Noticias de ayer Se puede llegar a disfrutar de The Post (2017), la última película de Steven Spielberg, sólo a condición de que se pasen por alto algunos “detalles” ideológicos que se amontonan en el corazón mismo de la propuesta en su conjunto. En primera instancia conviene aclarar que la obra analiza la publicación por parte de The Washington Post en 1971 de los llamados Pentagon Papers, una serie de documentos clasificados del gobierno estadounidense en los que quedaba de manifiesto la catarata de mentiras y delirios varios de las administraciones de los presidentes Harry S. Truman, Dwight D. Eisenhower, John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson y -de manera colateral- Richard Nixon en lo que atañe a la Guerra de Vietnam, un conflicto craneado para contener un supuesto avance de China vía golpes de estado en la región, bombardeos sobre los países limítrofes y una avanzada bélica que contradecía las afirmaciones de los mandatarios al pueblo norteamericano en torno a la voluntad de encontrar una salida al atolladero en el que se metieron, ese mismo que al final derivaría en la derrota de Estados Unidos en 1975 y la unificación de Vietnam bajo un mando socialista. Ahora bien, resulta hasta graciosa la intención de fondo del film en pos de enarbolar a la libertad de expresión en tanto obligación moral de decir la verdad cuando de hecho el opus de Spielberg exagera por demás el rol de los directivos y periodistas de The Washington Post en detrimento de los verdaderos paladines de la prensa en este caso, los responsables de The New York Times, el periódico que tuvo la primicia y que comenzó a publicar los Pentagon Papers antes que el Post, lo que también lo convirtió en el objetivo principal de la caza de brujas judicial que Nixon -el presidente en el poder en el momento- rápidamente montó para impedir que se sigan publicando aquellos archivos secretos filtrados por Daniel Ellsberg, un analista militar que les entregó fotocopias de los originales a los reporteros de The New York Times. Más allá de las “licencias poéticas” que uno espera en toda ficción, el guión de Liz Hannah y Josh Singer opta por obviar en buena medida la importancia del Times para en cambio inflar/ abrazar el papel del Post en todo el asunto, algo así como la antesala directa del escándalo de Watergate, aquel golpe de gracia para el execrable Nixon. Spielberg y compañía eligen esta paradójica idiosincrasia aparentemente para aprovechar la interrelación dramática entre las dos figuras del Post consideradas fundamentales en la decisión de publicar los archivos, léase su propietaria Katharine Graham (Meryl Streep) y su editor en jefe Ben Bradlee (Tom Hanks): mientras que el hombre toma la forma de un adalid de su profesión y de usufructuar periodísticamente el tema ni bien consigue los Pentagon Papers, la mujer en el relato hace las veces de un típico personaje femenino que padece el ninguneo machista de la época y que se va abriendo paso de a poco, superando inseguridades psicológicas y dejando de lado alguna que otra amistad que su posición en la “aristocracia norteamericana” le concedió con el tiempo, específicamente hablamos de su vínculo con Robert McNamara (Bruce Greenwood), el Secretario de Defensa de Kennedy y Johnson e instigador de los documentos, a quien Graham eventualmente le da la espalda cuando decide publicar todo. Si nos concentramos en las actuaciones en sí, Streep vuelve a brillar -como de costumbre- gracias a un desempeño contenido y detallista que no cae en el feminismo de cartón pintado de nuestros días, y Hanks por su parte una vez más hace de sí mismo -hombre común con coraje- aunque sin un personaje tan interesante como aquel que el propio Spielberg le otorgó en la muy superior Puente de Espías (Bridge of Spies, 2015). Las “noticas de ayer” vinculadas a la ebullición política/ militante/ social de la década del 70 ya han sido trabajadas en el pasado bajo una tradición que va desde la legendaria Todos los Hombres del Presidente (All the President's Men, 1976) y llega a la potable El Informante (Mark Felt: The Man Who Brought Down the White House, 2017), a lo que se suma el hecho innegable de que The Post es una obra digna, por más que jamás alcanza las cúspides del cine consagrado al retrato de la prensa símil En Primera Plana (Spotlight, 2015), Zodíaco (Zodiac, 2007) y la susodicha Todos los Hombres del Presidente. Desde ya que lo anterior no quiere decir que el opus que nos ocupa no tenga sus buenos momentos y una inspirada segunda mitad en la que el desarrollo de personajes comienza a dar sus frutos en materia de suspenso debido al peligro y luego persecución que se ciernen sobre el diario. Las sobreexplicaciones y la lastimosa redundancia narrativa, dos de los flagelos más extendidos en Hollywood, reaparecen en un puñado de escenas pero por suerte no logran desbaratar la solvencia del convite, el cual se beneficia muchísimo de la maestría del realizador a la hora de orquestar el devenir de los acontecimientos con paciencia y relativa naturalidad, casi a sabiendas que las comparaciones entre los regímenes de Nixon y Donald Trump van a estar en boca de todos por la eterna batalla entre la prensa y los mandatarios. Sin embargo las apariencias engañan porque la película examina un modelo previo de inquisición, el que se correspondía a una posición dominante de los mass media y por ello desde el poder se pretendía la censura inmediata y determinante, un panorama que poco tiene que ver con las acusaciones entrecruzadas entre el payaso fascistoide de Trump y un oligopolio mediático estadounidense que siempre lo consideró un demente impresentable y por ello no termina de pactar con él para controlar/ manipular a la opinión pública, como sí lo hizo con las administraciones anteriores (este vendría a ser el caso por antonomasia de las sociedades del Primer Mundo, aquí en el sur nos tenemos que “conformar” con medios masivos que se acoplan como ácaros -desde el minuto cero- a los mamarrachos estatales de turno, funcionando en términos prácticos como fanzines del poder económico y sus secuaces políticos). En síntesis, Spielberg sigue construyendo una carrera de lo más despareja que desde hace tres décadas anda bastante perdida entre films fallidos, alguna joyita esporádica y una mayoría de propuestas apenas correctas como la presente, incapaces de trepar al nivel de sus recordadas epopeyas de los 70 y 80 -las infantiles y de aventuras, porque casi toda su “producción seria” suele dar vergüenza ajena por lo maniquea- aunque también eficaces en su modesta pretensión de ofrecer un cuento clasicista que quiebre un poco el desinterés del mainstream actual para con los personajes y el trasfondo humano detrás de sus pequeñas o grandes hazañas en pantalla, esos ejemplos de simplismo fastuoso.
Algo más que una letra de molde. Sin tratarse de una obra maestra ni mucho menos y en consonancia con la ebullición mediática y cruzada del gremio hollywoodense en defensa de la libertad de expresión en la era post Trump, The Post es una película donde Steven Spielberg maneja con nervio y prolijidad la tensión de una historia de la que se sabe casi todo. La carencia de sorpresas o vueltas de tuerca eran impensadas tratándose de los Pentágono Papers. Nadie ni antes ni ahora con dos dedos de frente creería que detrás del proyecto Guerra de Vietnam, que abarcó tres presidencias incluidas las de de los presidentes Harry S. Truman, Dwight D. Eisenhower, John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson y algunos años de Richard Nixon, no hubiese una gigante mentira camuflada como siempre bajo los discursos totalitarios de la gran policía mundial y la única potencia capaz de frenar el avance de Oriente, sea el país que sea. En este caso, el rotundo fracaso de la guerra de Vietnam, cuyo desenlace en 1975 significó para Estados Unidos la mayor derrota bélica del siglo pasado, aún hoy dejó una herida narcisista en un pueblo que todavía no abandona del todo su chauvinismo y arrogancia de imperio en todos los órdenes, aunque la conciencia de las bajas y las muertes propias en tierras invadidas muevan unos centímetros el amperímetro del nacionalismo y reivindiquen la gran idea de Estado o Gobierno que siempre miente a sus ciudadanos. Y de esa gran mentira que fue Vietnam, la filtración de las operaciones secretas del Pentágono bajo la expresa complicidad de los diferentes presidentes y ministros se nutre el nuevo opus de Steven Spielberg. En sintonía con el último discurso de la empresaria Ophra Winfield, quien utilizó los Globos de oro como globo de ensayo de una futura candidatura presidencial para desbaratar la filosofía Trump y recuperar poder de las minorías en el futuro, The Post se acomoda en el alegato a la libertad de expresión tal como ocurriera con la correcta En primera plana. Aquella sacaba a relucir los trapitos sucios del poder de la iglesia en base a los abusos y casos de pedofilia encubierta, mientras que la película de Spielberg desnuda no sólo los documentos secretos del Pentágono sino el rol de la prensa desde el lugar de los negocios corporativos y el principio de la función controladora del poder político. Más allá de los datos históricos donde The New York Times se lleva el peor ninguneo para realzar el papel del The Washington Post en la publicación de los documentos secretos, filtrados por un analista encargado de elevar informes desde el propio lugar de los hechos, a pesar de las fuertes amenazas de la administración Nixon que incluyó la corte suprema de Justicia, es innegable que el jugo de este relato es otro, protagonizado por Tom Hanks en el rol de el editor en jefe del Post, Ben Bradlee y Meryl Streep en la piel de Katharine Graham, periodista devenida propietaria del medio y amiga personal de uno de los políticos más influyentes y responsable de las mayores conspiraciones, Robert Macnamara (Bruce Greenwood) Con una narrativa clásica y la rápida introducción de la tensión dialéctica entre dos maneras de entender el rol del periodismo en la realidad corporativa, el realizador de Tiburón apela al nervio propio de cualquier redacción periodística cuando la batalla por la primicia ante el rival de siempre supone no sólo la supervivencia, sino la dicotomía entre los intereses individuales, las ambiciones personales pero también desde el rol social de un servicio que debería buscar siempre la mejor manera para revelar todo aquello que por una cosa u otra se oculta. El recuerdo directo de aquella vibrante comedia protagonizada por Michael Keaton conocida como El diario a veces gana más presencia que las referencias obvias a otro tipo de filmes como Todos los hombres del presidente. The Post no llega nunca a esos niveles de profundidad tratándose de una información tan vital para la República y sus ciudadanos, se enmarca con más énfasis en los personajes involucrados para que nuevamente Meryl Streep deslumbre con un nuevo papel distinto en términos dramáticos donde a fuerza de austeridad gestual logra componer a Graham y realzar su transformación, tanto desde su rol como mujer en un mundo de hombres, empresaria con los pies sobre la tierra, pero sobre todo obediente al axioma del cuarto poder cuando de amiguismos se trata. No logra de todas maneras esta nueva película nuevamente concentrada en la prensa, su guerra desigual con las esferas del poder político y el rescate de la valentía de periodistas no estrellas, transmitir la épica buscada desde la intención más que desde la propia mirada del papá de ET.
EL BALANCE DE LA LIBERTAD “Este es el mejor libro de texto del mundo: un periódico honesto.” Ransom Stoddard (James Stewart) en The Man Who Shot Liberty Balance (John Ford, 1962) Los primeros cinco minutos de The Post transcurren en Vietnam, allí aparece Daniel Ellsberg, quien está allí como observador. Vemos que le alcanzan el rifle y la cámara automáticamente muestra a su lado la máquina de escribir, su verdadera herramienta y arma de combate. Lo miran raro por su pelo largo y cuando sale con el grupo a la selva alguien que regresa de una incursión le presta un casco. En el vuelo de regreso a Estados Unidos el secretario de defensa Robert McNamara le pide que opine en medio de una discusión y ambos coinciden en que las cosas en Vietnam no están bien. Pero al bajar del avión McNamara baja y al hablar con la prensa dice todo lo contrario. Ellsberg pasa por detrás de las cámaras, en silencio, llevando en las sombras la verdad de lo que ocurre. Visualmente se ha resuelto el conflicto de la película y así será todo en The Post, donde la imagen dice más que las palabras. Así debería ser siempre en el cine, así lo sigue siendo con Steven Spielberg. Pero Ellsberg no es el protagonista de la historia, solo el que la pone en marcha. Los protagonistas son el editor en jefe del Washington Post, Ben Bradlee (Tom Hanks) y la dueña y editora del diario Katharine Graham. El primero es un periodista de ley, que se juega todo por su oficio, que ama su trabajo y cuanto más se complican las cosas más se divierte con el desafío. La segunda es la primera mujer en ocupar el cargo. El padre de Graham había sido el dueño y al morir este el cargo había quedado en manos del marido de ella, quien se suicidó. En plena crisis, a punto de entrar a cotizar en bolsa y con una enorme desconfianza de inversionistas y accionistas, ella deberá enfrentar el enorme dilema de desafiar al gobierno publicando los escandalosos Papeles del pentágono que ventiló Ellsberg. Por un lado hay una enorme historia de suspenso, un thriller periodístico al estilo del cine de los setenta. Con Tom Hanks actuando como si fuera William Holden (me cuesta pensar que no busca imitarlo) en las últimas películas de su carrera y con el oficio narrativo llego de recursos visuales propios de Spielberg. Las elipsis narrativas –limonada incluida- de la lecturas de los papeles del Pentágono, es un verdadero show de montaje. Por el otro, el proceso de Graham de bajar todas las banderas, asumir un rol decorativo y dejar que los intereses económicos y sociales se impongan por encima de la verdad y el periodismo. Nadie parece creer en ella, salvo Bradlee, que no ve diferencia alguna, solo ve el rol importante y decisivo que ella cumple. En ese sentido, la película deposita su peso dramático sobre ella y todo el camino que deberá recorrer. La dedicatoria de la película a Nora Ephron es un cierre perfecto de esta reivindicación, más allá de la emoción que va más allá de la película. La historia es conocida aunque tal vez no tanto como el siguiente escándalo destapado por el Washington Post con Watergate. De hecho un buen doble programa es ver Todos los hombres del presidente (1976) película de la cual The Post es literalmente una precuela. Aunque la película de Alan J. Pakula es mucho menos interesante desde lo visual, la película todavía mantiene su fuerza. Sin embargo el film de Steven Spielberg incluye otros temas, no solo su maestría narrativa. También es cierto que mientras que Pakula cuenta un caso reciente, Spielberg viaja al pasado, a una época muy diferente, con ideas también diferentes. Y Spielberg descubre y se fascina también con la precariedad tecnológica en la que se dan todos los hechos. Los teléfonos con monedas, la forma en la que se imprimen los diarios, las décadas previas a internet. Los empleados del diario corriendo por las calles, las fotocopiadoras primitivas, todo hace que se vea más épico y artesanal cada uno de los eventos narrados. No es raro ver al propio Spielberg sintiendo que él también pertenece a esa otra época del cine, del mundo. Sin una mirada de reclamo, claro, nadie mejor que Spielberg conoce los beneficios de la era digital. Pero como su maestro John Ford, solo observa con melancolía, sin nostalgia, como el mundo cambia. No es ni bueno ni malo, es inevitable. El diálogo final entre Bradlee y Graham mientras se imprime el diario es muy emocionante. Ambos han ganado su jornada. Ella abrió las puertas de un cambio enorme para la mujer al mismo tiempo que salvaba la libertad de expresión en su país. Él es el clásico personaje de Spielberg, como el de Puente de espías, aquel que está en paz cuando sabe que ha hecho su trabajo. En el plano general en el que ambos se alejan, las filas de diarios parecen ese objeto a punto de perderse llamado película. Como si estuvieran dentro de un gigantesco proyector, vemos pasar las largas líneas que transportan las noticias, ese “primer borrador de la historia”. Empecé la crítica con una cita de la obra maestra de John Ford The Man Who Shot Liberty Valance (1962). Las similitudes entre John Ford y Steven Spielberg son muchas y han sido demostradas a lo largo de la carrera de este último. Rescato una escena en particular de The Post. En la mitad de la película Ben Bradlee llega la casa de Katharine Graham mientras ella está festejando su cumpleaños. Entre los invitados está Robert McNamara. Bradlee y Graham conversan en privado mientras en los jardines sigue el festejo. Bradlee le cuenta allí sobre la muerte de JFK y la conciencia de que los periodistas y los políticos no pueden ser amigos. Cuando Bradlee se va, Spielberg define en un plano, sin diálogos, todo el conflicto de Graham. Al fondo, en la oscuridad, vemos como se aleja Bradlee, en primer plano, fuera de foco, vemos a McNamara en la fiesta de cumpleaños de Graham sonriendo. Entre ambos Graham, que debe decidir de qué lado está. Esa economía de recursos de Ford, cuando, por ejemplo, al final de Liberty Valance. El protagonista, Ransom Stoddard, se va junto con su esposa Hallie del cuarto donde está el cadáver en un cajón de su amigo Tom Doniphon. Antes de cerrar la puerta se detiene y quedan en el mismo cuadro el cajón en primer plano, Hallie al fondo y en el medio Ransom, que entiende en ese instante muchas cosas. Al mismo tiempo, Ford describe todo el conflicto del film en una imagen, lo mismo que repite aquí Spielberg en The Post. Se trata ni más ni menos que del olvidado oficio del cine. Al igual que el periodismo, tal vez ha cambiado y Spielberg lo sabe. Ya no tiene mucho valor la puesta en escena y las series y películas se definen mayormente por diálogos y recursos de guión. Por suerte aunque quedan cineastas capaces de hablar el lenguaje del cine. Entre todos ellos, Steven Spielberg sigue siendo el mejor de todos.
Tras Lincoln y Puente de espías, el mítico director reconstruye la épica de unos empresarios y periodistas que lucharon contras las presiones políticas y judiciales para dar a conocer documentos confidenciales y exponer secretos y mentiras acumulados durante cuatro períodos presidenciales sobre la participación estadounidense en la Guerra de Vietnam. Una ratificación de la inteligencia y el poderoso clasicismo narrativo del creador de La lista de Schindler y E.T.: El extraterrestre. Como ocurre en la mayoría de películas de Steven Spielberg, The Post: Los oscuros secretos del Pentágono contiene un buen número de escenas en las que la bandera estadounidense ondea flamante, poniendo de manifiesto el espíritu patriótico de un director que ha hecho de la crónica histórica de su nación uno de los pilares de su obra fílmica. Sin embargo, cabe apuntar que The Post... tiene poco del maniqueísmo de obras como El color púrpura o Amistad, mientras que su discurso esquiva el heroísmo sin fisuras de Rescatando al soldado Ryan. Plenamente asentado en un periodo de madurez artística, iniciado con Lincoln, Spielberg es hoy un cineasta más complejo, más ambiguo e incómodo en su abordaje a la realidad tanto pretérita como contemporánea. Si en Puente de espías el director de La lista de Schindler se atrevió a adoptar el punto de vista del abogado defensor de un espía ruso para criticar la suspensión del estado de derecho en nombre de la “seguridad nacional”, en The Post... no le tiembla el pulso a la hora de ensalzar la figura de un delator que saca a la luz pública las mentiras sobre la Guerra de Vietman proferidas por cuatro gobiernos norteamericanos (aquí resulta difícil no pensar en la figura de Chelsea Manning). En el clímax de la subtrama protagonizada por el delator –un momento tocado por la oscuridad y la paranoia del cine de espías–, Spielberg lo filma en contrapicado e iluminado por un foco que lo resguarda de las sombras que envuelven la habitación de hotel donde transcurre la escena. Una imagen que acentúa la honorabilidad de la lucha contra los secretos y mentiras del estado, y que convierte al “traidor” del oficialismo en un héroe trágico. Nada es simple en la mirada crítica y al mismo tiempo idealista del Spielberg actual. Así, por una parte, The Post... crítica sin ambages la hipocresía de la clase política de la América de las décadas de 1960 y 1970; sin embargo, al mismo tiempo, el cineasta se muestra comprensivo (se diría que incluso compasivo) con la encrucijada política a la que tuvo que hacer frente el mítico Secretario de Defensa Robert McNamara, encarnado por Bruce Greenwood, un actor experto en interpretar tanto a héroes como villanos: una mina de oro para el nuevo Spielberg. En esta película de múltiples caras y ramificaciones, el núcleo del relato lo conforma la emocionante lucha por la libertad de prensa que protagonizan la propietaria, Kay Graham (Meryl Streep), y el jefe de redacción, Ben Bradlee (Tom Hanks), del Washington Post, que se enfrentan al dilema de acatar o no una sentencia judicial que prohíbe a The New York Times publicar información sobre un comprometido informe de la CIA. Los cinéfilos no podrán evitar sentir un escalofrío de nostalgia al ver la redacción del “Post” que mitificaron Robert Redford y Dustin Hoffman en Todos los hombres del presidente. Aquí, Nixon es de nuevo el Goliat de la historia: le vemos de espaldas, en el despacho oval, acusando al Times de ser “el enemigo”, con la sombra de Donald Trump perfilándose en el horizonte de la Historia. Cargada de resonancias contemporáneas, The Post... deviene una gran película gracias al dominio que demuestra Spielberg en el manejo de sus herramientas formales y narrativas de cabecera. Para articular un urgente alegato en favor de la independencia de los medios de comunicación, el director de Atrápame si puedes, La terminal y Munich elabora un conjunto de montajes paralelos en los que vemos al personaje de Hanks enfrascado en tareas periodísticas mientras el de Streep debe pasar cuentas con los accionistas del diario (un universo hostil y enteramente masculino). A la postre, el destino del personaje de Streep se concretará en un nuevo montaje paralelo donde, en compañía de McNamara, deberá decidir si asumir el rol de empresaria, sometida a las leyes del mercado, o el de luchadora en defensa de la verdad. El dilema puede parecer elemental, pero el modo en que lo presenta Spielberg acentúa el cúmulo de complejas implicaciones personales e ideológicas que entran en juego en la decisión de la protagonista. De hecho, en otro momento clave del largometraje –una conversación telefónica en la que vuelve a planear el dilema negocios/verdad–, Spielberg decide filmar a Streep desde las alturas, en un plano picado, aludiendo al peso de la Historia que recae sobre los hombros de la protagonista: nada más terrorífico, más trascendente, más humano. He aquí la grandeza de un cineasta afianzado en la cumbre del neoclasicismo.
The Post: Los oscuros secretos del Pentágono, de Steven Spielberg Por Hugo F. Sanchez Se supone que The Post es una película sobre la libertad de expresión frente al poder político y su cuota irremediable de oscurantismo. Efectivamente, la película aborda la historia de los archivos secretos sobre la guerra de Vietnam, un estudio encargado por el Pentágono en donde se analizaba las razones de por qué Estados Unidos se había involucrado en el conflicto del sudeste asiático y sus conclusiones, que en primer término destacaba que no había manera de ganar la guerra y aun así las diferentes administraciones habían decidido seguir con la misma política. Una vez más Steven Spielberg traza un mapa personal de los hechos y circunstancias que forjaron la sociedad que le toca vivir (la segunda Guerra Mundial con Rescatando al soldado Ryan, la secesión y el fin de la esclavitud en Lincoln, la inmigración en La terminal, la guerra fría en Puente de espías). Sin embargo mientras el relato se va desarrollando con el grupo de periodistas del Washington Post comandados por el legendario editor Ben Bradlee (Tom Hank) y luchan contra reloj para primero desentrañar los puntos básicos del extenso informe y luego poder publicarlos ante las presiones del gobierno de Nixon -que recurrió al bozal legal de la “seguridad nacional”-, la verdadera protagonista es Katherine Graham (Meryl Streep), la dueña del diario, la mujer que se reinventó haciendo lo que debía a costa de romper con su entorno acomodado. Katherine se hizo cargo del diario luego del suicidio de su marido Phil Graham, que había posicionado al medio. Producto de una época en donde imaginar a una mujer al frente de una empresa era prácticamente el ejercicio de alguna mente afiebrada, la película se ocupa de mostrar el entorno en donde se movía Graham, las fiestas de la alta sociedad, el mundo protegido en donde se desenvolvía, pero también el desdén que tenía que soportar de los poderosos hombres que la rodeaban y la aconsejaban a la hora de tomar decisiones. Son varios los momentos en donde se muestra las dubitaciones del personaje -precisa y enorme Streep- y el peso de pertenecer al poder que debía denunciar. Lo interesante del retrato que hace Spielberg es que muestra a Katherine Graham antes de lo que fue el escándalo de Watergate, que ubicó definitivamente al Washington Post como un diario nacional a tener en cuenta, tanto como el todopoderoso The New York Times. Se podría decir afirmar que según la visión del director neoyorquino, la publicación del los archivos del Pentágono fue el ejercicio necesario de Graham y un aguerrido grupo de periodistas para luego encarar la investigación sobre el espionaje que practicó el gobierno (y el partido republicano) en el búnker de los demócatas, que significó la caída del gobierno de Richard Nixon. Casi como el aprendizaje de los superhéroes cuando descubren hasta dónde llegan sus habilidades recién adquiridas y si se quiere, yendo un poco más allá, también sobre aquello de Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y claro, al principio en el medio y el final, la fiesta romántica en la línea de la mejor tradición de los film del género, con una redacción en marcha (una vieja redacción, se entiende), el protagonismo de los teléfonos públicos para sortear las posibles pinchaduras, las habitaciones de hoteles alejados, las máquinas de escribir, las fuentes, las picardías del oficio, el aire enrarecido por los cigarrillos, las llamadas amenazantes del poder y por supuesto, las rotativas, mostradas una y otra vez por decenas de películas pero nunca, pero nunca, como en The Post. Una puesta magistral sobre un universo periodístico que ya no existe y que para la mayoría de los que transitan los medios, probablemente nunca existió. THE POST The Post. Estados Unidos, 2017. Dirección: Steven Spielberg. Guion: Liz Hannah, Josh Singer. Intérpretes: Meryl Streep, Tom Hanks, Bruce Greenwood, Bob Odenkirk, Tracy Letts, Sarah Paulson, Matthew Rhys, Alison Brie, Carrie Coon, Jesse Plemons, Bradley Whitford, David Cross, Michael Stuhlbarg, Zack Woods, Pat Healy, Deirdre Lovejoy Fotografía: Janusz Kaminski. Música: John Williams. Montaje: Sarah Broshar, Michael Kanh. Duración: 116 minutos.
Imperdible!!! Una película sin fisuras para disfrutar a pleno. Lo bueno en esta producción es que no sólo se quedó con los nombres fuertes de su director y su elenco sino que también tiene un guión excelente que narra los hechos en forma....
Sobre la libertad de prensa En The Post (2017) el prolífico realizador norteamericano Steven Spielberg regresa a uno de sus géneros preferidos con un drama histórico político sobre la relación entre la libertad de prensa y la política a través del caso de la divulgación de material clasificado del Pentágono, conocido como Pentagon Papers, sobre la intervención de Estados Unidos en Vietnam desde antes incluso de la Batalla de Diem Bien Phu, por parte de los periódicos norteamericanos The Washington Post, The New York Times y otro diarios que reprodujeron la noticia. Con un guion de Josh Singer, responsable de los guiones de En Primera Plana (Spotlight, 2015) y El Quinto Poder (The Fifth Estate, 2013) y experto a estas alturas en este tipo de dramas históricos que reconstruyen filtraciones de secretos de estado, investigaciones periodísticas y cuestiones relacionadas con las interpretaciones legales de la primera enmienda de su país sobre la libertad de expresión, en colaboración con Liz Hannah, el film presenta la precaria e inestable situación financiera en la que se encontraba The Washington Post antes de la publicación del informe que Robert McNamara, Secretario de Defensa durante las presidencias de John Kennedy y Lyndon Johnson, había encargado sobre la injerencia estadounidense en la política en Vietnam. La historia narra la perseverancia del director ejecutivo de The Washington Post, Benjamin Bradlee, interpretado aquí por Tom Hanks, sobre la necesidad de la investigación periodística y la búsqueda de estar a la altura de las noticias que divulgaba el prestigioso periódico The New York Times para que sus periodistas consigan la primicia, lo que a postre transforma al diario de un periódico local en uno con proyección nacional. El relato también sigue a la atribulada Katherine Graham, personaje compuesto de forma extraordinaria por Meryl Streep, dueña del medio masivo, a punto de salir al mercado de la bolsa de valores para conseguir liquidez y buscar expandirse sin perder calidad ni independencia. Tironeada por sus asesores, la junta de directores, el propio McNamara, Bradlee, la memoria de su fallecido esposo y su padre y todos los hombres que la hacen sentir inútil, insegura y no apta para un puesto directivo, ella debe decidir si la historia se publica o no. El film de Spielberg cuenta con actuaciones excelentes de un elenco maravilloso en el que se destacan no solo Meryl Streep y Tom Hanks sino también Bob Odenkirk como el periodista Ben Bagdikian, Matthew Rhys como Daniel Ellsberg, el topo que filtra los documentos del Pentágono, y Bruce Greenwood como Robert McNamara. La fotografía a cargo de Janusz Kaminski busca en los detalles del proceso de armado técnico de la época en los talleres y en los gestos de los protagonistas la actitud de una libertad que se pone en juego en cada decisión ejecutiva. La música de John Williams logra construir una sutil pero profunda sensación sobre el peligro que se cierne sobre la libertad de expresión y de prensa y también sobre la democracia en el relato del film. Spielberg también expone aquí cuestiones sobre la relación entre la política y la prensa de forma pedagógica e ideológica poniéndose del lado de la libertad de prensa ante la absurda pretensión de censura por parte de la administración Nixon a través de sus jueces adeptos en nombre de la seguridad nacional para crear unos medios adictos. El opus tampoco esconde la connivencia que en otras épocas existió entre la prensa y los gobiernos, la relación entre el poder judicial y el ejecutivo ni la marcada animosidad política demócrata contra el republicano Nixon, la sensación de oportunidad de perdida a partir del asesinato de Kennedy, la traición de Lyndon Johnson y principalmente la colusión de todos las administraciones norteamericanas desde Harry Truman, pasando por Dwight Eisenhower, el propio Kennedy, Johnson y Nixon para esconder que todos los presidentes sabían que la guerra con Vietnam era el peor escenario para Estados Unidos. Así el film narra una historia real en la que la verdad sale a la luz y la libertad de prensa triunfa por sobre las intrigas políticas de un gobierno corrupto que finalmente terminó expuesto por otros dos periodistas de The Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, en el caso Watergate. El caso de Pentagon Papers remite directamente por supuesto a la tensa relación que el presidente republicano Donald Trump impuso con la prensa de Estados Unidos en la actualidad, donde la libertad de prensa es cuestionada nuevamente pero en este caso con un carácter de espectáculo y no como controversia jurídica. The Post también lleva al espectador a reflexionar sobre la verdad, la construcción de las noticias, la importancia del periodismo y de su rol social como contralor de la democracia y las instituciones, a diferencia de lo que ocurre en nuestro país, donde la prensa funciona como látigo del poder empresario, siempre a la venta del mejor postor para premiar y castigar al amigo y al enemigo de turno y controlar y modelar a la opinión pública para quitarle más dinero a la clase trabajadora en nombre de las ganancias, sin ningún interés en la calidad periodística ni mucho menos en la verdad.
La película de Steven Spielberg habla sobre un hecho del pasado, ocurrido en 197l, pero con ecos dolorosos en la historia posterior y en la realidad presente. Y con el guión de Liz Hannah y Josh Singer, el talento de un elenco impecable y el suyo propio, Spielberg le otorga a esos hechos históricos, interés, intensidad de thriller, emoción, crecimiento de los personajes y transforma toda visión nostálgica en una reflexión siempre actual sobre la libertad de expresión y el poder del gobierno de turno. La historia comienza con Daniel Ellsberg, analista del gobierno en Vietnam, que decide fotocopiar un extenso informe encargado por el secretario de defensa, Robert McNamara. Este abarca desde l968 toda la actuación norteamericana en Vietnam, tres décadas y cuatro presidentes, que deciden seguir la guerra aunque ya saben que van a perderla y no quieren asumir la humillación de terminarla. El primero en publicarla es de The New York Times que afronta un juicio acusado poner el peligro la seguridad nacional. Luego lo sigue “The Washington Post” con la misma acusación. Se pliega el resto de la prensa y ante el tribunal supremo se llega a discutir la libertad de expresión garantizada por la constitución. La película toma el momento crucial del diario que queda en manos de una mujer (Katherine Graham) luego del suicidio de su esposo, es en realidad el periódico que fundó su abuelo. Ella debe hacer públicas la acciones del diario para obtener solvencia económica y debe imponerse en un mundo de hombres que no la respeta, que casi la invisibiliza. Toda su transformación en la editora que se atreve a publicar ese informe, aún sabiendo que puede ir presa, en manos de Meryl Streep es memorable, la manera en que la muestra Spielberg también. Ese es un tema importante en el film, como una mujer sometida, que vive en un mundo sin sobresaltos se empodera y se transforma, igual que el diario de su propiedad, el Washington Post, mostrando un cambio que no tendrá retroceso en nuestra sociedad. A su lado Tom Hanks como Ben Bradlee, el hombre que luego supervisará toda la publicación del tema Watergate, hace un buen trabajo, el que le imprime ritmo, suspenso, momentos graciosos, el suspenso, que el director maneja tan bien y que puede convertir todo momento arduo en entretenido.
Todos los hombres de los presidentes El director de Lincoln vuelve a sumergirse en el barro de la historia de su país con la lucha periodística por los “Pentagon Papers”. Todo comienza en plena selva vietnamita, durante la invasión estadounidense, hacia 1966. “Cuidado con ese tipo, viene a observarnos”, dicen unos marines, preparándose para entrar en combate. Desconfían de un oficial que además de su arma reglamentaria carga con otra potencialmente mucho más peligrosa: una máquina de escribir portátil. Ese tipo resultó ser Daniel Ellsberg, quien medio siglo atrás se adelantó a Edward Snowden y Chelsea Manning, provocando una filtración de seguridad de una dimensión y unas consecuencias quizás mayores a la de los Wikileaks y conocida en su momento como los “Pentagon Papers” (Los papeles del Pentágono). De esa punta del hilo empieza a tirar Steven Spielberg para ir develando la apasionante trama The Post: los oscuros secretos del Pentágono, una película que vuelve a demostrar no sólo su extraordinaria capacidad narrativa, que lo ratifica como uno de los grandes cineastas de la tradición clásica, sino también su interés por el barro de la historia estadounidense, como ya lo había puesto de manifiesto en su notable Lincoln (2012), un film injustamente ignorado en su obra. Ellsberg, que aún vive, era asesor directo y hombre de plena confianza de Robert McNamara, Secretario de Defensa entre 1961 y 1968. Como tal, reunió un caudal de información asombroso sobre la intervención estadounidense en el sudeste asiático que él mismo luego se encargó de filtrar a la prensa, cuando tomó conciencia de que la mentira sistemática era una política de Estado –sostenida al menos por cinco presidencias consecutivas de distinto signo, tanto demócratas como republicanas– para avalar ante la opinión pública de su país esa guerra imperial que sólo tenía por objeto equilibrar la balanza geopolítica y que costó cientos de miles vidas de ambos bandos. A diferencia de lo que puede sugerir el título del film, el Washington Post no fue el primero en publicar esas filtraciones, sino su eterno rival, el New York Times, que por entonces le llevaba varios cuerpos de ventaja. Hacia 1971, cuenta la película, el Post seguía siendo un “town paper”, un diario local cuya mayor preocupación era de qué manera cubrir la boda de la hija del presidente Nixon, con quien el periódico había tenido alguna diferencia por la pluma filosa de su columnista de Sociales. Había otras inquietudes, sin embargo, hacia el interior de Post: tras la muerte del dueño de la vieja empresa familiar, el periódico había quedado en manos de su esposa, Kay Graham (Meryl Streep), en quien la junta directiva y los accionistas, todos hombres, no confiaban en absoluto por el sólo hecho de ser mujer. La primera virtud del film de Spielberg, uno de cuyos guionistas es Josh Singer (libretista de En primera plana, la película ganadora del Oscar 2015 sobre otra investigación periodística que hizo historia) es de índole estrictamente narrativa. Con una habilidad y una capacidad de síntesis endiabladas, el director va cruzando al menos tres historias paralelas, que no pueden sino terminar confluyendo: por un lado, la manera en que Ellsberg (Matthew Rys) se las ingenia –en la era pre-digital– para filtrar documentos que abarcaban más de 7.000 páginas de papel; por otro, la batalla social de Kay Graham para mantenerse al frente de su empresa familiar y hacerla sustentable; y por último, la del director periodístico del Post, Ben Bradlee (Tom Hanks) por convertir a su diario en una publicación nacional de primer nivel, capaz de competir de igual a igual con el Times. Oportunidad que paradójicamente le dio su enemigo, el presidente Richard Nixon, cuando con una medida judicial logró impedir que el Times siguiera publicando ese informe incendiario, lo que le dio la posibilidad al Post de retomar el tema allí donde lo había tenido que dejar su rival. Que ambos periódicos terminaran unidos enfrentándose a la presidencia en una feroz batalla judicial que culminó con un fallo histórico de la Corte Suprema a favor de la libertad de prensa es lo que le da a su vez al film de Spielberg un valor de actualidad. The Post es una película sobre un episodio del pasado que se propone tener una resonancia en el presente. En el apogeo de la posverdad y de las “fake news” de la era Trump, la película de Spielberg viene a reforzar la importancia del periodismo de investigación y la necesidad de enfrentarse a los poderes establecidos. No por nada en el clímax se permite citar una frase de aquel fallo que fijó jurisprudencia y que dice: “La prensa está para servir a los gobernados, no a los gobernantes”. Un concepto fundamental que también debería tener hoy una resonancia en Argentina. A la manera del mejor cine clásico estadounidense, The Post maneja estupendamente los tiempos, acelerando el paso cuando es necesario generar tensión y suspenso y aplicando el freno cuando los personajes se debaten en dilemas personales que son también de índole ética, al modo fordiano. “¿No irías a la cárcel por evitar una guerra?”, le pregunta Ellsberg a un periodista del Post, a quien el interrogante se le clava como una espina. Por otra parte, aunque el tema del film es otro, Spielberg –en su rol de productor antes que de director– parece también estar hablando de cine y de la manera de concebirlo en el Hollywood de hoy, que da la impresión de darle la espalda, al punto de que su película apenas pudo reunir un par de candidaturas al Oscar, entre ellas la consabida a Meryl Streep como mejor actriz. Cuando su personaje, el de la dueña del diario, defiende ante el board su producto diciendo que prefiere privilegiar la calidad antes que la cantidad pareciera que es Spielberg quien habla por su boca, dirigiéndose a sus inversionistas. Tal como lo desarrolló una nota del periódico británico The Independent acerca de The Post en estas mismas páginas, la película –como casi todas las de Hollywood– hace del periodismo una profesión noble, como debería ser, y de los periodistas unos héroes, algo que muy rara vez son. Parece que más allá de la batalla que narra el film de Spielberg, coronado con un pertinente epílogo dedicado al caso Watergate, que terminó de poner en el mapa al Washington Post, los personajes centrales de su película no eran tan puros e idealistas como se los pinta. Pero esa es otra historia, que merece un recuadro aparte.
Publicada en edición impresa.
Los oscuros secretos del Pentágono Basada en la historia real de las filtraciones de los Pentagon Papers que intentaba ocultar lo que sucedía en la Guerra de Vietnam, el aclamado director Steven Spielberg nos trae The Post (2017), la película que narra lo sucedido desde la posición de la propietaria y el jefe de redacción del Washington Post, interpretados por Meryl Streep y Tom Hanks, juntos por primera vez en la pantalla grande. La Guerra de Vietnam es sin dudas uno de los mayores fracasos de la historia de los Estados Unidos, pero durante sus casi 20 años de transcurso los diversos gobiernos intentaron ocultar la inminente y segura derrota, y siguieron enviando tropas a su suerte con el objetivo de no mostrar al mundo su debilitamiento en medio de la Guerra Fría. Sin embargo, todo cambió cuando en 1971 un ex combatiente y ex trabajador del Pentágono filtra y le envía a diversos diarios la información clasificada de que la Casa Blanca (conducida en ese momento pro Richard Nixon) conocía la situación real en el país asiático y decidieron ocultarla. Luego de que el The New York Times recibiera una sentencia judicial por comenzar a publicar la información considerada secreto de estado, el The Washington Post se enfrentó al dilema de publicar los documentos o evitar problemas legales con el Gobierno. Más de 45 años después de los hechos, Steven Spielberg, que ya ha mostrado su fascinación de dirigir películas basadas en hechos reales como La lista de Schindler (Schindler’s List, 1993), Múnich (Munish, 2005), Puente de espías ( Bridge of Spies, 2015), logró reunir por primera vez a Merly Streep y Tom Hanks (dos de los mejores actores de todos los tiempos) en este film que narra el trabajo periodístico realizado en el The Washington Post y las disyuntivas de publicar o no los llamados Pentagon Papers, debido a sus posibles consecuencias. Meryl Streep interpreta a Katharine Graham, una ex periodista y actual propietaria del Washington Post perteneciente a una clase social privilegiada con importantes amistades, entre ellas Robert McNamara (Bruce Greenwood), el Secretario de Estado de los Estados Unidos y uno de los máximos responsables en ocultar lo que pasaba en Vietnam, por lo cual la decisión de publicar la información no solo afectaría a su empresa, sino también a su vida social. Por su parte Tom Hanks se pone en la piel de Ben Bradlee, jefe de la redacción diario y encargado de dirigir la investigación junto con el periodista Ben Bagdikian (Bob Odenkirk). Además del tridente arrasador y de la atractiva y atrapante historia que decidieron relatar, en The Post se destaca la fotografía y el diseño de producción que no solo recrea a la perfección cada detalle de la década del 70, desde el vestuario hasta la impresión de los diarios, sino que parece ser una película filmada durante esa época. Tampoco están ausentes los ya clásicos planos secuencia propios de Spielberg que lejos de abundar logran pasar desapercibidos por su justa duración. Sin embargo, a pesar de que el principio de la película sirve para dar una ubicación espacio-temporal tanto a nivel políticos, como empresarial dentro del diario, recién se pone emocionante a la media hora (de un total dos horas de duración) cuando llegan a la redacción lo primeros documentos filtrados. A partir de allí se vive un momento de clímax hasta prácticamente el final del film, que si bien está basado en una historia real en el cual se puede conocer el desenlace final, genera en el espectador una gran intriga. El tiempo dirá si The Post se convertirá en una obra maestra, pero lo que no cabe dudas es que esta película es un motivo más para considerar a los films sobre periodismo como un género más, junto con, entre otras, la ganadora del Oscar En primera plana (Spotlight, 2005) y con Todos los hombres del presidente (All the President’s Men, 1976). *Review de Brian Bahar
The Post: la épica del periodismo, en un clásico moderno En un cine dominado por historias efímeras, superficiales y pasatistas, The Post surge como una película no solo importante, sino también imperecedera. Dentro de muchos años, cuando se hable de clásicos sobre cuestiones como la libertad de prensa o se analice un género como el thriller político, allí estará seguramente este nuevo trabajo de Steven Spielberg junto a, por ejemplo, Todos los hombres del presidente, de Alan J. Pakula, con la que guarda más de un punto en común. El adjetivo importante suele generar más resquemor que interés en el cine, pero en el caso de The Post no hay excesos de solemnidad ni de autoconsciencia a la hora de abordar temas trascendentes en las altas esferas de los medios y la política. Spielberg -se sabe- es un brillante narrador clásico (uno de los últimos de su especie junto a, por ejemplo, Clint Eastwood) y sabe cómo construir el suspenso, mantener la tensión, abordar las dimensiones afectivas o el costado sentimental (incluso cursi) y dosificar todo con finos toques de humor. Porque de eso se trató desde siempre el arte mayor de Hollywood: entretener sin banalizar ni bastardear el resultado final. No conviene adelantar demasiado de la trama por si el lector no ha "googleado" los hechos reales en los que se inspira, pero el film se centra sobre todo en la batalla de dos de los principales diarios de Estados Unidos ( The New York Times y The Washington Post) contra la administración de Richard Nixon para poder publicar en 1971 una serie de documentos secretos (los llamados Papeles del Pentágono) sobre las mentiras y manipulaciones en la Guerra de Vietnam durante cuatro gestiones presidenciales. Spielberg -imbuido de una épica, una mística y un tono que remiten a grandes directores clásicos como John Ford y Frank Capra- elige como héroes del film a Ben Bradlee (Tom Hanks), jefe de redacción del Post, y sobre todo a Katharine Graham (Meryl Streep), la dueña del diario en tiempos de fuerte machismo y en momentos en que el periódico estaba en crisis económica y luchaba por salir a cotizar en bolsa, dentro de una estructura coral que incluye notables personajes secundarios. El film es emocionante (en especial para quienes nos dedicamos al periodismo), sin caer jamás en el golpe bajo. La nobleza de los personajes -incluso de aquellos que se oponen a profundizar la investigación por motivos que también resultan atendibles- la convierte en un antídoto contra el cinismo y la ironía canchera que predominan en el cine contemporáneo. The Post es, también, una reivindicación de aquellos tiempos de un periodismo más bohemio, ritual, artesanal (y probablemente más serio, riguroso e influyente) que esta era vertiginosa, impaciente y digital ha arrasado por completo.
Momento de decisión La libertad de expresión y la ética son los temas abordados por Spielberg en esta candidata al Oscar. La libertad de prensa, la solidaridad y el deber ser son los temas que Steven Spielberg aborda en The Post, la película con la que vuelve a posar su mirada sobre hechos históricos de su país, los Estados Unidos. Alejado de la imaginería desplegada en filmes como Minority Report o la próxima Ready Player One (estrena aquí el 29 de marzo), el director de La lista de Schindler se centra en cómo distintos gobiernos de los EE.UU. mintieron no sólo a su pueblo acerca de lo que acontecía en la Guerra de Vietnam. Corre el año 1971, y si bien no se salva nadie -ni siquiera Kennedy-, la revelación del informe McNamara (Secretario de Defensa entre 1961 y 1968) es precisamente la posición del diario The Washington Post (y del The New York Times) ante la posibilidad de difundir esa “verdad”, y los embates del presidente republicano Richard Nixon por impedir que se publiquen esos archivos secretos en la prensa. Los “papeles del Pentágono” no dejan bien parado a nadie, pero ése no es el problema que enfrentan Ben Bradlee, el editor del Washington Post (Tom Hanks) ni la propietaria y heredera Kay Graham (Meryl Streep). Hay un costado legal que va más allá del deseo o el deber que sienten como periodistas. El Post no atravesaba su menor momento económico, acababa de poner en venta sus acciones y muchos bancos no veían con buenos ojos un enfrentamiento con el gobierno de turno. Al margen de que Bradlee y Graham podían terminar en la cárcel. Spielberg, tal vez más acorde a los tiempos que corren, igual que como hizo con Celie, la protagonista negra de El color púrpura, su primera película dramática hace ya 33 años, plantea o fija la posición de una mujer en un mundo de hombres. Aquí, de intereses corporativos o lucrativos. Kay no es un personaje feminista, porque Spielberg/Streep lo proponen, más que sugieren, como libre pensadora, con sentido común y un coraje que surge cuando las papas queman y no hay guante de amianto para evitar las quemaduras. No en vano Spielberg reunió a Tom Hanks, encarnando a un nuevo James Stewart como viene haciendo en varias películas, y a Streep. Debe haber pocos intérpretes que en el imaginario del público internacional generen tanto respeto y complicidad como el actor de Forrest Gump y la estrella de La decisión de Sophie. Con la minuciosidad con que Lincoln preparaba su estrategia en el filme homónimo, o los agentes del Mosad planificaban y organizaban en Munich la caza de los terroristas palestinos, Spielberg ejercita su maestría narrativa. Aquí hay mucha palabrería, extensos diálogos y vario contrapuntos. La ética, en definitiva, es lo que está en juego, de uno y del otro lado, y sin llegar a pecar de moralista, patriotero o fanático nacionalista Spielberg da su puntada, deja su punto de vista. No hace falta saber nada de lo que sucedió en aquel entonces antes de ingresar a la sala del cine. Y no es que esté todo precocido, porque The Post permite al espectador sacar sus propias conclusiones.
Oda al periodismo Con una trayectoria inoxidable y casi 40 películas en su haber, fácilmente se puede decir que Steven Spielberg tiene dos fijaciones principales: entretener y contar historias. Es admirable ver como hasta la actualidad, cada proyecto suyo reúne la misma pasión e interés genuino alternando dramas complejos que homenajean y reinterpretan sucesos históricos como La Lista de Schindler (1993) o Rescatando al soldado Ryan (1998), para luego cambiar el chip solemne y ser la mente maestra detrás de sagas como Indiana Jones o Jurassic Park, como máximos exponentes del cine de aventuras más reciente. Está de más decir que su filmografía es la perfecta combinación del éxito con el público y la crítica especializada, algo tan difícil como efímero en la industria, y que sin embargo parece lograr sin proponérselo. Como todo buen creativo, Spielberg cuenta siempre lo que le interesaría ver a él y no es para menos que en tiempos tan convulsionados políticamente en Estados Unidos, decida pronunciarse de alguna manera frente a los desmanes de un presidente con el que está abiertamente en desacuerdo. Es así que si en Puente de espías (2015) el revisionismo histórico estaba situado en la guerra fría y la caza de comunistas, en The Post se atreve a retratar la icónica filtración de documentos clasificados sobre la participación estadounidense en la Guerra de Vietnam y el papel clave de los medios de comunicación durante la presidencia de Richard Nixon. Paralelismos con los centenares de filtraciones que se vienen dando en la actualidad al margen. El guión de Liz Hannah y Josh Singer (autor del libreto de Spotlight, otro film sobre el poder del periodismo a la hora de revelar secretos) sitúa al film en 1966, en plena invasión en Vietnam. Allí es donde Daniel Ellsberg (Matthew Rhys), un asesor al servicio del departamento de estado, comienza a cuestionar la forma en la que su gobierno está llevando a cabo un conflicto bélico en el que llevan todas las de perder. Esto no es solamente una suposición suya, sino que forma parte de un estudio secreto realizado a lo largo de varias presidencias por el secretario de defensa Robert McNamara (Bruce Greenwood hace una interpretación idéntica), en el cual deja explicado por escrito – entre muchas otras cosas igual de condenables – que el ejército sabía muy bien que se enfrentaban a una guerra en la que no tenían posibilidades. Eventualmente Ellsberg copia esos documentos y cinco años más tarde, ya trabajando en el ámbito privado, logra filtrarlos al diario New York Times con la esperanza de que se sepa la verdad. Pero esta no es la historia de cómo el New York Times consiguió ser el único medio con la primicia de más de veinte años de actividades estadounidenses clandestinas en el sudeste asiático. O al menos no precisamente. Esta es la historia del Washington Post – un periódico local en esa época y con mucho menos prestigio que el Times – y de su dueña Kay Graham (Meryl Streep en uno de sus mejores papeles de los últimos años), una mujer sin tradición en el mundo periodístico más que haber heredado de su padre y de su marido las riendas del diario. Con poco público y problemas económicos, Graham se ve obligada a tener que estatizar su pequeño medio para salvar los puestos de trabajo, al mismo tiempo que intenta mantener el control de la empresa y de satisfacer a la conservadora mesa directiva que duda de ella – no solamente por su evidente indecisión al mando o simplemente por ser mujer en la década del 70’, sino también por el jefe de redacción que ella contrató, Ben Bradlee (Tom Hanks siempre multifacético), un hombre más concentrado en la veracidad periodística que en complacer a los inversores políticos. No obstante, el panorama cambia cuando los dichosos papeles clasificados del pentágono caen también en las manos de uno de los periodistas insignia del Post, Ben Bagdikian (un Bob Odenkirk que cuesta desprenderlo de Saul Goodman), a la vez que el gobierno de Nixon impide judicialmente que el New York Times siga publicando esos documentos y así evitar un desastre institucional aún mayor. Desde ese momento el dilema moral de publicar o no la información confidencial recae en la misma Kay Graham, teniendo por un lado la convicción de defender la integridad del diario y la libertad de prensa, y por el otro, el riesgo de enfrentar una condena por traición al hacer públicos expedientes considerados como secreto de estado. La historia detrás de la publicación de estos documentos comprometedores – por más atrapante que resulte – casi siempre queda en segundo plano cuando lo más interesante radica en la forma que Spielberg tiene para contarlo. Y es allí donde The Post se destaca y trasciende el hecho histórico en sí.
Potenciando su narrativa inspirada en hechos históricos, el realizador Steven Spielberg vuelve a la carga con un momento clave para la libertad de expresión y el periodismo en Estados Unidos en “The Post: Los oscuros secretos del Pentágono” (2017). La lucha de un grupo de periodistas por sacar a la luz archivos clasificados que demostraban la innecesaria participación y continuidad de la guerra de Vietnam, en la que infinidad de jóvenes fueron “sacrificados”, aun conociendo el destino de esas vidas, es sólo el puntapié inicial para construir un tenso y apasionante relato sobre la pasión que mueve a los seres humanos, el periodismo, el feminismo y mucho más. Meryl Streep demuestra nuevamente por qué cada papel que realiza en cine le permite explorar nuevos rumbos a su actuación, en este caso interpretando a la heredera del imperio del diario local “The Washington Post” antes de convertirse en el gigantesco medio que hasta hoy en día lo es, con gestos medidos y detalles únicos (anteojos en la mano). “The Post: Los oscuros secretos del Pentágono” avanza su relato sobre una redacción encabezada por Ben Bradlee (Tom Hanks), quien comienza a vislumbrar otro tipo de trabajo periodístico, aun sabiendo que los tradicionalistas del periódico comenzarán a impedir que el progreso, en ese sentido, llegue a las páginas. La historia que la competencia acérrima, “The New York Times”, comienza a publicar sobre el análisis de la participación del gobierno en el incentivo de una guerra que ya sabían perdida es el impulso que necesita Bradlee para salir de su zona de confort y la del periódico. Sabiendo que Kay Graham (Streep) comparte valores, y también entendiendo que puede dar lugar a que la historia se replique en el diario, Bradlee se arma de sus mejores periodistas para construir la estrategia que colmará páginas y páginas y que les devolverá no sólo la pasión por la profesión, sino, principalmente, el lugar que necesitan dentro del panorama de medios. El sólido guion de Liz Hannah, Josh Singer y Elizabeth Hannah, profundiza con habilidad en la presentación de personajes y caracteres, los dibuja, los resalta, los ubica en escenario para contrastar, luego, en el medio de la batalla que se configuró. Suma humor en medio de la tensión y entretiene comprendiendo cuál es el rol del cine. Pero la principal virtud es poder sostener en vilo al espectador hasta la última escena, algo difícil en los tiempos que corren y más aun sabiendo el resultado y la resolución de toda la historia. Spielberg no sólo brinda su mirada sobre los hechos volcados sobre el guion, sino que juega con el soporte, filma como nadie cada detalle de las negociaciones, como algunas llamadas, con planos envolventes y ángulos complicados, pero que bajo su óptica tienen otro sentido. En una época en la que los realizadores apuestan a lo mismo, trabajan sobre temas trillados, sin una nueva perspectiva, Spielberg demuestra el oficio con una problemática urgente, de suma actualidad, necesaria para evitar caer en los mismos errores del pasado, mirando el futuro con algo de esperanza.
Steven Spielberg tiene combustible para rato. Después de haber entregado The BFG, que resultó en uno de los fracasos comerciales más considerables en su carrera, hubo quienes osaron especular que se había acabado su toque mágico. El director respondió como mejor sabe, con cine. Y emprendió una monumental tarea que hoy puede verse opacada por lo que Ridley Scott hizo a último momento para modificar All the Money in the World, pero no por ello es menos trascendental. El cineasta rodó la próxima Ready Player One y, mientras esta ingresaba en su extensa post-producción, resolvió avanzar con The Kidnapping of Edgardo Mortara, que tuvo un revés a la hora de completar su elenco y por eso quedó un vacío en su agenda que decidió llenar con The Post. No hay descanso en la vida del realizador de 71 años, que sabía la importancia de contar esta historia en este preciso momento, y por eso decidió emprender la labor titánica de rodar y terminar una película mientras completaba la otra, algo que ya había hecho hace casi 25 años cuando lanzó juntas Jurassic World y Schindler’s List, para arrasar con todos los premios.
¡EXTRA! ¡EXTRA! Con capacidad de sobra, Tom Hanks y Meryl Streep interpretan, en The Post: los oscuros secretos del Pentágono, a dos personajes íntegros que aprenden a trabajar en equipo en medio de un campo de batalla hostil. El camino hacia el crecimiento personal sigue siendo un acierto en las construcciones de Spielberg que, con adultez y buen pulso como narrador, nos recuerda, en esta reconstrucción de un caso paradigmático, que lo importante no es lo espectacular, sino el camino recorrido. No hay heroicidad, hay humanidad. The Post: los oscuros secretos del Pentágono no es sólo una película de época porque esté ambientada en los ’70. El concepto de época pareciera cada vez reinventarse más profundo e incisivo. Ya no sólo somos conscientes de la época en la que se ambienta una historia por la moda, la jerga, la escenografía. A medida que la conciencia de época avanza, a medida que nos concientizamos como parte de una época, comprender a las anteriores desde aristas antes ignoradas es indispensable para la construcción y el entendimiento de lo que sucede hoy. El cristal que The Post… nos pone para mirar ese hoy en el que se planta es efectivo. No es una película que psicoanaliza personajes para dejarlos tras la vidriera del pasado y la visión superadora. Es justamente eso: una película de personajes. De personas. Si The Post… no es más filosa al tratar ciertas resoluciones no es porque peque de ingenua o tibia, sino porque apela al romanticismo, sin grandes pretensiones, desde una trama que, luego de ofrecernos sus atractivos titulares, se deja fluir sin engaños. Y cumple. No vende humo. Sí veremos humo de cigarrillo inundando atiborrados escritorios de trabajo, donde redactores de vista concentrada mueven con rapidez sus dedos sobre teclas de metal. Otros corren y hablan por teléfono, a veces en murmullos, a veces a los gritos. Entre tanto tac tac y tanta niebla, bien podríamos imaginarnos en medio de una guerra, donde la supervivencia depende de la información que se pueda conseguir antes de que lo haga el enemigo. Hay una urgencia, algo que late, vivo. Así que sí, un poco es una guerra. El Washington Post dispara sus artículos poniendo su eje en intentar superar a su mayor adversario, el New York Times. Éste será el marco de contención para este thriller-drama que cuenta la historia de Katherine Graham, mujer que hereda, sin estar preparada para ello, la dirección editorial de un diario que antes había pertenecido a su marido (que terminó suicidándose) y anteriormente a su padre. Con una crisis en puerta, intentando volver sustentable la publicación, deberá involucrarse en diferentes esferas de poder que, hasta el momento, se habían acostumbrado a ignorarla. Al mismo tiempo, documentos ultra secretos que dejan en evidencia las mentiras perpetuadas por el gobierno estadounidense en relación al conflicto con Vietnam se filtran y, por primera vez en la historia, el departamento de defensa amenaza a los periódicos con años de prisión para sus responsables si no acatan la orden de no publicar dichos papeles que, claramente, los comprometen. La cruzada por vender más da lugar a la ambición y al compromiso con la verdad en el jefe de redacción, Ben Bradlee, que cuestionará a Katherine sobre la postura que el Washington Post debe tomar al respecto, sin perder en el camino su lucha por la libertad de expresión. The Post… plantea dilemas morales que no se basan en la moralidad de personajes principales a los que rápido entendemos por fuera de esas cavilaciones. Los que la película plantea sirven para erigir, con sutileza, otros aspectos de vulnerabilidad, donde el peso está en el reconocimiento del otro, en el aprendizaje de la causa compartida. La relación entre la confundida Katherine y el enérgico Ben es amena, nos resulta fácil empatizar con esa amistad, con ese respeto in crescendo que entre ellos se cultiva, siempre punzante pero bien intencionado. Replantearán sus anteriores relaciones con otros peces gordos de la Casa Blanca, comprenderán que los tiempos cambiaron… o son los mismos pero merecen ser revisionados: el poder nunca fue tu amigo. La construcción del enemigo lo deja claro: un Nixon caricaturizado al que apenas vemos de espaldas, furioso con la prensa que no quiere ser funcional a sus intereses. Un villano típico, con poquitísimos segundos de escena pero efectivo. Es malo, punto. Y es actual. Es esa gracia para decir sin vueltas lo que no hace al meollo de la cuestión, tomando una postura sin concesiones que no intenta polemizar, lo que mantiene interesante y lúcida a The Post… Spielberg cuenta una historia simple y sólida con un contexto que ayuda a dilucidar las asperezas de un presente, del nuestro. Sin apostar a la solemnidad, logra un personaje femenino fuerte, claro e interesante en una época (hoy, de nuevo) que pareciera que a menudo se siente obligada a cumplir la norma y no deja de vomitar productos políticamente correctos por encima de la elaboración de productos conscientes. El director no teje una oda a la libertad de prensa sino que nos recuerda un suceso, con palabras claras, con un cuerpo de texto que no hace hincapié en la denuncia. No necesitamos revisar las fuentes que utilizó a la hora de escribir su película sobre la noticia. Su historia es una adaptación del pasado que no precisa ser completada con posteriores lecturas para juzgar la veracidad de lo narrado. La elección del tono y el punto de vista es estratégico e inteligente, ordena, marca prioridades, equilibra.
Steven Spielberg está de vuelta con The Post: los oscuros secretos del Pentágono, un film sobre el mundo del periodismo y la libertad de prensa, protagonizado por Meryl Streep y Tom Hanks. ¿De qué se trata The Post? Secretos de Estado sobre lo ocurrido en la Guerra de Vietman se filtran durante el gobierno de Nixon. The New York Times tiene la primicia, pero la libertad de prensa será puesta en jaque. Katharine Graham (Meryl Streep), dueña de The Washington Post, y el editor Ben Bradlee (Tom Hanks) tendrán que decidir cómo competir y defender su libertad de publicar. Mientras, Graham hace que el diario cotice en bolsa y teme por el futuro de su empresa, donde la subestiman por ser mujer. Con qué te vas a encontrar ¿Te acordás que en 2016 el Óscar a Mejor Película fue para Spotlight? El film contaba la investigación y denuncia de un pequeño grupo de periodistas sobre los abusos cometidos por sacerdotes. Más allá del merecimiento del premio, lo que impactaba era la denuncia. En The Post, Spielberg entrega un valioso alegato a favor de la libertad de prensa, pero que, salvo por esto, no aporta mucho más. La denuncia no sorprende y la historia de un momento especial en la historia de The Washington Post no resulta demasiado interesante. O sea, no te pasa que decís: no te puedo creer lo que están contando. Es cierto también que estamos hablando de Spielberg y esto significa que la película está muy bien filmada, con buen ritmo y sin baches. ¿Te vas a aburrir? No. ¿Vas a salir del cine debatiendo lo que viste? No. Es una película que cumple pero que, sin embargo, no tiene ese algo especial que la haría memorable. Grandes actuaciones en The Post Las actuaciones, si estamos hablando de Meryl Streep y Tom Hanks, de más está decir que son perfectas. Ella, distinto a muchos de sus últimos trabajos, interpreta a una mujer algo débil, con un poder pero le hacen creer que no tiene, a la que le cuesta tomar las riendas de un diario donde ser hombre es la regla. La película también es la historia de cómo esta mujer toma consciencia de su poder y asume su rol de mando, dejando a un lado a los que la subestiman. A Tom Hanks le toca el rol más carismático y se lleva las mejores líneas de diálogo. Está fantástico, como siempre. We love Tom, por supuesto. Vale decir que seguramente el film venga a aparecer en futuros listados de buenas películas sobre periodismo. En ese sentido, es un gran aporte. The post es una película bien hecha, sin dudas. Pero su nominación al Óscar y los nombres Spielberg-Streep-Hanks generan una expectativa que puede dejar sabor a poco. Puntaje: 6/10 Título original: The post Duración: 116 minutos País: Estados Unidos / Reino Unido Año: 2017
Cuando se hace una película sobre periodismo, y particularmente cuando el mismo se enfoca en la política, es menester la claridad de ideas y la sencillez narrativa para que el tema que esta propone no solo se entienda, sino que cale hondo y pueda emocionar. Eso es lo que Liz Hannah, Josh Singer y Steven Spielberg se proponen con The Post y lo logran. Fight da Powa’ Tras experimentar el horror del campo de batalla en Vietnam, un empleado gubernamental decide sacar a la luz una serie de documentos que revelan la determinación de la Casa Blanca en seguir mandando tropas, aun sabiendo que esa guerra no se podía ganar. Estos documentos llegan a las oficinas del Washington Post, en los cuales el editor Ben Bradlee (Tom Hanks) ve la noticia del siglo, pero que para su dueña, Katherine Graham (Meryl Streep), representa una encrucijada: de elegir el camino equivocado, le puede costar la desaparición del diario fundado por su padre. The Post es un guion clásico, sólidamente estructurado, con un objetivo claro y un conflicto sostenido. Más que conflicto debería decirse “dilema”, ya que es este el motor del interés que pueda tener el espectador por la propuesta: entre no publicar, quedar bien con el gobierno y callar, o hacerlo y enfrentar duras represalias por el bien común. Es una película sobre arriesgarlo todo, incluso la libertad, en orden de hacer responsables a aquellos en el poder, de dejarles bien claro que el gobernante es un empleado y los gobernados son jefes, no al revés. Y sobre cómo, tristemente, hay mandatarios que además de no querer entender el mensaje, quieren silenciarlo y ensuciar al mensajero más allá de todo arreglo. Otra cuestión que abarca The Post es lo riesgoso, éticamente hablando, que puede ser que los miembros de la prensa tengan amigos en las altas esferas del poder. Este es el detalle que humaniza a cada uno de los personajes de la película. Es un dilema que percibimos en el personaje de Hanks cuando habla con añoranza de su amistad con Kennedy, aunque le cause más tristeza no poder haber escrito nada porque Jackie Kennedy se lo pidió. Lo percibimos en el personaje de Meryl Streep por la amistad y solidaridad que tiene hacia Robert McNamara (secretario de defensa de las presidencias de Kennedy y Johnson). Lo percibimos en el personaje de Bob Odenkirk y su oscura conexión gubernamental, que le permite al diario acceder a toda la información. Pero a la larga (no es spoiler ya que es un hecho histórico), ilustra que todo amiguismo o fidelidad partidaria debe hacerse a un lado en nombre de lo que es correcto, lo que es justo, lo que el pueblo merece saber. Una de las razones por la cual esta película sobre el periodismo y la política puede llegar al corazón del espectador, es precisamente por la evolución del personaje de Meryl Streep. Decir que ella enfrenta sendos obstáculos por ser mujer es tan acertado como obvio, pero también sería quedarse corto. El principal obstáculo que enfrenta, haciéndola querible (y por lo tanto también a la película), es cómo superar la subestimación ajena y cómo combate el “qué dirán”. Ella es una heredera, una mujer de sociedad, que si bien vio crecer al diario, nunca entendió hasta ahora lo que realmente significa manejar uno. No toma decisiones rápido y con frialdad como una mandataria; le cuestan horrores y no pocas veces le sacan lágrimas por el bombardeo de voces exteriores que ahogan a su conciencia y su propia voz. A todos nos gustaría decir que nos identificamos con el Ben Bradlee de Tom Hanks, periodista aguerrido que no le tiene miedo a nada, pero no habrá pocos que se sientan más identificados con el personaje de Streep. En materia actoral, Tom Hanksentrega una interpretación muy inusual en el papel de este editor sin pelos en la lengua. Bob Odenkirk es el más destacado de los intérpretes secundarios (y el centro de unaSpielberg Face en esta película que cautiva). Pero quien verdaderamente destaca es Meryl Streep, no tanto por su elegancia, no tanto por su seguridad, sino por su sensibilidad. La manera en que la actriz comunica la vulnerabilidad que experimentaba Katherine Graham, es tan poderosa que no pocas veces van a tener la sensación de estar viendo en su rostro nervioso a una niña asustada, la cual tiene que poner su mejor cara y todo su valor para salir adelante, por mucho que la supere esa situación. En materia técnica, el film goza de una paleta de colores fría en todo lo que es el mundo periodístico, salvo las escenas donde aparece Katherine Graham que son de un color más cálido. La fotografía no solo sigue este mandato visual, sino que -como en todas las buenas películas- el vestuario y la dirección de arte se alinean con este. La dirección de Steven Spielberg pocas veces ha sido tan afilada; que sea uno de los pocos directores vivos de la tradición de los ’70 salta a la vista. Es un director que no corta a lo pavote, es un director que realiza tomas largas, guiando (y confiando en) el talento de sus actores, metiendo otro plano solo donde hace falta. Atención con el plano final, no tanto porque el público cinéfilo vaya a entender la referencia a otra célebre película que también tuvo lugar en la redacción del Washington Post, sino porque quien tenga el ojo muy atento va a notar la señora mojada de oreja de parte de Spielberg al actual presidente norteamericano Donald Trump, como quien dice “Ahora, macho, seguís vos”. Conclusión The Post es una narración extraordinaria sobre un derecho que jamás debe perderse de vista, y el coraje necesario para ejercerlo. Apoyado por actuaciones sobresalientes de Streep, Hanks y Odenkirk, sumado a una puesta en escena de Spielberg tan sentida como afilada y desafiante, es un titulo altamente recomendable.
Mas oportunista que oportuna, considerando su estreno tan próximo a la temporada de premios, su poco marketing previo y el reciente enamoramiento de Hollywood con la prensa y la merecida igualdad de genero, The Post encaja a la perfección para cumplir con los criterios que suelen cautivar a la Academia de Hollywood y obtener varios premios. Basada en hechos reales, The Postse adentra en la investigación y lucha por hacer públicos unos archivos del Pentágono que se filtraron a la prensa en 1971 que denunciaban irregularidades y mentiras sistemáticas de sucesivos gobiernos estadounidense en torno a su involucramiento en la Guerra de Vietnam, y cuyos verdaderos objetivos fueron ocultados y camuflados permitiendo la masacre sangrienta e inútil que soldados estadounidenses y vietnamitas padecieron. La historia se centra en Kay Graham -Meryl Streep-, propietaria y primera editora mujer del Washington Post, que al mismo tiempo que los archivos secretos del pentágono eran develados por la competencia y judicializado por el gobierno de turno, su diario comenzaba a cotizar en la bolsa de valores y un problema existencial le imponía la duda entre, preservar la libertad de expresión, el futuro económico del diario y desafiar al Gobierno de Richard Nixon. Una película patriótica, reivindicatoria de los valores democráticos de los Estados Unidos, la igualdad de genero y un merecido homenaje a un oficio tan necesario como vapuleado poseedor del titulo de "cuarto poder", y que Spielberg se encarga de honrar retratando el ambiente y la temperatura de la redacción y sus rotativas en pleno funcionamiento, los profesionales que hurgan en los engaños del poder político pero también los intereses, la corrupción y la mentira que rodean indefectiblemente en su investigación, aunque su meta sea la verdad, la independencia, la libertad de expresión, la objetividad y la denuncia de la injusticia, entre otras utopías. The Post podría funcionar como una precuela dentro de una saga formada por notables films como: Todos los hombres del presidente, sobre el escándalo de Watergate por el que luego sería destituido Nixon y en el que jugaron un papel esencial dos periodistas del Washington Post; Frost/Nixon: La entrevista del escándalo, dirigida por Ron Howard, basada en la entrevista que llevó a la fama al periodista británico David Frost, acorralando a Nixon y logrando declaraciones impactantes sobre el caso Watergate; y Spotlight, ganadora del Oscar a la mejor película en 2015 que cuenta la historia de cómo la unidad de investigación del periódico Boston Globe desenmascaró un escándalo de abusos sexuales perpetrados por distintos sacerdotes de Boston, y por el cual el Globe ganó el Premio Pulitzer en la sección servicio público de 2003. Pero lejos de las conspiraciones políticas y la sordidez de lo oculto en los títulos mencionados, o la intriga y acción de Munich o Puente de espías, Spielbergfunciona aquí como un elegante y eficiente piloto automático, centrado mucho más en las actuaciones de sus dos protagonistas y los clímax que corresponden a cada uno de los momentos en que la directora o el editor deben tomar una decisión importante, y alejándose cada vez más de lo espectacular y cautivador. Simple, con su perfección técnica característica y lo justo y necesario, Spielberg deposita todo el peso de la película sobre una Meryl Streep que inyecta veracidad a cualquier personaje que interprete, un Tom Hankspoco interesante y un gran número de secundarios que dan consistencia y profundidad a la historia, incluso algunos mas interesantes que Hanks. "Suponiendo" que efectivamente así se sucedieron los hechos por parte del diario en cuestión, The Post: Los Oscuros Secretos del Pentágono viene a honrar al periodismo, la libertad de prensa y búsqueda de la verdad así como la visibilidad femenina, en un momento donde la prensa y el gobierno de Donald Trump brindan una batalla casi permanente, y en la que Hollywood no dudara en galardonar.
Steven Spielberg ha ingresado en el sub-género del cine histórico estos últimos años y está más activo que nunca (estamos a meses de su próximo estreno “Ready player one”). En esta ocasión, toma partido y revela que el pasado del país norteamericano tiene un costado fraudulento. Corre el año 1971, los Estados Unidos se encuentran involucrados en la guerra de Vietnam y han pasado 4 presidentes en plena etapa bélica. El diario The New York Times es intimado por el gobierno y no puede publicar documentos otorgados por la CIA. En la redacción del Washington post reciben archivos de información encubierta sobre la guerra en campo asiático. La decisión de publicar los controversiales “Pentagon papers” corre a cargo de la propietaria Katherine Graham (Meryl Streep) y el principal editor Ben Bradlee (Tom Hanks). The post ataca con buenas dosis cinematográficas: gracias a la impecable recreación de época y la magistral dirección del viejo Steven cada escena se presenta de forma imponente. Embiste fuerte contra el conservadurismo estadounidense que apoyó la matanza en tierras vietnamitas en pos del honor (palabra clave en el film). La mirada crítica e inmisericorde de Spielberg demuestra que el cineasta ha madurado en su propio estilo, ya dejando de lado ciertos patriotismos (que los hay pero con mayor sutileza) y despojando sus cartas sobre la mesa, o sea personajes y situaciones ambiguas que aportan coherencia y riqueza narrativa al gran desfile de redactores, periodistas y editores que conforman The Post. Aborda los temas: libertad de prensa (The Washington Post dejó de ser una editorial pequeña después del escándalo), secretos de estado (el presidente Nixon se vio seriamente afectado y el posterior caso Watergate le propinó la estocada final) y feminismo (Graham fue la primer mujer con poder editorial en el ambiente de las redacciones norteamericanas). Quizá sea obvio pero vale destacar que Tom Hanks y Meryl Streep están notables (ella logró otra nominación al oscar por su interpretación). Por su estilización y los temas que trata The post es una película comprometida con el presente de Estados Unidos y que vale la pena ver.
The Post: Los oscuros secretos del Pentágono (The Post, 2017) lleva el subtítulo “Los oscuros secretos del Pentágono”. ¿Qué es un secreto claro? Refiere a los Pentagon Papers, documentos clasificados que en 1971 fueron filtrados y publicados por la libre prensa detallando el involucramiento político y militar de los Estados Unidos en Vietnam. Durante décadas el gobierno había escondido su verdadera magnitud, tanto del público como del Congreso. El New York Times fue el primero en publicar la noticia, pero pronto fue censurado por la Casa Blanca; el Washington Post, entonces un diario local al borde de la ruina, continuó la historia. La película quizás exagera el papel del Post en cubrir y promulgar la noticia pero la historia es tanto más simpática cuando el débil la protagoniza. Al año siguiente el Post encabezaría las escandalosas revelaciones entorno a Watergate que eventualmente llevarían a Nixon a abdicar la presidencia. Si todo esto suena didáctico es porque la película es así de didáctica. Dirigida por Steven Spielberg, continúa su serie de dramas históricos/políticos como Lincoln (2012) y Puente de espías (Bridge of Spies, 2015), películas hechas con el objeto de informar primero y conmover después. La otra comparación obvia es Todos los hombres del presidente (All the President’s Men, 1976), pero se queda corta de su grandeza. Todos los hombres del presidente se posa al borde de un abismo de misterios insospechados y la película funciona a base de aquella sensación de vértigo y tensión: descubre el escándalo de Watergate junto al espectador. The Post: Los oscuros secretos del Pentágono en cambio es un film relativamente plácido y satisfecho con sí mismo. El contenido de los Pentagon Papers es menos importante que la burocracia que lleva a su publicación. De haber sido dirigida por cualquier otra persona la película sería irredimible salvo como un memento de la importancia de la libertad de prensa. Pero una película no es su mensaje. Si The Post: Los oscuros secretos del Pentágono se eleva por encima del didactismo es porque Steven Spielberg es quien dirige. La película es tan literal que pone a prueba sus dotes cinematográficas pero como siempre Spielberg sabe dónde subrayar, cuándo no cortar, qué dejar afuera, cómo posicionar, angular y mover la cámara para exprimir el encuadre por todo lo que vale. Spielberg no “agrega” emoción, la descubre. Sus personajes son oficiosos pero humanos y siempre hay una veta de picardía incipiente, ya sea entre planos o en el fondo de uno. Meryl Streep y Tom Hanks protagonizan la película como la editora y el editor ejecutivo del Washington Post, ambos seguramente designados por su emblemática imagen de popularidad y honestidad con el pueblo americano. Destacar sus actuaciones es inútil. Todas las actuaciones de la película son versátiles, hasta en los papeles más pequeños sentimos el peso de una persona real. Tracy Letts y Bob Odenkirk son los más sorpresivos y magnéticos del elenco. El estreno de The Post: Los oscuros secretos del Pentágono es oportuno y no se podría haber conseguido mejor director o elenco, pero el tono y la intención de la película son tan literales - a veces pretenciosos a falta de verdadero drama - que es difícil imaginar una vida para ella que sobrepase la entrega de los próximos Oscar.
The Post es una película que Steven Spielberg sacó de la galera el año pasado, mientras trabajaba en la post-producción de Ready Player One, que llegará pronto a los cines. En muy poco tiempo reunió al elenco y en apenas un par de meses terminó este proyecto centrado en los hechos que llevaron a los diarios The Washington Post y New York Times a publicar los famosos “Papeles del Pentágono” en 1971. Una serie de documentos que revelaron las actividades clandestinas del gobierno norteamericano durante la Guerra de Vietnam. La divulgación de esos informes afectó gravemente la imagen de la administración de Richard Nixon antes del escándalo de Watergate que pondría fin a su gobierno. Spielberg utiliza la recreación de estos hechos para establecer una analogía con la situación que vive la prensa de ese país en la actualidad con la administración de Donald Trump. Esa es la razón por la cual no quiso esperar demasiado tiempo para desarrollar este proyecto, ya que el conflicto retrata cuestiones que son de plena vigencia en este momento. Como propuesta educativa creo que el film cumple su objetivo y brinda una correcta recreación de este hecho histórico. Probablemente The Post sea utilizada en las escuelas de Estados Unidos cuando se aborden estos temas, pero no es una de las producciones de Spielberg que quedarán en la memoria con el paso del tiempo. La trama, especialmente en los primeros cuarenta minutos se vuelve algo densa, y el conflicto que presenta recién adquiere mayor interés cuando entra en juego el tema de la publicación de los documentos del Pentágono. Aunque el film es calificado oficialmente como un thriller político tiene muy poco suspenso y nunca llega a ser tan cautivante como el clásico de Alan Pakula, Todos los hombres del presidente, que cubría el mismo período histórico. Spielberg también utiliza esta historia para destacar la figura de la periodista Catherine Graham, cuyo liderazgo como editora del Washington Post tuvo que enfrentar el sexismo de esa época. Meryl Streep ofrece una interpretación muy correcta de Graham pero dudo mucho que el personaje quede en el recuerdo entre los grandes papeles de la actriz. Al ver esta película queda la sensación que muchas de sus nominaciones al Oscar a veces tienen la función de rellenar la categoría de Mejor Actriz cuando no hay otras opciones atractivas. Sin ir más lejos, en el film Florence Jenkins la artista sobresalió con más fuerza como la excéntrica cantante lírica que en esta producción de Spielberg donde cumple su rol con profesionalismo. El mismo caso se da con Tom Hanks que encarna el mismo personaje que Jason Robards interpretó en Todos los hombres del presidente. The Post es una buena película de Spielberg que trabaja temáticas interesantes, pero sólo resultará atractiva a quienes se enganchen con estos temas históricos.
Nos encontramos ante una de las mejores películas que Steven Spielberg ha hecho en los últimos años. Se encuentra a la altura de Bridge of spies (2015), Lincoln (2012) y Munich (2005), todas nominadas a mejor película. Y hablando de eso, es una vergüenza que él no esté nominado como “Mejor Director” en la próxima entrega de los Premios de la Academia, más aún cuando el film si está nominado. The post enamorará a quien guste de las buenas historias, ya que estos hechos reales desconocidos por la mayoría de los argentinos, se hacen de lo más entretenido e ingenioso que se pudo ver en la gran pantalla en mucho tiempo. Esto quiere decir que Spielberg es único y que no solo no perdió su toque sino que se intensifica con los años. Tiene algunos planos impresionantes, pero no por el despliegue sino por la sutileza. Una narrativa increíble. Maestro de maestros, y bien vigente a sus 72 años. Y lo obvio de una producción de estas características: una recreación de época impresionante y efectos visuales que no se notan que son tal. Otra cosa para destacar es la manera en la cual está retratado el periodismo y el laburo del periodista. Algo que ya no existe de la manera en la cual se ve en la película, donde el oficio lo era todo. Me enamoré de mi profesión una vez más, recordé mi breve paso por las redacciones. Un mundo fascinante que The post lo enaltece a través de una declaración de principios con asidero en el pasado y con gran correlato en el presente. No solo en Estados Unidos sino también en el mundo. Y como si esto fuera poco, la película está protagonizada por dos monstruos inigualables. A Meryl Streep habría que dejarla nominada de forma permanente en los Oscars y que el resto de las actrices comparta terna con ella. No importa lo que esta mujer haga, le creés todo. Su rol aquí es inmejorable, tiene un par de escenas que son una clase magistral de actuación. Solo con un simple gesto ya es dueña de todo. Tom Hanks es de los poquitísimos actores que podría escoltarla y obvio que lo hace a la perfección. No es el papel de su vida pero es excelente. El resto del elenco es maravilloso, con Bob Odenkirk a la cabeza. The post es una obra maestra de la cinematografía y una pieza fundamental en la filmografía de uno de los mejores directores de cine de la historia. No se pierdan esta maravilla.
Cuenta con un guión ágil, dinámico, con un ritmo que no decae, con algunos planos secuencias maravillosos de sus intérpretes y una gran intensidad en sus relatos. La realización de Steven Spielberg (71 años) en este thriller político, periodístico, es brillante, un conocedor a la hora de poner la cámara, logra muy buenas tomas a lo largo del film, una buena recreación y en general una ambientación memorable. Una de las fallas es el prólogo y las escenas bélicas que no me parecieron convincentes. Tanto Meryl Streep como Tom Hanks están estupendos en varias secuencias (juntos o separados) deja al espectador boquiabierto, no es que descubrimos las interpretaciones de estos actores ahora porque ambos son excelentes. El elenco de secundarios en la medida que le proporciona el guión logran destacarse, es el caso de: Bruce Greenwood como Robert McNamara, Sarah Paulson como la esposa de Bradlee (Tom Hanks), o Ben Odenkirk como el periodista Ben Bagdikian, entre otros. Se maneja muy bien el humor y la ironía, varias de las escenas son vibrantes y generan tensión e interés. Cuenta con la estupenda fotografía del polaco Janusz Kaminski ganador de dos premios Oscar (“Rescatando al soldado Ryan” y “La lista de Schindler”) y la música de John Williams, cinco veces ganador del Oscar. Este film en esta oportunidad solo logró dos nominaciones a los Premios Oscar como mejor película y actriz Meryl Streep (es su nominación número 21, es una pena porque este año se le escapa), dejando fuera a su director, en cambio en los Globo de oro obtuvo seis nominaciones aunque no ganó ninguna.
The Post – Los oscuros secretos del pentágono: La Libertad ante todo. La maestría de Steven Spielberg para contar historias vuelve a ponerse de manifiesto en este thriller de tinte político, encabezado por una dupla actoral insuperable: Meryl Streep y Tom Hanks. La última película del extraordinario director de clásicos como ET, El color púrpura, Salvando al soldado Ryan, entre tantos títulos memorables, se adentra en la historia verídica de la batalla por el derecho a la libertad de prensa que tuvo como protagonistas a los periodistas del diario Washington Post (y a los del New York Times, también) y al gobierno de ese momento, del inefable Richard Nixon. Para demostrar una vez más el don que maneja el director para componer escenas de guerra, y para instalar claramente de qué va a tratar toda la película en apenas los primeros minutos, la primera escena, situada en el campo de batalla de Vietnam, nos pone de cara con Daniel Ellsberg (Matthew Rhys) quien está ahí no como soldado, sino como observador, de hecho su arma se presenta con un primer plano, no es un rifle, no es una escopeta, su arma en esta historia será la palabra y allí entonces el plano de una máquina de escribir que tendrá mucho para decir avanzado el relato. Corte a escena de Ellsberg en un avión de las fuerzas armadas donde el secretario de defensa Robert McNamara (Bruce Greenwood) le consulta sobre si la situación en Vietnam mejora o empeora (McNamara ya sabe que la situación es peor a medida que transcurre el tiempo) y Ellsberg se lo confirma. Corte a escena, al bajar del avión el secretario de defensa en sus declaraciones a la prensa, asegura y fomenta un optimismo falso en relación a la guerra y el porvenir de los soldados, mientras Ellsberg se retira por el costado de la escena con el claro gesto de que nada de lo declarado es verdad. Así en tres escenas, Spielberg instala los titulares acerca de lo que tratará esta película, aún cuando ninguno de ellos sean los protagonistas de la trama, el director conoce la manera exacta de dosificar la información al espectador y desde ya, nunca da un paso en falso en la importancia de cada actor, de cada diálogo y cada escena a lo largo de todo el relato, de allí claro que sea uno de los mejores directores en la actualidad, y el más preciso y exquisito al momento de contar una historia. Lo primordial en este relato, cualidad que cada vez desarrolla mejor Spielberg, es la capacidad de hablar sobre un tema en particular, exprimiéndolo en todas sus variables posibles, porque The Post, habla esencialmente de la libertad, como tema central la libertad ya mencionada sobre el derecho de prensa, el derecho de un diario a publicar los hechos (en este caso secretos escondidos sobre la Guerra de Vietnam, por cuatro administraciones gubernamentales distintas), pero también habla de la libertad personal, aquella a la que se enfrentan la mayoría de todos los personajes que forman parte de la trama, Ellsberg no puede dejar de llevar a la luz aquello lo que vio, McNamara no puede dejar de confirmar esos hechos, y aquí entran en juego las piezas esenciales de este conflicto, el editor del Washington Post, Ben Bradlee (Tom Hanks) y la dueña del diario Kay Graham (Meryl Streep), ambos son los responsables de llevar al extremo esta verdad que no puede dejar de darse a conocer, Bradlee no duda nunca, quizás sea la representación más fiel de esa libertad que tanto puja por predominar, y Graham, el personaje que más evoluciona (emocional y actoralmente) no solo lucha contra su mundo propio, si no contra un mundo de hombres, poderosos (que combinación fatal) que la menosprecian no solo por el hecho de ser mujer, sino también por haber heredado de manera “accidental“ la jefatura del diario para el que todos trabajan. Y aquí el exponente tan sutil y tan poderoso del feminismo por el que aboga también el film, Graham es una mujer que parece va a quebrarse en cualquier momento, pero eso nunca sucede, su entereza y tenacidad la confirman como la indicada para tomar la decisión de publicar la noticia que cambiará el curso del diario que lidera, y posiblemente de la historia en materia de periodismo, pero Graham es una madre y una abuela, una mujer que amaba a su esposo y lo pierde de manera trágica, una mujer sola en un mundo masculino donde los temas importantes los definen en un salón, habano mediante, los hombres, y las mujeres se van a hablar trivialidades a la habitación contigua, que fantástico como Spielberg marca en dos escenas el importante rol de esta mujer, de cualquier mujer. Cuando sucede lo mencionado, la división entre hombres y mujeres para las charlas correspondientes, Kay se sienta en el respaldo del sillón de la sala repleta de mujeres pero de cara a lo que sucede en la habitación de los hombres. Así con ese plano, Spielberg nos dice todo, y en otro cerca del final, cuando los responsables de los diarios salen de la audiencia que los enfrenta a los intereses del gobierno, Kay se retira por el costado pasando por el medio de una fila de mujeres que sin decir nada, le agradecen no solo la lucha por publicar, le agradecen tácitamente el rol reivindicado de la mujer. En las miradas de ellas y en la de Kay hay más poder femenino que cualquier película que se autodenomine feminista. Una celebración de la libertad de cada mujer a ser mujer, y no tener que pedir permiso por nada a nadie. En cuanto a las actuaciones no quedan adjetivos que ya no se hayan dicho de Hanks y Streep a lo largo de sus carreras, aquí de la mano de uno de los mejores directores; hacen lo que mejor saben hacer, Hanks en un papel que compone con la destreza que lo define ya hace tanto, y Streep como siempre, regala un universo de emociones y sensaciones con solo mover una mano, morder el labio, levantar una ceja. El poder actoral de Meryl Streep es cada vez más avasallante y excede los premios que puedan darle, no hay nadie en el mundo de la actuación que logre transmitir lo que esta señora irradia cada vez que aparece en pantalla. Spielberg ha vuelto a su mejor forma cinematográfica en una propuesta que nunca da respiro, un thriller político con un suspenso que se mantiene a lo largo de toda la cinta, (aún cuando uno ya sepa el desenlace) y un nivel de trabajo de montaje excepcional, una calidad insuperable en la narrativa que nos recuerda que el mejor aprendió de uno de los mejores. La simplicidad para contar una historia, Spielberg lo aprendió de John Ford, las sutilezas, la puesta en escena, la mejor posición de cámara en relación a los actores, dónde y cómo ubicarlos a ellos para darles la libertad de desarrollar la escena y aún así realizar un plano magnífico (el travelling en la escena donde Kay Graham decide al teléfono dar luz verde a la publicación es una clase magistral de puesta, de plano y de montaje, y ni hablar de actuación). The Post es una de las mejores películas que ha realizado Steven Spielberg, sin duda será una de las mejores que veamos este año, porque este director es uno de los pocos que recuerda, vive, transmite y expone el verdadero lenguaje del cine.
El cine como temblor. El arte nos interpela de manera constante, nos empuja permanentemente a pensar el mundo en su ambigüedad, lleno de matices y discusiones sobre cómo deben analizarse los hechos para poder afrontar el futuro. Dentro del arte está el cine, esa maquinaria de fisicidad que nos regala destellos de felicidad que provocan pequeños pero vibrantes desajustes químicos en el cuerpo, los cuales, sumados, nos hacen salir de la sala en un estado total de éxtasis y euforia. Estas vibraciones se sienten a repetición en cada una de las últimas películas de Steven Spielberg; dicho por enésima vez, el gran narrador clásico de nuestra época junto a Clint Eastwood y que, posiblemente desde Caballo de Guerra (2011), adquirió un nivel de autoconciencia fordiano que lo llevó a un nivel de calidad narrativa más alto del que ya tenía, con una carrera de más de cuatro décadas y un excelso nivel de artesanía. Al igual que ocurre con la última etapa de Eastwood, cada película de Spielberg sirve como declaración, como testamento fílmico. En The Post narra con pulso vibrante el conocido caso de los Pentagon Papers, esa filtración de información confidencial que en 1971 publicó el New York Times sobre el intervencionismo que, durante décadas, había ejercido Estados Unidos en Asia, ocultándoles a los ciudadanos americanos una situación complicada en Vietnam a varios años del inicio de la guerra. La leyenda se imprime con el pulso de personajes clásicos que de manera coral le sirven a Spielberg para llenar la película de matices e ideas sobre el periodismo, la política, el viejo recelo entre Republicanos y Demócratas y el feminismo, entre otras cuestiones. Kay Graham (Meryl Streep) es la dueña del Washington Post, diario heredado a su marido, que a la vez había sido propiedad del padre de ella. La línea narrativa de Streep es quizá la más débil de la película, pues Spielberg peca un poco de oportunista al remarcar el discurso de que Key Graham fue una pionera en el empoderamiento femenino, tema tan en boga en el Hollywood actual. Si bien resulta emocionante el modo en que la miran las mujeres antes de que ingrese a la oferta inicial de acciones en la Bolsa de Valores, dominada en su totalidad por hombres, el mismo procedimiento se repite una vez que Key gana la batalla en la Corte Suprema, rodeada de mujeres que le brindan la misma mirada. El corazón cinético de The Post es el Ben Bradlee que interpreta de manera magistral Tom Hanks. Bradlee, jefe de redacción del Washington Post, es quien pone el cuerpo para que el diario publique los documentos luego de la censura al New York Times por parte de Nixon. Hanks se juega otra vez toda su sabiduría para interpretar un papel donde deja todo, un personaje que debe hacer bien su trabajo al igual que en Puente de Espías. Spielberg lo muestra siempre en movimiento, sea desde ese plano secuencia la primera vez que lo vemos ingresando a la redacción del diario, sea con planos cerrados donde la cámara viene y va de un lado a otro. Bradlee llega hasta las últimas consecuencias para que la nota se publique, es el centro moral de la trama, él indica que la prensa debe controlar a los gobernantes y toda su energía se aboca a ello. Las ocasiones en que va a la casa de Key Graham para convencerla de imprimir, apuntar contra el poder del Estado y quedar en manos de la justicia son mostradas mediante una especie de subjetiva picada desde los ojos de la dueña del periódico. Ahora bien, esos planos en el porche de la casa no empequeñecen a Bradlee como sucede tradicionalmente en los planos picados; al contrario, Graham ve en esa enjundia, en esa soledad, la fortaleza para avanzar con la decisión de imprimir. Steven logra una escena de suspense extraordinaria pese a tratarse de un hecho verídico cuya resolución conocemos: la secuencia de los teléfonos en conferencia donde Graham, Bradlee, los miembros de la junta directiva del diario y sus abogados esperan la decisión de la dueña para imprimir. Aquí se demuestra una vez más que la construcción del suspenso en el cine está estrictamente relacionada con las formas cinematográficas, con cómo se cuenta, y no con lo que se cuenta. En ese momento en que deciden imprimir, el cine se convierte en una locomotora imparable, en esa batidora de sentidos que mencionaba anteriormente. El temblor que sienten en la redacción al encenderse las maquinas de impresión es el que sentimos nosotros en la butaca cuando el cine nos arrasa de emoción, cuando nos hallamos frente a esa alegoría final donde nuestros héroes caminan hacia una luz blanca con el trabajo ya realizado. Que viva Spielberg y que viva el clasicismo para siempre.
Obra maestra de una trama conocida El nuevo film de Steven Spielberg, protagonizado por Tom Hanks y Meryl Streep, está basado en uno de los mayores escándalos periodísticos y políticos de Estados Unidos. "Si una película es buena, conocer su final antes de verla no cambiará tu opinión”, dice un refrán cinéfilo que resalta el entrelazado argumental de los cien minutos más o menos que puede durar un filme, en vez de supeditarse a lo que sucede en su desenlace. En el mundo actual está muy presente la cultura de “no spoilear” -no contar cosas importantes de la trama-. En ese ámbito y como contraataque a ese pavor del Spoiler, se estrena “The Post: Los oscuros secretos del Pentágono”, que está basado en hechos de público conocimiento en Estados Unidos pero que no por ello, deja de ser una excelente película. El filme está basado en los hechos reales de “Los papeles del pentágono”, escándalo político estadounidense sobre las causas y consecuencias de la Guerra de Vietnam que se expuso en la prensa y desató el odio contra Nixón a principios de los ‘70. El director de The Washington Post, Ben Bradlee (Tom Hanks) y Katherine Graham (Meryl Streep), su editora, deben enfrentarse a un dilema ético cuando tienen en sus manos la investigación sobre los detalles de la guerra de Vietnam que el Pentágono guardó por muchos años, mintiéndole a la sociedad. Las amenazas de cierre del diario por parte del gobierno los ponen en un dilema moral: Jugarse todo por la libertad de expresión, o callar y perder la credibilidad como medio de prensa. En esta industria del espectáculo tan extraña, el director de “The post...” quiere retratar un momento histórico de Estados Unidos, contando una historia que la mayoría de los estadounidenses conocen enteramente, y la didáctica entra en juego para no solo mostrar planos como solo Spielberg puede hacer, aprovechando lo digerida que está la trama, sino que, con sus recursos únicos, el cineasta sabe como impregnar misterio a pesar de que su final ya sea de público conocimiento. La dupla Streep-Hanks hace que todo se magnifique aún más, con actuaciones memorables con estos dos históricos de Hollywood.
Dirección: Steven Spielberg / Guion: Liz Hannah, Josh Singer / Producción: Kristie Macosko Krieger, Amy Pascal, Steven Spielberg / Música: John Williams / Fotografía: Janusz Kaminski / Montaje: Sarah Broshar, Michael Kahn / Intérpretes: Meryl Streep, Tom Hanks, Sarah Paulson, Bob Odenkirk, Tracy Letts, Alison Brie, Bradley Whitford, Carrie Coon / Duración: 116 minutos. La pleitesía incondicional es un camino que recorre gran parte de la crítica. La necesidad de exaltar ciegamente los valores de una película como si se tratara de una ley es un ejercicio recurrente, sobre todo si se habla de Steven Spielberg, “el gran narrador norteamericano”, “el heredero de John Ford”, una especie de intocable a la hora de evaluar los resabios clásicos de la industria. Los categóricos seguidores del director de Tiburón son tan peligrosos como los que eligen a Godard para negar al resto. Lo llamativo del caso es que todos los elogios destinados a The Post destacan menos los fundamentos cinematográficos (que son escasos) y elogian el carácter más débil: su afán de prédica. Y lo cierto es que, además, se citan otras películas para sostener el supuesto revisionismo histórico (creo que no debe haber una sola crítica que no haya aludido a Todos los hombres del presidente de Alan Pakula). Bueno, mucho ruido y pocas nueces. The Post parte de un hecho apasionante y esto no implica que la forma en que lo aborda lo sea. Un hecho cuya naturaleza Jorge Luis Borges era capaz de recrear en cuentos como Tema del traidor y del héroe sin pudor o que Tarantino se permitiera explotar (literalmente) en Bastardos sin gloria o Django, dos autores que nunca le temieron al anacronismo y que se permitieron masacrar los géneros, y por ende, la misma noción de verdad histórica. Spielberg sustituye el anacronismo por la prédica a partir de una estética añejada. Los personajes, los periodistas que atraviesan la trama, lanzan diatribas sobre la libertad, la moral y otros valores que nunca se cuestionan. Y The Post confirma una vez más que cuando Spielberg se dedica a la prédica tiene más agujeros que un colador. Nunca se resigna a que una mirada, un gesto o un movimiento puedan valer por sí solos más allá de la exaltación patriótica o heroica. Aquí hay una escena clave donde el cine le cede el paso al discurso innecesario. Tom Hanks interpreta al director periodístico del diario y sabe que tiene una oportunidad única para publicar los documentos ocultos del gobierno, en medio de la guerra de Vietnam, ya que su principal competidor, el New York Times, no lo ha podido hacer por las presiones sufridas. Toda la tensión del caso es resuelta visualmente por el director en dos escenas. En la primera, los documentos están sobre la mesa y entre las penumbras de un hotel de carretera, Daniel Ellsberg, el periodista que se filtró para obtenerlos, se entera de que serán publicados. Inmediatamente pasamos a las penumbras del hogar de Ben Bradlee (Hanks). La cámara se aproxima al rostro y su mirada es elocuente, está en un aprieto de esos que definen una vida. Llega su mujer y advierte el estado de enajenación. Toda la tensión del momento se corta gracias a la pulsión explicativa y patriótica de Spielberg, quien resuelve la situación con un acercamiento hacia una foto donde la pareja comparte un sillón con los Kennedy. Por último, la línea de diálogo lacrimosa: “Esa foto me pone triste”. En efecto, los pocos momentos cinematográficos son interrumpidos por el imperativo patriótico, un gesto infaltable en el director, que no se conforma solo con los héroes, un vicio que en otros casos, como Munich, se acentúan con más obscenidad. The Post, lógicamente, es también una película hablada en demasía. Se podrá argüir que la naturaleza del tema lo amerita. Spielberg intenta contrarrestar la cascada verbal con una cámara nerviosa, con desplazamientos circulares que evidencien su presencia más allá de la mecánica estática del guión. Esto no impide que se mantenga lejos de cierta tendencia al teatro filmado y que los actores adopten posturas escénicas acordes. El personaje de Meryl Streep está más allá de todo. Su interpretación de Kay Graham al frente de la empresa deviene como una mezcla de La decisión de Sophie (aquel drama de Pakula de 1982) y La dama de hierro (Phyllida Lloyd, 2012), con un peinado y dicción afectada recuerdan a la Thatcher. Y si bien es cierto que sobre su figura recae una crucial determinación, calificar al filme de “feminista” por ello es tan intrincado como hallar una aceituna en un pan dulce, a menos que se deslumbren por ese plano tramposo en el que la protagonista sale de tribunales y desciende la escalinata en medio todas las mujeres. Se trata sin duda de otra de las exageraciones promulgadas por las mismas sentencias críticas que se emocionan por “la defensa de la libertad del periodismo de investigación” (en un país donde la prensa aliada con el poder inventa guerras) o que califican a The Post como un “filme político”, un argumento tan poco convincente como sostener que Spielberg es un mal cineasta. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
APRENDER DEMOCRACIA, APRENDER CINE 1-Steven Spielberg ya superó la barrera de los setenta años y, con la edad, se profundizan sus preocupaciones por dejar un legado, lo cual potencia esa eterna dicotomía en su cine entre la discursividad política y el apoyo genérico. Esa quizás sea una posible explicación para que en los últimos años haya ido construyendo una especie de tratado sobre lo que piensa y siente respecto a la historia y estructuras de la democracia estadounidense. Lincoln abordaba la cuestión de la igualdad y el acceso a los derechos, mostrando a la política como un terreno marcado por el artificio y la teatralidad en pos de conseguir lo concreto. Puente de espías se trasladaba al marco judicial, pensando todo lo referido a las garantías, el estado de derecho y el debido proceso, con el poder de la mirada como instrumento formal y narrativo. Son películas esencialmente incómodas dentro de su filmografía, no tanto por lo que dice sino por cómo lo dice: utilizando registros que bordean lo académico y son bastante ajenos a sus rasgos estilísticos más emblemáticos. En estos films, es como si Spielberg se disolviera, como si quedara invisibilizado. Hasta podría pensarse que son películas complacientes, que buscan una celebración fácil. Creo que no es así, que son obras complejas, porque implicaron para el director un proceso de aprendizaje, en pos de encontrar una forma nueva de fusionar un contenido político con una forma narrativa apropiada. 2- Ahora, en The Post: los oscuros secretos del Pentágono, hace hincapié en el periodismo como un contrapeso indispensable frente al poder político, completando lo que parecería ser hasta el momento una trilogía democrática. Pero esta vez, vuelven a aparecer con mucha más fuerza la tensión de los cuerpos y el movimiento, que son materialidades esenciales del cine de Spielberg. Por eso, por el dinamismo y el vigor que le imprime al relato, es que puede parecer un exponente más arriesgado y menos académico dentro del cine del realizador. Me parece que no es tan así, pero que tampoco es un retorno a lo seguro, porque en el medio Spielberg pule su discurso, apoyándose más en las imágenes y lo corporal que en las palabras. 3-El dinamismo y el vigor de The Post, con su cámara en permanente movimiento, no es una casualidad: la historia de la batalla que emprendió el Washington Post –en paralelo con el New York Times- contra el gobierno de Richard Nixon para poder revelar un informe confidencial que detallaba las implicancias, encubrimientos y responsabilidades que abarcaban a cuatro gobiernos (incluido el de Kennedy) durante la intervención en Vietnam, es un homenaje al periodismo. Y es, también, un homenaje a la profesión periodística: ser periodista implica buscar, indagar, explorar, tratar de hallar información, y para eso se necesita moverse, ir de un lado para otro, correr. Es una profesión condicionada por el tiempo, por el cierre de la imprenta, por la necesidad de publicar cuanto antes, por lo que las decisiones que tendrán consecuencias durante años se toman con márgenes de segundos. En el periodismo, correr y pensar van de la mano, la tensión es predominante y permanente, y ese aspecto se fusiona a la perfección con el cine de Spielberg. The Post es una película sobre gente tomando decisiones de enorme trascendencia, que pueden condicionar sus existencias para siempre, en instantes mínimos que se vuelven infinitos a partir del peso que acarrean las posibles consecuencias. Por eso el film recupera el nervio no solo de ese thriller paranoico que era Munich, sino también de otras películas emblemáticas del realizador, como Jurassic Park o Tiburón, con momentos de suspenso, de decisiones a todo o nada, donde no solo pesa la elección en el presente, sino también las repercusiones que aguardan en el futuro. 4-Y si The Post es un film de movimiento, de pesquisa, de pasos rápidos y corridas contra el tiempo, pero también de decisiones sobre las que no hay vuelta atrás, la que toma esas decisiones irrevocables y determinantes –en momentos donde se congela el tiempo- es una mujer. Esa mujer, Kay Graham (Meryl Streep), es una mujer en un mundo de hombres (que incluye al editor Ben Bradlee, que interpreta Tom Hanks), que progresivamente va encontrando su propia voz y tomando plena consciencia de su nivel de responsabilidad. En cierto modo, con este film, Spielberg hasta consiguió no solo anticiparse al movimiento #MeToo –si pensamos que la producción arrancó unos meses antes del escándalo desatado por las denuncias por acoso sexual contra Harvey Weinstein y el efecto dominó que propició-, sino ser más conciso y efectivo desde la discursividad: The Post solo necesita de imágenes de enorme potencia –como en la escena donde Kay llega a la Bolsa de Valores, encontrando a todas las secretarias esperando afuera y a todos los hombres adentro, que es donde está el poder-; diálogos puntuales –como el que Bradlee tiene con su esposa respecto a los riesgos que él corre versus lo que está arriesgando Kay-; y la tensión en el cuerpo de Kay al dudar pero decidir, y por ende afirmar su lugar en el mundo. 5-The Post no es una película perfecta: particularmente hacia el final, cae en algunas remarcaciones discursivas que podrían caratularse como innecesarias. Cuando el film se aleja un poco de lo íntimo, de las implicancias personales de los personajes (y principalmente de la protagonista que es Kay), en pos de pintar un panorama general de manera más explícita, pierde algo de impacto. Ahí es donde se nota que a Spielberg todavía le falta ajustar algunas tuercas en su cine político. Pero al fin y al cabo, el tipo todavía está aprendiendo; tiene más de 70 años, una carrera ya legendaria, y aún así sigue tratando de pulir su capacidad para narrar. Y no solo él: Hanks también es un actor que ha ido aprendiendo que no siempre tiene que ser la estrella, y por eso acá cede el protagonismo y el peso ético y moral de la historia, hasta colocarse en un rol que es casi de reparto; mientras Streep consolida un proceso de notable maduración, por el cual no descansa en sus laureles y se ha dedicado a construir personajes que en muchos casos son radicalmente diferentes entre sí. The Post es una película de aprendizaje, sobre gente que aprende y hecha por gente que sigue aprendiendo; un film sobre aprender a ejercer el periodismo, a mantener una posición, a plantarse firme frente al poder, a defender principios (aún los no escritos), a desafiar o consolidar instituciones, a decir la verdad, por más que duela. La democracia requiere de coherencia, profesionalismo, valentía y, principalmente, capacidad de aprendizaje. Spielberg –con la ayuda inestimable de Streep y Hanks- nos dice todo eso desde la más pura materialidad cinematográfica.
Todo es Historia Estrenando su séptima década de vida, el director de cine más famoso del mundo parece más interesado en abordar la historia política de su país que en la ciencia-ficción y en la aventura que le valieron sus más resonantes éxitos comerciales. Su interés en el pasado no es nuevo: ocupa un lugar destacado en su filmografía entre extraterrestres, arcas perdidas y dinosaurios. Solo que ahora ha adquirido un hilo temático y una urgencia que resulta fácil relacionar con el oscurecimiento de la situación política del país del norte. Un hilo invisible pero muy concreto une a The Post con Lincoln (2012) y con Puente de Espías (2015). En las tres, Spielberg se remonta al pasado para narrar decisiones límite tomadas por personajes con algún tipo de deber hacia la sociedad, poniendo en juego su reputación e incluso su vida, amenazadas por fuerzas dentro del mismo poder. El cine de Spielberg siempre ha sido optimista y, cuando peor, un poco ingenuo: pero esta trilogía conceptual reconoce al enemigo interno, enquistado en un país que vive inventándose chivos expiatorios en el resto del mundo. Ese enemigo que pone al orgullo nacional por encima de los ideales, arriesgando vidas siempre ajenas. Que pretende hacer a Estados Unidos grande a costa de persistir en el error. El solidísimo guion de la debutante Liz Hannah y del consagrado Josh Singer (coautor de la premiada Spotlight) sitúa su prólogo en 1965, bajo la lluvia insistente de Vietnam y la punzante guitarra de John Fogerty: Dan Ellsberg, analista de las Fuerzas Armadas, documenta la ausencia de progresos con creciente desafecto hacia la guerra mientras el gobierno oculta la verdad. Resulta emocionante ver a Spielberg adentrándose en la jungla cenagosa que ya transitaran Coppola y Zemeckis, dos de sus más brillantes contemporáneos. El cineasta no sólo se nutre del cine del pasado, se entiende como parte de este y, tarde pero seguro, recorre los mismos caminos. El relato salta a 1971 y nos presenta finalmente a sus dos personajes principales: el sagaz y entusiasta Ben Bradlee (Tom Hanks), editor del Washington Post, y Katharine Graham (Meryl Streep), insegura pero muy capaz presidenta del periódico. El equipo editorial se desespera por una gran historia a medida que el New York Times le saca cada vez mayor ventaja; mientras tanto, Graham debe afrontar los cuestionamientos de los inversionistas, que la subestiman sin disimulo por ser mujer. Todo esto, en medio de una creciente tensión entre el medio periodístico y la presidencia de Nixon. Tanto Lincoln como Puente de espías establecen vínculos directos con películas del pasado a raíz de las historias que cuentan: Lincoln con El Joven Lincoln (John Ford, 1939) y Puente de Espías con El hombre que vino del frío (Martin Ritt, 1965). The Post dialoga fuertemente con Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976): algunos han ido tan lejos como para calificar a The Post como “precuela” de la película escrita por William Goldman, ya que en los últimos minutos Spielberg realiza una cita directa, calcando encuadres de la película de Pakula. Lo cual da pie para hablar de lo más interesante de este vínculo que se establece entre ambas películas: que no solo fructifica a nivel argumental, sino también en los recursos formales. En The Post se combinan los grandes angulares con violentas cámaras en mano, y travellings vertiginosos con zoom. ¿Hace cuánto que Spielberg no usaba zoom en una película suya? Acá aparece, en toda su gloria, para posarse desde la distancia sobre Ben Bagdikian (Bob Odenkirk), a punto de realizar una tensa llamada para hacerse con los papeles de Ellsberg, documentos que podrían terminar con la guerra de una vez por todas. El soundtrack de John Williams adopta tímidas texturas electrónicas que no dejan de ser una grata sorpresa para echar más leña al fuego que se va encrespando cada vez más a lo largo de la ajustada duración de la película. The Post se va convirtiendo en un thriller que, sin perder la serenidad, adquiere brío y vértigo a medida que nos involucramos con sus personajes y su dilema: ¿publicar la verdad a costa de poner en riesgo sus carreras, o conservar su estatus sabiendo que a cada minuto mueren soldados en una guerra por orgullo? No se puede terminar de escribir sobre esta película sin mencionar a su elenco. Tanto Hanks como Streep, en pleno control de sus facultades actorales, nos ofrecen creaciones tan complejas como entrañables. Bob Odenkirk y Bruce Greenwood brillan y se quedan con una generosa porción de buenos diálogos y grandes escenas. Carrie Coon le saca petróleo a su acotado tiempo en pantalla mientras que Sarah Paulson y Alison Brie, que parecen condenadas a la insignificancia, tienen sobre el tramo final sendas escenas que le hacen justicia a su talento. Lincoln, Puente de Espías y ahora The Post. Cualquier libro de análisis sobre la filmografía de Spielberg publicado con anterioridad a su estreno queda inconcluso. Hurgando en el pasado es que el director se asienta en el presente; es a través de la Historia que continúa añadiendo nuevos y emocionantes capítulos a la suya.
Nadie posee mayor maestría para narrar una historia que Steven Spielberg. El director de clásicos como “Tiburón” (1975) y “La Lista de Schindler” (1993) nos vuelve a deleitar con una trama basada en hechos reales que probablemente en manos de otro realizador habría pasado por los cines sin pena ni gloria. Sin embargo, en las manos del Rey Midas de Hollywood tenemos un relato atrapante, excelentemente ejecutado y con poderosas actuaciones de su elenco estelar. La película cuenta la historia del diario The Washington Post y la valiente posición que tomó junto con otros periódicos norteamericanos en 1971, para hacer valer la libertad de prensa y expresión, informando sobre un encubrimiento masivo por parte del gobierno sobre secretos de Estado que atravesaban a varias gestiones gubernamentales. En ese momento, Katherine Graham (Meryl Streep), primera mujer editora del Post, y el director Ben Bradlee (Tom Hanks) buscaban cambiar la imagen del medio grafico que había entrado en decadencia. Juntos tomaron la audaz decisión de apoyar al The New York Times y luchar contra el intento de la Administración Nixon de restringir la primera enmienda. El film arranca con un ritmo avasallante donde se nos muestra el campo de batalla de Vietnam a través de un observador que mira la acción desde afuera. El sujeto en cuestión es Daniel Ellsberg (Matthew Rhys) que va a terminar siendo pieza fundamental para la exposición de los archivos del pentágono y para la trama de la cinta que nos convoca. Spielberg es un creador cinematográfico que oculta su complejidad narrativa y creadora bajo un manto de aparente simpleza. Su comprensión del espacio y del lenguaje audiovisual es tremendo y lo podemos ver continuamente en el excelso manejo de la cámara y el ambiente. El uso que le da a la “Long-Take” es inigualable y siempre está motivada por los personajes y por los movimientos internos al cuadro. Su ambición no es generar planos-secuencias largos y complicados desde lo técnico, sino que busca transmitir la información que necesita el espectador de una manera efectiva y puramente visual. Sus tomas largas son relativamente cortas e intentan más que nada permanecer invisibles para dotar al relato de cierto dinamismo y elegancia, al igual que para ofrecer cierta tensión y/o suspenso. Es así como a lo largo de la historia iremos siguiendo a los personajes bien desde cerca (casi desde un punto de vista de testigo) para meternos en ese mundo periodístico y su vertiginosa rutina. Spielberg es un director que sabe graduar las dosis de información que necesita el espectador al igual que manejar el tiempo y el espacio diegético. Por otro lado, también representa a uno de esos autores que logra sacar a relucir lo mejor de sus actores y lo podemos ver representado en las magníficas interpretaciones de los protagonistas. Meryl Streep realiza un trabajo discreto pero efectivo, y Tom Hanks es verdaderamente quien se destaca como el gran actor de la cinta (increíble que no haya sido nominado como Mejor Actor en los Oscars 2018). Acompañan muy bien Bob Odenkirk (“Breaking Bad”), Bruce Greenwood, Tracey Letts, entre otros. Lo que resulta realmente interesante de la propuesta es que el guion, además de ser un trabajo meticuloso y detallado del contexto histórico planteado en el film, fue ejecutado metódicamente por un narrador que supo balancear acertadamente los extensos diálogos y la charlatanería que traen aparejados los hechos. Como es habitual, Spielberg contó con dos colaboradores frecuentes para desarrollar la película. John Williams en la banda sonora que conjuga armónicamente varias de sus melodías características, y Janusz Kaminski que realiza un trabajo impecable en la Dirección de Fotografía. De esta manera, “The Post” nos ofrece un thriller político potente que resulta ser una oda al periodismo y a la libertad de expresión. Una historia impactante basada en hechos reales, que presenta un ritmo ágil que se beneficia del talento y la pericia de su director, y de las estupendas actuaciones de sus expositores.
Crítica emitida el sábado 3/2/2018 de 20-21hs. en Cartelera 1030 por Radio Del Plata (AM 1030)
EL CLÁSICO INOXIDABLE Tres verdades que anteceden al film pueden, como una operación matemática, inferir su resultado. La ambición de Spielberg lo condujeron, durante toda su carrera, a asumirse como un referente político en el relato hollywoodense. A pesar de sus éxitos en relatos fantásticos o de aventuras, sus convicciones políticas lejos están de esconderse sino que han aflorado en su voluntad de llevar a cabo proyectos como El color púrpura, La lista de Schindler, Munich, Lincoln, El imperio del sol. Aunque se pueda objetar que es una estrategia para ser tomado en serio y cosechar premios, Spielberg no ha encarado ninguna de estas películas a la ligera y, por el contrario, las afrontó con la sensibilidad y el compromiso que el tema requiere. Lo que sus adalides conciben como maestría y sus detractores como frivolidad o artificio son la evidencia de una aseveración inobjetable: Spielberg extendió su obra durante cinco décadas porque sus capacidades narrativas se adaptan a cualquier tema, época y tono. Es el exponente más certero del concepto hollywoodense del storytelling. Su pulso narrativo se nutre de dilemas profundos de personajes e incesantes obstáculos dentro de la trama para poder articular un relato en donde la tensión, la carga dramática y los valores puestos en juego sean tan atinados como para generar la satisfacción de entretener y conmover al unísono. Cuando Alan Pakula recibe el proyecto de Todos los hombres del presidente habían pasado tan solo dos años desde el caso Watergate. A pesar de que en The Post la institución ejecutiva de EEUU salga damnificada, la distancia en el tiempo concede una gran libertad en la construcción del punto de vista de la película. No hay nadie que no vaya a fraternizar con un grupo de periodistas en búsqueda de la libertad frente a una institución cuya intención es privar de ese derecho a su pueblo. La manipulación mediática de la guerra de Vietnam y la figura de Nixon con el correr de los años se han vuelto blancos fáciles. El mensaje democrático que se desprende de la historia tiene un efecto heroico asegurado. El tema de The Post es Kay Graham. No se trata ni más ni menos que de una mujer que ostenta un poder en un universo poblado casi exclusivamente por hombres, quienes le dispensan un trato condescendiente. Su legado familiar y su amistad con Robert Mcnara son más ingredientes que la hunden en la inseguridad que le ocasionan esos factores socioculturales. The Post apunta principalmente a la situación de una mujer que es exhortada a sobreponerse a las condiciones adversas en que la ubica el sistema. El valor histórico que le confiere la reina de Hollywood, Meryl Streep, potencia a esta lucha en la proclama feminista que hoy vive la Industria. Así las cosas, no hace falta ser muy audaz para desvelar de qué manera los elementos puestos en juego, apadrinados por el sello indeleble de Spielberg, se desenvuelven en la película. The Post regala momentos brillantes. Los valores potenciales que tiene una historia con altas dosis de intriga, de dilemas constantes que inquieren una resolución ineludible y el romanticismo de los entretelones de un evento trascendental son explotados con la lucidez propia de un narrador que conoce como nadie cómo aprovecharlos en cada escena o plano. The Post discurre, en sus momentos decisivos, en espacios estrechos, como oficinas o habitaciones, a escondidas; en contraste con los espacios enormes que se ofrecen de antesala como la redacción o los amplios comedores donde cenan los protagonistas. El caso más emblemático coincide con la escena proporcionalmente simbólica del film: durante el cumpleaños de Kay, con numerosos invitados en su jardín, ella debe aislarse en su habitación para decidir si los expedientes secretos que revelan el encubrimiento de la imbatibilidad de la guerra de Vietnam, se publicarán en el Washinton Post, a riesgo de ser enjuiciados (como el New York Times) y perder los inversores bancarios que reflotarían al diario en bancarrota. Uno de los firmantes del guion es Josh Singer, también guionista del thriller periodístico que se alzó con el Óscar en 2016. Spotlight se ceñía estrictamente a la investigación, resignando la esfera privada de los protagonistas. No cabe duda, ante tal antecedente, el tamiz spielbergiano ante la puesta en valor de la película: en la escena climática recién citada, la tensión ante la inminente decisión va comprimiéndose con la aceleración gradual del ritmo, hasta el punto culminante donde Spielberg nos acerca a la intimidad del rostro de Klay. La proximidad de la cámara al rostro ante un gesto trascendental no siempre es garantía de un efecto sobrecogedor en el espectador; la paciencia artesanal con que se administran los tiempos precedentes es la verdadera herramienta y Spielberg, aun dentro de la dinámica optimizadora del Hollywood actual, sigue confiando en la cocción a fuego lento que es la fuente de su éxito. Como contracara, The Post también sufre el trazo grueso de su mirada, donde apela a subrayados que echan por la borda la sutileza con que se hilvanan algunas escenas. La exaltación de algunos valores -como aquella escena en la que una Klay triunfante es observada por una multitud heterogénea de mujeres- exhibe la voluntad efectista y sensacionalista en la que suele recaer el director. Pero estos pasajes, a diferencia de otras películas de su autoría, se disuelven dentro de la apabullante maquinaria de The Post, que envuelve a la representación de un suceso histórico relevante en una narración estimulante para cualquier espectador ávido de sensaciones e intriga. La inteligencia de su realizador, además de permitirle concretar la fluidez de su relato, está en la selección de los proyectos, el cual le calza como anillo al dedo. Porque los años pasan, pero la fórmulas narrativas no permutan; Spielberg, tampoco.
Crítica emitida en radio.
La nueva película del realizador de “La lista de Schindler” se centra en un episodio fundamental de la historia del periodismo estadounidense, cuando el gobierno de Richard Nixon quiso censurar la publicación de los Papeles del Pentágono, documentos que revelaban secretos de la guerra de Vietnam. Meryl Streep, Tom Hanks y un gran elenco recrean estos hechos desde la experiencia de la redacción de The Washington Post en una película intensa, urgente y muy entretenida. La historia dice que en medio de la posproducción de su inminente READY, PLAYER, ONE –película de ciencia ficción que atravesaba un largo periodo de creación de efectos especiales–, a Steven Spielberg le llegó el guión de THE POST, escrito por Liz Hannah, una desconocida en la industria. Tomando en cuenta la actualidad del espinoso tema de la relación entre el poder y la prensa en el gobierno de Donald Trump, Spielberg decidió poner manos a la obra y filmarla en ese hueco de tiempo. Esto, dicen, fue en febrero pasado. En nueve meses, la película estaba lista para ser estrenada. No muchos directores en el mundo pueden armar una producción de esta envergadura –reconstrucción de época, un elenco impresionante reunido a último momento– en tan poco tiempo, algo que sí solía hacerse en la Epoca de Oro del Hollywood clásico. Pero un veterano admirador de esa era y con la experiencia, la sabiduría y el poder de convocatoria de Spielberg sí puede y THE POST: LOS OSCUROS SECRETOS DEL PENTAGONO es la prueba clara de su talento para pensar y crear sobre la marcha. Y de su compromiso político para hacer una película que él considera relevante en este momento. THE POST se alinea claramente con sus recientes LINCOLN y PUENTE DE ESPIAS. Son, todas ellas, películas acerca de personas que deben tomar decisiones incómodas, difíciles y no muy populares en momentos políticos complejos, una línea temática que recorre la carrera del realizador y cuyos mejores ejemplos son probablemente LA LISTA DE SCHINDLER y RESCATANDO AL SOLDADO RYAN. Son historias acerca de actos de heroísmo, mayores o menores, de personas muchas veces comunes (no en el caso de Lincoln, claro) en circunstancias extraordinarias. Son historias de gente que, ante situaciones imposibles, elige por la decencia, lo que es justo y correcto, ateniéndose a las consecuencias. De este grupo, Katharine Graham (Meryl Streep, siempre impecable, en su primer trabajo para el director) es la primera mujer. Ella es la viuda del dueño de The Washington Post (cualquier parecido con la prensa argentina es pura casualidad), una mujer que tuvo que hacerse cargo de la empresa cuando su marido se suicidó, pero nunca le ha prestado demasiada atención al día a día del trabajo, que lo manejan otros gerentes y, fundamentalmente, el editor en jefe Ben Bradlee (Tom Hanks). Ella se ha dedicado más a socializar con gente rica y poderosa de Washington, incluyendo varias personalidades políticas y nunca se ha metido en las decisiones editoriales. Pero, en 1971, dos cosas la obligan a tomar imporantes decisiones y a hacerse cargo de su futuro y el del diario. Por un lado, la problemática situación económica de The Post (que, en esos tiempos, no tenía la mítica reputación que logró tras Watergate) lleva al directorio de la empresa a volverla pública. Es decir, a hacerla cotizar en Bolsa, con las ventajas y riesgos que eso puede tener en función de los vaivenes de las acciones. Y, fundamentalmente, por la aparición de los célebres Papeles del Pentágono, una enorme serie de documentos que fueron filtrados a la prensa y que revelan secretos de la política estadounidense en la Guerra de Vietnam desde los años ‘50. Son documentos que prueban, fundamentalmente, que hace años que los distintos gobiernos norteamericanos sabían que esa guerra estaba perdida y seguían mandando soldados al frente. Los “Papeles” en cuestión fueron publicados primero por The New York Times pero el gobierno del entonces presidente Richard Nixon (cualquier similitud con Donald Trump no es pura casualidad) forzó a ese diario a detener sus revelaciones acusándolos de dar a conocer secretos de seguridad nacional. Y mientras se debatía la legalidad o no de esa medida en relación a la constitucional libertad de prensa, el Post debía tratar de conseguir ese material y, llegado el caso, atreverse a publicarlo con todas las posibles complicaciones implícitas: pérdida de amistades, potenciales problemas con la cotización en Bolsa, un posible cierre del diario y hasta la cárcel. Graham es el centro de la trama –el personaje cuyo arco dramático organiza el filme– y todo el relato circula alrededor de ella. Bradlee es el editor old school de esos que están 24 horas pendientes de las noticias. Y detrás de ellos hay tanto periodistas del Post haciendo lo que mejor saben hacer, como Ben Bagdikian (Bob “Better Call Saul” Odenkirk) y Meg Greenfield (Carrie Coon, de “Fargo” y “The Leftovers”), los más temerosos/cuidadosos ejecutivos y abogados del periódico (Bradley Whitford, Tracy Letts, Jesse Plemons), los dueños del New York Times (Michael Stuhlbarg), el tristemente célebre Secretario de Defensa Robert McNamara (Bruce Greenwood) y el que “filtró” los documentos, Daniel Ellsberg (Matthew Rhys, de “The Americans”). A este elenco hay que sumarle a Alison Brie (“Community”, “Mad Men”) como la hija de Graham y a Sarah Paulson (“The People vs. O.J. Simpson”) como la mujer de Bradlee, en un elenco de reconocidas caras del cine y la TV. THE POST se construye como un thriller de suspenso a partir del conflicto generado por este cruce de factores, con el siempre apropiado y conveniente cierre de edición como generador de tensión dramática. Pero detrás de eso Spielberg se hace preguntas que siguen siendo relevantes ahora, o acaso lo sean aún más: ¿Se debe publicar algo aún cuando se corra el riesgo de afectar la seguridad nacional? ¿Cuál es el límite ético de las relaciones entre los dueños de los medios y los grupos de poder, incluyendo el político? ¿Puede un gobierno entrometerse en lo que publica un medio? ¿Debería haber algún límite para la libertad de prensa? Y, por último, aunque no menos importante: ¿Para quién se escribe un diario? ¿Para quiénes escribimos? Es cierto que muchas de esas preguntas, en un mundo ideal, tienen una respuesta correcta. Pero no siempre es posible ser fiel a ellas en el mundo real. Y eso es algo que la película pone en primer plano. Si en algo falla el filme de Spielberg, tengo la impresión, es que su guión es un tanto esquemático y didáctico en sus conflictos y en su desarrollo dramático, como si el apuro por filmar la película les hubiera impedido hacerle un par de revisiones y volverlo un poco más sagaz e inteligente. No digo a un nivel Aaron Sorkin –de hecho, creo que el combo Sorkin/Spielberg no sería del todo bueno ya que el guionista intentaría imponer su ingenio para los diálogos por sobre el clasicismo humanista del director, quien sabe decir más con su cámara que con ese tipo de monólogos en serie que son marca registrada del escritor–, pero creo que los personajes podrían haber sido un poco menos “funcionales” a la trama y más complejos como personas. De todos modos, Spielberg se maneja sin problemas dentro de ese esquema, si se quiere, clásico. La forma en la que la historia avanza por carriles más o menos previsibles (es un hecho real, después de todo) permite al espectador observar sus recursos de puesta en escena, como la genial manera en la que la cámara se acerca lentamente a sus personajes y les permite revelar mucho sobre sí mismos casi sin decir nada, o la precisa y compleja coreografía de personajes (en la redacción, en la casa de Bradlee, en eventos sociales) que el director arma en largos planos que no anuncian su virtuosismo con letras de neón pero que son geométricamente impecables. Y, por supuesto, la manera casi imperceptible en la que consigue que la emoción brote en el espectador como si fuera una respuesta mecánica y casi pavloviana ante cualquier plano dirigido por él. Por último, en cada plano detalle de las rotativas, de los viejos y analógicos mecanismos de cierre, publicación e imprenta de los diarios (máquinas de escribir, páginas diseñadas en papel con lápiz y escuadra, gente corriendo para llegar con un texto bajo el brazo), THE POST se convierte en un homenaje al periodismo y a los periodistas de entonces. Para los que llegamos a atravesar la última etapa analógica de los medios –y hemos visto pegar textos en talleres con plasticola, corrido por pasillos con alguna nota para ser tipeada o cortar algún sobrante con un simple cutter–, la emoción es doble. Spielberg sabe que esa ética de trabajo no tiene porqué haber desaparecido. Y esa obligación de hacer responsables, con nombre y apellido, a los poderosos por los delitos que puedan cometer, tampoco.
Spielberg + Streep + Hanks parece una fórmula para el éxito asegurado. Pero lamentablemente no lo fue, al menos para mí. Quiero ser claro que no es una mala película, pero es una de esas películas que le tiran flores por de más. Lo bueno del film es que te mantiene atento los 116 minutos que tiene. Es interesante conocer esa parte de la historia de otro país (en plena película me puse a pensar ¿Por qué a tanta gente de nuestro país le interesa tanto la historia de ese país?), también es interesante pensar que son hechos que pasaron realmente, no sabremos con que veracidad están siendo representados, pero la historia cuenta lo que sucedió y es algo que si tenemos dudas podemos investigar gracias a la magia del internet. A veces es un error asumir que al haber estrellas de renombre las actuaciones van a ser de alto nivel. Me gusta muchísimo Tom Hanks pero creo que este papel fue el peor que vi de él, con esto no quiero decir que su actuación haya sido mala, sino que no fue destacable. Lo mismo con Streep y el resto del elenco, me pareció que no hubo grandes actuaciones, y de hecho lo que más llama la atención y hace que gente quiera verla es por los nombres, que en este caso no cumplen. La ambientación en los años 70 está bien realizada, vestuarios y peinados nos llevaban a esa época. La banda sonora me pareció algo extraña. Por momentos acompañaba pero por otros parecía haberse equivocado de género y de repente ser una banda sonora para un film de terror. Tiene buenas escenas, bien desarrolladas y filmadas. Haciendo honor a la trayectoria del querido Steven, hay que estar bien atento para poder captar ciertos momentos que se desarrollan con cierta intensidad. Mi recomendación: Película para ver en casa tranqui. Mi puntuación: 6/10
Crítica emitida en radio.
Meryl Streep y Tom Hanks se reúnen bajo la dirección de Steven Spielberg en un film que sobresale por sus actuaciones. La primera mujer editora del periódico The Washington Post, Katharine Graham (Meryl Streep), debe decidir si es conveniente publicar información secreta sobre las acciones de cuatro presidentes de los Estados Unidos durante la Guerra de Vietnam. Para ello, contará con la ayuda del editor Ben Bradlee (Tom Hanks), y de un escenario social que apoya la libertad de prensa. Correcta por donde se la mire, The Post: Los oscuros secretos del Pentágono (The Post, 2017) no tenía posibilidades de salir mal: dos intérpretes y un director de basta experiencia respaldan una historia interesante sobre la ética de los medios y la política, que parece no perder vigencia. ¿Qué lugar ocupan los medios de comunicación en la sociedad? ¿En qué momento la libertad de prensa se transforma en libertad de empresa? ¿Qué poder tiene la información? ¿Existe relación entre la política y el periodismo? Estas son algunas de las preguntas que se desprenden de un argumento que ilumina una parte de la historia estadounidense. Por momentos similar aunque no tan efectiva como En primera plana (Spotlight, 2015), el film de Spielberg cumple con las expectativas, sin generar demasiada sorpresa. Lo mejor de The Post: Los oscuros secretos del Pentágono son las interpretaciones y la dirección. Además de que plantea un tema que invita a pensar las relaciones de poder que continúan existiendo en la actualidad.
En los últimos 20 años, Steven Spielberg ha ocupado la silla de director en numerosas películas vinculadas con acontecimientos de importancia social e histórica. Amistad, Munich, Caballo de guerra, Lincoln y Puente de espías; entre otras, son parte de esta veta explorada por el realizador de grandes éxitos, que hacia mediados de los '80 con El color púrpura, decidió dar el salto del gran espectáculo a un cine con acento dramático. En algunos de los mencionados títulos, la sobrecarga de solemnidad y subrayado, nos hizo extrañar a aquel mago del cine contemporáneo que emergió a pura potencia de entretenimiento hacia fines de los '70. De todas formas, con otras propuestas como Mi amigo el gigante, Atrápame si puedes e Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal; Spielberg logró regresar a su cine inicial en una versión cada vez más pulida y con intacta capacidad hipnótica. Con The Post, el ganador de tres premios Oscar, se ubica algunos peldaños debajo de su anterior opus histórico, la notable Puente de espías; pero aún así construye un relato atrapante con una notable destreza en el manejo del suspenso. La acción nos lleva a las entrañas de la redacción del Washington Post a comienzos de los '70, y a las disyuntivas de sus directivos sobre publicar documentos confidenciales, conocidos como los Papeles del Pentágono; que serían el comienzo de la debacle del presidente Nixon. En un principio, estos expedientes filtrados fueron dados a conocer al público por el New York Times, y tras un dictamen judicial contra dicho medio, que prohibió que siguieran publicando el polémico material, el Post quedó en una dura encrucijada entre el poder político y la libertad de expresión. Los papeles en cuestión demostraban la complicidad de varios gobiernos en temas vinculados a la Guerra de Vietnam. Mientras diversos mandatarios habían proclamado consignas pacifistas, estos textos confirman la minuciosa planificación de un enfrentamiento que se extendió por más de una década, y dejó un tendal de jóvenes soldados norteamericanos muertos. Todo esto fue el preludio del escándalo Watergate, que culminó con la renuncia de Nixon a la presidencia. Spielberg vuelve a esgrimir en esta película su pulso clasicista, con un correcto dominio de la puesta y un andamiaje narrativo sin fisuras, aunque como es habitual en su cine; por momentos el relato luzca didáctico por demás. Más allá de que la libertad de prensa es hoy un ideal o dilema tan apasionante como en los '70, The Post (que en nuestro país cuenta con el agregado Los oscuros secretos del Pentágono); también desarrolla un abanico de temas que tienen que ver con la evolución (¿o la involución?) del periodismo. La competencia entre diferentes medios por cubrir una primicia, la progresiva pérdida de poder de emporios que tradicionalmente pertenecieron a familias para luego ser parte de un conglomerado de accionistas, y las siempre peligrosas relaciones entre políticos y periodistas; son los ejes centrales que atraviesan un relato que logra elevarse por encima de la etiqueta de film testiomonial, para calar en la platea como un trepidante thriller. La referencia más reciente con respecto a un film de Hollywood que coloca al periodismo en una labor justiciera, investigando un terrible flagelo y poniéndolo en conocimiento de todos; es el de En primera plana. La ganadora del Oscar a Mejor Película en 2016, ponía en el centro del relato a un equipo de comunicadores del Boston Globe, abocados a sacar a la luz una gran cantidad de casos de abusos sexuales perpetrados por sacerdotes, que contaron con el amparo de las altas esferas de autoridades políticas y religiosas. Josh Singer fue uno de los guionistas de aquel galardonado y sobrio film, y también es uno de los responsables del guión de The Post. A diferencia de la película de Tom McCarthy, que se focalizaba minuciosamente en la investigación del caso, sin dar margen a subtramas de la intimidad de los personajes, este estreno de Steven Spielberg gana terreno en los momentos en los que lo laboral choca con la vida cotidiana de sus protagonistas: Kay Graham (una vez más, superlativa Meryl Streep) y Ben Bradlee (un Tom Hanks apenas correcto). The Post es también una película que ilustra un tipo de periodismo y una estirpe cinematográfica en vías de extinción. En tiempos en que la mayoría de los medios caen en el abismo de las "fake news", y las coberturas moldeadas por el "copy/paste" o fuentes no del todo fieles como Twitter; el film de Spielberg muestra una redacción con decenas de trabajadores, y no el pequeño puñado de tipeadores que hoy sobreviven en las oficinas de medios gráficos o digitales. En una coyuntura en que la validez de una noticia pasa por su fugaz inmediatez, el periodismo de investigación ha quedado reducido al territorio de la rareza; y esta película nos devuelve a aquella afiebrada búsqueda de datos en la era pre informática, a puro y taladrante sonido de máquinas de escribir. Pero lo más importante, y aquí volvemos sobre este director que saltó de ser el neo Disney del gran espectáculo al defensor de los parámetros del período clásico de Hollywood, es que su cine más allá de conservar moldes de puesta, narración y tipología de personajes; como fiel continuidad de las perdurables películas que la gran industria supo hacer entre los años '30 y '50 del siglo pasado, Steven Spielberg se resiste a la idea de despachar películas como si fueran embutidos. A su vez, en tiempos de salas dominadas por un público de franja teen, confirma que es posible dar en la tecla con un éxito de taquilla orientado al espectador adulto. Como hombre y como artista, demuestra que el cine le sigue importando. Fiel a esa premisa, Spielberg no sólo cumple, también dignifica. The Post / Estados Unidos / 2017 / 115 minutos / Apta para todo público / Dirección: Steven Spielberg / Con: Tom Hanks, Meryl Streep, Bob Odenkirk, Bruce Greenwood, Tracy Letts, Allison Brie, Carrie Coon, Jesse Plemons, Michael Stuhlbarg y Sarah Paulson.
The Post es sin dudas una de las mejores películas que se verán este año, no solo por sus actores de lujo en los papeles más importantes, sino que también cuenta con la presencia de uno de los genios cinematográficos más influyentes en la cultura popular detrás de las cámara. Al margen del resultado final de sus películas, hay algo en lo que a Steven Spielberg no se le puede criticar en lo más mínimo y ese algo es, ni mas ni menos, que la habilidad narrativa del director para contar una historia. El cineasta que tan feliz hizo a grandes y chicos en diferentes décadas con obras de distintos estilos como por ejemplo: Tiburón (1975), Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (1977), E.T, El Extraterreste (1982), Jurassic Park (1993), Salvando Al Soldado Ryan (1998) La Terminal (2004), entre otras, vuelve a sentarse en la silla de director para levar a la pantalla grande un drama más cercano a lo que algunos prefieren llamar docudrama, o sea, el acercamiento a un hecho histórico mostrado con todas las licencias del caso en beneficio de la película, del primer gran escándalo mediático-político de los Estados Unidos, que marcaría un antes y un después en la nación del norte. Con un guión escrito por Liz Hannah y Josh Singer, este nuevo film se titula The Post: Los oscuros secretos del Pentágono y su título original es The Post (2017), esto en clara referencia al periódico The Washington Post y a sus publicaciones que en 1971 se encargaron de sacar a la luz, una serie de documentos clasificados del gobierno de los Estados Unidos sobre la guerra de Vietnam, donde se incluían más 30 años de expedientes secretos que contaban básicamente, los verdaderos sucesos que acontecían en las tierras vietnamitas. Ahí es donde la magia de Spielberg empieza a aparecer presentándonos a los protagonistas, principalmente a Katherine Graham (Meryl Streep) la primer mujer editora de un medio de comunicación en los Estados Unidos, quien estaba al mando del Washington Post y al director de publicaciones del mismo diario, Ben Bradlee (Tom Hanks). Estos, deberán dejar de lado sus diferencias, bien marcadas, para ganar la carrera contra otros diarios como The New York Times exponiendo de esta manera el polémico suceso y salvando así al periódico de la ruina inminente. En el medio de esta carrera por la primicia, Graham y Bradlee deciden arriesgar sus carreras en una pelea sin precedentes entre el periodismo y el gobierno, con tal de hacer públicos estos papeles y otorgar al pueblo estadounidense lo que siempre ha reclamado: la verdad. Básicamente, el nuevo trabajo de Spielberg es un obra de arte. Digna de ser considerada como una de las mejores películas de los últimos diez años y sin dudas, de las que hay que ver sí o sí del aclamado cineasta. El director, otorga una clase de cine en poco menos de dos horas, con planos, tomas, secuencias, diálogos y un esquema narrativo clásico de él donde la historia puede parecer sencilla pero él se las ingenia para darle otra vuelta de tuerca. También, trae al tablero de juego temas que mucho tienen que ver con la actualidad, sobretodo el asunto de la libertad de prensa, la ética periodística y el asunto de la relación entre prensa y poderes políticos que la presionan. Lo que bien logra Spielberg es potenciar los diálogos como vehículos narrativos sin llegar al abuso teatral, porque los diálogos no siempre son explicativos y el filme deja que otras imágenes puedan alcanzar ese rigor. A la hora de las actuaciones, el elenco cumple totalmente. Teniendo a dos de los más grandes actores de los últimos tiempos como lo son Meryl Streep y Tom Hanks, el reparto del protagonismo es justo y medido, ninguno opaca al otro y cada uno entiende que rol debe cumplir. Por su parte, Streep da otra muestra de cómo se hace su trabajo, personificando a una mujer que fue contra viento y marea defendiendo sus ideales y oponiéndose a la presión masculina de los medios de comunicación y de la justicia de su momento, que subestimaban en demasía a Graham solo por ser mujer. Por el lado de Hanks es imposible no rendirse a los pies del ex Forest Gump, junto con su compañera, hace un trabajo estelar. La relación Hanks-Spielberg no es nueva y después de esta gran actuación, tampoco debiera ser la ultima oportunidad que los veamos a los dos trabajando en la misma película. Cada personaje esta bien llevado y todos tienen la importancia que se merecen. A estas buenas actuaciones, otro elemento es clave y es la música a cargo de John Williams, de nuevo con tino y tono fílmicos para subrayar emociones e imágenes dentro del film. Si hay alguna critica que hacerle a este nuevo trabajo de Spielberg es que se centra demasiado, por no decir totalmente, en lo que paso en el Washington Post y se olvida totalmente de lo que pasaba en las oficinas y redacción del New York Times, medio que fue absolutamente clave en la obtención de los documentos del pentágono. The Post es sin dudas una de las mejores películas que se verán este año, no solo por sus actores de lujo en los papeles más importantes, sino que también cuenta con la presencia de uno de los genios cinematográficos más influyentes en la cultura popular detrás de las cámara. ¿Ganará el Oscar a mejor película de 2017?
A esta altura es válido decir que Steven Spielberg hace tiempo ya que está filmando para los libros de historia (Lincoln, Puente de Espías) y con The Post continúa esa misma búsqueda que lo lleva a una relectura del pasado. Aquí la historia se concentra en el primero de los leaks de la era Nixon que cambió el curso (y puesta en valor) del periodismo en los Estados Unidos: los Pentagon Papers, esos que revelaron los escandalosos verdaderos motivos detrás de la Guerra de Vietnam. Pero como la historia ya fue varias veces contada (inclusive un pequeño guiño coquetea con la idea de que The Post parece una precuela de Todos los hombres del Presidente), Spielberg hábilmente se aleja de lo meramente anecdótico, y concentra también su mirada en la figura femenina detrás del Washington Post, Kay Graham (Meryl Streep, una vez más nominada al Oscar), quien debe luchar contra otros fantasmas de la época como los prejuicios y el machismo que imperan en su profesión, así como en tantas otras. No alcanza con ser dueña de un importante periódico porque, aparentemente, algunos de sus colegas le hacen entender que además tendría que ser hombre. A tono con los tiempos que corren, y haciéndose eco de injusticias que aún continúan relagando a la mujer a un segundo plano, The Post se beneficia de esta temática, aún cuando queda corta y no consigue evitar caer en lugares comunes, que se manifiestan principalmente en esos monólogos didácticos que resaltan el valor de la prensa y los ideales americanos. Su pariente más cercana es, en ese sentido, la reciente ganadora del Oscar, Spotlight, otra película esperanzadora para quienes gustan creer que el periodismo nos salvará a todos. Idealización romántica aparte, The Post es un film entretenido, didáctico y con excelentes actuaciones que la elevan por sobre otros exponentes del género.
La última película de Steven Spielberg, toma un tema que actualmente esta en el candelero en Estados Unidos. Cuales son los límites de la prensa? Es ella, la encargada de vigilar al poder, cuando el control construido entre instituciones no funciona? Y lo fundamental, el derecho del publico a ser informado es absoluto? Durante la presidencia de Nixon, documentos secretos del pentágono, que detallaban años de encubrimientos sobre la guerra de Vietnam se filtraron. Luego que la corte suprema le prohibiera al New York Times seguir publicando dichos documentos, el Washington Post los consigue, y ahí comienza el dilema: como servidores públicos, los periodistas deben obedecer una orden legal, que va contra lo que juraron hacer y el centro de su labor? Cual es el límite de la libertad de expresión? Y además… cuanto estan dispuestos a perder nuestros protagonistas? Con esa premisa, tanto Tom Hanks como Meryl Streep nos llevan a un momento en la historia de Estados Unidos que no podría ser más actual. Si cambiamos los nombres de Nixon por Trump, esto es lo que esta pasando. Y asumo, que por este mismo motivo, estos astros se juntaron a hacer esta película. Más cercana para un público estadounidense, con el peso que la guerra de Vietnam tuvo con su historia, y al mismo tiempo su presente, podemos disfrutarla por el mero y lúdico ejercicio ético: que haríamos? Y que deberíamos hacer. Punto aparte para el tratamiento que la película da sobre las condiciones y el mundo contra el que tenía que luchar una mujer. La descripción del machismo de la época, disfrazado de civilidad y buenas costumbres, mezclado con la sutileza en la que Streep lo navega, me pareció el punto más destacable de la cinta. En definitiva, ni un peliculón ni un bodrio. Una buena película, pero nada más.
Kay Graham (Meryl Streep) directora del diario The Washington Post yace atónita en su comedor estilo barroco, viste túnica blanca y su peinado boop esta levemente desarmado. El primer plano la pone en escena, en su mano un teléfono y en su cara se percibe pánico, pero si bien se la nota tensa, hay un leve sesgo de tranquilidad que le da mesura al momento. La cámara la rodea y la pone el centro de la acción, el compás sonoro del género suspense le da un clima a la secuencia que desequilibra cualquier emocionalidad cinéfila. Del otro lado de la línea algo ocurre: una llamada coral con Ben Bradle (Tom Hanks) editor del diario y los miembros del directorio Fritz Beere (Tracy Letts) y Arthur Person (Bradley Withford) desemboca en un ping-pong en donde los protagonistas de la historia deben tomar una decisión. La cámara nunca se despega de Streep y eso es inteligentísimo, no desdobla la imagen, sólo se escucha ese goteo musical, imperceptible, que genera escalofríos, y el primer plano se trasforma en primerísimo. Cada uno de los protagonistas le cede la palabra al otro de forma ordenada, los ojos de Graham se humedecen, la voz, única, de la genia de Streep se quiebra, ha tomado una decisión. Esta escena, que dura no más de dos minutos, es una de las mejores escenas del cine. Spielberg, el gran Spielberg, logra el clima perfecto y nos regala – como siempre lo ha hecho-una secuencia magistral en donde enciende todos los sentidos en el espectador. Por sólo esa escena, Steven Spielberg debería haber estado nominado al Oscar como Mejor Director. La ignorancia de la Academia fue una salvajada. Su orfebrería cinematográfica ofrece una película con un taming perfecto. The Post se situa a principios de los 70 , en el gobierno de Nixon, el dilema es publicar o no un paper sobre las acciones militares durante la guerra de Vietnam y dejar al descubierto las acciones irregulares del entnces presidente Lyndon B. Robert McNamara (brillante Bruce Grenwood) Secretario de Seguridad y responsable del escrito, es amigo de Kay Graham, directora The Post. Parte de la información la ha publicado The New York Times a quien el gobierno le pone un bozal legal, desde allí la búsqueda frenética de Breen Bradley, editor responsable de The Post por seguir investigando y priorizar la noticia ante todo. Y allí en el medio está esa escena, la apodada por mí como la “magistral del teléfono” resignificador de un descenlace que deja con ganas de una secuela. Meryl Streep se devora la película reivindicando el título de “mejor actriz del mundo”, compone un papel de la heredera de un imperio, fuerte, que se impone en un mundo de hombres. Seguramente sea la competidora más firme de Frances Mc Dormand (Tres anuncio para un crimen) para quedarse con las estatuilla a mejor actriz. Spielberg logra una película de excelencia, con una ambientación que cuida hasta el último detalle. El vestuario de Ann Roth – ganó el Oscar por El paciente Inglés– es imponente, las gafas, los trajes divito de los protagonistas, todo muestra la opulencia de una década. En conclusión Spielberg siempre cumple y demuestra que sigue siendo uno de los mejores.
Crítica emitida por radio.
Spielberg nunca falla La nueva cinta del genial director es un thriller político atrapante que homenajea al periodismo de investigación En 1971, Ben Bradlee (Tom Hanks) y Katharine Graham (Meryl Streep), director y editora de The Washington Post, descubren una filtración con documentos que demostraban que la administración del presidente Lyndon B. Johnson había mentido a los ciudadanos sobre la guerra de Vietnam. Tras la decisión de este periódico de publicar los Papeles del Pentágono, se produce un gran escándalo y una batalla sin precedentes entre periodistas y el gobierno. Steven Spielberg, versátil, amante del cine clásico de Hollywood, se mete por primera vez en "la cocina" del periodismo para retratar esta historia de coraje, patriotismo y amor por el oficio. Con un ritmo constante que apela a la tensión y la emoción, el filme avanza guiado por las fantásticas interpretaciones de Hanks y Streep en los mejores papeles que les han tocado en años. La pareja convive y se complementa en sus contradicciones, generando escenas y diálogos memorables. La actriz más nominada al Oscar de la historia, compone una mujer con agallas que actúa entre dudas propias y ajenas, superando prejuicios para poner en vilo al hombre más poderoso de su país (el presidente Nixon, aquí haciendo las veces de villano de turno). No estamos ante una obra teatral, pese a ser un filme de diálogos, la cámara acompaña el ritmo vertiginoso en una carrera contrarreloj en pos de la verdad. En épocas de agonía de los periódicos tradicionales, y lectores ávidos de textos cortos y efectistas, toparse con un filme como este que ensalza el periodismo tradicional, la épica de las redacciones y las rotativas, no deja de generar cierta nostalgia de un tiempo no muy lejano que ya es historia. Steven Spielberg hace las veces de heredero del cine de Frank Capra o Alan Pakula (todos los hombres del presidente es una clara referencia) para erigir un filme de los que ya no abundan, historias sin efectos, ni superhéroes, con personas en situaciones extraordinarias, pero reales. Como en La Lista de Schindler o Munich, el "Rey Midas de Hollywood" demuestra por qué ninguna historia le queda chica y por qué es el director más importante de su generación y de la nuestra.
Es evidente que Donald Trump ha causado un cimbronazo enorme en los Estados Unidos, y que se siente de modo especial en el campo de la cultura. Spielberg es, lo sabemos, un especialista doble: en la fantasía y en el relato sobre marco histórico, y aquí cuenta cómo el Washington Post reveló documentos sobre Vietnam en plena presidencia de Nixon que dañaban la credibilidad del Gobierno desde Kennedy. Esa es la superficie, porque además hay dos cuentos. El primero, tratar de responder cuál es el límite de un medio para publicar información (el relato que protagoniza Tom Hanks). El otro, cómo una mujer tiene que encontrar su lugar en un mundo dominado por hombres (y aquí protagoniza Streep como la primera mujer en manejar un diario importante en los EE.UU.). El problema es que a Spielberg le interesa todo, trata de abarcar cada problema y, al mismo tiempo, proyectarlo sobre el presente. Y los relatos no se integran: la mayonesa, para usar la metáfora de André Bazin, se corta más allá de que los ingredientes (Spielberg, Streep, Hanks) son de la mejor calidad. Hay algo de cine militante en todo esto, en que sea más importante el impacto que el cuento, cuando los Trumps, a la larga, pasan y las películas quedan. Entre los actores, Bob Odenkirk y Sarah Paulson son lo mejorcito de una película con bronca y sin fuerzas.
The Post, los oscuros secretos del Pentágono (dirigida por Steven Spielberg sobre guión de Liz Hannah y Josh Singer), Llámame por tu nombre (Call me by your name, dirigida por Luca Guadagnino, con guión del veterano James Ivory), Lady Bird (escrita y dirigida por Greta Gerwig) y Dunkerque (Dunkirk, escrita y dirigida por Christopher Nolan) son películas estimables, a las que pueden objetársele algunos puntos. En The Post Spielberg dramatiza hechos ligados a la lucha de la prensa estadounidense por la libertad de expresión en los años ’70, con tal astucia que resulta un film de aventuras con héroes y villanos, metas loables, personajes forzados a adoptar difíciles decisiones (entrañable Meryl Streep) y logros de relevancia política obtenidos gracias a la fuerza de un equipo. Es un film vital, más allá de su verborragia y de que (al igual que ocurría con Spotlight, el film de Tom McCarthy ganador del Oscar tres años atrás) lleva a preguntarse si Hollywood abordará alguna vez el poder de los grandes diarios al servicio de algo turbio. Llámame por tu nombre y Lady Bird son películas sobre el crecimiento: sus protagonistas son adolescentes que maduran en medio de dudas, deseos y obstáculos, con la familia como marco ineludible. En Llámame por tu nombre se trata de un pibe que se siente atraído por el joven ayudante de su padre, en un verano de 1983, mientras disfruta de soleadas jornadas en la casa de campo familiar. La película juega sagazmente a despertar sensaciones de frescura y sensualidad, con la ayuda de una cálida fotografía y envolventes paneos. Hay planos en los que los personajes asoman en un costado o yéndose, como si tras la cámara hubiera alguien mirándolos sin invadirlos. La ambigüedad sexual de la pareja en cuestión y los gestos de indiferencia o resistencia que complican la relación conducen al film por carriles bastante imprevisibles: la espera, la inquietud, el descubrimiento, desvelan a los personajes y son los estados de ánimo que importan en Llámame por tu nombre. Entre los problemas de la película de Guadagnino están su música a veces melindrosa, el hecho de decorar el argumento con referencias al arte y el regodeo con ciertos placeres mundanos en esa casa (“heredada”, aclaran) que puede embelesar a los espectadores, imponiendo por sobre la melancólica historia de amor los discretos encantos de la burguesía. El progresismo, la calma y el lustre intelectual de los padres del chico de Llámame por tu nombre no los tiene, desde ya, la familia de Lady Bird, habiendo allí un primer mérito en la única película del conjunto dirigida por una mujer: se trata de gente de clase media, cuya felicidad encuentra barreras en sus necesidades económicas y encontronazos emocionales. Los vínculos de la joven protagonista con una madre poco complaciente, con una compañera de colegio y con otros personajes menores son el fuerte de esta comedia agridulce que no se pasa de lista ni señala a nadie con dedo acusador. Con algunos momentos mejores que otros, Lady Bird tiene ese brío que el cine estadounidense consigue ocasionalmente cuando sabe reunir intérpretes simpáticos y competentes (Saoirse Ronan, Laurie Metcalf), enredos bien pensados, ironías cordiales y escenas discretamente emotivas. Sin dejar de ser un cine de fórmula –incluyendo el consabido repertorio de canciones pegadizas en su banda sonora–, compensa sus convencionalismos con encanto suficiente. Por su parte, ambiciosa y potente, Dunkerque es otra muestra de la brillantez técnica y solemnidad de su director, de la que nos hemos ocupado oportunamente aquí.
Hay algo de bienvenida idealización en este nuevo opus de Steven Spielberg, algo de añoranza y de cierto anclaje a que en algunas cuestiones todo tiempo pasado fue mejor. Quizá por eso, para hacerle los honores al caso, The Post retrata con un dream team del cine y la TV el quiebre que significó para el periodismo de Estados Unidos la publicación por parte de The New York Times y The Washington Post de documentación ultrasecreta que desnudó la forma en que la Casa Blanca quiso ocultar el desastre militar que fue para Washington la guerra de Vietnam. Meryl Streep y Tom Hanks encabezan un elenco del que participan varios astros de las series que más alto rankean en el gusto popular: Bob Odenkirk (Better Call Saul, Breaking Bad), Matthew Rhys (The Americans), Alison Brie (Glow, Mad Men), Sarah Paulson (American Horror Story), Carrie Coon (The Leftovers), Jesse Plemons (Fargo) y siguen las firmas. Con ese seleccionado de cracks al frente, el director que está por estrenar el (muy probable) hit futurista Ready Player One, planta en pantalla una fábula sobre el bien y el mal, en el que el primero está representado por la prensa y el segundo por el poder político. Hay un vértigo constante en el guión que Spielberg dirige con mano firme, un ir y venir de personajes que viven exclusivamente para la exclusiva. El imaginario colectivo que piensa al periodista como un manojo de tensión ante la inminencia de la novedad, que fuma y está pendiente de lo que se publica aquí y allá: ese es el retrato que elige el film, montado junto a certeros planos de una vieja imprenta con planchas de plomo que prepara los titulares que ayudarían a cambiar al periodismo de Occidente. Los personajes centrales de la historia son los que motorizan el relato, y pese a que Hanks compone al editor del Washington Post de aquel entonces, quien mueve el amperímetro es la Kay Graham de Streep, dueña del periódico y que ve el juego desde afuera del periodismo pero con la mirada filosa a la hora de las resoluciones. Su moderada dama de hierro, por si caben dudas de su peso dramático, toma la decisión clave en una escena fundamental para que la buena de Meryl esté entre las candidatas al Oscar a Mejor Actriz Protagónica. El periodismo que busca perforar los secretos del poder es el héroe de la historia, un combo de Avengers que tienen enfrente a los paladines de la mentira, enclaustrada en una White House todopoderosa que tiembla ante la posibilidad de que los documentos sean revelados. Allí es donde está el anclaje spielbergiano en su fe por la verdad, pero sobre todo está puesta en la labor de la Justicia, gigante e indiferente ante los intereses de los pasillos del poder. ¿Podría situarse en la actualidad un trabajo que plantea que el Poder Judicial decide sin presiones ante un juicio del Poder Ejecutivo contra dos diarios? No hay nada en la narración que indique intrigas palaciegas o presiones de ningún tipo. Hay una Justicia que decide la opción más justa y ya. El bien y el mal claramente definidos, la imparcialidad impoluta en medio de la grieta, sin intereses ni parcialidades. Toda una obra de ficción.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
La verdad los hará libres Después de "Lincoln" (2012) y la excelente "Puente de espías" (2015), Steven Spielberg vuelve a hurgar en la historia de Estados Unidos con "The Post", que está nominada a dos Oscar (mejor película y mejor actriz protagónica). Esta vez se centra en otra historia verídica: en 1971, el diario "The Washington Post" se enfrentó a presiones políticas y judiciales por dar a conocer documentos confidenciales que revelaban secretos sobre la participación de EEUU en la guerra de Vietnam. Estos documentos dejaban al descubierto mentiras acumuladas durante cuatro períodos presidenciales, por lo que es fácil adivinar la presión (¿no?). Si bien la divulgación también involucró al "New York Times", el director se detiene en el "Washington Post" y en dos protagonistas: Ben Bradlee (Tom Hanks), el jefe de redacción del diario, y sobre todo Katharine Graham (Meryl Streep), la dueña del diario en tiempos conflictivos, cuando los hombres dudaban (y algunos todavía dudan) de la capacidad de una mujer para dirigir una empresa. Con estos elementos y su gloriosa precisión narrativa, Spielberg construye un thriller periodístico para comerse las uñas. El manejo de los tiempos es clave en "The Post". La tensión sube casi imperceptiblemente, mientras los personajes luchan con sus dilemas éticos y sus inseguridades. Spielberg logra un difícil equilibrio entre la mirada crítica y la mirada idealista, aunque la nobleza de sus protagonistas podría ponerse en duda (más si uno lee ciertos datos biográficos sobre Ben Bradlee). De todas formas, el director esquiva la solemnidad y la tentación del discurso trascendente, y eso siempre se agradece. La película tampoco apela a la nostalgia fácil. No se regodea en un tiempo en que supuestamente el periodismo fue más serio o influyente, pero sí sirve para refrescar algunos conceptos fundamentales que el periodismo ha bastardeado en esta era de urgencias y posverdades. Para comprender mejor esta historia habría que aclarar que "The Post" funciona como una precuela de "Todos los hombres del presidente" (1976), la película de Alan J. Pakula que narraba el famoso caso Watergate de 1972, que también fue destapado por el "Washington Post". "The Post" no brilla ni emociona como su antecesora "Puente de espías". Aquí los personajes tienen un perfil más esquemático y los personajes secundarios no vibran. Por eso todo el peso de la pantalla recae sobre Meryl Streep y Tom Hanks, que por supuesto están a la altura. A Hanks la madurez le sienta cada vez mejor, y Streep construye delicadamente el arco de transformación de su personaje, una editora que pasa de "tildarse" ante los hombres poderosos a descubrir su enorme y propio poder.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
La precuela de Todos los hombres del presidente… The post es una crónica periodística exitosamente abarcativa, con 3 claros objetivos: contar la historia moderna del Washington Post, exponer el trasfondo político de la guerra de Vietnam y, sobre todas las cosas, rendir tributo cinematográfico a la libertad de expresión. Quizás no sea tan impactante como The Globe, pero sin lugar a dudas es una película que vale la pena ver. Lo mejor: · Brillante cinematografía · La narrativa es virtuosa y logra un buen balance de contenidos
Crítica emitida por radio.
The Post seguramente esté lejos de ser uno de los mejores films de Spielberg, en este punto de su carrera y en adelante es poco probable que algunas de sus futuras obras supere o esté al nivel de las predecesoras que lo convirtieron en el gran cineasta que es. Sin embargo, el que uno de los pocos directores clásicos que aún continúa trabajando realice un film como éste, habla mucho más del valor de la obra en cuanto a la necesidad relevante del tema que aborda, en este caso de la labor del periodismo. Con el impecable manejo del lenguaje de las imágenes, Spielberg asume responsablemente su lugar y visión de los hechos que llevaron a los periodistas del Washington Post a investigar y denunciar los engaños y secretos del gobierno estadounidense detrás de la guerra de Vietnam. Así como las máquinas de escribir y las imprentas son las herramientas a utilizar para que la verdad y la libertad de prensa lleguen al pueblo, Spielberg se encarga de lo mismo a través de la cámara como elemento transmisor de los hechos. Y se encarga de hacerlo sustentado por dos pilares del periodismo ideal, aquel que mantiene sus principios a pesar de todo, desafiando todo a su paso, y sobre todo a los poderosos. Las figuras de Katherine Graham (Meryl Streep) y Ben Bradlee (Tom Hanks) glorifican al verdadero periodismo en una doble lucha contra la imagen de la institución periodística como empresa y la publicación de documentos secretos. Ambos personajes, desde distintas posiciones pero luchando por una misma causa, se enfrentan a un golpe de realidad. Un golpe que implica dolorosamente aceptar la mentira vivida por años, ambos tuvieron fuertes vínculos con ex presidentes y burócratas de los gobiernos antecesores a Nixon, y separarse de la zona de confort no borrando el pasado, sino haciéndose cargo del mismo al exponerlo para cambiar el presente. Y si para hacerlo hay que eludir toda presión política y censura institucional, que así sea. Todo lo que se pone en juego, desde la carrera profesional del grupo de prensa del Washington Post, el lugar de Katherine como mujer que se divide en proteger los intereses de su herencia familiar o el abrirse paso por sus propios medios en una sociedad poco dispuesta a permitírselo y hasta las vidas de los soldados que son enviados a su propia muerte, es narrado con la eficacia de los grandes clásicos del suspenso. No por ser un film de periodistas manteniendo diálogos en oficinas significa que pueda privarse del lenguaje rítmico del género para poder contar esta historia. El elemento de suspenso como herramienta narrativa le aporta la intensidad y el sentido del riesgo que corren estas personas dentro del periodismo investigativo. The Post quizás tenga en su conformación todo lo que suele buscar para premiar una institución frívola y políticamente correcta como lo es la Academia de Hollywood, pero es en su importante mensaje y la ejecución del mismo donde el film halla su razón de existir. Dimensiona aún más lo relevante que es la labor de la prensa, y que sobre todo nunca debería dejar de serlo. Un recordatorio de lo que alguna vez fue y debería ser siempre el periodismo. Si eso es entendido, o al menos tenido en cuenta, entonces Spielberg ha dejado con esta obra una importante enseñanza. Razón suficiente para que exista y sea vista. Films así nunca están de más, los cuales siempre son y serán necesarios. Tanto como la libertad de prensa y la responsabilidad de sus principios para con la sociedad.
Ultimamente hay unos cuantos directores veteranos que están sacando películas como chorizos. Y no hablo de cineastas ignotos sino tipos de la estatura de Ridley Scott, Clint Eastwood o, quien ahora nos ocupa, Steven Spielberg. Es como si el demonio estuviera a punto de chuparles el alma, que filman, filman y filman a un paso agotador, como un deseo de engrosar su legado antes que los alcance la muerte. El drama con esto es que el apuro los hace cometer pifias (vean sino las últimas Alien de Scott o 15;17, Tren a Paris de Eastwood, que no tuvieron el beneplácito de la taquilla ni de la crítica), y ahora es el turno de Spielberg. Con seguridad nadie va a encontrar una critica mala de The Post: Los Oscuros Secretos del Pentágono debido a la prominencia del tema y del director… pero lo cierto es que es una película terrible. Buenas perfomances (y malas pelucas) no camuflan la desprolijidad de la historia y, mucho menos, la ausencia de tono didáctico para ubicar al espectador en algo que ocurrió hace mas de 40 años. El intento de hacer un fuerte discurso sobre la libertad de prensa termina trivializando otros temas de fondo (¿cambió la guerra después de exhibir los documentos secretos del Pentágono que mostraban que la guerra de Vietnam era imposible de ganar y que todos los gobiernos previos la apañaron, manipularon y ocultaron al público norteamericano, eso sin mostrar la inutilidad del conflicto y la locura generalizada que cundía en el escenario bélico?), y hasta la esperada batalla legal final frente a la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos termina siendo omitida de manera tan inesperada como atroz. Entonces, ¿cuál es el punto?. Uno revisa The Post después de haber visto la miniserie La Guerra de Vietnam (2017) que actualmente se exhibe en Netflix, y por lo cual uno tiene todos los datos frescos en la memoria. El enfoque del libreto es atroz: en vez de apuntar a la épica del New York Times (quienes descubrieron los papeles secretos del Pentágono gracias al accionar de su reportero estrella Neil Sheehan), decidieron hacer hincapié en la publicación tardía de The Washington Post, quienes consiguieron los documentos 5 días después que el New York Times, hicieron artículos con información complementaria y ambos diarios terminaron jugándosela en la pulseada con el gobierno en la Corte Suprema de Justicia, quienes dictaron la prevalencia de la libertad de prensa. ¿Cual es la gracia de esto?. La movida, en todo caso, sólo contribuyó a que The Washington Post se volviera un periódico de prestigio y, años mas tarde, le disparara directo a la cabeza al retorcido Richard Nixon (presidente de EE UU de aquel entonces), revelando el escándalo Watergate y terminando con la renuncia de éste en 1974. En realidad el único merito de The Post es obrar como una precuela de Todos los Hombres del Presidente (1976), la cual es la película por antonomasia de conspiraciones gubernamentales y un filme que le saca varios cuerpos a la cinta de Spielberg. La realidad era ésta; en el gobierno de Kennedy había un secretario de defensa – Robert McNamara, un tipo brillante que venía de la Ford y que era amante de los datos estadísticos debido a su formación como CEO – que sobrevivió a la muerte de JFK y quedó en el gobierno de Lyndon B. Johnson, haciendo de intermediario con el gobierno de Vietnam del Sur. Para medir la eficiencia de su gestión McNamara alimentó las computadoras de la Rand Corporation con miles y miles de datos (personal propio y del enemigo, armas de ambos bandos, cantidad de bajas, etc) e hizo miles de cálculos cruzados llegando a la conclusión inexorable de que la guerra era imposible de ganar aún poniendo millones de soldados en el campo y gastando miles de millones de dolares en armas y recursos. A Johnson no le gustó el informe, a McNamara lo pasaron a la presidencia del Banco Mundial y LBJ puso un reemplazo menos analítico, mas sumiso y mas agresivo. El tema es que una copia del informe de McNamara quedó en la Rand y un asesor militar – desencantado con lo que vio en Vietnam – lo buscó y se lo filtró a la gente del New York Times. Los del Washington Post llegan tarde – desesperados por morder algo de la primicia -, agarran la segunda parte de los documentos y los publican, atrayendo todo el odio de Nixon. Es entonces cuando el presidente decide evitar posibles fugas de información en el futuro y crea un grupo de tareas llamados “los plomeros”, los que harían operativos sucios para espiar a periodistas y opositores… y quienes serían los torpes que caerían arrestados plantando micrófonos en las oficinas del partido Demócrata en el edificio Watergate. Portal SSSM / Arlequin, critica de cine fantastico, de culto, filmes de terror y ciencia ficcion Tomando este último párrafo como guía, uno puede intentar entender qué o quienes son los tipos que Streep y Hanks nombran al pasar y, lo que es peor, el filme los descarta porque prefiere subrayar las luchas intestinas de la dueña del The Washington Post con sus posibles inversores justo cuando precisa desesperadamente una inyección de capital y se topa con todo este escándalo. No sólo trivializa el tema desviándose por las finanzas del diario, sino que mete parrafadas para nada interesantes sobre la vida del personaje de Streep, eso sin siquiera profundizar en el personaje de Hanks (es Ben Bradlee!! el tipo que apoyó a Woodward & Bernstein a echar a Nixon de la Casa Blanca!). The Post es un filme profundamente anticlimático. No hay suspenso, no hay momentos de tensión, ni siquiera discursos profundos sobre la situación y la libertad de prensa. Todo va rápido y al pasar, y si a los yanquis le gustó es porque le gusta entronar películas de aire épico donde los periodistas derrotan a corporaciones e instituciones malvadas (algo parecido ocurrió con Spotlight, que me pareció tremendamente blanda – incluso figura el hijo de Ben Bradlee como el editor del diario que descubre los casos de abusos de niños por parte de sacerdotes católicos en Estados Unidos -, y que solo me parece una mala imitación de Todos los Hombres del Presidente con micrófonos ocultos, gobiernos amenazantes, corridas en callejones oscuros, jueces que aparecen a ultimo momento a proteger a los héroes, e imágenes de diarieros repartiendo fardos de periódicos con títulos rimbombantes). Si Spotlight era correcta pero estaba hecha de manera maquinal, The Post es una enorme pifia porque pone el acento en quienes acompañaron la historia y no en los verdaderos héroes (los del New York Times), se ocupa de las acciones del diario, va a las apuradas y ni siquiera reflexiona demasiado sobre la enorme importancia del asunto que acaban de destapar. Es una tonelada de frases hechas que pegan poco y llegan tarde, ya que The Post sólo hubiera sido efectiva si la hubieran rodado hace 40 años y cuando el público de la época (no los gerontes de ahora ni los millennials que ni siquiera saben escribir su nombre) hubiera tenido fresco el recuerdo y el impacto de un momento histórico tan importante, un suceso que aquí queda lamentablemente diluido y termina sin fuerza por la falta de un libreto mas ordenado y mas inspirado.