El placer que me provocó ver En Llamas en pantalla grande me hizo volver el tiempo atrás, a cuando ir a un preestreno de Harry Potter lo significaba todo para un adolescente. La saga de Katniss Everdeen heredó con justicia el fandom del joven mago y no tuvo que caer en el melodrama mormón que supuso ser la saga Twilight para poder subsistir. Si hay una heredera digna de la saga mágica, esa es la distopía asombrosa creada por Suzanne Collins, ahora convertida en una franquicia que se encuentra presente allí para donde uno voltee la mirada. El Capitolio de Panem, gobierno cruel y dictatorial si los hay, ya demostró lo sádico que puede llegar a ser al organizar los Juegos del Hambre anuales, en donde 24 chicos de diferentes distritos combaten a muerte para el divertimento de las clases sociales más altas. Si bien una pincelada bastante grande de la injusticia social se vivió en la primera entrega, es tras finalizar con la victoria de Katniss y su compañero Peeta que las cosas se ponen realmente interesantes en la saga. En la secuela, nuestra heroína se enfrenta a una realidad en donde el estrés post-traumático de haber combatido en la arena acecha en cada esquina, donde todos sus movimientos están siendo controlados por el presidente, convencido de que las acciones de Katniss han provocado una chispa de esperanza en el pueblo oprimido, donde un evento especial la empujará nuevamente al escenario que más teme enfrentarse. Una razón por la cual En Llamas se siente muy diferente a su precursora es por el solidificado guión de Simon Beaufoy -Slumdog Millionaire, 127 Hours- y Michael Arndt -Toy Story 3, Brave-, quienes adaptan con una fidelidad pasmosa el libro homónimo. Odio caer en comparaciones, pero ni Harry Potter pudo trasladarse a la pantalla grande sin perder la riqueza de la prosa de Rowling, y esta nueva The Hunger Games es un testimonio absoluto de que no sólo se puede lograr ser lo más fiel posible, sino entretener durante casi dos horas y media sin resultar aburrida en ningún momento. Entre el contraste de la opulenta vida de los ricos en el Capitolio -cuyo epítome se ve reflejado en la extravagancia de Effie Trinkey, una siempre sólida Elizabeth Banks- y la pobreza total de los distritos adyacentes al Capitolio se encuentra la Chica en Llamas, en una verdadera explosión actoral de parte de Jennifer Lawrence. Fresca luego de su reciente Oscar, ella demuestra toda su gama de emociones en un personaje conflictuado, que le permite dar en el clavo con un registro que la lleva por diferentes estadíos durante toda la película. Es muy fácil exagerar un protagónico del estilo y lo es aún más caer en lugares comunes, pero la joven actriz utiliza todo su encanto y magnetismo personal para lograr que su Katniss interese, a la vez que se sufra en carne propia el tortuoso camino que le tocó transitar. Es una pena que sus acompañantes masculinos no le sigan el paso en nivel, ya que la ternura del Peeta de Josh Hutcherson se queda en eso, mera ternura, y Liam Hemsworth es apenas una cara bonita -su personaje se irá desarrollando con las siguientes películas/libro-. El elenco secundario brilla también por los nombres que desfilan en pantalla, desde las usuales interpretaciones de calidad de parte de Woody Harrelson, Stanley Tucci, Lenny Kravitz y el gélido Donald Sutherland hasta las nuevas incorporaciones, como Phillip Seymor Hoffman y los Tributos, la letal Johanna Mason de Jena Malone y la beldad rubia Finnick Odair de Sam Claflin. El cambio de dirección también le vino muy bien a Catching Fire. A partir de ahora, la saga será completamente dirigida por Francis Lawrence y si lo que se vio en esta secuela es indicativo de algo, es que el final de la misma será explosivo. El presupuesto subió exponencialmente y ahora el universo donde transcurre la historia se nota gigante y totalmente expansivo, algo que también se evidencia en los efectos digitales -la arena de combate de estos Juegos del Hambre es de proporciones gargantuescas-. La dirección casi experimental de Gary Ross le vino bien a la primera parte, pero la velocidad aumentada le permite a Lawrence -quien tiene bajo su cinturón hits como Constantine e I Am Legend- divertirse explorando varios peligros dentro del último acto del film, mientras que el trasfondo político y social abundan en los anteriores, creando una sensación de desasosiego in crescendo hasta el fatídico evento del Vasallaje de los Veinticinco. En Llamas redobla la apuesta y resulta una película de fantasía muy sugerente, con ingredientes interesantes y una calidad aplanadora como para sostenerse como una de las más recordadas sagas juveniles. Si la coherencia se mantiene durante el desenlace de la historia de Katniss Everdeen, se puede decir que estamos frente a algo que podrá sostenerse en el tiempo, una revolución que vale la pena esperar.
Esta secuela encuentra a Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) y Peeta (Josh Hutcherson), como ganadores de la edición 74 de Los juegos del hambre y en un largo viaje en tren para presentarse en el tour de la victora durante doce horas en doce distritos. En su larga travesía, una rebelión se está gestando ante el sistema que impone el presidente Snow (Donald Sutherland) mientras se prepara una nueva presentación de esta cacería humana. Los juegos del hambre: En llamas es el segundo eslabón de la saga escrita por Suzanne Collins en la que se hacen referencias a la siguiente, Sinsajo, mientras sumerge a la protagonista en una tormentosa existencia ligada a las muertes ocurridas en el film original. El Capitolio tiene a todos bajo control y Panem cambiará para siempre en esta película dirigida por Francis Lawrence (Constantine) que pone el acento en la progresión de los personajes, en el tema de la exposición, la responsabilidad del poder y de los humanos como comejillos de indias. En ese sentido, la realización acierta en la pintura de los personajes, en la creación de climas y en la secuencias más impresionantes como el ataque de los simios y el avance de una neblina venenosa. En tanto, Katniss recurre al arco y las flechas (que nunca se agotan) para enfrentar al enemigo, uno más poderoso que los simples concursantes. Se agrega a esta secuela plagada de traicones, lealtades y amenazas Phillip Seymour Hoffman como la mano derecha de Snow; y repiten papeles Stanley Tucci como Caesar, el popular presentador del programa y Liam Hemsworth como Gale. Con ecos de Ben Hur y panorámicas que muestran el fervor del público por seguir los acontecimientos de los juegos, el film deja al espectador con ganas de más. Pero para eso, habrá que esperar un año.
De distopías adolescentes Para comenzar debo decir que la primera parte de esta saga (Los Juegos del Hambre) me gusta. Encuentro en la narrativa de aquella algo que normalmente no se ve en las megaproducciones de este tipo orientadas al público adolescente interesado en el cine fantástico. Una narración que daba lugar a largos flashbacks que se repetían completos dos o tres veces y que servían no para poner el foco en revisar algún giro argumental sino para generar paralelos emocionales entre dos situaciones en apariencia no emparentadas. Esta narración, además no se preocupaba por elipsar ningún trayecto. Esta condición la envolvía en un halo literario interesante que se reforzaba con una fotografía y un diseño sonoro que merecían mención. El error de aquella era no usar el mismo criterio para mostrar la acción, momento en el cual Gary Ross caía en el burdo truco de mover la cámara sin parar y recortar todo vestigio de sangre que surgiera. Con eso en mente fui a ver Los Juegos del Hambre: En Llamas, segunda parte de esta distopía de autoritarios vestidos por el Mugatu de Zoolander. El film (esta vez a cargo de Francis Lawrence) abandona la estética narrativa de su predecesora y se vuelve más tradicional, usando el mismo criterio de edición que tienen el 80% de estas propuestas y poniendo la cámara donde hay que ponerla para captar la acción. Podría decirse entonces que este film es aún más Mainstream que el anterior y en este caso, esta estructura formal tan encorsetada da lugar a madurar a los personajes que se habían delineado con precisión en la primera parte y desarrollar a ese mal que nunca llegaba a tomar forma. En esta encontraremos más acción y más de esos hermosos planos de paisaje heredados del Western. El guión dosifica a la perfección los giros argumentales, las curvas dramáticas, los toques de comedia y la acción, haciendo llevaderas las dos horas y media del metraje. La violencia (recibida y ejercida) se deja mostrar más, logrando que se acompañen de manera más fluida los cambios dramáticos de los personajes en su camino a la revolución (en el sentido Mainstream), tópico central de esta parte. En el apartado actoral, Donald Sutherland, Stanley Tucci y Philip Seymour Hoffman (a pesar de contar con pequeñas apariciones) sobresalen. Jennifer Lawrence le da más dimensiones a su personaje en relación al film anterior aunque el trío de histeriqueo que forma junto a Liam Hemsworth y Josh Hutcherson resultan aburridos, tal vez por falta de química, tal vez por ser un recurso argumental hiperagotado. Los Juegos del Hambre: En Llamas mantiene una línea de calidad. Y si hablamos de un film que apunta al público que actualmente más reditúa en taquilla, pero también el más subestimado por los realizadores, es un avance importante.
Cambio de rumbo Hay un salto fundamental entre una película consciente de sus limitaciones y capacidades y otra que las ignora y las niega. En el primer caso, aunque parezca un ejercicio conservador, tenemos un amplio núcleo de riesgos acotados a las posibilidades que el material presenta. En el segundo, con toda la buena fama que tiene eso de “lanzarse al vacío”, lo que termina primando detrás de la desmesura es la falsa épica. Histeria. Fuegos de artificio. Los juegos del hambre, la primera parte dirigida por Don Ross (uno de esos artesanos que silenciosamente entregan grandiosas películas que la gente ve más por cable que en cine), es una película épica que nunca se olvida de poner los pies en la tierra y cuidar a sus personajes. Inclusive, horrando a la mejor tradición clásica, es económica y precisa en cada una de las cosas que nos propone. Y a decir verdad, lo logra, porque vende liebre, nunca gato En llamas, la segunda entrega de la saga, dirigida esta vez por Francis Lawrence, pertenece al grupo de películas que se muestran desmesuradas, que no son conscientes de sus limitaciones. Este film, por lo tanto, presenta tres problemas asociados a la desmesura. Pero, vale aclarar, el problema no está en el diseño de producción ni en la construcción pomposa de una distopía futurista con aire a falso, que sería una imputación tradicional anti-mainstream. No. El primero de los problemas es que, a diferencia de la primera parte de la saga, en En llamas los personajes son abandonados, apenas trabajados, como si lo que importara fuera la crítica política (yo me pregunto qué le sucede a cierto mainstream americano con el imaginario distópico que siempre vuelve a las mismas fuentes predecibles: nazismo, stalinismo, fascismo, etc.) en vez de improbable cariño por la suerte esquiva de los protagonistas frente a la tiranía que los azota y que, en esta segunda entrega, hace competir a los ganadores de los juegos del hambre previos en una batalla entre si, como si se jugara la supercopa de la muerte. Lo que llama la atención es que Lawrence dirigió Soy leyenda, película en la que se demostraba con bastante claridad y no poco talento, qué es eso de empatizar con un personaje, con un perro o con lo que fuera. De hecho el mundo de ese film resultaba más interesante cuando la lectura política no se hacía obvia y el contenido humanístico reaparecía. El segundo es uno de los mayores inconvenientes de esta parte de la saga: estamos en 2013 no en 1930 y viendo Flash Gordon. Esta verdad de Perogrullo pide a gritos aclararse ya que el director pareciera no entender la lógica de una saga cinematográfica. Por el contrario, lo que vemos de la película (su poética de la postergación, su desprecio por los personajes tridimensionales) actúa como un viejo serial (algo que la saga Matrix tampoco aprendió pero que las sagas de El señor de los anillos y Star Wars, si): ser parte de una saga épica no niega la autonomía de cada capítulo; ser parte de una saga no invalida a los personajes como tales sino que debe apoyarse en ellos. En la película de Francis Lawrence, si. Esto la vuelve soporífera, extensa pero, para mayor problema, confusa. Y aquí aparece el tercer problema de En llamas: su montaje desesperado no puede darle ritmo a algo que jamás se estableció con una mínima claridad. De repente, la primera media hora del largometraje se sucede como una secuencia de montaje que enlaza elementos sin solución de continuidad, escenas desperdigadas con elipsis que no guardan coherencia en su linealidad (ni en la falta de ella). Esto genera un problema claro de desconexión: la sucesión de elipsis o las secuencias de montaje multiplicadas generan un quiebre perceptivo, una suerte de efecto de “loma de burro”. Y es que literalmente la película pone un vidrio entre ella y nosotros y nunca nos deja entrar. Toda la distancia presupuesta (y dispuesta) que provoca la película hace que la imaginería visual se pierda, se desarme, se olvide (esto sería la contraposición de un caso como Avatar, así no piensan que el problema que describo no es propio de una posición anti-mainstream). Por eso, lo lamentable de En llamas es que los elementos a explotarse estaban ahí, pero la decisión fue siempre ir hacia el otro lado: frente a la tradición clásica Lawrence opta por la peor de las tradiciones, que es la del desprecio por narrar historias, la especulación en piloto automático y el olvido de los personajes, que son aquello que nos ata, universalmente, a sentarnos en una butaca un par de horas.
Nueva adaptación de un best seller juvenil a la gran pantalla, parece ser la nueva moda del cine comercial destinado a una franja de entre los trece y veintipico de años. Hay una catarata de películas cuyos orígenes son libros, pensados para el mismo público, y que mezclan la aventura, lo fantástico y un romance digno de Corin Tellado. Casualidad o no, (casi) todas provienen de la misma productora, y comparten un estilo similar, quizás buscando la sucesora de la ya finalizada Crepúsculo. Esta semana llega a los cines en todo el mundo Los Juegos del Hambre: En Llamas, secuela del éxito del año pasado; y lo primero que hay que dejar en claro es eso, la fórmula, ara bien o para mal, vuelve a repetirse. Como es de esperarse – para quienes no leyeron la novela – la historia arranca donde nos dejó la anterior, un tiempo después. Katniss (Jennifer Lawrende) y Peeta (Josh Hutcherson) fueron los triunfalos ganadores de los 74° Juegos del Hambre y el Capitolio los utiliza ahora como publicidad, a ellos y a su presunta historia de amor, exponiéndolos en programas de TV y actos propagandísticos. Pero cuando las luces se apagan la realidad es otra, Katniss apenas registra a Peeta e intenta llevar adelante su relación con otro joven, Gale (Liam Hemsworth) mientras aleja las constantes pesadillas del horror que acaba de vivir. Paralelamente, algo parece estar gestándose alrededor de nuestra rebelde protagonista, el pueblo ya no parece tan manso como antes y ve en Katniss a una posible líder revolucionaria. Alarmado, el Capitolio intenta frenar esta situación antes de que se les vaya de las manos, y para eso, tras un fallido intento de boda, recurren a los juegos número 75°, con un pequeño giro, los participantes ya no serán nuevos, sino que se elegirán de entre los ganadores de juegos anteriores de cada distrito. Lo que queda por ver es obvio, otra vez personas en una plataforma desértica intentando aniquilarse unos a otros para tratar de ser el único ganador. Para esta secuela se introdujeron varios cambios respecto a la entrega anterior, principalmente en la nueva elección de director (Francis Lawrence por Gary Ross) y equipo de guionistas; el resultado de esto, el argumento pierde en peso dramático e imágenes alegóricas, y gana en espectacularidad y sentido de film grande. Otro cambio importante se da en la “modalidad” del juego, al ser ahora personas adultas en su mayoría (obviemos la “casualidad” de que en cada distrito haya por lo menos dos ganadores) podemos ver rostros identificables como el de Jena Malone, Amanda Plummer, Jeffrey Weright, y Lynn Cohen que se suman a los otros actores o figuras de renombre como Donald Sutherland, Woody Harrelson, Elizabeth Banks, Lenny Kravitz, Stanley Tucci, Toby Jones, y otra novedad Philliph Seymour Hoffman en un rol con varias capas; lo cual conforma un elenco importantísimo para este tipo de films. Con una clara inclinación hacia la aventura más que a la acción, los tributos parecen interesantes pero tienen muy poca participación dejando el peligro en base a hechos naturales. El nivel de violencia baja también respecto a la anterior, quedando en claro que los juegos en sí ya no son lo más importante. Hay algún claro mensaje remarcado y difícil de creer en este tipo de films, y la sensación constante de ya haber visto esa escena – desde Jumanji, Episodio II, El Imperio Contraataca, Isla 2, y sigue la cuenta – y sin embargo hay que reconocer que no decae pese a algún bache dialéctico. De duración talvez muy extensa, se sobrelleva gracias a las buenas interpretaciones de Harrelson (que acierta al no tomarse en serio a su personaje) y Lawrence que logra destacarse dentro de un producto medio. También se remarca la puesta en escena y una banda sonora grandilocuente. Se puede decir de todo sobre Los Juegos del Hambre: En Llamas, pero principalmente que no desentona de su predecesora, ni de los productos típicos de esta factoría, y en definitiva se trata de un producto hecho para seguidores, y a ellos hay que decirles que no saldrán defraudados.
Todo responde a un espíritu de época, y ya en la primera entrega de “Los Juegos del Hambre”, la reconocida fórmula de supervivencia cual reality sangriento creada por Suzanne Collins, llamó la atención por lo pictórico de sus imágenes y por su protagonista, una heroína pulposa que arremetía con todos y todas. Curiosamente, esta actriz, y luego de ganar un Oscar por “El Lado Bueno de las Cosas” (Estados Unidos, 2012), bien podría haberse bajado del proyecto, pero no, no lo hizo y allí está encabezando “En Llamas”(Estados Unidos, 2013) la segunda parte de THG y sin dudas es lo mejor del filme. Jennifer Lawrence es una vez más Katniss, la triunfante representante del distrito doce que junto a Peeta (Josh Hutcherson) son utilizados por el autoritario gobierno de Snow (Donald Sutherland) para mantener el status quo y seguir atormentando a todos los que no están dentro de la clase dominante. Pero el destino torcerá el ideal de Snow y Katniss poco a poco comenzará a transformarse en una líder guía de los oprimidos hasta el punto de tomar más relevancia que su propia figura. El sinsajo, esa insignia que marca a los vencedores, también será la imaginería con la que Katniss logrará identificarse hasta el punto de convertirse en la voz de la esperanza, la humildad y la honestidad. Obviamente todo el mecanismo de poder estatal intentará a través de tácticas y estrategias, asesorados por una nueva incorporación estelar a la saga, la de Philip Seymour Hoffman como Plutarch, cambiar la imagen positiva de la joven y acabar con las esperanzas. La alegoría al control y la dominación y la manipulación de la información en períodos dictatoriales es explorada y explotada en “En Llamas” por Francis Lawrence, el director que toma la posta de Gary Ross, y que ya ha experimentado con el poderío de adaptaciones de best sellers como “Soy Leyenda” y el comic de la DC “Constantine”. “ Los trágicos amantes del distrito doce” tal como los exponen, y más allá que Katniss no ame a Peeta y siga sintiendo amor por Gale (Liam Hemsworth), serán absorbidos y expulsados del mismo sistema cuando el gobierno no pueda controlar más el truco publicitario de utilización y ocultamiento. Cual Miss Mundo, expulsada del trono por haber engordado unos kilos, aquí los protagonistas, al ver que en cualquier momento se les escapará todo de las manos, son obligados a participar de una nueva competencia mortal. Así, en el punto en el que el juego del hambre se reinicia (estremece, como siempre, la música y las imágenes proyectadas en el cielo de los que van quedando en el camino), y ya sin la logística y patrocinio de Haymitch Abernathy (Woody Harrelson) comienza otra vez la película que atrapa por la tensión en las pruebas y los intentos de superación extrema. Película vistosa, con escenas de acción y suspenso muy logradas, y con la insuperable actuación de Lawrence, como esta heroína líder espiritual de los más carenciados, “En Llamas” va a encantar a todos aquellos, que como yo, buscaron un entretenimiento y se toparon con un análisis de la sociedad de consumo, el agotamiento de los recursos naturales (el agua es TODO en la cinta, fuente de vida, de sanación y recuperación) la división entre ricos y pobres y el autoritarismo.
Francis Lawrence se sienta en la silla del director para darle un nuevo rumbo a la franquicia adolescente y ya no tanto de “Los Juegos del Hambre”, aquella película que se estrenó el año pasado maduro de una forma increíble. Recuerda quien es el enemigo Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) esta pasando por un pequeño momento de paz, solo es momentaneo, ya que el “tour de la victoria” está por comenzar. El tour es basicamente la recorrida de los ganadores de los juegos pasados por todos los distritos recordando a los “tributos” de cada lugar. La gente ve un esbozo de esperanza y una imagen de liderazgo en la personalidad de Katniss para llevarlos hacia la revolución en contra del capitolio, el presidente Snow (Donald Sutherland) es consciente de esto y para buscarle una solución al problema que representa Katniss designa a un nuevo Jefe de seguridad llamado Heavensbee (Phillip Seymour Hoffman) quien va a realizar una pequeña modificación para los próximos juegos, obligando a Katniss y a Peeta a volver a la Arena y pelear por sus vidas. “En Llamas” (de ahora en más la voy a llamar así porque sino el título se hace terriblemente largo) parece mas una remake que una secuela de ese primer intento de mostrarnos a los personajes. Si nunca hubiéramos oído o leído algo sobre los libros que escribió Suzanne Collins este film funcionaria muy bien por si solo. Francis Lawrence realiza muy bien su trabajo como director, añadiendo una atmósfera mucho mas gris que en la primer entrega dirigida por Gary Ross, los personajes tienen un trasfondo mas rico y el guión contiene mejores giros argumentales, definitivamente es una película mucho mas adulta que su antecesora. Es muy probable que la gente de LionsGate haya confiado esta secuela en un tipo que maneja mejor los efectos visuales y que se maneja de una manera mas cómoda en mundos post apocalípticos (recordemos “Soy Leyenda”). También hay que ser justos y decir que esta segunda parte dobla en presupuesto a la del año pasado. Mi chica de humo Todo el mundo de “En Llamas” sufre, los protagonistas, los antagonistas, el pueblo, hasta la naturaleza del lugar. Esto se ve, se puede sentir en la película y eso es lo que la hace buena. La tensión amorosa que comparten los personajes de Peeta, Katniss y Gale es desgarradora y se nota, sobre todo en la adolescencia cuando todo es de vida o muerte, acá se muestra de manera literal transformando esta película de aventuras casi en una tragedia griega, tocando seriamente elementos como el régimen dictatorial, la falta de fé de una sociedad que parece perdida y el amor no correspondido. No les voy a mentir, en un momento el film se me hizo un poco largo, pero es totalmente justificado. Si todas las situaciones que se dan en “En Llamas” sucedieran en menos tiempo, el espectador jamas podría entrar en la diegesis de la película y sufrir con los personajes que son prisioneros de ella. De más está decir que en una película con un presupuesto de este calibre el arte y los efectos visuales son de primera linea y no hay nada que objetar en este apartado. Quizás donde mas “se le ven los hilos” a esta producción es al intentar dejar todo el terreno allanado para las dos partes finales de la saga, es en ese momento donde hace un poco de ruido en el espectador. hunger 2 Conclusión Las segundas partes nunca fueron buenas, “En Llamas” lo es, y lo es por bastante mas que su antecesora. Es una película que a los fanáticos les va a encantar porque tiene todos los elementos presentes de los films exitosos. Todo en “En Llamas” juega un papel importante y genera en el espectador empatía, esa que no muchas películas saben crear. - See more at: http://altapeli.com/review-los-juegos-del-hambre-en-llamas/#sthash.5R4kHuKf.dpuf
No es difícil ver Los Juegos del Hambre: En Llamas como una obra caótica, en la cual conviven Stanley Tucci con peluca violeta, Donald Sutherland como un implacable dictador, Lenny Kravitz como un diseñador de moda y una horda de mandriles tropicales asesinos. Sin embargo, es una película de una ocurrente inteligencia que esconde un gran secreto: lo que cuenta no es la exaltación de sus valores, sino el maquillaje de sus desaciertos. Estamos en una época en la que Hollywood parece haber encontrado en las adaptaciones literarias para adolescentes la clave del éxito, aunque en la mayoría de las ocasiones éstas son estéticamente mediocres. Por el contrario, las dos películas de Los Juegos del Hambre hasta la fecha plantean una interesante dialéctica basada en la repulsión de sus imágenes. Este es un film carente de belleza, que oscila entre la cruda realidad (con ciudades mineras y fabriles que parecen inspiradas en la industrializada pero pobre Coketown de Tiempos Difíciles de Charles Dickens) y el artificio de la fama, la televisión y las estrellas. Resulta llamativa la forma en que la película utiliza los ojos de la protagonista como testigos de estas imágenes sin la necesidad de remarcarlo con comentarios ni explicaciones innecesarias. Es, simplemente, la mirada desconsolada sobre dos realidades en apariencia opuestas pero en el fondo similares...
La supervivencia del más bello Otra saga juvenil. Otra película basada en una novela que vendió millones de copias. Comparable con Crepúsculo (Twilight, 2008), Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso (The Mortal Instruments: City of Bones, 2013) o La huésped (The Host, 2013), Los juegos del hambre: En llamas de Francis Lawrence es una segunda parte que no arriesga mucho más de lo que ya se vio en su antecesora. Luego de ganar la edición nº74 de los peligrosos Juegos del Hambre junto a su pareja de competición Peeta Mellark (Josh Hutcherson), Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) vuelve a su casa junto a su mamá y su hermana. Pero el sufrimiento no culmina al regresar. Ahora Katniss es obligada a embarcarse en la Gira de los Vendedores, un recorrido por los distintos distritos, mientras que se va engendrando una rebelión y mientras el malvado presidente Snow (Donald Sutherland) organiza la edición nº75. Lo que parecía ser una lectura novedosa sobre una dictadura futurista, el hambre de los pueblos y el control político de las transmisiones en los medios de comunicación en la primera parte, ahora se muestra de la misma manera sin adicionar nada interesante en el relato, sólo algunos nuevos personajes, nuevas alianzas y más amenazas. La realidad es que no se percibe ningún elemento que reflote la historia sino hasta el final. Resulta lógico que se haya querido enfatizar la innegable belleza de Jennifer Lawrence a través de reiteradísimos cambios de vestuario, peinado y maquillaje exuberantes, opacando a los personajes de su alrededor. Pero este recurso no siempre es positivo, dado que puede desconcentrar al espectador y desvirtuar la razón de ser de la trama, si es que la hay verdaderamente en esta segunda entrega. Por su parte, algunos errores de continuidad y lógica parecerían tomar por tonto al público. Un ejemplo de ello son las escenas en las que Katniss se enfrenta a torbellinos furiosos de agua, caídas violentas y otras situaciones sin perder nunca una sola flecha del estuche que lleva en su espalda. Por el contrario milagrosamente siempre tiene más. A pesar de los aspectos poco felices, sobresale la actuación de Jennifer Lawrence, ganadora del Oscar como Mejor Actriz por El lado luminoso de la vida (Silver Lining Playbook, 2012) de David O. Russell. En esta segunda etapa, su personaje ingresa en un territorio aun más emocional en el que la constante toma de decisiones difíciles está a la orden del día. Para ello se recurrió a temas musicales de Coldplay para brindar un poco más de fuerza al relato. Destacables también, aunque no en su máximo esplendor, Philip Seymour Hoffman y Woody Harrelson. Disponible también en versión doblada, Los juegos del hambre: En llamas cuenta una historia atrayente para el público juvenil pero deja gusto a poco a pesar de su parafernalia. Sin embargo quien desee deleitarse con una estrella reciente talentosa y hermosa en uno de sus papeles más importantes, quedará más que satisfecho.
Juventud más rebeldía Superior a la primera película de la saga, empieza a definirse el costado más crítico a la sociedad tiránica, sin perderse el entretenimiento. Juventud más rebeldía es una fórmula que siempre ha sido exitosa en el formato que se la presente: libro, filme, serie de TV. Sea Novecento o Soñadores y Bertolucci o esta Katniss Everdeen que en En llamas defiende la libertad de los distritos en que quedó dividido el poder. Más subversiva que la primera entrega de la saga de Suzanne Collins, en En llamas no es sólo el juego lo que se pone, en fin, en juego. No es una cuestión de supervivencia del más apto, sino que, amén de tejer alianzas y armar estrategias, lo que está en pugna en este futuro pseudoapocalíptico es la rebelión. Para terminar con la tiranía. Katniss es una mujer joven -pero no adolescente- y bien consciente. Tiene sentimientos que afloran, llora, pero también la agresividad de la presa que se sabe en peligro. La ferocidad que escupen sus ojos en el desenlace dice y preanuncia mucho de lo que vendrá. Contada como si fuese una fábula, Katniss empieza de gira por los distritos junto a Peeta, victoriosos de los 74° Juegos, como terminaba la primera película. El presidente Snow (Donald Sutherland, que es malo y le gusta serlo) no la ve con buenos ojos, y cambia las reglas. Para el 75° aniversario de los Juegos, deberán competir antiguos ganadores. Ya se sabe cómo es esto: va una pareja por cada uno de los 12 distritos y sólo puede sobrevivir un integrante. La crítica a la inutilidad de las guerras y los realities shows -hay que darle circo al pueblo, como si fuera un espectáculo de gladiadores- está para quien quiera verla. “Hay que alimentar al monstruo”, dicen: que cada uno entienda a qué se refieren. Hay nuevos personajes como Plutarch Heavensbee, el flamante titiritero detrás de los Juegos (Philip Seymour Hofman), quien cuando Snow brama porque Katniss muera, le dice una sola palabra. Escueta. “Paciencia”. Y paciencia hay que tener hasta que empiecen los Juegos, pero como la trama se pone más y más interesante, nadie en la platea desespera. Aparecen personajes que serán claves aquí y en las dos partes en que se está rodando Sinsajo (la conclusión), como Heavensbee, o Finnick, y luego las amenazas consisten en pájaros que atacan, niebla que es gas venenoso, simios salvajes que no parecen digitales como los lobos de Crepúsculo, y más. Si En llamas es mucho más madura, tiene más trasfondo y entretiene más -dura casi 150‘- es porque es el mejor libro y Lawrence y cía parecen sufrir y estar compenetrados de verdad. Los fans, encantados.
Cuando se estrenó la primera parte de Los juegos del hambre, los espectadores salieron del cine con un par de certezas. La primera: esta saga, adaptada de una trilogía de novelas para el público adolescente, propone un recorrido mucho más sombrío que otras de su tipo, especialmente la fantasía romántica Crepúsculo . La segunda: Jennifer Lawrence es capaz de darle vida, alma y cuerpo hasta al más esquemático de los personajes. Y verla en pantalla es creerle todo lo que propone. Es convencerse de que ella, y nadie más que ella, puede ser Katniss Everdeen, la heroína renuente de un pueblo necesitado de un salvador. Claro que, más allá del talento y carisma de su protagonista, este segundo episodio carga con la difícil tarea de ser el puente narrativo para la resolución de la historia, que se desarrollará en las próximas dos entregas. Ya pintado el mundo gris y escaso de esperanza en el primer film, al director Francis Lawrence ( Soy l eyenda) -que tomó las riendas luego de la salida de Gary Ross- le tocaba profundizar ese universo, apostar a fondo por la visión de la autora de los libros, cuya trama se respeta casi a rajatabla. Allí está entonces la Katniss traumatizada por sus experiencias en la mortal competencia en la que tuvo que participar y consiguió ganar con valentía e ingenio. Una vuelta del destino cuyas consecuencias empezará a pagar en su retorno al hogar. Vigilada y utilizada por el mismo régimen que la oprime a ella y sus compatriotas, Katniss comenzará un duro proceso de cambio desde la adolescente desesperada por sobrevivir al símbolo de una revolución por venir. Con un argumento tan cargado de referencias políticas y apenas veladas denuncias sobre el lugar de los medios en nuestra sociedad, el film podría haberse estancado en la solemnidad que su material de origen propone y, sin embargo, logra avanzar sin tropiezos gracias a una ajustada edición y al gran trabajo de su elenco. Entre ellos, están los veteranos de la primera parte Woody Harrelson -ladrón de escenas profesional-, Elizabeth Banks, Donald Sutherland, además de Josh Hutcherson y Liam Hemsworth, que interpretan a los enamorados de Katniss evitando el tono meloso. Entre los debutantes que se suman en esta entrega se destacan Jena Malone y Sam Caflin, como nuevos rivales de Katniss. Menos atinado resultó el casting de Philip Seymour Hoffman, un talentoso actor que aquí parece perdido interpretando al siniestro y misterioso Plutarch Heavensbee, un personaje esencial para lo que vendrá. Con su atmósfera cada vez más densa y oscura y su acento en las tribulaciones internas de su protagonista, Los juegos del hambre está cada vez más cerca de ser digno heredero de la saga de Harry Potter. No es poca cosa.
Se va la segunda (y viene la tercera) La nueva entrega de la saga basada en las novelas de Suzanne Collins está dominada por el diseño de producción y los efectos especiales, que ya se impusieron definitivamente sobre el núcleo del relato, todavía tributario de Battle Royale, pero sin sangre a la vista. Apenas un año y medio después del megaéxito que significó la primera entrega de Los Juegos del Hambre, la saga basada en la serie de novelas de Suzanne Collins que compiten por esa franja del mercado preadolescente que dejaron libre las ya exhaustas Harry Potter y Crepúsculo, llega rauda la segunda parte, Los Juegos del Hambre: en llamas. Aquí la autora ya no forma parte –como en la primera– del equipo de guionistas y da la impresión de que el diseño de producción y los efectos especiales se impusieron sobre el núcleo del relato, que nunca fue gran cosa pero que no dejaba de tener su miga. Una miga que en su descripción de un mundo salvaje donde un grupo de adolescentes, en su afán de supervivencia, están obligados a luchar a muerte unos contra otros, le debía tanto a El señor de las moscas, la novela de William Golding, como a Battle Royale (2000), la furibunda película del japonés Kinji Fukasaku, basada a su vez en una novela de Koushun Takami. Nada sale de la nada, podrá alegar en su defensa la señora Collins... El asunto es que las cosas no han cambiado demasiado en ese mundo distópico que es Pánem. O han cambiado para peor. La extrema pobreza del distrito 12, del que es oriunda la heroína del relato, Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence), parece haberse extendido a otros distritos, cada vez más custodiados y reprimidos por unos violentos Guardines de la Paz (que lucen unos uniformes similares a los de los guardias de asalto de La guerra de las galaxias: ¡Un poco más de imaginación!). Tanta presión sobre sus súbditos hace temer una rebelión, por lo cual el dictador de Pánem (Donald Sutherland, que siempre paga, por secundaria que sea su intervención) empieza a ponerse nervioso, sobre todo si Katniss –famosa en todo el reino– siguiera dando muestras de insumisión. Para neutralizar tanto a ella como a su pueblo, primero la obliga a un tour romántico-mediático junto a su compañero Peeta (Josh Hutcherson), con quien resultó victoriosa en los Juegos del Hambre anteriores. Pero como eso no parece suficiente, organiza junto a su nueva mano derecha (Philip Seymour Hoffman) unos Juegos del Hambre recargados, donde Katniss deberá enfrentarse a los más experimentados ganadores de juegos anteriores. El que estos Juegos –supuestamente el núcleo dramático del asunto– lleguen recién a la hora y cuarto de metraje y que la película se alargue futilmente hasta completar dos largas horas y media de duración es, por lo menos, una exageración. La denuncia al fascismo es tan obvia como elemental, la supuesta crítica al universo mediático estilo Gran Hermano –con una suerte de Jorge Rial futurista encarnado por Stanley Tucci– parece alimentarse de aquello que justamente cuestiona (ver, si no, la infinidad de modelitos y maquillajes a los que la producción de la película somete a Ms. Lawrence). Y el demorado duelo de titanes tiene menos acción física que tecnológica, con toda clase de nieblas y maremotos generados por computadora que hacen que todo parezca transcurrir en un mundo más que virtual, hecho no de sangre, sudor y lágrimas, sino de meros terabytes. El final –más que abierto, directamente un boquete– hace presumir que en menos de un año habrá más Juegos del Hambre. Para quienes no sean fieles seguidores del fenómeno –que los hay, los hay, y son muchos– se recomienda el ayuno y la abstención.
Revolución para adolescentes La segunda parte de la saga encuentra a sus protagonistas como triunfadores, ganadores de la edición número 74 de los juegos del hambre; aquellos que en la primera parte de la historia sufrieron toda clase de penurias, son ahora victoriosos ganadores que disfrutan de fama y dinero. Pero no todo es tan bueno como parece, ahora son los nuevos muñequitos de moda del capitolio, han perdido toda su intimidad - aparentemente por el resto de su vida - y pasaron a ser un instrumento del poder, utilizado para tener tranquilas a las masas. Con ese fin deben hacer una gira de la victoria por todos los distritos, dando discursos armados para distraer a la población y darles tiempo de pensar en lo mal que la están pasando. Los victoriosos jóvenes se debaten ahora entre ser instrumentos del poder, y así no poner en riesgo sus vidas ni las de sus familias; o decir lo que piensan, con el riesgo de levantar a las masas, que por otro lado, no están tan dormidas ni resignadas como en la primera parte de la saga. Por ello, el Presidente Snow (Donald Sutherland), elabora un macabro plan para acabar con los jóvenes rebeldes. Visualmente tan potente como la anterior, con esa estética entre kitch y barroca, la película no ahorra gastos en efectos especiales, imágenes fuertes, y lugares comunes. Cuenta con actores de la talla de Amanda Plummer y Philip Seymour Hoffman, que se suman a las buenas actuaciones de Woody Harrelson y a la caricaturesca composición de Elizabeth Banks. La película vuelve a plantear ese mundo totalitario, donde los medios del poder manejan a las masas a su antojo, al punto de sacrificar adolescentes todos los años con tal de recordarles quien manda, y con el doble fin de entretener también a los ricos y superficiales habitantes del capitolio. En esta segunda parte Katniss (Jennifer Lawrence) y Peeta (Josh Hutcherson) ya saben de qué se trata el juego, lo aprendieron a jugar, pero no dejaron de ser dos chicos del distrito 12 y deben elegir de qué lado van a estar, algo que dejan muy claro al final de la película. Mas allá de todo, es básicamente un filme para adolescentes, por lo tanto continúa explotando el triángulo amoroso entre Katnees, Peeta y Gale (Liam Hemsworth). A esta altura, "Los Juegos del Hambre" ya tiene una enorme cantidad de seguidores, tanto por los libros como por las películas -como sucedió anteriormente con los vampiros mormones de "Crepúsculo"- y es para ellos que está armada esta historia, por eso a esta altura tal vez estén de más las reflexiones que podamos hacer sobre el modo en que la película aborda los regímenes totalitarios y el manejo de las masas, y tengamos que aceptar que para muchos adolescentes (no todos) que no han tocado un libro, y cuyo mundo comienza y termina en Facebook, las aventuras de estos protagonistas equivalen al Mayo Francés o a la Revolución Cubana. Así de triste.
Quienes vieron la primera se encontrarán en esta segunda con una película distinta, más desmesurada, caótica, sorprendente, donde las crueldades del poder despótico de esa sociedad se profundizan, y comienza lentamente la solidaridad y la rebelión que retratará la tercera. Una Jennifer Lawrence intensa y talentosa es la que sostiene la tensión y tiene un protagonismo hipnótico para sus fans.
En llamas fue una de esas películas que me deja confundido. Cuando terminó me quedé esperando más. Pero el problema no es la película en si, es la necesidad propia de seguir viendo que pasa con la historia. Eso es lo raro de algunas películas y es un mérito en si de la producción y de la historia, no una mala percepción de uno. Pero confunde y hay que procesarlo luego. En llamas sigue con el excelente nivel de producción de la primera parte, con un elenco muy sólido, donde además se suma el genial Philip Seymour Hoffman. Que lo hayan sumado a el demuestra el nivel actoral que busca la producción. Quiero comentar que he descubierto a mucha gente que no vio Los juegos del hambre en los cines, y luego la descubrió por otros medios, y en todos los casos el comentario era "ah, era buena". Yo creo que a esas personas En llamas les va a gustar mucho, porque además van a notar que lo de la primera entrega no fue casualidad. Aplaudo que se haya hecho una saga con estas bases sólidas. No repitieron otra receta que la de hacer algo de calidad. Incluso acá tienen un ritmo totalmente distinto al de la primera película, porque seguramente así lo exigía el libro. Arrancamos sabiendo el juego, y lo esperamos. Pero la historia se centra más en la parte social y en las inquietudes de los personajes principales. En llamas es de visión obligatoria para los que disfrutaron la primera, y como dije al comienzo tiene como contra que cuando termine uno se va a quedar exigiendo al proyeccionista que siga con la otra parte... Pero lamentablemente para eso falta.
“Juegos del hambre” casi sólo para fans Según la película anterior y el libro de Suzanne Collins- se suponía que una vez que los jóvenes voluntarios para pelear en una justa a muerte lograban sobrevivir, no tendrían que participar más en los "Juegos del hambre" diseñados como distracción popular en un futuro totalitario. Pero en esta segunda entrega de la saga, esta sociedad futura se está volviendo aún más dictatorial y su opresión al pueblo es mucho más violenta, lo que convierte a la heroína Jennifer Lawrence en un peligro para el Estado, ya que su sola presencia agita a los revolucionarios. Por eso, tal como lo ve venir el espectador ya desde los primeros minutos del film, el Presidente personificado por Donald Sutherland cambia las reglas del juego y arma otra contienda destinada a liquidar a los héroes populares de la mejor manera posible. Así es como estos nuevos "Juegos del hambre" enfrentan a los sobrevivientes de todas las justas pasadas entre sí, hasta que sólo quede uno con vida. El clima revolucionario favorece un poco a esta "Los juegos del hambre: en llamas", sobre todo en el primer tercio de las casi dos horas y media de film, donde el director Francis Lawrence logra una interesante descripción de un futuro totalitario, en especial durante la gira "triunfal" de los protagonistas por las distintas regiones de lo que quedó de EE.UU. Lamentablemente, la película es exageradamente larga, teniendo en cuenta que hay que esperar una hora completa antes de que la trama desarrolle sus obvias vueltas de tuerca. El hecho de que esta vez no se enfrente solamente a adolescentes sino también a adultos incluso entre los "tributos" hay una anciana- ayuda a un tratamiento más adecuado de las partes más fuertes, evitando el sinsentido de la ultraviolencia light de la primera película. El resultado no está del todo mal, pero el principal problema es que la acción tarda tanto en llegar que para cuando empiezan de verdad los nuevos juegos, tal vez sólo los fans a muerte de la novela puedan seguir manteniendo el interés.
Una aventura distópica que crece Cuando Suzanne Collins inició la saga literaria de Los Juegos del Hambre, el mercado se encontraba ávido de productos que sanaran la orfandad que había dejado el fin de la era Harry Potter en el público adolescente. En los últimos años, contrariamente a lo que se supone, se forjó un público de lectores fieles a los relatos de aventuras con toques de ciencia ficción, que siempre es tenido en cuenta por la industria al momento de encarar las adaptaciones cinematográficas de los éxitos editoriales. Particularmente la obra de Collins posee un perfil propio: las relaciones interpersonales no son el motor del relato (a diferencia del edulcorado romance religioso insatisfecho de Crepúsculo), su universo narrativo no es mágico y menos aun empático, portando características casi apocalípticas...
Si la tomás individualmente, 'En Llamas' es solo un pedazo de acción, el desarrollo de una historia y personajes ya establecidos, porque es el engranaje parte de una saga. En ese sentido, los fans estarán complacidos, porque es una secuela entretenida y muy ágil, a pesar de sus dos horas y media. Escuchá el comentario. (ver link).
Una nueva forma de exterminio Es la segunda parte de la exitosa saga de Suzanne Collins que se iniciara en 2008 con "Los juegos del hambre". La actual es la segunda novela de la autora, cuyo libro se multiplicó en licencias para videojuegos, muñecos y ropa. Nuevamente la acción se desarrolla en un futuro cercano, el lugar es Panem, que alguna vez se llamara Estados Unidos, ahora con el poder de un Capitolio y un tal Snow (Donald Sutherland) al frente, dominador de doce distritos, siervos que celebran una ceremonia anual, donde se consagra por lucha una pareja adolescente de cada distrito, protagonistas de un show televisivo dirigido a todo el país, en el que se matan hasta que sobrevive el más apto. La ganadora de los juegos anteriores Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) y su compañero Peeta Mellark (Josh Hutcherson) no gozan de la simpatía del máximo gobernante, Snow. Más aún, Katniss es considerada una transgresora peligrosa y será utilizada como señuelo de un romance ficticio con Peeta (ella en realidad ama a un nuevo personaje, Gale) para distraer la atención de la gente, hipnotizada por esa máquina televisiva que come voluntades y sueños. CONTIENDA FINAL La Gira de la Victoria le permite a la adolescente y su compañero ver los primeros pasos de una futura rebelión, mientras es observada por un nuevo cancerbero, Plutarco Heavensbee (Philip Seymour Hoffman) y asistida, a veces por su mentor, Haymitch Abernathy (Lenny Kravitz). Antes de la contienda final habrá agasajos, carrera de carruajes (símil las de cuadrigas de Ben Hur), con una Jennifer Lawrence muy maquillada como evocando a la mítica Cleopatra de Liz Taylor, una leyenda de una Hollywood ya desaparecida. Pero el final vendrá, sangriento, imprevisto, con monos agresivos y brumas venenosas. Katniss y sus nuevos compañeros se conocerán más porque deberán enfrentar la muerte en grupo. MODA Y PEINADOS El filme tiene una primera parte poco atractiva y de ritmo moroso, donde se repiten temas. Sin embargo, la segunda parte se redime y abunda en pequeñas vueltas de tuerca, nuevos personajes, buenos efectos especiales y un atractivo diseño de producción. También la moda toma un papel especial con audaces diseño de Trish Summerville, incluyendo un bellísimo traje de novia de Tex Saverio y sugestivos diseños de Alexander McQueen y Rick Owens. Peinados, atuendos clásicos y excéntricos como los que luce el personaje de Effie Trinket (Elizabeth Banks) suerte de relacionista y presentadora de los tributos de las ceremonias olímpicas son un atractivo más, a la segunda parte de la exitosa saga. A la carismática presencia de Jennifer Lawrence ("Lazos de sangre"), se unen personalidades muy queridas en el mundo del cine, como Donald Sutherland (Mr. Snow) y Seymour Hoffman (Plutarco Heavensbee).
Una aclaración, acaso, pertinente: vi LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS en su premiere italiana, con un público compuesto en gran mayoría por fans adolescentes de la saga, de esos (esas, en realidad) que aplauden cada frase contundente, vitorean a los personajes y festejan ruidosamente cada escena que les resulta satisfactoria. Normalmente, ese tipo de despliegue de fanatismo me es contraproducente, me vuelvo fácilmente irritable y eso se traduce en que la película en cuestión termina fastidiándome. Sin embargo, esta vez no me sucedió. El filme dirigido por Francis Lawrence y protagonizado por Jennifer Lawrence (sin parentesco alguno) es un bastante efectivo y políticamente inquietante entretenimiento masivo, de esos que están a la altura de la atención que merecen. Y al final daba ganas de sumarse a la emoción de los fans. Imagino, claro, que la atención que genera el filme no está relacionada con su casi pedido de levantamiento juvenil contra ningún tipo de poder dominante. Al contrario: la triste ironía de estas películas con mensajes supuestamente contestatarios es que se hacen desde las tripas de máquinas promocionales bastante similares a las que las películas critican. Ver a la propia Jennifer, unas horas antes de la proyección, dando respuestas ensayadas de ocasión en la conferencia de prensa para promocionar el filme, es muy parecido a ver a Katniss (su personaje en el filme) presentándose con una falsa sonrisa en el show televisivo que precede al inicio de los “juegos de hambre” en cuestión. the hunger games CatchingFireEn medio de esa contradicción que ofrecen ambos eventos (la promoción de la película en la realidad y la de los juegos en la ficción) es donde aparecen los pliegues más interesantes de esta extraña cultura del espectáculo en la que vivimos, cultura que es capaz de producir extravagantes y efectivos eventos que se critican a sí mismos mientras, cínicamente, se llevan millones de dólares amparados en esa falsa toma de conciencia. En esos cruces vive HUNGER GAMES, acaso la saga adolescente más exitosa de los últimos años, una capaz de popularizar un género literario (el YA, por “Young Adult”, las novelas para jóvenes adultos) y repetir la conquista en el cine. En su segundo episodio, Katniss y Peeta –los ganadores de los juegos en la primera película- son usados para promocionar a las autoridades recorriendo los doce distritos en los que se divide Panem en un bastante patético “Victory Tour” que empieza a complicarse cuando, a su paso, los distintos pueblos comienzan a manifestar su descontento con las autoridades siendo furiosamente reprimidos. En un caso metódico de distracción, al Presidente Snow (Donald Sutherland) no le queda otra que sacar de la galera una nueva competición que se hace cada 25 años y que reúne a los últimos ganadores de cada distrito. Esta especie de Champions League de los Juegos del Hambre será el escenario en el que volverán Katniss y Peeta a enfrentarse a otros vecinos igualmente desesperados. Sólo que esta vez todos ellos serán más conscientes de las dimensiones políticas de sus disputas y tratarán de aliarse no solo para sobrevivir sino para intentar modificar las reglas. the_hunger_games_catching_fireUna película claramente dividida en dos mitades, arranca explorando los personajes, generando un crescendo político claro y marcando el escenario para lo que vendrá después: unos juegos endiablados en los que el enemigo es más claramente el “dueño del circo” que los otros leones, ya que no muchos de ellos parecen entusiasmados por aniquilarse entre sí. En un mecanismo que parece pensado por Foucault, los “survivors” de este juego entenderán que la única batalla posible es contra los organizadores. La película funciona muy bien y es clara la intención de Lawrence de imitar a EL IMPERIO CONTRAATACA desde cuestiones estéticas hasta en la densidad política y oscuridad de buena parte de la narración (y ni hablar del final a media res) pasando por alguna sorpresa inesperada en la trama. El director se toma su tiempo, acaso demasiado, para explayar las relaciones entre los personajes (ya es un cuadrangular amoroso entre Katniss, Peeta, Gale y el recién llegado y “fan favorite” Finnick), hacer crecer el subtexto político, dar lugar a un ejército de secundarios (Sutherland, Woody Harrelson, Stanley Tucci, Philip Seymour Hoffman, Elizabeth Banks, Jeffrey Wright, Jena Malone y otros) y, finalmente, elaborar una serie de secuencias de acción y suspenso bastante intensas en medio de la jungla. Jennifer Lawrence, la nueva e incandescente estrella de Hollywood (en Roma empequeñeció con su presencia a Scarlett Johansson), en cierto sentido encarna a la perfección a la protagonista: rebelde pero controlada, fastidiada por la presión pero incapaz de quebrar el modelo impuesto, dando la sensación de estar a punto de explotar en cualquier momento. Se podría pensar en decenas de paralelos entre la actriz y el personaje. De hecho, uno imagina que, cuando J.Law quiebre, se le dará por lanzarle flechas envenenadas a los productores de Hollywood, casi pidiendo a gritos abandonar el rol de superstar y volver a ser esa chica de barrio que tanto parece extrañar. Mientras tanto, y por motivos mucho más mundanos que los de Katniss, la ganadora del Oscar sigue saludando y sonriendo mientras gira por el mundo en su propio Victory Tour. Mientras sea con películas tan efectivas como ésta, la gira tiene para rato.
Los juegos del hambre, la saga con mejores críticas de los últimos años, enseña su segunda parte. Se trata de una consolidación y, por qué no, de una confirmación. En llamas trascurre en ese mundo que Suzanne Collins construyó con tanta coherencia (y doloroso parecido) en sus novelas: un mundo de absolutas desigualdades, donde aquella alta sociedad (el Capitolio) que vive su existencia de modo frívolo tiene que enterarse, tarde o temprano, que fuera de sus fronteras otras personas mueren en medio de la miseria. Entonces la confirmación: si alguien aún asemeja a la saga con los best-sellers adolescentes más simplones no está entendiendo. Los juegos del hambre es una gran construcción narrativa crítica. Si en la primera entrega el foco se centraba sobre las juventudes usadas por (y para) el show, la secuela ya no deja dudas: nos acercamos a tiempos sociales tumultosos. Lo hermoso del mundo hermoso tendrá que dejar de ser. Porque lo horroroso del mundo horroroso sucede por mantener esa hermosura (parcial). En ese sentido de comprensión, En llamas es un film de ideas violentas, de extremos. Así tiene que ser. Al fin y al cabo, chicos y chicas, lo que está en juego es la Revolución, ni más ni menos. Y como producto artístico que el film es, el concepto de Revolución no es tomado a la ligera ni pintado con colores pasteles, como suele hacerse desde la TV o los periódicos. Tal vez sea ése el principal mérito del director Francis Lawrence: dar imágenes y tiempos exactos a un texto tenso, que elude lugares comunes y persigue el tiempo de cambio. En En llamas nadie encontrará frases vagas como “tenemos que olvidar nuestras diferencias” o “debemos hallar qué nos une”. En la sociedad de Panem nada une: los unos viven de los otros; los abusivos del distrito rico insisten en que la muerte (de los otros) es divertida, es entretenimiento, está bien. La pintura que hace el film es tan certera que los planes maquiavélicos no se limitan a un presidente malvado (Snow, el inefable Donald Sutherland). Los habitantes normales, quienes detestan el olor de los secuestrados de los distritos pobres, viven conformes dentro de ese estado de las cosas. Lo avalan. La antiheroina Katniss Everdeen (otra vez interpretada por una gran Jennifer Lawrence) avanza a paso dubitativo hacia el cambio, un cambio del que no está del todo convencida porque los aromas del individualismo –salvarse ella y sus seres queridos– la seducen una y otra vez. Pero las bondades de confort que ofrece el Capitolio no confunden a los amigos de Katniss: ellos se encuentran decididos a confrontar con ese modelo. En llamas, como digna segunda parte o parte intermedia que es, se alista en la tradición de filmes como El imperio contraataca o Volver al futuro 2. Su guión es complejo, virtuoso, por momentos impreciso. Sin el orden que el director Gary Ross le dio a la primera entrega, esta continuación de Los juegos del hambre cae en varios desaguisados al momento de estructurarse. A medida que las cosas se van poniendo turbias, también pesa sobre la película una extraña certeza: que la película no va a terminar. Terriblemente inconclusa, el film corta ahí donde el espectador se halla acurrucado en su butaca, con los músculos tensos. Por delante queda una tercera parte, Sinsajo, pero para ella habrá que tener paciencia. Claro, los más chicos, los que vieron La guerra de las galaxias por cable, no conocen la rara sensación de no tener otra peli esperando por ser vista en la reproductora. He ahí otra buena definición que resume a “Los juegos del hambre”: el capricho del público no justifica todo. Para la resolución de la historia hay que esperar.
Enciende la esperanza Así como Harry es indiscutiblemente Potter, Katniss es la heroína de Los juegos del hambre que continúa el camino de su propia odisea, atada al sufrimiento de la nación Panem. En llamas, la segunda película de la saga, mantiene el esquema básico de la primera pero se vuelve más violenta y oscura. El director Francis Lawrence logra una puesta soberbia, a tono con la omnipotencia del Capitolio y las dimensiones de un enfrentamiento que recién comienza. La película muestra los signos de la rebelión que recorre los distritos sojuzgados por el poder cada vez más cruel de la capital. "Una guerra de verdad", susurra Snow (Donald Sutherland) a Katniss (Jennifer Lawrence), la jovencita del Distrito 12 que lo desafía nuevamente. El drama se desata con la misma adrenalina que los juegos planteados por ese Gran Hermano que televisa la cacería de los tributos entre sí. Tan grandioso como la puesta es el elenco encabezado por Jennifer Lawrence, Donald Sutherland, Josh Hutcherson (Peeta), Woody Harrelson (el mentor Haymitch) y Philip Seymour Hoffman (Plutarch). El director ha diseñado ambientes de cuento de hadas futurista en el que el vestuario funciona como gesto, contraseña y lenguaje. El derroche del Capitolio con sus fiestas y manjares, los maquillajes preciosistas y el show con un presentador que es la suma de todos (estupendo Stanley Tucci como Caesar) envuelven el relato que plantea cómo nace la heroína, a pesar de sí misma, y con ella, la esperanza. El Vasallaje de los 25, tal el nombre de un nuevo aniversario que Snow utiliza para eliminar a Katniss, es el escenario de la competencia. La película está dividida en dos momentos: las relaciones de Katniss con su familia y el amor de la infancia, Gale, en el Distrito 12, y la edición de los Juegos marcada por la presencia de profesionales y un esquema táctico de alianzas en la Arena. Los Juegos del Hambre: En llamas elabora el material notable de la novela de Suzanne Collins con guiños destinados al público adolescente, sin traicionar la esencia de una historia dramática compleja. La película expone ese circo romano de alta tecnología al tiempo que señala la lucha, física y emocional, de cada personaje sometido al ataque de los elementos y las criaturas lanzadas desde la cabina de control. El límite absoluto entre vida y muerte, tanto como el preanuncio de los cambios en Panem suponen decisiones que sólo se justifican en un contexto épico que da nuevo sentido a la contienda.
Los chicos crecen, se rebelan y son capaces de todo Primera apreciación: esta segunda parte es mejor que la primera. A Gary Ross le tocó construir la historia y delinear los personajes exprimiendo la trilogía de libros escritos por Suzanne Collins. Francis Lawrence recibió el material en inmejorables condiciones para hacerlo crecer y lo tradujo en una película intensa, entretenida y bien narrada. "En llamas" funciona como una bisagra perfecta hacia el desenlace de la saga, que abarcará otros dos filmes (nuevamente con Lawrence al timón). Pero no nos adelantemos a los hechos. Segunda apreciación: hay que creerle a Lee Daniels cuando dice que en Hollywood es casi imposible hacer cine para adultos. Daniels dirigió "El mayordomo", todavía no estrenada en Tucumán y firme candidata en la carrera por el Oscar. Los estudios tienen claro por dónde pasa el negocio y quedó a la vista en Tucumán. La sala dos del Atlas se llenó para la avant-premiere de "En llamas". Una multitud de adolescentes y jóvenes pagaron su entrada a la medianoche y salieron a las 2.30 tras una sucesión de suspiros ante cada beso, cuchicheos, risas varias y un aplauso final. Cuando Sam Claflin (Finnick Odair) apareció en pantalla una chica exclamó "¡es más lindo que en el libro!" Las dos horas y media de "En llamas" están partidas al medio. El primer segmento nos sube al tren de la victoria, con Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence), Peeta Mellark (Josh Hutcherson) y su mentor, Haymitch Abernathy (Woody Harrelson), tan borracho como escéptico y eficaz. La historia se va metiendo en el futuro distópico que pintó Collins en sus novelas, ese universo totalitario narcotizado por el sangriento reality show de Los Juegos del Hambre. Hay pinceladas políticas en cada aparición del presidente Snow (Donald Sutherland), decidido a aplastar cualquier atisbo de descontento, sobre todo cuando la inspiradora Katniss enciende la llamita de la esperanza. Mientras tanto fluye el triángulo amoroso que involucra a Katniss, Peeta y Gale (Liam Hemsworth), pata romántica que edulcora y ralentiza el relato. La segunda parte de la película es pura adrenalina, nuevamente en la arena, con la consigna de sobrevivir huyendo hacia adelante. O sea, matando. El caso es que está vez los participantes del juego son ganadores de ediciones anteriores. Nuevos personajes, un poco más complejos. Nuevos desafíos. Jennifer Lawrence empuña el arco y las fechas, mientras cuida de Peeta e intenta desentrañar en quién se puede confiar y en quién no. El crecimiento de Katniss y compañía, los entretejidos de la trama, la tensión sostenida, son aciertos de Francis Lawrence. Hay mayor densidad en los diálogos, sin escapar a algunos lugares comunes y guiños al público que, a fin de cuentas, es el destinatario de los 140 millones de dólares que costó "En llamas". Ese público que llena cines, sufre con sus héroes y ya deshoja la margarita esperando que llegue 2014 y siga la función.
Siempre heroína en el Distrito 12 Segunda parte de la saga de Los juegos del hambre. Siguiendo la adaptación de los famosos libros de ciencia ficción, esta nueva película se preocupa poco y nada por explicarle a un espectador nuevo de qué va la trama. La protagonista ha ganado ya los anteriores Juegos del hambre, rompiendo las reglas de un solo sobreviviente al salvar a su compañero de distrito y sembrando así la semilla de una rebelión. Ambos han vuelto al Distrito 12, las injusticias sociales siguen y el presidente está preocupado por estos carismáticos pero no dóciles representantes del pueblo. El primer film era bueno, tenía todos los ingredientes de la mejor ciencia ficción, algo que también está en los libros. Pero esta segunda parte no logro impactar de la misma manera. Más de dos horas de relato en la que ya no hay sorpresa ni gracia en muchos de los personajes. Los juegos del título original (en la comercialización local prefirieron evitar la idea de segunda parte) aparecen ya avanzada la historia y vuelven a funcionar, aun cuando las arbitrariedades se multiplican. Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) es una luchadora extraordinaria, con especial talento para el arco y la flecha, pero a la vez odia matar y hace lo imposible para evitar que esto ocurra, aun cuando es el objetivo principal de los juegos, donde sólo uno puede sobrevivir. El dilema moral de la protagonista tiene muchas aristas, algunas que entran en contradicción, incluso. Debe cuidar a su madre, su hermana y su enamorado, todos habitantes del Distrito 12, y debe también cuidar de su compañero Peeta Mellark. También quiere luchar contra el sistema, pero no quiere que su actitud provoque más muertes que el sistema mismo. La película no logra hallar el equilibro y aunque se toma su tiempo para contar la historia, le pasa un poco por encima a algunos de estos dilemas. Es notoria también la ausencia de sangre y violencia explícita en un relato plagado de muertos, y es difícil saber si hay una intención pudorosa una forma de no perder público. Pero En llamas logra, como hace muchos años atrás lo hizo El imperio contraataca en la saga de La guerra de las galaxias, dejar la historia lo suficientemente abierta como para desear una tercera parte. En este caso no cabe duda alguna de que lo mejor está por venir, y que Katniss Everdeen va a enfrentarse en la batalla final contra el Capitolio y el presidente Snow.
Oprimidos, los estamos filmando La segunda entrega cinematográfica de la saga literaria creada por Suzanne Collins, a cargo de los guionistas Simon Beaufoy y Michael deBruyn, supera a su antecesora en relación a abocarse de lleno a marcar las coordenadas de la política como parte del gran juego de intereses en este distópico escenario esbozado desde los comienzos en Los juegos del hambre. Tiranos estereotipados y oprimidos arquetípicos en medio del culto a la celebridad del post modernismo son elementos sustanciales que definen la dialéctica entre los grupos antagónicos en esta suerte de lucha de clases pop muy lejos de lo que pregonaba la teoría marxista y su materialismo histórico por cierto pero en la que quedan subrayadas las ideas de poder, miedo y control social en manos de los sectores con acceso a los medios de producción, léase para el caso medios de comunicación. Si bien la primera película sirvió como puente de presentación de la historia de la heroína perteneciente al distrito pobre, Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence), junto a su pareja Peeta Mellark (Josh Hutcherson), sobrevivientes y ganadores de la competencia, la trama en esta ocasión los ubica dentro de las propias esferas del poder desde su lugar de líderes carismáticos y con alta imagen frente al pueblo. Aspecto que es utilizado en beneficio propio por la autoridad máxima del Capitolio, el Presidente Snow (Donald Sutherland), quien organiza una suerte de tour de la victoria por los distintos distritos para promocionar las bondades de la corrección política. Sin embargo, el mismo pueblo que aclama también reclama mejores condiciones de vida en los distritos ante las políticas de sojuzgamiento. Así, la pareja triunfante se convierte en amenaza para el status quo de los poderosos y las reglas del control social y la expansión del miedo surgen con mayor ferocidad desde un nuevo evento que reúne a los ganadores de antiguos certámenes para que se terminen aniquilando los unos a los otros. Los resortes del poder además quedan en manos de un nuevo personaje Plutarch Heavensbee (Philip Seymour Hoffman), al que no le tiembla el pulso para inclinar la balanza cuando la imagen de Katniss se transforma en símbolo de resistencia y no de servilismo utilitario como se pretendía. Podría decirse que el director Francis Lawrence divide el relato en dos mitades con diferencia en ritmo e intensidad, algo que por la extensa y exagerada duración -146 minutos- por momentos le juega en contra a la película en su conjunto pero el equilibrio para la acción y el subtexto de las internas, alianzas y traiciones entre los propios tributos o participantes compensa ciertos desniveles en lo narrativo; encuentra los intersticios para la emoción desde lo dramático con algún atisbo de épica en un ámbito hostil y completamente digitado desde el centro para beneplácito de la periferia. Lo que prevalece en esta lucha de poderes en definitiva son soslayadamente modelos sociales antagónicos en un escenario pseudoapocalíptico pensado para adolescentes, con una crítica engañosa al mismo sistema que los domestica con productos de esta magnitud, que encajan de maravillas en el cinismo del Hollywood de siempre y que lejos de cambiar gracias a la maquinaria del entretenimiento goza de excelente salud y sin peligro de extinción por mucho tiempo de cara al futuro, colmado de ideas que se reciclan para transformarse en más de lo mismo como por ejemplo esta franquicia fabulesca de gladiadores oprimidos en el circo de los medios de comunicación.
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La continuación de “Los juegos del hambre” acentúa la línea argumental de la exitosa parte anterior. Con el eje puesto en temas inevitables en cualquier fábula de aventuras, como el romance, la traición, el coraje o la solidaridad, en este segundo filme se habla de una revolución en estado embrionario. Bajo el mando del nuevo director -Francis Lawrence reemplazó a Gary Ross- en esta segunda parte (ya se están filmando el final desdoblado en dos películas) todo es más grande, desde las tomas que magnifican la arquitectura monumental, hasta los peligros. Y esta vez, además de la saña de sus contrincantes, los participantes tienen que lidiar con ataques de miles de pájaros, rayos, niebla venenosa, cientos de monos asesinos y avalanchas de agua. A esas dificultades se suma que sólo participarán veteranos. Así lo decidió el gobierno del Capitolio: cambiar las reglas con la finalidad de eliminar a Katniss cuando ella se transforma en una esperanza para los oprimidos ciudadanos y, por lo tanto, en un peligro para la poder. Casi una fórmula y nada que no se haya abordado en innumerables guiones, desde el cómic a la tragedia. Sin embargo, el director acertó al darle a esta distopía una magnífica puesta en escena y un clima en el que se advierten desde las señas de George Orwell hasta el “Brazil” de Terry Gillian, aunque, en este caso, desprovisto de su ironía.
Por fin llegó el día tan esperado por muchos. Tal como su predecesora, la segunda entrega de la adaptación cinematográfica de la trilogía literaria escrita por la autora norteamericana Suzanne Collins, se estrenó a nivel mundial y en la Argentina, lo hizo un día antes de su estreno comercial en los Estados Unidos. “Los Juegos del Hambre: En Llamas” continúa la historia de Katniss Everdeen (la talentosa y carismática Jennifer Lawrence) a partir de donde concluyó la primera parte. Tras ganar -contra todo pronóstico y junto a su compañero del distrito 12 Peeta Mellark (Josh Hutcherson)- la edición número 74 de esta competencia creada por el tiránico y cruel Capitolio de Panem, nuestra heroína regresa para reencontrarse con su madre (interpretada por Paula Malcomson) y su hermana Primrose (Willow Shields). Pero no tiene mucho tiempo para ello, ya que la dupla ganadora debe iniciar el “Tour de la Victoria”, bajo la estricta vigilancia del malvado presidente Snow (un excelentísimo Donald Sutherland), quien amenaza a la valiente joven con hacerle daño a los suyos y a sus seres queridos (Gale incluído, el papel a cargo de Liam Hemsworth) si no “vende” a las cámaras aquello que le sirvió tan ingeniosamente para sobrevivir en la Arena: su supuesta historia de amor con Peeta. En su recorrida por los diferentes distritos, y mientras recuerdan a los “tributos” caídos de cada uno de ellos, Katniss y Peeta son testigos del surgimiento de una rebelión de éstos contra el Capitolio porque la población comienza a tener fe y esperanza para luchar contra la opresión al tiempo que ve una imagen de liderazgo en la personalidad de esta muchacha que se convierte en el blanco de Snow, quien debe frenarla y con ello cualquier intención de que la gente se levante contra él y como consecuencia, perder el control del Capitolio. Para ello designa a un nuevo Jefe de seguridad llamado Heavensbee (encarnado por Phillip Seymour Hoffman), quien realiza una pequeña modificación para los próximos juegos (la edición nro. 75 celebra el Vasallaje de los Veinticinco). Los tributos serán seleccionados del grupo actual de vencedores de todas las ediciones que se han llevado a cabo, lo cual obliga a Katniss y a Peeta a volver a la Arena y pelear nuevamente por sus vidas. “Toda revolución comienza con una chispa” señala el lema de la novela y por ende el de esta película en la que “la chica en llamas” (o como diría yo “la chica del sinsajo”) poco a poco se va convirtiendo en el símbolo de una revolución que está por venir. La primera entrega, que fue una excelente adaptación y a un gran nivel, ha sido una mera presentación de contexto y personajes, los cuales aquí se profundizan mucho más en una historia oscura que apuesta a más y que sobrepasa el género teen meloso (de más está decir que es muy superior a otras de su estilo… llamese “Crepúsculo”) y cuyo universo logra atrapar a generaciones de adultos; no sólo con la línea argumental de Katniss sino también con las referencias políticas que son atemporales. Esta frase que Haymitch Abernathy (el personaje que vuelve a interpretar Woody Harrelson) le dice a la pareja protagónica, lo resume todo. “De ahora en más, su trabajo es ser una distracción para que la sociedad olvide cuáles son los verdaderos problemas”. Francis Lawrence (“Soy Leyenda”), quien tomó la posta dejada por Gary Ross, realiza un gran trabajo como director. En cuanto al elenco, además de Harrelson, regresan Elizabeth Banks, Lenny Kravitz, Stanley Tucci y Toby Jones con sus respectivos papeles de Effie, Cinna, Caesar Flickerman y Claudius Templesmith; éstos últimos los relatores de Los Juegos del Hambre. Entre los debutantes, los que más destacan son los personajes de Jena Malone, Sam Caflin y Jeffrey Right. - See more at: http://www.cineymas.com.ar/2013/11/los-juegos-del-hambre-en-llamas-the-hunger-games-catching-fire/#sthash.FHF7oSUV.dpuf
Cuando apenas transcurrían 60 minutos de la secuela de Los Juegos del Hambre, tuve una epifanía: es la mejor película del 2013 Ok, quizá me estoy dejando llevar por mi fanatismo. Pero habrá que admitir que es una película muy bien hecha. Francis Lawrence, pero sobre todo, Michael Arndt y Simon Beaufoy demuestran lo que es adaptar un libro, sin perder fluidez, mostrando los detalles que los fans queremos ver (inolvidable cubo de azúcar), y agregan lo que hay que agregar, dejando que sean los actores y su talento los que hablen. Si alguien aún tenía duda del oscar de Lawrence, sólo debe tomar el libro, leerlo y comprobar que no necesitamos una voz en off para saber lo que Katniss siente, lo que piensa. Y sí, es probable que se sienta repetitiva. pero los que ya han leído el libro, saben que es lo mismo: la mitad del libro es la vida en los distritos, y menos de 100 páginas, son para lo que sucede en la arena. Y así, justo de la misma manera, dejando una hora para visualizar la arena, viajando por el capitolio y sus distritos, en donde se nota que, efectivamente, no repararon en gastos. O al menos subió lo bastante el presupuesto como para hacer que el filme fuera en un formato un poco más clásico y no pareciera tan independiente como la primera parte, en donde se abusaba demasiado de la cámara en mano. Y por cierto, amamos a los nuevos tributos. Finnick irresistible y Johanna siendo... Johanna Es obvio que no todas las páginas del libro están en pantalla, y también es obvio que, como en todas las trilogías (hablando de libros, porque ya sabemos que el último libro, Sinsajo, será dividido en dos películas), el segundo sirve como puente y como preparación para el desenlace. Viene la revolución y no puedo más que decir que si el señor Lawrence (que no es pariente de la protagonista aunque lleven el mismo apellido), logrará hacer lo mismo que ha logrado con En Llamas, entonces estaremos ante la mejor adaptación después de Harry Potter. Quizá no llegue a los premios de renombre por su género, pero sin duda ya tiene el reconocimiento de la gran legión de fans que agradecemos las lágrimas derramadas en los momentos adecuados.
Los juegos del hambre y del tedio Ante los pésimos ejemplos, mejor los buenos. Porque nada que se proponga, megalómanamente, En llamas no ha sido abordado antes por el (buen) cine de géneros. Que su realizador, Francis Lawrence, sea uno de sus exponentes actuales, no hace sino evidenciar lo que no hace falta explicitar; a saber: Constantine (2005) con Keanu Reeves y Soy Leyenda (2007) con Will Smith, contracaras -conformistas, bienpensantes- de sus fuentes originales: el cómic de Alan Moore/Delano/Carey (y tantos guionistas como dibujantes más, entre estos últimos el rosarino Marcelo Frusin), y la novela insigne de Richard Matheson. Tampoco es que se le deba pedir nada extraño a un realizador que de autor nada, sino antes bien engranaje de películas sin alma, falsamente oscuras, mentirosamente provocadoras. Se excluye del comentario a las novelas de Suzanne Collins, quizás algo más perturbadoras, si bien con deudas evidentes hacia Battle Royale, novela del japonés Koushun Takami, devenida manga y películas. La premisa de En llamas es otra vez (más de) lo mismo. Vuelta al ruedo en este enfrentamiento mortal dentro de un escenario falsamente salvaje, organizado como set televisivo para el consumo idiota de las masas. El futuro ha caído, y el estado de sitio es una costumbre que, de olvidarse, rápidamente se recuerda con golpes, saqueos, torturas y programas de tevé. La referencia hacia este tipo de contenidos, que la televisión actual hace proliferar de manera normal, es evidente. Cada uno encontrará el paralelo que más o menos le guste. Ahora bien, que ello constituya per se una mirada crítica, disfrazada de relato de aventuras pre-revolucionario, es por lo menos un disparate. En este sentido, Katniss (Jennifer Lawrence) habrá de sobrellevar la más pesada de las cargas, sometida como se encuentra entre las exigencias del Presidente (Donald Sutherland), el rating, los amores contrariados, y la miseria de la gente ("su gente"). Violencia y atropello que no podrá eludir y que le llevarán -promesa de una tercera parte- a tomar las riendas del asunto. Como la líder que está destinada a ser. Porque, como de costumbre, nada más preciado que la figura mesiánica, capaz de redimir, salvar, exorcizar, y todo eso. Qué lejos de algo parecido, dado el caso, proponía la notable The Truman Show (1998), de Peter Weir, con su revuelta irónica. O antes bien, la lamentablemente profética Network, poder que mata (1976), de Sidney Lumet. Por último, el gran ejemplo. Lo que significa que, antes que líderes salvadores o promesas de bienaventuranzas, mejor pelear con Rody Piper y sus lentes negros a lo largo de las calles, infestadas por extraterrestres burgueses y publicidades subliminales, de They Live! (1988). Pero es John Carpenter, es un cineasta.
Siempre que un libro es adaptado a la pantalla grande, forme o no parte de una saga literaria, es imposible dejar de comparar la historia base con la adaptada al medio cinematográfico. Ni hablar de si ese libro o película ya cuenta con una predecesora en su haber, en ese caso las comparaciones son -admitámoslo- inevitables. En el caso de las secuelas, las segundas partes tienden a caer en la maldición del “hijo del medio” y suelen ser menos agraciadas que el film primogénito (y digo todo tentativamente ya que no quiero rotular a todas las sagas por igual) sin embargo éste no es para nada el caso de “En Llamas”. La nueva entrega de la historia craneada por Suzanne Collins supera ampliamente a su antecesora (en materia de guión, actuaciones y construcción de personajes) sacudiendo así el fantasma del “hijo del medio” y redoblando la apuesta para lo que parece será una saga más que épica. Al comienzo de la trama nos encontramos de vuelta en el grisáceo Distrito 12 y, mediante escenas y actuaciones muy logradas, somos testigos de las devastadoras consecuencias que esta salvaje competencia tuvo en la psiquis de Katniss y Peeta (los vencedores de los 74 Juegos del Hambre). Independientemente de estos problemitas, la pareja preferida de Panem (o mejor dicho del Capitolio) debe emprender una gira por dicho país oficiando de embajadores de los Juegos, mostrando su “amor” al mundo y creando así una distracción para que sus habitantes se olviden de cuales son sus verdaderos problemas (básicamente que viven en la miseria, en un sociedad completamente tiranizada pero… nada que la TV y un buen romance mediático no pueda aplacar). Sin embargo, las cosas no salen de acuerdo a lo esperado y, el Presidente Snow (Donald Sutherland) viendo que estos jóvenes son más una amenaza que una solución, decide que para el aniversario número 75 de los Juegos (conocido como el Vasallaje) los participantes sean elegidos entre los ganadores anteriores. Esto claramente causa revuelo entre quienes resultan elegidos ya que, se suponía, una vez que ganaban, quedaban exentos de los Juegos por el resto de sus vidas. He aquí donde la acción se apodera de la historia y vemos nuevamente como un grupo selecto de personas (en este caso de gran diversidad etaria y en el cual se encuentran -obviamente- nuestros protagonistas) compite por probar las teoría de Darwin como ciertas, en un entramado de alianzas, intrigas y traiciones en donde solo el más fuerte sobrevivirá (eso sí, la definición de fuerte, la dejo a su criterio). Lo que destaca esta segunda entrega de la anterior, es el guión y la importancia y profundidad que se les asigna a los personajes. La doble moral (de la mayoría de los personjaes) es casi tan protagonista como la propia Katniss y la manera en la cual la historia aborda críticamente la situación socio-política de Panem es impecable. La ironía implícita en cuestiones relacionadas con la fama, la sobreexposición mediática y la influencia de los medios en el (in)consciente colectivo es meritoria, sobre todo teniendo en cuenta que es un producto muy mediatizado y pensado, justamente, para una sociedad joven, consumista y multimedial. El impecable elenco, integrado tanto por jóvenes estrellas (Jennifer Lawrence, Josh Hutcherson, Sam Claflin y Jena Malone) como por reconocidos nombres de antaño (Donald Sutherland, Stanley Tucci y Philip Seymour Hoffman) y las actuaciones que ofrecen, son el ingrediente necesario para hacer de esta película, una entrega épica. No solo el elenco encanta con su trabajo sino que se nota que el cambio de director (de Gary“cámara en mano” Ross a Francis “la tengo re clara con la cultura pop” Lawrence) favoreció mucho el desarrollo de esta saga. Lo que comenzó siendo una historia para adolescentes bastante violenta y con una trama pseudo-desarrollada pasó a ser una aventura para ser disfrutada por adolescentes y adultos por igual dejando la puerta abierta a lo que -aparenta- será una verdadera rebelión cinematográfica. Si leiste los libros y te considerás un verdadero tributo, no te la podés perder. Si no leiste los libros y viste la 1era entrega sin mucho éxito (tal como fue mi experiencia personal) te recomiendo la veas, aunque sea para refrescar la noción de que siempre vale la pena dar una segunda oportunidad. PD: Incluir como cierre “Atlas” de Coldplay es sin dudas, una de las mejores decisiones que tomó Francis. Se ve que hay algo especial en el apellido Lawrence!
Los juegos del hambre 2, En llamas, es de visión imprescindible y obligatoria para todos aquellos que salieron encantados del cine con la primer parte. El desenlace, para aquellos que no hayan leído el libro y no sepan cómo viene la mano, los va a dejar más que impacientes por ver la tercer entrega. La técnica es superior al original y la tensión, sobre todo...
Cenizas de un exito Nunca fui amigo de esta clases de producciones, pero en su momento lo que me pasó con la primera entrega de “Los Juegos del Hambre” dirigida por Gary Ross fue que su historia me llamó rápidamente la atención. Si bien la originalidad no estaba a la orden del día (en muchos aspectos es similar Battle Royale de Koushun Takami), para ser Hollywood y tratarse de un best seller, me parecía algo innovador e interesante. El trabajo de Ross en su momento, si bien no me parece una obra de arte, acertaba en dos aspectos: Ritmo y suspenso. Ambas cosas le impregnaban a aquel film dinamismo y sorpresas hasta su final, lo cual me dejó con un buen sabor de boca. Para esta segunda parte, habiendo digerido todas las sorpresas, los giros y las idas y vueltas de su antecesora, me esperaba mucho más y el resultado es un producto regular, casi paupérrimo. Dirigida por Francis Lawrence (Constantine, Soy Leyenda), “En Llamas” retoma las líneas abandonadas en la primera entrega: Katniss (Jennifer Lawrence) y Peeta (Josh Hutcherson), ganadores de la 74º edición de los juegos del hambre envueltos en un falso circulo de éxito que intenta distraer a la población de los distritos de sus verdaderos problemas, se ven nuevamente obligados a participar de la competencia que los traumó hace un año, en lo que esta vez se conoce como “Vasallaje de los Veinticinco”. En pocas palabras: Una cacería mortal entre los ganadores de todos los juegos anteriores para conmemorar los 75 años de dominación del Capitolio. Creo que ahí radica el principal problema de la película (lo cual habla también un poco de la calidad de la saga) y es que en esta segunda incursión se vuelven a repetir los esquemas de la primera entrega, volviéndose completamente predecible y aburrida. La última hora de “En Llamas”, que viene a ser la más interesante de esta producción en todos los sentidos, ofrece lo mismo que su antecesora, con algunos pequeños e intrascendentes cambios (el escenario, las dificultades y los participantes). Nuevamente asistimos a la presentación de nuestros personajes frente a los espectadores del nuevo show, para luego verlos entrenando para los juegos, eligiendo sus aliados y finalmente participando de la cacería, algo que ya no sorprende ni puede generar mucho entusiasmo. Poner a los mismos personajes, en la misma situación, ya sabiendo de antemano que si lograron sobrevivir en la primera ocasión seguramente en esta lo vuelvan a lograr, es algo a lo que no le encuentro gracia ni lógica. “En Llamas” en términos de linealidad para la saga de “Los Juegos del Hambre”, no avanza, ni tampoco retrocede. Solo se estanca y promete. La resolución pasa a convertirla en una película puente, cuya única función parece ser un prologo de la tercera parte por llegar, la cual de por sí tendrá que tapar varios agujeros pendientes. Con personajes completamente chatos que de repente adquieren una trascendencia injustificada y desmedida, situaciones que se desarrollan de formas imprevisibles y casi dos tercios del film donde no pasa absolutamente nada significativo, “En Llamas” es más de lo mismo, aunque en forma de reflejo borroso de algo que funcionó en su momento y ahora (¿Tan pronto?) muestra signos de agotamiento. Bajen las expectativas porque están frente a una película tan tibia que es incapaz de quemar a nadie.
Símbolos Cuando una historia apuesta todo a que su final resignifique lo visto anteriormente, se corre un riesgo: que aquello que se contó no haya sido lo suficientemente interesante como para sostenerse por sí solo y, luego, amplificarse con el desenlace. Es un poco lo que ocurre con En llamas, continuación de Los juegos del hambre y evidente historia de transición hacia lo que viene: la rebelión social contra el Capitolio. El demasiado extenso film de Francis Lawrence -146 minutos- parece cometer el peor pecado de las adaptaciones literarias, es decir no saber resumir y avanzar sobre cada rincón del libro original, pero a la vez sobrevolando someramente cada tema para no terminar profundizando en ningún lado. Un poco aburrida, otro tanto demasiado solemne, En llamas se sostiene porque la historia original es bastante atractiva -para los parámetros de estas sagas adolescentes- y porque Jennifer Lawrence sigue aportando ese misterio desde su interpretación: la presencia de la joven actriz en esta franquicia es un enigma llamado Katniss Everdeen, que sirve para complejizar un poco la lustrosa puesta en escena. La primera Los juegos del hambre de Gary Ross tenía varios aciertos, pero el más interesante de todos era su economía de recursos y un aire artesanal inherente al director. La economía de recursos, hay que reconocerlo, se debía en parte a que todavía era desconocido el alcance de esta saga como mercancía cinematográfica: por eso avanzaba con humildad -y humanidad-. Ahora, consciente de sus enormes posibilidades, En llamas se inflama demasiado, se reviste de excesiva auto-importancia y se vuelve tremebunda en su seriedad. Falta chispa, encanto; falta esa ironía que relucía en las instancias más satíricas de la primera parte, y que aquí es alcanzada apenas por la sardónica presencia de Stanley Tucci y el aplomo cínico de Philip Seymour Hoffman. Cuando ellos aparecen en pantalla (por fuera del huracán Lawrence), En llamas crece porque ambos representan con acierto las dos puntas en crisis de esta historia: el Flickerman de Tucci es la hipocresía del show; el Heavensbee de Hoffman es la violencia elegante del Poder. Los 142 minutos de Los juegos del hambre eran entendibles: presentación de conflicto global, presentación de personajes, explicación de los Juegos del Hambre, puesta en escena de esos torneos, conflictos personales y resoluciones. Eran igualmente 142 minutos, pero Ross tenía el talento para explicar la mayoría de las cosas por medio de la acción. Lawrence, que extrañamente es un director de acción y que se maneja mejor con las cosas en movimiento -lo demostrará en la última parte de este relato-, se toma demasiados minutos de los 146 para poner a los personajes en situación, situación que por lo demás parece por momentos un espejo amplificado de lo anterior: protagonistas en el Distrito 12, preparación de los Juegos, competencia. El problema de En llamas, cuando nada se mueve, es que queda en evidencia su origen de saga adolescente mainstream: su discurso anti-establishment es muy básico, con líneas de diálogo un poco perezosas, que en un contexto de seriedad extrema como este minimizan los alcances revolucionarios cool de esta película. Pero hay que reconocer que cuando En llamas se mueve, se mueve, y cuando avanza la acción (que se amontona un poco debido a la demora del relato en pasar a la competición), el film es vigoroso más allá de la ausencia de sangre, un poco exigencia de mercado para estas sagas populares. Es ahí cuando la película dice lo más interesante que tiene para decir, y cuando Jennifer Lawrence se luce mayúsculamente: su presencia es puramente física, y el físico de Katniss, puesto en riesgo, alcanza en esta segunda parte una mayor simbología. Hay algo de cristianismo bautismal en esa agua que cura, en ese calvario que atraviesa el personaje. Si en la primera parte ella se convertía en símbolo de los Juegos del Hambre, en ícono para vender entradas y sostener un sistema político, en la segunda se irá convirtiendo en símbolo de algo mayor (qué, no será revelado aquí porque sería adelantar información del final). Lo curioso en Katniss es que no parece estar demasiado segura del rol que los otros -siempre, en definitiva, los otros toman decisiones por ella- quieren que represente. Ese es su conflicto, el de la heroína a su pesar. Jennifer Lawrence sofistica aún más su personaje y se convierte en lo mejor de un film que repite mucho de lo hecho anteriormente, pero que tiene el acierto de culminar en medio de la acción y dejarnos con ganas de saber cómo sigue el asunto. Así, En llamas ejerce sobre el espectador algo similar a lo que ejerce el Capitolio sobre la sociedad de la película: un poder que seduce y repele a la vez.
Con un nivel de producción y vuelo narrativo mayores, esta segunda parte de Los juegos del hambre ya ha establecido su fuerte condición de saga, con una tercera y cuarta entregas ya definidas, más allá que las novelas publicadas hasta el momento sean sólo tres. La escritora Suzanne Collins se introdujo hace unos pocos años en este emprendimiento literario que le generó un gran suceso y un rápido pedido de derechos para el cine. Historias futuristas desarrolladas en un mundo distópico, ambientadas en un lugar irreal e indeseable, totalmente alejado del concepto de utopía. Con puntos de contacto que se presumen basados en Battle Royale, libro y posterior film de origen japonés, y que aquí se reiteran, Los juegos del hambre: En llamas revalida los puntos positivos incluidos en el primer film. Aquél dirigido por Gary Ross, realizador de la genial Amor a colores, que le imprimió cierta poética y sugerencia a la primera parte, que en este caso el más experto en el género Francis Lawrence (Constantine, Soy Leyenda) vuelca más al terreno del dinamismo, la acción y la pura ciencia-ficción. Lejos de una impronta juvenil augurada inicialmente, estas aventuras no son para nada livianas ni mucho menos románticas, más allá de la historia de amor entre los protagonistas, más relacionada con la tragedia que con el idilio. Esta secuela está dividida claramente en dos partes, una inicial en la que el itinerario de la ganadora del certamen anterior revelará grupos rebeldes y conspiraciones contra el poder, y se verán buenas escenas de masas y escenarios posapocalípticos; y una segunda con los juegos propiamente dichos, aditadas con momentos de acción, dramatismo, sorpresas mortíferas e incertidumbres en cuanto a lealtades y traiciones. Las actuaciones no se pueden mensurar apropiadamente porque la distribuidora proyectó insólitamente a la prensa una versión doblada, pero de todos modos la bella y talentosa Jennifer Lawrence se luce, dentro un elenco mixto entre discretos intérpretes jóvenes y notables consagrados.
Un tour que activa el camino a la rebelión contra la injusticia y la tirania “Los juegos del hambre: En llamas” es una película que, como bien dice su título, prende la chispa que (suponemos, esperamos) desatará un caos en la próxima entrega. Dirigida por Francis Lawrence (“Agua para elefantes”, 2011, “Soy leyenda”, 2007) las acciones se desarrollan en Panem, un lugar dividido entre los desposeídos que mueren de hambre en los distritos y los habitantes del Capitolio -una apología al capitalismo salvaje- donde dirigentes y privilegiados que llegan hasta provocarse vómitos para poder seguir comiendo. Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) y Peeta Mellark (Josh Hutcherson) ya están de regreso en su distrito, el 12, para el reposo de los triunfadores de la edición 74 de los Juegos del hambre. Ella se reencuentra con su gran amigo de la infancia Gale Hawthorne (Liam Hemsworth) y con su familia. Pero ese descanso es efímero, Peeta y Katniss se ven embarcados en “La gira de la victoria”, un tour que dará pie a levantamientos en los diferentes distritos. El Presidente Snow (Donald Sutherland), con la ayuda de Plutarch Heavensbee (Philip Seymour Hoffman), tiene como finalidad alejar cualquier vestigio de insurrección, para ello deben eliminar los iconos populares corporizados en quienes triunfaron en clara oposición al poder. Se anuncia entonces el tercer Vasallaje de los 25, una edición especial de los juegos que pone a los antiguos campeones de cada distrito como tributos, modificando las reglas. Personajes viejos, Caesar Flickerman (Stanley Tucci), presentador del reality show, y Haymitch Abernathy (Woody Harrelson), mentor borracho que ayudo a ganar los juegos pasados, aparecen en tono cómico como una manera de aliviar la tensión que atraviesa el texto. A pesar de que “En llamas” claramente persigue el objetivo de una buena recaudación en la taquilla demuestra, instalando un discurso de rebeldía, ser algo más que un simple entretenimiento. A diferencia de la primera parte, donde el foco de atención está en la batalla entre los jóvenes por la supervivencia, se pueden apreciar los primeros indicios de la revolución donde la gente, harta de un sistema opresivo, deposita su fe en Katniss y se refugia en ella como símbolo de la rebelión. En ese sentido la realización alude a referencias religiosas en forma permanente, por un lado el mandamiento “No mataras”, por otro, en una escena clave de la historia, el cuadro conformado por el cuerpo de Katniss, tiene referencias directas a Cristo, y la escena en su conjunto podría leerse como implicando directamente al Che Guevara. Ambos en la historia de la humanidad aparecen como personas que produjeron cambios radicales en la sociedad, por lo que esta podría ser una interpretación valida. Con guión de Simon Beaufoy (“Slumdog millionaire”, 2008) y Michael deBruyn (“Little Miss Sunshine”, 2006), basado en la segunda novela de la trilogía de Suzanne Collins, “En Llamas” logra ser consistente y de buen ritmo narrativo, tan atrapante como para mantener al espectador atento sus casi dos horas y media de duración. Con respecto a la música, el compositor James Newton Howard recupera los temas de la primera entrega, pero en éste caso, gracias a la conjugación con la dirección de arte en general y la fotografía en particular, crear climas opresivos, que la primera no tenia, al mismo tiempo que acompañar los estados de ánimo de los personajes principales. A nivel general, lo más atractivo resulta ser lo visual, el detalle con el que están construidas las imágenes, los primeros planos para el lucimiento de Jennifer Lawrence, o el vestuario que por momentos oculta las formas y por otro los exacerba, o los espacios que juegan un papel importante, como el interior del hotel, el campo de batalla, las fiestas en el Capitolio, todo es llamativo y exuberante. Es que el mundo del poder concentrado en el “Capitolio” es así, un híbrido entre un canal de moda, uno de farándula y uno de cocina. Cuando los distritos se unen para levantarse en contra del gobierno instituido, se podría pensar que a nuestra heroína le resuena algo la frase de Carlos Marx “Proletarios del mundo, uníos”, salvo que en éste caso, la frase pasa a ser: “Recuerda quién es el verdadero enemigo”. Sólo resta esperar la tercera parte, pues la lucha continua.
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Sobreviviendo Esta segunda entrega supera en varios aspectos a la primera. También es cierto que posee una introducción mucho más extensa antes de dar el salto a las escenas de enfrentamientos, en donde los fluidos adrenalínicos corren con vigor en el interior de cada personaje. Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence), flamante ganadora la 74º edición de los Juegos del Hambre, aún conserva heridas o traumas que la aquejan tras los intensos episodios vividos de supervivencia y sangre. Peeta (Josh Hutcherson), se muestra más entero. Ambos deben cumplir con la gira de la victoria por cada distrito, percibiendo en cada visita aires de densidad y rebelión; se respira el hartazgo de los habitantes. El presidente Snow (Donald Sutherland), despiadado y maquiavélico, organiza un nuevo “Royal Battle”, el número 75, esta vez en una especie de ronda de vencedores, donde van dos integrantes de cada distrito. Decidida y corajuda, esta segunda parte arrasa con toda su parafernalia, germinando la ansiedad y la histeria principalmente en el público juvenil, casi del mismo orden de seguidores de la saga Crepúsculo. Pero lo bueno es que no se limita sólo a conquistar a ese target; afortunadamente enlaza, abarca una porción más abundante y resulta entretenida, inquietante y disfrutable pese a sus casi dos horas y media de duración. Los Juegos del Hambre: En Llamas es bastante más madura y sólida que su predecesora, incluso sin enfocar tanto la atención en las cruentas y sangrientas batallas sino en la crítica al autoritarismo propio de quienes ejercen el poder desde el rango jerárquico más alto y la reprobación a todo aquello destinado a despertar como sea el consumo de las masas de cualquier suerte de reality, mientras más impredecible y con sumos grados de morbo-fanatismo, mejor. Párrafo aparte, curioso aunque no por ello mal proyectado, el énfasis casi constante en todo plano que permita resaltar la belleza y estética propia de Jennifer Lawrence, a través de un vestuario amplísimo. Aun con fallos y decaídas pero con mayor cantidad de aciertos que desatinos, el film sale airoso gracias a un afable ritmo, actuaciones, instancias de nervio y contadas pero oportunas dosis de un humor muy irónico. LO MEJOR: la capacidad de conformar una proyección superior a la primera, más fructífera. Bien filmada. Ambientación y maquillajes superlativos. LO PEOR: demasiado extensa, le sobra metraje. Tarda mucho en adentrarnos en el escenario de contienda. PUNTAJE: 6,9
Revolución o muerte Todo parece como siempre, pero todo ha cambiado para siempre. Katniss Everdeen sobrevivió a los 74º Juegos del Hambre, pero sabe que el presidente Snow se la tiene jurada por la estratagema de las bayas venenosas gracias a la cual salvó su vida y la de su compañero Peeta Mellark, y va tomando conciencia de que se ha metido en una trampa para siempre: justo cuando comienza a afirmarse en sus sentimientos por su amigo de siempre, Gale Hawthorne, comprende que deberá mantener viva la ficción del amor incondicional por Peeta. El problema es que mientras entre los lujos del Capitolio su gesto se vio como un arrebato de enamorada, en los empobrecidos y sometidos distritos se lo leyó como un símbolo de rebelión y de desafío al Capitolio y su eterno castigo por una antigua guerra civil, y como un espacio para la esperanza. Así estamos en el comienzo de “Los Juegos del Hambre: en llamas”, y así de directo se lo dice Snow a Katniss: la represión de una sublevación será terrible. Y eso se empieza a ver en la Gira de la Victoria, el tour de los Vencedores por los distritos, donde recrudecen los ánimos de revueltas embanderados con el emblema del sinsajo (el pajarito que reproduce las melodías, que Katniss lleva en su broche). De todos modos, la indignación ante la injusticia va ganando en el alma de la chica a las ganas de evitar la confrontación. Snow discute una solución con Plutarch Heavensbee, el nuevo coordinador de los Juegos (su antecesor, Seneca Crane, pagó con su vida el resultado). La solución está de cara a la 75ª edición, es decir, el tercer Vasallaje de los Veinticinco (Third Cuarter Quell, en referencia al cuarto de siglo). De una manera más explícita que en el libro de Suzanne Collins (donde los sobres parecen todos viejos, y son decenas, teniendo en cuenta que son cuatro por siglo), la gracia especial incluye que los Tributos de cada distrito sean elegidos entre los Vencedores vivos. Katniss es obviamente la única mujer del Distrito 12, y el puesto masculino se repartirá entre Peeta y Haymitch Abernathy, quien fuera su mentor. De resultas que los “tortolitos” tendrán que volver a la arena de la muerte televisada, en un juego de alianzas y rivalidades con campeones del pasado. Hasta ahí todo más o menos como siempre... sin embargo, muchas sorpresas aguardarán a Katniss, dentro y fuera del selvático campo de batalla. Narrativa visual Francis Lawrence tomó la posta de Gary Ross tras las cámaras, aunque la estética general es similar, con esa combinación de planos grandilocuentes (en la naturaleza, o en el Capitolio), narrativa visual cercana en la acción y movedizos primeros planos que sacan provecho de los rostros, especialmente el de Jennifer Lawrence: con sus expresiones duras (a pesar de su rostro redondeado), sus lunares y su verde y afiladísima mirada. Una cosa que se echa en falta es la ausencia en la banda sonora de las canciones folk desarrolladas para el filme por artistas reconocidos, como en la primera parte. Como compensación, el score compuesto por James Newton Howard vuelve a dar marco al relato, y se vuelve enorme por momentos, como el ingreso de los carruajes a la plaza, por el camino flanqueado de timbales. La adaptación es bastante lograda, teniendo en cuenta que las temporalidades que abarca el segundo libro son un poco más extensas: los saltos narrativos están bien contados (el deshielo, la primavera) hasta llegar al momento crucial, que se llevará la parte central de la película. También hay una apuesta a contar visualmente lo que fue pensado como un monólogo interior de Katniss, mezcla de emociones, sucesos y sensaciones: la sangre en la copa de champagne y la ostensible rosa blanca en la solapa de Snow traducen la mezcla de aromas que aterroriza a la sufrida muchachita. La Chica en Llamas Otras cosas han cambiado desde el estreno de “Los Juegos del Hambre”: Jennifer Lawrence viene de ganar un Oscar por su actuación en “El lado luminoso de la vida” y ya no tiene que demostrar que es algo más que una cara bonita. Ahora volverá a poner en juego sus dotes dramáticas, para interpretar a una Katniss alejada de la inocencia (si es que alguna vez la pudo tener en el Distrito 12) y movida por el miedo y la rabia. El filme está hecho para su lucimiento, y no decepciona. En torno a ella habrá espacio para que se luzcan otros: Liam Hemsworth como el cada vez más rebelde Gale, Josh Hutcherson como el buenazo de Peeta y Woody Harrelson como el inefable y borrachín Haymitch. De los aliados que harán en la arena se destacan: Sam Claflin como el aparentemente soberbio Finnick Odair, lleno de sentimientos; Lynn Cohen como la anciana Mags, a quien Finnick le debe todo: con poco convierte a su personaje en entrañable; Jeffrey Wright como el intelectual Beetee y una imperdible Jena Malone en la piel de la adorablemente insoportable Johanna Mason (Hollywood aún le debe a Malone un filme consagratorio). Del lado del Capitolio, repite Donald Sutherland como el presidente Snow (un personaje a su medida); Stanley Tucci en su fantástico rol del conductor Caesar Flickerman (falta que diga “que no decaiga” y podría ser un animador argentino); Elizabeth Banks elegantemente recargada en los gestos de Effie Trinket, protectora y cosechadora de los tributos, a medio camino entre la banalidad capitolina y el cariño por los que deben ir a morir; y Lenny Kravitz como el diseñador Cinna, alguien que arriesgará todo por Katniss y revolucionario a su manera. A ellos se les suma el siempre correcto Philip Seymour Hoffman como Plutarch, guardián de uno o dos secretos que llevarán a un final inesperado (al menos para los que no hayan leído la novela). Así que todo está dispuesto para el gran final, que ya se anunció será dividido en dos partes: la arquera postapocalíptica todavía tiene mucho para sufrir, padecer... y luchar.
El Cine es un Negocio Si uno hila fino hallará en la segunda entrega de los Juegos del hambre un trasfondo de crítica hacia la hambruna social y el control político en los medios de comunicación, pero no olvidemos que el cine es negocio, por sobre todas las cosas, y los productores de Hollywood lo saben de siempre, por ello acaso suelen dar mas de lo mismo. "En llamas" arranca un tiempo después del final de la anterior película, y presupone a los ganadores de los 74º Juegos como vendedores promocionados por el Capitolio de su historia de amor, a la vez se está cocinando una rebelión popular contra el gobierno dictatorial de Panem, ergo que mejor entonces para las autoridades que darles al pueblo "circo y circo" (pan no hay...), organizando los Juegos número 75, los cuales incluyen a los actores protagonistas. De a ratos sombría, oscura, pero "pochoclera" a full, con intervenciones actorales medias y ajustadas, todo conformando un combo harto comercial, pensado para llevar a las salas a una franja de espectadores jóvenes, los fans que consumen mayoritariamente esta saga basada en los libros de Suzanne Collins. Ahora también le sobran unos cuantos minutos aburridos, unos 20 aproximadamente.
En Llamas es el segundo capítulo de la saga Los Juegos del Hambre. Es una franquicia basada en una serie de novelas juveniles escritas por Suzanne Collins, cuyos derechos cinematográficos fueron adquiridos con avidez por los popes de los estudios, deseosos de dar con la próxima saga millonaria de aventuras juveniles - al estilo de Crepúsculo o Harry Potter -. Las buenas nuevas es que la serie de Los Juegos del Hambre es mucho más consistente y apasionante que toneladas de material regurgitado - fantasioso, adolescente y romanticoide - que ha intentado prosperar por ahí, al estilo de The Mortal Instruments, La Huésped, Percy Jackson, etc. Y éste, su segundo capítulo, resulta ser una pieza formidable de estupendo cine. Es como si hubieran limado los detalles más bizarros o discutibles de la primera parte, y hubieran madurado en cada uno de los aspectos creativos e interpretativos, resultando en un show tan inteligente como excitante. En sí, la saga de Los Juegos del Hambre no tiene nada de nuevo. Es una utopía alegórica, la cual trae a la palestra la ejecución de una serie de competencias brutales destinadas a entretener a las masas sumidas en la desesperanza de un futuro postapocaliptico - hay toneladas de filmes con el mismo tema, sea Rollerball, La Décima Victima o The Running Man -. No es mas que la adaptación moderna de la idea de Pan y Circo, implementada por los romanos en los tiempos anteriores a la llegada de Cristo. Aquí la excusa sirve para despacharse con una sátira alegórica respecto de las celebridades y el poder distrayente de los medios, utilizados como herramientas de propaganda del gobierno de turno - un concepto aplicado desde la época de los nazis hasta los gobiernos totalitarios de hoy en día -. Todos los personajes de clase alta son deformes, gente pasada de botox, lámparas de sol, dientes obscenamente blancos, maquillajes exagerados, y peinados estrambóticos teñidos con los más sicodélicos colores. Es la cultura de la bobada, viviendo en su mundo y dando excesiva importancia a detalles tremendamente banales, ajenos a la cruda realidad que se vive fuera de los estudios de televisión. Aquí todos los aspectos relacionados con los medios han sido pulidos - ya no es tan payasesco ni chocante, e incluso el fastidioso presentador que compone Stanley Tucci se ve mucho más digerible en el contexto que presenta este filme, que en sus apariciones en el primer capítulo de la saga -, y funcionan de manera mucho más cínica. Incluso los aspectos relacionados con el escenario de ciencia ficción han sido profundizados a un nivel admirable: aquí hay un gobierno realmente opresivo y violento, amoral y prepotente, que ha construído una maquinaria implacable en la cual se ven envueltos nuestros héroes. A su vez estos muchachos son personas realmente emocionales, individuos que han quedado dañados luego de verse obligados a masacrar a un grupo de adolescentes en las pasadas competencias, y que se ven inmersos en un giro histórico de los acontecimientos.... del cual no desean participar. Es tan formidable la manera en que el relato construye - de manera totalmente creíble - el lento y espontáneo crecimiento de Katniss como figura heroica y venerada por la resistencia... primero, al emocionarse en el recuerdo de aquellos caídos en el desesperante combate ocurrido en el año anterior (con la cual la gente toma, como gesto solidario, el saludo que ella hacía en los juegos, además del logo del Sinsajo, el pájaro que ama Katniss y que usa en un prendedor que siempre lleva puesto); luego, cuando comienza a despacharse con sus propios discursos, mucho más naturales y cargados de sinceridad, con lo cual reciben el afecto del público; y, cuando las cosas se empiezan a poner candentes, termina por plantarse frente a un brutal jefe militar, el cual está deshaciendo a latigazos a su novio en la plaza pública.... y cuya escena es vista por todos a través de la televisión. Ella es una heroína reluctante, una que no quiere abrazar el giro del destino que ellla misma ha desatado, y que quiere el refugio y el anonimato antes que embarcarse en una causa brutal - la incipiente revolución -, la cual anticipa dejar un reguero de cadáveres en la descomunal refriega que resultará inevitable. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/juegos-hambre2.html#sthash.n6VkRSPf.dpuf
El amor en tiempos de opresión. Pensar en Los Juegos del Hambre y pensar en una película de amor es acertado. No romántica, a no confundirse, sino de amor en el más global de los sentidos. En la primera entrega la tenemos a Katniss, que se propone como voluntaria en lugar de su pequeña hermana Prim para los 74tos Juegos del Hambre. Luego la vemos reconciliarse con su madre y por también, la vemos junto a Gale, cazando y disfrutando los pocos momentos felices que les da PANEM y su sistema. La aparición de Peeta, y los sentimientos hacia Peeta pueden ser amor. Un amor especial, de ese que surge en los momentos más desesperantes. Desde que le dió un pan cuando ella moría de hambre hasta que ella, con un beso, le salvó la vida (o, mejor dicho, su beso hizo que un patrocinante les salve la vida porque así es el show) la relación entre ellos creció, pero siempre quedó en ese lugar de juego-no juego, aunque Peeta no lo vea así. Porque así es Katniss: tosca, sentimentalmente anulada y con pocas ganas de hacer amigos. Cosas que de a poco le jugarán en contra, y de las que siempre el carismático y sociable Peeta debe sacarla. Pero vayamos a lo importante, que es En Llamas. en-llamas-locoxelcine La película nos ubica tiempo después de los primeros juegos. Los ganadores deben afrontar el tour de la victoria, que los llevará por los 12 distritos de PANEM. Allí no solo deben seguir “enamorados”, sino que a su vez deberán ver cara a cara a las familias de los jovenes muertos en los juegos. Pero hay algo más, algo que nació cuando Katniss y Peeta desafiaron al Capitolio con las bayas venenosas. Hay una chispa de revolución que Snow, el presidente dictatorial de PANEM, quiere apagar a toda costa. Y como no puede matar a Katniss sin que nadie se haga preguntas, una idea mejor surgió, y con la mejor excusa: El Vasallaje de los 25, unos juegos con reglas especiales que se hacen cada 25 años. En esta ocasión, y para demostrar que ni los guerreros más fuertes de los distritos pueden desafiar al Capitolio, los participantes serán antiguos ganadores de los juegos. Y esto deja el margen muy chico para el Distrito 12, ya que solo Peeta, Katniss y Haymitch ganaron. Así, bajo la tutela del nuevo jefe de los juegos, Plutarch Heavensbee, Katniss y Peeta llegarán a una arena distinta y especial, que tendrá protagonismo propio, más allá de los combatientes. en-llamas-locoxelcine En Llamas es una gran secuela, muy superior a la primera entrega, pero que a su vez funciona como puntapié para Sinsajo, la tercera parte (dividida en dos) que concluirá la saga en 2015. Eso le quita autonomía, pero para nada nos saca de la experiencia de ciencia ficción-acción-romance que nos prometen desde el trailer. Los personajes vuelven a estar diagramados de forma excelente, dejando las escenas con Donald Sutherland y Phillip Seymour Hoffman (Snow y Heavensbee, respectivamente) en lo más alto. Jennifer Lawrence, por supuesto, roba con su carisma, volviendo a interpretar a una Katniss contradictoria, llena de odio, con poco lugar para la sensibilidad. Ella debe parecer fuerte, y aunque se rompa interiormente, el arco y la flecha siempre estarán en su mano. Vivirá bajo el karma de ser “otra película teen”, pero lejos está de eso. A diferencia de otras, aquí hay reflexión, hay conflictos morales, hay política y crímen. Esto, en las películas de adolescentes, no lo solemos ver. A menos que sean Harry Potter, claro.
JUEGOS MORTALES Segunda parte de la saga de Suzanne Collins que durará hasta que el público se canse. No agrega nada nuevo: ya se sabe, detrás de este Gran Hermano mortal en un país ignoto y en un tiempo remoto, surge una heroína. Ella ganó los 74° juegos y debe salir de gira con su compañero, quien hace de novio. Todo está armado por un régimen que entretiene al pueblo con este circo espectacular, mientras se saca de encima los líderes rebeldes que empiezan a perturbar el orden. El mandón de turno, como suele suceder, no quiere que nadie le haga sombra. Así que pone en marcha los 75° juegos. Competirán todos los ganadores, casi una copa de campeones. El filme le dedica un largo rato en a los preparativos. Después llegarán los juegos, con los efectos especiales de siempre: tormentas, bichos varios, celadas, nieblas venenosas y todo un arsenal de calamidades que pone a prueba el coraje, el estado físico y la puntería de la chica de los flechazos. Mientras la pareja protagónica va matando, el pueblo se queja y el sistema reprime. Segunda parte de una alegoría demasiado evidente sobre el poder enfermo y la sana rebeldía.
Sorprendido es poco. "En Llamas" es "la película" que quería ver. Supera ampliamente a la primera, pero muuuy ampliamente, y de hecho, te vas del cine con ganas de ver la tercera parte, y eso, ya es un buen indicio. "Los Juegos del Hambre" era una peli donde los jóvenes mataban jóvenes... Ok, en esta secuela se reescriben las reglas y es un golazo total. Disfrutable de principio a fin, excelentes actuaciones, y efectos especiales que te van a volar la cabeza (¿se nota que me gustó?). Es mucho más ágil que su primera parte y seguramente se va a ubicar entre las películas más vistas de este fin de semana. Haceme caso, anda a ver "En Llamas", es EXCELENTE.
En zona de transición ¡Volvieron los juegos mortales más esperados del año! Volvieron y no defraudaron, aunque cuando uno se pone a pensar que aún faltan 2 partes más, es decir, 2 años más (con suerte) para concluir la historia, la ansiedad invade el cuerpo y es imposible no sentir un poco de frustración. Entiendo perfectamente la veta del negocio, pero todo el mundo sabe que sacar 2 excelentes películas del último libro, "Sinsajo", es casi imposible. Esto me preocupa un poco, ya que en esta 2da entrega se comenzó a evidenciar este estiramiento comercial cuyo único fin es abarrotar los bolsillos de algunos pocos con billetes verdes. No estoy en contra de esto, pero sí de sacrificar la integridad de una historia en pos de ganar más dinero. He dicho. Con respecto a la película en sí, el director Francis Lawrence ("Constantine", "Soy Leyenda", "Agua para elefantes") hace un buen trabajo puliendo aspectos de trama, visuales y de interpretación. Esta vez se le presta un poco más de atención al drama y no tanto al juego en sí, lo cual es bueno y marca una pequeña evolución con respecto a la primera, pero en sí la fórmula se mantuvo intacta. A la primera entrega le puse de nota un "Excelente", sobre todo porque con tanta saga pop mediocre, "Los Juegos del Hambre" se había configurado como un producto que no insultaba la inteligencia del espectador y lo mantenía enganchado al 100% con una historia que iba mucho más allá de una amorío adolescente entre protagonistas. Su dinamismo y temática hacía que fuera un verdadero disfrute cinematográfico. En el caso de esta secuela, se sigue la línea pero puliendo algunos aspectos que naturalmente podían mejorar, como es el caso de la parte visual y sonora de las secuencias como la carga dramática que va adquiriendo el relato. ¿Por qué entonces le bajo la nota a "Muy Buena"? Porque en los últimos 10 minutos te das cuenta que todo lo que estuviste viendo durante los otros 130 minutos que dura el film podría haber sido más groso, más dramático, más épico, más inteligente. Uno se percata de que el director estiró el chicle para cumplir con los productores y que a último momento hace un real despliegue de sus capacidades para enganchar al público y tenerlo como loco hasta la próxima entrega. La última parte de esta secuela da cuenta de que Francis Lawrence podría haber superado ampliamente a la entrega original de Gary Ross si no hubiera dilatado tanto el momento culmine de la trama, pero en vez de hacer esto, se lo reserva para seguir estirando el chicle. Por el lado de las interpretaciones, Jennifer Lawrence (Katniss) está fantástica como siempre, adquieren más relevancia los personajes de Josh Hutcherson (Peeta), Liam Hemsworth (Gale) y Donald Sutherland (Snow), y se suman algunas nuevas caras con un buen trabajo en pantalla como es el caso de Jena Malone (Johanna), Sam Clafin (Finnick) y Philip Seymour Hoffman (Plutarch). En conclusión, la película cumple con las expectativas, mantiene involucrado al espectador y mejora algunos aspectos con respecto a su antecesora, pero también revela el objetivo comercial detrás del estiramiento eterno que están haciendo con la obra cinematográfica. Da la sensación de que puede ser mejor y que se está reservando sus platos fuertes para las dos última entregas.
Con el éxito de Los Juegos del Hambre el lanzamiento de una secuela estaba asegurado pero por las criticas mediocres que recibió esta primer parte se decidió renovar el equipo creativo reemplazando al director Gary Ross por Francis Lawrence, responsable de films como Constantine y Soy Leyenda. También se agregaron nuevos actores como Phillip Seymour Hoffman y Jenna Malone y vuelven para esta nueva entrega Donald Sutherland, Jennifer Lawrence, y Josh Hutcherson.Los Juegos del Hambre: en Llamas tiene un presupuesto es mayor, por lo que el film parece más épico y vasto en lo que a vestuarios, decorados y efectos se refiere, a pesar de que todo tiene un aspecto similar a la primer pelicula de la saga. Las tomas son más prolijas y estáticas (ya no hay cámara en mano), por lo cual las peleas son más claras. Este film también profundiza en los temas sugeridos por la primera parte, en especial la amenza del gobernante encarnado por Sutherland, los nuevos papeles de Katniss y Peeta en la propaganda oficialista y los inicios de una revolución en contra del gobierno.A pesar de los cambios en el equipo técnico y creativo, Los Juegos del Hambre: En Llamas no difiere demasiado con respecto a su antecesora: Sí, está mejor estructurada y hay cambios narrativos para no repetirse (Los Juegos en sí solo aparecen en el último acto) pero no logra un nivel de calidad superior, en especial con respecto a los diálogos y a la caracterización de personajes como el de Stanley Tucci, Donald Sutherland o el mismo Hoffman, quien no parece estar en el mismo film que los demás actores.Los Juegos del Hambre: En Llamas es un film correcto, que mejora en algunos aspectos pero que termina de manera inconclusa, recordándole a los espectadores que la saga continua. La cuestión es que la saga debe mejorar notablemente su calidad para no perder público ya que algunas cuestiones narrativas ya son repetitivas (las amenazas del personaje de Sutherland, la revolución que nunac explota, etc.) Sería bueno que Francis Lawrence pueda dejar supropio sello personal en vez de seguir las ideas visuales y narrativas del primer largometraje de la saga
Pan y circo: la sociedad despótica de Los Juegos del Hambre En Llamas es uno de esos extraños casos en los que la secuela sobrepasa a su predecesora. Y lo hace con una voracidad pocas veces vista antes, envolviendo en una llamarada ansiosa a la primera parte de Los Juegos del Hambre, dejándola en cenizas. Katniss Everdeen regresa al Distrito 12 luego de haber salido vencedora en Los Juegos del Hambre junto a Peeta Mellark y descubre que sus acciones han ido engendrando de a poco el germen de la revolución. Y ahora deberá volver a los juegos, en un intento del Presidente Snow para acabar con ella para siempre. Francis Lawrence (Soy Leyenda y Agua Para Elefantes) fue el encargado de llevar a la pantalla grande la nueva adaptación del segundo libro de la saga de Suzanne Collins. No hay duda alguna de que logró darle vida de una manera inigualable a la mitología del universo de una de las obras literarias más ambiciosas de los últimos años, que reúne millones de fanáticos en todo el mundo. Los primeros planos de Lawrence acentúan la brutalidad del régimen, y la música de Lorde, Coldplay, The Lumineers y Patti Smith, bajo la supervisión de Alexandra Patsavas, termina de redondear una sinfonía perfecta de desesperanza y terror. "Recuerda quién es el verdadero enemigo", Haymitch, el personaje de Woody Harrelson le dice a Katniss, interpretada por Jennifer Lawrence, ganadora del Oscar por El Lado Luminoso de la Vida. Haymitch es su mentor: borracho e irónico, no es el típico guía sabio que ofrece apoyo en tiempos difíciles. Sin embargo, es fiel e inolvidable. Y la grandiosa performance de Harrelson no es la única. Si hay algo que le sobra a En Llamas es actores de primer nivel. Stanley Tucci vuelve a dejar bocas abiertas con su personaje Caesar Flickerman, de cejas púrpuras y el carisma un tanto siniestro de un presentador de Reality TV, con una morbosidad extrema por la tragedia. Pero es Donald Sutherland el que logra dar escalofríos con el presidente Snow, un villano memorable digno de su calaña, que incluso hace palidecer a su personaje en 1900, la película de 1976 de Bernardo Bertolucci. Philip Seymour Hoffman es Plutarch, el estratega y manipulador encargado de la edición número 75 de los Juegos del Hambre. Amanda Plummer (Tiempos Violentos y Pescador de Ilusiones) aparece poco tiempo pero logra darle a la inteligente Wiress una locura agradable, que se suma al puñado de aliados que conforman, tanto dentro del juego como detrás de escena, el diseñador Cinna (Lenny Kravitz), el seductor y descarado Finnick (Sam Claflin) y la guerrera feroz y sagaz Johanna (Jena Malone). Pero la verdadera joya de este film es la magnífica Jennifer Lawrence. Katniss, traumada por sus experiencias anteriores, con llantos constantes ante la impotencia que le produce lo que se ha convertido su vida -una constante propaganda política de Panem y del Presidente Snow- se convierte, sin proponérselo, en el estandarte del movimiento rebelde. Con un sinfín de elementos orwellianos y una oscuridad más profunda y trascendente sobre las acciones y reacciones de conductas revolucionarias en una sociedad autoritaria, En Llamas se convirtió en un épico film de ciencia ficción política que permanecerá por mucho tiempo en la mente de generaciones enteras.