Realmente han logrado un film que mantiene en vilo al espectador desde la primer escena y a pesar de pertenecer al género de ciencia ficción, el guión está tan bien hecho y la historia es tan interesante, que se siente que estás viendo una película de acción o un thriller, por su ritmo trepidante y por el modo en que...
Cuando la revolución nos alcance. Sin lugar a dudas para los fans de la ciencia ficción, hay tres sagas claves en la historia del género: Star Wars, Star Trek y El Planeta de los Simios. La primera de ellas sigue dando material nuevo al día de hoy gracias a su universo extendido, la saga del Sr. Spock tuvo un buen renacer hace dos años; mientras que los simios después de la mediocre remake a manos de Burton parecían estar condenados al baúl de la nostalgia hasta el día de hoy. El Planeta de los Simios (R) Evolución nos cuenta el génesis de la historia, funcionando perfectamente como precuela de la original El Planeta de los Simios (The Planet of the Apes, 1968) protagonizada por Charlton Heston. Es mejor no dar más detalles sobre la historia, actualmente son pocas las películas que logran sorprender al espectador, y esta es una de ellas. Hablando de la trama, quizá esta sea el punto fuerte del film. Con un ritmo pausado, el guión a cargo de Rick Raffa y Amanda Silver es una pieza de relojería. La historia fluye lentamente, dando paso a los sucesos y dejándole el tiempo necesario para que vayan encajando a la perfección entre sí, nada es forzado, nada está tomado por los pelos. Quizás muchos se sientan defraudados al esperar mucha más acción, pero en contra partida tendrán una historia muy sólida y sin cabos sueltos. El CGI es de lo mejor que se vió en tiempo, y usado de forma muy inteligente, siempre en función de la historia y no como principal gancho para atraer al público. El delicado trabajo sobre las expresiones de los simios–en especial sobre Caesar- hace que el espectador logre empatizar rápidamente con los simiescos personajes. Sonará raro, pero gran parte de esto también se debe al enorme labor de Andy Serkis poniéndole los gestos a Caesar, ya se vió al interpretar a Gollum y King Kong que más allá de que tenga su rostro cubierto con efectos especiales, es un enorme actor, con expresiones muy versátiles a la hora de humanizar criaturas. Otro eximio es James Franco en un papel bastante complejo, donde no cae en el cliché reluciendo su dote actoral, muchos se sorprenderán al volver a ver al inagotable John Lithgow en un pequeño pero clave papel para el desarrollo de la película. Quizás el punto flaco entre los personajes humanos lo da Freida Pinto con una actuación acartonada. Sería injusto no mencionar la dirección de Rupert Wyatt, quien en su haber sólo tiene The Escapist (2008), un film presidiario sobre un escape. Luego de ver el film que nos toca hoy, se entenderá el porqué de su elección, y se sorprenderán al ver unos muy cuidados y logrados tres planos secuencias. Por último, destacar la tremenda BSO de la película, a cargo de Patrick Doyle. Mezclando la percusión con tintes de tema épico, la música acompaña magistralmente los sucesos en pantalla. Dándole mucha más fuerza a las imágenes pero nunca robándole el protagonismo que el director logra imprimir. En conclusión, El Planeta de los Simios (R) Evolución es una magnífica película, seguramente la sorpresa del año para muchos, gustará tanto al público casual como al fan de toda la saga, plagada de guiños y homenajes. Para dejar con cara de mono a cualquiera.
Clásicos del cine de ciencia-ficción hay muchos, pero ninguno es tan singular como El Planeta de los Simios. Basada en la novela de Pierre Boulle y estrenada en 1968, la película contaba la historia de Taylor (Charlton Heston), un astronauta que aterrizaba en un planeta en el que los simios son la raza dominante, y los humanos, sus esclavos. Si bien el punto de partida es bastante extraño, se convirtió en un gran éxito de público y crítica. El Planeta... no sólo era un entretenimiento del mejor: también fue revolucionaría en cuanto a técnicas de maquillaje, sorprendía por su contenido político y social... y el final es uno de los más inesperados y potentes del cine fantástico y del cine a secas: Taylor se topa con la Estatua de la Libertad semienterrada. Sí, el protagonista siempre estuvo en la Tierra, sólo que viajó en el futuro. El suceso del film originó una saga de películas que expandía la mitología: Bajo el Planeta de los Simios, Escape del planeta de los Simios, La Conquista del Planeta de los Simios y La Batalla del Planeta de los Simios. Y no sólo eso: se hizo una efímera serie de televisión, un programa de dibujos animados. Con el tiempo aparecieron incontables plagios, homenajes y parodias (las más inolvidables son las de Los Simpson); y en 2001 fue estrenada una “reinvención” de la película original, también llamada El Planeta de los Simios, en la que se destacaban el maquillaje realista del experto en maquillaje —y en monos— Rick Baker y la actuación de Tim Roth. Pero hoy en día, todo vuelve a empezar, sobre todo en Hollywood, y tenemos un nuevo reinicio de la saga: El Planeta de los Simios: (R) Evolución. En su afán por encontrar la cura para el Mal de Alzheimer, Will Rodman (James Franco), un joven científico, prueba una droga experimental con chimpancés. El resultado: los monos se vuelven cada vez más inteligentes. Las cosas empiezan a salir mal cuando una mona pierde el control, ataca a los científicos y es asesinada a balazos. Recién ahí Will descubre que en realidad el sujeto de prueba estaba protegiendo a su cría. Con su reputación por el piso, el científico se convierte en el padre adoptivo de la criaturita, a la que llama César... y que heredó la naciente inteligencia de la madre: aprende a leer, a escribir, a hablar mediante el lenguaje de señas. Es más humano que animal. Pero un incidente con un vecino provoca que sea encerrado junto a otros monos en una reserva-prisión comandada por John Landon (Brian Cox) y su desagradable hijo (Tom Felton). Allí padecerá el mismo maltrato que sus compañeros de celda. Ni Will ni Caroline (Freida Pinto), su pareja, pueden hacer nada para liberarlo. Furioso con las personas, y sacando provecho de sus cualidades, César se convierte en el líder de una revolución capaz de destruir a la raza humana. El argumento toma ideas de películas de la saga original. En Escape..., Zira (Kim Hunter) y Cornelius (Roddy McDowall) viajan a nuestro tiempo, tienen un hijo al que bautizan Milo, que es adoptado por un humano cuando los padres mueren. En La Conquista..., Milo (También McDowall), ahora esclavizado junto a otros monos, se cambia el nombre por el de César y lidera una rebelión. Y no sólo eso: (R) Evolución contiene una importante cantidad de citas a aquellos films, especialmente a la primera parte. La nave Icarus (la misma en la que accidentalmente Taylor viaja en el tiempo) despega y se pierde en el espacio. Y los nombres: el orangután se llama Maurice, por Maurice Evans, quien interpretaba al también orangután Dr. Zaius; el personaje de David Oyelowo es Jacobs, por Arthur Jacobs, productor de la saga original... y así varios casos y chistes, como Charlton Heston por televisión. Todo esto permite conectar los sucesos de este film con todo lo que se vio en los anteriores. Sin embargo, los devotos más acérrimos detectarán aspectos narrativos que no se corresponden demasiado con aquellas obras. (R) Evolución también toma elementos de varios subgéneros que son mezclados exitosamente. Por un lado, el concepto del hombre tratando de emular a Dios remite a Frankenstein y, sobre todo en este caso, a La Isla del Dr. Moreau, novela de H.G. Wells que todavía espera una gran adaptación cinematográfica, en la que el doctor del título modifica animales para acelerar su evolución. Por supuesto, la naturaleza siempre se impone, y de manera salvaje. Además, funciona como una “película de cárcel”, pero original (de hecho, la acción transcurre en San Francisco, donde se encuentra Alcatraz), ya que los prisioneros son primates y no hay diálogos. Como en muchos de esos films, cada recluso tiene una personalidad distinta. Está el protagonista (César en este caso), que al principio es maltratado por los otros presos pero luego se gana la confianza y el respeto de ellos; el matón (un chimpancé gris) que recibe su merecido y se vuelve amigo del héroe; el amigo (Maurice), que habla con señas; el duro (un gorila), que deviene en el aliado más poderoso. El director inglés Rupert Wyatt parece ser fanático de estos largometrajes con personajes encerrados que burlan al sistema: The Escapist, su ópera prima, mostraba a Brian Cox (esta vez, del otro lado de las rejas) como un condenado a cadena perpetua que, con ayuda de sus compañeros, planeará y ejecutará un gran escape para reencontrarse con su hija enferma. Siguiendo con Wyatt, le pone garra y corazón a la historia. Maneja muy bien elementos tiernos, dramáticos, el humor y la acción. Su estilo realista, incluso a la hora de hacer un film de género fantástico, lo emparienta con muchos de sus compatriotas cineastas. Y recurre a los efectos especiales sólo cuando es necesario, jamás abusando de eso. En cuantos a su vida personal, se sabe que a los cuatro años fue enviado a un internado con reglas muy estrictas (como todo internado, bah). Como corresponde, el joven Rupert odiaba todo eso. De allí viene su obsesión por el encierro y la liberación. En cuanto a los actores, James Franco está apenas correcto como Will, un hombre ciencia que quiere ayudar al prójimo y se vuelve en una figura paterna para César, pero termina desencadenando el fin de la raza humana. Freida Pinto sigue en una línea parecida a la de Franco, y su personaje se queda en “la chica del protagonista”. El siempre genial John Lithgow interpreta a Charles, el padre de Will y el principal motor de los experimentos, debido a que tiene Alzheimer y su hijo está empecinado en curarlo. Brian Cox y Tom Felton vuelven a demostrar que saben interpretar a tipos jodidos; el espectador quisiera meterse en la pantalla para golpearlos. David Oyelowo encarna a Jacobs, el empresario que decide seguir con los experimentos y puede terminar muy mal. La aparición más curiosa es la de David Hewlett como el vecino malhumorado de los Rodman. Este actor nacido en Inglaterra pero criado en Canadá comenzó actuando en oscuridades absolutas como Pin, El Juguete Peligroso, pasó a ser actor fetiche de Vincenzo Natali (director de El Cubo y Splice, todavía no estrenada en nuestro país) y hoy es conocido por los fans de la sci-fi por su trabajo en las series Stargate y Stargate: Atlantis. Sí, todo un artista de culto. Pero quien se roba la película es Andy Serkis. Este actor se hizo famoso por prestarle su cuerpo a personajes digitales. Primero fue Gollum, en la trilogía de El Señor de los Anillos. En la versión de King King dirigida por Peter Jackson hizo del enorme gorila. Pronto volverá a Gollum en los dos films de El Hobbit y, dentro de unos meses, en la película de Tin Tin de Steven Spielberg. Por lo tanto, Serkis es un veterano en el trabajo de captura de movimiento, tecnología que fue perfeccionada por Weta, empresa de efectos especiales co-comandada por Jackson. Como en los personajes mencionados, AS le otorga a César un grado de realismo, humanidad (incluso más que los verdaderos humanos de la historia), compasión, dolor, una fuerte intensidad dramática. Es convincente como un ser que pasa de la inocencia a una posición de liderazgo que lo hará tomar el control de su destino y el de su especie. El Planeta de los Simios: (R) Evolución es un gran espectáculo entretenido, un llamado a la reflexión el cuanto a la manipulación genética y el trato para con los animales, y el estupendo reinicio de una saga memorable. Si no la ven, les irá... como la mona.
Actores en Vía de Extinción Y un día el actor de carne y hueso, ha sido reemplazado por la tecnología. Pero no se trata de robots actores, como muchos creían que iba a pasar. Actores robots con autonomía, capaces de razonar y aplicar conceptos interpretativos, son de ciencia ficción. El CGI y el Caption Motion es la realidad. El actor empezó a ser confinado en un estudio, donde solamente debe moverse bajo las órdenes de los directores con pintura en la cara y microcamaritas alrededor del cuerpo, que captan cada movimiento para transmitirla luego, a un diseño multimedia, un dibujo que reproduce lo que el actor hizo en primer lugar, en el total vacío. Los animadores logran convertir al personaje animado en un ser vivo, que respira, habla y se expresa, mejor que cualquier actor. Un diseñador logra que cualquier intérprete se supere así mismo. No es la Dimensión Desconocida… es la realidad de Hollywood, aunque usted no nos crea. La paradoja de El Planeta de los Simios (R)evolución es que promueve un Apocalipsis desde la historia y el avance tecnológico. Un doble mensaje: el futuro es ahora, y nosotros no somos partícipes. Animaciones computadas nos han reemplazado. Esta idea de revitalizar la saga en orden inverso al film original de 1968 es una perfecta metáfora de cómo nuestras creaciones empiezan a tomar determinación propia, como nuestros frankensteins, comienzan a independizarse, encontrar una camino paralelo al de los seres humanos a partir de las herramientas que le dimos para lograrlo. Y así es, como en la ficción, los simios, experimentos genéticos, se alzan contra el poder del hombre, aprendiendo los aspectos positivos, como la demostración de cariño, el razonamiento matemático y el lenguaje, como los negativos: la justicia poética, la respuesta violenta ante actitudes violentas. Como dijo el General, en el 2000 nos encontraremos unidos o dominados… por los simios (aclaro que esta connotación política solo tiene implicancias referidas al contexto del film y no de la historia nacional). No soy gran fanático de las precuelas, pero debo admitir que esta fue una buena idea. ¿por qué? Porque el modelo futurista ya se había agotado. Debía entenderse como empezó todo, y si bien la película del casi ópera primista, Rupert Wyatt, tiene mayores coincidencias con una novela del fallecido Michael Chrichton, acaso el autor que más profundizó acerca de las consecuencias de la experimentación genética y científica en la mayor proporción de su bibliografía (especialmente con Congo), se debe reconocer que se quiso efectuar un trazado sutil, pero efectivo. La suma de detalles que conectan a esta “explicación” con el resto de las películas es maravillosa. Es verdad que hay objetos, frases, escenas que remiten a la original (la secuencia inicial es fantástica), pero también subtramas argumentales que no tienen demasiado explicación ni profundización para que el espectador fan una los puntos. Una medida arriesgada pero que genera entusiasmo. Ahora bien, lo que también garantizó el director y los guionistas es que aquellas personas que nunca vieron una sola película (ni siquiera la subestimada versión de Burton), sientan deseos de seguir viendo y para eso armaron un film que mezcla tensión y suspenso de forma inteligente, con escenas efectistas, llenas de planos secuencias, usos proporcionados del fuera de campo y sólidas interpretaciones… al menos en el caso de los primates. El meticuloso trabajo de Weta Division para diseñar cada simios es increíble. No recuerdo actor capaz de expresar tantos sentimientos con tan pocos gestos como los que logran los diseñadores con la ayuda del gran Andy Serkis. ¡Están vivos, respiran! Sí, la acción funciona, y sin ser demasiados explícitos ni redundantes con el mensaje o los diálogos, se puede filtrar el contenido filosófico / ecológico, pero tampoco es demasiado pretenciosa. El ritmo frenético, las largas secuencias en CGI, los efectos y la humanización de los simios ubican a esta nueva creación de la franquicia en una posición privilegiada de la saga. Los personajes y las respectivas interpretaciones en live motion, son las que no cuadran con el resto de la narración. No sé si es a propósito, pero los personajes homo sapiens sapiens son estereotipos puros. No hay lugar con ambigüedades: son buenos idealistas o malos codiciosos. Las actuaciones son pobres y desaprovechadas: James Franco ha demostrado que se puede poner encima el protagónico absoluto de una película, pero en esta aparece atado a un guión científico que no se termina de creer y fuerza a expresarse de forma cuestionable. Frieda Pinto vuelve a ser una figurita de cartón pintado. Su personaje está decorado, el propósito es ser la conciencia de Will (Franco), pero no sale de un rol de acompañante. Los villanos a cargo de Brian Cox, Tom “Draco Malfoy” Felton y David Oyelowo no logran ser suficientemente amenazantes porque son demasiado previsibles y arquetípicos. En este sentido, el que trasciende al punto de tener una gran interpretación es el veterano John Lithgow, que luego de un tiempo desaparecido (desde 3rd Rock From the Sun) regresa con un excelente trabajo como el padre de Will, enfermo de Alzheimer. Lithgow siempre fue un actor versátil, tanto en rol de comediante como dramático (sino fijarse en el esquizofrénico protagonista de Demente de Brian De Palma). Sos sus gestos mínimos, la dulzura y naturalismo con que trata a Cesar, lo que lo destaca frente al resto del elenco. Sorprendente, porque no confiaban demasiado en ellos (Fox la iba a lanzar en noviembre, pero las primeras pruebas fueron tan optimistas que la adelantaron al “verano estadounidense”) este Planeta de los Simios (R)evolución no conserva el tono satírico de la primera entrega con Charlton Heston, pero gracias a la magia de los efectos especiales, el gran pulso narrativo de su director y sobretodo, la calidez de los personajes “revolucionarios” se puede hablar de una nueva saga con personalidad propia. Se pueden discutir errores u olvidos diegéticos, pero dentro de todo, el resultado es satisfactorio. Otro día (quizás con el estreno de Las Aventuras de Tin Tin: El Secreto del Unicornio de Steven Spielberg) seguiremos planteándonos si ha llegado el momento en los actores se han convertido en la nueva especie en vías de extinción de Hollywood… Mientras tanto a entretenerse y no pensar…
El mono tremendo Uno de los términos que más se utilizan por estos días en la industria de Hollywood es reboot. Se trata, ni más ni menos, que de "revivir" una franquicia caída en desgracia y eso es lo que han hecho (muy bien) en este caso. A la salida de la proyección de prensa, con varios colegas/amigos trazábamos unas metáforas y analogías caseras. Un reboot sería algo así como agarrar una computadora demasiado baqueteada y que, por lo tanto, ya anda lenta, borrarle el disco rígido completo, volver a cargarle los programas y pasársela a uno de nuestros hijos. Luego del desastre artístico y comercial de Tim Burton en 2001 (El planeta de los simios es, sin dudas, uno de los peores títulos de su filmografía), esta larga saga de películas y series quedó casi en el olvido. Una década más tarde, resurge de sus cenizas en gran forma de la mano del inglés Rupert Wyatt (en su haber tenía un digno thriller carcelario como El escapista). O sea lo que uno de los mejores directores en actividad (Burton) había arruinado es recuperado por un realizador casi ignoto... Paradojas y curiosidades que ocurren en la gran familia hollywoodense. En una temporada veraniega (hablo de los Estados Unidos, claro) dominada en este 2011 por muy discretos tanques (con los omnipresentes superhéroes y las múltiples secuelas a la cabeza), El Planeta de los Simios: (R)Evolución resulta un bálsamo, un oasis. No estamos -a pesar de su título- ante ninguna obra (R)evolucionaria, pero sí ante un entretenimiento que funciona con fluidez durante sus 105 minutos, con un sólido acabado técnico (el eje es la performance capture que permite filmar movimientos de intérpretes de carne y hueso y luego animar y retocar esas imágenes vía computadora para transformarlos, por ejemplo, en los simios). En este sentido, la mejor "actuación" del film por lejos corresponde a Andy Serkis, quien "encarna" al mono César y que a esta altura ya merecería el Oscar en una nueva categoría por crearse: mejor actor digitalizado (cabe recordar que ya fue el Gollum de El señor de los anillos y concretó un trabajo similar en King Kong). Ninguno de los personajes humanos alcanza tanta expresividad ni matices como César, el hiper inteligente simio nacido en un laboratorio y criado en el seno de un hogar que se convertirá en líder de la revuelta en la San Francisco contemporánea. Ni el científico idealista que hace el siempre exagerado y simpático James Franco, ni su novia que interpreta la bella e inexpresiva Freida Pinto, ni el padre del protagonista deteriorado por el Alzheimer (John Lithgow), ni los crueles guardianes de los chimpancés (Tom Felton y Brian Cox), ni el ambicioso jefe del holding farmacéutico (David Oyelowo) consigue asustar, divertir ni emocionar como lo hace el César de Serkis. Esta precuela (en los títulos finales ya adelantan una secuela que transcurrirá en Nueva York) regala buenas set-pieces (como la secuencia en el Golden Gate de San Francisco), dignas pinceladas propias de la comedia negra y del terror (subgénero: virus + paranoia) y, si bien la cosa funciona bastante menos a la hora del romanticismo y de la relación padre-hijo, el film se sigue con interés y, a esta altura, hasta con entusiasmo. Quizás este largometraje de Wyatt merezca un puntito menos que el de esta calificación, pero ante tantas decepciones recientes encontrarse con una película así constituye una sana "anomalía". Bienvenida sea.
En 1968 la Fox se topó con una enorme mina de oro al adaptar al cine la novela de Pierre Boulle El Planeta de los Simios. El filme se transformó en un clásico instantáneo y llenó a rabiar los cines de todo el mundo, razón por la cual el estudio disparó toda una serie de secuelas. Considerando que el material original de Boulle sólo daba para una película (la primera), resulta asombroso ver el enorme ingenio del que hicieron gala los libretistas que pasaron por el proyecto, los cuales expandieron y enriquecieron la idea hasta niveles insospechados. El Planeta de los Simios fue la gran saga de la ciencia ficción en la era pre Star Wars (5 peliculas, dos series para TV, toneladas de merchandising) y, cuando en Hollywood se pusieron de moda las secuelas, precuelas y remakes, la Fox comenzó a romperse la cabeza para ver cómo resucitaba esta vieja y rentable franquicia. El primer intento fue una remake / reimaginación del filme original a cargo de Tim Burton, el cual fracasó estrepitosamente en el 2001. Ahora pasaron 10 años y decidieron arriesgarse con esta nueva entrega, a la que se la podría catalogar como "precuela alternativa" - una historia de origen distinta a la que uno conoce si ha visto toda la saga 1968 - 1973 - . Lo que ocurre en El Planeta de los Simios: (R)Evolución podría funcionar perfectamente como una precuela del filme de 1968, y toma algunos elementos prestados de La Conquista del Planeta de los Simios. Para ser una película a la cual uno llega con expectativas negativas El Origen del Planeta de los Simios resulta sorprendente, en especial por la calidad de la dirección y la inteligencia del libreto. No es que cuente cosas demasiado innovadoras para los seguidores de la saga, pero al menos las relata en otro contexto y lo hace con destreza. En la saga original los simios parlantes eran fruto de un bucle en el tiempo - la pareja de monos inteligentes Cornelius y Zira viajaban del futuro al presente y, al dejar en la época actual a su hijo, daban a luz a una nueva raza de primates que terminaba por hacerse con el control del planeta -; pero aquí son el producto de manipulación genética llevada a cabo con el propósito de curar el mal de Alzheimer. Y dichos experimentos son llevados a cabo por James Franco, cuyo personaje está obsesionado con detener la enfermedad que lentamente está destruyendo a su padre (John Lithgow, en una perfomance emocionante). El tema es que la cura produce dos secuelas impensadas: primero, los primates se vuelven asombrosamente inteligentes; segundo, su sangre se ha convertido en una especie de toxina letal para los humanos. He allí la nueva simiente para la posible extinción de la humanidad que aporta este libreto - en vez de la guerra nuclear, que era algo más propio de la década del setenta -. Lo que sigue se centra en la evolución de Cesar, un bebé chimpancé que James Franco rescata de su laboratorio para llevárselo a vivir a su casa. Y aunque todos hablan maravillas de los efectos especiales, los simios CGI del filme nunca se ven reales aunque son enormemente expresivos. Por suerte la perfomance de Andy Serkis es tan magnética que uno termina perdonando la desprolijidad de los CGI. Cada vez que Serkis está en pantalla, uno puede percibir cuándo Cesar está elaborando un plan, midiendo a una persona o evaluando una situación. Gracias a Dios, ésta versión de Cesar es tan inteligente y carismática que puede cargar él solito sobre sus hombros el peso de todo el filme. En realidad los problemas de El Planeta de los Simios: (R)Evolución pasan por el lado de los humanos. Hay una intensa historia de fondo para la causa de James Franco - pelear por la enfermedad de su padre; recuperar a Cesar -, pero a partir de un momento determinado el libreto empieza a hacer algunos pequeños cortocircuitos y los motivos se diluyen. A su vez lo que nunca termina de quedar claro son los motivos por los cuales Cesar decide quedarse en el cautiverio y armar su propia causa simia. Mientras que en otras películas de la saga era el abuso de los simios por parte de toda la humanidad, aquí todo eso estaría representado por un solo personaje - el despótico guardian que interpreta Tom "Draco Malfoy" Felton -, lo cual parece desproporcionado. También hay algunos pequeños agujeros de lógica en la evolución de Cesar y sus compañeros de cautiverio. Por suerte esto se compensa con intensas escenas de acción, como la descomunal batalla campal entre humanos y simios que se libra sobre el puente Golden Gate en el final de la película. Para ser un reboot sin expectativas, El Origen del Planeta de los Simios es una gran película. Deja una gran cantidad de cabos sueltos para futuras secuelas - hay una alusión a la misión Icarus, desaparecida en el espacio y que sería la cápsula en donde viajaba Charlton Heston en 1968; también está la posible pandemia provocada por la sangre tóxica que derraman los simios mutantes; y puede haber una misión de venganza a llevar a cabo por el personaje de Brian Cox -, y se percibe inteligente e intensa todo el tiempo. Para los fans de la saga original, les parecerá una entrega respetuosa e ingeniosa; y para quienes desconocen el contenido de la serie, es una buena aproximación a un universo que, en su momento, tuviera un desarrollo fascinante. En cualquiera de los casos es un producto que merece nuestra más calida recomendación.
Bajo la dirección de Rupert Wyatt han regresado a nuestras carteleras los monos superpoderosos para contarnos como los pichicateados primates comenzaron a dominar nuestro mundo. Se destacó excesivamente en los avances previos al estreno el laburo de la gente de Weta en la creación digital de los simios y realmente deberían haberlo destacado mucho más porque lo que han hecho es increíble y creo que después de Avatar ninguna obra ha utlizado esta herramienta con tanta excelencia. Lograron darle a Caesar expresiones humanas fácilmente entendibles y fundamentalmente creíbles, demostrando que se pueden hacer buenos trabajos con esta tecnología siempre que se aplique con sabiduría y perfección. Los actores de carne y hueso como James Franco, Freida Pinto y John Lithgow solo son meros acompañantes en esta aventura sobre la vida de Caesar y ninguno logra equiparar al nivel de expresividad que posee éste. A tal punto es el grado de expresión que lograron darle a Caesar, y obviamente que también a los otros simios que lo acompañan, que es imposible no sentir empatía con el poderoso mono. Caesar es el verdadero protagonista de El Planeta de los Simios: (R) Evolución y Rupert Wyatt se encargó de narrar con gran pasión, pulso y dedicación la evolución del querido primate, generando una compenetración con el film que no se rompe en ningún pasaje de sus 105 minutos. Más allá del sobresaliente apartado en los efectos especiales y el gran desarrollo del personaje de Caesar, El Planeta de los Simios: (R) Evolución, se convierte en uno de los mejores estrenos del año por lograr dotar al film con drama, humor, tensión y acción, todos apoyados y sustentados en una fluída y sentida narración a cargo de Wyatt. Por último no quiero dejar de destacar al gran laburo de Andy Serkis, el hombre detrás de la interpretación de Caesar. Recordemos que Serkis fue el encargado de llevar adelante por medio del performance capture a Gollum de El Señor de los Anillos y a King Kong, ambas dirigidas por Peter Jackson. El Planeta de los Simios: (R) Evolución es la gran sorpresa en lo que va del año por no ser solamente una gran película de efectos especiales, sino también por sustentar a los mismos en una historia narrada con pasión y gran pulso.
Mil monos con mil máquinas de escribir, en la historia más larga jamás contada. “He can talk” aclama uno de los simios ante la inesperada frase de Troy McClure en la obra teatral “El Planeta de los Simios”, el capítulo 147 de Los Simpson (The Simpsons, EE.UU. 1989-2011). Este pequeño tagline ilustra perfectamente el espíritu de esta nueva entrega que reinicia la saga de El Planeta de los Simios, distopía originaria del año 1968 que compartió espacio con 2001: Odisea del Espacio (2001: A Space Odyssey, EE.UU. 1968) del genial Stanley Kubrick, y El Bebé de Rosemary (Rosemary`s Baby, EE.UU. 1968) de Roman Polansky. Un año de pesos pesados de la cinematografía mundial. Volviendo a los changos anfitriones, El Planeta de los Simios (R) Evolución, evoca a la cuarta entrega de la saga primigenia: La Conquista del Planeta de los Simios (Conquest of the Planet of the Apes, EE.UU. 1972), donde Cesar es el único de su especie (simio) con la inteligencia necesaria para encabezar la revolución contra la opresión, el maltrato, el encierro y la diferencia. Pero a pesar de las reminiscencias, emulaciones y acotaciones, la FOX anunció que (R) Evolución no tiene conexión alguna con la saga original como tampoco con el producto de Tim Burton en el año 2001 L a nueva película de los macacos parlantes, que no es precisamente la característica principal actual, narra la experimentación de Will Rodean, en la piel de un James Franco francamente (ja!) excepcional, para curar a su padre del Alzheimer que lo asola y lo trae cada vez peor. Como bien es sabido, antes de tomar sujetos humanos, las experimentaciones pertinentes se realizan en animales y es así que el ALZ 112 generado por el científico es insertado desde un inicio en chimpancés presentando mutaciones genéticas en tanto inteligencia refiera. Presentación del proyecto teóricamente beneficioso ante inversores, un incidente acaba con las esperanzas de la empresa para con el antígeno, ya que uno de los sujetos de prueba manifiesta síntomas de locura y ataca al personal. Descubierto por el científico que las intenciones eran solo de protección para con su cría y esta estar fuera de los planes de la empresa, Hill se hace cargo en su casa de la crianza de Cesar, el simio protagonista de la (R) Evolución. Los genes de su madre con el antígeno en su cuerpo, César desarrolla una inteligencia extrema y el contacto humano por fuera de Will y su “familia” (que incluye un padre de Will con mejoras gracias al antígeno probado en él), hace que termine encerrado junto a los de su especie y caer víctima de la corrupción humana. César entonces, todavía en desarrollo mental encabeza una revolución contra el humano opresor, donde el la víctima se impone por sobre el victimario y se invierten los roles. Argumento claro, (R) Evolución es mucho más que eso, por lo que nos remitiremos ahora al plano cinematográfico de análisis de la cuestión: En el rostro, una lágrima, y en la lágrima, la imagen de un simio. Desde un plano meramente cinéfilo, la composición argumental y estética del filme encarado por el “novato” Rupert Wyatt, son de una fluidez impresionante. Tanto desde un punto de vista temporal como de uno fotográfico, el filme se sucede en elipsis y supresiones de la narración lineal que contrastan con el todo pero que lo hacen formar parte. Más que destacable resulta el recurso estilístico de describir el desarrollo, la madurez y el crecimiento de César en el trayecto del filme: Planos secuencia en el marco de la transición estacional ilustrada en el cambio de la colorimetría en el ascenso, rama tras rama, de César a un enorme árbol de Secoya; o bien, la secuencia descriptiva/narrativa que hace pasar a César de una niñez (si se quiere) a una madurez proverbial, recorriendo las distintas habitaciones de la casa siendo acorde el recorrido a la inteligencia in crescendo del simio. El mejor amigo del hombre. Mención aparte merece la dirección actoral magistral que resulta en aleación de talento gráfico y artístico con interpretativo, ya que las cuestiones relacionales entre caracteres se da eficazmente tanto de forma animal como humana, e incluso animal-humana y viceversa. El proceso de Cesar respecto de los lazos que se establecen con la pluralidad del coro/talento convocado, es de lo más verídico en tanto CGI como intromisión a la narración del cuadro. Por tanto, se desprende de este inciso una admiración especial para con el desarrollo laboral con los actores, las marcaciones y la polimerización para con el equipo técnico, dando cuenta así del genial ámbito generado y el encause de un todo hacia una misma dirección que dio como producto El Planeta de los Simios (R) Evolución, una pieza clave de la cinematografía técnica. El elogio de la negativa. La consecución de cuadros trabajados en diversos planos que se componen en el interior de por lo menos tres, es uno de los logros fundamentales a la hora de ver la visual, por más que suene redundante. (R) Evolución es un claro ejemplo de arte comercial fuera del establishment meramente lucrativo. ¿Por qué? Porque es un tanque destinado al éxito y no por eso arruina su propuesta ingiriendo la mentira pretensión artística del momento. Todo en (R) Evolución es funcional a aquello que sucede, sucedió y sucederá, desde los diálogos perfectamente acotados a la temática que trata sin desviar la atención de los simios que es lo que realmente importa por más mensaje subterráneo que aflore vestigialmente. La imagen, desde otro ángulo, se corresponde a lo que se distingue de guión en el filme sin caer en recursos trillados y pausas no-narrativas asentándose en un 2D perfectamente acorde, que conjuga la diferenciación de tomas (descriptivas y narrativas) para brindar unidad no solo a lo que se ve, sino a lo que se vive, dotándolo de la verosimilitud, por más que sepamos lo irreal del contexto, que Spilberg otorga a la Ciencia Ficción. Tal vez me recuerden de películas como... La reminiscencia es un factor tributario para el antecedente y Rupert Wyatt lo maneja a la perfección al hacer uso y no abuso de dedicatorias y homenajes a aquellas películas y series que ilustraron el cosmos creado por la mitología gorila. Desde un “perdido en el espacio”en un periódico, hasta diálogos y barridos sobre una televisión que transmite una cierta película vieja con un cierto tag de extrema fama. Camino Gorila Imaginario. El CGI, para quien no captó la malversación del término, es la piedra angular del diseño del filme. En esta tecnología radica la vida y la generación de las distintas variaciones de carácter animal, específicamente del mono. Es aquí también donde notamos la realidad trasladada de los bits a un plano en el que los sentidos se funden con aquello que no existe. Funcional, acorde, equilibrio. Son palabras que ilustran y a la vez quedan cortas para con lo que supone el CGI en (R) Evolución. Antes el maquillaje, actualmente la creación computada hacen las veces de campos cognitivos que componen la realidad en que se nos introduce sin causar el rechazo a ellas, tal como la experiencia vivida en Linterna Verde (Green Lantern, EE.UU. 2011), y así y todo, resultando el filme de los macacos mayormente acorde al 3D que la antes mencionada. Monos por un lado, revolución en una granja por otro, Rupert Wyatt seguirá con el trabajo animal, esperando la mona-rquía de un terreno todavía apto para la exploración en celuloide.
Reset y nuevo comienzo para una historia fascinante A fines de los sesenta, los estudios (más precisamente los amigos de Fox) adaptaron a la pantalla grande una novela de 1963 escrita por el francés Pierre Boulle. Inesperadamente, la película (en aquel lejano 1968) fue un tremendo éxito. Charlton Heston protagonizaba aquella reconversión e iniciaba una saga que duraría hasta el 73 con films que tuvieron relativo suceso y que generaron una importante legión de fans. A ver, si no conocen la historia, en la primera, un astronauta llamado Taylor aterrizaba en un planeta extraño (después de un largo viaje en el que hibernó gran parte del tiempo) gobernado por monos donde los humanos no hablaban y estaban esclavizados bajo su dominio. El hombre en cuestión logra escapar hacia una zona prohibida (luego de muchísima vueltas) y ahí descubrirá (en una legendaria secuencia) que volvió a la Tierra, en el futuro. O sea, muchos años pasaron y de alguna manera los primates invirtieron la relación asimétrica que tenían al salir Taylor al espacio exterior. Dirigen al mundo. Coincidamos que el argumento era atrapante. Recuerdo aquellas matinés donde este servidor pasaba horas viendo cada película una y otra vez. Me impresionaba el trabajo de maquillaje y caracterización de los simios y su poderoso mensaje subliminal, una feroz crítica social llamativa para provenir de la ciencia ficción. Era un gran producto, por lo que Tim Burton filmó una remake de la original (aunque con sus licencias) en 2001. Tuvo un éxito moderado. Los años pasaron y la saga descansó en los escritorios de los altos ejecutivos, hasta que llegó la hora de reactivarla y convocaron al tándem Rick Jaffa y Amanda Silver, (quienes tuvieron su cuarto de hora con el guión de "Relic") a afinar un nuevo comienzo. A ellos no se les ocurrió otra idea que darle un reset. Claro, no de cualquier manera. Algo sensato, apoyado en los paradigmas que operan en este nuevo milenio y que responden al respeto que se tiene por la ecología, el mundo animal y la no violencia. Así fue como nació "The rise of the Planet of the Apes" llamada en nuestro país "El planeta de los simios: (R)evolución". Título ingenioso y bien usado (tantas veces se titula mal aquí) que marca la imprenta biológica que tiene este lanzamiento de Twenty Century Fox. Tenemos a un científico joven y talentoso, Will (James Franco, de "127 hours"), quien está investigando como derrotar al Alzheimer. De más está decirlo, experimentan con monos. Por poco que sepamos del tema, somos concientes de que hay crueldad en el trato que se les da. Los exponen a químicos y estímulos físicos a veces desmedidos para tratar de lograr éxitos en la línea farmacéutica. En este caso la idea es realizar un cultivo de células útiles y fuertes que puedan reproducirse y se utilizan chimpancés para ello. Si esto funciona, quizás los humanos tengan alguna chance de revertir los casos terminales del mal. Dispuesto a todo, Will cree haber llegado a una respuesta positiva en un especímen. Pero al mostrar su trabajo, el simio muere y el experimento fracasa. Se cierra la fase y el investigador se encuentra con un bebé dulce (mono) que lleva los genes de su padre, muerto en el incidente ya narrado. Lo llevará a su casa y lo criará como un hábil entrenado. Bautizado César, desde muy pequeño se destacará por su enorme capacidad para aprender del mundo que lo rodea. No es un simio cualquiera, lo sabemos, tiene el don de poder resignificar lo que sucede a su alrededor y operar con una respuesta adecuada en muchos casos. Will y su padre, Charles (John Lithgow), hombre que sufre Alzheimer - también-, lo integrarán a su familia. Pero eso no es todo, el hecho de atender su salud también cambiará la vida romántica de Will, ya que lo llevará a vincularse con Caroline (Freida Pinto), quien se transformará en su novia y lo apoyará en la crianza del simio. César, como dijimos, es un mono que se humaniza minuto a minuto. Vive en una casa acondicionada para él junto a gente que lo quiere, hasta que un incidente lo expone a la dureza del mundo exterior. Ataca a un humano y Will se ve obligado a entregarlo a un lugar donde convivirá con simios salvajes y de la especie más corriente que se recuerde. César sufrirá mucho el despegue de sus afectos pero con el correr del tiempo, entenderá que debe adaptarse a su especie y conducirla hacia otro tipo de vida... Más justa y cercana a la naturaleza de sus pares. Rupert Wyatt (el director) está interesado en mostrar el mundo desde los ojos de César. Para ellos cuenta en esta oportunidad con el magnífico trabajo de Andy Sarkis (aquel actor que hacía de Gollum en la trilogía "The Lord of the Ring") quien se animó a ponerle piel al líder de la rebelión de los simios. Su composición es fascinante. Hay que pensar que durante gran parte de la película el lenguaje predominante para el espectador es corporal y el protagonista debe resolver con todos los recursos a su disposición la tarea. En ningún momento la acción se muestra confusa, siempre las miradas y los gestos grafican la secuencia con precisión, cosa que se agradece desde la butaca. Por supuesto, esto también sucede por la labor de los equipos de Weta Digital quienes generaron el universo donde los monos cobran vida. Haciendo gala de una gran pericia para la técnica de motion capture, estuvieron a la altura de los pedidos del director: así se quería y así salió. Aunque sabemos que cuando los modelos CGI no conforman, en este caso en particular, por suerte para todos aparece Sarkis con su repertorio interpretativo y todo vuelve a los carriles narrativos sin problemas. Pensaba mientras salía de la sala, que este tipo de historias, esta re-adaptación del Planeta de los Simios, está instalada en un contexto donde se ve al planeta y al mundo animal con otros ojos. Sentimos nuestra la lucha de esa especie por ser liberada de la opresión de un mundo que los aleja de su hábitat natural, cosa que está muy en boga y que sirvió para delinear un guión políticamente correcto: aquí todos reciben lo que merecen. Y la contienda que se instala, no es una lucha por destruir al otro, entendiéndolo como rival, sino un avance de los derechos que todos tenemos por ser criaturas que habitamos este mundo. No nos enojamos con estos simios, los hacemos propios y nos compenetramos en su lucha, empatía que lleva al film a lograr puntos altos de conexión con la audiencia. En ese sentido, todos los ingredientes que contiene este producto parecen gozar de una cohesión singular que garantiza buena llegada y alto impacto a la hora de sostener la trama, "The rise of the planet of Apes" es sin dudas, una gran película. Puede ser que los puristas y estudiosos de la saga destaquen alguna diferencia que no concuerda exactamente con la saga de los 70. Está bien. Se acepta. Sin embargo hay hechos y guiños que podrían entenderse como disparadores y conectores de todas las ideas y relatos que la historia principal presentaba. Es más, alguno de ellos (con seguridad) será iniciador de historias que continuarán la dirección que esta versión presentó, sin dudas. En lo personal, disfruté como hace mucho tiempo que no lo hacía. Hay en "The rise..." una intensa mezcla entre el blockbuster clásico bien contado y el cine ambientalista moderno ensamblados como pocas veces en este último tiempo. No es cine arte, pero, sin dudas, pero en su tipo, es de lo mejor del año.
Lo que es del César... Considerando que esta película se ha hecho seis veces ya, El planeta de los simios (R) Evolución (Rise of the Planet of the Apes, 2011) no merece su subtítulo. Ya en 1968 Charlton Heston había inmortalizado la fábula sobre los peligros de la ciencia irresponsable y la fragilidad de la sociedad humana en El planeta de los simios (Planet of the Apes). Aparecería en 2 de sus 4 secuelas, más la malhadada remake de Tim Burton del 2001, en la que cambia de bando e interpreta a un simio. La nueva versión del director Rupert Wyatt no sólo reinicia la serie, sino que la lleva a un punto originario. Provee una nueva perspectiva sobre el ya conocido escenario apocalíptico en el que los simios dominan la Tierra, y muestra su génesis. Los mitos de origen han cobrado popularidad en una Hollywood dedicada al nacimiento de superhéroes reiniciados en la pantalla grande, y éste es un claro peldaño para el surgimiento de una(s) secuela(s). La trama sigue a un bata blanca (James Franco) en busca de la cura del Alzheimer. Está motivado por la enfermedad de su padre (John Lithgow) y bajo presión del sector burócrata de la corporación Gen Sys. Con él comienza un largo tándem de infracciones éticas, comenzando por la adopción de un simio genéticamente alterado, “César” (interpretado a través de captura digital por Andy Serkis , la sombra de personajes como Gollum y King Kong). César sufre los efectos de una droga experimental que salta millones de años evolutivos y amenaza en paralelo con exterminar a la humanidad de la faz del planeta. El planeta de los simios (R) Evolución hace pronto a un costado a su acartonado elenco humano -que incluye el romance de facto entre Franco y la india Freida Pinto, desperdiciada en un papel de soporte femenino- y enfoca sobre César. Surca la gama de cariño, rencor y odio hacia la humanidad. Su inteligencia se duplica de la noche a la mañana y termina por convertirlo en el líder de la revolución que promete el título del film. Los simios, todos computarizados, han cruzado el incómodo umbral del maquillaje y los efectos especiales poco convincentes. La inverosimilitud ahora se reduce a su comportamiento antropomórfico, el cual queda excusado entre exposiciones científicas y una cuota de suspenso de incredulidad. Nada de esto impide notar que, en San Francisco, aparentemente hay más monos que policías, y que un neurótico EEUU post-9/11 no posee un plan de contingencia efectivo para un centenar de chimpancés rabiosos. Entreviendo entre los efectos especiales y los largos planos secuencia de acrobacias, el film posee una debilidad fundamental: su blanda ideología. Consideremos la furtiva imagen de Heston en el papel de Moisés, apenas visible en una pantalla. Momentos después, el mesiánico César guía a su pueblo hacia la libertad a través de un río. ¿Suena al éxodo judío? En una escena anterior, los primates “inventan” la democracia, repartiendo galletitas. En otra, inventan el fascismo, evocando la simbología del ramillete fasce recogido en un firme puño. La epónima revolución es poco más que un pastiche de imágenes cuyo uso denigra su significado original, y peligrosamente les ubica a todas en un mismo nivel. Toda empatía ha sido dirigida hacia César y su encrucijada identitaria; las miradas desahuciadas de sus colegas simios se cobran todo el favor del público. El momento más trágico de la historia se construye entorno a la muerte de un simio. En un film donde mueren decenas de humanos y la propia humanidad entera está a punto de ser aniquilada, la mirada de Wyatt parece estar levemente fuera de foco.
Todos unidos triunfaremos A la par de la original. Para muchos, El planeta de los simios , la película original de 1968, con un Charlton Heston desconcertado al advertir que ese Planeta de los simios, no era otro que la Tierra, es un clásico indiscutible, una obra maestra y, como tal, intocable e inmodificable. La película que hoy recupera la saga no es una remake de aquel filme, sino que replantea todo desde el vamos. En tiempo presente, el científico Will Rodman (un James Franco de un solo gesto) está desde hace cinco años tras la mutación de un virus que sirva para regenerar o mejorar la capacidad cognitiva. Tiene su propia razón: su padre (John Lithgow), un eximio músico, padece Mal de Alzheimer. Pero en Gen Sys, el laboratorio para el que trabaja, sólo le permiten testearlo con simios. Y pasa lo que usted ya imagina: algo no sale bien (Ojos brillantes, la que mejor responde al virus, de pronto reacciona mal, y ataca, pero el motivo no es por el virus 112), y Will termina llevándose a una cría a escondidas a su hogar. César irá creciendo y demostrando que recibió estando en la panza de su madre el virus, por lo que tiene un coeficiente intelectual mayor al de muchos de los cineastas del Hollywood actual. El planeta de los simios (R)evolución) tiene muchas diferencias con las anteriores películas de la saga. Por un lado, los simios no son actores o extras disfrazados o con maquillaje, como aquella gloria primitiva o la extrañamente aburrídisima versión de Tim Burton de 2001. No. César, cuando ya es un macho de 7 años, es interpretado por Andy Serkis, a través de la performance capture , y el actor, que ya trabajó de la misma manera para “ser” Gollum en la saga de El Señor de los Anillos , que fue King Kong y será el capitán Haddock en Las aventuras de Tintín , ya a estas alturas se merece un premio. Llamése Oscar o lo que fuera, porque aunque no lo veamos, Serkis siempre está. Y está my bien. Y otra disparidad está directamente relacionada con la actuación de Serkis/César. Porque el protagonismo del simio, que sufre el maltrato cuando lo encierran junto a otros de su especie, es fundamental, ele eje de una película netamente dividida en dos, y no necsariamente la segunda -la de las escenas de acción- es la mejor. Pero si tal vez la composición de Serkis/César -y de los otros simios, orangutanes o chimpancés que harán la rebelión- opaca la de Freida Pinto (de Slumdog Millionaire ), Brian Cox o Tom Felton (Draco Malfoy en Harry Potter ), todo ello hace que la empatía con los supuestamente malos nos deje pensando o mascullando ideas. Al margen de homenajes varios, que las nuevas generaciones pasarán o no por alto, por supuesto que el filme deja flotando en el aire preguntas del tipo qué nos hace humanos y qué nos diferencia de los simios y un final perfecto. Perfecto para cerrar la película y para abrir un asecuela, se entiende.
El mono que viene del hombre Ante todo hay que sacarse de la cabeza a Charlton Heston y a los monos, fantásticamente interpretados, de la película original. Esto es otra cosa. Más de la mitad de este nuevo filme trata sobre las consecuencias de los experimentos que Will Rodman (James Franco) realiza en monos en busca de la cura del mal de Alzheimer. Will sabe bien lo que provoca "el alemán", su padre lo padece. Luego de un intento fallido con una vacuna, varios monos deben ser sacrificados pero uno recién nacido es salvado por Will, quien lo cría en su casa como si fuera un hijo. Es que ese monito demuestra ser más inteligente que el resto, producto de la droga que había recibido su madre y que le transmitió genéticamente. César, así fue bautizado el simio, crece no solo fisicamente sino también intelectualmente. Pasan los años y luego de un altercado vecinal Will y César son separados dando inicio a una nueva vida para el simio, y también un nuevo destino para la humanidad. Con detalle y buen ritmo, el director construye un origen razonable dentro de lo ficcional para aceptar lo que vendrá. César encabezará una revolución mientras los humanos son víctimas de la torpeza científica. En ese sentido, los títulos finales son una síntesis de lo que sucede cuando la acción del filme cesa y sirve como nexo para la secuela que tal vez tenga más que ver con la historia por todos conocida. No hay en esta película ninguna intención de explorar organización social alguna, apenas si se anima a criticar, de alguna manera, el mundo de la investigación científica. El método de captura de movimiento es la estrella de la producción. Permite que Andy Serkis, especialista en la materia, ponga su oficio al servicio de César. Así, el simio adquiere miradas y gestos humanos como nunca antes se habían visto. En el elenco "humano" se destaca el veterano John Lithgow como el enfermo padre de Will, en tanto Franco sigue demostrando su ductilidad como actor. Ahora resta esperar para ver si este inicio sin demasiada profundidad en lo argumental da paso a una secuela más digna de la saga original.
Mono sapiens Existían ciertos resquemores cuando se habló del proyecto de una precuela sobre la saga legendaria El planeta de los simios (1968). Teniendo en cuenta la fallida remake del 2001 a cargo nada menos que de Tim Burton, la creciente desconfianza guardaba lógica más allá de jugar todas las fichas al avance de la tecnología y la digitalización, hoy capaz de producir milagros cinematográficos. Finalmente, se disiparon las dudas y hoy puede decirse en primer término que El planeta de los simios (R) evolución es una película más que digna que funciona tanto como precuela; como ejercicio de nostalgia; como un film con un hondo planteo filosófico detrás y claro está en su carácter de producto bien elaborado y entretenido. Esa ''R'' que se cuela en el titulo permite varias alusiones: es una r de revolución llevada a cabo por los primates que se rebelan ante la arrogancia de los humanos y ante las condiciones de encierro a la que son sometidos, pero también es una r que representa el dominio de la razón o al pensamiento racionalista esencialmente. Esa idea que se entronca conceptualmente con el término de evolución (¿o involución?) marca el primer conflicto desarrollado a partir de la figura del chimpancé César (Andy Serkis), cuya madre, Ojos brillantes, luego de ser capturada por cazadores furtivos en su hábitat natural y salvaje, es utilizada como conejillo de indias por el científico Will Rodman (James Franco) en sus pruebas de una droga ALZ 112, la cual permite la regeneración celular y aumenta la inteligencia exponencialmente. Sin embargo, este científico con complejo de Dios tiene por objetivo aplicar -en la segunda fase- la droga en humanos para curar el mal de Alzhéimer, enfermedad que contrajo su padre (John Lithgow), quien se encuentra en pleno deterioro de sus facultades mentales. Pese al rotundo fracaso de la droga aplicada en Ojos brillantes, que experimenta un comportamiento violento -inexplicable a los ojos de los humanos- y del posterior cierre de la investigación, Will logra salvar al pequeño simio, adoptado bajo el nombre de César (como el gran conquistador, personaje que aparece en la cuarta entrega de la saga La conquista del planeta de los simios del año 1972), cuyo coeficiente intelectual es sumamente superior al de los miembros de su especie por haber adquirido en los genes aquella droga. Rápidamente, el simio se adapta a una vida doméstica (brillante utilización de las elipsis); aprende a comunicarse por medio del lenguaje de señas y crece –escondido y oculto a la vista de los vecinos- en un clima de paz y confort junto al padre de Will, quien también posteriormente será conejillo de indias de su hijo debido a que aquél logra extraer algunas muestras de la droga y utiliza el antígeno para detener la evolución de la enfermedad. Sin anticipar más datos de la trama, sólo resta decir que César será encerrado junto a los de su especie en un refugio y alejado de su familia humana, una vez crecido. El otro personaje importante en la historia es el de la primatóloga Caroline (Freida Pinto), quien advierte a su pareja Will sobre los peligros de la domesticación y cuestiona su actitud omnipotente y su cerrazón mental ante una realidad que no podrá cambiar. Resulta casi redundante mencionar las virtudes a nivel técnico de esta película para la que sólo cabe el término impecable. En cuanto a la dirección del británico Rupert Wyatt, quien debutara con la muy interesante The escapist (2008), film que maneja los tópicos de drama carcelario igualmente reflejados en la segunda mitad de este nuevo relato. Rupert Wyatt demuestra pulso narrativo en cada escena de acción al servicio de la historia y no de los efectos visuales; no abusa del vértigo y el movimiento epiléptico de la cámara para generar tensión y sabe encontrar los momentos justos para la emoción y la expresividad en los macacos, en contraste con la frialdad e inexpresividad de los hombres, salvo en el caso del protagonista (muy buen desempeño de James Franco) y de su pareja. La pregunta que se desprende en esta precuela es ¿quién es el animal? No simplemente por el maltrato hacia los simios sino más profundamente por las consecuencias generadas a partir de la ambición, el egoísmo, la pedantería y la ignorancia humana. Creo que en el desenlace (cabe aclarar que pegado a los créditos finales hay una clave para responderla) puede comenzar a ensayarse una respuesta.
La vuelta al mito de origen (del mono) Filmada con la más pulcra elegancia y puesta bajo el signo de la corrección zoológico-política, la película dirigida por el británico Rupert Wyatt funciona como precuela de la primera de la serie (la de 1968) y cuenta cómo empezó todo. Cuando George Lucas inventó el truco de la vuelta al origen (en Episodio 1, La amenaza fantasma), a medio Hollywood se le prendió la lamparita. De allí en más hubo, entre otros regresos a franquicias rendidoras, los de Batman inicia (2005), Superman regresa (2006), Star Trek (2009), X-Men: Orígenes - Wolverine (2009) y X-Men: Primera generación (2011). Ahora le toca a El planeta de los simios viajar hasta donde todo empezó. Séptima de la saga, contando la remake de Tim Burton, Planeta de los simios: (R)Evolución narra el momento y el motivo por el cual los monos se volvieron más inteligentes que los hombres, así como también el surgimiento como tal de César, líder de los superprimates. Esto quiere decir que (R)Evolución funciona como precuela de la primera de la serie (la de 1968) y, a la vez, como suerte de versión alternativa de la tercera (Escape del planeta de los simios, 1971) y cuarta (Conquista del planeta de los simios, 1972), que narraban el nacimiento, crecimiento y liderazgo de César. Que vaya a saber si es el mismo, u otro que se llama igual. Como manda el zeitgeist post-Alien, ahora venimos a enterarnos de que una empresa tuvo la culpa de todo. Más precisamente, un laboratorio farmacéutico, especializado en genética. Se llama Gen-Sys y convendrá retener el nombre: una coda intercalada entre los títulos finales anuncia que esto no ha hecho más que (re)comenzar. En los muy asépticos gabinetes de Gen-Sys, el Dr. Rodman (James Franco, repuesto del ataque de estatua que le agarró en la noche del Oscar) ha venido desarrollando un compuesto cuya finalidad es la de curar el Alzheimer. Tiene sus razones para hacerlo: su padre (John Lithgow) sufre de esa enfermedad. Como buen científico de ciencia ficción, el Dr. Rodman podrá tener las mejores intenciones del mundo, pero no está a salvo de las metidas de pata: además de reparar el deterioro neuronal y expandir la inteligencia, queda por ver si el compuesto no incentiva la agresividad. Y si sus superiores, llevados por el afán de lucro, no empeoran las cosas. Obligado a exterminar a la monada entera tras el colosal desastre ocasionado por una mona inyectada, el sensible Rodman atina a rescatar a un chimpancé recién nacido, a quien el padre, lector de Shakespeare, pondrá de nombre César. Shakespeare releído, ¿pero también la Biblia? ¿O no puede verse acaso al despiadado superior de Rodman como nuevo Herodes? ¿Y no está llamado César a ser algo así como el Mesías de los monos? Un Cristo revolucionario, en tal caso, teniendo en cuenta el sesgo que tomará su liderazgo. Filmada con la más pulcra elegancia (tanto en términos narrativos como estéticos, (R)Evolución debe más a la qualité que al pulp) y puesta bajo el signo de la corrección zoológico-política, en casa de los Rodman (reforzados por la más bella veterinaria del mundo, encarnada por la india Freida Pinto) la película dirigida por el británico Rupert Wyatt se toma todo el tiempo necesario para hacer que el espectador sienta, en relación con César, la misma clase de profunda empatía que el chico de E. T. establecía con su verdoso huésped. Con César y con un pobre y cansado orangután, viejo mono de circo con quien confraternizará, cuando le toque ir a prisión y (R)Evolución se convierta en una de cárcel. No por nada el diseño de los monos –digital y basado en el sistema de captura de movimiento, al estilo Avatar– insumió buena parte de los esfuerzos de producción. Más convincente de grande (Andy Serkis se consagra, después del Gollum, como el mayor especialista en bestias parahumanas del cine moderno) que de chico, cuando se le nota demasiado la cuna digital, no es casual que la cámara busque reiteradamente los ojos de César. Se advierte allí una inteligencia, un paso por delante de la de sus congéneres. Inteligencia que le permitirá conducir la revuelta. Sí: Shakespeare, la Biblia, E.... y Espartaco. Tras un comienzo presto y un intermedio quizá demasiado moderato, el tercer movimiento de (R)Evolución es un allegro vivace, en el que no por romper todo se pierde el carácter (tal vez excesivamente) impecable que signa la película. Se oyen ruidos en los árboles, caen las hojas sobre las calles de San Francisco. Pero no porque sea otoño: junto con ellas caen sobre los espantados humanos hordas de gorilas, chimpancés y orangutanes, con toda la razón del mundo para haberle dicho basta a la especie (hasta entonces) dominante. Esa razonabilidad del levantamiento hace juego con la impecabilidad estética de esta séptima El planeta de los simios, poniéndola más del lado de lo civilizado que de lo salvaje. Lo cual es perfectamente lógico, teniendo en cuenta –lo sabemos, por las anteriores– que a lo que esta revolución se dirige es a dar un salto cualitativo, que haga de estos pobres monos, explotados y desorganizados, una sociedad más civilizada que la del hombre.
Un inteligente y entretenido film que se suma a la famosa saga Puede que las expectativas fueran demasiado bajas y los prejuicios demasiado altos, pero en un principio el agregado de un nuevo capítulo a la saga de El planeta de los simios no parecía una buena idea. Y encima era una precuela en la que se intentaría explicar los eventos sucedidos en los desiguales y muchas veces confusos films anteriores. La película tenía todas las de perder y, sin embargo, gana gracias a un guión preciso, que trata temas profundos -sobre el futuro de la ciencia y los abusos cometidos por el hombre en busca de ganancias-, sin perder de vista su misión de entretener. Pero que, a diferencia de muchos de los tanques hollywoodenses de esta temporada, no compromete la coherencia y la lógica del relato para hacerlo. Todo comienza en la selva africana, donde un grupo de cazadores furtivos captura a unos chimpancés que terminarán encerrados en un laboratorio donde se los utilizará para probar un medicamento que podría curar el mal de Alzheimer. En esa búsqueda está el doctor Will Rodman (James Franco), que más allá de sus ambiciones profesionales necesita que el experimento funcione para poder curar a su padre, que sufre la enfermedad. Interpretado por John Lithgow, ese padre que es consciente de su deterioro progresivo es el centro emocional del relato. Hasta que aparece César, un chimpancé nacido en el centro de investigaciones que Will rescata sin convencimiento. Pero todo cambia cuando el científico descubre que la vacuna que inventó afectó el desarrollo cerebral del mono hasta volverlo extremadamente inteligente. Para interpretar esa inteligencia, instinto y sensibilidad animal, el director Rupert Wyatt decidió recurrir a la técnica de captación digital de movimiento y al actor más experimentado en esta innovación cinematográfica: Andy Serkis. El actor británico que fue Gollum en El señor de los anillos yKing Kongahora interpreta al chimpancé que comienza una revolución frente al abuso de los humanos. Sin recurrir a golpes bajos, Wyatt logra transferir el protagonismo de la historia al personaje creado por Serkis y hasta se anima a sostener la resolución del relato con unas cuantas escenas encabezadas por César y su ejército de primates. Tal vez a la hora de establecer las -malas- intenciones de sus villanos es cuando el film transita por caminos más obvios aunque talentosos intérpretes como Brian Cox, David Oyelowo y Tom Felton (sí, Draco Malfoy de Harry Potter ) logran sostenerlos. Aunque toma como punto de partida la mitología creada por los films anteriores (por ahí aparece una imagen de Charlton Heston y su famosa frase antisimio), El p laneta de los simios: (R)Evolución se sostiene sobre sus propios pies o patas.
Una nueva rebelión en el laboratorio El director Rupert Wyatt se anima con otra versión de este clásico y sale airoso. Con alto impacto visual, fuertes emociones y una gran destreza narrativa, la película se convierte en la más adulta e inquietante de la saga. En el principio fue una novela, llamada El planeta de los simios, escrita por Pierre Boullé en 1963. Luego vino la famosa versión cinematográfica de dicho libro, en 1968 y protagonizada por Charlton Heston. De esta adaptación surgieron a su vez cuatro películas más, convirtiendo a El Planeta de los Simios en una de las primeras sagas cinematográficas del cine industrial de alto presupuesto. Luego vendría una serie de televisión e incluso un dibujo animado. El eje del primer film, y sobre el cual giraban todos los demás, era la historia de un astronauta que descubría un planeta desconocido donde los monos habían evolucionado hasta convertirse en seres racionales que poseían el don del habla, dominaban el mundo y esclavizaban a los humanos. En el año 2001 el gran Tim Burton volvió sobre la novela con una versión que fracasó y no fue bien recibida por la crítica. Diez años más tarde el estudio 20th Century Fox, que posee los derechos de la saga, decidió volver a empezar. No adaptando la novela, sino tomando, sin acreditarlo, algunos elementos de una de las secuelas cinematográficas. En esta época de excesivas explotaciones comerciales, la noticia que sorprende es que esta nueva versión de El Planeta de los Simios es realmente muy buena, posiblemente la más adulta e inquietante de todas. En la búsqueda de una cura para el Alzheimer, un científico (James Franco) experimenta con monos en el laboratorio de una empresa. Descubre entonces que la inteligencia de la cría de uno de los monos se ha desarrollado de una forma sorprendente. Pero desde el comienzo, se adivina que estos experimentos bordean el desastre, y que sus efectos –como se verá– van más allá de lo que se puede controlar. Esta historia, de claras implicancias políticas y morales, es narrada con una habilidad fuera de lo común por el director casi desconocido Rubert Wyatt. La película tiene un montaje trepidante que hace que el relato avance de forma clara y entretenida, sin tomarse pausa alguna ni distraerse en elementos irrelevantes. La tecnología permite que César, el simio protagonista del film, sea un personaje completo, expresivo, lleno de vida. Lo mismo con los demás simios que aparecen en el film. La ausencia de diálogos de muchas escenas expone la destreza del director para contar con imágenes. Al mismo tiempo, el compromiso de la película de no volverse nunca liviana o infantil permite que se disfrute un espectáculo de emociones fuertes y alto impacto visual. Muchas otras lecturas, sobre todo sociales, pueden verse en este gran film lleno de escenas inolvidables y también de buenas ideas.
Un César, de verdad,inolvidable La película advierte sobre los peligros de los experimentos genéticos, subraya los excesos de la conducta humana, la injusticia y el alevoso uso del poder de los más fuertes sobre los débiles y los diferentes. De fines de los "60 data la película original, llamada "El planeta de los simios", interpretada por Charlton Heston, que arrasó con la taquilla y dio origen a series televisivas y filmes afines, fácilmente olvidables. El caso es que esta nueva película se encargó a un inglés de menos de cuarenta años, educado en el exquisito Winchester College, miembro de un "colectivo" de filmes que apoya obras "under". En esta película, Will Rodman es un joven especialista en ingeniería genética, cuya empresa se sirve de animales como "conejillos de India", en este caso, simios. Cada vez más presionado por el Alzheimer de su padre, el investigador prueba en él una droga en desarrollo. LAS DROGAS La agresividad de los animales ante las drogas empleadas determinan la suspensión del experimento en la empresa y la desaparición de los monos, uno de los cuales, en este caso, un bebé chimpancé (César) es llevado a la casa de Will. El nuevo habitante del hogar Rodman, muestra una inteligencia superior atribuida al contacto de su madre con la droga experimental. Pero la historia se va a complicar, cuando César tenga que vivir un tiempo con sus congéneres, ellos sí en estados de animalidad. Allí aparecerá la guerra por el poder, con alcances poco imaginados. Si el argumento, en general, no sale de lo convencional, esta versión de "El planeta de los simios" sorprende por la progresiva tensión y violencia que su director mantiene, ayudado por verdaderos navajazos musicales, pesadilla de críticos de culto. La vorágine animal en la escena del Golden Gate y el preanuncio de su llegada por la caída de hojas en zonas urbanas, ante despreocupados paseantes son escenas, pocas veces vistas en la historia del cine de aventuras. TECNICA ESPECIAL La técnica de "motion capture" (captura de movimiento) en cine, parece haber llegado a un grado de perfección tal que permite ensamblar ficción y realidad y lograr que uno crea absolutamente en sus creaciones. Así esos simios que van cerrando cuerpo sobre cualquier humano cercano en escenas de masacre total, alcanzan un verismo sorprendente. Pero la perfección llega al máximo con el mono César, interpretado por Andy Serkis, especialista en esta técnica, ya visto en películas como "El señor de los anillos", verdaderamente merecedor de un premio en la próxima entrega de los Oscar. Los gestos, las dudas hamletianas del animal, ese impresionante "No" de rebeldía ante la injusticia humana, son momentos en la historia del cine, donde la tecnología y la realidad se suman en la aparición de nuevos significados. La película advierte sobre los peligros de los experimentos genéticos, subraya los excesos de la conducta humana, la injusticia y el alevoso uso del poder de los más fuertes sobre los débiles y los diferentes (escenas de sadismo en el refugio). Pero por lo que será recordado "El planeta de los simios: Revolución" es por "el capo lavoro" de su personaje principal César y por esas impresionantes escenas de masa, donde el horror se apodera de la humanidad hasta que el Paraíso final, el bosque de sequoias, parece aplacar el horror y finalmente pacificar el caos.
Realmente esta película nunca me entusiasmó previamente. No tenía ganas de verla. No me atraía la historia, no me seducía. ¿Otra con los monos? No me interesaba saber como había arrancado todo. Pero comencé a prestarle atención cuando salieron las primeras reseñas en los Estados Unidos. Parecía que esta vez Hollywood no estaba explotando la última gota de una historia, y estaba haciendo algo en serio. El planeta de los simios (R)evolución sin lugar a dudas es una de las sorpresas de este 2011. Es una historia atractiva y muy bien contada. Eso es lo mejor de película, su maravilloso guión, que va contando todo de manera clara, y aunque suene raro decirlo, lo hace muy creíble. Tuve el placer de verla en la avant premiere de la web, y las más de 200 personas que estaban en la sala mantuvieron un silencio sagrado durante toda la proyección. Es lo que logra el relato, porque es muy sólido. Hay una gran tarea del director en llevar de manera pareja la historia, apoyada por muy buenas interpretaciones y una gran creación de climas. Y si a eso le sumamos todo el arte digital que tiene aplicada, se merece sin lugar a dudas una nominación al Oscar por su gran tarea. El planeta de los simios es una gran salida al cine, vale cada centavo de la entrada, y demuestra que se pueden hacer buenas historias hoy día.
¿Cuándo le van a dar un Oscar a Andy Serkis? ¿Qué más tiene que demostrar para que los miembros de la Academia se aviven que es uno de los grandes artistas de la actualidad? Gollum en El Señor de los Anillos, King Kong y ahora el inolvidable mono César en esta gran película. Tres soberbios trabajos que van a quedar grabados en la mente de los espectadores mucho más que los papeles por los que fueron premiados recientemente Jeff Bridges y Colin Firth. Lo que hace Serkis es una fusión maravillosa de un gran trabajo en los efectos especiales con la actuación clásica. La tecnología CGI en este caso es el maquillaje virtual que termina de componer al personaje, que no sería lo mismo sin el talento e histrionismo de este gran artista Esta semana se estrena uno de los grandes tapados del 2011. Una película por la que nadie daba un peso. La verdad que este no era uno de los estrenos más anticipados del año, porque todavía estaba fresco el recuerdo de lo que hizo Tim Burton con esta historia en el 2001. Diez años después de aquella producción los estudios Fox decidieron relanzar esta clásica saga de ciencia ficción con una nueva trama que representa uno de los mejores trabajos que se hicieron en el cine con esta franquicia, inspirada por la novela francesa “El planeta de los simios”, de Pierre Boulle. De hecho, creo que es la mejor película que se hizo desde la original de 1968. Más allá de haber sido impecablemente realizada, el film sobresale por un gran guión que se enfoca en el factor humano y el soberbio trabajo interpretativo de Andy Serkis. La historia es un gran thriller pero además tiene una carga dramática importante que permite que uno pueda comprender, por ejemplo, algunas decisiones drásticas que toma en su desesperación el científico que interpreta James Franco. Es la primera vez que se hace una película de esta saga con escenas realmente emotivas. Es como si el director Ruper Wyatt le hubiera escapado a toda las estupideces que incluyó Tim Burton en su trabajo con estos personajes. La historia del mono César es brillante y por eso es tan importante el trabajo de Serkis, ya que con su interpretación le dio vida a este personaje de un modo especial, que le permite al público conectarse con las emociones que vive el animal a lo largo del conflicto. Toda la trama de cómo los monos se sublevaron frente a los humanos está muy bien construida y aborda un tema que nunca se había explorado de este modo en los filmes clásicos de los años ´70. Es cierto que La rebelión de los simios ( Conquer of the Planet of the Apes), de 1972, trabajó una premisa similar en su momento, pero la historia del origen de cómo los animales comenzaron a apoderarse del planeta en este estreno es mucho más profunda y emocionante. El director Wyatt narra muy bien la película y desde las primeras escenas te mete de lleno en la trama y logra que te mantengas enganchado hasta el final. Una de las grandes sorpresas del 2011 que no debería dejarse pasar.
Ya vimos a Charlton Heston llorar por el futuro del planeta... ahora veremos cómo llegamos ahí. Will Rodman (James Franco) es un científico brillante. Desde hace años está trabajando en una droga que podría curar una de las enfermedades más terribles que el hombre puede sufrir: el alzehimer. Pero claro, antes de probarla con seres humanos, como todo laboratorio, comienzan a experimentar con animales, específicamente con chimpancés. Durante los primeros días, ve en su espécimen una evolución increíble, por lo que dedujo que esa droga no solo curaría la enfermedad, sino que mejoraría las capacidades cerebrales de las personas. Pero algo sale mal y el animal se vuelve loco y destruye todo el laboratorio, obligando a los guardias de seguridad a reducirla. Luego de su muerte, y de su reacción feróz, el mayor inversor del proyecto le da de baja a todo el plan, ya que piensa que lo que sucedió con el simio podría pasar con cualquier eventual paciente. Pero no, hay algo más. La droga funcionaba de maravillas, lo que la chimpancé quiso cuidar con garras y dientes era a su pequeño cachorro, que nadie previó ya que, dicen, los simios pueden ocultar bien los embarazos. Ese cachorro es Caesar (Andy Serkis), un simio con capacidades superiores (la droga que le daban a la madre pasó a través de su cuerpo) que adoptará como si fuera su hijo. Él será de gran ayuda (y una gran compañía) en casa, donde el padre de Will, Charles (John Lithgow) se la pasa encerrado debido a su alzehimer. Caesar se convertirá en un amigo inseparable de Charles, cuya enfermedad va cada vez peor. Will no puede ver a su padre así, por eso también comenzará a probar su droga en él, y los resultados no tardan en llegar. La familia parece ir tomando un camino de “y vivieron felices para siempre”, hasta que algo ocurre, alguien hará algo que no debe y la parte más salvaje del animal sale a la luz, lo cual obliga a su “familia” a encerrarlo en un hogar para simios, que más que hogar parece un campo de concentración, en donde el estúpido Dodge (Tom “Draco Malfoy” Felton) se divierte torturándolos. En ese lugar, Caesar tiene su primer contacto con otros animales, que al principio se comportan de forma agresiva con él (algo así como el “derecho de piso” de las prisiones, pero sin jabones que se caen), pero luego él utilizará su inteligencia a su favor y, de a poco, comenzará la gesta revolucionaria más importante de la historia del planeta Tierra. La película es sorprendente. Lo tiene todo. Por momentos el espectador puede reír, por otros momentos puede emocionarse hasta las lágrimas, y hasta la adrenalina sube al tope con las brillantes escenas de acción que nos muestran, en especial una, cerca del final (y que se presentó en varios lugares, por lo cual no es exactamente un spoiler) sobre el Golden Gate, el clásico puente de San Francisco. Mucho de esto es gracias a WETA, los responsables de los efectos especiales, que estuvieron detrás de El Señor de los Anillos y de Avatar. Aquí los simios SON simios, nunca pensamos que hay un hombre debajo de ese pelaje. Y esos simios transmiten sentimientos, emociones y miles de cosas que nos hacen poner en una posición incómoda: queremos que los simios ganen la batalla, porque la apatía pasa por ellos, no por los humanos miserables (a excepción de los Rodman y de la bella Caroline -Freida Pinto-, claro) que los rodean. En cuanto a lo actoral, cabe destacar el trabajo de Serkis. Son sus expresiones y sus movimientos los que le dan vida a Caesar, el personaje más magnético de la película. De todas formas, el trío protagónico (Franco-Lithgow-Pinto) no se queda atrás y sabe cómo hacerse notar. Lo mismo Tom Felton, que parece ser especialista en hacerse odiar por el público. La dirección del casi desconocido Rupert Wyatt es casi una clase de cómo se debe hacer una película pasatista y al mismo tiempo con un mensaje, algo que queda dando vueltas luego de que los créditos pasan y que, incluso, sigue molestando algunos dias después. En eso se parece mucho a su original de 1968, que marcó a toda una generación con ese final mala onda que hace que el humano pierda todas las esperanzas de estar reinando el planeta en un puñado de años. Y, justamente, esta película está hipervinculada con su predecesora, ya que hay un buen puñado de guiños que el ojo atento sabrá captar. En definitiva, esta precuela de El Planeta de los Simios se presentó como “una película más” para el verano boreal, y casi sin quererlo no solo se convirtió en un éxito de taquillas, sino que va hacia el título de “clásico de culto”. La ciencia ficción vive en esta película, y el espíritu de la nostalgia agradece este gran mimo de Wyatt.
En busca de la libertad El planeta de los simios fue un largometraje de 1968, dirigido por Franklin J. Schaffner y protagonizado por Charlton Heston, Roddy McDowall, Kim Hunter, Maurice Evans y Linda Harrison en los papeles principales. Tuvo varias versiones pero la ultima la realizó Tim Burton en el 2001, aunque todavía se recuerda la serie rodada en 1974 y 1975 con Roddy McDowall y varios largometrajes más llevados a la pantalla grande. En esta nueva versión, los humanos no viajamos a otro planeta al encuentro de la civilización primate, ni aparecen de la nada solo para combatirnos e invadirnos. Rise of the Planet of the Apes El realizador Rupert Wyatt se toma su tiempo y explica como mediante un experimento aplicado en simios, con el fin de lograr curar enfermedades como el Alzheimer, se provoca a la naturaleza. A esto se le suma toda la codicia corporativa y la arrogancia del hombre para desencadenar una serie de acontecimientos que incrementan la inteligencia de los simios. James Franco, quien interpreta a un medico científico, termina adoptando como propia la decisión de encontrar esta cura y a su vez adopta a Caesar, el primer simio inteligente y rescatado del laboratorio. Todo se desencadenará cuando Caesar se siente traicionado por los humanos y se rebela para liderar una espectacular carrera hacia la libertad para su especie y una impresionante confrontación con el hombre. Todo el film está bien diagramado y no quedan muchos puntos sueltos que resolver, con buenos recursos y lejos de aburrir, El planeta de los simios (R) Evolución, resulta muy entretenida, discreta en efectos especiales y correctísima en la parte de dramatización de los primates, que por momentos resaltan detalles más que reales. Con un elenco integrado por James Franco (nominado al Oscar mejor actor por 127 horas), Tom Felton (Draco Malfoy el villano de Harry Potter) que para no perder la costumbre interpreta a un cuidador de monos poco cariñoso, Brian Cox (La supremacía Bourne), Freida Pinto y Andy Serkis quien interpreta a Caersar, el primate líder e inteligente. Andy ha trabajado en El señor de los anillos e interpretará nuevamente a Gollum en The Hobbit: There and Back Again (2013). También desfila por la pantalla un gran actor como John Lithgow. El Planeta de los Simios vino con bases firmes y con ideas claras de seguir adelante. Ahora sólo queda ver si la raza humana es superior a la primate o si ambas podrán convivir en la Tierra.
Los simios recuperan su eficacia original «El planeta de los simios» de Tim Burton en un punto era una decepción, pero este nuevo film le da un giro interesante y eficaz a una de las mejores y más violentas películas de la serie original, «La conquista del planeta de los simios» de J. Lee Thompson, que era a todas luces un film revolucionario muy acorde al espíritu de la época en la que fue filmado. Ahora, la Fox dejó vacante el espacio destinado a dos películas que sin ser flojas del todo eran más raras que realmente contundentes: «Más allá del planeta de los simios» y «Regreso al planeta de los simios», para ir al grano con esta visión de las causas que provocaron, en esa realidad paralela imaginada por el escritor Pierre Boulle, que nuestro planeta esté dominado por monos en vez de seres humanos. La evolución, en este caso, se debe a experimentos genéticos que buscan una cura para el Alzheimer, mal que aqueja a John Lithgow, actor de gran talento que interpreta al padre del protagonista James Franco. Pero los experimentos, que recomponen las células cerebrales de varios chimpancés volviéndolos más inteligentes, salen mal por un factor animal que los científicos no tenían en cuenta, y el resultado es el sacrificio de todos los especímenes, excepto el recién nacido César. Como el bebé mono no tiene ninguna célula cerebral dañada, simplemente adquiere una inteligencia superlativa, que paulatinamente lo va convirtiendo en líder de una rebelión de monos inteligentes en contra del poder humano. Lo mejor de este nuevo subproducto de «El planeta de los simios» no es sólo dar una explicación más convincente al asunto, sino la forma en que lo hace. La película no da pausa, y si ya exhibe una dosis de acción y suspenso impactante durante su primera mitad, donde no hay ninguna rebelión a la vista sino una serie de experimentos fallidos y experiencias traumáticas para el mono estelar, se vuelve directamente vertiginosa a medida que se va acercando a su desenlace revolucionario. Todo el final es para la antología, con escenas de acción y destrucción nunca vistas, incluyendo un gorila saltando desde el puente Golden Gate de San Francisco a un helicóptero. Y parte de la clave del éxito del estilo de esta secuela/remake es el realismo, ya que una cosa es ver actores con máscaras haciendo de simios, y otra cosa distinta, mucho mas verosímil, es ver a estos simios digitales que lucen realmente como animales y no como algún atractivo híbrido hollywoodense. Sin la presión que debe haber sentido Tim Burton al hacer su remake, el poco conocido director Rupert Wyatt hace un gran trabajo, especialmente en lo que tiene que ver con la dirección de actores, tanto en el caso de los humanos (Lithgow y el villano Brian Cox logran muy buenos trabajos) sino sobre todo en el caso del mono digital César, con la voz y los movimientos faciales de Andy Serkis (ya se ocupó de Gollum en «El señor de los anillos» y de King Kong en la versión de Peter Jackson). La suya es una performance tan extraña como convincente, que en dos o tres escenas logra conmover y sorprender al espectador como pocas actuaciones convencionales.
El planeta de los simios Revolución funciona como una precuela de la clásica saga de ciencia ficción comenzada en 1968. Aquí se narra el origen del dominio de los simios en el marco de una espectacular aventura que es además una metáfora sobre los peligros de la manipulación genética y el carácter prepotente de la raza humana. La película nos presenta a César, un chimpancé muy inteligente que lidera la revolución contra los humanos en un alzamiento armado de tintes apocalípticos. Dirigida con solvencia por el ingles Ruppert Wyatt, la cinta cuenta con un elevado nivel actoral en el que se destacan James Franco la india Freida Pinto y sobre todo Andy Serkis en el papel del digitalizado simio protagónico. La factura impecable de los efectos digitales, las escenas de suspenso combinadas con las dramáticas, unidas por un montaje veloz y una fotografían elaborada, convierten a esta cinta en una verdadera gema en su género, solida en todos su rubros, adulta, entretenida y destinada a convertirse en una pieza de culto.
Anexo de crítica: A decir verdad nadie esperaba demasiado de la precuela de la mediocre remake de Tim Burton del 2001: el segundo opus de Rupert Wyatt no sólo privilegia el apartado conceptual por sobre el visual -trabajando tópicos clásicos de la saga como la explotación, la esclavitud y el egoísmo generalizado- sino que además funciona a la perfección como un admirable mecanismo de relojería. Hablamos de un film que está a la altura de las secuelas originales de la década del ´70 y que ofrece un retrato bastante amargo de la humanidad (amén de que siempre resultará placentero ver a los simios como portadores de ese castigo definitivo que tanto merecemos). Por cierto la labor de Andy Serkis como César supera holgadamente a la de James Franco...
Volver a los origenes Para comprobar lo equivocados que estamos a veces cuando juzgamos desde el prejuicio, es que se hacen películas como El planeta de los simios: (r)evolución. A saber: una franquicia que ya parecía gastada, que ni siquiera un director talentoso como Tim Burton había podido revitalizar (en una de sus peores películas) y, para peor, que era confiada a un ignoto como Rupert Wyatt en lo que parecía más un producto por encargo que otra cosa. Si a todo esto le sumamos la extrema confianza en el CGI para la construcción de los primates en esta especie de precuela de la saga original (aunque los productores dicen que este film no tiene lazo alguno ni con aquellos de los 60’s y 70’s ni con la de Burton de 2001), se anticipaba uno de esos horrendos engendros tecnológicos que tenemos que padecer en la actualidad, en la estela de flatulencias digitales como Linterna verde. Sin embargo, en un film que habla de los orígenes en muchos sentidos, el director redescubre las posibilidades que tiene lo humano dentro de este cine híper-tecnológico actual, y conduce el relato con mano segura a partir de una impensada vuelta al clasicismo. Entiéndase lo clásico aquí en la claridad expositiva con la que Wyatt narra, preocupándose primero en la construcción de personajes, en generar un vínculo con el espectador, para jugarse todas sus cartas en el clímax final: El planeta de los simios: (r)evolución crece a medida que avanzan sus minutos y eso no es algo muy habitual en el cine mainstream actual, donde las ideas parecen definirse en los primeros 15 minutos y luego se gira en un vacío insatisfactorio. Si bien los productores aseguran que no hay conexión con lo contado anteriormente y se intenta aquí el reinicio de la saga, sí hay una relación con La conquista del planeta de los simios, la cuarta película de aquella saga, que era donde aparecía el personaje de Caesar, fundamental en este nuevo film. Básicamente lo que cuenta la película es su crecimiento y su vínculo con el científico Will Rodman (James Franco), quien en búsqueda de una cura para el Alzheimer experimenta en chimpancés con un virus que termina por dotarlos de una inteligencia suprema. Precisamente Caesar es un huérfano del laboratorio, que el doctor termina albergando en su hogar hasta que crece y se hace dificultoso contenerlo debido a ciertos ataques de ira. El film oprime varios botones temáticos: están las especulaciones científicas mezcladas con el negocio farmacéutico y sus consecuencias, también el maltrato humano hacia lo que le resulta diferente, el sentido de libertad e independencia, y finalmente (en algo que la vincula con Inteligencia Artificial) la decepción que continúa a los afectos no correspondidos o traicionados. Son cuestiones que la película abarca sin que le queden grandes, fundamentalmente porque Wyatt no es un tipo pretencioso y su película es pura acción, sí motorizada por estas disquisiciones que se expresan de forma simple y clara, pero sin subrayar ni construir un panfleto estúpido: El planeta de los simios: (r)evolución navega sobre estos asuntos con fluidez. Por otra parte, el film gana cuando lo comparamos con películas como Thor o Capitán América, que se quedan en la mera presentación de personajes. El film de Wyatt también es el comienzo de una saga, pero sus conflictos están bien construidos y sus personajes resuelven cosas fundamentales, que son interesantes por sí mismas y se siguen con interés. El planeta de los simios: (r)evolución no precisa de una saga para justificarse. Wyatt, que demuestra no dejarse atropellar por la tecnología, utiliza todos los recursos que tiene en bien de la narración: en ese sentido continúa el legado de los Cameron y los Spielberg, que saben cómo darle a los efectos especiales una personalidad. Y esto se nota muy especialmente en el personaje de Caesar, una criatura compleja y sólidamente creada, sobre la que se imprime también la huella humana de lo intransferible: entre tanto CGI, el personaje logra capturar la experiencia física de Andy Serkis. Y más allá de los temas sobre los que el film reflexiona, lo que más asombra de El planeta de los simios: (r)evolución es su precisión narrativa, deudora en algunos pasajes (explícitamente la última media hora, con la invasión de chimpancés a la ciudad) del cine de los 70’s, donde cierto realismo se daba la mano con el entretenimiento, generando una maquinaria que podía pensar a la vez que ser nervio en movimiento. Tal vez por tener poco que perder, el ignoto Wyatt se hace cargo del lugar perecedero del cine mainstream actual y lo reactualiza volviendo a los orígenes, cuando el divertimento no eran sólo luces de colores sino un tema y unos personajes interesantes, mostrados con solidez y entendiendo que la seriedad es el rigor con que se cuenta y no solemnidad pedante: sólo así podemos creer la ficción, sólo así logramos estremecernos cuando Caesar dice su primer “no” libertario. Al igual que Caesar, El planeta de los simios: (r)evolución va tras el árbol, que en este caso es el cine del presente, y le pega una enorme sacudida para que caigan las hojas excedentes. Wyatt nos devuelve al lugar de cuando éramos niños y nosotros, divertidos, le seguimos la corriente. El final, falsamente feliz, nos deposita ante la próxima aventura. La esperamos con ansias.
A diez años de la castigada versión de Tim Burton, los simios están de vuelta de la mano de Rupert Wyatt, que pretende desentenderse de esa entrega y de las anteriores al punto que acerca la película a una especia de Escape de Alcatraz (no es casual que la acción transcurra en San Francisco ni que Wyatt haya dirigido El escapista). Lo mejor de El planeta de los simios: (R)evolución se puede ver en la segunda mitad, cuando los monos empiezan a alzarse. Hasta ese momento, la película se abría a mil cuestiones que ya se notaba que nunca iba a poder cerrar y excedían el típico enfrentamiento entre la ética y el negocio dentro del ámbito de la investigación científica. Pero sobre el final los cuerpos le ganan a la cabeza (uno de esos tanto temas esbozados sin profundidad) y El planeta de los simios: (R)evolución consigue una de las secuencias más bellas e impactantes del año cuando los monos llegan al cada día más cinematográfico puente Golden Gate.
VideoComentario (ver link).
La lucha de las especies El mono ha sido siempre un problema: hasta puede confundírselo con un anciano peludo y encorvado de los nuestros. La mano y la mirada de los simios han sido motivo de inquietud. En esta versión resucitada de El planeta de los simios, acompañada del vocablo revolución (y origen), un gesto de la mano y la mirada sintetizan una cercanía indeseada. Faltará la palabra, y llegará tarde, casi en el crepúsculo del relato. Algunos planos aéreos y el sonido de la jungla abren el filme. Un grupo de hombres está de caza. Un mono entre otros es capturado; su destino, un laboratorio. Es “Ojos Brillantes”, una hembra, y la primera de su especie, que responde a los experimentos del genetista Will Rodman (James Franco). Una sustancia sintética llamada ALZ 112 intensifica y regenera las células del cerebro, lo que implica no sólo que un mono resuelva un problema geométrico sino la posible cura del Alzheimer. La multinacional que financia la investigación ve un negocio; Will, en cambio, una oportunidad para curar a su padre. Además de adoptar al hijo clandestino de “Ojos Brillantes”, Will probará la droga en su padre. Su progenitor volverá a la vida, tocará el piano, manejará y oficiará como abuelo de César, el chimpancé inteligente, que, privilegiado por la herencia genética, podrá incluso jugar al ajedrez, y en su edad adulta, tras permanecer encerrado en un centro de primates, liderar una evolución y una revolución. Si bien las distintas versiones cinematográficas inspiradas en la novela de Pierre Boulle El planeta de los simios tuvieron siempre un costado político, el implícito darwinismo difuso del tema sugería una “instintiva” contraposición metafísica. Eran simios monoteístas, amantes de las jerarquías eclesiásticas y cultores de un mono superior. El filme de Wyatt, al menos en este comienzo, es primitivamente político. César no se pregunta por el origen, simplemente concibe la libertad de su especie y se vale de la ira como fuerza revolucionaria. Un plano cenital de los monos liberando a otros en un zoológico y el enfrentamiento final con nuestra especie en el famoso puente Golden Gate constituyen algunas decisiones formales de Wyatt en donde el efecto digital está al servicio de una retórica visual y un cuidado narrativo. Pero el gran efecto especial es la mirada de los monos. Miran, nos miran, se nos parecen. ¿Qué vemos cuando los vemos y nos ven? Es en esa pregunta donde reside el secreto del filme. Encantamiento digital y espejo inconsciente: identificarse con la rebelión de los monos es precisamente lo que nos constituye como humanos.
Así fue como todo empezó Después del fracaso del intento de reflotar esta historia de la supremacía de los simios sobre los seres humanos a manos de Tim Burton (nada menos), esta nueva experiencia parecía por lo menos arriesgada. Por otra parte, el recuerdo de aquel ya clásico filme protagonizado por Charlton Heston en 1968 era demasiado contundente, y parecía que estaba todo dicho, sobre todo por lo poco felices que resultaron las secuelas que inspiró. Pero el director Rupert Wyatt y los guionistas de esta nueva versión dieron en la tecla no sólo con la decisión de centrar la trama en los hechos previos al dominio del planeta por parte de los simios sino también con el tono general del filme y el estilo de la narración. Es así que esta película se disfruta sin tropiezos desde el comienzo hasta el fin. Quienes no conozcan nada de la historia que ya se relató, se sentirán igualmente atrapados por el desarrollo del personaje de César, este chimpancé que nace genéticamente alterado por los experimentos que sufrió su madre, y que, después de recibir el afecto del científico que decide criarlo mientras es un cachorro, padece el abuso y la incomprensión de los carceleros que le toca enfrentar en cuanto se convierte en un adulto. Por supuesto, los conocedores de la saga disfrutarán mucho más de la proyección, sobre todo porque podrán comprender los pequeños detalles que se deslizan en el relato, y porque el guión está construido con la suficiente pericia como para esbozar todos los conflictos y las subtramas que aparecieron en las películas ya conocidas. Wyatt construye un relato sólido, administra correctamente la tensión dramática, decora el filme con escenas espectaculares de acción oportunas y magníficamente filmadas, y centra el interés del espectador en el desarrollo de la personalidad de César, el chimpancé que termina liderando la rebelión de los simios que (ya sabemos) terminará con el control de todo el planeta en perjuicio de los seres humanos. Hay que subrayar el impresionante resultado que logra la interpretación de Andy Serkis, reelaborada con sofisticadas herramientas tecnológicas, para conseguir una notable gama de expresiones y reacciones en el rostro y en el cuerpo del simio César; Serkis ya había realizado una tarea similar como Gollum en "El Señor de los Anillos": aquí confirma que es capaz de sacarle todo el jugo posible a la técnica y consigue entregar un personaje inolvidable. También es destacable la tarea actoral de John Lithgow en el rol del padre del protagonista, un anciano devastado por el mal de Alzheimer sobre el que el investigador prueba (con éxito apenas momentáneo) la droga que está desarrollando para combatir la enfermedad. La película no apela a un ritmo vertiginoso en la narración ni a una sucesión ininterrumpida de efectos especiales; es posible, entonces, que no alcance un éxito arrollador en las boleterías. Pero no por eso deja de ser una propuesta absolutamente recomendable.
Combinación perfecta El "nuevo" César está más cerca de King Kong que de los monos civilizados de la saga de "El planeta...", lo cual tiene cierta lógica ya que se trata de la precuela de la historia, es decir, como bien indica su título en español, "El planeta de los simios (r)evolución", es la primera revolución de los primates en la sociedad humana moderna, la evolución de los monos. Claro que las precuelas, por principio, no deberían existir. ¿Qué derecho tienen de contarnos el origen? ¿Por qué acabar con el misterio de cómo se volvieron inteligentes los simios y llegaron a esclavizar a los humanos? El filme de Wyatt da esa respuestas y, olvidándonos de lo anteriormente escrito, es una gran película: la combinación perfecta de efectos especiales, calidad de guión, trepidante ritmo, gran pulso emotivo y un mensaje ecologista y pacifista. ¡Si hasta dan ganas de tener un amigo como César!
El comienzo de una gran epopeya El Planeta de los Simios de Franklin Schaffner es uno de los grandes clásicos de la ciencia ficción en lo que fue su etapa dorada allá entre fines de la década de 1960 y principios de la de 1970 con films como 2001: Odisea del Espacio de Stanley Kubrick, su respuesta rusa con Solaris de Andrey Tarkovski o la maravillosa THX 1138 de George Lucas. Generalmente el cine estadounidense cansa con la falta de ideas y las excesivas secuelas o remakes de films exitosos, aunque con El Planeta de los Simios: (R)Evolución, de Rupert Wyatt se puede decir que en puntos generales es una correcta precuela de la mítica película de 1968 basada en la novela de Pierre Boulle. ¡Cómo olvidar los revolucionarios efectos visuales o de maquillaje de aquella primera entrega!, pero sobre todo esa trama que tenía un final completamente impredecible en dónde el personaje de Charlton Heston se enteraba que no estaba en un planeta lejano, sino que siempre estuvo en La Tierra, y que solo había viajado hacia el futuro y los simios habían evolucionado de una manera sorprendente. Sí había una película que dejaba una incógnita acerca de su origen es El Planeta de los Simios, y en esta nueva obra de Wyatt se verán reflejados los principios acerca de cómo los monos pasaron a dominar el planeta. El Planeta de los Simios: (R)Evolución es una obra correcta en casi todos sus aspectos, en especial con el ritmo y la tensión con los que se narran los hechos de la historia, la cual resulta muy llevadera; y el film, que a parte posee impresionantes efectos especiales, termina siendo bastante entretenido. Quizás lo que se le pueda reprochar a esta nueva película es que no tiene esa mística de la ciencia ficción clásica como la obra inicial, o que también la trama este muy encasillada en lo que haga o no Cesar (el chimpancé protagonista), quitándole un tanto de importancia a James Franco y Freida Pinto, las estrellas de la película. Eso sí, lo que no deja ninguna duda es que resulta superior a la remake que realizó Tim Burton en 2001. A pesar de no ser un obra superlativa, hay que decir que El Planeta de los Simios: (R)Evolución de Wyatt es un film más que correcto que comienza a revelar una de las grandes incógnitas del género fantástico, que entre sus grandes fortalezas técnicas como con su efectivo desarrollo narrativo, lo transforman en una de las mejores películas de este año en lo que refiere al cine estadounidense comercial.
Esta cuestión de ausencia total de ideas nuevas en la gran maquinaria, léase industria cinematográfica hollywoodense, hizo que los “genios” encargados de los números, esto es lo estrictamente económico, pergeñen un nuevo “genero”, si es que se le puede llamara así, o concepción de relato, la ya a esta altura de los acontecimientos la muy conocida pre-cuela. Frente a esto, antes de entrar ya estamos (estoy) bastante mal predispuesto. ¿A ver que cosa nueva me van a decir que no me dijeron antes, en la original y todas sus secuelas? Pero así como la vida te da sorpresas, el cine a veces también. En este caso esta predicción se cumple desde la estructura del relato. La idea de la historia y sus mensajes no es del todo novedosa, tal el sistema de la meca del cine, desde sus guionista amaestrados, sus directores “técnicos”, sus productores precavidos, y el testeo infaltable con público del filme terminado, en las llamadas buenas producciones nada queda por deshilvanar. Todo esta dicho, hasta en forma redundante. Estoy hablando de aquello que intenta justificar el filme, el origen del planeta dominado por los primates, ¿Nosotros, los humanos, también somos primates? No me responda por favor, la verdad no ofende pero duele. Volvamos a empezar. Digo, o quiero decir, un mundo dominado por los simios. Las razones de este cambio en la dominación del planeta están propuestas y explicadas con un par de planos en la original, realizada allá por el año 1968. Pero para el Cesar lo que es del Cesar. El personaje principal termina siendo el mono y filme en cuestión se sostiene por merito propio, deja de tener importancia el hecho de haber nacido como una pre-cuela, esto es el origen del planeta de los simios, plantea otro principio. Esto se debe a que el comienzo nos instala en un devenir de acontecimientos medico-científicos que justificarían los experimentos que se realizan en la corporación con los monos, en busca de alguna cura para enfermedades comunes en los seres humanos. En las primeras escenas vemos al director del proyecto Will Rodman (James Franco) inyectándoles un medicamento en investigación, aunque eso, no le quepa dudas que trata muy bien a sus conejillos de indias, los simios, él, interés personal de por medio, busca la cura para el Mal de Alzheimer, que esta haciendo estragos en la humanidad de su padre Charles (John Lithgow). No todo sale como se espera. El proyecto se cae, como testimonio de todo esto, nace un chimpancé en cautiverio, Will se hará cargo del pequeño, se lo llevará a su casa, lo adoptará como mascota y le pondrá un nombre “Cesar”., quien rápidamente dará cuenta que no es un mono común y corriente. ¿Tendrá algo que ver la droga que le inyectaron a su madre durante el embarazo en cautiverio en el laboratorio? Todo el filme narra el progreso de nuestro compañero de evolución, el titulo del filme en Argentina, le agrega como un juego esta palabra “El Planeta de los Simios (R) Evolución”, ¿Lo harán como gancho publicitario? o ¿Nos consideran medio tontos? Lo que sea. El punto es que en el recorrido de la historia, los responsables se dan el lujo de constituir subtramas que no tienen demasiada importancia, como la historia de amor entre Will y la veterinaria protagonizada por la hindú Freida Pinto, que en realidad no aporta demasiado a las tramas principales. Es importante aclarar que la evolución de la inteligencia de Cesar, va en dirección de desarrollar una inteligencia humana, no que sea un mono más inteligente, sino casi un ser humano, mire. Lo destacable estaría dado por la tecnología utilizada en la impronta de los simios, es loable y minimalista la actuación de Andy Serkis (Cesar), quien le otorga mucho carisma y sentimiento a su personaje con una economía de recursos envidiable, a la misma altura y de la misma forma, con agregado de un naturalismo a ultranza, se encuentra el gran John Lithgow, en tanto James Franco aparece un tanto desperdiciado, a demostrado ser un buen actor en otra producciones, pero aquí se encuentra atado a un héroe sin demasiados matices. Los otros personajes están tan esquematizados en sus construcción, tan estereotipados, es tal el clishe al que son sometidos que los actores poco pueden hacer con el rol que les toco. El resultado es un film muy bien contado, una sorpresa desde la idea, un entretenimiento que si bien intenta instalar algo del orden de la moral o la ética científica, no profundiza demasiado en este hecho ni se presenta pretencioso al respecto. Queda instalada la necesidad de una continuación, ya que la historia finaliza y, al mismo tiempo queda inconclusa, con determinados elementos que así lo demuestran, y no es que yo lo crea así o sea una lectura, lo explicitan, la próxima no será en San Francisco, sino en Nueva York. Aguante King Kong.
Es necesario, imperante, casi una obligación moral según la consideración de este humilde cronista, aclararle al pueblo freak que las imágenes de alta adrenalina y jugosas dosis de acción que vende el trailer de Rise of the Planet of the Apes, forman parte de apenas una pequeña parte del total de fílmico con el que cuenta este trabajo de Rupert Wyatt, muy alejado de lo visto en las películas anteriores. Y es que aquí, en esta superproducción de perfecto CGI y que cuenta con la admirable y siempre invisible performance de Andy Serkis (Gollum, King Kong) lo que abundan son las explicaciones, ya que estamos ante un gran prólogo de lo que, es de esperar, será la próxima película de esta saga. Claro, todo esto partiendo de la base según la cual la gente de la Fox no es que tuviera en planes una simple precuela ("rise" significa raíz), sino que se trata de un verdadero y definitivo (ja) reboot de la saga. El film da inicio con el robo de chimpancés en la selva. Corte y paso a las imágenes de un gran laboratorio en el que se experimenta con los primates, en la búsqueda de un fármaco que logre curar enfermedades mentales, entre ellos el alzheimer. El trabajo exaustivo del científico Will Rodman (James Franco) le consume su cotidianeidad, al punto de llevarse el trabajo a casa y convivir con uno de los primates en cuestión, César (Andy Sarkis, bajo una tonelada virtual de CGI), hijo de una mona que murió en medio de un ataque de pánico simiesco. Por supuesto que sus genes vienen con el experimento incluído, lo que no tarda en hacerse explícito a través de un desarrollo cerebral anormal para su edad, al punto de alcanzar un nivel de inteligencia fantástico, casi preocupante. Lo que también se vuelve un tanto preocupante al pasar los 30 minutos de cinta, es la manera en la que Rupper Wyatt alarga las definiciones, o al menos el redondeo de los personajes, que se vuelve cansino, aletargado, como un gran folleto explicativo de la cuestión científica, casi como un film de divulgación sobre el estudio de los monos y sus consecuencias. La película, sin embargo, cumple su modesta intención de entretener en base a una idea ya conocida y lo suficientemente asentada en el imaginario, quizá por eso sobrevive el suspenso pese a la calma zen de la que hace gala el relato. Estamos más bien ante un trabajo encuadrado en el suspenso científico (recordemos Coma, de Michael Crichton) antes que a un film de aventuras, más allá de que sus últimos minutos hagan gala de una buena dosis de acción. Si el film funciona en los Estados Unidos (al momento de su estreno se ubicó con rapidez como lo más visto de la cartelera) seguramente tendremos dentro de un par de años una nueva secuela, quizá otra pieza del rompecabezas que comenzó a (re)armar Tim Burton hace ya una década, quizá una que reemplace a aquella. Por ahora, sigamos revisándonos los pelos cinéfilos.
La inteligencia es poder Cuando Hollywood ajusta las tuercas, puede enganchar al espectador con el mismo cuentito de siempre. La remake de El planeta de los simios realizada por Tim Burton había sido no sólo un gran fiasco, sino probablemente el peor filme del director. Sin potencia, sin personajes atractivos y, por ende, sin una alegoría socio-política actual y constructiva, lo único que le quedaba era una supuesta astucia en el intento de superar el impacto del final de la original, aunque en realidad terminaba siendo un manotazo de ahogado aún más irritante. Por eso no generaba demasiada expectativa el anuncio de una precuela (por más que intentara despegarse un poco de la franquicia que le servía de soporte), que encima venía con la dirección de un ignoto como Rupert Wyatt y el protagónico de un James Franco que, luego de su abúlica performance como presentador en los Oscars (¿exceso de tranquilizantes?), había perdido unos cuantos puntos. Más teniendo en cuenta que ejemplos similares, como X-Men: Primera Generación, X-Men orígenes: Wolverine, Hannibal: el origen del mal o Inframundo: la rebelión de los Lycans, no habían ofrecido nada demasiado provechoso. En cuanto a El planeta de los simios: (r) evolución, no se podía esperar mucho más que la típica historia donde la ambición del hombre en el campo científico viola y resquebraja el equilibrio de la naturaleza. Y algo de eso hay en el filme: ese relato tan conocido vuelve a presentarse, pero de forma renovada, como para volver a dejar en claro que Hollywood, cuando ajusta las tuercas, puede enganchar al espectador con el mismo cuentito de siempre. Esto se da gracias a un progresivo desarrollo de los personajes, que finalmente contribuye a que la película tenga una estructura donde todas las relaciones, temas y conflictos van de menor a mayor, atrayendo cada vez más atención, hasta un clímax tan potente como complejo. Esta cuestión se puede apreciar especialmente en el caso de César (gran actuación de Andy Serkis detrás de los efectos especiales), el simio que gracias a los experimentos científicos desarrolla una extraordinaria inteligencia. Su progresiva toma de conciencia del lugar de oprimido y marginado está narrada crudamente pero sin golpes bajos. Luego, cuando le toca estar entre los suyos, se va constituyendo en un magnífico líder, no sólo porque es capaz de imponerse al más fuerte de la manada, en base a su inteligencia y astucia, estableciendo las alianzas que le pide el contexto, sino porque además se da cuenta de que para vencer, debe compartir y expandir su inteligencia. Su razonamiento es tan simple como pertinente: un individuo, por más genio que sea, no cambia nada, pero si tiene gente detrás con capacidades similares, ahí la ecuación cambia. Una cadena de consideraciones que deberían tener unos cuantos líderes políticos en la Argentina. Wyatt como realizador no cede a los lugares comunes y aprieta el acelerador a fondo a medida que se acerca al final, redoblando la apuesta. Donde películas similares se desinflan, luego de plantear una premisa interesante, es donde la suya se hace fuerte. Los diálogos van desapareciendo, todo se reduce a la pura acción, pero como base para que cuando las palabras surjan, redoblen su significado. De ahí el impacto mayúsculo de la primera palabra de César. Su “¡No!” simboliza mucho más de lo que parece a simple vista: es un grito de rebeldía, de revelación de su identidad, de su posición en el mundo. El final abierto de su primer grito de libertad anuncia el nacimiento de otro universo, mientras comienza el final de un modo de vida. Fin y principio, vital y desolador a la vez. Si pensamos El planeta de los simios: (r) evolución en comparación con la cinta de Burton, el contraste es brutal. Su título en castellano sirve para pensar las diferencias. Aquí hay revolución, un cambio de rumbo donde se toma lo viejo para transformarlo en algo nuevo. Y evolución, porque se da un tremendo salto cualitativo.
Llegando los monos. Hay algo acerca de este tipo de films que suscita en mí, siempre, el mismo deseo. En la guerra entre humanos y animales, soy feliz cuando estos destruyen, aniquilan, masacran a aquellos. Quiero que el tiburón se coma al muchachito que fue a surfear, quiero que las pirañas se devoren a la rubia tetona que nada como una sirena, quiero que los dinosaurios se apoderen del Parque y acaben con toda aquella criatura no prehistórica. Inválidos, niños, ancianos, por ninguno siento piedad. Dicho esto, una nueva entrega de la franquicia El planeta de los simios, a diez años del fiasco de Tim Burton y a cuarenta y tres del film original, me era digna de atención. El uso de la técnica performance capture para mutar los actores en monos prometía ser aprovechado al máximo gracias a la presencia de Andy Serkis, un intérprete excepcional para la ocasión (ya había atravesado el mismo proceso técnico como King Kong y como Gollum, ambas veces dirigido por Peter Jackson). La historia, como en La conquista del planeta de los simios, cuarto capítulo de la saga, se desarrolla en nuestro planeta. Will (James Franco) es un joven científico de San Francisco en busca de una cura para el Alzheimer, enfermedad que afecta a su padre (John Lithgow). Su invento, un extraño retrovirus testeado en chimpancés, provoca en estos un extraordinario aumento de la inteligencia. Como resultado de una primera demostración fallida, Will termina adoptando a César (Serkis), un primate a cuya madre le fue inyectada la droga. Con el correr de los años la peculiar mascota se convierte en un ejemplar superdotado, que eventualmente terminará uniéndose a otros simios y provocando un tremendo caos en la ciudad. El planeta de los simios: ( R)evolución, del ignoto Rupert Wyatt, es un tour de force que no se detiene nunca. Los pequeños gestos y los detalles que componen el mundo íntimo de Cesar como criatura doméstica derivan en un torbellino vertiginoso y electrizante una vez que pasa a ser el líder de la revolución. En las alturas de las secoyas gigantes, de los rascacielos y del puente Golden Gate estos animales son imparables, y eso es lo único que importa. Ni el romance entre Will y la veterinaria, ni la enfermedad de su padre, ni el extraño virus desencadenado por el nuevo invento, nada de eso debe desviar nuestra atención cada vez que uno de los simios revolea una lanza, o una tapa de alcantarilla, o un helicóptero. Es en esos tremendos momentos de acción cuando el film deja en claro que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. A tal punto se sale Wyatt con la suya que el desenlace abre todo tipo de caminos para una o dos secuelas, aunque difícilmente sea lo mismo sin Serkis. El hilo fundamental del relato avanza por medio de sus expresiones faciales. Claro que rara vez los mandriles parecen reales, pero tampoco esto importa, especialmente en esa demostración final de poder primate. El cine, lugar de utopía si los hay, entrega, en este caso, una doble reivindicación: la de los oprimidos y la de los animales. Esto debería bastar para abandonar la sala de cine con una efímera sonrisa.
SIMIO, DEMASIADO SIMIO Es única. No compite con otras versiones de El Planeta de los Simios por una razón simple: sólo puede existir en este momento tecnológico. Su propuesta requiere la perfección del CGI como piedra angular. Sin tanta meticulosidad se caería a pedazos. Rise of The Planet of Apes es un tratado de pasiones humanas, tragedia isabelina interpretada por monos truchos. ¿Si notáramos torpeza técnica en el brillo de una mirada, en las rugosidades de un ceño fruncido, en la comisura de una sonrisa? Las peripecias del mono César darían risa. Pero no; este personaje tiene una complejidad abrumadora. Rick Jaffa y Amanda Silver, los guionistas, hicieron algo jugado: nuclearon la historia del ser humano en la tragedia del mono. Semejante aspiración podría derivar en algo retardado y solemne, pero tanto Rupert Wyatt como el director de FX le tienden su mano al guión, pidiéndole permiso. Respetan la narración clásica, la división de actos y la construcción de secundarios funcionales. La metáfora peligrosa del monhumano se magnifica y deslumbra por su correspondencia narrativa. En la parábola del mono César tenemos todo lo que haría potente a un mito: identidad desdoblada, hybris, anagnórisis (busquen en Wikipedia, primates), traición, ascenso, caída y redención. Humanismo a ultranza. Por eso es tan importante el trabajo de FXs. Pensemos que un ser hecho digitalmente carece de alma, no tiene ese soplo irrepetible de un actor en su fragmento de rodaje. Los personajes de la última Star Wars chorrean píxel; al maestro Yoda no le creo cuando baja las orejitas y se pone triste. Es como una mala actuación. O consideremos las pelotudeces que hace Zemeckis digitalizando a los actores. Está mal, muy mal, Zemeckis denigra el cuerpo del actor. Habría que digitalizarle a la familia, a ver si le gusta. El mono César es un nuevo hombre rasgando los velos del ser. Y esa premisa no se desconcentra. Por eso Rise of The Planet of Apes vive en armonía con la saga; es especial. Sabe hasta dónde contar y cuáles son sus coordenadas. Como si fuera poco, cuando uno ama el espíritu del mono César más que a Andrew Garfield, en la segunda mitad la película se toma algunas licencias, mutando a cuasi-parodia: los monos se hacen comunistas, desarrollan una moral antihomicida, se sacrifican por ideales y eligen el camino de la diplomacia. Quizá haya que bajarle un punto por las líneas que le dieron a la novia de James Franco, toscas y obvias, desintonizadas de la sutileza general, pero como estoy contento por el último videoclip que filmé para Bosques de Groenlandia, esta película se lleva un 10.
Acostumbrados y casi siempre decepcionados por tantas remakes y nuevos capítulos de películas comercialmente exitosas he aquí una sorpresa mayúscula para la que cabe una única sugerencia: verla. “El planeta de los simios: (R)evolución” es presentada por algunos como una precuela, calificación que se estima la desmerece, ya que se trata de un enfoque y estética completamente diferentes de las seis anteriores filmadas sobre el tema. Nacida en 1968 de la mano del director ya fallecido Franklin J. Schaffner (“Patton”), tuvo a inicios de la década del ’70 y en forma desenfrenada cuatro secuelas, a raíz de una por año. La quinta en 1973 pareció señalar que el tema de los “simios” se había agotado y hubo que esperar casi 30 años hasta que Tim Burton dirigiera una lamentable remake de la primera de la serie. Ahora, diez años después del fallido experimento del director de “El joven manos de tijera”, nos llega de la mano de Rupert Wyatt, un ignoto (pero talentoso) director inglés, una obra distinta y plena de aciertos. James Franco es Will Rodman, un científico que experimenta en una gran empresa bioquímica con simios en búsqueda de medicamentos, uno de los cuales parece tener poderes curativos del mal de Alzheimer, del que padece su padre (John Lithgow). El jefe de Will no está convencido de la eficacia de la nueva droga y decide suspender el experimento, pero no puede evitar que su segundo rescate y se lleve furtivamente a su casa a un pequeño chimpancé, que bautiza con el nombre de Cesar. La presencia de César no pasará desapercibida en el vecindario, la acción transcurre en San Francisco, y terminará con el mono en una especie de perrera (“monera” suena raro) donde le tocará convivir con otros simios. Un joven guardia, interpretado por Ton Felton (Draco en “Harry Potter”) maltrata a los animales mientras que su jefe (Brian Cox) poco hace para evitar que los rocíen con chorros de agua o los alimenten deficientemente. Los simios lograrán liberarse y armarán una infernal batahola contra las fuerzas del orden en pleno Golden Gate. Ni la policía montada ni inclusive los helicópteros lograrán poner inmediato freno a la rebelión. Entre las escenas maravillosamente montadas habrá una en que entre monos, gorilas y orangutanes frenen a los policías desplazando un ómnibus tumbado en el puente. Por la estructura de metal del mismo se verá ágilmente moverse a los primates y hacia el final, en una escena en el medio de un bosque de sequoias, se producirá el esperado reencuentro entre Cesar y Will. César es interpretado por Andy Serkis, un especialista a quien pude recordarse como Gollum en “El señor de los anillos”, mediante el uso de la técnica conocida como “motion capture” (captura de movimiento). El personaje femenino central tiene en Freida Pinto a un buen exponente, entre cuyos antecedentes se cuentan su debut en “Slumdog Milionaire” (“¿Quién quiere ser millonario?”) y posterior actuación en “Conocerás al hombre de tus sueños”. La perfecta combinación del gran espectáculo con un planteo moral sobre la legitimidad del uso y maltrato de animales en experimentos por parte de los humanos, hacen de “El planeta de los simios: (R)evolución” una obra sumamente recomendable.
Llegando los monos Basada en la novela del francés Pierre Boulle, en 1968 se conoció una magnífica peli llamada "El Planeta de los Simios", este clásico aún insuperable tiene uno de los mejores y más notables finales, y se ubica en el Olimpo cinéfilo, luego por el éxito se transformó en una saga: "Bajo el Planeta..." (1970), "Escape del planeta..." (1971), "Conquista del Planeta..." (1972) -la más violenta y después de la primera, la más relevante- y "La batalla del planeta..." (1973), más dos series de TV: una de 1974 y otra animada titulada "Return to the Planet..." en 1975/76, y hace exactos 10 años Tim Burton hizo una relectura aceptable de la saga. Ahora para volver a esta historia, sin dudas había que oxigenar la idea básica de la novela original y versionarla con una flamante precuela que sostuviera el atractivo de mostrar o imaginar como habia empezado todo. El director inglés Rupert Wyatt se descuelga con una propuesta por demás de original, la cual curiosamente pone a la altura de la primera, o sea desde el vamos califica alto con la renovada mirada a esta monada en grupo que comanda un "chimp" de nombre shakespereano: César, y qué como aquél emperador romano será todo un líder ante su organizado piquete de gorilas fuertes y orangutanes inteligentes. También en roles actorales están James Franco como el investigador científico, la belleza "made-in-India" de Freida Pinto y la participacion de un actor de lujo: John Lithgow en el padre del primero que criará, domesticará y será ayudado en su cura del Mal de Alzheimer que padece por el evolutivo simio protagonista. Con escenas realmente sorprendentes y bien hechas, el filme logra cautivar y desespereza al espectador de tanta chantada con falso rótulo "Ciencia ficción" vista últimamente, unos aproximados 40 minutos finales que no cesan de brindar vertiginosa atracción, y consagra a esta peli como uno de los platos fuertes del año. Que se venga la segundaaaa...Rupert!
Dentro de las diversas clases de evoluciones auscultadas por la película, quisiera detenerme en una, la que involucra directamente al arte narrativo: la evolución dramática. Porque hay un camino que conduce a ese No trascendental, ese manifiesto político que nos deja atónitos, con la ovación en la sangre, con toda nuestra fe abalanzada sobre la inminente revolución. Antes de llegar ahí, el guión no dudó en dedicarle todo el tiempo necesario a la progresión de un alma, la construcción de una conciencia, el cincelado de un cáracter. Como espectadores, somos testigos privilegiados de la crianza de César en un ámbito humano, acompañándolo en su relato de (confundida) iniciación. Pero a la vez somos los únicos que registramos la dimensión de su soledad, su anhelo de ser igual a todos y su obligación de recluirse por ser diferente. Hay muchas escenas extraordinarias en el film, pero si tuviera que quedarme con una, elegiría aquel momento en el que el pequeño César mira a través de la ventana del altillo y observa cómo juegan los chicos en la calle. Esto lo hace más de una vez, en una serie de escenas que desarrollan su vínculo con el afuera, situaciones cotidianas, sencillas en apariencia aunque magistralmente articuladas en función de la mirada. César, en esos instantes, es una figura vicaria del espectador, un observador fascinado por la imagen. La imagen de otra cosa, maravillosa e inaccesible, porque está ahí, tan lejos y tan cerca, pero siempre del otro lado del velo. La imagen le permite a César comparar, barajar dialécticamente instinto y razón, deseo y resignación: libertad, identidad, hogar. Quiere salir del encierro, pero cuando lo intenta, los otros le demuestran con violencia que él no tiene derecho. No pertenece. No es. Tiene un hogar que le ofrece amor pero, al crecer, César ya no entiende qué rol cumple en ese espacio. “¿Qué soy? ¿Una mascota?”. Cuando conozca la verdadera cárcel, César extrañará su casa y, a modo de protesta, dibujará la ventana de su habitación en la pared de su celda, dibujo que se convertirá en símbolo. Sin embargo, y aunque parezca una contradicción, César prefiere no volver a esa casa, porque descubrió otro hogar que lo hace sentir más entero: su comunidad. Entonces, ¿por qué elegir esa ventana como símbolo de lucha? Porque no queda otra que romper el vidrio para salir a la calle y actuar. Porque se trata de no aceptar el recorte que ese marco nos impone: la imagen debe ser aquello que decidimos cambiar. La nueva familia de César sólo quiere ser feliz. No tiene otra intención que respirar pacíficamente en su hábitat, siempre y cuando los humanos respeten su lugar y no pretendan cruzar el límite. Y en esta historia el límite es un puente. ¿Pero acaso el puente no representa la unión? A veces sí, y a veces es excusa para la invasión. Así que habrá que estar atentos. Pensar -y esto César ya lo sabe- es vivir en la contradicción.
EL VALOR DE LA INTELIGENCIA Precuela de la popular película titulada "El Planeta de los Simios" de 1968 que, si bien es un relato que ya fue explorado en el pasado de manera no muy satisfactoria, en la cinta "Conquest of the Planet of the Apes" de 1972, logra crear una narración muy interesante, muy bien actuada y con los golpes necesarios de emoción y acción como para brindarle al público una propuesta de calidad y con una dirección que le aporta una bocanada de aire fresco a la saga. Will es un científico que está tratando de encontrar la cura para el Mal de Alzehimer para poder ayudar a su padre a salir de dicha enfermedad. Para ello, utiliza a simios como sujetos de prueba de sus experimentos. Luego de comprovar que una de sus investigaciones tiene resultado y de un misterioso ataque de uno de los monos, él se va a llevar a su casa a una de las crías que logró salvar del sacrificio. El medicamento comienza rápidamente a cobrar efecto y la inteligencia del primate va a ir incrementándose gradualmente. El simio poco a poco se va a ir dando cuenta de qué y quienes son los que lo rodean y va a utilizar sus nuevos dotes para demostrarle a los hombres que ellos son mucho más que animales de pruebas. La propuesta es simple, pero efectiva: contar cómo sucedió la revolución de los simios y cómo el hombre pasó a ser dominado por el animal. La característica que hace de esta propuesta una cinta sorpresiva es la forma en la que se decidió llevar adelante el relato. Aquí se prioriza el realismo, pese a que obviamente hay ciencia ficción, pero la misma está planteada de tal manera que se sientan creíbles los avances de la medicina y los hechos posteriores al descubrimiento de la cura. Es por eso que, acompañado de un libreto intenso, directo en sus intenciones y bien escrito (hay que resaltar también que hay varias incoherencias en la historia, como por ejemplo la inhabilidad del hombre para frenar una revolución en una gran ciudad y la inevitable conclusión de que en San Franciso hay más simios que agentes de seguridad), este es un film que logra salirse de los estereotipos de la saga y transmitir un entretenimiento de calidad. El trabajo realizado con los simios, en lo que respecta a la elaboración de la recreación física de cada uno de ellos, especialmente de César, el protagonista, es increíble, en especial porque se cuenta la historia desde su nacimiento, permitiendo que se exploren los sentimientos con el hombre durante los cinco años de vida aquí desarrollados. Es por eso que, al igual que se plantea un romance secundario entre dos personas, la relación entre el animal y el hombre tiene su merecido desarrollo y crea un sentido que enriquece y dota de diferentes matices a la narración. El gran mérito al lograr esto es por parte de Andy Serkis, quien no solo aporta una de sus mejores interpretaciones junto con el inolvidable Gollum de "El Señor de los Anillos", sino que crea un personaje que posee una humanidad impresionante y muy expresiva. Soberbio trabajo del actor. A su vez, los efectos especiales son muy reales y están planteados de tal manera que, pese a que son protagonistas de varias escenas, acompañen muy bien el relato. Las actuaciones, dejando de lado la interpretación de Serkis, también son un agente muy importante para que el realismo y la fuerza de la historia se sienta. James Franco está correcto en su personaje, principalmente al desarrollar la relación de su personaje con César; Freida Pinto no tiene mucho protagonismo y está en un rol que aparece poco y le aporta belleza a sus escenas; mientras que John Lithgow (el padre) logra destacarse en cada uno de sus momentos, y Tom Felton está correcto. Con una banda de sonido intensa y muy fiel a lo que va sucediendo; con una dirección astuta y prolija (se utilizan muchos travellings para mostrar los movimientos de los simios, muy fluidos y bellos visualmente); con escenas de acción movilizantes (puente); un dramatismo muy bueno (primera palabra de César) y un trabajo impecable por parte de Andy Serkis, "Rise of the Planet of the Apes" es una película emocionante, que da un giro interesante a la saga y que está muy bien fotografiada y realizada. Tiene varias incoherencias en su historia si se la analiza detalladamente, pero es una de las sorpresas del 2011. No se la pierdan. UNA ESCENA A DESTACAR: puente.
SALVE, CESAR La sala está llena. En pantalla vemos a Tom “Ex Draco Malfoy” Felton intentando darle una lección a un simio que lo esquiva una y otra vez. Trata de pegarle pero el primate le sujeta el brazo. Enfurecido, Felton parafrasea una de las citas más memorables del clásico EL PLANETA DE LOS SIMIOS (1968). Al igual que Charlton Heston, Felton grita: “Take your stinking paws off me you damn dirty ape!”. “¡Quítame tus apestosas patas de encima, maldito simio inmundo!”, o algo así. Cesar, el chimpancé genéticamente modificado que lidera una rebelión de primates, se para erguido y, con una expresión de odio, suelta su primera palabra: “¡NO!”. Esta retumba en toda la sala. Silencio puro. Nadie dice nada, ni siquiera Tom Felton o los otros personajes en escena. Todos están igual de sorprendidos, pero ninguno rechaza la escena. De hecho, les fascina. Tal vez hayan sido solo los espectadores que vieron la película conmigo, pero ¿cómo es posible que a nadie le haya parecido ridículo ese momento? Después de todo, es un chimpancé que habla. Seguramente, en alguna que otra sala, algún boludo debe haber dicho algo. Un “¡Malísimo!” o un “¡Andaaaa!”, posiblemente. Pero durante la función a la que yo asistí de EL PLANETA DE LOS SIMIOS: (R)EVOLUCIÓN (2011), no se escucharon ni los pochoclos. Solo un silencio total y el “¡NO!” de Cesar retumbando en toda la sala. A continuación intentaré explicar el porqué de ese silencio. Una parte (pequeña) del público sabe muy bien lo que es El Planeta de los Simios. Por lo tanto, ver a uno hablar no es algo que le sorprenda. Pero ¿y el resto? Para dejarlos callados, el director Rupert Wyatt, los guionistas Rick Jaffa y Amanda Silver, y la compañía de efectos Weta Digital (la misma de AVATAR, KING KONG y EL SEÑOR DE LOS ANILLOS) tuvieron que ponerse de acuerdo y filmar la película con una sola idea en mente: Había que tomársela en serio. Sí, EL PLANETA DE LOS SIMIOS: (R)EVOLUCIÓN es una más de la franquicia, está llena de referencias a algunos de los films previos y guiños para los entendidos, primates montando caballos y armados con lanzas, pero es muy distinta. Esto es porque todos esos detalles encajan a la perfección en el relato que se va estructurando sólida, lógica e inteligentemente desde el comienzo. Su guión se las arregla para nunca encajar completamente en la aventura o la ciencia ficción - antes géneros predominantes de la saga -, e ir más hacia el lado del drama realista, el suspenso o la acción. Y si a esto le sumamos los increíbles efectos digitales (Dato nerd para levantarse minitas: No se usaron simios reales ¡Están todos hechos por animación computarizada!), tenemos una película que impacta, emociona y asusta porque nos hace creer que todo lo que pasa en ella podría hacerse realidad. Los simios se ven reales, la historia se siente real. Además de su seriedad y su libreto bien pensado, otra cosa que ayudó a los realizadores de EL PLANETA DE LOS SIMIOS: (R)EVOLUCIÓN fue el cambio radical del protagonista. Si bien ya se probó en ESCAPE DEL PLANETA DE LOS SIMIOS (1971), LA CONQUISTA DEL PLANETA DE LOS SIMIOS (1972) y BATALLA POR EL PLANETA DE LOS SIMIOS (1973), es en esta cinta en que estamos del lado de primates más que nunca ¡Lloramos cuando muere un gorila y celebramos cuando matan a un humano! La escena inicial en que algunos chimpancés son atrapados por cazadores humanos es muy similar al primer momento en que George Taylor (Heston) y sus compañeros astronautas son cazados por los simios. Como verán, algo ha cambiado y es esta transposición la que hace que estemos del lado Cesar. Mientras mejor le vaya a él, mejor nos va a nosotros. Así que no importa si habla o monta a caballo, la simpatía que sentimos por el personaje y la brillante y sobresaliente interpretación de Andy Serkins por medio de la técnica de captura de movimiento, borran todo rastro de rechazo. Pero hay un problema. Al llevarse los simios toda la atención, los personajes humanos son dejados de lado la mayor parte del metraje al punto de no terminar de construirlos. Como resultado tenemos papeles secundarios sin matices y buenos actores desperdiciados y opacados por animales. Esto se siente raro, pero logra sostenerse con ayuda de la relación de Cesar y su familia, interpretados por James Franco y John Lithgow - ambos muy bien actoralmente -, que terminan de aportar esa cuota importante de humanidad y buen corazón que muestra muchas veces el film. Con un buen ritmo y una narración interesante que te mantiene sin parpadear o decir una palabra, Rupert Wyatt logró revivir satisfactoriamente la franquicia que se creía perdida y, aunque su final no es un “The End” sino un “To Be Continued…”, nos deja con muchas ganas de ver (saber no, porque ya sabemos que viene ahora) cómo continuará esta historia. La película termina y la sala empieza a vaciarse. Ya no hacemos silencio. Todos disfrutamos ver al ejército de simios tomar el control del puente y las calles de San Francisco en una secuencia perturbadoramente asombrosa. Todos estamos contentos después de ver a Cesar trepar los arboles libre y triunfante, y de saber que les depara a esos malditos humanos. Y a diferencia de la pretenciosa remake de Tim Burton, EL PLANETA DE LOS SIMIOS: (R)EVOLUCIÓN no teme alejarse de sus raíces y, cuando lo hace, no le falta el respeto a sus predecesoras. Es un nuevo comienzo que supo encontrar el factor que le permitió dejar de ser un film sobre monos que hablan para convertirse en algo más. No es una obra revolucionaria, pero sí una muy buena película y la mejor entrega desde la primera. Atrapante, espectacular, disfrutable, épica, emotiva, siempre entretenida y original, EL PLANETA DE LOS SIMIOS: (R)EVOLUCIÓN no es solo efectos especiales, sino una gran historia. Es la sorpresa del año en la que los simios hablan y nosotros los escuchamos en silencio.
Ave Caesar Rise of the Planet of the Apes o El Planeta de los Simios (R)Evolución (una traducción que generó discusiones ya que "origen" no es lo mismo que "evolución") es la nueva y fresca versión de la novela del escritor Pierre Boulle, autor también de El Puente sobre el Río Kwai, otra historia convertida en una famosísima película. La 1ra entrega de 1968 que protagonizaba Charlton Heston se convirtió en una obra de culto, mientras que la remake de Tim Burton en 2001 fue muy criticada y no obtuvo buenas reseñas. Con un panorama así, no resultaba fácil esta nueva tarea de traer una precuela que al menos reviva la franquicia, pero para sorpresa de muchos, "Rise of the Planet of the Apes" superó ampliamente las expectativas de sus seguidores y además tuvo en cuenta a un segmento de público distinto del fanático de la Ciencia Ficción, que es el que gusta de buenas historias con toques dramáticos, más allá de la aplicación de la fantasía o no en la trama (un ejemplo de esto es Avatar). El planteo es muy atractivo y toca una cuestión dura como lo es el tener familiares con Alzheimer, una enfermedad tan siniestra que lleva al personaje principal Will Rodman a desarrollar una cura, sin fijarse mucho en la consecuencia de sus actos para lograrlo. A su vez, esto desata el 2do nudo de la trama que tiene que ver con la rebelión de estos seres que nunca fueron tratados con mucho respeto, que fueron cazados y utilizados como "conejillos de india" para experimentos de todo tipo. A raíz de un accidente en el laboratorio donde trabaja Will, se ve obligado a llevarse un pequeño chimpancé a su casa que de a poco irá enamorando a su padre, a él mismo y a toda la audiencia que está en el cine (es imposible no encariñarse con Caesar), pero como muchos otros animales, los chimpancés no son perritos falderos y su convivencia entre los humanos desatará una serie de inconvenientes que se van a ir muy de las manos. Dirige en esta ocasión Rupert Wyatt, responsable de cintas anteriores como "El Escapista" y "Subterrain", 2 películas no muy conocidas pero que ya mostraban la buena calidad de su trabajo. Por otro lado, la labor de Andy Serkis como el simio Caesar es increíble. Para los que no conocen mucho la cuestión, es el actor que hizo de Gollum en la trilogía de El Señor de los Anillos y de King Kong, utilizando el sistema CGI de efectos especiales basados en los movimientos del actor. Una cuestión que sorprende es la mirada de Caesar, que trasmite todas las sensaciones, aun más que algunos actores de carne y hueso. Protagonizan el film, el cada vez más valorado James Franco (127 Horas, Milk), Freida Pinto (¿Quieres ser Millonario?, Conocerás al Hombre de tus Sueños), John Lithgow (Third Rock from the Sun, Dreamgirls) y Tom Felton (Draco Malfoy en Harry Potter), conformando un team de lujo que entretiene, pero sobre todo, es creíble y establece una genuina empatía entre el público y sus personajes. Personalmente creo que es una de las mejores películas del año, con buena acción, drama creíble, suspenso y una trama muy bien construida que emociona y mantiene en vilo a la audiencia. Me quedé totalmente enganchado con el mono Caesar y espero realmente con ansias la continuación de la franquicia sobre esta senda, que creo es la mejor desde la original. Me fui del cine con sensación de emoción y ganas de colgarme de cuánto árbol encontraba en el camino a casa, ¿qué más se puede pedir?.
El nacimiento de un líder Cuando Peter Jackson hizo “El Señor de los Anillos”, no sólo fue novedoso por animarse a rodar una trilogía de una sola vez: también logró imponer a su Nueva Zelanda natal como un país ideal para que la gran industria vaya a filmar a bajo costo con todos los climas y paisajes (algo que alguna vez soñó la Argentina) sino que también puso en lo más alto a su compañía Weta Digital, que desarrolló para la saga numerosos avances tecnológicos. Quizás el más importante sea el método de reconocimiento corporal y facial que permite reconstruir los movimientos y gestos de un actor real en un personaje generado digitalmente. Andy Serkis pudo poner de ese modo su sapiencia en la composición de Gollum, tarea que repetiría en la “King Kong” de Jackson. Esa misma tecnología fue la que fascinó a millones en la “Avatar” de James Cameron, y es la base tecnológica para la realización de “El planeta de los simios: (R)Evolución”, que seguramente perdería gran parte de su atractivo si no estuviera esa lograda combinación de aspecto simiesco y gestualidad humana. Alzamiento Will Rodman es un científico trabajando para la empresa farmacéutica Gen Sys, en busca de una cura para el Alzheimer. No es la gloria o el dinero lo que lo impulsan, sino curar el mal que aqueja a su padre. Cuando parece que va a poder llevar su investigación a la fase de prueba con humanos, la chimpancé estrella del experimento parece enloquecer. Cuando eso lleva a abortar el trabajo, descubren que en realidad estaba protegiendo a una cría recién nacida, que Will se lleva a su casa para descubrir que ha heredado los efectos del ALZ-112, el complejo genético (montado sobre un virus) que estimula la regeneración neuronal. Así, comienza a educar a César (tal el nombre del monito) que evoluciona día a día en sus capacidades humanas. Pero un día, al tratar de defender al padre de Will de un vecino agresivo, César es capturado y llevado a un “santuario”, en la práctica una cárcel para simios. Allí terminará de conocer la injusticia de los humanos, comenzará a desarrollar una conciencia política de solidaridad entre los primates, y urdirá un plan para acercar a sus compañeros a su nivel de evolución y aliarse con su congéneres también modificados en Gen Sys. Allí comenzará una batalla por la libertad a cualquier precio: las otrora mascotas y cobayas ya no permitirán que los enjaulen de nuevo. La mirada Rupert Wyatt, venido del cine independiente, entendió perfectamente lo que se escondía detrás del guión escrito por el matrimonio compuesto por Rick Jaffa y Amanda Silver, responsables de historias como “La mano que mece la cuna”, “Ojo por ojo” o “The Relic”: la liberación de los oprimidos, de los que luchan por encontrar un lugar en el mundo en el que puedan evolucionar en paz. Entre los tres lograron gestar un relato dinámico (dura sólo 105 minutos), pletórico de acción, pero sin fallos narrativos, e introduciendo explicaciones verosímiles para lo que vendrá. La cuidada puesta visual se luce dándoles vida al “ejército” de primates, especialmente en las escenas colectivas y de batalla. Y como decíamos antes, en mostrar esos simios de gesto feroz y mirada inequívocamente humana, una combinación que asombra y aterroriza. El cuerpo Desde el punto de vista actoral, James Franco demuestra que es mucho más que un rostro bonito, componiendo al científico que decide repensar su investigación, en parte siguiendo las recomendaciones de su esposa Caroline Aranha (la solvente, y también bonita, Freida Pinto). El siempre entrañable John Lithgow compone a un muy humano Charles Rodman, con todas las idas y vueltas de su enfermedad. Tom Felton, como el cuidador del santuario, logra superarse a sí mismo, componiendo un personaje más detestable que su Draco Malfoy en “Harry Potter”.Y por supuesto, Serkis se luce componiendo a César, con el desafío que implica aprender la gestualidad de otra especie homínida y “reaprender” junto a su personaje el camino de la evolución. El final deja abierta la puerta para futuras continuaciones, que llenen el espacio entre esta cinta y “El planeta de los simios” original, aquella con Charlton Heston basada en la novela de Pierre Boulle. Justamente, conocer el desenlace de la historia no quita emoción (y terror) a la saga, sino que la potencia.
SENSATEZ Y SENTIMIENTOS La crítica de cine tiene que cargar con la mochila de no ser condescendiente con prácticamente nadie, y mucho menos con el público. De ese vicio -pues a qué podría calificarse de ese modo sino a aquello que restringe libertades dentro del campo abierto por el mismo accionar que se ve ahora coartado- surgió la exagarada valuación del llamado "cine arte", en general aburrido y la mayoría de las veces pésimo. En un momento se combatió a Hollywood con Godard, hoy sólo se lucha contra Godard. De ese confuso gérmen de rebeldía ha nacido la decisión -personal- de tratar con suma dureza a los cineastas que por buscar ser distintos, empequeñecen lo que sólo puede ser majestuoso, y enaltecer al dinero bien invertido, hasta extralimitarse con halagos y puntuaciones elevadas, pues al menos demostraría que el dinero capitalista bien invertido y el marketing caníbal pueden hacer la diferencia, evitando el suicidio de varios desesperanzados utopistas. En esta tónica, vamos a separar lo argumental, desgajarlo ilícitamente de la totalidad del film en una arrebato de absurda analítica, y enfatizar el fantástico empleo de las inseparables hermanitas fotografía y montaje. Por el vibrante ritmo de un film que puede analogarse en tempo a The Dark Knight, la "precuela" de las tantas versiones de El planeta de los simios adquiere el vértigo suficiente como para subsanar sus facciones políticas algo superficiales (lo que en films directamente políticos como El estudiante no debe perdonarse). La contraparte técnica -como ha destacado el colega Harguindey- es que el uso excesivo de computadoras en la creación de los monos, va ciertamente en detrimento del ansiado maquillaje que todo cinéfilo espera como pilar esencial de este tipo de creaciones. Ahora sí, the plot. Virtuoso en un doble sentido. Primero, por una coherencia que complace en su ridiculez y, segundo, por albergar metáforas polisémicas y borrosas (abarcando derechos de los animales, la contaminación, el capitalismo, la democracia , etc.), y, al no ser claras, no dan indicios de interpretaciones lineales únicas. De hecho, si nos atuviéramos a algunas de ellas pensaríamos cosas como "si el escape de los monos es el éxodo judío, entones el desastre que viene luego... (y no digo más, si no plot spoiler)", y desde ya cerrarían esta página y el pobre Rupert Wyatt tendría la misma suerte que Mel Gibson, vivir en el catolicismo con millones de dólares en una incesante producción de films históricos mediocres. Rise of the planet of Apes (dirigida por Rupert Wyatt) construye su trama alrededor del intento del joven científico Will Rodman (James Franco) de alcanzar la cura del Alzheimer, enfermedad padecida por su padre (John Lithgow), para el cual la empresa Gen Sys dispone de simios en quienes realizar todo tipo de pruebas -que podrían haber sido más crueles y haber mejorado la obra, pero Hollywood sí es condescendiente. El resultado ambiguo de los experimentos insta a la empresa a cesar con dichos experimentos, mas Will prosigue las investigaciones con su progenitor y un nuevo miembro de la familia, César, quien a pesar de ser un simio, rápidamente adquiere habilidades asombrosas. Y si todo parece estar más o menos bien es porque el quiebre esperado vendrá y, queridos amigos, vendrá de la mano de la estupidez humana. Esta descripción sumaria del argumento bastaría para mantener buenas líneas de balacera contra la obra, y, no obstante, puede también optarse por entronar el cuidado del guión y la dirección de un film que tiene como mejor aliada a la paciencia. El frenetismo no puede derivarse sino de esta virtud y de otra más crucial aun: la multiplicidad de géneros albergados en suave río de escenas, sin tajantes y molestas marcas para llevar la atención a otro lugar que el relato mismo. El terror y la ciencia ficción conviven en un thriller de masas sin cinefilia. Steven Spielberg se está poniendo viejo, Hollywood debe renacer con sus millonadas e invertirlas en estas poderosas armas de placer e ideología. Ya sabremos combatir a lo uno y a la otra.
La soberbia de nuestra especie El cine puede ser un espejo incómodo, incluso en el mismísimo Hollywood, que de tanto en tanto nos devuelve algún reflejo problemático, algún retrato que los espectadores nos resistimos a mirar. No hace falta que sea enfático, pues los hallazgos suelen encontrarse en los detalles: la nueva entrega de El Planeta de los Simios puede pasar por un divertimento liviano, satisfactoriamente inofensivo, aunque el ojo mínimamente atento podrá detectar otros pliegues más interesantes, algunos giros destinados a desestabilizar nuestra tranquila existencia urbana, desligada de nuestro origen natural y de las consecuencias que tiene nuestro modo de vida. Como tantas otras producciones del mainstream norteamericano, la séptima película de la serie retrocede a los tiempos anteriores a la primera entrega: aquella épica protagonizada por Charlton Heston en su plenitud (1968), que diera lugar a otras tantas continuaciones (Escape del planeta…, 1971, Conquista del planeta…, 1972, y La batalla del planeta…, 1973), de las que la nueva película directamente se desentiende. Situado en la era contemporánea, el filme comenzará con la salvaje captura de un grupo de primates en una jungla africana, una de las cuáles terminará en un laboratorio de última generación, donde un científico de nombre Will Rodman (el siempre eficiente James Franco) la utilizará para experimentar con una sustancia genética destinada a regenerar las células del cerebro. El objetivo es buscar una cura para el Alzheimer, terrible enfermedad que aqueja al padre de Rodman, aunque sus consecuencias podrían ser imprevisibles. Ya desde el inicio, El planeta de los simios: (R)Evolución planteará así un conflicto eminentemente moderno, de resonancias políticas y filosóficas, sobre los límites que deben enmarcar a la ciencia. Que por supuesto el desarrollo no hará más que profundizar, sobre todo a partir de la aparición del CEO de la empresa para la que trabaja Rodman, que ve en sus investigaciones una fuente inagotable de ganancias. Algo saldrá mal, y como consecuencia no sólo terminará asesinada la mona en cuestión, apodada “Ojos brillantes”, sino que también se cerrará la investigación de Rodman, quien solamente logrará salvar al pequeño hijo de su primate, que se lo llevará a vivir su casa junto a su padre, y al que apodarán “César”. El filme se dedicará a abordar entonces la evolución en un ambiente amoroso de este chimpancé que pronto demostrará tener una inteligencia superlativa, potenciada por la droga que recibió en el vientre materno, y que a los pocos años conseguirá tener un razonamiento propio, que le permitirá comunicarse a través de lenguajes de señas con Will y su familia. No tardará en descubrir, también, la contradicción entre su naturaleza y la sociedad humana, que lo obligará a estar recluido en la casa de Will; aunque más tarde un incidente lo obligará a recluirse en un centro de primates, especie de cárcel donde no sólo conocerá la distancia que lo separa con los pares de su misma especie, sino también la dimensión de la brutalidad humana, y donde eventualmente empezará a planear una sublevación de los suyos. Formalmente elegante, y políticamente inteligente, la película de Rupert Wyatt tiene la virtud de esquivar todo planteamiento manierista (a excepción quizás del retrato de los representantes corporativos) y apostar por un desarrollo minucioso de la psicología de su protagonista. Y es que el tan endiosado mecanismo de identificación que el cine supuestamente debe proponer al espectador se relaciona aquí con César, una de las tantas víctimas inocentes de una sociedad que somete por la fuerza y la tecnología. Una escena central cerrará el desarrollo dramático de su personalidad con la adopción de la palabra: su primera alocución será el adverbio “No”, y dará inicio simbólico a la revolución. Un alzamiento que, coherentemente con el planteamiento estético de todo el filme (que evita la grandilocuencia y apuesta a la narración a través de los detalles), no abusará de los grandes efectos especiales, sino que los pondrá al servicio de la trama: el enfrentamiento final en el puente de San Francisco constituye una pequeña lección de narración para los tanques hollywoodenses, así como los grandes y, a su modo, bellos planos secuencias que lo precedieron. La ira de los primates no buscará la destrucción ni el sometimiento de nuestra especie, y aquí hay otro apunte lúcido para la humanidad contemporánea, cuya soberbia no parece tener límites.
En “El Planeta de los Simios: (R)Evolución” se retoma el tema de los humanos jugando a ser dioses y su creación que se revela ante ellos por el poder. Ante esta premisa gira toda la película que realmente es atrapante y emocionante al mismo tiempo. En dónde uno pasa por diferentes estados de ánimo hasta el punto de llegar a dudar de que lado se está, si el de los humanos o el de los simios. La película cuenta la historia de César, un simio hijo de una espécimen que se utilizó en los laboratorios Gen-Sys para desarrollar una nueva droga a la que llaman “la cura del Alzheimer”. Cuando su madre es asesinada por descontrolarse en una presentación, Will, Interpretado por James Franco, rescata a César y lo lleva a su casa dónde pronto descubre su adelantada inteligencia y el desarrollo permanente de su nivel cognitivo, producto de haber heredado lo dones que la droga le dio a su madre. Cuando pasan los años César comienza a presentar dudas de si mismo. No entiende por qué es diferente a los demás y comienza a cuestionar su pasado. Al enterarse de la verdad su humor se pone sensible y luego de atacar a un humano, producto de su ira, es destinado a permanecer encerrado en un hábitat controlado donde se encuentra con sus compañeros simios. Victima de múltiples maltratos, de a poco comienza a comprender todo y determina que los humanos hacen eso porque pueden. Es entonces que incentiva a los otros chimpancés a unirse a él para tomar el control del lugar, motín que termina derivando en la invasión a la ciudad. La actuación de César es la mejor que se puede ver. Obviamente el que está detrás de todo es Andy Serkis, pero el realismo de la animación es tal que uno a veces se olvida de que ve un CGI. El rol humano pasa a ser secundario y pese a que las actuaciones de James Franco y John Lightgow están a la altura, no pueden superar a lo logrado por su amigo primate. Visualmente es muy buena y el nivel se mantiene en todo momento, por la historia del personaje César en si y por las escenas de acción en que vemos el ataque de los simios. Definitivamente es una buena opción si son de esas personas que disfrutan este tipo de peliculas de ciencia ficción. A tener en cuenta: No levantarse apenas arrancan los títulos porque hay una escena adicional que podría ser una premisa para una posible secuela.
Yo también era de los escépticos con respecto a esta precuela del “Planeta de los simios”, sin embargo, Rupert Wyatt probó que estaba a la altura de la ardua tarea de recuperar una saga que estaba prácticamente perdida (o así parecía después de la última versión de Tim Burton). “El planeta de los simios (R)evolución” es una muy buena película de ciencia ficción, y por ahora se mete entre mis preferidas de este año. El director Wyatt, nos pone en el medio de la revuelta iniciada por Caesar con una cámara que se pega a los monos, y fluye junto con los movimientos y acrobacias de los simios, poniéndonos a nosotros (espectadores) como uno mas. Wyatt nos hace parte de la (R) evolución, mostrándonos la película, prácticamente desde el punto de vista de los simios, y el director no se equivoca. Viendo la película, uno termina queriendo que los simios se levanten, dejen de ser mascotas, conejillos de indias, y atracciones baratas, para pasar a ser la raza dominante. La peli tiene un ritmo muy parejo, nunca decae, de hecho dura casi dos horas, y ni se sienten. No sobra ni falta nada, y desde el punto de vista argumental esta muy bien ensamblada con la saga original. Para los fanas de las primeras, hay muchos guiños que sabrán distinguir. En la parte de las actuaciones, si definitivamente James Franco tiene algún tipo de parálisis facial. No logra demostrar demasiado sus sentimientos, y muchas escenas podrían haber sido mucho mejores con un actor un poco más suelto y carismático. Raro, por que yo pensé que Danny Boyle en 127 horas, había logrado que Franco evolucione, ya que no es malo su trabajo ahí. Pero no es todo malo desde lo actoral, Andy Serkis se va convirtiendo en una leyenda de la actuación con captura de movimiento, y vuelve a estar excelente. También me gustó John Lithgow, actor al que hacia mucho no veía y siempre me gustó, y Tom Felton, que hace un buen trabajo haciéndonos enojar. No hay mucho mas para hablar en este aspecto por que lo demás son simios, que son los protagonistas. Los efectos, en mi opinión son impecables, si puede ser que Caesar de bebe se vea muy computarizado, pero los demás simios son geniales, en especial Maurice y Buck el gorila. Para terminar, “el planeta de los simios (R)evolución” nos pone del lado de los simios, nos hace querer que ganen, que conquisten finalmente el mundo, y que todo vuelva al principio, pidiendo a gritos una Re-evolución…..
Cuando hace un tiempo escuché de la realización de una precuela del “Planeta de los Simios” recuerdo decir: ¿Por qué siguen jodiendo con una saga que tendría que haber quedado en la espectacular película de 1968? En esa primer peli teníamos a un joven Charlton Heston siendo mascota de monos pensantes y poderosos para luego de varias peripecias terminar escapando de su esclavitud y llevándonos con él a uno de los mejores finales de la historia del cine (se cae de maduro , pero no lo cuento para el público joven que no vió la peli. ¡Véanla como sea purretes!) La película de Rupert Wyatt, nos cuenta como fue la historia desde el principio, en términos “georgeluqueanos” lo que se dice una “precuela”. A diferencia de Tim Burton, que decidió hacer una remake, que si bien aportó muy buenas cosas en materia de diseño, argumentalmente fue una porquería y con un final que el mismísimo Burton tuvo que salir a explicar por cuanto medio pudo. Will Rodman (James Franco) es un científico que desde hace años estudia un virus que sirva para regenerar la capacidad cognitiva. Todo esto impulsado por su propia historia ya que su padre (John Lithgow), tiene el Mal de Alzheimer. Por supuesto para la prueba de esta investigación, el laboratorio le proporciona simios .A partir de aquí lo que viene se lo imaginan y lo que no… bueno vayan a ver la peli. Para destacar la interpretación de Andy Serkis , que si bien no le vemos la cara, la captura de sus expresiones y movimientos interpretando a César (el chimpancé) es sublime , Serkins ya realizó grandes trabajos de captura de movimientos en “El Señor de los Anillos” como Gollum o en “King Kong” interpretando al orangután gigante . De los demás actores sólo puedo hablar bien de John Lithgow, ya que James Franco es de madera o tiene un pequeño desorden mental que no le permite hacer las caras que corresponden con lo que tiene que interpretar ( lo vieron en la entrega de los Oscars, algo le pasaba a ese muchacho) . En cuanto a los efectos de cgi aplicado a los monos, donde me hizo más ruido y no pude dejar de ver una animación fue cuando César era bebé. Me costó mucho no imaginarme a los actores relacionándose con la nada misma en un set, luego la cosa comienza a mejorar o será que la historia logró atraparme y me olvidé que César es una animación. El film funciona por si mismo, aunque si conocemos la historia de la saga veremos un montón de guiños o de personajes conocidos (simios en este caso) que nos harán disfrutar un poquito más la peli y ni hablar de un gran final que nos explica, todo el futuro de la saga. En definitiva muy entretenida y para pasar un gran rato en el cine.
¿Es una precuela, reboot o remake? Rise of the planet of the apes tiene un poco para calificarse en cada una de esas modernas categorías que tanto le permite currar a Hollywood pero por suerte esta tan bien armada que es un producto con identidad propia, lleno de guiños a las peliculas originales pero también creando su propia y muy interesante historia. De hecho si la idea no funciona y no vienen más secuelas igual Rise... puede quedar como una historia cerradita y bien explicada, no como la remake del 2001 que a pesar de estar dirigida por el gran Tim Burton termina en un enorme WTF? que nadie entendió. En cambio esta nueva entrega de la saga es una historia no tan aventurera y más basada en la psicología de los personajes, ¿que motiva a un investigador a desarrollar un virus que vuelve (más) inteligente a los micos?¿Que motiva a dicho dulce monito a levantarse con toda su furia? Toda esta muy bien enhebrado en una trama coherente y con buenas actuaciones, en especial de James Franco (Harry Osborn en la trilogía de Spiderman de Sam Raimi) que siempre es cumplidor y, por supuesto, es un gusto ver a un grande como John Lithgow (el mismo de Demente, esa genialidad hitchcockiana de Brian DePalma) con un papel muy conmovedor y lejos de los habituales villanos. Otro punto a destacar es que viendo las pelis del Planeta... desde el film original de 1968 hasta ahora es casi posible trazar una historia de los efectos especiales en general, cada capitulo usando las técnicas top del momento; un gran trabajo de maquillaje en los 60/70, las prótesis y muñecos de Burton a comienzos del 2000 y finalmente los simios digitales de ahora donde el genial Andy Serkis ya esta acostumbrado a este tipo de faenas gracias a King Kong. Un muy buen nuevo comienzo para una saga que ya es un clásico de la ciencia ficción.
El renacer del planeta de los simios Precuela del ya mítico largometraje "El planeta de los simios". Will Rodman (James Franco) es un joven científico que está investigando con monos para obtener un tratamiento contra el alzheimer, una enfermedad que afecta a su padre (John Lithgow). Uno de esos primates, al que llaman César (Andy Serkis), experimenta una evolución en su inteligencia tan notable que el protagonista decide llevárselo a su casa para protegerlo. Le ayudará una bella primatóloga llamada Caroline (Freida Pinto). Quizás haya sido aquella película del año 2001 la que me sacó las expectativas para continuar viendo la histórica y clásica historia del planeta de los simios, que arrancó allá por el año 1968 y fue mucho más que un éxito. La remake, realizada y dirigida por Tim Burton, no tuvo buenos resultados y los productores decidieron no apostar a la continuidad de la saga. Sin embargo, 10 años después de aquel olvidable filme, sale “El planeta de los simios: (R)evolución” una reivindicación de Hollywood para con aquella joyita. Estamos en la era en donde los productores y guionistas de Hollywood deciden apostar a las reboots, a los renacimientos de sagas exitosas, pero haciendo especial hincapié en la fuerza de sus guiones, en la concordancia con la historia y en la posibilidad de dejar elementos específicos para poder retomar en un futuro trabajo. El caso más visible es en el caso de la nueva producción de Batman, de la mano de Christopher Nolan, y en esta ocasión podemos decir que nos encontramos con un nuevo comienzo, un puntapié para que renazca el planeta de los simios. Esta película es una precuela que nos muestra los motivos por los cuales los simios comienzan a adquirir mayor nivel intelectual y revelarse contra los humanos, adquiriendo (en términos marxistas) conciencia de clase o, mejor dicho, de raza. Sin dudas la fuerza de todo este filme está puesta en la majestual interpretación de Andy Serkis en el papel del mono César. Un actor que ya había brillado en el papel de Gollum y King Kong y que, gracias a la técnica de captación digital de movimiento, vuelve a demostrar su potencial. Poco diálogo, muchas miradas y gestos muy bien marcados, le dan a César una personalidad remarcable y atrapante. Por otro lado, los actores James Franco, John Lithgow, Tom Felton y Freida Pintos quedan opacados en acciones que no terminan de concordar con sus estados emocionales o profesionales, y por ende contrastan con las bien logradas intenciones de los actores digitales. Un filme que nos mantiene atrapados durante sus 105 minutos de duración y que nos permite experimentar el crecimiento intelectual de los simios, pudiendo entender muchas veces el porqué de ciertas acciones o actitudes y de la revolución final, y que pone en su contrapunto a un científico en búsqueda de una cura para la humanidad y un laboratorio en pos del beneficio económico. A su vez, “El Planeta de los Simios: (R)evolución” deja algunos datos interesantes para pensar en una secuela. El diario que nos muestra una nave perdida en el espacio, la vacuna que afecta a los humanos y mejora a los primates y se empieza a fabricar en serie, la probable lucha de poder entre César y el simio afectado por el virus 113, y obviamente la imagen final donde los simios miran Nueva York a lo lejos. Vale la pena acercarse a los cines y apostar por esta nueva película que aporta un granito más al renacimiento de esta saga histórica. “El Planeta de los Simios: (R)evolución” puede ser uno de los filmes mejor logrados de este año, en cuanto a la firmeza en su estructura y libreto.
"Marcha firme" Hollywood sigue sufriendo la falta de ideas, eso ya todos lo tenemos bien claro, sobre todo debido a la infinita ola de remakes y adaptaciones literarias y de cómics que tenemos en la actualidad. Pero también hay que admitirlo: hay historias que son muy interesantes y que en su momento no fueron aprovechadas al máximo. En 1968 se estrenaba en casi todo el mundo “El planeta de los simios” protagonizada por el actor del momento, Charles Heston, en el rol del líder de la expedición que termina varada en el peculiar planeta que le da título al film. Baldazo de agua fría, que básicamente colocaba en la categoría de clásico a esta peli; al final el planeta habitado por unos simios muy superiores al hombre, era ni más ni menos, que el planeta tierra. ¿Cómo se llego a esa situación? ¿Cómo el hombre fue desplazado por los simios en el dominio de la tierra? Esas eran las preguntas que todos los espectadores se hacían una y otra vez al ver el film, llegando al punto de exigir respuestas a los responsables y a los productores. Esto llevó, claro, al éxito rotundo de la saga: Posteriormente vinieron 4 películas más y serie de televisión incluida, además del merchandising y las parodias y homenajes en distintos ámbitos. James Franco el planeta de los simios revolucionEn el año 2001, Twenty Century Fox decidió que de la mano de Tim Burton saliera el relanzamiento de la historia a la pantalla grande, pero el resultado no fue el esperado. Aquella peli no termino de convencer al público, debido a su superadora puesta en escena (con relación a la original) como así también por el exceso de madurez y diálogos en la historia. Lejos de ser un pésimo film, el trabajo de Burton sigue siendo considerado impecable. Pero el público demanda otra cosa. Básicamente un punto de origen, un comienzo. Una base de donde parte esta historia. Una justificación. Una causa y no un efecto. Y finalmente llegó. Tarde pero llegó. De la mano de Rupert Wyatt, de la empresa de efectos especiales Weta Digital (responsable de films como “El Señor de los Anillos”, “King Kong” y “Avatar”) y del poco valorado actor Andy Serkis, podemos decir que tenemos una solida base para contar esta historia de la mejor manera y por un largo tiempo. La historia gira en torno al científico Will Rodman (interpretado por James Franco, nominado al Oscar por su labor en “127 Horas”) y su búsqueda de una cura para el mal de Alzheimer que padece, entre tantos otros, su padre. Su investigación lo lleva a experimentar con una nueva droga, capaz de reparar las células madre de un cerebro dañado en primates para luego poder dar el paso a la experimentación en humanos. Un accidente impensado termina con la postergación del proyecto y con una impensada responsabilidad para Will; deberá cuidar a Cesar (Andy Serkis), un simio huérfano, que adquirió genéticamente increíbles habilidades. Con el paso del tiempo, el simio se convierte en mucho más que una simple mascota en su nuevo hogar, llegando al punto tal de ser considerado como un hijo menor para Will y su padre Charles (John Lithgow). Durante esta primera parte del film sin dudas todos los aplausos se lo lleva el pequeño Cesar, que emociona, divierte y sorprende a través de sus distintas habilidades y pequeñas travesuras dignas de un niño en etapa de crecimiento. Lo que se logró en el apartado técnico es sin dudas impecable; lejos de caer en el error de humanizar a Cesar, estamos siempre frente a un simio que de a poco muestra condiciones idénticas e incluso superiores a la de los seres humanos, pero no deja de ser un animal. La segunda parte está claramente marcada a partir del momento en el que nuestro “no tan pequeño” primate es encerrado junto a otros de su especie debido a un accidente. Una vez allí, no tardara mucho tiempo en sobresalir del resto para convertirse en un líder defensor del grupo, frente a los ataques del “cuidador” Dodge (Tom Felton, más conocido como Draco Malfoy de Harry Potter) y su padre Landon (Brian Cox). Y aquí es donde la peli sorprende y se lleva a todos por delante, incluido aquellos que no apostaban mucho por este remake. La base de la historia que abarca la saga de “El planeta de los simios” se establece aquí; Por un lado tenemos a Cesar relacionándose con el orangután Maurice, que no tiene un pelo de tonto, y con su violento “vicepresidente” de la revolución, el simio “scarface” Rockett. Pero por otro lado, y es aquí donde también radica un gran acierto de esta película, tenemos la historia de Will que decide seguir adelante con sus experimentos, duplicando la apuesta (¿accidentalmente?) y probando el virus en seres humanos. Los resultados no serán los previstos y el incipiente panorama desolador será el terreno perfecto para que la otra especie decida tomar el poder. Eso sí, no esperen una resolución definitiva en los 100 minutos que dura la peli, porque no la hay. Las cartas quedan desparramadas para la próxima jugada, que seguramente con el éxito que está teniendo el trabajo de Wyatt no se hará esperar. Estamos sin dudas frente a una de las sorpresas pochocleras del año. Muy pocos esperaban que una película de simios con ansias de revolución pudiera llegar a hacer tanto ruido, levantando billetitos por todo el mundo y obteniendo muy buenas críticas. “El planeta de los simios: Revolución” tiene un guión muy bien orquestado, capaz de combinar drama, dosis de humor y algo de acción, sin dejar de ser una muy buena historia de ciencia ficción. La actuación de Andy Serkis como Cesar (maquillado “digitalmente” a través de la técnica de captura de movimientos) es soberbia y se roba todos los aplausos. La música de Patrick Doyle (un maestro todo terreno) acompaña de principio a fin y sobretodo la muy buena dirección del casi desconocido Rupert Wyatt que no cae en terrenos comunes, golpes bajos ni abusa de los efectos especiales. Cuenta la historia de manera perfecta y se hace acreedor, no quedan dudas, de la responsabilidad de seguir dándole vida a esta historia que recién, recién, acaba de comenzar.
Son muchos más que ocho los monos... El relanzamiento cinematográfico del Planeta de los Simios comenzó hace un par de años con una muy buena película, que supo introducir la historia con una sólida y verosímil narración que estallaba en los últimos 30 minutos. Dawn of the Planet of the Apes es la continuación natural de aquel relato, y si bien es diferente en cuanto al ritmo y al estilo narrativo de la primera, es también una gran propuesta de ciencia ficción. Esta segunda parte recoge la posta y prosigue el camino marcado por su predecesora. Dawn of the Planet of the Apes no tiene la contundencia y complejidad argumental que tuvo el comienzo de la saga, pero se adapta al curso de la trama. Las cosas, en un mundo pos-apocalíptico en el cual los simios se han rebelado, están más acaloradas, y las necesidades de los protagonistas son mucho más básicas. Por tal motivo, esta secuela es esencialmente una película más enfocada en la acción que en el guion. Esto no quiere decir que lo narrativo esté descuidado ni mucho menos, si de hecho, la historia es simple pero está muy bien presentada, al igual que los personajes. Pero sin lugar a dudas, es una propuesta con mucho más para mostrar que para contar; y lo muestra muy bien. Dawn of the Planet of the Apes es visualmente impactante. Matt Reeves ya había demostrado su talento detrás de las cámaras en Cloverfield y Let Me in, y aquí vuelve a ratificarlo. Los planos, las secuencias y la edición son geniales, lo que no es sencillo en un proyecto de esta naturaleza, en que gran parte de los protagonistas son generados por computadora. Los efectos, por otro lado, están muy bien logrados, sobre todo en lo que se refiere a la expresividad de los simios. La secuela de la nueva saga del Planeta de los Simios no decepciona, y sin ir más lejos, sorprende en lo técnico. Es una película intensa, enfocada la acción, pero que no descuida lo argumental. Distinta a su precursora, pero igual de buena.