Problemas básicos Este film empieza muy bien. Un matrimonio con sus tres hijos viajan a Indonesia para pasar la Navidad un día antes del terrible tsunami que arrasó las costas del sudeste de Asia en 2004. Luego del impacto, todos quedarán por separado, por lo que cada uno de los integrantes de la familia deberá buscar al resto. La escena de la catástrofe está tan bien editada que transmite la creación de un verdadero infierno en el medio ese paraíso –en apariencia- intocable...
Los creadores de El Orfanato cambian de género, pero meten otro golazo de media cancha. Me habían notificado sobre la hora que tenía que ir a una privada de una película intitulada Lo Imposible. Inmediatamente busque la película en IMDB y debo decir que el prospecto de ver la historia ––basada en hechos reales–– de una familia que sobrevive a un tsunami con Naomi Watts e Ewan McGregor en los protagónicos, parecía indicar que lo imposible era que esta película me gustara. Luego me entere que quien dirigía la película era J.A. Bayona, director de ese peliculón de terror ibérico llamado El Orfanato; pero pensé que este título podría ser ese cambio de timón que tienen de tanto en tanto los directores. Viendo la ficha de IMDB, descubrí también que este nuevo film de Bayona está escrito por Sergio Sánchez, el mismo guionista de El Orfanato; lo que pinta a este caballo de otro color. Infortunadamente a mi Internet le agarra un leve patapufete, y me quedo sin ver el tráiler. La curiosidad me carcomió mientras dormía, mientras desayunaba, mientras me duchaba, mientras salía de mi casa, mientras me tomaba el subte, mientras me tomaba la combinación de ese subte, hasta que llegue a la sala. Me entregan la gacetilla, con comentarios del director, la leo y para hacer corta una historia larga, pensé “Santi, cuando llegues a casa y prendas el procesador de texto, tené el meme de Virginia Lago a la mano.” Gracias a Dios, este no fue el caso, a continuación les cuento por qué: ¿Cómo está en el papel? La película tiene un guión armado como un mecanismo de relojería. La introducción, nudo y desenlace de la trama están ajustados al milímetro. Se invierte el tiempo justo y necesario tanto en la presentación de los personajes así como de su psicología ya que se tiene presente que la carne del relato es la historia de supervivencia. Cabe destacar la manera en la que se elige presentar al tsunami que desencadenará el conflicto a través de pequeñísimos detalles que están más a la mano de cualquiera. Ya pasado el tsunami, el segundo acto se divide claramente en dos mitades: la primera, ni bien pasa la tragedia, tiene a Naomi Watts y a su hijo de ficción surcando Tailandia en busca de su esposo y sus otros dos hijos; la segunda tiene a Ewan McGregor y los otros dos hijos del matrimonio haciendo lo mismo. No puedo hacer mayor profundización en el argumento sin arruinarles el goce de verlo por ustedes mismos. Solo puedo decirles que la película consigue transmitir con creces su mensaje de conservar la humanidad, la caridad y la esperanza sin importar lo adverso de las circunstancias. Cuando uso el término “adverso” lo uso en el más categórico sentido de la palabra. El sufrimiento, físico y emocional, que experimenta esta familia le cala al espectador dentro de lo más hondo, al extremo de preguntarse si tendría la misma entereza de espíritu en una situación similar. Pero lo más importante de todo, es que encuentran una manera de narrar este sufrimiento sin necesidad de ningún golpe bajo o un heroísmo exagerado. Hay escenas donde los personajes muestran un enorme humanismo sólo para romper a llorar de desesperación en la escena siguiente. ¿Cómo está en la pantalla? Intachable desde donde se la mire. Tire un apartado, lector, el que sea, y le puedo garantizar que esta película lo borda de una manera excelente haciéndolo parte fundamental de la narración. Las decisiones de dirección de Bayona son impecables. Desde el uso del sonido, pasando por las cautelosamente compuestas puestas de cámara, hasta por el estratégico uso de las elipsis en el montaje. En el apartado actoral, destacan todos, y cuando digo todos, digo todos. Ewan McGregor entrega una actuación muy sincera que matiza el más determinado coraje con el más desolador llanto. Los niños actores entregan una madurez actoral inusual para personas de su edad. Pero la que se lleva las palmas en este apartado es Naomi Watts, cuyo personaje, y sobretodo su interpretación, son la brújula moral y el corazón de la temática humanitaria a la que se dirige la película. Una interpretación que no tiene el más mínimo desperdicio, con particular énfasis en el inicio del segundo acto. Hasta los pequeños cameos ––atención con Geraldine Chaplin–– están bien. Conclusión Muchas veces a un espectador le resulta atractivo ver lo peor de la naturaleza humana, ya que cuando se trata de mostrar lo mejor lo hacen de un modo que no engancha, y los que narran estas historias se excusan diciendo “es la realidad”. Bueno, la historia que aquí se cuenta es la realidad, pero en un marco de acción y aventura que es únicamente el plato donde se sirve la historia más suculenta de esta familia, que aun sabiendo que tenían grandes chances de enfrentarse a lo peor, eligieron no bajar los brazos. No le estoy arruinando el final, espectador; se lo que le digo. Esa es otra prueba del increíble talento de Bayona y compañía, el haber sabido sostener cerca de dos horas un relato donde el cómo termina no es tan relevante comparado a la travesía que los lleva a ese punto. Una narración extraordinaria de gente común que es una Alta Peli con todas las letras.
La desesperación en imágenes Si hay algo que realmente impresiona en la película del español Juan Antonio Bayona es el realismo con el que el director plasmó en la pantalla grande las fuerzas incontrolables de la naturaleza a través del tsunami que azotó Tailandia en el 2004. Basada en hechos reales, Lo imposible es posible gracias a la pericia narrativa del cineasta que cuenta una historia familiar desgarradora e impactante con el marco catástrofe que imponen estos sucesos. Maria (Naomi Watts), una médica, y su esposo Henry (Ewan McGregor) llegan de vacaciones a Tailandia junto a sus tres hijos. En la mañana del 26 de diciembre, cuando la familia se relaja en la piscina, un rugido se eleva desde el centro de la Tierra. Lo inexplicable se torna amenazante y arrasa con todo lo que encuentra en su camino. La cámara de Bayona sumerge al espectador en la vorágine de aguas marrones que arrastran a la madre y a su hijo adolescente (Tom Holland en un impresionante debut en el cine luego de su protagónico en la versión teatral de Billy Elliot) en una lucha por la supervivencia, sin saber que ocurrió con el resto de la familia. Lo imposible recrea con los mejores recursos la tragedia a través de planos abiertos que sorprenden por el realismo de las imágenes y la contundencia de las actuaciones. Tanto Naomi Watts con su personaje de mujer destruída físicamente o Ewan McGregor, como el padre desconcertado que intenta unir las piezas de una familia separada por las circunstancias, tienen un gran impacto en el espectador. Luego de El Orfanato, que le abrió las puertas del mercado internacional, Bayona logra conmover con este drama familiar que se mueve entre la supervivencia, la pérdida y la angustia con imágenes difíciles de olvidar.
Un drama terrorífico El español Juan Antonio Bayona, responsable de la dirección de El orfanato (2007), se pone tras las cámaras de Lo Imposible (The impossible, 2012) para contar el periplo de una familia acosada por la devastación causada por el Tsunami en 2004, pero no desde el drama sentimental sino apelando a todos los recursos del género de terror actual. El resultado es el mejor film de cine catástrofe de los últimos tiempos. Una familia de vacaciones navideñas en Tailandia es acechada por el más feroz Tsunami acontecido en nuestros tiempos. El apocalipsis se hace presente en las paradisíacas playas sin aviso alguno. La familia, herida y dividida por la aguas, emprenderá la brutal odisea por la supervivencia y búsqueda de sus seres queridos. La pantalla en negro, el sonido crece generando un clima de tensión: la amenaza es inminente. Es el comienzo de Lo Imposible donde la aparente calma y felicidad que vive la familia protagónica es quebrada por el sonido y los movimientos de cámara: planos desde el mar como si se tratara del “plano tsunami” que está preparándose para atacar. Luego con el apocalipsis consumado, tendremos planos de referencia con imagen en movimiento de cada personaje: veremos la destrucción junto a los niños del matrimonio interpretado por Naomi Watts (nominada al Globo de Oro por este papel) y Ewan McGregor. El tsunami separó a la familia, por un lado la madre y el hijo mayor, por el otro el padre y los dos menores. Hay persistentes travellings out que marcan tal separación, mostrando por un lado el alejamiento de un personaje y la soledad en la que queda inmerso el otro. La catástrofe está efectuada audiovisualmente al utilizar éstos recursos del cine de terror contemporáneo, construyendo el miedo al dolor físico y al abandono. No hay sentimentalismos, ni escenas melodramáticas. Que Lo Imposible esté basado en un hecho real es sólo un dato menor para ingresar desde la narración clásica a la historia ingenuamente. La construcción del miedo es el denominador común del film, un miedo inexplicable, arrollador que ataca sobre el centro de la sociedad occidental: la familia nuclear moderna. Bayona emplea una destreza absoluta para manejar los distintos momentos del relato para hacer de Lo Imposible una película conmovedora, impactante y visceral. Su oficio para incluir al espectador dentro de la trama y hacerlo sufrir junto a la familia por los avatares del tsunami es fenomenal. Así, logra que el film interprete de la mejor manera los miedos contemporáneos que el apocalipsis puede traer consigo.
Ya es sabido que no soy muy dura para las películas pero cuando uno recuerda lo que fue esa catástrofe (y eso que fuimos afortunados de verlo de lejos), no puede ser inmune. La idea de la naturaleza, yendo implacable contra quienes la habitan es aterradora. Creo que esta película está filmada no sólo con relativa fidelidad (ahí es donde más falla: optaron por actores reconocidos y no por filmar con actores españoles para agregar verosimilitud) por lo que fue, sino que también muestra un respeto por los que perdieron a alguien que no puede pasar desapercibida. Desde el vamos, hay que hacer mención aparte a la gran composición musical que presenta. Empieza el film con unas notas sobre un sonido blanco que molesta y lo primero que vemos es al mar, que parece estar "dormido". Nos presenta a esta familia normal, unida, que va de vacaciones a disfrutar un poco de sol y playa. Como miles de otras que el director, Juan Antonio Bayona, acertadamente muestra cenando y en otras actividades. Remarca la suerte que han tenido en sobrevivir. Y eso es lo que más golpea: ha sido suerte. Cuando el desastre sucede, la película se divide en dos y ese es otro acierto. Nos muestran lo imperioso de la primera ola sin que se vea el impacto y de ahí pasamos a la desesperación. Lo que ha hecho Naomi Watts con este papel es impecable. No sólo en su relación con el desastre, sino como madre y como profesional (ella es doctora y se presenta solícita para ayudar a los demás). Un nivel humano y de vulnerabilidad que siempre he disfrutado de ella. Ewan McGregor, interpretando a su marido, nos muestra ese costado sensible y abnegado que siempre disfrutamos ver en él. Si bien sé que sus capacidades actorales dan para mucho más, hay que reconocer que el guión está enfocado en ella y es ella quien lo sostiene. No pude evitar llorar con la interpretación de Tom Holland, quien interpreta a Lucas, el hijo mayor. Cómo el chico se ve de repente superado, la necesidad de ser valiente y de asumir decisiones que no puede, lo desconcertado que se siente. Su desesperación y el hecho de no poder separar que es un chico y que se ve en esa situación es realmente devastador. En lo visual, la película realmente es impecable. No va hacia los golpes bajos que pensé iba a tener. Me pareció respetuosa, un homenaje y un canto a una supervivencia rodeados de tanta muerte y tanta pérdida. Durante dos horas estuve hipnotizada por el horror, por un temor espantoso y por la sensación de tensión desesperada en esa gente que quería recuperarse y que, mientras rezaban estar equivocados, sentían que habían sido amputados de la mitad de su familia. Los relatos de otros sobrevivientes, la agonía en los hospitales que parecían la Torre de Babel. No puede ser inmune a interpretaciones y una dirección semejante. Para salir silbando bajito y mirando el piso.
Gambeteando a la muerte Una película basada en la historia real de la supervivencia de los distintos integrantes de una familia de turistas tras un tsunami tiene marcadas a fuego dos premisas esenciales: impactar y conmover. El joven prodigio J. A. Bayona logró -luego del suceso obtenido con esa sólida carta de presentación que fue El orfanato- el mayor éxito de la historia del cine español (aunque por historia, ambientación y actores tenga bastante poco de “ibérica”). Yo lo consigue con una producción impecable, irreprochable desde lo técnico / tecnológico (la utilización de CGI no tiene nada que envidiarle a cualquier blockbuster hollywoodense), que gana cuando el realizador confía en el poderío de su narración (incluso casi sin apelar a diálogos durante muchos minutos), pero que pierde y mucho en su segunda mitad, cuando -luego del “espectáculo” del tsunami- cede a varias de las convenciones del drama HCM (hondo-contenido-humano) con ese canto a la vida, a aferrarse a los instintos más primarios y viscerales para sobreponerse a la peor de las tragedias en el más exótico y desolador de los contextos para gambetear así a la impiadosa marca de la muerte. Aún en sus peores momentos -con sus trucos de guión-, Bayona no cae tan bajo como para que Lo imposible remita el “telefilm de la semana”. Es dueño - quedó dicho- de un sentido cinematográfico envidiable y, por suerte, de una dosis de pudor que le permite obviar esos golpes bajos lacrimógenos que estaban servidos en bandeja. Y tiene, también, como aliados invalorables a dos actores de indudable categoría (Naomi Watts en mayor medida que Ewan McGregor), bien acompañados por los tres niños que aquí también son ejes importantes del relato. Para aquellos que disfruten del cine catástrofe, de la “épica” humana a gran escala (no hay aquí espacio para sutilezas ni demasiados matices), Lo imposible es un más que digno exponente y, en ese sentido, merece ser visto en pantalla gigante. Con todo el esplendor y la potencia de un director en plena expansión (artística y comercial) como J.A. Bayona.
Lo imposible es una impecable, realista y descarnada producción ideal para ver en pantalla grande. Si fuera una historia ficticia se la podría criticar de tener muchos clichés y de ser muy previsible, pero si esta familia vivió los hechos tal como se cuentan aquí, pues entonces no hay nada que decir, sucedió y punto. Si la verdadera María Belón dice en una entrevista en ...
El director español Juan Antonio Bayona se tomó su tiempo para desarrollar su siguiente proyecto después de El Orfanato (2007). El segundo film del realizador está basado en hechos reales y narra la odisea que vivió la familia española Alvarez Belón cuando se encontraban de vacaciones en Tailandia, en diciembre de 2004, y fueron sorprendidos por un tsunami que hizo desastres en las costas de ese país. Lo loco de esta producción es que a los personajes los hicieron ingleses y en el film los protagonistas son interpretados por Ewan McGregor y Naomi Watts. Esto habrá tenido que ver con razones comerciales seguramente pero no deja de ser curioso que les cambiaran la nacionalidad a los personajes reales. Lo imposible es un muy buen exponente del cine catástrofe con la particularidad que tienen una gran sensibilidad a la hora de abordar este tema y como resultado el director ofreció un drama muy emotivo que le escapó a los clichés hollywoodenses. De alguna manera es la cara opuesta de lo que hubiera hecho Roland Emmerich (El día después de mañana, 2012) que por lo general suele concentrarse más en espectáculo visual que en los personajes. Con esta producción ocurre exactamente lo contrario y gracias a eso Bayona brinda una gran película. El film consigue retratar la experiencia que vivió esta familia con muchísimo realismo donde fue clave el trabajo de los protagonistas. Muy especialmente Naomi Watts y los niños actores que son excelentes y estuvieron muy bien dirigidos. La recreación del tsunami y el desastre y caos que se ocasionó en Tailandia es imponente y el trabajo que hicieron con los efectos especiales son brillantes y no tiene nada que envidiarle a la mejor película norteamericana. Lo único negativo que tiene Lo imposible es el patético trailer que anda dando vueltas en los cines y te cuenta literalmente toda la película. Es inexplicable que el director Bayona y los productores permitieran que ese material desastroso llegara a los salas porque al verlo el espectador pierde todo tipo de sorpresa sobre el final de la historia y el destino de los personajes. Lo que hayan evitado el avance seguramente disfrutarán con más intensidad esta gran película española.
Cuando la naturaleza ataca Juan Antonio Bayona es un director que se está abriendo paso en mercados fuera de su país natal, y todo es gracias a El Orfanato, una película que -junto a la saga .Rec y a las películas de Nacho Vigalondo y Alex De La Iglesia- puso en la mira a España como semillero de cine de género. Ahora, Bayona vuelve a hacer cine de género, pero no de terror, sino el siempre vapuleado cine catástrofe, con la diferencia sustancial que esta vez no es caos por el caos en si, sino que detrás hay una historia que, para colmo, es real, por lo que impacta en la fibra sensible del espectador. Maria (Naomi Watts), una médica, y su esposo Henry (Ewan McGregor) llegan a Tailandia a pasar unos días de descanso en la paradisíaca Tailandia. En la mañana del 26 de diciembre de 2004, mientras la familia disfruta de un excelente día de juegos acuáticos en la pileta del hotel, lo imposible sucede: desde el mar, un tsunami devora todo a su paso, separando a la familia en la tragedia. El director pone al espectador en el lugar de los hechos. Nos sentimos atrapados por la furia natural del tsunami, sentimos la claustrofóbia y el pánico que se proyecta en la pantalla de forma casi personal, y eso es sin dudas un gran logro de Juan Antonio Bayona a la hora de la dirección. Párrafo aparte merecen McGregor y Watts, que hacen suyos los dramas de esta familia real y lo demuestran escena tras escena. También es destacable el trabajo del debutante Tom Holland, que se va perfilando como una de las promesas del cine. El fuerte de Lo Imposible (The Impossible, 2011) es definitivamente lo visual, pero no porque en argumento caiga, sino todo lo contrario. Las imágenes resaltan la historia y la ponen en un lugar de privilegio, la utilización de los efectos especiales no es meramente decorativa, sino que esta tragedia se convierte en un actor más en el desarrollo de esta película que hará lagrimear y sufrir a más de uno. Lo Imposible es una experiencia que debe ser vivida, no solo una película de cine catástrofe para pasar el rato. @JuanCampos85
Lo indignante Si en "Argo" elogiamos la acertada elección de los actores que personifican a quienes vivieron lo que se muestra en el filme -por su parecido con ellos- aquí no hay elogio que valga, porque no solo no se parecen en nada a los que pasaron por este drama -tal como se puede apreciar en la foto de los créditos finales- sino que, para peor, optaron por una pareja de aspecto publicitario, acorde a la finalidad del filme. Los primeros diez minutos son dedicados a presentarnos a la familia formada por Henry (McGregor), María (Watts) y sus tres hijos -además de colar el primer "chivo" de la película-, quienes se disponen a pasar unas vacaciones distintas en un hotel sobre la costa tailandesa, en diciembre de 2004. Sin profundizar demasiado en los personajes, y para cumplir con los cánones actuales, la espectacularidad de los efectos especiales irrumpe pronto con la misma fuerza que el tsunami que replica. A partir de entonces inicia la historia de supervivencia de esta familia, que por fiel que sea al hecho real, en cine aparece inverosímil, y hasta por momentos risible; como la escena donde el padre va en busca de su hijo y como si de un vodevil sin puertas se tratara, todo se resuelve ridículamente. Bayona construye su relato sobre el morbo y la redundancia. Pone a los personajes a relatar lo que ya ha sido mostrado profusamente, y -para peor- usa con una bajeza condenable la horrorosa situación por la atravesaron miles de seres -una familia argentina inclusive- para usar como fondo de uno de los momentos más deleznables de la historia del cine; cuando un representante de una compañía de seguros que sponsorea el filme aparece en escena, convirtiéndolo en un hecho obsceno por donde se lo mire. La lucha de una madre y su hijo por sobrevivir en la situación más extrema es mostrada con gran realismo, los efectos especiales son realmente impactantes y muy logrados. Lamentablemente, tamaña producción, sumado a tomas más propias de un aviso de shampoo que al drama que relata, acaba por derribar cualquier empatía con el relato. Sí vale destacar la labor de Tom Holland como el pequeño Lucas, interpretado con credibilidad y solvencia. Por lo demás, abundan los clichés, golpes bajos y escenas moralizantes acerca de la solidaridad, las que son más propias de un episodio de Plaza Sésamo que del filme que "Lo Imposible" pretende ser.
Gran realización logró este director español, con una muy buena película de catástrofe que logra mostrar la historia de una manera muy diferente a lo habitual de Hollywood. Desde el vamos conocemos que es lo que va a pasar en ese "paraíso" y pese a estar pre avisados se vive de una manera impresionante. Lo bueno es que la cámara y "el director" está con las personas y no con la grandiosidad del entorno, como hubiera hecho cualquier otro realizador. Es impresionante lo que logra la película de estar en el agua con los protagonistas. La dupla protagónica hace una tarea brillante y nuevamente Naomi Watts hace sufrir al espectador con su interpretación. Bayona (el director) demuestra que su trabajo con los chicos de El orfanato no había sido de casualidad, y acá logra otra dirección brillante sobre ellos. Esta peli golpeará más a los padres que vayan a verla estimo, porque es lo que me sucedió a mi. Creo que la resolución no está en el mismo ritmo de toda la historia, y eso le baja un punto. Pero Lo imposible es una muy buena historia para vivir y sufrir en un cine.
Aún sigo impactada tras ver este conmovedor y extraordinario film, principalmente por su nivel de realismo, que traspasa la pantalla como nunca antes vi en una producción del cine catástrofe. El director español Juan Antonio Bayona ("El Orfanato") es el responsable de este film (100% producción española) que recrea la tragedia del tsunami que el Domingo 26 de Diciembre de 2004 azotó toda la costa Oeste de Tailandia al producirse un terremoto submarino de grado 9 en el Océano Indico que se llevó consigo 230.000 vidas. "Lo Imposible", cuyo título -según propias palabras del realizador- hace referencia a lo desconocido en general, a aquello en lo que te supera y cuesta enfrentarte, no es la típica película dentro de este género, aquella que nos muestra el proceso de espera a la llegada de un desastre natural, sino que se centra en la historia real de una familia de origen español (los Álvarez-Belón, pero aquí son norteamericanos) que se encontraba vacacionando en un complejo hotelero cuando no una sino varias olas que alcanzaban los 30 metros, los sacudió junto a miles de extraños, los arrastró violentamente, los lastimó y finalmente, los separó. A partir de ese momento, y en medio de la desesperación por lo ocurrido, los miembros de esta familia, encarnados por Naomi Watts (nominada a un Globo de Oro por este papel y no me alcanzan las palabras para describir semejante desempeño actoral), Ewan McGregor, Tom Holland (nominado a un Critics' Choice Award como mejor actor joven), Oaklee Pendergast y Samuel Joslin, emprenden la búsqueda mutua. La primera mitad de la película, tras presentarnos a los personajes y la posterior escena del tsunami (rodada en un plató acuático ubicado en Ciudad de la Luz, Alicante), está contada desde el punto de vista de María y su hijo mayor Lucas, mientras que la segunda mitad está centrada en su esposo Henry, y sus otros dos pequeños hijos. Es a través de los ojos de todos ellos que el espectador ve la destrucción y el sufrimiento que hay a su alrededor, la bondad y también la maldad (por suerte en menor porcentaje) que generan este tipo de situaciones en la que el ser humano no significa nada cuando la naturaleza se impone ante nosotros; y finalmente también el sufrimiento y el dolor físico de las heridas (algunas de ellas en carne viva) que experimenta especialmente el personaje de Watts. Un drama impactante que nos arranca las lágrimas pero no desde lo melodramático, brillantemente actuado y con increíbles aspectos técnicos (fotografía, efectos, planos) que hacen que la historia nos atrape aún más. Si hay algo sumamente poderoso es la furia de la naturaleza, pero como bien señala el lema de la película, no hay nada más poderoso que el espíritu humano.
Fin del año 2004, el matrimonio de Henry y María, junto a sus hijos Lucas, Simon y Thomas se van de vacaciones desde Japón, donde están viviendo, a Tailandia. Nunca se imaginarían que una de las mayores catástrofes naturales los tomaría por sorpresa y cambiaria sus vidas para siempre. El Tsunami que arraso la costa de Sumatra y que dejo 5000 muertos, 2800 desaparecidos y 1800 niños huérfanos también dividió a esta familia dejando a María (muy mal herida) con el hijo mayor, Lucas, y a Henry con los otros dos pequeños. A partir del superar esas holas de más de 30 metros de altura que destruyeron todo a su paso, a su vez se dan cuenta de la fortaleza que nace en las peores circunstancias. J. A. Bayona como director junto a Sergio Sánchez como guionista decidieron tomar los hechos reales que vivieron una familia española, los Álvarez Bayon, y llevar a la pantalla grande una película donde el miedo, la angustia y el dolor de una familia es solo superada por el amor y, aunque parezca imposible, la esperanza. Por esto, a lo mejor, es que esta familia logro, lo que muchos otros no pudieron, que es el volver a encontrarse y volver a su hogar, realmente lograron lo imposible, como bien se titula el film. . La interpretaciones de Noami Watts y Ewan McGregor vuelven a demostrar que son dos de los mejores acores de su generación, aunque aquí este un poco opacada por la sublime actuación de Tom Holland, un joven que esta teniendo mucho éxito un éxito increíble en Londres como protagonista de la obra teatral “Billy Elliot” y que aquí, en su primera actuación en cine, demuestra un talento digno de destacar. “Lo imposible” es una de esas películas que nos muestran hasta donde es capaz el ser humano ante la adversidad. Posiblemente algunos crean que esta llena de golpes bajos, pero quienes pudieron hablar con los verdaderos protagonistas, los Álvarez Belón, saben que la realidad fue mucho peor que lo que se muestra en pantalla. Una película que no hay que dejar de ver, por el valor cinematográfico de mostrar de manera tan brillante una catástrofe natural, como por lo emocional. Lo único que realmente parece fuera del film y que resuita chocante son los dos segundos de un chivo de una compañía aseguradora. Podría haber sido más sutil y no tan desubicada. Salvo por esto, Lo Imposible es un muy buen estreno para el 2013 que comienza.
El altruismo de una madre Tras su promisorio debut con El Orfanato (2007) el español J.A. Bayona se tomó cinco años para plasmar su segundo opus. La espera valió largamente la espera porque Lo Imposible no sólo supera el nivel alcanzado en su ópera prima sino que se constituye en un conmovedor registro de lo que es capaz la voluntad humana en instancias de máximo dramatismo. La historia que aborda Bayona junto a su guionista Sergio G. Sánchez es la odisea que vivió una familia de origen ibérico tras ser arrastrados por una ola gigantesca -¿recuerdan el tsunami del sudeste asiático de 2004?- y perder el contacto entre ellos. La adaptación modificó la nacionalidad de la familia Álvarez- Belón que aquí se apellida Bennet y está integrada por Henry (Ewan McGregor, estupendo), Maria (Naomi Watts en un papel merecedor de un premio Oscar) y sus hijos Lucas (Tom Holland, también excelente), Thomas (Samuel Joslin) y Simon (Oaklee Pendergast). Debido al trabajo de Henry los Bennet son una familia itinerante que en los últimos meses han residido en Japón. Para pasar la Navidad Henry y los suyos viajan a un complejo hotelero situado a metros de la costa en una paradisíaca playa de Tailandia. En ese lugar privilegiado del Océano Índico la Madre Naturaleza les tenía reservado el desafío más grande de sus vidas: sobrevivir a la catástrofe y afrontar la búsqueda de los familiares extraviados con la zozobra de no saber si están vivos o no. Spoiler. La estructura de la película consta de una presentación con la llegada de los personajes al hotel para disfrutar las fiestas; luego la situación desencadenante que divide a los Bennet: por un lado tenemos a una Maria muy lastimada por los escombros que impulsó la ola, y a su hijo mayor Lucas; y por el otro lado a Henry y los pequeños Thomas y Simon. El segmento que se lleva las palmas en términos dramáticos es el que da cuenta del periplo de Maria y Lucas desde que los azota el tsunami hasta que logran ser trasladados a un hospital. El esfuerzo físico y la templanza de espíritu que evidencian madre e hijo en circunstancias tan extremas me hacen pensar en cómo reaccionaría uno en un evento así. Una vez bien desarrollada esta línea de acción el film vuelca su atención a Henry que tras dejar los nenes a resguardo sale desesperado a recorrer la zona con la esperanza de hallar con vida a su mujer y a su primogénito. Tras el milagroso reencuentro la parte final de Lo Imposible narra la evacuación de la familia del país mientras miles de personas siguen llorando la desaparición de otros tantos miles. Quienes vivieron para contarlo podrán hablar de un antes y un después al 26 de diciembre de 2004… Bayona como director acertó en el tono realista con que impregna al relato desde la puesta en escena y la marcación actoral. La hecatombe que se desata sobre esa pobre gente en la primera parte de Lo Imposible fue minuciosamente captada por las cámaras del director de fotografía Óscar Faura y prodigiosamente trabajada codo a codo por los diseñadores de arte, los creadores de efectos especiales y la editora Elena Ruiz para conseguir el más contundente de los testimonios brindados hasta el momento sobre este tópico en particular. Más allá de la Vida (Hereafter, 2010) de Clint Eastwood también entregó una secuencia inolvidable al recrear la misma catástrofe pero luego la película se disparaba en otra dirección. Otro punto en común es la fuerza visceral en la interpretación de sus protagonistas femeninas: Cécile de France estaba extraordinaria bajo la batuta de Clint aunque el rol de Naomi Watts en la producción española le exige un compromiso físico y mental claramente superior. El dolor y la angustia que expresa en su rostro Maria elevan a la Watts a una altura artística inédita hasta ahora en una carrera rica en papeles de diversas características. El rescate del pequeño Daniel (otro niño que perdió a su familia) y el pedido que le hace a Lucas en el hospital para que ayude en lo que pueda a quien lo necesite son símbolos de cómo deberíamos proceder en el peor de los escenarios si pretendemos aferrarnos a nuestra cada día más golpeada humanidad. Lo que emocionan estas actitudes de una mujer que se encuentra al borde la muerte está más allá de lo que puedo transmitir con palabras… Aún con menos minutos en pantalla la contribución de Ewan McGregor es igualmente valiosa y a él le debemos una de las escenas emocionalmente más fuertes del filme: la llamada telefónica al suegro para explicarle lo ocurrido. Lo Imposible presenta varios momentos cinematográficos que podrían adjetivarse como “mágicos” y sin dudas McGregor es el responsable de cuanto menos uno de ellos. El uso de la música quizás sea uno de los pocos puntos débiles digno de mención. El compositor Fernando Velázquez peca de excesivo con los violines en algunas secuencias claves y por desgracia afecta a la percepción de la obra. Cuando se manifiesta tan abiertamente un artificio externo el efecto por lo general tiende a ser adverso. El reencuentro de la familia está viciado por el efectismo que brota de la banda sonora. No socava toda la película pero sí su clímax. Una pena. Fin de Spoiler Ya en El Orfanato J.A. Bayona aplicó un criterio realista que no pasó desapercibido aunque se tratase de una película de género. Lo Imposible redobla la apuesta potenciada por una poderosa, casi increíble, historia verídica que gracias al formidable desempeño de sus actores y de un virtuoso staff técnico quedará en el recuerdo por un largo tiempo.
Este duro drama retrata la terrible odisea física y emocional de una familia que busca sobrevivir a una terrible catástrofe. Brillantemente filmada, sorprende en todos sus rubros técnicos y de efectos. Pero la cinta no es solo maquillaje, las tremendas interpretaciones de Naomi Wats y Ewan McGregor conmueven hasta las lagrimas. Un filme intenso, duro que no da respiro.
Lo que el agua se llevó Naomi Watts se luce en este drama centrado en el trágico tsunami de 2004. Cuando una película se basa en hechos reales la predisposición del público es otra. En una ficción el espectador se puede dejar embaucar por cosas inverosímiles, pero en relatos como Lo imposible , por más que lo que se vea parezca increíble, uno se identifica, se compenetra más con los personajes. Lo que cuenta el catalán Juan Antonio Bayona en Lo imposible es la odisea que una familia vivió tras el tsunami en Tailandia en 2004. Si el realizador había tenido una carta de presentación impresionante con El orfanato , aquí ratifica todo su poder para atraer al espectador. Los Bennett, papá Henry y mamá María, se toman unas vacaciones con sus tres hijos en un resort en la costa. Pero en el momento en que se produce el tsunami, María y Lucas quedan separados de Henry y los hijos menores, Thomas y Simon. La película va y viene entre la tragedia por separado de los personajes. Y si la historia de Lucas y María resulta más fuerte, conmovedora, lo es por razones intrínsecas -lo que les sucede- y por las interpretaciones de Naomi Watts y el joven Tom Holland. María está gravemente herida, y Watts logra transmitir todo el dolor que sufre y lo que pasa por la cabeza de la protagonista, entre los peligros y la desolación del lugar. Pero es a Lucas al que la situación -que parecía desbordarlo: es un niño-, toda la angustia y el terror lo fortalecen, llevando adelante buena parte de la narración. Y es, con la estrella de 27 gramos , lo mejor desde la actuación. La película tiene también una estructura clásica -presentación de los personajes, la catástrofe en sí, el desarrollo y el desenlace, que, y esto es destacable, no parecía previsible-. Pero el agobio que sienten los cinco integrantes de la familia hace que uno se sumerja, valga la paradoja o la redundancia, en la trama sin que le importen uno o más clisés que rondan por allí. A diferencia de lo que hacía Clint Eastwood en el comienzo de Más allá de la vida , donde la secuencia del tsunami parecía otra película dentro del mismo filme dirigida por un especialista en efectos especiales, Bayona le añade toda la carga de dramatismo a la catástrofe. Porque ése es un doble triunfo del realizador. Para aquéllos que se acerquen al cine para ver un filme catástrofe, no saldrán defraudados. Y los que quieran sentirse estremecidos y conmocionados por la epopeya de una familia en circunstancias adversas, y ver si se puede -o no- salir adelante, sepan que también Lo imposible los recompensará.
Una catástrofe inconcebible Lo imposible sucedió. Fue hace nueve años, cuando un terremoto en el océano Índico dio origen al tsunami masivo que dejó un saldo de más de 250.000 muertos en catorce países. El español Juan Antonio Bayona lo recrea a partir de la historia real de una familia de turistas europeos en Tailandia (padre, madre y tres hijos varones) que lograron sobrevivir a la terrible y traumática experiencia. Es cine catástrofe y de algún modo también cine de horror que pone a prueba la indudable maestría técnica del realizador -la larga secuencia que describe el fenómeno es de un meticuloso y estremecedor realismo- y también su habilidad narrativa cuando llega la hora de exponer cómo los personajes que habían sido dispersados por los efectos de la gigantesca ola luchan para salvar su vida, para saber qué ha sido de sus seres queridos y dar con su paradero en medio de un desolador panorama de devastación y muerte. El horror proviene tanto de esa separación y de esa incertidumbre como de la complicadísima situación en que se encuentran y el daño físico que han sufrido, aunque la fortuna quiso que por un lado la madre y el hijo mayor, arrastrados por las aguas, fueran a quedar en una misma zona de lodo y pudieran intentar la búsqueda de alguna ayuda y que los dos chicos más pequeños y el padre permanecieran entre los restos del arrasado resort en el que la familia estaba pasando sus vacaciones. Que el milagroso caso haya sido muy comentado en la época del tsunami y que el hábil guión de Sergio G. Sánchez esté basado precisamente en el relato de la protagonista, una médica recientemente retirada del ejercicio de su profesión, no impide que el desarrollo de la historia contenga algunos aportes extra para añadir algún suspenso, favorecer el impacto emotivo o introducir estratégicas intervenciones del azar, como en los casuales desencuentros de la escena del hospital donde la madre está internada. Pero hay que reconocer que Bayona es un manipulador diestro, pero no enfático ni deshonesto. Si le cabe algún reproche, en todo caso, no es porque el film se dedique especialmente a los personajes europeos y casi todos los tailandeses que intervienen lo hagan en función de las necesidades de los turistas, sino que a pesar de haber sido los nativos los principales damnificados por la catástrofe casi no se los incluya en un segundo plano. De todos modos, hay que tener en cuenta que el film sólo se propone recrear un caso extremo de supervivencia; no tiene otra intención que reconstruir la tragedia del tsunami (espectacularmente, por cierto) y contar la historia de esta familia (española en la realidad; en la ficción de imprecisa nacionalidad), sin ningún afán metafórico o alegórico. Un proyecto ambicioso por la complejidad de su realización, magníficamente interpretado por Naomi Watts, Ewan McGregor y el joven Tom Holland, pero bastante sencillo en su propuesta narrativa y en su exaltación de los sentimientos familiares y del sentido de solidaridad.
Una familia arrastrada por la ola Si el cine consistiera en experimentar, de la manera más “realista” posible el drama vivido en la pantalla, Lo imposible sería una película perfecta, o poco menos. De producción española, pero “aspecto” internacional (filmada en Asia, está protagonizada por un elenco enteramente angloparlante), el segundo largo del catalán Juan Antonio Bayona (realizador de El orfanato) es la primera película en abordar de lleno el tema del tsunami de 2004 (Más allá de la vida, de Clint Eastwood, lo tocaba parcialmente). Bueno, en realidad no “el tema” sino la experiencia de una familia española, que debió sobrellevar el fenómeno estando de vacaciones en Tailandia. Esa es justamente la limitación de Lo imposible, la de limitarse a la experiencia. Como el propio tsunami, Lo imposible arrolla durante un tiempo limitado, y luego desaparece para siempre. O hasta el próximo tsunami. Hay otro desfase notorio en Lo imposible, aunque de consecuencias dramáticas considerablemente menores. Movida por la ambición de llegar al mercado internacional (apuntando, a la vez, a colocar a Bayona en un lugar semejante al de los mexicanos González Iñárritu, Cuarón o Del Toro), la muy hispana familia original, morochitos ellos, pasa a ser sustituida por una británica, con los rubiones Ewan McGregor y Naomi Watts a la cabeza. Gerente de una gran corporación él; médica que abandonó la profesión para dedicarse a la familia, ella. La película se inicia con Henry y María llegando con sus tres hijos a un typical resort de Khao Lak, de esos con palmeras y cabañas de caña. La fotografía de Oscar Faura realza la condición de soleado paraíso tropical, con el azulísimo Indico al fondo. Imagen engañosa, como pronto se verá. De ese azul perfecto vendrá la Gran Ola, precedida de una vibración y un rugido grave. Parados en medio del parque, Henry, María y los tres chicos la ven venir paralizados. Elocuente expresión de la sensación de “más grande que la vida” que un fenómeno como éste tiene. De allí en más, la familia queda dividida en dos grupos, arrastrados cada uno hacia vaya a saber qué remotos rincones de la isla. Golpeada contra piedras, troncos y toda clase de objetos que la corriente empuja en contra, María será quien peor la pase. Uno de sus hijos le pierde el rastro, hasta volver a dar con ella. Mientras tanto, Henry pone a los otros dos chicos a recaudo, intentando lo que parece imposible: reencontrar a la otra mitad de la familia. Si es que están vivos. Filmada con vividez, reconstruida con detalle, narrada con precisión y credibilidad, Lo imposible mantiene, a pesar de la escasez de movimientos dramáticos (toda la cuestión se reduce a sobrevivir y reencontrarse) una pareja intensidad durante las dos horas de proyección. No puede dejar de agradecerse, por lo demás, la renuncia a efectismos, golpes bajos y sobredimensionamientos dramáticos y emocionales. Dejando de lado que son rubios, lindos y ricos, es posible identificarse con esta familia sin apellido (el verdadero quedó eliminado, para que “no se note” que eran españoles). Todo bien, pero la película termina y todo se termina. A diferencia de un tsunami, Lo imposible no deja muchos sedimentos tras su paso.
Admirable ejemplo de melodrama épico Si ya en «El orfanato», Juan Antonio Bayona había lucido su talento, sensibilidad y vocación de cineasta internacional, en éste, su segundo trabajo, confirma la impresión y redobla sus méritos. Cierto que la obra se estira un poquito más de lo necesario, pero igual es impresionante, por su historia, su tratamiento, y sus desafíos. Se muestra acá la experiencia de una familia que fue de vacaciones a una isla tailandesa justo en Navidades del 2004. Viaje levemente «premonitorio», llegada a un lugar hermoso, cena feliz, lanzamiento, también «premonitorio», de decenas de globos iluminados hacia el cielo. Y después, la mañana del 26 de diciembre. La secuencia del tsunami es atroz, excelente, extensa. Unos diez minutos donde uno se siente arrastrado, golpeado contra quién sabe qué, aturdido, desesperado. Y todavía no vivió lo peor. La visión de los cuerpos, la conciencia del desastre, la aflicción por el destino incierto de los suyos, las infecciones, la dificultad para hacerse entender en tierra extraña, la impotencia. Más que cine-catástrofe, esto es cine post-catástrofe. Y en medio de un espanto difícil de soportar, es también una muestra notable de melodrama épico, donde se afirman la lucha, el amor y el milagro. Precisamente, lo que importa, es la historia de cómo pudo sobrevivir una familia, cómo un chiquilín debió crecer en pocos días para ayudar a su madre y también a cuánta gente pudo, y cómo tanta gente ha tratado de entender lo imposible: ¿por qué, en el mismo lugar, unos tuvieron suerte y otros perdieron tanto? Se sale del cine admirado por la excelencia del trabajo, y un poco acongojado por este pensamiento que sólo puede tener consuelos incompletos. Esa es la idea (y para eso aparece Geraldine Chaplin, en un diálogo casi poético). En emociones, reflexiones, retratos y relaciones, el cuidado por los detalles dramáticos y psicológicos, la dirección de actores infantiles (notable Tom Holland junto a Naomí Watts, que al fin se luce a pleno), en el uso de la música casi coprotagónica, y hasta algunos planos que parecen homenajes (pero simplemente son muestras de fidelidad al cine clásico), todo el film es digno de Spielberg. Si, en cierto sentido Bayona y su guionista Sergio Sánchez son dignos seguidores de los costados más inquietantes del cine de Spielberg. Con un mérito adjunto: ésta es una película enteramente española. Sólo las maquetas de un plano general son alemanas. Lo demás se hizo enteramente en estudios de Alicante, con toneladas de agua sucia y muy pocos efectos digitales, lo que permite mayor verosimilitud. Y con elenco internacional, es cierto, lo que permite mayores ventas. La australiana Watts y el escocés Ewan McGregor, cada uno hablando su tonada, conducen una familia, nadie sabe de dónde, que sólo quiere «volver a casa», como todas las demás. La original cuya historia real dio origen a la película se llama Alvarez Belón: María, Enrique, Lucas, Tomás y Simón, los mismos nombres que los personajes de la pelicula. Ellos pudieron volver.
La travesía de un reencuentro Con delicadeza, el realizador, construye un entramado de sensaciones que pasan de la desesperación al desconcierto, de la conciencia de la situación límite a la breve resignación y la final lucha por la vida. Una pareja con tres hijos. El viaje a Tailandia en unas breves vacaciones. Un hotel paradisíaco y luego de la noche de Navidad, olas de treinta metros arrasan la zona. Estamos en 2004 y un tsunami de nueve grados de intensidad arrasa con doscientos treinta mil personas a lo largo del Océano Indico. La familia es separada. La historia del reencuentro se cuenta en este filme, basado en el caso real de la española María Belón y su familia, que vivió la tragedia. Los personajes en la ficción son el matrimonio integrado por Maria (Naomi Watts), Henry (Ewan McGregor), el hijo mayor Lucas (Tom Holland) y los dos niños menores Thomas (Samuel Joslin) y Oaklee Pendergast (Simon). La acción se inicia prácticamente en el viaje a Tailanda, el alojamiento en el hotel y el desencadenamiento de la catástrofe. La gigantesca ola inicial que fragmenta en tres partes a la familia, la madre y el hijo mayor por un lado, el marido por el otro y los pequeños en un tercer lugar. RECURSO EMOCIONAL Un director joven, Juan Antonio Bayona ("El orfanato") estructura el filme dentro del formato del melodrama con una austeridad de recursos y una total ausencia de efectismo. Semejante tema, catástrofe, separación familiar, caos general, podría haber sido un detonante casi necesario, pero Bayona sabe ser intenso, pero no desbordado y su graduación de recursos emocionales es un componente destacado en la historia familiar. Con delicadeza, el realizador, construye un entramado de sensaciones que pasan de la desesperación al desconcierto, de la conciencia de la situación límite a la breve resignación y la final lucha por la vida. Por sobre todo esto, la fuerza de la familia, de los valores, de la necesidad de la solidaridad ante el caos. La relación madre-hijo, las pocas palabras de los protagonistas ante el estupor del infierno en la tierra que los afecta, son un claro mensaje de la esperanza en la condición humana. Formalmente impecable, con escenas impresionantes y el mismo hospital de campaña en que los verdaderos protagonistas de la historia fueron ubicados, "Lo imposible" cuenta con dos actuaciones notables, la de Naomi Watts (Maria), síntesis de emociones casi imposibles de traducir y la del niño debutante Tom Holland (Lucas), sorprendente "capo laboro" del conocido bailarín del Reino Unido.
Juan Antonio Bayona lo hizo, consiguió el dinero suficiente y demostró que los efectos especiales, impresionantes también, se pueden hacer fuera de Hollywood, pero para sus protagónicos convocó a dos grandes actores: Ewan McGregor y Naomi Watts. Y con ellos nos mete de cabeza, emocionalmente en la peor tragedia, en ese tsunami que destruyó todo a su paso. Se basó en la historia de una familia de sobrevivientes españoles, y logró abrir nuestro corazón a un film que no es una gran película pero que conmueve hasta las lágrimas.
Sufrimiento familiar Basada en hechos reales, una familia sufre de los desastres provocados por un temible tsunami que los obliga a separarse. Conmovedora historia donde a través de un gran despliegue técnico reconstruye con enorme veracidad los terribles acontecimientos. Sin embargo, a pesar de contar con grandes actuaciones, una dirección técnica envidiable y un marco insuperable, la película no logra salir de la anécdota preliminar para convertirse en un fuerte relato de supervivencia y termina mostrando las costuras de su narración. Al ser una película extremadamente dramática, uno sabe que se va a encontrar con situaciones límites donde la brecha entre el llanto verdadero y el golpe bajo es muy estrecha. Para algunos puede haber una manipulación desleal por parte del realizador y para otros las escenas serán tan reales como emotivas. Sin embargo, la utilización de un título tan grandilocuente como "Lo imposible" no da buenos augurios y tampoco serán los continuos llantos, exclamaciones de dolor o gritos de auxilio los que apacigüen las acusaciones de entretenimiento morboso. Son escenas como el reconocimiento de los objetos personales de la madre por parte del hijo mayor, la admiración de las estrellas muertas o el reencuentro final, las que sentencian a la película como un producto no del todo loable. Incluso la aparición selectiva de los horrores del Tsunami muestran de manera más precisa la extrema manipulación hacia el espectador. La única razón por la que la película no cae en el exceso es el gran nivel actoral de sus interpretes, ya sean las figuras consolidadas o los chicos principiantes. Todos entregan una solida interpretación que al estar acompañada de un imponente despliegue visual crean a la perfección aquel ambiente de destrucción y desolación. Tanto el maquillaje como vestuario nos muestra con gran potencia el impacto del Tsunami en sus cuerpos y sus espíritus. Incluso la reconstrucción de la gigantesca ola con su incontrolable paso, hacen de "Lo imposible" una película difícil de olvidar. Sin embargo, es la historia misma la cual a su modo dificulta la conexión emocional con el espectador. Una vez transcurrida la mitad de la película uno ya sabe que los integrantes de la familia están vivos y, por lo tanto, cualquier cuota de peligro sobre sus vidas ya se ha perdido. Es verdad que la familia se ha separado en dos y ahora el drama provendrá de la búsqueda por el reencuentro, pero después de haber sobrevivido semejante catástrofe uno en cierta manera ya esta aliviado. Podrán pasar todas las penurias posibles para reencontrarse, pero lo peor ya paso y lo único que queda por hacer es esperar a que ellos se vuelvan a juntar.
Afectos arrasados Con ánimo de thriller y cuerpo de catástrofe, la nueva película del español J. A. Bayona (El orfanato) escarba en el páramo dejado por el paso de un tsunami para dar cuenta de un velo que los humanos casi siempre pierden de vista: la importancia única de los lazos familiares, aquellos que amortiguan el peso de ese miedo que el padre de familia Henry (Ewan McGregor) reconoce en un tramo del filme: el temor a quedarse solo. Por eso al comienzo de Lo imposible la familia británica con domicilio en Japón que integran Henry, su mujer Maria (Naomi Watts) y sus tres pequeños hijos padece en el avión turístico que los lleva a Tailandia los sinsabores de toda rutina de clase media: la duda de si la alarma de casa quedó o no prendida, las riñas entre los niños que la madre debe calmar: atmósfera de ciega parsimonia que se verá asediada un tiempo después por una ola verídica de considerables proporciones (el tsunami que arrasó la costa asiática en 2004) que dispersará a los miembros de la familia a lo largo y ancho de un azolado paisaje pos-tsunami. En él los protagonistas asistirán, a través de la sensación de pérdida, a la revelación de que ellos mismos eran lo más valioso que poseían en el mundo. En la primera mitad del filme, la que le sucede al impresionante y virtuosamente recreado aluvión marítimo (que muchos compararán con el de Más allá de la vida de Clint Eastwood, basado en el mismo tsunami histórico), Lo imposible alcanza su más emotivo y menos lacrimógeno pico en la batalla de supervivencia que libran Maria y su hijo Lucas (Tom Holland), arrastrados primero por la corriente y después reunidos en un hospital colapsado de tercer mundo. El remarcable trabajo de Naomi Watts, en ese sentido, y también el de Holland, como hijo valiente y protector, alimentan al filme de una nobleza no siempre visible en las películas catástrofe: las raspaduras, las heridas, los gritos, los sollozos, adquieren gracias a ellos en Lo imposible una entidad tan íntima como épica. La cámara hiperrealista e hipersensible de Bayona también ayuda a que el filme esté “cuidado”, a matizar los golpes bajos gracias a una serie de diestros recursos formales, aunque a nivel narrativo la historia sea un tanto lineal y simple: dimensión que asoma más en la segunda mitad, obligada a contar las derivas de Henry y los otros dos hijos hasta el demorado encuentro familiar, y en el que el énfasis en la solidaridad entre las víctimas le dan a Lo imposible un tufillo oscarizable demasiado orientado al lagrimeo. En sus instantes más sentidos y menos sentimentales, más documentales y menos morales, Lo imposible es poderosa como una gran ola.
Impactantes lugares comunes Regodeándose en el dolor, con imágenes explícitas, el director Bayona armó un film en torno al desastre que provocó un terremoto -y su tsunami- en 2004 en el Oceán Índico. El 26 de diciembre de 2004 se produjo un terremoto en el Océano Índico y el tsunami que originó con olas de 30 metros produjo alrededor de un cuarto de millón de víctimas fatales, principalmente en Indonesia y Tailandia, y en menor medida en Sri Lanka y la India. Lo imposible narra a través de una familia de vacaciones, la odisea de cada uno de los integrantes para sobrevivir en medio de uno de los desastres natural más importantes de la historia. Protagonizada por Ewan McGregor y Naomi Watts, con la dirección de la nueva estrella del cine español, el catalán Juan Antonio Bayona (El orfanato), la película tuvo su avant première en el último Festival de Cine de San Sebastián, y aún cuando se tuvo que parar la proyección porque varios espectadores se descompusieron, esto no impidió que con el estreno comercial se convirtiera en la película más vista en la historia del cine español. Porque más allá de la historia de valor, templanza y solidaridad, la intención manifiesta de Lo imposible es conmover y que cada uno de los espectadores viva en primera persona el dolor, cada una de las heridas y que sienta en cada uno de los 114 minutos que tiene el relato la magnitud de la tragedia y se pregunte cómo hubiera procedido en un escenario similar. Lo que les pasa a María (Naomi Watts), Henry (Ewan McGregor) y sus tres hijos, turistas en un exclusivo resort en las costas del Océano Índico en Tailandia, el relato que contiene su historia, se inscribe en lo que podría denominarse multigéneros, es decir, un poco de cine catástrofe –lo mejor del film, la ola gigante que avanza y traga todo a su paso–, el melodrama cuando no se sabe si la familia se va a reencontrar, el gore sin culpas (el cuerpo de Watts desgarrado es toda una experiencia) y el documental testimonial, es decir, la historia centrada en cuatro protagonistas para describir el drama de toda una región devastada. Es cierto que en la primera mitad Lo imposible exhibe un realismo que quita el aliento, que el interés por la suerte de la familia es genuino, pero en la segunda parte, la película cae en varios lugares comunes, se regodea con el dolor, muestra innecesariamente en las personas los golpes, tajos y miembros castigados, el impacto por sobre la narrativa con el estruendo musical de Fernando Velázquez para remarcar las emociones. En suma, un film impactante en el peor sentido del término, que se asienta sobre una historia real para sentirse libre de manipular sin ningún tipo de pudor.
Tardó cinco años en volver a dirigir, pero el español Juan Antonio Bayona está de regreso luego de su escalofriante ópera prima -El Orfanato- con otra historia que hiela la sangre aún más, ya que se basa en la realidad que vivió una familia durante uno de los eventos naturales mas catastróficos de los que alguien tenga recuerdos. Con pulso sereno y confiado es que Bayona nos presenta al grupo en cuestión, liderado por los talentosos Ewan McGregor y Naomi Watts, junto a sus tres pequeños hijos, de los cuales destacaremos fervientemente al mayor, Tom Holland. Entre los dos actores con pedigree y el joven novato es que se mueve el encuadre narrativo de la película: durante la mayor parte -la más significativa y provocadora- vemos como el más que realista y palpable tsunami arrasa con todo y deja desamparados a María y su primogénito a la intemperie, mientras que Henry ha puesto a salvo a los retoños menores y busca a su esposa e hijo implacablemente. Momentos después de la ola de muerte es cuando Bayona y su guionista Sergio G. Sanchez eligen ensañarse con sus protagonistas de una manera tan realista y a la vez tan cruda que asombra. La cantidad de obstáculos a superar por María y su hijo son innumerables y sus gravísimas heridas no ayudan para nada, sino que empeoran minuto a minuto mientras Lucas (el mayor) encuentra el coraje para seguir adelante y salvarse. De ser la historia verídica de la familia tal cual la vemos en pantalla, estamos ante una historia de supervivencia impredecible y milagrosa, aunque imagino eligieron dramatizar un poco ciertas situaciones que, con la musicalización correcta, golpean bien fuerte pero sin dar golpes bajos. No sólo el elenco está estupendo (Watts se eleva más y más a medida que transcurre el metraje y el estado de salud de su personaje deteriora, McGregor cumple y tiene un estallido maravilloso durante una tensa llamada por teléfono y Holland se roba los aplausos como el muchacho -amén del cameo de la eterna Geraldine Chaplin-) sino que los valores de producción son altísimos y la destrucción mostrada en pantalla luce como si hubiesen filmado durante el incidente. Es como para quedarse pasmado con las imágenes que se suceden fotograma a fotograma. Como bien reza su frase promocional, nada es más fuerte que el espíritu humano, lo cual se convierte en la columna vertebral de Lo Imposible. No es una película para todos, ciertas secuencias duelen y traen recuerdos dolorosos, pero es un gran homenaje a todas las familias afectadas por la fuerza impredecible de la madre naturaleza, con un elenco de lujo y un director que merece ser reconocido de inmediato.
Anexo de crítica: -Un drama duro y muy bien llevado gracias a las impresionantes actuaciones de Naomi Watts y Ewan McGregor, aunque los infantes no se quedan atrás y se complementan con el verosímil de esta trama que bordea los caminos del melodrama familiar en el contexto de una catástrofe natural sin arribar a golpe bajo alguno pero explotando las fibras sensibles y los resortes dramáticos al extremo para ganarse la empatía del público.
Milagro en Tailandia Más de 200 mil personas murieron como consecuencia del tsunami que devastó el sureste de Asia. Pero lo que parecía un milagro o circunscripto al terreno de la ficción, ocurrió. Y es la historia que cuenta “Lo imposible”, basada en el relato de una sobreviviente, su marido y sus tres pequeños hijos. El director español Juan Antonio Bayona, el mismo de “El orfanato”, recortó aquella enorme tragedia a una playa de Tailandia y a los miembros de la familia interpretada con eficacia por Naomi Watts, Ewan McGregor y los pequeños Tom Holland, Samuel Joslin y Oaklee Pendergast. Con una producción que reproduce de forma realista el tsunami y sus efectos, y una dirección de actores impecable, Bayona decidió subrayar temas como la solidaridad y la determinación en medio de situaciones extremas, a través de una historia con niños perdidos y una familia destruida. El momento más sobrio en ese marco de dramatismo y catástrofe es el breve diálogo que entablan el personaje de Geraldine Chaplin y uno de los niños, mientras miran en silencio el cielo estrellado. En medio de la devastación y el silencio, ella lo consuela con la idea de que, aunque muchas de esas estrellas ya desaparecieron, su luz alguna vez fue tan intensa que aun sigue allí. Son los raros minutos de serenidad que el director regala al espectador en medio de su vertiginosa película.
Un filme que impresiona y estremece Es mucho más que cine catástrofe. Es la historia real de una familia española que pudo sobrevivir a esa furia que trajo el mar. Estamos en Tailandia, en la navidad del 2004 en un hotel de lujo. Y de pronto llega el tsunami. La reconstrucción de ese maremoto es fantástica. Uno se siente estremecido en medio de esa ola gigantesca que cuando llegó arrasó con todo y cuando se retiró dejó un escenario devastado. El español Bayona ya había mostrado su pulso en “El orfanato”, pero aquí se eleva más. Hay emoción, buenos actores, un guión inteligente y un fino retrato de personajes. Cuenta un caso real: una familia española, los Alvarez Belón (padre, madre y tres hijos chicos) se salvó, pero estaban desencontrados. El filme relata esa búsqueda, llena de desesperación y esperanza. No están solos. El filme los pone en medio de un escenario que pasa del dolor a la impotencia, del horror a la ilusión. Bayona no descuida ninguno de esos aspectos. El filme es intenso y no necesita golpes bajos para conmover. Es sobrío en el retrato de esa compartida desesperación. Así como “Titanic” partía de un hecho real para transformar la tragedia en un vistoso melodrama, “Lo imposible” se sirve de un caso real para dar una lección heroica de supervivencia y para enseñarnos que a veces la tenacidad, el esfuerzo y la esperanza logran llegar a un final feliz. Y habla también de la fuerza del amor, de la necesidad de no entregarse y sobre todo del peso enorme del azar. Lo dice, en una hermosa escena, Geraldine Chaplin, cuando habla de que los seres queridos, los que están con nosotros y los que ya no están, brillan de igual manera, porque son como esas estrellas que murieron y nos siguen iluminando. Un filme impresionante. Emociona y conmueve.
"CONTUNDENTE DRAMA VERÍDICO, CON UN DIRECTOR Y UNA ACTRIZ DE EXTREMA SOLVENCIA" Tras el descomunal éxito de su ópera prima, “El orfanato” (2007), el director J.A. Bayona y junto a él, el guionista Sergio G. Sánchez, se apartan del terror fantástico y fantasmagórico para enfocarse en un hecho verídico: en este caso el desastre que provocó el terrible tsunami que devastó distintas zonas situadas en el océano Índico el 26 de diciembre de 2004. El guión se posa sobre una familia, los Bennett, compuesta por 5 integrantes: el matrimonio y tres varones de aproximadamente 11, 7 y 5 años. Ellos han llegado a un bello resort en vísperas de las navidades, para disfrutar de unas apacibles vacaciones, desconociendo que 48 horas después atravesarían el peor día de sus vidas. La secuencia del tsunami no tarda en llegar y es francamente avasalladora: irrumpe al igual que la gigantesca ola y petrifica al espectador, que sufre, se golpea y siente dolor junto a los personajes, gracias a la inclusión de imágenes y (especialmente) sonidos que recrean la catástrofe con sorprendente realismo. El filme es muy duro y apenas es concesivo con el espectador, que siente como propios los pesares de la familia Bennett. En medio del caos y el dolor, son muchas las familias desmembradas y las personas desaparecidas, pero en ese cataclismo no falta la solidaridad y el sentido de humanidad, dando cuenta de cómo reacciona la condición humana frente a una tragedia, y cómo sostener una mano, acompañar a otro, prestar un teléfono, se transforman en muestras de heroísmo en ese descalabrado entorno. Aunque también se ven algunas (pocas) muestras de mezquindad y egoísmo, tal vez, justificados por la situación límite que enfrentan los personajes, por lo que es atinado no mostrar juicios de valor al respecto. Las actuaciones son un soporte importantísimo del filme: los personajes deben atravesar momentos de hondo pesar, de trágica incertidumbre, de horror ante el desamparo al que están expuestos. Resultan profundamente emotivas (y creíbles) muchas de las escenas que tienen a su cargo tanto Naomi Watts como Ewan McGregor y el pequeño Tom Holland, que se exponen emocional y físicamente. Este brillante terceto (junto a los dos pequeños actorcitos que hacen de los otros hijos del matrimonio) arranca francas lágrimas entre el público, que enmudece ante tamaña circunstancia que sufren estos personajes. El director tiene la habilidad de narrar una historia que, en sí misma, es muy pequeña; el conflicto es claro y contundente: una familia se enfrenta ante los avatares de la naturaleza y debe lograr, como pueda, su salvación. Punto, no hay más que eso; todo el filme recorre esas primeras horas de descalabro y un par de días post cataclismo. Sin embargo, Bayona se encarga de llevarnos de las narices y hacer que ese conflicto sea también del espectador, que sufre a la par ellos: primero, ante el impacto del agua (y todo lo que arrastra) viniéndoseles encima; y luego, con el intento de supervivencia y de hallarse con vida unos a otros. Bayona es un cineasta perspicaz e intuitivo, un director metódico que acierta en mostrar y elipsar lo suficiente (habiéndolo logrado justificadamente con su ópera prima) como para provocar la incertidumbre y el desasosiego necesarios para atrapar al auditorio; pero puede resultar, en este caso, algo tramposo, porque en la escena en la que la cama que ocupaba la madre en ese hospital improvisado aparece vacía (como símbolo de su defunción), intervienen sentimientos muy profundos de un niño que cree que su madre ha fallecido, y ese dolor trasciende a la platea, que puede sentirse, luego, estafada. Además, en algún que otro momento, la potente música de Fernando Velázquez resulta algo omnipresente y corre el riesgo de parecer manipuladora. Sin embargo eso no empaña la hazaña del director de presentar esta historia, que deja al espectador con la boca abierta pero sin decir nada, porque la sala de cine queda enmudecida cuando las luces se encienden, mientras vemos, durante los créditos finales, la foto de la verdadera familia que atravesó esa tragedia. El público queda extenuado ante tamaño acontecimiento cinematográfico, especialmente porque cae en la cuenta de que todo lo que vio fue vivido realmente por gente que tuvo la maldita suerte de estar en el lugar y día equivocados. Seguramente, Bayona no alcance ninguna nominación a los premios “importantes” de la industria cinematográfica con este filme; pero sería injusto que esta vez Naomi Watts no levante, finalmente, la famosa estatuilla dorada que, hace años, merece. Si Gwyneth Paltrow la consiguió con su apasionado cuento shakesperiano, la Watts merecería tener tantos trofeos como personajes ha encarnado…
Preparen los pañuelos… A veces el melodrama genera prejuicios. Y no lo voy a negar, yo soy de los primeros en criticar cuando una historia se vuelve demasiado cursi, sentimentaloide y lacrimógena. Pero hay que saber diferenciar las situaciones. Una cosa es que la película fuerce las situaciones para crear un efecto sentimental, para emocionar gratuitamente al espectador con recursos obvios, lugares comunes y clisés. Otra muy diferente es que la historia y la construcción en la relación de los personajes en el contexto de un conflicto verosímil lleven a una asociación naturalmente lacrimógena, a una emoción genuina, en donde la frialdad, la austeridad y la distancia con los conflictos narrados carezcan de verosimilitud, sino vemos a los héroes de la historia llorando a lágrima tendida. Es lo que sucede un poco con Lo Imposible. Juan Antonio Bayona, consigue una narración que compromete emocionalmente al espectador llevándolo a través de situaciones límites reales, que además son cercanas temporalmente, y muchos podemos atestiguar que fueron reales. Ni bien comienza el film un cartel advierte que se trata de una historia real y subraya la palabra real. ¿Por qué dicha afirmación? Bueno, porque posiblemente si no fuera así, sería realmente muy difícil creer que los acontecimientos que se narran hayan sido tal cuál se muestran, en la vida real de esta familia. El único cambio que Bayona admite haber transformado es la nacionalidad de los protagonistas, supuestamente británicos (nunca se confirma, solo son anglosajones que trabajan en Japón), pero que en la vida real eran españoles. Por una cuestión de marketing y para brindar mayor llegada comercial internacional, pusieron actores reconocidos y entrar más fácilmente a más mercados. Debido a que la producción demandaba un alto presupuesto para recrear el tsunami y sus consecuencias en la población tailandesa, era obvio que se necesitaba realizar en coproducción con Hollywood. El cambio de nacionalidad no afecta en lo absoluto a la narración. Después de ver El Orfanato, film que funciona mejor como drama psicológico que como obra de terror/suspenso inspirado en el J-horror y compararlo con Lo Imposible, queda claro que a Bayona la relación madre – hijo le interesa mucho más que el contexto. Y justamente, si el film emociona no es porque es impactante la recreación del desastre que azotó las costas asiáticas, sino porque Bayona le mete mucho cuidado a esa relación para que sea un hilo narrativo que atrape al espectador y provoque cierta empatía. Con Nuria Silva hemos visto, que no solamente se trata de una historia de supervivencia, sino sobre la historia de un chico - Lucas – que debe cortar el cordón umbilical con su madre, plantear la madurez y el crecimiento a la fuerza y aceptar responsabilidades. En ese sentido, ese crecimiento infantil, la historia de una familia que a la fuerza termina estando dividida poco tiempo después de que planteara una división por obligaciones laborales – Henry, el padre plantea al principio del film una división sugerida por la crisis económica – parece haberse creado para la cámara de Steven Spielberg. Y Bayona se da cuenta enseguida de esto, por lo que toma a Lucas como protagonista absoluto de la historia, su visión “inocente” remite a la del Jamie – Christian Bale interpretando al J.G. Ballard – de El Imperio del Sol. La tensión y el suspenso que Bayona maneja usando la manipulación de la información que tienen los personajes sobre el destino de sus familiares, y la información que le brinda al espectador, es muy propio de Spielberg. Aunque suene risorio, el concepto de división familiar en circunstancias extraordinarias, está muy bien reflejado en Jurassic Park, y aunque no se puede comparar el hecho en sí, es la visión, la construcción de la puesta de cámara donde se ven las simetrías. Por suerte, Bayona, entiende que para crear un buen climax se debe aprovechar cada herramienta cinematográfica a mano: el montaje, los lentes – excelente el cambio de foco en la escena final – la fotografía y las actuaciones. Si bien es grato ver una reconstrucción tan realista y meticulosa, comparable a que hizo Clint Eastwood en Más Allá de la Vida – que la dirección de arte y la escenografía no pretenda destacarse ni tampoco tome protagonismo, pero al mismo tiempo, le aporte verosimilitud al universo del film, es más disfrutable ver como Bayona logra sacarle los estereotipos a Naomi Watts y Ewan McGregor – especialmente el segundo demuestra una madurez que no siempre es aprovechada – y generar empatía con muy pocos elementos. Las interpretaciones infantiles – sin duda el joven Tom Holland es el mejor actor del film – consiguen emocionar sin necesidad de acudir al efecto lacrimógeno tradicional hollywoodense. Bayona no manipula las escenas, no juega con los sentimientos, se trata de atar también al espectáculo, al entretenimiento y aprovecha el sonido para lograr una unidad entre el principio y el fin del film. Es verdad, que en el final se podría haber ahorrado un par de lágrimas y metáforas obvias – funciona muy bien sin embargo la simbología de la historia con la vida de las estrellas y la separación de las velas flotante – pero aún con eso es imposible no tener vibración con el relato, no sentirse dentro de la catástrofe o estar presente en el momento. Ver Lo Imposible por supuesto que va a generar varias dudas acerca de la verosimilitud del relato, por eso recomiendo ver las entrevistas a Ana Belón, el personaje que inspiró al de Naomi Watts, realizadas en España – donde el film se ha convertido en el mayor éxito de la historia de cine ibérico – y juzgar cada uno que creerle a Bayona. Cinematográficamente, el film es impecable y el guión de Sergio Sánchez logra con inteligencia evadir lo artificial para centrarse en el factor humano. En Estados Unidos, eso mismo, parece imposible.
Hay algo, mucho, del orden de lo ignominioso en el texto fílmico que queda flotando en el aire durante la proyección del filme, y también una vez terminado. Lo primero que desplaza del lugar de la condescendencia es la manipulación del espectador. Al principio nos informan que basada en hechos reales, esta historia que “cambio la vida de mucha gente” (murieron cerca de 250.000 personas). Se centra en una familia tratando de implantarla como símbolo de una tragedia mayor, terminando como un drama que sólo parece circunscribirse a esa familia, con pequeñas excepciones. Ya desde el título y la presentación de la familia conformada por María (Naomi Wats), Henry (Ewan McGregor) y sus tres hijos, Lucas (Tom Holand), Thomas (Samuel Joslin) y Simon (Oaklee Pendergast), hecha por tierra cualquier tipo de suspicacia o de incertidumbre sobre la suerte de todos ellos. Ya se sabe que todos sus miembros sobrevivieron, cumpliendo con los cánones morales de la factoría, sobre todo hollywoodense, en este tipo de producto. Tal como símbolo, o icono del drama, olvidándose casi sin referencia de los mayores afectados por el desastre natural que, como siempre sucede, también en estos casos, los más damnificadas son las personas de menores recursos, los aldeanos, a los que casi no se los nombra. Pues convengamos que el tsunami no se circunscribió sólo al espacio físico turístico de las costas de Tailandia. Entonces este drama épico se transforma, en realidad se cierra, como una gran epopeya, la de esta familia que tras vivir una situación casi del orden de lo inenarrable, inexplicable, sólo se puede decir luego de experimentar y/o sufrirla. Aqui puesto con intenciones claramente comerciales. Por lo que nos topamos de frente con la segunda parte de la promulgación de la afrenta, más que nada casi por omisión. Durante todo el filme los únicos que están en situación de drama, rayana en la tragedia, en la búsqueda de sus seres queridos, y parecen ser los únicos que la sufrieron, son en su mayoría europeos blancos, no todos rubios, como esta familia, por supuesto, pero blancos, suecos, italoyankees, etc. Una vez producido el fenomenal terremoto marítimo, con escenas muy bien filmadas, por supuesto, con gran esteticismo realista, nos encontramos con María, la más perjudicada por la violencia de los hechos, y su hijo mayor Lucas. Ella, medica de profesión, tendrá la fuerza tanto física, como intelectual y moral, de poder educar a Lucas, de mostrarle que aún en los peores momentos no se puede imponerse el egoísmo, que el altruismo y la nobleza bien entendida empieza por casa y se difunde demasiado bueno para ser real. A la postre, Lucas será el único que a través del transcurso del tiempo narrativo va mostrando pequeños cambios, creíbles, sobre todo por la muy buena actuación del joven actor debutante. Todos los actos que ambos realizan para sobrevivir recién a mitad de la película, exactamente al minuto 55, volvemos a tener contacto con el resto de la familia, enterándonos que todos están vivos. La tragedia queda de lado, ahora el drama (pequeña y sutil diferencia, ya articulada y explicada por los griegos hace más o menos 2500 años), se desarrolla en la posibilidad del reencuentro familiar. Tampoco hay suspenso aquí, sólo ver como lo resuelven. Es el punto más flojo del guión, ya que el alargamiento de las situaciones y el forzar el encuentro a que suceda en el ultimo minuto no genera más que dilación temporal del relato. Pero la frutilla del postre está en la última secuencia. Toda la familia, y sólo ella, es rescatada por ser socios de una compañía de seguro, que además puso sus dinerillos en la producción, en un avión vacío. ¿Alguien necesita que lo alcancemos a algún lugar? En síntesis, la estructura narrativa es clásica, sin demasiadas pretensiones, poseedora de muy buenos efectos especiales, sobre todo en la escena disparadora del cuento, sin necesidad de caer en golpes bajos, cosa que se agradece, y buenas actuaciones. No deja nada más.
Jamás una película había sido tan cruel y realista al momento de representar una tragedia natural de las magnitudes de la que tuvo lugar en Tailandia en diciembre de 2004. Cualquier cosa que se diga, pensemos y repensemos adjetivos para definir tamaña destrucción queda empequeñecida frente a lo que les tocó vivir a miles de personas en el sudeste asiático. Para los menos memoriosos, en la región de Sumatra un terremoto submarino de grado nueve (uno de los más potentes que se tenga registro en toda la historia) causó una serie de tsunamis con olas que llegaron a superar los treinta metros de altura, con perdidas materiales y humanas masivas y casi sin precedentes. En medio de tanta muerte y desesperación se encontraba una familia española, en cuya historia verdadera se basa este filme del director J.A. Bayona. Modificaciones y adaptaciones mediante, en conjunto con el guionista Sergio G. Sánchez, el realizador aborda el drama de esta familia que llegó a Tailandia para disfrutar de unas merecidas vacaciones. Maria (Naomi Watts) y Henry (Ewan McGregor), arriban al complejo turístico junto a sus tres hijos el día de Nochebuena. Dos días después, y en medio de una jornada de playa paradisíaca, la vida de los cinco da un vuelco que jamás podrán olvidar. Todos ellos son heridos y arrastrados por este inmenso cataclismo natural y a partir de ese momento lo imposible comienza a tomar forma: ¿cómo lograr reencontrarse en medio de la desolación, la muerte y la desespranza? La crudeza con la que se retrata esta historia de amor, supervivencia y colaboración humana impacta hasta al más duro de emocionar. El trabajo del elenco es impecable, desde el más pequeño de los actores hasta aquellos de probada trayectoria. La interpretación de Watts genera escalofríos, eriza la piel por lo desgarrador de su tour de force y por cómo su alma queda abierta al medio y expuesta en un contexto en donde la individualidad podría haberle ganado sin excusas a la solidaridad. No por nada se habla de ella como firme candidata a recibir una nominación para la próxima entrega de los premios de la Academia.
Lo imponente del mar y su gran fotografía Juan Antonio Bayona reconstruye en Lo imposible el tsunami que azotó Tailandia en 2004 visto desde la perspectiva de una familia que vacacionaba allí. Más allá de una crítica personal que luego detallaré, el film se muestra muy fuerte. Logra unir el qué con el cómo. Impacta, sin dudas, por tratarse de un hecho verídico pero este no podría haber sido efectivo sin la utilización estilística de la fotografía y la austeridad del guión. Hay sobre todo un eje que se maneja muy bien, que son las actuaciones de los chicos, hijos del matrimonio protagonista. La historia, que tiene como protagonistas a María (Naomi Wats), Henry (EwanMcGregor) y sus tres hijos, Lucas (Tom Holland), Thomas (Samuel Joslin) y Simon (Oaklee Pendergast), nos inserta en medio de la catástrofe vivida en el Océano Indico. Pero su foco está puesto, en particular, en el destino de esta familia, en la incertidumbre de poder volver a encontrarse todos vivos después del gran temblor. Cuando María logra recomponerse, luego de la avalancha de agua, sólo ve a Lucas, su hijo mayor. Es así como se juega con el suspenso al no saber qué les deparó a los demás. Aunque por momentos es muy sangrienta, Bayona no abusa de esto, permitiendo así dejar el foco en su pequeño, pero no por eso menos importante, relato dentro del gran acontecimiento. Y así también no cae en la morbosidad que la situación de las víctimas podría haber ameritado. Lo impactante de la imagen de un mar capaz de remover todo lo construido por el hombre juega en todo el film. Es así como los diálogos quedan subordinados a la fotografía del lugar. Otro aspecto que hace a la importancia de la imagen es el mensaje, muy hollywoodense, de familia que rodea la película. Entonces nos encontramos por un lado con imágenes escalofriantes de la catástrofe como la destrucción de las construcciones, los hospitales colmados, niños solos, y por el otro aparece fotografiada la familia brindando contención unos a otros. Pero después de tantos halagos, bien merecidos, no podemos obviar la liviandad de la historia que se toma. Siendo que el tsunami destrozó miles de familias, parece bastante superficial trabajar sobre lo sucedido en una familia pudiente. Eso se nota sobre todo en el impacto del final, cuando el núcleo familiar protagonista despega en el avión dejando a una Tailandia desprotegida y a tantas familias destrozadas. A mi parecer, esta elección habla mucho del producto que se espera y no tanto del compromiso profesional del director. Pero no por eso podemos negar que se ha logrado un buen trabajo.
Luego de "El Orfanato" Juan Antonio Bayona se sumerge en en desastre natural ocurrido en el 2004 en Tailandia para llevar adelante un espectáculo visual impresionante y con un realismo que impacta y emociona. Una propuesta algo manipuladora, pero consistente, soberbiamente actuada y bien contada.
Una catástrofe puede destruir la felicidad de varias familias y cambiar su destino en poco tiempo. Este relato viene de la mano del cineasta catalán Juan Antonio Bayona (37) taquillero por “El orfanato”, una historia de terror y suspenso. Ahora trae a la pantalla grande esta historia basada en hechos reales, que le costó cerca de 30 millones de euros. En “Lo imposible” vemos la increíble historia de supervivencia de una familia española los Álvarez y Belon, (en el relato su origen fue cambiado por americanos). Todo surge a partir de una tragedia ya histórica que sucedió el 26 de Diciembre de 2004. Un tsunami arrasó la costa del Sudeste Asiático; Indonesia, Sri. Lanka y Tailandia, entre muchos otros países, (con sus correspondientes réplicas). Una ola gigante que azotó la playa repleta de turistas y sus alrededores, dejando un importante saldo más de 250.000 muertos y varios desaparecidos. Aún todo se recuerda con mucho dolor. Creo que las personas que vivieron esta situación jamás la olvidaran. Este fenómeno destruyó a familias enteras que se bañaban felizmente en las piscinas de los hoteles, también a aquellos que disfrutaban de la arena. Aquí la protagonista de esta penosa historia es una familia de clase alta compuesta por María y Henry (Naomi Watts y Ewan McGregor) y sus tres hijos Lucas, Thomas y Simón (Tom Holland, Samuel Joslin y Oaklee Pendergast), quienes habían decidido pasar una Navidad distinta (desgraciadamente resulto ser algo impensado), en un paraje exótico en Tailandia. Se encuentra bien narrada, la lucha de este matrimonio por poder reencontrarse todos, surgen los desencuentros y la desesperación de tanta incertidumbre, que la transmiten a la platea. Con muy buenas actuaciones de los protagonistas y el joven actor Tom Holland, conmueven (aunque no tengan un guión a su altura de Watts y McGregor), hasta tiene un pequeño papel Geraldine Chaplin, y es bastante melodramática. Aquí el director incursiona en la catástrofe y la tragedia, con largas secuencias de este fenómeno, donde tiene un gran plano general cuando aparece esa gran ola, arrasando todo al igual que “Más allá de la vida, 2010” de Clint Eastwood (el tema abordaba otras situaciones); después distintas personas incluyendo los protagonistas, luchando para sobrevivir, apelando al golpe bajo a partir de secuencias terribles (sangre, cadáveres, niños perdidos, cuerpos mutilados, etc.). Considero una idea desacertada nombrar a una compañía de seguros en tal horrorosa situación. Aportan su profesionalismo la fotografía de Oscar Faura (“El Orfanato”, “El cuerpo”) y la música de Fernando Velázquez.
A pesar de todo La primer parte de Lo Imposible nos muestra a los Bennet (padre, madre y sus tres hijos) en pleno idilio vacacional, recién llegados a un exclusivo resort en Tailandia para vísperas de la Navidad. Los clichés de familia turista -políticamente correctos y amables con todos, pero turistas en fin: recluidos en un oasis de lujo aislado de la realidad económica del resto de ese país- se suceden con juegos en la playa, rituales vacuos de fin de año, grabaciones de video caseras (que ni siquiera encajan con el resto del film). De esta forma se presenta al padre preocupado ante un potencial despido (Ewan McGregor), pero que aún así ni da cabida a la posibilidad de la vuelta al trabajo de su mujer recibida de médica pero que nunca ejerció (Naomi Watts) y al hijo mayor preadolescente (Tom Holland) ofuscado con sus dos hermanos menores. Sin embargo, cuando un tsunami impacta en el hotel donde los Bennet están, justamente en la pileta, el muro de agua arrasa con todo, incluyendo la insipidez de la primer parte. La secuencia que se inicia a partir de ese momento debe ser una de las más desesperantes en los últimos años en la pantalla grande, en una reproducción del verdadero tsunami que destrozó la costa de Tailandia el 26 de diciembre de 2004, increíblemente realista y a la vez espectacular, a cargo de Juan Antonio Bayona y su equipo (el mismo con el que realizó su primer largo, el hito del terror español El Orfanato). Es hasta coherente que sea él quien adapte al cine la historia verdadera de los Álvarez-Belón, la familia española cuyo intento por sobrevivir es el centro del film, en el cual hay más gore que en unas cuantas películas del género. El director no da respiro ni a su público ni a sus protagonistas, a los que las olas de espectacularidad macabra arrastran, revuelcan, hunden, mientras se llevan toda su vida por delante: su entorno, sus familias, su comodidad y privilegios. En este sentido, la marea de agua es democratizante (tirana, autoritaria, injusta y sanguinaria, sí, pero democratizante). Muchas de las diferencias socio-económicas desaparecen, así como otras nuevas emergen. Los Bennet y su vínculo con los locales ya no son de cliente-empleado, están al mismo nivel, justamente porque todos estaban al nivel del mar cuando éste engulló a la tierra. Dependen unos de otros para sobrevivir. Por otro lado, padres e hijos deben reestructurar sus relaciones de poder como colaboradores y ésto se ve principalmente entre los personajes de Watts y Holland, quienes deben sobrevivir juntos a la vez separados de McGregor y los dos hijos menores. En ambos escenarios (que muchas veces se muestran en paralelo) quienes más se lastiman y consecuentemente gritan de dolor, se quiebran y lloran ante la desesperación, son los padres. Los hijos, particularmente el mayor, son los que toman decisiones con la cabeza fría y analizan la situación antes de actuar. También son los que cuidan a los adultos, como en las escenas del hospital, donde además Bayona vuelve a un par de tópicos de El Orfanato: la supervivencia de los chicos en las instituciones que supuestamente deben dar contención, una vez que quedan desamparados de sus adultos y a merced de otros (y la institución en sí). Naomi Watts (que pareciera le encanta sufrir en la pantalla) una vez más interpreta a una mujer con un empeño descomunal para su contextura menuda, y le aporta un nivel de visceralidad a tono con las fuerzas aparentemente invencibles presentadas en el film, alejándolo de la sensiblería lisa y llana en la que podrían haber caído. Su relación madre-hijo con el debutante Tom Holland (que sabe transmitir sin caer en manierismos trillados de muchos niños actores) es de lo más interesante del film. Ewan McGregor no se destaca, pero sabe ocupar su lugar en la historia y actuar acorde a ello. Se ha criticado al film y su centro en la historia de una familia de turistas, muy rubios y primermundistas (hasta con posibilidades de comprar una propiedad en Japón, cuando la mayoría de nosotros con suerte podríamos hacernos de un llaverito de Hello Kitty en tierra nipona), cuando quienes aún viven con las mayores consecuencias del tsunami del 2004 son los habitantes, quienes lucran del turismo y, además de perder familiares y apenas haber sobrevivido ellos, se quedaron sin hogar y con sus pueblos arrasados. Desde la vereda contraria, los defensores argumentan que se hace hincapié en la actitud solidaria de la población tailandesa y los trabajadores del hospital, en una reproducción casi verbatim de los argumentos de el buen salvaje de Rousseau (algo así como "los nativos son buenos aunque distintos, y yo soy bueno y justo por señalarlo"). Creo que la decisión de Bayona y su equipo de priorizar la historia de los Álvarez-Balón pasa por la fuerza que vieron en ese relato y -obviamente- su potencial atractivo para un target que se puede sentir identificado con esa situación de desastre inesperado en plenas vacaciones en algún destino exótico, que son muchos de los que tienen el poder adquisitivo para pagar un entrada de cine a precio entero y/o comprar el DVD o Blu-Ray original. Pero tiene una capacidad de interpelación que va más allá de la clase, y que pasa por el instinto de supervivencia, los lazos familiares y los que se forman ante una tragedia compartida. De todos modos, y como para que no nos perdamos en una fantasía de superación de obstáculos, el director nos recuerda que las inequidades estructurales siguen ahí, latentes, cuando hacen alguna que otra aparición bajo la forma de empresas de seguros suizas y aunque jueguen a favor de los protagonistas.
Al servicio del Cine Luego de la muy buena "El Orfanato", regresa a su labor de director, el español Bayona con un intenso melodrama que tiene como eje principal a la devastadora catástrofe del Tsunami acaecida en Diciembre del 2004 en Tailandia. La sinceridad del realizador es marcada: 1-Demuestra que fuera de Hollywood se puede hacer más y mejor grandilocuencia cinematográfica. 2-Que de tener dos actores no conocidos y profesionales de primera como la pareja protagónica, no hubiese llevado gente a las salas del mundo, ya que necesitaba además de brindar ese terrible espectáculo de escenas contundentes a un grupo de actores de nivel. Basada en un caso real -los verdaderos protagonistas fueron españoles-, presenta la historia de la desarticulación de un núcleo familiar a partir de la irrupción del desastre que causara 230 mil muertos en una quincena de países del océano Indico. La mujer lo hará por un lado (una extraordinaria y conmovedora Naomi Watts) y su marido (Ewan McGregor notable) y parte de sus hijos por otro. Por andar estos caminos de intensa búsqueda, la trama da lugar a mostrar algunas puntas que suelen surgir en estos casos límites, tanto a los egoísmos como a la superadora solidaridad. La fotografía y el marco sobresaliente de los paisajes antes y despuès del cataclismo son inolvidables sin dudas, con detalle y precisión efectiva como para conformar un filme que solo se puede disfrutar y dará paso a la emoción genuina en la grandeza de la pantalla de una sala cinematográfica.
El director de El orfanato encuentra en esta historia familiar todos los ingredientes para construir un relato con buenas dosis de suspenso y terror, matizados con el drama familiar sentimental. Si no fuese porque desde los créditos se insiste en que está basado en una historia real, cualquiera que viese este film pensaría que el título es acertado: es imposible que en medio de una catástrofe como el tsunami de 2004 en Tailandia, una familia entera se haya separado y vuelto a encontrar, y vivan para contarlo. Sin embargo, esa es la tarea que se propone relatar Juan Antonio Bayona, y no sin maestría. El director de El orfanato encuentra en esta historia familiar todos los ingredientes para construir un relato con buenas dosis de suspenso y terror, matizados con el drama familiar sentimental. Los efectos especiales, realmente espectaculares, están puestos al servicio de la historia, y no al revés. Este es el gran logro del film: es imposible – valga la redundancia- que no nos identifiquemos con los personajes, que no arruguemos los dedos de los pies frente a las escenas de dolor físico de los personajes, o que no se nos piante un lagrimón frente a las del dolor humano. La película está tan bien construida, que nos olvidamos que estamos en el cine y nos involucramos de lleno en la historia. Esto no es un despliegue de tecnología sólo para mostrar que es posible reconstruir digitalmente un tsunami, sino que son efectos audiovisuales necesarios para contar la historia. Por supuesto que, como en la mayoría de las películas basadas en hechos reales, hay ciertas licencias para lograr esta empatía con el espectador. La familia real era española, mientras que la ficcional es británica. De este modo, todos son rubios de ojos claros, lo cual sabemos que es el modelo de belleza imperante en nuestro mundo occidental actual. Son bellos y buenos a más no poder. Pero estos rasgos un tanto maniqueos pasan a un segundo plano, puesto que durante gran parte del film la protagonista no es Naomi Watts, sino la propia Naturaleza (digitalizada, claro). Desde el inicio, el sonido de un avión puede ser confundido con el de una catástrofe natural, las subjetivas del oleaje mientras los ignorantes humanos veranean en las costas del Océano Indico prenuncian la desgracia. Haciendo uso de los recursos propios del género de terror y suspenso, Bayona genera tensión en el espectador al mostrarnos planos donde la Naturaleza parece acechar al Hombre. Así es como desde lo propiamente cinematográfico emerge la historia de un terror atávico para el hombre, que no tiene que ver con monstruos o fantasmas, sino con la fuerza inconmensurable de la naturaleza. Lo cual resulta igualmente efectivo para la pantalla grande.
La hazaña de una familia en el desastre natural del 2004 en Tailandia es narrada con una estética realista que impregna de dramatismo la pantalla y revive los días del Tsunami. Por Andrea Migliani El español Juan Antonio Bayona cuya presentación oficial fue El orfanato que rompió todos los récords del cine de su país, regresa con este potente film cuyo anclaje está en la narración de los sucesos de diciembre de 2004 que asolaron hasta la destrucción a muchos de los países arrasados por el tsunami. Una familia se dispone a pasar unas bellas vacaciones de Tailandia, se los ve distendidos, realizando las actividades recreativas que cualquier familia feliz, un matrimonio y sus tres niños, llevarían a cabo en un paraíso oceánico. Pero, cierta calma, cierta inquietud de la naturaleza, ciertos planos de un mar que parece de ensueño anuncian la catástrofe que sin apelar más que a una gran factura técnica desatan el terror. La ola gigante los sorprende y separa. Todo lo arrolla la naturaleza descontrolada que se abre paso por las playas, calles y los encuentra en la piscina del hotel. Es muy interesante que Bayona no haga la típica ni recurra a imágenes de archivo mostrando ese muro enorme que fue la ola gigante en Tailandia sino que unos toques de inquietud arrolle a la historia misma cuando el agua arrolla todo. De este modo, la familia no se separará por problemas irreconciliables sino que será separada por una fuerza superior devastadora que los excede. Divididos y aterrorizados lograrán contagiarnos ese terror de estar solo y buscar, de aferrarse a lo que sea para sobrevivir y para que no naufraguen también las posibilidades de la esperanza. Si el terror se concibe como lo monstruoso y desconocido y el escape que hace un sujeto de él, Bayona construye el terror de Lo imposible, con una narración sólida que apela a los travelling out para mostrar como separados están solos aunque la madre, en un gran trabajo de Naomi Watts se queda sola y luego se reúne con su hijo mayor y Ewan Mcgregor con los dos menores. Las imágenes de la desesperación, la soledad y la solidaridad que pueden salir a flote (Watts es médica y puede ayudar cuando se recomponga) comprometen al espectador que no puede no involucrarse en el miedo y también en el dolor. Imposible no pensarse así mismo en semejante infierno en el que todos hablan una lengua distinta, buscando a un ser amado sin comprender aún qué fue lo que todo lo superó. A la excelente actuación de Naomi Watts se suma la de Tom Holland como su hijo mayor, que debe sobreponerse a su propia incipiente adolescencia para sortear el pánico y poder encontrar a su madre. Evitando todos los golpes bajos en los que se podría haber caído teniendo cristalizado el suceso del 2004 en nuestras memorias y con el abundante material audiovisual que existe, Bayona construye su propio tsunami con una cámara que está siempre al servicio de la narración que da a la postre lo que fuimos a buscar: una historia. No se trata de un melodrama, ni de una mera película del cine catástrofe, no, es terror en el más llano sentido de la palabra porque el monstruo aquí primero es la naturaleza y luego la soledad. Buena factura técnica, buena musicalización, excelente edición y montaje hacen de Lo imposible, un film para ver lejos de la costa.
Cine de catástrofe que interesa a su tiempo Lo imposible es el título más acertado que se podría haber encontrado para esta película del mismo director de El Orfanato (2007). Basada en el episodio real vivido por una familia española --los Alvarez Belón-- durante el tsunami que en 2004 azotó a las costas de Tailandia, la película cuenta cómo los cinco protagonistas lograron sobrevivir y reencontrarse, no todos muy sanos, pero al menos a salvo. La manera en que estos sucesos resultaron parecen imposibles luego del cómo se produjeron. No obstante, los sobreimpresos iniciales se encargan de subrayar que así fueron. Por lo tanto --y como titulaba un programa televisivo--: increíble pero real. Coproducción hispano-estadounidense, la cinta cuenta con los protagónicos de la australiana Naomi Watts y el inglés Ewan McGregor como María y Henry, el matrimonio que, residiendo en Japón por razones laborales, deciden pasar la Navidad en un verdadero paraíso terrenal, junto con sus tres hijos. Los días están siendo climáticamente demasiado favorables --según advierte el conserje del hotel--, ideales para la familia, aunque un inconveniente en la organización de las habitaciones hace que los recién llegados no tengan la esperada vista a la playa. Por comodidad, el día siguiente a la Navidad, deciden pasarlo en la pileta, junto con otros veraneantes. Cuando todo apunta a transcurrir en paz, es la naturaleza la que convierte el paraíso en un infierno. En cuestión de segundos, el mar invade kilómetros de playas, palmares y poblados cercanos. La tensión parece ser el metié de este director español, que logra erizar la piel del espectador en la magnífica secuencia de la devastación que produce el maremoto, en el ambiente, pero en especial, en el ser humano. Nuevamente la orfandad, en este caso de quien ve desaparecer bajo el agua a sus seres queridos en pocos segundos; la capacidad del ser humano de reponerse para sobrevivir y salvar a los más débiles, y como aledaña, la solidaridad, son los temas sobre los cuales transcurre este relato que cuenta con excelentes actuaciones, incluso las de los secundarios que pasan unos segundos por pantalla. La del niño Tom Holland como Luca, el mayor de los hijos de la pareja, sobre quien recae gran parte de la acción, resulta de las más destacables. Y esto no es únicamente un atributo del muchachito, sino una virtud de Bayona como director de actores, quien además logra resultados espontáneos y creíbles entre los muchos, restantes, niños del reparto, una tarea nada sencilla. Se le puede criticar cierta tentación a caer en el melodrama cuando de la búsqueda y reencuentro se trata. Pero teniendo en cuenta que se trató de tamañas circunstancias, quién no se sensibilizaría de tal modo. El cine de catástrofe se ha caracterizado por reflejar los temores de la humanidad de su tiempo. Tuvo títulos icónicos en la década del '70, a partir de la duda sobre la seguridad o inseguridad de las mega construcciones -- Infierno en la torre, La aventura del Poseidón o la serie de Aeropuerto, entre otros--. Y aunque desde entonces y en adelante hubo interés por la furia ciertos fenómenos naturales -- Avalancha, Terremoto las más cercanas Volcano, El día después de mañana --, las cintas que se sostienen en hechos, testimoniales o no, que se sostienen en la realidad se agregan a una lista ya abundante para ponerle mayor tensión y sobre la basa de que el cambio climático es una amenaza concreta para los habitantes de este maravilloso planeta. Esta cinta es una muy buena película del género que cuenta con el escalofriante plus de saber que no es ficción y que todo lo imaginable e inimaginable puede sucedernos a cada uno de los pequeños mortales que pisamos el suelo terrícola, por endiosados y omnipotentes que nos atrevamos a sentir.
Vivir para contarlo Siendo Lo Imposible la segunda película del director español Juan Antonio Bayona, es más fácil comprobar en este film la calidad del director para dirigir a los actores y sobre todo los más pequeños, algo que ya se había visto en su primer película, El Orfanato. Bayona decidió centrarse en la relación de padre e hijos antes que en la catástrofe en sí, lo cual es el gran punto a favor que tiene la historia al romper con los clichés del género catástrofe. La relación entre Tom Holland y Naomi Watts es la más lograda y la que sirve como principal hilo conductor de la tragedia, que no busca la lagrima o la impresión fácil. Quizás el momento más fuerte de la película es el que todos conocemos; cuando el agua golpea el paraíso sin previo aviso. Bayona, quien a pesar del bajo presupuesto de la película logra excelentes efectos sin la necesidad de envidiarle a ningún blockbuster, ubica al espectador en el tsunami de tal manera que uno siente que se está ahogando con tan solo escuchar los efectos del agua. “Lo Imposible” hace referencia a que, de no ser que la historia de esta familia sea un hecho verídico, con todos sus encuentros y desencuentros, sería algo difícil de creer, y por esto Bayona es reiterativo en recordar que está todo basado en hechos reales. La historia decae en camino hacia su culminación. La música exagera toda emoción y todo silencio. (Alerta de Spoiler) El final, que ya estaba super explicito gracias al pésimo tráiler de promoción que contaba por demás, empeora cuando la familia “se salva” porque no son pobres y pueden irse del lugar para tener un mejor trato profesional. Hubiese sido mejor que Bayona contara hasta la parte en que la familia se reencuentra y nada más. El resto sobra; pero en definitiva Lo Imposible es una historia que vale la pena mirar.
Imposible es no emocionarte "Lo Imposible" del prominente director español Juan Antonio Bayona, es simplemente un entretenimiento completísimo, de esos que combinan a la perfección los planos, los efectos visuales, la trama, la tensión, el dramatismo y las interpretaciones. El film está basado en los hechos reales que tuvieron lugar en 2004 cuando se produjo un tsunami en el sudeste asiático que le quitó la vida a miles de personas, tantos locales como extranjeros que se encontraban vacacionando. La trama se centra en la terrible odisea que debió vivir la familia española de apellido Belón tras el tsunami, basándose en la historia contada por la propia María Belón (interpretada por Naomi Watts en el film). Una curiosidad es que para esta producción se decidió convertir a la familia en británica y el apellido devino en Bennett, cuestión que responde por supuesto a intereses de taquilla. ¿Por dónde empezar? El comienzo es realmente excelente, proporcionando el tiempo necesario para conectar con los protagonistas y generar una empatía que suscite un interés genuino en lo que está a punto de sucederles. También se produce cierta expectativa hasta el momento de llegada del acontecimiento trágico, una expectativa que finalmente es satisfecha con gran talento. La secuencia del tsunami es muy realista, es tan espectacular y dramática que verdaderamente dan ganas de llorar de desesperación. Varias escenas durante la catástrofe y post tsunami son totalmente desgarradoras, el director no ahorra en horrores y nos muestra que la realidad puede ser mucho más fuerte que la ficción que estamos acostumbrados a ver en un film de terror, pero a la vez combina esta tragedia con momentos que iluminan el corazón y que demuestran la fuerza del espíritu humano si usa para el bien. Logró que me llevara un par de veces las manos a la cabeza, hacia la boca y que riera emocionado, lo que me demostró estar totalmente involucrado con la angustia y la alegría que se estaba viviendo en pantalla. Por eso le doy gracias al señor Bayona y su equipo, también por algunos planos logrados que realmente son estremecedores y mantienen al borde de la butaca. Otro gran acierto para resaltar tiene que ver con las interpretaciones, destacándose las de Naomi Watts, Ewan McGregor y la de Tom Holland poniéndose en el rol de hijo mayor de la pareja. El pibe está increíble, se roba la película y emociona. Eso también es en parte mérito de Bayona, que allá por 2007 supo manejar con mucha pericia a un grupo de niños fantasmas bien terroríficos en la recordada "El Orfanato". No hay golpes bajos pero si muchos sentimientos a flor de piel, es claramente lacrimógena pero sin ánimos de manipular al público. Es simplemente super recomedable.
No sabemos hasta qué punto a la humanidad le gusta recordar aquellos desastres que marcan al mundo en su hora más oscura. Por que han existido toda clase de películas que, con el propósito de engrandecer el espíritu humano, se sirven de las más grandes tragedias para demostrar al mundo que una y otra vez, las personas somos capaces de las mejores (y hasta de las peores) cosas una y otra vez. Y siempre estaremos ante una discusión, sobre si las personas pueden doblarse pero no romperse, y si las situaciones límite muestran lo mejor o lo peor de cada uno de nosotros. Lo imposible, nos muestra (con unos efectos especiales bastante impresionantes), el tsunami que arrasó con la costa asiática de Indonesia en 2004. Dirigida por Juan Antonio Bayona (El Orfanato), y de manufactura española, nos narra la historia de una familia, los padres, Ewan McGregor y Naomi Watts (nominada al oscar como mejor actriz, una sorpresa para muchos), y tres pequeños que, estando de vacaciones en el "exótico continente asiático", se ven envueltos en ésta tragedia, siendo apenas un pequeño fragmento de lo que miles de personas padecieron y sufrieron durante meses incluso. Como ya dijimos, los efectos están muy bien logrados. Es impresionante y sobrecogedor presenciar el momento en el que la ola gigante golpea la costa, los hoteles y comienza a arrastra todo a su paso. Y el maquillaje, que representa muy fielmente todos los golpes, las heridas y demás detalles, que de hecho, habrá que decirlo, juega incluso un mejor papel que la cara de tristeza y desesperación que en todo momento todos los actores debían poner. En detalles técnicos no falla. El problema con Lo Imposible, viene cuando la historia no se sostiene por sí misma. Sólo hay un par de momentos en el que se demuestra la solidaridad humana, un par de momentos en los que se muestra un poco de fortaleza, pero creo yo que el filme queda muy lejos de representar lo que realmente sucedió en una tragedia como esa. Si, es la historia personal de una familia que afortunadamente sobrevivió y se reencontró en medio del caos, pero es tan personal, que realmente más que parecer filme, parece la historia personal que un abuelo contaría a sus nietos de "cómo sobreviví en Indonesia". Hay escenas y situaciones que se sienten totalmente forzadas y muchas otras que son contadas de una forma tan inverosímil, que por momentos nos sentimos intrusos en una historia demasiado personal en donde se ahorran detalles y sólo muestran el lado "bonito" de la situación. Es complicado de explicar, pero es como un sentimiento de "es mi historia, y te cuento lo que yo quiera", y no aprovechan el fondo de la situación para contar algo que explore los límites de la naturaleza humana, como otras películas del mismo tema. Lo imposible es, básicamente, un filme para aquellos que gustan de llorar con cualquier situación triste, porque realmente, no llega tanto al corazón o al alma, ni mueve sentimientos a un nivel tan profundo como pudieron haberlo hecho de haber ido más allá. Ah, y Naomi Watts ni siquiera merecía la nominación al oscar. Un par de gritos y poner cara de tristeza cualquiera lo puede hacer.
Fragmentos de una historia real Aunque el cine esté hecho de imágenes y sonidos, unas pocas palabras escritas sobre un fondo negro pueden hacer que la experiencia de ver una película sea completamente distinta. Eso es lo que ocurre, en general, con las placas que aclaran (ya sea al principio o al final) que lo que cuentan está basado en hechos reales. Y también es lo que puede verse en Lo imposible, un film para el que esas palabras funcionan no sólo como complemento de un efecto emocional buscado sino también como una declaración general acerca de sus objetivos y su búsqueda estética. Al volver a insistirnos en esa placa inicial acerca la veracidad de los acontecimientos, Bayona nos señala aquel aspecto al que dirige sus mayores esfuerzos; una forma de garantizar aquello con lo que sí podrá cumplir: emoción y realismo. En cierto modo, podría decirse que la naturaleza de lo que va a contarse —la historia de una familia víctima del tsunami que sacudió a Japón en 2004— pide ese tratamiento. Los primeros planos nos muestran a María (Naomi Watts), Henry (Ewan McGregor) y sus tres hijos mientras disfrutan de sus vacaciones. En esos minutos iniciales y aparentemente intrascendentes están diseñados para generar suspenso y contraste con lo que viene: las imágenes son cálidas, con sonrisas amplias, paisajes bellísimos y silencios profundos. Luego llegan las olas, el caos y, con ellos, la efectividad de Lo imposible, que logra la fluidez y emoción necesarias a partir de las interpretaciones de sus actores, buenos efectos especiales y un registro sumamente realista (por momentos hasta televisivo). Hasta acá, al menos, la película no se traiciona: consigue a la vez conmover y respetar el azar de las catástrofes y su acción sobre los personajes. Sin embargo, hay algo de Lo imposible que de a poco va destiñéndose, como si el alejamiento de las grandes cantidades de agua dejara cada vez más a la luz el artificio. Esto es lo que se puede ver en la evolución de algunos personajes como el de Lucas (Tom Holland), el más grande de los hermanos a quien el film trata de volver más adulto que sus propios padres, o en la irrupción mágica y desarticulada de otros como el que interpreta Geraldine Chaplin. Pero donde la búsqueda de realismo del film se vuelve realmente contradictora es en los múltiples momentos en los que se fuerzan las piezas para hacerlas encajar perfectamente. Así ocurre con el comienzo y el final (ambos en el avión), las casuales apariciones de la pelota roja o los encuentros entre los mismos personajes (incluso aunque los lugares estén repletos de gente). Es como si, de algún modo, el film de Bayona quisiese mostrarnos la crudeza de una tragedia pero sólo tuviese imágenes sueltas y objetivas de lo ocurrido, como flashes traumáticos que sólo consiguen unirse en mundo ya armado. En suma, Lo imposible consigue su objetivo de hacernos creer sus escenarios, maquillajes y efectos, pero se pierde de dar vida propia a aquello que de entrada tenía a su disposición: una historia original y única.
Publicada en la edición digital #247 de la revista.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Cuando en el 2007 Juan Antonio Bayona arremetió con su opera prima “El Orfanato” uno ya podía anticiparse al hecho de que este joven realizador español movería los cimientos de la industria del cine hispanohablante con su futuros trabajos. Ganador del premio Goya por aquella producción, a Bayona le llovieron propuestas de la meca del cine para que se sentara en la silla de algunos importantes proyectos (sobre todo en términos económicos, como ser el caso de un capítulo de la saga “Crepúsculo”) y sin embargo tuvo la cintura suficiente como para sortear esa etapa de su carrera y esperar la llegada del momento justo para desarrollar su próxima película. Basada en la impactante historia de los cinco integrantes de la familia Belón que fueron víctimas del tsunami que azotó Tailandia y gran parte del sudeste asiático en 2004, “Lo Imposible” es una producción de proporciones técnicas inmensas (inimaginables e incomparables con cualquier otra que provenga del viejo continente) al servicio de un relato que presenta una cruda visión de la realidad que estremece hasta los huesos. Realmente “Lo imposible” ofrece una recreación impresionante e impactante de la durísima, triste y desoladora situación que vivieron todas las víctimas de este desastre natural, convirtiéndose en una de las películas más importantes dentro de la historia de este sub-genero, como así también en el único y definitivo relato sobre lo acontecido en el 2004. La escena en el que el tsunami arremete contra las costas tailandesas es uno de los espectáculos más imponentes que brindó el año en materia de realización cinematográfica, pese a que la crudeza de lo que se cuenta no lo haga para nada disfrutable. Ni siquiera el logradísimo trabajo de Clint Eastwood que retrata la misma situación en “Más allá de la vida” (nominada un Óscar por mejor efectos especiales) es comparable con el apartado técnico de la producción de Bayona que simplemente podría definirse como escalofriantemente perfecto. El único problema que le encuentro a “Lo Imposible” es que todo ese despliegue visual y sonoro (la edición de sonido y la impecable banda sonora de Fernando Velázquez incluidos) está al servicio de una historia atravesada por el drama en todas sus formas. Es decir, de aquel drama que se vuelve atrapante para el espectador y del otro que le pega constantemente donde más duele. No sería justo decir que lo hace de forma innecesaria, porque es imposible contar esta trágica historia de otra manera. Sin embargo, el hecho de reflejar un suceso tan conmovedor que habla de la fuerza del amor y la familia dentro de un contexto real y doloroso que, de forma completamente injusta y arbitraria, dejó a miles de personas y familias destruidas no deja de ser chocante. Por eso creo que cuando termines de ver “Lo Imposible” no vas a saber realmente si son los pasajes tristes u los alegres del film los que más te movilizaron y emocionaron, ya que tanto el guión de Sergio Sánchez como la dirección de Bayona no inclinan la balanza y ofrecen en definitiva un producto humanamente alentador dentro de un envase muy trágico y desolador. Las correctísimas actuaciones de Naomi Watts y Ewan McGregor son importantes para sostener las casi dos horas de duración de la película, pero la esencia, sin dudas, está concentrada en el trabajo de los jóvenes actores Tom Holland, Samuel Joslin y Oaklee Pendergast quienes toman la responsabilidad de emocionar al espectador a medida que avanza el relato. En definitiva, “Lo imposible” es una película que vale la pena recomendar, no solo para ser testigo de un drama histórico reflejado de forma perfecta en el séptimo arte, sino también para encontrarse uno mismo parado frente a un aluvión de emociones que invitan a la reflexión y el procesamiento interno de las mismas. Además es la clara muestra de que Bayona, cuando se lo proponga, pueda reclamar con total autoridad su lugar dentro de los grandes artistas que triunfaron en la meca del cine.