La reconstrucción expresiva Adepto a sustraerse del ámbito cinematográfico que lo rodea por considerarlo -con toda la razón del mundo- bastante pueril y anodino, Gus Van Sant fue armando un universo propio en el que la honestidad, los demonios personales, la crudeza, los vaivenes psicológicos y la poesía conviven en una obra profundamente independiente de las modas y que ha tenido sus altas y bajas a lo largo de las últimas décadas. El realizador de films muy recordados como Drogas, Amor y Muerte (Drugstore Cowboy, 1989), Mi Mundo Privado (My Own Private Idaho, 1991), Todo por un Sueño (To Die For, 1995), En Busca del Destino (Good Will Hunting, 1997), Elefante (Elephant, 2003) y Milk (2008) hoy regresa a su mejor forma con No te Preocupes, No Irá Lejos (Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot, 2018), una biopic preciosa e hipnótica, alrededor de la figura del caricaturista norteamericano John Callahan, que le permite dejar en el pasado la trilogía de trabajos previos, las interesantes aunque algo desparejas Restless (2011), Promised Land (2012) y The Sea of Trees (2015), vistas sobre todo en el circuito de festivales y con una distribución internacional restringida. El director se sirve del formato de las biografías cinematográficas, un esquema por demás explotado por el séptimo arte de nuestros días a escala global, para subvertirlo desde su idiosincrasia humanista optando por construir un retrato sutil y freak con estructura de mosaico existencial, siempre haciendo foco en el fluir anímico del protagonista y la enorme importancia de su círculo íntimo por sobre la mera acumulación de episodios centrales de su vida, la condescendencia barata de los productos hollywoodenses o la gran “moraleja” que debería llegar -según las reglas no escritas del género- durante los momentos finales. El eje de la película es una inconmensurable actuación de Joaquin Phoenix en el rol de Callahan, quien aquí entrega una de las mejores interpretaciones de su carrera escapándole a los tics patéticos de siempre de los actores mainstream a la hora de ponerse en la piel de un discapacitado o enfermo mental o paciente crónico y ofreciendo un desempeño hiper sincero que explora lo más difícil de explorar, léase los problemas de todo tipo que arrastra el sujeto en cuestión al punto de sufrir horrores en lo referido a su salud física y espiritual. Principalmente el guión, escrito por Van Sant a partir de las memorias de Callahan, gira en torno a cuatro núcleos fundamentales: primero tenemos el accidente automovilístico que transforma al susodicho en un semi cuadripléjico a la edad de 21 años producto de ser el acompañante en un vehículo conducido por Dexter (Jack Black), un hombre tan alcohólico como él que termina chocando contra un poste de luz; luego viene el trauma por haber sido abandonado por su madre biológica y sentir que no encajaba en su familia adoptiva, una ausencia que marcó todos sus días en este planeta; a posteriori está ese problema con la bebida que eventualmente lo lleva a asistir a reuniones de Alcohólicos Anónimos, donde conoce a su espónsor en el sinuoso camino a renunciar por completo a la adicción, Donnie (Jonah Hill); y finalmente nos topamos con la veta artística y el bálsamo de su vida, ese humor negro basado en temas tabú -como el mismo hecho de estar condenado a una silla de ruedas o la estigmatización hipócrita social hacia las minorías- que le permitió renacer en términos expresivos y reconstruirse como ser humano con semejantes limitaciones y penas. Como siempre en el cine de Van Sant, la película en el fondo es muy sencilla y hace del análisis visceral, irónico y lánguido del protagonista su horizonte, un recurso de corte lírico que el realizador continuamente vuelca al naturalismo más maravilloso y documentalista con el objetivo de colocar en primer plano las contradicciones enriquecedoras de los personajes, ya sea que hablemos del férreo y a la vez sensible Donnie, las ganas de mandar al demonio a su paciente del paradójicamente fiel Tim (Tony Greenhand), el enfermero/ asistente de John, el cariño de su novia sueca Annu (Rooney Mara), esa que no prescinde de su vida como otras mujeres “consagradas” a un hombre con discapacidad, o los demás alcohólicos que Callahan descubre en las sesiones encabezadas por Donnie, entre los que se encuentran Hans (el eterno Udo Kier) y Corky (la genial Kim Gordon, otrora líder junto a Thurston Moore de Sonic Youth). El histórico minimalismo del cineasta converge con su eco en un Callahan ciclotímico que lucha en simultáneo en distintos frentes y hasta debe batallar contra la burocracia del gigantesco y plutocrático aparato de salud estadounidense. No te Preocupes, No Irá Lejos obvia a conciencia el abuso sexual que padeció John a los ocho años por parte de una maestra, quizás porque de por sí pesan muchos fantasmas sobre el intelecto atormentado del caricaturista, y logra la proeza de balancear toda la alienación, tristeza y disposición autodestructiva con una mordacidad muy inteligente cuya cáscara distante esconde un corazón de lo más sensato y austero orientado a subrayar la enorme dignidad de los marginados en el atolladero de la vida y en sociedades apáticas plagadas de egoístas, fariseos y mediocres. Aquí la sobriedad y el arte más inconformista y polémico se transforman en las metas personales de un hombre atrapado en dependencias y lagunas emocionales de larga data, cuya representación en el relato se condice tanto con una edición que pasa de lo agitado a lo plácido como con una autenticidad general que busca la paz entre el inevitable caos. El enfoque delicado y a la vez aguerrido de Van Sant sobre algunas de sus temáticas preferidas, como las implicancias de la exclusión, la solidaridad y el amor no idealizado, constituye uno de los pequeños grandes tesoros del cine de nuestra época…
No te preocupes, no irá lejos es una película que se ve fácil: la historia de John Callahan, humorista gráfico que encuentra su oficio después de sufrir un accidente y quedar cuadriplégico a los 21 años, parece contada con una serenidad atípica. Van Sant toma distancia de las estridencias dramáticas de ese tipo de películas y a la suya le imprime un tono calmo y contenido que transforma la tragedia de Callahan en algo así como un relato de autoayuda cool que no le exige al espectador una gran inversión afectiva, que no le pide que sufra a la par de su protagonista (propuesta infrecuente, pero que Van Sant conoce bien: después de todo, Elephant era eso, una invitación a explorar desapasionadamente y sin sobresaltos el mundo joven y vital en el que se gestaba imprevistamente la masacre de Columbine). Pero debajo de esa superficie serena hay una película que trabaja a tiempo completo y un director que realiza ingentes cantidades de esfuerzos. Parece un chiste un poco cruel, pero No te preocupes… no para de moverse y de hacer cosas, justo como su protagonista, que está paralizado pero que se desplaza de un lado a otro a altas velocidades en su silla de ruedas eléctrica. Moverse acá quiere decir ir y venir entre registros, jugar con los tiempos del relato, alternar géneros, prometer soluciones narrativas para luego quebrarlas. El tono contenido de la película surge como resultado de esa gimnasia que no siempre está a la vista, pero que es su condición de posibilidad. Por ejemplo, para sentar una posición ante el tema de la discapacidad, No te preocupes… oscila entre una autoconciencia con un poco de humor negro y el drama más desembozado de las catarsis públicas de Callahan. El arte del director consiste en tomar esos dos polos y, como si fueran pelotas de colores, hacerlas girar en el aire sin parar hasta que una y otra se confunden y pierden sus contornos. Así es posible encontrarse con momentos en los que el protagonista, hundido en su silla, cuenta cómo fue abandonado por su madre y cómo nunca pudo dar con ella, pero también con escenas en las que Callahan se divierte escandalizando a otros con dibujos en los que se burla de negros, judíos, discapacitados o lesbianas. Parece que Van Sant se impusiera la meta de poner a convivir en una misma película un libro de Irvin Yalom con un capítulo de South Park, sumándole al conjunto algunos embelecos inconducentes como la animación de las viñetas de Callahan, la disposición vertical de flashbacks (la pantalla se desplaza hacia abajo y scrollea los recuerdos) o los numerosos saltos narrativos y los raccords que enlazan con insistencia momentos muy distantes de la historia (aunque esto felizmente disminuye a medida que la película avanza). Una de las fortalezas de No te preocupes… es Joaquin Phoenix, al que se lo ve más a gusto que nunca haciendo a uno de esos personajes atormentados y mal adaptados que deben redimirse mediante alguna clase de reeducación (en The Master fue la cienciología, en Los amantes era una terapia común, acá se trata de un grupo de alcohólicos anónimos capitaneado por Jonah Hill en plan gurú posmoderno, que el actor compone con la misma discreción que en Maniac). Phoenix y Van Sant vuelven atractivo el personaje de Callahan mediante una rara operación de vaciamiento: fuera del alcoholismo, el accidente y de sus secuelas, al comienzo no se sabe mucho de él. Conforme avanza el relato la cosa no cambia demasiado, aunque ya se habrá descubierto que Callahan, además de ser alcohólico en recuperación, tiene un pésimo carácter, maltrata un poco a los que lo ayudan y vive desgarrado por la ausencia de la madre. El dibujo llega mucho después, de manera casi azarosa, y la película retrata sin gravedad el nuevo oficio del personaje: no hay el descubrimiento epifánico de una vocación, sino el hallazgo de un un talento y de una ocupación que le permite a Callahan reencauzar su resentimiento y dirigirlo contra los pilares de la corrección política. Las partes más felices de No te preocupes… sin duda son esas en la que se lo ve al tipo cruzando como un bólido las calles de Portland para mostrarle a la gente del lugar la publicación de un dibujo suyo, o cuando pide opiniones y pone a prueba alguna idea para un chiste con un vecino. Ese aire infantil, entre cándido y romántico, con el que la película construye al protagonista, presenta un paisaje cultural anacrónico: Callahan murió en 2010, y si la publicación de sus dibujos causó todo tipo de controversias en el pasado, hoy esos dibujos difícilmente podrían verse en algún medio gráfico. Pero esto no le preocupa mucho a Van Sant, que está visiblemente fascinado con su personaje y le regala un final feliz: después de caerse de la silla en la calle, unos chicos skaters (que podrían haber salido directamente de Paranoid Park) lo ayudan, lo levantan, se ríen con sus dibujos y lo invitan a ir a una rampa con ellos. Ahí la película certifica que, para el director, Callahan no es tanto una figura disruptiva a rescatar en tiempos tomados por la corrección política, sino apenas un ser roto y algo infantilizado por el que hay que sentir ternura y simpatía.
Con No te preocupes, no llegará lejos a pie, Van Sant vuelve al terreno del biopic para narrar la historia de John Callahan –interpretado por Joaquin Phoenix–, un alcohólico en recuperación que, tras quedar tetrapléjico por un accidente de coche, encuentra en la creación de irreverentes caricaturas, su vía de escape y redención. Al igual que en Milk, que retrataba la vida del primer político homosexual en ser elegido para un puesto público en Estados Unidos, el director explora tanto las debilidades como la excentricidad de un dibujante que hizo del humor negro su marca registrada y que pasó gran parte de su vida sumido en la bebida. Basándose en la autobiografía del ya fallecido caricaturista, el filme recupera las vivencias de un personaje poco conocido para la mayor parte de la audiencia. Es interesante cómo Van Sant plantea, desde el minuto cero, el tema de la película: se trata de seguir el recorrido de una persona que lucha contra sus demonios internos, evidenciando cómo las adicciones son consecuencia de situaciones no resueltas de nuestro pasado. El filme comienza con una reunión de alcohólicos anónimos en la cual todos los participantes, incluyendo Callahan, cuentan su situación personal. De esta manera, los relatos de cada uno de los presentes reflejan los distintos caminos por los que un individuo termina encontrando refugio en el alcohol. La secuencia de apertura entrelaza escenas de distintos momentos de la vida de Callahan, mayormente ligadas al tema de la superación de la adicción, a la vez que presenta, de manera animada y con música de jazz, los dibujos que lo convirtieron en una figura polémica, amada y odiada en dosis similares en su Portland natal. Esto se debe a que sus comics no se andaban con rodeos; mediante un trazo simple e informal, Callahan trataba temas como el racismo, la pobreza y la discapacidad haciendo alarde de un humor directo y corrosivo. Sin ir más lejos, el título del filme hace referencia a una caricatura en la que tres sheriffs montados a caballo bromean sobre un discapacitado, lo que da una idea de cómo Callahan se burlaba de sí mismo y carecía de cualquier tipo de filtro hacia temas considerados tabú. Lo mismo sucede con otra de sus tiras en la que dos miembros del Ku Klux Klan mencionan lo placentero que resulta vestirse con prendas recién salidas de la secadora. Haciendo de los saltos temporales su recurso estrella, Van Sant recorre los instantes cruciales de la vida del dibujante, marcados, primero por los excesos y la falta de rumbo, y luego por su afán de salir adelante. Si bien el proyecto original, que se remonta a más de veinte años atrás y nunca había llegado a realizarse, tenía a Robin Williams como protagonista, la elección de Phoenix para el papel principal resulta más que acertada, en especial por su manejo de los estados de ánimo. Su versátil registro emocional se evidencia tanto en escenas en las que predomina un tono burlón y ácido así como también en su capacidad para expresar, sin recurrir demasiado al lenguaje verbal, la profunda crisis existencial que sobreviene en su vida después del accidente. Phoenix logra corporizar la incertidumbre y los miedos de una persona que está en constante lucha contra su pasado familiar –el abandono de su madre al nacer–, su adicción al alcohol y su discapacidad. Pero lo atractivo de la película no reside tanto en la confirmación de las cualidades interpretativas de Phoenix, sino más bien en la excelente química que existe entre este último y un irreconocible Jonah Hill. En el papel de Donnie, un millonario que hace de anfitrión en las reuniones de alcohólicos anónimos y lentamente expone sus debilidades ante Callahan, este personaje se convierte en el mentor y sostén emocional del caricaturista. Donnie es, a fin de cuentas, la persona que empujará a Callahan a asumir sus errores y a encontrar en el perdón el camino hacia la recuperación definitiva. Otro de los hallazgos desde el punto de vista del casting es la elección de Jack Black en el rol de Dexter, un personaje que si en un comienzo parece ser un mero alivio cómico, adquiere gran peso dramático por tratarse del responsable del accidente que cambia la vida de Callahan para siempre. Menos decisiva resulta la participación de Rooney Mara (Annu), que funciona exclusivamente como interés amoroso del dibujante, en una relación que no termina de adquirir demasiada profundidad. El casting secundario – con Kim Gordon de Sonic Youth, Udo Kier y Beth Ditto como asistentes de las reuniones de AA- entrega momentos de gran intensidad, en donde se producen choques y fuertes discusiones personales, que evidencian la endeble situación emocional de personajes luchando por mantener la sobriedad. Es probable que la razón por la cual Van Sant haya decidido narrar todos y cada uno de los pasos por los que el ilustrador debió transitar para salir adelante con su vida tenga que ver con su interés en ser fiel a los hechos narrados por Callahan en su libro. El visible énfasis en la historia de superación de Callahan hace que se desaproveche la posibilidad de explorar más en profundidad el costado creativo del caricaturista, lo que resulta ser la cualidad más atractiva de su personalidad. A pesar de que en varios intervalos vemos al protagonista dibujando, a la vez que muchas de sus creaciones cobran vida en pantalla, el núcleo temático de la película gira en torno a la lucha de Callahan por encontrar la fuerza interior que le procure sobrellevar la adversidad. De manera consecuente con esta idea, Van Sant concentra sus energías en narrar el proceso de recuperación del dibujante, desde que tiene lugar el accidente que lo deja en silla de ruedas hasta su éxito profesional como caricaturista en varios periódicos y revistas desde los años 80 en adelante. Lo que busca el director es reflejar el proceso de autoconocimiento del protagonista en relación a su propio pasado familiar, lo cual le permite escapar del rol de víctima y tomar así las riendas de su vida. Sin embargo, es debido a esta sobreexposición de una sola dimensión de la historia que varias de las escenas relacionadas al trabajo de rehabilitación y a la desesperación de Callahan por conseguir alcohol resultan algo reiterativas. Si como espectadores nos emocionamos al ver cómo Callahan logró superar su adicción y tener una vida plena a pesar de su discapacidad, también nos quedamos con ganas de adentrarnos más en la mente del protagonista, para entender, dentro de lo posible, qué fue lo que lo motivó a comenzar a ilustrar esas sugerentes y políticamente incorrectas caricaturas.
Bosquejos de la voluntad Gus Van Sant es un especialista en la indagación cinematográfica de sucesos traumáticos, cuestiones tabú y personajes complejos y atribulados en contextos conflictivos, ofreciendo a través de sus películas un panorama de las heridas abiertas en su país. En films como Elephant (2003), Paranoid Park (2007), Last Days (2005) y Milk (2008) el realizador norteamericano demostró que este tipo de hechos y las biografías de personajes afligidos son su especialidad y hasta su obsesión. En No te Preocupes, No Irá Lejos (Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot, 2018), su última obra, reconstruye la vida del polémico y talentoso caricaturista estadounidense John Callahan, un dibujante que se destacó por su humor negro y su estilo provocador. Con una edición caleidoscópica y fragmentaria Van Sant se adentra en las memorias de Callahan para ofrecer un retrato descarnado de un personaje marcado por el abuso, el abandono, el alcoholismo y un temprano accidente automovilístico que lo dejó postrado en una silla de ruedas a la edad de veintiún años. La película se centra en el proceso de recuperación de la adicción del caricaturista al alcohol a partir de su relación con su sponsor, Donny, un joven homosexual adinerado que ayuda a personas con traumas de diversa índole. En el grupo de Donny, John encuentra la posibilidad de abrirse ante personas que también han transitado caminos sinuosos como él y han logrado salir de la adversidad. Kim Gordon, una de las fundadoras de la banda pionera del sonido grunge, Sonic Youth, se luce en un reparto que funciona como contrapunto de los protagonistas en este grupo de adictos en recuperación que han tocado fondo y buscan construirse una nueva vida alejados de todo aquello que los llevó a esa situación extrema. Tanto Joaquin Phoenix en el papel de Callahan como Jonah Hill como Donny realizan un gran trabajo que transmite autenticidad y compromiso a una propuesta de gran sensibilidad iconoclasta y carácter inconformista que hace hincapié en los problemas de aquellos que no encuentran su lugar en el mundo de las apariencias mediocres. Rooney Mara, Jack Black, Udo Kier y Tony Greenhand, entre otros, completan un elenco que acompaña a Phoenix en su versátil personificación del caricaturista ya fallecido, siempre perseguido por los demonios de su pasado, el abandono de su madre al nacer, el alcoholismo y un episodio de abuso sexual en su niñez que no es narrado en el film. La música de Danny Elfman le aporta a la propuesta una sensación de intensa intimidad que funciona muy bien con el estilo que Van Sant le impone a su reconstrucción de la vida de Callahan. No te Preocupes, No Irá Lejos es una extraña combinación de talentos en la que las caricaturas y las animaciones ofrecen algunas muestras de los trabajos de este dibujante que pudo superar su cuadriplejia y su adicción al alcohol para ofrecer su visión de una sociedad marcada por las contradicciones de las falsas poses del liberalismo políticamente correcto y el conservadurismo más tradicionalista, dos caras de la misma moneda oxidada norteamericana de exportación que tenía como propósito ocultar un abierto afán imperialista y unas perversiones realmente condenables. Van Sant logra aquí que el espectador pueda identificarse con las contradicciones que atraviesan a los protagonistas, ofreciéndole personajes de un realismo demoledor. Al igual que en otros de sus films, el realizador de Good Will Hunting (1997) explora en el núcleo de los traumas con el objetivo de buscar sus causas y exponerlas para enfrentar el proceso de recuperación en un homenaje a la voluntad y la tenacidad de Callahan para superar sus problemas tras tocar fondo.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
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Una muy buena película que conmueve sin caer en el sentimentalismo barato. ¿Está buena? La historia gira en gran parte entorno a los problemas de alcoholismo de John Callahan, pero a pesar de ser un tema más que recurrente en pantalla grande...
El cine exploración. La carrera de Gus Van Sant ha seguido una trayectoria clara a través de una serie de películas que hacían pensar sobre de temas muy diversos y, a la vez, muy humanos. El drama, es decir, conflicto, es el terreno en el que el director estadounidense se mueve sin duda mejor, siendo éste un terreno muy peligroso donde es fácil resbalar a nivel de tono y ejecución formal. Y de nuevo Van Sant demuestra ser un equilibrista nato en estos asuntos. El biopic siempre ha sido un subgénero recurrente en la industria norteamericana, y ya hemos pasado por una total variedad de propuestas en las que, desgraciadamente, siempre abundan las más insulsas de recorrido cronológico de la vida del susodicho en una estructura encorsetada en los tradicionales tres actos. De esta forma, nos hemos encontrado auténticas pruebas de resistencia para el aguante de los espectadores, pero también ha habido otras obras que han preferido centrarse en un período más concreto del personaje retratado, para abordar el aspecto de éste que más pudiera interesar al autor. No te preocupes, no irá lejos no se sitúa, sin embargo, en ninguno de los lugares anteriores. La historia de John Callahan se plasma en la pantalla como un conjunto de capítulos de su vida ordenados con un sentido emocional, y no estrictamente cronológico. De esta forma se crea un collage realmente acertado en el que Van Sant plantea una serie de hilos conductores que recorren la película de inicio a fin. Algunos de estos hilos, como el dibujo inacabado de la evolución, hacen que se entienda la progresión dramática del personaje en estos capítulos, a pesar de que el dibujo sea un proceso en desarrollo durante todo el metraje que, sin embargo, vemos acabado en una de las primeras escenas: la conferencia del dibujante que cerraría la historia cronológicamente. La película no pretende, por tanto, narrar una historia basada en la intriga, con un principio, un desarrollo y un final que desconocemos de nuestro protagonista. Esta elección, de entrada, no puede resultar más acertada cuando, al final, se están contando las vivencias de un personaje conocido. Lo importante no es qué le ocurre al final, pues esa respuesta ya está en Wikipedia. Van Sant, de manera inteligente, hace otra serie de preguntas, algunas incluso sin esperar a ser contestadas. En definitiva, el cine es una excelente herramienta para esta función: hacer preguntas, reflexionar sobre los aspectos más esenciales de la vida de personas que nunca conocimos y con las que, sin embargo, nos identificamos profundamente. Esta exploración es la que acometen las buenas y grandes obras de la cinematografía, y en este campo se puede jugar con la simplicidad más absoluta o la complejidad más desconcertante. El foco de todo este asunto siempre debe volverse en última instancia hacia los personajes, que son los que crean esta exploración de sentimientos y emociones, los que generan esas preguntas a veces incómodas en el público. Y en este caso, el director vuelca su planificación a la enfatización de dichas emociones, transmitidas por sus actores. Éstos también hacen un trabajo de equilibrio fundamental, apoyándose entre ellos y en el propio Van Sant, para dar cada uno una interpretación perfectamente adecuada al tono que requiere la historia. Por tanto, la película funciona perfectamente al definir claramente sus objetivos, y aporta un tratamiento tonal y estilístico más que acertado al relato que quería contar.
Una tragedia edulcorada. Lo que podría haber sido una brisa de aire fresco, una inspiración que reflejara la miseria existencial de un adicto y el padecimiento de una persona que debe aprender a convivir con una discapacidad, termina en un tratamiento superficial, sin sustento dramático. Dont Worry, he wont get far on foot es el título que proviene de una caricatura de Callahan, la cual representa unos jinetes en el desierto persiguiendo una silla de ruedas vacía. Se trata de un film estadounidense, con tono de comedia dramática basada en la biopic de John Callahan interpretado por Joaquín Phoenix. John es alcohólico, sufre de un desafortunado accidente automovilístico luego de una noche de juerga con su amigo Dexter (Jack Black), en el que queda cuadripléjico. Motivado -si se quiere- por sentirse preso del pasado en el que carga con la pesada mochila de no ser amado por su madre y por un ratoncito al que observa feliz dentro de su jaula, comienza el tratamiento de 12 (doce) pasos, apadrinado por su carismático compañero Donny (Jonah Hill). Llega a sus manos un regalo que lo salvará… crea dibujos con humor negro, críticos e insolentes, que le darán éxito internacional. En ellos, Callahan, descubre una nueva forma de ver la vida y siente felicidad. En cuanto al guion y pese a la destacada actuación de Joaquín Phoenix, Gus Van Sant no logra su cometido de transmitir el alma del conflicto del protagonista, desaprovechando la oportunidad de consagrarse como ya lo ha hecho por ejemplo en Good Will Hunting (1997) o Elephant (2003) con elementos tan contundentes, como el origen de las adicciones y la enorme fuerza de voluntad que se requiere para semejante recuperación, sin conmover profundamente al espectador o resultar una historia de influencia para personas que están padeciendo y, de seguro, necesitando un verdadero mensaje motivador de fe o esperanza. No profundiza lo suficiente en cada tema que se expone y se sienten exageradas, abruptas o poco creíbles las historias y personalidades de sus compañeros de grupo de terapia y la breve participación de su supuesto mejor amigo tiempo después del accidente; además, parece como sacada de la galera la relación amorosa que tiene, lo cual es desalentador, no da volumen a la historia principal y bien podría tratarse de un invento o alucinación de John en un intento de supervivencia. Sin embargo, es un film ágilmente editado y dirigido. Con un acertado humor que mantiene el equilibrio entre lo entretenido y lo dramático, el humor negro y el melodrama. Como mensaje, se podría decir que el arte, el humor y la empatía hacia el otro, son primordiales para lograr una verdadera sanación.
“Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot” es el trabajo más reciente del director norteamericano Gus Van Sant, conocido por films como “Elephant” (2003) y “My Own Private Idaho” (1991). Un director que hizo sus primeras armas en el cine indie y festivalero logrando construir un sello propio y característico que se vio plasmado principalmente en aquel relato que mostraba los acontecimientos detrás de la masacre en la escuela secundaria de Columbine. Mezclando pasado con presente y distintos narradores, al igual que una cámara fluida repleta de travellings de seguimiento y zooms (los cuales no abundan en el ámbito cinematográfico), Van Sant consiguió dotar a sus films de cierto halo de realidad por medio de su puesta de cámara y sus recursos como narrador. Con el paso de los años, no solo el autor fue perfeccionando su técnica, sino que fue madurando como relator y trabajando otros aspectos. “No Te Preocupes, No Irá Lejos” nos trae nuevamente al director en su mejor versión luego de algún que otro paso en falso. Esta biopic cuenta la historia de John Callahan (Joaquin Phoenix), quien tras un accidente automovilístico queda paralítico y decide hacer un cambio radical en su vida, tratando de solucionar sus problemas de alcoholismo mediante terapia grupal en Alcohólicos Anónimos. En el difícil camino hacia la sobriedad, John descubre el poder curativo del arte. Deseando que sus manos heridas den vida a diseños divertidos, a menudo polémicos, y que le traigan una nueva oportunidad en la vida, comienza a realizar caricaturas para revistas y diarios. Para ello contará con la ayuda de Donny (Jonah Hill) como su sponsor y guía espiritual en el camino para dejar el alcohol, Annu (Rooney Mara), una azafata de la cual se enamora y Tim (Tony Greenhand), un asistente que se encarga de ayudarlo con las tareas cotidianas. Lo interesante de este largometraje radica en que, como es habitual en la filmografía del director, evita todo tipo de clichés narrativos de este tipo de relatos de auto superación, enfocándose principalmente en las dificultades, en las miserias y en toda la parte dura del asunto, pero también empleando algunos tintes humorísticos al respecto. A su vez, la estructura anacrónica y desordenada dota a la película de cierta intriga por cómo llegó el personaje principal de ser un individuo quebrado y perdido a una persona medianamente realizada con un propósito en la vida y éxito tanto profesional como emocional. Para ello, Van Sant contó con la increíble y experimentada interpretación de Joaquín Phoenix (“Walk The Line”), un actor que demostró no tener techo y poder brindar una actuación mejor que la previa película a película. La ironía, impotencia, frustración y necesidad de superación que le imprime al personaje hace que dicho protagonista sea tan complejo como humano enriqueciendo la historia y llevándola a otro nivel. “No te Preocupes, No Irá Lejos” es una biopic atípica como solo Gus Van Sant nos podía otorgar. Una cinta que evita todo tipo de lugares comunes construyendo un relato que alterna distintos aspectos de la vida del atribulado protagonista. Un film que se nutre de la madurez interpretativa de Phoenix, de un guion equilibrado y de la pericia de su director a la hora de organizar la puesta de cámara y la puesta en escena. Un sentido viaje emocional que evita caer en el golpe bajo o en la clásica historia de superación.
Good John Callahan No te preocupes, no irá lejos (Don’t Worry, He Won’t Get Far On Foot, 2018) es una biopic bastante convencional sobre un hombre que se volvió famoso por un humor poco convencional. Tras quedar paralizado de por vida, John Callahan se descubrió caricaturista en sus intentos por recuperar la motricidad de sus manos y se dedicó a crear crudas viñetas llenas de humor negro. El tipo de humor que en 1983 era controversial y hoy en día sería directamente prohibitivo. Desde su silla de ruedas Callahan daba su bendición al resto del mundo para reírse de temáticas tabú como discapacidades. De ahí el título de la película (basada en sus memorias), tomado de la capción que subtitula una imagen de una pandilla de vaqueros a caballo que descubren una silla de ruedas abandonada en el desierto. Como Gary Larson y Gahan Wilson, Callahan presentaba imágenes absurdas pero el humor emanaba de las oraciones sencillas y declarativas que las acompañaban, por lo general dando a entender un tétrico o ridículo implícito. La película ilustra los chistes más famosos de Callahan como pequeñas animaciones, pero el foco del guión no es el arte ni la carrera del hombre, ni presenta su cuadriplejia como el gran obstáculo a sortear. En lo que a la película (y seguramente al libro detrás) respecta, la verdadera discapacidad de Callahan era su alcoholismo, identificando al resto de las tragedias de su vida como meros síntomas de la verdadera enfermedad. La mayor parte de la película detalla la rehabilitación mental de Callahan, que debe aprender a dejar de tener lástima de sí mismo, dejar de asignar culpas e identificar correctamente la raíz de sus problemas. El corazón de la película está en el lugar correcto. Pero más allá de la intención el recorrido no es muy distinto al de otras películas mejores o peores pero definitivamente parecidas. Gus Van Sant ya quería hacer la película en los 90s con Robin Williams en el papel principal; es fácil imaginar el tipo de biopic sentimental y vigorosa que hubiera salido de aquella colaboración porque se parecería a tantas otras películas de ambos artistas por aquella época. Joaquin Phoenix es algo viejo para interpretar al protagonista desde los veintitantos pero es una buena elección para dar vida al dañado y traumado Callahan. Jonah Hill hace de su mentor, un gurú gay que más allá de reunir a sus acólitos en su exuberante mansión y tratarlos de “cerditos” los indoctrina severamente para que abandonen el rol de víctimas cuanto antes. ¿Hace bien la película en dedicarle más tiempo a Callahan como víctima que como héroe irreverente? Jack Black, en tan solo dos escenas, sugiere una vida entera y compleja. Rooney Mara en el monótono papel de la enfermera/novia de Callahan es una adición obligada e históricamente incorrecta. Puede que No te preocupes, no irá lejos no sea la película más representativa del hombre o del artista, y la forma no esté totalmente a la altura del contenido, pero propone el mensaje correcto, cuenta con dirección y actuaciones fuertes y celebra un merecido in memoriam.
Hace ya siete años que la cartelera argentina no daba la bienvenida a un film de Gus Van Sant. En el Festival de Cannes de 2015, el cineasta de Portland presentó The Sea of Trees, y protagonizó uno de los descalabros más dolorosos de la historia reciente de dicho certamen. Un siniestro total. Desde entonces, más allá de una miniserie para televisión, no se supo más de él… hasta la pasada edición de la Berlinale, donde llegó con una película que se despide con una imagen reveladora: la de un Joaquin Phoenix mirando directamente a la cámara. Con unos ojos y una caracterización que, si a alguien recuerdan, son al propio Van Sant. No te preocupes, no irá lejos es una biopic dedicada al ilustrador John Callahan, sufrido luchador (tanto de pie como desde la silla de ruedas) contra los demonios del alcoholismo. El hombre tocó fondo cuando, en una de sus muchas noches locas, sufrió un accidente automovilístico que lo dejó discapacitado para el resto de su vida. Uno se estampó en la Croisette; el otro, en una carretera californiana de mala muerte. Ambos aprendieron a levantarse. La película da cuenta de ello buscando, irónicamente, la movilidad. Cuanto más reducida está la del protagonista, más inquieta se muestra la narración de una historia que parece moverse simultáneamente en varios espacios y momentos. Un descontrol aparente que adquiere sentido en las manos de Van Sant. En ningún momento se trata de añadir confusión al asunto. Todo lo contrario, el objetivo es aligerar su carga. Si el sentido común pedía drama, Van Sant se decanta por la comedia, y acierta. Empapándose del humor ácido de su protagonista (inspiración también para un Joaquin Phoenix en su salsa), hace del handicap un chiste para conectar con la audiencia, y también una motivación para propiciar la inspiración. Todo se salda en una digna y equilibrada feel good movie. Complaciente con el gran público, pero con la personalidad suficiente como para ponerle, en algún que otro momento, en una posición de ligera incomodidad, como le hubiera gustado al propio Callahan. Atrevida y siempre fiel a su apuesta cartoonish, No te preocupes, no irá lejos se muestra obediente en el cumplimiento de los pasos a seguir en pos de la rehabilitación. He aquí un manual de autoayuda que prioriza la buena impresión a la entrega de respuestas fáciles, una apuesta por el humor como terapia definitiva.
No te preocupes, no irá lejos: La desgracia como oportunidad. El gran Gus Van Sant vuelve con la historia real de un caricaturista, alcohólico y en silla de ruedas. Una gran historia repleta de grandes actuaciones. Una biopic centrada en este particular personaje hablaría de un caricaturista que con humor negro enfrentó el haber quedado paralitico en un accidente, pero no la de Gus Van Sant. En esta cinta eso ocupa una porción minoritaria de la trama, enfocándose mucho más en su trágica lucha contra el alcoholismo. Un ejemplo de como renacer de una desgracia desgarradora, enfocándose en una historia muy particular sin molestarse en ensuciarla con demasiado realismo. El titulo original en inglés es mucho más descriptivo y apropiadamente humorístico (“No te preocupes, no llegará lejos a pie”), ya que es una historia de superación casi imposible. Un alcohólico al que no le basta con tocar fondo para dejar la bebida termina de por vida en silla de ruedas debido a un accidente, y su grupo de ayuda en alcohólicos anónimos va a ser clave para que de vuelta su vida. Hace de la peor tragedia la mayor de las bendiciones. Entre sus mayores fortalezas esta el destacadísimo elenco, grandes nombres que la película disfruta y sabe exprimir a la perfección. Aunque quizás la única excepción a esto último sea sorpresivamente el protagonista. Joaquin Phoenix construyó un personaje excepcional, brillando como suele hacerlo en toda producción de la que forma parte, pero la estructura a lo rompecabezas de la película hace que su interpretación se vea demasiado fragmentada y no logre el envión adecuado. Consecuencia de que la forma final que le daría el montaje a la cinta no estaba concreta antes de la post-producción. De todas maneras, todo esto no logra ahogar una interpretación y un personaje que sirven como un centro excepcional para el film. Pero en lo que respecta a los personajes secundarios, el trabajo es verdaderamente esplendido. Todos terminan entregando una performance impactante mucho más allá de su limitado tiempo en pantalla. Jonah Hill, en su mejor actuación hasta la fecha, Rooney Mara y Jack Black (por nombrar algunos) le dan vida a sus pequeños personajes de la forma justa. La experiencia de la película gana muchísimo con una red de interpretaciones tan justas. Con mérito repartido también entre el director y los encargados del casting. La trama se va construyendo muy apropiadamente con momentos más que una continuidad bien definida. No hay una razón para que de vuelta su vida, es un conjunto de cosas lo que de a poco le va a ir mostrando que puede sobreponerse a todo. Van Sant es un director muy sentido que suele dirigir sus producciones sentimentalmente, y este es un perfecto caso de ello. El resultado final es una bella fábula en la que vemos lo dificultoso que es el camino de recuperación de un alcohólico, aún en las peores circunstancias imaginables. Es un tipo de historia de vida que hollywood se ha encargado de que todos ya creamos conocer. Pero en este caso, excepto que estés muy saturado de biopics, es verdaderamente un trabajo que toma a su objeto de estudio y lo utiliza para relatar una experiencia única en la voz de un director tan especial como Van Sant. Sin dudas una experiencia que, al igual que cualquier vida en pedazos, tiene bastante que vale la pena rescatar y disfrutar. Por momentos se pierde en sí misma, pero es un ejemplo hermoso de como hacer de una figura real un personaje propio en una ficción que aspire a hacer algo más que ser un simple racconto de la vida real.
Nuevo film del creativo director americano Gus Van Sant, muy conocido por éxitos recordados en la cinematografía como “Elephant”.En este caso, nos trae la biografía de John Callahan, quien sufre un accidente automovilístico que le trae aparejada una parálisis replanteándose desde allí un posible cambio en el devenir diario de su vida. Por ejemplo, comienza a tratar su alcoholismo en una Terapia Grupal de Alcohólicos Anónimos contando para ello con la ayuda de un guía espiritual, un asistente y una mujer, Annu, que, a través del amor ayudará en el cambio de esa existencia. Este film hace eco en las miserias, problemas y dificultades del protagonista, que al principio demuestra ser alguien que está perdido y a lo largo de la cinta va demostrando varios cambios emocionales que enriquecen una vida que parecía destinada al fracaso. El actor que da vida a John Callahan es Joaquin Phoenix quien realiza un trabajo formidable y más que a la altura de lo que la película requiere. Como su guía espiritual, Donny, Jonah Hill dota al personaje de la dureza y la ternura necesarias para convivir en la ayuda de John, manteniendo con él interesantes charlas que sustentan una relación que crece a diario. En el rol de la mujer que lo devuelve al amor una muy correcta Rooney Mara. Finalmente, el tercer ángulo necesario para el crecimiento del protagonista está a cargo de Tim, en una no menos interesante composición actoral de Tony Greenhand. Por último, destaco una somera pero no menos importante participación del actor Jack Black. ---> https://www.youtube.com/watch?v=ZzPSiGzBM1E ---> TITULO ORIGINAL: Don't Worry, He Won't Get Far on Foot ACTORES: Joaquin Phoenix, Jonah Hill, Rooney Mara. Jack Black. GENERO: Drama , Biográfica . DIRECCION: Gus Van Sant. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 114 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años FECHA DE ESTRENO: 20 de Diciembre de 2018 FORMATOS: 2D.
Los personajes de Gus Van Sant suelen ser, más que sufridos, sufrientes. El director de Mi mundo privado, En busca del destino y Elephant refleja humanidades, seres cuya naturaleza pura se ve por algún motivo convertida, transformada, alterada. John Callahan fue un caricaturista de un humor sumamente ácido. Lo tenía inclusive antes de los 21 años, cuando un accidente automovilístico lo dejó tetrapléjico. Ya por entonces era un alcohólico empedernido -él iba en el asiento del acompañante esa noche de alcohol cuando fue el choque- y uno supone que de pequeño conllevaba y padecía angustias por la madre que lo abandonó. Sobre esos dos pivotes se maneja Van Sant. Callahan podía ser tan irónico como insoportable, no tener amigos y llevarse pésimo con su cuidador, cuando ya estaba en su silla de ruedas y a duras penas podía hacer lo que más le gustaba: descorchar con los dientes una botella. No te preocupes, no irá lejos es también el remate de una de sus humoradas gráficas. Callahan se tomaba el pelo a sí mismo, y era políticamente incorrecto. Los personajes con los que se cruza -la película transcurre en buena parte durante los años ’80- también son carismáticos, tienen sus aristas, como Donny, el gurú al que visita (Jonah Hill), un gay que tiene sida; Annu, el que compone Rooney Mara, o el mismísimo Dexter (Jack Black), quien conducía ebrio aquella fatídica noche. Callahan publicaba en el Willamette Week de Portland -al que llegaban cartas quejándose de su mirada burlona- y llegó a aparecer en más de 200 publicaciones nacionales e internacionales. Lo nuevo de Van Sant, que se exhibió en el último Festival de Berlín, gira hacia los toques de humor más que a la comedia, en búsqueda de una empatía con el espectador, como una vía más sencilla que si hubiera elegido el filón dramático, y que la historia claramente tiene. Fue una decisión acertada, porque volver a confiar en Joaquin Phoenix -como en Todo por un sueño (1995)- le permite moverse en ese registro que tanto le gusta al actor de Gladiator y Ella. El de las figuras sin límites, la que desdibuja sus bordes, es imprevisible y hasta controvertida. En síntesis, que la unión entre Van Sant y Phoenix se nutre de esa aproximación más que yuxtaposición en pos de una historia, y un personaje, para la polémica.
Gus van Sant es un director extraño, de filmografía disímil y despareja y sobre la que hay pocos acuerdos. ¿Hay un verdadero Van Sant? ¿Es el de Mi mundo privado y otros personajes frágiles de los noventa? ¿Es el de "dispositivos" como el de Elephant y Gerry? ¿Es el más mainstream sin demasiadas sofisticaciones de En busca del destino? ¿Es el del brillo corrosivo de Todo por un sueño? Director de varios rostros o más bien amante de vestirse de modos diversos, también ha hecho películas en las cuales los ropajes cambiantes se vislumbran como disfraces groseros. Le pasó en Milk, película biográfica con "mensaje" reforzado y con una actuación descontrolada y payasesca de Sean Penn. Y le vuelve a pasar en No te preocupes, no irá lejos, otra película biográfica con "mensaje" reforzado, con varios actores que parecen desfilar con raros peinados viejos para hacer sus shows. Este es el relato groseramente ejemplificador de parte de la vida de John Callahan, alcohólico que queda cuadripléjico por un accidente y que luego se vuelve humorista gráfico. Los problemas de la película van más allá de la peluca naranja de Joaquin Phoenix y de que jamás parezca de veintipico de años, de otra performance solipsista de Jack Black y de Jonah Hill absurdamente parecido al Jesús de South Park. Acumula repeticiones conceptuales simplistas, otras burdamente emocionales, música indignamente conductista y unas sobreimpresiones que, otra vez, nos hacen dudar acerca de quién es el verdadero Van Sant.
Es una biopic tradicional de Gus Van Sant, pero también imprescindible. Porque es la historia de humorista e ilustrador gráfico John Callahan, dueño de un humor vitriólico, irreverente, a años luz de los políticamente correcto. Este talento a los 21 años, tuvo un accidente que lo dejo con lesiones en la medula espinal y paralizado desde el diafragma para abajo. Ya era un alcohólico de alta graduación desde sus 13 años y después de su accidente, empezó a dibujar con los pocos músculos que le respondían. Su éxito comenzó desde Portland hasta llegar a nivel nacional. El guión de Van Sant abreva en ese humor grafico genial, y nos muestra desde su rehabilitación con un excéntrico gurú, el encuentro del amor, y la intensa, difícil, larga tarea de reconocer el porque de su adicción y el camino para mantenerse sobrio. La película camina por la comedia alocada, la densidad oscura de esa personalidad, sin caer en el lugar común lacrimógeno y logra en momentos culmines una emotividad sincera y profunda. Todo el film habla desde la comprensión y la piedad, el respeto a un espíritu zumbón y cruel que permite el respiro al espectador. Joaquín Phoenix se sumerge en ese personaje y se pone el film sobre sus espaldas, Jonah Hill esta perfecto e irreconocible, Rooney Mara el amor de Callahan, Jack Black y un elenco maravilloso. El contrapunto de Phoenix y Hill tiene tramos realmente profundos e inolvidables. Se habla del humor, del talento, del poder curativo del arte, de la comprensión de tocar fondo y la decisión de luchar contra una adicción, del perdón en toda la dimensión de la palabra. Hay que verla. En el final de la película se rinde homenaje a Robin Willams que soñó con hacer este personaje, compró los derechos y contacto al director, sin poder concretar su sueño.
El apocalíptico que se volvió integrado Historia de un alcohólico cuadripléjico intentando vencer sus demonios, la nueva película del director de Mi mundo privado representa un nuevo añadido a su filmografía más accesiblemente hollywoodense, que no es exigua en casos de sanación y asimilación. El nombre de Gus Van Sant sigue teniendo lustre cinéfilo, gracias a su “dueto inicial de la marginalidad” (Drugstore Cowboy, Mi mundo privado) y las películas posteriores que le hicieron honor: Elephant, Last Days y Paranoid Park. Hay sin embargo un Van Sant paralelo, que desde bastante temprano en su carrera dio a los marginales que la pueblan opciones existenciales y adaptativas, en formatos asequiblemente hollywoodenses: En busca del destino/Good Will Hunting, Descubriendo a Forrester, Milk. Ésta fue también su última película estrenada entre nosotros, diez años atrás. Después vinieron tres producciones adscribibles a la segunda línea: Restless (2011), que narra la relación entre una joven enferma terminal y un muchacho obsesionado con la muerte; Promised Land (2012), donde el representante de una corporación petrolera abre su cabeza al ambientalismo y The Sea of Trees (2012), en la que dos suicidas potenciales repiensan su decisión en el siempre iluminatorio Japón. Historia de un alcohólico cuadripléjico intentando vencer sus demonios, está claro que No te preocupes, no irá lejos representa un nuevo añadido a este Van Sant de la sanación-asimilación, dicho esto en su doble sentido, temático y estético. No te preocupes, no irá lejos se basa en un libro de memorias escrito por John Callahan, caricaturista estadounidense que quedó cuadripléjico tras un grave accidente automovilístico, sufrido a mediados de los 70. Tratándose de un alcohólico crónico, lo de Callahan es una doble penuria incurable. Lo cual lo convierte en protagonista ideal de una película estilo “enfermedad de la semana”. Y eso es No te preocupes…, con un par de salvedades que la corren un poco de ese lugar. La película escrita por el propio Van Sant recorre todas las etapas de ese subgénero que allá por los años 90 el Canal 9 supo poner en pantalla con insistencia: 1) la convivencia con la enfermedad (el alcoholismo, en el caso de Callahan), 2) el empeoramiento, que marca la necesidad de pedir ayuda (el accidente que lo deja cuadripléjico, consecuencia del estado alcohólico del chofer que lo llevaba), 3) la ayuda, brindada, como de costumbre en estos casos, por un grupo que copia el modelo de Alcohólicos Anónimos y 4) la conclusión, que normalmente es la cura, la superación, y en esta ocasión gracias a una forma de catarsis. “Pensé que iba a tener una epifanía, que el mundo iba a cambiar de golpe, y no pasó nada de todo eso”, dice Callahan (Joaquin Phoenix), en una suerte de broma interna al canon del género, en el cual las tomas de conciencia, las revelaciones e iluminaciones son esenciales, en tanto no es éste un género médico sino existencial. La broma resulta, sin embargo, algo oportunista, teniendo en cuenta que a la larga Callahan sí experimentará algo semejante a una epifanía, cuando descubra que para ser perdonado debe perdonar primero. De hecho ese ejercicio, que es parte de un esquema terapéutico de 12 puntos que su “maestro” pone en práctica, lo modifica profundamente, algo que puede verificarse en la suerte de estado zen-californiano que parece abrazarlo. Lo de californiano es relativo, ya que Callahan es nativo de Portland, Oregon, patria chica de Van Sant, donde transcurren casi todos sus relatos más personales. Lo de “maestro” no es, en cambio, tan relativo, ya que el ex alcohólico Donny, su terapeuta gay (Jonah Hill, con unos treinta kilos menos) se comporta como tal y también como una suerte de gurú, con frecuentes invocaciones al orientalismo. Esto da a la película su condición de “enseñanza espiritual”, propia del género, que es lo más molesto de ambos (género y película). Pero hay otra transgresión en relación con el modelo de “enfermedad de la semana”, que es que Donny sostiene que el alcoholismo es incurable, y que todo lo que puede hacerse es lidiar con él. Eso es lo que Callahan experimenta. Otro cliché, esta vez no propio del disease of the week sino del cine hollywoodense en general, es que va a haber una chica linda, de ser posible rubiona, que se va a enamorar del protagonista, por muy borracho, hecho pelota e impotente que sea. Ahí está la chica: Rooney Mara. Jack Black, por su parte, está primero totalmente fuera de registro y después muy adecuado. Es que Black aparece sólo en dos escenas, la primera como el tipo pasado de alcohol y hormonas, que compone con sus habituales gestos de sacado, sin relación con el resto de la película. Y que es el que choca el auto en el que iba Callahan. Su segunda aparición, en cambio, años más tarde como un tipo vencido por su recurrencia al alcohol, es honda y libre de recursos circenses. El de Joaquin Phoenix, amigo personal de Van Sant, es un evidente acierto de casting, en tanto el hermano de River es un especialista en tipos rotos, al que no le cuesta nada “dar” tan traumatizado y ácido como el film requiere.
John Callahan tenía 21 años de edad cuando sufrió el accidente que lo dejó cuadriplégico. Con un historial de adicciones, que pese a este accidente, jamás pudo abandonar por completo, John de todos modos, tuvo una personalidad tal que su actitud nunca ha sido la de querer dar lástima por su condición. Nunca buscó la compasión o la conmiseración y justamente por eso, a pesar de su lado más oscuro y de los ribetes dramáticos de la historia, “NO TE PREOCUPES, NO IRA LEJOS”, la nueva película de Gus Van Sant, es básicamente una historia de superación frente a las grandes adversidades. Callahan desde su silla de ruedas se convirtió en un ilustrador y humorista enormemente talentoso y sus caricaturas en blanco y negro estuvieron cargadas de humor negro, de una mirada irreverente sobre las situaciones que retrataba y con un cinismo extremo en sus dibujos, sin ningún tipo de concesiones. Llegó a participar en publicaciones como “Playboy” o “The New Yorker”, que despertaron siempre las reacciones más diversas e incluso, hasta quejas y comentarios muy adversos de sus lectores. No había límites para Callahan: podía hacer humor con los discapacitados, meterse de lleno en la burla a referentes políticos o personalidades importantes de aquel momento, y llegó a escribir diez libros y crear dos programas de televisión animados y un cortometraje basado en sus dibujos. Obviamente que esta historia se encuentra teñida por el ojo de Gus Van Sant, director y co-guionista de este film basado en el propio libro de las memorias de Callahan. Van Sant ya había abordado en otras oportunidades relatos biográficos, como la recordada “Milk” con Sean Penn sobre la vida de Harvey Milk, el activista gay en San Francisco en plenos años ’70 y “Last Days” un relato ficcionado sobre los últimos días de Kurt Cobain, el líder de Nirvana. Y el tono que le imprime a “NO TE PREOCUPES, NO IRA LEJOS” tiene su impronta característica como pudimos apreciar en sus trabajos que van desde la hollywoodense “En Busca del Destino – Good Will Hunting” con Robin Williams y Matt Damon, ganador del Oscar al mejor Guión, hasta trabajos de corte más independiente como “Elephant” o “Paranoid Park” sobre los hechos de violencia y el uso de las armas en la sociedad norteamericana, pasando por uno de sus primeros trabajos, arriesgado y transgresor como “Drugstore Cowboy” o el que lanzó la carrera de Nicole Kidman en un rol que le permitió un gran lucimiento en “Todo por un sueño”, uno de sus mejores filmes. También hay tropiezos en la carrera de Van Sant como “The Sea of Trees” con Naomi Watts y Matthew Mc Counaguey, no estrenada comercialmente en Argentina o la remake de “Psicosis”, pero en todos y cada uno de sus trabajos, Gus Van Sant demuestra que su cine cuenta con su estilo y su particular abordaje de ciertas situaciones y por sobre todo, estando siempre presente su humor políticamente incorrecto, que comparte con el personaje de Callahan, eje central de este estreno de la semana. Si bien la estructura es formalmente la de un biopic sin alejarse de los convencionalismos, Van Sant se encarga de que “NO TE PREOCUPES, NO IRA LEJOS” también cuente con su tono distintivo. Propone desde el inicio una ruptura de la narración lineal: la historia se cuenta y se desarrolla de una forma más dinámica que en un biopic tradicional. Es así como la información no respeta ningún tipo de cronología y vamos abordando la historia de Callahan desde diferentes momentos de su vida. Es muy creativo el paralelo que traza desde un discurso de Callahan al recibir un premio por su obra y el mismo discurso en la presentación de su historia en su una reunión del grupo de Alcohólicos Anónimos. A partir de ambos discursos, el relato se bifurca, va y vuelve en el tiempo y de esta forma se arma el rompecabezas de cómo fue el accidente que cambió su vida y alternativamente ver el antes y después del hecho hasta que confluyan ambos tramos de la historia. Van Sant elige, aún con sus licencias, respetar la estructura biográfica sin alejarse demasiado de los esquemas y le da mayor relevancia a esa redención que atraviesa el personaje, intentando exorcizar sus fantasmas interiores. Para esto, irremediablemente debe pasar por todas las “estaciones” que el relato requiere: apuntes sobre su adicción al alcoholismo, el síndrome de abstinencia, su rehabilitación motriz después del accidente, el descubrimiento de su talento con el dibujo, las reuniones de Alcohólicos anónimos y arma de esta forma con esos mosaicos, la historia de Callahan y su posibilidad de reinventarse. Obviamente “NO TE PREOCUPES, NO IRA LEJOS” no tendría ni la contundencia ni la empatía que logramos con el personaje, si Joaquín Phoenix no estuviese en pantalla. Su Callahan es perfecto, medido cuando tiene que serlo y desbordado cuando las circunstancias lo requieren. Tierno y arrogante, frágil e impenetrable, pasa por todas los matices y tiene momentos de gran lucimiento y sobre todo, maneja a la perfección el humor que la película requiere, resolviendo a través de su ironía, algunas situaciones imprevisibles que sorprenden. Que Phoenix es un gran actor ya lo sabemos y bastan un puñado de sus actuaciones como las de “Her” “Hombre irracional” “Gladiador” “The Master” o “Johnny and June” para comprobarlo. Y su trabajo en esta película suma una gran actuación más a su lista. Pero Van Sant lo rodea de un elenco secundario impecable, quizás para fortalecer lo que la historia y el guion no pueden. Jonah Hill como el coordinador de Alcohólicos Anónimos enfermo de SIDA en plenos ´80, puede lucirse en un papel fundamental dentro del filme y seguir reafirmando el giro que ha dado en su carrera y su crecimiento como actor, con una química perfecta junto a Phoenix. Pero también Rooney Mara, como la enfermera que terminará teniendo una relación amorosa con Callahan y Jack Black como Dexter, el ángel negro que se cruza en una noche de alcohol y provoca el accidente que dará un vuelco a su vida, están formidables. “NO TE PREOCUPES, NO IRA LEJOS” se transforma de esta manera más en una película de personajes, con un gran lucimiento actoral de todo el elenco que en una historia novedosa. Como plus, la mano de Van Sant en la dirección siempre aporta oficio y despierta interés pero, en este caso, son los actores los que estructuran, sostienen y hacen que el filme no decaiga y nos mantenga atentos en todo momento.
Perdonarse a sí mismo No te preocupes, no irá lejos (Don’t Worry, He Won’t Get Far On Foot, 2018) es una película biográfica dramática con toques de comedia dirigida, escrita y editada por Gus Van Sant (Milk, Good Will Hunting, Elephant). Basada en la autobiografía “Will The Real John Callahan Please Stand Up?”, el reparto está compuesto por Joaquin Phoenix, Jonah Hill (Superbad, Maniac), Jack Black, Rooney Mara, Beth Ditto, Tony Greenhand, Ronnie Adrian, Kim Gordon, Carrie Brownstein, Mark Webber, Mireille Enos (Guerra Mundial Z, Si Decido Quedarme), entre otros. La película tuvo su presentación mundial en el Festival de Cine de Sundance. La historia gira en torno a John Callahan (Joaquin Phoenix), un hombre oriundo de Portland, Oregón que desde los 13 años comenzó a beber y no paró. Una noche John va a una fiesta y conoce a Dexter (Jack Black). Él le propone ir a otro evento más divertido, no obstante antes de irse los repentinos amigos toman demás y, como consecuencia, se produce un accidente automovilístico que deja a John cuadripléjico. Con la creencia de que ya no tiene futuro, John decide ir a las reuniones de alcohólicos anónimos organizadas por Donny Green (Jonah Hill), un homosexual que heredó una gran fortuna de sus abuelos. Con el paso del tiempo, Callahan se convertirá en un humorista gráfico que, a través de sus caricaturas llenas de humor negro, hará reír a los lectores del periódico La Vanguardia así como otros tantos considerarán ofensivo su labor. El reconocido Gus Van Sant esta vez se puso manos a la obra para llevar la vida de John Callahan (1951-2010) a la pantalla grande, con el objetivo central de dejarnos varios mensajes sobre la importancia del perdón, el conocerse a uno mismo y el alivio que produce expresar en voz alta los miedos, problemas y emociones que antes eran disimulados con el alcohol. Joaquin Phoenix brinda una gran interpretación a pesar de que en el principio puede costar empatizar con su personaje; sin embargo a medida que pasan los minutos vamos dándonos cuenta por qué John era así: el abandono por parte de su madre, a la que nunca llegó a conocer, sumado a que se crió en un ambiente donde fue considerado la “oveja negra”, hizo que la soledad sea algo común en su día a día. Con un ritmo que en diversas ocasiones no logra mantenerse, la película se toma su tiempo para llegar a la especie de epifanía que tiene el protagonista, la cual hace que John cambie su actitud y comience a dibujar. Desde que las ingeniosas caricaturas comienzan a estar más presentes, el relato vuelve a ser atractivo. En pocas palabras, la primera hora del filme, al estar colmada de las desgracias de Callahan, no contiene la fluidez necesaria que quizás sí hubiera tenido al contar con un mayor desarrollo en la relación entre la masajista Annu (Rooney Mara) y el caricaturista. Por otro lado, Jonah Hill resulta el perfecto líder de las charlas entre los alcohólicos, que no solo se dan en el establecimiento sino también en su propio hogar (éste último es un ambiente más íntimo e interesante). El actor cuenta con una de las mejores escenas del filme junto a Phoenix, la cual se basa en una serie de preguntas y respuestas que ahondan más y más en la noche que se produjo el accidente de auto. No te preocupes, no irá lejos, excelente título que logra transmitir el humor con el que se manejaba el dibujante, consigue ser un correcto film para conocer al artista de las caricaturas que fueron publicadas en un principio en La Vanguardia para luego pasar al Willamette Week. Las buenas actuaciones, las divertidísimas viñetas y las temáticas que toca el guión de Van Sant se conjugan en este relato que deja en claro que se puede salir adelante a pesar de que los problemas no desaparezcan.
No te preocupes, no irá lejos (2018) nuevo film de Gus Van Sant (Milk, Elephant), es una biopic sobre John Callahan (interpretado aquí por Joaquin Phoenix), un hombre oriundo de Portland que a los 21 años, luego de una niñez y breve adultez plagada de excesos y adicciones al alcohol, tiene un accidente de auto en el que casi pierde la vida. Este acontecimiento lo impulsa, en un primer momento, a seguir autodestruyéndose; pero luego gracias al impulso de una mujer (Rooney Mara) que comienza a acercarse a él y a su "padrino" del programa de rehabilitación (Jonah Hill), descubre casi por casualidad sus habilidades como caricaturista de humor. Así, Van Sant nos presenta las distintas aristas de un personaje complejo a través de un relato que una y otra vez nos lleva al tiempo previo al accidente, y luego de regreso a la vida de Callahan cuando ya se ha convertido en cuadripléjico, y todo esto lo hace sin caer -al menos no constantemente- en innecesarios golpes bajos. El relato de No te preocupes, no irá lejos (2018) exhibe el quiebre en la vida de Callahan desde del accidente, pero sobre todo a partir de su ingreso al programa de rehabilitación, donde al principio es oyente de otros testimonios, para luego de su propio proceso interno, dejar las excusas y poder empezar a hablar del alcohol como su síntoma, y del escape que esta adicción representaba. "Tal vez debías quebrarte para luego volver a surgir", le dice Donnie (Hill, en un papel impactante) a John, sintetizando el camino de redención que Callahan está iniciando. Pero luego la trama avanza, y ya más cerca en el tiempo narra como a partir de ese nuevo yo que surge, John deja de bloquearse y se permite ser activo más allá de su incapacidad motriz. De esta forma, retoma contacto con una mujer y comienza a dibujar garabatos, después personajes y luego genera chistes y caricaturas, que fieles a su personalidad, son polémicas y singulares, ya que desde el humor negro -negrísimo para 1983 y probablemente para nuestra actualidad- abordan temas como la discapacidad, la soledad y las diversas enfermedades. No te preocupes, no irá lejos (2018) resulta un film conmovedador desde la trama y las composiciones actores (destacándose la de Joaquin Phoenix, en uno de los mejores papales de su carrera), pero decepciona un poco al enfocarse más en el proceso y cambio mental de Callahan, que en su faceta como artista irreverente. Es decir, si el film de Gus Van Sant todo el tiempo exhibe que el cambio llegó a Callahan al correrse del lugar de víctima, ¿por qué desde el relato todo se concentra en su adicción y en su discapacidad, más que en la época creativa o en la recepción de su arte, casi como si su vida se redujera sólo a lo primero ? Desde ya el relato busca ser aleccionador, pero tal vez en la constante reitación de esto, pierde un poco de potencia e interés.
La silla avanza rápidamente por la vereda, pasa de cuadra a cuadra a los saltos. John Callahan empuja la palanca, está recostado contra el respaldo y su cuerpo está levemente inclinado hacia un lado. Un accidente de auto lo dejó cuadripléjico a los 21 años y desde ese momento, hasta esta tarde en la que avanza rápidamente por la vereda, pasaron muchas cosas. Don’t Worry, He Won’t Get Far On Foot es la nueva película de Gus Van Sant que cuenta la historia del famoso caricaturista de Portland, interpretado por Joaquin Phoenix. Un drama repleto de comedia y humor negro, una historia real y emocionante y, sin lugar a dudas, uno de los mejores estrenos del año.
Siempre supo tres cosas de su mamá: el hospital donde lo tuvo, que era pelirroja, y que era maestra. Cuatro en realidad: que no lo quería. John Callahan fue abandonado, su familia adoptiva lo expulsaba y desde que probó la ginebra a los 13 años le gustó demasiado como para dejarla. Tampoco encontró razones para dejar. En una de esas borracheras furiosas, el seguir de fiesta lo hizo subir a un auto con su amigo y ambos se durmieron. Se despertó en un hospital y le informaron que quedaría, con suerte, cuadripléjico. Y que su amigo, el que manejaba, había sufrido apenas unos rasguños. El film de Gus Van Sant (“Todo por un sueño”, “Elephant”) está inspirado en la vida real de Callahan, un ilustrador de fama que luego de limpiarse en A.A. se paseaba por el barrio en su silla, block de dibujos en mano, mostrándole a los vecinos sus creaciones y más adelante sus publicaciones en los diarios más importantes de EE.UU. Desparpajo, acidez, ironía y humor incorrecto le trajeron tantos admiradores como detractores. Y ese humor es lo que sostiene al film alejado de la solemnidad. El título original es “No te preocupes, no llegará lejos a pie”, frase que acompaña una de sus caricaturas, donde tres policías a caballo encuentran una silla de ruedas vacía. Pero él corre a bordo de su vehículo y consigue hasta disfrutarlo, como si fuera un auto de carrera. Con hermosa música jazzera a cargo de Dany Elfman, Van Sant construye desde la mordacidad y los pequeños detalles que pueden hacer de una clínica de rehabilitación un lugar agradable. Joaquin Phoenix hace de la interpretación de este ilustrador doliente y querible un papel magistral, muy a tono con lo que se vota en los Oscar. Jonah Hill se destaca como su padrino de A.A. capaz de tener la palabra justa para todos menos para sí, en su inocultable tristeza y riqueza económica. Rooney Mara es su ángel, su salvadora, será la primera que le traiga flores cuando él advierta que no siente su cuerpo, boca abajo, en una cama ortopédica. En manos de Hollywood podría haber sido otra historia de tantas de superación y autoayuda pero no, estas criaturas no inspiran pena. Van Sant, especialista en intimidades, habilita al espectador a completar a partir de un rasgo. Experto en metonimias, devela partes para que se termine de construir el todo. Y así es el film, hilvanado a través de fragmentos y saltos. En esta sucesión de eventos desafortunados hay lugar para las piruetas en silla de ruedas cual skater, aunque vuelva a caerse. Queda claro que las caídas no son lo que atemorizaron a Callahan, ni mucho menos lo paralizaron.
Biopic de John Callahan que transita, principalmente, las adicciones de un hombre que se reinventó desde una silla de ruedas pero que no supo controlar los impulsos destructivos que tenía. Un elenco correcto y preciso, en donde se destaca Jonah Hill, para una película de fórmula que no sorprende, pero emociona.
“No te preocupes, no irá lejos”, de Gus Van Sant Por Ricardo Ottone Si uno viene medio desprevenido y lo primero que escucha como descripción de la película es que está protagonizada por un discapacitado en silla de ruedas, que además está luchando (y perdiendo) contra su alcoholismo, que su madre lo entregó en adopción a un convento porque no lo quería, que está basada en una historia real, y que está es la historia de su sanación, lo más lógico es que quiera salir corriendo. Y es que, la vida nos lo ha enseñado una y otra vez, lo más probable es que lo que se venga es un regodeo lacrimógeno, un mamotreto condescendiente con aspiraciones de parábola edificante y aleccionadora. No es lo más frecuente pero, por suerte, a veces nuestros preconceptos prueban estar equivocados. No te preocupes, no irá lejos tiene todos esos elementos que describimos al principio y ninguno de los que temíamos, aunque a veces juegue al filo. Y sí, es una historia de sanación, pero una que elude la condescendencia, la moralina y, sobre todo, la corrección política. La clave debe estar en los nombres. El de su director, Gus Van Sant, pero sobre todo del personaje real que lo inspira, John Callahan, un popular humorista gráfico con residencia en Portland, de donde también es originario Van Sant y donde filmó gran parte de sus películas. Callahan mismo relata en I Think I Was an Alcoholic (Creo que fui un alcohólico), un corto de animación que realizó en 1993, y vuelve a relatar aquí personificado por Joaquin Phoenix, como empezó a tomar en la adolescencia y pronto cayó en el alcoholismo, adicción que lo acompañó buena parte de su vida. Entre todos los problemas y situaciones catastróficas que su compulsión le hizo vivir está el accidente automovilístico que lo dejó paralítico y, desde entonces, inevitablemente adosado a una silla de ruedas. A partir de esta situación, su alcoholismo no hizo sino agravarse y tuvo que pasar un buen tiempo, una cantidad de frustraciones, situaciones desgraciadas y humillantes hasta que finalmente pudo pedir ayuda y emprender el camino difícil, penoso pero necesario, para librarse de su adicción. Todo esto no tendría el mismo interés si además Callahan no hubiera sido una persona inteligente y creativa que, pese al desastre que era su vida, pudo también convertirse en uno de los humoristas gráficos más populares de Estados Unidos. Publicado en varios diarios y revistas de circulación nacional, admirado y también criticado por su humor negro, incorrecto y ofensivo, que muchas veces tenía como protagonistas y como blanco a discapacitados de diverso tipo. A Callahan no le importaba ofender y hasta disfrutaba de las diatribas de sus detractores. Y además odiaba los eufemismos y la condescendencia que se prodiga a los discapacitados. Fiel al personaje, Van Sant no es condescendiente con él y lo muestra no sólo como un tipo ingenioso y un artista talentoso sino también en varias situaciones incómodas y hasta patéticas comportándose a veces como un energúmeno (iba a decir que no lo dejan bien parado, en fin…) y además le saca las excusas para justificarse tales como el rechazo de su madre o su discapacidad. Esto queda claro en la escena en que el coordinador de un grupo de autoayuda (interpretado por Jonah Hill) le hace ver que su discapacidad no es la excusa para beber sino la consecuencia más visible del problema mayor que es su alcoholismo. El retrato que hace Joaquim Phoenix no se preocupa tanto por mimetizarse físicamente (aunque está lookeado no se le parece tanto) sino que apunta a captar su espíritu provocador, descreído y a veces un poco cretino. Una de las grandes escenas de la película lo muestra cuando se sube por primera vez a la silla de ruedas motorizada y vemos su rostro de alegría y hasta un poco de malicia como la de alguien a punto de hacer una travesura, para luego salir despedido a toda velocidad. Lo veremos luego circulando por la calles como un bólido y también dándose a veces un buen porrazo. El título está tomado de las memorias de Callahan pero su traducción local elude la parte incorrecta al sacarle el “a pie” (on foot) que remata el gag. Es además una ironía porque al fin y al cabo logró llegar bastante lejos aunque no sin obstáculos. El film va siguiendo, aunque con idas y vueltas en el relato, su caída y recuperación en el recorrido de los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos y muestra que los integrantes de un grupo de autoayuda pueden ser divertidos, sardónicos, y no tienen nada que envidiarle a los de Chuck Palahniuk. Van Sant se ríe de los clichés de la película de autoayuda sin dejar de hacer una historia de superación e incluir algunos de esos lugares comunes como el poder curativo del arte o la capacidad de perdonar y perdonarse a sí mismo. Sin embargo se las arregla para hacerlo con desparpajo, con cariño por su personaje y homenajeándolo de la mejor manera que es con el humor. NO TE PREOCUPES, NO IRÁ LEJOS Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot. Estados Unidos. 2018. Dirección: Gus Van Sant. Intérpretes: Joaquin Phoenix, Rooney Mara, Jonah Hill, Jack Black, Mark Webber, Udo Kier, Beth Ditto,Tony Greenhand, Kim Gordon, Carrie Brownstein. Guión: Gus Van Sant, John Callahan, Jack Gibson, William Andrew Eatman. Fotografía: Christopher Blauvelt. Música: Danny Elfman. Edición: David Marks, Gus Van Sant. Producción: Charles-Marie Anthonioz, Mourad Belkeddar, Steve Golin, Nicolas Lhermitte. Producción Ejecutiva: Brett Cranford. Dirección de Producción: Jahmin Assa. Distribuye: Diamond Films. Duración: 114 minutos
Dibuja tu vida No te preocupes no irá lejos cuenta la historia de vida de John Callahan, un pintor de casas con un severo problema de alcoholismo. Tras un accidente que lo deja paralizado de la cintura para abajo y con limitado movimiento de sus brazos, encuentra en el arte de la caricatura una manera para hacerle frente a su adversidad. En materia guión la película es todo un ejercicio de personaje: no hay una meta dramática específica, sino que oscila entre momentos cruciales en la vida de John antes y después del accidente que le genera su discapacidad. Aunque se enfoca bastante en su alcoholismo, a mitad de camino es reducido a una cuestión secundaria ante la publicación de sus caricaturas, donde una es más controversial que la otra. Los momentos de incomodidad son sendos a lo largo del film, a nivel personal y a nivel público, al enfrentar tanto felicitaciones como represalias por el negrísimo humor de sus caricaturas, en las que figuran no pocos momentos cómicos muy logrados. En materia actoral, descansa íntegramente en los hombros de Joaquin Phoenix, quien da vida al protagonista con una acertada intensidad sea en los momentos dramáticos como en los cómicos, los que pocas veces están exentos de una veta de humor negro. Entre los secundarios, Rooney Mara, dando vida a su enfermera, se muestra efectiva como su interés romántico. No obstante, quien verdaderamente destaca en este plantel es Jonah Hill como un excéntrico millonario que ayudará al protagonista a salir del abismo del alcohol. En materia técnica, la película se limita a acompañar la labor actoral con primeros planos que te adentran en el punto de vista de Callahan y su lucha. Cabe señalar la buena labor de montaje, ayudando a que la narrativa fragmentada llegue a suficiente buen puerto.
No te preocupes, no irá lejos, la nueva película de Gus van Sant, es el relato biográfico de John Callahan (Joaquin Phoenix), quien al comienzo de la película se introduce como un tipo bastante infeliz, un borracho, incapaz de empezar su día sin una gota de alcohol, descuidado con su trabajo y responsabilidades. Durante una noche de fiestas conoce a Dexter (Jack Black) un alcohólico como él que lo incita a seguir de fiesta toda la noche. Su poca lucidez para tomar decisiones lo lleva a encontrarse de regreso en su auto con Dexter al volante, quien choca violentamente contra un poste en la ruta. Como resultado del accidente John queda paralítico de la cintura para abajo y su movilidad pasa a depender de una silla de ruedas Es así como este hombre que ya antes de ser paralítico tenía muy poco aprecio por su vida, se ve forzado a encontrar el modo de seguir adelante. Una vez superada su terapia física toma la decisión de hacerse cargo de su problema con el alcohol y comienza a asistir a reuniones de alcohólicos anónimos. Allí conoce a Donny (Jonah Hill), un heredero millonario un tanto excéntrico, que parece tener las cosas un poco más resueltas. Por este motivo John le pide que sea su sponsor. Donny accede y lo incorpora a su grupo de alcohólicos. De a poco, John empieza a reflexionar sobre su vida y descubre en sus ilustración y en la comedia una motivación que le permite terminar de sanar. No te preocupes, no irá lejos es un film sobre autosuperación, que conjuga astutamente el drama con un tono sutil de comedia marcado por la ironía. Si bien la interpretación de Joaquin Phoenix es acertada y coherente con el talento del actor, por momentos, más que nada en las escenas de joven, resulta poco creíble. Jonah Hill, en cambio se destaca en todo momento, llevando adelante una caracterización extremadamente alejada de lo que estamos acostumbrados a ver de él. En esta oportunidad Gus Van Sant nos acerca una historia que invita a la reflexión, a evaluar porque uno toma determinados caminos en su vida y de qué modo se pueden afrontar las adicciones. La utilización de múltiples líneas temporales resulta sumamente adecuado para abordar la complejidad de este proceso. Pero, a pesar de esto, es un film bastante directo, que cumple lo que promete y logra, sin dudas, llegar al espectador.
John Callahan era un chico de Oregón que quedó discapacitado en un accidente, poco después de cumplir los 21, cuando después de una tarde de tragos volvía por la ruta en un auto que conducía su amigo. El descubrimiento de sus condiciones para el dibujo y la caricatura cambiaron su vida y la de los que lo rodeaban. Sencillo en el trazo, amargo y hasta cruel en los contenidos, su polémica obra fue censurada aunque la divulgación en periódicos lo hizo popular.La enfermedad, la muerte volcadas sin piedad podían llegar a molestar a los que lo leían. Esta película podría encuadrarse dentro de los convencionales relatos de autoconocimiento y mejora terapéutica, pero lo dirige una vanguardia hecha persona como Gus Van Sant y un notable outsider como es Joaquin Phoenix. El resultado es emocionante, la locura se apodera de un entorno tradicional que rodea a un cuadripléjico que desmonta la vida de los demás con la elaboración de sus dibujos pasionales, negros, los que representan su propia realidad. Nada es tradicional con John, ni su amiga y hada protectora (Rooney Mara, la chica de "Carol") ni su mentor en las adicciones (Jonah Hill, "El lobo de Wall Street"). Todo lo que sabemos sobre relatos de autoayuda se transforma en el "sesgo Van Sant" y su mirada irónica, extraña, con un increíble Joaquin Phoenix, la locura dirigida en silla de ruedas de este curioso representante de los que recurrieron al arte para salvarse. Relato fresco, contado nerviosamente con una óptica impensable en otro director porque para el director de "Elefante" cualquier tema puede tratarse de una manera anticonvencional, efervescente y polémica.
VAN SANT EN SU PROPIA ENCRUCIJADA Hay tanta indefinición respecto del cine de Gus Van Sant, que incluso el propio director contribuye con una filmografía entre ecléctica y absolutamente despareja. Porque ¿qué otro realizador contemporáneo se puede dar el lujo de pasar de propuestas absolutamente convencionales como En busca del destino a otras más radicales como Gerry o Elephant? Y esto por citar sólo un par de ejemplos que parecen, a simple vista, dicotómicos. Cuál es el verdadero Van Sant es una pregunta imposible de responder. Lo cierto es que sobre él todavía existe cierto halo de bondad por parte de la crítica y mucho cinéfilo que lo respeta y lo ubica en el panteón de los directores-autores. Sólo así una película como No te preocupes, no irá lejos puede sobrevivir a la crítica en piloto automático y al descarte inmediato. Porque es Van Sant y algo nos habrá querido decir… Y no es que esta suerte de biopic sobre el humorista gráfico John Callahan esté del todo mal, pero es cierto que no está a la altura ya no de un autor cinematográfico, sino al menos de un artesano sabio que pueda darles un plus a las convenciones. Más que una historia de vida, la película elige por sintetizar a su personaje a partir de un momento de quiebre: cuando luego de un accidente automovilístico queda paralítico y debe asistir a grupos de autoayuda para combatir su alcoholismo… entre otras miserias. Un poco como el Danny Boyle de Steve Jobs, Van Sant recurre a un montaje para nada lineal viajando temporalmente a diversos episodios, que van de lo público a lo privado. Si en aquella eran una serie de conferencias, aquí son las reuniones de autoayuda las que sirven de nexo para intercalar cada trayecto. Pero a diferencia de la de Boyle, que ofrecía una mirada agridulce sobre su personaje, hay aquí una cercanía a cierta espiritualidad ramplona que el director busca disimular para no caer en lo abyecto. Es verdad que el Callahan de No te preocupes, no irá lejos es un tipo con sus bemoles, pero también es cierto que progresivamente va encontrando un espacio de sanación. Y no hay nada de malo en eso, salvo que la película absorbe un poco esa cháchara trascendental del gurú que interpreta Jonah Hill (aunque el actor es dueño del único momento realmente honesto y emotivo del film). Si hay indefinición en el cine de Van Sant, No te preocupes, no irá lejos es una película poblada de indefiniciones. Si por un lado quiere ser un biopic que siga el camino de caída y redención, por otro lado hay ciertos temores del director por caer en lo convencional. Y da algunos pasos para demostrar que no va por ese camino, cuando en verdad sí. Como si a Van Sant le diera un poco de vergüenza lo que está contando, pudor que en ocasiones le hace bien a la película cuando evita algunas truculencias que la historia habilitaba. Pero hay también indefiniciones narrativas, toda vez que usa una serie de viñetas del humorista sin demasiada fluidez y para subrayar algunas ideas que ya habían quedado claras. Tal vez ese es el mayor problema de la película: su repetición, el estancamiento narrativo evidente, tal vez una traslación inconsciente de la propia postración del personaje, al que Joaquin Phoenix interpreta un poco con el manual del “loco lindo” cinematográfico. En definitiva a No te preocupes, no irá lejos la presencia de Van Sant le juega en contra y a favor. En contra, porque nos hace depositar demasiada atención en una película que a priori sería descartable, pero a favor porque en ocasiones nos lleva a querer leer un poco por encima de sus propias posibilidades. Es un típico drama con personaje enfermo que logra sobreponerse, al que el director aborda tratando de evitar los desbordes. Eso lo logra, y es el mayor acierto de un film que, por otra parte, no aprovecha del todo el genio de su personaje y la acidez de su arte. Al final termina siendo más efectivo acercarse a las viñetas humorísticas de Callahan. Lo que No te preocupes, no irá lejos nunca logra es definir qué tipo de director es Van Sant. Y tampoco creemos que él lo termine de saber.
Abandonado de niño, despreciado por su familia adoptiva, alcohólico desde los trece años y cuadripléjico de por vida tras un accidente de auto en su juventud hasta que una sacrificada faceta como caricaturista lo convierte en una celebridad en Portland: la malograda existencia del verídico John Callahan (1951-2010) interpretado por Joaquin Phoenix en No te preocupes, no irá lejos impone por defecto un manto de drama, patetismo y superación. Autoayuda de sí mismo, el filme de Gus Van Sant invoca el humor ácido de Callahan –realizador de viñetas con lisiados como objetos de broma- para revertir el cliché lacrimógeno: así desfilan personajes excéntricos como el gurú de la rehabilitación enfermo de Sida Donny (Jonnah Hill), el tipo locuaz que maneja el auto que lo lleva a la parálisis (Jack Black) o la etérea enfermera-amante Annu (Rooney Mara), a la vez que se ve a Callahan cayendo reiteradamente de su silla eléctrica a modo de gag, pasándola bien con sus compañeros tullidos y teniendo sexo en poses inusuales en alternancia con insertos animados de sus garabatos y jazz de Danny Elfman. Esos retazos de comedia negra arty en los que resuenan ecos de los filmes de Charlie Kaufman o Paul Thomas Anderson se licúan entre pasajes morosos y solemnes donde la película parece debatirse entre el desenfado y la indulgencia de su protagonista. La intermitencia es asimismo narrativa, en tanto la biografía se despliega en un tiempo desordenado de flashbacks y superposiciones: precedido de un comienzo prometedor de tintes retro en el que se recrea la manera en que Callahan pierde la movilidad –de la juerga nocturna al cuerpo tirado en la ruta a una macabra y tortuosa temporada en el hospital en la que se luce Phoenix- la cinta es acechada por la parálisis al volver una y otra vez sobre el alcoholismo y sus vómitos, la madre inhallable, el padecimiento físico propio y ajeno, las citas zen de Lao Tzu, los paseos veloces en dos ruedas, el dibujo sobre hojas y la publicación en los diarios. Van Sant, cuya filmografía representa un sintomático debate entre la experimentación y la receta mainstream –las osadas Drugstore cowboy, Elephant o Paranoid Park coexisten en su haber con las eficaces pero predecibles En busca del destino, Descubriendo a Forrester o Milk- se viene inclinando en recientes producciones por temáticas mórbidas y sombrías (Restless, Promised land y The sea of trees, no estrenadas en salas) con resultados poco felices. No te preocupes, no irá lejos es un interesante reajuste en ese sentido, aunque el impulso caiga presa del chiste del título.
No te preocupes, no irá lejos es la mejor película que Gus Van Sant ha hecho en muchos años. El director tomó una simple historia real sobre alcoholismo y autosuperación, y la convirtió en un relato que traspasa la pantalla. En gran parte se debe a la soberbia actuación de Joaquin Phoenix. Es impresionante lo que logra el actor aquí. Gracias a las diferentes líneas de tiempo que aborda el guión, tiene posibilidad de darle diferentes capas y variantes a su personaje. Todas y cada una maravillosas. Una constante lección de actuación en el cine. Asimismo, el protagonista se encuentra muy bien acompañado por un cast de estrellas, entre los que destaco a Jonah Hill, Rooney Maray Jack Black, cada uno brilla. En cuanto a la historia, el mayor logro del guión (basado en el libro escrito por la persona real que inspiró todo), es su estructura desordenada. Porque fuera de eso es bastante previsible todo, y ahí el único punto flojo de la película: podemos vislumbrar el final desde muy antes. En cuanto a la fotografía, destaco las transiciones, pero por momentos de abusa de ese recurso. Algo para destacar, son las buenas inserciones de las caricaturas que hace el protagonista y como cobran vida en forma de animación para que sea funcional. Con todo esto, se genera un buen clima, y hay un par de escenas que te emocionan mucho y otras que te sacan una carcajada. El balance es bueno. Y si bien Hollywood ha trabajado mucho este tema, se siente un aire de frescura en esta producción. En definitiva, No te preocupes, no irá lejos es una buena película, con una muy poderosa interpretación, pero que no dejará mayor rastro.
Narra una parte de la vida del dibujante, artista y músico John Callahan (1951-2010) que quedó cuadripléjico después de sufrir un accidente automovilístico a los 21 años, un ser sufrido a quien su madre lo abandonó y mucho lo ayudó Donnie (Jonah Hill) quien le enseñó varias cosas, entre ellas a perdonarse. En esta cinta se describe cómo fue su vida antes del accidente, para ello va y viene en el tiempo, el titulo de la película está relacionada con una caricatura que se ve dentro de la misma, donde están tres vaqueros en el desierto y hay una silla de ruedas vacía y uno de ellos le dice al otro "no te preocupes no va a llegar muy lejos a pie", todo acompañado con un buen toque de humor negro. Va tocando varios temas, como por ejemplo: nos habla de la reconciliación con uno mismo, de la superación, de las segundas oportunidades en la vida, de las relaciones humanas, del amor, de la soledad, del castigo, entre otros, sin caer en el golpe bajo. Aunque algunas escenas se alargan demasiado. Contiene una ambientación muy lograda y una buena dirección de actores, hay que destacar las actuaciones de: Joaquin Phoenix (soberbia actuación, es fascinante verlo), Jonah Hill (una interpretación sensacional), Rooney Mara (logra mucha química con el protagonista), y Jack Black (un papel chico pero matiza). Dentro de los créditos finales se pueden apreciar fotografías de los personajes reales.
La fragilidad, como sustento de la fuerza El film, protagonizado por Jonah Hill y Joaquin Phoenix, cuenta la vida del humorista gráfico John Callahan. "¿Nunca pensaste que te hiciste más frágil sólo para ser más fuerte?”, le dice Donnie (Jonah Hill) a John Callahan (Joaquin Phoenix) al reflexionar sobre su vida, en realidad, sobre su supervivencia. Es que aquel precepto que dice “dar un paso para atrás, para avanzar dos”, parece ser más real de lo que el refrán advierte. Pueden ser límites, caídas, derrotas, o pérdidas, los únicos puntos de inflexión, resortes que nos lleven a lo más profundo, para luego lanzarnos de nuevo al mundo. Así lo reflexiona Donnie con Callahan en “No te preocupes, no irá lejos”, filme biográfico del humorista gráfico John Callahan. La historia, en parte narrada por el mismo Callahan cuando hace sus presentaciones públicas o en las reuniones de Alcohólicos Anónimos, es la de su intención de rehabilitarse. Como consecuencia de una vida de excesos, Callahan queda cuadripléjico en un accidente automovilístico, pero ni eso logra sacarlo de su adicción. Simplemente un día, con lo que él llama una señal del más allá de su madre -a la que nunca conoció-, decide emprender una recuperación. En el camino, se encuentra con gente que hace más fácil o más difícil su vida. Allí comienza a tomar sentido la aparición de varios personajes secundarios, como Jack Black -que en apenas dos escenas resume una increíble actuación-, y Rooney Mara, entre otros. Con buen tino, el filme no se resume a mostrarlo como víctima por su discapacidad, y evita golpes bajos en ese sentido, incluso con gags de humor negro. Su director Gus Van Sant es inteligente al no dejar que la silla de ruedas del protagonista conmueva por lástima, sino que se empeña en mostrar a Callahan como alguien que sólo podrá sobrevivir cuando deje de sentirse una víctima necesitada. El nombre “No te preocupes, no irá lejos” hace referencia a una de las viñetas del humorista, en la que se ríe de su propia invalidez. Destacando diferentes escenas, varios de sus chistes son puestos en pantalla, animados, pero con un gran sentido narrativo, hecho que lo homenajea dentro de su universo, contextualizando y hasta explicando su humor ácido que muchas veces fue repudiado en la vida real. Con estas inserciones animadas que funcionan como meta-tributo más allá de lo biográfico, el filme destaca a Callahan como un héroe/ sobreviviente incorrecto con el que, a pesar de la lejanía, todos pueden conectar atravesando la pantalla. Por ello, se destaca la actuación de Phoenix, alguien que sabe encontrar el punto justo para cada personaje que interpreta, aunque eso también se transforme en un defecto del largometraje: Con el correr de las escenas, tanto se nota y se destaca la excelente performance del actor, que la historia puede flaquear en algunos momentos.
La ecléctica filmografía de Gus Van Sant tiene un nuevo fascículo con el estreno de “No te preocupes, no irá lejos”, y cuando decimos ecléctica no hablamos sólo de la diversidad temática a lo largo de más de 30 años, sino también estética, y acaso narrativa. Entre “Mi mundo privado” (1988), “Todo por un sueño” (1995), “Milk” (2008) y éste estreno, hay distancias abismales. El problema para los “GusVanSantistas” ortodoxos, como para cualquiera que se adueña pasionalmente de un artista, es seguir midiendo con la misma vara de antaño, transformándola, por definición, en una vara obsoleta que alienta la disconformidad. Esta es la historia de un hombre llamado John Callahan cuya historia personal sirvió de puntapié inicial para hablar de las adicciones en general, y del alcoholismo en particular. La forma elegida, más allá de los flashbacks, en tres tiempos distintos no es episódica formalmente, pero sí lo es de manera tácita a partir de cambios anímicos durante los famosos doce pasos para terminar con la dependencia del vicio. Desde un presente actual, John Callahan (Joaquin Phoenix) se apresta a dar un discurso frente a una audiencia repitiendo un chiste con el cual además resume su historia. El centro dramático se genera cuando John tenía veintitantos de años nada más y un constante estado de ebriedad. Una suerte de limbo sedante para no ver lo que en realidad le sucedía. En una de esas noches conoce a un compadre que luego de tremenda juerga vuelca con su auto y nuestro protagonista queda cuadripléjico. Desde ese momento y en adelante el director juega a dos puntas usando (o contando mejor dicho) el dolor de la sanación para ver como ésta se transforma en una inquietud, luego en un oficio, y posteriormente en una forma de vida. Como una suerte de redención en la cual el humor negro y políticamente incorrecto lleva a Callahan a convertirse en un humorista gráfico que cuenta el dolor sin filtros. De hecho, para que el título de ésta producción tenga sentido, el espectador deberá imaginarlo en forma de diálogo debajo del dibujo de una silla de ruedas vacía en un camino y un alguacil diciéndole eso a su compañero. Este es el tipo de humor que ayudó a exorcizar los demonios junto con otros dos pilares que aparecen en el guión, coescrito por el propio Callahan basado en su libro: Donny (Jonah Hill), una suerte de mentor, gurú con métodos poco ortodoxos en esto de grupos de autoayuda y Annu (Rooney Mara), esa suerte de ángel de la guarda terrenal y necesario en este tipo de historias. Como siempre con los integrantes de este elenco los trabajos actorales son de muy buena factura, jugados en todos los casos hacia una exploración personal en la cual se toman riesgos, incluso hasta el de caer en la caricatura, pero esta tampoco es la primera vez que el realizador asume la responsabilidad de hacerlo. En todo caso, lo que sí atenta contra la verosimilitud, o al menos demanda un esfuerzo de concesión extra por parte del espectador, es aceptar que Joaquín Phoenix y Jack Black, casi sin cambios a como se ven hoy, representan personajes con veintipico de años de edad. Por lo demás, “No te preocupes, no irá lejos” es un relato bien contado y con pinceladas que todavía dan lugar a la sorpresa.
Se estrena finalmente lo nuevo de Gus Van Sant, una película basada en la autobiografía de John Callahan, un alcohólico que tras un accidente queda parapléjico y encuentra en el arte, dibujando tiras cómicas, un escape y una redención. Joaquin Phoenix se pone en la piel de John Callahan, un hombre al que le gustaba divertirse, bebiendo hasta desmayarse. Pero en una de esas salidas un accidente lo deja parapléjico, postrado en una silla de ruedas y con movimientos limitados del resto de su cuerpo. No te preocupes, no irá lejos es un nuevo acercamiento a las biopics de parte de Gus Van Sant luego de Milk, y al mismo tiempo marca el reencuentro entre el actor protagonista y el director después de Todo por un sueño. Acá, John Callahan es un personaje a veces patético y desagradable y otras veces querible porque sentimos el esfuerzo que hace. Phoenix, como siempre, llena de matices su interpretación (y presenta de manera creíble toda una gama de estados de ánimo) y eleva así la película. Entre diferentes tiempos, con constantes elipsis y saltos, se irá narrando lo que transita Callahan, los momentos de exaltación previos al accidente, la depresión que lo lleva a no encontrarle sentido a nada, las primeras reuniones de alcohólicos anónimos, cuando descubre lo poco que necesita para expresarse (hoja blanca y un marcador) y cómo eso lo va motivando. Si bien por momentos se puede sentir que la película tenga algo de panfletario, en especial a la hora de narrar los pasos para curar el alcoholismo, no se queda en eso la historia, no teme mostrar las debilidades y por lo tanto el peor costado del personaje, y al mismo tiempo juega con los mismos tonos que utilizaba Callahan en sus tiras, irónicas y cargadas de humor negro, divertidas pero chocantes para algunas personas. Aunque la película sea Joaquin Phoenix, también están ahí para acompañarlo un notable elenco de actores secundarios. Vuelve a compartir pantalla con Rooney Mara como su contraparte romántica (con quien mantiene una química innegable pero quizás resulte la parte menos desarrollada del film), Jack Black como una especie de espejo en un principio de Callahan y, como mayor hallazgo, Jonah Hill como un multimillonario que se convierte en el mentor del protagonista, un personaje al que Callahan admira pero que también de a poco va dejando en evidencia sus propias debilidades, a la larga como cualquier ser humano. Hay otras participaciones curiosas como Beth Ditto y Kim Gordon. Más allá de estar ante una historia que tiene mucho de trágico, ya desde antes del accidente -el pasado es algo con lo que Callahan lucha todo el tiempo, aunque no se explore en algunos costados incluso más oscuros del dibujante-, el film no se regodea en el drama de golpes bajos sino que busca un tono más ameno, a veces divertido pero también conmovedor y melancólico.
La historia de John Callahan, un adolescente eterno y alcohólico que, tras terminar una noche de alcohol duro con un accidente que lo deja parapléjico, logra convertirse en dibujante cómico y exitoso. Definamos: el gran cineasta de la adolescencia es Gus Van Sant. No porque sus películas estén específicamente protagonizadas por adolescentes (la mayoría sí, claro), sino porque el problema es la posibilidad de salida de un tiempo de cambios en un mundo que trata de sostener la dorada juventud ad infinitum. Es su tema y lo ha declinado en todos los modos posibles. A veces desde la comedia negra (“Todo por un sueño”); a veces desde la poesía (“Mi mundo privado”); a veces desde la tragedia (“Elephant”); a veces desde el drama inspiracional (“En busca del destino”); a veces desde la pura extrañeza (“Last Days”). “No te preocupes…” une todo: es la historia de John Callahan, un adolescente eterno y alcohólico que, tras terminar una noche de alcohol duro con un accidente que lo deja parapléjico, logra convertirse en dibujante cómico y exitoso. Van Sant elige comediantes para rodear al protagonista (el genial Jonah Hill, el gran Jack Black), y opta por copiar el humor negrísimo y autorreferente del Callahan verdadero en el tono de su película. El resultado es equilibrado y humorístico, y en cierto sentido –como en pocos filmes sobre “gente que vence adversidades”– una auténtica aventura. Que es comedia y drama y tragedia e inspiración y poesía sin subrayar ningún trazo. Menos mal que el año termina con una película de esas que nos recuerdan para qué existe, y por qué nos gusta, el buen cine.
El director de films de culto como Elephant, o My Own Private Idaho, y de algunos fracasos sonoros, vuelve a la cartelera argentina con esta biopic intensa pero bastante convencional. Es la historia del historietista John Callahan, que fue un entendible best seller inspiracional, en el que se basa este film. En una noche de blackout, el alcohólico Callahan tuvo un accidente tan terrible que quedó paralizado, en silla de ruedas. La película va y viene entre el presente del ilustrador, dando conferencias y como parte de un grupo de autoayuda, suerte de alcohólicos anónimos ampliado, y ese pasado reciente, errático y etílico. La rehabilitación, más emocional que física, de Callahan, es un corazón argumental apuntalado por una serie de personajes fundamentales en ese camino, incluida la angelical Mara, pareja de Phoenix en la vida. Si, justamente, no llega al corazón es quizá por ese empeño, un poco machacón, en que se puede salir adelante a pesar de las más tremendas circunstancias, y contra (casi) todos los demonios. No te preocupes está lejos de ser una mala película, y tiene un elenco notable, pero ciertamente, Van Sant hizo películas más inspiradas, creativas y personales que esta.
Desmesurado, incorrecto, con un humor negrísimo. Así era el trabajo de John Callahan, el artista al cual el director Gus Van Sant dedicó su último filme. El realizador de “Todo por un sueño”, “Mi mundo privado” y “En busca del destino” vuelve a concentrarse en una historia con perfiles ásperos, pero atravesada por la singular vulnerabilidad de quienes no tienen nada que perder. En este caso se trata de Callahan, el dibujante que a los 21 años ya era alcohólico y que tras sufrir un accidente que lo dejó cuadripléjico dio un vuelco a su vida y se transformó en uno de los humoristas gráficos más polémicos de su época. Aún hoy las viñetas de Callahan desafían la corrección política. El dibujante, que quedó confinado a una silla de ruedas después de su accidente, no buscó la compasión. En sus trabajos se reía de casi todos los tipos de discapacidades, conflictos y temas -ciegos, mutilados, suicidas, el feminismo- y sobre todo de él mismo y de su situación. De hecho, el título de la película fue tomado de una caricatura suya en la que se ve una silla de ruedas vacía y tres policías que dicen “No se preocupen, no irá lejos a pie”. Van Sant, en sintonía con el carácter del personaje que retrata, apuesta a apelar a la ironía y mostrar a un hombre que a pesar de todo decide cambiar su vida.
No es ninguna novedad que hace ya un buen tiempo Gus Van Sant no filma películas de autor con los contenidos y el estilo tan personal que lo caracterizaron durante gran parte de su carrera. Sin duda, Paranoid Park (2007) fue su última mirada poética y elegíaca dentro de su singular universo de jóvenes marginales, abandonados y en perpetua deriva. Inmediatamente después vino Milk (2008), la historia de Harvey Milk y su lucha como activista de la comunidad LGBTIQ que lo llevó a ser el primer político abiertamente gay en California. Correcta y medida, sin innovaciones formales y con una narrativa que de tanto en tanto se empantana, Milk no representa ni remotamente lo mejor del director – no es Mala noche (1986), Mi mundo privado (1991), Gerry (2002), o Elephant (2004), su indiscutible obra maestra – pero tampoco es de lo peor, como En busca del destino (1997), Psicosis (1998), o Descubriendo a Forrester (2000), todas indefendibles. Quizás su última pequeña gran película sea Restless (2011), una muy sentida y amorosa meditación en forma de historia de amor acerca de cómo aprender a despedir a los muertos más queridos y cómo acompañar a otros, a los vivos, en sus últimos días. Un poco subvalorada por parte de la crítica, Restless es, sin embargo, una película que esquiva los lugares comunes de su tópico, es muy genuina y no busca salidas fáciles a conflictos que, al menos en principio, no las tienen. No vi Promised Land (2012) ni The Sea of Trees (2015), ninguna fue estrenada en Argentina y ambas fueron muy mal recibidas tanto por parte como del público. Y ahora, diez años después de Milk, se estrena No te preocupes, no irá lejos a pie, una versión cinematográfica de la novela de John Callahan (1951-2010), un muy conocido y controversial humorista gráfico estadounidense (de un humor negro, irreverente, macabro), también un alcohólico incontrolable que a sus 21 años, en 1972, tuvo un accidente automovilístico que lo dejó cuadriplégico en una silla de ruedas de por vida. El accidente ocurrió con su auto, después de haber pasado un día entero bebiendo, y el conductor era apenas un conocido con quien iba a una fiesta, quien salió completamente ileso. Para ser más precisos, Callahan se convirtió en humorista tiempo después del accidente durante su largo y arduo proceso de desintoxicación con el programa de los 12 pasos. Y que Joaquin Phoenix interprete a Callahan no es poca cosa. Porque uno de los logros incuestionables de No te preocupes, no irá lejos a pie, es su magnética composición que si bien comienza con no muchos matices, con el correr de los minutos se expande y complejiza. Lejos de recurrir a los tics para representar a los discapacitados, Phoenix encarna a un hombre sufriente y torturado, furioso con su vida; y aún así puede hacer del humor más negro un arte para rechazar la mirada social piadosa y bienpensante que no entiende nada. Le juega en contra que, aún con todo el maquillaje encima, el actor de 43 años nunca parece de 21, 25 o 30. Encima, las artificiales pelucas que le hacen usar son espantosas y distraen mucho. Con más razón, entonces, su actuación es para celebrar. Hace que uno pase por alto tamaños desaciertos. Por otra parte y para mal, No te preocupes, no irá lejos a pie recurre a lugares comunes, y también al tono, de las películas de superación personal vinculadas a una enfermedad o discapacidad. Pero, curiosamente, también hace lo contrario: en no pocas ocasiones todo se narra desde una óptica más realista. Es como si existieran dos películas entrelazadas: la película que Hollywood pide, simplista y aleccionadora; y la película de Van Sant, áspera y crítica. Lo bueno es que cuando la mirada Hollywoodense aflora, no dura mucho tiempo y aparece, en cambio, otra mirada, que de compasiva no tiene nada. Por un lado, entonces, están los integrantes del grupo de los 12 pasos al que Callahan va, entre ellos Kim Gordon (la cantante de Sonic Youth, que ya había aparecido en Los últimos días) y el queridísmo Udo Kier (que no necesita presentación). Aquí el tono es descarnado, punzante, respetuoso. Tal como son estos encuentros en la vida real, y no como en las películas mainstream donde sobran la condescendencia y la falsa luminosidad. Por eso irrita tanto el idealizado, edulcorado, e insustancial personaje de Rooney Mara, que intenta embellecer las circunstancias. Craso error. A diferencia de lo que ocurre con el héroe Hollywoodense, aquí se hace difícil empatizar con Callahan. Porque es un poco misántropo, considerablemente pedante y bastante egocéntrico. Se autocompadece por su destino, pero no le importa mucho el de los otros. Es que es un ser humano más real que los héroes de cartón pintado. Y eso es un punto a favor. Claro que cuando da vueltas como loco en su silla de ruedas, atravesando jardines con Rooney Mara acompañándolo, todo se torna ridículo. Como contraste, cuando unos chicos recogen a Callahan que está tirado en la calle y, con torpeza y naturalidad, lo sientan en la silla, el tono se vuelve desenfadado y hasta risueño. Por eso, en esta sucesión de momentos-Van Sant y momentos-Hollywood, No te preocupes, no irá lejos a pie no puede ser sino una película muy despareja. Pero lo que está bien, está muy bien. Y hace que uno se olvide un poco del resto. Tampoco se le puede achacar a la película su mirada de esperanza, superación y creencia en un ser superior- algo muy ajeno al universo escéptico del Van Sant más autoral - porque esto es propio del método de los 12 pasos. De hecho, el propio Callahan, como tantas otras personas, se recuperó gracias a estos grupos. En todo caso, Van Sant le hizo justicia. No te preocupes, no irá lejos a pie (Don't Worry, He Won't Get Far on Foot) EEUU, Francia, 2018). Puntaje: 7 Dirigida y escrita por Gus Van Sant (basada en la novela de John Callahan). Con Joaquin Phoenix, Rooney Mara, Jonah Hill, Jack Black. Fotografía: Christopher Blauvelt. Música: Danny Elfman. Montaje: David Marks, Gus Van Sant. Duración: 114 minutos.
La nueva aparición del genial Gus Van Sant nos llega a través de este filme con carácter de biopic libre, adaptación de la novela autobiográfica del reconocido dibujante John Callahan, figura central de este relato. A veces cuesta conectar a este Gus Van Sant de hoy, más blando que corrosivo, con el que nos ha dejado en estado de shock por propuestas de audacia radical y profunda reflexión como Paranoid Park (2007) y Elephant (2004), consagrada con la Palma de oro en Cannes, entre otros filmes que llevan su marca indeleble. La historia presenta la vida, o parte, del consagrado dibujante ya mencionado que entre otras cosas vivió marcado por su alcoholismo, situación que lo enfrentó con dos trágicos accidentes automovilísticos, por lo cual vivirá con una discapacidad severa, un estado de paraplejia irreversible. En manos de otro director, no me cabe duda de que esta trama de superación y lucha se hubiera transformado en un relato pegajoso, de golpes bajos y sensiblería de manual. En manos de Van Sant, con su creatividad y su soltura, nos encontramos con una estructura que intenta ir a contrapelo del cuento clásico del “había una vez un pobre hombre…”, ya que no solo juega con las idas y vueltas temporales que le dan respiro y vitalidad, sino que su cámara ágil y libre crean con el protagonista, un personaje casi estático, un diálogo de fuerzas donde todo pendula entre lo móvil y lo inmóvil como en una sinergia hecha de puro lenguaje. No es un detalle menor que quien encarna a Callahan sea el metamórfico Joaquín Phoenix, dotado de una fuerza expresiva singular. La gestualidad de su rostro y el manejo de su cuerpo en esa inmovilidad casi inerte son suficientes y diría aún más superan bastante los estereotipos de un personaje con la faceta depresiva del alcohólico, la euforia de algunos estados, la dolencia del estado de discapacidad y el lado más lúdico o creativo que también le es pertinente. Phoenix no sobrepasa la línea de lo que el personaje le demanda, y le pone el cuerpo en estado emocional sin caer en papelones de llanto o compasión barata. Un secundario que hace gala de sus encantos es Jonah Hill, con un estilo acorde para su perfil en escena, ya que con su chispa y seducción encarna la figura de un adinerado ex alcohólico en recuperación. Una suerte de padrino de “los 12 pasos” con quien John entabla una relación más cercana en ese submundo de outsider pero dentro del sistema. Elegir la comedia como género donde apoyarse a la hora de definir un marco genérico para el filme es inteligente ya que aleja al relato del pañuelo fácil y los golpes bajo la cintura, pero, a veces se hace excesivamente complaciente para la media del público que quiere risas antes que otra cosa. Sobreabunda el texto con humoradas, ironías, vitalidad en exceso, viajes en carretera y toda una dosis de brebajes que alivianan el derrotero de este personaje en las sombras. Un montaje dinámico se combina a una estructura desarticulada cronológicamente, un área en la que Gus Van Sant siempre está instalado trabajando hasta el final de la película ya que allí logra ensamblar toda su propuesta de cámara en movimiento con el ritmo de los cortes y la dinámica de las escenas. Es sin duda feliz este nuevo regreso a la pantalla grande del director independiente americano, algo mucho más grato que aquel mal trago llamado The sea of tres (2015) que nos paseaba por la laguna imaginaria de las mil desgracias narrativas y sus lugares más comunes. La mirada de Van Sant es de esas “miradas sobre el mundo” que esperás que vuelvan, y vuelvan, y vuelvan, para traerte un poco de toda su fuerza creadora. Esa que este realizador tiene y que claramente no se agota. Por Victoria Leven @LevenVictoria
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La nueva película del ecléctico director de “Elephant” cuenta la historia del artista gráfico John Callahan, que quedó parapléjico en un accidente siendo muy joven y trató de combatir su depresión y alcoholismo gracias a sus corrosivas y controvertidas tiras cómicas. A esta altura es difícil saber qué tipo de cineasta es Gus Van Sant. De los realizadores independientes surgidos en los ’80, acaso al que más se le parezca sea a Steven Soderbergh. Si bien sus filmografías y el tipo de cine e historias que les interesan suelen ser muy distintas, lo que los une es un interés por no quedar pegados a ningún tipo de género o estilo, algo que no sucedió con otros cineastas de similares generaciones, de Richard Linklater a los hermanos Coen, de Quentin Tarantino a Wes Anderson. No se sabe ya muy bien qué es una película de Van Sant, pero se sabe que le gusta experimentar, probar cosas. En una época, ese gusto por la experimentación dio resultados notables como la serie de películas que va de GERRY a PARANOID PARK pasando por ELEPHANT y LAST DAYS, aunque también otros no tan interesantes como la remake “shot by shot” de PSICOSIS. En la última década –tras el éxito de MILK— da la impresión que ha entrado en una zona rara, donde se mezcla la autoayuda con cierta espiritualidad religiosa, llegando en SEA OF TREES a hacer, por lejos, su peor película. Los films de esta etapa ni por asomo se han acercado a los mejores de su obra. Y si bien se puede decir que NO TE PREOCUPES, NO IRA LEJOS es la mejor de sus películas de estos últimos tiempos, considerando que las últimas eran casi inmirables tampoco quiere decir demasiado. La historia de John Callahan, y el particular tipo de humor y extraña personalidad de este artista gráfico, le da cierta gracia y encanto a un relato que, de otro modo, no saldría de la ya citada narrativa de autoayuda. En la película, la historia de Callahan (interpretado por Joaquin Phoenix, aunque en su momento fue pensada para Robin Williams) está narrada fuera de toda cronología, yendo y viniendo en el tiempo y haciendo eje en las consecuencias del accidente automovilístico que lo dejaría paralizado físicamente desde muy joven y sus frustrados y frustrantes intentos por dejar el alcohol, causante de muchos de sus sufrimientos. Callahan ha sido abandonado por su madre, ha vivido “pegado a la botella” por buena parte de su vida y, ni siquiera tras el duro accidente que lo dejó en una silla de ruedas que conduce como si fuera un piloto de Fórmula 1, el hombre parece poder poner un freno y repensar su vida. Empieza a ir a encuentros del tipo Alcohólicos Anónimos conducidos por un curioso gurú (que encarna un casi irreconocible y muuuy relajado Jonah Hill) y aún ahí le cuesta mucho tiempo, idas y vueltas, recomponerse. Algo que empezará a hacer a partir de dedicarse más y más a su arte como dibujante de historietas y a un conveniente romance con una bella fisioterapeuta sueca (encarnada por Rooney Mara) que le toma cariño. La estructura elegida por el guión es un tanto confusa y se vuelve por momentos reiterativa. La película de Van Sant va y viene en el tiempo, a partir un poco de lo que, en una especie de TED Talk, el propio Callahan cuenta acerca de su vida y de sus problemas con el alcohol. Es así que pasamos del John joven y vivaz que se pega el golpe de su vida cuando se va de fiesta con un amigo ocasional (Jack Black), a sus sesiones de AA que comparte con Hippie Jonah y un elenco de amigos de Van Sant (estrellas del rock indie como Beth Ditto y Kim Gordon, entre otros) y a su actualidad como celebridad del mundo de los comics. En el ir y venir, un poco a modo de los 12 pasos de los procesos para dejar el alcohol, Callahan va enfrentando sus miedos, su pasado (quiere encontrar a la madre que lo abandonó) y trata de aprender a dejar de culparse y culpar a otros de lo que le pasó para seguir adelante con su vida. El humor corrosivo y políticamente incorrecto de sus tiras cómicas y algunas situaciones un tanto bizarras que vive (actúa Udo Kier, eso lo dice todo) sacan a NO TE PREOCUPES… del territorio casi evangélico al que parece viajar la película, en el que la “curación” implica una suerte de entrega casi devocional a ciertos métodos, textos y creencias. Es gracias a esos dibujos y lo que producen cuando, finalmente Callahan empieza a hacerse famoso, que la película no cae en un territorio excesivamente solemne o educativo, algo que seguramente el autor de esas historietas habría odiado.
La silla de ruedas no es patineta El director de Elephant retrata la historia de vida de John Callahan, el notable dibujante cuadripléjico de humor incorrecto, en una película que prefiere la corrección política antes que la bufonada de aquellas viñetas. A simple vista, pareciera que No te preocupes, no irá lejos tiene todo lo necesario para resultar amena, honda, "realista", inspiradora. Y sí, es todo eso. Motivo por el cual, resulta una de las películas menos relevantes en la filmografía del norteamericano Gus Van Sant. Como si hubiese practicado una bisagra entre dos concepciones, Van Sant tiene títulos de raíz independiente y netamente autorales, como Mi mundo privado y Elephant, y otros que parecen preocupados por un resultado meramente efectista antes que complejo, entre ellos: En busca del destino y la todavía peor Descubriendo a Forrester. Hay también casos intermedios y afortunados, como Cuando el amor es para siempre y la notable Milk. El caso de No te preocupes, no irá lejos tiende a estar cerca del cine más previsible. Basada en las memorias del humorista John Callahan, No te preocupes, no irá lejos rescata la historia de vida, humor negro y alcoholismo del artista fallecido en 2010. Cuadripléjico a partir de un accidente automovilístico, Callahan enfrenta una nueva vida para la cual nada pudo prepararlo. Le pide a Dios y le pide al Diablo. A Callahan todo parece resolvérsele, que no pueda caminar -por lo tanto- no sería justo. Ahora, una gota de sudor cuelga de su nariz mientras articula un susurro apenas audible. Lo único que puede hacer. Lo demás, ya no sabe. El concepto de montaje que articula Van Sant logra interactuar las diferentes facetas de Callahan. Pasado, presente y futuro, surgen simultáneos. Van Sant, qué duda, es un narrador consumado. Como ejemplo, un recurso notable lo significa el uso de las cortinillas, así como sucedía en los viejos capítulos del cine en episodios: distintas situaciones se suceden de manera horizontal y vertical, como tiras de cómics. El accidente constituye el episodio nodal. A partir de allí, hacia atrás y hacia adelante en el tiempo: el abandono de la madre, las monjas, los grupos de ayuda, las enfermeras, el amor, la aceptación de una inteligencia superior (tenga ésta el nombre de Dios o el que sea). La película se asume como parábola de vida, que a los norteamericanos tanto les gusta. El redescubrimiento personal irá de la mano de la asunción de esta desgracia, o antes bien de su comprensión como nueva oportunidad. De a poco, la película se asume como parábola de vida, de esas que a los norteamericanos tanto les gusta, válidas para quienes estén dispuestos a saber escuchar, porque alguna verdad de esas que son aleccionadoras seguramente se amolde a la suerte de vida de cada quién. Es llamativo que un realizador capaz de obras sensibles como Paranoid Park decante por tal sensiblería. De acuerdo con el planteo, Callahan será víctima de sí mismo. Y por sí mismo, habrá de recuperar la vida misma. Eso sí, tendrá que respetar y cumplir una serie de pautas o pruebas. Allí, la tarea del gurú (Jonah Hill) que sabe cómo ver más allá para iluminar a quienes le siguen: a sus "piglets" (cerditos), como les llama. A partir de aquí (y antes también), un aroma de autoayuda atraviesa toda la propuesta. Desde luego, la tarea de Joaquin Phoenix resulta extraordinaria, poco más puede decirse. Su habilidad actoral mutante, capaz de deformarse y adoptar pieles de personajes diversos -las más de las veces, dolidos en exceso-, le vuelve de un atractivo indudable: cuando el alcohol lo sume en un trance horrible, cuando la silla de ruedas lo vuelca como peso muerto, su mirada de súplica, el afecto recuperado, la desesperación por no saber quién es. Este rasgo último cumple el lugar de causa-efecto, ante una infancia de abandono y el empecinamiento por descubrir a esa madre fantasma. Sin embargo, y a pesar de reunir aspectos suficientes para volverse uno de los personajes más impactantes en la galería de Van Sant, Callahan se transforma en uno de los más previsibles, atado como está a una historia de redención con ínfulas ejemplares. Callahan, en suma, como ejemplo de vida. Hasta tal punto, que el humor negro que despiden sus viñetas -de un blanco y negro con trazo lento pero seguro- casi se licúa desde la corrección política de la película. En este aspecto, vale como contraejemplo el film American Splendor, de la dupla Shari Springer Berman y Robert Pulcini. En ella, Paul Giamatti interpreta a Harvey Pekar, real guionista de vida subterránea, devenido autor de cómics de culto, hoy también fallecido, autor de mirada profundamente cínica y desgarradora. Esos rasgos la película los hacía suyos, mientras los dibujos y animaciones interactuaban de manera inmanente a la puesta en escena. Nada así hay en el film de Gus Van Sant. Al contrario, los cuadros humorísticos de Callahan surgen de manera ilustrativa, con un tiempo suficiente de lectura para el espectador, sin la fuerza ácida que éstos contienen: la película los vuelve casi inermes. A la vez, si la tarea de Phoenix resulta irresistible, hay un sustento algo endeble en las labores de los notables Jack Black y Jonah Hill. El primero casi a la manera de un cameo, con sus muecas acostumbradas y en un papel que no justifica demasiado que sea él quien interprete al responsable al volante del vuelco de automóvil, causado por el raid alcohólico. El caso de Hill es curioso, inmerso como está en su estrenada delgadez, y en un personaje -el del gurú adinerado, cuya suerte de vida no es necesariamente afortunada- para el que guarda una serie de gestos y actitudes que lo vuelven por lo menos llamativo, pero demasiado impostado. Tal vez, sea éste el rasgo que mejor defina a No te preocupes, no irá lejos: todo está muy controlado y tendiente a encontrar el remate de la moraleja, hasta en la forma del chiste para el cual el dibujante estaba indeciso. Aun cuando Van Sant pretenda hermanar a Callahan con el espíritu adolescente de su obra (contenido en la mayoría de sus mejores títulos, como temática y lugar de despliegue estético), situación que explicita a través de un diálogo fortuito con un grupo de skaters, la mímesis entre las patinetas y la silla de ruedas no guarda demasiada brillantez. En otro sentido, sí resultaba enormemente adolescente el Milk de Sean Penn, si bien sus 40 años parecían decir lo contrario. Pero ese film tiene una vena crítica que aquí se diluye en una corrección que convierte lo que toca en una anunciada impostura.
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