Monstruos de la codicia La Gran Muralla es una propuesta insólita que combina una premisa deudora de los westerns y el cine de aventuras con unas criaturas propias de la fantasía heroica, lo que desemboca en un trabajo muy entretenido que aprovecha el carisma de Matt Damon… La carrera de Zhang Yimou es un tanto extraña, por lo menos en lo que respecta a los extremos a los que ha llegado a lo largo de los años. El realizador, uno de los más prolíficos de China, comenzó filmando pequeñas obras arties muy interesantes sustentadas en el costumbrismo, una puesta en escena en verdad esplendorosa y una serie de personajes que hacían frente a las fatalidades que les imponían las tradiciones y los sucesivos regímenes gubernamentales. Si bien nunca abandonó del todo sus preocupaciones formales, y especialmente la experimentación con la gama de colores saturados, a partir de la década pasada el señor se volcó hacia las superproducciones históricas en general y el cine wuxia en particular, circunstancia que ha abierto -sin dudas- una nueva etapa en donde las extravagancias visuales son la norma en proyectos cada vez más impredecibles y fastuosos. Considerando lo anterior, no es de extrañar que la última película de Zhang, La Gran Muralla (The Great Wall, 2016), no tenga nada que ver con sus propuestas previas, todas fascinantes por derecho propio (las que incluyen una desconcertante remake del debut de los hermanos Joel y Ethan Coen, un retrato algo freak de la Masacre de Nankín con Christian Bale y dos opus sobre los efectos en el plano privado de la Revolución Cultural de Mao Zedong). Hoy nos situamos en la China medieval para una historia que retoma una típica premisa de los westerns y el cine de aventuras: dos ladrones/ mercenarios, William Garin (Matt Damon) y Pero Tovar (Pedro Pascal), se transforman en prisioneros de una comunidad en aprietos y luego se suman a una “causa” que en un primer momento les resulta ajena, lo que viabiliza una metamorfosis desde la apatía hacia la responsabilidad. Ahora el asunto está hermanado a las obligaciones de una orden militar destinada a proteger a China de una horda de alienígenas feroces llamados Tao Tei, los cuales arribaron a la Tierra vía un meteorito y por la codicia de un emperador de tiempos remotos. Mientras que Garin y Tovar están obsesionados con la pólvora de los chinos, éstos últimos hacen lo posible para repeler el ataque de las bestias, un episodio inamovible que se produce cada 60 años exactos: por supuesto que ambas facciones eventualmente lucharán codo a codo contra los invasores y su líder, la “reina”. Aquí regresa a toda pompa el despliegue en vestuario y escenografía al que nos tiene acostumbrados el director, sumado a una fotografía de colores furiosos -a cargo de Stuart Dryburgh y Zhao Xiaoding- que no da respiro ni por un minuto. Asimismo en esta oportunidad las secuencias de acción se ubican más que nunca en la gloriosa frontera entre el parkour, el bungee jumping, la tirolesa y las acrobacias de circo. Y como si todo lo anterior no fuera suficiente, el film incluye además a la Gran Muralla China como la fortificación principal contra los Tao Tei, unos cuadrúpedos bocones que nos remiten a otras tantas criaturas semejantes del “catálogo CGI” (el diseño poco original de los monstruos es el único inconveniente significativo de la película). Zhang combina con inteligencia un ritmo narrativo vertiginoso y el carisma de Matt Damon con un relato delirante vinculado a la fantasía heroica, el tiro con arco y muchos detalles símil terror. La propuesta es muy entretenida y no abusa de las subtramas -ese fetiche insoportable del Hollywood contemporáneo a la hora de las epopeyas- porque prefiere bombardearnos con una parafernalia visual ridícula aunque bella que funciona a la par de una interesante bajada de línea en torno al sustrato autodestructivo de la avaricia, hoy insólitamente homologada a unos occidentales egoístas, siempre predispuestos a la traición y el pillaje más patético…
Llega un momento en la carrera de un artista donde el dinero prima en detrimento de su sólido recorrido. “La gran muralla” de Zhang Yimou es el ejemplo de esto, porque más allá de su potente caramlo visual, impactante, reforzado por el 3D, ni siquiera el trabajo de seis personas en el libro pueden sostener por más de 20 minutos la narración. La historia del extranjero (Matt Damon) que se suma a un ejército oriental para enfrentar un mal (en este caso los tsao tei), ya ha sido vista en infinidad de oportunidades, y ni siquiera el oficio de los actores asiáticos, la participación de Pedro Pascal y otros aditamentos, como tomar de clásicos como "El señor de los anillos" algunos puntos, pueden consolidar el relato, el que, seguramente, en un público infantil puede encontrar adeptos, pero no así en los seguidores de Yimou, que se toparán con un producto extremadamente Hollywoodense, con ciertas lecturas políticas absurdas, que caen en un momento erróneo al panorama cinematográfico actual.
El director chino Zhang Yimou, alejado del tono de sus realizaciones anteriores, entrega un producto hollywoodense que concentra logrados momentos de vértigo, acción y ataques sorprendentes. La acción se centra en la China del siglo XV, en la que se extiende la Gran Muralla que separa al ejército chino de varias amenazas y, justamente, una de esas tantas leyendas enciende este relato de tono fantástico en el que no faltan la acción, el esplendor visual y el ataque de criaturas monstruosas. La gran muralla está alejada del tono de las realizaciones anteriores de Zhang Yimou -desde Sorgo Rojo y Esposas y concubinas hasta la más espectacular La casa de las dagas voladoras- pero el toque fantástico y la reinvención del género de aventuras más clásico se conjugan en este producto entretenido que no pierde tiempo en explicaciones y da rienda suelta a la acción desde el comienzo. Entre combates sangrientos con arco y flecha, explosivos y acrobacias circenses -también vistas en Mad Max: Furia en la carretera-, la nueva película del director chino se impone por la belleza de su fotografía, el buen uso del 3D en las escenas en las que la altura cobra protagonismo y en una parafernalia visual construída en base al CGI. En ese marco se mueven dos mercenarios, William Garin -Matt Damon- y Pero Tovar -Pedro Pascal-, un español, que llegan en busca de pólvora y se transforman de prisioneros a punto de ser ejecutados en los nuevos aliados de una comunidad que se encuentran en una situación de riesgo por la presencia de los monstruos conocidos como Tao Tei, verdaderos devoradores de carne humana que se multiplican con la misma velocidad que las flechas atraviesan el lugar. El choque de culturas está presente en la trama y la idea del trabajo en equipo para superar las adversidades es la que domina este relato que recuerda a las viejas producciones hollywoodenses. Con elenco occidental, que incluye fugaces apariciones de Williem Dafoe, y un reparto oriental en roles de más peso, el espectáculo está servido en bandeja.
Hollywood y China unen fuerzas y recursos para esta superproducción dirigida por el realizador de films como Sorgo rojo, Esposas y concubinas, La maldición de la flor dorada y Regreso a casa. La gran muralla no es una gran película, pero igual pasará a la historia. Claro que lo hará por cuestiones que trascienden la pantalla rectangular: a fin de cuentas, se trata de un film angloparlante del reputado realizador chino Zhang Yimou (La casa de la casas voladoras) y debut de la productora Legendary East (filial de Legendary Pictures instalada en China con el objetivo de coproducir con otras compañías de aquel país). La acción se sitúa sobre la emblemática muralla que en sus años de gloria alcanzó los 9.000 kilómetros de extensión. Lo que hace el film es ilustrar una de las leyendas sobre los motivos de su construcción: una horda de reptiles gigantes que, cada sesenta años, amenaza con destruir el poderoso imperio. William (Matt Damon) y su amigo Tovar (Pedro Pascal) son dos mercenarios que, ante la evidencia de haber combatido a uno de esos invasores, son recibidos por los soldados defensores (encabezados por una troupe de estrellas locales como Andy Lau, Zhang Hanyu y Eddie Peng). La cuestión es que ambos son expertos en el arte del arco y la flecha, y toda mano extra es muy bien recibida para el combate. Pero ellos tienen otro plan: esperar un descuido ajeno y huir del lugar munidos con una buena cantidad de pólvora, elemento que en esos años amenazaba con cambiar el curso de las guerras. El film ha recibido varias críticas por la idea de que el gran salvador es un “hombre blanco”. Es cierto, como también lo es que el personaje de Damon proviene de un no lugar, alguien que se ufana de haber recorrido el mundo, pero que nunca manifiesta un origen concreto. En ese sentido, La gran muralla ofrece menos una lectura política que una hora y media de batallas, algunos atisbos de romanticismo y una serie de tomas (eso sí, digitales) imponentes y construidas con un gran sentido del espectáculo. El problema es justamente ese, que el desembarco “oficial” de China -ya había tenido participación importante tanto en la financiación como en el relato de Transformers 4 y Kung Fu Panda 3, entre otras- en el cine de aspiración global replica casi todos los cánones de los tanques norteamericanos. La gran muralla es, entonces, un film entretenido, correcto y sumamente eficaz a la hora de puntear las cuerdas emocionales del espectador. Las particularidades, más allá de la apelación a elementos de la cultura fundacional china, quedarán para otra ocasión.
La Gran Muralla: Jason Bourne salva China. Matt Damon protagoniza esta nueva aventura en la que reina el espectáculo visual y el carisma de sus protagonistas logra vencer las múltiples fallas del guion. William Garin (Matt Damon) es un soldado devenido en mercenario quien, junto con su compañero Pero Tovar (Pedro Pascal; Narcos) recorre el norte de China en busca de pólvora, mercancía muy valiosa cuya existencia aún es un mito en occidente. En pleno escape de un grupo de bandidos y tras haber matado a una criatura desconocida, William y Tovar se topan con una imponente muralla en el medio del desierto, repleta de soldados con estrafalarios uniformes de colores que llenarían de envidia a cada uno de los Power Rangers. Mientras los mercenarios están siendo aprehendidos, la muralla es atacada por un ejército de reptiles cuadrúpedos llamados Taoties, quienes según los nativos atacan cada 60 años el imperio como castigo de los dioses por el abuso de poder del emperador (cosa que la película no explica en ningún momento). Luego de ayudarlos a defenderse y formar una relación de confianza con la comandante del ejército Lin (Jing Tian) William tendrá que decidir si su destino es quedarse y luchar codo a codo con sus nuevos aliados o hacerse con su pólvora y huir con Tovar en búsqueda de riquezas. El film es una superproducción casi tan grande como la misma muralla, una colaboración entre Estados Unidos y China, es la película más costosa rodada completamente en China con un presupuesto de 135 millones de dólares y para el prolífico director Zhang Yimou(Esposas y concubinas; Héroe), su primer film en habla inglesa. Tal vez la épica del proyecto puso la vara demasiado alta y creó un hype imposible de igualar, aun así, la película se mantiene entretenida prácticamente de principio a fin. El elenco internacional está compuesto en su mayoría por actores chinos, pero excepto cuando algún comandante esta por decirle algo que le va a ser traducido a Matt Damon, los actores predominantes son Jing Tian, quien encarna a la audaz comandante Lin, una joven que definitivamente es uno de los puntos altos del film gracias a la química que logra con Matt Damon para reflejar el choque de culturas en la historia. Pedro Pascal hace un estupendo trabajo dándole el toque de humor (del cual hay más de lo que esperaba) especialmente en sus interacciones con Damon y con el olvidable William Dafoe, cuyo sir Ballard tiene suerte si llega a los 5 minutos en pantalla. Matt Damon también hace un buen trabajo como de costumbre, aunque por momentos al principio del film parece soltar su tonada de Boston que, acompañada con la barba que porta al momento, nos hace pensar que tal vez nos hayamos confundido de sala y estemos viendo a Mark Watney en The Martian (2015). La fotografía a cargo de Stuart Dryburgh (The Secret Life of Walter Mitty) y Zhao Xiaoding (House of Flying Daggers) probablemente sea la mejor parte del film junto con el trabajo de vestuario y los efectos especiales que se lucen en las escenas de combate, exceptuando el diseño de los Taoties, quienes sufren de un diseño genérico para un antagonista bastante ordinario en este tipo de films. La película pareciera tener un sentido de urgencia que no es necesario en este tipo de historias épicas, las acciones heroicas de William por momentos parecieran no tener explicación ya que no son ocasionadas por una relación amorosa con la general (en parte porque también por falta de desarrollo la relación nunca llega a ese punto) ni tampoco se condicen con sus intenciones anteriores, simplemente decide volverse un héroe. Tampoco tenemos demasiadas explicaciones sobre los Taoties, su inteligencia, ni su origen. La muralla, a pesar de estar en el título del film y tener una escala monumental durante los primeros actos de la historia, no es mencionada por los personajes prácticamente nunca y prácticamente todo el tercer acto transcurre fuera de ella. Por último, la historia casi no recae en subtramas innecesarias que le dan algo que hacer a los personajes secundarios, característica común en las películas catastróficas, pero cuando lo hace durante el escape de Tovar y Sir Ballard logra darnos el par de escenas más innecesarias de la película, que le quitan tensión al climax del film para mostrarnos como del otro lado del muro no pasa nada relevante para la historia. En conclusión, La Gran Muralla sufre la falta de un antagonista interesante y el desarrollo de ciertos personajes, pero el entretenimiento de las escenas de combate, una gran fotografía, y un par de actores principales que destacan le dan un atractivo que por lo menos resulta novedoso.
AVENTURAS EN LA ERA GLOBAL La muralla china es una de las grandes construcciones del hombre, llegó a medir más de 20 mil kilómetros y su objetivo principal era proteger las dinastías imperiales de los ataques externos, principalmente de las tribus provenientes de Mongolia. Pero más allá de la historia, La gran muralla toma una antigua leyenda que dice que la construcción se debió en primera instancia a frenar el avance de unas criaturas -algo así como la unión improbable entre orcos y lagartos gigantes-, que cada 60 años atacan como castigo a la codicia de los hombres y el único freno para exterminar a la humanidad es la muralla y los heroicos soldados de la Orden sin Nombre que la habitan. Hasta allí llegan escapando de los bandoleros del desierto William (Matt Damon) y Tovar (Pedro Pascal, el príncipe Oberyn Martell de Game of Thrones), dos mercenarios que atravesaron el mundo en busca de un misterioso polvo negro que explota. La pólvora. Apenas tomados prisioneros, asisten a una batalla contra las feroces criaturas y mientras tratan de entender qué está pasando, los muchachos dan cuenta que son excelentes guerreros y que pueden enfrentarse a cualquiera que se les ponga adelante, humano o no. Gracias a su valentía y destreza, la ejecución que los esperaba ordenada por el general Shao (Hanyu Zhang) y su lugarteniente Wang (Andy Lau), pasa para una mejor oportunidad aunque les advierten que nunca podrán salir de la extensa fortaleza, como le pasó a Ballard (Willem Dafoe) otro codicioso soldado de la fortuna que hace 25 años que espera su oportunidad de regresar a Occidente con la valiosa pólvora. Mientras que el asedio continúa William se da cuenta que lo suyo es el honor a pesar de haber visto y protagonizado barbaridades varias en diferentes campos de batalla y que la sofisticada China no está mal para echar raíces, una decisión en la que mucho tiene que ver la bella comandante Lin Mae (Tian Jing). Pero claro, su compañero Tovar y Ballard no piensan lo mismo y siguen con el plan de llevarse el tesoro negro. Publicitada como la película china más cara de la historia, La gran muralla, dirigida por Zhang Yimou (La casa de la dagas voladoras, Sorgo rojo, Esposas y concubinas, entre otras), es una coproducción con Estados Unidos y el dato no es menor, en tanto resulta preciso hablar de un espectáculo global que además, no se priva de incursionar en ciertas lecturas políticas del presente. Por un lado puede interpretarse como el film de presentación del poderío chino (en todos los órdenes, el cine no ex la excepción) y su proyección como la potencia mundial hegemónica en los próximos años; y por el otro, que el personaje a cargo de Matt Damon representa el hombre blanco que viene a ser algo así como el salvador de los poco ingeniosos chinos (¿?). Lo cierto es que más allá de las visiones políticas que tironean el relato (que las hay y son muy significativas), La gran muralla es una correcta película asentada en la aventura y el western, una megaproducción por encargo que Zhang Yimou conduce con oficio y que logra el objetivo de entretener. LA GRAN MURALLA The Great Wall, China-Estados Unidos/2017). Dirección: Zhang Yimou. Elenco: Matt Damon, Pedro Pascal, Willem Dafoe, Andy Lau, Jing Tian, Zhang Hanyu, Eddie Peng, Lu Han y Lin Gengxin. Guión: Tony Gilroy, Carlo Bernard y Doug Miro. Fotografía: Stuart Dryburgh y Xiaoding Zhao. Música: Ramin Djawadi. Edición: Mary Jo Markey y Craig Wood. Diseño de producción: John Myhre. Distribuidora: UIP. Duración: 103 minutos. Apta para mayores de 13 años.
El Cantar de mio Damon La gran muralla (The Great Wall, 2016) está dirigida por Zhang Yimou y representa la película más cara jamás producida en China, pero que quede claro que se trata del mismo producto que cae de Hollywood en cualquier otro verano. Seis personas trabajaron en el guión, todos occidentales, y reparando en el trasfondo de cada uno podemos destripar esta épica fantástica por lo que es: una colección de pedazos de blockbusters mediocres. Los primeros dos son Edward Zwick y Marshall Herskovitz, el director y el escritor de El último samurái (The Last Samurai, 2004). La narrativa del hombre blanco que se convierte en el líder y héroe de una civilización en peligro de extinción no les es extraña, aunque el racismo se ve bastante edulcorado en su nueva película. Comparte la gloria con sus pares en vez de apropiársela del todo, aunque no se explica la veneración inmediata que el ejército chino siente por William, quien es tratado de héroe por matar a un monstruo y asciende a salvador cuando lo ven matar otros dos - a pesar de que el ejército ha masacrado miles de estos monstruos en la misma escena. William es interpretado por Matt Damon, lo cual nos lleva al tercer guionista: Tony Gilroy. Ha escrito ocasionalmente películas excelentes - colaboró en El abogado del diablo (The Devil’s Advocate, 1997) y escribió la nominada al Óscar Michael Clayton (2007) - pero se gana el pan escribiendo las películas de Jason Bourne. Probablemente cuando China compró la participación de Matt Damon, dijo: “No sin mi guionista de cabecera”. El cuarto escritor es Max Brooks, autor de la novela que inspiró libremente Guerra Mundial Z (World War Z, 2013). La mejor parte de esa película mostraba monstruos apilándose uno encima del otro para sobrepasar una muralla; imaginen esa escena extendida a duración largometraje. Los monstruos son igual de genéricos que los zombis: criaturas reptilianas sacadas de cualquier película de ciencia ficción. Max es hijo de Mel pero no hay chiste que acierte en la película. La mayoría son cortesía del secuaz de William, el español Tovar (Pedro Pascal), un afable cobarde a cargo de perlas cómicas como “¡No me alisté para esto!” y “Tengo hambre”. Los últimos dos guionistas son Carlo Bernard y Doug Miro, que escribieron El aprendiz de brujo (The Sorcerer’s Apprentice, 2010) para Nicolas Cage y ahora están escribiendo la tercera de National Treasure. Este film fácilmente podría ser una película de los años dorados de Nicolas Cage. Probablemente hubiera hecho la misma película por menos dinero, y efectivamente ya la hizo: Outcast (2014), en la que también es un guerrero medieval en tierra china. Digan lo que digan de la carrera de Cage, deja la camiseta en todo lo que hace, y hubiera sido más entretenido de ver que Matt Damon, que no se ve ni remotamente interesado en nada de lo que está ocurriendo alrededor, ni siquiera en el supuesto romance que tiene con Lin (Jing Tian). Si La gran muralla funciona en algún punto es gracias a Zhang Yimou, que organiza a sus ejércitos con el mismo perfeccionismo esteta que aplicó en las ceremonias de apertura y cierre de los Juegos Olímpicos en Beijing en 2008. Yimou ha dirigido además ópera y ballet y cualquier cantidad de películas wuxia, es un talentoso para coreografiar espectáculos atractivos y de vez en cuando nos regala una composición original. Pero todo lo demás en La gran muralla le juega en contra: una historia sin contexto, poblada por personajes chatos que sólo existen como herramientas de una trama pedestre y estelarizada por el Matt Damon más insulso. Bajo cualquier otra circunstancia pasaría inadvertida como otra mega producción de Hollywood mediocre.
Es una ambiciosa co-producción norteamericana y china, la primera película en idioma inglés del consagrado Zhang Yimou, que tiene la gran ambición de la conquista del público chino acompañando al deseo de un éxito global. La historia esta basada en una leyenda que habla del verdadero porque de la construcción de la muralla china; Un ejercito de monstruos que vinieron de otro planeta para castigar la ambición desmedida de poder y codicia de un emperador. Ejercito de animales cada vez más inteligentes que atacan cada sesenta años. Si no son detenidos por la gran muralla desaparecerá el imperio y presumiblemente toda la humanidad. Con esa base fantástica de ciencia ficción ubicada en el pasado, y todos los recursos de trucos digitales el director se dedica a una puesta operística de ataques, preparativos y batallas que le da una preeminencia a lo visual que es realmente espectacular. Pero probablemente pensando más en el público de su país, donde se ensalza el valor de los chinos, todos sus adelantos en técnicas de guerra, con una armada inspirada en como se ve el famoso ejercito de terracota (Esa maravilla descubierta en l974, en el mausoleo del emperador Quin).Pero no resulta suficiente por carecer de un argumento sólido y de mayores conflictos humanos. Solo la relación de admiración mutua que logra el personaje de Matt Damon- un mercenario que quiere robarse el novísimo invento de la pólvora y se redime-por los valores de esa armada y su líder. El relato no tiene mucha lógica ni explicaciones pero si un despliegue de batallas, efectos y colores y multitudes que le acercaran a un publico que ama historias de monstruos y aventuras.
La gran muralla es una extraña obra de Zhang Yimou, uno de los más grandes realizadores que brindó el cine chino en las últimas décadas. Junto con Wong Kar-Wai (Con ánimo de amar), Yimou sobresalió en su carrera por su extraordinario sentido de la estética donde suele brindar espectáculos de una opulencia visual impactante. Ya sea que se trate de una historia intimista (Coming Home) o una tremenda épica de artes marciales (Héroe, Las casa de las dagas voladoras), sus filmes suelen ser bellísimos y siempre llaman la atención por los detalles que ofrece la puesta en escena. Creo que van a pasar muchos años hasta que otro artista pueda superar la labor de Yimou en las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos de Beijing, del 2008. En el caso de La gran muralla lo más destacable de la película pasa por estos elementos que están asociados con la obra del director. Como suele ser habitual toda la labor del diseño de producción, la fotografía y muy especialmente los vestuarios son alucinantes. Se trata de un proyecto muy particular donde varias productoras chinas, en coproducción con algunas compañías hollywoodenses, desarrollaron esta propuesta de aventuras para conquistar el mercado internacional. Dentro de ese contexto Yimou hizo su labor con mucho profesionalismo y hasta logró incluir en algunas escenas esa magia especial que tiene su arte. La película es rara porque por un lado tiene la estética personal que el cineasta suele otorgarle a sus obras pero al mismo tiempo la narración es puramente hollywoodense. Por consiguiente, La gran muralla carece de ese dramatismo tan particular que suele presentar el cine asiático en este género. Lamentablemente los seis guionistas de esta propuesta, entre los que se incluyen directores respetables como Edward Zwick (El último samurái) y Tony Gilroy (Michael Clayton), no estuvieron a la altura de las circunstancias. La trama que concibieron básicamente es Starship Troopers en el período de la dinastía Song. La película comienza muy bien e incluye una emocionante secuencia de batalla (la mejor escena de esta producción) y luego se desinfla con un conflicto redundante que nunca desarrolla los personajes que presenta. Después de la introducción de los monstruos en esa gran secuencia inicial, la película se vuelve repetitiva y genérica en materia de acción. En consecuencia, el interés que había generado en un comienzo se desvanece enseguida. Hacia el final si los protagonistas mueren o sobreviven en la historia da lo mismo porque nunca se llega a establecer una conexión emocional con ellos. Algo que nunca había ocurrido con una película de este director. Yimou en este caso abusó también de los efectos digitales (algo muy inusual en su filmografía) que son bastante irregulares. Hay escenas donde los monstruos se ven realistas y en otras ocasiones dan la impresión que ni siquiera pasaron por la post-producción. Matt Damon, en una de las interpretaciones más desapasionadas de su carrera, parece bastante aburrido a lo largo del film y no tiene mucho para hacer más que disparar flechas. Lo mismo ocurre con grandes actores del cine asiático como Zhang Hanyu (Bodyguards and Assassins) y Andy Lau (Infernal Affairs) que están completamente desaprovechados. No obstante, el peor caso de todos es el de Willem Dafoe, cuyo personaje directamente no tiene razón de ser en esta historia. Creo que lo sumaron más que nada para incluir un nombre conocido en el afiche. La actriz Jing Tian (Police story 2013) y Pedro Pascal (Narcos) son los únicos miembros del reparto que le pusieron un poco más de onda a sus interpretaciones y logran destacarse sobre el resto. Dentro de la filmografía de un director enorme como Yimou esta película probablemente quedará en el olvido, pero eso no quita que no sea una alternativa pochoclera con la que te podés entretener un rato. Como propuesta de aventuras cumple su objetivo aunque se borre de tu memoria al día siguiente. Si bien no llega a ser un completo desastre, para un proyecto que reunió a tantos artistas talentosos, La gran muralla resultó ser un film decepcionante.
“La Gran Muralla” es un film dirigido por el Zhang Yimou, director chino con muchísimos adeptos que no sé si encontrarán satisfacción en esta película muy hollywoodense. Pensaba que me sentaría a ver un film de género épico, pero no resultó más que una película de fantasía con tintes del género, el cuál puede terminar siendo para un público infanto-juvenil. Las escenas de saltos son lo más llamativo del tráiler y de la película, no hay mucho más que eso, en cuanto a lo espectacular; los paisajes que se muestran son monótonos, y en varias ocasiones se ve demasiado la animación, y por lo menos a mí eso me saca de contexto. La Gran Muralla intenta tener algunos gags que no funcionan del todo, son pocos y muy aislados. Los personajes de Matt Damon y Pedro Pascal llegan a la Gran Muralla, siendo perseguidos y luego terminan participando de esta “guerra” contra los “Tsao Tei”, que entretiene por unos minutos, pero luego se torna reiterativo y no se sostiene. Una película para pasar el rato, y en 3D, se puede disfrutar bastante, ya que hay mucho arco y flecha que atraviesa la pantalla y visualmente es atractivo, pero nada más.
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Matt Damon, en tierras lejanas Con cierta malicia puede suponerse que al elegir la Gran Muralla como escenario y tema de este film en el que hacen respectivos y paralelos debuts, tanto Matt Damon como Zhang Yimou han querido subrayar la importancia del acontecimiento. El admirable realizador está esta vez al frente de una producción ambiciosa que aspira a conquistar a un público más numeroso que el que lo distinguió entre los más talentosos de China (Sorgo rojo, Ju Dou, Esposas y concubinas) y también por primera vez entrega una mezcla de cuentos y leyendas que la famosa muralla ha ido generando a lo largo de su larguísima historia; muchas nacidas de la explicación de su existencia y su función de servir de protección ante invasores venidos del Norte. También ése es, de algún modo, el punto de partida que tomaron los autores de un libro que no derrocha inventiva ni originalidad y se contenta con imaginar que quienes ahora acechan son unos monstruos gigantes, humanoides y feísimos que ponen a prueba las habilidades y la inteligencia de los héroes del caso. Que para eso están Matt Damon, Willem Dafoe y unas cuantas estrellas populares del cine chino, como Andy Lau, que tienen la gentileza de hablar inglés para entenderse con los invadidos y disponerse a colaborar con ellos en la defensa de su territorio. A Yimou, que no ha perdido su buen ojo, no le queda otro remedio que hacerse cargo del aspecto visual del film, lo que -ya se sabe- es su especialidad.
Juntos son dinamita Dos mercenarios occidentales llegan a China a robar pólvora. Y combaten con los chinos a bestias horribles. No es la primera, pero sí la punta de lanza. La gran muralla es la película que abrirá, se presume, un camino no muy desandado ni por China ni por Hollywood: la coproducción. Comienzan a llevarse bárbaro. Y bárbaros son los personajes del filme, una fantasía sin muchos pies sobre la tierra, ni sobre la muralla. Zhang Yimou, quien antes de filmar historias con protagonistas que hacían vuelos de artes marciales imposibles, creaba filmes como Esposas y concubinas o Sorgo rojo, aclara que de los cinco héroes de La gran muralla, uno solo es occidental Y, encima, mercenario. Es William (Matt Damon), quien en esta historia “basada en una de las leyendas sobre la Muralla”, como se aclara en los títulos iniciales, es uno de tantos extranjeros que llegan hasta la China imperial en busca de eso que llaman pólvora. Cómo William y Tovar (el chileno Pedro Pascal, de Narcos), a quienes los mueve la ambición, pueden cambiar la perspectiva de sus vidas (“sos ladrón, mentiroso y asesino”, le dice Tovar a nuestro héroe rubión, que lo conoce bien) es gracias al contacto con soldados, generales y comandantes chinos, de espíritu noble y xin ren. Que no es carpe diem ni hakuna matata, pero quiere decir tener fe, o confiar entre nosotros. “Cuántas banderas defendiste”, le dice en perfecto inglés a William la comandante convertida en general Lin (Jing Tian). Los chinos defienden una sola bandera, que no es otra que la del imperialismo... chino. Lo que une a los mercenarios y el ejército chino, como diría Borges, no es el amor sino el espanto, y el temor ante la llegada de los tao teis, unas bestias horripilantes, de sangre verde que atacan cada 60 años. Y que creados por la compañía neozelandesa Weta, y sí, se parecen muchísimo a las que combatía Aragorn en El retorno del rey. La historia es claramente lo de menos en esta película de un despliegue visual inusitado, con un colorido vestuario y efectos especiales de primer nivel. La destreza y valentía es común a unos y otros. William maneja el arco mejor que Kastniss en Los juegos del hambre. Ahora sí, Lin no muestra un centímetro de piel. Es de esas guerreras como Hollywood no hace. Podrá o no enamorarse del galán occidental, pero para ella es como para el General: primero la Patria, luego el Movimiento -aquí, el ejército-, después los hombres. Aunque de tan púdica, reservada, casta y discreta parezca una muñeca china.
Superproducción chino estadounidense con héroes blancos que salvan a los orientales, sí, pero también una entretenida y muy vistosa recreación de una leyenda sobre el origen de la Muralla china. Con el aporte de los visuales generados por computadora y un grupo de intérpretes principales, chinos y occidentales, muy carismáticos. Con Matt Damon y el chileno Pedro Pascal (Narcos) a la cabeza.
La Montaña mágica El realizador chino Yimou Zang –La Casa de las Dagas Voladoras (House of Flying Daggers, 2004)- vuelve a lucirse con su especialidad: la construcción de una historia heroica en la China imperial. En esta oportunidad, la historia transcurre alrededor de dos mercenarios europeos que atraviesan Europa para llegar a China desde Mongolia en la búsqueda de pólvora para venderla a los ejércitos feudales europeos sumidos en interminables guerras religiosas y territoriales. Un par de mercenarios que huyen de la persecución de los aguerridos jinetes mongoles se encuentran ante una guerra entre mundos cuando unas bestias verdes parecidas a lagartos prehistóricos atacan un sector de la fortificación medieval china conocida como La Gran Muralla, que divide las ciudades del Imperio Chino de los territorios mongoles. Mientras que William (Matt Damon) es seducido por la belleza de la comandante Lin Mae (Tian Jin) y la unidad del ejército de la Orden Sin Nombre que protege la Muralla, su compañero Tovar (Pedro Pascal) mantiene las esperanzas de escapar con un cargamento de pólvora gracias a la ayuda de Ballard (Williem Dafoe), otro mercenario, que espera desde hace veinticinco años la oportunidad de escapar de la Muralla con sus secretos. Aunque sin descuidar la historia y las actuaciones, el film se centra más en la escenografía y el arte de la recreación de la era dorada de una china imperial gloriosa, en la que el honor y la pertenencia eran los estandartes, que en los aspectos argumentales y la coherencia dramática, que recaen absolutamente en la diestra dirección de Zang, que busca crear una sensación de orden en el caótico y ambicioso guión de Max Brooks, Edward Zwick y Marshall Herskovitz basado en la historia de Carlo Bernard, Doug Miro y Tony Gilroy. La fotografía a cargo de Xiaoding Zhao (Curse of the Golden Flow, 2006) y Stuart Dryburgh (Blackhat, 2015) contrasta por primeros planos de los protagonistas con coreografías marciales recargadas de colores estridentes y yermos paisajes de gran profundidad y belleza, aportando junto al equipo de arte la esencia estética tan grandilocuente como abigarrada a la producción. La Gran Muralla (The Great Wall, 2016) crea así una historia de acción en la China medieval mezclando el relato de caballería, la transformación del antihéroe en héroe con la romántica camaradería militar construida por la literatura del Medioevo, pero enfrentando en esta oportunidad a una manada de voraces monstruos caídos del cielo con soldados chinos y mercenarios europeos en lugar de ejércitos, en una rutina que se repite cada sesenta años. La película ofrece, de esta manera, todo el bagaje de efectos de acción y bailes acrobáticos en medio de luchas encarnizadas que caracterizan al cine espectacular de Yimou Zang. A pesar de no ser uno de sus grandes films, como Héroe (Hero, 2002), la última producción del realizador chino combina exitosamente los elementos de la cultura occidental que propone con el virtuoso exotismo oriental para ofrecer una gran historia sobre la posibilidad de olvidar el pasado y construir un nuevo futuro a partir de la confianza, la camaradería y el amor.
Matt Damon al paredón Sobre la pantalla negra leemos lo siguiente: “La Gran Muralla China tardó más de 1700 años en construirse y por sobre su rica historia abundan las leyendas… esta es una de ellas”. Ubicar al universo ficcional de La Gran Muralla (The Great Wall, 2017) -el más reciente móvil de acción y aventuras de Matt Damon- en la categoría de leyenda, y consecuentemente corriéndola de la tediosa rigurosidad histórica, es un ejercicio que pinta de pies a cabeza aquello que el film nos ofrecerá durante 103 minutos: una historia que escenográficamente se apoya en una de las nuevas siete maravillas del mundo para ofrecernos un relato fantástico de aventura con probablemente demasiadas reminiscencias a éxitos recientes del género en la pantalla grande. El bueno de Matt interpreta a William, un mercenario europeo vagando por China en busca de pólvora, el oro negro de la era medieval. William y su amigo Tovar (Pedro Pascal) terminan en la Gran Muralla China y caen prisioneros de una secta militar secreta encargada de proteger la muralla de algo más que ejércitos invasores, sino de unas extrañas criaturas que regresan cada 60 años para traspasar el muro. En este punto muchos dirán “¿la Muralla China servía para mantener monstruos a raya?”… y acá entra en juego el elemento legendario/fantástico de la historia. Poniendo en funcionamiento el tropo de “hombre blanco salvador”, William, con su caucasidad de bien, ayudará a los hombres de la dinastía Song a dar pelea contra los monstruos y evitar una invasión devastadora que podría ser el puntapié inicial del fin de nuestra raza. Abundan las similitudes con Al Filo del Mañana (Edge of Tomorrow, 2014), El Último Samurai (The Last Samurai, 2003), Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013) y la serie animé Attack on Titan (2013). El sexteto de guionistas parece haber tomado nota de algunos de los éxitos del género de fantasía y aventura de los últimos años, usando la Gran Muralla China como telón de fondo. Tratándose de la producción china más cara de la historia, con un presupuesto de 135 millones de dólares, el diseño de arte y vestuario se lucen, especialmente con algunas armaduras guerreras coloridas que parecen homenajear solapadamente a Los Caballeros del Zodíaco. Eso sí, los abultados costos parecen no haber alcanzado para conseguir una peluca decente para el pobre Matt Damon durante la primera mitad. Lo que nos remite a Nicolas Cage y su compendio interminable de tupés polémicos… porque La Gran Muralla es una película mucho más cercana al universo bizarro del Cage millenial que al Matt Damon héroe de acción post Jason Bourne. Hablando en profundidad de Damon, su performance no destaca por nada particular. Entrega sus líneas de diálogo sin mayor esfuerzo, como quien quiere terminar rápido un trabajo para irse a casa. Ni siquiera la subtrama romántica entre su personaje y Lin Mae -interpretada por Tian Jing- parece motivarlo para a hacer un esfuerzo de carácter histriónico. Párrafo aparte para el curioso personaje interpretado por un -¿desaprovechado?- Willem Dafoe. Entre tanta pantalla verde y CGI desmedido, el director Yimou Zhang, un hombre que supo demostrar su habilidad para la acción en clave oriental en films como Héroe (Hero, 2002) y La Casa de las Dagas Voladoras (House of the Flying Daggers, 2004), queda sin mucho margen para desarrollar secuencias de acción interesantes o que puedan destacarse desde lo visual. Con poca originalidad y mucho aroma a recopilación de previos éxitos de taquilla, La Gran Muralla resulta en un film genérico que -dejando de lado su elaborada producción- no ofrece mucho más por lo cual destacarse entre tantas aventuras con amenazas fantásticas digitalizadas. Marche a la muralla… ¡o al paredón!
Muralla contra inesperados enemigos Según este vertiginoso film fantástico, cuando los extranjeros son lagartos monstruosos (y no refugiados de la nacionalidad que fuere), bien valen los muros. Zhang Yimou, el director chino que filmó obras maestras como "Sorgo rojo" y "Esposas y concubinas", fue tentado finalmente por Hollywood para rodar una superproducción épica en coproducción con China, un elenco internacional, Matt Damon a la cabeza y un arsenal de efectos digitales. El lugar común diría que se vendió al oro hollwoodense a costa de su talento, pero eso sería sólo un prejuicio ya que "La gran muralla" es una excelente película de aventuras fantásticas. La idea básica es que, en realidad, la muralla china fue construida para contener los ataques de unos monstruosos lagartos que reaparecen para devorar seres humanos cada 60 años. Dos mercenarios europeos, Matt Damon y Pedro Pascal ("Games of Thrones") viajan a China para buscar la mítica pólvora desconocida en su continente y llegan en el momento adecuado para el ataque de ese ejército horrible, llevando con ellos una piedra magnética que usan como brújula, y que puede ser la clave para derrotar a los monstruos. Con un presupuesto de alrededor de 150 millones de dólares que Zhang Yimou sabe aprovechar al máximo, las batallas fantásticas superan lo conocido, y no sólo en los efectos especiales. La dirección de arte ofrece detalles asombrosos en escenografía y vestuario, y la fotografía potencia las posibilidades visuales de cada escena, con momentos extraordinarios hacia el desenlace, cuando los personajes combaten a su enemigo en el interior de una torre iluminada por la luz que se filtra a través de vitrales. La acción no da pausa durante la poco más de hora y media de proyección, y tal vez lo menos convincente sea la interacción entre los actores occidentales y sus colegas chinos, sobre todo en todo lo que tiene que ver con el personaje traicionero de Willem Dafoe. Pero más allá de éste y algún otro detalle, "La gran muralla" es un gran entretinimento épico a puro vértigo, y ningún fan del cine fantástico debería perdérsela.
The Great Wall no se contiene los golpes y va por todo desde los primeros minutos. Los dos sobrevivientes de una partida de mercenarios en busca de pólvora, hostigados por bandidos que los persiguen sin descanso, encuentran refugio dentro de la Gran Muralla china previo al ataque de una masiva turba de criaturas alienígenas. Es un primer asedio en el que los extranjeros se ganarán la confianza de los orientales, pero es una muestra acabada de lo que será esta película y del despliegue propuesto por Zhang Yimou. No está presente ni el corazón o el cerebro que se podría haber esperado de un proyecto del realizador de Hero o La Casa de las Dagas Voladoras, sino que pareciera ser suficiente el hecho de ser un tanque de Hollywood hecho dentro del gigante asiático.
Si yo tuviera que definir al cine épico, siempre empezaría relatando el discurso que dice Aragorn a las tropas humanas ante las puertas de Mordor mientras todos corren gritando “muerte”. Bueno, resten unos orcos, un ojo maldito, sumen a Matt Damon y una muralla y tan errados no estamos. La Gran Muralla cuenta la historia de una tropa de elite que está defendiendo los límites entre el mundo de los humanos y unos monstruos particulares que se alimentan de carne humana. Cuando el presagio aparece, los guerreros deciden quedarse porque por fin sienten que la batalla va más allá de la recompensa: es su deber. Podría hacer un listado enorme de elementos que fallan en la historia o que son demasiado básicas y por eso a esta cronista no la matan de amor, pero no hay manera de dejar de verla. No existe. Zhang Yimou puede encantar serpientes con su estética, su manera de mover la cámara, su lógica del montaje rítmico y como nos va engatusando en el cuento. El director de Hero y La casa de las dagas voladoras otra vez me deja clavada a la butaca y no puedo hacer nada al respecto. Este film es el primer tanque en ser grabado en su totalidad en China, con lo cual tiene una lógica de establecer un estándar de calidad y entrar en una lógica mundial diferente. Sin dejar de lado que la taquilla China es deseada por absolutamente cualquier productor mundial. Matt Damon tiene un carisma especial y sus dotes de actor lo destacan mucho. Pedro Pascal, que el mundo entero parece haber descubierto ahora funciona como un acorde wing man y Willhem Dafoe aparece en cámara y con esa voz medio ronca se roba todo. Pero esto es todo lo que tiene la historia y es por la razón más básica de todas: y es que el plot es casi nulo. Donde intentan establecer una relación entre la mitología, lo ancestral y estos bichos con lógica de aliens de Ridley Scott termina siendo un poco repetitivo y vacío. Las escenas de batallas funcionan bien porque la capacidad de mover la cámara, de usar la imagianción del espectador bañando de niebla por momentos, haciendo planos cerrados por otros y por momentos podemos seguir a seres azules casi acróbatas tirándose desde la muralla, que nos distraen. Pero la película termina y entendemos que no vimos más que espejos de colores. ¿Por que no verla? Porque todo lo que pensás que va a pasar pasa. Incluyendo la guerrera preciosa de la que se enamora en la Muralla. Todo eso que es el “vicio del género”, está. Si buscás la esencia China, no está. O si está, está muy lavada en la lógica Hollywoodense. ¿Por qué verla? Porque cuando hablás de estética y de amor al cine, es importante ver lo que está bien, versus lo que está mal. Este hombre HABLA colores. Es impresionante cómo maneja los tiempos, las tonalidades, los movimientos de cámara. Es alucinante. Y, seamos sinceros, si te gusta el género, un poco esperás el momento en el que se te pone la piel de gallina frene al sacrificio, a la lucha por la verdad, a la música monumental. Un poco vas buscando esto. Y te lo da.
¿Sabía usted que China hace grandísimos tanques como los americanos y busca nuevos mercados? Si no, aquí tiene una prueba. El director ya no es aquel de JuDou, Sorgo Rojo o Qi Yu, sino alguien dedicado al gran espectáculo. Aquí hay un extranjero en China, la muralla y unos monstruos tremendos que constituyen la verdadera amenaza. Y lo demás es coreografías y algo de nacionalismo chino buena onda. Una aventura a reglamento para paladar global.
Marco Polo no la contó. El lejano oriente cautivó la curiosidad de los occidentales desde que llegaron las primeras noticias de la existencia de culturas diferentes a las propias, contadas con fantásticas historias agrandadas por la distancia. Hasta hoy sobrevive una de las obras de ingeniería más grandes construidas por la humanidad, La Gran Muralla China, que a lo largo de siglos protegió al imperio de sus enemigos. Para el cosmopolita grupo de mercenarios que llega hasta ella sobreviviendo apenas al ataque de una tribu nómada en el medio del desierto, el incentivo para aventurarse a un viaje de seis meses a lo desconocido fueron los relatos de un arma capaz de matar a una docena de enemigos con una potente explosión. Calculan que si logran ser los primeros en llevar la pólvora a los campos de batalla europeos, podrán ganar una fortuna, pero no cuentan con dos factores importantes: Primero que los chinos no están dispuestos a compartir tan fácilmente el secreto de su fabricación. Y segundo, que su llegada coincide exactamente con el regreso de una letal horda de monstruos que, cada sesenta años, asedia la gran muralla, esperando eventualmente poder alimentarse de los millones de habitantes de la capital del imperio y así multiplicarse por el resto del mundo. Los dos mercenarios sobrevivientes deberán decidir entonces si aprovechar el caos de la invasión para robar la pólvora y escapar de regreso a Europa, o participar de la defensa de la muralla junto al imponente ejército de la Orden Sin Nombre. Matt también tiene que comer. Los últimos años escuchamos muchas veces sobre los intentos de los estudios hollywoodenses por desembarcar en el enorme mercado chino, pero La Gran Muralla parece ser justamente lo contrario: una película especialmente diseñada para acercar el tradicional cine de industria chino a las pantallas occidentales, con un producto que, si bien diluidos, mantiene muchos de sus rasgos estéticos y narrativos pero agregando un par de nombres conocidos que hicieran viable su estreno de este lado del mundo. El director Yimou Zhang ya tuvo hace algunos años una moderada repercusión en occidente con Héroe, La casa de las dagas voladoras y La maldición de la flor dorada, difundiendo ese particular estilo que mezcla el género histórico con el fantástico y las artes marciales, usualmente con una propuesta visual que no teme alejarse del realismo con tal de agregar belleza a cada plano. Si bien La Gran Muralla mantiene mucho de ese atractivo visual, con batallas épicas y coreografías casi de ballet, la trama carece del contenido dramático que supieron tener otras de sus obras y termina achatándose con giros bastante gastados del cine de acción y aventuras que estamos más acostumbrados a ver. Eso significa nada de espadachines caminado en puntas de pie por las copas de los árboles, pero bastante de chicos blancos cambiando de vida, para salvar de un día para otro a los que pasaron su existencia preparándose para la gran batalla. Esto da como resultado una película que entretiene, pero que termina lejos de los trabajos mas recordados tanto del director como del su protagonista. Conclusión: La Gran Muralla es una entretenida película de acción, con muchos rasgos estándar del cine épico chino algo diluidos para hacerla mas accesible al público occidental, quedando en un punto intermedio. Aceptable pero nada memorable.
Cuenta la leyenda, que una de las razones para haber construido la mítica Muralla China tuvo que ver con una invasión de criaturas fantásticas que acecharon a esa parte de Asia por muchos años. En medio de esa historia, aparecen los mercenarios occidentales, en busca de un tesoro que en aquel momento cotizaba como oro: la pólvora, considerada el arma más poderosa jamás utilizada. La mayoría no sobrevivía a la travesía, pero en esta película, William (Matt Damon) y Tovar (Pedro Pascal) se las apañan para caer a los pies de la dinastía que reinaba allí, liderada por la Orden sin Nombre. El secreto que ocultaban estos soldados enseguida sale a la luz, cuando ven en las habilidades de lucha de los forasteros, una oportunidad para de una vez por todas derrotar a estos monstruos conocidos como Tao Tei. Dirigido por Yimou Zhang, La gran muralla (The Great Wall) resulta ser el film más costoso que se haya filmado en China, y eso se ve reflejado en un despliegue visual y de vestuario, acompañado de artes marciales coreografiadas y una posproducción digital que suele reservarse para películas de ciencia ficción. Si bien cumple con su cometido de entretener, la historia es un cliché tras otro, donde probablemente Matt Damon no era la mejor opción para un personaje de estas características. Al menos a mí, me costó comulgar con su performance. Afortunadamente, conservaron la veracidad del relato manteniendo el idioma original; cuántas veces hemos visto films históricos de la maquinaria Hollywood hablados en inglés que le faltan el respeto a otras culturas. Si se quiere, lo que más molesta es la innecesaria -pero aparentemente siempre efectiva- tensión sexual entre el héroe gringo y la Comandante Lin (Tian Jing), un detalle que podría calificar como la metáfora de trascender cualquier barrera (o muralla) entre Oriente y Occidente y, en última instancia, hacer las paces. De todos los misterios que rodean a una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, que fue construida a la largo de 1700 años y que recorre casi 22 mil kilómetros de territorio, probablemente el cuento chino de que unos animales prehistóricos y superpoderosos vinieron a parar a nuestra Tierra a bordo de un meteorito sea el menos creíble de todos… Sin embargo, a la hora de crear un guión de ficción lleno de escenas pensadas para disfrutar detrás de un balde de palomitas de maíz y unas gaseosas bien frías, pues la cosa responde efectivamente. Una pena que mientras que la famosísima fortificación seguirá perdurando por los siglos de los siglos, esta película será olvidada por todos tan pronto como una muchedumbre abandona una sala de cine.
Como ya he escrito en otras oportunidades, el cine de género de aventuras ha muerto. Sin embargo de vez en cuando se estrenan películas que intentan evocarlo un poco y La gran muralla es una de ellas. Me entretuve bastante y creo que es una propuesta a la cual no se le puede pedir mucho más que eso. Las secuencias de acción son muy buenas. El director chino Yimou Zhang ya se había lucido en Hero (2002) y La casa de las dagas voladoras (2004), y aquí redobló la apuesta (gracias a un presupuesto mayor) en grandes despliegues y acrobacias. Otro gran acierto es el diseño de vestuario. El elenco occidental es lo único que nos hace notar que lo que estamos viendo es una película de Hollywood. Y si bien su labor es correcta se los nota un tanto forzados. Matt Damon está muy bien pero se encuentra lejos, muy lejos, de sus grandes papeles y está claro que el guión no le permite lucirse más. Aún así sus escenas de acción son buenas. Raro es el casting de Pedro Pascal, no se entiende muy bien por qué lo seleccionaron para ese papel, pero más rara aún es la participación de Willem Dafoe. Por momentos parece perdido. Pese a esto todos fluyen bien con sus compañeros orientales en una buena amalgama. La gran muralla es una película muy entretenida y con un despliegue visual que hace que realmente valga verla en el cine.
“La gran muralla”: mucho efecto y poca historia China, varios siglos atrás. William (Matt Damon) y Tovar (Pedro Pascal) son los dos únicos sobrevivientes de un grupo de mercenarios que comenzaron un viaje con un único objetivo: conseguir la tan ansiada pólvora de la que tantas maravillas han escuchado. Escapando de unas tribus de las montañas llegan hasta la Gran Muralla China donde se toparán con un ejército preparado para la acción y listo para el combate. Ambos descubrirán que la construcción a lo largo de los siglos de la muralla no fue con el fin de mantener alejados a los mongoles, sino a algo más peligroso. La mítica construcción fue edificada para detener la llegada de unos monstruos que atacan cada 60 años y, si llegaran a las ciudades principales, sería el inicio del fin para la raza humana. De esto es lo que básicamente trata “La Gran Muralla” (The Great Wall, 2016), el filme chino más caro de la historia. Los orientales demuestran con esta obra lo mismo que sus hermanos estadounidenses: podés poner carretillas de dinero en una película pero, si la historia no es buena, no sirve de nada. La película promete mucho de entrada, en parte porque tiene a un director como Zhang Yimou que es un virtuoso. Su esteticismo es grandioso, y visualmente te deja sin palabras. Tiene un uso de los colores y los contrastes que muchos deben envidiar. Yimou es el mismo que dirigió filmes como “Héroe” (Ying xiong, 2002), “La casa de las dagas voladoras” (Shi mian mai fu, 2004) o “La maldición de la flor dorada” (Man cheng jin dai huang jin jia, 2006), claros ejemplos de su preciosismo. Por otra parte, el elenco mixto entre estrellas orientales y occidentales funciona. El gran Andy Lau, más la bellísima Jing Tian -a quien verán en la próxima película de King Kong- y el joven músico y actor (nunca falta una estrella de la música) Lu Han, acompañan bien a la dupla de Pascal y Damon. Estos “amigos de armas” son creíbles, y las partes de comicidad entre ellos suman, sobre todo porque el protagonista de “Jason Bourne” tiene mucho talento, capacidad y sabe cómo manejarse ante una cámara. Damon conoce a la perfección su trabajo y lo que necesita para actuar. Pero nada de esto sirve para salvar a este filme del desastre que es su historia, su trama, lo que quiere contar. De por sí, podemos dejar pasar que no se sepa por qué estos bichejos atacan, ni dónde se encuentran entre ataque y ataque, cómo sobreviven y muchos otros aspectos más. Pero quieren hacer tan grande, tan violenta y tan destructiva a la amenaza que son estos monstruos, que terminan haciendo inverosímil absolutamente todo. Hay tanto efecto por computadora dando vuelta que es un atentado contra el propio filme: siempre, pero siempre, es mejor sugerir que poner todas las cartas sobre la mesa. Todo se vuelve muy excesivo, se vuelve demasiado “norteamericano” el largometraje y menos chino, que podría haberlo salvado. Perdonen que Damon use pelo largo –si pueden–, ¿pero un mercenario inglés y uno español juntos? ¿Y un inglés que tiene acento estadounidense? Todo muy enmarañado y que aleja demasiado al espectador. Y Willem Dafoe, que seguramente está ahorrando para poder comprarse una casita en la costa, es la única explicación posible a su participación en esta película. Seguramente quedará en el recuerdo la buena onda y amabilidad de Matt Damon cantando cumbia argentina en una entrevista sobre esta película, porque de “La Gran Muralla” no se van a acordar ni los arquitectos.
Unos monstruos que no asustan a nadie. La coproducción sino-estadounidense es la primera hablada en inglés que comanda el recordado realizador de Ju Dou. Aquí se embarca en una desafortunada lucha entre monstruos inverosímiles y mercenarios occidentales –comandados por Matt Damon– en busca de pólvora. Dice la sinopsis argumental de Ju Dou: “Mercenarios europeos en busca de pólvora se ven envueltos en la defensa de la Gran Muralla china, contra una horda de… [los puntos suspensivos son propios] criaturas monstruosas”. Ah, con que ésas tenemos. Si bien no es la primera vez que dirige actores occidentales (Cristian Bale fue parte del elenco de The Flowers of War, 2011, no estrenada en Argentina), la coproducción sino-estadounidense The Great Wall es la primera hablada en inglés que comanda Zhang Yimou, el recordado realizador de Esposa y concubinas y Ju Dou. Aunque nunca hasta ahora había llegado al límite de los monstruos, Yimou sí se había desplazado en ocasiones de su especialidad, el drama histórico. Recuérdese que La reina de Shanghai era una de mafiosos chinos, y la trilogía Héroe-La casa de las dagas voladoras-La maldición de la flor dorada, una saga de patada y espada. Así como A Woman, a Gun and a Noodle Shop, tampoco vista por aquí, es una remake de Simplemente sangre, de los hermanos Coen. De hecho, Ju Dou era en buena medida una variación de El cartero llama dos veces. ¿Qué puede esperarse de Yimou dirigiendo un gran espectáculo histórico? Si se permite la perogrullada, espectacularidad, lucimiento visual, mucho estilo y coreografía, como mínimo (¡el hombre diseñó las ceremonias de apertura y cierre de los Juegos Olímpicos 2008, al fin y al cabo!). Bueno, tampoco tanto. No es fácil adivinar la ocupación que habrán tenido los tres autores de la idea original y los tres guionistas, todos estadounidenses y los más conocidos de ellos, Marshall Herskovitz y Edward Zwick (ambos de El último samurái y la última Jack Reacher), entre los primeros, y Tony Gilroy (casi todas las de la serie Bourne), entre los últimos. Conviene olvidarse, desde ya, de la existencia de algo parecido a personajes. Los occidentales presentes –entre ellos Matt Damon– son mercenarios en busca de pólvora, aún no conocida en Occidente, tanto como podrían estarlo en busca de fideos. Teniendo en cuenta que en la serie Bourne Damon pudo desarrollar una fiereza hasta entonces desconocida, Yimou pudo haberla aprovechado para este papel de mercenario. Pero no: el actor de Los infiltrados vuelve a lucir tan noble como en Rescatando al soldado Ryan. Y se hace imposible creer en él como mercenario. Pero por mucha muralla y pólvora y generala (sí, los chinos no tienen general sino generala, invención del guion para cumplir con la cuota de corrección genérica, y de paso gestionar una pizca de tensión sexual para Damon), lo que importa aquí es la lucha contra el monstruo. Y acá, lamentablemente, viene lo peor, porque los monstruos son una manga de tarados. Especies de iguanas gigantes con muchos dientes, los Taoties (así se llaman) no asustan a nadie. Pueden rugir, abrir grande la boca, tirarse de a varios sobre algún soldado, trepar de modo amenazante por los muros de la muralla, perseguir a alguna presa, y nada. Se nota que son digitales, pero además el diseño deja que desear. Y encima habría que ver si Yimou vio alguna vez, de chico, alguna película de monstruos, o si ese día prefirió ir a la ópera. O si la vio y le hizo efecto. Una película de monstruos no es para cualquiera. Hay que empezar por creérsela para que el monstruo asuste, si no no funciona. Y estos no asustan. Y no funciona. Después está el costado aventurero, al que se presta el desierto de alrededor de la muralla, y que aflora sobre el final, cuando los héroes salen a la caza de los Taoties en globos de helio. Será por la tradición aventurera del globo de helio, que se remonta hasta Julio Verne, pero esto, si bien también se le nota la digitalización, funciona mejor, encadenándose además con una serie de peripecias finales que recogen con más acierto la tradición del cine de aventuras y le levantan un poco la nota a una película hasta entonces francamente desafortunada.
Su desarrollo parte de una leyenda donde los habitantes se enfrentan a la amenaza de unas criaturas verdes sobrenaturales, feroces e inhumanas. Ambientada en el siglo XV, en China, dos soldados británicos William (Matt Damon, “Jason Bourne”, “The Martian”) y Tovar (Pedro Pascal, “Juego de tronos”, "The Adjustment Bureau") deberán refugiarse y unirse a esos ejércitos que viven donde se encuentra la muralla más larga del mundo (1.700 años para construirla y 8.851 kilómetros de longitud). Pero después quieren un huir con un tesoro que se llama pólvora. El respetado cineasta Yimou Zhang filma como los dioses, estupendas batallas, luchas, coreografías, colores intensos, de un gran despliegue visual, entretenida y con un presupuesto mayor a los 150 millones de dólares. Dentro del reparto: Andy Lau, (La casa de las dagas voladoras); Willem Dafoe (El gran Hotel Budapest); Zhang Hanyu (Guardaespaldas y asesinos); entre otros. Le faltó un poco de romance y quizás algún beso entre la comandante Lin Mae (Tian Jing) y el soldado William (Matt Damon).
Made In China El crecimiento sostenido de China durante las últimas décadas ha generado la aparición de un suculento mercado de consumidores, muy atractivo para los popes de la industria cultural estadounidense. Y no es para menos: aproximadamente una de cada cinco personas en el mundo, es de origen chino. Esto representa, en términos nominales, una audiencia potencial de alrededor de 1.300.000.000 millones de habitantes. Poquitos… ¿no? Si bien es cierto que su población económicamente activa es menor (805.000.000 millones), sigue siendo un número abrumador. Hoy, el mercado cinematográfico chino es el más grande del mundo. Solamente en 2016 se construyeron un promedio de 27 salas de cine por día, y se espera que en 2017 su taquilla supere a la norteamericana. El obstáculo más grande que afrontan las productoras extranjeras son las restricciones estatales (se permite exhibir un máximo de 34 filmes internacionales por año). Por eso, cada vez más, los estudios hollywoodenses están empezando a adoptar el formato de las coproducciones para sortear dichas trabas. En este marco, surge La Gran Muralla (2016), una mega coproducción Chino-Estadounidense de más de 150 millones de dólares con figuras de la talla de Zhang Yimou y Matt Damon. El legendario director de Sorgo Rojo (1987), La Linterna Roja (1991) y La Casa de las Dagas Voladoras (2004) construye una fantasía épica repleta de CGI, bastante estándar, y que si bien es más predecible que la muerte de Sean Bean en cualquiera de sus películas, logra entretener a lo largo de sus 103 minutos de duración. El filme retoma uno de los mitos que giran alrededor de la construcción de la Muralla China. Según éste, sus 21,196 km de extensión no se habrían levantado para prevenir los ataques de los Mongoles, sino para frenar el avance de los “Tao Tei”, unas criaturas sobrenaturales que cada 60 años descendían a la tierra para castigar la avaricia del hombre. Los héroes de turno -encarnados en la figura de Matt Damon, Pedro Pascal (aka “The red viper of Dorne”- Game Of thrones), William Defoe y unas cuantas estrellas de renombre en el cine chino (Andy Lau)- deberán detener la invasión y salvar a la humanidad. Sin dudas, lo mejor de La Gran Muralla está en la dirección. En manos de otro realizador, la película seguramente habría caído presa de un guión aburrido y demasiado esquemático. Pero Yimou logra salir bien parado del embrollo. Y lo hace a partir de su fuerte: su impronta visual. La película está dotada de un sinfín de coloridas coreografías que, combinada con un uso inteligente de los efectos especiales, resultan muy atractivas a los ojos del espectador. Además, el modo frenético en el que están filmadas las secuencias de batalla, sumado a alguna idea interesante como el “bungee jumping defensivo”, le suma otro poroto al resultado final. Aún así, por más ornamento visual que tenga, sigue siendo una producción pochoclera, bien básica y plagada de estereotipos. Matt Damon, que aquí es una suerte de Legolas del lejano oriente, otorga una actuación en piloto automático, al igual que su compinche Pedro Pascal (a cargo de los chistes de turno). Y aunque componen una dupla aceptable, es una lástima que se desaproveche el talento de ambos artistas. Lo mismo aplica al resto del elenco. Los mejores momentos de la cinta acontecen cuando la lucha transcurre sobre los muros y el desenlace es aún incierto. No obstante, en la segunda parte aparecen las falencias más groseras del guión, y tanto la trama como las escenas de acción comienzan a debilitarse progresivamente. “La Gran Muralla” es un entretenimiento liviano made in china que puede servir para pasar un rato agradable con amigos. Eso sí, no esperes recordar mucho de ella en uno o dos meses.
EL REMEDIO DE LA AVENTURA Otrora autor cinematográfico reconocido en festivales como Cannes o Berlín por dramas con ribetes sociales como Sorgo rojo, Esposa y concubinas o Qiu Ju, una mujer china, a comienzo de este siglo Zhang Yimou hizo un quiebre en su carrera y a partir de películas como Héroe o La casa de las dagas voladoras se convirtió en un director de grandes, enormes espectáculos. Eran films que abusaban un poco de la hiperbólica exposición de guiños culturales de su país a la vez que se sostenían en una estética demasiado estilizada del wuxia (pero que lograban seducir a un público que no se acercaría al cine de acción de otro modo), aunque no dejaban de mostrar a un realizador preocupado por el camino que atravesaba su propia obra y tal vez un poco aburrido de la comodidad que exhibía su filmografía hasta el momento. Lo discutible, en todo caso, era lo impersonal de esos relatos, más preocupados en un público internacional que se acercaba al cine chino como quien lee un manual de instrucciones. La carrera posterior de Yimou evidenció que lo que se había apoderado de su obra era la confusión: el regreso a relatos más personales se vio lastrado por un aspecto lustroso que ya no era el de los orígenes. No cuestionamos aquí un crecimiento en el uso de las herramientas audiovisuales, si no que ese crecimiento sea superficial y basado en el gigantismo del diseño de producción. El estreno de La gran muralla resume todo esto, aunque hay algunas salvedades. Si bien Yimou deja en claro en determinados momentos que estamos ante un poeta de la imagen (sin darse cuenta que eso ralentiza el movimiento que el film propone), lo cierto es que esta película es más heredera de la aventura que las mencionadas anteriormente. Es decir: hay personajes con emociones que se ponen en juego en la acción, una sucesión de batallas y peleas que logran climas por fuera del artificio, y fundamentalmente -y gracias a esas criaturas horrendas que se enfrentan con nuestros héroes- una suciedad, un desaliño carnívoro que se contrapone fuertemente a la pulcritud solemne de películas como Héroe. En La gran muralla tenemos a Matt Damon y Pedro Pascal como dos mercenarios que andan por ahí buscando pólvora para comerciar, y que en plena huida terminan refugiados en la Muralla China, y obligados a tomar partido en un conflicto que les resulta sumamente ajeno: el que mantienen los humanos con los tao tei, unos bichos que han desarrollado una inteligencia notable y que se presentan como una enorme amenaza, sólo contenida por el mencionado murallón. La película se presenta, entonces, como un western en la China del Siglo XV: tenemos los forasteros, tenemos el espacio a defender de esa presencia externa y los tiempos muertos entre ataque y ataque que sirven para delinear conflictos internos. Plantada en casi un único espacio, la película aprovecha la tensión constante para definir el camino de los protagonistas, que atravesarán el arco dramático clásico del anti-héroe. Aún en la confusión en el tono que propone la película (a veces surge el humor de la aventura occidental, a veces la solemnidad de la tragedia oriental, pero todo en cuentagotas y sin hacer sistema), Yimou construye un relato tradicional que se piensa primero desde el movimiento, y luego desde lo estético (aunque cuando lo hace surgen momentos muy bellos como esa luz colorida teñida por los vitrales al final). Ese es su gran acierto y el que permite que La gran muralla se vea sin problemas y hasta con algo de placer, más allá de sus problemas: hay secundarios que no funcionan o están puestos claramente para generar los giros del guión (el personaje de Willem Dafoe, por ejemplo), técnicamente se observan inconvenientes en el uso de los efectos especiales que quiebran el verosímil propuesto, y a la película le falta algo de complejidad más allá de lo trivial de los conflictos en juego. En todo caso estamos ante una propuesta que recupera el espíritu más chapucero de las viejas historias de aventuras, aquellos seriales que se construían con materiales tan impuros como disfrutables. Y si algo no funciona, la economía de recursos del gran Matt Damon (cada vez más clásico y más sólido intérpretes) sirve para unir las diversas influencias sobre las que Yimou teje esta historia de especulación histórica.
Un film muy efectivo visualmente, pero uno más del montón. El relato es bastante original, los efectos especiales son muy buenos, los monstruitos de turno están bien diseñados y abundan por miles, las escenas de batalla son sangrientas y espectaculares, pero hay....
Un despilfarro de fuegos artificiales La película más cara de la historia del cine chino resulta un carnaval fílmico incoherente y desalmado. Si las estructuras narrativas del Antiguo Oriente se caracterizan por su sobriedad y determinación poética, debemos reconocer que esta adaptación no se embebe de su tradición, apenas extirpa ideas de una leyenda para desplegar un cachivache fílmico que exhibe mucho y cautiva poco, como si se tratase de fuegos artificiales en blanco y negro. Matt Damon es un mercenario que viaja a China con su partenaire de tropelías, Pedro Pascal, en busca de la pólvora para exportarla y hacerse rico. En el camino se topa con la famosa muralla, retratada más como un spa hotel que como un fuerte de contención. Allí Damon descubrirá que fue construida para mantener a raya a unos dinosaurios que vinieron del espacio en un meteorito verde y que cada 60 años quieren saltar la muralla y que se comunican telepáticamente y que comen gente para luego regurgitar los restos sobre su reina y así reproducirse. Todo esto es literal. La película no insinúa ser paródica ni reírse de su aparatosidad; por el contrario, gotea solemnidad y se yergue altiva en el disparate. Hay más: en la muralla vive un ejército llamado la Orden de los Sin Nombres, dividido en cinco facciones; cada facción tiene un color y un animal, por ejemplo, las grullas azules o los alces violetas. Tanta acumulación de baratijas folklóricas crea en el espectador la sensación de estar caminando por el barrio chino de Belgrano, combatiendo estímulos kitsch. Quizás el problema de La gran Muralla no sea su despilfarro, sino la impericia de su director, Yimou Zhang, para organizar con elegancia este exotismo anabólico. Zhang creó buenas piezas de lo que sería el revival épico chino, como Hero (2002), La casa de las dagas voladoras (2004) y La maldición de la flor dorada (2006). En estas películas uno aprecia imágenes líricas, musicales, pero en La gran Muralla ningún fotograma tiene belleza: las texturas y los colores funcionan igual que en un pelotero. Como consecuencia de esta insensibilidad, la película decide contarse en piloto automático, rematando subtramas con torpeza y recurriendo a elipsis en lugares inadecuados. Los dedos de Zhang se inflamaron junto al presupuesto, incapacitándolo para manipular pinceles tan finos. Por suerte existen maravillas como The Assassin (2015), de Hsiao-Hsien Hou, para recordarnos de qué están hechas las leyendas.
Una curiosa escenografía la de esta China milenaria. La gran muralla está rodeada de paisajes desérticos, más afines al Cañón del Colorado, hay dos exploradores europeos que buscan el secreto de la pólvora y un ejército de soldados chinos preocupado por mantener a raya, al otro lado de la muralla, a una interminable manada de monstruos carnívoros, los Tao Tei, una mezcla de orcos con Aliens. Y sin embargo, por momentos, la mescolanza funciona. Tras matar milagrosamente a uno de estos monstruos, William (Matt Damon) y Tovar (Pedro Pascal) son capturados por un grupo de soldados al mando de la comandante Lin Mae (Tian Jing). Los mercenarios descubren que los chinos tienen cautivo a otro europeo, Ballard (Willem Dafoe), quien enseñó a hablar inglés a Mae y cuyos designios en el guion resultan difíciles de revelar (más por lo confusos que por generar un spoiler). Al tiempo que el trío desea escapar con la pólvora, el noble William también desea ayudar a Lin Mae y sus soldados, que deben apuntalar la muralla con zozobra ante cada embate de los Tao Tei. El conflicto se destraba con muchos efectos especiales (hay algo de Las dos torres, la segunda parte de Lord Of The Rings, en algunas escenas), y Matt Damon, sin necesidad de desplegar mucha acción, resulta más que efectivo en su rol. Como una China milenaria imaginada por algún ejecutivo de Hollywood fan de Tolkien, La gran muralla es sólo apta para fans del cine de fantasía y acción.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
Las producciones del director chino Zhang Yimou, pese a contar historias mucho más cercanas al folclore asiático que al occidental, tenían la característica de lograr seducir a ambos públicos con sus toques hollywoodenses y su temática prevalecientemente oriental. La gran muralla inclina la balanza hacia el lado occidental casi por completo. Las mayores virtudes notorias en las anteriores cintas de Yimou parecen haber sido borradas de un plumazo quedando a merced del poder económico de Hollywood y su necesidad de vender entradas a lo ancho y alto del mundo entero. A excepción de algunas escenas grabadas con destreza (planos aéreos con grúas y un colorido diseño de producción), el exceso de postproducción nos lleva a poder imaginar a los actores realizando sus acrobacias sobre pantallas verdes. Si bien los efectos digitales están a la altura de la magnitud del proyecto, su uso recurrente desnuda las carencias del guión cuya simpleza alcanza a mantenernos entretenidos durante las casi dos horas de metraje, pero una vez que se vuelven a prender la luces de la sala cualquier sonrisa se borra para dar lugar a una enorme sensación de vacío. Zhang Yimou nos tiene acostumbrados a semejantes espectáculos visuales que suelen estar acompañados por al menos una historia que vale la pena seguir. Esta vez no es el caso. La gran muralla es en general un producto meramente comercial despojado de cualquier pretensión artística que seguramente tanto Matt Damon como el director obviaran recordar en sus vastas filmografías cuando hagan una retrospectiva sobre las mismas.
La Gran Muralla: "made in China" pero bien El gigante asiático ya no se contenta con llevarse a los futbolistas: ahora va por las estrellas más taquilleras de Hollywood para competir de igual a igual en el mercado mundial. La influencia de China en el mercado cinematográfico mundial ya no es una “sensación” sino una realidad palpable que en el término de un año ya ha llevado a varios cinéfilos a ver películas que ni siquiera saben que cuentan con estos capitales. Películas como Misión Imposible Nación Secreta, Warcraft, Star Trek Sin Límites o La Espada del Dragón son algunos de los ejemplos que tiene detrás a empresas como Alibaba Pictures o China Film Group y que se suman a los intentos norteamericanos por entrar en el gigante asiático con Transformers 4 o la última James Bond. En esta ocasión, tenemos un caso como el de Carlos Tevez en el que una película de la mencionada China Film Group necesitaba de una estrella como Matt Damon y por eso contrató al actor de las películas de Jason Bourne para que estelarice la última película del laureado Zhang Yimou, junto con el chileno Pedro Pascal (Game of Thrones, Narcos) y el siempre efectivo Willem Dafoe. En este caso, la historia narra las desventuras de un grupo de hombres liderados por Wiliam (Damon) y Tovar (Pascal) que buscan en la lejana China el “polvo negro” que puede desbalancear una guerra en favor del que lo tenga. Por supuesto que se trata de la pólvora pero los chinos son celosos de sus posesiones y por eso, el grupo, diezmado, debe refugiarse en una cueva donde son atacados por una extraña criatura a la que vencen a gran costo. Los aventureros muy pronto descubrirán que ese monstruo es apenas la punta de lanza de un mal mayor que amenaza no sólo a China sino al mundo entero, y deberán unirse a sus enemigos para La película respeta todos los cánones de las películas de Yimou, con peleas impresionantes, en esta ocasión contra monstruos muy bien construidos digitalmente y efectos que los hacen verosímiles al ojo. En este punto, la animación alcanza muy buenos niveles y eso le suma puntos a un film que termina contando la misma historia de siempre. Matt Damon despliega su carisma interpretando a un personaje que va evolucionando y que crea muy buena química con la generala Lin Mae que interpreta la actriz Tian Jing. La fotografía de Stuart Dryburgh y Xiaoding Zhao es maravillosa, algo típico en las producciones chinas, que se lucen, en especial los trajes de los soldados chinos que, muy coloridos, provocan un verdadero espectáculo visual engalanado por las coreografías y acrobacias varias. De esta manera, La Gran Muralla se convierte en un buen espectáculo para pasar el fin de semana y que gustará incluso a esos que son reticentes a ver películas de artes marciales generadas en un país que cada día está más cerca de transformarse en el nuevo Hollywood.
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La Gran Muralla _ ¿Qué te pasa McFly? ¡Acaso eres Gallina! Poco después de las alucinantes El tigre y el dragon (Crouching Tiger, Hidden Dragon; Ang Lee; 2000) y Héroe (Hero; 2002) quien no se detuvo a pensar en las maravillas que traería aparejada la unión de la cinematografía occidental con la imponente puesta en escena del cine oriental. Industria poseedora de interminables silencios. Asombrosos paisajes, armonía, filosofía y densas tramas, de variadas interpretaciones. Lamentablemente, una década más tarde, solo puedo recordar monótonos cameos de grandes artistas marciales (el más reciente, Donnie Yen (Ip Man) en Rogue One) y algún intento por captar parte del mercado cinematográfico chino, tal fue el caso de (la horrible) Transformers: Age of Extinction o (la limitada, pero correcta) Pacific Rim. Es evidente que la brecha cultural, incluso finalizando la segunda década del nuevo milenio, es terriblemente difícil de superar. Por supuesto, aquí podemos pararnos y reflexionar sobre las muchas miserias de la industria hollywoodense (reciclaje, guiones berretas, artistas súper saturados, exceso de efectos por computadora, etc) versus la insoportable parsimonia o bizarrés del cine oriental. Es de lamentar que no sea esta la oportunidad, pues analizar La Gran Muralla (The Great Wall, Zhang Yimou) es el objetivo de esta crítica. Zhang Yimou, director de Héroe y La casa de las dagas voladoras, venía respetando la tradición de narrar historias visualmente majestuosas sin dejar de lado el trabajo y la sensibilidad propios del guión. El cine oriental comulga más con la poesía que con el séptimo arte en sí mismo. Por eso, nunca deja de ser gratificante (y perturbador) sumergirse y dejarse llevar por tamaña profundidad. La Gran Muralla, adolece de esta poesía. Es una producción chata y desapasionada, que narra la historia (secreta, pff) del porqué de su construcción y posterior encarnizada defensa. Ahora, si fuese sólo eso, quizás no estaría nada mal, pero al introducir elementos de ciencia ficción, y peor aún, invasores de otro planeta, es imperdonable la falta de desarrollo narrativo. Los hechos se suceden sin sorpresa. No cuenta con giros o subtramas que enriquezcan la historia. Las actuaciones son en su punto más alto tolerables pero en su mayoría para el olvido. Es la sucesión continua de escenas aburridas y trilladas en el trascurso de 103 minutos de duración. La Gran Muralla es una producción chata y desapasionada La figura de Matt Damon es bastante parecida a la de Keanu Reeves. Lo amás o lo odiás. En este último tiempo fueron más sus aciertos que sus fracasos. En general, se caracteriza por su buena elección en su extensa filmografía. No es el caso de La Gran Muralla. Es de extrañar que actores del nivel de Andy Lau o Zhang Hanyu hayan tenido una performance tan baja. Willem Dafoe, un actor con una presencia enorme, es totalmente desaprovechado. Jing Tian representa una insulsa heroína, más próxima a una damisela en apuros que a la audaz guerrera que nos quieren hacer creer. Pedro Pascal, en su papel de minion, está correcto. Lo único destacable es la puesta en escena. Impecable. Las acrobacias (en la defensa de la muralla) tanto como el vestuario, están muy bien logradas. Infelizmente, son tendencia producciones de este tipo (vacías de contenido) que ni siquiera cumplen con su objetivo primordial, el entretenimiento… ¿o seré yo el equivocado… siendo la recaudación el primer motor de una industria decadente?
No tan distintos Cuando Zhang Yimou estrenó “Héroe”, para algunos cayó la ficha de lo que quería decir Deng Xiaoping cuando expresó: “No importa de qué color es el gato, sino que cace ratones”. Más que una claudicación marxista o una heterodoxia (“un revisionismo”, diría algún maoísta criollo), era una afirmación: “Somos chinos, estamos acá hace miles de años y seguiremos estando, más allá del modelo”. “Es un monárquico”, agregó alguno al ver cómo retrataba (entre habilidades marciales suprahumanas) la voluntad de Qin Shi Huang (o Shi Huang Ti, el que inició la Gran Muralla y quemó los libros) de unificar todos los reinos chinos y el sacrificio de varios para que la unidad triunfe. Quin fue el primero de grandes líderes que marcaron la historia de un pueblo que sólo pudo ser gobernado desde afuera por Kublai Khan (que terminó fundando la dinastía Yuan) y terminó pasando en pocos años de la dura emperatriz viuda Cixi al Gran Timonel Mao Tse Tung. Como sea, Zhang se convirtió en un artista de Estado, lo suficiente como para que lo llamen a coordinar la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Y en este flamante proyecto, “La Gran Muralla”, de alguna forma sigue predicando algunas ideas sobre la unidad china. Convocado para realizar esta particular alianza entre la nueva Hollywood global y el gigantesco mercado cinematográfico chino, si bien no tiene créditos sobre el guión (firmado por Carlo Bernard, Doug Miro y Tony Gilroy, sobre historia de Max Brooks, Edward Zwick y Marshall Herskovitz), bien puede admitir el relato entre su filmografía reciente. Porque la victoria final puede ser alcanzada por la alianza entre el mercenario y “comerciante” William (¿el capital trasnacional de Occidente?) y la comandante Lin de la Orden Sin Nombre (¿la burocracia estatal china? ¿El Partido? ¿El Ejército Popular?). “Al final no somos tan distintos”, reconocerá Lin. Incluso se admite un emperador medio pavote: el gobernante puede ser débil mientras funcione el aparato de Estado, para el pueblo que inventó la administración pública en la misma época en que los atenienses postularon su prototipo de democracia. Aventureros y soldados Los guionistas metieron en el vaso de la Minipimer varias cosas: algo del choque de culturas de “El último samurai” (con menos conflicto y tensión sexual), la bestialidad (y el concepto de reina y tropa) del enemigo de “Starship troopers”, la épica de la batalla del Abismo de Helm en “El Señor de los Anillos: Las dos torres” (al menos en los combates en la muralla, y en las armaduras élficas), los asaltos apiñados a lo “Guerra Mundial Z”, las animaciones en acuarelas y cierta majestuosidad de la “Marco Polo” de Netflix (donde también hay un occidental que se “enchamiga” con una cultura que desconoce), la ampulosidad de los vestuarios de filmes previos de Zhang, y un clímax en las últimas, como en las películas de superhéroes. De entrada se nos dice que la Gran Muralla fue hecha para defenderse de amenazas conocidas y de leyendas, y “aquí vamos a hablar de las leyendas”. El cuento arranca con una partida de occidentales, todos de origen militar, que (acompañados por un guía de turbante) tratan de llegar al “Imperio del Medio” en busca de algo que conocen de mentas: la pólvora (cualquiera que haya aportado alguna vez una idea vieja habrá recibido el comentario de que “la pólvora ya la inventaron los chinos”). Así que estamos en tiempos previos a Marco Polo: cierta referencia a “Harold” podría situarla a mediados del siglo X. Luego de escapar de huestes de bárbaros, una noche son atacados por “algo” que se movía sigilosamente, finalmente es derrotado por los dos sobrevivientes: el anglosajón William y el español Tovar. Nuevamente perseguidos, logran escapar de sus perseguidores rindiéndose ante una cosa que no esperaban: un muro descomunal lleno de miles de arqueros. Ahí deben enfrentar a la comandancia de la Orden sin Nombre, la guardia de ese muro, que empieza a decidir qué hacer con los forasteros hasta que le muestran una mano recuperada de la criatura. Descubren que eso se llama tao tei (algunos pronuncian algo como “tao tie”), y que es una avanzadilla de una amenaza para la que se han preparado durante 60 años. Entre la conducción del general Shao se destacan el estratega Wang y la comandante Lin, jefa de las Grullas (la infantería femenina voladora de la Orden), que hace de nexo por haber aprendido el inglés de un taimado personaje llamado sir Ballard, de particulares intenciones, y con la que William desarrolla una casta atracción (Lin es pura guerrera, y no parece sacarse la armadura nunca). Cuando las cosas se pongan feas, William deberá elegir entre ser el mismo malandrín de siempre pero rico, o hacer lo correcto por una vez en su vida, peleando por el prójimo. Por supuesto, sabemos qué hacen los héroes... al menos en la pantalla. Despliegue Más arriba nombramos varias referencias estéticas y argumentales, y la puesta visual no está atrás, de la mano del diseño de producción de John Myhre, la fotografía de Stuart Dryburgh y Zhao Xiaoding, y el primoroso vestuario de Mayes C. Rubeo, que se luce en las multitudes de infantes negros y dorados, arqueros/ballesteros rojos y Grullas azules. Como buen tanque, contó con los efectos especiales de numerosos estudios de todo el mundo, encabezados por Weta (la compañía de Peter Jackson, que diseñó a los tao tei) e Industrial Light & Magic (la que fundó George Lucas). Desde la dirección se lucen en planos abiertos a lo John Ford las peculiares formaciones geológicas de la región, donde los movimientos tectónicos han dejado a los antiguos estratos de diferentes colores en ángulo de 45 grados. Completa esa imaginería la música de Ramin Djawadi, el germano-iraní que con un puñado de piezas magistrales para “Game of Trones” (con Miguel Sapochnik hicieron un ballet en el final de sexta temporada) se ha convertido en el nuevo maestro de la épica musical: acá mete unas sonoridades exóticas pero amigables a todos los paladares, con presencia de los tambores que los japoneses llaman taiko (y los chinos de alguna otra forma). Los unos y los otros Por supuesto, el elenco tenía que reflejar la mixtura de culturas. Matt Damon es un todoterreno, como Jason Bourne y luego de “Misión rescate”, así que lo fueron a buscar de cabeza: como héroe de acción de rostro juvenil, puede ser el Tom Cruise de la siguiente generación. Y rinde bien: es el que reparte las cartas para armar las dinámicas opositivas. Una de ellas es con la bonita y virginal Jing Tian, que con su armadura azul, su piel blanquísima y su peinado de mechones y coleta alta parece un personaje de animé, o de videojuego 3D. Algo de esa inhumanidad tiene su Lin, que nunca daría margen a que William intente algo. La otra oposición es con el Tovar de Pedro Pascal: el chileno-americano, consagrado como el Oberyn Martell de “Game of Trones” (Pilou Asbaek tiene una aparición, así que se cumple la regla de que todo tanque tiene que tener dos figuras de la misma), hace un español medio de manual, pero simpático: es guerrero pero bufo, se enfrenta a los enemigos como un torero y mete palabras castizas como amigo y the grateful chinos; un tipo ideal para salir de tapas. También hay un equilibrio a la hora de los próceres actorales: de un lado está el veterano Willem Dafoe, cómodo en su personaje del ladino sir Ballard, al que uno no le saldría de garante de una Juki Dribling. Del otro lado está el no menos mítico Andy Lau como el sapiente y decidido Wang, un rol holgado para uno de los preferidos de Zhang. Acompañan en tropel varias figuras del cine chino, con mayor o menor éxito en ese mercado: Zhang Hanyu como el severo general Shao; el cantante Lu Han encarnando al buenazo soldado Peng Yong; Kenny Lin, Eddie Peng y Huang Xuan como los comandantes Chen, Wu y Deng; y Karry Wang Junkai como el tarambana del emperador. Y muchos secundarios y extras coordinados, para mostrar la eficiencia colectiva del pueblo chino. En definitiva, un entretenimiento para ojos redondos y rasgados, con la perspectiva de llevar la “fábrica de sueños” allí donde están las fábricas que Donald Trump dice querer repatriar.
Diversión sólo apta para occidentales En "La gran muralla", dos mercenarios llegan a China a robar pólvora y combaten con el ejército de ese país a monstruos devoradores de carne humana. Más allá de sus fallas, que van desde el poco compromiso histórico y gags burdos, hasta clichés del cine de acción, como entretenimiento funciona. Calificación William (Matt Damon) y Tovar (Pedro Pascal) escapan de una tribu asiática y en plena fuga se "topan" con la gran muralla china. Los recibe un ejército que nunca habían visto, en número de soldados y estructura. Los europeos andaban por la zona en búsqueda de pólvora, cuando encontraron problemas más serios y son encarcelados porque los consideran peligrosos. Pero vaya suerte la de los forajidos que llegan justo cuando la armada estaba preparada para defenderse de un peligro más grande: bestias gigantes y difíciles de matar, que obedecen las órdenes de una reina que se comunica con ellas telepáticamente. El asedio de las criaturas llega a China cada 60 años, pero por algún motivo el imperio chino no quiere contarle al mundo lo que sucede -para recibir ayuda, por ejemplo- a pesar de que el ejército es consciente de que, de traspasar la frontera de la muralla, los monstruos podrían acabar con el mundo entero. A cargo del ejército chino está el general Shao y la comandante Lin Mae (Tian Ling), que tras un intenso combate descubrirán que son de fiar y aceptarán la ayuda de los guerreros blancos. ¿Made in China? No es fácil pasar por alto que el film está dirigido por el chino Yimou Zhang, una eminencia del cine de artes marciales en su país. Porque si bien el hombre y su nación entregaron muchas joyas a la pantalla grande, "La gran muralla" parece una producción mucho más hollywoodense de lo que debería, estando en manos de semejante cineasta. Es complaciente con Occidente y tiene pocas marcas de cine oriental. Más allá de sus fallas, que van desde el poco compromiso histórico y gags burdos, hasta clichés del cine de acción puestos obligatoriamente (el héroe es el blanco entre miles de asiáticos, por ejemplo), como entretenimiento funciona, quizá por lo lineal y básico de la trama, pues se destaca la imagen, las escenas grandilocuentes en la muralla y la fotografía. En el plano actoral, la interpretación de los protagonistas Pascal y Damon es incluso ordinaria, más allá de la impronta del personaje, porque por momentos parecen ni siquiera estar conectados con lo que les toca vivir, y eso es imperdonable. Entre las fallas en los aspectos intelectuales y narrativos, el largometraje está hecho para la pantalla grande, maravillando (maquillando) con artilugios de acción la pobreza que se desparrama por todos lados. Efectiva nada más que en entretenimiento liviano, "La gran muralla" deviene en un tanque a medio llenar.
Zhang Yimou, autor de maravillosas películas como: “Hero” (2002), “La casa de las dagas voladoras” (2004), “La maldición de la flor dorada” (2006), “Las flores de la guerra” (2011), “Ni uno menos” (1999), “Qiu Ju, una mujer china” (1992), la inolvidable “Sorgo rojo” (1987) o “Camino a casa” (1999), regresó con una coproducción financiada por China y Estados Unidos que está muy distante de sus mejores producciones. Sin embargo su sello en la misma es inevitable y por momentos lo que parecería que va a desbarrancarse en un comics disparatado se transforma en un juego escénico increíble. “La gran muralla” (“The great wall”, 2016), su último filme, rodada íntegramente en Qingdao (China) y algunas locaciones de Nueva Zelanda, cuenta con sólo tres actores occidentales (Matt Demon, Pedro Pascal (actor chileno cuya filmografía está anclada en exitosas series), y Willem Dafoe, mientras que todo el equipo técnico, actores y actrices acompañando a los destacados Andy Lau, Wang Junkai, Tian Jing, Vicky Yu, y Bing Liu, son chinos. “La gran muralla” le dice al espectador que desde el siglo V ac. hasta el siglo XVIIdc, dc los casi 21.196 km. fueron defendidos por diferentes dinastías que dominaron el país, de las hordas provenientes de Manchuria y las tribus nómada Xiongnu de Mongolia. La muralla fue declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco (1987), y en el 2007 como una de Las Siete Maravillas del Mundo Moderno. Como toda construcción cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos, ésta también cuenta con innumerables leyendas que hacen aún más interesante la aventura de atravesarla. La realización de Zhang Yimou se basa en una leyenda que entrelaza a la Muralla con los Taotie, alienígenas que asolaron China y reaparecen cada 60 años, más fortalecidos y belicosos. Estos seres son algo sobrenatural e inhumano, y poseen una reina que controla a la manada al estilo de las abejas o las hormigas. Como toda reina es protegida por los guerreros esclavos y la esconden bajo sus escudos. El guión de Carlo Bernard, Doug Miro y Tony Gilroy, basado en una historia escrita por Max Brooks, Edward Zwick y Marshall Herskovitz, es endeble. Zhang Yimou lo utilizó como un esquema a seguir sin importarle mucho su contenido, sino que más bien se dedicó a realizar un gran despliegue visual y de efectos especiales increíbles, para contar la historia desde otro ángulo, mucho más efectivo y maravilloso. Desde el comienzo se tiene en claro que el filme será una gran aventura fantástica, ya que es insólito ver a Pedro Pascal torear un bicharraco verde, o comprobar que Matt Demon puede volar a la manera china desde una torre por el sólo acto de demostrar a la bella chinita su intrepidez. Tanto Matt Damon como Pedro Pascal y Willem Dafoe habían ido a China en busca del maravilloso polvo negro que los enriquecería, y que los chinos por nada del mundo querían que occidente lo obtuviera. En el guión se marca una historia de ambición, competencia, y sobre todo de valor para defender principios que están relacionados con el amor. “La gran muralla” posee todos los aditamentos necesarios para ser un buen entretenimiento: acción, intriga, fantasía, y sobre todo un manejo del sonido espectacular, especialmente en el uso de los tambores al estilo “Mayumana” o “Stone”, que golpean sin cesar los diferentes grupos de instrumentistas, que para distinguirse se visten con diferentes colores, y que a su vez éstos poseen un significado místico especial. En suma, se t6rata de una producción que entretiene sin mayor pretensión que la de divertir. Colorida, con abundantes planos aéreos, un manejo de cámara inquieto y vertiginoso, muestra además algo que el espectador nunca sabrá si es verdad y si mantiene rigor histórico o es fantasía, y es el engranaje interno de la Gran Muralla, ya que en ella se destacan ascensores, escaleras y mecanismos de defensa muy extravagantes. Ilusión o no, guión hollywoodense o estética china, Zhang Yimou una vez más demuestra que su talento no tiene límites.
Acción y poco misterio La Gran Muralla China, la mayor construcción jamás realizada por el hombre, alcanza los 21.000 kilómetros de extensión y tardó 500 años en construirse. La pregunta que se hace la superproducción dirigida por el chino Zhang Yimou, no suena extraña: ¿Qué trataban de mantener alejado sus constructores con una muralla tan imponente? ¿Sólo a los temibles vecinos mongoles? De todos modos, lo que ofrece la historia protagonizado por Matt Damon es una mera película de monstruos, y el misterio de los bichos mitológicos que se lanzan sobre el maravilloso muro para atragantarse de chinos desaparece en los primeros minutos del filme. Damon se pone en la piel de una mezcla de guerrero-delincuente que se convierte primero en testigo del misterio que rodea la construcción de la Gran Muralla y luego en uno de sus más fieles guardianes, a pesar de haber caído allí de pura casualidad junto a un amigo y tras los pasos de la “pólvora negra”. Mucha acción y fantasía, una fiesta de colores y de coordinados movimientos coreográficos. El actor de la saga “Jason Bourne” comparte reparto con William Dafoe y Pedro Pascal (de la serie “Narcos”) así como con estrellas chinas como Andy Lau y Zhang Hanyu. Es la primera producción de Legendary East, filial de Legendary Pictures instalada en Hong Kong con el objetivo de coproducir películas con otras compañías chinas y de este modo eludir las cuotas de pantalla para el cine extranjero vigentes en el país. En síntesis, un debut al que le sobra acción y le falta misterio.
Cultura milenaria y alienígenas Alejado del preciosismo y la mirada crítica, el chino Zhang Yimou propone un film intrascendente, de ribetes bélicos. La decepción es grande, aunque inevitable. Se trata del director chino Zhang Yimou, el responsable de Sorgo rojo y Esposas y concubinas. También el artesano magistral de la trilogía que componen Héroe, La casa de las dagas voladoras y La maldición de la flor dorada. Un artesano capaz de un cuidado formal meticuloso, al que es un placer apreciar. Pero también se trata de una coproducción fastuosa entre China y Estados Unidos, merced a la veta comercial que Hollywood ha encontrado en ese país. De esta manera, La gran muralla surge como combustión mercantil entre dos miradas, calculada, sin escrúpulos para encontrar el guión que mejor les satisfaga. Si para esto es necesario subsumir la cultura milenaria china a la retórica de una invasión alienígena, no hay problema. Por eso, que Zhang Yimou sea la mano que organiza el film, apena. No se trata de prejuicio, sino de confirmación ante lo visto. La gran muralla es un bodrio legendario, alejado del detallismo de su director, dedicado ahora a catapultar la colaboración cinematográfica entre ambos países; al respecto, es suficiente el inicio del film, evidentemente "western". En esta relación, lo que surge es una combustión ideológica que deja aflorar lo peor, tapa cualquier mirada artística, y prepara para lo que ya es una certeza: más cine lamentable. De acuerdo con el argumento, una de las razones que justifican la gran muralla son las embestidas de una raza extraterrestre, que martiriza al pueblo chino cada sesenta años. En medio del asunto cae una dupla mercenaria, compuesta por William y Tovar (Matt Damon y Pedro Pascal), americano y latino, réplica que reitera el lugar común, con Tovar como el ladronzuelo inevitable. William, por su parte, es quien habrá de replantear sus propósitos. Los dos llegan a China con el afán puesto en la búsqueda de la denominada "pólvora". Pero los sorprende un despliegue bélico fastuoso, con el fin de repeler una manada de monstruos sanguinarios. Entre William y la General LinMae (TianJing) surgirá de a poco la admiración, con ribetes de un romanticismo duro, prestos a colaborar para repeler al invasor. Ahora bien, cuando el ataque alienígena descubra sus facciones monstruosas, uno de los mercenarios dirá: "¿Qué dios pudo crear algo semejante?". En cuatro patas, horribles, bestiales, sumisos a la voluntad de una reina hambrienta. Actúan en masa, sin individualidad. No existe entre ellos nada que les distinga entre sí. Combaten al enemigo sin pensar en la vida propia. Es por eso que una entidad semejante, sin subjetividad discernible, poco importa. Se les puede matar a antojo. La cuestión es encontrar el ardid que finalmente los liquide, ya que no hay diálogo posible con semejante "dios". Dada la figura del monstruo como alegoría, acá no hacen falta sutilezas. Identificado éste como el mal, venido del más allá, dispuesto a barrer con la civilización, habrá entonces que usar la pólvora para que cobren vida las explosiones, con fuegos dibujados como nunca se vio, porque si no se les para a tiempo, el futuro del mundo es el que estará en peligro. Cuando se arriba a este punto, la dignidad cinematográfica toca un límite. Tal cuestión es aplicable a cualquier realizador, desde ya, pero acá todavía es más doloroso, porque Yimou es un gran director, alguien que sabe muy bien lo que hace. Es coherente, en este sentido, que la película considerada más cara en la historia del cine chino, tenga de manera correspondiente un alma tan poco cinematográfica. Algo que se trasluce, por ejemplo, en la reiteración que el film permite entre sus montañas de alienígenas ‑que escalan sobre sus propios cuerpos para alcanzar grandes alturas‑ y las que de igual manera sucedían, pero con zombies, en Guerra Mundial Z. No es casual, en el guión de ambas está Max Brooks. Por otro lado, ni siquiera la participación del gran Andy Lau ‑ya presente en La casa de las dagas voladoras‑, agrega estímulo. Además, La gran muralla estuvo a punto de ser dirigida por el mediocre Edward Zwick (El último samurai, Jack Racher: Sin regreso), tan atento a la mirada bélica y reaccionaria. En sus manos está claro que la película hubiese sido peor, pero al menos habría permitido mantener indemne el cine de Yimou, acá obediente a un guión donde figura, entre otros, la mano del propio Zwick.
Cuando China decidió abrir sus mercados era obvio que, con el correr del tiempo, el gigante rojo quisiera jugar sus bazas en la industria cinematográfica. Si Pacific Rim y xXx: Reactivado han abrevado en la taquilla china y han obtenido mas dinero que en suelo estadounidense, se debe a que el tema del filme / el co-protagonista atrae tanto al público chino o toca una fibra popular de dicho mercado (como son los monstruos gigantes, los mechas, las space operas y los filmes de fantasía) que lo vuelve taquillero en suelo oriental. Ahora llega La Gran Muralla, la cual es un producto esencialmente norteamericano - escritores yanquis, productores yanquis, estrella yanqui - pensado para el mercado asiático, el cual el equipo local chino del artesano Zhang Yimou se encarga de adaptarlo y customizarlo. Sí, visualmente se parece a los festines visuales de Yimou como La Casa de las Dagas Voladoras o Héroe, y la épica de la batallas es por lejos lo mejor que tiene para ofrecer el filme. Lástima que entre pelea y pelea estos personajes deben hablar y ahí queda patente la pobreza creativa del libreto. Ciertamente el modo en que explican que Matt Damon esté en China es coherente. El problema es que, si esto figura situado cerca del año 1.000, Damon debería ser inglés (América ni siquiera había sido descubierta) y es lo que menos pinta tiene. Dejando de lado eso, el cómo llega y se integra a la lucha del ejército chino contra los Tao Tie - una especie de jabalies mutantes que parece ser de origen alienígena y cuyas hordas tardan en multiplicarse, crecer y atacar 60 años - es digerible. El problema es cuando Damon cancherea y se hace el gran Legolas, lo cual es ridículo. Si bien el Wu Xia es un género plagado de absurdos - ¿se acuerdan de Michelle Yeoh volando por las copas de los árboles en El Tigre y el Dragón? -, hay que crear un clima fantástico para hacerlos creíbles. Por ejemplo, en el clásico de Ang Lee los guerreros volaban en el aire porque eran elegidos divinos, una especie de superhéroes misticos que los separaba del resto de los mortales. Pero ver a Jason Bourne - un simple mortal, un mercenario nada honorable y para colmo occidental - haciendo piruetas en el aire y liquidando a tres bicharracos con una sola flecha es simplemente intragable. Quizás el problema sea la presencia de Damon. Hubieran puesto a cualquier figura china en el protagónico - un Donnie Yen, por ejemplo - y nadie se quejaría de eso. Es como las peliculas de Godzilla, en donde nadie cuestiona un tipo enfundado en un traje de goma y pisando maquetas de Tokio simplemente porque son japoneses y parece algo natural para ellos. Ahora, cuando lo trasladamos a occidente y hacemos algo parecido - con un Gorgo arrasando Londres - uno se queja que el bicho se ve estúpido y que los efectos especiales apestan. Mientras que Yimou despliega toda su parafernalia visual que nos tiene acostumbrados - y convierte esto en una versión extendida de la batalla del Abismo de Helm de El Señor de los Anillos: Las Dos Torres -, generando una paleta riquisima de colores, exhibiendo un ejército uniformado de manera extravagante - bien podría ser un ejército de elfos tolkianos -, haciendo un despliegue fabuloso de fuego y destrucción, la cuestión es cuando la batalla calla y estos tipos hablan. Son personajes de carton pintado que sólo saben hablar de robarle la pólvora a los chinos y nada mas que eso (como si llevarse la pólvora garantizase que alguien en occidente sabe cómo reproducir el proceso para generarla). Digo: si estás frente a una horda de millones de bichos nunca antes vistos, lo que semejante visión te genera es un shock que te lleva a una profunda reflexión sobre la naturaleza humana, si estamos solos en el universo, si esos demonios son la misión de tu vida, bla, bla, bla. Un discurso tipo rey Theoden en Las Dos Torres. Pero no; estos tipos sólo piensan en fugarse con su polvo explosivo y hacerse ricos sin importarle el destino del mundo. La Gran Muralla es una enorme oportunidad desperdiciada de hacer algo memorable. Corten todas las escenas de Damon (o reemplácenlo por un idolo chino) y el filme sería mucho mejor. Incluso tolelaríamos el final ultraestúpido que depende de un montón de torpezas y casualidades. Un desperdicio de dinero y talento que sólo busca el bocadillo visual y la recaudación fácil en vez de aprovechar la ocasión para hacer una obra densa, memorable e intelectualmente mucho mas satisfactoria.
Al comienzo del film un cartel aclara: lo que verán a continuación es una de las tantas leyendas que hay sobre la muralla China. Una justificación de lo que íbamos a ver, una historia sin rigor histórico, ni crítico, simplemente una aventura. Y vaya si lo es, una enorme aventura visual y tecnológica, cargada de fantasía, con monstruos verdes, miles de ellos, con un uso exagerado del CGI, también sobre la muralla, sin importar si esto tiene algún sentido o lógica. Es destacable la cantidad de colores y de soldados, muy bien coreografiados que se despliegan en un juego grandilocuente de defensa de la muralla. La gran muralla es el primer film de Zhang Yimou en ingles y es la primera película de Matt Damon en China. Se nota en este desembarcar en Hollywood del director chino la imposición de que todo tiene que ser un gran espectáculo, en desmedro de la historia. Una historia que cuenta la llegada de cuatro mercenarios europeos, dos mueren en el camino, pero dos de ellos , Williams (Matt Damon) y Tovar (Pedro Pascal, que también trabajó en Juego de Tronos y Narcos ), como el inglés y el español que se enfrentaron a algo desconocido y lo pueden contar. Son capturados por la orden que custodia la muralla, y allí se desarrolla la película, como una gran defensa que cada 60 años sucede contra unos monstruos verdes malísimos. Las actuaciones son mediocres, las imágenes espectaculares. Quiero recordar que el director antes de comenzar a dirigir en el año 1987, era Director de Fotografía, y se nota en las exquisitas imágenes que nos brindó en dos de sus muchas películas, Heroe (2002) y la casa de las dagas voladoras (2004). Casi toda su filmografía tiene un impecable sello de calidad, y gran cantidad de premios internacionales. Este film no será recordado como otras de sus películas y es probable que ni figure en su curriculum a futuro. Tampoco en el de Matt Damon, ya que su actuación, y la de todos, son super acartonadas. Para los amantes de la aventura, es una película de acción, de mucha acción, hasta por momentos agobiante. Pero la historia -el cine se vale de ellas- es muy pobre.
Una mezcla que no salió bien "The Great Wall" es la superproducción china que utilizó a estrellas internacionales como Matt Damon, Pedro Pascal y Willem Dafoe para convertirse en un estreno de interés mundial. Lo logró. El problema que se presentó es que sucedió algo que suele pasar cuando un tipo de cine habituado a un estilo más local trata de emular al cine pochoclero estadounidense, hace agua y no logra adquirir la calidad de acción, efectos audiovisuales y entretenimiento de la meca del cine. En primer lugar la cultura china es milenaria, es mística y tiene mucha historia de sabiduría. Las películas de industria china siempre han estado dotadas de mucha poesía y cultura. En este film se trató de combinar eso con la impertinencia, el coolness y la grandilocuencia de Hollywood. La mezcla termina siendo incómoda, forzada y poco creíble. Se equivocan al tratar de americanizar lo chino, o achinar lo americano. Simplemente queda raro y no permite al espectador involucrarse con la historia que se propone. Aquí la premisa de por sí es bastante mala. El enemigo monstruoso que quiere alimentarse del ser humano sin una razón aparente, que es manejado por una mente superior que oficia de reina de la manada. Una dinámica que ya hemos visto en películas como "Starship Troopers". Por otro lado está la participación en esta guerra hombre-bestias de unos mercenarios que caen por error en el frente de batalla. Al ser mercenarios de buen corazón, se van sintiendo cada vez más involucrados con la situación y deciden dar su vida por esta causa... Todo muy artificial. Por el lado del elenco y la actuación, se percibe claramente que a Matt Damon o le pusieron muchísima guita o le debía un favor a alguien en China. Actuaciones flojitas, poco creíbles y sin ningún caso como para resaltar. Desde lo audiovisual la propuesta es atractiva y hace despliegue de un presupuesto enorme. Tenemos grandes ejércitos juntos al servicio de la humanidad, trajes de colores vibrantes que diferencian jerarquías, monstruos despiadados y secuencias de acción vertiginosas que demuestran la mano de un director con experiencia como es Zhang Yimou ("Héroe", "Regreso a casa", "La casa de las dagas voladoras"). En conclusión, "La gran muralla" es una propuesta de poca calidad, cuyo mayor error fue tratar de mixar dos culturas y formas de hacer cine muy distintas. Aquellos espectadores que prefieren un espectáculo pirotécnico por sobre uno con sustancia, probablemente se sientan atraídos por el despliegue de acción y colores.