Saving Mr. Banks es la reconstrucción dramática del tenso proceso creativo previo a la filmación del clásico producido por Walt Disney Mary Poppins (1964). Mientras que generaciones enteras adoraron el filme y tararearon sus melodías hasta el cansancio, hubo una única persona en todo el mundo que estuvo convencida (y hasta el día de su muerte) de que la adaptación era una aberración que traicionaba al texto original. Esa persona era la misma autora de la saga de libros de Mary Poppins, una australiana llamada P.L. Travers, y con la cual Disney tuvo una conflictiva relación de más de 20 años hasta que logró convencerla de que le cediera los derechos cinematográficos, cosa ocurrida en 1964, y circunstancia de la cual la autora renegaría hasta el final de sus días. Ciertamente uno no puede pedirle fidelidad dramática a Hollywood, y ello es lo que ocurre aquí. Estando involucrada la Disney en la producción, es imposible que el filme resulte objetivo; y si bien el libreto se arriesga a tocar un par de temas delicados - la muerte de uno de los personajes principales; las golpizas que el viejo Elias le daba al pequeño Walt cuandro era chico y se negaba a trabajar repartiendo diarios -, toda la historia se encuentra tremendamente sanitizada, como si hubiera un deseo vehemente de complacer a la memoria (y los herederos) de P.L. Travers, la cual era una persona como mínimo conflictiva. Si hay algo que me ha enseñado la historia, es que los personajes mas exitosos de todos los tiempos han sido tremendos lunáticos, amorales o excéntricos, fruto de una vida inusual, y la cual los ha dañado profundamente como personas; individuos peleadores o antisociales, o enemigos acérrimos de sus propias familias, a las cuales han castigado como una especie de revancha de la vida, haciendo abuso de su fama, poder y fortuna en toda su gloria. Mientras que su vida personal los ha convertido en individuos totalmente atípicos (y por ello se han vuelto creativos y famosos), por otra parte son personas despreciables que han tomado todo tipo de decisiones para lastimar al entorno que los rodea, manteniendo una doble moral y una falsa imagen familiar de las puertas de su casa hacia afuera. Esto ha ocurrido con Joan Crawford, Bing Crosby, algún ídolo innombrable del fútbol argentino, Bette Davis, y una gruesa lista de gente famosa, y es lo que ocurrió en la vida real con P.L. Travers. La autora era una persona detestable que despellejaba a medio mundo, antisocial y de lengua venenosa, una seguidora serial de falsos gurúes - según los cuales terminó adoptando a uno sólo de una pareja de gemelos (y sólo al primer nacido), negándole el contacto al restante chico con su hermano durante el resto de su vida (amén de podarle de una vida de fortuna y comodidades), y disponiendo condiciones miserables en la ejecución de sus bienes al momento de su fallecimiento, otorgándole a su hijo una renta inferior a un salario mínimo durante el resto de su vida - y, desde ya, una persona a esquivar. No sólo esto se ha podado de la cinta, sino también su supuesta relación lésbica con Madge Burnand, hija de un reconocido autor teatral, con quien convivió mas de 10 años. Desde ya que la Travers era una persona compleja - el único ejemplo que se me viene a la mente es Steve Jobs, otro individuo tan genial como aborrecible -, pero aquí su personalidad ha sido tan sanitizada que apenas queda reconocible. Entre dichas omisiones y sus ponzoñosas criticas hacia la versión filmica de Mary Poppins - negándole a Disney los derechos cinematográficos sobre el resto de sus novelas, y autorizando únicamente una versión teatral en el 2004, hecha a su gusto con apenas un puñado de canciones de la película, protagonizada integramente por actores ingleses parecidos físicamente a sus personajes, y despojada de todos los elementos que odió en el filme de la Disney -, la única conclusión posible es que Saving Mr. Banks es una versión de fantasía lejanamente basada en hechos reales. Por ejemplo, el filme da a entender que - al final de todo el proceso, y cuando Walt Disney abre su corazón ante la Travers -, la autora experimenta un proceso de catarsis y reconciliación consigo misma y con su pasado, y que el filme termina funcionando como la liberación de un pesado lastre emocional que la mujer ha cargado durante décadas... lo cual se encuentra a años luz de lo ocurrido realmente. La escritora odió a Disney y a su filme, y lo defenestró en cada ocasión que pudo durante los años que le quedaron de existencia.
Los pingüinos no son grises. Si bien a Hollywood siempre le encantó mirarse el ombligo y sacar conclusiones agridulces sobre sus mecanismos de legitimación comercial y artística, recientemente la industria cinematográfica norteamericana ha optado por enfocarse en períodos específicos de algunas de sus leyendas, como lo son los casos de Marilyn Monroe durante el rodaje de El Príncipe y la Corista (The Prince and the Showgirl, 1957), en Mi Semana con Marilyn (My Week with Marilyn, 2011), y Alfred Hitchcock en la concepción de la inmortal Psicosis (Psycho, 1960), en Hitchcock (2012). Las “biopics por etapas” permiten darle al público exactamente lo que quiere y escapar al tour de force de una vida prolongada y -a veces- contradictoria...
El sueño de Walt Disney es una cálida película para disfrutar de punta a punta. El guión cuenta en forma paralela y con un gran ritmo que hace sumamente irresistible su visión, la historia verdadera de P.L. Travers (a través del recurso del flashback) y del momento de la negociación de la venta de los derechos cinematográficos de su archiconocida novela. Para los que vieron...
Una historia cabalmente narrada sobre la creación de un clásico No todos los autores reaccionan igual ante el prospecto de la adaptación cinematográfica de uno de sus libros. Algunos otorgan los derechos, siendo conscientes que el público será lo suficientemente inteligente para discernir que el libro es una cosa y la película otra. Pero otros son mas escépticos, temerosos que en pos de simplificar un gordo volumen para dos horas de pantalla, se pierda el espíritu de la historia, que es prioridad mantener en cualquier adaptación. El presente titulo no solo nos ofrece el brainstorming que tuvo como resultado un gran clásico del cine, sino de una exigencia cuya explicación está arraigada en una cuestión mucho más profunda que el simple orgullo autoral. ¿Cómo está en el papel? P.L. Travers ha recibido durante más de 20 años la insistencia de Walt Disney para que le ceda los derechos de Mary Poppins. Entre la escasez de dinero y la inactividad como escritora, Travers finalmente cede, con la condición de que ella tendrá aprobación de todos y cada uno de los aspectos de la película. Razón por la cual probara ser un dolor de cabeza para todo el equipo de producción, sobre todo el propio Disney. Pero paralelamente a esta historia de Hollywood, se nos cuenta la dura historia de vida que dio origen a la Mary Poppins de los libros. El guion es narrativamente solido y bastante fluido, ya que no descuida ninguna de sus historias, pero es consciente que el gran atractivo de la historia son las discusiones entre Travers, Disney y su equipo. Las exigencias de Travers y como las expresa causan suficientes risas, pero no tanto por la acción misma, sino por las reacciones de sus interlocutores. A medida que se desarrolla la historia, el espectador se percata, al mismo tiempo que Disney, que Mary Poppins fue mucho más que solo un libro para su autora. Acá es donde aprovecho para decirles, lectores, que si dichas exigencias le parecen una licencia dramática del guion, le insisto que se quede a los créditos, ya va a ver por qué. ¿Cómo está en la pantalla? La calidad técnica es impecable. La escenografía, ni hablar, ya que parece que filmaron en los mismos Estudios Disney. La fotografía es reminiscente de los clásicos Disney de los 60, mientras que la musicalización apela siempre que puede a la música de Mary Poppins. Por el costado actoral, Emma Thompson se devora la película en su papel de Travers, al otorgarle una arrogancia cómica a la vez que querible. Tom Hanks esta decente en su papel como Walt Disney, pero su interpretación saca mas lustre cuando comparte escenas con Thompson. Párrafo aparte merece Colin Farrell, quien domina la historia paralela, como el padre de la Travers niña, en donde entrega una enorme simpatía al mismo tiempo que una perturbadora oscuridad. Conclusión Con buen pulso narrativo y actuaciones de mucho nivel, esta historia de orígenes sobre uno de los grandes clásicos del cine es un título muy recomendable. Sobre todo si te parece que algunos autores son demasiado pretenciosos con las adaptaciones de sus libros. - See more at: http://altapeli.com/review-el-sueno-de-walt-disney/#sthash.8aYqRbeP.dpuf
Diferencias creativas La primera sorpresa ocurre apenas comenzada esta historia, que se ampara en la impunidad maravillosa de la ficción para recrear -muy anecdóticamente- una historia verídica que tiene como principales referentes al visionario Walt Disney y a la autora y creadora de los libros de Mary Poppins, la escritora P. L. Travers, durante las dos semanas que se extendieron las prolongadas negociaciones para que el padre de Mickey Mouse finalmente se hiciera con los derechos de adaptación de la mencionado libro infantil a la pantalla grande en 1964. Tras veinte años de idas y venidas con la parca y rígida australiana, defensora a ultranza de la esencia literaria de su institutriz que llegaba azarosamente al seno de la familia Banks para poner orden y disciplinar a los párvulos, envuelta en su rectitud pero con un gran corazón, el persuasivo Walt buscó bajo todos los artilugios posibles seducirla para que diera el visto bueno a lo que finalmente se convirtió en un clásico de la factoría, con actuaciones memorables de Dick Van Dyke y Julie Andrews, con un repertorio musical entrañable y la mezcla de animación con personas de carne y hueso. Todos estos elementos creativos aportados desde la imaginería de Walt Disney, confeso admirador de la obra de Travers -además de ser una de las preferidas de sus hijas a quienes hizo la promesa de este film- fueron rechazados de cuajo por la autora australiana y cuenta la verdadera leyenda que se encargó de defenestrarlo hasta que se quedó sin aliento por haber hecho un desastre con sus personajes. Pero el film de John Lee Hancock (Un Sueño Posible, 2009) no pretende erigirse como una biopic sobre ambas figuras sino sencillamente como un recorte significativo para adentrarse en sus particulares personalidades y en cómo el pasado y la infancia tortuosa de cada uno luego definiera por rumbos diferentes y con diferente suerte el destino artístico, por decirlo de un modo sintético. La paciencia y perseverancia del dibujante (negociador nato) versus el malhumor y la desconfianza permanente de la invitada de honor forman parte de la dialéctica que define los conflictos a lo largo del metraje, donde los personajes secundarios, entre quienes debe destacarse la presencia del gran Paul Giamatti como chofer personal de Travers, aportan el grado de frescura y emotividad para que la fibra sensible del espectador se conecte con la trama y vibre junto a los personajes. Con la clausura ex profeso del rigor enciclopédico y en base al homenaje manifiesto a Walt Disney aunque mucho más a la figura de la controvertida Travers, las eficaces actuaciones de Tom Hanks y Emma Thompson para los respectivos roles aportan una cuota extra al Sueño de Walt Disney (titulo local para Saving Mr Banks), película entretenida y emotiva que seguramente remueva aquellos recuerdos de infancia o despabile pies en las butacas de los cines al reconocerse algunos de los acordes de esas canciones sencillas, pegadizas e inolvidables.
La idea detrás de Saving Mr. Banks roza la blasfemia. Contar el detrás de bambalinas de uno de los productos más adorables y recordados de la factoría Disney era, como mínimo, peligroso, ya que cualquier paso en falso afectaría directamente al buen sabor de boca que le deja a uno ver Mary Poppins, entonando una vez más canciones como Supercalifragilísticoespialidoso o cualquiera que sea la favorita del espectador. El director detrás de tamaña osadía no es otro que John Lee Hancock, quien hace años recibió un impensado empujón en los Oscars con su lacrimógena - y, por demás, taquillera - The Blind Side. Los problemáticos arreglos que se llevaron a cabo entre Walt Disney y P.L. Travers, la creadora del personaje, fue un tire y afloje épico, en el cual la autora adoptó una postura férrea y casi desmorona el proyecto al completo. En esta versión ficcionalizada, el factor emotivo juega un papel casi tan importante como el nostálgico, donde ambas facetas se entrecruzan para dar paso a un film de factura impecable y con excelentes actores al frente. Debo confesar un pecado: nunca vi Mary Poppins apropiadamente. He captado grandes fragmentos aquí y allá, pero su naturaleza musical me generaba siempre un rechazo bastante grande - como casi cualquier musical, dicho sea de paso - que no me permite todavía darle el vistazo que se merece. La exploración, el making of del icónico personaje de Disney no se me antojaba nostálgico. Aunque el efecto esta ahí, presente, y si al menos no se tiene la suficiente edad para apreciarlo, el endulzamiento de la historia de Travers - motivo por el cual Hancock debe estar rebosante de felicidad - funciona casi a la perfección. Si algo no está roto, ¿para que arreglarlo,no? P.L. Travers era una persona triste y muy cínica para con la vida. Saving Mr. Banks nos da un vistazo a lo que fue de la vida de la autora de pequeña, con un padre al que idolatraba pero que poco a poco se fue sumiendo en el alcohol, arrastrando a la familia a una vida de miseria. La historia de Mary Poppins no es más que un reflejo solapado de esa infancia, en donde la imaginación era una vía de escape de una vida tortuosa y atolondrada y, sobre todo, una manera de P.L. de recordar a su padre, su razón de vivir. Por eso, cuando el magnate Walt Disney le acerca la idea de adaptar su creación a la pantalla grande, el rechazo es una y otra vez la misma respuesta. Mary Poppins no es un cuento colorido y alegre, no es una máquina de flores y pingüinos bailarines. La institutriz no vino para enseñarles a los niños de la casa a ser ordenados, sino que su misión es otra. Y P.L. Travers no puede aceptar algo así. Una coraza muy fuerte y acética envuelve a la escritora, y dentro de esa coraza es que nos encontramos a Emma Thompson, una excelente actriz, consagradísima, que tiene la oportunidad de dar una clase maestra de actuación al encontrarse con las conflictivas emociones de su personaje, que va exteriorizando sus demonios internos a medida que trascurre la trama. No se esperaba nada menos de Emma, pero la bravura de su interpretación es la columna vertebral de Saving Mr. Banks. Su contraparte ácida y melancólica la genera Tom Hanks, más afable que nunca en su personificación del señor Disney, la persona que hizo felices a millones de chicos a lo largo del planeta. La dulzura de Disney en manos de Hanks es desarmadora, y el contraste entre su personaje y el de Thompson es brillante, como mínimo. El guión de Kelly Marcel y Sue Smith se arrima demasiado a la tragedia y al golpe ocasional al estómago con ciertas secuencias, quizás aumentadas en dramatismo para un efecto aún mayor. Esas escenas, bastante oscuras por cierto, son tomadas con una pincelada bastante grande de optimismo, bastante chocante por cierto. Dichas escenas no cuadran completamente con el tono de la historia, pero si de verdad ocurrieron, merecen estar presentes para darle más dimensionalidad a las emociones de la protagonista, aunque no terminen de funcionar en el encuadre general. Imposible olvidarse de Colin Farrell en dichos flashbacks o remembranzas como el padre de la pequeña, en una de sus intervenciones más recordadas de su reciente carrera. Saving Mr. Banks funciona perfectamente para aquellos que quieren revivir una vez más a Mary Poppins desde otra óptica, y también para aquellos que busquen pura emoción y un sentimiento de felicidad al terminar la película. Encuentro a este neuvo trabajo de John Lee Hancock bastante gratificante, y no tan obvio como otras feel good movies del momento, amén de un par de pasos adelante de su anterior festival lacrimógeno. Thompson y Hanks, los motivos por los cuales entrar corriendo a la sala de cine.
Algo importante a tener en cuenta para esta película, que es un poco obvio pero no está de más aclarar: Es ideal para fanáticos de Mary Poppins y/o de Disney y todo su mundo mágico. Si te encontrás en el extremo diametralmente opuesto de esto que acabo de mencionar definitivamente no es para vos. Esto es porque, como ya sabrán, estamos ante una película que en cierta medida trata sobre Walt Disney y el mundo de Disney realizada por la propia Disney. Así que si hay un lugar donde todo el brillo y la magia del mundo maravilloso va a estar es acá y probablemente termines con urticaria. Ahora, si sos fan acérrimo de Mary Poppins y te sabés todas las canciones de memoria la vas a pasar muy pero muy bien. En un principio podría parecer que la peli va a ahondar en lo que fue la producción de Mary Poppins, que tiene bastante tela para cortar, sobre todo con la tonelada de efectos especiales bastante revolucionarios para la época, y que aún hoy se la bancan. Pero no, la película parte de la premisa de contarnos la historia sobre como se logró cerrar la producción junto con P.L. Travers (con Emma Thompson afilada como siempre), la autora de los libros en que se basó el guión, que le dio al tío Walt y sus muchachos varios dolores de cabeza al momento de ceder los derechos. Con esto presente, vamos presenciando distintas historias a lo largo del film que van girando en torno a este nudo principal, todo siempre planteado con paralelismos hacia la peli de Mary Poppins, que para mi es donde está su mayor acierto. “Bueno familia, se terminó lo que se daba. A perseguir gallinas ahora” Por un lado está la relación de Travers con su padre (Collin Farrell), su vida pasando de estar en una buena posición económica a vivir en una casa en las afueras y como sus padres van manejando esta nueva situación. Acá tenemos el primer paralelo con Mary Poppins, en el cual el padre es una suerte de Sr. Banks a la inversa (o un Mary Poppins de la vida real), donde nos muestra como ser alguien jovial, divertido y tener siempre a flor de piel la imaginación puede traernos algunos problemas en el mundo real, y como eso se va marchitando a medida que avanza la historia y comienzan a surgir complicaciones, como temas monetarios o de salud. sueño-walt-disney-f10 “Vengan a mi niños. Vengan con el tío Walt, que les va a mostrar la magia de Disney…” Por el otro lado tenemos lo que ocurre en la actualidad (de la película) donde Walt Disney (con Tom Hanks bastante poco caracterizado) junto con el guionista y los dos compositores de Mary Poppins intentan acatar todos los cambios que Travers quería que se realizaran en el guión, pasando por pesadísimas reuniones en que se grababan todos los comentarios que Travers iba pidiendo. Esto parece un tanto exagerado por momentos, pero al final de la peli (durante los créditos) podemos escuchar el audio de una parte de las grabaciones originales, y nos podemos imaginar que muy probablemente la hayan tenido que remar mucho para llegar a buen puerto. Walt, en medio de la desesperación, se ofrece a saborearle la cotorra a Travers para que firme el contrato. En esta ocasión el paralelismo con Mary Poppins lo tenemos un poco más marcado, donde Travers es muy claramente el Sr. Banks (tirando cada tanto frases del personaje incluso) y Walt sería una especie de Mary Poppins, encargado de cambiarle la visión a una mujer muy apesadumbrada por su pasado y su propia creación. Por lo que la película va virando entre estas dos historia, entre pasado y presente, siempre haciendo foco en los dos “Sres. Banks” y como uno va perdiendo la jovialidad y otro va redescubriendo cierta alegría por vivir. Este punto al menos me pareció lo más interesante de la película, sobre todo porque ofrece una relectura sobre la Mary Poppins original, planteando que el nudo central no es Mary ayudando a los niños o uniendo a la familia, sino que (como lo dice el título original de esta película) su principal objetivo es salvar al Sr. Banks, que para cualquiera que la vimos de chicos siempre fue un personaje muy secundario y hasta irritante. sueño-walt-disney-f18 Lo banco A MORIR a Paul Giamatti en cualquier papel que haga. Todo esto ligado con innumerables referencias a la película Mary Poppins, tanto en las escenas del backstage como en la película misma, con frases de los personajes, melodías que suenan de fondo, reforzando así esto que comentaba antes del paralelismo entre la peli original y esta. Me sorprende como lograron contenerse de meter alguna escena medio mágica con animación o algo por el estilo. Esto me llamó la atención en general durante toda la película, donde tenemos también presente la magia de Disney, como no podía ser menos, pero en un nivel bastante más acotado de lo que me habría esperado. Durante varias escenas vemos como Walt intenta bombardearla con toda la disneyficación posible (le llena la habitación de su hotel de merchandising, la lleva a recorrer Disneylandia) y a Travers no se le mueve un pelo. Es más, constantemente realiza comentarios sarcásticos sobre la exageración que hacen con el tema y la falta de sutileza, por ejemplo sobre el mecanismo de Walt de repartir tarjetas “pre firmadas” a todo aquel que se le acerca a pedirle un autógrafo, la manía de colocar la imagen del ratón a absolutamente todo. o llamarse por los nombres de pila. Incluso en un diálogo entre los dos se blanquea que Travers ve a Disney como una mega corporación que va a ingerir su creación y digerirla solo para generar dividendos (algo que se ha dicho mucho sobre Disney como empresa), pero por supuesto el tío Walt se las devuelve todas con mucha cintura, y el resultado es una imagen ampliamente positiva. Es decir, la magia es mas fuerte. Bastante esclavizador Walt para tener a los muchachos toda la noche laburando Si bien era obvio que iba a ser bastante edulcorada, suma varias puntos cómo decidieron estructurar la historia, por lo que termina dentro de todo con un saldo positivo principalmente si, como dije al principio, no te genera rechazo la película de Mary Poppins. Si sos fan, definitivamente vas a querer volver a ver a full la peli original cuando termine esta.
El deshollinador El sueño de Walt (Saving Mr. Banks, 2013) es la película que la factoría Disney aprovechó de manera casi perfecta para hablar de sí misma, hacerse una autocrítica y en cierta forma lavar culpas. Dice la historia que un día las hijas de Walt Disney después de leer la novela de P.L. Travers "Mary Poppins" le pidieron a su padre que la convirtiera en una película. De la misma manera que un padre se desvive para cumplir los deseos de sus hijos, el bueno de Walt hizo lo imposible para hacer realidad el sueño de sus adoradas niñas. Aunque le llevó 20 años convencer a la notable escritora, que se negaba a que el empresario le arruinara su obra, pudo cumplir el deseo de sus hijas y por supuesto el suyo también que no era otro que no permitirse que nadie se negara a sus pedidos. Dirigida por el meloso John Lee Hancock (Un sueño posible, 2009) y protagonizada por el histrionico Tom Hanks como Walt (parece que así le gustaba que lo llamaran) y Emma Thompson (como P.L. Travers en una construcción magnifica y muy superior a la de otras actrices nominadas al Oscar), la historia sigue dos líneas de acción. La primera se centra en la relación entre Walt, Pamela y la construcción narrativa de lo que terminó siendo Mary Poppins (1964), aquella película dirigida por Robert Stevenson y protagonizada por Julie Andrews y Dick Van Dyke. Mientras que la segunda línea focaliza en la relación que P.L. Travers de niña tenía con su padre alcohólico (Colin Farrell) y que metafóricamente plasmó en el libro que dio vida a Mary Poppins. El sueño de Walt tiene todo lo que uno espera de una película de manual, donde desde el lugar donde reírse hasta el momento en que debe caerse una lágrima está cronométricamente controlado. Es decir, que si lo que se busca es eso no va a salir defraudado de ver esta historia con mensaje remarcado y todos los clisés a los que Disney tiene acostumbrado a su público. Pero la película además es la excusa para mostrar a un Walt Disney comprensivo, bondadoso, que amaba al cine por encima del negocio y que todo lo que quería era hacer feliz a sus hijas y a los niños del mundo. Para hacer una autocrítica y poder hablar de todo esto utiliza el personaje de la escritora, un ser parco y detractor de los productos Disney, que por lo que deja entrever en la especie de biopic paralela sobre su vida no era más que una mujer amargada y resentida que gracias a Walt logra un poco de felicidad (y dinero). El sueño de Walt es una película para leer entrelineas, con una notable actuación de Emma Thompson dentro de un elenco donde el estereotipo es tan excesivo como el edulcoramiento que recubre la trama, y por supuesto donde se muestra al Walt Disney que ellos querían que el mundo conociera. Aunque del real tenga poco y casi nada.
Mary Poppins (1964) es considerada un clásico de clásicos, una de las películas más veneradas y exitosas de la historia de Disney. El sueño de Walt , producida, sí, por Disney, reconstruye la compleja negociación y concepción del film, sobre todo por las múltiples exigencias de la creadora del popular personaje, la escritora británica P.L. Travers. En una de las primeras secuencias vemos que Travers (una magnífica Emma Thompson) está pasando por una profunda crisis económica. Sus libros han dejado de venderse y su agente la convence de salir del ostracismo en su casa londinense y viajar a Burbank para trabajar en la versión cinematográfica de su obra que el mismísimo Walt Disney (un correcto Tom Hanks) lleva dos décadas intentando concretar para cumplir con una promesa que les ha hecho a sus hijas. Pese al pasaje en primera clase, el hotel de cinco estrellas y la limusina (manejada por un Paul Giamatti que aprovecha cada minuto en pantalla para construir un querible personaje secundario), Travers luce durante sus dos semanas en la California de 1961 como una malhumorada, ácida, irascible y despótica presencia para los aterrorizados artistas que deben desarrollar el musical: el guionista Don DaGradi (Bradley Whitford) y los letristas Richard y Robert Sherman (unos hilarantes Jason Schwartzman y B.J. Novak). Es que ella odia los "estúpidos" dibujitos de Disney y las coreografías, y no tiene ningún tapujo en hacérselo notar a los gritos a sus interlocutores. Lejos del institucional autocelebratorio -aunque con el sesgo políticamente correcto de Disney-, El sueño de Walt nos regalará un paseo por el célebre parque de diversiones, pero también unas cuantas bromas sobre su propio universo (como cuando Travers desecha todos los muñecos, incluido un Ratón Mickey gigante, que le dejan en su habitación como obsequios). El principal problema de El sueño de Walt es que dedica casi la mitad de sus dos horas a narrar una "segunda" película ambientada en la Australia rural de 1906: la de una niña atribulada por la situación de un papá tan seductor y lúdico como borracho y finalmente depresivo (Colin Farrell). Si bien esa subtrama es fundamental para entender el trauma de P.J. Travers y la génesis de Mary Poppins (se trata, sobre todo, de un ensayo sobre las relaciones entre padres e hijas), la película resulta bastante forzada y se resiente cada vez que abandona la narración principal y regresa a ese pasado trabajado de manera bastante obvia y recargada. De todas maneras, aun con las contradicciones internas y los desniveles en su propuesta tragicómica, El sueño de Walt resulta en buena parte de su narración un film simpático, atractivo y disfrutable.
Muchas veces Hollywood ha contado historias del cine dentro del cine, pero en esta oportunidad le rinde homenaje a uno de los iconos del séptimo arte: el creador de MICKEY MOUSE. Y lo hace a través de la piel de TOM HANKS en otra actuación memorable, cargada de emotividad y pasión. Su composición física está a la altura de su enorme versatilidad, y es una pieza fundamental para la credibilidad de una historia de gran impacto emocional. Y también, es justo decirlo, a la altura de las circunstancias se encuentra EMMA THOMPSON, interpretando a la escritora australiana con firmeza y sutileza. La recreación de época, así como la estructura argumental, que pese a retratar dos épocas distintas en simultaneo, no apela al clásico y remanido recurso del flashback, son dos de los muchos aciertos de este, uno de los grandes filmes del verano 2014. Seguramente, muchos saldrán del cine con ganas de volver a ver o redescubrir a MARY POPPINS. Si esto es así, será una señal de que el filme, funciona con creces.
El mágico juego del cine dentro del cine El clásico de Disney, Mary Poppins (1964), sirve como disparador de este relato dramático que gira en torno a las figuras de Walt (Tom Hanks), el magnate de la empresa de animación, y de la escritora P.L Travers (Emma Thompson), y los desesperados intentos del productor por llevar su libro favorito a la pantalla grande. En 1961, Walt Disney echa mano a todos sus recursos posibles (prepara bocetos y alegres canciones compuestas por los talentosos hermanos Sherman) y lanza una estategia para convencer a la autora de transformar sus palabras en imágenes. Esa ardua tarea le llevó veinte años desde el momento que les prometió a sus hijas transformar su novela en una película. Walt, lentamente irá descubriendo el rompecabezas familiar que se esconde detrás de la autora de dura fachada que odiaba los dibujos animados. La pelìcula de John Lee Hancock (Un sueño posible) pone el acento en esta tensa relación a lo largo de dos horas en la que el pasado de la escritroa repercute en su presente y lo hace a través de logrados momentos que van construyendo, cuadro a cuadro, un intenso juego del “cine dentro del cine”. Es la primera vez que una película retrara al emblemático (y cuestionado) creador de innumerables personajes animados y encuentra en Hanks al actor ideal para personificarlo con una máscara que lo asemeja al verdadero. Por su parte, Thompson entrega una composición que atraviesa varios estados de ànimo. Sólo basta verla en la función de estreno de Mary Poppins para comprobarlo. El film combina la historia del pasado de la protagonista (en el que aparece Colin Farrel como su padre) con el mundo personal y profesional de Walt: su secretaria (Kathy Baker); los hermanos Sherman (interpretados por B.J. Novak y Jason Schwartzman) que ganaron el Oscar por la banda sonora y la canción original “Chim Chim-Cher-ee”, y Ralph, el papel a cargo de Paul Giamatti. Entre fragmentos de Mary Poppins, que protagonizaron Julie Andrews, Dick Van Dyke y David Tomlinson, el relato habla del poder de la imaginación, de las ausencias que marcan la niñez y de las dificultades para concretar los sueños. El padre de P.L. Travers era banquero y en él se inspiró para crear el personaje del patriarca de la historia, Mr. Banks: a quien se refiere el título, y que quizás ayude a la protagonista como lo hizo con la popular niñera de la ficción.
El creador de la factoría Efectista y ombliguista, la película narra la historia de Walt Disney y la autora de Mary Poppins, y cómo llevaron a cabo la adaptación de este clásico a la pantalla grande. Para los que fueron niños allá por la década del '60, Mary Poppins, dirigida por Robert Stevenson y protagonizada por Julie Andrews y Dick Van Dyke, fue una de esas películas obligadas que había que ver y que con el tiempo se convertirían en una pieza importante de los recuerdos cinematográficos de varias generaciones. Pues bien, antes de sumarse a la factoría Disney, Mary Poppins había nacido como personaje literario de la pluma de P.L. Travers, una australiana residente en Londres que durante casi 20 años se había negado a ceder los derechos para que se trasladara al cine, hasta que finalmente accedió a regañadientes, principalmente porque se hallaba en bancarrota. El film de John Lee Hancock –director de la exitosa Un sueño posible, guionista de la oscura Medianoche en el jardín del bien, de Clint Eastwood–, está centrado en el viaje que realiza la autora a Los Angeles para adaptar el libro y la tensa relación que establece con Walt, obsesionado por llevar a la pantalla grande un personaje que sabía que sería adorado por los chicos, mientras Travers estaba convencida que el pasaje de la literatura al cine de su creación más querida sería un desastre. Estructurada a partir de la creación estereotipada que hace Emma Thompson de la escritora, un personaje hosco, rígido y difícil de conformar, la primera mitad el film dedica partes iguales para contar su infancia aparentemente idílica en Australia y por otra parte su estancia en Estados Unidos, dentro de una estructura y una ciudad que despreciaba. Pero ya avanzado el film, la historia se ocupa de dejar bien en claro que las cosas ocurren por algo y a través de numerosos flashbacks, vuelve una y otra vez a la niñez de la autora, para mostrar cómo su portentosa imaginación fue fogoneada por su padre, un bancario soñador, atormentado y alcohólico que desde la mirada de la niña, podría haber salvado. Y el cruce dramático del relato, forzado y remarcado innecesariamente, se produce con la triste historia de Walt, que finalmente se da cuenta que la señora todavía no pudo resolver la relación con su padre y la compara con su propio pasado y el recuerdo de don Elías Disney, un señor durísimo pero que sin embargo forjó su carácter emprendedor. Y así. Hay que decir que la película tiene a favor que desde el mismo riñón de Disney se atreve a deslizar alguna crítica a la historia del imperio animado y su manera de coptar productos para hacerlos asimilables a su formato, toda una novedad para el estudio, pero definitivamente el film es un producto tan efectista como ombliguista.
No es una película perfecta.Un tanto extensa, en algunos momentos esquemática, con un Tom Hanks demasiado encorcetado por la leyenda de Walt Disney. Pero ahí brilla Emma Thompson, con su grandiosa recreación de P.L Travers, la autora de Mary Poppins, una mujer que aborrecía la factoría Disney, que después de 20 años de ruegos le da sus derechos a Walt, acuciada por sus problemas económicos. Y lo hace haciéndole la vida imposible. Esa relación de una mujer implacable y los recuerdos de su propia vida, donde brilla también Collin Farrell, es lo más valioso de la película. También la humanización del creador de Disney que desciende del mito para un retrato más accesible. Aún con problemas y su edulcorado final, el film vale.
Duro de negociar El filme tiene buenas actuaciones de Emma Thompson y Tom Hanks. Todo sabemos cómo termina El sueño de Walt. La película no trata sobre el rodaje de Mary Poppins, sino sobre las negociaciones que Walt Disney debió realizar previamente y en persona con P.L.Travers, la autora del personaje -la niñera que sabia volar de la muy british familia Banks- que Disney había prometido a sus hijas iba a llevar al cine. Travers era un hueso duro de roer, que no quería que el espíritu de “su” Mary Poppins terminara entre dibujitos animados, y si tras veinte años transó, no fue por placer sino por necesidades económicas y porque Disney la persuadió. Así que, por un lado, aquéllos que disfrutaron del filme con Julie Andrews y Dick van Dyke estarán felices de que aquello haya sido así, pero no deja de desanimar el hecho de que Travers haya perdido parte de su batalla. Es que la escritora australiana, afincada en Londres, tenía con Mary Poppins algo muy personal, que no conviene adelantar. Uno crece, madura, se golpea y aprende. La esencia no se pierde, pero parece que sí se adapta. Travers en la visión de John Lee Hancock (la sobrevalorada Un sueño posible, por la que Sandra Bullock ganó el Oscar) tiene todos y cada uno de los tics que reconocemos de los ingleses, y con los que tropieza y en cierta manera choca Disney -Walt, sí, pero también todos los integrantes de la compañía con los que Travers se cruza, incluyendo los hermanos Sherman, los músicos de la película-. Travers tenía una lengua afilada, un carácter fuerte, terrible, y un corazón difícil de abrir. Emma Thompson está estupenda en todo momento. Sea cuando muestra su alergia a California, su pésima reacción al guión, sus desplantes constantes a Disney -le dice que aborrece “sus tontos dibujitos”- y hasta su desaprobación de las canciones supercalifragilisticamente luego exitosas. Sin ella, y sin Tom Hanks, quien a priori no parecía la mejor elección para ser Disney, pero luego de verlo cuesta creer que algún otro pudiera interpretarlo (no parecerse) mejor, El sueño de Walt no sería ni tan entretenida ni emotiva. Después de todo, ésta es una película sobre Disney hecha por los estudios Disney. O sea. Por cierto, las referencias al clásico filme de 1964 son muchas, y quien no haya visto al menos hace muchos años la película puede quedarse pensando de qué le están hablando en más de un momento. Y si piensa ir a ver el filme, por favor, no mire el trailer: cuenta toda la película, y hasta todos los secretos...
Deliciosa fábula de zorro e ingenua Actuaciones deleitables y una historia de creciente interés: la puja de la novelista P.L. Travers, creadora de "Mary Poppins", que detestaba la cultura popular norteamericana, contra Walt Disney, su libretista Don DaGradi y los músicos Robert y Richard Sherman, a propósito de la comedia que ellos querían hacer, y ella temía que hicieran. Paralela a esa historia, hay otra, recuerdos de una infancia imaginativa y golpeada en la mente de la escritora. Y a todo lo largo hay sonrisas y tristezas, padres que asumen de diverso modo sus deberes, distintas miradas a la vida, la alegría y los dolores. Y un guiño a las habilidades de compra-venta del show business. Puede objetarse un poquito el espacio y el estilo dedicados a la parte evocativa de la niñez. Pero casi todo es delicioso, empezando por las actuaciones. Emma Thompson compone con admirable detalle a una mujer compleja, imperativa, que se quedó sola en un mundo ajeno y no quiere mostrarse débil. La película es primordialmente suya, hasta que Tom Hanks toma la palabra. Hanks sólo se parece a Disney en lo fino del bigote, pero la mirada zorruna y los gestos de vendedor simpático son impagables. Hay que ver cómo su personaje le enrosca la víbora a su víctima más preciada, con amorosa paciencia, hasta conseguir lo que quiere. Junto a ellos, Paul Giamatti es un chofer de igual paciencia y práctica sabiduría, Bradley Whitford un curtido dibujante y guionista de la empresa, Ronan Vibert el representante de la escritora, B.J. Novak y J. Schwartzman los míticos Robert y Richard Sherman cuando eran flacos, la gordita Michelle Arthur, Kathy Baker y Melanie Paxson las secretarias bien onda 1961-64, época en que se ambienta la parte hollywoodense. Los rostros de todos, vestuarios, colores y expresiones, evocan alegremente el mundo de las películas Disney de aquel entonces. Ni qué hablar, cuando participamos de una breve visita a la original Disneylandia, que es una de las escenas más lindas, como la escena de un baile inesperado y la del final, gran momento de Thompson que remata con una pregunta de exacta ambigüedad, de esas que la gente comenta a la salida. Pero no hay que apurarse a salir: ya terminando los créditos, surge un bonus imperdible, tomado de los archivos de la compañía. Director, John Lee Hancock, un poco al nivel de Robert E. Stevenson. Libretistas, Kelly Marcel y Sue Smith, dos que parecen tan hábiles para fregar como para cocinar y quedar bien con todos. La niñera imaginada por P.L. Travers se parecía más bien a su tía Ellie, flaca seca, lúcida, mandona y sorprendente, que aparece representada en una parte de la película. Travers escribió ocho libros con ese personaje, editado una sola vez en castellano. Don DaGradi fue dibujante, animador y libretista de Disney de 1940 a 1972. A señalar, su participación en "La dama y el vagabundo", "Peter Pan", "La bella durmiente", "Pollyanna", "Operación Cupido" y, claro, la libre adaptación de "Mary Poppins" (completada en segunda instancia por Bill Walsh). Y los hermanos Sherman hicieron todas las canciones de "Mary Poppins", "El libro de la selva", etc. y otras cuantas para diversos cantantes, desde Gene Autry a Ringo Starr. Dicen que Disney los oyó en la radio, los llamó y les ofreció armar la historia de una nana mágica a través de canciones. "¿Saben qué es una nana?" "¿Una cabra?". "Están contratados". ¿Cómo no iba a desconfiar doña Travers? A Robert se lo ve renguear. Es un recuerdo de guerra. Otro que le quedó para siempre fue cuando abrió el portón del campo de Dachau. Pero su hijo comentó al despedirlo: "Mi padre volvió con una sola idea: brindar felicidad. Y creo que lo logró. O, como más o menos sintetiza Hanks en esta película, "Todos tenemos nuestros cuentos tristes, pero no se quede metido en los suyos".
El arte arregla la vida El sueño de Walt cuenta la historia de P. L. Travers (Emma Thompson) y el proceso para adaptar su libro Mary Poppins en un film producido por Walt Disney (Tom Hanks). La película es minuciosa en detalles acerca de las discusiones alrededor de los dos puntos de vista sobre la historia y se desarrolla entre el viaje de Travers a Hollywood y la premiere de la película. No hay misterio ni suspenso porque uno sabe que la película se hizo y como quedó. Lo único que resta es averiguar cómo fue el camino para que Travers, que se negaba a ceder los derechos hasta aprobar el guión final, cambiara su punto de vista sobre muchos de los puntos polémicos del trabajo. No es Disney el que hace un camino dentro del film, sino Travers. Es justamente ella la protagonista de la historia debido a eso. Como muchos films enfocados en un artista, Saving Mr. Banks (el título original es mucho más bello y cercano a la historia), explora el pasado de la protagonista y narra en dos tiempos el momento del trabajo con el guión y la infancia de la protagonista. Se delata, así, los elementos personales que Travers puso en Mary Poppins y los temas que subyacen en su obra. Mientras que ese pasado doloroso va desplegándose durante los flashbacks, vemos en tono casi de comedia las peleas entre Travers y el equipo que trabaja con ella. Resulta, para quien ama el cine, un regalo extra ver las discusiones y los enfrentamientos frente al guión, el esfuerzo del guionista Don DaGradi y de los compositores Robert B. Sherman and Richard M. Sherman para complacer y traicionar a la vez a Travers es más que interesante. Ellos, bajo el mando de Disney, sabían que estaban haciendo un clásico popular, pero Travers sabía que algo se iba a perder en el camino. Y se perdión, sin duda se perdió. Sin embargo, curioso remate, hoy la obra de Travers sigue siendo tan popular y famosa gracias a la película que ella tanto despreció. Saving Mr. Banks es muy fiel a un sinfín de detalles, incluyendo la grabación de los debates, los eventos históricos y demás. Se toma sus mayores licencias a la hora de mostrar a todos felices y contentos con el resultado artístico final. Pero la película no cede en ese aspecto de forma gratuita, sino que lo hace intencionalmente y con un objetivo. Travers logró con Mary Poppins corregir su propia vida y la película juega justamente a corregir los hechos ocurridos alrededor de la realización del film. ¿En que habría beneficiado al relato hacer un remate más agrio y oscuro? Ya bastante se trasluce en muchos momentos del film, incluyendo el final. La película festeja la forma en que Travers mejoró la realidad y a su vez la mejora también. Resulta muy emocionante en ese aspecto y en los demás. El personaje de Travers es gigantesco y Disney está tan idealizado como dejado de lado aquí. No hay nada objetable en este relato que abre el apetito por leer a Travers y ver nuevamente Mary Poppins. En ambos casos se aprende mucho acerca del valor y la importancia del arte en nuestras vidas.
Existen palabras que nos remiten directamente a universos mágicos y emotivos. Es imposible decir supercalifragilisticoespialidoso sin que nuestra mente se transporte a mediados de los sesenta junto a Julie Andrews y Dick Van Dike y ese maravilloso cuadro musical de Mary Poppins. El vestido blanco,vaporoso y de ceñida cintura de la niñera meciéndose al ritmo de la incesante música que tocaba una banda de seres animados es una de las escenas que difícilmente se borren del imaginario de la factoría de Disney. Es casi inimaginable que la creadora de Mary Poppins P. L Travers se opusiera fervientemente a la realización de cuadros musicales en la adaptación cinematográfica de su obra.Y tal vez en esto resida la verdadera magia de “El sueño de Walt” film del director John Lee Hancock ,que se atreve a descorrer el velo detrás del universo Disney para permitirnos presenciar las arduas negociaciones mantenidas entre el presidente de la empresa y la escritora para la realización de este film. P.L Travers (magistralmente interpretada por Emma Thompson) es una mujer adulta, retraída, con un carácter parco y hasta lindante con lo antisocial. Sus deudas la obligan a ceder ante los insistentes pedidos de Walt Disney para el otorgamiento de los derechos de su obra. Pero lo peor estaba aún por venir P L Travers personalmente deberá supervisar los contenidos antes de hacer definitiva la cesión y viajará entonces hasta Norteamérica y allí será recibida por Ralph (Paul Giamatti en una excelente interpretación) quien la llevara a su nuevo campo de batalla: las oficinas de Disney. Simultáneamente y a través de un muy cuidado uso de los flashback podremos ser testigos de la difícil infancia de la autora y como tuvo que lidiar con un padre alcohólico (Collin Farrel) quien a pesar de su enfermedad (o debido a ella) trataba constantemente de sumergirla en realidades paralelas y lúdicas. El film de Hancock retrata no solo en el proceso creativo de una obra tan emblemática del cine como Mary Poppins, sino que también nos invita a la reflexión sobre las relaciones parentales y hasta que punto los años nos permiten hacer las paces con nuestros propios conflictos. En cierto pasaje del film Travers enuncia “…los relatadores de cuentos restauran el orden con la imaginación” y quizás este sea el mayor legado de su obra: generar un espacio donde todos podamos refugiarnos, aun en nuestra adultez y sentir esos acordes que aunque sea por un instante nos permitan sentirnos plenos y llenos de esa inocente mirada de la vida que los años nos han quitado.
"El Sueño de Walt" es una de esas películas que, para los que amamos Mary Poppins, queríamos ver. P.L.Traves, la creadora de la niñera mágica tenía fama de indomable, pero en la espectacular interpretación de Emma Thompson te va a quedar más que claro porque, durante 20 años, Walt Disney (interpretado por Tom Hanks) estuvo detrás de ella tratando de convencerla para llevar la historia al cine. Grandes actuaciones por parte de los dos, incluyendo pequeños pero grandes personajes por parte de Paul Giamatti, Colin Farrell y Rachel Griffiths. Buena música, linda ambientación, hermosa fotografía y un muy buen guión para entender todo el detrás de escena de un éxito mundial como lo fue Mary Poppins. Gran peli para los amantes de este tipo de historias.
Mary Poppins brindó una de las grandes sagas literarias dentro del género infantil con ocho novelas exitosas. Después del suceso del film de 1964 Walt Disney enseguida quiso hacer la continuación y adaptar el resto de las historias. Sin embargo, aunque intentó todo lo posible por concretar el proyecto no logró hacerlo realidad. El motivo se debió a que la creadora de la famosa niñera, P.L.Travers, odió tanto el film con Julie Andrews que nunca más cedió los derechos de sus trabajos a un estudio de Hollywood. El sueño de Walt Disney narra la historia de lo que fue la complicada producción de aquella película al mismo tiempo que retrata la biografía de Travers y cómo nació el personaje de Mary Poppins. El guión es brillante porque logra cubrir todos estos temas con una argumento que desarrolla muy bien los personajes y los hechos que trabaja. Travers volvió loco al equipo de producción y esta cuestión está muy bien narrada en el film. Sin embargo, a traves de los flashbacks que se centran en su infancia y la relación con su padre, el espectador logra comprender, más allá de las mañas que tenía, por qué cuidaba tanto al personaje de Mary Poppins y se oponía a la visión de Disney. Emma Thompson, quien encarna a la famosa escritora, brinda uno de los mejores trabajos que hizo para el cine en mucho tiempo y es brillante como capturó la particular personalidad de esta mujer que poco tenía que ver con sus dulces historias literarias. Tambien sobresale Tom Hanks con su memorable interpretación de Disney donde logró revivir literalmente al famoso artista. Su trabajo con la voz y la expresión corporal que evocan las expresiones de Disney es impresionante. Lo interesente de su labor también es que se concentró en retratar al personaje desde un lugar muy humano y realista donde no se exagera lo que este hombre representaba en Hollywood en ese momento. Por otra parte, la narración del director John Lee Hancock (Un sueño posible) brinda un perfecto equilibrio entre el drama y las escenas más humorísticas y la historia no pierde su atractivo en ningún momento. Cabe destacar que los protagonistas estuvieron rodeado también de un gran reparto secundario donde se lucen Colin Farrell, Jason Schwartzman (Viaje a Darjeeling) y Paul Giamatti. Todo el detrás de escena de lo que fue la producción de Mary Poppins es apasionante y no deja de ser loco que los momentos más amados de ese film por el público resultaran al mismo tiempo los más odiados por P.L.Travers. A diferencia de lo que fue el fiasco de Diana, acá tenemos una excelente biografía que logra sacarle el jugo al personaje que trabaja y termina por ofrecer una gran película que seguramente hará que más de uno vuelva a ver otra vez Mary Poppins.
Hay algo interesante en “El sueño de Walt”(USA, 2012) que trasciende la horrible traducción que hicieron del título original “Saving Mr. Banks” (tampoco era muy apropiado) y es la épica por reflejar una puja comercial, enmarcarla dentro de un contexto histórico y devolver algo que termina siendo un homenaje al séptimo arte. Ya no importa si en la puja participan el legendario Walt Disney (Tom Hanks), del cual no hace falta aclarar nada, y Pamela Travers(Emma Thompson), la escritora que creó Mary Poppins, porque John Lee Hancock (gracias al guión de Kelly Marcel) hablará del proceso de creación de un filme, que como en este caso, fue arduo y complicado. ¿Por qué acepta Travers dejarse seducir por Disney para legar su libro?, ¿Qué esconde la escritora de su pasado?, estas son algunas preguntas que se disparan al iniciar la película, cinta que deambulará entre el presente urgente y el pasado que agobia. Porque “El sueño…” permite conocer en profundidad los miedos y pesadillas de Travers, una mujer que escindida entre lo que realmente desea y lo que muestra de su personalidad. Más allá de desnudar el proceso creativo, con mecanismos de producción a la vista, y que el director haga hincapié en cómo la escritora complicará la adaptación con cada decisión que el equipo creativo (Jason Schwartzman, Bradley Whitford) que Disney puso a su disposición (por ejemplo rechazar el color rojo para la adaptación), el filme enfocará en el pasado de Travers para intentar afirmar el porqué es hoy en día una mujer complicada, fría y distante (y que a través del personaje que creó intentará propagar su teoría sobre infundir orden para restaurar esperanza). Hancock decide contar con flashbacks (una reconstrucción de época interesante) la historia de la escritora durante su niñez, con imágenes y planos amplios, de una textura polvorienta y árida, que contrasta con la opulencia y colorido que le ofrece Disney al presente de la mujer. Y con ese ir y venir en el tiempo se consolidará una justificación sobre el comportamiento de Travers, principalmente en su exagerado distanciamiento y frialdad con los demás y el rechazo a cualquier pizca de alegría y desborde que pueda intentar el equipo con el que trabajará. Sabemos cual fue el resultado final del difícil proceso de adaptación del libro, punto a favor para el espectador, pero eso es tan sólo una información que se manejará y que irá perdiendo peso a medida que avance la historia, porque el interés no recaerá ya en “a ver si logran hacer la película de Mary Poppins”, sino en Travers y los vínculos que irá construyendo (la relación con su chofer –Paul Giamatti- en plan “Conduciendo a Miss Daisy”) y en la superación de traumas y recuerdos del pasado. El título original, ese que acá se decidió cambiar por algo que pasó en realidad y que fue el esfuerzo de Walt Disney (al que Hanks no se acerca, aunque lo intenta) por adaptar el clásico infantil (en un momento desesperado Disney le pregunta a Travers ¿Qué tengo que hacer para complacerte?, luego de haber respondido a todos sus caprichos), hace referencia al intento de la escritora por “rescatar” el recuerdo de su padre (interpretado con sobriedad por Colin Farrel), un ser que la marcó de por vida. Película de cine sobre el cine, de desnudar las dificultades para llevar a la pantalla las ideas de otros, con una actuación impecable de Thompson (gran olvidada en los Oscars 2014), “El sueño de Walt” es una propuesta interesante para conocer los pormenores de un clásico infantil y ver en detalle el pasado de una industria en la que se respetaba a todos más allá de las diferencias.
Hollywood ama homenajearse a sí mismo. Ya sea en grandes ceremonias, en eventos publicitarios, o realizando películas autoreferenciales. En los papeles El Sueño de Walt parecía encaminada a ese propósito, pero en su traspaso del guión a la pantalla ofrece un elemento que la diferencia, una actriz, Emma Thompson, que se adueña de todas las escenas, aún de aquellas en las que no aparece. Erróneo título local, el nuevo film de John Lee Hancock no se apoya en la figura de Walt Disney, ni siquiera (como nos quieren hacer ver) en la relación de este con P. L. Travers autora del libro Mary Poppins; es la historia de esta última y sus sensaciones ante la posibilidad de una adaptación al cine de su personaje tan celosamente cuidado. Pamela Travers (Emma Thompson) no es para nada una mujer sencilla, ni menos fácil de llevar. De porte inglesa, Pamela se auto recluyó hace tiempo, detesta a casi todos (en especial si son norteamericanos), y viene rechazando las ofertas del ambicioso Walt (Tom Hanks) para comprarle los derechos del personaje hace varios años. Pero las deudas la aquejan, y forzosamente acepta viajar hacia los estudios del Ratón Mickey para supervisar el guión del posible film, sino está de acuerdo y no aceptan todas sus sugerencias, no firmará el contrato de cesión de derechos y el proyecto por lo tanto quedará trunco. savingmrbanks-trailer_ew Para quienes lo desconocen, el Sr. Banks del título original es el padre de los niños que cuida Mary Poppins, y su inclusión en el título de esta película tiene que ver con los dos relatos que se iran contando en paralelo. Mientras la actual Pamela sigue de cerca el proceso de creación del guión y disiente sobre cada punto y coma de modificación (enloqueciendo a todo el estudio), a través de recuerdos la veremos de niña junto a su familia y en especial su padre (Collin Farrell) tan amoroso con sus hijos como descuidado y sumido en el alcohol. La relación de Pamela con su padre va progresando (o involucionando), y mientras la Pamela adulta va abriéndose ante las posibilidades y reconociendo el espíritu de aquella niña que por circunstancias de la vida ya no es. Es importante remarcar que otra sería la película sino contásemos con estos rubros actorales, Hanks no aborda todo el personaje que fue el inmenso, aunque ambivalente (hecho que acá se desconoce), Walt Disney pero lo resuelve con muchísimo carisma. Farell se luce en su rol de un padre con una faceta para sus hijas y otra para el mundo adulto; lo mismo podríamos decir de Jasón Schwartzman, Bradley Whitford y Paul Giamatti. Pero aún así todos quedan a la sombra de la aplanadora que es Emma Thompson, P. L. Travers es ella, llena de gestos, matices, un modo de hablar y caminar particular, su interpretación es realmente inmensa y para aplaudir a rabiar. En cuanto al resto de los rubros hablamos de un film promedio, agradable. Hancock sabe construir películas edificantes, y se agradece que esta vez haya dejado de lado su cuestionable costado político. La ambientación de (las dos) época/s es prolija, sin desmesuras ni clichés; lo mismo para la visión que el propio Estudio Disney tiene de su imperio. Tierna, simpática, melancólica, y profundamente cinematográfica, El sueño de Walt es una de esas películas pensadas para las premiaciones, y como tal cuenta con un elenco de lujo, uno que la eleva a una categoría superior a lo que hubiese logrado sin ellos en sus puestos.
Pese al desnivel entre las dos historias el conjunto sale a flote Dos historias separadas por más de cincuenta años conforman “El sueño de Walt” (“Saving Mr.Banks”) de John Lee Hancock, más conocido como guionista de Clint Eastwood (“Medianoche en el jardín del bien y el mal”, “Un mundo perfecto”) que como director (“Un sueño posible”). La más antigua transcurre en 1906 en un pueblo de Australia y está enfocada básicamente en Ginty (Annie Rose Buckley), una niña cuyo padre Travers Goff (Colin Farell) trabaja en el banco local. El mayor problema del progenitor es su adicción al alcohol aunque en sus momentos de sobriedad logre, en sus propias palabras, transmitirle que “nunca deje de soñar ya que de esa manera podrá ser la persona que ella desee”. La otra trama transcurre en Los Angeles a principios de la década del ’60 y tiene a Walt Disney (un Tom Hanks estupendo) y su lucha para convencer a la escritora P.L. Travers (Emma Thompson) para que le ceda los derechos para la filmación de su novela “Mary Poppins”. Este conflicto duró veinte años y había empezado cuando las dos hijas de Walt eran pequeñas. La película va y viene en el tiempo aunque la primera hora dedica más tiempo a la historia más antigua, que es por otra parte la menos interesante. Por un momento este cronista temió que su insatisfacción, ante cierta morosidad del relato, duraría las algo más de dos horas del film. Pero por suerte, cuando el mayor protagonismo lo tuvieron los personajes encarnados por Thompson y Hanks su humor cambió. Aparecen además en escena otras figuras reales como el chofer (Paul Giamatti) de la supuestamente inglesa Travers o el dúo de hermanos Sherman (Jason Schwartzman y B.J.Novak), los músicos de “Mary Poppins”, y también el guionista Don DaGradi (Bradley Whitford). Hay un momento brillante de la película cuando los músicos y el guionista logran “quebrar” por primera vez a la hasta entonces renuente escritora con la famosa composición “Let’s Go Fly a Kite”. Otra escena destacable es la visita inesperada a Magic Kingdom (Disneyland), ambientado tal cual lucía hace cincuenta años. Pese a su resistencia, Walt convencerá a la rígida escritora para que suba en la calesita y monte a “Jingles”, al que califica su caballo favorito. Claro que antes el creador de Mickey debió soportar días enteros en que ella se quejaba de que el guión era horrible o caprichos como el oponerse a que en la película el color rojo estuviera presente. Pero peor aún fue cuando la producción pretendió que los pingüinos de la historia fueran animados y ella le respondió con un neto: “cartoons, not an inch”. Quien haya visto la película de 1964 de Robert Stevenson, con la debutante Julie Andrews y un joven Dick Van Dyke, recordará cual fue el desenlace de dicha disputa. Y para quien no la haya visto pero sí en cambio asista a una función de “El sueño de Walt” provocará seguramente el interés de hacerlo. En algún momento habrá una ruptura y la acción se trasladará a Londres. En su partida desde el aeropuerto de L.A. la escritora le dirá a su chofer que “es el único estadounidense que le ha caído bien”. Esa frase sintetiza un poco la animadversión generalizada que ella experimentaba hacia la sociedad norteamericana y explicará la presencia de Walt al día siguiente en la capital inglesa. Será ese un momento donde él le dirá que no es un “rey Midas de Hollywood” y le contará acerca de su niñez y la dureza con que su padre Elias Disney los trataba a su hermano mayor Roy y a él. Pero además la reconfortará a ella diciéndole que “todos tenemos una historia triste”. El espectador encontrará entonces una mayor justificación a los dos relatos paralelos y alguna revelación adicional que por respeto preferimos no develar. Agreguemos la escena final del estreno de “Mary Poppins” en un esfuerzo de producción (y costo) significativo y que hacen que en el conjunto “El sueño de Walt” logre salir a flote pese a cierta lentitud y escaso interés del inicio. A destacar además la música de Thomas Newman, único nominado al Oscar. Quizás Emma Thompson hubiese merecido integrar la terna. En cuanto a Hanks también, aunque en su caso la nominación está por su buena actuación en “Capitán Phillips”.
Cómo Disney conquistó a Mary Poppins La película, que narra las circunstancias que rodearon a una de las creaciones más perdurables de su estudio, puede pensarse como una puesta en valor del mito de Walt Disney, una operación montada para quitar las manchas de cierto honor maltratado. Como ocurre con la ancestral imagen de la serpiente mordiendo su propia cola, puede decirse que en El sueño de Walt –título que acá le tocó en suerte a Saving Mr. Banks, dirigida por John Lee Hancock y producida por los estudios Disney–, hay bastante de esa idea de ciclo eterno e inalterable. No sólo porque su argumento consiste en la dramatización de las circunstancias ocurridas durante la adaptación al cine de la novela Mary Poppins, de la australiana P. L. Travers, todo un clásico de la casa Disney, sino porque toda la parafernalia simbólica de las creaciones del legendario Walt aparece aquí multiplicada con incalculable potencia. A tal punto que el propio factótum aparece como si fuera una de sus creaciones, tal vez la más importante, incluso por encima del propio Ratón Mi-ckey. Esa idea justificaría la elipsis de su apellido en el título local: quien sueña no es Disney sino Walt, el personaje que él (y su empresa) hizo (hacen) de sí mismo. Y hasta se puede pensar la película como una puesta en valor del mito de Walt Disney, una operación montada para quitar las manchas de cierto honor maltratado por las dudas de la historia. Pero mejor empezar por el principio. Todo comienza en casa de la señora Travers en Londres, justo en el momento en que su abogado la convence de poner fin a los veinte años en que la escritora resistió el asedio de Disney para adaptar su personaje al cine. Es 1961 y Travers (Emma Thompson) decide viajar a Los Angeles para ver qué es lo que Disney (Tom Hanks) pretende hacer con su personaje. De manera un poco obvia, el carácter de ambos personajes resulta una nueva versión del choque cultural entre lo británico y lo estadounidense, en donde lo primero es emparentado con lo tradicional, con cierta pretenciosa dignidad algo enmohecida que abomina de lo novedoso, mientras que lo segundo representa cierto progresismo emprendedor y pujante, de extrovertida simpatía y liviandad. Toda la tensión del relato se basa en esa incógnita: ¿prevalecerá el encanto de Walt, encarnado por un Tom Hanks medido y siempre eficiente, o Travers (una Emma Thompson clásica) persistirá en su rechazo por los musicales y los dibujos animados? “No quiero dejar mi casa”, dice ella al comienzo de la película, a punto de viajar. En ese momento queda claro que lo que no quiere dejar no es su casa en el sentido físico, sino que no soporta la idea de que lo que hay de propio e íntimo en su obra sea profanado por la banalidad que le atribuye a la obra de Disney. El pasado visto como un hogar seguro al que se ha cerrado por dentro: ésa es la casa que Travers teme abandonar y la llave de esa puerta es la que Walt ansía poseer. Por supuesto la película hará correr en paralelo la historia del tire y afloje entre los protagonistas, junto con la de la infancia de la escritora en Australia, poniendo en primer plano su relación con un padre alcohólico y encantador al que adoraba y que falleció siendo ella todavía niña. Un padre que se convirtió en personaje de su libro y que acaba siendo el Mr. Banks al que el título original de la película pretende salvar. Como suele ocurrir con las producciones importantes de Disney, el film se encuentra realizado con prolijidad y eficiencia, con todo en su lugar, incluyendo los excesos simbólicos de los que habitualmente suelen pecar. Así, la presencia de Mickey como alter ego de Walt en cuatro escenas clave de la película marca la evolución de la relación entre los personajes, pero de manera un poco burda. E incluso hay algo de artificial e inesperado en la forma en que Travers finalmente decide entregar los derechos de su libro. Por su parte, Disney es mostrado como un tipo cálido y entrador, dueño de una gran habilidad para la manipulación, algo habitual en muchos de los trabajos del estudio. Finalmente están las cuestiones de honor aludidas al comienzo. En un momento, Walt confiesa que entiende a Travers, porque sabe que entregar las propias creaciones es una forma de perder a la familia. Y menciona el nombre de Pat Powers, un productor de los años ’20, haciéndolo responsable de querer quitarle alguna vez a su famoso ratón. De esta manera se intenta imponer una suerte de historia oficial sobre la reñida paternidad de Mickey, cargando las tintas sobre Powers y eludiendo al mismo tiempo mencionar a Ub Iwerks, el animador con quien realmente se disputó la creación del emblemático personaje. Lo que se dice todo un ejemplo de manipulación.
El magnate, el hombre y el niño En contraste con la política exterior de su Estado, garante del capitalismo internacional contra viento y marea, el ciudadano norteamericano tiene un estereotipo de afabilidad e inocencia que pocos films han sabido reflejar como este. Es imposible saber si John Lee Hancock, director y ex colaborador de Clint Eastwood, tuvo esto en mente cuando mostró a Walt Disney (Tom Hanks) de visita en Disneyland, ante la mirada incrédula de chicos y grandes, y luego subido a una calesita con su anfitriona P.L. Travers (Emma Thompson), la autora australiana de Mary Poppins, en una de las escenas más logradas y conmovedoras del Hollywood contemporáneo. Cuesta creerlo, pero no importa (si hubiera habido intención, lo más probable, como suele ocurrir, es que no saliera). El sueño de Walt narra con encanto propio de Disney (en una especie de metarrelato) la paradoja de un hombre que, pese a su poder económico, no puede cumplir el mayor de sus anhelos: llevar a la pantalla la historia de Mary Poppins. Con naturalidad poco frecuente para una súper producción (lograda, en gran parte, por la descomunal actuación de Thompson), Hancock relata la llegada de Travers a Los Angeles y su horror ante el universo Disney que la recibe, literalmente, con decenas de Mickey, Pluto y Donald en su habitación. Travers, una londinense cuya patria es el Commonwealth, rechaza cada una de las sugerencias de Disney y su equipo hasta que accede a la realización del film, estrenado en 1964. Exceptuando los flashbacks de la niñez de Travers, donde el sentimentalismo corporativo se hace presente, El sueño de Walt es fiel al mejor estilo Disney, entrañable y con momentos de buen humor.
Salvados por Emma Thompson Pese a que en Argentina fue rebautizada como El Sueño de Walt Disney, la protagonista de Saving Mr. Banks es Pamela L. Travers -la creadora de Mary Poppins- y no el señor bigotudo que concibió a Mickey Mouse. La biopic se centra en el momento en que ambos personajes finalmente se conocieron cara a cara en 1960, para trabajar en la versión cinematográfica de la novela escrita por Travers, que se estrenó cuatro años -y muchas batallas entre ambos- después. No es la primer incursión de Disney en el uso de hechos históricos y su consiguiente conversión en fábulas, pero en este caso uno de los centros de la trama es el mismo imperio del ratón. Y, por supuesto, varios detalles fueron lavados e incluso convenientemente pasados por alto, no sea cosa que se saquen todos los trapos al sol. De este modo, las feroces discusiones que existieron sobre el control creativo en el film y el personaje de Mary Poppins se transforman en cruces desafiantes con un flirteo (muy) subyacente a la screwball entre una Travers reticente a vender los derechos de su creación y un Walt que, como buen vendedor, debe seducirla con la “idea de Disney”, esa misma que todos compramos durante nuestra infancia: el último lugar en el mundo donde todavía existe la magia y todos los sueños son posibles. La estructura de múltiples flashbacks intercalados, presentes desde la primer escena hasta el final del film, es el poco original recurso que encontraron las guionistas Kelly Marcel y Sue Smith para (sobre) explicar el resguardo de Pamela Travers para con su personaje. En este aspecto no ahorraron casi ningún detalle de la triste infancia de la autora, ideal para el tono melodramático sepia con que el director John Lee Hancock filma las escenas: nacida Helen Geoff en Melbourne, de un padre banquero (como el famoso Sr. Banks, patriarca de la familia que recibía la muy necesitada ayuda de Mary Poppins) y madre de familia rica pero relegada a la casa y a poner buena cara ante cada desplante causado por el alcoholismo de su esposo (interpretado por un tambaleante e irregular Colin Farrell), cuando Travers tenía 7 años su familia se mudó al árido interior australiano, donde sólo había calor, yuyos y la salud mental y física de su padre desmejorando rápidamente, ante la desesperación de su mujer. Como en muchos otros casos de escritores y/o chicos con infancias trágicas, la imaginación salvó a Helen/Pamela, y fue la génesis –junto a su tía Ellie- de la niñera multitask más conocida en todo Occidente. El entrelace constante entre los recuerdos de Travers (Emma Thompson) y su actualidad, en pleno tira y afloje con Disney (Tom Hanks) y su equipo de escritores (Bradley Whitford como Don DaGradi y unos desaprovechadísimos Jason Schwartzman y B.J. Novak como los hermanos compositores Sherman) subraya el contraste entre la niña que fue y su versión de los ’60: una rígida dama inglesa, agobiada por el calor y la informalidad de Los Ángeles, cuando creía haberlos dejado atrás al abandonar su Australia natal. Este establecimiento cuasi didáctico del conflicto central como causa-efecto convierte a la primer parte de la película en una larga hora que testea la tolerancia mediante flashbacks con estética y golpes bajos de telefilm y las escenas en los ’60, donde la química entre Thompson y Hanks está tan muerta como la mamá de Bambi. Sin embargo, la gran salvadora de El Sueño de Walt Disney es Emma Thompson. La actriz le escapa a la caricatura de mujer británica gélida y dura que en principio establece el guión para brindarle la pasión y apego que Travers le tenía a Mary Poppins y a su propia historia, en contraste a la distancia que establecía con otros seres humanos vivos. Es gracias a ella que la supuesta transición que vive su personaje para finalmente aprobar el guión y vender a su creación, o que se ponga a bailar al son de una canción de los hermanos Sherman no resulte inconsistente (no debería tampoco sorprender tanto en la trama, si no fuera porque obvia el detalle que Travers fue actriz y bailarina de joven). Al contrario de su dinámica con Hanks (que se limita a representar la imagen de hombre bueno y justo que se tiene de él en el imaginario colectivo, pero con bigote), en su relación con el personaje de Paul Giamatti (sobrio y justísimo en su papel como el chofer que la pasea entre las palmeras de L.A.) Thompson puede explorar mejor la complejidad de la autora. En un encuentro entre Travers y Disney hacia la última parte del film, en el que éste último logra empatizar con ella a partir de sus respectivas historias pasadas y las relaciones con sus padres, le promete que pueden “redimirlos en la imaginación” ya que no pudieron en vida. De boca de Hanks, se blanquea una de las motivaciones principales de la existencia del film: redimir en la ficción al gran pater familia de la empresa, en un evento de su vida que lo deja bastante mal parado (nunca más se volvieron a hablar con la autora, quien se coló a la premiere y se dice lloró de la indignación al ver el producto final). Incluso en los títulos finales están las pruebas de esa “verdad” de la biopic: fotos de Disney y Travers juntos que, como diría Barthes, muestran que “ahí estuvieron, en ese momento, juntos”. Un caso de “entre la verdad y la leyenda, impriman la leyenda” en el que la historia original es muchísimo más interesante y compleja que su versión ficticia.
Emotiva y divertida película basada en hechos reales que narra el encuentro entre Walt Disney y P.L. Travers. Todo comienza con un flashback en 1906 en Maryborough, Australia. La familia Travers Goff (Colin Farrell), Margaret Goff (Ruth Wilson, "Anna Karenina"), la niña Pamela L. Travers (Annie Rose Buckley), apodada "Ginty" y sus hermanos. Luego nos trasladamos a abril de 1961 Londres, donde se encuentra Pamela Lyndon Travers (Emma Thompson) quien se prepara para su partida a Los Ángeles para reunirse con Walt Disney, (Ella se ve obligada porque su agente de finanzas Diarmuid Russell (Ronan Vibert), le informa la falta de dinero en su cuenta). La historia gira en torno a la dificultosa tarea que tuvo Walt Disney (Tom Hanks) para lograr que P.L. Travers le cediera los derechos fílmicos de su prestigioso libro "Mary Poppins", hasta mantuvo los papeles del contrato sin firmar en caso que no estuviera contenta con el proyecto. Él les había prometido a sus hijas llevar las novelas a la pantalla grande, (como muchos sabrán esto le llevo veinte años). Las negociaciones resultaron un dolor de cabeza para el guionista, Don DaGradi (Bradley Whitford), los compositores, Robert (B. J. Novak) y Richard Sherman (Jason Schwartzman), y hasta el mismo Disney, sufrieron la furia de la autora. Todo se va intercalando a través del flashback como se desarrolló la infancia de Travers en Australia a principios de siglo, la relación con sus padres, situación que a la autora le sirvió como fuente de inspiración para crear a Mr. Banks, el padre de la familia protagonista de Mary Poppins (y Disney supo armar un poco este rompecabezas). Se va construyendo a la perfección cuadro por cuadro la encantadora historia, por momentos es ver cine dentro del mismo cine, hay grabaciones autenticas de aquel momento, (estas más de cuarenta horas sirvieron como fuente de inspiración a las guionistas Kelly Marcel y Sue Smith; este dato se encuentra dentro de los créditos finales). Todos los actores se destacan en sus personajes y tienen momentos conmovedores: Ruth Wilson como la mujer sufrida y cansada de todo; Colin Farrell un padre muy cariñoso, optimista y soñador, pero cuya vida es un fracaso; la debutante Annie Buckley como la jovencísima Travers y Dolly (Melanie Paxson) agradables; excelentes: Paul Giamatti, que encarna al chófer Ralph de Travers, con sus conversaciones extraordinariamente, se luce; Emma Thompson con cada gesto, palabra, mirada, una postura bien británica, el momento que ve por primera vez a Mary Poppins es estupendo y Tom Hanks, interpretar a Walt Disney el padre de Mickey Mouse quien realiza un gran trabajo, pone todo su carisma y profesionalismo. Todo con una notable reconstrucción de época, muchas de las canciones de la banda sonora sensibilizan, ingresando al maravilloso mundo de Disney que te invita a soñar, hasta se ve un fragmento de la película de 1964. Resulta emotiva, divertida, disfrutable, llega al corazón de la infancia de cada uno, al verla resulta imposible no reírse, llorar y salir cantando o tarareando sus canciones como: “Let's go fly a kite”, y hasta te pueden dar ganas de volver a ver Mary Poppins.
Guión y realización brillantes, con dos protagonistas inolvidables Algunas historias detrás de los clásicos son realmente fascinantes, con anécdotas tan jugosas como enriquecedoras a la hora de contar cómo fue esto de hacer películas hace tiempo. Hace poco conocimos en la ficción casi todos los entretelones de la realización de “Psicosis” (1960). Podía no ser estupenda, pero algo hipnótico había en querer “saber cómo fue”. Lo mismo ocurre con “El sueño de Walt”, pero hay una mayor cantidad de cualidades. En el llano la historia cuenta cómo, después de 20 años de insistencia, Walt Disney (Tom Hanks) logró entablar diálogo con la escritora australiana P.L.Travers (Emma Thompson) con el objeto de convencerla para que le cediera los derechos de “Mary Poppins” para realizar una adaptación cinematográfica de su obra, puntualmente desde que la autora viaja (forzada por su situación económica) de Inglaterra a Los Ángeles en adelante. Más allá de lo histórico, es en las capas subterráneas del brillante guión de Kelly Marcel y Sue Smith donde se encuentra lo más jugoso. Ambas decidieron investigar la vida de la autora, encontrar los motivos por los cuales se aferraba tanto a ese texto al punto de no querer dejarlo ir. Por eso, cada uno de los flashbacks a su infancia, además de enriquecer el contenido del presente, explica el germen de la idea, la esencia de cada personaje y, por supuesto, la temerosa angustia de Travers frente a lo que la industria podría hacer, ya no con su libro sino con su vida. Según ella “Mary Poppins” estuvo muy lejos de la propuesta cinematográfica que derivó en uno de los grandes clásicos musicales de la historia. La mirada hacia lo más profundo de su alma es de lo que se ocupa el relato, dándole la misma importancia que a la anécdota de la producción per sé. La experiencia resulta emocionante y enriquecedora, con dos antagonistas tan bien diagramados: una no quiere (o no puede) soltar su creación, mientras que el otro desea transformarla en espectáculo a como dé lugar. A su vez, el miedo a perder este “objeto preciado” hace ceder a ambos por consecuencia de una lucha interna contra sus impulsos. Por su parte, John Lee Hancock se encarga de narrar en forma muy equilibrada contando, en principio, con una compaginación brillante de Mark Livolsi (colaborador de Woody Allen en los ‘90). El director no bifurca el argumento, pero sí cuenta dos tramas muy claras que se presentan separadas. Los dos caminos (la infancia de Travers por un lado y el “tire y afloje” del presente por el otro) avanzan paralelamente, al mismo tiempo que el pasado nutre al presente de la justificación de las acciones. Así, por ejemplo, nos encontraremos con las personas que inspiraron la creación del señor y la señora Banks, Bert, la propia Mary, etc, descubriendo también que estos personajes no eran tan imaginarios, que nacieron desde una carencia y un dolor muy profundo. No había mejor opción que la de Thomas Newman para la música. Con algunas reminiscencias de su trabajo para “Lemony Snickett”, una serie de eventos desafortunados (2004), cada nota del compositor aporta emotividad, justificando la nominación al Oscar de éste año. Uno entiende cómo funciona la industria pero aquí hay varios rubros olvidados por la academia, empezando por las actuaciones. Tom Hanks hace rato se recibió de genio, pero en este caso, contrapone sonrisas impostadas ante la impertinencia de Emma Thompson, quien ha hecho con su P.L. Travers una composición exquisita. De esas que no se olvidan jamás. Probablemente ninguna de estas películas sobre anécdotas de la historia del cine escape a ciertos convencionalismos en el tratamiento general del producto, pero eso no quita el hecho de ser un producto bien realizado y contado. En los detalles y la sutileza de los elementos está la diferencia. La excelencia de “El sueño de Walt Disney” tiene la mayor cantidad de laureles en quienes la escribieron. Se jugaron por el camino más difícil pero al final, el paisaje ofrece mucho más.
Todos tenemos cuentos tristes “Nosotros somos contadores de cuentos, reinstalamos el orden con la imaginación”, le dice Walt Disney a la insoportable Pamela L. Travers, la autora de Mary Poppins. Ella se negaba a darle el libro a Disney (“harán una de esas tonterías con dibujitos”), porque detrás de esa niñera mágica estaba su amarga biografía: un padre alcohólico, una madre con tendencias suicidas, privaciones y una tía enérgica que puso un poco de orden y que fue la inspiradora de su personaje. Es un filme curioso, porque le saca jugo a sus defectos. Hancock ha querido contar un hecho de los años 60 con la estética de entonces. Es colorido, ingenuo, lleno de subrayados, estereotipado, luminoso, pero curiosamente esos lunares pueden favorecerla ante la repetida oferta de un Hollywood desgastado por las leyes implacables de los efectos especiales y las extravagancias. Desde esa perspectiva, hace valer su historia. Tiene como puntos altos a Emma Thompson, Tom Hanks y buenos diálogos; y como flaquezas, las escenas que evocan la triste infancia, absolutamente insoportables. P.L.Travers es una australiana avinagrada que vive en Londres. Desde hace veinte años, Disney anda tras de Mary Poppins, un relato casi fantástico que pinta a ese señor Banks –el padre de la autora- como un tiro al aire que le dio lágrimas pero también alas. Y ella teme que la película lo deje mal parado, que manosee su infancia, que banalice su drama. Vuela a Los Angeles y conoce a Disney, pero no quiere firmar el contrato: cuestiona el guión, la música, los dibujitos, los actores. Al final, de vuelta en Londres, Disney le dirá la frase del comienzo: “nuestros cuentos amables reinstalan un orden que el mundo ha perdido”. Y la convencerá al contarle que él también tuvo una infancia desdichada, “porque todos tenemos nuestros cuentos tristes, pero no hay que quedarse detenido en esos recuerdos”.
Marionetas del psicoanálisis Probablemente nadie pueda decir que El sueño de Walt sea una película distante o fría. Su mayor virtud es, precisamente, el sentimentalismo que ostenta y retumba, haciéndose eco de las palabras que dirige la autora de Mary Poppins (P.L. Travers, interpretada por Emma Thompson) a Walt Disney (interpretado por Tom Hanks) cuando se refiere al universo de sus creaciones. Es un film cerrado y estructurado cuyo guión se empeña en clausurar cada uno de los cabos que abre, como si los personajes fueran parte de una enorme sesión de terapia. Esto es remarcado por el constante uso del montaje paralelo que nos refiere el doloroso pasado de Travers y la relación con su conflictuado padre (Travers Goff, interpretado por Colin Farrell), recurso sobre el cual se vuelve una y otra vez para generar una instancia climática hacia el desenlace. Esto hace que estemos ante una película irregular que no desentonaría en Hallmark o el ciclo de Virginia Lago, con mensajes subrayados y ENSEÑANZAS, con mayúscula, a pesar de que los puntos altos que tiene le permiten escapar de la mediocridad de estas producciones. El viejo Walt estaba obsesionado con Mary Poppins y lo que representaba en el apogeo de su imperio Disney, allá por 1961, sea por motivos sentimentales (había prometido a sus hijas llevar el libro a la pantalla grande) o el potencial narrativo que tenía. Pero para ello necesitaba los derechos sobre el libro, que sólo se los podía ceder P.L. Travers, una escritora gruñona y algo mal llevada a la que la primera media hora de película maltrata bastante. El sueño de Walt se centra en la turbulenta relación entre la escritora y el estudio, y las disputas constantes entre el talentoso equipo de artistas a la orden de Walt y Travers, quien no se encuentra dispuesta a ceder con facilidad ante el mundo “frívolo” de Disney sus queridos personajes. Pero esa dimensión tan chata del personaje de Travers no se podía quedar en una superficie tan hosca: necesita una explicación, y es aquí que aparecen los montajes paralelos para salvar al personaje. Todo, hasta el más pequeño detalle, tiene algo que ver con la difícil niñez de Travers: al comienzo se la puede ver molesta por recibir como regalo peras y luego entendemos que el rechazo de ella por esta fruta se debe a una experiencia traumática que vemos en los flashbacks. Nada escapa al mensaje y la película parece asfixiarse en frases hechas que nos salen fácilmente: no seas presa de tu pasado, por ejemplo. Sin embargo, al director John Lee Hancock hay que reconocerle que, más allá de lo sosa que pueda ser su puesta en escena, la capacidad para exprimir el talento de sus actores y llevar sus películas algo más allá que la medianía de “las películas con mensaje”. Lo mismo sucedía con su película anterior, Un sueño posible, que también se escudaba en el “basada en hechos reales” y lograba una buena actuación de Sandra Bullock a pesar de todo. En este caso es Emma Thompson en particular la figura que eclipsa incluso a Tom Hanks, que se encuentra encerrado en un manual de magnate orwelliano. Por supuesto, ante semejante guión hay momentos y secuencias que nos dejan un personaje irregular, pero su interpretación se destaca a pesar de esto. Inevitable no citar el momento hacia el final de la película en que se decide la cesión de derechos de Travers a Walt Disney, una charla que se pretende catártica pero termina tornándose absurda y artificiosa en función de los conocimientos psicoanalíticos que saca Walt de la galera, subrayando el complejo de Electra que tiene Travers y su incapacidad para dejar ir el recuerdo de su padre. En el medio de todo naufraga Colin Farrell, que también logra dar momentos de intensidad a su personaje, a pesar del lineamiento previsible en el que está metido. Producto mediocre de buenas intenciones parece una etiqueta demasiado larga y abarcadora, pero aquí se ajusta con facilidad por su torpe sutileza narrativa y la falta de personajes que se definan más allá de la idea que los encierra. Y si, como se plantea en la novela clásica Mary Poppins, hay muchos tipos de jaulas para encerrar a los hombres, la del buen mensaje es una de las peores.
Acostumbrados a los reiterados fallidos en las traducciones de títulos que sufren los filmes al ingresar a nuestro mercado, el sentido de El sueño de Walt no sólo modifica al original Saving Mrs Banks sino que propone un punto de vista opuesto al verdaderamente pensado por su realizador. Más allá de todo comentario y salvedad, me niego a posicionarme en la vereda impuesta por la traducción, y comento plantada en el camino de la verdadera historia; aquella que bien se resume en gestos precisos y contundentes de la gran Emma Thompson. Si no fuera por la reivindicación de la figura paterna, no tendría sentido alterar el título original de esta película para llamarla El sueño de Walt. Pero el relato gira en torno a una cuestión mucho más profunda, la cual remite al pasado sombrío de una niña por demás imaginativa y soñadora que cargará a partir de la muerte de su padre con la culpa de no haber podido salvarlo. Con características propias del cine hollywondese clásico, Saving Mrs Banks, tiene todo lo que el manual de cine propone que hay que hacer. Con su estructura impoluta y un buen manejo de la intriga, la película se desarrolla sin demasiados sobresaltos, los cuales cuando se hacen presentes, logran la carcajada de varios espectadores o su llanto emocionado. Si de traspasar la “ilusion cinematográfica” hablamos, Saving Mrs Banks lo logra en contados momentos, que sin llegar a grandísimas escenas dramáticas puede llegar a conquistar el pathos de algún sensible incurable. El filme no será recordado a través de los años pero lo que hay que destacar es la actuación de la Sra Emma Thompson quien a través de su perfecto inglés y una caracterización impecable, le da vida a P.L Travers/Helen Goff, la creadora de la maravillosa Mary Poppings. A lo largo del relato, que propone idas y vueltas a un pasado en Australia, vamos descubriendo quien es quien, y lo más importante no es reconocer identidades sino identificar a éstas como las responsables de una de las historias más memorables de la narrativa infantil clásica. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
EL SUEÑO DE WALT es una película producida por Walt Disney sobre Walt Disney. Vaya esta aclaración de entrada para los espectadores que estén esperando un balanceado relato de las idas y vueltas de la creación del clásico MARY POPPINS. No, no lo es. La película se centra en el viaje que la autora del libro en el que se basa la película, P.L. Travers, hace a los Estados Unidos tratando de controlar su adaptación al cine por Disney (o impedirla, de ser posible) para darse cuenta, finalmente, que lo mejor que le puede pasar a su obra literaria es transformarse en un musical con escenas de animación, pingüinos y barriletes. Y todo gracias al persuasivo poder del tío Walt que la convence de que esa es la mejor manera de preservar su legado. ¿Quién sabe? Tal vez Walt tenía razón. De no ser por Dick Van Dyke, Julie Andrews y el paraguas volador quizás hoy muy pocos recordarían a la autora de la novela. Pero también es cierto que convertir en un acto de superación personal la venta de una novela bastante autobiográfica a una empresa que decide borrarle casi todo el drama que esa novela esconde es por lo menos discutible. Saving Mr BanksPero uno no espera mucho revisionismo histórico de parte de la compañía. La película es, en cierto sentido, honesta con su propuesta. Se trata, casi, de un acompañamiento, un extra de DVD para el lanzamiento de la edición 40ª aniversario de MARY POPPINS. Y pensado de ese modo, es casi un lujo. Pretender otro tipo de revelaciones aquí es haberse confundido de película. Emma Thompson -el gran arma de la película- encarna a Travers como una mujer seca, agria y de pocos amigos que ha escrito una serie de novelas sobre la mágica Mary Poppins con muchos elementos de su propia vida y que, necesitada de dinero, es convencida por su agente de aceptar la persistente propuesta de Disney de llevarla al cine. Es así que la ácida, muy británica y fastidiosa Travers viaja a California donde se enfrenta con el grupete de creadores de musicales de Disney, incluyendo los hermanos Sherman –autores de la música– y el guionista Don DaGradi. Y, especialmente, al mítico Walt que quiere hacer la versión musical a toda costa por pedido expreso de sus hijas. Saving-Mr-BanksLa película narrará los choques entre la maquinaria Disney y la ácida autora, cuyos estilos no pueden ser más opuestos. Ella no quiere la música, no quiere al elenco, no quiere animación, tres de las cosas más recordadas de la película. Y, pese a los esfuerzos de los creadores de “Let’s Go Fly A Kite”, no hay forma de hacerle cambiar de opinión. El único que parece caerle un poquito mejor es el chofer que le tocó en suerte, encarnado por Paul Giamatti. Y con Walt (un simpático Tom Hanks) las cosas tampoco van muy bien: sus sensibilidades son opuestas. El filme tiene una subtrama que, al menos, nos permite entender de donde viene el cuidado de Travers por su obra y el fastidio que le causa tener que “ablandarla” todavía más. Transcurre en Australia a principios de siglo y muestra su infancia allí, con su padre carismático pero muy alcohólico (Colin Farrell), y la relación que ellos tuvieron, que resuena fuertemente en la Travers adulta. Todos materiales centrales a la creación de la serie de novelas de Mary Poppins. Más allá del carisma de Farrell, se trata de la parte menos interesante de la película. Si bien se entiende su rol en la trama, saca de ritmo todo el tiempo a la narración transformándola en dos películas muy distintas. savignmrbanksEn el fondo, EL SUEÑO… es una película sobre el choque cultural entre los Estados Unidos y Gran Bretaña (o Europa entera, de hecho). Travers busca realismo en la historia y Disney quiere emoción y entretenimiento. A Travers le fastidia cualquier tipo de sensiblería y la empresa de Walt se maneja mucho más cerca de ese territorio. No revelaremos detalles de la conclusión de ese choque pero todos sabemos que, finalmente, la película se hizo. Lo interesante (aunque para muchos discutible y para otros directamente falso) es ver la posición y reacción de Travers al respecto. El tono de EL SUEÑO DE WALT es, en cierto modo, similar a la producción de MARY POPPINS: la verdad del encuentro real entre Travers y el equipo de Disney seguramente fue más dura y cruenta que la que se muestra en la película dirigida por John Lee Hancock, pero aquí volvemos a enfrentarnos a una similar situación. A la hora de hacer una película de este tipo, ¿es mejor contar la verdad o contar algo entretenido aunque no sea necesariamente cierto? “Imprime la leyenda”, como reza el clásico mantra de John Ford.
Negociando con Travers Saving Mr. Banks (el título local no termina siendo certero) resulta interesante por la línea narrativa con la que la propuesta se vuelca en la pantalla. Disney se publicita a sí misma desplegando un abanico de condimentos que en su conjunción cierran un producto afable. La historia trata sobre la escritora P. L. Travers (Emma Thompson) y su dura negociación con Walt Disney (Tom Hanks) respecto de la cesión de derechos para la adaptación a la gran pantalla de la novela que creó acerca de Mary Poppins. Al bueno de Walter lo favorece una mala pasada económica de nuestra protagonista y, tras años de persecuciones e insistencias, la encuentra en sus oficinas a fin de concretar la producción. Pero Travers porta un carácter difícil de llevar y el asunto se va tornando cada vez más complicado. La prolijidad es un aspecto sumamente destacado en la película. No hay nada que esté fuera de lugar ni de tiempo, ni tampoco se perciben pasajes de grandes lagunas argumentales. El plato fuerte se sirve a partir de la enorme actuación de Emma Thompson, cimentando un personaje que irrita por su terquedad y sus modales tan rígidos como detestables. Es que para Travers no hay peros que valgan y cada detalle tiene que hacerse como ella lo solicite, con una puntillosidad prácticamente insoportable. Los secundarios no desentonan (y sí entonan afinada y simpáticamente unas cuantas melodías pertinentes a la adecuación musical de Mary Poppins) pero quien también desempeña un trabajo importante aquí es Tom Hanks, con una presencia que se siente agradable en cada participación en el relato. Técnicamente no hay nada que reprocharle y si bien la dinámica no es de lo mejor, se hace mayormente entretenida gracias al carácter de los diálogos y de las situaciones que se acontecen. John Lee Hancock apela además a unos efectivos flashbacks que nos permiten conocer el pasado de Travers, su niñez a cargo de un padre animoso con sus hijas pero con un revés vinculado al alcoholismo. Por medio de esos instantes podemos conectarnos con el costado afectivo y sentimental de Travers, una persona de apariencia fría y reticente con una infancia severa. Saving Mr. Banks encuentra el equilibrio en lo emotivo: no recae en cursilerías pero tampoco conmueve a grandes escalas. Se trata de una cinta correctísima, cuidada y amena que no llega a trascender ni a calar hondo en el espectador. LO MEJOR: la interpretación de Emma Thompson y Tom Hanks, en ese orden. Bien filmada, se narra de una manera que convence y agrada. LO PEOR: no funciona más que como un producto llevadero. PUNTAJE: 7
Más allá de la anécdota que cuenta la película, el dilatado encuentro durante 20 años entre Walt Disney y PL Travers (la creadora de Mary Poppins) alimentado por las rispideces entre la industria cinematográfica americana de los 60 y la tozudez de la dama inglesa, la confrontación entre el “mundo de fantasía” de Disney y la lúgubre madre de Poppins, el contrapunto entre los personajes reales y los animados, lo más interesante de esta película es la ambigüedad que instala en varios sentidos. En primer lugar la inquietante ambigüedad en relación con la figura paterna: esa tensión amor-odio, endiosamiento-culpa que expresa no sólo Travers sino el mismo Disney cuando relata su infancia, como último bastión para convencer a Travers que firme el contrato para hacer la película. La figura paterna (con su ley a cuestas, inefable, insobornable, inconfesable) presente en todo el relato de la dama inglesa, marca a fuego la infancia y la vida adulta de este tenso personaje. A la vez, en una cadena de padres ausentes y presentes, mitológicos y reales, se puede pensar a Disney como el Gran Padre de la industria cinematográfica animada y además el mismo tuvo un padre castigador o para decirlo en términos de cuentos de hadas “malvado” que lo instaba a trabajar desde niño. También el motor por el que Disney busca a Travers y a Mary Poppins es la promesa que el hombre le hizo a sus hijas de pequeñas. La fuerza de los Padres, que tira para adelante y para atrás, que zigzaguea sin rumbo y aparece en cualquier momento, que se impone incólume al paso de los años, forjó las posiciones que estos dos personajes ocupan de adultos, ninguno ileso, todos marcados por los retazos de la mirada paterna. El sueño de Walt Disney de John Lee Hancock , EEUU, Reino Unido, Australia, 2014 Por otro lado, otra ambigüedad interesante es la del personaje femenino. En una buena actuación de Emma Thompson, con ideas rígidas y tensas que se revelan en su postura corporal, en la comisura de sus labios finitos, en sus brazos doblados simétricamente por el codo, en sus pies perfectamente cuidados, en sus miradas de ojos entornados que destilan disgusto por todo lo que ve. Este personaje parece a veces un hombre por la manera en la que se planta a la dominación masculina imperante en la industria del cine, a la autoridad de estas figuras, que -por qué no pensarlo- fueron los grandes padres de la industria. Este “parecer masculina” de Travers se revela a su vez en su nombre. Durante la película usa tres nombres diferentes, Ginty (como la llamaba su padre), Helen (su nombre verdadero) y PL Travers. Travers era el nombre de pila de su padre y PL remite a Pamela, pero ella usa las iniciales y pide incansablemente que se la llame por su apellido, por el nombre del padre. Estas iniciales denotan una ambigüedad de género, una indefinición. Esta tríada de nombres propios, heredados, puestos, sugeridos, revelan la vaguedad identitaria de la mujer que no puede construirse en su subjetividad, tironeada por el llamado de la herencia (el nombre, el legado y la muerte del padre) y por su presente atormentado y huérfano. Saving Mr Banks (un acertado título original, lamentablemente distorsionado en su traducción) es un relato ligero, ameno, que en su estética se acerca bastante a las películas animadas, en un manejo de cámaras que va desde las abundantes tomas desde arriba, sobre todo en las secuencias donde a través del flasbacks, Travers revive su infancia; hasta los planos de conjunto sobre todo cuando el equipo de personajes acuerdan secuencias de Mary Poppins, recreándolas. Tal vez, le falte un poco de respiración, de aire, el guión está lleno de frases hechas, como si fuera un manual de autoayuda social. No es fácil trabajar con un mito. Disney lo fue y lo seguirá siendo, incluso en su incógnita presencia helada. Un mito tan arraigado, tan insalvable, tan perfecto en su imperfección, como el mito del padre primordial y como Travers una mítica Electra tensa y despiadada, cruel e infalible a la vez.
Crítica de cine: El sueño de Walt Disney Cuando pensé en una película de Disney, no pensé exactamente este tipo de películas... sin embargo: ¡Valió la pena! Tom Hanks es, muchas veces, sinónimo de una buena interpretación en la gran pantalla y, en su gran medida, de un guión a la altura de las expectativas. Este caso es uno de esos. Este magnífico actor se mete en la piel del mítico Walt Disney para contarnos la promesa que lo llevó a perseguir a la autora de "Mary Poppins" durante 20 años para conseguir los derechos de esa hermosa novela. Emma Thompson se hace cargo maravillosamente del papel de P.L Travers, esta complicada autora, cuyo pasado la acompaña y le complica cada día. Nos mostrará, desde sus obsesiones, el desagrado que sufrió durante la adaptación de la novela y nos enternecerá con esa historia que arrastra. Un profundo drama con momentos divertidos, con grandes actuaciones y con una historia que atrapará a todos aquellos que admiramos y disfrutamos de la bella Mary Poppins y de sus hermosas canciones. Que llegue rápido el viento del este...
La mujer que odiaba los dibujos animados El sueño de Walt Disney indaga en la vida de Pamela Travers, la escritora australiana que creó el maravilloso personaje de la niñera Mary Poppins, a quien la compañía Disney buscó durante años para que cediera los derechos de filmación. Pese al título en español, El sueño de Walt Disney no es una película sobre Walt Disney sino sobre Pamela Travers, la escritora australiana que creó al maravilloso personaje de la niñera Mary Poppins y le dio vida en una serie de novelas que aún se siguen leyendo en buena parte del mundo. Sin embargo, los episodios biográficos de esta mujer son narrados a partir de un conflicto que mantiene con Disney cuando este pretende comprar los derechos de la novela para adaptarla al cine, lo que se transformaría en uno de la mayores éxitos de su compañía a mediados de la década de 1960. Pamela Travers no sólo odiaba los dibujos animados sino todo lo que representaba el universo del creador del ratón Mickey: el infantilismo autoinducido y la confianza irresponsable en que las cosas siempre podían mejorar. La sola idea de entregarle su niñera voladora a esa máquina de hacer dinero la descomponía. De allí que las idas y vueltas antes de que estampe la firma en el contrato de cesión de derechos se prolonguen durante 20 años. ¿Que hay en el fondo de ese resistencia? ¿Sólo una cuestión de gustos? ¿O de principios? ¿O de dignidad? ¿O de ideología? Un poco de todo eso emerge en la conducta neurótica y en los modales despóticos con los que Travers trata a los emisarios de Disney y a Disney mismo. El tipo de comportamiento que un actriz como Emma Thompson sabe explotar al máximo. Pero, bajo la piel, en el alma o en la mente de esa mujer, hay un nódulo de experiencias traumáticas que se remontan a su infancia, cuando todavía no se llamaba Pamela Travers, y vivía bajo la influencia de un padre soñador y alcóholico. Los continuos pasajes del presente de la historia –enfocada en el proceso de escritura del guión de Mary Poppins en los estudios Disney en Los Ángeles (a principios de la década de 1960)– y los recuerdos de ese pasado en Australia (a comienzos del siglo XX), van pautando el tiempo interior de la película y generan una atmósfera de constante melancolía. El sueño de Walt tal vez no respete la verdad biográfica de ninguno de los antagonistas, pero sí se respeta a sí misma. Intenta, y consigue, transformar a dos personas reales, influyentes en la cultura popular de Occidente, en personajes apropiados para el cuento que quiere contar. No existe una palabra justa para definir en qué consiste ese cuento. Precariamente se lo podría describir como la fábula de una resignación o una aceptación o una reconciliación. No existe una palabra, pero sí una imagen, y está casi al final de la película: Pamela Travers sentada frente a un peluche gigante del ratón Mickey. Ya no importa cuánto ha ganado o cuánto ha perdido; lo que importa es que ha dejado atrás ese tipo de contabilidad y no parece ser sólo por la terapia del millón de dólares obtenido, sino por la íntima mutación que la hizo decir sí cuando quería seguir diciendo no.
Al encuentro del Señor Banks es otro título (y más acorde) para conocer a esta película. Y es que aunque directamente no hay ningún señor Banks, se refiere al protagonista de Mary Poppins, película que cumple 50 años de salir a la luz, y cuya travesía para adaptarse de la novela a la pantalla grande es lo que nos narra John Lee Hancock (Un Sueño Posible) en su más reciente filme, en donde Emma Thompson interpreta a P.L. Travers, autora del ya mencionado libro, y Tom Hanks quien interpreta al mítico Walt Disney. Como toda buena producción de Disney, dejamos de lado las cosas negativas y nos centramos en lo bonito de la historia. En este caso, nos cuentan el día a día de la preparación del guión supervisado -y controlado- por la misma autora del libro quien no quiere que nada se salga de control, mientras paralelamente vemos la historia de Helen Goff, una pequeña niña quien vive con su soñador padre y su controladora madre a principios de 1900. Todo esto intenta establecer un paralelismo entre la vida de la pequeña y el libro de Poppins, dejando un gran hueco que es el peor error de la película. Juzgábamos cuando se hacían las nominaciones, que injustamente había quedado fuera de las mejores categorías. Pero lo hacía con justicia. No hay ningún parteaguas del filme, ese que nos enseñan en la escuela como clímax o punto de quiebre en la película. El único paralelismo en toda la puesta en escena son las peras, y uno no puede entender como pasa a ser una niña soñadora, a una escritora frustrada con el mundo y vuelve a regresar a soñar con la magia y la fantasía. Y lo que es peor, el cierre termina sin ninguna "enseñanza", como acostumbra la casa del ratón y simplemente nos dice que el estreno de Mary poppins fue un éxito sólo porque sí, sin justificar plenamente el cambio drástico de todas las decisiones que supuestamente se habían tomado en el transcurso de la preparación del guión. Sin dar muchos spoilers, la película básicamente pasa de ser una buena promesa de la preparación de una mágica película a ser algo sin cuadratura y con muchos hilos sin atar en cuya producción sólo destaca Emma Thompson aunque no lo suficiente para merecer una nominación. Ni siquiera el soundtrack de Thomas Newman lo merecía.
La historia es la rivalidad, y luego la amistad, entre Walt Disney y P.J. Travers, la autora de Mary Poppins, mientras el primero trata de llevar el libro a la pantalla. Lo mejor del film es el juego entre Tom Hanks y Emma Thompson, que se dedican a hacer sonreír y llorar (cuidado: más lo segundo que lo primero, este film es un drama agridulce) generosamente. Lo demás es una especie de episodio Billiken de la historia (chica) del cine.
Uno de aquellos anhelos de Disney Una de las obras que fueron ternadas por la Academia de Hollywood por su banda sonora propone una historia en clave narrativa clásica acerca de los prolegómenos del rodaje en 1961 del célebre musical Mary Poppins. Nominada en la última entrega de los Oscars en el renglón de mejor banda sonora, el último film del guionista de "Medianoche en el jardín del bien y del mal", John Lee Hancock, pieza del cine negro dirigida por Clint Eastwood, nos ofrece ahora también ya en su oficio de realizador su acariciado sueño: el de representar frente a nosotros esos momentos que preceden a la filmación de este clásico del cine de Disney, obra de culto que tiene su lugar privilegiado en el mundo del musical, "Mary Poppins", estrenada en nuestro país a principios de diciembre de 1964. No se trata ya de los entretelones del rodaje, ni siquiera de atravesar los distintos sets. No accedemos a un backstage sobre el proceso de construcción de esta obra meridiana de Disney, uno de sus más queridos proyectos; tal vez porque respondía al deseo de sus hijas. Y este sueño del mismo Disney nos lleva sí a ese año mil novecientos sesenta y uno en el que el Sr. Walt invita a Pamela Lyndon Travers a viajar a sus estudios, con el fin, con el solo fin, de adquirir los derechos de esta escritora australiana, cuya obra homónima se había publicado en 1934. A casi cincuenta años de su estreno, en una era en la que los sofisticados efectos ultratecnológicos colocan al espectador como rehén de un juego que se libra entre personajes heroicos y estereotipados villanos que asumen el rostro del Mal; aún para algunos hay un espacio para que el viento del Este haga llegar a nuestras puertas a una mujer vestida de negro, luciendo un sombrero, llevando en una mano un paraguas y en la otra un bolso que sólo espera su abradacadabra. En esos primeros años de ese nuevo siglo, en la casa de los Banks, la nueva institutriz desplegará su inesperada manera de ser, hará despertar frente a esos niños un gran asombro. En ese primer gran rol para el cine, Julie Andrews ganará el Oscar como mejor actriz por este rol, componiendo a un personaje que anticipa en su conducta a María en el film de Robert Wise, "La novicia rebelde", a estrenarse un año después, cuyo título original, altamente significativo es "The sound of music". Al volver sobre el estreno de la semana, un film que cabalga sobre el lomo de esos caballitos que la misma autora, muy a pesar de ella, conocerá en una de las calesitas que Disneyworld le depara, abriendo las puertas del pasado desde un planteo narrativo clásico, accedemos a una serie de enfrentamientos, negativas, rechazos, pulseadas entre esta mujer cuyo carácter hace mover los mismos cimientos de las oficinas centrales y este amable, paternal y comprensivo Walt Disney, particularmente muy idealizado, desde el mismo guión. Son ellos, una sobresaliente Emma Thompson y un correcto y medido Tom Hanks los que libran esta ronda de conversaciones ya que ni el tono de un musical ni la presencia de personajes del cine animación agradan a la autora para llevar "Mary Poopins a la pantalla". Por el contrario, un rotundo no, un severo taconeo que hace eco, un fuerte portazo, son las respuestas. Como si de un libro de cuentos se tratara, los días de la infancia de la misma autora van asomando por entre las páginas de sus recuerdos. De esta manera en su Australia natal, mirada desde su presente con esa luz que parece de alborada, la escena familiar se va iluminando frente a nosotros, dejando poco a poco, al descubierto, sus ángulos claroscuros, sus aspectos más indescifrables. Es un vaivén pendular y un movimiento de calesita el que lleva a ese punto de partida y es al mismo tiempo, la misma autora, compuesta magistralmente por la gran actriz Emma Thompson, la que irá ofreciendo un paulatino viraje en su modo de ser. Es la figura del padre, que se acerca y se aleja, la de una sufriente madre, la de una aparente severa tía que un día llega a sus puertas, la tía Ellie, persona de su vida sobre la cual se modela su Mary Poppins. Toda una dialéctica se pone en acto entre la autora del libro y el mismo Walt Disney. Y tal vez sería más que un hallazgo, tener muy presente el afiche original del film, que se mantiene en nuestro país, en el que las sombras que se proyectan desde los dos personajes son las del Ratón Mickey y Mary Poppins sobre un fondo blanco. Y el título original del mismo es "Salvando al Sr. Banks", nombre que forma parte de este juego de ficciones. Respecto del nombre y del tema de la identidad "El sueño de Walt" abre su espacio para ello y nos acerca mucho más al álbum personal de esta escritora, quien no aceptaba para su film, como le señalaban los hermanos Sherman, los compositores musicales, "un poco de azúcar". Mrs. Travers se negaba a que su Mary Poppins participara de ese mundo donde los personajes saltaban y cantaban. Y menos aún, si los mismos, eran dibujos animados. No desearía cerrar esta nota sin dejar de mencionar a un entrañable personaje de este film, al que logra tender un desinteresado, amable y profundo vínculo con la escritora. Y es al personaje del conductor del remise al que me refiero, Ralph, el que siempre está atento a las inquietudes de Mrs. Travers; el que, oportunamente, la conforta con palabras de aliento. Este humilde personaje está interpretado por Paul Giamatti y la composición que el actor hace del mismo es admirable. El film que hoy comentamos nos pide dejar de lado, por algunos instantes, todas las lecturas críticas que sobre el cine de los personajes de Disney se hicieron a partir de los años setenta. Igualmente su "Mary Poppins" marca un lugar diferenciador, altamente creativo y original. Y quien la haya visto ya estará tarareando, junto a Julie Andrews y el genial actor clownesco, Dick Van Dyke, discípulo de Stan Laurel, la tan pegadiza canción "Chim Chim Cher-ee" y jugando con ese trabalenguas, que dio la vuelta al mundo, "Supercaligragilísticoespialidoso".
A todos nos gustan los cuentos de hadas, y eso es lo que sostuvo el visionario Walt Disney durante toda su vida. Pero también es el dinero lo que mueve al mundo e inevitablemente lo corrompe, y eso es precisamente lo que sabía la autora de Mary Poppins, Pamela Travers, motivo por el cual la cesión de derechos de su obra más preciada resultaba un imposible. Pero cuando las cuentas no cierran y las regalías ya no rinden, las ofertas toman otro color. La autora de una de las obras más importantes de la literatura infantil del Siglo XX convivió con este dilema durante una fatídica (para todas las partes involucradas) semana en Los Angeles, durante el proceso de adaptación cinematográfica de su texto, por parte de los estudios del Ratón Mickey. El Sr. Disney, que tanto odiaba que así lo llamasen, también debió convivir con la negación de esta antipática señora, pero, como no podía ser de otra manera, sabía que tenía las de ganar. Después de todo, como el personaje real interpretado por la gran Emma Thompson le dice en un momento al excelente Tom Hanks: "usted está acostumbrado a obtener siempre lo que quiere". El Sueño de Walt Disney es una pésima traducción para el original Saving Mr. Banks ("Salvando al Sr. Banks"), que remite al personaje del padre ausente absorbido por el sistema bancario en el libro de Travers, y a la vez sirve de paralelismo (explícito y quizás un poco obvio en la película) con la figura paternal de la misma autora. Para hacerlo sencillo: el Sr. Disney tuvo sueños, muchísimos, pero la película transcurre durante una época donde éste ya los había concretado todos. Y, fundamentalmente, aquí por eso no se cuenta (demasiado) su historia. Bajo la dirección de John Lee Hancock, el mismo realizador de The Blind Side, esta fábula acerca del escapismo a través de la imaginación y el poder de la misma se convierte en una película tibia pero por demás placentera: en una época donde la inocencia y los buenos mensajes eran también redituables, Capitalismo vs Creatividad era una pelea un tanto menos sucia. Sí, capitalismo resultaba -al igual que hoy- siempre el gran vencedor, pero al menos no era aún tan mala palabra y el resultado no era inevitablemente abominable. Ahí están los clásicos de Mary Poppins, en la literatura y el séptimo arte, bien firmes para demostrarlo.
Detrás de Mary Poppins La idea de contar el trasfondo de como se filmó aquella mítica película de Disney, "Mary Poppins", de por sí resultaba interesante, pero si a esto le sumamos un duelo interpretativo entre dos genios como Tom Hanks (Walt Disney) y Emma Thompson (P.L. Travers), el combo se vuelve completamente atractivo. Es verdad que cuando hay mucha expectativa detrás de un producto la desilusión suele ser más dura, pero en este caso, el director John Lee Hancock ("The blind side", "The Rookie") no decepciona y nos permite disfrutar de una historia bien fresca, realista y conmovedora. Para que se den una idea, la trama se centra sobre la ardua puja que hubo durante muchos años entre la autora de la novela "Mary Poppins", P.L. Travers, y el legendario magnate del entretenimiento Walt Disney, para llevar a la gran pantalla la historia de la nana voladora. En tono de comedia y con algunos buenos toques de dramatismo, Hancock devela de a poco los acontecimientos que llevaron a Travers a escribir la novela y a convertirse en una persona un tanto amargada. Algunos de estos acontecimientos muestran un trasfondo mucho menos mágico y más duro de la realidad que vivió la familia "Banks", que inspiraría la novela, y el por qué del celoso cuidado que ejercía la escritora sobre su personaje ficticio. Otra cuestión que devela es el poder y el carisma con el que contaba el señor Disney para conseguir lo que quería. En un juego de secuencias "actuales" y flashbacks se pasea al espectador por una montaña rusa de emociones que combina de manera muy armónica la historia del pasado de Travers y la batalla con Disney por los derechos de la historia. La película está muy bien contada, con algunos momentos realmente especiales entre Hanks y Thompson y entre Thompson y el actor secundario (en este caso) Paul Giamatti. Repasar canciones de la "Mary Poppins" que terminó haciendo Disney, momentos memorables y hasta alguna que otra escena puntual del film original, harán que el público se vaya queriendo desempolvar el VHS o DVD de la videoteca para disfrutarla nuevamente. Una película que ofrece al espectador el detrás de escena de una película insignia de la factoría Disney y devuelve a la vida a dos personajes peculiares que se baten a un duelo interpretativo muy entretenido. Un film bastante recomendable.
Por un Puñado de Sueños Detrás de la concreción y el conseguir de derechos para llevar una obra literaria al cine, siempre hay mucha tela por cortar.Y de eso viene esta comedia agridulce, más apuntada a un drama de infancia, que casualmente retrata la hechura de un clásico infantil, sueño que por otro lado le ha deparado al Productor Walt Disney -un sobrio y ajustado Tom Hanks-, unos 20 años en busca de los derechos del cuento "Mary Poppins" de la autora P.L. Travers -genial creación de valía insuperable de la gran Emma Thompson-, mujer que por otro lado ya acorralada por algunas deudas y necesidades monetarias, accederá a viajar a Los Angeles desde Inglaterra para decidir si finalmente el viejo creador de "Mickey Mouse" se podrá salir con la suya. Los excelentes diálogos entre ambos personajes centrales son algo antológicos, ella hosca e intransigente, ahogada por un pasado agobiante y marcado, que odia los dibujos animados y las canciones edulcoradas, él un maestro de la adulación y el convencimiento, ganado por una genuina industria de sueños fílmicos, irán generando los contrastes necesarios de los cuales suele Hollywood alardear cuando intenta narrar su propia leyenda. En cuanto al Mr. Banks que se cita en el título original es el dueño de casa y padre que contrata a la institutriz voladora, y con el cual se va concatenando, y a manera de "flashbacks" la (otra) historia que ofrece el relato donde Colin Farrel interpreta al padre en el pasado de la autora. Este cruce de historias paralelas por ratos se hace engorroso y quizás eso le juega en contra al filme, el cual no obstante está bien hecho, sin olvidar a Paul Giamatti en un rol tan querible como simpático.
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El sueño de Walt Disney y el origen de Mary Poppins "Sé lo que él va a querer hacer con ella. La va a hacer juguetona, y centelleante, precipitándola hacia un final feliz como un kamikaze", advierte P.L. Travers, la mítica escritora de Mary Poppins, sobre el plan de Disney de adaptar la historia de la niñera mágica para el cine. No está nada contenta. Mary Poppins es su obra, y nació de experiencias y recuerdos de su infancia que a veces preferiría olvidar. Pero Disney es insistente: hace 20 años que lucha por los derechos, tratando de convencer a la novelista de que sería una gran idea hacer de su personaje el centro de una película. Travers no coincide, pero se deja doblegar. El Sueño de Walt (Saving Mr. Banks) es la historia de cómo Disney –interpretado por Tom Hanks- logra persuadir después de 20 años a la escritora P.L Travers – encarnada por la brillante y siempre cómica Emma Thompson- a que acepte que su obra Mary Poppins sea adaptada para la pantalla grande. Eso sí, nada de "dibujitos ridículos". Travers era conocida por ser especialmente irritante, fría y de salirse con las suyas. Había escrito los libros de Mary Poppins basándose en hechos de su infancia, y por eso era muy protectora de su personaje. Walt Disney, a su vez, era sagaz. Era un negociador nato que conseguía todo lo que quería con su encanto y con un par de trucos bajo la manga. Pero encontró en Travers una contrincante a su altura: estuvo 20 años tratando de convencerla para que le cediera los derechos sobre Mary Poppins, y casi no lo logra. No sorprende, entonces, que los realizadores de El Sueño de Walt hayan elegido a Hanks y a Thompson para interpretar a este par de personalidades. Ambos ganaron el Oscar dos veces cada uno, y ambos están incluidos entre los mejores actores de cine, no sólo en sus países natales de Estados Unidos y el Gran Bretaña, sino en el mundo entero. Y como este film cae constantemente en momentos emocionales –énfasis en el "constantemente"- durante los flashbacks sobre la niñez de Travers, o cuando Disney habla sobre su infancia, el director de Un Sueño Posible John Lee Hancock también parece haber sido la elección correcta. Ésta es una película sobre cómo Mary Poppins llegó a realizarse, pero sobre todo es un estudio sobre sus protagonistas. En un principio, Travers no tiene ninguna intención de que su novela sea destruida por la maquinaria hollywoodense, pero su representante la convence de que si no acepta, le espera la ruina económica. No que P.L. Travers le haga caso a ningún hombre. Para Disney, lograr que Travers viaje desde Londres a Los Ángeles a comenzar el proyecto es la parte más fácil. Así comienza una larga sesión de eternas reuniones y de continuas objeciones ridículas de la autora: "Nada de rojo en la película. ¡Absolutamente nada!". Los hermanos Sherman, creadores de la música y de las canciones del film, son las víctimas más frecuentes de los comentarios maliciosos de Travers, que insiste en que Mary Poppins no es una historia que se preste a la música, y que cree que palabras inventadas como "Supercalifragilisticoespialidoso" son simplemente grotescas. Pero El Sueño de Walt es principalmente un estudio de las personalidades, y de porqué alguien es como es: porqué Disney llegó hasta donde llegó, y porqué Travers se comporta de la manera en que lo hace. Quizás sea demasiado presuntuosa por momentos –y una ingeniosa forma de propaganda de Disney- pero es un film que logra conmover, con una historia que atrapará a muchos, y que revela el lado oculto de una de las películas más admiradas y queridas de todos los tiempos.
Detrás de Mary Poppins. Saving Mr. Banks es un claro ejemplo del giro que han dado los estudios Disney en cuanto a su política de contenidos para con los proyectos cinematográficos. A diferencia de lo que muchos hubiéramos sospechado, no se trata de una tibia comedia dramática sustentada por el carisma de sus protagonistas y buena cinematografía, sino de un drama introspectivo que explora en profundidad las tristes entrañas de su argumento. No hay filtros en Mr. Banks. La narración es sutil, pero no existen reservas en cuanto al contenido. La historia se cuenta en dos tiempos distintos que corren en forma paralela a medida que avanza el relato, con un importante despliegue de recursos cinematográficos. Es sabido que Disney no ahorra en producción y eso queda en manifiesto en la película. El reparto es insuperable, la fotografía de primer nivel y la edición logra encastrar dos sub-tramas en una en forma armónica y gradual. Pero por sobre todas sus virtudes técnicas y actorales, Saving Mr. Banks es un triunfo en lo narrativo. La contundencia y sinceridad de su guion demuestra a las claras el enorme compromiso de sus realizadores para contar la historia, quizás en desmedro de ciertos aspectos comerciales. Seguramente esta película haya gestado más de una discusión entre los directivos de Disney, y es sinceramente un placer ver que el resultado final se condice más con los estándares artísticos que con los comerciales. Quienes se hayan criado viendo Mary Poppins encontrarán en esta propuesta una sorpresiva joya. Saving Mr. Banks no sólo desvela el trasfondo dramático real detrás de una de las mejores películas infantiles de la historia del cine, sino que también nos propicia la transición de la inocencia a la adultez a todos los aficionados a la ficción. Saving Mr. Banks nos enseña que la realidad y la ficción, en definitiva, son inseparables.