A Nuestras Mejores Pesadillas ¿Qué pasa con The Cabin in the Woods? Tiene fecha de estreno prevista para diciembre, ya puede conseguirse online y hubo algunas funciones privadas. Muchos la vieron, la están comentando por todos lados y ya tiene sus detractores (que le otorgan un mísero “es divertida” en el mejor de los casos) y sus fervorosos defensores que la consideran una de las mejores películas del año. Entre los segundos me encuentro yo. Pero lo más importante es que ALGO pasa con esta película. Cuando la vi supe inmediatamente que tenía que escribir sobre ella. Estas son mis impresiones...
Derribando la cuarta pared… No cabe la menor duda que históricamente muy pocas películas mainstream han apostado por una modalidad de representación reflexiva vinculada a poner en cuestión el cómodo lugar del espectador, trabajar las asperezas de la estructura narrativa y en especial señalar al dispositivo de la enunciación en tanto mecanismo constructor de ficción. Pese a quien le pese el rótulo, esta técnica onanista de alcance intelectual constituyó un verdadero fetiche para la Nouvelle Vague, fue interiorizada por el “Nuevo Hollywood” de la década del 70 y en nuestros días no pasa de ser un recurso para el latiguillo cómico símil Quentin Tarantino...
Son escasas las películas de terror comerciales que logran desafiar al espectador, proponer ideas originales, divertidas, innovadoras y, en especial, escalofriantes, o simplemente mostrar un hecho sencillo mirado desde otro y diferente punto de vista. Es así como, de la misma manera que lo hicieron "Kill List" en el 2011, "I Saw the Devil" en el 2010, "The House of the Devil" en el 2009, y "Let the Right One In" en el 2008, "The Cabin in the Woods" es una propuesta distinta, que le rinde homenaje al género y que, mientras los minutos van pasando, se va convirtiendo en una locura con mismas dosis de humor, suspenso y terror.
Cuando juntamos a gente como Joss Whedon - Serenity, Buffy, la Cazadora de Vampiros, Los Vengadores - y Drew Goddard - Cloverfield -, el resultado final tiene que ser descomunal o algo bien enfermito, pero nunca standard. Gracias a Dios las predicciones se confirman y lo que han parido este duo de cerebros sicotrçonicos ha sido un bolazo tan disparatado que resulta genial. Ok, la película tiene su cuota de fallas y no se sostiene demasiado cuando uno la revisa en perspectiva pero - mientras uno la ve - termina siendo una deliciosa caja de sorpresas. Durante los primeros minutos de la cinta, La Cabaña en el Bosque pareciera que fuera otro clon más del clásico de Sam Raimi Evil Dead. Otra vez un grupo de muchachos calenturrientos que van a una cabaña en el bosque en el medio de la nada, se topan con un manuscrito prohibido y realizan una invocación mágica que revive a un puñado de zombies que comienzan a atacarlos. Sin embargo todas las previsiones terminan por irse al diablo cuando vemos que todo esto es supervisado por un grupo de tipos que operan desde una cabina de control de alta tecnología. Los quías tienen cámaras y controles remotos para accionar toda clase de dispositivos ocultos en la casa, los que van desde trabas para las puertas hasta picos camuflados que lanzan gas y/u hormonas para modificar la conducta de los protagonistas. Incluso en un momento uno piensa que todo esto no es mas que algún tipo de experimento secreto del gobierno y que, incluso, los zombies no son reales... hasta que uno de ellos le arranca la cabeza de cuajo a uno de los chicos y la lanza directo a la cámara. El libreto se da maña para disparar algún delirio cada cinco minutos y tirar por tierra todas nuestras suposiciones. Por ejemplo, descubrimos que la invocación de zombies es una de las tantas trampas que los tipos de la cabina de control tenían preparadas para que las victimas pudieran elegir: otras opciones posibles eran hombres lobos (!), cenobitas (!!), vampiros gigantes (!!!), alienígenas (!!!!), y un largo etcétera. Como puede verse, Goddard y Whedon decidieron flipar alto y tiraron al ruedo todo tipo de referencias a clásicas del cine de terror, que van desde It, El Payaso Asesino, Alien, El Hombre Lobo, Hellraiser, hasta La Noche de los Muertos Vivientes y un larguísimo etcétera. Al meter semejante cantidad de opciones, el filme entra en terrenos surrealistas. ¿Cómo es posible que esta gente tenga semejante cantidad de monstruos a mano, y que los mismos sean reales?. Por supuesto al final de todo esto hay una explicación - tan terriblemente traída de los pelos que los mismos protagonistas se ríen de ella -, pero eso es lo que menos importa. Como sea, La Cabaña en el Bosque es un compendio de momentos WTF, en donde parece que va a ocurrir una cosa y de pronto pasa otra... totalmente descolgada de lo que uno podía esperar. Ciertamente La Cabaña en el Bosque no es muy buena a la hora de los sustos - en ese sentido la dirección de Goddard es muy genérica - pero, por lo demás, es una muy buena comedia de terror. Sólo con humor uno puede digerir la enorme cantidad de disparates que lanza el libreto, y que no parecen terminar nunca. Si dijimos al principio que La Cabaña en el Bosque amenazaba con ser un clon de Evil Dead, despues se transforma en Evil Dead II - un filme de terror que en absoluto se toma en serio a sí mismo -, mezclado con gotas de Scream. No solo parodia al género y desafía sus expectativas, sino que desconstruye los clisés de este tipo de filmes - el micro rubro de cabañitas malditas perdidas en los bosques - y los torpedea a base de delirio. El final es acorde al nivel de disparate que ha ido acumulando la historia a lo largo de toda la película. Si quieren ver una buena comedia de terror, vean La Cabaña en el Bosque. Si quieren ver algo realmente fresco y diferente, vean La Cabaña en el Bosque. Como siempre, Whedon y su amigote Goddard demuestran que saben del género y lo pueden manejar como quieren... y pueden manufacturar algo tan único que sencillamente es recomendable por su rareza.
La cabaña del terror te hace pasar un muy buen momento en el cine viendo un sólido film de terror con mucha sangre, humor y un relato con muchas sorpresas. Lo bueno de este film es que no sólo se partió de una buena idea sino que se trabajó muy bien en ella y no se escatimó nada en el momento de producirla. El guión entretiene de principio a fin gracias a su ensalada...
Un extraño giro del género Este estreno marca el debut como director de Drew Goddard, guionista de Cloverfield y las series Buffy, la Cazavampiros y Lost. Eligiendo como escenario una pequeña casa alejada de la ciudad y perdida en un bosque (escenario muchas veces visitado por el género), cinco jóvenes deciden pasar sus vacaciones allí. El relato, que no disimula influencias de El Juego del Miedo, muestra una casa espiada por espectadores en todo el mundo, mientras se monitorea a los protagonistas para asegurarse que ninguno salga con vida. Este producto entremezcla ficción, zombies, un libro que despierta un ritual satánico y la tragicomedia, perjudicando el resultado de lo que intenta plasmar el novato realizador. En cuando al aspecto formal, el film presenta una "terrorífica" digitalización de las criaturas que se cruzan en un misterioso ascensor. En el reparto aparecen nombres destacados como Richard Jenkins (Déjame entrar, En tierra de hombres, ¿Bailamos?, Comer, Rezar, Amar) y Sigourney Weaver, en el papel de la “Directora”, quienes nada pudieron hacer con la endeble película. Cabin In The Woods (con un supuesto presupuesto de 30 millones de dólares) intenta darle un giro a los films clásicos del género, pero peca al caer en situaciones realmente absurdas, intentando crear circunstancias diferentes. La historia concluye con un resultado incoherente, donde los personajes son manipulados como títeres en un gran escenario virtual espiado por multitudes. Y hasta se anima a robar criaturas de otras películas del género, como el recordado payaso de It.
Terror en Crisis El género de horror, gore, suspenso psicológico y fantasía aterrador se ha manifestado de diversas maneras en los últimos años, especialmente en el cine estadounidense que se ha dedicado a exprimir y reciclar viejas fórmulas clase B, berretas, bizarras de los ’70 y ’80, aportando un nivel de producción y dedicación al efectismo visual, que escapa a cualquier análisis profundo o sistemático de la narración, creación de personaje o crítica sociocultural. Aspectos, que se tenía bastante en cuenta en las producciones originales, y que aún hoy, sus creadores originales como George A. Romero, John Carpenter o Tobe Hooper siguen tratando de manifestar aunque con resultados un poco menores que en las épocas de mayor inspiración. Ante este vacío creativo, donde lo único que se hacen son precuelas, secuelas, remakes o la compra de éxitos internacionales, exprimidos hasta el hartazgo y agotamiento en sus países de origen, y en Hollywood, La Cabina del Terror, surge, no como una obra que traiga novedad o algún tipo de elemento innovador en el género – qué es lo que lo algunos esperan – o como una propuesta efectista que contagie el miedo, que sea fiel a lo que se vende, sino como la suma de todo eso dentro de una gran análisis de los fenómenos y personajes que surgieron en los últimos años a nivel mundial y como el público se fue cansando de ellos, por culpa de los lugares comunes a los que recurren. Lugares comunes y clisés a los que no solamente la ópera prima de Drew Goddard invoca sino que se vuelven la materia prima de la narración justamente para criticar la falta de imaginación de los directivos de Hollywood, una manga de ejecutivos antiguos que se nutren de la sangre joven para seguir llenando sus bolsillos de dinero. Así es, la inteligencia del guión de Goddard y Whedon es esconder las verdaderas intenciones o el mejor dicho el principal objetivo de la historia que es apuntar a mostrar en forma cínica, cuan previsible son las películas de terror, y que justamente lo imprevisible sería el triunfo del bien, de la inocencia, de los protagonistas sobre el mal, y como ese triunfo, paradójicamente simboliza el fin del género. O sea, la moraleja de La Cabina del Terror no es que el género del terror se está desintegrando solamente por culpa de la falta de imaginación, sino que sin la fantasía no existe el miedo a los dioses, sin el miedo, se termina la imaginación. Más o menos como la metáfora de La Historia sin Fin: necesitamos seguir asustándonos con estas cosas berretas, porque sino sucumbimos al final del cine posiblemente, y ninguna metáfora funciona mejor que el último plano de la película. Más allá de este mensaje, la película se sostiene como un entretenimiento bastante divertido, perverso y gore durante un poco más de una hora y media. Goddard desde un principio no intenta engañarnos y muestra las cartas rápidamente jugando con la expectativa, el criterio y el conocimiento del espectador. Generando empatía y suspenso en los momentos adecuados. Pero como afirma mi camarada Nuria Silva, el cóctel Noche Alucinante y The Truman Show, tiene un límite. Ese límite lo pone que dentro de la narración hay otra fila de espectadores que nos confirma que fácil es manipular al público, que fácil caemos en las trampas típicas de los guionistas, la musiquita y los efectos especiales. En este sentido, la película se muerde su propia cola y no puede escapar al poder mainstream. O sea, al igual que con la saga de Scream que satiriza las películas slashers y los lugares comunes de las mismas, pero termina cayendo en los mismo lugares, volviendo autoconcientemente boba a las intenciones y blancos fáciles de otras sátiras como las Scary Movies, La Cabaña del Terror, cuida al principio cada aspecto visual para imitar con una visión cínica el cine adolescente de género pero agregando una sobrecarga de efectos que parecen haberle sobrado a Whedon del montaje final de Los Vengadores – de paso también lo metió como relleno a Chris “Thor” Hemsworth – y un poco se pierde la línea original más artesanal y anarquista. Es como criticar al sistema, usando las herramientas del sistema, lo cuál suena un poco hipocrático, pero bueno, el fin siempre es hacer dinero y tener a los dioses contentos. Se pueden hacer múltiples lecturas intertextuales, citar a las miles de referencias que aparecen en el medio del film, tanto en sus momentos en el mundo de “ficción” y manipulación, como en el supuesto subsuelo “real”, pero lo que más me llamó la atención es el diálogo directo que tiene con una de las mejores películas del 2011: Paul, dirigida por Greg Mottola. En dicho film, támbien se satiriza en forma bastante original y divertida el mundo de la ciencia ficción, pero en lo que ambas mayor convergen es en la explicación de los acontecimientos al final de la película, y el medio en que lo hacen. Sí, al hacerlo tan explicativo y discursivo se cae en una narración redundante e innecesaria. El espectador puede razonar lo que sucede sin necesidad de que se lo cuenten como si fueran chicos de primaria. Básicamente, al final se pierde un poco la espontaneidad con tanto diálogo, y le juega en contra al film, dándole inclusive giro previsible. Sin embargo y lo más llamativo es que ambas películas usen a la misma persona como herramienta de interacción… aunque usted no lo crea. Cuando salimos de la función privada, un colega salió bastante irritado expresando que esta película debería tener un cartel que advierta: “Prohibida para todo aquel que no conozca o sea adepto al cine de horror”. En cierta forma es verdad. La Cabaña del Terror está pensada para el cinéfilo amante del género, la va a poder saborear más que aquel que va solamente con intención de distraerse. Es un límite riesgoso, pero del que sale más que airoso. Como yapa, la dupla que conforman Bradley Whitford y Richard Jenkins es maravillosa, concretando una buddy movie dentro de una película de terror. El talento y versatilidad de ambos intérpretes – especialmente Jenkins – es asombroso. Así que a disfrutar La Cabina del Terror, una reflexión sobre el horror y la manipulación cinematográfica en pos del marketing, que podríamos definir como “la verdad a 24 cuadros por segundo”. Ah no, eso lo dijo el otro Godard.
Cinco jóvenes (una pareja, una chica y dos chicos) deciden alejarse de la ciudad a la cabaña que el primo de uno de ellos acaba de comprar en medio del bosque, en el medio de la nada. Ese viaje de placer terminará de la peor manera. No hay nada en esa sinopsis que no hayamos visto antes en cualquier propuesta de terror. Sin embargo, una subtrama intercala a unos señores de traje en unas oficinas de altísima tecnología que pueden ver, monitorear y hasta intervenir en las aventuras de los jóvenes en la cabaña...
El amor y el espanto No es normal que una película sea capaz de resolver tantos problemas y con tanta inteligencia como La cabaña del terror. Lo de Josh Wheddon y Drew Goddard es bastante más que la puesta en marcha de una idea novedosa o un artefacto ingenioso; en medio de los signos de agotamiento que traslucen casi todos los géneros y que lleva a que muchas películas opten por la exhibición fanática de sus propios mecanismos, es decir, por el gesto autoconsciente tan de moda desde hace tiempo, La cabaña… viene a contar en serio, tensando impecablemente los hilos del terror y poniendo a prueba el aparato genérico sin caer en los guiños fáciles ni el cancherismo del conocedor. Por eso es que se equivocan los críticos norteamericanos cuando le dan tanta importancia a la trama y sus capas sucesivas (y se cuidan como locos de no revelarla), porque la película es mucho más que las sorpresas que provee la historia; es, antes que nada, el aprovechamiento narrativo de una buena cantidad de las opciones que brinda el arsenal del terror. La operación, entonces, no es tanto un develamiento progresivo de superficies como un exprimir con fuerza el género hasta sacarle la última gota de jugo. La cabaña… no está enamorada de su propia arquitectura narrativa como El origen, ni tampoco la erige solo para mostrar cómo se la derriba después como El artista; Wheddon y Goddard levantan un edificio que es recorrido cuidadosamente, con la atención colocada en cada detalle pero sin olvidar la armonía del conjunto. En otras manos, la misma idea habría terminado seguramente en un aburrido ejercicio de autoconciencia cinematográfica, pero los responsables de La cabaña logran algo muy distinto. Lo suyo no es la pose sobradora ni el cinismo del que no cree en su relato, sino la confianza en que el cine puede ser noble con los materiales menos pensados, incluso con los estereotipos del cine de terror más formateado (la rubia tarada, el atleta medio bestia, el nerd, etc). La maravilla, claro, es que el director se muestra respetuoso con los dos mundos que componen la película; es capaz de construir comedia y horror con los personajes de ambos, sin usar uno para explicar el otro (como hacía, por ejemplo, una mala película como La reunión del diablo). Ese respeto se cifra en las situaciones en que la película los coloca, dejándoles momentos de lucimiento personal y hasta oportunidades para mostrarse grandes; romper, aunque sea fugazmente, el molde rígido del estereotipo; bastante más de lo que cualquier película de terror le permite a sus criaturas, sobre todo aquellas que gustan de castigar a sus personajes. Solo así La cabaña… consigue hacer humor sin reírse directamente de sus protagonistas como lo harían otra película cínica; ver el tratamiento dispensado a Sitterson, interpretado por el cada vez más enorme Richard Jenkins: el espacio que generosamente se le brinda, las pinceladas humanas con que aparece delineado, la nobleza que el personaje es capaz de esconder detrás de una máscara hecha de rutina y pequeñas miserias laborales. Ese respeto es fundamental y explica el éxito del funcionamiento de La cabaña..: no alcanza con tener solo un artilugio narrativo más o menos aceitado, para que eso funcione, para que no sea mero alarde formal, es necesario construir sobre el terreno firme de los caracteres, incluso si se está dentro de un slasher film. Wheddon y Goddard lo saben y por eso cuidan a sus personajes, se ponen a la par suyo pero, muy importante, tampoco les piden más delo que deberían; después de todo, no debe olvidarse que se trata de víctimas potenciales y estereotipadas de terror (así como el último James Bond es un agente secreto impermeable a las explicaciones psicologistas, aunque el director Sam Mendes no lo comprenda y trate de hacer de su protagonista “algo más”, otra cosa). Las estaciones del horror que componen ese viaje hacia el centro del miedo que es La cabaña…importan justamente por la calidad de los desdichados que las atraviesan, en eso radica la diferencia sustancial con otros experimentos con el género. Es muy difícil que una película que intenta comprender a sus personajes se comporte de manera desleal con su público. El respecto ya mencionado también surge en la relación que La cabaña… entabla con su espectador. Una película de terror que exhibe sus resortes internos no significa una película trunca, torpe, ridícula; entonces, Wheddon y Goddard cumplen con el horizonte de expectativas del género porque el miedo está y se siente, aunque por lo visto a algunos críticos les cueste reconocerlo (es que falta esa aplanadora de sensibilidades que es el golpe de efecto, el susto fácil, el sonido ensordecedor que irrumpe; más de uno parece pensar que el miedo se reduce a ese solo recurso). Por otra parte, el trabajo con los clichés del género y el juego con sus convenciones nunca obstruye el horror sino que lo reconfigura, lo inviste con nuevas potencias para el espanto (el depósito de “pesadillas” –una perla para la historia del cine con mayúsculas– resulta espeluznante). La cabaña… viene a taparle la boca a todas esas películas que creen que la consciencia de los propios materiales implica vivisección y frialdad cerebral; acá se trata de poner patas para arriba el género pero al mismo tiempo de amplificarlo, de hacerlo actuar en un escenario distinto y mantener intacta su fortaleza, sin importar cuántos diálogos “meta” hayan sido dichos. Todo esto es fácil de notar a medida que la película ahonda en su propia trama; lejos de perder vitalidad y de ser ganada por la exhibición de la maquinaria, La cabaña… se muestra cada vez más visceral, más terrible, más sangrienta, más monstruosa. Llegar al centro del aparato narrativo no implica (como podría hacerlo en otros casos como Matrix) estatismo ni reflexión distanciada sino una experiencia cada vez más palpable del miedo. Entonces, volviendo al principio de esta crítica, por resolver problemas hay que entender esa rara habilidad para echar a andar una trama compleja y plagada de vueltas de tuercas sin que la historia y sus personajes pierdan espesor. La cabaña… demuestra una inteligencia infrecuente en el sentido de que consigue un balance inédito entre deconstrucción y amor por lo que se cuenta, puede hilvanar lo uno y lo otro sin perjuicio de ninguna de las partes. Lograr esto, en un paisaje cinematográfico cada vez más dominado por la parodia y la autoconsciencia automáticas, es ir en contra la corriente y, quizás, en contra toda una época.
De la mano de Joss Whedon (director de The Avengers) y Drew Goddard (guionista de Lost y Cloverfield) llega La Cabaña del Terror -o The Cabin in the Woods en su idioma original- una película de terror para terminar con todas las películas de terror. Same Shit, Very Different Way Cinco amigos, todos jóvenes estudiantes universitarios, se toman unas pequeñas vacaciones y parten hacia una cabaña en medio del boque. Obviamente esto es una película de terror, por lo que no la pasarán para nada bien en la cabaña, uno a uno empezarán a morir asesinados. Si, la historia la vimos una y mil veces, pero créanme, nunca de esta manera. Al mismo tiempo que esto pasa en la cabaña, dos hombres, en alguna parte de Estados Unidos, están monitoreando cada paso que dan estos muchachos y todos los hechos que se dan en esta cabaña están planeados hasta el más mínimo detalle. Entonces ¿Qué secreto esconde la cabaña en el bosque? Para saber eso, mis amigos, tendrán que ver la película. Alta Sorpresa Atención pido al silencio y silencio a la atención, voy a ser muy claro: Muy probablemente estemos antes una de las mejores películas norteamericanas de terror del año ¿Qué digo del año? ¡De la década! Ante todo me voy a sincerar y voy a declarar que soy un enorme fanático del género, me gusta todo tipo de cine y de todo el mundo, pero tengo una gran debilidad por el cine de terror. Eso no significa que me guste TODO el cine de terror, de hecho muchas de las peores películas que vi en mi vida, por desgracia, pertenecen a mi amado género. El cine de horror es un cine muy fácil de hacer (barato en sustos y presupuesto ) pero a la vez es muy difícil hacerlo bien, y por hacerlo bien me refiero a contar una buena historia con buenos personajes, algo que verdaderamente valga la pena, cosa que muchos “cineastas” dejan de lado mientras priorizan la “sangre y tetas”. La Cabaña de Terror tiene ambas cosas, pero también tiene algo que gran parte de las películas de terror no tiene: un excelente guión. El film es algo que a mí me gusta referirme como “película consciente”, ¿a que me refiero con esto? A que es una película de terror que sabe que es una película de terror. Algo parecido a lo que fue Scream hace ya más de 15 años. Whedon y Goddard conocen el género y nos muestran bajo nuestras propias narices el porqué da cada uno de los clichés de las películas de terror. Todo tiene una explicación, y no solo eso, todo tiene una explicación que se adapta perfectamente a la historia que está contando la película. Tenemos a Dana la virgen, Curt el deportista, Jules la precoz, Holden el inteligente y Marty el payaso, estereotipos hechos hasta el hartazgo que aquí existen por una razón y sin ellos el film no funcionaria. Aunque las actuación a lo largo de la pelicula están muy bien, hay dos que sobresalen del resto, y esas son las de Richard Jenkins y Bradley Whitford como los técnicos/operadores que hacen pasar a los jóvenes por todas las situaciones de terror que nos podamos imaginar. Jenkins y Whitford aportan la cuota perfecta de comedia que necesita La Cabaña del Terror para funcionar. Pocas cosas desentonan en este film, y una de ellas son los efectos especiales, que en su mayoría se encuentran en el final. Durante toda la película hay montones de efectos de maquillaje perfectamente logrados e incluso unas pequeñas cosas generadas por computadora que también están muy bien. Pero el problema comienza en el tercer acto cuando la película entra en su clímax y vemos cosas que, si bien hubieran sido casi imposibles hacerlo de otro modo, el “bajo” presupuesto que tuvo el film no permitió hacerlo de mejor manera. Igualmente esto es algo mínimo ya que con todo lo que pasa en los últimos minutos, los efectos especiales son la menor de las preocupaciones. Si bien creo que La Cabaña del Terror es un film que cualquier persona puede disfrutar, creo que son los seguidores del género los que le sacarán mayor provecho. A lo largo de toda la película hay innumerables referencia a clásicos como Evil Dead, Hellraiser, El Resplandor, The Ring, IT y muchas, muchas más. Conclusión A fin de cuentas, la película funciona casi como una muy alborada broma que se le ríe en la cara al espectador. Cuando el film termina da la sensación de que lo que los guionistas y director nos quisieron decir fue: “Por esto es que amas el cine de terror, y si no te gusta, ni te molestes en venir”. La Cabaña del Terror fue uno de los mejores 90 minutos que pase en el cine en mucho tiempo, me reí y me divertí por igual. Aunque la película nunca llega a asustar propiamente dicho (aunque hay algún salto por aquí y por allá) eso es algo que La Cabaña del Terror nunca se propone. El film pretender ser una radiografía del género de terror y eso lo hace a la perfección. Chicas lindas, sangre y comedia son solamente algunos de los ingredientes que mezclados de la manera justa nos da una de las mejores películas de terror del año y hasta quizás, simplemente, una de las mejores películas.
Una joya para disfrutar y (re)pensar el terror Enero suele ser un mes dorado para los estrenos. No precisamente porque se empiecen a lanzar las películas candidatas a los premios Oscar sino porque suele derivarse a ese mes una buena cantidad de material que no es considerado “potable” para un gran público (a diferencia de las vacaciones de invierno, por ejemplo). También, para enero, se suelen correr algunas propuestas que no fueron estrenadas el año anterior. Esa es la suerte que corrió la que posiblemente sea uno de los tres mejores films a estrenarse en este año que comienza: The Cabin in the Woods -título mucho más sugerente que el poco feliz La cabaña del terror-, que es (y será) confundida por una película de terror cuando, en todo caso, es una película sobre el cine de terror, sobre el sadismo del espectador -de ahí y de su reflexividad las reiteradas menciones a Alfred Hitchcock- pero sobre todo es una gran estudio sobre los dispositivos de poder (¡Foucault, chupate esa mandarina!). Pero, ¿Qué es The Cabin in the Woods? Ante todo, es una sintética y brillante cita a las adocenadas películas de adolescentes-en-estado-de-explosión-hormonal-que-quieren-saciar-su-calentura-en-una-casa-abandonada. Puntualmente hay una película que es la gran referencia ahí: hablamos de Diabólico o The Evil Dead (Sam Raimi, 1980) aunque haya ecos de muchas otros exponentes del rubro. La segunda referencia es más solapada, pero puede encontrarse en The Truman Show (Peter Weir, 1997) ¿Cómo conviven ambas influencias siendo películas tan distintas? Mediante un desdoblamiento narrativo que da cuenta de acciones en un mundo, al que podremos llamar “simulado” y en otro mundo al que podremos llamar “el detrás de escena”. En el primero de ellos nos encontramos frente a una sucesión de clichés propios del slasher y en el segundo vemos que varias de las cosas terribles que sufren los personajes del mundo “simulado” no son otra cosa que decisiones arbitrarias, sádicas, premeditadas de dos técnicos del “detrás de escena” (trasuntos del director y coguionista de la película). La pregunta es por qué lo hacen. No voy a darles la respuesta (que se sugiere a poco de comenzada la película) lo que si puedo decir es que esa decisión no está en el orden del sadismo del puppet-master de El juego del miedo (James Wan, 2007) sino más cerca de un terror panteísta o teológico al estilo de La última ola (Peter Weir, 1977), de ahí la doble adscripción cinéfila del apellido: el verdadero horror es estar sometido a la voluntad de alguien o algo sin saber muy bien por qué ni para qué. Ahí es donde se da un segundo desdoblamiento: la mirada de placer sobre la violencia actuando sobre los personajes es la de los Puppet-masters pero también la nuestra, estirando hasta el límite nuestro morbo de espectadores: ¿Desmembrados por asesinos seriales o atacados por una serpiente gigante? ¿Siendo comida de zombis o drenados por un vampiro? ¿Picados en trozos por una motosierra o poseídos por espíritus? Ese menú a la carta es también la sucesión de espantos que ha sabido entregar el género de terror al menos en los últimos 50 años y son esos estereotipos también a los que la película saluda con simpatía (prepárense para la liberación) Hoy, donde el cine de terror documental termina de quemar sus últimos cartuchos, el dúo de guionistas Whedon-Goddard se muestran anacrónicos al mango: vuelven a la reflexividad de una saga como la de Scream (Wes Craven, 1996), pero logran darle 20 vueltas de tuerca más al asunto. Donde la saga se comía su propia cola a pura reflexividad desde el interior del género, la película de Goddard lo hace desde fuera del género abriendo una sucesión de cajas chinas plenamente justificadas (porque no es un mero procedimiento sino un mecanismo para dar cuenta de las relaciones de poder que definen a la dinámica de la historia narrada) en función de la narración. Pero al anacronismo y reflexividad debemos sumarle humor. No porque la película sea una comedia sino porque el humor permite pensar con distancia cómo operan todos y cada uno de los lugares comunes que el espectador promedio tiene sobre el cine de terror. Sobre esos lugares comunes el dúo de guionistas da media vuelta de tuerca más y demuestra que todo estereotipo (la rubia tonta, el deportista, el drogón, la virgen, etc) es fundamentalmente el resultado de los mecanismos de poder actuando sobre las personas, sobre los individuos -aquí hay una solapada defensa de la marihuana como resistencia LITERAL frente a los abusos y manipulaciones del poder. No quiero revelar mucho más pero con el pasar de los minutos van a ir dándose cuenta de que los estereotipos son justamente su opuesto por lo que la película, al precisar de esos lugares comunes y revelar las motivaciones, también está hablando de nuestra moral previsible como espectadores de género. El mecanismo de la película es apabullante: un núcleo duro de lugares comunes sobre un (sub)género en desuso, un segundo nivel en donde como espectadores somos conscientes de una puesta en escena (se busca aterrorizar a los personajes del núcleo y nosotros gozamos con eso), un tercer nivel donde se nos revelan las decisiones que esto implica y algunas motivaciones, un cuarto nivel que da cuenta de la ruptura de los límites entre un mundo y otro y por ende de la revelación más interesante: que el mundo del “detrás de escena” es tan peligroso como el primero (al punto tal de poder ser afectado por los mismos males dosificados en el nivel inicial). Por último, un nivel casi definitivo sobre el que nada puedo revelar pero que se define en el último y liberador plano de la película. Con una lucidez pasmosa sobre el mundo The Cabin in the Woods tiene esa notable capacidad que pocas películas consiguen: ser un entretenimiento popular, ser reflexiva en torno al género en el que se mueve y en torno a los mecanismos de poder que denuncia (recordemos que en el cine y las series de Joss Whedon la ética es algo que no se negocia, menos frente a un poder extorsivo), pero sobre todo fluye, es liviana como una pluma, y es tan liberadora como angustiante. Quizás porque, en definitiva, ese mundo de infinitas puestas en escena, de infinitos jefes, de infinitos empleados, sea espantosamente nuestro. En el fondo, el gran terror puede ser tan teológico como materialista: siempre hay alguien que subyuga y explota. Teología y capitalismo nunca se habían llevado tan bien.
Pocos géneros son tan esquemáticos, repletos de clichés y órdenes pre-establecidas como el cine de terror. Ya lo demostró Scream hace más de quince años, hay determinadas reglas que siempre se deben seguir, y el cumplirlas o desobedecerlas llevará al destino a convertirnos en protagonistas o uno de los primeros en caer. Así como la obra generacional de Wes Craven lo hizo con el sub-género slasher, ahora La Cabaña del terror va más allá, son las reglas generales del terror, y al igual que aquella, lo hace de un modo muy original. Imagínense una gran corporación en la cual gerentes, hombres de traje, y empleados muy aburridos decidieran el destino de un grupo de jóvenes, literalmente los metieran dentro de una historia típica de terror y de una u otra forma los obligaran a tomar todas las decisiones que no hay que tomar; de eso se trata esta ópera prima de Drew Godard. Cuando ven una película de terror ¿no son de los que le gritan a la pantalla pidiéndole al personaje que no vaya a tal o cual lugar, que no deje esa puerta abierta, que no vuelva para ver si el muerto realmente lo está? "La Cabaña del terror" se burla de todo eso y nos lo enrrostra casi al límite de la parodia. La típica, cinco jóvenes se van a pasar una temporada en una cabaña en medio del bosque, las cosas arrancan mal desde el principio, hay desperfectos y cosas extrañas, pero por la fuerza del “destino” llegan al lugar, una vez allí se van a encontrar con un libro extraño que no deben leer, pero claro, es un film de terror y se hace lo que no se debe hacer; lo que sigue es lo esperable pero no lo vamos a adelantar por acá. Lo que ellos no saben es que desde un lugar remoto están siendo vigilados desde hace rato, a través de determinados actos fueron llevados al bosque, del cual no podrán salir, y por medio de otras cosas “invisibles” serán obligados a tomar todas y cada una de las decisiones erróneas, aún a conciencia de que son equivocadas; los señores de la corporación manejan todo y monitorean la situación con un propósito que desconocemos. El argumento suena a totalmente descabellado y ciertamente lo es, pero una vez iniciada mantiene su propia lógica, y la suerte de mezcla entre terror (muy) gore y comedia satírica funciona casi a la perfección. La película, producida por Josh Whedom, busca los clichés y el elenco de jóvenes (entre los que se encuentra Jesse Williams de Grey’s Anatomy) está a la orden del día, todos son encasillados adrede, claro para eso los eligió la corporación y no los dejará salirse de ese lugar. Pero el verdadero plato fuerte está en esos señores aparentemente insensibles, empleados trajeados, compuestos por los geniales Richard Jenkins y Bradley Whitford, ellos tienen las mejores líneas, y se llevan todas las palmas. Como una mezcla entre The Truman Show y Evil Dead, La Cabaña del terror tiene preparada miles de vuelta de tuercas, y se la ama o se la odia, hay que estar advertidos, a muchos la autorreferencia los puede cansar. Promediando el final, cuando llegue la hora de las explicaciones, la lógica se debilitará un poco, hará su aparición en un breve rol Sigourney Weaver, y la película tornará a algo más tradicional; pero aún así, con lo conseguido hasta entonces, alcanzará para dejar contento a más de uno. Siguiendo en las comparaciones con el hito de 1996, como aquella, "La Cabaña del terror" tardó más de un año en estrenarse en nuestro país, y a esta altura ya es mucho lo que se ha hablado de ella. Por otro lado, la copia que llega a nuestras salas también es presa de los clichés, al original "Cabin in the woods" se le agregó la palabra “terror” en el título para hacerlo más ganchero. También salieron varios comentarios negativos sobre ella, pero nadie podrá negarle su extrema originalidad, el aire fresco a un género tan repetitivo como el terror. Quienes estén dispuestos a ver algo distinto a lo acostumbrado, y fundamentalmente, a reírse de lo que siempre ven y no tiene sentido, esta es su película.
El Ave Fénix Cinco amigos se van de reventón a una cabaña en el medio de la nada, una vez ahí habrá música, alcohol, drogas, bailes sexys y un sótano secreto, pero luego de incurrir en ese lugar comenzarán a ser asesinados uno por uno, así como la fórmula manda. Si sumamos esa premisa al título con el que entra este film en nuestras carteleras, La Cabaña del Terror, hasta acá hasta un chico de 12 años podría decir "esta ya la vi", sin embargo, esa cabaña no es como las decenas que ya vimos, esos cinco amigos tampoco y lo que los perseguirá, lo que buscará cazarlos sádicamente, tampoco. The Cabin in the Woods (título original de la obra) es diferente a cualquier otra y eso no sólo tiene que ver con su original premisa sino con la manera en que ésta es utilizada para diegetizar el metalenguaje presente en el film. The Cabin in the Woods es una radiografía de las estructuras del cine de terror de los últimos 40 años, tanto en su organización formal como en los valores morales que este tipo de cine buscó transmitir. El film fusiona orgánicamente su función literal (dándonos una cinta de terror sumamente disfrutable) con su función simbólica y desprendiéndose de esta última una función critica (social). Se podría decir que Drew Goddard y Joss Whedon en este film destruyen el cine de terror mostrándonos los hilos de la marioneta al igual que el mago enmascarado al revelar como están hechos los "trucos", pero lo hacen por un profundo amor al género que se nota en cada plano, en cada diálogo y en cada referencia metalingüística. Esta destrucción lleva en sí su propia antítesis, una fuerte idea de construcción y reinvención, una revisión que propone entender las razones de la estructura de este tipo de cine de terror dentro de un contexto sociocultural y trazando un paralelo entre esa cultura y la actual para mostrar que los estereotipos de aquella época ya no aplican y que, fundamentalmente, los enemigos han cambiado. A partir de estos cambios La Cabaña del Terror propone destruir casi todo el cine de terror de estos últimos 40 años y empezar de cero, esta destrucción es literal en la película y es una de las escenas más potentes que vi en el último tiempo. El respeto de Goddard y Whedon por el género es tan grande que ponen a los grandes personajes del cine de terror al nivel de la mitología y ésto, para los amantes del género y del cine en sí, va a ser tal vez lo más valorable de la cinta ya que este film (sin importar el género al que pertenece) al incurrir en una clasificación mítica plantea al cine como un arte en cuanto a la capacidad simbólico-representativa de una generación, algo que la industrialización y sobre todo el mainstream a veces pone en duda. La originalidad del film causa que uno no pueda terminar de encasillarlo dentro de un género especifico (si es que hay necesidad de encasillar) y esto se debe a que trabaja un concepto casi de mamushka en donde hay una línea argumental (de terror y gore) dentro de otra línea argumental (de comedia y suspenso) y estas dos hacia el final van a unirse y estar a su vez dentro de una tercera, algo logrado de manera perfecta gracias al guión y el montaje. Es imposible ver La Cabaña del Terror sin pensar en el cine y en el cineasta, así como dijo el Maestro Hitchcock, como gran "titiritero de las emociones de la audiencia", esto sin embargo, como ya he planteado es completamente orgánico al relato ya que hay una figura (coorporativa) que va a representar a ese titiritero y victimas que representarán al espectador (todo espectador es una víctima dada su condición inmovilizante frente a lo que ve en una pantalla), todo esto acompañado de un trabajo de cámara que no se limita a imitar un estilo sino que procesa el concepto de las puestas de cámara del género, muy buenas actuaciones, terror (porque aunque intenten sacarle rédito es un film de terror), gore en dosis abundantes, buenas dosis de humor y un trabajo de edición maravilloso sobre todo en la utilización del montaje paralelo. La Cabaña del Terror es una enorme bocanada de aire dentro de un género que tocó fondo en el 2012 por la poca creatividad de sus propuestas, pero una vez más, debido a su condición regenerativa y la capacidad de reinventarse ha renacido de entre las cenizas como el Ave Fénix.
Terror detrás del terror La cabaña del terror (The cavin in the woods, 2012) le da una vuelta de tuerca a la trillada fórmula de la casa embrujada, planteando un mundo paralelo más siniestro y fatal. Lo que parecía a simple vista otra película de terror con fantasmas, sorprende y atrae de igual manera. Un grupo de amigos se va a pasar un fin de semana a una desolada cabaña junto al lago en las afueras de la ciudad. Pero algo más grande que un embrujo fantasmal acecha la cabaña, y terminan siendo víctimas de un extraño y sofisticado ritual. Lo interesante de La cabaña del terror es la vuelta de tuerca que propone, de forma interesante y desvergonzada, trastocando los estereotipos del género, no para parodiarlos al mejor estilo Scream (1998), sino para resignificarlos en un experimento científico que tiene como consecuencia la vida de los ocasionales huéspedes así como de la raza humana en su totalidad. Si de realidades paralelas hablamos, La cabaña del terror nos recuerda a Matrix (1999), con una realidad virtual y otra que manipula a la misma. “Titiriteros” dice un personaje en función de los sujetos manipuladores de su suerte, que no sólo los enfrentarán a los fantasmas que habitan la cabaña en cuestión, sino a todos los monstruos del cine de terror en conjunto (asesinos seriales, zombies, vampiros, polifemos, etc.) que aparecerán en escena como resultado del explosivo cóctel en el que derivará la trama. Y no sólo los monstruos aparecen estereotipados, los personajes también: la chica fácil, la virgen, el chico popular fachero, el intelectual y el drogón como un outsider divertido y capaz de ver –o flashear- los distintos niveles de realidad. Cuando se creía que ya todo estaba inventado en materia de cine de terror, La cabaña del terror es esa bocanada de aire fresco necesaria para renovar a un género que venía en decadencia.
La cabaña del terror es una de las películas más originales que brindó la producción norteamericana en el último tiempo dentro de este género. Se trata de un proyecto de Joss Whedon, el director de Los Vengadores, que realizó en el 2009 para los estudios MGM. Cuando la compañía se declaró en quiebra el film fue vendido a Lionsgate y recién el año pasado comenzó a llegar a los cines. Whedon, quien además fue co guionista de esta historia, delegó la dirección en Drew Goddard, quien había trabajado con él en la serie Buffy, la caza vampiros. Esta película es un interesante tributo a los últimos 30 años del género de terror. A través de una trama que juega y brinda referencias a los grandes clásicos, la película propone una mirada distinta al subgénero de los slashers ochentosos. Una de las grandes cualidades de este film es que el director Goddard logra mantenerte enganchado con el misterio del conflicto hasta la escena final, algo que hace mucho tiempo no ocurría con un estreno de este tipo. Por eso es también interesante La cabaña del terror. El desquicio de la trama es tan delirante que es imposible adivinar el final y eso es algo para agradecer a los realizadores. Especialmente en estos tiempos, como vimos claramente el año pasado, donde todo es más de los mismo y el nivel de producción en general es bastante mediocre. Acá tenemos una película realmente creativa que logra sorprenderte con el misterio que tiene el conflicto. Después te podrá gustar más o menos el cuento, pero la propuesta al menos no es predecible. Creo que Whedon y Goddard concretaron algo más que un simple film entretenido. La cabaña del terror es también un gran estudio del género de terror que con mucho humor además se ríe de los elementos estúpidos y estereotipos que siempre fueron parte de estas historias. Las referencias a Evil Dead, los filmes de zombies de George Romero y la saga Martes 13 son evidentes en la trama, pero es en los últimos 20 minutos donde el tributo al género se vuelve memorable y aparecen todos los íconos del horror juntos en un par de secuencias inolvidables. La verdad que todavía no pude comprender las críticas negativas a La cabaña del terror. No entiendo los análisis que hacen, el enfoque con que evalúan la película, nada. Creo que esta es una muy buena propuesta que si bien no revoluciona nada en el género brinda una mirada original y entretenida de este tipo de relatos Entre los puntos flojos se destacan algunos efectos digitales que no quedaron bien, seguramente por una cuestión de presupuesto y la inclusión de un unicornio entre los monstruos que me pareció cualquiera. Con los unicornios no Whedon. No son criaturas oscuras y queda descolgado cuando aparece uno durante una escena, pero el delirio es tan grande en ese momento de la historia que se nota que no les importaba nada a esa altura y si podían también metían a los Pitufos en el medio del caos. A mi me encantó esta película y me parece que después de lo que fue el 2012 para este género, la llegada a los cines (aunque sea demorada) de La cabaña del terror es algo que se celebra.
Alguien nos esta mirando... En el comienzo nada parece ser diferente a cualquier otra película de terror adolescente; cinco amigos que se preparan para pasar un fin de semana en un cabaña alejada, en el medio del bosque. Los cinco lindos, jóvenes y con su música de fondo. Pero al mismo tiempo en que vemos a los chicos prepararse para su fin de semana, también se nos muestra una especie de laboratorio de alta tecnología, donde dos científicos, junto a un montón de empleados más, parecen estar preparando el evento más importante del año. Desde las pantallas del laboratorio pueden ver todo lo que hacen los protagonistas, y no solo eso, también cuentan con todos los adelantos técnicos para ir manipulando su estadía, y llevarlos hacia lo que les tienen preparado. Por supuesto el terror comienza, y no se escatima en escenas sangrientas, pero tampoco en humor, y enormes dosis de ironía, que en general apuntan a guiños sobre el género, tanto que por momentos la película parece llenarse de homenajes a varios filmes de terror. Todos estos señores de guardapolvo blanco que trabajan de forma tan ordenada y eficiente, responden a alguien más, que está por encuima de ellos, y que por alguna razón necesita de toda esta puesta en escena para hacer sufrir a los protagonistas. Mientras los chicos la pasan realmente mal, quienes los observan alternan momentos de tensión, tratando de que todo salga según lo planeado, y momentos de relax, como una especie de casual friday en una oficina de Puerto Madero; toman una cerveza, tratan de levantarse a alguna compañera de trabajo, y sobre todo hacen referencias a quien está detrás de todo esto. La dupla de quienes están a cargo del operativo es fabulosa, son quienes aportan la mayor cantidad de sarcasmo e ironía que tiene el filme, y sobre todo ese morbo, del que de alguna manera todos somos parte cuando nos sentamos en un cine a ver como sufren los demás. Los planos están divididos, entre la cabaña y ese extraño centro desde donde monitorean todo, como una especie "The Truman Show" del espanto. Pero en algún momento estos dos mundos se cruzan, y empezamos a entender de qué se trata, ahí es cuando se pone todavía mejor. No se puede contar nada mas. Es una película de terror, con todo lo clásico de una horror teen movie, pero con una vuelta de guión más que interesante, en la que podemos ver la mano de Joss Wheddon, que aún antes de "The Avengers" supo encontrarle un giro interesante a esta mezcla de adolescentes, horror, humor e ironía, en aquellos años 90, cuando hacia "Buffy, la Caza Vampiros". Las actuaciones son buenas en general, se destacándose Richard Jenkins (Sitterson) y Bradley Whitford (Hadley), los dos personajes a cargo de la complicada operación, quienes con aspecto de visitadores médicos, manejan eficientemente una masacre. Técnicamente es impecable, en sonido y en fotografía, y sobre todo en efectos especiales. La historia tiene de todo: monstruos, zombies, y toda clase de bichos para elegir, como una especie de museo de las películas de terror. Un guión original, que no fue sobre la formula típica del los filmes de terror sino que al miedo le dio una vuelta extra, le agrego paranoia y morbo, entre otras cosas, y si bien tiene muchos de los lugares comunes del género, están mostrados de otra manera, como un espejo en el que vemos de que nos reímos cuando otros la pasan mal.
"Si piensas que conoces la historia... piensa de nuevo" señala el lema de esta película de terror que traslada al espectador a un nivel totalmente diferente en lo que respecta a la típica trama desarrollada en infinidad de producciones de este género, especialmente en aquellas en las que una casa "embrujada" es la principal protagonista. Para nuestra sorpresa, la cabaña en el bosque a la que hace referencia el título original del film promete mucho más que eso. Co-escrita y producida por Joss Whedon ("The Avengers: Los Vengadores"), la mente detrás de los éxitos televisivos "Buffy, La Cazavampiros", "Angel" y "Dollhouse", "La Cabaña del Terror" (cuyos primeros minutos son iguales a los de cualquier otra película de esta clase, y con los mismos personajes estereotipados) cuenta con la dirección del debutante Drew Goddard, quien ha sido guionista de algunos capítulos de estas mencionadas series, además del filme "Cloverfield: Monstruo". La historia arranca con un grupo de cinco estudiantes universitarios (encarnados por Chris Hemsworth, Kristen Connolly, Anna Hutchinson, Fran Kranz y Jesse Williams) que deciden pasar un fin de semana de pura diversión en una aislada cabaña situada en las afueras de la ciudad, la cual -supuestamente- pertenece al primo de uno de ellos. A medida que estos jóvenes comienzan a comportarse como uno espera (tenemos al atleta y su novia, la chica fácil; la virgen; el nerd y el que se pasa con la marihuana), un grupo de técnicos en una sala de control (papeles a cargo de Richard Jenkins, Bradley Whitford y Amy Acker) examinan y ocasionalmente hasta controlan cada movimiento que los aterrados estudiantes hacen, lo que nos lleva a pensar si lo que sucede tal vez sea parte de un reality show, pero... no lo vamos a decir para no arruinarles el argumento. Lo que sí podemos decir es que son atacados por horripilantes criaturas sobrenaturales en una noche interminable de terror y derramamiento de sangre. La historia detrás de la participación de estos "titiriteros", como dice uno de los personajes, es sólo la punta del iceberg en una fantástica e increíble odisea que explota las convenciones del género del horror en un excitante y sangriento caos lleno de imaginación y humor astuto. Por fin una cinta que renueva y replantea un género que hace años, salvo algunos casos contados con los dedos de la mano, se había convertido en algo sumamente predecible. Al elenco, compuesto por algunos actores amigos de Whedon (ciertos espectadores sabrán reconocerlos), se suman las pequeñísimas participaciones de la ya no tan pequeña actriz Jodelle Ferland ("Kingdom Hospital", "Terror en Silent Hill", "Caso 39") y Sigourney Weaver.
Sonria... lo estamos sacrificando Bienvenido un comienzo de año tras las profecías apocalípticas del fin del mundo donde una película de terror en apariencia totalmente descartable abra el espacio a la reflexión apelando a un mix de recursos e ideas recicladas que dan como resultado la rareza en que se termina convirtiendo La Cabaña del Terror. Mostrar estereotipos y convenciones con el fin manifiesto de deconstruir es el principal objetivo que persigue esta película que tiene entre su guionista estrella a Joss Whedon y también a Drew Goddard, quien además se encarga de la dirección. Durante los primeros 15 minutos asistimos a la presentación básica de un grupo de adolescentes bellos, dispuestos a pasar un buen rato en una cabaña, alejados de la rutina y preparados para la fiesta y el reviente. No falta el par de féminas sexis, rubia y pelirroja con poco cerebro, el amigo drogón y divertido y el afroamericano nerd que de todas maneras se puede sumar al grupo sin problemas. Pero ni bien traspasamos esa barrera del convencionalismo más estructurado, se empieza a notar un ligero cambio de rumbo en la historia cuando aparece en escena una suerte de grupo encargado de informar que las víctimas ya partieron y que todo está en orden. La partida en cuestión tiene por destino una cabaña en un pueblo poco amistoso y ese es el escenario que en realidad forma parte de la puesta en escena de una suerte de reality que prepara para cada uno de los participantes involuntarios una serie de torturas seguidas de muerte y perpetradas por diversos monstruos elegidos no por azar y desde un control que monitorea y ejecuta cada acto y capítulo de este macabro espectáculo del morbo, el cual no ahorra en truculencia, sangre, tripas y humor cínico y corrosivo, bajo un pleno uso de su autoconciencia. Sin adelantar mucho más de una trama que parte de la idea de la meta narración; del singular desglose de lugares comunes que dialogan intertextualmente desde el relato con diversos estilos del terror y sorprende por los recovecos en los que decide transitar, no es exagerado rescatar una rareza tan bien pensada desde el género o los subgéneros que la atraviesan. La muestra de que cuando detrás de un guión existen ideas y riesgo para ponerlas a trabajar y que de ese conjunto se disparan capas narrativas que permiten lecturas distintas sobre un mismo hecho o situación queda reflejada en este film, que por un lado desmitifica que el cine de terror no pueda ser reflexivo o profundo sin dejar de contentar a aquellos espectadores sedientos de gritos histéricos, hemoglobina a borbotones o torturas estilizadas, las cuales muchas veces hacen de la experiencia del dolor ajeno algo tan irreal que se pierde la verdadera dimensión de la emoción. La Cabaña del Terror tampoco escapa a su faceta lúdica y entretenida, completamente empapada por una cinefilia no academicista y mucho menos arrogante sino en sintonía con algunos iconos de un terror que ya prácticamente no existe y que buscaba salpicar de cierta forma la conciencia del espectador cuando la sangre y el dolor le llegaban a los ojos y desde los ojos a la cabeza.
Dar otros detalles sobre el argumento de The Cabin in the Woods es arruinar una película de la que es mejor no saber nada. Lo cierto es que no es el típico film de sustos fáciles que propone la sinopsis, sino uno que refunda un género hastiado de producciones hechas con molde año a año. Drew Goddard y Joss Whedon entregan una pieza exquisita que conoce a la perfección los mecanismos del terror, al punto de poder desarmarlo frente a la cámara y narrar una historia a partir de examinar y exponer los hilos que lo controlan. Todo se resume a que La Cabaña del Terror no es una película del género, sino una que habla de él y que, al hacerlo, se eleva varios cuerpos sobre la planicie creativa generalizada. Pensar a The Cabin in the Woods en términos de vueltas de tuerca o giros de guión implica hablar de un zigzag permanente. No hay espacio para el Shyamalan twist cuando absolutamente todo lo que se ve en pantalla puede ser considerado un cambio de rumbo. En sí la película es un gran volantazo respecto a un género que tiende a morderse la cola. Su automática conversión en clásico moderno no se debe sólo a su originalidad y excelente resultado, sino que en el marco del terror actual –con el found-footage prendiéndose fuego- una película sobre cinco adolescentes en una cabaña se percibe ochentosa. Heredera de The Truman Show –la cotidianeidad del individuo vuelta espectáculo masivo- y de Scream –la metanarración de Wes Craven con el minucioso estudio sobre el género- se propone como cine de cinéfilos que, molestos con la dirección que el terror ha tomado, lo deconstruyen y vuelven a armar a piacere. No es casualidad que sean Whedon y Goddard quienes estén detrás de un proyecto semejante. El primero, que con sus creaciones –Buffy, Angel, Firefly- trajo un fuerte cambio a la pantalla chica y con ella legiones de seguidores, es el director de la reciente The Avengers, film que sólo alguien que conoce en profundidad a su objeto de estudio puede lograr. El segundo es el guionista de Cloverfield, found-footage que si bien tiene casi cinco años de estrenado, aún perdura como un producto de lo mejor que el sub-género tuvo para ofrecer. La dupla se disuelve en celuloide y se hace partícipe de su película en las figuras de Sitterson y Hadley, los dos titiriteros que controlan la situación y ofrecen los elementos cómicos –humor abundante y del bueno- que Cabin necesita. Al igual que sus intérpretes Richard Jenkins y Bradley Whitford, son dos personajes secundarios que, de no ser por su excelente trabajo habitual, el resultado estaría lejos de ser el mismo. Permanentemente autoconsciente, no teme mostrar en los primeros minutos el detrás de escena y así, paradójicamente, lograr los giros más inesperados. Los autores presentan en forma inmediata el panóptico foucaultiano y, con ese ancho de espadas revelado de entrada, no se puede imaginar qué tendrán en la manga con un mazo adulterado. Nos llevan así de la mano por una serie de situaciones imprevistas que, aún con el aviso del golpe que se viene, nos alcanza a pegar con la guardia baja. Una película así no podía ser anticipada, menos el descenso –literal- hacia las profundidades de un género que nos ha acostumbrado a estar un paso adelante. The Cabin in the Woods se despide en la gloria y tiene la magia de mejorar al pasar el tiempo. Un final similar a The Avengers con el mismo efecto a la distancia. Hace falta más Joss Whedon, y mucho.
Atención, a pesar de lo remanido que suena este argumento, estamos ante uno de los filmes mas divertidos de este subgénero del horror. Cercana a la saga SCREAM por su manera poco reverente de parodiar el terror fílmico, esta es una cinta que involucra al espectador, a tal punto que hasta la famosa cuarta pared se rompe logrando un efecto divertido de realidad. Los estereotipos y clichés del cine de terror para adolescentes, aquí sirven para redondear una historia plagada de guiños, ironía pero también sangre, tripas y erotismo soft. Una grata sorpresa de un genero que parecía agotado.
Horror, humor, inteligencia Aprender a reírse de uno mismo, en este caso de las limitaciones del terror, un género cinematográfico que arrastra un vacío creativo a contramano de la cantidad de remakes, precuelas y toda clase de filmes que se estrenan por año. La cabaña del terror combina formatos de televisión (como es el caso del reality show) ámbito conocido por Drew Goddard quien junto a Joss Whedon (realizador de Los Vengadores ) unieron fuerzas creativas para las tiras juveniles Buffy , La CazaVampiros y A ngel , entre otras. ¿Y que hizo esta dupla? Plantó la típica propuesta de miedo de los ochenta (cabaña símil Evil Dead , bosque, universitarios libertinos, zombies asesinos a lo George A. Romero) y la cruzó con un experimento mediático que recuerda a The Truman Show . El ficticio montaje es controlado a la distancia desde una sala de operaciones comandada por Hadley (Bradley Whitford) y Sitterson (Richard Jenkins) donde los miedos, comportamientos y demás acciones son digitados por estos sarcásticos titiriteros a los que les gusta especular, apostar y ¿disfrutar? por el destino de sus víctimas. Una proyección de lo que sienten los fanáticos del género. Desde ese momento, el espectador conocerá el juego de este filme: el triunfo desde lo absurdo, la autocrítica hecha película que se escuda en sus miserias y clichés. Chris Hemsworth (Thor) en la piel de Curt, la actriz Kristen Connolly (Dana) y el enigmático pero acertado Marty (Fran Kranz) son parte de los conejillos de indias dentro de la cabaña, presa de los manipulados “muertos vivientes”. Aunque algo fallará y el sistema de control (inspirado en el medioambiente tecnológico de la NASA de los setenta) sucumbirá. Esta película pregona contra el excesivo daño a los jóvenes en pantalla, su primitivo y limitado comportamiento donde la muerte es sólo un remate obvio carente de suspenso. Uno de sus guionistas fue lapidario: “las tramas son cada vez más predecibles y las muertes cada vez más repugnantes. Se invierte más interés en los instrumentos de tortura y menos en los personajes y el diálogo. El sistema se ha abaratado”. Como pocos exponentes del género, La cabaña del terror te dejará pensando.
Vigilar y castigar Drew Goddard (habitual colaborador de los exitosos J.J. Abrams y Joss Whedon) debutó en la dirección con este film de (y sobre el) terror. Es que su ópera prima es una película construida sobre los clisés del género para luego reciclarlos, reelaborarlos, arrasarlos y finalmente ponerlos nuevamente en discusión. Para algunos, este mecanismo podrá tener algo de presuntuoso y snob (los iniciados en la materia que son tan inteligentes como para desarmar y luego "reinventar" el cine de horror), pero lo cierto es que -en la mayor parte de su propuesta- esta ópera prima funciona en el "simple" terreno del entretenimiento (en este caso, atrapar y asustar al espectador) como en la variante autorreflexiva que sus realizadores proponen y que tiene como modelo insoslayable a la saga Scream , de Wes Craven. El guión coescrito a cuatro manos por Goddard (responsable de Cloverfield: Monstruo ) y Whedon ( Buffy, la cazavampiros y The Avengers: Los Vengadores ) arranca como una típica película de jóvenes en plena urgencia hormonal. Son cinco los muchachos (tres varones y dos mujeres) los que se encaminan en camioneta a la cabaña del título perdida en un bosque en el medio de la nada. Sin embargo, más allá de los estereotípicos personajes -el macho (Chris "Thor" Hemsworth), el sensible (Fran Kranz), el antihéroe nerd (Jesse Williams), la seductora (Anna Hutchison) y la virgen (Kristen Connolly)- a los pocos minutos descubriremos que en verdad están siendo vigilados y manipulados por dos técnicos (Richard Jenkins y Bradley Whitford) de una sofisticada y poderosa corporación que juega con sus destinos (aquí hay algo de Battle Royale mezclado con The Truman Show ). Lo que sigue es un festival de excesos propios del cine gore con zombies, monstruos y referencias a los primeros films de Sam Raimi y Peter Jackson. Clásica y moderna, sólida y ambiciosa a la vez, la película -sin ser la obra maestra que muchos cinéfilos se empeñan en sostener- regala unas cuantas escenas inspiradas y no pocas sorpresas. En el cine de terror contemporáneo -sustentado en fórmulas básicas y demasiado afecto al sadismo gratuito- no resultan méritos menores.
Los mismos clichés de siempre Casi un año después de su lanzamiento en EE. UU. y Europa, se estrena aquí esta película de metaterror, algo así como “la Scream 2.0”, en tanto convierte el género (su producción, demanda y consumo, más precisamente) en tema y objeto de estudio. La produjo y coescribió el cada vez más encumbrado Joss Whedon (productor y realizador de las series Buffy, la cazavampiros y Angel, realizador de Los vengadores), junto a su hombre de confianza, Drew Goddard, que cuenta con sus propios avales. Vinculado tanto con Whedon como con J. J. Abrams –el otro gran motor del cine y la TV fantásticos actuales–, Goddard fue coguionista de Buffy y Angel, coproductor y coguionista de Alias y Lost y guionista de Cloverfield. Desde temprano queda claro que hay un doble relato. Por un lado, el que corresponde a la película de terror más cliché del mundo, con un grupo mixto de universitarios organizando un fin de semana largo en una cabaña junto a un lago, con la ecuación sexo, porro y rock and roll en mente. Los protagonistas son los habituales: el superatleta (Chris Hemsworth, Thor en persona), la promiscua, la tímida heroína, el candidato de ésta y el que viene envuelto en una nube de faso (Fran Kranz, único personaje divertido o, quizás, único personaje liso y llano del quinteto). Ya se sabe que va a aparecer algún redneck poco amigable (el dueño de una estación de servicio, que le dice “puta” a una de las chicas y se la pasa escupiendo tabaco) y que una vez instalados en la cabaña, van a empezar a brotar entidades algo más sobrenaturales y peligrosas. Hasta acá, rutina pura. Rutina que la segunda lectura convertirá en versión snuff de Gran Hermano. Lo que podría llamarse “relato 2” se desarrolla en un centro de monitoreo, donde un par de empleados de camisa y corbata oscilan entre el hastío y el humor de oficina. Por sola presencia, los cincuentones Sitterson (Richard Jenkins, ganador del Oscar al Mejor Secundario por El visitante) y Hadley (Bradley Whitford, conocido sobre todo por la serie The West Wing) tienen la calidad de personajes que a los muchachos de la cabaña les falta. Cuando éstos –que a esa altura están siendo exterminados de a uno, como corresponde– aparezcan en los monitores del centro de control, terminará de quedar claro que un relato contiene o produce al otro. Esa es la primera vuelta de campana de La cabaña del terror. La segunda remite a la literatura de Lovecraft, con monstruos ancestrales que gobiernan el mundo como dioses terribles. Hay subtextos potencialmente inquietantes en La cabaña del terror: el de una sociedad cuyos dioses exigen el sacrificio de los jóvenes, el de la naturalización de la muerte como parte del entretenimiento, el de la coexistencia entre la más crasa banalidad cotidiana y el mal latente. Otros darían para desarrollos teóricos, con las criaturas ancestrales funcionando como manifestación de lo inconsciente reprimido en el relato. En lugar de comprometerse con el desarrollo de esos temas, el tándem Goddard-Whedon parece contentarse con un catálogo de memorabilia para fans: los zombies como repetidos monstruos de la época, el terror japonés con sus chicas en minifalda, las películas “de cuchilleros” de los ’80, La noche de los muertos vivos y Diabólico como films liminares. La otra debilidad importante es que mientras Scream aguzaba la crítica al género por vía de la parodia, La cabaña del terror se limita a reproducir los clichés de género, quedando el “relato 1” atrapado en ellos. Al final, Goddard-Whedon patean el tablero con un “dale que va” de monstruos de todas clases, tamaños y pelajes –pero sobre todo anfibios o acuáticos–, que caen pesadamente desde los bordes del encuadre. Dinámica muy semejante a la de Los vengadores, que durante dos horas parecía una interminable discusión de consorcio de superhéroes, para derivar, en la última media, en el “Rompan todo” que divierte tanto como un especial de 100% lucha, con todo el elenco en el ring.
La suma de todos los miedos Dirigida por Drew Goddard, coguionista de series como Buffy, Alias y Lost, además del film Cloverfield, ahora llega esta película de terror, en cuyo guión metió mano Joss Whedon. Quien siga la cartelera local sabrá que durante todo el año y prácticamente sin excepción, una película de terror está en el top ten de la taquilla argentina. Si hay un género que no está muerto es, justamente, el cine de terror. Sus exponentes se multiplican, se adocenan, se adaptan y siempre sobreviven a todas las generaciones. Pocos géneros son tan atacados e incomprendidos por la crítica como el terror, de la misma manera que ningún otro consigue esa fidelidad y esa lealtad noble como la que estas películas poseen. La cabaña del terror (otra triste traducción local para The Cabin in the Woods) es cine de terror, pertenece de forma total y absoluta al género y debe ser leída y disfrutada desde el género. No es una burla, ni una traición, ni un film que mira al género desde arriba con soberbia. La cabaña del terror es una fiesta homenaje y ejemplo contundente de la importancia que el género ha tenido en nuestras vidas como espectadores. Es la suma de todos los miedos, pero también la suma de todos los placeres, de todas aquellas cosas que hemos visto a lo largo de los años. Pero claro, no es la clase habitual de film de terror que vemos, porque hace una apuesta tan pantagruélica y barroca que dejará sin aliento a más de uno. Pone toda la carne en el asador, tira manteca al techo, y demás metáforas posibles para decir que lo da todo. La brillantez de The Cabin in The woods (su título original remite a los miedos de los cuentos de hadas, tan importantes en nuestro desarrollo como personas) consiste en no parodiar, sino en mostrar el universo completo, el universo que amamos de las películas de terror. La cabaña del terror está llamada a ser un clásico del cine de terror, y claramente está por encima del promedio del género, pero no significa eso que lo desprecie o se burle de él, al contrario. Pocas veces el género fue tratado con tanto respeto como aquí. Las lecturas posibles de la película son muchas y no hay manera de no profundizar en ellas sin contar escenas y momentos clave, por lo cual es preferible no avanzar sobre ellas. Como amante del cine de terror, respeto mucho que el espectador se sorprenda con cada nuevo momento y cada nueva situación. Y no se deje engañar por los comentarios, ver La cabaña del terror es ver cine de terror en estado puro. Hay todo lo que el género le da siempre a sus fans y todo aquello que los que desprecian el género odian. El terror ha vuelto a reinventarse, porque nadie podrá jamás terminar con nuestros miedos.
Terror con giros originales Al principio, esta «Cabaña del terror» se parece a infinidad de otras peliculas del género sobre jóvenes aislados en un lugar lejano y acosados por algún peligro ominoso y sobrenatural. Salvo que, en este caso, los jóvenes aislados están siendo espiados y monitoreados hasta el más mínimo detalle por los científicos de un complejo y enigmático centro de investigaciones militares que parecen dedicados a hacer participar a los protagonistas en algún tipo de experimento non sancto. El asunto es que desde el momento en el que parte hacia el weekend en la cabaña, el quinteto estelar no es perdido de vista por la organización cuya verdadera naturaleza permanece en el mayor misterio casi hasta el final del film. Los jóvenes llegan a la cabaña y encuentran algunas cosas raras, por ejemplo, un espejo que permite la visión desde el otro cuarto al estilo de las habitaciones de interrogatorio. También encuentran unos elementos propios de rituales de algún culto oscuro, y ahí empieza la película de terror más común y corriente, ya que pronto entre los árboles del bosque aparecerán unos horribles zombies listos para atacar y matar uno a uno a nuestros héroes. Esto no tiene sentido porque obviamente dado el monitoreo en el laboratorio queda claro que ésta no es una película de zombies ni de nada por el estilo, sino que hay algo más, y justamente ese algo más es lo que hace que el film se vuelva más y más entretenido a medida que avanza el divertido guión de Joss Wheddon, capaz de permitir todo tipo de criaturas sobrenaturales en la historia, incluyendo hasta el mismísimo payaso de «It» de Stephen King, hombres lobo, serpientes gigantes y todo tipo de engendros infernales. El gore y la ultraviolencia aumentan con la diversión, pero lo que se pierde en los repentinos cambios de rumbo del argumento es la lógica, que quizá no sea el fuerte de esta sólida película de terror. Hay algunas actuaciones buenas -no especialmente entre el quinteto de jóvenes, sino más bien entre sus enemigos científicos- y el nivel de efectos especiales digitales para la temible invasión de monstruos de todo tipo y calibre es realmente notable.
Un reality con varios zombies "La cabaña del terror" es una mezcla entre "The Truman show" y los clásicos del cine de terror, clase B. Una singular sátira. Como salidos de una película juvenil con nerds y rubias llamativas, los chicos de "La cabaña del terror" deciden tener unas lindas vacaciones en una cabaña prestada por un primo, alejada del ruido, embutida en un bosque y su soledad. No los atemoriza ni lo mal que son recibidos por el despachante de esa suerte de gasolinera en ruinas, ni el aislamiento de la cabaña, perdida en la nada, llena de espejos que dan imágenes falsas, sótanos repletos de recuerdos y diarios de terror. Ni Dana (Kristen Connolly), ni Curt (Chris Hemsworth), ni Jules (Anna Hutchison) o Holden (Jesse Williams) tienen idea de que son conejillos de India, desprotegidos en medio de la nada. Sólo el excéntrico Marty (Fran Kranz) intuye lo increíble. Están siendo manipulados. "La cabaña del terror" es una mezcla entre "The Truman show" y los clásicos del cine de terror, clase B. Una singular sátira, que a la manera de las muñecas rusas, ésas que se engarzan una dentro de otra, postula una historia dentro de otra. Filme original donde la realidad de unos no es tal y es inducida por una "sarta" de técnicos, amorales, que estereotipan la realidad con incentivos artificiales y provocan la rebelión de los personajes. HUMOR LOGRADO Calderón y Shakespeare jugaron con el concepto, del "teatro dentro del teatro" como Luigi Pirandello en "Seis personajes en busca de un autor" y Unamuno en "Niebla". Ahora los guionistas Joss Whedon y Drew Goddard (de las series televisivas "Buffy" y "La cazavampiros"), le dieron una vuelta de tuerca con mucho humor y bastante sangre mezclando fisioculturistas, zombies, monstruos a lo Godzilla, un loco lindo y alguna rubia seductora. La película tiene un buen ritmo, algunos minutos de más y maneja bien un grupo de buenos actores jóvenes. Es el caso del payasesco Fran Kranz (Marty) y veteranos de larga trayectoria como Richard Jenkins (Sitterson) o Bradley Whitford (Hadley). Su particular humor recuerda a directores como Alex de la Iglesia, que encuentran el justo medio en el desborde. Como es de prever, es una película más disfrutable para los fanáticos del cine de terror.
Es una vuelta de tuerca que los amantes del género van a agradecer. Realizada por gente que sabe del tema, creadores de recordadas películas y series de televisión, aquí se convocan todas las reglas de lo que puede ocurrir en films típicos: cabañita en el bosque, gente joven en tren de diversión y uno a uno convertidos en víctimas, pero también se ve a ejecutivos que siguen cada paso, festejan o se preocupan. Sin develar el misterio final, el durante intriga, la resolución última es pueril, pero entretiene.
Deconstruyendo el horror. A pesar de resistir desde hace décadas en el cine comercial, el terror a menudo parece muerto. Es que, debido a la rareza del éxito y por el espacio cerrado para trabajar, las fórmulas se suelen repetir una y otra vez, hasta un punto que pasa el cansancio. Los clichés se usan tanto que llegan a volverse conocidos para los fanáticos del género, quienes empiezan a ver los films de forma más monótona (el gran motivador de frases como "¿Por qué subís por las escaleras cuando te persigue un asesino?" o "Tuvieron sexo, es decir que están muertos") o, por el contrario, de manera más confiada. Sabiendo todo esto, La Cabaña del Terror (The Cabin in the Woods, 2012) aprovecha la situación actual de terror para entregar una obra intrigante e impredecible que invita a temer, reir e incluso reflexionar. Digan si no conocen esta historia: cinco amigos distintos (un atleta medio pasado, una rubia libidinosa, un fanático de los libros, un fumado sin neuronas y una chica dulce y amable) van a pasar un fin de semana "lejos de la civilización", plagado de fiesta, drogas y sexo. Pero cuando llegan al destino (la cabaña del título), se encuentran con un letal y oscuro secreto, que los eliminará uno por uno. Pero lo que en primera instancia parece predecible se vuelve una de las muchas sorpresas preparadas por el director debutante Drew Goddard y del ahora megapopular productor y co-escritor Joss Whedon (quienes trabajaron juntos en las series Buffy, la Cazavampiros y Angel), cuando esta premisa da lugar a un misterioso cuarto de control, manejado por los personajes de los geniales Bradley Whitford y Richard Jenkins, quienes van a asegurarse de que las muertes de los jóvenes salgan paso a paso como suelen esperarse. Y es en estas interacciones, entre la historia dentro de la cabaña del título (que pretende seguir las convenciones de la trama popularizada por la saga de The Evil Dead) y los problemas en las oficinas del centro de monitoreo (que emula cierto aire a The Truman Show), en las que esta producción cobra vida, y logra hacer una verdadera subvención de los films dedicados al susto. Esa tarea no es nada fácil: incluso Scream, el film más mencionado por notar las fallas comunes del género, caía en el error de seguir transitando por el camino previamente criticado. Pero La cabaña... usa de forma fresca las acciones de los "titiriteros" en control y los intentos de las jóvenes víctimas de escapar del destino de horror como una plataforma para tocar y reirse de los estereotipos (la rubia tarada, el anciano profeta) y lugares comunes (los errores estupidos y el crecimiento de hormonas de los protagonistas), y luego se libera aún más para unir a todo el espectro de terror, en un alocado y sangriento recorrido que pasa a referenciar desde las antiguas obras de H.P. Lovecraft hasta el tan infame como popular subgénero del torture porn. Y entre tanto desparrame de guiños y de hemoglobina, Goddard y Whedon usan a Jenkins y Whitford (claros avatares de los fanáticos del género) para dar espacio a pensar: ¿Sigue valiendo la pena invertir tiempo en propuestas que, en su mayoría, son tan vacías, manipuladas y predecibles que podemos saber todo lo que viene? ¿O debemos dejar vivir estos intentos? Este dilema, que sabiamente fue dejado enterrado de forma indecisa por los responsables del film, fomentará la discusión apasionada afuera de la sala de cine. Mientras tanto, La cabaña del terror es el raro remedio a tanta monotonía en el terror hollywoodense, que merece ser tomado por todos los espectadores, incluso aquellos que creen saberlo todo; para todos, será un laberinto difícil de escapar.
UNA FIESTA EN MEDIO DE LA NADA A veces es hora de parar un poco. De desconectarse y simplemente dedicarse a festejar. Y que mejor manera de descansar que retirarse a una cabaña en medio del bosque: es allí, en esta especie de oasis, donde el director Drew Goddard y el co-guionista Joss Whedon, se ponen cómodos, se echan en reposeras al sol y se dedican a compartir su amor por el cine de terror. Su película, LA CABAÑA DEL TERROR (THE CABIN IN THE WOODS, 2012), funciona a modo de homenaje descomunal y festivo, como una apiladora autoconsciente de clichés y estereotipos que asusta y hace reír al mismo tiempo. Y así como THE EXPENDABLES emocionó a los fans de la acción, los seguidores del horror (y todos sus sub-géneros) estarán más que contentos con este film original y disparatado en el que nada es lo que parece. Con más sustos al comienzo que sobre el final, la trama no deja de mutar: es en el último tercio, que avanza a pura intensidad, donde todo se descontrola de forma bizarra y delirante. Lamentablemente, este es uno de esos casos en que no se puede analizar demasiado el film sin arruinar sorpresas de la trama. Sólo diremos aquí que el punto de partida es todo un lugar común: cinco amigos parten rumbo a una alejada cabaña y, tras el esperable encuentro con el lugareño tétrico, finalmente llegan al lugar elegido para distenderse y pasarla bien (o sea: tomar, fumar marihuana, ponerla, etc.). Una vez allí, como es de esperarse, despertarán sin querer una fuerza sobrenatural que empezará a acecharlos. Mientras tanto, se nos irá mostrando en paralelo la historia de lo que parecen ser dos técnicos u oficinistas que están trabajando en algo que no se entiende muy bien al comienzo. De a poco las piezas irán encajando y lo que en un principio parecía más de lo mismo se revela como algo totalmente inesperado. Siempre canchera, siempre pícara, LA CABAÑA DEL TERROR arranca inquietando para después, en total complicidad con el espectador, otorgarle un sentido a todos los lugares comunes del género. Whedon y Goddard ofician a modo de anfitriones en una celebración que busca, más que nada, satisfacer a los fans del horror, en una clara referencia al gigantesco misterio que se oculta detrás de todo lo que sucede en el film. Y es saludable que, en tiempos de sequía para el terror, al menos haya espacio para aplaudir, recordar, emocionarse y gritar con todas esas películas que nos obligaron a dejar la luz prendida en los últimos años. Una fiesta en medio de la nada, digamos.
VideoComentario (ver link).
Apenas cimientos La “cabaña en el bosque” es una parábola que ilustra el miedo más profundo al que se pueda enfrentar una persona, ese elemento sólo hubiera bastado para llamar la atención, un vistazo a los mecanismos del terror desde el terror mismo. Pero, y a pesar del sugerente poster y la dirección de figuras que conocen a la perfección al género y su lógica, la película carece de relieve. Decepcionante fue la primera palabra que se me ocurrió cuando terminé de verla y hay un profundo abismo de razones para fundamentarlo, aunque quizá lo que más cobra sentido es saber que se vio apenas un molde de lo que pudo haber sido una película. La historia, los personajes y el escenario terminan siendo lo suficientemente chatos como para que cada elemento aparezca maleable, falso. Así sólo se pone en evidencia otro mecanismo que es el de aplicar una idea autorreferencial sin enmarcar esa idea con una historia, haciéndola parecer un planteo sobre el cual el desarrollo es apenas un elemento secundario. Y no hablemos de personajes. Pero si es decepcionante es porque tiene un comienzo intrigante e inesperado que parece preanunciar una película distinta y sólida (el humor inesperado, los planos abiertos, la iluminación difusa). Desafortunadamente es sólo una forma de abrir la trama sobre la cual luego se incorpora la subtrama, la “verdadera” película. Esta verdadera película tiene personajes que actúan como se pretende que actúen, es decir, refiriendo a estereotipos del cine de terror pero, y aquí está el elemento clave para entender por qué la película cae tan bajo, existe una carga de autoconsciencia en el asunto. Esta “doble” película que se sugiere constantemente en la línea de la parodia, siempre con el guiño incorporado desde lo visual o los diálogos a los lineamientos del terror (sobre todo el slasher), encuentra una razón de ser. No importa demasiado la razón, la cuestión es que sólo termina embarrando todo aún más porque se pierde completamente cualquier posibilidad de empatía por algún personaje. Existe una estrategia honesta para desarticular los mecanismos del terror, pero la forma en que esto se ejecuta resulta en un film difuso, chato. Finalmente, la película pega un giro hacia el final que en otro contexto hubiera sido interesante, pero lamentablemente para ese entonces poco nos importa lo que puede llegar a pasar con los sobrevivientes. Pienso en Scream o, en el ámbito independiente, una pequeña película que se llama Beyond the mask: the rise of Leslie Vernon (que comparte una carga de autoconsciencia bastante cercana a este intento), y no es difícil entender por qué esto es apenas un esbozo con algunas ideas que caen chatas e inexpresivas.
El placer y el sacrificio Las tres primeras secuencias de La cabaña del terror, la extraordinaria ópera prima de Drew Goddard, ya sugieren que no se trata de otra película en serie de un género destinado a los jóvenes; explotar la muda angustia del adolescente a partir de un sadismo incompatible con cualquier gesto de inteligencia y sensibilidad no es la fórmula de Goddard, ni de su brillante coguionista Joss Whedon. No sólo elevan el listón con el cual las películas del género van a medirse en el futuro. Es, sin dudas, una refundación del cine de terror, pero el filme también conlleva una hermosa carcajada frente al espíritu metafísico y su orden simbólico. Al comienzo, unas gotas de sangre forman una inscripción gráfica que remite a un pasado mítico y remoto: es un aviso. A continuación, otro signo inequívoco: dos científicos, tan cínicos como resignados, hablan como de costumbre de algún problema con algún experimento no del todo ortodoxo. Podrían ser funcionarios de la NASA o de la CIA, es decir, responden al poder y están dispuestos a la manipulación. La tercera escena es simplemente la presentación de los cinco jóvenes, presuntas víctimas. Si parece un pasaje típico del género, el plano que cierra la escena y la cita de un libro de economía soviética son indicadores de que no todo es lo que parece. Al comienzo el relato es previsible: unos amigos se van por un fin de semana a una cabaña familiar en un bosque perdido, recién adquirida. Lógicamente, la cabaña tiene una historia. Descubrirán en una de las habitaciones una pared-espejo cubierta por una pintura con motivos sacrificiales. ¿Quién espiaba ahí en otro tiempo? Los chicos no están solos y lo sabemos desde el principio: están siendo observados. En los 30 minutos finales aparecen ciertas obsesiones cinematográficas recientes y de nuestra cultura: la vida como espectáculo es uno de los temas evidentes. Pero hay un plus: sin aviso la taxonomía de todas nuestras perversiones se materializa ante nuestros ojos. Tal perversión, el sustrato de nuestra violencia acallada, nos dice la magnífica película de Goddard, se retiene y armoniza por un viejo y espantoso conjuro, un método civilizatorio: los sacrificios. Lo genial aquí es ver cómo el espíritu de la comedia acaba de una vez por todas con el respeto solemne por lo sagrado y sus ritos. Extraña conversión: un filme de terror deviene en comedia. Reír ha sido siempre mejor que hacer genuflexiones.
Los límites del miedo Las películas de terror —a riesgo de caer en una apresurada generalización— ya casi no consiguen sorprender a un espectador insensibilizado por sobreabundancia de violencia desenfrenada. Por esa razón, “La cabaña del terror”, el nuevo intento en el género de Drew Goddard, ofrece una perspectiva diferente al quitar los gruesos trazos sangrientos que suelen caracterizar estas producciones y proponer otros costados de lo horroroso. La historia comienza como muchas otras que nutren las carteleras del terror: un grupo de personas intenta aislarse en una remota cabaña oculta en un bosque impenetrable donde lo inesperado dominará las escenas de algunos días tan agitados como terribles. El filme apunta a dejar una reflexión en el espectador sobre otras obras del género que se solazan en los profusos derramamientos de sangre, las complejas y diabólicas torturas y otras manifestaciones de una bestialidad sólo tolerable por quienes se sienten tan lejos de la muerte como puede suceder con los más jóvenes. La propuesta de Goddard aporta algo de frescura al plantear el control de la situación que se sitúa fuera del terreno que pisan los protagonistas.
Del filme con guión y realización del debutante Drew Goddard, con ese apellido, aunque le sobre una “D” en el medio, esperaba otra cosa. Qué inocente ¿no? Intenta romper con lo que se supone es dable de esperar en el género al que se inscribe, lográndolo apenas, y con gran esfuerzo como aporte por parte del espectador. Convengamos que la traducción correcta del título original “The Cabin In The Woods” sería “La cabaña en el Bosque”, y uno podría suponerla como una versión fílmica de la serie de TV de los ‘70 “Litlle House on the Prairie”, más conocida en Argentina como “La Familia Ingalls” Pero parece que el 2013 me agarro más ingenuo que “Heidi”, o que su abuelo, en mi caso en particular. La película esta estructurada en dos tramas que compiten entre ellas por querer terminar siendo la principal, desplazando a la otra a una posición más franca de subtrama. Si bien la última secuencia une los criterios y plantea una resolución de este conflicto interno del texto, la última imagen lo vuelve a dar por tierra. Ambas tramas, o ninguna de las dos, no van a pecar de original, por un lado el catalogo de lugares comunes cinematográficos de una, que se entrecruza con lo poco excepcional desde lo literario de la otra. Primera historia: Cinco típicos jóvenes de clase media yankee deciden ir a pasar un fin de semana a la cabaña del primo de uno de ellos, lejos de la mirada “moral” de la sociedad, ¿Acaso no la vio ya? Este grupo esta conformado por el bello Curt asumido por Chris Hemsworth, el único del grupo con algunas experiencias cinematográficas, pues todos los demás provienen de la TV yankee con muy poca o nula incursión en el cine. Junto a él encontramos a su novia Jules (Anna Hutchison) algo así como la rubia versión apta para casi todo publico de Nurse Lovelace, el personaje de “Garganta Profunda” (1972), puesta para, como siempre sucede, “Crimen y Castigo”. Con ellos están la bella, buena, inteligente y dolida Dana (Kristen Connolly), Holden (Jesse Willams), el candidato a reparar ese corazón roto, y el nerd que nunca falta, Marty (Franz Krnaz), ese que parece colgado de la palmera pero quien mejor registra la realidad que los circunda. A ellos les pasará todo lo que tiene que pasarle a un grupo de estas características en un filme encuadrado en el género del terror, empezando por el encuentro con un ser detestable, dueño de una estación de servicio, hasta transitar por caminos que no figuran en ningún mapa, ni pueden ser encontrados por ningún GPS. Ya instalados, por fin en la cabaña, serán victimas de todo tipo de engendros del mal habido y por haber, a la usanza del terror peor entendido, donde los sobresaltos estarán propiciados por las irrupciones sonoras en volumen exagerado y/o la poca visibilidad de algunos planos. Entonces, y sólo entonces, la primera secuencia del filme toma sentido, habiendo habido saltos espaciales entre la historia de los jóvenes en el bosque y la otra que transcurre en una especie de recinto científico, ante la primera imagen en las pantallas que posee ese “laboratorio”. Estamos en presencia de aquello que intenta hacer de diferente el responsable primero y último del filme, todos los jóvenes están siendo manipulados por otras personas a las que no ven ni conocen. También se los diferencia no por los grupos etarios a los que pertenecen, sino por la calidad de los actores. En este segundo grupo, los encargados del lugar son Sitterson (Richard Jenkins, reciente ganador del premio Oscar), Hadley (Bradley Whitford), y como la jefa suprema en una aparición muy pequeña, en un personaje llamado La directora, Sigourney Weaver. Los segundos manipulan a los primeros, ni siquiera como conejillos de indias, por simple posibilidad de hacerlo, hacen apuestas sobre el destino de los infortunados, para después cerrar de otra manera. Lo que parecía ser toda una licencia hacia el humor, como lo instalo en los años ‘90 “Scream” (1997), pero en este caso bastante fallido. Si ha eso le sumamos la mala utilización de la vertiente literaria lovercraftiana, donde el terror es instalado desde lo externo de los personajes, así aparecen monstruos, zombies, y todo tipo de banalidades a las que determinado publico es adepto y hacia quienes va dirigida esta producción.
Dale, estamos solos Entretenida película de terror sobre cinco adolescentes sometidos al horror por un grupo de científicos dispuestos a matarlos con un manual. Una historia llena de giros y guiños al género, que tiene la audacia de ser un respiro de originalidad y someter al espectador a un mundo terrorífico lleno de todo tipo de criaturas. El único problema es que la película no se encarga, ni parece estar interesada, de generar emociones, sustos o tensión alguna. Simplemente se deleita a través de su auto-conciencia e intriga de intentar conocer qué está pasando. La principal atracción de "La cabaña del terror" radica en aquel grupo de científicos con sus personalidades, actitudes y procedimientos. En aquella oficina, que remite a la película "The Truman Show" por su omnipresencia y control del mundo, se producen todos los elementos que le otorgan sabor a la trama. Allí hay gracia, humor y horror. A través de ese sitio se teje el verdadero entramado de la historia, donde los operarios le van dando vida a los distintos obstáculos de los protagonistas. Con ellos se percibe la presencia de un mal mayor e imperceptible y con cada acción suya se van poniendo en evidencia tanto los clichés del género como las exigencias del espectador ideal. La película contiene un gran ritmo que evita que uno se distraiga por un segundo, pero lamentablemente no logra impedir que pasen desapercibidos los innumerables y gigantescos baches que va dejando la trama a medida que avanza. Incluso la falta de empatía del espectador con cualquiera de los personajes, hace que realmente no importe, ni en lo más mínimo, el destino de sus protagonistas. Por lo tanto, la historia quedará vacía de emociones y su resultado final será bastante seco. "La cabaña del terror" presenta un universo muy atractivo, el cual es un deleite ir descubriendo a medida que avanza la película. Sin embargo, es solo una linda envoltura sin un gran contenido y termina siendo una decepción al no poder desplegar al máximo su gran potencial.
Dos burócratas empleados, de prolija camisa blanca y café en mano, hablan del fin de semana y otros menesteres en un gran edificio corporativo. Uno de ellos le está por contestar algo al otro cuando, de repente y en milésimas de segundo, la imagen se congela y se sobreimprime, rojo sangre y en casi toda la pantalla: “The Cabin in the Woods”, con el agregado de una música escalofriante. Primero nos pegamos un susto bárbaro, porque el golpe de efecto va a ser siempre efectista pero efectivo. Luego nos reímos, porque caímos como perejiles, y porque entendemos el absurdo de querer asustar de manera...
En los primeros minutos, nada parece diferenciar The cabin in the woods con las cientos de propuestas del género que se estrenan anualmente. Sólo resta esperar algunos minutos para descubrir que estamos frente a una de las más originales reinterpretaciones de lo que debería ser el terror en cine. No será una obra maestra, es cierto, pero pocas películas logran utilizar todos los lugares comunes, reírse de ellos y barajar de nuevo para generar auténtico suspenso. Cinco universitarios deciden pasar un fin de semana alejados de la ciudad y viajan hasta una desolada cabaña en medio del bosque. Silencio, sol, lago paradisiaco, algo de sexo y mucho alcohol. Hasta que una maldición despierta de entre la tierra y de más allá de la vida y ahora ellos deberán luchar por sobrevivir mientras son monitoreados por decenas de cámaras de televisión que los han convertido en ratas de laboratorio de un inmenso y sanguinario reality show. Planeando el fin de semana en la cabaña, uno de los personajes reflexiona sobre la vida en la ciudad y critica el modo en que la sociedad aprisiona a las personas: todo es grabado, archivado o subido a Internet. Es precisamente esta critica/ironía la que se materializará con el correr de la historia al quedar ellos mismos inmersos en un sádico juego televisivo donde el dinero y las apuestas por ver quien morirá primero están a la orden del día. Esta versión escalofriante de “The Truman Show”, por tratar de encontrar cierta analogía con producciones anteriores, se nutre de una metanarración impecable donde la realidad televisada y controlada desde un equipo de producción incluye sacrificios humanos y tributos de algún culto que se redime con sus dioses a base del derramamiento de sangre. Que la teología sea EL tema que subyace debajo de la historia a lo largo de toda una cinta de terror actual es un logro impresionante.
Una historia en la que se mezclan: el terror, el horror, la comedia y la sátira. Los protagonistas son cinco jóvenes Curt (Chris Hemsworth actor “Thor”); Dana (Kristen Connolly, actriz “El fin de los tiempos”); Marty (Fran Kranz- “La aldea”); Jules (Anna Hutchison) y Holden (Jesse Williams actor de “Anatomía de Grey”). Son chicos y chicas lindas; lo que ellos no saben que todos son parte de un experimento “los conejillos de indias” dentro de la cabaña. En otro lugar un grupo de científicos digitan sus vidas. La misión científica está dirigida por: Hadley (Bradley Whitford) y Sitterson (Richard Jenkins) quienes observan y ven las reacciones de los jóvenes. Ellos se divierten, se ríen, están exaltados, uno de ellos es drogadicto, el lugar tiene ese toque siniestro, un sótano lleno de secretos y conjuros, habitaciones con espejos que se ve de un lado si y del otro no, animales embalsamados. A lo largo de su narración casi constantemente hay alguna referencia a películas como: “Scream” (1996), “La noche de los muertos vivientes”, “Viernes 13”, entre otras del género, y no dejan de surgir las diferentes bromas. Está bien actuada y dentro de los personajes existen, el novio deportista, Curt (Chris Hemsworth), su novia casi ninfómana Jules (Anna Hutchinson), Holden (Jesse Williams) algo ingenuo, la chica inocente, buena ( Kristen Connolly) y el amigo alocado Marty (Fran Kranz) pero todos se encuentran envueltos en una gran trampa. La película es delirante, irónica, burlona, inteligente y mordaz; llena de giros y vueltas de tuercas, combina el formato de televisión con el reality show, una crítica despiadada y real a estos shows. Muestra como se pueden monitorear las vidas de quienes se exponen a esto, una fuerte crítica a la sociedad.
Nada es lo que parece (por suerte) Atrasadamente nos llega este filme, el cual ha constituído una sorpresa a la crítica por su originalidad, algo que suele escasear hoy día en el cine de género. Como si se tratase de una más de esas de chicos que van a en busca de un fin de semana alocado a sitio alejado del centro urbano, rodeados de la naturaleza, y a experimentar "sexo, drogas y rock and roll", la peli arranca de una manera convencional para luego trasladarnos a una serie de enigmáticas situaciones, extrañezas y juegos colectivos, que le darán el toque inesperado, conformando una experiencia más cercana a lo divertido que al susto trepidante, o a la sátira que al horror explícito. Se sabe que las pelis son siempre rebautizadas con nombres de mierda-no es lo mismo "La cabaña del terror" que el genuino "La cabaña en el bosque"-, aquí apenas si la cabaña es un puntapié para desenrollar el ovillo de un guión que toma como referenciales filmes como "El Resplandor" de Kubrick, "Hellraiser", o "It", pero en su convergencia en una mezcla ingeniosa entre "The Truman Show" con "Jurassic Park". Si algo han hecho los creadores de la peli es saber mofarse de nuestras pesadillas pero sin dejar de establecer que a veces la realidad, suele ser mucho peor. Lo destacado es la posibilidad de una nueva construcción del género atrapante y reinvención del mismo, sin dudas que muchos monstruos han cambiado y hoy por ejemplo es más temible un político que un zombie. Esta película obra como una oxigenante propuesta que a quienes gustan del género y a la vez abominan de él, puede atraerlos.
Historias que sólo existen cuando son contadas Tras un año de metaficciones, de cuentos sobre cuentos, de películas que refieren a otras películas, a la historia del cine, filmes en los que actores actúan de actores haciendo de personajes (tienen para elegir, de HUGO CABRET a ARGO pasando por EL ARTISTA, HOLY MOTORS, TABU y varias más), el 2013 arranca con LA CABAÑA DEL TERROR, otra película que intenta poner en juego cómo nos relacionamos, como espectadores, con los géneros cinematográficos y con el cine en general. También llegan estos días RALPH EL DEMOLEDOR, CLOUD ATLAS y LA VIDA DE PI, otros tres filmes que trabajan sobre ideas similares: los personajes como “roles”, las historias como cuentos que se cuentan entre los personajes. LA CABAÑA DEL TERROR es una película complicada de analizar en su totalidad sin entrar en “spoilers”, pero sólo comentaré las cosas que se revelan en la primera media hora del filme. Aún antes de toparnos con los cinco jóvenes universitarios que se van a pasar un fin de semana a una desolada cabaña en el medio del bosque, la película de Drew Goddard y Joss Whedon nos presenta a una suerte de grupo de científicos en lo que parece ser un laboratorio o una empresa con muy sofisticada tecnología. the-cabin-in-the-woods-1Pronto veremos que ambos mundos se conectan, aunque no sabemos muy bien cómo. Mientras los cinco estereotipados protagonistas empiezan a descubrir, entre juegos sexuales de “manual de película de terror”, algunos oscuros secretos que tiene la casa y a vivir las amenazas de unos también prototípicos monstruos del género, vemos que el grupo de científicos los observa, en lo que parece ser un reality show, una especie de juego a lo TRUMAN SHOW (de hecho, uno de los personajes allí se llama Truman) o una competencia mundial a ver quién puede sobrevivir a, bueno, a una película de terror. Es que en su “torre de control”, los operarios ven que escenarios similares de terror ocurren en diferentes países y uno se pregunta cómo se conectan con el que estamos viendo. Mucho más no se puede decir de la trama, salvo para agregar que las cosas pegan un par de sorprendentes e inesperados giros, llevando esa relación entre “ficción” y “realidad” a un lugar, si se quiere, más primal y mitológico. De esta manera, lo que Goddard y Whedon intentan es que el truco irónico de estar en una película de terror y, a la vez, poder verla un poco de afuera, como una serie de elecciones genéricas, no se quede en el simple chiste canchero y de referencias. La ironía está ahí (un pizarrón que hay en esa oficina sin duda obligará a todos los que vean la película en DVD a poner pausa y leerlo con detalle), pero esos personajes que observan con cierta distancia canchera el destino funesto de estos chicos serán también parte de este rompecabezas metafísico. the-cabin-in-the-woods-2La película es más divertida que terrorífica, más para especialistas del género que para un público casual, ya que la distancia con los hechos nos lleva a mirar todo con ojos de espectador desconfiado, buscando más las referencias con otras películas que abandonándonos del todo a la ficción de los adolescentes. Y aún cuando la película intenta volver a dar vuelta las cartas, la broma está siempre ahí cerca, acaso el único momento donde siento que los creadores del filme debían haber aflojado con los guiños y entregarse del todo a la ficción. Más allá de esa pequeña duda, la impresión que deja LA CABAÑA DEL TERROR es la de ser una película muchísimo más ingeniosa, creativa y radical que lo que propone últimamente el cada vez más codificado género. Y también, de una manera algo más profunda, se convierte en un homenaje al cine, una relectura intelectual no sólo del género sino de todos los géneros, un oscuro ritual que nos dice que hay algo ancestral, eterno, en el hecho de sentarnos a escuchar cuentos y de alimentarnos del sufrimiento ajeno.
La cabaña del terror El goce en cuestión Imagen El cine de terror ha sido el género menos transitado por esta columna. La razón es simple, aunque trasciende las determinaciones del gusto: hace tiempo que la industria ha hecho de este género libre como pocos, destinado naturalmente a pensar el mundo, una mera caricatura adolescente basada en la sobreexplotación retrógrada (y rutinaria) del sadismo y el morbo, que felizmente se suele adjudicar a la audiencia. El resultado es un cine primitivo e inane pese a su evidente obscenidad, que le cuesta relacionarse con el mundo que lo rodea y concibe sus vínculos con el otro de un modo conductista: como si el espectador fuera un perro de Pávlov o, en el mejor de los casos, un ser del Medioevo, criado en un universo de oscuras supersticiones y leyendas mitológicas. Pero el cine siempre da sorpresas, y el año nuevo comenzó del mejor modo con el atrasadísimo estreno de La cabaña del terror (mala traducción del original, La cabaña del bosque), filme norteamericano de 2011 que significó el debut tras las cámaras de Drew Goddard, habitual colaborador de J.J. Abrams al igual que su coguionista en la película, el célebre Joss Whedon. Filme de espíritu fundacional, La cabaña… no es tanto una película de terror como una película sobre el cine de terror, que conscientemente hace explotar al género desde adentro a partir de la apropiación de sus códigos representacionales y sus mecanismos narrativos, su posterior deconstrucción y su destrucción final a partir de la parodia o su transformación radical desde la forma: con todo ello, Goddard compone un ensayo inclemente sobre la sociedad global contemporánea. Porque si el cine filma siempre el presente, ¿de qué habla entonces La cabaña del terror si no es de las formas del goce que propone el capitalismo actual? Formas que Goddard relaciona íntima y trágicamente a los sacrificios y las ceremonias rituales que suelen acompañarlos, con la sociedad del espectáculo de por medio, como secreto blanco de la película. Imagen Al inicio, cinco jóvenes se reunirán para viajar a una cabaña de campo a pasar el fin de semana, recientemente adquirida por un pariente de los protagonistas. Se trata de una situación arquetípica del género, como arquetípico parecen ser también sus protagonistas: el gran deportista (Chris Hemsworth), la rubia sexy (Anna Hutchinson), la hermosa e inteligente virgen (Kristen Connolly), su posible pretendiente (Jesse Williams) y el loco del grupo, en este caso un aficionado a la marihuana (Fran Kranz). El montaje ya nos habrá mostrado a dos posibles científicos de alguna corporación (Richard Jenkins y Bradley Whitford) preocupados por un fallido experimento en Australia, que deja sólo dos posibilidades, según mentan: Estados Unidos y Japón. Desde el inicio ya se sugiere así que hay varios niveles de lectura, por no hablar de puesta en abismo (incluir una narración dentro de otra): a poco de andar en la cabaña, ya sabremos que aquellos científicos pueden controlar desde un centro de monitoreo lo que sucede allí y en sus alrededores, como una versión oblicua de Gran Hermano. Y que los jóvenes no responden del todo a los estereotipos, especialmente el colgado que siempre fuma marihuana (hay una defensa directa del cannabis como agente de lucidez y rebeldía contra el poder). Pero lo que sucederá será siniestro, ya que los muchachos despertarán involuntariamente a una familia de zombis que intentará cazarlos uno por uno, con el auxilio de aquel panóptico que lo observa todo: el objetivo es conseguir su sangre. Imagen Políticamente subversiva, la mayor transgresión de la película puede pasar desapercibida, ya que tiene que ver con la propia escritura cinematográfica: ocurre que Goddard consigue apropiarse de los códigos formales del género y transformarlos sutilmente de manera progresiva. El ejemplo más elocuente está en el modo de tratar la violencia, que cuando irrumpa será en primer plano (aunque en una secuencia en contrapicado que irá enfocando la mano de la víctima), pero una vez que salga del cuadro quedará casi siempre en plano medio, a oscuras, o a veces fuera de campo, evitando la estimulación del morbo. Hasta un glorioso plano general en el que director y compañía desatarán un festín sangriento con la representación de todos los monstruos y criaturas que ha dado esta mitología postmoderna, componiendo un verdadero cuadro impresionista, una fantasía lúdica y desenfrenada que inicia la liberación final donde una entidad aún mayor desatará su fuerza contra el mundo (algo que ya sólo podremos ver los espectadores, en el gran plano de cierre). Todo esto, atravesado además por una mirada irónica que no esquiva temas urticantes, como la posición del público en semejante convite, que será parodiado en una secuencia donde los científicos y su equipo comenzarán una celebración mientras en las pantallas ven cómo un zombi asesina a una de las últimas protagonistas. Al final, Goddard habrá dejado sentada su posición sobre el género y sus formas, pero también habrá compuesto una lúcida reflexión sobre nuestro mundo, que aquí parece una inmensa maquinaria de esclavos y falsas deidades. Por Martín Iparraguirre (Copyleft 2013)
Festival de excesos en una farsa delirante Los guionistas Drew Goddard y Joss Whedon, quienes registran una cierta trayectoria y prestigio en el cine de Hollywood, aunaron su creatividad para orquestar un filme de terror que excede los límites del género, porque lo convierten en objeto de estudio. Cinco estudiantes universitarios --tres varones y dos mujeres-- deciden pasar un fin de semana en una cabaña situada en medio de un bosque y cerca de un lago. Luego el espectador descubrirá por qué la cifra de cinco y no otra. El grupo incluye los estereotipos habituales: el atleta (Curt), la seductora (Jules), el "académico" (Holden), el drogadicto (Marthy) y la virgen (Dana). Llegan al sitio elegido con la idea de una mezcla de propósitos que incluye descanso, sexo, drogas y rock and roll. Los problemas comienzan apenas instalados en la cabaña. Primero escuchan ruidos extraños y luego observan la aparición de zombies sedientos de sangre, al estilo de los "muertos vivientes" de George A. Romero y del "ejército de las tinieblas" de Sam Raimi. Resulta evidente que Goddard y Whedon abrevaron en el cine de esos cineastas y otro poco en filmes de Wes Craven. Pero hay una gran diferencia: los golpes de efectos y los zombies son manipulados por dos "titiriteros" que ordenan esa "realidad" desde una sala de operaciones. Una suerte de experimento mediático o reality televisado a la manera de The Truman show, pero extremadamente macabro. Los operadores son Gary Sitterson y Steve Hadley, quienes disfrutan observando las desgracias de sus víctimas. Además cuentan con la colaboración de un ejército de técnicos, que hacen apuestas sobre los eventuales "pasos en falso" de los cinco universitarios. Desde el inicio del filme, el espectador enfrenta dos relatos: uno centra la atención sobre los acontecimientos protagonizados por los estudiantes, que son llevados a situaciones donde deben elegir sus propios caminos. El otro se ocupa de la actuación de Sitterson y Hadley, quienes festejan con champagne cuando las operaciones resultan "exitosas". Pero en algún momento la historia sufre un quiebre por causa de un error y esto desata el caos. Según los guionistas de este filme, el cine de terror está atravesando una crisis creativa, porque las historias son cada vez más predecibles y las muertes cada vez más repugnantes. Su propósito es denunciar esa situación, a través de una reflexión crítica sobre la degeneración de los tópicos y clisés del género. Pero terminan cayendo en lo mismo que critican. El resultado es un "festival de excesos", que reclama buenos estómagos para asimilarlos. Y esto a pesar de la envoltura de farsa delirante que preside el desarrollo de la historia, donde como es habitual importan poco las actuaciones y sí los efectos visuales. Y una pregunta final que los autores dejan flotando en el ambiente: ¿por qué las víctimas más frecuentes del cine de terror son los jóvenes? En esta película, eso posee un objetivo.
Cóctel de horrores ¡Aplausos para una de terror que por fin se animó a pensar en algo distinto que no sean posesiones y/o fantasmas! "La cabaña del terror" es todo, menos lo evidente. 5 jóvenes libidinosos se van a veranear a una cabaña perdida en un bosque de ensueño. Al llegar, comenzarán a sucederse una serie de eventos trágicos que tienen su inicio en una invocación involuntaria de una familia zombie de principios del siglo XX. Uno a uno irán perdiendo la vida de las maneras más sangrientas posibles... hasta acá uno piensa: "Es basura, la típica trama idiota de todos los bodrios del terror..." Pues no. Lo interesante del film se encuentra en la trama paralela que se va desarrollando con un tono de comedia ácido, que mezclado con el horror que deben vivir los protagonistas, creará un cóctel refrescante que te volará la cabeza. ¿De qué se trata la trama paralela? Un grupo de científicos no sólo está monitoreando todos los padecimientos de estos jóvenes, sino que además controlan la cabaña e influyen en sus decisiones a través de artilugios avanzados como feromonas, inhibidores de conducta y más. "Un experimento tétrico del gobierno o algún otro organismo" quizás pienses... ni ahí! Las vueltas de tuercas son tan locas, audaces y divertidas que nunca podrás adivinar el final hasta los últimos 15 minutos de película que son realmente increíbles. El director debutante Drew Goddard, junto a Joss Whedon ("Los Vengadores") que esta vez participó como escritor, logró combinar humor y terror de una manera magistral como no se veía desde la 1ra "Scream". Un trabajo que se ríe de sí mismo sin prejuicios y se anima a llevar la creatividad más allá de los límites normales para entregarnos una de las mejores pelis estrenadas en lo que va de 2013 en Argentina. Lo negativo del film termina siendo quizás el uso desprolijo de efectos visuales no tan bien logrados en algunas escenas y un desenlace final que deja con ganas de ahondar más en la cuestión. Estoy seguro que con el éxito de crítica y taquilla, los muchachos del west norteamericano no tardarán en anunciar una secuela o precuela que se detenga más en la trama paralela. Ojalá logren usar la imaginación, la astucia y el cerebro como lo hicieron para este trabajo.
No es otra tonta película de miedo Durante las primeras escenas la película parece un muestrario de lugares comunes en los filmes de terror: la descripción de los cinco jóvenes que se disponen a disfrutar de un fin de semana en una aislada cabaña en el bosque anuncia el festival de sangre que seguramente se desencadenará en cuanto las primeras sombras ganen la pantalla. En efecto, esto ocurre; pero (y aquí está la interesante idea de los guionistas) todo lo que sucede está celosamente monitoreado por un conjunto de técnicos que influyen directamente en el desarrollo de los acontecimientos a través del manejo de una sofisticada tecnología. Poco más se puede adelantar de la trama sin revelar los interesantes giros que propone el guión, que intenta de esta manera avanzar sobre el ya muy transitado terreno de la estructura y el contenido de los filmes de terror. Esta es la mayor virtud del filme, que no ahorra puertas que se cierran solas, hectolitros de sangre, miembros seccionados, zombis asesinos y cuerpos atravesados. En realidad, se trata de una generosa lista de elementos vistos en centenares de filmes del género puesta con aciertos visuales en la pantalla, y con el agregado (en el último tercio del filme) de una galería de monstruos realmente sorprendente. Lo atractivo de la propuesta es que todo esto está al servicio de una idea sumamente original, que hubiera permitido a los guionistas intentar una verdadera disección de los elementos que componen este tipo de producciones, y reflexionar profundamente acerca del género de los filmes de terror. La trama, sin embargo, se decanta hacia una suerte de festival gore y propone un remate absolutamente fantástico. Lo cierto es que todo esto se resuelve con acertados recursos cinematográficos y con sorpresivos giros del guión; el entretenimiento, entonces, está asegurado, sobre todo para aquellos que gustan del género. Los que vayan esperando algo más profundo, tal vez sientan algún grado de decepción.
Publicada en la edición digital Nº 4 de la revista.
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Publicada en la edición digital #246 de la revista.
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El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Tanto se ha hablado de La Cabaña del Terror, que quedarse al margen de no verla es simplemente quedarse fuera de una película llena de los mismos clichés usados una y otra vez en cualquier película de terror, pero con un pequeño giro al final. Lo cierto es que, por una u otra cosa, no hay alguna película de terror que realmente me de "miedo". Entre si son monstruos, espíritus o simplemente un asesino serial, todas las películas, con un mismo guión o con otro, realmente esos sustos que nos hacen brincar es porque el sujeto "principal", se esconde detrás de una esquina, o detrás de un espejo. Y después, comienza a matar a la gente dentro de un lugar apartado, ya sea propiedad familiar o por simple "diversión" o por que se está perdido. Y después, con los clichés de la chica fácil, el atleta guapo, el tonto bromista, el intelectual, la virgen, y alguno extra (ya sea el profesor, el tipo raro, o alguna señora rica y soltera), empezamos con la masacre de la gente, a veces directa, a veces indirecta (generalmente niños), para poco a poco descubrir el misterio y, en los mejores casos, matar al asesino o al monstruo, o hacer que el espíritu descanse en paz. Comenzamos esta reseña narrando la historia general de éste tipo de películas, porque The Cabin In The Woods, sigue la misma premisa. Un grupo de jóvenes quiere pasar un fin de semana en una cabaña cerca de un lago. Y entonces, en la noche de fiesta, empiezan a pasar cosas extrañas que acaban con la diversión del grupo. Sin embargo, es acá cuando la historia cambia y se transforma en... un híbrido. Porque no hay manera de definir lo que empieza a suceder desde este punto. No es que realmente se convierta en una película de terror. Es, más bien, como si fuera el crossover (reunión de todas las películas) de terror que han existido en la historia. Si son seguidores del género, podrán reconocer uno y mil "cameos" de las criaturas que a muchos de nosotros marcaron nuestra infancia, adolescencia o incluso madurez, de más de algún personaje. Y al mismo tiempo, es como la "explicación" de lo que sucede tras bambalinas de todos estos fenómenos o sucesos que se retratan en un par de horas (hora y media en este caso) en todos los países en los que alguna vez ha existido alguna película de terror. No diré mucho más, pero sinceramente, sigue sin provocarme mas que algún par de risas lo que para muchos es suficiente para gritar: desmembramiento de personas, sangre al por mayor, monstruos extraños y demás escenas raras. Cada quién sabrá hasta que punto disfruta estas películas por muy malas y repetitivas que sean. Porque he conocido más de una persona que ve estas películas porque le gusta la adrenalina y los brincos que da con cada filme producido. Pero hay de historias a historias y ésta, definitivamente, aunque es un pequeño cambio de la historia siempre contada, resulta en una idea mal desarrollada, tan extraña como inverosímil y que definitivamente no pasa de un rato bien aprovechado si se está en compañía de una chica que busca refugio al ver dichas escenas.
Hay que aclarar el significado en terrenos cinematográficos de dos términos a la hora de hablar de esta producción: en primer lugar “original” hace referencia a mostrarnos un aspecto poco conocido o novedoso sobre algo que ya hemos visto, mientras que en segundo lugar “inteligente” suele utilizarse para hablar de aquellas producciones que exigen cierta voluntad por parte del público para tratar de seguir la línea de lo que se propone, lo que se cuenta. Original e inteligente son dos adjetivos que le quedan perfecto a “The Cabin In The Woods” de Drew Goddard (guionista de ese hit llamado “Cloverfield”), escrita por el cada vez más reconocido Joss Whedon (director de “Los Vengadores” y creador de la serie “Buffy”) y protagonizada por un variado y extenso reparto que va desde Richard Jenkins, Bradley Whitford y Sigourney Weaver hasta Chris Hemsworth, Anna Hutchison y Kristen Conolly. Lo de original encaja de forma idónea debido a que el film de Goddard tiene como protagonistas a un grupo de jóvenes que deciden pasar un fin de semana en una cabaña en medio de la nada, pero desde el prologo del relato, con la introducción de los dos mejores personajes del film (interpretados por Jenkins y Whitford), empezamos a sospechar que no todo es lo que parece y que los giros y revelaciones en la historia estarán a la orden del día. Ahí viene lo de inteligente, porque Whedon como guionista se saca de la manga una historia que te mantiene expectante y desorientado desde el minuto cero hasta su último plano, algo que no suele pasar muy a menudo en el cine, ya sea de terror o de cualquier otro género. El guión de “The Cabin In The Woods” demanda atención absoluta, pero no de esa que es necesaria para entender el relato, sino de aquella que a uno lo entretiene como espectador y es la que consiste en tratar de adelantarse a lo que puede llegar a suceder en el relato. Difícilmente alguien logre ese objetivo, ya que “La Cabaña del Terror” en ese sentido es como una montaña rusa en donde los giros y las formas pueden estar a la vista de todos antes de subirse al recorrido, pero las situaciones inesperadas y las sorpresas te agarran una vez que ya están arriba y te toman completamente desprevenido. Repito (y ahora sí, adentrándome solo en el terreno del cine de terror), pocas veces este género ofreció películas que logren enganchar al espectador hasta el final para que este pueda conocer realmente que es lo que está pasando en el film. No piensen en finales como los de “El Juego del Miedo” (James Wan, 2004) o “Scream” (Wes Craven, 1996), en donde conocemos a quién está detrás de esto. No me refiero a eso precisamente. Lo que realmente ofrece “The Cabin in the Woods” de Goddard es un desenlace donde uno entiende él quien, el cómo, el por qué y el para qué de todo aquello que viene relatando a través de tres actos bastantes particulares. El primero de estos actos es la introducción en toda regla de los personajes, algunos más desarrollados que otros. El segundo es la puesta en marcha de todo un juego bastante original de slasher, con tintes de humor negro y guiños muy ácidos al género de terror en sí mismo, mientras que el acto final puede considerarse casi un relato aparte que, si bien depende de los dos anteriores, tiene consistencia suficiente como para ser autónomo y el más fuerte de todo el film. Lo entretenido al principio, lo inesperado y sorprendente en el medio y el machacazo al final es la fórmula perfecta que encontraron Whedon y Goddard para conceder una película que está a años luz de cualquier otra clase de film de terror que se jacte de ser inteligente y original. “The Cabin in The Woods” es, sin dudas, una película muy personal y particular que con el correr de los años seguramente se convierta en la única de su especie. Esperemos que no sea la última muestra, el espécimen en peligro de extinción, de lo que se puede lograr cuando realmente se trabaja con ganas y talento delante y detrás de las cámaras a la hora de hacer cine. Ganas que se expresan notablemente por lo rebuscado, divertido y dinámico que es el guión (firmado por Whedon), el cual no solamente le pinta la cara a toda una generación de películas del género, sino que además se burla de ellas. Talento que se denota detrás y delante de las cámaras (todo merito de Goddard), ya sea por su correctísima dirección, su acertadísimo elenco, su impecable factura técnica y su pulso para ofrecer al espectador, en medidas exactamente justas, algo que no esperaba bajo ningún punto de vista pero que de todas forma termina comprando. Párrafo aparte quiero dedicarle al soberbio trabajo de David Julyan, compositor que trabajó con Christopher Nolan en “Memento”, “Noches Blancas” y “El Gran Truco”, quien ofrece aquí un trabajo tremendo, dando otro ejemplo más de la seriedad con la que se abarcó el proyecto en todo sentido. No encuentro otra forma de cerrar esta opinión que no sea remarcando el gran trabajo que se sacó de la cabeza la dupla Goddard & Whedon para concebir un film como “La Cabaña del terror” que es de visión obligada para aquellos que buscan en el género de terror una muestra de que inteligencia y originalidad como hacía años no veíamos. Sin dudas una de mis favoritas de este 2013.
Sam Raimi se retuerce en la butaca de su microcine. The cabin in the woods es un intento fallido de combinación de géneros que termina confundiendo al espectador. La alquimia es tan grotesca, que recurriendo a una analogía culinaria podríamos decir que la película es como un lomo a la sandía con salsa de dulce de leche, y de postre, helado de cebolla. Bipolar e indecisa, esta propuesta de terror no llega a descifrarse. Por momentos intenta ser una sátira, pero la mayoría del tiempo es tan sólo otra burda entrega del género más trillado del cine. Si por momentos parece una parodia, no es por mérito propio, sino porque resulta verdaderamente increíble que hayan querido narrar una historia tan tirada de los pelos, descabellada hasta el límite de la vergüenza ajena. The cabin in the woods comete el error garrafal de pretender ser una película seria con dosis de humor satírico. El resultado es nefasto y extremadamente cursi, porque intentar dramatizar una parodia sinceramente no tiene ningún sentido. La genial trilogía de Evil dead, quizás la parodia patrón del cine de terror creada por Sam Raimi, jamás siquiera atinó a mostrar el mínimo rasgo dramático en ninguna de sus entregas. Dos o tres escenas graciosas no rescatan a la película de su principal falencia: tomarse en serio lo escandalosamente inverosímil.