Cuidado con la picadura En un futuro bien cercano, Cobb (Leonardo Di Caprio) es un espía industrial de alta gama. El tipo consigue infiltrarse en los sueños de los demás, tanto para robar una idea como para implantar una. Con la ayuda de un equipo de nerds, que “diseña” sueños para programar en las mentes de otros, y usando un micro dispositivo que inyecta en sus víctimas sin que lo noten, logra sus objetivos. Pero, como sabemos todos, meterse en la mente ajenas, trae problemas. Cobb vive fugitivo de la ley, y la aparición de un chantajista le complica la vida y después un yuppie inescrupuloso que quiere tomar el control de la mega corporación que contrata sus servicios también lo empieza a molestar. Todo se termina de complicar cuando, inesperadamente, lo acusan de asesinar a su esposa. Una buena peli de ciencia ficción y acción, con el formato de “Matrix” y “Dark city”, que alterna escenas en el mundo real con segmentos muy psicodélicos cuando Cobb ingresa en los sueños de los demás. La dirigió Christopher Nolan, el mismo cráneo detrás de “Memento” y las nuevas “Batman”. No te duermas y andá.
Pensar en grande Terminé de ver El Origen hace tres horas (¡la proyección de prensa arrancó a las 9.30 AM!). Me fui del Cinemark Palermo sin hablar con nadie (a propósito) y al rato -ya instalado frente a mi netbook- tuve un interesante intercambio vía Twitter con los colegas/amigos Diego Lerer, Hernán Ferreirós y Santiago García (a los dos primeros les gustó menos y al tercero más que a mí). Esta película de Christopher Nolan (desde ahora CN) es de esas que se van a discutir mucho y durante mucho tiempo. Es uno de esos (escasos) films ambiciosos, exigentes e “importantes” made in Hollywood que piden a gritos una segunda visión, un tiempo prudencial para que “decante” y así poder analizarlo, desmenuzarlo mejor. Pero a mí, en cambio, me gusta escribir “en caliente”, con las palpitaciones todavía a mil. Ya habrá tiempo, si cabe, para una relectura. Para mí, aclaro, no es la obra maestra que buena parte de los críticos del mundo han exaltado y ni siquiera la considero lo mejor de un director de enorme categoría como CN, pero creo que no tenía tanta expectativa previa (al final, un poco defraudada) ni tantos deseos de escribir desde… ¿Batman: El Caballero de la Noche? Lo de la calificación, si me permite, merece una explicación y, como siempre, es relativa: un film de “8 puntos” debería haberme convencido o emocionado más que El Origen, pero al mismo tiempo se trata de una "tormenta" visual y de un guión que propone un universo cinematográfico tan impactante y arriesgado, que uno no puede ponerlo en el mismo nivel que, digamos, Miss Tacuarembó, Las hierbas salvajes o Plan B, por nombrar a las tres últimas películas que califiqué con 7. Hay tres sensaciones que tuve durante la visión de El Origen (una experiencia fascinante, agobiante y agotadora a la vez) y que luego el amigo Lerer compartió en el ida y vuelta de los 140 caracteres twitteros: 1) Que a Nolan se le subieron el éxito y los elogios a la cabeza y decidió regodearse (y abrumarnos) con su inmenso talento narrativo y su inagotable creatividad en lo que por momentos resulta un ejercicio de virtuosismo demasiado frío y artificial; 2) Que los múltiples hallazgos formales y temáticos del film se ven truncados en buena parte por la constante (sobre)explicación, perdiéndonos así como espectadores la posibilidad de vagar por esos universos enigmáticos donde cada uno puede elegir cualquiera de esos senderos que se bifurcan; 3) Y que su psicologismo barato (digno del tomo 1 de un manual freudiano) conspira contra la empatía y la identificación del espectador (yo también pensé mucho durante la proyección en qué hubiesen hecho David Lynch y especialmente David Cronenberg con estos materiales: seguramente algo mucho menos explícito, calculado y perfecto). ¿Con todos estos reparos estoy desaconsejando la visión de El Origen? Rotundamente no. Las mil y una referencias que leí y escuché en los últimos días -el Stanley Kubrick de 2001, odisea del espacio, Minority Report, El vengador del futuro, Blade Runner y la obra de Philip K. Dick; el Orson Welles de El ciudadano, el cine de Michel Gondry o la literatura de Jorge Luis Borges- me parecen válidas e intrascendentes a la vez (esta vez, mero regodeo de críticos), porque más allá de sus múltiples influencias, antecedentes, inspiraciones y “homenajes” el gran mérito de CN es el de haber concebido un thriller noir y psicológico (onírico) a la medida de las (impresionantes) posibilidades del arte de las CGI. En este sentido, me animo a sostener que es tan o más “revolucionaria” que Avatar. “No temas soñar en grande”, le dice un personaje a otro promediando la película y ése parece ser el leit-motiv de El Origen y de la obra de CN en general. Los sueños, la percepción, la manipulación de los recuerdos, la realidad virtual y los saltos en el tiempo son una constante en la filmografía del creador de Memento: recuerdos del crimen; Noches blancas, El gran truco y sus dos incursiones en el mundo Batman; y aquí el director se da todos los gustos con sus 200 millones de dólares de presupuesto. CN nos sumerge en las desventuras de un equipo (Leonardo DiCaprio, Joseph Gordon-Levitt , Ellen Page, Tom Hardy, Ken Watanabe y Dileep Rao) de ladrones y “traficantes” de sueños, especialistas en extraer y, por qué no, también en implantar vivencias e ideas para así cambiar el pensamiento y, claro, el comportamiento de una persona. Los 148 minutos de El Origen nos llevarán entonces con sus múltiples capas narrativas (un sueño dentro de un sueño dentro de un sueño) por terrenos de la ciencia ficción, del thriller corporativo con traiciones cruzadas, de eas misiones imposibles propias del cine de acción, de un melodrama sobre la culpa y el perdón, y de una épica romántica (y familiar) con DiCaprio y la francesa Marion Cotillard protagonizando un amor trágico e imposible (que nunca termina de funcionar del todo). Aunque al colega Javier Porta Fouz le repugne el análisis “por rubros”, le voy a dedicar unas líneas de admiración al fotógrafo Wally Pfister (un orfebre capaz de iluminar hasta los más mínimos detalles del plano) y otras de indignación a la omnipresente, abusiva y explícita banda sonora de Hans Zimmer, de esas que nos dicen cuándo debemos conmovernos o sobresaltarnos (cosa que igualmente casi no ocurre). De todas formas, aún cuando puede decirse que El Origen es una experiencia algo fallida como un todo, hay secuencias espectaculares, dignas de un maestro como sin dudas lo es CN. No quiero adelantar nada, pero la París “doblada” o las imágenes que desafían la ley de la gravedad son sólo algunas de ellas. Esos pasajes de gran cine compensan todo lo que de agobiante y pretenciosa tiene esta laberíntica, quijotesca película que, seguramente, seguiremos debatiendo largamente aquí abajo. Por supuesto, están todos invitados.
Cuando el límiite entre la realidad y los sueños se interpone. La nueva propuesta de Christopher Nolan, un director de filmografía impecable en su haber (Following, Memento, Insomnia, Batman Inicia, El Gran Truco, Batman: el Caballero de la Noche), lo consolida como uno de los directores clase A del momento, categoría dentro de la cual casi todo le es permitido, tiene el cast, dinero y elementos que se necesite. Sus proyectos no sólo dejan boquiabiertos tanto a crítica como espectadores alrededor del mundo, reinventándose con cada nuevo film, un par de éstos títulos de no tan larga data, ya bien podrían encontrarse entre los “clásicos” de todos los tiempos. El Origen, aborda temas ya vistos en otras, uno no termina de discernir sobre si son meras casualidades, homenajes o una revitalización de determinados temas y puestas escénicas. Encuentro puntos comunes con films como Matrix y Existenz principalmente, 2001: Odisea en el Espacio, El Ciudadano, El Vengador del Futuro, La Celda, La Quimera de Oro, el baile de Fred Astaire en Bodas Reales (Royal Wedding) y hasta las frias nieves de El Imperio Contraataca o Estación Polar Zebra. La experiencia cinematográfica es inmensa, el uso del sonido agresivo hacia el espectador como en la nueva saga de Batman es algo a lo que Nolan acude para crear climas, la dirección artistica en minuciosamente atrayente, tras constituir un thriller psicológico, tambien podría repensarselo como un film de acción, gracias a los elementos de contraste con una misión que no faltan. El Origen, funciona como las mismísimas figuras de mamushkas, un sueño dentro de otro. Leonardo Di Caprio extrañamente reitera una labor con similitudes a su reciente proyecto junto a Scorsese y sale ganando nuevamente. El cast se completa con actores que se han convertido en fetiches de Nolan, sean Cillian Murphy o Michael Caine. Eligió entre los mejores, actores que han tenido gran aceptación por sus últimos trabajos, a Ken Watanabe, Joseph Gordon-Levitt, Ellen Page, Marion Cotillard (evidentemente no sólo su actuación en La Vie en Rose lo sorpendió a Nolan sino tambien el tema célebre No me Arrepiento del gorrión Edith Piaf) y los reconocidos Pete Postlethwaite, Tom Berenger, Lukas Haas. Di Caprio interpreta a Cobb, un hombre aferrado a sus sueños, a quien la vida le ha pegado en los huecos más profundos de su ser, tiene como misión enfrentar a sus demonios, no siempre visibles o como fruto de su imaginación. Junto a un equipo, la premisa en meterse dentro de los sueños de otros y así encontrar aquellas búsquedas que en la realidad no son efectivas (algo similar al conectarse a la matrix). Aquí hay arquitectos, proyecciones, un ¿lider?. Escapatorias a la realidad, construcción de regiones, sectores, lugares, un desdoble de la realidad. Las amenazas intrínsecas, difíciles de reconocimiento alguno, deben analizarse puntillosamente para poder identificarlas. En El Orígen, Nolan comete un pecado, y es el de contar de más, hay una sobreexplicación subrayada que hace notar, no valorando la inteligencia del espectador, quizás por que se ha metido en temas que van complicándose contínuamente y en un momento debe él decir “basta”, “esto es a lo que apunto”, como para no desconcertar o enviar al espectador hacia una línea argumental equívoca.
Batman: El caballero de la noche consagró al inglés Christopher Nolan como un director como los que no quedan ni en Hollywood ni en ninguna parte del mundo. Pocos cineastas de la actualidad son capaces de combinar genialmente el sentido del entretenimiento con las ideas, el negocio con el arte. Y lo logró sin jamás traicionar sus preocupaciones: personajes obsesivos, dispuestos a cruzar el límite; tramas intrincadas, narración no lineal... Su nuevo proyecto despertó expectativas inusitadas entre los fanáticos, incluso antes de que se supiera el argumento. El origen tuvo una campaña publicitaria misteriosa: trailers que no explicaban demasiado (pero que mostraban imágenes alucinantes), videos con testimonios de especialistas en sueños, manuales para utilizar un aparato que permite adentrarse en la mente... Prometía, la película. Pero no cumplió: superó ampliamente las expectativas del más ansioso. Desde los avances podían advertirse similitudes con Matrix y sus secuelas, pero la obra de Nolan tiene un enfoque diferente: es compleja, pero no complicada; hay efectos especiales y escenas de acción, pero jamás tapan la historia; es ambiciosa, pero no pretenciosa, ya que no necesita de la saturación de referencias bíblicas y de animé en una actitud de “Miren qué inteligentes y cultos que somos”. Nada de eso. Y convendría no seguir profundizando en las comparaciones porque la trilogía de los hermanos Wachowsky perdería por goleada. Si bien hay elementos dignos de la literatura de Philip K. Dick —muy presente en Matrix, también—, El origen tiene dos influencias específicas. Por un lado, la psicología, especialmente la obra de Sigmud Freud, padre del psicoanálisis. Por otro lado, los film de James Bond, de los que el director es fanático: “Crecí viendo las películas de James Bond, que me encantaban, y viendo esas cintas de espías con esa tendencia a recorrer todo el mundo”. Claro que aquí los horizontes se amplían al mundo del subconsciente. También se pueden encontrar aspectos de otras historias de espías, como Misión: imposible, ya que Dom (Leonardo DiCaprio) lidera a un grupo de especialistas de cada materia (disfraces, técnica, etc.). Sin duda, podemos afirmar que El origen es el mejor y más original thriller de espionaje que se ha realizado. Lejos de las computadoras y otros aparatos de última tecnología, Nolan eligió darle a su film un estilo clásico, atemporal, con una paletas de colores marrones, negros, blancos, rojos y grises. Incluso los tiros, las persecuciones y las explosiones están filmadas con un estilo directo, artesanal, sin abuso de la tecnología computada, más al estilo de los ‘70. Un enfoque parecido al de David Cronenberg en eXistenZ, que también trataba el tema de las distintas realidades que se van mezclando. Uno podía esperar que una película de las características de El origen estuviera repleta de trampas para confundir al espectador (Nolan solía valerse de dicho recurso, como en El gran truco). Pero no las hay, por suerte. El argumento tiene sus partes intrincadas, pero nada está tirado de los pelos, los giros dramáticos no son absurdos ni entorpecen la narración, sino que aparecen para enriquecer la historia. Leonardo DiCaprio vuelve a demostrar por qué es uno de los mejores actores de la actualidad. Por lo pronto, sabe elegir proyectos y directores con los que trabajará. En este film, su personaje tiene varias similitudes con el que venía de interpretar en La isla siniestra: un hombre atormentado por tragedias familiares, que se mueve a través de mundos oníricos. Y una vez más, el actor logra una labor contenida, con momentos de explosión en la medida justa, sin exageraciones. Marion Cotillard interpreta a Mal, la esposa muerta de Dom, a la que el protagonista conserva en una suerte de limbo creado a base de recuerdos. La preciosísima actriz francesa sabe ser convincente como una víctima frágil y también en el rol de femme fatale. Ellen Page sigue imprimiéndole actitud a sus personajes, lo mismo que Joseph Gordon-Levitt. Tom Hardy, el nuevo Mad Max, impone presencia y carácter para las secuencias intimistas y en las de acción. Dileep Rao, luego de Avatar, continúa incursionando en universos alternativos. Cillian Murphy, Ken Watanabe y Michael Caine —que aparece muy poquito— demuestran que se sienten muy cómodos en el cine de Nolan... Pero lo más llamativo del elenco es Tom Berenguer. El veterano actor, que supo destacarse en films como Reencuentro, de Lawrence Kasdan, y en Pelotón, regresa a las grande ligas haciendo del socio de un multimillonario clave para la misión de Dom y compañía. El origen prueba que Christopher Nolan no para se superarse. Es evidente que este cineasta no tiene techo. Y, lo mejor de todo, los estudios de Hollywood están dispuestos a seguir financiando sus creaciones. Ahora está preparando la tercera y última entrega de la saga —de su saga— de Batman. Christian Bale, Michael Caine, Morgan Freeman y Gary Oldman estarán presentes, y se sabe que el Acertijo podría ser uno de los villanos. ¿Qué podemos esperar? Lo mejor. En el caso de Nolan, siempre lo mejor.
Atrapa al Pez Dorado Según David Lynch, las ideas flotan por nuestra mente como peces en el agua. Pescar una buena idea, la correcta, la adecuada, la original es como atrapar un pez dorado. No hay que dejarla escapar, exponerla lo antes posible. Lynch estaba tan seguro de esta definición que sacó un libro de autoayuda autobiográfico al respecto, antes que algún otro le robe la idea. Obviamente el libro se llama “Atrapa al Pez Dorado”. No es ninguna novedad que el cine de Hollywood se ha quedado hace rato sin ideas. Se inspiran en Best Sellers, cómics, series, clásicos, dibujos animados, secuelas (y precuelas), fórmulas demasiado remanidas para sacar nuevas películas. Es raro, a esta altura de las circunstancias encontrar una idea realmente original en Hollywood… o al menos un tratamiento singular. Cuando nos estábamos acostumbrando a ver siempre lo mismo, a contentarnos con las ideas de Pixar (que más allá de que siempre nos sorprenden también hacen secuelas de sus éxitos) sale Christopher Nolan a la superficie con El Origen… una idea original: surgida de su propia mente. Nada de cuentos de su hermano, Jonathan, nada de adaptaciones de cómics o remakes. Ni siquiera fue escrita en conjunto con otro guionista. El Origen es ORIGINAL. ¿Y de que trata?… justamente, de ideas: extraer ideas, instalar ideas, robar ideas… La película entera es una metáfora acerca del lugar que la película misma ocupa en la cinematografía contemporánea. Un concepto original con tratamiento original. Sin embargo, como pregunta Ariadne, la arquitecta de laberintos oníricos (que comparte el nombre con la creadora del laberinto del minotauro del mito griego), ¿acaso no creamos a partir de recuerdos verdaderos? Hay ideas de El Origen que pudimos ver previamente en La Celda (navegar por los sueños), Matrix (mundos paralelos, despertar en otras realidades, los orígenes filosóficos griegos, algunas escenas visualmente similares), Sueños de un Asesino, Abre los Ojos (o Vanilla Sky) Avatar (incluso uno de los actores, Dileep Rao, trabaja en ambas películas con personajes similares), así como referencias cronobergianas y justamente, lynchianas que otros colegas ya nombraron. Pero lo cierto es que la película asombra por su solidez narrativa, que me animo a decir, supera a todas las películas previamente nombradas. Pero tratemos de encontrar la salida al laberinto Nolan, por capas, como juego de cajas chinas. Un Psicólogo a la Derecha Lo que caracteriza al cine de Nolan por encima de todos sus rasgos formales y estéticos, es que no hay filmografía alguna que sea tan obviamente psicológica, y con esto no me refiero a que todas sus películas (incluso las de Batman) sean thrillers psicológicos, sino que realmente tocan los tópicos más comunes del psicoanálisis Fruediano y el análisis de la mente humana. Comencemos por su ópera prima, la cuasi desconocida Following. Su tesis universitario, es un ensayo sobre el comportamiento obsesivo compulsivo de un hombre que sigue personas sin razón alguna y termina con paranoia porque cree que lo siguen a él. Memento, la película que lo llevo de Inglaterra a Hollywood, es un inteligente, y en cierta manera, un original estudio acerca de la memoria, el inconciente y la culpa. Noches Blancas (inspirado en un film danés llamado Insomnia) justamente retrata las consecuencias psicológicas del estado de insomnio permanente que sufre el protagonista (Al Pacino, en una de sus mejores interpretaciones de los últimos tiempos). El díptico Batman Inicia / El Caballero de la Noche son incluso las más profundas y filosóficas de su filmografía. No solamente se tratan (aun hoy) de sus mejores obras, sino que además escarban acerca de los orígenes y confrontación de los miedos (Inicia) y la conciencia moral colectiva de la sociedad (El Caballero). Sobretodo, esta última termina siendo un relato existencialista de debate continuo en donde tenemos a un villano que está más allá del bien y del mal, un comodín, que se introducía en Ciudad Gótica para demostrar que el caos es posible y lo construyen los mismos miembros de la sociedad. No es una figura humana, sino completamente simbólica, interpretada inolvidablemente por el finado Ledger. Nolan se animó a usar una franquicia para exteriorizar sus preocupaciones psicológicas. Y hablando de ambigüedades, la esquizofrenia, la obsesión y el engaño (otro de los tópicos de su filmografía) se denotan en la subvalorada El Gran Truco. Pero lo más obvio acaso que atestigua la obsesión del director por la psicología es el factor que los espectadores nos metemos en la mente de los protagonistas, que atraviesan una inconciente sesión con un psicoanalista que los interpela a recordar constantemente lo que hicieron en sus vidas para llegar al momento donde inicia el film. No recuerdo otro director que esté tan fascinado con el recurso de los flashbacks, y de meter como juego de cajas chinas, un recuerdo dentro de otro recuerdo y así sucesivamente, hasta encontrar en la memoria, recuerdos en el inconciente de los protagonistas que le ayuden a la solucionar sus traumas. Irónicamente, en ninguno de los films hay un personaje que interprete un psicólogo. Cuéntame tu Sueño Quizás para encontrar la semiosis de los sueños en el cine debamos retroceder en el tiempo y remitirnos a Un Perro Andaluz, de Buñuel y Dalí. Pero, como siempre, el gran precursor del cine contemporáneo, Alfred Hitchcock, fue el primero en buscar criminales a través de los sueños con Cuéntame Tu Vida (1945) con escenas oníricas diseñadas por Dalí. En El Origen, Dom (Di Caprio) es un espía industrial de los sueños: debe robar ideas para empresarios antes que estas sean elaboradas, metiéndose en los sueños de los corporativos, a través de un sistema químico no demasiado explayado (un MacGuffin) y vendiéndoselos a su jefe (del cual no volvemos a escuchar nombrar durante el resto del relato, pero se explica algo más en una suerte de cómic que salió con el lanzamiento del film (ver acá). Sin embargo cuando una misión sale mal, la víctima de la misma, el Sr. Saito (Watanabe) le hace una contraoferta, depositar una idea adentro de la mente del hijo de un heredero empresario moribundo, Mr. Fisher (Cillian Murphy). Dom con su equipo intentará cumplir con su misión, pero deberá enfrentar un fantasma de su pasado: su ex esposa Mal (Cotilliard) que se aparece como oponente en sus sueños. Develar más información es matar la película, la cual en sus ¾ partes depara bastantes sorpresas. Irónicamente, su final no es tan elaborado como uno esperaría ver en un film de Christopher Nolan. Esto no significa que el guión no tenga una elaboración meticulosa. Esta vez, el director no solamente recurre a meter un flashbacks dentro de otro, sino literalmente meter un sueño dentro de otro. De hecho, esa es la misión. Este efecto provoca un sentido de desconfianza en el espectador. Uno duda, cuantos sueños vemos realmente, y cuanto, de hecho es realidad. Otra vez el juego del engaño que establecía en El Gran Truco. ¿Hasta que punto los personajes se engañan entre ellos y por lo tanto, involucran al espectador en ese engaño? Mezcla de Misión Imposible y Los Simuladores, donde cada miembro del equipo tiene una tarea específica, El Origen es sobretodo entretenimiento puro. Acción, suspenso, drama, romance, ciencia ficción, espionaje. A puro ritmo, Nolan logra su obra más atrapante y asombrosa a nivel visual y la más estimulante a nivel intelectual. Ciudades que se van modificando a medida que los personajes caminan, juegos de velocidades, enfrentamientos sin gravedad. Los efectos especiales, al contrario de Matrix, están al orden de la historia. Nunca pasan a primer plano. La banda sonora de Hans Zimmer aporta, al igual que en El Caballero de la Noche a intensificar los magníficos climas de tensión creados por el guionista / director. Técnicamente es una obra impecable. La fotografía y el arte aportan densidad visual en las escenas de acción y lirismo en las escenas sentimentales, que por suerte nunca desbordan hacia el culebrón dramático. Además, no queda afuera la fascinación que Nolan siente por la cultura y la decoración china/japonesa, como ya quedó demostrado también en El Gran Truco y ambas partes de Batman (por algo trabaja Watanabe nuevamente). Sin embargo, lo que se extraña es la poca profundidad, la unilateralidad, sinceridad, que tiene el elenco secundario. Sus personajes tienen poco cuerpo, no son más de lo que vemos. Si bien el protagonista Dom, con sus secretos y contradicciones está sólidamente trabajado, e incluso interpretado por Leonardo Di Caprio, que si bien no hace una actuación inolvidable, demuestra madurez actoral con cada paso al frente que da, el resto de los personajes, a excepción de Mal (hermosa y brillante Marion Cotilliard, a la que Nolan incluso homenajea con una canción), no aportan demasiado al argumento principal. Un par de consejos al protagonista, cumplimiento de órdenes y apenas un par de chistes. Esto no significa que las interpretaciones no sean elocuentes: Ellen Page, el ascendente Joseph Gordon Levit, Ken Watanabe y el desconocido (futuro Mad Max) Tom Hardy logran hacer creíbles estos acartonados secundarios. Poco aportan las apariciones de Murphy, Pete Postlewhite y los veteranos Tom Berenger (casi desconocido) y Michael Caine (¿lo habrá puesto por cábala o amistad?). Más allá que narrativamente funciona muy bien, Nolan se da cuenta que no puede dejar al espectador en una libre interpretación y decide de una forma elegante ir dosificando la información, explicando la trama lentamente para que no haya espectadores desprevenidos. Mucho no funcionó, porque varios críticos no llegaron a entender “la trama”. Sí en Batman, trató de ser lo menos discursivo posible, acá es todo lo contrario. Pero no importa. Se trata de una main stream de 160 millones de dólares, no de un film de vanguardia expresionista. Si se quiere recuperar la ganancia, hace falta que los espectadores entiendan de que se trata la historia. Hay varias preguntas, que por supuesto se solucionan de una manera más simplista y banal de lo que un aficionado a la ciencia ficción esperaría, pero lo cierto es que a Nolan le interesa más la historia de amor, que la de espionaje a fin de cuentas, y esto justificaría también porque no hay tanta vueltas de tuerca sorpresivas o un final abierto. Si por alguna razón, alguien siente una sensación de Deja Vu, viendo a Di Caprio corriendo por un laberinto mental, es porque la película, inintencionalmente guarda semejanzas con La Isla Siniestra de Martin Scorsese en más de un sentido. El Origen demuestra que todavía hay ejecutivos en Hollywood que saben reconocer un autor original capaz de mezclar los géneros, generar un productor comercial inteligente y artístico (probablemente el mejor descubrimiento desde Tim Burton). Para los seguidores de Nolan, probablemente sea una leve decepción: no se trata, en mi opinión de su película cumbre, ni la que les va a volar el cerebro o convertirse en la obra maestra del año, aunque quizás arrase en la entrega de los Oscars 2011, dependiendo de que otra oferta haya hasta diciembre. Si El Origen está unos peldaños debajo de las expectativas, es porque las Batman, son difíciles de superar, pero la película tiene sus propios méritos. Cerramos las cajas chinas. Celebremos que Nolan logró, al fin, exhibirnos, su reluciente pez dorado.
Si bien al principio te va a asustar un poco porque parece que no se va a entender nada, a medida que va avanzando el rodaje las cosas se van a ir aclarando. Tenés que estar muy atento a todo lo que sucede y se dice, pues es una película que...
Bienvenidos al mundo de los sueños Para quien guste del cine made in Hollywood de calidad El Origen (Inception, 2010) es su película. Efectos especiales a gran escala y acción por doquier pero sin descuidar la trama, conforman un espectáculo épico digno del mejor Hollywood que podamos apreciar hoy en día. Todo bajo la dirección del director de Batman: El caballero de la noche (The dark knight, 2008). Un grupo de agentes especiales se dedican a entrar en los pensamientos de sus objetivos (en eso consisten sus misiones) para extraerles de su inconsciente los secretos más ocultos. Di Caprio a la cabeza comanda el equipo dedicado a estas particulares tareas que consisten en dormirse para, mediante los sueños, entrar a las diferentes mentes en cuestión. De esta forma, van entrando en diferentes sueños/mundos unos dentro de otros hasta perder el sentido último del tiempo y el espacio. El origen -que remite al origen de la idea de una mente- se construye desde la espacialidad. El film intercala diferentes espacios que comprenden cada sueño, creando una trama formalmente innovadora. La película tiene la estructura de un film de espionaje. Se mezclan nombres con espacios de las distintas misiones todo el tiempo. Con el agregado aquí, de los distintos sueños mencionados. Los sueños corresponden cada uno a una capa de la mente (consciente, subconsciente, inconsciente, etc.) saltando espacialmente de uno a otro. Ideal para freudianos. Este agregado a nivel formal implementa una trama ágil que propone un espectador atento a los cambios continuos. Desde Memento (2000) que Christopher Nolan –quien alcanza popularidad por ese film- no se atrevía a semejante riesgo formal. Bienvenido sea. Pero El Origen no es sólo eso. Es un film de acción cargado de efectos especiales muy bien logrados, que agigantan la espectacularidad visual de la película. La escena de lucha a golpe de puño mientras la camioneta vuelca es impecable, por mencionar alguna. El montaje alternado de sueños con el tiempo diluyéndose para alcanzar los objetivos, impacta tanto como los vericuetos que la trama pueda tener. Se suma a las virtudes, la edición de sonido que reluce cada detalle a destacar del film. Quien quiera ser exigente encontrará parecidos a Matrix (1997) en la historia, a un Leonardo Di Caprio con puntos en común a su personaje de La isla siniestra (Shutter island, 2009), y un pequeño guiño de Nolan a sí mismo con la cuestión del sueño. Recordemos que en Noches Blancas (Insomnia, 2002) el personaje de Al Pacino sufría porque no podía dormir. En El Origen el caso es radicalmente opuesto, la confusión de Di Caprio viene dada por no poder despertar. Aunque hay que reconocer que ninguna de estas “semejanzas” limitan la calidad por la cual el film de Nolan se destaca de la producción habitual del país del norte. Grandes actuaciones, escenas que seguramente quedarán en la historia del cine, un ritmo demoledor y una idea atractiva. Ojalá sea el origen de las buenas películas para la industria que, si de entretenimiento se trata, éste es el que en verdad justifica el valor de la entrada.
Ellen Page y Marion Cotillard son dos de las actrices de mayor calidad de la actualidad, y además son poseedoras de una belleza muy simple. Chritopher Nolan es un director que adora hacer sus películas de manera bella y que si bien las hace complejas, las disfraza de simplicidad. No es casual que haya tenido a esas actrices y a semejante elenco, del cual me ocuparé luego. Después de haber visto esta película, temo por la salud mental de Nolan. Un tipo así no es normal. Planificar esta película, escribirla, filmarla y luego editarla hubiera llevado a un psiquiátrico a cualquier director normal. Nolan después de esto va tras la 3° de Batman. Este tipo entre las dos Batman había hecho El gran truco, otra película exquisita. Yo lo único que deseo que estos directores sigan teniendo la libertad creativa para sacudir a los espectadores cada año. Nolan le hace bien al cine. Y son pocos los que lo logran. La historia por suerte no es una Memento. Es una historia compleja, pero como el te va metiendo en sus reglas es fascinante. Los primeros 20 minutos uno no entiende nada… así se ocupa de que te olvides de lo que venís pensando de la calle y la vida cotidiana. Desde ese momento te cuenta las reglas y uno ya es cómplice de todo lo que va a pasar y solo se queda esperando a ver como evoluciona cada personaje y las situaciones. Nolan es un ingeniero. Lo re banco a Nolan al no hacer un film como este en 3D. Siempre fue un amante de la belleza (lo repito y lo repito), y hace que la toma de un vaso sobre una mesa sea soberbia. Lo había hecho en El caballero, y lo repite acá! No necesita espejitos de colores. Un 3D arruinaría una obra como esta. La fotografía que usa y como llena la pantalla con detalles y riqueza visual es increíble. ¿Y los efectos especiales? Obviamente la película tiene muchos efectos generados, pero te los disfraza y los mezcla con efectos más viejos que la escarapela, como lo del pasillo caminando por las paredes o la cámara ultrarrápida (que se ve muy lento) del auto cayendo. ¿Y el juego visual de las escaleras? Nolan manipula tu mente… Lo que logra con esa mezcla de efectos y técnica deja en offside a la mayoría de los directores. El elenco es maravilloso. Desde un DiCaprio cada vez más sólido, pasando por un excelente Gordon-Levitt y poniendo figuritas maravillosamente repetidas como Michael Caine y Cilian Murphy. Y genial el rescate emotivo de Tom Berenguer. Además de las dos damas mencionadas al comienzo. El origen es atrapante y fascinante. Tuve el placer de verla dos veces. De la primera salí maravillado por todo. Pero de la segunda emocionado por la historia y sus personajes. Nolan simplemente deseo que tu mente no salga de esa línea que bordeas de genialidad y locura. Y que sigas desafiando al espectador, que lo manipules, y que lo hagas salir de la sala en estado de nirvana. Una de las mejores películas del año, y por sobre todas las cosas El origen será un ícono de esta década.
Con Inception el realizador inglés Christopher Nolan se gana un lugar entre los grandes directores de la última década. Con una filmografía más que sólida que había arrancado con Memento y llegaba hasta la excelente The Dark Knight, Nolan consigue ahora con esta película su obra más personal y original, una que sin dudas marca un punto alto no sólo dentro de la ciencia ficción sino dentro del cine en general. DiCaprio es Cobb, un especialista en penetrar en los sueños de las personas y extraerles ideas y conocimientos. En realidad, esto lo realiza mediante un artilugio tecnológico que le permite a cualquiera ingresar en la mente humana, sólo que Cobb es el mejor en lo suyo. Un día, es contratado por el empresario Saito (el excelente Ken Watanabe) para hacer lo contrario a lo que habitualmente hace: debe ingresar en los sueños de una persona, pero para insertarle una idea nueva. Se trata de Robert Fischer Jr. (Cillian Murphy) un joven empresario que está por heredar la compañía de su padre, a la cual Saíto quiere ver arruinada. Lo que sigue, es la forma en la que Cobb y su equipo de colaboradores arman y ejecutan el plan para realizar el trabajo. Inception es una gran película. Una que bucea en territorios nuevos aunque en gran parte esté planteada como una clásica película de robos (nada más que en lugar de una bóbeda aquí se acceda a la mente humana). Como toda película de ciencia ficción requiere de una condición esencial: que nos creamos todo lo que nos cuentan. Desde al vamos es una historia fantasiosa, pero si "compramos" la premisa, es todo ganancia para nosotros. Nolan (también autor del guión) nos entrega una historia que, dentro de su propia lógica, cierra por todos lados. Otra condición que debemos cumplir como espectadores es prestar debida atención a todo lo que se nos cuenta, para entender los mecanismos que impulsan la trama. Si hay que buscar un punto de comparación con otra película lo primero que aparece en mente es Matrix, con su manejo de realidades paralelas. Pero Nolan lleva su film dos, tres o cuatro pasos más allá. Sus protagonistas navegan en sueños, dentro de sueños, dentro de sueños. Cuando llega el climax del film, la forma en la que Nolan orquesta los distintos niveles de realidad (o fantasía) es una maravilla. Un prodigio de la narrativa fílmica. Con un Di Caprio que está cada vez más solvente como interprete (aquí su personaje es un fugitivo que vive un drama personal/psicológico que complica bastante su labor profesional) y un elenco sobresaliente, Nolan logra que en medio de tanta imaginación y tecnología haya lugar también para la emoción, con una historia que aborda conceptos como la pérdida, la reconciliación y la redención. Y se consagra dentro de esa reducida elite de realizadores (Kubrick, Spielberg, Cameron) que consiguen insertar ideas originales y conceptos de carácter bien personal dentro de una súperproducción. En un mundo lleno de remakes, secuelas y cine prefabricado, esto es algo que hay que festejar y disfrutar. Una película destinada a ser un clásico.
El origen es una historia que en manos de otro director probablemente hubiese resultado uno de esos bodrios pretenciosos que a muchos críticos les gusta ensalsar simplemente porque su producción lleva la banderita de Francia o Rumania. Christopher Nolan brinda un thriller fabuloso que no sólo presenta una historia compleja e interesante, sino que además ofrece un espectáculo visual sorprendente. Parecería que Nolan es un genio super perfecto que sacó este proyecto de la galera, pero la realidad es que le llevó más de una década de esfuerzo concretar este film. Sólo el guión lo creó y reescribió durante diez años hasta que encontró la historia que quería llevar a la pantalla grande. La trama fue inspirada por los cuentos de Jorge Luis Borges, “El Milagro Secreto” y “La Ruinas Circulares” y de acuerdo a lo que declaró en una entrevista después de hacer los filmes de Batman recién se sintió capacitado para contar esta historia en el cine. El tema de los sueños lúcidos es sumamente fascinante y en el pasado dio pie a muy buenos filmes como El vengador del futuro o Abre los ojos. Acá Nolan trabajó la temática desde una óptica sumamente original donde pudo desplegar toda su creatividad como cineasta. Si bien no coincido para nada con los trasnochados lectores de IMDB que votaron a este film como la “tercer mejor película en la historia del cine”, lo que habla claramente del nivel de estupidez e ignorancia que reina en la web por estos días, sin duda estamos ante una de las mejores producciones que brindó el cine norteamericano en el terreno de la ciencia ficción en la última década. Pero tampoco hay que exagerar. El tema de la invasión del subconsciente y el sueño, dentro del sueño, dentro del sueño es un concepto muy difícil de trasladar en el cine y el director sorprende por la manera en que narró esta historia a través de un thriller que captura tu atención en las primeras escenas y no pierde interés hasta que termina. Como propuesta de suspenso es fabulosa porque no tiene baches. De hecho si prestan atención desde el comienzo van a notar que la excelente banda sonora de Hanz Zimmer arranca desde los créditos iniciales y no deja de sonar durante todo el film. Es como que Nolan se las ingenió para mantener a la trama, la música y los personajes constantemente en movimiento. Otro punto fuerte del film es el increíble trabajo que hicieron con los efectos especiales. La película está plagada de escenas digitales pero cuando las estás viendo ni te percatás de eso, inclusive en las secuencias surrealistas. Nolan subió la apuesta con los efectos especiales y obliga a los resto de los estudios a que se pongan las pilas con este tema. No se pueden seguir estrenando súper producciones con efectos digitales paupérrimos como los que vimos en Príncipe de Persia. Como si todo esto no fuera poco, El origen además presenta un elenco impresionante que reúne a un grupo de los mejores actores jóvenes que tiene el cine norteamericano en este momento. La verdad que Joseph Gordon Levitt es un comando de la Fuerza Delta. El pibe es un actor todo terreno. No importa el rol que agarre, su trabajo nunca pasa desapercibido, ya sea con un villano de G.I Joe o el misterioso personaje que interpreta en este film. Me encantó que Nolan, fiel a su esencia, continuara con su Cruz Roja Cinematográfica dedicada a rescatar actores olvidados en Hollywood. Así como lo hizo con Rutger Hauer y Eric Roberts en los últimos filmes de Batman acá resucitó a Tom Berenger (Pelotón), quien llegó a ser una figura de renombre en los años ´80, para luego convertirse en una figura del cine clase B. La última vez que los vimos en la pantalla grande había sido en el 2002 con D-Tox, una película con Silvester Stallone que terminó directamente en dvd, salvo por nuestro país que llegó a los cines. Lo que mejor de este estreno es que como los grandes filmes de Terry Gilliam o David Lynch, El origen le propone al espectador una experiencia cinematográfica fascinante que no queda en el olvido cuando salís del cine y ofrece un gran cuento que permite descubrirle cosas nuevas en visiones posteriores.
Vivir soñando o soñando vivir Esta superproducción que recaudó más de sesenta y dos millones de dólares en su estreno en Estados Unidos, reúne a una excelente historia, sorprendentes efectos visuales y convincentes actuaciones, pero sobre todo, consagra a Christopher Nolan como uno de los directores mas creativos e interesantes, capaz de combinar en un thriller la dosis justa de acción, suspenso, drama, romance, ciencia ficción y espionaje para incursionar en las más oscuras obsesiones, preocupaciones y secretos de la mente humana. Al igual que en todas sus producciones anteriores, Christopher Nolan vuelve a demostrar su fascinación por la psique humana y un obsesivo desarrollo de la psicología de sus personajes, que en esta oportunidad nos invita a conocer a través de los sueños. Desde Following, su primera película, pasando por Memento, Noches Blancas, El gran truco hasta Batman Inicia (2005) y Batman: el caballero de la noche (2008), Nolan viene exponiendo una original tesis sobre la mente humana, donde la obsesión y paranoia en la primera; la memoria, el inconciente y la culpa en la segunda; la insomnia en la tercera; el engaño en la cuarta y los miedos y la conciencia moral en las dos ultimas, conforman un abanico temático que se hace presente en El origen, su proyecto más personal cuyo guión desarrolló por casi diez años. Si Memento nos sorprendió con una compleja narrativa no lineal donde los saltos en el tiempo y los flashbacks son una constante, El origen nos propone, como en un juego de cajas chinas, sumergirnos en el mundo de los sueños y contarnos una historia donde el robo de la propiedad intelectual se hace posible a través de los sueños. Dom Cobb ((Leonardo Di Caprio), es el mejor espía corporativo cuya virtud reside en apropiarse de los secretos del subconsciente mientras sus victimas sueñan. Fugitivo internacional y anhelando volver a su antigua vida, tiene la oportunidad justa cuando un magnate japonés Saito (Ken Watanabe) lo contrata para una misión que lo lleva a un nuevo desafío, la Incepción, que consiste en implantar una idea en el subconsciente en lugar de sustraerla. Pero todo se complica cuando Cobb enfrente sus secretos y el fantasma de Mal (Marion Cotillard), sensual y sospechosamente angelical que cual femme fatal en el film noir, conducen al héroe a su perdición. El excelente guión se ve plasmado en una compleja estructura narrativa, que cual pieza de relojería, desarrolla en forma lineal y fluidamente cuatro hilos narrativos paralelos (un sueño dentro de un sueño dentro de un sueño), dosificando inteligentemente la información y jugando con la mente del espectador pero sin que este pierda la trama. Durante la primera hora se establecen las reglas del juego, se definen los roles y se exponen algunos secretos y se detalla la misión para luego dar rienda suelta a la acción y el suspenso. Al igual que Memento, el film requiere el cien por cien de atención. ya que los continuos cambios de ritmo y los giros inesperados pueden hacernos perder el camino. Las casi dos horas y media que dura el film puede volverse en contra y provocar en el espectador cierta fatiga en su atención que por momentos lo haga dudar cuantos sueños vemos realmente, o en que nivel estábamos (pregunta que en cierto momento de la trama lanza, a manera de gags, la arquitecta (Ellen Page) al grupo y que pareciera estar preguntándonos a nosotros espectadores si estamos entendiendo). A la hora de los efectos visuales El origen corre con ventaja si consideramos que en el mundo de los sueños todo es posible, sin embargo, las espectaculares secuencias con imágenes surrealistas como la de un viejo tren yendo a gran velocidad por el carril central de una avenida, personajes peleando en gravedad cero cual efecto Matrix, o armar y desarmar cual Rasti (o Lego para los mas jóvenes) la ciudad de París, nunca pasan a primer plano ni distraen el desarrollo de la historia. La estilizada y fría fotografía y arte logran desarrollar una atmósfera onírica y tecnológica al mismo tiempo que se complementan con la excelente banda sonora de Hans Zimmer que regula a la perfección los diferentes momentos de acción, suspenso y drama. La sólida actuación de Di Caprio, cuyo personaje tiene varias similitudes con el que interpreto en La isla siniestra, es acompañada por las buenas actuaciones de Ellen Page (la nueva arquitecta de los sueños), Joseph Gordon-Levitt, Tom Hardy, Dileep Rao y la breve y poco significativa aparición de Murphy, Pete Postlewhite, Tom Berenger y Michael Caine cuyos personajes no tienen un desarrollo interesante y slo sirven a la sucesión y transformación de los acontecimientos que componen la trama. Es indudable la multiplicidad de referencias que El origen toma o sugiere vaya a saber si a modo de homenaje o simple inspiración; De Matrix (los mundos paralelos, la arquitecta, el súper slow motion), Sueños de un Asesino, La Isla Siniestra, la psicología Freudiana, los film de James Bond (de los que Nolan es fanático), Misión: imposible (un grupo de especialistas embaucados en una misión casi irrealizable), Minority Report y, por qué no, de Las ruinas circulares o El jardín de senderos que se bifurcan (1944) de Jorge Luis Borges, del cual C. Nolan se declarara en alguna oportunidad ferviente admirador. Lo cierto es que Nolan nos propone un thriller original, con rasgos de varios géneros y con una buena historia de espionaje que bien podría ambientarse en la guerra fría o en los experimentos hitlerianos de la segunda guerra, pero que en el fondo del subconsciente de su director, mas allá de plantear el implante de ideas a través de los sueños, esta el poder de los vínculos afectivos y el amor. Tal vez la complejidad de la trama, las demasiadas explicaciones acerca del funcionamiento del sueño, la exhausta y agotadora tarea de prestar atención durante todo el film y el rápido desenlace (en comparación al tiempo demandado para el desarrollo de la trama hasta aquí) generan algunas dudas que conspiran contra el espectador y lo llevan a demandar, como lo hiciera Memento, a futuras revisiones.
El sueño sueña al soñador Dom Cobb (Leonardo DiCaprio) tiene una peculiar especialidad. La de meterse, tecnología mediante, en los sueños de otras personas para obtener información; por ejemplo la combinación de una caja fuerte. Espionaje de alto nivel que trabaja directamente sobre el inconsciente, cualidad que tiempo atrás le provocó un trauma emocional que aún interfiere en su trabajo. Ahora, la nueva y más importante misión que Cobb debe encarar le impone el desafío no de robar información, sino todo lo contrario; dejar algo, más precisamente una idea. La víctima es el heredero de un poderoso imperio económico a quien deberán "plantarle" la idea de desistir en su continuidad. Mezcla de "Misión Imposible" con "Matrix", "El Origen" va mucho más allá. No tiene pretensiones metafísicas ni acción ramplona, es una inteligente vuelta de tuerca al universo cinematográfico en general, algo a lo que su director Christopher Nolan ya nos tiene acostumbrados desde su irrupción en el medio con la notable "Memento". Estamos ante un filme complejo, visualmente abrumador y sostenido con actuaciones de alto nivel interpretativo. Leonardo DiCaprio se consolida filme tras filme como uno de los actores más versátiles y sólidos de su generación, en tanto la francesa Marion Cotillard ofrece una performance digna de todo elogio. El resto del elenco acompaña sin desentonar en un filme que perturba los sentidos, y esto apelando a puro talento cinematográfico, sin artilugios como el marketinero y sobrevaluado 3D. Los efectos especiales hacen visible lo imposible. Calles que se doblan, sueños dentro de sueños donde la gravedad no existe y escaleras que llevan a ninguna parte, como si se estuviera en una obra de Escher. "El Origen" es entretenimiento de alto nivel. No se la pierdan.
Si la vida es sueño... DiCaprio se mete en la mente y los sueños de la gente en el nuevo y avasallante filme de Nolan. La inspiración espontánea no se puede falsificar. Esa es una de las premisas de El origen , una película ambiciosa desde donde se la quiera observar. Por más que el guión en el que trabajó Christopher Nolan durante diez años esté lleno de recovecos y laberintos para hablar supuestamente y en un primer plano de los sueños, son tantos los artilugios, las vueltas de la trama, los temas que aborda –la culpa, el amor- y el avasallador despliegue visual, que la proyección de El origen puede resultar tan placentera –casi siempre- como por momentos de-sorientadora. Cobb (Leonardo DiCaprio, siempre en el tono justo) tiene la habilidad de ingresar en la mente de la gente, cuando duerme y sueña, cuando sus defensas están presumiblemente más bajas, para descubrir sus secretos. Es un espionaje industrial. Cobb roba esa información al mejor postor. Cuando uno de estos atracos sale mal, la víctima se convierte en su próximo cliente: el japonés Saito (Ken Watanabe) le pide que le implante, le origine una idea sencilla al heredero de un imperio energético (Cillian Murphy), que está a punto de apoderarse del monopolio de la energía mundial, y es su competidor, y lo obligue, manipulando esa idea, a disolver el imperio. Cobb tiene una razón para hacerlo: no puede volver a los Estados Unidos a reunirse con sus hijos, acusado de haber asesinado a su mujer (Marion Cotillard). Saito, con sus contactos, le permitirá volver. Hasta ahí, la base. A partir de allí, la superposición y complejización de los sueños, la lógica interna del trabajo de Cobb y los suyos, que deben “fabricar” un mundo de ensueño que parezca real para poder manejarse en él y manipular al heredero. El éxito obtenido con Batman, El Caballero de la noche le franqueó al director londinense (mañana cumple 40 años) el acceso a realizar lo que quiera. Warner le dio 200 millones de dólares y Nolan optó por una trama que se asemeja mucho más a Memento , la obra que lo catapultó como un cineasta original, que al Superhéroe. Si en Memento (2000, hace 10 años, el tiempo que le demandó a Nolan escribir el guión de El origen ) Leonard vivía la historia –su historia- de atrás para adelante, del presente hacia el pasado porque no tenía memoria reciente, en un recuerdo dentro de un recuerdo, aquí Nolan hace que Cobb y su gente vivan un sueño dentro de un sueño… dentro de otro sueño. Si DiCaprio y los otros intérpretes debieron leer más de una vez el guión para entenderlo, es fácil adivinar que El origen permite más de una lectura, y pide, tal vez, más de una visión. Por momentos pareciera que Nolan quisiera demostrarle al espectador todo lo ingenioso que puede ser, pero esa supuesta soberbia se astilla cuando explica en imágenes lo que los personajes acaban de decir con palabras. El origen tiene de fondo una historia de amor –la de Cobb y Mal, vaya nombre que le tocó al personaje de Cotillard-, pero la estructura es la de un thriller de acción trepidante. No en vano los momentos más adrenalínicos tiene que ver con la “arquitectura” de los sueños (el personaje de Ellen Page, creando con su imaginación una París que, literalmente, se dobla, y más) y con las escenas de acción, que por lo general son de persecución. Nolan tiene un poder de plasmar en imágenes grandilocuente. “No tengas miedo de soñar algo grande”, le dicen a un personaje en medio de un sueño. La mención es a un arma más potente para eliminar enemigos. Nolan hace de esa línea, como de aquélla con la que comenzamos la crítica, un leit motiv de su propio metier. El origen es un filme fascinante, un compendio de realidades virtuales, de saltos en el espacio y el tiempo, y de virtuosismo cinematográfico. Nolan es un creador, con todo lo que eso implica: es un tipo creativo, que refresca con ideas el anquilosado mundo que ofrece Hollywood, por más que un ojo atento detecte citas, homenajes o robos a Matrix , El Ciudadano , al cine de Kubrick y más. ¿Cuántas veces usted pidió que le dejaran interpretar lo que deseara en la oscuridad del cine, en ese contrato implícito con el director, que puede guiar, orientarlo, pero en definitiva el dueño del relato es uno mismo? Los regodeos de Nolan están presentes en más de una escena, pero de eso también se trata el mejor cine: de maravillarnos y dejarnos sorprender.
El origen, un portentoso ejercicio de imaginación Christopher Nolan y la exploración de lo onírico Desde el enigmático comienzo, con DiCaprio arrastrado por la corriente en estado de inconsciencia hacia una misteriosa playa, hasta un plano final que ya es objeto de las más variadas interpretaciones, las fascinantes dos horas y media de El origen se desarrollan entre realidades convertidas en simulacro y apariencias que parecen cobrar en la pantalla el espesor y las dimensiones de los elementos más tangibles. Con este film, que estará con toda seguridad entre los más comentados del año, Nolan se suma a la larga lista de realizadores atrapados por las sugerentes posibilidades visuales y narrativas que abre para el cine la exploración de los sueños. En su obra más ambiciosa -lo que es mucho decir tratándose del director de Batman, el caballero de la noche cruza esa materia prima con sus propios anhelos creativos a través de una monumental construcción de climas, secuencias, referencias cinéfilas y alusiones a múltiples disciplinas, plasmada en imágenes de portentosa creatividad. Si El caballero de la noche es una indagación sobre la mente de un terrorista, Nolan traslada en El origen la pregunta al terreno del espionaje corporativo. En este único (aunque tan elusivo como los demás) terreno de realidad visible dentro de un film que hace equilibrio todo el tiempo sobre distintas fases simultáneas de narración, el equipo encabezado por Dom Cobb (DiCaprio) se especializa en ingresar en los sueños de otros para extraer información clave. En una de las muchas paradojas con las que juega deliberadamente el film, un trabajo fallido abre para Cobb la posibilidad de reivindicarse espiando al rival corporativo de su último patrón y soñar con reencontrarse muy pronto con los suyos, algo que veía casi imposible. Esta vez, el trabajo exige una apuesta todavía más fuerte y la entrada al inconsciente ajeno no sólo pasa por la apropiación de ideas ya presentes. Lo nuevo es la originación (término con el que se traduce el título original del film), el acto creativo de instalar ideas nuevas en el subconsciente de alguien. Toda la atención De la nada, Nolan nos lleva hacia allí con el pulso firme de quien nos guía a lo largo de un camino que sólo él conoce a la perfección y se dedicó a explorar meticulosamente con anterioridad. Coloca infinitas pistas y señales con una precisión abrumadora -el film exige máxima concentración para no descuidar ni el mínimo detalle- para que el espectador pueda recuperarlas y evaluar su sentido en cualquier momento. Seguramente por eso, el personaje con el que más parece identificarse es el de Ariadne, la arquitecta encargada de diseñar los distintos escenarios en los que transcurrirá la ilusión y que personifica aquí Ellen Page con la misma aplicación seguida por el resto del admirable elenco a las instrucciones del realizador. No será el único. Dos asistentes todoterreno (Joseph Gordon-Levitt y Tom Hardy), un efusivo chofer (Dileep Rao) y el propio contratista de Cobb (el gran Ken Watanabe) se suman a un equipo que se vale de una compleja red de cables, aparejos y compuestos químicos para cumplir con el plan. En su transcurso, unas cuantas dificultades operativas se mezclarán además con las tribulaciones de Cobb y su aproximación a una enigmática mujer (Marion Cotillard). Si toda esta enmarañada intriga aparece más o menos inteligible para el espectador atento es porque Nolan jamás pierde el control de lo mucho que sucede minuto a minuto, y también porque la intriga, en el fondo, responde ante todo a impulsos propios del cine de acción. Por cierto, hay en El origen una vía que alienta todo tipo de indagaciones psicoanalíticas y llega a plantearse interrogantes de alguna trascendencia, pero por encima de ella se impone la debilidad de Nolan por los films de James Bond y Michael Mann, representada en apasionantes persecuciones por las callejuelas de Tanger y las heladas montañas de Calgary. Con la ayuda de extraordinarios colaboradores (el fotógrafo Wally Pfister, el diseñador de producción Guy Dyas), Nolan desplega toda su creatividad en estas travesías y otras mucho más personales e introspectivas que desafían los sentidos (y hasta la ley de gravedad) y llegan a provocar genuino asombro. Lo hace al punto de presentarle al espectador la hoja de ruta entera (el camino principal, posibles atajos, eventuales salidas) de un modo quizá demasiado explícito. El director enfría por momentos la intensidad del planteo, tal vez temeroso de que algún nudo llegara a soltarse y el esquema entero termine desmoronándose. El precio a pagar es el de cierto distanciamiento, que no impide disfrutar al mismo tiempo de una obra de las más imaginativas y provocadoras de los últimos tiempos, con un director que vuelve a creer en los sueños como materia prima de la maravillosa realidad del cine.
Un mundo de realidades virtuales El regreso del director de Memento y Batman. Caballero de la noche comienza con la promesa de trabajar con las infinitas posibilidades que ofrece el cine como laboratorio onírico, para terminar convertida en una convencional película de acción. Rendidora mezcla de producto de prestigio artístico tal como lo entiende Hollywood y blockbuster de super-acción, El origen ha conseguido instalarse en el debate de la blogosfera mucho antes incluso de su estreno mundial, apenas un par de semanas atrás. A ese despliegue de posts y comments en todos los idiomas contribuyó sin duda el protagónico de Leonardo DiCaprio, pero sobre todo la reputación en ascenso de su director, Christopher Nolan, un inglés a quien la Warner Bros ha convertido en su niño mimado, después del éxito de sus dos Batman, en 2005 y 2008. Y a quien le dieron carta blanca para que le entregara al estudio una nueva Matrix, una película-evento capaz de vender toneladas de popcorn y, al mismo tiempo, provocar las interpretaciones académicas a la manera de Slavoj Zizek. Escrita por el propio Nolan, autor de todos sus guiones desde su consagratoria Memento, ya una década atrás, El origen puede entenderse, en una primera instancia, como lo que los anglosajones denominan un heist film, ese subgénero que se ocupa de robos perfectos, o que al menos pretenden serlo. La diferencia es que aquí la única caja fuerte que se intentará abrir no está precisamente en un banco, sino en la mente de un personaje, en su más profundo subconsciente, al que se intentará primero ingresar y luego incluso alterar, con unas técnicas tan sofisticadas como improbables. El truco, en todo caso, parece remitir tanto al reemplazo del mundo real por el virtual que propone la literatura de Philip K. Dick como a las más banales misiones imposibles de Misión imposible. El Jim Phelps de la nueva era es Dom Cobb (DiCaprio), un experto en espionaje industrial que hace rato no se conforma con fotografiar los planos de las compañías rivales, sino que ha desarrollado un sistema para introducirse, junto a todo su equipo, en los sueños de los CEOs y robarles sus más preciados secretos. Contratado por una de sus víctimas (el japonés Ken Watanabe), que sabe por propia experiencia de las posibilidades que ofrece el sistema, Cobb se verá tentado a probar los límites de su experimento: instalarse en la mente del joven heredero de la más poderosa de las corporaciones (Cillian Murphy) no sólo para averiguar cuál es su “Rosebud”, su trauma más profundo y oculto, sino también, aprovechando esa información, inocularle un pensamiento capaz de vulnerar la fortaleza de su empresa. “Una idea es el virus más peligroso”, dice Cobb, que se presta a infectar a su víctima a cambio de poder rehacer su vida familiar, hecha pedazos. Porque lo que su equipo no sabe es que Cobb también tiene un trauma tan hondo como dañino y que en su viaje al subconsciente de los demás también se le disparan los fantasmas del propio. El punto de partida de El origen es casi tan promisorio como decepcionante su desarrollo. Y el viejo axioma de Alfred Hitchcock –“Más vale partir del cliché que llegar a él”– sirve para ilustrar muy bien la trayectoria que describe la nueva película de Nolan: comienza con la promesa de trabajar con las infinitas posibilidades que ofrece el cine como laboratorio onírico para terminar convertida en una suerte de reciclaje del más convencional cine de acción, con persecuciones y tiroteos a bordo de esquíes en la nieve que recuerdan los finales a toda orquesta de las películas de James Bond, en los que hay que destruir la morada del villano. Hay otro problema en Inception y está precisamente en su origen: para intentar hacer accesible un guión que se ufana de su complejidad conceptual, el film de Nolan se ve en la necesidad de explicar en voz alta cada paso que da. Así, mientras por un lado se ofrecen elucidaciones que parecen salidas de un manual de Freud para principiantes, por otra las soluciones visuales con las que trabaja la película no son menos obvias y literales. Por caso, el tour que propone Cobb a sus más recónditos secretos se hace mientras él desciende, literalmente, en ascensor, para encontrar escondida en el último subsuelo a Mal (Marion Cotillard), la mujer que encarna la proyección de todas sus culpas y males, como indica su mismo nombre. Hay ya quien defiende la película afirmando que el proyecto de Nolan no es –a diferencia del cine de David Lynch o David Cronenberg, por caso– trabajar con un mundo de sueños y pesadillas, sino en todo caso con otro muy distinto, hecho de realidades virtuales. Hasta se podría pensar que el tablero desde el cual Cobb dispara sus fantasías se parece al de una PlayStation y que Nolan en ningún momento disfraza sus imágenes generadas por computadora. Por el contrario, hasta hace un alarde de los avances del CGI, como esa demostración –para una integrante de su equipo, pero sobre todo para el público– en la que descompone, como en un calidoscopio, la realidad de una calle cualquiera de París. Pero aun esa lectura no justifica que, en términos de relato, los distintos niveles del subconsciente terminen banalizados a la manera de los niveles de dificultad de un videogame. Si el film, en todo caso, está concebido a la manera de un gran déjà vu, donde parecen reciclarse distintas películas y manifestaciones de la cultura popular (desde el 2001 de Kubrick hasta aquel famoso número musical en el que Fred Astaire bailaba por las paredes y acá se convierte en una pelea cuerpo a cuerpo), a ese juego le falta ingenio y le sobra solemnidad. Como en sus Batman, en El origen todo es grave, denso, pesado, impostado. Y Nolan riza tanto su rizo que su película sufre de esa inflación que le es tan característica, en la que ni siquiera dos horas y media de duración le son suficientes para albergar tantos finales, superpuestos unos sobre otros como las acciones simultáneas de las que se vanagloria su trama.
Genealogía del buen dormir El séptimo largometraje del genial Christopher Nolan es una obra maestra de enormes proporciones que reconfirma todos los éxitos artísticos de su predecesora Batman- El Caballero de la Noche (The Dark Knight, 2008). Aquí el inglés no sólo dirige sino que además escribe en solitario y produce junto a su colaboradora habitual, nada menos que su esposa Emma Thomas. El Origen (Inception, 2010) nos propone un mundo en el que es posible sustraer ideas, datos o criterios mediante sueños colectivos en los que la mente de los durmientes interactúan en base a contextos muy susceptibles a la manipulación. Así las cosas, todo funciona a través de un dispositivo portátil que inyecta un fluido especial por vía intravenosa para conectar entre sí las psiquis de los involucrados. Por supuesto que esta tecnología generó aplicaciones non sanctas como la “implantación” de nociones ajenas al sujeto, lo que eventualmente podría engendrar modificaciones varias en su sistema racional. Los primeros minutos del convite ya presentan a las claras los caminos a seguir: Cobb (Leonardo DiCaprio) es un extractor que con la ayuda de su mano derecha Arthur (Joseph Gordon-Levitt) se dedica al espionaje industrial. Juntos están en una operación secreta, robar información al millonario japonés Saito (Ken Watanabe), que deben abortar de improviso cuando el susodicho descubre el plan por el entrometimiento de la proyección inconsciente de Mal (Marion Cotillard), la esposa muerta de Cobb. A pesar de que en un primer momento pueden escapar, pronto son interceptados por Saito quien les ofrece un nuevo trabajo: aprovechando que Cobb es un fugitivo de las autoridades estadounidenses y que desea con desesperación regresar a su país para reencontrarse con sus hijos, el asiático promete resolver inmediatamente su situación legal a cambio de que ejecute un “inception” -una introducción de un concepto- que garantice la destrucción de una multinacional rival. Conviene no adelantar más del film y dejar que el espectador descubra los pormenores de tamaña tarea que por cierto resulta fascinante. Sólo un cineasta del talento de Nolan puede reunir y certificar interpretaciones maravillosas a cargo de un elenco que incluye participaciones de Michael Caine, Pete Postlethwaite, Tom Berenger, Ellen Page, Cillian Murphy, Tom Hardy y Dileep Rao. La elegante multiplicidad de la película abre el rango estilístico a numerosas referencias cruzadas: tenemos desde elementos en común con las primigenias Following (1998) y Memento (2000), pasando por una estructura deudora de las denominadas “caper movies” (opus centrados en atracos) y un entorno general de ciencia ficción posmoderna (el conflicto “virtualidad versus realidad”), llegando hasta citas astutas ahora reconvertidas en ejes de la narración; en este sentido se destaca la alusión a la bella El Discreto Encanto de la Burguesía (The Discreet Charm of the Bourgeoisie, 1972). Precisamente la ambición de la trama es uno de los factores claves en un desarrollo expositivo más que complejo que pone al descubierto cuán involuntarios son muchos de nuestros comportamientos y faenas cotidianas. Amparado en una infinidad de paradojas emocionales y la misma inaprehensión de los mecanismos profundos del intelecto, el director de a poco traduce la metáfora y la metonimia lacanianas (o la condensación y el desplazamiento según Freud), en tanto leyes del inconsciente, en un esquema destinado al entretenimiento masivo pero respetando con inusual sapiencia dichos principios. A lo largo de sus 148 minutos la propuesta va construyendo un cóctel que tiene su punto de ebullición durante el extraordinario desenlace, el cual en esta oportunidad rompe todas las barreras cinematográficas al extenderse por casi una hora en función de cinco niveles oníricos simultáneos en donde la estrategia del “sueño dentro del sueño” llega a su cúspide máxima. La exquisita meticulosidad de cada plano, el esfuerzo volcado en la puesta en escena y la ya clásica edición entre epiléptica y enajenada son apenas indicios de una lógica profesional símil Stanley Kubrick que combina la destreza técnica y una incomparable disposición hacia los interrogantes ontológicos del devenir social. Como nadie en la actualidad, Nolan sabe inyectar sentimientos auténticos en la historia sin nunca perder el rigor -por momentos hasta metafísico- del relato. Con los CGI discurriendo de manera imperceptible por sobre las hermosísimas imágenes, mantiene la tensión gracias a personajes vulnerables y en especial elige privilegiar la fotografía de Wally Pfister y la majestuosa banda sonora de Hans Zimmer. El Origen es en última instancia una genealogía irónica del buen dormir que derrocha imaginación e inteligencia a raudales, torciendo la ecuación tanto hacia los efectos del pasado como a los procesos cognitivos que escapan a nuestro mísero control consciente.
Sinceramente esta no es una crítica más, sino que se trata de una de esas reseñas donde uno intenta estar a la altura del espectáculo que pudo ver, y obviamente aunque esto sea imposible quería dejar en claro la intención desde este lado. El Origen es la película que más esperaba este año. A priori me preguntaba, buscando calmar mi ansiedad, : ¿Es posible que salga mal una película de Chris Nolan? ¿Es posible que no la entienda? ¿Le puede jugar en contra tanta excelente promoción? ¿Puede un film con semejante reparto no convencerme? Y así podríamos seguir por los siglos de los siglos... No voy a contestar una por una porque sinceramente Inception se resume con la afirmación de que se trata de una experiencia cinematográfica ESPECTACULAR!! Nolan logró combinar con mucha soltura un thriller atrapante de trama muy compleja, con un ritmo arrollador, además de excelentes efectos y escenas de acción, potenciadas por los diálogos que nos regala un muy buen guión. Siempre lo más importante de una película con buenos efectos es traerlos en los momentos indicados, de nada sirve poner grandes secuencias de acción si no se invocan en los pasajes que la película lo necesita. Nolan entiende esto a la perfección e incluso podremos encontrar otro ejemplo de esto en la franquicia de Batman. Hay que destacar que Christopher viene laburando con este proyecto hace más de diez años y de hecho estuvo pergeniando esta historia en su cabeza desde mucho antes. Esto lo comento porque no quiero que piensen que Nolan es un loquito que esto lo hizo de un día para el otro, sino que es un loco que viene trabajando esta idea desde hace mucho. No es la primera vez que me pasa, pero cuando veo una cinta de este director siento como si viviera dentro de ella, realmente hay una conexión maravillosa. La historia se presenta en los primeros minutos como algo difícil de seguir, pero con el pasar del tiempo se va entendiendo sin problemas gracias a las continuas aclaraciones que realizan los protagonistas. La trama nos cuenta, a grandes rasgos, como un grupo de ladrones se introducen en los sueños de las personas para robar información. Tratar de encontrarle un "pero" a esta cinta, cuando Hollywood nos vive inundando nuestras carteleras con remakes, adaptaciones de comic y secuelas, me parece por lo pronto una falta de respeto a la originalidad que nos presenta esta historia. Ojo, no quiero decir que muchas remakes, secuelas o adaptaciones sean malas películas (de hecho aquí he elogiado varias) pero si me gustaría que valoren la originalidad que tiene esta cinta, en lugar de encontrarle sus defectos. Creo que Inception es una de esas películas que vale la pena ver más de una vez. De hecho pronto iré a verla de nuevo para poder encontrar las pinceladas que se me pudieron haber escapado de esta obra de arte. Las actuaciones que realizaron los protagonistas no tienen una fisura, pero sin dudas las mejores escenas son robadas por Leonardo DiCaprio, Joseph Gordon-Levitt y Marion Cotillard. Tom Hardy, Ken Wantabe, Cillian Murphy y Ellen Page llevan adelante muy buenas interpretaciones, incluso con papeles bastante distintos a los cuales estamos acostumbrados a ver de ellos. La talentosa y hermosa actriz francesa ganadora del Oscar por La Vie en Rose lleva adelante una soberbia actuación que se carateriza por los vaivenes en su personalidad. La amaremos cuando ella quiere que la amemos y la odiaremos cuando ella quiera que la odiemos; realmente brillante. Otro punto de excelencia fue la actuación de Gordon-Levitt y ya no me sorprende la versatilidad de este joven actor, que ojalá encarne al legendario Acertijo en la próxima Batman. DiCaprio presenta otro sobresaliente personaje con algunos puntos comparables con su última cita en el cine titulada en nuestro país horriblemente como La Isla Siniestra (Shutter Island). Lamentablemente no quiero contarles mucho del papel de Leonardo para no revelarles datos importantes, pero seguramente coincidiran conmigo cuando la vean. El Origen es una película de ciencia ficción brillante. Yo soñé desde su pre-producción que sería así y gracias a Chris Nolan, ahora, "El Sueño es Real".
Christopher Nolan es un artista, un constructor de ideas que las modela, les da forma, las pule, las hace brillar y se las regala al espectador a cambio de algo, algo que él no percibe, algo intangible, un pensamiento a favor o en contra, una simple sensación de que el creador de dicha obra está haciendo las cosas de manera diferente. El director apuesta a un cine muy jugado y complicado de lograr, pero principalmente se divierte con que el espectador pueda entender su mundo y aceptarlo. Esta película es su trabajo más personal, y a la vez el más ambicioso y difícil, un claro ejemplo de dedicación, lucidez, imaginación y originalidad.
Aquello que la trilogía Matrix apenas alcanzaba a esbozar en un guión dotado de fisuras y baches narrativos, que terminaron dilapidándose en un conjunto de buenas ideas sin sustancia, encuentran por fin en El Origen un camino adecuado para desarrollarse gracias al talento y la inteligencia de Nolan; aumentan en nivel de complejidad al subir la apuesta sobre las posibilidades de crear un producto que atienda a todos los públicos posibles, desde los más complacientes que buscan el mero entretenimiento hasta los más críticos que pretenden profundidad y riesgo. Las capas narrativas manejadas desde un guión meticuloso por donde pasan ideas de la física cuántica en relación a la percepción de la realidad de acuerdo al punto de vista; elementos básicos de la filosofía como el concepto de libre albedrio o libertad, por no sumarle el de relatividad del tiempo, la realidad virtual, el sueño y la vigilia en sus aspectos psicoanalíticos, cognitivos y subjetivos y la introducción de la idea de memoria como un obstáculo, entre otras cosas constituyen un punto de partida –hay otros posibles de acuerdo al nivel de lectura que se busque- lo suficientemente atractivo para que uno no despegue los ojos de la pantalla. Pero como si faltara algo a la propuesta también en El Origen se puede apreciar la conjunción de acción, suspenso, thriller corporativo, drama existencial y película de atraco perfecto en un combo que nunca decae y asume con ingenio, creatividad, grandes actuaciones de Di Caprio y compañía, audacia, las ambiciones que se propone desde el inicio sin traicionar la inteligencia de un espectador exigente.
La vida es sueño Muchas reseñas sobre El origen insisten en la proximidad entre la última obra de Cristopher Nolan y la concepción de los sueños en el psicoanálisis. ¿Freud revisitado por Hollywood? Puede ser, aunque esta nueva aproximación de Cristopher Nolan, director de Batman y Memento, a su tema predilecto, la alteración de la percepción y el carácter contingente de la identidad, es más bien un thriller filosófico. El sólido Leonardo Di Caprio es un espía corporativo llamado Cobb, un hombre capaz de extraer y leer el subconsciente ajeno. Este fugitivo de la Justicia norteamericana, viudo y padre de dos hijos a los que extraña durante su obligada ausencia, surfea libremente a través de los sueños de los otros, excepto si el “subconsciente ha sido militarizado”. Asistido por una tecnología jamás descrita pero efectiva, él y sus ayudantes se conectan con las representaciones oníricas de sus blancos. Cobb será contratado por el líder de una corporación japonesa. El objetivo: manipular la suerte de un competidor monopólico. Ya no se tratará de descifrar los secretos del subconsciente del rival más poderoso sino de inseminar un pensamiento que pueda alterar el deseo y, por lo tanto, la identidad. El pensamiento es un virus, el más poderoso; una idea dirige la voluntad. Si Matrix de los hermanos Wachowski funcionaba como una introducción a la filosofía platónica y el mito de la caverna, El origen parece una introducción perfecta a la primera meditación metafísica de Descartes: no hay un criterio preciso y confiable para distinguir entre la conciencia de la vigilia y la onírica; la certeza es un mito. Escrita y dirigida por Nolan, no hay duda de que se trata de una película personal. Sus obsesiones están presentes, pero la espectacularidad de sus efectos, algunos admirables, termina por debilitar su apuesta filosófica y la fluidez narrativa del filme. En un pasaje intranscendente, un personaje mira un retrato del pintor Francis Bacon. Es un rostro fragmentado, desarticulado, un rostro desprovisto de unidad en el que la identidad humana se devela frágil y deleznable. Es un plano de transición, casi imperceptible, y es allí donde descansa el centro filosófico del filme.
"Inception" se había convertido, para mí, en la película más esperada de este 2010. Y esto se debe a Christopher Nolan, quien se ha transformado en uno de los directores más interesantes de la última década, creando films inteligentes y, a su vez, entretenidos. Tras un prometedor debut en 1998 con el largometraje "Following", su carrera fue evolucionando con cada uno de sus trabajos: la original "Memento", la remake "Insomnia", el reinicio de Batman con "Batman Begins", la mágica "The Prestige" y la excelente continuación del encapuchado, "The Dark Knight". Luego de esa exitosísima última entrega, Nolan tenía la posibilidad de hacer lo que quisiera en Hollywood. Por suerte, eligió continuar en el género que mejor trabaja: el thriller psicológico. Este guión comenzó a gestarse hace 10 años, cuando a Nolan le surgió la idea de escribir una historia que explorara su fascinación por los sueños. Durante todo este tiempo, el guionista/director fue reescribiendo este guión hasta obtener una versión que lo convenciera filmar. La frase que me venía, una y otra vez, a la cabeza mientras miraba "Inception" era "Que imaginación!!". Un relato original, ambicioso, complejo e inteligente, en donde se presenta una estructura narrativa que no resulta tan enredada como sus primeros trabajos ("Following", "Memento"), pero que igualmente requiere absoluta atención del espectador. Durante la primer parte, Nolan aporta información necesaria para entender el esquema del relato y durante la segunda parte, permite que uno piense, descubra y disfrute lo que va ocurriendo. Una película que exige una segunda mirada para descubrir detalles que seguramente se escaparon frente a una historia tan intensa. La ejecución de este magnífico guión es perfecta, con un trabajo de dirección, fotografía, edición y musicalización que resalta el talento del director y su equipo. Los diferentes niveles de sueños, y cómo los acontecimientos ocurridos en cada uno afectan al siguiente, definen distintos niveles narrativos que permiten combinar suspenso, drama y escenas de acción fantásticas. Nolan no es un amante de los efectos generados por computadora y prefiere, siempre que sea posible, el uso de efectos tradicionales. La combinación de ambos hace posible darle un realismo increíble a cada secuencia de acción. Cada uno de estos momentos de acción tiene un propósito dentro de la historia y no se introducen de forma forzada para generar entretenimiento sin sentido. Si bien puede establecerse una relación con "The Matrix" y otros films, lo cierto es que hoy en día todas las películas son influenciadas por otras y el mérito está en saber reinventar los recursos ya utilizados en otras propuestas cinematográficas. Leonardo DiCaprio interpreta a Cobb, líder de este grupo de ladrones de secretos, un hombre atormentado con algún parecido a su personaje de "Shutter Island". Marion Cotillard es Mal, su esposa, en una excelente interpretación de una mujer con distintos matices. El grupo de ladrones lo completan el genial Joseph Gordon-Levitt (que se luce en un rol más físico), un sorprendente Tom Hardy ("Bronson") y Ellen Page. Ken Watanabe, un resucitado Tom Berenger y los ya clásicos colaboradores Cillian Murphy y Michael Caine (con una pequeña participación) cierran el elenco. Con tantos personajes, sólo se dedica tiempo al desarrollo de la relación entre Cobb y su mujer, que es el punto más fuerte del relato. No siempre una gran idea se transforma en una gran historia o en una gran película, pero Christopher Nolan consigue transformar un excelente concepto en un impresionante guión y ejecutarlo de manera brillante obteniendo un resultado alucinante.
¡Maldito, maldito, maldito, maldito Nolan! Ver El Origen es ponerse frente a una palangana llena del líquido fétido de nuestra propia mediocridad y que la enorme mano de la genialidad de Christopher nos aplaste la cara dentro. A penas se apagaron las luces me entró una especie de corriente eléctrica por el cuello que me aceleró la respiración, me hizo temblar las piernas, me nubló ligeramente el ojo izquierdo y me duró hasta que terminó la película. Para una mujer como yo, esclavizada por la mente, protagonista errante y fiel de espantosas pesadillas, cada fotograma de la película representa febrilmente la idea del infierno, de la muerte y de la locura, pero también la belleza infinita y divina del poder que tiene la capacidad creativa de la imaginación humana. Siempre pensé que el cine era la forma de arte que mas se acercaba a reproducir la imagen del pensamiento. Pero estar frente a un film que es literalmente un sueño, que logra asumir las proporciones formales y emocionales de un sueño, es poco menos que milagroso. Claro que se nutre de muchas fuentes, pero los sueños también se alimentan de elementos de la realidad, de nociones preexistentes, de deseos, de errores y de temores. ¡Si, La Matrix anda por ahí, también La Celda, algo de Afterlife, un poco de La Divina Comedia, Alicia en el país de las Maravillas, algunos mitos griegos y, si me pongo del bonete, hasta El Vengador del Futuro! Pero el refinamiento de la combinación de las influencias con los elementos originales, el tono dramático, los efectos especiales, la elección de casting y, porqué no, la confianza rotunda en toda la imagineria cultural, el consumo de cháchara new age y el acercamiento al psicoanálisis del espectador, se convierte en una especie de coctel inflamable y glorioso. La noción reforzada de la mente” todopoderosa” que occidente abraza de manera excesiva, las emociones como reguladoras del subconsciente, el valor de la “idea” como el origen de todas las cosas como una especie de espejismo de lo divino. Me pregunto qué pensaría Borges si viera la película de Nolan, viendo los laberintos y las escaleras infinitas, contemplando espejos, cayendo en un sueño adentro de otro sueño, adentro de otro sueño… Disfrutando la paradoja de que la arquitecta de todo eso sea nada menos que “Ariadna”. Creo que la cosa borgiana también anda dando vueltas por aquí, dejándonos a todos chochos chochos. Hay que ver esta película, hay que sentarse y tragársela porque es poesía cinematográfica contemporánea y el que diga lo contrario que se vaya al carajo. Por mi parte, voy a tratar de irme a dormir y no pensar en que, tal vez, hoy estuve en frente de lo que puede ser la representación más cercana del temido sueño eterno. El agujero que jamás termina… ¡Salud amigos y, despierten si pueden!
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Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz Por algún motivo, había (hay) mucha gente con muchas expectativas ante El origen (Inception), la nueva película de Christopher Nolan. Puede ser porque con Batman: el Caballero de la noche al director de Memento le había salido una gran película. Pero una cosa es Nolan con Batman y otra cosa es Nolan suelto, con mucha plata y con sus propias ideas. 1. En Batman: el Caballero de la noche había un cómic previo del cual agarrarse, y Nolan contó con actores bien desquiciados, con personalidad propia, como Christian Bale, Heath Ledger, Gary Oldman y muchos minutos de Michael Caine. En El origen junta un grupo de actores modositos, que no muestran personalidad alguna: Michael Caine no tiene tiempo para imponerse, y Ellen Page es demasiado joven. Después tenemos a Joseph Gordon-Levitt, un burócrata de la cara de circunstancia, un Pepe Grillo con el ceño fruncido, entre otros actores-autómatas. Di Caprio prueba que está en modo automático porque se ve que no le dijo a Nolan “che, mirá que ya hice de tipo atormentado al que se le aparecen a cada rato la jermu y los pibes en la de Scorsese”. Es llamativo, molesto y hasta ridículo ver a un actor dos veces en el mismo año haciendo de personajes con tanto en común. Y si Nolan filmó El origen antes que Scorsese La isla siniestra Di Caprio le tendría que haber avisado a Scorsese. 2. Pero dejemos de lado a los actores, a los que Nolan probablemente les haya impuesto una disciplina plúmbea para que nunca parezcan seres humanos. El origen es una película supuestamente complicada argumentalmente. Y por eso Nolan dispone una estructura de explicación/mostración, explicación/secuencia anteriormente explicada, secuencia sin explicar todavía/explicación inmediatamente posterior. Los personajes, por momentos, parecen ese clip con ojos que aparecía en el Word y que decía “¿usted está tratando de escribir una carta?”. Bah, o también parecen instrucciones antropomorfas de un videojuego. Es increíblemente estúpida y grosera la manera en que Nolan detiene la narración para imponer explicaciones; explicaciones que se suceden de principio a fin sin lograr consolidar este mundo de gente que vive metiéndose en sus propios sueños y en los sueños de otros, y haciendo funcionar esos sueños como realidades paralelas pero con temporalidad diferente. A cada rato un personaje introduce una regla más para la lógica de las acciones, cosas como “ah, pero si nos matan en este sueño no nos despiertan, nos mandan a la AFIP o a cenar con Bilardo” (no, no dicen eso pero más o menos, a cada rato hay una nueva regla absurda sin la cual las acciones dejan de tener el sentido que les quiere dar Nolan para evitar que se le caiga esta película-tinglado). 3. La película es poco más que una gran tontería hecha de planos cool, imágenes grises y prolijas, gente atormentada, paisajes corporativos y mucha acción y explosiones con muchos cortes y poca idea de movimiento creíble y con continuidad. Eso sí, todo suena fuerte y lacerante (con la música de Hans Zimmer que machaca gravedad con total impunidad). Y la acción se va dividiendo en acciones, en niveles de sueño, y supuestamente hay tensión generada por la interrelación entre los niveles (a la enésima repetición de plano de camioneta cayendo + plano de Gordon-Levitt durmiendo uno empieza a pensar en las limitaciones de Nolan como cineasta, o en las limitaciones que Nolan cree que tiene su público). 4. Se relacionó por ahí a Nolan con Borges, Jorge Luis. Bueno, en fin. 5. Ah, los sueños. Acá hay varios sueños, de diversos soñadores. Si estos son los sueños que puede imaginar Nolan que sueñan sus personajes, habría que hacer una colecta y comprarle una bolsita con 200 gramos de imaginación, o al menos pagarle una cerveza. Si el mundo onírico se reduce a calles de ciudades, un poco de mar, edificios corporativos, alguna que otra casa, un ascensor grandote, ¿para qué existen los sueños? Menos mal que Salvador Dalí y Luis Buñuel están muertos y no tuvieron que ver esta película vacía de coraje y de imaginación. Dalí y Buñuel, en Un perro andaluz, fueron capaces de explorar la doble o triple o cuádruple dimensión onírica del cine, un arte que (sabelo, Nolan) ya ha sido considerado hace años como un sueño colectivo que soñamos juntos: lo decía Cocteau mucho antes de que El origen intentara no que soñáramos sino dormirnos a pura limitación. Si Buñuel y Dalí nos abrieron literalmente los ojos al principio de Un perro andaluz, no podemos hacer otra cosa que salir a defender al cine (y a los sueños) frente a imposturas bien envueltitas como El origen, una pavada con tiros y correrías que intenta vender abismos de profundidad. Otra película meramente grandota que quiere venderse como una gran película. Las grandes películas tienen alma, humor (y el humor no tiene que ver necesariamente con chistes y gags), amor e inteligencia. Parafraseando a Borges (y ya que parece haber en El origen una referencia a El ciudadano), esta película no es inteligente, pero apunta a ser genial, en el sentido más complaciente y publicitario de esa gastada palabra.
Las reglas del juego. Con Batman, el caballero de la noche, Christopher Nolan consiguió el reconocimiento del público masivo y también el de cierta crítica obsesionada con encontrar autores en el mainstream, que se apresuró a catalogarlo como un director capaz de hacer películas inteligentes y a la vez exitosas. La nueva película de Nolan exhibe su etiqueta de narrador experimental integrado al sistema y retorna a los vanos jueguitos cerebrales de Memento, ahora utilizando los medios a gran escala que le brinda Hollywood. El origen parte de un postulado fantástico prometedor según el cual es posible fabricar una escena de acción en un espacio onírico colectivo, aunque los sueños y su exploración poseen un sinfín de normas y axiomas. Este planteo le permite al director aplicar y justificar toda su panoplia de virtuoso, hecha a base efectos de montaje, decorados múltiples y fenómenos físicos cósmicos. La película reconstruye un ambiente de realidad virtual cercano al video juego, mezcla de acción y enigmas, poblado de personajes caracterizados como el arquitecto, el turista o el planificador. Todo podría ser un pretexto para el puro disfrute de la imagen, si no fuese un universo tan controlado, planificado y teledirigido. Las imágenes no llegan a adquirir una energía cinematográfica propia sino que son parte de un pequeño rompecabezas matemático. Los efectos narrativos son el producto de normas rígidas que a la larga los vuelven completamente previsibles. Cada fenómeno resulta siempre un principio soberano y sistemáticamente enunciado. La puesta en escena rechaza todo misterio que escape a la explicación inmediata y se limita a ser la aplicación fría de los principios previamente escritos, que se imponen como único motor de las imágenes. Así las cosas, en el corazón de una escena de acción los personajes pasan tres cuartos de su tiempo explicando las normas que regulan su comportamiento. El origen presenta algunos puntos en común con Memento, película que ya había llamado una atención pública excesiva. Ambas se basan en principios formales rápidamente discernibles y despliegan en su fachada una complejidad experimental que se apresuran en volver accesible, para generar la ilusión de compartir su inteligencia con el público. En Memento, la mezcla de secuencias estaba explicada con el uso del color y el blanco y negro. En El origen, el imponente guión y el talento técnico para dirigir las imágenes se aplican, paradójicamente, a volverlo todo límpido. Sobre el final, ya sin el obstáculo del texto y el cerebro del director, las explicaciones se agotan y la película por fin respira con escenas de acción tan potentes como convencionales, pero es demasiado tarde para anular el efecto perdurable de un manipulador que se satisface con sus propios trucos, mezcla de oropel y vacío.
Soñar, Soñar “El Mundo no es real todavía, el tiempo duda. Sólo es cierto, el calor de tu piel”. Octavio Paz. Llegó el día. Se estrena una de las mejores películas de año. ¡Christopher Nolan lo hizo de nuevo! El hacedor de éxitos como “Batman, el caballero de la noche” y “Memento”, con sólo 40 años logra llevar al límite de lo posible el cine de acción con ribetes psicológicos. Confeso admirador de Jorge Luis Borges, Nolan cual un cuento del fantástico escritor argentino -de hecho en un momento uno de los protagonistas desea escapar por un tiempo a la mismísima Buenos Aires- logra convertir en imágenes situaciones muy cercanas a los relatos fantásticos que tanto Borges como Adolfo Bioy Casares plasmaron en muchos de sus relatos. Dom Cobb (Leonardo Di Caprio) es el líder de un grupo de investigadores que insertan una idea en el subconsciente de un tercero, para sacar información clave. Son parte de una organización –una de las tantas que existen– para ello cuentan con arquitectos que diseñan esa realidad paralela para adaptarla a los requerimientos del sueño. Es aquí donde la factura de la película logra sus mejores momentos. Una París, desdoblada, un puente infinito por el enfrentamiento de espejos, ciudades inmensas abandonadas por el paso del tiempo y la falta de gravedad son sólo algunas de las genialidades del film. Pero, entonces, ¿cuál es la realidad, y cuál es el sueño? En esto “El Origen” dialoga con la saga “Matrix”, aunque la supera ya que logra en 148 minutos llegar a un todo (a veces asfixiante y desmesurado, pero superior al fin) como Borges lo lograba en un relato largo, ya que jamás escribió una novela. El Amor. Entre tanta acción y espionaje, no podía faltar el amor. Siempre presente en el cine de Nolan. En “Memento” todo iba hacia atrás por la muerte de una mujer, en “El Gran Truco” un triángulo amoroso, y qué decir de la saga “Batman”, con Bruce Wayne haciendo todo por defender a su amada. Aquí Marion Cotillard, la actriz ganadora del Oscar por la “La Vie en Rose”, como mujer de Cobb aparece como lo deseado y lo eterno. Nuevamente Borges: “Todo estado perdurable es como el infierno. Si el paraíso fuese eterno, también sería como el infierno”. ¿Hasta qué punto un sueño, dentro de otro y así sucesivamente, pueden controlarse? ¿Cómo el trauma de Cobb puede influir en los sueños ajenos? Di Caprio, como lo demostró en “La Isla Siniestra” este año y unos años antes en “Los Infiltrados” ambas de Martin Scorsese, logra moldear un personaje lleno de complejidades, siempre al borde de la cornisa emocional. Lo secundan: Ellen Page, de “La Joven Vida de Juno” como la nueva arquitecta, Ken Watanabe, Cillian Murphy y el siempre presente Michael Caine, entre otros. Puede mencionarse como “fallas” del monumental proyecto, la sobre-explicación de ciertas situaciones, en esto “El Gran Truco” era más sutil, y la catarata de información que vierte Nolan al espectador. El que se pierda algo, puede hundirse en un “limbo” del que difícilmente pueda escapar. Para el final Christopher Nolan se reserva un último bocado de su festín cinematográfico. Pero a no olvidar, él es el arquitecto máximo de sus propios sueños de celuloide.
Siga participando Christopher Nolan plantea El Origen como un juego. A priori el objetivo parece divertido: hay que meterse en los sueños de un cristiano y allí manipular su inconsciente e implantar una idea. Quienes lo logren en tiempo y forma ganan la competencia y -como dirían Pinky y Cerebro- dominarán el mundo. Acto seguido la película se aboca a revelarnos las intrincadas reglas de este juego. Inclusive, Nolan planta un personaje (el de Ellen Page, la novata arquitecta de sueños) al que van destinadas todas las explicaciones necesarias para entender el argumento y jugar a seguir la trama de los aventureros intrusos oníricos. Tenemos que prestar atención para no perdernos porque las normas se apilan escena tras escena: incluyen teorías físicas (conceptos alterados de tiempo y espacio) y psicológicas (revuelve en forma un poco precaria e irrespetuosa las especulaciones otrora erigidas por el viejo Freud). Hay que tener ojo porque se formulan principios e, inclusive, excepciones a esos principios. Nosotros estamos distraídos tratando de entender para no perdernos detalles y descubrir ese esqueleto normativo en el que supuestamente se desarrollará la trama. Pero el juego tiene una trampa: mientras nos ocupamos de seguir esos principios, no nos damos cuenta que la película avanza y avanza, pasan dos horas y media y adentro de ese esqueleto que se armó y que nos aprendimos no ocurrió gran cosa. Pasa que aprender a jugar El Origen es interesante, pero jugarlo es aburrido. Porque adentro de toda esa estructura hay cosas poco originales y ya vistas: imágenes grandilocuentes construidas con computadora, gente que se persigue y se pega tiros, una intriga comunacha y un romance culposo y trillado. El Origen aprueba el teórico, pero falla en el práctico, se engolosina tanto en crear y explicar normas para el juego, que encorseta a los jugadores (protagonistas y espectadores) y no los deja respirar. Al final nos sentimos un poco estafados, nos entretuvieron dando lecciones y cuando estamos preparados para participar nos damos cuenta de que el juego se había terminado y que solamente nos quedó una película de personajes fríos, intrigas pobres y suspenso poco logrado. El discurso de El Origen sostiene que una idea es el virus más poderoso (es una línea de dialogo varias veces repetida) y ese imperativo categórico llevado hasta las últimas consecuencias termina siendo la dolencia de la película. Como también le pasó hace un par de años a Charlie Kaufman, Nolan se enamoró de sus ideas y se las tomó tan en serio que le salió una película rígida y solemne. Cuando se trata de sueños, inconsciente y trampas las posibilidades para hacer cine hubieran resultado infinitas. Personalmente hubiera preferido que El Origen se pareciera más a las burlonas Quieres ser John Malcovich o Eterno resplandor de una mente sin recuerdos que a la soporífera Synecdoche. Pero no, a Nolan no le funcionó el antivirus y el virus de su ocurrente idea dejó a su obra vacía y a nosotros esperando participar en juegos con reglas quizá menos pretenciosas, pero seguro más divertidas.
Todo por un sueño A Christopher Nolan le gustan las tramas enrevesadas, los desafíos formales y los ejercicios narrativos. Eso ya lo veíamos desde Memento, donde se trataba de contar la historia de adelante hacia atrás. Y también le preocupan los trucos y mecanismos de la mente: la memoria, los trastornos del sueño o los traumas. El origen es la apoteosis de esos intereses, donde el mundo del sueño es el tema y el escenario. En un universo que parece el aquí y ahora pero donde existe una tecnología que permite compartir los sueños, infiltrarse en los sueños de otro o introducir a otro en el propio sueño mientras uno es consciente de estar soñando y hasta puede diseñar la arquitectura del sueño, los protagonistas se dedican a estas actividades con fines delictivos para robar información o “introducir ideas” en la mente de los soñantes elegidos como blanco. Cobb (Leonardo DiCaprio) es un experto en el procedimiento que, al ser acusado del asesinato de su esposa, ya no puede volver a su casa y ver a sus hijos. El jefe de una corporación japonesa le propone la misión de infiltrarse en los sueños del heredero de la firma líder de la competencia a cambio de usar sus influencias para limpiarlo y permitirle volver. Allá ira entonces con su equipo en una misión delicada y peligrosa, tanto por la resistencia que el universo onírico de la víctima ofrece a los intrusos como por los propios elementos de su mente que el protagonista sin querer introduce, ya que dejó algunas cuentas pendientes allí, en el mundo del otro lado de la vigilia. Este planteo, que le debe mucho al universo del escritor Philip K. Dick (donde es frecuente que los personajes lleguen a un punto en que no pueden estar seguros de cuál es la realidad) da el pie para un despliegue de imaginación y parafernalia visual exuberantes en la medida que el mundo del sueño lo permite y lo propone (ciudades que se pliegan sobre si mismas, combates en gravedad cero). Aquí la misión funciona como elaboradísimo McGuffin que justifica la búsqueda del protagonista para saldar las cuentas con su pasado pero parece estar también en función de justificar la apuesta visual, los escenarios imposibles, las secuencias de acción, y todo lo que el film tiene visualmente para ofrecer de espectacular. La trama, cada vez mas intrincada, con diferentes capas de realidad, sueños dentro de sueños y desdoblamientos del tiempo, necesita explicarse a sí misma cada tanto, que alguno de los personajes explicite las reglas de ese universo y explique lo que está pasando. Y bueno, en algún punto uno tiene la sensación de que lo están cameleando un poco, que la abundancia de información (suministrada constantemente) tiene un fin más de confundir que de aclarar, hacer que uno avance con el relato y no se cuestione mucho lo que está pasando, tapar la boca y llevar de la nariz, porque cuando uno quiere procesar enseguida llega un nuevo estimulo espectacular. El origen se presenta como un preciso mecanismo, pero quizás algunas piezas están más para hacer bulto y hacerlo parecer más complejo de lo que es. Así, esa abundancia de información y explicaciones parecen funcionar como en los trucos de magia (Nolan sabe bien de esto), como un distractor que desvíe la atención de ciertas cosas: de que ciertos elementos, aunque explicados, son así porque sí, de que ciertas leyes son arbitrarias y de que los sueños, aunque dirigidos, son demasiado racionales, para ser sueños. Pero, bueno, si uno se pone a revisarle el truco al mago la diversión se pierde. Lo brillante de Nolan es la forma en que logra presentarlos como lógicos y necesarios, haciendo que el espectador entre como un caballo entendiendo, creyendo que entiende o no entendiendo pero sin que eso importe. Se trata de un despliegue de imaginación y una experiencia sensorial. El origen es un film avasallante que exige toda la atención del espectador y amenaza con pasarle por encima. Ante esa perspectiva, la mejor recomendación quizás sea la del dicho inglés: relájate y goza…
Primera en recaudaciones en los Estados Unidos, saludada por algún sector de la crítica como film revolucionario, “El origen” es, ni más ni menos, “una de chorros”; ni más ni menos un alambicadísimo plan para robar algo imposible (o colocar algo en un lugar inaccesible, que para el caso es lo mismo). La novedad (sólo conceptual, como se verá) es que los profesionales del caso se dedican al espionaje industrial entrando en la mente de sus víctimas, en lugar de meterse en una bóveda o caja fuerte. Pero como no se trata de un film psicológico que cuestione el estatuto de la realidad (aunque se lo declame, a raíz de la subtrama dramática, al personaje de Leonardo Di Caprio con el fantasma de su mujer, interpretada por Marion Cotillard), después de una hora trabajosa aderezada por escenas de gran despliegue visual –un poco fatuo–, accedemos a lo que no es más que un film común de acción y suspenso. En ese sentido, el logro más audaz es manejar tres secuencias de suspenso, una dentro de la otra. El realizador Christopher Nolan, que logró una gran película con “Batman-El caballero de la noche”, pero intenta trucos narrativos desde “Memento”, nuevamente se deja llevar por el diseño en lugar de conmovernos con los personajes. El resultado es un trivial aunque entretenido episodio de “Misión: Imposible” contado con muchos (en ocasiones demasiados) millones de dólares. Podría haber sido, sí, más compleja –varios hilos narrativos apuntan hacia allí– pero en definitiva Nolan está más preocupado porque todo quede muy claro y por que se vea en pantalla el presupuesto. Si lo único que desea es un par de horas entretenidas –aunque la primera tenga demasiado diálogo–, es lo que hay.
Thriller sofisticado y laberíntico “El más peligroso virus que puede inocularse en un ser humano es una idea”. Esta provocativa, inquietante hipótesis es una de las puntas del ovillo de pensamientos que ofrece Christopher Nolan (1970, Londres, Inglaterra) en el guión que escribió para su octavo largometraje como director. Efectivamente, Inception se adentra en un tema que parece abrevar de la literatura y el cine de ciencia ficción: la posibilidad de invadir la mente humana, torciendo propósitos y manipulando voluntades. Es lo que desvela a Cobb, el protagonista, quien, junto a un grupo de hombres y una joven estudiante, se dedica a extraer e implantar ideas, teniendo como blanco principal y más difícil a un peligroso competidor. En los pliegues de la intrincada historia, mientras los personajes van y vuelven de sus recuerdos y fantasías –de una forma que recuerda a Días extraños (2005, Katrhyn Bigelow)–, asoman cavilaciones sobre las fronteras entre lo onírico y lo tangible, y la necesidad humana de crear (o creer en) otros mundos posibles. Aunque el hecho de intervenir maliciosamente en la psicología de las personas encuentra resonancias en la historia de la humanidad, Inception no se arriesga a sugerir analogías, equiparando sus connotaciones a las que suele deparar cualquier thriller políticamente correcto. Y en cuanto a reflexionar sobre el mundo de los sueños, lo hizo antes y mejor Despertando a la vida (2001, Richard Linklater), para no citar a Luis Buñuel o, más cerca en el tiempo, a David Lynch. Hay que reconocer que el espeso cúmulo de especulaciones es volcado por el director de Memento (2000), Batman inicia (2005) y Batman, el caballero de la noche (2008) con una solidez técnica impresionante. La música siempre intensa de Hans Zimmer (cuya omnipresencia hace que el film parezca un interminable trailer), la impasible elegancia de las formas escenográficas y la luz, algunos sorprendentes efectos especiales, más la presencia de una decena de buenos y conocidos actores, conducen a un sofisticado entretenimiento con estética cool. Por momentos afloran recursos visualmente asombrosos (una especie de estallido de elementos que se produce a los costados de un bar en París, o la interacción de personajes desafiando la ley de gravedad), pero, al mismo tiempo, abruma el abuso de explicaciones. La solemnidad y el cerebral entretejido argumental diluyen la historia de amor de Cobb con su mujer (Marion Cotillard) –en torno a la cual se sugiere un suicidio, o un asesinato, o una venganza, o todo a la vez–, y provoca que se sientan como soplos de vitalidad aislados rasgos de humor o un tímido beso, hacia el final. Definitivamente, hay algo monumental en la concepción de Inception que va más allá de su millonaria producción y de las ambiciones de Nolan como guionista y director. Lo confirman la proyección, días atrás, de imágenes de la película sobre la fachada de la Facultad de Derecho en Buenos Aires (en una suerte de acometida publicitaria camuflada de instalación artística) o las funciones en las salas IMAX, prometiendo una experiencia excepcional. Como ocurrió, de alguna manera, con Avatar (2009, James Cameron), El origen también llega precedida de un halo de originalidad y grandiosidad. Pareciera estar aplicando en la mente de los espectadores del mundo una estrategia tan efectiva como la que utilizan Cobb (Di Caprio) y su equipo de colaboradores, aunque en este caso no se trate de un artilugio científico sino de la poderosa seducción ejercida por la publicidad, los rumores y la repercusión en los medios.
EL MOVIMIENTO PERPETUO El 2 de enero de 1896 -5 días después de que los Hermanos Lumière presentaran por primera vez en público esa novedad llamada cinematógrafo- nacía en Bialystok Denis Abramovich Kaufman. Probablemente la mención de ese nombre no le diga mucho al espectador de cine, ni siquiera al crítico. Pero años más tarde, en su juventud, Denis Abramovich Kaufman cambió su nombre por el de Dziga Vertov, a la par de que formaba parte de la vanguardia cinematográfica soviética. Vertov fue el creador del noticiero de cine Kino-Pravda y el director del famoso documental experimental El hombre con la cámara. A juzgar por este último film, el cambio de nombre no fue inocente, ya que en ucraniano, su nuevo apelativo tiene un significado clarísimo: trompo. En El origen, la nueva película de Christopher Nolan, un espacio muy importante del film, de hecho el plano final, es justamente un trompo. ¿Por qué Dziga Vertov eligió llamarse así y por qué la película decide colocar este objeto en el centro de la misma? La respuesta es que el trompo es una excelente representación de la idea del movimiento y el movimiento, claro está, es la esencia misma del arte cinematográfico. El cine es arte en movimiento, cuadros en movimiento (motion pictures). Como ocurre con muchos grandes títulos de la historia del cine, en especial del cine industrial, El origen posee la particularidad de ser varias películas en una, pero como sólo las obras maestras pueden serlo, es a su vez una reflexión sobre el arte cinematográfico. Más allá de la interesante trama y de los temas implicados en ella, lo que tiene de gigantesco el film de Nolan es que, por encima de todo, la búsqueda del relato está puesta en pensar qué es el cine. Por eso la idea del trompo es trivial por momentos, un detalle leit motiv, pero también encierra el sentido final del film, la indagación profunda acerca del vínculo que los espectadores tenemos con el cine. Como ese otro Rosebud que se revelará como la “inception” en la misión de los protagonistas, el trompo puede ser la propia “inception” que Nolan quiere plantar en nosotros como espectadores. En consecuencia, al igual que las diferentes capas de la historia, queda claro que el film tiene por lo menos tres niveles claros que trazan líneas a lo largo de la trama. Por un lado la historia, el cuento que nos cuenta Nolan, por otro, los temas que de ese relato se desprenden y, finalmente, este ensayo sobre el cine. Vayamos por partes. Christopher Nolan nació en Londres, Inglaterra, en 1970 y con siete películas entró en la historia grande del cine. A juzgar por los títulos que realizó - Following (1998), Memento (2000), Noches blancas (Insomnia, 2002), Batman inicia (Batman Begins, 2005), El gran truco (The Prestige, 2006), Batman El caballero de la noche (The Dark Knight, 2008), El origen (Inception, 2010) – Nolan es un director interesado no solo en un impacto visual y narrativo contundente, sino también en plantearse en cada film una autoconciencia acerca del material sobre el cual están hechas sus películas. Preocupado por la forma, sus films tienen, a pesar de los alardes de modernidad que poseen –en particular Memento - un concepto narrativo sólido y los virtuosismos jamás atentan contra la historia que se está contando. Su gusto por la espectacularidad siempre estuvo de la mano de la búsqueda del asombro, de la sorpresa del espectador. Cuando uno entra al cine a ver una película de Nolan está recuperando de un solo golpe todos los motivos por los cuales el arte cinematográfico es tan maravilloso. No hay una sola forma de hacer cine, pero ver películas como El caballero de la noche o El origen –los dos mejores films de Nolan- emocionan por la grandeza cinematográfica que las habita, y lo que se experimenta al verlas es la sensación de que el arte cinematográfico no tiene límites. El origen elige contar su historia a muchos niveles visuales, borrando las huellas entre lo real y lo soñado por los personajes y dotando de una belleza poco habitual a esos universos que conviven en la película. Las imágenes de El origen ya están destinadas a la inmortalidad, sus escenas grandilocuentes y ambiciosas son la apuesta al gran espectáculo, a que el espectador, más allá de los temas del film, sea testigo de una narración prodigiosa y de imágenes en movimiento apabullantes. “No temas soñar a lo grande” le dice un personaje a otro en El origen. Nolan no es un cineasta temeroso. La obsesión por retener algo que inevitablemente se ha perdido o se va a perder habita en la filmografía de Nolan, eventos que quisieran sus personajes volver a atrás y evitar que ocurran son moneda corriente. La angustia corroe sus mentes, los atormenta, los condena a un camino oscuro y solitario, aun cuando estén rodeados por otras personas. Es notorio en El origen cómo a pesar del gigantesco planteo visual y el barroquismo narrativo la trama no sea más que la búsqueda del personaje protagónico, Cobb (Leonardo Di Caprio), en su propio interior atormentado. Porque aunque los universos sean monumentales y espectaculares, la mayor riqueza posible, así como el mayor dolor, habitan en el cerebro de las personas. Los personajes de Nolan son siempre solitarios atormentados y aquí, más que en cualquier otro film de su carrera, habitamos dentro de ese universo. La amargura –no solo la sorpresa o el impacto- de ver a Mal (Marion Cottillard), alguien que ya se ha ido, volver una y otra vez, arrebatando y demoliendo la mente del protagonista es sin duda la mejor representación visual –a la vez literal y metafórica- que el cine contemporáneo le haya dado a los conflictos interiores de un personaje. No hay otro protagonista más que Cobb, y la “inception” que da título al final es totalmente banal e irrelevante frente la verdadera naturaleza del conflicto del film. Sin duda esta misión es la excusa para avanzar sobre el conflicto del atormentado Cobb. Y aunque no se puede inventar cualquier teoría acerca del film, lo cierto es que a juzgar por los resultados, toda la trama parece en definitiva una forma de rescatar a Cobb de sus propios laberintos interiores. De cerrar ese círculo que él no se atreve a cerrar sin ayuda. Es significativo que sea un laberinto circular el que al comienzo del film le resulta complicado resolver. Y a la vez es la confirmación de que no importa qué tan colectiva sea la experiencia humana, al final de cuentas todos estamos solos con nuestro cerebro y su funcionamiento, y las ideas que surgen en él son tan poderosas que en muchos casos no se van jamás, aun cuando solo sean ideas y no estén en conexión con la realidad. “Si me dijeran: te quedan veinte años de vida, ¿qué te gustaría hacer durante las veinticuatro horas de cada uno de los días que vas a vivir?, yo respondería: dadme dos horas de vida activa y veinte horas de sueños, con la condición de que luego pueda recordarlos; porque el sueño solo existe por el recuerdo que lo acaricia” decía Luis Buñuel en su autobiografía Mi último suspiro. Los sueños son una experiencia personal, y si el propio Buñuel intentó volcarlos en un film llamado Un perro andaluz junto con Salvador Dalí, no hizo más que reforzar la idea de que los sueños son individuales mientras que el cine es una experiencia colectiva. En épocas de las vanguardias, un film de 16 minutos pudo revolucionar el mundo intelectual, pero el prodigio de aquella experiencia no podría jamás haber avanzado hasta ser largometraje con el mismo resultado. Buñuel lo entendió bien y se volvió narrativo a la hora de los largometrajes, aun en sus films más modernos y transgresores a nivel formal. No intenta El origen recrear el mundo de los sueños, sino trasladar ese universo individual a su forma colectiva, el lenguaje cinematográfico. El propio Nolan también declaró su admiración por Jorge Luis Borges –notable en la película- y de su cuento “El milagro secreto”, pero todos estos paralelos no agregan demasiado al film, sólo a su análisis, cuando de explicar la posición de Nolan como artista se trata. A sus habilidades de cineasta y a los temas que el film trata, hay que agregarle la noción de que El origen es una película sobre el cine, sobre la experiencia de ver cine. ¿Cómo pueden las personas soñar lo mismo al mismo tiempo? Pueden hacerlo en la sala cinematográfica. Nolan aclara, de todas formas y de manera inequívoca, que cada uno lleva sus ideas a esa experiencia y que por más diseñada y escrita que esté, los elementos personales siempre hacen una diferencia. El cine es sueño, y cada sueño que aparece en El origen es una nueva historia donde se pone en juego la experiencia humana. Pudiendo soñar cualquier cosa, ¿por qué el cine habría de soñar cosas pequeñas austeras, aburridas y feas? Cada uno sueña y filma lo que quiere, pero a Nolan –que es sólo un director, y no todos- y a El origen –que es sólo un film, y no todos- el estilo que mejor les cuadra es el que se plasma en la pantalla. El cine es un medio para explorar la mente de las personas, para viajar por sus angustias y sus inquietudes, para andar durante dos horas y sin riesgo por los espacios más perturbadores de nuestra existencia. El cine, se ha dicho muchas veces, es el sueño colectivo, y Nolan lo ha entendido perfectamente, y además lo declara y lo expone, como una autoconciencia admirable. En la década del 20, la realizadora y crítica Germaine Dulac escribía al referirse a la naturaleza del cine: “Está bien prolongar lo que ocurre. Pero la auténtica esencia del cine es otra y lleva consigo la eternidad, ya que procede de la auténtica esencia del universo: el Movimiento”. Por eso el tótem –el trompo en su caso- que lleva consigo Cobb no sólo tiene un valor emotivo para el personaje, sino que funciona como una reivindicación del cine como movimiento, del universo como movimiento para el realizador. No es necesario que Nolan esté familiarizado con Vertov o Dulac, siendo la esencia del cine la misma, es perfectamente normal que en diferentes épocas y países se haya llegado al mismo concepto, al mismo símbolo. Por otro lado, esto le agrega una capa más al relato, ya que nosotros estamos “soñando” la película, los diferentes sueños que vemos en el film y la película misma nos da señales de esto varias veces. “Vuelve a la realidad” le pide Miles a Cobb en un momento, como si eso nos expusiera a la realidad de que hay sueños todo el tiempo, incluso en aquello que nosotros momentáneamente vemos como realidad. Otras señales son más sutiles, como la clara similitud entre las líneas de diálogo entre Cobb y Mal, tan parecidas a Titanic, también protagonizada por Leonardo Di Caprio. Asimismo –y puede que sea sólo una casualidad- que la música para despertar de los sueños sea “Non, je ne regrette rien”, canción interpretada por Edith Piaf, y que la esposa del protagonista sea interpretada por Marion Cottillard, ganadora del Oscar por La vie en Rose, la biografía cinematográfica de Piaf, son elementos que nos recuerdan todo el tiempo la ambigüedad en las capas de realidad del relato. Y hasta el trompo que usa el protagonista para diferenciar realidad de sueño -tiene un movimiento eterno en los sueños- juega con estos límites. No vemos el final del movimiento, amenaza con cesar, pero justo en ese momento el film termina. El cine es movimiento y el plano final de El origen nos expone al hecho de que estamos viendo una película. Por eso no es exagerado, sino más bien lo contrario, afirmar que El origen nos devuelve al corazón mismo del arte cinematográfico.
Un largo e intrincado paseo por el laberíntico mundo de los sueños. “El origen” refiere a la raíz de las ideas que se producen en nuestras mentes. Es un principio a través del cual se construye el mundo. Forma parte, en lo más profundo del ser, de lo que los psicoanalistas llaman inconsciente, al resguardo de la propia realidad. Es aquello que motoriza sin que nos anoticiemos de ello. Hasta allí espera llegar Dom Cobb, un especialista en robar pensamientos que se encuentra con su mayor desafío: implantar una idea-raíz en la cabeza de un poderoso empresario (la “Inception” de la que habla el título en inglés). Intrincada, larga y desaconsejada para los cultores de la acción lisa y llana, el último filme del director de la batmaníaca “El caballero de la noche”, protagonizado por Leo DiCaprio, se introduce en un laberinto onírico del que no consigue salir del todo airoso. El argumento intenta hacer más complicado todavía, como si no lo fuera, el mundo de los sueños. Y la apuesta es introducirse en el sueño de otro a través de un sueño propio. O mejor, crear el ambiente para un sueño con imágenes inducidas. O peor, hacer soñar un sueño dentro de otro sueño. Sea así o asá, la trama es una superposición de sueños donde uno nunca sabe dónde está parado, si en la realidad real (convencidos de que la hubiera), en el sueño de la víctima del robo mental o en el del victimario, un DiCaprio suelto, de ceño fruncido, compenetrado con su personaje, aunque sea fácil de asociar con el Teddy Daniels de “La isla siniestra”, de Martin Scorsese, el filme anterior del actor de “Titanic”. Llaman la atención los efectos especiales (de una factura casi siniestra), la innecesaria secuencia final en la nieve (nunca se explica por qué, excepto que la municipalidad de Alberta, en Canadá, le haya regalado al equipo de filmación la estadía), la belleza de Ellen Page (la misma de “La joven vida de Juno” y de “Hard Candy”) y de Marion Cotillard (aunque parezca imposible su caracterización de Edith Piaf en “La vie en rose”), los casi cameos de Michael Caine, Tom Berenger y Pete Postlethwaite, las tomas de las peleas en unos pasillos sin gravedad y la extendidísima resolución de la historia. De todas maneras y presentada como un thriller, la película (un boom de taquilla en Estados Unidos y con exhibición restringida en México por problemas de distribución) tiene partes entretenidas y otras no tanto, atrapa con su promesa de manipulación mental y con su elenco de estrellas, insiste en construir laberintos de difícil salida y alimenta el género con una novedosa propuesta. Pero la experiencia de falta de ubicación y la falsa temporalidad construida por Nolan terminan confundiendo, con el peligro de desatención y digresión que eso implica para un espectador medio.
¿Este es el material del que están hechos los sueños? Probablemente el sueño de Christopher Nolan sea dirigir una película de Bond, James Bond. Si uno espera una película onírica, al estilo de Cronenberg o Lynch, mejor que consiga la obra maestra de la década pasada, El camino de los sueños (también conocida como Mullholand Dr.). El origen no va tanto sobre eso, sino que es un rejunte de lo que más le gusta a Nolan: gente linda con trajes caros, disparando cuanta arma esté a su alcance, en intricandos montajes que seguramente recordarán a Memento. Algunas secuencias están sumamente estilizadas, y no es casualidad que esas mismas sean participes de un montaje paralelo que demuestra lo bien que el director controla la tensión. Leonardo DiCaprio es Cobb, un ladrón en sueños (y se podría decir de sueños), cuyo pasado retorcido nos recuerda mucho a La isla siniestra (y el psique du rol de psicótico es el mismo que viene perfeccionando desde Los infiltrados). Un personaje indudablemente ligado al desmemoriado Leonard. Sólo que aquí él guarda un secreto, y nosotros somos lo que carecemos de información. Él tiene que hacer un último trabajo para un poderoso empresario de rasgos orientales (Ken Watanabe, el primero de la troupe actoral a la que recurre el director) que conlleva armar un grupo de profesionales: un imitador, un químico, una arquitecta y un viejo compañero. La dinámica del equipo es funcional para algunos momentos cómicos, pero no hay demasiada exploración en el funcionamiento del mismo. Uno supone que la arquitecta (la jovencita Ellen Page) será motivo de interés para Cobb, e incluso parece sugerirlo una secuencia donde su subconsciente la ataca. Pero no: solamente ella está para ocupar el lugar del espectador y que se pueda explicar el funcionamiento de los sueños. Básicamente, es un mundo à la Matrix (incluso se "conectan" de un modo muy similar) donde cada uno cumple un rol fundamental. La arquitecta debe ser la que recrea esos mundos. ¿Son vitales para el desarrollo de la trama? No, principalmente el último escenario, que es un homenaje gigantesco a 007 al Servicio Secreto de su Majestad (con algunos planos idénticos). Previamente se nos había inducido a la idea del laberinto, de lo imposible y arbitrario. Pero en cuanto al laberinto, sólo aparece en un dibujo. La manipulación del mundo artificial es poca (solamente se dobla un edificio que tampoco es importante para el desarrollo de la película). Hay algunas secuencias que valen la pena, y entre ellas, una donde Arthur (Joseph Gordon-Levitt, de (500) Días con ella) tiene una pelea que desafía las leyes físicas. La banda sonora de Hans Zimmer hace más importante el momento (para los que odiaban la estridencia en El caballero de la noche: acá se multiplica hasta la irritación). La estética de Nolan/Pfister (el director de fotografía) recicla ideas pasadas (y por eso me sigue pareciendo menos impresionante que en El caballero de la noche) aún cuando se hacía el autobombo con "la arquitectura de la mente". Eso sí, las explosiones en slow-mo quedan bárbaras. En la era HD Bruce Willis quedaría desubicado corriendo descalzo y en musculosa, y los protagonistas bien peinados/vestidos, de El origen, no. No por nada el summum incluye los momentos mejor logrados (el frío metal de la urbe, la calidez de un hotel sofisticado y la pureza del frío polar). Nada es estética per se: cada escenerio, cada toma está pensada y repensada. Aún con sus fallas, El origen le gana por goleada a la mayoría de los summer blockbusters contemporáneos (¿alguien dijo Michael Bay?) Quedará en cada uno comparar la película con la obra de Borges (yo lo hago con Vértigo de Hitchcock y Las ruinas circulares, la idea de la repetición infinita) por mi parte, veo a El origen como el festín de acción de Nolan. Que en segundas o terceras visiones se enriquezca no hace más que hablar de lo buena que es. Ahora, si para justificar la calidad uno tiene que buscar elementos que no están la película, significa que es mala. El origen es buena, en sus propios términos. Quien espere vivir un sueño, quizás salga un poco decepcionado. Lamentablemente, la película sufre de algunos de los males del director que parecían aplacados. Está la (sobre)explicación (aquí más larga y tediosa que otras veces) y la redundancia (en diálogos que parecen totalmente falsos). ¿Se acuerdan como al final de El gran truco se repetía la idea principal con la voz en off de Michael Caine? Bueno, acá sucede algo parecido (de hecho, en las películas anteriores del director pasa lo mismo). Scorsese decía en una entrevista con Laurent Tirard, que un director nunca debe caer en el error de explicar el título al final de una película. Incluso, como todo parece más complejo, Nolan siente la necesidad de poner en boca de sus personajes varias veces palabras como "subconsciente". Por momento me pareció un poco pocket Freud pero bueno, uno lo soporta. Entre tanta metatextualidad (El ciudadano, El padrino, 2001: Una odisea del espacio y más) no se pueden evitar las comparaciones con dos películas de acción y oníricias recientes: Matrix (bueno, no tan reciente) y Avatar. Raramente, El origen hace que valore más esta última. Por su simplicidad Avatar consigue ser un poco más poética (¡increíble!). Las posibilidades de mundos paralelos, mundos artificiales o mundos dentro de otros mundos son temas que en definitiva hablan del cine mismo. Escapes de una realidad tormentosa. Neo era un hacker ninguneado, Jake Sully un discapcitado y ahora Cobbs trata de soñar para olvidar su propia realidad. O no: quizás trata de dejar de soñar, y allí es donde se vuelve más interesante la película. La idea de la paradoja, del laberinto (en inglés se diferencia maze de labyrinth: mientras que el primero tiene principio y fin, el segundo lleva a un centro único que guarda una sorpresa, un tipo de elevación espíritual) que cobija El origen. Que quede algo claro: El origen es una muy buena película. No revolucionará el cine, pero tiene mucho afecto por él. La idea del trompo que gira y no se detiene (e indica cuando se está en un sueño) se refiere al cine y al espectador. Si el movimiento cesa, es la realidad. Si es la realidad, no es el cine que es lo sorprendente, lo fantástico, lo deslumbrante. En La isla siniestra, el protagonista prefería lo fantástico antes que lo real. Acá bueno... mejor vayan a verla.
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Inestabilidad Con El origen sucede algo muy peculiar que radica en lo irregular que son algunos pasajes y el virtuosismo y el desborde de otros. Uno casi podría decir de manera quirúrgica los momentos menos logrados, las ideas que quedan en el aire y las pretensiones que no logran fluir en la pantalla pero, y aquí esta lo curioso, es difícil considerarla un film de poco interés o aburrido. Me parece innegable el valor estético de algunas secuencias, el trabajo hipertextual que es completamente autoconsciente y el aproximamiento a un contenido complejo que en su ambigüedad encuentra uno de esos rasgos que fascinan a Christopher Nolan: antihéroes que caen por el propio peso en tramas laberínticas, donde todas las certezas se han esfumado y sólo queda abrazar el abismo individual para comprender el enigma, para darle estabilidad a mundos donde la definición de lo “real” queda en cuestión por resultar inaprensible y contenida por sujetos cuyos demonios están siempre acechando. Lo vimos en Memento, en Noches blancas y en las dos partes de Batman, en diferentes contextos y con diferentes nombres. Pero además de toda esta cuestión interpretativa es un thriller entretenido que por momentos se puede dejar ver como una película de espionaje con momentos de acción que revientan toda la parafernalia visual posible con una imaginación sorprendente. Por supuesto, esto lo van a ver si logran superar la primera parte del film, que debe estar entre lo peor que hizo el director. Así de contradictorio y así de complejo resulta apreciar este film, y aún más después de las encendidas críticas y comparaciones que se han establecido desde diferentes posturas. Pero para ser más concretos, hablamos de una película de espionaje en el que la mente aparece como un espacio físico donde hasta los secretos más recónditos pueden ser descubiertos para, eventualmente, ser utilizados. En una época donde la información puede valer millones de dólares las empresas y el sector privado explotan esta faceta, haciendo de quienes posean la habilidad para desempeñarse en esta área sujetos invalorables. Es decir, la película transcurre en espacios físicos que son representaciones del subconsciente, donde el grupo asignado puede ingresar para robar la información requerida. El riesgo está en que quienes ingresen deben tener la habilidad para controlar ese subconsciente y para defenderse de los propios ataques de la mente del “invadido” (que, eventualmente, sería la represión), haciéndolos capaces de manipular el tiempo y el espacio dentro de ese subconsciente. Para eso, quienes ingresen en el subconsciente del “invadido” deben estar dormidos, al igual que la víctima ¿Por qué toda esta aclaración? Porque hubo quienes interpretaron que se intentaba retratar el mundo de los sueños, de capturar la anarquía onírica, e inmediatamente surgieron las comparaciones: David Lynch, David Cronenberg y si, como no, Luis Buñuel o Federico Fellini, si quieren sumar más nombres a la lista (yo agregaría a Georges Melies). Pequeño detalle: el film es una construcción racional del subconsciente, y el punto de vista siempre es racional porque es un caos controlado y, por supuesto, en la línea de una determinada lógica “consciente”. Por eso la arquitectura pertenece a una serie de personajes que tienen el “don” de no ceder a las disrupciones espacio-temporales que son parte de los sueños. Aquellos detractores y entusiastas que creyeron ver en esta película la cuestión onírica deberían replantearse las cosas. No es una película sobre los sueños. Naturalmente, si hay aclaraciones sobre sueño y subconsciente, con paradigmas psicológicos que son discutibles (incluso, si se parte de la negación de la misma psicología, la filosofía tendría otra visión de los sueños, por ejemplo), es porque a Nolan le interesa el desborde de esa cuestión racional. En esa apariencia de control es que nuestro protagonista, en este caso Cobb (Leonardo DiCaprio) se hunde, entrando en un mundo inestable sin posibilidad de orden, a medida que la culpa y el móvil del film aparecen con el desafío de “plantar” una idea en lugar de robarla. Digamos que hay una relación romántica que tuvo un final desafortunado en base a experimentaciones con las posibilidades de ingresar en la mente, y que la cuestión de “plantar” una idea ya se había hecho, con resultados trágicos. La relación de Cobb y Mal (Marion Cotillard) es el leitmotiv dramático y emocional de la película, que sobre el desenlace logra una resolución que implica, precisamente, la aceptación de un recuerdo reprimido. Aquí está la paradoja del film y el elemento que lo hace más atractivo. Pero vamos a la parte floja del film. La primera parte se dedica a indicarnos los detalles a los que les tenemos que prestar atención, con largos y aburridos diálogos que suenan a un largo tutorial que tiene la finalidad de crear un contexto del cual poco se utiliza realmente dentro de la película. Es imposible durante estas secuencias que alguna línea entre Cobb o sus colaboradores suene natural. Incluso en la actuación uno ve que los personajes se limitan a emitir información sin trabajar matices en la voz. Pero la sorpresa viene cuando vemos que en realidad, todo ese metraje fue prácticamente innecesario para desarrollar el segmento más importante de El origen, precisamente, la “plantación” de la idea. Es casi imposible no ver que el director y guionista no está subestimando al público, con subrayados que van a resultar innecesarios para el umbral que se va a atravesar una vez comience la acción central del film. Nos quedan algunos imaginativos segmentos que introducen al personaje de Ariadne (Ellen Page), cuyo desarrollo a lo largo de la película va a tener un eco fundamental hacia el desenlace. Y si, tiene relación con la mitología griega. La parte central de la película, donde la acción gana más peso, es donde vemos la habilidad del director no sólo para incluir diálogos mejor construidos que en la primera parte del film, sino para desarrollar secuencias donde toda la espectacularidad visual está dominada en función de una narración coherente. Es decir, no es sólo mostrar edificios dados vueltas o explosiones monumentales, entre persecuciones vertiginosas, es también que eso se comprenda y que sea funcional al relato, además de todo el potencial que se esconde en el imaginario que despliega visualmente Nolan en, por ejemplo, el “limbo”. A esto sumemos un uso magistral del montaje paralelo para desarrollar la acción y generar tensión en cuatro líneas distintas, en algunas distendiendo el tiempo y en otros en sincronía. El hecho de que esto se comprenda perfectamente, al igual que algunas secuencias de acción, como la primera persecución o la pelea en el corredor del hotel (a diferencia de aquellas en la montaña, que son más irregulares), demuestran el virtuosismo de Nolan desde lo técnico. También en la acción es donde se lucen particularmente Joseph Gordon-Levitt o Tom Hardy, cuyos personajes forman parte del equipo de Cobb. Nos queda el final que, en definitiva, es tan ambiguo (pero peor resuelto) que el de La isla siniestra de Martin Scosese. Es el espectador en el que se “planta” la idea, en función de la interpretación que es una ruptura de la cuarta pared al ver el tótem de Cobb en el plano final, que es todo lo que se va a decir para no arruinar la trama. En definitiva, no se trata ni de una “peliculita” ni de un “clásico”, pero el film de Nolan contiene muchas ideas que, cuando fluyen, demuestran el enorme talento de un director que nunca va a dejar de despertar interés.
Y los sueños, sueños son El origen conjuga el thriller, el suspenso, el drama, el romance, la acción, la ciencia ficción, y consigue que todos los géneros fluyan pero se impone decir que en sus 148 minutos uno nota que el rulo se comienza a rizar en demasía. Dom Cobb (Di Caprio) es el jefe de un grupo de sofisticados ladrones que se dedican al espionaje industrial y fallan en una misión frente a Saito (Watanabe), un alto ejecutivo, quedando así a merced de su propuesta. Si logran introducir en la mente de un joven heredero (Murphy) la idea de disolver el imperio trasnacional que puede competir directamente con la empresa de Saito, éste se compromete a que Cobb ingrese a Estados Unidos sin ser encarcelado y pueda ver a sus hijas. La manera de implantar esa idea es entrando en los sueños de la persona designada y, merced a la fragilidad que la mente manifiesta en ese lapso de tiempo, construir y afincar el concepto como si hubiera nacido de él mismo, evitando así cualquier posibilidad de rechazo al creerse el sujeto en cuestión pasible de haber sido manipulado. En resumidas cuentas esta es la historia que despliega El origen. Claro que nada es tan sencillo como parece, aunque las prácticas que el grupo lleva a cabo no resultan, al interior de la trama, ningún motivo de extrañeza o les plantean duda alguna, quiero decir que los personajes parecen convivir con el concepto de implantación de ideas tan naturalmente como quien se cepilla los dientes al levantarse por la mañana, a lo sumo requieren alguna explicación si su calidad de novatos en el tema así lo amerita pero estamos hablando de física y matemática y psicología a niveles supuestamente “superiores”. Desde su aparición en el cine, Christopher Nolan ha venido desarrollando una característica particular que lo vuelve un director cuya obra sabe imbricar entretenimiento con ingenio. He ahí Memento y Noches blancas (donde ciertas capacidades de sus protagonistas dan forma y justifican el tipo de narración) o El gran truco (donde además la aparición de los giros en la trama requiere revisar lo visto). Películas que, hay que decirlo, apuestan menos a la inteligencia que al asombro. Algo así como un Shyamalan pero que permanece de este lado de la taquilla (y por muchos millones) y de la crítica cinematográfica, lo que le permite después de entregar Batman: El caballero de la noche (definitivamente su mejor trabajo hasta la fecha) darse cualquier lujo. Y convengamos que eso es algo a aplaudir. Nadie puede decir que Nolan se haya dormido en sus laureles. Es más, duplica la apuesta y construye un filme que requiere de una atención permanente del espectador, que le brinda un gran espectáculo y que no lo subestima y que además le permite a los “entendidos” extrapolar una lectura sobre el séptimo arte que bien puede constituirse en una filosofía apropiada a estos tiempos. Habría que desentrañar si detrás de las capas que envuelven a la cebolla existe alguna semilla a sembrar o si no es más que una ilusión posmoderna de quien maneja perfectamente los lenguajes epocales. El origen conjuga con maestría el thriller, el suspenso, el drama, el romance, la acción, la ciencia ficción, y consigue que todos los géneros fluyan y se encastren con precisión y ofrece un reparto de lujo (además de los citados, Gordon-Levitt, Page, Caine, Hardy, Berenger, Cotillard) mas se impone decir que en sus 148 minutos uno nota que el rulo se comienza a rizar en demasía (y la misma cinta da cuenta de ello cuando un personaje se pregunta “dentro de qué mente estamos?”). Demostrando que a veces uno se endulza y se regodea y se pierde en la exageración, por no decir en los laberintos discursivos que son siempre mencionados y nunca fácticos, y que ante tanto enrevesamiento de la trama al final la bufanda abriga pero viéndola de cerca se notan los agujeros que la conforman (por ejemplo, ¿cuál es la justificación para que en alguno de los cuatro sueños a lo mamushka en los que nos sumerge el filme cierto efecto gravitatorio no ocurra? ¿Por qué de la nada surgen reglas o explicaciones a ciertas situaciones que jamás fueron planteadas?). Y no está mal, apenas si demuestra que Nolan es humano. El mundo real, la ilusión y el simulacro y la virtualidad de nuestro tiempo, vistos a través del cine, los sueños y el psicoanálisis, la realidad que construye el amor, la manipulación de los recuerdos. Mucha tela para cortar que aporta una buena película, pero tampoco exageremos tanto. Después de todo esto no es más que una mera crítica que se pretende analítica, no quiero quedar atrapado en lo mismo que le reprocho al filme: cierto toque de erudición y sapiencia que apenas es pátina y enciclopedismo. Ya lo decía Calderón en el siglo XVII, al final todo no es más que un sueño.
El Origen (un título muy liberal que no tiene nada que ver con Implante, la traducción literal del original Inception y que hubiera quedado mucho mejor) es el nuevo filme de Christopher Nolan, el director estrella de Hollywood que ha revivido la franquicia de Batman tras Batman Comienza y Batman, el Caballero de la Noche. Pero antes de que Nolan se metiera con los superhéroes, el director había demostrado un interés obsesivo con los recuerdos, la memoria y las identidades alternativas. La obra que llamó la atención internacional sobre Nolan fue la excepcional Memento (2001) - en donde el protagonista tenía memoria de corto plazo -, y luego siguió con Insomnia, Noches Blancas (2002) en donde un desvelado Al Pacino era incapaz de diferenciar lo que era real de lo que era alucinación. Incluso El Gran Truco (2006) - otro filme de autoría intelectual de Nolan - trata sobre personalidades desdobladas. Por ello es que Inception se siente como una obra de Nolan de pura cepa, en donde el director retoma su pasión sobre la temática de la percepción de la realidad y la memoria. En sí, El Origen se podría definir como Misión Imposible encuentra a Matrix. Acá hay un ladrón de ideas que se conecta a la mente de sus víctimas para extraer recuerdos y secretos. Para ello, víctima y victimario entran en un sueño inducido químicamente y permanecen conectados a un aparato en donde reside un mundo previamente elaborado por un "arquitecto del sueño", que básicamente es un esquema construido de manera familiar a los recuerdos de la víctima y en donde éste se desenvuelve sin percibir la diferencia con la auténtica realidad. Esa estructura es bastante abierta - la víctima termina de construirla de manera inconsciente - y tiene características sicológicas y oníricas. Por ejemplo, los individuos que la habitan son avatares del inconsciente de la víctima y hacen las veces de anticuerpos; los secretos están guardados en elementos representativos de alta seguridad - cajas fuertes, fortalezas -; y las leyes de la física pueden doblarse a voluntad (que es el elemento matrixiano de la fórmula). Por su parte hay toda una serie de reglas propias de este universo: la muerte involucra el despertar inmediato del soñador si está en un nivel primario del sueño... pero aquí es posible soñar dentro del mismo sueño (como si fuera un esquema de cajas chinas) y ello aumenta el peligro de la misión. Una muerte en un nivel profundo puede implicar quedar atrapado en una especie de limbo, del cual puede llevar años despertar. A su vez los tiempos corren de otra manera: en el primer nivel de sueño los minutos reales se transforman en semanas, en el nivel siguiente son meses... y así sucesivamente. En un principio el ingreso del espectador a este complejo universo de ideas y reglas es bastante chocante, ya que Nolan no espera a la gente y en menos de cinco minutos pasamos por varios niveles del sueño. Luego el film empieza a tomarse su tiempo, y a través de un tour guiado por Leonardo DiCaprio y Ellen Page aprendemos la gran mayoría de las reglas del juego. Y, durante el 80% del filme, El Origen va sobre ruedas, con una historia apasionante y entendible. Tal como en Misión Imposible DiCaprio recluta gente, elabora un complejo plan, las cosas no siempre salen como es debido (la dichosa Ley de Murphy entra a jugar a pleno), y hay que improvisar sobre la marcha. Por su parte está la subtrama de la fallecida esposa de DiCaprio, la que aparece como invitada no deseada en cada una de las misiones del protagonista. Al parecer el inconsciente de nuestro héroe le está pasando factura por algo, y el guión se encarga de ir develándolo poco a poco. ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis Una vez terminado el plan y la explicación de las reglas del universo, pasamos a la operación, en donde Inception corre carriles similares a Matrix. Una cosa que es destacable es que la concreción del plan es mucho más simple que todo el complejo set de reglas que el filme había venido explicando hasta ese momento. Para que la idea a implantar penetre de manera profunda, DiCaprio elabora un complejo esquema de varios niveles de "sueño dentro del sueño", que va desde una ciudad standard hasta una fortaleza en medio de las montañas heladas al mejor estilo de Al Servicio Secreto de Su Majestad (que Nolan ha admitido más de una vez como una de sus películas favoritas, y que aquí le rinde un extenso homenaje), en donde el tiempo corre de manera cada vez más lenta, y la física se ve afectada por los sucesos que pasen en los niveles superiores del sueño. Si en el nivel uno hay una caída libre, en el nivel dos se vive un ambiente de gravedad cero, lo que da lugar a unos combates espectaculares en corredores que giran alrededor de los protagonistas. Lo que el libreto jamás se preocupa de explicar es por qué esa gravedad cero no afecta el nivel tres de sueño, en donde todos juegan a ser James Bond asaltando una fortaleza alpina. Y es precisamente en ese punto del filme en donde El Origen comienza a desarmarse, introduciendo cambios de último momento a las reglas de este universo, amén de meter un par de Deux Ex Machinas. (alerta: spoilers). Empiezan a pasar varias cosas que chocan con la lógica interna del relato. La droga que utilizan no afecta los oidos, por lo que los sonidos y el sentido del equilibrio afectan al sueño... pero todo el ruido de los disparos no despierta a la gente en otros niveles (aunque sí pueden escuchar una canción francesa). La gravedad cero parece llegar sólo al nivel dos, y no al nivel tres en donde todos están en plena balacera en medio de los Alpes. Cuando Cillian Murphy es asesinado, resulta que puede revivirse si se llega al nivel cuatro (el limbo), que debería ser un lugar en donde uno no puede salir en años... pero esta gente entra y sale como pancho por su casa. El rescate de toda la gente del nivel cuatro es estúpido, cuando no traído de los pelos (especialmente porque hasta ese entonces estábamos en el subconsciente de Cillian Murphy y de pronto pasamos al nivel 4 limbo de la mente de Leonardo DiCaprio, que teóricamente es un lugar que uno demora años en salir). A esto se suma el hecho de que la mente de DiCaprio es la única que inserta personajes extraños en la historia onírica en cada momento (¿por qué no aparece la madre de Tom Hardy o el ratón Mickey como avatar onírico de Ken Watanabe, por poner un ejemplo?). Algo similar pasa con el esquema de bombas con detonadores (que genera acción en pantalla, pero no tiene nada que ver con este universo: ¿no es que ellos sólo se pueden despertar cuando Dileep Rao les ponga música o los empape en el nivel uno?). Y aún cuando Murphy es revivido, el concepto de la idea implantada que expone el filme no termina por sonar convincente. En el final la película intenta redimir el desprolijo climax y el manoseo de las reglas con una conclusión ambigua (¿DiCaprio se despertó o sigue soñando?), pero que no logra compensar las fallas de último momento (fin: spoilers). Si se quiere, El Origen es 80% de una obra maestra arruinada por un desprolijo último acto. Nolan debería haber ampliado el tema y las reglas del limbo en los minutos anteriores, o bien debería haberle dado una profunda pulida al último capítulo. El concepto es brillante, las actuaciones notables, la dirección excelente ... pero hay olor a trampa de último momento y eso empaña los quilates de la obra. Eso no quita de que tenga cualidades memorables, pero no es un clásico redondo como debería haber sido.
DREAM TEAM En el cine, los sueños son siempre sinónimo de originalidad. A fines de la década del 30, el realizador Luis Buñuel y el pintor Salvador Dalí soñaron. Y lo hicieron de tal manera que decidieron poner esos sueños en una película. La idea era representar en cinta las experiencias, sensaciones y situaciones que se planteaban en sus sueños, sin ninguna significación adyacente. El resultado: una narración onírica sin sentido, en la cual un lugar se convertía en otro en un abrir y cerrar de ojos, y donde las reglas no se rompían, sino que ya estaban rotas. Así fue cómo surgió UN PERRO ANDALUZ (1929), y la era del expresionismo abstracto cinematográfico comenzó. Esos sueños hechos películas crearían vanguardias y definirían la carrera de Luis Buñuel. Su obra inspiraría a otros realizadores a lo largo de la historia, animándolos a incursionar también en el interior de la mente. David Lynch, Terry Gilliam, David Cronemberg, Michel Gondry, Charlie Kauffman, Richard Kelly, los Wachowski… la lista continúa, pero se detiene en la actualidad ante la presencia del talentoso realizador Christopher Nolan (MEMENTO, BATMAN BEGINS, EL GRAN TRUCO, THE DARK KNIGHT), quien en su más reciente film se atrevió a adentrarse en el terreno de los sueños pero a su modo: una combinación de thriller psicológico y corporativo, con toques de ciencia ficción, cine policial, de acción, de espionaje y de trágico melodrama romántico. Todo situado, como lo predijo Nolan, en la arquitectura de la mente. Luego de consagrarse con BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE (2008), Christopher Nolan se convirtió en la póliza de seguro del cine taquillero. Teniendo como respaldo films de calidad, logró convencer a Warner Bros. de filmar la -a simple vista- confusa historia de EL ORIGEN (INCEPTION, 2010): Cobb (Leonardo DiCaprio) es un especialista en espionaje de sueños que, junto con su equipo (Tom Hardy, Ellen Page, Joseph Gordon Levvit, Ken Watanabe y Dileep Rao), se adentra en las mentes de sus objetivos para robarle sus secretos. Como en todo trabajo, y en todo mundo, hay reglas que seguir; pero un nuevo encargo, que implicará implantar una idea en la psiquis del heredero de una multimillonaria corporación (Cillian Murphy), obligará a Cobb a romperlas cuando su mente y las líneas que separan la realidad del mundo de los sueños comiencen a cruzarse. Ahora bien, a simple vista sí parece inentendible y al estar sentado en la butaca una sensación de ansiedad y desconcierto probablemente invadan al espectador al situarse ante un film con semejante premisa narrativa. Sí, hay que estar atentos, pero Nolan sabe lo que el espectador quiere y necesita; y con su innata sabiduría logra facilitarle la tarea de entender el mundo que plantea, sin complicarse y sin detener la narración para explicar cada regla. Nolan camufla una lección de espionaje psicológico entre diálogos bien construidos y un guión más que solido. Y aunque la trama se pone más intrincada a medida que la narración avanza - en especial cuando están en un sueño dentro de un sueño dentro de un sueño (¡¿?!) -, el preciso y muy bien trabajado montaje, la pulcra dirección de Nolan y el brillante guión, ayudan a mantener al público en la línea narrativa. Si bien será necesaria una segunda visión del film para entenderlo del todo y atar cabos sueltos, los elementos básicos para disfrutar de EL ORIGEN se perciben fácilmente y están al servicio de la historia, volviéndola una película ambiciosa pero disfrutable de principio a fin, una experiencia extraordinario, muy imaginativa y original, y un thriller que no da respiros tanto narrativa como visualmente. Hay que dejar en claro que INCEPTION no es un film revolucionario como lo llaman muchos. De hecho, toma elementos de varias películas y está contado como un film clásico de manera lineal. Sus mayores virtudes son, en cambio, su inteligente historia - que resulta ser menos complicada de lo que parece -, su infalible desarrollo narrativo y sus insoslayables escenas con impecables efectos especiales que terminan de consolidar a EL ORIGEN como un imperdible despliegue de imaginación y experiencia sensorial que, lamentablemente, no pudimos disfrutar en 3D. Brillantemente el film en sí parece un sueño, con una historia que salta de un lugar a otro y que, cuando termina, parece que hubiese durado sólo un par de minutos. Aunque a veces el film se vuelve demasiado ilusorio - en especial en las escenas con Mal (Marion Cotillard) o las del limbo -, el buen trabajo de Nolan en este film es innegable. Su estilo de dirección - limpio aunque frenético en los momentos de acción-, la fotografía fría y una acertada e inquietante banda sonora, están también presentes en esta séptima incursión al cine y su guión desborda originalidad, creatividad y un toque justo de melancolía. Sin decepción, el elenco de INCEPTION brinda muy buenas interpretaciones y, aunque no son las mejores de sus carreras - DiCaprio, por ejemplo, estuvo mucho mejor en SHUTTER ISLAND, - sus actuaciones son más que correctas, todos están equilibrados y en un mismo nivel, y todos aportan una cuota de talento, carisma y humor. Sin embargo hay que resaltar la poca participación de Michael Caine y, sobre todo, el insulso papel de Marion Cottilard: Mal, la proyección mental de la esposa de Cobb, no solo es un personaje cuya presencia pocas veces es grata, sino que compone junto a DiCaprio una historia de amor/drama familiar que por momentos no encaja o convence en la película. Mas allá de eso, lo demás funciona a la perfección en este mundo que el espectador no va a olvidar fácilmente y que sorprende y entretiene como pocos films saben hacerlo en la actualidad. En una época en que Hollywood parece haberse quedado corto de ideas, donde la taquilla se convirtió en un predominante y donde las carteleras de los cines son sólo un descarado desfile de remakes, precuelas, secuelas y adaptaciones, la mente de Nolan se abre dándonos una bocanada de aire fresco. Cargada de genialidad, virtuosismos que no afectan la historia contada y una muy buena idea nunca antes planteada, EL ORIGEN se convierte instantáneamente en uno de esos films que hacen pensar al espectador, que a los cinéfilos les encanta comentar y debatir, y que obligan a todos a recordar la grandeza del cine y la belleza de las nuevas ideas. Como cualquier otro film de culto, se crea un fascinante y atrapante universo con reglas propias que resultan lo más atrayente de INCEPTION. Habrá cosas que quedarán abiertas, sin explicar o para la libre interpretación - como ese innecesario último plano con el que el espectador ordinario sufre implorando unos segundos más de duración -, pero hay que dejar en claro que aquí la única lógica que tiene importancia es la que existe dentro de su propio universo, y para poder disfrutar de él y fundirse en él, es necesario tener la mente y los ojos bien abiertos. Alfred Hitchcock dijo una vez: “Hay algo más importante que la lógica. Es la imaginación”. Probablemente se refería a ese universo: INCEPTION... ese lugar donde se originan los sueños.
EXPERIENCIA CINEMATOGRÁFICA PARADIGMÁTICA, ANGUSTIANTE Y FASCINANTE “El Origen” se basa en la premisa de que es posible compartir los sueños, y que éstos han sido diseñados para verse y sentirse completamente reales cuando se está en ellos. Y en ese estado subconsciente, los más profundos y más valiosos secretos de una persona están disponibles para quien los quiera. Así como “The Matrix” (1999), de los Hermanos Wachowski, o “Inland Empire” (2006) de David Lynch, o la misma “Memento” (2000) de Christopher Nolan, el presente filme tiene al sueño, los recuerdos y la virtualidad como ejes temáticos, y cada uno de ellos es paradigmático en la Historia del Cine. En el filme de los Wachowski, el mundo en el que creía vivir el protagonista no era más que una simulación virtual a la que estaba conectado, y los millones de personas que vivían conectadas a su alrededor, estaban siendo cultivadas del mismo modo. Esta especie de simulación interactiva era conocida como la matriz. En la obra de Lynch, la historia, retorcida y con tintes pesadillescos, se centra en una actriz que va a rodar una película, y el poder de sugestión del imaginario o la implicación emocional de ésta, hacen que pronto se borren las fronteras entre su persona y su personaje, desarrollando distintos niveles argumentales entremezclados, como las capas de una cebolla. En “Memento”, el protagonista sufre un trauma cerebral que le ha causado un tipo de amnesia, por lo que es incapaz de almacenar nuevos recuerdos. Aquí estamos frente a una historia de ciencia ficción, suspenso, acción, aventura y, también, con lugar para el drama. Dom Cobb (Leonardo DiCaprio) es un experto en extraer los secretos desde lo profundo del subconsciente durante el sueño, cuando la mente es más vulnerable. Es por eso que es siempre perseguido y vive huyendo, sin poder volver a ver a sus hijos. Un acaudalado empresario (Ken Watanabe) le ofrece su ayuda, pero la condición es que debe “plantar” una idea en la mente de un heredero de un imperio de negocios (Cillian Murphy), para lo que deberá juntar a un equipo de expertos (Joseph Gordon-Levitt, Ellen Page, Tom Hardy) y penetrar en los sueños de aquél. Pero Mallorie (Marion Cotillard), la difunta esposa de Cobb, se presenta constantemente en el paisaje de ensueño de su marido, haciéndole perder el control y poniendo en peligro la misión. Por ello deberán “meterse” en un sueño dentro del sueño y, a su vez, en el sueño dentro del último, generando un montaje de sueños alterno y paralelo cuádruple, presentados al espectador todos al mismo tiempo. Filmada en 6 países de 4 continentes diferentes; escrita, producida y dirigida por Nolan y con importantes participaciones de Michael Caine y Tom Berenger, el complejo guión crea un universo único, con lenguaje propio. Es de esos filmes que hay que volver a ver para seguir comprendiéndolo, para poder cerrarlo en nuestras cabezas, a pesar de que ni el mismo filme se cierra “como debe” y proporciona un gratísimo final abierto, como no podía ser de otra manera. Las actuaciones de todo el cast resultan absolutamente empáticas y funcionan a la perfección, con una incondicional química, así como el ajustado equipo que conforman en la ficción. Es trascendental la actuación de DiCaprio, porque no sólo le pone el cuerpo a las enormes secuencias de acción, sino que aporta la imprescindible cuota de drama que su personaje requiere, con el conflicto interno que acarrea y que se manifiesta al máximo en la última escena con su esposa (potente presencia de Cotillard). La vida sentimental de su personaje es el hilo conductor de la historia y con eso él logra llevar al público a través de la compleja trama de una manera muy clara. Ellen Page es otra de las sobresalientes y necesarias presencias, como Ariadne, la arquitecta encargada de diseñar los sueños, una joven que es inteligente y se ve metida en un ambiente completamente nuevo y una situación poco usual, y a pesar de todo lidia con ello de una manera muy elocuente; es un personaje que está al mismo nivel que el espectador del filme, al que le muestran este mundo por primera vez y que está dispuesto a explorarlo. Para algunos, esta película puede pecar de contar con escenas sobre-explicadas, pero resultan justificadas para lograr que el espectador pueda seguir el hilo de las acciones, comprendiendo mejor el “funcionamiento” del complejísimo sistema de sueños. Notable por su magnificencia, el filme presenta un guión con múltiples capas que requiere un enorme esfuerzo del espectador (en el buen sentido). Pocas películas pueden hacer comprometer de esta forma a quien la está viendo, porque demanda una milimétrica atención sobre los hechos que se van sucediendo. El guión y el montaje de la película son deslumbrantes y dejan sin palabras, y el diseño de producción de Guy Hendrix Dyas, junto a la enérgica músicalización de Hans Zimmer, elevan a "El origen" a categoría de película-paradigma. "Inception" es una experiencia cinematográfica única, angustiante y fascinante a la vez, para espectadores rigurosos, que se permitan insertarse en la genial ¿fantasía? planteada por el gran Nolan, cuyo virtuosismo narrativo alcanza su nivel más alto con esta propuesta insuperable.
Sueños que no son sueños Ante tanta -demasiada- expectación, y todo el embrollo que se armó con las distribuidoras, ya era inminente que a Inception le jugaría en contra una antesala plagada de rumores y gente que dice que lo nuevo de Christopher Nolan es una obra maestra que va camino al clásico. No obstante, después de un visionado en que uno se la pasa intentando entender (después diremos qué), la peli convence y gusta mucho a pesar de un par de cositas que pasamos a mencionar. En la cinta se trata el tema de lo onírico como eje central, aunque es bastante reprochable la poca imaginación que denosta el director de Memento (2000) y The dark night (2008) respecto a la idea de los sueños. No vamos a develar la trama, pero para dar un pequeño pantallazo, y sin caer en la maldad de muchos que injustamente compararon la esencia del film con obras de Lynch o Buñuel, diremos que aquí no hay surrealismo, no hay libertad, no hay tales sueños según como son en verdad. ¿Qué soñamos? ¿Cosas locas, banales, sin sentido, sin estructura, sin continuidad? ¿O nuestros sueños son las "proyecciones" de la realidad impulsadas por nuestras ideas y nuestros recuerdos? Muchos salieron a defender a Inception alegando que había teorías del psicoanálisis y de la física, pero la verdad es que no se trata la idea de la memoria o la consciencia, sino más bien se piensa que la mente es el escenario de unos sueños que tienen más parecido a un videojuego que a lo que Nolan intenta hacer parecer. Aún así, y dejando esto en claro, esta película tiene una dirección impresionante, un apartado técnico espectacular, con un montaje alucinante y una puesta en escena digna de aplausos. El guión está bien, pero tiene más laberintos que los que tiene que construir el arquitecto (¿no hemos escuchado esto antes... en Matrix quizás?) para armar las misiones encabezadas por un Leonardo DiCaprio que está simplemente correcto, al igual que todo el reparto en general. En lo actoral, no hay nadie que se luzca demasiado y, sinceramente, da un poco de cosita ver a Michael Caine relegado a un mínimo papel como el que tiene. Todos están en la línea de lo correcto, quizás con un Tom Hardy sobresaliendo algo más por la cuota de histrionismo que le impregna a la cinta, pero nada más. Es que cuando hay tantas estrellas en una misma propuesta queda diluída la labor general y hasta los personajes se hacen difíciles de creer. Pero aún así, este grupo sale airoso. Decíamos entonces, que la idea de los sueños es la excusa perfecta para un despliegue cinematográfico gustoso y atractivo, pero que se ve afectado por tanta vuelta de tuerca. Este servidor se pasó todo el visionado debatiéndose entre entender el guión (que está bastante bueno y hace trabajar muchísimo el cerebro) y entender cómo se rodaron ciertas escenas como las de anti-gravedad protagonizadas por Joseph Gordon-Levitt (que quizás sea el más flojito de todos). Después, puro disfrute visual, como las escenas en ralenti, acompañadas por un gran trabajo fotográfico de Wally Pfister y redondeada con una común pero aceptable banda de sonido del genial Hans Zimmer. Se destaca el plano final, que nos corta la respiración hasta que la pantalla queda en negro; si se entendió el guión, claro... Inception tiene mucho para contar y mostrar, aunque no se debiera permitir que Nolan nos diga que precisamente eso que nos muestra es un buen concepto de los sueños. En ese sentido, y ante las expectativas que ofrecía, digamos que el surrealismo nos lo debe para la próxima...
¿Cómo hablo de esta peli hablando de todo lo que quiero hablar sin decir nada que estropee el visionado de nadie?. Difícil, pero vamos a intentarlo, si llego a mandarme algún spoiler, avisaré antes. Empecemos por decir algo: Esto sí que es enroscar como corresponde. Pero aclaro, Nolan no nos quiere confundir, solo plantea algo complejo. Muy complejo. Y es una maravilla moverse por esos lugares disfrutando cada segundo. Pero me estoy yendo por las ramas. Vamos a la peli. Me preguntaba Ismoísta por msn: ¿qué tiene que es tan buena? y me pedía que se lo diga sin decir nada del argumento. Mi respuesta fue: tooodo. Así de simple. Todo tiene de bueno la peli. Y después le desglose el concepto. Excelente guión, muy buena acción (aunque mucha para mi gusto personal), extraordinario manejo de los tiempos, interpretaciones geniales, la cantidad y calidad de los temas que toca, la música, la fotografía. Y volvemos a aunar las partes, y queda el TODO del principio. La peli es una unidad de sentido, estructura, diseño, criterio. Todo es un perfecto composé. Y parece que me va saliendo la reseña sin decir nada de lo que pasa en la peli ;-S Pero ya les adelanto que vamos a elegir escenas de esta película para analizar en el blog e incorporarle conceptos de lenguaje audiovisual, porque bien lo vale. Decía antes que tiene mucha acción, es verdad, la primera media hora viene excelente, la segunda también, llegando a la resolución el clima decae un poco, se hace extensa su resolución, un poquito nada más, los que gustan de la acción, estarán encantados. A mí también me encantó. Y además debo decir, no hay nada más criterioso que haberlo hecho de esa forma, aún corriendo el riesgo que el clima de la peli se enlentezca un tantín, y aplaudo a Nolan por mantenerse coherente con lo que está contando (ya lo ampliaremos en detalle, cuando todo el mundo la haya visto ;-D). El final, también coherente. Pero si es lo que yo digo, se puede hacer buen cine, original, simple y complejo, fantástico y real, de acción y de drama, y ser coherente desde el mismísimo título hasta los mismísimos créditos. Y ya que hablamos muy por encima de las escenas de acción, cabe decir que si bien predominan, no es el gran meollo de la cuestión, así como en El caballero oscuro, lo importante no era el despliegue de luchas, que las había. Y Nolan sabe eso. Sabe que la base tiene que ser solida, que el aderezo, hace específicamente eso: aderezar, pero no crea una historia. Este tipo nos dio una buena historia, genial, con una base sencillita que explotó en su profundidad más recóndita. El storyline de esta peli, podría dar a desconfiar a más de uno y sacarle las ganas de ver la peli. Pero la complejidad con la que elaboro y escarbó en esa idea inicial, es para sacarse el sombrero. Y la acción es el aderezo perfecto. Pero no es una peli de acción, miren dentro de esas capas, analicen esas capas, todo tiene un sentido. Esta peli se saborea en cada bocado, primero le sentimos el gusto a la sal, después a la salsa, y masticando, masticando mucho (porque hay que verla más de una vez, no me caben dudas), poco a poco, iremos descubriendo el gran sabor de lo central y a la vez unificador, de todos los demás ingredientes. ¿Tengo que decir algo más? si, que la vean!!! Y estén atentos, porque semejante manjar se va a saborear en este blog durante largo rato ;-) P.D.: Y pude decir todo sin decir nada ;D
La mamushka de Nolan. Antes de hablar de este film quisiera agradecer a todos los chicos de la revista La cosa cine quienes organizaron la Avant premiere y que además cumplen 15 años. Muy buena organización, muy buena onda y hasta nos hicieron con los pochoclos y gaseosa!!!. Feliz cumple gente y que sigan muchos años más. Ahora si hablemos de la peli y tranquilos que no hay nada de spoilers. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son." Pensar en cómo Cameron o Burton- por nombrar ejemplos recientes- han manejado la presentación de sus últimos estrenos, con tanto márketing de por medio y a modo tan diferente de lo críptico que fue Nolan con El origen, uno se da cuenta la enorme diferencia entre un director que cree en sí mismo y otro que no. Hayamos disfrutado de Avatar o no, de Alicia o no, es un detalle que a fin de cuentas pasará al olvido para más de uno; con El origen ciertamente no lo creo. Para el que sepa lo que este director es capaz de brindar, Inception podría no haber tenido ningún tipo de publicidad y seguiría siendo un film excepcional donde no todo es buenos efectos y entretenida acción sino que el argumento- así como pasara con Memento- invita a más de un visionado. Y no lo digo porque sea algo complicado de entender, sino porque realmente maneja con impactante genialidad un montón de conceptos psicológicos y hasta filosóficos que la apuntalan sólidamente. Dentro de la gran cebolla que es la historia de Nolan, uno entiende perfectamente qué está pasando y aun cuando algún que otro elemento pudiese ser un tanto predecible nada juega en contra ni desmerece el conjunto. Esto es lo que hace grande a una película que apostaría a que engrosará la lista de favoritas de millones de cinéfilos, entre los que me cuento desde ya. Nolan nos cuenta una historia original, llena de adrenalina e intriga, pero de una arquitectura tan pensada que esa intriga no se debe a la resolución final de un planteamiento. El espectador ya sabe dónde está, qué pasa, quién es quién, cuándo la cosa va en serio o cuándo no y sin embargo en ningún momento se aburre, aun cuando quisieramos ver quisquillosamente las fallas o huecos el clima impuesto es tan seductor que uno se olvida por completo de todo. Nolan nos sumerge en un mundo de sueños pero a la vez nos despabila todo el tiempo, atrae magistralmente nuestra atención logrando que se nos corte el aliento y hasta saltemos de la butaca sin necesidad de truquillos facilones. Es un film cien por ciento pensado en cada detalle, atractivo al cubo desde lo visual y por sobretodo- insisto- elaborado con un profundo conocimiento de conceptos que hará la delicia incluso de los profesionales más exigentes. Cuesta hablar tan bien de un film; no quisiera engordar expectativas innecesarias que luego malogren el visionado, que metan la aguja en la mano del espectador que luego se pinche el globo solo. Creanme, si yo que fui con las expectativas más altas que el mismo obelisco (cosa que me ha jugado en contra más de una miríada de veces) salí inclasificablemente satisfecha, anonadada, impactada y con la cabeza totalmente revolucionada, dudo que alguien salga desilusionado de la sala. Y aun cuando la experiencia de verla en el IMAX pudiese parecer que agrega estrellitas al film no dudaría de llevarlo conmigo cargado en el mp4 porque no perdería intensidad ni atractivo. El origen es un film que destaca, insuperables escenas de acción, alto contenido de adrenalina, un guión sólido, un reparto magnífico, una musicalización impecable y una mezcla entre "La gran estafa", "matrix" y "La isla siniestra" que así y todo no entorpece la historia ni arruina con previsibilidades. Uno compara porque escasean las palabras para describirla, porque se queda rumiando escenas, diálogos y detalles. En fin, que no deja indiferente a nadie. Un final para el debate- como siempre digo- pizzero cervecero que agranda la vivencia del visionado. Una película que bien vale pagar lo que vale, una y varias veces más. El film se paga solo, enamora desde el vamos. Difícil inclusive empezar a pautar quién destaca : Di Caprio, excelente como siempre; Cotillard, magnífica; Page y Gordon- Levitt creciendo y creciendo; Watanabe y Hardy, intachables.Para redondear ya y no seguir abrumandolos con esta lluvia de flores, decir que Hans Zimmer ha creado una música con tanta identidad como el film mismo, esa que uno escucha y reconoce de inmediato, que cuenta tanto como el guión mismo. Y Wally Pfister, director de arte, enmarca la trama con una realización de lujo. Ya lo dice Cobb, el protagonista interpretado por Di Caprio, "Una idea puede cambiar al mundo y reescribir las reglas" y Nolan con su Origen ciertamente lo hizo.
La expectativa era mucha en torno a El origen. Aquel cineasta que prometía mucho cuando irrumpió en Hollywood con Memento, cumplió con todas las expectativas al hacer El caballero de la noche, la mejor película de superhéroes de la historia. El origen era su proyecto más ambicioso y eso agigantaba la intriga todavía más. Nolan juega con la mente y los sueños de su protagonista DiCaprio y también con los del espectador. Una película oscura y complicada que oscurece y se complica todavía más a medida que avanza su par de horas. El origen está muy lejos de ser la mejor película del director, pero se instala en la cabeza del espectador, como bien hace DiCaprio en el film. Christopher Nolan hizo la Matrix de este nuevo milenio.
En primer lugar deberíamos decir que mejor que hablar de El origen deberíamos partir de su título original, Inception, desechado por la distribuidora local, tal vez por falta de correlato en la lengua castellana. Mezcla semántica entre dos términos: inseminar (to inseminate) y concepción, (to conceive) Inception supone, por un lado, la idea de inseminar artificialmente, fertilizar algo sobre otro, y por el otro, formar idea, generar concepto. Así dicho, el título de la película de Nolan es mucho más conceptual de lo que parece: y la idea de que “las ideas” son posibles de ser plantadas tal cual se instalan “artificialmente” los virus, merecía un tratamiento bien complicado. Tanto, como que el postulado de penetrar el ámbito onírico para llegar, trasvasando capas y más capas del subconsciente hasta sembrar una, alguna, cualquier pequeña idea, que además y seguramente tendrá consecuencias irreversibles en el mundo real. Lógicamente en el transcurrir de la película de Nolan la motivación para hacerlo tiene que ver con el espionaje industrial y con la expiación de las culpas de su protagonista. Digo lógicamente porque es cinematográfico en términos de lógica cinematográfica al menos. Un virus dominador de las mentes que su escritor-director no concibe como apocalíptico, pero que lo es, que no entiende como político pero que lo es, y claramente. Eso sí el virus de “la sugerencia” no es un virus que haya afectado a Nolan. Sí, en cambio, enfermo de “sobreexplicación”, utiliza explícitamente a su “estrella” para detallarnos de manera abrumadora los detalles de la concepción de su propia idea como guionista. Porque el mandato de Di Caprio en Inception es ese: contarnos de su esposa muerta, de por qué no ver la cara de sus hijos, su sentido de la culpabilidad, el mecanismo por el cual habrá que ir más y mas abajo (¿por qué abajo?) en busca de los sueños, las culpas, las proyecciones, los nanos subconscientes, los recuerdos. Di Caprio es, en manos de Nolan, el Guy Pearce de “Memento” (definitivamente su mejor película) una criatura que nos va guiando, falto de metáforas e insinuaciones, por los espacios y los tiempos de esta gran arquitectura que es El origen. Toda pregunta tiene su respuesta “literaria”, antes que formal y es ahí donde la película se hace poco interesante para terminar siendo un producto más para el regodeo tranquilizador de una masa pochoclera. En la arquitectura de Inception los espacios son claros, bien definidos tanto en sus paisajes exteriores (una ciudad árabe, una japonesa, Nueva York, alguna ciudad latinoamericana, una montaña nevada) como en los interiores (¿cómo viajar al subconsciente sino es en ascensor?). En todo caso, la arquitectura es definitoria en el relato del film: abajo y arriba, cerrada y abierta, niveles espaciales que se despliegan no laberínticamente, aunque esa sea su intención sino, de tal manera que nadie pueda perderse. Vuelvo a Memento, mucho más laberíntica que El origen, preocupada por lo sobreabundante de sus acciones y persecuciones de autos, su despliegue recursos visuales, efectos digitales y obviedades argumentales. Se trata en definitiva de una bolsa de apropiaciones superficiales: Matrix para entender lo complejo de lo real y lo virtual; cualquier película sobre lo viral pero explícita cita a 28 Days Later(2002) de Danny Boyle, aquí conocida como Exterminio, por su protagonista Cillian Murphy, el magnate heredero Robert Fischer; La vie en rose: música y protagonista; Solaris, de Soderbergh (antes que la de Tarkovsky por obvias razones); hasta Expedientes X, diría, El almuerzo desnudo en la escena de los sueños compartidos multiples. Apropiaciones que no van mas allá de su cáscara. Quizás más clara es esa referencia que podemos hacer sobre El barroco de oro de Calderón de la Barca y La vida es sueño, para caer en el neobarroquismo acelerado y aligerado del cine de Hollywood. A ver: cuando a los primeros filósofos griegos le preguntaban de dónde sacaban esas ideas tan raras sobre el cosmos, ellos contestaban: nos las dictan los dioses. Bueno ¿por qué no? los nuevos dioses del Olimpo digital tal vez nos estén advirtiendo, una vez más, nada más ni nada menos que sobre eso.
Algunos creen que estamos destinados a vivir bajo una misma realidad y por eso les fascina tanto la ilusión, el delirio y los sueños. Y tal vez por ello tienen fuertes impulsos de romper los límites de la razón y descubrir otras dimensiones. Justamente, por eso existen las leyendas, los cuentos de hadas, la magia y por supuesto la cinematografía. Sin dudas, Christopher Nolan, el nuevo niño mimado de Hollywood, sabe como eludir esos límites. También es uno de los pocos realizadores que ha demostrado que, aun manejando enormes presupuestos sabe hacer películas inteligentes, entretenidas y audaces dentro del cine industrial. Tras el boom de “Batman: El caballero de la noche” (2008), Nolan se metió de lleno en un proyecto que lo obsesionaba, “El origen”, el cual llevó a cabo con el poder que todo realizador anhela: el control total de su obra. Tras un primer visionado, si pudiésemos dividir su filmografía en dos, podríamos afirmar que “El origen” se alista más al bando de “Memento” (2000), “Noches Blancas” (2001) y “El gran truco” (2006) que a las dos Batman. Repasemos. En la sobrevalorada “Memento” el tema sobresaliente era la fragmentación de la memoria; en “Noches blancas” la soledad de un tipo más que derrotado; en “El gran truco” se metía con la realidad, la ilusión y la magia. Digamos que la primera y la tercera son producciones narradas con saltos temporales y vueltas de tuerca chifladas y tramposas; en contrapartida con “Noches blancas”, una película más lineal. Asimismo, tanto en “Memento” como en “El Gran Truco” prevalece la estructura laberíntica desde lo narrativo, llevando al espectador a niveles de desconcierto ante argumentos fabricados con pocos centímetros que le permiten respirar. “El origen” se introduce en el onírico mundo de los sueños y sus múltiples realidades paralelas a través de un guión muy, muy calculado. Complejamente estructurada con idas y vueltas en tres (o cuatro) etapas temporales, el tiempo presente, alternando con flash-back y con tiempos condicionales sobre otros tiempos condicionales, la realización manipula los puntos de vista del espectador de manera más que consciente en una historia, que casualmente, se sumerge en el mundo del inconsciente y el subconsciente. La última película de Nolan exige, aturde y es demasiado rigurosa con la atención y la inteligencia del espectador. Está claro que “El origen” es un laberinto no sólo espacial y temporal sino también con giros narrativos ya puestos en marcha en “Memento” y “El gran truco”. Un sueño dentro de un sueño dentro de un sueño sumado a los cuatro hilos narrativos paralelos más las capas de significados, sumergen al espectador en un embrollo que le restan emoción y suspenso a una película que se esmera en explicarse a sí misma una y otra vez. Más allá de la espectacularidad visual frecuente en el cine de Nolan (quién como pocos utiliza el ancho de la pantalla), “El origen” es una realización demasiado intangible convirtiéndose en una producción excesivamente charlada, sobreexplicada y por momentos agotadora. Al parecer, éste director todavía no puede explotar guiones que poseen cierto trasfondo abstracto, en los que la inspiración y la acción quedan amputadas en pos de revelar niveles narrativos que resultan excesivamente pasmosos para el espectador. Además, juega con los sueños como si fueran muñecas rusas, apilando realidades paralelas, manipulando al espectador y obligándolo a transitar por ambiguos recovecos en términos de emoción e insulsos en términos de acción. Indudablemente, el guión de '”El origen” está sobrecargado de giros y guiños por demás caprichosos. Por otra parte, es ineludible “linkear” a “El origen” con la última realización de Martin Scorsese, “La isla siniestra” (2010). Llamativamente, ambas tienen un interesante parentesco: el juego de realidades enfrentadas y contrapuestas a través de alucinaciones. Al mismo tiempo, en “El origen” el personaje de Leonardo DiCaprio es un profesional con problemas de culpa, secretos ocultos y con una relación afectiva sin resolver, tal como en “La isla siniestra”. Sin embargo, dejando de lado este juego de coincidencias digamos que la de Scorsese provoca emociones viscerales que permanecen ausentes en la de Nolan. “Hay películas excelentes que poseen errores técnicos. Y películas técnicamente muy bien realizadas, pero de un vacío y de una sequía interiores que da pena. Para mí es mucho más importante la inspiración, las ganas de decir algo, de hacer algo. Lo demás es menos importante”. Esta apreciación de Francois Truffaut sirve para sintetizar contundentemente las fallas que presenta “El origen”. Lejos de las virtudes de “Batman inicia” (2005) y “Batman: El caballero de la noche”, Nolan convirtió a esta obra en una de las pesadillas más decepcionantes de los últimos tiempos.¡Despertate Nolan!!!
El director de las sobrevaloradas “Memento” (2000) “The Prestige” (2006), como también responsable de “Batman. Caballero de la noche” (2008), la única donde su estilo narrativo no hacia agua por todos lados, vuelve al ruedo con un film bastante más ambicioso que las anteriores, ya desde el titulo original “Inceptión”, cuya traducción mas literal sería comienzo, pero que en realidad titularla “El Origen” no esta del todo mal. Pero que da cuenta de y hacia donde apunta, que promete cuando empieza y como decepciona al final. Digamos que la idea de trabajar alrededor del tema de los sueños no es algo novedoso, ya en la Biblia aparece el sentido del sueño, José interpretando los sueños del Faraón, como ejemplo, y haciendo un salto temporal, cualitativo y cuantitativo, pasando por Calderon de la Barca, llegamos a Freud quien a principios del siglo XX escribe lo que seria una de sus más populares obras, “La interpretación de los Sueños”. Haciendo una síntesis bastante salvaje se podría decir que el padre del psicoanálisis decía que los sueños son una realización de deseos. Del mismo modo Borges en la década del 40 publica el cuento “Las Ruinas Circulares” sobre un hombre que sueña con un hombre que esta soñando a un hombre perfecto. Este cuento fue interpretado varias veces como si fuese la pregunta por “el origen”, y así entramos en la producción que nos convoca. El guionista y realizador toma este tema de los sueños para hacer algo, en cuanto a idea general, muy similar al taquillero film “Matrix” (1999) de los hermanos Wachowski y toda la secuela excesivamente valorada, y si en esa ocasión los hermanos tergiversaban o banalizaban al filosofo Platón en esta oportunidad Nolan toma el tema y lo hace desde un lugar diferente, pero obteniendo los mismos resultados que en “Matrix”. Sobre qué elemento toma del sueño, y para qué. Ya estos no son una realización de deseos sino una fábrica de ideas al que se puede entrar y “plantar” una idea al sujeto soñante, para que cuando despierte considere que es una idea propia. Leo DiCaprio es Dom Cobb, un especialista en espionaje industrial, quien ha descubierto la forma de penetrar en la mente de sus adversarios, mientras estos duermen, pero su jefe Kaito (Ken Watanabe) no quiere sólo eso, necesita que Dom y su equipo le introduzca a su adversario Robert Fisher (Cillian Murphi) ideas que lo favorecerían a él. Para esto Dom necesitará a todos sus ayudantes y más. Todo un equipo al servicio de… Pero como de esta manera la trama sería demasiado lineal, al texto madre le van agregando historias paralelas. Dom necesita redimirse de y con su esposa Mal (Marion Cotillard), y se suma Ariadna (Ellen Paige) con sus deseos de ser reconocida por su inteligencia y no por su belleza, el ayudante primero de Dom, Arthur (Joseph Gordon-Levitt) quien trabaja en las sombras para ser el sucesor de su jefe, etc. El filme comienza con una apuesta fuerte, pero a medida que se va desarrollando el texto se vuelve cada vez más confuso, entonces se recurre a la narración oral que por momentos justifican las imágenes, por otros las contradicen, como el hecho de acudir a escenas de violencia que transforman a la producción en una de acción de formula hollywodense, con imágenes espectaculares, tiroteos y persecuciones. Por supuesto que la realización es muy buenoaa nivel de los rubros técnicos y de las actuaciones, a lo que se le podría sumar algunos guiños muy simpáticos en relación a las actrices Marion Cotillard y Ellen Paige. Después no se sustenta. Lo dicho, se trata de un film de dos horas veintiocho minutos de duración, adrenalítico y pretencioso. Nada Más
Después de medio verano con títulos como “Sex and the city”, “Marmaduke”, “Shrek 4” y “Megamind”, dirigidas a un publico infantojuvenil que se encuentra disfrutando de las vacaciones de verano en los EE.UU, llega un titulo que al menos nos da un respiro. Con guión, producción y realización de Christopher Nolan (“Batman, el caballero de la noche” 2008) nos presenta “Inception” (algo así como inserción o insertarse, por lo de entrar en la mente de las personas), la historia de un ladrón de sueños buscado en todo el mundo por sus actividades ilícitas. Es contratado por un oscuro personaje que le promete el recupero de su vida de familia a cambio de insertarse y plantar información en los sueños de determinadas personas a fin de obtener otra información que le es muy importante. Nolan logra una realización de mucha acción con muy hábil utilización de los tiempos cinematográficos, los maneja a la perfección y el espectador siempre sabe donde esta aun cuando la narración se mueve de un sueño a otro como un pez en el agua, diferenciando a uno del otro con detalles que están siempre a la vista, empleando elementos que operan como brújulas que guían la historia hasta el final. Final que lo presenta abierto, otro sueño tal vez, que nos podría llevar a una segunda parte, práctica que rara vez supera a la primera. Leonardo DiCaprio, Ken Watanabe, Michael Caine, Marion Cotillard y Tom Berenger, cumplen afinadamente con la responsabilidad de los roles asumidos, destacándose Marion Cotillard, Tom Berenger y Leonardo DiCaprio. La sólida dirección de Nolan se apoya en la excelencia de los experimentados técnicos que conforman los distintos equipos técnicos.
La Vida en sueño Film protagonizado por Leonardo Di Caprio quien interpreta a “Cobb”, quien es una especie de “arquitecto de los sueños” que se dedica a adentrarse en las mentes de otras personas mientras están dormidas. Para esto cuenta con la ayuda de un equipo de expertos en distintos campos de la medicina y la más alta tecnología También contrata a una arquitecta, para que le diseñe los sueños, ya que él mismo no puede hacerlo por un bloqueo emocional con su ex esposa. El desafío llega cuando un importante empresario oriental les encarga un trabajo especial, “insertar” una idea en la mente de su principal competidor comercial. Esto requiere de un difícil y minucioso trabajo de conociendo del individuo en cuestión y lo mas onírico, que es llegar a “ tres estadíos dentro del mismo dueño” o sea, un sueño que ocurre dentro de un sueño y a su vez este ocurre dentro del segundo sueño. Esto, que parece bastante imposible solo se puede lograr a través de insertar una idea simple, sencilla, en el subconsciente y esperar luego que ésta idea crezca por si misma. Pero no les será tan fácil, ya que Cobb le oculta a sus compañeros que el ya ha hecho esta experiencia previamente, y le salió fallida, provocando su caída en el “limbo”, o sea vivir constantemente en un sueño y no poder diferenciarlo de la realidad. Entonces el film, muy bien logrado, nos va llevando por estos tres estadíos de los sueños paralelamente, casi superpuestos, pero bien diferenciados. Excelente fotografía, edición, buenos efectos especiales y actuaciones más que aceptables completan una muy buena opción para los que van al cine a ver una película de verdad, que te deja pensando, y te hace razonar. Es para ir a ver un día con muchas ganas (la cinta dura 2 horas con 20 minutos) y con las neuronas bien frescas. Así que a prestarle mucha atención, si buscás una peli pochoclera, esta no es una.
INCEPTION, o el laberinto de los sueños “¿Qué es la vida? Un frenesí ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueño, sueños son.” Fragmento de “La vida es sueño”, de Pedro Calderón de la Barca ¿Qué laberinto puede ser más complejo que aquel hecho de sueños que se yuxtaponen, uno dentro del otro, cual cajitas chinas? Allí en el centro se encuentra el Minotauro, hambriento, al acecho de los hombres que crucen el umbral. ¿Qué hilo y qué puñal podrá ofrecer Ariadna a Teseo para salir de aquella pesadilla? Inception propone un punto de partida interesante desde donde se lo mire. Una banda de “investigadores” se sumerge, literalmente, en los sueños de distintos individuos, para robarles sus secretos mejor escondidos. El grupo está liderado por Dom Cobb (Leonardo DiCaprio), un padre viudo que lucha con su propio fantasma (el de su fallecida esposa, Mal -Marion Cotillard-), y a éste lo acompañan la joven arquitecta, Ariadne (Ellen Page), encargada de diseñar los escenarios oníricos, Arthur (Joseph Gordon-Lewitt), el químico Yufus (Dileep Rao), y el imitador Eames (Tom Hardy). Juntos emprenden el camino hacia la aventura más desafiante de sus carreras: la originación (de aquí el título del film). Esto es, implantar una idea en el subconciente de una persona, para hacerlo actuar de cierta manera, sin saber que ha sido manipulado. El problema es que dicho proceso es una actividad sumamente complicada; los peligros acechan a cada instante y no hay seguros de ningún tipo: cualquiera puede resultar herido, perder la vida, o incluso caer en un particular limbo de locura atemporal. Los mismos sueños son espejismos tan entreverados que hace falta llevar un amuleto para estar seguro de si se está soñando o se está despierto (el del protagonista es un trompo, que en el mundo onírico gira y gira sin detenerse nunca). ¿Podrán cumplir su objetivo o se irán perdiendo en el intento?. Si lo logran los espera el éxito. No hay solo dinero en juego; Cobb, sospechado por el Gobierno del asesinato de su mujer, tiene prohibido regresar a su hogar con sus hijos, y su nuevo jefe le ha prometido arreglar su problema si lleva a cabo la misión. Desde el comienzo nos vemos inmersos en el juego, las reglas son explicadas vertiginosamente y no vale pestañear si no se quiere perder nada. Y asistimos a la propia construcción del mundo de los sueños en donde se llevará a cabo la originación: un laberinto de sueños dentro de sueños. Pero como en el laberinto del mito, un monstruo acecha en el interior: es el Minotauro Mal, la culpa, que pone en riesgo la acción a cada momento. Ya lo dibuja Goya en el famoso cuadro; “el sueño de la razón produce monstruos”. Teseo deberá enfrentarse a sus miedos y salir. ¿Pero cómo, sin la ayuda de una, no en vano llamada Ariadne, que lo ayude en su camino?. Así la arquitecta lo forzará a enfrentarse cara a cara con su pasado para poder salir a flote. En este juego de mundos dentro de otros asistimos al artificio mismo de la película, en donde la construcción de cada sueño es un paralelo inevitable con la construcción de aquella diégesis que nos mantendrá atrapados por casi dos horas y media (y no sobra un solo minuto). Todos aquellos que nos hemos enfrentado a la página en blanco de un guión en potencia, que hemos filmado jugando con la sensación de que estamos soñando despiertos, no podemos más que rendirnos a los pies de Nolan y sentirnos hermosamente identificados. Sí, es cierto que hay piedras en el camino. Una –para mi gusto- muy larga explicación de las reglas del juego, un planteo flojo de los “peligros”, un desvanecimiento, por momentos, del gran objetivo, hundido bajo los problemas personales del personaje interpretado por DiCaprio, y alguna que otra cuestión que parece hacer tambalear todo el mundo creado. Sin embargo, nada de esto logra hacernos dudar del sueño; hace falta que se enciendan las luces del cine y escuchar los aplausos para darnos cuenta de que nos han jugado el truco, de que lo real, finalmente, era un sueño, compartido también con los espectadores. Que gire y gire el trompo, porque nunca podremos estar realmente seguros de aquella fina línea que separa al sueño, o al cine, de la vida misma.-
Un sueño compacto Está claro que los cineastas del cine mainstream no sirven para filmar sueños. Por razones concretas –los montajes rápidos, la rigidez arquitectónica, la contundencia física, lo racional y coherente de los diálogos y el poco lugar que se deja para las pulsiones- las atmósferas “oníricas” de estas películas dejan muchísimo que desear, delatan la falta de imaginación de los creadores y develan cómo el formato popular masivo acota sus posibilidades. A siglos luz de distancia de los de Terry Gilliam (El imaginario del Dr Parnassus), Jim Jarmusch (Dead man), Takashi Miike (Audition), o Pen-ek Ratanaruang (Ploy), y a milenios de los viajes de David Lynch o Hayao Miyazaki, los sueños en El origen se parecen demasiado a las películas de acción y muy poco a los sueños reales: para ser una película cuya principal locación es el inconsciente, se siente inmensamente lógica y vívida. Si se deja de lado este detalle, si se asumen las complejas reglas de juego que la película plantea y si se logra mantener la vigilia durante los 148 minutos de metraje, la propuesta puede ser interesante y hasta estimulante, algo así como un complicado ejercicio de lógica y velocidad interpretativa. Además de intrincado, el guión está muy bien concebido y, como en algunas de las mejores series norteamericanas de hoy, se confía en el gran poder de abstracción de los espectadores y en su capacidad para mantener la atención durante todo ese tiempo. El director Christopher Nolan (Memento, El gran truco) parece repetir varias de las fórmulas de éxito de su anterior película Batman, el caballero de la noche: una trama densa e hiperdialogada, mucha acción, una complejidad creciente y muchos personajes de gravísimo semblante –la terrible seriedad de la película parecería gritar: “¡miren que esto es mucho más que una película de entretenimiento!”-. También se repite el principal defecto de su precedente: se abruma al espectador con datos, espectacularidad desatada y giros narrativos, sin dejar lugar para la distensión. El riesgo que se corre cuando se siguen estos pasos es que, paradójicamente, se pierde intensidad. Los picos altos en las películas necesitan de una contrapartida de tranquilidad para ser tales, y en este caso esa carencia se hace sentir. La trama es complicadísima y difícil de resumir aquí, pero en un principio podría decirse que el protagonista es un ladrón que se dedica a extraer secretos valiosos de las profundidades del inconsciente, y que trabaja para el mundo del espionaje corporativo. Pero el asunto se complica cuando le ofrecen un trabajo por el cual tiene que invertir su labor habitual. En lugar de robar una idea durante el sueño debe colocar una, y semejante operación trae riesgos inesperados. Lo que llama considerablemente la atención, y quizá sea un síntoma de los tiempos que corren, es que el grupo contratado para llevar a cabo la arriesgada labor lo haga sin un mínimo de conciencia crítica. Están siendo empleados por el dueño de un conglomerado multinacional para perjudicar a otro, y, enfrascados en su tarea, no cuestionan ni una vez si lo que están haciendo es una buena acción. Resulta extraño en una película que se la juega tanto a ser profunda e inteligente.
El sueño del pibe En el inicio de esta temporada 2010, mucho se habló respecto a la revolución que plantearía la última cinta de James Cameron, Avatar. A casi 8 meses de su estreno y con opiniones bastante encontradas, algunos se sintieron defraudados por la simplicidad en la historia que ofreció el director de Titanic, a cambio del regodeo visual. Sin embargo, nadie suponía que en este mismo año sería otro el título que iba a sacudir de manera tan notoria las formas de contar una historia dentro del mainstream hollywoodense. Y El origen, de Cristopher Nolan, lo hace. Si David Lynch es el artista rebelde que siempre se sale con la suya desde lo narrativo, este Nolan es el alumno destacado de la clase, que lleva los convencionalismos hacia un nuevo lugar y termina realizando su obra más personal. El director de Memento, Noches blancas, El gran truco y la saga de Batman (Inicia y El caballero de la noche) ofrece con El origen un título complejo, de difícil seguimiento y que exige la mayor atención del espectador; pero a su vez conforma un thriller psicológico atrapante, con un desarrollo visual inquietante y una historia que, seguramente, generará más de un debate. En la pantalla, vemos cómo el agente Cobb (Leonardo Di Caprio) es capaz de invadir los sueños de las personas para extraer información. Ante el pedido de un magnate (Ken Watanabe), deberá realizar una última misión junto a su equipo (Ellen Page, Joseph Gordon-Levitt, Tom Hardy y Dileep Rao) no esta vez para sacar datos, sino para introducirlos. Con este título, pareciera que Nolan intenta demostrar su (cada vez más extenuante) capacidad narrativa y que, a pesar de haber dado forma a esa excelente segunda parte de Batman, no ha perdido el toque en otros géneros. No importan los lugares comunes de Hollywood, él es definitivamente un artista distinto. A pesar de lo que se diga, el mundo que conforma el director con sus 200 millones de dólares de presupuesto, lleva la marca Nolan. La inconfundible música de Hans Zimmer y los climas que componen este título, mezcla de teorías psicológicas, apabullantes escenas de acción, drama romántico y ciencia ficción, forman un combo que, ahora, se convierten en un desafío para el espectador. Es muy probable que el film dé que hablar por mucho tiempo. No por su esperable éxito en taquilla; sino porque, al igual que sus personajes, la película logra meterse en nuestras mentes y deambular para que (tal vez agobiante, tal vez inútilmente) intentemos descifrarla. Como público, desde la butaca se tendrá el desafío de seguir las múltiples capas de esta –por qué no- historia coral, que a su vez se transforma en casi tres horas de cine en su estado más puro. No importa ya las referencias, ni los homenajes. Nolan demuestra que, actualmente, es uno de los directores contemporáneos más importantes que tiene la industria norteamericana. Y El origen está a la altura de su autor.
Nolan y su originación La reaparición del fenomenal Christopher Nolan luego de The dark knight, esa brillante película de acción con trasfondo de superhéroes que creó para la secuela de su saga de Batman, fue una de las películas más esperadas de los últimos tiempos desde el día en que se anunció. Un enorme hermetismo refugió al filme de cualquier filtración y los avances promocionales se encargaron de mantener el suspenso y el velo de incertidumbre que cubría el largometraje. Todavía es demasiado pronto para saber si El origen va a convertirse en un clásico, pese a que tiene las herramientas -en especial las visuales y las narrativas- para lograrlo, pero sí podemos afirmar que será la película más comentada del año y ya ha generado un furor virtual irrefrenable. Mucho se ha dicho sobre la complejidad de la nueva película de Nolan y no hay dudas de que recién un segundo visionado del filme logran completar con éxito el rompecabezas mental que nos plantea el director pese a una narración fenomenal. La cuestión pasa por dilucidar la cantidad de reglas del juego que se van proponiendo a lo largo del metraje y seguirlas con éxito. Pero su complejidad va mucho más allá de lo que cuenta literalmente el relato. En Inception nos topamos con imágenes elocuentes, si uno es capaz de pensarlas. Existe la posibilidad de reflexionar sobre una serie de metáforas que van más allá de la historia que se nos cuenta. Si Nolan fue capaz de organizar un relato tan escalonado y complejo, lleno de reglas, un mundo propio tan particular, entonces tiene que haber sido capaz de poner esas metáforas adrede y no por casualidad. Entonces, cuando Dom Cobb nos cuenta que con su mujer se pasó durante 50 años creando en sueños un mundo perfecto en donde solían vivir hasta que se dio cuenta de que no era real, podríamos hallar una imagen de la “american way of life”; o cuando vemos a los enormes edificios de ese mundo caerse a pedazos pensemos en el fin de la civilización; o cuando vemos que en el mundo de Inception se disputan el mundo desde corporaciones y no desde gobiernos, estamos hablando del mundo globalizado, del capitalismo salvaje y de la erosión de los estados nación; que cuando vemos que en la muerte está el despertar, no estamos sino ante la cultura de la muerte y no ante un simple lugar común... Ahora bien, más allá de todo esto, Inception cuenta una historia particular, la de Dom Cobb (Leo DiCaprio) un señor capaz de meterse dentro de tus sueños para robarte información. A Cobb le llega un ofrecimiento que no puede rechazar: debe realizar una “originación” (la inception del título), es decir, tratar de plantarle una idea nueva mediante sueños a una persona; si lo logra, podrá recuperar a su familia. Esa necesidad llevará a Cobb a juntar a un grupo de aventureros (el elenco de lujo formado por Joseph Gordon Levitt, Ellen Page, Ken Watanabe, Tom Hardy y Dileep Rao) a sumarse a su plan, que involucra entrar en los sueños de un empresario (Cillian Murphy) pero tan profundamente que puedan plantar la idea sin que le parezca algo artificial. A medida que nos vamos metiendo -insisto, bajo reglas autoimpuestas- dentro de más y más capas de sueños y sueños dentro de sueños, la narración va tomando el protagonismo que se merece y allí es donde Nolan nos muestra su habilidad: en la coordinación majestuosa de tres mundos paralelos pero en diferentes escalas temporales que van encajando a la perfección como piezas de relojería. Hay un truco -hay que decirlo- y está en esas mencionadas reglas que gobiernan el mundo de Inception. Podríamos pensar que es sencillo ganar un juego cuando las reglas las vamos poniendo a medida que avanzamos en el partido y es eso mismo lo que ocurre en este relato. Creo que ahí está su falla más notoria -la que nos separa de mantenernos inmersos en un filme que es de todas formas atrapante e hipnótico-, en develarnos con reglamentos, leyes y mandatos las manos del titiritero detrás de cámara. De la mano de esto, tenemos personajes que cumplen una función constantemente declamatoria y nos explican una y otra vez las situaciones por las que transcurren los protagonistas. Me temo que sin ello el filme quedaría estancado en la nada misma, pues sería imposible avanzar y que el público pueda captar hacia donde va el relato. Se ha dicho también que Inception no es un filme original porque remite a otras narraciones contemporáneas que están en la memoria popular. Se ha nombrado a Matrix, a Avatar y a La Isla siniestra -entre otras-, esta última por el parecido del personaje de DiCaprio, que confunde la realidad con sus sueños o alucinaciones. Pese a todo, no creo que esas relaciones le quiten originalidad a un relato que compone un mundo desde cero y con una magnificencia visual y narrativa notables. Dicho sea de paso, compararla con el cuentito tonto que Cameron adornó con efectos novedosos es una injusticia absoluta. En este punto, es necesario remarcar el nivel majestuoso de la realización. Nolan gasta todos los cartuchos en una puesta en escena espectacular, infalible y grandiosa, y no habrá quien salga de la sala de cine sin preguntarse cómo han hecho la escena en la que los personajes flotan por los pasillos del hotel. El filme es un conjunto maravilloso de escenas memorables entre las que se destacan la de la bañera y de la inundación en la en la secuencia inicial, los momentos tensos del viaje en camioneta en cámara lenta y el tramo épico dentro del hotel. Es preciso hablar de la fotografía magnífica de Wally Pfister, director de fotografía fetiche de Nolan y con razón. Cada imagen del filme logra ser más bella que la anterior y eso no es sólo merito del realizador. El elenco lleno de jóvenes estrellas es para aplaudir, pero no porque se destaquen con performances explosivas, intensas o demasiado esforzadas, sino porque simplemente cumplen a la perfección con su tarea, brindando el brillo propio de los grandes artistas. Joseph Gordon Levitt, con su oscuro y enigmático personaje y Tom Hardy, responsable de algunos buenos momentos cómicos, se llevan los laureles. Y la obligada mención a Leonardo DiCaprio, uno de los mejores actores del momento, que una vez más logra darle vida e intensidad a un personaje conflictuado y con matices. Marion Cotillard, logra un trabajo fenomenal al brindarle con muy poco el punch necesario para que su personaje nos asombre con sus desconcertantes apariciones. Por último, es destacable la labor del olvidado Tom Berenger en una reaparición digna de "Gente que busca a gente", el bizarro programa de Franco Bagnato. Inception tiene muchas herramientas para convertirse en un clásico del cine contemporáneo, posee las características suficientes para transformarse en una película de culto y es por sus propios méritos de realización, sin ninguna duda, un filme brillante y difícil de olvidar. Con una propuesta compleja, que no necesariamente engancha al espectador promedio al brindar un mundo demasiado ajeno y a la vez demasiado común para ser onírico, cae en un pequeño bache sobre el final, al enredarse en sus propios hilos, como queriendo ser más sorprendente y más intrincanda de lo que se promociona, pero cierra con la misma grandilocuencia con la que su narrativa se desarrolla, brindándole al público la posibilidad de pensar por sí mismo, de atar los cabos, de reflexionar, de dejarnos horas y horas hablando sobre las variables libradas al azar en este magnífico cuento de espías y sueños, proyecciones y patadas, limbos y caídas y explosiones y gente que flota y más...
En un futuro cercano, Cobb lleva adelante una tarea de riesgo: lidera un equipo de especialistas cuya misión consiste en introducirse en los sueños de importantes personajes, todos vinculados a círculos de poder, y arrebatarle sus ideas más brillantes mientras duermen. El factor humano interviene una vez más para entorpecer los planes. Un ambicioso empresario les propone un trabajo de veras temerario: se trata de implantar en la mente del heredero de un gran imperio industrial, la idea de dividir su compañía. Una manera de crear el caos y aprovechar los beneficios de la hecatombe que sobrevendría. Christopher Nolan ya demostró en “Memento”, que le gusta jugar con el tiempo (o mejor, con la paciencia y los nervios del espectador). El film disfruta de la mixtura de géneros y mezcla acción, suspenso y ciencia ficción en una intriga espesa y por momentos desesperante. Leo DiCaprio trata de estar a tono con esta propuesta.
El perfecto juego de las paradojas Paradoja: Idea extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de las personas. / Aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencia de verdadera. No pestañee. No se pierda ningún diálogo. Esto es un rompecabezas -uno magnífico, por cierto- y el extravío de una pieza implica que el cuadro quedará irremediablemente incompleto. "El origen" desafía al espectador; le propone un esfuerzo. Bienvenido sea, como demostración palpable de que Hollywood también es capaz -muy de vez en cuando, eso sí- de levantar un poquito la apuesta. No es Bergman ni Tarkovski, apenas una película inteligente. Christopher Nolan esperó 10 años para concretar este proyecto. Escribió y concibió un juego de cajas chinas tan preciso como el engranaje de un reloj. Necesitaba la tecnología justa para desarrollar la formidable ingeniería visual aplicable a la (libre) arquitectura de los sueños. Afortunadamente, los efectos especiales -que los hay, y en cantidad- están al absoluto servicio de la historia. Y esa es toda una novedad. Se viene comparando a "El origen" con "Matrix", sobre todo en lo que se refiere a las realidades paralelas y los universos oníricos. Pero Nolan está mucho más cerca de Hitchcock que de los hermanos Wachowski en su concepción del suspenso y en la resolución de sus personajes. La escena de la camioneta cayendo del puente, mientras se desarrollan tres niveles de sueños en distintos planos de tiempo y espacio, es sencillamente perfecta. DiCaprio convive con un fantasma del pasado (Marion Cotillard, exquisita). La cara de póker de DiCaprio (foto), esculpida por Scorsese y ampliamente fotografiada por Nolan, le da vida al impenetrable Cobb. Sólo Ariadne (Ellen Page, la adorable Juno), podrá acceder al secreto que pone en riesgo la operación. A esa altura, "El origen" lo mantendrá atornillado a la butaca, sin darle margen para respirar.
Soñar no cuesta nada “El origen es una idea que es como un virus, es altamente contagiosa. La pequeña semilla de una idea puede llegar a definir o destruir”. "Tu mente es la escena del crimen" Intentar resumir en algunas pocas líneas el complejísimo argumento de "El Origen" sería una tarea estéril y que no tiene sentido, cada uno tendrá que entregarse a la lógica que invita a seguir desde las primeras imágenes, este thriller con toques de ficción "futurista" y un guión elaborado con una precisión envidiable. Sólo bastará maravillarse desde su trailer con estas imágenes de una calidad estética impecable que nos sumergen en este mundo onírico y paralelo en donde se desarrollará esta historia escrita por Christopher Nolan (guionista y director del film) quien más allá de ser recordado por sus últimas películas de la saga de Batman, ha sido el director de interesantísimos films como su opera prima "Following", su recordada "Memento" y de "El gran truco" el genial thriller con Hugh Hackman y Christian Bale (quizás su único tropiezo haya sido la remake de un thriller noruego "Insomnia" con Al Pacino y Robin Williams). Nolan penetra en el universo de los sueños para zambullirnos en un vertiginoso relato que no da respiro y que en un momento llega a estar narrado en cuatro planos diferentes, que él enhebra con mano maestra y que logra mantener el interés sin soltarnos ni un minuto durante las casi dos horas y media de película. Sin dudas tiene reminiscencias a otros films como "Matrix" "Blade Runner" o más tangencialmente con "Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos". El poder de intrometerse en el mundo de sueños para resolver paralelamente situaciones del mundo real ha sido abordado por diversos autores y directores de cine, pero Nolan le imprime un sello personal que permite darle más de una lectura: en una primera capa hay un ritmo de película de acción y suspenso, pero por debajo de esa electricidad narrativa hay temas vinculares (padres e hijos, la figura de la madre, la muerte del padre, la herencia, la familia como núcleo basal) acompañados con un combo bien armado de tratado de psicología más "ciencias" alternativas. El perdón, la redención, la culpa, el sueño, la interpretación, la idea positiva como razón del cambio en cada uno, la semilla de una idea como inicio de una realidad, son algunos de los temas que Nolan esconde magistralmente detrás de una película de altísimo presupuesto que cuenta con un despliegue técnico y visual increiblemente seductor. El elenco es de primera línea y Leonardo Di Caprio una vez más (como lo hizo hace poco de la mano de Martin Scorsese en "La isla siniestra") demuestra que no solamente tiene carisma y taquilla sino un enorme talento para ponerse en sus hombros films complejos con personajes magnéticos y torturados. Lo acompaña un elenco sin fisuras como Marion Cotillard (ganadora del Oscar por "La vie en rose"), Ellen Page (la jóven de "Juno"), Joseph Gordon Levitt (en un papel diferente al de "500 días con ella" y al de la serie "3rd. Rock from the Sun") y los veteranos Tom Berenguer y Pete Postlewhite. "El Origen" logra concatenarse con la filmografía completa de Nolan: la memoria como un juego entre el pasado y el presente -y como forma de llegar a la verdad de un hecho que ha sucedido- como lo abordaba en "Memento", la posibilidad de invadir los sueños y verse en otras vidas como se mimetizaba el protagonista de "Following" con las vidas ajenas y la narración en varios planos que abordaba en "El gran truco" creando diferentes mundos de ficción, paralelos, virtuales, que se conjugan y conectan con el mundo real, cada una con su energía, su color y su potencia (en un momento convive un nivel de relato que se vincula con el agua, otro con la nieve, otro con el aire -cuerpos que "levitan"-, hasta llegar a último nivel de una estética más apocalíptica y desoladora). Y una vez que el vértigo de la historia nos haya envuelto en todas sus capas, Nolan nos regala uno de los finales más movilizadores y perfectos que haya dado la cinematografía del mainstream hollywoodense de estos últimos tiempos. Impresionante.
Los laberintos de la tecnología La primera mitad del año cinematográfico terminó con el estreno del último tanque de la gran promesa blanca de Hollywood: el británico Christopher Nolan, realizador de Memento y la nueva serie de Batman. Se trata de un director paradigmático por el momento que vive el cine mundial, que acaso pueda considerarse como el heredero natural de una de las tradiciones más fuertes de Hollywood (aquella encarnada por Steven Spielberg y George Lucas), a pesar del prestigio artístico que ha logrado su obra. Y es que, como ya lo insinuaran en sus comentarios críticos como Luciano Monteagudo o Roger Koza, la última película de Nolan no hace más que confirmar los límites de su cine: se trata de un arte concebido según los cánones de Hollywood, que ve al cine simplemente como un producto para la venta. Y El Origen (Inception en el original) no es más ni menos que eso. Supuesta exploración en clave pop del mundo de los sueños (o del cine como espejo natural de lo onírico), el filme es también una muestra cabal de un vicio de época, relacionado a las grandes posibilidades que brinda la tecnología digital: aquél de poner todo el empeño en grandes efectos especiales, monumentales construcciones digitales que quiten el aliento, olvidándose al mismo tiempo de lo más básico, la sustancia de los filmes. Escrita por el propio Nolan, hay que aclarar empero que no se trata de un filme simple, más bien lo contrario. El problema es que el director termina perdido en sus mundos de fantasía, y sólo consigue banalizar aquellos grandes planteos temáticos que su película insinuaba. Psicológicamente primaria, El Origen tiene un eje central que recuerda (o emula) aquella elogiada propuesta de Matrix (aunque sus “inspiraciones” y “homenajes” son muchos más, a veces muy obvios, y van desde Kubrick o Philip K. Dick hasta Michel Gondry): problematizar al extremo nuestra percepción de la realidad, al punto de no poder discernirla de la fantasía. En este caso, porque el escenario básico de acción son los sueños, pues nuestro protagonista, de nombre Dom Cobb (Leonardo Di Caprio), es un experto en espionaje industrial que gracias a una tecnología particular y a un equipo de especialistas puede introducirse en los sueños de los empresarios y robarles sus secretos e ideas más preciadas. El conflicto central sobrevendrá cuando Cobb sea contratado por una de sus víctimas (el japonés Ken Watanabe) para una misión muy diferente: introducir una nueva idea en la mente de un joven heredero de una inmensa corporación energética, con el objetivo de que decida dividir la compañía y truncar su crecimiento. La misión no sólo es complicada por el nivel de complejidad que requiere (básicamente, llegar a lo más profundo del inconciente de la víctima, donde un error puede dejar atrapados a todos en un limbo) sino también por los problemas que sufre el propio Cobb, que a su vez es acosado en los sueños por el recuerdo de su mujer muerta (Marion Cotillard), un personaje que suele interferir en sus misiones para sabotearlas. Claro que la recompensa que recibirá Cobb vale el riesgo, ya que le permitirá volver a reunirse con sus hijos en Estados Unidos, donde tiene una orden de captura por el supuesto asesinato de su mujer. Si el esquema parece complicado, Nolan se encargará en cada tramo de explicar absolutamente todo desde los diálogos, simplificando cada vez más su propuesta, al punto de que los dilemas filosóficos queden reducidos a meras lecturas psicológicas de manual. Acaso por eso lo mejor de la película esté en su apertura, donde reina la incertidumbre, mientras que su última hora (de sus 148 minutos), que debería ser la más compleja porque la acción se desarrolla simultáneamente en tres niveles distintos del subconsciente, termina desnudando la elementariedad del filme: no estamos ante una exploración lúcida (ni siquiera lúdica) de los mecanismos de la mente humana, sino ante la más convencional película de acción estilo Misión Imposible o cualquiera de James Bond, que ni siquiera está a la altura de la probada capacidad narrativa de Nolan. Por Martín Ipa
"Mundo Nolan" Ya sea por su manera de filmar que excede el perfeccionismo, o por las historias maduras que trata sobre envases que pueden considerarse superficiales, Christopher Nolan es uno de los directores más talentosos y discutidos dentro del mundo del cine moderno. Mientras que para algunos sus trabajos están muy sobrevalorados, para otros se trata de un director al cual todavía no se le reconocen sus grandes aportes a la devastada industria del cine norteamericano de los últimos años. El principal estigma de Nolan es haber presentado hasta el momento sus mejores trabajos de la mano de Batman, un personaje salido del mundo de los cómics. Algo que el cine agradece por los enormes resultados y beneficios económicos, pero no reconoce ni celebra por el prejuicio siempre vigente hacia los consumidores de esta clase de contenidos. Según propias palabras del realizador, concebir “El Origen” le tomó 10 años de trabajo en el guion, que sumados a las idas y vueltas que tuvo la producción del film, podrían haberse extendido muchísimo más. Lejos de ese destino, esta arriesgada propuesta llegó en el momento justo, precisamente después de un abrumador éxito de taquilla y crítica como lo fue “El caballero de la noche“, y lo que tiene para ofrecer tira abajo todas las dudas acerca de la capacidad de un verdadero constructor del cine. Gracias a un delicado guión que ofrece certeras dosis de ciencia ficción, acción y suspenso, Nolan sobrevuela por encima de un eficaz thriller para demostrar su enorme talento como guionista y director. Y es tal la autoridad que tiene sobre su universo y las ideas que lo componen, que a lo largo de la película el espectador es testigo de pasos agigantados que exigen compenetración al máximo con el relato. Desglosar una historia en tanto niveles como los que nuestros protagonistas pueden descender en un sueño es un trabajo arduo que solo puede realizar aquella persona que tiene bien claro hacia donde quiere llegar. Y el director de esta película es uno de ellos. El crimen organizado de ideas, respetando ciertas y estrictas reglas que alteran el diseño del escenario del crimen, en pleno momento del sueño, es algo que solo se le puede ocurrir a aquellos iluminados que buscan brindar aire fresco al genero y cuentan además con la capacidad para hacerlo. Una película extremadamente original a la cual, seguramente, el paso del tiempo le dará el lugar que se merece dentro de la historia del cine, también debe destacarse por otros aspectos además de su ambición y complejidad. Por ese motivo Nolan decidió trabajar con los mejores delante (en este caso DiCaprio, Gordon-Levitt, Page y Hardy ofrecen un trabajo excelente) y detrás de cámaras (como director de fotografía el oscarizado Wally Pfister, como compositor el maravilloso Hans Zimmer y Chris Courbould como responsable de efectos especiales), apoyándose en un guion que lleva su propia firma y como así también la de su hermano. De ahora en más, cuando hablemos de “El Origen“, tendremos que referirnos a ella como una pieza clave dentro de la filmografía de uno de los realizadores más ambiciosos y grandilocuentes del séptimo arte. Realizador que ya logró dar el primer gran paso fuera del universo del caballero de la noche y al que todavía le faltan muchos más para escapar de tamaña sombra. Esto es David contra Goliat.