Podría haber sido una estafa. El tipo de engaño que Renton (Ewan McGregor) hubiese perpetrado en la película original de Danny Boyle en 1996. Pero T2 se hace cargo de su nostalgia y revive a sus personajes en una historia que se siente convincente y debido al pulso de su director, todavía vivaz. “Lo tienes, y luego lo pierdes, y se ha ido para siempre.” dice Sick Boy (Jonny Lee Miller), una sentencia que se podría aplicar a Boyle y su despareja filmografía, pero al parecer el director, nunca lo ha perdido del todo. Cada fotograma de esta película parece significar algo para él. Muy meta, y por momentos extrañamente conmovedora, T2 toma al espectador de las solapas, y lo cachetea hasta tener toda su atención, como si veinte años no fuesen nada. ¿Podrá hablarles a los millennials, con tanta facilidad como a la generación X? Y en todo caso cabe preguntarse que puede tomar aquella generación noventosa de esta historia, ya que la reflexión (explicitada con la nueva versión del “choose life” de Renton) no deja dudas, nos convertimos en lo que odiabamos. La película comienza, por supuesto, con Renton corriendo. Pero en una máquina de gimnasio. Un bobazo y el fin de su matrimonio lo arrastra de vuelta a casa, luego de veinte años en Amsterdam. En Escocia, Sick Boy es proxeneta de su novia Veronika (Anjela Nedyalkova), Francis “Franco” Begbie (Robert Carlyle) está tratando de escapar de la prisión, y Spud (Ewen Bremner) sigue siendo un junkie con el alma buena, luego de perder su trabajo y a su pareja. “Eres un turista de tu propia juventud”, le dice Sick Boy a Renton, después de una merecida golpiza. “¿Qué otros momentos estarás revisitando?” La película empieza así a mirarse el ombligo y el resultado es atrapante. Como en 1996, la dirección de Boyle es la estrella. Ocupado en la efervescencia de las imágenes enmarcadas por una banda de sonido fantástica (Young Fathers, High Contrast y un remix de “Lust for Life” por The Prodigy). Tal vez no sea la extrema pureza de la película original, pero conserva el golpe de una de esas pastillitas “uppers” que sólo pueden ser contrarrestadas por una “downer”. Con Renton en el centro, todo el mundo era un jugador importante en la historia, el alardeo y la inmortalidad, la forma en que todos nos sentimos cuando somos jóvenes. Con las derivaciones de lo que ocurrió veinte años después, Renton se convierte en una hoja en blanco, una silueta, el hombre gris que él siempre evitó ser. Entre sus muchas sorpresas, el film guarda lo mejor para el final. Empapado de neón, amenazante, divertido, desesperadamente triste, y visualmente siempre audaz. El espíritu de Trainspotting renace como una escabrosa y brutal comedia negra sobre la depresión masculina de los cuarentas y el miedo a la muerte. Tal vez sea necesario haber visto la primera película para sentirse, como los jóvenes aficionados de Harry Potter, que han crecido con sus protagonistas. Culpable de cierta auto-mitificación, pero con la misma energía punzante, y el mismo pesimismo desafiante, de hace dos décadas. Esta secuela fue un acto de valentía que salió demasiado bien. Y como en la saga “Before” de Linklater habrá que ver como sigue la historia de Trainspotting dentro de 10 o 20 años. Trainspotting, nunca fue sobre las drogas, la delincuencia, o la búsqueda desesperada de dinero fácil. Se trataba de la juventud, de la juventud en fuga constante. Escapando de los padres, de la sociedad, de la masificación y del conformismo. Veinte años después, con todas las esperanzas de escape diluidas, T2 es una mirada cínicamente real sobre la crisis de la mediana edad y la búsqueda de nuevas motivaciones que le den sentido a la existencia.
Un poco más de 20 años después de la original, el realizador inglés reúne a los protagonistas de aquella mítica película para una reunión que, en la ficción, se produce cuando Renton (Ewan MccGregor) vuelve a Edimburgo tras vivir todo ese tiempo en Holanda. Es una secuela innecesaria pero de todos modos bastante entretenida. Para buena parte de una generación, la original TRAINSPOTTING fue una película reveladora en más de un sentido, una que marcó un giro cinematográfico, musical y hasta cultural. Surgido en medio del despertar artístico británico de mediados de los ‘90 (el estreno de la primera parte está separado apenas unos meses del boom del “brit-pop”), el filme de Danny Boyle basado en la novela de Irvine Welsh sobre un intenso y complicado grupo de amigos escoceses de Edimburgo ha alcanzado hoy características míticas. Como una banda de rock que se reúne después de muchos años para salir de gira, los integrantes originales –y el director– regresan ahora en T2: TRAINSPOTTING, una innecesaria pero medianamente efectiva secuela que no decepcionará a los fans de la original, aunque tampoco propone nada nuevo para los que jamás fueron parte del culto. Volviendo a la comparación con la banda de rock, es como si el cuarteto protagónico tocará buena parte de sus grandes éxitos con eficacia y profesionalismo, pero sin la pasión ni la originalidad de antes. Además, claro, los temas hoy ya no impactan ni sorprenden como en su momento ya que los descendientes de TRAINSPOTTING fueron muchos y usaron su estilo casi hasta agotarlo. Ver la segunda implica revelar parte del final de la primera así que —spoiler alert para los que no vieron la original– T2 comienza con una suerte de ataque cardíaco que sufre Renton (Ewan McGregor), que lo lleva a volver a Escocia tras haberse pasado los 20 años desde aquellos hechos en Holanda. Begbie (Robert Carlyle) está en la cárcel desde hace tiempo, Spud (Ewen Bremner), pese a sus reiterados y absurdos intentos por recomponerse, no pudo salir de su adicción a la heroína, y Sick Boy (Jonny Lee Miller) hoy se dedica al chantaje engañando a clientes junto a una prostituta del Este de Europa. La llegada de Renton trastoca todo y lleva a los ex amigos a enfrentarse otra vez, no solo por las deudas y traiciones que terminaron separándolos al final de aquel filme sino por otros nuevos proyectos que los vuelven a poner en situaciones complicadas, especialmente a Renton y Sick Boy. Begbie, más violento que nunca, escapa de la cárcel y apenas se entera del regreso de su ex amigo lo busca para vengarse mientras que Spud encuentra una veta que puede ayudarlo a salir de su siempre deprimente situación. En lo formal la película mantiene algunos de los trucos de entonces (congelamientos, movimientos bruscos de cámara, el uso de luces estroboscópicas y musicalización permanente) y le agrega muchos flashbacks no solo de la película original (refrescando escenas acaso olvidadas, alteradas para lucir como películas gastadas) sino hasta de la infancia de los protagonistas. Pero la anarquía creativa de Boyle ya hoy está instalada en el lenguaje audiovisual y no sorprende como antes, por lo que el filme raramente tiene la intensidad y la potencia de aquella. Es cierto que los protagonistas son hoy todos cuarentones, con dolencias físicas y obsesiones más mundanas (o patéticas) que las de dos décadas atrás, por lo que es lógico también que la película funcione a su ritmo actual. T2 no busca el facilismo de la secuela pop que intenta copiarse más del mito que de la lógica original. Por el contrario, es casi tan oscura y por momentos desagradable como la original, con escenarios igual o más depresivos. Y si bien no toca la situación política actual británica (ni el brexit ni el fallido plebiscito por la separación de Escocia de Gran Bretaña), es claro al ver el estado de muchos de los lugares que la situación económica no es para nada rosa. La música es una pérdida importante en la secuela, ya que lo que más queda en la memoria son reversiones de canciones famosas por su paso en la primera película (de Perfect Day a Lust for Life pasando por Born Slippy), pero los temas nuevos no parecen tan efectivos ni icónicos como los de entonces, salvo uno de los muy recomendables Young Fathers. De hecho, una escena musicalizada al ritmo de Radio Gaga, de Queen, se transforma en uno de los momentos más memorables del filme Y la canción fue editada cuando Renton y compañía todavía iban a la escuela primaria. El guión vuelve a ser de John Hodge, el corazón de la trama está sacado de PORNO, de Irvine Welsh (que transcurría diez años después de la original y no 20), hay algunas bromas que solo los futboleros apreciarán y otros guiños a los obsesivos de la primera parte. En las inmortales palabras de un rockero legendario, “they are only in it for the money”. Pero por lo menos entregan un producto entretenido hasta que llegue la reunión de 2037 con todos en el geriátrico… De esa preferiría pasar.
A 21 años del film original, el director Danny Boyle regresa con una historia que reúne al grupo de amigos, entre drogas, violencia y venganza. El film tiene un nivel estético que, si bien no sorprende como antes, vale la pena visitar. A 21 años del estreno de la alucinógena Trainspotting, llega esta secuela tardía también dirigida por Danny Boyle, quien logró reunír al mismo elenco de la película anterior. T2: Trainspotting 2 no impacta como la película original, pero mantiene un nivel narrativo y estético que vale la pena visitar. Al final del film anterior, se veía a Renton -Ewan McGregor- cruzando el puente Waterloo con una bolsa de dinero y ahora lo vemos corriendo en la cinta de un gimnasio. Y lo necesitará porque se quedó con un "vuelto" que debería haber repartido. En la trama reaparecen sus amigos Spud -Ewen Bremner-, quien sigue consumiendo drogas, Simon -Jonny Lee Miller-, que está a cargo de un bar que nadie visita y además tiene una novia prostituta -Anjela Nedyalkova-, y claro, Begbie -Robert Carlyle-, el psicópata que escapa de la cárcel, humilla a su familia y se lanza tras los pasos de Renton, que regresa a su Edimburgo natal para encauzar su vida. Este reencuentro pendiente mantendrá la expectativa hasta el final con personajes que son adultos, y que pasaron de una fuga constante de un sistema que no los contenía, hasta un presente que se mueve entre la redención y las nuevas oportunidades para reconectarse, no sin problemas, con el nuevo mundo. Entre imágenes surrealistas, inserts del film original y flashbacks con el grupo de amigos a los 9 años, Boyle entrega una producto cáustico con escenas fuertes -como el intento de suicidio- y un desenlace más propio de una vieja película de acción. Con la furia contenida y con los toques de humor negro que no faltan, T2: Trainspotting 2 seguramente no marcará el hito de "película generacional" pero sí tiene herramientas narrativas como para asegurarse un buen lugar dentro de la filmografía de Boyle. Los ya no tan jóvenes heroinómanos de los suburbios de Edimburgo están de vuelta y siguen haciendo de las suyas en otro contexto. Renton asegura "Elige la vida. Elige Facebook, Twitter, Instagram y ten la esperanza de que a alguien, en alguna parte, le importe", y esta frase sintetiza el espíritu de un film que tiene una banda de sonido impecable y se adentra en las sombras más profundas.
Vuelta al universo de Welsh. En esta oportunidad Boyle apunta a la nostalgia más que a la originalidad, y así y todo, en el reencuentro con los personajes hay algo que genera un disfrute y empatía desde el primer momento. El logrado tratamiento de la imagen, una banda sonora potente, las sólidas actuaciones de los protagonistas (que retoman desde su actualidad la interpretación), las desventuras de un guion que bucea en el regreso de Renton (Ewan McGregor), su reencuentro con sus ex compañeros de ruta y los fantasmas del pasado que lo siguen acosando como siempre, hacen de “T2: Trainspotting” una experiencia generacional.
Elige una vida (o dos) “Nunca segundas partes fueron buenas” dice el refrán, algo que por lo general suele ser acertado en la gran mayoría de ocasiones. Pero el caso concreto de T2: Trainspotting es extrañamente peculiar porque no encaja en ninguna de estas dos situaciones. ¿Cómo calificar por tanto una secuela que es totalmente innecesaria pero deliciosamente honesta y divertida? Danny Boyle sabe perfectamente a lo que juega. El cineasta no trata de elaborar un filme que desbanque o se compare al anterior, sino que directamente evita crear esta tesitura lo cual resulta ser una decisión muy inteligente. Para ello trabaja una película que supone un recuerdo de su predecesora, una obra que se convierte en un simple homenaje pero que funciona correctamente. La nostalgia es pues un elemento que se respira en el aire de T2: Trainspotting. Encontramos numerosos guiños y flashbacks a lo largo de su metraje que nos hacen rememorar la vida pasada de Sick Boy, Spud, Begbie y Renton. Guiños y flashbacks que son parcialmente necesarios para contar la nueva historia que aquí vemos pero que también cumplen la función de hacer ese homenaje comentado anteriormente. Cabe citar aquí ese maravilloso momento en el que el personaje interpretado por Ewan McGregor se incorpora para apoyarse en un capó y luego brindarnos esa espectacular y mítica carcajada. En la película también abunda el clásico humor negro británico, un aspecto muy presente en todo el cine de Danny Boyle (y muy similar por cierto al que usa Guy Ritchie). De todos los puntazos y escenas cómicas del filme —varios de ellos protagonizados cómo no por Spud—, destaca la secuencia en la que Renton y Sick Boy se cuelan en una reunión de una asociación protestante para robar. Allí se crea una situación hilarante bajo el canto There were no more Catholics left. Pero T2: Trainspotting también viene cargada de drama, y es que sus personajes siguen teniendo mucho que contar, que enseñar. Temas como la amistad y las drogas siguen siendo el centro sobre el que gira la trama. A ellos se suma una fuerte crítica social, que en esta secuela alcanza su esplendor con el monólogo de Renton Elige una vida. Este discurso supone a su vez un enlace con la original, que precisamente empieza también con una reprobación de los aspectos más absurdos del capitalismo y de la sociedad actual. Respecto a la historia en sí, esta se centra en el reencuentro de los personajes veinte años después de los hechos sucedidos en Trainspotting. Boyle busca por tanto cerrar un relato que no hacía falta volver a tocar, de ahí la innecesaridad que supone el punto de partida del propio filme. Pero como también se ha comentado previamente, el hecho de enfocar la película desde el punto de vista de la añoranza la convierte en una pieza digna y sincera. Además el final esta vez parece ser que cierra el círculo por completo. Uno de los lemas de esta segunda parte reza: “Primero hay una oportunidad, después una traición”; en esta secuela el engaño último lo comete la chica, de forma que la amistad de sus protagonistas no se ve truncada como sí sucedía en la anterior (a excepción está claro del pobre Begbie, personaje que vive en una dimensión completamente diferente). Es imposible hablar de Trainspotting sin hacerlo también sobre música. El melómano que es Danny Boyle recarga la película de canciones de estética rock y sobretodo punk como ya hizo en su primera parte. De entre ellas destaca como no Lust for Life de Iggy Pop, símbolo indiscutible de ambos filmes. A su vez merece una mención en esta ocasión el uso de un tema de The Clash, (White Man) in Hammersmith Palais, una de las mejores bandas a las que ha dado luz el Reino Unido. Por último, cabe tratar aunque sea brevemente el aspecto técnico de la obra. Boyle abusa de los planos aberrantes, las dobles exposiciones y de los efectos digitales con el objetivo de crear una atmósfera en parte nostálgica y en parte representativa del mundo de la drogadicción. Encontramos aquí de nuevo varias referencias al filme original. Se hace también un uso muy narrativo de la fotografía, hay que destacar concretamente el plano en el que Renton visita la casa de sus padres: su madre ha fallecido, sin embargo cuando se sienta junto a su padre en la mesa de la cocina una sombra proyectada en la pared nos recuerda la existencia de este personaje femenino; una imagen que habla por sí sola. T2: Trainspotting es por tanto un caso muy singular, una segunda parte que no es ni mejor ni peor que la original, porque simplemente no se puede comparar con ella. Es pues una obra completamente diferente, un sueño o un recuerdo de un tiempo pasado, de quienes fuimos una vez.
Pasaron 20 años desde que Danny Boyle sorprendió con la contundencia de una film que se transformo en uno de culto. El riesgo de volver sobre esos personaje fue muy grande, con los mismos actores – Ewan McGregor, Ewen Brenimer, Jonny Lee Miller y Robert Carlyle la película no defrauda y sale airosa. De la ferocidad juvenil, de escenas terribles como la muerte de un bebe, de lugares inmundos y de una compaginación ágil y frenética al mismo tiempo, quedó un espacio para la melancolía y la crisis de mediana edad de hombres que quedaron pegados a un pasado con traiciones sin resolver. Y con una misma visión negra sobre su futuro, y que apuestan a negocios absurdos que inevitablemente saldrán mal. Aun siendo una película menor con respecto a la primera, tiene garra y un mismo pesimismo que lo impregna todo. Pero entretiene legítimamente. Los actores todos muy bien, encarnan a sus criaturas envejecidas con la decadencia a cuestas. El mejor es el Carlyle cuyo personaje estuvo preso todo ese tiempo y emerge como un como un lobo enfurecido, cada vez más cruel. Entre resabios de amistad compartida, culpas sin redimir, un poco de humor negro, más un ritmo que no se perdió, Daniel Boyle cumple.
Regreso triunfal… Situada veinte años después del final de la primera parte, ésta secuela de la noventera ‘Trainspotting’ nos muestra a un cuarentón Renton (Ewan McGregor) que regresa a su Edimburgo natal para enmendar las cosas con sus antiguos amigos Sick Boy (Jonny Lee Miller), Spud (Ewan Bremner) y el demente Bebgie (Robert Carlyle). En este nostálgico viaje, repleto de nostalgia y rencores, la vieja pandilla buscará la redención intentando llevar a cabo un negocio junto a la joven Veronika (Anjela Nedyalkova). Danny Boyle vuelve a demostrar su excelencia como cineasta en esta adaptación de la novela ‘Porno’, escrita por Irvine Welsh. La tarea de hacer una secuela que le haga honor a la clásica primera entrega parecía arriesgada, y sorprendentemente lograron hacer una continuación épica, emotiva e individualista que promete dar mucho de que hablar. Vamos a comenzar por la historia. El guionista John Hodge nos trae a nosotros una historia que no se limita solo chuparle la sangre innecesariamente a la primera parte, si no que presenta nuevas situaciones en las cuales los personajes actúan acorde a la edad que tienen en éste tiempo, claro que manteniendo como estandarte las personalidades icónicas de cada uno de éstos. Los diálogos son igual de fuertes que los personajes, el enfoque maduro de algunos de éstos difiere mucho con el mensaje pesimista y auto-destructivo de la primera parte, por lo que la “evolución” de ésta simpática parda de loquitos está plasmada como debe ser. Claro que ésto no me hubiese volado tanto la capocha de no ser por los grandiosos actores que se reincorporaron al film. Los cuatro actores principales tienen una capacidad magistral a la hora de meterse nuevamente en los personajes, el tiempo no hizo que sus caracterizaciones se vean oxidadas en lo más mínimo y hasta consiguieron darle una vuelta de tuerca fresca jugando con la vida que éstos mal vivientes tuvieron en éste transcurso de tiempo en el que estuvieron distanciados. Y ni hablar de la perfección en la química que éstos mantienen, la cual se explora mediante flashbacks que van a hacer lagrimear a más de uno. Con respecto al humor escatologico, en esta secuela se puede divisar alguna que otra escena repulsiva, pero no tanto como en la primera parte. Siéndoles sinceros, queridos lectores, me hubiese gustado ver alguna que otra asquerosidad más suelta por ahí, quizás para respetar aún mas el estilo de la original, pero no es un elemento crucial en lo que la idea intentaba transmitir, por ende puedo dejar pasar esta pequeña observación.. Danny Boyle decidió exagerar con el estilo inglés al dirigir éste proyecto, lo cual es un punto muy positivo ya que es la zona de confort del cineasta. Los planos, los efectos visuales y los montajes repletos de analogías y simbolismos me recordaron mucho a los de la serie “Sherlock”, claro que manteniéndose fiel al estilo que Boyle utilizo en ‘Trainspotting’ para que la esencia se matenga intacta. La fotografía tiene un apartado hermoso y épico, con tomas bien armadas y estilizadas de una forma bellisima. Por cierto no se olviden echarle un vistazo al espectacular soundtrack de la película. Variado, clásico y acertado, esas son las palabras perfectas para definirlo. “T2: Trainspotting” es una secuela excelente. No se limita a ser un refrito del primer film y le regala al espectador una historia nueva, bien contada, bien escrita, grandiosamente dirigida y con una fluidez visual ágil y un control del humor-drama más que soberbio. Si vieron la primera parte van a amar este nuevo capitulo, y si no, corran a verla y luego deleitense con una continuación que valió la pena esperar.
TODO SIGUE IGUAL La pregunta que atravesaba permanentemente al proyecto que significaba la secuela de Trainspotting era “¿para qué?”. Lamentablemente, esa pregunta persiste durante y después de ver T2: Trainspotting, que a lo largo de su argumento realiza un movimiento extraño: una especie de giro de 360º, donde la progresión es sólo aparente, porque a pesar de los gestos audiovisuales estrambóticos, del montaje acelerado y de los personajes corriendo de un lado para otro, todo permanece en el mismo lugar. En verdad, estamos ante una reescritura un tanto lavada y culposa de lo que fue el film original, que vuelve a girar alrededor del sinsentido permanente que marca a toda una generación, las adicciones como formas de escape hacia ninguna parte, esa necesidad de crecer pero no saber cómo y, finalmente, la traición como forma de definirse a uno mismo y en relación con los demás. Lo lavado y lo culposo surge más que nada desde ciertos monólogos de Renton (Ewan McGregor), que hacen referencia a esa existencia que es la nada misma y que continúa de igual modo, veinte años después, en su vuelta a Escocia y su reencuentro con sus antiguos compañeros; o de los apuntes de Spud (Ewen Bremner) que hacen foco principalmente en lo ocurrido en la primera parte y los dilemas que siguen acosando a todos los protagonistas en el presente. Es como si la palabra sirviera como expiación, pero también como contención y reconfiguración mainstream: ya no están las imágenes alucinadas, sucias y hasta horrorosas que interrogan al espectador, como sucedía en la primera entrega, sino a lo sumo como mera provocación o a lo sumo evocación de los hechos previos. Quizás lo lavado y lo culposo era inevitable en T2, porque ya en Trainspotting había un germen de culpa, vinculada al acto inolvidable que representa la traición. También hay que tener en cuenta que la estética del film de 1996 influyó notablemente en buena parte del cine de los años posteriores, siendo incorporado a variadas expresiones del mainstream británico, hollywoodense y de otras partes del mundo. Asimismo, prácticamente todos los participantes de esa película pasaron a integrar centralmente el sistema al cual parecían interpelar inicialmente: Danny Boyle es de los cineastas británicos más populares y llegó a ganar un Oscar; Irvine Welsh es un autor de referencia cuasi generacional; McGregor es una verdadera estrella; e incluso Bremner, Robert Carlyle, Jonny Lee Miller y Kelly Macdonald desarrollaron sólidas carreras en cine y televisión. Entonces, ¿desde qué lugar había margen para plantarse en una posición revulsiva y contestataria? Por eso quizás el mecanismo de repetición de T2, ese volver a contar lo mismo para decirnos que veinte años después nada ha cambiado, el diálogo -o más bien guiño- con la antecesora. Hay, es cierto, un movimiento consciente por parte de Boyle y del elenco de la película de que se está exhibiendo una remake más que una secuela, pero parece más que nada un gesto obvio, un refugiarse en cierta seguridad de lo ya conocido, donde la convicción es un bien escaso. De innovación, progresión o anticipación, mejor ni hablar. Ya nada es lo mismo para Boyle y su pandilla, ya no son jóvenes con ganas de dar vuelta todo, son tipos grandes, maduros y burgueses tratando de hacerse cargo de que ya no pueden cambiar nada, que el momento de la rebeldía se acabó y ahora sólo queda recordar la juventud perdida, mientras se cumple con los pedidos del mercado. Y lo que pide el mercado es nostalgia, que es lo único que tienen a mano los espectadores que a mitad de los noventa, al borde del nuevo milenio y en plena consolidación de la globalización, creían ser rebeldes por reivindicar un film bastante desesperanzado que les decía que formaban parte de una generación que ya desde su concepción estaba hecha pelota. La secuela/reversión/actualización que es T2: Trainspotting viene a decirles que la profecía se cumplió, que la globalización terminó de triunfar no sólo en Edimburgo sino en todo el mundo y que sólo queda el guiño, el gesto, la repetición hasta el infinito. El problema es que no había necesidad de otra película para saber esto.
La crueldad del paso del tiempo. Trainspotting empezaba con la huida de Renton (Ewan McGregor) después de un robo mientras su voz en off enumeraba las obligaciones impuestas por el entorno, desde elegir una carrera hasta comprar un auto y conseguir un trabajo. Era, entonces, un escape desesperado de la policía, pero sobre todo de un modelo socialmente establecido que él catalogaba, peyorativamente, como “la vida”. Realizada dos décadas después de aquel film emblemático no sólo para el cine sino también para el por entonces incipiente brit-pop, cuyo “Born Slippy” integró la banda sonora y con los años se convirtió en un auténtico himno generacional, la secuela arranca otra vez con Renton, pero ahora sufriendo un problema cardíaco mientras hace cinta en un gimnasio de Amsterdam. Justo antes de caer redondo, unos breves inserts de la película de 1996 ilustran sus recuerdos. Esa mirada hacia atrás no le genera melancolía ni nostalgia, sino la certeza de que sigue apresado en un mundo ajeno y que no comprende aunque se esfuerce. Lo mismo le sucede a una película que, ante la imposibilidad de ir hacia adelante, reacciona igual que su protagonista: se cierra en su pasado, se muerde la cola, gira sobre su propio eje. Nuevamente con el británico Danny Boyle (La playa, Slumdog Millionaire, 127 horas) al mando, T2: Trainspotting seguirá con el reencuentro de Renton con sus viejos camaradas después de regresar a la casa paterna en Edimburgo. A ellos tampoco les ha ido muy bien. Más bien todo lo contrario: el sacadísimo Begbie (Robert Carlyle) está guardado en la cárcel hace ya un largo tiempo y ahora idea un plan para escapar e iniciar a su hijo, quien aspira a estudiar una carrera universitaria, en el mundo del robo; Sick Boy (Jonny Lee Miller) se dedica al “negocio” del chantajeo junto a una prostituta de Europa del Este; y el buenazo de Spud (Ewen Bremner) sigue inyectándose aun cuando trató mil veces de recuperarse. El arribo del último eslabón del grupo, lejos de alegrías y abrazos, produce el reflorecimiento de reproches y tensiones grupales apaciguadas durante años, a la vez que algunas ideas para nuevos emprendimientos que difícilmente lleguen a buen puerto. Aunque es cierto que prácticamente nada llega a buen en puerto en la vida de estos cuarentones. En ese sentido, si antes sobrevolaba una idea de no futuro, ahora lo hace una distinta y mucho más oscura, que es que hay un futuro pero nadie sabe muy bien qué hacer con él ni cómo enfrentarlo. Por eso T2 es menos festiva y arremolinada, más reposada y definitivamente triste que su predecesora, y por eso el paso del tiempo, tema antes ausente, ahora se vuelve central mediante múltiples (por momentos demasiadas) referencias al film anterior e incluso a la infancia de Renton y compañía. Los que se mantienen son los juegos visuales del director. Esos movimientos de cámara, el montaje acelerado, los congelamientos y los encuadres descentrados podían ser relativamente sorprendentes a mediados de los ’90, pero hoy, ya convertidos en marcas estilísticas, huelen a gastado.
Crítica emitida por radio.
Onanismo melancólico Ahora que la industria está terminando de exprimir la década de los 80s por cuanta fuente de nostalgia es posible - tal es así que se ha visto forzada a inventar su propio material nostálgico, como Dos tipos peligrosos (The Nice Guys, 2016) y la serie de Netflix Stranger Things - viene a por Trainspotting (1996), una de las películas más icónicas de los 90s. ¿Son los 90s los nuevos 80s, en términos de explotación in memoriam? Si no quedaba otra que hacer una secuela, podría haber salido mucho peor que T2 Trainspotting (2017). El film reúne al director Danny Boyle, el guionista John Hodge, el autor Irvine Welsh y gran parte del elenco original, incluyendo a Ewan McGregor, Jonny Lee Miller, Ewen Bremner, Robert Carlyle y Kelly Macdonald. La gran decepción es que no trata sobre nada en particular ni posee una identidad propia salvo como el eco de una película mejor - un enorme suspiro de nostalgia y nada más. Trainspotting está lejos de ser perfecta pero se inmortalizó como parte de algo más grande que sí misma - un fenómeno que trascendía la película (y el libro, y la obra de teatro) y capturaba el fantasma de la época. Sus personajes eran los herederos de una cultura punk que había destapado la maquinaria detrás del sistema, y ahora conducían sus vidas con un cinismo autodestructivo. ¿Contra qué revelarse, habiendo descubierto que todo daba igual? La verdad es que T2 Trainspotting se anima a poco y nada. Ciertamente no causa el impacto de la primera, que con humor negro y sensibilidad expresionista lidiaba con el tabú de la drogadicción. Da la impresión de que existe porque la industria está experimentando una ola de “revivals”, y no porque tenga nada particularmente urgente para decir o mostrar. Lo peor que se puede decir de ella es que es un film sin ambición, y que con recordarnos al anterior le basta. Quizás es apropiado. Sus propios personajes viven atascados en una nostalgia similar. La historia comienza con Renton (Ewan McGregor) sufriendo un infarto y regresando a su nativa Edimburgo tras vivir veinte años en Ámsterdam. Allí se reencuentra con sus antiguos compinches heroinómanos Sick Boy (Jonny Lee Miller), que ahora se hace llamar Simon y se dedica a prostituir a su “novia” búlgara Veronika (Anjela Nedyalkova) para luego chantajear a sus clientes, y Spud (Ewen Bremner), que sigue prendido del caballo. Por cada “amigo” con el que Renton se reencuentra, es brutalmente atacado - todos le siguen recriminando la estafa de la primera película. El más resentido de todos es el psicópata Begbie (Robert Carlyle), que se escapa de prisión en el primer acto y el resto de la película construye suspenso hasta que finalmente cruzan caminos. La película es básicamente eso - una serie de reencuentros cómicos entre viejos conocidos, cada uno inflado por la expectativa y el regocijo de ver finalmente a toda la pandilla reunida. En el camino tenemos varios falsos comienzos de temas - el choque entre pasado y presente, el aburguesamiento de la clase baja, la reincidencia de los viejos hábitos, el sacrificio en nombre de la progenie. Pero a fin de cuentas no trata sobre nada salvo el homenaje que se hace a sí misma. En un momento hay un monólogo similar al famoso “Choose Life”, en el cual Renton despotrica contra las redes sociales y las nuevas formas de hipocresía coyuntural, pero no dice nada que no se haya oído ya varias veces en películas más viejas y más relevantes. Tampoco tiene nada que ver con el resto de la historia, pero para el caso, ¿de qué va la historia? Cada vez que parece que va a tratar sobre algo pasa a otra cosa y se pierde. Mirando T2 Trainspotting, es difícil imaginarla como el clásico instantáneo que fue su antecesora. Danny Boyle recrea el look de la primera película con videos caseros y un generoso uso de material de archivo, y varias escenas y tomas sirven de referencia u homenaje a momentos que nos suenan familiares. La película logra verse como una secuela auténtica y sus personajes parecen haber evolucionado de manera lógica. Pero no posee secuencias equivalentes a las de la repugnante zambullida en “el inodoro más sucio de Escocia”, la sobredosis al compás de “Perfect Day” de Lou Reed o la infernal desintoxicación que sufre Renton - nada que se asemeje a ese nivel de pregnancia o genialidad. T2 Trainspotting está hecha exclusivamente para los fanáticos del film de culto, pero los fanáticos de Trainspotting probablemente son el tipo de gente que saldría de verla con la sensación ultrajada de haber visto a su banda preferida venderse luego de tantos años en candilejas. El mero hecho de existir y ser una película tan complaciente consigo misma deshace en gran parte la contundencia del film original, que era más cínico y agresivo y se jugaba por una filosofía determinada en vez del onanismo melancólico.
20 años después llega "T2: Trainspotting" Han pasado 20 años desde que asistimos a los hechos narrados en Trainspotting. Muchas cosas han cambiado, pero otras siguen igual. Mark Renton vuelve al único sitio que considera su "casa". Allí lo esperan: Spud, Sick Boy y Begbie. Después de que Mark se escapara con el dinero en el final de la primera entrega, ha llegado el momento de saldar viejas cuentas. Trainspotting, la original, la de los noventa, es una de las cintas más icónicas de esa década. Plagada de imágenes potentes, metáforas, música poderosa y personajes inolvidables, fue la presentación en sociedad de un director único, magnífico y fundamental como es Danny Boyle. Es cierto que ya había rodado una gema como Tumba al ras de la tierra, pero el filme basado en la novela de Irvine Welsh lo presentó al gran público y lo consagró como un realizador con ideas tan extravagantes como seminales. Esta segunda parte es más que una continuación, es un autohomenaje de Boyle a la primera cinta, cargada de referencias a la película del 96. Un ejercicio nostálgico que apela al humor negro, a la desilusión y a la decadencia de personajes que han sobrevivido milagrosamente estos veinte años. Drogas, fútbol, sexo, rock and roll, violencia, un cóctel perfectamente mezclado en el que nuevamente los fotogramas que componen el filme son tan elaborados como obras pictóricas surgidas de un viaje lisérgico. Una fotografía de colores estridentes (aunque sin el grano del fílmico de los noventa, que le daba un tono más sucio y acorde a la trama) más una dirección de arte que apela a marcas reconocibles, a iconos del consumo y de la moda y los clichés del submundos de los excesos y la pornografía, hacen del metraje, un espectáculo sórdidamente hermoso. Boyle vuelve a fusionar realismo con fantasía y secuencias oníricas, con muchos más recursos técnicos que en los noventa. La música funciona como en la original, marcando el ritmo del montaje y también del movimiento de cada uno de los personajes. Y ya que hablamos de ellos, no podemos dejar de pensar, en que si la película termina de funcionar, es por el elenco, por cada uno de los actores que han logrado incorporar la esencia de los personajes, sin caer en la caricatura. Ewan McGregor continúa siendo Renton, con sus dudas y su mundo interior plagado de metamensajes. Pero Robert Carlyle es quien se lleva las palmas. Su Begbie da miedo. Si ya era una criatura de temer en la primera parte, aquí se ha transformado en un monstruo que impone respeto cada vez que aparece en pantalla. Verlo rugir, es un espectáculo aparte. T2: Trainspotting, funcionará mejor con los espectadores que pudieron vivir en carne propia la importancia de la primera; para ellos, esta secuela tendrá el mismo impacto emocional y removerá tantas cosas internas, como las que movilizan a cada uno de los cuarentones personajes que pululan por la pantalla. Políticamente incorrecta, un evento cinematográfico que es… un viaje de ida.
Un film con un toque de nostalgia donde el tiempo pasó para todos. Si pudiste ver Trainspotting hace 20 años, es decir, sos contemporáneo al film, esta película te va a movilizar de alguna manera. Primero porque el mismo tiempo que le pasó a los personajes, pasó para vos y segundo porque en un punto, esa distancia traducida en años cambió tanto para nosotros como para ellos. Trainspotting 2 reúne a los mismos actores de la primera: Mark Renton (Ewan McGregor), Spud (Ewen Bremner), Sick Boy (Jonny Lee Miller) y Begbie (Robert Carlyle) y a su director Danny Boyle. La película recordará momentos icónicos de su primera parte y también el personaje de Tommy tendrá su “in memoriam”. La dirección de Boyle es impecable, planos en lugares inusuales, movimientos de cámara y edición muy de videoclip. No te vas a aburrir con esta película. Basada en la novela Porno de Irvine Welsh, Trainspotting 2 también tendrá sus escenas repugnantes – recordamos por siempre esa en donde Mark Renton entraba al peor baño de Escocia (hay un pequeño guiño en esta edición) – pero hay una en particular que causa mucho, mucho asco. Trainspotting 2 es una buena segunda parte, es un film para pasarla bien, para recordar otras épocas, pensar en los amigos y en dónde la vida nos puso ahora.
Una secuela a pura nostalgia Debe haber pocas películas tan de culto entre la nueva cinefilia como Trainspotting, recordada (e influyente) mirada al submundo de la delincuencia, la marginalidad y las drogas duras de los suburbios de Edimburgo. El director Danny Boyle, el guionista John Hodge (ahora trabajando a partir de otra novela de Irvine Welsh como Porno) y el cuarteto protagónico regresan veinte años más tarde con una secuela a pura nostalgia. El humor negro y el desenfreno permanecen, pero la historia está impregnada de tristeza y deja un regusto bastante amargo (lo que no necesariamente es algo negativo). Cual banda de veteranos rockeros que vuelven a los escenarios, iremos conociendo el pasado y el presente de Renton (Ewan McGregor), quien abandona un exilio en Amsterdam; de Danny / Spud (Ewen Bremner), que sigue consumiendo heroína mientras su vida familiar se derrumba; de Simon / Sick Boy (Jonny Lee Miller), que continúa cometiendo todo tipo de estafas en compañía de una atractiva joven búlgara llamada Veronika (Anjela Nedyalkova), y del psicópata Begbie (Robert Carlyle), quien logra fugarse de prisión con la única obsesión de vengarse de Renton por la traición del film original. En este universo casi totalmente masculino de sexo, drogas, rocanrol y fútbol habrá tiempo para reconciliaciones, nuevos engaños y homenajes. Una película atractiva pero algo limitada en su explotación melancólica de unos antihéroes que ya forman parte de la historia del cine. Ni más ni menos que eso.
Eramos tan jóvenes El cuarteto de Edimburgo regresa, 20 años después, con más angustias y traiciones, pero con menos revolución visual. Antes de que inicie la proyección de T2 Trainspotting uno se pregunta cuál es el sentido de la secuela. Descartando el motivo meramente comercial, la cuestión pasa por si no es mejor quedarse con los recuerdos de la película original. Salvando las distancias, traten de volver a ver La naranja mecánica, de Kubrick, y notarán que algunas obras maestras (2001, El resplandor) resisten mejor el tiempo que otras. Trainspotting (1996) no había sido claramente una obra maestra, pero sí bastante revolucionaria para su época, bebé muerto y paseos por cloacas al margen. Y ya con las primeras imágenes y los encuadres congelados de T2, todo aquel mundo de los cuatro jóvenes que sobrevivían como podían a la heroína y a una Gran Bretaña para nada cool de los ’90, estalla delante de nuestras narices. ¿Todo tiempo pasado fue mejor? Si hace 20 años a Renton, Sick Boy, Spud y Begbie el pesimismo les chorreaba como la espuma de una cerveza negra, ahora se les nota que temen al presente, al futuro y hasta a la muerte, ya no por una sobredosis, sino por la proximidad en cuanto a su edad. Y eso que andan por los cuarentaypico. Sus rostros no muestran esperanza -si es que alguna vez la tuvieron-. Tampoco nostalgia y menos melancolía. Hay, sí, cierto automisticismo, con imágenes del filme original, y de sus infancias en arenoso Super 8. La acción abreva parcialmente en Porno, la novela en la que el escocés Irvine Welsh, el mismo autor de Trainspotting, imaginaba a los cuatro de Edimburgo diez años después. Ahora pasaron 20. Y Renton (Ewan McGregor) vaya uno a saber por qué decide regresar de Amsterdam -aunque uno imagina por qué eligió esa ciudad tras irse sin repartir las 20.000 libras entre sus amigos-. Sick Boy (Jonny Lee Miller) regentea un pub de su tía cuyos clientes son ancianos, explota a su chica de Europa del Este como prostituta y chantajea clientes. Spud (Ewen Bremner) sigue con sus fuertes problemas de adicción, y Begbie (Robert Carlyle) escapa de la cárcel tras 21 años, y cuando se entera de que Renton regresó, los ojos desorbitados darán más vueltas que de costumbre. Boyle recién desandaba la ficción del largometraje por 1996, tras su excepcional debut con Tumba al ras de la tierra (1994). Todos los rasgos estilísticos que con los años iría acunando -cada uno dirá si mejorando o cansando con ellos- en filmes como Slumdog Millionaire y 127 horas están aquí modernizados. Hay escenas para entusiasmarse (el cuarto de Renton, que su padre dejó tal cual estaba cuando se marchó) y otras que hacen pensar para qué estamos en el cine. A Renton y a Sick Boy pareciera que el tiempo no los hubiera afectado, en cuanto a lo físico, porque mentalmente siguen siendo los mismos caraduras y energúmenos de los ’90. ¿Que si crecieron? ¿Madurez? ¿Están hablando en serio?
Vivimos en la era de las secuelas y remakes innecesarias. Incluso algunas dan mucha bronca y no se entiende bien el por qué existen. Cuando se anunció que Trainspotting iba a tener una continuación muchos pusieron el grito en el cielo justamente por esos motivos, pero un año y pico después dan ganas de gritar “gracias”. Incluso me animo a decir que es una película necesaria. Pasaron 20 años desde la última vez que vimos a Renton, Spud, Sick Boy y Begbie, y en aquel primer encuentro su vida pasaba por conseguir heroína hasta desconectarse del mundo. Todo muy bien explicado por espectaculares monólogos del personaje de Ewan McGregor. Su “golpe de suerte” se dio en los últimos minutos del film cuando hacen el negociado con el narcotraficante y luego de eso se separaron por distintos motivos. En esta oportunidad nos enteramos qué fue de sus vidas y en qué andan ahora. Y si bien el film se hace cargo de esa filosofía drogona de la primera entrega, también encara sus consecuencias. Sobretodo en Spud. Ni bien avanzan los minutos te das cuenta de que querés mucho a los personajes y que sufrís por ellos gracias al nuevo relato y a los flashbacks magistralmente insertados. Danny Boyle es un verdadero genio. Es impresionante como narra en sincronicidad perfecta de planos y guión. Su tarea no era fácil y superó todas las expectativas generadas al retratar el paso de tiempo en estos sujetos, con sus amores y sus odios. Es en Renton donde se contrasta todo ya que se ha convertido en aquello que tanto odiaba y despotricaba. Y aquí otra vez la genialidad de Boyle por hacer que nos caiga mucho mejor el drogadicto que el tipo de vida ordenada. La pelea de éste con Sick Boy es como una discusión y puesta en común entre las dos películas. De esa secuencia se pueden hacer infinidad de análisis. El film está lleno de paralelismos y requiere más de un visionado para poder agarrarlos. Con secuencias muy graciosas (pero no tantas como en la original) y escenas dramáticas que te hacen derramar lágrimas, el relato avanza con todo hacia un final tan demoledor como brillante y hermoso. ¿El elenco? Impecable. Ewan McGregor, Ewem Bremner, Jonny Lee Miller y Robert Carlyle tienen la misma frescura y espontaneidad pero con el tiempo a cuestas. Algo que los actores supieron usar muy bien. Cada uno tiene su momento y todos se lucen. Traninspoting 2 ni por asomo es sobre las drogas y el reviente sino sobre la vida, el paso del tiempo, la crisis de mediana edad y como pequeños hechos pueden influir en todo. Celebro mucho este film y deseo que en 20 años Boyle nos deje espiar una vez más la vida de estos amigos. Si aman la original van a amar esta, si les gustó aquí la pasarán genial y si aún no la han visto háganlo ya para poder disfrutar esta obra al máximo.
Trainspotting fue la más grande campaña anti drogas realizada en un medio audiovisual hasta 1996 y no en vano se convirtió en uno de los grandes fenómenos culturales de esa década. A través de una experiencia visual fascinante y un argumento entretenido, el director Danny Boyle retrató de un modo brutal y crudo el horror que generaba la adicción a la heroína. Después de ver la infame escena del baño por primera vez la película te hacía tomar conciencia de la insanidad mental que genera el consumo de drogas. Trainspotting tuvo la inteligencia de trabajar este tema sin juzgar las acciones de los personajes ni la prédica de mensajes moralistas trillados y eso derivó en la malinterpretación de la obra de Boyle. El director fue acusado de glorificar el consumo de drogas cuando el mensaje de la historia era completamente opuesto. Salvo por esos pocos detractores que vieron otra película, para la gran mayoría de la gente resultó una de las producciones más importantes de los años ´90. Si bien la historia no necesitaba una continuación, el modo en que terminaba el conflicto abría a la puerta una idea interesante. No somos pocos quienes en más de un ocasión, luego de disfrutar Trainspotting otra vez, nos preguntamos qué habrá sido de la vida de Mark Renton (Ewan McGregor) y sus desquiciados "amigos" con el paso del tiempo. El nuevo trabajo de Boyle responde esta incógnita con una película que tiene un tono muy diferente a lo que fue la obra original. En esta oportunidad no hay grandes secuencias surrealistas y el consumo de drogas quedó relegado a un plano muy secundario (por momentos casi irrelevante) para darle mayor prioridad al desarrollo de los personajes y las situaciones que enfrentan en sus vidas. Trainspotting 2 explora las consecuencias que generaron en los protagonistas los excesos que tuvieron en su juventud y los conflictos personales no resueltos entre ellos. La figura más favorecida con este enfoque del film fue Spud (Ewen Bremmer), el único personaje querible al que se le podría comprar un auto usado, quien juega un papel importante en la nueva historia. En este relato tenemos la posibilidad de ver a Spud desde un ángulo diferente, donde demuestra que es mucho más que un drogadicto perdido. La madurez de los personajes y los numerosos golpes que les dio la vida a cada uno de ellos también contribuyen sostener el cambio de tono que le dio el director a la historia. Trainspotting 2 no brinda la experiencia frenética que vimos 20 años atrás por la sencilla razón que los personajes tampoco son los mismos y se encuentran en otra etapa de sus vidas. De todos modos, la tremenda química de los protagonistas, sumado a la maestría de Boyle para atrapar al espectador con su relato genera que la nueva película sea una digna continuación de la obra original. En materia de humor hay algunas escenas fantásticas y el modo que se adapta el lema de Renton, "Elige la vida", en la sociedad actual de la redes sociales es brillante. Danny Boyle no defrauda en absoluto con este trabajo y salió muy bien parado del enorme desafío que representaba crear una buena secuela de Trainspotting
Segundas partes son buenas Voy a empezar diciendo una cosa: Danny Boyle es un genio. 20 años después del estreno de Trainspotting, Boyle vuelve con una secuela que iguala y hasta diría que supera a su precuela. Un comienzo fantástico, un soundtrack que te vuela la cabeza, lo acentos escoceses adorablemente inentendibles, drogas duras por todos lados, un cóctel que demostró funcionar en 1997 y vuelve a hacerlo en 2017. El film tiene varios temas: la amistad, la dependencia por drogas, la desconfianza, la clase media escocesa y la redención que busca amistad. La bella Escocia nos vuelve a mostrar su bella fotografía y el excelente uso de la música se suma a los grandes actores que vuelven para esta secuela. Danny Boyle contó en Madrid sobre qué trata la película para él: "Al principio pensamos que Trainspotting 2 trataba de ser turista en tu juventud y de todo eso, pero no, trata la de la masculinidad y del paso del tiempo, de lo mal que se nos da a los hombres envejecer, y de lo bien que se les da a las mujeres porque son más sensatas y tienen un reloj que les marca los tiempos. Nosotros no, nos aferramos a nuestra juventud y seguimos comportándonos como críos aún siendo adultos y eso es triste y desesperado". Quienes hayan visto en 1997 la primera parte de este film, no tengan dudas, vayan a verla cuando puedan, pero no se la pierdan, no se van arrepentir.
La historia comenzó con Irvine Welsh, el escritor; fue manipulada por John Hodge, el guionista; estilizada por Danny Boyle, el director, y encarnada por Ewan McGregor, Robert Carlyle, Jonny Lee Miller y Ewen Bremner. El mismo equipo del éxito del ’96 se vuelve a reunir para dar a luz una de las películas de reencuentro más verosímiles que alguien recuerde. Dejando la heroína de lado, T2: Trainspotting se centra en las idas y vueltas de la amistad de un cuarteto de personajes entrañables.
Trainspotting: 20 años a veces es demasiado El mismo equipo de actores, otra vez comandado por el director Danny Boy-le, vuelve a las frenéticas carreras de la película original, aunque el efecto ya no es el mismo y todo reposa en un enfrentamiento final. Igual que los mosqueteros de Alejandro Dumas, los drogadictos que corrían frenéticamente en "Trainspotting" se vuelven a encontrar veinte años después en esta "T2" que, a diferencia de aquella "Terminator 2" con la que parece querer jugar el título, no tiene nuevos y más modernos efectos especiales con los que se pueda camuflar cierta falta de sustancia general. La nueva película sigue el tono de comedia negrísima, esta vez casi con despliegue criminal, dado que el más tremendo del cuarteto, Robert Carlyle, está decidido a todo con tal de vengarse de su viejo camarada de juergas, Ewan McGregor, que justo reaparece en el antiguo barrio para que la trama pueda dirigirse hacia el inevitable enfrentamiento. Sólo que el argumento se las ingenia de manera no demasiado natural ni fluida para que ese choque se produzca hacia el final; hasta entonces, el asunto se disipa con viejos y nuevos personajes que no despiertan tanto interés como los dos verdaderos protagonistas. Es lógico suponer que estas nuevas andanzas no pueden tener el mismo carisma frenético que las de aquellos jóvenes nihilistas del film de fines de los 90, y también es evidente que ni el director Danny Boyle ni el guionista John Hodge (basándose en las novelas "Trainspotting" y "Porno" del escritor Irvine Welsh) pueden hacer demasiado al respecto, salvo volver a jugar con los mismos imaginativos recursos visuales que caracterizaron al primer film, y que junto a la actuación de Robert Carlyle, y en menor grado la de McGregor, son lo mejor del film entre los nuevos personajes, la que se luce es Anjela Nedyalkova, que tiene una de las escenas más fuertes, quizás a la altura del primer "Trainspotting". Teniendo en cuenta el impacto y la originalidad del primer film, esta secuela probablemente no satisfaga a sus fans ni tampoco interesa especialmente a quienes no lo vieron o no lo recuerden demasiado.
EL REVIENTE REDIVIVO “Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor tan grande que te cagás. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas que hagan juego. Elige pagar a plazos un traje de marca con una amplia gama de putos tejidos. Elige bricolaje y preguntarte quién carajo eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver tele-concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable, siendo una carga para los niños egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida… ¿pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida: yo elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?” Mark Renton. La banda de Transpotting está de vuelta, ya había vuelto en forma literaria de la mano de su creador Irwine Welsh, la banda de chicos heroinómanos volvió a la vida en una novela llamada Porno y que es la base sobre la que se apoya T2 Trainspotting. El elenco original está de vuelta aunque haya tomado veinte años volver a juntarlo y no diez como en los libros. Quizás nos se acuerden demasiado de la primera, en todo caso lo importante es recordar que en el último minuto de la historia Mark Renton (Ewan McGregor) decide traicionar a sus amigos, robarse la plata que estaban juntando para una transa millonaria de drogas que los salvaría y para escaparse de la ciudad. Después de eso era casi cantado que uno de todos los muchachos no volvería y sin embargo Mark, veinte años más tarde retorna a Edimburgo, si se quiere con cierta idea de expiación o al menos para ver a los que alguna vez fueron sus amigos. La película original fue una especie de cross en la mandíbula que sorprendió a muchos por su desparpajo, sus innovaciones narrativas y sus momentos oníricos y por momento repugnantes, porque hay que decirlo, la heroína no es precisamente una droga elegante después de un tiempo de ser consumida. El director Danny Boyle sabía que tenía más para perder que para ganar en un regreso a esa historia pero también es cierto que es todo un desafío no traicionar el espíritu de aquella película. Admitamos que el final de aquella era más que sorpresivo y mostraba al personaje de Ewan McGregor tomando una opción a favor de un cambio de vida sorpresivo para quien enarbolaba el ideario del monologo que puse al principio de esta nota. Ahora bien, la cuestión es cómo vuelve Mark a una Edimburgo moderna, vistosa y que no se parece en nada a la de la primera película, bueno el regreso viene con un discurso levemente modificado: “Elige la vida. Elige Facebook, Twitter, Instagram y ten la esperanza de que a alguien, en alguna parte, le importe. Elige buscar antiguas amantes y desear haberlo hecho todo diferente. Y elige ver cómo la historia se repite. Elige tu futuro. Elige reality shows, llamar putas a las mujeres, difundir imágenes íntimas. Elige un trabajo basura a dos horas de camino y lo mismo para tus hijos, pero peor. Alivia el dolor con una dosis desconocida, de una droga desconocida y después… respira hondo. Estás enganchado. Pues sigue enganchado. Pero engánchate a otra cosa. Elige a tus seres queridos. Elige futuro. Elige vida”. Pero el tema de T2 es que aquellos jóvenes crecieron en edad pero mantienen las mismas mañas y gustos desaforados. Así que Mark de repente está de nuevo está enganchado en una vida de cuarentones que se mueven como si tuvieran veinte. Boyle pone todo el arsenal que le conocemos y que hay que reconocerlo, además de ponerlo en la cima de los realizadores de su generación, la puesta y los temas de la primera ya es parte de la norma del mainstream. T2 no decepciona, vuelve a presentar una banda de sonido tan buena como la primera, pero aunque uno se lo pasa bien, algo le dice que ha sido un viaje levemente inútil y que ha vuelto a revivir aquellas épocas salvajes, de aquellos viejos amigos, pero nadie le ha convidado ni una pitada ni una línea sentado ahí en la butaca. T2 TRAINSPOTTING T2 Trainspotting. Reino Unido, 2017. Dirección: Danny Boyle. Intérpretes: Ewan McGregor, Jonny Lee Miller, Ewen Bremner y Robert Carlyle, Anjela Nedyalkova, Shirley Henderson y Kelly Macdonald. Guión: John Hodge, basado en la novela de Irvine Welsh. Fotografía: Anthony Dod Mantle. Edición: Jon Harris. Diseño de producción: Patrick Rolfe y Mark Tildesley. Duración: 117 minutos.
Estamos viejos. Pasaron dos décadas y Mark Renton (Ewan McGregor) vuelve a su patria escocesa luego de una larga estadía en Amsterdam. Ahora es un burgués más; con una esposa, hijo y pasión por el running. Subido al tren de la nostalgia, recorre aquellos lugares de sus años como adicto hasta encontrar a su viejos amigos, Spud (Ewen Bremner) y Sick Boy (Jonny Lee Miller). Renton descubre que ninguno de los dos pudo escapar de sus vicios, el primero es incapaz de criar a su hijo y el segundo se dedica a extorsionar a millonarios sodomitas. Por otro lado, Begbie (Robert Carlyle) pasa sus días en la cárcel soñando con vengarse de la traición de Mark. El tiempo por fin los ha alcanzado y ahora es momento de saldar cuentas pendientes. Trainspotting es lo que algunos podrían llamar “un rayo en una botella”. Es decir, uno de esos casos excepcionales donde factores de diversa índole se condesan de manera especial y se captura a la perfección la esencia de un momento irrepetible. Esto no se da únicamente por la virtud de un artista, sino que responde también a una serie de elementos culturales y socio-históricos que exceden a la obra y logran otorgarle un mayor impacto. En la década donde la moral era otro slogan más para el consumismo camuflado, Renton y Sick Boy se convirtieron en voceros sin ningún tipo de pretensión intelectual, ni política; solo querían drogarse y escuchar a Iggy Pop. Ellos nos mostraban que ya no era posible identificarse con ningún tipo de valor, ni ideología; y que si es necesario usar un narcótico, que al menos sea el más placentero y nocivo de todos. Básicamente, el segundo film de Danny Boyle era una película sobre la juventud y su rol en el mundo; era una película realizada por jóvenes y para jóvenes. Por esta razón, Trainspotting 2 resulta una experiencia algo deprimente para ver, una secuela sobre la vejez; hecha por gente vieja y para viejos. La sensación sería similar a cuando un grupo de sexagenarios reúne su antigua banda de punk para tocar los fines de semana. Volver con la frente marchita: Incluso en esta actualidad de reboots y secuelas, Trainspotting 2 se erige como una de las continuaciones más inesperadas e improbables de la que se tenga recuerdo. Durante años, McGregor y Boyle se mostraron reticentes a la idea, e incluso el director resaltó la mediocridad de Porno, la novela en la que se basa ligeramente esta película. Pese a tener un final abierto, el primer film cerraba perfectamente el círculo narrativo de los personajes y no hacía más que reafirmar el concepto nihilista del guión. Más allá de lo monetario, algo que Boyle evidentemente no necesita a esta altura de su carrera, hay una razón extremadamente personal detrás de la realización de este proyecto y se puede palpar a lo largo de todo el metraje. De alguna manera, esta película representa una retrospectiva de un director sobre su propia carrera y su lugar en la industria hoy en día, pero también puede resultar como un comentario sobre los cambios, la madurez y la nostalgia. Lo que el cineasta y Renton realmente se preguntan es si las cosas cambiaron o si todo sigue igual pero mucho peor. Si bien Boyle ha mantenido y desarrollado durante años un estilo frenético y fotográficamente virtuoso, en esta ocasión lo que prima en su estética es la cita directa a los recursos del primer film: alegorías visuales, secuencias musicales, montaje paralelo, luces estroboscópicas. Y no es que no funcione, pero uno de los grandes alicientes de Trainspotting siempre fue su frescura y originalidad, como la sobredosis al ritmo de Lou Reed o un neonato girando la cabeza como Linda Blair. Esas imágenes quedaron pegadas en la retina de más de un espectador porque eran nuevas y no autoreferenciales. Con esto no quiero decir que Boyle no se haya inspirado en obras previas, sino que antes supo brindar una propia impronta y eso quedó en la memoria cinéfila de más de uno. Casi no hay imágenes nuevas en Trainspotting 2, en su mayoría son imágenes presentadas a modo de recuerdo y reflexión de los protagonistas. Y esto es una dificultad inherente a la naturaleza de este film: si la búsqueda es un mayor desarrollo de los personajes, no pueden eludirse ciertas explicaciones y referencias a momentos previos. Esto último me hace preguntar sobre la necesidad de hacer esta secuela. Es decir, si desde el vamos sabemos que hay un problema, el cuál supondrá una menor calidad de la obra, ¿para qué realizar una segunda parte?. Aquí podemos entrar en terreno de conjeturas, pero al final de la cinta, uno entiende que Boyle quería decir algo y solo era posible a través de estos personajes. Nihilismo y redención: Trainspotting 2 es sobre un grupo de personas viviendo en un limbo generacional. No han dejado el pasado y no han hecho nada con su futuro. El giro reside en que ese grupo de amigos que no tenía valores en una sociedad de significados impuestos, ahora busca significados en una sociedad que ya ni siquiera se molesta por buscarlos. El mundo se adaptó ellos y ahora ya ni pueden conservar esa pizca de identidad. Es así que a través del metraje encontramos a los protagonistas con mayores aristas e incluso esperanza de redención. Lo verdaderamente contestatario, entonces, al fin y al cabo, es buscar valores en este contexto nihilista. La película es consciente de si misma, sabe que una secuela es un producto de la nostalgia y juega con ello hasta hacerlo explícito en la propia trama. Este es un gran acierto pero que se ve contrarrestado por un exceso de flashbacks e incluso re-narraciones de escenas que ya vimos. Algo que parece innecesario cuando vemos que algunas de las ideas “nuevas” que se introducen en la película funcionan de gran manera. Conclusión: Trainspotting 2 es una buena película, con escenas geniales e ideas más que interesantes, pero que solo existe como nota al pie de una predecesora muy superior. Una secuela realizada con pericia e imaginación pero que no llega a justificar su existencia.
T2 Trainspotting: ¿Qué estuviste haciendo por 20 años? Sin llegar a lograr el atractivo de la original, la secuela de Danny Boyle narra satisfactoriamente un nuevo capítulo sobre las desoladoras crisis de mediana edad que sufren nuestros protagonistas luego de sobrevivir su salvaje juventud retratada más de veinte años atrás. “Sos un turista en tu propia juventud”, comenta Sick Boy a Renton en una de las líneas que mejor retratan lo que genera este anticipado film. Y nosotros somos el otro turista en esta travesía, porque cualquier fanático que haya visto Trainspotting varias veces ya sabe cómo piensan Renton, Spud, Sick Boy y Begbie, cuáles son sus miedos, a que aspiran y que es lo que nunca quieren ser, es por eso que al reencontrarlos veinte años después la primera sensación que nos invade es la decepción. El tiempo avanza para todos, pero el problema recae en que eso parece ser lo único que se movió hacia adelante en la vida de nuestros personajes, y si bien el final del primer film no auguraba un futuro muy brillante para ninguno a excepción de Renton, el estado en el cual encontramos a nuestros personajes, sumergidos en remordimientos y nostalgia por no haber podido mejorar su situación en lo mas mínimo, parece dar comienzo a un dramón del cual somos salvados por el humor siniestro que caracteriza a estos films. Esta vez nos encontramos con un Mark Renton (Ewan McGregor) cuyos problemas de salud e inminente divorcio lo hacen volver de Amsterdam (su hogar por los últimos veinte años) a un Edimburgo desconocido, suturado por el turismo masivo y un nivel de organización que no se corresponde con los recuerdos de Mark. Spud, o Daniel,(Ewen Bremner) sigue luchando contra su adicción a la heroína, la cual le dificulta mantener un vínculo con su ex Gail y su hijo, además de no poder acomodarse al huso horario de verano. Sick Boy, o Samuel, (Jonny Lee Miller) maneja el bar de mala muerte que heredó de su tía al mismo tiempo que extorsiona a acaudalados hombres a los cuales filma siendo sodomizados por su novia, Veronika (Anjela Nedyalkova) para poder sustentar su adicción a la cocaína. Mientras tanto Francias “Franco” Begbie (Robert Carlyle) finalmente se aguantó los 20 años en prisión, a pesar de que Mark nos aseguraba lo contrario en sus narraciones durante el primer film, pero debido a ciertos incidentes con sus abogados, no está dispuesto a aguantar más, y tras hacerse apuñalar por un compañero un tanto torpe, se fuga del hospital. Así, a medida que la vuelta de Mark despierta tanto recuerdos entrañables, como antiguos rencores y sentimientos de venganza, el espectador transita un viaje un tanto similar, un ejercicio sobre la nostalgia en el cual no solo pesan las imágenes, música, visitas a caras conocidas e historias que rememoran los “felices” tiempos previos al desenlace del primer film, sino que también apunta a la introspección del espectador, que han estado haciendo quienes a la salida del film lo convirtieron en un fenómeno cultural con el cual identificarse. El Choose Life (Elige la vida) del primer film es uno de los monólogos modernos más celebres del cine, irónico, astuto e inteligente, y tal vez sin llegar a ese nivel pero aun manteniéndose muy interesante y relevante (una definición que se puede utilizar para describir la gran mayoría del film) el nuevo monologo mantiene astucia e inteligencia pero viene con una dosis potente de remordimiento y tristeza en la voz de McGregor. En cuanto al elenco, los cuatro protagonistas que se mantuvieron de la original parecen haber estado tachando los días durante 20 años porque su conocimiento de los personajes y dominio para hacerles pequeñas modificaciones a sus personalidades ya establecidas son excelentes. Carlyle mantiene la amenaza constante en Begbie, pero se deja ver el efecto que causo su tiempo en prisión y la falta de contacto con el mundo exterior, su naturaleza ya no se puede cambiar, pero por lo menos vemos cierta humanidad inexistente en la primera entrega. McGregor tal vez sea el que menos cambio, su personaje requiere mantener similitudes al Renton del primer film para lograr el funcionamiento de ciertos momentos recreados con exactitud. Lee Miller nos muestra un lado más calculador y precavido de Sick Boy, cuyo rencor para con Mark no se termina de ir por más aventuras nuevas puedan compartir. Nedyalkova como Veronika muestra ser una gran adición para contrastar este nuevo mundo con los recuerdos que no pueden abandonar los muchachos. Finalmente Bremner se luce con un Spud que tiene el arco más interesante de todo el film, y extrañamente, al que menos importancia se le da durante los primeros actos. En cuanto a Boyle, quienes no tengan mucha afinidad con su estilo no le encontrarán demasiado disfrute a menos que conozcan en detalle y hayan disfrutado el primer film, si bien algunas secuencias como la del boliche, el pub o la casa de Sick Boy están soberbiamente ejecutadas, gran parte del film carece del sabor y el impacto narrativo que tenemos en la retina. La historia prácticamente no sirve por si sola para quien no haya visto Trainspotting. La banda sonora aporta al condimento emotivo y con algunos remix interesantes de las canciones más emblemáticas del exitoso soundtrack original más temas de Queen y The Clash logran hacerlo una adquisición infaltable para la colección de cualquier cinéfilo. En conclusión, T2: Trainspotting logra capturar varios aspectos de la original que la hacen una adición, a mi parecer, ineludible para los fanáticos de la serie, pero no se puede decir lo mismo de quienes no la conozcan en profundidad, ya que se toparan con una historia que depende fuertemente de la familiaridad con los personajes.
“Trainspotting” (1996) dejó su huella en el cine post-moderno y la cultura pop con su contundente y controvertido relato de los excesos y la inconformidad de Mark Renton (Ewan McGregor) y su grupo de amigos que, en el desfavorable panorama socioeconómico de Edimburgo, eligen el escape de las drogas y el crimen, antes que la “vida” burguesa y rutinaria del trabajo y la familia tipo. Veinte años después, Danny Boyle retoma su historia más celebrada con la esperanza de rescatar estos temas y volver a impactar desde lo visual y lo narrativo. Renton regresa a Escocia tras dos décadas de ausencia viviendo en Amsterdam junto a su esposa. El barrio lo llama y, a pesar de las reticencias, decide reencontrarse con sus viejos camaradas, aunque estos no lo reciben, precisamente, con los brazos abiertos. No olvidemos que su último acto fue la traición y el robo de aquellas 16 mil libras que sólo benefició a Spud (Ewen Bremner) y mandó a la cárcel al violento de Begbie (Robert Carlyle). Mark se convirtió en todo aquello contra lo que luchaba: el trabajador aburguesado que paga cuentas, consume cuanto producto le ofrecen y vuelve a su hogar para jugar a la casita. Pero acá está de vuelta, en el único lugar que puede llamar hogar, tratando de recomponer su amistad con Sick Boy (Jonny Lee Miller), esperando no sufrir las represalias. Begbie sigue encerrado desde entonces; Spud volvió a los vicios, aunque intenta enderezar su camino para pasar más tiempo con su hijo, y Simon se dedica al chantaje y otros delitos, junto a Veronika, su joven novia de Bulgaria. Casi nada parece haber cambiado en todos estos años, excepto Mark; pero a medida que pasa el tiempo recorriendo las calles de Edimburgo descubre que se puede huir del vecindario, aunque este nunca te abandona. Al final, Renton decide quedarse y ayudar a Simon a recaudar el dinero necesario para transformar el bar que regentea en un burdel. Por su parte, Begbie logra escapar de la prisión y, al enterarse del regreso del traidor, enseguida lo pone en su mira. Boyle explota los mismos elementos que hicieron mella en la original, aunque con un poco menos de crudeza. La banda sonora, el montaje hiperquinético y sus carismáticos protagonistas lo son todo, pero el efecto ya no es el mismo. El director nos muestra que después de veinte años la gente, sinceramente, no cambia (por más que lo intente), un pensamiento bastante desolador como los escenarios de estos barrios en decadencia. Esos jóvenes rebeldes y adictos que mandaban al cuerno al sistema, ahora son hombres patéticos sin rumbo, que sólo conocen el camino del crimen. “T2: Trainspotting” (2017) hace gala de su humor y de una gran estética, pero a los personajes se los siente un poco fuera de lugar en un mundo tan cambiante. Claro que están adaptados a la tecnología y los chanchullos modernos, pero cuesta creer que en tanto tiempo no hayan avanzado para nada. Obviamente, esa es la intención de Boyle, pero ahí es donde el relato se nota un tanto repetitivo y, por supuesto más diluido, sin el sórdido impacto de la década del noventa. El director se contiene y ya no sumerge a sus personajes completamente en la miseria. Tal vez están destinados a repetir la historia, por el simple hecho de no poder escapar de ella.
Nostalgia y frustración. Todos los cinéfilos de izquierda que pasamos ampliamente la frontera de los 30 años llevamos en nuestros corazones a Trainspotting (1996), aquella segunda y extraordinaria propuesta de Danny Boyle cuyo eslogan descriptivo/ comercial era “La Naranja Mecánica de los 90”, un latiguillo no del todo preciso porque a diferencia del opus de 1971 de Stanley Kubrick -el cual sí poseía un marco conceptual concreto vinculado a una sátira en torno a la falibilidad y ridiculez suprema de los sistemas educativo, judicial y carcelario- la película protagonizada por Ewan McGregor y Robert Carlyle en cambio estaba enrolada en esa rabia difusa y de shock tan característica del momento, como si se tratase más de un retrato de la marginalidad extrema urbana y la falta de perspectivas que de un manifiesto contra el régimen social occidental y sus subproductos en el campo de la adolescencia más olvidada. La analogía con Kubrick no era gratuita ni se limitaba a la dimensión ideológica, sino que también abarcaba el ámbito formal ya que la pirotecnia del británico podía ser homologada a la del norteamericano. De hecho, los floreos visuales de Boyle -al igual que los de sus colegas David Fincher, Quentin Tarantino y Paul Thomas Anderson- se transformaron en las insignias del período: hablamos de aquella conjunción de la estética de los videoclips con el lenguaje publicitario, un esquema disruptivo de representación que a su vez había eclosionado en la década del 80. Desde el furor entre indie y mainstream que desencadenó Trainspotting, mucha agua pasó bajo el puente para el realizador, su guionista John Hodge y el elenco en general, no obstante siempre se barajó la posibilidad de adaptar la secuela de la novela original de Irvine Welsh de 1993, intitulada Porno y publicada en un lejano 2002. Como comentó en innumerables ocasiones, el inglés sólo estaba interesado en algunos ítems de Porno y prefería llevar la historia hacia rumbos diferentes con respecto a los que planteaba el libro desde su título, y el resultado es una obra muy digna que si bien no llega a empardar los méritos del primer film, indudablemente la maduración del equipo creativo ha logrado que la ausencia de la anarquía y la chispa revulsiva de antaño sea compensada con una andanada de reflexiones muy acertadas e inteligentes sobre el transcurrir del tiempo, los fracasos en las metas individuales, los obstáculos en los que reincidimos y la idea de lealtad en amistades tambaleantes, siempre al borde del colapso. T2 Trainspotting (2017) toma a la nostalgia y a las frustraciones como los ejes de un relato más apaciguado, reconvirtiéndolas en los sustitutos de las drogas y la violencia de la Edimburgo de los 90. La acción se sitúa 20 años después y gira alrededor de dos premisas: por un lado tenemos el proyecto de Simon “Sick Boy” Williamson (Jonny Lee Miller), al que luego se suman Mark “Rent Boy” Renton (Ewan McGregor) y Daniel “Spud” Murphy (Ewen Bremner), de construir un burdel arriba del pub de Williamson que sería administrado por su seudo novia Veronika Kovach (Anjela Nedyalkova); y por el otro lado está la fuga de prisión de Francis “Franco” Begbie (Robert Carlyle) y su necesidad de venganza contra Renton por aquel robo de £16,000. En todos los casos esa típica insatisfacción de la mediana edad se mezcla con un punto muerto en términos monetarios, los dilemas familiares de abandono, el éxtasis del reencuentro, el fantasma insistente de las adicciones y el arrepentimiento por decisiones tomadas en el pasado que afectaron a seres queridos de maneras jamás previstas del todo. Por supuesto que Boyle continúa jugando con la imagen de forma hiperquinética, un estilo que lo acompañó a lo largo de las décadas, pero aquí se destacan en especial los inserts esporádicos de planos de la realización de 1996, no en función de una melancolía patética vinculada al refrito para rellenar metraje símil la vergonzosa El Amor en Fuga (L’Amour en Fuite, 1979) de François Truffaut, sino más cerca de las resonancias tragicómicas de las “cuentas pendientes” y de un afecto entre amigos que se estiman aunque nunca pueden dejar de traicionarse -a sí mismos y entre ellos- vía un cariño de índole caníbal y demencial. El encanto de ver en pantalla de nuevo a aquellos personajes de Trainspotting encuentra su contrapunto en una trama simple y poderosa que vuelve a aprovechar todo el histrionismo de actores prodigiosos que lloran, ríen y se desilusionan con la sociedad de nuestros días…
Muere joven y dejarás un cadáver bonito Es difícil volver a ser un hito generacional. El film Trainspotting (1996) lo fue, y aunque estaba basado en situaciones del libro de Irving Welsh, las diferencias entre ambos eran notables. Lo importante del film, en esa adaptación, fue lograr plasmar el espíritu del libro y de una época, a pesar de su narrativa anárquica. Luego el film trascendió por naturaleza propia, claro, en el vértigo y la fantasía de un tipo de juventud, de una escena musical (tecno, punk y rockera), con las drogas como condimento, para un grupo de chicos de Edimburgo. Entonces, está claro que poner el nuevo film a la altura del anterior es innecesario. Lo mismo ocurre al comparar T2 con la secuela literaria “Porno” con la que tiene poco que ver, más allá de tomar la idea del sexo gestionado por Sick Boy. El problema de Trainspotting 2 pasa justamente porque esta secuela pone, sin que nadie se lo haya pedido, a su predecesora en un lugar de culto muy grande y por eso mismo pierde fuerza. Es un homenaje a la primera parte y no desea despegarse en ningún momento. Sin dudas, el film merece un homenaje y es de culto, pero no en el corazón narrativo de la segunda parte. Por eso, se puede decir, que así como la original toma a la droga más dura de ese momento (la heroína), en este caso, la droga que actualmente hace estragos en el mundo de las ficciones, la droga de la nostalgia (?) es la protagonista aquí. Ahora bien, sacando eso, la seriedad puesta desde la dirección, la musicalización y la actuación de los que llevaron a cabo esta segunda parte, hace que valga la pena ir al cine y volver a recordar. Así como crecimos con Toy Story, y luego volvimos a verla hace unos años, lo positivo en ese reencuentro fue que se creó una historia nueva a partir del crecimiento de Andy. En Trainspotting 2, vuelven a recordar lo mismo 20 años después, y queda una sensación de estancamiento tremenda. Quizás el acierto allí fue abordar el crecimiento de esa juventud. Así como los hippies se volvieron yuppies, los chicos de Edimburgo (y quizás toda una generación) se encuentra decepcionada por un presente sombrío, donde la promesa del progreso no se cumplió y los movimientos de nacionalismo crecen aplacando a la Europa unificada. Renton (Ewan McGregor) vuelve de Holanda, después de 20 años, luego de un ataque al corazón y viendo que su vida deambula sin sentido; Spud (Ewen Bremner) sigue siendo un adicto a la heroína, pero tiene un hijo y una ex mujer; Simon o Sick Boy (Jonny Lee Miller) continúa en el camino de la estafa y Begbie (Robert Carlyle) en cana, con ansias de tomarse revancha de Renton. El film retoma la bronca de los protagonistas con el final fresco, 20 años después. Y gira todo el tiempo alrededor de eso. “Eres un turista de tu propia juventud”, le dice Simon a Renton. Esta nueva trainspotting es básicamente eso. La continuidad también se marca en una excelente banda de sonido que acompaña Trainspotting 2, también con algo de nostalgia encima (Radio gaga de Queen y Dreaming de Blondie, por ejemplo). Pero también tiene brillo propio por un sonido más actual. Nunca va a estar a la altura de la original, pero tampoco se propuso convocar a las bandas más calientes del momento y ese detalle ya es un toque de originalidad a favor. El mismo estilo persiste con respecto a la dirección y la puesta de cámaras. Mantiene los mismos cortes de tiempo y juega con distintos tipos de filmación. En esos puntos, el film no decepciona y la actuación, sin descollar, está a la altura de las circunstancias. A pesar del buen agregado de Veronika (Anjela Nedyalkova), socia y compañera de Sick Boy, que se complementa muy bien con Spud y Renton, las situaciones que se suceden no muestran más que un par de travesuras y quedan opacadas por el recuerdo y el brillo de lo que fueron las anteriores, ya sea en los flashbacks de la primera película, como en escenas de sus infancias que no fueron parte de la predecesora. La comedia y las escenas de acción, sin dudas, la hacen entretenida y no generan un producto aburrido para el espectador, más allá de cuestionamientos a ciertas resoluciones que suceden. En ningún momento las dos horas se hacen largas, ni pesadas. Al rasguñar un poco más, es cuando se encuentra la decepción y la falta de un mensaje que en la original estaba más que presente.
Salir de la sala de cine y que las imágenes de la propia vida aparezcan en un montaje veloz y desordenado, sin guión, como un repaso a cargo de Jean Luc Godard por los momentos más importantes de las últimas dos décadas. Así de potente puede ser enfrenarse a 120 minutos de celuloide. Para quienes vimos Trainspotting en cine en el verano de 1997, asistir al estreno de su secuela, 20 años después, genera un combo de sensaciones que va más allá de la cinefilia y la mayor o menor identificación con sus protagonistas, perdedores hermosos de la Gran Bretaña obrera arrinconada por el liberalismo. Quizá por eso este escriba no puede resistirse a la referencia del fuera del cuadro, como quien era adolescente cuando vio en pantalla grande el Episodio IV de Star Wars y décadas después se enfrentó a The Force Awakens. Desde el estreno de Trainspotting y hasta la llegada a los cines de Trainspotting 2 el que suscribe vio nacer a su hija que hoy tiene 17 años; conoció a la que hoy es su pareja y madre de su hijo que hoy tiene un mes y medio; enterró a su madre; se casó y se divorció; tuvo otras relaciones que también finalizaron; se desarrolló en su primera carrera terciaria (periodismo) y egresó de la segunda (locución); viajó por el mundo y profundizó su pasión por el cine. Un veintipico que hoy está en los cuarenta y pico, tal como Renton, Spud y Simon. 20 años de haber sido aguijoneado por un film que más allá de sus valores dentro del estricto análisis cinematográfico, marcó generacionalmente a los que nos dejamos llevar por su cóctel de textos incendiarios, montaje frenético, conceptos de cultura rock y la irrefrenable atracción por lo prohibido y lo marginal. Danny Boyle con T2 vuelve al cine de autor desde que estrenó 28 Days Later, aquel opus sobre zombies previo a la fiebre por los no-muertos. Quince años pasaron desde ese estreno, los mismos que transcurrieron desde que Irvin Welsh publicó Porno, novela que continuó a Trainspotting y que sirve como base central de la secuela fílmica. Y el amigo Boyle, afecto al sacudón visual, pone en juego en este caso sus mejores mañas y su calidad de entretenedor al mismo tiempo que logra plantear una historia quizá incluso mejor contada que aquella. El relato se hace cargo desde la primera toma de la memorabilia. Tal como hizo J.J. Abrahms con Star Wars, Boyle planta guiños sin desapegarse de la premisa de contar algo nuevo. Por ello es que no cae en el mero efecto retro de la referencia y pone en presente adulto a los jóvenes de ayer. El trío protagónico tuvo recorridos diferenciados y se nota desde el minuto cero. La fuga para adelante de Renton (Ewan McGregor) en aquel final de cuento, huyendo de Edinburgo con miles de libras robadas que no repartió con sus amigos, tiene aquí una continuación que fluye igual que el paralelo que lo muestra corriendo en la primera escena tal como lo hizo en la intro del relato original. Solo que en 1996 corría de los que lo perseguían y en 2017 corre sobre una cinta de gimnasio. El mantra del choose life, pero en clave posmoderna. Y de esa posmodernidad de plástico también se escapa su personaje y lo explicita en medio de un diálogo de pretensión iluminista con Spud (Ewen Bremmer), el junkie terminal del grupo: "Mi nueva adicción es escaparme", le dice a modo de consejo para que intente salir de la heroína. Elegí la vida. O lo que te quede de ella, parece recomendar. En la post crucifixión de los personajes, los roles de Simon (Jonny Lee Miller) y Begbie (Robert Carlyle) aparecen en esta secuela como la resaca de lo que fueron, pero, al igual que el resto, con una puntillosa continuidad de sus perfiles. Quizá así es que Trainspotting 2 se coloqua en este punto en el club de las secuelas mejor trazadas del cine, ese del que son socios unos pocos títulos (con El Padrino 2 y Volver al futuro 2 como vitalicios). Hay sangre y jeringas en los textos de Welsh como hay ruta en los de Kerouac o electroencefalogramas en los de Hunter Thompson. El mérito de Danny Boyle es haber hecho carne esa épica de la perdición para entregar otra buena narración, otro infierno encantador a través del cual, por una rendija, dejar que se cuele una luz de redención generacional.
Para los personajes nacidos de la pluma de Irvine Welsh y la cámara de Danny Boyle, veinte años es un montón. El ultraviolento Begbie (Robert Carlyle) se lo pasó encerrado, Sickboy (Jonny Lee Miller), ahora Simon, es un cocainómano que a duras penas mantiene abierto el bar que le heredó su tío y trata de hacer negocios junto a su novia, más bien socia ucraniana, Spud (Ewen Bremmer) dejó la heroína pero antes la heroína lo dejó sin nada. Sólo Renton (Ewan McGregor) que acaba de volver de Amsterdam, parece con mejor aspecto. Si no te acordás casi nada de T1, de 1996, no te preocupes, que T2 te pone al día o funciona como una elíptica narración independiente. Además, Boyle filma y edita, con ese nervio creativo y ese apuro que fue novedoso dos décadas atrás, una primera parte que se ocupa de actualizar a cada personaje. Si Trainspotting quedó, en la memoria colectiva, como una obra de culto para fans. La escena del inodoro, los viajes de heroína de los entonces jóvenes muchachos de Edimburgo, McGregor como una especie de Joe Strummer escocés, la música de Iggy Pop, Lou Reed y el Borns Slippy de Underworld conformaron un bombazo para la historia. Claramente, este es un regreso que no hacía falta, pero T2 tiene demasiadas virtudes por sí misma, empezando por su inconformismo: no es una continuación que recoge las migas caídas de la mesa, aunque suenen los mismos temas Iggy Pop, Lou Reed y Underworld otra vez. El presente de los personajes sigue regalando escenas tan revulsivas como las de la primera parte, porque la vida en ese lugar, veinte años después, no se ve mucho mejor. T2 apela a la memoria emotiva lo justo y necesario, porque queremos a estos tipos. Y suma un personaje, la enigmática Verónika (Angela Nedyalkova), que es más viva y está por encima de todo, como un reflejo que pone real dimensión a las pequeñas batallas de los ya no tan muchachos. La recurrencia a la misma música no es el único regalo para los fans, que encontrarán -encontraremos- múltiples escenas de revival regocijante, como el brillante discurso nihilista que Renton l e suelta a la chica, parafraseando el manifiesto primero, “choose life”. La comedia punk está de vuelta, sobre una fuente tan verdadera como las páginas de Welsh (aunque lo que sucede en Porno, el libro que sigue a Trainspotting, tiene lugar una década después y no dos). Y tiene la gracia de los viejos punkies, venidos a menos pero todavía en pie antisistema. O de la vieja banda de rock jubilada que vuelve a juntarse sin que nadie se lo pida. Sabemos que ya dieron lo mejor, sabemos que es un negocio, pero ni locos nos lo vamos a perder.
Veinte años después, los mosqueteros escoceses de la heroína reaparecen para poner a prueba el mundo. En dos décadas todo cambió demasiado y una de las razones es que existió “Trainspotting”, una película que le dio una patada en la cabeza a la corrección política y a la estética de videoclip destruyendo la primera con corazón y adoptando la segunda con ironía. Ese efecto es imposible hoy, pero Boyle –que es un cineasta inteligente– toma a sus viejos personajes y demuestra que la alienación de los no adictos es muy superior a la que viven estos marginales. Hay de todo, y hay humor y nostalgia. Pero lo segundo aparece casi condenado como un efecto fatal que carece de sentido. Más allá de las vueltas de la trama, que incluyen actividades delictivas y momentos de una oscuridad notables, más allá de que Boyle puede, en este mundo y gracias al punto de vista alucinado de sus personajes, hacer todo lo que se le ocurre con la cámara, la luz y el montaje, hay una demostración de que el tiempo no vuelve jamás, de que lo único que verdaderamente existe es el presente, y que los paraísos artificiales –y aquí uno se pregunta, con inquietud, si el cine no será uno de ellos– son lugares fugacísimos. Un dato curioso: ver a McGregor, ayer una promesa y hoy una estrella, volver al origen es casi una hazaña de interpretación. Se ve que quiere mucho a su Renton.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
Un viaje a la nostalgia Y 20 años después llegó la secuela de la película más revolucionaria de los 90, "Trainspotting 2", la desafiante historia sobre el cuarteto más temible de Edimburgo inmerso en la heroína. La historia continúa dos décadas más tarde, con sus mismos protagonistas: Mark Renton, quien regresa a su ciudad natal, después de haberse recluido en Amsterdam, para reencontrarse con sus viejos amigos: David "Spud" Murphy y Simon "Sick Boy" Williamson y Francis "Franco" Begbie. Entre la locura y las tradiciones escocesas, estos cuarentones intentan reconstruir el vínculo y saldar viejas traiciones. Lo cierto es que la primera entrega fue visualmente innovadora, con personajes memorables y el mejor soundtrack; "Born Slippy" de Underworld. Imposible escuchar el tema y no viajar a las escenas de la película del 96. Pero esta vez las imágenes lisérgicas se esfuman para darle paso a la nostalgia y el abuso del pasado. La secuela cae en un error imperdonable, la constante referencia a la primera película que hace que la historia no avance ni tenga sentido por sí misma. La melancolía inunda cada escena y lo que es más grave aún, casi no hay impacto visual. Spud se lleva todos los créditos de esta secuela tardía y para el pesar de muchos fans, terriblemente tibia.
Pasaron 21 años del filme original, el grupo se vuelve a reunir bajo la dirección de Danny Boyle en T2: Trainspotting en un proyecto que podría haber sido un desastre y resulta siendo una gran película con la dosis justa de nostalgia. 20 años pasaron para todos nosotros, pero también para los personajes. Pero si bien paso el tiempo, ellos siguen siendo los mismos. Renton vuelve a la ciudad y con él reaparecen Spud, Simon y por supuesto que Begbie. No hace falta aclarar en este texto en qué momento de las vidas se encuentra cada uno, basta con decir que la llegada de Renton cambia todo y el reencuentro del grupo será lo que vaya guiando todo, solo que esta vez cuando se ve an todos no será (en principio) en buenos términos. Las mismas drogas, el mismo humor, la misma cámara inquita de Boyle para filmar. Una banda sonora que es un personaje más, solo que a diferencia de la primera película no se destaca tanto. ¿Es necesario ver la primera para poder ver esta secuela? La respuesta es no, se entiende como una película individual también, con muchos flashbacks. Pero sin dudas que sin nos disfrutaron la primera entrega se perderán muchos referencias, chistes y un poco de la historia. T2: Trainspotting es casi tan oscura como la original. Asi como la original era sobre la juventud, la amistad y la situación política en Inglaterra. T2: Trainspotting es sobre estos cuarentones en crisis con sus vidas, sus familias y todo lo que los rodea.
Crítica emitida por radio.
Cada segunda parte tiene por delante el desafío de llevarnos a la sala sabiendo lo que uno va a ver, o al menos, sabiendo que no lo va a sorprender como la primera. Y así se llega a Trainspotting 2 -la historia basada en Porno, de Irvine Welsh- con el deseo de que al menos la trama no reste. Para sorpresa de varios, entre los que me incluyo, la secuela de Danny Boyle, ambientada en Edimburgo, veinte años después, no solo es digna de ser vista sino que toma los recursos de la anterior y los renueva manteniendo su coherencia. #1 RENTON, SICK BOY, BEGBIE y SPUD ADVERTENCIA: Si no viste Trainspotting, te recomendamos que dejes la nota acá y vayas a verla. Si lo hiciste, ya sabés que Renton (Ewan McGregor) estafó a sus amigos y se dio a la fuga con 16.000 libras. Ahora que el tiempo pasó, y luego de algunas complicaciones, el hombre vuelve a su tierra actualizando el rencor de sus antiguos amigos, especialmente por el hecho de que ellos no lograron salir: Spud (Ewen Bremner) está perdido en la heroína, Begbie (Robert Carlyle) está en prisión pensando cómo vengarse de Renton y Simon / Sick Boy (Jonny Lee Miller), es un cocainómano que regentea un bar familiar y a su novia Veronika (Anjela Nedyalkova).
Trainspotting se estrenó allá por 1996, mismo año en que nací. Mi papá me cuenta la anécdota de haber ido a verla al cine con su tío; éste, que ya contaba con sus buenos 60 años, salió traumatizado de la sala. A mucha gente le pasó lo mismo. Creo que a mí también me pasó, pero en el buen sentido: Trainspotting es una de mis películas favoritas, y obviamente estaba muy emocionado de ver su secuela. No estaba esperando otra obra maestra como la original; como cualquier otro fanboy, simplemente quería volver a ver a la pandilla de los viejos tiempos. Ahora que lo pienso, en realidad sólo queríamos ver a Renton. No me malentiendan: Ewen Bremner, Jonny Lee Miller y Robert Carlyle son geniales, pero el personaje de Ewan McGregor fue el protagonista del filme por una razón. Esto es una diferencia importante con el libro de Irvine Welsh, que consiste de varios capítulos narrados por diferentes personajes, no exclusivamente Renton. Esta multiplicidad de protagonistas es la posta en T2: Trainspotting: ahora Spud, Sick-Boy y Begbie son tan protagonistas como Renton. Al comienzo de la historia, Renton lleva veinte años viviendo en Ámsterdam con el dinero que le robó a sus amigos al final de Trainspotting (¡spoiler alert!, pero... ¿qué hacen leyendo esta reseña si no la vieron?). Sin embargo, un ataque cardíaco le hace reconsiderar su vida y regresa a Edimburgo buscando el perdón de Spud y Sick-Boy. No así el de Begbie, no sólo porque nuestro escocés psicópata preferido nunca se lo daría, sino también porque está en prisión. O más bien, estaba, porque al principio de la película logra escaparse. Así comienza esta reunión accidentada (para ellos) y muy divertida (para nosotros los fans). Repito: muy divertida para los fans. Onda, nosotros somos los que tienen que verla; cualquier otra clase de espectador no entenderá los múltiples guiños a la película original ni les importará la continuación de la historia. Es más, ni siquiera hace falta que terminen de leer este artículo. Total, si ya tenemos el click, y muchas gracias. Ahora, a los fans quiero aclararles que hay una razón por la cual se llama T2: Trainspotting en vez del más adecuado y obvio Trainspotting 2. Esta película es un animal diferente, más reflexivo y lento, lo cual es completamente comprensible tratándose de chabones que tienen casi 50 años. Como ya dije, se enfoca en toda la pandilla y no sólo en Renton; por eso tampoco está el icónico voiceover. T2: Trainspotting nos da lo que queremos y nada más, un trabajo indulgente de parte de artistas legendarios que pueden permitírselo. Mucho mejor que El Padrino III o Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, pero no le llega ni a los talones a Toy Story 3. Me acuerdo de una de las mejores escenas del primer filme: "Al principio, lo tenés, y después lo perdés, y no lo recuperás nunca más", dice Sick-Boy. Renton le responde: "Entonces envejecemos y ya está, perdemos eso. ¿Esa es tu teoría?". "Sí", continúa Sick-Boy, "beautifully fucking illustrated", y le dispara a un perro. Todo parece indicar que el director Danny Boyle, el guionista John Hodge y el elenco lo perdieron hace años. Pero siguen aquí, son como nosotros. Y una celebración de defectos que no podemos remediar no le hace daño a nadie. ¿O sí? La verdad que no sé, estoy re duro. VEREDICTO: 8.0 - ELEGÍ VIVIR (YA DA IGUAL) T2: Trainspotting es una secuela formidable para una obra maestra icónica para toda una generación, aunque por sus propios méritos quizás se sienta como una experiencia superflua. Recomendada casi exclusivamente para fans: los demás vayan a ver la original, y esta vez traten de hacer que les guste.
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La primera gran película del año Danny Boyle me cae realmente bien, es decir, como puede no caerte bien un tipo que dirigió películas como Trainspotting y La Playa (The Beach). Sus trabajos tiene una energía especial que otro tipo de películas no tienen, sus trabajos respiran buena onda y energía. La suficiente energía como para atrapar a un espectador durante dos horas. Sus películas, forman parte de mi apartado de películas favoritas, por solo citar un ejemplo, Steve Jobs me pareció uno de los mejores films del 2015. Pero dejemos el pasado atrás y centrémonos en el hoy, este 2017 llegó a los cines T2: Trainspotting y para la satisfacción de todos los fans de la primera entrega, puedo asegurarles que esta segunda parte sigue el buen camino de su predecesora, con energía y paso firme. Ahora los protagonistas, ya más viejos, deberán encarar la situación de reencontrarse los unos con los otros y resolver en lo que se han convertido sus tristes vidas, después de 20 años. ¿Se puede cambiar? ¿Se puede alterar la esencia de una persona? La película nos pregunta esto todo el tiempo, y si bien su respuesta pueda parecer ambigua, algo es cierto, la misma es esperanzadora. Los destinos de Renton (Ewan McGregor) y los demás se vuelven a cruzar y surge la oportunidad de amasar una gran cantidad de dinero con un negocio un poco sucio. A partir de allí, resurgen las viejas amistades y las desconfianzas. ¿Se puede cambiar? ¿Se puede alterar la esencia de una persona? T2: Trainspotting se muestra lleno de referencias a la primera parte, pero las mismas no son groseras y obscenas. No cae en el papel burdo de restregarte las cosas en la cara para que el espectador se masturbe con su propia nostalgia. No, Boyle es sutil y sabe respetar a la mística de la primera entrega con entereza. ¿Qué más se puede pedir de una secuela que no sea no arruinar la primera parte? Bueno, aquí seremos espectadores de una de esas pocas secuelas de la historia del cine donde el director cumple con lo que se espera de la misma, claro, sin superar a la original. Quizás el único problema que noto es que por momentos deja cosas un poco sobre el tintero sin profundizar como es debido. T2: Trainspotting comienza con el personaje de Renton corriendo, a diferencia del final de la primera en la que caminaba apaciblemente hacia su futuro, aquí escapa de su pasado, de sus errores, pero esta vez la única manera de escapar es sumergirse de lleno en sus problemas, y darles un cierre de una buena vez.
“Que veinte años no es nada” reza la estrofa del tango Volver; y es lo que habrán pensado Danny Boyle y el guionista John Hodge a la hora de llevar a la pantalla una secuela de su hit de 1996 Trainspotting, adaptando muy libremente la novela que Irvine Welsh publicó en 2002, titulada Porno, como secuela de su propia novela que inspiró al film original. Los chicos están de vuelta, las calles de Edimburgo también ¿Pero es todo lo mismo? Definitivamente no, aunque no siempre sus responsables se den cuenta. De hecho, la letra completa del clásico de Gardel y Le Pera le caería como anillo al dedo a esta historia. Renton (Ewan McGregor) vuelve a Escocia desde Austria, con más frustraciones que éxitos. Es hora de dar la cara luego de la traición que marcó el anterior final; la reunión con el resto del grupo no se hará tardar. Spud (Ewen Bremmer) continúa tratando de encontrar la salida, en rehabilitación constante, intentando reparar la distancia con su ex mujer y su hijo. Begbie (Robert Carlyle) está en prisión, con más ira que antes, planeando su fuga. Sick Boy/Simon (Johnny Lee Miler) evolucionó, a otro tipo de negocios turbios; ahora se dedica espiar, grabar, y chantajear, hombres que contratan los servicios de una prostituta llamada Veronika (Anjela Nedyalkova). Si bien se le dedicará un tiempo a cada uno de los cuatro, es evidente que la acción principal pasa por Renton y Sick Boy. Este último aún guarda rencor hacia su ex mejor amigo, y tiene un plan para cobrarse revancha, un plan que incluye un nuevo negocio, esta vez, la instalación de un burdel regenteado por Veronika. Así, Boyle y Hodge, el guionista de sus películas más personales, sirven la premisa para volver a instalar a los personajes y exponer cuánto han cambiado las cosas en este tramo que ha pasado. Si bien Trainspottong 2 no tiene exactamente el ritmo frenético de su antecesora, se las arregla para ser muy dinámica, con un montaje ágil, verborrágica, y sin detención alguna. Se intercalan las escenas que grafican situaciones y hay algunas ensoñaciones no tan pesadilléscas como antes, el lenguaje visual está intacto. Lo mismo podríamos decir de la banda sonora, que funciona de manera tan bombástica como la anterior. Lo que cambiaron son los tiempos, esta no es la historia de veinteañeros buscando su destino incierto en medio de una sociedad que no les daba oportunidades; es la historia de cuarentones, o más, que vieron todas sus esperanzas truncadas y están de vuelta, arreglando cómo seguir adelante frente a tanto golpes. Es decir, lo que falta es la cuestión generacional que tenía el film de 1996. En su momento se habló de Trainspotting como la Naranja Mecánica de la generación post punk, aún sus detractores deberán reconocer que fue un emblema para todos los que buscaban un espejo distorsionado de sus vidas cargadas de miserias a pronta edad, con la incredulidad a cuesta. "Trainspotting 2" será un film para los fanáticos, para quienes quieran ver cómo siguieron sus personajes, cuánto han cambiado, pero difícilmente trascienda la esencia del primer film, no tiene destino de clásico propio. Con más momentos dedicados al humor, menos negra pero más triste que la anterior, maneja una fibra emocional, propia de quien mira los tiempos que pasaron y los añora. Aunque esos tiempos no hayan sido los mejores para los personajes, sí lo fueron para el espectador. El puñado de actores sí se encuentra con las mismas energías de antes, todos cumplen muy bien, y hay que estacar otra vez a Robert Carlyle que, quizás por poseer al personaje más carismático, es quién más se luce en los momentos de francas carcajadas. Veronika será el personaje puesto para ejemplificar lo que fueron nuestros protagonistas y ya no son, es la veinteañera, con destino incierto, que quiere salir del pozo en el que está, y pareciera abusar de otras drogas, ya no químicas, tecnológicas. Hay mucha melancolía y momentos de emoción que no estaban tan remarcados anteriormente. Pero hay algo que hace ruido, la historia tiene una necesidad de trazar paralelismos permanentes, como consciente de su dependencia de lo que pasó, intenta calcar hechos; e hilando fino, este recurso resta verosimilitud ¿Qué posibilidades hay de vivir otra vez lo mismo con (algunos) rostros distintos? Trainspotting 2 tendrá sus momentos de fiesta para los seguidores, para los que querían más; sin dudas la festejarán. Pero a la hora de las cuentas, no sabremos cuán necesaria era esta secuela.
¿Te acordás hermano? Richard Linklater dirigió Antes del Amanecer en 1995, donde una pareja se encontraba en Viena casualmente, pasaba un particular día y antes de despedirse decidía encontrarse 6 meses después. Una innecesaria, pero no por eso menos atractiva, continuación llegó recién 9 años más tarde con Antes del Atardecer. Finalmente, 9 años más pasarían para que, en una especie de experimento temporal que después concretaría en Boyhood, Linklater haga Antes de la Medianoche en 2013. En el documental Double Play el propio Richard Linklater charla con el cineasta James Benning sobre otro experimento cronológico. Benning hace un documental experimental en 1977, One Way Boogie Woogie, que consta de 60 planos de 1 minuto de duración de distintas situaciones urbanas. 27 años después vuelve a filmar la misma película, es decir, hace las mismas 60 tomas que, con el paso del tiempo, han mutado. Las fábricas han cerrado, las personas han envejecido. La última gran película de Ingmar Bergman fue Saraband en 2003. En realidad se trata de una secuela del clásico europeo Escenas de la Vida Conyugal, una continuación luego de 30 años, nada menos. En una escena Liv Ullman trata de recuperar el tiempo perdido desnudándose a los 64 años para compartir la cama con su ahora ex esposo. Trainspotting 2 toma también esta idea de la secuela tardía 2 décadas después. Tenemos que recordar que la primera mostraba la vida de jóvenes escoceses afiliándose al sexo, drogas y tecno rock, retratando así el “sin futuro” de los ’90 al ritmo de Danny Boyle. Recordemos también que aquellos personajes eran principalmente amigos, amigos de la infancia. Aunque eso no impedía que Renton (Ewan McGregor) terminara traicionando a todos al robar el botín del último golpe. En esta segunda parte, el nostálgico reencuentro con el pasado no hace perder el furor-frenesí que bien maneja Boyle. Si temíamos que se haya vuelto viejo y moralista, nos equivocamos, esta nueva película es hasta más delirante y pesimista que la primera. Ahora, ¿cuál es el sentido de estas experiencias? ¿Por qué volver a estas historias, qué (gracia) tienen? ¿Por qué volver a amar a personajes con el riesgo de que se hayan convertido en completos extraños? ¿Se trata de poner sobre la mesa de vivisección el paso del tiempo? En todo caso, ¿no se trata de eso el cine, del transcurrir, de Cronos comiéndose a sus hijos? ¿Estas películas sólo hieden nostalgia? ¿El cine es el único capaz de dilatar el tiempo, es la mejor máquina para volver al pasado que tenemos? Tal vez, el objetivo es lo que Sick Boy le reprocha a Renton cuando le dice que sólo quiere ser un simple turista de su pasado. Y si así fuera, ¿no tenemos derecho a serlo también? Aunque sea tan sólo por 90 minutos, antes que mil fantasmas se burlen sin piedad de nosotros.
Danny Boyle nos trae, dos décadas más tarde, la secuela a su película de culto Trainspotting. Los mismos actores protagonistas vuelven a encontrarse 20 años después, retomando sus roles, ya como hombres de mediana edad. Mark Renton, personificado por Ewan McGregor, regresa a Edimburgo desde Amsterdam, donde vivía con su esposa, con la intención de reencontrarse con Spud (Ewen Bremmer) y con Simon (Johnny Lee Miller), mientras que Franco Begbie (Robert Carlyle) cumple su condena a 25 años en prisión, a la cuál le acaban de denegar el beneficio de la libertad condicional. Contada con humor y ritmo, la película entretiene y es un ejercicio de nostalgia. Su título, al igual que en la primera ocasión, remite a un juego de palabras, ya que literalmente se traduce como “avistaje de trenes” (cosa a lo que se hace referencia en una escena de la película) y al mismo tiempo al acto de consumir heroína. Uno de los personajes (según se descubre al principio de la película) ha seguido con este hábito, que lo ha alejado de su esposa e hijo mientras que otro de ellos a dejado paso a un consumo ingente de cocaína. No obstante esto, la droga -aunque omnipresente- no tiene demasiada importancia en el desarrollo de la película. Trainspotting 2 es un film que aún para quien nunca haya visto la primera, es completamente disfrutable y entretenido, aunque claro, carecerá del toque nostálgico que los más entrados en años podrán apreciar.
Mientras ingresaba con un amigo a la sala del cine a ver “Rogue One” -el primer spin-off de muchos por venir, lamentablemente gracias a Disney, de la saga de “Star Wars”-, pregunté en voz alta, tanto para él como para mí, si la película contaría con el característico opening crawl en los créditos iniciales. Este interrogante dio paso a otras preguntas para indagar nuestras próximas sensaciones: ¿La apertura con el opening crawl serviría para mantener el espíritu del universo creado por George Lucas? ¿Y si la utilizan sin la banda sonora de John Williams que la acompaña siempre? ¿Y si deciden obviarla? Estaba impaciente por saber qué sucedería y qué impresión me daría. Las incógnitas se develaron y se confirmaron ante la oscuridad de los créditos finales: “Rogue one” es una película timorata. ¿Por qué? Fue un gran desacierto el no utilizar el opening crawl, e incluso, y esto es algo que me hizo más ruido, el empleo de melodías de baja intensidad, como si fuese un decrescendo constante, con vagas similitudes a las bandas sonoras del resto de la saga, tanto que parecía adrede para herir la susceptibilidad cinéfila del espectador, bastardeando la película. Estos dos aspectos, y no menciono más para no hacerla larga, denotan tibieza o para marcar distancia del conjunto total de la saga o para ser parte integral de la misma. ¿Habrán querido despegarse del espíritu homogéneo de “Star Wars”? Sencillamente, hayan o no querido hacerlo, esta indeterminación jugó en contra. ¿A qué viene todo esto? Antes de ver “T2: Trainspotting”, dirigida por Danny Boyle, temía que no pudiera igualar o superar lo irreverente que fue su antecesora y, en definitiva, es lo que sucedió. La nueva película del realizador inglés es una adaptación cinematográfica de “Porno”, novela de Irving Welsh, que retoma, como en el libro, el regreso de Mark Renton (Ewan McGregor) a Escocia para reencontrarse con sus antiguos amigos. Por un lado, ambas películas retratan las cruentas vidas de sus protagonistas, pero no se ciñen con el mismo espíritu cinematográfico. Sabemos que Boyle ha mantenido una estética característica que ha ido puliéndose a lo largo de su filmografía. Esto se demuestra con la soberbia puesta en escena de “T2: Trainspotting”, que, sin embargo, resulta ser más adecuada para la superficialidad de un efímero videoclip musical. Basta con ver unos minutos de la película para darse cuenta que es un conglomerado de situaciones “duras” estilizadas. La crudeza de la primera se perdió en esta por priorizar la estética por sobre la historia. Ahora bien, su antecesora también tiene una estética estilizada pero se contrasta por ser menos pulida y más sucia, ayudando a remarcar la dureza del relato y su narrativa eufórica. Y solo queda por decir que la “situación de estupefacientes, rock, fútbol, sala de ensayo”, como expresó hace tiempo Andrés Calamaro, se perdió en “T2: Trainspotting”. Los personajes y sus (des)motivaciones no resultan creíbles. Todo está (re)forzado para cumplir las expectativas nostálgicas del espectador. Puntaje: 2,5/5
Hace veinte años la original “Trainspotting”, ambientada en Edimburgo, sacudió el ambiente cinematográfico en nuestro país. Ocurrió el primero de enero de 1997 cuando se estrenó en Argentina el segundo largometraje de Danny Boyle, cuyo título local agregaba apropiadamente la frase “sin límites”, que expresaba muy bien el espíritu del relato original de Irvine Welsh. En la secuela que ahora nos llega se apela básicamente a “Porno”, otra obra de Welsh aunque los resultados ya no son tan ponderables. Los cuatro personajes centrales vuelven a aparecer aunque su evolución personal ha sido disímil, lo que también podría aplicarse a la trayectoria artística de quienes los interpretan. El de mayor protagonismo es Mark Renton, al que nuevamente da vida Ewan McGregor y a quien también le fue mejor en su carrera cinematográfica. Renton había traicionado a sus colegas quedándose con el botín de veinte mil libras, que debió haber repartido con sus colegas. - Publicidad - Al que peor le fue es a Begbie, en prisión desde hace una veintena de años y que al enterarse que su colega ha regresado (de Amsterdam) sólo lo obsesiona escapar de prisión para vengarse. Robert Carlyle está bastante irreconocible con un bigote y algunas canas pero vale la pena aclarar que les lleva una decena de años a los restantes intérpretes, diferencia que quizás no se notaba hace dos décadas. En cuanto a Spud (Ewen Bremner) el tiempo no parece haber pasado y su rostro tan peculiar conserva los mismos tics de entonces. En cambio Simon, también conocido como Sick Boy, es nuevamente interpretado por Jony Lee Miller al que se ve poco en cine en los últimos años y que parece algo mayor pese a tener sólo 45 años. Simon está asociado a la joven búlgara Veronika, la actriz Anjela Nedyalkova a quien este cronista vio hace algún tiempo en un film de su país (“Avé”). La dupla comete todo tipo de felonías y aporta algunas de las escenas más fuertes y originales de este nuevo capítulo. “T2 Trainspotting” interesará sobre todo a quienes vieron y apreciaron la original, ya que en esta secuela hay escenas de la primera pero además se recrean con frecuencia los personajes cuando aún eran niños. El tono es más bien lúgubre y pesimista, acentuado por una muy buena banda sonora. Tempranamente se escucha la poderosa “Lust for Life” de Iggy Pop, para luego seguir con clásicos de Blondie (“Dreaming”), The Clash (“White Man”) e inclusive Queen (“Radio Ga Ga”). Pero lo más original resultan los temas de la banda escocesa de Hip Hop “Young Fathers” (Premio Mercury 2014). De los seis temas seleccionados por el director de “Slumdog Millionaire”, “Exterminio” y “127 Horas” se destaca “Only God Knows”. Lo que podrá cuestionarse es si se justificaba una continuación a la impactante primera película de hace veinte años. En todo caso es lícito afirmar que la secuela no hace mucho honor a la original.
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ELECCIONES ACTUALIZADAS “Elige la vida. Elige Facebook, Twitter, Instagram y ten la esperanza de que a alguien, en alguna parte, le importe. Elige buscar antiguas amantes y desear haberlo hecho todo diferente. Y elige ver cómo la historia se repite. Elige tu futuro. Elige reality shows, llamar putas a las mujeres, el porno vengativo. Elige un trabajo basura a dos horas de camino y lo mismo para tus hijos, pero peor. Alivia el dolor con una dosis desconocida, de una droga desconocida y después… respira hondo. Estás enganchado. Pues sigue enganchado. Pero engánchate a otra cosa. Elige a tus seres queridos. Elige futuro. Elige vida”. El monólogo de culto de Mark Renton (Ewan McGregor) regresa actualizado y, si bien mantiene ciertos tintes anti sistema y anti mandatos sociales, evidencia un claro viraje generacional; una mixtura entre la experiencia y la nostalgia subrayadas por la repetición de “elige tu futuro”. Es que ambos conceptos atraviesan T2: Trainspotting y modifican la promesa del antihéroe que ya no busca no elegir la vida, por el contrario, intenta pertenecer. Esto no quiere decir que la secuela de Danny Boyle (basada en el libro Porno de Irvine Welsh) apele a la remembranza como fundamento central narrativo o de contexto, ni tampoco que todos los recursos visuales y/o técnicos estén sujetos al recuerdo o a repetir las innovaciones surgidas de la película de 1996. Sino que el acento está puesto en la exhibición de la adultez de este grupo peculiar que no puede desvincularse de la memoria, de los vicios, de ciertos espacios o acciones (sobre todo el robo del dinero) y, al mismo tiempo, debe actualizarse y reconfigurarse. Quizás por eso también, el director introduce breves fragmentos de ellos en la niñez, como otro punto de vista que sí puede romper con la añoranza o está libre de ello. Además del monólogo, el filme está plagado de sitios específicos como la ida al campo, la calle donde fueron perseguidos o la habitación de Renton, que se resignifica como lugar de culto fílmico por su detenimiento temporal en esos 20 años y como reflejo de excesos y sanación desde los gritos del joven por las visiones de Tommy o del bebé muerto de Sick Boy (Jonny Lee Miller) hasta el momento aurático de poner el disco en la actualidad. En T2: Trainspotting podría decirse que funcionan dos narradores diferentes: por un lado, Renton como el encargado de reunir a los cuatro tras su regreso a Edimburgo y en una suerte de purgación de su propia elección; por el otro, Spud (Ewen Bremmer) a través del registro escrito de las historias pasadas, como una forma de trasgredir las adicciones y de controlar su vida. Si bien Boyle mantiene la estética de la anterior y le incorpora el uso de la tecnología, el pasaje del gran televisor y el video a la computadora y los celulares, respecto a la música se evidencia un tratamiento menor, sobre todo, si se tiene en cuenta que la primera película estaba inmersa dentro del brit-pop convertido en un estandarte generacional. Los heroinómanos de los suburbios vuelven para elegir. ¿El futuro? ¿La vida? ¿Las drogas? ¿La prostitución? Simplemente otra cosa. Por Brenda Caletti @117Brenn
Adictos a la nostalgia… Cualquier cinéfilo que ronde hoy los 40 años seguramente recuerde Trainspotting con mucha nostalgia. Aquella joya del cine británico marcó a toda una generación con su descarada y tragicómica visión de la adicción de la heroína, al tiempo que hacía célebre a Danny Boyle, quizás uno de los directores más creativos del cine de las últimas décadas, sobre todo en lo que se refiere a su trabajo con la edición. Trainspotting 2, más allá de lo cinematográfico, poco y nada tiene que ver con su predecesora, en el peor sentido de la comparación. Trainspotting 2 carece de verdaderos motivos de existencia, más allá de lo comercial y la nostalgia. Con algunos retazos de muy buena cinematografía, la película intenta ensayar un argumento pero lamentablemente cae en una trama inocua e inverosímil, que difícilmente logra cautivar al espectador del nudo hacia adelante. Más allá de la excitación y las expectativas que puedan reinar durante la primera hora de duración, el filme termina siendo una mezcla de situaciones vagas y personajes deslucidos. Trainspotting 2 es simplemente un placebo para los adictos a la nostalgia; una continuación completamente innecesaria para los espectadores, perfectamente prescindible.