La pose ya no rinde Se podría decir que Los Caballeros (The Gentlemen, 2020) es un intento -bastante tardío y algo mucho desesperado- por parte de Guy Ritchie de recuperar sus marcas autorales de antaño dentro del contexto para nada proclive a la individualización del Hollywood contemporáneo, una industria que se la pasa escupiendo productos anodinos e intercambiables destinados al consumo de las capas menos iluminadas del “público menudo”: a pesar de que el film nos retrotrae a la comedia cool, gangsteril y muy británica de Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes (Lock, Stock and Two Smoking Barrels, 1998) y Snatch: Cerdos y Diamantes (Snatch, 2000), lo cierto es que estamos muy lejos del nivel cualitativo de aquellas y a lo que más nos acercamos es a una versión deslucida de las posteriores -y muy poco vistas- Revolver (2005) y RocknRolla (2008), las obras previas a su ristra de bodrios por encargo. Precisamente, considerando que el director y guionista viene de una década completa de encarar proyectos bobalicones sustentados en los latiguillos más vetustos, la impostación canchera y los delirios paradójicamente conservadores que nunca se deciden por tirarse de cabeza a la pileta del steampunk, sinceramente la obra que nos ocupa no sirve como compensación adecuada luego de Sherlock Holmes (2009), Sherlock Holmes: Juego de Sombras (Sherlock Holmes: A Game of Shadows, 2011), El Agente de C.I.P.O.L. (The Man from U.N.C.L.E., 2015), El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada (King Arthur: Legend of the Sword, 2017) y Aladdín (2019). La ausencia de ideas novedosas de la película, incluso plantándose como un “exponente Ritchie al 100%”, nos habla de la crisis creativa terminal del inglés y su incapacidad para reinventarse sin caer en la fantochada pomposa de siempre. Como era de esperar, la historia se sumerge en un compendio de situaciones más o menos azarosas y personajes caricaturescos sin mayor desarrollo concreto que una pose soberbia o bufonesca -dependiendo de quién hablemos- que ya no rinde los dividendos retóricos del pasado, ahora girando alrededor de la insólita decisión de un magnate norteamericano de la marihuana que trabaja en el Reino Unido desde hace mucho tiempo, Mickey Pearson (Matthew McConaughey), de venderle su negocio a un tal Matthew Berger (Jeremy Strong) por 400 millones de libras para jubilarse y retirarse tranquilo junto a su esposa Rosalind (Michelle Dockery). Desde ya que las cosas no salen según lo planeado porque pronto se aparece Dry Eye (Henry Golding), un sicario desalmado del también narco Rey George (Tom Wu), pretendiendo comprarle su imperio dentro de diversas subtramas que incluyen a personajes como Raymond (Charlie Hunnam), la mano derecha de Pearson, el Entrenador (Colin Farrell), cabecilla de un grupo de boxeadores amateurs que asaltan uno de los invernaderos/ laboratorios secretos de Mickey, Big Dave (Eddie Marsan), el editor de un periódico poderoso, y Fletcher (Hugh Grant), un detective privado y aspirante a guionista. Enmarcando toda la narración en el relato de Fletcher a Raymond acerca de todo lo que descubrió en torno a Pearson con vistas a chantajearlo a él y a su jefe, primero amenazando con pasarle la información a Big Dave y luego con ofrecerle el guión de turno a la propia Miramax, de hecho la productora de Los Caballeros, Ritchie aquí nos entrega una ensalada de clichés de todo tipo -tanto a nivel de los personajes como en cuanto a esas “vueltas de tuerca” que se ven venir muy a lo lejos- que parecen desconocer el paso del tiempo y tratar de continuar el acervo gangsteril pícaro justo donde lo habían dejado Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes, Snatch: Cerdos y Diamantes, Revolver y RocknRolla, aunque ya sin la efervescencia indie sincera de las dos primeras y volcando el asunto hacia la típica obsesión/ problema de este tipo de cineastas otrora posmodernos, “el estilo por sobre la sustancia”, algo que por lo menos en RocknRolla estaba bastante bien manejado. Por supuesto que el film en cuestión supera por mucho a Insólito Destino (Swept Away, 2002), la horrenda remake del señor de la obra maestra de 1974 de Lina Wertmüller, pero no puede ocultar la falta de ideas, los automatismos y la pérdida del pulso cómico de Ritchie…
De vuelta a las raíces Como ocurrió con Tarantino (Jackie Brown 1997), el terrible niño Guy Ritchie (El rey Arturo 2017), maduró al igual que su cine. Es con su última película The gentleman (2019) que Ritchie alcanza su adultez, sin olvidarse de sus inicios y para el deleite de los espectadores. Mickey Pearson (Matthew McConaughey) es un expatriado estadounidense que ha triunfado en Londres gracias al tráfico de drogas. Ahora quiere vender su rentable imperio de marihuana. Esto desencadenará toda clase de conspiraciones, intrigas, sobornos y chantajes, en la que se verán implicadas organizaciones rusas y la mafia china, con tal de robarle su valiosa propiedad. A pesar de lo variado de su cine, Ritchie nunca perdió su marca autoral. Pero fueron sus primeras películas Snatch 2000, entre otros films, lo consagraron como tal y en Los caballeros encontramos muchos puntos en común; mafia, comedia negra y violencia barrial, pero de una manera menos frenética (tanto en el montaje como en los movimientos de cámara). Así el director hace lo que mejor sabe hacer: contarnos con su particular visión y estética esta historia. Se nutre de un elenco que jamás desentona: Matthew McConaughey, Charlie Hunnam, Jeremy Strong, Henry Golding, Michelle Dockery, Hugh Grant y Colin Farrell -sin dudas estos dos últimos destacan del resto con sus interpretaciones-. La música, el montaje, el vestuario y los escenarios con los tintes del director, esta vez con mucha más clase. "Los caballeros es la vuelta al barrio del director británico, pero lo consigue sin repetirse; evita los excesos y hace uso de la estructura narrativa y jamás se pierde el interés. Cine entretenido y bien ejecutado." Calificación 8/10.
“Los Caballeros” de Guy Ritchie. Crítica. Volver a la fuente. El director inglés regresa a la fórmula que mejor le funcionó y nos trae una divertida comedia de gangsters, mafias, narcotráfico y apuestas ilegales. Por Bruno Calabrese. Guy Ritchie irrumpió en el cine hace más de 20 años con una joya del cine inglés como “Juegos, Trampas y Dos Pistolas Humeantes”. Años después se fue para EEUU para filmar la frenéticamente divertida “Snatch: cerdos y diamantes”. Ambas películas presentaban una serie de elementos visuales y narrativos, sumamente atractivos: juegos de cartas y apuestas ilegales en habitaciones reducidas, personajes sombríos y coloridos con apodos memorables al estilo Tarantino, secuencias de persecuciones hilarantes, peleas viscerales, giros y múltiples hilos entrelazados de la trama, y bandas sonoras intensas y frescas. En sus películas se notaba una influencia de estilos, aparte del director de “Perros de la Calle”; mafiosos tipos Scorsese y un montaje acelerado a lo Danny Boyle; pero todas con el toque característico del humor inglés. Con semejante presentación muchos aplaudieron la aparición de un director contanta diversidad de estilos. Pero algo pasó en el medio y con el tiempo su carrera se desdibujó. La debacle arrancó con su tercera película, “Swept Away” protagonizada por Madonna, su esposa en ese momento. El film era una especie de secuela del clásico del cine italiano “Insólita aventura de verano” de Lina Wertmüller. El film fue un fracaso de críticas y de público. Lo mismo pasó con su cuarta película “Revolver”, un olvidable intento de volver a la fuente que no rindió los resultados esperados. Parecía ser que la mudanza a la meca del cine hacía que todos sus productos naufragaran en la nostalgia de sus dos primeras obras. Aunque levantó un poco la puntería con “Rock´N´Rolla” nada fue como sus inicios. A partir de ahí comenzó a realizar películas por encargue. Arrancó con la saga “Sherlock Holmes” protagonizada por Robert Downey Jr. y siguió con la versión nueva de “El Agente de C.I.P.O.L”, “Rey Arturo” hasta terminar en la nueva versión de “Aladdin” del año 2019 (si, nada que ver con su filmografía). Parecía que la carrera de Guy deambulaba en productos ajenos y que nunca llegaría a ser la de sus comienzos. Pero nada fue así, la llegada de “Los Caballeros” nos devuelve la esperanza y lo vuelve a poner como ese gran director de sus inicios. La historia gira en torno Mickey Pearson, un traficante de marihuana que, ante la proximidad de la legalización del cannabis, decide vender su imperio a un multimillonario norteamericano. Dada el avance tecnológico existente el negocio de Mickey tiene la particularidad de que su producción de mercadería es cultivada en laboratorios subterraneos ubicadas en fincas de multimillonarios ingleses. Pero lo que parecía un retiro tranquilo para Mickey de la actividad delictiva se transformará en un juego de traiciones dentro de un particular micromundo de pandillas. Algunos lo podrán tildar de repetitivo en su estética, pero es la fórmula que funciona y que mejor que volver a la fuente para lograr un entretenimiento de la factura de “Los Caballeros”. Personajes estrafalarios y torpemente divertidos se hacen presentes. En todo esa galería sobresale Hugh Grant, como el chantajista periodista Fletcher, quien también hace las veces de narrador (A más de uno nos gustaría adoptar el nombre Raymondo para una mascota después de ver la película). También brilla Colin Farrell interpretando a “Coach”, un profesor de artes marciales que entrena chicos en situación de vulnerabilidad y los rescata de la calle pero que se ve involucrado en el juego cuando un grupo de jóvenes de su gimnasio irrumpen en el indoor subterraneo y suben la filmación a las redes sociales. La otra sorpresa es el actor de Succession, Jeremy Strong, quien se luce como el refinado millonario que intenta comprar el imperio de Mickael. Con algunas escenas que recuerdan a films de Tarantino (La escena en el departamento de los heroinómanos parece salida de “Pulp Fiction”), la película recorre toda la historia mediante flashbacks, idas y vueltas en el tiempo, pero siempre con la violencia como herramienta de humor negro, acompañada por una notable banda sonora. A la vez que aprovecha el uso de las redes sociales y los celulares para adaptarlo a la trama, sin perder la impronta de película de gangster clásica. “Los Caballeros” es una comedia de pandillas ágil, dinámica, un film que devuelve al director a las grandes ligas en forma refinada y elagante (el vestuario es impecable). Guy Ritchie nos introduce en una historia llena de sobornos, chantajes y traiciones, que nos lleva a recorrer un submundo de criminales millonarios estafadores, con la impronta que lo caracterizó en sus inicios, un regreso esperado por muchos fanáticos del director inglés. Puntaje: 90/100.
Como esos amigos que se reúnen todos los años a contar las mismas anécdotas, Guy Ritchie no logra encontrar nuevos aires para contar sus historias. Ni siquiera el gran elenco que reúne para esta historia de negocios sucios y traición logran remontar una propuesta que nada tiene ya de transgresora, y que en cada una de las “innovaciones” que propone hay mucho tufillo a ya visto y viejo.
Cuando uno busca entretenerse con una buena comedia siempre recae en elegir entre las miles de películas norteamericanas de este género que mayoritariamente mantienen el mismo estilo cómico y que con el pasar de los años van decreciendo en su calidad. Sin embargo, cuando ahondamos más en la búsqueda, nos encontramos con un territorio no muy explorado comercialmente en Argentina que le da una vuelta de tuerca a la comedia, la cual, además de divertirnos, nos puede atrapar con su historia, elenco y hasta con su sofisticado acento: el humor británico. En «Los Caballeros» nos encontramos con Mickey Pearson (Matthew McConaughey), un expatriado estadounidense que se hizo millonario construyendo un imperio de marihuana en Londres. Cuando se corre la voz de que está buscando retirarse del negocio, se desencadenará una serie de tramas y planes de aquellos que quieren sus dominios. Guy Ritchie volvió. Después de un inconvincente live action de «Aladdin» que ni pincha ni corta en su filmografía, Ritchie vuelve a sus orígenes, escribiendo y dirigiendo una obra de su elemento que entrelaza el humor negro con el cine de acción, el mundo de las drogas, los excelentes escenarios de Gran Bretaña y un elenco de lujo. El film exhibe la historia con un montaje impecable y de forma muy original al guiarnos a través de ella en forma de flashbacks, rememorando la trama principal ocurrida en el pasado en una situación del presente, como si de contar un cuento se tratara. Esto permite que cada uno de los personajes, a medida que se nos van introduciendo, puedan destacar por sí mismos y podamos conocerlos a la perfección no dando lugar a la confusión del espectador. El guion escrito por el director presenta un humor inteligente, irónico y nada forzado que, además, no abusa de ningún elemento haciendo que la película se transforme en una armonía audiovisual entre comedia y violencia haciendo uso de la música y, sobre todo, del entorno, para ampliar la experiencia del público, como las elegantes calles de Londres o el majestuoso Emirates Stadium. Los personajes de Henry Golding, Jeremy Strong y Michelle Dockery son representados perfectamente pero no llegan a destacar demasiado en pantalla, quizás por encontrarse a la sombra del resto del elenco o quizás por no lograr exprimir su potencial por completo, especialmente los dos primeros, al ser los antagonistas del film. Quien sí lo consigue es Colin Farrell, quien con menos tiempo en cámara que el resto, deslumbra increíblemente con su papel mostrándonos que lo que importa no es la cantidad sino la calidad. Y si de calidad se trata, Matthew McConaughey se lleva todos los elogios de los anteriores juntos. La versatilidad y porte de este actor hace que con solo saber que es parte del elenco, le demos una oportunidad al film, ya sea en obras maestras como esta, o en grandes decepciones como su anterior film «Serenity». Al existir una gran cantidad de performances impecables, es imposible no nombrar cada una de ellas; y como si las anteriores mencionadas no fueran poco, el premio en este caso se lo lleva la dupla protagonista de Hugh Grant y Charlie Hunnam. Este dúo hace de sus actuaciones, ya sea por separado, como en el constante diálogo teatral que mantienen en sus escenas conjuntas, una obra de arte. Con dos personajes muy distintos entre sí y muy diferentes a los papeles vistos en ellos anteriormente, Grant nos demuestra que su talento está lejos de acabarse y Hunnam que es un actor con grandes vistas al futuro. En resumidas cuentas, Guy Ritchie se redime de su anterior film trayéndonos una comedia de la realeza: violenta y divertida, pero con clase. Con un trabajo detrás de cámaras de calidad premium y un elenco intachable al que solo le faltó explotar un poquito más sus papeles antagónicos, «Los Caballeros» no decepciona, retiene nuestra atención en todo momento y por sobre todo, nos hace reír sin exagerar o ridiculizarse, algo que no es común hoy en día.
Crítica emitida al aire en Zensitive Radio Nordelta
Vuelve Guy Ritchie a su salsa. Eso lo sabe cualquiera con solo mirar el poster de su nuevo estreno. Tras fracasar comercialmente en su intento por desarrollar una visión pandillera del Rey Arturo, de la mano de Warner Bros., y dominar las taquillas con el último Aladdin de Disney, la casa de las ideas –a través de Miramax, su compañía al servicio de producciones para adultos- le dio luz verde a ‘Los Caballeros – Criminales con clase’, un film en vistas de reposicionar las obsesiones que Ritchie había manifestado en sus dos primeros largometrajes: ‘Juegos, trampas y dos armas humeantes’ y ‘Snatch – Cerdos y diamantes’. Esto último significa una sola cosa, estaremos ante un relato enredado. Sabemos que este realizador, como director y guionista, una vez soltada la rienda, se convierte en un narrador poco confiable porque ahí florece su talento. De todas formas, el eje argumental es el siguiente. Mickey Pearson (Matthew McConaughey) es un norteamericano que vivió su juventud bajo la pobreza, pero todo cambió cuando obtuvo una beca que le abrió el paso a la Universidad de Oxford. Allí encontró su vocación, podía venderles marihuana a los estudiantes más ricos y con impunidad. Con pasos precavidos y el correr de los años, Pearson devino en el barón británico del cannabis. A pesar de haber montado un imperio marihuanero, el protagonista considera que es el momento ideal para vendérselo al mejor postor: los emprendedores estadounidenses. Tenemos aquí, como es de esperar, el puntapié inicial para fastidiar a los interesados de China y Rusia, a quienes el lord de la droga les hará oídos sordos. Como así también el material suficiente para atraer la curiosidad de los medios gráficos y los investigadores privados. A McConaughey lo acompaña un elenco europeo, algunos de los integrantes son: Charlie Hunnam, Hugh Grant y Colin Farrell. Los tres, como es de esperar en una película totalmente absorbida por Guy Ritchie, son quienes más se distancian de su zona de confort, particularmente Grant, que ya se había salido de su centro en ‘El agente de C.I.P.O.L.’, pero en esta ocasión reduplica la apuesta en la piel Fletcher, un detective autónomo y homosexual a quien le corresponde ser el disparador discursivo del film. Similar a lo que hemos planteado acerca de ‘El Robo del Siglo’, esta película es un thriller criminal y melodramático, combinado con el impulso de comedia tópico de su realizador. Asume su condición dentro de géneros cinematográficos y se permite la aplicación de dispositivos simbólicos, en especial en los ascensos a -y los descensos desde- la oficina de Rosalind Pearson (Michelle Dockery), la esposa de Mickey. Pese a su triunfal regreso, Ritchie tiende a tropezar con su preferencia fonética y se cree que articula una gramática inmejorable, cuando a veces le pasa lo opuesto. La referencia a la vulnerabilidad en la cocina de uno de los enemigos de Mickey, la torpeza con la que Fletcher confunde el año del estreno de ‘La Conversación’ de Francis Ford Coppola y la escena en la que nos colocan de frente a los directivos de un estudio cinematográfico, son algunos de los elementos que nos hacen pensar que el director confunde su cine de gangsters ante su aspiración de convertirlo en cine de mafia. Algo que por la tradición y la naturaleza de ‘Los Caballeros…’ resulta inviable. En otro orden de cosas, aun cuando la tentativa de fabricarse un pasado que no existe –bien lejos del postulado freudiano- con referencias cinéfilas, Ritchie sabe poner perfectamente la sobremesa (o deberíamos decir “post-sobremesa”) a partir de la desorganización discursiva de su relato y una dirección actoral de primera clase, en un cine deliberadamente distanciado de lo coral. Más no podríamos pedirle a este director que se distingue por su excentricidad, sobre todo después de una reinserción enorme, considerando el vacío estético del que acaba de salir.
Guy Ritchie pasó la última década dirigiendo películas para los grandes estudios, como por ejemplo Sherlock Holmes (2009), El Agente de C.I.P.O.L. (2015) y Aladdín (2019). Si bien las huellas de su estilo visual eran visibles aun cuando se trataran de proyectos por encargo, el cineasta británico ensaya un regreso (¿tardío?) a las fuentes con esta comedia de gangsters canchera y presumidamente cool. El protagonista de Los caballeros es Mickey Pearson (Matthew McConaughey), un poderoso narcotraficante de marihuana norteamericano asentado en Inglaterra que piensa en retirarse para pasar más tiempo con su esposa. Su idea es vender el emporio a un comprador local (Jeremy Strong) a cambio de la nada despreciable suma de 400 millones de libras, pero la aparición de la banda encabezada por Rey George (Tom Wu) hará que las cosas no salgan como Mickey esperaba. La acción tiene múltiples subtramas que incluyen idas y vueltas temporales, además de las inevitables revelaciones que constantemente pondrán en duda todo lo anterior y una galería de personajes tan superficiales como coloridos; como, por ejemplo, el entrenador a cargo de Colin Farrell, quien encabeza una banda de ladrones con intereses en el negocio de las plantas. Otros interesados en quedarse con una porción del botín son, entre otros, un investigador privado con aspiraciones de guionista (Hugh Grant) y el editor de un diario. Debe reconocérsele a Ritchie el buen manejo de los hilos narrativos para que los personajes y sus historias no sean confusas. Historias que, tal como ocurría en Juegos, trampas y dos armas humeantes y Snatch: Cerdos y diamantes, las dos películas que lo volvieron conocido, no son demasiado profundas, dado que aquí importa más el lustre visual que el núcleo humano y el verosímil interno. El resultado es un film atrapante y entretenido, por momentos gracioso y por otros excesivamente pícaro, en el que se luce un elenco repleto de grandes nombres, pero que también deja una sensación de cansancio, como si el británico aspirara a que los 20 años que separan a Los caballeros de sus primeras películas jamás hubieran existido.
Si Aladdin fue una rara invitación que Disney le hizo a Guy Ritchie para adaptar el filme animado con actores de carne y hueso, el ex de Madonna vuelve a lo que mejor ha hecho en su carrera como director: el filme de gángsters. Con algo de thriller y también de comedia, Los caballeros trae de regreso al director de Juegos, trampas y dos armas humeantes y Snatch: Cerdos y diamantes -y hasta me atrevo a incluir RocknRolla-, pero lo devuelve más enfervorizado. Sin esa otra marca de estilo -la del montaje acelerado-, lo que hace Ritchie es contar su historia aceleradamente. Que no es lo mismo. Hay dos personajes que se alternan el protagonismo, aunque, quizá, nunca se crucen: Mickey Pearson, un mafioso productor de marihuana (Matthew McConaughey) y Fletcher, un investigador que desea chantajearlo (Hugh Grant), que se mete a la casa de su mano derecha (Charlie Hunnam) pidiéndole… 20 millones de libras. Fletcher asegura saberlo todo: cómo Mickey tiene sus granjas de cultivo subterráneas debajo de las mansiones de una docena de aristócratas. Y está dispuesto hasta vender la información al mejor postor. Ah: tiene todo incluido en un guión cinematográfico, que ofrece como regalo. La película arranca con mucha acción, luego Ritchie baja los decibeles y hace hablar a Fletcher hasta por los codos. Digan que tanto Grant, como Hunnam y McConaughey están medidos y con las riendas bien puestas, tirantes por Ritchie, porque si no Los caballeros sería un descalabro. La trama tenderá a complicarse al incluir en el relato de Fletcher -que ha venido siguiendo y tomando fotos y grabando videos a los personajes- con la mafia china de la cocaína en Inglaterra, un capo mafioso de origen judío, un editor de un diario sensacionalista y un entrenador de box. Todos personajes más o menos estrafalarios, además de la esposa de Mickey, que son pintados por el realizador de la saga de Sherlock Holmes con Robert Downey Jr. sin ninguna corrección política. Porque de eso se trata Los caballeros: una humorada de acción trepidante, en la que el director, guionista y productor se siente y cree más ingenioso que nadie. Hay que comprar el ticket para pasear por casi dos horas, o dejarlo.
Hay pocos directores tan decididos a hacer una ostentación de estilo como el inglés Guy Ritchie . Está tan enamorado de su manera de filmar que no tiene empacho en sacrificar hasta el sentido narrativo más elemental de sus películas con tal de dejar bien a la vista la marca visual que lo caracteriza. Los ingredientes básicos de la "fórmula Ritchie" tienen que ver sobre todo con un montaje vertiginoso y propio del videoclip (con imágenes aceleradas o congeladas según la necesidad), casi siempre al servicio de historias de gánsteres y criminales británicos a los que, por lo general, las cosas no les salen bien. Las películas de Ritchie suelen tener estas marcas de arrogancia y multitud de fuegos artificiales, pero en sus mejores expresiones resultan bastante entretenidas, sobre todo cuando quedan a la vista el disparate y la falta de lógica en el comportamiento de varios personajes. Aquí, un criminal estadounidense que controla el negocio de la marihuana en el Reino Unido ( Matthew McConaughey ) empieza a ver amenazado su negocio y, su lugarteniente (Charlie Hunnam), se expone a la extorsión de un aventurero ( Hugh Grant ) dispuesto a revelar esos oscuros secretos. Después de su aburrido Rey Arturo, Ritchie vuelve a las fuentes de su estilo (y a sus vicios). Pero detrás de una puesta alambicada hay momentos muy divertidos y un elenco de estrellas que parece disfrutar mucho lo que el director propone.
Volvió el mejor Guy Ritchie. Sin más dilación, hay que empezar diciéndoles, queridos lectores, que el mejor Ritchie ha vuelto. Mentar que la carrera de este cineasta se caracteriza por su irregularidad, pues bien te puede realizar un jamón 5 jotas como Snatch, cerdos y diamantes, o bien te puede venir con una pata de jamón caducada que no hay quien se la coma. El director de RocknRolla y Revolver lleva muchos años desaparecido, y no me refiero porque no haya estrenado en los últimos años varios títulos, sino porque su calidad se estaba desvaneciendo entre las catacumbas de productos y encargos innecesarios (un ejemplo de ello lo tenemos, mismamente, con Aladdin el año pasado). Parece ser que con The Gentlemen vuelve a encontrarse a sí mismo, y esperemos que para quedarse. Con una simple tirada de caña de cerveza, ya Ritchie se pronuncia, diciendo a todo el público: “Eh, aquí estoy”. Y es que lo mejor que le puede suceder a un director es que se le reconozca con apenas ver un frame de metraje. Al igual que Wes Anderson o Tarantino, el cineasta que nos trajo a Sherlock Holmes a la gran pantalla, tiene su sello y estilo propio referencial. Y, si por casualidad, algún espectador asiste a las salas de cine a ver esta película sin saber quién la ha dirigido, sus dudas se disiparán en cuanto se siente en la butaca. El montaje (como de costumbre en la filmografía de Ritchie) es de una magnitud al alcance de muy pocos. Maneja el ritmo a su antojo, frenando cuando se precisa y acelerando cuando se requiere. Y al igual que juega y alterna el ritmo como desea, también mixtura la violencia y lo irrisorio en los momentos oportunos. No sólo el montaje es lo destacable de esta enredada y minuciosa obra, sino el fenomenal elenco actoral que nos ponen encima de la mesa. Teniendo a Matthew McConaughey, Charlie Hunnam, Colin Farrell, Hugh Grant y un largo plantel de figurones con muy buena planta (y no me refiero con la que trafican) que dan la talla.… ¿Puede salir algo mal? Obviamente, no. Bueno, sí, pero a lo que la trama se refiere, la cual te envuelve en una serie de infortunios y disparates que conducirán a los protagonistas a la perversión y a la atrocidad. Un servidor querría destacar a Hugh Grant en este largometraje, pues no recuerdo un mejor papel del actor británico (dígase de paso que nos tiene acostumbrados a actuaciones triviales y monótonas). Será la gran sorpresa para muchos. Esta película no da cabida a la desconexión, pues si pestañeas o te despistas un segundo, te encontrarás más perdido que Karlos Arguiñano en un Burger. Estamos ante un enorme enredo, un gran laberinto en el que constantemente suceden cosas relevantes, y dicho dédalo puede conducir al respetable a la confusión. Pero en este caso, por lo menos para este crítico, que resulte una maraña es todo un acierto, porque te obliga a seguir atentamente los giros de los acontecimientos, consiguiendo con esto entretenerte las casi dos horas que te encontrarás en frente de la pantalla. Eso sí, puede que Ritchie se guste en demasía y con tanta envoltura y embrollo pueda resultar algo pretencioso. En definitiva, para quien escribe estas líneas, Los Caballeros supone el regreso a la cima de la que no debió bajarse el cineasta nacido en Hatfield, siendo su cinta placentera en su perversión. Aviso a navegantes: no da tiempo al respiro; a la mínima que desconectéis, estaréis en fuera de juego. Pero si estáis atentos, os encontraréis con un enredo ciertamente deleitable. Los fans acérrimos de Guy Ritchie lo gozarán.
Guy Ritchie, ídolo o qué? El director inglés arrancó rompiendo todo con un par de películas Snatch: Cerdos y diamantes, RocknRolla, etc.) que lo pusieron casi a la altura de Tarantino. Así como fue recibido como un nuevo mesías, también abrió una grieta, porque muchos lo consideraron un Caruso Lombardi del cine, un vende humo; para colmo, Ritchie empezó a dar tumbos profesionales. Lo cierto es que acertó, falló, se volvió un director “profesional” que por ejemplo, entregó un Robin Hood mediocre y un Aladdin live action – apenas aceptable por Will Smith-. Pero también, en el medio entregó la interesante El agente de C.I.P.O.L. Como si se hubiera acordado de donde viene, Ritchie escribió una historia que retoma algo de sus comienzo que lo puso en el lugar de privilegio que hoy ocupa. Los caballeros tiene una trama de luchas de poder entre bandas de la calle con ramificaciones globales, que como suele ocurrir con las mafias, hablan de sus códigos pero que finalmente termina a los tiros y ahí puede caer cualquiera, porque los códigos son acuerdos tácitos para ser traicionados. Al relato lo impulsa un periodista que registró todo y que está interpretado por un genial Hugh Grant que se planta frente al segundo de un mafioso a contarle lo que sabe. A partir de ahí la película avanza y se detiene al ritmo del relato del periodista pero se mecha todo con flashbacks y algo de cine dentro del cine o de metarrelato, en ese estilo tarantinesco, que se le da muy bien a Ritchie. Así que Los caballeros es el regreso del realizador londinense en su mejor forma con su banda de actores, que incluye a Colin Farrell, suma a un gran Matthew McConaughey y le da un lucimiento particular a Charlie Hunnam. Hay una muy buena banda de sonido y gangster que tienen un estilo de vestuario que cualquiera envidiaría. La película empieza a darle forma a la temporada 2020 y está bien que Guy Ritchie nos muestre que no está perddido y que sus trabajos industriales no le anularon su parte artesanal. LOS CABALLEROS The Gentlemen. Estados Unidos, 2020. Dirección y Guión: Guy Ritchie. Intérpretes: Matthew McConaughey, Charlie Hunnam, Hugh Grant, Michelle Dockery, Jeremy Strong, Colin Farrell, Henry Golding, Tom Wu, Eddie Marsan, Eliot Sumner. Producción: Guy Ritchie, Ivan Atkinson y Bill Block. Distribuidora: BF + París Films. Duración: 113 minutos.
El submundo de la droga “Los caballeros” (The gentlemen, 2020) es una película de gángsters con acción y comedia que está dirigida, escrita y producida por Guy Ritchie (Sherlock Holmes). El reparto incluye a Matthew McConaughey, Hugh Grant, Charlie Hunnam, Henry Golding (Locamente millonarios), Colin Farrell, Eddie Marsan, Michelle Dockery (Downton Abbey), Eliot Sumner, Danny Griffin, Jeremy Strong, Jason Wong, Samuel West, Tom Wu, entre otros. La cinta tuvo su premiere en el Curzon Mayfair Cinema de Londres. La historia gira en torno a Mickey Pearson (Matthew McConaughey), el líder del imperio de la venta de marihuana en Inglaterra. Mickey planea retirarse, por lo que arma un acuerdo del valor de cuatrocientos millones para que el negocio pase a manos del billonario norteamericano Matthew Berger (Jeremy Strong). Sin embargo, otros mafiosos quieren obtener todo lo que Pearson logró en este tiempo. Con Fletcher (Hugh Grant) investigando la situación por órdenes de Big Dave (Eddie Marsan), editor del periódico Daily Print, Pearson y su mano derecha Raymond (Charlie Hunnam) tendrán que enfrentar varios episodios de riesgo. Con reminiscencias de “Juegos, trampas y dos armas humeantes” (Lock, stock and two smoking barrels, 1998) y “Snatch: cerdos y diamantes” (Snatch, 2000), el británico Guy Ritchie vuelve a sus orígenes para contarnos una historia de mafia llena de humor negro, violencia, engaños, sobornos, tratados, malentendidos, venganzas, muertes y mentiras. El muy marcado estilo de Ritchie está presente en cada fotograma, ya sea desde el montaje que no da respiro hasta el guión que contiene muchísima información por minuto. Esto genera que la película, a pesar de su dinamismo, se haga muy difícil de seguir. No solo porque la trama no es completamente lineal (el personaje de Hugh Grant la cuenta a su antojo, diciendo alguna que otra cosa que en realidad no sucedió), sino también porque hay demasiados personajes y cuesta acordarse cada nombre, quién está aliado con quién y demás. Por otro lado, el filme resulta muy metacinematográfico, es decir que dentro de esta película se hablará mucho de la estructura narrativa de una cinta de este género (cine dentro del cine), ya que Fletcher pretende vender el guión de la historia que nos compete a Miramax (compañía de California que distribuye películas). De esta manera, desde el minuto uno vamos a tener muy en claro que lo que les sucede a “Los caballeros” es un producto meramente de ficción, el cual no puede ser tomado en serio. Con un vestuario acorde donde se destacan los pulcros trajes, chándales, gorros y gafas, las actuaciones están correctas a pesar de que no se pueda generar empatía con ninguno, ni siquiera con Michelle Dockery, que interpreta a la poderosa esposa de Pearson. En cuanto al humor, hay momentos muy bien logrados gracias a la actuación y líneas que se le dieron a Hugh Grant pero en su mayoría el tipo de chistes funcionará dependiendo del tipo de espectador. En conclusión, “Los caballeros” entretendrá a las personas que les simpatice el cine de Guy Ritchie; luego de la desastrosa “Aladdin” (2019), éste filme es un paso en la dirección correcta para un realizador que se había desviado de lo que mejor sabe hacer.
Después de una década abocado a imprimir su particular estilo a producciones no originales, Guy Ritchie finalmente decidió volver a ese terreno que le hizo su nombre en primer lugar: el de los gángsters en Inglaterra. Ese molde que concibió para Lock, Stock and Two Smoking Barrels, perfeccionó para Snatch, trató de convertir en algo más y falló con Revolver y que abandonó después de RockNRolla, que no pudo dar pie a su anunciada secuela. Pero el británico regresó a sus raíces con The Gentlemen.
Planes, sobornos y chantajes Guy Ritchie claramente podría ser considerado el Tarantino british o el caballero de la violencia con clase: y es que los toques armoniosos que entrega en sus películas y son a esta altura, su sello, repiten en Los caballeros para ponerse a la altura de una historia musicalmente digna del hampa de las islas. Ritmo frenético, five o clock tea para lores fundidos que hacen lo que sea (y cuando digo LO QUE SEA, es exactamente así) para sostener su bucólico, idílico y mágicamente costoso nivel de vida. Así es que un fino traficante consigue que las capas medias de la realeza oculten en sus dominios plantaciones de marihuana cuidadosamente cultivada y en sus más perfectas y diferentes variedades, lo que lo convierte en el rey del negocio. Pero cuando se quiere retirar… y acá es donde dejo de contarles porque, como saben, spoiler. Ritchie refleja en esta producción muchas de las decisiones estéticas de sus primeras películas, y se lo nota muy cómodo yendo y viniendo dentro de los tiempos narrativos internos, utilizando de manera excelente los flashbacks. El zorro pierde el pelo pero no las mañas, casi como el personaje de Matthew McConaughey, el director pareciera querer decir que se tomará un descanso o que el retiro se acerca, pero dada la entrega que pone en la construcción y armado de esta historia nada más alejado de ello. El montaje es uno de los puntos fuertes en que el viejo Guy gana ritmo para el film y bueno, también se gana al público. Sabe además usar muy bien el humor y los personajes llamativos para el mundo que crea y que tal vez no parezca tan verosímil, pero termina siéndolo porque como director es hábil, seduce y consigue lo que quiere. Otro punto a considerar es que sabe hacer encajar adecuadamente las piezas de un puzle que el mismo inventa, pieza por pieza, el cual no sería igual si no contara con el magnífico elenco con el que trabaja para contar el cuento de estos caballeros hipnóticamente violentos, descabellados, sorpresivos. Y es donde destacan McConaughey, Hugh Grant (señálenme si quieren, pero Grant tiene un carisma que pocos pueden sacar a lucir, y uno de mis actores favoritos), Michelle Dockery, Charles Hunnam, Colin Farrell, Jeremy Strong y Henry Golding. En suma, si quieren acercarse a un cine a ver una muestra exquisita y coreográfica de pura violencia y delincuencia al delicado estilo inglés, no pueden dejar de ver Los caballeros.
Guy Ritchie, aquí guionista y director, ha entregado, desde sus comienzos, una serie de varientes en su filmografía, películas tan dispares como “Snatch”, “Sherlock Holmes” o películas por encargo como “Aladdin”. Por suerte volvió a sus raíces con una película de gangsters, narrada de una forma poco convencional y con un elenco que cualquier director podría soñar. Guy Ritchie tiene un estilo marcado, peculiar, el sello Ritchie que cualquiera que haya seguido su carrera, reconoce.La historia aquí es sobre el americano Mickey Pearson, (Matthew McConaughey), dueño del crimen en Londres, Inglaterra, y poseedor de un gran negocio de marihuana, que le otorga cientos de millones de dólares al año. El quiere deshacerse del mismo y dejar ese mundo para descansar en paz con su hermosa esposa Rosalind (Michelle Dockery). Para eso le ofrece una recompensa a Matthew Berger (Jeremy Strong) de 400 millones, pero Dry Eye (Henry Golding) también quiere el negocio, oferta rechazada por Pearson. Esa negativa causa varios problemas (léase muertes) con organizaciones rusas, mafia china y un periodista extorsionador. Hay sobornos y chantajes como es de esperarse. Mientras busca comprador para su negocio, muchos deshonestos querrán arrebatarle a Mickey su dominio. Ray (Charlie Hunnam) es su mano derecha y se luce igual que todos, quizás más... A partir de allí el film pega varios giros y es relatado de la mano de un genial Hugh Grant (Fletcher). La comedia tiene una excelente banda sonora, está narrada de una manera súper original y moderna, vertiginosa e irregular. Tiene una calidad de producción, vestuario y elenco con una fuerte presencia, todos y cada uno de ellos le imprimen su sello, por lo que amerita ser vista. Una película sofisticada con un reparto espectacular ---> https://www.youtube.com/watch?v=QTFK-YwzKrY ---> TITULO: Los caballeros TITULO ORIGINAL: The Gentlemen DIRECCIÓN: Guy Ritchie. ACTORES: Matthew McConaughey, Charlie Hunnam, Colin Farrell. ACTORES SECUNDARIOS: Hugh Grant, Henry Golding, Michelle Dockery. GUION: Guy Ritchie. FOTOGRAFIA: Alan Stewart. MÚSICA: Christopher Benstead. GENERO: Policial , Acción . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 113 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años DISTRIBUIDORA: BF + Paris Films FORMATOS: 2D. ESTRENO: 05 de Marzo de 2020 ESTRENO EN USA: 24 de Enero de 2020
Los Caballeros: Volvió Guy Ritchie. El director británico vuelve a dirigir mafiosos, personajes excéntricos y una interesante y laberíntica trama. Desde el principio vemos que Guy Ritchie quiere volver a sus comienzos de mafiosos y negocios delictivos. En este caso un estadounidense intenta vender su altamente rentable imperio de marihuana en, ¿dónde más sino?, que en Londres, donde quieren robarle todo su poderío provocando conspiraciones, tramas enmarañadas, sobornos y chantaje como solo Guy Ritchie podría mostrar. Con voz en off y esa clara sobre explicación y presentación de personajes del estilo del director, comienza este film The Gentlemen (2019) presentándonos un gran elenco desde Matthew McConaughey, Hugh Grant, Charlie Hunnam, Michelle Dockery, Jeremy Strong hasta un magnífico Colin Farrell. Guy Ritchie tuvo dos grandes películas en sus comienzos como Lock & Stock (1998) y Snatch (2000) en donde contaba los entramados problemas de delincuentes vendedores de marihuana, de apuestas ilegales y muchos más. Traía consigo un estilo rápido, de mucha voz en off, presentación de personajes y alguna pizca de cómics. En Los Caballeros (2019) vuelve a eso pero con un estilo mucho más maduro, sobrio, serio y por momentos aburrido, lo que lleva a un poco menos de originalidad y regocijo a comparación de aquellos films. Pero lo interesante es que se burla de eso, usando aquellas técnicas narrativas como un juego, ya que la mayor parte del film consiste en el personaje de Hugh Grant (Fletcher) contándole a Ray (Charlie Hunnam) lo que pasó y pasará. La sobre explicación y uso de la voz en off siempre es algo a tener cuidado en la narrativa, debido a que es el recurso que tienen los guionistas para aclarar ciertos aspectos de la trama, pero al ser usado excesivamente puede ser perjudicial y molesto para el espectador. Además, a veces, puede servir para abaratar costos. En este caso Ritchie tiene más dinero que en el año 2000 y en vez de presentar a personajes solamente con voz en off, los muestra en acciones, algunas vulgares y otras entretenidas. Asimismo el no presentar directamente a los personajes, con sólo monólogos, le entrega ese toque enigmático a la trama que permite que se extienda a lo largo del film. Algo seguro es que Ritchie parece haber disfrutado hacer este film mucho más que sus anteriores obras como King Arthur: Legend of the Sword (2017) o Aladdín (2019). Este The Gentlemen parece ser el hijo de la mezcla entre sus películas de The Man from U.N.C.L.E. (2015) y RocknRolla (2008) por ese estilo limpio al mostrar la criminalidad, con su Snatch (2000) y la cantidad de personajes envueltos en la trama. Cualquier fanático o acérrimo espectador de Ritchie encontrará esas referencias evidentes, desde el judío, el ruso, la plantación de marihuana, entre otras cosas. Dejando un poco del lado esos cortes convulsionantes llenos de velocidad, entregando una obra bastante lenta pero bien contada. Clásico estilo inglés. Como siempre lo que le da vida a la película de Ritchie son los personajes inolvidables que aparecen en el medio, en este caso es El Coach de Colin Farrell, con ese acento cerrado y rápido que te genera risas y entretenimiento absoluto. Él y los jóvenes que entrena, serán una parte clave de la trama, teniendo cámaras GoPro incorporadas en los personajes entregando los momentos más divertidos del film. Ellos sí merecen un spin off. La música, algo vital en las obras de Ritchie, está ahí pero no sobresale, al igual que la moderada fotografía y su falta de originalidad en algunos momentos humorísticos. El film es como si Guy Ritchie intentase llegar a un público más actual, el de Sherlock Holmes: A Game of Shadows (2011), con algo más de su estilo y autoría. Hay personajes entretenidos, pero al protagonista le falta más capas y corazón. Lo que lo hace entretenido es la forma de contarla y el metalenguaje que utiliza por momentos con su forma de dirigir y narrar. El film pide una secuela, sea en broma o no. Algo que podría ser comparado con, por ejemplo, Martin Scorsese haciendo un film como The Irishman (2019) que habla del final, de que el círculo cierra, con respecto a los mafiosos clásicos de él. Por otro lado está Guy Ritchie, que en vez de cerrar dichos mafiosos/gangsters intenta revivirlos, «modernizarlos» y a veces se notan esos momentos forzados. Siendo atractiva por momentos, al principio ingerís un poco de espuma con su sobre explicación de la situación, para luego saborear esa cerveza helada y quedarte con ese sabor amargo y placentero hacia el final que cualquier fan de Guy Ritchie puede soportar. Aun así quedando algo desairada por momentos con su estilo más mesurado y elegante que por momentos le calza bien a Ritchie.
Los Caballeros: Grato regreso de Ritchie a su terreno. Guy Ritchie vuelve al cine de criminales con una atractiva propuesta que no decepciona y entretiene. Si algo no se puede desconocer es que con todo y altibajos Guy Ritchie es un director con estilo. La narrativa de su cine combina la crudeza y humor negro de sus diálogos con una riqueza visual pletórica de cámaras lentas o choque de planos a gran velocidad, en ocasiones preocupado por ser detallista y explícito, en otras por los juegos de luces y la interpretación actoral. Éstas últimas se hacen evidentes tan solo iniciar Los Caballeros con la presencia de un hombre en las sombras con acento y voz particular que en principio no reconocemos pero resulta ser Hugh Grant en una maravillosa interpretación, paródica, casi irritante y verborrágica que funciona muy bien como hilo conductor de la historia que él mismo nos narra durante la película. Y con verborragia nos referimos a que Grant tuvo que memorizar cincuenta páginas de diálogos para este papel. Pero retrocedamos unos segundos; la película seduce previamente con una voz en off y un asesinato. Las razones, los móviles y las consecuencias fluyen a través de nuestro narrador quien nos cuenta la historia del traficante de marihuana Mickey Pearson, interpretado por Matthew McConaughey, quien ha construido una operación de tráfico de cannabis en Gran Bretaña a un nivel industrial de manera metódica y casi indetectable; ahora Pearson desea vender su emporio pero la negociación con el comprador se dificultará cuando sea más de uno el pretendiente. La película combina de manera efectiva los diálogos mordaces y un montaje soberbio con una colisión de planos vertiginosa; no en vano esta labor está a cargo de James Herbert, habitual en las cintas de Ritchie y editor de la maravillosa Al filo del mañana, película infravalorada a reivindicar. La indefinición no es precisamente una virtud cuando un director toma una decisión en torno al ritmo que debe llevar la historia pero esto no necesariamente es negativo si quien lo hace sabe moldearlo. Y esto en Los Caballeros funciona en buena parte de su metraje. Hay momentos de violencia contenida y otros de explícita; momentos de comedia pura y algunas pinceladas dramáticas; lo escatológico (a veces innecesario y gratuito) con lo sobrio; la sencillez con la hipérbole. Sin olvidar que Ritchie siempre tendrá una preferencia por los límites y sobrepasarlos si así lo quiere. Otro aspecto a destacar son las actuaciones; al inicio mencionamos a Hugh Grant quien está de premio personificando a Fletcher, un periodista codicioso sin escrúpulos con hambre de narrativa hasta el punto de hacernos creer por momentos que todo lo que hemos visto no es más que una invención de su mente, algo con lo que Ritchie juega hasta el final confirmando la ambigüedad. McConaughey hace un papel correcto, entre la frialdad y el paroxismo sin sobreactuar demasiado; y quien hace de su esposa, Michelle Dockery, en los momentos que aparece brilla con una personalidad y belleza que seducen al espectador. Colin Farrell encarna un papel menor, pero no desentona en el resultado final. Y si bien esta es una comedia muy disfrutable que en ocasiones roba carcajadas por algunas situaciones disparatadas, también es un pretexto para opinar de manera subrepticia sobre los excesos y la holgazanería de la aristocracia británica, dispuesta a lo que sea con tal de mantener el estatus social y estilo de vida cada vez más decadente cuánto más opulento. En ese sentido, en tiempos del Brexit, sobre el que se hacen algunos guiños críticos, Los Caballeros tal vez sin pretenderlo es más relevante de lo que aparenta. Con todas sus virtudes, no podemos dejar de mencionar esa tendencia que tiene el cine de Ritchie y en general el cine contemporáneo a saturar de enredos el clímax de la historia para engañar al público en un twist que sorprenda y deje boquiabiertos a todos. Directores como Shyamalan se permiten hacerlo con una solvencia mucho mejor lograda entendiendo que la sorpresa también puede sobrevenir con la sencillez narrativa, sin abrir tantos arcos argumentales que saturen el desenlace. Este vicio se vio en una película muy entretenida como Sherlock Holmes y, en menor medida, en esta. A pesar de ello, Los Caballeros es una propuesta más que interesante y un grato regreso de Richie al cine de criminales, muy cercano a Snatch, que vale la pena disfrutar en los cines y del que saldrás muy satisfecho.
Hugh Grant se luce interpretando a un tipo desagradable, mezcla de detective, reportero y extorsionador, y al mismo tiempo narrador principal de esta intrincada y divertida comedia negra policial en la que Guy Ritchie vuelve a su estilo tarantinesco, pero con una giro británico. Es decir, el tipo de film que recuerda sus mejores trabajos, como “Snatch” y “Rocknrolla”. Es saludable ver al director alejarse de producciones como “El rey Arturo” y concentrarse en otro de sus complicados tours de force narrativos, y de paso reinventar a Hugh Grant en un papel distinto del simpático tarambana de “El diario de Bridget Jones” en este original protagónico donde toda la acción es un largo raconto de las historias que le cuenta al temible segundo de un gangster elegante, que domina un imperio del cannabis. Una cualidad de Ritchie es ofrecer una visión satírica de la sociedad inglesa filmada a través de un lente caricaturesco, algo que logra sin repetirse. La larga historia que cuenta el personaje de Grant comienza en Oxford, cuando el estudiante norteamericano Matthew McConaughey empieza a distraerse de sus materias para vender marihuana por el campus. El ambiente aristocrático le permite mezclarse con lo más granado de la sangre azul inglesa, que a la vez no tiene inconveniente en mezclar sus negocios con la peor ralea callejera. Así van sucediéndose escenas insólitas, como una increíble persecución para atrapar una docena de delincuentes juveniles por los barrios bajos. También hay espacio para un astuto y noble boxeador, divertido Colin Farrell que se roba algunos momentos.
Cerdos y caballeros Guy Ritchie regresa a su elemento con Los caballeros (The Gentlemen, 2019), una comedia negra que recuerda a clásicos de culto como Juegos, trampas y dos armas humeantes (Lock, Stock and Two Smoking Barrels, 1998) y Snatch: Cerdos y diamantes (Snatch, 2000). Es una movida de doble filo: éste tipo de cine es la lengua nativa del director, que ha pasado la última década incursionando en proyectos mediocres para Warner y Disney, y si bien es un placer oírlo otra vez utilizar su propia voz la conclusión final es que no tiene nada nuevo que decir. El protagonista es Mickey Pearson (Matthew McConaughey), un expatriado americano en Londres y dueño de un poderoso imperio dedicado a cultivar y distribuir marihuana. Mickey lo tiene todo, incluyendo una sensual esposa (Michelle Dockery) y una leal mano derecha (Charlie Hunnam) pero está listo para vender el negocio y salirse del juego. El vacío de poder pronto atrae la atención de la mafia rusa, china y judía, así como oportunistas como Coach (Colin Farrell), Fletcher (Hugh Grant) y todo tipo de matones con nombres ridículos y acentos Cockney. La trama es una excusa para enfrentar gángsters y matones reunidos de distintas partes del inframundo londinense, todos poseídos por la verborragia de sus ideologías personales y ansiosos por exponerlas en monólogos cómicos pero amenazantes. La mayoría de estos personajes están tan por encima de la violencia que caer en ella es casi de mal gusto. La misma condescendencia se extiende al resto de la película, que ironiza sobre el gusto por la violencia con escenas de acción imaginarias o elipsadas, y un ridículo grupo de personajes dedicado a filmar “porno de acción”. La historia en sí es una larga secuela de duelos verbales entre depredadores extorsionándose entre sí, avanzando a base de coincidencias, malentendidos y una mezcla de buena y mala suerte para todos los involucrados. Los actores aman sus diálogos tanto como Guy Ritchie ama escribirlos, con toda su irreverencia y potencial ofensivo. McConaughey a esta altura se ha apropiado de la parábola críptica como si la hubiera inventado. Farrell continúa demostrando que suele ser la mejor parte de cualquier cosa. Grant es deleitable, revelando su faceta más vil como un periodista con un fetiche por rebajar al otro. Todo esto es inmensamente entretenido por virtud del gusto con el que los actores abordan cada escena, saborean cada línea y reinventan cada lugar común con un giro divertido. El estilo de Ritchie dicta que por montaje las escenas constantemente se pausan, rebobinan, adelantan u omiten del todo. En sus proyectos más tradicionales - El agente de C.I.P.O.L. (The Man From U.N.C.L.E., 2015) es un buen ejemplo - esto es una molestia porque el estilo se opone a la narración en vez de emanar naturalmente de ella. En Los caballeros en cambio no hay mucho más que estilo. Todo es una cuestión de actitud. Los diálogos, las actuaciones y el ritmo de la historia evocan el tipo de actitud irreverente y juguetona que invita la diversión. Aún si, una vez que se disipa la nube de humo, descubrimos que no hay nada detrás.
Luego de la desapasionada remake live action de Aladdin, Guy Ritchie regresa al género gánster con una película que rememora sus primeros trabajos y presenta al director en su versión más irreverente. En Los caballeros queda la sensación que el cineasta se hartó de toda la corrección política que contamina desde hace unos años las artes visuales y concibió este film con el fin de ofuscar a los críticos hipsters, sin sentido del humor, que se ofenden con cualquier producción que no siga la agenda moral de Hollywood. Nos encontramos ante un Ritchie sin filtros que no tiene reparos en abordar a todos sus personajes con estereotipos racistas, homofóbicos, xenófobos y sexistas que se desenvuelven en un mundo brutal donde son naturales estas actitudes. El film por momentos se convierte en una experiencia de placer culposo donde el director nos hacer reír con situaciones y diálogos que sabemos que no son correctas pero generan inevitablemente esa reacción. Si bien los títulos previos de este realizador dentro del género también presentaban esta clase de contenidos, en su nueva obra es una característica que cobró más fuerza. Fiel a su estilo de narración, Ritchie desarrolla un thriller hiperquinético, con varias subtramas y giros inesperados que incluye también un tinte de meta lenguaje tarantinesco. Dentro del reparto todos los artistas tienen sus momentos destacados pero hay dos figuras que sobresalen de un modo especial. Hugh Grant se pierde por completo en el rol de un detective privado inescrupuloso, donde trabaja el humor con un perfil muy diferente a los personajes que interpretó en el pasado, mientras que Colin Farrell aporta el mejor personaje del film, donde compone a un mafioso que se desempeña como entrenador de jóvenes delincuentes. Una lástima que el director no le diera una mayor presencia en la trama, ya que todas sus intervenciones brindan algunas de las escenas más graciosas. Si bien Los caballeros no está al mismo nivel que Snatch y Juegos, trampas y dos armas humeantes, no deja de ser una película muy entretenida que se disfruta mucho si sos seguidor del género.
JUEGOS, TRAMPAS Y HIERBA DE LA BUENA: Guy Ritchie vuelve a sus raíces, pero pierde la inspiración El director inglés vuelve a terrenos conocidos con esta comedia de acción criminal en el marco del imperio de la marihuana. Después de probar suerte con franquicias exitosas como “Sherlock Holmes”, otras no tanto como “El Agente de C.I.P.O.L.” (The Man from U.N.C.L.E., 2015) y “El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada” (King Arthur: Legend of the Sword, 2017), y transitar el terreno ATP con la versión live action de “Aladdín” (Aladdin, 2019), Guy Ritchie decidió volver al terrero conocido y lo que mejor le sale: las verborrágicas comedias de acción con trasfondo criminal en el ámbito de Inglaterra natal. “Los Caballeros” (The Gentlemen, 2020) es una película de Ritchie hecha y derecha que no se presta a confusión. Su cámara vertiginosa, sus personajes extravagantes, su violencia desmedida y casi caricaturesca, y sus diálogos afilados están presentes en cada una de sus escenas, pero trae poco y nada de novedoso a un estilo que se convirtió en su marca registrada desde sus comienzos cinematográficos. Entendemos que es parte de su registro “autoral”, aunque parece más un refrito de sus más grandes éxitos, más allá de que aplaudimos la idea original, algo no tan visto por estos días. Mickey Pearson (Matthew McConaughey) tuvo una infancia pobre en Estados Unidos, pero una beca y su inteligencia lo llevaron a la universidad de Oxford, donde aprendió a hacer negocios vendiéndoles marihuana a sus compañeros ricachones y adinerados. Tras abandonar la escuela y hacer carrera criminal, Mickey se convirtió en el emperador de la hierba en la ciudad de Londres, empresa que ahora quiere vender para retirarse y vivir una vida más placentera junto a su esposa Rosalind (Michelle Dockery). El comprador en potencia es el multimillonario Matthew Berger (Jeremy Strong), otro magnate norteamericano, de entrada, bien dispuesto a pagar 400 millones por el producto y los métodos de elaboración que vienen aparejados dentro de la oferta. Las cosas se empiezan a complicar cuando Fletcher (Hugh Grant) entra en escena. Este detective privado y cineasta frustrado trabaja bajo las órdenes de Big Dave (Eddie Marsan), editor periodístico de un tabloide inglés resuelto a sacar a la luz los trapitos sucios de Pearson, después de que éste lo dejara mal parado en una reunión social. Fletcher es el encargado de reunir la información inculpatoria, pero en vez de reportarle a su ‘jefe’, prefiere dirigirse a Raymond Smith (Charlie Hunnam) -mano derecha de Mickey- para intentar sacar un mayor provecho a través del chantaje. Nadie se mete con Mickey Pearson Veinte millones de libras parece ser un precio bastante razonable cuando está en juego el imperio de la droga más grande y redituable de la región, negocio del que también quieren echar mano Dry Eye (Henry Golding), discípulo del mafioso chino Lord George, y “The Toddlers”, un grupo de jóvenes peleadores de artes marciales mixtas y aspirantes a youtubers que agarran cualquier trabajo peligroso para poder juntar más seguidores. El ataque a una de las bases de producción de Pearson es apenas la punta del iceberg de un complot criminal que se extiende por varias ramas y, obviamente, va a dejar unos cuantos cadáveres por el camino. Ritchie, también responsable del guion, utiliza al estrafalario Fletcher como un narrador poco fiable, pero de lo más entretenido a la hora de llevarnos de la mano por este relato cargado de súper acción, violencia desmedida, momentos bizarros, confusiones y traiciones que siempre tienen sus consecuencias a la vuelta de la esquina. Nada que no hayamos visto antes en “Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes” (Lock, Stock and Two Smoking Barrels, 1998), “Snatch: Cerdos y Diamantes” (Snatch, 2000) o “RocknRolla” (2008), como para sumar algunos ejemplos, de ahí que “Los Caballeros” cumpla su función de divertimento, pero no tenga nada de nuevo para traer a la mesa. Este plano ya se ha visto El realizador se ampara en un buen conjunto de intérpretes -muchos de sus actores fetiche-, un elenco más “maduro”, como dejándonos bien en claro que él también ya está grande para este tipo de historias, aunque así es la vida… y los negocios. Tampoco podemos pedirle, a esta altura, que incluya más presencia femenina en sus mares de testosterona, pero al menos le da un lugarcito de privilegio a la experimentada Dockery, la Mary Crawley de “Downton Abbey”. El resto tiene la función de ser “un personaje en una película de Guy Ritchie”, con todo lo que ello implica, y lo que el público mejor sabe reconocer. “Los Caballeros” es una película más contenida a la hora de los artificios visuales pero, igual, Ritchie saca a relucir todos esos talentos narrativos por lo que es reconocido. Tal vez, cae demasiado en los peores estereotipos, rozando actitudes un tanto racistas maquilladas con su clásico humor inglés, un tanto caduco por estos días. El resultado no deja de ser efectivo y entretenido, más aún para los seguidores del estilo del director que saben lo que van a encontrar cuando pagan una entrada.
Mucho elenco y pocas nueces Lo nuevo de Guy Ritchie prometía "volver a las raíces", pero el resultado final es una pobre historia de historia de acción, misterio y comedia. Publicitada con todas sus estrellas desde el año pasado, la nueva película de Guy Ritchie venía con gran expectativa. Desde las primeras reseñas oficiales quieren hacer creer que esto es una "vuelta a las raíces" del cineasta, que desde hace una década no deja de meter la pata con sus filmes. Pero nada de eso sucede, y sólo se nota groseramente la intención de Ritchie de dejar su marca de autor con estos personajes/caricaturas que trabajan para la trama. También te puede interesar: Dean-Charles Chapman y George MacKay, protagonistas, no se lucen. "1917": grandilocuencia y pobreza a la vez Mickey Pearson (Matthew McConaughey), un reconocido narcotraficante, quiere vender su gran negocio de manufacturación de marihuana a Matthew Berger (Jeremy Strong) para retirarse junto a su esposa (Michelle Dockery). Pero aparece Dry Eye (Henry Golding), un sicario de otro narco, y adelantándose, quiere comprar la "franquicia". Esto traerá los conflictos convenientes que haren de esta película una pobre historia de acción, misterio y comedia.
"Los caballeros": juegos, trampas y marihuana El film del director británico es capaz de entretener durante casi dos horas merced a un ritmo que nunca se detiene. Hubo un tiempo, que hoy puede antojarse muy lejano, en el que el cine del británico Guy Ritchie solía equipararse con las películas de Quentin Tarantino. Eran las épocas de Perros de la calle y Tiempos violentos, de Juegos, trampas y dos armas humeantes y Snatch: Cerdos y diamantes, relatos poblados de criminales, explosiones de violencia y diálogos ingeniosos. Sin embargo, una mirada atenta al universo de ambos realizadores probaba sin esfuerzos que las diferencias eran muchas más que las posibles coincidencias, las formales y también las temáticas. Incluso las éticas, si se forzaban un poco las odiosas comparaciones. El paso de los años separó aún más esas improbables líneas paralelas: al tiempo que Q. T. fue invadiendo cada vez más su cine de un tinte autoral y reflexivo, Ritchie continuó firmando proyectos que intentaban emular el éxito comercial de sus primeras películas, derrapando finalmente en producciones de gran presupuesto y anonimato estilístico como Sherlock Holmes y, más recientemente, la reversión con actores de carne y hueso de Aladdin. En ese sentido, Los caballeros sólo puede entenderse como un intento por regresar a la fuentes, al universo del pequeño y el gran crimen y a ese fuerte acento cockney que –a pesar de tratarse, en este caso, de una producción ciento por ciento estadounidense– caracteriza a muchos de los personajes del film, habitantes de Londres y aledaños. Sin embargo, el protagonista (si cabe tal definición, teniendo en cuenta el carácter coral de la operación) es un caballero nacido en los Estados Unidos y llamado Mickey Pearson, un “empresario” que ha logrado crear un imperio multimillonario dedicado al cultivo y la distribución de marihuana (Matthew McConaughey, menos extremo que en otras ocasiones). Las idas y vueltas del relato, pobladas de desvíos, falsas líneas narrativas y flashbacks, comienza a sumar personajes desde el comienzo, con Hugh Grant en la piel de un investigador con tendencia al chantaje y Colin Farrell como un entrenador de boxeadores a quien le cuesta bastante mantener a raya a sus muchachos. Hay muchas, muchas más criaturas y una trama enrevesada que, a pesar de ello, logra desenvolverse de manera lógica y transparente. El disparador es el deseo de Pearson de retirarse del negocio –vendiéndolo, desde luego, a un buen precio–, lo cual sacude el delicado equilibrio del submundo gansteril, iniciando una escalada de traiciones (simples y dobles), intentos de asesinato y subtramas con múltiples vueltas de tuerca. El asunto es bastante básico y por momentos algo cruel, con una ingente cantidad de puteadas bien british, guiños y canchereadas a granel y cierta bienvenida autoconciencia que, en más de una ocasión, rompe soberanamente la cuarta pared. Los caballeros es capaz de entretener durante casi dos horas merced a un ritmo que nunca se detiene, las constantes novedades y variaciones alrededor de la trama central y un reparto que, en líneas generales, resulta carismático. No es mucho, es cierto, pero alcanza para elevar al último Ritchie por encima de la categoría “completamente olvidable”.
Guy Ritchie vuelve a sus fuentes, a la comedia policía, de mafiosos de bajo fondo codeándose con supuestamente distinguidos caballeros. A esas películas que le dieron fama como “Snatch, cerdos y diamantes”, “Juegos trampas y dos pistolas humeantes” y “RocknRola”. Aquí con vueltas de tuerca en una trama con humor negro y acción, entretiene al espectador con poderosos dueños del narcotráfico en gran escala que deben mantenerse en la cúspide del poder. En la médula del film este el encuentro de un periodista que trabaja para tabloides de amarillo intenso, encarnado nada menos que por Hugh Grant que tanto lucho contra ese tipo de periodismo, tratando de ganar una fortuna informando al guardaespaldas de un señor poderoso. No solo Ritchie le saca el jugo al actor, dotado para la comedia, sino que también construye un homenaje al cine, porque el chantaje que se argumento como si se tratase de un film con múltiples homenajes a Tarantino y otros referentes del género. A la película no le faltan personajes educados y de las cloacas del poder, refinados y violentos, rusos, chinos, entrenadores de estrellas y nobles venidos a menos. Con fluidez y humor, más un elenco donde además de Grant brillan Matthew McConaughey, Charlie Hunnam, Collin Farrell y Michelle Dockery, el film no sorprende pero se transforma en un muy grato entretenimiento.
El realizador inglés Guy Ritchie vuelve al ruedo. Quedaron atrás, al menos por ahora, los legendarios investigadores y los legendarios monarcas. Ahora con Los Caballeros retoma un género y un universo que supo darle su espaldarazo como cineasta: el de Snatch y Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes. Oficial y Caballero Los Caballeros consigue hacer tres cosas: ser una película entretenida sobre el crimen organizado con personajes de lo más variopinto, ser un recordatorio de los mejores recursos que tiene el cine como arte narrativo, y ser una sutil crítica tanto al fenómeno de las redes sociales como hacia aquellos que se hacen famosos de la noche a la mañana gracias a ellas. Estos últimos dos detalles están aplicados en contraste, porque mientras el segundo se toma su tiempo para crear clima e interés, el tercero se preocupa por el golpe de efecto y lo instantáneo. A ello se le pone tanto énfasis que desafía los límites de la autoconciencia, es decir, el saber que se está narrando. De ejemplo sirve cuando el personaje de Hugh Grant se pone a hablar de detalles de proyección cinematográfica, tales como la relación de aspecto 2.35:1 que casualmente es la que tiene la película. Los protagonistas de Los Caballerosse mueven con elegancia, inteligencia y códigos en un mundo que parece haberlos perdido por un deseo de tenerlo todo, a nivel mundial y en el menor tiempo posible. Tanto la violencia como los disparos están en concreto y para no decepcionar las expectativas correspondientes al género en el que se inscribe, sin embargo los diálogos entre sus personajes, tan verbales como no verbales, resultan igual de atractivos. Cuando decimos que la película es un recordatorio de los recursos del cine, nos referimos al montaje. Qué se muestra, qué se oculta, cuándo vale la pena retroceder, acelerar el ritmo, recordar. En concreto, la prestidigitación que dicho oficio hace con la percepción del espectador, algo que entra en juego prácticamente desde la primera escena. El estilo visual de Los Caballeros, sea en entornos elegantes ricos en maderas de caoba, como los más rústicos interiores de concreto, parece evocar ese club de caballeros. Ese entorno que propone un clima de códigos específicos, que deben seguirse a riesgo de expulsión, porque al fin y al cabo muchos ajustes de cuenta del crimen organizado se deben justo a no respetarlos. El plantel de actores entrega prolijos trabajos, pero quienes prueban ser los más afilados son Matthew McConaughey, como un jerarca del tráfico de cannabis, Charlie Hunnamcomo su sicario principal y Colin Farrell como un leal entrenador de boxeo que no quiere que se le descarríe el alumnado. El rol que destaca es el de Hugh Grant, como un oportunista investigador privado, sirviendo prácticamente como narrador de la historia y vehículo a través del cual se manifiesta el elogio a los recursos del cine. Los años de galán de Grant habrán quedado atrás, pero le quedan muchos por delante dando vida a estos personajes particularmente desagradables que se vuelven muy recordables. El carisma y la sonrisa siguen ahí, pero ahora van por otro lado.
Guy Ritchie está de vuelta en su salsa, es todo lo que la gente pedía y lo que la gente va a tener en The Gentleman – título original -. Protagonizada por Matthew McConaughey, Hugh Grant, Charlie Hunnam, Colin Farrell, Michelle Dockery y Henry Golding, esta película de mafia muestra los peligros de salir del negocio de cannabis cuando uno tiene demasiado poder en juego. Ritchie presenta su película con clase sin ningún apuro demostrando que lo que el espectador va a ver es un homenaje al cine dentro del cine (eso sí, al estilo Ritchie). Desde el comienzo Hugh Grant se apodera de la pantalla grande – y también se apodera de toda la película – explicando y extorsionando al personaje de Charlie Hunnam como por su conocimiento y claro, por dinero, está dispuesto a destruir el imperio de cannabis de Mickey Pearson (un expatriado interpretado majestuosamente por Matthew McConaughey); cuando el nombre de Pearson aparece una fuente de violencia – muy sutil – comienza a salpicar la pantalla internándose más en lo implícito que lo explicito. Ritchie en toda su carrera demostró que no tiene frenos a la hora de hacer lo que haga falta cuando hay que arremangarse, insertar el cuchillo y esperar a que la sangre fluya, no obstante en su habilidad como director se divierte más ocultando hechos y divirtiéndose con ello exhibiendo lo que se puede llamar «violencia cerebral» . Los Caballeros contiene a ese Ritchie sabio y cómodo con la violencia en las calles de Londres… y hay que celebrarlo por que se extrañaba. Al mismo tiempo la película presenta numerosos personajes pintorescos que ayudan a que la película se desenvuelva de forma correcta. Todo esto es por el gran trabajo del elenco en demostrar que son más que nombres sino talentos; Charlie Hunnam pone la acción, Colin Farrell el humor, Michelle Dockery la sensualidad y talla el plan maestro, Matthew McConaughey intimida en cada circunstancia para demostrar que el es el rey de la cinta pero tras bambalinas y con una entrada triunfal Hugh Grant se roba absolutamente todo interpretando a un detective privado despreciable que se alimenta de las sobras que le caen. Si McConaughey es el autoproclamado león de Los Caballeros, Grant es una astuta hiena. Hay que tener paciencia con Los Caballeros pero esa misma va a dar frutos a medida que la historia se desenvuelve y las sorpresas se van dando una tras otra, de plus: trata sobre el cariño hacia la pantalla grande y tiene un fuerte mensaje en contra de la sobreexposición de lo que llamamos influencers . Es un muy buen regreso al género de gangsters para Ritchie, no es necesario que haga una entrega anual pero cada tanto tiene que volver a sus origines que tan bien le sientan; ahora lo más importante… es que haga una segunda de RocknRolla. Valoración: 80/100.
Tuvo la suerte y la desgracia de haber sido contemporáneo de un cineasta magnífico llamado Quentin Tarantino. Sin este, Guy Ritchie, el ingenioso colega inglés del estadounidense, célebre también por haber sido el esposo de Madonna, quizás hubiera podido eternizar su apellido como el sucedáneo de un estilo. La velocidad del montaje, la proliferación de personajes caricaturescos y un ostensible trabajo sobre el parlamento de estos son magnitudes compartidas de la estética de ambos, orientada a desatender las constricciones del realismo. El artificio no es necesariamente libertad, y Ritchie es una buena prueba: las doscientas vueltas de tuerca del relato en Los caballeros es más una fórmula que la desobediencia de un autor capaz de liberar los resortes de la narración cinematográfica.
"Los caballeros", intento de Guy Ritchie de volver a sus raíces. En un intento por retornar a sus orígenes, al cine indie, a la comedia ácida de Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes (1998) y Snatch: Cerdos y Diamantes (2000), el director inglés Guy Ritchie nos presenta Los caballeros. La historia gira en torno al norteamericano Mickey Pearson (Matthew McConaughey), dueño del altamente lucrativo imperio de marihuana en Inglaterra desde hace mucho tiempo, que decide vender su negocio a Matthew Berger (Jeremy Strong) por una cifra multimillonaria para retirarse y vivir tranquilo junto a su esposa Rosalind (Michelle Dockery). La trama se complica cuando aparece Dry Eye (Henry Golding), un sicario de la mafia china sumamente ambicioso y sanguinario, que hace lo imposible para apropiarse del dominio de Pearson. Esto desencadena una serie de complots, traiciones, chantajes, intrigas, sobornos, en los cuales interviene un grupo variopinto de personajes. La narración se enmarca en el relato que Fletcher (Hugh Grant) –detective privado y aspirante a guionista cinematográfico- le realiza a Ray (Charlie Hunnam) –asistente de Pearson- respecto a lo que descubrió del rey de la droga con el fin de extorsionar tanto a Ray como a su jefe. Fletcher amenaza con pasarle la información que tiene de Pearson a Big Dave (Eddie Marsan), el editor de un importante diario que odia a Pearson. Este ir y venir continuamente al encuentro entre Fletcher y Ray le resta fuerza a la historia ya que así aparece mediada por la voz en off del primero. Sin duda, en este caso la voz en off constituye un obstáculo para el fluir normal de la narración. El guion presenta falencias en relación a la construcción de los personajes. Algunos son muy endebles y desdibujados como el de Matthew Berger, y otros directamente caricaturescos e inverosímiles como el del Entrenador (Colin Farrell), líder de un grupo de boxeadores amateurs que sirven como una especie de fuerza de tareas. Hay subtramas como la de los jóvenes heroinómanos que no se justifican. Pareciera que se trató de sumar personajes y temas de forma atropellada como un intento de complejizar un guion que, en realidad, más que complejo es previsible y lineal, al margen de alguna ligera vuelta de tuerca. La débil elaboración de los personajes impide que muchos actores se luzcan. Algunos están desaprovechados como el propio protagonista central Matthew McConaughey y Jeremy Strong. En tanto, Hugh Grant brinda una composición lograda de ese extorsionador pletórico de sarcasmo. También se destacan los trabajos de Charlie Hunnam y Henry Golding. En suma, a pesar de un guion apenas correcto y predecible, esta comedia de gangsters se deja ver por resultar entretenida y ofrecer una dosis de humor y mordacidad así como alusiones cinéfilas divertidas. La intención de Ritchie de volver a sus raíces queda a mitad de camino. Su cine perdió la brillantez y la originalidad de antaño. Sin embargo, Los caballeros puede ser el comienzo de una nueva etapa en la cual consiga, de a poco, retomar la senda que lo reveló a fines de los 90 como un director talentoso y audaz.
Guy Ritchie se hizo famoso por sus películas de criminales excéntricos y por un estética barroco muy vistosa, una especie de sub Quentin Tarantino con personajes bien caricaturescos. Fue así que dos de sus películas, Juegos, trampas y dos armas humeantes y Snatch: Cerdos y diamantes lo convirtieron en un director de culto. Sin duda son las películas que mejor reflejan su identidad. Luego se sucedieron otros films en ese estilo y algunas desviaciones del camino producto de su matrimonio con Madonna y sus contratos con grandes estudios. Fue así que dirigió Sherlock Holmes (2009), El Agente de C.I.P.O.L. (2015), El rey Arturo (2017) y Aladdín (2019), títulos desparejos e incluso malos en algunos casos. Los caballeros supone un regreso a las fuentes con su historia de criminales excéntricos e historias absurdas. Mickey Pearson (Matthew McConaughey) es un poderoso traficante de marihuana de Estados Unidos asentado en Inglaterra que desea vender su negocio a un comprador británico a cambio de una fortuna. Por supuesto que todo se complica, surgen personajes y se abren toda clase de subtramas, además de saltos temporales y escenas que se repiten pero desde otro punto de vista. Todo muy ingenioso pero poco novedoso, como una versión muy gastada de los primeros dos films del realizador. Pocas cosas son graciosas y todo lo demás es material ya agotado. Tardó mucho en volver Guy Ritchie y su cine ha sido copiado y gastado a un nivel que ya ni siquiera parece pertenecerle. Del importante elenco el único que consigue un buen resultado con su personaje es Colin Farrell, que se ríe de todo con ganas y con simpatía.
Guy Ritchie Vuelve, a medias, a sus fuentes con Los caballeros; una aproximación a su cine de gánsteres modernos más similar a los orígenes en su temática que en su estilo. El talentoso elenco es fundamental para que la experiencia sea positiva. “Le haré una oferta que no podrá rechazar”, una de las frases más famosas de la historia del cine, que aplicaría a la perfección, y no sería raro escuchar, dentro de Los caballeros. Primero porque el nuevo film de Guy Ritchie entremezcla el manejo de la mafia inglesa con el negocio del mundo del cine al que ve como una oportunidad y una pata más. Segundo, porque podría ser un guiño a la propia historia del director. Desde su debut en 1998 con Juegos, trampas, y dos armas humeantes; Ritchie había construido una sólida filmografía con sellos muy personales; de esos que con tan sólo ver diez minutos de película ya podemos intuir quién la dirige. Sí, en 2002 le dio el gusto a su mujer por ese entonces, Madonna, de dirigirla en una disparatada (y subvalorada) remake de Insólito destino; pero por el esto, fueron diez años en los que dirigió cuatro películas que bien podrían formar un solo bloque. Pero a todo cerdo le llega su San Martín, y como ni Revolver, ni RocknRolla tuvieron buena respuesta, él también recibió una oferta irrechazable. El siguiente paso fue una seguidilla de tanques para los grandes estudios, impersonales (por supuesto), y con suerte dispar. Ahora estrena Los caballeros, y de alguna forma podemos decir que sus fans lo tienen de vuelta. Muchos de sus elementos están presentes, quizás más en el tono de Snatch, cerdos y diamantes que en el de Juegos, trampas, y dos armas humeantes; y eso es lo que los hace sentir cómodos. Pero también hay mucho que no, en donde se lo siente establecido, más tradicional, y en la búsqueda de un público más amplio ¿Un híbrido entre el Ritchie de los inicios y el de los tanques? Lo primero que notamos es cierto caos narrativo que nos llevará a perdernos, sobre todo en los primeros tramos de la película. Un juego de muchos personajes, mucho diálogo ligero, ritmo precipitado, y una línea de tiempo cambiante gracias al juego de flashbacks y relato por parte de uno de los personajes. Todo esto lo veíamos ya en el cine clásico de Ritchie, y acá está especialmente incrementado, casi a modo de querer capturar la atención del fan. Fletcher (Hugh Grant) es un detective privado y guionista amateur, bastante patético, que se reúne con Raymond (Charlie Hunnam), mano derecha y encargado de los negocios sucios de Mickey (Matthew McConaughey), un magnate del narcotráfico estadounidense, establecido hace años en Inglaterra. Mickey desea retirarse y venderle su lugar y estrategia a Berger (Jeremy Strong), para tener una vida tranquila junto a su esposa (Michelle Dockery). Pero Fletcher parece saber más de lo conveniente, y quiere aprovechar esto para chantajear a Raymond/Mickey, o hacer un guion con la historia y venderlo a la industria. De hecho, lo que vemos es el relato del guion que Fletcher le relata a Raymond. Hay más personajes, como George (Tom Wu), otro narco que quiere comprar el sector de Mickey de “malos modos”, y una banda de boxeadores asaltantes liderada por alguien que parece un Hooligan (Colin Farrell), que se meten en el negocio de Mickey. Tramas, subtramas, un protagonismo muy dividido (sobre todo entre Grant, McConaughey, y Hunnam), muchas idas y vueltas. Muchos de los diálogos son graciosos y tienen chispa, además de respirar ese aire cool que nos hace reconocerlo. Pero por otro lado, visualmente, hay toques ausentes, y que estaban, aún en sus obras impersonales, como los ralentis, el flashforward, los planos contrapicados, el punto de vista de un arma, etc. También se distingue por una estética más elegante, fría, de colores opacos fuertes como el cuero; alejados del sucio ocre que también era su marca. En este sentido, Los caballeros parece más un film del Matthew Vaughn de Kingsman, que algo del Ritchie posmoderno. El tiempo no pasa en vano, y esta película huele a intento de pedir que no olvidemos quién es, luego del éxito taquillero muy reciente de Aladdin. Da la sensación de que Ritchie está, nos saluda, pero que los años de tanques le pesan e hicieron mella, ablandándolo. Por suerte, lo que sí está a punto, es el elenco, que así como muy numeroso, es también muy talentoso. Todos se manejan armoniosamente, con mucha química, entregando trabajos más que aceptables. En especial un Hugh Grant que se encuentra en una nueva etapa en la que se permite autoparodiarse. Los caballeros es un intento de Guy Ritchie por capturar las viejas glorias, pero como aquel que descongeló algo y lo vuelve a congelar; en el proceso hay algo de frescura que se perdió. ¿Está mal? No, pero tampoco permite que digamos que es el plato más sabroso.
Conozcan a Mickey Pearson, un hombre de negocios que triunfó en Londres gracias al tráfico de drogas y posee enemigos que quieren derrumbar su imperio, desatando una auténtica guerra de pandillas mafiosas. Una circunstancia que suscitará todo tipo de conspiraciones, intrigas y chantajes, que implicarán a peligrosos grupos de poder. Este esquema de situación es el molde temático a través del cual Guy Ritchie patentó su carrera, probándose como un efectivo cineasta abonado a la acción. Este productor y guionista ha otorgado una estética reconocible a películas como como “Revolver”, “Juegos, Trampas y dos armas humeantes”, “Snatch: Cerdos y Diamantes” y “Rock n’ Rolla”, proporcionando también relevancia internacional a un héroe de acción como Jason Statham. Luego de llevar a la pantalla el histórico personaje literario de Arthur Conan Doyle (“Sherlock Holmes”) en un par de oportunidades, Ritchie regresa al terreno que mejor le sienta, con un lúdico y entretenido ejercicio de género, narrado con habilidad. “Los Caballeros” ofrece sus habituales elencos corales (se destacan Hugh Grant y Collin Farrell), un antihéroe bajo amenaza (Matthew McCounaghey, un texano que debe forzar de forma convincente un acento londinense), personajes marginales viviendo fuera de la ley, planes delictivos que sufrirán giros imprevistos y una sucesión de diálogos ingeniosos. Esta mixtura pareciera una vuelta a las fuentes de la comedia criminal británica que marcara su estilo desde fines de los años ’90. Sin demasiada hondura argumental, pero conservando la frescura de antaño, podría decirse que el cineasta se coloca ‘en piloto automático’ para concebir un producto que recurre a todos los detalles caricaturescos que poblaron sus antiguas historias criminales. Como desafío al espectador, lo más interesante de esta trama in medias res resulta el constante uso de saltos temporales, con flashbacks que pretenden colocar las piezas de este rompecabezas de intriga en su lugar, describiendo sucesos en retrospecciones que nos invitan a resolver el enigma como un inglés de pura cepa haría: tomando el five o’clock tea. El bueno de Richie supo ir ‘a la cama con Madonna’, de manera que, como comprobarán, esta película no representa el más mínimo aprieto…
Mickey Pearson es un expatriado estadounidense que se hizo rico construyendo un imperio de marihuana en Londres. Cuando se corre la voz de que está buscando sacar dinero del negocio, se desencadena una serie de tramas y planes de aquellos que quieren su fortuna. En esta ocasión, Guy Ritchie ( "Snatch", "RocknRolla", "Sherlock Holmes", también conocido como el ex de Madonna), el característico director cuya carrera va en continuo ascenso, presenta "THE GENTLEMEN". Una película cargada de energía, donde el personaje de Hugh Grant, hilarante y superior, nos va relatando un constante juego de poder no te va a dejar soltar el aliento ni un segundo. Entre los aspectos a destacar, ¿es realmente necesario que hablemos de este elenco? Matthew McConaughey, Charlie Hunnam, Henry Golding, Michelle Dockery, Jeremy Strong, Colin Farrell y Hugh Grant. Grandes figuras de la Industria que nunca fallan, se unen para traer a la pantalla excelentes interpretaciones y un film con una premisa que se vende sola en la actualidad. E incluso a pesar de ser algo que ya se realizó innumerables veces, Ritchie logra innovar con su mezcla entre lo clásico y contemporáneo. La fotografía, la estética del film, su forma de relatar. Aspectos a los que ya nos tiene acostumbrados, en conjunto con una despreocupada evolución de los personajes y un poco de trap. Extravagancia audiovisual disfrutable para todas las generaciones. Repleta de escenas y diálogos difíciles de olvidar, con numerosos saltos en el tiempo que no marean ni molestan, Ritchie mantiene una estructura funcional e indiferente a ajenos. Entretenida, dinámica y memorable. Manejando un relato que te da vuelta la historia reiteradas veces. Quizás demasiadas, perdiendo así el elemento sorpresa pero manteniendo su calidad narrativa. Algo ya esperado del director, que se consagra siendo esta su mejor obra. Por Estefanía Da Fonseca
UN VIAJE A NINGUNA PARTE Tal vez, y sin que nadie se lo pida, el británico Guy Ritchie sintió la necesidad de volver a sus orígenes, a los universos de películas como Juegos, trampas y dos armas humeantes o Snatch, películas que allá por fines de los 90’s lo convirtieron en un director reconocido por su superficie post-moderna y la ilusión de estar viendo “lo nuevo” a la que siempre tienden las nuevas generaciones de cinéfilos. Incluso se lo comparaba con Quentin Tarantino, en una relación un poco perezosa. Si había algo que los uniera eran posiblemente los mundos criminales que retrataban y la verborragia de sus personajes, pero no mucho más que eso. Y como el tiempo es evidencia, estos veinte años que pasaron vieron a Tarantino convertirse en un autor reflexivo y a Ritchie en un director invisible de la industria, capaz de ponerse al servicio de franquicias como las de Sherlock Holmes o reversiones como la de Aladdin (aunque siempre lo sedujo la imposición de su pirotecnia audiovisual y dejar su sello). Ambos caminos son válidos, claro que sí, pero imponen el alerta sobre la figura de Ritchie y su real importancia como creador cinematográfico. Los caballeros, la nueva película del británico, es por lo tanto una curiosa aproximación a sus orígenes; curiosa, porque termina revelando el vacío que siempre estaba latente en su obra y que ahora explota en nuestra cara. Mickey Pearson (Matthew McConaughey) es un empresario norteamericano dedicado al cultivo y venta de marihuana en Inglaterra. Tiene un negocio millonario entre manos y está dispuesto a abandonarlo para retirarse y vivir, por una vez, en paz (el apunte más interesante de la película es precisamente la forma que encontró Pearson para tener enormes plantaciones sin levantar sospechas). Su búsqueda de un comprador, de alguien que siga el negocio, es lo que termina llamando la atención y lo que pone en juego diferentes intereses e involucra a múltiples personajes: hay mafiosos chinos, los hay judíos, hay un grupo de aprendices de boxeo entrenados por un muy divertido Colin Farrell, hay periodistas sin escrúpulos y muchísimos más. Que, en definitiva, esta es una película de Ritchie y su marca de fábrica está por todos lados. La novedad aquí es que a través del reptil personaje a cargo Hugh Grant, alguien dedicado a llevar información de aquí para allá con fines extorsivos, se impone lo autoconsciente y el juego con el metadiscurso. Es que el Fletcher de Grant busca extorsionar al ladero de Pearson (Charlie Hunnam) relatándole los hechos como si de un guión cinematográfico se tratara. Y ahí entran y se justifican, entonces, los flashbacks, flashforwards, cortes abruptos y demás recursos habituales del cine más representativo de Ritchie, pero en clave de caricatura. Y no deja de ser honesto y saludable que el director haya decidido tomarse un poco el pelo a sí mismo (incluso, en un diálogo sobre el racismo, parecería justificarse de la habitual ridiculización que hace de las diversas comunidades que habitan su Inglaterra). Ahora bien, todo este juego de casi dos horas puede ser divertido por un momento y hasta entretener, pero llegado un punto se vuelve pesado e irrelevante. Es que Ritchie, de tanto tirar de la piola, convierte a su película en una puesta en escena artificiosa que expulsa un poco al espectador (como las “grande estafas” de Soderbergh, digamos). ¿Cuál es el centro moral del relato? ¿Cuál es la mirada que tiene sobre aquello que está contando? ¿Para qué lo cuenta? A medida que avanza la película, los personajes se van esfumando ante nuestros ojos, perdiendo corporalidad y volviéndose una mera ficha en el entramado narrativo que se mueve de manera demasiado antojadiza. Que Ritchie haya hecho explícito, por medio de Fletcher, el recurso del creador, lo vuelve autoconsciente, sí, pero no necesariamente mejor. Claro que hay pasajes muy graciosos y otros donde la violencia se impone con la fuerza de lo estilístico, pero uno se siente un poco agotado (como agotados están los recursos del director) con tanta vuelta de tuerca que no dice nada más que cancherearla con el dispositivo narrativo y donde finalmente todo da lo mismo porque nada es real o relevante. Y queda la sensación de que te sacaron a pasear por un mundo para no llevarte a ningún lugar.
Ritchie hace de las suyas “Lock, Stock and Two Smoking Barrels” y “Snatch: cerdos y diamantes” son las primeras películas de Guy Ritchie, las que lo llevaron a la fama y lo convirtieron en “una figura prominente”, según lo describieron en el festival de cine de Raindance. En los últimos años, Ritchie dirigió películas para grandes estudios como Warner Bros. y Disney (“Sherlock Holmes” y su secuela, “El agente de CIPOL” y Aladdin, entre otras), pero ahora decidió volver a lo mejor de su estilo, con todos los sellos de la casa. “Los Caballeros” cuenta la historia de Mickey Pearson (Matthew McConaughey), un poderoso jefe traficante de marihuana estadounidense asentado en Londres, quien decide retirarse del negocio y para ello busca venderselo a Matthew Berger (Jeremy Strong), a cambio de 400 millones de libras esterlinas. Pero la presencia y los ataques de una banda rival complicarán sus planes. La película es narrada por Fletcher (Hugh Grant), un periodista e investigador privado que busca las debilidades de todos los involucrados, escribe un guión de cine y lo comparte a Raymond (Charlie Hunnam), mano derecha de Mickey. Con este recurso, la cinta avanza, se detiene, retrocede, se enrueda, avanza nuevamente, algo muy característico en las historias de Ritchie. El estilo de “Los Caballeros” es fascinante, los diálogos son ágiles, punzantes e ingeniosos, todos los personajes tienen un sello característico, acompañado por un elenco increíblemente carismático, donde personalmente destaco la labor de Hugh Grant y Colin Farrel, éste último como el entrenador de un curioso grupo de boxeadores de los barrios bajos. Cabe destacar la banda sonora que acompaña a las escenas, el humor negro, las referencias al cine propio, que hacen que todo funcione. En definitiva, dentro de sus comedias de crímenes de culto, Ritchie nos trae una cinta entretenida y atrapante, que prefiere enfocarse en la estética más que en la profundidad de sus temas y sale airosa de sus enredos narrativos, como sólo el creador de “Snatch” puede lograr. Por Federico Perez Vecchio Puntaje: 7/10
Y sí, volvió Guy Ritchie con su parafernalia veloz, sus movimientos a lo loco, sus diálogos ácidos, etcétera. Hay algo loable en la convicción de este señor que desdeña toda puesta en escena y cree que se mantiene la atención del espectador, paradójicamente, contando un millón de cosas sin importancia alrededor de una trama mínima. Hay un gánster que se quiere ir del negocio y muchos que desean quedárselo sin pagar, y ese es el asunto. Lo demás es un ejercicio de la caricatura donde pasa por humor negro lo que no es más que un poquito de crueldad y un mucho de exhibicionismo. De todos modos, como los actores son simpáticos y no se toman nada demasiado en serio, la película no aburre. Tampoco nutre pero hace muy poco daño. Como cualquier otra de las que realizó este equívoco británico, con alguna honrosa excepción. En todo caso, demuestra que este estilo envejeció demasiado rápido.
Cuando el cine es una cáscara vacía Las peripecias verbales de un dúo de facinerosos, que bien podrían ser guionistas de cine, es el único rasgo de interés en una película vacía. Con el cine de Guy Ritchie se sufre. Es imposiblemente insoportable. Desde el primero de sus títulos (Juegos, trampas y dos armas humeantes, 1998) al más reciente. Ni qué decir cuando le adosan críticas con adornos tarantinianos o cosas parecidas, como si se tratara de un autor contemporáneo, un fenómeno, o no se sabe muy bien qué. Todo hay que decirlo, sus dos variaciones sobre Sherlock Holmes con Robert Downey Jr., no están nada mal. Tal vez debido a la injerencia del productor Joel Silver. Como si en esas dos películas hubiese sido maniatado y obligado a respetar la narración. De su cine más reciente, puede decirse que El agente de C.I.P.O.L. le calzó como guante con su guerra fría actualizada, impostada aun en sus momentos mejores –porque algo de sintonía (fría, eso sí) hay que reconocer a la dupla compuesta por Armie Hammer y Henry Cavill–. En El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada se encargó de destrozar uno de los mitos más hermosos que existen o existían. Nada que decir de la abominable Aladdin. Lo que sobresale en Ritchie es –tomado este término con mucha ligereza– un “estilo”. Un estilo dedicado a nadar en la epidermis del recurso técnico. Puesto que los tiempos cinematográficos pueden demorarse y estirar, Ritchie los despliega en extenso con diálogos aparentemente ingeniosos, que horadan un hueco sin fondo. Nada hay para extraer. Lo mismo en la planificación minuciosa de los planos, cuyas acciones dan cuenta de una coreografía vacía. La acción puede ser un parpadeo veloz, también lenta y estilizada. O reiterada de estas dos y más maneras. Y porque sí. De todos modos, hay que reconocer que algo de rima cinematográfica hay en Los caballeros. A ver, apenas. A grandes rasgos, la película se dedica a los pormenores en la vida de Mickey (Matthew McConaughey), un traficante de marihuana que encontró la manera perfecta de erigir su imperio, a la vista y escondido de todo Londres. Le ayudan aristócratas decadentes, quienes ofrendan sus castillos como fachada, a cambio de sostener sus privilegios de clase. Mickey sabe cómo. Pero hay intereses encontrados y en competencia. Si uno da la espalda, el otro le asesta un tiro. Así comienza, de hecho, la película. En verdad, la historia es otra. Y tiene que ver con la relación que entabla el chantajista Fletcher (Hugh Grant) con Ray (Charlie Hunnam), uno de los secuaces de Mickey. Es el diálogo entre ellos, su duelo verbal, el que dispara los resortes de la historia. A la manera de dos guionistas hundidos en su trabajo. De hecho, Fletcher se presenta así, con un guión cinematográfico en la mano, y pide luz, cámara y acción, a la vieja usanza. El proyector aparece en el diálogo, como un acto consciente por parte de la película. De este modo –y en virtud del desenlace y su última secuencia–, bien vale ver Los caballeros como las vicisitudes jugadas entre dos escritores de cine, mientras enhebran una historia a la que buscan tantas vueltas de tuerca como pueden, poniendo a prueba el verosímil, en busca del final mejor. Cuando Fletcher anuncie la aparición del proyector pretérito –que ya nada tiene que ver con el que guarda cualquiera de las salas donde se exhibe esta película–, estipula un juego cruzado, que hace de Los caballeros una propuesta lúdica. Lo que entre ellos se narre bien podría ser sólo un efecto visual dado por las apariencias, por la realidad cada vez más consistente que establecen sus ocurrencias, desafiados como se encuentran por el entuerto narrativo propuesto. Todo bien con esto. Pero lo que anida es poco y nada. Otra vez, el escarbar desde tanto efectismo visual y verbal como se pueda, para arribar a no demasiado, si es que algo efectivamente asoma. En Los caballeros no faltan las alusiones cinéfilas, si bien pobres. Una de ellas es autorreferencial, con gente de cine y la inclusión del póster de El agente de C.I.P.O.L. Otra, caprichosa, remite a La conversación, la obra maestra de Francis Ford Coppola que Guy Ritchie no se toma demasiado en serio. Es más, la banaliza. ¿Por qué? En directores como Ritchie el cine es un mero acto reflejo, un tren de atracciones epidérmicas. Habida cuenta de la insistente relación que entre él y Quentin Tarantino se plantea, habrá que señalar que a diferencia del inglés, en Tarantino hay una asunción cinematográfica nada gratuita. Tarantino ama el cine. Ritchie, en cambio, es una acumulación de presuntos estilemas. Adorna el encuadre y las actuaciones como gestos vacíos. Es entendible que desprecie La conversación y se vanaglorie a sí mismo: la película de Coppola es ejemplo suficiente del cine que Ritchie no es. Si al realizador inglés todo parece importarle lo mismo, en este sentido habrá que leer también su retrato de las diferencias de clase, de la cuales su cine evidencia poco afecto. Puesto que la caricatura asoma como rasgo predominante, también lo será con quienes habitan los costados sociales más empobrecidos. Entre ellos, hay un “entrenador” (Colin Farrell) que cuida en su gimnasio de los menos favorecidos, mientras presuntamente les enseña destrezas físicas o algo así. Pero un grupo de ellos parece haber entendido todo mal, y asalta una de las dependencias de Mickey. Lo hacen con cámaras online y pasos de hip-hop. Bien se podría pensar en ello como un arrebato narcisista, pero también como una reacción social al más poderoso. Sin embargo, la película lo toma como evidencia graciosa de sí misma: sobre los créditos del final va a reiterar ese mismo video, además de poner en su lugar a los jóvenes díscolos. En síntesis, hay un par de momentos en donde el ingenio puede ser puesto a prueba sobre cómo los hechos finalmente son. Pero sólo eso. Mediante un desfile de personajes que compiten entre sí, como variaciones de una misma galería. El cine, la pantalla, les oficia de vidriera. Sólo eso.
Guy Ritchie y su fórmula de gángsters cancheros se siente bastante devaluada para los tiempos que corren, pero para sus adeptos es una oferta irresistible. Quizás si le agregaban más escenas con Colin Farrell la cosa funcionaba mejor.
Wow. No, no es el filme mas coherente del mundo pero, para lo que uno vive en este momento, es lo que recetó el doctor. Guy Ritchie aka “el Tarantino inglés” vuelve a las andadas con una de mafiosos british. La novedad es que importa a Matthew McConaughey y lo rodea con un cast británico de lujo. Con dialogo chispeante y rítmico, mucha puteada creativa, personajes bizarros y muertes inesperadas The Gentlemen es el show del momento. Te sorprende, te hace reír y quedás shockeado con alguna que otra muerte sorpresiva. Pero The Gentlemen no es lo mejor de Ritchie y la cuestión pasa por el libreto. Mete muchos vericuetos raros, en el tercer acto aparecen personajes salidos de la nada (sobre todo cuando el filme amenaza con terminar al estilo de The Long Good Friday, clasicazo de los 80’s) y los Deus Ex Machina abundan. Eso no quita que uno le perdone la vida porque la película entretiene y un montón. Mientras que McConaughey rebosa de machismo texano, lo que sorprende es el cast de secundarios, muchos de los cuales están en roles against type y devoran la pantalla con gusto. Por ejemplo el eterno pasmado Charlie Hunnam, que acá hace de la cerebral mano derecha de McConaughey y tiene su cuota de momentos para lucirse (aunque la escena en donde van a rescatar a la adolescente drogadicta se hace eterna con sus discursos); Henry Golding, dejando de lado por un momento su rol de galán romántico y demostrando que puede ser tan retorcido y malo como él quiere; un lascivo Jeremy Strong; pero los platos fuertes pasan por Michelle Dockery (¿quién dijo que las mujeres de Downton Abbey no pueden putear y ser sexys?) y, especialmente, Collin Farrell y Hugh Grant. Mientras que lo de Farrell es super peculiar – es un entrenador de box que rehabilita a adolescentes descarriados con su particular filosofía de vida y, para no desatar la ira de McConaughey por un moco que se mandaron, termina enrolándolos como matones, todo lo contrario a sus nobles intenciones altruistas! -, la parte del león le toca a Grant, un reportero sucio, amoral, pansexual – el tipo no duda en tirarle indirectas a Hunnam, a su jefe o a quien sea con tal de tener un poco de acción -, quien intenta chantajear a McConaughey vía su secretario Hunnam, y termina armando un voice over tan colorido y creativo que termina siendo lo mejor de la película. No solo al describir a la gente y su accionar – el tipo sabe de todo y sabe de una conspiración para arruinarle el negocio de plantaciones de marihuana a McConaughey -, sino que emplea métodos super creativos para explicar las etapas de su chantaje, como una filmación secreta en donde no hay audio (aunque él si puede leer los labios) y Grant le inventa el doblaje… de la manera mas ridícula posible. Lo de Grant es fenomenal. Con mucho ritmo, humor, una tonelada de tomas super originales – marca registrada de Ritchie -, acción a raudales y excelentes perfomances, The Gentlemen es un sólido entretenimiento (entrar a profundizar la trama es arruinar la sorpresa de los diálogos chispeantes). No, no es un clásico ni se acerca a lo mejor de Ritchie – como Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes – pero te divertís como loco durante un buen rato… aunque la historia termine haciendo agua cuando se acerca a la meta.
Luego de realizar “Aladdin” en el mismo año, Guy Ritchie vuelve con una película a su estilo con gansters, tiros, encubrimientos, infiltrados, etc. La premisa del film es clara: Mickey o Michael protagonizado por Matthew McConaughey, es uno de los mayores empresarios en la producción y venta de marihuana en Londres, entonces sus “socios” trataran de arruinarle su negocio a través de la estafa. Pero la película arranca con Michael ingresando a un bar, pide una cerveza y huevo al escabeche. Coloca un disco de vinilo, luego hay una secuencia de distintos tipos de planos de el tomando la cerveza. Hasta ahora todo digno de una publicidad para una cerveza artesanal. Encima a todo esto se añade la frase que sera con la que mas adelante Michael finalizara el film: “Si quieres ser el rey de la selva, no alcanza con actuar de rey, debes ser el rey. Y no debe haber dudas, porque la duda siembra el caos y la muerte”. Luego aparece alguien por detrás de el y se escucha un disparo, el plano corta y pasamos a un plano del vaso de cerveza y el huevo manchados en sangre, y arrancan los títulos del film. En este inicio tengo todo lo necesario para explayarme sobre lo que pienso del film y sobre el cine de Ritchie. La escena arranca bien, tiene sentido porque nosotros lo creemos muerto a Michael, pero mas adelante(spoiler) esto se desmiente, Raymond lo había salvado justo a tiempo. Y estas situaciones van a pasar muy a menudo en el film. Raymond junto al Coach(Colin Farrel) van a salvar a Michael de muchas situaciones, fundamentalmente de Matthew, un empresario ingles que quiere negociar con Michael, pero por otro lado juega en contra suya al estar aliado con, adivinen quienes, si, Chinos y Rusos, los enemigos eternos de los yanquis. Luego de la escena inicial vienen los títulos y también mis juicios con Ritchie. Lo que no me agrada de este director es la sobre exposición que hace sobre sus referencias o favoritismos en sus film. Aqui los títulos son al estilo James Bond, planos dentro del baúl del auto a lo Tarantino, placas a lo MTV , las citas al “Padrino” y “La Conversación” de Coppola, etc. Todo esta tan a la vista que termina siendo un cambalache de referencias con escenas divertidas que no termina de convencer lo que te esta queriendo transmitir el film. Toda película nos tiene que transmitir algo, generar ideas o decir algo sobre algún tema o pensamiento. Eso debería ser el objetivo de todo director. Existen algunas ideas que podemos tomar de este film, por ejemplo: la relación del guionista con los productores de cine que siempre terminan ganando por su jerarquía de poder en la industria del cine. Como ocurre aquí con Fletcher(Hugh Grant) y los amigos de Michael. Esta critica por parte de Ritchie a esos empresarios llamados “gentlemans” pero con dudosos negocios, conspiraciones y mafias, esta interesante. Porque es algo que sigue ocurriendo lamentablemente en las compañías de cine. En lo que personalmente pienso que falla este director es, en crear un estilo propio, una huella que lo identifique y no copiar formulas de sus éxitos anteriores. Porque Ritchie crea escenas que quedan “Cool” en el film pero no aportan nada a la trama y hasta resultan chocantes. Como por ejemplo cuando los alumnos del Coach rapean y la escena se transforma en un videoclip. Totalmente fuera de lugar. Y el personaje de McConaughe al llamarse Michael, el director intenta convencernos que es un tipo de Michael Corleone de la marihuana, pero termina siendo una copia barata que encima aparece en menos escenas que Charlie Hunnam. Ademas la actuación de McConaughe no transmite ese miedo o autoridad que busca Ritchie. Pero no porque el sea un mal actor, sino porque casi siempre Raymond junto al Coach, lo terminan salvando o cubriendo. En su ultimo film, este director retoma sus mismos personajes de siempre para narrarnos una o varias ideas que tienen aspectos interesantes, pero la forma como están filmadas, no le aportan. Ritchie, un director que en sus películas reivindica a sus referentes de manera alevosa que termina quedándose en eso haciendo una película mas de gansters. Un director que quiere ser uno de los reyes, pero solo actúa como tal.
Con el sello de Guy Ritchie Vuelve el director británico Guy Ritchie con un nuevo título que se asemeja bastante en guión y dinámica a sus trabajos anteriores, ''Snatch'' y ''RocknRolla'' más precisamente. Además de dirigir escribió también el guión junto a otros colaboradores habituales de él. En esta ocasión nos trae una historia de narcos con estilo, un tipo de mafia que sabe de elegancia y metáforas rebuscadas. El capo narco Michael Pearson (Matthew McConaughey) tiene un negocio multi millonario de venta y distribución de marihuana que espera una nueva revalorización con la inminente legalización del cannabis. El tema es que Michael ya viene un tanto cansado de ser el león de la selva y se ve tentado a vender el negocio para retirarse a una vida tranquila, lejos del mundo gangster. Cuando aparece un posible comprador, se desata una serie de problemas relacionados con el código de la mafia. Si está por vender, ¿por qué lo hace? ¿Estará en una posición más débil ahora? ¿Puedo quedarme yo con su negocio y boicotear la venta? Son interrogantes que se hacen otros capos mafiosos que deciden entrar al juego y desatar una serie de hechos violentos y entretenidos. El elenco incluye grandes nombres y actores de moda, algo que le gusta tener a Ritchie en sus trabajos. Esos nombres son Hugh Grant, Colin Farrell, Charlie Hunnam, Eddie Marsan, Michelle Dockery, Jeremy Strong y Henry Golding. Desde lo interpretativo todos hacen un buen trabajo y el guión de Ritchie les permite dar rienda suelta al histrionismo y la creatividad. El reparto siempre suele ser un punto fuerte en sus películas. Si vamos al guión, creo que es bueno pero no es nuevo. Es decir, está concebido de una manera que intriga y entretiene, pero en dinámica es bastante similar a otros trabajos suyos. Es como si hubiera decidido reflotar la vieja fórmula con una historia distinta y elenco nuevo. No está mal, pero con tantas propuestas tampoco resalta ni ofrece algo nuevo. Digamos que está destinado a no ser uno de sus trabajos más recodados. ''The Gentlemen'' tiene los ingredientes típicos de Ritchie. Personajes extravagantes, diálogos intrincados con mucho uso de metáforas, humor negro, acentos muy británicos, ropas exclusivas, muchas armas y violencia. Es un cóctel entretenido y a los espectadores a los que en general les hayan gustado los trabajos del director, disfrutarán también de este film. Seguro a la semana ni se acordarán que lo vieron, pero en el momento la van a pasar bien.