La evolución está completa La verdad es que lo hecho por Rupert Wyatt primero y por Matt Reeves luego fue/ es un trabajo formidable desde todo punto de vista: ambos directores, el primero responsable de El Planeta de los Simios: (R)Evolución (Rise of the Planet of the Apes, 2011) y el segundo de El Planeta de los Simios: Confrontación (Dawn of the Planet of the Apes, 2014) y la presente El Planeta de los Simios: La Guerra (War for the Planet of the Apes, 2017), por un lado lograron corregir los errores de aquel mamarracho del 2001 de Tim Burton, un intento hiperfallido por rebootear la querida saga, y por el otro lado renunciaron a la pretensión de redondear una remake propiamente dicha de la legendaria película original de 1968, optando en cambio por retomar distintos elementos de la catarata de secuelas y series televisivas que la sucedieron, la mayoría de un excelente nivel tanto en lo que respecta a la expansión escalonada de la franquicia como en el acabado final de cada opus en particular. En este tercer y aparentemente último capítulo -por lo menos en lo que atañe a este arco narrativo- se honra a rajatabla la idiosincrasia antropológica de la saga, esa que siempre combina las aventuras y la ciencia ficción con el sustrato humanista y en especial el respeto por el prójimo, un concepto que por supuesto abarca a la naturaleza en su conjunto. La historia continúa el devenir de Confrontación, haciendo foco en el conflicto entre humanos y simios por la desconfianza asesina de los primeros y aquella avanzada violenta de Koba, un pobre bonobo que fue sometido a vivisecciones varias en un laboratorio y nunca pudo perdonar a los hombres. Hoy el principal antagonista es un tal Coronel (el genial Woody Harrelson), un militar fascista que pretende exterminar a los primates, en función de lo cual termina matando -en una incursión nocturna- a la esposa y el hijo mayor de Caesar (Andy Serkis), el líder de los simios, quien parte enfurecido y ensimismado en busca de venganza. Dos son los secretos centrales que atesora La Guerra para alcanzar el éxito: el film exuda inteligencia narrativa porque permite que todos los personajes crezcan (en vez de estar motivado por el cinismo y el egoísmo de buena parte de los productos contemporáneos, el desarrollo está apuntalado en el corazón y la valentía de las gestas colectivas libertarias), y hasta se da el lujo de jugar con su propia estructura para trastocar los estereotipos quemados en torno a los géneros clásicos (lo que en un principio parece un relato cercano al western de revancha, con Caesar y un grupo reducido de acompañantes adentrándose en el paisaje nevado tras el Coronel, de pronto muta en una serie de sorpresas que vinculan a la propuesta con los engranajes del cine bélico de encierro). La fuerza de la historia reside en el hecho de que desde el vamos el espectador percibe que el horizonte narrativo se amplía con una ambición -por momentos mesiánica- muy poco frecuente en el mainstream actual. A lo anterior se suma la invaluable presencia de Caesar, el protagonista excluyente de la trilogía, un defensor de la vida ante todo y una autoridad para los suyos no sólo porque fue el primer mono en rebelarse sino gracias a que su liderazgo se basa en la compasión, la perspicacia y el porfiar en pos del bien común. A partir del momento en que Caesar cae preso del Coronel y descubre para su horror que todo su pueblo fue también capturado y esclavizado en un campo de concentración, en el cual los simios son obligados a construir un misterioso muro, la trama se transforma en una epopeya de fuga/ sabotaje en la línea de El Gran Escape (The Great Escape, 1963) y El Puente sobre el Río Kwai (The Bridge on the River Kwai, 1957), aunque reemplazando aquellas caricaturas chauvinistas/ militaristas vetustas por un verdadero ímpetu de libertad y la dignidad de los que luchan por sobrevivir ante un enemigo cegado de odio y temor, esas características tan humanas como la mentira. Desde ya que los secundarios vuelven a ser fundamentales en el convite, tanto personajes que regresan (Maurice y Rocket) como otros nuevos (sobresalen Nova, una nena interpretada por Amiah Miller, y Bad Ape, compuesto por Steve Zahn, algo así como el comic relief -bien articulado y para nada forzado- del relato). Sin adelantar demasiado, podemos decir que la flamante mutación del virus que aniquiló a casi toda la humanidad, salvo algunos sujetos inmunes, funciona como un recurso muy astuto que va encauzando a la saga hacia el terreno de las referencias explícitas al opus de 1968, sin embargo por suerte con estos tres films de precedente es posible guardar esperanzas para con una hipotética relectura futura de semejante obra maestra, dirigida por Franklin J. Schaffner y escrita por Michael Wilson y el gran Rod Serling. A diferencia del resto de las franquicias cinematográficas de nuestros días, esas que viven bombardeándonos con chistecitos bobos, lucecitas de colores y una prepotencia de cotillón, aquí Reeves utiliza a los CGI para transmitir intensidad y así da forma a una apuesta artística maravillosa y extremadamente necesaria en favor del drama épico de sacrificio por ideales como la honestidad, la paz y la independencia que van mucho más allá de los caprichos individuales ya que engloban a todos los primates, quienes -por fin- se imponen como el siguiente paso en la evolución con respecto a los aberrantes seres humanos, siempre prestos para la destrucción y la idiotez…
El alzamiento determinante Dentro del perezoso estado creativo en el que vive Hollywood actualmente, el reboot de la saga El planeta de los simios ha sido uno de los productos más constantes y coherentes que se han facturado. En primer lugar, porque no jugaba con un material tan intocable como en otros casos recientes, ya que se trataba de una saga desvirtuada con cada secuela producida, hecho que permitió una mayor apertura en la concepción de su historia al no verse presionados por la legión de incondicionales. Por otro lado, debido a su alejamiento del tono más fantasioso y su arraigamiento en una ciencia-ficción de corte más realista, con el que se ha ofrecido una premisa más creíble gracias, también, a todo el abanico de posibilidades que la ciencia ha ido abriendo entre los casi 50 años que separan la odisea de Charlton Heston y este punto y final que se nos presenta. Con sus más y sus menos, pero siempre manteniendo un nivel de respeto mínimo para el espectador, la nueva trilogía llega a su fin en su episodio más completo. En esta ocasión, el film encuentra un mejor equilibrio entre las acciones y el desarrollo introspectivo de los personajes, recuperando las disquisiciones de la relación del hombre con los animales de El origen del planeta de los simios (2011) y rebajando las cargantes secuencias de acción de El amanecer del planeta de los simios (2014). Y es que El planeta de los simios: la guerra sigue escribiendo imágenes acerca del contacto del hombre con la naturaleza y sus especies, para ofrecer una conclusión que, aunque ya otras veces propuesta y llevada a los extremos con los que juega la saga, parece ser de los pocos caminos posibles ante el funcionamiento mundial actual. Una regeneración a base de una cura de humildad humana y del desapego ante los comportamientos tóxicos y dañinos, motivados por todo lo que ha construido el hombre. Un colofón moral claro y un tanto obvio, sin mucho contenido trascendental más que revelar, pero que conecta con uno de los (múltiples) problemas del presente que acarrea nuestra especie. Más allá de la reflexión eco-friendly que transmite toda la saga, la película navega de pleno por géneros con los que las anteriores partes no habían coqueteado. Si bien las pasadas se volcaban más a la acción (en especial, la segunda parte), esta establece una estructura propia del cine bélico, ya anunciada en su nada enigmático título. Se retoma la trama en medio del conflicto entre los primates y los humanos y, a partir de aquí, se despliega un espectáculo que rememora el esquema habitual del héroe de guerra, también tomando alguna licencia del western como el viaje motivado por la venganza. Aunque sin sorpresas de ningún tipo, el film, empero, sabe exprimir los códigos y situaciones del género en el universo de los simios con habilidad, citando a clásicos como La gran evasión (John Sturges, 1963) o el Kubrick de Full Metal Jacket (1987), a lo largo de varios estadios propios del cine bélico. Esta apuesta, no obstante, supone un acierto al rebajar las escenas de acción sobresaturadas –una marca ya en toda producción hollywoodiense-, en pos de la medida temporal y de la construcción atmosférica de la tensión, acompañada por el desarrollo de los caracteres. Es decir, se aboga por una acción más estudiada y que apele más a la emotividad que no por la estimulación constante a base de movimiento. Y, a pesar de que no todas las escenas funcionan con precisión suiza y que se les ha ido la mano un poco con el metraje, el resultado es solvente dentro de su funcionalidad. La guerra del planeta de los simios, por lo tanto, no supone una revelación para el espectador como pudiera serlo ese final ante la Estatua de la Libertad, pero en su conciencia de espectáculo es de una eficacia que satisfará con creces a todo aquél que haya comulgado con la revolución del carismático César.
El Planeta de los Simios – La Guerra: La teoría de la involución. Matt Reeves nos ofrece la épica conclusión de esta trilogía que nos muestra el inicio del universo del planeta de los simios. Corría el año 2011 y nadie esperaba absolutamente nada de una nueva entrega del planeta de los simios, más teniendo como antecedente la versión fallida de Tim Burton del año 2001. Así fue como Rupert Wyatt expuso un gran punto de vista del origen del planeta de los simios con Rise of the Planet of the Apes, 2011. Luego en el año 2014, Matt Reeves subiría la apuesta con Dawn of the Planet of the Apes, 2014, un relato que escalaba en acción, pero que continuaba la línea propuesta por su predecesora. Ambos directores ofrecieron miradas frescas sobre este universo donde los monos son los que gobiernan la Tierra. Las secuelas del film original de 1968 no eran grandes exponentes del séptimo arte, así que la tarea de realizar un reboot original, sorprendente y entretenido era muy difícil. Las probabilidades de alcanzar el éxito eran remotas. Sin embargo, años después no solo podemos decir que esta obra tiene un gran nivel, sino que, además, como trilogía o como saga funciona mejor que las películas de los ’70. En este aparente último capítulo de la triada que podemos titular “La Historia de Cesar”, el líder de la resistencia primate es forzado a encarar, con su grupo de simios, un conflicto mortal contra un ejército de humanos liderado por un brutal coronel (Woody Harrelson). Después de sufrir la pérdida de su mujer y su hijo, César lucha con sus instintos más oscuros en una búsqueda por vengar a su familia. Cuando finalmente se encuentren, Cesar y el Coronel protagonizarán una batalla que pondrá en juego el futuro de ambas especies y el del mismo planeta. Lo más interesante de esta tercera parte es la mezcla de géneros que propone. Si bien es una cinta de ciencia ficción, al principio podemos ver unos tintes de Western cuando César (otra gran interpretación de Andy Serkis) y su grupo vagan por los bosques y el paisaje nevado que los rodea. Por otro lado, el tercer acto del film tiene algunos momentos bélicos interesantes que no tienen nada que envidiarle a las películas de guerra más exitosas de los últimos tiempos. Otro aspecto destacable de este relato lo compone la narrativa que nos ofrece el director que se apoya más en lo visual que en lo hablado. Si bien no todos los simios carecen de voz, el realizador opta por transmitir la mayor cantidad de información mediante lo que vemos. En lo que respecta a lo sonoro, hay un gran trabajo en la confección de la banda sonora que corre por cuenta de Michael Giacchino (Star Trek, Lost, Rogue One), que sorprende con un trabajo diferente a lo que nos tiene acostumbrados. En el terreno actoral, no solo se destaca Andy Serkis que vuelve a destilar pericia y talento a la hora de componer a un personaje mediante la técnica de Motion Capture sino que también se destacan Woody Harrelson (Zombieland) como el antagonista despiadado de la historia, Amiah Miller (Lights Out) como una nena que presenta síntomas de un proceso involutivo en los humanos, y Steve Zahn (Dallas Buyers Club) como un comic relief que libera un poco de tensión en los momentos más dramáticos de una forma sutil y para nada forzada (cof cof aprende Marvel). La técnica empleada en los efectos visuales es prácticamente perfecta y cada vez se desdibuja más la frontera entre lo real, lo mecánico y lo generado por computadora. En síntesis, El Planeta de los Simios: La Guerra es un relato entretenido que hace gala de una inteligencia narrativa poco frecuente en los grandes tanques hollywoodenses de los últimos años. Si bien el film presenta algunos momentos predecibles, el resultado es un combo perfecto que aglutina acción, crítica social y un gran despliegue visual sin olvidarse de brindarnos personajes tridimensionales en un contexto pochoclero. Si pochoclo es lo que quieren, vayan tranquilos que los monos ofrecen todo lo que uno puede buscar en una sala de cine.
El planeta de los simios; La guerra: El mito de César. Cuando Pierre Boulle publicó su fantasía distópica “La planète des singes” en 1963 dio sin querer inicio a una franquicia cinematográfica que tendría una interesante y no muy próspera carrera a lo largo de los años. Con aquel inicio realizado por Franklin Schaffner a finales de los sesentas llegaríamos a ver nueve cintas sobre esta historia, una más alejada que la otra de lo que el autor había pergeñado. Fue que en los albores del siglo XXI y tras un silencio de varias décadas, Tim Burton intentó revitalizar una ya cansada historia que no le valió ni siquiera el apoyo de los espectadores. Entonces en 2011 darían comienzo a un reboot/remake escrita por Rick Jaffa y Amanda Silver en el que se reescribieron los inicios, dotándolos de un sentido mucho más prosaico. Con Rise of the Planet of the Apes daban entrada a una jugosa trilogía que conjugó temas ecológicos; el comportamiento del hombre con respecto a otras especies y la revisión del viejo relato del científico obsesionado con su obra, a la manera de un moderno Frankenstein. Varias características visuales han ocupado estas tres cintas, la primera dirigida por Rupert Wyatt y las dos siguientes por Matt Reeves. La crítica a la sociedad humana que sin contemplaciones usa y abusa de su entorno, la elegancia en su producción, dotar a la historia de un drama mucho más profundo y complejo y la solvencia actoral de los que participaron. Y entonces llegamos a esta tercera entrega que Mark Bomback escribe junto al director Matt Reeves y que nos narra la apoteosis de un héroe que se transforma en el mito, el primero no solo en hablar, si no que en construir una sociedad. Ya han transcurrido quince años desde la liberación del gas, es hoy que inicia la última batalla de una larga guerra que se comenzó cuando Kova mató un hombre. César y sus monos son forzados a encarar un conflicto mortal contra un ejército de humanos liderado por un brutal coronel. Después de sufrir pérdidas enormes, César lucha con sus instintos más oscuros en una búsqueda por vengar a su especie. Cuando finalmente se encuentren, Cesar y el Coronel protagonizarán una batalla que pondrá en juego el futuro de ambas especies. El director crea una cinta que no descansará en su trepidante desarrollo; como si el tiempo escaseara sumerge a los personajes en un raid de acción, que no descuida el progreso de los personajes, en especial el de César, que comienza a comportarse como un líder, ya no de una tribu, sino más bien como el patriarca de un pueblo. Enfrentándolo a un hombre que desesperado hará lo que pueda para detenerlo. Entendemos en el personaje tan bien llevado por Woody Harrelson, que no hay nadie más peligroso que quien se sabe ya derrotado. Es el albor de un mito, la construcción de la leyenda que dará sustento a un pueblo que complejiza su estructura, que toma el poder. Quizás es esta la cinta que más carece de sutilezas ya que por momentos son obvias las referencias que el espectador hará con Los Diez Mandamientos de Cecil B. DeMille o en esa cacería en la nieve de The Hateful Eight de Quentin Tarantino y por ende El gran Silencio del maestro Corbucci, lo más granado del spaghetti western. Más que claro ese rescate/ataque al estilo Reisman en The Dirty Dozen de Robert Aldrich. Pero aun así los tres actos del film tienen sus particularidades dramáticas que desarrollan de manera eficiente gracias a una increíble imaginería en los efectos visuales, en la solvencia actoral de Andy Serkis y el resto de los actores que prestaron sus cuerpos, como por ejemplo, Steve Zahn como Bad Ape y Karin Konoval como Maurice. Sujetos que comprendemos, compadecemos y celebramos. Revees hace a los simios personajes profundos con pasados complejos, protagonistas absolutos de la historia en donde importa su destino y poco el de esos brutos hombres a los que solo vemos repartir tiros y latigazos. Esta es una historia sobre ellos y su toma de poder, es en definitiva una atrapante película de acción, que no descuida sus personajes, es una conclusión digna a este reboot/remake y que sabrán conectar en pequeños destellos de fanservice con la tan querida Planet of the Apes de Franklin J. Schaffner. Uno de sus mejores atributos es la grandiosa fotografía realizada por Michael Seresin (Harry Potter and the Prisoner of Azkaban – 2004) en la que logra que el paisaje resalta como un personaje más, uno indómito, vivo y rugiente al que los personajes, tanto humanos como simios deben someter para sobrevivir.
En 2011 comenzó una de las mejores trilogías del último tiempo, la cual mantuvo siempre una gran calidad, tanto de la historia como de los efectos especiales, de la mano primero del director Rupert Wyatt y luego de Matt Reeves. Este jueves los simios y los humanos se vuelven a enfrentar en “El Planeta de los Simios: La Guerra” para cerrar esta etapa de una muy buena manera. Recapitulando las dos entregas anteriores, los simios se ven obligados a continuar una guerra que comenzó con su misma especie, con Koba, que no pudo controlar su odio contra los humanos. Es así como se deberán enfrentar a un ejército liderado por un despiadado Coronel que querrá eliminar a los simios de la Tierra de una vez por todas. Si bien es la culminación de una historia particular y que es ideal haber visto las dos películas anteriores para entender muchas acciones y motivaciones de los personajes, “El Planeta de los Simios: La Guerra” funciona también para aquellos que no hayan visualizados los otros films y que tengan intenciones de ver este por primera vez, ya que al principio del mismo se resume el argumento pasado y se recuerdan a los distintos personajes que están y no están presentes en la actualidad. Al igual que en las otras cintas, en esta oportunidad nos encontramos con un muy buen equilibrio entre la calidad del argumento y los efectos especiales; los enfrentamientos de gran despliegue audiovisual tienen un sustento en la historia y todas las acciones están justificadas (no es como otros films donde la trama no importa, solo se busca entretener a partir de explosiones). A pesar de que lo visual se destaca por sobre lo sonoro, ya que en la mayor parte de la película existen muy pocos diálogos (en general los simios se comunican a través de señas, no son muchos los que aprendieron a transmitir la voz, y la interacción con los humanos no es muy frecuente), también se debe destacar la banda sonora que acompaña de muy buena manera a la historia. El film aborda temáticas muy humanas como la búsqueda de venganza, la misericordia, la moral y las consecuencias de las acciones, al mismo tiempo que presenta una narración con un ritmo dramático e intenso que se mantiene constantemente. Tal vez la sorpresa no está presente en todo momento y en varias oportunidades nos enfrentamos a situaciones previsibles, que le quitan un poco de impacto al argumento, porque efectivamente lo que el espectador cree que va a ocurrir, ocurre. Nuevamente la personificación de Andy Serkis como Caesar y la realización del resto de los simios a partir de la motion capture (captura de movimiento) es maravillosa, plasmando en la pantalla los distintos rasgos, gestos y expresiones de estos animales inteligentes: el dolor, la preocupación, el miedo, la emoción. También Woody Harrelson como el Coronel hace un muy buen papel, interpretando a este despiadado pero complejo hombre. En síntesis, “El Planeta de los Simios: La Guerra” viene a cerrar la trilogía de la mejor manera, manteniendo la buena calidad durante las tres películas. La historia atrapará y emocionará al espectador a partir de esta gran combinación entre el argumento interesante y los aspectos técnicos impecables.
Por la libertad, por la familia y por el planeta, es lo que nos dice el afiche de esta tercera y última entrega de “El Planeta de los Simios”, cuyo subtitulo es La Guerra y que nos anticipa todo lo que está por venir, una película que pretende darle un gran cierre a esta franquicia. Luego de que la comunidad de César fuese violentamente ataca por despiadados militares bajo las órdenes de un Coronel al mando, César junto al resto de la manada deben migrar hacia un lugar más seguro, además de la lucha contra los humanos, César debe luchar internamente consigo mismo y evitar convertirse en lo que no quiere, el toma la decisión de apartarse de la manada para ir en busca de venganza y así obtener la tranquilidad definitiva para los suyos. Matt Reeves tras dirigir la segunda entrega (El Planeta de los Simios: Confrontación) vuelve nuevamente a ponerse detrás de cámaras para darle un perfecto cierre a esta trilogía, un director que plasmo en la pantalla una historia con un final más que memorable y satisfactorio para la audiencia, una película llena de momentos impactantes, con escenas de acción sin caer en la exageración, una dirección fílmica admirable, una banda sonora a cargo de Michael Giacchino muy acorde y actuaciones brillantes. Es hora de que Andy Serkis tenga el reconocimiento que se merece, sin ninguna duda su actuación es lo mejor de toda la película, con cada entrega fue mejorando en lo suyo y acá se luce pese a que en ningún momento le vemos su cara, su trabajo poniéndole la voz y los movimientos a César a través de captura de movimiento (Motion Capture) merecen si o si reconocimiento por parte de la academia para la temporada de premios que se avecina, Woody Harrelson interpreta a Coronel, el villano en esta entrega, a él le falto aparecer un poco más en pantalla, pero sus escenas son correctas, demuestra que es un tipo al que hay que temer, también en el film hay dos nuevas incorporaciones, primero la de Nova (Amiah Miller), una niña huérfana y muda que queda bajo el cuidado de Maurice, también esta Simio Malo, uno de los personajes más carismáticos de la trilogía, quien aporta un poco de humor para suavizar el tomo oscuro del film. “El Planeta de los Simios: La Guerra” finaliza dándonos la mejor entrega de la franquicia, una película que resulta muy entretenida con buenos momentos de acción y también con una carga emotiva bastante fuerte, que es posible que emocione a más de uno.
Un desierto helado es el nuevo escenario elegido para el tercer eslabón de la saga El planeta de los simios, dirigida nuevamente por Matt Reeves, un director que logró darle el vuelo necesario a esta historia que combina acción, recomposición familiar y éxodo a tierras lejanas y peligrosas. A la manera de un western y sin dejar el costado bélico que propone el título, El planeta de los simios: La Guerra, instala el caos desde el comienzo, pero va más allá del enfrentamiento entre simios y humanos, y focaliza sus dardos en la supervivencia de los más débiles en un campo de concentración liderado por el malvado coronel McCullough -el villano compuesto por Woody Harrelson-. Sin dejar su visión crítica sobre la política actual de Trump -en la trama la construcción de un muro divide y potencia el racismo-, César -Andy Serkis-, el simio líder de su especie sobrevive a la matanza de su familia y emprende una travesía para encontrar al responsable. Claro que en su periplo lo acompañan otros miembros de su clan y un alocado mono anciano que aporta su cuota de humor. Lo que atrapa en esta tercera parte, a diferencia de la espectacularidad de las dos anteriores, es su tono crepuscular y la "humanidad" que despiertan los simios en su mezcla de actuación y efectos digitales, con un marco escenográfico único que transmite las situaciones que atraviesan todos los personajes. El relato tiene acción, tensión, logrados momentos emocionales y aprovecha los resortes del suspenso cuando los simios intentan ingresar al custodiado lugar para salvar a los prisioneros. Asaltado por pesadillas y más humano que nunca, César ha evolucionado como personaje y descubre que la venganza no es el mejor camino para un nuevo futuro que quizás traiga una cuarta parte, una suerte de recomposición donde la maldad quede tapada para siempre por nieve teñida de rojo.
La guerra entre los simios y los humanos está llegando a su punto más violento, cuando un brutal Coronel empieza a alzarse comandando uno de los últimos grupos militares que quedan en pie. Luego de perder a seres queridos, Cesar al fin conoce lo que se siente el odio y la oscuridad, y decide ir el mismo a terminar con quien mató a sus cercanos. La guerra ya estaba declarada, pero ahora hay un gran giro que cambiará las cosas para Cesar, los militares, y el destino del planeta. Nos llega el final de esta trilogía que remekeo/rebooteo a una saga de las más icónicas de la historia de la ciencia ficción. Para todos fue una sorpresa cuando en el 2011 nos encontramos un film que más allá de atraer con su nombre, hacia las cosas bien y nos contaba una historia sólida, con buenas actuaciones, y unos efectos a la altura de la época. Pasaron seis años y podemos decir que El planeta de los simios: La guerra cierra de forma perfecta una de las trilogías mejor ejecutadas de este nuevo milenio, y que no tiene mucho que envidiarle a las originales. Si bien estamos en el 2017 y ya a esta altura no deberían existir superproducciones que posean mal CGI, el utilizado en El planeta de los simios: La guerra es de lo mejor que se vio en los últimos años, dando un paso hacia adelante en este apartado, y seguramente estemos ante una segura nominación al Oscar. Y debajo de todo ese CGI, tenemos al inmenso Andy Serkis dando otra actuación que muestra que el actor británico merece mucho más reconocimiento del que tiene. Pero como pasó en el resto de la saga, los personajes humanos están a la altura. En este caso es Woody Harrelson, en un personaje escrito de forma muy inteligente y que sorprenderá el parecido que tiene con cierto militar famoso del cine. Porque si algo tiene El planeta de los simios: La guerra, es que tiene un planteo por demás inteligente, donde se busca enlazar esta entrega con los acontecimientos por todos conocidos en los films de antaño, pero esto se logra de forma natural. Nada es forzado, ni explicado a las apuradas en líneas de diálogos como vimos con otra saga moderna perteneciente a un universo por todos conocidos (sí, estoy hablando de Star Wars) El guion escrito por Mark Bomback y Matt Reeves (quien vuelve a repetir en la silla de director) tiene muy pocas falencias, e incluso pese a que la película se extiende casi a las dos horas y media. Además tenemos que recordarles que Reeves estará detrás de la próxima película de Batman, así que las esperanzas de ver una buena cinta del murciélago, van subiendo. El planeta de los simios: La guerra es un gran cierre para una gran trilogía que supo hacerse un nombre propio pese a que pertenece a un universo ya existe. En una época donde las remakes y los reboots son moneda corriente, da gusto ver cuando se cae en esos términos, pero teniendo que hablar de una buena película.
Esta última trilogía de El Planeta de los Simios es para destacar. Porque podrían haber ido por un camino bastante más tonto (léase estilo Transformers) pero eligieron apostar a la seriedad, a lo complejo y valores artísticos y realización. En esta tercera ¿Y final? entrega el director Matt Reeves eleva aún más la vara que había dejado de la película anterior para meternos de forma total en la cabeza de Cesar. Y aquí hay que hacer la primera salvedad. No nos olvidemos que estamos hablando de un personaje creado digitalmente en conjunción con la gran habilidad de la persona que le pone el cuerpo, gestos y voz: Andy Serkis. Es verdaderamente increíble lo que el actor ha hecho con el personaje. La conjunción perfecta de arte y tecnología. Tendría que ser nominado al Oscar aunque la polémica fuese enorme. Aquí se termina bien de definir el personaje en total concordancia con las entregas anteriores y es imposible no quererlo. Definitivamente los malos son los humanos, o buena parte de ellos, y el público los odiará. Su exponte para este estreno es un genial Woody Harrelson. Papel de villano que ya ha probado en el pasado y que le queda genial, gran antagonista. El arco argumental es sólido pero también el único punto débil de esta producción por su tonalidad. Es decir, se vende un gran conflicto, una guerra (está en el título) y tenemos muy poco de eso. La película es más bien un drama existencial, cosa que está muy bien pero que puede resultar aburrida de a ratos para buena parte del público. En cuanto a lo técnico, el director genera grandes climas a través de planos geniales que conforman una fotografía soberbia y muy prolija. No así la banda sonora, no está a la altura del resto del film. El Planeta de los Simios: La guerra es una gran película, una muy digna conclusión a una trilogía que supo adaptar un viejo clásico para las nuevas generaciones con muy vuelo artístico.
La humanidad pensada con mente de simios La nueva saga de El planeta de los simios cobra con cada película un mejor y más afinado sentido político. Nuevamente con dirección de Matt Reeves, El planeta de los simios: La guerra (War of the Planet of the Apes, 2017) alcanza genuinos picos dramáticos para conquistar a la gran platea. Con la coronación de Caesar (Andy Serkis) como líder absoluto hacia el final de la El planeta de los simios (R) Evolución (Rise of the Planet of the Apes, 2011, Matt Reeves), se abría la posibilidad de un nuevo enfrentamiento con los humanos, eje de esta El planeta de los simios: La guerra. La incógnita no se instalaba tanto en la trama, sino más bien en el “cómo”; ¿conseguiría la nueva película alcanzar el nivel de empatía con la “platea mainstream” sin por eso caer en el maniqueísmo más ramplón? La respuesta es afirmativa y superadora. Esta nueva visita al universo de los cada vez más numerosos y resistentes simios ofrece emoción e inteligencia, a tono con lo que veníamos viendo en los anteriores dos films. El comienzo de esta nueva aventura nos muestra a un Caesar resistente, líder de un grupo de fieles que se mantienen expectantes ante una inminente invasión. El fantasma de Koba, cual tragedia shakespereana, intenta aplacar su espíritu de lucha. Se avecinan tiempos duros. Ante el ataque que da inicio al film (esta vez, en cooperación con unos simios desertores), Caesar debe reorganizar su lucha y demostrar que lo que busca es la convivencia. Una tarea difícil, sobre todo porque los humanos han recrudecido su ofensiva, liderados esta vez por un despiadado militar (el “Coronel”, en la piel del gran Woody Harrelson) que también tiene sus motivos personales para atacar. Tras el primer enfrentamiento entre ambos bandos, los simios tienen que reorganizarse y sentar las bases de una nueva comunidad, aunque deban utilizar las armas para lograrlo. En medio de tamaña empresa se toparán con la hija de uno de los humanos caídos, a la que no dejarán de lado para evitarle un futuro inevitablemente negro. La pregunta sobre quién invade a quién le ofrece al líder y a los suyos la posibilidad de reflexionar sobre la naturaleza del poder, una cuestión tan abarcativa y ambigua que les producirá una división interna. La grandeza de la película es que nos hace añorar la reunión, el encuentro como acto político en sí, más allá de los desplazamientos individuales. La inclusión de la niña se acerca –tal vez, demasiado- hacia el terreno de lo alegórico; el componente “neutro”, especular frente a las víctimas y los victimarios porque sirve para mostrar que todos están perdiendo algo. El planeta de los simios: La guerra cuenta con una gran producción, utilizada aquí con inteligencia, siempre en función de lo que se está contando, jamás de modo accesorio. Además de un héroe admirable, un grupo de sólidos personajes secundarios y un villano de temer, la película solventa su curva dramática en lo eminentemente visual. Continúa haciendo de los espacios de belleza salvaje un marco ideal para explorar los pasajes bélicos. E introduce la iconografía del campo de guerra a través de un excelente trabajo de arte que sintetiza los núcleos duros de ese lugar tristemente célebre. Pero el corazón de la saga se sostiene aún en la expresividad de los rostros. Es la emotividad de ver la mirada de un simio dejando entrever toda la humanidad que a los humanos les falta.
Todo listo para el inicio. Luego del fracaso (seguro comercial, discutible desde lo apreciativo) del reinicio planteado por Tim Burton en 2001, una de las sagas más queridas de Hollywood volvió con toda la fuerza hace seis años en El planeta de los simios (R)Evolución, comenzando a narrar los hechos previos a la historia que todos conocemos de la llegada del astronauta George Taylor a un planeta regido por primates evolucionados a una condición casi humana. Confrontación mediante, El planeta de los simios: La guerra pone fin a estas precuelas, dejando el asunto preparado para que comience el film original de 1968 – obviamente a Burton y a su obra los ignoraron como si nunca hubiesen existido–. Acá lo primero que hay resaltar es que lo hace sin fisuras (con el cambio lógico de simios antropomorfos a simios humanizados planteado desde el principio). (R)Evolución y Confrontación contaron tanto con el aval de crítica como de público, aún con el cambio de director de Rupert Wyatt a Matt Reeves; y esta tercera entrega, nuevamente bajo el mando de Reeves, no desentona. Por el contrario, vuelve a subir la vara. La batalla por el territorio: Los bandos de un lado y del otro se han fortalecido desde la última vez que dejamos esta historia. Luego del enfrentamiento entre César (Andy “Rey del Motion Capture” Serkis) y Koba, el saldo fue más destrucción y separación entre simios y humanos, con posturas radicalizadas. Se formó un grupo (para)militar comandado por El Coronel (Woody Harrelson), que ha sometido a algunos monos a una suerte de esclavitud, y junto a otros soldados los utiliza para cazar al otro bando, los simios. Por su lado, César ve crecer su instinto violento cada vez más y más, y le cuesta reprimir el odio por el rechazo que los humanos le han expresado a él y a los de su clase. Como líder del grupo siente que las cosas se le están yendo de las manos. En cuanto al conflicto, estas tres películas plantearon una estructura similar de mostrar dos bandos con personajes líderes antagónicos, con posturas radicalizadas tanto de un lado como del otro, enfatizar en la torpeza humana para resolver el asunto, y siempre dejar un rincón para la esperanza con algún humano de características positivas diferente al resto; El planeta de los simios: La Guerra, no es la excepción. El contrapunto entre César y El Coronel se cuece lento, en crescendo permanente, culmina en algo épico, digno de lo que estuvimos esperando todo este tiempo; son opuestos con aristas similares, aunque lógicamente uno más compasivo que el otro; la historia claramente toma un bando como postura. César y los suyos, esta vez contarán con el encuentro de Nova (Amiah Miller), una niña que necesitará refugio, y un personaje que, para los que siguen la saga, será fundamental luego. En esta oportunidad también quienes crecerán serán los personajes secundarios, simios que formarán parte importante de los hechos posteriores. Todos con características diferentes, bien delineados, y preanunciando el futuro. Simios por la liberación: A diferencia de lo que podría considerar su título, El planeta de los simios: La Guerra desarrolla más los conflictos de los personajes que dedicarse a la acción constante. Es un film bélico, a su manera, más en la línea de Apocalipsis Now, en el que se creará el drama alrededor de lo que el conflicto entre humanos y simios está arrastrando y las consecuencias que puede llegar a tener. Los apuntes que Pierre Boulle desarrolló en la novela original se mantienen, y se le agrega un mensaje pacifista algo desolador, aunque indudablemente realista. Por este tipo de características, El planeta de los simios es una de las sagas más queridas y mejor valoradas. No descuida ningún frente, jamás decae en su ritmo, logra en medio del entretenimiento constante hacer un análisis paralelo de temas actuales, y crea un entramado que -con esta tercera precuela- cierra a la perfección. Si a estos atributos le sumamos un apartado técnico irreprochable, con una fotografía cargada de tonos grises que aprovecha a pleno los escenarios nevados en contraposición al verde ocre y oscuro de la milicia humana y al rojo bermellón de la sangre; una formidable banda sonora que acompaña permanentemente; e interpretaciones a nivel (con un Woody Harrelson para el aplauso al máximo de su violencia, e irreconocible en la contención de sus gestos), tenemos una propuesta redonda por dónde se la mire. Conclusión: El planeta de los simios: La guerra ofrece el mejor cierre para una trilogía que no tuvo eslabones débiles. Desde el guion, desarrollo técnico y actuaciones, todo está a un nivel muy superior a lo que se suele entregar en un tanque pensado para la taquilla. El cuidado con el que se trata todos los detalles desde una visión global, no hace más que querer sumergirnos en los films originales una vez que abandonamos esta historia previa.
Se supone que es el cierre de la última trilogía que enlaza con esa primer y legendaria película protagonizada por Charlton Heston, donde toda la civilización humana ha sido destruida y el planeta tiene la cultura de los simios como raza dominante, aunque algunos cabos no coincidan y esta en el espectador memorioso recordar cuales. Y en este capítulo dirigido por Matt Reeves que es co-guionista al lado de Mark Bomback, Rick Haffa y Amanda Silver. La historia tiene muchos atractivos y aun cuando esta entrega se llama “la guerra” hay menos enfrentamientos bélicos, más cárcel y maltrato por parte de los humanos y por sobre todo la reflexión y la lucha interna de “Cesar” el líder de los monos entre huir para vivir en paz y el instinto que le ruge por venganza. La contracara es el militar encarnado por Woody Harrelson que esta más que “inspirado” en el Marlon Brando de “Apocalipsis ahora” con detalles de los personajes de Martín Sheen y Robert Duvall. El militar que emprende su propia guerra y que descubrió que un virus ataca a los humanos haciéndoles perder el habla y por ende su posición de raza dominante, y fue capaz de matar a su propio hijo para evitar la propagación. La perspectiva del libro es que los humanos merecen destruirse entre ellos porque los simios son capaces de construir una sociedad mejor. En materia de actuación, lo que logra Andy Serkis con sus ojos, con su cuerpo es increíble. No esta presente pero su “Cesar” está emotivamente cercano gracias a su trabajo, un verdadero experto en el tema de captura de movimientos. Un entretenimiento muy bien construido, con ideas serias y claras sobre la humanidad y algunas evidentes referencias a Trump y su muro.
Llegó la hora del “Ape-Pocalypse Now”. Como las mejores películas de superhéroes, la tercera entrega de El planeta de los simios está lejos del maniqueísmo hollywoodense medio. El llamado al exterminio de los monos está en marcha y la civilización vuelve a bascular, como en El corazón de las tinieblas. En un momento de la previa El planeta de los simios: Confrontación, simios y humanos descubrían que ambas especies habían sobrevivido a una pandemia universal, y a partir de ese momento se planteaba la opción de la coexistencia o el exterminio mutuo. La misma que afrontan, en el mundo real, distintos grupos humanos, separados y enfrentados por distintas razones, algunas de ellas de larguísima data. Ahora, al comienzo de El planeta de los simios: Lla guerra, tras un terrible combate en el que la comunidad simiesca parece a punto de colapsar bajo el fuego lanzado por soldados que llevan, a su vez, cascos donde puede leerse “especie en extinción”, los comandantes primates envían un mensaje a los humanos: dejarles el bosque a ellos y quedarse con el resto. Otra vez el ofrecimiento no puede dejar de leerse en relación con el mundo real, donde las voces más progresistas de Medio Oriente postulan como salida para la imposible convivencia entre israelíes y palestinos la de los dos Estados. La propuesta de los simios es desoída y el hombre blanco lanza su contraataque, que termina con el conjunto de los monos atrapados, encerrados en un campo de concentración y obligados a trabajos forzados. Guerra de dominio. A diferencia de Confrontación, donde los elementos más ultras del lado humano eran una minoría y el líder militar, interpretado por Gary Oldman, era asimilable a un “moderado”, en esta ocasión el ejército de los hombres es dirigido por un coronel dispuesto a exterminar el enemigo, cueste lo que cueste (Woody Harrelson, calvo y con barba candado). No se trata sin embargo del facho desaforado: hay un aire de tristeza en él, y esa tristeza tiene que ver con una pérdida que terminará estableciendo un vínculo inesperado con su némesis, que no es otro que César, el más inteligente de los monos y líder de los suyos (el siempre genial Andy Serkis, reproducido mediante el sistema de captura de movimiento). La cabeza fría de César, su capacidad de pensar aún bajo presión, es lo que hace de él un líder, y esas condiciones le permiten revertir la catástrofe aparentemente inevitable en el combate inicial. Sin embargo, cuando le toquen lo más querido, César perderá esa condición pensante y con ella su capacidad de liderazgo, al que de hecho renunciará, en pos de consumar su venganza personal. “Te volviste como Koba”, le hace ver su amigo y consejero, el orangután Maurice, refiriéndose al gorila guerrero, encarnación del odio, muerto en la primera parte. Ni tan buenos ni tan malos, entonces: mientras el héroe afronta su costado oscuro, el villano tendrá con éste simetrías inesperadas. Como las mejores películas de superhéroes, la tercera El planeta de los simios está lejos del maniqueísmo hollywoodense medio. “Ape-Pocalypse Now”, dice una pintada en una gruta, a modo de llamado guerrero al exterminio de los monos. Pero también a modo de cita cinematográfica, claro. ¿De cita con qué grado de pertinencia? La calva de Woody Harrelson brilla como la de Brando en la obra maestra de Coppola, y es también, como Kurtz, un personaje torturado por el dolor de la pérdida. Pero no está roto internamente, como Kurtz, ni inspira en los demás la mezcla arcana de fascinación y terror que aquél generaba. Si la civilización está en peligro en La guerra, si se halla en un nuevo retroceso hacia el salvajismo –como sucedía en el film de Coppola, a instancias de la novela El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad– es a causa de un virus producido por pruebas de laboratorio, una implosión algo light si se la compara con las imponentes catarsis del capitán Willard y el coronel Kurtz. La crítica estadounidense sostuvo, en términos generales, que El planeta de los simios: la guerra es el mejor “tanque” de Hollywood en lo que va del año. Seguramente lo es. No carece de inteligencia, de contención ni de capacidad de sugestión. Eso no la hace una gran película: está demasiado atada al guion, a sus temas, a lo planificado, para serlo. Una gran película implica necesariamente formas de osadía –en relación con lo previsto y escrito, en relación con la construcción de personajes, con la audacia de la historia– que en este caso no se advierten. Pero es buena, y para una película mainstream, a esta altura del partido eso sí que es raro.
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La guerra, oscura visión sobre la caída del ser humano El director de las valiosas Cloverfield: Monstruo, Déjame entrar y El planeta de los simios: Confrontación (2014), segunda entrega de esta reciclada saga (la primera había sido rodada en 2011 por Rupert Wyatt), regala con La guerra la historia más oscura, pesimista y sangrienta de toda la trilogía. Tras la muerte del cruel Koba, el chimpancé César (Andy Serkis) queda no sólo al frente de su familia sino de una muy organizada comunidad de simios. Pero los militares se acercan, secundados por los antiguos seguidores de Koba que se han transformado en colaboracionistas, con la idea de aniquilarlos. La idea del guión es clara: los primates evolucionan; los humanos involucionan y, por lo tanto, no es difícil empatizar con los conflictos de César y sus leales seguidores como el orangután Maurice (Karin Konoval) o el gorila Luca (Michael Adamthwaite) frente al despiadado (y estereotipado) coronel que interpreta con un bienvenido sentido del humor Woody Harrelson. Si lo de Harrelson, al frente de un ejército de sádicos mercenarios, es tan exagerado y disparatado que está cerca del ridículo, el contrapunto humano lo ofrece una adolescente muda llamada Nova (Amiah Miller), que resulta una observadora inocente del horror que se genera a su alrededor. El planeta de los simios: La guerra es ante todo, como su título lo indica, una película bélica con múltiples referencias a Apocalypse Now y otros clásicos del género, pero también una de escape de prisión (de campo de concentración) con ciertos aires de western y algunos destellos cómicos. El expresivo trabajo de Serkis con su simio construido a partir de la técnica de captura de movimientos es, otra vez, excepcional y se suma a todo el despliegue de efectos visuales, panorámicas nevadas fotografiadas con sentido épico por Michael Seresin y la potente banda de sonido compuesta por Michael Giacchino. El resultado es un film entretenido a partir de un relato bien construido (Reeves ratifica sus dotes de lúcido narrador y no casualmente le han encomendado dirigir la próxima The Batman) y una alegoría sobre el maltrato a los animales, la tentación del ojo por ojo y las dificultades de convivencia armónica entre seres diferentes que proporcionan distintos niveles de lectura políticos y morales.
La guerra": Tal vez, la mejor de la saga La tercera película es todo un espectáculo de acción, combates y avances de tecnología, en un tono más grave. Como si se estuviera rodando con un ojo avizorando, observando lo que sucede a nuestro alrededor, El planeta de los simios: La guerra abreva en injusticias, actos solidarios y la lucha contra la inmigración, o los “diferentes”, sea por pensamiento o raza. Tras sofocar como pudo una rebelión interna en Confrontación (2014, la segunda de la saga), ahora Caesar debe enfrentarse a un coronel al mando de una organización militar que desea aniquilar a los simios. El coronel (un Woody Harrelson extrañamente más contenido que de costumbre, a tono con la gravedad que Matt Reeves –se hará cargo de The Batman- le confiere al relato) explota a los simios que tiene en prisión como si fuera un campo de exterminio, y que construyen un muro para evitar la llegada (o el ataque) de otros simios o humanos que no están de acuerdo con su criterio y pensamiento. ¿Les suena? “Déjennos el bosque y la matanza terminará”. Cada uno puede hacer las lecturas de la realidad histórica que quiera, desde la Segunda Guerra Mundial hasta la Palestina actual, pero La guerra es, precisamente una muy buena película de guerra. Una en la que hasta las transiciones de las escenas de combate son perfectas. Habrá algo de venganza en las motivaciones de Caesar que no vamos a adelantar, pero que lo llevan a plantearse si no estaría reiterando viejos o no tan lejanos ejemplos de su propia especie. “Suenas como Koba”, le dicen, en relación a Confrontación. A Caesar lo queremos ¿porque compartimos lo que piensa, sus angustias, su dolor? ¿Porque lo vimos crecer desde chiquito? Si bien todo se centra en esta disputa entre el Coronel y Caesar, hay varios personajes (una niña muda, los simios que acompañan al líder en su viaje para la liberación) que tienen entidad propia. Así como el filme también trata sobre la búsqueda de la identidad. Pero a no asustarse que el que quiera ver una de guerra, la encuentra, y quien desee profundizar en la trama, también. Esta tercera parte de la saga, un reboot de la que comenzó en 1968 y terminó a mediados de los años ’70, llega a una conclusión, pero hay suficiente material como para enlazarla con El planeta de los simios original, la de Franklin J. Shaffner, con Charlton Heston como el astronauta que tras un accidente aterrizaba en ese planeta gobernado por primates. Esta trilogía que nació con (R)Evolución (2011) es una precuela del filme de 1968. Olvídense, por favor, del fiasco que fue El planeta... que dirigió Tim Buron (tal vez el único paso en falso en su carrera). Y recuerden a Andy Serkis, que con esto de la motion capture (lo filman y luego lo que vemos en pantalla es la reconstrucción ya digital de sus movimientos interpretativos) se está convirtiendo en el actor que mejor se adaptó e internalizó cómo trabajar con estos adelantos tecnológicos. Porque si vemos a los simios y ya nos parecen personas, no es sólo un logro de la producción técnica. Esta película es, o parece, mucho más real que lo que muchos imaginan.
Visualmente extraordinaria, dramática y reflexiva, entretenida y sorprendente, la nueva trilogía de El Planeta de los Simios se despide con su mejor entrega. Pocas sagas cinematográficas tuvieron tanto impacto en la cultura pop como la franquicia de El Planeta de los Simios. La historia comenzó en 1963 con la novela publicada por Pierre Boulle (La planète des singes) y cinco años después se convertiría en ese hito de la pantalla grande protagonizado por Charlton Heston, Kim Hunter y Roddy Mcdowall. Esa aventura inicial (SPOILER!) ambientada en un planeta tierra futurista post-nuclear donde una raza de simios inteligentes domina al mundo inspiró 4 secuelas (Beneath the Planet of the Apes 1970, Escape from the Planet of the Apes 1971, Conquest of the Planet of the Apes 1972 y Battle for the Planet of the Apes 1973). Años después hubo un infructuoso reboot (The Planet of the Apes, 2001) de la mano de Tim Burton y cuando la franquicia parecía haber quedado en el olvido una década después llegó un nuevo reboot El planeta de los simios: (R)Evolución (Rise of the Planet of the Apes, 2011) dirigido por Rupert Wyatt. Esta nueva versión presentaba a simios super inteligentes creados por un experimento farmacéutico que buscaba curar las enfermedades cerebrales degenerativas. Esas mismas drogas terminan generando una enfermedad que diezma a la raza humana. Más adelante llegaría El Planeta de los Simios: Confrontación (Dawn of the Planet of the Apes, 2014) dirigida por Matt Reeves (Cloverfield 2008, Let Me In 2010) que salta 10 años en el futuro, mostrando una raza humana al borde de la extinción y el enfrentamiento entre Caesar, un líder pacífico que busca lo mejor para los simios y Koba, un rencoroso simio que quiere eliminar a todos los humanos. Reeves vuelve para esta nueva entrega de una saga que (al contrario de lo que podría suponerse) mejora con cada película. La historia continúa después de los sucesos de Dawn of the Planet of the Apes. Un grupo militar conocido como Alpha Omega y liderado por un temible coronel (Woody Harrelson) están decididos a eliminar a todos los simios en una guerra por la supervivencia de la raza humana. Los primates encabezados por Caesar (Andy Serkis) solo desean tranquilidad y paz, pero descubrirán de la peor manera que hay ciertos conflictos de los que no se puede escapar. Caesar deberá luchar contra sus demonios internos y su sed de venganza contra su enemigo para liderar a su especie hasta un lugar seguro y mantener su naturaleza noble intacta. Caesar no quiere convertirse en un nuevo Koba. El Planeta de los Simios: La Guerra es una película que cierra de una manera genial el arco del personaje de Caesar. El animal que se convirtió en una criatura pensante, la criatura inteligente que se volvió líder y en esta nueva entrega veremos como este líder se convierte en leyenda. En Battle for the Planet of the Apes (1973) vimos como la sociedad primate post-Caesar habla de su líder con un estatus mítico, con una idealización cuasi religiosa. Por eso no es casual que War For The Planet of the Apes tenga tantas referencias religiosas y en muchos aspectos funcione como un relato de épica bíblica (el líder que busca liberar a su pueblo esclavizado y conducirlos por el desierto hacia la tierra prometida, la figura del traidor, las crucifixiones y la “guerra santa”). El film tiene un guion formidable y bien escrito que no solo nos mantiene preocupados con la guerra entre simios y humanos sino por la guerra que se libra dentro de la mente y el corazón de Caesar. La película se da el lujo de introducir un muy necesitado comic relief en el papel de Bad Ape (Steve Zahn) sin que se sienta forzado, molesto o nos distraiga de la acción y el drama. La banda sonora es otro punto a destacar (impecable trabajo de Michael Giacchino una vez más) que logra acentuar la emoción, ponernos los pelos de punta o mantener el suspense en momentos de extrema tensión. Las escenas de acción están perfectamente ejecutadas y los efectos visuales vuelven a ser de excelencia, mejorando el nivel de los vistos en la película anterior (que de por sí eran buenos). Otro elemento destacable son las interpretaciones. Andy Serkis vuelve a ganarse todos los aplausos, se puede sentir la intensidad de su actuación debajo de las capas de maquillaje digital. La pequeña Amiah Miller en el papel de Nova (los que vieron la película original captarán la referencia) aporta una cuota de inocencia y humanidad entre tanta desesperación y horror. Woody Harrelson compone a un villano temible y embriagado de poder, un comandante militar tan venerado por su gente que se siente un ser superior y que tiene muchos puntos en común con el Coronel Kurtz de Marlon Brando en Apocalypse Now. El Planeta de los Simios: La Guerra cierra la trilogía de una forma espectacular y comprueba que el hecho de que una película pertenezca a una franquicia, sea precuela, secuela o reboot; no es excusa para no hacer un producto de calidad. El maridaje perfecto entre la acción, los efectos especiales impresionantes, el entretenimiento y el drama reflexivo.
El planeta de los simios: La guerra, de Matt Reeves Por Hugo F. Sánchez Es notable como El planeta de los simios, que arrancó en el cine a fines de los sesenta en el cine y completó cuatro entregas, que después pasó a la televisión, luego fue retomada por Tim Burton en 2001 (¿la pregunta es para qué no?) y se relanzó una década después a las órdenes de Matt Reeves –El planeta de los simios: (R)Evolución y El Planeta de los Simios: Confrontación-, ahora en El planeta de los simios: La guerra adquiera una inusitada gravedad y oscuridad, teniendo como horizonte nada menos que a El corazón de la tinieblas, la novela de Joseph Conrad que a principios del siglo veinte fue considerada una feroz crítica sobre la barbarie del colonialismo en África. Y que dicho sea de paso, que un joven Francis Ford Coppola transpoló en 1979 al sudeste asiático en Apocalypse Now. La tercera parte de la saga rediviva muestra su punto más alto, con los simios en inferioridad de condiciones refugiados en el bosque y los seres humanos en plan de exterminio. César (podría clasificarse como sobrenatural el trabajo expresivo que le imprime Andy Serkis al líder de los simios) sigue pensando que en el planeta podrían convivir ambas partes, pero en su interior sabe que no va a ser posible, principalmente por la estupidez de los humanos, pero también por sus propios errores y la traición de algunos de su propia especie. Pero el relato pone en el centro de la historia a un personaje tan siniestro como atormentado, un coronel del ejército (como siempre Woody Harrelson haciendo lo suyo con precisión y carisma) al mando de una unidad perdida, que lucha a sangre y fuego contra los simios pero también contra el resto de los humanos. Si el Kurtz en la novela de Conrad se perdía junto a sus propios demonios para fundar un reinado despótico y cruel en el corazón de África, si para Coppola el coronel Kurtz (temible, alucinado, inolvidable Marlon Brando rapado: El horror, el horror!) se dejaba ganar por la locura en Camboya en plena guerra de Vietnam, el Coronel interpretado por Harrelson hace lo propio en una guerra de exterminio, una conflicto que parece diseñado para que de rienda suelta a su crueldad, fuera de cualquier límite y en contra del resto de la humanidad que definitivamente no comparte sus métodos. César y el Coronel luchando cada uno por su especie, orgullo, locura y tragedia combinados con una mutación de un virus, que ataca a los humanos sobrevivientes y los reduce a una condición salvaje. La saga sigue creciendo, no renuncia ni por un momento a la espectacularidad, pero en el camino se va nutriendo de fuentes inusuales para poder dar su punto de vista sobre temas actuales como el racismo, los refugiados, los recursos naturales y hasta cuestiones que hacen a la historia de la humanidad: cuando una forma de vida es sojuzgada por otra más poderosa, otra capaz de imponerse hasta el punto de hacer desaparecer cualquier oposición. EL PLANETA DE LOS SIMIOS: LA GUERRA War for the Planet of the Apes. Estados Unidos, 2017. Dirección: Matt Reeves. Guión: Mark Bomback, Matt Reeves (novela: Pierre Boulle). Fotografía: Michael Seresin. Música: Michael Giacchino. Intérpretes: Andy Serkis, Woody Harrelson, Steve Zahn, Judy Greer, Gabriel Chavarria,Max Lloyd-Jones, Terry Notary, Sara Canning, Ty Olsson, Devyn Dalton. Duración: 140 minutos.
La lista de César La nueva saga de El Planeta de los Simios tuvo la no tan sencilla responsabilidad de recoger el guante que dejó tirado la accidentada versión del 2001 a cargo de Tim Burton, y la aún más complicada tarea de estar a la altura de la saga original iniciada en 1968, aquella considerada material de culto y un hito dentro de la ciencia ficción. En este reboot de la serie, el acento se puso sobre la responsabilidad de ser humano por sobre el maltrato animal, el traspaso de los límites impuestos por la naturaleza y el tiro por la culata tras jugar a ser Dios. El Planeta de los Simios: La Guerra (War for the Planet of the Apes, 2017) viene a cerrar -al menos por el momento- la primer fase de este nuevo arco narrativo. Matt Reeves repite como director tras llevar adelante la segunda parte El Planeta de los Simios: Confrontación (Dawn of the Planet of the Apes, 2014). El director que saltó a la fama gracias a Cloverfield: Monstruo (Cloverfield, 2008) sigue aceitando su estilo particular de desarrollar relatos, acompañado por un estilo visual que impacta toma tras toma. La Guerra nos sitúa inmediatamente tras los eventos de la entrada previa, con el líder de los simios, César, y los suyos refugiados y sin ánimos de confrontación. El núcleo central del conflicto es uno en el cual cada acción genera una reacción peor: el comandante de una facción rebelde del ejército -interpretado por un Woody Harrelson en clave Coronel Kurtz- ataca el refugio de los simios y, en medio de la venganza de César, logra capturar a los suyos, esclavizándolos en su base ubicada en las montañas, un complejo con aires a campo de concentración. Es así como César se debate entre salvar a los suyos y consumar su venganza, sin que esto último lo obligue a ir en contra de su espíritu no confrontativo. A pesar de llevar la palabra “guerra” en su título, el film es una suerte de Fuga de Alcatraz (Alcatraz, 1979), combinado con Apocalypse Now (1979) y La Lista de Schindler (Schindler’s List, 1993), en donde el enfrentamiento entre simios y humanos queda en un lejano segundo plano y el drama por la libertad y la supervivencia son los temas centrales. Probablemente la entrega anterior hubiese aprovechado mejor la palabra guerra en su título. Tal vez el único punto flojo sea el ritmo lento de los dos primeros actos, donde un exceso de contemplación y dramatismo impiden al espectador meterse por completo en el conflicto. Una falencia superada en un tercer acto que se guarda prácticamente toda la acción anticipada en los trailers. El desenlace revela varias sorpresas y conexiones con la franquicia original gracias a un guión de Mark Bomback y el propio Reeves lo suficientemente inteligente para lograr un balance aceptable entre ambos mundos. No deja de sorprender el altísimo nivel de la tecnología de motion capture gracias a la que el talentoso Andy Serkis da vida a César. Cada escena que pone a los simios en el centro de la acción se vuelve visualmente hipnótica, con un grado de realismo difícil de superar que sube considerablemente la vara dentro del género. Si bien sólo el futuro y la taquilla serán quienes determinen el rumbo de la saga, El Planeta de los Simios: La Guerra cierra con solidez este nuevo arco, a pesar de llegar el fin propiamente dicho por los medios menos esperados.
Contadas franquicias de Hollywood han conseguido una trayectoria tan fascinante e impredecible como El planeta de los simios. Inspirada por el libro de Pierre Boulle, devino una excelente primera película con dirección de Franklin Schaffner en 1968, que puso en marcha una franquicia inagotable que –en principio- conto con el placer culposo de algunas secuelas y dos series de televisión. Décadas más tarde llegaría una anticipada y esperada versión a cargo del consagradísimo Tim Burton: aquella película puso contra las cuerdas al cineasta, evidenciando su incomprensión general acerca de la franquicia, resultando un despropósito generalizado para el público y los aficionados al género fantástico. Pasado aquel traspié, 20th Century Fox decidió reflotar la franquicia pero esta vez desde un nuevo giro a la saga de los simios, apelando y explorando los orígenes de la dominación planetaria de los evolucionados primates por encima de los hombres. Consagrándose como los mejores exponentes de la franquicia hasta el momento, El planeta de los simios: Revolución (Rupert Wyatt, 2011) y la notable El amanecer planeta de los simios (Matt Reeves, 2014), impulsaron la saga hacia un nuevo nivel de dramatismo, apelando a reflexiones, lecturas entrelineas y metáforas de índole social y política implícitas en la continuidad de la trama. Con los lauros de crítica y público conseguidos después de dos excelentes episodios, llega El planeta de los simios: La guerra, una entrega que nuevamente le demanda al realizador Matt Reeves la responsabilidad de conducir a buen puerto la conclusión de esta nueva y satisfactoria trilogía. Mientras que las películas anteriores se mostraban todavía reacias a desprenderse de la supremacía humana, en esta oportunidad se pone de manifestó un giro rutilante en la saga: ahora los simios son los personajes principales, y los últimos representantes de la humanidad se empeñan en querer destruir a la especie que socavo su dominio en un mundo que se encuentra en un gravísimo estado, enterrado bajo la nieve en lo que se presenta como la amenaza de una nueva era glaciar. El simio César (Andy Serkis) se encuentra acosado por la duda acerca de su liderazgo, al que muchos de los suyos consideran sagrado, durante el peregrinar hacia una “tierra prometida” que esta plagada de obstáculos. Bien vale subrayar que detrás de efectos digitales que apenas representan un “maquillaje digital”, destaca una magistral gestualidad y expresión corporal sin precedentes en la labor de Andy Serkis (Lord of the rings, King Kong), coronando en esta trilogía su caracterización final como César, el líder de la revolución y la evolución de los simios por encima de la humanidad. El director Matt Reeves y el guionista Mark Bomback hacen de El planeta de los simios: La guerra, un relato que proyecta a César con el sino de un héroe mesiánico, en un tiempo que no es para la guerra o la paz, sino que insta de liderazgo y sacrificio ante la premura de un éxodo post apocalíptico. Cual derivado del Coronel Kurtz, aquella magistral composición de Marlon Brando en Apocalipsis Now (1978), Woody Harrelson (True detective) interpreta al líder de un sedicioso foco de humanos que constituye una amenaza insondable, impulsado por el miedo visceral de ser reemplazado, haciendo de un mundo perdido su hábitat natural. Mientras que paradójicamente este líder lucha en nombre de salvaguardar la humanidad, dirige una sociedad cerrada, en su estado más deshumanizado, obligando a los que considera como inferiores a subsistir en la esclavitud. Es en esta instancia que El planeta de los simios: La guerra , denota una cinefilia implícita evocando a clásicos del género bélico como El puente sobre el río Kwai (David Lean, 1957) , o El gran escape (John Sturges, 1963) , a propósito de referencias narrativas para ser adaptadas al contexto de la ciencia ficción. Como en Let Me In (2010) y Cloverfield (2008), la dirección del talentoso Matt Reeves destaca por su pericia en el manejo de tensas secuencias de suspenso mediante clímax estéticos de intenso dramatismo para el final de esta saga fantástica. El planeta de los simios: La guerra representa la conclusión de una trilogía inteligente, la cual trasciende su condición de relato fantástico para interpelar al espectador acerca de las flaquezas de la sociedad y la condición humana, otorgando así un nuevo giro a la mítica saga de la ciencia ficción iniciada en de los años 70.
La nueva trilogía de El Planeta de los Simios llega a su fin con su último capítulo, War for the Planet of the Apes, un film que siendo quizás levemente más flojo que sus antecesores todavía mantiene el alto nivel de calidad que supo entregar el director Matt Reeves en relación con cualquier otro producto promedio del mercado norteamericano. El caso fue que este trío de películas no fue una mera reposición de lo que se vio años atrás en la pentalogía inicial, por el contrario, fue una reinterpretación respecto a cómo se encuentra el futuro de la raza humana, la ética tecnológica, su manía racial y xenofobia.
El planeta de los simios: La guerra no sólo ofrece la entrega más emocional y dramática de esta franquicia sino que además consolida la nueva saga entre las más grandes trilogías realizadas en el siglo 21. Al margen de la película original de 1968, que hizo historia en el género de ciencia ficción, este relanzamiento que inició el director Ruper Wyatt en el 2011 superó por su complejidad argumental y calidad artística a todas las producciones previas. Dentro del cine hollywoodense de la actualidad es muy difícil encontrar una franquicia que mantenga su nivel de excelencia y al mismo tiempo nos cautive con sus personajes. Para citar un caso probablemente tendría que remitirme a la trilogía de El Señor de los Anillos que sostuvo la misma consistencia en todas sus entregas. El director Matt Reeves en este caso presenta una conclusión apasionante de ese arco argumental que se presentó en El planeta de los simios: (R) Evolución con el origen de César. La trama nos presenta al líder de los monos en una etapa de su vida más madura, donde determinadas circunstancias generan que el protagonista se cuestione la tolerancia y los ideales pacifistas que había manifestado hacia los humanos. Reeves explora en este conflicto el lado más oscuro de César, quien vive una serie de experiencias intensas que lo llevan a seguir el camino de odio y venganza que había escogido el mono Koba, su adversario del film anterior. En esta entrega las disputas internas entre los simios acaparan toda la atención del relato y esta vez los personajes humanos quedaron relegados a un rol más secundario. Después de mucho tiempo Woody Harrelson vuelve a destacarse en el cine en el rol de un soldado fascista que le escapó a los clichés del villano acartonado. Las acciones que emprende su personaje son nefastas, sin embargo la justificación de sus actos tienen un sentido y eso contribuye a que la historia sea tan apasionante. En el fondo los monos y los humanos buscan preservar su propia especie y el director retrata muy bien este conflicto desde las dos perspectivas. Los efectos especiales y el tratamiento de la acción son brillantes y si bien la película mantiene el nivel de calidad de las entregas previas, El planeta de los simios: La guerra impacta por el drama emocional que nos ofrece con estos personajes. El director Reeves logra que los monos lleguen al corazón del espectador y uno no los vea como animales realizados por efectos digitales. La interpretación de Andy Serkis como César tiene momentos inolvidables pero también se destacan otros personajes como el orangután Maurice (tal vez el mono más querido del reparto) y esa gran revelación que resultó el chimpancé Bad Ape. Un rol a cargo de un brillante Steve Zahn que en manos de otro director se hubiera convertido en una copia mala de Jar Jar Binks. Reeves lo utiliza para descomprimir la tensión del conflicto con algunos momentos humorísticos con mucha precisión sin arruinar la seriedad de la película. Bad Ape no sólo resulta gracioso sino que además se gana la simpatía del espectador por su inocencia y buen corazón. Quienes busquen el entretenimiento descerebrado de Michael Bay probablemente encontrarán esta producción aburrida porque el espectáculo no se limita a presentar un collage de secuencias de acción. El director Reeves desarrolla un drama complejo, con ideas interesantes, que logran darle un cierre impecable a esta saga que culmina una etapa. No puedo dejar de destacar la tremenda música de Michael Giacchino que le otorgó una gran profundidad a los momentos dramáticos, sin convertir la película en un melodrama. Si tuviera que quedarme con una entrega de esta trilogía probablemente elegiría la segunda parte, por la inclusión de ese gran personaje que fue el mono Koba, interpretado por el subestimado Toby Kebbell. Sin embargo eso no significa que El planeta de los simios: La guerra sea un film menor. Matt Reeves sobresale con otra gran obra de su filmografía, donde demuestra su pasión por estos personajes y el compromiso para desarrollar películas de género de calidad. Los seguidores de la franquicia no quedarán decepcionados.
Los simios, con metáforas Como casi toda distopía literaria, la novela de Pierre Boulle, "El planeta de los simios", tenía una fuerte dosis de sátira y crítica social, algo que el guionista Rod Serling transportó inteligentemente a la legendaria película de 1968 dirigida por Franklin J. Schaffner, con Charlton Heston, y que luego estuvo presente en las secuelas de los '70, las series de TV, y por supuesto la nueva serie comenzada en 2011 con "Planet of the Apes - Revolution". Tampoco falta en esta flamante "La Guerra". Esta es la primera de la franquicia en la que aparece en los créditos el nombre de Boulle (quien también escribió "El puente sobre el río Kwai", y terminó su carrera con una novela fantástica sobre la interacción de las ballenas en la guerra de las Malvinas), y la que tiene un mensaje ideológico un tanto obvio sobre un militar fascista que esclaviza a los monos para que construyan un muro. No es el único detalle en contra; también la duración de casi dos horas y media, y varios actos un poco tediosos en los que los simios sólo hablan entre ellos a través del lenguaje de señas. A su favor hay una serie de minuciosas señales para los fans de la serie original que recrean el universo de la película de 1968, como una niña humana muda llamada Nova (como la novia de Heston en aquel film), más algunos tonos de western futurista y excelentes escenas de acción lamentablemente desperdigadas. El film se toma demasiado en serio el duelo entre el simio Cesar y el exagerado militar Woody Harrelson, pero presenta un nuevo personaje, Simio Malo, un mono que habla y que anda con campera, que en cada aparición hace reír al publico con ganas. Lo irónico es que, en medio de tanto drama simiesco, al final lo que rinde de verdad sean esas monerías.
El estreno de esta tercera parte de El planeta de los simios (en esta saga), vuelve sobre sus puntos habituales con escenas más logradas que otras. Una vez más, la historia de humanos contra simios se pone de manifiesto en un film que habla del poder, la opresión, la guerra, los regímenes dictatoriales y el lado monstruoso del Hombre. Algunas secuencias son muy atractivas y otras muy explicativas y dilatadas, pero este film sigue siendo atractivo por su despliegue visual y de efectos, donde Andy Serkis es el César protagonista (ya demostró ser el rey de la técnica de captura de movimientos en King Kong, El señor de los anillos y Tintín). Esta tercera parte no es osada ni original pero tampoco maniquea. Bastante larga y también reflexiva sobre la guerra y los crímenes, con varias metáforas.
Y la contradictoria tarea de intentar tener empatía con estos simios. Impactante film donde realmente asombra el trabajo logrado con los animales. El verosímil es total y logra hasta incomodar. Esta guerra de humanos vs bestias (?) de odios y venganzas. Tal vez el guión para mi gusto no sea lo mejor de la peli. Pero no resta en absoluto en esta mega producción de más de dos horas de duración que no decaen nunca. Estar atento a lo que está pasando cada segundo en todo momento en pantalla, la tensión lograda fotograma tras fotograma es lo que hace de este largometraje un producto atrapante y me animaría a decir muy diferente a las anteriores. Como cierre de esta última trilogía diría que es sublime.
Salve, César. Llega a los cines la novena entrega dentro del universo del Planeta de los Simios que, adaptando a la pantalla grande la obra de Pierre Boulle, vio su nacimiento con la producción que se estrenó en 1968 y que contaba con Charlton Heston en el papel protagónico. A esa primera película le siguieron cuatro secuelas que cerraron la primera saga de este universo con la obra de 1973, Batalla por el Planeta de los Simios. Veintiocho años tuvieron que pasar para que volviéramos a ver a estos peculiares primates y fue nada menos que de la mano de Tim Burton, quien hizo una remake muy libre del clásico de 1968 con Mark Wahlberg como protagonista. Y ya con efectos visuales dignos de esta épica historia, en 2011 la franquicia experimentó un reinicio muy particular ya que se propuso volver a contar esta historia con un inicio y otros elementos troncales que diferían de lo relatado por el quinteto original de largometrajes pero, a su vez, respetando la esencia del Planeta de los Simios, a tal punto que en un ejercicio de continuidad bien podrían acoplarse a ese gran todo que empezara a fines de los sesenta. El Planeta de los Simios: La Guerra es la tercera parte de esta nueva generación y viene para ¿cerrar? la trilogía moderna. Quien está a cargo de esta trilogía es Matt Reeves (confirmado para dirigir la nueva película de Batman a estrenarse en los próximos años) aunque no fue él quien dirigiera la primera dentro de este trinomio ya que eso fue responsabilidad de Rupert Wyatt. No obstante, si hay algo que ponderarle a este nuevo gran proyecto es la unidad que logra con sus tres partes. Tal vez por lo distintas que son entre sí y seguramente por el gran trabajo de guión que hay en todas, queda la sensación, lamentablemente poco habitual en estos tiempos cuando hay varias secuelas de por medio, de que todo fue construido desde el inicio pensando en una sola historia a dividirse en tres. El fenómeno de la secuela que nace a partir del éxito de su predecesora acá no está. Y eso no es poco. Cinco años pasaron desde que César, líder de la raza de simios super inteligentes que habita en la Tierra, no pudiera evitar un conflicto armado entre su especie y los pocos humanos que sobrevivieron a la llamada Peste de los Simios que prácticamente aniquilara a la totalidad de la población. Liderados por un Coronel despiadado y sediento de sangre primate, hombres y mujeres invaden los bosques que cobijan a César y los suyos para dar comienzo al enfrentamiento bélico que le da título a la película. Con mejoras técnicas que incluso logran superar desde lo visual lo que viéramos en El Planeta de los Simios: Confrontación de 2014, esta tercera parte descansa narrativamente en el gran trabajo de sus antecesoras para presentarnos a un protagonista, si bien más maduro, también mucho más cargado de años de odio y resentimiento hacia el género humano, lo que lo vuelve un personaje tan complejo que su batalla interna logra superar dramáticamente a esa otra que se está produciendo afuera, con armas y trincheras de por medio. Todo lo visto en la primera entrega de esta nueva saga sobre el origen de César y las experiencias que lo llevaron a liderar a los simios sostienen la empatía que su figura genera en el espectador y, al mismo tiempo, justifican muchas de sus decisiones más recientes y controversiales sin perder esa identificación y hasta magnetismo que se supo ganar. En este sentido, la mención a los avances técnicos que propone la película no es casual dado que esto le da a los simios, César el primero, un abanico gestual prácticamente ilimitado para poder así cargar con el peso protagónico del relato prescindiendo del elemento humano que, en este caso, divide su aporte en un personaje secundario y el bloque antagónico liderado por el Coronel. En términos actorales, resulta un acierto la elección de Woody Harrelson para darle vida a ese malvado Coronel que busca erradicar a los simios de una vez por todas. Ya desde su presencia consigue intimidar a propios y extraños y a esto se suma su escena clave en la película donde, sin perder ese atributo maligno que lo convierte en el enemigo del relato, expone racionalmente los argumentos que sustentan su causa. Una mención también se merece la joven Amiah Miller que interpreta a Nova, aliada del grupo más cercano de César durante la batalla. Y en la parte primate de la cuestión, repite Andy Serkis para darle su voz a César de forma magistral, se mantienen Judy Greer y Toby Kebell mientras que las palmas se las lleva Steve Zahn, cuya voz es para Bad Ape, una nueva adquisición que, por momentos sutilmente, por momentos no tanto, aporta el toque humorístico de la obra. Para los más fanáticos no pasarán inadvertidas las numerosas referencias a las películas clásicas de la serie, incluido el ya mencionado nombre de Nova, la obvia recurrencia de César, Cornelius, Ojos Claros y demás formas de identificar y bautizar a algunos personajes casi como un homenaje a una saga que, en esta trilogía, encuentra mucho más que eso. Porque no solo está el homenaje, lo que acá sucede es un crecimiento en la calidad narrativa de una historia ya clásica, una profundización en la reflexión casi existencialista que este gran relato propone. Y el vínculo es tan grande que, con todos los saltos temporales de por medio, todo encaja perfectamente con aquel mítico viaje realizado por el capitán George Taylor que lo llevara, miles de años después, a los pies de la Estatua de la Libertad.
Un gran cierre para una gran trilogía César (Andy Serkis) y su nación de simios genéticamente evolucionados se ven obligados a luchar en un conflicto a muerte contra los humanos que quedan en su mundo Los Simios deberán enfrentar en esta tercera parte a un despiadado Coronel (Woody Harrelson), que lidera a la raza humana. Después de que los monos sufran una enorme cantidad de bajas, César luchará contra sus propios y oscuros instintos y comenzará su arriesgada misión para vengar a los de su raza, una épica batalla que determinará el destino de ambas especies y el futuro del planeta. Esta trilogía de precuelas del Universo fílmico que conocimos allá por los sesenta con Charlton Heston como abanderado, es de lo mejor que se ha hecho en materia de remakes y reboots. Matt Reeves, el director detrás de esta saga, ha dotado a la misma de un espíritu épico sin descuidar el costado humano (o simio) de cada uno de los personajes. Las tres películas de El Planeta de Los Simios, son la clara muestra de que se puede hacer cine de entretenimiento sin dejar de lado un guión trabajado y profundo, diálogos certeros y estilo a la hora de filmar. La maravilla técnica que permite ver a César y los suyos moverse e interactuar con los actores de carne y hueso, apenas si son un punto más en la larga lista de cosas acertadas que tiene la historia. Un filme a medio camino entre el western y el cine bélico clásico que pese a mostrar un futuro apocalíptico también se reserva varias bajadas de líneas que tienen que ver con la sociedad que hoy nos toca (el villano Harrelson y su obsesión por construir un muro, es una de esas claras referencias al mundo actual) La puesta en escena tampoco abusa de los clichés del cine de acción, no hay vértigo ni suciedad en la cámara de Reeves, por el contrario todo está fotografiado para que se vea y el espectador disfrute y sufra con las secuencias de combate. Los primeros planos de los rostros curtidos de cada uno de los simios son momentos únicos, fotogramas destinados a convertirse en clásicos del cine. La intensidad en la mirada de los primates (sobre todo César) interpela al espectador y lo coloca ante una disyuntiva: ¿quiénes son buenos y quiénes malos en esta historia? Es difícil no empatizar con los simios, aunque nuestros congéneres estén al borde de la extinción. El clímax del filme, se reserva un momento a pura emoción, el cierre de una trilogía y quizás el paso a una nueva etapa, una que desemboque en aquella mítica y clásica Estatua de la Libertad semienterrada. "¡Malditos sean! ¡Malditos sean todos!"
A PAPÁ MONO… A Caesar lo llevan al extremo y ya no quiere fumar la pipa de la paz con los humanos. Si dejamos de lado esa paparruchada de Tim Burton, y nos concentramos en las mejores entregas de esta saga de ciencia ficción basada en la novela homónima de Pierre Boulle, salimos ganando con un gran relato distópico que habla mucho más de la naturaleza humana, que de la tiranía de los monitos. En el año 2011, 20th Century Fox decidió revitalizar la franquicia y enfocarse en el comienzo de todo con “El Planeta de los Simios: (R)Evolución” (Rise of the Planet of the Apes), precuela que explica el origen de Caesar y la epidemia que, consecuentemente, puso a los humanos en inferioridad de condiciones; toda una involución, por así decirlo. Tras este más que aceptable reinicio dirigido por Rupert Wyatt, Matt Reeves (“Cloverfield”) tomó la posta elevando un poquito más esta serie, al punto de otorgarle un significado completamente opuesto a aquella primera película protagonizada por Charlton Heston. Los “changos” ya no son tan mugrosos, sólo otra especie que trata de sobrevivir en medio del apocalipsis. No sabemos si “El Planeta de los Simios: La Guerra” (War for the Planet of the Apes, 2017) es el capítulo definitivo de esta historia, pero Reeves se aseguró de dejar las cosas, más o menos, acomodadas para conectar los puntos con esa película futurista de 1968. Tras los acontecimientos de “El Planeta de los Simios: Confrontación” (Dawn of the Planet of the Apes, 2014), la guerra entre humanos y primates se hizo inevitable. Las acciones de Koba y Dreyfus demostraron todo el resentimiento acumulado y la imposibilidad de la paz (o al menos una sana convivencia) ente las dos especies que, de una u otra manera, sólo saben echarse culpas. Caesar (Andy Serkis), como líder de la manada, intenta mantener a todos a salvo sin confrontar a los humanos, pero esta posición “pacifista” ya no le resulta, una vez que entra en escena el Coronel (Woody Harrelson), un militar rebelde que tomó la salvación del mundo en sus manos, y su único objetivo es acabar con los primates para siempre. O al menos, eso es lo que dice su discurso paranoico y marcial. Por su lado, Caesar sigue cargando con la culpa de “simio no mata a simio”, mientras busca atravesar el desierto, dejando los peligros del bosque atrás, y así establecer el clan en una zona más segura. Pero el Coronel y su comando Alfa-Omega no dan el brazo a torcer y en un golpe maquiavélico matan a Cornelia y a Blue Eyes, la esposa y el hijo mayor del mono, que ahora sólo ve la venganza en el horizonte. Esta es la decisión de Caesar. Abandonar a los suyos mientras buscan asilo y dirigirse a la base militar en el Norte, una misión suicida que va en contra de todas sus convicciones, pero un hecho que ya no puede dejar escapar. Muy a su pesar, no estará solo en esta cruzada, ya que Maurice, Rocket y Luca deciden acompañarlo, un poco como respaldo estratégico, y otro tanto como conciencia para que su querido líder no pierda el verdadero rumbo. Durante la travesía se encuentran con Bad Ape (Steve Zahn), un simpático monito que ha sobrevivido todo este tiempo por su cuenta, demostrando que hay muchos más como él que siguieron evolucionando más allá del clan. Y también con la pequeña Nova (Amiah Miller), una nena humana que perdió a su familia, y la capacidad de hablar como tantos otros en la zona, una nueva secuela del virus ALZ-113. Reeves y su coguionista Mark Bomback no se andan con rodeos y, claramente, nos obligan a tomar partido. No podemos evitar (aunque ya lo estábamos) ponernos del lado de los primates, mucho más “humanos” y tolerantes que sus contrapartes evolucionadas. Condescendientes hasta que los empujan al abismo y son obligados a ponerse al mismo nivel de salvajismo. Sí, acá las fieras caminan en dos patas y no ostentan tanto pelo, no tienen pudor en matar a otras especies, ni matarse entre ellos cuando el fin lo justifica Este es uno de los tantos mensajes que deja escapar “El Planeta de los Simios: La Guerra”, una odisea de supervivencia, acción y mucho drama que nos hace olvidar que los mejores personajes son creaciones computarizadas. El equipo de efectos especiales encargado de la captura de movimientos se merece un párrafo aparte y todos los elogios, pero el alma sigue estando en el guión y la actuación de Andy Serkis, que logra conmover con sus ojos claros, sus palabras certeras y un “disfraz” de CGI que le calza como anillo al dedo. La sensibilidad que transmite es de otro planeta, y contagia hasta las lágrimas, características que vuelven a traer a la mesa la discusión sobre este tipo de personajes y su elegibilidad a la hora de repartir premios. Las decisiones que Caesar debe afrontar, y por ende las consecuencias, no son diferentes a las de cualquier ser humano que encuentra una encrucijada en medio de la batalla. El director toma nota de varias historias bélicas y deja entrever la atmósfera de la selva vietnamita de “Pelotón” (Platoon, 1986), o la megalomanía de coronel Kurtz de “Apocalypse Now” (1979). Todo se pone al servicio de la historia y, por momentos nos olvidamos de la ciencia ficción, del apocalipsis y la distopía. Si dejamos los trucos y los (impecables) efectos de lado, sólo nos queda un relato que enfrenta a dos especies no tan diferentes, asustadas, que van hasta las últimas consecuencias cuando el diálogo y la convivencia pacífica ya no tienen lugar, y sólo pueden echar mano de la violencia… y sus instintos de supervivencia.
Crítica emitida por radio.
Mantiene la esencia de sus antecesoras, bajo un guión sólido, coherente, un film de calidad con imágenes de alto impacto. Contiene varios mensajes y metáforas. Nos enfrentamos en una lucha que ronda sobre temas como: la desigualdad, la libertad, la familia, el planeta, y la continuación de la especie. Con grandes actuaciones de: Andy Serkis como César y el villano odiable de Woody Harrelson. Además de tres personajes que enamoran la pantalla: Nova (Amiah Miller), una niña muda, Bad Ape (Steve Zahn) y Maurice (Karin Konoval. Una historia muy emotiva, con buenos diálogos, en algunos pasajes nos lleva a recordar a las anteriores de la saga, goza de un gran ritmo que lo mantiene a los largo de 140 minutos, abundan las grandes batallas y luchas y estupenda la captura de los movimientos, fotografía (escenarios naturales, una gran paleta de colores y muy buenas tomas), la banda sonora acompaña a la perfección y cien por ciento entretenida.
GUERRA FRÍA Y SILENCIOSA Cuando el director ignoto Rupert Wyatt iniciara esta suerte de remake de la novela de Pierre Boulle con El Planeta de los simios: (R)evolución, sabíamos que estábamos en presencia de un enorme salto de calidad con respecto al primer intento de 1968. La versión anterior a manos de Tim Burton era increíblemente mala y los cultores de la historia estábamos un tanto decepcionados con lo que siguiera deparándole a la saga en sus futuros intentos. Pero la clave de lo que sucedió luego se sostendría en dos pilares: el avance tecnológico que posibilitó la creación de personajes digitales de un realismo asombroso y el gran Andy Serkis. El actor, que ya se lució prestando sus interpretaciones al stop motion en grande y cuyo rostro se popularizaría recién -con la difusión de imágenes del backstage- al crear al legendario Gollum de El señor de los anillos. Serkis compuso a un César tan sólido que se fusionaba perfectamente con su envoltorio digital, era imposible no notar sus matices interpretativos en él. Luego el guión original, el personaje de James Franco y la dirección solvente de Wyatt lograron que el público espere con ansias más entregas. La segunda parte, El planeta de los simios: Confrontación, mantuvo los aciertos de la anterior pero además incorporó a Matt Reeves (Déjame entrar) en guión y dirección y llevó la guerra a un ambiente más post apocalíptico en el que los simios, en plena evolución y liderados por César, buscaban su espacio fuera de la civilización humana y al mismo tiempo resistían sus embates. La esperanza era el vínculo que el mismo César, tan martirizado y misericorde como Mandela, buscaba afianzar con los humanos que no quisieran ese enfrentamiento entre especies. Otro film que elevó la vara y entregó algo diferente. Y ahora quedamos en presencia del final de la saga con esta El planeta de los simios: la guerra, repitiendo tanto a Reeves detrás de cámara como a Serkis y sumando al eficaz Woody Harrelson como villano de turno. Pero nuevamente el tono en el que se relata la historia es diferente. Si bien mantiene una línea directa en cuanto al entorno y la línea narrativa de la anterior, baja varios niveles en cuanto a la acción y al ritmo. El planteo de la situación se define de entrada, cuando de manera explícita se da un mensaje al espectador sobre la postura de César y de las distintas facciones humanas que, por un lado quieren seguir el combate contra los simios y por el otro, buscan al líder más inteligente de la especie rival para llegar a algún tipo de diálogo, algo que ya sucedía en la anterior. El problema pasa por la aparición del coronel (Harrelson) cuya postura es tan clara como pragmática. Sus intenciones van mucho más allá de defender intereses personales y está dispuesto a terminar esta guerra eliminando a tantos propios y enemigos como sea necesario para mantener el predominio humano. Pero hasta llegar al momento en el que César y el coronel puedan declararse mutuamente sus intenciones, transcurre mucho tiempo en pantalla y el mismo no se llena con intercambio de balas, golpes o explosiones sino a pura intensidad dramática. Los simios escuchan a su líder y se someten a su visión, que sigue siendo la más coherente, lo siguen en su búsqueda y más tarde en su venganza. Lo obedecen y aceptan su carácter magnánimo con sus enemigos, o al menos con los de su especie que no quieren ser parte del conflicto. Y todo transcurre en medio de miradas, de caricias y juegos de manos, de gestos, caminatas, cabalgatas y momentos de reflexión en medio del silencio o de la atinada y melancólica música de Michael Giacchino. Es cierto que maneja el suspenso tenso y calmo de un western, pero también el drama de un novelón rosa de época. O por momentos de uno carcelario. No obstante cada tanto hay picos de acción como para sacudirnos de la butaca aunque muy breves, para caer otra vez en el ritmo y resurgir con algo de potencia al final. Ayudan los pocos momentos de tensión que se crean entre el coronel y César y redunda el momento en el que el simio vocifera y deja a todos atónitos al descubrir su capacidad y voluntad de no rendirse. Pero también aburre, aburre cuando todo sigue en ese tono de miradas, silencios y resignación hasta que suceda lo inevitable. Porque ocurre que el guión tampoco es innovador. La historia en El planeta de los simios: la guerra es predecible, habita y habilita lugares comunes para que no haya sorpresas. Desde ya que es intencional, Reeves decide que lo más destacado pase por los sentimientos y las expresiones en sus personajes no-humanos. Es probable que sea la primer película en la que un montón de simios en pantalla, 100% creíbles -da la impresión de que si uno accediera al set debería poder tocarlos y hablar con ellos con total naturalidad-, actúe con la máxima efectividad y logre una performance mucho más lúcida que sus pares humanos. Supongo que si hay que componer un grupo de personajes enteros en base a motion capture y pagar renders millonarios, será mejor que no haya posibilidad de sobreactuación alguna, y eso también se nota. No obstante, nunca podría decirse que El planeta de los simios: la guerra sea un producto mediocre. Es intenso, excesivamente dramático, con poco despliegue de acción (sobre todo llevando en el título la palabra “guerra”) y con obviedades en el guión, pero apuesta a eso y no se puede decir que no gane en el balance. Tampoco puede tomarse como un cierre definitivo del arco que propone la saga. El propio Reeves ha manifestado sus ganas de continuar explorando la franquicia aunque antes deberá rendir un esperado examen con The Batman, que podría definir su destino al respecto. El planeta de los simios: la guerra puede satisfacer en muchos aspectos como los mencionados pero también decepcionar en otros como su falta de humor o de ritmo bélico, porque a veces no se trata de intentar ser Spielberg ni de emular a Terrence Mallick para darle al César lo que es, ya desde hace rato, de Andy Serkis.
(Programa no emitido) Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-21hs.
Santificado sea el primate "El Planeta de los simios: la guerra", última entrega de la famosa trilogía, trata sobre un grupo de militares que se adentra en la selva para buscar a los primates rebeldes y atacar a César. La película es un drama bélico completamente a la altura de su esencia. La primera película de “El planeta de los simios” fue concebida como una producción de ciencia ficción muy diferente a lo que se veía en los ‘70. No sólo por el hecho de ser historia posapocalíptica evolutiva, sino porque fue pensada para la masividad y no para un target adepto al género fantástico. Con mejores o peores resultados, en la gran cantidad de secuelas, remakes concebidas como trilogías e incluso serie de TV que surgieron a partir de la idea original, esa esencia de populismo se mantuvo. Para ello, el guión siempre jugó con otros géneros como el drama y el cine bélico y también con universalidad de conceptos filosóficos y humanísticos sobre los propios simios. En este cierre de trilogía que comenzó con Evolución, continuó con Confrontación, se vuelven a poner sobre la mesa temas como libertad y libre albedrío encaminados en el fijo e inexorable rumbo hacia la extinción de la raza humana. Sin embargo el poder del espectador, conocimiento sobre lo que ocurre en la pantalla y ocurrirá -es una precuela del reinado simio-, comienza a verterse en los personajes inminentemente y la vuelve atrapante en el acompañamiento hacia ese descubrimiento. Un grupo de militares se adentra en la selva en búsqueda de los simios “rebeldes”, acompañado de algunos ex seguidores de Kuba (quien atacó a un humano y provocó los conflictos que derivan en esta guerra). Todos van contra César, que vive aislado junto a su grupo y su familia, con la única intención de vivir en paz. Por ello, cuando captura a algunos soldados, los envía misericordiosamente de nuevo con el ejército para llevar el mensaje de paz. Pero del otro lado no desean negociar la tregua. El director Reeves vuelve a tomar riesgos cuando marca la narrativa con referencias bíblicas claras. Si bien podría considerarse que la intención es martirizar a César, la puesta en acción resulta coherente en la trama. Un inicio con éxodo hacia un paraíso en búsqueda de la paz, testificamos una crucifixión, que incluye azotes, un sacrificio y un renacimiento. Antes de llegar a esos eventos, un crimen artero hace que César pierda la cordura y vaya en búsqueda del culpable. Por ello su pueblo quedará a la deriva y, paradójicamente, será capturado por las fuerzas militares que esclavizan a los simios y obligan a que construyan una fortaleza de otro peligro inminente. La trama evoluciona en algo más complejo con un tercero en discordia. Si bien desde el título plantea una guerra, esta oclusión es más bien un drama bélico. Hay acción, y bien realizada, pero se desencadena por argumentos expuestos, y no por el mero hecho de mostrar fuegos artificiales. Un filme que está por completo a la altura de su esencia.
Volver al futuro Esta última entrega de lo que terminaría, hasta ahora, de conformar una trilogía en la que ésta es claramente una “precuela”, es un filme que rotundamente pagará sus dividendos, hay una cuestión impositiva y es que es por mucho lo mejor que se haya realizado con esta franquicia de los últimos años. Se podría decir que está rubricado con nombre y apellido, hay un responsable inscripto y es Matt Reeves, su director. Pero en este caso funciona no sólo desde la técnica, por el contrario hay una conjunción de todas las áreas que dan cuenta de su bonomia desde el guión, las palabras justas, la estructura del relato, por momentos da la sensación de una maravillosa “road movie”, con un viaje exterior por parte de su personaje principal y sus acompañantes, haciendo gala de un gran homenaje al western, en principio, y luego la otra variable de un viaje hacia el interior del mismo personaje en derivación al genero bélico. En este punto son muy notable las referencias al film de Francis Ford Coppolla “Apocalipsis Now” (1979), y no sólo en su protagonista César (Andy Sarkis), que va en busca del asesino de su familia en pos de una venganza, sino de quien será su antagonista principal, el mismísimo Coronel (Woody Harrelson) quien constituye su personaje en clara correspondencia especular con el recordado Coronel Kurtz interpretado por el inigualable Marlon Brando en la nombrada “Apocalipsis Now”. Los tiempos, en tanto desarrollo de la cinta, dan cuenta de una cuidada escritura, nada queda al azar, incluyendo algunos personajes que son reconocibles y recordados Maurice, Cornelius o la misma Nova, acá siendo sólo una niña, para luego aparecer en la primera “El planeta de los simios” (1968), dirigida por Franklin J. Shaffner, con Charlton Heston como intérprete casi exclusivo. Sólo podría señalar que por momentos en esta que nos convoca hoy, algunas escenas se repiten sin agregar demasiado, no aburre pero lentifica el proceso narrativo y lo alarga. Para sostener todo el entramado aparece en primer lugar la banda sonora de Michael Giacchino que tiene una artesanía imprescindible. Buena parte de la película está centrada en gestos, paisajes, momentos de reflexión, detalles, la música es empática y creadora de climas casi de manera simultanea, acompañando el despliegue de los personajes en tanto actanciales, la construcción, temperamento e idiosincrasia de los mismos, en tanto caracteres, sumado a las escenas de batallas de muy buena factura, y las pausas necesaria para dar cuenta del relato y sus motivaciones. Claro que la dirección de arte hace más que un aporte, es fundamental, centrándose en la fotografía para las sensaciones que promueve el filme visualmente muy bello. Contando en su haber con muy buenas actuaciones se destacan los principales, pero también habría que nombrar para ser justos a Steve Zahn (Bad Ape), Karin Konoval (Maurice) y Amia Miller (Nova). Es así que los matices más humanos aparecen en los personajes de los simios, dejando la rigidez, casi fanatismo, en los personajes “Homo Sapiens”, lo que podría entenderse como un claro y respetuoso homenaje a nuestros antecesores en la cadena de la evolución según Charles Darwin, claro. Y si hay un claro responsable inscripto es por que patentemente toda la producción es un tributo al simio, o sea es monotributista. Alguien tenía que hacerlo. (*) Realización de Robert Zemeckis, de 1985.
La gran osadía de Matt Reeves en Planeta de los simios: La guerra, como también en el film precedente El planeta de los simios: Confrontación, es haber adoptado la perspectiva de los simios para articular el relato y así avanzar sobre esta ficción evolucionista. Que los simios puedan hablar no responde al característico ademán antropocéntrico por el cual toda criatura viviente no humana se desempeña lingüísticamente solo en los cuentos animados para niños. En El origen del planeta de los simios, que dio inicio al relanzamiento de un viejo clásico de Hollywood inspirado en la novela distópica de Pierre Boulle, la aparición del fenómeno del lenguaje en la evolución de los simios respondía a una situación accidental (que la primera palabra pronunciada por César fuera “no” permitía múltiples lecturas; entre ellas, señalar que esa simple palabra es un organizador simbólico y psíquico ineludible; esto sí podía ser leído como un giro antropocéntrico, pero de una sofisticación inusual en el cine).
El cierre de la muy buena trilogía que relanzó la saga simia está a la altura de las circunstancias: un gran espectáculo, una aventura feroz y sombría que enfrenta a los monos comandados por Cesar con un cruel ejército humano. El director Matt Reeves redondea un film vibrante y de enorme potencia, que se toma muy en serio la gravedad de los asuntos que pone en escena: la lucha de las especies, la naturaleza sometida, el fin de la libertad. El extraordinario Andy Serkis (Cesar) vuelve a dotar a su rey de una humanidad y una inteligencia que parecen la esencia del relato. Y un estupendo Woody Harrelson encarna a un coronel ido y cruel, que ha sometido a los simios en una especie de campo de concentración nazi. El planeta de los simios, la guerra, es una película con la dureza de los films bélicos y la poética de una historia donde la muerte, la nobleza y el coraje escriben un relato de supervivencia. Son 140 minutos de alta tensión, contados con garra y ritmo que no decae hasta el emocionante desenlace. Una película con aliento clásico.
"El planeta de los simios: la guerra", Gandhi tenía razón La evolución de la especie nunca fue tan perjudicial: la maldad se apoderó de los humanos generando un sistema de esclavitud devastador. Y es que en esta lucha de poderes se sitúa "El planeta de los simios: la guerra", en la que César (Andy Serkis) y su nación de simios genéticamente evolucionados se ven obligados a luchar en un conflicto a muerte contra los humanos que quedan en su mundo. Así, el despiadado coronel, que interpreta Woody Harrelson, trata a los simios como esclavos, sin darles comida ni agua y utilizando la violencia para dominarlos, generando un paralelismo con la actualidad nada casual. Se podría decir que el relato de Matt Reeves, quien ya había dirigido la antecesora en 2014, resulta entretenido y realza sus dotes de lucidez en la segunda mitad del filme cuando la acción y la lucha se exhiben con mayor claridad. Lo más interesante de esta secuela es el abordaje de los instintos animales y humanos, la constante lucha por reprimirlos y direccionarlos y el deseo de venganza disparado por el dolor. ¿El punto negativo? Claramente la duración de esta película, que alcanza los 140 minutos, pudiendo resolverla menos tiempo. ¿La gran moraleja? Ojo por ojo y el mundo acabará ciego, dijo el gran Mahatma Gandhi.
La nueva serie de “El planeta de los simios” (olviden la que hizo Tim Burton, de paso) es de lo mejor que ha realizado el cine de gran espectáculo en estos años. Esta tercera entrega firmada por Matt Reeves –un muy buen director que crece film a film– es todo lo épica que uno espera y, además, tiene a Andy Serkis, el especialista en personajes digitales que aquí vuelve a demostrar, con cada vez más recursos, que se puede ser un gran intérprete incluso si se está cubierto de píxeles. Es cierto que la película aspira a “citar”, lateralmente, tonos trágicos casi shakespereanos. Que, en cierto sentido –también iconográfico– el espectador no puede dejar de pensar en Apocalypse Now. Y que estas referencias están algo gritadas, como pidiendo legitimidad para la película. Pero los personajes, a pesar de todo, son conmovedores, son humanos. Son, en definitiva y más allá del espectáculo, la razón por la que seguimos mirando hasta el final. Como toda buena película, es también una metáfora del mundo que nos rodea y de sus posibilidades. Y como todo gran cuento fantástico positivo, convoca con limpieza la posibilidad de una esperanza. Filmada con un clasicismo y una precisión no demasiado frecuente hoy en el cine de efectos especiales, está bastante por encima del lote de “tanques” que nos llega a reglamento.
Cuando se anunció que hace unos años el universo de “El planeta de los simios” iba a ser revisitado una vez más, las expectativas eran bajas acerca de qué giro podría dársele. Los espectadores, aún golpeados por la cuasi parodia que Tim Burton realizó por encargo, no podían salir aún de la sorpresa con la que el kitch terminó abrazando a una de las sagas más longevas del cine y la televisión. Tal vez por esta razón la taquilla, crítica y fanáticos terminaron por apoyar la nueva saga iniciada con “(R) evolución” , una épica que tomó como punto de partida el espíritu de la franquicia pero intentó potenciar las bases para generar una clara reconfiguración del universo. De esa “revolución” nos quedó en “La Guerra”, dirigida por Matt Reeves (encargado de “Confrontación”, la segunda entrega) uno de los personajes más emblemáticos del cine, César, en él confluyen características humanas que Andy Serkis potencia gracias a la tecnología aplicada en la producción. Apelando a la memoria del espectador, y al interés que éstos poseen en ésta figura, en esta oportunidad el guion nos llevará hacia una batalla por el dominio de los simios por parte del siniestro Coronel (Woody Harrelson) en el apocalíptico planeta dominado otrora por simios, pero en el que ahora los humanos desean terminar de obtener el control. Relegados a un estado animal, en el que la alienación, la falta de alimentos y víveres harán su parte para desanimarlos a que continúen luchando por su libertad, en la figura de una niña, que terminará por ayudar a César y los suyos, una luz de esperanza se vislumbra como posibilidad para avanzar en la fuga de la decadente situación en la que se encuentran. qY así, a paso lento, pero con la convicción de seguir profundizando en la esencia del hombre, sus peores características y miserias, “La Guerra” comienza a establecer los cimientos de aquello que se convertirá en el cierre de una atrapante historia por la libertad y emancipación. El hombre intenta, una vez más, ser el centro del universo, y aún sabiendo que frente a él tiene la posibilidad de poder convivir en paz y armonía, prefiere confrontar, vejar, matar, asesinar, antes que dialogar. Allí es donde “La Guerra” reflexiona y hace reflexionar, en la imposibilidad de creer en otro horizonte posible ante la inevitable exposición al conflicto. La lograda tensión entre los personajes principales, como así también las interpretaciones de Harrelson y Serkis, hacen que la espera por la lucha por el poder sea bienvenida, aún sabiendo las consecuencias. Si el guion decide presentar conflictos personales de los contrincantes, también para humanizar, aún más esta guerra y aquello que se pone en juego, no por casualidad es que tanto César como el Coronel poseen severos conflictos relacionados a su rol como padres. “El planeta de los simios: La Guerra” es el cierre ideal para una trilogía que logró revitalizar una franquicia desgastada y ridiculizada, pensando en un producto diferente, y produciendo uno de los filmes apocalípticos y de ciencia ficción más atrapantes de los últimos tiempos.
Llegando los monos La tercera parte de la nueva trilogía de El planeta de los simios es la más ambiciosa y profunda, pero también la más solemne. Después de la fallida remake de Tim Burton (2001), la 20th Century Fox barajó y dio de nuevo con El planeta de los simios: ®Evolución (2011) que tenía una premisa completamente distinta a la original: se olvidaron del twist final, del concepto del planeta alejado e imaginaron un virus creado por el hombre que, experimentado en los primates, los vuelve súper inteligentes y, por lo tanto, rebeldes y revolucionarios. La idea era excelente: no atarse a eso que fue extraordinario pero irrepetible de El planeta de los simios de 1968 (hasta hay una escena de Mad Men en la que Don Draper lleva a su hijo a verla, y queda conmocionado) y meterse de lleno en el concepto de una raza siendo oprimida por otra, un poco como Conquest of the Planet of the Apes (1972), la cuarta película de la pentalogía original. En la segunda de esta nueva trilogía, El planeta de los simios: Confrontación (2014), el trabajo de performance capture para interpretar a los simios (animación que captura los movimientos humanos de un actor y, por lo tanto, resulta en personajes muy realistas y con gestos sutiles y complejos) llegó a un nivel de detalle que parecía imposible. Con ese avance tecnológico, el director Matt Reeves (responsable de Cloverfield y la remake de Criatura de la noche) pudo contar una historia compleja en la que humanos y simios deben coexistir en ambiente de violencia inminente, hasta que los extremistas de cada bando desatan una guerra. Como suele suceder en estas historias, las referencias a la realidad son evidentes. Ahora llega la tercera, El planeta de los simios: La guerra, que sin dudas es la más ambiciosa de todas y le pone un punto final (o quizás un punto seguido, porque puede que haya una cuarta película) a la trilogía. En ella, un coronel loco (Woody Harrelson, a imagen y semejanza del Kurtz de Marlon Brando) asesina a la familia de Caesar (Andy Serkis), el simio líder, que va en busca de venganza. Con cierta estructura de western por algún duelo de arma de fuego, por los caballos y por la venganza, La guerra es la que más bucea en la psicología de Caesar. Con apenas tres personajes humanos importantes (además del Coronel está Preacher, interpretado por Gabriel Chavarria, y la nena Nova, Amiah Miller), la película está contada desde el punto de vista de los simios. La traición, la sed de venganza, el sentido de justicia, la rebeldía, todos son temas que atraviesan sobre todo a Caesar, un líder quizás demasiado puro y poco contradictorio para una película que se pretende tan profunda y ambiciosa. Persigue al Coronel, pero a la vez siente remordimiento. Y si bien los efectos especiales son extraordinarios, por momentos parece un poco risible ver a un mono con conflictos tan shakespeareanos. Si bien estamos hablando claramente de una película que está por sobre la media, es imposible no percibir cierta solemnidad y búsqueda demasiado evidente de mirarse en sus pares más prestigiosas. Las referencias al western y la presencia de una nena medio salvaje recuerdan a Logan. Aunque ambas películas de filmaron casi al mismo tiempo, da la sensación de que hay algo en el aire, un nuevo yeite de Hollywood.
La tercera parte de la nueva saga de la clásica historia es una película bélica, intensa y grave, en la que simios y humanos se enfrentan por el futuro de un mundo cada vez más violento e irracional. Cualquier similitud con la realidad no es mera coincidencia… Un tanto discretamente, sin tanta espectacularidad pero con resultados dramáticos mucho más convincentes que los de otros títulos con más prensa y un nada desdeñable éxito comercial, desde 2011 viene desarrollándose una nueva trilogía de EL PLANETA DE LOS SIMIOS, virtual reboot de la saga comenzada en 1968 y terminada a mediados de los ’70 luego de cinco películas y dos series de televisión (no contemos aquí el fallido intento de Tim Burton en 2001). Más grave, severa y adusta que otras superproducciones, la nueva trilogía de “Los Simios” no teme combinar temas que podemos suponer culturalmente relevantes (el trato con las minorías y los inmigrantes, digamos, representados aquí por los simios pero aplicable a otras “amenazas”) con espectacularidad visual, acción y suspenso. EL PLANETA DE LOS SIMIOS: LA GUERRA lleva esa gravedad a un extremo aún mayor. En lo que prácticamente podría ser una remake conceptual de APOCALIPSIS NOW, el filme de Matt Reeves (ahora encargado de recauchutar al Batman de DC/Warner) se centra en el enfrentamiento entre César, el inteligente lider de los simios que superó un intento de rebelión interna en el filme anterior, con un Coronel que –en plan Kurtz– se ha convertido en el líder supremo de una organización militar que quiere acabar como sea con los simios. De hecho, tiene a muchos esclavizados, puestos a construir un muro para proteger a los humanos tanto de los propios simios como de otros humanos que no están de acuerdo con sus crueles métodos. Pero César ya no es el mismo simio conciliador del filme anterior ya que una serie de hechos violentos lo han vuelto potencialmente tan cruel y vengativo como sus enemigos. De no ser por la particularidad de que gran parte de sus personajes son monos y gorilas, el filme de Reeves tranquilamente podría ser una película bélica de la Segunda Guerra Mundial, de esas en las que un grupo de soldados son apresados, tienen que escaparse y cumplir una peligrosa misión. De hecho, es tan natural la manera en la que los simios se comportan, mueven y, en algunos casos, hablan, que uno se acostumbra rápidamente a la convivencia. En paralelo, una mutación del virus que hizo volver más inteligentes a los simios está afectando a algunos humanos de forma opuesta por lo que, en ciertos momentos, es dable pensar que la facción más inteligente en esta serie de batallas es la de los animales. Reeves organiza el material de manera clásica, con César volviéndose cada vez más violento y vengativo a partir de las crueldades de las que es víctima o testigo, al punto de advertir que su propio “odio racial” no es muy distinto que el del alucinado coronel (muy bien eencarnado por Woody Harrelson, con obvios guiños al personaje de Marlon Brando en el filme de Francis Ford Coppola) y que los motivos son, también, muy parecidos. A lo largo de la historia habrá una serie de personajes de cambiantes fidelidades, además de otros (como una niña muda a causa de la mutación genética o un simio de zoológico que nunca termina de funcionar como comic relief) que serán parte de la batalla frente al más anónimo grupo de humanos que los persigue y aprisiona. Que el “simio malo” –como se autodenomina el nuevo personaje, “encarnado” por Steve Zahn– no termine de funcionar habla de la gravedad del tono del filme de Reeves, quien se ha tomado seriamente –acaso, demasiado seriamente– la densidad conceptual de la película. Un poco como sucedía en los filmes de Batman de Chrstopher Nolan (por algo es lo que lo han llamado para las nuevas), hay una acaso excesiva necesidad de demostrar que lo que el hombre está haciendo no es un simple filme de entretenimiento masivo sino un tratado ético y hasta moral sobre el estado de las cosas. Hay un muro a construir, hay simios que son claras metáforas de inmigrantes o minorías, hay discusiones sobre el “ojo por ojo” y la desmedida violencia a la que se llega cuando se superponen venganzas ad infinitum y así. Todo eso, que bien puede ser parte del cine más comercial, por momentos se siente un tanto discursivo, casi solemne. De todos modos, Reeves crea un universo que se integra fluidamente y que casi necesita de esa gravedad, cuya base narrativa es fundamentalmente bíblica. No es una película de superhéroes en la que, muchas veces, esos temas están metidos forzadamente en la trama sino una que, naturalmente, lleva al espectador a plantearse esas cuestiones. Además, las dos películas anteriores –especialmente la segunda– traían consigo esa densidad. Esto no quiere decir que LA GUERRA no tenga grandes escenas de acción y de suspenso ni que sea poco atractiva como espectáculo. Al contrario. Tiene la potencia de un filme bélico/post-apocalíptico clásico, más cercano a MAD MAX que a cualquier otra saga actual. Y si bien la trilogía cierra de manera contundente y dramática, los que vimos los filmes originales sabemos que aún hay más material sobre el que avanzar, ya que no es difícil conectar situaciones y personajes de este filme con los de aquellos viejos protagonizados por Charlton Heston y Roddy McDowall, aunque sin tantas bizarras vueltas temporales como las que existían en el filme de Burton. Un párrafo aparte merece la actuación de Andy Serkis en el rol de César, algo que ya ha despertado debates acerca de si un actor que trabaja a partir del sistema “motion capture” (Serkis actúa pero lo que vemos es una reconstrucción digital de su interpretación) puede o no ser nominado a premios, tipo Oscar. Viendo EL PLANETA DE LOS SIMIOS: LA GUERRA es claro que, de Gollum a esta parte, Serkis se convirtió en un maestro del formato y que, premios o no, seguramente pasará a la historia como el actor que mejor entendió como trabajar dentro de un sistema que, unas décadas atrás, era inimaginable. Es César el alma de esta muy buena película/saga y el mérito puede ser, en parte, del equipo técnico, pero es fundamentalmente suyo.
No decae el nivel del tercer capítulo de la nueva serie Han pasado casi 50 años desde la lejana y primera versión de la obra de Pierre Boulle, donde Charlton Heston lideraba a un grupo de astronautas perdidos en el, tantas veces visitado en el cine, planeta de simios. “El planeta de los simios: la guerra” es la tercera de una nueva serie que logra mantener el buen nivel de las dos anteriores. Nuevamente, al igual que en la inmediatamente precedente, la dirige Matt Reeves (“Cloverfield – Monstruo”) y también es el chimpancé César, el líder de los simios. Quien lo interpreta es Andy Serkis, un especialista en este tipo de personajes, el Gollum de “El señor de los anillos”, realizando un trabajo notable ayudado por la técnica de captura de movimiento. El inicio es pura acción con un grupo de soldados que llevan en sus cascos inscripciones agresivas como “Monkey Killer”, enfrentándose con uno de los grupos de simios. Ver a estos montados en caballos y con rifles y otras armas le da por momentos a la película un aire de western. Pero en verdad es más una película “de guerra” y más de un espectador no podrá evitar el paralelo con “Apocalypse Now”. Ello inclusive en la figura del coronel que interpreta aquí Woody Harrelson y que remite al famoso Kurtz protagonizado por Marlon Brando. La película tiene una duración excesiva de casi dos horas y media y gran parte de la segunda mitad transcurre en una especie de campo de concentración donde flamea la bandera norteamericana e incluso se llega a escuchar insólitamente el himno nacional de los Estados Unidos. Los soldados recuerdan por la forma en que se expresan al unísono y marchando a los nazis, mientras que el coronel muestra una extrema crueldad con el trato de los simios en prisión. Hay, sin embargo, momentos de alivio de la tensión como los que protagoniza una niña muda con el orangután Maurice o también con el gorila Luca y una flor rosada. A estos personajes se agrega un mono “atípico”, que se hace llamar “Bad Ape”, y que no tiene un ápice de maldad. Casi se podría decir que es el equivalente a los personajes de “animation relief” y que en su presencia se producen las situaciones más cómicas, entre tanta violencia. Este cronista considera al tercer capítulo un espectáculo recomendable, aunque considera al primero: “El planeta de los simios: r(evolución)”, dirigido por Ruper Wyatt, como el mejor de la nueva serie.
Pasan cosas cómicas en el cine, misceláneas divertidas, absurdas que con cercanía producen ira en el cinéfilo más ortodoxo, pero mirándolas con distancia, se vuelven anécdotas que contribuyen al corolario, a la ceremonia, al rito del ir al cine. Me pasó algo raro cuando fui a ver El planeta de los simios: la guerra, algo que desató mi mal humor hacia la platea: las carcajadas. La historia de los simios parlanchines, genera una cierta alegría burlona para los que descreen del género de ciencia ficción y de los que van al cine a reírse de los códigos del cine fantástico aún sabiendo de qué va la historia. La Sci-Fi tiene como premisa extender las fronteras de lo imaginable, la posibilidad de ver algo interesante sobre lo que probablemente nunca hubiera pensado. El planeta de los simios es un libro del escritor Pierre Boulé, que inspiró a fines de los 60 una legendaria y gran película con el título homónimo. Tal fue el suceso de la película que ésta a su vez inspiró una serie, un comic, y muchos años después estimuló –el resultado fue fatal- a Tim Burton a filmar una remake. El cuentito de los simios conquistadores y civilizados, atrae, aún hoy, – en EE.UU El planeta de los simios: la guerra está batiendo record de taquilla- al público. Los simios han generado empatía desde esa historia legendaria de Cornelius y Zira – la pareja primate- , dirigida por Jhon Dexter, en donde el personaje de Charlton Heston – el coronel George Taylor- despierta en el año 3978 y se encuentra en un futuro distópico colonizado por los simios, en donde los humanos son esclavos. Puede que cause gracia, que algunos críticos detallistas usen el gancho de la historia para desmerecer la lógica narrativa, pero lo cierto que el díptico de la empresa FOX, que comenzó con (R)evolución en el año 2011 – dirigida por Rupert Waytt- y con Confrontación en 2014 – a cargo de Matt Reeves –son películas absolutamente recomendable y arengadas por mi. Con El planeta de los Simios, La guerra el tríptico de la película cierra de un modo casi bíblico, César se convierte en un mártir bien al estilo Jesus de Nazareth. Pero antes vayamos al principio de la historia. El planeta de los simios: Confrontación es la secuela de la gran El planeta de los simios: (R) evolución, en Revolución el relato se centra en mostrar los experimentos en simios de Will Rodman – interpretado por James Franco- y su relación con uno de ellos: César. César es adoptado por Rodman, quien lo educa y le enseña el lenguaje de señas. La relación es tan empática que es imposible no sentir una atracción por esta filiación símil padre-hijo. Paralelamente, el retrovirus que creó Rodman – fórmula que funciona sólo en simios- comienza a ser nocivo en seres humanos, la revolución de los simios, liderado por César – que se revela a su propio amo- se desata. La película termina con el exilio de los monos al Parque Nacional Muir Woods en San Francisco. La última escena de la película es memorable: Rodman le pide tras sollozos a César – genial interpretación de Andy Serquis- que vuelva, que no se vaya, que no lo deje, César lo mira, con esa expresión única mezcla de ternura y resignación – César nunca va a ser un humano- y le dice “Cesar está en casa” y se va. En (R)evolución, el personaje de César se apodera de la película, incluso sacándole protagonismo al gran James Franco. César se convierte en líder, en un adalid justo y racional. La espera para los fanas de esta primera entrega del planeta de los simios fue dura, la fantasía en un reencuentro entre César y Rodman/Franco se desvaneció al presentir que la historia ahora se centraría en la comunidad de simios, diez años después de la triste despedida.“Pasaron diez veranos” dice uno de los monos del clan. La comunidad simia, vive tranquila, lejos de los humanos. La primera secuencia de El planeta de los simios: Confrontación dispone un primerísimo primer plano de César, pintado como un maurí a punto de presentarse en una batalla: el planeta de los simios es un mundo paralelo, un universo autónomo y regulado por la coherencia interna de los simios que se protegen del mundo de los humanos, esta amenaza exterior asume los contornos de un monstruo: para los humanos el montruo es el simio, para el simio el humano, bajo esta idea de resentimiento y odio se dispone la película, y allí está César, el alma evangelizadora, el mono bueno. El gran César con sus reflexiones, aunque un tanto moralinas – su parlamento es una de rectitud casi irrisoria- hacen que la película se centre en él, en sus diálogos con los otros monos, – su contratara es Koba el simio malo- y en el legador trasmitido a su hijo. El planeta de los simios: confrontación ES la película de César. César es el simio marrano, es el que de alguna manera ama a su especie, pero fantasea con la civilización como orden de vida. Las escenas de lucha son de una vorágine épica avasallante, sumado al sonido diegético que crea un clima de contienda y de tensión extrema. Simios vs. humanos, humanos vs., humanos, simios vs. simios, el enemigo cambia a cada minuto del metraje, haciéndo que el relato resulte entretenido y apasionante. Sí sí, ver a los simios con armas de fuegos, galopando erguidos y hablando con una claridad espeluznante, puede que cause gracia, pero es el mejor prólogo para El planeta de los Simios: La guerra. En esta película, también dirigida por Mat Reeves (Cloverfield Monstruo, Déjame Entrar), César sufre, se resignifica y quiere vengarse de los humanos (liderados por “El coronel”, genial Woody Harrelson), porque el simio líder, el redentor, sufre una pérdida inconmensurable y se muestra toda la película con sed de venganza, pero también se lo ve abatido. El simio medido, conciliador, sufre una crisis con la que debe lidiar gran parte del metraje. En su camino, lo escoltaran cuatro compatriotas y una niña. La película funciona, porque César le da fuerza la historia, quizás por momentos, en las escenas más reflexivas, la película (un tanto bíblica) se vuelve un poco soporífera, pero los primeros planos del protagonista, esos ojos tristes, levantan cualquier instante de aburrimiento. Con un final fervoroso, El planeta de los simios: La Guerra es un cierre digno de una saga que atrae.
Tercera y última parte de la trilogía de los simios. Una película que busca darle un buen cierre a esta historia, pero resulta un tanto rebuscado. Los simios están guerra con los humanos, los humanos que cuentan con algunos simios de su lado. Sed de venganza es lo que realmente mueve a César. Lo busca al coronel, el coronel lo busca a él. Una argumento que se pierde mucho en esta historia de venganza. Un guion repleto de clichés y demasiado predecible por momentos. Destacable son las (pocas) escenas de pelea que hay en este film de 142 minutos. Por momentos densa y lenta, le sobran muchos minutos, con escenas que, si no estaban, no restaba. Vuelvo a insistir en lo predecible que es el guion, momentos que uno como espectador se da cuenta que hacen “A” y luego va a pasar “B”, como un ABC del cine. Los momentos cómicos a cargos de “Simio malo” ayudan a cambiar un poco el ritmo y a hacer un poco más llevadero el film. Los efectos visuales de los simios están hechos de una manera sublime, y no sólo es esto lo que los hace parecerse a los humanos, sino su forma de actuar “humanamente”. También es destacable la fotografía en general de la película. Lo que no me parece para nada destacable es la banda sonora. No desentona pero hace algo peor: subraya. En los momentos “tiernos” ponen un sonido de una película de Disney, en los momentos oscuros subrayan la oscuridad. Una vez está bien. Dos pasa. ¿Tres? No. Mi recomendación: Si viste las otras dos, mirala en el cine que los efectos valen la pena, si andas corto espera a que salga para alquilar o algo de eso.
Civilización o barbarie Después de la frustrada remake de El Planeta de los Simios (Planet of the Apes, 2001) versionada por Tim Burton, parecía que el clásico de la ciencia ficción de 1968 debía replantearse los modismos para renovarse. La estrategia para recuperar la franquicia se presentaba eliminando determinadas cualidades de las propuestas originales (viajeros espaciales, humanos telépatas, paradojas temporales), produciendo una reapertura con correcciones (la captura de movimiento de Andy Serkis para interpretar al chimpancé Cesar denotaba un progreso innovador) y retomando sus principales condimentos discursivos (belicismo, xenofobia, moralismo). Este formato reboot arrancaba mediante la acertada El Planeta de los Simios: (R)Evolución (Rise of the Planet of the Apes, 2011), con los antropoides invadiendo San Francisco luego de que Cesar se manifestara como un rebelde parlante defendiendo a su especie, y continuaba en El Planeta de los Simios: Confrontación (Dawn of the Planet of the Apes, 2014), superando a su antecesora y trasladando el dramatismo a las rivalidades entre Cesar y Koba, el bonobo convertido en antagonista debido a su resentimiento contra los hombres por haberlo sometido a diferentes tratamientos científicos. Para El Planeta de los Simios: La Guerra (War of the Planet of the Apes, 2017) nuevamente tenemos a Matt Reeves dirigiendo el conflicto entre humanos y primates, luego de que la pandemia propagada por los simios aniquilara a gran parte de la población mundial. En este capítulo, Cesar intentará vengarse de un coronel desaforado, interpretado por Woody Harrelson, quien durante una emboscada consigue asesinar a la esposa y el hijo mayor de Cesar. De esta manera el líder de los simios emprende un periplo hasta la base enemiga para enfrentarse a la resistencia humana. En esta oportunidad Reeves confecciona un desarrollo atravesado por un encadenado de referencias cinéfilas, revisionando el western desolador de El Fugitivo Josey Wales (The Outlaw Josey Wales, 1976), la contienda belicosa de El Puente Sobre el Río Kwai (The Bridge on the River Kwai, 1957) y el despliegue aventurero de El Gran Escape (The Great Escape, 1963). Estos son los principales homenajes que Reeves recapitula para transmitir una perspectiva sumamente introspectiva de sus personajes (remarcado en la enemistad entre Cesar y el villano de Harrelson). A diferencia de las entregas anteriores, en El Planeta de los Simios: La Guerra encontramos una producción sumamente ambiciosa, tanto desde el tecnicismo de Reeves intercalando secuencias visualmente sorprendentes, como en la historia trabajada entre el propio Reeves y Mark Bomback, la inigualable banda sonora de Michael Giacchino y el protagonismo majestuoso de Serkis. Todos complementos que convierten a este aparente desenlace de la trilogía en una verdadera epopeya cinematográfica.
Formidable alegoría sobre el liderazgo y la venganza César y sus monos son forzados a pelear contra un ejército de humanos liderado por un despiadado coronel. Después de sufrir pérdidas enormes, César deberá luchar con sus instintos más oscuros. Y el encuentro de ellos dos pondrá en juego el futuro de ambas especies, pero también mostrará a dos almas atormentadas que apelan a la violencia para curarse de pérdidas y desgarros. Un gran film. Atrapa, conmueve y aporta sutiles pincelazos sobre la convivencia, la solidaridad, la violencia y el dolor. Combina el gran espectáculo, la ciencia ficción y el cine de aventuras. Y desde una acción que no da respiro, reflexiona sobre el liderazgo y la venganza. Tercera película de esta nueva saga. La más sombría y demoledora. La fuerza simbólica sigue vigente, también su belleza visual y su emotividad. No alcanza la cumbre de la anterior entrega, pero despliega otra vez una lucha mortal entre hombres y monos para hablar sobre la violencia de hoy y las angustias de siempre. César enfrentará a su destino y contemplará azorado que su credo, hecho de tolerancia, madurez y dignidad, tiene pocas chances de prosperar en un mundo donde solo el poder vale. No quiere ser como Koba, el simio que no pacta con los hombres; tampoco como ese coronel brutal. Pero cada vez se acerca más a ellos. Reniega de los monos que apuestan a la delación y la sumisión para poder sobrevivir. Y también de los que se resignan y entregan. El fanatismo ideológico, la obediencia absoluta y la crueldad dejan ver todos sus rostros, incluso a la hora de construir ese muro que quiere dividir a unos y otros y que alude a empalizadas más próximas y desalmadas. Los monos están siendo aniquilados. Vulnerables y arrinconados, evocan el martirio del reino animal, pero también las colonizaciones más despiadadas. “Déjennos el bosque a nosotros”, ruega César. Pero es tarde. El poder quiere todo. Y el otro, que es siempre una amenaza, estará allí, haciéndonos ver lo que es y lo que somos. Dos mundos que al final son puro reflejo. César acabará conociendo la fuerza demoledora de ese instinto aniquilador que el hombre lleva dentro. Y al enfrentarse con ese coronel se mirarán como parte de un espejo que los copia, los duplica y los potencia. Gran trabajo de Matt Reeves. Intenso, sutil. Su impecable factura y su vuelo alegórico lo ubican entre las más grandes sagas de la ciencia ficción. César apuesta a ir por la avenida el medio. Pero no es fácil andar por la avenida del medio cuando desde las dos orillas sólo buscan el enfrentamiento.
Si bien lo que cuenta podría ser tranquilamente protagonizado por dos grupos humanos, uno con mayor poder que otro, en este caso, el hecho de que uno de ellos sean simios le da un valor y un impacto mayor al cuento, gracias al...
El hombre según el mono… War of the Planet of the Apes consolida una gran trilogía de acción y ciencia ficción, en la que se destaca, por sobre todas las cosas, su sustancia argumental. Lo interesante de la saga es que, en el trámite de entretener al público, logre construir y desarrollar un mensaje antropológico de alta contundencia emocional. Lo mejor: el guion, los diálogos y los personajes
Un ejército dispuesto a todo El planeta de los simios: la guerra (2017), tercera -¿y última?- entrega de la trilogía que consiguió restituir el interés popular por la fascinante historia de ciencia ficción inaugurada hace ya muchísimos años, y que tiene como protagonistas estelares a sensibles y perspicaces primates, conseguirá mediante la dirección de Matt Reeves –quien ya había dirigido la segunda parte- atrapar con destreza visual y narrativa la atención afectiva del espectador. Y lo hará desde el principio. En la primera secuencia del film, una facción del ejército norteamericano penetra en un bosque. El miedo de los soldados es manifiesto. Su temeroso avance sobre tierra desconocida sugiere su desprotección y destino próximo. Ciertas insignias de la indumentaria militar revelarán de inmediato los motivos de su excursión invasora: buscan el refugio donde se esconden los simios a los que quieren exterminar. La representación del enfrentamiento será cinematográficamente extraordinaria. La operación militar fracasará ante la férrea resistencia de los simios. Caesar (un excepcional Andy Serkis), líder de los primates, enviará una propuesta concreta para frenar la contienda bélica: lo único que desean es vivir pacíficamente en el bosque. Sin embargo, un comando especial encabezado por el temible Coronel (Woody Harrelson) –casi una caricatura de Kurtz, el coronel de Apocalipsis now de F. F. Coppola- realizará un nuevo ataque, pero esta vez dirigido especialmente a la familia del líder simio. La funesta agresión no hará más que reafirmar el conflicto. Junto al orangután Maurice, el chimpancé Rocket y el gorila Luca, Caesar emprenderá una travesía a caballo, armado de una simple escopeta, para vengarse y terminar con la matanza de un pueblo organizado bajo una consigna singular: “Simios juntos, fuertes”. El film se convertirá a partir de entonces en un western notable. La marcha hacia el centro de operaciones enemigo, a través de distintos paisajes, tiroteos y persecuciones, se constituirá en uno de los mejores momentos de la película. Caesar y sus fieles compañeros se encontrarán, en primer lugar, con una extraña niña que ha perdido el habla. Entre sí establecerán una relación afectiva que proyectará la única posibilidad para una nueva convivencia -pacífica- entre ambas especies. Durante el recorrido se toparán también con un miedoso y simpático simio que los ayudará en su cometido. Una particularidad del film de Reeves residirá precisamente en su capacidad para alternar acciones de violencia con otras que logran suscitar, incluso mediante el humor, profunda emoción. El trayecto desembocará en un tormentoso campo de concentración entre montañas de nieve, en donde el Coronel mantendrá cautivos a los simios para la realización de un muro de defensa estratégica, pues otra parte del mismo ejército intentará derrocarlo. El comienzo de una gran guerra entre facciones se aproxima, las tropas exhibirán su poder de fuego bajo el fondo sonoro del himno nacional estadounidense. A partir de un despliegue notable de efectos visuales, desde el movimiento fascinante de los monos hasta el desarrollo de los acontecimientos bélicos, en ningún momento exhibidos como mero artificio, sino más bien ajustados al proceder dramático de la historia, El planeta de los simios: la guerra presentará fundamentalmente una mirada desesperanzadora y apocalíptica sobre el futuro de la raza humana, fatalmente subordinado a la carrera enloquecida de un ejército dispuesto a todo.