Chicas ricas que quieren ser más ricas, asaltos a mansiones de famosos, robos de joyas, vestidos, carteras, dinero y mucho glamour. La última película de Sofia Coppola, basada en hechos reales, narra la historia de este grupo de chicas y chico que, durante casi un año, se dedicaron a robar las mansiones de ricos y famosos. La mirada del film es bastante condescendiente y liviana para con las protagonistas y los actos que cometen, ya que se trata de jóvenes sin demasiada contención familiar (el personaje de Leslie Mann, la madre de dos de las chicas, es, por lejos, lo más disfrutable del film) e inmersas en un mundo regido por el dinero y la fama, un mundo en el que las Kardashians son figuras a admirar...
El título del film es como solía denominarse a un grupo de chicos que robaba objetos valiosos de casas de famosos en Los Angeles para atraer atención, entre ellos del actor Orlando Bloom o Paris Hilton. Esta vez Coppola se valió de hecho reales, contando con un cast de menores y una mirada “indie” de los hechos. Lejos de la desmedida grandielocuencia de María Antonieta o la exquisitez de poder desglosar una obra como Perdidos en Tokio, The Bling Ring se asemeja a un producto de “Policías En Acción” estilizado como “Beverly Hills 90210”...
La socialización mediante el mercado. Tanto en ciencia como en arte, la objetividad no existe. Nos referimos específicamente a ese mito esencial, arrastrado desde el ideario iluminista, que proclama la desaparición del sujeto en un proceso metódico que deriva en un resultado. Si bien gracias al positivismo aún hoy persisten en las “ciencias duras” fábulas de este tipo, con la muerte del “arte socialista” ya a nadie le preocupa la intervención coyuntural del autor en su obra. De hecho, el ámbito creativo organiza la exégesis detallada de dicha operación enunciativa, en la que el responsable máximo deja sus huellas en cada uno de los rasgos constitutivos de la pieza en cuestión, ratificando esa suerte de “apología de la subjetividad” que se espera de él...
No es con claridad una película que critica el robo, pero sí es una propuesta que describe a una juventud cegada por los medios de comunicación, por el dinero fácil, la inconsciencia, y por la falta de responsabilidad ante las leyes.
Ladrones de La Fama, o Adoro La Fama, para algunos países de latinoamérica, es la nueva producción juvenil de Sofía Coppola (Somewhere), con Emma Watson en el cartel, aunque no sea ella la protagonista principal. Y en realidad, a pesar de que son Katie Chang (CUTEeGRL) e Israel Broussard (The Chaperone) quienes pasan más tiempo en pantalla y quienes inician todo, ellos junto con la genial Taissa Farmiga (American Horror Story) y Clairie Julien (The Dark Knight Raises, -como extra-) con otros esporádicos, son en quienes se enfoca la película. The Bling Ring, nombre dado a una banda de jóvenes ladrones, quienes se metían a las casas de famosos (Lindsay Lohan, Paris Hilton y otros más) a robar pertenencias, es el centro de esta historia. Y sin ir más allá, la película no toma ningún bando. Y eso es el sello de Coppola: mostrar las historias, sin tomar ningún bando, ni víctima ni victimario, y dejar que sea la gente quien juzgue y opine sobre lo que sucede. Como en Somewhere, el eje central es la fama. Es curioso que a veces en las estadísticas de robos a tiendas departamentales, sean jóvenes con dinero los que más roban artículos. Y esto se da no por falta de dinero, sino por obtener simple notoriedad. En una época en la que las redes sociales ya no respetan la privacidad de nadie, y mucho menos de aquellos expuestos a los reflectores, es sencillo encontrar la casa de quien quieras, tanto por dirección, como más recientemente por vista satelital. Agendas, calendarios, eventos, fotos y demás están a un click de distancia. Y eso, simplemente por juego o por obtener la fama, es por lo que Sam (Broussard) y Rebecca (Chang) entran a la casa de Hilton y se llevan unas cuantas cosas, obvio presumiendo a todo el mundo lo que hicieron sin ninguna dificultad. Es entonces cuando uno se pregunta, ¿Hasta dónde puede llegar el fanatismo, y la invasión de la privacidad? Todos sabemos recientemente lo que han llegado a hacer con tal de obtener un simple "follow" en twitter por parte de sus artistas, caso más reciente, de una chica que asesinó a su perro con tal de que los integrantes de one direction la siguieran; o llegar a acosarlos con fotos, visitas en su casa y tratar de parecerse a ellos. Como decimos, simple notoriedad. Por sentirse solos o por querer sobresalir. Ladrones de la fama es una mirada contemporánea a ese fanatismo que se vale de los recursos más actuales con tal de ser alguien famoso, con tal de pertenecer a ese estilo de vida tan sobrevaluado y al que, aunque muchos lleguen, no todos saben sacar lo mejor de él. Una película que más bien parece un reportaje, pues se enfoca en seguir los inicios de la banda, aunque quizá un poco mal fundamentados y de una manera muy superficial, que termina siendo una muestra alargada de un caso de los que seguramente hay muchos.
Adoro la fama entretiene con un buen ritmo, interpretaciones correctas y una buena banda de sonido, pero la historia ronda prácticamente todo el tiempo en lo mismo: ver una y otra vez cómo un grupo de jóvenes entran a las casas de los famosos y como se llevan y prueban lo que les gusta, una y otra vez, valga la redundancia. Si bien la dirección de Sofía...
Los eternos conflictos de la adolescencia Sofia Coppola es dueña de una destacada filmografía a pesar de su juventud. En busca de un estilo propio, se encuentra en una etapa descendente respecto de sus comienzos. Partiendo de films más narrativos como la atrapante Las Vírgenes Suicidas o la encantadora Perdidos en Tokio, luego se inclinó hacia la experimentación formal, incursionando en el contraste entre lo antiguo (el tiempo de la historia) y lo moderno (la musicalización rock) en María Antonieta, y los climas intensos y un tiempo más pausado -con planos más largos y por momentos fijos- en Somewhere...
Sofia Coppola takes on celebrity-obsessed teens You’d be dead wrong if you thought that Sofia Coppola’s latest movie — the much-publicized screen adaptation of a Vanity Fair article based on real-life events — marks a new departure from her chameleonic transformations as a filmmaker. It may be argued that there’s at least one unifying element in some of her previous films (Lost in Translation, 2003; Somewhere, 2010): the loss of identity and sense of belonging and the irrepressible need to find it back. The Bling Ring too deals with a group of alienated people, but taken to pathological extremes. The film, based on the appropriately titled Vanity Fair article The Suspects Wore Louboutins, tries hard to expose and analyze a group of teens from an affluent Los Angeles neighbourhood who are obsessed with fame and glamour, so much so that they are pathologically driven to break into the homes of Hollywood’s most glamorous stars and take home a bounty with them. Running on empty lives, what these drifters have in common — apart from attending an alternative middle school for dropouts — is their lack of positive role models and the incapacity to reinvent themselves, contrary to the wishes of their dim-witted parents, who can see no farther than the cover of a glossy fashion/gossip magazine. When the new boy in school, Marc (Israel Broussard) finds himself unexpectedly popular thanks to a party invitation from Rebecca (Katie Chang), he becomes trapped — perhaps willingly so — into a gang led by the vicious Rebecca and her entourage of adolescent boys and girls dreaming, one day, of leading a life full of glamour and glitz, easy money, endless opportunities. What they do have at hand, for the time being, is the chance to burglarize the homes of the filthy rich and famous and steal what they believe is, or ought to be, rightly theirs: designer clothes, shoes and bags, authentic jewellery, and loads of cash. Using the Internet (specifically, the TMZ, Google Maps and celebrityaddressaerial.com web sites), they find out when famous, potential targets will be out, in many cases leaving the doors to their homes unlocked, relying on surveillance cameras and security guards. Although based on a fascinating true story that made headlines in gossip magazines, Coppola’s The Bling Ring is slow, too slow kicking in, so much so that the first 1/3 of the movie resembles a sluggish novel in which the characters are presented in a cut and dry manner, with no undertones, no shades of grey. Like a fashion show, in short. It is only when the teens’ testimonies are interspersed in the main narrative that The Bling Ring starts to take shape and capture viewers’ attention, for these are the only instances in which you see their real selves and not the shiny, polished surfaces they present to the world. Unlike a documentary or a faux documentaire, the footage is revealing and never boring. Indeed, these snippets run the precise length, then fade to black and jump cut to the narrative of the actual turn of events. While it is easy to see why Coppola was so mesmerized and thrilled as to develop a script detailing the teens’ “adventures” and explore the social malaise behind it, her film is a succinct account of the youngsters’ exploits and not much more, save for the occasional insight into the boredom and lethargy of rich kids who choose to rob the “rich pigs,” as they scribble on a starlet’s boudoir after ransacking her fabulous designer clothes and jewels. In true cinéma verité and Method style, before the start of main photography, Ms. Coppola reportedly got the cast to fake-burgle a house to see what mistakes her actors would make. The problem with The Bling Ring, however, does not lie in the authenticity of the burglaries, nor in the teen robbers’ anxiety and fear of being caught, for this is what gets them high on an adrenaline rush. The trouble with the film is that Ms. Coppola most certainly grasped the corruption of the social fabric of the upper crust of society, but her perception is not rightly reflected in the movie. When Nicki, one of the ring leaders, is caught on camera pretending to fence off the paparazzi covering her arrest, The Bling Ring seems to be ironically telling us that she eventually achieved her goal — her own fifteen minutes of fame, even if for the wrong reasons. The joke, however, falls flat and fails to make the point that it is us, viewers, as a consummerist, voyeuristic society, that feed the vultures and The Fame Monsters.
Sin ser su mejor trabajo, lo nuevo de Sofia Copola resulta una comedia ágil y es su película más accesible hasta el momento. Los Ladrones del Anillo de Bling Basada en el caso real de los robos perpetuadas por la banda criminal conocida como “The Bling Ring”, el film se apoya en el articulo “Los Sospechosos Usaban Louboutins” (publicado por la revista Vanity Fair) para contar esta historia de unos adinerados adolecentes de Calabasas, California que durante varios meses se dedicaron a entrar y saquear las casas de varias celebridades. Paris Hilton, Audrina Patridge, Rachel Bilson, Orlando Bloom, Megan Fox y Lindsay Lohan son solo algunos de los famosos que sufrieron los robos de esta banda que, entre artículos y dinero en efectivo, superaron los tres millones de dólares. Culto a las Celebridades Se podrían usar muchos adjetivos (algunos buenos, algunos malos) para definir el cine de Sofia Coppola. Pero si hay algo que es innegable en su filmografía es la constancia. Todas y cada una de sus películas están conectadas por un hilo invisible que comenzó con Las Vírgenes Suicidas y continuó hasta hoy. Más allá de retratar temas como la adolescencia y la soledad (y en algunos casos la soledad de la adolescencia), Coppola parece sentirse segura con los “espacios artificiales”. En su opera primera fue aquella casa donde todos imaginaban que las hermanas Lisbon llevaban una vida perfecta, en Perdidos en Tokio y Somewhere fueron los hoteles y en Marie Antoinette fue nada más ni nada menos que el Palacio de Versailles. En Adoro la Fama los factores cambian pero no se altera el producto. Aquí este “espacio artificial” es la vida misma, el estilo de vida que llevan y el quieren llevar estos adolescentes de California. El film está contado casi como una crónica, nunca despegándose de los hechos pero también nunca indagando demasiado en sus personajes. Si bien eso no siempre es algo bueno, en esta oportunidad muestra una coherencia en el relato. La superficialidad de estos personajes está directamente relacionada con la superficialidad de sus vidas. Lo que hay es lo que se ve y lo que se ve es lo que quieren. Quienes vayan en busca de una película reflexiva sobre la adolescencia, la familia o los inadaptados (temas favoritos de Coppola) seguramente salgan decepcionados. Quizás esta falta de reflexión en pantalla es lo que vuelve a Adoro la Fama en la película más ágil de su filmografía y a la vez la más accesible, pero lejos está de transformarla en un trabajo vacío. Da la sensación que no es el propósito de la directora elevar un juicio moral o de valores, limitándose a mostrar los hechos tal cómo sucedieron y esperando que el espectador saque sus propias conclusiones. Esta imparcialidad se pierde en determinadas escenas, donde alguno de los personajes dice o hace algo especialmente molesto y podemos notar la mano de Coppola guiándonos hacia donde nos quiere llevar. La adolescencia que retrata aquí la directora es completamente distinta a la de sus otros films. Aquí los personajes son irresponsable, egocéntricos y hasta llegan al punto de irritarnos con su idolatría por la fama y la obsesión por las celebridades. El joven elenco, encabezado por la bella Emma Watson (Hermione de Harry Potter) entrega memorables actuaciones. Watson, sobre todo, resulta un gran descubrimiento con su “timing” para la comedia. Katie Chang, Israel Broussard y Taissa Farmiga interpretan al resto de la banda, quienes realizan sus papeles con absoluta credibilidad. También hay una pequeña pero muy divertida participación de Leslie Mann (Ligeramente Embarazada, Bienvenidos a los 40) como una madre que educa a sus hijos en casa y bajo la filosofía del libro de auto-ayuda “El Secreto”. La dirección de fotografía recayó sobre Harris Savides, responsable de Zodiaco y The Game (ambas de David Fincher), quien al enfermarse gravemente durante la filmación debió ser remplazado por Christopher Blauvelt, mayormente conocido por su trabajo como cámara. Entre ambos se reparte los créditos, pero el film nunca delata este cambio. Adoro la Fama cuenta con un fotografía soberbia, una bella iluminación durante las escenas diurnas y con escenas nocturnas que asemejan a una fiesta o estreno, repleta de “flares” y flashes de cámaras. La película está filmada con cámara en mano y planos largos para evitar cortes rápidos, otorgándole una acertada sensación de documental a los hechos. Conclusión Realmente disfruté de Adoro la Fama, es un film ágil, entretenido y con mucho humor. De la mano de una gran fotografía y un soundtrack acorde para la ocasión, Sofia Copola logró retratar casi a la perfección la historia de estos adolescentes obsesionados por las celebridades y su estilo de vida. Algunos podrán decir que el film apenas raspa la superficie de los hechos y sus personajes, pero en mi opinión este acto deliberado de la directora resultó ser la manera más efectiva para contarlo.
El delito ingenuo La sobrevalorada directora Sofia Coppola convierte una reciente historia real bastante particular en una película soporífera y mal contada, que cae en su típico lugar de ilustración de las desgracias y decadencias de la aristocracia, intentando reafirmar su autoría, que ya quedó trunca hace rato. Lejos están los días de lucidez de Lost in Translation (2003) o la llamativa Marie Antoinette (2006). Ahora la hija de Francis Ford luce repetitiva y falta de ideas, con una pésima dirección de actores y una puesta en escena en piloto automático, intentando ser transgresora pero quedándose en un retrato banal sobre un relato verdadero que arrojaba a la luz la vulnerabilidad de la fama y su mundillo consumista. Cuando una película basada en una historia real no logra conmover más que lo acontecido mediante el lenguaje cinematográfico y su magia narrativa, y en lugar de eso logra menos efecto que un video en Youtube o las fuentes de información, claramente algo anda mal. El material de archivo del juicio contra el grupo denominado Bling Ring Gang (seis adolescentes que robaron casi 3 millones de dólares en pertenencias de celebridades en Los Angeles), como cámaras de seguridad, entrevistas a los implicados, o incluso el propio artículo de la revista Vanity Fair en el que está inspirado el quinto trabajo de Coppola, tienen muchísimo más impacto dramático que la película en sí. En la vida real, los seis delincuentes obsesionados con personalidades como Lindsay Lohan, Paris Hilton, Orlando Bloom, Megan Fox, entre otros, lucen como chicos comunes y corrientes, casualmente convertidos a la fama por sus acciones, en una siniestra retroalimentación de ese micro universo. En Adoro la fama (espantoso título que le puso la distribuidora en vez del sugerente The Bling Ring, nombre que lleva la banda de ladrones), la directora pone en pantalla un montón de caras bonitas que rompen completamente la atmósfera de transgresión, y los hace quedar –tal vez intentando ser neutral, o quién sabe por qué- como simples idiotas cleptómanos serviles a un producto pop divertido. Si bien el grupo de amigos y amigas no tenían ningún manifiesto ni algún tipo de motivador real más que una extraña condición de idolatría por el estilo y la vida de clase alta, en la película son poco creíbles porque Coppola pierde demasiado tiempo queriendo armar escenas cool, musicalizadas con música de moda y supuestos, en vez de ilustrar más humanamente a sus personajes sin tantos lugares comunes. La película nunca despega y prefiere quedarse en los detalles más hedonistas y hasta fetichistas en lugar de contar bien un relato policial muy particular y profundo ocurrido hace no más de dos años y que, nuevamente vale insistir, demostró la fragilidad y vulnerabilidad que reviste el universo de la farándula hollywoodense. Por ejemplo, Paris Hilton deja las llaves de su mansión debajo del tapete de entrada, o todos los hogares son fáciles de mapear satelitalmente: todo esto en la película queda reducido a simples datos que funcionan como gags que dan una breve dinámica a la narrativa, pero jamás dichos detalles son tocados con profundidad porque Coppola está demasiado ocupada filmando sexys a las actrices (sobreactuadas todas) y poniendo a todo volumen la música para que haya un aire de libertinaje berreta, incluso tratado desde la ingenuidad. El cine de Sofía Coppola ya hartó, es más de lo mismo. Y por como viene su filmografía, no parece querer desviarse de ese rumbo intrascendente, en donde la que parece estar obsesionada con el propio mundo banal y farandulero que la rodea es la propia directora.
Perdidos en el limbo Podría decir que Adoro la fama de Sofía Coppola es una película coherente, esto significa que tiene una historia irrelevante, un guión pobre, un horrendo título y una puesta en escena fragmentada y superficial acompañando la historia. El argumento es simple, un grupo de adolescentes estadounidenses de clase media deciden por diversión y fetichismo robar en las mansiones de algunos famosos (seudo) artistas. Estos hurtos son repetidos en la pantalla una y otra vez hasta llegar al bostezo crónico. Sorprende que esta directora que fue capaz de crear el sutil e intimista universo de Lost in traslation (2003) y de habernos dejado con la boca abierta con la anacrónica y colorida Marie Antoniette (2006) hoy esté contando una historia tan chata y vacía. No podemos negar que sabe dirigir, hay planos interesantes y un uso del sonido y los silencios que refuerzan la imagen, pero nada de esto nos importa cuando lo que hay por debajo es la nada misma. Los personajes tienen una sola cara: son estúpidos. Quizás el protagonista masculino (Marc) un reprimido chico gay tiene alguna pincelada un poco más profunda que el resto, de hecho su mirada cierra la película, pero ahí nos quedamos. Este universo de chicas perfectas que van a estudiar en tacos altos, maquilladas y que pasan las horas sacándose auto-fotos con sus celulares, exaspera. Y el tímido Marc que termina siendo un títere de estas huecas y pequeñas hembras, no hace otra cosa que seguirlas como un perrito faldero. Los objetos son símbolos de poder: autos convertibles, carteras Chanel, vestidos Prada, zapatos de lujo y joyas que valen tantas cifras que ni siquiera podemos contar. Por supuesto que la película es crítica, pero llega a lugares tan vulgares que termina cayendo en lo mismo de lo cual intenta (sin éxito) reírse. ¿Delata un mundo del cuál la directora misma es parte? No, ojalá fuera así, porque sería por lo menos una mirada un poco más sincera. Coppola no cuenta nada y ese es el mayor problema que padece esta película, esta vez todos los adornos y detalles son irrelevantes y no sirven más que para dejar en evidencia todo lo que falta. Los recursos en su cine se vuelven reiterativos y ese mundo que intenta explorar en sus últimas películas, ya sea desde la existencialista Somewhere (2010) o desde esta hibridéz inclasificable que es Adoro la fama, no nos importa en lo más mínimo. Sofía, creo que hasta acá llegó mi amor.
Inagotable adicción Esta película haría una buena dupla con American psycho, el libro de Brett Easton Ellis y su adaptación al cine de Mary Harron. Como en aquella historia, se aborda el culto a la elegancia, la superficial y enfermiza búsqueda de destacar socialmente mediante la incorporación de vestimentas y artículos suntuarios, obedeciendo a los dictados de efímeras modas. En ambos casos, los personajes, individuos totalmente inseguros y poco definidos, se pliegan a los parámetros publicitarios dominantes, entrando en una espiral salvaje y desaforada de hiperconsumo. En esta The Bling Ring (me niego a utilizar otra vez el nombre que algún titulador superficial expidió) se ficcionaliza el caso real de una banda de adolescentes de Calabasas, California, dedicados a irrumpir durante varios meses en las casas de famosos como Paris Hilton, Orlando Bloom, Megan Fox y Lindsay Lohan para robar sus artículos personales y su dinero, con un valor total de 3 millones de dólares. La directora Sofía Coppola (Las vírgenes suicidas, Perdidos en Tokio) ofrece un tenso y divertido despliegue audiovisual en el que se siguen las andanzas de este grupo, chicos que no necesitan robar y que acceden a viviendas carentes de alarmas o seguridad, en barrios en los que los ocupantes ni siquiera imaginan que pudiesen ser robados. Las circunstancias expuestas son asombrosas en muchos sentidos: así como las celebridades no se preocupan por la seguridad de sus pertenencias, así como ni se dan cuenta de que hubo gente que ya entró y saqueó su casa cinco veces, de la misma manera estos chicos no parecerían ser plenamente conscientes de que están cometiendo delitos, ni las consecuencias de sus actos. Es decir, son muchachos que se encuentran en plena etapa de formación, en ese tantear los límites e ir un poco más allá, en probarse a sí mismos frente a los otros. Esta torpeza que comparten, tanto las celebridades como ellos mismos, da a conocer una doble expresión social abrumadora. Copolla está diciendo (y demostrando) que no importa cuánto dinero se tenga, siempre se irá por más, -la escena en que los protagonistas irrumpen en el vestidor de Paris Hilton atiborrado de zapatos es ejemplar en este sentido- y demuestra que estos jóvenes nunca podrían saciarse, siempre necesitarían saquear para poder sentirse al nivel inalcanzable de la imagen promovida y reproducida masivamente por los ídolos. Este juego de espejos se continúa en un desenlace revelador en este sentido. Las penas impuestas a estos chicos suenan absolutamente disparatadas, considerando la edad de los muchachos -están terminando la secundaria, así que 18 como mucho- más el hecho de que semejante cúmulo de ropas, accesorios, joyas y dinero casi parecería pedir a los gritos ser robado, y como veíamos, sus dueños a duras penas se dan cuenta de las ausencias. Se conoce que es la justicia de los Estados Unidos y que hablamos de la sacrosanta propiedad privada (aunque en Uruguay no estamos lejos). Aún considerando la notable idea general, un guión muy sólido, interpretes formidables y una puesta en escena de a ratos excepcional (con una mención particular a la dirección artística), se delata, de todos modos, una clara fascinación de la directora por ese mismo universo al que intenta criticar. Coppola, de tanto repetir planos centrados en los objetos del deseo, parecería reproducir publicitariamente el discurso dominante que cuestiona. Como si alguien quisiese filmar una película condenando la prostitución, pero lo hiciera recurriendo constantemente a planos detalle de tetas y culos.
Tener y después ser ¿Películas que abordan temas superficiales deben ser superficiales? Adoro la fama, nuevo opus de Sofía Coppola parece caer en esta trampa desde su especulativa mirada sobre lo fútil; el mundo de las celebridades, es decir, gente sin talento que es famosa porque todo el mundo quiere ser como ellos, del que son referentes de los nuevos modelos de mayor popularidad en una sociedad como la norteamericana, adscripta al fetichismo y a la celebración absurda de un consumo estéril y de corto plazo, cuya duración se asemeja a los tiempos virtuales en que lo fugaz se emparenta con el click de un mouse y la realidad parece acabarse en el instante en que la moda dicta cómo se debe vivir, sentir o pensar. El grupo de adolescentes que Coppola acompaña, con una cámara atenta a los tiempos muertos y por momentos testigo de sus andanzas en un círculo vicioso acotado y vacuo como el que implica irrumpir en casas de famosos –con enormes fallas de seguridad cabe aclarar- y robar para luego exhibirse con fotos en facebook, representa perfectamente la galería de personajes huecos y unidimensionales que por circunstancias ajenas al cine para muchos resultan más que atractivos. Sin embargo, ese derrotero que se vale de la impunidad de no haber sido atrapados por las autoridades o pescados infraganti por sus propias víctimas, léase Paris Hilton o Lindsay Lohan, es de mecha corta, así como la película de la realizadora que no puede despegarse un céntimo de un retrato elemental sobre un fenómeno que no necesita demasiada explicación ni cerebro para ser abordado con algo de rigor en estos tiempos donde internet sacudió a los manuales de sociología aplicada para definir y redefinir los conceptos de individualidad, sociedad, entre otras cuestiones. Nada se descubre al decir que el film no presenta ninguna falencia en materia de dirección; que pese a lo anecdótico del asunto conserva la suficiente dinámica y ritmo para no resultar aburrido o soporífero; que encuentra sus momentos para la intimidad aunque nunca se contagia de ella, y eso quizás hubiese servido para acercarse más a sus criaturas pero tratándose de Sofía Coppola y sus antecedentes uno siempre anhela más. No obstante, en el haber hay que destacar las actuaciones de Katie Chang y Emma Watson como las líderes indiscutidas que entendieron a la perfección su papel, en un segundo término Israel Broussard como ese infaltable amigo gay, para terminar con una estereotipada Leslie Mann en el rol de madre ausente que no hace otra cosa que competir con la hija por la mirada de los hombres.
La era del vacío (en el imperio del consumismo) Quién mejor que Sofia Coppola para una película sobre adolescentes fascinados por la vida de las celebrities, sobre la grandes marcas de la moda, sobre la cultura web, sobre los realities televisivos, sobre la vida nocturna y la música y Facebook y Twitter y Hollywood... Sobre todo eso (y más) se trata Adoro la fama, film premeditadamente superficial, pero no por eso menos inteligente, provocador e inquietante. Basada en hechos reales que se conocieron a partir de un artículo publicado en 2010 en la revista Vanity Fair, esta nueva película de la directora de Las vírgenes suicidas y María Antonieta, la reina adolescente (ambas también estrenadas como esta en el Festival de Cannes) describe las experiencias de unos amigos de un colegio del Valle de San Fernando que entre 2008 y 2009 se dedicaron a invadir y robar varias mansiones de estrellas. La hija de Francis Ford Coppola (coproductor del film) combina imágenes de los sitios de Internet especializados en la intimidad de ricos y famosos (Paris Hilton, Orlando Bloom, Kirsten Dunst, Megan Fox y Lindsay Lohan son algunos de los que aparecen o son mencionados en pantalla) con reconstrucciones de los saqueos que los protagonistas hacen dentro de las casas (llegaron a robar tres millones de dólares entre dinero, joyas, relojes, pinturas, ropa y autos). En este sentido, la película parece por momentos un gran comercial de artículos de lujo que haría las delicias de los consumistas. Pero, por suerte, es bastante más que eso... Aún sin elaborar una trama convencional (como siempre apunta a describir momentos, climas, emociones y sensaciones), la realizadora de Perdidos en Tokio y Somewhere: En un rincón del corazón alcanza a construir -sin proponérselo- una suerte de retrato generacional y sobre la cultura popular que “dialoga” con la reciente Spring Breakers (ver columna de Marina Yuszczuk) o con la filmografía del Larry Clark de Kids. La película arranca por el final (sabemos que los chicos serán detenidos por la policía y confesarán sus delitos) y va y viene en el tiempo. Conoceremos su dinámica en la escuela secundaria, algo de la familiar (por allí aparece la gran Leslie Mann), pero sobre todo nos sumergiremos en sus obsesiones y su metodología. Entre los jóvenes intérpretes de estos ladrones cholulos aparece nada menos que Emma Watson (sí, la Hermione de la saga de Harry Potter, que ya viene demostrando su categoría y ductilidad en varios films "serios"). Para algunos el film resultó -en la línea de cuestionamientos previos al estilo de la directora- demasiado frío y superficial. Hay algo de regodeo exhibicionista en la película, pero no comparto la desvalorización: estamos precisamente ante una mirada a lo efímero, epidérmico y banal de la sociedad contemporánea. Lejos de la pretensión del sesudo ensayo sociológico, del juicio severo y horrorizado o del psicologismo barato, Coppola Jr. regala una mirada fascinada y fascinante -con imágenes bellas y una gran banda sonora que incluye a Kanye West y Frank Ocean- sobre la era del vacío, la angustia, la descontención y el espíritu adolescente.
Sofía Coppola es una de esas realizadoras de las cuales el espectador puede identificar que es una película de ella aún sin ver los créditos. Las pausas prolongadas, las escenas contemplativas y cuando la nada es todo y el todo es nada, se han convertido en sus marcas registradas. En Adoro a la fama, pésimo título para The bling ring que es como se llama originalmente, vuelve a abocarse a lo que parece ser que le gusta mucho observar, analizar y criticar: el estilo de vida de Hollywood y quienes lo habitan. Ya lo hizo con su obra maestra Perdidos en Tokio (2003) y con la genial y poco valorada Somewhere (2010), donde tomaba la soledad de los actores como punto central para luego descomprimir ese universo. En esta oportunidad toma un hecho real de hace un par de años y que fue muy notorio porque las celebridades hollywoodenses amadas por las revistas y webs de chimentos y modas eran “cover girls” otra vez pero no por sus escándalos y vestidos sino porque se encontraron como víctimas de varios robos perpetuados en sus lujosos domicilios. Así fue como Paris Hilton, Lindsay Lohan y Megan Fox, entre otras, denunciaron e hicieron famosos (luego de su captura) al grupo de adolescentes que robaba su ropa y joyas para luego usarlas e imitar por unos minutos la vida de estos íconos. Las geniales actuaciones de Katie Chang, Claire Julien y, por supuesto, Emma Watson son el punto fuerte del film dado a que componen muy bien a las descerebradas fashonistas. Lo mismo ocurre con el joven Israel Broussard, y mención aparte merece Leslie Mann en su estereotipado papel de madre new age. Bellos planos y genial música terminan de componer otra genial obra de Sofía Coppola y, como sucedió con sus films anteriores, a la mayoría no les gustará. Sólo disfrutarán quienes hablen su idioma y encuentren respuestas en sus secuencias silenciosas. Pero aún así, los puristas le exigirán un poco más porque este estreno no está a la altura del resto de su filmografía.
El vacío vestido de soledad y lentejuelas Una vez más la realizadora Sofia Coppola recurre al vacío adornado con lápiz labial, anteojos y lentejuelas para ofrecer al espectador un guión -para muchos poco profundo- y una narración audiovisual que se acerca a ese momento humano llamado adolescencia que, o desgarra la línea de vida de una persona o la encamina hacía ríos mansos. Para ambas opciones, Adoro la fama (The bling ring, 2013), representa el regreso desafiante de la primera mujer estadounidense nominada a un Oscar. Titulada originalmente The Bling Ring, el film hace referencia a la pandilla juvenil americana del mismo nombre que entre 2008 y 2010 adoptó el caricaturesco pasatiempo de asaltar las grandes mansiones de estrellas de Hollywood como Paris Hilton, Orlando Bloom, Lindsay Lohan, Megan Fox y otros más; alguno de ellos con una aparición especial en esta nueva entrega de Sofia Coppola. Su estreno oficial se realizó en la pasada edición del Festival de Cannes en la categoría “Un certain regard” y en Estados Unidos la proyección tuvo lugar el 21 de junio. En Argentina se esperaba que ocurriera el primero de agosto pero por problemas de agenda se retrasó hasta ahora. Aunque mediatizado como un film inspirado en hechos reales, frívolos y hasta superficiales, la película sustrae de aquellos acontecimientos el tejido nervioso de la postmodernidad: el individualismo, el vacío de conocimiento, la necesidad de pertenecer y la inevitable soledad del ser humano; elementos que se condensan en una atmósfera hasta irreal y un poco sobreactuada, sin embargo, entretenida porque si hay algo seguro es que con este film, la directora no apuesta al elogio del aburrimiento o a las acciones vagas y redundantes como lo hizo en Somewhere, En un rincón del corazón (Somewhere, 2010). Con Adoro la fama, retorna a los días gloriosos de Las vírgenes suicidas (The Virgin Suicides, 1999), ambas moldes astutos de la sociedad norteamericana. El argumento del film es sencillo: cinco adolescentes esnobistas, sedientos de fama, sin muchas responsabilidades más que bailar en boliches, fumar marihuana, intercambiarse tragos y vigilar las vidas de sus “estrellas” a través de portales web y redes sociales se aventuran a asaltar sus mansiones para “hacer compras” sin pagar un centavo, todo a cambio de ser fans leales y muy bien vestidos. Después de la fechoría, los cinco chicos-en una suerte de ingenuidad-publican fotografías con sus nuevas pertenencias a través de sus cuentas de Facebook. Pero es que quién sospecharía de ellos, ni París ni Orlando ni la mismísima Megan sabrían de la existencia de estos arriesgados jóvenes, quienes increíblemente, sí llegaron a conocer hasta el color de sus medias. A propósito de la idea inspiradora, la realizadora declaró que “Es alucinante que unos críos de 16 años hayan conseguido eso, todo se debe a la vida contemporánea, hace 10 años habría sido impensable. Cuando leí el artículo era una película en mi cabeza, con elementos del cine de palomitas pero con una parte bastante perturbadora". El artículo apareció en la revista Vanity fair en marzo de 2010, bajo el título de “Las sospechosas llevaban Louboutins”, en referencia a los míticos tacones de suela roja del diseñador francés. Y para acercarse más a la realidad, la realizadora incluyó diálogos textuales recabados en los interrogatorios policiales hechos a los jovencitos en donde se atreven a preguntar qué opinan las famosas víctimas sobre el robo. Tal es el caso, que en muchos medios se acusa a la producción del film de haber pagado a uno de los oficiales responsables del caso para recibir información; incluso se dice que el personaje en cuestión tuvo una aparición en la película. Cierto o no, la nueva historia de Sofia Coppola trasciende hasta ser un chiste inteligente acerca de una cultura adolescente falta de esta cualidad. Bien lo aclara la directora: "Creo que la cultura del cotilleo crece cada vez mas. Quería centrarme en esta nueva cultura en la que también puedes ser una celebritie en las redes sociales y gracias a ellas. ¿Cuenta lo que hagas si no te ven?” y defiende su postura: "No me siento parte de esa cultura, intento mantenerme alejada de todo eso, lo veo algo exótico. Para ser sincera, soy más consumidora de ello que parte de". Y, Coppola lo hace muy bien porque desde su primera experiencia con los largometrajes ha sabido representar la crisis adolescente, sus miedos y sus extremos de ternura. Un desafío más en Adoro la fama, fue seleccionar a jóvenes apenas conocidos en la industria con excepción de la angelical Emma Watson (Las ventajas de ser invisible, 2012), a quien la crítica ha seguido muy de cerca después de que en el trailer del film se muestre seductora, decidida a romper con el estigma de su personaje Hermione (saga de Harry Potter) que tantas glorias le ha ofrecido. Otros que comparten su rol protagónico son Katie Chang (morocha líder de la banda), Claire Julien, Taissa Farmiga e Israel Broussard (único chico de la pandilla). Sin embargo, Coppola no negocia sus motivos. Desde su ópera prima Las vírgenes suicidas hasta su anterior film, Somewhere, En un rincón del corazón, el vacío toma la bandera protagónica para situar a sus personajes en figurines sin nada por ofrecer más que banalidades. En la primera, las cinco hermanas Lisbon envueltas en su casta belleza se refugian en la muerte como escapatoria a su asfixiante vida de idas a la iglesia y revistas de moda; en la segunda el actor Johnny Marco recurre al sexo y al alcohol para sucumbir a los excesos de Hollywood y, al mismo tiempo, arrastra a su pequeña hija con él. Otro tópico recurrente es la mirada femenina, pareciera que Coppola siempre está anunciando un juego sensible, intimista y hasta demasiado organizado sobre las historias que decide narrar. Con las Lisbon, Lux (Kirsten Dunst) era la pupila y junto al afamado actor, Cleo (Elle Fanning), hacia las veces de vigía en el faro narrativo propuesto por la guionista-directora. La soledad también está presente en sus personajes. ¿Quién no recuerda la terrible soledad que expresaba María Antonieta en el film homónimo estrenado en 2006? Tanto derroche, tartas, corsets y jardines para no tener nada verdadero, nadie a quien amar realmente. Sucede igual con Bob (Bill Murray) y Charlotte (Scarlett Johansson) cuando se encuentran en aquel hotel de Perdidos en Tokio (Lost in Translation, 2003). Dos soledades unidas con el único objetivo de guiñarle el ojo por un momento al pesado sentimiento para vivir sin obligaciones ni amargos compromisos. Pero los motivos que más redundan en sus films son la necesidad de atención, de escucha, la demanda social por el otro, por la compañía y las grandes y peligrosas insatisfacciones maniqueístas que todo esto causa a la mente humana. No conforme con resultar, a ratos macabra, Coppola envuelve todas sus temáticas en una caja de Pandora desde donde la supuesta ingenuidad, el surrealismo y hasta la virtud onírica de cómo se producen los relatos dejan un sabor de duda y resistencia al espectador. ¿Es esto real? ¿De verdad vivo así, me siento así? No hay duda de que Coppola sortea estos ingredientes y los confronta con el espectador para que éste decida cuál es la respuesta más prolija, para no caer en el arrogante error de decir “correcta”. Con Adoro la fama, la hija de uno de los directores más influyentes de esta época (Francis Ford Coppola, El Padrino) insiste en ofrecer una dosis sustanciosa de la pobreza mental, muy frecuente en las andanzas humanas de la postmodernidad y, como ya es costumbre, lo hace con buena música, lentejuelas y toda la llama heredada de su progenitor.
Las chicas solo quieren divertirse. Hace pocos meses atrás circuló por la web una publicación donde una joven muchacha busca un marido millonario. En el texto se encontraba todos los requerimientos y pretensiones que desea de su futuro esposo. Pero ésta noticia se viralizó cuando un empresario de manera elegante contesta a su ofrecimiento. Ante el estreno de Adoro la Fama (The Bling Ring), inmediatamente recordé este aviso, el objetivo es: ¿Fama a cualquier precio? Sofia Coppola narra en su última película las diversiones y obsesiones de un grupo de chicas dispuestas a conseguir lo mismo que encuentran cuando hojean una revista: fama y ropa de etiqueta. El entretenimiento se basa en darse una vuelta por las casas de los famosos de Hollywood, robar los objetos que más les gusta y salir dejando todo en su lugar. Orlando Bloom, Miranda Kerr, Megan Fox, Lindsay Lohan y Paris Hilton fueron algunas de las víctimas. Esta historia interpretada por Emma Watson, Taissa Farmiga, Israel Broussard, Katie Lee y Claire Julien, está basada en un hecho real y la suma del botín recolectado por la policía de Los Ángeles ascendió los 3 millones de dólares. Invadida de música saturada, Sofia Coppola despliega con maestría un robo en plano general nocturno y silencio. Si bien esta película no parece ser filmada por Coppola, comparando las producciones anteriores ¿Cuál es la comunión entre las películas de la directora? Todos sus films están protagonizados por mujeres, tal como Vírgenes suicidas, Perdidos en Tokio, la icónica María Antonieta y Somewhere. En todas las cintas el relato es impulsado por el sexo femenino en distintos espacios-tiempos y en Adoro la fama, se repite la fórmula, modificando los escenarios y las motivaciones, las clases sociales y las épocas. Aunque parezca totalmente superficial, se reconoce que ya no es importante ser el más popular de la escuela. Sofia Coppola retrata un fragmento de la sociedad, adicta a los medios de comunicación, a las irresponsabilidades, flashes y mentiras o alcanzar la fama a cualquier precio.
Tomando un caso real (y no el de la banda de los “chetos” que robaba ancianos), que leyó en una nota de la revista Vanity Fair, Sofía Copolla regresa al cine con “The Bling Ring”(USA, 2013), para hablar de un síntoma de esta época de relaciones 3.0, fama instantánea y vacío generacional. Un grupo de jóvenes de Beverly Hills se responde la pregunta “¿A quién no le gustaría conocer las casas de los famosos? Y la respuesta que se ofrecen ellos mismos es radical, porque no sólo van a “conocer” las casas de los famosos en plan NO TENGO NADA QUE HACER Y ME ABURRO, sino que además comienzan a llevarse “souvenires” que terminarán en un botín de más de 3 millones de dólares. Van a las casas con la premisa de “vamos de compra” y si bien hay una líder, Rebecca (Katie Chang) que toma como “mascota” a Marc (Israel Broussard) el nuevo de la prepa Indian Hills, y con él que comenzará todo, poco a poco se sumarán más integrantes al equipo, como Nicki (Emma “Harmione” Watson), Sam (Taissa “AHS” Farmiga) y Chloe (Claire Julien). Todos se sumarán y delirarán con estos robos flashmobs. El Pop celebrity trash (Paris, Lindsay, Audrina, etc.) es objeto de deseo y delito de estos jóvenes que encuentran un placer ontológico en el robar a los famosos. Obviamente que algunos esconden sus objetos, pero otros los exhiben impúdicamente en las redes sociales para buscar seguidores y me gusta. Y en esto de “exhibir” y de mostrar todo es en donde “The Bling Ring” o “Adoro a la Fama” encuentra su punto más fuerte, porque si bien Coppola utiliza música estridente y ralentis para generar la digresión necesaria, la trama y la acción avanza rápidamente, en la exhibición, reiteración y repetición de robos y de noches en boliches. No es la Coppola de “Somewhere”, “Lost in Traslation” ni mucho menos “Vírgenes Suicidas”, pero es una realización con una potencia basada en los hechos que cuenta que genera empatía por sí sola con los personajes y la historia. Estos jóvenes realizan todo con una filosofía de “hacemos lo que queremos”, “vamos a donde se nos antoje” y nos reventamos en el camino porque ya tenemos toda nuestra vida resuelta, y además hacemos todo eso arriba de unos Louboutines (zapatos de diseño), su fetiche. Pero ellos no saldrán impunes, y así rebecca justifica su accionar por culpa de su madre autoritaria, Marc culpa a su familia que lo ignora, y Nicki y Sam al karma (“quiero creer que esto pasó para que yo crezca” dice en un momento Nicki), porque éstas últimas son educadas en su casa por su madre (Leslie Man) una ultra fanática de las nuevas terapias y de “The Secret”. La noche/la fama/el dinero y la idea que toman de una de sus canciones preferidas que dice algo como “vive rápido, muere rápido, las chicas malas lo hacen bien” (himno de otro grupete que este año también llegó al cine en “Spring Breakers” de Harmony Korine) generan un círculo vicioso del cual no se podrán escapar. Y ahí comienza otra película, una en la que los jóvenes harán más frecuentes sus “visitas” a las megamillonarias mansiones. Y en ese “visitar” más recurrente terminarán dejando pistas por todos lados y por las que serán detenidos (no spoileo nada, el caso fue muy famoso). Película con una profunda mirada sobre el estado actual de la juventud, filmada con cámara en mano y planos frenéticos, pero con una economía de recursos y un ascetismo que por momentos contrasta con los lujos que en cada robo muestra, “The Bling Ring” es un acercamiento más al estado de las relaciones y los vínculos sociales en la era de la instantaneidad.
A simple vista, "The Bling Ring" es la película menos personal de Sofia Coppola. Es también la más superficial y la más frenética. Pero eso sólo si se la mira por la superficie. Porque el último film de la directora que con sus films anteriores supo definir claramente su sello personal, sigue respirando su cine. Lo hace en personajes femeninos perdidos en una sociedad de clase alta y superficiales, en su visión del mundo de las celebridades (que salvo en "The Virgin Suicides" se ha encargado siempre de mostrar desde sus propias perspectivas), en ciertas tomas, como aquella en la que Marc se da cuenta que adora a Rebecca, o cuando salen de una de las casas, y es de noche pero ya queriendo empezar a aclarar el día. Tras "Somewhere", que recordaba más a la Sofia de "Lost in Translation","The Bling Ring" rememora inmediatamente a "Marie Antoinette", película donde el exceso de lujo y la obsesión por cosas "banales", como zapatos, vestidos, parecían ser protagonistas. En "The Bling Ring" a ninguno de sus protagonistas les interesa robar para ser más ricos, todos son de familias acomodadas. Roban para acercarse a un mundo del que todos quieren ser parte, y porque perciben a la sociedad en la que viven como una basada exclusivamente en la apariencia, y sólo se sienten bien en público luciendo sus carteras Chanel o zapatos Louboutin. Eso les da el target que buscan. "Todos nos amaban. Teníamos tantas cosas hermosas y lujosas", dice Marc. Pero es poco, cada vez se va sintiendo más ese gusto a poco, y lo que comienza como un juego deriva en una obsesión. Sofia Coppola dice que no venera este mundo de celebridades y a la gente fanatizada por ellas, pero que es consciente de que existen. Lo es como cualquiera de nosotros que al buscar en Google las palabras claves "Hollywood Gossip" encuentra cientos de blogs y páginas dedicados a mostrar fotos y noticias del día a día de las celebridades como Paris Hilton (que incluso cedió su casa para utilizarla como locación), Miranda Kerr y Lindsay Lohan. La película está basada en un artículo que Nancy Jo Sales escribió para Vanity Fair, periodista que aparece en el film justamente como la periodista de la misma revista que hace las entrevistas. Porque este grupo al que bautizaron como "The Bling Ring" existió y fueron los que se metieron en las casas, en las vidas privadas, de estas celebridades. Y, más allá de las licencias poéticas que tanto el artículo como la película se toman, sabemos que los chicos lograron su cometido, ser famosos. Como dice Marc, estaban siendo venerados por algo que está mal visto en la sociedad. No hay ninguna transformación en estos personajes desde el principio de la película hasta el final, al menos no de estas mujeres (la película toma como protagonista -al menos por su testimonio le cede una mayor importancia- a Marc, el único que se muestra arrepentido y siente que fueron muy lejos, y es tratado de traidor), no aprenden las lecciones de la vida, como cuando Chloe maneja intoxicada y un auto la embiste: esto no deriva en que intenten no volver a ser imprudentes a la hora de manejar, siguen como si nada hubiera pasado. Katie Chang, Emma Watson, Taissa Farmiga y Claire Julien interpretan de manera magistral, superficial, sobreactuada, a cada una de estas jóvenes que sólo juegan a ser lo que quieren ser. El único de estos personajes al que podremos conocer un poco más a través de su familia, es al de Nicki (Watson), cuya madre (Leslie Mann) les da anfetaminas y las cría en su casa con un método al que llama "El Secreto". Quizás, hubiera estado bueno que la película ahondara un poquito más en este tema, aunque si a alguien le interesa siempre puede ver el reality "Pretty Wild". Sofia Coppola no juzga a sus personajes, se limita a mostrarlos. Si algo viene haciendo ella con sus películas, es mostrarnos un mundo que conoce, que le es cercano, habla de lo que sabe. Por eso, aún ante las repetidas tomas de las chicas derritiéndose ante los zapatos, carteras y joyas de marcas de lujo, se la percibe auténtica. Porque habla de una sociedad que existe, que por ahí a nosotros nos es un poco más lejana (aunque no del todo, prendamos la televisión y veamos los programas que predominan, claro, son otro target de celebridades pero la obsesión parece ser la misma) pero que sabemos que existen, como les decía, basta poner en Google las palabras adecuadas.
Robos a los famosos Esta nueva película de la directora que, de alguna manera, supo sobreponer en poco tiempo sus aptitudes a su apellido, no parece estar a la altura de sus anteriores producciones. Con una propuesta temática interesante, centrada en un grupo de adolescentes de Los Ángeles que fascinados por las celebridades y el universo de las marcas dedican su tiempo a robar las residencias de famosos en Hollywood, como Paris Hilton, Orlando Bloom y Lindsay Lohan entre otros, y un comienzo atractivo desde lo visual, el relato sigue a los jóvenes que saquean las casas de sus ídolos alternando los robos con fiestas y entrevistas, que a manera de flashfowards explican sus auténticas motivaciones tras ser juzgados. A pesar de la atractiva estética donde cada robo conlleva un trabajo visual distinto, combinando cámara al hombro, montaje entrecortado, tomas fijas y cámara lenta con una musicalización que acentúa los pocos momentos de acción pero dilata aun más las situaciones intrascendentes, el relato se vuelve monótono, presentando las mismas situaciones una y otra vez, donde los personajes se dedican a robar, probarse ropa y sacarse fotos con el celular mientras se drogan o se relajan en la playa. Los diálogos demasiado sucintos (salvo las entrevistas) tampoco ayudan a desarrollar los personajes y hacer avanzar una historia que, de no estar basada en hechos y personajes reales (su titulo original The Bling Ring es el nombre de un grupo de adolescentes obsesionados con la fama que durante casi un año se dedicaron a robar las mansiones de ricos y famosos en Los Ángeles) seria inverosímil hasta casi el final. Cualquiera da por sentado que las "celebrities" tienen al menos una mísera alarma y seguridad privada en sus mansiones, y en ultima instancia, cuanto tardaría en hacerse vox populi en el pueblo, el alarde de de un grupo de adolescentes. Coppola se limita a observar a un grupo de jóvenes obsesionados con el dinero y la moda sin juzgarlos. Si bien retrata una juventud inconsciente e irresponsable, cegada por los medios de comunicación y las redes sociales que ya no respetan la privacidad de nadie y donde la indiferencia de los padres y falta de límites son la constante de nuestra época, el film no profundiza en dichos aspectos y termina siendo una anécdota frívola y reiterativa que incluso sirve de promoción a las afamadas marcas de moda. Coppola reincide en sus temáticas habituales respecto a las relaciones humanas pero se distancia de sus personajes, y descansa en su habilidad para dirigir a jóvenes intérpretes y un elenco con algunas figuras de renombre para asegurarse un film bien narrado pero aburrido e intrascendente, cuyo nombre tal véz recordemos debatiendo sobre el tema en una charla de café.
Los chicos sólo quieren divertirse Basado en hechos reales, el filme cuenta robos a famosos hechos por jóvenes burgueses. En el que tal vez sea su último ensayo sobre la juventud, o una generación que siempre le ha preocupado a la hora de rodar, Sofia Coppola decide no juzgar a sus personajes protagónicos, sino mejor plantear situaciones, preguntas y no ofrecer respuestas. Que el espectador sepa qué sentir ante Nicki, Sam, Chloe, Rebecca y Mark. Son jóvenes, van a la high school en Los Angeles, no tienen un mal pasar, pero quieren más. Ansían lo que no poseen. Y cuando advierten que pueden alcanzarlo, vanagloriarse de ello en las redes sociales y las fiestas, ¿por qué habrían de detenerse? ¿Qué es lo que estos chicos quieren, y no tienen? Y ¿cómo lo consiguen? Basada en hechos reales, Adoro la fama trata sobre el vacío, la necesidad de reconocimiento, la exposición, y, claro, la fama. Los chicos tal vez no quieran ser como Lindsay Lohan, Paris Hilton u Orlando Bloom, a cuyas mansiones, entre otras, ingresaron sin ser descubiertos, en 2008, y si bien no las desvalijaron, se llevaron lo que quisieron. Joyas. Prendas. Zapatos. Cuadros. Y un arma. Cuánto de fetichismo hay en llevarse algo de alguien al que admiran, pero no conocen, y luego exhibirlo en las redes sociales. Mark es lo que comúnmente se considera un nerd, y con las chicas consigue lo impensado. Expresarse a sus anchas, ser tal cual es y, tal vez lo principal, sentirse querido. Hay dos personajes femeninos menos agradables –aunque por fuera vendan simpatía-, que se mostrarán como son cuando las papas quemen y no alcance el agua mineral Evian para apagar el fuego. Lo primero que salta a la vista es que Coppola no glorifica el robo, sino que se preocupa por ver lo que hay detrás, qué motiva a estos adolescentes que siguen realities shows y los medios del espectáculo. Que viven en un mundo tan irreal como de fantasía, pero que cuando los hechos los enfrentan con la realidad, ¿qué actitud toman? Hay algún punto de contacto con Spring Breakers, pero donde el filme de Harmony Korine se dispara hacia la fábula, aquí se ponen los pies sobre la Tierra. Compartir la intimidad se está volviendo frecuente, sea uno famoso o no. Y esa necesidad de expandirse, de mostrarse, de reconocimiento, tiñe la vida de los protagonistas de la película. Por momentos el relato parece embrollarse entre tantos robos y fiestas, drogas y fotos. El narcisismo es lo que une a las víctimas y sus victimarios, y la escalada de mentiras nunca termina bien. Emma Watson (Nicki) y Katie Chang (Rebecca) son claramente las que mayor magnetismo logran, y no sólo por sus personajes. Son dos actrices con talento, jóvenes, y que si saben no encasillarse darán mucho bueno por ver.
Apertura de la sección Un Certain Regard del último festival de Cannes, Adoro la fama se centra en un grupo de adolescentes de California integrado por cuatro chicas y un varón, obnubilados por el modo de vida de los famosos (no famosos como Spielberg o Tom Cruise, sino como Paris Hilton). Estas chicas y chico buscan fiestas e intentan contactos con gente que los acerque a la autopista de circulación de la fama. Y, como viven cerca de las casas de esas celebridades y de otras por el estilo, se les ocurre empezar a entrar en ellas para robar (extrañamente laxa es la seguridad del lujo). Hay una evidente búsqueda de la repetición como recurso al mostrar los actos de estas adolescentes (más el varón al que le gusta usar zapatos femeninos con taco alto), una búsqueda que se filma de forma impecable, aunque no tan distinta -en montaje, en cercanía, en intento de seducción instantánea- a la que se utiliza en la construcción mediática del mundo de las celebridades. Sofia Coppola, como en María Antonieta, como en Somewhere, se mete en el mundo de los ricos y famosos al que pertenece desde pequeña. El punto de vista dominante es entre neutral y desganado. Hay un poco más de filo al exponer un grupo en el que no hay mucha lealtad ni amistad y unos padres entre catatónicos, tilingos y neuróticos (el personaje de Leslie Mann es monstruoso). Pero no mucho más. Más allá de algunos adelantos de la resolución (policial) del asunto, recién sobre el final la película se sacude ese sopor agradable y un poco obsceno (en cuanto a la riqueza, jamás en cuanto al sexo), pero sin llegar a profundización alguna. Y tampoco se juega por la frivolidad de forma más explosiva (al modo Spring Breakers) o más despreocupada. Adoro la fama está lejos de ser una mala película (y cuenta con una actuación perfectamente gélida y maquiavélica de Emma Watson), pero el cine de Sofia Coppola, que empezó fuerte con Las vírgenes suicidas y continuó fascinante con Perdidos en Tokio, parece estar afectado desde hace rato por una anemia de lujo que sólo tiene ojos para filmar el dinero y sus derivados.
Serena perturbación La creciente alienación de los protagonistas por todas las formas posibles de consumo encuentra un retrato que no recarga las tintas, pero que resulta inquietante. A los 42 años y con cinco películas, está claro que Sofia Carmina Coppola (New York, 1971) habla de lo que conoce: la adolescencia y el mundo de las celebridades del show business. En los casos en que sus personajes no son adolescentes biológicos lo son en términos psicológicos: los protagonistas de Perdidos en Tokio (2003) y el star de Somewhere (2010), padre de una adolescente. La única vez que Sofia se salió del presente fue para conectar con una reina de catorce años, María Antonieta (2006). Y cuando no hizo referencia a las celebrities fue también cuando se basó en material literario ajeno: su ópera prima, Las vírgenes suicidas, sobre la novela de Jeffrey Eugenides (1999). Protagonizada por chicos de high school que se introducen en casas de famosos para sentirse parte de ese mundo, Adoro la fama (The Bling Ring, en el original) es, de sus películas, la que más notoriamente aúna ambos focos de interés. El opus 5 de la hija de Francis Ford está basado en un caso real (ver entrevista). Los protagonistas son un grupo de chicos de Calabasas, California, con acceso fluido a bienes propios de la economía adolescente media estadounidense (ropa de marca, celulares de última generación, auto) e inmersos en el consumo de vidas ajenas. De las vidas de aquellos que los chicos querrían llegar a ser, claro. Que son los mismos personajes que alimentan las páginas de lo que antes eran tabloides y ahora son blogs, Twitter, Facebook o sitios web: Paris Hilton, Lindsay Lohan, Orlando Bloom, Megan Fox. A esos chicos no les basta con hacer “guardias” frente a un hotel, aullar ante sus ídolos o robarles un beso o un autógrafo. Estos chicos no buscan idolatrar, van más allá: quieren ser sus ídolos. La manera más segura es viviendo sus vidas. Aunque sea por un rato. ¿Cómo lo hacen? Averiguan dónde viven (lo cual se resuelve con un simple googleo) y aprovechando sus notorias ausencias (Paris Hilton da una fiesta en Miami, Orlando Bloom filma en Nueva York y así) entran en sus mansiones, hacen sus propias visitas guiadas, prueban sus colchones y requisan de la primera a la última de sus pertenencias, llevándose cualquier cosa: un collar astronómicamente caro, un par de zapatos ídem, un tapete que vendría bien para decorar el cuarto o un cuadro al paso. No deja de llamar la atención la facilidad con que entran (Paris Hilton deja su llave debajo del felpudo, por ejemplo) y la falta de alarmas o guardia privada (una sola vez aparecen). Tan fácil les resulta, y tan loquitos están los chicos, que no se conforman con entrar una vez: las visitas se hacen regulares, se vuelven cosa de rutina. Hasta que, claro, la policía se entera, gracias a las cámaras de seguridad. Película serenamente perturbadora (Sofia C. es una observadora aguda y una narradora que desdramatiza), el mayor riesgo de una película como Adoro la fama es que deja el plato servido para el prejuicio y la paranoia antijuvenil de clase media. Si bien la fragilísima Sofia está a años luz de tener la mano pesada (en lo físico y en lo artístico), no se priva de mostrar en qué medida la creciente alienación de los protagonistas se propulsa con toda clase de tóxicos, que a la manera de Tony Montana comienzan a consumir en progresión geométrica. Es verdad que la película se ocupa de señalar que el problema no son las drogas, sino que éstas son parte de un furor consumista en el que Louis Vuitton o Louboutin valen tanto como un BlackBerry o la merca de mejor calidad: lo importante es consumir más y mejor de lo que sea. Documental antropológico disimulado, el bombardeo rítmico del océano icónico en el que los chicos navegan o naufragan (Facebook, celus, compus), así como el ocasional rap o dance en algún club nocturno, permiten al espectador nadar en sus aguas, que no le son desconocidas a nadie. Algunos ralentis (recurso al que la realizadora es afecta) ayudan a comunicar la sensación de éxtasis, en todos los sentidos de la palabra. Algunos apuntes al paso permiten breves e iluminadores insights. La aparición en un club de Kirsten Dunst (actriz favorita de S. C.) puede verse como forma sesgada de autoinclusión. Que a Lohan la metan presa por robar una joya casi al mismo tiempo que los protagonistas entran en su casa, revela hasta qué punto unos y otra son pares. Después de un día excitante, el protagonista recuerda, en su cama, no los rostros reales de sus acompañantes, sino las fotos que se sacaron. El pícaro, excitado “Quiero robar” de una de las chicas suplanta a un “Quiero coger” que brilla por su ausencia, puesta como está toda la libido en devenir otro.
Locuras de chicos ricos Sofía Coppola logró un film lleno de ideas y hecho con una madurez que pocos directores tan jóvenes logran. Protagonizada por la actriz Emma Watson, recrea una historia real. Sofía Coppola, ganadora del Oscar a mejor guión por Perdidos en Tokio, entre muchos otros premios, ha dejado de ser la hija de Francis Ford Coppola a la hora de las presentaciones y sólo se menciona a su padre porque aquí, una vez más, oficia de productor con su mítica compañía Zoetrope. Pero no hay dos cineastas más distintos y Sofía poco hereda de los temas o el estilo del padre. Cineasta que representa bien los tiempos que corren, Coppola se ha obsesionado con el malestar de una adolescencia que lo tiene todo pero a nivel emocional parece no tener nada. Sus personajes femeninos desde Las vírgenes suicidas a Adoro la fama, pasando por María Antonieta, tienen en común una angustia y una conducta inesperada a pesar de que nada parece faltarles. Incluso la protagonista de su mejor película, Perdidos en Tokio, era una joven aburrida en un mundo sin carencias económicas. En Adoro la fama toma una historia real para llegar más lejos. Ya no es melancolía convertida en tristeza, es melancolía convertida en delito. Jóvenes que salen a robar casas de ricos y famosos que representan en muchos casos la banalidad misma. Para muchos, Sofía Coppola podría ser considerada una cineasta con poca perspectiva social, pero dicen que si uno pinta su aldea pintará el mundo, y ella habla del mundo que conoce. Y por extensión del mundo en general. Sus personajes muchas veces autodestructivos, lo tienen todo y podrían ser felices al tener muchas cosas solucionadas, pero la directora nos demuestra que esto no es así, y en que en el mundo de desigualdades, los hijos de ricos, los que heredan un privilegio, no consiguen tampoco ser felices. También hay una idea sobre la amistad, el dinero, y sobre todo el poder. Sin ser la más lograda de las películas de la directora, sí hay que decir que es un film lleno de ideas y hecho con una madurez que pocos directores tan jóvenes logran. Por supuesto, también incluye, como siempre en Coppola, una enorme carga de melancolía. Si hay mucho de autobiográfico en la clase social y los conflictos que la directora plasma es difícil de precisar, pero su obra respira autenticidad. La protagonista es Emma Watson, que dicho sea de paso demuestra una vez más que la fama lograda en la saga de Harry Potter no logró encasillarla en su rol y tiene aun mucho más para dar.
La imagen es todo La película está basada en la historia real de un grupo de jóvenes conocidos como "The bling ring", quienes durante un año entraron a robar a las casas de algunas estrellas de Hollywood. La historia está lejos de tratarse de una banda de ladrones profesionales o de delincuentes marginales, se basa en un grupo de adolescentes de Los Angeles, con una buena posición económica, extremadamente superficiales, obsesionados con la moda, las marcas y la fama. En una ciudad donde la imagen parece ser lo más importante, los objetos de consumo abundan, y algunos de ellos son tan ridículos como sus precios, la vida de estos chicos y chicas transcurría entre "¿qué me pongo?", subir fotos a Facebook, e ir a bailar a boliches donde podían ver de lejos a las celebridades. Tanta obsesión por la imagen parece haberles nublado el cerebro, y en estos tiempos en que solo con Google es suficiente para rastrear la morada de alguien, así como si nada, irrumpieron en las casas vacías de Paris Hilton, Megan Fox y Orlando Bloom, entre otros, llevándose ropa, joyas, dinero y otros artículos, muchos de los cuales usaron luego como si hubiesen ido de shopping; una de las razones por las cuales fue fácil encontrarlos. La película es visualmente muy similar a un reality de MTV o un comercial para adolescentes, un cúmulo de imágenes cuidadísimas, con una estética muy comercial. Si bien esa estética puede representar fielmente a los jóvenes de la historia, la película se queda en eso, en retratarlos huecos, por momentos inverosímiles y estereotipados. Aún así logra reflejar el contexto en el que viven: sin mucha contención escolar, con drogas al alcance de la mano, y padres más preocupados por los libros de autoayuda que por sus hijos. Con actuaciones correctas, y como en toda película de Sofia Coppola con una muy buena banda de sonido, y personajes demasiado parecidos a modelos, la historia da para reflexionar sobre la superficialidad de estos tiempos, la mediatización de los hechos delictivos y la fama a cualquier precio; pero la reflexión vamos a tener que hacerla nosotros, ya que la película es puramente estética y libre de toda crítica.
Sofia Coppola eligió un estilo superficial y banal para mostrar un mundo pura cáscara de un grupo de adolescentes que se fascinan con las celebridades y que pasan a ser los ladrones de sus vestuarios fashion, tan poco cuidadosos que son descubierto y encarcelados. Un caso real con la participación de las víctimas y la inteligencia de la directora para alumbrar a una generación seducida solo por el brillo mediático. Interesante.
SOFIA COPPOLA, experta en dirigir a jóvenes actrices, se luce en esta historia basada en hechos reales, un filme que le permite ironizar sobre “la fama efímera”, los realitys y el show business en cada escena que le toca componer. La puesta en escena más minimalista tan característica en la filmografía de la hija de FRANCIS FORD aquí contrasta con momentos de verdadero vértigo escénico. Sin ser su mejor película, resulta entretenida, original y oportuna.
Sofía Coppola carga desde siempre con una mochila demasiado pesada. Demasiado joven para ser exitosa, demasiado rica para ser talentosa, demasiado “hija de…” para ser tan buena como el padre. Vapuleada como actriz (en EL PADRINO 3), considerada por buena parte de la crítica como una directora de películas vacías y hasta banales, Miss Coppola no parece dispuesta a calmar a las fieras ni a trocar su discurso para convertirse en la reina de los desposeídos o algo por el estilo. Al contrario, parece que el desafío la estimula, la provoca. bling1ADORO LA FAMA (THE BLING RING) es la clara demostración de que Sofía sigue haciendo cine en su propio universo y sobre su propio universo. Sus películas podrán ser sobre el privilegio, la fama y los niños ricos con tristeza, pero son pocos los cineastas que logran pintar ese mundo con la precisión y justeza con la que lo viene haciendo, a lo largo de cinco películas muy diferentes entre sí, la directora de SOMEWHERE. Es que más allá del medio que retrate, lo que Coppola logra transmitir está fuera de las líneas narrativas más convencionales de Hollywood. El suyo es un cine sobre el tedio, el aburrimiento y la soledad, y también sobre la angustia y desesperación que conllevan. El actor cansado viendo strippers en su cuarto de hotel sin ningún interés, la princesa embolada pese a vivir en un palacio de ensueño, Scarlett angustiada y sola en medio de Tokyo: lo que Sofía genera es un delicado choque entre los personajes y el ambiente que los rodea. Como lo hacía Antonioni en sus películas de los ’60, Coppola deja en claro que la desesperación no conoce de clases sociales y que por algo a muchos de los lugares que sus personajes habitan se los llama “paradisíacos”: porque en ellos nunca pasa nada. En ADORO LA FAMA, en apariencia, hay algunas diferencias. Los personajes parecen contentos de vivir en el mundo en el que viven (colegios privados de Los Angeles, fiestas exclusivas y autos descapotables), pero en el fondo no son muy distintos de los protagonistas de “Perdidos en Tokyo” o “Somewhere”: hay algo en su presente que no los satisface del todo y en algún momento se darán cuenta del error. bling3Los personajes de ADORO LA FAMA se desesperan, literalmente, por conocer las casas de las celebridades hollywoodenses: vivir aunque sea unos momentos la experiencia de ser famosos, tocar sus ropas, pertenecer a esa aparentemente exclusiva casta de príncipes del momento. El deseo no tiene un objetivo demasiado claro: puede ser el placard de Paris Hilton, el living de Lindsay Lohan, los zapatos de Kirsten Dunst, los muebles de Orlando Bloom, la almohada de Johnny Depp o el perfume de Kim Kardashian. No importa, lo que cuenta es ser parte de esa realeza. Mark (Israel Broussard) es un chico recién llegado a un elegante barrio de Los Angeles al que no le queda otra que integrarse, pero es velozmente despreciado por todos los chicos que van a ese aparentemente exclusivo colegio privado ya que, parece, no se viste ni se peina del todo adecuadamente. La excepción a la regla es Rebecca (Katie Chang), que tal vez por ser en parte asiática se maneja con su propio grupito, lejos de las más populares del colegio. Ella lo recibe y lo cobija en su seno. Los “losers” de este grupo no lo serían en otra escuela: son aspirantes a actrices y modelos, hijos de ejecutivos de Hollywood y así. Pero en el híper competitivo mundo en el que viven son lo más parecido a los nerds y los parias de otros lugares. En sus pérdidas de tiempo vespertinas y guiados por la intensa Rebecca, líder del grupo y el personaje más misterioso del filme, el grupo -que además integran dos excesivamente bobaliconas y zarpadas chicas que viven juntas con una madre post-hippie (genial Leslie Mann), y una rubia sexy y bastante idiota- no tiene mejor idea que robar en las casas de famosos porque les da curiosidad, porque es fácil (sólo falta un buen manejo de Google Maps y un repaso de las revistas de entretenimientos para ver quiénes están fuera de la ciudad) y porque no tienen nada mejor que hacer. Rebecca se dedica a la tarea con devoción, Mark con miedo y fascinación, y los demás porque sí. bling2Coppola –que de entrada nos muestra que el grupo fue finalmente detenido por lo que hicieron, aunque los detalles del juicio los conoceremos recién al final– no trata de hacer una profunda exploración psicológica de los adolescentes sino, como en sus otros filmes, retratar momentos en sus vidas, mostrarlos metiéndose en situaciones complicadas sólo para darle algún grado de excitación y pasión a sus anodinas vidas. En ese sentido, tiene un aire a versión “cheta” y light de SPRING BREAKERS. Filmada de una manera acorde al mundo de celebrities de entrecasa que retrata, regodeándose en las marcas, carteras, vestidos y zapatos de los famosos, mostrando casas espectaculares, fiestas a todo trapo y autos de lujo, Coppola nos lleva con mano maestra por los pequeños detalles de ese universo tan californiano que parece conocer muy bien. Y, en este grupo mayoritariamente femenino, es el personaje de Mark el que merece nuestra simpatía. La película es liviana como el mundo que retrata pero, a la vez, curiosamente reflexiva. Los planos largos, cierto regodeo en los tiempos estáticos de pura epifanía consumista y algún tour de force visual para filmar uno de los robos son la evidencia de que Coppola filma a los chicos como una hermana mayor –o amiga de la familia—a la que estos adolescentes le caen simpáticos y queribles, aún cuando sus actividades le parecen algo banales. Tal vez uno de los errores del filme sea que los personajes secundarios van de lo inescrutable a lo caricaturesco, bordeando el papel de bobaliconas de Beverly Hills. Como Emma Watson, que está muy bien en el rol de una chica tonta cuyo modelo de vida es Angelina Jolie, pero del que la película termina burlándose un poco. Es un recurso un poco facilista e innecesario –especialmente por la manera en la que Coppola siempre ha retratado a sus personajes—, pero en cierto modo entendible: no debe haber forma de vivir adentro de la celebrity culture sin perder algo de cordura en el camino.
Sofía Coppola nos trae una película digna de un muro de Facebook donde las auto-fotos son moneda corriente y la estética de publicidad de perfumes está a la orden del día. "Vamos de compras" es la frase con la que abre este film, la enuncia Rebecca, la líder de un grupo de jóvenes de clase acomodada de Los Ángeles. Para ellos, "ir de compras" es entrar y sustraer objetos valiosos de las casas de los ricos y famosos de Hollywood ¿Por qué lo hacen? Porque pueden y, claro, porque les gusta. Como espectador, el gran enigma que ronda durante todo el film es si Coppola se burla de estos chicos y de sus víctimas o empatiza con ambos ¿Se regodea de la situación o es simplemente ironía? Difícilmente lo averiguaremos a lo largo del mismo. Lo que sí parece ser es que Coppola forma parte de este círculo vicioso de la fama, parece más una cómplice que una detractora de la conducta de estos adolescentes; y de alguna manera logra inmortalizar su accionar en estos 90 minutos. Por momentos el relato se acerca más al documental que a la ficción propiamente dicha y aburre; la hija de Francis Ford no parece haber tenido la habilidad para contarnos hechos poco relevantes (para el público en general) y volverlos un thriller como lo hizo David Fincher en Red Social (The Social Network, 2010). O la virtud de Harmony Korine de convertir a un grupo de chicas de clase media, que comete robos para irse de vacaciones, en una propuesta entretenida y a la vez delirante. Si en Spring Breakers (2013) mostrarnos adolescentes con armas en bikini sirve de excusa para criticar los valores de la sociedad y la decadencia del sueño americano, en Adoro La Fama la superficialidad parece solo servirnos de plataforma para pauta publicitaria de grandes diseñadores y productos de alta gama. Si algo se destaca a lo largo del relato son las actuaciones, cada personaje cumple a la perfección su rol y realmente convencen en todo momento. Y qué decir de la frialdad de estos chicos de clase alta, que en las palabras de Nicki (el personaje de Emma Watson) encuentran quizás su mejor exponente de pensamientos, con frases que pueden sonrojar (o hacer estallar de ira) a cualquiera. Dichos más dignos de un concurso de belleza que de los miembros de una banda de ladrones que se hizo de un motín de casi 3 millones de dólares. Sin embargo, a pesar de estar muy buen actuada, la película sólo brilla cuando la música crea los climas y los diálogos se silencian. Hay algo que queda muy claro en esta historia basada en hechos reales (también inspirada en un artículo de la revista Vanity Fair) y que llamó la atención de Sofía Coppola: el objetivo de estos jóvenes es no pasar desapercibidos en esta vida y que alguien recuerde su existencia. Evidentemente lo han logrado. La versión postmoderna de las coplas de Jorge Manrique, aquel poeta español del siglo XV, que afirmaba la existencia de La Vida la de la Fama. Aquella que nos sobrevive en la Tierra más allá de la muerte y gracias a nuestros actos. Lo que Manrique imaginó, se conseguía con gloria y honor. Lo que estuvo fuera de sus cálculos, es que hoy se puede conseguir colgándose de la fama de otro, y mejor no pensar que ese otro, seguramente, poco tuvo que ver con la gloria y el honor para conseguirla. @Rodri_Molina
Chicas ricas que roban con tristeza Al comienzo de la nueva película de Sofia Coppola se avisa que el guión está basado en una historia real. Es un detalle muy importante ya que, si no, todo el asunto resultaría inverosímil. Pero, aun con esa advertencia, el tratamiento que le da la directora de "Las vírgenes sucidas" no ayuda a la credibilidad. "Adoro la fama" es el retrato de unas chicas ricas de un colegio para expulsados californianos que, con la ayuda de su amigo gay, pasan de envidiar a las ricas y famosas con todos sus lujos y glamour a directamente meterse en sus vidas. O mejor dicho, en sus casas, lo que hacen cuando se enteran de que tienen un evento en otra ciudad, averiguando sus direcciones por internet, disfrutando de sus lujosas mansiones, y robándole prendas de marca, joyas o incluso, una vez que los hechos se van intensificando, importantes sumas de dinero, relojes y cuadros valiosos. La historia empieza cuando Katie Chang e Israel Broussard se conocen en la escuela secundaria para chicos expulsados de otros institutos. Él fue expulsado por faltas de asistencia, ella por llevar a la escuela sustancias prohibidas. Pronto los nuevos mejores amigos estan consumiendo drogas y entrando a distintas casa, empezando por las de Paris Hilton y Megan Fox, y el asunto es tan fenomenal que pronto están invitando a otras amigas a que los acompañen. La directora no intenta darle tensión a este policial adolescente, sino más bien regodearse en el éxtasis de sus personajes por sentirse parte por un momento de la vida de ricos y famosos, para lo que detiene la acción en las fiestas de felicidad y abusos químicos luego de cada pequeño o a veces no tan pequeño raid delictivo. En el medio, también corta la acción con entrevistas a los protagonistas, recurso increíblemente anticuado para una cineasta que pasa por ultramoderna. Como la historia es atractiva, la película se salva, sobre todo cuando luego de los repetitivos atracos los adolescentes son atrapados y, de algún modo, logran alcanzar la fama que tanto deseaban.
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El cine de Sofia Coppola no es para todos. Los temas que exploran sus películas siempre giran en torno a la frivolidad y a la fama desde diversas ópticas y muchas veces se la ha acusado de pecar de insulsa o de poco profunda, más que nada con el caso que nos compete. Basada en hechos demasiado reales y muy recientes, el quinto largometraje de la joven directora se ocupa de reflejar una sociedad juvenil a la que poco y nada le importa el progreso, mientras sea una vía fácil al estrellato, a los papparazzis, las noches de cócteles en clubes de moda y un reality en el canal E!. The Bling Ring es un film curioso. Apuntado directamente a una demografía joven específica desde la distribuidora latinoamericana bajo el nombre de Adoro la Fama, la temática puede resultarle muy atractiva a alguien de la misma edad de los protagonistas, pero difícilmente haya quien pueda elegir estar en sus zapatos. Sin juzgarlos pero sin justificarlos tampoco, Sofía expone una radiografía a la vida de estos chicos ricos con mucho tiempo disponible y muchas ansias de darle una probada a la fama a como de lugar. Lejos del estilo de una película de robos como Ocean's Eleven, la crónica puede parecer ligera e inverosímil, pero nunca nada más cercano a la verdad. El quinteto necesitó de una buena conexión a Internet y una mínima pizca de sentido común para vulnerar los hogares de estrellas de Hollywood como Paris Hilton, Orlando Bloom y Lindsay Lohan de la manera más estúpida posible, para luego regodearse en el éxito y la fama de segunda mano que obtuvieron tan gratuitamente. El estar usando ropa y joyería de sus ídolos les sirvió como adrenalina para seguir cometiendo hurtos y, cual droga, se dejaron llevar y acabaron en las primeras planas. Detrás del collage musical y la sucesión de marcas de ropa y accesorios, las autofotografías y las noches en clubes nocturnos se esconden un grupo de chicos muy frágiles, criados en piloto automático: padres ausentes, madres new age y todo lo que el dinero les puede comprar, pero ellos necesitaban más y lo consiguieron. Tras un grupo de caras mayormente desconocidas y frescas se esconden grandes interpretaciones, ideales para encarnar a cada personaje. Katie Chang es la etérea belleza asiática que deslumbra la pantalla como la mente maestra detrás de los robos, mientras que el Mark de Israel Broussard es su opuesto masculino, un chico con problemas de sociabilidad y autoestima en busca de una identidad. La revelación viene de la mano de Emma Watson, haciendo un giro de 360 grados en su carrera con la vacua y hermosa Nikki, un epítome de estupidez y vanidad al que le es imposible despegar los ojos de encima de tal magnitud que tiene su papel. Si muchas de las líneas de los jóvenes rayan en la comedia y la parodia, es porque lamentablemente salieron de la boca de los perpetradores y Coppola, apoyada en el artículo para Vanity Fair de Nancy Jo Sales, extrae los mejores/peores ejemplos. Filmada casi como un documental, The Bling Ring tiene un ritmo bastante calmo pero a la vez acelerado, saltando de una escena a la otra sin un tempo definido, pero dejando llevar la narrativa en manos de los protagonistas. Nunca llega a ponerse pesada y se toma su tiempo justo -90 minutos de duración- para contar todo lo que tiene que contar. Difícilmente sea lo mejor de Sofia Coppola, pero su manejo de historias no puede dejar de sorprender, incluso luego de terminada la película. Hay algo dentro de The Bling Ring que magnetiza. No se puede especificar si es la incredulidad frente a los estrafalarios modelos a seguir que idolatran los Ladrones de la Fama o la sensación escalofriante de ver una juventud perdida, pero Coppola logra desarrollar un drama ligero que resulta demoledor para entender a una generación obsesionada por saber si Lindsay Lohan entró o salió de rehabilitación, o cuándo será la próxima fiesta de Paris Hilton.
"Sofia Coppola tendrá un filmografía irregular y sobrevalorada, pero condesa un conjunto, un cuerpo artístico, que siempre busca y reflexiona sobre los aspectos oscuros de la fama. Sus películas giran sobre la soledad, el vacío, la banalidad y la alienación que rodean la celebridad. Ahora vuelve sobre estas cuestiones y, sin ser su mejor trabajo, resulta muy interesante". Escuchá el comentario. (ver link).
Sofía Coppola se cansó de hacer películas sobre ella misma: sobre lo que implica ser la hija de un director de cine, rica, conocida, caminar sobre alfombras rojas y estar en la boca y los ojos de todos. Adoro la fama (el aburrido título local de The Bling Ring, nombre con el que se conoció el caso real en el que se basa el guión) cambia el punto de vista: ahora la directora observa ese mundo desde afuera a través de la mirada maravillada de unos adolescentes fascinados con la moda y el éxito de las stars, que quisieran ser como Sofia Coppola. La diferencia en relación con otras películas suyas es notable: los chicos que roban casas de famosos no tienen nada asegurado, desean con tanta desesperación participar aunque sea un poco del glamour de sus ídolos que no paran de moverse, de escabullirse por puertas y correr por los pasillos de las mansiones de Paris Hilton, Orlando Bloom o Lindsay Lohan. Ellos no pueden permitirse el aburrimiento, la tristeza autocomplaciente de los chicos ricos (aunque los protagonistas de Adoro la fama estén bien lejos de la pobreza y la humildad). Para acceder a ese universo cerrado, aunque sea por la puerta de atrás, tienen que planificar y diseñar estrategias, al menos hasta que descubran que todo el asunto es mucho más sencillo de lo que parece (Paris Hilton deja la llave abajo del felpudo de la entrada) y en poco tiempo se relajen y la cosa se transforme casi en una dosis periódica de adrenalina, un vicio más. De alguna manera, la directora consigue que las incursiones en los hogares ajenos resulten entretenidas y cinematográficas, incluso para aquellos que no compartan los gustos de los personajes (seguramente el desfile de productos de diseño y marcas sea un festín para alguien interesado en la materia). Cuando la película observa, lo hace bien y logra esa mirada extrañada que no enjuicia, que no opina acerca de la intimidad de los famosos y que es condición para igualarnos con los protagonistas (las escenas en el bar, momentos de triunfo y plenitud, de vitalidad orgullosa, son de lo mejor de la película). El problema de Adoro la fama es otro, y se adivina ya en el comienzo, cuando se presenta al personaje de Leslie Mann, que viene a cumplir con la obligación de la sátira, de la crítica social rutinaria (“estas chicas son así en parte por culpa de la rubia tarada que tienen por madre”). Fuera de ese personaje patético, la película no busca las causas del comportamiento de los chicos y ese es uno de sus puntos más fuertes: la ausencia de explicaciones de cualquier índole les permite conservar una cierta dosis de misterio; sus motivos son opacos, lo que importa son las acciones concretas, sus recorridos por las estancias de algún caserón moderno. En la misma línea, el otro problema es el personaje de Nikki (Emma Watson) en la actualidad, a la que la edición muestra como una tonta y una mentirosa descarada. Ese contraste entre el pasado y su presente atenta contra la riqueza del personaje, la simplifica al punto de sugerir que Nikki (y por extensión, sus compañeros de fechorías) es solo otra adolescente acomplejada a la que no se le pusieron los límites debidos. Se trata de la parte escandalosa de la película, la que habla menos en términos de cine que de comentario social y que nos interpela ya no desde el acto de acompañar a los personajes (como ocurre en la primera mitad) sino colocándonos en el lugar complaciente de jueces; después de la sentencia estatal, y tras la última imagen de Nikki hablando a cámara, se nos invita a juzgarla moralmente por falsa, egoísta y vanidosa; el momento en que podemos dar rienda suelta a los prejuicios y calificar la situación con palabras comodines como “banal”, “vacío”, “consumismo” (aparecieron en varias críticas, de paso). Quizás se trate de una concesión grosera a las buenas costumbres que habilita, en realidad, el relato nada condenatorio que se detiene como embelesado en una banda de pequeños ladrones de casas lujosas. El castigo final es el pase de entrada a esas casas, la carta que le permite a Sofía Coppola poner patas para arriba su cine, invertir el orden de cosas de su filmografía y redescubrir un desde un lugar nuevo un universo en vías de agotamiento.
Sofía Coppola hace camino al andar. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás… comienza a vislumbrarse una huella reconocible en su filmografía (ya que estamos prontos al estreno de un film de Formula 1 –Rush, imperdible–, usemos una metáfora automoviliana: después de varios giros de pasar por el mismo sitio, la pista comienza a trazar una huella encauchada donde se circula mejor). Coppola parece sentirse cómoda en los retratos de una vida que conoce: el frívolo mundo de las celebrities. Y, claro, lo que ocurre cuando las cámaras se apagan. Adoro la fama es el horripilísimo título con el que se estrena “The Bling Ring”, la nueva película de la hija del gran Francis. Y así como en su anterior film, Somewhere, la cámara de la directora se posaba en el famoso en cuestión, ahora la cosa bien podría ser acerca de quien en aquella cinta hacía las veces de papel de reparto: la hija. Bien, las nuevas protagonistas son varias adolescentes de familia multimillonaria en California. Y también lo es un muchacho simpaticón, no tan rico, que no puede resistirse a ese mundo imposible, realmente imposible y, sin embargo, extrañamente real. Pero Coppola no filma por filmar. Su film parte de un concepto que reina por sobre toda la producción y que es diferente del film anterior. Si en Somewhere el conflicto era vivido como un drama por el protagonista (un adulto vacío con su existencia millonaria) y la cámara reflejaba desazón, indecisión, anhedonia (bah, digamoslo en criollo… ¡lentitud!), la óptica de Adoro la fama refleja a quien enseña: chicos. La juventud que se lleva el mundo por delante y nada cuestiona y nada sufre toma la puesta del film y la hace ágil, divertida, cool, fashion y que sigan los adjetivos. La directora se rodea de un grupo de actores que cumplen a la perfección con su rol. Emma Watson (Hermione en Harry Potter), Katie Chang, Israel Broussard y Taissa Farmiga conforman el combo juvenil. Por ahí anda Leslie Mann (Bienvenido a los 40), en rol de madre sin materia gris que quiere – buenamente– criar a sus hijas en la felicidad y el confort. Las casas por robar hacen las delicias de los espectadores: Paris Hilton, Lindsay Lohan, Orlando Bloom, Megan Fox. Se trata, claro está, del film más fácil de Coppola. Fácil de ver. Pero de ningún modo se trata de un film menor o sin contenido. Los chicos roban pero qué. Nada es importante para esos chicos frutos del añodosmil. Víctimas (¿víctimas?) de un mundo sin ningún tipo de valores, la película contiene una visión ambigua también hacia el futuro: a estos chicos ultra-frivolizados nada los conmoverá nunca porque nada sienten ni sentirán: habitan una ciudad donde el dinero es tanto que han perdido el contacto con la realidad, en todos los sentidos (en diversas formas, la idea de toda la filmografía de Coppola). Roban pero el hacerlo no les replantea nada, tienen relojes y ropas pero jamás ninguna los complacerá. Se trata de un grupo de chicos y chicas hermosas que apenas disfrutan, incluso, del sexo; que no los asusta un chumbo. Con ver las escenas que se suceden alguien puede pensar que estos chicos podrían quemarse y tampoco sentirían ardor: un mundo que les da tanto les impide la experiencia humana de vivir.
Coleccionistas de lo ajeno En el 2009 sorprendió la noticia en Los Angeles de un grupo de chicos de la secundaria, que habían sido detenidos por robar artículos de lujo entrando a las casa de estrellas del mundo del espectáculo. El caso policial mereció varios artículos de la prensa y entre ellos uno en la conocida publicación Vanity Fair llamada "Los sospechosos llevaron los Loboutins". Para los que no están en el mundo de la moda, les comentamos que los Loboutins son casi lo último en moda zapateril, zapatos de taco muy alto con talón rojo, ahora con motivos florales. Por supuesto que la sociedad del consumo lujoso los puso de moda y las estrellas los difunden previo pago de un mínimo de mil dólares el par. Sophia Coppola leyó el artículo, se lo hizo adaptar y lo filmó. QUERER LLEGAR La historia de estos chicos que adoran la fama no difiere demasiado de los que cazaban autógrafos en los años "40 y "50 y posters en los "60 y "70, hasta llegar a una era más audaz que directamente tiene adolescentes que admiran algo, lo buscan en internet y son capaces de entrar y robar joyas, ropa y dinero, sólo porque quieren imitar el modo de vida de la estrella que admiran. El filme plantea este caso de la sociedad del tener, que reemplazó la de ser y centra las preferencias adolescentes hacia Megan Fox, Paris Hilton y Orlando Bloom. Así Nicki (Emma Watson), Chloe (Claire Julien), Emily (Georgia Rock) y Rebecca (Katie Chang), de entre quince y dieciséis años y eventualmente Sam (Taissa Farmiga), que no pertenece en realidad a estas adoradoras de las estrellas, van a ser los visitantes de casas ajenas para incorporar como urbanas antropófagas, las pertenencias de sus admiradas y admirados, como una forma simple de acceder a su mundo. CON BUEN RITMO "Adoro la fama" es una película glamorosa, liviana, con ritmo, muy bien fotografiada y musicalizada. Con actores adolescentes a seguir como la chica de "Harry Potter", Emma Watson, que hace el papel de Nicki. El simpático Israel Broussard como Marc, Taissa Farmiga (Sam) y como la "primorosa mamá" Laurie, la revelación de Leslie Mann. Sofía Coppola, de alguna manera retoma el tema de su filme anterior, "Las vírgenes suicidas", donde la adolescencia y las búsquedas equivocadas del uno mismo complican la existencia.
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Nenas ladronas y nene ratero Sofia Coppola parte esta vez de una historia real para seguir retratando chicas angelicales, frívolas, difíciles de comprender y siempre intrigantes. Está inspirada en un artículo de la revista Vanity fair, que hablaba sobre un grupo de adolescentes de clase media alta que entre 2008 y 2009 robaron objetos por 3 millones de dólares en casas de famosos, en Hollywood. La residencia de Paris Hilton fue la más visitada, aunque no fue la única. Los chicos terminaron presos y se hicieron famosos por robarles sin violencia a los que le sobran. Pero Sofia Coppola utiliza la historia para tratar de ir más allá: transforma ese suceso frívolo, tonto y descabellado en ejemplo de un mundo hecho de pura ostentación, que muestra la vana aspiración de estas chicas que llegan a los aposentos de las estrellas más codiciadas para poder embriagarse con fama ajena y sentirse más cerca de ese mundo que las atrae y al final las acaba corrompiendo. El film interesa más por lo que propone que por lo que logra. Deja ver la falta de horizontes de estas chicas que viven como si estuvieran en un reality, que desafían a sus padres, que juegan a probarse. Y también muestra los contornos de ese mundo de lujo donde sólo las grandes marcas otorgan identidad, valores y sentido de pertenencia. Lástima que una realización chillona y superficial no deje ver el otro lado de estos robos. A la Coppola una vez más le falta fuerza, animarse a superar los límites de un cine de buenas ideas, pero básico y a veces algo decorativo.
Las princesas de cotillón “Creo que Nicole sólo quería pertenecer, tener el tipo de vida que todo el mundo quiere”. Así justifica uno de los personajes de “Adoro la fama” los robos en casas de celebridades en los que se embarcaron un grupo de adolescentes en Beverly Hills. El hecho ocurrió en la realidad y las víctimas fueron Paris Hilton, Orlando Bloom y Lindsay Lohan, entre muchos otros. Sofia Coppola encontró atractiva esa historia que la toca de cerca por ser justamente una de las hijas ricas y famosas de la industria. La heredera de Francis Ford echa una mirada desapasionada sobre esas cuatro chicas y un muchacho que son incapaces de distinguir ningún límite. Coppola vuelve así al contexto de fama, dinero e indolencia que ya había abordado en “María Antonieta” y “En un rincón del corazón”, y, como en el filme sobre la última reina de Francia, ahora parece trasladar la corte de Versalles a Los Angeles. Las adolescentes -algo patéticas sobre sus Manolos y sus carteras Chanel robadas- se mueven con impunidad y no conocen ninguna responsabilidad. Tienen casi todo, pero quieren acceder al mundo de los muy-muy ricos, deslumbradas por esos flashes que, en algunos casos, iluminan la nada.
¿DÓNDE ESTÁ LA SEXUALIDAD? Sofía Coppola toma la historia real de una banda de jóvenes que se dedica al robo a casas de figuras glamorosas del espectáculo en Los Ángeles. Este particular “Club de los 5” -4 mujeres y un varón- se une a partir de su deseo de participar de la vida nocturna exclusiva, y de la ropa y los consumos que tales costumbres requieren. Así, de un modo incruento, entran en las casas de ricos y famosos de la ciudad para apropiarse de sus ropas, joyas, accesorios y algunos cuantos dólares. La película cuenta la historia del modo en que se entusiasman a partir de las facilidades para entrar las mansiones, aumentando lo robado y escalando también en sus consumos y su propio exhibicionismo. Hasta que finalmente, y como lo deja ver la realizadora desde el comienzo, la policía los atrapa. Uno de los pocos logros de Coppola es que asume para la película la misma estética con la que los medios masivos narran el mundo de las estrellas víctimas de los asaltos. En ese sentido el mundo del colegio de fracasados escolares de la primera secuencia rápidamente muta en un relato sobre la noche, la fama efímera y la belleza empaquetada. El problema es que por momentos la narración de lo exterior, de las máscaras, de las repeticiones de formatos, de palabras y lugares, se come a la película. Es por ello que para poder contar lo que se propone, la realizadora apela al texto, a las palabras que explican con obviedad aquello que debería haber dejado contar a las situaciones. Y la película se hace de este modo explícita y falsamente pedagógica. ¿Hacía falta que un personaje explique la cuestión de la identificación de la cabecilla de la banda con su actriz fetiche? ¿Es necesario que las problemáticas familiares sean tan claramente el marco de las frustraciones de estos jóvenes? ¿Es justo que tengamos que escuchar al jovencito narrando sus sentimientos de marginalidad por no ser lindo? No, no hacía falta nada de eso. Es un grave problema del guion la sobre explicación psicológica de las motivaciones de estos jóvenes que solo querían pertenecer a ese mundo que los medios le vendieron como el mejor. Pero peor aún es lo no narrado por la realizadora, y que deja entrever un pensamiento cuanto menos levemente conservador. ¿Qué pasa con esos cuerpos llenos de lujos, de alcohol, de drogas, de rock’n roll que nunca se tocan, nunca son sexuados, nunca se calientan? La sexualidad es parte de ese mundo al que los jóvenes ladrones pretenden acceder. Quieren sus ropas, sus autos, sus lugares en el mundo. ¿Qué hay de su sexualidad? París Hilton, la más asaltada y amada, hace de su sexualidad un espacio público. ¿Qué pasa con estos jóvenes que parecen carecer de toda sexualidad? ¿Cuál es el pensamiento que la directora muestra con aquello que elige no mostrar? Pero además ¿Cómo entender el desenlace donde las mujeres parecen tramar beneficios para sí mismas, mientras que Marc, quien no solo es el único varón sino el único que vive en el marco de una familia tradicional, termina solo y preso? Ese lugar de las mujeres favorecidas y arteras frente al varón, sumado al lugar de cada uno y la situación que implica la propia constitución familiar, no es solo una casualidad narrativa. El varón de familia preocupada, solidario, preso y arrepentido. Las mujeres de familias rotas ventajeras, negadoras y traidoras. Si eso no expresa pensamiento conservador ¿qué será el conservadurismo? La historia en Adoro la fama está construida de un modo sencillo y sin sorpresas. Presentación de los personajes, robo, robo, robo, robo, robo, policía, final. Muy poco para alguien que ha debutado con películas más inteligentes y menos obvias que esta. Sofia Coppola parece enamorada de su propia construcción: la interesante de aquella primera secuencia de María Antonieta. Que vale la pena destacarlo, era lo único interesante de aquella película.
Esa fascinación por la superficie de las imágenes Desafectada, superficial, desangelada, cada una de las imágenes de Adoro la fama no puede ser de otra manera, porque así son también sus personajes. Adolescentes de hablar impostado, que están todo el tiempo en pose -atentos a cómo mirar, peinarse, vestir, fotografiarse-, sin tacto compartido, con la energía sexual sublimada en los nombres de las marcas de ropa, con la mirada futura depositada en alguna carrera dedicada a la moda y sus pasarelas o en la administración de empresas: de ésas que, como dice (la admirable) Emma Watson, permitan liderar para hacer cosas buenas, como lograr la paz o ayudar a niños hambrientos. Es tan ridículo lo que se les escucha decir que vale entonces prestar atención al mundo adulto que les rodea: nada diferente, si bien la mayor parte del tiempo ausente. Los adultos de este barrio acomodado de California apenas sobrevuelan por las vidas de estos pajaritos, encerrados como están en sus jaulas de oro. Preocupados por conocer -y robar- las mansiones de sus adorados dioses: Paris Hilton, Orlando Bloom, Megan Fox. Se meten en sus casas con una facilidad pasmosa, y deambulan por un narcisismo fascinado en forma de almohadones y cuadros con el rostro divino (de Hilton), indagan entre los armarios de ropa, los calzados de pares interminables, el dinero escondido (curioso el detalle del cofrecito pequeño, como el que atesoraba el Fagin de Dickens, y que se reitera como figura en las mansiones profanadas). ¿Cómo es que pueden ingresar tan fácilmente? ¿Y por qué no? Es un gran barrio privado, amurado en su clase social, donde todos son tan adinerados como todos. Así, las casas guardan sus llaves de ingreso bajo la alfombrita o dejan sus coches abiertos en medio de la calle. Porque, ¿quién va a robar qué y a quién? Adoptado el robo como práctica, nada tiene de transgresor o provocador. Sino, antes bien, de gesto de admiración. Un hurto realizado con el cuidado suficiente, como para no alertar sospechas, como para participar desde el gesto frívolo y acercar la vida soñada. Pero, la verdad, de sueños nada. En todo caso, fotografías para el facebook. Conexión virtual sin necesidades anticonceptivas. Mecanismos de control cuyas imágenes, finalmente, autoincriminan. Pero ¿cómo resistir la tentación de mostrar la ropa, los adornos, las carteras, los zapatos? Sofia Coppola desliza su cámara sobre la epidermis de estas futuras cáscaras de camas solares. Y siente pena por ellos. Porque son los que podrían -pero no lo parece- hacer algo distinto. Dentro de la mansión de Audrina Patridge, por ejemplo, los chicos corretean y tocan y roban dentro de un único plano, capaz de mostrar la casa completa, vidriada y semejante a una casa de muñecas. Un acto delictivo cuya picardía está apagada, apresados como se les ve dentro de un mundo donde piden, paradójicamente, querer siempre estar.
Una interesante película Zeitgeist que marca paradójicamente los límites del propio cine de su directora Adoro la fama, la nueva película de Sofia Coppola, es su film más accesible y políticamente preciso. Su blanco es la sociedad del espectáculo, o la evolución perversa y pop de ese concepto unas décadas más tarde. Una evidencia: el deseo de fama se ha radicalizado hasta el infinito a través de las redes sociales, y el Joven, una especie simbólica ideal de ese universo comunicacional, delira en su exposición subjetiva en la red. Compañera ideal de La red social, film no menos fallido que éste, Adoro la fama, basada en un hecho real, cuenta la historia de un grupo de adolescentes de clase media de Los Ángeles, conocidos como la pandilla “The Bling Ring”, quienes empiezan a robar casas de actores famosos como si se tratara de un deporte de riesgo. Cuando las grandes estrellas de cine y la televisión anuncian en las redes sociales que estarán de viaje llega la hora de usurpar. Entre los damnificados pueden estar Orlando Bloom, Lindsay Lohan, Rachel Bilson, Megan Fox, pero eso es pura anécdota. Está claro que no roban por necesidad sino por un imperativo no del todo consciente de reconocimiento público. Subir a Facebook las conquistas adquiridas y sumar fans y amigos constituyen una meta propia de la lógica del hedonismo material estadounidense, una forma de vida tan insustancial como ineficaz y que regula la intimidad de los miembros de la pandilla. En ese sentido, es clave en el relato las alusiones a la espiritualidad de corte New Age californiano, demasiado caricaturizado por momentos, pero un orden simbólico correlativo a ese culto al materialismo banal que el film retrata. Es un acierto que Emma Watson sea una de las elegidas para interpretar a las ladronas en cuestión. Su presencia remite a Harry Potter, otra vía del misticismo contemporáneo. En otras palabras: estos elementos funcionan como un contrapunto preciso de los robos y de una filosofía del Yo en donde la exhibición personal en el espacio público resulta una regla ineludible, un imperativo categórico. Una tesis: la espiritualidad citada es enteramente compatible con la acumulación sin límites. Segunda tesis: el famoso espacio privado en realidad jamás desaparece por llevar al límite el deseo de mostrarse, más bien se sugiere estrictamente lo opuesto: lo que se expande hasta el infinito es la privacidad en todos sus órdenes, la que trastoca lo público como tal hasta borrar esa dimensión que propone un límite entre el yo y el conjunto en convivencia. El problema de Coppola es que para dar cuenta de un modelo de subjetividad elige una forma de expresión característica de esa subjetividad. La película por momentos está demasiado cerca (y es absorbida) por el modelo representacional que critica. El observador se convierte en lo observado y viceversa, o lo que se ve se duplica en cómo se ve. Es por eso que el pasaje en el Coppola elige una panorámica extensa para focalizar sobre un edificio en el que la pandilla está robando, plano que remite a cierta forma de filmar lo edilicio en Playtime, la directora oxigena el sistema formal de toda la película. Es allí, quizás el único momento, en donde Coppola toma distancia, literal y simbólicamente, de todo lo que muestra y demuestra. Película síntoma, revelación conjunta: en la sociedad estadounidense el joven es una figura conceptual que organiza la mayoría de las prácticas sociales; Coppola, ya con 42 años, no parece encontrar nada relevante para filmar que no pertenezca a ese mismo grupo etario que define las características del consumo y la estética del mundo audiovisual, incluso su propio cine.
La tristeza de los niños ricos “Por el hambre de los niños pobres, y por la tristeza de los niños ricos”. Así decía un ininteligible eslogan de la campaña de Carlos Saúl Menem en 1989 (a menos que pensemos que estaba diciendo que iba a trabajar por el hambre de los pobres, inmediatamente, y la tristeza de algunos ricos, al hundirse en 2001). Siempre fue una frase sugestiva: ¿Qué puede causar la tristeza de los niños ricos? ¿Qué les falta? ¿Cuál es su vacío? Una de las características de Sofia Coppola es su honestidad intelectual. Hija, sobrina, nieta y hermana de figuras del show business, siempre abordó las angustias de aquellos que están “encerrados” entre palacios y hoteles cinco estrellas: lo hizo en “Perdidos en Tokio”, en “María Antonieta” y en “Somewhere”. Ése es su mundo, entre hoteles, aviones, estrellas de cine y paparazzi. Ladrones deluxe Como Truman Capote con los asesinos de la familia Clutter, Coppola encontró los protagonistas de su último filme en un artículo periodístico: “The suspect wore louboutins”, publicado por Nancy Jo Sales en Vanity Fair. ¿Quiénes son? Cinco chicos ricos de Calabasas, California, en esos suburbios de Los Ángeles en los que uno sólo puede andar cómodo si es con movilidad propia. Marc es un chico gay y retraído que llega a una nueva escuela para expulsados de otros lados (aunque nadie es pobre). Allí se hace amigo de Rebecca, una jovencita de ascendencia asiática y familia ausente, siempre acompañada por la rubia y superficial Chloe. Becca ya tiene alguna experiencia en meterse en casas de personajes de la farándula, que tienen cámaras pero no alarmas y parecen no darse cuenta de las intrusiones. La idea es cometer robos “inocentes”, saqueando carteras, zapatos, joyas y otros bienes suntuarios, y dinero que gastan en más lujos y vicios (clubes nocturnos, alcohol, marihuana, cocaína), como cualquier hijo de vecino pero con más glamour. En la aventura, involucran a Nicki y su amiga Sam, adoptada por la familia de Nicki ya que sus padres son alcohólicos y drogadictos; ellas no van a la escuela, son educadas en casa por Laurie, la madre. El engolosinamiento y la facilidad de cruzar Google Maps con la agenda de las estrellas los llevan a confiarse demasiado, aunque parecen no ser muy conscientes de que están delinquiendo: a lo sumo es una travesura, una manera de acercarse a esas figuras que están a metros de ellos pero inalcanzables (Kirsten Dunst, la “María Antonieta” de Coppola, y la muy robada Paris Hilton tienen sus cameos). ¿Por qué ellas no van a compartir sus carteras y zapatos de Chanel, Christian Louboutin, Manolo Blahnik o Hervé Léger? Si, como dice Marc, esas estrellas “tienen el estilo que todo el mundo quiere tener”. Vulnerables Algunos dicen que no es lo mejor de la realizadora, pero lo que no pueden negar es que pone su mano para hacer lucir el relato. Una de sus habilidades es usar diferentes recursos para retratar el clima de la escena (en “Perdidos en Tokio” lograba plasmar los estados de ánimos del protagonista, y en “María Antonieta” jugaba con la música antigua y moderna). Así, la cámara en mano bien granulada se cruza con las tomas de calidad desde aparejos; los planos deliberadamente cercanos con los planos secuencia panorámicos (el robo a Audrina Patridge está muy bien resuelto). La escena donde se conduce de noche por Mullholland Drive (límite y camino entre el valle y el “Olimpo”) sirve además de homenaje a David Lynch. El elenco está, desde el vamos, a la altura del desafío. Israel Broussard se luce verdaderamente como el vulnerable Marc Hall, él también a su manera una víctima de Rebecca Ahn, interpretada por una Katie Chang fresca pero oscura y manipuladora. Claire Julien le pone el cuerpo a la bonita y hueca Chloe, a la que le gusta tanto la fiesta como a la bella y un poco descerebrada Sam, en la blanquísima piel de Taissa Farmiga (la hermanita de la célebre Vera). A la juvenil Emma Watson (que ya no es adolescente, pero fue casteada por su babyface), la directora le reservó el personaje de Nicki Moore, la que más clara la tiene a la hora de buscar la fama: seguramente Emma se divirtió muchísimo en su adorable e inconsciente personaje (para los que gusten googlear, los nombres reales son Rachel Lee, Nick Prugo, Courtney Ames, Alexis Neiers y Tess Taylor, respectivamente). Leslie Mann como la vacua madre de Nicki es la principal representante del mundo adulto, ignorante de las travesuras y repartiendo anfetaminas como confites. Por su parte, Gavin Rossdale le pone rostro a Ricky, el bolichero-negociante que se enreda con las chicas y sus asuntos. Con esas herramientas, Coppola puede contar a sus anchas su moderno cuento de solitarios acompañados, de pudientes insatisfechos, de prisioneros del lujo. La otra cara del capitalismo.
Un grupo de Jóvenes aburridos buscan diversiones peligrosas. Inspirada en una historia real que sucedió entre octubre de 2008 y agosto de 2009, donde un grupo de adolescentes obsesionados con la fama en Los Ángeles roban en las mansiones de los famosos, en las colinas de Hollywood, averiguan por internet quienes son los que se van a encontrar ausentes de su domicilio, sus víctimas: Paris Hilton, Lindsay Lohan, Megan Fox, Orlando Bloom, Ashley Tisdale, Rachel Bilson, entre otros, y la banda se hizo conocida en los medios como “The Bling Ring”. Se estrenó en mayo en el Festival de Cannes 2013, a nivel nacional en Estados Unidos el 21 de junio y ahora llega a nuestro país. Estos jóvenes amigos para la aventura son: Rebecca (Katie Chang), Marc (Israel Broussard), Chloe (Claire Julien), Nicki (Emma Watson) y Sam (Taissa Farmiga), (los nombres de los personajes reales son diferentes), se hacen referencias a la página de facebook. Roban joyas, zapatos, indumentaria y todo lo que se encuentre de valor (vemos muchos sponsor), dinero, drogas, alcohol y excesos, tiene cierto toque psicológico porque ellos buscan parecerse a sus víctimas, en gran parte de su relato estos adolescentes están intentando encontrar su identidad. Este film es de la conocida directora y guionista estadounidense Sofía Coppola que a los 42 años sigue tan vigente como siempre (“Las vírgenes suicidas”, "Perdidos en Tokio", "Somewhere - En un rincón del corazón",…) es una experta a la hora de crear climas, sabe comunicarse con el espectador, suele elegir buenos elencos, aquí combina situaciones divertidas, dramáticas, tristes, tiene mucho humor y cierto lado oscuro. Contiene una buena banda sonora (tema "Crown on the Ground" de la banda Sleigh Bells; del rapero Kanye West, entre otras), estéticamente muy cuidada, tiene varios mensajes y una fuerte crítica al consumo, a la sociedad, la obsesión por la fama y el dinero, entre otras cosas. La historia falla un poco en el guión, dado que comienza con mucha fuerza pero va decayendo y si bien se basa en hechos reales muchos puntos no quedan en claro, no se conoce muchos datos de los personajes como familia y escuela, ellos ingresan a importantes mansiones con demasiada facilidad, no hay guardias, ni personal domestico, ninguna persona, nadie detecta rápidamente los robos y las cámaras de seguridad, ningún famoso sale a decir que han invadido su privacidad, ninguno de los padres de estos chicos se preguntan que hacen sus hijos, es raro. El rodaje se realizó entre marzo y abril de 2012 en los alrededores de Los Ángeles, especialmente en West Hollywood, Lynwood y Venice; algunas escenas se rodaron en la mansión de Hilton.
Sofía Coppola ha mirado mucho a la niñez y adolescencia femenina desde el comienzo de su carrera con aquella lejana “Las vírgenes suicidas” (1999), lo hizo luego con “María Antonieta” (2006), posteriormente con “En un lugar del corazón” (Somewhere, 2010), que tenía mucho de lo que no pudo contar en “Perdidos en Tokio” (2003). Todas las mencionadas tienen varias lecturas del tema en común mencionado al principio, pero también con la ausencia de la familia como contexto. Es decir la carencia del núcleo principal del cual se nutren los afectos en la etapa del crecimiento. En algún caso falta el padre como figura icónica, la madre nunca aparece en este universo, o al menos no con su influencia natural. ¿Cómo viven las chicas en el mundo Coppola y cómo se las arreglan para salir adelante, si es que pueden? Ante la ausencia de modelos y de familia, el entorno es un personaje más. La coyuntura es un escenario virtual que afecta directamente el sentir y accionar de sus criaturas. Eso sí… es extraña la omisión del sexo, casi nunca hay sexo en la filmografía de la hija de Francis Ford Coppola, como si sus protagonistas femeninas todavía no llegasen a descubrirlo. La espantosa traducción del título original, más allá de cuestiones comerciales, podría confundir un poco. “Adoro la fama” debe su existencia a una noticia de hace algunos años. En ella se describía a un grupo de adolescentes que en más de una oportunidad se metió furtivamente en las mansiones de varios famosos para robar joyas, adornos, ropa de alta costura y todo accesorio posible, desde carteras hasta abrigos. En más de una ocasión también se quedaban unas horas en esas casas para disfrutar de todos estos lujos, de paso para despuntar el vicio del alcohol o alguna droga. Este grupo (también la película) adquirió el nombre de The Bling Ring, algo así como “El círculo de la ostentación”. Precisamente en esa palabra es donde la cuestión halla su quid. Marc (Israel Broussard) es uno de los tantos chicos sin rumbo ni metas, pero con muchos intereses alrededor del mundo fashion. Conoce obsesivamente marcas, modelos, temporadas, colecciones, todo lo concerniente al mundo del glamour, la fama y la moda. La única chica que le da cabida es Rebecca (Katie Chang), quien inmediatamente encuentra en él un partenaire. Ambos salen de noche a ver la oportunidad que se presenta en Beverly Hills y otros barrios carísimos, en los cuales hay tanta seguridad que puede encontrarse uno con autos de lujo abiertos, esperando para ser abordados por un par de chicos traviesos. A ellos se suman Chloe (Claire Julien), Sam (Taissa Farmiga) y Nicki (Emma Watson, bellísima). Juntos comienzan su raid hasta que dejarán de salirse con la suya. “Adoro la fama” aborda el tema de los robos anecdóticamente. La cámara sigue a los chicos para ver el antes y el después de las perpetraciones. Para ellos todo gira alrededor de mostrar lo que robaron, describir donde estuvieron e inmortalizar la impunidad en las redes sociales. Plata, joyas, y salidas ostentosas son compaginados con noticias reales de los excesos de la actriz, modelo y cantante Lindsay Lohan. Cuando esto aparece entendemos que la intención no es sólo referir alguna problemática adolescente, sino aprovechar el subtexto para preguntarse si esos bienes materiales y la fama son a lo que aspira la sociedad estadounidense en desmedro de todos los valores que se han ido perdiendo desde no hace mucho tiempo. Tenemos un “qué” muy sólido. Algo de la dificultad radica en el “cómo”. Este seguimiento al grupo se vuelve redundante cuando ya los personajes, sus intenciones, más una parte del desenlace, están muy claros, por lo que luego de la tercera incursión se produce un estancamiento narrativo con personajes y situaciones que ya no pueden crecer. También el hecho de no tomar parte, o siquiera opinar, con su texto hace que la resolución de la historia no pase de lo meramente periodístico quitándole profundidad al relato. “Adoro la fama” ofrece una mirada sobre la superficialidad y la banalidad con la que una parte de la sociedad está como hipnotizada. Los trabajos de los protagonistas ofrecen eso en el decir y en el hacer, conformándose un grupo de actuaciones sólidas, funcionales al relato. Por lo demás, la sensación de estar viendo una noticia desarrollada más allá de la tele, o un golpe a los valores de la clase media-alta, atraviesa carriles demasiado similares.
Mansión tomada A medias entre Los edukadores y Spring breakers, pero sin la vocación política de la primera ni el riesgo estético de la segunda, Adoro la fama es un filme menor pero valioso: en su retrato específico de clase logra captar un estado de cosas, un zeitgeist. El dato: el filme de Sofia Coppola recrea un caso verídico, el de un grupo de adolescentes californianos que dedicaron una temporada a saquear casas de famosos (de Paris Hilton, Lindsay Lohan y otros) hasta caer en manos de la ley. Y lo de “grupo” adquiere rasgos propios: salvo las individualidades de Emma Watson e Israel Broussard, el único varón de la pandilla, el protagonista de la historia es un colectivo joven difuso; ausencia de jerarquías que es también planteo formal, en tanto en la cinta la repetición se sobrepone a la progresión, la laxitud disipa el sensacionalismo. Y eso también vale para la ambigüedad pop de la película, que no celebra ni condena el consumismo 2.0 de sus protagonistas, más cercanos a unos hipsters sin ironía que a unos terroristas de barrio cerrado: su vandalismo pasa por la devoción, no por la transgresión, aunque las leyes estén ahí para condenar su abúlico pasatiempo. De todas maneras hay algo romántico en ellos, en ese situacionismo inocente de habitar mansiones vacías por un rato para probarse ropas, ponerse pintura de labios o tomar alcohol ajeno. Su banalidad es sentida, no nihilista, y por eso la comparación con Bret Easton Ellis, el autor de Menos que cero, es anecdótica (para un filme Ellis, ver The Canyons). Adoro la fama es un filme trágico, de una clase social pero también una generación que no puede generar experiencias legítimas: su afuera está en el adentro, en los interiores y la intimidad expuesta. Ellos solo consiguen encontrarse fugazmente ocupando vanamente el lugar de otro, registrando el devenir y el cuerpo en imágenes, escapándole a la monotonía a través de las drogas, la velocidad, el pop y la electrónica. El fin del hedonismo llegará con otro espacio interior, el de la cárcel, uno áspero y despojado y angustiosamente “social”, lejano al éxtasis y la comodidad de las redes. Es cierto, hay algo pueril en la mirada de Coppola, un tufillo sociológico y cierto descuido conceptual (sus cámaras ocultas se parecen a las de Actividad paranormal más que a las de Caché). Pero el filme es lúcidamente noble y ofrece una oportuna metáfora del mundo actual, una casa abandonada en la noche con sus luces prendidas.
El imperio de la banalidad Hay tres componentes del cine de Sofia Coppola que siempre terminan haciendo eclosión: la fama, la adolescencia y la abulia. Algunas veces falta uno de estos, pero regularmente vuelve y revuelve sobre esos temas, incluso cuando aborda una biografía como la de María Antonieta. Adoro la fama es un nuevo viaje al centro de su universo, aunque más que universo parece una burbuja: una de dos, a la directora la acomplejó decididamente su adolescencia hollywoodense o no sabe filmar otro asunto, porque el mundo plástico, pop, banal y pleno de aburrimientos es el único que le sale y del que no aparenta poder escapar. Un mundo que, incluso, nunca mira hacia afuera y que -agradezcamos- tampoco es mirado desde afuera, con distanciamiento. Hay en Adoro la fama una cuota de cinismo (evidente en los personajes de Emma Watson y Leslie Mann), pero Coppola demuestra que escasamente le interese burlarse de sus personajes, aunque tampoco endiosarlos. “¿Qué le interesa?”, preguntará usted. En todo caso, mirar con cariño algo que parece ajeno, celebrarlo desde un espacio de banalidad que parece ser el único posible para ver. Comprender, en definitiva, aquello que por frívolo parece injustificable. En Perdidos en Tokyo, además de una enorme película romántica la directora construía un concepto sobre el no lugar. Incluso, la ambientaba en un no lugar por excelencia como son los hoteles y en una ciudad de una personalidad impersonal apabullante. Eso se ha ido repitiendo a partir de ese, su segundo film; con mucha sabiduría Coppola sabe hacia dónde apunta (estéticamente) y cómo debe construirlo (formalmente). Por eso que a muchos les resultan aburridas sus películas sobre el aburrimiento; cada película traduce sentimientos abstractos de forma tangible. Ese es uno de sus grandes aciertos como realizadora, sobre todo porque retrata mundos que nos son -a la mayoría- muy ajenos. Pero el límite de Sofia Coppola se da a veces en la pérdida del rumbo, el no saber qué quiere contar, básicamente porque se fascina demasiado con sus criaturas. Algo que pasa en muchos momentos de Adoro la fama. La directora tiene tal manejo de sus universos y de los personajes que los habitan, que no le cuesta más de tres escenas describirnos a quienes protagonizarán su película. Por más que aquí estemos ante un caso real, del que podemos acceder a información con sólo un click, su talento para la descripción veloz resulta evidente en otras piezas de su filmografía. De esta manera uno se zambulle de lleno en la vida de Rebecca, Marc, Nicki, Chloe y Sam, por más que se trate de una vida en extremo superficial, o si no en la vida al menos en esa experiencia que transitarán y que los hará populares -tal vez- en un sentido diferente al que deseaban: acusados por múltiples robos en viviendas de ricos y famosos. Coppola se toma un buen rato en mostrar esos sucesivos robos, en cómo estos chicos se relacionan mientras llevan adelante su maniobra no desde un punto de vista delictivo o criminal (es decir, no lo hacen por robar) sino por el máximo placer de estar cerca de las celebridades que adoran, de ese mundo de mansiones y riqueza, de superficie brillosa, de hedonismo. Si no, no se entendería el escaso cuidado que ponen en protegerse de cámaras de seguridad internas, cómo explicitan sus nuevos bienes (carteras, zapatos, ropa, autos) con fotos en redes sociales, cómo hacen correr el chimento de que se inmiscuyen en esas casas ante todo el mundo. Estamos en el centro del planeta 2.0, el fetichismo de Facebook, Twitter, ser popular, exhibirse, mostrarse. Todo lujo, plástico, superficie, banalidad. No de gusto le roban ese tipo de celebridades que sale en TMZ, no a otras. Eso está presente en el film, aunque no se profundice demasiado. En Adoro la fama, Coppola cae en una trampa mortal para la película, y que es la trampa en la que corre peligro de caer su propio cine. Así como los “bling ring” se fascinan con esas celebridades, ella se fascina con estos chicos. Los muestra, los sigue, escasamente profundiza en sus comportamientos, y si bien exhibe un estupendo manejo de la puesta en escena para colocar la cámara sin hacer notoria su presencia, como quien chusmea ahí donde nadie puede llegar, incluso mostrando un robo desde un refinado plano general que da bastante de desolación, llega demasiado tarde a sacar conclusiones. La última parte de la película, aquella de las consecuencias para estos pibes, es fragmentada, está como por estar y porque tiene que estar, más allá de que los robos son un gran flashback y durante la película vamos viendo testimonios de ese a posteriori. Algunas frases son lúcidas (cuando a una de las chicas le cuentan que Lindsay Lohan se enteró de todo, se preocupa por saber qué dijo la celebridad sobre ellas) y algunos personajes van desmontando el monstruo interior (Emma Watson, Leslie Mann), pero todo suena a poco, de una liviandad suprema, incluso algo burlón para una película que había evidenciado una preocupación en no juzgar. Si bien Coppola no cae en la tentación documentalista/verista de mucho cine basado en hechos reales (cómo podría ser esto real, de todos modos), tampoco le alcanza para que ese artificio eleve a su película de la medianía a la cual su indecisión en el tono terminó por condenar: o mostrás, o te burlás, o te preocupás, o te solidarizás, o juzgás. O algo. Pero todo, por tramos fragmentados, es confuso. Lamentablemente la indolencia del imperio de la banalidad ensordece los muchos méritos que tenía la película de Coppola.
Una crítica más de Sofía Coppola En Vírgenes suicidas el foco estuvo en una ejemplar familia norteamericana, cuyas impecables niñas rubias se inmolaron. En Perdidos en Tokio, fue una pareja de desconocidos que paliaban su soledad en una sociedad altamente tecnologizada que los enajenaba; en María Antonieta, una princesa aburrida y caprichosa, a quien los excesos la matan. Sofía Coppola se ha dedicado a observar en sus películas el vacío de seres que, desde la mirada ajena, gozan de una fracción envidiable de los ideales de la sociedad de consumo. Su descontento, su apatía, la angustia de un todo que deja nada aparecen en los relatos de la hija del gran Francis Ford y parte de una legión de artistas encumbrados. El caso de un grupo de siete chicos de Los Angeles, quienes un par de años atrás fueron enjuiciados por ingresar a las mansiones de actores y celebrities como Lindsay Lohan, Kristen Dunst, Johnny Depp o Paris Hilton, robarles, filmarse y subir el registro a internet, le sirvió a la directora para hacer, en Adoro la fama, un nuevo retrato de esas conductas que no encuentran sentido para el común de los seres humanos. Se trataba de chicos ricos, hijos de familias acomodadas, alumnos de los mejores colegios, pero ni sus privilegios ni su suerte les impidió convertirse en delincuentes juveniles y exponerse públicamente. Suele suceder, claro. Pero en sociedades corruptas, a falta de interpretaciones equitativas, el tamaño de la víctima distingue al "travieso" del "ladrón" y, para el caso, los blancos elegidos no fueron los adecuados. Con el juicio comienza la película y a partir de allí, como en un gran recuento se asiste a la incursión de las muchachitas y el nuevo de la clase por las dependencias de viviendas ajenas, tocando, probándose, oliendo, mirando extasiados, y llevándose hasta sumar la friolera de 3 millones de dólares en joyas, ropa, perfumes y varios; pertenencias de personas famosas. Sofía Coppola no hace una crítica explícita. Simplemente expone lo que le interesa de un asunto para que el espectador arribe a las conclusiones. A cada personaje le corresponderá una propia.
La palabra podría ser “insustancial”. Pero sonaría despectivo, porque la constante de la obra de Sofía Coppola hasta aquí es, justamente, pensar qué es “insustancial”, qué es lo que nos fascina de los brillos fugaces de la fama y sus vestimentas. Salvo en su opera prima, la excelente “Las vírgenes suicidas”, en todas sus películas la idea de ser parte de una elite y vivir en o por ella aparece como una reflexión. “Amo la fama” es la historia de una banda de adolescentes que robó casas de estrellas y famosos, más fascinados por penetrar ese universo glamoroso que por el dinero en sí mismo. Que el film, elegante y sincero, se base en una noticia real no es lo de menos: el estilo de cuento de hadas moderno que Coppola imprime en todas sus ficciones y que es, en cierto punto, perturbador –en cuanto comprendemos los deseos demasiado humanos de sus protagonistas, demasiado “insustanciales”– choca contra la conciencia de que tales personas existen en el mundo detrás de la pantalla. El problema siempre en el cine de esta directora es el regodeo en la espontaneidad de algunos gestos, en la deriva circunstancial. No es que esté “mal” en sí, sino que diluye la potencia dramática o la precisión de la mirada y transforma la película en un caramelo pop de consumo inmediato. Al mismo tiempo, su mayor virtud y su mayor defecto. Incluso así, es un film para mirar con atención, de una realizadora que tiene una voz propia. No es poco.
La insoportable banalidad del ser y del parecer Este nuevo largometraje de Sofia Coppola está basado en hechos reales que se conocieron a partir de un artículo publicado en 2010 en la revista Vanity Fair, bajo el nombre “Los sospechosos usaban Louboutins” que puede leer aquí. En la película se describen las aventuras de un grupo de amigos del Valle de San Fernando que casi como un juego o un acto de osadía entre 2008 y 2009 comenzaron a robar joyas, ropa y artículos de lujo en las mansiones de las celebrities. Adoro la fama comienza por el final, mostrando un presente donde éstos jóvenes son juzgados en un tribunal, y va alternando con momentos del pasado que muestran como comenzaron los robos que en total sumaron más de tres millones de dólares en sustracciones. En el film además se combinan imágenes de webs dedicadas a la vida de estas stars que por su elegancia y glamour, la pandilla de jóvenes ladronzuelos quiere imitar (Paris Hilton, Megan Fox, Rachel Bilson y Lindsay Lohan son algunas de las víctimas), con fotografías de artículos de diarios, y reconstrucciones de los saqueos que perpetuaron. Entre medio de un desfile incesante de marcas como Louis Vuitton, Hermès, Channel, Manolo Blahnik, que obnubilan a estas jovencitas, Coppola expone un universo donde la indiferencia paterna, la permisión absoluta y los excesos nocturnos contituyen la vida cotidiana de este pequeño grupo. Por momentos el expectador podrá sentirse dentro de una gran publicidad lujosa donde el exhibicionismo es la regla principal de este grupo consumista, pero además en Adoro la Fama, podemos hacer una rápida lectura de la frivolidad adolescente que empapa a Los Ángeles. Sin embargo, Coppola retoma temáticas habituales en su corta pero interesante trayectoria en lo que a relaciones humanas se refiere: la falta de identidad personal, el descubrimiento de uno mismo, la vida a la deriva como una incógnita, y la soledad familiar. A pesar de estos elementos que podrían haberse desarrollado y enriquecido la trama; el trato es superficial y banal, cercano a una mirada condescendiente que roza lo infantil, lo ingenuo y sobretodo lo repetitivo sin aportar demasiado más a esta producción que no escatima en lujos, pero sí en juicios de valor.
Caer en lo que uno critica "The bling ring" es una peli que había generado expectativa, por un lado por el hecho de que la dirigía Sofía Coppola, directora de películas como "Las Vírgenes Suicidas" y "Perdidos en Tokyo"; y por otro lado por la temática que iba a abordar: Hecho real en el que chicos ricos con problemas de autoestima y una obsesión enfermiza por las celebridades y los artículos de moda se pasan del límite moral entrando a casa de sus vecinos estrellas del cine y la TV para robarles sus pertenencias, no por necesidad, sino por fetiche. Todo parecía indicar una película más que interesante, pero el resultado final fue lamentablemente bastante chato y fofo. Si bien las secuencias están muy bien filmadas y el mundo de tentaciones materiales que nos presenta Coppola es hipnótico, la dinámica de la trama se va por el inodoro cuando se quiere pasar de rosca con la mirada "indie" de los hechos. Nos presenta directamente y sin ningún tipo de anestesia a 5 adolescentes irritantes, caprichosos y poco queribles, con los que supuestamente debíamos involucrarnos para que tenga sentido lo que se está viviendo en pantalla. La verdad es que nunca llegué a conectar con ninguno de ellos, quizás estuve un poco cerca con el personaje de Marc, pero ni así hubo manera. Al no conectar se producen algunas sensaciones poco placenteras como el letargo y la indiferencia hacia lo que estamos viendo. La verdad es que me daba lo mismo que pasaba con cada uno de los personajes, sólo quería que llegara el nudo final para terminar con la cuestión y ver como terminaba todo con estos mocosos. Estoy seguro que esto no es lo que busca vivir una persona cuando decide ir al cine a disfrutar de un film. La frivolidad con la que aborda todo el tema la directora, da cuenta de la crítica poco sincera que hace sobre Hollywood y el celebrity life style del cual forma parte, o al menos deja al descubierto que no llega a ponerse en la piel del espectador promedio que lejos está de ese tipo de vida, el que seguramente verá la trama como algo poco impactante y de poca trascendencia. Quizás en USA donde este tipo de obsesión es más potente podría funcionar un poco mejor, pero por estos pagos latinoamericanos de seguro no logrará tener el efecto que Coppola esperaba. En resumen, un peli sobre adolescentes para adolescentes que quieren pasarla bien un rato viendo a su actriz favorita, Emma Watson, en un rol distinto del que nos tiene acostumbrados. Un trabajo de intención inicial positiva que lamentablemente termina cayendo en la boludez hollywoodense que intenta criticar.
Si algo sabe hacer Sofia Coppola, es dirigir nuevos jóvenes actores/actrices, y sacar lo mejor de ellos. "Adoro la Fama" es excelente, ingeniosa, y con un plus, el acceso a las casas "reales" de Paris Hilton, Lindsay Lohan, etc, lugares que mucha gente quiere ver de cerca, y lo vas a poder hacer en esta peli. Coppola, por su parte, observa a estas jóvenes ladronas por lo que son, y esa es la clave de la historia. Entretiene de principio a fin, y más sabiendo que está basada en una historia real. La música que acompaña es perfecta, y el guión, te lo aseguro, te va a atrapar.
El diablo las viste de Prada Son mucho más que coolhunters. Rebecca, su secuaz Marc y sus amigas adolescentes adoran tanto a las celebridades que quisieran vivir como ellas. Entonces, cuando una página indiscreta de Internet cuenta que Paris Hilton salió de Los Ángeles, Marc googlea su dirección, descubre una llave oculta bajo la alfombra y la banda entra a la mansión de la diva para acarrear cuanta joya, Rolex, Gucci y Dolce & Gabbana quepan en el bolsillo. Después, seguirán de caza buscando a otras celebridades desprevenidas. Esta banda de alta gama existió; se la conoció como the bling ring (el título del film) y la hija de Francis Ford encontró a la historia tan irresistible que la volcó al celuloide. Como en todas las películas de Sofia Coppola, la distancia con los personajes es un artificio impostado, pero en este caso el narcisismo es tan vulgar que excede los estándares de la directora (que se reserva un dejo de sarcasmo con Nicki, el personaje de Emma Watson). Su habilidad pasa por presentar historias ordinarias en el umbral, apenas, de lo raro o lo decadente; y esa distinción, atravesada por lo superficial, pretende pasar por arte. Quizá por eso el único momento genuino, cuando la policía de Los Ángeles allana los hogares de los saqueadores, se percibe con extrema brutalidad. La banda sonora de Daniel Lopatin muestra un autoengaño habitual: la ilusión de ver sofisticado algo irremediablemente frívolo.
Publicada en la edición digital #256 de la revista.
Obsesiones hollywoodenses Adoro la Fama (o The Bling Ring) quizás no sea la mejor obra de Sofía Coppola, pero es un fiel retrato de una sociedad fascinada con la fama. A través de la historia de un grupo de adolescentes en California que decide robar las casas de sus celebrities favoritas (Paris Hilton, Lindsay Lohan y Orlando Bloom entre otros), Coppola muestra la trivialidad y los excesos de Hollywood. "Vamos a lo de Paris. Tengo ganas de robar", dice Nicki, el personaje de Emma Watson –sí, Hermione de Harry Potter- mientras fuma un cigarrillo. Uno pensaría que está insistiéndole a sus amigos para ir al shopping. Y la idea no está tan alejada. La mansión de Paris Hilton –quien le prestó realmente su casa a Coppola para que filmara allí- es un templo de la vanidad. Las paredes están recubiertas con imágenes suyas; hasta los almohadones y otros adornos están impresos con su cara. Y la "inocencia" con la que se caracteriza a la hija del magnate hotelero es poca cuando uno se entera de que guarda la llave de su casa bajo la alfombra de entrada. Sin contar a Watson, el resto del elenco no logra estar a la altura de las circunstancias, y la película se vuelve un poco monótona por instantes, -aunque quizás algunos insistan en que ésa sea la finalidad. Criados en una pequeña burbuja de privilegio, estos adolescentes encapsulan el narcisismo del espíritu de la cultura celebrity en el corazón de una ciudad que no podía ser otra que Los Ángeles. Coppola no abandona su característica fotografía nostálgica y melancólica ni su guión inteligente y minimalista. Pero le agrega un ingrediente moderno y joven: una combinación digna de la era Instagram. La banda de sonido –que incluye temas de Kanye West, Frank Ocean, M.I.A. y Phoenix- acompaña soberbiamente el ritmo de la historia. Basada en los hechos reales relatados en la nota de Vanity Fair The Suspects Wore Louboutins de Nancy Jo Sales, esta película se convierte en el quinto film de la hija del gran Francis Ford Coppola. Pero Sofía ya hace bastante que tiene nombre propio y los personajes de sus films se convirtieron con el tiempo en objeto de culto del cine independiente. A partir de 1999 con Las Vírgenes Suicidas, su ópera prima en largometrajes, Coppola empezaría a desarrollar tanto un estilo propio que pronto sería su marca artística personal, como una temática común, que aborda la fama desde distintos ángulos. Las Vírgenes Suicidas cuenta la historia de las hermanas Lisbon, que alcanzan la celebridad con el suicidio. La ganadora del Oscar Perdidos en Tokio (2003) sigue a Bob Harris, el personaje de Bill Murray, un actor lejos de su época de esplendor, que conoce a Charlotte –interpretada por Scarlett Johansson- y juntos emprenden una aventura por Tokio para escapar del aburrimiento (el famoso Ennui). María Antonieta (2006) y Somewhere - En un rincón del corazón (2010) terminan de completar la serie de películas que tocan la fama desde un punto de vista personal y levemente autobiográfico de una directora que se crió en Hollywood.