El miedo y la calidez Realmente es muy meritorio el trabajo de Greta Gerwig en Lady Bird (2017) porque la actriz reconvertida en directora y guionista, en esta oportunidad ofreciendo su primer opus en solitario, logra dotar de nueva vida a los relatos de iniciación en la adultez aka “coming of age”, un subgénero de las comedias dramáticas -o a veces de los dramas con toques de comedia- que estaba en estado terminal debido a esa infinidad de exponentes mediocres que han pululado en la cartelera internacional durante los últimos lustros. Gerwig, quien en su faceta de intérprete trabajó con unos cuantos realizadores independientes como Joe Swanberg, Noah Baumbach, los hermanos Jay y Mark Duplass, Rebecca Miller y Mike Mills, aquí utiliza una fórmula sencilla de describir/ sistematizar pero difícil de aplicar en el film propiamente dicho, que involucra el crear un entorno enrevesado para los personajes y hacer que la “no historia” se desenvuelva más a través de diálogos naturalistas que bajo la lógica de una crónica con una estructura clásica y bien férrea de acontecimientos cruciales. Mientras que el mainstream hubiese redondeado una obra en constante pose canchera y con una trama plagada de estereotipos, hoy en cambio tenemos una creación sutil y minimalista. Como sucede con casi todos los representantes del denominado mumblecore, un linaje del cine independiente norteamericano reciente que adopta las características señaladas, las referencias cinéfilas apuntan a un conjunto variopinto de directores que incluye a John Cassavetes, Woody Allen, François Truffaut, Éric Rohmer, Jim Jarmusch, Richard Linklater y Wes Anderson. La propuesta comienza con una escena que pinta de lleno cómo serán las cosas de allí en adelante: Christine McPherson, una chica de 17 años que eligió “Lady Bird” como seudónimo general para su vida, comparte en 2002 un viaje en auto con su madre Marion (Laurie Metcalf), que pasa de la conexión y “buena vibra” entre las mujeres -luego de terminar de escuchar un audiolibro de Las Viñas de la Ira (The Grapes of Wrath, 1939), de John Steinbeck- a la discusión encarnizada porque al graduarse del secundario la joven desea estudiar en una universidad de Nueva York, cuna de la cultura según ella, algo que su progenitora rechaza por la penosa situación económica de la familia y por el detalle de que viven en Sacramento, en el Estado de California, circunstancia que deriva en que Christine de repente abra la puerta del automóvil en movimiento y se arroje. La Gerwig guionista concentra la trama en tres estrategias -como decíamos anteriormente- más descriptivas que narrativas en el sentido tradicional: los conflictos madre e hija, las relaciones fallidas que la protagonista entabla con muchachos de su edad y una apertura al recambio de amistades que desemboca en desastre. Así las cosas, un muy pulido y eficaz desarrollo de personajes está en primer plano todo el tiempo, cuyo sustento principal pasa por la colección de minucias que en su conjunto constituyen la vida de Lady Bird y de quienes la rodean. Marion es una psiquiatra que debe trabajar doble turno en el hospital porque su esposo Larry (el gran Tracy Letts), un programador informático, es despedido de su trabajo. El hermano mayor adoptado de la protagonista, Miguel (Jordan Rodrigues), vive en el hogar del clan junto a su novia Shelly (Marielle Scott), a quien a su vez sus padres echaron de su casa por el asunto del sexo prematrimonial. Christine y su mejor amiga, Julie Steffans (Beanie Feldstein), concurren a un colegio católico al que detestan. La primera se enamora de un compañero de su clase extracurricular de teatro, Danny O’Neill (Lucas Hedges), y la segunda de su profesor de matemáticas, un tal Sr. Bruno (Jake McDorman). Quizás el triunfo más importante de la realización sea el construir un verosímil tragicómico y profundamente realista, por una vez concentrándose en una familia pequeña burguesa que se viene abajo por las crisis cíclicas del capitalismo, la infantilización de la cultura y los propios desniveles intrínsecos en lo que hace a toda esta parentela, sus amigos, sus parejas y la escuela/ vecindario/ ciudad en la que habitan. Así como a escala general la película se sumerge tanto en la frustración como en los numerosos intentos por salir de la apatía y encontrar una solución negociada que le ponga fin a las disputas entre los personajes, y sobre todo a la “enemistad cariñosa” entre Lady Bird y su mamá, también la chica se mueve constantemente en la frontera entre lo aguerrido inteligente y una suerte de soberbia defensiva que por momentos se vincula con esa idiotez/ inocencia del que hace las cosas por primera vez. Precisamente, la obra siempre remarca que este proceso de crecimiento gradual implica tropezarse con piedras en repetidas ocasiones hasta más o menos dar con un estado del vivir en el que la persona se sienta cómoda, lo que desde ya se complejiza al extremo cuando no se disponen de los recursos económicos para solidificar ese contexto. Aquí por fin brilla Ronan en todo su esplendor y termina de confirmar la metamorfosis en su carrera insinuada en Brooklyn (2015), de señorita sufriente/ luchadora gélida a personajes más enérgicos homologados con la adultez, ahora en sintonía con una catarata de frases irónicas y algún que otro desplante egoísta que por cierto encuentran su contrapeso en la rigidez/ inflexibilidad exacerbada de una Marion que la critica en exceso, asimismo compuesta por una extraordinaria Metcalf que aprovecha la química con Ronan vía miradas fulminantes y polémicas sin puntos medios. En última instancia Lady Bird no llega ser un trabajo perfecto porque la ausencia de novedades verdaderas pesa un poco a partir de la mitad del metraje y toda la propuesta se queda en una ejecución impecable de viejas premisas del enclave indie, las cuales indudablemente evitan los clichés dramáticos del Hollywood de cartón pintado pero tampoco logran imponerse con personalidad propia en el terreno saturado de los coming of age. Sin embargo, considerando el magro panorama del cine actual y la falta de una sinceridad como la presente, plagada de componentes autobiográficos, debemos celebrar la existencia de opus que pongan el acento en el magma de los sentimientos contradictorios, en el fluir caótico/ imprevisto/ heterogéneo de la vida y en la conjunción entre el miedo a una coyuntura agresiva y la calidez del saberse querido…
La utilización del tropo de la llegada a la mayoría de edad de la directora Greta Gerwig se despliega tan inteligente y naturalmente que trae a la reflexión aquella amarga frase: “todas las historias han sido contadas” lo que todavía importa es la mirada singular de cada artista. Su nombre es Christine, pero se llama a sí misma Lady Bird (Saoirse Ronan) y preferiría que amigos, parientes y conocidos hicieran lo mismo. Y el nombre le queda bien: residente de uno de los barrios más grises de Sacramento, está más que lista para salir volando. Pero antes de que pueda llegar a su destino elegido -una universidad en Nueva York- Lady Bird tendrá que graduarse de la escuela secundaria y sobrevivir a todo el drama que eso implica. También tendrá que contenerse para no matar a su madre, Marion (Laurie Metcalf), quien la ama, pero a la que no parece gustarle las decisiones ni la personalidad de su hija. Lady Bird es el debut como directora Gerwig, quien es mejor conocida como actriz, pero que coescribió la brillante Frances Ha (2012). Trabajando con su propio guión, Gerwig ofrece una comedia dramática que trasciende las categorías de género. Es una experiencia a la vez desgarradora e hilarante. Y contiene dos actuaciones para el Oscar. Ronan como una joven en desacuerdo con el mundo, llena la pantalla de naturalidad. También digna de la atención de la Academia es Metcalf, que es pura perfección como la madre quintaesencial: preocupada y exagerada. En manos de Gerwig un material que podía caer en golpes bajos es una observación auténtica en el viaje adolescente que comienza en la anarquía de la impulsividad y termina (con suerte) en cierta educación emocional. En el centro de todo, está la conflictiva relación de Christine con su madre. La película comienza con madre e hija discutiendo acerca de las aspiraciones educativas. Una vez más, las observaciones de Gerwig tienen una precisión únicas en su descripción de personas que se aman profundamente pero que se manipulan mutuamente cuando “torcer el brazo” del otro resulta imposible. El frenético recorrido del personaje de Metcalf por el estacionamiento de un aeropuerto es una interpretación literal del dolor que padres e hijos se causan mutuamente. Las malas películas de adolescentes conflictuados abundan, pero cuando se hace bien, este temática puede trascender el tiempo. Lady Bird pasa por los rituales que hemos observado en miles de otras películas: las producciones teatrales, el primer amor, la pérdida de la virginidad, el cambio de su amiga no “cool” por la atención de la chica más popular mientras trata de forjar su propia identidad en balance por cumplir con las (altas) expectativas de padres y maestros. Inicialmente afectada, la individualidad de Lady Bird se convierte en algo honesto. El arco de la película es engañosamente simple, apenas siguiendo a Lady Bird durante su último año escolar. Este acompañamiento es ayudado por una excelente edición por parte de Nick Houy. Hay una notable cantidad de profundidad debajo de este arco aparentemente convencional. Gerwig crea el tipo de película que revela capas en visiones repetidas. En el núcleo de Lady Bird están las meditaciones sobre la hipocresía de la religión, la crianza de los hijos, las frustraciones que depositamos en ellos y sobre las formas en que el futuro nunca es exactamente lo que queríamos que fuese. No hay “mensaje” sólo la sutileza que prestar atención al mundo y a las personas que nos rodean es una especie de virtud que nos permite amar.
En tiempos de reclamo por un cupo para la presencia de mujeres en Festivales y Nominaciones a premios en los distintos rubros que ejercen las mujeres, la aparición de Lady Bird dirigida por la actriz, guionista Greta Gerwig, recién nominada a mejor film para los Premios Oscar se celebra numéricamente. Efectivamente, en 90 años sólo 5 directoras mujeres fueron nominadas a mejor dirección. Ellas fueron: Lina Wermuller por 7 bellezas; Jane Campion por La lección de piano, Sofía Coppola por Lost in translation; Kathryn Bigelow (única ganadora hasta ahora) por Vivir al límite. - Publicidad - Eso por un lado. Por el otro, Lady Bird viene con un récord bastante curioso: los críticos norteamericanos han coincidido en calificar al film de Gerwig con un 100/100 en las 219 criticas relevadas por la plataforma Rotte Tomatoes. Algo que en la sociedad del consumo está muy bien visto. Gerwig que se involucra mayormente con peliculas de bajo presupuesto, para las que EEUU tiene su propio festival: el prestigioso Sundance. Allí tuvo Lady Bird lanzamiento interesante. Ambientada en el año 2002, en Sacramento, California se trata de un autorretrato de la propia Gerwig. Film de pasaje, de la adolescencia a la adultez, momento en el que se termina el colegio secundario y hay que ingresar a la Universidad. Christine o “Lady Bird” como se hace llamar, vive en una casa que no le gusta, va a un colegio que no le gusta y aspira a ir a una Universidad en la Costa Este a la que hay que postular mediante un préstamo. Su madre es enfermera en un psiquiátrico, y su padre se ha quedado sin trabajo. La relación con la madre, seguramente de lo más logrado de la historia, va en un crescendo de reclamos y peleas. La primera discusión entre ambas sobre la educación que no se puede pagar y la secundaria en la escuela católica privada, cargada de represiones e imposiciones. Todo ese material circula por una película argumentativa, sin demasiadas búsquedas que pongan en peligro la chatura de la que la propia Lady Bird devenida en Christine quiere escapar Tal vez el combo que conforma esa mirada cruda sobre las penurias económicas de la clase media norteamericana, la desocupación, la homofobia de comienzos de los 2000 y un incipiente feminismo hacen que la película de Gerwig, protagonizada por una estupenda joven actriz llamada Saoirse Ronan quien ya viene con larga trayectoria y dos nominaciones anteriores, esté donde esté.
Apasionante relato de la vida adolescente Recientemente, Greta Gerwig ha sido una de las actrices más destacadas en lo que al género de comedia se refiere. Surgida como figura fetiche de Noah Baumbach gracias a películas como Greenberg, Frances Ha y Mistress America (en las dos últimas también fue co-guionista), su evolución fue tal que llegó a actuar en films como A Roma con Amor de Woody Allen y Damsels in Distress de Whit Stillman. Ya consagrada en el universo indie y tras una única labor como realizadora junto a Joe Swanberg en Nights and Weekends, ahora dirige y escribe su primera obra en solitario: Lady Bird. En esta ocasión que la tiene solamente detrás de cámara y en la batuta del proceso creativo, Gerwig logra concebir un coming of age memorable. Sostenida por unas actuaciones muy logradas, así como por un guión dinámico y encantador, Lady Bird presenta el universo adolescente, los diversos conflictos por los que suelen transitar los jóvenes a cierta edad, de un modo crudo, realista y noble. Quitando los golpes bajos y algunos estereotipos frecuentes en esta clase de relato, encontramos aquí una emotividad indudablemente genuina. Asimismo, el film explora temáticas como el despertar y la diversidad sexual, la religión, la amistad, la relación madre/hija y la incertidumbre sobre qué hacer en el futuro, y lo hace con una simpleza pocas veces vista. En lugar de remarcar los excesos característicos de la vida adolescente, narra una historia chiquita, como la ciudad que le sirve de escenario. Si Lady Bird se propone reflejar una realidad, dicho reflejo evidencia, en muchos momentos, su libertad y su delicadeza. Imposible no mencionar, además, el gran trabajo del elenco. La protagonista Saoirse Ronan, Laurie Metcalf, Timothée Chalamet, Lucas Hedges y Tracy Letts, entre otros, se comprometen con la realidad de los personajes que interpretan, motivo por el cual tales criaturas nos resultan entrañables. Lady Bird es un film que posee como mayores virtudes su nobleza y su simplicidad. Si bien toca temas complejos, dicho abordaje se resuelve con una sencillez asombrosa. Por otro lado, en un contexto donde la cotidianeidad de las dificultades adolescentes convive con dilemas existenciales en torno al futuro y la adultez, la banda sonora (Alanis Morissette, John Cale y Love) cumple un rol funcional a las acciones dramáticas. Así, el film redondea una historia apasionante y atractiva que quedará en el recuerdo como una de las grandes obras de la comedia indie de este siglo, y que deja a Gerwig en lo más alto de su -hasta ahora- joven carrera.
The Post, los oscuros secretos del Pentágono (dirigida por Steven Spielberg sobre guión de Liz Hannah y Josh Singer), Llámame por tu nombre (Call me by your name, dirigida por Luca Guadagnino, con guión del veterano James Ivory), Lady Bird (escrita y dirigida por Greta Gerwig) y Dunkerque (Dunkirk, escrita y dirigida por Christopher Nolan) son películas estimables, a las que pueden objetársele algunos puntos. En The Post Spielberg dramatiza hechos ligados a la lucha de la prensa estadounidense por la libertad de expresión en los años ’70, con tal astucia que resulta un film de aventuras con héroes y villanos, metas loables, personajes forzados a adoptar difíciles decisiones (entrañable Meryl Streep) y logros de relevancia política obtenidos gracias a la fuerza de un equipo. Es un film vital, más allá de su verborragia y de que (al igual que ocurría con Spotlight, el film de Tom McCarthy ganador del Oscar tres años atrás) lleva a preguntarse si Hollywood abordará alguna vez el poder de los grandes diarios al servicio de algo turbio. Llámame por tu nombre y Lady Bird son películas sobre el crecimiento: sus protagonistas son adolescentes que maduran en medio de dudas, deseos y obstáculos, con la familia como marco ineludible. En Llámame por tu nombre se trata de un pibe que se siente atraído por el joven ayudante de su padre, en un verano de 1983, mientras disfruta de soleadas jornadas en la casa de campo familiar. La película juega sagazmente a despertar sensaciones de frescura y sensualidad, con la ayuda de una cálida fotografía y envolventes paneos. Hay planos en los que los personajes asoman en un costado o yéndose, como si tras la cámara hubiera alguien mirándolos sin invadirlos. La ambigüedad sexual de la pareja en cuestión y los gestos de indiferencia o resistencia que complican la relación conducen al film por carriles bastante imprevisibles: la espera, la inquietud, el descubrimiento, desvelan a los personajes y son los estados de ánimo que importan en Llámame por tu nombre. Entre los problemas de la película de Guadagnino están su música a veces melindrosa, el hecho de decorar el argumento con referencias al arte y el regodeo con ciertos placeres mundanos en esa casa (“heredada”, aclaran) que puede embelesar a los espectadores, imponiendo por sobre la melancólica historia de amor los discretos encantos de la burguesía. El progresismo, la calma y el lustre intelectual de los padres del chico de Llámame por tu nombre no los tiene, desde ya, la familia de Lady Bird, habiendo allí un primer mérito en la única película del conjunto dirigida por una mujer: se trata de gente de clase media, cuya felicidad encuentra barreras en sus necesidades económicas y encontronazos emocionales. Los vínculos de la joven protagonista con una madre poco complaciente, con una compañera de colegio y con otros personajes menores son el fuerte de esta comedia agridulce que no se pasa de lista ni señala a nadie con dedo acusador. Con algunos momentos mejores que otros, Lady Bird tiene ese brío que el cine estadounidense consigue ocasionalmente cuando sabe reunir intérpretes simpáticos y competentes (Saoirse Ronan, Laurie Metcalf), enredos bien pensados, ironías cordiales y escenas discretamente emotivas. Sin dejar de ser un cine de fórmula –incluyendo el consabido repertorio de canciones pegadizas en su banda sonora–, compensa sus convencionalismos con encanto suficiente. Por su parte, ambiciosa y potente, Dunkerque es otra muestra de la brillantez técnica y solemnidad de su director, de la que nos hemos ocupado oportunamente aquí.
Una excelente y sensible propuesta realizada con maestría. La historia predispone bien al espectador ya desde el comienzo por su gran dinamismo, frescura y realismo, cualidades que también encontramos en los elaborados personajes y en ....
La joven que quería volar. Greta Gerwig ha confesado en multitud de ocasiones que las primeras versiones del guión de su ópera prima eran dos o tres veces más largas que el material finalmente utilizado para el rodaje. Una vez visto el resultado final no me cuesta creer estas palabras, pues una de las cosas que destaca de su película son los personajes complejos, diferentes y extremadamente bien caracterizados, lo cual hace que fuera muy fácil para ella como guionista desarrollar multitud de tramas y escenas que disfrutaría tanto escribiendo como nosotros viendo (en caso de haber llegado a la pantalla). Lady Bird es una película para su protagonista, que se bautiza a sí misma con dicho nombre. Extraño, diferente y quizás algo pretencioso. No importa. Es ella, y su nombre debe ser único de la misma forma que se siente dentro de un mundo imponente y complicado. Gerwig sabe, sin embargo, dar al personaje de Saoirse Ronan características para defenderse en dicho mundo, y configurarla como una persona segura que demuestra la inseguridad propia de su edad, una persona que toma la iniciativa en situaciones donde todos parecen ir un paso por delante, y soñadora en un microcosmos que ahoga los sueños de todo adolescente similar a ella. Cuando la mayoría no ve más allá de las calles y casas que les rodean, Lady Bird se imagina volando lejos y libre. Son el resto de personajes los que la hacen aterrizar de forma intermitente, poniéndola a prueba una y otra vez. El eje de las relaciones. Una vez establecido la más que interesante protagonista, en la película se presentan toda una serie de personajes secundarios que orbitan a su alrededor. La sucesión de escenas, en su mayoría con elipsis temporales entre ellas, no hace más que explorar las relaciones de Lady Bird con todo ese mundo que la rodea, definiendo lazos con otras personas que se crean, destruyen, acortan y alargan a lo largo de toda la historia. Una visión personal La visión de la directora eleva a una serie de personajes femeninos por encima de su propia realidad y los caracteriza con elementos muy claros. Además de la mencionada protagonista, su madre se configura como la representación de la fuerza y la capacidad de lucha, un arquetipo de madre coraje no exento de aristas salientes de una relación distanciada y difícil con su hija adolescente. Del mismo modo su amiga del instituto Julie, que sigue la estela del personaje de Ronan, deja claro que ningún elemento externo que las amenace puede detenerlas si están unidas. Por último, también ofrece un retrato muy personal del padre, el señor McPherson, como un apoyo fundamental para su hija, y de Danny, su primer novio. En definitiva, la visión de la directora se caracteriza por un elemento fundamental: no juzga a sus personajes. Es una historia que no obedece a principios maniqueos, y no coloca a dichos personajes en posiciones de buenos o malos. Éstos toman decisiones en función de las características que les han sido dadas, y que les hacen ser como son en un universo que no controlan y que difícilmente pueden entender. A partir de ahí éstos intentan salir adelante, todos ellos, y sus acciones no implican que Gerwig les condene en un acto de moral superior a la historia. Tampoco se plantea la corrección de sus actos, y esto hace de Lady Bird una película que se desarrolla de forma natural en lugar de lógica, aportando una magia inesperada y realmente placentera hasta el final.
Lady Bird: El retrato sincero y profundo de una adolescente. Parece fácil hacer películas sensibles, pero hay que tener una percepción especial para captar diferentes temas de la vida y comunicarlas de manera que lleguen a lo profundo de tu ser y Greta Gerwig lo logra. Lady Bird consigue transmitirnos esa profundidad. En sí, es un film en el cual nos adentramos en la adolescencia de una joven Christine “Lady Bird” McPherson, en su último año del instituto. A pesar de que haya varios conflictos vinculados más a la cultura estadounidense, como el buscar universidad para huir de donde viven, también trata temas que ya hemos visto en films independientes, como el enfrentamiento con su madre, las rebeldías académicas, situaciones sentimentales con novios y compañeros de clase. Por lo cual el espectador, siendo una adolescente, una adulta que recuerda sus momentos del pasado y/o una madre, tendrá varios enfoques y situaciones con los cuales poder sentirse identificados. Pareciera exclusivo para mujeres, pero no. Quizá el género femenino simpaticé más en ciertos casos, pero esta película se enfoca en las relaciones personales atravesadas por un halo sentimental insondable. De manera elocuente las actuaciones dan vida a personajes bien escritos; empezando por la protagonista, la mencionada “Lady Bird” interpretada por Saoirse Ronan (Nominada en los Oscars 2018 como mejor actriz principal), la cual hace un trabajo perspicaz dándole al personaje una combinación de sensatez con inmadurez, logrando una apreciación singular hacia todo lo que la rodea. Lady Bird tiene similitudes con otra película llamada The Edge of Seventeen (2016). Ambas pueden ser comparadas debido a que hablan de situaciones similares, pero tratadas de diferente manera. En aquel film de Kelly Fremon Craig, había mucho más humor, más inmadurez con más agilidad, y también una gran actuación de parte de la protagonista (Nadine), en ese caso interpretada por la gran actriz Hailee Stanfield. Allí Nadine se inclinaba más a la extrovertida actuación por parte de Stanfield, mientras que con Lady Bird, Ronan utiliza la sutileza de sus gestos para transmitir mucho en la pantalla. Por el lado de los padres de Lady Bird se destaca la madre, con una gran actuación de Laurie Metcalf (Nominada a los Oscars 2018 como mejor actriz de reparto), interpretando a esa madre estricta pero con amor. Llena de ambigüedad y facetas que salen a la luz cuando ella y la hija dialogan o discuten. El hermano de Christine, al llamarse Miguel, da a entender que es adoptado por la familia. El padre interpretado por Tracy Letts, tiene una clásica relación padre e hijo con él. Con todo esto logramos valorar que Greta Gerwig (Nominada a los Oscars como mejor directora y mejor guion original) que ha trabajado como co-guionista en películas de Noah Baumbach, la calidad de diálogos y situaciones mundanas que alguna vez todos vivimos o apreciamos en los demás. Como la relación de la protagonista con los padres y el hermano, por ejemplo. Que está tratada de manera madura, con toques sutiles de humor como los hay en la vida en general. Consigue que lo reflexivo resalte durante el transcurso del film, logrando un gran debut en solitario para la directora y guionista. Tanto que el final de la película te deja expectante. ¿Cómo seguirá la vida de Lady Bird, con su manera sincera de ver el mundo plagado de disfraces emocionales? Esta película produce la sensación de que en esta ficción hay mucha más realidad y sinceridad que en la vida que nos rodea al terminar de ver la película.
La actriz Greta Gerwig hace su debut como directora en un film del estilo coming of age titulado “Lady Bird”. La película le valió una nominación como Mejor Director en la próxima entrega de los premios Oscars y se alzó con varios reconocimientos. Gerwig comenzó su carrera trabajando para directores como Noah Baumbach (“Greenberg”) y Joe Swanberg (“Drinking Buddies”), y es por ello que se la comenzó a vincular con el subgénero indie conocido como Mumblecore (un género de bajo presupuesto que tiende a la actuación y a los diálogos naturalistas, muchas veces improvisados, y poniendo el énfasis en ellos por sobre la trama. Además, suelen enfocarse en las relaciones personales de gente que se encuentra entre los 20 y los 30 años). Siguiendo con la línea de las películas en las que participó como actriz, la directora debutante nos ofrece una comedia dramática sincera, modesta, honesta, personal y autorreferencial. La cinta cuenta la historia de una joven estudiante que se hace llamar “Lady Bird” (Saoirse Ronan). Ella se muda con su familia a la ciudad de Sacramento, California, donde transita su último año en la secundaria. La joven, con inclinaciones artísticas y que sueña con vivir en la costa Este, tratará de ese modo encontrar su propio camino y definirse fuera de la sombra protectora de su madre (Laurie Metcalf). El argumento no trae nada que no hayamos visto previamente, pero lo que resulta realmente interesante, atractivo e innovador es el estilo y la forma en la que se nos presenta la historia. De manera sutil y cuasi minimalista, el relato nos irá llevando por un camino de aprendizaje que va viviendo la protagonista, la cual deberá lidiar con las dificultades que van más allá de los problemas juveniles que pueda a llegar a tener una chica de 17 años. Su entorno familiar se encuentra asediado por problemas económicos bastante profundos, y su educación universitaria está en peligro por el mismo motivo. A su vez, entra en juego el presente de Lady Bird, que asiste a una escuela secundaria privada con una fuerte instrucción religiosa, y donde algunos de sus amigos y/o compañeros tienen un mejor pasar financiero, generando un contraste social bastante fuerte. No obstante, también habrá espacios para los típicos problemas de una adolescente, pero creando interesantes debates en relación al vínculo madre-hija, a la amistad, al amor y a las primeras relaciones sexuales. Lo más atractivo del largometraje recae en el realismo con el que fue tratada esta comedia dramática, que a diferencia de grandes coming of age del pasado, se ve bastante natural y verosímil con situaciones efectivamente motivadas. Los puntos más altos de la cinta están representados en la dirección de Gerwig, que desde el primer momento nos exhibe su visión sobre los tópicos enumerados previamente de una forma clara, concisa y sin condescendencia; y en las actuaciones de Laurie Metclaf y de Saoirse Ronan, que nos otorga una de sus mejores actuaciones hasta la fecha. Ronan no solo tiene un gran abanico de matices para componer a esta chica confundida y en etapa de descubrimiento, sino que también se consolida como una intérprete madura a través de una compleja naturalidad a la hora de encarar las situaciones tragicómicas que atraviesa. “Lady Bird” es un film indie con mucha alma, estupendamente actuado y dirigido, que busca ubicarse en el olimpo de las historias sobre el alcance de la madurez. Todo esto es el resultado de una naturalidad inherente a priorizar los diálogos y a los personajes por sobre la historia en sí. Una cálida y agradable sorpresa para el género y el cine en general.
Lady Bird: Madre, hija y adolescencia. Greta Gerwig debuta como directora en solitario con una comedia dramática repleta de buenas actuaciones, nominaciones y gritos entre madre e hija. Teniendo ya una larga carrera en cine independiente y habiendo pasado por el circuito de festivales con varios proyectos muy celebrados, el debut de Greta Gerwig como directora en solitario termina por valerle infinidad de premios cuando todavía no cumple los 35 años. A la dirección y el guion de la buena de Greta, se suman las también galardonadas actuaciones de Saoirse Ronan (Atonement, Hanna) y Laurie Metcalf (madre experta en ficción, con The Big Bang Theory y Toy Story) como un dúo madre e hija que logra cautivar tanto con gritos como silencios. El film nos cuenta la historia de una adolescente sobrellevando su vida mientras desea ser cualquiera persona menos ella misma al punto tal de descartar su nombre y elegir uno propio: Lady Bird. No hace falta mucho más para una película que explora el coming-of-age, pero cuando nuestra protagonista se arroja del auto en movimiento en medio de una acalorada y repentina discusión con su madre entenderemos que este es un film que ofrece mucho más que el mínimo indispensable. Es esta relación madre e hija que sirve como eje de una comedia dramática que como pocas logra activar un amplio umbral de sentimientos con una trama que se siente como un fiel reflejo de la vida real. Esta cualidad de autenticidad es una de las fortalezas que Gerwig logró brindarle a su debut gracias a todo el trabajo que viene realizando a lo largo de los años. La última mitad de los años ’00 la vieron protagonizando importantes trabajos del subgénero independiente “mumblecore“, basado alrededor de dialogo realista y sobre todo improvisado, mientras que en la primera mitad de los ’10 comenzó a colaborar de forma aún más creativa en importantes proyectos del director Noah Baumbach (valiéndole incluso una nominación al Globo de Oro como Mejor Actriz por su papel en Frances Ha). Toda esa experiencia haciendo foco en el cine realista dentro del circuito independiente hace que Lady Bird no se sienta como un debut. La película logra transmitir una voz precisa y enfocada de la manera justa para entregar una historia que verdaderamente parece imposible que haya sido construida por otro cineasta. Siendo Gerwig una actriz, no es de extrañar la fortaleza que muestra el elenco. Pero sin intención de minimizar la increíble labor realizada no solo por el dúo de actrices nominadas al Oscar sino también por el resto del cast, la realidad es que alcanzaron un brillo impresionante gracias a un trabajo de casting que permitió a un guion descomunal realizarse de forma impecable. La dirección propiamente dicha no tiene muchos brillos, pero la tamaña tarea de organizar todas las facetas cinematográficas y lograr un proyecto que pueda ir de la mano a la perfección con su guion merece mucho mérito para la directora. Es una historia de momentos separados que se sienten constantemente como uno solo. Son recuerdos tangibles en un presente que parece una ventana a la vida real más que una pantalla de cine. En una narrativa impecable como esta es inevitable que haya algunas manchas, puntualmente parece ocurrir un mal que muchos guiones suelen sufrir: el guion sabe la escena que la película necesita en ese momento, pero no tiene idea de como llego a ella. Pocos comienzos son más impactantes en una comedia realista como su protagonista dejándose caer de un auto en movimiento, no importa que la forma de actuar del resto de los personajes en el resto de la cinta haga parecer que ese momento fue borrado de sus memorias. De la misma manera, hacia el final del film la madre tratara de animar a su hija en un momento de vulnerabilidad revelándole a la audiencia que semanalmente suelen ir a la par a ver casas que nunca van a comprar, una actividad que como mínimo es completamente opuesta a sus firmes creencias de que su hija no aprecia lo que tiene y su rechazo total hacia los sueños inalcanzables de la pequeña. Estos pequeños detalles terminan destacando por tratarse de un guion que en el 90% del tiempo alcanza una armonía prácticamente perfecta. Discusiones que se generan de la nada, ambivalentes tensiones auténticas de una friccionada relación entre una madre exhausta por llegar a fin de mes y su hija adolescente con sueños de vivir cualquier vida menos la suya. Relaciones amorosas o amistades que se forman tan intensamente como luego terminan por chocar en llamas. La adolescencia es una época difícil para todos los que la transitan y sobre todo la gente que acompaña, pero si lograron dejarla atrás de forma exitosa (o si todavía estas perdido en ella) hay pocas propuestas mejores que revivirla por un rato con un film que pone lo plástico de las usuales historias de Hollywood en vergüenza.
CRECIENDO CON AMOR (Y DOLOR) Siguen llegando candidatas al Oscar, películas chiquitas con un corazón enorme. Como muchos actores, Greta Gerwig (“Frances Ha”) decidió dar ese pequeño paso al costado y colocarse detrás de las cámaras. Claro, ya lo había hecho junto a Joe Swanberg en “Nights and Weekends” (2008), pero debe ser mucho más emocionante (y escalofriante por partes iguales) hacerlo en solitario con esta ópera prima con la que cualquiera puede llegar a identificarse. Gerwig lo hace parecer sencillo y familiar, demasiado familiar. Hay un romanticismo y una forma de narrar (y comunicar) tan particular y directa que casi no vemos el artificio y nos perdemos en su “cotidianeidad”. Este el mejor cumplido que podemos hacerle a “Lady Bird” (2017), una dramedia, con más comedia que drama, que sabe enarbolar su espíritu independiente y enmascarar lo “arty” con esa sensación de naturalidad que cuesta describir, pero casi nada experimentar. Greta nació en Sacramente (California), asistió a una escuela católica y hoy vive en Nueva York, pero a pesar de todos estos puntos que tiene en común con su joven protagonista, Gerwig no es Christine "Lady Bird" McPherson (Saoirse Ronan); Marion McPherson (Laurie Metcalf) no es un reflejo de su madre, y esta no es su historia: es la historia de todas (y todos) las que alguna vez fuimos adolescentes con un atisbo de rebeldía, y ese constante tire y afloje en la relación con nuestras progenitoras. No podemos evitar reírnos (de puro nervios e incomodidad) con cada frase, con cada escena y encontronazo que estas dos mujeres protagonizan porque parecen salidas de nuestras propias autobiografías jamás escritas. Y a pesar de que la mayoría de nosotras (y las mujeres del resto del mundo) no comparte absolutamente nada con una adolescente de Sacramento, creciendo durante los dos mil tras los ataques del 11 de septiembre: todas fuimos Lady Bird en algún punto. [Perdón que hable en femenino, pero se me complica ponerme en los zapatos masculinos] Estamos en el año 2002 con los ecos, las secuelas y la paranoia post 11/9 todavía resonando en las cabezas de los norteamericanos. Sacramento parece el lugar más aburrido sobre la faz de la Tierra, al menos para Christine –quien decidió rebautizarse como Lady Bird-, adolescente de 17 años que transita su último año de secundaria con miras a alcanzar alguna meta superior, claro está, lejos de esta ciudad, posiblemente en la costa Este, específicamente en Nueva York. Anhelo de jovencita en busca de universidades, pero cuyo rendimiento académico (y posición económica) es demasiado pobre como para aspirar a algo mejor que algún colegio estatal. Lady B asiste a una escuela católica privada por el simple hecho de que mamá y papá no querían verla expuesta a la violencia de las instituciones del estado. Vive bajo la sombra de los pequeños logros de su hermano mayor (adoptado), y en constante confrontación con su mamá, como cualquier adolescente normal. Diferente es la relación con papá Larry (Tracy Letts), más amigo que educador, porque en esto de la paternidad siempre hay un policía bueno y un policía malo, y el papel de “villano”, generalmente le toca a mamá. Gerwig no descubrió América, no nos cuenta nada que hayamos visto mil veces, incluso en nuestra vida cotidiana, pero es la forma en qué nos lo cuenta lo que deslumbra y conmueve, de la mano de un elenco insuperable. Ronan tiene apenas 23 años, tres nominaciones al Oscar (incluyendo una por esta película) y un marcadísimo acento irlandés que acá ni hace acto de presencia. Cada una de sus escenas con mamá Metcalf son para poner en un cuadrito, arrancándonos carcajadas, culpas y lágrimas por igual porque, al fin y al cabo así es la vida, y más aún, la vida de una adolescente que cree que todo el mundo está en su contra y es un obstáculo para cumplir todos sus anhelos (¿se acuerdan cuando pensaban igual?). Acá no hay dramas exacerbados ni conductas extremas. Christine es una más del montón buscando su lugar en el mundo, a veces entre las chicas “normales” como su mejor amiga Julie (Beanie Feldstein), y otras entre las populares donde, obviamente, no encaja aunque quisiera. La atracción, el despertar sexual, las dudas, decepciones y frustraciones, todo ocupa un lugar específico en la historia de Gerwig (también responsable del guión), pero es la tensa relación con su mamá la que prevalece, aunque no esté todo el tiempo en pantalla. Esta es la “sombra” que cubre cada decisión de Lady Bird, aunque ella misma no lo sepa. No como algo malo, sino como esa sensación de “hacer lo correcto o rebelarse contra el sistema” que enarbola cada adolescente como su bandera. Christine explora, se enamora –primero del chico “bueno” (Lucas Hedges), después del “marginado” (Timothée Chalamet)-, se choca constantemente contra la pared de la realidad, o mejor dicho, la empujan contra ese muro, ya sean sus padres o sus maestros, no porque sean seres horribles que se interponen en su camino al estrellato, sino “por su propio bien”, porque la conocen (y conocen las circunstancias) mejor que ella. Igual, LB piensa seguir insistiendo con ese empuje y perseverancia adolescente que dura lo que dura ¿un pedo? porque nadie es tan maduro a los 17 años. “Lady Bird” no es triunfalista en ese sentido, no intenta demostrar que uno puede alcanzar las metas a pesar de las pequeñas adversidades, moraleja tan propia de algunas comedias yanquis. Es un ensayo de prueba y error para su joven protagonista, y ese doloroso paso de la niñez a la adultez que perseguimos con empeño, pero no somos conscientes de cuánto duele hasta que tenemos que tomar las riendas de esta nueva etapa. Ojo, el dolor no es algo malo y forma parte de cualquier cambio significativo, por lo que se deja atrás, lo que se pierde para siempre y no se puede recuperar, aunque sí recordar con cierta nostalgia y cariño. Lo que verdaderamente asusta es el futuro, tan incierto y desconocido. Ahí es donde volvemos a mirar alrededor y buscar esa red de seguridad que rechazamos sin miramientos: los consejos desoídos de mamá y papá, los retos justificados. Todo aquello contra lo que nos rebelamos porque venía de los adultos, eso mismo en lo que nos vamos convirtiendo. El relato de Gerwig triunfa con muy poco (un presupuesto acotado, pero una elegancia única y naturalista para la narración) porque nos habla desde un lugar común y conocido; su lugar común y conocido que es también el nuestro. Ese que recordamos con risas nerviosas y un poquito de tristeza, pero saboreamos y disfrutamos porque nos vemos reflejados en cada uno de sus momentos, ya sea de uno o del otro lado de la vereda. LO MEJOR: - Una ficción que no se siente como ficción. - Todo su elenco, en especial, madre e hija. - Su capacidad para convertir lo ordinario en extraordinario. LO PEOR: - Que se va a ir de los Oscar con las manos vacías. - Que estas películas no puedan abandonar el mote “indie” y triunfar también económicamente.
La directora se encarga de tocar muchos temas cotidianos en tan solo 93 minutos, con el fin de que cada espectador empatice constantemente con el film. Las actuaciones se destacan sin lugar a dudas, con un elenco para aplaudir. Lady Bird es la primera película escrita y dirigida por la actriz Greta Gerwig. Se enfoca en la vida de Christine “Lady Bird” (Saoirse Ronan), una adolescente de diecisiete años que vive en Sacramento, California. Es una comedia dramática en la que los problemas son los cotidianos para una familia de clase media. La protagonista es una típica persona viviendo en un suburbio que quiere escapar, vivir experiencias nuevas y disfrutar de la vida. Desde tomar alcohol, hasta enamorarse y tener sexo; cualquier cosa en la que piensa normalmente alguien de esa edad. La adolescencia son tiempos dolorosos de cambios, y esta vez no es la excepción. Christine sufre por amor, por intentar sacar buenas notas para lograr una beca en Nueva York, por amigas y por la situación económica que atraviesa su familia. Aunque todo esto suceda, ella parece ser una chica fuerte, con una personalidad avasallante como su madre (Laurie Metcalf). Una de las escenas más hermosas es en su escuela católica, cuando se plantea una charla en contra del aborto y ella sin pelos en la lengua dice lo que piensa. La forma en la que se retrata Sacramento es bellísima, la fotografía es muy buena. Como el guión, a pesar de no ser una historia “nueva” la forma de contarla si lo es y también la protagonista, lo que le da un toque esencial. Las actuaciones se destacan sin lugar a dudas, con un elenco para aplaudir. Saoirse Ronan hace un trabajo brillante interpretando a Christine. Laurie Metcalf está genial -como siempre- reencarnando a Marion (la madre). Merecedoras de ovaciones son las participaciones de Lucas Hedges (Manchester by the sea) como Danny O’Neill y Timothée Chalamet (Call Me By Your Name) como Kyle Scheible. La directora se encarga de tocar muchos temas cotidianos en tan solo 93 minutos, con el fin de que cada espectador empatice constantemente con el film. Y de esta forma bajar línea en aspectos feministas que contribuyen a una sociedad en estado de cambio. Hacía 59 ediciones de los Oscars que no nominaban a una película dirigida por una mujer y Greta Gerwig rompió el molde. A pesar de que las campañas Me Too y Time’s Up ayudan a la difusión y el entendimiento del movimiento femenino, esta nominación es más que merecida, no sólo por la época sino por la historia que decide contar. Además de estar nominada a Mejor película, va a competir en Mejor Dirección (Greta Gerwig), Mejor Actriz (Saoirse Ronan), Mejor Actriz de Reparto (Laurie Metcalf) y Mejor Guión Original (Greta Gerwig).
Sueños de juventud Cargada de expectativa y nominaciones al Óscar se estrena Lady Bird en Argentina. El film de Greta Gerwig retrata los últimos años de la adolescencia de una joven que sueña con escapar de su ciudad para vivir la adultez que anhela. De qué se trata Lady Bird Aunque sus padres la bautizaron Christine, ella se hace llamar Lady Bird. Mientras cursa los últimos años en una escuela católica a la que no quería ir, Lady Bird sueña con un futuro distinto. Aspira a irse de Sacramento, cursar en una universidad importante y sentir que la vida no le pasa de largo. Pero mientras espera la mayoría de edad, mantiene una tensa relación con su madre, descubre el sexo y se da cuenta que hasta la amistad puede ser complicada. Lady Bird, el desafío de crecer ¿Viste cuando vas a ver una película llena de expectativas? Eso puede ser un problema porque la mirás con otros ojos. Estás esperando ver la película del año y después resulta que solo te pareció ok. Eso me pasó con Lady Bird. La película de Gerwig es un sincero retrato sobre una adolescente que teje ilusiones y desencantos por igual. Lo mejor de Lady Bird es la protagonista y el tono de la película. Hay muchos gags efectivos, sobre todo al comienzo. En este relato simple, Gerwig no deja de dar una visión desencantada pero esperanzada de la sociedad americana de clase media baja. Las apariencias, el desempleo y, al final, los contratiempos de que todo cueste dinero, son claves en el desarrollo de la historia. Son la razón de ser de Lady Bird, aspirando a volar cuando la realidad le corta las alas. Saoirse Ronan construye una Lady Bird maravillosa. Es creíble y capaz de ser irreverente e ingenua en las mismas dosis. Te la crees de principio a fin y eso no es algo tan frecuente en las películas sobre adolescentes. Laurie Metcalf crea una de esas geniales madres del cine indie destinadas a perdurar. A ellas se suman dos talentosos como Lucas Hedges (Manchester junto al mar, Tres anuncios por un crimen) y Timothée Chalamet (Llámame por tu nombre), cuyas presencias en pantalla parecen dar suerte cuendo se trata de premios. Lady Bird no le escapa, sin embargo, a algunos lugares comunes. Las peleas con la madre, la amiga “acomplejada” pero copada en contraste con la amiga “linda” e interesada… detalles que restan sorpresa pero no por eso quitan realidad. Vale destacar, sí, como Gerwig construye las relaciones amorosas de la protagonista. Acá sí se corre por completo del cliché y lo hace con inteligencia y acidez. Bonita película para pasar el rato. Divertida, diferente y muy girl power! Puntaje: 7.5/10 Duración: 93 minutos País: Estados Unidos Año: 2017
MADRE E HIJA. La historia transcurre en Sacramento, California, en el año 2002. Christine “Lady Bird” McPherson está terminando el secundario y busca una vacante para la universidad. Tiene una relación complicada con su madre, una enfermera que es el sostén económico de la familia desde que el padre de Lady Bird perdiera su trabajo. La historia suma a estos dos conflictos las amistades de Lady Bird, sus inicios sexuales y todo el camino de la adolescencia a la adultez que a la fuerza debe encarar la protagonista. La historia está narrada con el tono tenue y amable de las películas independientes norteamericanas que terminan obteniendo los premios de la industria cada año. Simpatía, melancolía, drama y un tono que evita cualquier pico dramático del cine más masivo. Pero el tono con el que la directora y guionista narra la película también la hunde en la tibieza típica de docenas y docenas de películas independientes pero tan o más convencional que el cine industrial. En Estados Unidos, Argentina, Francia o donde sea, estas películas se apilan en festivales y circuitos alternativos, sin la potencia de obras de quiebre y sin la más remota posibilidad de distinguirse unas de otras. Pero la suerte a veces acompaña a ciertas películas y que la directora sea un actriz de prestigio también es una manera de que los que otorgan los premios prestan mayor atención. No se puede acusar a la película en sí mismo por el verse beneficiada con la fama de su protagonista o una coyuntura favorable para premiar una película dirigida por una mujer. En un par de meses todo esto habrá pasado al olvido y solo quedaran los premios y las películas, no los motivos. Sé que sonará insólito que Greta Gerwig esté nominada a mejor dirección y no lo estén Steven Spielberg por The Post o Kathryn Bigelow por Detroit o incluso Martin McDonaugh, cuyo film 3 anuncios por un crimen es una de las dos favoritas a ganar el premio mayor. Pero gente que realmente no merecía premio alguno ha sido nominado antes e incluso ha ganado de forma absolutamente inaceptable, no será Gerwig un caso particularmente vergonzoso. Aun sigue habiendo libertad para que cada uno vote lo que quiera, por suerte. A pesar de su casi nulo aprovechamiento del lenguaje cinematográfico, Lady Bird encuentra momentos de luminosidad dentro de una propuesta de poco vuelo. Los vínculos ya mencionados, tratados con paciencia y detalle, logran captar la identidad de su protagonista y, en particular, la relación con su madre. Si bien la película no está a la altura de la fama que está logrando, no hay en ella especulación alguna para obtener premios o lograr prestigio. Se ve genuina la intención de la realizadora y en las escenas donde esto es más claro la película consigue sus mejores instantes.
Lady Bird, de Greta Gerwig Por Hugo F. Sanchez Christine McPherson tiene 17 años, vive en la ciudad de Sacramento -que según parece es algo así como la nada dentro del estado de California-, está terminando la secundaria y se prepara para ir a la universidad, mientras libra una batalla sin cuartel con su madre. Cuestiones de carácter. Pero Christine es diferente, es una excéntrica que se hace llamar Lady Bird y aunque no se diferencia demasiado del resto de los jóvenes que la rodean -apuros, decisiones equivocadas, idealizaciones varias, intensos sufrimientos que se suman a otros de igual calibre y corta duración-, aunque no se distinga por su belleza, ni por su simpatía, ni por sus calificaciones, ni por una inteligencia desbordante, tiene la convicción de que Sacramento le queda chica y que su destino está en el otro extremo del país, en Nueva York. La primera película en solitario de Greta Gerwig a simple vista puede confundirse como la típica comedia dramática de una joven a la hora de tomar decisiones e ingresar al mundo adulto, sin embargo lo novedoso y tremendamente atractivo de la película es que la protagonista no tiene ninguna de las características que la podrían hacer diferente a miles de adolescentes del mundo y por eso merecedora de un destino grandioso. Sin embargo lo que sí tiene Lady Bird es la determinación que el escepticismo, su escepticismo, bien puede ser el motor de una vida, de su vida. El otro elemento decisivo que la hace diferente es Marion (Laurie Metcalf), su madre, con tanto carácter como ella, una madre tan fuerte para sostener a toda una familia en problemas, una madre que la confronta, que está dispuesta a traducir todo el amor que siente por su hija en una serie de mandatos antipáticos para que Christine (no Lady Bird), entre en razones, estudie en una universidad estatal, se amolde, no sufra decepciones. El duelo entonces se plantea desde el vamos, mientras Lady Bird se equivoca, vive, sueña con salir de su pesadilla de cabotaje (sin tener con qué), las discusiones entre Christine y Marion -formidables Ronan y Metcalf- se suceden a un ritmo frenético, tanto que en uno de esos cruces dentro del auto Lady Bird, no Christine, se tira con el vehículo en movimiento. Lejos de los estereotipos, la directora sostiene con un oído exquisito la voz adolescente durante todo el relato y parece obedecer a una premisa autoimpuesta que podría ser algo así como ‘si sos joven y se supone que tenés la vida por delante, el largo plazo no existe, en tanto siempre habrá tiempo para enmendar cualquier error’. Los amigos, los amores, los amores equivocados, el colegio religioso, la familia amorosa pero incomprensible, todos esos elementos conforman esa anomalía que se hace llamar Lady Brid y la acompañarán en Nueva York o Sacramento. Para siempre. En las antípodas de la llamada Nueva Comedia Americana, Greta Gerwig -habitual guionista de su actual pareja, el director Noah Baumbach- se instala como una referente del género con una película sobre los afectos y el crecimiento, visceral, sin estridencias, compleja, cerebral y a la vez, absolutamente emotiva. LADY BIRD Lady Bird. Estados Unidos, 2017. Dirección y guión: Greta Gerwig. Intérpretes: Saoirse Ronan, Laurie Metcalf, Tracy Letts, Lucas Hedges, Timothée Chalamet, Beanie Feldstein, Lois Smith, Stephen Henderson, Odeya Rush, Jordan Rodrigues, Marielle Scott. Fotografia: Sam Levy. Montaje: Nick Houy. Arte: Chris Jones. Música: Jon Brion. Duración: 94 minutos.
Lady Bird es la historia de una adolescente en su último año de secundaria que busca salir de la ciudad “aburrida” donde vive e irse a estudiar a Nueva York. Es la primera película escrita y dirigida por Greta Gerwig y fue aclamada por la crítica y los aficionados, tuvo un récord perfecto en Rotten Tomatoes superando a la histórica Toy Story 2. Acá te dejamos 5 razones por las que tenés que ir a verla al cine. Greta Gerwig Lamentablemente la mayoría de los directores de cine son hombres, pero esto está empezando a cambiar. Greta Gerwig (Frances Ha, Jackie) empezó como actriz pero su sueño de toda la vida era contar historias a través de la pantalla. Lady Bird tiene mucho de su adolescencia en California y la directora tardó casi 4 años en escribir el guion. De esta forma, la historia se siente mucho más personal y profunda. Saoirse Ronan ¿Quién no se enamoró de Saoirse Ronan en Brooklyn? En Lady Bird cambió el acento irlandés por el americano y se puso en el cuerpo de una adolescente conflictiva. Cuando Greta Gerwig le hizo leer una parte del guion pensó que era la opción perfecta para representar a Christine “Lady Bird” McPherson. Es imposible no reírse con algunas cosas que dice e identificarnos con otras. Historia de amor no romántico El cine romántico nos acostumbró a que las historias de amor tenían que ser entre parejas. Greta Gerwig define esta película como una “historia de amor entre una madre y una hija”. Cuando termine la película vas a querer llamar a tu mamá y decirle que la querés, está garantizado. Está bien ambientada La película transcurre en Sacramento, una ciudad de California, en la década de los 2000s. Hay muchas películas sobre los 90s pero los 00s también fueron una década icónica. La película te transporta fácilmente a esa época con clásicos de Justin Timberlake y Alanis Morrisette que te van a hacer bailar un poco desde el asiento. Una película “coming of age” distinta Hay un montón de películas sobre adolescentes que no saben que hacer con su vida o simplemente sienten que no encajan. Lady Bird va más allá de esto, muestra relaciones verídicas dentro de una familia de pocos recursos, el desempleo en Estados Unidos durante una época de crisis y el personaje de Lady Bird es mucho más complejo que la mayoría de adolescentes en este tipo de películas.
Es una película que ha hecho historia desde que su directora, en su ópera prima individual, Greta Gerwing ha sido nominada como la mejor para los premios Oscar, además del guión escrito por ella con inspiración en sus propia vida, y una actriz tan comprometida con el personaje como Saorise Ronan. Es la historia de una adolescente que no se resigna a su realidad. Una chica de 17años que se niega al corsé de una vida que su madre en todo momento le señala con los límites de la estrechez económica, debe trabajar doble turno para mantener un hogar, donde el padre al borde de la depresión es un desempleado, Pero la chica que se hace llamar Lady Bird, brinda una resistencia que es heroica. Ella quiere ir a Nueva York, quiere otra vida, otra casa, amores pasionales, quiere beberse su futuro. Y el gran mérito de la película reside no sólo en la sencillez con que está filmada sin buscar impactar, con situaciones dramáticas que terminan en un toque de ridícula comedia, pero por sobre todo en la verdad que resuman todas las situaciones. Honesta y conmovedora en cada una de las experiencias que vive la protagonista. Sus encuentros sexuales, sus amistades falsas y verdaderas, la desesperación por conseguir becas que la acerquen a sus sueños, la relación con su madre en contrapunto eterno y la muy emocional conexión con su padre. Pero además la inteligencia de la realizadora es que pinta con trazo certero a toda la sociedad provinciana de Sacramento, los prejuicios de ir a una escuela católica porque en la puerta de una pública alguien vio apuñalar a un chico, las reacciones de monjas y sacerdotes, la tranquilidad insoportable que siente Cristina. Humor y mirada aguda, y una protagonista perfecta. La Ronan, en perfecta comunión con la directora le da a su personaje una profundidad y verdad emocional total, es la adolescente con una pulsión de vida irrefrenable, que avanza con sus sueños, a la que nadie puede detener y que finalmente llegara no sólo a su meta sino a su crecimiento a fuerza de golpes, sueños rotos y ansias intactas. Un film para no perders.
Just Greta Lady Bird (2017) probablemente sea una de las mejores puestas en escena de uno de los relatos más trillados, el de la chica que madura a lo largo del último año de colegio y al final se va a la universidad. En el camino cambia a su amiga gorda por una amiga cool, tiene sexo por primera vez y se pelea con la madre que no la entiende. ¿Aprenderán a respetar sus puntos de vista? La película está escrita y dirigida por Greta Gerwig, otrora actriz de cine independiente y reina del costado más simpático de la cultura hipster, que atesora miradas alternativas dentro de un espacio seguro y tradicional como lo es la estructura de esta película. Saoirse Ronan hace su mejor impresión de una joven Gerwig como la adolescente del título, que se hace llamar Lady Bird y en los primeros minutos de la cinta se tira del auto que su madre está manejando. Pasa la mayor parte del resto de la historia usando un yeso rosado. Como todo adolescente capaz de protagonizar su propia historia, Lady Bird no ve la hora de dejar todo su mundo detrás: una casa humilde, un colegio católico, una familia que la quiere pero no la comprende. Su fantasía es ir a la universidad y marcharse a Nueva York. Es la misma trayectoria que hizo Gerwig, así que la película es más bien autobiográfica. Hay una escena clave en la que una monja admira el “amor” que Lady Bird demuestra por su natal Sacramento en un ensayo, que describe con tanto detalle. “Lo único que hice fue prestar atención,” dice la chica. La monja le explica que las dos cosas son lo mismo. Se desprende pues que Lady Bird es una obra de amor de la directora hacia su pasado, detallada en personajes tiernos, diálogos astutos y creíbles, y un entramado de escenas impresionistas que aparecen casi anecdóticamente pero hacen a la personalidad espontánea y naturalista de la historia. Saoirse Ronan posee una presencia entrañable y genuina. El ambiente familiar de su hogar es igual de creíble: impecables Tracy Letts y Laurie Metcalf como sus padres. Las interacciones con los padres nunca se sienten forzadas ni resultan juiciosas. Hasta los personajes más estereotipados cobran profundidad a través de las particularidades del lenguaje que usan y las pequeñas viñetas que protagonizan. La película está llena de pequeños momentos que se sienten muy humanos y parecen exceder las necesidades de la trama, que a grandes rasgos es descartable. Quizás el final se siente medio flojo y queda en la conjetura pero va con el tono vivencial de la película. Tratándose de una fórmula harto repetida que concluye con un climático baile de graduación, Lady Bird ostenta aunque sea una voz y una actitud propias, cortesía de la dirección de Greta Gerwig.
Nominada a 5 premios Oscar (Mejor Película, Dirección, Actriz, Actriz de reparto y Guión Original), la ópera prima en solitario de esta prolífica y talentosa actriz del cine independiente norteamericano narra con enorme sensibilidad las vivencias íntimas de una adolescente de 17 años en la poco glamorosa ciudad californiana de Sacramento en 2002. Saoirse Ronan se convierte en la versión adolescente de Greta Gerwig en Lady Bird. Sus gestos y forma de hablar, hasta el corte de pelo, hacen que sea imposible no pensar que Gerwig eligió contar una historia personal para su primera película como realizadora en solitario (ya había codirigido en 2008 Nights and Weekends con Joe Swanberg). Una de las características más interesantes del coming of age es la capacidad para narrar la universalidad de las dificultades y alegrías de crecer desde el universo particular de un personaje. Y en las mejores de estas películas lo particular está remarcado en cada detalle. Lady Bird es un gran ejemplo del género. Christine (Ronan), que se hace llamar Lady Bird, es una chica de Sacramento (allí nació en 1983 Gerwig), una ciudad poco glamorosa de California, que sueña con vivir en Nueva York; tiene una familia que pasa por dificultades económicas y asiste a un colegio católico que le resulta poco inspirador. Las cosas que le pasan son las mismas que a casi todas las chicas de su edad, pero su perspectiva personal es original, como también lo es la forma en que Gerwig elige contarla. El humor y la sensibilidad que inundan Lady Bird son de un tinte muy propio y un alcance enorme. Gerwig consigue narrar una experiencia común sin caer en los clichés que Hollywood nos entrega una y otra vez, y presentando una visión personal. Por eso, su película tiene una intensidad y una verdad que conmueven.
En muchos sentidos, Lady Bird es un film a contrapelo. En otros, no. Empecemos por lo negativo: historias de mujeres que se abren camino solas, historias de crecimiento (el famoso “coming of age”) etcétera, son frecuentes en la cinematografía de la última década y media. También comedias de medio tono, no basadas en el gag y sí en las emociones de los personajes (hay algo de Nafta, comida, alojamiento, el clásico independiente de Allison Anders de 1992). Pero eso es lo de menos porque aquello en lo que la película es excepcional es más importante. Lo es por narrar la relación entre una hija y una madre muy parecidas pero con tensión entre ellas a través de una ironía de superficie que oculta una ternura superlativa. Lo es, también, por el gran manejo de la cámara para mantener en el campo del pudor aquellas cosas que no pueden quedar ante la cámara, por elegir con delicadeza. Lo es porque los diálogos son precisos y, en muchos casos, divertidos (sobre todo son ingeniosos, en varios momentos inteligentes, que no es lo mismo). Y lo es porque porque dura una hora y media en un universo donde el cine elefantiásico se tarda dos horas y media para narrar que dos tipos vestidos de gato se agarren a trompadas un rato, por ejemplo. Eso de contar lo justo con las imágenes justas, con las palabras justas, en el tiempo justo es una prueba de que, detrás del film, hay una cineasta de quien esperar mucho más. Greta Gerwig, actriz -casi “de culto” y de mucha presencia en el cine independiente- demuestra que sabe qué hacer con el cine. No es poco.
Lady Bird es más que la radiografía de una adolescente de clase media baja en Sacramento, California, por los años 2002 y 2003, porque una radiografía no muestra la carnadura del personaje en cuestión. Y Christine -o Lady Bird, como se hace llamar, para diferenciarse en más de un sentido de sus padres- tiene mucha sangre caliente circulando por sus venas. Atravesando el último año de High School, Lady Bird quiere irse de la Costa Oeste hacia la Costa Este. En verdad ese viaje por el que tanto ansía podría ser hacia cualquier otro punto cardinal, ni siquiera tan lejano, porque lo que la motiva es irse. Lady Bird es, como toda adolescente de ayer o de hoy, un ser en ebullición constante. Lo que sucede es que ella lo demuestra. Es un volcán a punto de erosionar, más que nada cuando se cruza con su madre Marion. OK, cualquier adolescente con una madre como la que compone Laurie Metcalf sentiría y reaccionaría más o menos de la misma forma. El despertar sexual de Lady Bird podrá ser considerado traumático o no, pero nunca risible, por más que el guión se explaye en demostrar que las primeras experiencias, con tanteos y sin ensayos, pueden resultar en frustraciones. Eso es algo que Lady Bird, la película, lo plantea sin ambages y desde el vamos, y más allá de las fronteras de lo genital o erótico. También habla de las limitaciones, ya sean las económicas por las que se encuentran, o las que los personajes son conscientes que tienen. Y eso no es común en muchas películas. Tal vez, en muy pocas de Hollywood. Es que es una película de relaciones humanas antes que de descubrimientos. La actriz Greta Gerwig en su debut como realizadora en solitario pone mucho de sí misma en la protagonista. Ambas, personaje y realizadora, vivieron en Sacramento su infancia y adolescencia, y hasta en el corte de cabello se asemejan. Gerwig es la quinta mujer realizadora en los 90 años de historia del Oscar que alcanza una nominación. Lady Bird seguramente será alabada y mejor entendida por el público más joven que por algunos adultos, por su acercamiento a esta etapa de crecer sin saber hacia dónde ir, donde la identificación se da por cauces naturales. No es toda una maravilla, por momentos se ameseta y le cuesta salir de los baches en los que cae –la relación de Lady Bird con Kyle (Timothée Chalamet, candidato a Oscar como mejor actor, pero por Llámame por tu nombre) no tiene la soltura necesaria-, se le notan las cosidas. Pese a esto, es un filme que se disfruta desde que comienza.
Una heroína refulgente A Christine no le gusta que la llamen por su nombre. En realidad, hay muchas cosas que no le gustan, a juzgar por la intensa conversación que mantiene con su madre durante los primeros minutos de Lady Bird, mientras regresan juntas a casa luego de ¿unas pequeñas vacaciones? ¿O se trata de un típico escape juvenil con final trunco? La escuela a la cual asiste no le agrada demasiado y la perspectiva de no abandonar nunca Sacramento –su ciudad natal, tan cerca de San Francisco y, sin embargo, tan lejos– encarna en el peor de los purgatorios. La discusión madre-hija desemboca en una fantasía adolescente hecha realidad: Lady Bird, la “dama pájaro” –apodo con impronta auto bautismal– abre la puerta del auto en movimiento y se tira al pavimento, sin dudarlo. “Andate a la mierda, Mamá”, será el corolario, inmortalizado en letras de molde sobre el yeso. La secuencia de títulos, veloz y abigarrada, recorre diversas instancias de las actividades diarias en una típica escuela católica, mientras el nombre de la actriz Saoirse Ronan –en un rol consagratorio, y no sólo por la nominación a un premio Oscar, la tercera en su breve carrera– es seguido por el “escrita y dirigida por Greta Gerwig”, musa mumblecore con profundas raíces en el cine independiente estadounidense y molécula esencial en las fructíferas relaciones creativas junto a Noah Baumbach y Joe Swanberg, entre muchos otros realizadores de su país. La ópera prima en solitario de Gerwig es, como podía suponerse a partir de sus ascendentes artísticos, luminosa y melancólica, inteligente y divertida, ligera y relativamente trascendente. En la heroína titular, cuyos diecisiete años parecen pesarle como si fueran siglos, la directora moldea un alter ego de otros personajes interpretados por ella misma en películas previas; tal vez, incluso, haya algo autobiográfico, ciertas piezas de la vida real de la propia Gerwig, al fin y al cabo, nacida en Sacramento en 1983 (la acción del film transcurre en el año 2002). Lady Bird es una chica ingeniosa que, sin embargo, no logra evitar las trampas más obvias de la educación sentimental; una criatura amorosa que es capaz, al mismo tiempo, de lastimar con los más amargos desaires a aquellos que más la quieren. Una hija que, como tantas otras, atraviesa esa etapa en la cual el más comprensivo de los padres encarna en la antítesis viviente de una madre rigurosa y aparentemente dura. Adolescente al fin, Lady Bird está llena de contradicciones y el proyecto escolar de una obra de teatro musical puede convertirse temporalmente en el ítem más importante de su existencia –cortesía de la atracción por un chico– o ser dejada de lado raudamente ante un nuevo interés (el joven proto anarquista está interpretado por Timothée Chalamet, el protagonista de la todavía en cartel Llámame por tu nombre). Sin abandonar el esqueleto de un relato tradicional en cuanto a los alcances emocionales de la trama, Lady Bird le solapa una estructura de viñetas, que recorren los últimos meses de tránsito en la high school, poco antes de atravesar el umbral de una nueva etapa, que la protagonista imagina en una gran ciudad, preferentemente Nueva York. Y que, con la ayuda de su padre y un poco de suerte, quizás pueda convertirse en realidad. “No estás preparada para una universidad como Berkeley. Ni siquiera pudiste pasar el examen de manejo”, le espeta la madre (Laurie Metcalf), psiquiatra para más datos, como para bajar estrepitosamente el nivel de las pretensiones de su hija. En la escuela, quienes mejor parecen comprenderla son su mejor amiga Julie y la monja que conduce la institución (la película contiene la representación más amable de la iglesia católica en bastante tiempo). Y, como en todo coming-of-age que se precie, las ansiedades por el futuro forman parte indispensable de sus obsesiones. También las frustraciones: el primer beso rápidamente se transforma en “desfloración”, término tan poético como anacrónico. Y completamente alejado del sexo como práctica concreta y real. Gerwig reelabora con ingenio e inteligencia determinados arquetipos fácilmente distinguibles y los recubre de una humanidad construida en base a pequeños gestos ligeramente corridos de lo esperable, sumándoles fugaces y lúcidas descripciones de ámbitos y clases sociales. Por caso, la elección de la escuela no es el resultado de una necesidad religiosa y resulta ser un verdadero sacrificio para esos padres de clase media acosados por la inestabilidad laboral y para quienes la ascendencia social ya es un sueño irrealizable. Comedia agridulce cuyo humor resulta tan contagioso como otras emociones elaboradas a partir de instancias más dramáticas, es posible que Lady Bird eche mano, durante los últimos tramos, a recetas emocionales de eficacia probada de antemano. Pero mucho antes de llegar a ese cierre algo esquemático, Gerwig sabe forjar en Christine/Lady Bird una personalidad refulgente, flamígera, irresistible. Una auténtica heroína teen.
Sobre hippies y niños Luego de una exitosa carrera como cortometrajista (Ana y Mateo, Lo que haría, Espacio personal y Princesas) Natural Arpajou debuta en el largo con una historia personal, la de su infancia en el sur argentino. La capacidad de Arpajou como guionista y directora de actores se manifiesta en Yo, niña (2018), si bien no había pasado desapercibida tampoco antes de que se lanzara al formato del largometraje: sus cortos le valieron numerosos premios y prestigiosas nominaciones, ganando cuatro veces el Festival de Mar del Plata. La historia de la película o, más bien, la premisa a partir de la cual deshila el relato, la encontró en su propia infancia. Una etapa marcada por los desarraigos y las mentiras. Armonía es la hija de una pareja de hippies que a mediados de la década del 70 decide abandonar la ciudad y comenzar una nueva vida en una cabaña sin las comodidades estándares y viviendo de la autosustentación. Armonía disfruta de lo nuevo pero también se hace preguntas y es cuando debe regresar a la ciudad por una situación particular no prevista que redescubre el mundo real, ese mundo del que los padres quieren huir pero en el que Armonía quiere permanecer. Arpajou expone la conflictiva relación de una familia, su familia, en un film autobiográfico, eligiendo narrarlo desde el punto de vista de una niña, que funciona como su alter ego. Para eso se apoya en un guion impecable, sin fisuras, y unas imágenes magníficamente compuestas, coloridas y poéticas; adoptando el tono característico de un cuento de brujas, desgarrador, oscuro, con una mirada naif que, sorprendentemente, no cae en el golpe bajo, y, logra relatar un drama sin recurrir a la lágrima fácil. Aunque el golpe sea directo y la catarsis también. El encanto de El Bolsón, representado maravillosamente por amplios planos abiertos, pero evitando el regodeo, y un elenco que incluye a Esteban Lamothe, Andrea Carballo, Mariano González, Marina Glezer y la niña Huenu Paz Paredes le suman atributos a Yo, niña. El resto lo hizo la vida.
Título original: Lady Bird. Origen: EE.UU. Año: 2017 Directora: Greta Gerwig Guión: Greta Gerwig Elenco: Saoirse Ronan, Laurie Metcalf, Tracy Letts, Lucas Hedges, Timothée Chalamet, Beanie Feldstein, Lois Smith, Stephen Henderson, Odeya Rush, Jordan Rodrigues Duración: 94 min. Distribuidora: UIP Estreno: 1 de marzo de 2018 Lady Bird, la película escrita y dirigida por Greta Gerwig, retrata a una adolescente moderna en pleno despertar a la sexualidad, fijada en una idea de la libertad romántica con la que planea influir en su destino. Lady Bird es el seudónimo del personaje principal llamado Christine McPherson (Saoirse Ronan), quien de manera enfática rechaza su nombre de pila para dar lugar a una nueva identidad. Lady Bird es una honesta autobiografía de Greta Gerwig, quien se desdobla en pantalla a través de la descomunal interpretación que ofrece Saoirse Ronan (Hanna, Joe Wright 2011), como una cautivante y enfática adolescente sofocada por los últimos días de la preparatoria en una escuela católica. Las ansias de remontar vuelo de aquello que considera una vida sumamente monótona, se verán sacudidas por raptos de desesperación y la incontrolable necesidad de aventurarse a la edad adulta Esta montaña rusa de descubrimientos y emociones propicia que el relato celebre giros que sutilmente rondan entre el drama y la comedia. La agridulce crónica adolescente de Gerwig presenta una galería de personajes secundarios entrañables que, sostenidos por solidas interpretaciones, resultan frescos, auténticos y sin estridencias o sensacionalismo alguno. Tanto la familia de la irreverente heroína de turno, en la cual destaca el personaje de su madre, Marion (Laurie Metcalf), la mejor amiga de Lady Bird y algún novio desorientado ante el propio despertar sexual, cuestionan en conjunto la disyuntiva de ser o parecer que acompaña a la protagonista de la historia. Si bien Lady Bird es el debut de Greta Gerwig como directora, es colaboradora habitual en guiones con Joe Swanberg, con quien codirigió Nights and Weekends (2008), producción del cine independiente del subgénero Mumblecore. Dato: Mumblecore refiere a producciones Indie, en la que sus protagonistas oscilan entre los 20 y los 30 años, inquietos de encontrar su lugar en el mundo. El caso es que los personajes en estas películas balbucean al hablar y se dificulta su comunicación, una suerte de metáfora que expresa lo incapacitados que se encuentran de manifestar sus deseos y emociones de forma clara y evidente. Además, Greta Gerwig escribió con Noah Baumbach el guión de Mistress America (2015) y la genial Frances Ha (2012), película que podría considerarse como la secuela directa de la presente Lady Bird. Frances Ha (2012) y Lady Bird (2017) encuentran su común denominador en la crisis existencial y la ruta que trazan las protagonistas de ambas películas: a los 17 la Lady Bird de Saoirse Ronan (espejo de Gerwig) transita la adolescencia en el intento de ser alguien a pesar de que aún no ha alcanzado una ansiada madurez, mientras que la Frances Ha de Greta Gerwig sobrelleva a regañadientes el inicio de su fase adulta arrastrando caprichos y rebeldías propias de la adolescencia. Gerwig logra traer una historia repleta de sensibilidad acerca de una joven que destila extravagancia en plan de huir de todo aquello que considere común, aburrido u ordinario. Lady Bird es una obra conmovedora que hace eco en nuestros sueños y nuestras más profundas aspiraciones en estado puro, mucho antes de ser tamizadas por golpes del destino o pequeñas adversidades. Lady Bird presenta un personaje realista, palpable, excepcionalmente bien moldeado por Saoirse Ronan, pero impulsado aún más por el guión de Greta Gerwig, otorgando una magistral y sincera visión femenina de la adolescencia como una etapa emocionante y desconcertante de la vida. Por Javier Califano
Una semana después del estreno de la gran Llámame por tu nombre llega a los cines argentinos otra coming of age nominada al Oscar. Lady bird cuenta una historia muy intimista sobre una adolescente un tanto sapo de otro pozo en su propia vida. Una que se siente alienada, que no encaja. Tanto en su colegio como en su casa. Y por más que el espectador nunca haya experimentado algo así, es imposible no identificarse con todo lo que se ve en pantalla. Lady Bird se siente muy familiar y cercana en todo. Más aún si fuiste adolescente a fines de la década del 90, ya que el consumo pop pasa por ahí. Aquí vale aclarar los toques autobiográficos de la película, ya que su guionista y directora Greta Gerwig pasó por algo similar en su vida. Es muy probable que la realizadora se alce con el Oscar a Mejor Dirección el próximo domingo, no solo porque es lo que la Academia está buscando en este momento sino también por lograr una narrativa indie que atrapa al maintream. Si bien ya poseía experiencia en co-dirección tras su paso por detrás de las cámaras en Nigths and weekends (2008), aquí la actriz devenida en directora se sienta sola por primera vez y hace un trabajo magnífico. Pero es en la relación madre/hija donde el laburo de Gerwig se destaca. Los diálogos son muy ingeniosos y muy palpables. Amén de las dos excepcionales actrices que componen los papeles. Ya desde sus inicios, el trabajo de Saoirse Ronan fue siempre contundente, pero en los últimos años brilló con otra nominada al Oscar como lo fue Brooklyn (2015) y ahora aquí interpretando a este personaje del cual querés ser amigo si o si. Sus explicaciones, visión del mundo, despertar sexual (todos los elementos coming of age) son bien sentidos y reales. Lo mismo pasa con los duelos verbales encarga contra su madre. Aquí la genial Laurie Metcalf le da vida a alguien que en la distancia no reconocemos con el estereotipo que poseemos de una madre (por ser argentinos y/o latinos) pero al mismo tiempo posee una gran universidalidad. A nivel técnico la puesta de Lady Bird es simple, pero poco importa en este caso por el tipo de historia que se quiere contar y su gran nivel actoral. Lady Bird es un gran filme de corte indie que logró meterse en la contienda a mejor película por sus grandes méritos. Merece ser vista por la mayor cantidad de público posible.
Una adolescente en su mejor versión El film, uno de los favoritos para los Oscar, trata sobre el crecimiento de una joven adolescente. La historia está narrada con una capacidad descriptiva abrumadora y se trata de una película de carácter y espíritu. ¿Cuál es la mejor versión de uno? ¿La que esperan otros, la sociedad, la familia? O, al contrario, la que no tiene nada que ver con la visión externa, la que es más auténtica? Sobre eso hablan Christine (Saoirse Ronan) y su madre Marion (Laurie Metcalf), mientras la hija se prueba un vestido para su fiesta de graduación, en “Lady Bird”. En un esfuerzo por entenderse mutuamente, la relación de la madre y la hija es tirante, así como la de Christine con el amor y la amistad. Típico de la adolescencia quizás, pero narrada con una capacidad descriptiva abrumadora por parte de la directora Greta Gerwig. Christine, adolescente harta de su vida rudimentaria en Sacramento, decidió cambiarse el nombre a Lady Bird. La referencia al vuelo (“bird” en inglés significa pájaro) es un tanto obvia pero, conociendo un poco a la protagonista, la elección es más que lógica. En la primera escena vemos a la madre discutir con su hija, mientras viajan en un auto, sobre a qué universidad irá, porque “Lady Bird” quiere ir “donde está la cultura” y la madre le dice que debe ser más realista. Tras un intercambio de palabras, la joven abre la puerta del vehículo y se tira. Quiere escapar del estrés, quiere hacer su vida sin que opinen sobre su futuro, y toma decisiones drásticas todo el tiempo. El filme es parte de uno de los subgéneros del cine independiente que está “de moda”, del llamado “coming of age”, en el que uno o más protagonistas tienen un crecimiento dentro del periodo en el que se cuenta la historia. En el camino, nos encontramos con ricos personajes que son parte de la vida de Lady Bird, como su padre, el más conciliador de todos; su madre, con la que mantiene un vínculo amor/odio constante; y su hermano, casi un extra. También están aquellos más efímeros: un primer novio sensible y otro frívolo, una amiga con la que puede ser tal cual es y otra con la que tiene que aparentar. En medio de esas contradicciones entre el ser y parecer, va forjándose la personalidad de la pelirroja. Nominada en los Oscar de este domingo como Mejor película, Mejor dirección, Mejor guión original, Mejor actriz (Ronan) y Mejor actriz de reparto (Metcalf), el largometraje de Gerwig tiene varios fuertes para hacerles frente a las otras titánicas producciones desde su génesis indie. Pero más allá de los premios, estamos ante una película de carácter y espíritu, de esas que siempre faltan en la industria.
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Después de varios años trabajando como actriz y/o guionista dentro del cine independiente norteamericano, Greta Gerwig debuta como directora con Lady Bird, una película muy personal que, por supuesto, además escribe sobre una adolescente de Sacramento durante su último año de secundaria. Christine se hace llamar Lady Bird y pretende que así lo haga el resto de la gente. Es el nombre que se dio a sí misma. Transita el último año de la secundaria en una escuela católica mientras lidia con la constante pregunta de qué va a hacer cuando termine. Es decir, dónde se va a ir a estudiar. Lady Bird sueña con poder hacerlo en una ciudad como Nueva York. Mejor dicho, sueña antes que nada con poder salir de Sacramento, esa ciudad de California de la cual reniega. No obstante, su promedio escolar no es lo suficientemente bueno y la situación económica de su familia está muy complicada, por lo que las universidades que le proponen no son de su agrado. Su hermano vive en la casa con su novia pero apenas consiguen trabajo, su padre acaba de perderlo y su madre se la pasa haciendo turnos como enfermera en un hospital psiquiátrico para poder mantener a toda esa familia. Pero Lady Bird es adolescente y no puede evitar encerrarse en ella misma, en lo que ella siente, en lo que ella quiere. Y se la pasa teniendo choques con esa madre con la cual no siempre logra entenderse más allá de comprender siempre que no quiere más que lo mejor para ella, aun cuando hace comentarios que la destrozan un poquito. La película se enfoca en el personaje de Lady Bird desde varias aristas pero la principal es esa: la relación con su madre. Una madre que parece bastante peculiar a simple vista, con sus exigencias y comentarios algo hirientes, pero que a la larga se parece mucho a cualquier madre de adolescente que no sabe cómo tratarlos durante esa época tan complicada y tumultuosa. Con quien puede ir en el auto escuchando Las uvas de la ira y emocionándose hasta las lágrimas para luego discutir y terminar arrojándose del auto con tal de no seguir escuchándola. Luego aparece el resto de las cosas que la rodean. Una clase social en la cual no se siente cómoda, creyendo siempre que se merece algo más y que en algún momento eso le va a llegar. Las expectativas versus la realidad. Las amistades, a veces puestas a prueba por ella misma. Y el despertar sexual, aquel al que Lady Bird no le tiene miedo y se siente ansiosa por descubrir. El tono de Lady Bird es más bien intimista. La dirección de Gerwig es discreta y sin embargo consigue momentos muy logrados desde esa sutileza, retratando con mucha belleza la ciudad de Sacramento (esa ciudad a la que su protagonista parece odiar pero la atención que le presta indica que en realidad la ama, como le dice la hermana de la escuela católica a la que asiste) desde ciertos rincones. También hay un muy buen uso de la música que sirve para mucho más que situar la película en el 2002, año en que sucede. El elenco es uno de los puntos más fuertes del film. Saoirse Ronan elimina todo acento irlandés interpretando a la adolescente protagonista con mucha frescura. Laurie Metcalf se lleva todos los laureles como esa madre tan particular. Lucas Hedges y Timothée Chalamet -otros dos actores a los que hay que prestar atención-, brindan su aporte como esos dos intentos de novios que tiene Lady Bird. Beanie Feldstein como la mejor e incondicional amiga es una muy agradable sorpresa. Tracy Letts, Lois Smith y Odeya Rush terminan de completar el sólido reparto.
El cine estadounidense nos ha regalado decenas de películas sobre los tramos finales del colegio secundario, el baile de graduación, la iniciación sexual, la amistad adolescente, la conflictiva relación con los padres y las dificultades para el ingreso a la universidad (que allí implica en muchos casos un enorme esfuerzo económico y el viaje a otra ciudad, que deriva en el ingreso definitivo en la vida adulta). Lady Bird aborda todos esos tópicos (y algunos más), pero se desmarca de los lugares comunes de este auténtico subgénero a fuerza de sensibilidad, de múltiples matices que le permiten pendular entre la comedia pura y el drama íntimo, y de una capacidad para el detalle que le otorga una intensidad emocional y una credibilidad infrecuentes en el cine contemporáneo, sobre todo en el caso de una ópera prima en solitario como esta de Greta Gerwig (solo había codirigido con Joe Swanberg Nights and Weekends en 2008). Nominada a cinco premios Oscar (mejor película, dirección, actriz, actriz de reparto y guión original), Lady Bird reconstruye las experiencias juveniles de la propia Gerwig en la ciudad de Sacramento en pleno 2002 a través de un álter ego como Christine McPherson (una notable Saoirse Ronan), que se hace llamar Lady Bird. La situación económica de su familia es más que precaria, ya que su padre (Tracy Letts) está sin empleo y lucha contra la depresión y su estricta madre (Laurie Metcalf) trabaja a toda hora como enfermera. La protagonista está por terminar la secundaria en una escuela católica y su destino parece ser el de una universidad pública, aunque su deseo es dedicarse al arte y formarse en Nueva York. Más allá de este contexto, lo que hace de Lady Bird una película especial dentro del universo de historias de rituales adolescentes (conocidas como coming-of-age) es la fluidez, la elegancia y la precisión en la observación de las relaciones con su mejor amiga (Beanie Feldstein), sus eventuales novios (Lucas Hedges y Timothée Chalamet), la directora del colegio (Lois Smith), los distintos maestros y dos padres decididamente opuestos entre sí. Brillante y prolífica actriz del cine independiente norteamericano, Gerwig se consagra con este film como una guionista y directora dueña de un mundo propio, capaz de burlarse y al mismo tiempo de regalarle a "su" Sacramento -el reverso menos glamoroso de otras ciudades californianas como Los Ángeles y San Francisco- una carta de amor fílmica. Despiadada y bella, descarnada y emotiva. Como la vida misma.
Con cinco nominaciones al Oscar, incluyendo mejor película, dirección, guión, actriz y actriz de reparto, este segundo largometraje de Greta Gerwig fue una de las grandes sorpresas de la última temporada hollywoodense. Se entiende, si bien "Lady Bird" responde a las características de la típica producción indie, tiene dos grandes cualidades que la distinguen más allá de cualquier estilo: las buenas y creíbles actuaciones, y su notable fluidez narrativa. Saoirse Ronan es Christine, una adolescente con algunos caprichos, como el de hacerse llamar Lady Bird. La película la sigue desde su último año en el colegio secundario hasta su viaje para entrar en la universidad, siendo ése uno de los conflictos principales en la historia de esta joven de Sacramento, California, que sueña con una vida más sofisticada en la Coste Este. La directora y guionista sabe lo que quiere contar, y lo hace con naturalidad y pulso narrativo. Hay detalles sin desperdicio, empezando por los apuntes del colegio católico, la problemática relación del personaje de Ronan con su madre (Laurie Metcalf), y los sinsabores de la clase media estadounidense. El film también enfoca los primeros desengaños románticos y la iniciación sexual de la protagonista, que la lleva a sus primeras señales de madurez. La película transcurre vertiginosamente por estas cualidades, pero hacia el final cierta sobrecarga melosa resta un poco a lo que es una recomendable comedia dramática sobre la adolescencia.
Greta Gerwig debuta en su rol de directora con Lady Bird, nominada a los premios Oscar como Mejor Película. Esta vez da un paso en solitario, ya que en 2008 codirigió con Joe Swanberg el film Nights and weekends. Esta ópera prima de Gerwig, por la que está nominada como directora y también como guionista para los premios de la Academia, podrá verse a partir del 1 de marzo en los cines de Argentina. Christine, interpretada por Saoirse Ronan (nominada al Oscar como mejor actriz, también actuó en El gran hotel Budapest), es una adolescente que se encuentra finalizando la secundaria en un colegio católico de Sacramento, una ciudad del estado de California, Estados Unidos, el mismo lugar de donde es oriunda Gerwig, por lo que da la sensación de que es un trabajo autobiográfico. Christine se hace llamar Lady Bird, quizás por las ganas de volar de su ciudad natal en la que, por su adolescencia en plena ebullición y sus efervescentes ambiciones, no encuentra su lugar en el mundo. Al finalizar sus estudios secundarios, debe escoger una universidad, decisión que no será fácil debido a los problemas económicos que enfrenta su familia y la relación complicada, tensa y contradictoria con su madre (Laurie Metcalf, nominada al Oscar como mejor actriz secundaria). Lady Bird prefiere ir a estudiar a la cuna de la movida cultural, Nueva York, o a cualquier otra ciudad de la Costa Este, donde pueda encontrar -o encontrarse- un mundo distinto a Sacramento. Durante la búsqueda de la nueva casa de estudios, Lady Bird se tropieza, cual adolescente, con algunas conquistas amorosas -sus dos amoríos son interpretados por Lucas Hedges (3 anuncios por un crimen, Manchester frente al mar, entre otros) y Timothée Chalamet (Llámame por tu nombre, Homeland, Interstellar)-, tendrá que lidiar con su comportamiento “rebelde” dentro de la institución escolar –algo que se ve cuando descoloca con un comentario a una educadora antiabortista- y mejorar sus bajas calificaciones, que son un gran impedimento para poder acceder a alguna universidad de la Costa Este del país. Lady Bird vive en una casa humilde, en “el lado equivocado de las vías”, así es como ella la ubica cuando sus compañeros de escuela le preguntan dónde vive. Su padre se encuentra desempleado, es por eso que la madre debe hacer doble turno en el hospital psiquiátrico donde trabaja, y su hermano, quien vive con ellos, es un profesional, pero se gana la vida como cajero. Dada la situación socio económica familiar, el esfuerzo de los padres por pagar la escolaridad de su hija generará contradicciones, tanto en Lady Bird, por ver el estilo de vida que llevan sus compañeros que en su mayoría tienen un celular y viven en casas glamorosas, como en su familia que le inculca valores que se contraponen a la idea del mundo que deviene del tipo de escuela elegida. Lady Bird se destaca por ser una película que nos remite a la etapa de la adolescencia, al momento del despertar sexual, al cuestionamiento hacia los padres, al “sueño” de la independencia o, tal vez, al escape hacia otros horizontes, y por sobre todo, a la búsqueda ineludible de la identidad.
Las historias de maduración, también conocidas como coming-of-age, son una oferta más que frecuente en el cine independiente. Sin ir más lejos, sus logros más destacados han nacido no pocas veces dentro de este subgénero. No obstante, la oferta de estos títulos puede crecer a tal extremo que uno puede apreciar la madurez en la narración, pero sensorialmente terminan por no dejarte nada. Lady Bird afortunadamente reúne los suficientes méritos para separarse de este montón y no solo recordar la adolescencia, sino también sentir ese recuerdo. El Nido por Vaciar Christine McPherson, autoapodada Lady Bird, está atravesando su último año en el secundario. El cierre de esta etapa la encuentra atravesada por el deseo de dejar la Sacramento que la vio nacer en favor de un lugar más sofisticado, algo que solo podrá conseguir yendo a una buena Universidad. Por desgracia deberá enfrentar obstáculos en la forma de su bajo rendimiento académico, una antagónica relación con sus padres, y unos noviazgos que no pocas veces le alterarán la brújula. El guion de Lady Bird es sobresaliente. Se concentra sobre la construcción de una identidad basándose en su pasado (sus padres), su presente (sus historias amorosas) y su futuro (su deseo de entrar a una buena universidad). Obviamente cada estrato constituye un conflicto en sí mismo, y los tres tienen una igual prioridad. Podrá parecer desordenado pero hay una enorme lógica detrás de esta construcción. El camino que hace el personaje va de un enorme rechazo a una sutil aceptación (y revaloración) de todo aquelo que la hizo lo que es. Un recorrido que se vale, en partes iguales, tanto de la comedia como del drama. Esta es la historia de una adolescente que va en busca de su lugar en el mundo, que puede ser su lugar de nacimiento o un punto mucho más alejado de este, pero que tiene más que claro que si no se aventura a lo desconocido no lo averiguará jamás. Una búsqueda que tiene su obstáculo más esencial en los adultos que ya encontraron esa respuesta y están determinados a evitarle los mismos tropiezos, olvidando que si bien podrán protegerla de los errores viejos, siempre habrá errores nuevos donde la vivencia de la protagonista, y solo de la protagonista, proveerá la enseñanza necesaria. En materia actoral Saoirse Ronan sostiene bastante decentemente la película con su interpretación de esta adolescente. Laurie Metcalf también realiza un muy digno trabajo como su madre, pero en el tramo final, en una escena en específico, es donde notamos que destaca un poco más. En materia técnica, se debe destacar y admirar cuando una realizadora no tiene miedo de ser simple. Greta Gerwig cuenta con un guion sólido, actores capaces, y ella tiene la percepción necesaria para guiarlos hacia interpretaciones creíbles. Por lo tanto, un patrón de planos que rara vez se sale del plano general / plano medio / contra plano medio es todo lo que necesita para contar su historia. Conclusión Lady Bird es una narración que hará sentir identificado a más de uno, sean padres o hijos. Es un dilema de maduración que va por dos carriles: la necesidad de apreciar de los hijos, y la necesidad de dejar ir de los padres. Esa habilidad de no demonizar o santificar, sino mostrar las luces y las sombras que todos tenemos, es lo que hace de este título una propuesta disfrutable.
La película de la joven directora Greta Gerwig, nominada a cinco premios Oscar, es una historia entretenida y enternecedora, que relata el último año de la secundaria de Chrstine "Lady Bird" McPherson (Saoirse Ronan), una adolescente de 17 años que sueña con ser artista y estudiar fuera de la ciudad en la que vive. El film, que tiene un guión original, divertido y a la vez profundo, escrito por Gerwig,nos presenta a Chistine, quien a meses de finalizar la preparatoria debe decidir sobre futuro. En una ciudad como Sacramento, sus posibilidades no son las mas alentadoras, su sueño de estudiar en la gran manzana y convertirse en una artista no parecen ser compartidos por su madre (Laurie Metcalf), quien a pesar del amor inmenso que le tiene, debe hacerle entender a su hija algunas cuestiones de la realidad que a Lady Bird- como ella se hace llamar- no le interesan demasiado. Preocupada por la mirada de los otros, el descubrir sexual, los primeros amores y las apariencias sociales, Christine tomará varias decisiones que parecen ser para ellas las ideales, pero que no serán mas que una enseñanza, una tras otra, sobre el verdadero sentido de las cosas. La relación amor/odio con su madre , el vínculo con su mejor amiga Julie (Beanie Feldstein), y las relaciones que posee con Danny (Lucas Hedges) y Kyle (Tymothée Chalamet), serán vivencias que marcarán la personalidad de Lady Bird, y en lo que en ellas sucede, la harán más fuerte y decidida para alcanzar sus sueños. La película, que por momentos logra carcajadas espontáneas debido a la creatividad de su guión, y al trabajo del elenco, también logra profundizar en diferentes escenas permitiéndonos reflexionar sobre la importancia real de los afectos, lo imprescindible de la familia, el sostén que significa un buen amigo y el valor que tiene el estar decidido para alcanzar las metas propias. Los trabajos de Saoirse Ronan (ganadora del Golden Globe por este trabajo, y nominada a mejor actriz protagónica por el mismo) y Laurie Metcalf (nominada al Oscar como mejor actriz en un papel secundario), son excelentes, y en varias escenas que comparten se logra transmitir como la incondicionalidad del amor de una familia, puede superar cualquier diferencia, por más leve o grave que resulte.
La historia que nos presenta su directora Greta Gerwig, no es nueva, ya hemos visto otras similares, el tema está en cómo se encuentra enfocada, la relación entre esa madre e hija, la crisis económica, el carisma que tiene el personaje principal, como van fluyendo las emociones y el agregado de toques de comedia negra. Ambientada en 2002, Christine (Saoirse Ronan, muy bien interpretada, le pone emoción y creatividad) a quien llaman Lady Bird, tiene 17 años, pertenece a una familia de clase media y va a un colegio de clase alta, tiene sus miedos y sueños, vive con su madre estricta, Marion (Laurie Metcalf, maravillosa en su personaje y ofrece interesantes diálogos) pero discuten bastante, además ella quiere estudiar en una escuela de artes de Nueva York, y su madre no puede afrontar esos gastos. Dentro del elenco secundario: el padre de Lady Bird es cariñoso y está interpretado por Tracy Letts, Beanie Feldstein como Julie, amiga de la protagonista, Lucas Hedges como Danny O’Neill, Timothée Chalamet como Kyle, ambos interesados en el corazón de Christine. El film recurre a soluciones fáciles, con algunos clichés, algo trillada, maneja bien la ironía y satiriza a la sociedad.
Año 2002, principios del milenio, se respiraban otros aires. Por la calle desfilan las ropas holgadas y los collares “tropicales”, los televisores aún eran esas grandes cajas negras y los teléfonos celulares solo servían para realizar llamadas, y ni hablar de Internet. Pero dentro de los distintos tiempos en donde una historia puede figurarse, hay algo seguro que se mantiene con el correr de los años: el crecer, algo traumático desde cualquier lado que se lo vea. Greta Gerwig escribe y dirige Lady Bird, el relato de una adolescente de 17 años que vive en Sacramento con toda su familia y asiste a su último año de escuela, lo que conlleva al progresivo paso a la madurez.
Saoirse Ronan es extraordinariamente versátil, puede hacer con la misma eficacia de una niña resentida por un amor no correspondido (Atonment), o interpretar a una amazona vengativa (Hanna) o una mosquita santurrona (La Huésped). De las actrices sub 25 es una de las mejores – mi otra preferida es Haille Steinfield- y siempre acaricia la estatuilla del Oscar. En el 2016 estuvo nominada por la gran Brooklyn, una historia de amor clásica en donde demostró que el melodrama también es un género en donde se la ve cómoda. En Lady Bird la jovencita de 23 pirulos se pone en el cuerpo de Lady Bird Mc Pherson – sí la conoceremos por su sobrenombre- una adolescente californiana que debe ir a un colegio religioso en Sacramento, la rebeldía juvenil y su comportamiento hermosamente atrevido, le ponen ritmo a un coming age feminista y moderno. La señorita pájaro, la libre y brillante señorita del pelo color rosa pomelo y aire grunge, se pone a sus espaldas parlamentos históricos sobre la religión, el amor y la amistad. La joven pasa su último año de la preparatoria peleando con su madre (Laurie Metcalf) quien – como toda madre- le tiene terror a que su hija pegue el vuelo y deje de ser la “niña” señorita Bird para adentrarse al mundo difícil de la adultez. Greta Gerwish, a quien conocía sólo como actriz – es la mujer engañada por Jesse Eseimberg en To Rome with love de Woody Allen y la excéntrica Julian en Eden de Mia Hansen-Løve – filma una de las mejores películas sobre la iniciación de una adolescente. Lady Bird es una película tierna con un profundo sentido del humor. La excursión cinematográfica que nos propone Gerwish no posiciona ante la vida de esta joven dramática y espontánea que con su verborragia le pone humor a todos los conflictos púber que tiene. Lady Bird, llora, rie, habla a los gritos, es creativa, no es justamente de las que pasan desapercibidas y así con este ímpetu se convierte en un huracán de emociones. La cámara la acompaña por sus primeros amores, sus decepciones y la sigue en sus cuestionamientos axiomáticas sobre la vida. Pero ella no está sola en su camino iniciático, la acompaña su eterna amiga Julie (Beani Fedstein) quien llora – ese plano aéreo es hermoso- y sacude la efervescencia adolescente con Lady Bird. Juntas entran al grupo de teatro de la escuela: Enfundada en un vestido negro y con un rojo en los labios intenso, Lady Bird canta como si estuviera en Brodway, quiere el papel principal de Merryl we roll along, obra histórica del circuito del musical. Gerwish usa la música que escuchábamos todas en nuestra juventud, música alternativa con la que todas movíamos nuestras cabezas y tratábamos de revolucionar el mundo con nuestros parlamentos insolentes y soñabamos con irnos de nuestros pueblos o barrios para convertirnos finalmente en adultas sumergidas en alguna ciudad cosmopolita. Lady Bird, quien tiene el apodo más lindo del mundo, batalla un enfrentamiento con esa idea de querer ir a Nueva York y pelea con su madre. Laurie Metcalf (la mamá) hace un trabajo extraordinario, y declaro mi favoritismo hacia ella para que se quede con el Oscar a mejor actriz de reparto. Madre e hija forman una dupla creíble sobre el verdadero amor madre-hija que incluye por supuesto peleas dramáticas y silencios incómodos. Porque lo que tiene Lady Bird es que es tan femenina y Greta Gerwish es tan poco pretensiosa con la película que dan ganas de abrazarla. Sin duda una de mis favoritas para los Oscars.
Un gran toque de neorealismo en esta agridulce obra sobre la vida de una joven a punto de graduarse de la secundaria. "Lady Bird" es el título de la película y el seudónimo por el que se rebautizó Christine. Está por cumplir los 18 años y transcurre el 2002, vive en Sacramento, California, una ciudad que nada tiene que ver con el glamour de Hollywood ni con lo cosmopolita de San Francisco, sin embargo es la Capital de ese gran estado costero del oeste. Ella ama la idiosincracia de ese lugar aunque querría estudiar, lo que sea en Nueva York. No sabemos muy bien, qué idea tiene esta chica de la Gran Manzana. Su madre se niega a dejarla ir atemorizada por lo que ocurrió con las Torres Gemelas. Es una mujer un tanto ambigua en su trato con Lady Bird, por momentos se ve que se divierten juntas y por otro es muy estricta. Su padre, es el "tipo bueno", que va a hacer lo posible para que Christine cumpla con su sueño. La familia se completa con dos hermanos adoptados y que son muy diferentes a Lady Bird. La adopción fue idea de la madre de Christine que trabaja en un hospital público en el pabellón psiquiátrico. El escenario es importante ya que la mayor parte del tiempo vamos a ver a la chica en una institución católica. Se tratan temas polémicos como el aborto, las relaciones sexuales fuera del matrimonio y la identidad sexual. No hay dogmas sino la rebeldía propia de la edad y lo que significa vivir en un ambiente casi se podría definir como "pueblerino" y su "qué dirán". Una historia muy bien contada por Greta Gerwig que con tan sólo 34 años ya fue nominada como mejor directora y mejor guionista por esta película para el Golden Globe y la próxima parada que es el Oscar de la Academia. Es una producción independiente que genera empatía con el espectador, la crítica ya la nominó bien pero no sé si le alcanzarán los porotos para competir contra "La Forma del Agua". Sería bueno ya que muy pocas mujeres llegaron a este escalón tan alto. Su camino es apadrinado por Noah Baumbach ("El Fantástico Sr. Fox", "Una Historia de Brooklyn") y vale decir que también es actriz. Párrafo aparte para la actuación de Saoirse Ronan, quien está nominada para la estatuilla de la Academia de Hollywood en esta edición y ya lo había sido en 2016 por la hermosa historia de los irlandeses que llegaron a Brooklyn y fueron pilares de esa parte de la ciudad de Nueva York. Acá, más aniñada pero con ese carisma inconfundible. Los adolescentes se quejan de que muchas veces no son escuchados o se sienten incomprendidos, luego, como Lady Bird/Christine, se dan cuenta de que muchas cosas fueron así por amor y por temor al sufrimiento de esos chicos que se están haciendo grandes. No la dejen pasar.
DESILUSIONES Y CRECIMIENTOS No es difícil definir a Lady Bird en pocas palabras, podríamos decir que es una comedia dramática adolescente de crecimiento, con la estética del indie norteamericano, que apuesta a un tono realista que hasta puede considerarse naturalista en algunos casos puntuales. Pero todo lo anterior es pura pedantería fría y autosuficiente, que poco sirve a la hora de hablar de un relato cálido y emocionante como el que cuenta es este film dirigido por Greta Gerwig. La historia gira en torno a la vida Lady Bird, así es como se hace llamar Christine McPherson, una adolescente interpretada por Saoirse Ronan en una actuación que según el consenso mundial (al que adherimos) es brillante. Lo que se nos cuenta son una serie de sucesos en torno a su último año de preparatoria, su situación familiar, sus amigos, el futuro, el despertar sexual y todo aquello que nos estresa cuando está por terminar la secundaria y de repente debemos ser adultos y tomar decisiones. Gerwig se concentrará en mostrarnos el origen de todo lo que es Lady Bird y en lo que intuimos se convertirá; lo que le importa son las emociones y su significado, ya que crecer es, de alguna manera, descifrar el significado de lo que sentimos. La acción transcurre en 2002/03 y un relato arquetípico de la adolescencia de toda una generación, aquella que creció mientras veía al mundo reconfigurarse post 9/11, cuando junto con las torres se vino abajo la herencia conceptual del Siglo XX. No hay nada extraordinario en la vida de la protagonista, viene de una familia de clase media con más o menos dificultades económicas cuyos valores son puestos en crisis diariamente. Una vida un poco mediocre y frustrante como la de cualquiera, una vida que terminará desilusionándola y de la cual reniega con razón. Pero todos sabemos que crecimiento es desilusión, el problema es ver qué hacemos con nuestras frustraciones: nos juntamos a leer El secreto, o a Coelho, o recurrimos a la homeopatía (o cualquier solución fácil y falaz equivalente); o nos redimimos y crecemos. El camino que nos cuenta Lady Bird es el segundo, y Gerwig, en esa mezcla de fluidez narrativa, sensibilidad y cariño por su personaje principal, hace que el clásico relato de crecimiento sea una bienvenida a para la vida. Por otro lado, más allá de que el arco argumental principal es la relación de Lady Bird con su madre y de qué manera ese contrapunto constante forja la identidad de la protagonista, resulta interesante ver el lugar que ocupan los hombres en la historia, que parece ser el lugar de la desilusión y la tristeza. Esto no es sistemático ni puramente discursivo, ahí está la bella relación que tiene Lady Bird con su padre, un sujeto cariñoso que genera empatía pero que también está derrotado y muchas veces es distante. Sin ser explicito, sin haber una bajada de línea, y en consonancia con la bella naturalidad con la que transcurre la película, se dice algo sobre lo que pueden llegar a significar algunos hombres en la vida de algunas mujeres, y ese algo no está muy bueno. Por lo demás la película de Greta Gerwig se parece a muchas, pero logra identidad y funciona en todos los frentes. Logra ser una película personal con temas universales, habla de las emociones sin facilismo y emociona genuinamente. Una película que a pesar de su melancolía nos dice, despojada de todo cinismo, que todavía hay un espacio para querer la vida aunque sea un poco.
Los problemas de la adolescencia son temas ya tratados en las películas norteamericanas y Greta Gerwig se acerca a ella con una historia simple y poco ambiciosa en un coming-of-age con tintes autobiográficos. Aquí la protagonista es Christine McPherson (Saoirse Ronan), una adolescente que no acepta su nombre y prefiere hacerse conocer como Lady Bird; asiste a una escuela católica en Sacramento donde le explican el motivo por el cual hacerse un aborto es una acción errática y, digno a la edad que tiene, acostumbra a pelear con su madre de forma permanente y colérica -al punto de terminar con un yeso rosa en el brazo tras una discusión.
Leve, amable, sin grandes temas ni escenas fuera de escala, “Lady Bird” es otro ejemplo empeñoso de un cine independiente que repite fórmulas probadas. Christine, la protagonista, explora el difícil vínculo entre una madre y su hija adolescente, una chica que no quiere ser como su madre (hasta adopta ese falso nombre) pero que, suele suceder, acaba pareciéndose en su obstinación, su tenacidad, su voluntad y su carácter. Pero por ahí no va la cosa. El film nos cuenta con frescura y liviandad el despertar de esta adolescente. Estamos en Sacramento, cerca de San Francisco, un pueblito sin mayores perspectivas para esta hija que sueña, más que con la universidad, con poder alejarse de ese paisaje. Sus amigas, sus relaciones, su escuela, sus sueños, todo cabe allí en ese despertar. Lady Bird es cambiante, arrebatada, rebelde, indecisa. Y la película busca allí los rasgos de una formulación visual que aspira a tener la sencillez de un pueblito acostumbrado a la chatura y la monotonía. Buenos actores, una naturalidad bien trabajada, clima simpático, una par de escenas emotivas y melancólicas entrecruzan la vida de esta adolescente con ganas de ir más allá, pero a quien sus primeros amores la dejan decepcionada. Amigas, lealtades, un noviecito gay y otro engreído, actos escolares, discusiones caseras, mentiras, padre sin trabajo, todo cabe aquí. Esta escrita y dirigida por una mujer, lo que podría reforzar su chance. Film simpático, chiquito, sin notas desafinadas, con personajes muy humanos y nada fuera de lugar, pero le falta potencia y originalidad.
Cuando el brillo es pura cáscara Provista de ¡cinco! nominaciones al Oscar (seguramente con alguna de ellas vuelta hoy premio), Lady Bird corrobora el momento penoso del cine norteamericano. Los Globos de Oro tampoco le fueron indiferentes (Mejor Actriz, Mejor Musical/Comedia), al igual que los Bafta, aun cuando aquí no le tocara ganar. Todo esto para dar cuenta de que la ópera prima de Greta Gerwig (si se exceptúa su co dirección en Noches y fines de semana, junto a Joe Swanberg) atraviesa un momento de reconocimiento que es, así como fulgurante, mera cáscara. En otras palabras, por si alguien anda distraído, el premio Oscar a estas alturas es un galardón sobrevalorado, vuelto franquicia todavía redituable, finalmente encaramado sobre los estertores del mismo medio que legitimaba. Con todas las salvedades de otros años y otras épocas, el Oscar podía al menos validar un hacer industrial/artístico que efectivamente conoció momentos paradigmáticos. La historia del cine lo señala. En este sentido, la organización publicitaria oficia de modo coercitivo, y predetermina la "seriedad" presunta de películas como Llámame por tu nombre o Lady Bird. La primera, una sucesión de postales diáfanas, que difícilmente logren ahondar en el sentir de sus personajes, mucho menos en posibilitar una revisión formal en el cine desde la diversidad sexual (con la enunciación de un amor homosexual no alcanza). La segunda, una batahola teenager educada, que bien podría oficiar como episodio de alguna de las series de mismo tenor del Disney Channel. La referencia televisiva viene a cuento, Lady Bird es una película delineada de modo rutinario, con la promesa aparente de revisitar ese lugar de vida que se llama Sacramento y queda en California. Una cita a Joan Didion sirve de prólogo, y el film de Gerwig se sumerge en la vida de "Lady Bird", una chica de vida atareada, con ganas de hacer mucho y un nombre sobre el que insiste y recuerda a todos, como si se tratase de un segundo bautismo, pero hecho por ella y para ella. Lady Bird discute y perfila su identidad, mientras se cruza por el camino cotidiano con padre y madre, colegio católico, amores y amistades. En el film, todo indicaría un espacio limitado, en donde la geografía oficia de manera hundida, sin perspectivas. Las peleas con mamá son cada vez más intensas, papá se queda sin trabajo siendo un buenazo, el hermano se llena la cara de piercings junto a una novia igual de "oscura", y la única amiga de Lady Bird está tan marginada de los demás como ella. Una vida bastante estancada, que la niña comienza a entrever desde otros lugares; fundamentalmente, a través de la obra musical que el mismo colegio incentiva. Allí, las dos amigas tendrán cierto esplendor, y Lady Bird podrá entonces encontrar un primer amor. Bien, así las cosas, así la historia. Lo peor no es esto, sino las elecciones formales de la película, los modos desde los cuales se piensa y estructura. La construcción estética decide, y esto es evidente, apenas señalar pliegues, de los cuales rápidamente se desmarca. A la manera de un light food fílmico, Lady Bird es la historia de una chica que quizás ‑seguramente‑ tenga esquirlas autobiográficas de la directora, mientras asume el retrato diáfano de una localidad a la que, de todos modos, quiere. La familia y la Iglesia son las principales instituciones de ese ámbito querido y algo repelido. Entre ellas, hay un vínculo que Lady Bird discute, tal vez desafía: irse a Nueva York, obtener el ingreso en una universidad de prestigio, allí sus deseos (porque las universidad públicas, en Estados Unidos, parecen ser siempre remedio mediocre). En medio de ello, otras situaciones espejan, como la supuesta por el despido del padre y la coincidencia entre éste y su hijo en la entrevista por un mismo trabajo. La reacción del papá es la siguiente: palmear al hijo (quien ya no tiene piercings) y alentarle con una especie de "¡Ve por ellos!". Con este solo gesto, el film de Gerwig desdibuja lo que hubiese sido una herida mayor: ya no queda claro si el padre es desempleado por las inequidades del sistema o por su presunta ineficacia. El hijo termina por ser impulsado, de esta manera, a la misma maquinaria empresaria. La palmadita, en todo caso, podría estar dada por una persona que se cree o sabe acabado, por fuera de las necesidades sociales, ya relegado y resignado. Ahora le toca al hijo, la mejor de las suertes para él, tal vez triunfe. El caso de la niña pareciera diferente, dado su empecinamiento en salir de allí y buscar otros horizontes. Eso sí, hay un brusco malestar que entre madre e hija no puede resolverse. Esto es algo que la película trabaja como hilo y aguja: el inicio argumental las muestra compartiendo un viaje en automóvil, escuchando el audio de Las viñas de la ira, de John Steinbeck, lloran, luego discuten. Sobre el final, cada una conducirá un automóvil distinto: metáfora visual tan obvia que vuelven a estas palabras un subrayado igualmente torpe. Desde luego, el gusto salobre de la situación tendrá que ser remediado ‑a recordar: no se trata ni siquiera de una película de sinsabores, sino de una comedieta políticamente correcta; peor aún: es una película conservadora‑, y para ello no hay mejor (re)solución que la misma Iglesia, que es una en todas sus capillas, estén éstas en Sacramento o Nueva York. Allí, finalmente, lamentablemente, Lady Bird se dirige para renunciar a su bautismo personal y asumir el nombre con el que fuera traída al mundo. Una sumisión que no es novedad en el cine norteamericano ‑tan predecible y espantoso se ha vuelto‑ sino constatación de que hay que andar con los ojos atentos, no vaya a ser que todavía haya quienes crean que Greta Gerwig es algo así como una referente de lo que se entiende como "cine independiente".
La ópera prima de la actriz cuenta de manera muy sensible y específica sus experiencias de vida como adolescente en Sacramento, centrándose principalmente en la relación con su madre. Un excelente guion y notables actuaciones para un emotivo relato de crecimiento. El debut como directora de Greta Gerwig es una película engañosa. Por su universo y personajes, creemos que ya la hemos visto antes: los chicos de último año de la secundaria con sus romances y problemas escolares, los grupitos marginales alejados de los “populares”, las dificultades con los estudios y con las autoridades, los conflictos con los padres y así. Es cierto. Todo eso forma parte de LADY BIRD, es el subgénero al que pertenece. Pero lo engañoso de la propuesta, lo que la transforma en otra cosa, es la manera en la que Gerwig usa esos modos específicos del “high school movie” para escaparle en todo momento a sus soluciones clásicas. Es un “coming of age”, de eso no hay duda, pero uno que no sólo no se resuelve de las maneras habituales sino que plantea conflictos un tanto diferentes. Es que en realidad LADY BIRD es una comedia dramática (no, no una tragicomedia, que no es lo mismo ni sinónimo) sobre la relación entre una hija y su madre, en las confusas tensiones que aparecen ahí, una mezcla de amor, decepción, fastidio y silencios. La protagonista, que se hace llamar Lady Bird (Saoirse Ronan), no responde del todo a los cánones tradicionales. No es ni la más rebelde, ni la más inteligente, ni la más solitaria, ni la más ácida. No es una construcción sino que, tomando en cuenta lo autobiográfico de la propuesta, es una persona con decenas de contradicciones: consigo misma, con la escuela, con sus amigas, con su futuro universitario y, claramente, con su madre. El conflicto principal parece estar en que la madre quiere que Lady Bird estudie en Sacramento, la capital californiana en la que viven, mientras que ella sueña con irse a Nueva York. Marion (una excelente Laurie Metcalf) no confía en que la chica pueda arreglárselas allí: ya ha quedado fijada en su mente como una adolescente demasiado perezosa como para entrar en buenas universidades y manejarse bien por su cuenta. Algo de razón tiene: Lady Bird da dos pasos para adelante y uno para atrás. O al revés. Y ni ella misma tiene muy claro lo que quiere. Pero LADY BIRD —la película— tiene también otros ejes importantes. Por un lado, la escuela es católica y la religión juega un papel clave en la vida cotidiana de la protagonista, por más que ella no tenga muy claros los motivos. Y, por otro, la locación: Sacramento no es sólo el lugar en el que transcurre la película sino una ciudad que define a la protagonista y a su familia. La identificación con el lugar es precisa y específica. No es el típico pueblo chico del que todo adolescente quiere escapar sino otra cosa. Esa especificidad es otro de los puntos fuertes del filme. Gerwig respeta las excentricidades, formas de hablar y personalidades de sus protagonistas. No hay casi personajes que cumplen funciones en sentidos dramáticos precisos. Cada uno de ellos (su simpática amiga, su proyecto de novio que no funciona, su otra frustrada pareja, las monjas de la escuela, su padre, su hermano y la novia de él, entre otros) tienen vida propia y respiran. Es, claramente, una especie de memoir de la realizadora. Los diálogos son también otro punto fuerte. Sí, por momentos son ingeniosos y cancheros a la manera de la tradición de la comedia de Hollywood, con sus ácidos idas y vueltas, pero la mayor parte del tiempo respetan el habla y los modismos propios de esos chicos de esa edad y en esa época (el filme transcurre en 2002), algo tan inusual como la selección musical, que tampoco se conforma de canciones cool sino de temas populares de la época, desde Alanis Morissette a la Dave Matthews Band. Pero, finalmente, lo que hace que la película se coloque fuera de la norma y, acaso, sea el motivo de tanto premio y nominación, es la relación madre-hija, tan intrigante, poderosa y contradictoria como pocas se han visto en el cine. El juego entre el amor y la frustración, el cariño y la decepción, y la imposibilidad de abrirse a los sentimientos, hacen de este juego entre además dos extraordinarias actrices una experiencia finalmente muy emocional, que refleja no sólo en la vida de ellas sino en la de todos aquellos que en cierto momento de nuestras vidas atravesamos ese tipo de corte, en el que la necesidad de ser independientes por momentos nos torna excesivamente críticos o crueles con nuestros padres. Y algo parecido sucede a la inversa: la sensación de no saber cómo elaborar esa “pérdida” que significa la partida —aunque más no sea a otra ciudad— de un hijo y transformarla en bronca, agresión, angustia. LADY BIRD no cierra con moño este nudo de contradicciones, pero entiende qué le pasa a cada uno de sus personajes y los respeta aún en sus más evidentes errores. Y eso es lo que la convierte en una gran película.
Decir adiós es crecer En la historia del cine norteamericano hay muchas películas que reflejan la vida adolescente en el final del colegio secundario: la iniciación sexual, la entrada a la universidad y la difícil relación con los padres y la autoridad en general. "Lady Bird" toca esos temas, pero también aborda otros que no son tan visitados y lo hace con una fluidez y una naturalidad que la alejan completamente de los lugares comunes. La (anti)heroína de esta historia nominada a cinco Oscars (mejor película, dirección, actriz, actriz de reparto y guión original) es Christine "Lady Bird" McPherson (Saoirse Ronan), una chica de 17 años que está terminando el secundario en una escuela católica y que pretende desmarcarse de un futuro previsible para irse a estudiar a alguna universidad progre de Nueva York (ella es de Sacramento, California). La guionista y directora Greta Gerwig (una gran actriz de comedia que acá debuta en la dirección) hace foco en la precaria situación económica de la familia de la protagonista —una familia que no pudo progresar al estilo americano— y sobre todo en la tensa relación entre Lady Bird y su estricta madre, una relación que va del amor al fastidio absoluto en apenas pocos segundos. Con una gran sensibilidad y capacidad de observación para el detalle, Gerwig construye personajes creíbles, que intentan lidiar con las pequeñas y grandes contradicciones que implican el crecer y el dejar crecer a los demás.
La película independiente, nuestra de cada año dentro de las candidaturas a los premios de la academia de Hollywood, en este caso y en algunas variables hasta justificada sus nominaciones, pero mayormente esto termina por ser que la misma nominación es el premio. No llega a tener la frescura ni la factura de otras producciones de este tipo, como, por ejemplo, “Pequeña Miss Sunshine” (2006). Algunas de sus nominaciones, tales como las de mejores actuaciones femeninas, en rol protagónico y secundario, están “a priori” bien otorgadas, sin olvidar que esto es una competencia. A la neoyorkina Saoirse Ronan, su protagonista casi absoluta, se le enfrenta las performances de Frances McDormand y la eterna presencia de Meryll Streep, entre otras. Laurie Metcalf, en el papel de esa madre con corazón de hielo, se le contraponen otras que establecen una rara paridad difícil de dilucidar o pronosticar. Respecto de las otras nominaciones como a mejor guión, digamos que el mismo esta plagado de buenos diálogos, tiene una buena presentación, construcción y desarrollo de personajes, mientras esto se establece dentro de los lazos familiares. No sucede lo mismo cuando las acciones se trasladan a la escuela, ámbito propio de la protagonista, en este punto es que el guión pierde fuerza, el humor inteligente le da paso al banal y las relaciones amistosas e historias y/o experiencias amorosas dan la sensación de sólo tener intención de llenar un espacio temporal. En definitiva, el mismo guión ante esta diferencia, no termina de establecerse como algo que produzca sorpresa o ruptura alguna. Al ser un filme demasiado pequeño, cuyo realizador cumple también la función de guionista, y siendo por sobre todo una realización de personajes, otorga a la dirección del mismo la necesidad de cumplir con lo suyo, digamos que lo que quiere expresar desde el guión se vea reflejado en la pantalla. Sin dejar de ser una historia más de una adolescente en etapa de crisis de vida, el primer amor, la amistad que se cree para toda la vida, la libertad que va experimentando, la necesidad de espacio traducido en abandonar el hogar paternal, no hay más, ni menos. Desde aquí que la nominación a mejor película podría pensarse como un voto favorable que conseguiría supuestamente reflejarse en la recaudación. La historia se centra en una joven estudiante que se hace llamar "Lady Bird" (Saoirse Ronan), quien con su familia se muda al norte de California para pasar allí su último año de instituto. La joven, con inclinaciones artísticas, y que sueña con vivir en la gran manzana Nueva York, es el recurso que encuentra para desplegarse, y vivir su vida lejos de su familia, especialmente de su madre que por intentar retenerla la esta aplastando. Dentro de una familia casi ensamblada, con un padre casi desdibujado, que perdió posición de fortaleza y dos hermanos mayores, ambos adoptados por sus padres. Muy buenas actuaciones que reflejan un estado de situación de la protagonista dentro de una estructura lineal, progresiva, casi de manual, tierna y enternecedora. No mucho más.
Los chicos crecen… Lady Bird es una comedia dramática que sabe retratar, y muy bien, la complejidad filial que existe entre una madre y su hija adolescente, en la transición de ésta última hacia la vida adulta. No es una película extraordinaria ni original, pero es sumamente agradable y entretenida. Lo mejor: el guión
Crítica emitida por radio.
Aunque la historia tiene puntos en común con las películas de adolescentes, la ópera prima de Greta Gerwig aporta una mirada distinta del conflicto interno que genera el hecho de crecer y la relación con los padres durante ese proceso. Christine “Lady Bird” (Saoirse Ronan) quiere estudiar en una universidad alejada de Sacramento, su lugar de origen. Conseguirlo es su objetivo principal durante el último año de secundaria en 2002, mientras explora el amor, la autosuperación y el tenso vínculo con su madre (Laurie Metcalf). Lady Bird (2017) es una comedia dramática que se centra en la vida de la protagonista en un momento clave: la adolescencia. Las problemáticas de la edad son tratadas con realidad y toques esporádicos de humor. Un aspecto destacable es que Gerwig también muestra la reacción de los padres frente a los cambios que atraviesa su hija, aspecto que enriquece bastante al guión. Nominada como Mejor Actriz al Premio Oscar, Ronan confirma que es una de las intérpretes jóvenes con mayor proyección. Y en Lady Bird despliega una amplia gama de emociones que le permiten demostrar su versatilidad. El film de Gerwig no tiene más aspiraciones que ser el recorte de la vida de una joven que quiere cambiar el destino que sus padres pensaron para ella. Simple por momentos, cálida, superficial y profunda por otros. Una articulación de ingredientes correcta, pero que probablemente no le alcance para obtener el galardón que otorga la Academina en la categoría Mejor Película.
¿IDENTIDAD SINGULAR? _ Quiero que seas la mejor versión de vos misma. _ ¿Qué pasa si ésta es mi mejor versión? La madre le echa una mirada y ladea la cabeza, mientras que la joven entra al probador cabizbaja con el vestido “demasiado” rosado que tanto quiere comprar. La pelea acaba como todas las demás: un silencio que precede a la vorágine de recriminaciones y frases crudas entre ambas y algún gesto que demuestra que alguna de las dos consiguió, total o parcialmente, dañar a la otra. Es que la ópera prima de Greta Gerwig está sostenida por la inclemencia de las palabras en el vínculo madre -hija adolescente, una aspereza acompañada por acciones drásticas y hasta extremas como la joven arrojándose del auto o el comportamiento de la madre al final de la película que fomentan nuevas actitudes para superar en la próxima discusión. La pelea de egos –o de personalidades fuertes como denomina el esposo y padre– que si bien favorece el mantenimiento de la tensión, también impide cualquier acercamiento natural entre ambas transformándolas en desconocidas y lejanas. Sumado a esto, el cliché del padre bonachón, recientemente desempleado, como confidente de la hija y mediador del equilibro familiar. La seguridad de la protagonista se manifiesta no sólo en los deseos, gustos y diálogos sino en la forma de transitar sus últimos días en el colegio y el inicio de la universidad. Ella no vacila en incorporarse en una obra de teatro, tener las primeras experiencias con chicos –tanto amorosas como sexuales–, olvidarse de ellos, buscar nuevas amistades, robar alguna revista en la tienda donde trabaja el hermano, hacer bromas a las monjas de la escuela o aplicar en las instituciones donde quiere estudiar. Sin embargo, tanta certeza se torna extraña, esquemática y le resta la pasión que tanto se esfuerza en proclamar en su forma de ver la vida y de manejarse en el entorno. Se puede pensar que la directora de Lady Bird busca contrarrestar este aspecto a través del apodo, de la importancia de otorgarse un nombre para confirmar una identidad propia y distinta. La adolescente lo expone como si se tratara de un manifiesto o una proclama de sus singularidades frente a la masividad de los compañeros, de la sociedad y de los padres que la bautizaron como Christine McPherson, nombre que ella se niega a usar. De hecho, la amiga Julianne intenta copiar el hábito pero sin intensidad anotándose como Julie o llamándose Jules como la designa el profesor del que está enamorada. Incluso, se produce cierta analogía entre la idea de conferirse un sobrenombre y del bautismo religioso debido a la fuerte presencia de la iglesia en el filme no sólo como el espacio de estudio de los alumnos, sino como lugar de refugio, de liberación, de pertenencia y hasta de reconocimiento. A final de cuentas, poco importa esa Lady Bird si es o no su mejor versión porque el problema central radica en delinear cuál es su singularidad: si la chica decidida pero con una pasión estructurada, la joven cuyas características diferenciales se basan en el nombre que se otorga como signo revolucionario o alguien que se permita experimentar sin avergonzarse de sí misma. Por Brenda Caletti @117Brenn
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La ópera prima en solitario de Greta Gerwig inicia con un viaje en auto compartido entre Lady Bird (Saoirse Ronan) y su madre Marion (Laurie Metcalf). La conclusión final del film también supone un viaje pero que tanto madre como hija deberán hacer por separado. De esta manera film y personaje a la vez, representa en sí mismo un viaje. Uno de cambios, del fin de la adolescencia y todo el crecimiento que ello trae consigo. Un recorrido en el cual todos los que rodean de manera cercana a Lady Bird, influyen y hacen a la vida y la fuerte personalidad de esta chica de 17 años atrapada en la mundanidad de la ciudad de Sacramento. Y ésta ciudad perteneciente al estado de California es un personaje más en el relato, que no solo funciona como prisión cotidiana de la protagonista, sino que también entra en relación con ella y su lazo, forzado o no, con la fe religiosa. Lady Bird asiste a una escuela católica y las relaciones que entabla en ese ambiente, su fuerte amistad con Julie (Beanie Feldstein), su relación más frívola con Jenna (Odeya Rush), o los diferentes noviazgos y fracasos amoros con Danny (Lucas Hedges) y Kyle (Timothée Chalamet), son sus intentos de vivir la vida que no tiene. Sin ir más lejos, un sacramento (dejando de lado las facturas) representa un acto de fe a través del cual se manifiesta la relación del creyente con Dios. Ahora bien, si aplicamos el término de sacramento a la ciudad habitada por los personajes del film, el resultado es básicamente el mismo. Esa ciudad, incluyendo todo lo que detesta de su vida Lady Bird, funciona como mapa representativo de todas sus relaciones, con sus amistades y su familia. Tanto madre como hija chocan mucho entre sí, una relación conflictiva debido a las ansias de Lady Bird de volar de allí y los intentos un tanto controladores de una madre, que indudablemente ama a su hija, pero que no está lista aún para verla crecer y partir. Pero así como en algunos casos se fortalece y se abordan en profundidad los vínculos de la protagonista, otros sencillamente son planteados para nunca ser desarrollados o al menos para siquiera poder establecer un sentido más allá de pintar un poco el mundo a su alrededor. Incluso la figura paternal de Larry (Tracy Letts), es tratatada con un encanto hermoso en cuanto al cariño que mantiene con su hija, pero solo son pequeños bosquejos que nunca terminan de trasladarse enteramente de forma demasiado significativa a la pantalla. Es así como el film de Greta Gerwig se disfruta pero sin demasiados aspectos que hagan del mismo un material sobresaliente. No por falta de méritos o porque algo falle en su desarrollo, sino porque dentro de lo que es el cine independiente estadounidense se han visto toneladas de films similares, por lo que Gerwig con Lady Bird no termina ofreciendo algo demasiado interesante como para ser recordado o revisitado en el futuro. Una más que tiempo después pasará desapercibida en un el vasto catálogo del cine indie. De todas formas, es demás interesante todo lo que puede aguardar a su directora en el bello viaje cinematográfico que inicio con este film. Mientras tanto, a seguir camino…
Lady Bird, juventud divino tesoro En una escena delirante y genial, casi al comienzo de Lady Bird (2017), la primera película en solitario de Greta Gerwig, Christine McPherson (Saoirse Ronan), la joven e irreverente protagonista –quien se inventa para sí un nombre, quien se hace llamar “Lady Bird”- discute rabiosamente con su madre mientras viajan juntas en un auto. Pelean acerca de su futuro próximo, sobre la universidad donde va a estudiar pronto, cuando termine el secundario religioso en donde estudia sin demasiado entusiasmo. En el fragor intenso de la discusión, cuando ya ninguna escuche a la otra, cada una enfrascada en sus propias palabras y argumentos, será ella, “Lady Bird”, la que decida terminar de una buena vez, abrir la puerta del auto en movimiento y tirarse. La escena es notable porque consigue concentrar en su brevedad el centro mismo del conflicto que la historia va a narrar con gracia y una especial sensibilidad. Al mismo tiempo, va a promover la caracterización perfecta de su personaje principal. La presentación efectiva de su irreverencia. “Lady Bird” es una adolescente alocada, soñadora y contestataria. Una muchacha independiente que busca desesperadamente la realización concreta de su independencia. Su deseo es por supuesto diferente al de su madre. Quiere rajar de su casa, abandonar una ciudad que odia e irse a estudiar a New York. Quiere conocer a otras personas -más interesantes, de acuerdo a sus expectativas -, descubrir otra realidad. Vive con su familia “del lado equivocado de las vías”, como expresará con ironía, pues pertenece a una clase media venida a menos, un sector social situado con frecuencia “en lista de espera”. Su padre está desempleado y deprimido. Es su madre quien administra la organización familiar. Una mujer rígida y sobreprotectora, atenta al comportamiento de su hija, a la que intentará convencer del carácter inoportuno de su deseo y que limitará su discurso a las posibilidades que promueve el orden de lo admisible, a lo que su condición económica permite. La relación entre madre e hija, afectuosa pero intensa, fuertemente conflictiva, determinará el fundamento simbólico del relato. El primer plano de la película estará orientado a señalarlo. Lady Bird se propone contar con perspicacia y humor, sin forzar ni subrayar situaciones dramáticas, el espinoso transcurrir de un aprendizaje: las continuas broncas con su madre, sus primeros escarceos amorosos, sus pequeñas frustraciones, el desarrollo incipiente de su sexualidad. Junto a su mejor amiga conformarán una simpática dupla de perdedoras que asumen con perseverancia sus sueños vulgares: el primer encuentro romántico, el vestido de baile de la graduación, la fantasía de vivir en una mansión. La trivialidad será por esta vez encantadora. La película no caerá en ningún momento en la tentación del estereotipo ni en su correspondiente sentimentalidad socarrona. A pesar de lo que digan sobre ella y sus habilidades, “Lady Bird” intentará acceder a universidades más exigentes y prestigiosas, fuera de su alcance pero no de sus ambiciones. Uno de los mayores méritos del film de Gerwig será su preocupación constante por el devenir de su protagonista y de quienes la rodean, su cuidado interés en el desarrollo de sus deseos, sus conflictos y contradicciones. Nominada, entre otras cosas, a mejor película en los próximos premios de la Academia, Lady Bird presenta una historia sencilla pero emocionante sobre el fin de la adolescencia,sobre el anárquico despegue iniciático en tránsito hacia la composición de una identidad en movimiento. Un recorrido que implica siempre una despedida, pero que también es capaz de suscitar a la distancia la oportunidad de un reconocimiento. La afirmación de un origen a partir del cual poder pisar con un poco más de seguridad el territorio de lo desconocido.