La información es un arma de doble filo. Ya con tres películas en su haber, bien podemos afirmar que con cada nuevo trabajo Scott Cooper fue trazando un camino ascendente de progreso, una gran virtud que no estamos en condiciones de extender al resto de los directores que surcan el Hollywood contemporáneo. Así las cosas, la correcta Loco Corazón (Crazy Heart, 2009) fue superada por La Ley del más Fuerte (Out of the Furnace, 2013), un pequeño prodigio de venganza que hoy a su vez queda atrás -en términos cualitativos- si lo consideramos en relación a Pacto Criminal (Black Mass, 2015). Aquí regresan el devenir de los márgenes, la visceralidad setentosa y los vínculos de sangre de índole fraternal, los tres ejes principales de aquel film noir semi bucólico protagonizado por Christian Bale y Casey Affleck, no obstante en esta ocasión el tono elegido es aún más oscuro y alejado de cualquier atenuante o posibilidad de redención. Precisamente, la historia gira alrededor de las tribulaciones de la alianza estratégica entre James “Whitey” Bulger (Johnny Depp), un representante de la mafia irlandesa de Boston, y John Connolly (Joel Edgerton), un vecino de la infancia reconvertido en agente del FBI: a mediados de la década del 70, ambos acuerdan pasarse información -sobre el submundo delictivo de la ciudad- que no sólo sea mutuamente beneficiosa a nivel “profesional” sino que también permita eliminar a enemigos en común en la praxis callejera. Mientras que de a poco Bulger saca cada vez más rédito del trato y consigue desplazar a la competencia italiana en los rubros usura, apuestas y drogas, Connolly convalida cada movida de su socio y entorpece cualquier tanteo intra FBI en pos de encarcelarlo. La obra se luce en el trajín de oponer la furia del primero a la lectura oportunista del esquema legal por parte del segundo. El realizador toma sutilmente la estructura de “topos entrecruzados” de Los Infiltrados (The Departed, 2006) y la afición a cuidarse de los testigos o soplones símil Atracción Peligrosa (The Town, 2010), combinándolas con esa típica premisa de los policiales hardcore que difumina la línea divisoria entre la fuerza pública y los criminales, dos comarcas que se mimetizan de manera gradual. Aunque a simple vista el film puede ser catalogado como la culminación de una trilogía temática y tácita en torno a la metrópoli portuaria, lo cierto es que el opus de Cooper se aparta de los de sus colegas Martin Scorsese y Ben Affleck en lo referido al sustrato conceptual, ahora cargado de un nihilismo seco que no deja espacio para el relajamiento de la tensión dramática, especialmente debido a que el cineasta considera a Bulger un psicópata hecho y derecho, circunstancia que además acerca el convite al horror. Quizás los dos ítems más interesantes de Pacto Criminal sean la manipulación del misterio detrás de la psicología del protagonista (en consonancia con su fetiche de asesinar por asfixia a los traidores) y el férreo código de honor que apuntala el guión de Mark Mallouk y Jez Butterworth (un motivo clásico del cine de gangsters y el séptimo arte en general). Una vez más la dimensión familiar pasa al primer plano cuando se trata de juzgar al cofrade y establecer su jerarquía y/ o futuro dentro de la organización, aquí un tanto modesta en magnitud pero con los tentáculos de un pulpo en lo que hace a su eclecticismo. De hecho, las prebendas, la extorsión y los homicidios son sólo la punta del iceberg de las “relaciones carnales” entre los agentes federales y la aristocracia del barrio, la cual adquiere en la figura verídica de Bulger una autenticidad sanguinaria vinculada a esa lealtad que traza distancias. Resulta evidente que la película, en sintonía con las recientes Matar al Mensajero (Kill the Messenger, 2014) y El Año más Violento (A Most Violent Year, 2014), analiza la hipocresía del tráfico de influencias del gobierno norteamericano y las paradojas del “secretismo” de los negocios que juegan a dos extremos, dependiendo tanto de la supresión de los rivales como del favor oficial para subsistir. La información homologada a un valor de cambio es en cierto modo la contracara del díptico compuesto por un antihéroe decadente y salvaje y un Estado de pulsión parasitaria, atento a cualquier billetito que ande dando vueltas por ahí. El maravilloso duelo actoral entre Edgerton y Depp es equiparable al conflicto narrativo entre el romanticismo que ensalza los estatutos laxos de la marginalidad (obviando las leyes escritas) y un pragmatismo paranoico que se fagocita a todos (la expansión es el horizonte).
BUEN MUCHACHITO Pasillos, escritorios, estacionamientos y callejones lluviosos son los lugares donde el director Scott Cooper sitúa a los (muchos) personajes de “Pacto Criminal”. Todo contado con cierto desapego y lejos de componer un retrato psicologico con alguna profundidad de estas mentes criminales y corruptas. “Pero está Johnny Depp!” dirá mi tia, bueno, esta vez no alcanza, ni con los kilos de maquillaje de siempre. Lo que en principio parece una copia de calidad en tono y estilo de “Buenos Muchachos” (Goodfellas, 1990) se termina confirmando en una escena en la que Depp amenaza/bromea a un confundido interlocutor, idéntica en intención a la escena clásica del film de Scorsese entre Joe Pesci y Ray Liotta. La historia de “Whitey” Bulger puede ser fascinante para un documental, la dramatización en este caso, se quedó navegando entre el aburrimiento y la solemnidad.
Infiltrados, de Martin Scorsese, había sido una de las grandes películas de gánster de la última década. Pero llegó Pacto Criminal y nos puso en un aprieto, porque lleva la narración de este tipo de cine a un nuevo (o mejorado) nivel. Pacto Criminal (Black Mass) plantea la historia real de Whitey Bulger, el hermano de un senador norteamericano, reconocido como el criminal violento más famosos en la historia del Sur de Boston, que se convirtió en informante del FBI con el objetivo de hacer caer una familia mafiosa. “La nueva de Johnny Depp” dirán algunos, pero aquí no podemos ver al Johnny al que estamos acostumbrados... o si. Excelentemente caracterizado, y con una dirección de actores impecable, Depp logra uno de los mejores papeles de su carrera balanceando el drama, la violencia y el amor / odio de este personaje tan particular. En cuanto a la estética, el director logra unos climas atrapantes, sofocantes y que nos dejan ver la “calma antes de la tormenta” en momentos claves. La fotografía y la iluminación de todo el filme es impecable, así como la musicalización. Luces y sombras en una película donde esta ambivalencia es la que marca todo el relato, un gran simbolismo sin dudas. La película está también protagonizada por Joel Edgerton ("El Gran Gatsby," "La Noche Más Oscura") como el agente del FBI John Connolly? el nominado a un Oscar Benedict Cumberbatch ("El Código Enigma") como Billy Bulger, el hermano de Whitey? Rory Cochrane("Argo") como Steve Flemmi, otro miembro de la mafia irlandesa? Jesse Plemons (la televisiva "Fargo") como Kevin Weeks, el socio del crimen de Whitey a lo largo de muchos años? y Kevin Bacon ("Loco y Estúpido Amor," la televisiva "The Following") como el agente del FBI Charles McGuire. Un gran reparto con una muy buena dirección en cada uno de sus aspectos. Pacto Criminal es una gran película para ver, con especial atención y asombro ante todas las situaciones que se muestran y, a pesar que nuestro querido Johnny haya declarado que no quiere ganar un Oscar... este se lo merece.
Pacto criminal es una película imperdible si andas con ganas de ver una clase magistral de actuación de la mano del gran Johnny Depp. La mires por donde la mires no hay nada que objetarle, pero si Depp no fuera el encargado de interpretar al mafioso irlandés, este producto sería una...
Johnny Depp vuelve a enamorarnos, después de unos cuantos bodrios, con un personaje contundente que mete miedo de sólo mirarnos. Scott Cooper se despacha con la historia real del mafioso irlandés Whitey Bulger, su reinado de terror en el sur de Boston y su constante “colaboración” con el FBI. Una historia llena de sangre y traiciones… que se pagan con más sangre. Scott Cooper es bastante novato en esto de las historias cinematográficas. “Pacto Criminal” (Black Mass, 2015) es apenas su tercer largometraje, pero ya había tenido la oportunidad de explorar la violencia, la venganza y la condición humana en películas muy diferentes como “Loco Corazón” (Crazy Heart, 2009) y “La Ley del más Fuerte” (Out of the Furnace, 2013). Acá se mete con un relato basado en hechos reales y, más precisamente, en “Black Mass: The True Story of an Unholy Alliance Between the FBI and the Irish Mob” (2001) escrito por los periodistas Dick Lehr y Gerard O´Neill, responsables de sacar a la luz las conexiones entre estos criminales del Sur de Boston y varios agentes que hicieron la vista gorda. Estamos en 1975, el crimen organizado del Sur de Boston está en manos de James "Whitey" Bulger (un irreconocible Johnny Depp), líder de los llamados “Winter Hill”, pandilla de irlandeses americanos muy arraigados y afectuosos con los habitantes de su ciudad que pronto se ven amenazados por el creciente poderío de los hermanos Angiulo, que manejan la “rama” local de la mafia italiana de Nueva Inglaterra. Las traiciones y las venganzas se desatan por las calles llamando cada vez más la atención del FBI, que quiere acabar tanto con unos como con los otros. Uno de sus más prometedores agentes, John Connolly (Joel Edgerton), se crió en la zona junto a Bulger y su hermano menor William (Benedict Cumberbatch) -presidente del senado de Massachusetts, que se ha mantenido alejado de los negocios turbios de la familia-, y plantea hacer una alianza con Whitey para acabar con los italianos, lo que supone hacer la vista gorda ante sus propios chanchullos y convertirlo en eso que más desprecia: un informante. Ahí es cuando se empiezan a enturbiar las aguas. Con el camino despejado los Winter Hill se apoderan de Bostonn y más allá esparciendo violencia a diestra y siniestra. Connoly debe hacer malabares para mantener las apariencias ante sus superiores, y al propio Bulger a raya para que todo el asunto no le explote en la cara. Con los años, y algunas pérdidas familiares a cuestas, la irascibilidad de James se vuelve más evidente, al igual que su megalomanía y su codicia, empujando a todos a su alrededor hasta el borde de un precipicio que no les deja muchas salidas. Cooper filma una crónica violenta que va y viene en el tiempo, donde Depp es el hilo conductor y el alma hipnótica de esta historia que en seguida nos remite a otras obras gansteriles como “Buenos Muchachos” (Goodfellas, 1990), aunque no con la misma destreza visual de Martin Scorsese. “Pacto Criminal” es una pieza de época cargada de testosterona, donde las mujeres no tienen mucho peso, pero dejan su marca en los protagonistas. La recreación es impecable y las actuaciones, una mejor que otra, más allá de las extrañas pelucas que, a veces, nos distraen del relato. “Pacto Criminal” es un gran exponente del género gansteril. Sórdida, violenta y entretenida, una de esas historial reales que superan a la ficción ampliamente. Además de devolvernos al Johnny Depp camaleónico que tanto nos gusta. Dirección: Scott Cooper Guión: Mark Mallouk, Jez Butterworth Elenco: Johnny Depp, Kevin Bacon, Benedict Cumberbatch, Joel Edgerton, Jesse Plemons, Sienna Miller, Dakota Johnson.
Johnny Depp elige por tercera vez ponerse en la piel de un gángster que realmente existió. Lo hizo ya en “Blow” y en “Public Enemies” pero esta vez el desafío fue mayor, y no sólo por lo físico, donde vemos a un Johnny Depp “serio” (es decir, no disfrazado, como en casi todas las películas que protagoniza con un look muy distinto al suyo real), pelado, de mirada penetrante. La historia a contar por el director de “Crazy Heart” y “Out of the furnace” es la de Whitey Bulger, una figura que todo Boston conoce y gran parte de Estados Unidos especialmente también. En realidad, más enfocada en la curiosa alianza que forma con un agente del FBI a quien conoce desde la infancia, Connolly, interpretado por Joel Edgerton, donde tienen un trato al estilo “yo te protejo, vos me brindás información valiosa”. Lealtad, es lo único que pide y ofrece Connolly, es la ley por la que se rige. Pero lo cierto es que en este mundo las leyes y las reglas nunca están correctamente delineadas y lo moral comienza a desdibujarse. Desde el trailer se podía percibir una película fuertemente influenciada por uno de los mejores narradores de historias de gángsters del cine, Martin Scorsese. No obstante, más allá de estar efectivamente influenciado por el realizador, el tono de la película es bastante más oscuro que el que uno puede esperar después de ver los avances. Porque Whitey es un mafioso que además lleva una vida familiar, casado y con un hijo pequeño, una madre con la cual juega a las cartas, y un hermano senador. Pero a medida que va sufriendo ciertas pérdidas en su vida personal, la personalidad de Whitey se va tornando cada vez más oscura y así lo hace también la película de Scott Cooper. Es mucho lo que la película quiere abarcar en su guión y esto se nota especialmente a la hora de delinear tramas secundarias. Con un elenco bastante grande, muchos secundarios interesantes nos dejan con ganas de más. Además del protagónico implacable de Depp, Joel Edgerton brinda a su lado un duelo actoral muy interesante. Peter Sarsgaard, Corey Stoll, Juno Temple son algunos de los actores secundarios a los que nos hubiese gustado ver un poco más. Dakota Johnson (actriz que no debería quedar relegada a ser recordada como Anastasia Steele, porque su talento le permite mucho más), Kevin Bacon, Adam Scott, Julianne Nicholson y Benedict Cumberbatch (más que correcto en el papel de su hermano pero el más desdibujado del trío de personajes criados juntos en el sur de Boston), entre otros, terminan de completar el elenco. El mundo de los mafiosos parece ser un mundo de hombres. Al menos acá las mujeres quedan relegadas a papeles muy secundarios, pocos minutos de pantalla o ninguno en absoluto, como el papel de Sienna Miller que finalmente fue eliminado. “Pacto criminal” es una película que quiere ser muchas cosas y al final sólo logra ser una buena película de mafiosos, no destacarse mucho más que de ese modo. Como resaltaba anteriormente, quiere abarcar demasiado y así cae en muchos delineados superficiales. Un retrato austero sobre la vida criminal, un Depp realmente sobresaliente (y lo escribe una antigua admiradora del actor que con el tiempo se cansó de verlo interpretar personajes cada vez más excéntricos y caricaturescos) que quizás aspire al Oscar, dicen las lenguas especializadas. Un monstruo disfrazado de hombre, alguien que cree tener el poder de hacer lo que quiera. Al fin y al cabo, como le aconseja a su hijo: lo importante no es qué hagas, sino cómo lo hagas, dónde lo hagas y a quién se lo hagas. Una película buena y ambiciosa pero que por momentos pierde solidez y eso se percibe en ciertas secuencias donde comienza a querer sentirse aburrida. Por suerte no lo termina de lograr aunque sí elige centrarse más en el drama que en la acción.
Una más de la mafia. Otra de gangsters. Mucho cine ha contado historias relacionadas a los vínculos entre el lado oscuro y las fuerzas policiales, pero ninguna lo hace desde un punto de vista tan libre y cuasi objetivo como "Pacto Criminal" (USA, 2015), de Scott Cooper, un filme que bucea en el seno de una familia irlandesa, en la que dos hermanos han optado por tomar caminos diferentes y eso ha marcado a fuego su relación. Mientras James "Whitey" Bulger (Johnny Deep) encontró en la extorsión, la muerte, el robo y las drogas una posibilidad para ascender en la escala social, por el otro lado, su hermano William "Billy" Burger (Benedict Cumberbatch) se ha transformado en un responsable senador, con, como única mancha en su legado, justamente, su hermano. Ambos se esfuerzan por lograr mantener las tradiciones foráneas, aquellas que con tanto sacrificio su familia les ha inculcado, y pese a no concebir estar separados el uno del otro saben que es necesaria cierta distancia entre ambos, porque si bien nunca uno habla de los "negocios" del otro, saben, que en el fondo, lo peor que les puede llegar a pasar es que una exigencia proveniente de lo más alto de la esfera política o policial le exija a Billy que entregue a Whitey. Cooper atrapa con un guión y un tempo de narración preciso, que refuerza el sentido de "cuento" con imágenes impactantes de algunas "actuaciones" del personaje de Deep, pero que también plasma la minuciosidad de ciertos rituales que hacen a estos hermanos. Y esta relación comenzará a deteriorarse cuando por la inexperiencia y torpeza de un agente del FBI llamado John Connoly (Joel Edgerton), que también es conocido del clan, dejando en evidencia muchos de los vínculos en el complejo entramado de relaciones, que excepto contados los casos, todos eran comprados por Whitey y sus secuaces. Lo histórico en "Pacto Criminal" deja su lugar a lo inmersivo de la suspicacia con la que Cooper va narrando cronológicamente el relato, hábilmente potenciado por una recreación de época impecable y que encuentra en ese contexto la fuerza para hablar de algo que pudo haber sido de otra manera y no como la ya conocida. Los Bulger dominaron la sociedad delictiva, y en la reflexión que se desprende del filme, hay también una crítica a las relaciones enmarcadas dentro de la normalidad de los hechos con los que a diario miles de personas convivían, una verdad marcada a fuego con sangre, balas y muerte, y en la que siempre primó la idea de supervivencia por encima de cualquier planteo o cuestionamiento ético, que nunca se hicieron, de los protagonistas. Para que un clan como el Bulger, y en particular el caso de Whitey, también habría que analizar la complicidad no ya de la fuerza policial, sino, principalmente, la de la sociedad, que en muchas oportunidades (y como siempre) ha hecho la vista gorda ante embates inexplicables y arrebatos de violencia que sólo reafirmaban la naturaleza siniestra de los protagonistas y mandamases de la historia. "Pacto Criminal" atrapa, no sólo por la dupla protagónica (Deep/Cumberbatch) sino, también, por una serie de secundarios que refuerzan las palabras con la impronta necesaria que se deriva del oficio, en mayor o menor medida, de acuerdo a la carrera, y que en la sutileza de tan solo un gesto, como el que Whitey le otorga a su pequeño hijo, la fuerza de obrar sin ser advertido por el resto, construyen una historia que del detalle hace una oda al relato policial clásico.
A quemarropa Nos hallamos ante una producción hollywoodiense de las que se suele decir de campanillas, de esas que, aunque se hayan estrenado más bien pronto, seguro cuentan en todas las quinielas de los premios gordos del primer trimestre del 2016 en las categorías de mejor actor y mejor dirección. Nos referimos a Pacto Criminal (Black Mass -2015-), un thriller basado en hechos reales -y a su vez en el libro más vendido del New York Times de 2001-, que nos sitúa en el Boston de los años 70, lugar donde la mafia italiana operaba a sus anchas mientras el FBI se desgañitaba para pararles los pies. En esta ocasión se nos explican las correrías del sanguinario capo James “Withey” Bulger, una ex figura de la delincuencia organizada de Massachusetts, quien fue acusado por cometer la friolera de diecinueve asesinatos aunque entre sus vecinos fue tenido como una especie de “Robin Hood”, protector del barrio donde operaba. Withey, con la única intención de acrecentar sus negocios, no dudó en buscar una suerte de singulares aliados para poder eliminar del mapa a todos sus competidores italianos, instalados en la costa este de EEUU. Entre ellos contó con la ayuda inestimable de los “supuestamente” defensores de la ley, una nefasta asociación entre policías y ladrones que provocaría en breve un espiral de violencia incontrolada, donde todos saldrían ganando: unos por atrapar a algunos malhechores e ir escalando puestos en el mando policial, y otros por consolidar su poder y así convertirse en gángsters tan implacables como poderosos. Pero como todo tiene su fin, la llegada al lugar de un incorruptible fiscal del distrito hará tambalear y de qué manera el sistema de ayudas mutuas. El elenco reunido para la ocasión es para quitarse el sombrero, con un Johnny Depp de aspecto irreconocible (su alopecia y otras prótasis instaladas, objeto de crítica de algunos que las han considerado como muy exageradas y poco creíbles), dotan a su oscuro personaje de un aroma maquiavélico cercano incluso al Nosferatu de Murnau, que huele a nominación para el Oscar. De todos, es sabido que Depp se encuentra más cómodo cuanto más disfrazado sale a escena, y ahí están ejemplos para corroborarlo como la saga de Piratas del Caribe -2003-, Alicia en el país de las maravillas -2010- o la mítica El joven manos de tijera -1990-. Le acompañan en el reparto un sobrio y siempre cumplidor Benedict Cumberbach como su hermano metido a político (se echa en falta un poco más de protagonismo de su personaje, que queda bastante desdibujado y falto de desarrollo), y la sorpresa de un magnífico Joel Edgerton (visto en superproducciones como El gran Gatsby -2013- y Exodo: dioses o reyes -2014-) en el rol de ambiguo agente del FBI que aquí actúa como un auténtico roba escenas. En el lado femenino, la emergente Dakota Johnson, recién salida de sus Cincuenta sombras de Grey -2015- y una pizpireta Juno Temple en el rol de prostituta con la boca un poco suelta. Advertimos a los amantes de la no violencia que aquí no se tienen ni que acercar: tiros en la cabeza por doquier, estrangulamientos, palizas, torturas varias, salpican un argumento que crece a medida que avanza la acción. El director de la sanguinolenta propuesta, Scott Cooper, opera una puesta en escena muy apropiada para la historia que se quiere explicar. Banda sonora y diseño de producción también rayan a gran altura, recreando la década de los setenta de forma veraz, lo que deriva en un producto digno, que no defraudará a los fans de obras maestras del género como Buenos muchachos -1990- o Una luz en el infierno -1993-. En definitiva, una película que gira casi por entero en la figura de Johnny Deep, que aquí luce aterrador. Parece tranquilo y sereno, y de repente explota como si fuera un cartucho de dinamita, Consigue transmitir el desasosiego a través de su voz suave y gutural y su mirada fría como el hielo. Su caracterización de “Withey” Bulger es venenosamente fascinante.
Asesino por naturaleza Un irreconocible Johnny Depp interpreta a James “Whitey” Bulger, amo y señor del submundo de la corrupta ciudad de Boston de los años '70 y '80 (con el increíble aval del FBI) en esta biopic construida con pasión cinéfila y cierto romanticismo por Scott Cooper, director de Loco corazón y La ley del más fuerte. Un festival actoral (también aparecen Joel Edgerton, Benedict Cumberbatch, Kevin Bacon y Jesse Plemons, entre otras figuras) para un film que, si bien cede a algunos lugares comunes del subgénero de mafiosos, resulta casi siempre muy entretenido. Combinando el relato de proporciones mitológicas, la crónica intimista y el festín de pirotecnia actoral, Scott Cooper (director de Loco corazón y La ley del más fuerte) factura la entretenida Pacto criminal, que cuenta la increíble historia real de cómo el FBI permitió el ascenso a la gloria delictiva de James “Whitey” Bulger, el hermano de un poderoso senador del estado de Massachusetts. Crimen, autoridad y poder. Mafia, policía y clase política. Esos son los tres vértices de una película que, sin mayores aspavientos formales, deja su destino en manos de unos actores entregados a la causa. Johnny Depp (el mafioso), Joel Edgerton (el policía) y Benedict Cumberbatch (el político) se ven obligados a jugar dentro de los márgenes de la biopic, caracterizados para parecerse a las personas reales que encarnan y obligados a imitar el cerrado acento del norte de Boston. Sin embargo, el trío trasciende la imitación y compone un muy interesante magma gestual en el que se refleja el gran tema de fondo de la película: la delgada, casi invisible frontera que separaba el bien del mal en la corrupta ciudad de Boston en los años '70 y '80. El tablero dramático de Pacto criminal es plenamente amoral y Cooper disfruta filmando escenas de grupo o cortantes tête à tête en los que los policías se comportan como gángsteres y viceversa. En términos cinéfilos, la película no puede evitar rendirse ante ciertos lugares comunes del cine de mafiosos: unos viajes a Miami que remiten a la saga de El padrino, acelerados montajes a la Scorsese para electrificar el ascenso criminal del gángster, la obligada escena de discoteca al son de la mítica Don’t Leave Me This Way. Sin embargo, Cooper consigue controlar su nostalgia y pasión cinéfila para otorgar cierta verdad a sus personajes, una verdad no carente de romanticismo.
Yendo hacia Boston Si Pacto criminal (Black Mass, 2015) es parecida a Los infiltrados (The Departed, 2006) es porque ambas películas se basan en la vida del mismo gángster bostoniano, James “Whitey” Bulger, y su impía alianza con el FBI. El capo mafioso interpretado por Jack Nicholson en la película de Martin Scorsese estaba basado en Whitey Bulger, y ahora Pacto criminal viene a contar la “historia oficial” del personaje, esta vez encarnado por Johnny Depp. Las similitudes temáticas son inevitables, pero nada obligaba a Scott Cooper a imitar el estilo de Scorsese cuando decidió dirigir Pacto criminal. La película se parece mucho a Buenos Muchachos (Goodfellas, 1990): sigue el auge y la caída de un notorio criminal a lo largo de varios años, nos muestra la cruel camaradería que une a los brutos matones de la mafia, muchas escenas se construyen entorno al temperamento volátil y alevoso de los mafiosos, la narración es retrospectiva (los asociados de Bulger son interrogados en el presente) y el montaje ecléctico, pasando lista a los crímenes de Bulger con rapidez y desacelerando en los momentos íntimos. Cooper se queda corto al no pasar “Gimme Shelter” de los Rolling Stones; en vez pone “Slave”. Como galán protagónico Depp tiende a ser bastante anémico, pero es un excelente actor a la hora de componer caricaturas humanas, especializándose en personajes orgullosos que se toman demasiado en serio a sí mismos y no tratan a los demás con la misma deferencia. Ed Wood en Ed Wood (1994), Raoul Duke en Pánico y locura en Las Vegas Fear and Loathing in Las Vegas, 1998) y Jack Sparrow en Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra (Pirates of the Caribbean: Curse of the Black Pearl, 2003) son buenos ejemplos. Whitey Bulger se suma fácilmente al zoológico de grotescos por motivos muy distintos: es aterrador. Raro para una película que no es de miedo y se ve encabezada por uno de los actores más populares de su tiempo, pero el personaje logra ser aterrador. Depp ha sido maquillado a punto de asemejarse al Guasón, pero una vez que sorteamos el shock inicial de su apariencia, Bulger es igual de perturbador, inquietando con la voz, la mirada, el rictus. Todo lo que dice y hace es comedido, pero apenas esconde la violencia que lleva dentro. Y a medida que la película avanza, ciertas tragedias van nutriendo lentamente su desprecio por la vida humana. Johnny Depp se va a llevar todos los galardones de esta película. Menos celebradas pero igual de excelentes son las actuaciones de los actores secundarios, muchos de ellos inmediatamente reconocibles como típicos actores de reparto pero que no gozan gran renombre: W. Earl Brown, Rory Cochrane y Jesse Plemons y Peter Sarsgaard como los versátiles secuaces de Bulger; Joel Edgerton, David Harbour, Kevin Bacon y Corey Stoll del lado del FBI. El único que no sale bien parado es Benedict Cumberbatch como el hermano menor de Bulger: además de no congeniar, su rol es bastante superfluo e indicador de que la película originalmente duraba tres horas antes de ser resumida en dos. Se extraña el 30% faltante de la película, que probablemente justificaba todas las tramas y los personajes que quedan misteriosamente colgando en la versión recortada. Pacto criminal sería genial si no nos recordara tanto a otras películas similares y mejores; sería genial si fuera la película que el director filmó y no la que recortó. En vez de una genial película ha logrado una muy buena película, y en el proceso le ha sacado una genial interpretación a Johnny Depp.
El mundo de la mafia aparece reflejado en este retrato de Whitey Bulger, el criminal más peligroso de Boston en los años setenta. El film cuenta con una magnífica composición y transformación física de Johnny Depp. "Todos necesitamos amigos, incluso a Jimmy" asegura uno de los personajes de esta película que muestra la brutalidad del mundo de la mafia liderado por Whitey Bulger -Johnny Depp-, hermano de un senador norteamericano, y reconocido como el criminal violento más famoso en la historia del sur de Boston. Con la dirección de Scott Cooper -Loco corazón, La ley del más fuerte-, la película basada en el best seller ganador del Pullitzer, Black Mass, de los periodistas Dick Lehr y Gerard O'Neill, es un fiel retrato del hampón que fue padre de familia y no dudó en apretar el gatillo cuando la situación lo podía comprometer. La trama sigue los pasos de este líder violento que se ve empujado a aceptar un pacto con el FBI como informante cuando los hijos de la Cosa Nostra empiezan a ganar terreno criminal y todos corren peligro. Entre locales nocturnos donde la violencia es moneda corriente y cadáveres sepulados debajo de un puente, aparece un cálido ambiente familiar con tragedia incluida. Con la frase "Si nadie lo ve, no pasó" que el mismo Whitey se encarga de grabar a fuego en la cabeza de su pequeño hijo, el relato equilibra de manera sólida la información que manejan los personajes, los ajustes de cuentas y los estallidos de violencia de Whitey cuyo accionar llega a Miami, entre charcos de sangre y música disco. Párrafo aparte para la recreación de época y vestuario, y la utilización de la banda sonora que potencia las escenas de mayor tensión. La película cuenta además con un sólido elenco: Joel Edgerton -El Gran Gatsby- como el agente del FBI, John Connolly? Benedict Cumberbatch -El Código Enigma- en el papel de Billy Bulger, el hermano de Whitey? Jesse Plemons como el socio del crimen y Kevin Bacon, en la piel de otro agente del FBI. La magnífica composición y transformación física de Johnny Depp lo aleja de sus estrafalarias y exitosas creaciones festejadas por el público y lo convierten aquí en un enemigo implacable, decidido y cotidianamente monstruoso.
La vida de un criminal que logró expandir su influencia violenta gracias a una colaboración con el FBI, que quería erradicar a la mafia italiana y terminó dejando crecer a la banda de los irlandeses liderada por “Whitey” Bulger. Festival de grandes actores: Jhonny Depp, Joel Edgerton, Benedict Cumberbatch, Kevin Bacon y siguen los nombres. Con el estilo de películas de gángsters, homenajes y algunos lugares comunes y poderoso entretenimiento.
Volver a contar la historia de un mafioso ¿Tiene sentido volver a contar lo que ya se contó, tal como se contó, dejando de lado toda relectura y abrazando la mimesis? Pacto criminal narra la parábola de un mafioso, entre los años 70 y 90, describiendo el mismo arco dramático que Buenos muchachos, Casino y el corpus entero de películas de mafia. ¿Que estos mafiosos no son los italoamericanos sino sus mayores competidores, los hijos de irlandeses? Eso no sólo no es nuevo (los protagonistas de Tiro de gracia, contemporánea de Buenos muchachos, ya lo eran, y los de Pandillas de Nueva York también) sino que no cambia nada el origen, mientras se comporten y sean narrados de la misma manera. Lo mismo corre para el ligero cambio de localización (Boston en lugar Nueva York) o para la particularidad de que aquí el mafioso sea hermano de un senador. Dos parientes directos a ambos lados de la legalidad, y dos amigos ídem, tampoco representan ninguna novedad: desde Héroes olvidados (The Roaring Twenties, 1939) la Warner viene contando esa historia.Con un título original que parece haber dejado vacante alguna película de terror archivada (Black Mass, misa negra), Pacto criminal narra el ascenso y caída (arco dramático y moral de todas las películas de gangsters) de un mob boss real, James “Whitey” Bulger, desde el momento en que se alza contra los Angiulo –que dominan el comercio ilegal de la capital de Massachussetts– hasta aquél en que desaparece sin dejar rastros, cuando el FBI cierra el círculo sobre él. Como todo mafioso del cine, Whitey Bulger posa como el más macho, está lleno de ambición, no manda a matar sino que mata él mismo, y siempre de la forma más despiadada. Aunque no operística, como muchos de sus antecesores: Bulger es, como la película que lo contiene, un hampón medio. Basada en una investigación periodística, la variante a la que apuesta Pacto criminal es la de la sociedad que Bulger establece con su ex amigo de infancia y actual agente del FBI, John Connolly. Un poco por trabajo y otro poco tal vez por animosidad étnica, a ambos les interesa aniquilar a los italianos. Para ello Bulger se convertirá en informante de Connolly, mientras asciende en la jerarquía mafiosa. Como indican el canon o el cliché, habrá buena cantidad de sangrientos ajustes de cuentas y un oscilar permanente entre la lealtad y la traición, entre el enfrentamiento y la colaboración con las fuerzas de seguridad. Ese canon se cruza con el del género “policial de investigación” (Scorsese ya lo había hecho en Los infiltrados), con Connolly como el agente poco preocupado por la legalidad, enfrentado a sus superiores. Family men, a Bulger y Connolly se los ve cuidando de esposas, hijos o mamás. Sugerencia tampoco novedosa de que el mafioso no representa la excepción sino la norma social llevada al extremo.En el nutrido reparto, que incluye en el papel de Connolly al australiano Joel Edgerton (a quien puede verse actualmente en cartel en El regalo, que dirigió) y al muy de moda Benedict Cumberbatch como el senador Bulger, se destaca Kevin Bacon como jefe del FBI. Con pocas escenas, el hombre con apellido de panceta impone una autoridad de nalgas bien apoyadas sobre el sillón de su oficina. Producto del departamento de maquillaje, el semicalvo, pelirrojo, blanquecino y de ojos escandalosamente celestes Whitey Bulger es otra caricatura de Johnny Depp (parece el Sombrerero Loco sin peluca), con la desventaja de no asumirse como tal. Mientras que las que compone para Tim Burton o el Jack Sparrow de Piratas del Caribe, son parte de shows deliberadamente excesivos, como guiños cómplices hacia el espectador, Bulger no guiña. Es una máscara que intenta pasar por composición, impostando solemnidad donde hay sólo exceso de make up.
La unión hace la fuerza Un gangster de origen irlandés y un agente del FBI, amigos de la infancia, son centrales en este buen thriller. Basada en el libro Misa negra: la verdadera historia de la impía alianza entre el FBI y la mafia irlandesa, de los periodistas Dick Lehr y Gerard O’Neill, del diario Boston Globe, Pacto criminal cuenta una historia real: la alianza entre un agente del FBI, John Connolly, y el mayor gangster del sur de Boston, Jimmy “Whitey” Bulger. Una cooperación que empezó con el objetivo de eliminar a la mafia italiana de la ciudad y se extendió mucho más allá de esa excusa. Entre las diferentes mafias que suele retratar Hollywood -italiana, hispana, últimamente también la rusa-, esta vez el foco está puesto en la irlandesa. Bulger ya había inspirado al personaje de Jack Nicholson en Los infiltrados, de Scorsese, pero ahora la intención es acercarse mucho más a la “realidad”. Y el elegido para el protagónico es Johnny Depp, en una actuación que, según la crítica internacional, lo posiciona como candidato a ganar el Oscar por primera vez. Y sí, el trabajo de Depp es muy bueno. Despejado de todos los tics que lo volvieron poco menos que insoportable en sus colaboraciones con Tim Burton, consigue infundir miedo y hacer creíble a este matón (ya había encarnado a otros dos: John Dillinger y George Jung). Físicamente está irreconocible, algo que ayuda a su lucimiento, aunque hay un punto en el que a alguien se le fue la mano: los ojos. Quizá la intención de esos lentes de contacto celestes fue, además de transformarlo en Bulger en todos los detalles, resaltar el carácter vampírico del personaje. Pero la mayor parte del tiempo esos ojos no nos perturban por su maldad, sino por su artificialidad. Por lo visto, Bulger era mucho más aterrador que carismático. Y escurridizo: “Si hacés algo pero nadie lo ve, nunca sucedió”, le explica su filosofía a su hijo en una de las mejores escenas. Por eso comparte el peso de la trama con el agente del FBI (Joel Edgerton) y la historia, que se desarrolla entre 1975 y 1995, no está contada desde su punto de vista, sino del de tres de sus secuaces y otro agente del FBI, integrantes de un sólido elenco de personajes secundarios (Benedict Cumberbatch, Kevin Bacon, Jesse Plemons, Peter Sarsgaard, W. Earl Brown). Scott Cooper ya mostró en sus dos anteriores películas, Corazón rebelde (2009) y La ley del más fuerte (2013) que sabe dirigir actores y contar una historia eficazmente, con oficio y prolijidad. También, que no tiene mucho vuelo. Aquí crea un estado de tensión permanente, en un clima lúgubre y oscuro; el que busque un buen thriller, lo encontrará. Pero no se puede decir que Pacto criminal agregue demasiado a la enciclopedia mafiosa de Hollywood.
Parábola de ascenso y caída en la mafia Whitey Bulger es un mafioso de origen irlandés, hermano de un senador y con un amigo de la infancia que vuelve al barrio convertido en agente del FBI. Hará un arreglo con el FBI para ser informante y tener protección legal, y además liquidar a la competencia, los mafiosos italianos. La historia -basada en hechos reales- transcurre mayormente entre 1975 y 1994 en el sur de Boston, ese territorio que el cine ha trabajado a repetición con los temas de la mafia, la lealtad, el crimen y la amistad, por ejemplo en Desapareció una noche y Atracción peligrosa (The Town), de Ben Affleck, y también en Río místico, de Eastwood, y Los infiltrados, de Scorsese, entre otras. La ambientación de esta (otra) atractiva parábola de ascenso, tragedia, brutalidad y caída mafiosas es destacable: no sólo por el diseño de arte, el vestuario, los peinados y otros elementos. Hay también algo sombrío, distante y frío que proviene de la luz y los encuadres, que generan sequedad emocional y una falta de calidez que se integran y de hecho constituyen el frente del relato. Por detrás, las acciones se acumulan linealmente y no logran cohesionarse del todo y potenciarse, aunque varias por separado tienen una fuerza tan brutal como impactante. Por su parte, el maquillaje y sobre todo las lentes de contacto de Johnny Depp en el papel principal quizás aporten semejanza con el Bulger real, pero restan veracidad a la actuación. Se luce Edgerton con una potencia estilo James Cagney y una lúcida comprensión actoral de su rol de trágica lealtad, como lo hizo Jeremy Renner en Atracción peligrosa. Kevin Bacon, como es habitual, es una garantía. Y hay una notable cantidad de rostros reconocibles en el cast, actores y actrices quizás interesados particularmente en colaborar con el director Scott Cooper, que llevó al Oscar a Jeff Bridges en Loco corazón.
Más gangsters de Boston La acción transcurre en la ciudad de Boston y por ser el escenario de muchas películas sobre ladrones, asesinos e irlandeses iracundos –Atracción peligrosa de Ben Affleck y Los infiltrados de Martin Scorsese son las más recientes-, La acción transcurre en la ciudad de Boston y por ser el escenario de muchas películas sobre ladrones, asesinos e irlandeses iracundos –Atracción peligrosa de Ben Affleck y Los infiltrados de Martin Scorsese son las más recientes-, Pacto criminal tiene la mitad del recorrido ganado para presentar casi una historia familiar, con algunos chicos que eligieron estar del otro lado de la ley y otros que se sumaron al sistema, aunque claro, la ambición y los límites difusos de la corrección siempre estén en discusión en ese ámbito violento y lleno de reglas no escritas. Para contar la historia de James “Withey” Bulger (Johnny Depp), un gángster que en entre los años '70 y '80 se convirtió en el mafioso más importante de la ciudad, el director Scoot Cooper (La ley del más fuerte, Loco corazón) eligió el relato clásico, en un combo que podría definirse por pares: pertenencia y traición, ambición y gloria, ascenso y caída. Así, el cuento se asienta en el accionar y el crecimiento de Bulger, que no podría haber sido tal sin la sociedad que estableció con el FBI y en especial con el agente John Connolly (Joel Edgerton), amigo de la infancia de Withey que le permitió seguir con lo suyo a cambio de que entregara información sobre las otras bandas criminales, y si era sobre la mafia italiana, tanto mejor. Así, el relato va contando el ascenso del protagonista, la relación con su hermano senador del estado de Massachusetts (Benedict Cumberbatch), su psicopatía desatada -el placer evidente que le provocaba ejecutar el mismo los peores crímenes- y el contrapunto con Connolly, una sociedad que se prolongó durante casi tres décadas, en donde cada una de las partes jugó su partida sabiendo que su posición dependía del otro. Si bien el verdadero protagonista es Edgerton a partir de un personaje ambiguo, lleno de meandros y con una ambición sin límites que lo iba hundiendo, detrás de la tonelada de maquillaje que lo hace casi irreconocible, Depp entrega tal vez su mejor trabajo en años, con una caracterización que no deja de crecer en los saltos temporales, capa sobre capa de matices de un ser siniestro. A la hora del balance, Pacto criminal es un film interesante que sale ganado en cuanto a la elección del clasicismo de la puesta con el desdibujamiento de los límites éticos y morales y el timing dramático justo, aun cuando en su ambición de recorrer cada uno de los tips del género, se disperse innecesariamente.
Pacto Criminal está ambientada en Boston en plena década del 70. El agente del FBI John Connolly convence a James Bulger un mafioso irlandés para que colabore con su agencia con el fin de eliminar a un enemigo común: la mafia italiana. Esta nefasta alianza provoca una espiral de violencia que permite al delincuente eludir el control de la ley, consolidar su poder y convertirse en uno de los más implacables y poderosos gángsteres de la historia de los Estados Unidos. Más allá de estar narrado con pericia y un gran manejo de la intriga por el director Scott Cooper, el filme está sostenido por el increíble elenco de grandes actores encabezado por Johnny Depp en el papel de su vida. El actor de Piratas del Caribe, nunca lucio tan terrorífico e intimidante como en esta cinta. Una transformación física para el aplauso, y una interpretación contenida destinada a ganar muchos premios. En la línea del mejor cine de Scorsese, Pacto Criminal, se vale de una historia real y atrapante, para generar una de las mejores películas sobre la mafia de los últimos tiempos.
Crítica emitida por radio.
Publicada en edición impresa.
La nueva película de Scott Cooper (CrazyHeart 2009, Out of the Furnace 2013) se centra en la relación entre el mafioso irlandés Jimmy “Whitey” Bulger y el FBI: un trato que consistió en eliminar del mapa al crimen organizado italiano. Para esto, Bulger tuvo que “rebajarse” al nivel de informante (considerado por algunos como un soplón) para que la policía estadounidense, con quien compartía enemigo en común, se encargase de hacer el trabajo sucio que tanto le iba a costar. Black Mass es contada a través de testimonios en tiempo presente de los matones de Bulger, y retrocede a los 70? para mostrar el verdadero transcurso de los hechos. La relación entre la mafia de “Whitey” y el FBI es el conflicto principal y está representada por un dúo actoral muy logrado: Johnny Depp – Joel Edgerton. El personaje del primero es violento, frío, temperamental y perturbador: se extrañaba el Depp metamorfoseado y provocador, que genera una presencia tan fuerte y marcada. Se trata de un Bulger intimidante e impredecible, al que no le tiembla la mano a la hora de derrochar violencia. Sin dudas que es una de las mejores actuaciones de Depp en los últimos 15 años de carrera. Algo similar sucede con John Connoly, el policía del FBI y amigo de la infancia de Bulger, que es desarrollado por un Edgerton más que aceptable, en el que se lo puede ver maduro. Están muy bien marcadas las características de Connoly: un tipo que está más allá del bien y del mal y tiene la calle en sus venas, un ex “chico de barrio” con dinero. El resto del reparto está un poco desaprovechado. Benedict Cumberbatch, Dakota Johnson y Kevin Bacon tienen apariciones esporádicas y poco consecuentes en la historia, caso contrario al de personajes, cuyos nombres no se dirán para no arruinar sorpresas, que tienen su minuto de gloria y son capaces de cambiar el transcurso de la película. Black Mass tiene un comienzo prometedor, inspira a gran thriller pero se hace monótona a medida que el guión avanza. Los sucesos desafortunados que implican al protagonista crecen más y más, y como consecuencia, el motor de la película resulta ser el actor como ente individual: Depp-Bulger. Las escenas de violencia aparecen el momento justo, sumamente justificadas y con el grado perfecto para lograr el choque. Black Mass en ese sentido no tiene miramiento, no le importa el descaro de una persona estrictamente criminal. El final se torna predecible y poco épico. Violenta como Out of the Furnace, pero no tan melancólica, la anterior película de Cooper fue más redonda, cargada de personajes y creadora de un estilo urbano devastador. Por el contrario, Black Mass solo se resume en una complicada historia verídica, sin abundancia de momentos memorables ni giros, pero sí elevada por un enorme Johnny Depp.
Pactos y traiciones En cierta medida es justo decir que películas de gangsters eran las de antes, y al decir esto también se podría acotar que gracias a joyas como The Godfather (El Padrino, 1972) o Goodfellas (Buenos muchachos, 1990), las fórmulas sobre estas se han impuesto como un paradigma de uso extensivo y su energía parece haber perdido potencia con el paso de los tiempos. Pacto criminal llega para recordarnos que hubo una época en que las mafias étnicas cumplían un rol predominante en las sombras de la comunidad de los Estados Unidos, y así como hemos visto una y otra vez films mostrándonos alianzas y traiciones mortales entre ellas y sus integrantes, la nueva película de Scott Cooper (el novato director que nos sorprendió levemente en Out of the Furnace en 2013), llega para cavar en lo hondo de una de las historias célebres del pasado del crimen organizado en ese país. Si bien la fórmula está repetida y gastada, Pacto criminal incurre en ciertas prácticas que le otorga un aire de ventaja para diferenciarse de producciones anteriores, y aunque esto es bien recibido no alcanza para evitar la sensación de estar viendo escenas de películas de la mejor época de Robert De Niro. Aun con ese gran desacierto de guion, la película funciona correctamente, aunque eso sí, puede llegar a resultar soporífera si nos agarra desprevenidos. Lo más destacable del film es la llamativa actuación de un Johnny Depp desentendido con sus típicas muecas y falta de originalidad habitual, y dando de sí la que sea muy posiblemente su mejor actuación de los últimos años. En cierto modo irreconocible por el maquillaje y por otro lado compenetrado con un personaje serio y conflictivo que aunque podría haber rendido muchísimo más, consigue resaltar entre la falta de tacto de gran parte de la película. Joel Edgerton (The Great Gatsby, Warrior) es otro que se destaca con su papel de agente del FBI, cumpliendo un doble rol que juega constantemente entre los límites de la legalidad. Pacto criminal intenta estar a la altura de un cine olvidado y que difícilmente vuelva pronto, pero lo hace repitiendo fórmulas que han pasado de la clara efectividad al cansancio, con lo cual deja al descubierto una pobre creatividad desde la visión del director. Si me preguntan qué es lo que le falta a Pacto criminal para convencer, es simplemente otro tipo de enfoque, que sin necesidad de revolucionar el género podría haber ayudado a que sus poco más de dos horas de duración resultasen más amenas para el espectador.
Pacto criminal brinda el esperado regreso de Johnny Depp a la actuación luego de varias interpretaciones en piloto automático que presentó en los últimos años. En esta película demuestra que su talento sigue intacto y sorprende con la composición de uno de los personajes más siniestros de su filmografía. Whitey Bulger fue uno de los criminales psicópatas más famosos que surgieron dentro de la Mafia irlandesa de Boston durante los años ´70. Era inevitable que en algún momento se contara en el cine la historia de este criminal que llegó liderar la lista de los gángsters más buscados por el FBI y sirvió de inspiración al rol de Jack Nicholson en Los Infiltrados, de Martin Scorsese. Depp brinda una composición fantástica de Bulger y es la principal razón por la que vale la pena ver esta película. En este caso se sumergió por completo en la personalidad del gángster y logró capturar con precisión los aspectos más oscuros de su personalidad. Son esos casos donde el artista desaparece por completo en un rol y el espectador sólo ve en la pantalla al personaje y se olvida de la estrella de cine que lo encarna. Es un placer disfrutar un trabajo de Depp después de tanto tiempo en un film que encima tiene en su reparto a figuras como Kevin Bacon, Benedict Cumberbatch y Joel Edgerton, quien atraviesa un gran momento de su carrera. Actualmente se lo puede ver en su ópera prima, El regalo, y acá brinda otra gran interpretación que sobresale entre lo más destacado de Pacto criminal junto con el trabajo del protagonista Lamentablemente el trabajo del director Scott Cooper (Crazy Heart) termina siendo trascendente por la labor de los actores, pero no es una película que explote todo el potencial que tenía esta historia real. Creo que en esto tuvo mucho que ver el modo en que el cineasta abordó la narración, donde se limitó a brindar un "grandes éxitos" de la carrera criminal de Whitey Bulger, sin explorar en profundidad los vínculos emocionales entre los personajes. Durante dos horas la trama reconstruye varios de los asesinatos macabros que cometió el mafioso y las estrategias del FBI para atraparlo, pero nunca se llega a conocer en profundidad al protagonista y el mundo en que se desenvuelve. La narración de Cooper presenta numerosos saltos temporales que se limitan a mostrar determinados hechos que ocurrieron en la vida de Bulger y todo se desarrolla de un modo muy previsible y condensado. No hay grandes momentos de suspenso y el film en general nunca llega a ser cautivante. Todo lo contrario a lo que ocurría en esa subestimada obra maestra del cine gángster que fue Donnie Brasco (también protagonizada por Johnny Depp), donde el director Mike Newell tomó un caso real y lo convirtió en un thriller fascinante. Hasta los momentos finales el espectador no tenía idea lo que iba a ocurrir con el personaje de Depp, quien encarnaba un policía encubierto que se infiltraba en la Mafia italiana. En esta producción Cooper construyó un relato más previsible. Pacto Criminal tiene otros méritos. Lo mejor de la película reside en la labor de sus protagonistas y la excelente fotografía de Masanobu Takayanagi (Warrior) que le brindó la estética perfecta al oscuro y macabro mundo de Whitey Bulger. Aunque no sea una biografía de gángsters que quedará en el recuerdo, la película vale la pena por la labor de Johnny Depp, quien presenta su mejor interpretación en el cine desde Blow. Un motivo más que suficiente para disfutar este estreno en una sala de cine.
Es difícil comenzar este artículo sin toparse desde el primer párrafo con la idea de que Johnny Deep ha encontrado un buen papel y realizó un trabajo memorable. Luego de años de interpretar personajes olvidables y manteniendo una fama intacta basada en viejos laureles, pero que nada tiene que ver con el buen desempeño en el plató, quién interpretó a el joven manos de tijer encontró un personaje que le devolvió esa mística. Ojo, no es el único que logra un papel para el recuerdo; Joel Edgerton deja todo en la cancha. Pacto Criminal (Black Mass), basada en el libro The True Story of an Unholy Alliance Between the FBI and the Irish Mob de Dick Lehr y Gerard O’Neill, cuenta la historia real de Jimmy Whitey Bulger (Johnny Depp), un famoso y buscado gángster norteamericano de raíces irlandesas, quien desde 1975 se convirtió en “informante” del FBI con el objetivo de revelar los secretos de la mafia italoamericana. Como estaba bien lejos de renunciar a su vida delictiva, pidió que a cambio de información no le prestaran atención a los delitos cometidos por él y su grupo. Bandera blanca para el accionar de Whitney Bulger, hermano de John P. Bulger (Benedict Cumberbatch), político respetado que no mezclaba la profesión de ambos, solo mantenía el vínculo familiar. Con el correr de los años, este pacto se convirtió en uno de los grandes escándalos que involucra a agentes del FBI, entre ellos, John Connolly (Joel Edgerton), quién compartió gran parte de su infancia con el mafioso irlandés. Al igual que sucedió con La ley del más Fuerte (Out of the Furnace, 2013), Pacto Criminal tiene su punto más alto en el buen desempeño de los actores. A los ya mencionados hay que agregar a casi todos a la lista del buen desempeño actoral: W. Earl Brown, Rory Cochrane, Jesse Plemons y Peter Sarsgaard como los gangsters de Bulger; David Harbour, Kevin Bacon y Corey Stoll del lado del FBI. ¿Por qué casi todos? Benedict Cumberbatch pasa desapercibido, sin ton ni son. Su personaje, con un potencial mucho mayor del exhibido, solo se luce en una escena con interpretado por Joel Edgerton y nada más. Sí, justo con John Connoly, el agente del FBI de poca monta y exhibe una transformación a un gánster que trata de disimular su paso al lado oscuro para resaltar tanto como el retorno de Depp a las ligas mayores de la buena actuación. Dakota Johnson, al igual que Cumberbatch, queda desperdiciada. Algunas de las sub-tramas puede que hayan quedado sin importancia debido al recorte de casi una hora de película. WBL207_027.tif No es casualidad que el film no se destaque por la trama; no tiene puntos de giro, ni una destreza superlativa en la narración. Al director, Scott Cooper, le gusta describir, profundizar y explotar el potencial de sus personajes por sobre cualquier otra cosa. En La Ley del más Fuerte, como en Loco Corazón (Crazy Heart, 2010), sucede lo mismo. En las tres películas, los personajes toman más peso que la historia en sí. Jeff Bridges, por su papel en Loco Corazón, ganó un Oscar y un Golden Globe como Mejor actor. ¿Sucederá lo mismo con Depp? Los rumores, desde que se pudo ver el film en diferentes festivales, lo ponen como un serio candidato a quedarse con el premio que supo ganar Bridges bajo el ala de Cooper. La similitud con los recordados films de mafia italoamericana como Buenos Muchachos (Goodfellas, 1990) y Casino (1995) es constante. Tanto la música como el tratamiento del color, el vestuario y el montaje son un grato punto en común con varias escenas de estas recordadas películas. Hace tiempo que no se disfruta un film que retrate desde adentro los códigos y costumbres de los mafiosos con sangre italiana. La última película que supo explotar de gran manera este subgénero fue, oh casualidad, Los Infiltrados (The Departed, 2006). Resulta que las dos cintas, Pacto Criminal y la ganadora del Oscar a Mejor Película en 2006, se basan en la vida de James Bulger y su duradera alianza con el FBI. El capo mafioso interpretado por Jack Nicholson en la película de Martin Scorsese está inspirado en el mismo que Johnny Depp. Establecidos los pro y los contra de ver una nueva película de Scott Cooper, con la información brindada en este artículo, solo queda ir a disfrutar del desempeño de los actores que, aunque reiterativo, dejan todo en la cancha, en las calles de Boston, en Massachusetts y en la sala de tu cine de confianza.
"Pacto Criminal" es una de las sorpresas de la semana, sobre todo por la interpretación del genial Johnny Depp, que si no queda nominado al Oscar por su Jimmy Bulger, no entiendo absolutamente nada. Con la atmósfera del siempre presente Scorsese y el climax de esas pelis de los 70 - thriller - que tanto nos gustan, es que se desarrolla está historia de mafiosos basada en hechos reales. El elenco se destaca en todo momento pero el trabajo del director, Scott Cooper, sacando lo mejor - en años - de Depp es el aplauso total. Peli de género para disfrutar una y otra vez.
Mediana crónica mafiosa que daba para mucho más Basada en una historia real, esta película cuenta cómo el jefe de la mafia irlandesa de Boston simuló ser informante del FBI con el único fin de que las fuerzas del Gobierno liquiden a sus competidores del crimen organizado italoamericano. La alianza surgió de la antigua amistad de dos amigos del barrio, el hampón James "Whitey" Bulger (Johnny Depp) y el agente John Connolly (Joel Edgerton). Con este punto de partida, "Pacto Criminal" tenía todo para ser una gran película de mafiosos despiadados y agentes del FBI corruptos. Y no es que el resultado sea del todo malo, sólo que realmente no se atreve a desarrollar el asunto con la seriedad, imaginación y buen humor (negro, por supuesto) necesarios para que el espectador no termine extrañando seriamente a Martin Scorsese, o al Brian De Palma de "Carlito's Way". O incluso al mismo Scott Cooper, un director que hizo las cosas mucho mejor en su anterior película, el durísimo policial negro "La ley del más fuerte" ("Out of the furnace"). Es que aquí Cooper parece tan atrapado por los hechos reales en los que se basa el guión al punto de terminar imposibilitado para desarrollar el auténtico potencial del asunto, al punto de que termina dedicándose más a las discusiones de escritorio de los burócratas gubernamentales que a otra cosa. En sus peores momentos "Pacto criminal" casi podría confundirse con uno de esos seudodocumentales sobre la mafia del cable (y las intermitentes entrevistas con hampones secundarios que interrumpen la acción apuntan a esta dirección). En sus mejores momentos amaga convertirse en la gran película policial que podría haber sido. Es decir, hay un puñado de escenas notables, sobre todo en la primera mitad de las dos horas de película. En algunas de esas escenas, Johnny Depp realmente se luce. Pero en general el director no sabe bien qué hacer ni con él ni con los demás actores, ni cómo volver realmente interesantes a sus personajes, con la única excepción del desquiciado agente Joel Edgerton, el verdadero protagonista de esta crónica mafiosa que daba para mucho más en varios sentidos. Por ejemplo, en la actuación de un Kevin Bacon totalmente desaprovechado, O en algunas imágenes formidables de la ciudad de Boston a cargo del director de fotografía Masanobu Takayanagi que, increíblemente, el realizador nunca logra integrar del todo al drama.
La convivencia con el Mal Hay dos tráilers de Pacto criminal que trabajan lo siniestro desde diferentes perspectivas. El primero es un breve teaser, donde se muestra una conversación sobre una receta culinaria entre James “Whitey” Bulger (Johnny Depp) y uno de los agentes con los que colabora, donde lo trivial rápidamente, casi de la nada, adquiere tonalidades muy oscuras y hasta sutilmente violentas. El segundo, ya más extenso, arranca con un insólito y divertido diálogo entre Bulger y su pequeño hijo de seis años, con la presencia de la madre, donde el padre demuestra que lo suyo no son los consejos pacifistas, sino la violencia como modo de vida. Ambas secuencias representan en cierto modo tonalidades que componen a la totalidad del film, pero también son engañosas, porque en el relato lo que importan son otros temas, otros climas, otras perspectivas. Y es que en Pacto criminal conviven elementos del cine mafioso instaurado por la trilogía de El padrino -las consecuencias de determinadas decisiones, las mochilas morales, las relaciones sociales y políticas con una América que mira para otro lado, lo sanguíneo como sostén-, pero también por el cine de Martin Scorsese -el exceso como regla, la amistad y la lealtad como valor inclaudicable, la violencia como forma única de comportamiento-, aunque el rumbo final que termina tomando la película de Scott Cooper (Loco corazón) va para otro lugar. El foco real es la alianza que realiza Bulger con John Connolly (Joel Edgerton), un agente del FBI y antiguo amigo de la infancia, por la cual Bulger se convierte en informante de los federales, proveyendo datos de las actividades que llevaban a cabo sus rivales de la mafia italiana en Boston, a cambio de que le dejen el campo libre para que haga sus fechorías tranquilo. Pero eso sí, sin homicidios por favor, como le dice Connolly a Bulger, aunque claro, Bulger no le terminará haciendo mucho caso e irá expandiendo sus negocios de la mano de sus brutales formas. Donde Pacto criminal se muestra indecisa es a la hora de elegir un protagonista absoluto, un eje moral sobre el que edificar su relato, donde rápidamente se percibe una bajada de línea sobre cómo las instituciones de poder estadounidense eligen aliarse con un mal determinado en pos de combatir a otro mal al que consideran peor. Porque es cierto que Bulger es un personaje indudablemente atractivo en su inescrupulosidad y brutalidad casi ilimitada y hasta directamente amoral. Y también lo es que Depp tiene una actuación realmente muy buena, no sólo porque se aleja de gestualidades realizadas anteriormente en su carrera, sino porque entabla una dinámica doble, por la cual se devora al rol que le toca y al mismo tiempo desaparece en él, alumbrando a una criatura tan repugnante como atractiva. Pero también es verdad que probablemente el personaje más atractivo en cuanto a su construcción de origen, sus vínculos con la ley y lo barrial, sus dilemas éticos y sus ambiciones era el de Connolly. Es quizás el verdadero gran villano de la historia, por la forma en que justifica su codicia y voluntad de ascender profesional y socialmente a partir de sus lugares de pertenencia, su capacidad para mirar para otro lado y finalmente su hipocresía para con sus compañeros y hasta su esposa. Sin embargo, el diseño del personaje no está a la altura de lo requerido y, para colmo, Edgerton, llamativamente, entrega una actuación plagada de clichés, con lo que Connolly pierde entidad y brillo propio a los ojos del espectador. De ahí que Pacto criminal, a pesar de su elenco multiestelar -donde desfilan nombres como Benedict Cumberbatch, Kevin Bacon, Peter Sarsgaard, Dakota Johnson, Adam Scott y Corey Stoll- termine dependiendo de lo que pueda entregar Depp, lo que condena al film a una inevitable repetición, porque Bulger no es un personaje totalmente nuevo: el Frank Costello de Jack Nicholson en Los infiltrados (en su psicopatía extrema y su relación con el FBI) y el Fergie Colm de Pete Postlethwaite en Atracción peligrosa (en su calculada crueldad) ya tomaban muchos elementos de la figura real y la sensación que termina primando es que la interpretación de Depp, por excelente, no deja de ser tardía. Aún así, es el actor el que aporta la mayor dosis de fisicidad en sus movimientos, actitudes y decisiones a un film narrado con solidez, pero donde impera la frialdad y en el que la ambigüedad en los tonos y climas, paradójicamente, más que agregar capas de complejidad, las sustrae. Cooper no se termina de animar a romper con los esquemas y lo que queda es algo correcto pero al mismo tiempo insatisfactorio. Hay que reconocerle a Pacto criminal que su medio tono la coloca en una posición distintiva dentro del género de mafiosos, a partir del papel decisivo que juegan las fuerzas de la ley. En esa búsqueda que establece queda emparentada con films recientes como Kill the messenger y Sicario, que también se preocupan por cómo los agentes de la ley y la política en Estados Unidos, para los conflictos internos y externos, proponen una visión donde dos negativos se convierten en positivo y el enemigo del enemigo pasa a ser un amigo. Hasta que ese aliado circunstancial toma total independencia y empieza a hacer lo que se le canta. En esto, el rostro de Bulger no es más que la cara fea con la que una sociedad elige convivir en pos de deshacerse de figuras supuestamente más sucias, hasta que no le queda otra que hacerse cargo del Mal que creó, motivó y alimentó a partir de su naturalización.
Uno de los grandes estreno de esta semana es Pacto Criminal de Scott Cooper (La Ley del más fuerte), con Johnny Depp. James “Whitey” Bulger (Jhonny Depp) comandó, durante casi dos décadas, los negocios ilegales en Boston. A cambio de debilitar a la mafia italiana, se relaciona con un antiguo amigo de la infancia, John Connolly (Joel Edgerton) que trabaja en el FBI. Además, el primero tiene un hermano menor Billy (Benedict Cumberbatch), presidente del Senado por Massachussetts. Pacto criminal es la historia del ascenso y caída de todos ellos. Las comparaciones con Los infiltrados, de Martin Scorsese son inevitables, pero Copper y sus guionistas logran diferenciar ambos films, sobre todo por que el material de base no es ficcional, sino que se trata de hechos reales. El intercalado de las declaraciones de los detenidos hace aún más verosímil lo retratado. La performance de Johnny Depp es poderosa y abrumadora, en un personaje bipolar que va desde el querido miembro de la comunidad irlandesa que ama a las viejitas del barrio, se deja ganar a las cartas por su anciana madre, para pasar a ser al más sádico asesino. O al acosador mas frío. En ese sentido, la escena en la que se mete en la habitación de la esposa de Connolly para sutilmente hostigarla, es uno de los tantos picos de tensión del film. Pero a pesar de que el actor de Piratas del Caribe, tan proclive al disfraz, logre una caracterización hechizante detrás del maquillaje, el resto del elenco está a la altura de la vara de Depp. En una película que es casi coral por el entramado de relaciones criminales y sociales, también se destacan Joel Edgerton (director y actor de El regalo, actualmente en cartel), el muy de moda Benedict Cumbertbatch, Kevin Bacon, Jesse Plemons y Julianne Nicholson (como la esposa de Connolly). Alguno de ellos seguramente logrará una nominación al Oscar en la próxima entrega. El director Scott Cooper sabe como manejar actores y ya demostró su solvencia posibilitando que Jeff Bridges ganara una estatuilla de la Academia por Crazy heart. Policías que se comportan como gángsters, mafiosos que son miembros respetados entre su comunidad, políticos que coquetean con la ilegalidad y criminales que sufren tragedias personales aún mayores que las que provocan, conforman el entretejido que hace al atractivo de Pacto criminal. Esta Misa negra (tal es la traducción del título original) quizás no innove demasiado en lo referente a retratar las distintas mafias, en medio de las italianas, latinas, rusas, chinas o irlandesas, en este caso. Pero es eficaz en mantener la tensión y posibilita disfrutar de un puñado de los mejores actores del panorama actual.
Manual de autoayuda para la mafia La mafia es un tema recurrente en los films. Sobre todo en el estereotipo del mafioso italiano, un recurso que en cierta forma ya se encuentra agotado, y aún así no deja de ser atractivo para los diferentes realizadores. Un poco de eso hay en Pacto Criminal, la película de Scott Cooper, una sensación de volver a ver algo que ya vimos, por eso la referencia a Buenos Muchachos (1990) o a Los Infiltrados (2006, The Departed – que también dramatiza a Whitey Bulger) es difícil de esquivar. Pacto Criminal empieza por el inevitable final, con la confesión de varios de los exmiembros del grupo mafioso y con la brutalidad de Jimmy Bulger (Johnny Deep) que desde el principio nos muestra la clase de intimidación que impone. El rol está bien interpretado por el actor, que se corrió de los géneros fantásticos y sus personajes excéntricos, para ir a un extremo opuesto que no recuerdo, ni siquiera en Enemigos Públicos (2006). Se trata de un matón que asusta solamente con su pose y mirada, sin necesidad de hablar, y que en su crueldad no tiene contemplación con nadie que pueda arruinar sus planes. A medida que transcurren las acciones, no sólo observamos el crecimiento de la influencia y el poder del mafioso, ayudado por el agente del FBI, John Connolly (Joel Edgerton), que tiene una relación con Whitey desde la infancia y planea convertirlo en colaborador de la agencia para derrocar a la mafia italiana, aunque se trata de una pantalla para hacer negocios. También Bulger sufre mutaciones y pérdidas que lo distancian de la pantalla, en la cual pasa de ser una imponente amenaza física a una amenaza espectral, simbólica, que está presente en todos lados y que, al mismo tiempo, no pierde potencia. Esto se evidencia en la fotografía oscura y tenebrosa que gana espacio en el film.
PACTO CRIMINAL no renovará las estructuras consolidadas desde hace ya muchos años en el cine de gángsters –es demasiado reverencial y respetuosa del género como para hacerlo– pero tiene una serie de elementos que la hacen, de todos modos, trascender la media y convertirse en una más que interesante propuesta cinematográfica en estos tiempos de “vacas relativamente flacas” en lo que respecta a estrenos comerciales… Partamos por lo más obvio y evidente. Después de unas temporadas en las que Johnny Depp se la pasó creyendo que actuar era una suerte de espectáculo circense en la que había que disfrazarse raro, hacer acentos bizarros, caminar de manera ridícula y gesticular como, bueno, como en un circo, el hombre demuestra que no se olvidó de actuar, que el talento sigue ahí y que más allá de que su personaje, el gangster “Whitey” Bulger, tenía una imagen (peinado, anteojos, etc) apta para la sobreactuación, Depp logró controlar sus impulsos más extravagantes y entregar una performance compleja, ambigua, sólida y creíble. Algo que no hacía desde ENEMIGOS PUBLICOS, de Michael Mann, seis años atrás. blackmass3Acaso habría que crear una línea paralela en la filmografía de Depp –junto a la de sus filmes para Tim Burton y su línea cocoliche de PIRATAS DEL CARIBE— que incluya sus películas gangsteriles, como las dos mencionadas junto a BLOW y BRASCO. Es una pena que desde que descubrió que su costado más payasesco es el que le hace ganar dinero haya abandonado esta faceta de su filmografía, tal vez de las más ricas de su carrera y que refleja una fascinación evidentemente personal por el tema y la iconografía del género. La vida de “Whitey” –un verdadero gangster que controló el sur de Boston durante décadas– es riquísima en matices y el siempe sobrio realizador Scott Cooper supo agregarle a su respetuoso homenaje al género algunos toques propios. Si bien la relación entre la Mafia y el poder político es algo que el cine norteamericano maneja desde mucho antes de EL PADRINO, en PACTO CRIMINAL está en primer plano. El tema del enfrentamiento entre bandas y las traiciones internas del grupo mafioso es secundario al eje principal de la trama que, como dice el título local, es el “pacto” que Bulger hace con agentes del FBI para que lo dejen trabajar tranquilo a cambio de pasar data sobre otros mafiosos, los italianos, acérrimos enemigos de Bulger. blackmass2Pero Depp, de hecho, no es siquiera el protagonista real de la película sino Joel Edgerton, que encarna al agente del FBI que resulta ser un gran amigo de la infancia de Whitey y que, en función de los códigos de barrio, es incapaz de traicionarlo y con quien arma el pacto de “zona liberada”. Si a eso se le suma que el hermano menor de Whitey es un senador (Beneict Cumberbatch, poco utilizado) es obvio que Whitey tenía campo libre para hacer lo que quisiera. Y así funcionó su pequeña empresa durante muchos años. Hasta que, obviamente, las cosas en algún momento se desbandaron y la fiesta empezó a acabarse en el Sur de Boston. Con un elenco de nombres reconocidos en papeles relativamente pequeños (Kevin Bacon, Dakota Johnson, Jesse Plemons, Rory Cochrane, Adam Scott, Corey Stoll y Peter Sarsgaard, entre otros), PACTO CRIMINAL no descubre nada nuevo el mundo del cine de gángsters pero reactualiza la temática manteniendo siempre la línea sobria y política (más que la explosiva y delirante del SCARFACE, de Brian De Palma) y entregando a un sicópata criminal de sangre fría de esos que logran convencerte con una mirada letal de sus ojos azules que lo mejor es no ponerte en su contra. Nunca.
Un policial con una narrativa sobria y decentes aciertos actorales. Cuando William Monahan escribió su guion –ganador del Oscar- para Los Infiltrados, remake de Infernal Affairs, decidió ambientarla en la comunidad irlandesa de Boston y la inspiración para el jefe mafioso Frank Costello fue un verdadero capo mafia de la comunidad irlandesa de esa ciudad llamado Whitey Bulger. ¿Rumor? ¿Realidad? ¿Un best seller que apareció en el momento justo? El hecho concreto es que la verdadera historia de Bulger llegó al cine con Pacto Criminal y es un policial que aunque, no sorprende, es modesto y decente en sus resultados. Si vos me rascas la espalda… Pacto Criminal cuenta la historia de James “Whitey” Bulger, notorio hampón y asesino de la mafia Irlandesa, al mismo tiempo hermano de un senador de los Estados Unidos, quien recibe una oferta para ser informante de un agente del FBI con el que creció y que desea limpiar el crimen (italiano) de las calles. Esto lo hace aceptar es es el ofrecimiento del FBI de suministrarle contrainteligencia de sus rivales, con la condición de que no maten a nadie. Los problemas surgirán cuando Bulger rompa una y otra vez las reglas, comprometiendo tanto a los agentes como a su hermano senador. El guión de Pacto Criminal es uno bastante sobrio y se puede seguir bastante bien la acción. Pero algunas de las escenas son lerdas, desarrollan muchas subtramas, lo que contribuye a que la principal no pueda fluir adecuadamente. Por fuera de eso, la historia es clara y el saldo final también. No es una obra maestra pero ilustra su punto lo suficientemente bien. …yo te rasco la tuya Por el costado actoral, el enorme plantel de actores entrega decentes interpretaciones, con credibilidad y profesionalismo. De todo este plantel destaca Joel Edgerton quien da vida al agente del FBI que tuerce las reglas para que Bulger haga de las suyas. Pero no hay que equivocarse: El punto más alto a nivel interpretativo de la película es Johnny Depp, con un carisma y una intensidad que dominan la pantalla cada vez que la cámara lo apunta. Es muy probablemente uno de los trabajos actorales mas sólidos de este año y está entre lo mejor de su carrera. A nivel visual, Pacto Criminal es decente y sutil, para ser una película, cuya historia se despliega a lo largo de una década. Se limita a ser verosímil y a no atraer más atención sobre si misma fuera de la necesaria. Conclusión Pacto Criminal es un guion adecuadamente estructurado, pero que su deseo de desarrollar subtramas le juega más en contra que a favor, al terminar por meterse en el camino de una historia que pudo ser más fluida. No obstante, el nivel actoral es decente y sostiene la película lo suficiente para llegar a buen puerto. No es lo que se dice un título imperdible, pero si quiere darle una chance ahí esta Johnny Depp, que entrega un trabajo superlativo como pocas veces ha desplegado.
"Pacto criminal", una buena de mafiosos Las películas sobre mafiosos son, indudablemente, muy atractivas para el público en general. Parte de la fascinación por estos personajes muchas veces tiene que ver con no poder creer de lo que eran capaces de hacer (el derramamiento de sangre y la violencia, sobre todo). Estas historias, ya sean verídicas o ficticias, suelen ser un imán en los cines. Sin lugar a dudas, Francis Ford Coppola con su trilogía de "El Padrino" (The Godfather) y Martin Scorsese con "Buenos Muchachos" (Goodfellas, 1990), "Casino" (1995) o "Los infiltrados" (The Departed, 2006), pusieron la vara en la que se miden todos los largometrajes de esta temática. Una vara de excelencia, por cierto. De eso es lo que trata "Pacto criminal" (Black Mass, 2015), de una nueva historia de gángsters. James "Whitey" Bulger era un mafioso del sur de Boston acusado por 32 cargos por crimen organizado, lavado de dinero, extorsión y portación de armas; incluyendo su participación en 19 asesinatos. Bulger estuvo durante 12 años en la Lista de los Más Buscados del FBI, que ofrecía una recompensa de dos millones de dólares por su captura, superada sólo por la de Osama Ben Laden. Un personaje casi nacido para ser llevado al cine, ¿no? Década del setenta, sur de Boston, el agente del FBI John Connolly (Joel Edgerton) ha vuelto a la ciudad que lo vio nacer. Connolly creció en esas calles y formó amistad con Jimmy "Whitey" Bulger (Johnny Depp), convertido ahora en todo un mafioso que, al mejor estilo Robin Hood, es amado por los habitantes del lugar. El agente le propone a Bulger un trato: colaborar con la agencia para erradicar a la mafia italiana de Boston a cambio de hacer la vista gorda con sus crímenes. Claro que esta alianza -bastante oscura, por cierto- le dará al mafioso un poder extraordinario y la chance de convertirse en uno de los criminales más despiadados y poderosos de la historia. Este filme está basado en el bestseller de 2001 "Black Mass: The True Story of an Unholy Alliance Between the FBI and the Irish Mob", de los ex periodistas del diario "Boston Globe" Dick Lehr y Gerard O'Neil. La trama es fuerte, y seguramente fue denso para los guionistas Mark Mallouk y Jez Butterworth adaptar una historia plagada de tantos elementos y que duró tantos años. Y acá es en donde radica el problema del film, porque la presentación de los personajes es débil así como las historias de algunos. También en varios pasajes es casi una obviedad lo que se cuenta, y esto se debe a que tiene un problema de edición. Scott Cooper, el director, parece que se hubiera encontrado con un gran problema a la hora de decidir qué dejar y qué sacar, y es por eso que algunas escenas parecen confusas o desconectadas. Este "problema" se nota también porque hay actores de renombre que tienen muy pocos minutos en pantalla, demasiado nombre para tan poco personaje. Johnny Depp dijo que es su película favorita de todas en las que actuó y admitió que rompió su regla de no mirar los largometrajes en que pone su carita. Hizo bien, porque seguramente disfrutó de su mejor trabajo hasta la fecha. ¿Tendrá una oportunidad en los Oscar? Se lo merece. Pacto Criminal podría haber sido, lejos, la mejor película de mafiosos del nuevo siglo, pero lamentablemente pierde fuerza y contundencia por un problema de elección de material. ¿Vale la pena verla? Claro, porque es interesante, por las actuaciones y por la recreación de época, entre otras cosas. Quédense a ver los títulos del final porque podrán ver fotos y filmaciones reales de todos los protagonistas. Y eso sí es espeluznante.
Barrio y lealtad. Pacto Criminal recupera cierto espíritu perdido del cine mainstream previo a la invasión de los tanques post Star Wars. La Guerra de las Galaxias fue la gran iniciadora del boom ATP y la primera película en conseguir fanáticos, hinchas adeptos a la fantasía cosmética, nerdos barrabravas sumergidos en la sinergia del hiperconsumo incapaces de criticar su objeto fetiche al igual que los actuales idólatras mayores de edad enceguecidos con un mundo perdido para siempre: el de su niñez. Y ese fenómeno no responde necesariamente al objeto en sí, no importa si Star Wars es una gran película o no, estamos hablando de la desembocadura de la cloaca del primer capitalismo salvaje, del triunfo del mercado, del consumo por sobre la creación. El mencionado supuesto paraíso perdido de la niñez está más vigente que nunca y el Hollywood de los superhéroes -responsable y generador, en parte, del fenómeno y actual comodín del status quo- casi no da lugar a historias adultas. Adultas independientemente de si juegan con los géneros o no, no juzgamos acá ningún tipo de cine, podría haber profundidad en los superhéroes del mainstream y no sólo acción masturbatoria visual, como en la mayoría de los productos de los que forman parte, pero generalmente abunda la cáscara. Por suerte no todo Hollywood está infectado de acción sin sentido y la máxima de Jay Sherman no siempre se cumple: cada tanto surgen nuevos directores con otras cosas por contar y que además tienen la posibilidad de insertarse en la esfera de poder; porque claro que en los márgenes siempre hay propuestas y apuestas con historias para adultos, con las aristas complejas que imponen las personas y las instituciones, siempre por fuera del maniqueísmo de moda de los musculosos con capa para estetas de cotillón. Pero lo que sigue siendo bienvenido es cuando el capital del poder se coloca en los productos adultos y se le da al director al menos la libertad de generar contenido prohibido para menores, con la ambigüedad y la desazón del mundo, algo común en la edad dorada del Nuevo Hollywood pero no tan común en este futuro rancio. Scott Cooper es hijo de aquel pasado no tan lejano, un pesimista cool que supo aggiornar la podredumbre de algunas puestas policiales de antaño con conflictos actuales como la posguerra de Irak, algo que se ve en su gran obra anterior, La Ley del más Fuerte, que mostraba un Estados Unidos golpeado por la recesión y los inicios de la convivencia con sus peones, que comenzaban a brotarse producto del delirio de los combates post 11S. Si en aquella película Cooper nos mostraba a la mafia hillbilly, a esos transas de todo que no se regían por las normas burguesas y vivían aislados en las montañas donde la policía no podía atacar ni participar y, a su vez, asistíamos al reaccionario pero a veces tranquilizador desenlace del ojo por ojo, en Pacto Criminal estamos ante la mafia conectada. Pasamos del low-life del industrialismo venido a menos al “self made man” de los suburbios del Boston creciente. Estamos acá ante un demonio de barrio rodeado por el ascenso social: James “Whitey” Bulger tiene un hermano que llegó a diputado (luego llegaría a ser presidente del senado de Massachusetts) y un amigo en el FBI; y para un mafioso psicópata como él, en ese contexto sólo le restaba ascender. Pacto Criminal nos muestra ese ascenso gracias a un acuerdo con su amigo del FBI para hundir a la mafia italiana y dividirse el rédito. Cooper en su relato de gangsters está más cerca del Scorsese de Buenos Muchachos y Los Infiltrados que de Coppola, como también está más cerca del film noir que de los mafiosos pre Hays. De todos modos su acercamiento a Scorsese es ideológico, en la puesta las diferencias son notorias, tanto en el ritmo como en la forma de encarar el camino de los monstruos. Scorsese inunda a sus películas con furia y música popular, mientras que Cooper lo hace con pausas agobiantes y música extradiegética depresiva, pero el núcleo duro contiene un tipo de historia similar, la del accionar psicopático no sólo de un individuo sino de las instituciones y los grupos de pertenencia. Sangre, honor y lealtad, exclama el barrio, como también la familia, y, claro, la mafia; códigos compartidos de diferentes grupos que muchas veces pueden ser el mismo. Bulger era un tipo al que le gustaba matar a sus víctimas estrangulándolas, y esa asfixia es la que intenta transmitir la puesta oscura de Cooper. Por momentos lo consigue, por otros no, pero este tipo de películas -del año pasado podríamos nombrar a La Entrega y a Nightcrawler– son hoy en día la redención del Hollywood aniñado.
Asociación ilícita La película Pacto criminal está basada en la vida real del mafioso James "Whitey" Bulger, espléndidamente interpretado por un irreconocible Johnny Depp. Johnny Depp regresa con todo a la pantalla grande y ya suenan los rumores de Oscar. Está claro desde el comienzo que Pacto criminal es una película que parece hecha para lucir magistralmente al actor de Los piratas del Caribe. Depp se convierte aquí bajo el mando del director Scott Cooper en el mafioso irlandés James "Whitey" Bulger, un tipo poco célebre por estas latitudes pero que supo capitalizar el ejercicio del crimen los suburbios de Boston durante las décadas de 1970 y 1980, y fue famoso por ello. Basada en hechos reales, la historia se remonta hasta 1975 donde se comienza a tejer una crónica gansteril sobre el vínculo de Bulger con el detective del FBI John Connolly (Joel Edgerton). La idea central era intercambiar favores y secretos para desmantelar a la competencia: la mafia italiana establecida en el norte de la ciudad. Esta alianza, fundada en códigos de honor y lealtad, posibilitó el ascenso de ambos, Connolly en la policía y Bulger en el hampa, con una modalidad que dejó por detrás un tendal de muertos y negocios turbios. Casi como un elefante en un bazar, tener a un delincuente y asesino como “informante” haría, eventualmente, inviable esa sociedad. Ambientada al dedillo, sofisticada y con buen ritmo, Pacto criminal recuerda a otros clásicos del género como Buenos muchachos o Los infiltrados, aunque sin el vigor visual de los filmes de Scorsese. El vestuario es impecable: sacaron del ropero de la abuela los jeans de tiro alto, las gafas Ray-Ban Aviator, las camperas de cuero con corte a la cintura, las corbatas anchas. El elenco que acompaña a Depp, mientras, es para sacarse el sombrero (Cumberbatch, Bacon, Sarsgaard entre ellos). Sin embargo, se destaca Edgerton, quien aporta también una alta dosis de lucimiento como un policía con escrúpulos ambiguos y mandatos de barrio. Con idas y vueltas en el tiempo, la película se construye alrededor de la figura de Bulger y sus relaciones. No solo irascible sino también afanoso, el hombre no mandaba matar a sus víctimas, sino que muchas veces lo hacía él mismo dejándole a sus secuaces sólo la tarea de limpiar la escena. Depp, sumamente desnaturalizado a tal punto que es difícil reconocerlo, es el encargado de ponerle rostro a esa violencia en escenas escalofriantes. Frío, inhumano y perturbador, su rol es indispensable para hacer de Pacto criminal un thriller de acción sumamente interesante.
El padrino irlandés Últimamente, pareciera que Johnny Depp sólo acepta papeles donde luzca bizarro, si no prácticamente irreconocible. Cierto es que, desde sus películas con Tim Burton hasta la saga Piratas del Caribe, el galán rockero fue un gran asiduo a la sala de maquillaje, pero nada se compara a su versión robotizada en Transcendence, su bizarro coleccionista de arte en Mortdecai y, especialmente, su transformación para el presente film. Los kilos de maquillaje y lentes de contacto que usa Depp, para emular al mafioso James “Whitey” Bulger, son una decisión estética extrema que recae en varios personajes y los deja al borde de la farsa. En la piel de Depp, Bulger, cuya organización se cobró varias vidas en la ciudad de Boston, es menos un hampón que un vampiro urbano. Haciendo esta salvedad, o aceptando la propuesta (quizás, ¿una suerte de alegoría?), el film es contundente y, lejos, el mejor de los últimos protagonizados por Depp. El imperio de Bulger surgió al sur de Boston en los tempranos setenta y se entendió hasta los ochenta; su tráfico de armas, drogas y extorsiones creció, parasitario, al amparo de un hermano senador y, sobre todo, un amigo plantado en las altas esferas del FBI. El mentado pacto entre John Connolly (impecable Joel Edgerton) y Bulger permitió la detención del mafioso Gennaro Angiulo, mientras la organización tendía redes por el país y hasta suministraba armamento al IRA. Poniendo énfasis en los lazos sanguíneos de Whitey y su banda, Scott Cooper (Crazy Heart) montó una suerte de El padrino en clave irlandesa. Los asesinatos se suceden de un modo cada vez más cruento, pero no es si no cuando se sella el pacto ente Whitey y el FBI, con la caza de Angiulo (escena musicalizada a la perfección con un clásico de The Animals) que la película adopta un tono sombrío. Si el tono de esa segunda hora hubiera predominado, quizá Pacto criminal habría sido un thriller destacado. Así, la película no es más que el prototipo de otro “basado en hechos reales”, con buena factura y momentos de tensión.
Un gánster de Boston apoyado por el poder se convierte en un poderoso e implacable criminal. Lo encarna Johnny Depp semicalvo, de ojos azules y con una gran caracterización. En esta oportunidad nos introducimos en el desarrollo de la perturbadora historia real de un gánster en el sur de Boston Massachusetts, Estados Unidos conocido como James “Whitey” Bulger, de origen irlandés, durante la década de 1970 y 1980, quien tuvo una gran repercusión en ese país y que era respetado por su colaboración con el FBI.Uno de sus objetivos era acabar con una familia de la mafia italiana que estaba invadiendo el territorio, de esta forma él obtenía cierta protección e iría ganando poder.Se forma este pacto criminal con un trío que se necesita y se sustenta mediante la corrupción, por un lado está el hermano del mafioso Billy Bulger (BenedictCumberbatch) ex presidente del Senado de Massachusetts, el delincuente James Bulger (Johnny Depp) y el policía John Connolly (Joel Edgerton). Comienza un poco lenta pero luego va cobrando ritmo con el correr de los minutos.Todo gira en torno al protagonista James Bulger,que se encuentra interpretado por la estupenda actuación del camaleónico Johnny Depp quien se transforma una vez más, lo toma el personaje, adquiriendo un estupendo maquillaje, semicalvo, con lentes de contacto, de mirada penetrante, hasta cambiósu dentadura y su composición resulta desafiante.Por esto podría ser nominado para los Premios Oscar (esta tan bien caracterizado que cuando vez las fotos del verdadero notas que ha conseguido la propuesta). Otros actores que también lograron importantes transformaciones fueron: AshtonKutcher en Jobs; Naomi Watts en la Princesa Diana; MerylStreep en Julia Child o en Margaret Thatcher; Eddie Redmayne en Stephen Hawking o Lili Elbey la lista sigue). Vuelve a dirigir Scott Cooper (“Loco corazón)y nuevamente elije un elenco destacable. Esteva creando distintas atmosferas, por lo tanto no decae porque hay peleas, tiros, drogas, alcohol, tieneintriga, tensión, suspenso y la cámara se encarga de marcar momentos asfixiantes, las situaciones más temibles, sobre todo por el lado de Bulger, un ser despiadado, odiable, criminal, frio, repulsivo, cruel, malo, vengativo y oscuro. Cuenta con un guión sólido, aunque ya vimos varias historias sobre gánster, esta cuenta con una gran puesta en escena, una reconstrucción de época lograda, bien detallado el paso del tiempo,con buenas tomas, una fotografía y banda de sonido que va acorde a lo que va reflejando marcando las distintas situaciones. Se destacan: BenedictCumberbatch, Joel Edgerton, Kevin Bacon, Peter Sarsgaard, entre otros nombres.Después de los créditos hay un detalle sobre los verdaderos intérpretes (como dato el verdadero Bulger, de 84 años, cumple hoy cadena perpetua en Arizona).
Como si fuera un mandato autoimpuesto en la industria, cada año algún escritor y/o guionista indaga en el archivo de las crónicas policiales para escribir una de mafiosos. Más pequeña o de gran producción, siempre tenemos alguna visita hollywoodense al mundo del hampa, tradición que no ha cesado desde Raoul Walsh a esta parte. Tal vez la mafia irlandesa sea la menos recorrida, pero este año vimos dos. Una convencional que no pasaba de unas cuantas piñas que se propinaban mutuamente Liam Neeson y Ed Harris en “Una noche para sobrevivir”, y la que nos ocupa hoy, “Pacto criminal”. Desde el inicio en una sala de interrogatorio, todo se nos presenta en el tradicional enlace entre el presente y el pasado. Un agente le dice a Kevin (Jesse Plemons) "quiero saber todo". El “Empecemos” que recibe como respuesta da pie también al formato de flashbacks con el que está armado el relato. No será el único que declare por cierto, pero al ver que en 1975 este tal Kevin trabajaba para Whitey Bulger (Johnny Depp), el mafioso más importante de Boston y en el presente anda “cantando” para el FBI, mucho de lo que veremos está anticipado por el simple uso del sentido común. Al tener toda la trama armada en su cabeza (o casi toda), sin haber llegado a finalizar el primer acto, al espectador de “Pacto criminal” sólo le quedará ver un desarrollo sin sorpresas y al director Scott Cooper ver cómo se las arreglará para entretener ante semejante anticipación. Poco importará la trama. Ya sabemos que Whitey se rodeó de secuaces. Los que hacen el trabajo sucio y los otros. Los que representan, la connivencia del poder político por un lado y del poder policial por el otro, ya que Billy Bulger (Benedict Cumberbatch) es hermano del capo y el agente Connolly (Joel Edgerton) es amigo de toda la vida. Ambos hacen la vista gorda porque usan a Whitey para llegar a la mafia italiana que, como siempre, es la más peligrosa. De ahí el pacto del título, aunque no es el único pacto que nos muestra esta película, a juzgar por su comienzo y por el desarrollo de la historia que se extiende a lo largo de 20 años en la vida de esta gente. Con todo esto dicho, es de esperar (y de hecho ocurre) que la razón de ser de esta producción se apoye en el trabajo de Johnny Depp quien entrega una segura y sólida performance, clara candidata al Oscar de este año. Más allá del cambio radical de máscara (los lentes que usa son “demasiado” artificiales), este villano está construido a partir de lo que se adivina como una profunda investigación del personaje en su forma de hablar, de caminar y de mirar, pero también por su lógica. Probablemente el gran triunfo de un actor sea el de estudiar y entender la manera de conducirse del personaje a encarnar hasta comprender su carácter, su forma de ser y su filosofía de vida en conjunto, con asimilar el entorno en el que se mueve. Así, Whitey “habita” en el cuerpo de Johnny Depp al punto de adueñárselo. Ahí está la clave. También el resto aporta lo suyo. En este aspecto el casting es una selección de fútbol. A los ya mencionados agregamos a Kevin Bacon, Dakota Johnson, David Harbour y varios etcéteras, cada uno aportando lo suyo para construir este universo. Los asiduos concurrentes a espectáculos cinematográficos del mundo entero conocen el ecléctico cambio de mascara de Johnny Depp. A esta altura ya es difícil recordarlo "a cara lavada", o simplemente con una base de maquillaje básica, esa que se pone para que la luz del set no rebote en la piel. A veces el abuso de la máscara supera todo comiéndose al personaje (y al filme) como en “Mortdecai”, estrenada este año, otras veces (como en esta oportunidad) el talento pasa a formar parte del todo y entrega actuaciones notables que justifican el valor de la entrada. “Pacto criminal” vale su peso en minutos.
Johnny Depp volvió a trabajar. Dejó de lado los tics y muecas de Sparrow, Mortdecai, El Llanero Solitario y demás criaturas con rasgos de comedia y compuso un personaje en “Pacto criminal”. El punto de partida para la tercera película de Scott Cooper fue el libro “Black Mass”, de Dick Lehr y Gerard O’Neill, dos periodistas que interfirieron en la carrera criminal de James “Whitey” Bulger, el “más notorio jefe de la mafia de los Estados Unidos”, según otro trabajo de estos autores. El guión apela a una trama de lealtades, traiciones, códigos y honor, pero sobre todo es una historia muy bien contada hasta el último minuto de sus intensas dos horas (los créditos del final son un plus que no debería dejarse pasar). La historia comienza en los 70 y continúa hasta los 80 (mención especial merecen el diseño de producción, la banda de sonido y el elenco en su totalidad, dirigido con rigor por Cooper). Depp interpreta a Bulger, el jefe del crimen organizado irlandés en Boston. Bulger encuentra una oportunidad en su amigo de la infancia, un oficial del FBI, que lo involucra como informante en la lucha contra la elusiva facción mafiosa de origen italiano. Se trata de una alianza de mutua conveniencia: el agente logra reconocimiento en su carrera gracias a los datos de Bulger, y Bulger manipula al agente y a la situación de tal forma que se queda con el monopolio de todo negocio ilegal.
Pacto Criminal (Black Mass) es una película más del montón. Brevemente y sin espoilear voy a mencionar simplemente que la historia gira en torno a una alianza entre John Connolly (Joel Edgerton), un agente del FBI, y James “Whitey” Bulger (Johnny Depp), un mafioso oscuro y de poca monta en ascenso, ambos del sur de Boston. El objetivo de esta alianza: bajar a la “cosa nostra”, John queda como un capo en el laburo y junta unos manguitos extra, mientras Bulger se saca de encima a la competencia y todos contentos. La última película de Scott Cooper (La Ley del más Fuerte, Loco Corazón) está basada en una historia real -con placas al final sobre el paradero de cada uno de sus protagonistas y todo-. Whitey Bulger al parecer fue un criminal muy conocido tanto por los numerosos crímenes sanguinarios que cometió como por su relación de parentesco con un senador de Boston -tranca 120, este psicópata asesino es el hermano de un ex senador yanki, para todos los que piensan que EEUU es tierra de Jauja-. Con respecto al “come back” de Johnny Depp y a su actuación, de lo cual se habló mucho, me parece interesante distinguir lo siguiente: engordar o adelgazar, raparte cuando tenés 50 y te quedan tres pelos locos que no sabés si te van a volver a crecer, teñirte de gris, ponerte lentes de contacto, afearte, todas estas cosas de por sí no te convierten necesariamente en un buen actor. Si bien Whitey Bulger es todo lo contrario a un Jack Sparrow, no nos engañemos, Johnny acá está tan disfrazado (digamos caracterizado que suena mejor) como en Piratas del Caribe o como en cualquiera de las otras películas que viene haciendo en los últimos años; de hecho, se asemeja más a un reptil que a un humano. Scott Cooper tiene la historia, tiene a los personajes y tiene a los actores pero carece de visión y de talento para contar y hacer algo con todo lo que tiene sobre la mesa. Es por eso que no tomaría esta película como el regreso a la pantalla de un Johnny Depp rescatado o sobrio (¿acaso eso importa si es funcional a la película?). Acá no dejó atrás ni las caretas ni los extremos, esto es más de lo mismo, pero en vez de hacer chistes, Depp está serio onda Francella en El Clan. Pero al contrario de Guillermo, Bulger da miedito; una atmósfera siniestra lo rodea y cuando aparece él baja la temperatura en el Cinemark. Lamentablemente, cada vez que el director manda un plano de Bulger, me encontré buscando debajo de esos los lentes de contacto, de esa prótesis nasal, de esos kilitos y pelada, a Johnny Depp y no pude dejar de sentir un gran distanciamiento con respecto a lo que estaba observando. Lo que quiero decir es que, a pesar de que Johnny esté bien o mal, siempre vislumbré y busqué al actor y nunca pude terminar de creer que ese de la pantalla era Bulger, nunca pude terminar de meterme de lleno en la película, ya que me pareció muy evidente y manifiesto su artificio, algo que claramente no era buscado. Cambiando un poco de tema, existiendo tantas películas de gángsters mucho más interesantes, como por ejemplo Los Infiltrados del genio Martin Scorsese -y que también retrata a la mafia del sur de Boston-, la verdad que me cuesta mucho poder apreciar a Pacto Criminal. Su personaje principal no me parece interesante por más extraordinario que haya sido en la vida real o por más “rica” que sea esta “historia verdadera”. No me interesa saber por qué hace lo que hace, ni cómo, ni cuando, ni dónde, ni con quién, lo cual es un problema de dirección. Cooper tiene la historia, tiene a los personajes y tiene a los actores –Edgerton y Cumberbatch son buenos– pero carece de visión y de talento para contar y hacer algo con todo lo que tiene sobre la mesa, nos presenta una ilustración de algo que pasó escudándose en generar climas en torno a una figura siniestra durante unas dos horas. Al que no exija mucho, veo por qué puede apreciarla, pero si tengo que elegir a unos gángsters southies, me quedo con Martin, Di Caprio, Nicholson y Matt Damon de acá a Irlanda del Norte.
Hollywood nunca ha sido un narrador creíble de historias basadas en hechos reales. Las ha corrompido, alterado, masificado, pasteurizado o elucubrado hasta el punto que resultan ser pálidas copias de las tramas verídicas que pretendían contar. Tambien es cierto que la realidad no siempre maneja la estructura narrativa de una obra en tres actos ni posee el flujo continuo que todo relato debería tener para resultar interesante durante 90 minutos. Una cosa es que Mario Puzo maneje a su gusto y piacere los tiempos, personajes y subtramas de las décadas que involucra la épica de El Padrino, y la otra es querer comprimir en una hora y media una historia real que llevó 30 años madurar, respetando sucesos y cronologías. Es por todo ello que Black Mass da por resultado una película policial pasable pero no memorable; su formato natural hubiera sido el de miniserie ya que aquí las subtramas abundan y precisaban oxígeno para crecer y obtener el impacto que se merecían. Así como está parece un compilado de grandes momentos de Los Sopranos, sólo que en versión irlandesa y con muchísimo menos tiempo para el melodrama. Black Mass no es ni por asomo el mejor filme de mafiosos que existe. Es uno muy prolijo, plagado de buenos momentos, pero demasiado episódico para ser efectivo. El problema es el tiempo, el cual era necesario para desarrollar un puñado de personajes principales - en especial el amoral agente del FBI que compone Joel Edgerton -; en cambio sólo tenemos pantallazos esporádicos (y fascinantes) del brillante sicópata que interpreta Johnny Depp (sacando a flexionar sus músculos actorales después de demasiados años de canalizar a Jack Sparrow y sus respectivos clones). Oh, sí, el tipo se luce y tiene su cuota de momentos estremecedores - creo que el peor de todos ellos es la visita "amigable" que le hace a la esposa de Edgerton en su dormitorio y en medio de una cena de negocios -, pero se ve acotado. Los sucesos saltan de a varios años, y no hay sensación de fluidez. Lo que tenemos son capítulos sólidos - algunos rodados con tanto virtuosismo como brutalidad - y buenas perfomances, pero precisaba un libreto con mas de filo y profundidad. Ciertamente los acontecimientos reales de Black Mass fueron tan estremecedores que terminaron haciendo mella en el público norteamericano - la historia de base de Los Infiltrados está inspirada en la vida de Bulger -. El problema de fondo no es que un oficial del FBI sea corrupto por dinero y le pase soplos al capomafia de turno, sino que el agente se corrompa por una cuestión de ego, carrera laboral y retorcidas deudas de honor con el que fuera su amigo de la infancia. A Connolly lo único que le importa es subir en el FBI y Bulger es su pasaporte; pero, una vez que se ha dado cuenta del berenjenal en el que se ha metido, lo único que atina es a seguir tapando agujeros como puede mientras mantiene a flote su carrera. Es escalofriante ver cómo el tipo le saca la protección a un testigo - un brillante Peter Sarsgaard - simplemente porque puede ser un estorbo en su retorcida operación de informantes. Digo: es horrible pensar que un policía te va a dejar morir, simplemente porque quiere que un criminal le siga pasando datos para seguir recibiendo medallas por su trabajo de inteligencia. Mientras tanto Depp anda en onda Terminator a full, evaporando testigos y obstáculos de la manera mas brutal posible. Los detalles abundan en forma de retazos; en el caso de Depp, hay una historia familiar y personal profunda e interesante, pero es demasiado abreviada como para pintarlo de cuerpo entero. Por un lado es un patriota que colabora con el IRA, un buen vecino que ayuda a los ancianos, un hijo y un hermano fiel y adorable pero, por otro lado, es un brutal carnicero que masacra sin asco al que se le pone adelante. Circunscripto al círculo intimo de aquellos que ama como los únicos que valen la pena vivir, el resto es descartable y maleable de acuerdo a las circunstancias: no es un código de honores al estilo de El Padrino, sino un caso de pragmatismo puro en donde la amistad que hoy sirve mañana puede convertirse en una molestia que necesite ser erradicada, sin importar el sentimiento, parentesco ni antiguedad que se tenga. Black Mass es un policial ok, una especie de épica mafiosa light rodada a lo Scorsese. Tiene lo suyo y sirve para pasar el rato, pero no tiene originalidad ni potencia como para dejar un rastro memorable. Es simplemente un thriller bien hecho que te deja satisfecho luego de bañarte en sangre y profanidades durante los 90 minutos de su duración.
Gran papel para encauzar una carrera el de “Whitey” Bulger. Hace 25 años le hubiera calzado como un traje a medida a Robert De Niro. Lo atrapó Johnny Depp, que venía descarrilando por culpa de un par de adicciones y necesitaba una máscara capaz de motivarlo. Puede que su interpretación de Bulger lo catapulte al Oscar, pero más importante es la ratificación de sus prestaciones frente a la cámara. Depp es un actor brillante, por momentos arrollador, capaz de lucirse no sólo bajo el paraguas de la factoría Tim Burton. En “Pacto criminal” (cuyo titítulo original es “Misa negra”) se carga dos horas de película al hombro y le sobra cancha. “Whitey” Bulger, el verdadero, aprovechó la vieja amistad con un agente del FBI para armar un doble juego: soplón de sus rivales de la mafia italiana por un lado, protegido en su escalada a la cima del poder por el otro. Esa relación -“acuerdo de negocios”, según Bulger, todo un eufemismo para referirse a su condición de alcahuete- se prolongó durante más de 10 años. Es el período que retrata el filme de Scott Cooper, a quien habrá que seguir de cerca. Bulger es el típico gangster de la costa este. Un devoto de la familia y de las ancianitas del barrio que reza silenciosamente y le consigue armas al IRA. Y a la vez un psicópata asesino que les vende drogas a los adolescentes. Toda esa carga se condensa en la mirada de Depp, feroz e inquietante en su caracterización (que lo obligó a mostrarse semicalvo y con la dentadura a la miseria). “Pacto criminal” es un thriller muy bien contado. Del libro de Dick Lehr y Gerard O’Neill se sirvió Cooper para narrar, en paralelo, la corrupción de las calles y la del FBI. El elenco es soberbio, con secundarios de alto nivel como Benedict Cumbernatch, Peter Sarsgaard y Corey Stoll. Entre esa trama de subidas y bajadas, marcada por la violencia y los códigos mafiosos, camina Depp con paso formidable.
NADA NUEVO En el sur del Boston de los setenta, el agente del FBI John Connolly (Edgerton) convence al Mafioso irlandés Jimmy Bulger (Depp) de colaborar con el FBI para eliminar a su enemigo en común: la mafia italiana. El drama narra “la historia de esta corrupta alianza, que se sale de control vertiginosamente, permitiendo a Whitey evadir los cuerpos policiales, a medida que consolidaba su poder y se convertía en uno de los mafiosos más despiadados y peligrosos en la historia de Boston”. Una más. Johnny Depp se vuelve a poner en la piel de un mafioso en esta historia basada en hechos reales y que habla del sucios ascenso de un soplón que trabajaba de delincuente. Tema trillado y realización convencional. ¿Tiene sentido insistir con esto de mafiosos italianos sin poder aportar nada nuevo? Como siempre, hay muertes crueles y se desnudan –otra vez- los turbios manejos del poder y el bajo mundo. Una más. No es defectuosa, no tiene nada fuera de lugar, pero es un manojo de escenas conocidas. Y cansa.
Si vio films de Scorsese sobre mafia y poder, mucho de lo que cuenta y muestra esta película le será familiar. La historia de fondo es real: cómo el FBI permite, para conseguir cierta colaboración, el imparable crecimiento de un mafioso en la Boston de los 70 y 80. Este hombre es, de paso, Johnny Depp. Depp es el alma y el corazón de la película: en cierto sentido es toda la película, de hecho. Lo vemos caracterizado de un modo ostensible (no menos artificial que su querible Jack Sparrow) pero utiliza la máscara como telón impenetrable detrás de lo cual estalla lo imprevisible, lo salvaje y amoral. Es decir: su Jimmy “Whitey” Bulger es la contracara oscurísima de su célebre pirata. El realizador lo comprende perfectamente bien y los dos adláteres del protagonista (el agente del FBI interpretado por Joel Edgerton; el hermano senador que crea Benedict Cumberbatch) trabajan en la misma línea. Lo interesante es que la forma “scorsesiana” está ahí solo como una manera de brindar un ambiente cinematográfico a la biografía de un personaje cuya realidad es tan difícil de creer que requiere de toda clase de artificios para volverse creíble. Lo que no implica que esto no funcione: lo hace y logra que el relato nunca nos aburra, aunque en algunos momentos se vuelve superficial. Lo bueno del film es que esa solución es aceptable y el resultado es un film rítmico y dinámico sobre un irresistible ascenso y varias inevitables -y vertiginosas- caídas.
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional.
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Retrato vivo de un psicópata. Luego de décadas de encasillamiento en papeles caracterizados por personalidades excéntricas y sobradamente expresivas, Johnny Depp finalmente sale de la jaula actoral para entregar, quizás, la mejor interpretación de su carrera. Black Mass es una buena película de gangsters que se potencia gracias a la soberbia actuación de su protagonista. Con Boston como escenario, esta nueva propuesta del cine-mafia se centra en la historia de un criminal hasta ahora poco conocido, pero que valía la pena contar. Es una película por demás de personalista, que pone el foco en retratar la vida de un escalofriante psicópata más que en desarrollar una trama de modo convencional. No es un filme que respete la ortodoxia narrativa a rajatabla, y de hecho, no sigue un hilo argumental preciso, sino que salta de momento en momento, siempre manteniendo a su protagonista en escena. Sin embargo, la falta de rigurosidad narrativa es suplida por un gran guión, hecho a la medida del personaje principal, y cinematografía de primer nivel. Black Mass es caótica, pero también es impactante, gracias a la increíble actuación de Johnny Depp, y también a un muy buen trabajo de dirección. Quizás no cuente una gran historia con finura, pero retrata una personalidad de modo impecable.
El director Scott Cooper nos trae este film basado en la historia real de Whitey Bulger, uno de los mafiosos más violentos en la historia del sur de Boston, que se convierte en informante del FBI, para eliminar a un grupo mafioso rival de su territorio. Johnny Depp, que hace tiempo se mantenía en un nivel mediocre de actuación y películas, se aleja de los piratas y de los personajes macabros de Tim Burton para personalizar al aterrorizante Whitey Bulger, un líder mafioso dispuesto a hacer cualquier cosa por controlar su Boston natal. Divierte y asusta ver los diferentes matices que tiene el personaje -mafioso, padre, hijo, hermano, asesino- y el dinamismo con el que Depp logra su actuación. El resto del elenco no se queda atrás, con grandes actuaciones de Benedict Cumberbatch como el gobernador Billy Bulger (hermano de Whitey), Joel Edgerton como el agente del FBI John Connolly, Dakota Johnson como la madre del hijo de Whitey y Kevin Bacon como el agente Charles McGuire. La historia no nos presenta nada nuevo en el panorama Hollywoodense, el tire y afloje de la mafia y los federales, los infiltrados en ambos bandos, la hipocresía del gobierno estadounidense, sin embargo el guión atrapa la mayor parte de la duración del film y logra crear un ambiente sostenido. También cabe destacar la excelencia del trabajo de maquillaje de Joel Harlow, que ha trabajado con Depp en al menos diez películas, creando grandes personajes como Jack Sparrow, Tonto y el sombrerero loco de Alicia en el país de las Maravillas.
Con la mafia no se juega "Pacto criminal" narra la vida de Jimmy “Whitey” Bulger (Jonhhy Depp), un mafioso de poca monta que, por ayudar al FBI a cazar a su competencia en los suburbios de Boston, vio su negocio crecer económicamente. Grandes actuaciones y un buen guión. La oscuridad tiene colores que en las sombras no se ven, pero están. Del mismo modo, la corrupción, la ilegalidad y las instituciones pueden ser más o menos malévolos según de qué punto se vea, cuánta luz penetre. “Pacto criminal” narra la vida de Jimmy “Whitey” Bulger (Jonhhy Depp), un mafioso de poca monta que, por ayudar al FBI a cazar a su competencia en los suburbios de Boston, vio su negocio crecer económicamente, pero, por sobre todas las cosas, avanzar sin disturbios (y muchos asesinatos) gracias a la protección de la institución. Todo se debió al agente John Connolly (Joel Edgerton), un amigo de la infancia de Jimmy y su hermano y senador Billy (Benedict Cumberbatch), le pidió ayuda al mafioso para atrapar a un pez gordo. Lo que Connolly, por lealtad y cariño, no se imaginaba es que de esta manera dejaría a manos de Jimmy el imperio del mal en Boston. La historia de un soplón que no reconoció que fue soplón, podríamos resumir la trama, ya que para el protagonista no existía pecado más imperdonable que delatar a alguien. Sin embargo, así creo el monopolio de su asociación ilícita y sin culpa lo sostuvo hasta que pudo. “El problema no es que lo golpeaste, el problema es que te vieron. No se trata de qué o a quién le hagas algo, sino de que no te vean hacerlo”, es el gran consejo de vida que le da Jimmy a su hijo por un problema que tuvo en la escuela. Hombre criado en las calles, sin felicidad aparente, el único vestigio de amor en su alma es la capacidad de proteger a su madre y su hijo, aunque no deja de significar una jerarquía de poder más que un momento de bondad. “Pacto criminal” es una película hecha a la medida de Depp, el que más se destaca, con su performance y modificación corporal. Jimmy siembra el terror en la pantalla y a través de ella, con sus ojos celestes casi vampirescos, su rol de asesino y soberbia obsesión por controlar los negocios en el lugar en el que vive. Grandes actuaciones y un buen guión, que se agarra demasiado fuerte de los hechos cuando se trata del entorno, pero curiosamente más real (siendo lo más ficcionado) cuando se retrata a Bulger.
La nueva película protagonizada por Johnny Depp, nos cuenta la historia de James “Whitey” Bulger, un matón de Nueva Jersey que tuvo un ascenso meteorico en el mundo del hampa. En el comienzo, nos encontramos con Whitey, en ese momento un criminal de barrio, ex convicto, que es un pez chico en un barril pequeño, importante solo en su barrio. Al mismo tiempo, empieza a trabajar en el FBI, departamento que investiga a la mafia, John Conolly, interpretado por Joel Edgerton. Usando de intermediario al senador Billy Bulger (hermano de Whitey), se comunica con nuestro hampón y le ofrece un trato, que citando a la mejor película de mafia de la historia, es una “oferta que no podrá rechazar”. En ese contexto, somos testigos del ascenso del mafioso, y de los ribetes dentro de los pasillos del poder que le permitieron una impunidad impresionante. Por momentos impensado y tragicómico, lo que empieza como una táctica para controlar la violencia, se va transformando en un sálvese quien pueda, y se va fundiendo con las ambiciones propias de cada uno de los protagonistas, sin ningún tipo de interés por quienes los rodean. La factura técnica de la película es indudable, y gracias a dios Johnny Depp deja de ponerse pelucas y hacer morisquetas para Tim Burton, volviendo a sus orígenes, e interpreta a un personaje oscuro, que le permite demostrar lo que nos estábamos olvidando: es un gran actor. Es mas, por momentos es inevitable notar un homenaje al personaje de Joe Pesci en Buenos Muchachos. El director Scout Cooper (Crazy Herat, Out of the Furnace) nos regala un balance entre Casino y Donnie Brasco, con un muy buen balance de acción y drama, y sólidas actuaciones de todo el reparto que acompaña a Depp, imposible de nombrar completo, pero repleto de grandes y conocidos actores. Recomendable, si te gustan las películas de mafiosos, y sino, también.
Todo el mundo decía que Johnny Depp con esta película iba a sumarse a la pelea por el Oscar en 2016 y eso hace que el hype con el que uno va ver “Pacto Criminal” no le haga para nada bien al film de Scott Cooper. Si bien Johnny Depp haciendo de un mafioso frío y sin respeto por la vida es de lo mejor de la película, junto a la gran performance de Joel Edgerton y un cast lleno grandes nombres, no hacen que “Pacto criminal” llegue al nivel que creo que todos esperábamos. Para los que no saben mucho del film, Johnny Depp le da vida a uno de gangsters más buscados en Estados Unidos, un hombre que controlaba todos los ambientes ilegales del Sur de Boston, que podía hacer desaparecer a cualquier persona que quisiese y gracias al trato que tenía con el FBI no lo podían tocar. Él de a poco fue creciendo a cambio de información que le podía ser útil a los federales para atrapar a mafia con la que competía por el territorio.
El regreso de Johnny Depp El actor se luce en una película hecha a su medida en la que se enfrenta escena a escena en un imparable duelo actoral con sus compañeros de elenco. La historia de Pacto Criminal es la del James "Whitey" Bulger, un mafioso que llegó a dominar toda la zona sur de la ciudad de Boston gracias a una alianza que sostuvo durante 16 años con el FBI, o más precisamente con John Connolly, un agente de esa fuerza al que lo unía una amistada de décadas. Bajo esta premisa, el film –de 2 horas de duración- repasa concienzudamente las andanzas de este jefe criminal que extorsionó, robó y asesinó a gusto y piacere con el visto bueno de la ley mientras ayudaba a eliminar a la competencia, esto es la mafia italiana, de las calles de esa ciudad. En Pacto Criminal, película basada en el libro Black Mass escrito por los periodistas del Boston Globe Dick Lehr y Gerard O´Neill, Johnny Depp recupera las riendas de su carrera, que se fueron desdibujando en filmes como Trascendence, Mortdecay y El Turista, y realiza una brillante interpretación de Bulger en la que no queda nada de su rostro bajo capas de maquillaje, una calva a medida y ojos claros. Es notable como Depp logra el manejo de las diferentes situaciones a las que lo somete el director Scott Cooper (Loco Corazón) y es capaz de atemorizar no sólo a sus compañeros de elenco sino también al espectador debido a lo impredecible de su accionar y su gesticulación impecable que lo retrotrae a las épocas en las que cada película suya que se estrenaba era todo un acontecimiento signado por el misterio que suponía ver su nueva transformación. Por su parte, Cooper quizá sea un tanto ambicioso al relatar en un solo filme más de una década y media y por eso en ocasiones obliga al espectador a prestar demasiada atención a todos los detalles y menciones que hace en la primera mitad de su trabajo, en lo que a veces se transforma en una catarata de información difícil de digerir. Sin embargo, tras la primera hora, el filme se vuelve mucho más ligado a la acción, sin que por ello se entienda que se producen tiroteos continuos ni mucho menos sino que allí se narran las andanzas de Bulger con los personajes presentados en el anterior capítulo. El otro acierto del director es rodear a Depp de un elenco brillante por donde se lo mire, en el que se encuentran Joel Edgerton, Benedict Cumbertbatch, Peter Sarsgaard, Kevin Bacon y Corey Stoll, entre otros, y que le plantan batalla a Depp en lo que se refiere a interpretaciones. De esta manera, Pacto Criminal se convierte en una oportunidad idónea para recuperar al gran actor de Hollywood aunque al costo de ver un filme que quizá no sea del agrado de todos debido a su continua atmósfera angustiante, la extrema violencia desplegada por la mafia bostoniana de Bulger y los suyos y lo lejano de la historia a pesar de que los pactos entre los delincuentes y la ley sean moneda corriente en la sociedad actual.