. Perdida -dicen algunos- se ríe de todo. Quizás sea así nomás y estemos ante un post cine, ante el entierro definitivo de formas como las de Eastwood (desde ahí habría que entender el fracaso espectacular de Jersey Boys). El cine celebrado como “sofisticado”, entonces, pondría rumbo hacia el cinismo. De todos modos, creo que en el caso de Perdida es, simplemente, que Fincher se equivocó de pantalla. O que hizo el acierto definitivo para estos tiempos: la película con gusto a “cine tan quebrado que parece serie”. Las apariencias, ya lo dijo Sergio Pángaro en la canción “Boogaloo”, no engañan.
Una de las películas más hitchockianas producidas por Hollywood en mucho tiempo, PERDIDA es ese tipo de pulp fiction que se propone atravesar el género para convertirse en varias cosas a la vez: una mirada crítica sobre la institución matrimonial, la situación económica post-crisis en los Estados Unidos, la locura mediática en la que se vive y, finalmente, sobre los propios mecanismos de construcción narrativa del género. Que el experimentado y talentoso David Fincher haya logrado balancear todos esos elementos tomando un best seller popular en 145 minutos sin perder casi nunca la brújula es casi un milagro. Milagro que, de todos modos, no transforma a PERDIDA en una obra maestra ni mucho menos. Es, sí, una de las películas mainstream más creativas de los últimos años y, curiosamente, una más inteligente que ingeniosa. PERDIDA es, también, una de esas películas sobre la que no se puede hablar casi nada sin spoilear. Trataré de no contar mucho de la trama aquí y, cuando se estrene –si la película funciona e interesa– abriré como suelo hacer un post paralelo para hablar “libremente” de sus constantes vueltas de tuerca y de su debatido final. Trataré de contar lo menos posible aquí, decía, pero entiendo también que aún sin contar uno está contando desde el análisis temático/estético, por lo cual siempre está la opción de dejar de leer esto y retomarlo cuando vean la película. Son esos casos en los que siento que una crítica no puede hacerle justicia a una película, ya que está limitada a analizarla a medias y un análisis completo revelaría, aún sin hacerlo directamente, muchas cosas de la historia. Ya lo decían en una película del propio Fincher: “La primera regla del Club de la Pelea es que no se habla del Club de la Pelea”. LA_CA_0826_gone_girlBasada en un best seller de 2012 escrito por Gillian Flynn y que vendió más de 6 millones de ejemplares, PERDIDA es una historia sobre un matrimonio en crisis. O, mejor dicho, sobre la decadencia de un matrimonio en paralelo a la caída económica de los Estados Unidos. Nick y Amy son dos periodistas neoyorquinos que pierden sus trabajos y, a causa de las deudas y de una grave enfermedad de la madre de él, deben mudarse a su pueblo de nacimiento en Missouri sin tener trabajo. Lo que se dice: caída libre. Por suerte para ellos, la familia de Amy conservó algo de dinero (pese a que también están en quiebra), les ponen un bar en el pueblo y con eso consiguen vivir bastante dignamente. Hasta que un día, en el quinto aniversario de casados, Amy desaparece sin dejar rastros. O, tal vez, nada sea tan así como lo cuentan. En la estructura de narradores paralelos que tiene la película (el presente lo cuenta él, los flashbacks a su historia en común los cuenta ella a través de la lectura de su diario personal), no estaría mal poner en duda algunas cosas. En realidad, la estructura narrativa no hace más que reflejar una realidad: ante cualquier situación que implica a dos personas habrá dos miradas, dos puntos de vista distintos. Para él, las cosas sucedieron de cierta manera y la pareja empezó a tropezar por ciertos motivos. Para ella, las cosas fueron distintas. Ambas, de todos modos, son plausibles y hasta pueden convivir. La primera hora es, sin duda, la mejor de PERDIDA: es un análisis, en tono de policial de investigación, en donde se pone en primer plano los conflictos matrimoniales que surgen de los problemas económicos, los secretos que las parejas guardan (uno ante el otro y ambos ante los demás) y la imposibilidad casi ontológica de conocer realmente a otro ser humano. Hay algo muy potente respecto a la mirada sobre la cultura norteamericana en esa primera hora del filme, algo que Fincher ha manejado con similar mordacidad en otros filmes: la ambición, la falsedad, las apariencias. Que los medios de comunicación en su versión más “escándalo mediático” aparezcan a reportar el caso eleva todo eso a la enésima potencia: ya nada es sobre “la verdad” sino sobre “la popularidad”. ¿Quién es más simpático? ¿Quién sabe contar mejor, mentir mejor, disimular mejor? Film Fall PreviewEl centro es, sin embargo, la idea de la crisis y cómo llegamos del idilio al misterio. Nick empieza a ser sospechoso de la desaparición de Amy. El espectador lo ve inocente de entrada, llevado por su punto de vista, pero algunos elementos y pistas que la policía va descubriendo empiezan a dar a entender que tal vez no sea tan así. En ese sentido, la elección de Ben Affleck es perfecta, ya que presenta una especie de “cara de nada” (sonrisa blanda, ojos que no parecen mirar a nadie nunca) en la que cualquier espectador puede proyectar lo que desea. Básicamente, dicho en criollo, no se sabe bien nunca si es o se hace… Si para él –y para su hermana melliza, gran personaje que sin embargo termina desviando las simpatías de los espectadores de una manera más obvia– es Amy la chica problemática que se fue distanciando y alejando en la pareja, en los flashbacks del diario de la chica (gran elección también es la de Rosamund Pike ya que, al no ser una actriz tan conocida, no terminamos de saber qué puede llegar a hacer o quién puede llegar a ser) las cosas fueron más bien opuestas. De un comienzo idílico, casi de fantasía, todo fue desbarrancando de a poco hasta llegar a ese quinto aniversario, preparado como una fiesta (Nick y Amy hacen siempre un juego de pistas armado para festejar estos eventos) y que termina con la casa violentada y Amy desaparecida. ¿Se fue? ¿La mataron? ¿La secuestraron? ¿Quién es el responsable? Cuando flashbacks y presente coinciden, promediando el filme, es donde los universos se unirán –también, aparentemente– y la película pegará la primera de sus vueltas de tuerca. El tema seguirá siendo el mismo –con un eje aún más fuerte puesto en el rol de los medios de comunicación–, pero Fincher entrará más en el terreno de la “mecánica argumental”. Si la primera parte del filme se juega en un tono algo más realista (ahí yo imaginaba que Ben Affleck hasta podría haberla dirigido), la segunda será género hecho y derecho, con un interesante nexo entre ambos que deja en claro hasta qué punto las creaciones de la cultura popular (literatura, televisión, cine) tienen un rol en la vida real de las personas. gonegirlEsa división de la película seguramente dividirá también a los espectadores de acuerdo a su cultura o preferencias cinematográficas. Digamos, simplificando: ¿el cine tiene que ser más como la vida o la vida más como el cine? Aquella frase de Hitchcock (“the cinema is not a slice of life, but a piece of cake”) resuena fuerte en PERDIDA. Pero ahí donde Hitch (o su heredero, Brian De Palma, quien podría haber creado un clásico de clásicos con una trama así en los ’70) tomaban una fuerte decisión por el “juego”, Fincher es más ambivalente: juega, sí (de hecho, la película por momentos es muy graciosa), pero nunca quiere abandonar el aspecto “slice of life” de su cine. Y eso, en la segunda mitad, lo mete en algunos problemitas. Lo que sí logra hacer el realizador de PECADOS CAPITALES, EL CLUB DE LA PELEA y ZODIACO (sin dudas, su mejor película, y a la vez la más life que cake, digamos) es nunca perder de vista del todo el eje y centro del filme: la idea de la convivencia matrimonial como reflejo de una sociedad construida en base a falsas apariencias. Si bien por momentos este eje acerca al filme peligrosamente a una zona temática cercana a la de BELLEZA AMERICANA, Fincher es menos sentencioso y disfruta del costado oscuro de esa lógica, casi como atreviéndose a plantear lo atractivo que puede ser una sociedad en la que nadie, finalmente, sabe con quien o quienes vive. Como en sus otras películas, sus protagonistas son personajes que conviven con ese lado perverso, no son particularmente simpáticos o amables, y Fincher espera que el espectador los acepte así y trate de entenderlos sin juzgarlos. gone girl2Y sin embargo, hay algo en PERDIDA que no termina de funcionar del todo bien. Por un lado, da la sensación que Fincher apura el relato para resumir la novela en un tiempo cinematográfico “aceptable” por lo que muchas veces la información vuela por los aires sin permitirle al espectador masticarla lo suficiente. Eso vuelve ciertas actitudes y comportamientos un poco excesivos o injustificados (una larga secuencia con Neil Patrick Harris es, para mí, la que más peca de eso), a la vez que estira al extremo la plausibilidad de los acontecimientos. Da la sensación, en estos tiempos de furor por las series de televisión, que las idas y vueltas de la trama podrían haber fluido mejor en una miniserie de 6, 8 episodios. Aquí, en la última parte del filme, se siente que la complejidad se deja de lado a favor de los mecanismos de la trama, lo cual debilita el conjunto. Pero no del todo ya que, de hecho, para el final Fincher (bah, la propia novela) nos tiene preparados un cierre llamativo que vuelve a poner de manera fuerte, y en primer plano, los temas más ricos del filme. La parte más pulp (al borde del absurdo, bien genérica, de trama pura) es, curiosamente, la que genera los momentos menos creíbles de PERDIDA pero, a la vez, la que le quita el aire de seriedad dramática que le habría permitido ganar premios Oscars y tornarse una de esas temidas “películas importantes” que nos acechan año a año. Fincher elige, en cierto momento, ir más por el lado ATRACCION FATAL que por el de ¿QUIEN LE TEME A VIRGINIA WOOLF? (otra fuerte referencia de la novela y de la película) y eso la vuelve más caótica, improbable pero también imprevisible. Es “menor” en el sentido en el que AL FILO DE LA MUERTE es menor que ZODIACO o RED SOCIAL, pero también la saca, por suerte, de los peligros de volverse EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON, por citar y relacionarla con otras películas del propio Fincher. Es, finalmente, otra muestra de un cineasta muy talentoso e inteligente que casi siempre parece elegir materiales que están un poquito por abajo de sus evidentemente enormes posibilidades creativas. No sé si eso es una muestra de humildad o, más bien, todo lo contrario.
Crítica emitida por radio.
No fui yo, fue… El cine de David Fincher se caracteriza por los lazos psicológicos trazados a partir de sus personajes en conflicto, mayoritariamente hombres. Basta mencionar, entre ellos, algunos desarrollados por el cineasta, como las personalidades múltiples, la manipulación afectiva, la perversión, la inclusión de la tecnología en la sociedad y la recurrente violencia retratada en un amplio contenido de su filmografía. Este film es otro de estos casos. Perdida fue presentada desde sus avances e inicia con la misma premisa de la serie y film El Fugitivo. Hombre casado regresa a su hogar, encuentra muerta a su mujer (en este caso, ha desaparecido), y es inculpado por ello. No es casual que incorpore una pequeña participación de la actriz Sela Ward (que interpretó a la esposa del Dr. Richard Kimble). Alejándose de la estructura convencional del policial, Fincher brinda una vuelta de tuerca al género a través del uso de la elipsis temporal, en la que quedan evidenciados otros temas que van conformando el desarrollo del film. La relación de la pareja se interpone a los acontecimientos ocurridos y por suceder, marcando así un quiebre en la narrativa. Para avanzar en lo incierto deben conocerse elementos previos a la desaparición, el presente y luego acelerar hacia una poco previsible resolución. Llega el momento en que deja de importar la no comprobada inocencia del posible autor de la desaparición, para dar lugar a una batalla mediática. La explícita denuncia sobre los medios de comunicación, foco de la inquietante segunda mitad del film, deja inoperantes a personajes sobre los que se había desarrollado y buscado la manera de empatizar con el espectador, como por ejemplo la dupla policial. Se da lugar a otros aspectos que juegan con el suspenso, incluso existe un recurrente tono cómico y satírico en diversos diálogos, que recaen sobre la mejor amiga de la desaparecida o la pequeña participación del FBI. A años luz de trabajos previos como El Club de la Pelea, Al Filo de la Muerte, Zodiaco y La Red Social, Fincher baja los decibeles, aunque alejado de lo fantástico de Benjamin Button para dedicarse a una relación de pareja, algo inusual en su carrera cinematográfica, apenas trabajada en La Habitación del Pánico. La violencia es moneda común en Perdida, tanto física como verbal, e incluso psicológica. Los distintos matices y comportamientos no se dejan ver en un principio aunque en el desarrollo, al escarbar sobre el pasado, se deja entrever. El film de Fincher es por momentos asfixiante, perturbador; juega con el suspenso y luego lo amputa por completo para darnos una moraleja sobre las relaciones conyugales. Y así dejarnos mancos, como el asesino de Mrs. Kimble…
Un thriller fascinante, inteligente y perverso El realizador de la notable “Seven: Pecados capitales” vuelve aquí con una historia atrapante, cargada de claroscuros. En el centro, Nick, Amy y un amor hecho de ilusiones y decepciones, de manipulaciones y recelos, de misterios y rencores. “Eso es el matrimonio”, dice ella, una escritora dueña de una belleza inquietante, que vive como si fuera la heroína de una de esas fábulas recargadas de hadas buenas y villanos feroces (superlativo trabajo de Rosamund Pike). De allí aprendió a tramar todo y a creer sólo en su imaginación. Siente que la vida, al menos la suya, merece un orden y que ella, como en los cuentos, es quien debe dársela. Estamos en un pueblo de Missouri. El día que Nick y Amy van a celebrar su quinto aniversario de casados, ella desaparece. Sorpresa, desesperación. Todo parece apuntar al marido. Pero a partir de allí la historia se ensancha y se contradice. ¿Qué pasó? Los vecinos, los medios y la investigación policial suman argumentos. Hay un sospechoso diario personal y unos cuantos flashbacks que agregan dudas. Y allí entra en escena la mentira y esa enorme zona de grises y misterios que merodean entre el amor, la violencia, el sexo, la infidelidad y el odio. Es un texto ingenioso, complejo sin ser confuso, atrapante, un film sutil y sofisticado que no hace trampas y cala hondo en la personalidad de una pareja retorcida que está unida más por los pesadillas que por los sueños. ¿Qué pasa en este matrimonio? El film renueva cada paso sus sospechas, va y viene sin soltar al espectador y tiene un final a la altura de un tema que apuesta al puro desconcierto, en el mejor sentido de la palabra. La mentira los separa y la mentira los junta. Nick y Amy se destruyen pero hay algo enfermizo que no los deja separarse. Nadie sabe dónde está la culpa, por qué siguen juntos y hasta dónde se necesitan y se temen. “Perdida” propone una mirada implacable sobre la pasión indomable en su estado más alterado y deja ver al matrimonio como algo misterioso y absorbente, el ámbito donde las pulsiones extremas se subliman y encarnan. Nick y Amy ¿se aman, se odian? Fincher juega con lo incierto. Sabe que el amor y el crimen siempre dejan pistas falsas.
Desaparición y misterio La esperadísima propuesta de David Fincher arriba a las salas para saciar las ansias del público. Adaptación del best-seller de Gillian Flynn que saca provecho en la gran pantalla gracias a una puesta en escena atrapante, alarmante y que juega con el desconcierto para llevar al espectador a experimentar diferentes sensaciones que no le permitan relajarse en ningún momento. La palabra que mejor define a la cinta es intensidad. El relato, más allá de su larga extensión, está poblado de un aire que va mutando, a lo largo de su desarrollo, desde enigmático hasta incluso llegando a resultar casi malsano y retorcido. Todo bajo la admirable conducción de un director al que el género le sienta como anillo al dedo, siendo en el que mejor se desempeña. La historia es simple desde la teoría o bien dando a conocer su sinopsis: Amy, la esposa de Nick, desaparece nada menos que en el quinto aniversario de su boda. Los comportamientos poco comunes de Nick perjudican su imagen de cara a los medios y a la presión policial, anclándose como el sospechoso principal. Si nos enfocamos en la filmografía de Fincher, es posible encontrar a Perdida más parecida a Zodiac que a otros ejercicios del mismo rubro que haya compuesto el realizador. Se asemeja en cuanto al ritmo y al tranco con el que la narración se va desentramando, y también en todo lo que concierne al misterio a descubrir y a la investigación que se lleva a cabo. La ambientación y el trabajo de fotografía se complementan a la perfección con los eventos que se exhiben en la pantalla, cooperando así para cimentar un clima oscuro. Lo mismo sucede con respecto a la banda sonora, tranquila y punzante según la ocasión, destacándose en la última cualidad mencionada en una secuencia específica bañada de una tensión y de un grado de perversidad sofocante. La película puede servir como muestra de aquellos componentes que se necesitan para elaborar un thriller eficiente y nato. La capacidad de desconcertar, intrigar y mantener en vilo al público permanece de manera constante hasta el desenlace del film. Las virtudes del director de Seven están dadas, además de la conjunción de los factores citados recientemente, en las vueltas de tuerca que plasma durante su recorrido. Los giros argumentales, cuando están bien presentados como sucede aquí, le aportan siempre un plus a narraciones de este tipo. Ben Affleck convence desde el papel de un sujeto casi inexpresivo ante un acontecimiento que desesperaría a cualquiera. Rosamund Pike, por otra parte, acaba realizando una interpretación sin desperdicio alguno, en lo que factiblemente haya sido el mejor rol de su carrera. Los secundarios están a la altura de las circunstancias y acompañan en buena sintonía. David Fincher no sólo se ajusta al seguimiento o al descubrimiento de lo que como oculto adquiere mayor fuerza, sino que también apuesta algunas fichas a ciertos pasajes de humor irónico, a lo pasional, al perfil psicológico de los personajes y al papel cada vez más influenciable de los medios masivos de comunicación sobre la gente que los consume, y cómo a través de ellos se manipula la opinión pública. Perdida es, sin dudas, una de las grandes y mejores obras del año. LO MEJOR: el relato en sí. La intriga, el nivel de intensidad, por momentos sofocante. Las actuaciones. El pulso narrativo de Fincher. Las vueltas de tuerca. LO PEOR: posiblemente su extensión. PUNTAJE: 9
Otro round de la guerra de los sexos David Fincher es un director estadounidense bastante conocido por el público de esta zona donde goza de un buen concepto y hasta se diría que es admirado por los críticos, quienes le reconocen su talento para la dirección de actores y la narración cinematográfica. Entre sus títulos más destacados, se puede mencionar a: “Alien 3”, “El curioso caso de Benjamin Button”, “La habitación del pánico”, “Zodiac”, “El Club de la Pelea”, “La Red Social”, entre otros. “Perdida”, recién estrenada en Santa Fe, está basada en un guión de Gillian Flynn que es una adaptación de su novela “Gone Girl”. En general los comentaristas coinciden en que “Perdida” es varias películas al mismo tiempo y esta particularidad está dada porque la historia que cuenta va adquiriendo distintos perfiles a lo largo de las dos horas y media que dura. En pocas palabras, se trata de una crisis matrimonial que deriva en un hecho policial de características confusas, donde se mezcla el ámbito privado con el público de tal manera que se vuelve difícil para todos saber a ciencia cierta qué es lo que ha ocurrido y cómo se debería calificar a los hechos. Nick (Ben Affleck) está casado con Amy (Rosamund Pike), en el quinto aniversario de su matrimonio, ella desaparece. En la casa que era el domicilio conyugal quedan vestigios de violencia que hacen pensar que la joven ha sido víctima del ataque de otra persona. Al encontrase con este panorama, Nick llama a la policía y a partir de ese momento, comienza una investigación por parte de las fuerzas del orden que tomará por caminos insospechados a medida que van apareciendo pistas que llevan a un lado y a otro. Pero la particularidad del relato es que el espectador podrá contar con el punto de vista de Nick por un lado y el punto de vista de Amy por el otro, en una trama que va desentrañando la historia de la pareja, con abundante uso del flashback hasta llegar al día fatídico de la desaparición. Esos puntos de vista abundan en comentarios y apreciaciones subjetivas y complejas que indican que se está ante un caso bastante singular. A ello hay que sumar cómo, al tomar estado público, los medios de prensa empiezan a difundir sus propias versiones e interpretaciones de lo que podría haber pasado. Mientras tanto, los padres de la chica y su marido (que comienza a levantar sospechas como posible autor de la desaparición de su esposa) convocan a la población a que los ayude en la búsqueda. Aparecen testigos que dicen una cosa u otra y la confusión aumenta. La policía, por su parte, sigue su propio método de investigación y va recolectando todos los elementos que encuentra de interés en la escena del ¿crimen? La cuestión es que se van sumando los puntos de vista y el espectador se verá atrapado en un embrollo que por momentos adquiere características bizarras, con una mezcla de trhiller psicológico, reality show, caso policial, violencia de género y perversiones varias. Como se trata de un film en el que el suspenso y la intriga son componentes clave de su atractivo para el público, es mejor no abundar en detalles. Aunque se puede decir que Nick y Amy se casaron enamorados y cuando ambos pasaban por un buen momento laboral, los dos escritores con cierto grado de reconocimiento social. Pero de pronto, no se sabe muy bien por qué, quedan desempleados al tiempo que deben atender algunos problemas familiares. A un paso de la bancarrota, sobreviene la crisis de pareja y la desaparición de ella. Ambos son manipuladores y al parecer se trata de una pelea matrimonial que adquiere dimensiones públicas inesperadas, en las que, como suele ocurrir, los de afuera, que pasan de tomar partido por uno o por otro, a medida que se van conociendo detalles de la investigación, terminan aceptando que nunca conocerán del todo lo que ha ocurrido, para bien o para mal. Y como dato que se puede considerar relevante, la figura masculina aparece marcadamente influenciada y hasta acosada de alguna manera por varias figuras femeninas: su esposa, su hermana gemela, una amante más joven, las periodistas, la policía que dirige las investigaciones, su suegra... Todas ejercen presión sobre el protagonista y tratan de manipularlo de alguna manera, aunque Amy será la más perversa de todas logrando imponerse como una temible bruja obsesiva y despiadada. La película es entretenida y el elenco es de primera, conformando un producto interesante que trata algunos temas urticantes del mundo moderno con un enfoque tragicómico de la siempre vigente guerra de los sexos.
David Fincher es sin duda un genio por el que esperamos un nuevo filme (o serie, si es el caso). Si bien muchos pensamos que su último filme, Los Hombres Que No Amaban A Las Mujeres fue un punto negativo (para ver nuestra reseña, Click aquí), es un genio que sigue elaborando películas excelsas que disfrutamos todos por igual. Ahora, su mano maestra toca Perdida (Gone Girl), adaptación del libro de Gillian Flynn que cuenta la historia de Nick y Amy, una pareja que se encuentra festejando su quinto aniversario juntos, pero que ese mismo día, Amy desaparece sin dejar huella. Es así que inicia una búsqueda algo extraña de la chica perdida, que llevará a un desenlace sangriento y nada esperado. No soy muy fan de contar el filme, pero este amerita que les de una pequeña pista. Al cumplir la primer hora del filme (que dura 2:30), se resuelve el caso. Sin embargo, lo que sigue es una completa espiral de sucesos extraños, inesperados y que pocas, o quizá ninguna vez, hemos experimentado en una película del género presente. Ben Affleck y Rosamund Pike son quienes cargan con casi todo el filme y lo hacen de una manera brillante, espeluznante a veces, pero brillante. Quizá su único pecado es tener pequeñas lagunas que alargan la película innecesariamente y le dan un toque de desesperación, pero sin duda, la narración no se pierde en ningún momento, y cuando parece que todas las piezas del rompecabezas pro fin han encajado… hay que empezar de nuevo. Gone Girl no sólo es la película de la semana, sino probablemente una de las mejores del año. David Fincher lo ha hecho de nuevo.
Screwball comedy del infierno Perdida es una película ambiciosa dirigida por un director ambicioso. David Fincher tiene una filmografía venerada por muchos y despreciada por otros tantos. A veces, cuando decide hacer un juego de perfil bajo, consigue grandes películas. Pero en otras ocasiones, cuando se enreda en su estilo pretencioso y sentencioso, puede tener un traspié. Perdida (título local para Gone Girl) es una película con indudable ambición y con elementos de alto riesgo cinematográfico. La historia que cuenta se va torciendo lentamente (o no tanto, por momentos) para que aquello que comenzó siendo un drama policial, pase a ser un film de suspenso y más tarde una comedia. No es anticipar la trama esto, porque la mayoría de los espectadores no registre claramente este giro y lo vea simplemente como un mamarracho. No lo es, que quede claro, pero sí debe decirse que tan arriesgados cambios de género pueden producir genuino rechazo. Nick Dunne vuelve a su casa y descubre que su esposa Amy ha desaparecido. No hay explicación para la desaparición y no se sabe si es un secuestro o un homicidio. No hay noticas de Amy y poco a poco el marido sufriente se transforma en el principal sospechoso. La historia comienza a torcerse y mediante el diario de Amy, vamos descubriendo como era la historia previa del matrimonio. Pero la historia se sigue torciendo, intentando jugar con los puntos de vista y con la información que el espectador recibe. Le lleva su tiempo avanzar y es mérito de Ben Affleck que la historia mantenga siempre el interés. Pero claro, queda mucha película todavía y habrá más revelaciones. Avanzar sobre las mismas sería contar la trama. Pero la película busca dar una vuelta osada y no lo consigue. Como si fuera una screwball comedy trágica, Perdida, es una historia sobre el matrimonio. No es una comedia, pero el humor comienza a apropiarse de la trama. Que no piense el espectador que está loco si siente el deseo de reírse. Es intencional. El tema central es el matrimonio. La pareja. Una amarga y sórdida mirada sobre lo que significa el matrimonio. No es un análisis construido de forma realista, todo lo contrario. Con el policial sobrio al comienzo y con un estilo más Brian De Palma en el la última parte, la película conserva su tema pero falla en la transición. Y falla porque los actores –todos excepto Affleck- se vuelcan a la más ridícula sobreactuación. Neil Patrick Harris hace algo incomprensible, que ni en Saturday Night Live podría tener sentido y Rosamund Pike, soñando con un Oscar, muestra que cuando el director no sabe cómo hacer su trabajo los actores son un verdadero peligro. Aun sin negar lo loable del ambicioso relato, hay que decir que Fincher no consigue el objetivo buscado. Aunque sus admiradores sean incondicionales, la película es demasiado forzada, incluso para ellos.
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Búsqueda desesperada Una película seductora y perversa que viene de la mano de un director inusual como David Fincher, quien no siempre quiere agradar al público. El creador de Pecados Capitales, El club de la pelea y La red social, entre otras, dispara este thriller adaptado del best-seller de Gillian Flynn y encabezado por Ben Affleck y Rosamund Pike, vista en Orgullo y prejuicio y Furia de titanes 2. Amy (Pike) y Nick (Affleck) se disponen a celebrar su quinto aniversario de casados. Sin embargo, ella desaparece misteriosamente y él se convierte en el principal sospechoso de un caso que cobra notoriedad en North Carthage, a orillas del río Mississippi. La investigación policial comienza a apuntar a un Nick desempleado que ha extendido una póliza de seguro de vida de su esposa desaparecida y que encuentra refugio del revuelo exterior en su hermana, con la que comparte un bar del pueblo. Perdida alterna pasado y presente de los personajes, mostrando muchas facetas ocultas mientras se acumulan datos, personas y pistas que cambian el rumbo de los acontecimientos en en una trama que se toma sus tiempos pero que nunca deja indiferente al espectador. La historia trae a una detective (Km Dickens) y su asistente que revisan meticulosamente la casa de Nick en busca de rastros; a los padres desesperados de Amy; a una periodista sin escrúpulos y a un abogado (Tyler Perry) que quiere dar vuelta el caso. En ese sentido, el film desmenuza con precisión quirúrgica la relación enfermiza de un matrimonio, el engaño, la infidelidad y el poder de los medios de comunicación como formador de opiniones. El mayor mérito reside en la actuación de Rosemund Pike y en la relación que tiene el personaje de Affleck con las mujeres que lo rodean en este trabajo de Fincher que ya está en la mira para la próxima edición de los Premios Oscar.
Es verdad que el director estadounidense David Fincher tuvo un par de traspiés a lo largo de su carrera ( La habitación del pánico y El curioso caso de Benjamin Button concretamente) pero son muchos más sus importantes aciertos: Seven, The Game, El club de la pelea, Zodíaco, Red Social. Incluso Alien 3 y La chica del dragón tatuado fueron sólidos y personales ejercicios de género, y hoy su nombre se ha vuelto ineludible a la hora de pasar lista de los más importantes creadores de Hollywood. En éste su décimo largometraje, Fincher vuelve al thriller y al policial negro, sus géneros predilectos. Perdida viene a ser la historia de un hombre (Ben Affleck) que llega a su casa para enterarse de que su esposa (Rosamund Spike) ha desaparecido, dando con algún mueble roto y manchas de sangre que dan la idea de un forcejeo y, casi seguramente, de un secuestro. A partir de entonces la película se centra en una búsqueda y una investigación, con el agravante de que la prensa y los medios de comunicación toman conocimiento del caso y lo siguen escrupulosamente, al punto de convertirse en auténticos hostigadores. Curiosamente, la incapacidad expresiva de Affleck cuadra perfectamente aquí, ya que se trata de un personaje conciso del que se puede sospechar alternativamente de su inocencia o su culpabilidad. Pero quien realmente se impone es Spike, en un papel que recuerda esa afición que tenía Hitchcock por las rubias, y los personajes femeninos complejos y sorprendentes por los que se inclinaba. Spike compone una mujer multifacética, cuya niñez era relatada por sus padres y difundida en la serie de libros infantiles ("La increíble Amy"), en los que representaban una versión perfecta de ella, nunca fiel a la verdadera. Así, la película juega y expone, en un gran sarcasmo, la dimensión pueril, falsa, injusta y profundamente inconsciente (ya que causa perjuicios directos) mediante la cual los comunicadores y los medios masivos tergiversan la realidad alimentando prejuicios y preconceptos, definiendo y moldeando el sentir de la opinión pública. Pero lo más atractivo aquí es que son suscitadas en el espectador las mismas sospechas que esa opinión pública tiene, de modo que se lo hace partícipe de un sentir profundamente desagradable: aquel que lleva a clamar por la cabeza de alguien un día, para comprender luego el error propio y erigir, quizá al día siguiente, a ese alguien como un ejemplo a seguir. Como en varias de sus películas anteriores (principalmente Zodíaco), Fincher utiliza el thriller como excusa; si bien aquí el eje principal parece ser en un comienzo el enigma de la desaparición, esto cambia a la mitad del metraje, desplazando radicamente el foco de la narración para comenzar a contrabandear apuntes de otro tipo. Asimismo, se lleva al protagonista a una encrucijada existencial, con un notable vuelo metafórico referente a la "prisión" conyugal y ciertos vínculos de poder existentes en algunas parejas. Todo esto, claro está, propiciado mediante una atmósfera acuosa, envolvente y desconcertante en cada momento (la música de Trent Reznor y Atticus Ross juega un papel fundamental), con la capacidad narrativa y técnica de uno de los mejores constructores de climas del cine norteamericano actual.
Un buen entretenimiento, un thriller atrapante que contiene tensión, secretos y suspenso. El cineasta David Fincher (52) es un generador de climas, ya lo vimos en: "Pecados Capitales", "Zodíaco", "La habitación del pánico", "El curioso caso de Benjamin Button", entre otras. Esta nueva historia que ingresa en nuestra cartelera, habla de los engaños, la psicopatía, las apariencias, el desequilibrio, lo que puede causar el dinero y la perversión. Todo comienza como un clásico thriller, Nick Dunne (Ben Affleck) y Amy Dunne (Rosamund Pike) están por festejar su quinto aniversario de boda ese 5 de julio, pero su hermosa esposa no se encuentra, hay una mesa de vidrio rota, un poco de sangre en algunas partes de la casa, luego de esto rápidamente interviene la policía, la Detective Rhonda Boney (Kim Dickens) y su compañero de equipo Jim Gilpin (Patrick Fugit) quienes toman a su cargo la investigación. No tardan en aparecer una serie de pistas, cartas, secretos, mentiras, personajes, engaños, entre otros elementos que le dan mayor intriga y suspenso. En la historia se va mezclando el pasado y el presente. Se van tejiendo distintas hipótesis, varios datos van aportando distintas piezas al rompecabezas demostrando como mayor sospechoso a su esposo. La historia se convierte en un thriller emocionante, lleno de ironías, se muestra como: actúa la sociedad estadounidense, operan los medios de comunicación, el de los investigadores y como el mundo de Nick y el de su entorno se derrumbar. Nos encontramos frente a un director que sabe ir metiendo al espectador en la historia, aunque en algún punto tiene alguna similitud con “Atracción Fatal” o el último cuento pero 5 años después del matrimonio en “Relatos salvajes”. A mi gusto le sobran unos cuantos minutos porque algunas escenas se transforman en reiterativas. Y su final para algunos espectadores resultará polémico. Existe el rumor que para la próxima entrega de los Premios Oscar puede ser nominada a: Mejor Película, Mejor Director (David Fincher), Mejor Actriz Principal (Rosamund Pike), Mejor Actor Secundario (Neil Patrick Harris) y Mejor Guión Adaptado (Gillian Flynn, basado en su novela).
Nada es lo que parece en este thriller tenso e inteligente Amy Dunne ha desaparecido, justo en el día de su aniversario. En la casa hay signos de violencia (¿fue un rapto?), pero los policías asignados al caso van encontrando demasiadas pistas que indican lo contrario. En el centro de la escena queda Nick, el marido de Amy. Los medios escarban en la vida de la pareja y afloran evidencias de que las cosas no marchaban bien entre ellos. De repente, la desconfianza se apodera de todos. “Perdida” es una película inteligente y eso ya es mucho decir en estos tiempos en los que esa cualidad -la inteligencia- es propia de las ficciones televisivas. Hay una novela inquietante por detrás, cuya autora -Gillian Flynn- se encargó también de escribir el guión. Y hay un director en el punto justo de su madurez creativa, capaz de construir un clima de angustiante suspenso durante dos horas y media que pasan volando. Es, posiblemente, lo mejor de David Fincher en su carrera, y eso que en el CV acredita “El club de la pelea”, “Pecados capitales”, “La red social” y hasta la subvalorada “Alien 3”. Eso sin contar que es el hombre detrás del suceso de “House of cards”. OK, también hizo “El curioso caso de Benjamin Button”, pésima desde todo punto de vista. Nadie es perfecto. De movida, Fincher interpela al espectador. Lo saca de la zona de confort a la que suele conducir el cine de hoy para meterlo en la historia de las narices, lo obliga involucrarse en el juego de las conjeturas y a identificarse con mucho de lo que sucede en la intimidad del hogar de los Dunne. Todos esos desafíos sobrevuelan la platea. Bienvenidos sean. Desde lo formal Fincher también elude la linealidad para desenredar la madeja al compás de flashbacks. Va y viene en una línea temporal que marca rigurosamente en la pantalla. Cada secuencia está documentada por el tiempo transcurrido desde la desaparición de Amy y el apunte no es anecdótico. Para Fincher el tiempo es importante y le sirve para medir cómo van modificándose las conductas. “Perdida” puede leerse en distintos niveles de profundidad. En el tapiz tejido por Fincher y por Flynn hay puntadas que se descubren en la medida que el espectador acepte mirar con detenimiento. Por encima está la trama policial, seguida por el thriller psicológico, continuado a su vez por el contexto social. La tensión, la violencia, el sexo y las relaciones familiares son notas de una partitura compleja. Y hay más en el pentagrama; por ejemplo la manipulación de la opinión pública, aunque con un giro ingenioso, porque al principio los medios instalan su postura, pero después los protagonistas se apoderan de ellos para utilizarlos en su beneficio. Además de bien contada y notablemente escrita, “Perdida” se vale de un Ben Affleck enfocado y de la magnífica Rosamund Pike, a quien le llegó el rol estelar que merecía desde hace largo rato. De diálogos precisos y de silencios imprescindibles se nutre la historia, por momentos ascética y de una violencia rojo sangre cuando hace falta. ¿En que estás pensando?, ¿en qué nos convertimos?, se pregunta Nick mientras acaricia a su mujer. Me gustaria destriparle el cerebro para saberlo, se responde en silencio. De pronto, ella gira y le aplica la más terrible y enigmática de las miradas. “Perdida” ya está jugando en la lotería del Oscar que viene y tiene con qué.
Un relato de ilusiones y simulacros En su nuevo film, David Fincher, director de Seven (Pecados Capitales), nos propone un juego en clave de thriller que nos conduce al filo del abismo. Para muchos profetas del Séptimo Arte, esta pieza va camino al Oscar 2015. Cuesta creer, resulta poco creíble, que la Fox haya tenido a su cargo la producción y distribución de este film. Más aún, con gran asombro, comentamos que el guión fue inmediatamente aceptado; claro está a partir de que la obra original, la novela de Gillyan Flynn ha pasado a ser uno de los más buscados best?sellers de los últimos años. De cualquier manera, no es este un film que pretenda duplicar a un cine de fórmula efectista y previsible; por el contrario, funciona a manera de puzzle en la cabeza de los personajes y en nosotros, espectadores, a quienes se nos invita a acompañar cada movimiento de pieza, cada nuevo giro de la historia (en algunos casos, levemente sugerido) en el entramado de géneros que organizan de manera cartográfica este relato. Una vez más, su realizador -nacido en Denver, Colorado, en el año '62- permite que asomen en este film las huellas y marcas de su amado Alfred Hitchcock y en relación de descendencias, de su admirado Brian De Palma. En su ya considerable trayectoria, David Fincher ya ha pasado a ser un autor modélico a partir de aquel film del '96, Seven?Pecados Capitales, en la que un detective a punto de jubilarse, (Morgan Freeman) junto a un joven que desea ocupar ese lugar (Brad Pitt), deberán enfrentar un siniestro caso, una cadena y rosario de crímenes, que llevan el símbolo del universo de Dante en su descenso al Infierno. En aquellos días, la crítica comenzó a ver en este realizador a un profesional que, a partir de una situación propia de un cine de género, planteaba "la pugna entre lo real y lo falso, entre la vida verdadera y los simulacros de vida". Y simultáneamente, en este film no ya de terror, sino de horror, apunta a develar "las raíces filosóficas de patente existencial". Esta caracterización alcanza, en principio, a la mayor parte de los films de este director, quien a la hora de elegir el nombre para sus films selecciona del extenso paradigma, (igualmente resonante en su tendencia a la serialización), títulos breves, acotados, que apuntan a categorías y conceptos: Seven, TheGame, The Fight Club, Zodiac, y tras The Red Social, nos llega ahora GoneGirl; un film que, para numerosos críticos y profetas del mundo del cine, ya va camino al Oscar 2015. Sí, en cambio, podemos considerar desde este lugar a El extraño caso de Benjamin Button como un título que abre a un desvío, hacia el mismo anclaje en el cuento largo, homónimo, de F. Scott Fitzgerald. Un mundo de simetrías, de equilibrios en pugna, define el territorio en el que se mueven los personajes de sus films. Y es en ese espacio donde lo cotidiano y lo doméstico, el tedio y la mirada alienada, transcurren, encuentran asidero, sus historias. Con una tendencia a diseñar un relato abstracto, cercano a una pintura no figurativa, la trama de los films de David Fincher se plantea desde el inicio como un acertijo, que transita por lo numérico, formas geométricas y símbolos, que se inscriben desde el rigor del plano en la retina asombrada del espectador. Entre el dolor y la tragedia, los personajes de sus films, que de manera pausada van dejando asomar insospechadas conductas, nos llevan a reconocer el mundo subterráneo de conductas humanas: simulaciones y enmascaramientos, hipocresía y banalidad, conformismo y decadencia. Un susurrante humor negro se adueña de la historia y nos conduce a un camino de interrogantes que no cesan. Si Perdida, el film que conocimos en estos días, abre desde una voz que se interroga, sobre el cierre del mismo, esas mismas preguntas nos arrojan ya a un espacio abismal diseñado por conductas cómplices y perversas. Sin renunciar a la matriz de los géneros, antes bien ponerlos en primer plano, Perdida se mira, ya desde el primer tramo, en el espacio de la comedia sentimental, veladamente empalagosa, en los apuntes sobre el melodrama, en el viraje hacia el "cine negro"; el ingreso, de manera fantasmática, al thriller psicológico. Y todo el film, a lo largo de sus dos horas y media (menos un minuto), se plantea como un enigmático juego que abre a la sospecha y a la ilusión óptica; narrado, en principio, desde una doble perspectiva. Desde el clásico binomio ella y él, y en una fecha clave, un Quinto Aniversario, que lleva a pensar en el elemento Madera, el matrimonio formado por Nick Dunne y Amy,(quien en otro tiempo por su presencia artística había llegado a ser una suerte de joven prodigio, una aplaudida y poderosa revelación) pasarán a ser las bisagras de esta historia. Y es que en ese mismo día, de esa fecha celebratoria, algo va a ocurrir. Y es esto lo que en el mismo transcurrir de los días abrirá a la duda, acusaciones, construcciones de interesadas hipótesis, persecuciones en nombre de actos solidarios. Porque ese mismo día, al regresar a su hogar, este personaje, Nick Dunne, oriundo de Missouri, radicado allí en ese limitado espacio, descubrirá, con estupor, que ella, su amada Amy, ya no está allí. Así, de pronto, ese matrimonio aceptado por toda la comunidad, espejo de una mirada inmóvil, delineado por la rutina del sin sentido, comenzará a ser blanco de los comentarios de los vecinos, de los medios; quienes en su escalada de encubiertas acusaciones, desatarán una feroz cacería; que, partiendo de una búsqueda, que se asume como solidaria, precipitará en una incesante persecución. Entre flashes y entrevistas, sombras vigilantes, actitudes egoístas, en ese espacio en que esa imagen de pareja empezará a fracturarse, los diferentes hechos permitirán que se vaya señalando la crisis de la sociedad del bienestar y de la abundancia. Ahora, entonces, la desaparición de Amy, llevará, desde actitudes cínicas, al espacio de los sobrevivientes marginados. Dos mundos que miran hacia lugares diferentes, dos espacios, unidos y separados, por una sospecha. La sonriente Amy, otrora figura en primera plana, ha desaparecido de la escena familiar. ¿Crimen o secuestro? Como si de un pretexto argumental de un cine de género se tratará, guionista y director, ayudados por la composición de un actor que subraya la inexpresividad de un rostro, como lo sostiene aquí este Ben Affleck que es todo un enigma en sí mismo, van desplegando un trama que apunta a desocultar varios rincones de las conductas de sus personajes, a través de objetos, llamados teléfonicos, cartas que funcionan como indicadores de pista, en este nuevo juego, que se identifica con la caza del tesoro. Con subrayados de día, mes y hora, en un vaivén temporal que igualmente escapa de la linealidad cronológica, Perdida vuelve a escenificar a través de algunos actos la Ley del Contrapaso que David Fincher ya había elegido como recurso de sus ficciones en Seven. Y que remite a uno de los principios rectores que organizan el descenso de Dante y Virgilio en su paso por los diferentes círculos del Infierno. De esta manera, David Fincher vuelve a crear un juego de espejos y repeticiones en relación con sus films anteriores y extiende la tensión del arco hasta que la flecha alcance el más allá de los límites. Desde ese momento inicial que se reconoce en la ausencia, que se continúa en la duda y en la intriga, los personajes de Perdida irán asumiendo su natural y oculta ambigüedad hasta confundir los propios reflejos de sus identidades. Si bien en algunos contados momentos el exceso y el desborde pasan a primer plano, particularmente en uno de ellos, en el que se juega una brutal escalada de violencia y morbosidad, Perdida, ya desde el afiche, el que retrata de manera anómica al personaje masculino, en un terreno incierto, nos va descolocando en cada nuevo movimiento. A la salida del cine, uno de los espectadores, comentaba a otro: "Me hizo pensar en un mecanismo de relojería. ¿Te acordás?. Como en La mejor oferta, de Tornatore. Ajustada y precisa, construida desde un doble punto de vista, que lleva a que el espectador, por momentos, deba tratar de sostener toda una información, que sólo él va conociendo, Perdida se nos propone desde una labor de construcción, a la que se nos invita en rol de otro participante. Los círculos de Seven, marcados a partir de ese Ley de Contrapaso, aquí también en acto, nos conducen por igual a la obsesión y paranoia de sus personajes. Un deambular frente a espejos deformantes se abre ante nosotros, en un espacio de apacible, mansa, familiar quietud. El maravilloso mundo de Amy, "Amazing Amy", se irá resquebrajando desde múltiples miradas y ante nuestra mirada. La inocencia de un rostro abrirá las compuertas de otro espacio, al que se nos empujará haciéndonos ver que ya no habrá lugar para la esperanza, en ese mismo retorno a Dante. En ese territorio en donde la pena de muerte acecha, en el que la voz de un abogado defensor operará como un nuevo reto, los personajes de Nick y Amy han pasado a ser aquello que los demás han guionado. La reconstrucción mediática de los hechos, los equívocos gestos, las permanentes sospechas y comentarios, transforman ese espacio, bucólico y apacible, (al que Amy llegará un día del brazo de su enamorado Nick, obligados por un hecho familiar), en un círculo de amenazas y tenebrismo, de nuevas puestas en escenas, de aceptaciones, de pactos; de siniestros y eternos simulacros.
El matrimonio de Nick (Ben Affleck) y Amy Dunne (Rosamund Pike) se hunde. La crisis económica del 2008 ha dejado sus huellas en la pareja. Allí donde hubo amor ahora hay deudas. Se han vuelto rutina el desempleo, las enfermedades del entorno familiar y los desgastes propios de la convivencia. Nada extraño hasta aquí. Son muchos los matrimonios que luchan por seguir adelante frente a las adversidades de la vida. Están también los que eligen divorciarse. Son pocos los que enfrentan la imprevista desaparición de uno de sus miembros el día en el que se cumple el quinto aniversario de su boda. ¿Qué pasó con Amy? ¿Se fue? ¿Por qué está rota la mesita del living? ¿Entraron a robar? ¿La secuestraron? ¿Por qué no aparece? ¿Está muerta? ¿Quién la mató? Multiplicidad de miradas frente al mismo hecho: la de Nick, la de su hermana, la de sus suegros, la de la policía, la del periodismo. Multiplicidad de géneros en la misma película: policial, melodrama, thriller psicológico y hasta comedia. La versión Fincher del best-seller de Gillian Flynn, quien supo convertir con lograda fidelidad su novela en guión cinematográfico, pone el foco en el punto de vista. De ahí la sensación de estar viendo una película dentro de otra, de ahí sus recurrentes fundidos a negro, pausas que ordenan el relato, silencios que organizan la composición. Como si se tratara de una matrioska, el director de Se7en sabrá llevarnos del árbol al bosque y del bosque al árbol, de lo que ocurre puertas adentro al discurso oficial que instauran los medios de comunicación porque, vamos, si la blonda esposa, que además era buena vecina y una inspiración para todos, desaparece, y si su marido se muestra huraño y parco en sus respuestas, por qué no suponer que él la mato para cobrar tal o cuál seguro y por qué no vender el cuento de La bella y la bestia si total el cuento vende y muy bien. Junto con la prensa amarilla, el espectador volará en círculos como un buitre carroñero sobre el ¿inocente? Nick Dunne hasta que llegue el volantazo del que nada podemos decir si no queremos arruinarle al lector su merecida sorpresa. Del décimo largo de David Fincher nace una estrella llamada Rosamund Pike. Su Jane Bennet de Orgullo y prejuicio y su Elizabeth Mallet en El libertino brindaron pequeños chispazos de talento. Luego llegaron papeles en An Education y Jack Reacher pero la película que marcará un giro en su carrera es esta. La siempre acertada colaboración de Trent Reznor y Atticus Ross a la hora de convertir en música las ideas del director es otro punto fuerte. Esta vez sus melodías potencian el enigma: ¿quiénes son en realidad Nick y Amy Dunne? La pregunta es válida aunque inútil. Si a duras penas podemos conocernos a nosotros mismos, mucho menos a otra persona. Menos que menos a una mujer. Todavía menos a una esposa.//?z
Perdida es una película atrapante, hipnótica, ingeniosa y fascinante, construida de una forma sumamente inteligente, que no podés dejar de ver. Para aquellos que se aburren con los films que exceden las dos horas de duración, en este caso realmente vale la pena, ya que como las cosas van cambiando a medida que transcurre la proyección, los minutos ...
Guión y realización compactas, con un elenco sin fisuras y una atmósfera agobiante Qué linda sensación para el cinéfilo cuando sabe del estreno de un director al cual viene siguiendo. Uno puede ver a lo largo de su filmografía cuales son los temas que ha abordado, y acaso ser testigo de las pequeñas obsesiones del artista en cuestión. En el caso de David Fincher los últimos años lo tienen como un fanático empedernido de la investigación con “Zodíaco” (2007) como baluarte principal. Además, aquella en particular fue la demostración cabal de cómo el espectador, frente a una obra, ve lo que quiere ver o va en la dirección contraria a la propuesta a pesar de las evidencias planteadas desde la acción. “Zodíaco” parecía contar la historia de un asesino serial, pero en realidad el tema era a qué punto se puede llegar cuando la búsqueda de la verdad (en especial si se tiene por vocación, como en el periodismo) se transforma en obsesión, peor aún si crea una dependencia emocional. Algo parecido le sucedía al escritor de “La chica del dragón tatuado” y, por qué no, al desahuciado socio del creador de Facebook en Red Social. Amparado en el infalible axioma de “todo espectador quiere saber quién lo hizo y por qué”, en ese orden,. El director nos trae su décimo largometraje como para darle una vuelta más al asunto de averiguar cosas. Para no entrar en las capas subterráneas del guión de Gillian Flynn, basado en su propio libro, digamos que “Perdida” es la historia de un matrimonio con más apariencias que realidades. Nick Dunn (Ben Affleck) es un escritor reconocido y de buena posición económica. Luego del llamado de un vecino acude a su casa para descubrir que su mujer Amy (Rosamund Pike) ha desaparecido. Cosas rotas y manchas de sangre son algunos indicios que tomará la detective Boney (Kim Dickens) para iniciar el procedimiento policial a fin de saber qué es lo que pasó. “Perdida” abre con una escena clave: mientras escuchamos el pensamiento de Nick, “quisera abrirle la cabeza y saber qué piensa”, vemos a una hermosa y sonriente esposa. Luego el relato abre y se cuenta desde dos extremos. Uno es un diario íntimo de Amy que va construyendo la relación entre ambos; el otro es el presente del marido y cómo éste y los medios de comunicación masivos van tomando la situación a medida que los indicios se van solidificando. Ambos extremos son emocionales, pero se van superponiendo en la mente del espectador para que éste también haga su juego de ajedrez a medida que la entrega de la información va trabajando sobre el morbo y los prejuicios, porque hay algo muy claro en todo esto: nada es lo que parece y nadie está exento de usar una careta. Todos estos elementos funcionan en este gran guión como listones de un cerco en el cual los protagonistas, más que quedar atrapados, caen en su propia red. En especial cuando la prensa entra en acción como elemento crucial de la trama, para lo cual el texto cinematográfico juega a citar a Sartre con aquello de que “el infierno son los otros” en el momento en que Nick o Amy toman la posta en la opinión pública blandiendo estrategias por televisión. El realizador entiende la importancia fundamental de contar con buenos actores. Las tres actrices, Rosamund Pike, Kim Dickens y Carrie Coon, como la hermana de Nick; ofrecen trabajos superlativos, dignos de nominación al Oscar, algo que suele suceder en la filmografía de Fincher. Respecto de Ben Affleck, ya sabemos que no es un gran actor, pero cuando está bien dirigido aparecen destellos interesantes. Por su construcción narrativa, con la compaginación de Kirk Baxter, la generación de atmósferas agobiantes (una vez más lo de Trent Reznor y Atticus Ross con la banda de sonido es espectacular), y la notable fotografía de Jeff Cronenweth, sumados a la capacidad del conductor de esta orquesta para dosificar la información en función de la sorpresa a medida que se sacan más trapitos al sol, “Perdida” va trocando de un drama a un policial y se convierte en uno de los grandes entretenimientos del año.
Mucho se puede decir acerca de PERDIDA, siendo una película profunda, compleja y de una escalofriante precisión quirúrgica. Probablemente el tiempo dirá si Fincher ha filmado una obra maestra, lo concreto es que Perdida es la película más importante del año, capaz de echar por tierra los prejuicios de todos aquellos empecinados en poner en duda la pericia, formalidad y sutileza de David Fincher como (un gran) cineasta. Aquí todo esta orquestado de modo progresivo, a modo de una descarnada cruenta y afilada observación, donde espectador queda a merced de un relato planteado, en apariencia, como la pesadilla de una pareja moderna perdida en su propia neurosis. PERDIDA/Gone Girl es la adaptación del libro escrito por Gillian Flynn , autor que también oficia como guionista de la película de David Fincher. Un caso sumamente singular ya que es común encontrar a los autores de las obras desempeñándose como productores ejecutivos o tal vez como consultores, pero es poco habitual hallarlos haciéndose cargo de la adaptación cinematográfica de sus propios libros. En PERDIDA, David Fincher se vale de la intriga implícita en la peculiar intimidad de esta pareja, para revelar a la mitad de la película que ha utilizado con sobrada pericia todos los tópicos recurrentes del género del suspenso, y entonces emprender un camino que resinifique la totalidad relato, desafiando las empatías, fundamentos y juicios de valores realizados por el espectador hasta entonces. Nick Dunne (Affleck), es un escritor en un frustrado derrotero sin poder concretar o posicionar su trabajo, casado con Amy Dunne(Pike), una chica ejemplar , sustentada y amparada en una considerable fortuna familiar. En el quinto aniversario de casados, Amy desaparece, dejando confusos signos y evidencias en el lugar de los hechos, planteando así un gran interrogante. Poco a poco la policía y el entorno local comenzaran a sospechar de Nick como responsable de la desaparición de Amy – una conjetura que se intensifica en el espectador, dado el comportamiento informal de Nick ante las graves circunstancias que debe sobrellevar. Fincher , ha dirigido películas como Seven/Pecados capitales, Fight Club y The Game, ejemplos característicos de obras donde ya esbozaba la idea tomarse el atrevimiento de trastocar la percepción de los espectadores, obligándolos a ir a contrapelo de todo aquello que daban por seguro en el relato. PERDIDA es el tipo de película elaborada para sorprender al más astuto de los espectadores, donde siempre hay espacio para un giro argumental que oficie como un logrado revés de la trama en la peculiar historia de esta pareja interpretada por Ben Affleck y Rosemund Pike. Apelando al cuidado entre el tenso ritmo de una película de suspenso y la necesidad de desarrollar cuidadosamente la historia, Fincher y Gillian Flynn desarrollan elocuentes contrastes individuales, para los puntos de vista de los principales acontecimientos del relato: Ya sea desde el modo objetivo y vivencial de Nick, en tiempo presente, confrontando con los flashbacks o entradas al diario personal de Amy, los cuales que potencian aun mas el misterio. Resulta por demás interesante como PERDIDA se permite el espacio necesario para tamizar una crítica muy pertinente de la sociedad moderna, donde el común de los individuos esta dispuesto a difuminar todo limite moral en virtud de conseguir lo que desea, a como de lugar, en situaciones que rayan la absoluta psicopatía. Otra de las críticas que Fincher pone de manifiesto, apunta a la voracidad y la explotación de los medios de comunicación, mediante el modo sensacionalista con el que se retratan a diario los diversos casos policiales, sin ningún tipo de cataduras y trasgrediendo cuanto planteamiento moral se ponga en su camino. Destaca un elenco encabezado por Rosamund Pike, en plan de una atemporal blonda que haría estremecer al mismísimo Alfred Hitchcock, en tanto Ben Affleck se desempeña de forma excelente en un protagónico ejemplar, personificando a un individuo imperfecto, plagado de matices y extremadamente racional, aunque involucrado en situaciones que requieren estrategias desesperadas, en las que deberá agudizar su sagacidad a como de lugar. Affleck y Pike componen una de las mas acertadas duplas cinematográficas de los últimos tiempos, mientras que Neil Patrick Harris, Kim Dickens, Carrie Coon, Patrick Fugit y un sobresaliente Scoot McNairy explotan al máximo sus papeles secundarios.
No hay nada mas subjetivo que valorar cine, y ello me resulta particularmente patente en el caso de Gone Girl. Es un filme intenso, inteligente y brillante pero, en sus últimos cinco minutos, se despacha con una resolución anticlimática. No hay restauración del equilibrio o castigo a los culpables, o siquiera una amarga reflexión sobre todo lo que ha sucedido. Sin dudas habrá mucha gente a la cual le parecerá satisfactorio este final, pero a mí me dejó con la boca abierta. Después de dos horas y media, ¿así es como termina?. Es imposible reseñar Perdida sin develar secretos, así que bajaremos el cono del silencio y activaremos el cartel de (alerta: spoilers). Para el resto de la gente, simplemente les diré lo siguiente: vayan a verla; es un gran thriller y uno escrito con mucha astucia, plagado de buenas actuaciones y grandes sorpresas. (alerta: spoilers). En más de un sentido Gone Girl se emparenta con Mi Secreto me Condena y, mas concretamente, con Se Presume Inocente. Tenemos otro marido infiel y torpe que resulta menos el asesino y más la víctima de una conspiración. Hay otro abogado brillante (Raul Juliá en el filme de Harrison Ford; Tyler Perry en el caso presente, demostrando que puede actuar muy bien sin necesidad de disfrazarse de jubilada mal hablada) que viene a sacarle las papas del fuego, y hay una horda de ricachones pedantes y social / emocionalmente inertes que ven todo esto con una frialdad estremecedora. La primera hora es pesada, principalmente porque esta gente - adinerada, famosa, culta y soberbia - habla de manera pintoresca y snob. Se van en pirotecnia verbal y el romance de origen entre Ben Affleck y Rosamund Pike es tan rebuscado que uno no termina simpatizando con ninguno de ellos. El Acto I muestra cómo se conocieron estos tipos - ella, adinerada y heredera de una millonaria franquicia de libros infantiles; él un periodista deportivo sin demasiado talento -, los cuales se casan y afianzan vínculos cuando la madre de él se enferma gravemente de cáncer y se ven obligados a mudarse para cuidarla. Ello los lleva a un pueblo ignoto en donde ella se dedica al ocio y él regentea un bar que su esposa ha solventado con dinero de su patrimonio, amén de dar nominalmente una cátedra de literatura en la escuela secundaria local. Como el ocio es el padre de todos los vicios, no pasa mucho tiempo antes de que Affleck se enrede con una de sus alumnas, y la Pike lo descubra, tras lo cual el filme hace un corte y salta al momento de la desaparición. De hecho la narración va y viene entre la investigación policíaca y las reseñas escritas por la Pike en su diario personal, el cual es hallado por los detectives y les brinda abundantes pruebas de una vida desordenada y de un matrimonio en crisis, en el cual la violencia no resulta ajena. El problema es que la versión del diario no se condice con la de Affleck, quien a su vez tampoco coopera como debería y se muestra demasiado frío y distante en un contexto plagado de nerviosismos, falsas pistas y prontas sospechas. ¿Acaso el tipo es responsable de la desaparición y por eso se muestra tan relajado en los interrogatorios policiales y las ruedas de prensa, o es simplemente un sociópata carente de emociones que ha terminado por quitarse una piedra del zapato?. (siguen los spoilers). Si hasta ahí todo parecía ser una cuestión de procedimientos - tipos buscando ADN, elaborando hipótesis, pruebas que aparecen de la nada -, de pronto el filme pega un vuelco y se vuelve tan sorpresivo como interesante. Es al momento de descubrir que la Pike se ha fugado y que ha elaborado un truculento esquema para acusar a su infiel marido de su supuesta muerte. En ese momento la víctima termina resultando una temible sociópata, una mujer dominante regida por su propio esquema de valores. Lo peor de todo es que Affleck ha descubierto la verdad, pero no tiene manera de probarlo... a menos de que localice a la Pike y la traiga de los pelos. Mientras tanto la mujercita, en la mejor onda hitchcockiana, ha fraguado tanto su muerte como su cambio de identidad y su fuga y - siguiendo con su razonamiento extremadamente enfermizo - ha llegado incluso a planear su suicidio con tal de atormentar de por vida a su desleal esposo, amén de darle un boleto seguro a la cámara de gas. (siguen los spoilers) Es en esa segunda hora en donde los personajes se desacartonan y se vuelven poderosamente interesantes. Primero es la investigación de Affleck - hacia los antiguos novios de la Pike -, en donde descubre los escalofriantes rastros de una sicótica manipuladora, capaz de amenazar y/o fraguar golpizas y violaciones con tal de sacarse de encima a los novios mas rebeldes y molestos. Segundo, en la fuga de la Pike, en donde - gracias a Dios - entra a jugar la Ley de Murphy y las cosas no salen como lo planeado. En esa necesidad de improvisar, la sociópata deberá meterse en la boca del lobo - un antiguo novio perturbadoramente obsesionado con ella - para obtener refugio mientras elabora un plan alternativo. (fin spoilers) Gone Girl juega bazas fuertes en muchas áreas. Es un thriller intenso e inteligente; pero también es una visión descarnada de la voracidad de los medios. El acusado es desmembrado por las redes sociales y la prensa amarilla, partiendo del análisis superficial de gestos y actitudes, y relamiéndose cuando las pruebas reales - la sangre de la cocina, la infidelidad, las enormes deudas de tarjeta de crédito - salen a la luz. Incluso Affleck se da el lujo de montarse en lo alto de la ola y cabalgarla, cuando sale al ruedo de un show amarillista y muestra una versión compasiva y edulcorada de sí mismo, armada entre él y su abogado estrella. A final de cuentas, el público se regocija con las miserias ajenas y se compadece de Affleck cuando se ve obligado a asumirlas en público. Y, como los medios en norteamerica funcionan como una maquinaria de (morbosas) celebridades, Affleck se convierte en una nueva estrella del firmamento periodístico con un potencial millonario. Como le dice Tyler Perry en un momento: "ahora tienes material para una película, un libro y hasta la concesión de la franquicia de tu bar. ¡Felicidades! ¡Eres millonario!". (alerta: más spoilers!) Hay muchisimas cosas efectivas y sorprendentes en Perdida; pero creo que la mejor de todas es la perfomance de Rosamund Pike. Es glacial, distante y manipuladora, una criatura de pura lógica que obedece a su partícular sistema de reglas morales. Elevada como un ente por encima del resto de los mortales, su particular razonamiento incluye a su suicidio como uno de los factores posibles de la tortuosa ecuación que ha elaborado para castigar la infidelidad de su marido. Resulta fascinante considerar la existencia de una criatura semejante, la cual vive exclusivamente del reflejo que provocan sus reacciones en los demás. Su odio no es venal - ella no piensa destrozar (por mano propia) a Affleck; sólo quiere verlo envuelto en una larguísima espiral de sufrimiento producida por terceros -, lo cual la transforma en una especie de robot enviciada por estímulos de placer y dolor. Si Affleck no le ha dado lo que quería - gozo, un hijo, un buen matrimonio - por los buenos términos, entonces será su tortura y perdición los que actuarán como compensación. En muchos sentidos la Pike es una criatura obsesionada con su propia imagen, la cual ve reflejada en el amor (u odio) que despierta en los demás. Cuando la Pike recibe el estímulo adecuado, su odio se archiva automáticamente - ha recompuesto la antigua imagen - y empieza a despedazar obstáculos para volver a recuperar el status quo. Es cierto que el tramo final del filme es sorprendente - conspiradora nata, elabora una nueva red de mentiras y la consuma con la masacre de su ex novio, un sacrificio necesario para que su golpeado matrimonio resurja de las cenizas -, ya que no deja de ser el triunfo del sociópata sobre el resto de los mortales, seres comunes sedientos de justicia. El verdugo ha doblegado a la víctima y la ha obligado a vivir como su siervo; se ha metido dentro de su cabeza y ha pulverizado su rechazo y sus últimos valores morales, generando una situación tan perversa como atípica, en donde el chiflado se ha apoderado del manicomio y ahora es quien dicta las reglas (fin spoilers) Gone Girl es un filme para vivir y después comentar. Disiento con el final, y quizás de acá a un tiempo me arrepienta de ello, pero creo que le faltaba una vuelta de tuerca más para terminar de abrochar todo como corresponde. De todos modos es un filme de David Fincher, un tipo acostumbrado a narrar historias oscuras de manera tan inteligente como apasionante, el cual se ha lucido aquí con uno de los mejores títulos del presente año. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/gone-girl.html#sthash.dalLy8jK.dpuf
Muchos esperan a las películas de David Fincher como si esperaran la segunda venida de Jesucristo, este filme no cumplirá esas expectativas. Tiene la marca de Fincher, está muy bien hecha, pero no es un filme perfecto, ni revolucionario, y quizás no termine sendo un filme de culto como Fight Club o Seven; aun así, es una experiencia atrapante, con la mejor actuación de Ben Affleck en su carrera, una Rosamund Pike sorprendente, y un guion lleno de perversidad. Más cercana a Zodiac que a las anteriormente mencionadas, es un filme que vale la pena ver, pero no es para cualquiera. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto.
Adaptar con clase una novela “Gone Girl" es el nuevo gran trabajo del talentoso director David Fincher ("Pecados Capitales", "El Club de la Pelea") que está basado en la novela del mismo nombre escrita por Gillian Flynn. El libro tiene la distinción de haber sido el que destronó del puesto número 1 en ventas a "50 sombras de Grey", lo que demostró su potencial comercial y tentó a 20th Century Fox que compró sus derechos para llevarla a pantalla. Dar vida cinematográfica a una novela famosa no es tarea fácil, de hecho hay muchos intentos que fueron nefastos, pero el maestro Fincher junto con la mismísima Flynn dieron en la tecla y crearon un film que se convertirá en un clásico sin dudas. Para los que no conocen nada de la historia, les cuento que se trata de la desaparición de su hogar de una escritora llamada Amy (Rosamund Pike), que está casada con el escritor Nick (Ben Affleck) y cuya evanescencia es muy misteriosa. Cuando el marido hace la denuncia, los policías comienzan a advertir que su conducta es muy extraña y relajada para lo acontecido, lo que los lleva a profundizar su investigación y comenzar a sospechar de él. Por supuesto hay varias vueltas de tuerca que sobre las cuales no diré nada para no spoilear. El concepto de la historia es de por sí muy interesante e intrigante, por lo cual ya la película se gana algunos puntos, pero como expliqué anteriormente, lo que funciona muy bien en la lectura no siempre lo hace en la pantalla. En este caso Fincher dirige maravillosamente las interpretaciones de una Rosamund Pike ("Orgullo y Prejuicio", "Otro día para morir") que está espléndida y un Ben Affleck ("Argo", "Good Will Hunting") que cumple una vez más con las expectativas. Lo de Pike fue tan bueno que la ternaron para el Oscar como Mejor Actriz, la única nominación conseguida por la película, algo que personalmente me parece un tanto injusto. El aura sombrío y frío que se imprime al film es todo mérito del director, que logra transmitir esa relación amor-odio de los personajes con respecto a los lectores. Un rato queremos a uno y odiamos al otro y luego los sentimientos se invierten. Esto está muy bien logrado, al igual que la constante tensión y el suspenso. El metraje se extiende por 2 horas y media y por lo bien que está manejada la trama casi no se notan. Quizás se le podrían haber recortado unos 15 minutos, no más. Una película de suspenso de las buenas, que atrapa, incluye y transmite con mucha pericia la concepción original de la novela. Muy recomendable.
Montaña rusa de suspenso. Gone Girl es una película larga de tres capítulos, con una historia que constantemente se va reciclando, aportando una frescura única a la trama y modificando las expectativas del espectador. Narrativamente, es una obra maestra, porque logra generar un clima de suspenso fenomenal, y eso le hace merecer el gran reconocimiento que tuvo en la audiencia. No creo que sea un hito del género, pero sin dudas es un gran exponente. David Fincher sabe contar historias, y aquí vuelve a demostrarlo con un relato sublimemente compaginado, donde alterna tiempos y sucesos para dosificar la información en forma casi perfecta. Gone Girl primero cautiva, después sorprende y luego repite la fórmula, logrando mucha satisfacción en el espectador. Es, podríamos decir, la antítesis del thriller donde nunca pasa nada. Aquí pasa de todo, todo el tiempo, y de modo inesperado, lo que resulta muy gratificante en sus dos horas y media de duración. Mi “pero” para con la propuesta radica en su conclusión, porque luego de múltiples subidas y bajadas en el sinuoso trayecto de su trama, sentí que a esta montaña rusa le faltó la dosis de adrenalina final, la que corona el recorrido. Es una película prácticamente inconclusa, o vagamente concluida. No es que prefiera un final al estilo Holliwood, pero al menos me gustaría haber visto un mayor desarrollo dramático en los últimos minutos, porque de un filme con tanto nudo uno espera generalmente una conclusión más sustanciosa, cosa que aquí no ocurrió. Gone Girl es una muy buena película de suspenso y brilla por su impecable narración. A mí gusto, pierde un punto en los 10 minutos finales, porque toda la elaboración observada en la introducción y el desarrollo se desvanece en el acto final. De cualquier manera, es una de las mejores películas de suspenso que se han visto en 2014, y con eso sobra para decidir verla.
Publicada en la edición digital #266 de la revista.
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