Lentes impotentes Después de varios años de cine, hay dos cosas que nunca faltan en los films de Lanthimos: los grandes angulares y las obviedades. Debemos llegar a tal conclusión amén de la exitosa reproducción de vestuarios y decorados, de la prestancia con que los incisivos lentes captan las imágenes iluminadas por tenues velas y de la preponderancia de las interpretaciones del trío protagónico femenino (reina, cortesana y criada). Más allá de todo esto -que, la verdad, es bastante poco- encontramos una comedia basada en golpes de efecto, diálogos irreverentes -obra de la poco flexible Stone- y las grotescas pantomimas de Olivia Colman. Lo burdo de las obviedades de Lanthimos llega a un nuevo cenit. Sus predecesoras actuales (hablamos de The Lobster y El sacrificio del ciervo sagrado) lograban un interés global a partir de un precepto particular (de raíz fantástica en la primera, orientada a un dilema teológico/moral en la segunda) que unía la totalidad en cada caso, proporcionando entereza. Lo desarticulado, lo local, es la norma en La favorita. El juego de rivalidades entre Stone y Weisz conforma lo mejor del film, aunque su despliegue recae más en una pobre reinterpretación de Choderlos de Laclos que una visión particular de mundo. La técnica es tomada exclusivamente de Kubrick; el argumento, de de Laclos. Al comienzo hablamos de angulares y obviedades. Desarrollemos esto último. El personaje de Hoult (cortesano, rival político de Weisz) se mete en la lucha de poder de las protagonistas como un tercero en discordia. La virilidad, la dominación y el poder de decisión e influencia son elementos centrales en el relato. La estrategia de Lanthimos queda ilustrada de este modo: 1) Hoult frota masturbatoriamente su cetro fálico mientras escucha a la oposición en el congreso. 2) El primer ministro, flácido en su poder de decisión (contrapunto claro al binomio Stone/Weisz), tiene como mascota un alegórico ganso, el cual apoya en su regazo y acaricia suavemente. 3) Weisz y Stone practican tiro mientras sostienen sus largos rifles a la altura de la cadera y en posición erecta. Con este último ejemplo añadimos una rápida lectura de resúmenes freudianos a una igual de rápida puesta en escena de Kubrick y de Laclos. Resultado: un flácido menjunje.
El poder institucional hecho farsa Al griego Yorgos Lanthimos le bastaron apenas un puñado de films para sumarse al grupo de los pocos cineastas contemporáneos del ámbito internacional con una muy marcada y esplendorosa idiosincrasia propia vinculada al humor negro, el surrealismo, los tabúes y la sátira social más cáustica y dolorosa. Hablamos específicamente de Canino (Kynodontas, 2009), sobre un matrimonio que mantenía en aislamiento a sus hijos, Alpes (Alpeis, 2011), acerca de un servicio de “reemplazo” de seres queridos fallecidos para facilitar el duelo, Langosta (The Lobster, 2015), que giraba en torno a los mecanismos más impersonales de conseguir pareja, y finalmente El Sacrificio del Ciervo Sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017), sobre la lógica de la venganza y el necesario sadismo contra la alta burguesía soberbia de siempre. La Favorita (The Favourite, 2018), su tercer proyecto en inglés y el primero que no tiene un guión firmado por el susodicho, venía precedido de una generosa expectativa y lo cierto es que no defrauda para nada porque volvemos a toparnos con un trabajo prodigioso que desarma todas las previsibilidades formales del cine mainstream. Aquí en esencia Stanley Kubrick vuelve a ser el punto de referencia excluyente en lo que respecta al planteo general de la realización, justo como ocurría con El Sacrificio del Ciervo Sagrado, y en términos concretos es Barry Lyndon (1975) la película que sin duda Lanthimos eligió como pivote sobre el cual edificar esta sátira acerca de la manipulación, la altanería, el canibalismo, la banalidad, el delirio y la idiotez institucional del poder político de ayer, hoy y siempre: mientras que el mítico director norteamericano trabajaba desde la frialdad y lo paródico implícito el ascenso social/ económico/ cultural de Redmond Barry (Ryan O'Neal) y su metamorfosis en Barry Lyndon, el europeo se sirve de unos diálogos extremos, ingeniosos y siempre hilarantemente despectivos y anacrónicos -cortesía de los guionistas Tony McNamara y Deborah Davis- para alejarse en parte de Kubrick, quien de todos modos dice presente vía una profusión de majestuosas tomas en gran angular y ojo de pez, y eventualmente dar forma a una obra maestra cuya mordacidad política y sexual la conecta tanto a los opus previos del griego como a la inefable ironía de los Monty Python. El catalizador de la historia es la llegada de Abigail Hill (Emma Stone) al palacio real británico a principios del Siglo XVIII, cuando la nación estaba en guerra con Francia, para pedirle trabajo a su prima Sarah Churchill (Rachel Weisz), nada menos que la que posee la batuta del gobierno inglés ya que la monarca de turno, Anne (Olivia Colman), es una mujer que acusa una enorme debilidad a escala física y psicológica que la lleva a convertirse una y otra vez en un títere de los “consejos” de una Sarah muy despiadada que la tiene a su total merced. Si bien Abigail tuvo una vida atormentada porque ella misma formó parte de la nobleza y terminó siendo entregada por su padre a un alemán que la violó sistemáticamente a lo largo de años y años, su aparente humildad pronto deja espacio a una voluntad de poder tan avasallante y brutal como la de su prima, lo que hace que su periplo dentro del patético centro de decisiones del país la conduzca primero a ser una criada, luego una subordinada de Churchill y finalmente la mujer de mayor confianza de la reina, en especial cuando descubre el “secreto” de su competencia para controlar a la influenciable monarca, el sexo. Como decíamos con anterioridad, Lanthimos hace un uso exquisito de la hiper realidad que posibilita el gran angular, el ojo de pez y lentes semejantes, no sólo incorporando todo el mobiliario y el arte cortesanos sino también deformando/ engrandeciendo los paisajes y los personajes, con el objetivo de subrayar de manera sublime el trasfondo sarcástico del film; a lo que se suma una catarata de planos contrapicados/ desde ángulos bajos que en vez de empoderar a los protagonistas -como indicaría su uso pautado en el “manual no escrito” de los recursos del cine- lo que hace es ridiculizarlos al transformar su ambición y crueldad en una fachada demacrada que siempre está a punto de caerse para sacar a relucir el hecho de que la coraza en cuestión oculta un interior tan débil y naif como el de la reina que no se condice para nada con la retahíla de burlas, insultos, amenazas y fantochadas varias de conspiración, voracidad y/ o traiciones entrecruzadas. La imagen está permanentemente al servicio del dispositivo retórico y nunca sólo como un lienzo bello de por sí, concepción que suprime la idea hegemónica del preciosismo industrial superficial en obras de época. Ahora bien, el film funciona además como un análisis durísimo del instante en el que el poder pasa de estar empardado a la destreza relacionada con el sobrevivir a directamente mutar en un fin en sí mismo, sobre todo cuando la posición en el gobierno se consolida y permite olvidar el trecho recorrido hasta allí, circunstancia que a su vez pone de manifiesto la tercera dimensión de la capacidad de mando, la vinculada a su condición de mecanismo en última instancia suicida (siempre aparecerá alguien con el mismo anhelo de acumular autoridad llevándose puesto a quien sea) y sexual (la obtención de placer a costa de un otro pasivo/ mancillado apunta a un acuerdo negociado tambaleante de lucha maquiavélica por imponerse). Lanthimos vuelve a demostrar que es también un gran director de actores ya que obtiene un desempeño genial del trío protagónico y de Nicholas Hoult, quien compone a Robert Harley, líder latifundista de la oposición y artífice del abogar tanto en contra del aumento del impuesto sobre las tierras como a favor del cese de hostilidades con Francia para que la alta burguesía comercial pueda seguir tranquila encarando sus negociados. La Favorita desnuda con brillantez y desparpajo las miserias, contradicciones y callejones sin salida de una clase dirigente enterrada hasta la cabeza en un lodazal que ella misma generó vía su corrupción plutocrática demencial y la falta del más mínimo apego a la vida, al punto de fagocitarse toda la riqueza disponible como un parásito implacable que en farsas como la presente queda al descubierto en su pusilanimidad, personalismo, mediocridad y codicia…
Sexo y poder en la Corte del exceso No queda demasiado claro si La favorita, nuevo opus del director griego Yorgos Lanthimos aterrizado en tierras del Tío Sam, es una farsa sobre el poder o simplemente una carcajada frente a los discursos feministas tan en boga últimamente camuflada de comedia desmedida ambientada en la época del siglo XVIII. El empoderamiento femenino queda más que claro al haber elegido un trío de féminas para llevar a cabo la historia bajo el pretexto de un triángulo amoroso que se ve distorsionado por los desbordes de la propia película que el director de The lobster rápidamente suministra mientras la imagen adopta esa deformidad propia de los angulares que habitualmente emplea como parte del dispositivo de la puesta de escena. Un triángulo amoroso entre mujeres, la criada, la cortesana y la reina de Inglaterra en plena guerra con Francia y con una crisis de poder importante a partir de los costos que genera mantener un conflicto con la otra potencia sin importar las muertes de un lado y del otro. Triángulo que rápidamente vomita sus vértices a la deriva en una atmósfera donde el lujo y la suntuosidad se acomodan en los brazos de la perversión, la manipulación a partir del sexo y el cuerpo como su límite. Tanto para el placer como para el dolor desde la pérdida o sencillamente el deterioro provocado por la angurria de la angustia. Es la angustia la que devora a la velocidad de la luz, mientras la comida ocupa el centro de enormes banquetes, desperdicio de carnes cuando el pueblo reclama fuera de las paredes de esa corte de reyes o reinas bulímicas. Y el otro triángulo es del poder propiamente dicho para el cual el director de Canino, fiel a su ironía característica, juega la carta de la metáfora y deja trascender que esas mujeres extravagantes además de gozar ocupan los roles más importantes para que los hombres simplemente sean objetos utilitarios o escollos durante la travesía de lujuria, por ejemplo participen de la actividad de caza con escopetas que parecen falos. La favorita es una película híper realista por donde se la mire, con una estética cuidada que la hace vistosa mientras diálogos ramplones cruzan los enormes pasillos de ese palacio atestado de objetos. La trama es sencilla y se apoya en el ascenso del personaje encarnado por Emma Stone, Abigail Hill, prima de Sarah Churchill (Rachel Weisz), quien opera en las sombras de la monarca Anne (Olivia Colman). Estructurada en capítulos, la rivalidad entre las primas y la vulnerabilidad emocional de la monarca, marca las coordenadas de una comedia negra sobre el poder, la traición y la dependencia del sexo cuando de deseo se trata. Tratándose del director griego y del antecedente de su anterior opus El Sacrificio del Ciervo Sagrado la miseria humana se encuentra en primer plano pero siempre desde la farsa sobre cualquier postulado dogmático e incluso fundamento político como el que podía prevalecer en un contexto histórico como el que envuelve la trama de este surrealista triángulo amoroso.
Una interesante película de época para disfrutarla tal como te la cuentan, sin considerar la historicidad de los hechos. ¿Qué es verdad y qué es mentira? Empezando por el vestuario, no es en su totalidad el que se usaba en esa época. Entre otros ejemplos, encontramos: el triángulo amoroso...
Un relato de época y una producción holllywodense no parece ser el binomio idoneo para el realizador griego Yorgos Lanthimos que se nos hace presente por filmes radicales como Canino (2009) producción griega y The lobster (2015) producción industrial europea y con actores de cierta popularidad . La trama de La Favorita está construida a partir de hechos biográficos sobre la vida de la Reina Ana de Inglaterra por lo que el relato está situado a principios del siglo XVIII, más allá de que uno de los aciertos fundamentales de Lanthimos es generar una sensación de cierta atemporalidad. La vida de la reina Ana puede resultarnos peculiar como la de toda soberana femenina en la historia de Europa, o sea ni tanto ni tan poco. Si hablamos de singularidades este filme toma el relato de época de base y propone a partir de él focalizarse en un mundo femenino para plantear un juego de corte satírico sobre el mundo de las pasiones, las ambiciones y los embrollos del poder, tópicos habituales en el mundo de la realeza y las ficcionalizaciones vinculadas al tema. En la Reina Ana (Olivia Colman) se centra el juego, ya desde el inicio de la película la soberana vive una situación de enfermedad, algo que será creciente y definitivamente mortal. Pero, pareciera que hay otras cuestiones que la sostienen con vitalidad, y no solo son sus riquezas y las opulencias infinitas de su reinado, sino una relación tan fuerte como el deseo solo puede ser, un amor palaciego. Es con su amiga y mano derecha Lady Sarah (Rachel Wiesz) con quien develamos ese deseo mucho más íntimo que una amistad protocolar o un acuerdo de conveniencias. El conflicto se impone entre ellas cuando la plebeya Abigail (Emma Stone) ex noble caída en desgracia que logra entrar entre las sábanas de La Reina y ganarse a la vez su confianza haciendo uso de los cuidados a su salud y la cotidiana compañía con la que logra posicionarse en el lugar de la peligrosa “favorita”. Las huellas de Lanthimos están marcadas especialmente en dos lugares clave: uno, en la puesta en escena, el uso de lentes extremadamente angulares, planos abiertos y con la perspectiva desnaturalizada, sumado a secuencias de un montaje muy moderno y dinámico para un relato de esta índole. Su audacia se hace presente imbricando elementos estéticos lejos de los cánones clásicos y generando de esta manera una mirada descontracturada y con ciertas audacias formales. Pero el contenido del filme no tiene ni la transgresión ni la fuerza suficiente como para que no se sienta que el relato es bastante estructurado más allá del decorado picante de las tres mujeres y las formas visuales del realizador griego. Por Victoria Leven @LevenVictoria
Bacanal en la corte Uno de los cineastas más excéntricos y malditos de nuestra época, el griego Yorgos Lanthimos, ha tomado al mundo cinematográfico por asalto. No es posible que propuestas radicales y brillantemente concebidas, como Canino, Alps, Langosta y La matanza de un ciervo sagrado, dejen al espectador indiferente, y a fuerza de impacto y de llevar a cabo un cine prácticamente marciano, el director se ha erigido como uno de los más ovacionados y premiados del momento. Esta película desentona bastante en el resto de su obra. Hasta ahora Lanthimos había desarrollado un estilo muy propio, caracterizado por una austeridad radical, por cuadros despojados en los que personajes anestesiados o aturdidos interactuaban dando pie a las situaciones más absurdas imaginables. Pero lejos de ser un sinsentido, estos planteos al borde de lo surreal y lo fantástico terminaban redondeando elocuentes alegorías de ciertas conductas humanas. Aquí, en cambio, se trata de una historia clásica, provista de una ambientación histórica y de personajes más bien terrenales.
Deborah Davis y Tony McNamara supieron dotar de ironía una versión libre de hechos históricos a un relato que no creo que ningún otro director podría haber llevado a cabo sin la mirada de Yorgos Lanthimos –realizado griego, interesado en la psicología humana- y quien hace rato hace migas con actores de Hollywood. La película se centra en la disputa de dos primas por ser “la favorita” de Ana de Gran Bretaña, la última soberana de la Casa de los Estuardo, y durante su reinado con treinta y siete (37) años, y entre 1707-1714. Un duelo interpretativo de tres generaciones diferentes, y retrato realista de la relación de dependencia emocional que la Reina padecía y cómo esa fragilidad mental ponían en peligro decisiones manipuladas por estas, sobre cuestiones como la guerra contra Francia o la subida de impuestos a los terratenientes; y con el consecuente enfado de la Corte y los políticos. A saber. La reina, estuvo embarazada en 18 ocasiones, pero ninguno de sus hijos vivió más de 11 años. Sufrió varios abortos, algunos de sus bebés nacieron ya muertos. Esta tragedia difícilmente soportable para ningún ser humano alteró su salud mental, con problemas de bulimia, anorexia, sobrepeso y algunas crónicas de la época señalan que gota, debido a una dieta descontrolada con la que intentaba aplacar su desgarro interior. En su necesidad de amor, atención y compañía, la Reina, que subió al trono con 37 años, estableció una relación obsesiva con Sarah Churchill (Duquesa de Marlborough). La naturaleza real de la relación entre Sarah y la reina Ana no está documentada históricamente -no se sabe con exactitud si llegó alguna vez al plano sexual- pero marcó sus vidas para siempre. Un detalle histórico. La célebre canción “Mambrú se fue a la guerra” se refiere al esposo de la Duquesa de Marlborough, en una deformación de su apellido, el general que lideró la guerra contra los franceses.
“La favorita”, dirigida por Yorgos Lanthimos, es un film ambientado en Inglaterra, país que se encuentra en plena guerra. En esos tiempos, quien ocupa un papel sumamente importante en la vida de los Ingleses es la reina Anne (Olivia Colman). Debido a varios trágicos momentos que vivió, tuvo que apoyarse en alguien, más específicamente en una amiga que le aconsejara: ella es Sarah (Rachel Weisz). Anne quiere lograr que su país salga victorioso, cueste lo que cueste, y literalmente es así. Todo seguía su curso hasta que repentinamente aparece Abigail (Emma Stone), quien al principio parece ser una chica común y corriente pero efectivamente no lo es, ya que sus intenciones no son lo que parecían. Pasa de ser una sirvienta a estar a un paso de la Reina, quedando en evidencia que el poder te vuelve ambicioso. De esta manera, comienza a haber una pelea de egos sin límites para ver quién de es mejor; todo sea por ser la favorita.
Retrato de un majestuoso triunvirato Yorgos Lanthimos encara su nueva película luego de éxitos rotundos como The Lobster y El sacrificio de un ciervo sagrado. Para esta entrega, se encarga de retratar, en su particular manera, lo que sucedía en la época donde reinaba la reina Ana en 1700. Junta un elenco tremendo, encabezado por Olivia Colman, Rachel Weisz y Emma Stone. La reina de Inglaterra, Ana (Colman), está en un delicado estado de salud. Su mano derecha y amiga, Lady Sarah (Weisz) la ayuda en todo lo que necesita, sobre todo la toma de decisiones en tiempos de guerra con Francia. De pronto aparece la prima de Sarah, Abigail (Stone), quien le pide trabajo a pesar que no se conozcan anteriormente. Abigail comienza a escalar en su puesto de empleadora, con el fin de conseguir poder. El mismo poder que había perdido su familia. El director se encarga de crear una película donde predomina la búsqueda de poder y de amor en el 1700. La narración avanza por acciones y consecuencia de las mismas, lo que la vuelve inesperable y entretenida. No es tan retorcida e incómoda como sus obras anteriores, pero logra que el espectador esté prestando atención en todo momento para no perderse ningún detalle. La fotografía y el guion también se destacan, la primera cuenta en innumerables planos con un lente gran angular, casi ojo de pez, que distorsiona los alrededores de los protagonistas y logra formar una composición extraordinaria. La segunda característica está muy bien lograda, desde los diálogos hasta las acciones dramáticas y puntos de giro. De las actuaciones no hace falta hablar mucho, solamente aplaudir. Sabemos que si Emma Stone está en el reparto, la visualización es obligatoria. En este caso los elogios se dividen en partes iguales, ya que el trío femenino hace un excelente trabajo.
Las intrigas de palacio siempre han suscitado todo tipo de comentarios, leyendas o elucubraciones. Así desde Cleopatra y Marco Antonio pasando por Macbeth y sus derivaciones mafiosas hasta House of Cards (y en poco tiempo tendremos también la saga del “Clan Macri”). La notoria peculiaridad de La favorita es que las intrigas se urden alrededor de tres figuras femeninas, cuyas luchas por el poder al máximo nivel del trono de Inglaterra a principios del siglo XVIII pasan inevitablemente por el camino de las sábanas. La favorita es una extraordinaria recreación de época sin caer en el cine de qualité; todo lo contrario: la acción transcurre casi íntegramente en el palacio, los pasillos y salas de la reina Ana, filmados por la ubicua cámara de Robbie Ryan con gran angular y ojo de pescado, y posee un toque de actualidad, un cierto anacronismo velado que aporta un grado de perplejidad, de sorpresa incluso. Sus protagonistas, personajes retratados con fidelidad histórica, poseen un cariz de modernidad, un desparpajo que torna más atractiva esta trama irreverente. Por supuesto, es la mano del griego Yorgos Lanthimos, quien siempre ha relatado conflictos sorprendentes, insólitos, provocativas, con un toque de humor absurdo y satírico. Sobre todo en la surreal Colmillos y la distópica Langosta, en menor medida en El sacrificio de un ciervo sagrado. Películas deudoras de Michael Haneke, por trabajar el tema de la maldad y la perversión con un sadismo ácido, y que no me despertaron el interés y entusiasmo que sí me genera La favorita. Lo cierto es que Lanthimos ha realizado un film excelente, tan irreverente como los anteriores, pero con una fibra humana de la que aquellos carecían, gracias al cambio de guionistas. Los hechos son históricos: a inicios del siglo XVIII Ana –la última Estuardo- reinaba junto a lady Sarah Churchill, esposa del duque de Marlborough, quien lideraba la guerra contra Francia según los dictados de su mujer. Siendo una reina débil después de haber perdido todos sus 17 hijos, dejaba en manos de su entonces favorita todos los asuntos de Estado, quien dirimía tanto temas políticos como bélicos y económicos, manejando con delicadeza la tensión entre el partido tory y los whigs. Rachel Weisz, con su atractiva androginia, sale airosa de ese rol de tanto peso político como sexual. Abigail, el tercer elemento del triángulo (Emma Stone), mujer de origen noble caída en desgracia, tiene la audacia, la inteligencia y el talento suficientes como para salir de los bajos fondos del palacio hasta llegar a la alcoba real, donde no tardará en reemplazar a su prima y mentora. Las escenas con Abigail son las más disfrutables, desarrollan de manera brillante el agudo uso del humor, que decrece a medida que esta adquiere poder, tornándose el clima más oscuro y siniestro. Más Lanthimos, en suma. Con una banda sonora ecléctica, que va desde Purcell hasta Messiaen y una sonoridad metálica atemporal, esta farsa resulta tan ambigua como posmoderna. A contramano de sus primeros films, en los que los actores recitaban sus líneas casi sin expresión facial, desapegados, con grado cero de actuación, las actrices y actores de La favorita despliegan una maravillosa amplitud de registros, sobre todo por la gran Olivia Colman en su rol de reina tan poderosa como vulnerable. Su performance en la decrepitud de la soberana es formidable, una decadencia pocas veces vista. Colman eleva el personaje de la reina a su dimensión trágica. También Lanthimos se aparta de su camino en el tratamiento de los personajes, cada uno desarrollado con comprensión, incluso con cierta ternura nunca antes expresada. Muy oportunamente -al aire de nuestra época- es la primera vez que el director indaga en la psicología femenina, aquí desarrollada en tres brillantes personajes, cada una con su peculiar personalidad, ya abiertamente combativa como Lady Sarah o diabólicamente especulativa como es Abigail. Tres psicologías de mujer en su relación con el poder: quien lo posee por derecho propio, o heredado, quien se ha hecho dueña de él, y quien lucha por obtenerlo. Cuando la tensión entre las tres decrece, también decae el film. Cerrado, claustrofóbico, el mundo de Lanthimos una vez más parece ajeno al mundo que lo rodea y la condición de la mujer de la época, limitada a estos tres reales personajes.
Yorgos Lanthimos (“The Lobster”, “The Killing of a Sacred Deer”) es de los directores más atractivos, irreverentes, irrespetuosos y más importantes del momento. Con una carrera impresionante, este año presenta “The Favourite”, un film extremadamente personal que lo sigue manteniendo en el buen camino. El largometraje se sitúa a principios del siglo XVIII, en Inglaterra, país que está en guerra con Francia. Una reina debilitada, Anne (Olivia Colman), ocupa el trono, mientras que su amiga Lady Sarah (Rachel Weisz) gobierna en su lugar, debido al precario estado de salud y al carácter inestable de la monarca. Cuando una nueva sirvienta aparece, Abigail (Emma Stone), su encanto seduce a Sarah. Sarah ayuda a Abigail y ésta ve una oportunidad para regresar a sus raíces aristocráticas. Como la política ocupa gran parte del tiempo de Sarah, Abigail empieza a acompañar con más frecuencia a la Reina. Desarrollarán una amistad que Abigail aprovechará para saciar sus ambiciones. Un retrato bastante irrespetuoso y seguramente más realista de lo que quieran aceptar los libros de historia. Una reina con obesidad que sufre de gota y junto con el resto de la aristocracia inglesa dan rienda suelta al hedonismo y los placeres sibaritas mientras buscan una excusa para aumentar los impuestos y así poder financiar una guerra que se complicó en el frente de batalla. Lanthimos juega constantemente con la ironía, la desfachatez, lo absurdo y, por momentos, lo surrealista para componer un relato exquisito tanto a nivel técnico como narrativo y estético. El diseño de producción y la reconstrucción de época del siglo XVIII son impecables, al igual que la edición y la puesta de cámara. Una obra que hace utilización de los lentes gran angulares y los ojos de pez para mostrar esa mirada distorsionada de la monarquía inglesa y sus caprichos. Manteniéndose fiel a su estilo, el director emplea la simetría y los travellings que pasan de una acción a la otra para darle mayor dinamismo y profundidad a lo que se quiere contar. Muchas veces se dan situaciones exageradas y grotescas dando paso a la ironía, al sarcasmo y al exquisito ingenio del director. Para ello, lo ayudan en la tarea las experimentadas y soberbias Rachel Weisz (“The Constant Gardener”), Emma Stone (“La La Land”) y Olivia Colman (“The Crown”). Lo de Stone ya es de antología, superándose continuamente de papel a papel mientras que lo de Weisz también representa un punto álgido en su carrera, la cual no ha sido tan reconocida como merece. Acompañan muy bien en papeles secundarios Mark Gattis, Nicholas Hoult, Joe Alwyn y James Smith. Es peculiar que este opus sea el primero que Lanthimos no escribe, el libreto lo firman Deborah Davis y Tony McNamara, ya que en todos lados están sus tan característicos sellos argumentales a pesar de ser su cinta más naturalista de toda su filmografía (dejando de lado los bailes anacrónicos y todo tipo de comportamientos impropios de los personajes según la época representada). En síntesis, “The Favourite” es otra joya cinematográfica de Yorgos Lanthimos que sigue ofreciendo relatos de alto vuelo a nivel técnico, interpretativo y narrativo. Un drama de época inteligente, hilarante y excéntrico al igual que muchos de sus personajes.
Duelo actoral entre Rachel Weisz y Emma Stone para ver quién se queda con el amor de Olivia Coleman. Una película que trasciende la anécdota histórica para configurar un relato sobre las miserias humanas ante la inevitable pérdida de poder. Un arranque promisorio deja espacio a una segunda etapa del film en la que se diluyen sus intenciones. Prometía más de aquello que termina ofreciendo al espectador.
Yorgos Lanthimos es un director griego con un estilo particular bastante marcado. Lo pudimos ver en sus últimas obras como “The Lobster” (2015) o “El sacrificio del ciervo sagrado” (2017). Y ahora nuevamente nos convoca a un film peculiar y altamente efectivo. “La Favorita” sigue a la reina Anne (Olivia Colman), quien se encuentra bastante enferma y con escasas posibilidades de gobernar. Pero para ello está su amiga Lady Sarah (Rachel Weizs), quien la aconseja y, en muchos casos, manipula para que su Majestad tome las decisiones que ella considera pertinentes. Todo cambiará con la llegada de Abigail (Emma Stone), una noble devenida sirviente, quien busca trabajo en el Palacio para poder sobrevivir. En primer lugar y a simple vista podemos observar la calidad de nombres dentro del elenco. Pero no son únicamente figuras de la elite, sino que sus interpretaciones son excelsas. Olivia Colman se destaca como esta reina enferma, con dolencias, berrinches y momentos en los que abusa de su condición (tanto de salud como de poder) para lograr sus objetivos. Pero sobre todo sobresale el duelo actoral entre Rachel Weizs y Emma Stone, tanto por el amor de la reina como por escalar en sus posiciones. A este trío protagónico femenino se le suman actores como Nicholas Hoult y Mark Gattis (este último en un rol menor), sirviendo por instantes de contraparte para que la trama siga su curso. Cada personaje está muy bien delineado y va evolucionando con el correr de la cinta llegando a mostrar sus garras durante el climax. Como suele suceder en la filmografía de Lanthimos, los momentos absurdos e irónicos están a la orden del día, realizando, en este caso, una crítica profunda a las cuestiones relacionadas con la realeza y los altos puestos de la política de aquel período. El exceso de maquillaje, las pelucas, lo movimientos toscos y grotescos hacen que los personajes se caractericen físicamente de una manera apropiada. A esto se le suma la lograda reconstrucción de época del siglo XVIII, no solo con las vestimentas sino sobre todo con la decoración del palacio y cada una de sus habitaciones. Dejando de lado ya la reconstrucción de época, pero siguiendo con los aspectos técnicos, nos encontramos con movimientos de cámara y utilización de lentes bastante interesantes y poco convencionales, que elevarán a la película en este sentido. Asimismo, “La Favorita” es una película muy cómica que divertirá al espectador de principio a fin, que presenta una evolución creciente a lo largo de su desarrollo. Sus diálogos son imperdibles, incisivos e inteligentes. En síntesis, Lanthimos vuelve a entregarnos una historia excéntrica y fascinante, donde el trío protagónico hace un trabajo interpretativo maravilloso, el guion hilarante divertirá al espectador durante todo momento, y se profundizarán temáticas complejas a partir de la comedia.
Las intrigas palaciegas han sido un espacio ideal para un cine de época solemne y acartonado, siempre acompañado de fastuosos vestuarios y escenarios, con actores disfrazados sobreactuando hasta el límite del o tolerable. Pero es un poco injusto que sea así, ya que esas intrigas suelen encerrar reflexiones sobre el poder y las relaciones entre las personas. En una época a este cine se lo llamaba de qualité, con su aparente profundidad de realismo psicológico, siempre subido a los hombres de grandes nombres de la literatura, el teatro o la historia para autoproclamarse como arte superior. A pesar de que hace más de cincuenta años que se ha revisado la historia del cine y se ha evaluado hasta qué punto este arte llamado superior es en realidad una forma pobre de hacer películas, aun hoy hay directores que se las ingenian para volver a vender el mismo viejo buzón. Si uno se asoma gritando a los cuatro vientos que es el nuevo gran cineasta y que sus películas son superiores al resto, es posible que nadie se preocupar por cuestionarlo y la aprobación entre los críticos y los premiadores sea casi instantánea. Está claro que La favorita no es la clase de qualité hace décadas, sino uno renovado, con nuevo trucos y efectismos. La película, por decirlo de forma apresurada, está más cerca del abyecto Peter Greenaway que del pomposo Franco Zeffirelli, aunque ambos podrían citarse como influencias. Lo mismo para el Amadeus de Milos Forman y –perdón por la comparación- el Barry Lyndon de Stanley Kubrick. Pero a no dejarse engañar, estos dos últimos films han tenido más honestidad cinematográfica que el director Lanthimos y la película que acá analizamos. El director utiliza recursos modernos y abusa de ellos, pero eso no lo aleja del qualité, solo lo hace entrar en el siglo XXI galopando sobre esta forma de hacer cine desde hace medio siglo ya perimida. Y no es que la historia no valga la pena, al contrario. Pero de eso se trata, Lanthimos toma una gran historia y construye una película con una buena carga de sordidez, golpes de efectos y una estudiada y nada sincera vocación de aliarse con la ideología de los tiempos que corren ahora, no en la Inglaterra de comienzo del siglo XVIII. Inglaterra está en guerra contra Francia. La reina Anne (Olivia Colman), ocupa el trono, pero su salud está deteriorada. Su amiga Lady Sarah (Rachel Weisz) toma las decisiones más importantes en su lugar. Por su estado físico y mental, la Reina se lo permite. Pero entonces llega una nueva sirvienta llamada Abigail (Emma Stone). Su aparición en el palacio trastocará todo, cuando al ayudar a la Reina con su enfermedad consigue su favor. Estas dos mujeres lucharán por la Reina y por conservar o aumentar su poder en el palacio. Hay que repetir que la historia no está mal. Pero Lanthimos tiene la necesidad de utilizar recursos cinematográficos y diferentes técnicas para recordarnos que estamos frente a una película. No se trata de una bella utilización del gran angular, más bien se ve como una cámara de seguridad puesta en algún rincón del palacio. Todos tienen el visto bueno para el exceso actoral y no hay plano que no pida a gritos un premios al mejor vestuario o mejor dirección de arte. Pedir premios y que se note es el peor pecado que puede tener una película. No se le cuestiona al director su desprecio total por el ser humano y su poco fe en los vínculos, cosas que ya demostró en films anteriores a este. Sí es un poco ridículo su insistencia y repetición en la sordidez. Como si acaso la única forma de mostrar un mundo horrible sea filmarlo de forma horrible, como si descuidar aunque sea por un segundo el grito permanente de las ideas del director amenazar con que estas no se entiendan. Los espectadores ya hemos visto pasar esta clase de vendedores de chucherías. Duran unos años y luego nadie desea volver a ver sus películas. Pero para entonces ya se aseguraron su prestigio, tan desesperadamente buscado, siendo siempre el cine el sacrificado en esa ceremonia.
Las marcas de un autor son fáciles de reconocer cuando se reiteran ciertos factores: universos, tipos de personaje, inquietudes, y en particular que sea este quien haya firmado el guion. No obstante, cuando dicho autor decide dar un giro en cómo procede en estos aspectos y todavía se reconoce su impronta, podemos decir que la marca autoral es absoluta. Eso fue lo que ocurrió con Yorgos Lanthimos y su nuevo título, La Favorita. De Nuevos y Viejos Titiriteros Siglo XVIII. Inglaterra está en guerra con Francia y la Reina Anne padece una severa enfermedad mental. Lady Marlborough, la acompañante de la reina, aprovecha esta situación en su beneficio para virtualmente gobernar en su lugar, una cuestión que a la corte no le hace mucha gracia. Todo esto cambiará cuando entre en la escena Abigail, prima lejana de esta última, una joven deseosa de recuperar el elevado estatus social que perdió. No tardará en competir con Lady Marlborough por ser la acompañante de la Reina. La Favorita tiene un guion prolijo, con una estructura que oscila entre lo teatral y lo literario. Una propuesta donde el humor negro dice presente, pero sabiendo cuándo es conveniente el decoro acorde con la época y cuándo el exceso es lo que mejor sirve para calar más hondo. Es este balance el que le sacará no pocas risas al espectador. La narración no tiene ningún tipo de prurito en reducir a las protagonistas a las peores humillaciones imaginables, y hacerles incurrir en las peores bajezas morales. Todo en nombre de una cuota de poder. Es particularmente notorio cómo siendo una película de época en un universo marcadamente femenino, y de la cual no ha firmado el guion, Lanthimos consigue abarcar todas sus inquietudes observadas en títulos anteriores: el onanismo, el chantaje, el humor negro, y que todas tengan total sentido y sean naturales al contexto donde se está narrando. En materia visual tenemos, como es esperable, una rica escenografía y vestuario con una fuerte presencia de tonos oscuros. Sin embargo, el apartado a destacar es la fotografía, con su marcada predominancia de grandes angulares, alcanzando no pocas veces la utilización del ojo de pez. Este uso de la perspectiva recuerda mucho al estilo del pintor Jan Van Eyck en particular. En materia actoral, Rachel Weiszprovee una competente actuación como la corrosiva acompañante de la Reina. Emma Stone nos muestra una faceta radicalmente distinta de la “chica de al lado” en la que ha basado su carrera, se prueba hábil en la evolución de la actitud de un personaje que va desde lo inocuo a adoptar procederes que igualan o superan a los de su rival. Pero quien consigue destacar es Olivia Colman, en su interpretación de la Reina Ana oscila con total naturalidad entre la niña perdida y la segura mujer de estado.
Por fin se estrena la última creación de uno de los directores más personales y audaces del momento, el griego Yorgos Lanthimos. Viene precedida por diez nominaciones a los premios Oscar en los rubros principales, incluida película, director, sus actrices, guión, y por premios en especial su protagonista. El realizador, con el guión original de Deborah Davies, que luego fue trabajador por Tony McNamara y el director, nos deleita con una tragicomedia, una feroz mirada sobre los juegos del poder y del deseo. Tiene como escenario a la Inglaterra del siglo XVIII, y su reina Anne, pero con geniales mecanismos que la alejan del film de época, para convertirla en una mirada inteligente y contemporánea de la sociedad. Tensando los hilos de la sátira y los diálogos filosos y certeros, con travellings vertiginosos, uso de ojo de pez, grandes panorámicas, luz natural y de velas (homenaje al “Barrry Lindon de Kubrick) el artificio y la lejanía, transforman lo que se ve en un juego macabro e ingenioso. Una mirada implacable sobre las relaciones peligrosas del placer y el manejo político. Una reina, dominada por otra mujer que se desentiende de la realidad, enferma y caprichosa. Una tercera en discordia que se transformará en su nueva favorita. Y una corte de hombres ambiciosos y necios, que quieren su tajada y se entretienen con juegos tontos y provocativos. El trío de actrices no podía ser mejor: La reina encarnada por Olivia Colman tiene todos los matices, los laberintos del egoísmo, la sabiduría tardía, los males de su cuerpo. Y como sus amantes dos interpretes que se sacan chispas: Rachel Weisz y Emma Stone. Vitales y despiadadas en un mundo que nunca da treguas y donde jamás piensan darse por vencidas. Sexo y ambición, egoísmo y manipulación, la fabula amoral no podía ser más brutal y seductora a la vez. No se pierda esta película provocativa y muy entretenida.
La favorita (The Favourite, 2018) es una cómica y oscura fábula sobre la manipulación y el deseo desorbitado. El maestro absurdista sobre relaciones humanas Yorgos Lanthimos está en su elemento en la corte de la corona británica del siglo XVIII, donde las personas han reprimido sus emociones a tal punto que el deseo toma formas extrañas. La historia es un juego de ajedrez entre dos cortesanas en el que el peón es ni más ni menos que la propia reina. La duquesa Sarah Churchill (Rachel Weisz) es su consejera y amante, el poder detrás del símbolo, hasta que su prima Abigail (Emma Stone), una noble desposeída, entra en el servicio real y al descubrir la relación urde un plan para insinuarse lentamente y reemplazar a Sarah. Ambas son inteligentes, ambas comprenden inmediatamente las intenciones de la otra, pero la etiqueta fuerza una falsa cordialidad entre las primas. La viuda Reina Ana (Olivia Colman) tiene tanto hambre de amor como las primas tienen hambre de poder. O desconoce sus intenciones o elige el simulacro de amor por sobre no tener nada: de una u otra forma es un ser patético y enfermizo. La película trata esencialmente sobre una persona que quiere conservar el poder y otra que quiere quitárselo, en una tensa competencia por humillarse y socavarse mutuamente. La guerra, difusa e inútil de trasfondo, no sirve para nada salvo como munición en la guerra privada entre las primas y un cuarto jugador, Harley (Nicholas Hoult), un ministro opositor y suerte de comodín burlón. El guión de Deborah Davis y Tony McNamara es satisfactorio porque cuenta con dos fuerzas en feroz oposición, ambas representadas por personajes con claras motivaciones y aún más claros objetivos, ambas actuando y propulsando una trama cuyo conflicto incrementa cualitativamente y cuantitativamente. Suena obvio pero es gracias a cimientos tan fuertes que Lanthimos puede darse el gusto de una puesta en escena tan grotesca y oblicua, imitando el caprichoso espíritu de la época sin nunca perder el significado subyacente de cada escena. Tanto más fascinante es la trama porque percibimos la tragedia detrás del vicioso triángulo y la corte de locos que adorna el palacio. Hay una carencia elemental en todos los personajes, una deficiencia clave en la maquinaria que sirven con tanto propósito y tan poca perspectiva. Todos los personajes están tan desentendidos de lo que realmente quieren -o sienten- que caen en medidas desesperadas y lamentables por saciar una necesidad que no comprenden en primer lugar. Los animales son un motivo recurrente para el director de La langosta (The Lobster, 2015) y El sacrificio del ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017), aquí chivos expiatorios para la persona enajenada: lo vemos en las ridículas carreras de patos en la corte, en el deporte de fusilar aves en cautiverio y en los 17 conejos enjaulados en la recámara de la Reina Ana, histérica y desesperada al final de una vida de perder - no es coincidencia - 17 hijos, la mayoría fetos. La fotografía, sobria y lavada, dependiente de la luz natural como en Barry Lyndon(1975), recuerda a las pinturas de la época. Las tres actrices principales dan tours de force impecables, expresando varias facetas aún a través de la censura emocional que era costumbre. La época se conjura efectivamente, pero sin la opulencia y ostentación habitual del género, traicionando el verosímil con anacronismos cómicos o formales cuando así le conviene. La exactitud histórica es secundaria en La favorita, porque Lanthimos se acerca nuevamente a una verdad sobre cómo se lastiman los seres humanos cuando no comprenden qué es lo que duele.
La Favorita: Una atractiva competencia. Yorgos Lanthimos reunió un elenco de tres estupendas actrices para meterse en este enfermizo drama de época visualmente precioso. Pocos elementos narrativos como el uso de la cámara lenta en secuencias, habilidad en el emplazamiento de la cámara o la mismísima elección de las actrices, por parte de Yorgos Lanthimos, han caído como anillo al dedo al estilo de época de la película. En este caso nos vamos a principios del siglo XVIII. Mientras Inglaterra está en guerra con los franceses nosotros nos metemos en un palacio donde reside una frágil reina Anne (Olivia Colman) ocupa el trono y su íntima amiga Lady Sarah Churchill (Rachel Weisz) gobierna el país en su lugar mientras atiende la mala salud de Anne. Hasta que llega una nueva sirvienta, Abigail Masham (Emma Stone) y todo se empieza a complicar para Sarah. Con el guionista Tony McNamara y una guionista debutante como Deborah Davis la película logra armar personajes intrigantes, fuertes y malvados, con un arco de trasformación espectacular. Durante la película apreciamos a una Abigail hermosa, en decaimiento, la cual intenta mejorar su vida, por lo que aprovecha que Sarah le da trabajo. A la vez consigue armar su camino debido a que Sarah anda muy ocupada con la política de guerra del momento. La pieza clave es la reina en este partido de ajedrez competitivo entre estas mujeres. Ambas, Abigal y Sarah, intentan estar a su lado. Reina es interpretada por otra reina, la ganadora de un Golden Globe por esta interpretación, Olivia Colman, quien tuvo que aumentar de peso (Unos 16kg) para la caracterización. Mujer frágil, hilarante como afligida, generando momentos de dolor y risas como pocas veces un personaje lo logró. Emma Stone y Rachel Weisz hacen un enroque con sus respectivas importancias con sus protagónicos que le otorgan un ritmo interesante al film, con una rivalidad formidable. La carencia de héroe, o en este caso, heroína, le otorga por momentos un tono mórbido de escasa moral. Además de mostrar que en esta película no se humilla a las mujeres pretendiendo que sean inocentes, sino que la astuta maldad se sirve como un vino exquisito. Mientras Stone y Weisz se sacan chispas de forma genial como dos alfiles, torres o caballos en un partido de ajedrez, la reina, Olivia Colman, lleva la corona de manera magistral. Yorgos Lanthimos logra una de sus películas más accesibles y abismales, haciendo un gran trabajo sobre este tablero de ajedrez donde se disputan la devoción de la realeza. Filmada en Hatfield House en Hertfordshire y Hampton Court Palace, Lanthimos logra un estupendo trabajo entregando una visión extraordinaria mediante angulares y travellings, acercándonos o siguiendo al personaje, metiéndonos en esta excelentísima puesta en escena que recuerda a muchas películas, como Amadeus (1984) o The Draughtsman’s Contract (1982). La fotografía excelsa de Robbie Ryan (American Honey) otorga claroscuros magníficos y distorsiones de gran angular como si fueran cámaras ocultas en un maravilloso lugar, musicalizadas de forma espléndida, contribuyendo al clima que se logra en cada escena. La belleza e inteligencia nunca fue tan bien conciliada como en esta película. La responsable del diseño de vestuario, Sandy Powell hizo un alucinante trabajo con la mayoría de los trajes, vestidos y pelucas, ya que fueron hechos desde cero. El presupuesto era muy ajustado, por lo que no era posible alquilarlos. Los comienzos del siglo XVIII rara vez se representan en películas, por lo que pocas casas tenían mucho stock disponible. Casi cada encuadre es una obra de arte que toma vida gracias a los estupendos personajes que la componen, y por los movimientos y posicionamientos de la cámara que los acompañan por todo el palacio.
La favorita: Surrealismo y locura en Inglaterra. Yorgos Lanthimos da el primer golpe sobre la mesa en Hollywood con su nueva película llamada “The Favourite“. Esta historia ya cuenta con 10 nominaciones para los Oscars y finalmente este jueves estrena en Argentina. ¿Es tan buena como la industria dice? La historia cuenta, con una particular mezcla de realidad y ficción, la vida de la Reina de Inglaterra en los comienzos del siglo XVIII. Este punto de inicio parecería indicar que veremos un drama de época centrado en la política internacional que tenía el reino frente a las distintas guerras, y aunque esto está presente en el film, se entremezcla directamente con situaciones salidas de la comedia más surrealista. La mezcla de géneros termina dejando estas decisiones políticas de época como una subtrama, dándole prioridad a la relación entre las tres personajes protagonistas y su contenido bizarro. Primero y principal, es clave recordar quién es el director griego responsable de esta película. Yorgos Lanthimos viene de dirigir películas realmente interesantes y sólidas, pero que no contaron con el éxito comercial, como “The Killing of A Sacred Deer” o la recientemente añadida a Netflix, “The Lobster“. Sus historias estaban caracterizadas por ser crípticas, con mensajes mucho más allá del primer visionado y con ideas sobre la justicia, el amor o la culpa, escondidas en la trama. Esta complejidad podía resultar algo pedante para el espectador tradicional, y es por eso que en este nuevo proyecto, el griego busca, y logra con creces, mantener su estilo simbólico al mismo tiempo que cuenta una historia más convencional y simple. Este balance termina siendo la piedra fundamental de todo el film y la principal responsable de su éxito artístico y comercial. Este nuevo estilo de Lanthimos no es invisible ni busca serlo. Su puesta de luces, sus movimientos de cámara y su propuesta estética entran por los ojos y son extremadamente bellos y curiosos a la vista. El balance antes mencionado es claramente notable en su fotografía, que varía constantemente desde planos cerrados donde solo aparecen las caras de los personajes a lentes conocidos como “ojo de pez” en los cuales se deforma toda la imagen y se pierden las distancias. Cada cambio de estilo dentro del film tiene su correspondiente justificación narrativa, pero si hay algo que resalta ante cualquier análisis es la trinidad actoral protagónico. Las actrices principales de la película son Olivia Colman haciendo de la reina Anne, Emma Stone interpretando a la sirviente Abigail y Rachel Weisz personificando a la mujer de confianza de la reina, Sarah. Toda la historia y el resultado final de la misma termina pivotando en el excelente nivel que demuestran estas actrices en cámara. Cada una de ellas, a su manera, se convierten en sus respectivos personajes en una categoría más que sorprendente y todo el peso dramático termina potenciado por ellas. Es ahí también cuando se comprende realmente el excelente nivel manejado desde el guión, con la presencia de no simples caricaturas de época, sino de personajes realistas, humanos y que se alejan de cualquier concepto cliché como “el bueno y el malo”. Son grises en el buen sentido de la palabra. Finalmente, hay que destacar sin lugar a dudas el excelente uso del sonido en el film. La música se usa continuamente para jugar con la mezcla entre lo bizarro y lo realista, insistiendo y reiterando la importancia del balance en toda la propuesta. Puede sonar una orquesta en un momento extraño, o un silencio en un momento relevante, y todas estas decisiones están perfectamente tomadas desde el primer momento. En conclusión, La Favorita es una película formidable, redonda y definitivamente satisfactoria, que reúne todos los elementos previos del director griego y los junta con una excelente artesanía. Sus dos horas de metraje funcionan a la perfección, y aunque podría haber durado un poco menos, en ningún momento resulta aburrida o pesada. ¿Será esto un punto y a parte en la carrera de Yorgos Lanthimos y su puerta de entrada a la industria? Esperemos que si, porque su cinematografía, a veces comparada con el estilo de Stanley Kubrick puede ser la respuesta a esta aparente falta de mensaje en el cine comercial moderno y, en consecuencia, la tan esperada trascendencia del cine hacia la difusión del arte. Larga vida al surrealismo.
¿Una comedia negra candidata al Oscar? No debe sorprender, si detrás de cámara está el griego Yorgos Lanthimos, quien ya en Canino sorprendió con un filme que cuestionaba a una familia castradora, en Langosta daba una vuelta de tuerca sobre el amor verdadero enroscado con una virulenta fantasía, y en El sacrificio del ciervo sagrado… Bueno, se extralimitaba. La favorita es un compendio de todo lo que el realizador nacido en Atenas había dado en su filmografía. Iracundo, sorprendente, polémico e imaginativo, el atractivo en La favorita pasa por su puesta de cámara -ampulosa, de acuerdo-, las vueltas y giros del guión sobre las relaciones en la corte de la reina Ana Estuardo en el siglo XVIII y las actuaciones. Lanthimos siempre se ha apoyado en sus intérpretes, sean o no de renombre. Y aquí, en este filme tan actual -el tema central es el de la emancipación femenina en una sociedad machista- saca muy buen provecho de ellas. Para su nueva película, ya con una producción multimillonaria, se basó libremente en la historia de la reina, entre su inoperancia y su despotismo, y su relación con Sarah, duquesa de Marlborough, que compite con su prima Abigail, baronesa Masham, por los favores de la monarca. Hay un triángulo amoroso (la historia real de la reina lesbiana es increíble, tuvo 17 embarazos y muchos abortos, pero la acción aquí se centra en los tres personajes femeninos) que conjuga la malicia, el poder, el sexo y lo disfuncional. Además de la manipulación de una(s) a otra(s). Extravagante en más de un sentido (y en todos), a Anne -Olivia Colman, candidata al Oscar como actriz protagónica- le tocó gobernar una Gran Bretaña en guerra, y en llamas. Incapaz de tomar decisiones por sí misma, siguió los consejos de Sarah (Rachel Weisz, candidata al Oscar como actriz de reparto), hasta que el arribo desesperado de Abigail (Emma Stone, como Weisz, aspira a ese mismo premio de la Academia) por conseguir trabajo trastoca todo. El vínculo y la correlación, la necesidad de la reina de sentirse querida -difícil saber si amada- y las circunstancias históricas que atraviesa abren, en manos de Lanthimos, un abanico de excentricidades no siempre absurdas, pero sí irrisorias. Amado y/u odiado, Lanthimos se mueve entre el desparpajo y el grotesco, la insolencia y el descaro. Se maneja con soltura, y la visión de su película da la sensación al espectador de estar entre una montaña rusa y un subibaja. Lo que es decir que hay que estar atentos para no perder impresiones, y tener la percepción sin la guardia baja. Colman es tan desconcertante como admirable en su composición -y ya le debe haber encontrado al Oscar un lugar en su hogar-. Lo de desconcierto le cabe tan bien, y también, a sus compañeras al frente del elenco. Las acciones y pensamientos de los personajes están solamente subordinados a sus intereses, en esta película sobre mujeres que hacen lo que quieren en un mundo que, en apariencia, no estaba preparado para ello.
“La favorita”, de Yorgos Lanthimos Por Ricardo Ottone Yorgos Lanthimos fue construyendo una carrera como suerte de enfant terrible, desde sus inicios como la cabeza más visible de los que se bautizó en su momento como la “Ola Rara Griega” a su consagración en el circuito festivalero y su posterior importación al Reino Unido donde filma actualmente. Esa fama se la creó en base a películas que juegan con el absurdo y con cierta mirada despiadada y un tanto misantrópica que apuesta a provocar extrañamiento e incomodidad en el espectador. La favorita su última película, premiada en varios festivales y nominada a 10 Oscars, entre ellos el de Mejor Película y Mejor Director, se puede ver como una continuidad de su obra y a la vez como una evolución. Ambientada a principios del siglo XVIII y basada en personajes y hechos reales, algo que a la Academia de Hollywood le encanta premiar, la película sin embargo no se concentra tanto en la reconstrucción histórica -que igualmente está presente y es de rigor- o en seguir la saga de los grandes acontecimientos, sino en la relación personal, incluso íntima, de su trío protagónico compuesto por la Reina Anne, soberana del Reino Unido (Olivia Colman), su amiga y principal consejera Lady Sarah (Rachel Weitz) y la recién llegada nueva sirvienta Abigail (Emma Stone). Lanthimos toma a estos personajes reales -y a la Guerra de Sucesión Española de fondo, con Francia como principal enemigo- para la puesta en escena de lo que más le importa, que es la dinámica entre estas tres mujeres, los juegos de poder, las intrigas palaciegas, las alianzas circunstanciales y su guerra asordinada. La Reina Anne, aquejada de múltiples dolencias, es incapaz de sobrellevar los asuntos de gobierno por su cuenta. Para eso, entre otras cosas, está su amiga Lady Sarah, su principal consejera que la acompaña, la cuida, la asesora, le ayuda a tomar decisiones y también se toma algunas cuantas atribuciones sin consultarla. Debido a la debilidad de la Reina, Lady Sarah se transformó en un factor de poder en sí mismo y también filtra a su antojo el acceso a la soberana, lo cual le acarrea ciertas enemistades. En ese contexto viene a caer Abigail, una joven de buena familia pero caída en desgracia que consigue un puesto como criada en el palacio. Abigail es bastante avispada y empieza a labrarse primero el favor de Sarah y luego el de la propia Reina para conseguir ascender socialmente y poder a su vez ejercer cierta influencia. Esta competencia por ocupar el puesto de la favorita de la Reina, que incluye todo tipo de artimañas y juegos de seducción, va a enfrentarlas en una escalada de hostilidades, trampas y traiciones. Ambas mujeres son ambiciosas aunque con diferentes motivaciones, la de Abigail es recuperar una posición social y lograr cierta estabilidad, mientras que la de Sarah es claramente la voluntad de ejercer el poder. La relación entre ambas y sus vaivenes es el eje del relato, primero una amistad nunca demasiado firme, luego la desconfianza, el resentimiento y sobre todo la rivalidad que se va jugando a partir de pequeñas batallas, dardos venenosos, fatigosas intrigas y el aceitado ejercicio de la hipocresía. El premio, si se lo puede llamar tal, es obtener el favor de la Reina que incluye un mejor posicionamiento pero también soportar una carga no muy fácil de llevar. Ana es un personaje inestable, caprichoso, infantiloide y por momentos odioso. Pero además es un personaje herido, no solo por sus numerosos achaques físicos sino, y por sobre todo, emocionalmente quebrado por numerosos embarazos que se perdieron o terminaron en la muerte de los recién nacidos. Sus arrebatos y berrinches en un personaje con semejante poder la vuelven incluso peligrosa y el juego que Abigail y Sarah juegan tiene sus premios y sus riesgos,donde se puede pasar sin mucho trámite de la desgracia a la cima y viceversa y el alcanzar una posición no garantiza conservarla. En films anteriores Lanthimos presentó universos con reglas disparatadas o absurdas pero rígidas e incuestionables. Las extrañas reglas familiares con que los padres de Colmillos (2009) educan a sus hijos y los mantienen ignorantes del mundo exterior o las reglas de la sociedad distópica de Langosta (2015) con sus solteros obligados institucionalmente a emparejarse en determinado plazo. Así, el estado de cosas en el palacio, con los caprichos convertidos en ley de una soberana inestable, a los que todos deben acomodarse y procurar influirla sin que ésta lo advierta, van en el sentido de su obra. Pero también hay una ampliación de su registro. Con la desoladora excepción de El sacrificio del ciervo sagrado (2017), Lanthimos ha dirigido comedias que son un poco raras y desconcertantes, de un humor seco y absurdo. La favorita marca su incursión en un género de origen norteamericano como el de la Screwball Comedy. Diálogos rápidos, personajes femeninos fuertes, ácidos comentarios sobre las convenciones sociales y el conflicto entre clases son varios de sus elementos, trasladados a un marco de época pero claramente reconocibles dentro del género. En una entrevista del sitio Imdb, las tres actrices principales cuentan que en la preproducción Lanthimos les hizo ver clips de tres películas: Extraña pareja (Gene Saks, 1968), La adorable revoltosa (Howard Hawks, 1938) y ¿Qué pasa doctor? (Peter Bogdanovich, 1972). Las tres actrices interpretan perfectamente esta propuesta y juegan ese juego de manera fluida y desopilante. Los diálogos veloces y a veces envenenados son importantes no sólo en relación al gag sino también en su capacidad de disociación, de poder decir lo más terrible con una sonrisa, lo más absurdo con naturalidad y donde la posibilidad de decir la frase equivocada puede costarlo todo. Las actrices tienen además la capacidad de hacer cercanos semejantes personajes y lograr que comprendamos sus razones aun si sus dichos y acciones son cuestionables. Hay cierta afinidad con otro film de época como Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975), una historia de ascenso social a toda costa con una visión cínica de las relaciones sociales. También por el uso de ciertos recursos cinematográficos como los largos y fluidos movimientos de cámara y lentes gran angulares para desplazarse por ese palacio que es la locación privilegiada. A estos suma otros para enfatizar ciertas escenas, como el montaje paralelo y el uso minimalista pero expresivo de la música. La favorita es algo así como una Screwball Comedy de época, inteligente, divertida y filosa. Puede ser que Lanthimos haya alcanzado su consagración hollywoodense, pero por suerte sigue siendo un griego raro. LA FAVORITA The Favourite. Reino Unido, Irlanda, Estados Unidos. 2018. Dirección: Yorgos Lanthimos. Intérpretes: Olivia Colman, Emma Stone, Rachel Weisz, Nicholas Hoult, Joe Alwyn, James Smith, Mark Gatiss. Guión: Deborah Davis, Tony McNamara. Fotografía: Robbie Ryan. Edición: Yorgos Mavropsaridis. Dirección de Arte: Caroline Barclay. Producción: Ceci Dempsey, Ed Guiney, Yorgos Lanthimos, Lee Magiday. Diseño de Producción: Fiona Crombie: Distribuye: Fox. Duración: 119 minutos
Desde sus inicios en el cine griego con audaces películas concebidas esencialmente para festivales hasta su desembarco en la producción mainstream ya con el aporte de grandes intérpretes y diálogos en inglés, Yorgos Lanthimos fue mutando hacia una narración más tradicional, pero sin perder sus marcas de estilo, su búsqueda vanguardista, su experimentación formal y su capacidad de provocación. En ese sentido, La favorita es su película consagratoria. No solo por la enorme cantidad de reconocimientos (desde el Gran Premio del Jurado en Venecia hasta diez nominaciones a los Oscar), sino porque -trabajando a partir de un guion ajeno- construyó la historia más contundente y fascinante de una filmografía que incluye títulos como Colmillos, Alps, Langosta y El sacrificio del ciervo sagrado. La favorita, ambientada a principios del siglo XVIII en una corte inglesa convulsionada por la larga guerra contra Francia, incursiona en principio en el subgénero de intrigas y enredos palaciegos, pero -más allá de que prácticamente no sale de sus salones, pasillos, alcobas y jardines- deriva luego hacia la lucha por el poder entre tres personajes femeninos en un mundo generalmente dominado por los hombres. Un péndulo que va de un universo cercano al de Pierre Choderlos de Laclos al de Jane Austen, de las altas esferas de la política y las estrategias bélicas al erotismo, de la formalidad de las actividades públicas de la monarquía a la degradación y la creciente locura de la última de los Estuardo. La reina en cuestión es Anne (una extraordinaria Olivia Colman), que en su decadencia física y emocional (ha visto morir a sus 17 hijos y parece obsesionada por los conejos) ha cedido buena parte de las decisiones a su amiga y confidente lady Sarah, duquesa de Marlborough (Rachel Weisz). Mientras los soldados están en el frente y los políticos se acercan al palacio para pedir apoyo en cuestiones como subir o bajar los impuestos, el corazón de la película pasa para las mujeres. La llegada a la corte de un tercer personaje femenino, la Abigail de Emma Stone, no hace más que profundizar las contradicciones, matices y conflictos de la trama. Prima de Sarah, Abigail ha caído en desgracia por la adicción al juego de su padre y se ha convertido en sirvienta, pero mantiene su ambición y su habilidad para la manipulación, por lo que no tardará en escalar posiciones dentro del palacio hasta llegar a la intimidad de la mismísima reina. Lanthimos describe estos juegos de seducción, estas luchas internas por el poder, con elegancia (apelando incluso a imágenes deformadas con un objetivo gran angular), una mirada despiadada y un humor negro que linda con el cinismo y el absurdo. El resultado es una película exigente y arriesgada por un lado, pero al mismo tiempo tan lúdica como fluida que se aleja -por suerte- de los lugares comunes del cine de qualité.
La Reina Anna de Inglaterra gobierna, la guerra con Francia parece afectar a todos menos a ella. No sabe lo que está pasando y las riendas del país son llevadas por su mejor amiga, Lady Sarah. Esta amistad que manejaba la corte se ve alterada cuando Abigail, una prima lejana de Sarah, llega y empieza a trabajar para la reina. The Favourite es, sin duda, de las mejores películas que salieron durante 2018, una comedia única que mantiene al espectador hipnotizado gracias a un guion brillante y actuaciones descomunales.
El precio del empoderamiento Empecemos por una cosa: si sos fanático de Yorgos Lanthimos y te encantaron sus últimas películas en inglés, preparate, porque vas a ver algo sumamente diferente. Habiendo dicho esto, prosigamos. El ultimo film del director griego se centra las maquinaciones políticas durante el reinado de Ana de Gran Bretaña (1707-1714), la última soberana británica de la Casa de los Estuardo, que quien tras perder a sus 17 antes y durante el parto, esta sumida en una profunda depresión y delega todo su poder a Sarah Churchill, su acompañante y favorita, pero tras la llegada de una nueva criada, todas las cosas se pondrán cada vez más turbias. Todos tenemos miedo cuando un director se aleja de su zona de confort, básicamente porque tememos a que le salga una aberración, pero Lanthimos ha logrado cambiar su cine y a conseguido realizar un film fantástico. La principal diferencia es la interpretación de sus actores, cuando antes eran inexpresivos y monótonos (algo que llamaba mucho la atención y gustaba) ahora poseen un rango de registros enormes, sobre todo Olivia Colman, quien interpreta a Anne, mostrando una reina débil sumida en una depresión que la vuelve totalmente dependiente de su favorita. Rachel Weisz, con una androginia bellísima, logra también una gran interpretación. Y qué decir de Emma Stone, que logra poner sus toques de humor siempre a tiempo para luego volverse el personaje mas oscuro de este triangulo actoral. Algo que llama la atención es la modernidad del lenguaje durante los 120 minutos que dura el film, cargado de actualidad, por momentos pareciera una película de época pero con palabras del 2019. Por último, párrafo aparte para Robbie Ryan y su lente angular, dando planos totalmente sorpresivos para el cine de Yorgos Lanthimos. Película bella si las hay.
La Reina Anne de Inglaterra padece de gota, es por eso que su salud física y mental se encuentra cada vez más deteriorada, y es por el mismo motivo, que Lady Sarah es quien toma todas las decisiones tras la figura real. Mientras el país se encuentra en guerra con Francia, al palacio llega Abigail, prima de Sarah, y quien de a poco irá ganándose el favor de la Reina, convirtiéndose de a poco en su favorita y desplazando a su prima. La favorita es la nueva película del griego Yorgos Lanthimos; realizador del cual debemos hablarles primero, ya que su estilo de filmar y narrar es poco convencional. Al grado de que quizás muchos hayan odiado sus antiguas películas (La Langosta y El sacrificio del ciervo sagrado). Quizás en ese sentido; el film que nos compete hoy sea más fácil de ver, ya que el director se acerca más al espectador promedio, pero sin traicionar su estilo. Pero si hay un punto a resaltar en La favorita, es el de las actuaciones. Las tres actrices principales son la película entera. Y no lo decimos de forma despectiva; sino en el buen sentido, porque hace tiempo no vemos en una película, un nivel tan alto y parejo de sus intérpretes, que, además, se van pasando el protagonismo; teniendo cada una su (varios) momento para lucirse. Estamos seguros que en la próxima época de premios, veremos a Olivia Colman, Emma Stone y Rachel Weiszternadas en cuanta nominación se cruce. Colman compone una mujer grande, que su estado de salud y mental pende de un hilo, y por ende es fácilmente manipulable por su entorno. Mientras que Stone sorprende componiendo un personaje alejado del que nos tiene acostumbrados; y en más de una ocasión vamos a terminar odiándola. Mientras que Weisz, si bien es una experta manipuladora, parece ser quien tiene los pies más centrados de este trio de mujeres que se las trae. Pero no podemos dejar de mencionar a Lanthimos. Al inicio aclaramos un poco el hacer de este director; quien vuelve a mostrar su talento, y poco habitual modo de filmar. Acá veremos unos planos y paneos, que nos mostraran el lado menos romántico de un palacio, y si una especie de agobio y encierro que padecen las protagonistas; pese a que son ellas mismas quienes desean estar ahí. Con todo esto sobre la mesa, y sin exagerar, podemos decir que La favorita va a estar entre las mejores películas de este 2019 que recién empieza. Si, ya sabemos que quedan cientos de películas por ver; pero ante el buen cine, solo nos queda aplaudir y arrodillarnos a sus pies.
Yorgos Lanthimos es un director griego que en los últimos años logró llamar la atención dentro del cine independiente con películas como La langosta (2015) y El sacrificio del ciervo sagrado, estrenada el año pasado. Sus trabajos suelen narrar historias muy raras donde prima el humor negro, el absurdo y en especial los personajes bizarros y retorcidos que en las obras de este artista resultan interesantes de seguir. La favorita es la producción más comercial del realizador y como la mayoría de los estrenos serios de esta temporada parece concebida para competir en la temporada de premios del cine norteamericano. No obstante, el film mantiene la identidad de Lanthimos como narrador, quien se hizo un festín a la hora de retratar la decadencia y corrupción moral de la monarquía inglesa. La historia por momentos parece Relaciones peligrosas (Stephen Frears) con esteroides, donde las miserias de la realeza son retratadas con una crudeza visceral que no tiene demasiados antecedentes en las propuestas de época. El fantasma de Barry Lyndon, de Stanley Kubrick, también se manifiesta cada tanto en las personalidades de los roles que interpretan especialmente Rachel Weisz y Emma Stone. Si bien muchas situaciones en torno a la vida de la reina Ana Estuardo (encarnada por una gran Olivia Colman) se exageraron bastante, la película de Lanthimos hace un gran trabajo a la hora de retratar todo el sistema de corrupción que permite que estos personajes representen a la corona inglesa. Una característica muy interesante de este film es el modo en que el director narra la historia e inserta al espectador en los bastidores de la corte. Uno llega a sentir que se encuentra dentro del palacio junto a los miembros de la monarquía y sus súbditos. Desde la habitación de la reina a esos ambientes más lúgubres y depresivos donde viven los sirvientes, la espectacular puesta en escena de La favorita convierte a esta producción en una experiencia bastante inmersiva. En la mirada de Lanthimos no se salva nadie y todos los personajes son miserables y presentan actitudes mezquinas, a través de un guión que desarrolla muy bien los vínculos de las tres protagonistas y el contexto de sus orígenes. Olivia Colman, Emma Stone y Rachel Weisz están muy bien aprovechadas en el reparto y gracias a sus interpretaciones es posible engancharse con la historias de estas tres mujeres que no despiertan demasiada simpatía. Quienes disfrutaron las películas previas del director probablemente van a apreciar mejor este estreno ya que tiene su estilo personal. En más de una ocasión La favorita consigue despertar carcajadas con situaciones absurdas o perturbadoras que en realidad no deberían generar esa reacción, pero el cineasta griego lo hace posible. La única debilidad notable de este film es el final (el talón de Aquiles de las obras de Lanthimos) al que le faltó un poco más de fuerza. Después de permanecer dos horas con la deprimente corte de la Reina Ana creo que la historia podría haber tenido una conclusión menos abrupta. Al margen de ese pequeño detalle, La favorita es una buena película que al menos consiguió evadir los clichés asociados con los dramas de época.
La favorita tiene todos los ingredientes que los miembros de La Academia aman, y por ello sus nominaciones al Oscar. Es de época, mezcla actrices populares y con otras no tanto. Y es un poco irreverente con las tradiciones. Además, muestra a mujeres fuertes. Lo cual está muy bien y en concordancia con los tiempos (y Hollywood) actuales. Y si bien esto es algo que ya hemos visto más de una vez, aquí la diferencia la hace la impronta de su director. A Yorgos Lanthimos lo conocimos con The lobster (2015) y The killing of a sacred deer (2017), dos películas geniales y muy particulares. Y que no son para cualquier paladar. Con La favorita sucede algo similar, puede llegar a aburrirte mucho y no entrar en su código. En lo particular, pude disfrutarla y reírme de su humor poco convencional. Me gustó meterme en ese mundo, en lo banal y la importancia de las apariencias. En la realeza y los tabúes. En la sexualidad de los vínculos y su utilización como armas. En ese sentido la narrativa es muy buena, aunque se trate de una obra más básica y mundana que los trabajos previos del director. Tal vez, esto se debe a que el guión no es de él, cuando antes si lo había sido. De todos modos, sus planos son muy bellos y llaman la atención. A nivel fotografía es soberbia. Incluso abusando un poco de los primeros planos y angulaciones no tan comunes. Tal vez, ahí radica su genialidad. En cuanto a lo actoral, el cast (nominado al Oscar) compuesto por Olivia Colman, Rachel Weisz y Emma Stone, es estupendo. Es en los intercambios de este trío en donde radica la identidad de la película. Cada una está excelente en su papel. La favorita es de esas películas que es imposibles que pasen desapercibidas, ya sea de un lado, o del otro. Ha levantado odios y pasiones. En definitiva, es una película para no perderse y sacar sus propias conclusiones.
Estudio sobre la violencia del poder Desde la mirada de una recién llegada al palacio real, este corrosivo film muestra la podredumbre de los poderosos. Hubo un tiempo –los años ‘80 y ‘90 del siglo pasado– en que las películas de época estaban hechas a medida de los deseos del espectador tilingo: ese que hubiera adorado vivir en un palacio de los siglos XVII o XVIII, vistiendo un buen par de culottes, una linda peluquita y con sirvientes haciendo reverencias. Relaciones peligrosas (1988) es la película que invirtió el modelo, mostrando qué bien se pudría la corte francesa del siglo XVIII. Siguiendo esa línea, La favorita, del realizador griego Yorgos Lanthimos, viene a corroer el Oscar 2019, cuyo cuadro de honor presenta una película sobre un exvicepresidente estadounidense casi tan interesante como un discurso de campaña en Frankfort, Kentucky, la cuarta versión de un melodrama musical que conoció rendiciones con más garra, un plagio desembozado, que podría llamarse Dejándose conducir por Miss Daisy, y una de superhéroes afroamericanos. Frente a ese panteón soso, el veneno, las conspiraciones, envidias y despiadadas guerras por el poder de La favorita reponen en el cine algo de lo humano que cada día se pierde más. ¿Lo peor de lo humano? En cine, lo peor es lo mejor. Con guion de Deborah Davis y Tony McNamara, La favorita, que con diez nominaciones iguala las de Roma, favorita absoluta, se abre de modo clásico: con la llegada de una forastera al palacio real. Aristócrata empobrecida por culpa de un padre ludópata, Abigail (Emma Stone) viene a pedir empleo a su prima Sarah Churchill, duquesa de Marlborough (Rachel Weisz), asistente directa de la reina Ana (Olivia Colman). Por una cuestión de afinidad inconsciente, el espectador, que se sabe intruso del “palacio real” de la narración, se identificará de allí en más con la recién llegada, Abigail. Primera inversión de un topos del género “relato de época”, Abigail, que venía cuidando el impecable arreglo de su vestido, se presenta embarrada. Y no por un resbalón, sino por un hijo de puta que le estaba tocando el culo en el carruaje que la trajo, y de bronca la tiró afuera. Dueña de una muy británica lengua viperina, Sarah (pariente lejana de Winston, según dicen), le indica a su prima pobre que dé una mano en la cocina. El espectador ingresa entonces a La favorita se diría que por la puerta trasera de palacio, despreciado y embarrado. Abigail, ojos del espectador (no casualmente la interpreta una mujer-ojos, Emma Stone), va enterándose junto con él de lo que sucede en palacio y, por extensión, en el reino. Como tantas otras veces, Gran Bretaña está en guerra con Francia, con el liderazgo del Duque de Marlborough, esposo de Sarah. El partido Tory, representado por el hacendado Robert Harley (Nicholas Hoult) se opone a la guerra, ya que los impuestos percibidos por el Estado para sostener el esfuerzo bélico perjudican a los suyos. Se diría que hay en La favorita dos clases de relaciones con el poder. Están los dispuestos a todo (intrigar, traicionar, chantajear) con tal de alcanzarlo: básicamente, Harley y la Duquesa. Y están los que no se hallan en condiciones de ejercerlo: la reina, que sufre de toda clase de trastornos físicos y mentales, desde la gota hasta la falta de fuerzas, pasando por síntomas infantiles como los berrinches. Con la reina en estas condiciones, alguien tiene que gobernar. Sarah Churchill se ocupa de ello. Una sola cosa calma a la reina, además de sus diecisiete conejos (recordatorio de los diecisiete hijos perdidos), las carreras de patos que organiza en su recámara y las corridas en silla de ruedas. Eso que la calma es que Sarah le haga el amor. Y a Sarah eso le facilita ejercer como regenta. Equilibrio perfecto. Salvo por la mala fortuna de que una tarde, la mujer-ojos descubre el secreto de ambas. Y lo va a usar. Ella también es de las que quieren el poder, como demuestra la velocidad y puntería con que aprende a tirar al pichón. Ahora, Bretaña libra dos guerras: una de hombres contra Francia y una de mujeres en los interiores de palacio. La favorita no es una película agradable. Para eso están las otras películas de época, esas en las que todo es lindo, desde los pisos hasta la vajilla. La favorita es una película sobre la violencia del poder, y hasta los decorados son molestos, todos recargados de cuadros, tapices y cuadros sobre tapices. La utilización reiterada del gran angular por parte de Lanthimos aporta más deformación. Remando contra la corriente de época, la película de Lanthimos no presenta dos heroínas sino dos villanas (la tercera es una pobre niña rica, sin voluntad y sin carácter). Hay villanos secundarios, claro: hay que ver las porquerías que Sir Harley está dispuesto a hacer para obligar a Abigail a trabajar para él. En la medida en que su tema es el poder, la de Lanthimos no es una película de época, sino fuera de época. Basta sacar a todos de palacio para tener a un gobernante contemporáneo, sus funcionarios, partidarios y opositores en acción, sin portarse bien. ¿Y qué pasó con el espectador? Empezó siendo un ingenuo forastero, cultivó luego a fondo su rol de voyeur y se integró finalmente al tapiz del fondo, como uno más, a quien no animan precisamente las buenas intenciones.
Lo nuevo del director griego Yorgos Lanthimos es quizás su película más accesible y funcional a Hollywood. Y sin embargo, funciona. Funciona porque es una película entretenida, con unos buenos personajes y una historia interesante. Y por lo visto le funcionó a él para lograr ser una de las favoritas de la temporada de premios. Mientras sus anteriores películas en inglés (la fantástica “The Lobster” y la más pretenciosa “El sacrificio del ciervo sagrado”) resultaban algo herméticas, con “La favorita” Lanthimos se torna un poco más accesible pero no por eso menos interesante. Escrita por Deborah Davis y Tony McNamara, nos encontramos ante una película de época. Inglaterra a principios del siglo XVIII. Aunque haya claras inspiraciones en personajes reales, “La favorita” es una película de ficción. La reina Ana (Olivia Colman) gobierna ayudada por su gran amiga, Lady Sarah (Rachel Weisz) quien realmente tiene un poder mayor que el que se aprecia a primera vista. La reina es insegura y confía plenamente en esa mujer, quien la adora pero no por eso teme decirle las cosas de manera frontal. No obstante lo que va a revolucionar todo es la llegada de la joven Abigail, una prima de Sarah cuya familia cayó en ruinas. Abigail llega para trabajar pero sabe que lo que realmente quiere es escalar para volver a ser lo que era. Así, en “La favorita” cada uno de estos tres personajes femeninos juega una partida. Pero cada una juega sola y a un juego distinto. El tiempo dejará en evidencia si alguna gana o estaba cada una destinada a perder. Lanthimos dota su película de un humor negro y sobre todo mucha ironía, entre situaciones muchas veces absurdas. Y sin embargo sabe muy bien de qué habla: del poder. Para eso nos retrata a tres personajes fuertes, tres aristas de un triángulo a simple vista escaleno. La Sarah de Rachel Weisz es una mujer que no rinde cuentas a nadie y que sabe el lugar que ocupa. Ella habla muchas veces por la reina y no permite nunca que se le cuestione. También tiene un trato a veces frío y duro, incluso para su querida reina, pero es que es así como traduce el amor. Abigail es la que más juega con su personalidad. Se presenta sumisa y bondadosa y al mismo tiempo es consciente de los casilleros que va avanzando. La reina Anna es un personaje que se siente sola y desdichada. Sufrió muchas pérdidas a lo largo de su vida y sólo encuentra en sus compañías leales un poco de placer entre una vida de tanto dolor, porque además la aqueja la gota. Aunque haya otros personajes masculinos (a la larga, es un mundo de hombres) éstos, aun cuando no lo sepan, no son más que títeres de alguna de estas mujeres. Son ellas las que mueven cada uno de los hilos, aunque a veces se enreden entre sí por ir cada una por un objetivo que aunque a simple vista parezca el mismo en realidad son diferentes. A nivel visual, Lanthimos elige retratar gran parte de esta historia de época con grandes angulares que rememoran a los espejos de la pintura renacentista. Hay además un trabajo muy cuidado con el vestuario, permitiendo no sólo jugar con las vestimentas de una época sino con las diferentes personalidades de cada una de estas mujeres. Divertida, irónica, original en su estudio de una época, “La favorita” sea quizás lo más accesible del cine de Lanthimos, lo menos arriesgado, pero eso no le resta mérito. Porque como resultado presenta un film bastante redondo, con personajes interesantes y bien construidos, y todo esto con un envoltorio igual de atractivo. Y un trío de actrices que se merecen todo el reconocimiento.
Yorgos Lanthimos demuestra su genialidad como autor alejándose se su zona de confort y creando un película excelente, apoyada en la sátira y en humor negro con excelentes interpretaciones de su trío de actrices principales. En poco tiempo el cineasta griego Yorgos Lanthimos se ha convertido en uno de los directores modernos más celebrados de la actualidad. Su estilo cínico y oscuro plagado de humor negro y absurdo, sumado a su genialidad con la cámara y esa particular dirección de actores con performances inexpresivas y alienadas lo destacan como un cineasta con un estilo muy marcado en films como la surreal Dogthoot (2009), esa fábula distópica y exagerada sobre las relaciones que es La Langosta (The Lobster, 2014) y en El Sacrificio de un Ciervo Sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017) la escalofriante adaptación literal de un mito griego en un contexto realista y actual. Lanthimos se convirtió en una especie de “Kubrick para milennials” con la cuota justa de incomodidad sombría que remite al cine de Haneke. En su película más prestigiosa e importante hasta el momento decide correrse por completo del tipo de relatos que venía manejando para demostrar que es un verdadero autor. En el Siglo XVIII la Reina Ana de Gran Bretaña (Olivia Colman) es una monarca debilitada física, psíquica y emocionalmente por la muerte de su esposo y la de sus 17 hijos, a los que recuerda con sus conejos mascota, uno por cada aborto o niño fallecido. Debido a su frágil situación, los asuntos de estado corren por cuenta de su amiga y confidente más cercana Lady Sarah (Rachel Weisz), duquesa de Malrborough. Lady Sarah maneja las finanzas del palacio y se encarga de aconsejar a la reina en cuestiones políticas, económicas y bélicas. En tiempos de guerra contra Francia, el bloque de la oposición en el parlamento -los whigs- encabezados por Robert Harley (Nicholas Hoult) desea negociar la paz para poner un fin a las hostilidades y los gastos de la guerra, mientras que Lady Sarah planea impulsar un impuesto extra a los latifundistas para financiar la campaña en el frente de batalla, encabezada por su marido. El delicado equilibrio de la corte se trastoca con la llegada de Abigail Hill (Emma Stone) una mujer noble caída en desgracia que llega al palacio para pedirle trabajo a Sarah, su prima lejana. La inteligencia y la ambición de Abigail la hacen ascender de sirvienta común a doncella principal de la reina y ambas mujeres se verán envueltas en un oscuro juego de manipulación para ganarse el favor de la monarca (y destruir a su rival en el proceso). Por primera vez Lanthimos dirige una película que no es guionada por él o su habitual colaborador Efthimis Filippou, también es su primera película basada (parcialmente) en hechos reales y la primera donde sus personajes manejan una actuación más naturalista y humana, lejos de ese estilo deadpan bien parco de sus films anteriores. Esto le da cancha a sus tres actrices protagonistas para dejarse llevar por el humor absurdo y la historia llena de excesos para convertir sus interpretaciones en una montaña rusa de emociones y excesos. Olivia Colman brilla como la inestable, depresiva e iracunda reina Ana. Una mujer poderosa y vulnerable vista como una recompensa a obtener por todos los competidores en este juego de poder. La excelente performance de Colman solo se vuelve más genial cuando comparte escena con alguna de sus co-protagonistas. Rachel Weisz compone a una mujer gélida y firme, dispuesta a todo para mantener el orden dentro de la corte y gestionar correctamente los asuntos del Estado. Su influencia es fuerte sobre la voluntad de la reina pero el espectador puede notar que Lady Sarah jamás la manipula con mala intención, sino procurando protegerla y cuidarla de su dolor, sus traumas y los lobbystas de la oposición. Y la reina confía ciegamente en ella por eso. La Abigail de Emma Stone es puro ingenio y ambición. Después de ser -literalmente- apostada y perdida por su padre en un juego de cartas, ella está decidida a “tomar el control de sus circunstancias” y ganarse el cariño de la reina. En un principio la vemos como una figura simpática, sentimos pena por verla sufrir bajo la bota de la poderosa Lady Sarah pero ni bien Abgail logra alcanzar una posición de privilegio y hacerse amigos en la corte, da rienda suelta a su duplicidad convirtiéndose en una especie de villana. Lanthimos demuestra que puede impregnarle su estilo extraño e inquietante a una historia mucho más tradicional y realista. Todos se lucen en esta película hasta los intérpretes con papeles menores como el pomposo aristócrata de Nicholas Hoult y el barón calenturiento de Joe Alwyn. El universo de La Favorita es profundamente femenino, con observaciones afiladas sobre la naturaleza del deseo y el poder, como conseguirlo y las consecuencias de su mal uso. No es noticia destacar lo bien que Lanthimos trabaja con la cámara, moviéndola y encuadrando con un desparpajo que parece emular el que exhiben las actrices protagonistas. En el apartado de fotografía, Robbie Ryan maneja una paleta de colores lavados y brillantes siempre trabajando con luz natural. La decisión estética más controversial y genial es la utilización de lentes ojo de pez para incrementar la sensación de claustrofobia de los pequeños personajes habitando en esos enormes ambientes y salones, hechos más grandes por la acción del lente. Con un diseño de producción muy barroco y sobrecargado para remarcar la opulencia y el exceso de la realeza y un diseño de vestuario muy cuidado y levemente anacrónico, Lanthimos ha creado su film más bello y estético sin caer en los facilismos de hacer una “película de época con vestiditos y poco más”. Lejos de sus tradicionales rarezas y situaciones incómodas, el griego nunca deja de mostrarse experimental, terminando una película bastante tradicional con planos superpuestos de las tres mujeres, emocionalmente rotas todas consiguiendo lo que buscaban pero habiendo perdido el alma en el trayecto. Y en el medio, conejos. Ese símbolo de dolor y miseria de la reina inunda la pantalla, caminándole por encima a las protagonistas todas igual de miserables y sufrientes. De esta manera La Favorita justifica todo el amor que viene cosechando por parte de la crítica y en la temporada de premios. Si seguimos con las comparaciones entre el director griego y Stanley Kubrick, Lanthimos hizo una versión retorcida, feminista y ácida de Barry Lyndon (1975).
La otra favorita Finalmente se ha estrenado en Argentina, La Favorita el último largometraje de uno de los directores más interesantes del cine actual, el griego Yorgos Lanthimos. La Favorita es uno de los estrenos más esperados puesto que cuenta con diez nominaciones a los Premios Óscar de la Academia, cuya entrega se llevará a cabo el próximo domingo 24 de febrero. Por Denise Pieniazek La Favorita (The Favourite, 2018), es la última película del director Yorgos Lanthimos y si bien en esta ocasión el guión no es de él, sin dudas posee su impronta. Al igual que en los extraordinarios filmes The Lobster (2015) y The Killing of a Sacred Deer (2017), La Favorita propone una vez más un universo diegético que sale de las normas canónicas sociales. La Favorita narra las preferencias sentimentales, las manipulaciones y el poder entre el trío de mujeres compuesto por Anne -la reina de Gran Bretaña- (Olivia Colman), su amiga más cercana la duquesa Sarah (Rachael Weisz) y su prima Abigail (Emma Stone). Si bien estas tres mujeres existieron realmente el relato se aleja del drama histórico para aportar una visión distinta de la historia oficial profundizando e ironizando sobre ciertas cuestiones, sobre todo las referentes a las preferencias sexuales y sentimentales de la reina. Seguramente, algunas cuestiones tienen licencias poéticas sobre lo que realmente sucedió y poco interesa al espectador qué es cierto y qué no. Lo interesante es la historia en sí misma y cómo ésta es contada. La Favorita gira entorno a la manipulación, la lucha de poderes (ya sean políticos o sentimentales) y la ambición. Este relato, estructuralmente dividido en ocho partes (titulados de forma nada clásica) y ambientado a comienzos del Siglo XVIII -en cuyo contexto histórico el reinado de Ana Estuardo se encontraba en guerra con Francia-, es muy perspicaz presentando una trama más que entretenida que aporta otra lectura de los hechos históricos, distanciándose de ellos mediante la parodia, la ironía, la exageración de lo sexual y lo grotesco (en el sentido de Mijaíl Bajtín). Quizás un antecedente cinematográfico con una visión de género sobre reinas históricas poco canónicas sea The Girl King (2015) sobre la reina Cristina de Suecia, aun así, es una poética totalmente distinta y carece del sarcasmo, irreverencia y originalidad que sólo Lanthimos puede expresar. Mientras otros filmes sobre reyes importantes de época eligen triángulos amorosos entre un hombre y dos mujeres -como por ejemplo La otra Bolena (The Other Boleyn Girl, 2008)-, aquí lo interesante en estos tiempos feministas que corren es la elección de tres protagonistas mujeres con mucha astucia y “don de mando”. La propuesta más interesante de La Favorita es el cambio de roles socialmente impuestos referentes al género, aquí estos mandatos canónicos son transgredidos e invertidos. Mientras los hombres coquetean y utilizan maquillaje y extravagantes peinados del barroco, las mujeres poseen una apariencia facial austera y son quienes toman las decisiones, son quienes realmente tienen el poder (incluso el personaje de Sarah viste constantemente pantalones, algo poco frecuente en la época). Es decir, que son estas tres peculiares y belicosas protagonistas quienes hacen avanzar la acción, en cierto sentido son tres “mujeres fatales”. Mientras que la reina Anne es representada como torpe, y carente de inteligencia, sus amigas y servidoras Sarah y Abigail son mujeres ambiciosas, audaces e inteligentes, sobre todo Abigail que es una “trepadora” dispuesta a todo con tal de volver al status social que tenía su familia antes de quedar en la pobreza. Sin embargo, una revelación del relato evidenciará que, aunque Anne es poco idónea para los asuntos de estado, sabe bien como manipular y hacer competir a sus afectos, incluso sabe pisotearlos, tal como evidenciará la metáfora con los conejos del final. En conclusión, mediante convincentes interpretaciones de sus tres protagonistas La Favorita, es otra pieza más que interesante de Yorgos Lanthimos, y nos deja a la ansiosa espera la vuelta a sus guiones co-escritos con Efthymis Filippou.
Una feroz rivalidad “La Favorita” (The Favourite, 2018) es un drama cómico de época dirigido por Yorgos Lanthimos (The Lobster, El Sacrificio del Ciervo Sagrado) y co-escrito por Deborah Davis y Tony McNamara. Coproducida entre Reino Unido, Estados Unidos e Irlanda, el reparto se compone por Olivia Colman, Emma Stone, Rachel Weisz, Nicholas Hoult (Mi Novio Es Un Zombie, Jack El Cazagigantes), Joe Alwyn, James Smith y Mark Gatiss. Tuvo su premiere mundial en el Festival Internacional de Cine de Venecia, donde obtuvo el Gran Premio del Jurado y la Copa Volpi a la mejor actriz (Colman). Además, la cinta lidera las nominaciones de los Critics’ Choice Awards y cuenta con cinco nominaciones a los Globos de Oro incluyendo Mejor Actriz de Reparto (por Weisz y Stone) y Mejor Película – Comedia o Musical. A principios del siglo XVIII, Inglaterra se encuentra en guerra con Francia. La reina Anne (Olivia Colman), dolorida por la enfermedad de la gota, confía en su gran amiga Lady Sarah (Rachel Weisz) para que se ocupe de los asuntos del Estado. Las dos mantienen una relación secreta que excede el ámbito laboral y de amistad. Con la repentina llegada de Abigail Hill (Emma Stone), prima de Sarah que se presenta en el palacio en busca de empleo, la dinámica entre Anne y su confidente irá cambiando. A partir de que Abigail ingresa en el cuarto de la reina para aliviar su dolor con una pasta de hierbas, la lucha de las primas por tener la atención completa de Anne alcanzará niveles impensados. Provocadora, intensa y llena de locura, la nueva cinta del director griego es una muestra desenfrenada de lo que un humano es capaz de hacer con tal de ascender en el poder. Lanthimos tiene la capacidad de comenzar el relato en el medio de la acción, sin que el espectador entienda en un principio qué está pasando; en vez de que esto juegue en contra, sucede todo lo contrario: queremos saber más y más sobre la vida dentro de las paredes del castillo por lo que desde los primeros minutos resulta imposible no sumergirse de lleno en la trama. Si van con expectativas de encontrarse con un drama histórico serio que se atiene a los hechos verídicos, esta no es una película recomendable. Aquí pasamos al plano de la sátira, la cual está conformada por grandes cantidades de ácido humor negro y varios momentos bizarros construidos de forma excelente. Nada funcionaría si no fuera por las tremendas actuaciones que brindan Colman, Weisz y Stone. La primera hace un enorme trabajo al encarnar a una reina inestable, histérica y bipolar, sobrepasada de tragedias. Rachel Weisz como Sarah ejerce un control excepcional por sobre Anne y Emma Stone da una interpretación nunca antes vista en su carrera. Lo más atractivo del film está en el desarrollo de sus personajes, en especial en el de Abigail, que pasa de trabajar en la servidumbre a ser la mano derecha de la reina, usurpando el lugar de su prima. Gracias a un guión ágil y filoso, que no tiene reservas en ningún aspecto, la astucia de esta mujer que asciende a la nobleza se vuelve una experiencia imperdible. Con una puesta en escena formidable, donde se utilizan rápidos movimientos de cámara hacia la derecha y un lente de ojo de pez que produce una vista panorámica excepcional, la película transmite con eficacia la sensación de agobio dentro del palacio. El vestuario y la imponente música son la frutilla del postre para crear una atmósfera en donde hasta lo inimaginable puede llevarse a cabo. “La Favorita” se alza como uno de los mejores filmes de Lanthimos hasta la fecha por su forma tan original de representar los celos, el amor, la ambición, la manipulación y la desgracia. Dividida en capítulos con títulos irreverentes, las tres mujeres brillan en cada una de sus escenas.
En la Inglaterra de principios del siglo XVIII, la desarrapada Emma Stone se aparece en la corte para pedirle alguna posición a su prima Rachel Weiz, que es la favorita de la reina, interpretada por Olivia Colman. Acostumbrada durante toda su vida al abuso masculino, la recién llegada pronto percibe que el mundo tal vez no esté dominado por hombres. Y así, dispuesta a todo, emprende una feroz competencia para ganar los favores de la reina. Comparada con “El sacrificio del ciervo sagrado” y otros films del auteur griego Yorgos Lanthimos, “La favorita” es bastante más convencional, probablemente debido a que esta vez no escribió el guión. La película podría ser explicada como una versión matriarcal de las dramáticas tensiones femeninas de “All About Eve” (“La malvada”), de Joseph Mankiewicz, mezclada con el corrosivo revisionismo histórico de “Barry Lyndon” de Stanley Kubrick. Argumento matriarcal que no se toma nunca demasiado en serio, lo que ayuda al humor negro y la incorrección política. Hay varios detalles en contra, empezando por algunas inconsistencias en el ritmo narrativo y la insistencia en filmarlo todo con un gran angular, “fish eye” y varios otros recursos visuales que parecen destinados a que la imagen básicamente distraiga y reste verosimilitud al conjunto, además de desaprovechar buena parte de la dirección de arte y la ambientación de época. A favor, basta mencionar a las tres protagonistas: sólo la actuación de Emma Stone justifica la película.
God Save The Greek. -El amor tiene límites. -Pues no debería tenerlos. Bajo esa premisa, el film sumerge al espectador en las turbulencias de la realeza británica de principios del siglo XVIII y, al igual que a su concepto del amor, La favorita pasa a tirar abajo los límites establecidos de las historias de época. Yorgos Lanthimos siempre ha perturbado y retorcido la realidad con historias sumamente provocativas y muchas veces difíciles de digerir pero que, por sobre todo, estimulan al espectador a una incomodidad y placer audiovisual como pocos. El director griego, cada vez más notorio en el panorama cinematográfico, es uno de los cineastas más prolíficos de los últimos tiempos. Con La favorita, su último film y el que posee mayor cantidad de nominaciones a los premios de la academia junto con Roma de Alfonso Cuarón, el realizador entrega su trabajo más accesible para el público general. Sin embargo, la particular locura que describe a sus obras también se hace presente aquí en la forma de una sátira de problemáticas palaciegas. Desarrollada a través de un triángulo protagónico que encierra dentro de sí conflictos de poder, las tres mujeres principales del film son la energía latente y frenética que habita y recorre los indescriptibles espacios dentro del palacio de la Reina Anne (Olivia Colman). La llegada de Abigail (Emma Stone) funciona como un elemento para mostrar a una mujer caída en desgracia. Alguien vulnerable que, a través del desarrollo narrativo, pierde toda humanidad en sus ansias de volver al estatus dentro de la nobleza a la que alguna vez perteneció. Sin importar a quien tenga que pisotear para conseguirlo, sea a su prima Lady Sarah (Rachel Weisz), amiga cercana de la Reina y quien mayormente gobierna en su lugar, o para pisotear a un indefenso conejo —literalmente. Siguiendo la lógica de su director, todos los actos de manipulación y poder no son más que la mayor expresión de humanidad, ya que esos son los aspectos del amor que prevalecen en el film. El amor es caprichoso, el amor es manipulación, el amor es conveniencia. Estas ideas son aplicadas dentro del contexto del reino inglés en conflicto con Francia, y con ello el director ridiculiza a la monarquía a través de cómo sus infantiles tomas de decisiones tienen como resultado las muertes y la pobreza de dos naciones en guerra. La disputa bélica se presenta enteramente fuera de campo. De esta manera, solo logramos percibirla a través de los gobernantes, quienes optan por continuar en conflicto como es el caso de Lady Sarah, o quienes desean llegar a un acuerdo de paz como Harley (Nicholas Hoult), uno de los respetados miembros del Parlamento. En medio de las diferencias políticas, la grandeza con la que los distintos pasillos y rincones del palacio son captados por el ojo de la cámara resalta la majestuosidad con el fin de ridiculizar aún más las infantiles y excéntricas acciones de la reina y de las dos primas que luchan por ganarse su favoritismo. Lo que siempre se ha representado como elementos de las clases más poderosas, bailes, competencias o banquetes, aquí se ve ridiculizado en todo momento no de forma caricaturesca sino exponiéndolo como un sin sentido de la vanidad de la realeza. La elección del filmar haciendo uso de grandes angulares permite que cada encuadre, cada toma escogida, se presente como un trabajo del movimiento artístico del rococó, lo cual embriaga la escena y adorna la historia de manera expresiva con la forma en que la cámara se desenvuelve. Las imágenes se presentan con la fuerza pictórica que las hace pasar a ser una más entre los numerosos y bellos tapices que se hallan en las instalaciones del palacio. Pero al contrario de la solemnidad y el tono soberbio con que los films de este tipo son llevados a cabo, aquí aparece como disrupción la constante sátira con que son descritos los personajes. Las tres grandes actrices se desenvuelven en sus roles demostrando su talento sin temor al ridículo. Esto le brinda un ritmo más dinámico y moderno que al que se acostumbra, haciendo que el registro cuasi infantil se acople perfectamente al entorno real tan serio y refinado que rodea a los personajes. La Reina Anne vive en una constante y caprichosa depresión, solo aplacada cuando goza del trato de Lady Sarah y más tarde Abigail, quienes la malcrían satisfaciéndola en todo momento —interactuando con sus conejos, bailando, jugando a las cartas, dándole cumplidos y placeres de todo tipo. Las dos bellas mujeres cumplen un rol meramente servicial y sexual para con la Reina, malinterpretado por ella como amistad o amor, algo que en realidad no es más que lo que deben hacer para lograr todo lo que se proponen en su propia guerra de poder. Esto es algo que ha ocurrido cantidad de veces y que, al igual que en este film, no hace más que perpetuarse de manera infinita a lo largo de la historia de los poderosos; en este caso, de mujeres que muchas veces resultan inocentes e infantiles a la hora de jugar con unos conejos, pero que como todo niño, son peligrosas y letales con un arma en sus manos. El director, con la disposición de la cámara, la elección de los encuadres y el expresivo cruce de miradas de sus actrices, juega y transmite a la vez la ironía manejada entre Lady Sarah y Abigail, llevando a escalas inmensas la distancia entre ellas y el conflicto que las une. Lo hace en todo momento gracias a los grandes angulares que dejan echar un vistazo a todo el espacio que transitan y que, incluso en aquellos momentos donde se encuentran muy cerca una de otra, posicione la cámara de manera tal que nos continúe hablando de la cruenta batalla irónica que manejan estas mujeres. La falta de moral y escrúpulos las vuelve a ellas más poderosas que a la propia Reina, aunque esta carrera sedienta de poder no tiene nada de honorífico o real. La verdadera grandeza puede hallarse en la forma en que Lanthimos narra las peores bajezas humanas con un humor tan particular como la manera en que traduce sus ideas en imágenes. Su locura es bienvenida y, al igual que el amor, no posee límites.
LOS CAPRICHOS DEL PODER ¿Qué es el poder? Seguramente el film de Yorgos Lanthimos nos dará varias respuestas a esta pregunta. Pero por sobre todo, nos muestra que es un trabajo que se lleva con la cabeza y con el cuerpo. Es que este director logra hablar sobre política desde diferentes aristas. Recurre para ello a una estética muy propia en la que utiliza su experiencia teatral para darle un tono paródico e hiperbólico al ambiente de la realeza. La favorita centra su trama en la disputa de dos mujeres por ser la mano derecha de la reina. En esas peleas estratégicas uno accede a sus vidas. Esto implica momentos en los que se ve la exuberancia del poder, pero también los sacrificios que implica. Como un juego de estrategia, el film va mostrando diferentes embestidas entre las dos mujeres cercanas a la reina. Mientras que Sarah y Abigail piensan sus próximos ataques y se están jugando su futuro, Anna (la monarca) disfruta de todo eso como un juego de niñas. Pero la lucha está dada desde lugares inhóspitos, es tal el capricho de la reina que sus conquistas parecen contar con momentos absurdos de entrega. La película trabaja sobre la idealización de los lugares de poder. Sus personajes tratan de salvar su vida, ocupando ciertos altos puestos, pero entregan su cuerpo y orgullo y viven el día a día pensando que lo pueden perder. Y si fuera poco, disimulan eso mostrando seguridad para mantener las apariencias. Lo artificioso toma gran impronta. La estética es un elemento muy importante para el director (fue posible verlo en El sacrificio del ciervo sagrado) porque encuentra en ella un refuerzo a lo que quiere decir. Desde la escenografía y el vestuario no sólo se nos cuenta una época, sino que también vemos un estilo de abundancia. Los objetos invaden los lugares así como el poder lo hace con ellos. El peso de la corona pareciera llenar cada uno de los huecos del lugar, generando esa sensación que da el poder, entre tenerlo todo y morir aplastado por eso. El maquillaje y vestuario hacen juego con los lugares ridículos en los que se colocan los personajes para poder sobrevivir dentro de la realeza. Es posible encontrar algunos contactos con las estéticas de Tim Burton, pero Lanthimos le otorga un estilo propio. La música, por su parte, trabaja en conjunto con la escenografía para generar climas apropiados, tales como el dolor. A través de esto el film logra transmitir el letargo del sufrimiento y la intensidad. Es, además, la música la que mantiene el suspenso y la expectativa por las locas ocurrencias de la reina.
UNA CANCHEREADA EN LA CORTE El griego Yorgos Lanthimos es uno de los tantos nombres ilustres que han aparecido en el panorama del cine contemporáneo de las últimas décadas, agotados (parece) los nobles recursos del cine clásico para buena parte de la crítica y el público. Mucho de lo hecho por los hermanos Coen, el cine de Lars von Trier, Michael Haneke o Alejandro González Iñárritu son ejemplos de eso que Lanthimos cumple a la perfección como última incorporación al panteón de los cínicos (también podríamos incluir al Cuarón de Roma): una mirada distanciada y superior sobre personajes y situaciones, apuesta por lo feo sin remedio, criaturas abominables que no exhiben ni un grado de humanidad, un miserabilismo celebratorio y una pretensión estética que acaricia el academicismo como un regreso a la vieja etiqueta del “cine arte”. La favorita, por tanto, es otro ejemplo de ese cine, aunque construido con disimulo por un Lanthimos que pareciera querer divertirse sin lograrlo, entre otras apuestas que terminan abrumando. La favorita es una historia sobre el poder, tanto político como sexual, que en ocasiones -dice la película- son la misma cosa: el objeto deseado, en definitiva, es el cuerpo. Y que el cuerpo sea femenino y el poder se dispute entre tres mujeres tampoco es ingenuo, menos en tiempos históricos de debates de género (lo fálico está, como todo, remarcado). En ese sentido, Lanthimos no se priva de nada, y en el estético, tampoco. La favorita es una suerte de bazar abigarrado de objetos que la dirección de arte pone en primer plano, como a los múltiples vómitos que las protagonistas sufren por tal o cual motivo (agradezcamos que el cine con olor no prosperó, porque esta película tendría un olor a podrido insoportable). La favorita es una casa de muñecas barroca registrada con grandes angulares y ojos de pez, que parecen querer decir algo, pero lo hacen con tanta reiteración que terminan perdiendo ante la prepotencia de la obviedad: como el último y sostenido plano, al que le sobran varios segundos. En todo caso el problema no es el miriñaque, el peinado y la ambientación, porque tal vez el único gesto positivo de Lanthimos sea el de querer divertirse y romper con ciertos esquemas del cine qualité: hay algo pretendidamente moderno en la operación, que en ocasiones se pasa a la canchereada. Y ahí es donde falla (es como una de Sofia Coppola con chistes verdes). El problema es que Lanthimos no es -a su pesar- alguien sutil y lo que tiene para decir es apenas una provocación banal que termina por reforzar nada más que el gesto, la apariencia. La favorita, en resumen, se deshace en la superficie. Debajo de eso, no hay nada. En esta vorágine estética que propone el director griego hay ecos del Kubrick de Barry Lyndon, personajes salidos de La malvada, diálogos filosos como en una comedia de los 30’s y un universo que parece el de Relaciones peligrosas pero pasado de rosca. No hay que negarle a Lanthimos cierto talento para hacer de algo que parece un museo una película que llama la atención del público actual, aunque lo haga a los gritos y de manera desesperada, como la destacada sobreactuación de Olivia Colman. Pero así como la dirección de arte, los guiños y las referencias se acumulan sin mayor cohesión. Y la película avanza (o eso simula, porque en verdad es puro tiempo muerto disfrazado) entre ideas ruidosas y miserias varias. Lo único que le da un poco de vida es el personaje de Emma Stone, que al menos tiene un arco dramático distinguible y a su alrededor se van moviendo el resto de las piezas. Por lo demás, uno puede salvar La favorita un poco porque entiende que Lanthimos busca divertirse en tono farsesco, aunque su sentido del humor sea una verdadera incógnita, como la aceptación crítica de esta mediocridad refinada.
La favorita es la nueva película del director de cine y guionista griego Yorgos Lanthimos, recordado por la realización de cintas muy peculiares como El sacrificio del ciervo sagrado, Colmillo, Langosta, o Alps, títulos que le permitieron ir haciéndose un lugar importante como cineasta en la actualidad. Este nuevo filme, estrenado el jueves pasado en las salas argentinas, también adquirió cierta repercusión a partir de las diez nominaciones obtenidas para la próxima entrega de los Premios Oscar, que van desde mejor película y mejor director, a la nominación tanto de la actriz protagónica Olivia Colman, como Emma Stone y Rachel Weisz en lo que respecta a actriz de reparto. En la reciente entrega de los Premios Bafta obtuvo el premio a mejor filme británico, guion original, mejor actriz para Colman y mejor actriz secundaria para Weisz. Para esta ocasión, Lanthimos tomó de base una historia real, el caso de Ana Estuardo, también conocida como Ana de Gran Bretaña, quien fuera reina de Inglaterra, Escocia e Irlanda en los comienzos del siglo XVIII, época en que Inglaterra estaba en guerra con Francia. Por ese entonces Ana (interpretada por Olivia Colman), estaba debilitada tanto física como psicológicamente, ya que venía de sobrellevar la pérdida de un total de 19 hijos, entre otras cuestiones, que marcarían negativamente su vida, dejándola claramente afectada. Lanthimos inicia el filme ya demostrando el deplorable estado de la reina, quien no tiene mejor opción que confiar en su amiga y mano derecha Lady Sarah (Weisz) que aprovecha el precario estado de salud de la misma para gobernar y tomar determinaciones desde su favorable posición. La llegada de una nueva sirvienta llamada Abigail (Stone), que a la vez es prima de Sarah (y previamente había formado parte de la aristocracia), no caerá en gracia para la misma en un comienzo, pero con el transcurso del tiempo, sus encantos convencerán en primer término a Sarah, y posteriormente a la reina, que no tardará en preferirla como compañera y asistente. Esto llevará a una serie de peleas, conflictos y demás situaciones cargadas de violencia que derivarán en el peor de los escenarios. En La favorita Yorgos Lanthimos una vez más usa la historia central como excusa para demostrar un estilo único, con un despliegue visual descollante, su ácido y corrosivo húmor negro, y con elementos surrealistas que siempre afloran de sus obras, sirviendose de un contexto favorable para dejar en claro su impronta y su poderío narrativo. El enfoque natural en esta ocasión es el cuestionamiento al abuso de poder, la manipulación que se va dando entre los (tres) personajes centrales, y la crítica al sistema institucional y político, poniendo como eje la emancipación del feminismo. La puesta en escena, fotografía, sonido y principalmente las actuaciones de Colman, Stone y Weisz (en ese orden) refuerzan nitidamente todo el entramado de la historia. Si bien están presentes todos los elementos característicos del universo de Lanthimos, toma ciertos caminos y realiza giros que le permiten salirse de lo esperado, y sostener la frescura que el griego logra reflejar en cada nueva cinta, no exento de ciertos excesos que también son parte de su construcción y cosmovisión artística en sí. Por último; probablemente esta nueva experiencia que nos ofrece Lanthimos merezca más de un visionado, siendo un filme tanto, e incluso, más recargado que los anteriores.
Esta narración se sitúa a principios del siglo XVIII y si bien se encuentra basada en hechos reales, no es una película histórica. Inglaterra está en guerra con los franceses y se encuentra gobernada por una reina debilitada, Anne de Inglaterra perteneciente a Los Estuardo (interpretada magistralmente por la actriz británica Olivia Colman, que le ofrece todos los matices al personaje.) y que tiene serios problemas personales relacionados con su salud, muestra varios altibajos emocionales, carácter inestable y llega a depender mucho de su amiga Lady Sarah (Rachel Weisz, una presencia abrumadora, imponente) quien le hace tomar ciertas decisiones políticas y es quien gobierna el país en su lugar. Pero surgen ciertos cambios con la aparición de la sirvienta Abigail (Emma Stone, dispuesta a todo para ganarse su lugar), ella es muy hábil y comienza a ganarse su lugar y desplazar a Lady Sarah, es cuando aparece una gran rivalidad entre mujeres que incluye manipulaciones, venganzas y donde todo se transforma en un juego de poder entre estas tres mujeres que conforman un triangulo amoroso, donde siempre existe un interés y hasta puede ser cruel. Llena de metáforas y símbolos. El cineasta griego Yorgos Lanthimos, se mete con las clases sociales, las bajezas del ser humano e incursiona en el mundo femenino, donde está la seducción, la habilidad, las emociones, la tristeza y el desamparo. Su tono va rondando por el humor negro, la comedia oscura y la sátira. Cuenta con una dirección de arte muy bien elaborada, un buen vestuario, un estupendo manejo de cámara que logra imágenes increíbles, con planos, contra planos, espléndidos encuadres, filmada con luz natural y muy cuidada. Esta película consiguió 10 nominaciones a los Premios Oscar en las categorías principales, mejor director y mejor película, mejor actriz protagónica y mejores actrices de reparto, al igual que “Roma” que es la gran favorita, obtuvo la misma cantidad en las principales categorías dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón (“Gravedad”).
De todas las “grandes” películas recientes protagonizadas por mujeres -que constituyen, es cierto, una novedad y una respuesta en cierta forma a la voluntad colectiva de reclamar más lugar en el cine-, La favorita debe ser la que más tiene para decir sobre el género. Lejos del paternalismo con algún destello de lucidez de Roma, de Cuarón, y de la tibieza con que la Suspiria de Luca Guadagnino trabaja el sexo y la brujería, La favorita hace con los géneros lo mejor que puede hacerse: usarlos para jugar. Y en ese sentido es una fiesta. Yorgos Lanthimos, que en sus anteriores películas estallaba de solemnidad y de la pretensión de resultar profundo, parte de una premisa que funciona perfecto: se puede hacer una película de época en la que cada elemento de esa época sea la excusa para un juego (como ya lo había hecho Sofia Coppola en María Antonieta, ese estallido de moda y cupcakes entre los cuales se hastiaba una niña rica con tristeza). Un tablero demasiado rígido, en cierta forma –según las convenciones que indican que reyes y reinas se comportaban todo el tiempo exactamente igual que sus estiradísimos retratos–, en el que plantear jugadas inesperadas: eso es La favorita, y las fichas que Lanthimos pone en el tablero son inmejorables: Olivia Colman, Rachel Weisz, Emma Stone, un trío de mujeres que en los inicios de un muy ficcional siglo XVIII y en pleno centro de la política del reino son capaces de decirse una a la otra: “Cogeme”. Ellas son la reina Ana (Olivia Colman), Sarah Churchill, su mano derecha (Rachel Weisz) y Abigail Masham. Sarah es la consejera de la reina y también su amante, cosa que se nos revela en besos tras las puertas con pasión real, o en momentos de intimidad y ternura en los que Sarah -que tiene un esposo en la guerra- cuida a la soberana, con la que tiene una amistad profunda desde que las dos eran niñas. La relación es lo suficientemente intensa e interesante como para tener, de por sí, varias facetas: no se trata para Sarah de conseguir un lugar de poder influenciando a la reina o de ser su amante de años, casi una esposa, sino de las dos cosas a la vez. La llegada de Abigail Masham (Emma Stone) no puede sino ser conflictiva: la chica empieza a trabajar en el palacio como sirvienta y viene de un matrimonio arreglado con un tipo horrible, al que soportó como pudo, pero Sarah, que es su prima, se encargará de tenderle la mano para que pueda volver a la realeza. La película deja en claro que estas son mujeres para las cuales acostarse con tipos, incluso satisfacerlos sexualmente o permitirles que se satisfagan con ellas, es parte de una rutina que también puede incluir fregar los pisos, para Abigail, o hablar en público, para la reina. Deberes, formalidades, entre los cuales se abren paso para dedicarse a lo que realmente les interesa. Que es, por supuesto, el poder, pero también el sexo. El problema con el lugar de “favorita” de la reina, con lo tentador que pueda resultar, es que no es más que eso, un lugar, y toda la película se trata del intento de Abigail por reemplazar a Sarah en esa función. En esa disputa la reina, una mujer que parece vulnerable y algo deprimida, que perdió 17 hijos y los ha reemplazado por conejos, da la impresión de ser una figura pasiva, pero no es tan así: la originalidad de La favorita es que se trata de una película protagonizada por tres villanas a la vez, y esas villanas son maravillosas. Para cada una hay una construcción compleja y rica: la reina es vulnerable, un cuerpo sufrido y a la vez grandiosa en un traje de montar ortopédico que parece una armadura de caballería, Sarah es una especie de pirata que se viste de varón la mitad del tiempo y hasta se dibuja un bigote, Abigail juega a la mosquita muerta y a la comedia física pero a la vez destila su veneno. Y si unx se puede sobreponer a los mil recursos técnicos con los que Lanthimos enturbia este triángulo brillante, la sorpresa es una película que es comedia y tragedia a la vez, con un toque brutal, y con el tipo de heroínas que el cine clásico supo derrochar, unas que hacen estallar cualquier agenda.
El cineasta griego Yorgos Lanthimos nos trae "La Favorita", una brillante comedia dramática biográfica escrita por Deborah Davis y Tony McNamara. La historia toma lugar a principios del siglo XVIII en la casa de Estuardo. La reina Ana de Inglaterra (Olivia Colman), muy debilitada como para ocuparse de los asuntos de estado, debe gobernar bajo la amenaza de una guerra con Francia que no da tregua. Lady Sarah (Rachel Weisz), su fiel amiga de la infancia y mano derecha en el poder, es quien en realidad sostiene el rumbo del país mientras mantiene en secreto una relación sentimental con la monarca. Abigail (Emma Stone), una nueva sirvienta, llega al palacio buscando regresar a sus raíces aristocráticas y a medida que se va ganando el corazón de la reina, la vida de las tres mujeres se verá afectada tomando giros que modificaran sus vínculos. Separada en ocho segmentos titulados con fragmentos de diálogo, el film nominado en 10 rubros a los premios Oscars, tiene un ritmo tan inmejorable como su trío actoral. Sin embargo, la que más sobresale es sin lugar a dudas Olivia Colman quien con su notable talento interpretativo logra explorar por completo la psicología de una reina desmoronada. La acción se encuentra perfectamente acompañada por una banda sonora que incluye tanto compositores clásicos: Vivaldi, Bach o Purcell y también contemporáneos logrando hacer la historia más cercana a nuestros tiempos (Claramente Elton John es sinónimo de Inglaterra así que suena en los créditos finales). Durante los 120 minutos Lanthimos supo exprimir al máximo los personajes y sus recursos técnicos. La Favorita es sin lugar a dudas mi elección personal de cara a los Oscars. ¡No se la pierdan! Por Matías Villanueva
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El director griego Yorgos Lanthimos vuelve con una de sus historias claustrofóbicas y con uno de sus trabajos más agudos. Lanthimos patea el tablero una vez más, en este caso inclusive para transformar su propio estilo. Así como lo hizo en "Canino" o en "Langosta", recurre a un único espacio, en este caso para desarrollar un relato inspirado en la reina Ana de Inglaterra. El director dejó como telón de fondo las intrigas de la corte, la guerra con Francia y las decisiones administrativas para hablar de las relaciones de la soberana, personaje a cargo de Olivia Colman, y sus dos favoritas, Sarah Jennings (Rachel Weisz), la manipuladora esposa del general más influyente del reino, y Abigail (Emma Stone), una noble en la ruina que llega a la corte para pedir trabajo a su prima Sarah. Y lo hace especulando sobre una supuesta relación lésbica, traicionando deliberadamente la temporalidad con anacronismos tanto en la banda de sonido como en las coreografías, con recursos técnicos disruptivos, humanizando a los personajes históricos aún en sus defectos, y sobre todo poniendo al frente de la historia a tres mujeres y su relación con el poder.
Tres corazones "De vez en cuando la vida nos besa en la boca" y en este caso es el cine como parte de nuestra vida cotidiana el que nos devuelve la esperanza de que no se ha perdido todo sin remedio. El responsable de este suceso viene en formato de director de cine, tiene nombre y apellido: Yorgos Lanthimos, el mismo de “Colmillos” (2009), “Langosta” (2014) y “El sacrificio del ciervo sagrado” (2017). En esta oportunidad parece haber dejado de lado sus intereses habituales, la radiografía de la humanidad, para centrarse sólo en el ejercicio del poder. Nada más lejano. A partir de una relación triádica se expande a todo lo humano, en tanto sujeto misántropo. Para ello utiliza todos los medios a su disposición para entregarnos una obra maestra en este caso, que no deja de sorprender en ningún momento y por distintos medios. Está estructurada en capítulos nominales, cuyos títulos aparecen en los diálogos de los personajes, lo cual habla de un guión, el literario al menos, muy bien construido. No lo realiza como reaseguro sino como sátira al mal uso de esa posibilidad dentro del lenguaje cinematografío que realizan los directores técnicos, sobre todo los hollywoodenses. No conforme con ello, cuando empieza a dejar de sorprender con la estructura narrativa, esto es la utilización de saltos temporales imprevistos realizados más como un juego humorístico, sorprende con la forma de mostrarlo. El uso de grandes angulares, lentes anamórficas que producen un extrañamiento en la imagen, desdibujan los contornos, los deforman. No es isomórfica ni isométrica, pues no mantiene la forma ni el tamaño original de las figuras en el espacio del plano. También recurre al fundido encadenado para dar cuenta de su discurso, la última escena es un prodigio en esta variable. Cuando el uso del montaje, sea paralelo, alterno o clásico siempre está en función siempre del relato, no hay manipulación empática, sobre todo al hacer uso del mismo en relación al espacio físico donde transcurren las acciones, no lo necesita. Todo está encuadrado en una magnifica puesta en escena. Sin contentarse con ello, y ya puesto en su propio universo estético, comienza a asombrar (y no lo dejará de hacer hasta el final del filme) con el diseño sonoro. No sólo ya en la banda de sonido en todas las funciones posibles de la misma, empática, climática, tonal, disonante, diegetica o extradiegética en sus dobles posibilidades, etc; sino en el manejo del sonido mismo, de manera narrativa, anticipatoria o reforzando la idea misma que se plasma en pantalla. La historia en sí hasta puede parecer superflua, real, cierta, pero centrándose en lo menos importante del suceso verídico (la decadencia del reinado de Anna de Inglaterra en tiempos de la guerra con Francia) o sea, en la relación amorosa instalada entre la Reina Anna (Olivia Colman) y la persona de su mayor confianza Lady Sarah (Rachel Weisz). Entre ellas la relación es tan simbiótica que el límite de quien domina a quien es muy lábil. A ellas se les sumará Abigail (Emma Stone), una aristocrática caída en desgracia, prima de Sarah, que tratará de ganarse la confianza de la reina con el fin de desplazar a su prima. La pelea de estas dos mujeres, por el favoritismo de la reina, sería la columna vertebral del relato. La acción transcurre en el palacio de la Reina Anne de Inglaterra a principios del siglo XVIII, tomando en paralelo los sucesos políticos de ese momento histórico, de alianzas y traiciones, lo ingenioso se advierte en la posibilidad que establece de traslación atemporal, la dimensión que adquiere a partir de una provocadora labor con los anacronismos, principalmente en las coreografías de las escenas de bailes, donde lo actual se hace presente sin mostrarse irritante sino satírico, de aquí y de allá. Asimismo la banda sonora en donde podemos escuchar músicos clásicos como Vivaldi, Bach entre otros entrecruzados con Elton John sin que esto produzca extrañeza. Si a todos los atributos nombrados les sumamos el de las actuaciones, todas superlativas, estamos hablando de algo realmente fuera de lo común. Las tres actrices principales trabajan sus personajes desde distinto modos. Si Olivia Colman nutre a su personaje desde lo caricaturesco, Rachel Weisz lo hace desde la más modernas de las heroínas trágicas griegas, mientras que Emma Stone le otorga a su personaje, lleno de cinismo, un tinte desde lo absurdo y en otros momentos cercano al clasicismo extremo. Lo interesante es que a las tres se les nota el placer del juego propuesto por el director. Termina por ser una maravillosa alegoría de lo inmoral, tomada desde la corrupción que se manifiesta en el ejercicio del poder y el precio del deseo, la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo atravesado finalmente por la desesperada búsqueda de amor. Pero todo esto está destinado a atravesar el momento histórico e instalarse placenteramente como discurso en el presente (*) Realizada por Benoit Jacquot, en 2014.
La historia de una reina con problemas y quizás no demasiadas luces, su amiga y quien realmente gobierna, y una nueva sirvienta que se vuelve “favorita”. Por fin el griego Yorgos Lanthimos, que se ha hecho un nombre con películas pretendidamente ingeniosas, profundas, de imágenes “raras” y tontamente alegóricas (“El sacrificio del ciervo sagrado”, “Kinodontas”, “The Lobster”, la última, actualmente en Netflix) hizo una buena. Porque virtudes se veía que tenía, salvo que el tufillo “mirá mamá, filmo sin manos” o “solo quiero molestar” hacía que se disolvieran en guiones escritos para justificar “grandes tomas”. Aquí el guión no le pertenece y esa solidaridad con los escritores le permite comunicar lo que le interesa de esta historia. Que es la de una reina con problemas y quizás no demasiadas luces, su amiga y quien realmente gobierna, y una nueva sirvienta que se vuelve “favorita”. Por cierto nada es lo que parece y la película se encarga, con humor e ingenio, de diseccionar relaciones de poder cambiantes que vuelven el film casi deportivo. Hay algo de “La Malvada” –esa obra maestra– en “La favorita”, por cierto, pero no tanto. Lanthimos parece interesado de verdad por construir humanidades con los personajes y no sólo herramientas para que el relojito del film permita apuntarse con alguna imagen asombrosa. Es un director con talento y aquí decide dejarse llevar por él en lugar de querer quedar bien con los académicos cazanovedades que en el mundo abundan. “La Favorita” es de esos films que uno recuerda sonriendo, de los que sale con ganas de ver más películas, incluso más películas de Yorgos Lanthimos.
La historia de Ana de Gran Bretaña, la última de los Estuardo, que recrea el director griego Yorghos Lantihimos, no es precisamente la que hubiese filmado Michael Curtiz con Olivia de Havilland y Errol Flynn. En La favorita no hay ningún cartel al inicio que indique el año o ubique al espectador en el contexto histórico, y por supuesto mucho menos al final un discurso patriótico y enaltecedor como el de Flora Robson en El halcón de los mares (Curtiz -1940) en su rol de Isabel de Inglaterra. Sí está presente, pero solo en el discurso de los personajes, el conflicto bélico con Francia, la lucha política para prevalecer entre los tories y los whigs y la aparición esporádica en la pantalla del duque de Marlborough que comandó las fuerzas británicas. El director de La langosta (2015) se centra en tres personajes femeninos ninguno de los cuales produce el mínimo de empatía sino todo lo contrario rechazo y repulsión. La reina Ana, a cargo de una excelente Olivia Colman, es una majestad achacosa que se desplaza con bastones o en silla de ruedas, glotona, algo obesa, caprichosa, lésbica, rodeada de conejos para reemplazar los diecinueve hijos perdidos, que se deja manejar como una marioneta por la favorita de turno. Rachel Weisz, otra gran actuación, es Lady Sarah, prima de la soberana, ambiciosa y de temer, es una peligrosa influyente. Maneja las cuestiones del gobierno a su antojo mientras distrae a la reina con sus mimos sexuales, aprovechando la lejanía de su marido en los campos de batalla. Emma Stone, en el rol de Abigail, es la típica trepadora que poco a poco desplazará a Lady Sarah, usando todos los artilugios disponibles sin medir las consecuencias. Una aristócrata venida a menos que no está dispuesta a perder su escalafón. La lucha entre ambas por ganarse la preferencia de Ana marcará el rumbo del film. En tanto los hombres parecen pantomimas debajo de esas coloridas vestimentas, pomposas pelucas y maquillajes exagerados que serían el deleite de las drag queens de hoy en día. El marco que rodea las acciones se caracteriza por enormes cortinados que ornamentan ventanas y camas, paredes revestidas de gigantescos tapices, largos pasillos de madera que recorren los personajes en medio de una insuficiente y difusa iluminación nocturna con velas, oscura, que da un tono sórdido como los hechos que relata el film. Aquel espectador que busque un crowd pleaser (un producto que guste a multitudes) por premios y nominaciones recibidos, descubrirá que Lanthimos sigue fiel a su temática, nada cambia: estados anómalos, distopías, sentimientos abyectos, personajes infelices, el predominio de individuos sobre otros, la desesperanza en una sociedad enferma. El reinado de Ana, según el director, se parece a una parodia de gobierno que se caracteriza por los conflictos sexuales, la soledad en compañía, el sometimiento a la autoridad donde no falta la violencia física y verbal. Un banquete servido, en el cual el realizador de Alps se mueve a sus anchas, pero que no es para todos los gustos.
El responsable de "El Sacrificio del Ciervo Sagrado" nos mete en los intrincados juegos de poder en la corte de la reina Anne. De a poquito, el griego Yorgos Lanthimos -y su particular estilo visual y narrativo- se fue convirtiendo en uno de esos realizadores de los que estamos bien pendientes cada vez que anuncia su nuevo proyecto. Después de sorprender con el humor de “La Langosta” (The Lobster, 2016) y el thriller terrorífico de “El Sacrificio del Ciervo Sagrado” (The Killing of a Sacred Deer, 2017), el director y guionista se mete de lleno en la carrera por los Oscar gracias a esta dramedia de época ambientada en el siglo XVIII. Estamos en la Inglaterra de 1708, más precisamente en la corte de la reina Anne (Olivia Colman) que, acá, además de lidiar con su frágil estado de salud, debe afrontar el conflicto armado contra Francia. Seamos sinceros, a la señora no le gusta nada esto de sentarse en el trono y hacerse cargo de las responsabilidades, por eso dedica su tiempo a asuntos más frívolos -como cuidar a sus 17 conejos-, y deja todas estas cuestiones más serias en manos de Lady Sarah Churchill (Rachel Weisz), su amiga, consejera, amante y confidente (entre muchas otras cosas). La Duquesa de Marlborough, convertida en la única vocera de la monarca, hace su trabajo con eficiencia y un poquito en beneficio de sus propios intereses y los de su esposo, John Churchill (Mark Gatiss), al mando del ejército británico. Pero no todos están contentos al ver como Sarah controla a la regente, entre ellos Robert Harley (Nicholas Hoult), miembro del partido conservador y terrateniente, que no ve con buenos ojos los futuros planes para subir los impuestos a las tierras con el único fin de financiar la guerra. Harley necesita su propia arma secreta, la cual llega al palacio en forma de sirvienta. Abigail Hill (Emma Stone) es una joven prima de Sarah, cuya familia cayó en desgracia debido a los problemas de juego de su padre. El hombre no sólo perdió la fortuna y el buen nombre familiar, sino a su propia hija en medio de una apuesta. Decidida a darle una manito a su parienta, la duquesa le consigue un lugar en las cocinas sin prever las ambiciones personales de esta jovencita dispuesta a todo para recuperar su alcurnia y estatus. Tras probar la crudeza del trabajo más duro y humillante, Abigail ve la oportunidad de congraciarse con su prima y la propia reina. La jugada la acerca cada vez más al cariño de Anne, quien pronto la convierte en su nueva mascota. A medida que el afecto por Hill aumenta, Sarah ve cómo su posición de poder se ve amenazada, desatándose una lucha interna para convertirse en la verdadera favorita de su majestad. Lanthimos y el guión de Deborah Davis y Tony McNamara crean una atmósfera tan absurda como maquiavélica. Un juego de poderes encabezado por tres mujeres -sus caprichos e intereses- que, en primera (y última) instancia, controlan el destino de una nación. Sí, son los hombres los que llenan las bancas del parlamento y planean las estrategias de guerra, pero ninguno puede mover un dedo si el humor de la reina y sus decisiones no los beneficia. Siempre sí, su majestad Hill se convierte en la espía de Harley, los miedos de Sarah por perder el favor de Anne la llevan a cometer varios errores y la reina juega su propio juego, sacando ventaja de todos los que bailan a su alrededor. “La Favorita” (The Favourite, 2018) no tiene tanto que ver con las maquinaciones políticas de la corte en el 1700, sino más con el empoderamiento femenino visto a través de la lente del siglo XXI. El relato de Lanthimos está cargado de tensión y mucho humor negro. Drama, traiciones y rencores, pero también de sensibilidad a la hora de exponer (y reflexionar) las necesidades emocionales de las protagonistas. La impecable puesta en escena, los colores saturados y los ángulos de cámara extremos que propone el director de fotografía Robbie Ryan; el vestuario de Sandy Powell; y una cuidadísima banda sonora compuesta por piezas clásicas de Bach, Handel, Purcell, Schubert, Schumann y Vivaldi, mezcladas con otras del siglo XX conformando un menjunje barroco que taladra los oídos y suma teatralidad, conforman un todo que se retroalimenta constantemente resignificando cada uno de estos elementos. Igual, y a pesar de que visualmente “La Favorita” es un festín para los sentidos, su alma reside en las actuaciones de Colman, Weisz y Stone, quienes se sacan (literalmente) los ojos ante las cámaras para nuestro divertimento. Aplauso cerrado para los actores secundarios, que nos demuestran que pueden ser tan histéricos y traicioneros… como se las suele tildar a las mujeres en la mayoría de estas historias. La tercera en discordia La película de Yorgos aspira a diez estatuillas doradas en la próxima entrega de los premios de la Academia. Las probabilidades no están a su favor y, seguramente, se vaya a casa sólo con algún galardón en categorías técnicas como consuelo. Aunque nadie le quita lo bailado. El realizador decide jugar con las reglas del Hollywood más clásico y sus relatos de época, pero inunda todo con su estilo particular -por momentos excéntrico, por momentos absurdo-, sin dejar de lado cada uno de los detalles y pormenores de este triángulo amoroso, ni los mordaces comentarios sociales. El griego viene demostrando que le sienta bien cualquier género y ya estamos ansiosos por ver lo que tenga para ofrecer en el futuro.
Tras una sostenida escalada en festivales internacionales de cine y la generalizada aclamación de la crítica, el director griego Yorgos Lanthimos (Colmillos, Langosta, El sacrificio del ciervo sagrado), desembarca en los cines del mundo con una millonaria producción ambientada a comienzos del siglo XVIII, dotada de un tono menos hermético que el de sus obras anteriores y propulsada con un sostenido ritmo narrativo. Los habituales dardos de sordidez del realizador, se ven aquí matizados en el primer tramo del relato con apuntes de un humor que deambula entre el absurdo y el grotesco. En el centro de la escena están la reina Anne (una Olivia Colman como posible candidata a llevarse el Oscar a Mejor actriz protagónica, aunque su brotado desempeño esté claramente unos peldaños debajo de la principal aspirante al mismo galardón, Glenn Close por La esposa), la duquesa de Marlborough (ultra precisa Rachel Weisz, también nominada), y Abigail, una noble caída en desgracia (Emma Stone, dando en la tecla con el único personaje que despliega un mayor arco de matices, y sumándose junto a sus compañeras de elenco a la carrera por el codiciado premio de la Academia). Por su deteriorada salud física y mental, la reina Anne delega toda decisión política en su asesora y amante Sarah Churchill (la mencionada duquesa de Marlborough). Mientras que Abigail hace su entrada como sirvienta en el palacio, con su vestido todo embarrado tras ser empujada por un libidinoso patán desde un enclenque carruaje. De comienzo a fin de este crispado relato de intrigas palaciegas, queda en claro que las mujeres son las que esgrimen el poder, ya sea desde la defensa frente a sus contrincantes masculinos, o desde la manipulación y el juego de tensiones entre ellas mismas. Los toques de sarcasmo presentes en el primer tramo del film, se encargan de remarcar que no estamos ante otra acartonada película ambientada tres siglos atrás. Uno de los divertimentos puertas adentro del palacio consiste en insólitas carreras de patos, mientras que la reina cada tanto permite soltar los 17 conejos que tiene enjaulados en su habitación. Sin embargo, con el correr del metraje ese tono ligeramente irreverente se va diluyendo, y la tensión dramática se acerca a la de otra legendaria película de época que desarrollaba un magistral abanico de pasiones y traiciones: Relaciones peligrosas. El permanente uso de planos captados con gran angular, tiene la pertinente intención de marcar cierta impronta de artificio y distanciamiento, aunque por momentos resulta un tanto abusivo. El mayor acierto de esta propuesta consiste en circunscribir toda la acción a lo que sucede puertas adentro del palacio. No hay ni un solo plano de la batalla que Gran Bretaña libró en ese entonces con Francia, y tampoco hay en este film un afán de rigor histórico, sino más bien la avidez de indagar en los mecanismos del poder, el empoderamiento feminista y las luchas de clase. Los diálogos no van en dirección de una impostada declamación de época, sino que fluyen a velocidad picada con expresiones y giros contemporáneos. La película se maneja con soltura en los márgenes del anacronismo, sobre la base de una elaborada ambientación de época, pero siempre transitando sobre premisas que tienen un marcado anclaje con la coyuntura actual. Que una reina evidentemente desequilibrada gobierne los destinos de un país, es también reflejo de lo que está sucediendo en estos años en la escena política de una cuantas regiones del planeta. La resistencia con uñas y dientes frente a la caída en la escala social, es otro de los motores de una historia que tiene sus momentos de lucimiento e intensidad. Si bien el progresivo abandono de la ironía que se despliega en el planteo inicial del relato, es el punto clave de cierto desplome en la mordacidad del film en pos de calar en una veta más dramática, Yorgos Lanthimos es capaz de mantener expectante a la platea. Los ingredientes de esta historia estaban servidos en bandeja para que el aclamado realizador desembocara en el mismo banquete de frialdad, sordidez y arrogancia, que había despachado en su película anterior, El sacrificio del ciervo sagrado. El griego en cambio, practica una pirueta afortunada, logrando no pasarse de rosca en sus pretensiones, y saliendo airoso de su primera incursión en el cine de alto presupuesto. Teniendo en cuenta la voracidad y chatura que predominan en la escena de la producción industrial, este logro tiene sabor a conquista. The Favourite / Reino Unido-Irlanda-Estados Unidos / 2018 / 119 minutos / Apta para mayores de 16 años / Dirección: Yorgos Lanthimos / Con: Olvia Colman, Emma Stone, Rachel Weisz, Nicholas Hoult y Mark Gattis.
La película del ralizador griego se centra en un triángulo romántico y de poder entre tres mujeres –una de ellas, la Reina Anne de Inglaterra– a principios del siglo XVIII. Una “película de época” diferente: ácida, divertida y brutal. Crítica publicada originalmente en La Agenda. A lo largo de una carrera veloz que abarca cinco películas en apenas nueve años, el realizador griego Yorgos Lanthimos se ubicó en uno de esos lugares de alta visibilidad cinéfila, especialmente por su particular estilo que suele inscribirse en una tradición autoral que privilegia la distancia con sus personajes y crea retratos crueles de personas (o de personas crueles) narrados de manera clínica, casi de laboratorio. De “Dogtooth” a “El sacrificio del ciervo sagrado”, su sistema se ha ido volviendo más accesible en lo formal aunque más turbulento en lo narrativo. En ese sentido, “La favorita” es claramente su película más convencional y accesible. Sin embargo, aquellos que vayan a verla esperando encontrarse con algo similar a incontables dramas de época británicos –tanto cinematográficos como televisivos– sin haber visto jamás una película suya, pensarán que están ante una rareza. Y no estarán equivocados. Para los parámetros del cine de autor comercial que suele recibir muchas nominaciones al Oscar (“La favorita” tiene diez, la misma cantidad que “Roma”, hoy la gran candidata), es una película decididamente poo convencional. En principio notarán la curiosa manera en que la película está filmada. Si bien es muy diferente estilísticamente a sus anteriores, Lanthimos siempre busca el ángulo, el lente o el plano que llame la atención. En este caso, el uso de grandes angulares genera un efecto curioso, moderno, muy alejado de lo que convencionalmente se hace en el cine de época. Lo mismo se puede decir de su humor, cáustico y extraño, que siempre va por los caminos menos esperados, hasta por momentos volverse medio indigesto. “La favorita” es una ácida comedia sobre las manipulaciones en el seno de la monarquía inglesa a principios del siglo XVIII y acaso sea el género que mejor se adapte a la manera de mirar el mundo del realizador, ya que los personajes que se agreden y maltratan entre sí de disimuladas maneras entre comentarios ácidos y brutales no son tan distintos a los de las películas previas del realizador. Pero “La favorita” tiene una novedad que la diferencia –la vuelve mejor, más sincera y ambigua– de sus anteriores películas. El guion no fue escrito por el propio Lanthimos y los personajes son más complejos y ricos en su construcción, capaces de previsibles maldades, actos egoistas y crueldades varias, pero a la vez con una riqueza dramática que los vuelve un tanto más reconocibles. A su modo, es la película más humana del realizador de “La langosta” –bueno, la única prácticamente– y la que no se dedica obsesivamente a castigar, duro y parejo, a personajes y espectadores a la vez. Es la historia de un triángulo amoroso y uno de poder, o las dos cosas mezcladas entre sí. Y, lo que la vuelve más especial, es que las tres protagonistas son mujeres. El film parte de una historia real pero se toma, aparentemente, muchas libertades con lo que realmente sucedió con la Reina Anne y sus dos amantes/consejeras. Anne (una increíble Olivia Colman) es una mujer frágil de salud y con muy poco interés en ocuparse por asuntos de gobierno tales como la guerra con Francia. Ha tenido duros sufrimientos personales (perdió muchísimos embarazos) y hoy se pasa gran parte del día en camisón, con sus 17 conejos, tratando de entretenerse con cosas banales que le permitan salir de su hastío y depresión. Sarah Churchill, la Duquesa de Marlborough (Rachel Weisz) es la que maneja los hilos ahí, ya que la Reina no sólo escucha sus consejos favorables a aumentar los impuestos para pagar “el esfuerzo bélico” sino que es, secretamente, su amante. La situación parece funcionar de modo estable así, pero todo se complica con la llegada de Abigail Hill (Emma Stone), una prima de menores recursos económicos que llega un día al palacio a “hacerse de abajo”. Trae un historia familiar complicada y empieza trabajando de sirvienta hasta que un día prepara una medicación que ayuda a la Reina a mejorar su dolor de piernas y todo empieza a cambiar. Anne la protege y le va dando más espacio en su vida. Otros intentan utilizarla para influenciar a la Reina a cambiar de opinión respecto a la guerra. Y, por supuesto, Sarah –que la había recibido amablemente al llegar– le clava los ojos como la enemiga que, bajo ese tono amable y modoso, la chica parece ser. Ese es el planteo inicial y esencial de “La favorita”: entrometerse en las luchas de alcoba y políticas –más las primeras que las segundas—entre Sarah y Abigail por ver cuál de las dos es escuchada y querida por la Reina. Ambición, real cariño o puro interés: todo es posible en la Corte inglesa. Y durante buena parte del relato Lanthimos arma una suerte de comedia con momentos muy ácidos y otros brutales que pintan a la perfección las tensiones que existen en ese triángulo en el que la Reina parece ser víctima de dos ambiciosas manipuladoras. Pero de a poco, esa suerte de parodia, casi de sketch a lo Monty Python de la vida de la reina y sus amantes, va dando paso a un drama psicológico en el que los personajes van revelando sus inseguridades, temores y dificultades. Sin abandonar del todo la acidez que lo caracteriza (verán algunas escenas grotescas que lo hacen recordar), ese grado de humanismo es inédito en el realizador y es el que le da esa verdad emocional que otras películas suyas no tienen. Y, además de eso, la película suma puntos gracias a un trío de intérpretes extraordinarias que lanzan sus cortantes frases como si fueran filosos cuchillazos de ironía y maldad, casi una especialidad de los dramas cortesanos de época. Lo que logró Lanthimos aquí, a conciencia, fue quitarle el polvo a este tipo de películas prestigiosas tornándola más graciosa, ácida y hasta ramplona. Su regodeo en que cada plano sea original y complejo por momentos cansa (y algunas “bromas” se pasan de gruesas), pero mientras la película avanza cada vez queda más claro que hay un compromiso con el material que supera el jugueteo formal. Hay una cambiante historia de amor, de deseo y de poder entre tres mujeres que, en medio de sus peleas, ofensas y conflictos de alcoba, posiblemente estaban cambiando el futuro de Europa.
De un rey de las calles de la antigua china, nos trasladamos a la Europa de principios del siglo XVIII: Inglaterra y la intimidad de su Reina. ‘La Favorita’ (2018) es un film del director griego Yorgos Lanthimos, quién nos sumerge en la historia de una mujer enfermiza y trastornada, afectada por la pérdida de sus hijos, la que reemplaza por un elemento simbólico que apacigua su amargura y alimenta su fantasía, amenizando su existencia en las apoteósicas habitaciones al interior del palacio. Junto con ello, el ímpetu, la fuerza, el amor por la patria, la pasión y la carnalidad son representadas por Sarah (Rachel Weisz) personaje empoderado, dictatorial y el deleite de la reina a quién deja todo en sus manos. Sin embargo, la aparición de un tercer personaje complica la situación emocional entre ambas poderosas: la llegada de la joven sagaz y magnífica estratega, la prima desafortunada de Sarah, Abigail (Emma Stone), es la responsable de su disputa. De apariencia inofensiva, logra mediante artimañas y oportunidades bien aprovechadas, convertirse en la nueva favorita de la Reina Ana. La trama pone su énfasis en la figura de la mujer, quién goza de un tan esperado y necesario ensalzamiento de su figura por estos días. Tres mujeres de distintas edades, todas juegan el papel de víctimas y victimarias, fortalecidas por la vida, todas hijas del rigor en tiempos del patriarcado y ganadoras matriarcales de sus vidas, en esta lograda narrativa cuentan las desventuras y aciertos que el poder y el amor entre teje sus destinos. Las ansias de poder son una determinante en muchos de los acontecimientos, sin embargo carecen del amor verdadero por tanto el sufrimiento es una consecuencia inevitable de sus actos. “La Favorita” es una intensa e interesante visión sobre las mujeres al mando, la que plasmada en arriesgados planos con una fabulosa ambientación y sonoridad, incrementando en bastantes ocasiones la tensión de la escena. Una fotografía que se ilumina a la luz de las velas, un presente Barroco de toque moderno con sus claros oscuros finamente trabajados complementan por cierto un refinado vestuario. El rol -a ratos irónico y burlón- que ocupan los hombres y su masculinidad conforma junto a lo anteriormente citado una exquisita comunión de elementos que hacen placentera toda la jornada. Como el artículo anterior, si tuviésemos que elegir una toma donde se reúnan todos estos aspectos, incluyendo su calidad estética, es probable que varias sean las que se nos vienen a la mente. A pesar de ello es preciso en esta sección atrevernos al menos con una y la apuesta es por la escena de la reina Ana en la fiesta de la corte en su palacio. El primer plano de la reina capta el momento justo en que ella observa convencida que la alegría de la fiesta es contagiosa, su sonrisa poco a poco se va desfigurando sentada en su pomposa silla de ruedas. Un baile bastante irreverente pero que da un toque de espectacularidad a la escena comienza su adorada Sarah en honor a su presencia, pero del cual no puede participar más que como una espectadora del instante. Finalmente, es una espectadora de su propia vida, encerrándose en la amargura y el odio, aquel momento es el comienzo de la decadencia y la locura inminente delatando sus primeros signos. Luego de ser testigos de un ceremonioso rito, presente en cada una de las cotidianeidades de su vida (que proporciona ese aire de divinidad a su persona), vemos como aquella poderosa imagen se desmorona entre tanta tela y oro. En este minuto somos espectadores de su intimidad y hayamos humanidad en su debilidad. Este momento se construye gracias a un conjunto de factores bien afiatados. El sonido, como mencionamos, es un recurso muy potente e interactúa exitosamente con la imagen, la cual es oscura, dolorosa y acompaña de maravillas el sentir, magistralmente representado por Oliva Colman (ganadora del premio Oscar, Mejor Actriz 2019). La película es una pieza audiovisual audaz, atrevida y de un carácter dramático realista, la historia no se detiene en injusticias sociales, religiones, ni problemáticas políticas de la época si no que, se concentra en el desarrollo de la historia de estas tres mujeres y sus principales características. Es una obra que trasciende a su contexto por el contenido de la trama -una Inglaterra matriarcal como ya sabemos-, esta vez contada desde el interior de una alcoba, desde la entrañas del dolor histórico y su papel primordial en el desarrollo del relato occidental. En él, una vez más las emociones finalmente toman las riendas de una nación, reafirmando que son los sentires quienes nos gobiernan siendo la falta de amor la que nos corrompe el alma. Sin duda un film para toda mujer, y un gran aporte para todo hombre en su obligatorio proceso de deconstrucción
En la real compañía de lobos y conejos Con diez nominaciones al premios Oscar, el film del director griego presenta con tono irónico un triángulo femenino formidable, puertas de palacio adentro, durante la Inglaterra de los albores del siglo XVIII. Puertas adentro de palacio lo que se respira no puede menos que ser fantasía de película y realidad para unos pocos. Con la mirada afilada, de punzón que toca primero y se hunde cada vez más, la cámara del griego Yorgos Lanthimos se sumerge allí con el placer malsano más característico, el mismo que exhibe en su filmografía ejemplar, con títulos como Langosta y El sacrificio del ciervo sagrado. A partir de la figura del triángulo, con el vértice puesto en la reina Anne (Olivia Colman), última monarca en la casa Estuardo de Inglaterra, otras dos mujeres disputarán relaciones de poder y seducción. Por un lado, Lady Sarah (Rachel Weisz), cuyo marido está enfrascado en la guerra con Francia mientras ella dispensa palabras de poder y caricias de lujuria a la reina. Por el otro, Abigail (Emma Stone), dama caída en desgracia, que llega con el barro impregnado en su cuerpo a pedir residencia y trabajo en la corte. Las dos, primas. Una de ellas, la favorita. De esta manera, el impiadoso y excelso Lanthimos se divierte con el cuidado de las formas palaciegas, e inserta comentarios y gestos de una procacidad que bien podrían recordar a los ejercidas por Mel Brooks en su Loca historia del mundo (allí cuando el mismo Brooks acarrea el balde en el cual orinan los nobles de palacio, durante el episodio dedicado a la Revolución francesa). Yorgos Lanthimos se divierte con el cuidado de las formas palaciegas. Si con El sacrificio del ciervo sagrado, el realizador griego había utilizado encuadres y una profundidad de campo que dialogaban con el Stanley Kubrick de El resplandor, otro tanto podría pensarse en el vínculo que La favorita tiende hacia esa otra película maestra que es Barry Lyndon. La incidencia pictórica, las maneras atildadas, el maquillaje, los decorados, todo un repertorio que es atracción inevitable al cine, y que tanto el film de Kubrick como el de Lanthimos indagan desde personajes marginales o indeseables. En otras palabras, no hay nadie que valga un décimo moral en La favorita, percudida como está la situación y corrupción en la que se enlodazan sus protagonistas. Un mundo de poder concentrado, en donde la armonía se traduce en jardines pulcramente cortados. Lanthimos corroe lo que parece intocable y desde la misma cimiente: cuando para la diversión se dispara sobre pájaros (el golpe de sangre en el rostro de la Weisz fascina), cuando se arrojan naranjas sobre el cuerpo desnudo de algún noble (entregado a tamaña tarea por mera diversión), o cuando se vomita con prontitud en uno de los muchos adornos de la habitación real. Habrá que recordar que es el gesto del barro primero, acompañado de un olor pestilente, el que hace ingreso en la corte. Y lo hace desde el semblante luminoso de Emma Stone, quien sabrá cómo jugar unas cartas que evidentemente ya conoce. Un pleito de celos y oportunismo que no guarda otro rédito más que el placer personal. Un placer que se rodea del privilegio y la comodidad. Rasgos que vuelven todavía más terrible lo que las noticias dejan entrever paredes afuera. En otras palabras, la guerra sucede. ¿Dónde? Lejos, no se la escucha. El dolor y la muerte no se perciben. Su continuación depende de las artimañas que mejor dejen parada a Inglaterra. Pero aún quien se manifieste atento con la finalización de la contienda, lo hará desde la elección también oportuna, pues será la que mejor le convenga: es uno de los que se divierte arrojando naranjas, y chantajeando de modo humillante a Abigail. Pero Abigail, se decía, no deja nada librado al azar. El barro que le acompaña se irá lavando de a poco, hasta alcanzar el cometido que internamente la impulsa. En suma, todos son piezas de una misma pulsión tragicómica, tendientes a devorarse entre sí y a matar de hambre y munición a quienes sea. De organización arquitectónica perfecta, hermosa, el castillo de la reina será profanado por el uso del objetivo ojo de pez en la cámara de Lanthimos, que así como el gran angular, deforma lo rígido y lo vuelve elástico, agobiante. ¿Dónde estoy?, grita en un momento la reina, en la piel de la estupenda Olivia Colman. Su cuerpo, como superficie que todo lo contiene, que todo lo expresa, será el lugar en donde las heridas surcarán un derrotero progresivo. Primero sus piernas, cada vez más doloridas. Siempre en silla de ruedas. La estabilidad le falla, se cae en público. La mitad de su rostro y cuerpo se paralizarán. Misma mitad que afectará, con una cicatriz para siempre, a Lady Sarah. Golpes y laceraciones que obtienen réplicas que espejan en el otro. En esta deformación que crece, el olor podrido -de putrefacción humana, tal como se aclara al inicio del film- habrá de proseguir en su cometido hasta carcomerlo todo. No hace falta que el film lo atestigüe, sino que lo presagie en la delineación de esta prisión de cristal malsano, en la que habitan sus protagonistas. A la manera de la reina carrolliana, Anne -retorcida, gritona, pálida- se rodea de conejos a los que nombra como sus hijos perdidos. Hay un gesto que comunicará el dolor en el que se han hundido, como si se tratase del dolor de un hijo propio, un gesto tan demente como acorde con la mentalidad de una clase privilegiada, acomodada, de olor asqueroso. La favorita es un gran film irónico, que recrea una época desde la fascinación y mantiene una distancia prudente, casi grotesca. Por ejemplo, cuando el baile de palacio, de coreografía suntuosa -tan ridícula como las pelucas-, se vuelva casi una pieza de rock, con pasos desenfrenados. Es un límite justísimo, que Lanthimos sostiene hasta el grito iracundo de la reina, para el logro de una sonrisa sarcástica. Sonrisa que es la síntesis de un regodeo cinematográfico magistral.
Crítica emitida por radio.
MiráEstaPeliYa CRÍTICA: "La Favorita" (2018) de Yorgos Lanthimos el febrero 11, 2019 The_Favourite_movie Título original: The Favourite Director: Yorgos Lanthimos Cast: Olivia Colman, Emma Stone, Rachel Weisz, Nicholas Hault, Mark Gattis País: Reino Unido Año: 2018 Duración: 121 minutos Con los mecanismos de poder como eje, el controvertido y talentoso director griego Yorgos Lanthimos, creador de cintas como “Canino” y “La Langosta”, vuelve a sorprendernos con una historia más accesible para el público que sus predecesoras pero que no pierde su estilo y que ha alcanzado las 10 nominaciones a los Premios Oscar. Al preciosismo visual, la virtud técnica y la ambientación de época se suma el duelo interpretativo de grandes actrices, como lo son Emma Stone, Rachel Weisz y Olivia Colman. Un guión ajeno, a cargo de Deborah Davis y Tony McNamara, es lo que utiliza Lanthimos para realizar un extraordinaria recreación de época con ayuda del director de fotografía Robbie Ryan y Sandy Powell (vestuarista) de una historia maravillosamente retorcida, basada en las maquinaciones políticas durante el reinado de Ana de Gran Bretaña, última soberana de la Casa de los Estuardo. La misma se ambienta a principios del siglo XVIII, en el momento en que Inglaterra está en guerra contra Francia, y está estructurada en capítulos. La reina Ana (Colman), un personaje inseguro y debilitado por enfermedad y desgracias, ocupa el trono, pero la verdadera artífice de las decisiones es su amiga y confidente Lady Sarah (Weisz) -esposa del duque de Marlborugh-. Pero todo cambia cuando una nueva sirviente aparece en el palacio, Abigail (Stone), quien perdió sus privilegios de la nobleza y gracias a sus encantos ve una oportunidad de recuperarlos al acercarse a la monarca. Esta situación produce una relación en forma de triángulo, donde destacan los enfrentamientos de los personajes de Weisz y Stone. Aquí es donde se desarrolla de mejor manera el uso del humor negro tan agudo de Lanthimos, pero que se va quedando atrás a medida que avanza el film, evolucionando a una atmósfera siniestra. El ritmo del film es bueno, pero decae en ciertos momentos. En cuanto al aspecto técnico, el griego retoma lo que había mostrado en su anterior película (“El sacrificio de un siervo sagrado”), y opta por planos más generales y enteros. Utiliza en muchas ocasiones grandes angulares -incluso ojos de pez- haciendo contraplanos con movimientos semicirculares para que podamos observar a los personajes y todo lo que los “decora” a su alrededor. Planos simétricos, travellings y otros recursos que pueden recordarnos a Stanley Kubrick. Quizá la mayor virtud de la cinta está en incluir algunos detalles que rompen con el realismo, como bailes, diálogos y música, que nos transportan a un mundo más moderno a pesar de que la historia suceda en el pasado, como si lo que estuviéramos viendo no es una cuestión de épocas anteriores. En conclusión, “La Favorita” brilla en el tratamiento del tema sobre el poder y su consecución a través de la psicología y personalidad de tres mujeres muy distintas, en un ambiente de corrupción y política que invitan a la reflexión sobre la miseria y la condición humana. Puntaje: 8,5/10 Federico Perez Vecchio
Deleites de la miseria humana "The Favourite" es un drama con matices de comedia negra que se enfoca en mostrar con mucho cinismo las relaciones de poder en la monarquía británica a principios del siglo XVII. La reina Anne (Olivia Colman) es una monarca muy maltratada por la vida. Padece de varias enfermedades crónicas que le provocan dolor, perdió 17 hijos entre nacidos y por nacer, tiene una autoestima muy débil y una personalidad infantil que la hace muy frágil y manipulable. De esta situación se aprovecha Lady Sarah (Rachel Weisz), una ambiciosa duquesa que entabló una amistad abusiva con la reina, sobre todo en el plano intelectual. Sarah no sólo es amiga de la reina, sino también amante de la misma, lo que le da un poder extra en la relación. Esto por supuesto es un secreto que nadie puede saber. La duquesa prácticamente gobierna el país a través de su influencia en la reina y tiene a todo su entorno controlado debido a su posición. Un día aparece en el juego Abigail (Emma Stone), prima de Sarah que se presenta toda sucia y desesperada por un trabajo. Esta le concede el deseo pero inicialmente la trata como a una persona de segunda clase. Abigail, muy astuta e igual de ambiciosa que su prima, pone en práctica una serie de estrategias para ganarse la confianza de Sarah y también de la reina Anne. A partir de esto comienza una guerra de poder que va escalando de a poco hasta llegar a niveles tragicómicos. Uno como espectador se deleita mucho con la malicia de los personajes principales. Esto es en gran parte por la escritura de Deborah Davis y Tony McNamara que armaron un guión original envidiable, con diálogos realmente disfrutables e inteligentes. Sumo a esta fórmula el trabajo del director griego Yorgos Lanthimos ("The Lobster", "The killing of a sacred deer"), que emuló con excelencia la época y armó un entramado de estrategias y traiciones realmente hipnótico. Las interpretaciones de los protagonistas son muy buenas, y esto en parte también es responsabilidad del director que hace de guía. Los demás elementos como la producción de la época, el vestuario, la fotografía y la musicalización del film son de gran calidad, lo que convierte a la propuesta de "The Favourite" en una joyita del cine. Si tuviera que criticarle algo, diría que por momentos puede llegar a parecer un poco lenta por su enfoque en las relaciones de los personajes y su final un tanto sutil sobre el futuro del triángulo amoroso. Personalmente esto no me molesta en lo más mínimo, pero entiendo que pueda haber espectadores a los que les resulte un poco pesado. Sugiero dejarse atrapar por la historia y disfrutar de todos esos pequeños detalles que hacen que la película sea un clásico instantáneo.