Antes de iniciar la entrada, Un feliz año nuevo para todos nuestros lectores!. Que el 2013 les traiga más y mejor cine con sus seres queridos y que sigan siendo nuestros seguidores!. Y como primer entrada, mi última película del 2012: Life of Pi, del director Ang Lee y basada en el libro de Yann Martel. Protagonizada por Suraj Sharma (debutante), Irrfan Khan (Slumdog MIllionaire) y nuestro querido Richard Parker. La verdad es que en ésta oportunidad no nos vamos a morir en alabanzas y halagos para ésta película. Si, el apartado visual es espectacular y el 3D es probablemente de los mejores presentados junto con Avatar de Cameron; hay que diferenciar entre efectos de explosiones y demás cosas como tipo Los Vengadores, y los efectos de la naturaleza como Life of Pi. Lo primero emociona, pero lo segundo deleita. Aunque también habrá que mencionar que por ahí hay momentos en los que Richard Parker no se ve tan natural como en otras ocasiones. No hay que confundir una película "mala" con algo que simplemente no nos gustó. Ang Lee nos transporta a un mundo de fantasía, de supervivencia del más apto, de magia. A los lugares olvidados de la tierra y de nuestra mente. Piscine es un chico hindú común que sufre por lo extraño de su nombre. Y conforme crece con sus padres, dueños de un zoológico, aprende de la Fe. Y de la Fe como base para cualquier creencia: no importa en lo que creas siempre y cuando tu Fe sea lo suficientemente fuerte para defenderla ante cualquier situación. Un día, viajando hacia américa, el barco donde viajaba su familia y los animales naufraga, dejándolo a la deriva con unos cuántos animales, entre ellos un feroz Tigre de Bengala. Y nos lleva a un viaje místico, que pone en duda todas las creencias del muchacho, toda su experiencia (poca en realidad) sobre el cuidado de los animales y sobre la vida en sí misma. Personalmente no me pareció la "maravilla" de la que todo el mundo habla pero tampoco vamos a dejar de reconocer su gran historia y sus maravillosos aspectos técnicos. Creo que el problema con ésta película realmente es alargar innecesariamente el relato y jugar entre la delgada línea del drama y la comedia sin dejar de lado la propia autocrítica a la naturaleza humana y lo mucho que se ha alejado de la naturaleza animal. ¿Realmente somos tan diferentes a ellos o es sólo que nos sentimos tan superiores que todo lo que nos parece "extraordinario" preferimos dejarlo a un lado y aferrarnos a lo cotidiano, a lo común?. ¿Es nuestra Fe en la religión (y en realidad, la Fe en cualquier persona u objeto) tan poderosa para permitirnos sobrevivir o es tan frágil que puede ser quebrantada con cualquier prueba? Quizá algunos me acusarán de loco, pero Life of Pi me dejó el mismo mensaje de la tan odiada Sucker Punch (Mundo Surreal): Uno elige creer en lo que quiera, uno elige ponerse barreras o romperlas. La mente es tan poderosa que puede crear mundos más allá de lo que a todos les asusta. Y al final, esas personas, a las que muchos llaman "locas", son en realidad las más felices, porque su Fe es más poderosa que les permite ver más allá, les permite ser superiores, y les permite ser felices a su propia manera. Al final, estamos ante una contendiente al oscar a mejor película. Recomendable pero sin ir con altas expectativas.
El arca de Pi Del director Ang Lee llega esta fascinante película basada en el best-seller de Yann Martel (2001), que muestra la odisea de Pi (Suraj Sharma), un niño hindú cuya familia decide mudarse de la India a Canadá con su zoológico en los años setenta para lograr un futuro mejor. Sin embargo, la travesía en barco se convertirá en una pesadilla. El cineasta taiwanés de Secreto en la montaña y El Tigre y el Dragón narra a manera de "flashback" la historia que el protagonista adulto le cuenta a un escritor: su odisea de supervivencia en medio de un mar furioso luego de perder a su familia. En Una aventura extraordinaria la sorpresa se hace presente en una trama que esconde una segunda lectura y que torna más interesante la visión del náufrago en cuestión. Mezcla de fábula espiritual y religiosa con el cine de aventuras, la película hace gala de sus efectos en 3D que alcanzan momentos atrapantes. Ang Lee se las ingenia para mantener el bote a a flote y el interés del espectador a través de un film que tiene más de lo que aparenta. Ya se sabe del cuidado estético que imprime el realizador en sus trabajos, logrando paisajes de gran belleza a través de tomas cenitales en las que Pi y su endeble embarcación parecen insignificantes en la inmensidad y los peligros que le aguardan en el oceáno. Cada fotograma es un cuadro y su imaginación le permite jugar con elementos oníricos de gran impacto en la pantalla, además de la aparición de Gerard Depardieu como un cocinero inescrupuloso. La película hace foco en la relación y la lucha "territorial" que entablan Pi y el tigre Richard Parker a bordo del bote salvavidas, un combate por el espacio (con cadena animal alimenticia de por medio) que muestra momentos de humor. Una aventura extraordinaria es, antes que nada, un gran espectáculo visual, repleto de peligros, obstáculos y emoción. La elaboración personal ante las pérdidas cobra dimensión dramatica en los minutos finales.
Queríamos tanto a Wilson Hollywood tiene gran fascinación con Bollywood. Hace bastante tiempo, se dieron cuenta la cultural proveniente de la India, logra congeniar en forma, al menos artificial y superficial con la occidental. A los estadounidenses les encantan los estereotipos culturales y la hindú, entre su fe religiosa, sus bailes exóticos – para ellos – y sus colores, congenia con cierto espíritu american dream, que se ha perdido bastante en las últimas 5 o 6 décadas. Quizás tratando de recuperar ese sueño, salen a encontrarlo en otras naciones. Sin embargo, no se dan cuenta que solo ven colores, efectos especiales, y justamente, estereotipos. Regresando a obras como Quién Quiere ser Millonario – por ejemplo – podemos encontrar que esa fascinación nace de un deseo conservador clásico e inverosímil. Una Aventura Extraordinaria, se nutre de la mitología y folclore hindú, de la narración fabulesca, casi infantil – no muy diferente a la de El Curioso Caso de Benjamin Button – para mostrarnos un mundo muy colorido, pero al mismo tiempo irreal. La película comienza con un escritor canadiense que buscando historias para una novela, se encuentra con Pi, un inmigrante hindú que tiene “algo para contar”. Ese algo, es justamente, su vida, y el episodio que lo marcó por siempre. A través de un flashbacks que empieza con la historia del tío de Pi y la explicación de su nombre, y continúa con la crianza del personaje en el zoológico del padre. Ang Lee se regodea para exhibir el zoológico en toda su magnitud aprovechando el efecto 3D y proporcionando volumen a los animales, haciéndolos reales. El resto de la primera parte carece completo de este recurso. En el zoológico, Pi, conoce a Richard Parker, el feroz tigre del mismo. Tras describir su adolescencia demostrando su facilidad para salir de problemas, Pi debe viajar a Inglaterra con su familia, y los animales. El barco naufraga y el personaje queda a la deriva en una chalupa con Richard Parker, una cebra, una hiena y un orangután. El resto del relato es la supervivencia del protagonista en medio del océano evitando que el tigre se lo coma, tratando paulatinamente de amaestrarlo. El grave problema del film no es tanto su premisa – que en su relato simbólico y la relación de los protagonistas remite directamente a Naúfrago de Zemeckis – sino a su completa artificialidad. Ang Lee, que en otros tiempos supo aportar no solo un alto nivel estético a su cine, sino cierta humanidad, personajes sólidos, creíbles, se regodea y termina desnivelando el film hacia el punto de vista artístico perdiendo la pista de la narración, que después de media hora se vuelve morosa, previsible y repetitiva. Los efectos digitales son tan obvios y Richard Parker está tan animado, que no se llega a generar suspenso ni tampoco empatía por el relato. La pobre expresividad del joven Suraj Sharma no ayuda a crear un mínimo de preocupación. Los estados anímicos del protagonista no son creíbles. Los animales que los rodean no generan miedo, porque Lee no crea la suficiente tensión para generar suspenso, y en cambio se enamora más del carácter preciosista simbólico fascinante de las “maravillas” de la naturaleza. O sea, bajo el bote de PI, el universo submarino se parece más al de La Sirenita que a uno real. Demasiados colores, demasiado brillo. Peces que vuelan, suricatas que llenan la pantalla con sus extraños movimientos; una pintura admirable digitalmente, pero sin alma ni espíritu. Si la película se parece más a un libro para colorear o troquelado que a una narración es porque descuida completamente el concepto para centrarse en el espectáculo extendiendo situaciones simples, dándole un clima pretencioso. ¿Ang Lee busca otro Oscar acaso? Como si fuera poco, el pobre guión de David Magee – el irresponsable de otro bodrio sobrevalorado como Descubriendo el País de Nunca Jamás - termina con una moraleja religiosa predecible, una vuelta de tuerca que aniquila el sentido del film. Es inobjetable la calidad técnica y visual empleada al servicio del director, que debería volver a sus humildes homenajes en comedias menos pretenciosas como El Banquete de Bodas, Comer, Beber, Amar o Bienvenido a Woodstock o – en menor medida - los dramas intimistas como Secreto en la Montaña y Crimen y Lujuria. Pero estos intentos de quedar bien con Hollywood terminan siendo fallidos por su grandilocuencia y exceso audiovisual (demasiada influencia de Avatar). La neutralidad del elenco secundario tampoco aporta demasiado, incluyendo a un Gérard Depardieu completamente desaprovechado. Para ser fanático de los géneros como dice ser, Ang Lee necesita ver un poco más de cine de aventuras. Quizás podría empezar con el díptico El Tigre de Eschnapur y La Tumba India de Fritz Lang, que tiene los mismo elementos étnicos que Una Aventura Extraordinaria y sin recurrir a efectos especiales. No tengo dudas, entre un tigre vivo pero computarizado y una pelota de volley maquillada, la segunda es una compañera más real – y menos peligrosa - a la hora de naufragar. ¡Wilsoooooooooooooon!.
Me encanta el cine de Ang Lee. Creo que su visión tiene una sensibilidad muy interesante, llena de matices, para retratar el mundo en que sumerge a sus personajes. Sus historias están llenas de moral, humanidad y emociones y "Life of Pi", es un producto esperable y a la altura de los trabajos anteriores de este director. Mucho se ha hablado de "Una aventura extraordinaria" en estos meses y si, es importante desgranar algunos aspectos a tener en cuenta antes de adentrarse en ella. El relato es, el de un náufrago (este film está basado en el best seller de Yann Martel). La historia posee un marco exterior, que tiene lugar en el presente cuando el protagonista, Piscine -Pi- (Suraj Sharma), visitado por un escritor, cuenta la odisea de su vida: haber salido con vida de un evento catastrófico: el hundimiento de un barco y la pérdida física de toda su familia. Arracamos conociendo a este muchacho hindú particular, Pi (si, hay mucho de simbolismo en su nombre) (decíamos) quien desde muy temprana edad sabemos que se destaca por su sagacidad y espíritu curioso. Su familia, dueña de un zoológico, decide partir de su tierra natal y dirigirse a buscar nuevos horizontes, junto a sus animales pero serán interceptados por una tormenta de épicas proporciones. Pi, logrará escapar de la muerte en un bote, pero la supervivencia, no será nada fácil... En la barca, se encuentra Richard Parker. Quién es? Nada menos que un tigre de Bengala! Si, imaginense la situación, el protagonista desesperado por sobreponerse a lo sucedido, y con un animal salvaje de semejante voracidad como compañero de aventuras. Panorama poco alentador no? La historia nos mostrará como Pi, trabajará lo vincular con la fiera, para vincularse y que puedan sobrevivir a los eventos típicos que viven quienes enfrentaron este tipo de accidentes: alimentación, cuidados, perseverancia para esperar el rescate, falta de fe, etc... Habrá mucho análisis metafísico, preguntas sobre la espiritualidad del hombre y suficientes elementos para que nos mantengamos entretenidos a lo largo del relato. "Life of Pi", además, está filmada en un 3D de lujo. Súper cuidado, y con el ojo puesto en las fuerzas de la naturaleza. Es un deleite visual, muchas tomas panorámicas y cenitales nocturnas del bote del protagonista los dejarán sin aliento. La tensión dramática está bien lograda aunque se percibe cierta fatiga de la anécdota dado que el centro del relato es la relación entre el personaje principal y el tigre. Lee se toma su tiempo para presentar ciertos eventos y lo cierto es que eso, a veces incomoda desde la butaca. Pero está bien, es entendible aunque el público debe ir advertido de sus 127 minutos de duración, pueden ser muchos si el tema no es de su interés. Es probable que no sea de los puntos más altos de Lee en su carrera, pero es un digno exponente de su cine y está filmada con una dedicación que se agradece, como espectador. Es una opción excelente para una cartelera de verano con pocos títulos fuertes hasta ahora...
Ang Lee, un tigre haciendo películas La de Una aventura de extraordinaria es el tipo de historias que más suelo odiar. Todo lo que en cine suene a espiritualidad, a “poesía”, a corrección política, a exotismo y pintoresquismo, a discurso aleccionador dominado por moralejas bienpensantes, alegorías, simbolismos y metáforas me genera una irritación particular. Entiendo que a muchos espectadores les guste y hasta se conmuevan, pero para mí cuando el mensaje está por delante (o por encima) del relato puramente audiovisual se enciende un alerta roja. Por suerte, el frente de esta transposición del best seller de 2001 escrito por David Magee (uno de esos libros que jamás me tentaría en los anaqueles de una librería) aparece Ang Lee, un director talentoso y versátil (recuerden que hizo desde El banquete de boda y Comer, beber, amar hasta Sensatez y sentimientos, La tormenta de hielo, Cabalgando con el diablo, El tigre y el dragón y Secreto en la montaña) que hasta en sus films menos redondos (Hulk, Crimen y lujuria, Bienvenido a Woodstock) siempre consigue momentos de gran cine. Aquí, describe -pendulando siempre entre dos tiempos narrativos- la historia de un adolescente de 16 años, cuyo padre posee un zoológico en la India. Cuando el negocio quiebra, la familia se embarca hacia Canadá con algunos animales valiosos a bordo. Pero el barco naufraga y el bueno de Pi quedará en un boto en medio del Océano Pacífico durante 227 días y con la única compañía de… ¡un tigre de Bengala! Si esa premisa con algo de Moby Dick puede resultar entre audaz, provocativa y absurda (por qué no ridícula), Ang Lee la transforma durante buena parte en una narración cautivante, por momentos fascinante, con un muy virtuoso y al mismo tiempo delicado uso del 3D y de las imágenes CGI (que hay muchas). Una mención especial merece el DF chileno Claudio Miranda (Tron: el legado, El curioso caso de Benjamin Button y la inminente Oblivion), quien desde hace un tiempo ya juega en las ligas mayores y lo hace con un sello propio. Si la película sale a flote (uy, yo también caí en la metáfora fácil) de este tour-de-force emocional y cinematográfico es, precisamente, porque estamos ante un director que prioriza la fuerza de la imagen por sobre la palabra (de hecho, cuando en la actualidad un Pi ya adulto que interpreta Irrfan Khan le cuenta la historia a un escritor canadiense encarnado por Rafe Spall la película se torna un poco recargada y subrayada). El guión juega todo el tiempo con la duda del espectador: ¿Lo que vimos es real o una invención, pura fantasía? Al fin de cuentas, no importa demasiado. Ang Lee hace que esas dos horas de “verdad” o de “manipulación” valgan la pena. No creo que estemos ante una película extraordinaria (tiene zonas no del todo convincentes), pero queda claro que tampoco se trata de una aventura ordinaria. Contra todos los (mis) prejuicios, vale la pena.
Fuerza natural Ang Lee construye un relato ágil en el que intervienen la naturaleza, los dioses, el destino; pero a su vez desarrolla una increíble historia sobre el poder de la mente. Las tensiones entre la fe y la razón abrazan todo el argumento de Una aventura extraordinaria (Life of Pi, 2012), y así, el final es una clara invitación del director a comprometernos en uno de los dos lugares. Pi (Suraj Sharma), un hombre de origen indio de aproximadamente cuarenta años recibe en su casa de Canadá a un joven escritor. La historia de este hombre, según le contaron, era un relato valioso para convertirse en libro y también “le haría creer en Dios”. Pi decide relatarle al joven de qué manera siendo él apenas un adolescente pierde a su familia cuando el barco en el que viajaban de India a América se hunde, siendo él y Richard Parker, el temido tigre del zoológico que tenían sus padres, los únicos sobrevivientes. De esta manera, el film cuenta la odisea de Pi por sobrevivir y por intentar domar al felino, su compañero de naufragio en el bote salvavidas, en condiciones de suma adversidad. Si bien casi todo el film presenta las imágenes de Pi y Richard Parker en su intento por sobrevivir, Una aventura extraordinaria tiene un prólogo y un epílogo más que significativos e interesantes que le otorgan a las escenas del naufragio nuevos sentidos dramáticos que no se desprenden de aquellas. Es poco lo que aquí se puede contar al respecto, pero el tema de la religión y la educación envuelven la historia desde el comienzo y marcan al protagonista en su viaje. Otro elemento a ser destacado es el hecho de que la intriga principal del film está resuelta desde el comienzo, pues es claro que Pi, quien relata la historia, sobrevivió al naufragio. Esta decisión del director cambia el foco de tensión y el espectador entiende que su relación con Richard Parker y su comportamiento en el océano importan más que saber si el tigre se lo comerá o si una fuerte tormenta terminará con su vida. La película sin embargo no arriesga tensión dramática en esta decisión, pues observar de qué manera Pi supera cada obstáculo que se le presenta, ser testigos de su incertidumbre, sus miedos, su dolor ya es una forma de dramatismo que Ang Lee supo explotar al máximo e ingeniosamente. Las historias de supervivencia corren el riesgo de resultar repetitivas, por eso aquí lo que merece ser rescatado es la construcción narrativa del film, porque allí reside gran parte de su fortaleza. Claro que filmar la grandilocuencia de la naturaleza es aquí inevitable y, principalmente, para hacer valer el uso del 3D. Pero a pesar de algunas decisiones claramente comerciales, lo que queda claro es que Ang Lee tiene una infinita confianza en su cine, sabe que su mirada será transmitida al espectador; cree en el poder mágico de la ficción y por eso esta historia es posible, porque nos sumerge en lo imposible con una clara y real convicción.
La historia de un niño devenido en hombre que recrea su infancia y en especial, un momento de su vida que generó en el una nueva forma de concebir el amor y la familia, un naufragio en pleno mar Pacifico que desató en él un sinfín de emociones encontradas. El inicio de otra vida Películas sobre náufragos hay varias, la aclamada y reciente Náufrago de Robert Zemeckis, en los ’70 una historia de amor a la deriva, Swept Away, sobre esta tuvimos una nueva versión en el 2002 de Guy Ritchie protagonizada por su entonces esposa, Madonna; y en los ’80 La laguna azul, una historia de adolescentes que naufragan la cual se encargó de marcar la educación sentimental de varios de nosotros. Estas se encuentran entre las más populares, y en esta década podemos sumar a la lista Una aventura extraordinaria, la nueva obra del taiwanés ganador del Oscar, Ang Lee. Entre todos los films anteriormente citados podés armar un hilo conductor que tiene como destino un quiebre y una nueva forma de vida. Así, todos y cada uno de nuestros protagonistas dejan de concebir la vida como antes y se embarcan a una nueva aventura, demostrando de esta manera que el único instinto del ser humano es el de la supervivencia. La tierra prometida Una aventura extraordinaria relata la vida de Pi Patel, un joven hindú que se crió junto a su hermano en el zoológico familiar, bajo las estrictas reglas de un padre amoroso y de una madre dócil aunque firme. Debido a algunas imposibilidades económicas, la familia no tiene más opción que abandonar la India y dirigirse a Canadá por barco ya que deben trasladar todos los animales del zoo para luego venderlos. Es en ese viaje, en el que Pi ya es un adolescente, que la suerte le jugará una mala pasada. Debido a causas que desconocemos el barco se hunde y nuestro protagonista queda varado en un bote salvavidas en compañía del tigre más aterrador que había en el zoológico, llamado Richard Parker. Es a partir de ese momento que la historia toma otro matiz. Y lo que había empezando como un film con aires a Amelie y El gran pez, termina decantando en una historia con vida propia. El lenguaje de lo visual Es necesario saber que la historia parte de un momento actual, en el que conocemos al protagonista ya adulto, y a base de flashbacks, nos remonta a su infancia en la India y luego nos cuenta la historia extraordinaria que deja al espectador pasmado. Es en este accionar, en este ir y venir de la infancia a la adultez, donde conocemos en profundidad la personalidad de Patel, sus sentimientos, sus creencias y su manera de relacionarse con lo que lo rodea. Ang Lee genera un clima de opresión que solo se puede generar a mar abierto, ver ese botecito en la inmensidad del océano despierta el mismo sentimiento de miedo e inmensidad que genera enfrentarse a una ola enorme, a un bloque gigante de agua donde no hay más que inmensidad sobre la línea del horizonte. Y eso ya merece un tema aparte. Recordemos que esta película es una transposición del libro Life of Pi del canadiense Yann Martel, es una obra que parece imposible de llevarse a la pantalla grande, sin embargo Lee se encarga de eso de la mejor manera. A esta película el 3D es de lo mejor que pudo haberle pasado, la manera vívida en que recrea todo lo fantástico del film es posible gracias a ello, de otra manera sería muy complicado que el espectador se sumerja en ese mundo onírico que nos presenta el autor. Conclusión Una aventura extraordinaria es sin duda una gran manera para empezar el año cinéfilo, esta historia conmueve hasta el corazón más duro, desde lo hollywoodense y quizás cayendo en algunos puntos demasiados espirituales y por momentos, rozando un libro de autoayuda. A pesar de todo esto, el trabajo visual es magistral, y hace sin duda de este film, uno imperdible.
El tigre y Pi Ang Lee vuelve a la gran pantalla con Una Aventura Extraordinaria para contarnos la historia de Pi, un muchacho hindú que luego del hundimiento del barco que lo transportaba a él y a su familia a los Estados Unidos debe compartir en una pequeña embarcación la estadía con un tigre de bengala llamado Richard Parker. Paseando entre el presente y el pasado, Ang Lee cuenta con soltura y experiencia una trama cargada de enseñanzas, corrección política y alegorías religiosas que en algunos pasajes se torna algo solemne y grandilocuente, aunque en la mayoría de su metraje quedaremos rendidos ante su potencia visual y la pasión con la que es narrada esta travesía. Es que Lee no cuenta Una Aventura Extraordinaria desde lo discursivo y banal como tratando de imponer algo real, sino que decide trasladar, "exagerar" y potenciar este best seller de David Magee con una pirotecnia visual deslumbrante. Dentro de este apartado hay que destacar de sobremanera la gran explotación del 3D que tiene la cinta, donde encontraremos secuencias que pagan con creces el valor de la entrada para ese formato. Hay momentos donde la poesía se hace imagen (frase hecha si las hay, pero aquí es de a de veras) para apoderarse de todos nuestros sentidos logrando el ambiente necesario para generar ese gran tour-de-force realizado por su protagonista principal, Suraj Sharma. Lo interesante y valorable de Una Aventura Extraordinaria es que Lee no deja solo a Sharma con su interpretación, sino que lo contiene y acompaña desde la puesta en escena para que lo rescatable de la cinta no sea solamente la interpretación del joven actor nacido en la India. Sin dudas esto lo diferencia de la realización que hubiesen hecho otros directores a los que sólo les interesa bajar discursos y actuaciones dignas de todos los Oscars del mundo. Si bien la mencionada puesta en escena y los constantes flashbacks dan fluidez y respiro a la narración, hay que aclarar que la película tiene momentos donde el desarrollo se estanca y la repetición de experiencias se torna algo pesada dando paso a que los 127 minutos sean un metraje algo excesivo. Incluso el tono aleccionador de la cinta abruma y el subrayado discursivo del final resulta totalmente artificial, como una búsqueda de imponer a la fuerza un mensaje que ya había sido transmitido de una manera efectiva y hasta por momentos metafórica en su desarrollo. Más allá de estas cuestiones, Una Aventura Extraordinaria es una propuesta que consigue que naufraguemos durante más de dos horas en un pequeño bote con un tigre, principalmente gracias a su encandilante potencia visual, a la brillante sensibilidad de su director y a la pasional actuación de su protagonista.
Para poder disfrutar de Una aventura extraordinaria en todo su esplendor y vibrar con ella es imprescindible verla en pantalla grande. La historia es bella, conmovedora, fascinante, atrapante, diferente y reflexiva, entre otras buenas cualidades. Atrapa desde el primer minuto con un cautivador relato sobre la vida de su protagonista que dura tres cuartos de hora. A partir...
Cuando los animales atacan El trailer puede ser engañoso: un montón de imágenes de tipo salvapantallas, de colorido refulgente, panorámicas naturales, animales variopintos, chicas hindúes que bailan envueltas en sus saris. Esto lleva a pensar en la basura eco-documental new age a la que venimos acostumbrados, y en humanos dialogando con los peces, tipo Disney o Liberen a Willy. Pero claro está que nunca hay que creer en lo que dicen los trailers. También hay que recordar que quien está detrás de este emprendimiento es nada menos que Ang Lee. Si cabe hablar de cineastas eclécticos, seguramente a ninguno le quepa hoy mejor la categoría que al director chino. Si El banquete de bodas y Comer, beber, amar, tenían cierta estética en común, con la grandiosa Sensatez y sentimientos el cineasta cambiaría radicalmente tiempo y espacio. Luego vino una brillante obra coral (La tormenta de hielo), un western de primer nivel (Cabalga con el diablo), fantasía y artes marciales (El tigre y el dragón), una de superhéroes (Hulk), de oscarizado amor gay (Brokeback Mountain), un drama histórico (Deseo, peligro), y finalmente un musical (Taking Woodstock). Con Life of Pi se podría decir que nos encontramos en el terreno del cine de supervivencia, el cual supo concebir películas como Náufrago o la reciente Essential Killing. Un joven hindú tiene un hobby muy particular: colecciona religiones. O mejor dicho, practica varias al mismo tiempo, creyendo en todas por igual y sin encontrar grandes contradicciones en tan diversas formas de concebir al mundo. Cuando su familia, urgida por la situación económica, decide irse junto a él hacia Canadá, el barco en el que viajan naufraga en una tormenta, quedando él como único superviviente humano y con la poco grata compañía de una cebra, una hiena, un orangután y un tigre, en un mismo bote y a la deriva. Lo que sorprende del asunto es la increíble capacidad de Lee para hacer entrar al espectador en esta inverosimilitud. La incorporación permanente de elementos de tensión -los evidentes problemas entre los animales, la falta de comida, los tiburones que circundan- llevan a que la travesía sea tan ardua y fatídica como atractiva y palpitante. La brutal fotografía de Claudio Miranda (El curioso caso de Benjamin Button) y una excelente dirección de animales, combinada con logrados efectos de CGI -es muy difícil definir cuándo es una cosa, y cuando la otra- convierten a esta aventura en una experiencia especialmente vívida. Por fuera del puro impacto, existe cierta enigmática profundidad en esta lucha contra la naturaleza y los elementos, en las invocaciones a un dios apático e indolente, en las revelaciones finales sobre qué podría ser real y qué no de toda esta gran fábula. La película, lejos de redondearse en conclusiones terminantes, se completa en la psiquis del espectador. Como el mejor cine. Y no hay caso, esto es algo que hay que ver en pantalla grande. Publicada en Roumovie, el 4/1/2013
Este es mi amigo el tigre... Una Aventura Extraordinaria (Life of Pi, 2012) puede tener dos lecturas: La de la fe religiosa, y la simple, la de película de aventuras en donde un chico se ve atrapado en un bote salvavidas con un tigre de bengala con muchísima hambre. Por una cuestión personalísima, elegí la segunda lectura, la más directa y simple, sin tanto mensaje y moraleja, por el simple hecho de que eso le pega a cada uno por su lado, y sentarme en el trono de opinador para decir cómo todos deberían pensar me parece un poco imbécil. Así que, aclarado esto, arranquemos. Todo comienza cuando Pi Patel (Irrfan Kahn) se encuentra con un novelista canadiense al que le llegó la información de que su historia podría ser un gran libro. Pi, humilde, le pide que se siente, y no sin nostalgia, comienza a recordar... Pi (Suraj Sharma en su versión adolescente) era un chico cuando su familia debió deshacerse de su propiedad más valiosa, el zoológico de de Pondicherry, India, debido a la crísis económica, y emigró para occidente. Pero ellos nunca llegarían, ya que el barco en el que viajaban se hundió, y dejó como únicos sobrevivientes a Pi y a un par de animales, entre los que se encontraba Richard Parker, el feroz tigre de bengala, orgullo de Pondicherry. Ahí comienza la odisea: sobrevivir al mar, y sobrevivir a Richard Parker. Por supuesto que al principio la relación no es muy buena (quién sería amigo de un animal que espera a que te distraigas para devorarte, ¿no?), pero hay cierta maduración por parte de ambos, y también cierta necesidad de uno para el otro, y entonces comienza a suceder el "milagro" de la amistad. Una amistad tosca, recia, pero amistad al fin. Durante la travesía, los paisajes son los protagonistas. Desde la nada misma (horizonte/mar/barco) hasta criaturas casi mágicas del fondo del mar que aparecen casi solamente para deslumbrar al espectador, y con éxito. Y es que, visualmente, Una Aventura Extraordinaria es -valga la redundancia- extraordinaria. Ang Lee se sumó al club de Martin Scorsese en cuanto a buen manejo de 3D se refiere. Y lo bueno es que no ancla todo ahí, sino que también la historia es interesante, pese a tener ciertas caídas lógicas al estar hablando de una película con un chico y un tigre, nada más. Si, la comparación con Naufrago (Cast Away, 2000) es inevitable, pero por nuestra malicia. Richard Parker no es Wilson, sino que es una criatura viva. Hecha vía CGI, si, pero increíblemente viva, real y voraz. Este león puede llegar a ser el mayor hito de la tecnología desde el Gollum de El Señor de los Anillos, superando con creces a los Na'vi de Avatar. El realismo, y hasta la expresividad de ese maldito león les va a estar girando en la cabeza durante días. Además de todo esto, la película cuenta con varias historias pequeñas, como la del orígen del nombre de Pi (Piscine Molitor Patel) y otras de ese estilo que le dan un toque de dulzura y hasta fantasía a Una Aventura Extraordinaria. En definitiva, Ang Lee se metió de lleno, se arresgó y salió ganando. Los efectos especiales no le fueron favorables en el pasado (¿recuerdan su Hulk? ¿No? Mejor) pero ahora nos dió a todos un tortazo de revés y nos mostró lo que es capaz de hacer con un buen equipo y, sobre todo, con una buena historia. @JuanCampos85
Las historias de náufragos en el pasaron nos brindaron títulos memorables. Se hicieron un montón de películas, pero hay un par que sobresalen por su excelencia. En mi Top Five de este tipo de historias se destacan 8 a la deriva (peliculón de Alfred Hitchcock), Naúfrago, de Robert Zemeckis, Infierno en el Pacífico (super peliculón con Lee Marvin y Toshiro Mifune), El señor de las moscas (la versión de 1990) y Robinson Crusoe (1932) con el maestro Douglas Fairbanks. Una aventura extraordinaria, el nuevo trabajo de Ang Lee no creo que desbanque a ninguno de estos filmes pero es un buen aporte dentro de esta clase de relatos. La película sobresale especialmente por el extraordinario trabajo de realización que presenta el director y probablemente sea recordada como una de sus producciones más bellas. Al igual que Hugo, de Martin Scorsese, Lee brinda una tremenda lección de cómo debe aprovecharse el formato 3D y la animación digital en el cine. Este film encuentra sus puntos más fuertes en los aspectos técnicos y visuales que es donde más se luce esta historia. El trabajo que hicieron con el tigre, que fue creado a través de la tecnología CGI, es impresionante y en ningún momento parece un personaje virtual. No deja ser loco que este film contara con el mismo presupuesto (120 millones de dólares) que la última entrega de la patética saga Crepúsculo que fue un mamarracho en este campo. La fotografía de Claudio Miranda (clásico colaborador de David Fincher) también es extraordinaria y en más de una escena uno se queda embobado frente a la belleza que tienen los planos del director. En materia de realización esta película es impecable y me parece que no se le puede objetar nada. El problema que tiene Una aventura extraordinaria se encuentra en el enfoque que eligió Ang Lee para desarrollar la trama. Creo que fue un grave error presentar al protagonista adulto y que a través de flashbacks se contara el conflicto. Al enterarte en los primeros minutos que Pi sobrevivió y lleva una vida tranquila la conclusión de su experiencia perdió muchísima fuerza, donde no ayuda tampoco que la trama tenga uno de los finales más trillados y obvios de todos los tiempos. La historia tiene una primera parte brillante donde se presenta al protagonista en su infancia que brinda algunos momentos fabulosos. La búsqueda espiritual de Pi y las escenas que tiene con su padre (genial personaje) junto con el retrato de la cultura india son mucho más fuertes que la experiencia del naufragio que viene después. Hay un par de buenos momentos con el tigre pero la película se vuelve densa, muy especialmente en los últimos 20 minutos. La odisea de Pi es bastante lisérgica por momentos pero nunca se vuelve apasionante. Robert Zemeckis manejó mucho mejor la situación con Tom Hanks y la pelota Wilson y con esto vuelvo otra vez a los que mencionaba antes. Si en Náufrago hubiéramos sabido de entrada que el protagonista sobrevivía, el final de la trama no hubiera tenido la misma fuerza. Tampoco se llega a explorar cómo la experiencia de Pi impactó en su vida en los años venideros porque la película deja esas cuestiones en el aire. Con respecto al contenido espiritual el tratamiento de estos temas es bastante superficial y el eterno debate de la ciencia y la religión tampoco se profundiza demasiado. En términos generales Una aventura extraordinaria es una buena película de Ang Lee pero no una obra memorable como anunciaron las críticas exageradas.
Ante la adversidad, arte Ésta es la historia de un naufragio. Pero antes es la historia de un exilio. Y antes que eso es la historia de un muchacho hindú hijo de padres progresistas y vegetarianos, que siempre, desde chico, creyó en la trascendencia. Es la historia de Pi, contada por él mismo. Su infancia, su adolescencia, y el trágico viaje que lo condenó a un bote en medio del océano con una única compañía, bastante particular. Es algo difícil explicar lo que se va a ver. Es fácil hablar de magia en este relato, pero las cinco letras de la palabra no dicen mucho en comparación con lo que la película es en realidad. Y es que Ang Lee decidió contar la historia de Pi desde la belleza. Para esta narración, cargada de angustias y tensiones, Ang Lee se apoya en las herramientas visuales de su medio, el cine, y no sólo cuenta una historia: la muestra. Con un concepto visual absolutamente pictórico, pero aprovechando las nuevas tecnologías como el 3D y los efectos especiales, Ang Lee logra un relato poético, con un trasfondo místico, aunque no del todo religioso. Con pinceladas de humor, momentos de angustia, el ritmo está manejado armoniosamente para que la atención del espectador no decaiga. Como el remanso que sigue a la corriente, las escenas de mayor tensión se van intercalando con otras de tranquilidad, y de este modo una película que transcurre mayoritariamente en alta mar, con apenas un jovencito y un tigre, no cansa ni aburre, sino que atrapa y contagia las emociones. No hay figuras muy conocidas, pero las actuaciones son muy buenas, sobre todo la del Pi adolescente (Suraj Sharma), que interpreta con gran naturalidad los intercambios con el tigre a quien teme por un lado, pero que a su vez funciona como motor que lo impulsa a la supervivencia. Una aventura extraordinaria maravilla, sorprende y deleita la vista, al mismo tiempo que, para quien lo quiera rescatar (no está planteado como doctrina), deja un mensaje algo más trascendental. No es muy habitual ver productos que aprovechen tanto, y recuerden tan fielmente, que el cine se trata de imágenes, no sólo de historias. Ang Lee supo hacer arte con su película, y eso es algo que se disfruta, de principio a fin.
Cinco minutos dentro de la hermosa narrativa que tiene Life of Pi y ya uno puede predecir el futuro que tendrá la película en las sucesivas entregas de premios; y es que Hollywood ama lo bollywoodense, y esta encaja perfectamente en todos y cada uno de los requerimientos de este tipo de historias. Ya lo hizo una vez un director tan ecléctico como Danny Boyle con su Slumdog Millionaire, así que ¿por qué no podría salirle lo mismo al loado Ang Lee? Ciertamente la fabulosa vida de Pi Patel, basada en la novela de Yann Martel, tiene mucho más sentido y coherencia que la retratada por el británico, y una moraleja mucho más profunda y asible, aunque eventualmente caiga en los mismos lugares comunes del género melodramático. Mal que mal, Ang Lee y su guionista David Magee (Finding Neverland) logran mantener al espectador cautivado con una historia realmente fascinante de dos horas. En ella podemos conocer al protagonista, un personaje con todas las letras, cuya hoja de vida particular inspiró a un escritor a creer en la existencia de Dios luego de un brutal naufragio que dejó al joven sin familia y con la sola compañía de un arisco y de poco fiar tigre de Bengala a bordo de una balsa. Lo que hace grande a Life of Pi también termina por delimitarla. No hay dudas que la pelea por sobrevivir de Pi tiene un atenuante pesadísimo con el tigre Richard Parker -sí, con nombre y apellido viene el asunto-, pero eventualmente el film decae en su ritmo y todo se reduce a ver al ingresante Suraj Sharma ingeniárselas para lograr una actuación impresionante, ya que gran parte de la película lo tiene como foco a él y a los animales -sobre todo al felino-, creados casi completamente en digital. La aleccionadora historia sobre la religión nunca termina de consolidarse y parece un panfleto bíblico, pero no afecta el todo porque Ang Lee prefiere maravillar con una película que va más allá de lo técnico y resulta en un festín deslumbrante de colores, desde esos créditos iniciales llenos de un 3D con profundidad pasmosa, que marcan la calidad que tendrá en su totalidad. Por mucho que la historia o los efectos arrasen con la mente del espectador, es imposible dejar de ver a Life of Pi como una mezcla entre Cast Away, por la temática obvia, y Forrest Gump, por la construcción del personaje de Pi (todo a partir del extraño nombre completo). No deja de ser un film visualmente impresionante que marca un antes y un después técnica y visualmente, pero sencillamente no es una historia de vida trascendental como parece serlo.
Nada es imposible Adaptación del best seller “La vida de Pi”, tiene como protagonistas a un joven que se salvó de un naufragio, en un bote con un... tigre. Película difícil de saber cuál público le responderá mejor, si el joven o el adulto, Una aventura extraordinaria es otra muestra de la habilidad de Ang Lee para correrse de un género a otro y, por lo general, lograr cometidos convincentes y emotivos. El director de Sensatez y sentimientos , El tigre y el dragón y Secreto en la montaña sabía de antemano que al tomar el best seller La vida de Pi , estaba agarrando un hierro caliente. La novela de Yann Martel es difícil de adaptar. No tanto porque la protagonicen un joven y un tigre, sino por la carga filosófica que traslucía el original. Pi, que se lleva de maravillas con las matemáticas, se encuentra en una encrucijada, literalmente, de vida o muerte, cuando sobrevive al naufragio de un barco en el que viajaba con sus padres y queda a la deriva en un bote salvavidas. No está solo: un tigre de bengala también se salvó y el joven Pi estará 227 días con el felino al lado. La película -como el libro- es un viaje interior y exterior del protagonista, que deja la adolescencia para convertirse en hombre. Esa sería la mirada más lineal. Lee le agrega otro condimento: la espectacularidad visual, que incluye lluvia de peces, noches estrelladas y más. Rodada en 3D, el artilugio le sirve al realizador nacido en Taiwán para expandir las panorámicas -y disimular el tanque de agua donde la filmó- y a la vez acercar al espectador en el encuentro íntimo que debe tener con Pi. Algo similar a lo que Scorsese hizo con La invención de Hugo Cabret en el aprovechamiento del 3D, y que también cuenta cómo un personaje desamparado se las debe arreglar por sí solo para salir adelante. A Una aventura extraordinaria hay que agarrarle el vuelo y dejarse llevar por la poesía. No es difícil entrarle a la película, con la presentación de Pi adulto y los primeros minutos antes del naufragio. La adaptación de David Magee ( Descubriendo el país de Nunca Jamás ) plantea justamente cómo el relato de una historia legendaria acepta distintas versiones. Es algo que al aproximarse el desenlace se hace más nítido. Las interpretaciones siempre son subjetivas, y en eso Lee se mantiene ecuánime. Pero lo más sorprendente es que Lee confió el protagonismo de Pi joven a un inexperimentado Suraj Sharma, que lidió todo el tiempo con su contrafigura animal… que en verdad no estaba frente a él, ya que el tigre, llamado Richard Parker, es de animación digital. Saber eso acrecienta el entusiasmo. Y obviamente Lee se apoyó en su director de fotografía, el chileno Claudio Miranda. Claro, no es como en la época de Tiburón (1975), cuando Spielberg se las veía en figurillas para rodar mar adentro con las nubes que cambiaban el fondo toma a toma. En el universo de la ficción, como en el de la magia, todo es posible.
Aventura inusual con técnica deslumbrante Basada en una novela de Yann Martel, «Pi: una aventura extraordinaria» narra las penurias de un náufrago adolescente que sobrevive 227 días en un bote con un tigre de Bengala como único acompañante. Este hecho insólito es presentado como totalmente verídico, a lo que hay que agregarle toda una serie de cosas aún más extraordinarias, empezando por detalles como que el tigre, última adquisición de un zoológico indio que debe mudar sus animales al Canadá, no está en absoluto domesticado, amaestrado ni nada por el estilo. En este caso no hay dudas sobre lo extraordinario de la historia, pero lo que hay que decir antes que nada es que las imágenes son asombrosas, ya que están filmadas desde el punto de vista del protagonista humano, Pi, que de adolescente se interesaba en todas las religiones, al punto de «agradecerle a Vishnu por haberle hecho conocer a Cristo», y que ya adulto asegura al escritor que lo quiere entrevistar que su relato le hará creer en Dios. De ahí que la odisea de este chico que debe tratar de sobrevivir en medio del océano más preocupado porque no se lo coma el trigre que por los tiburones, haya sido concebida por Ang Lee poniendo el énfasis en cosas muy distintas a las de cualquier otra película de temas similares. Para lograr esto, uno de los principales recursos técnicos del director de «El tigre y el dragón» es el uso más imaginativo del 3D que se haya visto nunca, tanto en lo estético como en lo narrativo, ya que la estereoscopia hace que la extrema exposición de Pi a las fuerzas de la naturaleza exploten en la pantalla de un modo inédito. En sus momentos culminantes, las imágenes cortan el aliento. No tiene sentido intentar explicarlas, hay que verlas. Aquellos que creen que el cine es, ante todo, imagen, disfrutarán especialmente esta obra maestra que, además, es un desafío técnico imposible de apreciar del todo sin verla varias veces. Pero de todos modos este punto es secundario, ya que el gran don de Ang Lee es el de saber usar todas las herramientas tecnológicas para llenar la pantalla de imágenes alucinantes, místicas, terroríficas y maravillosas que no aparecen de un modo gratuito, sino que están totalmente justificadas para llevar al espectador al concepto principal de esta aventura sólo simple en apariencia. Es que para llegar al naufragio hay que pasar por toda la vida de Pi, que de chico se ocupa en la clase de matemáticas de la escuela para que sus compañeros no lo llamen Pis (su raro nombre de pila es Piscine, por la piscina favorita de su tío). Y que cuando llega un tigre de Bengala al zoológico de su padre, no vacila en desobedecer las normas de seguridad para meterse en la guarida de Richard Parker -es decir, el tigre, llamado así por un error burocrático- para verlo de cerca apreciándolo como una de las grandes creaciones divinas. Una de las mejores escenas no tiene nada que ver con el mar, sino con el castigo del padre de Pi mostrándole la naturaleza salvaje del felino para que entienda que un tigre jamás será su amigo. Es que para desarrollar el concepto principal, el guión se toma todo el tiempo necesario antes y después del naufragio, lo que le da al film un aire clásico que finalmente tiene puntos en común con las grandes películas de aventuras. Ni hay que decir que el personaje más carismático es el increíble tigre digital, pero los humanos tienen que estar a su altura, sobre todo el joven Suraj Sharma (también tiene un papel breve Gerard Depardieu). Para dejar de hablar de lo visual, hay que mencionar el notable score musical de Mychael Danna, otro de los puntos fuertes de esta película asombrosa.
Un tigre en el medio del océano Historia de supervivencia sobre un chico y un tigre varados en el medio del océano pacífico. Un colorido relato con grandes pasajes donde el peligro o la fantasía se manifiestan de manera poderosa, pero que por momentos pierde el hilo conductor volviéndose algo densa. Una película ambivalente que continuamente va de una gran escena a otra no del todo lograda y a pesar de a veces desviarse en banalidades, termina construyendo una trama sumamente disfrutable. Aunque la película transcurre casi íntegramente en la balsa con el chico junto al tigre, el inicio de la trama es posiblemente lo mejor de toda la cinta. Esos momentos en india, donde se puede ver al joven Pi crecer, narran con gran encanto la vida de un joven normal, quien después de todo no es tan normal ya que práctica tres religiones a la vez, y como aquel naufragio pudo haberlo agarrado desprevenido, pero fueron las enseñanzas de su padre las cuales en cierta medida le dieron las armas para afrontar semejante desafío. Aquí la trama fluye con gran naturalidad y simpatía creando la identificación del espectador con PI y dejando el terreno listo para que la verdadera trama comience. Una historia que empieza con el impresionante hundimiento del barco seguido inmediatamente de la agobiante escalada de violencia dentro del bote salvavidas donde Pi enfrenta a la naturaleza en su expresión más terrorífica. La aparición sorpresa del tigre saltando ferozmente hacia el espectador, deja bien en claro el extremo grado de peligrosidad de la situación. Un panorama que lamentablemente a medida que el peligro va bajando y el tigre empieza a domesticarse va perdiendo toda clase de intriga o tensión. La película no logra salir de la anécdota de la convivencia con el tigre y cuando este dilema se resuelve, la trama ya no tiene sustento y el interés del espectador va mermando con notoria rapidez. Incluso al final de la historia se empieza a cuestionar la veracidad de los sucesos y la religión comienza a tener cada vez más participación. Una metáfora la cual tiene mucho peso dramático si solo se toma en cuenta la anécdota de manera muy global, pero cuando se entra en los detalles hay demasiadas incongruencias para que la trama avale tal conexión. Incluso la idea de que la realidad del relato sea tan expresamente cuestionada por los propios personajes de la película le juega en contra, ya que en vez de mistificar la aventura, termina exponiendo la presencia del narrador transformando toda la experiencia fantástica en algo terriblemente artificial.
El pasado como aprendizaje Una aventura extraordinaria es el título de estreno local de Life of Pi ("La vida de Pi"). Una aventura extraordinaria es uno de esos títulos genéricos, casi el colmo del título genérico, que en un tiempo más se va a confundir con muchos otros títulos genéricos locales que le han quitado singularidad a las películas. Sin embargo, llamar a La vida de Pi Una aventura extraordinaria no deja de ser astuto. Una aventura extraordinaria llama la atención sobre lo mejor de la película de Ang Lee, lo más atractivo, el pasado del personaje del título; ése es el corazón del relato y su factor de venta más llamativo. El pasado es el aprendizaje, el viaje, el crecimiento, el naufragio, la aventura en y a veces contra la naturaleza, la convivencia con un tigre en una balsa en alta mar durante más de siete meses. El pasado es, realmente, la aventura extraordinaria, y allí la película deslumbra mediante un uso consistente de la creación digital y la aplicación eficaz de los efectos 3D. Un tigre como compañero de deriva de un humano, con movimientos fluidos e interacción creíble. Tormentas de un poderío visual similar al de Una tormenta perfecta, de Wolfgang Petersen. Y la secuencia de los peces voladores, no sólo de una fuerza arrolladora y de esos momentos ideales para ver en cine y en 3D, sino además contada de tal forma que el ruido del aleteo, las gotas de agua y los movimientos del tigre y de Pi se interconectan en una narrativa veloz y perfectamente comprensible. Ang Lee -como lo demostró en Hulk , una de sus mejores películas- sabe ordenar la energía visual sin caer en la anarquía y en el barullo narrativo de la proliferación de planos inútiles. Y también se anima a desviarse, a llegar a disgresiones visuales sin temor a bordear el esteticismo (el momento del mar iluminado y la ballena, de gran impacto aunque ciertamente no tan bien integrado a la narración como el de los peces voladores). Pero incluso ese momento de ballena y luces de póster conecta con lo extraordinario de la aventura extraordinaria. Y hasta se perdona la presencia chirriante de tan breve -parece un cameo de esos que distraen- de Gérard Depardieu: en ese viaje de tamaña intensidad es hasta lógico que el cocinero sea un francés gruñón interpretado por un actor famoso. Pero la película, por más título local que tenga, se llama La vida de Pi , y esa vida -que tuvo sus momentos extraordinarios en la infancia y la adolescencia, con zoológico en casa, mudanza desde la India en barco y una supervivencia increíble- se relata desde el presente, y en el presente Pi es un señor que le cuenta su historia -con un poco de simpatía beatífica y forzada del actor-estrella indio Irrfan Khan- a un escritor frustrado, interpretado con demasiada actitud de telefilm por el inglés Rafe Spall. Los segmentos del presente pausan la aventura, la anestesian, y llegan finalmente a la "reflexión sobre el estatuto de verdad de la narración". Esta reflexión llega de forma tan tardía, atropellada y atolondrada que termina, más que enriqueciendo, debilitando lo construido en el agua, quizá por un respeto excesivo a la estructura de la exitosa novela de Yann Martel y por la decisión de privilegiar la condensación en lugar del corte, sugerido por André Bazin a la hora de adaptar libros. Esos segmentos del presente, en donde están casi todas las notas falsas de la película (sus defectos se podrían resumir en "pasteurización burocrática"), no hacen mucho más que "enmarcar" con demasiado peso y de forma anodina esta aventura extraordinaria que Ang Lee tenía en sus manos para hacerla, además, inolvidable en su totalidad y no solo en sus momentos visualmente asombrosos.
Un iniciático viaje juvenil Lo poco verosímil no molesta, la magia, la fuerza de un sobreviviente que con tozudez y fe, en grados parejos, enfrena la adversidad, sigue atrayendo al espectador. Lo que le pasa a Pi Patel (Suraj Sharma) es algo muy singular. Como una respuesta a su constante pregunta sobre la verdad de las religiones, que le hacen pasar del hinduismo, al cristianismo y luego al islamismo, la vida le depara un viaje espiritual con la excluyente compañía de animales, que de alguna manera lo obligarán a convivir con la Naturaleza sólo acompañado de un dios sin rostro. Pi Patel vive en la India con sus padres y su hermano. Luego de pasar por la duda religiosa y acompañando a su familia, presionados por problemas políticos, se embarca rumbo a Canadá, donde planean instalar un zoológico. Una tormenta dejará a Pi "solo", en un bote, durante largos días. Una cebra, un mono y una hiena lo acompañarán por breve tiempo, hasta que el tigre de Bengala bautizado "Richard Parker" se convierta en su peligroso compañero. UN GUION AGIL Curioso testimonio de que el realismo mágico aún funciona, el director taiwanés Ang Lee ("El tigre y el dragón", "Secreto en la montaña"), basándose en el exitoso best-seller del español-canadiense Yann Martel, monta un espectáculo de diseño impecable que aúna la magia del 3D, el insuperable manejo de los efectos especiales y un texto que recuerda a Julio Verne, que sorprende y atrapa con su hipnótico hiperrealismo. ¿Cómo huir de paisajes marinos tan bellos como imposibles, de saltos siderales de ballenas imponentes, puestas de sol, o calma chicha en medio de colores imposibles de describir? ¿Y cómo escapar de un chico abrumadoramente fervoroso y valiente enfrentado a su destino? TOZUDEZ Y FE Lo poco verosímil no molesta, la magia, la fuerza de un sobreviviente que con tozudez y fe, en grados parejos, enfrena la adversidad, sigue atrayendo al espectador. Aunque el marco del cuadro central no convenza demasiado (relato dentro del relato, dos versiones de lo mismo), uno puede obviarlo deslumbrado por tantas imágenes increíbles, olas gigantescas que luego sabremos generadas por máquinas especiales, o un tigre fastuoso, que informaciones posteriores, confirmarán virtual y formado por lo mejor por cinco tigres reales. Muy bien narrada, con un ritmo en franco equilibrio, sólo densa casi en el final, "Una aventura extraordinaria" ofrece un atractivo guión de David Magee ("Descubriendo el país del nunca jamás"), la exquisita fotografía del chileno Claudio Miranda y un recordado actor joven debutante, Suraj Sharma.
Cuando un film hace honor al título Por una vez, la tecnología 3D y la abundancia de efectos especiales no satura, sino que contribuye a una experiencia cinematográfica dichosa. Más allá de las moralejas finales, la película del muchacho y el tigre de Bengala es un soplo de aire fresco. Así como en la superficie del relato lo hacen un muchacho, un tigre de Bengala y la entera extensión del océano Pacífico, tres fuerzas dispares combaten en el interior de Una aventura extraordinaria, que hoy a media mañana estará recibiendo, seguramente, una buena cantidad de nominaciones al Oscar. Una de ellas, notoriamente descuidada por la contemporaneidad, responde a la más noble y tradicional vertiente de la narración infantil y juvenil: el relato de maravillas. imposibles de creer que transcurren en mundos ostensiblemente irreales, desde Las mil y una noches (Borges agregaría La Biblia) hasta lo que Harry Potter debió haber sido y fue sólo parcialmente, pasando por Salgari, Julio Verne, El barón Munchhausen y los seriales cinematográficos de los años ’30 y ’40. La segunda fuerza en pugna, en sintonía con un verdadero pilar de la idiosincrasia estadounidense, es la épica de la supervivencia. Epica siempre individual, aleccionadora (inspiring, dicen allá), al borde mismo de lo sobrehumano. La tercera fuerza es lo sobrehumano mismo: la idea de Dios, y de cómo y de qué manera puede llegar a incidir en el mundo de los hombres. De ese juego de tensiones internas devienen los altos y bajos, los puntos de gran interés y los de menos, los deslumbramientos y ramplonerías de este nuevo film del taiwanés Ang Lee, el sensato y sensible realizador de Sensatez y sentimientos, El tigre y el dragón, Hulk y Secreto en la montaña, entre otras. Filmada en 3D digital (soporte y formato a los que, como en muy escasas ocasiones, se les saca todo el jugo aquí) y basada en una novela del canadiense Yann Martel, Una aventura extraordinaria es una de esas películas en las que –producto de lo que podría llamarse “metalingüística–ambiente”– narrador, narración y lector/espectador son parte misma del relato. En busca de inspiración para una novela y al tanto de que el objeto de su búsqueda habría vivido una aventura a la altura del título, un escritor innominado (el británico Rafe Spall) visita a Pi Patel, nativo de la India afincado en Canadá (Irrfan Khan, superestrella del cine de ese país). El relato de sus andanzas, que Patel hace ante el escritor, se ve filtrado por la mirada de éste, tan sedienta de peripecias fabulosas como la de un niño (de hecho, Martel reconoció que buscaba historias extraordinarias cuando dio con ésta). De allí que el relato de Pi, que de ahí en más se despliega ante los ojos del espectador, esté lleno de buen humor, fantasía, disposición para la aventura, desafíos más grandes que la vida y, claro, una historia de maduración. Por una circunstancia que no viene a cuento, siendo un muchachito Pi naufraga en alta mar, teniendo por única compañía, a bordo de un bote de unos seis metros de eslora, a... un tigre de Bengala. Las provisiones son escasas y el animal (que por un error de registro lleva el nombre de Richard Parker) está, como es lógico, tanto o más hambriento que él. Con una única diferencia: uno de los dos representa alimento para el otro. Si suele criticarse el abuso de efectos especiales y digitales por parte de Hollywood, hete aquí una película para defender su uso, y hasta su abuso. Una aventura extraordinaria no sería extraordinaria (en el sentido estricto de “fuera de lo ordinario”), de no ser por el modo en que –obra conjunta del notable DF chileno Claudio Miranda, el exuberante diseño de producción y el ejército de especialistas en edición, digitalización, FX y 3D que la Fox puso al servicio del film– todo brilla, se satura de colores, toma relieve y se mueve aquí. En otras palabras, todo adquiere el aspecto de un relato infantil por entregas. En edición de lujo, por cierto. De modo muy coherente, teniendo en cuenta el ambiente étnico en que transcurre, Una aventura extraordinaria luce como una de Bollywood (nombre con que se conoce a la industria cinematográfica de la India), pero sin canciones (no hay película de Bollywood que no las tenga, así se trate de un thriller político o un dramón de lágrima suelta). La coherencia no es sólo de ambiente, sino, lo que más importa, de modo de relato. Es ese diseño de producción, ese montaje digital (lleno de sobreimpresiones, mascarillas y barridos, que recuerdan en parte los de Hulk), esos asombrosos efectos acuáticos que el formato digital habilita (con notables escenas submarinas), ese 3D que hace del salto de un tigre (tigre digital, dicho sea de paso) un momento sobrecogedor, lo que potencia la voluntad de aventura y fantasía de Una aventura extraordinaria, con su lluvia de peces voladores, sus noches de Las mil y una noches, su ballena como de Pinocho, su isla de plantas carnívoras, su imposible historia de supervivencia. Todo eso reina, en Una aventura extraordinaria, durante alrededor de una hora. De a poco, la película va poniendo el acento en el modo en que Pi vence sus propios miedos y debilidades, para devenir héroe, mientras el Pi adulto indica, desde el off, cómo hay que interpretar esa fábula, recordando que sin una manito de Dios nada de eso hubiera sido posible. Allí la fábula halla su forzada moraleja y la aventura, que hasta entonces supo ser extraordinaria, deviene ordinaria.
Con consejos espirituales La nueva película del director Ang Lee invita al placer visual y al viaje de los sentidos, con reflexiones típicas de Hollywood pensadas en voz alta. Tiene grandes efectos en 3D. Asombrosa desde el aspecto visual con sus efectos en 3D que sorprenden y asustan en dosis similares. Didáctica, declamativa y espiritual en su propuesta expresiva que alecciona e irrita en varias de sus escenas. Bajo esos dos polos puede comprenderse a la última película del ecléctico Ang Lee, cineasta asiático competente pero sin una única visión del mundo, con antagonismos temáticos y formales como El tigre y el dragón y Secreto en la montaña como visibles exponentes. Pero Una aventura extraordinaria es otra cosa, bien lejos de aquellos chinos karatecas que volaban por los aires y de la historia de amor entre dos cowboys con estética de publicación gráfica queer. Es muy distinta porque valiéndose de un mínimo argumento, la película invita al placer visual, al viaje de los sentidos, al asombro permanente, como si estuviera en un acuario virtual previo paso por una relectura de Siddartha adaptada al universo espiritual de estos días. En esa mezcla entre reflexiones aforísticas (ay, otra vez Hollywood pensando en voz alta) y el cara a cara entre el personaje central y un tigre de bengala, fluctúan las dos horas de Una aventura extraordinaria. Asombrosa, vacía, obvia, recurrente, placentera: cualquier apelativo le viene bien. Lee estructura el relato a través de flashbacks y toma como centro al Sr. Pi, que es visitado por un periodista para que le cuente una historia sobre ese famoso tigre de bengala. La geografía es la de India aggiornada por Hollywood (Slumdog millionaire de Danny Boyle, por ahí viene la mano) y durante esa primera (casi) mitad del film los lugares comunes no se ocultan en ningún momento. Pero entre otros personajes, humanos, animales o de computación, aparece el Sr. Parker, el felino peligroso en cuestión. Por indicadores del guión y de la obra literaria original, se producirá un viaje familiar, con un pequeño zoológico incluido, y un tremendo naufragio que convertirá a las parrafadas verbales del inicio en una aventura sobre la supervivencia. De allí en adelante está lo más interesante, ya que Lee se las arregla para mantener cierta tensión con un bote, un tigre, un joven hindú y una improvisada canoa que le sirve al Sr. Pi para controlar los movimientos del Sr. Parker. Pero no, hay mucho más: una lluvia de peces voladores, una tormenta que amenaza llevarse todo, una ballena que muestra su destreza en una noche de estrellas, el silencio, el miedo, la complicidad entre Pi y Parker y todo aquello que pueda imaginarse con la utilización del 3D como necesidad única e imperiosa. Vale plantearse, entonces, si esto es cine u otra cosa; tal vez se trate de un pedagógico combustible espiritual junto a una visita a un zoológico virtual donde un tigre de bengala no es como se lo conocía hasta ahora.
Visualmente extraordinaria, esta fabula con moraleja resulta un verdadero deleite para los sentidos. El director Ang Lee, ganador del OSCAR por SECRETO EN LA MONTAÑA, se luce logrando una puesta que parece extraída de una fantasía onírica y demuestra porque es uno de los realizadores más sensibles del cine actual. Párrafo aparte para el 3d utilizado aquí al servicio de la historia, un recurso que no distrae, por el contrario, profundiza la experiencia cinematográfica. El elenco, de notable performance convive con los animales, algunos de ellos, y especialmente el tigre, generados por ordenador, pero con una calidad técnica tan grande, que resulta difícil no creer que sea real. Una notable fusión entre el drama intimista, el camino del héroe y la búsqueda espiritual de los libros de autoayuda, narrado con el dinamismo de una película de género, que nunca decae y que vale cada peso del precio de la entrada.
Basada en la novela de Yann Martel, este film dirigido magníficamente por Ang Lee ("El Tigre y El Dragón ", "Hulk" y "Secreto en la Motaña" por nombrar alguno de sus trabajos más reconocidos) nos cuenta la increíble vida de Piscine Militor Patel, o simplemente "Pi" (interpretado por Irrfan Khan en su adultez y por Suraj Sharma en su adolescencia), un joven que, cuando se trasladaba desde la India con toda su familia, sobrevive al hundimiento de un barco carguero sin más compañía que la de un tigre de bengala llamado Richard Parker. La historia comienza en Montreal, Canadá, cuando un escritor falto de inspiración (interpretado por Rafe Spall) va a visitarlo tras ser referido por un "tío" (un amigo muy cercano de la familia) de Pi, para que éste le relate su increíble aventura. A partir de allí, le contará al escritor cómo sus padres (interpretados por Adil Hussain y Tabu) eligieron su nombre y cómo consiguió su apodo; sobre su infancia, su búsqueda constante de Dios (a través de múltiples religiones), sus años de adolescente, su primer amor y todo el tiempo que pasaba en el zoológico que poseían su padres en Pondicherry, rodeado de tigres, cebras, orangutanes, hipopótamos y otras criaturas exóticas. Pero su relato va más allá. Cuando este jovencito debe mudarse a Canadá junto a su familia y todos los animales del zoológico en búsqueda de un futuro mejor, su fe es puesta a prueba. Una noche, mientras se encuentran cruzando el océano, una fuerte tormenta hunde el barco en el que viajaban y Pi se convierte milagrosamente en el único sobreviviente humano del naufragio. A bordo de una balsa atada a un bote salvavidas, solo y asustado, debe buscar la forma de poder coexistir con el feroz animal y, sin perder la esperanza, tratar de encontrar la forma de volver a la civilización. Con muchos matices que van desde lo tímidamente risueño hasta la más dura tragedia, mostrando el lado más salvaje y feroz de la naturaleza (en una forma bastante explícita no recomendable para niños), "Una Aventura Extraordiaria" (o "La Vida de Pi" como es su traducción literal) es una conmovedora parábola que seguramente emocionará a más de un espectador. El uso del 3D es de una calidad impecable que sin dudas mejora notablemente la experiencia visual del film. El reparto se completa con una breve aparición de Gérard Depardieu, como el malhumorado y sádico cocinero de la embarcación y de Ayush Tandon como Pi durante sus primeros años de vida.
Además de todos los elementos que hacen que Una aventura extraordinaria sea una muy buena película, los cuales serán analizados en las próximas líneas, la grandeza de este film recae simplemente en la sensación que uno puede tener cuando comienzan a correr los créditos finales: o lo sentís o no lo sentís. Cualquier apreciación que se pueda hacer después de eso va a ser la sumatoria de toda la magia creada por Ang Lee. Cada fotograma está especialmente cuidado y tranquilamente podría ser un cuadro para colgar en un living o museo dado a que el director puso toda su impronta en la estética y un uso excelente de lo digital y el 3D. Si bien la historia es simple y el espectador no se va a llevar demasiadas sorpresas, es la manera en la cual se encuentra relatada donde la empatía, emoción y adrenalina saldrán a flote. Y si de flotar hablamos, esa metáfora se esparce a lo largo de todo el film donde la espiritualidad juega un rol fundamental camuflada en una película de aventuras y naufragio. Tanto los primeros años de vida de Pi como sus vicisitudes en alta mar con el tigre Richard Parker conforman una seguidilla de hechos que sacarán sonrisas y alguna lágrima. La interpretación de Suraj Sharma es excepcional más teniendo en cuenta que buena parte de la cinta tiene que sostener él solo la dinámica. También hay que mencionar a Adil Hussain quien hace de su padre, cuyas escenas son memorables. En lo negativo vale destacar que la banda sonora acompaña pero no estremece ni está a la altura de tan magna producción y eso lamentablemente le resta. Lo mismo sucede con las ganas con las que uno se queda de saber más sobre la vida del personaje principal en sus años post naufragio. El resto es genial y puede ser análogo con lo que sucede al principio de la película cuando el personaje que entrevista a Pi para que le cuente su historia de vida le dice: “Me dijeron que tenías algo para contar que me haría creer de nuevo en Dios”, lo que llevado a un terreno cinéfilo puede traducirse en creer en el buen cine, de ese que te acompaña aún cuando la película terminó.
Una película que tiene aventura pero también convoca a la magia, que por momentos es cruel y en otros bella y sorprendente. La imposible relación de un náufrago que tiene como compañero de viaje a un tigre, el miedo, el motor de la sobrevivencia, la desesperación y la maravilla se dan la mano en este viaje de un adolescente que sobrevivió 70 días en el mar. Ang Lee echa mano a toda la tecnología para sus trucos de prestidigitador, hasta su tigre es posible gracias a las alta tecnología. Uno sabe los trucos pero eso no impide que la verdad dramática funcione y fluya.
Una cosa es que las imágenes del film sean bellas y que se haga un uso creativo del 3D; la otra, que Ang Lee haga honor a la narración. La historia se concentra en la hora y media en la que un joven queda a la deriva en un bote, tras un naufragio, conviviendo con un tigre de Bengala. Pero el tema es más amplio: la necesidad de sobrevivir a cualquier costo, el peso de la fe en ello, cómo se cuenta una historia y por qué un cuento es atractivo. El triunfo de Ang Lee consiste en que comprendamos que ahí hay una gran historia; su fracaso, en que eso no redunda en una película que nos atrape invariablemente. Derivas, simbologías, necesidad de afirmar y sobre explicar lo que queda claro con el puro esplendor visual atentan contra lo que, con más concentración, sería una perfecta aproximación a los mundos de Julio Verne o de Emilio Salgari, que parecen funcionar, desde las primeras secuencias, como modelo. Pero la indecisión del realizador lleva el proyecto, en gran parte, a la deriva.
Buscando a Dios en bote Las películas que desbordan de efectos visuales tienden a compensar con recursos de producción costosísimos la escasa, por no decir nula, riqueza de sus historias. Por eso merece celebrarse una excepción a la regla como Una Vida Extraordinaria, proeza fílmica hollywoodense que aúna los talentos de una multitud de artistas encabezada por el director taiwanés Ang Lee. Por muchos años este proyecto de Fox 2000 Pictures basado en la novela de Yann Martel fue pasando de mano en mano sin llegar a cristalizarse por varios motivos. En 2004 M. Night Shayamalan aceptó hacerse cargo del guión y la dirección pero se desligó para rodar La Dama en el Agua; en 2005 el interesado fue el mexicano Alfonso Cuarón aunque finalmente prefirió filmar Niños del Hombre; en 2006 fue contratado un tercer director, el francés Jean-Pierre Jeunet, pero a la larga también renunció. El cargo quedó vacante hasta que en 2009 se designó a Ang Lee como nuevo director. Más de tres años requirió la preparación de los elaborados efectos CGI implementados por la muy ducha empresa Rhythm & Hues Studios. Tantos meses de investigación dieron sus frutos en todas y cada una de las facetas visuales de la obra. Pero el triunfo más rotundo es la creación virtual del tigre Richard Parker, casi tan importante como Pi, el protagonista. Posiblemente Una Aventura Extraordinaria no se hubiese podido llevar a cabo sin él. Analizando todos estos pormenores resulta evidente que las postergaciones jugaron a favor de la película. Hace diez años hubiese sido imposible semejante logro técnico. Además el fantástico uso del 3D le permite a Lee y a su equipo potenciar la belleza, el lirismo y la majestuosidad de un relato tan simbólico como conmovedor. Una Aventura Extraordinaria desarrolla maravillosamente un tema clásico como el viaje iniciático. O, si prefieren, el Camino del Héroe. Las películas que se apoyan en este complejísimo andamiaje narrativo están por lo general muy conectadas a la fábula, a la mitología y a la fantasía pero el subtexto resuena muy profundo en el inconciente colectivo. Cuando la técnica está bien aplicada el espectador se identifica plenamente con la transformación interna del héroe. El filme de Ang Lee pertenece a esa clase de relatos que se ponen en marcha por intermedio de un personaje –generalmente el protagonista- que en el presente cuenta sus grandes hazañas mediante un extenso flashback. El guión entra y sale de ese flashback cada vez que la acción requiere de una pausa o de una breve reflexión sobre lo acontecido hasta entonces. No es necesario aclarar que dicha narración está teñida de subjetivismo y que lo que se cuenta puede ser real, imaginario, simbólico o una mezcla de cada cosa (como ejemplos podemos citar a Forrest Gump, Titanic, El Gran Pez o la reciente El Hobbit: Un Viaje Inesperado). En este caso el narrador es Pi en su edad adulta (interpretado por Irrfan Khan) y el oyente un escritor (Rafe Spall) empeñado en hallar material fresco para una novela. El trasfondo filosófico del libro de Yann Martel le cae de perillas al guionista David Magee que ha escrito una adaptación sensacional que acaba de ser recompensada con una nominación al premio Oscar. Es dable agregar que Una Aventura Extraordinaria ha conseguido un total de 11 nominaciones, entre las cuales se encuentran Mejor Película, Mejor Director, Mejor Fotografía y Mejores Efectos Visuales. Sólo la ha superado Lincoln, de Steven Spielberg, con apenas una nominación más. La información que se va sembrando sobre Pi desde su infancia hasta el naufragio que marca su vida en la adolescencia configura una crónica detallada y fascinante sobre un sujeto para nada convencional. Estamos hablando de un ser por demás inteligente, ávido de conocimiento y con muchas inquietudes sobre las religiones. A través de ellas Pi (Suraj Sharma) busca encontrarle un sentido al mundo pero como bien le advierte su padre Santosh (un formidable Adil Hussain) no es posible que el hinduismo, el catolicismo y el islamismo coexistan en un solo individuo. Pero Pi es joven, como se apresura en justificar su madre Gita (Tabu), y sólo está buscando una respuesta que lo conforme espiritualmente. El muchacho reside con sus padres y su hermano mayor Ravi (Vibish Sivakumar) en Pondicherry, región de la India que formaba parte del Imperio Colonial Francés. Durante un largo tiempo papá Santosh mantiene a los suyos gracias a un zoológico del que es propietario. Hasta que las circunstancias lo obligan a venderlo para emigrar al Canadá donde le han prometido un puesto de trabajo. Apenado por dejar atrás su cultura, su ciudad y su novia, Pi aborda junto con su familia el carguero japonés Tsimtsum. También son trasladados al barco muchos de los animales del zoológico para ponerlos a la venta en el continente americano. Tras unas pocas escenas de transición –la más trascendente la discusión con el cocinero brutal que encarna Gérard Depardieu- se desata la tormenta cuya furia provoca el hundimiento del Tsimtsum. Pi sobrevive milagrosamente pero todos los demás perecen. E imaginen su sorpresa cuando descubre que en el bote salvavidas se ha escondido Richard Parker, el tigre de Bengala con el que su padre le enseñara una inolvidable lección siendo un niño para hacerle comprender la naturaleza salvaje del animal. Aquí empieza la verdadera epopeya de Pi al experimentar una profunda transformación interior a partir de las situaciones extremas que le tocan vivir en los 227 días que permanece solo en medio del océano, dependiendo de muchos factores externos y de su propia habilidad para subsistir. El guión rebosa de peripecias dramáticas vinculadas a la supervivencia y a la áspera convivencia con el tigre que no acepta mansamente la presencia de Pi en el bote. Cada secuencia es una obra de arte pensada por Ang Lee con una imaginación admirable y diseñada por el equipo técnico (la dirección de fotografía del chileno Claudio Miranda es de un preciosismo asombroso y creo que ya tiene el Oscar asegurado) con un afán de perfección notable. La película causa un embeleso sensorial constante –la música de Mychael Danna colabora sobremanera para que así sea- y realmente deja un sedimento en la audiencia. El todo conforma un núcleo homogéneo y coherente en el que lo exótico comulga con lo sorpresivo pero siempre atendiendo una línea argumental fundamentada en la espiritualidad que además está excelentemente tratada para la comprensión de los miembros más chicos de la familia. Una Aventura Extraordinaria, por si no ha quedado claro, fusiona forma y contenido con la brillantez de las más espléndidas obras del género. Para Ang Lee seguramente será un hito en su carrera, siempre propensa a indagar en los pliegues más recónditos de la humanidad. En lo eventual se me ocurre que será difícil que entregue un film de una calidad superior a éste. Un elogio que en raras ocasaiones suelo dispensar... A esta altura encontrar una mínima originalidad en el cine es casi utópico pero la esperanza nunca se pierde, y de cuando en cuando una historia como la de Una Aventura Extraordinaria nos recuerda por qué nos enamoramos de este bendito arte. Y así, como espectadores, subsistimos también nosotros…
El tigre y el varón Basada en Vida de Pi, una novela de Yann Martel, Una aventura extraordinaria no es otra cosa que un relato sobre un relato: un escritor canadiense en plena crisis creativa se encuentra, por una recomendación, con un hombre de la India llamado Piscine Molitor Patel. En apariencia se trata de un hombre común, pero su biografía es excepcional: no cualquier mortal puede sobrevivir 227 días en un bote en el Pacífico acompañado de un tigre de Bengala. Niño precoz en cuestiones religiosas, su nombre (motivo de burlas previsibles) alude a una piscina parisina; él lo abrevia y su bautismo autorreferencial con un nombre de las letras del alfabeto griego precede al deseo de otro bautismo, vinculado al cristianismo. Visnú, Jánuman, Ganesha, algunas de entre los 33 millones de deidades hindúes, eran los héroes de su infancia, hasta que un día conoció al Dios que envió a su hijo en su nombre, lo que no le impidió explorar el Islam (ni tampoco enseñar de grande la Cábala); y probablemente sus lecturas de Camus y Dostovieski le ayudaron a comprender el lugar y la función de la duda en cuestiones de creencias religiosas. Todo esto se revela a través de un diálogo entre un escritor y Pi. La película consiste en la ilustración de un gran relato. Primero se verá la genealogía del creyente, luego su test vertical: tras el hundimiento de un barco japonés en el que viajaba junto a sus padres rumbo a Canadá y todos los animales del zoológico de su padre, Pi llevará a cabo su gran hazaña: sobrevivir en alta mar conviviendo con una fiera salvaje. La fuerza visual del filme es ostensible y no verlo en 3D es despreciar la búsqueda sensorial que Lee propone desde el comienzo; ya en el segundo plano un ave vuela sobre el auditorio, un anuncio del placer perceptivo ostensible en otros planos, a veces alucinantes: las diversas especies marinas, los pasajes de una isla poblada por suricatas o simplemente el mar como una entidad monstruosa sin límites son “extraordinarios”. Sin los anteojos negros la gracia visible del filme se esfuma, incluyendo nuestro encuentro con Richard Parker, el famoso tigre, que jamás renuncia a su condición feroz. Es posible que el creyente confirme su fe, aunque Lee delinea una vía escéptica en la posición del padre de Pi. La verdadera prueba de fe será otra: consiste en cómo "leer" un relato. A dicha incertidumbre se le suma otra, de naturaleza cinematográfica: ¿Qué es real de todo lo que vemos? ¿Cuál es la materia del filme? ¿Un nuevo demiurgo digital se apropia del cinematógrafo? Si Dios no existe, en la combinación de ceros y unos resulta sencillo inventarlo.
Conmovedora odisea de un joven y un tigre en el océano Pacífico No hay dudas: Ang Lee es un maestro del encuadre. Lo ha demostrado en "Sensatez y sentimiento", en "Secreto en la montaña" y, sobre todo, en "El tigre y el dragón", donde la poesía se conjugaba con las imágenes en una urdimbre asombrosa y conmovedora. "Una aventura extraordinaria" no es la excepción. Por el contrario: ratifica esta tendencia del director taiwanés hacia un cine intimista y con mensaje existencial. Un cine que no sólo cuenta historias maravillosas, sino que también las presenta con texturas y colores que tienen un sentido espiritual. En esta oportunidad, la narración se sustenta -por primera vez en el caso de Lee- en la tercera dimensión, aunque la película se disfruta de la misma manera en 2D. Quitando la rutinaria introducción y el asombroso epílogo -a estar atentos al final donde todo adquiere explicación- la historia en sí narra una aventura extraordinaria. La de un joven -extrañamente llamado Pi-, que vive en la India junto a su familia, dueña de un zoológico. Cuando la empresa quiebra, el padre decide trasladarse a Canadá y se embarca junto a su esposa, hijos y animales, en un buque de carga japonés. Pero, a mitad del Océano Pacífico, el barco naufraga en medio de una terrible tormenta. El único sobreviviente es Pi, que queda a la deriva en un bote salvavidas con un tigre tan hambriento y aterrado como él. Poco a poco, la odisea del joven se va transformando en un viaje iniciático que cambiará para siempre su vida. Sorpresas deliciosas Técnicamente, el filme es impecable: está plagado de fenomenales efectos visuales y un 3D maravilloso que llena la pantalla de sorpresas deliciosas, al estilo de "Hugo" de Martin Scorsese. Con esta base técnica-visual, Lee indaga con maestría en "Life of Pi" ("Vida de Pi"), la novela de Yann Martel en la que se basa la película, para llegar a un final inesperadamente conmovedor. Para esta empresa, Lee se unió al fotógrafo Claudio Miranda, de quien vimos trabajos igualmente inspirados tanto en "El curioso caso de Benjamin Button" (2008) como en "Tron, el legado" (2011). Lo mejor de todo es que, lo que ambos hacen, no es solamente para sorprendernos, sino que -muy al estilo de "Tron"- juegan con una arquitectura visual que apunta a todos los sentidos. La escena en la que Pi arriba a una misteriosa "isla canibal" es, por ejemplo, una de las más logradas de la historia del cine. Claro que filmarla costó mucho. Lee debió sortear todo tipo de escollos para conseguir recrear ese paisaje agreste y paradisíaco, repleto de algas fosforescentes que, en la noche, iluminan la isla de una manera similar a las plantas del planeta Pandora en "Avatar". El desafío Cuatro años tardó Lee en completar el rodaje de la película. En parte porque había que recrear el movimiento del agua por computadora, generar animales con imagen digital y conseguir un elenco bastante específico para adaptar la novela. Entre los actores -todos desconocidos para nuestras latitudes- se encuentra el francés Gérard Depardieu, en un pequeño pero intenso papel el como cocinero del buque. Un párrafo aparte merece el trabajo del debutante Suraj Sharma, que tuvo sobre sus espaldas todo el peso de la película. Debió tragar agua, exponerse al sol y perder peso en extremo, para mostrar con crudeza la tragedia que vive Pi. Lo consiguió con creces. Incluso más que Tom Hanks en "Náufrago". Curiosamente, no fue nominado como mejor actor para los Oscar, aunque el filme acaparó 11 candidaturas, entre ellas de la mejor película y mejor director. Y, en ambos rubros, tiene méritos suficientes para ganar .
VideoComentario (ver link).
Supervivencia y singular convivencia de un joven y un tigre de bengala Algo sorprendente y digno del elogio está ocurriendo últimamente con la Academia del Cine y sus nominaciones y premios. Basta recordar que la elección como mejor film el año pasado recayó en una producción francesa y que hace apenas cuatro años otro tanto ocurrió con una de origen indio. Pues bien, este año ambas cinematografías vuelven a estar presentes. A muchos sorprendieron las cinco nominaciones recibidas por “Amour” incluida la de mejor actriz (Emmanuele Riva), pero quizás aún más que compita dos veces por el premio al mejor film al figurar entre las nueve que aspiran al máximo galardón. En cuanto a “Una aventura extraordinaria” (“Life of Pi”), pese a figurar como coproducción entre los Estados Unidos y China, también se la puede considerar (al menos en forma parcial) como india al ser sus intérpretes en su mayoría de esa procedencia. Ang Lee, su realizador, nació en Taiwán y este es su doceavo largometraje. Su carrera ha sido desigual aunque en el balance muy destacable. Basta recordar algunos títulos memorables para sustentar tal calificación. Nos referimos a “Sensatez y sentimientos”, “El tigre y el dragón “ y “Secreto en la montaña”, donde ganó como director y mejor música (Gustavo Santaolalla). El comienzo de “Una aventura extraordinaria” no es de lo mejor del film, estando ambientado en Pondichery, probablemente el sitio más “francés” de la India. Pi en realidad se llama Piscine y su nombre provoca la burla de sus compañeros de colegio. El cuadro familiar integrado por sus padres y un hermano es el típico de cualquier película de Bollywood y parece presagiar que se está frente a un melodrama de ese origen. Por suerte, a los pocos minutos la decisión del padre de emigrar a Canadá y transportar consigo los animales del zoológico propiedad de la familia produce un giro dramático en la trama. Y de golpe el escenario será un destartalado barco japonés donde aparecerá Gerard Depardieu, único actor conocido, en el rol de un muy desagradable miembro de la tripulación y que trabaja en la cocina del navío. Como consecuencia de una terrible tormenta serán pocos los náufragos y entre estos dos, que durante más de una hora, acapararán la atención del espectador. Uno será Pi y el restante un temible tigre de bengala (en verdad digital), que por error lleva el nombre muy humano de Richard Parker y que compartirá por varios meses un bote salvavidas. La “historia extraordinaria” del título alude a la supervivencia y convivencia de ambos protagonistas centrales y a las innumerables vicisitudes por las que deberán atravesar. La situación justifica la aparición de las más diversas especies marinas (tiburones, ballenas, peces voladores, delfines,etc) en un notable trabajo en la fotografía, edición y diseño de producción que justifican las numerosas nominaciones recibidas, casi tantas como la de la más nominada (“Lincoln” con doce). Hay aún otra cualidad mayúscula en la propuesta que tiene que ver con las dudas y convicciones religiosas y espirituales del joven Pi Patel (sobresaliente interpretación de Suraj Sharma). Cerca del epílogo la propuesta pierde un poco de fuerza, sobre todo en una escena en un hospital, pero la recupera cuando ya en el final hay algunas reflexiones que tienen que ver con la visión que tiene el protagonista desde su mundo, tan diverso al de nuestra civilización occidental.
Cuando la fe supera a la razón ¿Qué nos tiene preparado el destino? ¿Felicidad, tragedia, vida, muerte? ¿Cuando es necesario aferrarse a la razón y cuando a la fe? ¿Acaso se encuentran en polos opuestos? Pi y su familia son dueños de un zoológico en la India pero debido a una crisis económica, el padre decide emigrar a Canadá y llevar con ellos todos los animales para venderlos en otro continente a mejor precio. De este modo, la familia Patel emprende un viaje en barco hacia una nueva vida, pero no es precisamente la vida lo que los espera. Una gran tormenta causa el naufragio del barco y los únicos sobrevivientes de la tragedia son el joven Pi de 16 años y el tigre de bengala perteneciente a su zoo, Richard Parker, quien lo mantendrá alerta. Desde los primeros años de vida de Pi como sus vivencias en alta mar constituyen una historia que robará sonrisas y algunas lágrimas. Pi vive momentos tan reales, como la pesca desesperada para calmar su hambre, hasta de fantasía, como su llegada a una isla flotante que lo recibe repleta de suricatas. Una película que contiene una trama simple pero efectiva. “Una aventura extraordinaria” en 3D se convierte en una apasionante historia donde confluyen una fotografía impecable, un debate filosófico entre la razón y la fe, la existencia del alma en seres humanos y animales y la eterna lucha por sobrevivir a pesar de las tragedias que se suscitan.
Nos introducimos en un viaje asombroso en el siglo XIX, lleno de fantasía, emoción, y que nos deja un mensaje esperanzador. Aquí el pequeño Pi Patel vive en Pondicherry con sus padres que son dueños de un zoológico. Un día por razones económicas su familia decide mudarse a Canadá. Como son una familia responsable se llevan con ellos a los animales del zoológico en un enorme barco e intentan viajar lo mejor posible porque allí también hay pasajeros, un sádico jefe de cocina (interpretado por el actor francés Gérard Depardieu) y la tripulación. Pero surge algo inesperado: el barco se sumerge en el corazón del océano luego de una terrible tempestad. Sólo sobrevive Pi Patel (Suraj Sharma), quien queda naufrago en el mar, en medio de la nada y esto no es todo, no se encuentra solo, viaja en un bote salvavidas con: una hiena, una cebra, una orangután hembra y un tigre de bengala de 200 kilos llamado “Richard Parker”. De esta forma es lanzado a un viaje heroico, inesperado y aventurero, debe buscar la forma de convivir con estos sobrevivientes y un temible tigre de bengala. Durante su infancia, lo veíamos interesado por la religión cristiana y a la vez musulmán e hindú esto se pondrá a prueba a lo largo de doscientos veintisiete días en dos océanos. La historia se desarrolla en tres continentes, dos océanos y se encuentra dividida en partes. Todo este relato de Pi a la vez le sirve como fuente de inspiración a un escritor, que se choca con la increíble historia de Piscine Militor Patel; a través del flashback esta su infancia, su adolescencia, el cuestionamiento con la fe y la supervivencia. Se desarrolla con una gran estética visual aprovechando las nuevas tecnologías del 3D, los efectos especiales y la fotografía de Claudio Miranda (El curioso caso de Benjamin Button, Tron: El legado). Harás volar tu imaginación, te emocionarás, quedaras maravillado y sorprendido con las imágenes, está el arco iris, un banco de peces voladores, los colores y una ballena. Descomunal como filmó el taiwanés Ang Lee (aunque esto no es novedad es un gran director pero uno tiene que seguir valorando esto), sabe mantener al espectador interesado a lo largo de más de dos horas. Su narración se encuentra llena de metáforas, tiene algunas sorpresas, porque la fábula tiene una segunda lectura, se mezcla la fe, lo espiritual y la esperanza. Aunque Pi lucha por sobrevivir aprende una dolorosa lección, recuerda que su padre le gritaba -“¡El tigre no es tu amigo!”; -“Los animales no piensan como nosotros; la gente que olvida eso termina muerta”; también él le cuestiona a Dios, en la desesperación dice:- “Lo he perdido todo; Me rindo; ¿Qué más quieres?”, grita al cielo. Además cuenta con buenas actuaciones como la del joven debutante Suraj Sharma, un papel breve Gerard Depardieu, Irrfan Khan, Rafe Spall, Adil Hussain y Tabu, y el increíble tigre digital. Ni que hablar de la banda sonora, viene de la mano del canadiense Mychael Danna a sus 54 años (“El juego de la fortuna”, entre otras).
De extraordinario más bien poco En algún momento más o menos inmediato, las que aparecen son las ganas de que -de una buena vez- comience la aventura. Es decir, ¿para cuándo el momento donde niño y tigre comparten un bote en alta mar? Porque para ello, primero, toda una moralina religiosa con la que condimentar. También en el desenlace. ¿Entonces? Entonces lo acostumbrado. Una historia extraordinaria se asemeja a un cuento bíblico para niños y niñas. Con un héroe indio que, luego de caminar en la búsqueda de tantas religiones como sea posible, habrá de sobrevivir a una experiencia que le permita precisar que todas estas religiones son, justamente, posibles por necesarias. Y él las practicará a todas. En otras palabras, corrección política y de a montones. Es decir, once nominaciones para el próximo premio Oscar. En el medio de tanta palabrería, la travesía. Plasmada desde un 3D de asombro, plena de situaciones terribles como bellas. Hay momentos muy azules. Otros verdes. También nocturnos. Con el Pacífico como gran escenario, ilimitado, feroz, capaz de engullir una embarcación completa, así como de guardar en su seno la magnificencia de una ballena, la dentellada de tiburones, la coreografía de delfines, un aluvión de peces voladores. Todo esto como consecuencia del naufragio del viaje donde el joven Pi junto a su familia abandonan India para una nueva vida, con todos los animales del viejo zoo del padre abordo. De toda la tripulación, sólo Pi y el tigre sobreviven. La embarcación es pequeña y el hambre es mutua. Cada uno buscará marcar su territorio, a la vez que encontrar maneras de sobrevivir. Para culminar en un final "sorpresa" donde todo termina bien porque hay una familia construida.
Siempre hay dos maneras de contar una misma anécdota: la real y la decorada. Decidirnos por la versión simple de algo que nos ha ocurrido no siempre transmite los sentimientos, la desesperación, la tristeza o la alegría que experimentamos con esos sucesos. Por el contrario, agregarle detalles, hacerla más colorida, menos convencional, logra captar la intención de nuestro interlocutor y mantener la tensión hasta el final del relato. Algo similar es lo que sucede con Pi, un hombre de origen indio residente en Canadá que se propone inspirar con sus propios recuerdos a un bloqueado escritor de novelas. Hijo de propietarios de un zoológico y naufragio mediante, Pi queda aislado del mundo en medio del océano con la única compañía de una cebra, una hiena, un orangután y un tigre de bengala. Dueño de una perseverancia y un coraje que se potenciaron frente a la trágica realidad que el tocó en suerte, Pi es testigo de la fuerza de la naturaleza, del ciclo de la vida, de la supervivencia del más fuerte y de cómo dos especies que no están destinadas a convivir (un hombre y un tigre) deberán hacerlo durante siete meses a bordo de un bote salvavidas. Cuánto de este relato es real y cuánto adorno narrativo dependerá de lo que el espectador decida creer. El maestro Ang Lee regresa al cine con esta historia repleta de fantasía y secuencias idílicas que recuerda en algunos momentos la realidad sobredimensionada de la que Tim Burton tan buen provecho sacó en “El gran pez”. Esta coproducción entre China, Taiwan y Estados Unidos encuentra sus mejores momentos en las cuidadas secuencias retratadas por el ojo preciso del realizador (la “lluvia” de peces es impagable) y en la bellísima fotografía de Claudio Miranda.
Anexo de crítica Varias vertientes narrativas confluyen en la recientemente nominada al Oscar en once rubros Una Aventura extraordinaria –Life of Pi-: en la superficie es la historia de un naufragio protagonizada por Pi Patel –Suraj Sharma en su etapa adolescente, Irrfan Khan para su adultez-quien durante los 7 meses que duró su travesía marítima debió sobrevivir no sólo a la hostilidad de la naturaleza sino a la ferocidad de su compañero de viaje, un tigre salvaje de Bengala perteneciente, como otros animales, al zoológico familiar; más en lo profundo, se despliega la historia de un adolescente que en su niñez procuró abrazar todas las religiones para poder entender finalmente la fe y que en una etapa de crisis espiritual se halla a la deriva por decirlo de algún modo simbólico entre creer y no creer; la tercera corriente que atraviesa este inmenso océano narrativo se entrelaza con la segunda versión de la misma historia y tiene que ver con una épica de la superación en situaciones límites, que se reviste de todos los artilugios de la narración y la imaginación para volverse un relato de dimensiones extraordinarias, como aquellas novelas de Julio Verne o Emilio Salgari, ricas en descripciones de mundos imposibles o desconocidos que invitan a la aventura del conocimiento. Poco importa descubrir la manipulación digital para dar vida al tigre o a los animales que sobreviven en el bote junto a Pi, segmento que conmueve por su intensidad dramática además de impactar visualmente gracias a la fotografía del chileno Claudio Miranda, así como tampoco puede dejarse de lado la primera mitad del film donde el director Ang Lee adopta y adapta a su película el estilo de Bollywood-así se denomina a la industria Hindú- con un atractivo arraigo en lo tradicional pero sin descuidar los aspectos formales y sin caer en exotismo carente de contenido.
Me parece haber visto un lindo gatito... Desde que conocimos a Ang Lee con "El banquete de bodas" que fuera nominada al Oscar a la mejor pelicula extranjera de ese año, hemos dado con un director singular, que se destacó rápidamente dentro del cine oriental y fue recibido en Hollywood con los brazos abiertos y fundamentalmente comenzó a tejer su carrera con un sello y un estilo propio. Aparecen en su cine, dos elementos fundamentales: - un exacerbado cuidado por la estética, un director que está meticulosamente pendiente de cada uno de los detalles que ayuden a crear una atmósfera particular en cada una de sus películas, un universo diferente para cada una de ellas, una especie de microclima en donde sumerge a sus personajes - sus protagonistas presentan una constante: se encuentran en un punto de inflexión en sus vidas donde sienten que no tienen un lugar en ese mundo, quieren romper con las hipocresías del entorno aún con su necesidad de ser incluidos o comprendidos. Sin duda, ya conocemos su plasticidad, tiene la capacidad de mostrarnos con el mismo rigor el mundo de dos familias disfuncionales de los suburbios de Connecticut en los años '70 en "La Tormenta de Hielo"; adaptar una novela de época de Jane Austen en "Sensatez y sentimientos" donde pone la lupa en las relaciones amorosas y los matrimonios con dotes para salir de la vida austera; rendir culto a las tradiciones, los valores, los rituales y los diferentes estilos de vida a través de las tres hermanas protagonistas de "Comer, beber, amar". Puede tanto incursionar en el universo del comic con "Hulk" con la misma pasión con la que rinde homenaje a las artes marciales y los guerreros en "El tigre y el dragón" o pinta una perfecta acuarela de los tres días de paz y música del festival más nombrado en el mundo con la altamente recomendable "Taking Woodstock" -que no pudimos ver en el cine Comentario aquí -. Ahora es el turno de adaptar la famosa novela "La vida de Pi" de Yann Martel al lenguaje cinematográfico, título que fue extrañamente traducido como "Una aventura Extraordinaria", caprichos que jamás llegaremos a entender. La historia arranca cuando Pi Patel (Suraj Sharma), un inmigrante de Pondicherry en India que vive en Canadá, tiene una entrevista con un novelista que tiene referencias de una gran historia que merece ser contada en una apasionante novela, la propia historia de Pi. Es así, como intentando recomponer la aventura de su vida, el relato arranca como un gran flashback que recorrerá absolutamente todo el filme y que periódicamente será interrumpido para volver al presente e ir intercalando algunos fragmentos de esa conversación con el novelista a fin de hacer algunas acotaciones -también es interesante el uso de la voz en off- y seguir acotando y ampliando la historia. Durante todo el primer tramo, la película aborda la infancia y la adolescencia de Pi y es definitivamente en esta primera parte en donde se presentan los fragmentos con mayor humor y creatividad del guión y que facilitan una mayor fluidez en el relato. Además, el hecho de que la familia de Pi sea propietaria de un zoológico, favorece a que además este segmento del relato esté lleno de exotismo y que Ang Lee aproveche al máximo la tecnología 3D y la animación digital ya desde el inicio de la historia. Allí en el zoológico, Pi conocerá a Richard Parker, eje central de la película -un tigre creado con tecnología 3D gracias al notable trabajo de más de 600 artistas digitales y cuenta con más de 10 millones de pelos hechos virtualmente y han contado con cuatro animales de verdad para dar mayor realismo, situación que han logrado aún cuando todo se reducirá más adelante a vincularse en un bote salvavidas muchas veces en constante movimiento-. Su familia decide mudarse a Canadá, y trasladar los animales que han vendido a Norteamérica. Tras una fuerte tormenta, sólo Pi logra escapar cuando alguien de la tripulación lo arroja a un bote salvavidas. Alli tendrá como compañeros justamente a Richard Parker, una orangután, una cebra y una hiena. Aquí la historia da un giro importante y comienza a tener ribetes de "Titanic" o "Náufrago" o cualquier otra historia de supervivencia. Pero las distintas viscicitudes de Pi en mar abierto (el encuentro con las ballenas, los distintos desafíos frente al tigre, las filmaciones nocturnas) sorprenden por la belleza con que están fotografiadas. Un impecable trabajo de Claudio Miranda en ese rubro que es realmente notable, lujoso, admirable, para volver a sorprenderse como un chico en cualquiera de las situaciones que propone la película. Quizás cuando el relato gana en esplendor visual, en imágenes increíblemente bellas -potenciadas más aún por efecto de la tecnología y aprovechando el 3D en su máxima expresión- es cuando el guión comienza a lentificarse y hasta puede tornarse algo reiterativo. Y si bien Ang Lee jamás pierde el pulso de la narración, tiene que quizás compensar con un despliegue visual -y no sólo visual porque hay detalles en los efectos de sonidos que nos zambullen aún más dentro de la historia- una historia cuyo interés comienza a diluirse. Quizás no valga la pena seguir adelantando mayores detalles argumentalmente para dejar que la historia transporte a cada uno dentro de las pequeñas sorpresas que están reservadas en cada tramo del film. Sólo queda mencionar que si bien en un inicio el personaje central responde a los cánones prototípicos de los protagonistas de Ang Lee, la manera en que fue adaptada la novela no tiene la fuerza de otros trabajos del director. Incluso en el último tramo se resuelve de una forma forzadamente instalada en la fábula, con ciertos pasajes que suenan demasiado didácticos -sobre todo en los fragmentos sobre la fe y las creencias- y donde se muestra más preocupado por subrayar una buena moraleja que por darle un cierre con la altura que planteaba la historia en un inicio. Pasadas las dos horas de "Una aventura Extraordinaria" queda un deslumbramiento por la belleza de las imágenes, por haber estado transportado con la misma delicadeza al fondo del mar, a un zoológioc hindú o a una isla con plantas carnívoras pero se instala un raro sabor. El de un lujosísimo envoltorio para una historia que no tiene la misma fuerza ni despierta el mismo interés que ese despliegue visual completamente superlativo con el que nos impacta este nuevo cuento de un director notable.
La ficción es la única realidad Elegir, de eso se trata. Habitualmente los personajes de Ang Lee deben elegir entre la vida más o menos establecida o eso que va surgiendo en su interior, progresivamente: los conflictos pasan, entonces, entre el deseo y su represión. Desde el doctor Bruce Banner a Ennis en Secreto en la montaña, siempre hay algo que aparece subyugantemente y de lo que dudamos (los conflictos pueden ser sociales, sexuales, raciales…). Pero a Lee le interesan los que dudan, no los que están seguros de esos cambios. Sin embargo en Una aventura extraordinaria, el director pone al espectador en el lugar de ser también el que decide, el que elige. Y en esa elección, se juega el poder de la ficción como reconstrucción de la realidad y puesta en escena simbólica. ¿Creer lo que es o lo que se quiere creer? Esa es la cuestión. Lo que hay que creer, es lo que cuenta Pi Patel: un viaje en un barco repleto de animales, un naufragio y la supervivencia en un bote, junto a un tigre de bengala como amable y único compañero de travesía. Esa historia, además -que un Pi adulto le cuenta a un escritor cual Keyser Soze de la literatura infantil-, es la del crecimiento del protagonista, la del pasaje de la adolescencia a la adultez. Una historia de vida, pues, con su tufillo moralizante y todo. Y esa historia, la que se ubica estratégicamente en el centro del relato/film y que Ang Lee narra con maestría, es la que le da la fuerza a Una aventura extraordinaria, adaptación de uno de esos libros que tras la aventura ocultan un peligroso fin aleccionador del que la película no puede escapar del todo. Pero como insiste Lee, a riesgo de volverse demasiado explícito, uno cree o elige creer lo que quiere. Una aventura extraordinaria tiene defectos y una virtud: por ejemplo es demasiado lavada (sin mencionar su pintoresquismo o su monserga new age), aquellos tramos que ocurren en el presente, con el entrevistador y el entrevistado, son de una linealidad y sosera abrumadora, diría que casi calculada. Y calculada, digo, porque de esa manera el contrapunto con la historia que narra Pi se hace más evidente. Por eso es que su virtud es la de ser totalmente autoconsciente de sus limitaciones. Y en el cuento dentro del cuento es donde Lee libera su talento y construye un gran relato de aventuras tradicional, a fuerza de un alto impacto visual. El director utiliza el 3D con un fin expresivo, y por fin esta técnica se justifica: hay planos bellos, hay apuesta a la profundidad de campo que devela lentamente lo exótico de la propuesta y también hay impacto (la escena de peces voladores, el tigre irrumpiendo sorpresivamente en pantalla). Cuando todo esto confluye (la pericia técnica, la narración precisa, la plasticidad de las imágenes), el film toma un vuelo asombroso. Y se reflejan Salgari, Stevenson, Verne, Kipling, Dumas. Si al ecléctico Lee le faltaba algo, era el cuento infantil de aventuras: aquí lo tienen. Pero cuando Una aventura extraordinaria da el giro final (que aquí no revelaremos) y descubrimos las capas posibles de la ficción, es cuando comprendemos que Lee ha dado un largo rodeo para volver otra vez a sus obsesiones: el hombre contra su propio deseo, contra aquello que surge y se opone a lo establecido. Pero ha pasado que Una aventura extraordinaria (y su protagonista) decidió contarlo por medio de la metáfora, aunque de alguna forma explica esa metáfora y ahí se acerca nuevamente a sus limitaciones. Porque por fuera de esa travesía entre Pi y el tigre, la película puede ponerse excesivamente discursiva y hasta descreer de las imágenes -extraño en una película que cuenta con imágenes tan subyugantes-, poniendo el mensaje por delante del relato. Y en este cuento dentro del cuento que es Una aventura extraordinaria, nos vemos obligados a segmentar y elegir: y es así como preferimos ese tramo de aventura, que aquel que transcurre en el presente. La lucha, dice la canción, es de igual a igual contra uno mismo. Una aventura extraordinaria no sólo no logra que el pasado revitalice el presente y el film justifique ese quiebre temporal, sino que comete en esa fricción interna del relato el error de minimizar sus varios logros. Una película que pretende llegar a algún tipo de verdad, no se puede dar el lujo de reflejar mejor la mentira que la verdad. Más allá de que esa mentira adquiera por momentos rasgos de gran cine.
Escenas en el mar Es fácil hacer una película mala. Hacer una buena es más fácil todavía. De esas hay millones. Pero las mejores de todas son las películas raras. Las películas anfibias, las que son capaces de estar en más de un lugar al mismo tiempo (o que lo están por obligación, porque así les salió: es lo mismo), las películas que fallan en terreno conocido pero triunfan, aun sin saberlo cabalmente, en otro; las que se ganan el repudio del espectador por las razones equivocadas y obtienen, acaso a despecho de su carácter anómalo, una respuesta de aprobación que al final no puede ser sino tímida. O las que triunfan sobradamente, por razones equivocadas también. Todo esto es más o menos para decir que Una aventura extraordinaria (o Historia de Pi en el título original) no es mala como aseguran varios, ni tan maravillosa como pretenden sus propagandistas, si es que hay alguno. Es decir que en realidad es buena, como lo son todas las películas raras, aquellas que vemos cómo se tambalean por falta de un punto firme de apoyo: la película de Lee se retuerce de pura indecisión, oscila y se descarna, bien a la vista, entre el mainstream fallido, las verdades espirituales de consenso y el espectáculo universal de un hombre que se debate con el mundo y, por añadidura, consigo mismo. Pero no es solo eso. Cuando en los últimos años no se le dio por ponerse demasiado pesado (como en Lust, Caution, donde la ferocidad de los polvos y la presencia de dos luminarias del star system chino en el elenco no alcanzaban a disimular la sordidez de cotillón del guión, la idea general de la película de presentar un pasatiempo “serio”y la veneración sumaria a la Historia como tópico esencial), ni demasiado indiferente con su tema (como en Taking Woodstock, que parece un mamarracho medio bobalicón pero que igual en una mirada atenta me parece que puede tener lo suyo), el chino supo brindar varias películas más que queribles. Hulk y Secreto en la montaña se pueden ver muy bien cuando las pasan por televisión: culpas, traumas, dolor, soledad. Una es una celebración algo melancólica del aire y de la luz. Sobre todo del movimiento. La segunda es un melodrama austero, curioso, recorrido por la inflexión de una serena tristeza. En las dos hay hombres desarrapados, golpeados, desahuciados. Siempre, al final, hombres solos contra la sociedad. No porque elijan sufrir sino porque eso resulta ser la pelea que les tocó en suerte. En Una aventura extraordinaria ocurre algo parecido: un chico debe conquistar primero su nombre. Hacerse de un nombre. Piscine, el que le pusieron sus padres bonachones y medio locos, un capricho de la India francesa del siglo pasado, es piscina pero también puede sonar a pissing (meada en inglés). De modo que hay que cambiarlo, reemplazarlo por uno mejor, uno que denote, ya que estamos, cierto vuelo intelectual entre sus compañeros de colegio. Así que se le ocurre acortarlo y queda Pi. Después, ese chico rebautizado tiene que enfrentar la pérdida del amor, de la contención familiar y del lenguaje. Ang Lee filma todas esas tribulaciones primero como un cuento sacado de un libro con hojas llenas de ilustraciones y poco texto, con esa gracia, esa rapidez y ese poder de encantamiento. Más tarde, cuando el adolescente se encuentra solo arriba de una balsa en el medio del mar, el ritmo se vuelve extrañamente seco, el tono es el de una fábula con aire de tragedia que a su vez pierde su fuerza abrasiva para ir al encuentro de una aventura extraña, como si Kipling dejara hablar al espíritu de sus criaturas a expensas de la acción física: las olas monstruosas y la fauna marina digitales de la película se alternan con largos pasajes en los que el hombre mide su inteligencia con el tigre que le disputa el territorio de la balsa. Pi escribe un diario para no enloquecer. Entre tanto lee un manual de supervivencia y más o menos obtiene alguna pista para domar al animal. Establece premios y castigos y demarca el territorio: no sé si lo vi yo solo pero Pi traza una línea divisoria meándola para que el tigre la huela (ya no es más Pi, entonces, porque el animalote no sabe de esas cosas, y vuelve a ser Pissing, ahora con un propósito. Es decir que tiene que empezar de nuevo). El niño pasa en muy poco tiempo a ser un joven curtido por el dolor y el embate de los elementos. En la necesidad imperiosa de superación, casi sin que nos demos cuenta del proceso –Lee es sorpresivamente elusivo y refinado cuando quiere-, Pi alcanza en la pantalla ese carácter solar propio de la juventud, que es el estado más apropiado para los dioses, para los héroes y para la aventura. La creación de imágenes digitales parecía una solución pero puede también ser un problema. Y en Una aventura extraordinaria los problemas son buenos. Lee parece menos interesado en que los trazos digitales reproduzcan la realidad que en gestar una realidad nueva, nacida en el deseo, los sueños y la desesperación del protagonista. Mientras que los movimientos de los animales son perfectos, el color y la textura del mar embravecido no siempre lucen del todo convincentes y más de una escena amaga con acabar devorada por la vanidad tecnológica, esa avidez por redoblar la apuesta e ir siempre más allá de lo real, aunque no haga falta. Pero ese tono falso también es parte del encanto de una película que termina preguntándose por el estatuto de verdad de lo que vemos. De ahí que no está mal que Una aventura extraordinaria luzca también incompleta, incluso a veces mal ensamblada, con sus partes más o menos realistas, con sus efectos especiales más o menos logrados. La mayor sorpresa de la película es que, en el fondo, la emoción que la atraviesa no parece una condición última que se desprende de un relato con moraleja sino un sentimiento surgido directamente de la naturaleza de su construcción.
Una aventura extraordinaria : No puede dejar de vivirla Pi Pavel recibe en su casa en Canadá la visita de un escritor que está buscando inspiración para un libro y en un viaje a la India le dijeron que Pi tenía una historia para contar. Pi vivió su niñez en la India donde su padre tenía un zoológico. Entre el colegio, el Zoológico y una chica de la cual estaba enamorado corrían sus vidas en busca de una paz espiritual que buscaba en las distintas religiones. Pero su familia debe dejar la India para ir a vender a los animales del zoo a América. El barco que los llevaba naufraga y Pi, único sobreviviente, deberá compartir un bote con Richard Parker, un feroz tigre de bengala que iba a ser vendido y ahora lo tiene como acompañante. Allí tendrá que tratar de convivir con el feroz animal y con sus propias necesidades para poder sobrevivir. Ang Lee logra en este film desde lo técnico demostrar lo fantástico que puede ser el 3D cuando se pone para provecho de una historia profunda y de una belleza visual y cinematográfica pocas veces vistas. Lee vuelve a demostrar aquí que tiene una visión del cine como un arte donde lo visual, lo estético y el contenido van de la mano y todos van en pos del mismo fin : lograr una película realmente excelente como hacía mucho no se veía y que por algo está nominada como mejor película para los Golden Globe y en el Top ten del American Film Institute. Si uno se pone a pensar que el film cuenta la historia de un joven en un bote en el medio del océano acompañado por un tigre durante dos horas y que por momentos uno querría que no se acabara más, da la pauta de lo que ha logrado. “Una aventura extraordinaria” es un film, que además, se puede ver en familia y que es un deleite para la vista, para la inteligencia y para el alma. Ang Lee ha sabido sacarle un provecho a la tecnología 3D como pocas veces se ha visto. Eso pasa cuando, volvemos a repetir, la tecnología está considerada como una de las patas donde se sostiene la obra artística y no como recurso taquillero. Aquí tecnología, guión, música, actuaciones, todo está puesto en el lugar justo y preciso para lograr una de las más hermosas películas que el séptimo arte ha brindado en mucho tiempo. Por ninguna causa se prive de ver “Una aventura extraordinaria”, no puede dejar de vivir la extraordinaria aventura de un cine de excelente calidad.
Esteticismo frívolo, vacío, esta extraordinaria aventura visual termina por ser sólo eso, lo que propone el taiwanés Ang Lee, a mi entender extremadamente sobre valorado, no determina que sea un mal director. Pero que el bueno de Lee recurra otra vez a imágenes bellas, muy bien fotografiadas, para decir poco y nada, no se posiciona como el problema principal. Lo que más deterioro produce es que todo lo que vemos y nos cuentan, además del cómo y por qué, es extraordinariamente increíble, o sea no creíble, como para definir un poco los primeros conceptos. Casi todo el cuento está constituido por un gran flashback narrado por el protagonista de lo que sería su propia historia Pi Patel le cuenta su vida a un escritor ávido de nuevas historias, si son reales mejor. Toda la primera parte del filme, y si lo dividimos en tres sería algo así como un poco más de cuarenta minutos, está al servicio de presentarnos la infancia y la juventud de nuestro héroe dentro del zoológico del padre en su India natal. La utilización del 3 D, la vedette visual del momento, que nada le agrega a lo cinematográfico, salvo raras excepciones como “La cueva de los sueños olvidados” (2010) de Werner Herzog, o “Pina” (2011) de Wim Wenders, entre otras pocas, digo que la utilización de ese efecto en este primer tercio de texto, para llamarlo de alguna manera, se cierne sólo para sobredimensionar al protagonista principal del filme, léase el tigre, y sus compañeros de desgracia, el resto de los animales, en comparación directa con el joven humano, luego compañero de la desgraciada aventura. “Perdón hermano mío si te digo que ganas de escribirte no he tenido, no sé si es el encierro, no sé si es la comida o el tiempo que ya llevo en esta vida. Lo cierto es que el zoológico deprime y el mal no se redime sin cariño, si no es por esos niños que acercan su alegría sería más amargo todavía…..” ¡Gracias Chico Novarro! Aunque sea un león no deja de ser un felino el protagonista principal, tal como se desprende de los avances publicitarios de éste filme. Volviendo a la historia que nos convoca. El relato continúa cuando el joven Pi se embarca con toda su familia rumbo a Gran Bretaña. Tormenta, naufragio, y empieza el que se llamaría acontecimiento sorprendente. Pi Patel despierta en un bote, al que no recuerda cómo llegó, con la compañía de una cebra, una hiena, un orangután, y, claro, el tigre. A partir de aquí se transformará en una odisea cuyo eje principal debería ser la supervivencia, por un lado tratando de alimentarse con lo que pueda, por otro evitando que el tigre lo use de almuerzo, cena o desayuno. Para este fin descubre que podría tratar de amaestrarlo. Todo un genio, mire. Ang Lee, como en casi toda sus producciones, apuesta a lo estético y pierde de vista como ir desarrollando las acciones, hacerlas verosímiles. Al rato de ya estar ubicados en el bote todo lo que sucede, con pequeñas variaciones, es reiterativo, aburrido, no genera ningún tipo de tensión ni entre los habitantes del bote, ni del bote con la inmensidad del océano. Por momentos intenta hacer foco en puntos intimistas del joven, pero falla, no puede lograrlo, se pierde en nimiedades, sueños inconexos que nada justifican, etc. Les recomendaría que vean alguna obra de Carlos Sorin, como “Historias mínimas” (2002, o la más reciente “Días de pesca” (2011), para que vean como se puede lograr ese efecto narrativo. Ha todo esto hay que agregar que el actor no ayuda demasiado, el tigre esta demasiado digitalizado, y, para colmo, todo es extremadamente previsible. Pero no contento con ello la forma y el resultado de la utilización del 3 D propicia una visión irreal, fantasiosa, de un mundo real como el marino. Un marroquinero, valga la metáfora, diría que es todo plástico, ni siquiera símil cuero. Todo esta apoyado en que lo digital subyugue al espectador y lo único que logra es saturarlo. Producción pretenciosa, pomposa, pedante, que no sólo “naufraga” mucho más que el de Robert Zemeckis, sino que se hunde irremediablemente. Si quiere puede leer la clásica novela inglesa de aventuras para niños de Daniel Defoe, allí Robinson tenía a Viernes, y Chuck Nolan a “Wilson”, cualquiera de estas opciones es creíble. La duración real del la proyección es de 125 minutos, pero la sensación que produce es de mucho más que dos horas. ¡Aguante Tom Kanks!
Ang Lee, un cineasta de otra época En sus 20 años de carrera cinematográfica, Ang Lee ha demostrado una poco común capacidad para descolocar a los espectadores y a los críticos. En una época en la que los directores necesitan dejar claras sus marcas de estilo para transformarse a sí mismos en productos de consumo cultural, el director nacido en Taiwan parece correr por el camino opuesto y esconderse, cada vez más, detrás de sus propias películas. Transformarse en una mano oculta, disimulada, que deja que las películas hablen por sí mismas, como se solía hacer en el primer medio siglo de historia del cine. Es que en el camino de transformarse en autores no sólo van los cineastas con marcas más obvias (uno puede nombrar aquí a Quentin Tarantino, Tim Burton, Wes Anderson, Pedro Almodóvar y mil otros) sino muchísimos otros que, aún cambiando de géneros y de estilos, se manejan dentro de universos propios y bastante continuos que son parte de una obra, de una carrera. Casos más obvios, Steven Spielberg o Martin Scorsese. ang lee brokebackEl caso de Lee es bastante paradójico. Si bien hay rasgos temáticos bastante coherentes a lo largo de su obra, sus películas no se parecen casi nada entre sí. Se puede decir que su tema central podría ir de la mano con el título de una de sus películas, SENSATEZ Y SENTIMIENTOS, ya que muchos de sus filmes ponen en juego esa “batalla” (y casi siempre la elección correrá por el lado de la segunda opción, aún en su acepción más “asiática” y medida), pero en lo que respecta a formas cinematográficas, poco y nada conecta a HULK con SECRETO EN LA MONTAÑA, a EL TIGRE Y EL DRAGON con LA TORMENTA DE HIELO, a COMER, BEBER AMAR con UNA AVENTURA EXTRAORDINARIA y a ninguna de ellas con TAKING WOODSTOCK. ang-lee-hulkMás allá de que muy pocos lo tengan en su lista de directores favoritos -acaso por este mismo giro constante de su obra-, soy de los que creen que Lee ha hecho grandes películas y que puede ser un gran cineasta. Sus filmes taiwaneses (EL BANQUETE DE BODAS y COMER, BEBER, AMAR, son ambos muy buenos, especialmente el primero) y de sus películas posteriores tengo mayor afecto por las que no funcionaron del todo bien comercialmente (LA TORMENTA DE HIELO, CABALGANDO CON EL DIABLO y HULK) que por SENSATEZ Y SENTIMIENTOS y SECRETO EN LA MONTAÑA, que no son malas películas, para nada, pero son extremadamente medidas y tímidas, una característica que no tienen, para nada, las más operísticas y grandilocuentes HULK y EL TIGRE Y EL DRAGON, de su época más “desbordada” de fines de los ’90 y principios de la década pasada. ang lee Life-of-PiCon las once nominaciones al Oscar, el nombre de Lee (que ganó como mejor director por SECRETO EN LA MONTAÑA, en 2005) vuelve a estar al frente de la discusión cinéfila por un filme que no mucha gente -fuera de los ámbitos más conservadores de la Academia- parece creer que sea uno de los grandes títulos de 2012. Coincido: tengo la impresión de que UNA AVENTURA EXTRAORDINARIA es una película menor, liviana, intrascendente más allá de los logros tecnológicos de hacer casi interactuar a un hombre con un tigre. Una fábula para niños/adolescentes a la antigua, narrada con la pericia y “encanto” habituales por un director que cuenta sus cuentos de manera pausada y tradicional, tiene unos primeros 40 minutos en exceso pintoresquistas y banales, se topa luego con la parte “aventurera” del relato y la mejor (el naufragio y la supervivencia del protagonista en el océano en una balsa que comparte con un “crouching tiger”) para luego llegar a una coda que es más interesante desde lo que plantea (no “spoilers” aquí) que en la manera en que lo hace. UNA AVENTURA EXTRAORDINARIA es un filme “para toda la familia” de los que ya no se hace, una especie de relato propio de los libros amarillos de la colección Robin Hood, con sus virtudes y defectos. ang lee life-of-pi2Lo que consagra al filme y lo pone cerca del Oscar es su carácter “old fashioned” para mostrar sus innovaciones tecnológicas. A los votantes de la Academia, cuya edad promedio es casi la de Lee (58 años), les debe fascinar que se intente hacer un relato de aventuras en 3D sin apelar al estilo furioso y veloz de la mayoría de los tanques de Hollywood que ellos suelen ignorar. Y si bien es cierto que eso es lo que intenta -y lo que, en cierta medida, logra-, uno tiene la sensación de que el filme no pasa de eso. En un punto, UNA AVENTURA EXTRAORDINARIA recuerda un poco a HUGO, de Martin Scorsese: por su tono, su estilo, por lo raro de su propuesta especialmente viniendo de quien viene. Pero tengo la sensación de que el filme de Scorsese era más vital, ágil y entretenido. Como película, LA VIDA DE PI es un poco como la paradójica traducción de su título en la Argentina. Se trata, sí, de “una aventura extraordinaria”, pero hay algo en ella que es tan previsible, obvio y poco “extraordinario” como su genérico título. Las películas de Lee han sido nominadas a 38 premios de la Academia y ganaron 8 (SENSATEZ… tuvo 7 nominaciones y ganó 1, EL TIGRE… 10 y ganó 4, SECRETO… 8 y ganó 3, además de las 11 nominaciones de UNA AVENTURA… y las dos a mejor película extranjera de sus películas taiwanesas). El mismo Lee fue nominado tres veces como director y lo ganó una vez. Se trata de un nombre que pesa y que funciona para los miembros de la Academia que parecen tener menos interés por la experimentación o por las marcas autorales más claras. Director amable y de perfil bajo, poco afecto a las controversias o a las declaraciones altisonantes, Ang Lee es el cineasta perfecto para estos tiempos globales: un ciudadano del mundo, educado y correcto, que es capaz de convivir con peligrosos tigres y manejarlos con astucia y sensatez. Y con sentimientos también, pero sin nunca perder del todo las formas.
Life Of Pi: Una Aventura Extraordinaria, entre Dios y la razón “Me dijeron que tenías algo para contar que me haría creer de nuevo en Dios” un escritor frustrado (Rafe Spall) le dice a Pi Patel (Irrfan Khan), quien se remonta a su niñez y adolescencia para situar al escritor en el tipo de persona que era en ese entonces. Pi era un niño que creía en el hinduismo, el islamismo y el cristianismo. De todos los dioses que adoraba, Dios era el que menos entendía y el que más curiosidad le daba. El padre de Pi como consejo le dijo que para encontrar su rumbo, debía elegir una dirección, una religión, pero que además, se debía guiar por la razón; después de todo, ella era quien le dio una explicación y un sentido a este mundo. Siendo adolescente, la fe de Pi (Suraj Sharma) es puesta a prueba cuando el barco en el que viajaba hacia Canadá junto a toda su familia y los animales del zoológico de su padre, se hunde. Pi termina naufragando en el océano junto a un tigre de Bengala llamado Richard Parker. Esta Aventura Extraordinaria relatada por Ang Lee nos hace zigzaguear entre la religión, el espiritualismo y el instinto de supervivencia que nos da la razón. Pi es vegetariano, pero en el relato de su aventura le dice al escritor “el hambre puede cambiar todo lo que pensaste que conocía de vos mismo”; así también como tener que sobrevivir a esta aventura. Ang Lee no desarrolla mucho en cómo cambió a Pi lo que tuvo que vivir, y aunque siempre tiene en control el relato de la historia, Life of Pi: Una Aventura Extraordinaria es más fuerte como una experiencia visual que como una experiencia emocional. La aventura de Pi realmente emociona en su soledad y en el ahondamiento de la naturaleza del hombre y el animal. Más allá de la historia del naufragio, la aventura de Pi está planteada para poner en duda el obrar de Dios, su mandato y el razonamiento del hombre ante una catástrofe. Es en su final donde Lee le deja este cuestionamiento al espectador y demuestra que la película no es solo un producto visual. La palabra, usada lo justo y necesario para reforzar el relato, es clave y fuerte en el sentido en que busca explicar o desafiar la desventura de Pi. Entonces hacia la culminación de la aventura, el público también se encontrara en disyuntiva entre la fe, la obra de Dios y la razón. ¿Es real?, ¿lo imaginamos?. Depende de la elección de cada uno. El océano cual lienzo o espejo del cielo es una de las imágenes que más calan en el ojo de quien sabe apreciar el buen cine y la fotografía. La ya experta e infalible visión de Claudio Miranda (El Extraño Caso de Benjamin Button), el director de fotografía, hacen de la aventura de Pi algo realmente extraordinario y nunca antes visto. Cada cuadro, cada segundo de película está creado para admirarlo y anhelarlo. Como si la fotografía no fuera suficiente, la cámara de Ang Lee, el uso del 3D y las creaciones de CGI pueden generar la envidia de cualquier director, como Martin Scorsese (Hugo) y James Cameron (Avatar). El tigre Richard Parker es una exquisita criatura que juega con el ojo humano para que cuestione entre lo real y lo creado digitalmente; al igual que los desolados paisajes de Lee, que tienen como protagonistas al mar por sobre todas las cosas, a Pi, el bote y al felino. Life of Pi: Una Aventura Extraordinaria es de esas películas únicas que valen la pena ver bajo el efecto del 3D, porque realmente son aprovechados como ninguna otra. Además, son interesantes los planteamientos religiosos y racionales de la historia, la forma de filmar la exuberancia del relato que hicieron que varios directores (Alfonso Cuarón, M. Night Shyamalan, Jean-Pierre Jeunet) rechazaran el proyecto y que en manos de Ang Lee parece algo tan fácil y sencillo de proyectar. Hacia el final, la frase “Me dijeron que tenías algo para contar que me haría creer de nuevo en Dios” reaparece como un pensamiento. Ang Lee nos pone en la perspectiva del escritor y podemos creer de nuevo en Dios, o no; pero también gracias Life of Pi: Una Aventura Extraordinaria, podemos creer de nuevo en lo que el buen cine implica.
Otra Extraña Pareja Uno y tan solo uno de los sentidos en el cine es entre otras cosas, contarme un cuentito, hacerme viajar por zonas increíbles, vivir las mejores aventuras, habilitarme una odisea irreal pero atractiva, darme una fantasía bien narrada, siempre entretenida, disfrutable, conmovedora y algo de eso ocurre con "La vida de Pi" -el filme se llama así-, donde el director Ang Lee trata de cumplir las premisas antes citadas, sin dejar de ofrecer un relato sorprendente en un marco de cierta espiritualidad. Refiriéndome a esto último, uno aborrece los filmes con "mensajes" y exceso de moralina, algo similar al cine "franelero" que presenta Virginia Lago en las tardes de "Telefé". Pero en algunos casos significativos esa historia cercana al corazón puede estar calificando alto, casi como acto poético como en la reciente "El Puerto" (Le Havre, Aki Kaurismäki), o irse para el otro extremo con una historia sensible y simple: "Siempre a su lado" (Hachiko: A Dog's Story, Lasse Hallström). Aquí Lee nos cautiva con la historia de un chico que en viaje de India a Canadá, sufre un naufragio el barco donde se traslada junto a su familia y los animales -en bodega- que pertenecen al Zoo de su padre, y como se sabe quedará a la deriva con un gran tigre y algunas otras sorpresas más que no revelaremos, viviendo una inesperada travesía que en ningún momento dejará de agotar el interés del espectador. Resuelta con gran potencia visual, llena de efectos muy bien aprovechados, el director sabe utilizar todas las posibilidades del cine actual, agregándole magia infinita en la estupenda fotografía de Claudio Miranda (chileno de nacimiento con antecedentes tales como "Seven", "El Club de la pelea", "Benjamín Button", "Tron: Legacy"). De hecho muchas de sus escenas son inolvidables, mostrando como el cine puede construir una fábula de impecable y magnífico diseño artístico. El cine siempre es arte y está película también.
Una hazaña muy correcta "Una aventura extraordinaria" es realmente un milagro visual, una fiesta de colores y belleza natural como pocas veces se ha podido disfrutar en el cine. Los aspectos técnicos, tanto visuales como de sonido, son parte del plato fuerte de este nuevo trabajo del director Ang Lee. Por otro lado, la historia es bastante original, un joven indio que se ve forzado a naufragar aguas desconocidas junto a un tigre, una cebra, un orangután y una hiena, luego de que el barco donde viajaba con su familia y el zoológico propiedad de esta, se hundiera a causa de una fuerte tormenta (las secuencias del hundimiento del buque japonés son realmente increíb les). Hasta acá parece que todo es color de rosa, y en cierta forma lo es, pero los que íbamos esperando una historia un tanto más reveladora, más compleja y voladora de sesos, nos quedamos con un gustito medio amargo. Es innegable la destreza onírica de Ang Lee para crear películas fantásticas, "El Tigre y el Dragón" y "Hulk" lo certifican, pero en esta ocasión sostuvo una dinámica más conservadora concentrándose quizás demasiado en los aspectos técnicos y resolviendo el nudo narrativo de manera abrupta en los últimos 20 minutos del film. Coincido con algunos comentarios que afirman que hubiera sido más interesante no saber cuál sería la suerte final de Pi, la habría dotado de sensaciones más fuertes. También entiendo que Lee quiso respetar la novela de Yann Martel y esperó que el viaje, la aventura de Pi, fuera más trascendente que su suerte final. Aunque lo respeto, creo que esta cuestión le hizo perder un poco de fuerza. Los temas que se tocan en el film son bastante profundos, se trata sobre religión y se hace una declaración pública de que Dios es el mismo en todas las religiones con la particularidad de que se adapta a las culturas y circunstancias de los distintos pueblos. También se abordan otros temas profundos como el convertirse en adulto, superar la pérdida de seres queridos, lidiar con los temores, la esencia de la naturaleza y más. Un personaje menor, pero que dejará marca en el espectador es el del padre de Pi, con quien sostiene algunas conversaciones realmente interesantes. No me malinterpreten, "Una aventura extraordinaria" me gustó bastante, pero hubo algunos factores que no me coparon tanto como la narración conservadora, saber todo el tiempo cuál sería el final y las secuencias actuales en las que se muestra a Pi contándole sus aventuras a un escritor; cuestión que muchas veces cortaba la dinámica y la magia de los momentos. Une peli que seguramente se disfrutará más si no te habías armado la gran expectativa como le sucedió a quien suscribe. De gran belleza visual y para reflexionar acerca de algunas cuestiones existenciales de la vida.
LO REAL Y LO FANTASTICO Un filme que rescata el poder del relato como disparador de fantasía. El tema central es la porfiada lucha de un adolescente que perdió a su familia en un naufragio y lucha por sobrevivir en una balsa junto a un tigre de Bengala. Así lo cuenta ¿Será cierto o su imaginación le juega una mala pasada? ¿Ese animal que lo atormenta es un tigre o el peso del dolor por la desaparición de sus padres y su hermano? Sucedió o es la imaginación la que sostiene su vacío y su fantasía. El filme recoge el placer de la aventura en su niñez. Todo fluye con naturalidad en este relato fantástico de imágenes bellísimas que lleva la firma de Ang Lee, un realizador que sabe lo que hace.
Sacá el tigre que hay en vos Este extremadamente bello folletín new age, que cuenta con una asombrosa fotografía y un buen aprovechamiento del 3D, comienza con una media hora ordinaria en su apelación al mensaje directo, hablando de Dios de la manera más intrascendente. Lo que sigue es una aventura sin dudas extraordinaria que levanta un poco la puntería y que, como bien dijo Fernando Varea, es una cruza de Náufrago con El libro de la selva, por más ridículo que esto parezca. Más espectáculo circense que película, la experiencia se parece a un paseo por el mejor acuario. El final apela tibiamente a la ambigüedad, pero demasiado tarde, y es entonces cuando se produce un curioso fenómeno que la termina conectando con ese afán del protagonista por encontrar a Dios, uno termina creyendo en algo cuando el final es inminente.
Mirando a Dios a los ojos Decimos que un árbol o una casa o la curva muy distante de un río tienen belleza. Y por medio de la comparación sabemos qué es la fealdad al menos eso es lo que creemos. ¿Pero es comparable la belleza? ¿Es belleza aquello que se ha hecho evidente, que se ha manifestado? (...) ¿Es la belleza una mera familiaridad con lo conocido o es un estado del ser en el que puede existir o no la forma creada? (Jiddu Krishnamurti, “El arte de vivir”). Ahora que Ang Lee se llevó el Oscar al Mejor Director por “Una aventura extraordinaria” (originalmente titulada “Life of Pi”) recrudeció la pregunta de quienes sólo han visto el trailer: “¿Por qué tanto para una película sobre un pibe y un tigre en un bote? ¿Cómo sostienen dos horas con eso?” (por cierto: también ganó las estatuillas a Mejor Fotografía para Claudio Miranda, Mejor Banda Sonora para Mychael Danna y Mejores Efectos Visuales para Bill Westenhofer, Guillaume Rocheron, Erik-Jan de Boer y Donald R. Elliott). Si hasta suena como el principio de un chiste verde... Pero no: el multifacético Ang Lee construye un relato atrapante sobre el guión de David Magee, basado a su vez en la novela de Yann Martel. Y sí: el grueso de la película es sobre un pibe en un bote con un tigre... Punto crucial El título en inglés ya nos introduce en el nombre del protagonista, Pi Patel, en realidad Piscine Molitor Patel, nombre debido a la recomendación que el mejor amigo de su padre le hizo a este de la piscina pública de París, su favorita... El tiempo de la narración es el presente, cuando un escritor frustrado llega a un Pi adulto por recomendación de aquel amigo, que le dijo que había un indio en Canadá con una historia que le haría creer en Dios. Y así, en un día compartido, Pi dejará caer retazos de su vida, que comienza con el aprendizaje de centenares de decimales del número Pi (una representación de lo infinito y de lo indeterminado) para asociar su nombre a éste y despegarlo de las crueles referencias a la orina de sus compañeros de escuela. La misma vida que lo hará familiarizarse con el hinduismo de su familia, para luego meterse en el islam del barrio musulmán de su ciudad natal y engancharse con el Jesucristo del que le hablaba un sacerdote católico. “La búsqueda de Dios, de la verdad o como guste uno llamarlo y no la mera aceptación de la creencia y el dogma es la verdadera religión”, escribió el autor del epígrafe que abre este texto. Pero todo en esta historia es un crescendo hacia el momento crucial de esa vida: el naufragio del buque de cargo japonés en el que viajaba con su familia y los animales del zoológico que ésta poseía (ya había dejado atrás su patria y su primer amor) y quedando sólo en un bote salvavidas con Richard Parker, un majestuoso tigre de Bengala, con quien tendrá que aprender a convivir para salir de su odisea. Los rostros de la belleza El joven Suraj Sharma (Pi joven) es una de las herramientas clave de Lee a la hora de sostener el relato, ya que el grueso de la trama se basa en sus peripecias en solitario, y de los sentimientos que logra transmitir (la mayor parte de la participación del tigre es animación digital, lo mismo que muchas de las inclemencias y vicisitudes). De todos modos, el resto del elenco acompaña: Irrfan Khan como Pi adulto, Adil Hussain y Tabu como sus padres, Rafe Spall como el escritor y la aparición brevísima de Gérard Depardieu como el cocinero del barco (que de todos modos es importante a la hora de ciertas reconstrucciones posteriores). De todos modos, la mayor apuesta es el despliegue visual, expandido en el 3D. Desde las texturas y colores del zoológico en el comienzo, a la original Piscine Molitor (con el tío postizo Mamaji nadando como si estuviese en el cielo), el encuadre, la fotografía, la postproducción digital y los efectos especiales apuntan a una exacerbación de la belleza en todas sus formas. Lo cual explota en toda su intensidad en los largos días de soledad: el cielo estrellado arriba y abajo, al reflejarse en un día calmo (con sólo el bote quebrando la simetría), las medusas luminiscentes, la infinita locura del mar en un día de tormenta: una tormenta que puede matar, pero que no deja de fascinar a Pi, quien encuentra belleza incluso en ella, incluso después de que una tormenta así se llevó el barco y con él todo lo que conocía. Por supuesto, las escenas de naufragio recuerdan mucho a las de la “Titanic” de James Cameron, cuya empresa aportó la tecnología 3D. Y aunque acá dura mucho menos, la furia de la naturaleza se hace sentir en todo su esplendor, aunque (curiosamente) el camino para mostrarlo sea lo último en recursos digitales. Pero para que la experiencia sensorial sea completa, se luce también el trabajo de la edición sonora, y la premiada banda sonora de Danna, que crea climas especiales, particularmente en la vida cotidiana de la India, el pulso de un mundo perdido. Esencia de verdad El final (que aquí no “quemaremos”) nos introducirá de manera sutil, casi mínima, un quiebre inesperado, que resignificará todo el relato. A esa luz podemos ver cómo el guionista y el director juegan durante todo el filme con la “suspensión de la incredulidad”, un poco (salvando las distancias) a la manera en que Radu Mihaileanu lo hizo en “Tren de vida”. Justamente ese filme de Mihaileanu, junto con “La isla siniestra” de Martin Scorsese y “Sucker Punch Mundo surreal ” de Zack Snyder son algunos de los filmes que miran desde otra perspectiva la idea de la “fuga psicogénica” de David Lynch. Pero si el juego de Lynch entre “lo real” y el producto de la mente es abstruso, el de Snyder juega con su carácter explícito y el de Scorsese y Mihaileanu apuestan a la sorpresa, Lee y Magee toman este último camino pero para ir más allá, a una instancia de autoconsciencia: “¿Qué historia prefieres?” tal vez sea “la pregunta que organiza el texto”, como diría un pensador contemporáneo. Lo cual de alguna manera lleva a discutir de qué materia está hecha la realidad, especialmente cuando se lo ha perdido todo, y cuando en medio de una tormenta terrible se puede ver la belleza de la Creación, o del Universo increado: entonces es cuando se puede finalmente mirar a Dios a los ojos.
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La majestuosidad de las películas de Ang Lee nunca decae, ni desde lo técnico ni desde su mensaje. Así Una aventura extraordinaria (2012) se convierte en una experiencia sensorial y emotiva única desplegando su mayor potencial: el de conmover e impactar desde lo visual. Algunos, muy sueltos de cuerpo, la comparan con Avatar (2009) de James Cameron, y no es muy descabellado hacerlo. Ang Lee nos introduce en la historia de Pi (Suraj Sharma/Irrfan Khan), un hombre hindú que ha pasado por una de las experiencias más fuertes e importantes de su vida: ver morir a su familia en un naufragio y tener que convivir en un pequeño bote con un tigre llamado Richard Parker. Sobrevivir en el mar nunca es fácil y menos si constantemente se pelea con un animal feroz y salvaje para marcar el territorio. Aquí la ciencia ficción, los efectos visuales y el trabajo con el color y la imagen son los verdaderos protagonistas que hacen de esta película una obra digna de disfrutarse en cine. Aun en cartel y con un reparto de actores exóticos (eso le adhiere un plus al argumento), no parece que la cinta quiera parecerse o copiar a ninguna otra, pero la realidad es que tanto Avatar como ésta compiten muy de cerca. Y a pesar de que el film de James Cameron no sea contemporáneo al de Lee, es inevitable ser indiferente cuando se autoproclama “la nueva Avatar”. Lee decide darle profundidad a este argumento que carece totalmente de verosimilitud, en el mejor sentido de la palabra. Esa “irrealidad” está dada no sólo por los ambientes exagerados que se muestram (islas paradisíacas con criaturas extrañas, aguas trasparentes con peces luminosos, etc.), sino también por su tópico; aunque el mensaje es claro y relevante y enfunda la perseverancia, la lucha y sobre todo, el respeto por los animales. Y si de animales se trata, Una aventura extraordinaria nos enseña a entenderlos y a comunicarnos con ellos, pero sobre todo a ser conscientes de que, por más amigos del hombre que resulten ser, su instinto es el de la supervivencia y el estar con los suyos; concepto que casi podría cerrarse con un “Amén” en la película. Con ella, Ang Lee demuestra que expone a la perfección su ideología mitad moderna mitad tradicionalista, y que ya es un director de culto desde hace varios años. Muchos la tildarán seguramente de “artificial”, pero todo este artificio que Lee coloca frente a nuestros ojos adrede, no le resta puntos a esta película que parece salida de un libro de cuentos, de un sueño, o quizá de la imaginación de un niño con cuerpo de adulto. 4/5 SI Ficha técnica: Título Original: Life of Pi Dirección: Ang Lee Guión: David Magee Estreno (Argentina): 10 Enero 2013 Género: Aventura, Drama Origen: Estados Unidos Duración: 125 minutos Clasificación: AM 13 Distribuidora: FOX Reparto: Suraj Sharma, Irrfan Khan, Tabu, Adil Hussain, Gerard Depardieu, Rafe Spall
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