Disney y Amblin unieron fuerzas para llevar a la pantalla grande el fantástico cuento de Roald Dahl, aunque considerar a El Buen Amigo Gigante como un producto de Disney -salvo por la prolija distribución con que contará el film- sería una locura. Steven Spielberg, junto a todo su equipo de cabecera a bordo (Kathleen Kennedy, Frank Marshall, John Williams, Michael Kahn y Janusz Kaminski), se mueve sobre terreno ya transitado y el resultado es una mágica, conmovedora y hermosa historia fantástica sobre la relación de una niña huérfana (Sophie) y un gigante (amigable). El film, compuesto por escenas en live action más CGI, pone en evidencia las mejores cualidades de Spielberg. Casi como un ejercicio, El Buen Amigo Gigante (The BFG, 2016) constituye una vuelta a proyectos infantiles como Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio y ET, el Extraterrestre, que también contó con guión de Melissa Mathison. El Buen Amigo Gigante está claramente subdividido en dos partes, que generan identificación inmediata con otros grandes largometrajes como Hook, The Indian in the Cupboard y El Gigante de Hierro. La acción transcurre en Londres, ciudad en la que se plantea el conflicto de una sorpresiva desaparición de niños. En las primeras escenas se visualizan los alrededores de la ciudad hasta arribar al orfanato donde reside Sophie, y ahí viene la primera similitud con la habitación de los niños en Peter Pan o Hook. Luego de este prefacio, y cuando la relación ya esta afianzada entre los dos personajes principales, la película logra un vuelco muy favorable en la trama y en la dinámica. Podría decirse que todo cambia por completo y para bien, convirtiendo a El Buen Amigo Gigante en un mejor film. El acontecimiento que brinda el vuelco es efectivamente el encuentro con la mismísima Reina de Inglaterra, perfectamente interpretada por Penelope Wilton. De ahí en más, alguna monotonía que comenzaba a registrarse se convierte en pleno jolgorio y disfrute.
UN GARGAMEL BUENO Steven Spielberg regresa con esta película que mezcla animación y actores, luego de cinco años de su experiencia con la completamente animada “Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio” (2011), y nos trae uno de esos mundos que sólo él está acostumbrado a brindarnos: deslumbrante. Con grandes efectos visuales. El director sigue teniendo la magia de narrar de una manera única. Basado en el increíble libro del genial escritor británico Roald Dahl, de 1982, (que a su vez se basó en un cuento del mismo autor pero del año ´75), donde una niña huérfana es protagonista junto a un gigante, el último que queda en la tierra y que es bueno, porque, por supuesto hay otros, pero que no han evolucionado, que quedaron en la prehistoria y que aun desean comer niños. El actor Mark Rylance (“Puente de Espías” y Oscar 2015) es quien rellena el cuerpo del gigante, y es quién procura los grandes momentos divertidos, emotivos, y de enseñanza. Ruby Barnhill, interpreta a la niña huérfana, Sophie, con un papel impecable, que incluso en ocasiones “opaca” al gigante. No es la típica niña que suele verse en estas películas. Melissa Mathison, fue la guionista del film, adaptó a la perfección esta historia, un homenaje a ella también, fallecida hace menos de un año. El buen amigo gigante, es un Gargamel (Los Pitufos) cálido, con sentimientos y no solo de un gran tamaño, sino con un gran corazón y alma, que además sabe leer y por suerte es vegetariano… Luego de que Sophie lo descubra una noche, mirando por la ventana, la lleva al país de los gigantes y ahí comienza toda la aventura. Hay magia en la tierra de los sueños, donde el gigante y Sophie los capturan, pero también hay pesadillas. Este film no es solo una historia donde todo es color de rosas: hay un orfanato, secuestros, niños que desaparecen, canibalismo, gigantes malos, y la Reina de Inglaterra tiene que intervenir… ¿Qué hará con los gigantes malvados?
EL BUEN AMIGO SPIELBERG El creador de algunas de las películas infantiles más icónicas, Steven Spielberg, forjó un lenguaje visual para el asombro infantil tan reconocible que basta ver un fotograma de “El Buen Amigo Gigante” para saber donde estamos. El clásico libro infantil de Roald Dahl y la visión única de Spielberg son el complemento perfecto: el director y su personaje principal son en espíritu básicamente la misma persona. El gigante, juega abriendo y cerrando frascos de sueños que disparan la imaginación de los niños. Spielberg, por su parte, se inspiró para hacer “Encuentros Cercanos del Tercer Tipo” de recuerdos de ver una lluvia de meteoros con su padre, y basó a “E.T. El extraterrestre” en un amigo imaginario que creó para enfrentar el divorcio de sus padres. La historia de alguna manera es lo opuesto a E.T. (en este caso es la niña que debe regresar a su casa, huyendo de una tierra hostil). “El Buen Amigo Gigante” es una realización técnica impecable (pero que se acerca cada vez más al uncanny valley*) y con un extraordinario detalle en la tecnología de captura de movimiento, la actuación humana de Mark Rylance va más allá de cualquier cosa que se haya visto antes (Gollum y Dobby incluídos). Es justo decir que mucho no pasa en “El Buen Amigo Gigante”. La historia es lineal y de hecho, ese es uno de los puntos fuertes de la película. En 10 minutos Sophie (Ruby Barnhill) está en el país de los Gigantes. Luego hay un par de enfrentamientos con los gigantes malvados (el cabecilla con la malicia maravillosa de la voz de Jemaine Clement), y un extraordinario tercer acto en el Palacio Buckingham que involucra a la propia Reina, y… The End. Esta falta de complejidad narrativa le permite Spielberg sumergirse sin complejos en el mundo de Dahl. El vinculo de Sophie y el Gigante casi se juega como un romance platónico. Sophie, es una heroína con los ideales de Dahl: valiente e inteligente, con una terquedad explícita y esos rostros de asombro que tanto le gustan a Spielberg. Los niños son el objetivo que tiene Spielberg como público, no hay aquí guiños posmodernos, ni sarcasmo. Hacia el final de la película, su significado es nítido y claro: hay más magia en este mundo de lo que podemos ver. Y para Spielberg esa magia todavía radica en el cine.
Sophie es una pequeña niña huérfana. Pasa las noches rondando por el hogar, ordenando las cosas y leyendo. Pero todo cambia cuando una noche decide romper las reglas de un cuento, y es atrapada por un gigante con el que simpatizará rápidamente. Ahora, en La Tierra de los Gigantes, Sophie y su nuevo amigo BAG deberán atrapar sueños y esconderse del maltrato de otros gigantes, que lejos de ser amistosos, comen gente. Sophie y BAG deberán detenerlos cuando los gigantes carnívoros empiezan a secuestrar personas en Inglaterra. Siempre que Steven Spielberg estrena un nuevo film, es un acontecimiento. Ya sea si son de corte serio con aspiraciones a temporada de premios, o sin mayores pretensiones que sólo las de entretener, cada película suya llama la atención y merece ser vista. El Buen Amigo Gigante pertenece a este segundo grupo, y desde luego, no decepciona. Esta película se encasilla en el grupo de “criatura fantástica amistosa”, categoría que le calzarían perfecto a varias realizaciones de Steven Spielberg, y que, de hecho, las semejanzas que encontramos entre El Buen Amigo Gigante y ET saltan de inmediato. Pero con esto se da un problema, que es lo que le va a terminar jugando más en contra al film de cara a la taquilla. Porque si bien hay personajes ficticios, aventura (aunque a veces se parece más a un videojuego de plataformas que a una película) el tono del film queda poco definido. Por un lado nunca hay una amenaza real para los protagonistas, y sabemos que siempre saldrán ilesos por más peligrosas que pueden ser las situaciones. Pero el mayor defecto viene cuando pese a parecer un film infantil, no lo es. Los más chicos quizás hasta se aburran con una película, que no sólo peca de ser larga para lo que cuenta, tampoco presenta personajes carismáticos, y el tono de humor y comedia no pasa más de golpes o flatulencias. Y para los chicos un poco más grandes, seguramente se sentirán tentados por ir a ver a tortugas expertas en artes marciales, o películas con explosiones e invasiones extraterrestre. Este tono poco definido hace que si bien la idea y la realización en general sea buena, quienes más van a disfrutar en la sala de cine son los adultos que tienen un niño interno. La generación que creció viendo ET o más cerca en el tiempo, El Gigante de Hierro, va a salir de la sala con una sonrisa de oreja a oreja, pero seguramente muchos lleven a sus hijos o a los más pequeños de la casa y estos son los que se van a terminar aburriendo. El Buen Amigo Gigante es una buena película, de una factura técnica impresionante, pero con un guión bastante simple que nunca llega a impactar demasiado en el espectador. Esto, sumado a que no se sabe a qué tipo de público quiso apuntar Steven Spielberg, hacen de la película una apuesta incierta a la hora de ir al cine acompañando a los nenes de la casa.
Es indudable que Steven Spielberg es uno de los grandes narradores de historias del cine contemporáneo, sean de creación propia o transposiciones de obras literarias. En este caso, el director lleva a la pantalla grande un cuento fantástico de Roald Dahl (el mismo autor de Charly y la fábrica de chocolate). Aquí la trama gira en torno a una pequeña huérfana londinense, que en una de sus tantas noches de insomnio, descubre a un gigante en el balcón del orfanato. El gigante se da cuenta de que la niña lo ve y se la lleva a su tierra. Una tierra donde los sueños se pueden cazar y clasificar en botellitas. Donde el vínculo de la amistad y las buenas intenciones prevalecen como valores inquebrantables. Donde mora un gigante honesto, alquimista de sueños que se identifica con la pequeña y hará lo imposible por protegerla. Y como no todo es ideal en esta tierra, hay gigantes crueles y carnívoros que, además de maltratar al bonachón, se comen a los humanos. Nos encontramos ante un film en el que la irrupción de la fantasía y lo inexplicable funciona como llave para que la vida de la pequeña huerfanita se transforme. La intención final es que ella encuentre una vida “normal”, como la de cualquier otro niño. La vida que se merece. El factor fantástico, además, sirve como evasión de la cruda realidad y para adentrarse en el universo de la imaginación. Si bien la primera parte de la historia, desde que el gigante se lleva a la niña hasta que ella idea un plan, se torna un poco monótona, con giros narrativos repetitivos, la historia remonta en la desopilante secuencia final cuando la dupla protagonista decide recurrir a la reina de Inglaterra para frenar a los gigantes carnívoros. Ese tono melancólico y algo aleccionador que se venía gestando, se descomprime con un gran paso de comedia en la escena del té con la soberana. Momento en que las diferencias se olvidan, los gases de color verde son motivo de alegría y todos los personajes de este singular universo se aceptan y reconcilian.
La grandeza del espíritu. Si nos guiamos por el estilo del cine infantil actual, es imposible no percibir un ritmo vertiginoso y lleno de personajes altisonantes que invade a la gran mayoría de las producciones. Parece haber mucho temor de aburrir a los más chicos, inmersos en el mundo de los celulares, las tablets, los dibujitos animados psicotrópicos y la sobreestimulación constante. ¿Pero qué sucederá si los exponemos a una forma más tradicional de relato, con una historia que avanza a un ritmo completamente distinto? Tal vez sea este el mayor desafío que enfrente en nuestros días El Buen Amigo Gigante (The BFG, 2016), primera colaboración entre dos verdaderos gigantes de la industria: Steven Spielberg y la factoría Disney. El film es la adaptación de uno de los cuentos más populares de Roald Dahl, quién ya tuvo historias suyas llevadas al cine como Charlie y la Fábrica de Chocolate, Matilda y Jim y el Durazno Gigante, entre otras. En esta ocasión Spielberg vuelve a ponerse al mando de un relato infantil y desplegar su talento como narrador para contar la historia de Sophie, una huérfana que conoce a un gigante gentil, gracias al cual descubrirá un mundo fantástico al mismo tiempo que ambos emprenden un camino de aprendizaje mutuo, elemento clave de todo relato clásico. La producción, que estuvo prácticamente 25 años en proceso, cuenta con el último guión de la fallecida Melissa Mathison, quien también pusiera su talento al servicio de Spielberg en E.T. El Extraterrestre (1982), otra de las películas del director que involucra a un niño en una situación fantástica o mágica. Como decíamos al principio, el presente parece un film hecho para infantes, pero para quienes fueron infantes en otra época. El ritmo de la narración y la naturaleza de sus personajes le infieren un tempo que en primera instancia no parece asemejarse al de otras producciones contemporáneas, algo que podrá jugarle tanto a favor como en contra, dependiendo en qué vereda elijamos pararnos. Sin duda Spielberg es un hombre con una habilidad inmensa para dar vida a este tipo de historias, y se nota su mano en el modo en que se despliega el relato, con un estilo muy propio que eleva aquello que de por sí ya era un material original con peso. John Williams vuelve a colaborar con el director para aportar otro de los elementos característicos dentro de su estilo. El uso de actores de carne y hueso -complementado con una tecnología de captura de alto nivel- permiten que la estética del film dé un salto de calidad y se destaque por sobre otras producciones similares. Al mismo tiempo las actuaciones de la pequeña Ruby Barnhill, debutando en la pantalla grande interpretando a Sophie, y el ganador del Oscar Mark Rylance, dándole su voz al gigante (además de gestos y muecas que se transfieren asombrosamente a su homónimo digital), proveen esa humanidad tan necesaria a una obra cuya temática central es justamente la relación entre seres, tanto humanos como gigantes encantados. La parsimonia de la primera mitad del film, que se toma todo el tiempo necesario para desarrollar la relación entre Sophie y el gigante, se pierde un poco en el tercer acto, al mismo tiempo que se apoya demasiado en chistes un tanto más caricaturescos que buscan meramente sacarle una sonrisa al espectador, perdiéndose el costado más reflexivo de la obra. Estamos ante una película que probablemente disfruten más los chicos de 35 años que los de 10, pero no hay que perder las esperanzas.
El BFF El buen amigo gigante (The BFG, 2016) representa uno de los esfuerzos más flojos de Steven Spielberg. La película está basada en el libro homónimo de Roald Dahl, del cual podría decirse lo mismo. Quizás sea apropiado que al intentar adaptar una obra menor Spielberg no pueda sacar en limpio más que otra obra menor. Tratándose de dos de las mentes más imaginativas y seminales de la fantasía infantil, el resultado final es deslucido. La historia sigue a Sofie (Ruby Barnhill), una niña huérfana que es raptada de su hospicio en Londres por un gigante noctámbulo (Mark Rylance) y llevada al País de los Gigantes. Su captor es el BAG (“Buen Amigo Gigante”), un afable coloso que se dedica a cosechar sueños y diseminarlos durante sus escapadas nocturnas. Los demás moradores del País de los Gigantes comen niños y llevan nombres como Devoracarnes y Masangrón. Sofie tuvo suerte. Spielberg trae consigo a los sospechosos de siempre - Frank Marshall y Kathleen Kennedy producen, Rick Carter diseña, Janusz Kaminski filma, John Williams compone, Michael Kahn edita, etc. Obviamente la película se ve y se oye preciosa; de particular genio es que se evite hacer del “País de los Gigantes” el típico Wonderland multicolor y acaramelado, lo cual le da tanto más valor a los destellos de magia. De suma belleza es la escena en que el BAG y Sofie salen a cazar sueños como si fueran insectos, y tienen su primer encuentro con una pesadilla. El “dream team” de Spielberg es técnicamente insuperable, y la película marca el último trabajo de la fallecida guionista Melissa Mathison, autora de E.T. El extraterrestre (E.T. the Extra-Terrestrial, 1982). La labor de Mathison, esencialmente, es crear conflicto que el texto original no tiene, intercalando escenas en las que el BAG es abusado por los demás gigantes (los cuales le doblegan en tamaño) o buscan a Sofie para comérsela. Por lo demás no parece haber mucho en juego. En principio no hay drama en el secuestro de Sofie, dado que odia el lugar al que pretende volver. Luego se menciona al pasar que los gigantes han estado raptando a los niños de sus casas, pero como nunca se muestran sus villanías ni sus consecuencias, poco importa si Sofie logra detenerlos. La peor forma de establecer conflicto es decir en vez de mostrar. Por contraposición, en la versión animada de 1989 no sólo los gigantes se ven mucho más temibles sino que se los muestra cometiendo cosas a las que esta versión apenas alude. La última parte de la película flaquea a raíz de esto. Para entonces Sofie y el BAG han afirmado y reafirmado su amistad, y como no hay mucho más que eso en la película – nada parecido a un tema en desarrollo – sólo resta ver cómo ejecutan su plan maestro para librarse de los gigantes malos (el cual involucra aliarse con la Reina de Inglaterra). Como en tantos otros cuentos de Dahl, no hay realmente conflicto. El protagonista prevé uno y lo resuelve antes de que ocurra, y lo hace con una idea tan simple como descabellada. Sun Tzu estaría orgulloso. El resultado es una película muy simpática, con momentos emotivos llenos de fascinación o ternura, todo gracias al don que tiene Spielberg para sintonizar al niño interno del espectador. Es una decepción que esté al servicio de una historia tan insípida.
Un entretenidísimo y muy cuidado film, pero que con un poquito más de alma o ese toque mágico que no se puede explicar hubiera sido un producto perfecto. Se podría decir que van cambiando los géneros a medida que avanza la proyección: arranca con suspenso, sigue con ....
Es una noche fría en Londres, las calles están vacías y oscuras y todos duermen en sus camas, todos menos Sophie, una inteligente niña que vive en un orfanato a la espera de ser adoptada por una familia. Ella es la única que se mantiene despierta y recorre los pasillos del orfanato, cuando nota algo raro al ver por la ventana de su cuarto y de inmediato se oculta bajo la sábana. Sophie es llevada a un lugar inexplicable, en donde las cosas son gigantescas, ahí conoce a su “Buen Amigo Gigante” en donde tendrán una gran amistad y harán frente a los peligros que se acercan. Steven Spielberg vuelve al cine de fantasía y aventuras con esta historia llena de gigantes, magia, sueños y mucha dulzura y que además viene de la mano de Disney. El creador de “ET: El Extraterrestre” , “Jurassic Park” y director de tantos clásicos de los años 80 y 90 ahora trae un film para toda la familia. La película “El Buen Amigo Gigante” se basa en el libro infantil escrito por Roald Dahl, mismo autor de “Charlie y la fábrica de chocolates” y “Matilda”. Las actuaciones corren a cargo de Mark Ryalance (ganador del premio Oscar por “Puente de espías) interpretando al amistoso gigante y a la debutante en su primer film Ruby Barnhill como Sophie, en un debut brillante y con un personaje muy agradable. E los papeles secundarios nos encontramos a Rebecca Hall (Iron Man 3) y a Penelope Wilton como la reina de Inglaterra. Visualmente la película cuenta con buenos efectos especiales pero, aunque el 3D es poco notorio o casi nulo, eso no quita que se la pueda disfrutar. La música está a cargo del fiel compositor en la mayoría de las películas de Steven Spielberg, John Williams, quien sigue asombrando con su arte haciendo el largometraje aún mas disfrutable. Lo bueno: Mi Buen Amigo Gigante nos otorga una maravillosa historia en donde la amistad sale victoriosa, buenos efectos especiales, pero las actuaciones de Mark Rylance y Ruby Barnhill son lo más destacable de todo. Lo malo: La primera mitad de la película puede tornarse algo aburrida e incluso es algo oscura (que incluye gigantes devora niños) puede causar algo de miedo en el público más joven, pero luego sale bien parada.
SPIELBERG Y DAHL, DOS GRANDES PARA UN UN TRABAJO PEQUEÑO Sophie (Ruby Barnhill), una pequeña huérfana noctámbula descubre, por azar, la existencia de un colosal hombre deambulando por las calles londinenses. Al parecer, las 3 de la mañana suele ser la hora “mágica”, aquella -tal como relata Sophie- en la que los monos no salen a pasear o en la que las personas desaparecen. Y tal parece ser el destino de la pequeña huérfana. El gigante, al saberse observado, rapta a la niña y la traslada hasta la tierra de los gigantes. Por supuesto, tal como indica el título del film, no pasará mucho tiempo hasta que Sophie descubra el gran corazón que alberga su nuevo compañero, el cual en su tierra, es más bien un enano vegetariano a diferencia de los nueve restantes. Aparentemente, a pesar de que a los ojos de Sophie este sujeto es colosal, el mismo no posee ni el tamaño ni las prácticas carnívoras de sus compañeros, motivo por el cual es acosado y hostigado. giganteBautizado por la niña como BAG -Buen Amigo Gigante-, este descomunal personaje posee la habilidad de capturar e insuflar nuevamente los más diversos sueños y pesadillas. Y este particular trabajo será, en el marco de la historia, el elemento que permita destrabar esta carnicería “come niños” que parece no poder dejar de practicar sus compañeros de especie. Ciertamente, de no ser por el magnífico trabajo de fotografía, realizado por Janusz Kaminski, que capta hábilmente el carácter lúgubre de los espacios retratados en la novela original de Roald Dahl, al igual que el extraordinario trabajo que el film presenta en el marco de sus despliegues visuales, este film de Steven Spielberg está lejos de marcar una impronta. Aunque para ser justos, de seguro The Big Friend Giant, no es el la novela de Roald Dahl que mejor se preste para una trasposición ni de seguro tampoco está dentro de sus escritos más destacados. De todas maneras, es un film que los niños disfrutarán, además de ser un trabajo bien logrado. Esto más allá de que el guión no tenga, ciertamente, nada más interesante para ofrecer que estas dos ideas: los niños londinenses son sabrosos y siempre podemos contar con la reina cuando las salidas se acotan. EL GRAN AMIGO GIGANTE The BFG. Estados Unidos/Gran Bretaña/Canadá, 2016. Dirección: Steven Spielberg. Guión: Melissa Mathison, basado en la novela de Roald Dahl. Producción: Steven Spielberg, Frank Marshall, Sam Mercer. Fotografía: Janusz Kaminski. Montaje: Michael Kahn. Música: John Williams. Duración: 117 minutos.
Contra todos los males de este mundo El director de Tiburón, Indiana Jones y Jurassic Park regresa al cine de aventuras para toda la familia con una transposición del libro de Road Dahl a cargo de Melissa Mathison (guionista de otro de sus éxitos como E.T., el extraterrestre) y con producción de Disney. El resultado es siempre deslumbrante desde lo visual y -sobre todo en su segunda mitad- conmovedor en su retrato de la relación que se va estableciendo entre dos seres diferentes y rechazados: una pequeña huérfana de diez años (Ruby Barnhill) y el querible gigante al que alude el título (Mark Rylance). Juro que me asusté. La primera hora de El buen amigo gigante no parece de Steven Spielberg. O se parece a Hook, a Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal; es decir, a lo más flojo de su filmografía. Aclaro: no es que esa primera mitad sea mala. Es narrativamente impecable y visualmente avasallante (otro prodigio técnico de su factoría y van...), pero nunca se ve demasiado la mano, la marca, el estilo del Spielberg más intenso, más cinéfilo, más arriesgado ni más emotivo. Por suerte, todo mejora y mucho durante la segunda hora. Allí la película se convierte en un Spielberg puro y fascinante y es cuando El buen amigo gigante hace recordar a E.T.: El extraterrestre (no casualmente ambos films tuvieron guión de la recientemente fallecida Melissa Mathison) porque no sólo recupera esa inocencia, esa pureza, ese optimismo tan propios de sus historias (ese antídoto perfectr frente a tanto cinismo, sadismo y oscuridad en el cine y en la vida actuales) sino que además le agrega una bienvenida dosis de audacia y desenfado. La película arranca como una deslumbrante (sólo en el terreno visual, quedó dicho) historia sobre la relación que se va estableciendo entre Sophie (Ruby Barnhill), una niña de diez años que vive en un orfanato, y el querible monstruo al que alude el título (Mark Rylance, devenido nuevo actor-fetiche de Spielberg, tras ganar el Oscar por Puente de espías), pero luego sí se convierte en lo que todos esperaban: una entrañable historia de amor más allá de las diferencias concebida a pura emoción y con una larga secuencia ambientada en el palacio de Buckingham con la mismísima reina de Inglaterra (parece que nadie hace mejor ese papel que Penelope Wilton) que resulta hilarante y brillante. Así, en su anhelado regreso al cine de aventuras fantásticas para toda la familia luego de títulos para adultos como Lincoln o Puente de espías, esta incursión en el universo literario del admirado Roald Dahl -más allá de que indudablemente le cuesta tomar vuelo- un espectáculo visual extraordinario y, en ese segundo tramo, una demostración más del esplendor de un director de las inmensas dimensiones, facetas, matices y cualidades como Spielberg. El maestro está de regreso. El buen amigo gigante del cine.
Para los niños del cine clásico. Desde hace al menos una década, la obra de Roald Dahl empezó a utilizarse nuevamente como materia prima en el séptimo arte, entre las diferentes transposiciones se encuentra la nueva versión de Charlie y la Fábrica de Chocolate (2005), El Fantástico Sr. Fox (2009), esta última en formato stop motion, y algunas otras. De la misma manera que los directores de aquellos films, Steven Spielberg toma del cuento de Dahl la premisa y el espíritu autoral del inglés para luego incorporarle los rasgos que lo definen. El Buen Amigo Gigante (The BFG, 2016) es una historia apropiada para el universo spielbergiano porque trata sobre seres solitarios, dejados al margen. Por lo que no es casual que la encargada de la transposición sea Melissa Mathison, la guionista de E.T. El Extraterrestre, una película con la que El Buen Amigo Gigante guarda muchas similitudes temáticas. Sophie es una huérfana noctámbula que despierta cuando en el orfanato todos duermen y que sigue las reglas de un cuento. Cuando una de ellas se rompe aparece un gigante que la rapta, llevándola hasta la Tierra de los Gigantes. BFG, un personaje de 10 metros que vive “desde que tiene memoria”, rápidamente simpatizará con Sophie porque entre ambos hay más rasgos en común que diferencias. La gran virtud de Spielberg está en narrar esta historia utilizando una dinámica que hoy podría entenderse como aletargada o cansina, sin los efectismos formales usados como parches de un guión, especialmente por nutrir la película -casi de manera exclusiva- con la relación entre Sophie y BFG, y es ahí donde radica la fortaleza de la propuesta. La película, al tener un núcleo basado en un vínculo que se construye a partir del encadenamiento de situaciones, poco necesita de una acción hiperbólica. Es así que las pocas secuencias de acción surgen para romper la sensación de falsa teatralidad y poco ayudan a resolver el conflicto de la historia. Hacia el final, el encuentro de ambos personajes con la Reina Isabel provee momentos de una comicidad casi inexistente en el cine de Spielberg (recordemos la fallida 1941), a su vez la esencia del género está omnipresente en BFG, un personaje que tiene una especie de vocabulario propio (una razón más para ver esta película en un cine con una copia subtitulada). Spielberg regresa al relato infantil más clásico, a ese mundo que conoce muy bien sobre la soledad en la niñez, ensamblado a un modo de narrar que hoy está disminuido. Por eso no es de extrañar que todo su equipo técnico pertenezca a su núcleo duro, desde su editor Michael Kahn hasta John Williams, que regresa luego de haber dejado su lugar a Thomas Newman en la brillante Puente de Espías, el film anterior del director. Tal como ha sucedido con otras transposiciones de textos de Dahl al cine, aquí estamos en presencia de un cuento dirigido a los niños que, por sus elementos formales y narrativos, tiene más posibilidades de ser asimilado por un público más adulto, mejor dicho entrenado en el relato clásico de los cuentos cinematográficos infantiles.
Una gran rareza. En los 90 era habitual ver un film de Steven Spielberg año tras año, donde sorprendía con su despliegue visual y calidad en las historias. Pero iniciado el siglo XXI, uno de los directores más influyentes de la industria cinematográfica decidió dar un paso al costado para dedicarse a la producción ejecutiva y dejar el lugar a nuevos realizadores.
The BFG parece una película de aventuras familiar, que Steven Spielberg realizó en los años '90. Es como si se hubiese perdido en el tiempo, encerrada por décadas, pero con la asombrosa tecnología actual. Alejada de los loables pero algo pesados dramas biográficos que lanzó consecutivamente -Lincoln, Bridge of Spies-, la adaptación de una de las historias menos conocidas del autor infantil Roald Dahl tiene la pureza spielbergiana que recuerda al mejor E.T., pero cuya injusta competencia con la animación en secuelas que pueblan las pantallas de cine la ha relegado a las sombras. Y mas allá de que estamos frente a un Spielberg menor, no deja de ser una causa de celebración encontrar sus películas en la cartelera. La protagonista absoluta de esta historia es la pequeña Sophie, encarnada con frescura por Ruby Barnhill en su debut cinematográfico. Ella es una huérfana muy curiosa y llena de vitalidad, lo que le lleva una noche a cruzar miradas con un gigante que la rapta y la traslada a su guarida secreta. Este no es como los comehombres de los cuentos, sino que es mas pequeño pero, como bien reza su apodo, es grande y amigable. Spielberg vuelve a confiar en la experiencia de Mark Rylance que, con un flamante Oscar bajo su brazo, se presta a darle vida a esta creación digital por demás realista. Las primeras interacciones entre Sophie y el BFG desafían a los ojos del espectador con su combinación entre animación y personas de carne y hueso, pero eventualmente la bravura de la mano adiestrada del realizador termina de salvar ese escollo y la acción entre uno y otro terreno se deja seguir fácilmente. La narración tiene el mismo efecto. Ciertamente hay una meseta narrativa en donde se presenta el conflicto y se desarrolla la relación entre los protagonistas -incluido ese lenguaje inventado del BFG que tiende a cansar a veces-, pero en definitiva es una gran labor de parte de la fallecida Melissa Mathison, quien trabajó con Spielberg en E.T y no escribía un guión desde 1997. Donde realmente se aleja la acción de lugares comunes es cuando a la historia se le suma una visita a la mismísima reina de Inglaterra, que tiene una de las mejores escenas de la película en el desayuno, y a partir de ahí se dirige a mejores y más extravagantes pasturas para darle lugar al tercer y satisfactorio acto. Quizás no sea la mejor historia de Dahl, pero Spielberg la adapta con mucho gusto, y entrega secuencias fantásticas y muy coloridas, como el salto a la Tierra de los Sueños o cualquier secuencia que involucre a los gigantes, en especial esa persecución final que se vuelve de visionado imprescindible por lo que puede lograr el director en pantalla. Sumado a la sensibilidad de la dupla Barnhill + Rylance y una historia sencilla y muy vistosa, The BFG resulta un divertimento absoluto alejado de tantos peces de Disney, ardillas o animales prehistóricos en pantalla. Y con el sello del celebrado cineasta, ¿qué más que eso se puede pedir?
Es la primera vez, en todos estos años, que Steven Spielberg se junta con la gente de Disney para realizar un largometraje. Y no cualquier largometraje. Junto a la guionista Melissa Mathison (también responsable de “E.T., el Extraterrestre” y fallecida a finales del año pasado), el director se anima a llevar a la pantalla uno de los tantos clásicos literarios de Roald Dahl y, de esta manera, retornar a sus fuentes más fantásticas, esas que quedaron un poco por el camino cuando se puso más serio y empezó a ocuparse de historias más dramáticas y reales. “El Buen Amigo Gigante” (The BFG, 2016) es pura magia, encanto y humor, no sólo desde lo visual, si no gracias a sus dos personajes principales: la pequeña Sophie (la debutante Ruby Barnhill), una huerfanita en busca de aventuras que no le tiene miedo a nada, y su peculiar compañero grandote a quien el oscarizado Mark Rylance (“Puente de Espías”) le pone el cuerpo y la voz, a través de la técnica de captura de movimientos. Esta relación es el alma de un relato ambientado en Inglaterra en algún punto de la década del ochenta. Todo comienza cuando Sophie descubre las incursiones nocturnas del gigante, y este la secuestra por miedo a que revele sus secretos. El gigantón no es el mayor de los problemas de la nena que pronto descubre que hay criaturas más grandes y poderosas gustosas de masticar humanos, algo que su nuevo amigo desaprueba y decide regresarla al orfanato para que no corra ningún peligro innecesario. La separación dura poco y la extraña pareja termina compartiendo sus días recolectando sueños (y alguna que otra pesadilla), tarea a la que se dedica este BFG (Big Friendly Giant, o en su defecto BAG) para luego regalárselos a los niños que más lo necesitan. Pero sigue estando el problema de los gigantes violentos que quieren invadir la ciudad para secuestrar pequeñines y comérselos de almuerzo. Sophie y su amigo bonachón van a idear un plan para frenarlos, pero antes necesitan el apoyo de la mismísima reina de Inglaterra. Spielberg nos relata un cuentito cargado de ternura, mucha imaginación y algunos chistes flatulentos. Sí, Steven se animó a jugar con el ridículo y su propio niño interior de la mano de una puesta en escena impresionante y una dupla protagonista que es puro carisma y diversión. Sophie es la verdadera heroína en esta historia, pero es Rylance con su forma tan particular de hablar (por favor véanla en su idioma original), e impregnar a un personaje realizado íntegramente por computadora con su espíritu amable, el que se lleva todos los aplausos. “El Buen Amigo Gigante” es una fábula sencilla e infantil -aunque no es exclusiva para los más chicos- que nos pasea por los escenarios más fantásticos (especialmente el País de los Sueños) y nos conecta con la soledad de estos personajes necesitados de amistad y un poquito de afecto. Un cuentito de hadas que no necesita de muchos giros en su trama para emocionarnos y arrancarnos unas cuantas carcajadas, la curiosa relación entre una nena de diez años y un gigante de diez metros y todo lo que se desprende de ello.
LA AMISTAD DE LOS DIFERENTES El esperado regreso de Steven Spielberg al género de la fantasía y la aventura. El lugar donde por sus declaraciones se siente más libre y feliz. La base en un cuento de Roald Dahl con su cuota de terror para niños, aventuras, integración de los diferentes y humor. Desde el punto de vista técnico la realización es impecable, da placer ver como se resolvieron los desafíos del cuento con los efectos especiales. La historia de una nena que no puede dormir en el orfanato donde se aloja y por eso descubre a un gigante que se pasea por la ciudad y la rapta. La lleva a los saltos hasta su tierra donde iniciaran una amistad, ella no tiene a nadie y el tiene a otros más gigantes devenidos en salvajes y caníbales que lo torturan. El gigante bueno se ocupa de atrapar sueños y cuando tiene que defenderse de los malos, la clave es recurrir a la reina de Inglaterra. Un poco larga al principio después se mete de lleno en el humor, la ternura y esa emoción que Spielberg maneja como nadie. Conto con el guión de Melissa Mathinson (la misma de ET, que ya murió). Los actores merecen una mención aparte: Mark Rylance (Puente de Espías) es el gigante pero reconocible, la niña Ruby Barnttil que debuta aquí y una reina perfecta al talento de Penélope Wilton (Down Town Abbey). Un bello entretenimiento para toda la familia. No se la pierda.
Roald Dahl es uno de los escritores infantiles, cuyas adaptaciones al cine, mejor han sido plasmadas; Matilda, La Maldición de las Brujas, James y el Durazno Gigante, y las dos (bien diferentes) versiones de Charlie y La Fábrica de Chocolate son prueba de ello. Esta vez, es un libro suyo escrito en 1982, conocido por acá como El Gigante Bonachón, que ya había sido llevado a la pantalla – televisiva – en 1989 en un injustamente olvidado film animado dirigido por Brian Cosgrove. Ahora la batuta recayó en mano de uno de los directores más influyentes de los últimos cuarenta años, Steven Spielberg. El resultado, de un gran narrador y un gran realizador, queda a la vista en El Buen Amigo Gigante. Sophie (Ruby Barnhill) es una huérfana que vive en un oscuro orfanato londinense. Por las noches, las calles de la ciudad son visitadas por el gigante que transporta los sueños logrando que nadie note su presencia. Una serie de accidentes y tropiezos, llevan a que Sophie termine descubriendo cara a cara la existencia del gigante, quien se verá obligado a secuestrar a la pequeña para que no divulgue su secreto, y la lleva hasta su tierra. Una vez allí, el BAG (o Buen Amigo Gigante, como se autodenomina) deberá ocultarla de los otros gigantes, que no son ni tan amistosos ni tan nobles como él. Es posible que BFG, como es globalmente conocido, no sea el relato más inspirado de Dahl, su desarrollo es casi lineal y apunta a un público bien pequeño. Sin embargo, todos los ingredientes que lo hicieron famoso se encuentran ahí. El toque retorcido de oscuridad tamizado con algo de inocencia, la mirada al mundo adulto desde los ojos de la infancia y algún adulto aniñado, y la permanente ubicación en ese período de crecimiento entre la infancia y la pre adolescencia. También encontramos en el film todo lo que hizo de Spielberg un indiscutido en el mundo del entretenimiento made in Hollywood. El sentido de la aventura permanente y el mundo o misterio por descubrir, los personajes que persiguen fines nobles, el ritmo constante que ni decae ni se apresura, y cierto sentido del humor filtrado en medio de algo de oscuridad. Los puntos en común entre el autor y el director son varios y aquí quedan traslucidos con ayuda del guion de la experta y recientemente fallecida (la película está dedicada su memoria) Melissa Matheson. Con dos segmentos bien diferenciados entre la primera y segunda hora, el cuento (que en definitiva eso es), no se apresura, se toma el tiempo para que la niña y esta especie de anciano de 24 pies de altura, se conozcan, se desafíen, y descubran el porqué del ¿nombre? ¿apodo? del gigante. Para luego sí, pasar a un tramo de aventura que los llevará de regreso a Londres, al Palacio de Buckingham, y a la debida batalla. Esta segunda etapa resulta mejor definida en el conjunto gracias a un mejor aporte de la comicidad y un timing más ágil y aceitado. Todo es inocente en el mundo de BAG, aun cuando las imágenes se tornen oscuras, los niños (el público al que está apuntada) se identifican con la curiosidad y la valentía de Sophie, un pesonaje desbordante de carisma que encuentra en Barnhill una simpática intérprete. Pasará un buen tramo hasta que podamos ver a otro humano, en el medio, es casi una obra de dos personajes, una humana y un mundo definido por una animación digital que no busca ser realista, y de este modo sale bien parada. Si bien está plagada de detalles, y el avance en la creación de personajes (sobre todo en lo que siempre era un punto flojo, los ojos) es notorio, el hecho de todo parezca algo caricaturesco nos hace recordar que estamos en un cuento, uno de Roald Dahl, y estas podrían ser las ilustraciones libro. En esa simbiosis de casi una hora en donde hay un humano en medio de un ambiente digital, no solo el 3D se potencia, sino que la amalgama es muy cómoda y no se siente impostada, puesta por encima. Las piezas son las correctas y los artífices son los adecuados. El BAG quizás sea una película menor y de pretensiones más bien medidas, pero que encuentra en su tono amable un gesto que al espectador caerá como encantador. Hay gracia, hay risas y carcajadas, y una sonrisa que se mantiene permanente. Allí donde el relato parece decaer y tornarse algo monótono, aparece la mano de un gran creador como Spielberg para recordarnos por qué se ganó ese merecido título. De seguro, en manos de cualquier otro realizador hablaríamos de otros resultados.
“¿De qué murió?” preguntó uno, a lo que el otro respondió “de filmar por encargo”. Así bien podrían plantearse la situación entre dos espectadores que salen de ver “El buen amigo gigante” (USA, 2016) o simplemente “El BAG”, reciente producción dirigida por un Steven Spielberg que se va desdibujando en cada escena que presenta de la propuesta. Si con “Tintín” ya había conocido el sabor amargo de no terminar de llegar al público, en esta oportunidad, una vez más, termina por desconcertar tras la lograda “Puente de Espías” (USA, 2015), por citar sólo uno de los casos más recientes. Acá, Roahl Dahl sirve de inspiración para una historia fantástica, que comienza con un misterioso ser que se mueve sigilosamente por las calles de una ciudad que bien podría ser Londres, pero también cualquier recoveco que en los años 60/70 del siglo pasado se hubiese quedado parado en el tiempo. Además del misterioso ser, una niña llamada Sophie (Ruby Barnhill), huérfana, habitante de un hogar para pequeños sin familia, curiosa, inquieta, será “secuestrada” por el BAG y llevada a tierras lejanas en donde éste habita. Sophie, sorprendida, porque entiende que el BAG, el gigante, de buen amigo nada, y que intentará comerla como si fuese uno de los asquerosos alimentos a los que éste está acostumbrado a ingerir. Pero no, Sophie conocerá la verdadera faceta del gigante, un ser sometido por sus pares, también gigantes, quienes acuden a verlo para que pueda solucionarles temas de salud o algún detalle menor relacionado a la ropa y alimentos. Entre ambos se forjará una amistad entrañable, hasta el punto, que aún a expensas de poner en riesgo su propia integridad, el BAG, defenderá a Sophie de los intentos del resto de gigantes, que querrá encontrarla para comerla. Durante la primera parte del filme, Spielberg acompaña a los amigos en su viaje de conocimiento mutuo, acercando la propuesta a otros filmes anteriores del director como por ejemplo “E.T”, en el que un ser “extraño” conecta con un “terrestre” y a partir de allí la épica del filme desandará los caminos por los que el encuentro y conocimiento devuelven una entrañable historia de amor y amistad. Pero en ese filme, Spielberg supo poner todo, alma, pasión, esmero, inventiva, etc., mientras que aquí, al excederse en efectos visuales generados por computadoras, todo suena muy artificial, tanto, que hasta por momentos se distorsiona el verdadero vector de la historia. “El BAG” luego desarrolla la narración hacia un lugar en el que la unión de Sophie y el BAG, junto con la Reina de Inglaterra (Penelope Wilton), deberá detener la posible invasión de los malvados gigantes que viven acosando a éste en la Tierra. Ya para ese entonces la película pierde su encanto y se vuelve un sinfín de bromas escatológicas acerca de gases, del vocabulario inventado de el BAG y otras cuestiones de las que Spielberg nunca pudo volver, que terminan por configurar un producto menor y artificial, dirigido para personas que fueron niños en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado, ubicando el filme dentro de la obra de un autor que debe enfocarse, inevitablemente, en sus propios proyectos para seguir cautivando al público.
Una caricia al pasado El cine ha mostrado a lo largo de su historia que los amigos pueden venir en todos los tamaños, colores y lugares. Desde un extraterrestre que todo lo cura, a un gigante de metal y hasta un enorme perro rojo. La amistad esta en todos lados, solo hay que saber buscarla. El gran Steven Spielberg vuelve a la pantalla grande para mostrarnos que todavía sigue siendo uno de los más importantes cineastas de la historia, con su película El buen amigo gigante (The BFG), historia basada en el libro de Roald Dahl. Una trama llena de ternura, amistad, música y sueños. Spielberg nos muestra en su película esos clásicos efectos especiales que hicieron que sea EL SEÑOR SPIELBERG, trayendo a la pantalla gigantes animados y sueños de colores que vuelan. Otra cosa que vuelve a traer Spielberg son los niños. En este caso le da su oportunidad a un gran futuro talento, Ruby Barnhill, una dulce niña con anteojos y un acento inglés bien marcado. Y además para destacar es la música del eterno compañero de Spielberg, John Williams. Creo que no hace falta decir mucho de ella, pero es preciosa. Por último, algo que me gustó muchísimo es el idioma que se inventó Roaald Dahl para los gigantes: el Gobblefunk. Actriz Ruby Barnhill: esta niña inglesa tiene un futuro enorme. De por sí, haber sido elegida por Steven Spielberg para su primera película es un logro enorme. A su actuación la acompaña un encanto y una ternura que hacen que sea difícil no quererla.
Dos huérfanos En la década de los noventa Steven Spielberg logró finalmente ganar el Oscar a mejor director y mejor película, fue por La lista de Schindler. Si años más tarde James Cameron al recibir el máximo premio gritó ¡Soy el rey del mundo! Spielberg en su mejor momento dedicó el premio a los espectadores. Recuerdo la profunda emoción que sentí frente a esa dedicatoria. La misma que he sentido desde chico viendo sus películas. Ese sentimiento no ha cambiado, aunque yo sea ahora un espectador adulto. Contrario al lugar común, no vuelvo a sentirme niño cuando veo las películas de Spielberg, las disfruto como adulto. Lo que sí vuelvo a experimentar es ese diálogo entre el realizador y yo. Siento que la película está pensando en mí, que no veo las cosas de afuera, que no soy testigo de algo que no me corresponde. Spielberg y su cine me comprometen, me hacen sentir parte indispensable. El cine de Spielberg es un cine de huérfanos. A veces, como en El buen amigo gigante, la orfandad es real. Pero muchas veces es la sensación de soledad y desamparo que puede haber en cualquier persona, esté realmente sola o no. Solo está Elliott en E.T., pero también está solo Viktor Navorski en La terminal. Perdidos buscando una familia están los protagonistas de El imperio del sol, Inteligencia artificial y Atrápame si puedes. La insistencia sobre la soledad en el cine de Spielberg atraviesa gran parte de su obra. Pero no todo es oscuridad, a veces esos personajes solitarios ayudan a otros, a veces esos huérfanos son capaces de rescatar a otros. Oskar Schindler abandona su cinismo para salvar vidas, el paleontólogo Grant abandona su hosquedad para proteger a dos niños en medio del Jurassic Park. Pero alguien, en algún momento de casi todas las películas de Spielberg, es abandonado, abandona, sufre el abandono. Y en esta idea de la soledad y el abandono, que en mayor o menor medida afecta a todas las personas, están uno de las claves del universo Spielberg. Su punto de mayor oscuridad fue sin duda La lista de Schindler, con aquella niña del abrigo rojo que terminaba muerta, la pista definitiva de cómo Spielberg veía la irrupción del nazismo como la pérdida total de la inocencia en el mundo. Ni los niños de las películas de Spielberg podían ser salvados. Cuando Sophie, la protagonista de El gran amigo gigante elige ponerse en la casa del gigante una chaqueta roja, parece no ser casualidad, la chaqueta pertenece a un niño que no pudo ser salvado. Toda la película parece un regreso al más puro Spielberg, al de E.T., y no por nada la guionista es Melissa Mathison, la recientemente fallecida guionista que escribió en 1982 E.T. El extraterrestre. Tampoco hay que subestimar que se trate de una adaptación de Roald Dahl, el mismo de Matilda, entre otras historias de solitarios. El buen amigo gigante es un refugio absoluto, es un espacio de protección en todos los aspectos posibles. Por un lado la huérfana Sophie, sumergida en un mundo horrible (el mundo, bah) sobrevive a través de la literatura de ese otro genio que poblaba su obra de huérfanos y solitarios: Charles Dickens. Y el Gigante es la definición misma de protección. Gigante, poderoso, pero bueno, más que bueno, simpático, cálido, gracioso, simple. A contracorriente de esta época en el cine y la televisión, tal vez a contracorriente de muchas otras épocas también. Su trabajo es dar sueños. Su trabajo es ir por las noches permitiendo soñar. El gigante es un gran protector que actúa a través de los sueños. El Gigante es el cine, es la literatura, es la fantasía, el arte, es un artista también. No cualquiera, uno que practica el arte de los artistas protectores. De los que saben que el mundo es como es, pero eligen apostar contra el cinismo. Así como es común que las personas nos sintamos solas, también es común que tengamos esperanza, que como la adorable Sophie, detrás de todas nuestras dudas y angustias habite un enorme e irrefrenable deseo de creer, de soñar, de ser felices. No hay un huérfano solo en El buen amigo gigante, hay dos. Son dos miradas sobre el tema en una sola película. Sophie encuentra su camino, pero el Gigante está más cerca del héroe solitario de Guerra de los mundos, aun cuando su final no sea ni de cerca trágico, es un poco más agridulce. Sería injusto pasar por alto la maestría de Spielberg como narrador, y aunque nos hemos acostumbrado a que sea el mejor, eso no debería llevarnos a dejar de notar su “invisible” perfección narrativa. La belleza de las primeras escenas, ese comienzo con una Londres que parece intencionalmente victoriana aunque la historia transcurra en el presente, es una maravilla estética. La fotografía impecable de esos primeros momentos se lanza luego a esa otra tierra de sueños, donde el gigante bueno –que sueña, que cree, que no come niños- convive con torpes y malvados gigantes, villanos que básicamente nunca han madurado. Y ese tercio final multicolor, con la Reina de Inglaterra incluida, una fiesta de comedia y alegría. Del orfanato al Palacio es el camino del interior de Sophie. De estar escondida bajo las sábanas ocultando su amor por la ficción, abandonada a su suerte, a la felicidad de sentir comprendida, querida, cuidada. “Los pocos momentos en los que me siento sola” dice ella al final. Siempre hay algún momento así, aun cuando estamos contentos. Spielberg no solo cuenta una historia de protección, de sueños, de amor por la fantasía, sino que también su película lo es. Un refugio incluso para él mismo, porque es un regreso a sus fuentes. Una película que nos hace sentir también protegidos como espectadores. Estoy convencido que es más fácil ser cínico que creer en algo. Es más sencillo se pesimista que apostar a que todo tiene sentido. Por suerte Spielberg sin negar la realidad del mundo, sabe que tiene en sus manos una herramienta poderosa: El cine. El buen amigo gigante es también una reflexión sobre el cine, sobre la fábrica, o en este caso la casa artesanal, de sueños. Los sueños que anidan en los niños y también en los adultos.
Vuelve Steven Spielberg al cine familiar con El buen amigo gigante. En El buen amigo gigante Steven Spielberg es protagonista de varios reencuentros: Mark Rylance, ganador del Oscar por la anterior película del director, Puente de Espías; John Williams componiendo la banda sonora; guión de Melissa Mathison (quien escribió E.T. y a quien está dedicada esta, la última película que escribió antes de fallecer en noviembre del año pasado). Pero además, El buen amigo gigante también significa dos primeros encuentros: con Roald Dahl y con Disney. El resultado es una película encantadora a simple vista, bastante infantil sin embargo, capaz de retratar temas tan adultos como la soledad, la marginación y la amistad. La trama comienza de manera sencilla. Sophie (interpretada por una niña llamada Ruby Barnhill, que hace su debut en el cine ni más ni menos que con este protagónico) es huérfana y vive en un orfanato donde no se halla. Por las noches no puede dormir, así que se distrae paseando sola por el edificio o leyendo en su cama iluminada con una linterna. En medio del silencio de su cuarto, es más susceptible a oír y percibir lo que sucede en la calle. Y cuando se anima a salir, descubre primero a través de una mano grande como un cubo de basura, y luego se revela como un “monstruo”. Éste inmediatamente la rapta, sabe que no puede dejarla ahí después de que lo haya visto. Así empieza la aventura. Sophie es raptada por este gigante que la lleva a una tierra desconocida para los humanos, donde vive con otros de su especie, aunque él sea el de menor tamaño. Es que al poco tiempo de llegar al hogar de este gigante, Sophie descubre primero que no es un monstruo malvado, y segundo, que los de su propia especie lo burlan y lo marginan, y claro, se quieren comer a la niña a la que él protegerá. La primera parte de la película es sin duda la más atractiva, especialmente a nivel visual. A Mark Rylance lo podemos reconocer aunque su personaje tenga unas orejas exageradamente grandes. Mientras que los otros gigantes sólo cuentan con las voces de actores como Jermaine Clement y Bill Hader. No obstante, es en la segunda mitad donde la historia parece avanzar. Cuando los ahora amigos, Sophie y El buen amigo gigante, BFG por sus siglas en inglés, descubren el plan de los otros gigantes que consiste en raptar y comerse a los niños de Inglaterra. Como BFG trabaja con los sueños, logra hacer una especie de inception a la reina y acuden a su ayuda. A partir de este momento, las secuencias en el castillo son más bien de un humor simplón, demasiado infantil, y que quizás hasta parece salido de sketchs. No obstante, más cerca del final, el film vuelve a lograr su fuerza inicial. Es cierto que a grandes rasgos, El buen amigo gigante no está entre los mejores trabajos de un director que hace películas de buenas en adelante, y que su narración y su humor entre infantil y demasiado tradicional puede no llegar a atrapar al espectador más acostumbrado a un cine “infantil” donde todo sucede de manera más rápida y efectista. Eso la convierte en una película que probablemente sea mejor apreciada por los adultos que por los niños. El buen amigo gigante es un cuento lleno de magia, con buenas actuaciones y la imprescindible banda sonora de John Williams, aunque es posible que en algún momento comiencen a hacerse sentir las dos horas y que algunos gags sean demasiado infantiles.
Una cuestión de tamaño. La novela original del gran escritor inglés Roald Dahl cobra nueva vida en manos de Spielberg, que vuelve a la fantasía con un cuento de hadas a contramano del Hollywood actual. Ahora dicen que, con el estreno de su última película, El buen amigo gigante, basada en la novela homónima del escritor británico Roald Dahl, Steven Spielberg volvió al cine infantil. Eso dicen y aunque algo de razón tienen, también es cierto que no se trata de una verdad revelada ni mucho menos, porque desde el otro lado se puede responder que Spielberg nunca se fue a ninguna parte. Claro que dentro de su filmografía hay títulos que decididamente son para chicos, otros para adultos y que hay algunos con temas adultos pero con un tratamiento que no se olvida del público juvenil, como Caballo de guerra (2011). Pero el director ha sabido distribuir cada trabajo en el tiempo, equilibrando sus intereses de tal manera que es difícil dar por cierto que Spielberg realmente se hubiera ido de algún lugar al que ahora decidió regresar cual hijo pródigo, después de que las multitudes lo alentaran con el clásico “¡Va a volver, va a volver, Spielberg va a volver!” De hecho apenas han pasado cinco años del estreno de Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio, basada en el popular cómic creado por el historietista belga Hergé, como para que se justifique hablar de un regreso. En cambio es posible decir con certeza que, más allá del mero carácter de adaptación, los puntos en común entre ambos trabajos no son tan evidentes. Tanto desde el género –Tintín era una película de aventuras en la línea de la saga Indiana Jones, y a El buen amigo gigante se la puede enmarcar sobre todo dentro de la fantasía– como desde la técnica (aquella estaba trabajada a partir de la animación, mientras que esta combina la acción en vivo con personajes creados con la tecnología CGI), las dos películas representaron para el director desafíos bien distintos. Narrada con firmeza y capturando el tono clásico de la novela original (un mérito no menor), El buen amigo gigante es sin embargo una película anacrónica, construida a contramano del cine contemporáneo. Una decisión que de ninguna manera es secundaria ni debe ser tomada como una casualidad y que, en todo caso, es una de las grandes apuestas que gana la película. Ya desde su tema, un cuento de hadas hecho y derecho, Spielberg se aparta de los tópicos y las fuentes en las que abrevan los grandes blockbusters de la actualidad. Acá no hay ni robots ni superhéroes, ni una conspiración internacional ni invasores alienígenas. Simplemente una huérfana fantasiosa y amante de la lectura que vive en un orfanato londinense, y que una noche es secuestrada por un gigante que se la lleva a una tierra desconocida donde habitan los de su especie. Por supuesto, ese punto de partida derivará de manera previsible en una historia de amistad más allá de las diferencias, tema que no es ajeno a la obra de Spielberg. La decisión del director de ambientar la historia como si transcurriera durante la primera mitad del siglo XX, aunque la novela es de 1982 y la película en realidad también parece transcurrir en esa década (o al menos eso se desprende de un gran chiste lanzado a la pasada durante una llamada telefónica a los Estados Unidos realizada por la reina de Inglaterra), está emparentada con aquella que lo movió a apartarse por completo de la hipermodernidad del cine actual. Como si Spielberg hubiera querido filmar una película que dialogara con clásicos como El mago de Oz o con esas fantasías delirantes que filmaron los ex Monthy Python Terry Jones y Terry Gillian al comienzo de sus carreras individuales. Incluso puede decirse que hay algo de ese humor excéntrico, tan inglés, que Dahl comparte con los Python y que Spielberg también ha sabido hacer propio. Para Spielberg adaptar a un autor como Dahl, con un imaginario infantil en apariencia tan diverso del suyo, también debe haber supuesto un reto, porque sin dudas no es en un director de su estilo en el primero que se pensaría para un trabajo así. Que los últimos grandes adaptadores del escritor inglés hayan sido por ejemplo Tim Burton (Charlie y la fábrica de chocolate, 2005) o Wes Anderson (El fantástico Sr. Zorro, 2009) habla de directores preciosistas con tendencia a lo barroco, de estéticas en apariencia más inocentes o naif y deudores de influencias muy distintas de aquellas que son más reconocibles en Spielberg, que se mueve mejor en el territorio de lo fantástico que dentro de la fantasía. Por eso mismo El buen amigo gigante también representa para él la posibilidad de saldar una cuenta pendiente con ese género, al que sólo había abordado sin mayor éxito en Hook (1991, basado en Peter Pan), uno de los trabajos menos logrados de una carrera que sigue siendo admirable y disfrutable en partes iguales.
Steven Spielberg regresa al gran espectáculo a partir del libro del escritor británico Roald Dahl y con una historia que tiene todos los tópicos de su cine. La magia dice nuevamente presente. Después de Puente de espías, el director Steven Spielberg apuesta al cine familiar de gran despliegue con El buen amigo gigante, un relato que cuenta con guión de Melissa Mathison y está basado en el libro de 1982 del escritor británico Roald Dahl. Una combinación ajustada entre acción en vivo y animación por "captura de movimiento" es la que impulsa esta fábula infantil que recorre los tópicos del cine de Spielberg: niños solitarios, familia desmembrada, miedos infantiles y la amistad entre seres diferentes como móviles de una historia que juega con la magia. En ese sentido, la película tiene varios puntos de contacto con E.T. -la desaparecida Mathison también fue la guionista- y con otros productos familiares de los años ochenta que echaron mano a las diferencias de tamaños y escalas. Sophie -Ruby Barnhill-, una niña que vive en un orfanato, descubre a un gigantesco personaje, el BAG -Mark Rylance, dePuente de espías- que se mueve entre las sombras y se la lleva de ese hogar oscuro. Juntos vivirán una aventura increíble en la Tierra de los Gigantes, donde deberán unir fuerzas con la Reina de Inglaterra -Penelope Wilton en un rol muy gracioso- para detener a otros malvados personajes -mucho más altos que el BAG- que se disponen a comerse a los niños. Desde el comienzo, con una cuota de misterio, intriga y fantasía que se adueña de las calles de Londres, pasando por la travesía que emprenden juntos a un mundo mágico, y donde el mismo BAG es rechazado por sus pares, hasta el lujoso palacio donde es recibido como una celebridad, la película acierta con los tonos y con el clima impreso por el director. El film incluye oportunos toques de humor -el gigante en cuestión es vegetariano-, además de rubros técnicos de primer nivel, desde la exquisita fotografía de Janusz Kaminski y la música de John Williams, habituales colaboradores de Spielberg, realizador que sigue alternando películas más comprometidas con el cine popular que le dio el éxito y que nunca abandona. En tanto, el entretenimiento y la magia están nuevamente presentes en la pantalla grande.
Publicada en edición impresa.
El buen amigo gigante presenta la relación de amistad entre una pequeña huérfana y un bonachón coloso que la lleva a conocer el mundo mágico en el que habita y convive con otros de su raza no tan amistosos. Steven Spielberg hace gala de todo su oficio como narrador de historias fantásticas, para plasmar este maravilloso cuento de hadas, plagado de humor, aventuras, suspenso y momentos emotivos. Un producto fílmico destinado a la familia, visualmente hermoso, técnicamente impecable y muy bien interpretado por todo el elenco en el que actores de carne y hueso conviven con personajes animados con la naturaleza que solo se puede encontrar en un filme del genial director. No es el guión más redondo ni más original de su filmografía, pero Spielberg siempre cumple.
The BFG no es la mejor historia infantil de Roald Dahl pero fue un trabajo importante para el autor debido a las circunstancias en las que se originó la novela. En 1962 su hija de siete años murió a raíz de un enfermedad y el golpe fue tan devastador que durante 20 años el escritor jamás volvió a hablar de la niña, ni siquiera con su esposa. Dahl recién pudo cerrar su duelo cuando terminó esta novela que escribió especialmente para su hija. El libro nunca tuvo la misma popularidad que Charlie y la fábrica de chocolate o Matilda pero brindó una aventura simpática con esos típicos elementos oscuros que estaban presentes en sus trabajos destinados a los chicos. En su primera producción para los estudios Disney, Steven Spielberg brinda una adaptación impecable de la obra de Dahl, donde volvió a trabajar con la guionista Melissa Mathison, responsable de E.T. La película sigue con tanta fidelidad la historia del libro que la adaptación presenta el mismo problema que la versión literaria. El conflicto que se desarrolla entre la niña y el gigante no es tan interesante como parece y la trama levanta por completo a partir del momento en que entra en escena la Reina de Inglaterra. La segunda mitad de película, al igual que ocurre en el libro, brinda los momentos más divertidos de esta propuesta. Spielberg hizo un gran trabajo con el desarrollo de estos personajes, cuyas caracterizaciones están basadas en las famosas ilustraciones originales de Quentin Blake que se incluían en la novela de 1982. Ruby Barnhill, un gran hallazgo del director, sorprende con una excelente interpretación de Sophie (la niña protagonista) y forma una buena dupla con Mark Rylance, quien se luce en el rol del gigante benévolo. Esta versión cinematográfica trae al recuerdo el viejo cine de fantasía que se hacía en los años ´80, con la particularidad que los efectos visuales y la secuencias de acción son más elaboradas. La única diferencia que se puede identificar con respecto a la novela de Roald Dahl es que Spielberg mitigó lo elementos oscuros del relato original. En la novela los gigantes son muchos más aterradores y se comían a los chicos. Por el contrario, el director establece de manera implícita las actividades de los gigantes pero nunca se dan demasiados detalles al respecto, con el objetivo que el film no resulte demasiado aterrador para los más chicos. Aunque Danny DeVito retiene la corona como el campeón de las adaptaciones de Dahl en el cine, por esa obra maestra que fue Matilda, The BFG es una muy buena película de Spielberg que le hace justicia a la obra original y brinda un espectáculo muy entretenido.
El buen amigo gigante: de la mano de la tecnología, el triunfo de la imaginación de Spielberg Puesta a competir mano a mano con el resto de la fuerte oferta animada que el cine de Hollywood propone para estas vacaciones de invierno, es muy posible que El buen amigo gigante no encuentre la bendición amplia e inmediata de la taquilla que tienen, por ejemplo, Buscando a Dory, la quinta aventura de La era de hielo y la inminente La vida secreta de tus mascotas. La nueva película de Steven Spielberg carece del vértigo y de la multiplicidad de estímulos veloces que identifican a las producciones especializadas en animación de los estudios más poderosos. Comparte con ellas, eso sí, ese detallado y deslumbrante trabajo digital que alumbra escenas prodigiosas y es capaz de transformar a Mark Rylance en un gigantón de orejas inmensas, rústicos movimientos, sonrisa melancólica y una curiosa manera de transformar las palabras al hablar. Todo ese talento artístico, fotografiado con gusto exquisito por Janusz Kaminski (con bellísimos claroscuros en el comienzo y colores muy vivos hacia el final), se pone al servicio de una creación de alto vuelo que combina animación digital y personajes de carne y hueso, y que reclama del espectador un compromiso similar al que Spielberg encontró en la inspiradora escritura de Roald Dahl. El buen amigo gigante es el paciente relato del descubrimiento, el reconocimiento y la afirmación de un vínculo entre dos personajes bien diferentes, basado en algunas de las materias de las que está construido el cine más clásico y noble, arte que Spielberg defiende con su talento impar de narrador desde hace cuatro décadas. Esta película es a Spielberg lo que La invención de Hugo Cabret a Martin Scorsese: la oportunidad de utilizar al máximo la mejor tecnología digital disponible para afirmar desde la más pura imaginación que el cine construye su identidad desde la ensoñación y la posibilidad de llevar adelante lo que parece imposible. En la historia de la amistad, la confianza y el cariño mutuo entre Sophie (la niña que vive en un orfanato) y el gigante (visto por ella a priori como un monstruo) están todas las marcas de la identidad de Spielberg: la inocencia con la que nos asomamos al mundo, la confianza absoluta en el poder de la imaginación, la aventura como prueba para superar los miedos, el valor que nace de la fe en las propias fuerzas. Sobran emociones al principio (cuando Sophie y el gigante se conocen y descubren que los otros gigantes son la verdadera amenaza) y momentos regocijantes al final, durante una extensa visita al Palacio de Buckingham llena de sorpresas. En la comparación con otras obras parecidas de Spielberg (como E. T. El extraterrestre, escrita, como ésta, por Melissa Mathison, fallecida en noviembre último), tal vez El buen amigo gigante aparezca a primera vista como algo más fría y distante. Pero se trata de una apariencia: sobran aquí nobleza, creatividad y talento para hacer realidad sueños como los que atesora el gigante de este cuento en primorosos frascos.
Grande, y bajas calorías El regreso de Spielberg al universo infantil lo muestra clásico, pero sin el toque mágico: le falta entusiasmo. Hace ya cuatro décadas que cuando vemos un filme de Spielberg dejamos que nos manipule los sentimientos. Es una de las tantas habilidades que el director de Tiburón, E.T. y Encuentros cercanos del tercer tipo tiene, nos vende y compramos. El buen amigo gigante apela a ello, a que los ahora adultos recuperemos nuestra etapa de inocencia, y los niños... Los niños es otro tema. Para comenzar, y aunque el título prevenga otra cosa, el miedo ancestral de los chicos hacia los gigantes se ve reflejado en el inicio mismo del filme, cuando una noche el Gigante atrapa con su enorme mano a Sophie, y la saca del orfanato donde se encontraba. Ya lo dijimos en estas páginas: los paralelismos de la relación entre Sophie y el Gigante corren en paralelo con E.T. y Elliott: un niño traba amistad con un ser ajeno a su mundo, y ambos (o sea, los cuatro) por distintas razones están necesitando afecto, y se ayudarán. Como buenos amigos que son. Y, en el caso del Gigante y Sophie, como bien entrenados están en la soledad y el dolor. El Gigante la lleva a un valle, la Tierra de Gigantes, donde él vive con otros nueve seres aún más altos que él, que se mofan de su vegetarianismo (los otros gigantes comen niños; él, no). Así que deberá resguardarla de ellos. Utiliza un lenguaje propio y particular, tiene un alma sensible y es más bueno que Lassie, Dory y E.T. juntos. Mirá también: Spielberg: “Nunca habrá una secuela de ‘E.T.’” La vocación del Gigante es recolectar sueños. La imaginería de Spielberg está menos desbocada que en otras de sus películas para chicos -habría que discutir cuántos de los temas de El buen amigo gigante son comprendidos por los niños de hasta 6 o 7 años- y sigue un discurso de relato, si se quiere, más clásico al abordar el cuento de Roald Dahl (Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate). Pero el filme es decididamente desparejo. Luego de la secuencia inicial, la trama queda como estancada en la extensa presentación del ámbito del Gigante. Y es extraño en un filme del director de Los cazadores del arca perdida. Los chicos se inquietan, y uno pide que de una buena vez salgan del hogar del Gigante, a ver si pasa algo. Luego la película remonta -no contaremos a partir de qué-, y la última media hora tiene más comedia y acción, sin que esto último signifique necesariamente peleas, aunque las haya. Como si el director hubiera querido tomarse su tiempo para que Sophie y el Gigante se conocieran e hiciera partícipe de ello al espectador. El público ansioso, a relajarse. Es que no hay muchas sorpresas, ni demasiada excitación. ¿Un Spielberg bajas calorías? Tal vez. La magia digital logra que la captura de movimientos de Mark Rylance (el protagonista del anterior filme de Spielberg, Puente de espías, que le valió en febrero el Oscar al mejor actor de reparto) es impresionante. El Gigante muestra su alma desde la actuación del británico. A la pequeña Ruby Barnhill le falta carisma para ganarse la simpatía desde la platea. Mirá también: Steven Spielberg: "A mí me gusta correr riesgos" No es precisamente un cuento de hadas, y en tiempos en que en Hollywood lo digital prima por sobre la historia, El buen amigo gigante ofrece algo distinto desde ese aspecto, aunque le falte entusiasmo.
Te dicen "de los creadores de ET, el autor de "Charlie y la fábrica de Chocolate" y "Matilda" y dirigida por Steven Spielberg"... ¿Podría fallar? Por dios... La combinación es perfecta para comprar un balde de pochoclos, disfrutar de una peli hermosa por donde se la mire y sumergirte en un mundo mágico como solo Steven puede crear. Basada en el libro de Roald Dahl, de 1982 y con el power de un estudio como el de Disney, esta película tiene todo: suspenso, orfanato, persecuciones, la reina de Inglaterra de por medio, humor, gigantes malos y claro, "Mi buen amigo el gigante" que como lo dice el título, es bueno... y vegetariano (no se come a los niños). Alguien para destacar es Ruby Barnhill, la niña huérfana que sorprende en todo sentido. Hermosa peli, un 10 absoluto y una aventura que no da respiro en ningún momento, como bien sabe manejar los tiempos el mismísimo Spielberg. ¡Vayan a verla!
Muchos autores para niños se apoyan en temas más bien adultos u oscuros, y uno de los más reconocidos en este aspecto es el inglés Roald Dahl. Sus obras más conocidas son Matilda, Jim y el Durazno Gigante, Charlie y la Fábrica de Chocolate y Fantastic Mr. Fox. Fueron llevadas al cine en 1996, 1996, 2005 y 2009 respectivamente. En los países de habla inglesa se lo conoce más por sus libros, pero en Argentina fueron estas películas las que lo hicieron célebre, y en ellas se mantuvo perfectamente el espíritu crítico del autor. Para sumarse a esta lista llega El Buen Amigo Gigante, otra historia de aventuras, valentía y amistad. En el medio de Londres hay un orfanato de niñas. Son las 3am y Sophie no puede dormir. De repente, ve por la ventana a una figura enorme, encapuchada, que se da cuenta de su presencia y la abduce. Se escapa de la ciudad corriendo a gran velocidad y la lleva a su cueva en un país desconocido para ella: El País de los Gigantes. Pero no es él el único que vive ahí: hay nueve gigantes más, no tan amables como él, que harán todo lo posible para comérsela. La filmografía de Steven Spielberg es extensa, para decirlo corta y claramente. En sus casi 60 años de carrera no ha hecho más que crear éxitos, tanto en cuanto a franquicias como a películas de una sola entrega. Su trabajo fue, a lo largo de los años, analizado hasta el hartazgo, probando que incluso en pequeñas secuencias, la lógica con la que procede es creativa y efectiva. Muchas de sus películas, que van desde el drama más triste hasta la comedia más graciosa, han creado personajes tiernos o aventureros, amados hasta el día de hoy, como E.T. (1982) o Indiana Jones (1984). Sin duda traerá con éxito toda la afectuosidad que el Buen Amigo Gigante tiene para ofrecer desde el lanzamiento del libro, en 1982. A pesar de que The BFG está formada por un equipo de grandes nombres, el hecho de que muchos sólo aporten su voz le jugó en contra a esta película. En la piel del gigante se encuentra Mark Rylance, un actor con poca carrera reconocida en latinoamérica pero que entró al radar luego de ganar un Oscar a Mejor Actor de Reparto en 2016 por su papel en Bridge of Spies (2015). Lo acompaña Ruby Barnhill, una niña que recién incursiona en el cine pero que muestra capacidad y potencial. Penelope Wilton, una genia del escenario y de la pantalla británica le da vida a La Reina. El resto del equipo no aparece en carne y hueso, sino que se hizo motion-capture para incluirlos en el papel de los gigantes. Ellos son Jemaine Clement y Bill Hader, famosos cómicos conocidos por Flight of the Conchords y Saturday Night Live respectivamente. La teatralidad con la que todos trabajan estaría fuera de lugar en una película seria pero el imaginario de Roald Dahl sólo puede ser representado así: entre lo cálido y lo absurdo. Es difícil llevar a la pantalla grande una historia con tantos matices como esta. Como cuando uno, ya grande, vuelve a ver películas de su infancia y entiende todas esas pequeñas críticas al mundo, The BFG no es sólo un cuento divertido con palabras mal escritas. El mensaje anti-guerra y las críticas a la hipocresía humana se esconden entre un montón de situaciones graciosas e ingeniosas comparaciones como sólo Roald Dahl puede dar. No es raro que este costado más oscuro se haya dejado de lado, aún manteniendo una gran parte de la violencia y drama que el libro contiene (en dosis que los niños son capaces de tolerar). La obra original fue publicada en 1982, por lo que la generación que creció leyéndola estará seguramente agradecida de la fidelidad con la que se hizo la adaptación y volverá a sentir el asombro que el País de los Gigantes causa.
El mundo de Roald Dahl en imágenes fascinantes El director volvió a reunirse con la guionista de “E. T.”, Melissa Mathison, para un film afectado por cambios de clima y cierta sensiblería, pero con imágenes que lo vuelven imperdible. El mundo de Roald Dahl es extraño, surrealista y absurdo de un modo especialmente británico. Su cuento "El hombre del sur" logró que Alfred Hitchcock enfrentara en una retorcidísima y sádica apuesta a Peter Lorre con Steve McQueen en el probable mejor episodio de su serie "Alfred Hitchcock Presenta". Ian Fleming aseguró que Dahl logró la mejor adaptación de 007 en "Sólo se vive dos veces", y tanto Gene Wilder como Johnny Depp brillaron al interpretar a Willy Wonka. el dueño de la famosa fábrica de chocolate. La historia de una huerfanita noctámbula raptada por un gigante bueno que la defiende de gigantes malos que comen niños y terminan siendo combatidos por la reina de Inglaterra, mereció que Steven Spielberg se reúna con la guionista de "E.T.", Melissa Mathison. Pero la aproximación de Spielberg a los delirios de Dahl implica un esfuerzo de estética expresionista y visiones pesadillescas que durante casi media película se despreocupa de cualquier coherencia argumental. Detalle que logra que el viaje de la huerfanita Sophie (una carismática Ruby Barnhill) al país de los gigantes esté construido con imágenes formidables que realmente no dan demasiado margen para que nadie se preocupe por hacer foco en la historia. Es que la protagonista no sólo es raptada por un gigante. Además, el gigante la lleva a cazar sueños a una extraña tierra onírica. Y, para colmo, en su tierra, el gigante bueno es humillado por sus coterráneos, que lo llaman "enano", dado que son mucho más grandes que él. La película empieza como una magistral muestra de horror gótico con toques infantiles, y sigue así durante varios actos antes de caer en el grotesco al mostrar la avidez de los gigantes malos por comerse a la niña. Este carácter híbrido atenta contra la cohesión de una película que nunca deja de tener imágenes fascinantes, y que incluso hacia el final logra desdramatizar el clima dark previo con un escatológico desayuno con la reina. Los cambios de clima derivan también, como no podía ser de otro modo, en esa sensiblería en la que muchas veces cae Spielberg. En este sentido, se puede decir que el gigante que compone digitalmente Mark Rylance es más bueno que E.T. y Lassie juntos. Más allá de lo desparejo del conjunto, hay imágenes imperdibles a lo largo de todo el film.
Spielberg vuelve a su cine clásico atrapando al público infantil y al adulto por igual, acompañado por una historia relacionada con la literatura infantil. Suelen ser acertadas estas elecciones y te hacen volar la imaginación. Aquí cuenta las aventuras que vive una encantadora niña Sophie (Ruby Barnhill) que en un orfanato y por las noches lee cuentos antes de dormir, pero justo en una de esas ocasiones unos hombres borrachos con sus ruidos la interrumpen, Sophie los echa y luego de ese hecho aparece un hombre gigante de mirada tierna, como lo vio este se lleva a Sophie, al territorio donde viven otros con las mismas características, son diferentes porque no son amigables. Entre Sophie y este gigante nace una amistad bellísima aunque sean muy diferentes físicamente y también en sus costumbres pero uno aprende del otro. Sensacional cuando ambos ingresan en Londres al Palacio de Buckingham, se ve la Reina (bien interpretada por Penélope Wilton), sus asistentes, militares, Sophie y el Gigante. Cuando uno los ve en pantalla en algunas secuencias recuerda rápidamente la película “King Kong”. Hay diálogos o secuencias similares al amado “E.T. El extraterrestre”, entre otras. Ellos juntos viven momentos divertidos y peligrosos. Contiene varios momentos emotivos, se habla de los sueños, la inocencia, de la soledad, del amor, del diferente y de la amistad. Continúa Spielberg con la habitual fotografía de Janusz Kaminski y con la banda sonora de John Williams. Visualmente deslumbrante y todos los rubros técnicos impecables.
Esta es una historia bastante llana, e incluso a la película le sobran 20 minutos. Pero, aún así, uno queda atrapado y maravillado por este universo de gigantes donde, el más grande de todos, sin duda es Steven Spielberg. [Escuchá la crítica completa]
La magia de Roald Dahl (Matilda, Charlie y la Fábrica de Chocolates) regresa a la pantalla grande de la mano de Steven Spielberg con El buen amigo gigante. Aventura y fantasía para toda la familia. Terreno familiar Luego de un largo período abocado exclusivamente a dramas históricos (War Horse, Lincoln, Puente de Espías), Steven Spielberg vuelve al terruño cinematográfico donde ha sabido proclamarse como amo y señor: el cine de aventuras. Films como Cazadores del Arca Perdida, E.T. y Encuentros Cercanos del Tercer Tipo son demostraciones indiscutibles del genio de este director y le han otorgado el merecido apodo de “Rey Midas”. Durante mucho tiempo el estilo spiebergiano ha estado sujeto a intentos de plagios fallidos, como si Hollywood entendiera que Spielberg había dejado una fórmula para que cualquier cineasta pudiera utilizar para generar un éxito de taquilla. Obviamente, no tardaron en darse cuenta que el único capaz de reproducir este estilo (con algunas poquísimos excepciones) era su creador y esta tendencia del mainstream se esfumó para dar lugar al michaelbayismo – pero esa es otra historia -. Sin embargo, hoy parece que hasta el propio Midas se ha olvidado como convertir sus propios proyectos en oro narrativo y su última película es un ejemplo de ello. El buen amigo gigante cuenta la historia de una niña llamada Sophie, una huerfana (Ruby Barnhill) quien repentinamente tendrá un encuentro cercano con un amigable gigante (Mark Rylance) en medio de la fría noche londinense. De esta manera, Ruby será la primera humana en conocer el “País de los Gigantes” y al resto de sus temibles residentes. En primer lugar, hay que tener en cuenta que se trata de un cuento de Roald Dahl, por lo tanto estamos hablando de un código que responde a las fábulas de la literatura infantil. Aquí no hay cinismo ni ninguna intención de anclarse en el realismo; la magia y la fantasía son el combustible de la trama. Incluso el aspecto oscuro que suelen tener las historias de Dahl está rebajado y es casi imperceptible. En términos generales no hay un gran conflicto (piensen en el segundo acto de E.T.) que pueda angustiar a los niños ni tampoco un marcado antagonista por el cual el espectador deba preocuparse demasiado. El director parece oponerse a la moda actual de convertir cualquier tipo de cuento infantil en una violenta y cruda alegoría para el consumo directo de los preadolescentes. Narración clásica y nuevas tecnologías El buen amigo gigante contiene todos los ingredientes que suelen destacarse en la narración spielbergiana: el casting perfecto, la música de John Williams, la bella fotografía de Janusz Kaminski, los efectos especiales, el personaje excéntrico y adorable, la amistad impensada, el toque sentimental. Las piezas están todas allí a simple vista pero no terminan de encajar adecuadamente. Pese a su impecable primer acto, con una tradicional exposición de los personajes y el universo que los contiene, el relato nunca termina de despegar y languidece cuando busca expandir sin demasiado éxito el mundo en el que viven los gigantes. Esto repercute en un último tramo apresurado y que apenas puede recuperar algo del encanto inicial del film. Es decir, el conflicto es simple y no lo suficientemente interesante como para extenderlo tanto tiempo, por ende cuando este se resuelve conforme al código infantil (con mucha buena voluntad y coincidencias) sucede demasiado rápido Sin embargo, el gran problema de la película no radica en su ritmo irregular, sino en la interacción entre los personajes “reales” – de carne y hueso – y los personajes animados por captura de movimiento. Esta técnica es efectiva en los segmentos compuestos únicamente por CGI, de hecho, pudo haberse tratado de una película completamente animada sino fuera por la decisión de incluir a Ruby Barnhill como protagonista. Y a pesar de que la pequeña actriz brinda una buena performance llena de carisma y gracia, su aparición como uno de los pocos personajes reales resalta la artificialidad de la técnica para dar vida a los gigantes. Cuando el BAG (o el BFG en inglés) y la niña están juntos en el mismo plano (algo que por otro lado, no sucede en demasía) la película no funciona y peor aún, cuando vemos a la infante sola en un cuadro dialogando hacia la nada, es inevitable pensar que está hablándole a una pantalla verde. Lo mismo podría decirse de Mark Rylance, indiscutiblemente un gran actor atrapado en los límites de las imágenes generadas por computadoras. Conclusión El buen amigo gigante es ciertamente un film disfrutable y bien logrado en la mayoría de sus aspectos. Sin embargo, una película menor para la filmografía de un verdadero gigante del cine como lo es Steven Spielberg.
Spielberg lo hizo de nuevo: "El buen amigo gigante", otra película cinco estrellas El mejor amigo de los chicos que aman el cine filmó un cuento clásico con el preciosismo amoroso que lo hace único. El insomnio se lleva muy bien con la fantasía. Sophie vive en un orfanato y se parece mucho a los chicos que retrató Charles Dickens en sus novelas. De hecho, la niña de anteojos y gesto resuelto lee Vida y aventuras de Nicholas Nickleby mientras espera el acontecimiento fabuloso a la hora mágica. En Londres, a las tres de la mañana, Sophie es abducida por un gigante. La película El buen amigo gigante marca el regreso de Steven Spielberg al servicio de su majestad la infancia. De allí viene la ensoñación del autor británico Roald Dahl, y hacia ella va la película en la que Spielberg deslumbra asistido por el guion de Melissa Mathison (E.T). Ruby Barnhill es la niña actriz, verdadero hallazgo del director que interactúa con los personajes concebidos por la tecnología. El límite entre realidad y fantasía, aun en los cambios de escala, desaparecen. La tecnología está en manos de un creador que pone ternura en el buen amigo gigante (BFG, por las siglas en inglés), interpretado por Mark Rylance. El actor maneja el rol con la mirada limpia y bondadosa del ‘enano' de los gigantes en la tierra de gigantes. La rara jerga en la que habla es parte de su encanto. Sophie en la cueva descubre el trabajo de BFG, viejo y herbívoro, despreciado por el resto de la comunidad carnívora y temible.La pequeña huérfana, que tiene la curiosidad propia de las grandes lectoras, decide salvar su soledad insoportable, imponiendo su presencia a BFG. La película expone los riesgos que soportan gigante y niña, y abre la historia al espacio ilimitado de los sueños. BFG es un atrapasueños amoroso y ahí comienza la otra dimensión en la que Spielberg se mueve con maestría.La película recrea la estética de un cuento de imágenes brillantes y plantea que jugar con los sueños tiene sus riesgos.El director vuelve al relato clásico, con una estructura lineal, los grandes momentos de los amigos en peligro, el susto que enfrenta la heroína con mucho placer, el vértigo de las imágenes en la cueva, la poesía en las aguas de los sueños, la huérfana que encuentra varias oportunidades en una. En el modo de contar, la música sinfónica es el complemento. Después hay una vuelta de tuerca en la historia, a tono con la tradición anglosajona. El ensueño decae cuando la realidad avanza para solucionar las cuestiones de la magia. Las pesadillas en las que los monstruos se comen a los niños, la desaparición misteriosa de los chicos y el tramo que involucra a la reina de Inglaterra son materia para traducciones directas que conspiran contra el orden de la fantasía creada por Spielberg. La solución en manos de la reina, que hace el bien por encima de cualquier escala humana, termina con todos los secretos ‘susurrosos' del mundo.
Spielberg, entre reinas buenas y gigantes malos Sophie es huérfana, tiene 10 años, y un gigantón bonachón se la lleva de Londres al País de los Gigantes. ¿Qué hacer? Pronto se dará cuenta de que ese otro, el desconocido, será al fin su salvador. Un cuento de hadas escrito por Road Dahl y recreado por este genio del cine que transita triunfal por todos los géneros. La soledad es gigante. Y los personajes de Spielberg lo saben. Sophie es una nena abandonada e insomne. No tiene a nadie. Y se aferrará pronto a ese inesperado amigo. Los dos necesitan huir hacia un mañana mejor. Y necesitan de la fantasía, ese ingrediente al que los personajes de Spielberg apelan para achicar distancias, aceptar los distintos y dejar que el afecto vaya ahuyentando recelos y temores. Este es el único gigante bueno en esa comarca de gigantes malignos que comen carne humana. Colecciona sueños y se une a Sophie porque él también es un desamparado, un ser diferente, un solitario que tiene un sólo trabajo: salir a cazar sueños, guardarlos y llevarlos a la ciudad para que los niños se familiaricen con la magia y la fantasía. Están en peligro y deben idear un plan para terminar de una buena vez con los gigantes malos. Y para concretarlo, deberán bajar a tierra, colarse en el Palacio de Buckingham y ponerse en contacto con una vivaz reina Isabel. Con este trabajo, Spielberg vuelve a un género donde no ha brillado: “Hook”, “Las aventuras de Tintín”. Se ha inspirado en un texto de Raod Dahl al que le falta algo de gracia y magia para sostener mejor este cuento de que aspira más al encantamiento que a la aventura. Su realización es impecable y desde lo visual muchas veces roza lo deslumbrante. Pero no transmite ni la emoción ni la sorpresa de sus grandes títulos, aunque logra atrapar con su batería de nobleza, pureza de sentimientos, fantasía y sobre todo con ese homenaje a la inocencia, a la amistad y al poder de la imaginación y la obstinación. El gigante y Sophie deambulan por esta tierra de salvadores y aniquiladores que, como en la vida real, necesitan de sueños tranquilizadores para seguir apostando a un mundo con pocas reinas buenas y muchos gigantes malos.
En cierto, extraño sentido, EL BUEN AMIGO GIGANTE es una película que pone en discusión los cambios que sufrió el cine en los últimos 20 años, acaso desde que el propio Steven Spielberg dirigió JURASSIC PARK, la última película en la que el realizador de varios de los más grandes éxitos del cine mundial de los ’70 y los ’80 capturó la imaginación masiva con una película tan popular como novedosa. Sí, es cierto, luego tuvo otros éxitos comerciales y grandes películas, pero ese combo en el que el mundo parece girar a partir de la obra de un realizador estalló en ese momento. Fue la consagración y el final de una etapa. No es casual que pocos meses después se estrenara LA LISTA DE SCHINDLER y Spielberg comenzara un largo y sinuoso giro hacia un cine más adulto y variado en temáticas, menos ligado al “momento”, más cercano a sus propias obsesiones y siempre personal pero a la vez accesible. El cruce entre el director de TIBURON y el corazón de la cultura pop hizo eclosión allí, todos celebramos hasta que esa fiesta se acabó. Lo que vino después, en mi opinión al menos, fue igual o mejor en términos de calidad cinematográfica (salvo algunas excepciones), pero ya era otra cosa. El cine de un maestro al que muy pocos ya discutían. EL BUEN AMIGO GIGANTE (digámosle, EL BAG) es una hermosa, bella, agradable, por momentos oscura pero finalmente tierna película que Spielberg hizo en base a una popular novela de Roald Dahl. La película está siendo un fracaso rotundo en Estados Unidos, acaso uno de los más severos de la carrera de Spielberg, en especial en relación a sus películas más potencialmente comerciales. Lo cual, obviamente, no lo quita un ápice de su calidad ni de su excelencia. Estoy convencido que, de haberse estrenado 25 años atrás –con la tecnología disponible entonces– habría sido un gran éxito. Pero hoy esa convergencia no existe: para los millennials Spielberg no tiene la trascendencia que tiene para los que pertenecemos a una generación previa. No les pertenece. Es un Maestro, sí, pero hace películas fuera de época. O de otra época. Eso, claro, para los que estamos acostumbrados a ver un cine para niños o adolescentes de paupérrimo nivel que rompe las taquillas, no es un problema. Al contrario. Experimentamos cada una de las delicadas y afinadas decisiones de punto de vista, de ingenio y creatividad de EL BAG casi como un milagro, como la confirmación que todavía se pueden hacer películas infantiles inteligentes, clásicas, donde lo oscuro y lo liviano compartan cartel sin problemas. Nos fascina. Y, salvo algunas escenas (un largo encuentro del gigante en cuestión, la niña que él “rapta” y la realeza británica que es gracioso en un nivel sketch televisivo pero no más que eso) tenemos la sensación de haber visto algo encantador, mágico y hasta revelador de costados nuevos de Spielberg, como sus cambios en relación a las figuras paternas en su cine. De principio a fin (no coincido con los que opinan que la primera parte del filme es floja, a mí me parece aún mejor que la segunda, de una fascinación y riqueza visual abrumadoras), EL BAG es magia pura, el cuento nocturno del gigante bueno, la niña primero asustada y luego contenida, la amenaza, la persecución y, en el medio, los sueños como el motor de todas las aventuras que merecen ser vividas. En cierto modo, es una suerte de inversión de tamaño (y de generación) del E.T. que supo guionar también la recientemente fallecida Melissa Mathison, a quien la película está dedicada. Dicho todo esto, es muy probable que no funcione en taquilla. Como decía antes, el pulso de lo popular/masivo y el del director de INDIANA JONES hace rato que no van de la mano y tal vez los espectadores más pequeños encuentren a la película antigua, lenta o hasta aburrida, una palabra raramente usada con Spielberg antes, pero posible ahora. Sería una lástima que eso suceda. Como HUGO, acaso la película a la que más se parece, o bien otras adaptaciones de Dahl (como JIM Y EL DURAZNO GIGANTE, MATILDA o EL FANTASTICO MR. FOX) se trata de todos casos de grandes películas, muy bien recibidas por la crítica, pero casi todas también con dificultades a la hora de conectar con la taquilla a gran escala. Y el fracaso de estas propuestas invitan a Hollywood a seguir apostando por interminables secuelas de LA ERA DEL HIELO y sucedáneos, películas en las que esa magia de los cuentos infantiles entre tenebrosos y encantadores que nos contaban antes de dormir ha desaparecido por completo. Aunque parezca una broma –ya que en una época Spielberg era considerado sinónimo del “tanque” hollywoodense taquillero– hoy es casi un acto de resistencia cultural apoyar una película como EL BUEN AMIGO GIGANTE. No para salvarle la carrera a Spielberg, quien claramente no tendrá problemas económicos por más fracasos que acumule y quien además ya tiene otras películas encaminadas en los próximos años, sino para convencer a la industria de que todavía se puede apostar por la magia, por la emoción y por los sueños. Por el Cine.
Un gigante con alma La nueva película de Spielberg, basada en un libro para chicos de Roald Dahl, es un salto de calidad en el cine que mezcla actores y animación. Fantastic Mr. Fox, Jim y el durazno gigante, Matilda y, la más conocida, Charlie y la fábrica de chocolate, son algunas de las novelas del galés Roald Dahl que llegaron a la pantalla grande. Todas las adaptaciones han sido de muy buenas para arriba, quizás porque les tocó en suerte buenos directores: Wes Anderson, Henry Selick, Danny DeVito y Tim Burton. Pero incluso el ignoto Mel Stuart dirigió una excelente versión de Charlie… en 1971 con guión del propio Dahl, que los de treintaypico vimos de chicos en la tele, doblada al castellano, antes de la existencia de todas las otras. Dahl sin dudas tenía un talento incomparable para crear historias para chicos, originales pero a la vez clásicas, cuentos de hadas modernos con personajes sencillos y queribles, con una estructura tan perfecta que parecen haber existido desde siempre como los cuentos que se transmitían oralmente y nos llegaron versionados por distintos escritores. Ahora que se estrena El buen amigo gigante, resulta evidente que las historias de Dahl son material perfecto para Steven Spielberg: niños precoces y vivarachos que se relacionan con personajes excéntricos y fantásticos. Y si al cóctel se le suma la guionista Melissa Mathison, que adaptó la novela, la cosa es prácticamente a prueba de balas. (Mathison es nada menos que la guionista de E.T., el extraterrestre, y El buen amigo gigante es su canto del cisne: murió en noviembre del año pasado cuando la película se encontraba en postproducción.) Sophie (Ruby Barnhill, debutando en cine) es una despierta nena que vive en un orfanato de Londres. Una noche, por culpa del insomnio, ve por la ventana a un gigante (Mark Rylance), que la secuestra y se la lleva a la Tierra de los Gigantes para que no delate su presencia en la ciudad. Ahí, el gigante en realidad es un enano: sus vecinos son mucho más gigantes y amenazadores. Pronto Sophie se da cuenta de que su victimario en realidad es la víctima de sus compañeros, y que su intención no es hacerle daño sino protegerla de ellos. A pesar de que no es una película especialmente corta -dura casi dos horas- la trama es sencilla, sin vueltas, y da la sensación de película “chiquita”. No hay casi tensión respecto de “qué va a pasar”, y quizás ese sea su flanco débil. Todo está concentrado en la relación entre Sophie y el gigante, entre lo adorable de esa nena y lo extraordinario de ese gigante que interpreta Mark Rylance con su voz y los gestos de su rostro, pero que es todo CGI. Es increíble lo que logra Rylance con la ayuda del equipo de animadores. Aunque yo hubiera preferido que el gigante fuera de carne y hueso y no de CGI -Spielberg lo intentó, pero dijo que no quedaba mágico-, es fascinante ver a Rylance transmitir emociones complejas con sólo unos pocos músculos de la cara. La técnica del performance capture se viene perfeccionando de la mano de Andy Serkis desde el Gollum de El señor de los anillos: Las dos torres (2002) hasta el Caesar de El planeta de los simios: Confrontación (2014), pero acá parece haber dado un salto de calidad. El gigante de Rylance tiene (o parece tener) tanta carne y tanto hueso como bits y píxeles. Es decir: tiene alma. Dentro de la ya extensa filmografía de Spielberg, El buen amigo gigante está entre esas películas para chicos (y grandes) perfectas y encantadoras como no se veían, quizás, desde E.T.
Spielberg sigue siendo el mejor narrador estadounidense. Este es un cuento infantil basado en un relato de Roald Dahl, lo que implica que hay ternura pero no sobra azúcar -y se demuestra de paso que Dahl es la respuesta moderna a lo “infantil”, si pensamos en otros films como Charlie y la fábrica de chocolate o Matilda. Spielberg ha aprendido a mezclar los sabores para que uno no aniquile el otro: hay algo amargo, algo salado, algo ácido, algo dulce y todo funciona. La historia es la de una huérfana “raptada” por un gigante buenísimo, en realidad el más pequeño de los gigantes, que es amable con ella e intenta salvarla de la antropofagia de sus enormes hermanos. Pero hay mucho más: es un viaje onírico y una fábula sobre el poder de la imaginación, así como una burla a la pompa (la secuencia del desayuno en la corte de la Reina de Inglaterra muestra la mano que tiene el realizador para el humor, incluso para el escatológico, siempre de perfecto timing). La primera media hora del film es “de cámara”, y si bien está llena de efectos especiales, no reparamos en ellos sino en los personajes. Los momentos de violencia y acción son breves, concisos y humorísticos: no es esto lo que le importa ya a Spielberg sino la relación entre sus personajes, lo humano que hay en ellos, sea cómico o patético. Visualmente es siempre un gran espectáculo (lo mínimo que podemos esperar del hombre que nos dio Tiburón) pero hay otra respiración y un juego constante -de homenaje y amable burla- al film “Disney”, no por nada productora de la película.
Un gigante de ojos azules Una magia un poco forzada recorre la última película de Steven Spielberg. El director, usualmente con un dominio y dosificación precisa de las emociones, el suspenso y la acción, esta vez luce contenido. Lo acompaña un elenco que parece devorado por la deslumbrante tecnología que DreamWorks y Disney pusieron al servicio de esta buena historia basada en una novela del autor inglés Roald Dahl, también responsable de "Matilda" y "Charlie y la fábrica de chocolates". La trama es la clásica de dos seres marginados. Sophie es una niña huérfana e insomne que deambula durante la madrugada por el enorme edificio en el vive bajo rigurosas reglas de convivencia. Una noche, y contra todas las reglas -no mirar por la ventana ni correr las cortinas- se encuentra con lo que no debería haber visto. Un gigante de más de siete metros está recorriendo las calles de Londres. No se lo puede creer, pero es verdad, y el gigante, para evitar que la noticia de su existencia acabe con su vida, deberá secuestrarla. A partir de ese primer tramo, con escenas nocturnas fotografiadas con exquisito detalle por Janusz Kaminski, colaborador habitual de Spielberg y ganador de dos Oscar por "La lista de Schindler" y "Rescatando al soldado Ryan", "El buen amigo gigante" comienza un recorrido irregular. La tecnología y Mark Rylance, galardonado con un Oscar por su trabajo en "Puente de espías", también de Spielberg, sostienen esta comedia dramática infantil con una trama que por momentos se detiene en demasiados detalles y una protagonista que no transmite todos los matices de su personaje.
SPIELBERG ENFRENTA SUS MIEDOS Y DUDAS 1-Lo hemos dicho antes, pero no viene mal repetirlo: Steven Spielberg es, primero que nada, un cineasta del movimiento, alguien que logra las mayores proezas a partir de avanzar de forma incesante, casi sin pensar. Cuando se detiene y empieza un ejercicio reflexivo (particularmente a nivel contenidista) es cuando su cine entra en crisis. Por eso El buen amigo gigante es posiblemente su película más problemática del nuevo milenio, incluso más que Munich, donde en un diálogo se reflexionaba sobre las implicancias del movimiento y su influencia ética en las acciones. 2-Hay un factor extra que lleva a que El buen amigo gigante sea difícil de asimilar, y es que todo hacía pensar en que iba a ser un film muy “spielbergiano”, porque todos los tópicos posibles que definen al director y su filmografía estaban ahí: los personajes solitarios que tienen la chance de reparar eso a partir del encuentro con el otro, la pérdida como recuerdo y como amenaza, el descubrimiento como factor de maravilla o temor. Todo está finalmente ahí, pero de una forma diferente, porque el movimiento pasa a desempeñar un papel secundario. 3-Esto quizás esté relacionado con la intervención discursiva de Disney pero especialmente con la pluma de Roald Dahl. Si se analizan las obras del autor y sus adaptaciones al cine, se puede percibir un enorme ingenio y sensibilidad, pero también cierto didactismo y universos un tanto apabullantes que se deglutían a algunos personajes. Eso se nota bastante en Charlie y la fábrica de chocolate (donde los únicos personajes realmente consistentes son Charlie y Willy Wonka) y hasta afecta algunos pasajes de películas como El fantástico Sr. Fox y Matilda. Pero eso sí, esos mundos y narrativas que Dahl configuró son absolutamente maleables, lo cual explica que hayan sido adaptados por directores disímiles como Tim Burton, Wes Anderson y Danny De Vito. Ahora es el turno de Spielberg, quien encuentra en la historia de una niña huérfana que entabla una amistad con un bondadoso gigante la chance de buscar nuevos rumbos en su filmografía. Pero esa ruta emprendida posee unos cuantos baches: lo que funciona es ese vínculo de amor platónico entre la huérfana Sophie y el gigante (notándose la intervención de Melissa Mathison, la guionista de ET-El extraterrestre), mientras que el mundo que los rodea no llega a adquirir la consistencia requerida. Los otros gigantes no pasan del mero esquematismo y su amenaza no alcanza para darle entidad al conflicto que representan, que encima es resuelto de forma abrupta e insatisfactoria. Y eso se debe a que el relato se apoya de forma muy notoria en la palabra y la mirada, pero los diálogos y la contemplación sólo se aplican de la manera requerida en el vínculo entre el dúo protagónico. 4-El giro hacia la palabra y la mirada como nuevos pilares del cine de Spielberg enlazan a El buen amigo gigante con Puente de espías, que será un film totalmente distinto, pero es donde el cineasta empieza a evidenciar un cambio pronunciado en su estilo, aunque ya algo había insinuado en Lincoln. Hay algo más que conecta a ambas películas: son obras que van a contramano de las expectativas no sólo respecto al director, sino incluso al cine actual en su conjunto. ¿Había un público dispuesto a ir a ver un thriller judicial situado en una época difusa como la Guerra Fría? ¿El espectador infantil e incluso el adulto está preparado y dispuesto para un film focalizado esencialmente en sólo dos personajes y que en buena parte de su metraje transcurre en un solo espacio? A Spielberg mucho no parece importarle, la vía que ha tomado implica un ritmo mucho más pausado, casi académico en su puesta en escena. 5-Pero las apariencias pueden ser engañosas. Puente de espías tiene muchos momentos donde la cámara se detiene, pero sólo para apoyarse en lo que mira el personaje de Tom Hanks para crear movimiento, mientras también confía en el seguimiento del protagonista; El buen amigo gigante da la impresión de caer en el estatismo cuando se encierra en la casa del gigante, pero Spielberg no deja de mover la cámara, no por puro exhibicionismo, sino para delinear un espacio que define a los personajes y los lazos que entablan entre ellos. Es decir, Spielberg sigue siendo Spielberg, sigue confiando en el movimiento, pero mucho más enmascarado, porque claro, El buen amigo gigante es una película sobre la palabra, el habla, la lectura, la escritura, la observación. No son casualidad las discusiones que se dan sobre lo idiomático, las secuencias construidas solamente alrededor de lo gestual, que Sophie lea a Dickens o los primeros planos del rostro del gigante. Tampoco son poses o exabruptos. Forman parte de un conjunto de elecciones por parte de Spielberg, que busca un nuevo lenguaje en su cine, aunque en esa búsqueda tropiece unas cuantas veces. 6-¿Y por qué busca un nuevo lenguaje Spielberg? La respuesta es simple y compleja a la vez: porque no es un conformista y en vez de apostar a lo seguro, se tira a la pileta. De ahí que ponga a dialogar su conocimiento ya aceitado del movimiento con esas instancias desafiantes que son la palabra y la mirada, para reflexionar sobre la materialidad de los sueños y sus vasos comunicantes con el cine. Y sí, muchas veces no da en la tecla, cae en pozos narrativos, deja difusos a los personajes. Pero también acierta, por ejemplo, cuando elige a Mark Rylance como el rostro de su nueva etapa. La humanidad y honestidad de Rylance habla también de cómo es Spielberg con lo que cuenta: sincero, sensible, incluso abiertamente imperfecto, como El buen amigo gigante. ¿Se podía esperar algo mejor de su último film? Claro que sí. ¿Es una decepción? Claro que no. Spielberg tiene 70 años, más de 40 de una trayectoria inigualable, y aún así conserva las ganas de hacer cine, y no sólo eso, busca reinventarse, concibiendo un film sobre los miedos y dudas para superar sus propios miedos y dudas. Lo defectuoso aquí se convierte en una buena noticia.
El realizador presenta El buen amigo gigante, film de animación basado en un bestseller tan ideológicamente conservador como lo que se ve en pantalla. No alcanza con un par de buenas secuencias de aventura rollercoaster ni tampoco con un trabajo de animación perfecto hasta el hueso de las posibilidades técnicas. No alcanza porque se trata de lo nuevo de uno de los mejores. Y no alcanza porque este opus de Steven Spielberg, basado en el best seller de Roald Dahl (autor de Charlie y la fábrica de chocolate), es un catálogo de las bondades visuales del cine animado como también un compendio de tips ideológicos apolillados. Sophie (Ruby Barnhill) es una niña que vive en un orfanato, tiene perfil de pequeña intensa, pretenciosa y engrupida que si no te mata los nervios a los diez minutos de film, puede que sobrevivas incluso a la proyección completa del desfalco cinematográfico del tío Steven. En ese oscuro hospicio londinense, una noche Sophie se cruza con el bueno del gigante con voz de Mark Rylance (Puente de espías) que, por miedo a ser invadido por la civilización occidental, rapta a la menor y se la lleva a su bosque de hombres que pueden tocar las nubes con sus dedos. El problema del gigante es que en el lugar donde vive es el más bajito de todos y está rodeado por un grupo de seres enormes que le practican furibundo bullying a diario. La historia de compasión, paternalismo imperial y lugares comunes asfixiados de cursilería y retoque visual tiene en esa introducción un relato que, casi dos horas después, deriva en la entrada a puro impulso monárquico de los militares de la reina. No es menor el detalle de que The BFG (The Big Friend Giant) se estrene el mismo año en que Gran Bretaña aprueba su salida de la Unión Europea a galope de una población exacerbada en sus instintos xenófobos. El costado político, en tanto, es el más denso de un combo aún mayor que incluye también modorra narrativa y niveles de falsa inocencia que sólo pueden llegar a aceptar los más chicos de la familia.¿Tráfico ideológico o extorsión conceptual? El camino va al mismo lugar: la pequeñez en el contexto de una obra fílmica mayor. Atención: spoiler No es intención de este escriba lanzar spoilers para bloquear el visionado del film, que bien podría encabezar cualquier lista de lo más flojo del director de Indiana Jones. Pero es inevitable referirse a las hormonas colonialistas de Spielberg, al placer que en pantalla despunta con una secuencia en la que la reina buena accede al pedido de la niña que, en pleno palacio real, le pide que ayude a su amigo gigante y le envíe sus helicópteros con poder de fuego. El gigante inglés, con sede en Londres pero oficinas tácitas en Los Angeles, traza de esta manera un paralelo en celuloide, ratifica el Brexit a fuerza de prepotencia y le demuestra a los otros gigantes del grupo (¿tiros por elevación a Alemania y Francia?) quién la tiene más grande. Y así, en un largometraje que en los Estados Unidos fue recibido con frialdad más por algunos desaciertos de marketing que por su discurso, el tipo que nos conmovió con E.T., nos sacudió con Jaws y plantó bandera de director serio con Munich, ofrece su peor trabajo, el escalón más lejano de quien podríamos señalar como uno de los grandes realizadores vivos del cine de Hollywood.
Un cuento bello para la niña triste La historia de una niña sola y una de las películas más melancólicas de Spielberg. Un viaje fantástico, de artesanía narradora. El cine, los milagros, y los finales felices. La película está muy cercana al embudo sin fin de la Alicia de Lewis Carroll. Tal vez sea cierta sensación de época "tardía", luego de mucha corrección política, altanería y comportamiento empresario. Todavía es difícil de definir, a Steven Spielberg le queda mucho cine. Pero lo que se nota es que sus últimas dos películas, magníficas, marcan una diferencia. Entre Puente de espías y El buen amigo gigante hay similitud de planteo formal. En la primera se produce un quiebre exacto en la mitad horaria del film, que divide la trama de manera simétrica y acorde con la Guerra Fría, donde una réplica de gestos, matices, vuelven nada confiable a cualquiera de sus protagonistas. La bisagra la compone Tom Hanks, benévolo pero incrédulo. En la segunda, el equilibrio compositivo está en el contraste, en el contrapunto grande/pequeño, en la relación arriba/abajo, en las imágenes invertidas devueltas por el lago de los sueños, en las burbujas descendentes de la bebida del gigante, en la vigilia y la noche. Si al Tom Hanks de Puente de espías se lo ha equiparado con el James Stewart de Caballero sin espada (1939), habrá que decir que El buen amigo gigante tiene el mismo espíritu de Qué bello es vivir (1946), también de Frank Capra.Para ver este film, se sabe, hay que creer en él. Porque se cree en él, el final es feliz. Con la última película de Spielberg, discípulo capriano (como lo corroboran Encuentros cercanos del Tercer Tipo, Siempre, Indiana Jones y la última cruzada), se produce un mismo milagro. Basado en el libro de Roald Dahl, publicado en 1982, El buen amigo gigante introduce en una Londres de cuño dickensiano, añeja, con alguna referencia contemporánea -esa influencia también palpable en la película de Capra-, con la ventana de un orfanato como destino del prólogo. Allí está Sophie, la niña huérfana que no duerme, mientras espera la llegada de la hora de las brujas. Su insomnio, la vista detenida en el reloj, la casa de muñecas, el gato y una frazada, preceden la llegada de la sombra que asusta, que vigila. Si esto es lo que sucede ventana adentro -visita privilegiada del espectador, así como al inicio de El ciudadano, de Welles, otro cuento sobre un niño sin padres-, lo que tendrá lugar por afuera será el reverso, el otro lado del espejo. Para salir de allí, qué mejor que un gigante: la mano enorme dentro de la habitación rememorará la del King Kong de los '30, con Fay Wray a su merced. La otra referencia, inevitable por equilibrada, es El increíble hombre menguante (1957), de Jack Arnold. La mejor película con un gigante, la mejor película con un ser diminuto. En el medio, El buen amigo gigante. Spielberg apropia estas relaciones, no son meros guiños cinéfilos, sino partes inmanentes de ese mundo en el que sus películas habitan. Sophie -como el Little Nemo de Winsor McCay- encauza una aventura inesperada hacia la tierra de este BFG (Big Friendly Giant), en donde -otra vez el contrapunto- los demás gigantes no son amigables, sino más altos, carnívoros y devoradores de niños. Al pasar a este otro lado, Sophie no sólo ayudará al gigante a valerse por sí mismo -algo que ella evidentemente hace-, sino que podrá tocar sus sueños. El BFG se dedica a cazarlos, a guardarlos. Los deposita con cariño en niños que tienen problemas con sus padres. Sophie asiste encantada, mientras mira con su amigo grande lo que el niño sueña y proyecta: sobre una pared, con sombras animadas, chinescas. El principio del cine. Un gesto extraordinario, de parte de un cineasta que vuelve, por fin, sobre esa esencia inmaculada, casi olvidada: el cine, máquina de los sueños. Aspecto que sitúa a El buen amigo gigante como un film de sueños que se sueñan. No bien Sophie llegue a la morada del BFG, habrá lugar para el adormecimiento, con palabras del Nicholas Nickleby de Dickens, el libro que la pequeña lleva consigo (y que recuerda al cuento de Bradbury: "Cualquier amigo de Nicholas Nickleby es mi amigo"). La película está muy cercana al embudo sin fin de la Alicia de Lewis Carroll, con una reina que no será de Corazones sino la mismísima de Inglaterra. Justamente allí cuando podría preverse una corrección mayor, atada a las investiduras del Palacio y sus monigotes de uniforme, ocurre una de las mejores secuencias, que felizmente devuelven ecos de1941 (1979), la película maldita de Spielberg, un fracaso de taquilla del cual nunca habla demasiado. Las palabras que el BFG mezcla, confunde, como un niño grandote que balbucea, se vuelven muecas de sorna hacia el lugar donde se encuentra, en sus referencias a la realeza, y con un desenlace que remoza los gags alocados de loscartoonsde la Warner. En otro orden, puede pensarse en Sophie a partir de su relación con la luz spielbergiana. A saber: es una luz la que se lleva a Richard Dreyfuss en Encuentros cercanos, también la que viene a buscar al ET. Otro tanto ocurría con la luz diabólica de Poltergeist (dirigida "off the record" por Spielberg). Sophie, como el niño Elliott de ET, posee un conocimiento que los adultos no. Pero acá pasa algo distinto. Está sola, sin amigos ni adultos. Es un gigante quien viene a rescatarla. Sólo un acto de fe en un milagro semejante podría provocar la felicidad de su aventura, así como la escucha de adultos atentos o la caricia de una madre. Tras el despertar soleado, el recuerdo de aquella casa de muñecas, que Spielberg actualiza con un mismo plano, persiste. El final es tan ambiguo que lleva a pensar que lo que se ha atrevido a hacer Spielberg es filmar la desolación de esta niña. Lo había hecho con El imperio del sol, sobre la novela de Ballard. Basta recordar su secuencia final, durante los momentos de incertidumbre previos al reencuentro del niño con sus padres. La diferencia con El buen amigo gigante es la decisión de persistir en esa demora. Más aún, la situación final -de monólogo otra vez, así como al inicio- es una de las más bellas e intimistas del cine de su director.
Steven Spielberg. El gran mago. El creador de universos de fantasía está de vuelta. Uno no puede sino inclinarse ante el poder creativo del artista. ¿Por qué poner a quien hemos admirado por décadas en la picota del análisis a ultranza? Supongamos que tomamos la filmografía completa de Steven Spielberg como director y elegimos un costado común a la mayoría de sus personajes principales. Supongamos la rebeldía como nexo. La de los dinosaurios a la tecnología, la de un ictiólogo al turismo, la de un enamorado a la muerte, la de un robot a la inteligencia humana, la de un arqueólogo a la historia, la de un extraterrestre a su curiosidad. o la de un presidente a los mandatos económicos… Encajaría perfecto un gigante de cuentos rebelado a tener que comerse a los chicos. Precisamente sobre éste libro escrito por Roald Dahl (el mismo de “Matilda” y “Charlie y la fábrica de chocolate”) se basa la última producción de uno de los grandes realizadores de todos los tiempos. De acuerdo a lo leído en el libro, “El buen amigo gigante” es la historia de BAG (Michael Rylance, ganador del Oscar a mejor actor de reparto este año por “Puente de espías”), un gigante cazador de sueños que se entretiene repartiéndolos entre los chicos para hacerlos felices mientras duermen. Al ser descubierto una noche por una niña residente en un orfanato, la historia da un giro y Sophie (Ruby Barnhill) es llevada a la tierra de los gigantes. Más precisamente nueve gigantes que sí cumplen con los mandatos de cuentos infantiles y son carnívoros con nombres pintorescos. Si hubiese que buscar una fibra más íntima del relato hablamos de dos seres que se juntan bajo el mismo padecimiento de habitar un mundo que no los comprende, los excluye y por oposición no los incluye. De alguna manera, la necesidad los une. Es extraño ver una fantasía del director de “Lincoln” (2012) que prescinde del factor de la intriga. De la generación de expectativa en el espectador: “Tiburón” (1975), “Jurassic Park” (1993), “E.T.” (1982). Todos sabíamos que íbamos a ver un alien, un escualo o un dinosaurio. El punto era cómo llegábamos a ese momento. Con su habitual habilidad narrativa podían ser varios los minutos hasta que aparecía el elemento fantástico o catalizador de la acción dramática y mientras tanto, entre la falta de conciencia del peligro acechante y la dosificación de la información, la ansiedad iba in crescendo y nunca la obra entera dejaba de lado su costado reflexivo. BAG aparece en los primeros cinco minutos muy bien construidos. Luego, habrá unos cuarenta de presentación del personaje y de diálogos que intentan, desde una postura casi naif, que el gigante y la niña se entiendan, se lleven bien. Hay dos inconvenientes en el guión. El primero, es una llamativa ausencia de conflicto. Ella podría quedarse a vivir allí o él devolverla y nada cambiaría demasiado. Esta ausencia está potenciada por una sensación de indecisión. ¿Quién protagoniza esta película? Es más, desde su forma, ¿a qué público están apuntando? En el libro está claro, aquí no tanto. Más allá del deslumbrante universo estético propuesto por el habitual equipo de Spielberg, incluyendo a John Williams en la música, Michael Kahn en la edición, y la estupenda fotografía de Janusz Kaminski, “El buen amigo gigante” tarda en despegar por las razones expuestas anteriormente. Se hace larga. O al menos, desde lo que su apellido genera, uno no está acostumbrado a este tipo de pulso narrativo. En connotación con ese ritmo están los trabajos del elenco. Hay un registro casi teatral en el timing de los diálogos. Como si estuviese filmada en la década del 40, o al menos ese parece ser el tipo de registro buscado, tal vez por la enorme cantidad de horas en las cuales tanto Mark Rylance como Ruby Barnhill habrán tenido que convivir con el croma y con la dirección de miradas, más que con el vínculo actoral. En la última media hora, es decir toda la secuencia del palacio real, aparece el punto máximo de combinación de fantasía, humor y acción en dosis tan distintas a los minutos previos que hasta podría ser un mediometraje en sí mismo. La magia sigue intacta. Algo errática tal vez, pero es Steven Spielberg. Siempre queda algo.
En su por demás extensa y prolífica carrera, Steven Spielberg ha sabido saborear en muchos más casos las mieles del éxito que la amargura del fracaso. Siempre coqueteando con la ciencia ficción, el drama y el cine de aventuras de manera pareja, en esta oportunidad se centra en una historia dedicada a los más pequeños, con una tarea semejante a lo realizado en la reciente Tintín. Desde las primera imágenes podemos notar la mano del realizador con encuadres, planos y una puesta en escena cuidada obsesivamente hasta el más mínimo detalle. El diseño de producción de Mi buen amigo gigante sorprendería al mismo Roald Dahl. Sin embargo, el ritmo que lleva el relato podría distraerlo un poco, y más aun si estuviera acompañado por niños. Este Londres de ensueño sumergido en el espíritu fantástico del genial autor de obras como Charlie y fábrica de Chocolate y Matilda, alza demasiado las expectativas para una historia que no se sabe sostener. El subtexto de la inusual amistad entre un gigante y una niña resulta apenas un intento de arañar la superficie de lo logrado en E.T. Los ingredientes son los correctos pero la fusión final es lo que no termina de convencer. Mi buen amigo gigante resulta tan solo un film pasajero dentro de la filmografía de uno de los realizadores más influyentes y relevantes de la historia del cine. La propuesta es un viaje de imaginación y aventuras, limpio y espectacular en su sencillez narrativa. Un simple pero atractivo cuento infantil narrado por Spielberg.
El buen amigo gigante de la industria. Suerte de relecturas de Indiana Jones y E.T. respectivamente, Las aventuras de Tintín (2011) y El buen amigo gigante (BFG [Big Friendly Giant], 2016) coinciden en un comienzo prometedor que va desviándose hacia un vertiginoso encadenamiento de acciones incidentales. Filmada una con la técnica de captura de movimiento y la otra con animación digital, se parecen por abrevar en fuentes nobles y, a partir de allí, armar movidos divertimentos. Ambas historias tienen niños bienintencionados y decididos como protagonistas, dentro de un ámbito atemporal en el que se despliegan eventos sin demasiada lógica, permitiendo disfrutar de un universo ficticio sembrado de peligros que se irán sorteando. Pero si Las aventuras de Tintín en algún momento se enfebrecía innecesariamente, El buen amigo gigante es invadida por una puesta en escena inarmónica, abigarrada, con un convencional enfrentamiento final ogros vs. soldados. Lo mejor de este Roald Dahl pasado por Spielberg está en las iniciales escenas nocturnas en la calle y la aparición del gigante, más un tramo final que –aunque hubiera sido mejor sin banderas reconocibles ni encandilamiento por lujos monárquicos– resulta incuestionablemente gracioso.
Creer en la hora mágica Steven Spielberg es Hollywood en estado puro. Es productivo a nivel industrial pero en registros contrapuestos. Puede estrenar “Las aventuras de Tintín” y “Caballo de guerra” en el mismo año, o pasar de “Puente de espías” a “El buen amigo gigante”, el filme que nos ocupa. Donde se permite jugar con la más pura imaginería británica, a la que hace honores sin pasarse de pomposo; algo que tal vez un británico no lograría. Imaginería que va del universo fantástico al humor inglés: se funden aquí la orfandad de las novelas de Charles Dickens (homenaje explícito en la lectura de “Nicholas Nickelby”); la escapada fantástica a lo “Peter Pan” (la Sophie en camisón y descalza recuerda a la Wendy de la memorable versión de J.P. Hogan); la convivencia de fantástico y cotidiano contemporáneo de Harry Potter; los firuletes idiomáticos a lo Lewis Carroll; y unos gigantes que podrían haber salido de un sueño de los Monty Python (con su aspecto de bárbaros escoceses o irlandeses). Quizás por tener como base una obra de Roald Dahl, autor del siglo XX que vendría a ser un puente entre la era de Carroll y James Matthew Barrie y los tiempos de J.K. Rowling. Carne de cuento Con esos elementos construye Spielberg una película bastante atípica: así es que ha enamorado o disgustado a crítica y público, según puedan “entrar” en ella o no. Atípica en buena medida porque no tiene una estructura narrativa convencional: tiene un comienzo de antología, un segmento medio de gran poesía visual (la Tierra de los Sueños y su entrada por el reverso espejado en el lago), y un remate un poco alocado y humorístico. En algún punto, es como esos cuentos estirados que los niños siempre adoraron escuchar: como una agregación de peripecias y encuentros más que un crescendo dramático (“El Hobbit” de Tolkien funciona de ese modo, al menos en parte, como así también la “Alicia” de Carroll), donde en el fondo sabemos que a nuestros héroes no les pasará nada grave y lo interesante está en la finta o el subterfugio. Así, algunos pueden decepcionarse o ver una visión del imperialismo británico cuando en realidad es un juego de anacronismo, con la reina británica, los guardias con su traje típico, los generales bigotudos y estereotipados y la flema cortesana. Un poco raro todo, al menos para el estándar de la Disney. Contemos un poco de qué se trata. Sophie es una huérfana que vive en un orfanato decimonónico, pero más acá (hay claves de que serían los ‘80). Insomne, merodea por los pasillos a las tres de la mañana, “la hora mágica”, cuando todos duermen y se supone que criaturas inimaginables andan por allí. Y es cierto: Sophie ve a un gigante, que ante la duda de que lo descubra tira el manotazo y se la lleva a su casa en la Tierra de los Gigantes. Donde en realidad él es pequeño y civilizado (pacífico y bonachón como Bilbo Bolsón, pero grande), rodeado de una banda de gigantones brutos y roñosos, que gustan de comer niños y jugar al rugby con su débil vecino como balón. Mientras trata de proteger a la ingeniosa niñita de sus coterráneos, el Buen Amigo Gigante (Big Friendly Giant, o BFG) le muestra su trabajo capturando sueños de la Tierra de los Sueños y trayéndolos a nuestro mundo. Juntos, tendrán que urdir un plan un poco bizarro para detener a los salvajes. Suma de talentos El buen Steven armó un equipo ganador para esta apuesta. Contó con la guionista Melissa Mathison (con quien trabajó en “ET”), que murió antes de terminar el filme, que le está dedicado. La música está a cargo del indiscutido John Williams (autor de grandes himnos del cine, que aquí está sutil en su tarea) y el director de fotografía Janusz Kaminski, otro habitual, artífice de la lograda estética de los primeros 20 minutos (cuando todavía se trata de luces y sombras). Y sumó al staff de Weta Digital, que trajo la carta ganadora: la captura de movimiento, que permite meter al actor en un cuerpo animado digitalmente, lo que refuerza el verismo de lo que se ve. Porque el BFG (o BAG, según las siglas de un doblaje algo insufrible) es eminentemente Mark Rylance en toda su gestualidad: más allá de las orejas o una figura esmirriada, están sus rasgos y expresiones (algunos ven a Robin Williams, que fue candidato al rol), en un personaje totalmente diferente al Rudolph Abel de “Puente de espías”: Spielberg repite actor pero con sorpresas. Del otro lado está Ruby Barnhill como Sophie, una avispada muchachita, que tiene el desafío de actuar a pantalla verde casi toda la película (para poder ser montada en escenas creadas en CGI, como un movido planito secuencia en la captura de los gigantes). Del resto del elenco podemos destacar a Penelope Wilton como la reina, Jemaine Clement como el taimado Fleshlumpeater, líder de los gigantes, y por ahí está Rafe Spall como el atildado señor Tibbs. Mención aparte para Rebecca Hall, que compone una Mary que no transita el tono pomposo de la corte, y cuyo realismo sirve como parte del juego abierto en el final... que no explicitaremos aquí. Quien quiera creer, que crea: de esa magia están hechos los cuentos.
Adaptación de una novela de Roald Dahl, El buen amigo gigante es un ejemplo de híbrido entre animación y actores reales y una de las realizaciones más logradas de Steven Spielberg, que se sigue superando a los 69 años. El director vuelve a colaborar con el británico Mark Rylance (Puente de espías), para crear a BFG, el Big Friendly Giant o buen amigo gigante, así apodado por la pequeña Sophie (Ruby Barnhill) tras ser manoteada de su bow window en un barrio londinense. Sophie despierta en la casa de BFG, localizada en un desierto a la inglesa, y mientras BFG demuestra ser amigable, también resulta ser el enano de una tierra de gigantes, seres realmente grandes y fieros, cuya dieta consiste esencialmente en seres humanos. Mientras BFG oculta a Sophie, nace entre ellos una gran amistad de cuentos, algo que Spielberg traslada a la perfección a la pantalla. Notable entre tantas maravillas es la labor principal de BFG, que consiste en capturar sueños de una laguna para luego inocularlos a niños de los suburbios mediante una peculiar trompeta. En su corazón, la película parece una mezcla de las historias de Neil Gaiman con las animaciones de Harry Harryhausen, pero es mucho más, y no faltan demostraciones bélicas tan caras a Spielberg. En forma, sentimiento y guión, imperdible.
Crítica emitida por radio.
Prácticamente 4 años pasaron para que podamos volver a ver a Steven Spielberg en una producción de este estilo, siendo la última "The Adventures of Tintin", en 2011. Claramente no es un director reconocido por este tipo de producciones, que si bien logran aceptables críticas no llegan al poderío de otras, como por ejemplo la reciente cinta “Bridge of Spies” o la clásica “Jurassic Park”. Lo cierto es que Steven cada tanto merodea en este tipo de producciones animadas, familiares y dirigidas principalmente a un público infantil. En esta ocasión se nos presenta con una película que, a priori, nos deleitaba con imágenes extraordinarias de un mundo gigantesco y, aún sin estar muy clara, una historia madura para público general. Sí, estamos hablando de la nueva producción de Disney “El Buen Amigo Gigante”, adaptación de la novela homónima de Roald Dahl, "Big Friendly Giant" (BFG) que vio la luz en 1982 y que este año lanzo una nueva versión que se puede conseguir por unos pocos dólares en Amazon, aprovechando el estreno de la película. Al no ser un material muy conocido en nuestra región, trataremos de dividir la crítica entre quienes leyeron el libro y quienes no, comenzando por estos últimos. “Un mundo gigantesco, no tan gigantesco” Sin duda uno de los puntos que más nos decepciono de la producción, es el de las locaciones. Fuimos preparados para una película que nos deleite por su cantidad y calidad de paisajes, pero lejos quedamos de ello. La cinta transcurre en su mayoría en las mismas 3 o 4 locaciones que no son explotadas al máximo en su ambiente, salvo la de BFG que realmente es la más atractiva y otra que no entramos en detalles para no spoilear, pero que es realmente hermosa aunque apenas dura unos minutos y no volvemos a pisarla nunca más en el imaginario mundo de “El Buen Amigo Gigante”. Que estructuralmente nos hacen sentir que estamos ante algo gigante, es claro, pero visualmente esta hipótesis se derrumba rotundamente. Así como criticamos el punto anterior, debemos alagar el CGI. No es “El Libro de la Selva” ni “Warcraft”, pero sin duda está entre los mejores del año. La puesta en escena entre humanos, gigantes y locaciones están muy bien realizadas, aún con escenas que podrían demostrar flaquezas ante la dificultad de las acciones, la producción no decae y mantiene un nivel óptimo. Basándonos en la adaptación, no hay nada para reprochar. La producción representa las distintas locaciones de la novela con exactitud, agregando en varias de ellas detalles y dimensiones que no se pueden ejemplificar en un libro. Finalizando el apartado técnico, destacamos la banda sonora con música principalmente orquestal que sin ser abundante, encaja perfectamente en las escenas que lo requieren. El vestuario, visto desde el punto de la adaptación, es idéntico al de los gráficos de la novela en todos los personajes. “De la madurez a la niñez” Cortita y al pie, esta frase describe a la perfección el desarrollo de la historia de “El Buen Amigo Gigante”. Una trama que a lo largo de los minutos, y casi en su totalidad, se mantiene en un perfil de madurez extraordinario pero que recae en un nivel de niñez imperdonable sobre el final. Lamentablemente esto hace que nada quede claro. Ni a que público apunta la producción, si el desenlace vergonzoso es adrede o involuntario ante la falta de recursos imaginarios o si simplemente la producción se llevó a tal punto de madurez que no quedo otra que “salvarla” de esa forma. La realidad es que nos deja atónitos y, perdonando la palabra, con una expresión de WTF ante semejante cambio de línea argumental, sin anestesia. Sumado a lo anterior, el interesante guion recae en los pecados de la trama. Principalmente consumido por BFG y Sophie nos encontramos con una lectura difícil de llevar para cualquier niño, dado que como BFG tiene algunos inconvenientes para hablar, las palabras son desarmadas con un predominio gramatical de la primera persona del singular que encima por momentos se expande a otros personajes con el fin de agregar el recurso de la comedia y siguiendo los lineamientos de la novela. Al igual que el apartado anterior, si nos basamos en la adaptación, Steven Spielberg no deja cavo suelto y representa hoja por hoja la novela en esta producción. ¿Acierto o error? Un poco de ambos. Para el libreto, la adaptación está realizada ejemplarmente, pero para quien no conoce o no sabe que es justamente una adaptación el resultado puede resultar catastrófico ante semejante fidelidad. Sin duda el punto más alto de la producción recae en las relaciones que forma. Flaquea un poco en el desarrollo de los personajes en sí mismos, pero brilla en las relaciones que forman entre sí, donde claramente se destacada la de BFG y Sophie que se va transformando a lo largo de los minutos, generando entre ambos un conjunto donde cada uno solapa los defectos del otro y aumenta exponencialmente las cualidades. “El Buen Amigo Gigante” o “BFG” en su título original, es una adaptación prácticamente perfecta de la novela de Roald Dahl. Como película, la distribución mundial le juega una mala pasada en regiones de desconocimiento del autor o la obra, dejando una producción que podría catalogarse como “para el olvido” a raíz de los puntos mencionados anteriormente.
El Buen Amigo Gigante es un hito en la carrera de Steven Spielberg: ésta es la primera vez que nuestro querido Estéban hace chistes sobre pedos. Sucede que el simpático monstruo del título toma una gaseosa de su propia elaboración, con burbujas que van hacia abajo, que le produce flatulencias con la fuerza suficiente como para levantarlo varios metros de su asiento. Él llama a este fenómeno "Flatu-Bombas". No veo forma en que no sea doloroso. Sí puedo ver los gifs con esa escena y un cartel que diga algo como: "Cuando estás solo en tu casa y te tirás un pedo". Pero estoy divagando. Es que estoy desorientado. Nunca imaginé que iba a ver un chiste así en una película de Spielberg. Parece ser que todavía hay ciertas cosas con las que el director más exitoso de todos los tiempos puede sorprendernos. Sin embargo, ésta no es una grata sorpresa. El Buen Amigo Gigante (The Big Friendly Giant) sigue la amistad de Sophie, una huerfanita insomne fanática de Charles Dickens, y el personaje titular, que será fantástico pero es bastante hogareño, en especial cuando se lo compara con los otros gigantes del filme, que comen "humanombres". El guión es de la fallecida Melissa Mathison, que por cierto también hizo el guión de E.T.; así que se podría suponer que la relación entre la nena y el gigante estaría bien desarrollada. No tan así. La amistad entre Sophie y el BAG parece forzada para conducir a la mayor cantidad de secuencias de efectos especiales posible. Exceptuando algún que otro momento, la mayoría de estas secuencias decepcionan. Desde un punto de vista adulto, al menos: los niños podrían disfrutarlo, si es que son capaces de ignorar la desagradable apariencia casi de uncanny valley del BAG. Los últimos años han sido extraños para Steven Spielberg. Podríamos dividir su obra en tres etapas: una de juventud, que va desde mediados de los años setenta a principios de los noventa y es cuando Spielberg creó y perfeccionó el blockbuster hollywoodense; luego viene un periodo de filmes sobre temas más serios, como el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial; y la etapa actual, que se podría decir comenzó a mediados de la década pasada, ha sido la etapa de "veterano" de Spielberg. En esta etapa, lo hemos visto hacer de todo, desde películas históricas, hasta su primer filme animado; pero hace mucho tiempo que no pega un "hit", una de esas obras que fueron aclamadas por el público y la crítica, las que le ganaron su reputación (El Buen Amigo Gigante tampoco tuvo suerte en este aspecto; ya es considerado un fracaso de taquilla en Estados Unidos). Se creería que una fantasía infantil sería pan comido para un artista como Spielberg, pero tal como demostró Roald Dahl, el autor de la novela en que se basa esta película (además de Charly y la Fábrica de Chocolate, Matilda, y El Fantástico Sr. Fox y varios libros para adultos que nadie lee), se requiere algo más que chistes ridículos y colores efervescentes para entretener a un niño sin exasperar a un adulto. VEREDICTO: 4.0 - TRÁIGANME AL SR. SPIELBERGO Quizás divierta a los más pequeños pero, desafortunadamente para el resto, El Buen Amigo Gigante no tiene ni el encanto multi-generacional de aquellos magistrales blockbusters de antaño realizados por Spielberg, ni el de las obras literarias de Roald Dahl. Recomendado para pibes (y no tan pibes) a los que NO les guste leer.
Después de un paréntesis de films dedicados al revisionismo histórico, coronado con la notable Puente de espías, Steven Spielberg regresa al territorio del cine de aventuras, con su habitual maestría a la hora de combinar sensibilidad artesanal con despliegue visual de alta tecnología. A su vez, en una temporada como la de vacaciones de invierno, en la que hay una enorme cantidad de propuestas para niños pequeños, pero pocas alternativas para chicos de más de 7 años; El buen amigo gigante se transforma en la mejor opción a la hora de elegir un entretenimiento que vaya más allá de las consabidas fórmulas de comicidad y gags físicos. Sin demasiado preámbulo, la película nos zambulle en la odisea de BAG (el buen amigo gigante del título) y Sophie (una niña que vive en un orfanato londinense). Como buen conocedor de la expectativa de la platea, Spielberg no estira la introducción por demás, y antes de los diez minutos, ya tenemos al grandote bonachón secuestrando a la nena y llevándola a la Tierra de los Gigantes. Allí hay otros seres de grandes dimensiones, mucho más altos que BAG, y mucho más peligrosos, ya que a diferencia del querible raptor... ellos se alimentan de niños. Adaptando un libro de Roald Dahl - escritor británico cuyas obras han llegado a la pantalla grande a través de maravillosas películas como Jim y el durazno gigante, Matilda y Charlie y la fábrica de chocolate - Spielberg vuelve a capitalizar el encuentro entre dos criaturas que a pesar de lucir muy diferentes, tienen una voluntad en común: encontrar un aliado en el abrazo. Son seres solitarios incomprendidos por su entorno, pero que juntos pueden ser capaces de atravesar la más desafiante aventura. Cualquier parecido con E.T. El extraterrestre no es pura coincidencia, ya que el El buen amigo gigante no sólo vuelve a transitar ese tipo de estructura vincular; sino que también viene de la guionista Melissa Mathison, fallecida a fines del año pasado, y también encargada de adaptar la novela que dio vida a la película del legendario y querido alienígena. En esta nueva joyita, el director vuelve a confiar en sus colaboradores más ilustres. A los 84 años, John Williams se prepara para recibir una nueva nominación al Oscar por su bellísima música original. Mientras que el polaco Janusz Kaminski, habitual director de fotografía de Spielberg, logra una variada paleta de atmósferas y colores en los desplazamientos que van de Londres a la Tierra de los Gigantes, con momentos de éxtasis visual en la Tierra de los Sueños; y una encantadora recreación del Palacio de Buckingham, momento en el que el film dispara una desopilante sucesión de gags en los que el realizador muestra su inesperado talento en el reino de la escatología. Más allá de los impecables rubros técnicos y artísticos, este film adquiere calidez gracias al milagro expresivo que anida en la mirada de Mark Rylance, ganador del Oscar a Mejor Actor de Reparto por Puente de espías. En tanto que el debut cinematográfico de la niña Ruby Barnhill, no desentona frente a tamaño seleccionado de talentos. Con buen pulso narrativo, pero sin necesidad de atropellar todo a las corridas, el realizador logra sumergir a los espectadores en una suerte de trance hipnótico. Tal vez por momentos falte un poco de intensidad en el conflicto, o dicho en términos más llanos, mayor amenaza y maldad por parte de los gigantes come-niños. Pero esto es apenas un detalle. Spielberg logra materializar un mundo en el que los sueños logran imponerse sobre el cinismo. El incansable cineasta lo hizo de nuevo. Una película de genuina emoción, que no necesita subirse al pedestal del gigantismo para demostrar su enorme nobleza cinematográfica. The BFG / Estados Unidos - Reino Unido - Canadá / 115 minutos / Apta para todo público / Dirección: Steven Spielberg / Con: Ruby Barnhill, Mark Rylance, Rebecca Hall, Bill Hader
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030
Adaptación correcta de Dahl "The BFG" es una adaptación del cuento del escritor británico Roald Dahl ("Charlie y la fábrica de chocolates", "Matilda") que fue publicado allá por 1982. El director que se hizo cargo de llevarlo al cine fue nada más y nada menos que Steven Spielberg ("E.T.", "Jurassic Park"), el f@cking amo del cine fantástico y de aventuras. Entonces, ¿por qué tiene 3 estrellitas en lugar 5? Bueno, en primer lugar creo que esta adaptación suavizó varios elementos de la historia original que la terminaron haciendo más light, con menor peso y trascendencia. Soy un convencido de que el miedo es parte importante en el desarrollo de la imaginación de todos cuando somos niños. No el miedo a los horrores de la vida real, sino esos miedos mágicos a monstruos, fantasmas y demás bestias fantásticas e imaginativas. Estimula la creatividad. Los estudios cinematográficos en pos de no generar ninguna rispidez con la opinión pública, suelen eliminar estos factores de miedo en historias que pierden un poco su esencia cuando esto sucede. "The BFG" no escapa a esto y recibe demasiadas pinceladas de colores alegres que la hacen más liviana. Por otro lado creo que esto también le sacó entretenimiento. La película en general es muy correcta y visualmente enorme, pero la historia se queda un poco en el camino y por momentos llega a aburrir. Es duro, pero su protagonista infantil no llega a generar demasiado interés. Le faltó carisma. Esto por supuesto no es culpa de la niña, sino de Spielberg que creo no supo sacarle lo mejor. Las intervenciones de las actrices Penelope Wilton y Rebecca Hall como reina madre e hija respectivamente tampoco fueron demasiado importantes en la trama. Mark Rylance ("Puente de espías"9 en cambio como el gigante BFG es fabuloso y es quien sostiene toda la película. Tiene algunos momentos muy buenos y divertidos, pero en general creo que nunca llega a explotar. Desde lo audiovisual es realmente maravillosa y mágica. Transporta por un rato al espectador a otro mundo espectacular. Tanto chicos como grandes van a disfrutar mucho los efectos especiales y la elegancia de sus diseños. Creo que a veces hay que animarse a más y los resultados pueden ser muy favorables. A "The BFG" le jugó un poco en contra la corrección.