La memoria y sus bisagras. Uno de los tópicos preferidos del cine posterior a la Segunda Guerra Mundial fue la cacería y el juzgamiento de los criminales de guerra nazis que lograron fugarse de sus respectivos asentamientos bélicos hacia distintas partes del globo, todo un subgénero dentro del policial que nos acercó obras de lo más variadas: desde las primigenias El Extraño (The Stranger, 1946), del gran Orson Welles, y El Juicio de Nuremberg (Judgment at Nuremberg, 1961), pasando por las muy enérgicas Odessa (The Odessa File, 1974), Maratón de la Muerte (Marathon Man, 1976) y Los Niños del Brasil (The Boys from Brazil, 1978), hasta Mucho más que un Crimen (Music Box, 1989) y El Libro Negro (Zwartboek, 2006), del siempre genial Paul Verhoeven. La duplicidad, el horror del genocidio y las paradojas de la moral de los vencedores y los perdedores son algunas de las muchas obsesiones de la vertiente. Contra todo pronóstico, Recuerdos Secretos (Remember, 2015) no sólo es otro interesante eslabón dentro de esta cadena de exploitations con conciencia, sino que además aporta una vuelta de tuerca símil Memento (2000) a un engranaje narrativo que ya parecía agotado. Esta vez el cazador es el anciano Zev Gutman (un extraordinario Christopher Plummer), un judío sobreviviente de Auschwitz que -luego de la muerte de su esposa- emprende un viaje por Estados Unidos y Canadá en busca de Otto Wallisch, miembro de las SS y responsable del asesinato de su familia, hoy supuestamente oculto bajo el nombre de Rudy Kurlander. Pero la faena no será tan sencilla y ello se debe al detalle de que Gutman padece episodios cíclicos de amnesia, en los que se ve obligado a leer una carta con instrucciones que le escribió Max Rosenbaum (Martin Landau), otro sobreviviente y el ideólogo de la hazaña. Así las cosas, el relato presenta a cuatro sospechosos que emigraron durante el período, a quienes el protagonista interrogará armado con una Glock y con el firme propósito de descubrir y ejecutar a Wallisch, por más que sea en función de su ajada memoria. El realizador Atom Egoyan, un señor que se hizo conocido internacionalmente gracias a la sobrevalorada El Dulce Porvenir (The Sweet Hereafter, 1997), hoy administra con una inusitada solvencia la tensión que subyace en el guión de Benjamin August, un trabajo simple a primera vista aunque muy eficaz y dinámico en cuanto a la progresión dramática y el aprovechamiento de los pormenores del thriller testimonial (ahora condimentado con la vejez y la clandestinidad) y de la premisa de base (vinculada a la soledad de la demencia y las muchas bisagras que vuelven a poner a Gutman en contacto con el mundo que lo rodea). Literalmente estamos ante la que quizá sea la película definitiva de Egoyan, un opus que supera con creces sus últimas y fallidas exploraciones en el campo del suspenso, las cuales a su vez constituyeron una mejoría con respecto a aquellos bodrios psicosexuales con los que comenzó su carrera. Explotando cada instante de la compleja cotidianeidad del personaje principal, esa que construye incertidumbre a través de su padecimiento y el riesgo latente de ser arrestado, la propuesta juega con los sincericidios involuntarios de Gutman y pone en perspectiva la estela trágica -a lo largo de los años- de un pasado que quedó abierto por la impunidad de la que suelen gozar los homicidas gubernamentales. Sólo resta aclarar que Recuerdos Secretos es uno de esos films que se reserva un golpe de efecto para el momento del desenlace, un recurso encantador que últimamente había caído en desuso…
Una digna historia de venganza en la tercera edad que se deja ver. Es posible que algunos espectadores se sientan molestos con el modo en que se toca el tema de cómo hacer justicia con los criminales de guerra, pero también sirve como...
El viejo y el mal. Siempre supone una buena noticia ver que actores con una vasta carrera cinematográfica a sus espaldas siguen teniendo la oportunidad de demostrar su buen hacer en la senectud. No nos referimos precisamente a intérpretes como Robert de Niro, Al Pacino o Robert Redford, quienes desde hace un tiempo se arrastran de mala manera en producciones de medio pelo, donde da un poco de pena verlos languidecer.
El thriller del director Atom Egoyan indaga en el horror del pasado a través de una venganza que se pone en marcha y cuenta con excelentes actuaciones de Christopher Plummer y Martin Landau. La última creación del director armenio-canadiense Atom Egoyan, de quien se recuerdan Exótica, El dulce porvenir y Chloe, entre otras, se sumerge en los vericuetos de la memoria y del horror nazi a través de una historia que enciende la mecha de la venganza y transmite al espectador la confusión que atraviesa Zev, el anciano con demencia senil encarnado magistralmente por Christopher Plummer. El personaje acaba de enterrar a su esposa y durante el funeral, recibe una carta de su compañero de la residencia de ancianos donde vive, Max -Martin Landau -otra leyenda de la pantalla grande- con una tarea casi imposible: encontrar al nazi que mató a su familia en el campo de concentración de Auschwitz donde estuvo preso. Christopher Plummer, el magnífico actor canadiense de 87 años, recordado por su capitán Von Trapp de La novicia rebelde y últimamente visto en Elsa & Fred y Beginners, compone a un hombre preso de su propia enfermedad pero con la convicción de escapar del asilo, viajar al otro lado del país y emprender su búsqueda con el arma siempre a mano. Cuatro direcciones anotadas en un papel -sólo una lo llevará al verdadero responsable del horror- son las razones suficientes que lo empujan a ejecutar su esperada venganza. En su peregrinaje se topará con personajes siniestros relacionados con el pasado y que marcan ahora su presente, desde el policía neonazi -Dean Norris- que tiene una perra llamada Eva hasta la familia que ignora al "monstruo" con el que vive. En tanto, el hijo de Zev -Henry Czerny- lo buscará incansablemente al enterarse que su padre deambula confundido y lejos del hogar. Egoyan suma intriga y suspenso a este inquietante juego de la memoria en el que destacan los climas creados, y sobre todo, las actuaciones de un elenco sólido que incluye nombres como los experimentados Jürgen Prochnow y Bruno Ganz -quien compuso a Adolf Hitler en La caída. A partir del guión de Benjamin August, el film tiene huellas de Memento, de Christopher Nolan, imprime tensión sobre el peligro inminente y juega con la idea de hacer justicia por mano propia, siguiendo el pedido del amigo confinado a una silla de ruedas, para terminar con la vida del nazi que vivió todo este tiempo en libertad. No es el mejor trabajo de un director con estilo propio como Egoyan, pero la película tiene las herramientas suficientes y a los intérpretes justos para atrapar al espectador.
Presos del pasado. Con un elenco extraordinario, el director Atom Egoyan construyó un opus de suspenso asfixiante y vibrante sobre un anciano sobreviviente del holocausto nazi que tras la muerte de su esposa inicia la búsqueda del oficial de la SS que mató a toda su familia en el campo de concentración de Auschwitz. Al despertar en su habitación preguntando por su esposa, Zev Guttman (Christopher Plummer) descubre que ella acaba de morir y que él sufre de demencia. Su octogenario amigo de salud desmejorada, Max (Martin Landau), le entrega una carta en el funeral en la que le explica que ambos acordaron emprender la persecución del jerarca alemán que mató a sus familias. Basada en las investigaciones del Centro Simon Wiesenthal, la carta explica que el verdugo nazi habría emigrado a Estados Unidos bajo el nombre de un sobreviviente asesinado de nombre Rudy Kurlander. Zev parte -sin informar a su hijo- al acecho de los cuatro inmigrantes alemanes de nombre Rudy Kurlander en Estados Unidos en un viaje planificado por Max, olvidando todos los detalles de la realidad cada vez que se queda dormido para luego despertar leyendo la carta, anonadado y convencido de la necesidad de continuar con su venganza. En su odisea, el frágil y abatido Zev, se encontrará con lo que queda de su juventud y los restos del nazismo en una road movie oscura e inesperada con un protagonista confundido pero decidido. Con cada paso Guttman parece estar más cerca del colapso, aunque siempre dispuesto a levantarse como poseído por una fuerza inconsciente para mirar hacia adelante, cuando en realidad solo está realizando un movimiento centrífugo hacia el origen de sus heridas. A pesar de los problemas y frustraciones que genera el recurso de los giros argumentales en el cine actual, Recuerdos Secretos (Remember, 2015) se atreve a introducir el controversial y complejo mecanismo y lo hace justificadamente para enriquecer el relato, intensificando el trauma histórico e individual de los protagonistas. Benjamin August logra así -en su primer guión- lo que muchos escritores han intentado infructuosamente: la simpleza del relato y su redundancia cinematográfica solo refuerzan la calidad de la película, la cual utiliza cada recurso coherentemente y sin abusos. A las extraordinarias actuaciones de Christopher Plummer y Martin Landau, se suman las magníficas apariciones de los inolvidables Bruno Ganz y Jürgen Prochnow y una participación destacada de Dean Norris como un policía demente, hijo de un coleccionista nazi. El último film de Egoyan no solo funciona como una crítica al nazismo, sino también como una alegoría acerca de la indagación sobre el pasado reciente de cualquier persona y la necesidad de redención ante sus propias acciones o inacciones. Recuerdos Secretos es sin duda la mejor película de Atom Egoyan por su gran combinación de calidad actoral, un sólido guión con excelentes diálogos e ideas, y el descubrimiento de un fulgor esencial alrededor de los conceptos de identidad y pasado, en tanto construcciones sociales e individuales de cada ser humano.
Memorándum Un anciano (Christopher Plummer) despierta solo en su cama, llamando a Ruth. Sale del cuarto a buscarla. Se encuentra en un geriátrico. La enfermera le dice que su esposa murió hace poco. El anciano sufre demencia senil, y su memoria se esfuma al despertar cada día. Se sirve de dos mementos a lo largo de la película: el número de Auschwitz tatuado en su brazo, y una carta con instrucciones de encontrar y matar a Rudy Kurlander – el nazi que exterminó a su familia en el campo de concentración. Recuerdos secretos (2015) es un thriller amnésico muy parecido a Memento (2000). Ambos protagonistas se adjudican la venganza de un ser querido, misión que se ve impedimentada por la amnesia. Ambos se sirven de tatuajes e instrucciones cuya interpretación es problemática. Ambos persiguen fugitivos quiméricos – ‘Rudy Kurlander’ es el ‘John G.’ de la película. Hay cuatro alemanes viviendo bajo ese nombre entre Estados Unidos y Canadá, y el héroe debe buscarlos hasta dar con el correcto. Escapa del geriátrico, compra un arma, la guarda en el neceser y se embarca en un road trip asistido (y dirigido) por teléfono por un colega del asilo, Max (Martin Landau). A menudo la amnesia se utiliza libremente como herramienta narrativa para generar suspenso, intriga, misterio. En Memento, “la película al revés”, la amnesia es un recurso estructural, un truco ideado para poner al espectador en una situación de vértigo análoga al protagonista, cuya memoria reinicia cada 15 minutos. Pero la historia de Memento no “trata” sobre la memoria, y de ahí se desprende la crítica – endémica al cine de Christopher Nolan – de que la sintaxis de la película no condice con su semántica. En Recuerdos secretos, la memoria (y falta de) proveen tanto el conflicto como el tema de la película. Es un problema que Zev Guttman (Plummer) quiera hacer memoria y no pueda, lo cual a su vez suple la temática de la película: recuperar la moral a través de la memoria. Plummer compone al desequilibrado Zev con una serie de contrastes atractivos – es frágil pero determinado, determinado pero olvidadizo, olvidadizo pero disciplinado y rectamente moral. Esta reflexión sobre la memoria (con el Holocausto de tópico) tiene cuerpo de thriller. Referir al Holocausto en cualquier contexto que no sea documental o una dramatización histórica suele ser controversial, y más si se lo asocia a un género sensacional como el thriller. Hay giros y reveces inesperados, propios de la más obscena serie B, pero el guión (de Benjamin August) sabe cómo utilizarlos inteligentemente. Las sorpresas se desprenden orgánicamente de la trama, la cual siempre juega con los mismos elementos y nunca cae en la trampa de meter otros nuevos. Recuerdos secretos es un excelente thriller, construido con lógica y prolijidad, de los que funcionan perfectamente mientras dura la película y sigue funcionando perfectamente una vez que sus misterios han sido dilucidados. Cuenta con una actuación principal poderosa y conmovedora, y un veterano elenco (Martin Landau, Bruno Ganz, Dean Norris, Jürgen Prochnow) del cual cada personaje deja una marca indeleble. Entonces, ¿por qué la crítica internacional la ha recibido tan tibiamente? ¿Es la ambigüedad de la trama? ¿Se debe al tabú del Holocausto, a la grosería de sintetizar un thriller a partir de él? ¿Al hecho de que, con todos sus giros, es la película más lineal y “amistosa” que ha hecho Atom Egoyan, otrora un obscuro cineasta de culto? Recuerdos secretos va a polarizar al público, más por su tópico que por su ideología. Los fans y los detractores de Egoyan pelearán; los ilusos buscarán agujeritos en la trama, que tiene varios momentos de azar y coincidencia, pero para nada depende de ellos. Los más finos harán asco de los elementos de thriller, aún si están impecablemente aplicados. Que Atom Egoyan, Benjamin August y Christopher Plummer han producido un pedazo de cine entretenido, conmovedor e inteligente es indiscutible.
Films como The Adjuster, Exótica, El Dulce Porvenir y El Viaje de Felicia convirtieron a Atom Egoyan en uno de los cineastas más interesantes, anticonvencionales y atrevidos del panorama actual. Nacido en El Cairo, de ascendencia armenia pero criado en Canadá, comparte con su colega David Cronenberg la preocupación por las historias complejas, con personajes esclavos de sus propios tormentos, además de una impronta fría y amarga, típica de esa parte de Norteamérica. Sus trabajos más recientes no contribuyeron a fomentar su talento, pero Recuerdos Secretos prometía devolverlo a la versión que cautivó a cinéfilos y valientes. Y la promesa fue cumplida. Zev Guttman (Christopher Plummer) es anciano, padece demencia senil y acaba de quedar viudo. Su fuerza de voluntad le permitirá cumplir con el objetivo planteado cuando su esposa muriera: encontrar a Rudy Kurlander, el alias del jerarca nazi que mató a su familia en Auschwitz. Según Max (Martin Landau), su fiel compañero en el asilo donde residen, Kurlander vive en los Estados Unidos… donde hay cuatro personas con el mismo nombre. Zev escapa del asilo y, manteniendo el contacto con Max, iniciará la tan demorada venganza. Sin perder la forma de thriller con toques de humor negro, la nueva película de Egoyan se mete con el Holocausto, sus sobrevivientes y sus consecuencias, y es fiel a las obsesiones de su realizador: la memoria, la desolación, el dolor, el pasado más oscuro, los secretos más prohibidos, la muerte. Estamos ante una road movie repleta de tensión, detalles que no se deben escapar, giros inesperados y una de las mejores y más lúgubres actuaciones del siempre excelente Christopher Plummer, quien ya había trabajado con el director en Ararat, también sobre un episodio denso de la historia como lo fue el genocidio armenio. Cada aparición de Plummer le da un sabor único a cada escena. No menos exactas son las interpretaciones de Landau y, en papeles menores pero cruciales, Bruno Ganz, Dean Norris y un casi irreconocible Jürgen Prochnow. Recuerdos Secretos trae al mejor Egoyan en mucho tiempo y, como en sus obras más destacadas, deja pensando al espectador, que deberá digerir una obra dura e implacable como invierno canadiense.
Luego de trabajar juntos en Ararat (2002), Christopher Plummer protagoniza la nueva película de Atom Egoyan, con una trama de suspenso en donde la memoria y la venganza son centrales. Junto con el holocausto, la persecución y los juicios a los criminales de guerra nazis han sido un tema común y recurrente en el cine posterior a la Segunda Guerra Mundial. Ejemplos hay de todo tipo, desde El juicio de Nuremberg (1961) y Maratón de la Muerte (1976) hasta Mucho más que un crimen (1989) o El lector (2008), entre otros. En Recuerdos secretos se reflejan esos tópicos pero de una forma original y distinta. No sólo se desarrolla en una época actual -por lo tanto la mayoría de los personajes tienen ya una edad avanzada-, sino que además, el protagonista decide buscar él mismo al culpable y hacer justicia por mano propia. En esta película el vengador es Zev Gutman (Christopher Plummer), un judío sobreviviente de Auschwitz que emprende un viaje para asesinar al responsable de la muerte de su familia, hoy oculto bajo el nombre de Rudy Kurlander. Sin embargo, la misión no será tan sencilla, ya que Zev sufre demencia y por momentos pierde la memoria. Para recordar donde está y cuál es su propósito, debe leer reiteradamente una carta con instrucciones que le escribió otro sobreviviente, Max Rosenbaum (Martin Landau), quien ideó el plan. De esta forma, Gutman visita e interroga –con pistola en mano- a varios sospechosos, siempre con el objetivo de acabar con aquel a quien está buscando. Uno de los principales atractivos del film es la actuación de Plummer, quien le otorga a este papel complejo la sutileza y sensibilidad que requiere. Es interesante como varios giros inesperados en el relato hacen que la historia resulte atrapante y logre alimentar el interés del espectador, así como mantener el suspenso. Egoyan sabe incluir soluciones rápidas y acertadas para aquellos puntos en los que la película podría estancarse y propone algunos cambios de rumbo que captan la atención para lo que vendrá después. Por otro lado, se exhiben situaciones en las que se pueden llegar a poner en tela de juicio ciertos temas controvertidos como la facilidad de conseguir y portar un arma en Estados Unidos, y el hecho de hacer justicia por mano propia. El mayor clímax llega hacia lo último, con una dura e inesperada vuelta de tuerca final.
La construcción del recuerdo. Luego de la muerte de su esposa, Zev (Christopher Plummer) -un anciano de noventa años con alzheimer- se escapa del geriátrico donde reside y va en busca de Otto Wallisch, miembro de las SS y responsable del asesinato de su familia en Auschwitz, quien se oculta en Estados Unidos bajo el nombre de Rudy Kurlander. Debido a la condición inestable de Zev, a sus olvidos y su falta de orientación, es su compañero Max (Martin Landau) -también victima de Wallisch- quien en una prolija carta le describe el itinerario que debe realizar, y se encarga de reservar hoteles y taxis para asegurarse de que Zev llegue siempre a destino, hasta dar con el paradero del nazi al que buscan y así asesinarlo. El anciano inicia su viaje y recurre a la carta reiteradas veces, como si se tratara de los tatuajes de "Memento". Con dificultad, y unas cuantas complicaciones en el camino, trata de cumplir con su misión, mientras nos pasea por recuerdos dolorosos, crímenes impunes, criminales protegidos, vidas dobles, y finalmente la elección de hacer justicia por mano propia. Atom Egoyan construye un relato tranquilo, prolijo -tal vez demasiado- como sucede cuando dirige un filme con un guión ajeno como lo hizo en la minuciosa reconstrucción de "Devil´s Knot", y no realiza esos etéreos filmes extraños, sexuales y psicológicos que llevan su firma en el guión, con los que ganó varios premios a principios de los noventa, como la angustiante "El Dulce Porvenir". Con un relato lineal, simple, Egoyan logra que la tensión suba de a poco, nos engancha y también nos confunde, en un relato que parece uno de tantos, hasta que llega el final, y ahí tira una bomba inesperada, una volantazo por el que valió la pena recorrer toda la historia de este viejito lleno de dudas y olvidos. A pesar de algunos excesos y algún que otro lugar común, Christopher Plummer realiza una gran interpretación, al igual que Martin Landau desde las sombras. Visualmente simple, lineal y correcto, sin pretensiones, este filme que trata un tema que ya hemos visto varias veces, se destaca por el lugar que le da a la memoria, poniendo en duda si es personal o colectiva, convirtiéndola en algo subjetivo, y así dándole más importancia a los hechos que a quienes los recuerdan.
La memoria y la venganza Mirada actual y disruptiva para un thriller con la memoria y el dolor del genocidio como trasfondo. Recuerdos secretos es una película que puede leerse en varios planos. Uno más llano, la narración lineal del filme, con esa historia de dos viejitos organizados para cazar a un nazi. Y uno múltiple y cautivante, que resulta de ese juego que Atom Egoyan, el director, y el mismísimo guión de Benjamin August, le proponen al espectador. Pensar y pensarse desde la memoria de un hecho criminal atroz, perpetrado en la Alemania nazi. “Solamente tú puedes reconocer al hombre que asesinó a nuestras familias”, dice Max (Martin Landau) a Zev (Christopher Plummer). Son los últimos sobrevivientes de Auschwitz y Max dirige a Zev en una misión para matar a un nazi responsable del genocidio que se escondió en Norteamérica. Si ya es inverosímil que dos octogenarios urdan un plan de estas características, resulta más increíble todavía cuando vemos que Zev ha perdido su memoria por completo, y día tras día debe recordar su misión. Pero es parte del juego ese inverosímil, un juego arriesgado que involucra y manipula también al espectador. La de Egoyan entonces, es sin duda una mirada novedosa sobre el tema de la memoria, la venganza, la verdad y la justicia. Por eso su elección de no recurrir a los flashbacks típicos de las películas sobre el Holocausto. Por eso Zev va sembrando pistas sobre el pasado, y por eso Egoyan apuesta a simbolizar varios niveles de traumas para guiar esta historia misteriosa de principio a fin, que se convierte en una pieza novedosa e interpeladora, una continuidad auspiciosa para viejos títulos del director, como El dulce porvenir, o en menor grado Ararat. ¿Se puede juzgar una película por el impacto que produce? ¿ Y por la profundidad de las preguntas que plantea? Esa es otra discusión, que sin embargo atañe a Recuerdos secretos, un thriller bien actuado, actual, sobre un tema pesado, con algunos flancos débiles, pero con el propósito cumplido a la hora de involucrar al espectador. Un búsqueda para acercarse a los propios traumas, a los efectos residuales, pero siempre dolorosos de la historia. Colectiva o personal.
Un film de Atom Egoyan que como siempre sorprende. Contiene una seria reflexión sobre los horrores de lesa humanidad y cómo se los enfrenta. Como destino individual y como sociedad. En este caso los protagonistas del nazismo, víctimas y victimarios. Porque además de la trama de corte policíaco, un hombre con demencia que cumple con las instrucciones precisas de su compañero de geriátrico, que olvida y recuerda releyendo esas instrucciones, le queda al espectador la sorpresa y los interrogantes: ¿olvido, perdón, justicia, justicia por mano propia? Gran trabajo de Christopher Plummer y Martin Landau.
Plummer y un thriller que no lo merece No es la primera vez que Atom Egoyan busca hacer las cuentas con el pasado: en este caso, con el pasado personal y colectivo; tampoco le falta experiencia en el thriller, que ha frecuentado con suerte dispar: Y algo de todo eso -incluida la irregular calidad de su obra- reaparece en Recuerdos secretos, aunque lejos han quedado los buenos tiempos de Exótica, El dulce porvenir o El viaje de Felicia. Aquí, además, los temas son especialmente comprometidos: memoria, rencores, venganza, demencia senil, las marcas dejadas por la Shoah y por la guerra. Asuntos demasiado delicados -el mal de Alzheimer, el mal llamado Holocausto- para ser utilizados superficialmente como simples resortes dramáticos para justificar el avance de un forzado thriller colmado de incongruencias y más atento a los golpes de efecto y los giros presuntamente sorpresivos que a la coherencia o la lógica de la narración. Se ha dicho que el cineasta -egipcio de origen armenio y canadiense por adopción- buscaba con esta historia esclarecer a cierta juventud malinformada o ignorante respecto de la barbarie nazi, pero aun así cuesta entender que haya querido basarse en un guión tan torpe como el del debutante Benjamin August. La película cuenta la poco verosímil cacería a que se entrega un sobreviviente de Auschwitz, nonagenario y con graves problemas de memoria, para hallar al verdugo que 70 años atrás mató a su familia y a la de un ex compañero del campo que se ha hecho su amigo en la residencia geriátrica neoyorquina que comparten. Este hombre, carente de movilidad, es quien le proporciona -por escrito para sortear sus fallas de memoria- las instrucciones precisas para que pueda escaparse del instituto y asumir, tal como había jurado que lo haría cuando quedara finalmente viudo, la búsqueda del presunto verdugo, que viviría bajo el mismo nombre falso en uno de cuatro dispersos domicilios norteamericanos. Egoyan ofrece una narración lineal, con algo de elemental suspenso, y se apoya, sobre todo, en el sólido desempeño de Christopher Plummer, lo más notable del film, al que rodea un elenco que está muy por encima de los merecimientos del guión: desde Martin Landau (el "socio" del protagonista) hasta el convencido nazi actual que anima Dean Norris (Hank Schrader en Breaking Bad) en una escena que ilustra lo mejor y lo peor del film. garr Pero al rebuscado y manipulador guión todavía le queda un último giro, el que habrá sabido sospechar más de un espectador, cuando ya al film ni siquiera le queda tiempo para que Christopher Plummer pueda disimularlo con su convicción y su entrega.
Secretos y mentiras Ganadora del Premio del Público en el último Festival de Mar del Plata, esta nueva película del canadiense Egoyan hurga en las heridas aún abiertas del Holocausto. Alguna vez Atom Egoyan (Exótica, El dulce porvenir) fue un director inquietante, provocador, audaz, de esos que generaban muchas ganas de descubrir sus nuevos trabajos. Pero desde hace ya varios años -probablemente convencido de que es un cineasta “importante”- viene haciendo películas cada vez más “trascendentes” y manipuladoras, que en realidad son mucho menos interesantes que sus primeros trabajos. En Recuerdos secretos contó con dos notables intérpretes (Christopher Plummer y Martin Landau) para una historia que habla de las heridas aún abiertas del Holocausto con un formato de thriller que en principio no está mal, pero que tiene escondidas unas cuantas trampas demasiado cercanas a la traición hacia el espectador. Plummer es Zev Guttman, un anciando con demencia senil que ha sufrido la reciente muerte de su esposa a causa de un cáncer. Su amigo del geriátrico (Landau) le entrega una carta con las indicaciones para buscar y asesinar a un nazi que fue jefe del sector de barracas del campo de concentración de Auschwitz y responsable de la muerte de sus familiares. Egoyan sigue las desventuras de Guttman por buena parte del territorio de Estados Unidos (hay varios sospechosos con el mismo nombre que resultan no ser el indicado) a partir de un guión meticuloso, pero al mismo tiempo diseñado para someter al público a un tour-de-force emocional con mucho de maniqueo y de discutible ética artística y humana.
Si no fuera por los actores, grandes y perfectos todos, este film adolecería (porque ya adolece, pero se nota menos) de la presencia demasiado pesada del director, cuyo Ararat aún es su mejor obra. La historia de un hombre con Alzheimer obsesionado por cazar a un criminal nazi que asesinó a su familia es una reflexión sobre la memoria y su disolución, demasiado lastrada por la metáfora y el simbolismo evidente.
Dentro de las diferentes tareas que realizo atiendo clientes para una inmobiliaria. Hace pocas semanas me crucé con un hombre mayor de unos 80 años aproximadamente, de ojos claros, acompañado de su esposa. Estaban en la búsqueda de un departamento para su hija. Entablamos una linda conversación con el señor y en un momento me contó de su propia dificultad para mudarse. Hacía muchos años ya que vivía en el mismo lugar, un departamento muy grande. Más con la partida de los hijos. Pero nunca pudo tomar la decisión de dejar su hogar, sus espacios. Se hizo un silencio. En ese momento se arremangó la camisa y me mostró en su brazo el sello de números grabado por los nazis en la piel. Había estado en Auschwitz. Con un brillo en sus ojos me contó que allí había perdido toda su familia. Esa enorme tragedia en los años de su niñez lo marcó de por vida. La llegada por error a la Argentina le dio una segunda oportunidad. El link fue automático con este film. Por el gran parecido de este hombre con Christopher Plummer, el protagonista, y fundamentalmente por su historia. Con un excelente guión “Recuerdos Secretos” nos propone una historia atrapante. Una cacería de hombres grandes pero con una pesada memoria. Una búsqueda de verdad y justicia. Con actuaciones impecables (memorable el trabajo de Martin Landau) y una enorme calidad fotográfica. Les propongo que se atrevan al viaje. Cuanto menos sepan pienso que es mejor. Para disfrutarla, para sorprenderse. Una historia que se conecta con esa fibra íntima, la de nuestros propios orígenes, y un final que nos deja al borde de la emoción.
Christopher Plummer interpreta a Zev, un sobreviviente del Holocausto con demencia senil que busca vengarse de un comandante nazi. Cuando Zev enviuda, su compañero Max, de la residencia de ancianos, le entrega una carta en la que le encomienda la misión de encontrar y asesinar al alemán que mató a sus familias, a través de precisas instrucciones que deberá seguir al pie de la letra. En el mismo año en que se cumplen cien años del genocidio armenio, tema que abordó en Ararat, Egoyan vuelve a indagar en la memoria histórica del exterminio de un pueblo retomando las mismas obsesiones que han marcado su filmografía una y otra vez: el peso del pasado y las consecuencias que deja en los personajes mediante una cautivante persecución cinematográfica. Lo interesante de Remember es la vuelta de tuerca que Egoyan logra darle a un tema tan visitado y, a esta altura, tan poco original en la historia de cine. En otras películas con tramas similares, el tiempo parece sanar o al menos aplacar las heridas y los traumas del pasado, mientras que aquí sucede todo lo contrario: el sentimiento de furia sigue estando presente en Max, que contiene su ira y encuentra su propia forma de hacer justicia. Para llevarla a cabo, este hombre, que ha dedicado gran parte de su vida a rastrear criminales de guerra, ejecuta un plan perfecto y termina creando, como lo hizo el nazismo, su propia maquinaria de muerte. Con un ingenioso y sólido primer guion del joven Benjamin August, la película crea una atmósfera donde la hostilidad y la oscuridad son los protagonistas de cada plano. El alivio llega de la mano de ciertos momentos de humor negro en los que, incluso a pesar de su avanzada enfermedad, Zev es capaz de poner en práctica una siniestra metodología, lo que dota a algunas escenas de un fuerte tono irónico. Contar más sería arruinarle al espectador la posibilidad de entregarse a una experiencia tan particular, de esas que cada vez son menos vistas en pantalla grande. Remember cuenta además con las notables actuaciones de Martin Landau, Bruno Ganz, un irreconocible y maquilladísimo Jürgen Prochnow y Dean Norris, que ya ha demostrado estar a la altura de los grandes en Breaking Bad. La secuencia en la casa de este último es uno de los puntos más altos de la película y otra razón para no olvidar nunca el inagotable talento de Christopher Plummer.
Recuerdos Secretos nos presenta a un anciano, sobreviviente de un campo de concentración, un hombre con un incipiente Alzheimer que decide ir en busca de un nazi, un ex miembro de las SS que exterminó a su familia para asesinarlo. Esta gran película dramática dirigida por Atom Egoyan, recurre al género de suspenso para narrar una historia sobre la culpa, la venganza y la redención. Enorme Christopher Plummer en un papel conmovedor, como un débil e imposible vengador, su presencia en cada escena que le toca jugar es sencillamente impactante. De clima asfixiante, apelando a los silencios, el director canadiense logra una atmósfera de incomodidad que calará hondo en el espíritu de los espectadores.
La venganza tardía Cuando se trata del holocausto, el cine norteamericano siempre utiliza su propia concepción de memoria activa. Hace bastante tiempo que la segunda guerra mundial dejó de ser representada solamente como una lucha entre buenos y malos, para pasar a contar las consecuencias de uno los conflictos bélicos más influyentes de la historia contemporánea. Y es que más que matar a Hitler en el campo de batalla, actualmente el verdadero conflicto para los Estados Unidos está en reconocer sus propias paradojas morales históricas a la hora de indultar criminales de guerra. Con esta idea en mente es que el director canadiense Atom Egoyan – probablemente más conocido por la multipremiada “The Sweet Hereafter” (1997) –, junto a dos leyendas vivientes del cine como Christopher Plummer y Martin Landau, hacen de “Recuerdos Secretos” (2015) un thriller más que interesante en cuanto a narrativa e ingenio. Zev Gutman (Plummer) es un judío sobreviviente de los campos de concentración de Auschwitz. A los casi 90 años de edad, su salud no es la mejor y para colmo su mujer acaba de fallecer a raíz de un cáncer. O eso es lo que tienen que recordarle todas las mañanas las enfermeras del asilo de ancianos en el que vive. Zev padece de demencia senil, y es por eso que gran parte de su pasado significa una nebulosa para él. Luego del funeral de su esposa, entre todas los familiares que acudieron al homenaje se le acerca Max (Landau), otro sobreviviente y compañero del día a día en el geriátrico, el cual le entrega una carta detallando los pasos a seguir para vengarse del comandante de la SS que los torturó durante la guerra. De esta manera, Zev saldrá en búsqueda de uno de los tantos criminales nazis que pudieron escapar de la justicia bajo otra identidad, armado únicamente con una pistola y la carta de su amigo. Aunque con la dificultad de perder frecuentemente la noción de la realidad debido a su frágil memoria. Recuerdos Secretos (2015) Al mejor estilo “Memento” (2000), la narrativa fluye a partir de le necesidad del protagonista en tener que recordar una y otra vez el presente. Un recurso que rápidamente podría volverse repetitivo, pero que nunca llega a serlo gracias a la excelente interpretación de Christopher Plummer. El mítico actor de “The Sound of Music” (1965) – “La Novicia Rebelde” para nosotros los latinos – es capaz de demostrar con un mínimo gesto facial el total deterioro de una mente golpeada por el Alzheimer. Ya solo verlo vagar perdido y superado por su débil condición física genera la misma tensión que los momentos en donde cree encontrarse cara a cara con su torturador. Siempre partiendo de una premisa atrapante, el guión a cargo de Benjamin August se reserva bastantes vueltas de tuerca en su argumento, sin embargo es necesario aclarar que estos giros no ayudan a pasar por alto algunas inconsistencias notorias. Principalmente las que suceden por la extraña facilidad con la Zev viaja por Norteamérica sin despertar ningún tipo de sospecha. Otro caso particular es la necesidad de reiterar algunos conceptos de la trama a través de diálogos forzados al servicio del espectador menos suspicaz. Un recurso redundante si justamente Plummer se destaca magistralmente desde el plano gestual y físico de su personaje. De todas formas, “Recuerdos Secretos” logra sobreponerse a sus falencias dentro de una propuesta fuera de lo común, que no reinventará la rueda, pero que por lo menos nos mantendrá intrigados hasta los créditos finales. Y eso es algo para agradecer en estos días.
Regocijante aventura en medio del horror Premio del Público con puntaje casi perfecto en el Festival de Mar del Plata, esta obra es un auténtico regocijo. Y eso que pinta como drama. Suerte de thriller de la tercera edad con toquecitos hitchcockianos y remates de humor negro, "Remember" (tal su título original) desarrolla el plan de dos viejos judíos para ubicar y ultimar al nazi que mató sus familias en Auschwitz. El problema es que hay cuatro alemanes con el mismo nombre. Y que el encargado de apretar el gatillo tiene demencia senil. Ese viejito encantador sale del geriátrico, cruza la frontera, que entre EE.UU. y Canadá es bastante laxa, sobre todo para los viejitos encantadores con aire desprotegido, y se va encontrando con gente de lo más amable (dentro de lo que cabe), hasta llegar a donde llega. No diremos adónde llega, porque de la primera a la última escena la historia está llena de sorpresas, de giros inesperados y de momentos que nos hacen preocupar, nos hacen reír, preocupar de nuevo, y así hasta el in crescendo final que nos deja con la boca abierta y luego una sonrisa de admiración, por lo bien que el autor supo envolvernos con su relato. Christopher Plummer es el protagonista, en una actuación formidable. Lo acompañan Martin Landau, Bruno Ganz, Jurgen Prochnow, Heinz Lieven, todos del Pami, y el gordo Dean Norris con un ovejero alemán, y también unos niños muy comedidos, la música envolvente de Michael Danna, el guión de Benjamin August, escrito en estado de gracia y malicia, y la precisa dirección del maestro Atom Egoyan. Claro, como corresponde a una película de Egoyan, eso no es todo. Por debajo corren sus inquietudes habituales sobre pasados oscuros, secretos vergonzantes, desmemorias y falsas memorias, engaños y autoengaños para seguir viviendo, rencores, artificios y culpas, monstruos que conviven con sus víctimas, víctimas que pueden cometer monstruosidades. No plantea esto con el hálito de extraña y morbosa poesía (ni con las chicas adolescentes) de sus películas más famosas, como "Exótica", "Un dulce porvenir" y "El viaje de Felicia". Lo plantea simplemente como un cuento policial bien contado, muy entretenido, y eso es lo que algunos exquisitos le reprochan. Pretenden que siga haciendo lo de antes, que lo hacía muy bien, eso es cierto. Algunos van más allá, y aseveran que con esta obra Egoyan trivializa el dolor de los sobrevivientes de la Shoah, la memoria de sus víctimas, el concepto de justicia y hasta el Alzheimer. Y que encima la película está mal hecha. La verdad, hay gente rara en el mundo, por no decir otra cosa.
Aquí el director egipcio criado en Canadá sólo muestra sus aptitudes para manejar cierto suspenso y sacar buen partido del veterano Christopher Plummer. En el encuentro con periodistas y público posterior a la primera proyección de la película, Egoyan despejó dudas acerca de posibles lecturas a favor de la venganza entre víctimas del Holocausto o la justificación de algunos crímenes con los que el film sorprende en momentos inesperados. En realidad, no es la ligereza con la que aborda un tema delicado el principal problema de Remember, sino que los efectos que produce provienen exclusivamente de un guión manipulador, con una caprichosa vuelta de tuerca final.
Creo que de más está decir que el cine que involucra a la Segunda Guerra Mundial y al nazismo, a estas alturas, genera un cansancio mental y una carencia de ideas notable. Ciertas películas, como Remember, tienen la agradable tarea de hacer que uno se coma sus palabras y dejar en claro que todavía hay buenas historias que contar. Una de ellas es la de Zev Guttman, un anciano en el ocaso de sus días que ha perdido recientemente a su esposa y, debido a su demencia acuciante, cada vez que se despierta su desgastada mente lo obliga a revivir su pérdida una y otra vez. No pasan ni diez minutos de trama, que tanto Zev como el espectador se ven empujados en una carrera contra el tiempo buscando a una persona en particular. Quién es esa persona, ni Zev con sus cualidades mentales disminuidas lo sabe, ni tampoco lo sabe la platea. Solo sabemos que el sobreviviente de Auschwitz es ayudado por un compañero de geriátrico, Max. Valiéndose de una carta escrita a mano por este último, Zev irá leyéndola cada día, nunca cuestionándose su procedencia ni su importancia, pero determinado a cumplir lo que estipula como sea. Es de vital importancia que tanto el guión del debutante Benjamin August como la magistral dirección de Atom Egoyan dejen a oscuras al espectador, tan a oscuras y avanzando a tientas como lo hace Zev en la trama. Ir deshilvanando cada paso y pieza de información es uno de los principales atractivos del film, y con una escueta duración de noventa minutos, que Egoyan y compañía hayan logrado tanto en tan poco tiempo es loable. No hay términos medios, no hay grandilocuencias, sino una narrativa cohesiva, que se mueve al ritmo que se tiene que mover, aumentando la tensión cuando debe, maravillando a cada paso del protagonista. Y si el protagonista es el enorme Christopher Plummer, mejor que mejor. El canadiense tiene una presencia insoslayable, aún interpretando a un debilitado anciano en una búsqueda casi frenética. Plummer da una clase de actuación para la posteridad y conduce al resto del elenco con su magnetismo puro. Junto a él lo acompañan nombres como el eterno secundario Dean Norris o Martin Landau, hasta unos irreconocibles Bruno Ganz y Jürgen Prochnow que aumentan un elenco muy sólido. Remember es una verdadera sorpresa, tanto en la cartelera como en el ámbito cinematográfico en general. Demuestra que con una temática gastada se puede hacer maravillas, si se cuenta con una historia competente y con muchas sorpresas bajo la manga. Simplemente hay que estar dispuestos a ser guiados por una trama fascinante y angustiante a partes iguales, y disfrutar a pleno sabiendo lo mínimo indispensable. Saldrán agradecidos.
Las heridas abiertas de la Shoá No es tanto hacer leña del árbol caído como señalar una evidencia: lejos parece haber quedado el Atom Egoyan de Ararat, Exotica y El dulce porvenir, ese cineasta que solía hacer de la transparencia narrativa el punto de partida de complejas pinturas humanas, sociales y políticas. El director canadiense (nacido en Egipto) intenta en Recuerdos íntimos –a partir de un guión original de Benjamin August– rastrear las heridas todavía abiertas y sangrantes de la Shoá, a más de sesenta años del fin del reinado del nazismo. Planteado, estructurado y ejecutado como un thriller, el film parte de una premisa sencilla que no se asemeja tanto a un laberinto como a una línea recta con pequeños desvíos, jugando con las expectativas del espectador en cuanto el manejo del suspenso y las vueltas de tuerca. Nada, absolutamente nada de malo hay en ello, excepto que el inverosímil punto de partida, lo fabuloso de algunas de sus paradas y el absurdo de la estación terminal parecen darse de bruces contra los constantes intentos por crear un universo nítidamente realista y con graves aires de importancia. Ejemplo de película sostenida en gran medida por la actuación de su protagonista, es Christopher Plummer quien lleva sobre sus hombros la cruz de hacer creíble la fábula y, en ese sentido, resulta el contrapeso ideal de un objeto que cree demasiado en su aparente ingenio. El veterano actor nacido en Toronto moldea un ser frágil pero decidido en Zev Guttman, un anciano con creciente demencia y tendencia a los olvidos. Luego de la muerte de su esposa y apoyado por otro sobreviviente de los campos de exterminio (Martin Landau, otra leyenda viva), Guttman decide abandonar el geriátrico donde reside e ir a la caza del blockführer que, en Auschwitz, acabó con la vida del resto de su familia, aparentemente radicado en América del Norte (Estados Unidos y Canadá), bajo pseudónimo, desde el fin de la Segunda Guerra. Que existan cuatro ciudadanos con ese nombre falso permite que el guión cruce al impensado vengador con un cuarteto de variopintos personajes, habilitadores de diversas situaciones que mezclan el suspenso, el golpe bajo y/o la sorpresa novelesca. Más allá de ese “suspenso” que apenas si aplica las instrucciones del manual, una estratagema narrativa que brilla por su falta de sofisticación (el arma escondida, el riesgo de ser detenido por las autoridades, la posible pérdida de una carta que explica el pasado y ordena los pasos a seguir en el futuro inmediato, como en un día de la marmota dictado por el alzheimer), Remember muestra una de sus hilachas más groseras en el tercero de esos encuentros, con el hijo neonazi de uno de los sospechosos. El remate de esa extensa secuencia jugada al horror, manipuladora hasta el hartazgo, diseñada para la identificación maniquea del espectador, prepara el terreno para las sorpresas de la confrontación final, donde esa improbabilidad sostenida precariamente por la tozudez narrativa termina cayendo en el vacío del ridículo liso y llano. Cine contra fáctico: en otras manos menos reprimidas, no tan temerosas de cometer algún exceso formal o de resbalar, siquiera momentáneamente, en la parodia o la farsa, las campanas de Recuerdos secretos podrían haber doblado, paradójicamente, con mayor sinceridad.
Christopher Plummer plays dementia-addled man who mounts implausible revenge journey POINTS 4 It’s been such a long time since Atom Egoyan made a remarkable film that I can hardly remember what they used to be like. I guess Felicia’s Journey was one of the last remarkable ones — and that was back in 1999. So it’s not really a surprise that his new outing Remember, starring Christopher Plummer and Martin Landau, is at best another failed work with lofty ambitions and not much of a brain. It’s the type of film that gets all the more unbelievable as it unfolds and the very ending comes to prove it can always get worse. This time, Egoyan addresses the Holocaust in such a pedestrian way that you often wonder if he — or first-time screenwriter August Benjamin — actually care for the subject, its complexity and its many implications. Maybe they do, but voluntarily or not, they simplify it, trivialize it, and disrespect it. For starters, the absurd plot is eloquent enough. Zev Guttman (Christopher Plummer) is a recently widowed 90-year-old Auschwitz survivor who’s started to suffer from dementia and so lives in an expensive nursing home near New York. He’s friends with scholar Max Rosenbaum (Martin Landau), another Auschwitz survivor, now wheel-chair bound, who has worked for the Simon Wiesenthal Centre and has tracked down four Nazis living in North America. Max gives Zev an envelope full of cash and a long letter with instructions for a meticulous plan Zev had promised to carry out following his wife’s death. It so happens that Max is certain that one of the four suspects is the Auschwitz Blockführer (the prison block commander) who had slain his own family as well as Max’s some 70 years ago. Since the Nazi criminal has evaded justice, it’s now Zev’s duty to avenge their families and make the man, who goes by the fake name of Rudy Kurlander, pay for his crimes. That is to say, to kill him. Let’s now start with the far-fetched plot. First, two very old men, one of them with growing dementia and the other stuck in a wheelchair and hooked up to an oxygen supply, have the acumen and resources to design and execute an elaborate plan to kill a Nazi criminal who not even the Justice Department has been able to find. Second, Zev flees the nursing home easily and has no trouble at all travelling on his own, despite his dementia drawbacks. Third, thanks to his charm and naivety, he manages to buy a gun without raising suspicions and without having his criminal and mental health background checked by the sales man. Fourth, he also manages to cross the Canadian border with an expired passport thanks to a kind officer who turns a blind eye and asks for his driver’s licence instead. Fifth, he has easy and swift access to where the two first Kurlander suspects live, only to realize they were the wrong men — one of them was actually another Auschwitz survivor, which allows for a cheesy moment of sentimentalism punctuated by purposefully heartbreaking music. Now what’s really insulting to viewers’ intelligence is what happens when Zev gets to the home of the third suspect, where he meets not the man — who passed away three months before — but his son, an anti-Semite state trooper who proudly shows him his dad’s collection of swastikas, an SS uniform, a copy of Mein Kampf, and some other such stuff. The thing is, the state trooper doesn’t know who Zev is — he hasn’t even asked him why he came to see his father. By the time he asks him, he’s already shown him the Nazi memorabilia, so you can rightly guess he’s not happy to see a Jew in his house. Spoiler: Zev isn’t happy to see the memorabilia either, so he shoots the state trooper and his fierce German shepherd with the skill of an accomplished shooter. And to think he had never fired a gun before in his life. That’s what you’d call beginner’s luck. Then, finally, there’s the big twist at the end. And what a ludicrous, moronic and offensive twist it is. As to avoid another spoiler, suffice it to say that a certain someone was not really who you thought. In fact, he was not really who he thought he was himself. Because in the end you just have to remember, whether you like it or not, as the movie’s title tells you to do. Not only that, but in retrospect, the whole plot turns even more unbelievable and lurid. So cheap melodrama, obvious allegories, and lousy screenwriting take centre stage big time. By the way, the performance by Christopher Plummer is the one and only asset of Remember. Even with this poor material, this veteran actor knows how to convey profound feelings, human fragility and existential turmoil that almost always ring true. Other than, forget Remember. production notes Remember (Canada, 2015). Directed by Atom Egoyan. Written by Benjamin August. With Christopher Plummer, Martin Landau, Bruno Ganz, Jurgen Prochnow, Heinz Lieven, Dean Norris, Henry Czerny. Cinematography: Paul Sarossy. Editing: Christopher Donaldson. Running time: 95 minutes. @pablsuarez
Su narración resulta algo lineal, pero mantiene el suspenso, la intriga y la historia va creciendo con la presencia de los buenos actores Plummer y Martin Landau que siempre enaltecen la cinta, al igual que el elenco secundario como: Jürgen Prochnow y Bruno Ganz (“La caída”). Con una buena utilización del flashbacks para ir mostrando momentos del Holocausto.
Crítica realizada durante el 30° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. La genialidad en la sencillez y viceversa. Si hay una cosa que admiro en un cineasta es que no tenga el mas mínimo temor en ser simple. Es decir, tomar una historia y contarla bien nada mas. Curiosamente, en lo que atañe este titulo, quien lleva a cabo este logro es un cineasta reconocido por tratar temas complejos con metodologías aun mas complejas. A continuación te ilustro porque Recuerdos Secretos es una de las perlas de la Competencia Internacional del presente Festival de Mar del Plata. La memoria… castigo eterno Zev Guttman es un anciano que padece de demencia y que recientemente perdió a su mujer. El vive en un asilo de ancianos y comparte con su compañero Max la desgracia de haber sobrevivido a los Campos de Concentración en Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial. Ni bien se produce el fallecimiento de su señora, él recibe de Max un sobre con una carta, dinero y un pasaje de tren. Max tiene información sobre el jerarca nazi que mató a las familias de ambos, sabe que se llama Rudy Kurlander pero hay como cuatro diseminados por el país, no tiene modo de saber quien es el que concretamente es responsable. Zev, teniendo en contra su enfermedad y la carta como constante recordatorio, debe encontrar al verdadero Kurlander y matarlo. El guion de Recuerdos Secretos es tremendamente simple y he ahí su solidez. Un personaje con un objetivo concreto, pero con obstáculos externos e internos que le impiden alcanzar esa meta. Una narración que fluye constantemente y mantiene enganchado al espectador mayoritariamente a base de curiosidad, y utiliza la tensión solo cuando es necesario. A esto hay que sumarle un desenlace sorpresivo y completamente impredecible. Felicito a Benjamin August por recordarnos que si hay algo tan importante como el encontrar métodos nuevos de narrar es revalorizar aquellas técnicas que aunque simples funcionan desde siempre. Por el costado técnico la película es muy sobria. Se vale de un montaje preciso que sabe como suministrar la información y cuando omitirla, todo esto al servicio de unas composiciones de cuadro sirviendo a los mismos efectos. Amen de una utilización filosa y casi subliminal del diseño de sonido. Por el costado actoral tenemos una composición de Christopher Plummer que no tiene desperdicio en absoluto. La película descansa en sus hombros completamente, y consigue en todo momento que el espectador este pendiente de el y pueda sentir sus traumas como propios. Martin Landau hace un ejercicio de extrema sutileza con un personaje de palabras suaves pero con muchísima ira. Quiero destacar también a Dean Norris (Hank de Breaking Bad) que da vida a un intimidante policía neo nazi al cual el personaje de Plummer debe hacerle frente. Conclusión Recuerdos Secretos no es solo el titulo de esta película, sino un recordatorio, un pedido de que nos acordemos que hay veces que el mejor cine no es tanto el que innova, sino el que sabe utilizar los recursos que funcionan y funcionaron desde siempre. Una historia y un estilo de narración que no tienen miedo de ser simples. Una valentía que deja muy bien parados a Atom Egoyan y a Benjamin August. Aplaudible por sus logros por donde se la mire. Altamente recomendable.
La nueva película de Atom Egoyan revisa las memorias de los sobrevivientes del Holocausto. Lento travelling hacia adelante para arrimarse a un hombre mayor que está durmiendo. Entre sueños, dice Ruth. La conciencia de vigilia adviene lentamente, también la conciencia de lo real en sí. El gesto es reconocible: mira a su alrededor y lo que ve no coincide del todo con lo que entiende. El plano siguiente sugiere que la mujer ha muerto. Apenas dos minutos después, la enfermera del lujoso geriátrico le confirmará a Zed (buen trabajo de Christopher Plummer) la muerte reciente de su esposa. En ese ademán de recomposición de los recuerdos reside el axioma general del film: los circuitos de la memoria están averiados y el desorden cognitivo es el problema. La primera respuesta será asequible y razonable: Zev padece de demencia. Pero Recueros secretos no es un film sobre la decadencia biológica inevitable que propina el paso del tiempo en cualquier organismo, sino más bien un relato convencional acerca de una decadencia moral acontecida en el siglo pasado. Han pasado apenas unos 70 años del fin del Holocausto, y he aquí algunos de los últimos testigos de aquel acontecimiento ignominioso. Sobre ese doble movimiento de la memoria se construye el cuento moral de Atom Egoyan. En cierto momento, el personaje interpretado por el magnífico Martin Landau alude al lema de Simon Wiesenthal, sobreviviente de tres campos de concentración: todo perpetrador nazi debería ser juzgado en un tribunal público. Tanto Zev como Max (Landau) desoyen aquel mandato, pues el plan (oficial) concebido por el segundo, que solamente puede respirar correctamente con la asistencia de un tubo de oxígeno, es que su único viejo amigo del campo y ahora compañero del establecimiento en el que viven salga en busca del nazi que mató a todos sus familiares y acabe con él. No tienen tiempo para llevarlo a un juicio. La justicia adquiere aquí su versión más primitiva: la venganza. De ahí en adelante, el film seguirá el periplo de Zed rastreando al asesino. En Estados Unidos (como también en Canadá), los nazis –que no son pocos– conviven con los hijos de la democracia soñada por Jefferson, y dar con el asesino en cuestión no será sencillo. Los nombres falsos llevan a pistas indebidas. Regla general del caso: no todo es lo que parece; en Recuerdos secretos habrá sorpresas. Egoyan, que nunca llegó a estar a la altura de lo que prometía en films como Calendar y en menor medida Exotica, cuenta aquí con dos actores principales soberbios, dos secundarios no menos conspicuos (Bruno Ganz y Jurgen Prochnow) y una historia interesante. Hay dos escenas notables; una, menor, en la que Zed interactúa con un niño en un viaje en tren; y otra más importante en la que se encuentra con el descendiente de un simpatizante de las SS. En esta última secuencia, la resolución se entrega indefectiblemente al sensacionalismo, pero hasta ese momento la aparición de lo ominoso se hace sentir gracias al sonido. El horror se manifiesta siempre si se lo induce a través del sonido. Si bien Recuerdos secretos es lo mejor de Egoyan en años, de esa afirmación no se desprende que aquí contemos con un film descollante y, por su tema, ineludible. El didactismo afectado del guión y las decisiones blandas de puesta en escena para explicarlo todo fatigan la ambigüedad implícita de la trama y los esfuerzos de los intérpretes por sostenerla.
VENGANZA RETORCIDA Zev Guttman (Plummer) , es un anciano con demencia senil. Su amigo del geriátrico (Landau) le entrega una misión y una carta: encontrar y asesinar a un jefe de Auschwitz que fue el responsable de la muerte de sus familiares. Y allí va. Mezcla de road movie, con thriller avejentado, el film guarda una sorpresa que sirve para echar sombras sobre el poder curador de la venganza y sobre la locura de querer hacer justicia por mano propia. El viaje enseña que el tiempo no borra las heridas y muestra que la negación alimenta otros fantasmas y otros olvidos. “A veces no entendemos el dolor que cargamos”, dijo Egoyan, como para explicar el viaje final de un vengador que necesita sobre todo liberar el peso que carga su alma. Es retorcida y algo forzada, pero sale a flote.
Ni chicha ni limonada Recuerdos secretos es una película importante, bien filmada, efectiva, dentro de los códigos genéricos del thriller y con estupendas actuaciones. Bien podría haber sido un cuento de Borges. No obstante, a diferencia del escritor argentino, Egoyan no escatima en ofrecer arquetipos conocidos por todos en estos temas de venganza judía contra nazis y nutre a su puesta en escena de los convencionales mecanismos narrativos. El enorme Christopher Plummer interpreta a un personaje con demencia senil cuya esposa ha fallecido recientemente y es quien inicia una complicada búsqueda para dar con el nazi que mató a su familia en Auschwitz. El que orienta el periplo desde el geriátrico es Martin Landau, un amigo al que le tocó en suerte la misma desgracia. Todo el trayecto transcurre como un tour de forcé de Plummer donde su precario estado de salud lo pone en situaciones tensas. La labor del veterano actor es maravillosa. El cuerpo dominado por los temblores y agobiado por los repentinos bloqueos en la memoria mantiene el suspenso con solvencia. La fluidez narrativa y los reposados movimientos de cámara están al servicio de un estilo clásico que no desdeña academicismo y lugares seguros. No obstante, lo peor pasa por el trillado punto de vista a la hora de construir los modelos de víctimas y victimarios. Hay, en este sentido, una serie de elementos puestos en juego que propician la caída al vacío de signos maniqueos. De manera tal que lo mejor de Recuerdos secretos asoma a través de algunos ganchos narrativos disparatados que trasuntan cierto sesgo de libertad y logran mantener en vilo la atención del espectador. Se da en aquellos pasajes donde la ficción alcanza un grado de autonomía tal que permite pensarse como un sistema cuyas reglas exceden el marco histórico. Pero Egoyan, más preocupado en la balanza por la prolijidad que por el desquicio, elige subrayarnos todo el tiempo dónde estamos, como si a esta altura, ya no lo supiéramos. Y eso lo transforma al film en desparejo. Así se presenta Recuerdos secretos: seductora y elemental al mismo tiempo, pero lejos, muy lejos de otras referencias históricas del mismo director a conflictos con consecuencias morales (Ararat) o de incursiones en identidades y cuerpos secretos que afectan el entorno social (Exótica, El dulce porvenir).
Las trampas del nazismo Enigmática, inquietante y con gran brillantez narrativa, “Remember”, la nueva película del cineasta armenio Atom Egoyan protagonizada por el ganador del Oscar Christopher Plummer se consolida como una de esas obras que hay que saber apreciar. El filme que se presentó en los Festivales de Cine de Venecia, Toronto, Londres y Mar del Plata, donde obtuvo excelentes críticas, se destaca por su sutileza y precisión. El filme narra la búsqueda de venganza de un sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz, logrando un relato lacrimógeno de principio a fin. Y, tal como su título lo indica, invita a recordar quiénes somos detrás de las máscaras y a reflexionar acerca de los estragos que puede causar el trauma en el cerebro. “¿Ruth? ¿Ruth?”, dice Zev Guttman –excelente interpretación de Plummer– cuando se despierta y llama a su esposa sin recordar que falleció unos días atrás, allí, en el mismo asilo en el que pasó junto a él sus últimos años. Zev sufre el avance de una demencia senil que no le impedirá salir a impartir justicia: ahí afuera, en algún punto de Norteamérica, está el guardia nazi que setenta años atrás asesinó a su familia, perversamente escondido bajo el alias Rudy Kolander. Una vez fugado, Zev se debatirá entre la justicia y la venganza, decidido a cumplir su misión y develando cómo el tiempo y el trauma se reflejan a través de las generaciones. Contada en un presente constante, con el pasado latiendo en paralelo, “Remember” es un inteligente thriller en el que las sorpresas, al igual que la tensión, ponen al espectador en jaque constantemente.
Ni olvido ni perdón Atom Egoyan, el otrora niño mimado de la cinematografía mundial, hoy, ya asentado como un director maduro, es el autor que sigue escribiendo el mismo relato, aunque el vehículo siempre sea otro, distinto. La mirada se posa sobre cómo poner en tela de juicio lo actuado. Lo negado. Lo vivido. El titulo original es "Remember, cuya traducción sería "Recuerda". ¿Algo del orden de lo imperativo? ¿A quién? ¿Al personaje, al espectador o a ambos? Esto dicho en relación directa a sus preocupaciones, obsesiones, tópicos, la historia universal de la infamia parafraseando al maestro Jorge Luis Borges. En ese devenir constante de búsqueda sobre verdades y mentiras, ocultamiento y negaciones. Las formas de manipulación sobre el pensamiento de los individuos comunes y corrientes. El director elige los temas no resueltos sobre el holocausto judío. Pero lo hace simultáneamente como forma de denuncia sobre situaciones actuales. Toda una secuencia es clave en el entendimiento sobre el discurso del realizador. Pero yendo a la historia para darle algún viso de estructura, el relato se centra en Zev Gutman, (Christopher Plummer), un nonagenario, viudo reciente, con padecimiento de demencia senil, sobreviviente del campo de concentración nazi de Auschwitz, lugar en el que mataron a la mayor parte de su familia primaria. El filme abre el séptimo día de la shiva, el ultimo de la semana en que los deudos están acompañados por sus seres cercanos para formar constantemente el minian para poder decir Kadish, el rezo religioso. Esa noche, su amigo Max Rosenbaum (Martin Landau), otro sobreviviente y actual residente del geriátrico, imposibilitado de moverse, atrapado en una silla de ruedas, le recuerda la promesa que Zev le hizo a su esposa Ruth y a él mismo: Ir en busca del responsable de todas esas muertes ocurridas hace más de 70 años, el SS Otto Wallish, oculto en los Estado Unidos bajo en nombre de Rudy Kulander. Pero hay un sólo detalle, la demencia senil de Zev es de grado leve, no es una enfermedad terminal, como el Alzheimer. La mayor característica es la perdida de las funciones cognitivas de forma progresiva, principalmente la memoria inmediata. Este es el material que utiliza el guionista Benjamin August para construir un texto lineal, al mismo tiempo que eficiente, en pos de la progresión dramática, haciendo desplegar el conflicto de manera audaz, con el fin de constituir a un personaje verosímil, respetándole los tiempos reales, y al mismo tiempo es lo que da pie a la presencia inmediata de Max para hacer creíble todo el relato. Max es quien le recuerda la promesa de ir en busca del criminal de guerra, como debe hacerlo, paso a paso, todo está escrito en la carta que le da a Zev. Cuatro son las posibilidades que se barajan sobre la verdadera identidad de un Rudy Kulander, tres en Estados Unidos y uno en Canadá. Lo que instala primariamente una road movie de venganza, pero que además es utilizada por Egoyan para establecer denuncias muy claras, primero, la locura por la vigencia de la segunda enmienda. Una sola escena: Zev sale de una tienda, suena la alarma, el custodio revisa el bolso, encuentra un broche de alarma suelto y una pistola Glock, situación que no lo sorprende en lo más mínimo. Segundo, la presencia constante de neo nazis construida en la secuencia que comienza a quebrar el relato, que instala algo del orden de lo inaudito. Utilizando todos los elementos del lenguaje cinematográfico el director esgrime las características propias del personaje para establecer el incipiente estado confusional del mismo. En ese discurrir temporal en el que Zev espera la llegada del posible falso Rudy Kulander, los sonidos establecidos dan lugar a otros recuerdos, a otros sonidos, las imágenes lo trasladan a otros momentos de su vida, muy claros para el personaje, muy iconográficos para el espectador. Esta escena en que Zev se enfrenta con un joven policía nazi, dueño de una hembra de ovejero alemán que responde al nombre de Eva. La realización se sostiene desde todos los parámetros y variables, del interés que despierta la historia en si misma, de la puesta en escena, de la dirección de arte y la fotografía, del trabajo de la cámara, y el diseño de sonido ya mencionado. Pero por sobre todas las cosas en las actuaciones, principalmente en su protagonista, Christopher Plumier quien da una clase magistral de actuación sostenida: rostro, ojos, respiración, manejo del cuerpo. Claro que lo acompaña una delantera de lujo, empezando por Martin Landau y los magistrales Bruno Ganz y Jürgen Prochnow como sendos Rudy Kulander. El final depara sorpresas, pero para ese momento uno ya está entregado, tratado cortésmente por el director y dejándose manipular, lo que no disminuye para nada el impacto. Quedarse circunscripto en el cuento es en éste caso, más que nunca, asesinar las variables de lecturas impuestas en el texto audiovisual. A la salida de la proyección, quien suscribe pudo escuchar disquisiciones tales como que nada es verdad del relato, que el director termino diciendo que es un thriller geriátrico, como defendiéndose del ataque por tratar de instalar la idea de perseguir justicia por mano propia. Fueron las mismas personas que en su momento alabaron “Relatos salvajes” (2014). ¿En verdad es una gran ficción? ¿Seguro? Adolf Eichman acreditado en Argentina como Ricardo Klement, historia muy conocida, tendría hoy más de 110 años. Su mano derecha Adolf Brunner huyó bajo el nombre de Georg Fisher, como doctor en medicina, y todavía se lo sigue buscando, debería tener casi 100 años. John Demjanjuk, nacido Iván Mikoláiovich, un miembro de las SS en el campo de Sobibor, en Polonia, escapó a los EEUU, murió en 2012. Nunca se pudo lograr la extradición definitiva. ¿Nada es real? Wallish, ese nombre me suena, era el apellido de Erna, conocida como “La bruja de Hitler”, que mato a muchas prisioneras a patadas, murió en Austria en el 2008, a los 86 años, la noche en que se habían juntado las pruebas necesarias para ser extradita a Polonia, país que lo había solicitado para llevarla a juicio. Convengamos que si por ficción se trata, deberíamos tratar, diría que infructuosamente, de destruir la obra maestra de Quentin Tarantino “Bastardos sin gloria” (2009). ¿Todo ficción? Sin embargo, el ejército de judíos durante la segunda guerra mundial, que sólo se ocupo de matar nazis, tuvo nombre y apellido: “Los Partisanos de Chkalov”. De eso trata éste último opus del realizador canadiense, están, sólo hay que buscarlos, los de ayer y los de hoy. “Los imperdonables” existen. Algunos ocultos, sin revelar nunca su verdadera identidad, construyendo falsas historias y relatándolas todo el tiempo hasta que se convencen ellos mismos, otros en la mudez total. Como decía Hannah Arendt, “la banalidad del mal”, ¿o qué otra cosa es la obediencia debida? Van 40 años. (*) Dirigida por Raymundo Gleyser, en 1972.
La última película de Atom Egoyan (El Dulce Porvenir, Ararat, etc.) nos trae al enorme Christopher Plummer en el papel de Zev, un hombre que sufre Alzheimer, internado en una casa de cuidados para gente de la tercera edad. Una semana después de enviudar, su amigo, Martin Landau, lo conmina a cumplir la promesa que había hecho, una misión que cumpliría al morir su esposa. Muñido de una letra que le entregan, para guiarlo en su viaje, Zev se escapa de la comuna y decide cumplir con lo dicho, sea lo que fuere. No se puede decir más de esta película, ya que a medida que Zev se entera de las cosas, nos vamos enterando nosotros. Su demencia senil es un vehiculo para irnos sorprendiendo a medida que las revelaciones se van dando, lo que hace que el relato sea entretenido y tremendamente interesante. Egoyan es un gran director, no voy a descubrir nada a este punto, pero aquí demuestra como la simpleza en la manera de filmar esta historia intima, ya que todo pasa por Plummer, puede ser extraordinariamente bella sin ser grandilocuente. Párrafo aparte merecen las actuaciones, sutiles, orgánicas, tremendamente humanas, y sorprendentes… Christopher Plummer logra uno de los mejores trabajos de su carrera, y contando que ha trabajado en películas tales como “El Socio del Silencio”, “El Informante” y “La novicia Rebelde” (Si es un peliculón, el que lo niegue se reprime), no es poco decir. El resto del reparto también cumple, Dean Norris, Bruno Ganz y Henry Czerny están a la altura de las circunstancias. Recomiendo ampliamente esta película, para que no nos pase como a Zev, una clara metáfora de nuestra sociedad, una sociedad que ha olvidado algo tremendo, que solo recuerda cuando se lo cuentan, cuando es forzada a enfrentarlo, con la diferencia que nuestro Alzheimer es selectivo, autoinfligido, y el de Zev no.
El tema de la shoá estuvo, está y estará visitado en la historia del cine. Esta vez lo aborda el reconocido director canadiense Atom Egoyan. En clave de suspense elabora un relato donde un sobreviviente del nazismo (con alzheimer), internado en un geriátrico, decide ir en busca de quién mató a su familia en el campo de concentración donde estuvo preso. Recibirá la ayuda de su compañero (otro sobreviviente), quien a través de cartas lo guiará. No es casual el alzheimer, ya que la construcción de la narración adopta la forma de recordar de esta enfermedad. Recuerdos intermitentes, a medias o incompletos. Así vamos atando cabos hasta llegar a una resolución, con otra vuelta de tuerca (diría Henry James). Si bien el recurso funciona, el filme hace agua en otros detalles que completan al guión. El delineado de los personajes, y ciertas decisiones formales a la hora de poner la cámara (una estética del orden televisivo a lo soup opera), son de una torpeza abrumadora. Basta con recordar secuencias como cuando el protagonista se enfrenta al hijo de un neonazi llevado al paroxismo de lo reaccionario(hasta su perro está entrenado para atacar a judíos); o cuando en una clínica se encuentra con otro sobreviviente, a punto de morir, que encima tiene el “estigma” de ser gay; y ni hablar del uso de los contraplanos en el anticlimático final. Situaciones tan subrayadas, tan sentimentalistas (del orden sensacionalista), que lindan directamente con el ridículo. La bajada de lo políticamente correcto, y la sobreexplicación hastía y desapasiona. Hace que ese ingrediente del suspense pase a un segundo plano, se desvanezca. Me pregunto que pasó con ese Egoyan de ficciones sofisticadas e introspectivas. Lamentablemente Recuerdos Secretos no puede redimirse ni siquiera con las actuaciones de dos grandes como Christopher Plumer y Martín Landau. Por María Paula Rios @_Live_in_Peace
El gran Christopher Plummer es un viudo de 90 años, judío, con demencia, que recibe de un compañero del geriátrico -Walter Matthau- una carta con datos para encontrar, y liquidar, a quien acabó con su familia en Auschwitz. El director Atom Egoyan construye, con esa premisa desmedida, una road movie y un cuento de venganza con más manipulaciones y tirones lacrimógenos de los deseables.
Todas las mañanas, Zev Guttman se despierta buscando a Ruth, hasta caer en la cuenta de que su esposa ya no está. Demente senil, Zev (Christopher Plummer, el mismo de La novicia rebelde) tiene que hacerse ayuda memorias a cada rato, y el recurso se vuelve crucial cuando su parapléjico amigo Max (Martin Landau), otro sobreviviente de Auschwitz, lo manda en busca de Rudy Kurlander, el verdugo nazi de ambos, que se oculta en algún rincón de Estados Unidos o Canadá. El gran Atom Egoyan, recordado por títulos como El viaje de Felicia, Ararat y El dulce porvenir, torna a un aparente drama en un thriller no exento de humor, y así trasciende la clásica fórmula del Holocausto. A sus casi 90, Zev es frágil y se pierde como el viejito de Historias mínimas, pero al mismo tiempo es un sicario con un GPS implacable, cuyo objetivo se llama Rudy Kurlander. Algunos no serán el Kurlander que él y Max buscan; así, Zev termina viajando de pueblo en pueblo, emulando a un torpe Terminator con un misterioso asistente remoto. Lo que ocurrirá a Zev y el inesperado desenlace vuelven al film interesante y una rareza en la filmografía de Egoyan.
Hace unos días casualmente ví el anterior trabajo del siempre convincente Atom Egoyan: "Captive", con Ryan Reynolds (pueden verla en Netflix) y pensaba, a la luz de su extensa carrera, que hay algo único de este director canadiense de origen armenio nacido en Egipto: su sello es saber dar forma a un protagonista y llevarlo adelante por el camino más sinuoso posible... hasta desencadenar un pequeña gran tragedia... Su estilo de narración es a veces lacerante y su mayor acierto es la forma en que logra crear atmósferas y situaciones de tensión inéditas. El genocidio es uno de sus temas y en "Remember", vuelve a aparecer ese tema como fondo de una historia de retornos y recuerdos. Debo reconocer que las historias donde el Holocausto aparece como el fondo oscuro de una trama compleja, no son particularmente algo que me atraiga. Sin embargo, se reconocer cuando alguien logra atraparme. Y Egoyan ofrece en su último film (laureado en el Festival de Mar del Plata), un estudio potente, descarnado, plagado de violencia contenida, centrando la mirada en una venganza personal símbolo: la última misión de un hombre decidido a hacer justicia sin medir los riesgos ni el contexto de la situación planteada. Si eso no te apela, bueno, no te gustan las historias interesantes... Christopher Plummer es un judío de nombre Zev, ya nonagenario que de buena fuente recibe una noticia conmovedora: el responsable del asesinato de su familia esta vivo (un oficial nazi genocida en Auschwitz quien reside en Estados Unidos). Max (Martin Landau), compañero sagaz y confinado a una silla de ruedas, lo instiga entonces a abordar la tarea: hay una vendetta en el aire y aunque parezca extraña, todos sentimos que hay más en el aire de lo que a simple vista se percibe... Porque Zev es además, víctima del Alzheimer, elemento que comienza a jugar en la trama de manera sutil al principio pero que amplifica (y corporiza) esa sensación extraña acerca del pasado: ¿no tienen la sensación de que hay grandes tragedias en la humanidad, cercana, de las que ya no se habla? ¿no sienten que hay generaciones enteras que no recuerdan nada, más allá de cinco años atrás? En cierta manera, esto se transluce en la narración: ¿cuánta memoria tenemos y cuáles son los crímenes que esta sociedad realmente condena? Egoyan se apoya en un pilar único: Plummer. Impresionante la labor de un actor que tuvo que deconstruir su propio personaje. Esa sensación de avanzar y retroceder al mismo tiempo funciona perfecto: el veterano se desarma en esa ansiedad y desconcierto de su frágil venganza y hace carne su humanidad al extremo, en particular en el destacado climax de la historia. No es esta una película de la que deba anticiparse mucho, sino que cada espectador debe ir adentrandose en ella para acceder a los lugares oscuros que son lo más saliente de la historia. "Remember" es, por sobre todas las cosa, un viaje a un pasado peligrosamente cercano. Un film intenso, crudo, con buenas vueltas de tuerca que funciona, de principio a fin. No se dejen guiar por la temática (si es que eso no los alienta a entrar a sala), hay aquí mucho para ver y no es este precisamente un drama histórico. A por él.
Se estrena, Recuerdos Secretos, la película del canadiense Atom Egoyan que vino a presentar el año pasado al Festival de Cine de Mar del Plata. En su premisa, Recuerdos Secretos recuerda (y mucho) a Memento, aquella película de Christopher Nolan en la que un Guy Pearce perdía la memoria a cada rato por lo que se tatuaba ciertos recordatorios. En la nueva película de Atom Egoyan, el protagonista principal sufre una pérdida de memoria pero que es debida a una demencia producto de su edad. Zev (Christopher Plummer) es un hombre ya muy mayor, que vive en un asilo de ancianos, hasta hace poco con su mujer recientemente fallecida a la que sigue llamando cada vez que se despierta.Un compañero suyo (interpretado por Martin Landau) con quien parece haberse vuelto muy cercano, le escribe una carta y le prepara todo para que pueda llevar a cabo cierto plan que armaron entre los dos, aunque a Zev se le olvide a cada rato (y tenga que volver a releer esa carta). El plan consiste en encontrar a un ex oficial de Auzwitsch que asesinó a sus familias. Es así que Egoyan bucea primero en el tema de la memoria, algo que nos da identidad, de allí al pasado, aquel que el protagonista al no recordar a veces no siente como propio, o lo siente deformado, pero luego se va introduciendo cada vez más en el tema del Holocausto y las heridas abiertas. La idea del realizador parece provocar, perturbar y sin duda lo logra, el problema es que mientras la primera mitad del film está construido con cuidado y en general de manera bastante sutil (hay algunas sobreexplicaciones, de todos modos), a lo último recae en vueltas tramposas y, si se las piensa demasiado, algunas poco verosímiles, rasgo importante cuando se tocan temas tan frágiles como siempre lo será el del Holocausto. Recuerdos Secretos es interesante, polémica, sí, discutible, sin embargo no tan notable como Egoyan en algún momento logró ser, ni siquiera tan provocadora. La actuación de Christopher Plummer está muy bien pero tiene ciertos problemas su personaje, destacándose mejor Martin Landau. El thriller con esta temática no termina de funcionar.
Atom Egoyan no es un director muy avispado. Habiendo visto, sin querer queriendo, algo así como un 80% de su filmografía, debo afirmar que es un director muy torpe. Su última película, Recuerdos Secretos (Remember), no es la excepción. Afortunadamente Atom logró que Plummer le protagonizara la película y que su performance eclipsara, por momentos, los agujeros de la trama. Plummer interpreta a Zev, un viejo que padece de demencia senil. Max (Martin Landau), un compañero del geriátrico que se encuentra en silla de ruedas, envía a su amigo senil a un road trip de venganza entregándole una carta mágica y salvadora con instrucciones que lo guiarán en su empresa. Ambos señores mayores son sobrevivientes del Holocausto y su objetivo es asesinar al nazi culpable de la muerte de sus familiares. ¿Cómo un viejo de 90 años que no puede ni recordar que su propia mujer acaba de morir logra recorrer largas distancias? Gracias a los niños, la esperanza de la humanidad, inocentes pichoncillos que de alguna forma u otra encuentran esta carta tan importante y guían al abuelo a su destino. La performance de Christopher Plummer eclipsa, por momentos, los agujeros de la trama. Este geronto-road trip, este Memento de la tercera edad, va decayendo e intenta levantar cuando Zev se encuentra con Hank de Breaking Bad, un nazi lover, pero termina desbarrancando astronómicamente. Luego, tras una búsqueda desesperada por resignificar lo que hasta aquí hemos visto, hacia el final del tercer acto, hay una vuelta de rosca inesperada. Cuando la película tendría que terminar, dejando un poco de aire al espectador para que “reflexione”, Atom, que quizá cuando leyó el guión por primera vez no entendió bien lo que pasaba, nos explica extensivamente la vuelta de tuerca, como si fuéramos boludos. Conclusión: para ver películas de señores mayores haciendo road trips, ver Una Historia Sencilla; para ver una de gente que se olvida todo todo el tiempo y necesita pistas para llevar a cabo su venganza, ver Memento (a la cual Atom o su guionista le afanan mucho); y para ver una del Holocausto que te deje pensado como Dios manda, en un lugar muy incómodo, ver Black Book de Verhoeven.
Sólo el hábil Atom Egoyan puede construir un puzle en imágenes que además suma la memoria y el pasado oscuro de la humanidad en un filme que no pierde ritmo. “Recuerdos Secretos” bucea en la vida de un personaje que decide avanzar sólo por el mundo para poder así revelar parte de su pasado y encontrarse cara a cara con aquel ser siniestro que lo mantuvo en cautiverio durante el régimen nazi. La actuación de Christopher Plummer, de una increíble verdad, además le otorga a la película una columna esencial para que esa búsqueda por el país, una búsqueda de venganza, termine por convertir en un evento a la película.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030