Rogue One, la primera película del universo Star Wars que no forma parte de los episodios cumple. Y cumple con creces. A priori el peso que había sobre esta película era enorme. Si bien es la segunda cinta que no ha estado bajo la supervisión de George Lucas (con todo lo que eso conlleva), en lo personal, creo que tenia la vara mas alta porque no contaba con ninguno de los personajes que todos conocemos y amamos. Ya en otras precuelas y secuelas se han presentado personajes nuevos que nos han cautivado (Lando Calrissian, Boba Fett, Rey) y que nos han causado rechazo (Jar Jar Binks, Jar Jar Binks, Jar Jar Binks), pero todas las historias estaban ancladas en la familia Skywalker, ya sea Anakin, Luke, Leia o Rey (si las teorías son ciertas) y los personajes que los rodean. Esta nueva entrega no tiene ninguno de esos personajes en los papeles principales, y de ahí la dificultad de la tarea. Dicho todo esto, citando a Darth Vader, “The Force is Strong with this one” (La Fuerza es intensa en esta). Si, la traducción no es exacta pero no quería repetir fuerza y fuerte, así que me tome una licencia literaria. Perdón. Sin entrar en muchos detalles, para evitar spoilers, la película es redonda. El elenco es excelente. Girando en torno al personaje de Jyn Erso (Felicity Jones) la película funciona como si no tuviera un protagonista principal, y fuera más una historia coral. Acompañada por Diego Luna, Forrest Whitaker, Donnie Yen, Riz Ahmed, Mads Mikkelsen, Jimmy Smits, Genevieve O’Reilly y la voz de Alan Tudyk nos comprometemos con la historia de cada uno de ellos. Gareth Edwards (Godzilla 2014, Monsters) ha logrado que empaticemos con cada uno de los personajes, por más que muchas veces toman decisiones contradictorias, los entendemos a todos, y de alguna manera, nos ponemos en el lugar de cada uno de ellos en algún momento. A este logro en la dirección, se suma el estilo visual del realizador. Si bien Godzilla no fue una gran película, en ella se solidifico su sello. El manejo combinado de cámara en mano, frenética, desprolija y aparentemente torpe, con los efectos digitales en segundo plano, nos da la sensación de estar viendo una cinta recuperada de alguien que pasaba por ahí y filmo todo para que lo disfrutáramos en un cine. Las batallas, sobre todo la final, están al nivel de las películas bélicas de los últimos años, sin dejar de ser una parte familiar de la saga intergaláctica que conocemos. La historia que construyeron Gary Whitta y John Knoll (este ultimo trabajo en episodio IV en el departamento de efectos visuales y estuvo involucrado en 5 de las 6 primeras películas de la saga) para luego ser guionada por Tony Gilroy (Saga Bourne) y Chris Weitz demuestra un cariño y respeto para con el material original, que solo la combinación de fanáticos reales y profesionales experimentados puede lograr, dando como resultado un coktail casi perfecto. Si tengo que criticar algo, hubo dos cosas que me hicieron ruido. Menores como son, debo decir que los personajes digitalizados ya sea para rejuvenecer o directamente por haber muerto, no logran convencer. Tal vez sea el conocimiento propio que la persona en pantalla ha muerto, pero parecen lo que son. Animaciones digitales. El otro pequeño desacierto es la banda sonora. Claramente la falta de John Williams, reemplazado por Michael Giacchino, daña la música que a esta altura es un personaje más, que nos acompaña desde la primera vez que se escucho en 1977. Con todo esto dicho, creo que la película va a gustar mucho a los fanáticos (hay que verla mas o menos 10 veces para ver todos los easter eggs que tiene) y a los que no saben nada ni han visto las otras (algunos quedan increíblemente). Si este es el nivel de películas que vienen, bienvenidas todas. Una por año, o una por mes.
Que la fuerza los acompañe En un tiempo de conflicto, luego de la caída de la Tercera República, el Imperio Galáctico Mandaloriano termina de construir el arma más poderosa de la galaxia: La Estrella de la Muerte capaz de destruir planetas enteros. Un grupo de rebeldes e improbables héroes debe llevar adelante la misión de robar los planos de la estación militar y entregarlos a los líderes de la Alianza Rebelde, mientras se enfrentan también al poderoso Lord Sith Darth Vader, discípulo del despiadado Darth Sidious. El reto era gigante: hacer una buena película, que se sienta como Star Wars, pero sin caer en la misma historia. Y el resultado de Rogue One: Una historia de Star Wars, es una película con escenas llevaderas y otras con falta de emoción, donde mucho de lo que sucede parece estar en piloto automático. La mayor parte de la acción por momentos llega a verse forzada, poniendo sobre todo la narración en manos de la casualidad y haciendo que los personajes aparezcan en el momento propicio. Incluso algunas decisiones de guion, como la autoaceptación de Jyn de ser una guerrera, sucede demasiado rápido. El disfrute de conocer nuevos personajes, de saber cómo unirían esta historia con el Episodio IV, los buenos efectos visuales, por momentos quedaban detrás del hecho de ya saber qué sucedería en cada momento. Pero puede resultar injusto “matar” a la película por tratarse de predecible y no asumir suficientes riesgos. Con guion de Chris Weitz, Tony Gilroy, John Knoll y Gary Whitta, su director Gareth Edwards sabe aprovecharse de las herramientas que tiene a mano y jugar con planos que nos dejan por demás animados. La presentación del personaje de Jyn Erso (una extraordinaria Felicity Jones, a quien las escenas de acción le quedan muy bien y puede hacer lo que quiera y se lo creemos) es de lo mejor del film. Y luego tenemos a Ben Mendelsohn, como el Director Imperial Orson Krennic, y a Mads Mikkelsen, como Galen Erso, el padre de Jyn e ingeniero militar del Imperio. Ambos se debaten a un duelo actoral, que damos gracias poder ver en pantalla grande. El resto de los actores, como Diego Luna y Forest Whitaker, no despiertan mayor interés; es Donnie Yen, de los secundarios, con quien seguramente todos simpaticemos más. Y la música de Alexandre Desplat acompaña como siempre en casa escena. Y es innegable que se sumerge con facilidad en cada proyecto que encara. Es evidente que el peso de la saga y toda la mitología que gira alrededor de Star Wars resultó una demasiada carga como para moldear una obra más cercana a la reinvención en su narrativa. La historia creada por George Lucas continúa, y parece imparable, pero al menos en esta oportunidad, no fuimos testigos de que los eventos circulen por lugares donde no se sienta el espacio firme y seguro. Rogue One se encargó más de complacer que de sorprender.
Acción y aventura de la vieja escuela. El de Rogue One: Una Historia de Star Wars era un desafío difícil y plagado de prejuicios. ¿Cómo podría funcionar una película de Star Wars sin Jedis ni Siths en los protagónicos? ¿Cómo puede funcionar el guión siendo un teléfono descompuesto entre dos flacos escribiendo el argumento y otros dos el libreto? ¿Cómo pretenden que creamos que esta película promete si tuvo que tener retomas? Al final del día, todos y cada uno de esos prejuicios fueron derribados. Rogue One es una narración sólida, con acción y emoción, y a continuación les detallo el porqué. Mucho más que una precuela: Jyn Erso, una joven criminal, es capturada por la Alianza Rebelde y le prometen dejarla en libertad si forma parte de un grupo especial que tiene como misión conseguir los planos de la Estrella de la Muerte, la más poderosa arma creada por el Imperio Galáctico. Esto posee motivos ulteriores, ya que el arquitecto de dicha estación de batalla resulta ser el padre de Jyn. La misión estará plagada de obstáculos, la mayoría de ellos en la forma de Orson Krennic, el oficial militar que supervisa la construcción de la Estrella, y que no permitirá que un puñado de rebeldes se interpongan entre él y su ascenso en los rangos del Imperio. Rogue One tiene un guion más que sólido; es más, les diría que es uno perfecto. Es uno donde los personajes se viven encontrando con obstáculos en forma de escenas de acción que no dan tregua al espectador. Los temas que trata la película, en particular la confianza y el sacrificio, están presentes en cada escena del film. Como si esto fuera poco, hay espacio para la comedia; casi siempre de parte de un androide imperial reprogramado por los rebeldes. El desarrollo de personajes es muy afilado, multidimensional incluso, que profundiza en las emociones de cada uno de los integrantes de esta rebelión. Ninguno está descuidado, ni siquiera el villano, que ante nuestros héroes proyecta una imagen de estratega imparable, sólo para que ante sus superiores del Imperio sea humillado y menospreciado como un mero lacayo. Otra cosa que hay para destacar del guión de Rogue One es que, a diferencia del resto de la saga, ninguno de los personajes es un predestinado a la grandeza; es gente común que debe hacer frente a un problema extraordinario por un ideal más grande que ellos mismos. En esta película podemos ver a “La Fuerza” como nos la describió por primera vez Obi Wan Kenobi; no como una magia que te hace abrir puertas o ahorcar a alguien sin ponerle una mano encima, sino como una guía, una motivación, una religión si se quiere. Entre todo esto, la trama se anima incluso a quitarle romanticismo a la imagen que se suele tener de la rebeldía; enfatizando que las acciones extremistas, aunque justificadas, pueden convertirnos en aquello a lo que combatimos. Sin profundizar demasiado para evitar entrar en el terreno de los spoilers, hay que señalar que los cameos de personajes que aparecieron con anterioridad en la saga no son para nada forzados y son incluso hasta orgánicos a la trama. Técnicamente no hay nada que criticar: fotografía, diseño de producción y montaje sin fisuras. La partitura de Michael Giacchino lo solidifica como un digno sucesor de John Williams, pero sin sacrificar su propia impronta. No obstante, lo que me veo obligado a destacar es la labor de efectos visuales que tiene la película, que los va a dejar con la boca abierta, y no sólo por las escenas de acción. No puedo especificar; es algo que van a saber cuándo lo vean. Por el costado actoral tenemos labores equilibradas de todo el reparto. No hay lo que se dice una labor destacada, de esas que se roban la película, porque salta a la vista que se trata más de un trabajo de equipo que de otra cosa. Conclusión: Basada en un sólido guión, una ejecución con gracia en los apartados visuales y la prolijidad a nivel interpretativo, Rogue One cumple con las expectativas y en no pocas ocasiones las supera. Una narración entretenida al igual que emotiva, como debe ser toda aventura de Star Wars. A riesgo de valerme de una frase hecha, tengo que decir que La Fuerza es fuerte con esta película.
MAKE STAR WARS GREAT AGAIN Guerra en las galaxias, de verdad. Rogue One: Una historia de Star Wars cuenta lo sucedido entre los episodios III y IV de la saga y tiene la estética y pulso de una película bélica “como las de antes”. La ópera espacial de George Lucas, es un mundo inagotable y Rogue One toma el concepto de clásicos como “The Dirty Dozen” (1967) y lo lleva a una historia emotiva y excitante sobre un grupo de hombres y mujeres que asumen el máximo sacrificio en pos de un ideal. Tal vez sea el episodio de Star Wars más oscuro y más lleno de acción, también el de las batallas más impactantes y mejor filmadas. En principio el film dirigido por Gareth Edwards (Godzilla, 2014) tarda en establecer su propio ritmo, equilibrando el fan service con lo que pide la narración, pero al llegar el tercer acto se vuelve imparable. El guión de Chris Weitz (Cinderella, 2015) y Tony Gilroy (de la serie de películas Bourne) tiene una dosis saludable de humor, pero Rogue One nunca deja de ser una película de guerra con el foco puesto en todos los horrores que crea. La trama se desarrolla como una serie de estrategias bien calculadas y por suerte, no se detiene en el matiz político, como las precuelas de Lucas. Se apega a la sencilla historia de un equipo de buenos chicos enfrentándose a una federación de señores malos y aguantando los trapos de la resistencia. “Las rebeliones se basan en la esperanza”, dice Jyn. Y punto. La rebelión libera a Jyn Erso (Felicity Jones) con la esperanza de encontrar a su padre (un Mads Mikkelsen deslucido) que es un conocido colaborador del Imperio en la creación de la infame “Estrella de la muerte”. El equipo que se va formando a medida que encaran hacia el territorio enemigo incluye a Diego Luna como el combatiente de resistencia Cassian (del cual desconocemos su historia) y Alan Tudyk como la voz del droid K2SO, que se roba cada escena en la que participa. Todo lo que sucede después es predecible si se vió Episodio IV. Sí, Rogue One actúa como un puente entre los acontecimientos de los precuelas y los de la trilogía original, pero también demuestra que no hay ninguna parte en el universo de Star Wars demasiado pequeña para justificar su propia historia. Así de cautivante es el mundo que Lucas creó. En este caso, un agujero en la trama de la primera entrega (A New Hope, 1977) se convierte en una de las películas más sólidas de la saga. Tampoco se puede dejar de remarcar lo obvio: este es un film de Hollywood, con destino global que tiene como protagonistas a una mujer, un mexicano, un musulmán y un asiático, rebelándose contra un gobierno totalitario. La historia perfecta para darle la bienvenida a la era Trump.
Rebelde en su contenido Tras la confirmación de la de la existencia de la Estrella de La Muerte, un arma de destrucción masiva, un grupo de rebeldes decide adentrarse en las entrañas del imperio galáctico para robar los planos de dicha estación espacial. Encabezados por Jyn Erso (Felicity Jones ) y el capitán Cassian Andor (Diego Luna ) , enfrentarán una misión que cambiará el futuro de toda la galaxia. Rogue One: una historia de Star Wars (2016), dirigida por Gareth Edwards (Godzilla), narra los sucesos previos a Star Wars: Episode IV – The new hope (1977). Rogue One mantiene la esencia clásica de Star Wars pero con un estilo diferente. En un contexto sin jedis ni esperanza, el imperio ejerce un total dominio de toda la galaxia. No es una historia entre la dualidad de los sith y jedis, del lado oscuro y la fuerza, Rogue One es la expansión de un universo centrado en la problemática política, social y militar, donde se deja entrever el papel dictatorial del imperio como nunca antes se había visto en los demás films. Con un tono más adulto, dramático y contundente, Rogue One es una película con gran carga emotiva, sentimental y fuera del eje tradicional, con breves momentos de humor -como es común en la saga- producido por los droides. Además, se buscó atravesar parte de la filosofía y mitología que rodea tanto a la fuerza como al universo de Star Wars en sí. En la visita a diversos planetas, esta nueva producción sirve como nexo directo para unir a las dos trilogías y explicar el contexto y pensamiento popular de las consecuencias de Star Wars: Episode III – Revenge of the Sith (2005). El director Gareth Edwards mantiene al hilo al espectador con un pulso dramático que funciona como un reloj, compenetrando poco a poco al espectador con los personajes, sus historias y motivaciones. Las escenas de acción y combate recrean el padecimiento de las víctimas y repercusiones en un terreno de este tipo, sumado a un CGI de impecable producción. Ningún personaje es extraordinario ni posee mayores habilidades que otro: todos son vulnerables, prescindibles. Rogue One es una historia de guerra y sacrificios con el marco característico de Star Wars. Por su tono adulto, serio y sin limitaciones rompe la hegemonía predominante de la saga; no hay aprendices, ingenuidad ni un camino del héroe para transitar. En Rogue One es todo o nada. El punto fuerte aparece al visualizar a la película por su historia y narración y no por sus personajes. Allí, Chris Weitz dio en el blanco con un guión que aporta una historia visceral y diferente a lo que se venía viendo. Rogue One es la historia de héroes anónimos, de los olvidados, de sacrificios para llegar a un bien mejor pero que no siempre son tomados en cuenta en el final de la historia. Con personajes más terrenales, comunes y corrientes pero con una gran interpretación: tanto Felicity Jones, Diego Luna, Mads Mikkelsen como Donnie Yen y Riz Ahmed aportan su carisma y personalidad para generar empatía con el espectador, al explotar su roles. Otro punto no menos importante fue la participación justa y secundaria de grandes figuras de la saga. Sin embargo, quedó en claro que esto no debía ser más que una caricia a los fans, ya que su intervención resultaba prescindible en relación a los planteos del argumento. En cuanto al sonido, no contar con John Williams, autor característico de la saga, no fue una buena decisión. La música, algo tan rutilante, característico y especial para Star Wars, resultó el punto más flojo: anticlimática, para nada emotiva y fuera contexto. Rogue One es, como dice su título una historia de Star Wars, con tintes clásicos pero que brilla dentro de su contexto trágico y sufrido. Desde la primera escena, tan característica como especial, nos da el pie a que estamos ante otro tipo de historias. Un relato que juega bajo sus propias reglas y rompe los esquemas acostumbrados al universo creado por George Lucas, en una apuesta rebelde y arriesgada, sí, pero gratificante en cuanto a su resultado final.
Un digno spinoff de una de las sagas más populares del cine contemporáneo. Pasaron casi cuatro décadas desde el lanzamiento de la por entonces aquí llamada La guerra de las galaxias, y el carretel del universo creado por George Lucas sigue entregando tela para cortar. Ya sin él como responsable artístico, la saga espacial, de la que Disney se hizo cargo hace unos años, inició con El despertar de la fuerza una tercera etapa que tendrá cinco películas, continuará en diciembre de 2017 con el Episodio VIII y culminará en mayo de 2019 con el estreno del Episodio IX. El segundo eslabón de la cadena de este periodo es Rogue One: Una historia de Star Wars. Se trata de un spinoff -el segundo vendrá en 2018, entre los Episodios VIII y IX- que se presenta como un exponente relativamente autónomo del núcleo espinal del relato. La acción se inicia con el encarcelamiento de un funcionario del Imperio acusado de traición (Mads Mikkelsen) y el asesinato de su mujer. La hija de ambos, Jyn (Felicity Jones), es salvada por un rebelde (Forest Whitaker), con quien años después encabezará un intento por recortar parte del poder de las fuerzas del Imperio robando los planos de un arma letal. No hay demasiadas diferencias entre Rogue One y cualquier tanque promedio de Hollywood. Igual que casi todos ellos, el film avanza con una velocidad que, por momentos, hace que el relato trastabille: hay saltos geográficos cada un par de minutos, varios personajes apenas delineados, escenas cortas, parlamentos cargados de información y un buen número de planos generales compuestos enteramente de elementos digitales. Sin embargo, sobre la última hora, el realizador Gareth Edwards (Godzilla) reduce el ritmo frenético y concede a sus personajes –un grupo de rebeldes descastados- un objetivo claro y concreto que clarifica el relato. Recién entonces Rouge One se convierte en un relato de aventuras clásico, en línea con el espíritu que sobrevoló gran parte de El despertar de la fuerza. Así, y aún con sus falencias, el film muestra que los hechos sucedidos “hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana...” todavía tienen emociones para entregar.
¿Por qué era necesario contar esta misión llamada Rogue One? En primera instancia porque ya se conoce el potencial que tiene una historia proveniente de este universo. Toda una mitología, una galaxia para explorar llena de historias. Algunas más importantes, otras menos. Pero el robo de los planos de la Estrella de la Muerte fue el puntapié inicial de la saga. ¿Quiénes estuvieron detrás de esta hazaña? Eso es lo que cuenta Rogue One. Por otro lado, esto le permite a Lucasfilm realizar películas que no tengan la misma premisa ni el mismo tono, pero que conserve el espíritu de la saga iniciada en los 70. Es válido afirmar que Rogue One tiene muchas escenas de acción, como de costumbre, pero también algo del cine de espionaje y bélico. En el marco de una Ópera Espacial, resulta una inmejorable oferta. Rogue One: Una historia de Star Wars (Rogue One: A Story of Star Wars) se trata de la precuela del primer episodio estrenado en 1977, o sea, ya se sabe a dónde apunta la historia y el resultado de la misma. La novedad es que sigue a quiénes estuvieron detrás de la hazaña de conseguir los planos de la estrella de la Muerte y cómo lo lograron. Enmarcada dentro del universo creado por George Lucas, Rogue One posee una identidad propia, que es lo que se le pedía a sus creadores y que Gareth Edwards (Monsters, Godzilla) tuvo que ejecutar. Y lo logra con creces. Edwards consigue impregnarle un espíritu propio a la película, pero a la vez conserva la llama “Star Wars” desde su estética, las referencias constantes a la historia ya conocida, personajes clásicos de la primera trilogía (grandes sorpresas) y nuevos, provenientes del universo expandido y de las series animadas. Por otro lado, Rogue One puede disfrutarse de forma independiente a las siete películas de la saga. Si usted, espectador, no vio nada de La guerra de las Galaxias, no se haga problema porque va a disfrutar 100% la película. Es más, cualquier espectador que disfrute del cine bélico o de espionaje, también quedará satisfecho con un buen número de escenas y un cierre de antología. Ojo, no se olvide que también hay naves, rayos lasers, androides, etc. La película no sólo se puede ver de manera independiente al resto, sino también encaja a la perfección en la línea de sucesos ya conocidos. La inclusión de viejos personajes como Darth Vader, la elección del vestuario, la construcción de escenarios, y el debut de K-2SO –de lo mejor de la película- como un androide del imperio que fue reprogramado, son herramientas que le permiten a la película brillar como un nuevo y digno capítulo de Star Wars, pero a su vez, convertirla en un episodio distinto, fresco y nuevo desde muchos sentidos. Por el lado del elenco, Felicity Jones se luce. Ella continúa con su buena racha, ya que en los últimos años participó de grandes producciones (La teoría del todo, Inferno, Un monstruo viene a verme) y en Rogue One construye un personaje al que no le pesa el protagónico. Su actuación no es descomunal, pero le da vida a una Jyn Erso que está a la altura de encabezar “una de Star Wars”. La acompaña Diego Luna como el capitán Cassian Andor, y pese a que por momentos no se puede despegar al personaje del actor, cumple su función. Y, como bien se mencionó antes, el androide K-2SO al que Alan Tudyk le pone la voz, es el mejor ingreso a la franquicia por lejos. No, no esperen un personaje al estilo C-3PO, R2-D2 o BB-8, ya que el androide negro mate de casi dos metros tiene un carácter bastante especial y un humor muy ácido. A diferencia de los otros títulos de la franquicia, aquí Lucasfilm invierte un dinero importante en contratar a figuras ya consagradas de Hollywood e incluye en el reparto a actores como Ben Mendelsohn (Mississippi Grind), Mads Mikkelsen (Doctor Strange) y Forest Whitaker (The Last King of Scotland). El primero interpreta al villano Orson Krennic, miembro del Imperio encargado de darle forma al proyecto de la Estrella de la Muerte, el segundo a Galen Erso, padre de Jyn, científico diseñador de la Estrella de Muerte y especialista en los cristales Kyber, los cuales le dan el poder a los sables laser. Por último, Whitaker le da vida a Saw Gerrera, una especie de mentor o padre adoptivo de la joven Jyn. ¿Por qué la necesidad de contratar actores ya reconocidos y destacados por su nivel actoral? No porque Star Wars necesite de esos nombres para funcionar en las salas, sino porque es una sola película, una única aparición y quizá prefirieron apostar a estos actores para asegurarse que permanezcan en la memoria de todos por sus notables interpretaciones. Cabe destacar que está confirmada la no continuidad de este título. Imposible olvidarse de las actuaciones Donnie Yen (uno de los actores y coreógrafos del cine de artes marciales más populares de los últimos años), Riz Ahmed, que viene de brillar en la miniserie The Night Of y Jiang Wen quienes interpretan a la otra parte del grupo que acompaña a Jyn Erson en su importante misión. Mención aparte para el regreso de James Earl Jones como la voz del mismísimo Darth Vader. Impecable en su trabajo. La magia sigue intacta. Por el lado del relato, se nota el trabajo extremadamente detallista de sus guionistas. Chris Weitz, Tony Gilroy, John Knoll y Gary Whitta fueron los encargados de darle forma a esta obra desde el guion, y vaya que lo consiguieron. Quizá, la parte más débil de la película esté en la manera que distribuyen las historias de los nuevos personajes. No la extensión que se le da a cada uno, sino la forma en la cual están ubicadas estas subtramas. Nada para preocuparse, pero hay un notorio bajón promediando el film. En la previa, mucho se habló de los problemas que ha tenido Rogue One: Una historia de Star Wars durante su rodaje. Se dio a entender, más de una vez, que la participación de Tony Gilroy llegó a tal punto que volvió a escribir y dirigir escenas ya filmadas por Gareth Edwards. También se rumoreaba que el guion pasó por muchas etapas hasta que se consiguió la versión que deseaba Disney. Versiones que quedarán enterradas u ocultas bajo siete llaves. Lo cierto es que Rogue One, pese al proceso de desarrollo y realización, está muy bien y no es comparable con las otras entregas de la saga, sino que es funcional a ellas. Hay un espíritu Star Wars (episodio IV, V y VI). Hay personajes dignos de pertenecer a este universo. Hay revelaciones y momentos para la emoción. Hay más información acerca de los conflictos internos tanto en el Imperio como en los Rebeldes. Hay nostalgia. Hay personajes nuevos y viejos. Hay guerra. Hay batallas. Hay un nuevo conflicto entre padres e hijos. Hay amistad. Hay un robot que se compra al espectador. Hay épica. Hay una promesa implícita en respetar lo que se realizó en la primera trilogía. Pero por sobre todo, y lo más importante, hay una nueva historia de aquella Galaxia muy muy lejana lista para estrenarse. ¿A quién le importa el proceso que debió pasar la película para llegar a la última versión? A muchos, pero a la mayoría, seguro que no.
Podríamos haber vivido felices y contentos sólo con la trilogía original pergeñada por George Lucas. Esa travesía del héroe que tiene a Luke Skywalker como protagonista, siendo ¿la última? esperanza de la Alianza Rebelde para derrocar al Imperio y liberar a toda la galaxia. No contento con tres entregas exitosas, Jorgito quiso cerrar el “círculo de la vida” contándonos como el joven Anakin (A.K.A Darth Vader) terminó embarrado en el Lado Oscuro de la Fuerza. Al hacer esto salpicó la franquicia con unas cuantas inconsistencias y personajes insoportables que no vienen al caso en este momento. Aparentemente, todavía quedaba mucho para contar sobre el legado del último Jedi y J.J. Abrams nos inundó de nostalgia (y fanservice) con una historia conocida que, a su vez, amplia el universo intergaláctico con una nueva camada de queribles protagonistas. Mientras esperamos por un nuevo episodio de la saga, llega “Rogue One: Una Historia de Star Wars” (Rogue One: A Star Wars Story, 2016), la primera película (spin-off, si se quiere) que se desliga de la historia familiar de los Skywalker para contar una aventura diferente, aunque englobada dentro del canon de la franquicia. Los sucesos se ambientan justo antes de “La Guerra de las Galaxias” (Star Wars, 1977). Todo bien con Luke, Han y Obi-Wan pero, ¿de dónde sacaron los planos para ponerle fin a la Estrella de la Muerte y dar el primer paso hacia la destrucción del Imperio? De eso, básicamente, se trata esta historia, una odisea mucho más descarnada y menos aventurera que las anteriores, más cercana al género bélico que a la fantasía a la que ya estamos tan acostumbrados. Después de las presentaciones de rigor, “Rogue One” se encamina derechito hacia un “Día D” intergaláctico, el principio del fin de este conflicto armado que comenzó con el derrocamiento de la República. Gareth Edwards, director de “Godzilla” (2014), no se detiene en imágenes y escenarios glamorosos como sí ocurre con las precuelas. Acá, todo es sucio y desprolijo, la galaxia sufre bajo las garras del Imperio y la persecución hacia los disidentes se nota en los rincones más alejados. Todo comienza con Galen Erso (Mads Mikkelsen), uno de los responsables de construir el arma más poderosa con la que cuentan los malos. El científico logró huir del Imperio, pero no pasa mucho tiempo hasta que Orson Krennic (Ben Mendelsohn) vuelve a encontrarlo. Galen decide colaborar para salvar a su familia, pero las cosas no salen del todo bien y la pequeña Jyn debe darse a la fuga. Jyn Erso (Felicity Jones) creció si saber el destino que sufrió su padre, al cuidado de Saw Gerrera (Forest Whitaker), un rebelde demasiado extremista, incluso para la Alianza. Desde su adolescencia la chica siguió por su cuenta, llevando una vida delictiva, alejada tanto de los malos como de los buenos. Un piloto imperial disidente, un mensaje del mismísimo Galen y el descubrimiento de la existencia de la Estrella de la Muerte, ponen en alerta a la Alianza Rebelde que intentará utilizar a Jyn para llegar hasta su padre. “Rogue One” no se detiene a contarnos infinidad de detalles sobre el pasado de sus personajes. Lo importante son sus acciones presentes, sus actitudes, a través de las cuales los vamos conociendo realmente. La historia no es tan diferente a, por ejemplo, “Rescatando al Soldado Ryan” (Saving Private Ryan, 1998), donde un grupo de oficiales decide hacer la diferencia y encarar una misión casi suicida por un bien mayor y, en ultima instancia, encontrarle sentido a todo el horror y la destrucción que la guerra acarrea consigo. Si con Finn (John Boyega) descubrimos que no todos los stormtroopers están hechos para la batalla, con Cassian Andor (Diego Luna) aprendemos que los rebeldes tienen un lado menos heroico (y más humano) y unas cuantas cositas de las cuales arrepentirse. Acá nadie es perfecto, más bien van aprendiendo de sus errores, y esta misión puede ser lo que necesitan para redimirse. No pueden faltar las referencias, ni algunas caras bien conocidas, pero Edwards no abusa del fanservice, ni de los personajes simpáticos y queribles. Más allá de las diferentes razas de alienígenas, acá no hay necesidad de despacharse con un desfile constante de extrañas criaturas. El robotito de turno es K-2SO (Alan Tudyk), un androide imperial reprogramado por los rebeldes y miembro activo del equipo, con un nivel de sinceridad al 100%. Un personaje genial, de los pocos comic relief que tiene la película, que en seguida nos recuerda a TRAS, el irónico robot de “Interestelar” (Interstellar, 2014). Jyn Erso no está destinada a convertirse en una nueva Rey (Daisy Ridley), pero cumple muy bien su papel de (anti)heroína en busca de su lugar en el mundo. Es bueno ver a más personajes femeninos sumarse a lo largo de la saga, no sólo el regreso de Mon Mothma, sino hasta varios pilotos de la Alianza Rebelde. La Fuerza tiene su representante en Chirrut Îmwe (Donnie Yen), un guerrero no vidente que cree firmemente en ella. Junto a su compañero Baze Malbus (Wen Jiang) forman una dupla que, cada vez que aparece, tiende a robarse la película. No voy a entrar en detalles sobre “esos” personajes tan conocidos, ya se sabe que aparecen y son clave en cierto punto, pero no vienen a opacar a los verdaderos protagonistas, sino a llenar los baches dejados entre trilogía y trilogía. “Rogue One” es un one-shoot que viene a llenar esos agujeros narrativos y, de paso, conectar lo nuevo y lo viejo rescatando lo mejor de la saga: las películas originales. Si los nuevos episodios parecían fuera de época y un desparramo de pantalla verde, Edwards y los responsables de los efectos especiales y la puesta en escena tuvieron especial cuidado para que esta historia pareciera mucho más una precuela de “La Guerra de las Galaxias” que una secuela de “La Amenaza Fantasma” (1999). Volver a ver a los X-Wing y los Tie-Fighter enroscados en el aire tiene ese olorcito a nostalgia que enamora, pero hay mucho más, acá la batalla se libra desde varios frentes: en el espacio, en tierra y en las conciencias de los involucrados. “Rogue One” tiene casi todo a favor porque nos cuenta una historia muy diferente desde su base y concepción. No es el relato de un héroe solitario, sino de la hermandad en tiempos de guerra y los sacrificios que se deben afrontar, de un lado y del otro de la contienda. Su punto más flojito son ciertas actuaciones (reales y no tanto) que pueden desequilibrar algunas escenas, pero no molestan en el balance general. Lo que más se sufre (por acá) es la falta de la característica secuencia de títulos y una partitura poderosa como la de John Williams. Michael Giacchino hace un gran trabajo, pero la banda sonora no termina de estar a la altura de las circunstancias. Son pequeños detalles que enturbian una gran historia épica, dramática y llena de acción, que demuestra que no necesita de caras conocidas para expandir este universo y emocionar con un relato que, desde el vamos, sabemos como termina. “Rogue One” se mira y se disfruta como si fuéramos pequeñines descubriendo el mundo que nos planteó George Lucas en 1977. Por supuesto, siempre acompañados de la Fuerza.
Star Wars para rato Star Wars siempre se caracterizó por iniciar sus películas con el clásico texto en amarillo sobre un telón de estrellas para contextualizar la película a comenzar. En Star Wars: Una nueva esperanza (1977) el texto comienza diciendo: “un grupo de rebeldes logró robar los planos de la Estrella de la Muerte”, Rogue One: Una historia de Star Wars (2016) cuenta la historia de ese grupo de rebeldes que tanto ayudó a la rebelión contra el Imperio Intergaláctico, ni más ni menos. Así de bien encastran estas dos historias contadas con 39 años de separación. Nada sobre Rogue One es sorpresa: el imperio, liderado por Palpatine/Darth Sidious y Darth Vader, gobierna la galaxia -como terminó Star Wars Episodio III (2005)-, tienen una súper arma y la rebelión, para sobrevivir debe robar esos planos -y como ya se sabe en Episodio IV- logran destruir la Estrella de la Muerte. Es difícil manejar los tiempos de una historia en la que el final es sabido, y es ahí donde su director, Gareth Edwards, suma todos los porotos. Lo que importa no es a dónde se va, sino el camino. La galería de personajes es otro punto fuerte en Rogue One (2016), con Diego Luna (Cassian Andor), quien destaca y hace crecer en ancho y largo a su personaje y Felicity Jones (Jyn Erso), que lleva el protagonismo sin problemas las dos horas de película. Algunas otras performances como la de Donnie Yen (Chirrut Îmwe), un ciego que pareciera estar en gran contacto con la fuerza (no es ni Jedi ni Sith) y la de Forest Whitaker (Saw Gerrera), un guerrillero extremista de la rebelión, a veces se pasan de revoluciones en la solemnidad, pero tampoco llegan a ser perjudiciales para la entrega. Y como ya es costumbre en las películas de Star Wars, el personaje cómico que siempre se termina robando la película son los droides acompañantes C-3PO, R2-D2, BB8 y ahora lo mismo con K-2SO, grata sorpresa. Los cameos, tanto de la saga original como de la trilogía I;II;III funcionan muy bien y lejos de ser un mero regalito para los fans son completamente funcionales a la historia. Disney está haciendo un trabajo maravilloso desde que compró la compañía LucasFilms, no sólo por sacar dos películas de Star Wars en dos años consecutivos (The Force Awakens, 2015; Rogue One, 2016), sino por cómo está orquestando el universo en su totalidad con la serie animada Star Wars Rebels (recomendadísima). Tanto las películas como la serie se sienten de Star Wars y no como una estirada de la historia original.
El nuevo "spin-off" de la saga presenta a nuevos personajes y no pierde la magia de una galaxia en plena expansión. El film tiene la estructura de un relato bélico, con combates espectaculares y guiños para los fanáticos. Ambientada antes de La guerra de las galaxias, la primera película de la saga estrenada en 1977 pero la cuarta en materia argumental, Rogue One: Una historia de Star Wars es un "spin-off" que presenta una nueva historia y nuevos personajes en una aventura galáctica repleta de guiños y mucha acción. Un grupo de rebeldes decide robar los planos de La Estrella de la Muerte, el arma de destrucción definitiva del Imperio, antes de que entre en operaciones, mientras se enfrentan también a Lord Sith, conocido como Darth Vader, discípulo del despiadado Emperador Palpatine. El director Gareth Edwards -Godzilla- logra una película sumamente entretenida que no defraudará a los seguidores de la ciencia-ficción y le imprime un tono bélico que sumerge a los héroes de turno en una misión peligrosa y siempre trabajando en equipo. Luego de un comienzo en que no falta suspenso donde la niña Jyn Erso es separada de sus padres y se ve obligada a escapar, la trama incluye años después a intrépidos rebeldes que deben cumplir su objetivo: una Jyn adulta -Felicity Jones- junto al espía Cassian -Diego Luna, muy bien su papel- y un nuevo androide, K-2SO, enfrentados al ejército de startroopers. También se suman Forest Whitaker, además de un luchador ciego guiado por la "fuerza" y una galería de simpáticas criaturas que resultan funcionales a esta historia que coloca el ojo en la diversidad cultural. En un universo dominado por la búsqueda del poder, las fuerzas imperiales desatarán la furia contra los héroes y lanzarán sus naves Cazas para detenerlos. Si bien el relato funciona de manera independiente con su nuevo planteo argumental, no se aleja del mundo ya conocido por el público, con personajes muy populares y con un breve cameo de las estrellas robóticas R2D2 y C3po. Si algo caracteriza a esta nueva entrega es la acción desbordante de principio a fin, ya sea en el espacio o en planetas desolados, y con Jyn y Çassian pendiendo en las alturas para apoderarse de los secretos que luego se transmitirán a toda la galaxia. Tampoco falta una sorpresa sobre el final.
Star Wars: Episodio 3.5 Rogue One: Una historia de Star Wars (Rogue One: A Star Wars Story, 2016) se presenta sin número ni prólogo escrito y con el subtítulo “una historia de Star Wars”, la primera de varias que van a relevar a la franquicia por cada año que Disney no produzca un episodio “oficial”. Viene a rellenar el período de tiempo entre los episodios tres y cuatro, dramatizando la historia de cómo la Alianza Rebelde robó los planos de la primera Estrella de la Muerte. El film es pues una precuela. Compárenla con la infame trilogía de George Lucas y apreciarán que su sarta de precuelas, con todas sus fallas y obscenidades, proveían una adición lógica a la historia: completar la épica de la familia Skywalker, espejar una historia de esperanza y redención con una contracara trágica y pecaminosa. En el gran esquema de la saga, Rogue One: Una historia de Star Wars (dirigida por Gareth Edwards) es mejor película pero tiene la relevancia de una nota al pie de página informando sobre un detalle que nunca interesó a nadie. En verdad el film tiene la ventaja de ocurrir inmediatamente antes de Star Wars: Episodio IV - Una nueva esperanza (Star Wars, 1977), así que está obligado a contar una historia autosuficiente que no dependa de futuras continuaciones. Los guionistas Chris Weitz y Tony Gilroy no han cortado esquinas: el final es suficientemente conclusivo que salimos con la satisfacción de haber visto una película con principio, medio y fin más que un gambito para el siguiente episodio. Y es un buen fin. Técnicamente sólo el tercer acto comprende el robo de los planos. Los primeros dos tercios de la película son entretenidos pero no poseen la contundencia del desenlace. Como Star Wars: El despertar de la fuerza (Star Wars: Episode VII - The Force Awakens, 2015), arrancamos con protagonistas diseminados a lo largo de varios planetas y la trama básicamente los persigue con un torrente de urgencias y explosiones hasta que unen fuerzas y quedan definitivamente encauzados con una motivación clara y proactiva en vez de reaccionaria. La figura central de la historia es Jyn (Felicity Jones), quien para variar es una granjera presumida huérfana de un planeta desértico. La Alianza la recluta para ayudar a rastrear y rescatar a su padre Galen (Mads Mikkelsen), el reticente artífice de la Estrella de la Muerte y la clave para desbaratarla. La escoltan el parco Cassian (Diego Luna), que tiene órdenes secretas de matarlo, y el androide K-2SO (voz de Alan Tudyk), que posee la compulsión pesimista de C-3PO pero con más picardía cómica. A lo largo de sus aventuras se les suma un elenco multicultural de personajes superficialmente simpáticos pero que no parecen tener otro propósito que satisfacer una cuota de corrección política. El film es consciente del enorme patrimonio de la serie pero no abusa de él. Hay algunos cameos y guiños simpáticos, una recreación digital asombrosa (y un poco tétrica) de Peter Cushing como Moff Tarkin y Darth Vader (voz de James Earl Jones) aparece en un par de buenas escenas, más como un sello de calidad que por necesidad. No escapamos escenas que parecen ya ser obligatorias como la granja recóndita y el bazar alienígena, pero por otra parte el film tiene la dignidad de no forzar duelos de espadas láser o batallas espaciales donde no debería haberlas. Lo importante es que Rogue One: Una historia de Star Wars termina eligiendo contar su propia historia antes que vivir expresamente de la buena voluntad de los fans, desarrollando la temática del compromiso y el sacrificio sin concesiones fáciles. Ignorando la cínica maquinaria detrás de la producción de la película y el histórico estándar de excelencia de la serie - en definitiva, juzgando a la película por su valor neto e intrínseco, si tal cosa es posible - Rogue One: Una historia de Star Wars es un divertimento de verano perfectamente satisfactorio. En principio desprolijo y un poco cliché, el film va ganando envión y se termina destacando por su humor, su energía subversiva y alguna que otra decisión osada. Es la película que a Escuadrón Suicida (Suicide Squad, 2016) le hubiera gustado ser.
Crítica emitida por radio.
Los “Doce del patíbulo” pero espaciales. El estudio Disney, ahora a cargo de la saga creada por George Lucas, propone la primera de las dos producciones derivadas del tronco original, que funciona como un relato autosuficiente y medianamente periférico a la historia central. Predomina el espíritu aventurero. Pasan las décadas, los directores, los actores e incluso el mismísimo George Lucas, y sin embargo Star Wars sigue ahí, firme junto a la grey seguidora del enfrentamiento eterno entre el lado oscuro y el lado luminoso de la Fuerza. Ya con su demiurgo definitivamente alejado de los roles creativos centrales y la aceitada lógica de explotación comercial del emporio Disney lubricándolo todo, la tercera etapa de la saga, iniciada el año pasado con El despertar de la Fuerza, se aproxima a un punto medio que recién alcanzará en 2017 con Episodio VIII, y culminará en 2019 con el IX. Para calmar la ansiedad y, por qué no, instalar definitivamente la marca entre los millennials, a quienes los efectos especiales y el tempo dramatúrgico de fines de los 70 y principios de los 80 les generan cualquier cosa menos una conexión emocional similar a la de los seguidores de antaño, el estudio de Mickey preparó dos spin-off que funcionan como relatos autosuficientes y medianamente periféricos a la historia central. Lo que no implica, claro, que una somera familiarización previa con los nombres fundamentales de este universo no sea bienvenida. La primera de esas derivaciones es Rogue One: Una historia de Star Wars, y su lanzamiento mundial –Argentina incluida– concretado hoy (la segunda llegará en 2018) será, para algunos, una grandísima noticia; para la gran mayoría, en cambio, se tratará de otro de los tanques hollywoodenses que inundan la cartelera jueves tras jueves, uno que para colmo es bastante parecido al anterior y seguramente al que vendrá. Esto porque la velocidad del recorrido narrativo, el carácter meramente funcional de sus personajes, los diálogos pesadamente escritos y la tendencia a avanzar menos por progresión dramática que por acumulación de situaciones están fechados en una contemporaneidad absoluta: basta ver el volumen y la forma expositiva y frenética con que se plantean los sucesos durante la primera hora para comprobar que, al menos en este sentido, la adaptación de la saga galáctica a los usos y costumbres del cine multitarget del siglo XXI está yendo por el buen camino. Situado en algún punto entre el Episodio III y IV, y con Gareth Edwards (Godzilla) como director, el film comienza con el secuestro de un científico colaborador del Imperio acusado de traición (Mads Mikkelsen), hecho del que su pequeña hija Jyn es salvaguardada gracias a la intervención del rebelde radical Saw Gerrera (Forest Whitaker). Un tiempo después, la nena devenida en mujer (Felicity Jones) y el soldado ya convertido en mito huirán junto a otro compañero de armas (Diego Luna) a una luna desértica llamada Jedha. Difícil atribuirle a la casualidad que allí se desarrollen un par de secuencias de acción urbana con enfrentamientos cuerpo a cuerpo dignos de una guerra de guerrillas y más cercanos a un ideario distópico que al de la cultura de los sables láser. A fin de cuentas, si el término Star Wars quedó asociado directamente a una de las etapas más álgidas de la Guerra Fría, tiene lógica que el nombre de este escenario –en el que transcurre gran parte de la primera mitad del metraje y que está, claro, gobernado por el Mal– sea el mismo de la ciudad más importante de la provincia árabe de La Meca, cuna del islamismo al que Estados Unidos viene enfrentándose, directa o indirectamente, desde el 11-S. No tiene demasiado sentido coquetear con el spoiler, en parte para velar por la integridad física del cronista, pero sobre todo porque los quiebres de guión suceden a intervalos tan cercanos como regulares. Sí vale decir que recién sobre su segunda mitad Rogue One clarifica su berenjenal de escenarios y nombres para convertirse en un relato límpido, terso en su desarrollo y con un espíritu aventurero amable e incluso estimulante. En este tramo, el director Edwards demuestra haber aprendido algo de J.J. Abrams, responsable del Episodio VII y quizá quien más y mejor comprende el actual paradigma de cine de gran espectáculo contemporáneo. Lo hace planteándole a su troupe de héroes descastados el robo de unos planos como misión, convirtiendo al film en una suerte de Doce del patíbulo que no transcurre en la Segunda Guerra Mundial, sino “hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana”.
Publicada en edición impresa.
Rogue One pone en marcha la esperanza en el universo Star Wars Ni un episodio pleno como los siete que integran la historia oficial ni una historia aislada, desgajada del resto. Rogue One es una pieza clave en el engranaje temporal que los herederos de George Lucas se han resuelto a armar con paciencia y dedicación a casi 40 años de la aparición de la saga. Ya sabemos que Rogue One relata un episodio decisivo de esta cronología: un grupo de rebeldes quiere asestarle al Imperio un golpe decisivo robando los planos de la Estrella de la Muerte. Estamos, según el reloj, en el momento exacto que precede al Episodio IV, el primero que rodó Lucas en 1977. Pero, además de enriquecer ese extenso calendario, Rogue One desde su aparente (y equívoco) aislamiento frente al resto de la historia orgánica de Star Wars no hace más que potenciar y perfeccionar el camino de regreso a las fuentes que J. J. Abrams inició con el Episodio VII, sobre todo para la generación que creció en paralelo con la evolución de la saga. En Rogue One las preguntas sobre el despotismo del Imperio y la justificación de las operaciones rebeldes adquieren más relevancia que nunca. Estamos ante un relato bélico liso y llano, el más crudo y de mayor acción de toda la historia de Star Wars, en el que los combatientes usan armas de fuego en vez de sables luminosos y casi no hay lugar para Jar Jar Binks, los robots o los aliens, aunque el androide K-2 (un brillante Alan Tudyk) se roba varias escenas. Más humana y menos especulativa que sus predecesoras, Rogue One es el relato de una misión tan arriesgada como la que podrían enfrentar en otra dimensión los "indestructibles" de Stallone o los Siete Magníficos del western, aunque en este caso el sostén fundamental del heroísmo del grupo está marcado por el liderazgo de una joven mujer, Jin Erso, construida a pura convicción y entereza por Felicity Jones. Hay elementos más viejos (la compleja relación entre padres e hijos) y más nuevos (la presencia de un elenco multirracial) de la saga que funcionan bien porque se ponen siempre al servicio de una constante tensión narrativa entre secretos develados y estallidos de acción pura manejada con pulso firme por Edwards, sobre todo a lo largo de la extensa y notable batalla final. Es cierto que no faltan ni Darth Vader ni los stormtroopers. Tampoco algún villano resucitado digitalmente (el Tarkin de Peter Cushing, fallecido en 1994). Pero todas estas marcas se ponen al servicio de un entretenimiento sin pausas y de un gran personaje femenino, cuyo valor está a la altura de un Han Solo.
Se parece a la precuela que queríamos ver Cronológicamente ubicada antes de la primera, es más que una digna pariente cercana de “Star Wars”. Con el mismo miedito que nos da cada nueva película que a Spielberg se le ocurre hacer con Indiana Jones después del cierre perfecto que le había dado a la trilogía con La última cruzada, y lo mismo que deben sentir los fans de Rápido y furioso, uno se sienta a ver Rogue One. Y ruega porque no la defequen. Hay que decirlo: Rogue One es la precuela que quienes disfrutamos de La guerra de las galaxias queríamos ver, en lugar de los desesperanzadores Episodio I y II (con el III, todo bien). Con todo, Rogue One es algo así como Episodio III B, o ya en la era digital, Episodio 3.9. Esa última toma (¿será uno de los cambios que incluyó como ”script doctor” Tony Gilroy, en el guión que corrigió a mitad de este año?) nos ubica perfectamente dónde está situada Rogue One en el universo creado por George Lucas. El filme no tiene el mismo frenesí, ni el enganche de El despertar de la Fuerza. No. Tampoco la adrenalina de volver a ver queridos protagonistas (ojo, hay un par de cameos además de personajes que sí aparecían en La guerra de las galaxias de 1977, y tampoco vamos a spoilear: simplemente digamos que un personaje importante en La guerra... volvió gracias a CGI), pero el resultado es un más que digno pariente cercano. Rogue One (dejemos el porqué del título para que los fans lo averigüen en la oscuridad de la sala) es el heroico relato de los rebeldes, y también habla de la fractura de la Alianza cuando ve que es casi imposible derrotar al Imperio, si no consiguen los planos de la Estrella de la Muerte, el arma que es capaz de destruir planetas. Mirá también: Un tour por el universo de “Star Wars” Claro que está Darth Vader, pero los fans reconocerán en la presentación del imperial Orson Krennic (Ben Mendelsohn) el guiño y la diferencia. Mientras al negrísimo Vader lo secundaban stormtroopers blancos, a Krennic, de blanco, lo secundan Death troopers negros. El contraste es evidente y es también un juego de espejos. Precisamente Krennic llega adonde se esconde Galen Erso (Madds MIkkelsen), que de científico del Imperio y constructor de la Estrella de la Muerte se convirtió en agricultor, ocultándose con su esposa y su hija (Jyn, Felicity Jones). Hay una muerte, un secuestro y una huída, todo lo que marcará a Jyn, la nueva heroína, porque pasarán los años y esa niña será una mujer que deberá lidiar con el recuerdo de su padre, la reputación de traidor que le endilga la Alianza, las dudas de los Rebeldes y su propio deseo de venganza. ¿Si es mucho? No en el ámbito en el que se desarrolla la historia, que es más una película de guerra, o de guerrilla, en verdad, ya que la banda de desclasados interplanetaria que recluta Jyn es variopinta y también de varias etnias. Desde un piloto que desertó del Imperio a un Cassian Andor, un espía vuelto capitán rebelde (Diego Luna), a un monje ciego que cree en la Fuerza, aunque no la tenga (Donnie Yen) y su coequiper (Jiang Wen). También está Saw Gerrera (Forest Whitaker), que la crió cuando quedó huérfana, tildado no de rebelde, sino de extremista. Y está K-2SO, un droide de seguridad del Imperio reprogramado por Andor, mucho más cínico que C3PO y que se roba todas las escenas. Pero la concepción de los personajes es de imaginación limitada, son bastante arquetípicos y ni siquiera Andor tiene el perfil acorde que acompañe a Jyn, como sí lo han tenido Han Solo y Finn. Las batallas aéreas están a la altura de La guerra de las galaxias original. Y también las escaramuzas en una isla tropical. Mirá también: "Star Wars": Diez respuestas para ansiosos Es el primer filme sin la banda sonora de John Williams, aunque Michael Giacchino (Jurassic World, Doctor Extraño) navega sobre algún leitmotiv y da el ritmo preciso. No hay aquí personajes para niños (no hay ewoks, que en verdad fueron el primer spin-off, con el filme estrenado aquí en cines y en la TV en los EE.UU., por 1984), ni un ridículo como Jar Jar Binks (y esto lo dice un fanático). No hay Jedis, no hay –casi- sables de luz, pero hay un espíritu, hay un aire familiar. De nuevo: si no lo es, se parece mucho a la precuela que queríamos ver.
Rogue One “Rogue One: Una historia de Star Wars” (Rogue One: A Star Wars Story, 2016) es el esperado spin off de la saga Star Wars hilvanando una historia que si bien tiene algo que ver trabaja en un universo paralelo al de las películas ya presentadas conformando en sí mismo un nuevo paradigma narrativo. Gareth Edwards es el encargado de embarcarnos en esta aventura que remite a la nostalgia y la épica retro que siempre envolvió con mística al relato sumando un gran personaje como Jyn (Felicity Jones), una joven que tras ser separada de su familia deberá tratar de encontrar su destino convirtiéndose en la heroína de la resistencia. Imágenes potentes, respeto por la tradición del género, algunas decisiones de cast erradas, como la participación de Diego Luna, que nunca está al nivel de la propuesta, hacen que “Rogue One: Una historia de Star Wars” se presente como un film correcto, con poco “vuelo”, pero que así y todo cumple con las expectativas colocadas en él como claro sucesor de una de las historias más atrapantes del cine de ayer y hoy.
Si alguien hace un tiempo decía que de una frase dicha en la Star Wars original se iba a desprender una película entera se lo iba a tratar de loco y recibir muchos insultos pero por fortuna los fans de esta saga vivimos en un mundo tan maravilloso que no solo se hizo un film sobre aquel valiente grupo de rebeldes que robó los planos de la Estrella de la Muerte sino que además es fantástica. Me quedo muy corto con esa palabra para calificar a Rogue One porque es excelente y casi perfecta. Está todo bien en la película pese a sus pequeñísimas fallas. El experimento de contar historias dentro de ese universo y por fuera de los episodios (algo que se había hecho en comics, novelas y videojuegos) no podría haber resultado de mejor manera en el cine. Para aquél que no lo sepa el plan de Lucasfilms (que pertenece a Disney) es hacer estas llamadas “Star Wars Story” en los años que no se estrenan Episodios y esta es la primera. En 2018 se estrenará una que cuenta el origen de Han Solo y luego vendrán otras más que aún no se han anunciado. En este estreno nos encontramos con algo demasiado familiar solo que sin Jedis y sin familia Skywalker y a partir del primer fotograma el film ya le pertenece fan y ni bien van avanzando las secuencias nos damos cuenta que es una verdadera celebración a este gran legado. La historia es concisa y simple pero contada con un ritmo que no se equipara con el estándar del cine actual sino más bien está en sintonía con la cinta estrenada en 1977, motivo por el cual la primera parte le puede llegar a parecer medio lenta a los espectadores no fans. Hablar y alabar los efectos visuales en un film de estos en una obviedad así que prefiero centrarme en lo más genial que tiene: la perfecta continuidad y encaje con toda la saga. Ya sea por descripciones, líneas de diálogos o excelentes cameos, las fichas del rompecabezas encajan mejor que nunca e incluso logran mejorar secuencias de Episodio III y Episodio IV. Párrafo aparte el personaje Comandante Tarkin interpretado por el difunto Peter Cushin. El actor murió hace más de 20 años y aquí se lo revivió de manera digital de manera que te afloja la mandíbula y no lo podés creer porque no es solo una pasadita caminando sino que tiene escenas enteras con diálogos y muchas expresiones. Esto es un antes y un después en el mundo del cine y los efectos visuales, porque si bien ya había habido experiencias similares en el pasado lo más resonante y bien hecho fue el rejuvenecimiento de Michael Douglas y Robert Downey Junior en Ant-Man y Civil War, respectivamente. Pero aquí se va a otro nivel con un actor muerto. No me sorprendería que en unos años se hagan películas enteras de esta manera y, por dar un ejemplo apasionante, ver a Christopher Reeve como Superman otra vez. Volviendo al film y lo que es familiar, Darth Vader tendría que ser mi próximo comentario pero no lo haré porque me parece spoiler contar más de lo que se ve en el tráiler sobre él. Por ello me voy a lo nuevo: los rebeldes que conocemos en este film. Todos y cada uno me gustaron. Algunos tienen más protagonismo que otros tales como Diego Luna y Donnie Yen pero el resto tiene sus momentos de gloria. La única contra de este elenco es justamente la única debilidad del film: la gran mayoría recae sobre ellos y la verdad es que no los conocemos y no tenemos mucho tiempo para encariñarnos tal como ocurre en los Episodios. Es por ello que no pude empatizar con Jyn Erso de la misma manera en la cual lo hice con Rey a pesar de lo excelente actriz que es Felicity Jones. Ella está muy bien y carga la película en sus hombros pero al personaje le falta la mística que demostraron en El Despertar de la Fuerza con Daisy Ridley. Pero esto ya es hilar muy fino en la excelente obra que nos brinda Gareth Edwars, a quien hay que abrazarlo y decirle un fuerte “gracias”. Rogue One es pura emoción, épica y magia de Star Wars bien al palo. Solo la supera El Imperio Contraataca y le hace sombra a El Despertar de la Fuerza por el segundo puesto en el ranking de las mejores películas de esta franquicia. El espectador no fan se encontrara con una muy buena película entretenida y pasará un buen rato pero el fan delirará de emoción, una emoción que solo este magnífico universo cinematográfico puede brindar. Celebremos y que la Fuerza nos acompañe a todos.
No es una película de la serie Star Wars. Pero es una película de Star Wars. ¿Cómo se entiende esta contradicción? Rogue One no es parte de la saga de siete largometrajes hasta ahora, creada por George Lucas, que tiene como antecedente al título la palabra "Episodio". Es un filme que se desarrolla entre Episodio III: La venganza de los Sith y Episodio IV: Una nueva Esperanza, pero que funciona como una historia independiente. Por supuesto, el Universo es el mismo y algunos personajes y sobre todo uno de los "villanos" resultarán familiares para los iniciados en este mundillo galáctico. A la vez, como ninguno de las cintas modernas de SW, ésta respeta la estética, los climas y hasta la estructura narrativa de la original. El guión nos presenta a un grupo de rebeldes intentando robar los planos de la "Estrella de la muerte" un arma poderosa capaz de destruir un planeta entero. Jyn Erso, una heroína con una niñez difícil en su pasado, encabeza un variopinto grupo de renegados en esta misión de tintes suicidas. Gareth Edwards dirige con buen pulso un metraje en el que abunda la intriga, la aventura, la acción y los momentos de humor y drama. Cine clásico de género, hecho y derecho. La dirección de arte, fabulosa, nunca abusa de los escenarios digitales, por el contrario lo real prima sobre los fondos generados por computadora. La suciedad del vestuario y las locaciones resaltan gracias a encuadres cuasi documentales y una fotografía granulada y contrastada que remite a los setenta. Los personajes son empáticos, cada uno de ellos está bien presentado y tiene su momento de lucimiento. Felicity Jones conmueve. Diego Luna resulta creíble. Mads Mikelsen, Forrest Withaker y el resto del elenco se mueven como peces en el agua. Los "chiches tecnológicos" el director se los reserva para traer a la pantalla a personajes impensados, sobre todo por cuestiones de la cronología humana, verdaderos homenajes a la cinta original que harán delirar a los fanáticos. Créanme, hay algunas escenas que son pura "magia del cine". Ya todos saben que Darth Vader está presente. El contexto y la trama lo permiten. Aquí no hay presencias forzadas. Y el malo, más malo de la Galaxia, no defrauda. Rogue One es todo lo que El despertar de la fuerza no fue. Pero también, es más que la trilogía que George Lucas filmó a principios del nuevo siglo. Un filme de culto instantáneo, en el que La Fuerza se siente desde el primero hasta el último de los fotogramas.
Es difícil que alguien pueda estar a favor de la ola de reboots, remakes, spinoffs o reimaginaciones que en los últimos años ha poblado la pantalla grande, pero siempre hay que tener en cuenta una salvedad. De quedar en manos competentes, el proyecto puede resultar realmente bien. Un desprendimiento centrado en un personaje inventado dentro de una saga con seis películas no auguraba demasiado, pero Creed en manos de Ryan Coogler se convierte en uno de los grandes films del 2015 y de lo mejor de la serie Rocky. En Walt Disney Pictures y Lucasfilm se siguió esa misma lógica de convocar a cineastas talentosos capaces de entregar producciones frescas, que hagan un lavado de cara y que a su vez permitan expandir la galaxia muy, muy lejana de Star Wars. El primer paso en la dirección correcta lo dio J. J. Abrams con The Force Awakens, mientras que después se convocó a Gareth Edwards (Godzilla), Rian Johnson (Looper), la dupla de Chris Miller y Phil Lord (The LEGO Batman Movie) y Colin Trevorrow (Jurassic World) para que hagan lo suyo. Y el primero de esta segunda camada no decepciona con Rogue One: A Star Wars Story, una historia concebida a partir de agujeros en la trama de A New Hope, que los soluciona 40 años después con pura grandeza.
“Star Wars” goza de buena salud y viene más violenta A casi 40 años de su debut, la nueva precuela establece un diálogo directo con el film inicial a través de una trama bien urdida, donde los rebeldes pelean por el plano para destruir la Estrella de la Muerte. De todas las películas de la saga de "Star Wars", "Rogue One" probablemente sea una de las más dramáticas, intensas y violentas. Lo que surge necesariamente de una trama que inserta esta precuela justo antes del film de George Lucas que inició todo en 1977. En aquella legendaria "Star Wars" los rebeldes tenían un plano para destruir el arma mortal del Imperio, la Estrella de la Muerte, capaz de borrar un planeta entero en segundos. Justamente, en "Rogue One" se cuenta la historia de los pormenores acerca de cómo los rebeldes consiguieron ese plano de la nueva arma de Darth Vader. Para llegar a ese punto de la misión suicida del robo del plano hay una historia compleja que va presentando nuevos personajes tanto vinculados con el Imperio como con la Alianza Rebelde, e inclusive, en algunos casos, con ambas facciones. Entre los personajes más atractivos se puede mencionar a la ladrona interpretada por Felicity Jones, la hija del científico presionado para construir el arma imperial. También se lucen Forest Whitaker como el más extremista de los luchadores contra el Imperio, y Donnie Yen como un ciego aspirante a Jedi, sin duda inspirado en el clásico samurai ciego Zato Ichi interpretado en una larga saga del cine japonés por el actor Shintaro Katsu. Otros dos actores brillan sólo poniendo su voz. Uno es Alan Tudyk, que interpreta a un nuevo robot, más aguerrido y mala onda que sus famosos colegas R2D2 y 3CPO (que, por supuesto, no podían dejar de tener un cameo). El otro es el talentoso James Earl Jones, es decir Darth Vader. De hecho, este gran villano justifica por sí solo el precio de la entrada para "Rogue One" ya que la película lo muestra más feroz que nunca. Garteh Edwards, el director de la última "Godzilla", empieza con calma la presentación de nuevos personajes cuyas historias personales van intensificando un drama que, pasado el primer tercio de proyección, ostenta un pulso narrativo a un ritmo que no se detiene nunca, hasta llegar a la larga e impresionante secuencia del robo del plano, que incluye uno de los combates más tremendos de la saga. Ni hablar de lo fastuoso de las imágenes y del alto nivel de los efectos especiales y el 3D. "Rogue One" es una película brillante que no sólo conformará ampliamente a los fans de Star Wars, sino que sin duda puede ser considerada entre lo mejor de esta imparable mitología moderna.
A poner el pecho Se volcaron litros de tinta para discutir y para entender a La Guerra de las Galaxias (Star Wars), tanto en sus aspectos formales, como también en los mitológicos y filosóficos. Tal vez un poco menos de importancia se le dio en el universo Gutenberg a su rico texto político; tan vasto (y ligado también al mito y a la religión), que permitió que cada uno lo interpretara según su mandato ideológico. Muchos estadounidenses no tardaron nada en hacer analogías entre el imperio y el nazismo o, incluso, el stalinismo. Sin embargo, ya en el momento en el que se estrenó la primera -y mejor- obra de la saga, el imperio dominante era el americano. Los rebeldes éramos, entre otros, nosotros, el tercer mundo, los oprimidos por las corporaciones y sus aliados políticos que en esos momentos indicaban en qué lugar del mundo había que asesinar a los que ponían en riesgo su poderío (Argentina o Vietnam también fueron Alderaan). Claro que la puesta en escena del conflicto ideado por George Lucas presentaba la contradicción de brotar de las políticas del imperio (algo similar a las contradicciones de Avatar entre lo discursivo y la materialización de su puesta en escena hipermillonaria), y, a su vez, de generar a escala masiva una reacción opuesta a su discurso: Star Wars creó a una generación de espectadores fanáticos, un fandom consumista a medida del imperio. Clink caja para Lucas, que ciertamente no tenía los berretines progres de los rebeldes. A pesar de su complejidad, Star Wars también fue la película nodriza para el triunfo del cine adolescente (el propio director reconoció que pensó la historia para chicos de catorce años); cine que terminó desterrando del mainstream a la mugre crítica, al cine adulto (por categorizarlo de alguna manera, aunque suene un poco idiota), y que evolucionó en las atrocidades sin alma con las que DC y Marvel nos colonizan las salas. De todos modos, no podemos culpar a Lucas o a la genial Star Wars por la decadencia de gran parte del cine de aventuras actual, aunque sí tuvieron responsabilidad los efectos secundarios y su posterior utilización. Pero pasemos ahora a lo que nos compete: Rogue One: Una Historia de Star Wars (Rogue One: A Star Wars Story, 2016). Al igual que la remake no declarada del año pasado, tiene un fuerte anclaje en La Guerra de las Galaxias (luego llamada episodio IV para vendernos las horribles tres primeras partes), no sólo por funcionar como la precuela más cercana, sino por sus decisiones estéticas y una fuerte impronta de cine bélico. A pesar de que también podía verse como un western espacial, no es ningún secreto que George Lucas prácticamente copió escenas de películas bélicas para varias partes de Star Wars (pueden buscar en Youtube las similitudes con The Dam Busters, entre otras). En Rogue One, el espíritu del género se hace más presente todavía, incluso más que en El Despertar de la Fuerza (The Force Awakens); y las batallas épicas no embotan porque el director Gareth Edwards logra que rápidamente conectemos con el elenco coral, algo en lo que fallaron siempre los directores al frente de las actuales películas de grupos de superhéroes, esos que nos dejan como un público apático a merced de un gamer imaginario. Más de 30 años antes de la venta millonaria, Lucas dijo que pensó a Star Wars como un producto Disney (en un buen sentido), y Rogue One consigue ser un buen producto de la corporación del ratón, sobre todo, porque el humor y la sensiblería -dos elementos que suelen desbordar en el cine de aventuras contemporáneo- son escasos y están bien dosificados. Rogue one se erige como una de las más oscuras de la saga porque no está contaminada por el optimismo vacuo y sin fundamentos con el que se autoflagela el Hollywood de hoy. Más allá del CGI, hay una idea sobre la verdad, sobre poner el pecho, jugarse el cuerpo por la idea; la recorre una utopía demodé para el cinismo pop dominante que se relaciona con el destino mitológico de la primera pero también con la grandeza de una idea revolucionaria: es preferible morir a vivir como un esclavo.
“Rogue One: Una Historia de Star Wars”, la guerra es por ser parte de la saga Jyn Erso (Felicity Jones) es una joven impetuosa y desafiante que está a punto de prestarle sus servicios a la Alianza Rebelde. Es que Jyn es la hija de Galen Erso (Mads Mikkelsen), un científico brillante que, cuando ella era chica, fue reclutado en contra de su voluntad para que sea el encargado de construir la Estrella de la Muerte. Asesinada su madre, la niña fue criada por Saw Gerrera (Forest Whitaker) el líder de una facción que lucha contra el Imperio pero que a la vez no cree en utilizar los mismos métodos que los rebeldes. Y justamente él es quien tiene en custodia a Bodhi Rook (Riz Ahmed), un piloto de carga que trabaja para el Imperio pero que se convierte en desertor, y que tiene un mensaje de Erso sobre el arma más poderosa del universo y cómo poder destruirla. Es por esto que Jyn es interceptada por el Capitán Cassian Andor (Diego Luna) y su androide K-2SO (Alan Tudik), un guardia de seguridad imperial reprogramado para serle fiel a la Alianza, para que los ayude a poder llegar al piloto y su preciada información. No a poco de llegar allí, las cosas se complican en grande con la aparición de la Estrella de la Muerte y Jyn, Cassian, Bodhi, más Chirrut Îmwe (Donnie Yen), un monje ciego y hábil guerrero y su fiel amigo el soldado Baze Malbus (Jiang Wen), dos hombres que los ayudan a enfrentare a las Fuerzas Imperiales; deben escapar de allí. Este improbable grupo es el que va a hacerse cargo de la misión más importante que se haya intentando hasta el momento: robar los planos de la Estrella de la Muerte. Pero no va a ser nada fácil, ya que para llegar a ellos antes deberán enfrentarse al Director de Seguridad Orson Krennic (Ben Mendelsohn) y a un Lord Sith llamado Darth Vader (James Earl Jones). Esta es la premisa básica de “Rogue One: Una Historia de Star Wars” (Rogue One, 2016), el primero de los spin-off programados para expandir el universo de la saga cinematográfica cultural más importante de la historia. Aunque, denominar a este filme como “spin-off” es mentir un poco, ya que como se desarrolla entre los Episodios III y IV y continúa esa historia lineal podría ser tranquilamente el “Episodio 3.5”. Más allá de estos tecnicismos, el director Gareth Edwards, el mismo de “Godzilla” (2014), tiene algunos problemas para llevar a buen puerto esta película. Por empezar tiene una floja presentación de personajes –sobre todo Jyn, la protagonista principal– y al espectador le cuesta crear alguna empatía con ellos, salvo quizás con Chirrut y K-2SO. Además tarda mucho arrancar, tiene una cuestión narrativa muy lenta y cada vez que uno espera que acelere tropieza y tropieza. Y por otra parte, tiene unos polémicos personajes recreados en CGI que van a dar que hablar, porque se nota que están hechos para “enganchar” al público y que recuerden que están en el universo de “Las Guerras de las Galaxias”. Porque, la verdad, si no estuvieran esos momentos nostálgicos, es un filme más del montón. Tiene sí unas impresionantes batallas, tanto aéreas como terrestres, que tienen el ADN de Star Wars. Hay mucho “homenaje” a las películas anteriores y escenas casi calcadas. Es por eso que, para quedar bien con el fanático y darle lo que busca, en los últimos 10 minutos el largometraje se convierte en otra cosa, en otro filme, en algo que apela al amor y fanatismo por la franquicia, sin dar muchos más detalles. Eso es maniqueísmo puro. “Rogue One” no es una mala película, pero tampoco un diamante en bruto. Es correcta, bien filmada, con parches nostálgicos para tapar sus falencias. No debe haber sido mejor porque, tal vez, la Fuerza no estaba con ellos.
A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS Algunas franquicias no hacen más que generar expectativas que luego no pueden sostener –como el chasco que se llevó más de uno este año con Escuadrón Suicida- y, como quien se quema con leche, uno va a veces esperando lo peor. Rogue One planta bandera en una de las sagas que más fans cosecha en todo el mundo y muestra que todavía hay mucho por contar. La historia transcurre entre los episodios III -La venganza de los sith- y IV -Una nueva esperanza-, aunque más cercana a esta última. Explica cómo el grupo de rebeldes consigue los planos de la Estrella de la Muerte –una estación espacial del tamaño de una luna que puede destruir planetas- construida por el Imperio Galáctico para destruir definitivamente a la Alianza Rebelde. Si bien ya se sabe que el equipo tiene éxito –ups, perdón por el spoiler de una película de hace 39 años-, el cómo es lo que da sentido a la película junto con la explicación de algunos detalles de la saga que más inquietan a los fanáticos. Primero lo importante: es completamente apta para quienes no hayan visto ni siquiera una película de la saga, aunque por supuesto que un mayor conocimiento del universo de Star Wars la hará mucho más disfrutable por poder encontrar detalles y cameos incomprensibles de otra forma. El planteo es sólido y la historia, aunque compleja, es bien llevada por Gareth Edwards (Monsters, Godzilla) y muy entretenida. Peca con algunos clichés, pero es perdonable por lo bien llevado adelante. El relato rebosa heroísmo por los poros, con personajes dispuestos a llegar a las últimas consecuencias por sus ideales. La más clara es Jyn Erso (Felicity Jones), que es una heroína con motivaciones bien marcadas y con la profundidad necesaria. Cabe agregar, en este sentido, un acierto en afianzar los roles femeninos en la saga como su antecesora El despertar de la fuerza. Los acompañantes de Jyn no se quedan atrás, con el capitán Cassian Andor (Diego Luna) con la firmeza de un soldado convencido de su lucha y un robot K-2SO que es a la vez asistente y alivio cómico no forzado. También se destacan los rivales, donde el Teniente Comandante Orson Krenninc (Ben Mendelsohn) es una extremidad terrorífica del mismísimo Darth Vader que tiene sus propios conflictos dentro del orden militar. Rogue One explora con mayor profundidad los horrores de la guerra y de la Estrella de la Muerte, los estragos quedan a la vista y también el dolor de los personajes que se enfrentan a un nivel de destrucción antes impensable. Es necesario hacer notar el esfuerzo artístico que, sin dejar atrás el estilo con el que comenzó la saga hace ya casi cuatro décadas, logra impresionar con su belleza. Que no queden dudas: la Fuerza sigue viva y tiene cuerda para rato. ROGUE ONE: UNA HISTORIA DE STAR WARS Rogue One: A Star Wars Story. Estados Unidos. 2016. Dirección: Gareth Edwards. Intérpretes: Felicity Jones, Mads Mikkelsen, Diego Luna, Ben Mendelsohn, Donnie Yen, Jiang Wen, Forest Whitaker, Alan Tudyk, Riz Ahmed, Jonathan Aris. Guión: Chris Weitz y Tony Gilroy. Música: Michael Giacchino. Fotografía: Greig Fraser. Duración: 133 minutos.
Se presentan nuevos personajes en una historia que se encuentra bien construida y su argumento está relacionado con los episodios III y IV. En uno de los papeles principales encontramos a la británica Felicity Jones (“Inferno”. En esta le falta carisma) como Jyn Erso adulta, su compañero Cassian Andor por el mexicano Diego Luna (“Milk”, “Elysium”), nuevo androide K2SO (Alan Tudyk), Forest Whitaker es Saw Gerrera compone a un ciego que pelea de maravillas, hay villanos y sorpresas. Resulta muy entretenida, emociona y posee humor, buenos planos, está llena de guiños, homenajes “El retorno del jedi” y situaciones políticas. Los últimos 45 minutos se torna bien del cine bélico. Una película que tiene a varios espectadores cautivos. La próxima llega en el 2018.
SOMOS LOS REBELDES Star wars es un objeto cultural invalorable. Y no hablamos sólo desde una perspectiva comercial (sí, lo sabemos, es un chiche gigantesco e inagotable), sino de la influencia que ha sembrado entre múltiples realizadores. Tal vez no sea tan sólo Star wars, sino un grupo de películas que sobre fines de los 70’s vinieron a remodelar el diseño del cine de masas, y que a lo largo de los años 80’s construyeron un público con sus códigos temáticos y narrativos. Si la generación de realizadores inmediatamente posterior -la de los 90’s- usó a Star wars (o a Indiana Jones) como lazo indudable, pero como vínculo tácito, hubo que esperar a que aquellos directores que fueron niños en los 70’s y se educaron con las enseñanzas de George Lucas o Steven Spielberg tuvieran su oportunidad para rediseñar aquel universo, expandirlo y darle una textura contemporánea. Es decir, terminemos de emular Star wars y hagamos Star wars. Es por eso que recién casi cuatro décadas después Star wars tuvo una extensión adecuada (el Episodio VII de JJ Abrams fue muy bueno) y se prolonga ahora con la interesante Rogue one: una historia de Star wars. Evidentemente hay un proceso formativo que alcanza una cima reflexiva y que se expone con solidez en el film de Gareth Edwards. Rogue one está dentro del universo original, pero con personajes laterales que se adivinan finalmente como fundamentales dentro de aquella saga primigenia. Los episodios que se contaron desde Una nueva esperanza (Episodio IV) hasta El regreso del Jedi (Episodio VI) tienen su origen aquí: lo que cuenta esta película es la aventura de un grupo de rebeldes que tienen que robar los planos de la Estrella de la Muerte, el arma más poderosa del Imperio. Lo primero que se aprecia es que si hay una actualización contemporánea en los tiempos de la acción, es un recurso necesario para imponer el concepto en públicos adecuados a otras velocidades: también hay más acción física, de cuerpo a cuerpo, aunque eso tiene un vínculo más visceral con el carácter guerrillero de los personajes. Porque en todo lo demás, Edwards (y sus guionistas Chris Weitz y Tony Gilroy) demuestran comprender la estructura clásica: hay una presentación de personajes veloz y precisa, saltos espaciales constantes, una exuberante utilización del montaje paralelo, y una acumulación de eventos que tendrá su clímax en un final donde todas las subtramas terminarán desembocando. La clave para que ese final sea emocionante (más allá de estar un poco estirado) es que los eventos previos potencien las cualidades de cada personaje y expongan el poder absoluto al que se oponen: los planes imposibles, el carácter revolucionario, la villanía irredenta del poder, son cosas que aquí se procesan acertadamente. Hay en el trabajo de edificación de Rogue one una artesanía evidente. Lo que se observa en definitiva, al igual que se lo hacía en el Episodio VII, es la presencia de realizadores que comprenden tanto al producto original, que lo han estudiado y analizado tan puntillosamente, que incluso pueden rellenar los espacios huecos con inteligencia y diseñar un universo coherente y con una lógica interna evidiable. Esto se relaciona con aquella educación mencionada anteriormente, y que obviamente se completa con la propia experiencia del público ávido por nuevas historias. Rogue one es precisamente un espacio hueco, eso que nunca se nos había contado y que finalmente se revela: ¿cómo fue que la rebelión consiguió los planos de la Estrella de la Muerte? La duda razonable es si en verdad era relevante que se nos cuente esto, si no es una necesidad muy contemporánea esa de atar todos los cabos, dudas que quedan tamizadas porque la película es una aventura puramente Star wars y muy sólida como entretenimiento. De todos modos no queda oculta su lucha interior entre querer ser una película importante y su carácter meramente funcional dentro de ese engranaje superior pensado por Disney y que son las películas de Star wars. Ahí está tal vez lo peor de Rogue one, porque obliga a que el arco dramático de los personajes sea veloz dado su destino significante pero insignificante a la vez: esa idea romántica -y problemática- del rebelde trágico, también fuertemente católica en su carácter sacrificial, pone a todo lo que se ve en un segundo nivel de trascendencia. Hay por un lado en los personajes de Jyn Erso, Cassian Andor, Chirrut o Baze un grito de guerra orgulloso de “somos los rebeldes”. Pero también un límite a sus acciones impuesto por cuestiones comerciales de franquicias y sagas. Y ese no deja de ser un lugar incómodo para algo que se ha auto-denominado como “rebelión”. De todos modos lo que queda claro aquí, y que había generado una crisis con los episodios I, II y III filmados por George Lucas y repletos de diatribas y chácharas políticas aburridísimas y plomizas, es que el universo de Star wars tiene vida propia, que es maleable y que a galope de sus temas universales (los vínculos paterno-filiales, el Bien contra el Mal, el heroísmo, el sacrificio) la aventura es posible. Los alumnos, por una vez, demostraron ser mucho mejores que el maestro. Es que todos entendieron Star wars, menos él.
Crítica emitida por radio.
Crítica emitida por radio.
Rogue One es una película que se ganará el afecto del fanático de Star Wars, más que el del espectador aficionado que no tiene una conexión emocional con la saga. El film claramente está dirigido al fan hardcore de esta franquicia que va a disfrutar un film diferente al que puede ver el público general. Sobre todo por la cantidad de guiños y referencias que hay a la trilogía original, que no todo el mundo captará de manera instantánea. El nuevo trabajo del director Gareth Edwards (Godzilla) está en sintonía con el tono oscuro y dramático que tuvo en su momento El imperio contrataca y una de las virtudes de esta producción es que retrata muy bien el período historico donde el Imperio Galáctico se encontraba pleno apogeo. Un elemento que le otorga a este relato un marco sombrío y desolador en el que no hay lugar para la esperanza. La propuesta es interesante y el film podria haber sido completamente superior de haber tenido el enfoque narrativo que le dio Clint Eastwood a Sully. Es decir, una película que lograra atraparte con el suspenso de la primera a la última escena, pese a que ya conocemos de antemano el final de la historia. En Rogue One no hay ningún elemento sorpresivo y todo se desarrolla de un modo predecible y mecánico. Algo que pone en evidencia una de las grandes debilidades del film que es el tratamiento de los personajes principales. La trama presenta un reparto de personajes intrascendentes que no generan entusiasmo ni logran emocionarte con las situaciones que viven. Se trata de un grupo de héroes que en esta saga resultan completamente olvidables. En el caso de la protagonista, ya sea por el modo en que se concibió en el guión o la falta de carisma de Felicity Jones, la nueva heroína es bastante insulsa y no tiene la personalidad fuerte y atractiva que presentó Daisy Riley en Episodio 7. Hay que hacer un esfuerzo para comprar la idea que esta actriz encarna una líder rebelde, ya que nunca llega a trasmitir esa energía en su personaje. Jyn Erso probablemente quedará en el recuerdo por brindar la peor arenga de guerreros en la historia del cine. La escena en la que "alienta" a los soldados que la van a acompañar en la misión suicida es penosa de ver por la falta de credibilidad que presenta Jones en el rol. Felicity no es para nada una mala actriz pero en este film no termina de consolidar a la gran heroína que intenta vender la película de manera forzada. En el caso de Diego Luna su interpretación es correcta pero compone a otro trillado clon de Hans Solo, con la diferencia que no tiene el cinismo del personaje que brindó Harrison Ford. Las únicas figuras que logran destacarse en la trama y despiertan simpatía son Donnie Yen, criminalmente desaprovechado, y Alan Tudyk (Corazón de acaballero), quien le dio vida a un clon de C-3PO que tiene más carisma que el resto del reparto humano. A Rogue One le faltó un poco más de fuerza en este aspecto. En episodio 7 los nuevos personajes como Rey, Poe y Finn te enganchaban enseguida cuando se presentaban en la trama y eso no ocurre con los rebeldes de esta historia quienes carecen de personalidad. Otra gran debilidad notable de esta película es la música, que al menos para mí siempre fue un elemento clave de estas historias. En la intención de despegarse de los relatos de la familia Skywalker, los productores optaron por dejar afuera la clásica melodía de Star Wars (que apenas suena en los créditos finales) y la banda sonora de Michael Giacchino no tiene la misma potencia. En Rogue One la música pasa completamente desapercibida y es una lástima porque se trata de un elemento importante de esta franquicia. Si bien a la película le sobran 30 minutos y la primera mitad de la trama se vuelve un poco aburrida, es en el tercer acto donde la paciencia del público que no es fan termina siendo recompensada. A partir del momento en que el director establece el conflicto de la misión suicida de los rebeldes, Rogue One levanta por completo y brinda un espectáculo más entretenido. Edwards ya había demostrado su dominio para narrar escenas de acción en Godzilla y acá se luce con secuencias de batalla imponentes que tiene todos los elementos que uno espera de Star Wars. Desde los aspectos técnicos es una de las mejores películas que se estrenaron este año en materia de efectos especiales y resulta escalofriante lo que hicieron con la aparición de Peter Cushing, que la magia del cine rescató de su tumba. La película de Garreth Edwards es inobjetable desde la puesta en escena y el tratamiento de la ácción y por eso es una lástima que su relato no contara con personajes más interesantes. En resumen, Rogue One es un complemento ameno de las producciones originales que se deja ver si bien no presenta la historia más entretenida que ofrecio esta saga.
La despersonalización y la falta de ideas valiosas constituyen los dos problemas principales de Rogue One: Una historia de Star Wars (2016), un spin-off olvidable de la serie de películas que creó George Lucas allá lejos, en una etapa de la industria cultural muy diferente a la contemporánea… Como si se tratase de un niño caprichoso, Hollywood casi siempre decide pasar por alto el hecho de que la duplicación de una fórmula ganadora no asegura de por sí los resultados de antaño porque en el terreno del arte priman la ambigüedad, el talento y la idiosincrasia de cada uno de los responsables de la faena en cuestión, incluso en el caso de las obras más aparatosas y masivas. Rogue One (2016) viene a ejemplificar lo anterior ya que reproduce al pie de la letra las premisas de Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: Episode VII – The Force Awakens, 2015), pero sin alcanzar el espectro cualitativo de aquella. La película carece de la convicción necesaria para imponerse como lo que pretende ser, una propuesta relativamente “independiente” dentro de la franquicia, y para colmo apuesta demasiado a seguro, lo que en términos prácticos significa que no ofrece ninguna novedad importante y que su esencia de spin-off termina derivando en una medianía algo indolente. Si pensamos que la frontera entre el respeto y la redundancia suele ser muy angosta, aquí definitivamente la reiteración de los motivos históricos del enclave nunca nos redirige hacia la nostalgia concienzuda/ meticulosa del opus de J.J. Abrams, sino que -en cambio- el film cae en una pereza símil reciclaje que arrastra las marcas registradas a puro automatismo en vez de explotarlas para sorprender un poco, encauzar el relato hacia otros horizontes o profundizar en los personajes y planteos de siempre. Ya podemos confirmar que Disney, la propietaria actual de los derechos de la saga, ha decidido adoptar para esta nueva fase el enfoque de la trilogía original de las décadas de los 70 y 80, esquivando el tono de complot político y la fascinación con los CGI de las desparejas precuelas de George Lucas de 1999 en adelante: hoy por hoy seguimos con una estructura narrativa cercana al western, los antihéroes solitarios, el melodrama y los genocidios en un bucle de fantasía bélica espacial. La historia gira en torno a aquel robo de los planos de la Estrella de la Muerte -por parte de la Alianza Rebelde- que se mencionaba en La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977), circunstancia que nos ubica entre la susodicha y Star Wars: Episodio III – La Venganza de los Sith (Star Wars: Episode III – Revenge of the Sith, 2005). Las cansadoras citas internas siguen por el lado de los responsables de la misión, Jyn Erso (Felicity Jones) y Cassian Andor (Diego Luna), los espejos reglamentarios de Rey (Daisy Ridley) y Poe Dameron (Oscar Isaac) de Star Wars: El Despertar de la Fuerza. La obra posee buenas intenciones no obstante acumula muchos de los problemas de la mayoría de las epopeyas mainstream de nuestros días: intérpretes como Mads Mikkelsen y Forest Whitaker están desperdiciados, las batallas se sienten forzadas y hasta nos topamos con un duplicado digital totalmente innecesario de Grand Moff Tarkin, el personaje del primer film del mítico Peter Cushing. De un modo similar a lo que sucede con los productos inspirados en cómics y aledaños, en esta ocasión prevalece un pulso de exploitation conservador a nivel formal (el espionaje y la redención familiar van de la mano… otra vez) y oportunista en cuanto al elenco (los cráneos de marketing de los estudios nos vuelven a regalar -en función del mercado global- una jovencita valiente, un villano despersonalizado y un representante de cada raza del planeta). Más allá de la corrección semi-soporífera del desarrollo narrativo general, el único detalle realmente original se reduce al combate en la playa del último tramo del metraje entre los rebeldes y las huestes del Imperio Galáctico, con referencias tan bizarras como interesantes a la Guerra de Vietnam. El director Gareth Edwards, quien ya avisaba en las mediocres Monsters (2010) y Godzilla (2014) que no tenía muchas ideas para aportar, deja flotando en la nada la posibilidad de despegarse de tantos clichés de décadas y décadas…
Con un tono menos lúdico y un tanto más "adulto" (las comillas responden a la absurda suposición de que lo "adulto" es lo "serio y "solemne"), Rogue One es la historia de Star Wars que esperaban aquellos fans que disfrutaron las primeras originales de George Lucas así como la nueva generación Disney. También, irónicamente, vuelve a un terreno que no fue del mayor agrado de los seguidores de las sagas: el de la precuela, desarrollando el "lo que no te contaron -porque no pareció antes interesante- y ahora sí te vamos a contar". La diferencia fundamental es que aquí, al director Gareth Edwards (de la excelente Monsters y la pésima reciente Godzilla) la historia le sienta bien, y el tono épico de "misión suicida" al estilo Siete Magníficos, felizmente entabla una interesante historia situada en la misma galaxia muy, muy lejana. Todo parte de una anécdota: si en "Una Nueva Esperanza" ("A new Hope", el Episodio IV, o "la primera original", como guste el lector) se nos dice que "hubieron que sortear muchos obstáculos para conseguir los planos para destruir la estrella de la muerte", aquí... bueno... se nos cuenta cuáles fueron esos obstáculos. Lo que podría ser una historia menor se convierte en una aventura imprescindible con nueva heroína, Jyn Erso (Felciity Jones), un compañero de intenciones dudosas (Diego Luna) y hasta "robot simpático", K2SO (Alan Tudyk). Al equipo de magníficos intergalácticos se suman un ferviente devoto de la fuerza, Chirrut (Donnie Yen) y su fiel compañero Baze (Wen Jiang), así como un renegado ex-piloto del Imperio en búsqueda de redención Bodhi (Riz Ahmed), quienes por distintos motivos deciden ayudar a los rebeldes. El film de Edwards fluye narrativamente con una estructura clásica y hasta se atreve a llegar a lugares donde otros films de la saga (o de este tipo de franquicias en general) no lo hacen. Es una bienvenida expansión al Universo Lucas que disfrutarán tanto los fanáticos como aquellos que recién se estén iniciando en esta nueva etapa con diferente productora.
El corazón de la galaxia Cuando en 1977 se estrenó La guerra de las galaxias (Star Wars) el mundo conoció un imaginario cuya perfección sería fuente inagotable de inspiración para millones de espectadores. Una de las características más notables del cine clásico norteamericano y todos sus derivados es la de ser un manual de moral, la de transmitir a lo largo de cientos de films miradas éticas y conceptos filosóficos que han sido nuestra escuela, nuestro espacio permanente de reflexión acerca del ser humano. Star Wars ocupó ese espacio para una nueva generación. No cambiaron las ideas, cambió el imaginario cinematográfico que las rodea. Star Wars es un antes y un después en la historia del cine por su condición de ser la summa de un gigantesco cuerpo mitológico que incluye religiones, textos filosóficos, literatura del Medioevo, folletines del siglo XIX y varios géneros cinematográficos clásicos, tanto de Hollywood como de otros países como Alemania o Japón. Tres películas fueron la trilogía original a la que se le sumaron después tres más. En paralelo creció una literatura cuya popularidad fue menor pero tuvo también tuvo seguidores. Un par de ramificaciones cinematográficas y televisivas sumaron más material, generando un universo que, como los mitos clásicos, creció a punto de exceder la historia original. Las ediciones especiales que su creador George Lucas realizó, funcionaron también como prueba de que los mitos sufren mutaciones que hace que no todos conozcan la misma historia. Siempre, claro, dentro del mundo del cine, que tiene muchos condicionamientos. Pero tal vez todos los mitos nacieron así, condicionados por elementos que los llevaron a la gente. Pero fueron las personas las que con su aprobación lograron que esos mitos sobrevivieran. El cine es más exitista, pero tanto El despertar de la fuerza como ahora Rogue One prueban que la mitología de Star Wars está intacta, tan solo hay que renovar su forma para las nuevas generaciones. George Lucas pasó su testimonio para que la saga crezca y siga avanzando. Rogue One: Una historia de Star Wars es una precuela de La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977). Bueno, seamos ordenados: Es una precuela de Episodio IV: Una nueva esperanza. El nombre de La guerra de las galaxias en la cronología de la saga. Parecía raro colocar una historia antes del Episodio IV cuando ya se habían hecho los tres episodios anteriores. No solo parecía raro, parecía un poco forzado. Pero cuando termina la película queda demostrado que la totalidad del relato encaja a la perfección con la saga y lo hace de una forma tan precisa y brillante que uno cree que fue escrita junto con La guerra de las galaxias. Será difícil para un espectador seguidor de las películas no aplaudir al terminar. Solo el pudor nos impide hacerlo, aunque la satisfacción se notará en nuestros rostros. Acá termina la críticas sin spoilers, a partir del siguiente párrafo se analizan elementos claves del guión de la película. Los lectores que no han visto la película y no quieren saber cómo termina, son invitados a dejar de leer. En el año 2016, la locura por saber mucho de la película, incluso todo, antes de verla, ha llegado a un punto muy alto. En lo personal, prefiero no saber nada que no necesite antes de ver estas películas. Rogue One, con tanto fan dando vueltas y con tanto marketing alrededor, parecía que iba a spoilearse sí o sí. No es que haya sorpresas gigantescas como en El imperio contraataca o El despertar de la fuerza, pero lo mejor es no investigar y disfrutar con inocencia. Los seguidores de la saga, los que conocemos de memoria las películas, ya tenemos hecha la única investigación necesaria para captar los más pequeños detalles. Fuera de eso, la película tiene vida propia y un guión que no precisa esas conexiones. Es parte de algo más grande, pero funciona de forma individual. Rogue Onetiene la estructura del camino del héroe que Joseph Campbell escribió en El héroe de las mil caras y que es uno de los pilares de la saga. En este caso la heroína es Jyn Erso (Felicity Jones) hija de Galen Erso, un ingeniero del Imperio que intentó huir para no colaborar con la construcción de la Estrella de la muerte. Las fuerzas imperiales lo encuentran, asesinan a su esposa y Jyn, aun niña, sobrevive como una marginal hasta convertirse en adulta. En ese momento ella es contactada por la Alianza rebelde con la esperanza de que los ayude a llevar adelante un plan contra el Imperio. Jyn se resiste y desconfía, como lo han hecho antes los otros protagonistas de los films de Star Wars. Ella se unirá a un grupo heterogéneo de marginales de dudosa reputación e intenciones, fragmentos de una resistencia cuyo único punto en común es oponerse al Imperio. Los cinéfilos verán en esto una mezcla de Los doce del patíbulo y Los siete samuráis, entre muchos otros films, pero aun sin ver esa conexión, el grupo que se arma es irresistible, todos los personajes son interesantes y uno siente empatía por ellos al instante. Por primera vez, incluso, dos personajes orientales de peso en la trama, parecen reconocer la influencia del cine y la cultura oriental en la saga. La estética de la película está más cerca de un film de guerra que de uno de ciencia ficción. Aunque las espectaculares batallas espaciales siguen siendo asombrosas, el cuerpo principal de la película está armado con una paleta de colores más vinculada a la guerra en tierra, a las peleas cuerpo a cuerpo, más cerca de una guerra de guerrillas que de las batallas grandilocuentes de los primeros episodios. De esa manera los personajes ganan en dramatismo y es así como la identificación es total. Una vez más, por eso uno recuerda a los films arriba mencionados. Aunque la naturaleza del film es trágica –se trata de uno de los films más oscuros de la saga- el sentido del humor de la película funciona a la perfección. Aquello que falló en Episodio I, acá tiene un nivel alto, en particular con K2SO, el robot de turno. Tan bien recupera las virtudes de la saga que aunque es una ramificación Rogue One merecidamente está dentro del cuerpo principal. Sus ideas del heroísmo, la lealtad, el compromiso, su mirada sobre los personajes es como la de los otros films y sus nuevos personajes encajan perfectamente con todo el imaginario. Los fanáticos de Star Wars tendrán un festín extra, lleno de sorpresas e incluso sobresaltos. Varios personajes de La guerra de las galaxias vuelven a aparecer en cameos. Algunos –por no tener rostro- son fáciles de incluir, pero hay varios rostros digitales que vemos en esta película. Llevando un poco más allá la revolución digital (a esta altura con un peso comparable con la aparición del sonido o del color) dos personajes claves vuelven. Uno es Moff Tarkin (Peter Cushing, fallecido en 1994), que tiene varias escenas y que desde la primera vez que aparece deja a los seguidores de la saga con la boca abierta. Es tan fuerte ese momento que creo que hasta se pierden las primeras líneas de diálogo que dice. El rostro huesudo del genial Cushing ha sido recreado e interpretado por otro actor en el set. Su presencia es clave para la integración de la película con los demás films. Y aunque avisé que habría spoilers, ni de esa manera pondré quien nos regala el último plano de la película. Es demasiado fuerte como para escribirlo aquí. Pero es inolvidable. Coherente con la saga inicial, cercana a la idea de modernizar pero sin alterar el estilo clásico de las películas originales, Rogue Onees una gran historia que emociona y conmueve por sí sola. Incluso tiene el poder de darle más fuerza dramática a las otras películas, poniendo en imágenes la historia de aquellos que lo dieron todo por la Alianza rebelde para luchar contra el Imperio. Como regalo de guión, sirve además para explicar uno de los puntos más endebles de la primera de las películas, como si la propia mitología lograra evolucionar para hacerse más fuerte. En el cine la fe no cuenta, hay que escribir buenas historias y tienen que cerrar. Rogue One no es un anexo forzado, sino más bien una pieza que hace más fuerte y poderosa a la saga más grande de la historia del cine mundial.
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Es el primer desprendimiento de la saga galáctica más grande que la vida. La precuela de lo que pasó allá lejos y hace tiempo en una galaxia muy lejana llamada planeta tierra 1977. Y lo que sigue a esa gran operación de reanimación que significó el episodio VII. Lo que se cuenta en Rogue One nace casi de una frase, dicha en la primera de las películas: aquello que cambió la vida de tanta gente y se asentó como uno de los grandes hechos culturales de nuestro tiempo. Por lo tanto, hay aquí espacio para la inventiva, resultante en una gran belleza y variedad de puestas y entornos visuales. También una guerrera, interpretada por la convincente Felicity Jones, hecha de abajo, rodeada por un grupo de personajes jugosos, interpretados por gente que parece haberlo pasado bien: el villano de Ben (Bloodline) Mendelsohn, el danés Mads (Hannibal) Mikklesen, el mexicano Diego Luna. En equilibrio entre su historia y LA historia a la que pertenece, Rogue One consigue dos horas largas más que dignas de acción y aventura sólida, y más adulta que episodio VII. Hay guiños para fans, múltiples detalles genealógicos, pero si le sacaras todo eso y la vieras despojada de todo contexto, se la banca como una buena película a secas. El guión es imperfecto y acumula excesos (de minutos, de guiños, de subtramas, acaso de personajes), pero todo se entiende y, en definitiva, como su discurso político (la rebelión es la esperanza) tampoco importa demasiado. Por alguna gracia, nada de eso se interpone en su vuelo y en, sí, su fuerza.
Es difícil identificar cuánto del entusiasmo que genera Rogue One: Una historia de Star Wars proviene exclusivamente de las virtudes de la película -que las tiene- y cuánto del peso cultural de la mitología de Star Wars en nuestras vidas. Seguramente esta pregunta nos la haremos ante cada nueva entrega, una por año hasta 2020. Y más porque la productora Kathleen Kennedy y sus acólitos están dispuestos a exprimir el universo al máximo, aún en las películas que, como esta, no forman parte de la nueva trilogía sino que funcionan, supuestamente, como capítulos sueltos. Si bien Rogue One contiene una historia con principio y final y sus protagonistas son personajes nuevos, tanto la trama como el espíritu y la estructura tienen muchos puntos de contacto con otras películas de la franquicia. Esto es, en gran parte, lo que la hace fascinante -además de la muy competente dirección de Gareth Edwards-, pero también es lo que le pone un techo. Ya se huele la fórmula. La Alianza Rebelde recluta a Jyn Erso (Felicity Jones) para robar los planos de la Estrella de la Muerte que construyó su padre Galen (Mads Mikkelsen). (Esos planos son los mismos que la Princesa Leia esconde en R2D2 al principio de La guerra de las galaxias.) Jyn va acompañada por el oficial Cassian Andor (Diego Luna) y el robot K-2SO (Alan Tudyk). Como se ve, la estructura de pareja más androide en misión al espacio se mantiene casi inamovible. Y el androide, como sucedía con BB-8 en la película anterior, vuelve a ser de lo mejor. Es cierto que Star Wars: El despertar de la fuerza ya funcionaba casi como una remake de La guerra de las galaxias, pero también sentaba las bases para una secuela que promete -eso espero- ir en otra dirección. Dentro de este panorama, Rogue One no es más que un aperitivo para eso, un capítulo entretenido pero cuyos momentos más intensos son aquellos que traen caras conocidas. Estoy al borde del espoiler y solo voy a decir esto: el recurso de traer caras conocidas está llevado al extremo y no me dejó muy convencido. Es forzado y anticlimático. Los fans, claro, aplauden a rabiar. Mi fan interior también lo hizo. Y aún así, el trabajo ágil de Gareth Edwards, el cast que vuelve a resultar casi siempre acertado -Felicity Jones y Diego Luna a la cabeza; no es el caso del villano que interpreta Ben Mendelsohn- y los destellos de humor de un guión autoconsciente hacen de Rogue One una película siempre feliz, pensada para agradar a los fans y que expande el universo de Star Wars hasta el infinito.
Tobruk en el espacio. Así se podría definir a Rogue One: Una Historia de Star Wars. Aquí hay otro renegado rescatado de las filas enemigas y puesto al mando de un comando suicida. Y mientras que en el filme de Rock Hudson la misión era infiltrarse en una base nazi en el norte de Africa para volar unos vitales depósitos de combustible, acá el propósito es mas modesto pero no menos peligroso: entrar de incógnito a una base imperial y obtener los planos de la Estrella de la Muerte - la superpoderosa estación orbital construida por el Imperio y diseñada por el padre de la protagonista -, la cual posee un defecto estructural que la vuelve vulnerable. Oh, sí, la tobera torpedeada por Luke Skywalker al final de La Guerra de las Galaxias no era el fruto de un grupo de mediocres contratistas imperiales sino una falla creada a propósito por el ingeniero que había diseñado la Estrella de la Muerte, un individuo sediento de venganza contra aquellas fuerzas opresoras que habían diezmado su familia y que lo habían separado de sus seres queridos durante décadas. Al mejor estilo Robert Oppenheimer, al creador del destructor de mundos le vino una crisis de conciencia y se le ocurrió ponerle un switch para destruirla. Ahora nuestros héroes deben ir a buscar los planos de la estación orbital - los que incluyen un gran círculo rojo que dice "destruya aquí" - y pasárselos a la princesa Leia para empalmar con la mitología que todos conocemos desde 1977. Y si bien los resultados están cantados (sabemos que Darth Vader y el Grand Moff Tarkin sobrevivirán, y que los planos serán obtenidos por la Rebelión), lo que desconocemos es el método y el costo para concretarlos. Es allí en donde Rogue One: Una Historia de Star Wars pega el gran salto y se diferencia del resto de las entregas de la franquicia. No sólo porque se trata de un universo sin Jedis, con escasos creyentes en la Fuerza, y en donde el Imperio viene ganando; sino porque, además, los héroes son ultraviolentos, ya sea matando a traidores por la espalda o torturando a enemigos con tal de sacarles algo de información (lo cual convierte a Rogue One en una especie de Zero Dark Thirty en el espacio, amén de tener unas curiosas connotaciones raciales que sólo el ingenio de Kevin Smith pudo descubrir - los héroes forman un grupo multiétnico enfrentado a un masivo ejército de supremacistas blancos -). Digo: todos estos tipos están a miles de años luz de la estatura moral de un Han Solo (que era, de entre los héroes clásicos de la trilogía original, el que tenía antecedentes mas turbios). Es una postura tan radical y diferente que no sólo le da personalidad propia sino que pone a Star Wars a un nivel mucho mas adulto y realista. Ello hace que la diferencia de visión entre el original de 1977 y Rogue One sea tan abismal como comparar a Superman (1978) con Batman, el Caballero de la Noche (2008). Y mientras que Rogue One es intensa y adulta, en donde la pifia Gareth Edwards es en los detalles: hay un par de malas elecciones de casting, una primera hora demasiado burocrática, un personaje digital que no termina de convencer y un grupo de héroes que (salvo dos o tres excepciones) no emociona. El sentido dramático de la historia termina matando su carisma (también es cierto que el libreto está demasiado entretenido con los detalles de la trama como para desarrollar estos personajes como corresponde). Si usted esperaba un momento para vitorear y aplaudir de pie a estos héroes (como cuando Rey tomaba el sable láser con el poder de su mente al final de El Despertar de la Fuerza), olvídelo; a cambio de eso el guión le ofrece una ponchada de nostalgia - toneladas de cameos de la primera Star Wars; latiguillos usados en otros filmes; la presencia de un Peter Cushing digitalizado; el regreso totalmente bad ass de Darth Vader; un ensamble casi impecable con el inicio del primer filme de la saga - que compensa, a medias, la falta de personalidad de los protagonistas. Al menos Donnie Yen y Wen Jiang rebosan carisma y Alan Tudyk comete un par de genialidades con su robot imperial cínico y desobediente, pero poco se puede decir de la dupla protagonista. En el caso de Diego Luna, el mexicano está sorprendentemente bien (y hasta le daría una película a él solo), lástima que el libreto ha decidido castrarlo para darle tiempo de pantalla a Jyn Erso... la cual falla miserablemente en manos de Felicity Jones. La inglesa no sólo carece de misterio - ¡es la hija ladrona de un ingeniero imperial, por Dios Santo!; ¿cómo pasar desapercibida con semejante background? - sino que su rango dramático se limita a dos expresiones: abrir bien grande sus ojos (sin siquiera pestañear) o llorar como una Magdalena. Cuando da un discurso inspiracional a sus tropas, lo suyo es tan chato como cuando la cajera de McDonalds pide un Big Mac sin pepinillos. Cualquier otro tipo del cast - Luna, Yen, Jiang, hasta el piloto imperial arrepentido - tiene mas rango y espaldas para cargar la pelicula sobre sus hombros que Jones. Aquí no tuvieron la misma suerte que cuando reclutaron a Daisy Ridley; la Jones es, cuando sumo, adecuada y dista mucho de ser mínimamente memorable. Y si de malos castings hablamos, el otro ofensor de los sentidos es Ben Mendelsohn. El tipo ha construido su carrera interpretando a viciosos y vagos retorcidos pero no le da el cuero para hacer de malvado con clase (¿por qué no pusieron a Mads Mikkelsen directamente en ese papel?). Hace morisquetas, grita, se la pasa enredándose con su enorme capa y está mas cerca de Heinz Doofenshmirtz que de Moff Tarkin. Su presencia es artificial, simplemente figura porque el libreto precisa un malvado descartable sobre el cual nuestros héroes puedan descargar su ira y matar sin afectar la continuidad de la mitología original. Pero Jones y Mendelsohn no son las únicas perfomances discutibles del filme. Está la versión digital de Peter Cushing (fallecido hace mas de 20 años), la cual podrá ser un prodigio de los efectos especiales pero resulta altamente distrayente. No se mueve como una persona, no se ve como una persona. Es un personaje salido de un videojuego al cual mezclaron con actores y se nota. Digo: los FX pueden crear una abominación estrafalaria como Jar Jar Binks y hacerla creíble, pero aún faltan años para generar un humano digital (o un doble con una cara digital sobreimpuesta) que se vea real (tampoco se veía natural en Terminator Genisys con la versión joven de Arnie, y eso que Schwarzenegger aún está vivo y puede prestarse para todos los ángulos de cámara posibles). Para colmo el libreto le da un montón de escenas - no un simple cameo -, lo cual es irritante. Lo hubieran resuelto de otra forma, sea con otro tipo inundado de maquillaje, creando otro personaje que bardeara a Mendelsohn sobre sus retrasos en la construcción de la Estrella de la Muerte, o hubiera tomado esta misma figura digital y la hubieran reducido a un cameo de un puñado de segundos sobre el final. Pero no; insistieron en darle un cuarto de filme y la falta de naturalidad del engendro termina siendo insoportable. ofertas software de gestion produccion Es una lástima que estos detalles mellen la eficiencia de Rogue One - el otro es la diluida banda sonora de Michael Giacchino, la cual sólo resucita cuando recrea alguno de los temas inmortales de John Williams -. Digo, es una cuestión de actores mas que de historia o narración. El clima de tensión está logrado, los efectos especiales son impecables, hay una masiva batalla espacial que no tiene nada que envidiarle a la batalla de Endor de El Regreso del Jedi (y que está rodada con el mismo pulso de la trilogía original en vez de ser una abrumadora orgía de efectos especiales como George Lucas habia vomitado en el inicio de La Venganza del Sith), la historia es inteligente (aunque algo burocrática en la primera mitad), y el filme se asoma como muy superior a lo esperado (¿quién no pensó que se trataba de algo hecho a las apuradas como para sacarle una ponchada de dólares a los fans mas nostálgicos?), el cual hubiera sido impecable de no ser por los detalles antes mencionados. Es una lástima que Rogue One: Una Historia de Star Wars sea un filme tan brillante como imperfecto, ya que por fin alguien se animó a salir de la sombra de George Lucas para probar algo que no sea un mero regurgitado de historias ya contadas en la franquicia (como El Despertar de la Fuerza), amén de animarse a ser sombrío y dramático... terminando por generar un blockbuster totalmente inusual para la venerable saga.
El puntaje es 65%. Critica emitida en Radio Del Plata, Programa: Cartelera 1030 sábados de 20- 22hs.
Herejías en torno a la Fuerza Nuestro comentario del filme que se desprende de la historia de Luke Skywalker pero se mueve con soltura en el mismo universo. Rogue One supera a El Despertar de la Fuerza por una razón simple: mientras J.J. Abrams pensó su película como una reconstrucción nostalgiosa y extorsiva de Una Nueva Esperanza, Gareth Edwards, el director de turno, se adueñó del folklore de Star Wars para inaugurar una historia autónoma y original; una bifurcación pagana que se rehúsa a despachar otra variación sobre lo mismo. El universo barroco que diseñó George Lucas quedó instalado en el inconsciente colectivo, todos sabemos qué es la fuerza, qué hace el imperio, cuán adorables son los droides o cuán interracial es la galaxia. La hazaña de Gareth Edwards consiste en partir de este imaginario sedimentado para subvertirlo y trazar nuevos caminos que nos permitan habitar Star Wars sin el chantaje del copy & paste. Lo primero que llama la atención de Rogue One es la presencia de un discurso cinematográfico seguro: la puesta en escena sabe qué mostrar y qué sugerir, los encuadres adquieren una elegancia hipnótica, el montaje es milimétrico, y esos clásicos decorados, cuando pensábamos que ya los conocíamos de memoria, están filmados innovadoramente. No obstante, lo que marca un auténtico contrapunto con relación a la saga es su estética realista, una imagen cruda, sucia, que acompañada por la cámara en mano, barniza el filme de precariedad y desolación. Esta sobriedad es consecuente con el período que Rogue One decide abarcar: un intermedio entre los episodios III y IV. En La Venganza de los Sith, el emperador diezma a los jedis y bautiza a Lord Vader. En Una Nueva Esperanza, Luke Skywalker destruye la estrella de la muerte. Lo que se narra aquí es el robo de los planos de esta arma de destrucción masiva para detectar sus vulnerabilidades. Entre los rebeldes el clima es caótico: están quienes luchan solos, quienes apuestan a una alianza y quienes pretenden rendirse ante el Imperio. Rogue One queda atravesada por la incertidumbre y el desdibujamiento de bandos. El elenco, de altísima calidad actoral, resulta crucial para respaldar esta propuesta: Felicity Jones interpreta a Jyn Erso, hija de uno de los diseñadores de la estrella de la muerte; su personaje está marcado por el descompromiso ante cualquier causa. Diego Luna es Cassian Andor, un rebelde que no tendrá reparos en cometer crímenes en nombre de La Rebelión. Ambos antihéroes poseen una química extraordinaria, ayudándose a entender qué posición ética asumir ante un contexto hostil. Madurez El guion sorprende por su madurez política, retratando la génesis de una guerra de guerrillas y los sentimientos que se esconden detrás de estas convicciones. Un trasfondo complejo que jamás obstaculiza el divertimento, al contrario: la acción es trepidante y hay pinceladas exquisitas de comedia, muchas provenientes de K-2SO, un droide nihilista. Cuando el cine protege el corazón del relato cada escena potencia su estado anímico. Rogue One entiende qué está contando y bajo qué coordenadas. Asume riesgos y eso es lo mejor que le pudo pasar a la factoría de Star Wars.
La secuela de la precuela De la mano del gigante Disney, el universo creado por George Lucas en 1977 continúa expandiéndose, ahora con una historia autónoma que sólo toca de forma periférica el conflicto principal de la saga. Alejada del tono amistoso de sus predecesoras, más cruda y con nuevos personajes (pese a algunos cameos con viejas caras conocidas), el director Gareth Edwards (Godzilla, 2014; Monsters, 2010) entrega un relato entretenido que, entre otras cosas, afronta el desafío de no tener -por primera vez- el apellido Skywalker como centro de atracción principal. Podríamos considerar a Rogue One como una especie de “secuela de la precuela”, dado que transcurre en algún momento entre el episodio III (“La Venganza de los Sith”, 2005) y el IV (“Una Nueva Esperanza”, 1977). Es decir, en el peor momento de la Alianza: con los Jedis casi borrados del mapa, los rebeldes a la defensiva y en franca retirada, y el Imperio extendiendo su dominio tiránico a lo largo y ancho de todo el universo. En ese marco, la atención gira -otra vez y para variar un poco- alrededor de la construcción de la estrella de la muerte. La indomable Jyn Erso (Felicity Jones) -criada por el rebelde extremista Saw Guerrera (Forest Withaker), e hija de un importante científico involucrado en la construcción de esta jodida-arma-rompe-planetas-, intentará robar los planos que detallan las fallas sistémicas de esta mortífera estación espacial. Para ello (y como no podía ser de otra manera), contará con la ayuda de un grupo un tanto disfuncional capitaneado por el espía rebelde Cassian Andor (Diego Luna). Más allá de todos los guiños y marcas identitarias que pululan a lo largo de la película (en general, con buen tino), lo –+que distingue a Rogue One del resto de la saga es su tono bélico. Si bien sigue siendo Star Wars, el foco ya no está en los Jedis, la Fuerza o las peripecias de la divertida aventura intergaláctica. Lo que importa acá es la guerra, y las consecuencias que esta trae para todos los que participan en ella. En este sentido, los guionistas Chris Weitz y John Knoll construyen una historia más cruda y seria que -sin llegar a ser un drama bélico, y sin pretender elaborar una reflexión demasiado profunda- considera a la guerra no como algo “bonito” o “divertido”, sino como lo que es: algo bastante terrible en donde muere mucha gente y en donde los límites éticos o morales a menudo se vuelven difusos. En este sentido, el film se permite complejizar un poco la concepción romántica entre el bien y el mal que prima a lo largo de la saga. Quiero decir, si hasta acá los límites entre ambos polos eran tajantes y estaba claro quién era el bueno y quién el malo (Jedi VS Sith; el lado luminoso de la Fuerza VS el lado oscuro de la Fuerza; la Alianza VS el Imperio), en Rogue One nos damos cuenta de que, quizás, los buenos no son tan buenos como parecen. El mejor ejemplo de esto es el Capitán Andor, un espía de los rebeldes con un prontuario cuestionable que maneja un código de honor un poco alejado al del héroe tradicional. Si bien su conflicto interno es tratado de modo un tanto superficial (y encima luego se resuelve con una línea de diálogo mágica que lo expía de todas sus culpas), es bienvenida la búsqueda de grises en los personajes. Después de todo, son esos matices los que nos definen como humanos. El personaje de Jyn Erso es más clásico (y predecible): encarna a la mujer bad-ass independiente que no le importa nada de la vida hasta que encuentra una causa digna por la que luchar. La buena actuación de Felicity Jones logra darle un aire de fragilidad que hace un poco más atractivo al personaje y lo saca de la monotonía. El resto del rebaño son personajes secundarios bastante olvidables, a excepción de K-2SO (Alan Tudyk), el robot imperial reprogramado por los rebeldes que -sin ser una maravilla de la comicidad- tiene un par de buenos momentos. En el lado negativo de la balanza, podemos colocar al menos dos elementos que atentan contra la efectividad de la película (que igualmente vale la pena ir a ver): Algunas insuficiencias del guión en la estructuración de la historia: la atolondrada introducción de múltiples planetas, locaciones y personajes hace que, por momentos, la trama resulte un poco confusa. En ese sentido, la segunda parte del relato -una vez clarificado el conflicto principal- funciona mucho mejor que la primera. La irrelevancia de la historia en relación al conflicto de la saga general: En pocas palabras (y planteando la pregunta un poco a modo de chiste): ¡¿A quién le importa como consiguieron los planos para destruir la primera estrella de la muerte?! ¡¿Era necesario hacer una película sólo para esto?! Antes de que me salten a la yugular, me gustaría hacer una diferenciación, porque es probable que el fandom disfrute y aprecie mucho este aspecto, y que de hecho considere que sí, que era necesario hacer un filme que llenara este hueco de la trama de Star Wars (y está bien que así opinen). Pero en cambio, para aquellos que, como este cronista, disfrutan de la saga pero no se consideran fanáticos, puede resultar innecesaria la realización de toda una película para explicar algo que, en el fondo, no afecta en nada al resultado general de la historia. Y todo esto con el agregado de que, a grandes rasgos, ya sabemos como va a terminar… Aún así, la película es entretenida, respeta la esencia del universo de Lucas, tiene efectos visuales espectaculares y permite al espectador matar la ansiedad antes de la llegada del próximo episodio el año que viene, en donde seguramente sí volverán las espadas laser, Finn, Rey, Luke Skywalker y la mar en coche. Mientras tanto, la industria de los blockbusters-pochocleriles nos permite contentarnos con Rogue One: una buena historia de héroes anónimos que luchan con valentía para que, al menos, nos mantengamos al borde del asiento hasta el final de la función. Puede leer otra opinión sobre Rogue One aquí
Que lindo verte, imperio galáctico… Ubicada entre “Star Wars – Episode III: Revenge of the Sith” y “Star Wars – Episode IV: A New Hope”, la historia se centra en la joven Jyn Erso (Felicity Jones), quien al ver en vivo y en directo cómo el imperio galáctico destruye su vida, la forajida joven buscará su camino a través la galaxia intentando dejar atrás los traumas que marcaron su vida. Al ser arrestada, la alianza rebelde acudirá a ella para encontrar a su mentor Saw Gerrera (Forest Whitaker), un extremista rebelde que tiene en su poder un mensaje secreto del desaparecido padre de Jyn, interpretado por Mads Mikkelsen. Ahora, la traumada protagonista, junto a Cassian Andor (Diego Luna), el androide K-2SO (Alan Tudyk) y dos geniales guerreros interpretados por Jiang Wen y Donnie Yen, deberán ponerse al hombro la tarea de encontrar los planos de la infame Estrella de la muerte y ponerle fin a la destrucción causada por el director Orson Krennic (Ben Meldehson) en servicio del emperador. Esta review puede que les suene muy familiar a la que escribí hace unas semanas sobre “Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos”, ya que lo sucedido en ambas sagas se presentó de una forma similar … tomando en cuenta las distancias, claro. En un principio, la idea del desarrollo de spin-offs de ‘Star Wars’ centrados en personajes o hechos de la galaxia muy muy lejana sonaba como un ataque oportunista de Disney para sacar tajada de la adquisición de Lucasfilm y multiplicar de una forma desmedida la inversión depositada en esta. Claro que el objetivo de la empresa no era solamente hacernos felices (al fin y al cabo, el cine es una industria ¿o no?) pero lo que nos temíamos era que se manden una historia colgadisima que sólo sirva para llenar la grilla de estrenos de la empresa del ratón para estas fechas navideñas. Bueno, al igual que el spin-off de la saga del hechicero británico, todos estábamos completamente equivocados. “Rogue One: Una Historia de Star Wars” es una joya en todo sentido, me cuesta encontrarle defectos, ya que sin duda se convirtió en mi blockbuster preferido de este no tan genial año para el cine hollwoodense. El argumento no solo es increíble por el hecho de que los guionistas hayan hecho diálogos y personajes perfectos, si no que, a pesar de saber a donde va a terminar la historia, uno esta tan inmerso en los hechos que se olvida que Luke Skywalker va a terminar destruyendo la base central del conflicto en cuestión. Ésto genero que todos los fans nos dejemos de quejar como nenas por que no hayan seguido en canon de ‘Legends’ y disfrutemos este nuevo lienzo recién dibujado por un equipo que sin duda sabía lo que hacía. La review no puede carecer de un par de palabras dedicadas al tono del film. Gareth Edwards, un director que hasta hoy no me terminaba de convencer, demostró tener un talento desmesurado, ya que logro conservar el clásico tono de la trilogía original pero con un estilo MUUUCHO mas oscuro, trágico y crudamente bélico. La muerte y la traición son los motores de está nueva película que nos muestra mucho más de como funciona el imperio y la rebelión. Lo interesante es que la linea divisoria entre el bien (rebelión) y el mal (imperio) ya no es blanca o negra, ya que muestra un costado de los héroes de la galaxia mucho más amoral y capaz de llegar a cualquier cosa con tal de mantenerse en vigencia durante esta legendaria guerra. Un ejemplo claro y sin spoilers es el personaje de Whitaker, el cual nos muestra un punto de vista mucho más cruel y terrorista de los rebeldes. Las secuencias de acción y las batallas interestelares están dirigidas de una forma espectacular y la calidad del 3D ayuda a que la experiencia sea única. Las actuaciones son mas que dignas. Diego Luna hace un guerrero quebrado por sus oscuros actos, Felicity Jones plasma a la perfección su indiferencia rencorosa hacia el mundo tras su triste destino y Meldehson pone todo su talento en mostrar a un villano que, ademas de ser malvado, se le puede palpar un miedo al fracaso totalmente entendible. Alan Tudyk interpreta a otro de los elementos mas espectaculares del film, un fuerte y cínico androide imperial re-programado que es una clara antítesis del amado C3PO, aunque ambos comparten la característica de alivió cómico en la historia. ¿Alguien pregunto cuales fueron mis personajes favoritos? ¿no? … bueno, les cuento igual. Los guerreros interpretados por Donnie Yen y Jiang Wen son de lo más badass de la película. Como fan de la trilogía ‘Ip Man’, ver a Yen haciendo percha storm troopers con sus geniales habilidades en artes marciales fue un orgasmo visual en todo sentido. Los diseños del vestuario y armas de estos personajes es una locura digna de verse. Respecto al eperadísimo regreso de Darth Vader, nuevamente interpretado por el gran James Earl Jones,, su aparición es breve pero justa y necesaria, claro que no quiero destripar mucho de ésta, pero la piel se les va a poner de gallina a mas de un fan.. Para ponerme en quisquilloso voy a señalar los pocos defectos en el haber de la película. Los planetas presentados al comienzo del film son mostrados muy poco, a pesar de que todos los escenarios del film están PERFECTAMENTE diseñados, algunos de estos se merecían mas tiempo en pantalla o directamente no ser mostrados para no dejarnos con las ganas. Otro defecto fue la sobre actuación de Forrest Whitaker, un actor con otro estilo (me hubiese gustado Gary Oldman) le hubiese dado un aire más real y sacado a un personaje que parece tener tanto dolor y dureza encima. “Rogue One: Una Historia De Star Wars” no sólo es superior a la genial (pero reciclada) “Star Wars: The Force Awakens”, sino que también es una de las mejores películas de La Guerra de las Galaxias hasta el momento. Las referencias y los cameos de la saga original están bien repartidos y no nos hacen sentir que estamos en medio de un fan service constante. Los fans de la saga van a amarla y para los novatos, les afirmo que es un buen lugar para empezar a conocer este gran universo. Como siempre, me gusta contarles mas de lo que se viene respecto a las sagas que me toca reseñar. En Diciembre de 2017 nos llega “Star Wars – Episode VIII”, dirigido por Rian Johnson y con Benicio Del Toro en la piel del nuevo villano, mientras que en 2018 tendremos otro spin-off centrado en los jóvenes Han Solo y Lando Calrissian, ahora interpretados por Alden Ehrenreich y Donald Glover. Para los fans de ‘Game of Thones’, la riquísima Emilia Clarke también formara parte del reparto de esta última, dirigida por la siempre magistral dupla Phil Lord y Chris Miller. Cuando sean estrenadas, tendrán mi review en este divino espacio.
A la altura de la esencia de Star Wars No hay caballeros Jedi entre los protagonistas de “Rogue One”. Ninguno controla “la fuerza” ni sueña con manejar un sable láser. Es más bien una banda de descastados, más cercanos a la marginalidad que a la grandeza, alineados en pos de un objetivo superior: robar los planos de la Estrella de la Muerte. Allá van entonces, sin más armas que la determinación y la valentía, dependientes de la buena fortuna, carentes de alguna planificación brillante que los avale, a mojarle la oreja al Imperio galáctico. Durante más de dos horas de película, esa banda liderado por la indomable Jyn Erso (Felicity Jones) y el abnegado Cassian Andor (Diego Luna) regala emociones, vértigo, intensidad y algún toquecito de humor. “Rogue One” es, a no dudarlo, un acierto por donde se lo mire, dignísimo tributario del prestigioso universo al que pertenece -al de la saga Star Wars- pero capaz de sobresalir gracias a sus propios rasgos identitarios. Por sobre todo, “Rogue One” es una película de guerra. Los elementos esotéricos y existencialistas inherentes a Star Wars no caben en este enloquecido tour de force por las entrañas del Imperio. Jyn, Cassian y compañía caminan siempre por los bordes, allí donde los uniformes de los stormtroopers están sucios y gastados; tierras de contrabandistas, ladrones y mercenarios. Hay una batalla callejera que remite a las balaceras de “La caída del Halcón Negro”, porque las calles en el imaginario planeta Jedha lucen idénticas a las de Somalia. Eso sin contar que, por la naturaleza de la misión casi suicida que afrontan, estos rebeldes parecen calcados de los protagonistas de “Los 12 del patíbulo”. Cronólogicamente, sin tratarse de una precuela ni de una secuela -es apenas una “historia de Star Wars”-, “Rogue One” se ubica entre los episodios III y IV. Para beneplácito de los fans, hay numerosas claves que alimentan ese continuo histórico, empezando por la esperadísima aparición de Darth Vader. Pero el villano es Orson Krennic (Ben Mendelsohn). Él tiene secuestrado a Galen Erso (Mads Mikkelsen), papá de Jyn y cerebro de la construcción de la Estrella de la Muerte. La banda rebelde es una ensalada pluriétnica y transnacional, con las infaltables estrellas del cine oriental (Donnie Yen y Wen Jiang), más presencias latinas (Diego Luna), árabes (Riz Ahmed) y afroamericanas (Forest Whitaker). Así funciona Hollywood hoy: con la obligación de asegurarse la taquilla global. Mérito de Gareth Edwards y de la dupla de guionistas Weitz-Gilroy es que nada luce forzado. Al contrario: armónicamente, la multiculturidad juega a favor de la historia. La trama es muy buena, al igual que las actuaciones y la carnadura de los personajes. La narración fluye sin tropiezos. Y desde lo visual -no olvidemos que se trata de Star Wars- el desarrollo es fantástico, desde el descubrimiento de nuevos mundos hasta la presentación en sociedad de un androide que hará furor en las jugueterías: K-2SO, “interpretado” por Alan Tudyk.
Las mil y una vueltas de la saga Las sagas, precuelas y spin off tienen la particularidad de que si uno no vio la segunda o quinta parte de siete películas, por citar un ejemplo, corre el riesgo de quedarse perdido en mitad de un relato. "Rogue One", que se sitúa entre los episodios III ("La venganza de los Sith") y IV ("Una nueva esperanza")de "Star Wars" cae en ese defecto en la primera hora de la película. Para quien no es un fanático de "La guerra de las galaxias", la cita que identifica lugares y estaciones puede convertirse en soporífera y hasta confusa. No obstante, en la segunda hora la acción se apodera de la trama. Hay guiños a ciertos personajes históricos como el icónico Darth Vader o el truco digital para recrear a Peter Cushing (fallecido en 1994), como Moff Tarkin, que provocarán el regocijo de los fans. Pero la historia central no es más que la lucha de los rebeldes contra los villanos, nada nuevo bajo el sol. Jyn (Felicity Jones) se asociará, casi impensadamente, a Cassian (Diego Luna) para desactivar La Estrella de la Muerte, que es una estación destructiva orquestada por El Imperio, pero creada por el bueno de Galen Erso, el padre de Jyn (el inexpresivo Mads Mikkelsen). En esa espiral de relaciones, Erso le hizo trampita a los malos para que un rebelde capture los planos y su honor esté a salvo. Hay decenas de peleas y algunas muertes importantes para activar la lágrima. Con todo "Rogue One" sale airosa, sin brillar.
Un puente a la nueva esperanza "Rogue One" mantiene el espíritu temático de Star Wars pero logra abrirse lo suficiente para forjar su propia personalidad, haciendo foco en hacer una buena película y no tanto en el servicio al fan. Calificación La fiebre de “Star Wars” (“La guerra de las Galaxias”) vuelve, en esta oportunidad con una producción de “universo expandido” (historia relacionada al argumento principal de una saga pero que no forma directamente parte de ella) y que es bienvenida por dos motivos: primeo, calma la ansiedad ante la espera de “Episodio VIII”, que se estrenará en diciembre de 2017; y por el otro, lo cerrado de su trama se limita a los eventos ocurridos justo antes de “Episodio IV: Una nueva esperanza”. Con esto, encuentra fortaleza para narrar sin desviar la atención a un mundo de posibilidades y teorías. Como en cada argumento de “Star Wars”, la protagonista es una humilde y olvidada joven de ascendencia polémica. Jyn (Felicity Jones) es reclutada forzosamente por la Alianza rebelde para buscar a su padre, un científico a cargo de la construcción de la Estrella de la Muerte y que tiene el secreto para destruirla. Cassian (Diego Luna) es el militar a cargo que lucha entre el deber y la intuición, y deberá acompañarla en su búsqueda pero con la intención de matarlo. El atractivo Como BB-8 (Episodio 7), y R2D2 y C3PO de la saga original, aquí también hay un droide que pone la cuota humorística: el K-2SO que fue parte del ejército Imperial pero reprogramado para trabajar con la resistencia. El pequeño grupo viajará al planeta en el que se encuentran los planos de la estación espacial para conocer su mejor secreto: la forma de eliminarla. Esta información se encuentra resuelta en “Una nueva esperanza”, en donde se lleva a cabo el plan de destrucción, aunque nunca se supo, hasta hoy la forma en que se consiguieron. “Rogue One” se hace fuerte entonces por ese final anunciado, concentrando su historia en ese objetivo y por eso se da el lujo de contar detalladamente la historia de Jyn, tener mucha acción sobre el final, y no dejar muchos cabos sueltos más que algún guiño de esos que les gustan a sus fans, en sus dos horas de duración. A cargo de Gareth Edwards, el largometraje mantiene el espíritu temático de guerra intergaláctica pero logra abrirse lo suficiente para forjar su propia personalidad, haciendo foco en hacer una buena película y no tanto en el servicio al fan, y, paradójicamente, logra con esa cualidad toda la atención de sus más fervientes seguidores.
Star Wars lo hizo otra vez. Desde su aparición en 1977 no solo se convirtió en la saga cinematográfica más exitosa de la historia del cine; es sin dudarlo la que mayores películas de excelencia ha otorgado, redefiniendo al género de aventuras de Ciencia-Ficción más de una vez. Ya el año pasado Episodio VII El Despertar de La Fuerza despejó todas las dudas sobre lo que la recién llegada a la franquicia, Disney, podría llegar a hacer. El desafío ahora era mayor, encarar una película de Star Wars, fuera de “Los Episodios”, una suerte de Sin-Off, y con varios de los elementos característicos de la saga que parecían quedar afuera. ¿Funcionaría un Star Wars sin un protagonista Jedi? La respuesta es un amplio Sí, Rogue One funciona en todo sentido; aunque la ausencia de todos esos elementos, y el término spin-off es relativo. Se supone que un spin off es una suerte de desprendimiento, dentro de un universo ya conocido y mayor, que cuenta una historia paralela, y con acciones que no deberían afectar (por lo menos en gran medida) a los acontecimientos de la línea general. Bueno, si entendemos eso, Rogue One no es un Spin Off, aunque tampoco es un Episodio más de la saga, su estructura es diferente. ¿Entonces qué es? ¿Importa roturarla? Lo que seguro es, es un gran film. La historia nos sitúa entre los Episodios III y IV, más cerca de este último. El Imperio despliega todo su avasallamiento, oprime al pueblo y parecieran intocables. Hay un grupo de rebeldes que intenta terminar con sus planes y reivindicar a los ocultos Jedi en su lucha, aunque de un modo más extremista. En esa guerra sin tregua, la Rebelión toma prisionera a una ladrona que mantiene oculto su verdadero nombre. En realidad, ella es Jyn Erso (Felicity Jones), hija del arquitecto Galen Erso (Mads Mikkelsen), rebelde al que creían muerto, pero quien en realidad debió aceptar trabajar para el Imperio a costa de la seguridad de su hija. Jyn y los demás rebeldes, con Cassian Andor (Diego Luna) a la cabeza, deberán descubrir los planos de la mayor arma imperial, la Estrella de la Muerte que se encuentra en plena fabricación. El argumento, si se quiere, es más bien sencillo, se entrega a un ritmo de batalla constante que no da respiro. Pero no necesitamos más. Hablamos de una historia clásica de rebeldes que saben que tienen todas las de perder, pero se entregan a una causa mayor, derrocar al tirano poder. El hecho de ser una película más “humana”, hace que la identificación sea más directa, por lo cual, hasta los recién llegados pueden comprender la historia como un gran relato de épica, coraje y valor. Claro, no sería Star Wars a esta altura si no entregase un caramelo visual enorme para los fanáticos, y créanme que acá eso abunda. Hay escenas enteras que se transforman en un Buscando a Wally de este universo (ya habrá tiempo de verla en nuestras casas y pararla en los momentos exactos), y hasta un increíble despliegue de efectos que también están no solo al servicio de la historia sino al servicio de la adoración de los fans. Sí, hay cosas que no las van a poder creer. Si por el lado de los rebeldes se muestra una ambigüedad muy tentadora cuando ellos mismos se reconocen como asesinos en pos de algo superior y se lamentan de haber cometido acciones contradictorias. El Imperio también tiene sus gamas, Orson Krennic (Ben Mendelsohn) es un gran villano ¿Por qué? Porque no es ni un Sith ni menos un Emperador, es un general, encargado de custodiar la construcción de la Estrella de la Muerte, que se muestra implacable frente a los héroes, pero puertas adentro es maltratado en la línea de mandos. Rogue One puede ser la película de Star Wars más realista desde la primera trilogía. El rubro interpretativo quizás sea el que genere más dudas, individualmente Jones y Luna funcionan, pero falta algo de química entre ellos; esa que había entre Carrie Fisher y Harrison Ford de conectarse con una mirada. La Fuerza aquí es humana, no se asemeja a telepatía ni se habla de Midiclorianos, aquí La Fuerza es lo que lleva a creer en algo, es la convicción que otorga al coraje, y se construye en conjunto, en la unión de todos con un mismo fin. No habíamos tenido ese concepto de La Fuerza desde Episodio IV. Arrolladora, impulsiva, deslumbrante, Rogue One ofrece un entretenimiento mayúsculo sin descuidar lo que nos quiere contar. La banda sonora de Michael Giacchino homenajea al clásico de John Williams, pero también se diferencia para recordarnos que esto es algo diferente. Más de acción y dramática que aventurera, esto es lo que diferencia su clima y la aparta de ser un Episodio; habrá también lugar para la comicidad, casi en su totalidad en manos del carismático K-2SO, un robot imperial reconvertido a rebelde que conjuga la mítica de R2-D2 y C3PO y le suma un arsenal de batalla. El clima irá creciendo hasta concretar unos últimos veinte minutos en donde todos los valores explotan, la épica golpea el pecho y los fanáticos aplaudirán una grandiosa escena que el director Gareth Edwards nos regala, imitando parcialmente a su anterior Godzilla. Edwards que viene de fallar en su adaptación del gigante japonés, aquí acierta al utilizar parte de la fórmula que aplicó a aquella, a diferencia de las películas de Godzie, en Star Wars las emociones humanas y lo que sucede entre los personajes, importa, y mucho. Hay mucha tela para cortar alrededor de Rogue One, uno de los mejores productos mainstream del 2016 para cerrar el año. Entréguense a La Fuerza, jamás defrauda.
Esta es la precuela de la secuela de la precuela que estabas buscando Se estrena Rogue One, Una Historia de Star Wars (Rogue One: a Star Wars Story, 2016) y con ella, renacen toda una serie de cuestiones que nos preguntamos cada vez que un film de este maravilloso universo sale a la luz: ¿dónde ubicamos la historia? Así como sucedió con Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: Episode VII – The Force Awakens, 2015), este año las líneas temporales –y los memes, por supuesto– inundan Internet intentando explicar el lugar que ocupa este nuevo film de Disney. Hagamos un pequeño repaso, entonces: en 1977 se estrena La Guerra de las Galaxias (Star Wars), una space opera dirigida y pensada por George Lucas que narraba la historia del joven Luke Skywalker en su pelea contra el Imperio –y su malvado representante, Darth Vader– luego del asesinato de sus tíos. Acompañado del maestro Jedi Obi Wan Kenobi, Skywalker recorre el camino del héroe de la mano de la princesa Leia, el piloto Han Solo y su camarada Chewbacca, y dos simpáticos droides, R2D2 y C-3PO. Finalmente –y si no la vieron, spoiler alert– la Alianza Rebelde logra destruir la Estrella de la Muerte y, aparentemente, la galaxia vuelve a estar en paz. Nadie pensaba que el film iba a ser un éxito de taquilla y que, al mismo tiempo, no sólo cambiaría la forma de realizar películas sino que abriría las puertas a un mundo fantástico de fanáticos apasionados por las historias de este increíble universo. En 1980, se estrena El Imperio Contraataca (Star Wars: Episode V – The Empire Strikes Back) y es aquí cuando el primer film se retitula Una Nueva Esperanza y se lo considera como el “episodio cuatro” (Star Wars: Episode IV: A New Hope). Dieciséis años después del estreno de El Regreso del Jedi (Star Wars: Episode VI – The Return of the Jedi), Lucas lanza tres películas que llenan el hueco de los episodios I, II y III, y que cuentan cómo Darth Vader se convirtió en un agente del Lado Oscuro: Star Wars: Episodio I – La Amenaza Fantasma (Star Wars: Episode I – The Phantom Menace, 1999), Star Wars: Episodio II – El Ataque de los Clones (Star Wars: Episode II – Attack of the Clones, 2002) y Star Wars: Episodio III – La Venganza de los Sith (Star Wars: Episode III – Revenge of the Sith, 2005). El círculo estaba completo, y más allá de algunas series animadas que expandían el universo estaruaresco, las historias sobre la familia Skywalker llegaron a su fin. O eso creíamos, hasta que Lucasfilm Limited –la empresa de nuestro amigo George– fue adquirida por el gigante Disney, quien consideró que no hay tal cosa como “demasiadas películas sobre Star Wars”, y para alegría (y no tanto) de muchos fans, anunció que todos los años veríamos un nuevo film sobre este universo. Así se estrena en 2015 Star Wars: El Despertar de la Fuerza, cuyo lugar en la saga es muy fácil de explicar. Sin embargo, no sucede lo mismo con Rogue One, o al menos si no se tiene en claro la cronología de estos films. Rogue One es una precuela, sí, en tanto no continúa con los hechos que vimos el año pasado y en tanto sucede antes de los hechos del episodio cuatro, es decir, del film de 1977. La otra característica fundamental de esta película es que es el primer spin off; no asistimos a una historia sobre la familia Skywalker, sino sobre aquellos valientes miembros de la Alianza Rebelde que pudieron obtener los planos de Estrella de la Muerte. El mérito del equipo de producción de Disney es haber realizado una excelente historia a partir de un loop hole –o sea, un agujero en el guión– de Una Nueva Esperanza. Para quienes lo recuerden, la Estrella de la Muerte era considerada una máquina perfecta capaz de destruir un planeta entero, pero poseía una falla estructural determinante: un simple disparo por un conducto desde la superficie de la gigantesca nave podía aniquilarla por completo. En este sentido, Rogue One se encarga de tomar lo que parecería una apurada resolución para Una Nueva Esperanza y explicar por qué todo tiene su razón de ser. A partir de aquí, querido lector, lee bajo tu propio riesgo, ya que se pueden incluir spoilers sobre la película Rogue One, a diferencia de las anteriores películas de la saga, es un film bélico sobre un grupo de individuos que deben traer esperanza a la galaxia, y a la causa rebelde. En este sentido, los personajes están delineados de una manera diferente a las películas anteriores: a pesar de las numerosas reescrituras que tuvo el guión, y de la cantidad de personas involucradas en él, la narración logra mantener una coherencia interna sin necesidad de explayarse o sentar bases para futuras películas, como sí debió hacer El Despertar de la Fuerza. Por el contrario, Rogue One es un spin off autoconclusivo, en cierta manera, lo cual también implica que los creadores del film tuvieron una mayor libertad (y osadía) para hacer lo que quisieran con los personajes, siempre que al final obtuvieran –de alguna forma u otra– los planos de la Estrella de la Muerte. La historia del grupo rebelde se dispara a partir de la vida personal de Jyn Erso (Felicity Jones), y este es quizás uno de los puntos flojos de la película: estructurar la narración y el destino de toda una galaxia a partir de los daddy issues de una joven adulta. Constantemente Jyn intentará escapar de una guerra a la que ha sido involuntariamente arrastrada, al ser su padre (Mads Mikkelsen) obligado a colaborar con el Imperio en el departamento de desarrollo armamentístico. Aquí se explica el famoso plot hole de Una Nueva Esperanza: ¿cómo una nave del tamaño de una pequeña luna, con tanto poder destructivo, pudiera destruirse con tanta facilidad? Pues porque papá Erso fue obligado a construirla, y se aprovechó de su rol vital para incluir una falla en el sistema que permitiera hacer volar esta máquina de matar en mil pedazos. En el camino por conseguir los escurridizos planos, Jyn se encontrará con variopintos personajes: el Capitán rebelde Cassian Andor (Diego Luna); K-2SO (Alan Tudyk), un reprogramado droide imperial que servirá como el comic relief del film; Bodhi Rock, un piloto desertor (Riz Ahmed); Chirrut Îmwe (Donnie Yen) y Baze Malbus (Wen Jiang), dos guardias de un templo Jedi; y Saw Guerrera, un extremista rebelde (Forest Whitaker). Gracias a sus personajes es que Rogue One se mueve en una zona compuesta por grises: a diferencia de las películas que le continuarán en una cronología narrativa, aquí los colaboradores del Imperio dudan de los actos que (algunos obligados) comenten –al punto de desertar para expiar sus almas, como Bodhi Rock– y los valientes luchadores de la Alianza Rebelde asesinan a inocentes para favorecer a su causa. En este sentido, todos intentan proceder como creen que deben hacerlo para conseguir el objetivo, aunque no siempre signifique hacer lo correcto. Por el otro lado, conocidos personajes hacen apariciones a lo largo de toda la película, ya sea en forma de cameo –como C-3PO y R2D2, o dos bribones que intentan pelearse con Luke e Una Nueva Esperanza–, con roles significativos en el film –como Darth Vader, Mon Mothma y el papá adoptivo de Leia, Bail Organa– o mencionados en un diálogo –Obi Wan Kenobi y la princesa Leia–. Sin embargo, la verdadera “aparición” –en el sentido fantasmagórico del término– que se lleva los aplausos es la resucitación del actor Peter Cushing (quien lleva veinte años descansando en paz) como el Gobernador Grand Moff Tarkin: a partir de la excelente tecnología que desarrolla año a año Industrial Light & Magic, la cara y voz del actor fueron recreados para darle vida al personaje, quien participa en bastantes fragmentos de la película. Sólo resta preguntarnos si fue una decisión correcta en términos morales. Quizás una de las más grandes fallas es el de la banda sonora: Michael Giacchino compone un trabajo al nivel de la saga… hasta que altera partes de los leitmotivs más conocidos de las obras maestras creadas por John Williams. Por lo demás, Rogue One deleita con la composición cinematográfica de algunos planos que, para bien y para mal, te dejan sin aliento. Al salir, lo único que podemos repetir es I am one with the Force and the Force is with me. Y correr a la boletería para volver a entrar.
Diferente, y menor En su acumulación de episodios y trilogías, más reboots, spin-offs y fanfictions, la saga Star Wars se ha vuelto tan rica e intrincada para los fanáticos como incomprensible e inabarcable para quienes la ven desde fuera. Pero como los que están dentro son tantos y tan profundamente entusiastas, todo intersticio en la trama, toda nueva indagación en cualquier época de la extendida historia significa un nuevo filón a explotar. La industria no descansa, y si Harry Potter ya no tenía más libros en los que inspirarse, hubo que hacer un viaje al pasado para iniciar la nueva franquicia de Animales fantásticos y cómo encontrarlos. Si bien Star Wars podría seguirse indefinidamente hacia adelante a partir de El despertar de la fuerza, por qué no explorar (explotar) las ocurrencias que pudieran intercalarse en el pasado y, ya que estamos, volviendo a traer figuras populares desaparecidas, como la del mismísimo Darth Vader. Así es que esta historia se ubica cronológicamente luego del final de la segunda trilogía (la de los años 2000) y antes del comienzo de la primera. El imperio cada vez obtiene mayor poder interplanetario y la rebelión se encuentra ya prácticamente diezmada; los jedi se han vuelto una raza extinta. Es en este panorama que un grupo de parias, rebeldes y conscriptos de bajo perfil deciden aliarse para una misión suicida aunque asimismo crucial: el robo de documentos que exponen la vulnerabilidad de la Estrella de la Muerte, nefasta arma del imperio diseñada para subyugar a la galaxia destruyendo planetas enteros. Es así que esta película es muy diferente en tono a El despertar de la fuerza, y al resto de los episodios de la saga. Es más deliberadamente oscura, y se encuentra opacada por el germen de la seriedad. No es extraño que haya sido comparada con Doce del patíbulo, con Los siete samuráis, y con todo ese cine en que un grupo de forajidos se embarca en una arriesgada misión. La idea es buena, y los principales miembros del equipo están notablemente presentados como para contar con atributos específicos y ser bien diferenciados. Ahora bien, el problema de Rogue One es tan central y elemental como la idea misma de ritmo y, por ende, de entretenimiento. Podrá notarse en primer lugar la ausencia de comic reliefs, así como de criaturas simpáticas rondando los personajes principales, algo muy curioso por tratarse de una entrega de Star Wars. Podrá creerse que esto es un sinónimo de adultez, pero analizándolo en detalle (se siguen spoilers) está lejos de serlo. Como se trata de una misión suicida, el conocedor de la saga no debería extrañarse con el hecho de que cada uno de los integrantes del grupo termine falleciendo en determinado punto del desenlace, y es precisamente por eso que los creadores habrán pensado que ninguno de los personajes debería ser lo suficientemente simpático, para no herir así la sensibilidad ni despertar el desconsuelo en las audiencias infantiles. El resultado de esto es una abundancia de diálogos mecánicos y despersonalizados, carentes de gracia. En segundo lugar, tanto el director Gareth Edwards (Godzilla) como los guionistas parecerían carecer de la imaginación suficiente como para hacer que la película verdaderamente levante vuelo. La tensión sí está bien construida, pero la trama carece de los clímax esperables. De hecho, los momentos de acción recuerdan a esas aburridas películas de comandos, con balazos y explosiones por doquier, pero sin la gracia de aquellos montajes paralelos formidables de los episodios previos, en los que se exponían varias contiendas cruciales al mismo tiempo. De hecho, las muertes de un par de personajes importantes están pésimamente explotadas, y una de ellas (la de Baze Malbus) hasta carece de sentido alguno. Esto no quiere decir que Rogue One no valga la pena. Se trata de un imponente despliegue de producción que ofrece una historia de a ratos atractiva, pero también dejando ese retrogusto amargo de ser mucho menos de lo que podría haber sido.
El universo conocido se expande y desborda hacia nuevas fronteras, amplía el horizonte para que viejos fans se deleiten y nuevos se acerquen y la descubran.
Rogue One: la mejor “Star Wars” en 35 años La nueva película de Star Wars, que cuenta una historia paralela a los hechos del Episodio IV cuenta con la brillante dirección de Gareth Edwards y un elenco de estrellas insuperable Si alguien se animaba a decir que el británico Gareth Edwards iba a ser el responsable del mejor film sobre el universo Star Wars realizado en los últimos 35 años, éste crítico le hubiera creido. Tomar un personaje como Godzilla, aggiornarlo, hacerlo interesante y hacer un film capaz de capturar la atención de un niño de segundo grado no es un mérito del que cualquiera pueda hacer gala. Pero él lo hizo. Los directivos de Disney también se dieron cuenta y por eso Edwards fue elegido no para dirigir uno de los episodios en progreso sino para hacerse cargo de una historia que no despertaba mayor interés: cómo hicieron los rebeldes para robar los planes de la Estrella de la Muerte, la estación espacial que Luke Skywalker destruye en el ya legendario Episodio IV. El plan de Disney, que adquirió la franquicia en 2012, es bien sencillo: amortizar los más de 5 mil millones de dólares que le pagó a George Lucas por su creación. Y hasta ahora van por buen camino ya que entre diciembre de 2015 y los primeros meses de 2016 embolsaron 2 mil millones con el Episodio VII de J.J. Abrams. Claro que entre los dos años de espera entre los episodios, Disney preparó "tentempiés" fílmicos como esta Rogue One, que a su vez cuenta con un elenco de lujo: la nominada al Oscar por La Teoría del Todo Felicity Jones, el mexicano Diego Luna, Mads Mikkelsen, Forest Whitaker, Donnie Yen y varios otros que no es aconsejable mencionar con el fin de dejar que el público se sorprenda. La historia planteada en el film transcurre a lo largo de 15 años y muestra la búsqueda de Jyn Erso, la hija de un talentoso ingeniero llamado Galen, al que el Imperio obliga a trabajar en la ya mencionada estación espacial, capaz de destruir un planeta de un solo disparo. Claro que Jyn no lleva una vida normal y vive huyendo de planeta en planeta hasta que un comando, conformado por el capitán Cassian Andor (Luna) y el androide K-2SO, la libera de una prisión imperial y le proponen rescatar a su padre a cambio de su ayuda. De ahí en más comienza una carrera contra reloj ya que la Estrella de la Muerte comienza a hacer estragos entre algunos planetas y por eso, este equipo disímil irá incorporando más y más personajes que se unen a esta cruzada con destino improbable. ¿Por qué es el mejor film de Star Wars en 35 años? Porque Gareth Edwards supo recrear a la perfección la atmósfera mística de los primeros relatos con personajes que destilan carisma y talento para el festival de lásers y explosiones que se desata ya en la primera media hora, y todo ellos casi sin recurrir a los personajes clásicos. Pero no se acaba ahí la festividad (que los fanáticos, disfrazados ellos, alaban segundo a segundo a los gritos) sino que la magnífica puesta en escena y las trepidantes batallas –aéreas, terrestres y hasta marinas- son de una exquisitez que no se veía desde los limitados (en lo referente al desarrollo técnico) días de El Imperio Contraataca (The Empire Strikes Back, 1981) de Irvin Kershner, película que figura primera en el ranking de cualquier fan de esta interminable historia. Sin embargo, y si con todo esto no basta para hacer que el fanático vaya al cine a velocidad sublimínica, cabe resaltar que abundan las inmensas e constantes referencias a los otros films, algunos que ya se vieron en los tráilers como la aparición de Darth Vader –todavía con la voz de James Earl Jones- y otras como la aparición de naves , vehículos y armamentos que hasta ahora permanecían inéditos en la gran pantalla y que sólo eran conocidos por novelas, cómics, series animadas y juegos de Rol. Rogue One es una experiencia que se disfruta desde el minuto uno y se extiende durante 133 minutos de alegrías, tristezas, risas, llantos y todas las sensaciones que estas películas solían generar en un momento y, por una causa u otra, habían perdido hace rato.
Una pequeña y sólida historia de Star Wars Ubicada temporalmente entre Star Wars: Episodio III (2005) y Star Wars Episodio IV: Una Nueva Esperanza (1977), Rogue One: Una Historia de Star Wars narra básicamente los detalles de la misión para robar los planos de la Estrella de la Muerte, hecho fundamental para la posterior victoria de la facción rebelde sobre el Imperio Intergalactico. Rogue One_EntradaLo que mas se agradece sobre el nuevo film es que los responsables (Gareth Edwards en la dirección, quien según dicen, fue más que supervisado por el guionista Tony Gilroy en esa función) no perdieron nunca de vista que tenían que contar una historia chica pero lo suficientemente efectiva como para que sirva como nexo orgánico entre la trilogía clásica (1977), la iniciada en 1999 y la de la era Disney. La gran precisión en su guión hace que Rogue One: Una Historia de Star Wars parezca una historia concebida en los 70´s como una precuela natural de Una Nueva Esperanza. El tono del film, sin embargo, se emparenta más con el dramatismo y la oscuridad que ya vimos en Star Wars: El Despertar de la Fuerza con una diferencia respecto al género, que se aleja de la aventura para encontrar mayor afinidad con la estructura de los films bélicos. La Fuerza esta vez tiene una presencia mucho más débil que en cualquier otra entrega y el foco se centra casi por completo sobre el eje político. Para evitar adelantar cosas puntuales respecto a la trama y porque la forma en que se relaciona lo político y lo religioso en las nuevas entregas merece una extensión mayor, voy a dejar esto pendiente para un análisis más acorde y limitarme a expresar que el universo de Star Wars no se está expandiendo sino reformulando. La gran precisión en su guión hace que Rogue One: Una Historia de Star Wars parezca una historia concebida en los 70´s como una precuela natural de Una Nueva Esperanza. La película avanza con grandes momentos de acción intercalados con diálogos informativos que no siempre resultan contundentes o efectivos. Los momentos en donde se apela a la nostalgia del fan son precisos, no hay un regocijo en el uso del guiño por el guiño mismo sino que esos momentos están organizados en función de la acción dramática y eso es algo muy valorable por estos días. Si bien por momentos cuesta un poco la empatía con los personajes porque las posibilidades dramáticas no terminan de estar explotadas al máximo todo queda olvidado con un tercer acto narrado con muy buen pulso y rigor milimétrico. Ese acto final sumado a los breves pero intensos momentos que protagoniza el gran Donnie Yen por sí mismos cumplen con las demandas. Sin grandes pretensiones, Rogue One: Una Historia de Star Wars brinda un guión sólido y una interesante fluidez narrativa dejando ver con mayor claridad para que lado va a llevar Disney a la franquicia.
El estreno de Rogue One, spin off o desprendimiento de la saga de La guerra de las galaxias, parece confirmar que el universo ficcional creado por George Lucas hace 40 años no tiene nada nuevo para ofrecer. Ya se había visto en El despertar de la fuerza: en lugar de expandir o enriquecer ese mundo fantástico, la nueva trilogía se conforma con canibalizarlo. Se trata más de un ejercicio de nostalgia que de una estrategia narrativa, y el resultado no deja de ser triste: la maravillosa telenovela espacial ha perdido su encanto para transformarse, acaso definitivamente, en apenas un objeto de consumo.
Antiguos héroes olvidados “Jodorowsky’s Dune”, de Frank Pavich, dejó bien en claro los aportes que el fallido proyecto del historietista, escritor y cineasta chileno de adaptar la novela de Frank Herbert hizo a la industria del cine (introducir a Moebius y H.R. Giger al diseño para cine, la visión del robot al estilo Terminator, etc.). Una de esas cosas es la de crear una historia en la que desde un pequeño planeta desértico se sacuda a la galaxia toda. Y es también muy bíblico poner un personaje que revolucione todo desde un desierto en los márgenes (Slavoj Zizek dijo que la historia de Anakin Skywalker y su devenir en Darth Vader es el cristianismo visto desde el paganismo panteísta: el Mesías viene a dividir, y por eso deviene villano). Como sea, George Lucas mostró en 1977 un universo inocente de space opera (ese género de la ciencia ficción con un pie en la fantasía épica), donde la tecnología convive con los agrestes paisajes de planetas vacíos y olvidados, donde el ingenio se aplica a hacer funcionar un sable de luz para ser utilizado por monjes guerreros. Sí, en los episodios I a III se hizo foco en el populoso Coruscant (capital histórica de la República) y en el elegante Naboo, pero todo comenzaba otra vez (pero antes) con un huérfano en un desierto. Y en la nueva etapa post Lucas, liderada por J.J. Abrams, parece que no van a faltar huérfanos y desiertos. “Rogue One: Una historia de Star Wars” podrá tener sus propias inocencias, pero viene a llenar una de “Episodio IV: Una nueva esperanza” (la “Star Wars” original, para los viejos). ¿Cómo era eso de que un piloto habilidoso podía hacer volar toda la Estrella de la Muerte de un solo tiro? Todo gracias a unos planos que la rebelde Leia Organa, senadora por Alderaan (pronta a quedarse sin circunscripción gracias a la fatídica esfera) tenía que hacer llegar a la Alianza Rebelde. Quebrados Esta nueva película no tiene créditos en fuga ni marchas triunfales en su comienzo. No es un “episodio” siquiera. Y eso ya nos dice algo de todos sus personajes: no los conocemos, no tienen halo de leyenda, son protagonistas de una pequeña historia en el contexto de la guerra entre los rebeldes y el imperio. Apenas los conocemos los vemos rotos, quebrados, pasta de un sacrificio redentor en pos de un futuro mejor para futuras generaciones (“para todos la luz, para todos todo; para nosotros la alegre rebeldía, para nosotros nada”, decía el subcomandante Marcos). De entrada se nos mete en el destino de Galen Erso y su familia, compuesta por su esposa Lyra y su hija Jyn. Galen es un científico imperial que desertó y se fue de granjero a un mundo árido, hasta que su ex jefe, Orson Krennic, trata de forzarlo a retomar su trabajo en la Estrella de la Muerte, que está estancada, de tal suerte que Lyra muere, él es secuestrado y Jyn termina rescatada por Saw Gerrera, un rebelde cercano a la familia que la criará. Años después, Jyn es una forajida y presidiaria, rescatada por la Alianza por un motivo: Galen ha mandado un piloto a Saw con una información valiosa, y ella es la única que puede ganarse la confianza del renegado, hoy en disidencia con la conducción rebelde. Por eso la mandan a Jetha, una luna con un viejo templo de los tiempo de los Jedi (de donde el Imperio roba los cristales Kyber, base de los lightsabers, para la nueva arma planetaria), junto al capitán Cassian Andor de la Inteligencia rebelde y K-2SO, un androide imperial reprogramado que tiene problemas para callarse. Pero no es el más fallado. Jyn lleva años lejos de “la causa” de Saw y sus padres, yendo por la propia. Cassian vivió toda su vida por esa causa, y en su nombre cometió asesinatos y “cosas terribles”. “Hay diferentes tipos de prisiones. Usted parece llevar la suya consigo”, le dirá el ex Guardián de los Whills Chirrut ×mwe, un prototípico monje ciego armado con un palo (“Zatoichi”, dijo alguno por ahí, aunque ese no era monje), firme creyente en la Fuerza y antiguo responsable del templo, amigo de Baze Malbus, otro ex Guardián ahora descreído después de haberlo perdido todo (con más aspecto de mercenario que de otra cosa). Si los juntamos con el piloto desertor, Bodhi Rook, tenemos un óptimo equipo de antihéroes. Espías y soldados La primera parte de la historia es una especie de cinta de James Bond o de “Misión: Imposible”, yendo de planeta en planeta para conocer la debilidad secreta de la fortaleza imperial, para llegar a un clímax final, con la conformación de la tripulación Rogue One del título (“rogue” se puede traducir como el que va por libre, una unidad solitaria y desobediente), con una mezcla entre “La patrulla salvaje” y la Batalla de Yavin del “Episodio IV”. En el medio, también vemos las internas imperiales, con los choques entre Krennic y... el gobernador Tarkin. Sí: con la misma tecnología de reconstrucción digital a partir de imágenes de archivo usada en “Terminator Génesis”, y con el apoyo de la familia, lograron resucitar a sir Peter Cushing sobre el cuerpo y la voz del actor Guy Henry para que el Grand Moff Wilhuff Tarkin haga nuevamente (pero antes) de las suyas (hay otro caso de reconstrucción facial, pero no lo vamos a contar acá). Lo que sí vamos a mencionar (ya ha trascendido) es la aparición de Darth Vader, interpretado vocalmente como siempre por el veterano James Earl Jones (varios actores se pusieron la máscara). Al principio parece simple fanservice, terciando en la disputa de los antedichos desde Mustafar (el mismo planeta donde Obi Wan Kenobi lo quemó), pero sobre el final tiene una escena especial. Para el otro lado, el regreso de Genevieve O’Reilly como la senadora Mon Mothma (coordinadora de la Alianza) y de Jimmy Smits como Bail Organa (padre adoptivo de Leia) vienen a dar unidad con los Episodios I a III, así que el redondeo es hacia atrás y hacia adelante. Forajidos y burócratas Ya empezamos a nombrar intérpretes, así que metámonos en el elenco. Felicity Jones (nominada al Oscar por “La teoría del todo”, y la Felicia Hardy de la última “Spider-Man”) es un buen hallazgo: una belleza terrenal, pequeñita (1,59) y con adorables paletas en la dentadura (Beau Gadsdon, que junto a su hermana Dolly hace las versiones pequeñas de Jyn, también las tiene). No tiene el raro glamour desértico de la Rey que Daisy Ridley puso en “Episodio VIII: El despertar de la Fuerza”; su fuerza está en su pasta de heroína trágica, y la potencia que le pone la actriz al personaje. Lo mismo que Diego Luna como Cassian: entre ellos está lo mejor de las actuaciones, un rubro donde siempre se le pegó a la franquicia. Junto a ellos se luce Alan Tudyk como K-2SO: es el principal actor del mundo en captura del movimiento, así que le debemos un nuevo robot en su haber. También Donnie Yen como Chirrut, Wen Jiang como Baze y Riz Ahmed como Bodhi. Del lado opuesto, Ben Mendelsohn le da algunos buenos momentos a su Krennic, que en fondo es un burócrata mediocre sin la grandeza de un villano como Tarkin. Forest Whitaker le da vida a Saw Gerrera, personaje que apareció en las series animadas (lo que también confirma el canon), pero su interpertación de este rebelde con espíritu de bandido rural está un poco por debajo de las expectativas: le faltan algunos matices, y habla como una versión afónica de su Idi Amin de “El último rey de Escocia”. El celebrado Mads Mikkelsen se sale de los roles de villano para poner sus peculiares rasgos al servicio de Galen Erso, aunque no tiene tanto margen para explotarlo. Alistair Petrie se suma al elenco como el general Draven, el jefe de Cassian tan pragmático como él: la Alianza Rebelde no está hecha sólo de soñadores e idealistas. Podemos destacar aquí también los minutos de metraje de Valene Kane como Lyra Erso; después hay mucha participación coral, y cameos, por supuesto. De antes y de ahora Cameos que se funden con la miríada de referencias ocultas, con la combinación de batallas estelares al estilo clásico (más referencias) con los planos cortos a cámara en mano, enfatizando los momentos de actuación pura. Combinación como la que hace Michael Giacchino en la música: el autor del nuevo score crea nuevas marchas marciales y motivos sutiles, aunque sin la predominancia de los leitmotivs de John Williams. Los cuales se hacen presentes y se funden con la nueva partitura: especialmente el “Tema de la Fuerza” (“Binary Sunset”) y el “Tema del Lado Oscuro” (la célebre “Marcha Imperial”). Así, el equipo creativo (Gareth Edwards en la dirección, Chris Weitz y Tony Gilroy en la historia y John Knoll y Gary Whitta en el guión final) entrega una historia “realista” en este universo épico. Como en casi todas las revoluciones, quienes sólo conocen el régimen que pretenden derribar son unos expatriados del tiempo, que sólo pertenecen al momento que les tocó vivir. Quizás, si la revolución triunfa, algún día consagre un monumento a aquellos héroes olvidados que lo dieron todo por una buena causa.
La génesis de la esperanza Los fanáticos de Star Wars todavía le están agradeciendo a Mickey Mouse, luego de que Disney decidiera rescatar la saga del nefasto destino que le auguraba George Lucas, su venido a menos creador. Rogue 1 no sólo es un fantástico aporte al universo en cuestión, sino quizás una de las mejores entregas desde la trilogía original. Con un tono más adulto y personajes bien definidos, el prólogo de “A new hope” está a la altura de las expectativas más exigentes desde todo punto de vista. El relato está bien construido, con una historia simple pero perfectamente liderada por sus protagonistas, quienes saben acaparar la atención de la audiencia. En lo visual no hay mucho para decir; Rogue 1 es una película que respeta los cánones de dirección característicos de las antiguas Star Wars, así como lo hizo Abrams en episodio VII. Esta historia alternativa al universo de Lucas entusiasma porque no es una película hecha con intenciones meramente comerciales, sino con un clarísimo compromiso narrativo para con todos los fans de la saga. Se destaca, sobre todo, por la excelente composición de sus personajes y por el modo en que encaja perfectamente en la trama troncal. Bien pensada, bien escrita y bien ejecutada, Rogue 1 es sin dudas un capítulo indispensable en la saga de ciencia ficción más célebre de la historia del cine.
Un buen producto que dejara más que satisfechos a todos sus seguidores. Al resto de los espectadores que nunca vio una entrega de esta saga, le puedo decir que la historia es interesante, se puede entender perfectamente sin haber visto ninguna de las otras, y que tiene...
“Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana”. Esa leyenda apareció por primera vez en pantalla hace casi 40 años y, sin embargo, la saga que la acuña está más viva que nunca: “Star Wars” volvió al ruedo (aunque muchos creemos que jamás dejó de estar presente) con muchos proyectos nuevos, episodios que alargan la trama de los Skywalker y spin-offs que tratan de explicar aquellas cosas que sólo nos imaginábamos. Esta semana llega “Rogue One: Una Historia De Star Wars”, una especie de prólogo extenso sobre lo que pasaba antes de la escena inicial del primer capítulo de la saga principal. Uno quizás cuando leía el argumento de esta película podía llegar a pensar que era una nueva manera de robar con más extensiones del universo Star Wars, pero este film está tan bien contado y ejecutado que esa opinión previa se esfuma a los minutos de haber empezado. Nos damos cuenta desde el mismo inicio que es diferente a todo lo mostrado anteriormente, al no tener la clásica cortina de texto con la música de John Williams, y a partir de ahí nos espera un gran viaje de más de 2 horas que no se sienten en lo absoluto. Tratando de destacar todos los aspectos posibles nos encontramos con un elenco maravilloso: Felicity Jones nació para personificar a una rebelde, Diego Luna está muy bien, Mads Mikkelsen hace que se disfrute cada minuto en pantalla, Donnie Yen y Jiang Wen geniales y hasta Alan Tudyk personificando al androide K-2SO, que se roba la película. La orquesta sinfónica que el director Gareth Edwards eligió para contar esta arista del mundo “Star Wars” es perfecta, tampoco podemos dejar de mencionar todo lo que la película ofrece: Unos efectos especiales que sobrepasan lo visto anteriormente, una música que no se repite a sí misma, unos planos hermosos, momentos que van a quedar en la retina y la gran particularidad de esta entrega: El toque emotivo y maduro que se incluyó. No recuerdo haber visto una película de “Star Wars” que genere esas sensaciones cerca del final y que tenga un tratamiento tan adulto y único, hasta ahora es para celebrar. Quizás no innove en muchas cosas pero es muy diferente a todo lo visto en la saga y aplaudo esa decisión creativa de principio a fin. No hay que desarrollar nada más. Es una historia que así como arranca, concluye. No hay que explicar más detalles ni profundizar en más aspectos, es una historia que no puede repetirse. Se está permitido tener miedo ante el spin-off de Han Solo, los futuros episodios que continúan la historia y demás, pero hay que tener fe. El universo de “Star Wars” está en buenas manos. “Rogue One: Una Historia de Star Wars” es distinta, es bella, es emotiva y rompe esquemas. No pueden pedir más. Puntaje: 5/5
El spin off que venció los prejuicios "Rogue One" fue uno de esos proyectos combatidos por los fanáticos más acérrimos de la saga Star Wars. Se dijeron muchas cosas como que Disney estaba por arruinar todo el universo original, que este spinoff era totalmente innecesario y que no iba a cumplir con las expectativas de nadie, que el elenco no era el adecuado, etcétera, etcétera. La verdad es que el resultado final de este film del director Gareth Edwards ("Monsters", "Godzilla") terminó torciendo todos los pronósticos y se configura como uno de los mejores exponentes dentro de la saga. En mi humilde opinión, es bastante mejor película que "The Force Awakens". La historia es realmente un spinoff, pero uno bien contado, que homenajea con mucho respeto y amor a lo mejor que tiene el universo Star Wars. Para empezar, un punto fuerte es que es una historia adulta, áspera y melancólica, algo que se sale del molde habitual de la saga y del mismísimo Disney. No es lo que alguien esperaría de un producto Star Wars y creo que eso fue una movida inteligente. La trama gira en torno al accionar de la rebelión, sus planes para combatir al imperio y la construcción de la Estrella de la Muerte. La parte negativa en esto mismo, es que las generaciones más jóvenes pueden sentirse un poco aletargadas y no comprender algunas cuestiones importantes que están ligadas a las primeras películas. Por otro lado, se encargaron de incluir muy bien iconos de Star Wars, con la presencia de personajes históricos del universo, las naves rebeldes, los AT-AT y más. Esto es claramente un mimo a los tres primeros clásicos del George Lucas y eso a los fans les gusta, y mucho. Por el lado de los personajes, la cosa se pone un poco más dispar pero siempre de buena calidad. Me gustó bastante lo de Felicity Jones como Jyn Erso, me gustaron también mucho Mads Mikkelsen, Forest Whitaker y Ben Mendelshon. Diego Luna por otro lado no me convenció demasiado. Como un Han Solo muy forzado. "Rogue One: A Star Wars Story" es un film digno de ver, interesante, distinto pero a la vez familiar al universo que conocemos y con un final emocionante, bien elaborado y pensado para ser lo que ofrece, una Star Wars story de ley.