Hace unos días en charla con una realizadora me decía: La peor mentira del patriarcado es hacernos que las mujeres nos peleemos con las mujeres. Y hay algo de eso en este nuevo ingreso al universo creado por James Cameron, en donde las tres protagonistas, Sarah, Grace y Daniella, aúnan fuerza para evitar que la historia se repita. Búsqueda, persecución, camino del héroe (o heroína), sacrificio final y la nueva posibilidad de continuar con la franquicia. Linda Hamilton devuelve a uno de sus papeles más icónicos el fuego que necesitaba la saga. La breve participación de Schwarzenegger, más Mackenzie Davis y Natalia Reyes, hacen de este retorno una fiesta que celebra la acción y los robots.
Presa de la coyuntura Lo más lamentable de esta nueva Terminator es que esté involucrado James Cameron. Terminator: Destino Oculto (Terminator: Dark Fate, 2019) es una continuación directa de Terminator 2: Judgement Day (1991) y no tiene en cuenta las 3 películas que le siguieron a la secuela de la original (y en las que Cameron no participó). De todos modos, cuentan los que saben que como productor Cameron nunca pisó el set y que mientras la película se filmaba él seguía metido con las interminables continuaciones de Avatar (2009), su último juego de feria. El que le puso el cuerpo a la payasada fue Tim Miller, también director de Deadpool (2016). Y que haya sido elegido el director de una película de Marvel no es casualidad sino síntoma: Terminator: Destino Oculto comparte el pathos de ese tipo de cine. De hecho, Terminator (1984) es también algo responsable de instalar en el mainstream las largas escenas de acción que el cine de superhéroes vació de materialidad, complejidad y suspense. No podemos negar que en estas formas (con la acción como norte) hay una idea de cine -una idea que festejo- pero esta nueva Terminator, tal como la mayoría de los productos superheroicos, se queda sólo con la cáscara de aquel cine de acción a toda velocidad. En este caso, aunque algunas de las persecuciones fueron filmadas de verdad (o con la verdad física del cine), en general en la acción hay un acercamiento mayor a los ralentís de pantalla verde de Matrix (1999) que al cine físico de alto octanaje del que por momentos se nutre la Terminator original. Presa de la coyuntura no sólo en lo formal sino también en lo ideológico, la película de Tim Miller trata de dejar contento al arco progresista más nabo de Hollywood; por eso el papel equivalente al de John Connor lo hace una chica, que además hace de mexicana (interpretada por la colombiana Natalia Reyes). No bastaba con el regreso de Sarah Connor (Linda Hamilton), la heroína de las -ya feministas pero sin pose- primeras Terminator, como tampoco bastaba con tener a dos chicas en los protagónicos: la pose es insaciable, va por todo, entonces la protectora de la chica proletaria y mexicana que llega del futuro también tenía que ser una mujer (Mackenzie Davis). Y el T-800 (Arnold Schwarzenegger) ya no es un terminador sino un viejito bueno de una zona casi rural que se hace cargo de una familia. Todo parece pasado por una picadora de huevos; nadie al que le produzca placer la película del 84 puede agradarle esta versión subnormal. Nuevamente se hace hincapié en la dicotomía destino escrito o libre albedrío, y de nuevo sobrevuela la crítica al uso de la tecnología por parte de las defensas nacionales. Más cáscara y humo. Nada más que algo de movimiento, y nada de la vitalidad y la brutalidad de la original ni del ritmo narrativo perfecto de su secuela.
Más que un "Destino Oscuro", Terminator: Dark Fate es un reboot oscuro. Una película despareja de la cual se esperaba algo nuevo, un paso adelante y no un retelling de la historia original. Después de más de dos décadas (y de tres secuelas de calidad variopinta) los derechos de Terminator regresaron a su autor y director original: James Cameron, quien en los comienzos de su carrera vendió los derechos de lo que sería la obra que lo llevaría a la fama mundial por solo un dólar (!) a la productora Gale Anne Hurd (su segunda esposa) a cambio de que si el proyecto conseguía luz verde por parte de algún estudio, sea él quien lo dirija. El resto ya es historia. Estando demasiado ocupado filmando al mismo tiempo secuelas para convertir a Avatar en una nueva saga de Sci-Fi, Cameron comenzó a articular su participación en otros proyectos en el rol de productor. Es así como con Robert Rodríguez pudo llevar a cabo uno de sus proyectos más postergados a lo largo de los años y que llego a ser, sin lugar a dudas, la mejor adaptación occidental de una obra Nipona en lo que cine de live action se refiere: Alita. Es así como luego de la negociación de derechos entre la productora Skydance y el laureado director, la idea de continuar Terminator Genisys (2015) queda trunca en pos de una nueva historia donde Cameron tendría parte del crédito en el guion; siendo Tim Miller (Deadpool, 2016) el director elegido para el proyecto. Desde el minuto uno el filme se planta como secuela directa de Terminator 2 (1991) y a su vez borra de la existencia cualquier justificación para las secuelas fílmicas que llegaron posteriormente. El sistema Skynet fue vencido hace más de 20 años y el “Judgement Day” nunca sucedió. Pese a esto un nuevo modelo de Terminator, el Rev-9, (Gabriel Luna) es enviado desde el futuro a exterminar un objetivo: Dani Ramos (Natalia Reyes), una jovencita mexicana que lleva una vida común y corriente con su hermano Miguel (Diego Bonetta) y su Padre (Enrique Arce). Al mismo tiempo llega del futuro Grace (Mackenzie Davis), una soldado mejorada cibernéticamente enviada para proteger a Dani, ya que su supervivencia es vital para la resistencia humana en el futuro. En su misión, Grace cruza caminos con una veterana y curtida Sarah Connor (Linda Hamilton) que los ayudará con todos sus medios, ya que reconoce que Dani es la nueva pieza clave para el futuro, así como ella lo fue en 1984. El equipo para esta aventura se completa con un viejo T-800 (Arnold Schwarzenegger) que vive infiltrado entre los humanos y tiene vinculo con el pasado de Sarah. No solo la vuelta de James Cameron es lo que destaca y atrae de esta producción. El regreso de Linda Hamilton después más de 25 años alejada de las cámaras, volviendo a interpretar a la mítica heroína Sarah Connor, es el factor en el casting que le da esa validez como secuela genuina, siendo una evolución más experimentada y hasta amarga de su personaje. Otro abonado es Arnold Schwarzenegger quien interpreta a un T-800 avejentado y que tiene ciertos toques de humor, sin necesidad de caer en el ridículo como en Genisys. Entre las actuaciones de los nuevos personajes se destaca Mackenzie Davis como una digna reemplazante del rol de Kyle Resse, siendo la guardiana del personaje de Natalia Reyes. Gabriel Luna nos da un nuevo Terminator a conocer, un nuevo modelo letal y con nuevas prestaciones a la hora de matar y destruir. Pero pese a que esto es gracias a los FX, su actuación no llega a ser impactante e infundir temor como Robert Patrick y su ya clásico T-1000 en Terminator 2. Lo referido al trabajo de Tim Miller (quien es especialista en efectos visuales además de director) si bien es muy bueno en las secuencias de acción, peca de ciertos momentos desparejos, donde vemos FX en CGI de una calidad bastante pobre y que no cuaja con otras partes del film donde si tiene gran calidad visual y los efectos con la imagen real están genialmente integrados. Otro punto es que las persecuciones en un momento ya se tornan inverosímiles al mejor estilo de las ultimas Fast & Furious y otras producciones visuales contemporáneas, y es ese aspecto visual que hace que Terminator: Dark Fate, luzca como una película de acción mas, sin ese ojo de autor que tenia Cameron. Más allá que hay ciertos planos referenciales que son un calco a escenas de las dos primeras películas, pero que no alcanza para hacer despegar al filme como eso especial y único que pretende ser. Uno de los puntos positivos en la historia es la actualización de la idea de ”futuro” que se tenía en 1984 en relación a lo que es hoy nuestro presente. Llevar parte de la historia a México hace que veamos los problemas reales del presente que en el pasado ni se pensaban como futuro. Un presente donde el tema de la falta de trabajo, la inmigración ilegal, la segregación y los muros son el día a día entre las fronteras del primer y tercer mundo, lejos del futuro post nuclear que muchos imaginaron para nuestros días, en épocas de la guerra fría. Épocas cuando el guion de The Terminator fue escrito. Pero la historia también peca de quedarse en su zona de confort al volver a contar lo mismo de siempre, donde los roles son idénticos pero con nuevos actores. Donde temas como líneas de tiempo alternas fueron mejor manejadas en Genisys, (siendo considerada dentro de las peores secuelas y que mucho se lo debe a su pésimo cast) o aspectos sobre la infiltración de los Terminators que fueron explorados anteriormente en la más que recomendable serie The Sarah Connor Chronicles de 2008 (punto a destacar es que el guionista de esta serie es parte del equipo de guionistas de Dark Fate). Con todos estos factores en contra, este filme hace revalorar a Terminator Salvation (2009), como la única película de la franquicia que salió de su zona de confort y nos mostró una historia que ahora podría funcionar de manera no oficial, como una precuela. Mucho más no se puede contar sin caer en los spoilers, por que mas allá de que estructuralmente la premisa básica es demasiado similar a The Terminator. Los cambios que plantea este filme en todo el trasfondo de la mitología de la franquicia son muy abruptos, tanto que hasta atenta al propósito de los dos filmes originales dirigidos por Cameron. Por eso es tan curioso y hasta decepcionante que el director original esté involucrado en el guion de esta película que parece renegar de su pasado glorioso, todo en pos de esa actual premisa caprichosa de “pasar la posta a la nueva generación”. Y ya sabemos que efectos tuvo esta movida en franquicias históricas como Star Wars, por poner el ejemplo más conocido, donde el fandom está claramente dividido. Es por esto que Terminator: Dark Fate , más que un “Destino Oscuro” es un reboot oscuro, para lo que ya se sabe que va a ser una nueva trilogía. Una película despareja de la cual se esperaba algo nuevo, un paso adelante y no un retelling de la historia original una y otra vez.
Mujeres al borde de un ataque de cyborgs. Crítica de “Terminator: Destino Oculto” de Tim Allen La irrupción de “The Terminator” en 1984 marcó un hito dentro del cine de acción y ciencia-ficción. La historia sobre un ciborg asesino (el T-800) que venía del futuro para matar a una mujer, Sarah Connor, quien sería la madre de un hombre que encabezaría la rebelión de los humanos contra el dominio de las máquinas en el futuro, no solo fue un simple lleno de efectos y suspenso. También marcó la aparición de una heroina que, junto a la célebre Ripley de la saga “Alien”, quedará en la memoria del cine para siempre. El éxito de la misma hizo necesaria la aparición de una secuela, “Terminator 2: el Juicio Final”, la cual vió luz en el año 1991. Nuevamente el personaje de la heroina aparecía en acción, pero esta vez para defender la vida de su hijo John Connor, ya adolescente y volcado a la delincuencia, mientras ella se encontraba internada en un neuropsiquiátrico del que luego escapará. Esta última, a su vez, hizo escuela en el cine de acción por la espectacularidad de sus escenas y la magia de los efectos especiales. Para los que éramos adolescentes, la saga nos quedó marcada a fuego. Pero toda esa magía construida por el binomio de películas dirigidas por James Cameron quedó desdibujada por las que precedieron (“Terminator 3: La Rebelión de las Máquinas”, “Terminator: La Salvación” y “Terminator. Génesis”). Estas solo eran un compendio de divagues argumentales sin sentido con buenas escenas de acción y nada más, más allá de contar con reconocidos actores como Emilia Clarke y Cristian Bale. Todas contaban con la presencia de algún personaje femenino fuerte, pero ninguna pudo reemplazar al legendario personaje interpretado por Linda Hamilton. Su composición de una mujer que deberá luchar contra un hombre violento, sin sentimientos en la primera; a quien nadie cree sobre los hechos de violencia acontecidos y es encerrada en un neuropsiquiátrico en la segunda, la convirtieron en un referente importante dentro de los personajes femeninos del cine. Por eso la vuelta de Sarah Connor era la esperanza de un resurgimiento o, en su defecto, un cierre digno para la saga “Terminator”. La historia nos sitúa apenás terminada la segunda película, Sarah Connor se encuentra descansando con su hijo John en unas paradisíacas playas del caribe. La tranquilidad que les da el saber que la rebelión de las máquinas no se podrá llevar a cabo por la destrucción de Skynet, se ve interrumpida por la aparición de un T-800 (interpretado nuevamente por Arnold Scharzenegger), que matará al joven hijo de Sarah. Esto provoca un giro de 180° grados en la historia y le abre el juego al director a desarrollar una nueva perspectiva a la saga. Luego de la muerte de John, volvemos a 2019, en una ciudad de México, donde aparecen un híbrido, mezcla de ciborg y humano llamado Grace (interpretado por la ascendente Mackenzie Davis) y un nuevo terminator líquido que vendrá a matar a una joven méxicana, Daniela Ramos (a cargo de Natalia Reyes, a quien hace poco vimos en la maravillosa “Pájaros de Verano). Poco sabemos porque ella es la perseguida, pero la acción comienza al instante con una escena de persecución que rinde homenaje a “Terminator 2”. Hasta ahí la misma temática que todas las anteriores películas de la saga, pero la pregunta es ¿Qué papel juega o jugará Sarah Connor en todo esto?. La heroina aparecerá para salvar a ambas, cuando estén al borde de la muerte a manos del ciborg líquido. Ella recibe mensajes encriptados de algún lugar que le avisan sobre la presencia de ciborgs que vienen del futuro. Ante la muerte de su hijo, su función en esta nueva vida es estar alerta a la llegada de los robots. Debido a los hechos de Terminator 2 y teniendo en cuenta que Skynet no existe más, nos queda preguntarnos ¿Porqué mandaron a alguien del futuro para matar a la joven mexicana?. Resulta que esta vez no son robots los que se revelan, es una IA (Inteligencia Artificial) que se apoderará de todos los recursos, controlará las máquinas para que persigan a los humanos pero a la vez provocará una guerra de pobres contra pobres por los pocos recursos que quedan, lo que hará imposible una rebelión de los humanos. Hasta que aparecerá Dani Ramos con un discurso de unión de fuerzas que propiciará la rebelión de los humanos. Esta vez no es un hombre quien encabezará la revolución, será una mujer y son dos mujeres quienes deberán proteger a la joven revolucionaria de las garras del ciborg líquido asesino. Con las tres mujeres como protagonistas principal, queda solo saber como será la aparición de Arnold Shwarzenegger como el T-800. La realidad es que su rol queda en un segundo plano, y su aparición se da pasada más de la mitad de la película. Será quien le envíe mensajes a Sarah, a través de una conexión que no queda muy clara. El ciborg vive en el medio del campo, con una mujer, con quien estableció un vínculo de pareja y padrastro. Ahora se dedica a colocar cortinas (muy graciosa la la escena donde explica que elegir para decorar la habitación de un hijo), adaptándose a vivir entre humanos de manera familiar. A pesar de resultar un elemento clave en la batalla final y brindar algunos momentos de humor, el protagonismo del mítico personaje de la saga queda opacado por la aparición de Sarah y de Grace. “Terminator. Destino oculto” no está a la altura de las primeras 2 (le falta más acción y la lucha final no tiene la emoción necesaria), pero es ampliamente mejor que las otras tres películas de la saga. También se disfruta por la vuelta de Linda Hamilton en un digno y merecido homenaje a una de las grandes heroínas del cine de los 80. Tiene un mensaje claro que se adapta al contexto actual: El apocalipsis no será generado por una matanza de las máquinas de la raza humana, sino que se generará por una lucha de pobres contra pobres por sobrevivir (cualquier semejanza con la actualidad es mera coincidencia). Y esta vez no será un hombre la esperanza para la humanidad; será una mujer la que encabezará la revolución y se logrará gracias a la unión de las fuerzas femeninas, que harán todo por salvarla del ataque del cyborg asesino. Puntaje: 75/100.
Así como dice el dicho “El que avisa no traiciona”, Arnold Schwarzenegger nos avisó que volvería, con su distintiva frase “I’ll be back”, y lo hizo, en este caso personificando nuevamente al Terminator T-800, su papel más icónico, en una sexta y última entrega de la saga que arrancó en 1984. “Terminator: Dark Fate” nos trae devuelta a Sarah Connor, quien esta vez deberá unir fuerzas con una mujer mejorada cibernéticamente con el fin de proteger a una joven de un nuevo Terminator que viene del futuro a asesinarla. Tim Miller, cuya única obra hasta el momento era la aclamadísima “Deadpool” (2016), regresa, esta vez de la mano de James Cameron, para buscarle un cierre digno a una franquicia llena de altibajos y que nos dejó un mal sabor en la boca con su último film. Esta nueva película funcionará como una secuela directa de “Terminator 2: El juicio final”, provocando así que los largometrajes subsecuentes ocurran en líneas de tiempo paralelas a ella. Como primer punto, es importante aclarar que “Destino Oculto” no es una película innovadora. La vuelta de James Cameron a la franquicia sirvió para tomar en cuenta los errores denotados de las tres entregas anteriores y para volver a la esencia de su trabajo original repitiendo el planteamiento de la trama general, pero con un guion más firme, con olor a nuevo y un dejo nostálgico a los inicios de la saga. El regreso magistral de Linda Hamilton en unos de los papeles protagónicos, significó un gran acierto en esta obra, proporcionándonos una actuación que no se vio afectada por el paso del tiempo y nos devuelve a esa Sarah solitaria e intimidante pero esta vez asistiendo a la figura fuerte que significa la nueva cara de la franquicia, Mackenzie Davis. Ella, personificando a una mujer “mejorada”, representa lo mejor de ambos mundos. Por un lado, una “Terminator” con un propósito claro y grandes habilidades, que se han sabido explotar correctamente en el film con grandes escenas de acción; y por el otro, un personaje con debilidades y con una historia de vida, otorgándole un trasfondo más humano a este guardián del futuro, asemejándose a una súper heroína, y haciendo que se diferencie enormemente de su antagonista, Gabriel Luna. La performance del nuevo villano, que esta vez tiene la habilidad de dividirse en dos, no genera tanto impacto en pantalla como debería, representando el mismo rol de “amenaza silenciosa” de Robert Patrick, pero con una performance mucho menor siendo que se trata de un modelo más avanzado. Tanto Davis como Luna, junto con el increíble Arnold, haciendo un papel de robot ya retirado que aparece para una última batalla, son potenciados por el increíble, aunque no tan desapercibido, uso de efectos especiales, siempre en torno a la protegida y “nueva Sarah Connor” que personifica Natalia Reyes que, a diferencia de la interpretación de Hamilton en las primeras películas, nos muestra un personaje inmaduro que va evolucionando a medida que la trama avanza para darnos un resultado final comparable a la Sarah actual. Por último, y como datos de color, “Terminator”, al igual que “Rambo”, decidió hacer su cruzada final en la frontera México-Estados Unidos, aunque ambos realizaron su rodaje en locaciones de España en vez de en los territorios involucrados, haciendo que algunos actores secundarios también se asemejen, como la presencia de Óscar Jaenada, en “Rambo” y la participación de Diego Boneta en “Terminator”, ambos protagonistas de la serie “Luis Miguel” de Netflix. En resumen, “Terminator: Destino Oculto”, más allá de tener la falta de innovación en contra y una vara muy alta a superar, al ser la secuela de “El Juicio Final”, prevalece considerablemente por sobre las anteriores películas en las que James Cameron se ausentó y funciona a la perfección como cierre de la saga, con grandes interpretaciones y fuertes escenas de acción entrelazadas con el uso correcto del CGI. Un film que dejará satisfechos a los fans de la franquicia y de las películas del género por igual.
La nueva película de la saga “Terminator” cuenta con la producción de James Cameron, aunque no fue dirigida por él. Sí metió mano en el guión junto a cuatro personas más y se remonta a la historia de la primera, aquella innovación violenta que asomó al cine en 1984 y nos dejó perplejos. Aquí todo comienza con la llegada de un nuevo cyborg, el letal Rev-9 (Gabriel Luna) quien puede ser destruido e inmediatamente armarse de una manera que ya verán, muy sorprendente, (aunque luego se abuse del recurso), y Grace (Mackenzie Davis), una soldado mejorada que viene del futuro pero debe tomar medicamentos cada cierto tiempo para mantenerse fuerte. Su misión es proteger a una joven, Dani Ramos (Natalia Reyes), que debe ser asesinada para no convertirse en una heroína rebelde que en el futuro salva a la humanidad. Dani vive con su hermano, Diego Ramos (Diego Boneta) con quien también trabaja y con su padre Vicente (Enrique Arce) en México, lugar que luego deben abandonar. El film es una catarata de efectos visuales en donde las mujeres, empoderadas como nunca llevan adelante las escenas de acción, luchas y escape permanente para luego convertirse en una unidad, que lucha en bloque. Más aún cuando se suma la verdadera, única e inigualable Sarah Connor (Linda Hamilton) una actriz que debería trabajar más porque tiene una presencia y fuerza impresionantes. Ella es la verdadera protagonista. El film de ciencia ficción no estaría completo sin la presencia, aunque escasa, de Arnold Schwarzenegger (T-800) quien será de gran ayuda para el grupo, aunque su vida haya tenido un drástico cambio, ya que vive hace 22 años con una mujer y se dedica al comercio (?). Evidentemente ha desarrollado una conciencia. El director Tim Miller, (“Deadpool”), hizo un gran trabajo, porque el ritmo nunca decae, es realmente una montaña rusa en sus casi 130 minutos. Tampoco falta el humor, con algunos guiños para los fans. Buena película, entretenida y violenta, con efectos cada vez mejores, muchos cadáveres, como no podía ser de otra manera y actuaciones dentro de lo esperado salvo Hamilton que está en su mejor momento. En resumen, “Terminator” es todo lo que sus seguidores irán a buscar y van a encontrar. ---> https://www.youtube.com/watch?v=oxy8udgWRmo ---> TITULO ORIGINAL: Terminator: Dark Fate ACTORES: Linda Hamilton, Arnold Schwarzenegger, Natalia Reyes. Mackenzie Davis, Diego Boneta. GENERO: Ciencia Ficción , Acción . DIRECCION: Tim Miller. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: No informada CALIFICACION: No disponible por el momento FECHA DE ESTRENO: 31 de Octubre de 2019 FORMATOS: Imax, 2D.
Terminator – Destino Oculto: Una pérdida de tiempo. «Terminator: Destino Oculto» es un insulto a la saga y una pérdida de tiempo. ¿Qué pasa si mezclas Dora la Exploradora, El Hombre Bicentenario, mujeres con complejo de inferioridad y una máquina asesina del futuro que alguna vez tuvo dignidad? Exacto: una decepción llamada Terminator: Destino Oculto (2019) que te robará dos horas de tu vida más la plata de tu bolsillo con un arma en forma de boleto para el cine. Antes de continuar, que quede claro que estas líneas no son para criticar en pro del escándalo y la presunción de intelectualismo, sino para hacer justicia —antes de presionar “F”— a una de las sagas más grandes de la ciencia ficción: Terminator. Ya es costumbre ver joyas cinematográficas un tanto arruinadas por modificaciones hechas para agradar «a todos». En este caso, fueron más allá, traspasaron la frontera de lo “bueno, ya que” hasta el terreno de lo absurdo. Grace (Mackenzie Davis), la cyborg enviada al pasado para proteger a quien salvará a la humanidad, tiene un aspecto que no se corresponde con el de una soldado del futuro post-apocalíptico. No se atrevan a jugar la carta de la T-X en Terminator 3: La Rebelión de las Máquinas, que sea mujer no es el problema, el problema es que su apariencia no compagina con lo que “se espera” del personaje. En el caso de la T-X, era obvio que fuera una mujer atractiva debido a las necesidades de infiltración, pero con Grace se esperarían más músculos, cicatrices de batalla, en fin, algo que la hiciera ver como una sobreviviente. Si lo anterior no los convence, hay un diálogo en la película donde Grace grita: “¡Nadie les dio permiso de tocar mis partes privadas!”. Dejando en evidencia que su personaje sólo fue hecho para venderse a ciertas personas, que en lugar de crear algo propio tienen que alterar las obras de otros. Mackenzie Davis actuó con una excesiva sobriedad, no se le notó cambios graduales en su actitud hacia Dani, Sarah Connor o el T-800 (el terminator de siempre), sino unos de la noche a la mañana. Por otra parte, Dani (Natalia Reyes) es quien más destacó por su actuación al mantener el equilibrio con un personaje tan caricaturesco como el que interpretó. Encarnó a una caricatura de mujer empoderada, donde se la muestra como una heroína de acción desde el principio en lugar de una persona común y corriente que pasa por una transformación, cosa que es elemental en una película como ésta si se recuerda a la Sarah Connor de la primera Terminator. ¡Alerta de Spoilers! ¿Recuerdan el episodio de South Park donde salen George Lucas, Steven Spielberg e Indiana Jones? Bueno, ahora imagínenlo con Tim Miller (director), Billy Ray, David S. Goyer, Justin Rhodes, Josh Friedman (guionistas) y el T-800. ¿Por qué afirmar tal cosa?, porque aquí, el Terminator (Arnold Schwarzenegger) tiene esposa y un hijo adoptivo. Le dieron una conciencia humana que llegó por obra y gracia del Espíritu Santo junto con la habilidad de ocultarle a su familia el hecho de ser un esqueleto metálico asesino del futuro que no come, no duerme, ni va al baño. Al pobre Arnold lo amarraron de manos y pies para limitar su actuación a un guion que viola toda la esencia de la saga de Terminator, pasó de ser un badass a un personaje infantil con características incompatibles con lo que “es” un Terminator, es decir, ni siquiera se puso los lentes de sol cuando debió. El resultado fue una parodia total, una máquina que supuestamente no puede sentir desarrolla conexiones emocionales complejas y hace chistes, de una forma muy humana en contraposición a conductas similares del T-800 en Terminator 2: El Juicio Final. Lo mismo le sucedió a Sarah Connor (Linda Hamilton), pues lo que alguna vez fue una verdadera mujer empoderada que pasó de ser una chica común a una superviviente de élite, es ahora una ocurrente cazadora de Terminators que compite con el T-800 por hacer el mejor Stand Up Comedy. Es una suerte que la dejaran fuera de esa tensión lésbica implícita que hubo entre Grace y Dani, un milagro si se toma en cuenta que echaron por tierra toda la saga con tal de que el líder de la resistencia fuera mujer, hispana y posiblemente lesbiana. Así es, complacer a una generación hizo que toda la existencia de Sarah Connor se fuera por el caño, cualquiera pensaría que la cosa se pondrá buena cuando vemos a un John Connor adolescente (Jude Collie más un CGI de Edward Furlong) tiroteado hasta la muerte en los primeros 20 minutos pero no. Resulta y acontece que tanto los guionistas como el director armaron una telaraña temporal de realidades alternas para dejar muerto a John Connor y sustituirlo por Dani, ¿no había una forma más descarada de prenderle fuego a la saga? Si algo resulta más triste todavía, es que el desguace de la franquicia en virtud de la reivindicación racial y sexual dejó en ridículo dichos ideales, dado que todo lo que se muestra sobre México es un cliché. En la cinta vemos cómo las protagonistas se suben al techo de un tren abarrotado de inmigrantes ilegales para cruzar la frontera hacia los Estados Unidos con la ayuda de un coyote que resulta ser el tío de Dani, así como se lee, la protagonista es sobrina de un tipo que vive de pasar indocumentados a los Estados Unidos. Por si fuera poco, el villano de apariencia hispana, un terminator REV-9 (Gabriel Luna), denota que no se tomó en cuenta la cara de niño bueno que tiene el actor, lo que provocó que se viera como un antagonista de telenovela transmitida por Televisa. Además, demostró ser tan emotivo que violó el carácter inmutable de un terminator. Ahora a lo obvio, el villano es un actor de ascendencia mexicana, las que salvan el día son actrices blancas y quien lo remata es Schwarzenegger, tanto lío por reivindicar a los latinos sólo para que los blancos volvieran a ser los héroes. Como se puede ver, el tiro le salió por la culata a los productores: James Cameron (James… ¿por qué?), David Ellison y Dana Goldberg, debido a que en lugar de un agasajo hicieron el ridículo al evitar tanto algo que finalmente terminaron mostrándolo. La cereza sobre este pastel de mediocridad, fue, una vez más, la falsedad en los efectos visuales a la hora de mostrar chispas, disparos o fuego, donde a dichos elementos se les nota lo “plano” como si se tratase de un efecto que se enseña mediante un video tutorial de YouTube. Lo anterior es un amargo detalle presente en muchas películas relativamente recientes pero en este caso nos hace pensar: ¿Por qué un CGI queda increíble y un simple disparo no?, ¿cómo puede ser que esta película ni siquiera iguale a los efectos especiales usados en Terminator 2: El Juicio Final hace más de 20 años cuando un videojuego de 64 bits era algo alucinante? Las palabras no alcanzan para explicar toda la decepción que se siente al ver una saga tan cruelmente tratada. Lo mejor para los fans es tomarse esta película como una joda y considerarla aún más fuera del canon que aquella parodia del terminator salvando a Jesucristo, si ven a Schwarzenegger por ahí denle un abrazo y háganle saber que no fue su culpa, en cuanto a Tim Miller y compañía díganles: “Hasta la vista… baby”.
Concebida como una secuela de Terminator 2 -y obviando las tres posteriores realizaciones como lo hiciera hace poco el relanzamiento de Halloween-, la acción se desarrolla más de veinte años después desde que Sarah Connor evitara el Juicio Final y torciera el destino de la raza humana. Terminator: Destino Ocultorespeta el esquema de las dos películas iniciales creadas por James Cameron y sitúa a Daniela Ramos -Natalia Reyes- que vive en México con su hermano -Diego Boneta, quien encarnó a Luis Miguel en la serie- y su padre -Enrique Arce, el popular español Arturito de la serie La casa de papel- cuando un nuevo Terminator, un Rev-9 -Gabriel Luna- viaja a través del tiempo, cae del cielo y está listo para exterminarla. Ella ocupa el lugar que antes tuvo el líder de la resistencia, John Connor, y se convierte en el blanco perfecto de una nueva fuerza implacable. En su desesperado escape se sumarán Grace -Mackenzie Davis-, una soldado del futuro en versión mejorada y una reaparecida Sarah Connor -Linda Hamilton- que afirma "No pude salvar a mi hijo. Cazo Terminators" en un prólogo ambientado en Guatemala en 1998. Como si fuera poco, el trío unirá sus fuerzas con T-800 -Arnold Schwarzenegger-, el enemigo de Sarah, ahora recluído junto a su familia en una cabaña y alejado de la amenaza de Skynet pero con la sombra de su sucesora, Legión. "No volveré" asegura T-800 a punto de colocarse sus lentes negros que lo convirtieron en un ícono indiscutible de la ciencia ficción y la acción. La realización de Tim Miller -Deadpool- entrega persecuciones sin descanso como la pelea en la fábrica, escapes por la carretera y una secuencia a bordo de un avión que también imprime vértigo. Si el filme no tiene sorpresas lo compensa con tiroteos sin pausas y se apoya en algunas explicaciones para darle mayor peso a los nuevos personajes -a través de flasbacks que muestran el pasado entre Daniela y Grace- y aquellos que vienen huyendo para evitar un futuro peligroso. Los tiempos cambiaron y las mujeres se muestran empoderadas y aguerridas en esta historia que prepara su trampa para el final y en la que Schwarzenegger es el robot de la "vieja escuela" frente a un Rev-9 capaz de transformarse, reunír sus piezas y seguir su marcha destructiva contra todo aquel que se cruce en su camino. Todavía quedan en la retina las imagenes poderosas del Terminator original y de su continuación, y "Destino Oculto" llega para mostrarse a las nuevas generaciones, sin muchas novedades, pero con efectividad visual, acción desenfrenada y toques de humor con un Schwarzenegger que no perdió sus mañas.
Daniella Ramos trabaja en una fábrica automotriz junto a su hermano en México. Un día aparece un robot para asesinarla, y una humana con capacidades especiales para defenderla. Así comienza un viaje de huida en el que a las mujeres se les unirá la mítica Sarah Connor, para impedir un nuevo futuro donde las máquinas casi exterminan a la raza humana. Hay que ser sinceros. Por más fan que se sea de la saga (como quien les escribe), Terminator viene pidiendo a gritos que la dejen en paz, porque cada entrega que va saliendo, es aún peor que la anterior; y eso quedó demostrado con la horrible Génesis. Algo de hype se levantó cuando se supo que James Cameron estaba apadrinando esta nueva entrega, y más aún, que retornaba Linda Hamilton al rol que le dio fama mundial ¿Vale la pena ver Terminator: Destino Oculto? Sí y no. Si porque a nivel acción es muy entretenida, desde su inicio en la fábrica nombrada en el primer párrafo hasta su conclusión casi un par de decenas de minutos después, o una que sucede en un avión. Se nota que el director es Tim Miller (Deadpool), porque las luchas cuerpo a cuerpo son bastante superiores a las que incluyen armas de fuego. Pero así como recalcamos lo bueno, hay que mencionar lo malo, y es que en algunos momentos se siente ya una sobredosis de acción, que tampoco es ayudada por algunos efectos en cgi que dejan bastante que desear. Pero si hablamos de cosas malas, necesitamos tirar una bomba, y decir que quien resta muchísimo a Terminator: Destino Oculto es Arnold Schwarzenegger. Su personaje sobra totalmente, e incluso diríamos que es un lastre, ya que es por su mera presencia, que se tiene que dar una explicación de porqué de nuevo las máquinas están por ganar, las alteraciones temporales, y demás tonteras que van a hacer las delicias de cualquier canal de YouTube que se dedique a sopapear las lagunas en la trama. Sabemos que Schwarzenegger es pieza clave de la saga, y el valor nostalgia que aporta es bastante, pero para eso ya se tenía a Linda Hamilton. Hamilton sin duda es de lo mejor de la película. como pasó el año pasado con Jamie Lee Curtis y Halloween, el retorno de una ya veterana Sarah Connor es un soplo de aire fresco, mostrándose bad ass desde su primera aparición, y sin la necesidad de decir frases cancheras para levantar a los fans (o vender humo). Terminator: Destino Oculto es una entretenida película de acción, y si se la piensa como el (por fin) final de la saga, podría funcionar. Sabemos que las mejores por siempre serán la 1 y la 2, pero dentro de lo malas que son las demás, el film que nos compete podría considerarse de los mejorcitos, aunque no la tenía muy complicada.
Triste destino Terminator: Destino Oculto (Terminator: Dark Fate, 2019) sigue un patrón iniciado por HALLOWEEN (2018): ignorar la mayoría de las secuelas de la franquicia, resucitar a la heroína original y continuar la historia a partir de la última gran película de la serie, en este caso Terminator 2: El juicio final (Terminator 2: Judgment Day, 1991). Hasta los créditos de la película contienen de nuevo la bendición del creador de la franquicia, James Cameron, así como John Carpenter ha vuelto a aparecer en los créditos de la suya. Buen marketing. Borrón y cuenta nueva, todos contentos. Linda Hamilton, única e inigualable, regresa como Sarah Connor. Como Jamie Lee Curtis en HALLOWEEN, ha dedicado su vida a mitificar el monstruo que la traumó y ahora encabeza tres generaciones de heroínas que le dan batalla. Las otras son Grace (Mackenzie Davis), una súper cyborg enviada del futuro y Dani (Natalia Reyes), la chica a la que Grace debe proteger del Terminator (Gabriel Luna) que tiene el objetivo de asesinarla. Arnold Schwarzenegger también regresa, como siempre promete, aunque en un papel menor. Es un placer verle de nuevo junto a Hamilton. Podrían haberse robado la película a solas, pero ambos quedan relegados a roles secundarios. Tienen la tarea doble de atraer a los viejos fans de la serie a la vez que hacen de sponsors para una nueva generación, turnándose correctamente para que cada uno tenga su momento de gloria. Davis es sobresaliente. Tiene el look, la garra y la presencia de una heroína versátil. Es tan efectiva que sobrevive toda la mediocridad que la película le llueve encima, como algunas líneas de diálogo verdaderamente vergonzosas, y los flashbacks (o flash-forwards) que simultáneamente rellenan y desinflan el film. Los demás personajes no dejan gran impresión. Su némesis (Luna) es técnicamente formidable, pero su caracterización resulta blanda. Reyes, como sus jóvenes cofrades en las nuevas Star Wars, tiene el porte de un ídolo de Disney Channel. Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger no tienen mucho para hacer salvo atraer al público, repartirse los chistes y sellar la película con su iconografía. Sarah Connor recibe un final más o menos digno, considerando las injurias que sufre, aunque el T-800 ha tenido demasiados finales como para que su quinta despedida tenga el impacto que debería. ¿Cómo se compara la película a sus antecesoras? Es mejor que las secuelas que ha eliminado del canon (gran cosa), pero nunca alcanza la cúspide emocional o espectacular de las primeras dos. Terminator (1984) es uno de los grandes referentes del cine de acción así como Terminator 2: El juicio final es uno de los grandes referentes de secuelas igual de excelsas o incluso superiores a la original. ¿Quién va a recordar Terminator: Destino Oculto salvo como un vehículo al estrellato para Mackenzie Davis? Lo único que le queda es la galantería de reivindicar a Sarah Connor, y una cornucopia de efectos especiales que no se sienten la mitad de revolucionarios que hace 30 años.
Luego de las dos primeras Terminator, la original de 1984 y la secuela de 1991, ambas pensadas y dirigidas por James Cameron, que ya antes de Titanic y Avatar demostraba cómo construir personajes míticos y de raíz popular, les siguieron otras tres que ya no (man)tuvieron el pulso. Alguna, que no estaba mal, se basó más en los efectos que en otra cosa. La trama de Terminator no era tan intrincada como sí original. Un cyborg era enviado del futuro (2029) al presente a eliminar a una mesera, que iba a dar a luz al único que iba a poder combatir a las máquinas que, creadas por Skyline, querían doblegar a la raza humana. Cameron fue un paso adelante y vio la inteligencia artificial en todo su esplendor. Bueno, 35 años más tarde Cameron vuelve a tomar las riendas del asunto, aunque sólo como productor, para esta Terminator: Destino oculto, que se olvida olímpicamente de las tres películas en las que no participó y sirve como secuela de la estrenada en 1991. Y adivinaron. Si la trama era sencilla en la primera, ésta le rinde homenaje hasta en ello. Como aquélla, las acciones no tienen saltos temporales ni de espacio, y transcurre a lo sumo en 48 horas seguidas. Vuelve Terminator, sí, ese modelo T-800 con cara y cuerpo algo desgastado y oxidado de Arnold Schwarzenegger (el tipo, al que queremos, sigue siendo un duro por más que hayan pasado los años y habla como un robot), pero las que mandan acá son, cómo no, las mujeres. Sarah Connor (Linda Hamilton, a sus 63 años), toda una abuelita sin cirugías y con las arrugas a la vista; Mackenzie Davis (la canadiense de Misión rescate y Blade Runner 2049) es Grace, humana (pero “mejorada”) enviada por alguien desde el futuro para salvar a Dani Ramos (la colombiana Natalia Reyes, de la más artística, dirían en el circuito de los festivales, Pájaros de verano, de Ciro Guerra y Cristina Gallego) de un robot Rev-9 (Gabriel Luna) que, comisionado por Legión, viene a aniquilarla. ¿Por qué debe ayudarla? Con un poco de imaginación, creerán saberlo. La película es, como la segunda de Terminator, o hasta como Aliens de Cameron, una montaña rusa y una sucesión de escenas de acción y combate con armas de fuego, cuchillos, golpes de puño, patadas y lo que esté al alcance. Tiene ese dinamismo que tenían las primeras y que a las siguientes parecía que se les acababan la nafta y el ingenio en algún momento. Contra lo que muchos podían suponer, Terminator: Destino oculto no está para nada mal. Es cierto que ese “sentimiento de realidad” que el director Tim Miller (Deadpool, no hizo la secuela porque se peleó con Ryan Reynolds) dice que su película tiene, bueno, no lo tiene. Hay mucho de fantasía e irrealismo por más que hablemos de un filme con toques de ciencia ficción. Y no está mal. Pero ésta es una Terminator como Cameron manda, con persecuciones en autopistas, malvados que son irrompibles, o que vuelven a armarse como si nada (aunque Robert Patrick, el de la segunda, El Juicio Final, sigue siendo el mejor). También es tan cierto que el futuro es de las mujeres como que a la que hay que salvar es mexicana… Y como que el malo toma el cuerpo de un mexicano. Digámoslo todo.
Para James Cameron que regresa como productor y como uno de los autores ( mas los que crearon la historia, los personajes y los guionistas David Goyer, Justin Rhodes y Billy Ray) esta película dirigida por Tim Miller es la única secuela real de “Terminator 2: el juicio final”. Todo las demás secuelas tienen lugar en una realidad alternativa. La película comienza con las viejas imágenes de Sara Connor internada en un psiquiátrico rodeada por psicólogos que no le hacen caso a sus verdades. Deriva luego a Centroamérica donde ocurre lo que nunca esperamos y luego se encamina hacia la acción con tres protagonistas femeninas: Linda Hamilton, y las dos nuevas heroínas Makenzie Davis, que encarna a una humana mejorada, y Natalia Reyes como Dani Ramos, la que debe ser salvada. Unidas las tres mujeres son dinamita. Se los ve poco utilizados a Gabriel Luna como el fabuloso terminator ultima generación, que puede dividirse en dos cuando lucha, y menos a Diego Boneta, el Luis Miguel de la miniserie, como hermano de la protagonista. Desde el afiche ya sabemos que aparece un Arnold Schwarzenegger envejecido, pero su participación tiene algunas sorpresas y algunas verdades no explicadas como que si es una máquina, que se transformo de letal a buenazo, por qué lo afecta el paso del tiempo. Se da como supuesto que los fans solo esperan verlo, igual que a Linda, en acción y eso es que lo sobra en la película. Amén del CGI impecable, las persecuciones y una lucha sobre un avión, que Cameron seguro sugirió como una versión hipermejorada de la escena memorable en “Mentiras verdaderas”. Es así que con un poco de nostalgia y mucha aventura espectacular este Terminator en manos de Cameron funciona como el buen entretenimiento que es.
"Terminator: destino oculto": la peli de Pavlov 35 años y seis películas después, la nueva Terminator busca reconectar con el espíritu original pero apenas recrea momentos icónicos. Los años ’80 son el origen de una mitología cinematográfica riquísima. No es casual el revival que en la actualidad abreva en dicha fuente buscando estimular en el espectador contemporáneo (haya vivido o no la época) la inmensa red de referencias que de ella surgen. De características sobre todo fantásticas, al universo de los ’80 lo define cierta ligereza pop a la que suele confundirse con vacuidad, con la explotación de una estética destinada al consumo pasatista. Sin embargo la mayoría de las películas que lo conforman no están exentas de una mirada política que expresa las inquietudes y temores de su era: el reaganismo y uno de los momentos más angustiantes de una Guerra Fría que, nadie lo sabía entonces, estaba a punto de terminar. Terminator (1984) es un ejemplo de esa combinación de pulp que trafica una mirada sobre su contexto. El film convirtió a James Cameron en director fundamental de Hollywood en las últimas cuatro décadas y a Arnold Schwarzeneggeren súper estrella. 35 años y seis películas después, Terminator: destino oculto busca reconectar con ese espíritu que el devenir de notorios pasos en falso no lograron borrar. De hecho el film pasa por alto todo lo ocurrido tanto en las dos secuelas de 2003 y 2009, como en el reciente reboot de 2015, para retomar la historia donde la dejó Terminator 2: el día del juicio(1991), el último film de la serie dirigido por Cameron. O casi, porque la nueva película niega la coda de aquel episodio dos, en el que Sarah Connor convertida en abuela disfrutaba de un futuro posible. Eso no quiere decir que esta vez se trate de un paso firme. Aunque Destino oculto parecía tenerlo todo para revitalizar la saga (el salto al origen; el regreso de Cameron, esta vez como productor; el de Linda Hamilton al papel de Connor; la inclusión en el reparto de Edward Furlong, que había interpretado al John Connor niño de 1991; el omnipresente Arnold), en el balance final vuelve a tropezar con muchas de las piedras que se llevaron puestas las secuelas olvidadas. De hecho, aún aportando algún giro estimulante, comparte más elementos estéticos con el cine contemporáneo (ese al que Scorsese y Coppola definieron de forma injusta como “No-Cine”) que con aquel de los festivos ’80, y tiene más de refrito que de novedad. Más preocupada por las explosiones y por los golpes de efecto que por el drama, puede decirse que de alguna manera Destino oculto es una película pavloviana, más interesada en hacer ladrar al público recreando escenas icónicas y obligando a los personajes a repetir (o reformular) los conocidos one liners de la saga, que por aportarle nuevo contenido. En ese marco no del todo alentador, la película también tiene sus aciertos. Mackenzie Davis y su casi metro ochenta es uno de ellos: la canadiense encarna con acierto a la aguerrida ángel de la guarda del futuro de la humanidad. Otro es volver a colocar a la historia en un territorio de frontera que multiplica sus sentidos. Porque si desde lo fantástico la saga transita el límite entre el presente y el futuro, recordándole de paso al espectador que todas las decisiones que se toman hoy tienen un efecto en la construcción de mañana, en el plano de lo real la acción se desarrolla una vez más en la frontera sur de los Estados Unidos. Si Terminator 2 postulaba ya en 1991 a ese espacio como una zona de conflicto, en el cual la protagonista buscaba cruzar a México tratando de alejarse los peligros del mundo moderno, la nueva película realiza el recorrido inverso, encontrando a sus protagonistas en América latina y forzándolos a buscar una salvación al norte del río Bravo. El enemigo siempre es el mismo: la tecnología usada de manera irresponsable y la complicidad del poder.
En el año 2020, en la ciudad de México, una mujer desnuda aparece debajo de un puente. ¿Es humana? ¿Un nueva generación de robots exterminadores? Nadie lo sabe con certeza, salvo que tiene como objetivo proteger a Dani, quien podría ser la madre del futuro salvador de la humanidad en la guerra contra las máquinas. Pero estas dos mujeres no estarán solas, porque una madre en busca de venganza se sumará a ellas para combatir a los Terminators cada vez más poderosos.
“Terminator: Destino oculto”, de Tim Miller Por Jorge Bernárdez Que cada cierto período de tiempo regrese Terminator ya dejó de ser novedad, pero que vuelva Sarah Connor ya es otra cosa. Cuando en 1984 se estrenó Terminator, el mundo se enteró de la existencia de James Cameron, que irrumpió con una historia que hablaba de un futuro siniestro en el que las máquinas tomaban el poder y sometían a la humanidad. El Terminator del titulo llegaba del futuro para matar a Sarah Connor porque ella iba a ser la madre de John, el héroe de la insurrección contra las máquinas, pero en paralelo, llegaba un soldado a defender a Sarah. En un final arrollador, ambos mueren mientras que Sarah escapa con un bebé en su vientre. Aquella película tenía un guión muy bueno pero una producción más bien chica, pero siete años después Cameron ya era una estrella de Hollywood y Arnold Shwarzenneger también, así que la segunda parte traía de nuevo a Sarah Connor, había más plata para producir, así que el nuevo ciborg tomaba diferentes aspectos y que de repente aparecía con forma de metal líquido. También volvía el Terminator de antes, pero en plan amigo para defender a Sarah y a su hijo. Después de aquellos dos títulos vinieron diferentes secuelas se vieron las distintas versiones de John Connor, pero nada estuba del todo bien, por lo que esa inflación de historias sobre el mítico hérore de la resistencia humana devaluó a la saga más que el peso argentino. Lo cierto es que estos vaivenes se supone que terminaron porque la franquicia fue en busca de James Cameron, el creador de la historia, para ver si podía encontrar una forma de revivirla. Lo primero que exige el nuevo relato es que nos olvidemos de las diferentes versiones de John Connor y que volvamos a los días posteriores del final de la segunda película. Después de borrar de un plumazo las distintas partes de la historia filmada desde 1991, la acción se ubica 2019. La historia de la rebelión de las máquinas no se produjo, pero aparece un T-800 en el distrito Federal de México para cargarse a una trabajadora de nombre Daniela Ramos (Natalia Reyes), que de entrada es rescatada por otro modelo de terminator, que después se devela que en verdad es una humana mejorada que interpreta Mackenzie Davis. Tanto Daniela como la salvadora logran escapar del nuevo modelo de ciborg gracias a que aparece Sarah Connor. Se arma un trío de sororas y se plasma un nuevo bucle temporal, pero se sabe, todas las historias con temas temporales terminan creando paradojas de distinta clase. El trío escapa y termina uniéndose con el Terminator versión original, es decir, con Arnold Schwarzenegger. Terminator: Destino oculto refunda la saga, rescata para ella cierta épica y termina siendo un enorme “fan service” para el seguidor original de la historia. Separa la paja del trigo, hace justicia con Linda Hamilton y divierte, porque el director elegido es Tim Miller (Dead pool), que se toma muy en serio el asunto de filmar acción y violencia. Todos los problemas de la película se pueden pasar por alto gracias a las escenas de acción, pese a que sobre el final desbarranca un poco por algunas exageraciones. Si la intención era que el espectador hiciera las paces con una historia demasiado baqueteada, Terminator: Destino oculto lo logra. Misión cumplida, hasta la vista Baby! TERMINATOR: DESTINO OCULTO Terminator: Dark Fate. Estados Unidos/China, 2019. Dirección: Tim Miller. Guión: David S. Goyer, Justin Rhodes y Billy Ray. Elenco: Arnold Schwarzenegger, Linda Hamilton, Mackenzie Davis, Natalia Reyes, Gabriel Luna, Diego Boneta, Steven Cree, Enrique Arce, Tom Hopper, Brett Azar. Producción: James Cameron y David Ellison. Distribuidora: Fox. Duración: 128 minutos.
¿El Reboot? ¿Sexta entrega? De la saga iniciada por James Cameron hace ya 35 años; "Terminator: Destino oculto", dirigida por Tim Miller, no devuelve las cosas a sus mejores épocas, pero cumple con ser un entretenimiento de acción cumplidor y más pensado para las generaciones actuales. Sin muchas pretensiones, aprueba. Vuelve Sarah Connor interpretada por su actriz original, aparece otra vez un T-800 en el curtido cuero del Mister Olympia austríaco, se repiten las frases de siempre (con ligeros cambios) y hay referencias a las escenas clásicas; y sin embargo, esta "Terminator: Destino oculto" termina siendo pensada más para el público nuevo que para aquel que intenta recuperar los buenos momentos. Extraño híbrido. Terminator probablemente sea la franquicia más manoseada y devaluada de los tanques hollywoodenses. Algo similar a lo que ocurre con Star Wars, durante años fue algo casi intocable. Una película y una secuela (con casi diez años de diferencia entre sí), manejadas por el mismo equipo, que se convirtieron en clásicos instantáneos y parte de la cultural popular y cinéfila (la segunda suma un prodigio de FX que la hizo relevante históricamente). Doce años después esa sacralidad comenzó a quebrarse. Lo que parecía que ya había cerrado perfecto, con la excusa de que las fechas presentadas en la historia estaban “desactualizándose”, generó continuaciones en medio de un pase de derechos de la criatura que hicieron que cada entrega (con una serie de TV en el medio) se distanciase más y más de lo que fue, variara el estilo, y cada director/guionista/productor contase lo que quisiese con el sello de una saga a la que ya intentar hilvanar en conjunto es una tarea insalubre. No es que de "La rebelión de las máquinas" a "Genisys" sean malas películas/serie (Bueno, alguna si lo es, cada uno elige la suya), simplemente es una ensalada con gustos demasiados contrastados. La llegada de "Terminator: Destino oculto" encendió una luz de esperanza en algunos de que las cosas podían volver a su cauce. No sólo porque Linda Hamilton vuelve a su personaje icónico (convengamos que Arnold no se perdió una), sino porque papá Cameron prometía tomar las riendas. Primero se rumoreó que la podía dirigir, finalmente la produjo y, según dicen, metió la cuchara en el guión de David S. Goyer (con experiencia en esto de apropiarse de franquicias), Justin Rodhes, y Billy Ray. Bueno, lo dicho, "Terminator: Destino oculto" le hace guiños a los fans de siempre, como palmadas en la espalda, pero se presenta de un modo tan actual que, salvo por pequeños detalles, podría ser vista por alguien que no tiene ni idea qué es un T-800, o quién es John Connor. Una escena inicial, de gran realización aunque alguno le podrá encontrar algún detalle, ¿alcanza? para saber por dónde viene la mano. Alguna línea de diálogo escueta más termina por despejar el horizonte. Esta realización incluso puede ser una continuación directa de "Terminator 2: El día del juicio final", o no, ser la sexta parte de un todo; pero por el melange existente, sabe que sería imposible explicar lo inexplicable; y a diferencia de Terminator: Genisys que se enroscaba explicando y sólo enrarecía más todo, acá nos dicen que las cosas son como son, hay cosas que no tienen lógica, peeeeroooo… Estamos en el 2020 y el mundo sigue andando. Dani Ramos (Natalia Reyes) trabaja en una fábrica de chasis automovilísticos en la frontera de México con EE.UU. Ella será el nuevo target de un Terminator que llega del futuro, el Rev-9 (Gabriel Luna), con el objetivo de aniquilarla y sin dudar en asesinar a cualquiera que se interponga en el camino. Antes que este, llega Grace (Mackenzie Davis), una humana mejorada, una Ciborg (Albert Pyum le robó a Terminator y ahora le devuelven el favor), dispuesta a proteger a Dani de los ataques del Rev-9. Cuando las cosas se compliquen a la primera de cambios, porque los Terminator son cada vez más implacables e imparables, aparecerá una segunda ayuda para Dani, o una nueva amenaza para el Rev-9; Sarah Connor haciendo un ingreso triunfal bien de sobreviviente. Sarah recibe desde 1997 mensajes de un anónimo que le avisa las coordenadas de las llegadas de los nuevos Terminator, y ella se encarga de truncarle los planes. Dani, Grace, y Sarah formarán un power trío de resistencia con la progesterona bien alta. El mensaje feminista en "Terminator: Destino oculto" es obvio, directo, y subrayado; y más allá de algún prurito, no está nada mal. Habrá que sumarle una vuelta de tuerca que se venir mucho antes de que se revele, y que refuerza esta cuestión ¿Y Arnold? Habrá que esperar – bastante – para verlo. No esperen aquí que haya demasiadas respuestas, esta peli no ofrece demasiadas vueltas. No explica mucho más de lo necesario (y hasta ahí), es básica, y se entrega rápido a lo que quiere mostrar, secuencias de acción y persecución seguidas de unos cuantos momentos más tranquilos en los que se desarrolla la relación entre los personajes y se lanzan frases para los varios mensajes que quiere dejar. Al fan intenta contentarlo con guiños y homenajes, e implícitamente le dice que ya está, que dé vuelta la página y deje disfrutar a los que vienen. A los nuevos les entrega una película no muy original ni esplendorosa pero cumplidora, principalmente porque se pone objetivos no muy altos. No intenta estar a la altura de una saga antológica, quizás porque sabe que luego de cinco películas y una serie ya no lo es. Mackenzie Davis y Natalia Reyes tienen buena química entre sí, ambos tienen buenos personajes, y es obvia la intención de repetir el esquema de T2. A Arnold le pesan los años, pero es inoxidable, se lo banca tal cual es, aunque acá el eje está lejos de ser su presencia. Las miradas se la lleva Linda Hamilton, que refuerza sus arrugas y su voz de whisky y cigarros, es una batalladora que termina de cerrar el arco de transformación de su personaje, todos los aplausos a ella. En el debe, el Rev-9 de Gabriel Luna no le hace ni cosquillas al T-800, el T-1000, ni a la T-X de Kristanna Loken. Quizás sí supere al androide de Genisys, que ni nombre de modelo tuvo. Le falta peso, presencia, actitud para infundir temor y respeto. Cada ves hacen más cosas, este hasta divide en dos su exoesqueleto, pero a Robert Patrick le alcanzaba con un dedo haciendo no y una mirada helada para saber que con ese tipo no se jodía. Tim Miller no hace mucho desde la dirección. Las escenas de acción no eran lo mejor de Deadpool, estas están un poco mejor, y vuelve a ubicar la acción en soleados y sucios días más que en la luz de la luna y la oscuridad. "Terminator: Destino Oculto" no está mal. Sabe que las dos primeras entregas no se tocan ni se igualan, y no le molesta colocarse varios escalones por debajo. Le alanza con dejar un mejor sabor que ¿algunas? de las otras secuelas, e intentar hacer su propio camino ¿Será legendaria? Lo dudo, pero las poco más de dos horas pasan rápido, entretienen, y – para bien o mal – se olvidan bastante rápido.
Vuelve el equipo ganador ¿Hacemos borrón y cuenta nueva? Al parecer esto se dijo James Cameron al regresar con la idea de una nueva Terminator y así darles un cierre a sus dos exitosas antecesoras. Terminator Dark Fate está dirigida por Tim Miller, conocido por la gran adaptación de Deadpool y nos trae la vuelta de Arnold Schwarzenegger y Linda Hamilton. En esta ocasión la historia rondará la premisa de siempre pero con algunos cambios en los personajes aproximándolos más al contexto actual en el que vivimos. Tendremos a Grace (Mackenzie Davis), una soldado mejorada tecnológicamente que viene del futuro y que tendrá como objetivo proteger a Dani Ramos (Natalia Reyes), una mujer que será importante en la lucha de la resistencia; la amenaza será un exterminador ciborg Rev-9, equipado con lo último en inteligencia artificial. Mientras Grace y Dani huyen de este implacable asesino, se topan con la legendaria y tan buscada Sarah Connor (Linda Hamilton), que con su experiencia en este tipo de misiones se une a la misión de ayudar a este par de mujeres y así tratar de disipar sus propios asuntos personales sin resolver. Para el que no lo sabe, esta nueva entrega funciona como una secuela directa de Terminator 2: The Judgment Day, ya que James Cameron (creador y director de la franquicia) no tuvo nada que ver en las decisiones creativas de las películas que fueron de la tercera para adelante y por eso decide volver para darle un cierre a las dos primeras entregas originales. Todo lo que vimos con Christian Bale o Emilia Clarke vivirá en nuestra memoria, lamentablemente… Esta nueva Terminator no trae nada nuevo desde lo narrativo pero si deja muchas cosas interesantes en el armado de personajes y el juego permanente con la nostalgia evidente. Ya que volver a ver a Hamilton y a Schwarzenegger juntos en pantalla es algo que en mucho tiempo creímos no volver a ver. Las escenas que comparten son geniales y lo que aporta la actriz a la película es clave. Y algo importantísimo para destacar es el empoderamiento que se le ha dado al rol femenino en esta película. Es que ver a tres personajes principales mujeres tan fuertes y autosuficientes, cumple con la deuda que tenía esta saga y que se actualiza a los tiempos que vivimos. Terminator Dark Fate es una nueva entrega que se le nota la mano de Cameron como productor pero que deja muy bien parado también a Tim Miller armando otro buen producto cinematográfico luego de la exitosa Deadpool. Tiene sus decisiones de guion medio “tirada de los pelos” y además si la ves en general, no trae nada novedoso a lo ya visto anteriormente pero que igualmente te termina dejando con gusto a aprobado y más si sos fan. Aguante Arnold y el T-800.
Una saga bastardeada por secuelas por fin logra una reivindicación. Dirigida por Tim Miller (Deadpool) y protagonizada por Arnold Schwarzenegger, Mackenzie Davis, Gabriel Luna, Natalia Reyes, Diego Boneta y el retorno de Linda Hamilton, Terminator: Dark Fate es una – y por fin – digna secuela y una película que todo fan de la saga Terminator merecía tener. Terminator: Destino Oculto comienza en 1998 – tres años después de los hechos acontecidos en Judgment Day – con una introducción monumental que deja a todo espectador con la boca abierta exclamando: ahora la cosa va en serio. Esto deja en claro que todo lo que pasó entre T2 (1991) y el resto de la saga queda en otra linea temporal y funciona a la perfección por apostar, arriesgar todo y ganar. No hay mucho más que decir al respecto para no entrar en terreno de spoilers. 20 años después una soldado cibernéticamente aumentada y un modelo avanzado de Terminator llamado Rev-9, son enviados del futuro para proteger y aniquilar -respectivamente – a Daniella Ramos por razones desconocidas. Hay que destacar que James Cameron por fin pone de nuevo sus manos en un proyecto de esta saga. Cameron cumple el rol de productor y Terminator: Dark Fate posee un aura omnipotente que exclama el nombre de Cameron sutilmente; esto es algo que revitaliza la saga, deja en claro quien está al mando de la situación – más allá de que Tim Miller sea el director – y pone ese toque extra necesario que le faltaba desde hace decadas a una saga caida por innecesarias secuelas. El elenco cumple con creces y Mackenzie Davis, Natalia Reyes y Gabriel Luna realizan grandes logros presentando nuevos personajes que ponen una vuelta de tuerca a lo que estamos acostumbrados. Luna es un villano frenetico que eleva el nivel de amenaza a un lugar bastante alto – Robert Patrick sigue siendo el rey -; Davis demuestra humanidad en un personaje que perdió todo y se encuentra perdido en una misión suicida y Reyes es la nueva figura de un futuro mejor; todo muy lindo y bello pero la que realmente agita las aguas es nada más y nada menos que Linda Hamilton. Hamilton regresa como Sarah Connor y deja en claro que nadie puede hacer el rol tan bien como ella. Hay que olvidar a esos intentos fallidos previos – imitaciones baratas –, acá tenemos a la Sarah Connor original y la tenemos en toda su gloria. Sarah ahora es un personaje quebrado por el pasado y se encuentra presa en sus propios recuerdos eso sí, un poco más cuerda que antes. Arnold regresa y sin abuso de pantalla, lo justo y necesario para su personaje (que cae como una sorpresa entre todos los t-800 que interpretó). Con el humor exacto y marcado esta vez Arnold disfruta de una dualidad en su interpretación y sus roces con Hamilton son lo mejor de la película. James Cameron, Charles Eglee, Josh Friedman, David Goyer y Justin Rhodes – 5 guionistas! – consiguen una historia correcta con ligeros tirones de pelos. Muchas cosas quedan en el aire por su simpleza y si la gente se pone a pensar sobre el ¿cómo y porqué? las cosas simplemente van a hacer ruido. Terminator: Dark Fate es un espectáculo visual pochoclero con una historia competente, correcta y no se le puede pedir mucho más que eso. Después de numerosos intentos que no convencían del todo y enterraban a la saga más y más en el olvido, Terminator: Dark Fate es un gran resurgir y – esperemos – el final ideal que todo fan necesitaba. Valoración: Muy Buena.
De cyborgs invencibles y chicas rudas En la era de resurgimientos cinematográficos, sobre todo los clásicos, era de esperar una vuelta al ruedo de LA franquicia de acción: Terminator. Y Tim Miller se hace cargo del asunto en lo que sería la sexta entrega, después de que la emblemática Sarah Connor (¡Te amamos Linda Hamilton!) consigue detener a la temible Skynet. En el 2022 parece que la historia se repite, esta vez asumiendo el protagonismo Dani Ramos (Natalia Reyes), quien será blanco de persecución de un nuevo modelo de androide invencible, el Rev-9, capaz de atravesar sólidos y adquirir aspecto humano en cuestión de segundos. Pero no le será nada fácil, ya que a su vez será enviado del futuro un miembro de la resistencia, Grace (Mackenzie Davis), una humana “mejorada”, para defender y proteger Dani. A huida de las chicas de este cyborg súper malo, se unirá nada menos que una vengativa Sarah Connor, quien desde la muerte de su hijo por parte del T-800 (Arnold Schwarzenegger), se dedica a cazar a androides por todo el país. Nos adentraremos en una especie de road movie en donde no cesará nunca la acción. Tiros y persecuciones por parte de este trío empoderado de mujeres, que se protegerán una a otras, más allá de la desconfianza. La gran sorpresa de Terminator: Destino Oculto (¡Ojo! se viene spoiler) es la presencia de Carl, nuestro Terminator casi humanizado, ahora convertido en todo un padre de familia, habitando una apacible granja… y ayudando de forma anónima a quien le arruinó la vida, Sarah Connor. Es uno de los pocos momentos de la cinta en donde descomprime la acción, sumados algunos chistes, para ponernos emocionales y nostálgicos con esta dupla que nos hizo experimentar las más variadas sensaciones. ¡Y si! Los chicos están grandes. Si bien desde el punto de vista formal y narrativo, el film no trae nada novedoso, en esta secuela predomina lo efectista por sobre el relato; los personajes femeninos están bien plantados: resurgen nuevas heroínas, y Sarah lucha contra sus propios fantasmas, aprendiendo a valerse de sus virtudes y capacidades. Más allá de ciertas incongruencias en el guion, las escenas de acción funcionan… son tensas, explosivas y sangrientas. Los amantes de la saga lo agradecerán.
Por fin llegó el momento de hablar de Terminator: Destino Oculto, película que hoy se estrena en nuestros cines. El film es dirigido por Tim Miller y producido por el mismísimo James Cameron y además volvemos a contar con la aparición de Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger. Terminator: Destino Oculto sigue la historia de Dani, una joven mexicana que es perseguida por un despiadado robot asesino del futuro, Sarah Connor y Grace son sus guardianas, las cuales harán lo imposible por intentar destruir al Terminator y mantenerla con vida. La saga de Terminator es una de las obras de acción y ciencia ficción con más seguidores y era obvio que iba a despertar mucho interés por la vuelta de Linda Hamilton en el papel de Sarah Connor reencontrándose con Arnold Schwarzenegger y que, encima, daban por descontadas en la historia a todas las Terminator que salieron luego de la secuela. Y, ¿Cuál es nuestra impresión? Que cumple, pero no deja de ser un film mediocre y sin embargo es mejor que las otras películas de la saga. La respuesta a esto es simple, Linda Hamilton. Quizás con lo siguiente nos pongamos un tanto detallistas y tal vez políticos, pero la realidad es que Sarah Connor es de esos personajes que se convirtieron en un icono femenino, pero claramente no era solo Sarah Connor, es también Linda Hamilton, ninguna otra actriz que la interpretó logró tener la fuerza que transmitía Linda y, en Terminator: Destino Oculto, su carisma es el alma de la película. En ese sentido, si hablamos de las actuaciones, la tríada de Linda Hamilton, Mackenzie Davis y Natalia Reyes logra tener una química que es sin dudas lo mejor de Terminator: Destino Oculto. Ellas tres son toda la película, cada personaje está bien armado y mantienen diferencias que logran una sinergia que entretiene todo el tiempo. Gabriel Luna hace de un buen villano, con un diseño que mezcla el T-800 con el T-1000 y crea a un Terminator implacable. Las actuaciones de los secundarios son todas correctas y nos gustó que haya una preponderancia de personajes latinos. Ahora pasemos al apartado técnico. Tim Miller cumple, pero no destaca, su trabajo en Deadpool es mejor que en Terminator: Destino Oculto. No está mal, pero el problema de la dirección va en conjunto con el del guion y es que la película se va desinflando a medida que pasan los minutos. Esto nos obliga a pasar al gran problema de la cinta, el guion. Terminator: Destino Oculto tiene un primer acto magistral, donde todo lo que vemos está bien, un segundo acto que se empieza a volver aguado y un tercero que cierra correctamente, pero sin brillo. Sí nos gustaron las historias de Dani y Grace, las cuales nos parecieron bien realizadas y que aportaban a la historia pero quien no aporta nada a la misma y más bien la arruina, es el personaje de Arnold Schwarzenegger. Entendemos que es necesario para la industria vender entradas y que juntar a Linda Hamilton con Arnold Schwarzenegger es un éxito asegurado, pero para hacerlo de la forma que lo hicieron hubiera sido preferible que eliminen todo el arco argumental que involucraba al actor. Terminator: Destino Oculto hace un esfuerzo innecesario para meter al personaje dentro del guion y obliga a dar explicaciones burdas y encima le da un humor que solo hace reír por lo estúpido que es. Eso sí, las escenas de acción cumplen todas en su gran mayoría y nos mantiene adrenalínicos de principio a fin. En fin, si sos fan de la saga, Terminator: Destino Oculto es una película obligada para ir a verla al cine (es la mejor después de Terminator 2), si te gustan las películas de acción vas a disfrutarla, pero no exijas demasiada coherencia argumentativa. Terminator: Destino Oculto, cumple, pero hasta ahí.
Tres secuelas le siguieron a Terminator 2. Todas ellas intentando y -desgraciadamente- fallando en iniciar una nueva trilogía. Si bien su principal interprete, Arnold Schwarzenegger, dijo presente en las mismas (ya sea de forma física o digital) entregando no más de lo que podía ofrecer su personaje, lo que se extrañaba y lo que se hizo evidente con cada fracaso de estas secuelas era la ausencia del verdadero padre de la criatura: el guionista y director James Cameron. Lo que daba algún halo de esperanza en Terminator: Destino Oscuro era el hecho de que Cameron volvía para producir y meter mano en el argumento del guion, al igual que Linda Hamilton volviendo con el rol que ha marcado su carrera. Todo eso naturalmente como excusa para, exactamente, iniciar una nueva trilogía. Volver… con la frente cromeada Se nota la mano de James Cameron en el guion en cuanto a que esta secuela retomó el verdadero tema de la franquicia: el valor de la vida humana, la idea de que la vida más insignificante tiene un peso decisivo en el futuro de la humanidad. Que ese honor recaiga en una joven de clase trabajadora en un rincón alejado de México no es solo una actualización del personaje de Sarah Connor en la película original de 1984, sino que es una sutil mojada de oreja a cierto mandatario norteamericano y su postura ante los inmigrantes mexicanos. El hecho concreto es que se trata de una producción entretenida con personajes queribles, de los cuales te preocupa si les pasa algo. Se encuentra repleta de escenas de acción muy logradas, que no pocas veces ocultan un guiño en su concepto a las dos películas originales de las que Terminator: Destino Oculto pretende ser una secuela directa. Todo ello es posible a manos de un antagonista tan imparable que no da respiro, que está siempre un paso más adelante y mejor adaptado a los modismos de los seres humanos que sus predecesores. Sin embargo, se notan las consecuencias de tener ocho guionistas (cinco para el argumento, tres para el guion) casi siempre en la forma de sobre explicaciones, emoción genuina que se deforma en melodrama, y unas escenas de acción -pasadas la segunda mitad de la película- que abusan de su bienvenida. En el costado actoral, no hay nada sobre Arnold Schwarzenegger que sea muy distinto de lo que hayamos visto antes. Linda Hamilton y la Sarah Connor enloquecida de T2 dicen presente, probando por qué ella es la iteración más sólida que tiene el personaje. Esa paranoia, esa violencia y esa desconfianza inherentes al personaje burbujean bajo su expresión, pero también lo hacen la ternura y la compasión. Mackenzie Davis se prueba como una muy digna heroína de acción, dinámica en su manejo del cuerpo y decidida en sus expresiones. Una labor interpretativa realizada con mucha seguridad. Pero no todos son rosas. Natalia Reyes, si bien entrega una labor prolija, no puede evitar pecar en algunas escenas de sobreactuar. Diego Boneta, su hermano de ficción, no tiene suficiente tiempo de brillar, como que está ahí para cantar y nada más.
Se estrena Terminator: Destino oculto, sexta entrega de la saga creada por James Cameron, esta vez dirigida por Tim Miller (Deadpool). El regreso de Linda Hamilton como Sarah Connor es el único elemento que vale la pena destacar de un film ausente de ideas y emociones. “Hasta la vista, baby”, una frase que quedó inmortalizada en la historia de la ciencia ficción de los años 90. Y que debería haber servido de advertencia a todos aquellos que revivieron al robot gigante de metal (que, en la primera Terminator de 1984, llega del futuro para asesinar a Sarah Connor, y en la segunda regresa para defender a su hijo John, el líder de la futura resistencia en la batalla del juicio final) para que no continúen exprimiendo una saga que murió hace tiempo. Nuevamente sin James Cameron a cargo del guion o la dirección (pero sí como productor), esta cuarta secuela de aquel film épico de 1991 que revolucionó los efectos especiales y marcó un antes y un después en el cine de ciencia ficción, tiene casi la misma premisa de todas, pero con un elemento “original”: ya no está John Connor, no está Skynet y ahora la chica a la que se debe defender es una joven mexicana (la actriz colombiana Natalia Reyes) llamada Daniela. El resto es más o menos similar a T2 y sus aberrantes secuelas: Grace (Mackenzie Davis), una soldado abatida en combate en el año 2042, es “mejorada” físicamente (como el personaje de Sam Worthington en Terminator: la salvación) y enviada al pasado (nuestro presente) a México, más precisamente, para proteger a Daniela. La amenaza es un Terminator con rasgos latinos, que tiene el poder de regenerarse constantemente, e incluso, duplicarse, interpretado por Gabriel Luna (el Ghost Rider de Agents of SHIELD). Como la ayuda de Grace (rol que antiguamente ocupaba el Reese de Michael Biehn) no es suficiente, aparece la inmortal Sarah Connor, convertida en cazadora de Terminators: “cada tanto aparece alguno y yo recibo un mensaje de texto anónimo con la ubicación”, justifica su aparición repentina, como Deus Ex Machina, casi al inicio de la primera batalla. Lo que sigue son típicas persecuciones a las que nos tienen acostumbrados estos megatanques de acción. Persecuciones que, a esta altura, aportan poco y nada visualmente y tampoco generan demasiado suspenso o tensión. Tim Miller demuestra que el éxito de la primera Deadpool se debió a un guion ingenioso y al carisma de Ryan Reynolds, más que a su destreza en el terreno audiovisual. Los FX no impresionan como en el año 1991 y cada escena está resuelta con el manual en la mano. La película no evade un solo clisé ni lugar común. Pretende ser progresista sustituyendo personajes que antaño fueron masculinos o anglosajones, con femeninos y latinos (para ampliar y actualizar el mercado), pero el punto de vista (comercial y artístico) sigue siendo de hombres estadounidenses. Es demasiado notorio, hasta el ridículo, que se trata de un producto oportunista e hipócrita. La leve crítica a la xenofobia del presidente Trump, no amortigua el hecho de que la visión hacia el mexicano sea estereotipada. Sin imaginación en el terreno narrativo, plagada de errores técnicos, sin sorpresas ni puntos de giro imprevisibles, el relato cae en la solemnidad. Miller acude a los ralentis más obvios para subrayar el dramatismo del film, y recién a los tres cuartos de película aparece un personaje que le aporta un poco de humor, humanismo y liviandad a la historia: el T-800 de Schwarzenegger. El problema es que viene repitiendo este mismo rol desde Terminator 3 y ya no causa gracia ni empatía. No es culpa del ex gobernador de California que intenta ponerle un poco de carisma y ambigüedad moral a un personaje agotado física y narrativamente. A pesar de contar con varios guionistas de reconocida trayectoria como Billy Ray o David S. Goyer, ninguno puede aportarle algo de originalidad a la estructura dramática y Miller, por su parte, es un realizador sin mirada autoral, que filma en piloto automático. El elenco hace lo que puede con personajes unilaterales, convencionales, acartonados y esquemáticos. El inexpresivo Gabriel Luna y Linda Hamilton terminan siendo lo más destacado, especialmente por el trabajo físico que se les impone realizar. Es tan decepcionante el producto final que, a comparación, Terminator Génesis resulta una propuesta más lúdica y divertida. A Terminator: Destino Oculto, si bien no aburre, ni siquiera se la termina disfrutando como un entretenimiento pasajero o un placer culposo, ya que nunca se hace cargo o es autoconsciente del nivel de absurdo que propone. Y lo peor es que destruye, desde la primera escena, la hermosa mitología de los dos excelentes filmes originales. Lo que pretende ser un giro sorpresivo, termina siendo un agujero dramático que no encuentra solución. El “apoyo” de James Cameron no es garantía de calidad. En tal caso es mucho más interesante, divertida, entretenida (y más genuina con la mirada latina) la adaptación de Alita, de Robert Rodríguez, que esta fallida e impersonal secuela. Terminator: Destino oculto es una nueva oportunidad desperdiciada para revivir una saga que hace mucho ya es irremontable. Ni los guiños nostálgicos a los dos filmes de James Cameron, ni el regreso de Hamilton y Arnold, ni una leve crítica a Trump, la salvan del tedio de más de dos horas de narración pobre, escenas de acción poco imaginativas y una mirada políticamente correcta que resulta insulsa e hipócrita.
Terminator nunca termina Por Denise Pieniazek Después de varios años desde The Terminator (1984) y Terminator 2: Judgment day (1991), ambas dirigidas por James Cameron, llega una nueva entrega de una de las sagas que ha marcado a varias generaciones de jóvenes a nivel mundial. Terminator: Destino oculto (Terminator: Dark Fate, 2019), dirigida en esta ocasión por Tim Miller (Deadpool,2016), retoma la historia desde lo acontecido en la película de 1991 ignorando las producciones intermedias Terminator 3: Rise of the machines (2003), Terminator: Salvation (2009) y Terminator: Genisys (2015). Recordemos que The Terminator y Terminator 2: Judgment day eran protagonizadas por Arnold Schwarzenegger y Linda Hamilton, es decir que en esta ocasión vuelve la dupla original completa, puesto que sólo el actor había tenido participaciones en dos de las posteriores producciones. Mientras que en el primer filme que da origen a la saga Schwarzenegger encarnaba una máquina asesina, en su secuela de 1991 se volvía un protector. En Terminator: Destino oculto continúa siendo un protector, pero con la peculiaridad de que dicho robot ha ido elaborando una “conciencia” a lo largo del tiempo. Ambos personajes T-800 (Schwarzenegger) y Sarah Connor (Hamilton) han alcanzado una madurez a través del paso de los años en un relato que después de un prólogo situado en los ´90, retomando la segunda película, inicia la acción veintidós años después. Por supuesto que la trama tenía que acomodar temporalmente a los personajes pues el envejecimiento ha alcanzado el aspecto de los actores y había que hacerlo verosímil diegéticamente. El esperado regreso de Hamilton, es equivalente salvando las distancias al de su par contemporánea Jamie Lee Curtis en Halloween (2018). Parece ser que la industria cinematográfica norteamericana no se cansa de repetirse a sí misma con secuelas u otros derivados de producciones anteriores. Es notable la falta de originalidad que posee Terminator: Destino oculto al repetir el esquema de Terminator 2: Judgment day perocolocando la escena en México y Texas, a tono con la corrección política actual para que los protagonistas sean los latinos. Asimismo, el relato se centra en la fortaleza de las tres protagonistas femeninas, Sarah Connor, Dani Ramos (la “nueva” Sarah Connor) y su protectora Grace, una “humana mejorada” tecnológicamente, a tono con el feminist power actual. Incluso para no dejar ninguno de los temas de la agenda actual afuera, como si fuera poco, también aparece la cuestión del tráfico de drogas. Una vez más como es costumbre en la saga se plantea un futuro distópico y los juegos entre los vaivenes temporales a través de un relato anacrónico, en el que el nuevo Terminator es más invencible que nunca. Lo cual termina en detrimento del avance de la acción y perjudicando la atención del espectador a quien por momentos le resultará agobiante lo imposible que parece poder vencer a este robot asesino del futuro. Sin embargo, hay que admitir que es un poco mejor que las películas realizadas entre 2003 y 2015, puesto que replica la fórmula de Terminator 2: Judgment day la cual posee la mejor calidad narrativa y de intriga de toda la saga. La repetición estructural constante que poseen todas las películas referentes al universo de Terminator parece generar la idea de un loop constante o de un “cuento de la buena pipa” que parece no tener fin. Terminator: Destino oculto vuelve a establecer la dicotomía entre la humanidad y las máquinas, y nuevamente tan cíclica como su narrativa la moraleja es que la humanidad parece no aprender jamás.
Hay un momento insuperable en Terminator: Destino oculto. Grace y Dani escapan como pueden del Rev-9, el nuevo asesino enviado para terminar con la posible salvación de la humanidad. Grace, enviada para salva a Dani, está a punto de fracasar en su cometido. Entonces llega al puente donde está ocurriendo la acción un vehículo. Frena, se abre la puerta y la cámara toma el borceguí de la persona que baja del vehículo. La cámara panea hacia arriba, tomando a la mujer que se bajó del jeep. Es Sarah Connor, es Linda Hamilton. Apenas aparece, arma en mano, comienza a dispararle al nuevo terminator. Es un momento de profunda emoción, cualquier admirador de los dos films de Cameron protagonizados por ella sentirá la piel de gallina en ese momento en que uno de los personajes más queridos y admirados ha vuelto, años más tarde, la pantalla grande. Sí, al comienzo la vemos en Terminator 2, en la escena del monitor y luego una escena con personajes digitales la muestra en esa misma época. Pero la Sarah Connor del puente es la actual, la verdadera, la que tiene arrugas, la que ha envejecido como hemos envejecido todos. Al estar Linda Hamilton mucho más lejos de la exposición permanente, para muchos será la primera vez que la ven en años. Es un reencuentro fantástico, sin pausa para sentimentalismos, Sarah entra en plena acción. Su rostro es reconocible, no está deformado, no está tocado, es Sarah con 63 años. Pasaron treinta y cinco años desde Terminator y veintiocho desde Terminator 2. No es común que una mujer retome un papel de acción luego de tantos años. Tal vez los tiempos que corren lo permiten, tal vez Sarah Connor se ganó su espacio más allá de cualquier moda muchos años atrás. Como Sigourney Weaver como la teniente Ripley en la serie de Alien, Linda Hamilton construyó un personaje inmortal. Volver a verla es algo que produce mucho más que un simpático regreso, es una victoria sobre el paso del tiempo. También aparece Arnold Schwarzenegger, y verlos juntos también es maravilloso, pero nada en la película puede superar esa aparición en el puente. Además Arnold siempre está presente y no hemos dejado de verlo en la pantalla grande. Fuera de ellos no hay mucho más para agregar. Hay grandes escenas de acción, Mackenzie Davis interpretando a Grace también está muy bien y el resto del elenco, incluyendo a Natalia Reyes y Gabriel Luna, está a años luz de los protagonistas. Las bajadas de línea coyunturales no aportan nada y el director Tim Miller trabaja más como un empleado del proyecto que un autor como lo fue en su momento James Cameron. Para los admiradores de Sarah Connor/Linda Hamilton, la película es de visión obligatoria. Para lo demás, es entretenida y espectacular, pero no tiene ni por dónde empezar para estar a la altura de los primeros dos films, de los que deriva directamente, olvidándose de la existencia de los demás. Sarah Connor vive y Linda Hamilton le da vida nuevamente, en todo sentido.
A James Cameron le gusta “inspirarse” (por poner un término diplomático) en las ideas de otra gente. Por ejemplo Avatar era Danza con Lobos en el espacio. O Terminator, que era un reciclado del capítulo The Soldier de la serie sesentosa The Outer Limits. Lo que lo salva a Cameron del escarnio es que el tipo elabora las cosas de manera mucho mas sofisticada e interesante hasta el punto de darles su propia estatura intelectual aunque la influencia sea obvia. En el caso de Terminator: Dark Fate, Cameron ha decidido hacer su propia Star Wars: El Despertar de la Fuerza; es decir, reciclar por completo el argumento de un estamento anterior de la franquicia, reemplazar el villano de siempre por un genérico sucesor, y poner a un par de protagonistas históricos como estrellas invitadas. Pero a diferencia de The Force Awakens – donde ni Han Solo ni Leia se sentían como los mismos personajes que 40 años atrás protagonizaron la saga -, el regreso de Sarah Connor y el T-800 de Arnie si se sienten auténticos y como una verdadera evolución de sus caracteres. Entre eso y la formidable dirección de Tim Miller – mostrando que en la primera Deadpool el talento no estaba solo del lado de Ryan Reynolds – convierten a Terminator: Destino Oscuro en una de las mejores y mas dignas entradas de la saga desde… sip, Terminator 3: Rise of the Machines, la cual estoy dispuesto a defender aunque sea su único partidario en todo el planeta. Después del desastre de Genisys, la gente de Skydance se puso a hacer números y, aunque la última entrega de la saga decepcionó en USA a nivel crítica y taquilla, recaudó mas que bien a nivel internacional. Los tipos decidieron que la franquicia aún tiene dólares para ordeñar, sólo que precisa un enfoque mas fresco y honesto, y por eso decidieron contratar a James Cameron – el creador de la saga original y director / libretista de las dos primeras (y memorables) entregas – para que supervisara todo. Cameron decidió saltearse las últimas tres secuelas – cada una de las cuales tiene alguna que otra virtud pero que no excitaron ni a los fans ni a la prensa especializada – y se mandó con un soft reboot donde sólo son validas Terminator y Terminator 2: El Día del Juicio Final. Si bien Arnie siempre fue de la partida, la gran novedad era rescatar del geriátrico a Linda Hamilton, la cual últimamente sólo había hecho algunas cosas horribles para The Asylum y no quería saber nada sobre volver a actuar. Miller hizo un esfuerzo titánico para convencerla – no sólo iba a hacer de viejita badass sino que debía hacer un esfuerzo físico enorme para que sus acrobacias resultaran creíbles, como la versión geronte de aquella formidable guerrera de T2, la que tenía mas tubos que el propio Schwarzenegger – e incluso puso la condición de que, si Hamilton no aceptaba, el proyecto se cancelaba o él directamente renunciaba. Pero las cosas se dieron con el viento a favor y la presencia de Cameron aseguró la calidad suficiente para que todos estuvieran de vuelta y se obtuviera un buen presupuesto para esta nueva intentona de resucitar la saga. Para hacer que esto funcione el primer sacrilegio que debían cometer era liquidar a John Connor, porque el personaje estaba en manos de Edward Furlong – el cual era genial hace 28 años pero ahora es un cuarentón hiperquemado por las drogas, un tipo que se vino abajo y que apenas es una pálida sombra del personaje que fue -. En los cinco minutos iniciales – y así de la nada – aparece un Terminator y liquida a una versión joven de Furlong en lo que se trata de un flashback de 1998. La teoría indica que, cuando Connor y su pandilla destruyeron Cyberdyne en T2, el surgimiento de Skynet quedó abortado y no hubo Día del Juicio Final, genocidio ni dominio mundial a manos de las máquinas. Pero antes de su extinción Skynet mandó tantos T-800 a tantas épocas diferentes como pudo, razón por la cual Sara Connor dedicó el resto de su vida a exterminarlos apenas llegaban. ¿Y cómo lo sabía?. Porque tenía la ayuda de un amigo anónimo que le mandaba mensajes de texto con las coordenadas, fecha y hora del lugar en donde aparecería un T-800 recién salido del horno. Cuando Terminator: Dark Fate se mete a explicar los viajes en el tiempo, las paradojas y los caminos alternativos, suena tan convincente como Avengers: Endgame: o sea, en absoluto nada creíble y directamente rebuscada. Si la cosa no te ofende es porque cuando aparecen el nuevo Terminator (un mexicano!!) y la nueva defensora del salvador de la humanidad (Mackenzie Davis), los dos se dan murra con todas las ganas, dando lugar a persecuciones geniales y peleas sangrientas. Las novedades pasan por tres frentes: el nuevo Terminator se puede desdoblar en un exoesqueleto y un robot líquido actuando por partida doble; la defensora del elegido es una chica mejorada con implantes biónicos, la cual puede ser tan badass como un Terminator pero sólo por tiempo limitado antes que la energía se le agote y la infección de las heridas le afecte; y la elegida resulta ser una mexicana (!!!) que labura en una planta automotriz y que en el futuro va a ser la líder de la rebelión humana. Pero no contra Skynet sino contra una versión paralela y mejorada llamada la Primera Orden… digo, la Legión. Como Miller filma como los dioses y como todos exudan carisma, la primera hora de Dark Fate es súper excitante. Hamilton es una Sarah Connor consumida por el odio y el alcohol, lamentando la muerte de su hijo después de tantas décadas, una mujer quemada por la vida y la decepción y dedicada exclusivamente al trabajo del exterminio periódico de robots… lo cual no constituye ninguna catarsis para cerrar el duelo de su hijo. La Hamilton / Connor no es la protagonista sino un Deus Ex Machina de lujo que aparece cuando a la Davis se le agotan las Duracell. Entre ambas mujeres hay pica, y la idea de que una obrera mexicana sin ninguna cualidad destacable sea el objetivo supremo de los robots asesinos es simplemente desconcertante. Sí, puede que genere otro líder a lo John Connor pero… ¿qué diantres le va a poder enseñar, aparte de cómo preparar tacos y burritos?. Lo gracioso de todo este soft reboot es que la suerte de la humanidad está en las manos de una inmigrante, una “espalda mojada” como menosprecian los sureños estadounidenses y que aquí se ve obligada a pasar por todos los feroces controles migratorios impuestos por Trump, sean cárceles masivas, el infame muro fronterizo, la discriminación por la raza y un largo etcétera. Cameron se da el gusto de darle un formidable cachetazo a Trump enrostrándole toda su estupidez racista, e incluso poniendo al Terminator de turno (Gabriel Luna, el Ghost Rider 2 de Marvel’s Agents of SHIELD, que hace de exterminador educado, burlón, urbano y hasta cruel cuando la ocasión lo amerita) como un mexicano mas que, en medio de su misión, termina dándole su merecido a un montón de policías estadounidenses. Hay algo catártico en todo eso, algo que no veía desde las épocas del blaxploitation donde los morenos oprimidos en la vida real encontraban satisfacción al ver ficticios héroes negros pateándole el trasero a los racistas policías blancos. Acá Cameron hizo una mexploitation, camuflada de secuela de su saga mas famosa. Si la primera hora es genial, la segunda no lo es tanto porque la cosa se empieza a deshilachar. El problema no es la entrada de Arnie ni el justificativo de por qué existe, se ve viejo y civilizado en el 2019 (el tal “Carl” que se ve ridículo en los trailers pero que en la película su presencia está mucho mejor explicada por las ocurrencias del libreto), sino porque las secuencias de acción ya son disparatadas, porque los protagonistas humanos hacen algunas proezas físicas imposibles, porque la protegida de turno empieza a arengar la tropa como si supiera pelear (aunque es incapaz de limarse las uñas) y porque hay un par de Deus Ex Machina que eran innecesarios, en especial respecto a las armas posibles para detener al imparable Rev-9 de Gabriel Luna. El clímax es menos convincente que en ocasiones anteriores, y a veces los números – en especial relativos a los años de aparición y de edad de los protagonistas – parecieran no cuadrar. (alerta spoilers) Sobre Arnie lo que diré es que la idea de un T-800 evolucionado y hasta humanizado suena genial y propia de James Cameron. Sin propósito en la Tierra y fuera de su época, lo que hizo este tipo (con tanto tiempo al p…) fue adaptarse, aprender y hasta crear su propia conciencia. El cómo se adaptó da lugar a un par de chistes para que se luzca Arnold, aunque toda la idea suene traída de los pelos. Pero como es la excusa para que Schwarzenegger vuelva a pisar la pantalla (incluyendo patada indirecta a su vida privada real, teniendo una pareja y un hijo adoptado latinos!), la tildo de tolerable y sigo adelante (fin de spoilers). Si éste es el final de la saga, me parece mas que digno. Para los fans decepcionados por las últimas entregas, éste es un sucesor pleno de méritos a pesar de algunas ocurrencias truculentas del libreto. Y si hay alguna secuela mas con la Hamilton en el rol principal me anoto, siempre que Miller y Cameron sigan en el comando creativo porque está visto que son los únicos que saben cómo hacer una película decente (y entretenida) de Terminator en los 28 años que pasaron desde Rise of the Machines (o T3, en mi humilde opinión).
En Terminator: Destino oculto hay varios bienvenidos regresos. James Cameron, creador de la saga, reaparece como uno de los productores tras alejarse de la franquicia luego de haber dirigido El juicio final en 1991. También vuelve con todos los honores la Sarah Connor de Linda Hamilton, quien tenía 28 años cuando interpretó por primera vez ese personaje en 1984 y hoy luce espléndida a los 63. En ese sentido, sus escenas con Arnold Schwarzenegger justifican por sí solas esta sexta entrega de la franquicia. Y, más allá de sus lugares comunes y de algunas escenas algo rutinarias, lo que el director Tim Miller también consigue es recuperar cierto espíritu, cierta mística de los dos films originales que se habían perdido en varias de las entregas posteriores. Aunque se extraña por momentos el desparpajo y el delirio de Deadpool, un aquí más contenido Tim Miller reconstruye la tónica de ese cine clase B al que Cameron había apelado en sus dos películas de la saga y que los siguientes films barrieron en su búsqueda obsesiva de mayor espectacularidad. Esto no significa que Destino oculto carezca de intensas escenas de acción o de sofisticados efectos visuales en su presentación de los cyborgs de última generación, pero ese despliegue formal está concebido siempre en función de que el relato y la interacción de los personajes funcione. Que la nueva protagonista sea Dani Ramos (Natalia Reyes), una joven, humilde, inteligente y perserverante trabajadora de Ciudad de México, es también toda una toma de posición de los creadores de Destino oculto. Será ella el objetivo del todopoderoso malvado de turno (Gabriel Luna), quien aparece en la zona para exterminarla, mientras que en su defensa se sumarán la mítica dupla Schwarzenegger-Hamilton y Grace (Mackenzie Davis), un personaje híbrido (mitad humana, mitad biónica) también enviado desde el futuro para mantenerla con vida. No es difícil advertir los paralelismos y similitudes entre esta historia y sus protagonistas con los de las dos primeras partes de Terminator y, en ese sentido, Destino final podrá ser acusado de un reciclaje innecesario, casi de una remake maquillada para que luzca algo renovada. Así, entre los cultores de la nostalgia que saludarán este regreso y los escépticos que la verán como una mera excusa oportunista de esa máquina de recaudar que es Hollywood, Terminator está de regreso con sus dos legendarios protagonistas. Más viejos, sí, pero con su rebeldía, sus guiños y su aura mítica intactos.
La primera “Terminator” de James Cameron era una película que no se detenía nunca. Mientras los dos viajeros del futuro que trataban de asesinar o salvar, respectivamente, a Sarah Connor, hacían estragos en la ciudad de Los Angeles, el hermetismo de la trama se dilucidaba de a poco y recién en una escena más calma, pasada la mitad del film, se aclaraban un poco las cosas. Luego de tantas secuelas, todas bastante buenas, ahora el nuevo guión de la sexta película de la serie también tiene una historia co-escrita por Cameron, pero hay otros muchos guionistas que perdieron aquel detalle de vista, y que se empecinan en introducir con fórceps referencias actuales con las que se pueda identificar el público moderno. Para empezar, ahora es una mexicana a la que los enviados de un futuro distinto quieren matar o proteger, y en su fuga de un nuevo tipo de Terminator malvado, con nuevos poderes, la protagonista, asistida por Sarah Connor (Linda Hamilton) y una chica “mejorada” futurista, toman el tren de los inmigrantes ilegales para cruzar la frontera a Texas, donde los espera el viejo y malo Terminator modelo Schwarzenegger, ahora convertido en un robot humanizado y sensible. Tim Miller, el director de la dinámica “Deadpool”, sabe cómo manejar las elaboradísimas escenas de acción fantástica, pero en cambio se pierde con el puñado de escenas dialogadas entre las tres protagonistas femeninas que son un auténtico lastre para el ritmo narrativo. Tal vez las mujeres estén empoderadas en el guión, pero el que se roba la película es el Terminator de metal líquido negro que tiene la capacidad de desdoblarse y cometer todo tipo de masacres en estéreo. La película levanta vuelo, y un poco de humor, cuando aparece Arnold, pero ya es demasiado tarde para que alcance la altura de sus predecesoras.
"Terminator: Dark Fate", la nueva y última entrega de la saga robótica, llega a Argentina este jueves 31, desde sin intervalos ya la vimos y estamos listos para contarte que nos pareció. Después de lo flojas que estuvieron las últimas dos entregas, pocas eran las razones para emocionarnos con la noticia de que se venía una nueva Terminator. Teniendo en cuenta esto, cuesta diferenciar si lo que nos encontramos es una película realmente buena o es el contraste con nuestras bajas expectativas lo que la hace destacar. Si sos fan de la saga ya sabes lo lejos que los últimos dos films estuvieron de la línea de la trilogía original, por suerte para nosotros, Dark Fate se agarra de la receta de origen y nos da una secuela que se siente a la vez fresca y orgánica. Nuestra historia sigue inmediatamente a los sucesos de Terminator 2, teniendo en cuenta esto, a partir de ahora tendremos que considerar a Terminator 3, Salvación, y Génesis, como parte de una línea temporal alternativa. La trama es buena y sólida, si bien la cantidad y la intermitencia de los escritores que metieron mano en el guión daba lugar a dudas, el regreso de James Cameron a la saga se hace notar y de buena manera. El que sin lugar a dudas es el mayor acierto de la peli es el cast, el trío protagónico femenino es inmejorable y nos tiene dos horas haciendo malabares entre la fortaleza y vulnerabilidad que nos muestran. A todo momento nos da una sensación de empoderamiento muy natural y bien lograda. Párrafo aparte para Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger que, 35 años después de la Terminator original, siguen en sus personajes con la misma naturalidad que el primer día. Para terminar con los aspectos positivos, el CGI no para de sorprendernos y, en esta peli, da una clase magistral, los efectos especiales son simplemente espectaculares y la única forma que lo entiendan va a ser viendo la película. Entre los pocos peros que podemos poner, la cinta se hace de a momentos un poco lenta, no por el ritmo en sí, sino porque los plot twists son bastante obvios y tardan en llegar, se podrían haber recortado un par de escenas en el medio y el resultado sería el mismo. En conclusión, "Terminator: Dark Fate" es un plan más que bueno para pochoclearte la vida un sábado a la noche. Si sos fan o seguidor de la saga no te la podés perder. Si no estás en tema o no viste las anteriores, podés ir tranquilo que te vas a encontrar con una película lo suficientemente buena para bancarsela sola. Por Santiago Sturba
Arnold Schwarzenegger y Linda Hamilton vuelven a la saga que los catapultó al éxito, intentando que olvidemos todo lo que pasó en las 3 películas anteriores.
Estamos en una época dónde ya nos acostumbramos a la resurrección de franquicias que han sido icónicas en el pasado, pero que su uso o abuso posterior las han llevado al desgaste, pero que siempre hay lugar para un glorioso regreso. El caso de Terminator Destino Oculto es algo similar a lo que sucedió con el regreso de halloween, si bien son géneros e historias completamente diferentes, guardan una relación al regresar tomando como línea argumental solo las mejores películas de la saga, borrando huella de las terribles continuaciones que han tenido. Terminator Destino Oculto vendría a ser como la tercera película de la franquicia, de este modo nos olvidamos de la genérica pero entretenida Terminator 3, de ese experimento raro que fue Salvation, y sobre todo del horror que fue Génesis (En que estaban pensando al poner a Emilia Clarke como Sarah Connor). Si bien podría parecer un pequeño alimento a la nostalgia (otro más) hubo factores en esta adaptación, que la hacían por más atractiva. Primero es la producción por parte de James Cameron (Padre de la saga y director de las dos primeras películas), la dirección de Tim Miller (Que nos dió mucho con muy poco en Deadpool) , el regreso del T800 (Hey, Arnold), y lo más importante, el regreso de Linda Hamilton en el icónico personaje de Sarah Connor. La realidad es que uno de los motivos por los que las siguientes entregas no han funcionado del todo, más allá de cierto maltrato de la franquicia, fue el hecho de que no contaban con el personaje de Sarah, en esta entrega nos damos cuenta que la franquicia también radica en lo personal de su historia, en la lucha que ha iniciado para salvar al mundo y que sea invisible a los ojos de los demás , y sobre todo la lucha por salvar a su hijo y ser una madre a la vez. La historia nos da un golpe drástico para con Sarah Connor, y aunque pueda resultar muy tajante en un principio, fue una decisión efectiva para que podamos ver cómo siguió su vida después de todo. La historia presente, lamentablemente no está tan bien desarrollado, ya que han optado en pisar por lo seguro y contar algo que ya hemos visto. El relato se reescribe nuevamente, y volvemos a tener una nueva guerra contras las máquinas (Más precisamente contra la inteligencia artificial) , volvemos a tener un nuevo robot asesino que viaja al pasado para ir contra un personaje clave para la resistencia, se desata la acción, llega alguien para protegernos, participación del T800 y bla, bla.. Como cinta de acción funciona muy bien, aunque pisa por lo seguro solo para contarnos efectivamente el drama del personaje más importante (No quien es clave para la nueva resistencia, sino Sarah, la que siempre importó). La vuelta del T800 lo hace de una manera casi absurda, que si bien siempre es un placer ver a Arnold en acción, la realidad es que se podrían haber ahorrado toda esa trama de robot rehabilitado que presentaron. Terminator Destino Oculto es la mejor tercera parte que tiene esta saga, y que su mayor virtud es el regreso de Sarah Connor, con una Linda Hamilton comprometida con su papel como en las épocas de los films de Cameron. La realidad es que aunque su acción es dinámica y entretenida, la película pisa por lo seguro para darnos una trama un tanto genérica, más bien una evolución de Terminator 2 que no termina de convencer. Calificación 6/10
Una nueva líder por proteger “Terminator: destino oculto” (Terminator: dark fate, 2019) es una película de ciencia ficción y acción dirigida por Tim Miller (Deadpool, 2016) y co-escrita por David S. Goyer, Justin Rhodes y Billy Ray. El filme constituye la sexta entrega dentro de la franquicia Terminator, sin embargo la historia funciona como secuela directa de “Terminator 2: el juicio final” (Terminator 2: judgment day, 1991), generando que la tercera, cuarta y quinta parte queden desechadas. En esta oportunidad, no solo James Cameron vuelve a estar en la producción sino que Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger retornan a sus icónicos papeles. El reparto se completa con Natalia Reyes, Mackenzie Davis (Black Mirror, Tully), Gabriel Luna, Diego Boneta (Luis Miguel: la serie), entre otros. Tres años después de que Sarah Connor (Linda Hamilton) impidió el levantamiento de la inteligencia artificial Skynet, un Terminator llega a Guatemala con un objetivo bien claro: acabar con John Connor. En México, veintidós años después, un Terminator modelo Rev-9, mucho más avanzado, se hace presente desde el futuro con la misión de exterminar a la joven Dani Ramos (Natalia Reyes). A su vez, también aterriza en México Grace (Mackenzie Davis), una humana mejorada que debe proteger a la próxima líder de la resistencia (Dani). En problemas por las enormes habilidades que presenta el Rev-9, Grace y Dani se encontrarán en la autopista con Sarah, la cual se dedica a matar malvados robots. Juntas, las tres mujeres se embarcarán en un viaje para cruzar la frontera y llegar a Texas. Allí Sarah buscará descubrir quién es la persona detrás de un número desconocido que le envía mensajes con las coordenadas exactas del paradero de cada Terminator para que ella tenga el propósito de exterminarlo. Haciendo de cuenta que “Terminator 3: la rebelión de las máquinas” (Terminator 3: rise of the machines, 2003), “Terminator: la salvación” (Terminator Salvation, 2009) y “Terminator Génesis” (Terminator Genisys, 2015) no existieron, esta nueva película llega para relanzar una saga que ya no daba para más. Apelando a la nostalgia de los dos primeros filmes, “Terminator: destino oculto” funciona y es entretenimiento pleno de principio a fin. Cargada de escenas de acción bien ejecutadas que incluyen persecuciones en vehículos, explosiones, helicópteros y hasta paracaídas, el filme tiene una trama que ya nos resulta familiar: en el nuevo futuro, Dani Reyes será la futura heroína de los humanos en vez de John Connor y, en vez de Skynet, la inteligencia artificial que destruirá todo lleva el nombre de Legion. A pesar de que el guión no cuenta con originalidad, el director consigue un ritmo trepidante que hace que el relato nunca decaiga. Con una Linda Hamilton más ruda que nunca y un Schwarzenegger que recuerda al Rambo de la última entrega, la película ahonda sobre si el destino está marcado o lo hacemos nosotros a medida que pasa el tiempo, además de que explora cómo una máquina puede llegar a desarrollar consciencia sobre su accionar al convivir con los humanos. Por otro lado, los nuevos personajes se adaptan muy bien a esta aventura. El villano de turno, interpretado por Gabriel Luna, verdaderamente parece invencible por tener la capacidad de despegarse de su anatomía de robot y ser dos cuerpos que actúan para un mismo fin (uno como máquina y otro con aspecto de humano). Mackenzie Davis sorprende por su manera de desenvolverse en una cinta de acción, dejando ganas de verla en más películas de este estilo. En cuanto a Natalia Reyes, no resulta creíble cómo su personaje entiende tan rápido la situación en la que está y se convierte en luchadora. Sin embargo, la actriz logra tener química con Hamilton y Davis, hecho primordial para que el espectador genere empatía de entrada y se involucre en la historia. Arriesgada con respecto a quién decidieron matar, divertida y completamente atrapante, “Terminator: destino oculto” nos recuerda por qué las primeras dos entregas nos gustaron tanto. Llena de poder femenino, la película se convierte en cine pochoclero del bueno que merece ser disfrutado en la pantalla grande.
Al parecer existe una nueva moda en Hollywood de hacer un revival de aquellas franquicias que con el paso de secuelas (y la idea de hacer películas solo por hacerlas) han perdido toda la calidad que supieron tener en su origen. Esta nueva moda implica dejar en continuidad solo aquellas películas que tuvieron existo y continuar la historia desde allí obviando todas las demas. Pasó con Halloween y ahora pasa con Terminator, la saga creada por James Cameron y protagonizada en su mayoria por Arnold Schwarzenegger, que tras sus dos primeros exitos (consideradas como unas de las mejores películas de ciencia ficción) la siguieron tres secuelas más y una serie, una peor que la otra. Terminator: Destino ocutlo viene a limpiar todo lo que salió despues de Terminator 2: El juicio final (1991), por lo cual debe considerarse como la tercera película, la cual marca el retorno Linda Hamilton como Sarah Connor y de Cameron (director de las primeras dos) esta vez como productor. En cambio, la silla de director es ocupada por Tim Miller (Deadpool). Con Destino oculto estamos ante la tercera mejor película de la franquicia, pero aún muy lejos de sus antecesoras. Si bien es divertida y entretiene con muy buenas escenas de acción (Miller es especialsita en efectos especiales), la historia tiene bastantes altibajos y por momento la historia está tirada de los pelos. La película arranca muy bien, con unos primeros cinco minutos que vienen a romper con todo, una desición que sorprenderá a varios pero también puede disgustar a muchos fanáticos. Luego de los sucesos de El juicio final, el futuro post apocalíptico nunca sucedió ya que Skynet nunca fue creada, pero como el destino es caprichoso, una nueva empresa llamada Legion tomara su rol en el futuro por lo cual mientras que los malos enviarán una nueva versión del Terminator para asesinar a quien será la lider de la rebelión, los buenos enviarán a un híbrido de humano y robot para intentar salvarlo. Sin embargo, una vez que ya conocimos a los personajes y de que va la trama (con muchos puntos en contactos con las priemeras dos) la película entra en un bache del cual no sale hasta que aparece él: Arnold Schwarzenegger y a partir de allí la película nos da las escenas de acción que tanto queremos y que tan poco importa que el actor ya esté pasando lo 72 años.
LOS LÍMITES DE LA TECNOLOGÍA La propia materia sobre la que está construida la genealogía de Terminator invita al loop constante: los viajes en el tiempo y las paradojas temporales, el destino como un lugar del que parece difícil poder escapar, la idea del elegido y su salvación/destrucción. Con tan sólo dos películas, James Cameron construyó un universo único. Y dos películas que si bien tienen lazos comunicantes, no dejan de ser absolutamente diferentes: la primera, un film de acción con elementos de ciencia ficción pero también de terror, de tensión constante, casi un slasher con un robot invencible que perseguía a la mujer que daría a luz al hombre que, en el futuro, protagonizaría la rebelión humana contra las máquinas. La segunda, una película que copiaría casi el diseño pero invertiría algunos roles (Schwarzenegger había pasado, en menos de una década, de austríaco casi ignoto a héroe de acción, entonces ahora era el bueno), pero que refundaría el cine de acción por medio del uso del CGI y lo convertiría en un espectáculo enorme. Cameron es uno de los pocos directores que saben qué hacer con la tecnología en el cine, además de ser alguien que inventa conceptos y desarrolla técnicas. Y en Terminator 2 pondría todo ese talento a disposición para impactar pero, además, para sorprender: cada posibilidad del líquido T-100 era una proeza en todos los sentidos para nuestros ojos un poco vírgenes de aquel entonces. Aquellas fueron dos películas distintas y complementarias, pero a la vez dos películas hechas a la luz de las posibilidades de su tiempo: una casi Clase B, la otra un film mainstream espectacular. Los límites que la tecnología impuso a partir de aquella película, sobre todo a nuestra capacidad de sorprendernos, es tal vez uno de los motivos por los cuales la saga de Terminator no encuentra un sentido en una serie de secuelas impropia de sus orígenes. En verdad miento: Terminator 3, de Jonathan Mostow, fue una digna sucesora, combinando la cosa más chatarrera de los 80’s con un uso muy acertado de la tecnología. Pero claro, Mostow es más que nada un artesano, uno de esos directores que no buscan sobresalir y se aplican al proyecto que les toque en suerte, pero que además conocen las reglas y manejan los resortes del buen cine de género. Terminator 3 tenía un par de secuencias de acción impecables, comenzaba a jugar con la idea de un Schwarzenegger ridículo y ofrecía un final tan coherente como melancólico. Esa era una posibilidad para continuar con la franquicia, que el resto de las secuelas no tuvieron en cuenta, más preocupadas en refundar la saga que en otra cosa. Si hacemos esta larga introducción para hablar de Terminator: destino oculto es porque sinceramente la película de Tim Miller no resulta demasiado estimulante. Y eso que la presencia de James Cameron en la producción nos daba alguna expectativa. Aquello del loop constante se hace palpable nuevamente aquí, en una historia que retoma la lógica de los personajes que vienen del futuro para intentar salvar o eliminar (según sea el caso) a un humano que -imaginamos- será clave en el desarrollo de la historia. Pero además la película juega otra vez con la idea fronteriza de Terminator 2, con los protagonistas ingresando esta vez al territorio norteamericano en vez de intentar salir, diciendo algunas cosas medio banales sobre la inmigración y con los estereotipos étnicos habituales en el cine de Hollywood. Pero lo repetitivo, lo previsible del esquema, no es el problema en Destino oculto: Cameron siempre ha trabajado sobre ideas preexistentes y sobre reglas genéricas determinadas, y tampoco la sutileza ha sido su marca de fábrica a la hora de desarrollar personajes. Lo importante en Cameron es su ojo único para la acción, su presencia casi autoral en el género y la forma en que los personajes se definen por medio del movimiento. La complejidad, en ocasiones, está dada por la forma en que se van dando los vínculos y las asociaciones entre los protagonistas. En ese sentido, Destino oculto termina conformando un cuarteto de criaturas rotas que forman un grupo por necesidad, para ir extendiendo raíces a medida que avanza la trama. Uno de los problemas de la película tal vez haya que buscarlo por el lado de Miller, director de la sobrevalorada Deadpool, que no es precisamente un artesano de las herramientas clásicas como Mostow. Posiblemente esto tenga que ver con la necesidad de imprimir el concepto de Terminator en las nuevas generaciones, algo que decididamente no estaría pasando. Destino oculto, entonces, tenía dos posibilidades para sobresalir: una era la acción despampanante, que funciona sólo por momentos y a partir de algunas imágenes que impactan más por lo gráfico que por el movimiento que imprimen. Y ahí volvemos a lo de los límites de la tecnología: no hay en Destino oculto una sola imagen que podamos recordar, algo para atesorar. El efecto especial es algo tan corriente para nuestro ojo, que pasa a toda velocidad por la pantalla sin que sorprenda como lo hacía aquel T-1000 al derretirse o ser impactado por una bala. Si ya nos acostumbramos a que gracias al CGI cualquier imagen es posible, lo que queda entonces es lo humano. La nueva Terminator tenía algunas cartas bajo la manga para ir por ese lado, y era su otra posibilidad para sobresalir. La principal era Linda Hamilton, que regresaba como Sarah Connor. La otra, su encuentro con el T-800 de Arnold Schwarzenegger. Pero Miller parece inhabilitado, también, para poder hacer algo con esos cuerpos icónicos del cine, para jugar con la emoción. Ese peso de la historia, del paso del tiempo, del reencuentro, no se siente como debiera. Y lo único honesto es la hidalguía de Hamilton para llevar sus años con las arrugas de la experiencia. Tal vez Destino oculto sirva para ir concluyendo con todo esto o, por qué no, para que James Cameron deje de hacerse el zonzo y vuelva a ponerse detrás de cámaras.
Y "Terminator" intenta volver a sus raíces con un nuevo director, Tim Miller ("Deadpool"), y el canadiense James Cameron como productor, el mismo que en 1984 sorprendió con un relato de ciencia ficción de éxito perdurable. También revive Sarah Connor (Linda Hamilton), que se había muerto en alguna de las secuelas anteriores y reaparece más agresiva que nunca. Y por supuesto, el indestructible Schwarzenegger, convertido en un aburguesado señor de su casa con mujer latinoamericana e hijo ensamblado. Por supuesto, reconvertido luego en el conocido soldado exterminador de las viejas épocas. La historia se repite, pero la chica en problemas del relato, que antes era Sarah Connor, perseguida desde el futuro para que no fuera madre del líder contra la guerra nuclear entre la inteligencia artificial y los humanos, ahora no es yanqui ni rubia. Se llama Dani Ramos, es mexicana, morena y sólo falta que sea maquilladora para que la contemporaneidad sea total. Ella también va a ser madre de un futuro caudillo a favor de los humanos que la nueva inteligencia artificial (Legión) tiene en jaque al mundo del futuro. Por eso hay que destruirla y se le manda una Terminator femenina desde el futuro para protegerla (Mackenzie Davis), mientras Sarah Connor oficia de ángel tutelar, metralleta en mano. "Terminator. Destino Oscuro" es más simple en su estructura, va directamente a la acción, al increíble caudal de efectos especiales que obnubilan la pantalla con el nuevo Terminator (Diego Luna), que persigue a la chica Ramos (la actriz colombiana Natalia Reyes), junto con una infinidad de personajes que tratan de impedírselo, Schwarzenegger incluído. Los juegos de pasado y futuro se alinearon un poco, pero a veces se contradicen entre tanto destino inamovible, libre albedrío y remedos de "La invención de Morel" en locaciones carcelarias que albergan a estas mujeres en fuga hacia la fronteras prohibida. EL DESTINO ES MUJER Mientras la parafernalia de fuegos artificiales y las asombrosas transformaciones del nuevo Terminator en una mezcla de pasta de petróleo y cenizas inundan la escena, el futuro parece apuntar, en una pura línea feminista a las mujeres. Porque mujeres son la futura madre del líder, la defensora desde el futuro y la protectora mayor, también madre. No hay que olvidar que James Cameron trajo nuevamente a la pantalla a la Ellen Ripley de Alien en "Alien regresa" y conservó a la Rose DeWitt de "Titanic" como una sobreviviente de cualquier cataclismo. Las tres mujeres de este nuevo Terminator, a pesar de que una desaparece, están condenadas a reaparecer en lo que promete ser, el tiempo lo dirá, el comienzo de una nueva saga.
SOBRE LA GRACIA Y LAS OBRAS “Un organismo biológico como el hombre no se confundirá, en cuanto ser vivo, con una máquina o un grupo social. Los tres tipos de imagen o forma, el biomorfo, el tecnomorfo y el sociomorfo constituyen tres cajones de archivo, señales de tránsito que identifican tres carriles científicos, funcionando casi como productos compatibles con la computadora. No se requiere ningún esfuerzo teórico-conceptual para distinguir a un automovilista de un automóvil y a ambos de un club de automovilismo:” Carl Schmitt, “Teología Política II” Llegados a este punto de la autoconciencia, y como subrayamos hace poco en relación a Joker. Terminator: Destino oculto se arriesga, diría que asume su propia desmesura particular. Cierto que aquí tenemos el dueto de films anteriores dirigidos por James Cameron que, precisamente, dirigen, guían en parte nuestra atención y recepción en parte sosteniéndose en ese dueto anterior, empleado como practicable pera ese film. Pero aquí tenemos, al parecer, otro problema. Joker es prácticamente la obra primeriza de un director casi desconocido pero que desea ser autor y para ello grita un tanto estéticamente y anuncia su llegada con toda serie de estruendosas proezas de puesta en escena. ¿Pero, es, digamos puesta en escena o promesa de escena? En cambio este “Terminator”, viene sostenido por los dos films anteriores de James Cameron; los que siguieron fueron desastrosos, e imagino que JC, al igual que como su personaje, viajó desde el futuro para rescatarlos de un capítulo de su posible biografía. Precisamente por esto, como ya realizara en Avatar y mucho antes y mejor en Titanic, regresó también a Griffith. A ver. Como ya hemos dicho y escrito en su momento, simplificó la primera historia hasta un grado casi cero, para volver todavía más compleja y simbólica la segunda. Tal cual. Fijémonos que la historia A o “plot” de las dos primeras jornadas de Terminator es más compleja. Y la B o simbólica, no tanto como estas… Mirón (interrumpiendo): A ver, decime cómo es eso. Ángel (resignado): Creo que es muy sencillo. La familiaridad ¿te suena? M:…sí, pero no lo veo aquí. A: La autoconciencia en su segunda etapa. M: ¿Con que ahora tenemos una segunda? A: Creo que te olvidás… M:… A: Los que vienen en segundo término tras Coppola y Friedkin, y tal vez DePalma. M: Ahora caigo, los dos JC, Carpenter y Cameron. A: Tal cual. Estos ya trabajan con cierta familiaridad autoconciente y cosechan lo que aquellos labran. M: Bueno, pero vamos a este film en particular. A: Vamos. Sarah Connor y la vuelta de Hamilton, y la del Terminator y su último avatar, Schwarzenegger. M: Nostalgia cinéfila. A: Por favor, creí que ya habías entendido. Nostalgia para nada, y autoconciencia es superación radical de la cinefilia… M: ¿Y entonces? A: Definamos autoconciencia. M: Uf, ya me estás tomando lección…Bueno, es saber no sólo que se sabe sino saber qué se sabe. A: Bien. Ese saber qué se sabe implica trabajar con una serie de cosas, cifras que el espectador ya conoce, pero no como “filia” sino como saber. M: Llegó a la meta. A: Tal cual… M: A ver si te entiendo. Aquí “Grace” y en Avatar “Grace Agustine”. Bueno eso lo habíamos hablado cuando Avatar. La Gracia en sentido teológico católico y San Agustín, quien escribiera abundantemente sobre ella. A: Y que diera lugar a complejos debates entre católicos y luego calvinistas. Sobre… M: Si la Gracia es, digamos, infusa, te elige y ya estás salvado sin necesidad de obras, como los calvinistas que, encima, la limitan a unos pocos elegidos y con eso, je, le abran la puerta al capitalismo liberal… A: Sí, obvio, pero seguí con lo anterior. M: Me perdí… A: La Gracia. M:…bueno en Avatar la cosa propendía a complicarse. Digo la intervención de esta doctora Agustine. A: Mientras una ristra de bobos superficiales, se largaron a lo de corrección política… M: Tan luego ellos…que la inventaron. Pero si antes dormían con la foto de Stalin bajo la almohada ¿o no? A: Porque Avatar daba vuelta como un guante las consignas progresistas y mostraba que sin base mítico-simbólica eso era una tontería o, peor aún, un escapismo… M: Sí, pero acordate vos que el Vaticano la criticó por defender “un espiritualismo naturalista”. A: Dejá al Vaticano tranquilo que ya tiene sus problemas. Acordate que el cine por allí nunca fue su fuerte. Acordate que en su momento hubo que explicar a Hitchcock hasta para los curas… M: Cierto, y digamos que a Dante tampoco le fue muy bien por allí. A: Claro está. Pero el tema es que Ecclesia, asamblea de fieles, somos todos con o sin ticket para el Vaticano. M: Bien, adelante. A: ¿Qué hace esta Grace aquí? M: Algo que ya sabemos, viene del futuro para salvar de terminators más perfeccionados aún, a Dani, que será no la madre de un salvador, digamos, sino la propia salvadora. A: Tal cual. Seguí. M: Tenemos aquí a Sarah Connor cuyo hijo John fue asesinado como ahora sabemos retrospectivamente por el Terminator anterior… Che, pero ¿no había muerto en la 2? No entiendo. A: Poné entre comillas “muerto” y seguí… M: Bien. Sarah Connor se ha convertido en una cazadora de Terminators…Ah, ya…en una “emboscada” en sentido tanto literal como simbólico- jungueriano. A: Seguí por favor. M: Y ayuda a Grace quien no la (re) conoce, porque viene de una etapa todavía posterior a la lucha contra las máquinas que ahora se llaman Legión… “Y su nombre es Legión” en doble significado como Grace o emboscada. Legión como grupo de combate y como conciliábulo de demonios; “porque somos muchos”. Ya caigo… A: Y sí, después de la caída viene la recaída. M: Entonces es por eso que caen desde… bueno, el cielo A: Obvio. M: Pero, ¿desde dónde van a caer si no? A: Dale con el verosimilismo. Andá al símbolo. El director podría hacerlos aparecer mutando de una zona material o, por ejemplo, brotando desde el centro de la tierra… M: … como los vampiros de John Carpenter… A: Vas bien ahora. M: Ya tenemos la caída y la recaída. Y la tenemos a Grace que es una humana “mejorada”, y nos falta el terminator, conocido… claro… familiar y que confiesa que ha matado a John Connor. Pero que luego al conocer a una madre y su hijo en peligro…claro re-vio…La tengo. Se fue humanizando. A: Hominizando, mirón, hominizando. Tené a Teilhard siempre a mano… M: Otro al que el Vaticano… A: Ya no, ya no. Seguí. M: Viene Terminator original, llamémoslo así, se ha o va en proceso de hominización. Al reconocer lo que anteriormente buscó y hasta consiguió destruir, una madre y un hijo. Claro que ahora es él quien protege a una madre y a su hijo perseguido… ¿La segunda oportunidad? A: Claro. Pero ¿sólo eso? M: No, no. Sarah lo quiere liquidar en cuanto lo ve y encima éste confiesa que ha matado a John, su hijo. A: Y quién se lo impide. M: Grace, obvio. A: Así que Grace se pone en medio, detiene y hasta de alguna manera luego hace que sean compatibles Sarah y Terminator original que ahora se llama Carl. M: … A: O sea, entre el crimen originario y la madre del asesinado. M: Claro. La gracia intercede entre el crimen o… claro, pecado original o la muerte del hijo, frente a la madre que lo engendró. A: Ahí vamos a la cosa. Pero una vez que la Gracia hace esto, ¿se van a vivir a una comunidad utópica practicantes del naturismo o se dan a fundar una empresa multinacional porque les ha caído la gracia encima, desde el “Cielo”…? M: No, no. Claro que no. A: Entonces… M: Se ponen en acción, o sea: obran. A: Vamos todavía. La gracia no es infusa; no te cae desde arriba porque te eligieron y ya está, sos un elegido y ya estás salvado y tendrás éxito en los negocios… Y para qué las obras (entre ellas caridad, sacrificio, acción) si ya estoy elegido… Sino que… M: Se debe actuar. La gracia sin las obras no es nada. A: Tal cual. Sigamos que le pasa a esta Grace, es, digamos ¿invulnerable? M: Tiene como una debilidad, digamos que se debilita sino le ponen agua helada… qué raro ¿no? A: Andá al punto y dejá el verosimilismo… M: Bueno es una gracia con fallas, limitada. A: Bien, hay que enfriarla, ¿no? ¿y quién la enfría? ¿alguien que pasa por ahí? M: No, Sarah A: Es decir que la gracia sin obras, sin el obrar humano, se pierde, se muere. M: Claro. A: ¿Y el mal? M:…boh A: Avanzá, dale, que vas bien… M:…creo que Terminator ¿o no?, hay dos acá. Uno hominizado y otro que le recuerda que ambos son máquinas, pero uno ahora ha conocido… A: Ha entrado el dolor en él, como dijo Leòn Bloy. Y más recientemente Giorgio Pressburger en su tratado “Sulla Fede”… y aquí desde la fe judía. M: Uy a éste no lo tengo. Vos siempre con tanta bibliografía… A: No tanta, la imprescindible… M: El dolor nos hace humanos… Para que exista algo en nosotros que hasta ahora no existía, Dios pone el dolor en nuestro corazón… A: Pero no humanistas, atención, porque no se ponen a adorar la naturaleza. M: No te contradigas, en Avatar parece que sí… A: Y dale con eso. ¿Leíste “Perelandra” de C. S. Lewis? M: Uf, de nuevo bibliografía. A: La imprescindible Mirón. Es el planeta que nosotros llamamos Venus. Allí no existe el pecado original. Por eso un científico malvado llega hasta allí para intentar hacer pecar originalmente a los respectivos Adán y Eva de ese Paraíso extraterrestre; y allí va el héroe al rescate… no digo más. M: Entonces… A: Mirá, hasta el creyente más limitado acepta que puede haber no vida, sino otro tipo de existencia. Porque hay que tener siempre presente que “vida” es la forma del Ser en la humanidad y en el planeta Tierra. Lo que se llama los grados múltiples del Ser. Pero una vez aceptado que el Creador puede haber creado otros mundos y existencias, ¿se deduce necesariamente de allí, que tiene que haber ocurrido también eso que llamamos pecado original? M: Claro que no. A: Ahí tenés Avatar. Seguí. M: Pero el Vaticano… A: Dale con eso. ¿No estuvimos hace poco por allí? M: Sí. A: ¿Y qué vimos? ¿Miles de personas en estado de éxtasis, orando, de rodillas y demás? M: No, miles de turistas chinos con sus celulares. A: ¿Y allí fueron convertidos por una gracia infusa? M: No, fueron para ver un museo. A: Incluso la propia “San Pedro” M: A misa seguro que no fueron. A: Andá a saber, los jesuitas estaban a punto de hacer millones de conversos en China, hasta que los echaron; y no por culpa de los iluministas, sino de las otras órdenes que les tenían envidia… M: Y entonces… A: Tal vez lo que no pudo conseguir el padre Mateo Ricci tal vez lo pueda Michelangelo…o Cameron… M:… A: Sigamos. M: Lo de la gracia-Grace ya está. Lo tengo. Pero… ¿no será una alegoría como tanto insistís a veces? A: Repasemos. Esto de la Gracia y demás se nos dice así, literalmente, ¿o se representan por acciones sobre todo físicas? Y estas acciones están supeditadas a lo que llamamos primera historia ¿o no? M: Desde luego. A: ¿Entonces? La primera historia permanece y sigue su marcha según la trama o “plot”. Esta segunda historia simbólica, la tenemos si queremos. M: Ah… por eso decías que la primera historia o trama es mínima… A: Claro. M: Para que el espectador, ya en esta etapa definitiva de la autoconciencia, pesque algo. A: Tal cual. Aunque fijate que tampoco le fue tan bien en esto con Titanic. M: Pero ganó miles de millones de dólares… A: No me refiero a eso. Sino a su entendimiento. La primera historia es un simple y clásico “chico conoce a chica” para que pescaran -como vos decís- la segunda historia. Y eso que les abrió una puerta enorme. M: Como la tabla flotante en que se refugia Rose, y que por eso parece o es una puerta. A: Tal cual. M: O sea que todo este tema de la Gracia y las obras, la hominización y el libre albedrío, es, mejor dicho debe ser tratado o representado mediante acciones físicas… A: Es así desde Homero. O te pensás que hasta el griego más ingenuo pensaba que la Ilíada trataba de la guerra de Troya solamente, o que solo se quería llegar al duelo entre Aquiles y Héctor y demás acciones físicas. M: Claro que no. Porque lo sostenía el mito, el tiempo originario, “il illo tempore”. Y para hacerlos presentes se necesitaba el símbolo. Y qué mejor símbolo que lo físico, lo corporal… A: Y eso es lo que hace el concepto del cine. La acción física, el movimiento. ¿Cómo se llamaron las películas ya en ese illo tempore…? “Motion Pictures”. M: Y como hemos agregado nosotros: “motion & emotion”. A: Tal cual. M:…un momento, nos olvidamos de Dani. A: ¿Te parece? M:… A: Digo, ¿si te parece -como dijo algún boludo- que JC lo hizo para quedar bien con la mujer y todo el movimiento feminista? M: Obvio que no. JC siempre puso el centro en la mujer y lo femenino. Sería como acusar a Borges de recurrir en sus narraciones finales al motivo del laberinto, ¿no? Y para quedar bien con quién… A: Con los arquitectos. Pero sigamos con Dani. Describí simplemente las acciones o, mejor dicho, los pasos que da. M: Simple. Primero maneja el coche que Grace no puede porque se quedó sin combustible material. A: ¿Y aprende así, de golpe? M: Y sí. A: Dale, dale, ya lo tenés. Olvidate de todo verosimilismo ahora: ¿cómo aprende? M: No sé…así nomás por… terror, no sé. A: ¿A quién tiene al lado?, recién lo dijiste. M: A Grace… A: Luego ¿qué más hace? M: Y aprende de todo, a usar armas, a pelear hasta el final, donde dice que no permitirá más que alguien muera por ella. A: ¿Y por qué dice eso? M: Porque Grace ha muerto, digamos, ha dado su vida por ella. A: Bien ¿y cómo dio su vida? M: Bueno, por algo que tenía en su cuerpo, una fuente de energía, si no me equivoco. A: ¿Y qué hace con esa fuente de energía, la guarda para sí, es suya ahora? M: Sí y no. A ver. Es para ella en parte, le es donada, aunque ella tiene que extraerla del cuerpo de Grace; pero luego, la emplea como arma para eliminar a este nuevo y más perfeccionado Terminator. Le es dado algo por Grace para que efectúe de inmediato una obra, una acción. A: ¿Y alguien la ayuda en ello? M: Sí, el otro Terminator, el original, que se ha humani…perdón hominizado. Tanto que elige morir, sacrificarse. Hacer lo sagrado. Como diría Rilke, alcanza, no su propia muerte, sino la “muerte propia”. A: Y al final ¿y qué hace allí Sarah? M: Le tira las llaves del coche a Dani. A: Perfecto. M: Y ahora maneja ella, de una, como decimos por estos pagos. A: Y con… M: Con Sarah a su lado y que acaba de darle las llaves… A: ¿Seguimos Mirón? M: No, no, me voy al cine a ver la película otra vez. A: Esperá, che, faltaría saber por qué el terminator original se llama ahora Carl, y su hijo adoptivo Mateo…Y ni hablar de su sentido político… M: Lo de Mateo ya queda claro. Lo otro después, Ángel, después ¿sí?
Uno de los grandes placeres culposos de este año que brinda un par de carcajadas por su ridícula corrección moral, si bien no deja de representar una frustración más dentro de esta franquicia. Terminator es una saga que hasta la fecha demostró una incapacidad absoluta en sus continuaciones para desarrollar un mínimo arco argumental en lugar de estancarse en el perpetuo borrón y cuenta nueva. Nunca le encontraron la vuelta para continuar con guiones decentes las dos primeras obras de James Cameron que son los clásicos que valen la pena. De todos modos, después de Dark Fate propuestas como Terminator 3, Salvation y la serie de Las crónicas de Sarah Connor quedan muy bien paradas. El nuevo trabajo del director Tim Miller (Deadpool) se presenta como una continuación directa de la obra de 1991 e ignora todas las producciones estrenadas en los últimos años. Si bien el concepto del reboot se volvió algo tedioso en esta franquicia, las presencias de Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger, sumada a la supuesta "producción de Cameron" despertaban una mínima expectativa. Algo que enseguida se desmoronó con el lanzamiento del primer trailer. La nueva propuesta comienza con un cachetazo innecesario a los fans de los filmes originales, donde Miller deja claro de entrada que esta producción apunta a un público diferente. El desastre se desata desde la primera escena, cuando los tres inútiles que cobraron un sueldo como guionistas no tuvieron mejor idea que tirar a la basura toda la historia de las entregas previas, para construir una línea argumental diferente. En otras palabras, hicieron la gran Rian Johnson (Star Wars: Episodio 8). El pobre John Connor, que había atravesado un infierno en el capítulo anterior, en apenas 30 segundos ya no tiene más relevancia en la saga, debido a que la resistencia frente a las máquinas ahora encuentra otra figura de liderazgo impuesta por la irritante corrección política de Hollywood, El problema con Dark Fate es que tiene la soberbia de ignorar a Skynet, la familia Connor y la mitología que se construyó en los dos primeros filmes, con el film de ofrecer una chapucera remake boba de Terminator 2. Ni siquiera hace el menor esfuerzo de brindar algo diferente porque la trama es un refrito del film de 1991 con personajes diferentes. La única novedad es que ahora el argumento reúne todos y cada uno de los clichés morales que tiene el nefasto Hollywood de la actualidad. Una característica que al menos ofrece un par de carcajadas. La película de Miller abraza la causa feminista de la manera más torpe posible con estereotipos burdos del empoderamiento femenino que fueron construidos desde una mirada masculina. Por consiguiente, el supuesto gran progresismo de este capítulo pasa por introducir más mujeres rudas que se comportan como hombres y patean con facilidad el trasero de sus oponentes. Qué tiene que ver eso con el feminismo es un misterio. Una historia diferente hubiera sido si se exploraba la camaradería de los personajes principales con otra sensibilidad, pero esto es una película hueca de Miller y no se puede pedir demasiado. Como no dejaron títere con cabeza en materia de clichés moralistas, la película también le otorga un protagonismo relevante a la comunidad latina. Los hipsters sensibles que se desgarraron las vestiduras con el tratamiento de los narcos en Rambo: Last Blood acá finalmente encontrarán el México Plaza Sésamo que le reclamaban a Stallone. Todos los personajes latinos son buenos y trabajadores y las comunidades de los barrios se retratan como la vecindad del Chavo. Faltó que incluyeran a la Chilindrina y Kiko y la hacían completa. La escena en que las protagonistas se suben al famoso tren que transporta inmigrantes ilegales a Estados Unidos desde Honduras se retrata prácticamente como un viaje de placer. Todo los indocumentados son soñadores pacíficos en busca de una oportunidad en el país del norte. Una fantasía grotesca que se contrapone a ese panorama aterrador que mostró el director Cary Fukunaga en esa gran película que fue Sin nombre. Dark Fate nunca se recompone de la pifiada que se mandaron en la secuencia inicial y todo lo que sigue a continuación es bastante pobre. El villano es un nuevo Terminator-Venom latino (ya que las máquinas también piensan en la diversidad) y encuentra el peor casting posible en Gabriel Luna, quien nunca consigue ser intimidante en el rol. Linda Hamilton le pone un poco de onda al film como Sarah Connor, quien se convirtió en una caricatura al servicio del fan service, mientras que Arnold tiene momentos desopilantes con un Terminator vintage que entra en el terreno de la ridiculez. Lo que hicieron con ese personaje no tiene sentido, pero es un tema para el campo de los spoilers. De todos modos, cabe destacar que el actor levanta muchísimo la película con su presencia que lamentablemente llega tarde. La actriz Mackenzie Davis representa la única característica rescatable de esta producción. La historia de origen de la nueva cyborg es una de las pocas cosas interesantes que brinda el guión y ella se desempeña muy bien en ese rol. Por el contrario, el papel de Natalia Reyes resulta una heroína chata que queda bastante desdibujada dentro del conflicto. Más allá del desastroso reboot innecesario que propone esta entrega lo más decepcionante pasa por la realización del director Miller. En materia de acción ofrece una película muy pobre con secuencias genéricas que no están a la altura de lo que debería ser una propuesta de Terminator. Los efectos digitales horribles que ya se veían en el trailer nunca fueron corregidos y salvo por la persecución inicial en una autopista, el tratamiento de la acción es insulso y desapasionado. Si a esto le sumamos que la trama encima es un refrito burdo del film de 1991 con nuevos protagonistas, cuesta entender la calificación de "la mejor continuación de la saga". Terminator 3, de Jonathan Mostow, presentó personajes femeninos sólidos, una trama que respetaba los filmes originales y secuencias de acción completamente superiores que al menos aprovechaban mejor la presencia de Schwarzenegger. A favor de este nuevo film se puede reconocer que al menos es entretenido y te hace reír por sus ridiculeces, sin embargo está lejos de representar la gran renovación creativa que plantean las críticas exageradas. Para ver en Netflix un domingo lluvioso no está mal pero no dejar de ser otro exponente de la vergonzosa crisis creativa que atraviesa Hollywood.
Desde 1991 que la saga Terminator no encuentra un buen rumbo. La vara puesta por su creador James Cameron había quedado muy alta, y todas las secuelas y reboots que vinieron en las dos décadas siguientes no estuvieron a la altura. Y la última película (Terminator Genesis, 2015) fue muy mala. Tras ese fracaso se hizo el nuevo anuncio: la vuelta de Cameron (como productor) y que se trataría de una secuela directa de T2 obviando todo lo que se hizo después. El resultado es una mezcla de entretenimiento bueno y un sinsentido tras otro. Los primeros 20 minutos son espectaculares y con una revolución de VFX que ya da miedo. Es decir, ya habíamos visto cosas así en películas de Marvel y en Star Wars, pero aquí llega a otro nivel de perfección. Pero bueno, eso da para otro debate. Luego se cae todo por culpa de un guión que padece de muchas inconsistencias, falta de carisma en personajes nuevos, y humor sin razón de ser insertado en varias porciones. Por momentos me dieron más ganas de ver una sitcom protagonizada por el T-800 Carl que esta nueva entrega. Es anticlimática en muchos momentos, que solo rescata Linda Hamilton. La actriz salió de su retiro para volver a interpretar a Sarah Connor y aunque está fantástica, en algunas escenas se la nota fuera de registro. Y dentro de todas las nuevas incorporaciones, sin dudas la mejor es la de Mackenzie Davis, quien le da un aire innovador a la franquicia. El resto no está mal, pero me hace ruido y no puedo dejar de notar la muy forzada corrección política en esta entrega. El director Tim Miller logra mantener un ritmo entretenido y buenas secuencias de acción al principio, luego el CGI queda demasiado en evidencia. En definitiva, no es una mala película en sí misma, pero si una pobre entrada para la saga, más si se tiene en cuenta que es una continuación directa de T2. O sea, se deja ver en el cine, y si te bancás el humor desmedido no la vas a pasar mal.
La épica le jugó en contra La nueva entrega de la franquicia comienza una nueva trilogía que retoma dos décadas después desde que Sarah Connor evitó el Juicio Final. Mencionar a James Cameron es decir éxito. Y hablar de “Terminator” involucra necesariamente al cineasta y productor. “Titanic” y “Avatar”, dos de las películas más taquilleras de la historia (hace poco superadas por el final de “Avengers”), son de su autoría y dirección, y parte de un trío de filmes que se completa con este de los androides del futuro. Cameron, entonces, funciona como una marca de calidad, o al menos de popularidad. Si a Terminator, con James como productor y creador de la historia, le sumamos Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger, nada debería salir mal, ¿no? El problema del prestigio es que te obliga a mantener la vara altísima. Y un equipo que genera tanta expectativa, tiene más para perder. Así sucede en “Destino oculto”, nuevo producto de la franquicia que tiene una doble tarea: borrar parte de la saga, que contiene películas que avergüenzan, y comenzar una nueva trilogía. La historia se retoma dos décadas después desde que Sarah Connor evitó el Juicio Final (cambiando la trama de “Salvación”, en donde se mencionaba que había muerto en 1997). Dani Ramos (Natalia Reyes) vive de manera sencilla en México con su hermano (Diego Boneta) y su padre, cuando un nuevo Terminator, el Rev-9 (Gabriel Luna), viaja a través del tiempo para cazarla. Dani se unirá a Grace (Mackenzie Davis), una mejorada soldado del futuro, y Sarah Connor (Linda Hamilton) para sobrevivir. Encontrar al T-800 (Arnold Schwarzeneger) podría ser su última esperanza. La trama funciona hasta que aparecen las fichas “seguras”, Arnold y Linda. Por desgracia, la épica les juega en contra, y no solo no suman a la historia, sino que, por la expectativa creada en torno suyo, la perjudican. Sus apariciones en el contexto y su preponderancia en la saga ponen en evidencia que el filme podría haber tenido un mejor resultado sin ellos. Ni hablar de ser uno de los filmes del año, pero habrían conseguido una superproducción más decente.
El retorno de la perfecta maquina asesina, (no hablo de tiburón), producía previo a su realización temor, incertidumbre, hasta deseos de verla. El regreso de una de las heroínas más eficaces y mejor construidas en la historia del cine provocaba sensaciones similares, ver que fue de Sarah Connor, o que fue de la mismísima Linda Hamilton. En este sentido ambas cumplen satisfactoriamente, la actriz sigue siendo bella, ella y su personaje envejecieron bien. El otro punto que llamaba a la espera, sin demasiadas esperanzas, era develar el paso del tiempo en el Cyborg asesino y en este punto la evolución del actor no va de la mano con su personaje. El primero se toma en broma a sí mismo, eficientemente, mientras su personaje es una pobre caricatura de lo que fue o pudo haber sido. Sin justificación narrativa sigue siendo metálico, pero ya no es un autómata con respuestas codificadas, ahora siente, piensa, planea, es un abuelo común y corriente desde lo visible, sólo le falta llorar, claro que en la segunda película de la saga, el Terminator declara que es algo que nunca podrá hacer. Dicho esto como introducción, pues no se sabe a ciencia cierta que implanta esta nueva entrega, si una secuela de la nombrada “Terminator 2” (1991) o el inicio de una nueva historia como la creación de un universo ya instalado con otro relato. Elementos que se repiten hasta el hartazgo y otros nuevos que apuntan lo que en Hollywood suponen que resignifica lo políticamente correcto. Pero también en este rubro queda en deuda. La historia se centra en Sarah Connor (Linda Hamilton) quien junto a Grace (Mackenzie Davis), una mujer mejorada cibernéticamente enviada desde el futuro, se hacen cargo de proteger a Dani Ramos (Natalia Reyes), la nueva líder de la resistencia contra las maquinas, una joven de evidente origen mejicano, la persigue un nuevo terminator (Gabiel Luna) Rev-9, enviado desde el mismo nuevo futuro al igual que Grace, por supuesto, y no podía ser de otra manera, con claros rasgos latinos. Pero para ello deberán recurrir a la ayuda de un reconocido desconocido, el terminator original (Arnold Schwarzenegger), a quien, discurso mediante, Sarah quiere destruir como objetivo primordial. Ergo la latina será lo que tenga que ser, pero sólo será si la ayudan los caucásicos, obvio. Todo esto envuelto en una catarata de escenas de acción, en las que los efectos especiales son la vedette, claro que muy bien resueltas, pero que en realidad nada agregan, no hay sorpresas ni suspenso, sólo algunas nuevas cualidades del terminator. El guión literario parece una mera copiar y pegar de las dos primeras, haciendo más referencia a la segunda. Esta nueva entrega también produce el retorno de James Cameron, pero sólo en la producción, ni en el guión a cargo de David S. Goyer, Justin Rhodes y Billy Ray, mientras la dirección la dejo en manos de Tim Miller, el director de “Deadpool” (2016), como dato referencial. Un filme de estructura clásica, con desarrollo lineal, sin demasiadas sorpresas, previsible, y que en realidad termina por extirparle el alma que dio origen al personaje, hasta por momentos parece una burla sobre la que intenta sustentar. El grave problema es que al finalizar uno sigue a la expectativa de sentir temor por una continuación de este nuevo universo instalado sin estructura propia. o incertidumbre si quiere. Que esta producción está bastante por encima en tanto realización que sus tres anteriores, temporalmente hablando, no es un parámetro de bondad, no la salva ni las buenas actuaciones.
Un film digno que cumple con creces la promesa de su nombre. Es muy difícil que una nueva Terminator, después de dos obras maestras, una digna tercera parte y dos cosas olvidables después, pueda conmovernos. Sin James Cameron –que por suerte aquí vuelve como productor ejecutivo, que es mucho más que poner el nombre–, la serie está a la deriva. Aquí volvemos a lo básico, nada de futuros imposibles con Christian Bale ni buenos que se hacen malos con la chica de “Game of Thrones”: del futuro viene un nuevo súper robot, también una súper soldado, y aparecen Sarah Connor y el ahora viejo y muy humano T800 para salvar al objetivo, una chica. Y listo: perseguirse, tratar de llevarse lo mejor posible, intentar la destrucción de una máquina absoluta. La filma Tim Miller, que tiene en su haber la primera “Deadpool” y se le nota el manejo del humor a veces negro así como del movimiento constante. ¿Alcanza con esto para que valga la pena ir al cine? Hay algo más: Sarah Connor es un personaje extraordinario que sólo puede vivir en la pantalla. La vimos jovencita, la vimos más adulta. Ver ahora a Linda Hamilton como una señora mayor y de armas tomar –siempre fue una gran actriz física, pero sólo Cameron creyó, desde su primera película en 1982, que una mujer podía llevar adelante una gran aventura–, que regresa con gloria a la pantalla grande, sí llena un espacio en el universo cinéfilo. Lo hace en un film digno que cumple con creces la promesa de su nombre.
Terminator es una franquicia definida por los regresos. La vuelta atrás en el tiempo como motor de la trama, la promesa del regreso como frase icónica del personaje. Por lo tanto, tiene total sentido que Terminator: Dark Fate sea una película cargada de ellos, en todo aspecto posible. El más evidente es el del retorno de la Sarah Connor original, porque Arnold Schwarzenegger acompañó a la franquicia a lo largo de estos 35 años que separan a la primera parte de la última. El más interesante es el de James Cameron, que retoma su creación no como director sino como productor ejecutivo, vinculándose al desarrollo de una de estas películas por primera vez desde 1991 -y borrando las tres últimas entregas en el proceso-. El más obvio es el del argumento, que recupera elementos de los dos clásicos para reconfigurar un nuevo relato. Es con cierto descaro que se recicla Terminator 2: Judgment Day, dándole así un giro para otra generación, con un resultado digno que la posiciona con comodidad por encima de otras fallidas entregas.
La historia del robot redimido Con el acento en la esencia pionera, el nuevo Terminator combina acción y consciencia social, con un canto de alarma. Secuela de Terminator 2: El Juicio Final (1991), y con la venia del propio James Cameron en guión y producción, Terminator: Destino oculto retoma una línea argumental más acorde con la del film emblema, con Cameron como factótum en esplendor. A estas alturas, la película primera, de 1984, es un clásico. Lo es por reunir aspectos que la sitúan de manera casi mítica, capaz de releer ciencia ficción y cristianismo de modo sintético, en la forma de un bucle temporal que se asume como la historia inmanente a todas las historias. En este sentido, aquel film fue consecuente con la grandeza que Hollywood todavía guardaba en sus resquicios: desde el bajo presupuesto, en consonancia con la tradición de los géneros narrativos marginales, sencillo en la anécdota. Terminator fundó una mitología actualizada, de raigambre religiosa reconocible. La secuela fue un paso más allá, profundizó en su reflexión, fue una apuesta tecnológica mayor. El terminator se volvió más sofisticado, y con él las ramificaciones temporales. Es en esa posibilidad múltiple donde viene a inscribirse la nueva entrega, ahora con dirección de Tim Miller (Deadpool). Lo hace con acuse de recibo del cine de estos días, no casualmente su director está emparentado con las películas de superhéroes. Ahora, el terminator en cuestión es doblemente peligroso, todavía más imbatible que aquél interpretado por Robert Patrick. Viene también del futuro y la historia sigue siendo la misma. Sólo algunas cosas han cambiado. Es decir, si de lo que se trata es de volver a contar (o continuar) lo que Terminator había sido, se debía volver a las fuentes. De este modo, el santo y seña del reboot es posible. La operación no es novedosa. La que aparece como paradigma es la llevada a cabo por J. J. Abrams en Star Wars (y Star Trek). De lo que se trata es de volver a contar lo mismo, pero de modo espejado. Así, se cambian los lugares, se reserva alguna sorpresa disruptiva, y se acomodan las piezas a los nuevos tiempos. En la transición, lo que invariablemente aparece es la atención a un John Connor (líder de la resistencia futura contra las máquinas) maleable. Si Connor había sido la promesa, el sueño, para que la historia sea y se cumpla, ahora se trata de trastocarlo y buscarle sustituto. Vista la situación disruptiva, Terminator debe volver a comenzar. Es decir, sin líder, sin hijo, sin ángel anunciador (o de profecía fallida), hay que buscar una actualización al mito. Por eso -y porque se trata, claro, de mover el filón de los '80 y traer a la vida a sus rostros de fama-, la combustión desesperada que la película promueve, con sus personajes que tratan de entender de qué manera podrán entonces volver a encontrar un sentido a sus vidas. Si todo lo que se había presagiado, vivido y sufrido, es ahora pasto del olvido, habrá que salir a encontrar explicaciones. En suma, volver a construir el mito. Así, esta Terminator ofrece, si se quiere, un canto de alarma simbólico. Es un canto de alarma porque el mundo está al borde del colapso y parece no darse cuenta. Apenas a kilómetros de distancia, o frontera mediante, hay quienes viven de manera armoniosa a diferencia de otros, hacinados. La raigambre simbólica quizás esté quebrada. Sin referencia sígnica, sin sueños compartidos, es el tejido social el que está al borde de sí mismo. Tal vez también el cine. Allí por eso, la vuelta de los (viejos) héroes. Y heroínas. Los rostros famosos son dos y están a la altura: Arnold Schwarzenegger y, fundamentalmente, Linda Hamilton. Es imperioso que la Hamilton vuelva. Sin ella, no habría posibilidad alguna, por más reboot terminator que se quiera. En ella, en Sarah Connor, se inscribe la posibilidad del renacimiento. Desde luego, el film llegará a Sarah y al Terminator más famoso de modo lateral, a través de otros personajes. Éstos, nuevos y sin experiencia, podrán venir del futuro o del presente, pero todos con una misma necesidad: articular lo que ha sido con lo que habrá de ser. De este modo, Terminator: Destino oculto remoza lo ya hecho y le inscribe otra pátina: México es el territorio elegido. ¿O la tierra prometida? Porque lo que sucede al cruzar la frontera no promete demasiado en ningún sentido, sea para el lado estadounidense o para el mexicano. Una escisión que el film remarca y al hacerlo alude de modo político a los tiempos que corren. Más aún cuando la heroína elegida sea "mexicana" (si bien su actriz, Natalia Reyes, es colombiana; pastiche habitual de Hollywood). A la vez, el protagónico femenino que ésta y Sarah Connor exhiben se acentúa con la notable Mackenzie Davis, cuyo rol como nuevo ángel de la guarda contiene matices. Un ángel, eso sí, "mejorado", con nuevas capacidades de combate. La nueva Terminator es una película, si no feminista (no lo es), por lo menos atenta con el lugar social de la mujer. Linda Hamilton, la madre de todas. Si hay ángel bueno, entonces también otro, y malo. La némesis mecánica que interpreta Gabriel Luna completa las réplicas que circundan la propuesta (y confronta a mujeres contra un robot seductor y misógino; además de lograr una "toma de consciencia" en el terminator de Schwarzenegger). De este modo, el film guarda una simetría compositiva que explica el vínculo con las películas precedentes (sólo las dos primeras, las demás nada tienen que ver con el asunto) y avanza hacia otro y nuevo tiempo. Esa nueva era que avizora es, desde ya, también cinematográfica. En esta manera actual de pensar el cine que Hollywood exhibe -y en la cual ha cobrado bríos renovados Cameron, también impulsor de la reciente, y notable, Battle Angel: La última guerrera- se inscribe Terminator. De manera consciente. Sin el talante artesanal de su director de origen, una película más confiada en las piruetas digitales que explotan las secuencias de acción, pero con el acento puesto en la esencia que destilaran aquellos films. Habrá que ver cómo sigue.
Dos buenas noticias para los fans de Terminator: la saga vuelve a las fuentes y regresa Linda Hamilton. Como una especie de remake de la primera trilogía, que inició James Cameron con la extraordinaria película de culto, de 1984, ahora con acento femenino y mexicano. Con dirección de Tim Miller, el de la primera Deadpool, parece concebida como un homenaje de dos horas a ese origen. El mix entre acción imparable y ultra violenta con espíritu del clase B comiquero, en el que unas máquinas capaces de tomar forma humana viajan en el tiempo para perpetuar su destructivo dominio sobre la humanidad. La que cae del cielo mexicano ahora es casi humana (la rubia Mackenzie Davis). Tiene una misión, proteger a Dani Ramos (Natalia Reyes), futura salvadora del mundo, una especie de John Connor de este tiempo atribulado y migratorio. El objetivo es difícil porque también llega el encargado de matarla, el terminator capaz de todo. En su huida, las mujeres encontrarán dos aliados que hacen a la leyenda, Sarah Connor, la ya veterana Linda Hamilton, que se encarga de recapitular la historia, mientras dispara sus armas a sol y sombra, para que Terminator: destino oculto, abra la puerta a viejos y nuevos públicos. Y por supuesto el T-800 (Arnold), que además de jugar un rol importante hacia el desenlace aporta humor autoconsciente para celebrar. La lucha, y el escape, está minado de apuntes sociales para los tiempos de Trump: la protagonista, o una de las tres, trabaja en una fábrica mexicana, viajan hacia la frontera en la Bestia, el tren de los migrantes sin papeles, en un cruce atestado de jaulas para humanos de pelo oscuro. Pero el músculo de la película está en las trepidantes secuencias de acción, cuando la velocidad, la violencia y la devastación nos llevan puestos, nos evocan la maestría de Cameron en la materia y nos hacen saltar en el asiento. En el mano a mano, la carrera por autopista, entre aviones en vuelo o bajo el agua, Terminator: destino oculto es una experiencia intensa que no aburre. Y un vehículo más que digno para revivir la experiencia inicial que nos rompió la cabeza.
Los spin off, reboots, remakes, precuelas, secuelas, crossover, suelen ser recursos de la industria para reciclar algunas de las películas más taquilleras de la historia. Ese es el caso de “Terminator: destino oculto”, producida según el gusto por la grandilocuencia del productor James Cameron, detrás también de toda la saga de la franquicia protagonizada por Arnold Schwarzenegger y de otros filmes canónicos de Hollywood como “Titanic” y “Avatar”, entre muchos otros. Además del enorme despliegue tecnológico que permite a los Terminator adoptar distintas apariencias, desarrollar extremidades mortales o desdoblarse, el director Tim Miller le suma efectos y una banda de sonido intensa que acompaña de manera persistente cada segundo de las dos horas de película. El pasado, el presente y el futuro vuelven a guiar la trama que nuevamente transita el tópico de la aniquilación de la humanidad por parte de las máquinas. Allí están para verse de nuevo las caras Sarah Connor (Linda Hamilton) y T-800 (Schwarzenegger). Así como Sarah fue la víctima de T-800 en el pasado, ahora la perseguida por la nueva avanzada de máquinas es Dani Ramos (Natalia Reyes). Dani, además de ser una heroína femenina, integra una larga lista de actores y actrices del elenco de ascendencia mexicana, con lo que el filme también cumple con el precepto de la inclusión y la diversidad. Esta vez T-800, después de 30 años viviendo como humano, desarrolló cierto sentido de nobleza y cumplirá un nuevo rol en la historia. Miller, que tuvo un gran desempeño como director de la paródica “Deadpool” y en algunos de los capítulos de “Love, Death & Robots”, surfea entre el homenaje y la renovación del personaje.
La exitosa franquicia ‘Terminator’ regresa a la gran pantalla luego de 4 años de ausencia, recreando el eterno retorno de una historia que se niega a quedar en el pasado. La sexta entrega de la famosa saga continúa su incursión, con suerte dispar, luego de “Génesis” -estrenada en 2015- y sucediendo a “Terminator” (1984), Terminator II: El juicio final” (1991), “Terminator III: la rebelión de las máquinas” (2003) y “Salvación” (2009). Esta famosa historia de ciencia ficción, basada en la historia “Soldado”, autoría de Harlan Ellison (prolífico autor de novelas cortas y fantásticas), representó un hito para el género. A mediados de los años 80, fue producida y dirigida cinematográficamente por un pionero del cine de ciencia ficción como James Cameron. La película no tardó en convertirse en un objeto de culto para los jóvenes fans que recibieron a la, por entonces, novedosa propuesta que convirtiera Arnold Schwarzenegger en una cabal figura del cine de acción moderno. La novedad convirtió a “Terminator” en una auténtica adelantada en términos de implementación de efectos visuales y sonoros coronando a aquellas dos primeras películas como imprescindibles neoclásicos de Hollywood. Luego de agotar, hasta el extremo, las posibilidades narrativas de la historia de la saga, “Terminator: Destino Oscuro” da un giro de 360 grados que se percibe como una suerte de reboot bajo el cual una historia paralela rompe el hilo cronológico y narrativo de lo que las demás entregas nos habían contado hasta el momento. Con Tim Miller como responsable de la dirección y el creador de “Avatar” en labores de producción, se percibe en esta nueva entrega de “Terminator” un perfil estético que busca otorgarle un guiño nostálgico notable. El desempeño de Miller detrás de cámaras es impecable desde lo visual, logrando una consecución de escenas de acción de plenovértigo, nervio y adrenalina, empleando a la perfección toda la parafernalia de efectos especiales a disposición y valiéndose de los elementos digitales que le permiten reproducir secuencias de alto riesgo en una escala visual subyugante, La película, tal como fuera mencionado, va nutriendo su recorrido a través de una serie de citas insoslayables. Se percibe la mano de James Cameron en lo referente a las recurrencia visual y narrativa de toda la mitología estética que puebla el universo Terminator. Por allí desfilarán secuencias de persecuciones que nos recuerden a las primeras dos entregas, también locaciones familiares y un sinnúmero de frases y latiguillos de sus personajes que juegan con la meta-referencia hasta el borde de la parodia. Pero lo hacen sin perder jamás su sentido del humor. El tinte nostálgico alcanza su punto máximo con las intervenciones de Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger; mientras la incursión de la primera otorga primacía a la figura recordada de Sarah Connor y brinda a la película una fuerte impronta feminista -como también la inclusión de dos jóvenes actrices femeninas como Natalia Reyes y Mackenzie Davis- la inclusión del inoxidable y otrora ‘ T-800’ aporta cuotas de grato humor y tempranos síntomas de bonhomía de un cyborg ablandado y reconciliador, que tampoco resiste a un pasado lejano con melancolía: ¿se pondrá Arnold los anteojos, o no? El director de “Deadpool”, acorde a las exigencias de la historia, adapta familiares locaciones como la Ciudad de México, relacionando personajes y situaciones con eventos anteriores de la saga -como el desarrollo de la trama en una fábrica, las coordenadas geográficas mencionadas y la existencia de una especie de alter ego de Sarah-, sin embargo existe un punto en dónde la película y sus responsables se tornan por demás pretenciosos cuestionando el canon de verosimilitud bajo el cual se estructura la narrativa original de la historia literaria y su génesis. No resulta una novedad, “Terminator”, en su totalidad, se vale de una premisa argumental basada en pasados y futuros alternados, sustentados en viajes en el tiempo con el fin de cumplir ‘una misión’. Así, aparecen figuras narrativas familiares a este tipo de relatos, que construyen la verosimilitud literaria, valiéndose de mecanismos -como las anacronías, la analepsis, la prolepsis y el recurso de las historias paralelas- que colaboren en sostener este entramado argumental. Para los más diversos autores de ciencia ficción, la utilización de estos elementos representa un desafío notorio: se debe tener extremo cuidado en su uso, en pos de no convertir a la propuesta en un inverosímil que subestime la capacidad intelectual del espectador. Bajo esta óptica, la presente “Terminator” da por tierra con algunos eventos hasta entonces esgrimidos a lo largo de cada una de las sucesivas entregas, de lo cual se desprende que esta película se ubica como una inmediata sucesora de las primeras dos orquestadas por Cameron, desviándose por completo del rumbo que la saga había tomado desde su tercer episodio en adelante. Maniobra hecha a un alto costo: hasta el punto de ceder credibilidad con tal de justificar el devenir de una historia que no termina de cerrar sus cabos sueltos si nos ceñimos al verosímil narrativo mismo sobre el cual se ancla. Sin cuestionar su capacidad de generar genuino entretenimiento, su débil consistencia narrativa pone en riesgo la coherencia del producto con tal de validar su fin. Para muestra basta mencionar el trajín emocional tan estrambótico vivido por la joven protagonista, quien asimila lo sucedido (una tragedia de dimensiones devastadoras) con una facilidad pasmosa, acorde a los tiempos modernos de un relato vertiginoso y licuado de sutilezas. La inocente e incauta mexicana se verá convertida en una heroína por arte de magia: convenciendo a su incrédulo tío, mostrando sus destrezas al volante y manejando armas de guerra. ¡Todo sea por llevar a buen puerto un despropósito! En el “Terminator” del siglo XX, ampulosas escenas eran una absoluta novedad, lejos de tiempos dónde el material humano se ve desplazado en detrimento de la primacía digital. Artilugio que apreciamos con la también reciente “Proyecto Géminis”, de Ang Lee, en donde se digitaliza a un actor para poder ‘clonarlo’ en pantalla, acorde a los requerimientos narrativos. Aquí vemos a un T-800 y una Sarah ‘rejuvenecidos’ para sus papeles (recurso similar al utilizado en “Terminator: Génesis”), así como también la recreación del personaje de John (originalmente interpretado por Edward Furlong) para la consecución de un evento trágico que activa la trama, en modo flashback. La recreación digital y el maquillaje digital de actores para recrear escenas que pretenden continuar el trazo en narrativo dejado luego del episodio número dos se conforman en instrumentos tecnológicos que pretenden extender, un poco más allá de lo argumentalmente sostenible, la valía de este nuevo regreso. ¿Triunfal? Pensémoslo de nuevo. Recurriendo, por enésima vez, a la amenaza de los cyborgs asesinos que llegan desde el futuro, “Terminator: Destino Oscuro” dialoga también con temas de eminente actualidad, como la robótica, la genética y la inteligencia artificial. Alertándonos sobre un futuro cercano distópico, pero con absoluta liviandad: el sentido del humor y la personalidad de sendos icónicos intérpretes aligeran la propuesta, ofreciendo un oasis en medio de su ritmo vertiginoso. Respecto a su valor entretenimiento, este se brindará a caudales. La atención no decae a lo largo de sus dos horas de duración, inclusive propiciando escenas de acción en el extremo de lo verosímil que sólo pueden suceder en un universo que no cuestione demasiado su capacidad de credulidad. La disparidad del resultado final posee su fácil explicación: un guión escrito de forma tripartita, entre el cual se dividen autoría David Goyer (guionista de “GodZilla”; 2014), Billy Ray (guionista de “Los Juegos del Hambre”, 2012) y el propio Cameron; factor que usualmente suele generar resultados deficientes y poco uniformes, debido al divergente punto de vista de los diferentes letristas que echan mano a la historia. En definitiva, estamos ante un nostálgico regreso a la adolescencia que disfrutarán los fans incondicionales de la saga, rememorando las hazañas que Arnold Schwarzenegger y Linda Hamilton acometieran tres décadas atrás. La estética hiperbólica y el merchandising que rodea a la saga aúnan características del cine posmoderno en el que “Terminator siglo XXI” se inserta. Un producto reciclable, con más errores que atinos, que dialoga con el legado de sí misma inclusive sin ser lo comercialmente rendidora ni alcanzar el furor de un tiempo más romántico y menos virtuales.
El futuro es mujer A pesar de los constantes fracasos en cada una de sus últimas entregas, la saga de Terminator insiste en querer renovar su imagen para conquistar a las nuevas generaciones, siendo que ya pasaron 35 años del estreno de la película original, y teniendo en cuenta que ninguna de las secuelas que precedieron a las que dirigió James Cameron volvieron a gozar del mismo éxito, tanto en recaudación como en críticas. “Terminator: Destino oculto” propone resetear todo lo acontecido en capítulos anteriores para presentarse como una continuación directa de “Terminator 2: El juicio final”. La premisa regresa a las fuentes y presenta a un trío de heroínas que deberán sobrevivir a una serie de persecuciones extremas mientras un Terminator del futuro intenta alcanzarlas. Para asegurarse que esta sexta parte llame la atención de los espectadores, la producción fue a buscar nuevamente a Cameron, a quien le pidieron que supervise el guión, mientras sentaban a Tim Miller, director de la mega exitosa “Deadpool”, tras las cámaras. Pero el fan service no se detiene ahí, y otro de los grandes atractivos que se suma es el regreso de Linda Hamilton en el papel de Sarah Connor. La película va a lo seguro y apuesta por la acción constante, antes que detenerse en argumentos sólidos que expandan el universo narrativo de la saga (aunque muchos se sentirán traicionados por algunas de las decisiones que tomaron los guionistas). Tampoco falta el oportunismo progre del contexto hollywoodense actual, y que se basa en fomentar el estreno de grandes tanques liderados por elencos, en su mayoría, femeninos. “Terminator: Destino oculto” es rock para las (nuevas) masas, ni más ni menos.
I'LL BE BACK Terminator Destino Oculto no logra recuperar la magia Arnold y Linda están de regreso para una nueva entrega de la saga que comenzó James Cameron 35 años atrás. Sí, viejos son los trapos. En 1984 James Cameron, Harlan Ellison y Gale Anne Hurd tuvieron una idea brillante y pelearon a capa y espada para hacerla realidad. “Terminator” (The Terminator, 1984) pasó por todas las dificultades que una producción cinematográfica de bajo presupuesto puede atravesar y salió airosa, tanto en suceso de crítica como de público. La pequeña historia sci-fi de la damisela en peligro y el robot asesino se ganó su lugar en la cultura pop de la década del ochenta, y una secuela que (para algunos) la supera con creces. “Terminator 2: El Juicio Final” (Terminator 2: Judgment Day, 1991) bien podría haber sido la última entrega de esta saga y no nos hubiera molestado, pero Hollywood es codicioso y siguió explotando el relato apocalíptico hasta más no poder, con mejores y peores resultados. Aunque casi siempre peores. Nada de lo que vino después pudo superar la visión de Cameron y su equipo, pero “Terminator: Destino Oculto” (Terminator: Dark Fate, 2019) le quiere dar una nueva oportunidad a la franquicia, tomando el consejo de “Halloween” (2018) y haciendo caso omiso a lo que vino después de aquella celebrada continuación. Olvídense de la muerte de Sarah Connor, del maduro John Connor del futuro o del aún más olvidable reboot de “Terminator Génesis” (Terminator Genisys, 2015). Esta nueva instancia salta 22 años en el tiempo, pero retoma los sucesos del Juicio Final que nunca llegó porque madre, hijo y un T-800 compasivo lograron detener a Skynet. O eso, nos hicieron creer. “Terminator: Destino Oculto” reacomoda la línea temporal y nos muestra un presente en 1998 donde Sarah y el pequeño John (sí, un Edward Furlong recreado artificialmente) se relajan en una playa de Guatemala, habiendo dejado el drama de los cyborgs atrás. O no tanto, porque ese destino del título viene a buscarlos. Dos décadas después, Grace (Mackenzie Davis), una soldado cibernéticamente mejorada, y un flamante modelo de terminator conocido como Rev-9 (Gabriel Luna) aterrizan en la ciudad de México con objetivos opuestos: ella debe proteger a Daniella ‘Dani’ Ramos (Natalia Reyes) a toda costa, y él, como es de esperarse, viene a eliminarla. Así arranca este nuevo/viejo argumento que no puede evitar (y no quiere) repetir la fórmula del pasado, esta vez, con una visión más femenina y feminista. Sí, Dani es la Sarah de esta historia y Grace, su Kyle Reese (sin la parte de la paternidad compartida), pero mamá Connor también entra en la ecuación aportando toda su experiencia a la hora de enfrentar amenazas venidas del futuro. Lo que sigue, a lo largo de dos horas, es una persecución vertiginosa adornada con muchos efectos especiales y grandes escenas de acción muy bien llevadas por Tim Miller, director que toma la posta y trae consigo la experiencia de “Deadpool” (2016). Si van en busca de esto y nada más, su entrada bien vale el precio, pero si quieren originalidad o la relectura de una historia conocida como bien supo hacer “Star Wars: El Despertar de la Fuerza” (Star Wars: Episode VII - The Force Awakens, 2015), “Destino Oculto” nos queda floja de papeles. No tanto por sus intenciones un tanto forzadas -Cameron ya creía en su protagonista empoderada y no necesitamos que nos lo recuerden en cada secuencia-, sino por la previsibilidad y torpeza de un argumento que no tiene mucho para aportar a la saga. Girl power En una primera instancia, se pensó esta película como el inicio (o reinicio) de una nueva etapa de la franquicia, pero el bueno de James ya salió a asegurar que estamos ante un capítulo independiente y que hay mucho más para contar dentro de este universo. ¿Será porque las críticas no fueron tan favorables? Más allá de los dichos del papá de la criatura, “Destino Oculto” se sostiene por sí misma y no deja dejugar con los guiños de sus entregas anteriores. El humor no es el fuerte del guión de David S. Goyer, Justin Rhodes y Billy Ray, pero los efectos logran hacer su magia, así como la intervención de Davis (toda una graduada de heroína de súper acción) y la querida Linda Hamilton, demostrando que no hay edad para patear traseros. No podemos decir lo mismo del avejentado Arnold Schwarzenegger y su T-800 o la nueva ‘persona de interés’, una Dani que carece de carisma aunque juegue un papel fundamental en el futuro de la humanidad. A pesar de que no resulta tan orgánico para la trama, no dejamos de aplaudir las ganas de inclusión y diversidad que ponen Miller y compañía sobre la mesa. Pensemos, nada más, que el destino de los seres humanos está en las manos de una joven mujer mexicana, y que depende de otras dos mujeres para sobrevivir a un hombre/robot que quiere acabar con ella. Y no, las metáforas no son sutiles y los mensajes están demasiado impuestos para el beneficio de la historia, pero se agradece el esfuerzo mientras esperamos, algún día, disfrutar de otra “Mad Max: Furia en el Camino” (Mad Max: Fury Road, 2015). Frenemies Lamentablemente, “Terminator: Destino Oculto” nos obliga a preguntarnos, una vez más: “¿Era necesaria esta nueva entrega? La verdad es que no, y ya podrían dejar descansar a una franquicia que no sumó mucho desde aquella secuela de 1991 cuando la guerra con Skynet estaba ganada.
Viejos conocidos La sexta entrega de Terminator retoma la trama de la segunda película para crear una nueva distopía, más aggiornada a los tiempos actuales Después de Terminator Genesis (Terminator Genisys, 2015), lo más lógico era no seguir haciendo películas de esos personajes. A ver, después de ese “copy paste” que fue Terminator 3 La Rebelión de las máquinas (Terminator 3 Rise of the Machines, 2003), Terminator: La Salvación (Terminator Salvation, 2009) y la serie Terminator: The Sarah Connor Chronicles, no había muchas más vueltas que darle. Tenía que aparecer en el medio el creador de todo esto, James Cameron (o “creador”, teniendo en cuenta los millones que tuvo que pagar al escritor Harlan Ellison) para darle una vuelta de tuerca que, sin ser magistral, logra insuflarle nueva energía vital a este autómata del cine. Por eso, y en vista de que era imposible continuarla desde donde la dejó el film de Alan Taylor, Cameron, que hace un tiempo atrás recuperó los derechos sobre las dos primeras películas que andaban dando vueltas en Hollywood, decidió continuar la historia de Terminator 2 (1991) pero 28 años después.
Barrilete cósmico James Cameron tomó las riendas de la cyborg-saga y colocó Destino oculto al final de Terminator 2, con el regreso de Linda Hamilton y el inoxidable Arnie. Tal vez sea una cuestión generacional. Difícil saberlo. Para los que crecimos con la saga Terminator como uno de los clásicos de nuestra adolescencia (especialmente las dos primeras y canónicas partes) hay algo en ella que es representativo de una importante transición dentro del cine de acción hollywoodense. La primera parte, de 1984, era una película pequeña e intensísima, casi un thriller de Clase B con elementos de cine de terror, género en el que parecía especializarse el entonces jovencísimo James Cameron. Pero para la segunda parte, de 1990, el director se había convertido en un peso pesado de Hollywood y Terminator 2 era ya una superproducción con efectos digitales que terminarían por revolucionar la industria del entretenimiento, hasta ser hoy absolutamente dominantes –aunque no de la manera seguramente soñada por su director–. Esta sexta parte de Terminator puede ser considerada, en realidad, la tercera. Es como si Cameron –que volvió como productor y coautor de la historia– hubiera decidido borrar de la saga las últimas tres partes y continuar la historia a partir del cierre de la segunda. Y el guión se las saca de encima de entrada, como si tal cosa. “El fin del mundo no sucedió. Yo lo detuve“, dice la retornada Sarah Connor, desestimando tres películas en un segundo. Pero es obvio que, en los juegos temporales de la saga, si no sucedió de una manera bien pudo haber sucedido de otra. Y eso es lo que cuenta la nueva película. Saquen a Skynet del mapa, pongan a algo llamado Legion, y la cuestión es similar. Hora de retomar los viajes en el tiempo para matar a alguien en el pasado. Es decir, Terminator: Destino oculto es una tercera parte pero también un reboot, casi una remix de la primera y la segunda. Tras un inicio, narrado por Sarah (Linda Hamilton, aportando intensidad y gravedad a la vez), en el que se nos pone al día con la historia –evitaremos spoilers que enojan a las almas hipersensibles–, la trama se mueve a la actualidad y a México. Y es como si la primera Terminator recomenzara en ese país y en ese tono. Una mujer llamada Grace (Mackenzie Davis) llega desde el futuro para proteger a una tal Daniela (“Dani“, para los amigos, encarnada por la actriz colombiana Natalia Reyes) de las manos de un nuevo Terminator modelo cromado (un impasible Gabriel Luna) que quiere eliminarla. Si vimos la película original, imaginamos el motivo, pero el guión de esta reserva algunas sorpresas en ese sentido. En plena secuencia de acción, pelea y persecución (sólidamente filmadas por el realizador de Deadpool, Tim Miller), aparece Connor al rescate. Y, con alguna inesperada baja, el grupo empieza a huir hacia Estados Unidos como si fueran indocumentados. Allá, aparentemente, hay alguien que puede ayudarlos a combatir al nuevo cyborg. Cualquiera que haya visto un trailer o hasta el póster de la película ya sabe de quién se trata. La película tiene una muy efectiva y potente primera mitad. La acción se mantiene dentro de lo terrenal y lógico –para los standards de la saga– y Davis es una presencia formidable. Pese a su figura delgada y en apariencia frágil, Grace es una guerrera que tiene muy en claro lo que debe hacer para combatir al cada vez más flexible y “chicloso“ cyborg, que se desdobla, se reconstruye y al que nada parece afectar. Las secuencias en la frontera son también fuertes e impactantes –la parte, si se quiere, directamente política de la película– y Miller sabe jugar muy bien, con emoción pero también con humor autoconsciente, a la hora del reencuentro de los dos históricos de la saga. Pero una vez que la película, con el equipo ya reforzado, vuelve a la acción pura y dura, algo se rompe. No del todo, pero se pierde esa virulencia física de la primera parte para ser reemplazada por un exceso de efectos digitales en secuencias cada vez más grandes, supuestamente espectaculares, pero finalmente fallidas, excesivas, puro golpe de efecto. Es como si, en ese punto, la remake de Terminator terminara y empezara la de Terminator 2. No en términos de calidad (convengamos que la segunda era igual o mejor que la primera) sino en la necesidad de volverse más grande e irreal, jugando con la gravedad como sucede en casi todas las películas de superhéroes en las que nada parece tener peso propio. Las secuencias de acción se vuelven más confusas, Miller parece perder el rumbo entre tanta pantalla verde y hay hasta curiosos errores de continuidad. Por suerte, para el final, la cosa se recompone, tanto porque las últimas secuencias vuelven a ser más propias del cine de acción de los 80 que de los 90 (es decir: peleas, golpes y persecuciones en lugar de autos cayendo de aviones y cosas así), como por las emociones que se ponen en juego, ligadas a la historia íntima de cada uno de los personajes, tanto los clásicos como los nuevos. Sin ser una gran película, Terminator: Destino oculto (rara traducción del original Dark Fate) logra devolverle vida a una saga que parecía liquidada y completamente perdida en su propio trompo temporal. Era un universo que, de haber sido bien manejado después de la segunda parte, tenía todo para ser un clásico a la manera de otras sagas de acción (como Misión: imposible), que siguen recaudando y funcionando muy bien décadas después de sus inicios. Pero en los 90, Cameron tenía la cabeza en otras cosas y dejó que su criatura cayera en las manos equivocadas. Ahora intenta –con la ayuda de Miller, parte del elenco original y con una política de empoderamiento femenino que Cameron trae desde sus inicios y que hoy es más relevante que nunca– retomar lo que abandonó. El público decidirá si es demasiado tarde o si todavía hay cuerda para más.