Magos, asesinos y un detective brillante La versión del cineasta Guy Ritchie del detective Sherlock Holmes, personaje creado por Arthur Conan Doyle e interpretado en el cine por Michael Caine, Charlton Heston, Christopher Plumer, y Christopher Lee, entre otros, tiene un poco de todo. Sherlock Holmes (2009), en la piel de Robert Downey Jr., es un viaje que empieza por el desconcierto inicial hasta llegar al disfrute final. El Sherlock Holmes de Guy Ritchie está inspirado en el cómic de Lionel Wigram, en este caso el detective Holmes debe enfrentarse a un nuevo enemigo, Lord Blackwood, y para ello cuenta con la ayuda de su fiel ayudante, el Dr. Watson (Jude Law), y de la bella Irene Alder (Rachel McAdams), la única mujer que ha sido capaz de derrotarle. Durante los primeros minutos Sherlock Holmes se vuelve desconcertante. Los primeros 45 minutos de la historia se vuelven tediosos y demasiado abrumadores para el espectador que no encuentra el rumbo que la trama quiere tomar. Abuso de planos y contraplanos le dan un ritmo impropio que en cierta forma se contradice con lo que muestra, una Londres victoriana de finales de siglo XIX lúgubre y obscura que se contrapone con el ritmo de las imágenes y la pasividad narrativa. Transcurrida la introducción al conflicto, que por cierto es bastante confusa, el film crece cuando se transforma en un thriller con toques sobrenaturales, algo que algún punto recuerda a Sexto sentido (The Sixth Sense, 1999) o a las películas de M. Night Shyamalan, ya que el desenlace del conflicto se desarrollará a través de un flashback rápido sobre todo lo que aconteció en la película y como a través de ciertos hechos puntuales el espectador, al igual que Holmes, podrá desarrollar el caso. Una Londres obscura, que recuerda por momentos a la ciudad gótica de los primeros Batman (Tim Burton, 1989) es el marco ideal para el desarrollo de una historia cargada de personajes inteligentes, algo dark, irónicos y hasta políticamente incorrectos; algo que Robert Downey Jr. y Jude Law manejan a la perfección, personificados desde las antípodas de sus personalidades pero que en cierto punto son semejantes. Con una magnifica reconstrucción de época, actuaciones increíbles y una historia que, a pesar de lo confusa y algo estirada atrapa a partir de una serie de recursos usados inteligentemente creando suspenso y acción, Sherlock Holmes aprueba esta nueva versión que, sin duda, hubiera estado para mucho más, sino hubiera sido por cierta pretenciosidad narrativa que no hizo más que opacar el resultado final.
No tan elemental... Si piensa encontrarse con el viejo Holmes de las novelas de Conan Doyle, debo decirle que acá no está. En cambio le diré que se va a encontrar con el gran Robert Downey Jr. dando vida a un Holmes de mediana edad, atlético, irreverente mas tan observador e inteligente como el clásico personaje literario. Está acompañado por Watson, interpretado por el talentoso Jude Law y si le sumamos al siempre efectivo Marc Strong como el siniestro Lord Blackmore, entonces tenemos lo necesario para que el director Guy Ritchie se permita presentar un filme que es puro entretenimiento, con intérpretes de calidad. Todo comienza con el arresto de Lord Blackmore, acusado de practicar magia negra y realizar rituales de sacrificio en lo que mataba personas. Holmes continúa investigando al extraño sujeto quien le manifiesta intenciones difíciles de comprender logicamente, aún luego de que el reo sea ejecutado por la ley. Lo que sigue es un festival de acción y aventura, con las vueltas de tuerca propias del género, un poco en solfa, sin solemnidad alguna, con aciertos de Ritchie en la dirección -como las escenas donde Holmes prevé la manera de enfrentar a sus contrincantes en lucha- y una excelente dirección de arte para contextualizar al héroe en la época victoriana. La banda de sonido a cargo de Hans Zimmer subraya acertadamente cada escena y acompaña en la secuenca de títulos final la sensación de haber disfrutado de buen rato de esparcimiento, al tiempo que nos da ganas de ver la secuela que desde la pantalla se promete.
Guy Ritchie fue un gran director de cine. Su Juegos, trampas y dos armas humeantes es una muestra de ello. De una historia simple hizo un gran relato, que a su vez era maravilloso visualmente. Luego siguió con Snatch, metiendo esa locura para públicos más grandes, y en el medio se casó con Madonna y empezó su decadencia, con películas que fueron directo a DVD en nuestro país… y que en realidad merecían un directo a VHS… Hace un año mas o menos se estrenaba Rockanrolla, que de cierta manera fue como cuando una mujer se divorcia… se va al Golden y quiere hacer todo lo que no hizo en sus años de casada… quiere demostrar que es otra y que sigue viva. Por lo general esa mujer no muestra una buena imagen y no es nada armoniosa… así era Rockanrolla… “una loca desatada”, y sin mucho sentido. Pero por lo menos servía para saber que ya estaba en camino de otras cosas… La gran duda para mi, es que corno pasaría con una historia tan grosa, de un personaje maravilloso como Sherlock Holmes. Ni muy muy, ni tan tan sería la respuesta. Por un lado, tiene un comienzo muy Guy Ritchie, buenas cámaras, buena música incidental, y gran dinamismo. Esa locura se desparrama en muchas otras partes, sean peleas previamente relatadas (geniales), o situaciones violentas con personajes particulares. Pero por el otro, tenemos una película normal. Entonces el balanceo es muy raro. O sea, es un Dr. Ritchie y mister Hyde… La historia es buena obviamente, pero por momentos algo confusa. Al final de la película cierra todo y de manera muy clarita, por lo que quizás logra que uno se olvide de esos baches. El elenco es maravilloso, Robert Downey Jr está brillante, Jude Law pasa a un segundo plano con una muy buena actuación, y las chicas también están muy bien en sus papeles, por un lado Rachel Mc Adams muy conocida entre todos, y por el otro Kelly Reilly, que si bien muchos no la recuerden de varias películas, es una gran actriz que fue muy bien elegida para el pequeño papel que tiene. Mark Strong, viene pisando fuerte, y con este papel se consolida como uno de los mejores “posibles” villanos para cualquier película… de hecho en la misma semana de estreno de Sherlock, es malito también en La joven Victoria. La película es un buen entretenimiento, cumple, y es una buena salida al cine. Lo que pasa es que el personaje de Holmes es muy grande y seguramente se podría haber hecho algo a la altura del mismo. Quizás a su favor, es que muchos otros personajes legendarios, cuando pasaron al cine, no mantenían la esencia. Y lo bueno es que habrá una secuela, y ahí si le pongo todas las fichas, porque ya se planteó bien el personaje, y para la próxima irán directo a las situaciones y no a describir a nadie. Estoy seguro que esta primer Sherlock Holmes dejará satisfechos a la mayoría. Y está bien que sea así.
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Detectives siglo XIX para el siglo presente La visión de Guy Ritchie es más atenta al original inglés que a lo que pide el Hollywood actual. Por suerte no siempre las adaptaciones sólo adoptan el nombre, el oficio y la época del protagonista de un clásico, sea del género que sea, para convertirlo en un producto a la medida de Hollywood. Para este Sherlock Holmes todo sonaba raro cuando se anunció el rodaje. ¿Guy Ritchie dirigiendo lo que aparentaba un tanque hollywoodense? ¿Qué haría Robert Downey Jr. como el deductivo detective, a quien el imaginario colectivo imaginaba de capa y mordiendo una pipa? El resultado nos trae que Ritchie es mucho más fiel al espíritu y a los relatos de Arthur Conan Doyle de lo que uno puede esperar de las adaptaciones de éxitos de otros medios. Imaginen a Michael Bay, el director de Transformers, o a John Turteltaub, si en este look revisionista a Holmes se lo muestra como un detective privado que apela a los puños y las artes marciales. No, mejor no imaginen nada, a ver si para la(s) secuela(s) los llaman. Holmes y su compañero -de departamento en el 221 B de Baker Street- el Dr. Watson (Jude Law) están ante un caso increíble: Lord Blackwood (Mark Strong, también haciendo de malvado en La joven Victoria) ha resucitado luego de ser aprehendido por el dúo dinámico, y ahorcado por practicar magia negra. Todo se le complica al intuitivo Holmes cuando es Irene Adler (Rachel McAdams), bandida pero de la que está en secreto enamorado, quien le trae un encargo que lo conectará con Blackwood. Ritchie tiene una visión personal de Holmes con la que se puede acordar o no. Pero una vez que se acepta que Holmes se gana la vida resolviendo misterios tanto como ganando peleas de box -en las que Watson apuesta más de lo que debe si está a punto de casarse- y que aspira más de lo que debería, es más llevadero el trayecto. Para introducirse en la mente y las elucubraciones de Holmes, el director de Snatch apela a la cámara lenta, cuando no a los flash- backs, y se permite bromas y peleas por aquí, y efectos especiales por allá. Pero -siempre- lo que prima en Sherlock Holmes es su capacidad para deducir. Allí los fans del personaje de Conan Doyle no encontrarán de qué quejarse. En el enfoque de Ritchie no habría mejor opción que la de Downey Jr., que se reinventa cada tanto y que con Law hace una pareja -y aquí los fans elevarán con preocupación sus cejas- como lo que indica el término. Divertida, Sherlock Holmes es un buen modelo a seguir, si no se quieren sólo tiros, explosiones y piñas sin ningún sentido.
Una arriesgada apuesta que satisface Guy Ritchie aporta toda su conocida pirotecnia visual a esta reformulación algo pop de Sherlock Holmes. En su obsesión por reciclar clásicas historias y personajes de la literatura (y del cine), Hollywood apostó por el director inglés Guy Ritchie para que le aportara a esta nueva versión a gran escala del célebre personaje de sir Arthur Conan Doyle esa misma "pirotecnia" visual de Juegos, trampas y dos armas humeantes , Snatch: cerdos y diamantes y RocknRolla , que lo convirtió en uno de los principales referentes de la modernidad cinematográfica y de la cultura pop (esto último, claro, también ayudado por su fallido matrimonio con Madonna). Contra todos los pronósticos, esta vez los excesos manieristas, el preciosismo formal, la estilización artificiosa, los vistosos encuadres, los sofisticados movimientos de cámara para la construcción de planos-secuencia, el ritmo adrenalínico y la hiperkinesia, el humor negro, los golpes de efecto y el desaforado uso de efectos visuales generados por computadora (CGI) y de la música que suele ostentar Ritchie tienen en Sherlock Holmes más hallazgos que tropiezos. El director británico no se queda en el simple regodeo de su incuestionable talento para la puesta en escena, sino que alcanza a sostener en buena parte de las dos horas de relato la tensión, el suspenso y, por lo tanto, el interés del espectador. Además -en uno de los mayores aciertos de la película-, logra delinear con humor y empatía la relación entre Sherlock Holmes (Robert Downey Jr.) y su fiel colaborador, el doctor John Watson (Jude Law), con todos sus matices, sus contradicciones y hasta sus facetas enfermizas (las adicciones, los arranques violentos, los celos y las manipulaciones del torturado detective). En una zona gris -en cuanto a logros- queda el intento de convertir al Holmes del siglo XIX en una suerte de superhéroe propio de estos tiempos (y hasta con algo de James Bond), mientras que la batalla que emprende contra el despiadado Lord Blackwood (Mark Strong), un malvado propio de la historieta que quiere controlarlo todo, va perdiendo interés con el desarrollo de la trama. Pero si el guión transita por territorios conocidos (y lugares comunes), allí están el gran Downey Jr., Jude Law y la bella Rachel McAdams para rescatar al film y llevarlo finalmente a buen puerto.
Nuevas armas para un viejo sabueso En el más drástico aggiornamiento de la creación de sir Arthur Conan Doyle hasta la fecha, el director reconvirtió al icono de la deducción y la lógica aplicada en héroe de superacción. La fórmula, que por momentos funciona, termina volviéndose insustancial. SuperSherlock contra Lord Blackwood y la Orden Oscura hubiera sido un título más fiel para esta reedición 2.0 del sabueso de Baker Street. En lo que representa el más drástico aggiornamiento de la creación de sir Arthur Conan Doyle hasta la fecha, la Warner, Guy Ritchie y un equipo de guionistas reconvirtieron al icono definitivo de la deducción y la lógica aplicada en héroe de acción, con tanto músculo como cerebro y más superespectáculo físico que intrigas en interiores victorianos. Debiéndole más al cine de superhéroes, a Indiana Jones, al comic filmado y hasta a James Bond que a Conan Doyle, la violenta reformulación no tendría, en sí, nada de malo, y hasta por momentos funciona. El problema no es el aggiornamiento sino el adocenamiento. Como ya había sucedido con El superagente 86, la maquinaria hollywoodense vuelve a demostrar que no sabe concebir una producción de más de 100 millones sin reformatearla como superespectáculo de acción digital. Y suerte que no se les haya ocurrido hacerla en 3D. Puede aceptarse que ese monumento de la cultura británica que es Holmes tenga ahora el acento neoyorquino de Robert Downey Jr. Al fin y al cabo, ¿no había hecho Downey ya de Chaplin, en los comienzos de su carrera? ¿No podría hacer mañana de Churchill, del propio Bond o, de no estar disponible Helen Mirren, de la mismísima Queen Elizabeth? Puede aceptarse que Watson no sea esta vez la representación misma del common man, regordete sin otro glamour que su sensatez y fidelidad, sino nada menos que Jude Law, Sting en versión mejorada por el que las chicas se hacen encima. Puede aceptarse que el Sherlock de Downey sea un pugilista consumado y hasta que luzca abdominales tipo six pack. Es cierto que el Sherlock original no iba a andar protagonizando escenas enteras a trompada limpia, como sucede aquí. Pero también es cierto que lo suyo no eran sólo juegos de la mente: en casi ninguna de sus aventuras dejaba de aplicar dos o tres golpes secos cuando se requería. Hasta puede aceptarse que el habitante del 221 B de Baker Street se tire sobre el Támesis de cabeza, estilo clavadista mexicano. Lo difícil es aceptar el decoloramiento de la intriga en la que Holmes está inmerso, archivillano incluido. Todo tiene lugar en una Londres victoriana y digital, de cielos y callejuelas casi tan dark como los de Sweeney Todd. En la secuencia inicial, Sherlock y Watson se tirotean y finalmente atrapan a Lord Blackwood, aristócrata descastado al que le da por los sacrificios humanos (Mark Strong, favorito de Guy Ritchie que también actúa en La joven Victoria, otro estreno de la semana). En la siguiente secuencia, Blackwood es ejecutado en la horca. De allí en más se ocupará de complotar, con la intención de restaurar una antigua sociedad secreta filomasónica, cuyos miembros le obedecen fielmente. Su objetivo: llegar al Parlamento, tomar el Poder. ¿Pero cómo, no lo habían ahorcado? Vamos, esos detalles se solucionan fácil. Un equipo de guionistas trabajando de sol a sol, un set completo de trampitas argumentales y alguien que explique todo al final, y listo. Total, a quién le importa la intriga, que parecería escapada de la pluma del emérito Dan Brown, mientras todo se resuelva en un London Bridge en plena construcción (en plena construcción digital, se entiende), con el héroe y el villano colgando al mejor estilo Hitchcock. Con la diferencia, claro, de que en las de Hitchcock a uno le importaba que el héroe no cayera y el villano sí. No es que Downey no esté simpático, desde ya. Sus cruces con Law y con la novia de éste (la pelirroja Kelly Reilly, vista recientemente en Eden Lake), los momentos de comedia casi estilo Extraña pareja, los intercambios de retruécanos como de sitcom, las torpezas del inspector Lestrade (Eddie Marsan), la ladrona y viuda negra que compone la siempre atendible Rachel McAdams: todo eso es lo que mejor funciona en Sherlock Holmes. El problema es que tiende a disolverse, en la misma medida en que toma cuerpo lo que menos importa: la intriga, la figura del villano, el costado superacción. En un par de escenas Mr. Ritchie se regala a sí mismo su rol favorito, el de émulo de Tarantino. Una es un hallazgo: Holmes descompone, en ralenti, un match de box en el que destrozó a su rival. La inmediata reproducción de la misma escena, pero ahora a velocidad normal, demuestra que al ojo se le escapa, al natural, lo que la técnica cinematográfica es capaz de mostrarle. Engolosinado, unas escenas más adelante Ritchie repite el chiste, con la diferencia de que la escena no lo justifica en lo más mínimo. Allí, el realizador de Juegos, trampas y armas humeantes vuelve a ser él mismo, después de haber sido Tarantino durante un minuto casi completo.
Uno podía desconfiar de Guy Ritchie, británico pichón superficial de Tarantino, a la hora de encarar el gran regreso de las aventuras de Sherlock Holmes. Pero el ex de Madonna consigue una película atractiva donde su montaje vertiginoso que gusta de amontonar tantos planos breves como sea posible encuentra su justificación en esa velocidad mental de Holmes. Y el otro gran acierto de la película es encarnar al sabelotodo más famoso de la literatura en la piel de Robert Downey Jr., la gran estrella del momento en Hollywood. Ritchie apuesta por el costado boxeador de Holmes y logra una película donde las piñas juegan un papel tan importante como la inteligencia del detective. Y como si todo esto no alcanzara para que la película se vea bien, allí están Jude Law como el fiel Watson y Rachel McAdams como femme fatale para que todo sea todavía más agradable a los ojos.
Más acción que deducción Más que una adaptación del clásico detective creado por Arthur Conan Doyle lo que propone Guy Ritchie en su Sherlock Holmes es una reivención del personaje. Lo arma de nuevo. Lo reconstruye según sus propias reglas y de acuerdo a su propio lenguaje visual. No está lejos de lo que hace Quentin Tarantino con la Segunda Guerra Mundial en Bastardos sin gloria. Sólo cambia el tamaño de la ambición estética. Al igual que el director norteamericano, Ritchie está convencido de que el cine es el juego supremo y que todo lo demás debe subordinársele, no importa si se trata de la verdad, la historia o el mito. Por eso es coherente que el guión de su Sherlock Holmes no esté inspirado en las páginas del autor de La letra escarlata sino en una historia gráfica de Lionel Wigram. Si la ambientación, la ironía, los personajes y el método provienen sin duda de Conan Doyle, la trama, el ritmo y los diálogos están impregnados del espíritu de una historieta. Toda la película es un gran cómic en movimiento, un cómic no sintético, como Sin City, por ejemplo, sino detallista y recargado, en consonancia con la época victoriana en la que transcurre la acción. Así los temas tradicionales del folletín son activados para sostener el argumento de una conspiración esotérica que se va revelando gradualmente. Holmes no se enfrenta sólo a un oscuro Lord Blackwood que se atribuye poderes sobrenaturales sino también a otros conflictos más personales, como que su amigo Watson se comprometa con una institutriz y su amante Irene Adler reaparezca en una situación dudosa. En esta versión Holmes no es un detective abúlico y cerebral. Piensa y actúa al mismo tiempo y su lógica se descubre después de sus actos. Pelea, corre, se ensucia, es guiado tantos por sus instintos como por su inteligencia. Pero esa acción constante que se expresa en numerosas escenas de luchas, derrumbes y explosiones siempre aparece como mostrada entre paréntesis. No la domina la violencia sino la farsa, un arte en el que Guy Ritchie es un maestro. En su elegante traición a Conan Doyle lo acompañan dos actores que parecen hecho el uno para el otro: los carismáticos Robert Downey Jr. y Jude Law.
Super Sherlock Una primera aclaración para evitar malentendidos: los fanáticos, seguidores o simplemente quienes pretendan fidelidad a las novelas de sir Arthur Conan Doyle no deberían ver esta película. De la fuente original, Ritchie apenas ha conservado la ambientación, el nombre del compañero de aventuras, un violín (atonal) y una inteligencia casi sobrehumana para su protagonista. El lado positivo es que se intenta dar una vida nueva (aunque demasiado ansiosa de novedad) a un personaje que hacía mucho que no rondaba por la pantalla: se llega al extremo de aclarar en los créditos que los personajes de Sherlock Holmes y el Dr. Watson "aparecen en las novelas de Arthur Conan Doyle". Evidentemente, la película intenta atrapar públicos jóvenes y posiblemente lo logre. El lado negativo es que quien entre a la sala esperando ver "una de Sherlock Holmes" probablemente salga antes de que termine la función, completamente horrorizado. Es sabido que una película histórica habla más sobre la época en la que fue filmada que sobre la época en la que supuestamente está ambientada. De esta forma, en el Londres del siglo XIX tenemos un Sherlock Holmes canchero, musculoso, moralmente cuestionable, "genial" en una visión un tanto trivial, de sexualidad liberada, que utiliza su inteligencia superior para deducir qué golpes serán más efectivos contra su adversario de pelea. De esta fórmula de ingenio "Sherlock Holmes más corporalidad exacerbada más charm" surge un nuevo personaje posmoderno que clama a los cielos por una secuela y que recuerda más al Iron Man que interpretara el propio Robert Downey Jr. que al ingenioso victoriano. Buena parte del personaje (y, sobre todo, de su relación con el Dr. Watson) recuerda muy de cerca al personaje de Dr. House de la serie televisiva (otra versión de Holmes que, a pesar de la actualización temporal y el cambio de profesión, es más fiel al concepto original de la resolución del enigma). Hechas estas aclaraciones, podemos decir que a quienes les hayan gustado las anteriores películas de Guy Ritchie (entre otras, Snatch, cerdos y diamantes y RocknRolla) probablemente les guste también Sherlock Holmes. Tenemos de vuelta chistes cancheros, violencia superficial, trucos de cámara puestos para remarcar cuán cool es lo que estamos viendo (como los recurrentes ralenti que explican con detalle, para que nadie se lo pierda, lo que acabamos o vamos a ver). Ambientar una película en el Londres decimonónico siempre paga y Ritchie no se priva de mostrar unos lindos planos digitales de la ciudad. Si con todo esto la película es disfrutable (y lo es) se debe exclusivamente a la presencia de Robert Downey Jr., gran actor resurgido de sus propias cenizas que, si bien no se aleja de un nuevo registro que ha encontrado (como dijimos, su actuación recuerda mucho a la de Iron Man), carga sobre sus hombros con el personaje del nuevo Holmes y con toda la película. Este Holmes no podría haber existido sin la sonrisa de Downey Jr. Jude Law probablemente nunca pasó tan desapercibido como en este momento, pero la muy linda Rachel McAdams llena muy bien su rol. Como es de rigor, la película se cierra abriendo un futuro caso, a la espera de una secuela. Los productores, imaginamos, estarán listos para lanzarla al ruedo apenas sepan si a esta primera parte le va bien en el mercado. Todo hace suponer que va a ser así. Y si hacen una secuela, la iremos a ver con gusto.
Guy Ritchie no participó en el guión de Sherlock Holmes (2009) y se nota de sobremanera: parece que se quiso aggiornar al personaje pero manteniendo el clásico espíritu y su estructura narrativa paradigmática. Tanta ambición terminó convirtiéndose en una trama predecible, un planteo formal interesante y muy poco que destacar. El director y los actores hacen lo que pueden en esta suerte de introducción a un futuro film en el que nuestro héroe enfrentará al Profesor Moriarty. Bizarra y demasiado extensa, la película por momentos cae en baches de los que difícilmente logra salir...
Escocés y médico, Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930) creó a su personaje más famoso, el detective Sherlock Holmes, basándose en Joseph Bell, un profesor universitario con extraordinaria habilidad para el razonamiento deductivo. Su primera novela, “Estudio en escarlata”, aparece en 1887. Allí conoce al doctor John Watson (desde entonces su amigo y asistente). Los responsables de este film, escrito por Michael Robert Johnson, Anthony Pekham y Simon Kinberg, afirman haber recuperado la esencia de Holmes, que era un excelente boxeador, esgrimista y experto en artes marciales, además de dedicarse al violín y a cierto tipo de estupefacientes. Lo cierto es que en la composición que hace Robert Downey, no queda casi nada de la elegancia y el empaque tan victorianos que impuso Basil Rathbone a lo largo de unos cuantos films. La dinámica del cine ha cambiado e impone su vértigo. Acá la niebla londinense se carga de nubarrones de lo más negros. Alguien lleva a cabo una seguidilla de asesinatos rituales y feroces. Holmes y Watson (un Watson mucho más joven que el que imaginábamos), llegan a tiempo para salvar a la última víctima y desenmascarar al culpable: nada menos que el noble Lord Blackwood. En la cárcel, antes de la ejecución, mantiene aterrados al resto de los presos y a los carceleros, convencidos de que maneja poderes ocultos. Al hombre lo tiene sin cuidado la horca: afirma estar más allá de la muerte, conectado con fuerzas satánicas, y se ríe de la pena capital. Su aparente resurrección multiplicará el pánico en Londres. Para Holmes, un desafío a su altura.
Guy que me hiciste mal… Sherlock Holmes no es un personaje popular, en el sentido en que se entiende la popularidad por estos días: alto impacto, conocido globalmente, explosivo. Hace años que no se filma ninguna película del personaje y sus libros no son tampoco de alto impacto, aunque algo flota en el imaginario popular y existe le museo y la Casa del Detective - si existe la casa en la que Romeo y Julieta se juraban amor en Verona, por qué no iba a existir luna para los detectives? Las películas originales del personaje protagonizadas por Basil Rathbone mostraban a un inglés reflexivo, reconcentrado, ejecutante de violín. El personaje literario sumaba a esas características la de ser un fumador consuetudinario de opio. Pues bien, el regreso de Sherlock Holmes encuentra al personaje renovado, libre de su flemático carácter british, claro, por obra y gracia de la interpretación de Robert Downey Jr, al igual de lo que pasa con el Dr. Watson, a cargo de Jude Law. Quizás uno, cualquiera, no hubiera elegido a Guy Ritchie para que dirigiera esta película, pero objetivamente, nadie podrá decir -a pesar de su edición pretendidamente ágil y de que pareciera sobrar-, que Ritchie filma mal. Pero si Downey, Law y la bella Rachel McAdams conforman un trío que logra lucirse. Quizás la película no conforme de todo por ese tono de estar de vuelta de todo y que finalmente termina dañándola. Holmes seguramente necesitaba un director más clásico y no tan preocupado en lucirse en cada plano.
"Sherlock Holmes" es un personaje ultra conocidísimo, y que fue llevado al Cine muchísimas veces, pero en esta oportunidad la película que nos presenta Guy Ritchie, por suerte, es bastante diferente a las otras versiones que vimos de uno de los detectives más famosos del mundo. Desde el vamos es una película con el sello de Ritchie, de hecho, si en ningún momento aparecería el nombre del director, uno inmediatamente se daría cuenta que es una película de él. Por esta razón, tiene varias escenas en las que se los ve a Holmes y a Watson peleando contra algún "villano". El uso del "slow motion" estilo "Watchmen" (recuerden la pelea de "The Comedian" al comienzo), a lo largo de la película, es genial! Sobre todo en las escenas de pelea, cuando Holmes explica los movimientos que tendría que realizar para que todo salga como estaba planeado. Robert Downey Jr. hace un muy buen trabajo, y debo admitir que ultimamente me está gustando mucho como actúa. Jude Law lo acompaña muy bien, con este Watson que parece bastante conservador, pero que al mismo tiene necesita esa dosis de adrenalina que sólo puede conseguir ayudandolo a Holmes a resolver cada uno de los casos que se le van presentando. Mark Strong representa a Lord Blackwood, el villano de la película, y demuestra que es un papel que le viene como anillo al dedo. El soundtrack tiene canciones que acompañan a la perfección cada una de las escenas, y le suma mucho a la película, porque como bien saben, un mala elección en cuanto a las canciones de un film, puede destruir una obra maestra del Cine... La versión de "Sherlock Holmes" que presenta Guy Ritchie, es sin dudas, una versión que me gustó mucho, y que seguramente vuelva a ver varias veces más. Porque si bien es sumamente diferente a los trabajos realizados previamente por otros directores, mantiene la escencia de todo lo que reprenta Holmes para quienes leímos cada uno de sus libros.
La dirección de Guy Ritchie nos deja un muy buen producto, donde entre otras cosas, se destacan las excelentes secuencias de pelea, y una en especial, en la que por poco Holmes pasa a mejor vida. La reconstrucción de época es de primera línea. Pero, al momento de analizar la historia, por lo menos a mí no...
Sherlock Holmes ejerce una rara fascinación, podría decirse que totalmente inesperada después de ver lo que prometían los avances. Si bien la película de Guy Ritchie sigue la línea de reflote y aggiornamiento de personajes otrora exitosos tan en boga en la actualidad, Sherlock Holmes es bastante más que un mero producto de la fábrica de adaptaciones y remakes hollywoodense. Para empezar, es una relectura interesantísima del personaje de Holmes: al igual que otro famoso detective, Batman, o como el James Bond de Daniel Craig, este nuevo Holmes carga con una oscuridad y una densidad psicológica que resultan inquietantes. Poco queda de la entereza y la pulcritud moral del Holmes clásico: el de Robert Downey es frío y calculador, pero a diferencia del original, éste aplica todo su caudal de conocimientos muchas veces para su beneficio personal y, cosa curiosa (una marca del desencanto de los tiempos que corren, quizás), el interés por el saber y la ciencia de Holmes esta vez no es fruto de aspiraciones altruistas sino que se reducen a fines exclusivamente prácticos y resultan fruto del aburrimiento y la obsesión. Holmes, que parece tener una relación algo conflictiva con el resto de la sociedad, se encierra en su habitación o trabaja intensivamente en un caso para no tener que pensar: su mente no puede estar ociosa, acaso porque el distraerse implicaría tener que vérselas consigo mismo. Así, es llamativo el contraste con el personaje de Arthur Conan Doyle, siempre seguro de sí y dueño de sus pasiones. El de Downey en cambio es pura pulsión, una enorme bola de manías y psicosis que cautiva justamente por su desequilibrio, por su desfasaje con el mundo y los demás. Una de las obsesiones de este Holmes es su eterno y fiel compañero Watson (aunque fiel ya no tanto, porque el doctor está por casarse y el detective no termina de hacerse a la idea). La relación de los dos, con sus reproches y recriminaciones (que vienen sobre todo de parte de Holmes, que está despechadísimo), bordea y más de una vez cruza la frontera de lo gay, especialmente cuando discuten sobre cómo repartir sus pertenencias. Es increíble el timing para la comedia que tienen Downey y Law: las miradas, los gestos, los diálogos, se entienden a la perfección; parece que se conocieran de toda la vida y se supieran de memoria sus papeles. De Downey nada sorprende a esta altura: ya mostró más de una vez su capacidad para el humor en Wonder Boys o Una guerra de película, pero muy especialmente en Iron Man. Y lo que impresiona es el crecimiento de Law como comediante, registro que había ensayado anteriormente pero que nunca había conseguido con la soltura y elegancia de Watson, que incluso cuando se engarza en una pelea y pierde la etiqueta resulta gracioso: torpe, medio bestia, siempre pegado a su bastón, camina con las piernas hacia fuera y aparece algo jorobado. Ritchie se las arregla además para sostener un ritmo narrativo muy alto sin recurrir a mucho más que una buena intriga y los estallidos de la pareja protagónica, pero sin duda el centro de la película es la (re)construcción del detective. Cada pequeña reformulación aplicada sobre Holmes está al servicio de una mirada osada pero consistente del personaje en la que probablemente sea su adaptación al cine más arriesgada e interesante (me acuerdo de los Holmes de Ian Richardson o Matt Frewer; no estaban mal, pero el respeto hacia el personaje los anclaba demasiado). El director de Snatch, cerdos y diamantes se atreve a explorar facetas nuevas del personaje, como su gusto por las luchas y la violencia. Por eso el comienzo de la película funciona casi a modo de manifiesto: cuando antes de un combate el personaje planifica y anticipa cada golpe y hasta el efecto de éstos sobre su rival, Sherlock Holmes nos descoloca como espectadores históricos que somos del personaje. Este nuevo detective, eternamente desordenado, aplastado por sus obsesiones y por un engaño amoroso, celoso de la prometida de su ¿amigo? Watson, amante de las peleas, de inusitados gestos que oscilan entre el filantropismo y el orgullo más forzado (Holmes nunca acepta dinero aunque su situación financiera sea alarmante), con una capacidad de observación y análisis de la vida que a veces parece que raya la locura, y que (para segura indignación de sus seguidores más recalcitrantes) pulsa frenéticamente las cuerdas de su violín sin llegar nunca a tocarlo de manera tradicional o a arrancar una sola melodía; todo termina por configurar a un personaje que es un verdadero anacronismo viviente, un neurótico con la estampa inconfundible del siglo XXI que por algún pifie cósmico está condenado a recorrer las calles grises y vaporosas de la Inglaterra victoriana.
Un inspector a las trompadas Ya sabíamos con quien contábamos para lo que implicaba el riesgo de trasladar al cine en versión taquillera y superpresupuestada uno de los más grandes personajes de la literatura. El hombre venia de la pobretona RocknRolla y de esa imposible ¿comedia? con su ahora-ex-Madonna. La apuesta tenía algo de riesgo, pero podríamos decir que este buen Guy cruzó la barrera con el tren a punto de aplastarlo y sobrevivió al intento. Sherlock Holmes es una aventura posmo, un ejercicio de delirio mainstream bien jugado y aceitado, apto para todo público a la vez que con guiños adultos y un elenco que hace honor a lo que merecía el proyecto. La historia nos muestra al célebre personaje de Arthur Conan Doyle en plena forma física, trompeando por dinero y haciendo gala de un despliegue de violencia que no se le imaginaba en los textos de su autor. Por otro lado, tanto Sherlock (Robert Downey Jr.) como su ayudante (y salvador de papas profesional) Dr. John Watson (Jude Law) se ven aquí involucrados en la investigación de un caso extraño, con tintes presuntamente paranormales y que tienen que ver con un maléfico caballero oscuro, Lord Blackwood, quien se supone ha regresado del más allá tras ser condenado a la horca por sus horrendas tropelías. El relato que nos planta Ritchie sigue la línea estética de lo que viene haciendo desde su debut, a fines de los ´90s, con Lock, Stock and Two Smoking Barrels y, sobre todo, con ese opus que sigue siendo lo mejor de su carrera, Snatch. Un montaje ágil y por momentos desenfrenado, personajes siempre listos para correr, saltar y enfrentarse con quien se les anime, y un guión que si bien no es todo lo ajustado que debería ser en honor a quien inspiró y dio oportunidad a semejante negocio cinematográfico. En cuanto al cast, tal como podía preverse, lo de Downey Jr. es más que correcto, al igual que lo emprendido por Jude Law, con ese perfil de caballero inglés que sostiene durante toda la película. Desde el lado del mal, Mark Strong (Body of Lies, RocknRolla) hace de su satánico personaje un malo de los muy malos, seguro candidato a Villano del Año en la encuesta 2010 de ZonaFreak. Sin temor al error o a la negligencia cinéfila, digamos que esta llegada del señor Holmes al cine ha sido aceptable, plasmada por alguien que si le tocara una remake de Casablanca haría más o menos lo mismo en términos visuales, que maneja bien sus propios códigos y parece muy cómodo en continuar por esa línea. No es demasiado, pero le alcanza como para logar cierto estándar de decencia y ubicarse en un saludable promedio de cine clase A.
Con todos los rasgos del detective La película de Guy Ritchie mereció los comentarios de los dos críticos de Rosario/12, que subrayaron distintos aspectos de la obra. El célebre investigador creado por Arthur Conan Doyle -inspirador de tantas obras- hace gala de su lógica. Reconozco que una serie de prejuicios marcaban en mí una gran resistencia para ingresar a la sala. Al ver el afiche, con tan taquilleros actores, igualmente talentosos, me asaltaron los rostros de Basil Rathbone, Peter Cushing, del mismo Buster Keaton en su rol figurado, Michael Caine y Christopher Plummer. ¿Qué iba a pasar ahora, si ya en los trailers y avances el film parecía no diferenciarse de tantas historias de superhéroes y escenarios digitalizados del cine de hoy? Y sin llegar a admirarlo mientras la veíamos, ni a la salida del cine, pudimos sí comprobar, teniendo en cuenta su vertiginoso aggiornamiento, que allí estaban presentes aquellos rasgos que sí identifican al tan célebre personaje que creado por la pluma de Sir Arthur Conan Doyle llegó a inspirar, aún en los tiempos del cine mudo, a numerosos realizadores, llegando a alcanzar hoy más de doscientos títulos en la pantalla. El Sherlock Holmes y el Watson de la versión de este tan convencional director llamado Guy Ritchie definen un juego de situaciones en la Inglaterra victoriana que permite reconocer las marcas más identificables del personaje que inspiró posteriormente todo un tratado de semiología y que se reconoce por sus pertenencias, ya íconos de la cultura que pueden ser admiradas aún en el 221 de Baker St. Y en este sentido, más allá de las situaciones de lo que denominamos "películas de acción" está, sobre todo, el recorrido de un sistema de lógica deductiva que escuchamos particularmente, en situaciones críticas, como voz en "off" y como pruebas de resolución frente a los demás. Todo ocurre en un espacio de intriga y crímenes, de órdenes secretas, de rituales y continuas pistas marcadas por símbolos y que llevan, en un diagrama geográfico, a la próxima víctima; tal como este mismo año se hacían pura evidencia en Angeles y demonios; no ya en la Roma de las esculturas de Bernini sino en la Londres de personajes de dobles comportamientos, como lo representa la literatura de aquellos años. Pero el film de Guy Ritchie no sólo se apoya en la capacidad de análisis del personaje, algo que está siempre presente en el film, a veces de manera hiperbólica, sino que me lleva a recordar uno de los retratos más osados, que sobre el detective y su colaborador, el Dr. Watson, haya logrado ofrecer el cine. Film maldito tanto por la crítica y el gran público, La vida privada de Sherlock Holmes, uno de los films favoritos de Billy Wilder, de 1970, el que el deseaba que vieran como su testamento fílmico. Wilder logró acercarnos la visión de un hombre vulnerable y desvalido en los afectos. Ya en el inicio del film, escuchamos la voz en off que nos lleva a que, cincuenta años después del fallecimiento de Watson se pueda abrir el cofre de recuerdos personales, que espera en una de las bóvedas del Banco de Londres. Y allí, mientras comienzan los títulos del film, vemos aquellos elementos que hoy señalan al personaje de Holmes: fotos, sombrero a cuadros, su pipa, su reloj de bolsillo, esposas y revólver, partituras de violín, una jeringa, y particularmente los manuscritos de Watson, principio de más de sesenta casos. Hoy, a casi cuarenta años del olvidado film de Wilder, Guy Ritchie retoma algunos aspectos (pese a que a veces la súper acción supera ciertas reflexiones) sobre los personajes y no olvida además lo que estaba presente como marca propia del film de su predecesor, la adicción a la cocaína, el problema de Holmes con las mujeres y de manera subrayada su conducta ambigua, por momentos homoerótica, con su fiel asistente Watson. Todo ello en el espacio en el que se está construyendo el Tower Bridge.
Luego de unas largas y hermosas vacaciones y de regreso en las gratificantes actividades que demandan esta web retomo la sección críticas con la esperada Sherlock Holmes. Guy Ritchie es un director bastante partícular que añade varios condimentos personales a sus films, algo que a priori tenía inquietos a muchos admiradores de este genial personaje de la literatura. El comienzo de la película es muy dinámico y aunque luego con el pasar de los minutos baja su velocidad, nunca pierde la intensidad a lo largo de sus dos horas de duración. Por momentos esa velocidad vuelve un poco díficil seguir el hilo de la trama, pero al final cierra todo perfecto. El mencionado principio tiene los ingredientes que agrega a cualquier obra Ritchie como la excelente musicalización, los planos raros con un sello tarantinesco y las peleas que en muchos momentos me hicieron rememorar a su gran Snatch, cerdos y diamantes. Algo importante que no quiero dejar de mencionar en esta crítica es que esta obra no es una adaptación clásica, obviamente tiene los retos de ingenio y demostraciones de inteligencia de Holmes, pero posee varias secuencias de acción donde podremos ver a éste peleando con sus propios puños y aplicando su gran inteligencia para derrotar a sus contrincantes, que pueden no agradar a muchos defensores a ultranza del personaje pero que a mi me fascinaron. Las actuaciones sostienen el relato desde el carisma que necesita cada una de las caracterizaciones y realmente hay que destacar que están todos a la altura de sus míticos personajes. Voy a comenzar por la hermosa Rachel McAdams, que se luce nuevamente en otra actuación, pero ahora realizando un papel bastante distinto al de la nena tonta e ilusa que realiza en varias producciones. Aquí la podremos ver en un plan de ladrona terriblemente sexy e inteligente que encandila al brillante detective con su bella figura. Otro destacado aunque en un segundo plano es Jude Law que acompraña muy bien al protagonista principal. Mención aparte para el recargado Robert Downey Jr. que lleva adelante una caracterización compuesto por la dosis justa de carisma y talento para invocar a una de las figuras más importantes de la literatura. En muchos momentos el actor de Iron Man se come la película con sus gestos y dialogos junto la sus compañeros. Por último no puedo dejar de mencionar la buena labor del villano Mark Strong al cuál lo veremos bastante seguido en varias producciones este año que sinceramente pudo sortear con mucha zozobra esta dificíl prueba. Sherlock Holmes no llega a cubrir la talla de semejante personaje, pero entretiene bastante y es un muy buen principio para lo que será una saga que con su primer entrega solo promete buenos resultados en sus próximas ediciones.
Sherlock Holmes es el personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle y cuya primera aparición literaria data de 1887, en la novela Un Estudio en Escarlata. El total de la obra de Doyle sobre Holmes abarca unas cuatro novelas y cincuenta y seis cuentos, los cuales terminarían trascendiendo el género policial hasta convertir al personaje en uno de los más influenciales de la literatura universal. No sólo en cuanto a personalidad y métodos deductivos sino también en el estilo narrativo, lo que terminaría por dar a luz al género policial moderno. Ciertamente no soy fanático del personaje. Debo admitir que se trata de una cuestión cultural personal, ya que mi contacto con la literatura se debe mayormente a las adaptaciones cinematográficas, las cuales son inferiores a la calidad de los textos en que se basan. Pero mi problema pasa por el genero victoriano, el cual fue explotado hasta más allá de los límites de lo tolerable con los estudios Hammer y sus filmes de terror. Cuando uno veía a Peter Cushing en levita, caminando por un Londres brumoso y recitando toneladas de diálogo rebuscado, terminaba por hacerle la cruz a cualquier película ambientada en el siglo XIX (o anterior). Las películas victorianas de la Hammer eran pesadas y lentas, y uno le tomó fobia a la época y al género. En sí, la versión 2009 de Sherlock Holmes no deja de ser bizarra. Si bien Guy Richie es inglés, lo suyo son las mafias urbanas londinenses y no el género victoriano. Robert Downey Jr es un gran actor, pero es americano. Hay toda una historia relacionada con logias y magias oscuras - si bien a Arthur Conan Doyle le fascinaban estos temas en la vida real - que no es el standard habitual del personaje (amén de que no se basa específicamente en ninguna historia concreta de Doyle, sino que se inspira en un comic que crearon los productores). Y hay un perfil de héroe de acción que resulta atípico para Holmes. Sin embargo, en semejante bolsa de gatos, los resultados son superiores a lo que uno podría esperar. No sólo produce un excelente aggiornamiento del personaje para las audiencias modernas, sino que también resulta coherente con su perfil. Este Holmes es un antisocial brillante, drogadicto y, por sobre todo, un héroe romántico a la antigua. Ya no es un viejito con levita y pipa, sino un tipo de personalidad intensa, hábil pugilista y genio intelectual. Es cierto que está modelado casi a medida sobre el perfil del Tony Stark de Downey en Ironman; pero no deja de ser enormemente carismático. Sin ser un especialista en Sherlock Holmes, el otro punto también renovado es el perfil del Dr. Watson. Tampoco es un viejito sumiso que le dice sí a todo a su mentor, sino que se trata de un cuarentón con problemas con el juego, de carácter irritable pero de profunda admiración por el detective. Tanto las perfomances de Robert Downey Jr como de Jude Law son excelentes, y ambos se sacan chispas con química de alto nivel en pantalla. Ciertamente la trama es algo traída de los pelos, pero en realidad la historia está hecha para el lucimiento de Downey Jr y Law. En el fondo me hace acordar a las aventuras de Mel Gibson y Danny Glover en Arma Mortal, en donde la historia era lo de menos y uno se deleitaba con semejante pareja en pantalla. Aquí hay investigación, deducciones geniales, peleas intensas y diálogos afilados. El villano es standard, pero es lo de menos. Lo que importa es el derroche de carisma de los intérpretes principales. Posiblemente a los puristas holmesianos la versión 2009 de Sherlock Holmes le parezca un sacrilegio. A mi juicio, es una película pochoclera de gran nivel. Tiene más substancia que lo habitual, gran ritmo - demostrando que Guy Ritchie puede sobrevivir a sus divorcios artísticos con Matthew Vaughn y Madonna -, y dos intérpretes formidables. No será un clásico, pero entretiene y de qué forma... lo suficiente como para que me amigue con mi fobia al cine victoriano.
Más estilo que cerebro. La elección de Guy Ritchie para dirigir el regreso del inmortal detective, conocido mundialmente, de Arthur Conan Doyle, no podía ser más extraña. No es que Guy Ritchie sea un mal director: sino que sus películas no daban la imagen para el detective (esas historias de gángsters y diálogos que parecen emular a Tarantino, bah: la verdad es que Ritchie siempre fue "la fotocopia" de Quentin). Todo parecía peor cuando, en medio del rodaje tuvieron que hacer un alto: los productores vieron algunas secuencias y no las pudieron entender. Eran un disparate. Lo atribuyeron al estado emocional del (por entonces) marido de Madonna. Lo cierto es que el resultado final está bien: una película pasatista de la que surgirán (vaya uno a saber cuantas) secuelas. La trama involucra a Lord Blackwood, un miembro real que es atrapado por el dúo de detectives justo cuando practicaba magia negra. Es la secuencia de introducción, y ciertamente allí está la gracia que luego se repetirá (con poca justificación, a decir verdad) el resto de la película. Desde la lograda atmósfera de Londres en el siglo XIX (que no termina de ser "real" pero tampoco "fantástica") en plena construcción. La estridente (que como siempre, termina agobiando) música de Hans Zimmer, el lujoso vestuario (seguro se lleva la nominación al Oscar) y hasta los actores principales. Robert Downey Jr. mezcla un poco del rockero roñoso que era Jack Sparrow, con matices de nerd insoportable y antihéroe postmoderno (sí, ese antihéroe que se guarda al público en el bolsillo) y uno compra la nueva versión de Ritchie sobre el detective. Watson también está bastante logrado por Jude Law, que sabe cuando tirarle un guiño a la platea (miren sino, como sonríe después de la trompada que le encaja a Sherlock por arruinar su cita), Mark Strong como el estoico villano que juega con lo sobrenatural (y da pié a la batalla entre lo racional y lo irracional, cuando un testigo lo ve caminando luego de ser ahorcado) y Eddie Marsan (otro de los hallazgos de La felicidad trae suerte) que, como Jude Law, tiene química con el sabueso inglés. El problema está, no solo en que las buenas ideas se repiten sin gracia (el ralenti, o super slow-mo que nos mete en la cabeza de Sherlock sólo a la hora de la lucha) y el guión. Pareciera que Ritchie le imprimió a la película un ritmo más acelerado que el normal (esto no parece, es un hecho) porque sabía que, las deducciones y acertijos que rememoran a El código Da Vinci, no sólo carecen de la inteligencia de los mejores libros del autor de Estudio en escarlata, sino que también son tramposos (sí, como el megabodrio antes nombrado) y no terminan causando gracia. Digo, uno espera que en el tercer acto, la mayoría de los enigmas se resuelvan con pistas del film. Pero las pistas están muy tiradas de los pelos, y es imposible que cualquiera deduzca algo. No digo que el final tiene que ser previsible, sino que se nota demasiado como el guión intenta hacer que todo tenga sentido. Peor: el "guión" se nota demasiado. Hay frases cliché que "explican" la historia detrás de ciertos personajes (cuando Watson dice "Estás enamorado porque es la mujer que te superó dos veces en ingenio" en referencia a Irene Adler, dista de ser un diálogo real para la historia en sí, y se nota que está dirigido al público) o intentan ocultar otros baches de la trama. Ni hablar del personaje, justamente Irene Adler, de la bonita Rachel McAdams (Los rompebodas) que es más una imposición de los productores que una necesidad natural del libreto. La chica tiene poco tiempo en pantalla y no parece ser muy funcional más que para estar en el afiche de cine. Incluso, por la química de Law y Downey Jr. se entiende un subtexto gay en la relación del detective y su fiel compañero. Está bien, quizás soy muy rebuscado, pero ¿como se entienden los intentos reiterados de Holmes por frustrar la boda de su amigo? En sintesís, toda la película parece más un producto a ser un tanque de taquilla como Piratas del Caribe (el tono de la película obedece más a esa saga que al original de la pluma inglesa de Sir Arthur). Se establecen a los personajes, y, sin arruinar la sopresa, se deja un puente que promete más que la película en sí presentando a un clásico villano de la literatura policial. Habrá que ver que depara el futuro.
Guy Ritchie es un experto en cine de acción, formado en el cine independiente de Londres, una escuela que le permitió, además de mantener la libertad creativa, forjar un estilo. Sus películas, desde “Juegos, trampas y dos armas humeantes” hasta “Rocknrolla”, reconocen como marca de fábrica el talento del realizador británico para poner en imágenes la violencia. Lo hace con naturalidad, pero también descarnadamente, su cine es cruel, salvaje, impiadoso, como la vida misma y eso, como le gusta decir a su maestro, Quentin Tarantino, lo hace genial. “Sherlock Holmes”, la primera película que dirige por encargo para un gran estudio de Hollywood, tiene su sello. Es una película de época, con carruajes, miriñaque y galeras, y así todo el vértigo, la velocidad con que transcurren los hechos, no tiene nada que envidiarle a un Fórmula Uno. La fotografía, que combina en dosis exactas los decorados con el blue screen, sumado al montaje, que pasa del primer plano al plano secuencia de un golpe, le imprimen a la narración un ritmo que, enancado sobre el repiqueteo de los cascos sobre el empedrado, quita el aliento. El célebre detective creado por Sir Arthur Conan Doyle es encarnado en la película por Robert Downey Jr., uno actor tan singular como el propio Ritchie. Su Sherlock Holmes es muy distinto a las versiones anteriores del personaje que dio el cine y la televisión. Es reflexivo, claro está, si no lo fuera no sería Sherlock Holmes, el pensamiento lógico es su principal arma para combatir el crimen, pero no es reposado. Piensa y actúa. No teme ensuciarse las manos. No manda a hacer el trabajo sucio a su socio, el Dr. Watson, lo hace el mismo. Como corresponde. Este cambio, nada sutil, enciende un relato que, de por sí, crispasdo, casi nervioso. El misterio, obviamente, es el principal atractivo de la trama. Desde la primera escena se espera el final, el momento en que Holmes explique lo inexplicable. Sin embargo, la diversión está en el viaje no en el destino. La pareja que forman Downey Jr. y Jude Law, que encarna al Dr. Watson, se saca chispas, sobre todo cuando, como inevitablemente lo pide la historia, le dan descanso a la acción con repentinos toques de humor. Es una dupla que, si la franquicia tiene el éxito y la saga se prolonga, dará que hablar y mucho. Tan bien se llevan en la pantalla Downey Jr. y Law que resulta inevitable preguntarse por qué no habían trabajado juntos antes. Y no sólo eso, “Sherlock Holmes”, revelará a los que no lo conocían de antes a un gran director de cine: Guy Ritchie y se preguntarán por qué no lo conocían más que como el ex marido de Madonna. Una injusticia.
Equivocado aquél que se crea que estará frente a la genuidad o forma clásica del célebre personaje literario de Conan Doyle, deberá ver las viejas versiones con Basil Rathbone o Peter Cushing, ya que este "Sherlock Homes" pasa por otro margen, está versionado libremente y es bastante más histérico y nervioso que cualquier versión mejorada del peculiar detective. Aclaremos que el director Guy Ritchie tampoco -o los productores- descubrieron la pólvora. Ya lo habia hecho en 1970 el gran Billy Wilder con "La vida privada de Sherlock Holmes", una obra fílmica descollante, melancólica desmitificación y absoluta rareza fílmica que combinaba misoginia y delirio. Los méritos que posee esta nueva versión no son pocos, si bien la historia de investigaciones y enfrentamientos con el villano de turno: Blackwood, no es nada del otro mundo si los son las maneras narrativas del director, casi en ritmo clipero, con efectos visuales de caparazón estética llamativa y por sobre todo la interpretación formidable de Downey Jr. como un Holmes mezcla de Indiana Jones, Bond y Closeau. A quién le va tanto un combate feroz a puño limpio como manejar un asombroso intelecto. Alguien podrá criticar que este es un Holmes con bastante humor negro, pero porqué no ser esa una original idea de versionar al más famoso detective de todos los tiempos....?. Jude Law está impecable, y es el mejor Watson que uno pueda imaginar, sus escenas con Sherlock donde se manipulan, discuten o se correspoden, son de lo mejor. Las bellas figuras y sensualidades de Rachel McAdams y Kelly Reilly -vista hace un par de semanas en "Eden Lake"- no desentonan y Mark Strong tiene la máscara adecuada del malévolo Blackwood. Una ambientación marcada, vestuario, escenografía, más soberbia iluminación y la muy excelente música de Hans Zimmer, dan realze a este muy buen entretenimiento fílmico, ideal para degustar en climatizada sala veraniega. Es obvio que no es una peli para ver en una PC o en un reproductor de DVD. Elemental, mi querido Watson.
Una luz de puños y patadas La nueva película de Guy Ritchie no se planta contra el personaje de los libros de Arthur Conan Doyle sino contra el mito popular que se construyó alrededor de un detective dedicado al apacible acto de relacionar ideas con la pipa en la mano. Este Sherlock Holmes es un héroe de acción capaz de correr entre explosiones, saltar desde un segundo piso o pelear con un gigante sin perder su rasgo más característico. Su capacidad para el razonamiento deductivo, aquella que lo transformó en la síntesis de una época, sigue siendo el principal atractivo del personaje. Pero como la película no deja de lado lo que esa fe en la ciencia y el progreso le supuso a la Londres victoriana, nos pinta una ciudad oscura, llena de fábricas, mugre y esmog, y para que el detective pueda moverse en esa ciudad, para que pueda llevar a cabo lo que pasa por su cabeza, Ritchie le agrega músculos y velocidad. Se trata de un Sherlock Holmes inmerso en la suciedad de las calles, que no se puede detener a decir “Elemental, mi querido Watson” mientras escupe arandelas de humo por la boca. Si quiere develar el enigma se tiene que manchar con el barro de los caminos empedrados. Todo eso le sirve a Guy Ritchie para dos cosas: para poder filmar sus clásicas escenas de violencia con sabor a videoclip y para darle a esas escenas, por primera vez en su cinematografía, un marco narrativo que las contenga sin perturbar. Antes de actuar, antes de pelear, por ejemplo, Sherlock piensa y el espectador puede seguir todo ese proceso lógico que pasa por su cabeza con la misma urgencia de sus neuronas, casi de la misma forma con la que el Dr. House (otro personaje basado en la creación de Sir Arthur) nos revela las extrañas enfermedades que sufren sus pacientes. Aunque sin llegar a alejarse por completo de la estética clipera que fue una de las marcas personales de Ritchie, el slow motion y los cambios de ritmo encuentran acá un medio adecuado para funcionar sin provocar ese vacío esteticista al que nos tenía acostumbrados. Claro que de eso también se salva en gran parte gracias al trabajo de Robert Downey Jr., que puede ir de la mera acción física a un primer plano cubierto de la tristeza vagabunda de Chaplin (apuesto que fue un acto deliberado). Downey Jr. mira a la cámara como si estuviera pensando que la soledad es una de las consecuencias de vivir al pie de la razón. La figura agigantada del Watson interpretado por Jude Law y la aparición de un amor pasado (Rachel McAdams) pueden calmar un poco su melancolía, pero lo único que lo mantiene vivo es ponerse a prueba, poner a prueba el método y su confianza en él. En este caso, el villano que lo desafía y que lo pone en marcha es Lord Blackwood (Mark Strong), un lúgubre personaje que se atribuye poderes de orden místico con los que planea dominar el mundo. El trabajo de Holmes es desenmascarar al farsante, aunque en el camino dude como dudamos todos. El espectador lo acompaña en ese tránsito durante los buenos momentos y lo abandona durante algunos instantes cuando la película estanca el relato, pero a pesar de eso hay que tener en cuenta que en tiempos de vaporosas y edificantes criaturitas azules rompen la taquilla con sus lecciones new age, como escribió Borges, pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan.
Vi también Sherlock Holmes, contra la que tenía prejuicios por su director Guy Ritchie (Snatch y Juegos, trampas y dos armas humeantes). Y este asalto de Ritchie a una época pasada resultó ser mucho menos terrible de lo que temía. Tal vez sea porque las canchereadas visuales del director quedan morigeradas por la presencia de Robert Downey Jr., un actor de un magnetismo tal que puede atenuar la vacuidad estilística de Ritchie. La película no duele, aunque se olvida pronto, demasiado pronto.
Detective de armas tomar Prototipo del investigador analítico, llega al cine una versión que muestra a un Holmes más violento que cerebral, según el director -y ex de Madonna- Guy Ritchie. Destacada labor de Robert Downey Jr. y también de Jude Law, como Watson. Gran personaje Sherlock Holmes, al punto de haber estado en boca de nuestro ilustre Jorge Luis Borges: "Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan. La muerte y la siesta son otras...". Guy Ritchie, ex marido de Madonna e interesante director británico, le imprimió una ¿inesperada? vuelta de tuerca a Sherlock Holmes, el célebre personaje creado por el escritor Arthur Conan Doyle en 1887. Famoso por sus deducciones, investigaciones y elucubraciones, Sherlock era todo cerebro, ¡qué eso de los roces físicos! Sin embargo, Ritchie, responsable de las vertiginosas "Snatch, cerdos y diamantes" y "Rock’nRolla", se arriesgó con un experimento que le salió bien, en términos de calidad y cantidad (entiéndase aquí el factor recaudatorio). Es que este moderno Sherlock Holmes, alejado del talante inglés, es un hombre torpe, sucio, inteligente -claro-, pero excesivamente rudo para quienes tenían otra concepción del héroe. Los entrecanos recuerdan los "modelos" de Peter Cushing, Christopher Lee o Basil Rathbone -para muchos el mejor de todos-, que reflejaban a un dandy a quien jamás se le arrugaba la chaqueta ni se le movía el sombrero de cazador. Interpretaban a detectives hábiles, de aguda observación e impecable razonamiento. En la película que se estrena hoy, las peleas, piruetas y saltos ornamentales están a la orden del día, y el protagonista, llamativo por cierto, es Robert Downey Jr., quien resulta uno de los puntos altos de la tra ma , bien acompañado por el inglés Jude Law y la canadiense Rachel McAdams. Segundo detrás de "Avatar" en los EE.UU., la modernosa versión fílmica aporta un golpe de energía a una trama ya cargada de acción y efectos especiales, a partir de las peleas que el trío central (Holmes, Watson e Irene Alder) mantiene con el villano de turno, Lord Blackwood -un cumplidor Mark Strong-, quien aporta algo del misterio "exigido". En medio del enigma hay sociedades secretas, magia negra y la presión de Scotland Yard. "Holmes era un caballero, pero podía atrapar a alguien del pescuezo. Pensé que la historia había perdido esencia, por eso la cambié", explicó Guy Ritchie. Se podrá estar de acuerdo o no con el realizador, aunque difícilmente pierda esencia el personaje que más veces fue llevado a la pantalla grande: 75, según el libro de los Guinness. Entre los riesgos que decidió correr el cineasta, está el de la audaz elección del indócil Downey Jr., quien por empezar es estadounidense -para un emblema inglés-, más bien petisón y no se parece nada a la descripción que Conan Doyle llevó a sus memorables páginas. Sin embargo, el actor que descolló en "Chaplin" demostró que con disciplina, trabajo y carisma se puede sacar adelante semejante cruzada, sin la necesidad de impostar un acento británico... que no le sale. Y en el rol del Dr. Watson, Ritchie no eligió al típico ladero regordete y despistado que a priori podría deducirse. Optó por el galán Jude Law, que compone a un pulcro, puntilloso y espigado doctor y mano derecha. De manera subyacente, Ritchie plantea una serie de sutilezas que Conan Doyle también sugirió sobre la intimidad de su personaje: la misoginia y cierta marginalidad, su adicción a la cocaína y, de manera colateral, una apegada amistad con Watson. Además de dejar entreabierta la chance de una segunda parte.
Una aventura que no da respiro. No llamen a Scotland Yard...llamen a Holmes” sintetiza el espíritu de esta aventura que Guy Ritchie volcó en la pantalla grande con ingenio visual, humor y un tono oscuro que le brinda la magia negra y los poderes milenarios. Si la película funciona es por la buena dirección y por un ritmo que nunca decae a lo largo de dos horas, con buenas escenas de acción y con una Londres reconstruída hasta en los más mínimos detalles, como el Puente de la ciudad, aún en pañales, que será el escenario para un desenlace en las alturas. Robert Downey Jr. es un buen actor, y su personaje le exige estar desprolijo, pero rápido en las deducciones y en las conclusiones. Mucho más que el espectador. Por momentos copia en exceso a Johnny Depp en La leyenda del jinete sin cabeza, mientras que Jude Law aparece como el doctor Watson, en un rol más parco. Pero juntos son explosivos y logran su cometido. La trama acumula muertes, apariencias engañosas y ata cabos de manera rápida. Además incluye a un villano de temer (Mark Strong) que vuelve del más allá; rinde homenaje a James Bond (el gigantesco rufián es como Richard “Mandíbula” Kiel en La espía que me amó) y recuerda incluso a Jack, el Destripador. Una superproducción que inmortaliza una vez más la figura del genial detective que tantos rostros tuvo en sus diferentes versiones: desde Basil Rathbone, pasando por Peter Cushing, Christopher Lee, Roger Moore y Christopher Plummer. Ahora es el turno del actor de Iron Man y la reciente El Solista.
La ciencia del razonamiento deductivo. Aquel que sea conocedor de la obra de Arthur Conan Doyle acerca del personaje, Sherlock Holmes, creado en 1887 en la novela Estudio en Escarlata sabrá que la mayor característica del detective, es su sagacidad y entrenamiento de la lógica deductiva, sumada a los conocimientos de física, química, y sobretodo poder meticuloso de observación para resolver misterios, dentro de los cuáles se encuentran crímenes que Scotland Yard no puede resolver. Los métodos detectivescos sugeridos por Doyle, como crítica a los estandarizados métodos de la policía tradicional sirvieron como inspiración para resolver crímenes contemporáneos en todas partes del mundo, siendo de vital influencia en la criminología contemporánea. Lamentablemente, el cine sólo ha tomado el estereotipo que se ha hecho de Sherlock Holmes en gacetillas y, excepto contables ejemplos, como la serie británica de Granada, protagonizada por el fallecido Jeremy Brett durante los años 90, ha sido poco fiel a la obra de Conan Doyle, especialmente al personaje. Se le ha dado mayor importancia a los casos, al suspenso, a la estética victoriana, al sombrero, la pipa, la elegancia y la solemnidad, pero poco y nada al personaje que describía Doyle. Solo una vez apareció en las novelas el estereotipado “Elemental”. Más bien, el Sherlock Holmes del cine, era el que mostraban las ilustraciones de las novelas. Confinado a mediocres películas para la televisión (británica, estadounidense, canadiense y australiana), Sherlock Holmes era una caricatura más que un personaje. Irónicamente, gracias a la visión de cómic de Lionel Wrigam, el detective londinense del 221B de Baker Street, vive y respira con nuevos aires, pero sobretodo con mucha más fidelidad a la esencia original creada por Doyle, que cualquier lectura anterior. Olviden la elegancia, el porte, y la caballerosidad. En sí, nunca fue demasiado caballero que digamos, pero sí tenía clase. Este Sherlock Holmes, es ágil, irónico, cínico, inteligente, sadomasoquista, hábil para los deportes, y no es muy afectuoso con las mujeres, aunque siente un gran aprecio por su compañero, el Doctor John Watson. Todas estas características son parte del comportamiento original. Producida por Joel Silver, la dirección quedó a cargo del venido a menos, Guy Ritchie, que por primera vez toma un trabajo por encargo donde no puso su firma en el guión, por suerte, ya que sus tres últimos trabajos fueron desastrosos. Pero Sherlock Holmes es completamente inspirada. Si bien Ritchie no deja de lado su estética pop / videoclipera, aunque llevada a la Inglaterra victoriana, se contiene con la utilización de flashbacks, y sobretodo sabe darle un equilibrio justo entre acción, humor y misterio. Y no descuida nunca, la ironía, el contexto histórico / revolucionario (industrial), la miseria de Londres. El guión tiene cuotas exactas de escenas de suspenso / humor y grandes dosis de adrenalina, explosiones y efectos especiales, bastante atípicos en las novelas de Doyle, donde los casos eran minimalistas, aun cuando había crímenes complejos. Es irónico que tome como mc guffin, la magia negra y el esoterismo, cuando Doyle pocas veces incluyó el tema en una historia de Holmes (aunque siempre le daba una explicación racional), mientras que el propio Doyle era profundo creyente de la vida en el más allá (contrató a numerosas médiums buscando el fantasma de la madre). Pero se trata de un entretenimiento excepcional, de escuela clásica, con un héroe perfecto, Tony Stark, perdón digo Robert Downey Jr. El estadounidense ES Sherlock Holmes. Parece que no hay personaje neurótico/soberbio/genial que Downey no pueda interpretar a la perfección sin un gesto de más. Al igual que Iron Man, es Downey el que merece la mitad de la acreditación de que la película funcione. Ritchie y los guionistas, descuidan un poco a los personajes secundarios: Jude Law, como Watson, a pesar de que hace buena química con Downey no tiene la fuerza interpretativa del personaje en las novelas, además de que es demasiado vigoroso a comparación del lento médico veterano de guerra. Rachel Mc Adams como Irene Adler, no tiene la elegancia ni la sutileza del personaje original, aun cuando Adams en el contexto de la película está perfecta en el rol. Mark Strong como el villano está bien, más allá de que Blackwood nunca estuvo en el universo Doyle. El más cercano, en todo caso es el excepcional Eddie Marsan (La Felicidad trae Suerte) como el detective Lestrade. Pero las similitudes con las novelas, como diría el propio Holmes, se encuentran en los detalles mínimos. Aquellas pequeñas citas, que un ávido lector va a reconocer: la cita a casos de nombres ridículos, personajes que aparecen por poco tiempo, la relación entre Holmes, Watson y su futura mujer (Kelly Reilly, el personaje aparece en las novelas), la poca admiración de Holmes hacia el sexo opuesto. Pero sobretodo es la explicación del método de la ciencia del razonamiento deductivo lo que devuelve al personaje a sus orígenes. También se da algunas libertades como la inserción de un perro. Detalle que solo sirve como un gag más. Guy Ritchie cumple con las expectativas: se mantiene fiel a la obra, le agrega excesos típicos de una mainstream Hollywoodense, le saca elegancia y solemnidad, necesario para meter al personaje en el siglo XXI y lograr atraer a un público joven. Si bien no pudo superar en taquilla al tanque de James Cameron, logró un notable éxito que le permitió asegurar una secuela, donde el personaje enfrentará a su enemigo más famoso. Esta nueva mirada al mundo de Sherlock Holmes, es fresca, entretenida, y hace olvidar (aunque se trate de una de las películas de mi infancia) a la ingenua El Secreto de la Pirámide (Barry Levinson, 1987), que poco y nada tenía que ver con la mitología escrita por Doyle. Sherlock Holmes mezcla lo mejor de las novelas del detective con la adrenalina de James Bond (por suerte, decidieron no darle características del niño mago). El resultado es un efectivo y redondo entretenimiento cinematográfico.
En un tiempo no muy lejano, un director inglés sorprendió al público en general con un genial film de atracos. Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes, sin innovar, contó con una frenética e imparable forma de edición, el disparar un arma comenzaría a vivirse desde el milisegundo en que se aprieta de un gatillo, seguido del movimiento interno del mecanismo del arma, hasta concretar el disparo, la salida del proyectil y trayecto hasta colisión, edición aplicada también a finitas situaciones dentro del film, un juego de cartas, una conversación, una pelea, etc. Visto por los grandes estudios, sin pereza, Columbia Pictures a través de una subsidiaria, Screen Gems, lo contrata para una nueva producción de características similares; junto a un actor categorizado en la lista de majors y un cast ejemplar, logra Snatch: Cerdos y Diamantes, mismo resultado cinematográfico, potenciado a nivel de distribución. Entre medio, su vida tomó un giro inesperado. Sin querer entrar en el rubro de chimentos, Ritchie se casó nada menos que con la reina del pop, la megaestrella-diva: Madonna. Es sabido que el hombre a veces se eclipsa al lado de una mujer, podríamos citar muchos dichos de índole machista y chascarrillos, pero como aquí no es nuestro objetivo, sólo consideraríamos que en esta conjunción, Guy Ritchie, el director, algo perdió. Su talento, quizás. Incursionó nuevamente en cine compartiendo a su esposa como protagonista de la remake del film italiano Insólito Destino: el resultado fue nefasto. Revolver, demostró que –con menores recursos– sus esfuerzos eran en vano. Ya la atención de su carrera residía (para el público promedio) en si su vida personal continuaba siendo tumultuosa al lado de la diva, siguieron los rumores de separaciones varias, hasta concretar el tan esperado divorcio. Su come-back ha sido Rock’N Rolla, un retorno a medias, pero que sin dudas, supo llevarlo a un nivel tal, que logró imponerse para dirigir un proyecto tan grande como el que aquí nos ocuparemos. Sherlock Holmes. Un estreno muy esperado. Muchos nos preguntábamos qué podría ejecutar Ritchie con un personaje tan conocido (originario de Arthur Conan Doyle), ya que trasladarlo cinematográficamente no sería tarea fácil, ¿reutilizaría una tan agil edición para un personaje tan clásico? Robert Downey Jr. (Holmes) se subió al proyecto en el protagónico y Jude Law (Watson), secundando enérgicamente. El detective y su asistente conformaron un dúo con mucha interacción verbal, gracias a un guión lleno de clisés, apartados de comicidad y verborragia que se ejecutan de manera magistral, cada exacerbación verbal encaja en las respuestas de su contrincante en materia de diálogo. Un duelo entre actores y personajes. Las escenas iniciales están a la orden de poder ambientarnos, sumergirnos en las cualidades de Holmes a la hora de la investigación, la lógica, su destreza para el boxeo, su aptitud para disfrazarse y hasta en conocimientos en química y farmacología. Todos estos aspectos como introducción no están insertados a libre albedrío. Holmes utilizará cada una de sus aptitudes para la resolucion de crímenes misterios y engaños, a veces a pedido de las ineficaces fuerzas policiales que lo convocan una y otra vez para dar pistas o solucionar algún crimen que se les escapa en materia de razonar acerca de los posibles causas. Sumemos un villano de turno, a la orden del actor Mark Strong: podría decirse que es uno de los actores convertidos en “moda” gracias a interpretaciones muy destacables que ha sabido concretar, pero aquí, sin gran animosidad interpreta a Lord Blackwood, un sectario con planes de dominacion. Por el lado femenino, Holmes tiene una contrincante, que ha sabido ser uno de sus tantos amoríos, a su altura en materia de resolver misterios, Irene Adler (Racherl Mc Adams). Hacia los ¾ de duración, el film hace un “click” y a partir de ahí, todo lo que sucedía dejó de interesarme. Mi atención se perdió completamente en lo que hasta el momento constituía una interesante propuesta. El comienzo de la utilización de efectos de ordenador CGIs, persecuciones con Holmes a la altura de un héroe de acción –muy lejana a la tarea de un investigador–, terminaron por aguar la tan divertida experiencia que comencé a experimentar en la primera hora de metraje. Ritchie se ha valido de casi toda herramienta cinematográfica con la que un director pueda tener a mano para contar una historia. Sherlock Holmes demostraría su “gran vuelta” a un circuito del cual se había alejado como anteriormente mencionamos. Si bien el film cuenta con muchos aspectos visuales y narrativos atrayentes, una dirección artística impecable, fotografía cuidada y ambientación, es en los secundarios actorales (Rachel Mc Adams, Mark Strong) donde el film no logra imponerse. ¿Será que los arquetipos conformados por Holmes y Watson son tan magníficos que dejan a todo lo que está a su alrededor, muy pequeño? Con una interesante participación de Kelly Reilly, recientemente vista en cartelera porteña en Eden Lake. Podría decirse finalmente que Sherlock Holmes es una película que pretende tener todo: un superhéroe, un villano, efectos, persecuciones. Pero peca de obviar el hecho de que se trata de un detective y no de un superhéroe, y que probablemente (y siguiendo la tradición literaria o a sus versiones precedentes, como por ejemplo, la de Billy Wilder) uno como espectador espera un film más intrigante y misterioso, con un personaje de porte más serio, y en esta versión terminamos encontrándonos con un Holmes más cercano a un héroe de acción que a la creación de Doyle.
Las expectativas con respecto a esta película eran muchas. Todos nos preguntábamos qué haría Guy Ritchie con Sherlock Holmes. Nos hacíamos esa pregunta, aunque sabíamos la respuesta. Sabíamos perfectamente que a Ritchie poco le podía importar la impronta tradicional de este personaje, y el cúmulo de versiones cinematográficas que han adaptado sus aventuras. Un hombre de acción y sarcasmo puro como Ritchie, difícil que pueda supeditarse a los razonamientos deductivos desde el sillón del célebre detective. Ahí lo podemos ver al Sherlock de Ritchie, un sujeto algo desquiciado, con una capacidad notable de observación de las personas, pero también con una propensión a la aventura y a la acción. Un hombre que no persigue huellas con una lupa, una pipa y el sombrero con el que se lo conoce tradicionalmente, sino un investigador esencialmente combativo e inquieto, un sujeto que, si no contara con la ayuda del moderado y circunspecto Watson, hubiese perdido la cabeza rapidamente. Ritchie sabía que esa era la imagen que le interesaba mostrar de Mr. Holmes, por eso contrató a uno de los grandes actores de la actualidad, Robert Downey Jr., el mejor actor para interpretar personajes al borde de la locura. Por eso también apostó a una importante producción de época plagada de escenas de acción. Pese a esto, la película no le da la espalda al personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle. Todo lo contrario. Ritchie no cae en los convencionalismos construidos en base a este personaje, pero su Sherlock Holmes está muy lejos de la traición. Downey Jr. le infunde una enorme vitalidad al personaje y lo interpreta con la misma genialidad con la que encarna sus habituales papeles de desequilibrado. Sin desbordes, con suma actitud, midiendo cada mirada, dando en la tecla con cada palabra pronunciada. Con el mismo carisma que su último Tony Stark, pero mucho más desmedido, porque el Holmes de Ritchie así lo requiere. Richie adapta a la perfección el escenario en el que se mueve Holmes, una Londres puramente industrial, que sirve de base para el cientificismo de Holmes, aunque este elemento se ve opacado por su tendencia a la acción. Si bien esta película no pertenece al riñón de su cine, no es difícil encontrar las huellas de Guy Ritchie en esta versión. El Ritchie puro se hace presente en los movimientos de cámara, especialmente de las escenas de pelea, en el montaje y, sobre todo, en el humor que recorre toda la película. Ritchie ironiza saludablemente con el vínculo conflictivo que sostienen Holmes y Watson, y festeja el hecho de que el protagonista, lejos de la solemnidad o el humor sobrio que lo caracterizan en la versión literaria, no parece tomarse en serio absolutamente nada. Sin embargo, no todo desplazamiento del eje habitual del personaje es beneficioso para la película. Por momentos, el sello visual de Ritchie cansa, y cabe recriminarle el hecho de que no se haya permitido jugar a consciencia con el cine policial clásico. Este aspecto no sólo se ve en lo visual, sino principalmente en lo narrativo. La película se mete con el factor sobrenatural, que parte de la forma en que se conduce Lord Blackwood, el villano de la película, algo poco común para el razonamiento deductivo de Holmes, y si bien el detective termina respondiéndole al espectador que no todo está tan lejos de su órbita de acción, el apelar a una aventura que se asume suficientemente descabellada, hace que sigamos todo el tiempo por esa vía, desviándonos del razonamiento de Holmes. Lo que hace este último giro es demostrarnos el nivel de engaño al que fuimos sometidos durante el desarrollo de la acción, tratando en vano de incorporar hacia el final la capacidad de observación de Holmes, cuando todas las cartas parecen estar echadas. Antes que un atajo deductivo al final, hubiésemos preferido mantenernos todo el tiempo pendientes de su capacidad de razonamiento, sin que el guión nos trampee haciéndonos gala del talento sobrenatural de Blackwood. Esta versión de Sherlock Holmes escapa a la imagen típica de uno de los personajes literarios más reconocidos por el cine. Guy Ritchie logra llevar para su campo el universo de Holmes, haciendo una versión en clave cómic, aunque esto implica mantenerse jugando con sus mismos caprichos visuales de siempre, acelerando o ralentando arbitrariamente algunas escenas, y apostar a una trama con tintes sobrenaturales, olvidándose hasta el límite de lo tolerable de la esencia deductiva del personaje. Más allá de esto, esta versión es lo suficientemente disfrutable como para que ansiemos ver el previsible enfrentamiento próximo de Holmes con Moriarty, su conocido archienemigo, ampliamente anunciado en la última parte de la película.
DEMASIADO ELEMENTAL Es muy tentador y fácil convertirse en inspector de policía para juzgar con dureza la fidelidad al personaje creado por Arthur Conan Doyle, en este nuevo film de Guy Ritchie. Sherlock Holmes toma al detective más famoso de la historia como punto de partida de una nueva serie de films que muestra, una vez más, la inmortalidad del personaje. Arthur Conan Doyle tuvo durante toda su carrera de escritor una bendición y una maldición: Sherlock Holmes, el personaje, fue la creación más popular y exitosa de su obra, pero a la vez, el nombre que opacó al resto de su prolífica y ecléctica producción literaria. Quienes admiramos profundamente al escritor escocés de familia irlandesa, hemos pasado en general por ese momento en el cual nos hemos preguntado cómo podía ser que un personaje tan maravilloso fuera rechazado por su autor. Recuerdo que el primer libro que compré en mi vida fue Estudio en escarlata, casualmente la primera aventura del famoso detective y su compañero, el Dr. Watson. Este Doctor, una especie de alter ego de Conan Doyle, solía ser el narrador de las historias de Sherlock Holmes. Descubrir estos relatos es, para cualquier lector, un momento maravilloso pues las historias son apasionantes. Es por ello que, hasta que uno no lee el resto de la obra de Conan Doyle, resulta difícil entender el rechazo del escritor por su más inolvidable personaje. Cuentos, novelas, ensayos y hasta dramaturgia fueron el grueso de su obra y, hay que reconocer, que en muchos casos esta última es lo mejor de su obra. No sólo Holmes y Watson fueron personajes con varios relatos, también el Profesor Challenger, creado en otro clásico: El mundo perdido (The Lost World), volvió en otras historias, así como el impar Ettiene Gerard fue protagonista de relatos llenos de humor e ingenio. Novelas de caballería como La compañía blanca (que alguna vez John Ford pensó en llevar a la pantalla) o Sir Nigel, también merecerían un espacio de mayor importancia en la historia de la literatura. Como si esto fuera poco, los cuentos de médicos, piratas, boxeadores, militares, y sus relatos de terror y ciencia ficción son obras maestras que muestran la capacidad de Conan Doyle para utilizar diferentes tonos y géneros. Cansado de su creación más famosa, el escritor intentó matarlo, pero la presión fue tan grande que Sherlock Holmes tuve que volver y seguir con sus aventuras. Ya en los últimos años de su vida -murió en Londres en 1930-, Conan Doyle pudo observar cómo el cine comenzaba a explotar de forma sistemática al detective de Baker Street. Si bien hay muchos ejemplos de películas individuales -hasta Billy Wilder realizó un film sobre el detective- en general hubo una tendencia a crear series, cinematográficas y de televisión. Cualquier iniciado en el tema sabe que el más famoso Sherlock Holmes del cine fue Basil Rathbone, y que Nigel Bruce interpretó a su compañero Watson. Para un repaso de estos cientos de films recomiendo -por estar traducido al español, además- Las películas de Sherlock Holmes, de Chris Steinbrunner y Normal Michaels. Y también es recomendable seguir la vida de Conan Doyle a través de las innumerables biografías escritas, ya que su vida es asimismo material de estudio interesante. Toda esta introducción, muchísimo más breve de lo que hubiera querido que fuera, es para hablar de Sherlock Holmes, dirigida por Guy Ritchie, con Robert Downey Jr en el papel de Holmes, y Jud Law en el rol del Dr. Watson. Esta nueva película es la apuesta del cine industrial más importante que se haya hecho en muchos años sobre el personaje, y es posible que se convierta en la más taquillera y famosa de las adaptaciones de ahora en más. El film no es una adaptación de ningún relato de Arthur Conan Doyle, aunque sí, una relectura de sus personajes principales. Pero esto no es una novedad, hace mucho que el teatro inventó historias de Holmes y lo mismo hizo el cine, aunque lo más interesante es sin duda el número importante de pastiches que ha tenido Holmes en la literatura. El pastiche es casi un género literario o un estilo, que toma un personaje famoso y lo coloca en historias nuevas, imitando el estilo y las características, pero siempre de manera apócrifa. En esta categoría entran muchísimos films, incluso el realizado por el director Guy Ritchie. Está claro que el film no respeta de forma estricta al personaje, que coloca mucha más acción y que se aferra a todo aquello que pueda producir un espectáculo grandilocuente más que un policial reflexivo. Se ha enfatizado -según el canon actual- la belleza de los protagonistas con un importante estado físico y un sentido del humor definitivamente excesivo. Y ahí surge la única duda importante, que no tiene que ver ni con Conan Doyle ni con el respeto a su obra. Lo que se observa en este film es una inquietante superficialidad, un deseo de ir por la cáscara de las cosas, una extensión de los recursos sin sentido habituales en su director. Ritchie, realizador de Juegos, trampas y dos armas humeantes y Snatch, cerdos y diamantes, se especializa en el efecto por el efecto mismo, en la acción sin sentido y en ningún tema ni interés en particular. En manos de tal director, la película se sumerge en escenas aburridas y en momentos irrelevantes por demás. Encontrando su mayor interés en la impecable actuación de Robert Downey Jr., que si no tuviera a su alrededor un montaje frenético incluso en escenas intimistas, podría dar aun más en su caracterización de Holmes. Tal vez la siguiente película sea mejor que ésta, tal vez la anunciada presencia del enemigo máximo de Holmes, el Profesor Moriarty le otorgue complejidad al relato. Tal vez cambien el director y el guionista. Todo es hipotético, excepto una cosa que Conan Doyle sabía muy bien: nada ni nadie puede matar a Sherlock Holmes.
REINVENTANDO UNA FIGURA “Sherlock Holmes” fue, es y será uno de los investigadores más importantes y enigmáticos de la literatura inglesa. Protagonista de numerosas aventuras, el mítico personaje cobra vida en esta nueva película, con cambios importantes, pero con su esencia intacta. Luego de la sentencia y muerte de Lord Blackwood, mago que trataba de cambiar el futuro con un invento desastroso para la humanidad, Holmes y su inseparable compañero Watson, deben tratar de lidiar con lo que parece ser el renacer de este asesino y sus ganas por hacer posible su descubrimiento. La historia va viajando por diferentes matices. Se invocan escenas de suspenso, drama y misterio, pero a la vez hay muchas alusiones al humor (las peleas en cámara lenta y cada uno de los pensamientos del detective), que no solo le aportan un toque más llamativo a la cinta, sino que la dotan de una fluidez y entretenimiento muy bien logrado. El nuevo Sherlock tiene más movimiento, es más ágil, más rudo, es sucio, desarrolla un espíritu mucho más fortalecido y un físico más musculoso al que los escritos originales describían. Pero, pese a los cambios realizados en la persona física y mental del protagonista y cada uno de sus acompañantes, el nuevo Holmes presenta muchas similitudes con el que Arthur Conan Doyle creó en 1887. Su inteligencia es inmejorable y su poder de observación muy detallista y certero y gracias a este respeto, el film triunfa, divierte y sorprende. Por lo que se podría decir que es una visión diferente de las historias originales, una informal adaptación de Guy Ritchie. Las actuaciones son excelentes. La interpretación de Robert Downey Jr. como el Sr. Sherlock Holmes es increíble, y gracias a cada una de sus inminentes y sorpresivas expresiones faciales y corporales, el film ronda entre el humor y el suspenso en todo momento. Un gran virtuosismo, una labor espectacular. A su vez, Jude Law, quien interpreta un muy correcto Dr. Watson, está perfecto en su papel. La esencia de su personaje se refleja en su actuación y, como si se estuviese leyendo uno de los capítulos de la novela, su amistad e inseparable fidelidad se expresan perfectamente en la cinta. El villano, interpretado por Mark Strong, también está muy bien, tiene momentos muy bien logrados, se juega mucho con los efectos de sonido y movimientos de cámara para darle mucho más suspenso y verasidad a su personaje. Rachel McAdams, como Irene Adler, muy seductora y carismática, mantiene una linea de misterio y desconfianza en el espectador constante. Por el lado técnico la película se destaca por su labor en los efectos especiales, los cuales crean atmósferas excelentes de suspenso y drama y elaboran el ambiente perfecto de la ciudad de Londres de 1891, además de dotarle de entretenimiento y vértigo en muchas escenas de acción. El manejo de las cámaras es sorprendente en muchas oportunidades, así como los ángulos con los que se decidieron introducir diferentes situaciones, muy originales y diferentes en toda la narración. La música es un complemento perfecto para la historia, los temas elegidos y la composición de Zimmer, mezclando violines, pianos, banjos y diferentes sonidos orquestales, son espectaculares. La edición es muy correcta y la dirección muy bien encaminada y convincente en todo momento. “Sherlock Holmes” es una mirada diferente del mítico personaje literario, que mezcla el suspenso propio de los escritos con humor, drama y un virtuosismo e inteligencia por parte de Robert Downey, Jr. al encarnar al detective. Un film largo, lento en algunas ocasiones, pero muy bien logrado desde lo visual y lo narrativo, con una dirección correcta y muy medida. Una cinta para disfrutar y dejarse llevar. Una versión informal del Sherlock Holmes de Conan Doyle. LO BUENO: actuaciones, dirección, guión, final, humor, explicaciones, ambientación, efectos especiales, música LO MALO: lenta en diferentes oportunidades y algo larga UNA ESCENA A DESTACAR: la explicación final
Esta es una adaptación mas moderna del clásico detective, que permite atrapar a un publico joven que hasta ahora no conocía al personaje, y es uno de los principales aciertos de la película. El encargado de esta nueva versión es el director Guy Ritchie, una opción arriesgada considerando sus últimos trabajos. Ritchie tuvo un buen arranque dirigiendo films como "Lock, Stock..." y "Snatch", pero luego sus películas fueron muy flojas ("Swept Away", "Revolver", "Rocknrolla"). Aquí el director realiza un buen trabajo, creando una película de aventuras y acción bien filmada, con una muy buena ambientacion en una Londres oscura y sucia del 1890. No se pierde tiempo introduciendo a los personajes y se mete directamente en la historia. Holmes y Watson investigan el extraño caso de un asesino que vuelve de la muerte para seguir matando mujeres. La trama no da pistas ni indicios que permitan al publico ir acompañando/descubriendo el caso, sino que hay que esperar hasta el ultimo momento para que Sherlock Holmes explique todo y lo resuelva por nosotros (al mejor estilo de la serie "Monk"). El otro acierto del film es la selección casi perfecta del elenco. Robert Downey Jr. ha logrado un gran regreso, luego de sus problemas con drogas, y obtuvo el Golden Globe a Mejor Actor por su actuación. Entre "Iron Man" y "Sherlock Holmes" ya tiene aseguradas dos sagas para explotar. Aquí aporta todo su carisma para interpretar a un Sherlock medio reventado. Jude Law acompaña perfecto en el papel de Dr. Watson y Mark Strong compone al asesino Lord Blackwood, un actor ideal para papeles de malo. El único personaje que no encaja es el de Rachel McAdams, una actriz que me encanto en películas como "The Notebook", "The Lucky Ones" o "State of Play" pero que acá esta mal elegida para el papel de Irene Adler. No es creíble como la ex-pareja de Holmes y resulta innecesaria en la historia. Habiendo recaudado ya mucha plata y con un final que deja abierta la puerta para una continuación, pronto se vendrá la segunda parte.
Este es un nuevo caso para el personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle. Y quienes han leído algunos de los cuentos que relatan las peripecias de Sherlock Holmes notarán que este caso realmente alcanza la novedad. Esta vez el famoso detective no deberá debelar la identidad de un asesino o un ladrón, sino que tendrá que detener al líder de una secta satánica que amenaza con acabar con el mundo. Ante los realistas relatos de Conan Doyle se interpone éste, que roza la magia, lo esotérico, lo irreal. Hasta que no vi el desenlace de este film, creí que ese era el principal elemento que desvirtúa las historias originales, tan exquisitas de Holmes. El hecho de que viéramos otra faceta del investigador, en donde se lo muestra como un valiente luchador de boxeo, gran conocedor del manejo de las armas, de figura atlética y ágil, no me parecía un error. Es más, para mí enriquece el personaje. Además, esos elementos no van en detrimento del énfasis que se hace en el film de su mente lógica al extremo. Pero el final logra convencerme de que ésta es una gran película. Porque la realidad vuelve a empapar el misterio que éste detective debe resolver. Y la lógica, vuelve a ser el arma mejor usada por Sherlock Holmes.
¿Y el sombrerito? Si de propuestas fallidas en lo que dejó el 2009 hemos de hablar, sin duda hay que citar la última película de Guy Ritchie, quien se encargó de utilizar los personajes de la famosa obra de Arthur Conan Doyle para armar una historia pop agarrada de los pelos -ya entenderán el porqué- en una Londres victoriana digital con estética moderna. Es que no sólo se falló en la ambientación, la musicalización (aunque no vamos a negar que se logra el clima cómico en los momentos de acción con esos pintorescos compases de fondo), y la composición corporal de los ultrajados personajes salidos del cerebro de Conan Doyle, sino que la presencia del mismísimo Sherlock Holmes es un insulto a la memorable novela. Todo perfecto con esta nueva muestra de calidad y talento por parte del multifacético Robert Downey Jr. -que merecidamente fue premiado en los Golden Globe por este papel-, pero el problema está en lo que le tocó hacer: un personaje demasiado cool para la época (¿por qué el fijador en el pelo?), mezcla del Ichabod Crane de Johnny Depp en Sleepy Hollow y El transportador de Jason Statham, y con esa ambigüedad sexual a la que se ve expuesto en las escenitas de celos que le hace al Dr. Watson. Demasiado puterío para la que pudo haber sido una nueva entrega de la adaptación de aquella gran historia. En cuanto al ritmo de la película, no decae nunca. Y tenemos desenlace de la trama muy respetable, con un final que invita a una segunda parte si es que se triunfa en la taquilla, algo que ya está pasando a nivel mundial. El reparto es muy correcto, aunque el desperdiciado Jude Law no se luce demasiado, y Rachel McAdams está demasiado varonil. El resto pasa todo demasiado bien, muy justo, entretenido, llamativo y hasta divertido. Se rescatan un par de escenas graciosas como la primera vez que aparecen juntos Holmes y Watson, o la balacera que se descarga Downey Jr. en vano cuando intentan atrapar al villano. La cámara X-Mo es un elemento aparte que hace al aspecto visual pero aleja a la historia de su esencia, perdiendo encima la seriedad. Como bien dijo un crítico, el ralenti lo ponen para que nos demos cuenta cuan cool es todo lo que estamos viendo. Como si necesitáramos entender todo como niños. Tanta explicación, tanto lío bisexual, tanta estética pop y tanta frescura del protagonista, contrapuestas a las virtudes señaladas en el párrafo anterior hacen a uno quedar al filo de la decisión final, aún cuando se es conciente de que -por muy divertido que haya sido todo- estamos ante un concepto fallido. Y lo más inconcebible es que Holmes no use su sombrerito tan característico.
El detective opiómano creado por Sir Arthur Conan Doyle vuelve tuneado en una especie de James Bond del siglo XIX para combatir a Lord Blackwood, un archivillano practicante de la magia negra que quiere destruir Londres. El Holmes que interpreta Robert Downey Jr no tiene nada que ver con el de los libros. Si uno se olvida de eso, o nunca leyó nada del personaje, la peli funciona. Mucha acción, chistes y FX de primera.
EL CASO DEL DETECTIVE AVENTURERO El caso es el siguiente: Sherlock Holmes es un detective, creado por Arthur Conan Doyle, que fue llevado a la pantalla grande en numerosas oportunidades. Esta vez, la película resulta ser diferente a todo lo visto anteriormente: Holmes es ahora un tipo pendenciero, desastroso, desarreglado y con mucha picardía, aunque sigue siendo un sagaz observador de esos mínimos detalles que, a pura deducción, lo llevan a encontrar la verdad, y siempre un paso más adelante que los demás. En el momento en que se desarrolla la película, la vida de Holmes es sacudida por algunos cambios: deberá resolver un caso que desafía a la razón y que, además, puede significar el final de su sociedad con Watson (Jude Law), ya que el doctor piensa en casarse y mudarse del edificio de calle Baker. El nuevo acercamiento al personaje en esta película, que podría definirse como una modernización, rompe con el modelo del detective de policial clásico o de enigma, del que Sherlock supo ser uno de los principales exponentes. Este nuevo Holmes no se queda en casa a pensar cómo solucionar los enigmas, sino que sale a la calle a golpear y ensuciarse (algo más característico de los detectives protagonistas del policial negro). Si bien en los relatos y novelas Holmes lo hacía de vez en cuando, el aspecto aventurero y picaresco del personaje es llevado a un extremo en este nuevo film, algo que puede llegar a ser visto por algún fanático muy nerd como una falta de respeto hacia la creación de Doyle o a las anteriores versiones cinematográficas. Para ellos, que se conformen con algunos guiños, como la mención de Mycroft (el hermano de Holmes) o las sutiles referencias a la adicción de Holmes por la cocaína. Veamos que pistas tenemos: SHERLOCK HOLMES es un film entretenido, con mucho humor y buenas escenas de acción, además de un excelente trabajo del elenco. Robert Downey Jr. se luce en su interpretación y compone a un Holmes carismático y muy divertido de ver en pantalla (aunque sí, hay que reconocer que a veces recuerda mucho al Tony Stark de IRON MAN), sobre todo cuando comparte escenas con Jude Law, debido a la buena química entre ambos. El villano lord Blackwood podría haber sido más desarrollado o haber contado con algo que lo haga más original, pero es correctamente interpretado por un sombrío Mark Strong. Rachel Mc Adams, por su parte, enamora como Irene Adler, una atractiva ladrona por la que Holmes siente algo y que esconde algunas sorpresas. Más pistas: la película tiene un buen ritmo, una onda muy cool, escenas en cámara lenta y otras filmadas de manera bastante original (como la que empieza con la caja que dice “This way up”). También hay un buen trabajo de ambientación (hay partes donde se les va la mano con los escenarios hechos en la compu, pero bueno, era dificil hacerlos de otra manera) y es para destacar la excelente banda sonora compuesta por Hans Zimmer (inolvidable la canción de los créditos finales). Y el culpable es… ¡Guy Ritchie! Felicitaciones al director inglés por una película muy recomendable que, por suerte, deja abierta la posibilidad para una secuela (cuya realización ya ha sido confirmada). Caso resuelto.
Si uno se olvida un poco de la imagen clásica e inmaculada del detective criminalístico Sherlock Holmes, sin dudas que va a disfrutar intensamente de esta versión siglo XXI que propone la película del resucitado Guy Ritchie. El cineasta, que hizo una irrupción impactante en el mundo del cine con Snatch y que luego de unos años de repliegue retornó auspìciosamente con Rocknrolla, ofrece aquí una mirada riesgosa y audaz pero fascinante del inspector creado por el escritor escocés Arthur Ignatius Conan Doyle. El personaje, ese sagaz y obsesivo detective londinense de fines del siglo XIX, era capaz de resolver los casos más engorrosos y complejos gracias a su capacidad de observación y razonamiento deductivo, fue el rol más interpretado en cine, con setenta actores que le dieron vida en más de doscientos títulos. Y Ritchie aparentemente tira por la borda todo ese historial, hace borrón y cuenta nueva y le quita a Holmes muchos de sus atributos característicos, especialmente aquellos que tienen que ver con el vestuario y su afectación típicamente británica. Ya no veremos aquí su gorro de cazador y su ornamentado abrigo, ni mucho menos escucharemos la célebre frase "Elemental, mi querido Watson", que en realidad sólo aparece en una de los relatos y nunca más se repitió. Tan sólo encenderá su emblemática pipa en un par de ocasiones, y en ninguna de ellas ese gesto estará relacionado con situaciones relajadas y reflexivas. Un final abierto con Holmes en primer plano lanzando un interrogante, se empalma con la reciente confirmación de una secuela de un film pleno de trepidante acción y despliegue, que aún al borde del anacronismo no le resta espacio a su proverbial astucia y perspicacia ni de otros elementos que forman parte del universo del personaje. Especialmente su inseparable asistente Watson, que aquí no luce como un simple partenaire, y que conforma con Holmes una suerte de dúo dinámico. A los diálogos irónicos e ingeniosos, la deslumbrante ambientación y los hallazgos visuales y narrativos hay que sumarle la habitual energía y desparpajo de Robert Downey Jr. al frente de un brillante elenco.
VideoComentario (ver link).
Haciendo un esfuerzo por entender cómo funciona la cabeza de Guy Ritchie, supongamos que llegamos a aceptar los trazos "actualizados" de este nuevo Sherlock Holmes que más se resisten al verosímil instalado en el imaginario. Digamos que toleramos a este detective devenido superhéroe que se luce más con la acción física que con el arte de la deducción, que gusta de exhibir el torso desnudo cual émulo del Tyler Durden de Fight Club para luego saltar de una aventura a otra al ritmo de James Bond. De a poco nos acostumbramos a los azotes punk de la banda sonora y a las ingrávidas coreografías à la Matrix implantadas en el decorado decimonónico, mientras digerimos un caso policial difícil de asociar con los típicos enigmas de Arthur Conan Doyle. Con la mejor voluntad nos disponemos a acompañar a Ritchie en estas libertades, para toparnos finalmente con las más nítidas evidencias: impericia narrativa, confusión entre forma y fondo, desidia en la construcción de personajes. Es un problema de exceso, que no pasa tanto por los firuletes visuales sino por la velocidad y los hachazos del montaje que convierten al film en una experiencia agotadora, porque las escenas estallan y sus partículas se disuelven, se pierden sin dejar rastro ni cumplir compromisos con la evolución del relato. Robert Downey Jr. gesticula en piloto automático mientras Jude Law y Rachel McAdams apenas tienen espacio para filtrar cierto color humano. Todos parecen figuritas troqueladas en esta Londres lúgubre creada digitalmente, un paisaje perturbador que bien podría haber sido aprovechado si Ritchie no estuviera tan cegado por sus destrezas videocliperas. En el medio, como si se tratara del espectáculo más simpático del mundo, asistimos a un par de ejecuciones en la horca resueltas "con ingenio" para despertar la algarabía del espectador. Nunca un Holmes estuvo tan desorientado.
Que Sherlock Holmes vuelva a la pantalla trajo polémicas. Las opiniones son variadas pero predomina un descontento en el ambiente por la poca "fidelidad" de la peli con los escritos de Doyle. Y algo de cierto hay en ello. Uno de los puntos diferentes, quizás el más notorio, es la relación entre Holmes y Watson, en gran medida por la diferencia en el Watson de Doyle y el de Law. ¿Afecta esto demasiado al espíritu de las historias de nuestro detective? Yo creo que no, que a pesar de lo que digan, este cambio le otorga renovación, frescura, y por supuesto, principalmente, un ingrediente dramático nuevo. Además que, personalmente, el tratamiento que se le daba a Watson era el punto que siempre me desentonó de nuestro querido Sherlock Holmes. Aún así, lo que primó y prima también en esta nueva historia, es que renegando o no, son amigos inseparables ¿Inseparables? A Holmes se le esta moviendo un poco el piso al ver que su gran amigo esta por contraer matrimonio, jajajjaja. Pero ¿Qué mantiene Watson del original? Además de su amistad, parecería que ignora al detective, pero sin embargo vemos que sigue escribiendo las historias que ambos viven. también da la sensación de altanero y hasta sobrador con nuestro personaje principal, pero como siempre, éste nos demostrará que es él el que ata todos los cabos. Asi que tenemos a un Watson diferente, en parte, pero que deja entrever sus dudas y su también indomable atracción hacia los enigmas. La ciencia y el razonamiento vs. las oscuras tinieblas de lo mágico, otra vez aquí como ya nos tiene acostumbrados nuestro escéptico personaje. Y esta vez, con algo más de acción. Pero no crean que tanto como para convertirse en una peli de Van Damme. Esta vez, las cualidades de Holmes menos exploradas tienen un poco más de cabida. Y el ritmo es marcadamente más rápido. La ambientación, algo meritorio, se mantiene y eso se agradece. Prefiero los cambios en algunos rasgos que los de época, algo que le crítico a Nolan de sus Batman (si, ya sé, acabo de ganarme enemigos ;-) ). ¿Y qué más decimos? Quiero resaltar que la personalidad y psicología de los personajes están tanto más desarrollada que como dije antes, forman un plus a la trama y la enriquece, cosa que no pasaba en las anteriores que vi. (tampoco vi muchas). Tenemos entonces, el elemento acción, el detectivesco, la subtrama de la relación entre estos dos archiamigos, y además una cuota femenina en el enredo. Un Holmes, menos frío, más humano, más deteriorado, y más lindo (tenía que decirlo). Un Watson, menos mascota y más sabueso; y... tengo que decirlo... más lindo. Dos actores que más allá de su "facha", me gustan en su calidad de trabajo. Law crece sin pausa y se convertirá sin lugar a dudas en uno de esos actores que hacen carrera sólida. A lo largo de la peli, se nos muestran varios cambios en el ritmo, a veces ralentizado, a veces acelerado; sobre los pensamientos y razonamientos de Holmes. Estos cambios siguen una estructura (si no me falla la apreciación), que gobierna toda la peli, a saber: se ralentizan las deducciones cuando son anteriores a los hechos (por ejemplo, las peleas), se aceleran cuando son posteriores a los hechos (a modo de flashback mentales). Éstas variantes en el tiempo son a mi parecer acertadas, otorgando variedad, además de ritmos, visual. ¿Qué falla en la peli? Una de las cosas, en mi juicio, es la complejidad del caso, que abarca mucho, habiendo ya muchos otros elementos en la historia para combinar, por lo que puede parecer un caso recargado. Otra cosa que no me gustó, es el ritmo demasiado acelerado de la escena explicativa final, que engloba todas las anteriores deducciones. La escena en si, me parece que es la menos lograda. Hubiera preferido que sencillamente luche con Blackwood y luego dé sus explicaciones a terceros. En cambio, eligieron la tan conocida e incongruente explicación al malvado antes de deshacerse de él ¿para qué? Y por si esto fuera poco, en la incomodidad de los angostos andamios, a muchísimos metros de altura, lindando con caer al precipicio. No es momento para explicar!!! Aún así, disfruté la peli cual felino con ovillo de lana nuevo. La bso, como ya dije aquí, acompaña a la perfección, mezclando en sus temas el misterio y la frescura de la comedia tan bien como lo hace la peli. La imagen toda, arte y fotografía, me encantaron. Y los créditos con el tema central de fondo, un placer. Conclusión: me gustó ¿elemental?
Se trata de una nueva producción fílmica inspirada en uno de los personajes que más veces fue trasladado a la pantalla grande. En esta ocasión Guy Ritchie, el niño mimado del cine cool y 'videoclipero' de Inglaterra, se sumerge por primera vez en Hollywood junto a una dupla protagónica sorprendente para transformar al famoso detective y su inseparable compañero en un extraordinario héroe de acción, garantizando un... ¡Elemental éxito!!!! A casi 10 años del estreno de “Juegos, trampas y dos armas humeantes” (1998), Guy Ritchie aterriza en Hollywood abordando a uno de los personajes más populares de la literatura británica. A través esta realización Ritchie dejó atrás de los films independientes pequeños, para sumergirse por primera vez en la industria hollywoodense. Su incursión por tierras estadounidenses lo hace acompañado por una pareja protagónica de lujo: Robert Downey Jr. da vida al legendario detective Holmes, Jude Law interpreta el papel de Watson, su amigo de confianza ycolega de aventuras. Tras una serie de brutales crímenes rituales, Holmes y Watson llegan a tiempo para salvar a la última víctima y descubrir al asesino: Lord Blackwood. Sin dudas fue la oportunidad perfecta para tener su bautismo en el universo de la meca del cine. Hasta la fecha, a una semana de ser conocida en los Estados Unidos el resultado de la ecuación parece ser todo un éxito económico: en sus primeros días de exhibición recaudó más de 140 millones de dólares, rozando el primer puesto tras la imbatible “Avatar”. El director de “Snatch, cerdos y diamantes”(2000) dispuso una combinación de estética con sabor inglés sumado a un presupuesto millonario característico de Hollywood, logrando una película plena de acción y alejada (no tanto) de la estética 'videoclipera' a la que Ritchie nos tiene acostumbrados. Sin embargo, como en sus películas anteriores, éste realizador británico apela al humor más negro, la acción más desenfrenada y la trama más enrevesada como ingredientes principales de la película. Sherlock Holmes, personaje literario tan frecuentado en el cosmos del séptimo arte, seguramente Arthur Conan Doyle, su creador, nunca imaginó lo atractivo que resultó el singular detective en el tiempo, y que un cineasta como Guy Ritchie lo iba a transformar en un flamante héroe de acción con visión moderna.
Muchos de nosotros conocemos algo de la historia de Sherlock Holmes, o al menos hemos oído hablar de éste singular personaje creado por el escoses Arthur Conan Doyle (1859-1930), médico, jugador profesional de rugby, primer arquero en la historia del equipo de fútbol de Portsmouth, pueblo en el cual vivía el escritor. Holmes aparece por primera vez en 1887, como protagonista de ”Estudio en escarlata”, a la que sumaría otras 19 aventuras. Conan Doyle, además, escribió novelas de anticipación, históricas y obras históricas. Quienes hayan leído alguno de los relatos, o vieron alguna de sus adaptaciones cinematográficas clásicas, particularmente las que tuvieron a Basil Rathbone o Crisrtopher Lee personificando al célebre detective. En este caso el proyecto no tomó como referente uno de los relatos originales, sino que los guionistas desarrollaron una historia alejada de aquellas, sólo inspirada en los personajes Holmes y Watson. A partir de ese libro cinematográfico Guy Ritchie encaró una realización estéticamente distinta de los emprendimiento que le antecedieron, lo cual era de esperar considerando los títulos que integran su filmografía, entre ellos “Snatch, cerdos y diamantes” (2000), “Revolver” (2009), Rockanrolla” (2009), y es lo que se puede apreciar tanto en el marco londinense, el perfil de los personajes, el ritmo narrativo y la violencia ajena al estilo británico, pero común a la industria hollywoodense. Quienes conocen la obra de Ritchie sabían que no respetaría al pie de la letra la creación de Conan Doyle al trasladar sus personajes a la pantalla grande, sino que esperaban algo diferente, y es exactamente eso lo que se puede apreciar en esta apreciación cinematográfica de Sherlock Holmes. La historia se desarrolla en un singular Londres de fines del siglo XIX, pero con características especiales que dificultan su contextualización histórica. En ese Londres subterráneo, en un extraño templo, se está llevando a cabo una ceremonia en la cual una mujer joven va a ser sacrificada conforme a un ritual pagano. La intervención oportuna de Holmes, y su entrañable amigo Watson, frustran la concreción del ritual presidido por el malvado Lord Blackwood, salvando la vida de la doncella., y. al igual que en los relatos de Conan Doyle, minutos después hace su aparición en escena el inspector Lestrade con sus hombres para efectuar el arresto. El perverso Lord es juzgado, condenado a muerte y ejecutado en la horca. Tres meses después Holmes se encuentra recluido en su casa realizando experimentos, en tanto Watson prepara su mudanza como consecuencia de su próximo enlace con Mary Morstan, hecho que pone de mal humor al detective, quien trata de sabotear el proyecto de su amigo. En tanto se concreta la ejecución de Blackwood, quien antes del acto final pide ver a Holmes y anunciarle tres asesinatos más que nadie puede evitar y que él volverá de la muerte. Watson es convocado como médico para asistir a la ejecución y certificar a las autoridades el deceso del reo. Holmes no atiende a los anuncios de Blackwood. Tiempo después de su deceso la sombría personalidad del siniestro personaje se hace presente generando el miedo como forma de control de la sociedad londinense a sus ignotos propósitos. Holmes recibe la visita de Irena Adler, una vieja amiga, mujer astuta y de dudosa reputación, para encargarle la búsqueda de Wine Reordon. En su investigación el detective descubre que su amiga trabaja para alguien más, desconociendo su identidad, asimismo que en la tumba de Blackwood en realidad se haya el cadáver de Reordon. Un interrogante abre la parte final del relato: ¿la supuesta resurrección de Lord Blackwood tiene que ver con algo sobrenatural o puede ser explicado mediante un proceso de lógica? Este nuevo caso de Holmes pergeñado por tres guionistas los personajes de Conan Doyle mantienen su relación con Scotlan Yard, el lugar de la acción, la época y sus costumbres, aunque sin respetarlos a pie juntillas. Incorpora música incidental del siglo XXI, arma de defensa eléctrica, practica de artes marciales chinas cuya introducción en Occidente data de la última década del siglo XIX. El perfil del protagonista es desprolijo, desaliñado, en su aseo personal, desordenado en su vida hogareña, incluso faltando a los modales de caballero británico, mientras presentan a un Watson como denotando capacidad deductiva y abductiva, rasgos ausentes en el original. El resultado es un relato bien articulado, inspirado en Holmes-Watson, que se desarrolla con una visión modernista de Londres de fines del siglo XIX, carente del clásico espíritu británico e impregnado de la estética hollywoodense de la acción por la acción, animada por intérpretes que captaron el estilo de Ritchie. En resumen, una producción entretenida que disfrutarán los seguidores de éste realizador... la duda está en como la recibirán los admiradores del Holmes tradicional.
Dos puños contra Londres La nueva saga de Sherlock Holmes despertaba ciertas sospechas, sobre todo considerando la presencia del director Guy Ritchie (Juegos, trampas y dos armas humeantes, Snatch, RocknRolla) detrás de cámaras, un cineasta propenso a los ritmos acelerados, a narraciones atropelladas y a cuadros con una inmensa cantidad de personajes. Despertaba cierto temor que el protagonista fuese aggiornado torpemente, que la esencia del original de Conan Doyle fuera destratada. Y está claro que también debían incorporarse elementos nuevos, que asimismo era necesario aportar cierto empuje y vitalidad a los caracteres. Los principales cambios saltan a la vista y son comprensibles. Se trata de una franquicia que pondera sustancialmente la acción, al punto de igualarla en tiempo a la pesquisa policial propiamente dicha. Por eso se explotan cualidades de Holmes que antes existían pero que eran sólo secundarias: sus dotes como boxeador y como esgrimista. Así es que puede verse a un excéntrico protagonista -Robert Downey Jr, tan brillante como siempre- a los bastonazos contra media docena de villanos, o entrenándose a golpes de puño con gorilas que lo duplican en masa corporal, en medio de una suerte de fight club del bajo mundo londinense. Si bien en Estudio en escarlata Conan Doyle describía a Watson como “delgado como un bastón”, en el imaginario impera la imagen de un personaje gordo y de baja estatura. Lo cierto es que nunca se vio un Watson tan delgado y atractivo (Jude Law) como ahora, dispuesto a agarrarse a palos con quien fuere y de salir corriendo atrás de cualquier malviviente en fuga. La diferencia es sustancial, queda claro que se quiso elevar la figura de Watson de modo que no quedara opacado por Holmes; que el contraste no fuera evidente. Ya no hay un tono condescendiente por parte del detective, de hecho no existe ese irritante “elemental, querido Watson”, y se explota una divertida tensión homoerótica -uno de los mayores aciertos de este filme- en el dúo protagonista: Holmes no deja de dar muestras de celos por al reciente noviazgo de Watson, y éste responde en forma agresiva. Lejos de los modales victorianos y el impoluto respeto mutuo que existía en los originales, aquí abundan los reproches, la ironía y los sarcasmos, semejándose el trato al de los gángsters de poca monta que pueblan la obra de Ritchie. Si bien la química y la simpatía de la pareja protagonista es un punto fuerte, la anécdota deja un poco que desear. La trama de logias involucradas en ritos oscuros tiene un fuerte tufo a déjà vu –por ejemplo se dio en aquella notable El secreto de la pirámide, con el joven Sherlock Holmes, y más tarde en subproductos como Los ríos color púrpura 2 o Angeles y demonios-. Como es frecuente en las obras centradas en la acción y el entretenimiento desatado, hay grandes anacronismos -Holmes nombra como al pasar las ondas radiales y la radiación electromagnética, por ejemplo- y hay algún hueco de guión –en cierto momento explica un suceso que nunca atestiguó ni pudo haber advertido-. Pero aunque sean puntos que afectan un poco la coherencia general, no son de mayor relevancia, y la película funciona bien como entretenimiento, que al fin de cuentas es lo que importa.
Entre James Bond y Dr. House Hacía mucho tiempo que no había una versión cinematográfica trascendente del clásico personaje de Sir Arthur Conan Doyle (tal vez el primer personaje popular en cosechar legiones de fans) por lo cual, solo por esa razón, esta película ya era bastante esperada por muchos (yo incluido). Pero a esto se le suma la personificación de Robert Downey Jr. como el detective, el enfoque más “pop” y bohemio que le dan al personaje (un poco más cercano a las historias originales, aunque no lo parezca) y la dirección de Guy Ritchie, un señor que comenzó una carrera súper prometedora que terminó en un constante reciclado de los mismos recursos que él puso de moda y que tantos otros replicaron (ya vamos a tratar este tema). ¿Es positiva esta nueva reversión del personaje, lejos del porte que le otorgaron actores como Basil Rathbone, Christopher Plummer o Michael Caine? ¿Está la historia a la altura de los cuentos de Doyle? ¿Logra Ritchie demostrar que puede dirigir una película distinta a lo que hace siempre? Veamos si podemos develar estas incógnitas. El caso del personaje refritado Sherlock Holmes (Robert Downey Jr.) se encuentra en un momento muy especial de su vida. Por un lado, ha logrado atrapar a Lord Blackwood (Marc Strong), un asesino místico a quien ha estado persiguiendo desde hace mucho tiempo. Por el otro, su compañero de aventuras y amigo, el Dr. Watson (Jude Law), está por mudarse con su prometida, dejando de lado la vida detectivesca. Los meses pasan y todo parece haber llegado a su fin cuando surge la noticia de que Lord Blackwood habría regresado a la vida, escapando de su tumba y continuando con su seguidilla de muertes. Esto llevará a Holmes a reabrir el caso, muy a pesar de Watson, a la vez que la entrometida Irene Adler (Rachel McAdams), la única persona que alguna vez lo derrotó, se mete en medio del asunto. Como debe saber la mayoría (sino, para eso está la siguiente aclaración) este film no adapta ninguno de los cuentos o novelas de Conan Doyle, sino que se basa es una historia escrita por Lionel Wigram, que luego adaptó a un comic con dibujos de John Watkiss para poder vender mejor la idea. ¿Cuál es la base? Darle una vuelta de tuerca al personaje, llevándolo más hacia un lugar de héroe de aventuras, algo así como un “James Bond en 1891?, como el mismo Watkins comentara. En un principio la película iba a estar dirigida por Neil Marshall (el director de la grosísima “El Descenso”) pero terminó cayendo en las manos de Guy Ritchie (director de Snatch y el bodrio de Madonna “Swept Away”, aunque no lo crean) quien se manifestó fana del personaje desde su infancia. Sumando este director al cast antes mencionado, es evidente que la fórmula de darle una nueva onda al personaje no podía fallar. Y no falló. Sherlock y Watson, hombres de acción Sherlock y Watson, hombres de acción Si bien la historia es bastante confusa por momentos, la película tiene un ritmo constante que, sumado a la carisma que aportan sus protagonistas, genera un espectáculo sumamente entretenido. Es muy interesante el hecho de que sumen características “místicas” en una película detectivesca (donde el análisis se encuentra por sobre todo) y es lo que termina encaminando el film por el buen rumbo. Justamente es cuando comienzan a aparecer todos los indicios sobrenaturales y los personajes tienen que enfrentarse a ellos que la historia se hace cada vez mas atrapante y divertida, y las dos horas de película se terminan pasando enseguida. Marc Strong cada vez se afianza más como villano (también lo podemos ver haciéndole la contra a “La Joven Victoria”), y en esta ocasión presenta un contrapunto ideal para este Holmes un tanto desalineado. Súper medido, construye un personaje que se muestra constantemente bajo control y seguro de todos sus pasos (incluso le adelanta acontecimientos al detective) lo que refuerza aún más el contraste con el protagonista, que se maneja mucho con la improvisación del momento. Pero, a su vez, demuestra un gran nivel de planeamiento en cada uno de sus pasos, y es contra esto con lo que se enfrenta Holmes durante el film, la incertidumbre de encontrarse en una situación que, muy a pesar de él, desafía toda lógica. Lord Blackwood le dice cosas chanchas a Holmes al oido. Lord Blackwood le dice cosas chanchas a Holmes al oido. Elemental, mi querido Watson Esta frase, que se le ha atribuido al personaje en casi todas sus adaptaciones (sea cine, comics o libros) solo es proferida una vez en un cuento de Arthur Conan Doyle. De esta misma manera, jamás se hace referencia al piloto que siempre caracterizó al personaje, o a su gorro de cazador. Todos estos detalles, sumados a esa actitud pasiva y observadora, fueron aplicados a la construcción del personaje casi por tradición. Pero lo cierto es que, si prestamos atención a los cuentos, Sherlock es un individuo mucho más particular, suele tener una forma de tratar con la mayoría de la gente un tanto pedante y con tintes de superioridad, casi burlándose. Es decir, el personaje original es más parecido a un Dr. House (que a su vez está basado en el Sherlock de Conan Doyle, pero eso es otra historia) con una menor cuota de acidez, que a un gentleman inglés. Nigel Bruce (Watson) y Basil Rathbone (Holmes) en "The Adventures of Sherlock Holmes", 1939 y Christopher Plummer (Holmes) y James Mason (Watson) en "Murder by Decree", 1979 Nigel Bruce (Watson) y Basil Rathbone (Holmes) en "The Adventures of Sherlock Holmes", 1939 y Christopher Plummer (Holmes) y James Mason (Watson) en "Murder by Decree", 1979 Tanto los guionistas como el director del film tomaron esto como premisa para darle este nuevo enfoque al detective aunque, obviamente, con una buena cuota de libertades (al igual que sus antecesores). En esta ocasión nos encontramos con un Sherlock sumamente bohemio y un tanto desquiciado, analítico hasta el último detalle, un tanto altanero y hasta apático. Su relación con Watson es genial y sumamente fiel a los cuentos, donde el médico es mucho más activo y partícipe en los acontecimientos, y no un mero observador o “sidekick” al estilo Robin. Uno de los elementos un tanto exagerados es la relación con Lestrade; mientras que en los cuentos se trataban mucho más cordialmente y con respeto (no se jodía con un oficial de la ley en el siglo XIX) acá vemos como Holmes lo vuelve loco y se burla de él constantemente. A rasgos generales, la personificación de ambos protagonistas es sumamente positiva y le otorga una lavada de cara a un personaje con más de 100 años de historia, sin perder fidelidad al original. Es lógico que Holmes sea un tipo raro. Una persona que posee ese nivel de análisis no puede poseer un carácter y temperamento normales. El hecho de que en el film se haga mayor énfasis las investigaciones extrañas que se le ocurrían hacer al detective en los cuentos suma al momento de perfilar esta actitud un tanto desquiciada. Soy macho y me la banco Soy macho y me la banco Pero es acá donde algo hace un poco de ruido: la actuación de Robert D. No me malinterpreten, la caracterización que realiza del personaje es genial, pero termina siendo muy “Robert Downey”. Voy a intentar explicarme un poco mejor: En los últimos años Downey ha interpretado varios papeles que se encuentran en una línea muy específica. Por ejemplo: James Barris en “A Scanner Darkly”, Tony Stark en “Iron Man” y Kirk Lazarus en “Tropic Thunder”, por nombrar algunos. Los tres tiene cuestiones de “sobreactuación”, son personajes un tanto exagerados, tienen una forma de ser excéntrica y un poco pedante, pero a la vez son encantadores y graciosos; esta misma descripción sirve para su personificación de Sherlock. Entonces, a lo largo de la película, no terminé de sentir que estaba viendo al detective, sino mas bien a Robert D. “actuando” al personaje, no llegué a terminar de creerlo como Holmes. Incluso por momentos parecía que estaba viendo a Chaplin otra vez. Esto no lo marco como algo negativo específicamente, porque su actuación no deja de ser excelente, sino mas bien como un comentario, que posiblemente le suceda a cualquiera que sea seguidor de este muchacho como actor. Esto no sucede con Jude Law, cuya interpretación de Watson es impecable. Deja totalmente de lado sus morisquetas de “lady’s man” y logra construir un personaje sumamente atractivo e interesante. Por momentos dan ganas de que fuera el protagonista de la película. La relación que se da entre él y Holmes es sin duda uno de los puntos más interesantes de todo el film, donde se denota cierta tensión amor/odio entre los dos, creada básicamente porque ambos saben que dependen uno del otro y que no podrían estar separados. Esta relación, con sus diferencias y choques constantes, le da ciertos aires de “buddy movie” al film que la distingue muchísimo de sus antecesoras y, casi casi, garpa toda la película. Guy Ritchie y Robert Downey Jr. como Chapl... digo, como Sherlock Holmes Guy Ritchie y Robert Downey Jr. como Chapl... digo, como Sherlock Holmes Juegos, Trampas y un detective demente Guy Ritchie es un director que tiene una forma de filmar muy personal. Esto es lo que le valió distinguirse bastante en su momento con “Juegos, Trampas y dos Armas Humeantes”, donde incorpora diversos recursos para hacer distinto énfasis en determinadas secuencias de la historia. La utilización de la cámara lenta, el flash forward, la seguidilla de planos cortos, la cámara subjetiva; son todos recursos utilizados hasta el hartazgo, pero que en este film de Ritchie cobraban nuevo significado, ya que pasan a ser partícipes totales de la narración y de la historia, y no solamente trucos gratuitos. El hecho de contar con muchos personajes diversos, situaciones entrecruzadas e hilarantes y personajes con actitudes extremas, todo dentro de un ambiente de mafia y delincuencia llamó bastante la atención, aunque no tanto del público como de la crítica especializada. La banda de "Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes", entre ellos un debutante Jason Statham La banda de "Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes", entre ellos un debutante Jason Statham Esto se confirmó completamente en “Snatch”, su film posterior, donde tener a Brad Pitt entre el cast le ayudó a lograr un renombre internacional bastante importante. Acá nuevamente despliega sus recursos visuales, sus situaciones extremas e hilarantes, sus personajes bizarros y los entrecruzamientos constantes, junto con un protagonista cuyo único error es haber estado en el lugar equivocado a la hora equivocada. De ahí, Ritchie saltó a la fama, a los brazos de Madonna (con quien estuvo casado varios años) y a “Swept Away”, uno de los más grandes bodrios que recuerdo, realizado íntegramente para su mujer, y que prácticamente le valió la sepultura de su carrera, hasta el punto en que Revolver, su film siguiente, pasó sin pena ni gloria. Pero volvió otra vez a las andadas en el 2008 con Gerard Butler a la cabeza de “RocknRolla”, donde vuelve a sus raíces de matones, tiros, líos y cosha golda. Y otra vez la cámara lenta, y otra vez la seguidilla de planos cortos, y otra vez lo mismo de siempre. Más de lo mismo. Lo que ya vimos en su primer película, en Snatch y en Revolver. Dicen que un chiste, por más gracioso que sea, pierde la gracia cuando lo contás muchas veces. Y si, Ritchie ya había perdido la gracia. Madonna en "Swept Away". Si vos estuvieras con ella, capaz que no le hacés la película... Madonna en "Swept Away". Seamos sinceros: si hubieras estado con ella, también se lo habrías hecho... ¿Para qué hago toda esta extensa introducción? Para ponerlos un poco en contexto del lugar desde el que vi la película. Su primer film me voló la cabeza (luego de que un amigo me prestara un vhs medio clandestino), y Snatch me terminó de reventar lo poco que quedaba. Me parecía grandioso lo que el tipo había logrado visualmente, el ritmo que le daba a la película y como eso se condescendía perfectamente con una historia de gangsters de poca monta. Pero eso era en el año 2000. Casi 10 años más tarde, cientos de directores ya habían refritado esos mismos recursos que él ayudó a poner de moda, con el mismo tipo de historia y el mismo perfil de personajes. Y que apareciera con RocknRolla demostrando una evolución prácticamente nula y dependiendo otra vez de los mismos efectos fue una enorme decepción. Es por esto que (como ya lo mencioné varias veces desde la primera noticia que surgió sobre esta película) este film tiene como punto importante la dirección de Ritchie, y presentaba una buena oportunidad para que demostrara si verdaderamente es un buen director fuera de su formato habitual con gangsters, decenas de personajes entrecruzados y una historia difícil de entender. Y el resultado es bastante positivo, la verdad. Su toque personal se encuentra todo a lo largo de la película, pero logra adaptarlo a la historia que tiene que contar y al contexto en el que se encuentra. La cámara lenta sigue estando, pero tiene lógica cuando se utiliza para mostrar la forma en que Holmes analiza en su cabeza los próximos pasos a seguir. También tenemos algunas secuencias con seguidilla de planos cortos, pero funcionan para que veamos los pasos que siguió el detective para llegar a sus conclusiones. Incluso su clásico estilo de ambientación, de baja gama de colores y bastante desaturado, queda impecable para retratar esta Inglaterra victoriana en plena industrialización. Jude Law, Guy Ritchie y Robert Downey Jr. en medio del rodaje Jude Law, Guy Ritchie y Robert Downey Jr. en medio del rodaje ¿Siguen estando sus recursos habituales? Si. ¿Están utilizados de manera arbitraria como la mayoría de las veces? No. Ritchie logra demostrar que entendió al personaje y la historia que había que contar, y pudo adaptar su sello personal de acuerdo al ritmo, intensidad y clima que requería el film, en lugar de hacerlo a la inversa, como en sus últimas películas. Esto deja vislumbrar un lindo futuro para el muchacho. Su anterior película era un callejón sin salida, pero el tipo supo encontrarle la vuelta y, en cierta forma, reinventarse un poco. Y eso está bueno. Un buen comienzo Como podrán imaginarse, apenas se estrenó el film ya se habló de la segunda parte, que cuenta con las bases ya establecidas al final de esta y que tendría a Moriarty como el villano principal. En un momento surgió el rumo de que Brad Pitt estaba muy interesado en el papel, pero se desmintió enseguida. Lo raro es que Moriarty aparece un par de veces a lo largo del film, entre las sombras, pero en los créditos no figura quien es el actor que lo encarna, y el director no lo quiso decir aún. Así que no sería raro encontrarnos con Brad a fin de cuentas en la secuela. Por suerte, esta nueva adaptación de Sherlock Holmes es sin duda un gran punto de partida. El estilo particular de Ritchie aporta un alto grado de dinamismo, poco pensado hace un tiempo para una película de Sherlock, seguramente. Y, si bien la historia tiene sus puntos flojos y por momentos puede tornarse un tanto confusa y hacer que uno pierda el hilo del relato, la película es muy entretenida, y está excelentemente llevada adelante por sus dos protagonistas y por el director, que terminan contando una historia atrapante. No le va a volar la cabeza a nadie, pero seguro les hace pasar un muy buen rato. Y eso no es poco.