Cazador cazado No hay duda de que Roman Polanski es uno de los directores europeos más importantes de las últimas cinco décadas, pero lo cierto es que sus problemas judiciales han desviado (y desvirtuado) la atención y la valoración respecto de su cine. Presentado con su realizador ya encarcelado en la competencia oficial del último Festival de Berlín -donde Polanski fue distinguido con el premio a la mejor dirección-, este intenso y atrapante thriller político narra la histora del ghost writer (o escritor fantasma) al que alude el título (reivindicatorio trabajo de Ewan McGregor), que es contratado para escribir la autobiografía de un ex primer ministro británico demasiado parecido a Tony Blair (Pierce Brosnan), que al mismo tiempo es acusado ante la justicia por crímenes de guerra. Esta película de clara progresión hitchcockiana (hasta la banda sonora remite a títulos como Intriga internacional o La ventana indiscreta) describe cómo el personaje de McGregor va descubriendo durante su investigación oscuros secretos del ex premier que involucran abusos de la CIA y del MI5, a partir de algunas pistas que había dejado su predecesor en la escritura del libro de "memorias", que aparece muerto en la playa durante la primera escena del film. Algunos podrán ver en este nuevo trabajo del director de El bebé de Rosemary o Barrio Chino un buen ejercicio de estilo o un sólido exponente de género a-lo-Jason Bourne (como si ése fuese un mérito menor), pero en mi caso reivindico a El escritor oculto como un film potente, atrapante e inteligente en su entramado político o incluso en sus extensos diálogos. Y más valioso, en la comparación, que ese cine "importante" en el que Polanski incursionó con la sobrevalorada El pianista.
En cierta época, el estreno de un film de Roman Polanski era motivo suficiente para ir corriendo a las salas de cine. Se trata de uno de los directores más transgresores del cine comercial de todos los tiempos. Un rebelde, un marginal, cuyas polémicas obras, solo fueron opacadas por su polémica vida. Se puede decir con certeza, que solo Roman Polanski puede hacer un film sobre su vida. La ironía, la tragedia, la oscuridad de la mente de este cineasta polaco septuagenario nos ha dado joyitas cinematográficas: algunas, obsesiones personales, miedos sobre el aislamiento, la claustrofobia, y la huída. Otras, trabajos por encargo, preconcebidos, que el director ha convertido en turbios relatos psicológicos con finales amargos. Y mientras esperamos que el gran director de Barrio Chino, Repulsión y El Bebé de Rosemary, salga de la prisión domiciliaria a la que está sometido hace casi medio año, y se proponga hacer una película sobre su tortuosa vida, de la que ya todos conocemos los detalles, disfrutemos de su último thriller. Polanski ha probado con todos los géneros, desde dramas épicos como la adaptación de Mac Beth (acaso un tratado sobre la violencia y la catarsis sobre la masacre del clan Mason y Sharon Tate), comedias absurdas (¿Que?, La Danza de los Vampiros), melodramas de época (Tess, El Pianista, Oliver Twist) y aventuras con piratas (Piratas), el género que mejor le queda es el thriller psicológico. Si bien las dos últimas obras (la que lo hizo merecedor del Oscar al mejor director y la Palma de Oro en Cannes, y la adaptación del cuento de Dickens), contienen muchos elementos personales, relacionados con su infancia; en el thriller, él se puede expresar mejor artísticamente, tiene mayor creatividad, ironía, se mueve con gran sutileza y efectismo No hacen falta demasiado tiros o explosiones para tensionar los nervios del espectador. Lo decía Hitchcock, y acaso sus tres mejores discípulos (Chabrol, De Palma, Polanski) lo entienden así. El Escritor Oculto, contiene elementos típicos del rey del suspenso: un hombre bastante patético que se involucra en un crimen involuntariamente. Persecuciones, suspicacias, complots con justificaciones mínimas (el Mc Guffin), una soberbia banda sonora que acompaña el excelente clima creado por el director y su cinematógrafo. No tiene golpes de efectos con un sonido exagerado ni efectos visuales de más. Un paisaje desolador, lluvia, frío… femmes fatales que enredan aún más al protagonista. Un escritor (Ewan Mc Gregor, convincente), del que nunca conocemos el nombre, que se dedica a redactar autobiografías de personas famosas, razón por la cuál es conocido como “fantasma”, recibe la tarea de reescribir el manuscrito de otro escritor fantasma que fue encontrado muerto en una playa. El protagonista de esta autobiografía es el ex primer ministro británico, Adam Lang (una de las mejores interpretaciones de Brosnan), que está siendo investigado por secuestrar y torturar supuestos terroristas paquistaníes. La tarea no es fácil, y menos cuando el escritor empieza a encontrar pistas que le hacen sospechar, que su predecesor fue asesinado, porque descubrió secretos oscuros del pasado de Lang. Paulatinamente Polanski construye un thriller seductor. Entre sospechas, humor, crítica política, engaños, personajes que aparecen y desaparecen, apariencias, etc, la paranoia se va inculcando en la mente del protagonista. Así como Repulsión, no sabemos los espectadores distinguir quien es real y quien no. Las conjeturas se vuelven certezas, pero aun así no toda la información termina siendo explícita y Polanski deja inteligentemente abierto el final, para que el espectador saque sus propias conclusiones. En cierta manera, el director continúa el hilo estructural de La Ultima Puerta. En ambas, los protagonistas, a través de un libro se introducen en un mundo oscuro, que supera a su conocimiento previo. Las consecuencias pueden ser fatales. Tensionante y divertida, tan atrapante como Búsqueda Frenética, se trata de un producto que no podría haber sido filmado por otro director. Sutil crítica a Tony Blair y la política de George W. Bush, Harris y Polanski tiran palos a todos los secretarios y agencias secretas de ambos gobiernos. Sin embargo, y a pesar de todo, pareciera que el director se apiada del inepto ex primer ministro, mostrándolo como un prisionero de sus propios actos. “Y ahora resulta que estoy preso en los Estados Unidos y no puedo volver a Inglaterra” dice Adam Lang en un momento dado. Con esa frase, el director larga una confesión sobre su vida, y da muestras que prefiere identificarse con el villano, en lugar de con el héroe. Además de mantener su timing intacto y la creación de climas, donde el estado meteorológico, es un verdadero aliado, Polanski elije un elenco soberbio. Se luce como nunca antes en su filmografía, Olivia Williams como la inteligente esposa de Lang, y mejor no revelar varios intérpretes reconocidos que hacen cameos. La banda sonora de Alexander Desplat, con reminiscencias al estilo musical de Bernard Herrmann aporta tensión. Visualmente fría y ominosa, Polanski no se deja tentar por incluir planos caprichosos y alocados (acaso solo una subjetiva en gran angular, de la mirilla de una puerta que remite a El Bebé de Rosemary, El Inquilino y Repulsión). Sin embargo, la mano artesanal del realizador de El Cuchillo Bajo el Agua, en la construcción de encuadres y planos secuencia se destaca en la escena final. Algunos aspectos inverosímiles, aunque muy sarcásticos del guión, en cuanto al manejo del Internet en la sociedad contemporánea, no le quitan solidez a esta obra. Las playas sirven de marco de este thriller clásico, un autohomenaje a Cul de Sac, y demuestran la solvencia de este narrador, que a los 76 años, y desde la prisión suiza ha terminado una película casi excepcional, sin pretensiones de obtención de premios, que mantiene el ojo cínico de un gran autor. Directores jóvenes de Hollywood que hacen bazofias de terror solamente con efectos especiales: aprendan de los veteranos. Siguen siendo los mejores.
El juego que mas sabe y mas le gusta Casi como un compendio antológico de recursos estilísticos y temáticos comunes a los films más emblemáticos de Roman Polanski, El Escritor Oculto (The Ghost Writer, 2009) se enmarca en un thriller que combina los elementos del policial negro y del cine político de estos tiempos referidos al complot terrorista. Basada en la novela El Poder de la Sombra de Robert Harris, el film combina elementos de pertinencia política actual con una trama de espionaje que le escapa a cualquier convencionalismo posible. Un escritor, de quien desconocemos su nombre es contratado para escribir la biografía (o se esconde algo mas detrás?) de un ex mandatario británico (quizás Tony Blair?), una tarea nada fácil de concretar puesto que el líder político esta siendo juzgado por supuestos crímenes de guerra. Polanski es de esos autores que hoy escaseen, digno exponente de esa camada de directores europeos que desembarcaron en Hollywood en los años 70 para ofrecer un nuevo cine y vaya si lo lograron. El director polaco ha construido a lo largo de su filmografía un micromundo distorsionado y enfermizo más que identificable en sus obras donde ha depositado sus miedos, sus inquietudes, su visión del mundo, sus obsesiones. Con el oficio que le han dado tantos años de trayectoria, Polanski deja su marca en un film que poblado de atmósferas perturbadoras y un tono ciertamente opresivo. Retratando a un personaje atemporal (El escritor fantasma), sin pasado ni futuro y destinado a negar la identidad propia, Polanski se apropia de sus pensamientos, manipula su accionar y maneja como un gran administrador los elementos del suspenso más clásico. Jugando a base de mucha astucia con la psiquis del espectador que decepciona ese peligro latente que respira la historia, a cada instante, casi de forma instintiva. Como un testamento donde Polanski declara su propia biografía este escritor fantasma huye, se aísla, se repliega, se pierde en la inmensidad de un paisaje que parece una continuación de planos sucesivos en medio de la nada, sin tiempo ni espacios definidos, contraataca. El escritor anónimo padece su condición en medio de un mundo que vive de mentiras, amenazas, conspiraciones y aislamientos forzados. Un alter ego del mismísimo Polanski desafiando juicios injustos a su vida personal. El relato intensifica a su transcurrir los niveles de intriga para transmitir de forma abrumadora y por medio de constantes paralelismos esta explosión de vértigo y tensión in crescendo que resulta reveladora en términos narrativos de todo el potencial que el film posee. Estamos ante un thriller sutil, de esos que trabajan la dinámica de los silencios, bien a la europea y con inequívocos guiños hitchcockianos. El Escritor Oculto hace caso omiso a las reglas de mercado que gobiernan hoy en día el transitado, menospreciado y repetido género del thriller más industrial. Y allí radica lo mas rescatable de un film de por si brillante: la honestidad intelectual de un Polanski que busca, persigue con ahínco un publico activo, al que no le deja ver todas las cartas del juego y al que perturbará con una mirada nada complaciente. Lejos de querer menoscabar la inteligencia del espectador, esta película se apoya en la artesanía de su autor para provocar, para causar molestia, para instigar, para depositar una duda, para instalarse en las sombras de lo mas oculto del ser humano.
Luego del bodrio de Oliver Twist, el director Roman Polanki regresa al cine con un buen thriller que evoca las viejas historias de misterio de Alfred Hicthcok. La película juega con la interesante figura de los escritores fantasmas que son esas personas que se dedican a escribir y editar las memorias de personalidades famosas. Cuando sale una autobiografía por lo general parecería que los famosos son grandes escritores pero en realidad, en la gran mayoría de los casos, hubo un profesional que se encargó de darle una narración a las entrevistas que se hicieron con el protagonista del libro. Polanski presenta al protagonista en los primeros minutos del film y enseguida nos sumerge en el misterio al que se enfrenta Ewan McGregor que incluye conspiraciones políticas y asesinatos. Desde la realización este es uno de los mejores trabajos que hizo junto con El pianista. Estamos frente a una película con un elenco espectacular donde se destacan además Olivia Williams (Sexto Sentido), Pierce Brosnan y una pequeña participación de Elly Wallach, el querido y recordado “Tuco” de El Bueno, el Malo y el Feo. Es claro que de alguna manera Polanski intentó en su narración rendirle un homenaje principal a Hitchcock, algo que se puede apreciar también en la banda sonora de Alexander Desplat que evoca las composiciones de Bernard Herrman, clásico colaboradoR del viejo Alfred. La trama es una adaptación de la novela homónima de Robert Harris que esta buena hasta el final pelotudo con el que cierra el relato. La película viene bien hasta esa última escena antes de los créditos finales que termina por tirar abajo el conflicto construido hasta ese momento. No tiene sentido que un protagonita que actuó de manera inteligente en toda la maldita historia se comporte tan estúpidamente al final. Me pareció un cierro al pedo que no era necesario. Es loco porque desde lo cinematográfico la última escena está muy bien trabajada por Polanski pero no deja de ser una conclusión pedorra la que escribió Harris para el cine. Más allá de este punto, El escritor fantasma es una buena película para tener en cuenta entre las novedades de esta semana.
Intrigas en el papel Uno de los directores más importantes de la cinematografía mundial, tanto por su obra como por su cuestionada vida personal, vuelve con un thriler político cargado de suspenso que combina a la perfección todas las cualidades de un género con el sello característico de un consagrado realizador. Basada en la novela EL PODER EN LA SOMBRA (THE GHOST) del autor Robert Harris, el film narra la historia de un Escritor profesional, encarnado por Ewan McGregor, que es contratado para escribir anónimamente la autobiografía de un ex primer ministro ingles interpretado por Pierce Brosnan. Pero la sospechosa muerte de quien comenzara a escribir las memorias y fuera por muchos años ayudante del ex funcionario, mas la repentina acusación del mismo ante la justicia por crímenes de guerra, serán determinantes para componer un relato donde la intriga y el suspenso ganan la escena. Con un guión cuidadosamente elaborado, diálogos precisos y un relato sencillo -a la manera del genial Hitchcock- el film va acaparando desde el comienzo la atención del espectador y dosificando hábilmente cada cuota de suspenso, ubicándonos en la posición de un personaje que ira mutando de escritor free lance a investigador y pieza esencial de una conspiración en la que nada es lo que parece y la sospecha sella cada momento del relato. El director de grades films como El bebé de Rosemary (1968) o Barrio Chino (1974), vuelve en El Escritor Oculto a demostrar sus grandes dotes de cineasta, retomando aquellos films marcados por la Guerra Fría que signaron todo un género y una época como La ley del silencio (1954), El Espía que surgió del frío (1965) o Intriga internacional (1959), pero adaptándolos a un nuevo escenario político con temas de la más absoluta actualidad, e introduciendo a la ves nuevos verosímiles desde la puesta en escena vinculados a una nueva realidad tecnológica y cultural –Vasta con ver la escena donde el GPS de la camioneta se convierte en un nuevo elemento narrativo que contribuye a la intriga y mantener el suspenso a la vez que permite el desarrollo de la historia.- Roman Polanski se vale de estos elementos para construir un relato sólido, y lleno de suspenso donde cada uno de sus personajes, sea por su aspecto, diálogos o gestos, esconden cierto halo de misterio y sospecha que contribuyen a crear un mundo de mentiras y verdades ocultas que solo develaremos al final. Vale destacar las actuaciones de Ewan Mc Gregor, en la figura de un escritor que por reglas del mercado debe ocultar su nombre y se vera en el centro de la historia cuando decida tratar de resolver un acertijo que lo pondrá entre la vida y la muerte; y un aceptable Pierce Brosnan en el papel del ex ministro atrapado por su propio ego y manipulado por Olivia Williams (en el papel de su esposa) que logra, cual espía profesional, conmover y ocultar al mismo tiempo su telaraña. La fotografía y puesta en escena cuidada hasta el mínimo detalle que logra transmitir la frialdad que suscriben las relaciones de sus personajes, y una excelente banda de sonido que se vuelve pieza fundamental del film y un personaje mas que por momentos nos transporta a aquellos films de los 50 - mas precisamente aquella música de crímenes que supo imponer el compositor Bernard Herrmann, colaborador inseparable de A. Hitchcock - y en otros toma las riendas del relato distrayendo nuestras sospechas o preparando el terreno para una nueva mentira o descubrimiento, consuman un film que explota todo el potencial de un genero donde la mentira, el poder, la ambición, el engaño y la traición condicen de maravilla con la historia política que cuenta.
Intriga y tensión, pero sin acción El thriller de Roman Polanski funciona a las maravillas retorciendo el cerebro del espectador. El tipo de thriller que construyó Roman Polanski en la traslación al cine del best seller de Robert Harris es casi el mismo que ya utilizó en Búsqueda frenética (1988). Y su sabiduría radica en generar intriga en igual grado de tensión, pero casi sin apelar a la acción. Y entiéndase bien: no es que en El escritor oculto no pase nada, sino que lo que pasa y los efectos de todo ello transcurre más en la mente del espectador que en escena. Muerto misteriosamente un asistente de un ex primer ministro inglés, que oficiaba como "escritor fantasma" -el hombre que ayuda a otro a redactar, en este caso, sus memorias-, al periodista que encarna Ewan McGregor le encargan esa tarea. No es fácil: tiene sólo un mes para retocar y completar unas seiscientas y pico de páginas que dejó el anterior escritor oculto. Pero el negocio editorial será brillante, a él le reconocen ser rápido y eficaz y le ofrecen un cuarto de millón de dólares, así que el joven inglés se toma un avión en Primera clase y un ferry (medio de transporte que de La isla siniestra a esta parte demostró ser preámbulo de problemas) que lo transportará a la isla donde Lang tiene una fortaleza a orillas del mar, y la biografía guardada bajo llave. Las complicaciones -un clásico que le suceden a los atribulados personajes de Polanski, que se enfrentan a cambios repentinos y sorpresas en lo que creían y lo que los rodea, como en Barrio Chino- se irán adicionando. Lang está en medio de un escándalo, cuestionado y sospechado por la Corte de La Haya de haber dado el visto bueno a torturas en la Guerra de Irak, su esposa ve con malos ojos a su secretaria -que como la interpreta Kim Cattrall, de Sex and the City, todos intuimos que es su amante- y la muerte del primer fantasma no le cierra a Ewan. Ni al espectador. Y hoy que Polanski es más noticia por si es extraditado o no de Suiza a los Estados Unidos por el famoso caso de pedofilia, El escritor oculto permite al espectador atento o más o menos informado seguir analogías. Lang está en esa isla de los Estados Unidos y sabe que no puede regresar a Inglaterra, y sólo podría entrar a algunos otros países (China, Irak, Israel), porque sino la Corte lo apresaría. El elenco que acompaña a Ewan McGregor (el fantasma) y a Pierce Brosnan (el ex primer ministro) es verdaderamente un lujo. Desde Tom Wilkinson y Olivia Williams, pasando por un casi irreconocible Jim Belushi pelado, Timothy Hutton y Eli Wallach, todos dan el aporte justo para continuar con la intriga que la película necesita para sostenerse. Los actores no son lo único bueno del filme, ya que mantener en vilo al espectador sin ofrecerle pistas falsas, ni engolosinarse con escenas de violencia es ya un mérito en estos tiempos que corren para el thriller globalizado. Es así: Polanski echa mano a la violencia psicológica más que a la física. No, no estamos ante una obra maestra como Repulsión, pero a sus 76 años el director de El bebé de Rosemary mantiene buen pulso a la hora de aprisionar a su público durante poco más de dos horas.
Polanski de regreso con un thriller apasionante El escritor oculto, entre los mejores films del director Nada más justificable que el premio al mejor director que el jurado de Berlín otorgó a Roman Polanski. El escritor oculto , seguramente su mejor película en muchos años, es un triunfo de la puesta en escena, la obra de un maestro que no sólo concibe imaginativas soluciones visuales para resolver momentos clave (el final en la tarde ventosa de Londres basta y sobra como ejemplo), sino que también sabe sacar el máximo provecho expresivo de cada elemento que interviene en la imagen. Desde la desolación de la isla de Massachusetts siempre lluviosa, fría y gris y la moderna y glacial mansión donde transcurre buena parte de la historia hasta la búsqueda del efecto dramático mediante la elección del ángulo de la cámara, la duración de cada plano y el empleo de una música que remite a Bernard Herrmann, todo contribuye a crear el clima ominoso, paranoico y a ratos claustrofóbico que domina el film desde el primer momento. No es un thriller político en sentido estricto, si bien todo gira en torno de un ex primer ministro británico, Adam Lang, caído en desgracia y acusado de haber entregado a la CIA a sospechosos de terrorismo que luego fueron torturados, y del joven periodista que llega a la isla contratado como escritor fantasma (o negro, o ghost writer) para completar la redacción de las memorias del político tras la muerte (¿accidental?) del profesional que estaba realizando la tarea. El visitante sin nombre, acostumbrado a escribir autobiografías ajenas, carece de interés en la política: es un tipo cualquiera que, como tantos personajes de Hitchcock, se verá atrapado en una peligrosa red de intrigas en la que se mezclan crímenes de guerra, conspiraciones, asesinatos y personajes poderosos que, como suele suceder, actúan en las sombras. La tensión (también la doméstica) es perceptible desde que el muchacho llega a la mansión y se multiplica cuando se sabe que La Haya procesará a Lang; para evitar la extradición deberá permanecer en los Estados Unidos, que no reconocen a la Corte Internacional. (Imposible no reparar en las coincidencias con el caso Polanski, aunque el film fue rodado antes de que el cineasta fuera detenido en Suiza.) La atmósfera se vuelve más amenazante a medida que el escritor investiga la muerte de su antecesor y se interna en terrenos cada vez más resbaladizos. Polanski, que prefiere colocar la violencia fuera de escena y jugar con las ambigüedades, conduce admirablemente a sus actores (McGregor, Brosnan, Williams, Wilkinson), evita los clichés y administra el suspenso con mano firme hasta el final. Concreta así un relato apasionante.
Gran obra del prisionero de Gstaad Con impecable pulso narrativo, el cineasta dedica dos horas a una trama intrigante, con tanta paranoia como ironía. Para ello se vale de un elenco sin fisuras y de una forma que respeta la tradición del cuento de misterio a la inglesa. Desde sus primeras películas hasta El inquilino, con El bebé de Rosemary por apoteosis –sin excluir su brutal rendición de Macbeth, como tampoco la mismísima Barrio chino– lo que podría considerarse “núcleo duro” de la obra de Roman Polanski parecería cumplir una función semejante a la de ciertos juegos infantiles: la de sublimar o expurgar fantasmas internos, mediante su puesta en escena y representación. En momentos en que cumple prisión domiciliaria, a ese cuerpo de obra –representativo de lo polanskiano por excelencia– viene a sumarse ahora El escritor oculto, su película más reciente, editada por el realizador ya largamente septuagenario desde la cárcel y merecedora de un Oso de Plata en la última edición de la Berlinale. Pero la vida de Polanski también ha sido generosa en placeres, y el hombre siempre estuvo más cerca de la figura del playboy o el dandy que del artista torturado. Es así que El escritor oculto puede ser disfrutada como corresponde a dos horas de pura evasión. Claro que no se trata de cualquier forma de evasión, sino de una construida con el más clásico rigor, de modo que en medio del placer narrativo se filtra la sensación, ligeramente malsana, de que el mundo es una gigantesca conspiración. Conspiración de la que, como suele suceder en sus mejores películas, los simples mortales son víctimas. Basada en la novela The Ghost, del autor británico Robert Harris (quien escribió la adaptación junto con Polanski), hay por lo menos dos fantasmas en el opus 18 del realizador polaco. Uno es el protagonista, al que en créditos se identifica simplemente como The Ghost, que deberá funcionar como escritor en las sombras para un ex primer ministro inglés, deseoso de publicar sus memorias. El otro fantasma, cuya sombra pesa ominosamente desde la secuencia de apertura, es el del antecesor del escritor, que aparece misteriosamente ahogado cerca de la casa del político. Tiene un sello hitchcockiano esa escena inicial, con su pausada e indefectible construcción de un enigma, expresado en puros términos visuales. A bordo de un ferry un auto queda inmóvil, entre muchos que avanzan. La policía descubre que no hay chofer: en el plano siguiente su cadáver descansa sobre la costa. Un aire de sospecha se tiende sobre la siguiente secuencia, cuando el escritor sin nombre (un Ewan McGregor adecuadamente frágil) es citado a un meeting en una editorial. Todos los concurrentes parecen fachadas de otra cosa, como sucedía con los vecinos de El bebé de Rosemary. ¿Pura paranoia? Tal vez. ¿Injustificada? Eso está por verse. Lo cierto es que los modales, la voz aguardentosa y hasta la calva del representante de la casa matriz (irreconocible James Belushi) no son los del dueño de una editorial, sino los de un mafioso. Durante los restantes ciento veintipico de minutos se multiplica al infinito el mecanismo de diseminación de sospechas –palanca básica del género– establecido en esa escena. ¿Palanca básica de qué género? ¿El thriller a la americana? De ninguna manera. El escritor oculto responde a una tradición bien distinta, la del cuento de misterio a la inglesa. Tradición artesanal, elaborada con minucia de joyero, astucia de espía e ironía siempre latente. En ocasiones, manifiesta: prestar atención a la música de carrusel con que el compositor Alexandre Desplat comenta las acciones más tortuosas. Justo en el momento en que el escritor se pone al servicio del ex primer ministro Adam Lang (Pierce Brosnan), la televisión del mundo entero informa que el hombre, acusado de entregar en bandeja sospechosos islámicos para que la CIA disponga de ellos (referencia directa a Tony Blair, en quien Harris creyó alguna vez) será juzgado como criminal de guerra por el Tribunal de La Haya. De allí en más será muy espeso el clima que se respire en casa de Lang, apellido que en cine es sinónimo de conspiración. El bunker de Lang, para decirlo más precisamente. Como Los mil ojos del Dr. Mabuse, sus ventanales a la playa parecen pantallas de cinemascope. Escenarios abiertos a la representación. Es lógico: en esa casa todos dan la sensación de estar actuando. Desde la secretaria privada (esa máscara llamada Kim Catrall) hasta la agria esposa (Olivia Williams, conocida sobre todo por Rushmore). Pero sobre todo el dueño de casa, que antes de ser Prime Minister fue... actor, claro. Sin olvidar al encumbrado profesor de política internacional que vive del otro lado del río, tan respetable como cualquier villano hitchcockiano (inmejorable Tom Wilkinson). Cuando al final se descubra la verdad, los participantes de una fiesta parecerán, como los de El bebé de Rosemary, oficiantes de una misa negra, cuyo demonio lleva ahora las siglas de una agencia de espionaje. Allí, de pronto, todo indica que el héroe, hasta entonces perfecto ingenuo polanskiano, logrará dar vuelta el tablero. Para no llamarse a engaño convendrá recordar cómo suelen terminar las mejores películas del hoy prisionero de Gstaad.
Cúlpenlo a Polanski Cualquier cosa que lleve la firma de Roman Polanski siempre genera expectativas, por más que su nombre hoy ocupe más páginas en policiales que en espectáculos. Pero ni el juicio pendiente por pedofilia ni su actual reclusión en Suiza inciden en la calidad de El escritor oculto. Las supuestas alusiones personales no son más que conjeturas retroactivas. La película ya estaba casi terminada cuando detuvieron al cineasta en el aeropuerto de Zurich en setiembre de 2009. Lo decisivo es que con El escritor oculto vuelve el mejor Polanski, el que puede combinar a Hitchcock y Kafka en dosis compatibles y digeribles para todo público. Un escritor fantasma (Ewan McGregor) es contratado para terminar la autobiografía del ex primer ministro inglés Adam Lang (Pierce Brosnan). Es un tipo sin ambiciones: no le interesa la política, no le interesa la verdad, lo único que lo mueve es el dinero que prometieron pagarle. Debe concluir lo que dejó pendiente el escritor anterior, cuyo cadáver fue encontrado en una playa en un caso caratulado de suicidio. No bien lo contratan, estalla un escándalo: el ex premier es acusado de permitir torturas ilegales durante la guerra de Irak. Polanski demuestra su enorme oficio para desarrollar los dramas personales y públicos que conjuga la historia. Y ese oficio se revela en cada una de sus decisiones estéticas, con la escenografía y la fotografía como puntos destacados. Al ubicarse en el justo medio entre Hollywood y el cine de autor, el director polaco impone sus propias reglas: no emite juicios morales apresurados ni imparte lecciones de corrección política, ni siquiera en temas tan complejos y sensibles como el terrorismo y los derechos humanos. Sostenido por el libro y el guión del periodista Robert Harris (publicista del ex ministro británico Tony Blair), el suspenso de El escritor oculto se genera menos en las acciones que en los detalles perturbadores y las relaciones ambiguas entre los personajes, con más que suficientes cuotas de conspiraciones, traiciones, infidelidades e identificaciones. Para completar su trabajo, el escritor debe alojarse en una isla de Massachusetts, donde Adam Lang vive retirado en una especie de búnker modernista, junto con su esposa (Olivia Williams) y sus colaboradores, entre ellos una secretaria devota (Kim Catrall) y varios guaridas de seguridad. En ese espacio cerrado, Polanski concentra un mundo de tensiones, donde no falta un toque de comedia absurda, como cuando a través de una ventana se ve a un sirviente barrer y recoger las hojas que el viento vuelve a dispersar al instante. ¿Es una clave? ¿Es un símbolo? ¿Es una imagen fugaz? Nunca se sabe muy bien lo que está pasando en El escritor oculto, pero todo lo que pasa parece tener un significado oculto. Cúlpenlo a Polanski, que nadie va a condenarlo por ese crimen.
El ¿simple? arte de escribir (para otros) El protagonista, un escritor de esos llamados "fantasma" (Ewan McGregor, nunca dicen el nombre) recibe un día el encargo de su carrera: escribir las memorias de un ex primer ministro británico (Pierce Brosnan), actualmente caído en desgracia por algunas decisiones que lo dejan "pegado" a la línea dura del gobierno de Estados Unidos. Su instinto lo lleva a rechazar la propuesta, pero antes de que pueda advertirlo está embarcado por obra y gracia de su agente. Más rápido aún, se dará cuenta de las implicancias políticas y personales que su tarea puede traer, no sólo a la editorial para la que trabaja, sino a sí mismo. Y a la vida del ex premier también. En su último proyecto, el director Roman Polanski encara una interesante premisa que coquetea con el verosímil (el esquema político que se plantea, las alusiones entre sombras a la política internacional yankee-británica) y se mezcla hábilmente con ese mundillo apenas intuido de los ghost-writers, los conocidos "negros literarios" que se ocupan de hacer el trabajo que aquellos más famosos no pueden o no saben llevar adelante. Con un interesante elenco y personajes más o menos sencillos de abordar, la película mantiene un interés parejo, sin volverse demasiado obvia. No obstante, hay que tener en cuenta que cuando se trabaja con la intriga de tinte político y se sigue una línea determinada por el equívoco y las omisiones, se corre un riesgo cierto de que la trama termine tan enredada en los detalles secundarios que haya que apurarse por cerrarlo todo. Y eso, lamentablemente, es lo que pasa. La estructura del guión comienza a resquebrajarse justo en el momento en que la resolución está a la vuelta de la esquina: cuando Internet aparece como elemento consultivo inapelable para cerrar una trama muy old school, hay algo que no funciona. El verosímil se pierde y ya no hay vuelta atrás; el espectador atento no podrá evitar cuestionarse todo lo que vio y de allí a la respuesta obvia del enigma hay apenas un paso. Sin embargo, Polanski consigue un buen remate final, con un cierre que al menos emprolija ese trazo grueso y apurado
La vuelta de Roman Polanski al cine de suspenso, luego de los dramas "The Pianist" y "Oliver Twist", demuestra que el viejo director europeo sabe manejar este género como pocos. A pesar de sus problemas legales, por los cuales fue arrestado durante la post-producción de este film y no le permitieron asistir al estreno en Europa, el hombre logró terminar este gran thriller político y psicológico que remite al cine de espionaje de los años 50. Sobre una novela de Robert Harris, autor también de "Enigma", la película nos muestra a un escritor fantasma que es contratado para escribir las memorias del ex-primer ministro inglés Adam Lang y así terminar el trabajo inconcluso de un anterior escritor, quien murió de forma sospechosa. Pero apenas comienza a trabajar, el ex-primer ministro es acusado por crímenes de guerra y el escritor entonces se interesa en descubrir si la misteriosa muerte esta ligada al escándalo político. La historia presenta dos puntos comparables con acontecimientos reales: El escándalo político se asemeja al vivido por Tony Blair en la época de Bush, y la imposibilidad del ex-ministro de salir de los Estados Unidos por miedo a ser arrestado es similar a lo que vivió el director en Europa durante todos estos años. Polanski utiliza más el suspenso psicológico que el físico (solo hay una persecución de autos), a través de la paranoia que sufre el personaje principal a medida que avanza la investigación y se acerca a la verdad. Esto es gracias al uso de una banda sonora acorde que da la sensación de constante peligro. El misterio esta bien llevado y al menos yo no deduje nada antes de tiempo que me quemara el final. Quizás la última escena esta de más y creo que se podría haber evitado sin afectar el desenlace de la historia. El elenco es variado y funciona perfecto, con Ewan McGregor como el escritor, Pierce Brosnan como el ex-primer ministro, Kim Cattrall como la asistente (en un papel distinto a Samantha de "Sex and the City"), Timothy Hutton como el abogado, un irreconocible pelado James Belushi como el agente, y en las dos mejores participaciones: Olivia Williams como la esposa del ex-primer ministro y Tom Wilkinson como Paul Emmett. El mejor suspenso de la mano del director de "Chinatown" y "Rosemary´s Baby".
Una de las principales razones por la que quería ver esta película era el hecho de que trabajaba Pierce Brosnan, y era mi oportunidad de verlo nuevamente en la pantalla grande, en un rol importante. La verdad que mucho idea de lo que iba a ver no tenía, sólo sabía que era un thriller, así que minimamente esperaba encontrarme con algunas escenas de suspenso. "El escritor oculto" no es un thriller psicológico, pero tampoco es una película de suspenso-terror. Creo que la mejor manera de definirla sería decir que es una película que cuenta una historia muy interesante (y atrapante) con mucho suspenso, y que mantiene un muy buen nivel hasta el final. No aburre en ningún momento. Las actuaciones están bastante bien en general, no creo que alguno de los actores o actrices se destaque más que otros, aunque esto puede ser quizás porque no cuenta con EL elenco, cosa que poco importa, porque con un guión tan sólido, y actores medianamente buenos, se logra un buen producto final. "El escritor oculto" es una muy buena película que apunta al público adulto, y que sin dudas no decepciona.
Comienzo sin esconder lo primero que me generó el film: ¡Qué peliculón! Habiendo dicho eso, me explayo al respecto: El escritor oculto es un policial de suspenso fantástico. Su título en inglés, The ghost writer, sorprendentemente traducido de forma casi correcta, alude a un rol poco conocido: el de los autores que realmente escriben las supuestas “autobiografías” de personajes famosos (lamento decirles que Yo soy el Diego no fue de puño y letra maradoniano…). El ex Primer Ministro británico Adam Lang -Pierce Brosnan- ha recibido 10 millones de dólares para escribir sus memorias. El problema es que quien debía ayudarlo a hacer el libro misteriosamente se suicida, con lo cual la editorial sale desesperada a buscar un nuevo “fantasma” para el texto. Así es que llegan al personaje encarnado por Ewan McGregor, un hombre que ya ha escrito otros libros similares. A pesar de no querer involucrarse en cuestiones políticas y menos aún con un personaje tan extraño como Lang, McGregor acepta porque es una oferta más que tentadora. Claro que, a medida que comienza a trabajar con el ex político, salen a la luz datos oscuros de su mandato que se filtran a la prensa: Lang habría entregado a ciudadanos paquistaníes a la CIA para que sean torturados, en pos de la hoy tristemente célebre lucha contra el terrorismo internacional. Cualquier similitud con la relación Blair-Bush es pura coincidencia… Más allá de las muy buenas actuaciones y de un elenco notable, los laureles se los lleva sin dudas el director: Roman Polanski maneja con maestría el relato. Los climas, las tonalidades, las tomas son geniales. Igualmente lo que más destaco es la musicalización y la ambientación sonora: cada nota está puesta en su justo lugar. A todo este combo brillante hay que sumarle una finura pocas veces vista a la hora de implementar el humor negro. Queda claro porqué el cineasta se llevó el Oso de Plata en el último Festival de Berlín. El escritor oculto es verdaderamente una joyita que amerita ser vista por cualquier amante del séptimo arte.
Un Polanski placenteramente clásico André Bazin definía al cine clásico como aquél con reglas bien elaboradas, capaz de contentar a un amplio público, con “estilos de fotografía y de planificación perfectamente claros y acordes con el asunto”. El nuevo film de Roman Polanski (1933, París, Francia) se ajusta plena, gozosamente a esta caracterización, y resulta bienvenido porque, al contrario de lo que se piensa, no es habitual encontrar buenos ejemplos de cine clásico en la actualidad. Por un lado, es innegable que –sobre todo en los productos de Hollywood, cuya resonancia se traslada al cine que se hace en el resto del mundo– predomina un tipo de narración clásica, donde, como escribió David Bordwell, una cuestión inicial se altera para, finalmente, volver a la normalidad. Pero estas narraciones suelen aparecer revestidas de efectos y frenesí, imponiéndoseles una apariencia falsamente moderna. La realidad es que son pocas las películas que, como ésta, desarrollan un relato con concisión y contención. A diferencia del cine que Polanski hacía en otros tiempos (bastante convulsionados, en el mundo y en su propia vida), con búsquedas plásticas y dramáticas para expresar conflictos psicológicos, acercándolos al horror (Repulsión, El bebé de Rosemary, El inquilino), en los últimos años se lo ha visto interesado en historias más tradicionales, con un estilo más impersonal (La novena puerta, El pianista, Oliver Twist). Es cierto que más de una vez había apelado explícitamente al cine de géneros, con productos muy controlados –los disfrutables Barrio Chino y Búsqueda frenética, por ejemplo–, pero ahora parece decidido a abrevar exclusivamente de esas fuentes. La manera con la que lo hace esta vez es ejemplar. Cada una de las apariciones de los personajes en pantalla, cada acontecimiento de los muchos que integran el argumento, cada decisión tomada por director, iluminador, diseñadores y vestuaristas, responden a un plan preciso. Si bien la construcción de la película invita, precisamente por su clasicismo, a concentrarse exclusivamente en el relato, puede apreciarse cómo Polanski recurre a la cámara en movimiento sólo cuando la acción lo requiere (por ejemplo durante una manifestación en la calle), o logra dar importancia a las palabras haciendo que cada cosa dicha (y se dicen muchas, incluyendo algunas ironías) tenga su peso. Secuencias como la del encuentro del protagonista con un misterioso profesor interpretado por Tom Wilkinson, o el extraordinario final (donde se expresan varias cosas casi sin palabras y con escasos dos o tres planos) son verdaderas lecciones de cine. Si El escritor oculto no parece anacrónica no es solamente porque los personajes recurran a Google o a sus teléfonos celulares, sino por la causticidad con la que –partiendo de una novela de Robert Harris, quien no casualmente conoció de cerca a Tony Blair– se expone la trama de intereses de la política actual, representada especialmente en la figura de un primer ministro inglés acusado de defender las torturas en Irak, con contactos con la CIA y el MI5. Ese tejido de ambiciones se revelará ante el escritor oculto o fantasma al que alude el título, un periodista enfrentado a diversos dilemas y peligros (un exacto Ewan Mc Gregor) al ser contratado para escribir las memorias del político. Resulta casi inevitable relacionar El escritor oculto con el último film de Martin Scorsese, estrenado este año, no sólo porque hay aquí también una isla bastante siniestra a la que es llevado el incauto protagonista, sino porque en ambas se aprecia cierta dignidad, cierta sabiduría incluso, reconocible sólo en la obra de los grandes maestros.
La impostación de la verdad Cada obra de Roman Polanski es una lección de perspicacia cinematográfica a cargo de uno de los más grandes maestros del séptimo arte, creador de un andamiaje verdaderamente revolucionario. Sus trabajos de las décadas del ‘60 y ‘70 abrieron caminos que luego serían transitados por una infinidad de colegas a nivel mundial. El influjo de sus “marcas registradas” resulta inabarcable: los aportes van desde la sensación de claustrofobia y la tensión sexual, pasando por el humor corrosivo y la picaresca crítica, hasta la parodia sutil y esa eventualidad trágica convertida en eje de la narración. Después de la modesta Oliver Twist (2005), aquel cariñoso homenaje a la infancia en la tradición de Piratas (Pirates, 1986), hoy regresa al thriller siniestro símil Alfred Hitchcock con un elenco magnífico que incluye participaciones de Eli Wallach, Tom Wilkinson, Timothy Hutton y James Belushi. El Escritor Oculto (The Ghost Writer, 2010) combina de manera magistral elementos tan diversos como una investigación bibliófila modelo La última Puerta (The Ninth Gate, 1999), los pormenores del poder político de Barrio Chino (Chinatown, 1974) y un entorno cerrado que recuerda al contexto de asfixia psicológica en el que se desarrollaba Cul-de-sac (1966). Para aquellos que no lo sepan vale la aclaración: el “fantasma” del título proviene del argot anglosajón y se refiere a un “negro literario”, una persona a la que la editorial contrata para redactar textos que a posteriori se adjudican a otro, ese cuyo nombre impregna la portada y que en realidad nada tuvo que ver con el producto final. Polanski lleva los términos al extremo de ni siquiera asignarle un seudónimo al personaje de Ewan McGregor, un escritor profesional especializado en “autobiografías” de figuras públicas. Así el atribulado protagonista acepta sin demasiado entusiasmo dar forma definitiva a las memorias del ex primer ministro británico Adam Lang (Pierce Brosnan) para su próxima publicación. La paga es generosa pero los detalles alrededor de la faena son un tanto tétricos: su predecesor murió en un extraño accidente al caer de un ferry, para acceder al manuscrito anterior debe mudarse a la mansión que el antiguo dignatario habita en una remota isla de Estados Unidos y como si esto fuera poco casi en simultáneo se desata un escándalo gigantesco cuando acusan a Lang de “criminal de guerra” por entregar a la CIA prisioneros sospechados de actividades terroristas para ser torturados en busca de información. Sin saber en quién confiar, el biógrafo pronto descubre la dinámica entre Ruth (Olivia Williams), la esposa de Lang, y Amelia Bly (Kim Cattrall), su asistente y amante… El film está basado en el bestseller del 2007 El Poder en la Sombra (The Ghost) de Robert Harris. Todas las similitudes entre el mandatario de ficción y el genocida Tony Blair son más que coincidencias: de hecho, el mismo Harris fue un colaborador de Blair hasta la invasión a Irak y en repetidas ocasiones ha manifestado que el personaje es una traslación del devoto socio de George W. Bush. En el guión firmado por el autor y el propio Polanski encontramos numerosos interrogantes en torno a las medidas de los gobiernos de los países centrales, los estatutos de derecho internacional y la influencia de determinados asesores en la construcción del perfil de los jefes de estado. En un análisis acerca de la justicia que involucra muchas variables, la película hace foco en los vínculos del régimen inglés con la Agencia Central de Inteligencia en función de cooptaciones tan peculiares como oportunas. Por supuesto que otra posible lectura es la que nos reenvía a la vida personal del director, conexiones irónicas siempre premeditadas: pensemos sino en el asesinato de Sharon Tate en manos del clan Manson y Macbeth (The Tragedy of Macbeth, 1971), el episodio de pederastia y Tess (1979) o su infancia en el Gueto de Cracovia y El Pianista (The Pianist, 2002). Siendo él un eterno prisionero en Europa incapaz de volver a los Estados Unidos, coloca en el corazón de su último proyecto a un hombre imposibilitado de abandonar suelo norteamericano en pos del viejo continente, según la jurisdicción de la Corte Penal de La Haya. Con un espíritu cercano a El Ocaso de una Vida (Sunset Boulevard, 1950) de Billy Wilder, aquí el cineasta ofrece rigurosidad y elegancia en un retrato sarcástico del campo secreto de las mentiras masivas, esas que constituyen la base de la impostación política.
Roman Polanski saca lustre de gran director con este thriller político que tiene la inteligencia de pasar casi desapercibido bajo el pretexto de un triángulo amoroso en las altas esferas del poder, con grandes actuaciones de Pierce Brosnan y Olivia Williams. Un guión sólido y atrapante que juega de manera permanente con la tensión, el clima de suspenso y la ambiguedad de ciertos personajes sin hacer trampa y con un final efectivo que corona la prolijidad de una película con el sello inconfundible de Polanski...
Maldad y vejez: dos virtudes para la sabiduría y la diversión Pocos directores que comenzaron su carrera en los años cincuenta del siglo XX siguen vivos y filmando. El polaco Roman Polanski es uno de ellos, y su nueva película es una de las más divertidas de la temporada. Ahora bien, ¿se puede definir a una película como divertida? Suele decirse que la diversión y el aburrimiento son particulares, que no todas las veces se comparten: lo que a algunos divierte a otros aburre enormemente, y viceversa. Para mí, inexplicablemente, las carreras de autos tienen público, un público que –para mi estupor– dice no morirse de aburrimiento viéndolas. Por su parte, una película puede ser mucho más aburrida si uno la ve, con hambre, esperando que termine para ir a comer una pizza. Sin embargo, creo firmemente que la película de Polanski es divertida, realmente divertida, una de las películas más divertidas en mucho tiempo. Es divertida incluso con hambre, es divertida casi escandalosamente. Es una de esas películas en las que uno disfruta tanto que cree estar excediéndose. Una de esas películas que combinan maldad, acidez, inteligencia y sabiduría. Diálogos y situaciones con filo, palabras como golpes, una cámara al acecho, que devela torcidas intenciones en los gestos y en las miradas de los personajes que rodean al “escritor”. El escritor oculto es un thriller político, una comedia sobre el poder, un estudio sobre mezquindades, sobre ocultamientos, sobre desastres políticos: la película golpea sin piedad –mediante otros nombres– a Tony Blair y a su mujer, y también a la CIA, a George W. Bush y a un sistema mundial convertido en pura fantochada. La película desborda misantropía: Polanski no quiere a nadie. El escritor oculto es una película destructiva, que se enrosca tanto que termina con varias inconsistencias en la resolución de su intriga. Sin embargo, sus agujeros lógicos son un problema menor ante tanta diversión brindada por con humor y sin pomposidad, con la gracia de quien maneja su medio de expresión y con algo del Hitchcock de la primera mitad de Intriga internacional y de ¿Quién mató a Harry? Algunos detalles 1. Los actores (Ewan McGregor, Pierce Brosnan, Olivia Williams, Kim Cattrall, Tom Wilkinson, etc) se prestan al juego con gracia, y parecen irradiar la felicidad típica de formar parte de un proyecto que valoran. Los minutos de James Belushi son incandescentes, los de Eli Wallach son toda una demostración de elegante veteranía. Por su parte, el culo de Kim Cattrall es filmado con regocijo (comparar esto con la tilinguería apática de una película como Sex and the City). 2. El GPS que decide un viaje (y la suerte) del protagonista es un gran acierto, y revela esa extraña y fascinante maldad de las máquinas, que tan bien representaba Hitchcock con ese avión que salía de la nada y perseguía a Cary Grant en Intriga internacional. 3. Vayan a ver esta película. Y vayan al cine, no la vean en un DVD rasposo, súmense a la fiesta que ofrece un cineasta maligno y sabio. Si se divierten y esta es la primera película de Polanski que ven, consigan otras como El bebé de Rosemary, Cul-de-sac, Búsqueda frenética, Perversa luna de hiel y La novena puerta. Y si no se divierten, bueno, qué quieren que les diga, vean una carrera de autos.
La política y el poder: sus secretos y enigmas Los “escritores ocultos” The Ghost Writer, son denostados generalmente y se encuentran casi siempre a la sombra. En la jerga literaria se los llama escritores fantasmas, porque escriben sin firma. Pero los mismos tienen la ventaja de ganar 10 veces más al año, al margen de que escribir por encargo es de algún modo como escribir para uno mismo. Roman Polanski forma parte del grupo de directores más importantes del cine Europeo. Es una lástima, que el ámbito de lo privado muchas veces ocupe mayor atención que su obra. Poco importa, cómo y por qué se encuentra en Suiza. Lo que sí es relevante: es que en el último Festival de Berlín recibió el Premio a la mejor dirección, dentro de la Competencia Oficial, por este excelente, atrapante y ambicioso thriller político, que costó 40 millones de dólares; gestado a partir de la novela homónima de Robert Harris, con quien escribió conjuntamente el guión. Esta película de claro parentezco hitchcockiano describe cómo el personaje de McGregor va descubriendo durante su investigación los oscuros secretos de un ex premier que involucran abusos de la CIA, a partir de algunas pistas que había dejado su predecesor en la escritura del libro de “memorias”, quien aparece muerto en la playa durante la primera escena del film, en la costa este de los Estados Unidos. La acción, que no es la característica principal de este film transcurre en su mayor parte en la mansión donde vive Adam Lang (Pierce Brosnan) y su esposa Ruth (Olivia Williams) donde conviven además, su asistente personal y amante Amelia (Kim Cattrall), y una empleada oriental. Mc Gregor es un tipo cualquiera que, como tantos personajes de Hitchcock se verá atrapado en una peligrosa red de intrigas, en la que se mezclan crímenes de guerra, torturas a terroristas, conspiraciones, asesinatos y personajes poderosos que actúan también en las sombras. La experiencia de Mc Gregor es haber escrito la biografía de un mago. El amigo que lo lleva y lo convence para aceptar el trabajo de reescribir la autobiografía de Lang no sabe que esa misma editorial había anteriormente rechazado la publicación de su trabajo. El argumento que utiliza la esposa de Lang es la estrategia que define su contrato. El tema del film son los dilemas éticos a los que se enfrenta el escritor, cuando comienza a armar la trama en la que se descubren un grupo de mentiras, que están armadas como un rompecabezas dentro de las 10 las primeras páginas del manuscrito. Su protagonista después de haber trabajado en films tan diversos como Trainspotting o en la saga de La guerra de las galaxias acepta el gran desafío de trabajar con Polansky. Todos los actores coinciden en que este trabajo fue una experiencia inusual de la cual no sólo han aprendido mucho, sino, de la que además se encuentran orgullosos. Esta película es sin duda un thriller político contemporáneo inspirado en la figura de Tony Blair, que habla sobre el poder y sobre que le ocurre a una persona cuando comienza a perderlo. El escritor sin nombre será quien resuelva el o los secretos de la historia y su enigma. Su figura de narrador es un enorme acierto del guión. Allí, de pronto, todo indica que el héroe, hasta entonces, perfecto ingenuo polanskiano, logrará dar vuelta el tablero. Y nosotros los espectadores nos creemos el engaño, olvidando como terminan sus películas. Directo al corazón: Entrar a la política por amor a una mujer Este thriller tiene no obstante, mucho de una tragedia Shakesperiana, donde un hombre es atrapado por una mujer con la que vive hace años, pero a la que realmente no conoce. Una especie de Lady Macbeth del 2010. La vuelta de Roman Polanski al cine de suspenso, luego de los dramas "The Pianist" y "Oliver Twist", demuestra, que el director europeo sabe manejar este género como pocos. Algunos podrán ver en este nuevo trabajo del director de El bebé de Rosemary o Barrio Chino un buen ejercicio de estilo. Reivindico a El escritor oculto como un film potente e inteligente tanto en el desarrollo de la acción, como en la más que interesante construcción de sus diálogos. Hacia mucho que no salía del cine con la sensación de desear que el film continuase, no porque el final no fuese bien al estilo maravilloso de Roman Polansky. Sino por la sabiduría que radica en generar intriga en igual grado de tensión, casi sin apelar a la acción, manteniendo al espectador más de dos horas pegado a la butaca. No es que en El escritor oculto no pase nada, sino que lo que pasa y los efectos de todo ello transcurren más en la mente del espectador que en escena.
Como se sabe, Roman Polanski terminó el montaje de esta película en una prisión suiza. A los 76 años y a pesar de su historia personal complicada, sigue siendo uno de esos directores que dejan su marca. Esta vez se basa en un best seller de Robert Harris -“The Ghost”-, para contar la odisea de un escritor fantasma, de esos que trabajan en la sombra, al servicio de otros. El protagonista (E. McGregor), que no tiene nombre en el film (y es un detalle para tener en cuenta), acepta reescribir las memorias del ex primer ministro británico Adam Lang, y debe trasladarse a la mansión de éste, en una zona costera de los Estados Unidos. Su predecesor, hombre de confianza de Lang, murió en un extraño accidente. Al día siguiente de su llegada, un ex miembro del gabinete británico acusa a Lang de estar en connivencia con la CIA y haber autorizado a que sometieran a torturas a un grupo de sospechosos de actividades terroristas. Estalla el escándalo y mientras el escritor se interna en el manuscrito que le han entregado para que reescriba, se le cuela la sospecha de que la tabicada verdad se esconde en esas páginas que llevaron a la muerte al otro escriba. Como en films anteriores de Polanski (“Repulsión”, “El bebé de Rosemary”, “El inquilino”), la intrincada trama incentiva la paranoia del protagonista que, de pronto, no sabe quién es ni en quién confiar. Se mueve en un tembladeral donde el amigo y el enemigo se confunden. Un thriller sobre la pérdida de identidad, en un contexto de veras inquietante. Polanski obtuvo el premio al mejor director en Berlín, pero claro, no pudo ir a recibirlo.
Polanski es un avezado constructor de atmósferas y el suspenso es el mismísimo aire que le da vida a sus películas. Desde aquel genial "El bebé de Rosmary". A veces, la atmósfera está acorde con la realidad de lo que se cuenta y de lo que se oculta y otras veces, los caminos se enriedan demasiado, tal cual ocurre en "La novena puerta", o a veces esa atmósfera es mucho más grande que el hecho que permanece oculto y está a punto de ver la luz. Tal como ocurre en el thriller político recién estrenado "El escritor oculto". Adam Lang, ex primer ministro británico, contrata a un escritor para que le ayude con sus memorias. El anterior escritor reclutado para dar forma a las memorias aparece muerto en la playa.La narración es amena, llenas de dobles lecturas y trampas lógicas, con un final rebuscado.
Es increíble como incluso con una historia mínima un director puede crear una obra maestra de suspenso y tensión; 'El escritor oculto' es una película donde más de la mitad del metraje son escenas de Ewan McGregor moviéndose por paisajes muy bien fotografiados pero no son escenas sin sentido sino una gran narración, una forma muy elegante de meternos en el clima del film gracias a las actuaciones, los planos y sobre todo la música de Alexandre Desplat (con muchos tonos que recuerdan a películas de Alfred Hitchcock) Una historia que se toma su tiempo construyendo la trama pero una vez hecho engancha al espectador y no lo suelta, algo que Roman Polanski ya sabe como hacer de taquito; logra que se compenetre y hasta se olvide de "jugar al detective" con lo que la vuelta de tuerca final resulta una sorpresa cuando en realidad es bastante previsible. De las actuaciones, McGregor se carga toda el film al hombro y demuestra que con un buen personaje puede hacer maravillas (a diferencia de 'Star Wars') pero el resto del elenco también se luce, en particular el ex-Bond Pierce Brosnan. Peliculón de suspenso, muy recomendable.
El nuevo opus de Polanski apenas se sostiene en las excelentes actuaciones de McGregor, Catrall y elenco. Con casi treinta películas realizadas en más de 50 años, Roman Polanski, es uno de los últimos directores de la era moderna del cine, uno de los pocos sobrevivientes del clasicismo cinematográfico europeo. Él ha sabido realizar un cine de autor, que nunca dejó de abrevar en la fuente de los géneros. De ese modo en su carrera se encuentran obras maestras tan personales como firmemente asociadas al canon de la industria. Repulsión, Cul de Sac, La danza de los vampiros, El bebé de Rosemary o Barrio Chino, son algunos de los ejemplos de sus películas que merecen ser clásicos. En El escritor oculto, Polanski vuelve a apelar al cine de género, como fuente estilística para la adaptación de esta novela de Robert Harris, una definida película de espionaje, que parece remedar la estructura proveniente de los tiempos de la guerra fría, en relación con una disputa política al interior del gobierno británico. El escritor fantasma (McGregor) es contratado para re-escribir las memorias de un ex premier británico (Brosnan), que, residiendo en EEUU, es acusado de haber ordenado arrestos ilegales en Afganistán. La trama gira alrededor de cómo esa información se hizo pública, y cuáles son los secretos que esconden tanto el ex dirigente, como su esposa y el resto de su entorno político. Así el escritor se encuentra entre dos fuegos y será a fuerza de astucia y algo de velocidad, que huirá de las persecuciones de uno y otro grupo. La película, que tiene un comienzo muy atractivo que fácilmente podría remitir al cine de espionaje de Hichtcock, se sostiene un por extraño mecanismo narrativo: el protagonista es un bocón que es incapaz de ocultar nada, de callarse y menos aun de evitar los problemas. De este modo, la película avanza sobre un comportamiento inverosímil. Esto hace que, una y otra vez, el protagonista parezca obligado a lanzar la acción hacia adelante, pues sino no hay otros elementos en la narración que puedan servir a tal fin. Ni otros personajes que muevan fichas en uno u otro sentido, ni otras develaciones emergentes de situaciones propias de la historia. Si lo que pretende el director es hacer puro juego de suspenso, demostrando que el mismo puede sostenerse aun cuando la trama sea un puro vacío, creo que claramente falla después de la primer mitad del desarrollo. Si lo que pretende es crear una interesante historia de espías, la película hace agua desde mucho antes. La sujeción formal a cierto clasicismo parece más un lastre que una ventaja. Tanto los lugares de los actores fundamentales, sus modos de esconder y mostrar, como el trabajo sobre los planos, los espacios geográficos amenazantes y la música (por momentos insoportable), aportan poco y nada, y realmente toda la película parece sostenerse en las excelentes actuaciones de McGregor y Catrall, además de un muy buen conjunto de actores que los secundan.
El poder en las sombras En líneas generales El escritor oculto podría ser visto como un thriller político más o menos interesante, con una resolución fallida por lo forzada que aparece y con algunos tiempos muertos que se hacen densos e innecesarios. Pero lo que con otros directores quedaría así, con un resultado mediocre, con Polanski adquiere un matiz de mayor densidad en función de su capacidad para generar tensión, dirigir actores, elaborar climas y, sobre todo, conjugar todo eso para que en la imagen aparezca natural y fluidamente en función del género que está contando. Sin embargo, y a pesar de sus méritos, la película naufraga en función de mantener una estructura previsible, que le va quitando peso al protagonista hasta relevar al “tema de fondo” en un encuadre final que no da lugar a ambigüedades, cerrando puntas con la misma arbitrariedad con que lo hace un director como Ron Howard en El código Da Vinci. Lo cual sorprenderá a quienes vean la película, porque hasta su desenlace parece un thriller cuidado y atmosférico, con ese tono agobiante que Polanski sabe dosificar con solvencia a través de planos cerrados, con una luz difusa y uniforme que en su palidez deja entrever contraluces que hablan de un mundo ambiguo que alimenta la paranoia del escritor fantasma protagonista, interpretado por Ewan McGregor. Esta paranoia es la base del film, no sabemos qué se esconde detrás de cada fachada y cuándo, ni de qué manera se va a ejecutar la orden que patee el tablero. Sí sabemos que se trata de una olla a presión en la cual un escritor se metió por querer hacer la autobiografía de un ex primer ministro británico (Pierce Brosnan), como un trabajo por encargo que le deja mucha, bastante plata. El planteo es bastante obvio para pasarlo por alto: Brosnan es Tony Blair, no hay vuelta que darle, y la forma en que aparece aislado sin conexión con el mundo real parece una alegoría que por momentos aparece difusa por la realidad que adquiere (y, en todo caso, no sería alegoría). Entonces Ruth (Olivia Williams) sería Cherie Blair, algo que es tan, sino más importante que el dato anterior en función de lo que la película cuenta. No hay sutileza al respecto, y el marco de denuncia deja entrever todo un entramado político donde puede aparecer algo más sutil, particularmente si se piensa en la analogía de relaciones de poder como relaciones amorosas. Entonces tenemos a este escritor en el medio de una isla de Manhattan, tratando de finalizar la biografía de esa figura política que casi nadie conoce en integridad, tomando el lugar de Mike McAra, el anterior escritor fantasma que murió en circunstancias dudosas. Le dan el manuscrito y le piden que trabaje sobre el mismo, pero desafortunadamente se da cuenta de que es un desastre. Sin embargo, todo lo que le dicen es ambiguo y poco certero, además de que el clima se va haciendo más opresivo a medida que va descubriendo algunas cuestiones que hacen tambalear la versión oficial de los hechos y la presión de la editorial exige resultados. Por lo tanto comienza a investigar y allí se van uniendo piezas que lo van poniendo en un riesgo cada vez más palpable cuando descubre el archivo de McAra, y entiende que la naturaleza política del ex primer ministro Adam Lang contiene otros orígenes e intereses, y que no es casual que el anterior “fantasma” esté muerto. A partir de allí el thriller avanza como una pendiente que, junto a la banda sonora de Alexandre Desplat, culminan en un climax a través del cual el protagonista sortea varios obstáculos con inteligencia. Pero como dije, el desenlace y el final son bastante flojos. Bueno, del trabajo visual no nos vamos a quejar nunca, por ejemplo, hay un mano a mano hecho desde un plano detalle que en su extensión adquiere una significación fundamental para el film. Polanski sigue siendo un maestro a la hora de la puesta en escena. Pero lo que hace el “fantasma” protagonista es absolutamente inconsecuente con el personaje que se había presentado en las casi dos horas anteriores. Si antes era inteligente, sofisticado y habilidoso, ahora tenemos a un personaje torpe destinado a un final absolutamente forzado por un encuadre final que contrae todas las tensiones del film (incluso con el fuera de cuadro) pero que aparece artificioso en función de lo que se hizo para llegar allí. En definitiva, es un thriller con un desenlace inverosímil, un tanto decepcionante, pero que por poco más de una hora sabe construir tensión como pocos, sin apelar a fórmulas que desde lo visual resulten efectistas. El giro final del guión, y lo que obviamente Polanski quiere decir con ese encuadre, es otra historia.
Algunos podrán ver en la última película de Polanski una sátira política poco original: la historia de un escritor encargado de redactar en las sombras las memorias de un Primer Ministro que remite claramente a Tony Blair, y lo deja mal parado junto a la CIA y los Estados Unidos. Incluso podrán decir que, dada la situación procesal en la que se encuentra atrapado desde hace tiempo, el director no hace otra cosa que ajustar cuentas con sus enemigos íntimos. La verdad es que esto tiene poca importancia y sería ingenuo pensar que, a esta altura de la historia, una película puede cambiar el curso de los acontecimientos. Por otro lado, si bien El escritor oculto es, en esencia, un thriller clásico filmado con destreza, inspiración y elegancia, los frecuentes diálogos sarcásticos y las secuencias absurdas impiden que la película pueda ser tomada demasiado en serio. El humor de El escritor oculto es autorreferencial, ahí están para corroborarlo el empleado que se empeña en llenar una carretilla de hojas secas en plena tempestad, o la escena en la que nuestro héroe se aventura a descubrir el misterio en bicicleta y se queda pedaleando en el canto rodado. Polanski permanece fiel a sus obsesiones. El protagonista se encuentra encerrado en una mansión lujosa, vítrea, aislada de la gente y asentada en una isla. Un espacio sin posibilidad de escape como el que ocupaban otros personajes en su filmografía: criaturas acorraladas en un barco, un departamento, una casa o un castillo. El mar vuelve a ser una amenaza y reaparecen algunas constantes como la sumisión, la mezcla de atracción y repulsión, el equívoco entre el bien y el mal, el gusto por los personajes perdedores y la habilidad para crear atmósferas inquietantes. Polanski elige a un héroe ingenuo, vulnerable y febril (pero que está lejos de ser un idealista) y, como en sus mejores películas, logra sumergirlo en un ambiente nocivo y sofocante. La maestría de Polanski se manifiesta desde la escena de apertura, cuando vemos a un transbordador hendir la bruma, atracar y agotarse en un ballet de coches zigzagueantes. Desde los primeros minutos el director instala un clima de densa espera y la sensación de que la amenaza puede surgir de cualquier rincón del plano. Una tensión que irá acentuándose hasta el final de la película con una sequedad admirable. La variada trama incluye fotos comprometedoras, una persecución sobre un transbordador y hasta una pista revelada por el GPS de un coche de alquiler, que funciona como metáfora de la manipulación a la que nos somete la película. El simulacro es un motivo que recorre la ficción y contamina los procedimientos de puesta en escena. Polanski hace converger armoniosamente todas las pistas de una intriga compleja sin que en ningún momento el espectador se encuentre perdido, y convierte a El escritor oculto en una pequeña joya que se incorpora inmediatamente al elenco de sus mejores películas.
Apenas un fantasma Ya lo habíamos visto: la imagen es la del hombre común que debe emprender una cruzada personal ante fuerzas que van mas allá de su comprensión. Como el detective privado Gittes en Chinatown o la protagonista de El bebé de Rosemary, los personajes de las mejores películas de Roman Polanski son individuos que luchan, con determinación (y por qué no, alguna que otra torpeza) para encontrar la verdad. Lo que esos personajes nunca saben es que ellos mismos son apenas insectos ante la enormidad del entorno que los rodea, y que ese mismo entorno, ya sea en la forma de empresarios corruptos o de los mismísimos súbditos de Satán, hará lo imposible para impedirles llegar a esa verdad. Pero hay otra imagen (una que va más allá de lo propiamente cinematográfico) a la que estos héroes atrapados dentro de un sistema inquebrantable nos remiten, y es a la del propio director hoy día. Ver los intentos desesperados de Polanski dentro de una prisión suiza por lograr la extraditación a los Estados Unidos y que de una vez por todas la sociedad del país del norte lo perdone por haber abusado sexualmente de una menor hace ya más de 30 años (no quiero avalar el hecho, pero tengamos en cuenta que la propia victima ya le aceptó las disculpas al realizador en su momento) hace repensar gran parte de su obra como una especie de autobiografía. Polanski también es uno más entre esos individuos que luchan por mirar hacia adelante cuando el resto sólo piensa en el pasado. El nuevo héroe polanskiano por excelencia es “el fantasma”, como se conoce al personaje de Ewan McGregor en El escritor oculto. El es un ghost writer, un escritor contratado para redactar la autobiografía de un ex primer ministro inglés que está siendo investigado por la corte de La Haya debido a crímenes de guerra que involucran el secuestro y tortura de supuestos terroristas islámicos. La película empieza con la misteriosa muerte del primer ghost writer que deja la obra inconclusa. Enseguida, el muchacho McGregor es llamado para finalizarla, y es transportado a una isla en las afueras de Nueva York donde el ex mandatario actualmente reside. Allí, el joven investigará las razones de la muerte de su anterior colega y se verá inmerso en una red de mentiras y encubrimientos mucho más grande de lo que pensaba. En principio pareciera que estamos ante la ya clásica historia de “el hombre común frente a una gran conspiración” que viene siendo moneda corriente dentro del mundo de los thrillers de suspenso con fines comerciales en la actualidad, pero al adentrarse en El escritor oculto uno empieza a notar ciertos detalles que hace sobresalir al film de la media propia del género. La primera diferencia se encuentra en el tono elegido por Polanski para narrar las desventuras del protagonista. No vemos esa gravedad que caracterizó al género en los últimos años, en películas más preocupadas por hacer correr la trama desde una vuelta de tuerca a la próxima, sino que estamos ante un regreso a un cine de suspenso más cercano al de la década del 40 y 50, y sobre todo al cine de Hitchcock. Polanski decide tomarse todo el tiempo que sea necesario para que el espectador comprenda hacia dónde está siendo llevada cada acción, y además (y esto es lo más llamativo) el tono tiene una cierta liviandad (ayudada por la banda sonora de Alexander Desplat digna del mejor Bernard Herrmann) que logra que uno se divierta al mismo tiempo que intente descifrar las piezas del rompecabezas que el protagonista está intentando componer. Esto último asemeja mucho a El escritor oculto no sólo a las mejores obras de suspenso de Hitchcock sino también a la que quizás sea la película más popular y menos difundida del propio Polanski, Búsqueda frenética, en la que veíamos los esfuerzos torpes (con resbalones y acrobacias en los techos incluidos) de Harrison Ford por encontrar a su esposa raptada en una París totalmente alienígena para él. Pero pese a esta supuesta liviandad elegida a la hora de desarrollar la historia, sobre el final de El escritor oculto el director nos pondrá los pies sobre la tierra y nos hará dar cuenta de lo inútil que es luchar como individuos ante los grandes monstruos que se esconden detrás de la escena. Así, por más esfuerzo individual que el protagonista realice, en el fondo sabemos que la batalla estará perdida ante un sistema tan corrompido desde su raíz. Si lo sabrá el propio Polanski.
El fantasma que sabía demasiado Como en todos los países en que se estrenó, El escritor oculto llega en medio de la controversia por la detención de Polanski, quien aún espera en arresto domiciliario en Suiza que se resuelva el pedido de extradición a Estados Unidos, país que no pisa desde 1978. Y es que más allá del acontecimiento cinematográfico en sí, uno no puede dejar de advertir aquí y allá momentos que parecen guiños, aunque uno sabe que la película ya estaba filmada cuando lo arrestaron (la postproducción, sí, la hizo detenido). El más evidente es la situación legal del personaje de Pierce Brosnan que, requerida su extradición en el Reino Unido, no puede salir de los Estados Unidos para no ser arrestado. Exactamente la situación inversa a la que Polanski vivió durante treinta años. Ahora, si uno deja por un rato el morbo también tiene que advertir que El escritor… es una gran película, de lo más interesante que ha dado Polanski en los últimos años. El protagonista, interpretado por Ewan McGregor, es un escritor fantasma (esos que escriben por encargo libros firmados por otros), tan fantasma que en todo el film jamás se menciona su nombre y en los créditos figura como “el fantasma”, contratado para dar forma a la autobiografía de Adam Lang, ex primer ministro británico interpretado por Pierce Brosnan. Las cosas se le complican al poco tiempo porque, a días nomás de su llegada a la residencia-bunker de Lang en una isla de la costa noreste de Estados Unidos, este es acusado de entregar civiles acusados de terrorismo a la CIA para ser torturados, con lo que el escritor se ve en una situación más que incomoda y peligrosa. Más aún cuando se entera de que su antecesor en el empleo fue encontrado muerto en circunstancias sospechosas. Investigando, va descubriendo que en el pasado de su empleador hay elementos todavía más oscuros que los de su escándalo reciente. Se trata de un thriller político muy efectivo, narrado con precisión y un manejo del suspenso que le debe bastante a Hitchcock. Una escena donde el protagonista se da cuenta en un ferry a punto de zarpar de que lo están siguiendo y que debe escapar a toda costa, no desentonaría en una película del gran Alfred. También remite al maestro la trama del hombre común en circunstancias extraordinarias, envuelto sin quererlo en algo que es más grande que él (Polanski ya había coqueteado con ese recurso y con el estilo a la Hitchcock en Búsqueda frenética). De hecho, el escritor se mete en el asunto ingenuamente, vanagloriándose de no saber nada de política, para encontrarse con un asunto que le quema las manos. Su reacción al principio es tratar de zafar pero, a medida que descubre información, entra a investigar a espaldas del acusado, en parte por la intriga pero en parte también por ambición. El film va mostrando su progresivo encierro, tanto el confinamiento en la casa del primer ministro (otro paralelo) como la encerrona de su situación en la que, a medida que va picando cada vez más alto, va cayendo cada vez más en una trampa. Va cayendo, además, en una posición moralmente cuestionable al darle palabras a un tipo tan seductor como siniestro, llegando al caso de redactar su comunicado de prensa como respuesta ante las acusaciones. Polanski sigue en su mejor forma, al menos cinematográficamente hablando. No se sabe aún como se resolverá su situación legal, pero para quienes lo admiran (lo admiramos) por su extraordinaria filmografía, el deseo explícito es el de que pueda seguir filmando con el talento que aquí sigue demostrando.
La bella complejidad de lo simple. Hace poco tiempo tuvimos el homenaje de Martin Scorsese al cine de Hitchcock. La isla siniestra es un ejercicio puramente formal. De ahí que no sea, desgraciadamente, un film emocionante. Está bien: en la filmografía de Hitch lo que importan son las situaciones y no los personajes. Pensemos por ejemplo en Intriga internacional: una magistral película donde lo que importan son las diversas situaciones que debe enfrentar su personaje. Sin embargo no eran meros decorados, algo que si sentía con la última de Scorsese. Ahora Roman Polanski, el gran cineasta que nos ha legado excelentes películas como Repulsión y El bebé de Rosemary, rinde el mejor honor al maestro del suspense. Combina situaciones fabulosas, personajes siniestros, y climas adecuados para un thriller sólido, de esos que no abundan. Un "escritor fantasma" (título más adecuado, pero que seguramente disgustó a las distribuidoras, pensando que así vendían una de terror) es aquel que se encarga de dar revisiones, correcciones, cuando no párrafos enteros de obras ajenas. Esta es la profesión del personaje de Ewan McGregor (no importa su nombre) que debe terminar las memoirs de un político inglés (Pierce Brosnan) que recuerda bastante a Tony Blair. Claro que no todo es tan fácil como parece. El escritor deberá ocupar el lugar de su antecesor, presuntamente asesinado. Adam Lang, el ex primer ministro, es una figura controvertida. Por un lado es un bon vivant (y bueno un poco de Bond vivant también) amable y gentil con su equipo de trabajo, y por el otro, un marido infiel, político decadente hostigado por los medios, y recluído en su lujosa mansión. ¿Cualquier similitud con el director acusado de pedófilo es pura coincidencia? El fantasma, entonces, irá descubriendo a la par nuestra, los sucios secretos de Adam. Así como también entrando en su círculo íntimo. Polanski sabe que es mucho mejor sugerir que mostrar, y así el thriller de espionaje se vuelve mucho más interesante cuando empezamos a sospechar, no sólo que la secretaria de Adam es su amante (Kim Catrall, de Sex and the city) sino que la mujer de poderoso contratante podría estar seduciendo al escritor (una femme fatal soberbia de Olivia Williams). Estos son poderosos ejemplos de que los personajes, a Polanski, le importan. Si no fueran tan ricos en contradicciones, llenos de paranoia y supuesta maldad, la historia se convertiría en puro ejercicio estético. Las miradas, los gestos, los movimientos de cada uno, nos dice algo. No siempre es lo que pensamos, y los giros, así, resultan más sorprendentes. En cuanto a lo estético, las elecciones de Roman no podían ser mejores. Desde la guardia moderna, recta y asegurada de Adam, hasta los alrededores grises, fríos y húmedos que la rodean. Una buena película de suspenso tiene que tener una secuencia con lluvia. En La isla siniestra, la lluvia se sentía artificial, nos imploraba una sensación de peligro inexistente. Aquí hay varias secuencias con lluvia, las cuales son realmente atrapantes. Incluso la música a priori desubicada de Alexandre Desplat está a tono con el relato general. Hay algunos pocos artilugios lo suficientemente tecnológicos como para que nos parezcan sofisticados hoy, y funcionales a la historia, hoy y mañana. Siempre se critica cuando un director prestigioso ahonda en dramas históricos para ganar el Oscar (lo hizo Spielberg con La lista de Schindler, lo hizo Polanski con El pianista). Y esa crítica confirma la regla: las historias importantes (entiendasé: dramas del Holocausto) tienen muchas más chances de tener una nominación y ganarla, lo cual es bastante injusto. Esta película es muy buena, aunque por la fecha de estreno y la temática (un thriller político "menor") parece alejada de cualquier mención. Sí, hay una subtrama política que describe y comenta la guerra de Irak (o las políticas británicas al respecto) pero como toda gran obra, primero la disfrutamos por lo que es, y no por el tema que trata. Lo que se justifica es lo que está en pantalla: después vienen todas las intrepetaciones exógenas que hagamos. El escritor oculto puede que no esté a la altura de la mejor película del polaco, pero hay que tener en cuenta que una obra maestra como Barrio Chino no se estrena todos los días. Aún así, se las ingenia para ser un film endiabladamente divertido y entretenido en sus dos horas de duración. Quizás eso se deba a lo bien que maneja este tipo de historias, donde todos parecen atentar contra la tarea del protagonista. El mal siempre está latente, pero como Jack Gitties, siempre tenemos curiosidad por saber qué es lo que ocurre. Aunque al final, la revelación más demoledora sea que el mundo, no deja de ser un lugar cruel.
El ex primer ministro británico Adam Lang (Peirce Brosnam) contrata a un escritor oculto (Ewan McGregor) para que le ayude a redactar con sus memorias. Si bien se rehúsa en un primer momento, un sueldo de un cuarto de millón de dólares más viáticos logra convencerlo de aceptar el trabajo. Cuando emprende su tarea, para la cual debe trasladarse a una mansión del funcionario situada en una isla, las intrigas comienzan a aparecer. Descubre que el anterior escritor oculto murió de manera sospechosa dos semanas atrás en la playa y que Adam Lang es acusado ante la justicia por crímenes de guerra. Ante tantas buenas críticas, y tras ver la última película de Polanski, supe al instante en que no me iba a ser fácil argumentar por qué El escritor oculto no me pareció un film diez puntos. Si bien este thriller político está sostenido en buscar la intriga y el suspenso, se pierde al tratar de alcanzar esos objetivos y naufraga en una lentitud narrativa, característica muy típica de Polanski. Desde las primeras escenas el espectador se irá dando cuenta con qué clase de película se va a encontrar. Hasta los últimos minutos uno sigue sintiendo la sensación de que la historia ha avanzado muy poco, o nada. Y el final sorprendente, que es como un volantazo violento en toda la trama, deja al descubierto el vacío de esta historia. Mucho ruido y pocas nueces, para sintetizarlo de alguna manera. La notable interpretación de McGregor permite que la parsimoniosa trama sea más llevadera. Sin embargo, la gran atmósfera de suspenso creada, en la cual cada pista de ésta historia va apareciendo casi en cuentagotas, hace pensar que la intriga develada quizás no está a la altura de tanto suspenso. McGregor se lleva la película.
PALABRAS QUE MATAN Mientras la vida de Roman Polanski es noticia por motivos no cinematográficos, su nueva película, El escritor oculto, lo encuentra no sólo como un habilidoso narrador, sino también como el autor personal que solía ser. Una mezcla de entretenimiento puro y la mirada desencantada y paranoica propia del realizador. La vida de Roman Polanski podría ser el argumento de una película. Irónicamente, podría ser justamente una película de Roman Polanski, ya que los hechos que jalonaron su existencia son un dechado de desgracias y momentos que representan los peores aspectos del ser humano. Su madre murió en el Holocausto y él logro –siendo niño- escapar del viaje a los campos de exterminio porque el padre lo ayudó a salir por un alambrado del ghetto antes de que todos fueran transportados. Luego, en la adolescencia, el azar le permitió escapar de la muerte casi seguro al ser víctima del ataque de un asesino serial. Años más tarde, el 9 de agosto de 1969, su esposa Sharon Tate, embarazada de ocho meses, fue asesinada, junto con otras personas, por un grupo de delincuentes comunes entre los cuales estaba Charles Manson. Polanski no sólo tuvo que soportar que la prensa dijera toda clase de infamias sobre su mujer –todo lo cual a los pocos días se demostró falso- sino que además vio como Manson y sus cómplices luego se transformaron en objeto de culto. Años más tarde, en 1977, fue acusado de abuso sexual al mantener relaciones sexuales con una niña de trece años. Polanski solo se declaró culpable de tener relaciones ilícitas con una menor, pero declaró que fueron con consentimiento. Dejó Estados Unidos antes de recibir la condena y por eso la misma no prescribió. En el año 2009 viajó a Suiza, donde fue arrestado por ese motivo y aun está a la espera de una decisión con respecto a su caso. No todas las biografías de todos los directores tienen un valor relevante en la obra de un realizador, pero un breve repaso por la vida de Polanski muestra una fuerte asociación con su obra. Sus films, desde los primeros trabajos hasta El escritor oculto, muestran generalmente un universo oscuro, lleno de espacios de paranoia y locura, que en la sumatoria total dan como resulado una mirada negra y poco optimista del mundo. Films tan disímiles como Repulsión, La danza de los vampiros, El bebé de Rosemary, Barriochino, El inquilino, están unidos por este pesimismo. Curiosamente, su film más conectado con la realidad, El pianista, es el que posee, dentro del horror, el final más luminoso. Polanski puede hacer películas más o menos comerciales, pero siempre se mantiene fiel a sí mismo. En El escritor oculto se observan muchos elementos habituales en el director. Y un policial político sobre un escritor fantasma es un espacio en el que sin duda Polanski se siente a gusto. Un ex primer ministro inglés (Pierce Brosnan) decide contratar a un escritor para escribir sus memorias. El escritor elegido (Ewan Mc Gregor) viene a reemplazar a otro escritor que había estado realizando el mismo trabajo pero que se suicidó. La acción se traslada a una isla frente a la costa este de Estados Unidos, donde el ex primer ministro vive con su esposa y sus asistentes. Como en el film de Polanski El inquilino, el escritor comienza a ocupar los diferentes espacios de su antecesor y descubre –tal vez como aquel- que no todo es lo que parece. Aunque la trama de la película sea inverosímil y en muchos aspectos forzada, la construcción del relato es tan efectiva que el suspenso avanza y la historia atrapa. En un regreso al espíritu hitchcockiano –que Polanski homenajeó tan bien en Búsqueda frenética- es más el clima que la lógica lo que brilla en El escritor oculto.
A pesar de ser una película muy esperada por este servidor, El Escritor Oculto se hizo esperar varias semanas para que pueda ser vista debido a las prioridades de los fuertes estrenos semanales. Roman Polansky es un director talentoso que suele regalar buenas propuestas dotadas de bastante originalidad. Aquí no cumple con esa premisa, pero esto no es algo malo, sino todo lo contrario porque The Ghost Writer es una película simple que se caracteriza por tener una estructura muy solida basada en un excelente guión y una narración acorde para una cinta que insertemos dentro de un género como el thriller. El ritmo en la que nos van mostrando la resolución del conflicto es brillante, debido a que es lo suficiente lento para ir develando el misterio de a poco, pero a la vez puede ser lo suficiente entretenido para que no desviemos nuestros ojos fuera de los límites de la pantalla. En el elenco predominan las figuras de Inglaterra, como Pierce Brosnan, Kim Cattrall y Olivia Williams, mientras que Ewan McGregor es escocés. La caracterización de Brosnan es muy destacable, porque supo dotar al personaje de ese carisma que suelen tener sus labores, pero además lo dotó de un misterio que encaja perfecto en su labor. A Kim la tenemos en nuestras carteleras en estos días con Sex and the City 2 y aquí se la vio llevando una buena participación sin demasiados desafios. Me gusto mucho la labor de Olivia Williams, mostrando los arrebatos y el caracter que necesita una esposa despechada. No descubro nada si menciono que Ewan McGregor es un excelente actor y aquí nuevamente tiene una gran labor. Como conclusión se podría decir que El Escritor Oculto es un simple thriller potenciado por grandes actuaciones y un excelente guión.
Se podría decir que la película va avanzando como un Tetris, donde las piezas van encajando despacito unas con otras, hasta formar un todo macizo e impecable. Obviamente la dirección y el guión tienen un gran...
ENIGMÁTICO Y APASIONANTE THRILLER DE UN DIRECTOR PRIVILEGIADO Cada regreso de Roman Polanski al cine resulta, cuanto menos, intrigante y sugestivo. En esta oportunidad elige adaptar la novela "El poder en la sombra" ("The ghost") del autor y periodista británico Robert Harris. Un joven escritor especializado en biografías es contratado para reescribir las memorias de Adam Lang, ex primer ministro inglés. La persona que se estaba encargando de la escritura era la mano derecha del ministro, pero ha muerto en un desgraciado (y sospechoso) accidente. Para esto, el escritor tiene que trasladarse a la moderna y fría mansión que el político tiene en una alejada isla de la zona costera de los Estados Unidos, asentarse en el apartado hotelito del lugar y visitar a diario al ministro para que, en sus tiempos libres, pueda darle las entrevistas necesarias para lograr la escritura. Sin embargo, al día siguiente de su llegada, un ex secretario del gabinete británico acusa al ministro de haber autorizado la apropiación ilegal de sospechosos de terrorismo y de entregarlos a la CIA para que los torture. Es por ello que el político deberá alejarse de la isla con todo su séquito, dejando solos en la mansión a su esposa (con quien se lleva pésimo) y al escritor que, con poco por hacer dada la ausencia del ministro, comienza a descubrir pistas que vinculan la muerte del anterior asistente con un oscuro secreto. La atmósfera creada por Polanski a través de la puesta en escena es sencillamente maravillosa, destacando no sólo la escenografía y las locaciones, sino la atrapante música de Alexandre Desplat. La soledad de la isla, lo apartado de la casa y el constante clima lluvioso aportan a la incomodidad que este personaje siente a lo largo de los días. La antipatía del primer ministro y la poca colaboración que le presta para escribir sus memorias generan en el joven la sensación constante de preguntarse “¿qué hago aquí?”; un escritor sin nombre que está en el centro mismo de la historia y, al mismo tiempo, resulta un espectador de los principales eventos, que tiene frente a sí un acertijo que irá descubriendo de a poco. La figura del escritor, interpretada por Ewan McGregor, indiscutido protagonista del 100% de las escenas del filme, fue uno de los grandes desafíos brillantemente cumplidos (de sólo pensar que el protagonista original era Hugh Grant eriza la piel). McGregor demuestra perfectamente los cambios que va teniendo su personaje, partiendo de cierta reticencia al momento de aceptar llevar el proyecto de escritura, hasta quedar totalmente involucrado con la investigación de hechos oscuros en el pasado del ministro. Son muy interesantes las presencias de Pierce Brosnan y Kim Catrall como el ministro y su asistente, pero muy especialmente la actuación de Olivia Williams, como la esposa del político, que porta un fuerte y decidido carácter y tendrá un rol preponderante en la definición de la historia. Tom Wilkinson también tiene una participación especial, muy breve, pero clave en el guión; y el veteranísimo Eli Wallach juega el papel de un habitante de la isla que, en una sola escena, le dará una pista vital al protagonista, sin dejar de mencionar la inclusión de una secuencia en la que el GPS de un auto funciona como el mejor aliado para desenmarañar un enigma. Misterio, suspenso, secretos revelados y un clima oscuro, ominoso, sombrío y gris resultan el entorno perfecto para este thriller político Ganador del 'Oso de Plata' en el Festival Internacional de Cine de Berlín, que, sin estridencias, genera en el espectador el nervio necesario (y la sorpresa final) para degustar este Polanski auténtico.
Política y enigmas en atrapante narración con el sello de calidad Polanski Roman Polanski no deja de ser noticia. Como todos sabemos se encuentra con prisión domiciliaria a causa que se le sigue en los Estados Unidos por la violación de una chica de trece años en 1977. Pero esta vez se esta en boca de todos no por su pasado sino por su presente; ya que en todas las carteleras del país podemos ver su última realización “El escritor oculto” (The Ghost Writer”). Está basada en la novela “El poder de la sombra” (“The Ghost”) del autor, periodista y coguionista Robert Harris. Narra la historia de un escritor oculto (Ewan McGregor) quien, sin saber mucho de política y por insistencia de su agente, acepta reescribir las memorias del primer ministro inglés, Adam Lang, protagonizado por Pierce Brosnan, en el momento que debe presentarse ante la Justicia acusado de haber cometido crímenes de guerra .Muchos especularon que está era una referencia al mandatario Tony Blair, aunque el autor asegura que la novela fue pensada y comenzada mucho años antes que Blair sea candidato; sólo estaba interesado en la puesta de un ex líder mundial y alguien que tiene que escribir sus memorias. Ewan McGregor debe asumir el papel del anterior “escritor oculto”, quien murió a propósito de un accidente algo misterioso, para lo que debe trasladarse a la mansión del mandatario ubicada en una zona costera. Mientras el escritor trabaja sobre el manuscrito dado, comienza a descubrir pistas de su predecesor quien puede haber tropezado con el oscuro secreto que une a Lang con la CIA y, de alguna manera, esta información se oculta en el mismo manuscrito. “El Escritor Oculto” es un thriller atrapante donde se entrelazan la política, enigmas, secretos y a un don nadie resolviendo todos los acertijos. Sutilmente saca a relucir como el poder político y los dirigentes mundiales pueden poner en riesgo vidas ajenas con tal de mantener/conservar el poder, algo tan deseado y adictivo. Es una realización, nuevamente, bien lograda por Polanski, donde no se le escapa ningún detalle, tanto en el relato discursivo como en la construcción estilística, con escenas que nos implantan minuto a minuto el suspenso llegando a un final deseando ver más…Una obra de sólido guión y calidad artística con el sello del mejor cineasta polaco, quien invita al espectador a dialogar sobre una temática siempre presente.
La verdad os hará libres Luego de cinco años de ausencia, el genio de Roman Polanski regresa al panorama cinematográfico (en buena hora) con un thriller político lleno de rigor y calidad. Con su característica forma de presentar el argumento, sus deliciosas composiciones visuales y un estilo narrativo que remite principalmente al clásico Rosemary's Baby (1968), The ghost writer, luego de un paso exitoso y muy bien recibido en el Festival de Berlín (que le mereció el Oso de Plata a la Mejor Dirección y la nominación al Oso de Oro), se apunta entre lo mejor de este onanista 2010 del cine. Primero que nada, apuntar que las traducciones -en un por lo menos rescatable y vindicable intento de respeto al título original- son, para variar, desacertadas. En Latinoamérica arriba a las salas con el nombre de El escritor oculto, y en España sólo El escritor. ¿Qué pasa con estas traducciones? El título The ghost writer no sólo hace referencia al arduo trabajo que realiza el personaje encarnado excelentemente por Ewan McGregor (y pensar que hace unas semanas alabábamos su papel gay en I love you Phillip Morris, qué grande este tipo), sino que abre una variedad de caminos interesantísimos respecto a la psiquis del escritor protagonista, la trama y el sentido que le quiso dotar Polanski al contexto que rodea a la acción, siempre vista desde la perspectiva del personaje principal, como ya nos tiene acostumbrados en sus thrillers el autor de Le locataire (1976) y The pianist (2002), entre otros. La traducción literal, entonces, sería El escritor fantasma. Muchos dirán que este es un dato menor, pero realmente se lamenta la forma en la que ciertos remates se diluyen por culpa de una mala traducción, tal y como pasa en las escenas en las que al anónimo personaje de McGregor le toca presentarse como "the ghost --el fantasma--" (por lo menos en Argentina en esos momentos el subtítulo reza "el escritor"... ¿ven que tiene otra esencia?). Pero principalmente el error que le achacaremos a la distribución subtitulada (no queremos ni imaginar lo que sucede en el caso de los cómodos y despreciables doblajes) es ése. ¿Por qué? "The ghost writer" es como se le dice en los países angloparlantes al escritor profesional cuya labor es entrevistarse con una personalidad para reconstruir, en este caso, sus memorias, para luego elaborarlas desde el anonimato; el autor que firma la obra es el personaje de renombre, y no el verdadero. En otros países el término es "el escritor oculto", de ahí la -mala- traducción: se tradujo la labor, no la intencionalidad de los realizadores. En este caso el término o el adjetivo "fantasma" es un paralelismo, desde la perspectiva de este servidor, de la esclavitud a la que Polanski y Robert Harris -autor de la obra- someten al protagonista. Un elemento característico que los que tengan la fortuna de toparse con este film podrán notar es el de la constante agresión a "El Fantasma" (como de aquí en adelante llamaremos al protagonista). Hay fácilmente seis o siete escenas en que el personaje principal se ve en una situación de incomodidad o de aversión por parte del contexto inmediato. Desde una simple ofensa verbal como el "basura" escupido por un residente del pueblo en el que debe acompañar a su cliente, el ex-Primer Ministro Adam Lang (muy buena la actuación de Brosnan), hasta las constantes e incesantes situaciones en las que El Fantasma se siente o se encuentra perseguido, ya sea de manera palpable como las propias mentiras u ocultamientos de la verdad. Nadie lo trata bien, ni siquiera la esposa de Adam Lang, Ruth Lang (también excelente en su papel Olivia Williams) en una escena puntual que además de curiosa resulta histérica pero efectivísima (remite otra vez a Rosemary's Baby, ya notarán por qué al verla). Nadie entiende ni pretende entender a El Fantasma, ni siquiera el ministro Richard Rycart (Robert Pugh), que sólo busca el interés de su propia misión política. En definitiva, El Fantasma se ve expuesto -y lo cual se pierde desde la asimilación inicial que es el título mal traducido- a una esclavitud que se simboliza en lo fantasmal, lo deambulante, lo casi mágico, que es representado de manera muy irónica en la resolución del misterio. La película está teñida de muchísima calidad técnica, con una fotografía espectacular (con un papel preponderante de la iluminación), dirección magestuosa (¡que viva el cine de profundidad de campo exagerada!) y montaje excelente (el glorioso comienzo de la película, más que entendible y aplaudible, con esa secuencia en montaje paralelo mostrándonos el punto de partida, como filtrándonos información), una banda sonora magnífica y un trabajo actoral muy destacable. El guión apela a recursos narrativos muy acertados, que van intercalando formas en el estilo del relato que además de darle fluidez van refrescando la historia y nos mantiene en vilo sin importar las más de dos horas del metraje. Dicho todo esto, queda concluir que The ghost writer no sólo es un thriller bien llevado, sino que es un camino hacia la libertad por parte de un protagonista oprimido e ignorado, privado de la identidad, exigido a condiciones laborales hasta si se quiere peligrosas, y reducido a la aceptación de jerarquías impiadosas, mentirosas y violentas. Todo, con un único atajo definitivo que para muchos puede ser obvio o predecible, pero no es más que una genialidad del realizador para liberar a su esclavo. "La verdad os hará libres," nos dice la data del borrador paseando por las calles inglesas luego de que el ocurrente (y bendito) fuera de foco nos induzca al final del recorrido del protagonista, y a un sinfín de posibilidades que quedarán en la retina y la memoria pensante del espectador.
Empiezo confesando que vi la película por partes. Culpa de encapricharme cuando soy conciente de no tener el tiempo. Esto hizo que la viera de madrugada, archicansada y que el sueño me venciera. Por momentos aún pienso que el sueño me venció justamente porque la peli no logró engancharme lo suficiente. Pero es algo que nunca descubriré, así que ahí va mi apreciación de esta peli vista por capítulos. No puedo decir que la peli sea mala, muchas cosas como lo técnico, me parecieron muy buenas. Lo que me quedó a medio camino es la historia, ese guión que por momentos me resultó forzado, por otros previsibles, y por otros con diálogos muy acartonados. Los personajes, bien definidos algunos, e inentendibles otros, al menos para mi. (recuerden que la vi en tres veces). Los aciertos: una fotografía (Paul Edelman) que me encantó, una atmósfera fantasmal, oscura, que esta realizada de una forma que no se nota la "artificialidad" (el trabajo que hay detrás de la puesta de escena). Los grises, acordes a lo "oculto" del protagonista, que funciona en toda la trama como un verdadero fantasma, es genial y acorde además con toda la trama oscura que tiene la peli en general. Otro acierto (en si mismo y en su relación con lo anterior) me parecieron las locaciones, donde esta situada cada escena, cómo esta decorada, ambientada y la luz empleada en cada una. El amplio juego dentro del guión, de aquello que "no se dice", "no se sabe", "no sé conoce", los "grandes fantasmas" que estuvieron, que están y que estarán, me pareció, quizá, el mayor acierto, el hilo conductor de toda la historia y lo que le da el gran sentido a la película, aunque la historia que se apoya en el hilo no me resultará del todo convincente. Recomendada: si, con reservas ;D
El escritor fantasma Primera escena se abre la compuerta de un Ferry de donde a comienzan a salir automóviles, en una noche fría y lluviosa, este clima nos acompaña durante todo el húmedo film. Un flamante BMW queda inmóvil entre los bocinazos de los demas pasajeros. Corte a playa desierta y un cuerpo en la orilla arrastrado por las olas… La vuelta de Román Polanski al cine de suspenso, demuestra que el gran director europeo sabe manejar este género a la perfección, generando atmósferas creíbles, la humedad y el frío del ambiente nos produce una grata sensación de incomodidad. Cuando un escritor oculto profesional interpretado por Ewan McGregor acepta de manera reticente reescribir las memorias del antiguo primer ministro inglés, Adam Lang, (Pierce Brosnan), su agente asegura al escritor que se trata de la oportunidad de su vida ofreciéndole ¼ de millón de dólares por un mes de trabajo. Escena siguiente Ewan McGregor se encuentra en un vuelo cruzando el océano. Debe trasladarse a la mansión del Primer Ministro, situada en una isla en la zona costera de USA. Al día siguiente de su llegada, un ex-secretario del gabinete británico acusa a Lang de haber entregado a la CIA a tres supuestos terroristas para que los torturen, acto que lo convierte en un criminal de guerra. El escritor oculto descubrirá que el pasado del primer ministro puede ser mortal. Con problemas legales sobre su cabeza similares a las del personaje del Primer Ministro de su Film, no pudiendo regresar a Europa y refugiándose en los Estados Unidos, Polanski termino este Thriller con mezcla de suspenso psicológico con la calidad que lo caracteriza para sus pelis. La banda sonora da un ambiente de constante peligro, en algunos momentos anticipándose a las escenas El elenco es variado y funciona perfecto, con Ewan McGregor como el escritor, Pierce Brosnan como el ex-primer ministro, Kim Cattrall como la asistente, Timothy Hutton en un pequeño pero creíble papel como el abogado, James Belushi como el agente, Olivia Williams como la esposa del ex-primer ministro y Tom Wilkinson como Paul Emmett. Suspenso del bueno con el director del “Bebe de Rosmarie”, y “Chinatown”
LOS MANUSCRITOS DE UNA VERDAD Sin ser la mejor película de Roman Polanski, "The Ghost Writer" es una propuesta que clarifica que él es un gran cineasta, un gran creador de climas y un muy buen director de actores, produciendo así que esta cinta se convierta en un interesante e incesante thriller político de calidad. Un escritor, que poco sabe de política, es llamado para darle forma a las memorias de Adam Lang, un ministro acusado de crímenes de lesa-humanidad. Luego de aceptar el trabajo, él se va a ir dando cuenta que lo que en el pasado su antecesor escribió puede ponerlo en peligro, pero ahora está en las garras del personaje que tiene que entrevistar y no puede salir. Se ha involucrado en un hecho político y social del cual le será difícil escapar. Si hay una característica que sobresale de esta película, el trabajo de Polanski en la dirección lo es. Él decidió contar la historia con una tranquilidad y una poesía visual que se destaca durante todo el desarrollo de la narración. La cámara se mueve muy lentamente, la música acompaña y funciona como una brisa suave que va llevando al espectador al interior de la pantalla, la fotografía y los encuadres son precisos y bellos, elegidos de tal manera que todo lo que va rodeando al protagonista tenga un sentido, no solo visual y estético, sino que vaya describiendo e intensificando lo que le va sucediendo. Hay una delicadeza escénica que fue lograda con exactitud y perfección. La historia se centra en el guión y no tanto en el impacto visual sobre lo que va pasando, es por eso que, gracias al trabajo de cámaras, el público puede involucrarse con el personaje principal, sentirlo desprotegido y percibir la desesperación que lo domina en algunas oportunidades. La labor de Polanski es impecable. A su vez, dicho ritmo lento, pero nunca aburrido y siempre manteniendo el conflicto argumental intacto e introduciendo nuevos problemas y pistas, ayuda a que cuando sucede algo repentino, más específicamente llegando al final, ese choque y cambio brusco del argumento, se sienta, no solo imprevisible, sino como una gota helada que recorre la médula espinal del espectador. Sin duda alguna uno de los grandes momentos de la película, que funciona gracias a los muy bien logrados climas de suspenso y drama. El guión se centra en contar las diferentes ramas y problemas que un escritor va adoptando, sin querer, al estar en el seno íntimo de una figura polémica, amada por muchos y odiada por otros tantos. Es así, como se va entrando en terrenos que circulan por el género policial, por el drama familiar y por el thriller político, todos muy bien tratados y con el suspenso necesario como para que cada una de las subtramas logren destacarse y formar parte de un conjunto mucho más interesante. Escenas como la del encuentro con Paul Emmett o la del festejo del final, son momentos claros que ejemplifican el trabajo minucioso de ambientación y de desconfianza que el director logró crear. Las actuaciones son impecables. Ewan McGregor interpreta al escritor fantasma, uno de los personajes mejores logrados en su carrera, ya que le aporta sentimiento y seriedad y logra transmitirle al espectador los suficientes matices como para identificarlo y sentir lo que a él le sucede. Muy buena actuación. Pierce Brosnan, como Adam Lang, también logra destacarse, en especial en los momentos en los que comparte escenas con McGregor y en las instancias finales en el avión. Esa continua preocupación que tiene y su inquietud por hacer todo de la manera que él quiere, están perfectamente interpretadas por el actor. También vale la pena destacar los trabajos de Olivia Williams, como la esposa de Lang; Kim Cattrall (Amelia); y Tom Wilkinson, en un intenso personaje (Paul Emmett). "The Ghost Writer" es una película muy tranquila, pero con un ritmo narrativo que demuestra que Polanski es un gran director de thrillers. Con muy buenas actuaciones, una fotografía y un guión muy ambiciosos, pero llevados adelante con calidad y talento. Una cinta de suspenso político inteligente y diferente. No se la pierdan. UNA ESCENA A DESTACAR: avión.
Thriller con indiscutible aroma a Polanski Evidentemente con "El escritor oculto" Polanski demuestra una vez más que tiene un cierto estilo para contar historias que atrapa por sí mismo, incluso con las limitaciones que se pueda hacer en casa caso. En una etapa completamente diferente a sus grandes clásicos como "El Bebe de Rosemary" "Repulsion" "El cuchillo bajo el agua" o "Chinatown", Polanski tiene la capacidad de adaptar una obra teatral como "La muerte y la doncella", arremeter con un clásico como "Oliver Twist" o introducirnos de lleno en el thriller como lo hizo en "Búsqueda Frenética" "La última puerta" o ahora mismocon esta, su última realización. Un talentoso escritor profesional (Ewan McGregor) recibe como nuevo trabajo la reescritura de las memorias del Primer Ministro Inglés, Adam Lang (Pierce Brosnan), luego de que apareciese muerto en dudosas circunstancias el escritor anterior. Para ello, se muda a la exentrica mansión de Lang y apenas comience con su tarea, un ex-secretario del gabinete inglés acusará a Lang de haber autorizado la incautación ilegal de sospechosos de terrorismo y de haberlos entregado a la CIA para que los torture. Paralelamente a esta nueva cara de Lang, cree ver que todo lo que dice el escrito anterior es ambiguo, todo lo que se va descubriendo se contrapone sobremanera con las versiones oficiales de los hechos. Será necesario que lo que era en principio una biografía se convierta en una especie de investigación vinculada con temas de la política, el espionaje, el poder entretejiendo una trama mucho más oscura de la que en apariencia existía cuando aceptó el trabajo. Si bien el pulso que le imprime Polanski al relato es en algunos momentos demasiado moroso, lo interesante es como va tejiendo esa especie de tela de araña en la que se ve envuelto el protagonista, de una manera clara y precisa, mostrando cuáles son los vinculos que tiene Lang con el resto de los personajes y reservando algunas sopresas, como todo buen thriller para el final. La puesta sumamente cuidada y una dirección de actores impecable es lo que hace que "El escritor oculto" logre sobresalir de la media de cualquier otro thriller que nos pudiese haber traido Hollywood. Las actuaciones de Ewan Mc. Gregor y Pierce Brosnan se ven acompañadas por un elenco secundario de primer nivel donde se distingue el trabajo de Olivia Williams (mujer de Lang, que comienza a tener un romance con este escritor por encargo) que sabe encontrar los matices necesarios para mantener su enigmática figura a lo largo de todo el relato y en papeles de menor importancia pero con actuaciones ajustadas a la trama están Kim Catrall (lejisimo de su papel frívolo en Sex and the City) y Tom Wilkinson. Si bien el desenlace puede parecer abrupto y asonante con la calidad restante de la trama, Polanski nos regala una última escena como "epílogo" del film -una vez desentrañado el misterio-, que es de una exquisitez que justifica cualquier tropiezo que haya tenido la trama para llegar al desenlace y nos seduce una vez más con la calidad con la que filma y nos cuenta una historia.
Intriga internacional El policial es uno de los pocos géneros que goza de buena salud en las carteleras cinematográficas del mundo, aunque no es gracias a los grandes tanques de Hollywood que cada semana nos llegan con regularidad industrial (salvo alguna pequeña excepción como Al filo de la oscuridad), sino a la vitalidad de maestros de otros tiempos que han vuelto en buena forma, como Martin Scorsese o el que hoy nos ocupa, el gran Roman Polanski (y sin llegar a hablar de los que tenemos en Argentina). Director de los vericuetos de la mente si los hay, Polanski ha sabido crear un cuerpo de obra muy particular, que supo mantener sus aspiraciones artísticas pese a entrar desde temprano y desarrollarse en el seno de la gran industria (que luego lo terminaría expulsando), bebiendo de las tradiciones más clásicas de Hollywood. Es, sin dudas, un autor con todas las letras, un director que posee una gramática cinematográfica propia, que ha mantenido, nutrido y desarrollado a lo largo de los años pese a los vericuetos que tomó su azarosa existencia (cuyos detalles importa bien poco). Sí vale la pena anotar que su última obra, El escritor oculto, terminada ya en situación de encierro (domiciliario), confirma con altura las virtudes de este director premiado en el último Festival de Berlín por un jurado presidido por Werner Herzog, otro gran director de lo anómalo. Claro que en Polanski lo extraño se suele esconder detrás de la más crasa normalidad: un matrimonio prototípico de Nueva York (El bebé de Rosemary), dos jóvenes hermanas que viven juntas (Repulsión), un caso de adulterio más en Los Ángeles (Chinatown) o un ex primer ministro británico que quiere escribir sus memorias (El escritor fantasma). Ya las primeras escenas anuncian el clima que dominará la película: un auto aparece abandonado en uno de esos ferrys utilizados para trasladar personas y vehículos, a la siguiente un cuerpo aparece en la playa. Se trata del escritor fantasma (aquél que escribe para otro, ocultando su identidad) del ex premier Adam Lang (el escocés Pierce Brosnan, toda una ironía de Polanski), ahogado aparentemente en estado de ebriedad. Lo irá a suplantar nuestro protagonista, identificado apenas como The Ghost (Ewan McGregor), un escritor impersonal que no está interesado en política pero sí en la jugosa paga que se le ofrece para terminar el libro de su sucesor, en apenas un mes. No resulta casual, empero, que apenas llegue al búnker – mansión en que vive Lang en Estados Unidos, el ex premier sea acusado de capturar y entregar ilegalmente a la CIA a prisioneros islámicos, lo que eventualmente podría llevarlo a ser juzgado como criminal de guerra por el Tribunal de La Haya. Afortunadamente, afirma su entorno, Estados Unidos no tiene acuerdo de extradición con La Haya (otra de las sutiles ironías del director, esta vez para sí mismo). Lo cierto es que el escritor en cuestión comenzará a sospechar de su nuevo jefe, y el clima de encierro y paranoia irá en aumento a medida que descubra ciertas incoherencias en sus testimonios, amén de algunos indicios que lo llevan a dudar de la muerte de su predecesor, confirmados implícitamente por la mujer de Lang (la sutil Olivia Williams). Poco a poco, se irá abriendo una oscura trama que, a tono con la época, mezcla conspiraciones internacionales, posibles asesinatos, espionajes en las más altas esferas del poder y corporaciones que actúan en las sombras. Férreamente clásica, formalmente sólida como las mejores, hay en El escritor oculto un tono decididamente hitchcockniano de principio a fin que paradójicamente viene a ser como una fuerte brisa de aire fresco en el género, acaso por el oficio con que está resuelta por Polanski. Una maestría que, a excepción de ciertas secuencias resueltas de manera evidentemente magistral (la de cierto asesinato en pleno aeropuerto o el excelente cierre del filme), está asentada en los detalles: la forma en que se teje la intriga (con la violencia casi siempre fuera de campo), los sutiles indicios arrojados al pasar, los diálogos con varios sentidos, los tonos grises que dominan al búnker, van construyendo un clima atrapante de paranoia y sospecha general. Por no hablar de las múltiples referencias de Polanski a la política contemporánea (Tony Blair y George Jr. en primer lugar) o de sus finas y filosas ironías sobre el mundo y el cine que tenemos. Que la épica del héroe individual se vea finalmente traicionada es también todo un dato para celebrar. Por Martín Iparraguirre