Disciplina en el aire Uno quisiera afirmar que El Regreso de Mary Poppins (Mary Poppins Returns, 2018) es una película supercalifragilisticaespialidosa pero sinceramente -y por milésima vez- Disney y/ o el Hollywood actual maquillan a una remake bajo el mote de “secuela” y nos enchufan otro producto saturado de nostalgia que no llega a los talones del film original de 1964: con canciones anodinas y una trama duplicada que sustituye al Señor George W. Banks (David Tomlinson) con su hijo Michael (Ben Whishaw) y al querido artista callejero/ deshollinador Bert (Dick Van Dyke) con su aprendiz lamparero Jack (Lin-Manuel Miranda), el gran punto a favor de esta supuesta continuación es la presencia de la genial Emily Blunt como un reemplazo dignísimo de aquella Julie Andrews en el rol del célebre personaje titular, una niñera mágica que aquí por suerte respeta el carácter adusto de los libros de P.L. Travers. En esta oportunidad la historia de base transcurre dos décadas luego de los acontecimientos de la primera obra y por un lado incluye los mismos elementos centrales del pasado, léase las aventuras de los purretes de turno -los tres vástagos del viudo Michael- con esa Mary Poppins que llega volando de la nada y el propio periplo emocional del hombre en pos de reconectarse con la “alegría de vivir” por fuera de las muchas preocupaciones mundanas de la agitada existencia londinense, y por otro lado incorpora un típico trasfondo de denuncia social a lo Charles Dickens con un banco -dirigido por el desalmado William Wilkins (Colin Firth)- a punto de tomar posesión del hogar de los Banks por deudas acumuladas. Por supuesto que la nodriza en cuestión, fiel a su estilo activo/ pasivo de resolver las cosas, ayudará a todos en sus respectivos problemas, casi siempre acompañada por el jovial Jack. Rob Marshall, el realizador asalariado de turno, sigue sin ser capaz de recuperar algo del ingenio para los musicales que demostrara en ocasión de la lejana Chicago (2002), ya que tanto la presente como Nine (2009) y En el Bosque (Into the Woods, 2014) no logran reinstaurar ese encanto naif -definitivamente su obsesión retórica- de las propuestas del Hollywood Clásico, en especial debido a la reincidencia de coreografías de medio pelo, una melancolía demasiado ortodoxa y un metraje innecesariamente extenso, sumado a la misma falta de ideas novedosas que hace que estemos una y otra vez frente a situaciones que pretenden calcar escenas del film original de Robert Stevenson aunque sin el talento detrás de cámaras de antaño: de hecho, la reglamentaria secuencia animada a mano no pasa de ser un triste eco de su homóloga de la década del 60 y las composiciones de Marc Shaiman y Scott Wittman no tienen nada que hacer con aquella maravillosa colección de temas de los hermanos Richard y Robert Sherman, casi todos leitmotivs infantiles a escala planetaria. Como decíamos antes, la bella Blunt está perfecta en lo suyo y le aporta el temple severo justo a una Mary Poppins que combina intermitentemente la diversión con la disciplina. Más allá del esperable cameo de Van Dyke y las también interesantes intervenciones de Firth y una hilarante Meryl Streep como Topsy, la prima del este europeo de Poppins, el trabajo le escapa a la intrascendencia total en esencia porque recupera los tres mensajes fundamentales de la película de 1964 y los libros originales de Travers: la necesidad de privilegiar a la familia/ los afectos por sobre la voracidad capitalista, el imperativo de no descuidar a la imaginación/ curiosidad creadora en la adultez y finalmente la obligación de seguir el ejemplo de la niñera con aires de bruja y alternar el orden con la libertad con vistas a evitar tanto comportamientos sádicos como traumas a futuro. Así como el núcleo temático está bastante bien, el “envase” pomposo mainstream ya no cuenta con el rigor, la efervescencia y la astucia del pasado, dejándonos con un opus algo mucho deficitario…
Plantear una nueva película de Mary Poppins era atrevido. Ha pasado medio siglo desde el estreno del clásico musical y… ¿cómo traer la historia a nuevas generaciones? ‘El Regreso de Mary Poppins’ se presenta como una secuela tardía, aunque bien podía plantearse como una remake enmascarada o un simple reboot con guiños al pasado. En todo caso, el resultado no termina de convencer. ¿De qué se trata ‘El Regreso de Mary Poppins’? El argumento se mantiene fiel a la historia original, situándose 25 años después. Cuando la familia Banks está en problemas y a punto de perder su casa, aparece Mary Poppins (Emily Blunt) para poner las cosas en orden. Los tres hijos de Michael descubrirán un mundo mágico de canciones y fantasía junto a la niñera mágica y el farolero (Lin-Manuel Miranda). Mientras Michael (Ben Whishaw) y Jane Banks (Emily Mortimer) intentan solucionar su problema financiero, recordarán su infancia y las increíbles aventuras que vivieron junto a Mary Poppins. En el camino, se cruzarán con el banquero Wilkins (Colin Firth) y los más peculiares personajes. Mucha azúcar, poco sabor Hay dos posibles escenarios cuando vas a ver ‘El Regreso de Mary Poppins’: que hayas visto la original o que no. Y creo que eso hace la diferencia. Habiendo visto la película protagonizada por Julie Andrews y Dick Van Dyke en 1964, esta secuela parece quedarse en las buenas intenciones. Es impactante desde lo visual y no se le puede recriminar nada en ese sentido. Es deslumbrante y mágica, no se pierde en nuevas tecnologías sino que mantiene el espíritu de la primera, con la por entonces innovadora mezcla de actores y dibujos animados que entregan el mejor segmento de la película. Las aventuras de los niños, Mary Poppins y Jack en el fantástico mundo escondido en un jarrón no podría ser mejor. Mientras que allí consigue su mejor secuencia, hay algunas fallas que recuerdan que las comparaciones son odiosas. Pero, la verdad, es una cuestión de rubros. Visualmente aprobada con muy bien diez. La falencia pasa por otro lado. Algo que, sin embargo, tal vez no se perciba si ‘El Regreso de Mary Poppins’ es el primer paso al mundo del personaje. Hay algo que hizo de la primera película lo que es: las canciones. Cincuenta años más tarde, aún tarareamos “Chim – chimenea”, “Con un poco de azúcar” y, por supuesto, la frenética “Supercalifragilisticoespialidoso”. Canciones diferentes entre sí con un característica en común: pegadizas como hit de verano. ‘El Regreso de Mary Poppins’ llena la película de música pero sin lograr que una destaque. Es más como una gran banda sonora dividida en secuencias, en lugar de canciones con identidad propia. Tal vez “The cover is not the book” sea la que más logra quedar, o al menos eso me pasó a mí. En este ímpetu por cargar la película de información musical, se pierde un poco la magia. El film entretiene, es cierto, pero no permite que sus estrellas se luzcan, otra razón por la que la primera fue lo que fue. Emily Blunt está estupenda como Mary Poppins, pero da la sensación que podría haber brillado mucho más si la hubieran dejado. O si entre canción y canción se pudiera respirar (ojo, que conste que me encantan los musicales). Tiene unos momentos -segundos- en que su chispa como actriz se luce, pero quedan ganas de más. Lin-Manuel Miranda está comprobado como un talentoso absoluto, pero tampoco hay margen para su completo lucimiento. Y hay que decir- no es spoiler porque está en los créditos iniciales- que ni siquiera Meryl Streep en su papel secundario logra aportar demasiado. No porque la secuencia esté mal o no entretenga, pero hay algo de falta de sorpresa, o de sabor a poco que resulta inevitable. Nostalgia, época y guiños Sí vale destacar que hay guiños a la original, incluyendo un esperado cameo al final. Eso será el mayor deleite de los nostálgicos. ‘El Regreso de Mary Poppins’ mantiene absolutamente intacta la ingenuidad de la primera, siendo un film familiar en cada segundo, casi nadando a contracorriente, para bien o para mal. ¿Cómo verán los niños pequeños del siglo XXI la magia de Mary Poppins? Ojalá que abiertos a descubrir un mundo fantástico y diferente. La película no se actualiza y eso puede ser un arma de doble filo. Para los nostálgicos adultos será algo encantador… ¿y para el resto? ‘El Regreso de Mary Poppins’ tiene en contra el legado y unas expectativas enormes. Entretiene y deslumbra, pero aturde en su prisa por tirar todo al asador. Puntaje: 6/10 Título original: Mary Poppins Returns Duración: 130 minutos País: Estados Unidos Año: 2018
Como caída del cielo Su transporte es un paraguas, y el lema de la “nueva” Mary Poppins: un poco de orden y mucho corazón. Lo primero a destacar del regreso de esta niñera mágica, que llega en los momentos en que más la necesita una familia, es la magnífica interpretación de Emily Blunt, como si fuera una prolongación de Julie Andrews. Medida, con la expresión justa, impecable en su modo de actuar. Imposible no amarla. En esta secuela posmoderna, pero que respeta a la perfección el espíritu de los musicales de la época dorada de Hollywood, la trama gira en torno a tres hermanitos ingleses que reciben la visita de esta niñera tan especial, que no solo los ayuda a ellos; sino también cuidó a su padre y su tía de pequeños. Nadie se cuestiona el paso del tiempo, ni de donde proviene Mary Poppins, ella aparece de manera casual, todos la conocen y la adoptan en la familia sin más. Inclusive Jack (Lin-Manuel Miranda), el parteneire ideal para acompañar las aventuras surreales de la niñera. Vendría a ocupar el lugar del deshollinador. Y el conflicto surge a partir de que el banco está a punto de embargar la casa familiar. Por lo que todos harán lo imposible para que esto no suceda. La cinta tiene un dinamismo admirable, todo funciona como un reloj; los cuadros musicales, que son coloridos y muy bien coreografiados, se adaptan como un guante a la narración, al hilo que sigue las historia. Son oportunos y desdramatizan el relato, sin ser autoindulgente o apelar a lo lacrimógeno. Como dijimos en un principio, el espíritu de su antecesora está muy presente en los personajes y las formas. Pero es más que un homenaje, El regreso de Mary Poppins cobra vuelo propio, y utiliza la música, los efectos especiales, y la animación de forma orgánica. Ni por un instante dudamos de ese universo en donde “lo imposible puede suceder”. Solo nos resta abrir el paraguas, o aferrarnos a un globo, y dejarnos llevar hasta el cine para disfrutar de esta comedia mágica y festiva.
Hacer una secuela de uno de los más grandes clásicos de la historia de los estudios Disney y de la historia del cine en general podría ser considerado un riesgo, pero El regreso de Mary Poppins es mucho peor que eso. Esta película es un insulto prolijo, caro y ridículo a la película producida por Walt Disney en 1964. Y no solo por el cariño o la admiración al film original, sino a toda la idea de los actuales estudios Disney de hacer todos sus éxitos de nuevo sin diferenciar entre una remake o una secuela, entre una película que podría ser cambiada de otra que debería permanecer inmaculada para siempre. Lo bueno de que sea una secuela es que al menos no intenta superponerse con la otra película. P. L. Travers escribió muchos libros con Mary Poppins y estos podrían ser llevados a la pantalla como una saga. No es lo que ocurre aquí, ya que las dos películas están separadas por un abismo de tiempo y de talento, lo que hace que no parezcan del mismo planeta. Como la comparación entre ambos títulos solo produce enojo y malhumor, lo mejor es ir a la crítica de Mary Poppins Returns directamente. El director de la película es Rob Marshall, el mismo de Chicago y En el bosque, dos musicales mediocres, y de Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas, posiblemente la peor película de una saga que ya se había caído a pedazos. No es menor el dato, porque a pesar de la gigantesca producción y el esforzado trabajo de efectos especiales, la película tiene una falta de encanto, ritmo y emoción que son la marca de este realizador. Sí, vuelve Mary Poppins (ahora interpretada por Emily Blunt) a la casa de los Banks, en Londres, en la década del treinta. Michael (Ben Whishaw) y Jane (Emily Mortimer) ahora son adultos, pero recuerdan a su niñera mágica. Los hermanos viven junto con los tres hijos de Michael y su sirvienta Ellen (Julie Walters). La breve mención de los actores protagónicos alcanza para mostrar la enorme producción de la película, pero ellos son solo una parte del gran elenco donde también Meryl Streep, Colin Firth, Dick Van Dyke (sí, él, pero hacienda otro personaje, no el del film de 1964), Angela Lansbury y David Warner. Mary Poppins deberá rescatarlos una vez más, pero esta vez con la ayuda de Jack, un farolero interpretado de forma insufrible por Lin-Manuel Miranda, sin duda el punto más bajo y menos justificable de un elenco de altísimo nivel aunque desaprovechado. Blunt compone a una Mary Poppins un poco más cercana a los libros y eso le suma a la película, ella está muy bien en un papel muy duro de aceptar por ser la marca de fábrica de otra actriz enorme como Julie Andrews, quien hizo en la película de 1964 el papel de su vida. No son comparables y eso está bien. Las canciones y los números musicales tienen momentos más tolerables que otros, pero siempre con la sensación de que les falta algo. El musical es un género complicado, claro está, pero ni aun con todo el despliegue que aquí se ve se pueden tapar las serias falencias que la película tiene. Secuela de un clásico o no, El regreso de Mary Poppins es por encima de cualquier otra cosa una película mediocre e irrelevante.
Píldoras de nostalgia. Desde hace ya años observamos como la falta de riesgo en Hollywood –que no de ideas-, ha cristalizado en multitud de remakes, reboots y secuelas que han sabido revenderse ante el público con la motivación de la nostalgia, en unos años en que las múltiples crisis que se han vivido (y viven) en el mundo parecen incrementar esa añoranza hacia tiempos pasados que parecen mejores que el áspero presente. Disney es de los titanes que más rédito han sabido sacar a estos momentos bajos en los que la nostalgia ha actuado como salvavidas, prueba de ello está en las astronómicas cifras de taquilla de los múltiples remakes en carne y hueso de sus clásicos de animación que han pasado de generación en generación, los cuáles han traído más alegrías en general que sus apuestas por universos nuevos. Pese a tratarse de su secuela en la que solo repiten la niñera mágica y la pareja de hermanos, ya con 30 años a sus espaldas, este El regreso de Mary Poppins podría tratarse perfectamente de un remake encubierto del clásico de Robert Stevenson, ya que ambos comparten una estructura narrativa y unos personajes muy similares. Como su predecesora, la película apuesta por una trama básica en la que poder dar lugar al desfile de situaciones imaginativas, personajes carismáticos y coloridos números musicales, cada uno de los cuáles dejan enseñanzas morales para que los niños crezcan personalmente y puedan conseguir el objetivo final: recuperar las ganas de vivir de su padre absorto por sus problemas. Si bien en el film original este arco narrativo era marcado en la segunda parte del film, en la que nos ocupa se establece un objetivo más claro desde el principio –impedir el desahucio de su casa en la mítica calle del Cerezo-, con el que es posible focalizar más las acciones y los números que acontecen. Por tanto, en esta segunda entrega predomina más la acción, pero también se resiente más la caracterización y desarrollo psicológico de los personajes, que disfrutaban de un mayor reposo y solidez en la primera parte. No hay que temer por los protagonistas, que reciben la atención que merecen, pero es una lástima observar como roles como el de Julie Walters y, especialmente, el de Emily Mortimer, en una Jane heredera del activismo feminista de su madre, quedan reducidos a un trazo estereotipado. Aunque es innegable que Disney ha ido a lo seguro firmando otro apunte más en su catálogo revisionista y, pese a sus flaquezas, dentro de su zona de confort el film contiene virtudes como una Emily Blunt que revive el espíritu del personaje apropiándoselo gratamente y sin resultar una burda imitación de la inmortal Julie Andrews. Con la misma seriedad de una institutriz inglesa, pero con la dulzura de una madre, Blunt da una nueva vuelta al personaje sin traicionarlo, mientras nos deleita con uno de los trabajos más completos de su trayectoria. Por otro lado, Lin-Manuel Miranda es el relevo ideal para el ubicuo maestro de ceremonias que era el deshollinador de Dick Van Dyke, esta vez en forma de farolero, sobresaliendo entre un eficiente reparto en el que Meryl Streep vuelve a robar su escena. Además, técnicamente es un pastel visual delicioso en el que se componen unos números musicales que, pese a beber de una banda sonora con temas menos agraciados e icónicos que el primer film (misión imposible de superar), resultan agradables e igualmente imaginativos, con destellos de una artesanía y plasticidad que se echaba de menos en un Disney cada vez más prefabricado. No hay demasiada novedad, pero la fórmula en la que se apoya sigue funcionando –en gran parte gracias al motor de la nostalgia-, haciendo de El regreso de Mary Poppins un placentero revival que mantiene su esencia y el mismo codiciado azúcar en la amarga píldora para combatir nuestra realidad.
El caso de “Mary Poppins Returns” es uno que se suma a la larga lista de intentos por revivir productos exitosos de antaño con el objetivo de explotar el factor “nostalgia” de los fans/espectadores mayores y el de atraer a nuevas generaciones. Es por ello, que en estas situaciones suele apelarse a la remake o al reboot. El remake como lo indica su concepto en inglés tiene que ver con “rehacer” el producto original manteniendo la historia de base, actualizando el material a los tiempos que corren, aunque muchas veces se construyen películas que lo único que actualizan son sus aspectos técnicos o tecnológicos. Reboot es un “reinicio” donde se busca relanzar la saga, película o simplemente a un personaje buscando darle un comienzo fresco o nuevo a la historia, como ejemplo podemos poner a lo que hizo Sony con “Cazafantasmas” (2016), trayendo nuevos personajes que difieren de los originales pero que comparten el mismo universo ficcional e incluso varios de los aspectos que hicieron conocida a la franquicia. Ahora bien, el caso de “Mary Poppins” es particular porque se presenta como la secuela del film original de 1964, pero busca relanzar la franquicia a las nuevas generaciones y de esta forma seguir en un futuro las aventuras de la niñera mágica más conocida del mundo. El problema de la cinta es que esta apela a lo que hicieron otras franquicias exitosas últimamente como por ejemplo “Jurassic Park” con la primera entrega de “Jurassic World” o “Star Wars” con “The Force Awakens”, donde repiten casi la totalidad de la fórmula del largometraje original con ligeros cambios para atraer a nuevos espectadores y al mismo tiempo explotar la melancolía de los fans de la primera hora. Debido a esto, estas secuelas se sienten como remakes disfrazadas, ya que repiten prácticamente el mismo argumento de la cinta original. Algunos han catalogado a estos productos como recuelas (como resultado de la mezcla de ambos conceptos) o soft reboots (reboots que apelan a no incluir cambios tan radicales). La película cuenta la historia de Michael Banks (Ben Whishaw) y Jane Banks (Emily Mortimer), los niños de la primera parte ahora devenidos en adultos con problemas económicos que ya dejaron atrás la magia y la alegría de la infancia tras una trágica pérdida personal de Michael. En medio de todo el caos que tiene a Michael preocupado por la posibilidad de perder la casa familiar, aparecerá Mary Poppins (Emily Blunt), la niñera casi perfecta, con unas extraordinarias habilidades mágicas para continuar con sus enseñanzas y ahora dedicarse a los tres hijos de Michael. Y ella no vendrá sola sino que contará con la compañía de su amigo Jack (Lin-Manuel Miranda), un optimista farolero que ayuda a llevar la “luz” (y júbilo) a las calles de Londres. Como verán, la trama intenta continuar los acontecimientos de la primera cinta, no obstante lo hará desde una aproximación que busca la familiaridad de los eventos de aquel relato yendo a lo seguro. El personaje de Lin-Manuel Miranda es casi el mismo (y cumple la misma función) que el deshollinador compuesto por Dick Van Dyke en el ’64. Las secuencias musicales se desarrollan casi de la misma forma que en el film original, teniendo la nueva versión de “chim chim cher-ee” (“Chimchimenea” para los hispanohablantes) como leit motiv que abre y cierra la cinta. Luego, más adelante en el metraje tendremos un segmento donde Mary Poppins les enseña a los niños a divertirse ordenando, o la secuencia que combina live-action y animación 2D que recuerda a la famosa escena de “supercalifragilisticoespialidoso”, un cuadro que trae a los faroleros cantando por los techos como los viejos deshollinadores y varias cuestiones más como un banquero egoísta movido por la codicia compuesto por el enorme Colin Firth y una escena desopilante con Meryl Streep que recuerda a cuando la Mary Poppins de Julie Andrews y los niños flotan junto al tío Albert. Vemos que hay mucha familiaridad, algo que condiciona un poco la experiencia de visionado, pero igualmente “Mary Poppins Returns” logra ser una digna secuela del clásico de Disney gracias a la interpretación de Emily Blunt (“A Quiet Place”), quien despliega su tremendo talento y carisma. No solo su Poppins consigue sostenerse por sí sola y hacer pie ante la comparación con la inolvidable interpretación de Julie Andrews que obtuvo el Oscar por ese papel sino que también capta la esencia del personaje a la perfección. Por otro lado, las secuencias musicales están muy bien coreografiadas y compuestas desde lo musical, al igual que todo lo referido a efectos especiales y visuales. El director Rob Marshall (“Chicago”, “Into The Woods”) quiso mantener el estilo icónico y estético de aquella primera aparición de Poppins y por eso se decidió a utilizar una animación en tradicional en 2D, que igualmente se presenta como un evento extraordinario y bien desarrollado a nivel técnico. También cabe destacar el diseño de producción de la cinta y todo lo referido al vestuario y los decorados, resultando en una gran reproducción de la Londres de los años ’30, acompañados por un correcto desempeño de Dion Beebe (“Chicago”, “Collateral”, “Equilibrium”) en la fotografía. En síntesis, si bien “El Regreso de Mary Poppins” presenta varios lugares comunes y la repetición de la formula exitosa de la primera parte, esta secuela consigue mantenerse gracias al excelente trabajo de Blunt en el rol principal, unos logrados números musicales, un buena estética marcada y varios homenajes a la cinta original. Un film para toda la familia que logra su fin de entretener y divertir a una nueva generación de niños y demostrar que el género musical aun no ha muerto. Una propuesta que probablemente pierda en la comparación con el film original por la repetición y la falta de innovación pero que igualmente se presenta como una digna secuela de un clásico.
En 1964 se estrenó “Mary Poppins”, una película familiar producida por Walt Disney que cautivó a chicos y grandes de varias generaciones debido a que creó una historia de fantasía divertida y emotiva, con un hermoso mensaje detrás y canciones inolvidables. 55 años después vuelve este icónico personaje a la pantalla grande, quien regresa para ayudar a los hermanos Banks. Ambientada en la época de la Gran Depresión, Michael y Jane ya son adultos y tienen sus propios problemas. La mujer de Michael falleció recientemente y tiene tres pequeños a cargo. Siguen viviendo en la misma casa de su infancia, pero Michael se atrasó con un préstamo que había recibido para mantener todo a flote y ahora le vienen a reclamar el dinero o le embargarán la casa. Junto con Jane buscarán un certificado de las acciones en el banco que les había dejado su papá, mientras que Mary Poppins aparece para no solo cuidar a los hijos de Michael sino también para recordarle a él su propia infancia. En estas épocas en las cuales se vuelven a traer al cine historias que fueron significativas dentro de la industria cinematográfica, el principal miedo es que la nueva película no esté a la altura de la cinta original o que se sienta como una producción innecesaria, porque es muy difícil repetir un éxito rotundo. Sobre todo cuesta mantener un equilibrio entre no repetir los mismos pasos de su antecesora ni hacer algo totalmente distinto que no se asemeje en nada al espíritu del material de base. En este sentido, “El Regreso de Mary Poppins” es, por un lado, un musical efectivo que cumple con lo que se propone, pero que apela constantemente a la nostalgia, no solo manteniendo la esencia del film original, sino que directamente reproduce la estructura narrativa del mismo, dejando de lado toda originalidad e innovación. Si uno tiene presente el relato de 1964 se dará cuenta de que el camino que realizan los protagonistas es el mismo que transitaron en aquel entonces, cambiando algunos detalles y personajes por otros. La mayoría de las secuencias presentan la misma estructura aunque con otras ideas, pero para aquellos que vieron el largometraje original sabrán cómo se desarrollarán algunos cuadros. Si bien no es una historia idéntica, sí se repiten los mismos patrones. En cuanto a los personajes, tenemos algunos de ellos que vuelven a aparecer en este film, como varios vecinos o algunas sorpresas que sin duda serán algunos de los mejores momentos de la cinta (explotando nuevamente el recurso de la nostalgia), y otros que, si bien son nuevos, se sienten como conocidos por la semejanza que presentan con algunos roles de 1964. Ejemplo de ello es el farolero de Lin Manuel-Miranda, que repite la esencia del deshollinador de Dick Van Dyke, un arduo trabajador que se la rebusca frente a la crisis y que ayudará en todo momento a Mary Poppins y a los niños. Incluso su gremio tendrá su propio momento musical como lo tuvieron los deshollinadores, uno de los cuadros más ambiciosos y logrados, pero, nuevamente repitiendo una idea ya utilizada previamente. Siguiendo esta línea, uno de los mayores temores era traer nuevamente a la vida a Mary Poppins, interpretada increíblemente en su momento por Julie Andrews. Acá será Emily Blunt la encargada de ponerse en la piel de la niñera mágica, otorgando una gran performance. No solo baila, canta y actúa muy bien, sino que logra brindarle su propia impronta al personaje y ser auténtica. Mantiene las características centrales de Mary Poppins, pero a la vez se siente genuina y no una copia de la versión anterior. Con respecto a los aspectos técnicos, se nota un mayor avance tecnológico de aquel entonces a la actualidad. Nuevamente tenemos una mezcla entre el live-action y la animación tradicional, un recurso utilizado en 1964 y que mantienen en esta oportunidad. Los colores fuertes y vívidos de la ropa y los momentos mágicos se contrastan con los tonos más oscuros de una Londres bajo la crisis. La parte musical fue y sigue siendo un aspecto central dentro del film. Si bien es difícil superar aquellas canciones emblemáticas de 1964, en este caso tenemos algunos cuadros musicales impecables y muy bien logrados. El despliegue coreográfico es maravilloso. Hay que tener en cuenta la vasta experiencia que tiene su director Rob Marshall en este género, con películas como “Chicago” (2002), “Nine” (2009) o “En el Bosque” (2014) en su haber. Tal vez la música no sea tan pegadiza como la de la cinta original o tal vez necesite algo de tiempo para volverse icónica. Es complejo realizar una comparación entre ambas obras y mucho habrá tenido que ver con la época en la que se estrenó “Mary Poppins” y lo que sucedió con ella todos estos años. En síntesis, “El Regreso de Mary Poppins” es una película correcta que cumple a la hora de entretener, divertir y conmover tanto a chicos como a grandes. Un musical efectivo, pero que no se arriesga demasiado a la hora de innovar y generar un producto novedoso que se despegue un poco de la cinta original de 1964. Repite personajes y patrones narrativos que le quitarán un poco de magia y sorpresa para todos aquellos que tengan presente el material de base. Se siente más una remake que una secuela, pero que seguramente servirá para presentarle este personaje a las nuevas generaciones.
Una niñera perfecta en casi todo. Más de medio siglo después del gran clásico infantil de Disney que dio conocer a la famosa niñera del paraguas volador, Mary Poppins —esta vez encarnada por Emily Blunt— hace un triunfal regreso en todos los aspectos, y si bien esta secuela quizás no sea mejor que la primera, sí es una muy digna segunda parte que está a la altura del film de 1964. En plena época de depresión londinense de los años 30, los tres niños Banks —hijos de uno de los pequeños hermanos de la primera parte— precisan más que nunca de la ayuda de la niñera mágica para poner orden en su hogar y en sus vidas. De igual manera, el cine moderno se sirve del encanto de antaño para recordar al público, y más que nada a los más grandes, que siempre se está a tiempo para seguir soñando. El director Rob Marshall, proveniente del género musical pero que ya tuvo su paso por el gran estudio del ratón con la fallida cuarta parte de Piratas del Caribe, se desenvuelve con gran talento y conocimiento en un film donde predominan los grandes números musicales acompañados del ingenio y la mayor imaginación que hace posible que el absurdo y lo irreal sean posibles. De esta manera, se unifica la espectacularidad de los efectos digitales y de la teatralidad musical embargados por la nostalgia del cine clásico. El director demuestra sus intenciones de narrar una historia esperanzadora en tiempos de crisis y lo logra exitosamente luciéndose con la calidad y la fuerza de Broadway en la creación de escenarios y la variedad de canciones y bailes que se lucen en todo su esplendor. Esta segunda parte repite ciertas estructuras de guion y dinámica de personajes para que se sienta como parte de la misma tradición. Incluso el dúo protagónico de Poppins y Jack (el famoso compositor Lin-Manuel Miranda), un farolero con encantadora luz propia, emula al de la Mary Poppins original (Julie Andrews) y su fiel compañero Bert (Dick Van Dyke). Es así como el film cuenta con grandes números que van desde grandes coreografías, bailes acuáticos, una puesta en escena patas arriba —literalmente y de la mano de Meryl Streep— y el momento que no podía faltar donde la acción real y la animación se unen para brindar un espectáculo al mejor estilo cabaret. Tal vez la historia en sí supone una desventaja para el film, al no poder estar al mismo nivel que toda la imaginería artística que lo conforma. De esta manera, si bien la película no posee la mejor historia —la cual flaquea por momentos haciendo que se perciba su larga duración— lo cierto es que, gracias a la animación y a la música, el film realmente brilla y se destaca, prevaleciendo lo que en verdad importa en una obra como esta. Los puntos narrativos más flojos quedan rescatados al ser alternados con las secuencias mencionadas, y también al regalarnos el regreso triunfal de Dick Van Dyke que sorprende y alegra por igual al verlo cantando y bailando a la edad de 93 años. Todos elementos que depositan a quien ve el film en el lugar de niño maravillado sin cuestionarse sus fallas, sino tomando lo ilógico por lógico —como debe ser en estos casos y para orgullo de la propia Mary Poppins. Una vez comprendido esto, la niñera puede seguir su camino por los cielos… al menos hasta que vuelva a ser necesitada para encender la llama de la ilusión.
¿Hay lugar hoy para Mary Poppins? La película original, Mary Poppins (1964), basada en el libro de P L Travers (cuyos derechos la autora mencionada se negó a vender por años a Disney hasta que él finalmente la convenció, un poco por tesón y otro poco porque Travers estaba prácticamente en quiebra) deforma la historia real de su familia adaptando los sucesos en lo que ella hubiera querido que fueran. En dicha narración, como imagino todos saben (salvo, tal vez, los "centennials", quienes no tienen, me atrevo a arriesgar con cierto temor a equivocarme, la menor idea de lo que estoy hablando, como si todo esto hubiera ocurrido en el Pleistoceno) una niñera mágica aparece a ayudar a los niños Banks a sobrellevar las vicisitudes de la familia mientras aprenden buenos modales, juegos y, bueno, tal vez, positividad ante situaciones adversas de la vida. Casi 55 años después, Disney, la máquina de generar contenido, lo hace de nuevo, en esta ocasión, trayendo de la nada un personaje de vuelta al ruedo, para rescatar a los niños Banks (y a ustedes también, en referencia a los hijos de los niños originales ya adultos, dirá Mary Poppins, adelantándose a los hechos, en el mismísimo trailer; me libero así de la responsabilidad del spoiler, la amenaza de estos tiempos). La puesta en escena es mágica y remeda no solamente el film original; además nos acerca a las producciones clásicas de la época realizadas por Disney. Los elementos de animación tradicional hacen lo necesario para que vivamos nuevamente una época dorada, que…bueno, ya no existe. Mary Poppins, filmada en 1964, en una época pulcra y ordenada hasta en el más mínimo detalle a los ojos de los integrantes de la sociedad de entonces (si no fuera, claro, por la cantidad de basura debajo de la alfombra) contaba, justamente, con la mirada y los elementos naif que se vivían en aquellos tiempos, a pesar de estar ambientada en otra época. Todo ello se recuperó, se recicló adecuadamente y derivó en este regreso de la niñera más famosa. No, no la nana Fine; Hablo de Mary. En lo técnico es irreprochable el trabajo llevado adelante; el elenco hace bien todo lo que hay que hacer en una película musical de este nivel y hasta se reservan un par de sorpresas para el final; mi gran pregunta es si podrá convocar público infantil que no sea arrastrado a la sala por adultos que quieren sentir por espacio de dos horas las mismas vivencias de la infancia. No se trata de una película con dobles sentidos (para captar el interés tanto de adultos como de niños) como se estila hoy en día, dado que los niños de hoy no son ni los mismos y ni hablar, claro, del mundo y la sociedad en que nos encontramos. De todos modos, nunca se acercará a un fracaso y en todo caso mi mirada sociológicamente cinematográfica sobra a la hora de evaluar la factura técnica y narrativa de la película. En resumen, una película más que aceptable si el espectador busca sumergirse en una pequeña muestra de cierto estilo de cine clásico traído a un hoy plagado de zombies y apocalipsis a la vuelta de la esquina, en dos horas que harán que a la salida de la sala se sienta como Marty McFly reconociendo Hill Valley en el 1985 alterno. No es mejor ni peor, nada más es otra realidad. La gran pregunta hoy es si, en un mundo absolutamente diferente, hay lugar hoy para Mary Poppins y sus incursiones un poco naif. Si el espectador desea nadar en la bañera de burbujas de fantasía, Mary Poppins regresa es la ocasión ideal para ello.
Secuela de Mary Poppins (1964). La famosa niñera regresa para ayudar a los ya adultos Michael y Jane Banks, luego de que Michael enviudara y quedara sólo con sus hijos. Mary Poppins con su magia, canciones y enseñanzas ayudará a la familia a atravesar este duro momento.
Aquellos adultos que elijan ésta película sin duda alguna no van a poder sacarse de la cabeza, por lo menos antes de concurrir al cine, la maravilla que significó la primera versión de éste personaje llamado “Mary Poppins”, que aparece de la nada portando su famoso paraguas en el momento en el que se la necesita. Pero, en rigor de verdad, ésta vuelta no es quizás el mismo producto angelado del que hablé en el párrafo anterior. Quizás, quienes me lean, se preguntarán cuáles son las diferencias, básicamente nada que altere lo sustancial del personaje, sino que en la actualidad, quizás el film no resulte tan emotivo y conmovedor. En ésta historia los ya crecidos Michael y Janet Banks (Ben Whishaw y Emily Mortimer), la reconocen inmediatamente cuando ella vuelve porque sabe que la Familia Banks está en problemas (embargo y posible pérdida de su vivienda). Esta versión al igual que la de Julie Andrews y Dick Van Dyke está llena de canciones, pero puntualmente ninguna para recordar como “supercalifragilístico”, o “chin-chimenea”. Esta remake tiene fantasía, gracia, divertimento, mezcla de actuaciones con caracteres animados y la intervención del Farolero (Lin-Manuel Miranda) que en éste caso reemplaza al deshollinador. Si de actuaciones hablamos, brillante Emily Blunt, fresca, encantadora, pícara y querible por los niños, destacándose las intervenciones pequeñas de Meryl Streep, Julie Walters, Angela Langsbury y Dick Van Dyke. También como el banquero podemos mencionar el desempeño actoral de Colin Firth. Quiero aclarar que ésta película es quizás más un musical que la historia en sí de la ayuda que Mary Poppins viene a prestar a su vieja y querida familia. Visualmente con recursos técnicos impactantes, una fiesta para la vista, pero, reitero, no pensemos en la versión de 1964. ---> https://www.youtube.com/watch?v=VJHAF_xegeY TITULO ORIGINAL: Mary Poppins Returns DIRECCIÓN: Rob Marshall. ACTORES: Emily Blunt, Lin-Manuel Miranda. ACTORES SECUNDARIOS: Dick Van Dyke, Meryl Streep, Colin Firth, Emily Mortimer, Ben Whishaw, Julie Walters, Angela Lansbury, Pixie Davis, Nathanael Saleh, Joel Dawson. GUION: David Magee. FOTOGRAFIA: Dion Beebe. MÚSICA: Marc Shaiman. GENERO: Musical , Familiar . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 131 Minutos CALIFICACION: Apta para todo público con leyenda DISTRIBUIDORA: Buena Vista FORMATOS: 2D. ESTRENO: 24 de Enero de 2019 ESTRENO EN USA: 19 de Diciembre de 2018
Había que atreverse a revisitar un éxito soldado en la memoria colectiva de muchos como la película de Mary Poppins con Julie Andrews, no solo desde la época de su estreno sino por las repeticiones que lo transformaron en un clásico para varias generaciones. Esta secuela de Rob Marshall, muy respetuosa del recuerdo contó con una deliciosa actriz como Emily Blunt para cumplir con su cometido. Esta versión tan estudiada, tan timorata con el recuerdo tiene lo suyo para conquistar nuevos públicos, después de casi medio siglo. El director de la inolvidable “Chicago” se lanza a su primer musical original concebido para el cine y lo suyo impacta, resulta un poco largo, pero es creativo y por momentos impecable. Por un lado el tono de la inocencia de la niñez, pero también cierta melancolía con el mundo que esa niñera emblemática debe resolver. Esta bien lograda esa unión de ubicaciones de Londres, con conjuntos de estudios y efectos especiales. Por momentos la fantasía barroca puede empalagar, con agregados imaginativos y otros que replican el original. Todo resulta brillante, cargado, pero también muy atractivo. En el pasado el personaje mágico llegaba para solucionar la ausencia de padre, demasiado ocupado. Ahora, 25 años después, con los protagonistas que conoció ya adultos, para paliar la ausencia de la madre de los niños y los problemas económicos del padre. Las canciones clásicas faltan, pero las nuevas tienen su mérito. los números musicales son impactantes y el vestuario atractivo y de colores brillantes. Emily Blunt encaró el personaje con firmeza y mucho encanto, es uno de los puntales de la película, con una cuota de bondad y un misterio que incomoda, hace magia y luego afirma que no fue así. Lin-Manuel Miranda se luce. Colin Firth es un malo tenebroso, casi fuera de tono con tanto color, ritmo e ilusiones del resto del film, una villano de otro film, y el lujo de las apariciones de Dick Van Dyke, Angela Lansbury y la increíble Mary Streep. Una experiencia un poco larga, pero definitivamente regocijante.
[REVIEW] El regreso de Mary Poppins. Aquí está por fin la esperada secuela del clásico de Disney, una que jamás imaginamos que habría o esperamos. Pero de todas maneras Mary Poppins está de regreso. Hemos hecho un verdadero ejercicio de análisis sobre nosotros para hablar de este film, que se atreve a titularse (una tardía) secuela de la película de Robert Stevenson, filmada en 1964. Aquella que catapultó la celebridad de una joven Julie Andrews y realmente alimentó la fantasía de quien sabe cuantas generaciones sobre niñeras mágicas y crecer sin dolor o tribulaciones, solo cantando y creyendo que el mundo era algo más que adustos adultos. E ahí la cuestión del ejercicio que antes mencionamos, porque a fuerza de sueños infantiles, y un mercado que jamás olvidó a la nanny voladora, se convirtió a nuestros ojos en la película única e irrepetible. Irrepetible, no porque no hubiera nuevas historias que contar (posee cinco secuelas directas la primer novela, todas de la autora original), si no porque sin Julie Andrews y su troupe, como los compositores originales de las canciones; Richard M. y Robert B. Sherman era casi imposible reconstruir el encanto original. Y aquí estamos, intentando discernir que buscaban con este film, más allá de las mentadas ganancias económicas, que seguramente serán cuantiosas. ¿Quizás traer aquella vieja magia a las nuevas generaciones? Una remake hubiera sido tan criticada y vapuleada que ni habría tenido chances y entonces la secuela se presenta como la mejor opción. Así lo comprobaron cuando filmaron Star Wars: The Force Awakens (2015), una reescritura pura y dura del primer episodio (ahora llamado Episodio IV), condimentada, en el mejor de los sentidos, con la actualidad que hoy nos ocupa. Lo que si olvidaron con Mary Poppins Returns, es justamente eso. Esta vez utilizaron el retorno a la niñez, como aglutinador de una historia que imprudentemente se asemeja a la original en demasiados aspectos sin contar que de la misma ya pasaron cincuenta y cuatro años. Los Banks que Mary cuidó ya están grandes y con descendencia, en particular Michael Banks quien parece hasta haber olvidado lo vivido con ella o por lo menos dejarlo en ese siniestro lugar al que llamamos fantasía infantil. Padre viudo de tres niños, vive en la vieja casa (17 Cherry Tree Lane Street) que su hermana Jane visita regularmente. Todo allí parece detenido en el tiempo, mismos vecinos, mismas calles aún iluminadas con gas, cosa extraña ya que la electrificación total de Londres se llevó a cabo en entre 1920 y 1930. Decíamos parece, porque la familia, una vez burguesa de la clase media trabajadora londinense, hoy está en medio de la ruina económica. Un préstamo impago lleva a la familia a casi perderlo todo. De lo que destaca, el guionista de este film David Magee, es la esperanza cuasi infantil de que todo tiene solución, hasta lo imposible (no así a ojos de los adultos). Y entonces el regreso de la niñera más querida por el publico, se supedita a recordar a los ya adultos Michael y Jane de que todo tiene solución si eres capaz de tener el espíritu de aventura al buscarlas. Hook (1991) de Steven Spielberg era más sensato al buscar a Peter Pan, en un gordo corredor de bolsa interpretado por Robin Williams, de hecho hasta la atmósfera que poseía esa película más que ridícula era encomiable. Como hace poco lo intentó Marc Forster con Christopher Robin: Un reencuentro inolvidable (2018), ciertamente con más gracia y elegancia. Atmósfera, particularmente el original había ganado mucho con su concepción del arte en general, logrando en estudios una puesta atractiva, gracias al equipo técnico; esas viejas glorias del trabajo a mano: Carroll Clark, William H. Tuntke y Edward Colman. Gran parte de la magia era concebida en estudios y mucha inventiva. Y que se amalgamaba sin fisuras con la animación del gran Ub Iwerks. Atmósfera que aquí se pierde por la pobre utilización de efectos prácticos. Más allá de una encomiable reconstrucción de los sets originales de John Myhre, un vestuario impecable de la siempre superior Sandy Powell, la imagen general se ve ciertamente poco original, falta de marco que pueda resignificar lo que estamos viendo. La decisión de arte ejecutada en la original, supera a la actual, porque engloba el aspecto general de lo que visualizamos. ¿Deja de ser colorida, brillante y vivaz? Claro que no, el elenco, quitando a Lin-Manuel Miranda, es soberbio en su labor, en su interacción con el encanto que irradian las animaciones. En la comprensión de sus personajes y que el espectador, que tiene visionado el original, podrá conectar sin esfuerzo. De más está decir que Emily Blunt brilla en su Mary Poppins, un trabajo que hasta supera en ciertos rasgos a Julie Andrews, el encanto de alguien que sabe que lo posee y lo explota con esa seguridad. Aunque en general la historia se acerque demasiado a un refrito temeroso de probar originalidad en el personaje. Los niños se divertirán sin ninguna duda, y es una pena que ninguna de las canciones logre colarse en los espectadores como lo hicieran Supercalifragilisticexpialidocious! o A Spoonful Of Sugar. Rob Marshall realiza un buen trabajo de dirección, pero que no escapa a lo normativo de sus anteriores producciones. En definitiva, queriendo dejar en paz este film, que en general tuvo una excelente acogida por la crítica en su país, diremos que es una producción de lujo, con un muy buen elenco, capaz de encantar a niños y adultos por igual. Pero que carece del espíritu de la original, que no pasa de ser una superproducción más del gigante Disney y que eso no ayuda a convertirla en “la” película que pudo ser si hubieran dejado un poco de lado el ejercicio nostálgico que es y se atrevieran a algo más original y no tan visto, por ejemplo con el guion, todo dicho.
Recuerda que fuiste niño. Se trata de una película para toda la familia, con el protagonismo indiscutido de la magia, los números musicales que seguramente deleitarán a los amantes del género y a los fans de Mary Poppins, aunque quizás no sea tan llevadera para niños pequeños debido a su larga duración, exceso de escenas musicales y poco diálogo. Michael Banks (Ben Wishaw), trabaja en el banco donde trabajaba su padre, y aún vive en la misma casa con sus tres hijos, Annabel, Georgie y John, y su institutriz Ellen. Jane Banks (Emily Mortimer), lucha por los derechos de los trabajadores y ayuda a la familia de Michael. Cuando la familia sufre una pérdida trágica, Mary Poppins (Emily Blunt) reaparece mágicamente en la vida familiar. Con la ayuda de Jack (Lin-Manuel Miranda), el siempre optimista lamparero, Mary hará todo lo posible para que la alegría y el asombro regresen a sus vidas. También les presentará personajes nuevos y emocionantes, incluido su excéntrica prima Topsy (Meryl Streep). Se trata de una secuela directa de la original, manteniendo la estructura y cambiando el contenido. Vale decir que funciona dado el estilo visual y estético de color y locaciones del director Rob Marshall, quien se especializa en el género, logrando aquí un excelente trabajo, armonioso entre la performance de los actores, vestuario, escenografía, fotografía y coreografía, manejando con cintura los tiempos para incluir la música entre los personajes y el tipo de historia que se está contando. Las animaciones asombrarán a los más chicos, sin lugar a dudas. La interpretación de Emily Blunt es remarcable, con un tono de ironía, simpatía y sarcasmo, nos regala su propia versión del personaje, tan amado por todos, homenajeando a Julie Andrews, aunque sin intentar copiarla. Se la extraña un poco al final, ya que en el comienzo resulta avasallante. Con respecto a Meryl Streep, cabe decir que tanto su personaje como su musical son entretenidos y bien logrados -quizás nos quedamos con ganas de disfrutarla un poco más-, quedando claro en este caso el mensaje a transmitir: hay que mirar la vida desde otro punto de vista. Probablemente darle menos protagonismo al farolero, hubiese sido una buena elección. La banda sonora no recupera las canciones originales, resultando esto un acierto y muy inteligente; con canciones nuevas, que conservan la esencia de las originales y que probablemente obtengan a futuro el mismo impacto que las clásicas. Al aparecer Mary Poppins en la misma casa de los niños Banks, ahora adultos, nos damos cuenta de que no sólo regresó porque los hijos de Michael necesitan ayuda, sino también los adultos Banks. Ella sólo partirá, cuando se abra “esa puerta”… Este film va a entretener y asombrar a niños y adultos, y nos refrescará algunas cositas que debemos recordar más a menudo: … nada es imposible… para ser feliz debemos reencontrarnos con nuestro niño interior… la vida es un juego… la magia existe sólo si crees en ella… siempre hay esperanza… los seres queridos que ya partieron, siempre estarán con nosotros… nada se pierde, solo se transforma… y recordar que fuimos y somos niños en el fondo. Sólo depende de nosotros acercarnos a nuestra esencia.
Hace tiempo que Disney está trabajando sobre la nostalgia de los espectadores reinventando buena parte de los clásicos de su propiedad con nuevas versiones que incluyan alguna vuelta de tuerca (la última moda es aportarles carne y huesos a aquellas legendarias películas animadas) o, como en este caso, secuelas más parecidas a una remake que a una continuación. Mary Poppins era una apuesta riesgosa, sobre todo a la hora de encontrar un reemplazo para Julie Andrews. Emily Blunt se animó a hacerse cargo del paraguas y la valija mágica en El regreso de Mary Poppins. La actriz es el punto más alto de esta secuela vistosa y engalanada por una hermosa animación en 2D y un vestuario de época deslumbrante. Blunt le da vuelo propio al personaje sin encasillarse en la empalagosa versión de la niñera que popularizó Andrews. La excusa argumental de esta nueva caída de los cielos es que los chicos de la película original, Jane y Michael, vuelven a necesitar a la niñera mágica un par de décadas después del primer encuentro, en tiempos de la Gran Depresión en Londres. Los problemas familiares son aquí mucho más graves que en la original (dos chicos sufrían ante la indiferencia de sus padres) y la imaginación mágica de Mary Poppins esta vez tiene que hacerle frente al tradicional matricidio de las aventuras de Disney. Los hermanos Banks viven juntos con los tres hijos de él, deprimido porque acaba de enviudar, en la casa familiar que están a punto de perder por la falta de pago de un préstamo al banco. Y la niñera volvió para proteger a la familia con la ayuda del farolero Jack, que ocupa el rol de aquel deshollinador interpretado en 1964 por Dick Van Dyke. El especialista en musicales Rob Marshall (Chicago, Nune, En el bosque) vuelve estas dificultades transitorias y superficiales al ir desentendiéndose de todos los problemas de los tres chicos a medida que van ganando lugar las canciones. Y ahí es donde se nota que es imposible que El regreso de Mary Poppins esté a la altura de aquella película de Robert Stevenson. La narración de Marshall termina rehén de las coreografías y se diluye entre ensaladeras rotas y comprobantes bancarios perdidos. Y encima el himno deshollinador Chim Chim Cher-ee y Supercalifragilisticoespialidoso miran demasiado desde arriba los esfuerzos de Lin-Manuel Miranda y Blunt por poner a la nueva versión a la altura. No importa mucho la tenacidad ni la capacidad de Blunt cuando la película decide marginar de a ratos a su propia protagonista. El arbitrario final de la película es un buen ejemplo de cómo la niñera termina quedando relegada en esta nueva versión más preocupada por rendirle pleitesía a Dick Van Dyke y Julie Andrews (cuya ausencia es notoria y sorpresiva en la última secuencia) que por imaginarle un camino propio a su gran protagonista.
M ary Poppins (1964) se filmó íntegramente en los estudios de Disney en Burbank, pero nos transportaba a la Londres de 1910. El regreso de Mary Poppins se rodó en varias locaciones reales de la capital inglesa, pero mantiene el artificio de la película original. Estamos en plena década de 1930, en medio de la Gran Depresión, y los hermanos Michael (Ben Whishaw) y Jane Banks (Emily Mortimer), a quienes conocimos como niños en el musical de Robert Stevenson, ya son adultos y deben luchar contra la codicia de un banquero (Colin Firth) para salvar la casa familiar. Para ayudarlos aparecen varios personajes de buen corazón. Por un lado, la niñera del título (Emily Blunt, en el papel que consagrara a Julie Andrews), que se encargará de cuidar a los tres hijos del viudo; la empleada doméstica Ellen (Julie Walters) y el farolero Jack (Lin-Manuel Miranda), que remite al personaje de Dick Van Dyke (quien a los 93 años tiene un simpático cameo en esta secuela). No hay demasiados cambios de tono, de estilo, de estética entre una película y otra. Ese respeto es a la vez la mayor fuerza, pero también la principal debilidad de un film eficaz y profesional aunque demasiado anclado en el ejercicio nostálgico. Por un lado, resulta seductor para aquellos que pretendan revivir las sensaciones que dejó el clásico musical, pero al mismo tiempo el director Rob Marshall (quien ya había incursionado en el género con Chicago y Nine) queda en varios sentidos preso de esa veneración como para conseguir un film más afín a estos tiempos y con verdadero vuelo propio.
El error de la fidelidad Ante el reboot de Mary Poppins (1964) había dos opciones: barajar y dar de nuevo, o, como en el caso de El regreso de Mary Poppins (Mary Poppins returns, 2018), mantenerse fiel a la original imaginando una secuela como si el Siglo XXI no hubiese llegado y construir un relato lineal que respetara hasta la decisión de sumar animación 2D para evocar una mística que nunca termina de llegar. Rob Marshall (Chicago, En el bosque) encara el guion de David Magee como si el rodaje hubiese transcurrido durante la época de la primera propuesta, con las mismas condiciones de producción y los mismos temas en la agenda de medios. En algún momento tal vez lo lúdico de esta propuesta se permita jugar a lo nuevo con la calidad de la imagen, sonido y fotografía, pero rápidamente vuelve a su decisión de mantenerse tan fiel al primer proyecto que a pesar de los esfuerzos por emular el carisma de los protagonistas originales en el elenco actual, todo suena a ya visto, añejo y deslucido. La trama es muy simple: Mary Poppins (Emily Blunt) regresa para encargarse de los hijos de uno de sus “niños” del pasado (Ben Whishaw) y agregarles “magia” a sus complicados días cuando están por perder la vivienda familiar, mientras son acechados por banqueros, gente inescrupulosa y un farolero (Lin-Manuel Miranda) que no para de merodear la vivienda con sus canciones y lecciones de vida. Aquello que en la puesta original se presentaba como ingenuo, pero luego se revertía con las geniales actuaciones de Julie Andrews y Dick Van Dyke, como así también con emblemáticas canciones que permanecen frescas en la cultura popular hasta hoy en día, aquí falta resolverse por la inocencia con la que se desea impregnar a los dos protagonistas. Mientras el mundo del dinero avanza, el mundo de las emociones y canciones de Poppins detiene el paso del tiempo, algo completamente contraproducente para poder resolver los deadlines que tienen los protagonistas y sus derivaciones. Las canciones se suceden, una tras otra, con un despliegue de números musicales que varían su calidad de acuerdo a la figura invitada (Meryl Streep, Angela Lansbury, Dick Van Dyke). Este punto también debilita la fuerza del relato construyendo una pseudo estructura episódica en la que sólo el gran tema de la pérdida de la vivienda tracciona estos segmentos en los que se intentan reflejar la magnificencia de la producción que el estudio maneja. Así y todo, el artificio se revela y, excepto algunos números musicales, la falta de originalidad y la fidelidad a la primera entrega no permiten que su corrección política devuelva algo novedoso para atraer a audiencias distintas a las que, esperanzadas y con el recuerdo de la niñera voladora primigenia, querrán evocar su infancia y las miles de veces que volvieron a acudir a sus canciones para sentirse felices. El regreso de Mary Poppins necesita de su predecesora para ser ella la nueva opción del relato sobre niñeras que terminan educando, transformando y aleccionando a les niñes que cuidan, y buscan en la fidelidad y perfección de una puesta antiséptica, el consumo de nuevas generaciones de un clásico que en su versión original suena mucho mejor.
El clásico musical familiar de Robert Stevenson, “Mary Poppins” (1964), fue un punto de inflexión para la carrera de Julie Andrews, quien inevitablemente se vio marcada de por vida en su papel. Pudo protagonizar un puñado de films en Hollywood pero ninguno lo suficientemente relevante como para borrar la huella de “Mary Poppins”, personaje que nunca tuvo una secuela -aún pese al gran éxito-. La segunda parte llega recien ahora, con una ‘demora’ de 54 años. “El regreso de Mary Poppins” está dirigida por un especialista en musicales, Rob Marshall (“Chicago”, “En el bosque”), y con el guión de David Magee (“Una aventura extraordinaria”). La remplazante de Julie Andrews es ni más ni menos que Emily Blunt, quien viene de protagonizar un gran éxito con el filme dirigido (y actuado) por su marido, “Un lugar en silencio”. Con más forma de remake que de secuela, “El regreso de Mary Poppins” nos narra justamente eso, el retorno de la niñera mágica a la casa de la familia Banks. Ha pasado una nueva generación, pero los conflictos siguen en puerta, y quien mejor que Mary Poppins para tratar de resolverlos. Para quienes no vieron la versión de 1964, “El regreso de Mary Poppins” tiene todo lo que Hollywood puede ofrecer: emoción, entretenimiento, bellas imagenes y buenas coreografías, pero nunca lográ quitarse la sombra de la original. Como secuela, son más bien pocas las novedades que ofrece. Rob Marshall prefiere filmar una cinta plagada de nostalgía, con algunas pequeñas conexiones, cameos de actores de la original y toda esa esencia que abundaba en la megaproducción de mitad de los 60′. Emily Blunt esta fantástica a la hora de construir su propia Mary Poppins. Respeta muchas de las cualidades del personaje, pero se anima a hacerlo con sello propio. La dirección de arte es estupenda, los colores, las escenografías y el CGI que nutren la puesta en escena. Está claro que a nivel visual no hay nada que objetar, pero sacando todo lo técnico, es poco lo que “El regreso de Mary Poppins” nos narra. El desafío a la hora de efectuar una crítica como esta, es intentar despegarse de la prolijidad técnica que Hollywood te ofrece, para poder excarvar en aquello que queda tapado, como el guión, por ejemplo. Los numeros musicales son muy buenos, pero no se encuentra una canción pegadiza que destaque en demasía por sobre el resto. Nunca llegan a ser inolvidables. Lo que si, hay una secuencia con dibujos animados brillante, y una interesante construcción sobre los temores infantiles trasladados al mundo animado. “El regreso de Mary Poppins” intenta conservar la nostalgía, pero le falta mucho en la parte creativa, y eso queda maquillado por tantos colores y coreografías que se ponen a disposición de los personajes. No es perfecta, pero es un buen entretenimiento para disfrutar en familia durante este verano. Por Fabio Albornoz para Ociopatas.
Si cuando digo “Supercalifragilísticoespialidoso” saben a qué me estoy refieriendo, claramente formaron parte, en su momento o en sus reposiciones en el cine, mediante algún VHS, DVD o BluRay, del mundo de la inolvidable Mary Poppins en aquella versión del año 1964 con Julie Andrews y Dick Van Dkye: ambos en los papeles que los han consagrado en sus carreras y que los han marcado a fuego como esa niñera mágica y el deshollinador bohemio que la lleva a recorrer los tejados de una Londres tan neblinosa como inolvidable. Entre las diferentes líneas de producción que actualmente maneja el estudio Disney, se encuentran las clásicas producciones animadas (este año estrenaron por ejemplo “WiFi Ralph”, una película que demuestra un verdadero acierto con la idea de generar una secuela), las que forman parte de imperio compartido con Pixar Studios y además, han lanzado toda una línea de películas en donde grandes clásicos animados ahora forman parte de películas “live action” (de las que ya se estrenaron “La Cenicienta” “La Bella y la Bestia” o “El libro de la Selva” y se esperan, entre otras, el “Dumbo” de Tim Burton y “El rey león”). Con el estreno de “Christopher Robin” el estudio también ha apostado a trabajar con un estilo vintage, reflotando otros grandes clásicos que dan lugar a “reboots” o revivals de aquellos personajes que han logrado instalarse en el colectivo popular. Tal como había ocurrido con “Christopher Robin” la primera pregunta que se instala frente a “EL REGRESO DE MARY POPPINS” es la que surge una y otra vez mientras transcurre el film: “¿a qué público está apuntando esta película?”. No es que sea necesario ni imprescindible definir un “target” para cada película, dado que de hecho hay productos que funcionan perfectamente como entretenimiento familiar, y que, con sus diferentes niveles de interpretación pueden lograr su objetivo de entretener al público más menudo e invitar a la reflexión o brindando otro estilo de humor a los adolescentes y adultos de la familia. Pero “EL REGRESO DE MARY POPPINS”, en ese sentido -y en muchos más- queda como un híbrido al que cuesta encontrarle el objetivo. Si la vemos como un gran homenaje a aquella Mary Poppins del ’64 e interpretamos que todo el filme funciona como una escalada retro con guiños permanentes al film original y a las glorias pasadas del Estudio Disney, los que se quedarán afuera son las nuevas generaciones de espectadores. Para ellos, el aroma que respira esta versión es algo vetusto, pura armadura clásica en la que queda atrapada la puesta, la estética y por sobre todo el costado más naïf e inverosímil de la historia. El ritmo que el filme se impone a si mismo (con más de dos horas de duración, la extensión de los cuadros musicales, los diálogos sobreexplicativos por sobre la acción general), responde indudablemente a una estructura narrativa que el cine de hoy –y menos aún las producciones infantiles y familiares- ya no tiene. Mientras un grupo de nostálgicos estén disfrutando de “EL REGRESO DE MARY POPPINS” con esa propuesta de túnel del tiempo, habrá una gran parte de la sala quede fuera de ese código que la película plantea. En este caso, cuando la vemos como una nueva forma de acercar estos personajes clásicos (tal como lo son Winnie Pooh, Christopher Robin y todos los amigos del bosque), la propuesta falla porque resulta bastante difícil que las nuevas generaciones empaticen rápidamente con una historia que tiene todos los elementos visuales para deslumbrar, pero que ha privilegiado la forma sobre el fondo. A esta Mary Poppins versión 2019 le falta ritmo, pero por sobre todas las cosas le falta magia. Los cuadros musicales lucen prolijos, perfectos, pero son extensos y las canciones no son pegadizas en absoluto –además de tener una estructura apegadamente clásica de musical de Broadway en donde inclusive, la imagen se detiene unos segundos después de finalizado el cuadro como si se estuviera esperando seguir la acción después de los aplausos-. Después de más de dos horas de proyección, salir de la sala sin tararear el “hit” es casi un pecado mortal. Se extrañan el ritmo, la originalidad y lo pegadizas que fueron “Chim-Chimenea” “Con un poco de azúcar” y la ya mencionada “Supercalifragilísticoespialidoso”, que, a esta altura resultan completamente imbatibles. Las comparaciones son odiosas (pero también es casi imposible no hacerlas) y ni siquiera el carisma de Meryl Streep logra convencer en “Topsy”, un cuadro musical que parece solamente creado a los efectos de su participación en la película, que no aporta demasiado a la trama y que extiende, innecesariamente, la duración del filme. Quizás el que tenga aporte un poco más de magia, sea el que combina la acción con dibujos animados, pero también en este caso se extraña el baile con los pingüinos, otro momento inolvidable no sólo en la historia de Disney sino en la propia historia del cine. Quizás esta falta de encanto se deba a la mano de Rob Marshall en la dirección que acertó con un elenco grandioso en “Nine” pero nos sumergió en el sopor más profundo con “En el Bosque” y de la mano de la insulsa Renée Zelwegger y Catherine Zeta-Jones construyó una versión de “Chicago” que, tal como sucede en este caso, luce correcta pero sin alma. Marshall apunta siempre a la corrección pero no plantea en ninguna de sus puestas ni un estilo propio ni el más mínimo riesgo: prefiere apostar a lo seguro e instalarse en su “zona de confort”. Lo que salva a esta nueva versión del clásico de P.L.Travers es el elenco de primer nivel que han puesto a disposición de Marshall, encabezado por una perfecta Emily Blunt en el rol de Poppins. Tenderíamos a pensar que Julie Andrews es completamente irreemplazable, pero Blunt demuestra con creces que puede ser su sucesora natural y que tiene todos los atributos necesarios para construir esa niñera mágica que llega una vez más a la casa de los Banks, esta vez para encontrarse que sus niños son ya adultos (encarnados por Ben Whishaw y Emily Mortimer) y que también hoy necesitan de su protección y de sus dulces poderes. Pero no solamente Blunt brilla como Mary: el elenco forma un ensamble dotado de muchísimo talento: allí están Colin Firth en el rol del villano, el talentoso Lin-Manuel Miranda (en un papel que el guion no logra definir y por lo tanto no le permite demasiado lucimiento dentro de la historia y su inclusión suena hasta algo forzada), Julie Walters y las intervenciones –breves pero descollantes- de Angela Lansbury, Meryl Streep y el propio Dick Van Dyke con una escena musical sorprendente y rebosante de energía. Una cita ineludible para los nostálgicos y una posibilidad –ardua tarea, pero vale la pena intentarlo- de que algún niño de este nuevo milenio se desprenda por un buen rato de sus redes sociales, sus juegos virtuales y su mundo de puras conexiones, para dejarse llevar por la magia de la nueva entrega de Mary Poppins, un personaje absolutamente querible, más allá de los desaciertos que puedan aparecer en esta versión de Marshall.
Contrariando cualquier moda, "El regreso de Mary Poppins", de Rob Marshall, es una oda al musical más clásico y puro, con una Emily Blunt que brilla. El género musical debe ser la representación del Ave Fénix en el cine. Vive de picos de auge a prontas caídas, y cuando parece que ya está dejando de ser tendencia, vuelve a renacer. El año pasado tuvo un glorioso retorno con el exitazo de "El gran Showman", película que no tardó en convertirse en un clásico instantáneo. ¿Cuál fue el secreto del film protagonizado por Hugh Jackman? La reversión del clásico musical con canciones originales en clave pop, hiper pegadizo, y cuadros musicales cercanos al videoclip. Claramente una adaptación del género a los tiempos que corren. Exactamente un año después llega "El regreso de Mary Poppins", y los caminos eran dos. Perfectamente podía subirse a la nueva ola, intentar llegar a las nuevas generaciones con el estilo de "Glee" en la pantalla chica y "El gran showman" en la grande; o volver a los orígenes y ser fiel a su procedencia. Debimos adivinarlo cuando el director escogido fue el experto en musicales Rob Marshall (Chicago, En el bosque), "Mary Poppins..." no solo toma, abraza el segundo camino; apegarse al clásico como si el tiempo no hubiese pasado. Algo similar había sucedido en otro género cuando en 2006 Bryan Singer presentó Superman regresa. Contrariando toda moda, su hombre de acero tomaba cosas del film de Richard Donner, y de los cortos animados de Max Fleischer realizados en los años ’40. En ese entonces las aguas se dividieron, y es probable que esto vuelva a ocurrir. ¿"El regreso de Mary Poppins" es un film fácil de vender? No, pero eso no afecta a su maravilloso resultado. La historia es tan sencilla como práctica, y sirve para poner a todos otra vez en marcha. Michael (Ben Whishaw) y Jane (Emily Mortimer), crecieron. Michel es viudo y tiene dos hijes. Los problemas comienzan cuando producto de una crisis financiera, Michael está por perder la casa familiar en la que ahora él vive junto a sus hijes. Un prestamista (Colin Firth) está dispuesto a rematar la vivienda con tal de cobrar su hipoteca, y cuenta con la asistencia de dos empleados, uno más decidido que el otro. Todo se vuelve un caos, Jane tampoco sabe cómo ayudar, Michael se desborda entre los problema de dinero y su situación de estanco emocional que complejiza la crianza de los niños. Cuando se dice caos, ya se sabe quién viene a ayudar. Nuevamente desde el cielo con su paraguas, llega Mary Poppins, que ayudará a Michael y Jane a criar a los niños, hallar el lado positivo de la vida, y encontrarle solución a todos los problemas. Todo es cuestión de creer, cantar, y bailar. Entre todo el asunto, el farolero Jack (Lin Manuel Mitranda) se amalgama en la historia y en la vida de los personajes como guía al espectador. El guion de David Magee y la puesta de Marshall (que realiza, quizás, su mejor labor) se estructura a través de cuadros bien diagramados. Una vez que Poppins arriba llevará a toda la troupe a un recorrido que presentará distintos personajes en busca de una solución. Los musicales de Disney de los años ’60 son todo un subgénero aparte dentro del musical, y "El regreso de Mary Poppins" no pretende apartarse de ellos ni un poco, es un way back absoluto. No falta nada, las canciones de corte clásico, como salidas de una pianola; la colorida y amable animación 2D fundida en el live action; el tono naif tanto en la historia como en la elección de vestuario, escenografía, y fotografía; el positivismo a ultranza. Las canciones, propias de un musical clásico, se funden en una puesta de estilo teatral inmensa, a todo trapo, al mejor estilo Broadway brillante. La novedad de los efectos digitales serán utilizados a favor de la estética para que parezcan artesanales. Todo encaja sin salirse ni un milímetro. Emily Blunt se come la pantalla. Julie Andrews será recordada siempre como aquella Mary Poppins amable y dócil. Pero desde su primera escena, Blunt es Mary Poppins y logra que no extrañemos a la original. La hace suya, es más cínica y apegada a la novela de P.L. Travers. La mirada pícara, cuasi endiablada de la actriz de "Un lugar en silencio", le viene perfecto a este personaje. Andrews y Blunt cada una son Mary Poppins, no se pisan, y tienen su lugar en nuestros corazones. Lin Manuel Miranda por fin tiene su gran oportunidad en la pantalla grande, y la aprovecha. Si el género regresa a la gloria, puede catapultarse como estrella fuerte. A Colin Firth se lo aplaude, siempre. Su viillano es tan odioso como querible, dignísimo de esta propuesta. Whishaw y Mortimer (que no terminamos de entender por qué nunca despegó de los secundarios) también están muy bien el lo suyo, al igual que les niñes, adorables. También está Julie Walters, divertidísima; y la gran Meryl Streep tendrá su cuadro propio, quizás el mejor de la película. Esperen a ver a Dick Van Dyke y Angela Lansbury, es lo gloria. Todo es una fiesta. "El regreso de Mary Poppins" es una film infantil, quizás para los niños de aquella época que ya no es la actual. En todo caso, toma el riesgo, y plantea el por qué no se puede llevar aunque sea por un rato a les niñez, nuevamente al terreno de la pura inocencia. Luego de que los productos infantiles transitaran un camino árido en el que a base de humor pop moderno se presentó el desangelado mensaje de no creer en cuentos de hadas, "El regreso de Mary Poppins" nos dice que quizás no sea tan tarde. Aún si la película es difícil de vender al público infantil actual, el consumidor del musical clásico, que los hay, se sentirá a sus anchas, y por dos horas diez minutos, sentirá que le están devolviendo la magia que anhelaba. Si lo pensamos un segundo, la película tiene como regalos a Van Dyke, Lansbury, Streep y Walters; ni a una estrellita joven de Disney Channel. Podemos decir que esta película es puro ritmo, agilidad, sin ser un torbellino, gracia, dulzura, y desborde de carisma. Al salir de la sala la sonrisa de oreja a oreja perdura por un rato largo y dan gana de, camino a casa, cruzarse con alguna flor o pajarito de animado color pastel ¿Tarea cumplida? ¡Oh sí!
En El regreso de Mary Poppins se repite una experiencia similar a lo que fue El Cascanueces y los cuatro reinos. Las puesta en escena es espectacular y está al nivel de lo que el espectador puede esperar de una producción de Disney y muy especialmente de un musical de Rob Marshall (Chicago). Los fans del estudio celebrarán el regreso de la animación tradicional que es parte del alma de la compañía y todo el reparto seleccionado es impecable. Lamentablemente, la falta de imaginación y creatividad con la que desarrollaron esta producción es tan abrumadora que el resultado final termina siendo una obra insulsa y olvidable. El gran problema de este film es que El regreso de Mary Poppins funciona más como un tributo nostálgico a la producción de 1964 que una continuación con identidad propia. No existe una sola secuencia musical en este trabajo de Marshall que no remita directamente al clásico con Julie Andrews y el relato del director se excede de un modo absurdo con los guiños a la primera encarnación de la famosa niñera. Por consiguiente, en lugar de aprovechar la oportunidad para expandir la historia del personaje y hacer algo diferente, la nueva producción se limita a recordarnos lo genial que fue la película original. El director Marshall calca prácticamente la misma estructura narrativa que implementó Robert Stevenson en el ´64 y no ayuda el hecho que la mayoría de las canciones suenen todas iguales. La desventaja de hacer una continuación que se apoya tanto en la explotación de la nostalgia es que impide desarrollar cualquier expresión creativa que podría haber aportado una visión fresca y más espontánea de este personaje. Muy especialmente en lo referido al tratamiento de la fantasía. Los únicos elementos nuevos que le añadieron a la trama son la presencia de un banquero villano (completamente innecesario) y numerosas conversaciones sobre trámites y finanzas que seguramente serán muy divertidas para los niños. Salvo por las secuencias musicales donde se pueden disfrutar situaciones entretenidas, el resto de las escenas, cuando los protagonistas no cantan, son un bodrio. En lo referido al reparto, si bien Emily Blunt no es una figura que derroche carisma, en el rol de Mary Poppins está correcta pero no tiene muchas chances de destacarse por el modo en que se encaró esta entrega. La dupla que forma con Lin-Manuel Miranda se complementa con éxito y encuentra sus mejores momentos en los números musicales. Ben Wishaw y Emily Mortimer (en mi opinión lo mejor del film) consiguen hacernos creer que son la versión adulta de los hermanos Banks y resulta imposible no disfrutar las participaciones especiales de Dick Van Dyke y Angela Lansbury. Una actriz que para los espectadores de más de 30 años siempre será recordada en este género por su labor en Travesuras de una bruja (1971), que fue un clon divertido de Mary Poppins. Estos pequeños detalles que te sacan una sonrisa contribuyen a que el espectáculo se disfrute en la sala del cine. Sin embargo, queda la sensación que el regreso de Mary Poppins podría haber sido mucho más interesante si los productores no hubieran estancado el film en los recuerdos del pasado.
Desconozco la cantidad de fans que clamaban por una nueva película de Mary Poppins a esta altura. Ya pasaron 55 años desde la original. Y por cuestiones legales y conflictos, algunos de los cuales pudimos ver en la genial Saving Mr Banks (2013), no se había podido hacer otra producción basada en los personajes creados por P.L. Travers. Más allá de las ganas o no de ver otra vez a la muy genial niñera, se me hace que esta secuela llegó bastante tarde y con un público acostumbrado a otro tipo de cine. A pesar su gran realización, la película me aburrió. Me fue imposible no compararla de manera constante con la original. Y sale perdiendo siempre. Me resulta medio inexplicable y hasta sacrilegioso, que no estén incluidas ciertas melodías que son icónicas y bien emparejadas con el personaje. Amén de eso, Emily Blunt está genial como la nueva Mary. Se distancia un poco de Julie Andrews y hace suyo el papel. Ella es, sin dudas, lo mejor de la película. Lo cual no es poco. El resto del elenco está bien. Pero no entiendo las loas que está recibiendo Lin-Manuel Miranda. O sea, su trabajo es muy bueno, pero noto una cierta exageración. Por otro lado, aplausos de pie para Dick Van Dyke, cuyo cameo a los 93 años hace emocionar. Cuando se sube al escritorio… Increíble. También me gusto la onda retro con dibujos clásicos y no por CGI, y como se entrelazan las historias, a través de varios paralelismos. Rob Marshal, de gran trayectoria en musicales, hace un buen trabajo y se luce justamente en eso. Pero pese a todo esto, no llegó a emocionarme ni le encontré elementos para que marcara a una nueva generación. El regreso de Mary Poppins se siente como una película de Disney de media tabla, y esa afirmación en sí misma habla de problemas. Ojalá haya una nueva oportunidad para hacer las cosas mejores.
El regreso de Mary Poppins hace honor a la película original y da un salto de calidad en cuanto a las interpretaciones musicales, gracias a la inclusión de Lin-Manuel Miranda. Junto con la simpatía innata Emily Blunt, esta película enamora a simple vista y otorga un verdadero viaje mágico, digno de las mejores épocas de Disney. Si hay algo que se le reconoce a Disney es en que su primera gran época de esplendor, logró enamorar a grandes y chicos por sus producciones, basadas mayoritariamente en cuentos o historias infantiles, y transformarlas en historias que enamorarán esencialmente por la magia que le transmitían al espectador. Claramente no todos sus grandes clásicos tienen a “la magia” como gran protagonista, pero si lo es una de sus más reconocidas obras y mejor recordadas películas: Mary Poppins (1964). Para los que desconozcan de qué trata aquella película o directamente al personaje, Mary Poppins cuenta la historia de una niñera que posee ciertas habilidades “especiales” que se dedica a enderezar el andar de los niños cuyos padres pierden un poco el eje de lo que significa el termino “familia”. Con la ayuda de un repertorio de artilugios y amigos muy particulares, Mary Poppins -quien en su momento fue interpretada por Julie Andrews– siempre ha sabido como sacar adelante a los niños que cuida sin ningún tipo de excepción. En aquella oportunidad, Mary llegó a la casa de los Banks, una familia que no lograba cuajar como tal y tenía a sus dos integrantes más pequeños, Michael y Jane, como chivos expiatorios de sus padres y no lograban ser completamente felices. Con la ayuda de su fiel amigo el deshollinador Jack (Van Dyke), ellos lograron convencer al Sr. Banks de que lo que realmente importaba, estaba en su casa. Su única adaptación cinematográfica hasta el momento, caló hondo en la cultura popular, porque además de dejar un hermoso mensaje familiar que concientizaba a los más grandes sobre la importancia de estar unidos en momentos difíciles, lo hizo siendo un musical, quizás uno de los más recordados hasta el momento. Con una co-estrella como Dike Van Dyke y una animación que marcó un antes y después en las películas de Disney, Mary Poppins se transformó en un clásico del cine de aquel entonces y hoy en día sigue siendo una de las pelis más valoradas y aclamadas por los fanáticos de la poderosa industria del ratón. Hoy, 52 años después, la niñera mágica regresa en El Regreso de Mary Poppins (Mary Poppins Returns, 2018), una secuela que también sirve como reboot de aquella primera historia y que logra sentar las bases para que una nueva generación se acostumbre a la magia que en algún momento Disney supo dar. En esta ocasión, Mary (Emily Blunt) decide volver a visitar a la familia londinense que en algún momento supo enderezar, pero en esta oportunidad los roles se encuentran un poco diferentes. Ahora los ya no tan niños Michael (Ben Whishaw) y Jane Banks (Emily Mortimer), han crecido y son adultos responsables, con trabajos serios y una vida que los aleja de la felicidad que Mary supo darles cuando fueron más pequeños. Con Michael sobrecargado de trabajo y luego de haber sufrido una tremenda perdida, sus hijos Georgie (Joel Dawson), John (Nathanael Saleh) y Annabel (Pixie Davies) están casi a la deriva y necesitan la ayuda de alguien especial, alguien capacitada para arreglar su pesar y es por eso que, junto con su fiel amigo Jack (Lin-Manuel Miranda), Mary Poppins deberá volver a Londres una vez más para que la familia Banks pueda volver a encontrar el rumbo indicado. Dirigida por Rob Marshall y basándose en los personajes creados por Pamela Lyndon Travers, El Regreso de Mary Poppins funciona perfectamente como una secuela directa de la película original del ’66, pero al mismo tiempo hace las veces de remake para acercar a las generaciones mas jóvenes a la encantadora historia y mitología de Mary Poppins, así mismo sirve como un homenaje a la clásica película, todo esto sin dejar de ser una secuela. No solo porque en la trama la historia pasa 25 años después, sino porque toma la base de los mismos personajes y demuestra que la historia tenía más que contar. Al igual que los personajes, las locaciones más significativas de la película original regresan en esta segunda parte y si bien tienen prácticamente el mismo uso que en aquella primera oportunidad, su sola presencia logra que a más de uno se le forme una enorme sonrisa. Claro está que la trama es básicamente la misma y el guion no tiene absolutamente nada de ingenioso e innovador, pero la historia logra rescatar la esencia de la película original, ya sea con la interacción con la animación 2D o algunos de sus números musicales o sus puestas en escena. La película básicamente se sostiene en tres pilares muy fuertes: Las actuaciones de sus protagonistas, su increíble diseño de producción y sus canciones. Emily Blunt pareciera haber nacido para interpretar a Mary Poppins, la actriz británica transmite una elegancia y una sofisticación increíbles. Su labor como la de en su momento Julie Andrews, parecen ser de una misma persona y no de dos diferentes. Lo mismo sucede con Lin-Manuel Miranda, el dramaturgo que es conocido en todo el mundo por su labor en la obra teatral Hamilton, debuta en la gran pantalla siendo el acompañante perfecto para Blunt, elevando, en cuanto al canto, la vara que en su momento Dick Van Dyke había establecido con su personaje. El ganador del Tony a Mejor Actor Principal, un poco sirve para entender que este es el terreno que mejor le sienta a Lin-Manuel, por momentos incluso, pareciera que ciertas canciones son escritas exclusivamente para él y para aprovechar su gran talento a la hora de cantar canciones de “estilo rap”. El elenco se ve completo por actores que si bien no destacan en su labor, si hacen una interpretación correcta y logran cumplir con lo que se necesitaba o requería. Todo lo que tiene que ver con indumentaria, escenarios, coreografías y efectos especiales, están tan bien logrados que la película se transforma de buenas a primeras en un disfrute visual que no se ha visto en la historia cercana, en ninguna película. La paleta de colores, es utilizada con una gran visión destacando el brillo y colores pastel, rememorando una época en donde los musicales transmitían la alegría que se necesitaba para hacer que el filme fuese efectivo y lo mismo sucede en esta oportunidad. El uso de tecnología 2D no solo queda bien para asemejarse a la película original, sino que también produce un salto de calidad en cuanto a la narración. En tiempos de CGI donde todo es posible con una computadora, que los efectos especiales sean en una mayor parte prácticos, le da un plus artesano que enamora al más escéptico de los espectadores. Lo mismo pasa con las canciones y coreografías de baile, melodías y movimientos orquestados de una manera perfecta, que darán ganas de salir del cine cantando y bailando. El Regreso de Mary Poppins cumple con creces su propuesta inicial, ser una secuela más que digna del papel original y volver a poner en los primeros planos a uno de los personajes de la cultura popular más reconocidos a nivel mundial. Según parece, en los planes de Disney tendremos Mary Poppins para rato, ya que Emily Blunt confesó públicamente que le encantaría volver a usar el paraguas y sobretodo de la nana mágica y si bien todavía es una idea y no hay más que rumores, es posible que luego de ver la recaudación de la película podamos ver un poco más de los trucos que tiene esta niñera tan especial bajo la manga.
Con El Regreso de Mary Poppins, Disney nos trae una nueva versión del film de 1964 protagonizado por Julie Andrews, que en realidad funciona a modo de secuela –ambientada aproximadamente veinte años después de la original-, ya que presenta a los pequeños niños Banks como adultos. Michael (Ben Bishwa) es un viudo que tiene tres pequeños hijos y bastantes deudas, mientras que su hermana Jane (Emily Mortiner) intenta ayudarlo para evitar el desalojo y remate del hogar familiar a manos del villano de turno Wilkins (Colin Firth), como un inescrupuloso banquero. No casualmente Mary Poppins (ahora en la piel de la siempre carismática Emily Brunt), regresa a tal lugar con el afán de ayudar a los Banks y de cambiar el ánimo familiar de grandes y chicos. No olvidemos que la película transcurre en los años 30, en plena crisis financiera, por lo que el film de Disney se inicia justamente con un esperanzado cántico por parte de Jack, el farolero –interpretado por Lin Manuel Miranda a quien, si son habitués del teatro musical, conocerán-. De esta manera, la apertura de El Regreso de Mary Poppins (2019) intenta generar un clima de optimismo, y de búsqueda por lo maravilloso y fantástico en contraposición con lo acentuadamente lúgubre de la Londres que exhibe. Más allá de esa intención inicial, el film de Rob Marshall (Chicago) resulta correcto y entretenido, pero realmente no presenta una renovación con respecto a la producción original, ni al género musical y en lo único que se destaca es en las animaciones en 2D, en el excelente vestuario y en algunos pasajes corográficos. Si bien El Regreso de Mary Poppins, es una buena propuesta para acercar a las nuevas generaciones a la historia de la niñera fantástica, no tiene mucho más mérito que ese, resultando incluso repetitiva y extensa en su duración.
“El regreso de Mary Poppins”, de Rob Marshall Por Jorge Bernárdez Que Disney tardara cincuenta años para retomar el personaje que le dio una de sus películas más exitosas da una idea de lo riesgoso de la experiencia. Hace unos años, Hollywood contó la historia de cómo Walt Disney se las ingenio para lograr que la autora de la serie de libros que tienen como protagonista a la institutriz que se transporta en un paraguas volador y convocó a Tom Hanks para hacer de Walt y a Emma Thompson para hacer de PL Travers. La película acá se llamó El sueño de Walt y era una comedia un poco triste y lo que quedaba claro era que Disney no entendía al personaje ni a la historia de los libros. Recordemos que la base de la historia era una institutriz que se presenta en la casa de un hombre que había enviudado y que no sabía cómo lidiar con sus hijos pequeños. La película que contaba aquella historia del desencuentro entre Walt y la autora, más allá de suavizar bastante el carácter bélico de esa relación, dejaba en claro que aquella mujer era un instrumento de salvación para el padre de los niños más que para los chicos. La película que Disney filmó para disgusto de la autora tenía grandes canciones, una combinación festiva de actores con dibujos animados y dos actuaciones asombrosas de Julie Andrews por un lado y de Dick Van Dyke por el otro. Quedó en la memoria de todos y le originó a la productora ganancias y prestigio. Para el regreso de Mary Poppins en cierta forma el tiempo ayudó, ya que nadie se imagina que Julie Andrews puede hacer el papel así y si bien es cierto que la película nueva está condenada a luchar con el pasado había suficiente distancia cómo para que los responsables trabajaran cómodos. El director elegido fue Rob Thomas, que cuenta con una carrera sólida para la industria ye que fue responsable de musicales como Chicago y En el bosque, que uno puede pensar que son flojos pero que Hollywood premió. La actriz encargada de meterse en la piel de Mary Pappins es Emily Blunt y el encargado de asumir una papel al estilo del deshollinador de la primera es Lin-Manuel Miranda, una figura de Broadway muy conocida en Estados Unidos. La institutriz vuelve a la casa de los Banks donde los chicos ya están mayores y se enfrentan a la pérdida del hogar, además que el chico ahora adulto quedó viudo y con dos niños. La magia vuelve a la familia Banks para rescatar de nuevo a los mayores. Temáticamente el relato es casi un calco de la original y esta es una regla que hay que saber: las remakes o las segundas partes en general están obligadas a repetir la primera entrega. Uno podría decir que pasados 54 años no había semejante carga, pero lo cierto es que Disney pensó que sí, que la misma clase de historia podía funcionar. Pero no. La frescura y el riesgo de la primera entrega aún se puede ver hoy y las canciones originales son efectivas y todo fluye. En esta nueva película falta ligereza y alegría, hay menos canciones y ninguna alcanza la perfección de las de la primera película, así que en principio la decepción es que no se sale tarareando nada de la sala y no es que alguno de los números no tenga gracia, sino que sencillamente las canciones no tienen eso indescifrable que algunos llaman gancho y otros ángel. Todo lo demás funciona y la película tiene varios mensajes ocultos o apenas disimulados, cameos y hasta la participación de un Dick Van Dycke anciano que baila y canta tan bien como siempre. El regreso de Mary Poppins es un regreso más o menos efectivo aunque hay que decir que Emily Blunt ocupa el lugar de la institutriz muy bien y logra ser severa y pícara al mismo tiempo. EL REGRESO DE MARY POPPINS Mary Poppins Returns. Estados Unidos, 2018. Dirección: Rob Marshall. Guión: David Magee. Elenco: Emily Blunt, Lin-Manuel Miranda, Ben Whishaw, Emily Mortimer, Pixie Davies, Nathanael Saleh, Julie Walters, Meryl Streep, Colin Firth, Dick Van Dyke. Producción: Rob Marshall, Marc Platt y John DeLuca. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 130 minutos.
Los años pasaron y los pequeños Jane y Michael Banks son ahora adultos, con el segundo a punto de perder su casa y cumpliendo el primer año como viudo. Las cosas no parecen mejorar, de hecho, todo va cada vez peor, pero Mary Popins aparecerá para ayudar a la nueva familia, mostrando que todo es posible, incluso lo imposible. Luego de varias décadas, llega la continuación del ya clásico film infantil, y mientras lo estaba viendo en la sala, no podía dejar de pensar, que más que una secuela, me encontraba frente a un remake encubierto. Así es, El regreso de Mary Poppins en más de una ocasión parece un calco de su predecesora. No por el hecho de copiar de forma literal secuencias; pero si notamos la similitud y una gran falta de originalidad. Para darles un ejemplo sin entrar en los spoilers, veremos toda una escena de baile dentro de un mundo imaginario, con animales creados con dibujos clásicos no hechos en cgi ¿Les recuerda a algo parecido con ciertos pingüinos y un dibujo en una baldosa? De todas formas, debemos decir que la factura técnica de El regreso de Mary Poppins es impecable. La producción no escatimó en gastos y creatividad (no narrativa, como ya aclaramos) y todas las secuencias de baile y canto son una delicia para la vista y los oídos. A esto debemos sumar la química que tienen Emily Blunt y Lin Manuel Miranda a la hora de protagonizar dichos números musicales. Es donde el film brilla. Y hablando de Blunt, nada que reprocharle a la actriz británica, quien logra llenar los zapatos de Julie Andrews de forma impecable; haciendo que, a los pocos minutos, sintamos que ella es la Mary Popinsde siempre. Pero debemos comentar algo importante en esta película. Y es que quizás los chicos más pequeños de la casa, no la pasen tan bien en el cine. El film es igual de largo que el original, y debemos tener en cuenta que es algo infantil. Esto sumado a que no hay apps ni nada con lo que los pequeños puedan interactuar con este mundo fuera de la sala. Todo esto da como resultado que seguramente el público adulto termine disfrutando más de El regreso de Mary Popins, que los propios nenes. El regreso de Mary Poppins es una película correcta, pero que casi no aporta nada a la mitología del personaje, y que en los tiempos que corren, quizás no termine de enganchar al público al que apunta. Repetimos esto porque es algo a tener muy en cuenta a la hora de plantearse ir al cine a verla.
Los hermanos Michael y Jane Banks ya son adultos y se enfrentan a todas las dificultades que eso conlleva. Esta película sucede en la época de la gran depresión por lo que los Banks están atravesando graves problemas económicos que podrían derivar en la pérdida de la casa familiar. Michael tiene 3 hijos Anabel, John, y George y no tiene mucho tiempo para cuidarlos ya que trabaja todo el día y perdió a su esposa. Para ayudar a los Banks llega Mary Poppins quien sigue estando igual que siempre y lleva a los tres niños en un sin fín de aventuras mágicas donde la música está siempre presente. Mary trae un rayo de luz a un hogar gris. Los guionistas no hacen mucho esfuerzo para que la película se diferencie de la original. Supuestamente es una continuación, pero no se siente como tal. Obviamente la calidad técnica es mucho mayor que la de su antecesora, pero no se puede decir lo mismo de las canciones. Creo que tendrían que haber hecho un remake en vez de una continuación. Está demasiado alejada de la original, no se siente como una continuación. Le faltan muchas cosas carácteristicas del personaje de Mary Poppins. No hicieron ninguna referencia a Supercalifragilisticoespialidoso, me parece que eso tendría que haber estado. Tal como en la película anterior se mezcla la realidad con los dibujos animados, está hecho de una manera increíble, no se les escapó ningún detalle. Las actuaciones son excelentes, Emily Blunt (Mary Poppins) hace un trabajo espectacular. Además las actuaciones de los más pequeños no se vuelven insoportables. Algunos personajes podrían obviarse dado que sólo tienen relevancia en los últimos 10 minutos de la película y tranquilamente podrían no haber estado. Entiendo que fueron hechas para hacer cameos, pero podrían haber encontrado una manera más creativa de ponerlos ahí. Desde que empezás a ver la película se nota que es una producción de Disney, tiene cosas muy características de la empresa. La película por un momento te hace volver a tu infancia cuando te imaginas miles de situaciones fantásticas. A pesar de que tiene cosas para mejorar es una buena película.
Secuela con el espíritu intacto, pero con una extensión desafiante para nuevos espectadores. Julie Andrews tiene dos personajes que la hicieron pasar a la historia del cine con prácticamente un año de diferencia: Fraulein María en La Novicia Rebelde y Mary Poppins en la película homónima. Dos clásicos. Y hay ciertos clásicos que no deberían ser tocados o reversionados con la excusa de llevarle la misma historia a las nuevas generaciones (algo que reestrenar la película original puede lograr tranquilamente), pero si hay algo que nuestra actualidad nos ha demostrado es que no hay vacas sagradas. No obstante, desde que se supo que El Regreso de Mary Poppins, secuela de la consagrada película, vería la luz, las dudas se empezaron a acrecentar. Porque aunque tiene una propuesta visual recordable, mucho de lo que le dio su eterna popularidad al film original fue la actuación de Andrews: quien ocupara sus zapatos se va a encontrar frente a una tarea hercúlea. Curiosamente Emily Blunt, de la mano de la dirección de Rob Marshall,consigue sobrellevar semejante desafío. Cuidar de los niños Banks… y sus hijos. Es la época de la Gran Depresión, y un enviudado Michael Banks vive con sus hijos en el hogar familiar de su niñez. Financieramente las cosas no están bien y el banco está por embargarles la casa. La solución parecería estar en unas acciones que el padre de Michael tenía en el banco y les dejó antes de morir, pero no recuerda donde están guardadas. Es en medio de este tumulto que Mary Poppins vuelve a escena después de años para ayudar con los niños y recordarle a Michael que alguna vez lo fue. Si hay algo importante que destacar sobre El Regreso de Mary Poppins es que consigue capturar el espíritu narrativo de la película original y traerlo a la época moderna. Es una película que se permite ser triste del mismo modo que se permite ser un faro de felicidad. Si tiene un problema no pasa tanto por pecar de inocentona, predecible y multidimensional; son gajes que vienen con el terreno al que la película esperaba llegar y de los que es consciente. El problema es que las secuencias llegan a extenderse demasiado para su bien, algo especialmente notorio en los segmentos musicales. Esta extensión es el único talón de Aquiles en un producto muy logrado. Los niños de los 60 podían llegar a soportar las 2 horas 20 minutos de duración, pero con el deseo de inmediatez y el corto foco de atención de la juventud actual, las 2 horas 10 minutos de esta secuela pueden resultar desafiantes para dicho público. En materia técnica tiene una gran riqueza visual, tanto en las secuencias filmadas en vivo como en las animadas. Es una reconstrucción de época con una personalidad propia que no pocas veces se beneficia de las habilidades coreográficas de Marshall. Aparte es necesario señalar el notorio aporte de Richard M. Sherman (compositor junto con su hermano en el film original) a la partitura y canciones de Marc Shaiman para re-evocar el universo de la película de 1964. En materia actoral, el reparto en general entrega interpretaciones decentes y hay cameos que evocarán emociones, pero tenemos que hablar del aspecto del apartado interpretativo que destaca por encima de la media: Emily Blunt. Las comparaciones son odiosas, pero cuando se trata de un personaje y una interpretación tan icónicos, se vuelven inevitables. Julie Andrews siempre va a ser Mary Poppins para todos, pero en lo que refiere a esta película y solo esta película, Blunt ES Mary Poppins desde el primer momento que se la ve hasta el último. Alguien que busca la esencia del personaje y no lo logrado por otra interprete. Una labor conmovedora, pero que sabe cuál es su lugar, que no busca destronar a nadie.
Como un ladrillazo caído del cielo La nueva versión se presenta como secuela y sucesora espiritual del clásico de 1964 protagonizado por Julie Andrews. Hace algunas semanas circula por redes sociales una imagen con varios gráficos que muestran la cantidad de películas norteamericanas de géneros clásicos estrenadas anualmente desde 1910 hasta 2018. El musical registra un pico a comienzos de 1930, en consonancia con la aparición del sonido, y luego la tendencia marca un descenso progresivo -con algunas subas ocasionales- hasta llegar a un siglo XXI en el que su existencia es prácticamente nula. Con sus últimos esplendores apagándose a mediados de los ‘60, los pocos musicales que en estos tiempos circulan por la pantalla grande remiten a un pasado cargado de inocencia y bonhomía, operando como registros involuntarios de un tiempo que ya no es. Así ocurrió el año pasado con El gran showman, una colorida fábula que recuperaba la idea de Hollywood como máquina de sueños. Y así ocurre ahora con El regreso de Mary Poppins, nueva versión de la historia de la niñera voladora que funciona al mismo tiempo como secuela y sucesora espiritual del film de 1964 protagonizado por Julie Andrews. Acreedora de cuatro nominaciones en rubros técnicos para los Oscar, El regreso de Mary Poppins transcurre unos 20 años después de la primera película. Esto es, a comienzos de los años 30 y en una Londres atravesada por la crisis económica y el malestar social. Pero ese ambiente lúgubre se extiende hasta el primer número musical, que llega antes de la presentación de los personajes y muestra al farolero Jack –interpretado por el dramaturgo y compositor Lin-Manuel Miranda, de amplia reputación en el teatro musical– haciendo un llamado a iluminar la ciudad: toda una declaración de principios de un relato que durante sus dos largas horas construirá un alegato tan amable como inofensivo sobre el optimismo y la esperanza. Alegato que no dudará en abrazar un espíritu naif y demodé, idea que un diseño de producción preocupado por recrear al dedillo los escenarios originales y la apelación a animaciones en 2D, dibujadas y pintadas a mano, no harán más que validar. El foco de atención recae nuevamente sobre los hermanos Michael y Jane Banks, los mismos que de chicos habían recibido a la dama del paraguas y que ahora están sobreviviendo como pueden bajo el mismo techo, con uno viudo y a cargo de dos hijos y la otra intentando dar una mano con lo que puede. Ahogados en deudas, los Banks tendrán menos de una semana para conseguir una abultada suma de dinero que evite el remate de su casa por parte del banco timoneado por Wilkins (Colin Firth). Sin demasiadas ideas sobre qué hacer, la solución caerá literalmente del cielo. Como si, efectivamente, veinte años no fueran nada, Poppins (Emily Blunt) regresa para insuflarle esperanza a esta familia al borde de la quiebra. Michael (Ben Bishwa) y Jane (Emily Mortiner), chochos de la vida, la aceptan. Es tentador replicar la información de prensa y hablar de “nueva” aventura. Pero de “nueva”, en realidad, aquí no hay nada. A no ser por la inevitable batería de efectos visuales y una majestuosa recreación de época, podría pensarse a El regreso… como una película filmada un par de años después de la original. El realizador especializado en musicales despersonalizados Rob Marshall (Chicago, Nine, En el bosque) se limita a filmar reglamentariamente una buena cantidad de números bien coreografiados y con canciones pegadizas que, sin embargo, no transmiten una idea por fuera de su forma, dando como resultado un film que piensa al género como algo monolítico y momificado desde su época de gloria. Todo lo contrario a lo que ocurre, por ejemplo, con los western, que también escasean pero combaten el paso del tiempo releyendo sus coordenadas narrativas y simbólicas desde el presente en lugar de replicarlas al pie de la letra.
Este film es un clásico de Disney y en esta ocasión Emily Blunt (estupenda, tiene un gran carisma) encarna aquel papel que protagonizó en 1964 Julie Andrews. Ahora los hermanos Jane y Michael Banks son adultos, él es viudo y vive con sus tres hijos junto a los cuales está atravesando serios problemas económicos y se encuentra a punto de perder la propiedad que fue de sus padres. Ahora desde el cielo llega la querida Mary Poppins llena de carga positiva, buenos sentimientos, mágica y fantasía donde los niños y ella viven increíbles aventuras, interactúan con dibujos animados y otros personajes. Coreografías impecables, números musicales, vestuario, diseño de producción, un gran elenco, una banda sonora maravillosa, una secuencia con los Cameo sin pena ni gloria de Meryl Streep en el papel de prima de Mary, Dick Van Dyke, a destacar por su edad, una entrañable Angela Lansbury “La Bruja Novata” (1971), en el papel de simpática vendedora de globos, resulta entretenida, atractiva, deslumbrante y llena de mensajes. Este film se encuentra nominado en 4 categorías de los Premios Oscar.
Una secuela del clásico de Disney “Mary Poppins” no parecía la mejor idea del mundo, sobre todo si se considera el más de medio siglo desde el estreno del original con Julie Andrews. Sin embargo, ya desde su primer número musical -una delirante odisea submarina- este regreso tiene todo para atrapar a espectadores de todas las edades. La acción transcurre en la Londres poco alentadora de la década de 1930. Un padre viudo trata de mantener a sus tres hijos con la ayuda de su hermana y una doméstica de pocas pulgas mientras, desde el banco, le aseguran que si no paga la hipoteca de su casa en cinco días irán a parar a la calle. Pero, claro, allí es cuando cae del cielo la niñera mágica Mary Poppins (Emily Blunt) para arreglar las cosas. El director Rob Marshall, un experto en musicales, logra aportar algo nuevo al clásico personaje sin perder de vista el estilo anticuado pero muy querible del original. Algo que se aprecia y se disfruta especialmente en la extensa secuencia en la que los personajes interactúan con dibujos animados de la vieja escuela, no digitales –los amantes de la animación no deberían perderse este gran momento. Por otro lado, el talento involucrado es inmenso, ya que además de Blunt hay un banquero villano encarnado por Colin Firth, una excéntrica que ve todo al revés a cargo de Meryl Streep, y hasta el mismísimo Dick Van Dyke, protagonista de la versión anterior, que a los 93 años baila un tap en una escena clave.
¿Qué diría Pamela Lyndon Travers sobre esta versión de Mary Poppins? ¿Lloraría de indignación, como dicen que hizo con la primera, en 1964? Probablemente. Aunque, si sus objeciones –como se cuenta– tenían que ver principalmente con lo edulcorada y banal de la película respecto del libro, seguramente con esta “secuela” (¿es secuela lo que reproduce, casi, cronométricamente todo lo que sucede en la versión anterior dando alguna “vuelta de tuerca”?) se pondría mucho peor. Y no solo porque aquí nos repiten, literalmente, que “todo es posible” sino también porque el farolero Jack (Lin-Manuel Miranda), personaje que vendría a ser el Bert de Dick Van Dycke (selección de actor que, parece, Travers padeció), es insoportablemente sonriente y positivo todo el tiempo. Pero bueno, justamente el riesgo que corre Rob Marshall siguiendo tan milimétricamente de cerca los pasos de la película anterior es en el que cae: que la comparación sea permanente, y la falla, casi inevitable. Porque ya hoy no sé si Mary Poppins es una grandísima película, pero de seguro es ampliamente mejor que esta caramelizada versión de la historia de la niñera más famosa del mundo (y eso que Emily Blunt hace un gran trabajo como Poppins). Esta secuela se sitúa algo más de veinte años después de la historia de la primera película. Son los años 30 en Inglaterra, y Jane (Emily Mortimer) y Michael Banks (grandísimo Ben Whishaw), ya son adultos. Este último habita, junto a sus tres hijos, en la casa que solía ser de sus padres. Recientemente viudo, Michael ha tomado un puesto en un banco dejando de lado su trabajo (y vocación) de pintor. La crisis económica y social resuena en una Londres gris y triste que tiene su correlato en una casa que, de a ratos, también lo está (o eso intenta). Encima, Michael ha sacado un préstamo que se viene olvidando de pagar y, entonces, llegan desde el mismo banco donde trabaja a ordenarle la cancelación del crédito completo o, si no, el embargo de su casa. Los Banks no pueden estar peor… Por eso llega Mary Poppins –quien no ha envejecido ni seis meses– bajando en barrilete desde el cielo, avistada –primero– por el personaje del deshollinador devenido el del farolero (cómo se extraña a Dick Van Dyke y ese rostro capaz de convertirse en miles). Ese hombre, a pesar de que en “Trip a Little Light Fantastic” nos regala un entrañable número musical, es el mayor problema de este relato. Primero, porque Miranda sonríe demasiado, casi al nivel de aquel enorme personaje de Alec Baldwin en Friends, ese Parker insoportablemente alegre. Por momentos dan ganas de que alguien (¿Michael Banks, por ejemplo?) le tire la poderosa frase que Phoebe le dice a Parker al romper con él: “¿En serio? ¿Conocés la palabra ‘mal’? ¿No es todo perfecto? ¿No es todo mágico? ¿No está todo iluminado con el brillo de un millón de hadas?”. Pero en esta película nadie le frena el tono iluminador al farolero. Y en ese sentido, el Burt de la primera película era mucho más real. Tenía una alegría siempre teñida de un dejo de tristeza, logrando un interesante matiz traslúcido en aquella sonrisa que no terminaba de acomodarse en el espectacularmente expresivo rostro de Van Dycke. Aquí, en cambio, Jack es solo un sonreidor, con todo lo que eso implica formal y narrativamente. Pero, bueno, volvamos a Emily Blunt en su dignísima interpretación de Poppins. Ella, su atinada seriedad, su justa sonrisa y su manejo corporal son seriamente elocuentes y están a la altura de su predecesora. Sin embargo, la película no le hace las cosas fáciles: la música es aburrida, las canciones vacías de emoción (se salva, por poco, “The Place Where Lost Things Go”), y los números musicales, soporíferos. Sí, el de los dibujos animados vuelve al 2D, a la mano alzada, tiene mucho color, ¡qué lindo! ¿Y? ¿Es suficiente eso para aplaudir una secuencia? No en este caso. En fin, comparaciones aparte, esta película no alcanza a más que a ser recordada por su diseño de vestuario (que le valió una nominación al Oscar), por el bailecito de Van Dyke a los 92 años de edad (cinco minutos en los que consigue mucho más que Miranda en dos horas) y por las hermosas actuaciones de Blunt y Whishaw, resumidas principalmente en dos escenas que muestran su grandeza actoral en sus respectivas reacciones a la mencionada canción “The Place Where Lost Things Go”. Se nota que ambos actores saben de felicidad rasqueteada de tristezas, y ambos consiguen transmitir esa transformación sin acudir a una sonrisa vacía sino encarnando esa antagónica convivencia emocional (de la que, en el fondo, siempre trató de hablar Mary Poppins pero, sobre todo, P.L. Travers) en la mirada y el cuerpo. En todo eso que tiene frente a su nariz y no ve, está la película que se le escapa al Rob Marshall de Nine.
¿PARA QUÉ HAS VUELTO, MARY POPPINS? Si el clásico musical e infantil que fue Mary Poppins –que en su momento también representó una consolidación del prestigio para Walt Disney- se sigue sosteniendo, aún con sus desniveles, como un film potente en su despliegue lúdico, imaginativo y creativo, la secuela que es El regreso de Mary Poppins tiene poco y nada para aportar. De hecho, lo que queda patente es su falta de propósito y sentido, más allá de la oportunidad de revivir una propiedad dormida pero que continúa teniendo masividad a pesar del paso del tiempo. Una de las claves para este sinsentido que es El regreso de Mary Poppins podemos ubicarla en Rob Marshall, un realizador a esta altura especializado en entregar films intrascendentes: Chicago –una de las ganadoras del Oscar más inexplicables de la historia-, Memorias de una geisha, Nine, Piratas del Caribe: navegando aguas misteriosas y En el bosque son todas películas sin otro propósito más que la mera existencia, el estar ahí, para explotar materiales originales previos y facturar. Marshall, a la vez, mantiene una coherencia –algo le tenemos que reconocer- en la forma en que dirige esta secuela: pone la cámara, dejando que los actores desplieguen sus distintos niveles de talento pero sin una voluntad real para construir una puesta en escena mínimamente imaginativa o que se aparte de la norma. De ahí que muy rápidamente quede claro que estamos una mera repetición del modelo instaurado por su predecesora: otra vez tenemos adultos y niños desconectados –pero con un salto generacional en la familia Banks-, y la niñera mágica retornando para sacudir un poco el panorama a través de canciones, un par de aventuras menores y más canciones. Sin embargo, no hay fluidez, fantasía llevada al límite de sus posibilidades –excepto quizás en un número musical que involucra un baño y un breve pasaje donde se vuelve a convivir con el terreno animado- o una sensación potente de empatía con los protagonistas en pantalla. Y eso es porque Marshall no narra, sino que administra, con un criterio mucho más economicista que cinematográfico: un par de diálogos, una canción; alguna caminata en Londres, una canción; una situación conflictiva, una canción; hasta pasar las dos horas de un relato tan acumulativo como cansino. En un film que confía demasiado en la nostalgia de su público y en la convocatoria natural que poseen tanto Disney como el género musical, el único valor real lo aporta Emily Blunt, que hace su propia interpretación de Mary Poppins y en esos cambios –entre gestuales y actitudinales- que introduce respecto a la encarnación de Julie Andrews, promueve cierto crecimiento y evolución en el personaje. Blunt es, de hecho, puro carisma y frescura, y cuando la película le deja a la actriz tomar las riendas, insinúa un posible camino estético donde es más relevante el movimiento o la acción que el mero despliegue de vestuario o dirección de arte. Pero son solo insinuaciones, porque El regreso de Mary Poppins ni siquiera cuida apropiadamente ese regreso: hay colores impactantes, encuadres muy cuidados, un elenco multiestelar, hasta un cameo para complacer a los fanáticos, pero también pereza y superficialidad a la hora de encarar una continuación para un clásico y su legado. Marshall, otra vez, nos entrega una película que se limita a existir, y nada más.
La magia está en el aire “El Regreso de Mary Poppins” (Mary Poppins Returns, 2018) es una película musical que funciona como secuela de la “Mary Poppins” de Julie Andrews, la cual se estrenó en 1964. Dirigida y producida por Rob Marshall (En El Bosque), el guión estuvo a cargo de David Magee, basándose en la serie de libros escritos por P. L. Travers. Protagonizada por Emily Blunt, el reparto está compuesto por Lin-Manuel Miranda (Hamilton), Ben Whishaw (The Lobster, Suffragette), Emily Mortimer (La Librería), Julie Walters, Joel Dawson, Pixie Davies, Nathanael Saleh, Colin Firth, Meryl Streep, entre otros. La cinta recibió nueve nominaciones en los Critics’ Choice Awards y cuatro en los Globos de Oro, incluyendo las categorías de Mejor Actriz – Comedia o Musical y Mejor Película. En la época de la Gran Depresión londinense, el ya adulto Michael Banks (Ben Whishaw) continúa viviendo en la calle 17 de Cherry Tree Lane, casa que le perteneció a su padre y donde pasó toda su infancia. Ahora los niños del hogar son John (Nathanael Saleh), Annabel (Pixie Davies) y el pequeño Georgie (Joel Dawson). Aunque los chicos tienen una estrecha relación con su tía Jane (Emily Mortimer) y la pasan bien con Ellen (Julie Walters), su ama de llaves, desde la muerte de su madre Kate ya nada es igual. Cuando dos abogados llegan allí para avisarle a Michael que perderá la casa si no paga las respectivas deudas, Mary Poppins (Emily Blunt) volverá a bajar del cielo para recordarles a los Banks qué es lo que verdaderamente importa. “Mary Poppins” (1964) se convirtió en la película favorita de muchos por su bellísima historia, sus geniales interpretaciones y una música que hasta el día de hoy resulta inolvidable. Que 54 años después una secuela del clásico llegue a los cines podía no ser del todo bueno por el miedo a que la nueva producción no esté a la altura. No obstante, las dudas se desvanecen ni bien empieza el filme ya que éste no intenta competir contra el original, más bien le brinda un enorme respeto y logra que la esencia esté intacta. Ponerse en los zapatos de Julie Andrews no era tarea sencilla para nadie; sin embargo, al ver a Emily Blunt en la piel de la niñera más especial y particular nos genera mucha emoción ya que la actriz es perfecta para el rol. Su carisma, energía, manera de moverse y modo elocuente de expresarse indiscutiblemente recuerda a Andrews pero a la vez Blunt consigue darle su toque propio, uno que la hace tan querible como su antecesora. Aparte de ser una secuela, la película constituye un reboot para las nuevas generaciones. Esto se puede notar en casi todas las escenas ya sea porque ahora Jane es sindicalista, Michael trabaja en el Banco Fiduciario o, en especial, porque cada secuencia musical homenajea a las respectivas canciones de 1964. Como era de esperarse, la imaginación juega un gran papel en la trama, lo que resulta precioso cuando llega la hora de bañarse o cuando Mary, Jack (el nuevo deshollinador al que le da vida Lin-Manuel Miranda) y los chicos ingresan a un mundo de porcelana que combina humanos con figuras animadas. Excelente tanto desde lo visual como desde las coreografías y el diseño de vestuario, las canciones tampoco decepcionan. Mientras que la diversión se hace presente en “The Royal Doulton Music Hall”, “A Cover Is Not The Book” y “Turning Turtle”, la emotividad está a flor de piel en “The Place Where Lost Things Go” y “A Conversation”. Además, “Trip a Little Light Fantastic”, número musical de los deshollinadores, tiene un despliegue técnico tan asombroso como extraordinario. En conclusión, “El Regreso de Mary Poppins” dejará encantados a los que ya eran fanáticos de la primera así como servirá para que muchos conozcan por qué la película original es un clásico indiscutible. Con mensajes importantísimos sobre la pérdida, la unión familiar, el amor, ver las cosas desde un punto de vista diferente y el no perder el espíritu que se tuvo en la niñez, el musical de Rob Marshall merece ser visto una y otra vez en la pantalla grande.
Mary Poppins Regresa continúa una tendencia agotadora de los Estudios Disney de los últimos cinco años: es una remake disfrazada de secuela, que apunta a repetir éxitos pasados a costa de la nostalgia. El “calco” que resulta este film del original es su mayor curiosidad pero también su principal defecto: no hay nada nuevo aquí, y las escenas y manierismos que resultaban atractivos en el clásico con Julie Andrews, aquí se agotan y redundan demasiado rápido. Rob Marshall, director de Chicago y Nine, sin embargo, es un director experto en musicales y hay que reconocer que las piezas funcionan (aún cuando no le llegan ni a los talones de las canciones del original). Las coreografías y puesta en escena no tienen nada que envidiarle al período clásico de Disney, y una bienvenida vuelta a los dibujos animados tradicionales presentan uno de los mejores momentos de la película. Pero no alcanza, porque todo se vio ya antes y mejor. Emily Blunt es una de las mejores actrices de los últimos tiempos, y como tal encarna a Mary Poppins con respeto a Andrews y sin caer en la mera imitación: su impronta personal está por toda la película, y es acaso lo más rescatable del film. No corren la misma suerte algunos actores secundarios ni tampoco figuras desaprovechadas (Meryl Streep, fundamentalmente). La trama difiere en cuanto a la primera parte únicamente en que la historia simplemente avanzó una generación: la familia Banks vuelve a tener problemas, pero a Mary ahora le toca cuidar a los nietos del patrón original, ya no a sus hijos. La apuesta segura de los Estudios Disney parece rendir muy bien económicamente, pero muestra un desgaste preocupante para la casa del Ratón Mickey: la fórmula termina irritando, culminando innecesaria, tal como pasó con el caso de La Bella y la Bestia, luego de la aceptada El Libro de la Selva. Quizás la razón se deba a que una remake funciona mejor cuando su fuente original era buena, aunque no perfecta (caso, una vez más, del mencionado ejemplo basado en el libro de Rudyard Kipling). Es esto último lo que para muchos fanáticos augura un futuro incierto y depara preocupaciones con la próxima El Rey León. Y posiblemente suceda lo mismo con La Sirenita, siguiente proyecto del director de esta ¿nueva? Poppins.
Mary Poppins regresa con su incondicional fantasía y guía familiar Una flauta suena, un farol se apaga, una bicicleta, tipografía amarilla igualita a otra que en un tiempo lejano. Distintas pinturas impresionistas aparecen de Londres en los años 30′ y despliegan todo el potencial artístico enmarcado en la película “Mary Poppins returns”. Además de la conversión de “la niñera” a una mujer con menos delicadeza y más determinación, fortaleza e inventiva. Por Florencia Fico La nueva versión de Mary Poppyns Returns con la interpretación de Emily Blunt pone su papel principal con un comportamiento de liderazgo innato casi tácito; en las decisiones de la familia Banks. Ella viene ya resolver problemas más grandes y dejar andar a los niños que ya no son Jane Banks o Michael Banks. Se trata de los hijos de Michael. Tras tres décadas Mary Poppins vuelve para seguir el legado en esta secuela que no desperdicia el mensaje trillado “no pierdas al niño interior”. Mientras la primera película se basaba en plena monarquía de Eduardo VII(1901-1910) y la vida de una familia británica compuesta por un padre bancario, una mamá sufragista y dos chicos revoltosos – que apelarán a que detengan su mirada en ellos creando una convivencia insostenible para todas sus “niñeras”-, se mostrará revuelta con la aparición de Mary Poppins en la célebre actriz Julie Andrews, una llamativa institutriz que proviene de la nubes usando su paraguas parlanchín como soporte. Fue el ópera prima no solo para los autores Bill Walsh, Don DaGradi (Historia: P.L. Travers) si no un Oscar para la intérprete. En la cinematografía se convirtió en una obra clásica familiar que en su momento rompió taquillas. La iniciativa de una mujer que cuidaba a niños rebeldes e invocaba a la magia y celebraba la vida con temas musicales y frases que provocará en los pequeños un efecto domino para encaminarse en sus experiencias de aquí en más. Ahora en su secuela Poppins se aproxima otra vez sin tantos preámbulos, sí para los nuevos personajes de ésta oportunidad que serán los hijos de Michael: Annabel (Pixie Davies), Georgie(Joel Dawson) y John (Nathanael Saleh). La misión ahora es distinta es colaborar a la próxima generación Jane Banks( Emily Mortimer) y Michael Banks (Ben Whishaw) para hallar entusiasmo y magia ausentes en este momento ya que la madre de los niños a fallecido y era el equilibrio de su hogar tanto económico como doméstico. Marry tendrá como siempre su mano derecha a su amigo Jack(Lin-Manuel Miranda), un efervescente farolero que ayuda a poner luz – y ánimo – a las apagadas calles de Londres en los años de La Gran Depresión(1930). Ambas películas son originarias de Estados Unidos una estrenada en 1964 y ahora en 2018, duraron dos horas y minutos. Los géneros no variaron estuvieron se aproximaron al musical, fantástico, cine familiar aunque en el su primera versión hubo más comedia y era más infantil. En cambio ésta vez apostaron al drama, la animación constante, los efectos especiales en diseño de iluminación y colorimetría, coreografias, Royal Doulton Music Hall. El director Rob Marshall ya tenía un haz en la manga contaba con dos grandes joyas del cine neoyorquino ellas son: Meryl Streep y Emily Blunt quienes ya lo conocían por su participación en la película “In to the Woods”. La primera fue ganadora en MTV Movie Awards como Mejor Villana componiendo a “La Bruja”. Cabe mencionar que ambas actrices compartieron protagonismo en “El diablo viste Prada”. Asimismo el filme salió victoriosos como Mejor Película familiar en la “Asociación de Críticos de Phoenix”. Las producciones en materia de musical son encantadoras, atrayentes, apabullantes y triunfantes como lo fueron: “Chicago” y “Nine”. Su trayectoria lo evidencia con un estilo muy atractivo, osado pero a la vez irrefrenable y emprendedor de grandes cuentos, locaciones, adaptaciones, puesta en escena y rodaje. El elenco completo es: Nathanael Saleh, Pixie Davies, Joel Dawson, Julie Walters, Colin Firth, Meryl Streep, David Warner, la participación estelar de Dick Van Dyke, Angela Lansbury, Jeremy Swift, Kobna Holdbrook-Smith, Christian Dixon, Craig Stein, Bernardo Santos, Bern Collaco e Ian Conningham. La novedosa Mary Poppins, en la piel de Emily Blunt propicia climas alegres, transmite enigma, realza lo chiflada que puede notarse a la vez. Es estratega, pone acción y aventura. Es el caso de cómo hace dichoso el baño a los niños con toques extraordinarios como sumergirse en un océano de delfines, bucles de agua, pompas de jabón, burbujas, la bañadera es un trampolín. La presentación de un acto de higiene personal se convierte en un juego y en el eslogan “Todo es posible”. Se compara con la escena primera de la Mary Poppins anterior con Julie que entre frases y canciones hace reconfortante el ordenar una habitación. “Todo trabajo tiene algo divertido y ya en ese instante se convierte en un juego. Hacerlo divertido es el truco, el ser feliz un truco es al fin”, decía las letras Julie Andrews como Poppins. Hay detalles de puesta en escena o montaje como el paraguas que le charla con Mary Poppins que se conserva, la cometa con la que se divertían Jane y Michael que es el punto de fuga y arranque del filme. Es el anzuelo para que Poppins retome su lugar en la tierra. Cuando uno de los niños Georgie no quiere perderlo y lo sigue hasta una plaza; sus hermanos se preocupan porque no está. Georgie sostiene el barrilete y como si el cielo fuera una pecera acerca a Mary Poppins a ellos. En la punta del barrilete está prendido la banda “Votos para mujeres”, ésta estaba en la original perteneciente a Mrs. Banks(Glynis Johns), madre de Jane y Michael. Los adultos Jane y Michael están en problemas económicos y pueden perder su casa. Ahí Ben Whishaw aporta una sensibilidad a su personaje compone a un hombre en depresión, angustia, frustración, si poder ejercer de su pintura. Y tener que trasladarse al antiguo trabajo de su padre el puesto de bancario no le satisface. Sin embargo, la que se le ve resplandeciente es a Jane, quien ha seguido los pasos de su madre. En su oficio como luchadora de los derechos humanos. Emily Mortimer como Jane se viste siempre con trajes marrones, con pancartas en la calle, resistiendo al embargo de su casa. La impronta de toda activista como su mamá y se ha abocado a la situación de un organismo de trabajo de nombre: SPRUCE (la Sociedad para la Protección de los Derechos de los Ciudadanos Inseguros de Inglaterra). Aunque Mortimer es arriesgada, genuina en su movimiento, más activa. Menos aristocrática que su madre y más movilizada a las demandas sociales. Se puede notar la capacidad de comprensión y empatía con las causas justas. Gran cómplice de Mary Poppins en su búsqueda de consuelo. El personaje de Jack en manos de Lin-Manuel Miranda es una carta de amor a Bert (Dick van Dyke). Quien hace un cameo, ambos en diferentes momentos hacen el baile inconfundible con los pinguinos animados. Jack dentro de un circo que hace de teatro musical con distintas canciones desarrollando Music Hall. Dicho género posee: temas populares, comedia, danzas y actos humorísticos. Jack es copiloto de las andanzas de Poppins con números especiales ya que el compuso varias sesiones instrumentales de la película. Sabe de baile y canto, es una alegoría a la inspiración que despertaba Bert. “Jack tiene toda la imaginación de un niño pero es adulto”, dijo el actor para una entrevista. El director estuvo detrás de él, en la creacion de una coreografía muy: acrobática, con antorchas, implementa objetos como escaleras; de deshollinador tarea que tenía Bert. Por eso el tratamiento de la imagen dispuso jugar con las sombras, figuras y los claroscuros. Los niños quieren ayudar a su padre y piensan que el bol de su madre es de gran valor. Lo terminan rompiendo. Mary Poppins les sugiere visitar a su tía Topsy que dirige un taller de reparaciones, ella es interpretada por Meryl Streep. Topsy es una pelirroja señora con la gestualidad de Streep es divertida. Pero fueron un día un tanto particular un miércoles cuando su mundo se ha dado vuelta. Esa metáfora del mundo del revés es tan maravillosa que hace marear al público pero enseguida ponerse a ritmo de su locura tanto la de Topsy como la de Meryl. Por último y no menos importante se recuperó la tipografía original de apertura y cierre de créditos en conmemoración a Peter Ellenshaw que confeccionó una tanda de pinturas al óleo de Londres a la vez era un afamado diseñador mate, inventor de efectos especiales de Disney. Su estilo era pintar sobre lienzo y vidrio para combinar en sus creaciones de fondos para las películas, entraba en los movimientos “Mate”. Además le gustaba plasmar paisajes marinos y la fuente de su aliento estuvo en sus viajes a Irlanda. La productora Walt Disney Pictures lo consideró una leyenda de su industria. PUNTAJE: 70
La factoría Disney ha decidido abrir el arcón de lo recuerdos y producir o reproducir algunas producciones ya guardadas en la memoria colectiva, también denominados clásicos. Nadie le puede negar el derecho a consumarlo, de hecho son los “dueños” de las películas a las que intentan desempolvar produciendo, secuelas, precuelas o reversiones, en todos los sentidos y definiciones que pueda incluir esta palabra. Pues en realidad, y en este caso, estamos frente a una copia muy burda de una original a más de cincuenta años de su estreno, que atrasa, cinematográficamente hablando, más que eso. Está todo tan minuciosamente planificado y calcado que ni los intentos, de giros que muestran ni las leves modificaciones que se pueden apreciar, impiden que de manera permanente se establezcan las comparaciones, de manera inevitable. Rob Marshall, el mismo director del filme ganador del premio de la academia de Hollywood “Chicago” (2002), justificado o no, siguiendo por “Nine” (2009), pasando por “En el bosque” (2014), para llegar a las que nos convoca, circulando, descendiendo, y demostrando que la caída estrepitosa es irremediable. Dejamos de lado su responsabilidad sobre su función y compromiso en el filme “Piratas del Caribe, navegando aguas misteriosas” (2011), pues a esa altura las bondades de la saga habían desaparecido en el Triángulo de las Bermudas. En esta producción son tantos los fallidos que ni las muy buenas performances actorales de algunos de sus protagonistas principales, no todos, ni la emotiva aparición del nonagenario Dick Van Dyke la pueden rescatar. El principal problema es que si bien todo transcurre 20 años después todo huele a naftalina, desde la construcción del relato exactamente igual a la original, de los personajes desarrollados con brocha gorda, no hay variables, ni tienen matices, menos sutilezas. Tanto es así que los cuadros musicales, que deberían estar en función de la progresión del relato, aparecen como forzados, casi impositivos, impregnados de una banda sonora que atrasa, igualmente, más de medio siglo. Nos encontramos con Michael Banks (Ben Whishaw), reciente viudo, padre de tres, y ayudado en seguir adelante por su hermana Jane Banks (Emily Mortimer). La situación empeora cada día, habiendo abandonado su pasión por la pintura, es actualmente empleado del mismo banco que intenta quedarse con la casa por las deudas acumuladas e impagas. Es en ese instante que hace su re-aparición Mary Poppins (Emily Blunt), claro que antes nos presentaron a Jack ( Lin Manuel Miranda), algo así como un alter ego de Bert en la anterior. No alcanza a nivel de producto terminado con los aciertos a nivel de escenografía y vestuario, ni la dirección de arte, en general, ni la dirección de fotografía, en particular, la paleta de colores y tonos o los efectos especiales, animación incluida Tampoco la selección de actores, Julie Walters, Meryll Strepp, Colin Firth, todos en papeles secundarios, aparecen como atractivos, pero nunca llegan a salvadores. Emily Blunt, a quien le toco jugar con la más fea, reemplazar a Julie Andrews, sale más que airosa construyendo un personaje igual, pero que se parece en nada, es ella en todo momento. Ben Whishaw y Emily Mortimer aportan sus capacidades histriónicas al máximo, lo que termina por presentarse como realmente insoportable es el personaje de Jack y la actuación de Lin Manuel Miranda. Esto último, y la sensación rancia de toda la producción, da cuenta que no siempre de un buen original se hacen buenas copias, Disney tiene el derecho de recurrir a su pasado, nosotros no estamos obligados a sufrir por ello.
NO TAN PERFECTA La niñera casi perfecta en todos los aspectos está de regreso, pero su magia no está tan intacta. Si no están muy familiarizados con la historia detrás de la clásica adaptación de los libros de P. L. Travers, acá van algunos detalles: durante años, Walt Disney intentó conseguir los derechos para llevar el relato a la pantalla porque la niñera mágica se había convertido en el personaje favorito de sus hijas. La autora, por el contrario, odiaba bastante los productos de la compañía del ratón y no cedió a los requerimientos del tío Walt hasta más de dos décadas después. “Mary Poppins” llegó a los cines en el año 1964 y, como era de esperar, Pamela Lyndon Travers odió cada uno de sus fotogramas y juró no volver a vender a ninguna de sus criaturas al mejor postor (claro que se hizo millonaria), al menos, mientras estuviese con vida. Se podrán imaginar que la señora se debe estar revolcando en su tumba al ver lo que sus herederos y Walt Disney Studios hicieron con su legado literario en “El Regreso de Mary Poppins” (Mary Poppins Returns, 2018), una comedia musical y familiar que refuerza todos esos elementos que la escritora odió de primera mano sobre la adaptación cinematográfica: una protagonista demasiado encantadora, numeritos musicales superfluos, secuencias animadas y la participación de Dick Van Dyke. ¿Quién en su sano juicio puede estar en contra del bueno de Dick? De esta manera, la niñera casi perfecta en todos sus aspectos vuelve a la pantalla con una historia bien esperanzadora para los tiempos oscuros que corren, pero que poco y nada aporta al género, aterrizando en el siglo XXI como un mero refrito recargado de fantasía, moralejas y canciones que, de entrada, elevan el cachet de Lin-Manuel Miranda. “El Regreso de Mary Poppins” está ambientada apenas veinte años después de los sucesos de la primera película. De ahí, que sea imposible (entre otras cosas) volver a castear a Julie Andrews, aunque quien puede negar los talentos de Emily Blunt en el papel principal. Estamos de vuelta en Cherry Tree Lane y en la Londres de 1930, ahora azotada por la reciente crisis económica mundial. Los Banks atraviesan sus propios problemas: hace un año que el crecidito Michael (Ben Whishaw) perdió a su esposa y hace lo que puede para criar a sus tres pequeños hijos -Annabel, John y Georgie- y ocuparse de la casa familiar, la cual será embargada si no logra cumplir los pagos de un préstamo que pidió al Fidelity Fiduciary Bank, el mismo donde trabajaba su padre y donde ahora trabaja él. En este clima de desesperanza, los vientos de cambio traen de regreso a Mary Poppins (Blunt), esa niñera cargada de magia y sabiduría que ayudó a atravesar los peores momentos en la infancia de Michael y Jane Banks (Emily Mortimer). Su tarea, repetir la hazaña y demostrarle a esta familia que “la peor medicina con azúcar puede gustar” y que las puertas no se cierran para siempre. No hay muchas más novedades en el argumento de “El Regreso de Mary Poppins”, ni giros narrativos o villanos que no podamos prever. La primicia pasa por la química de su pareja protagonista, ciertas nociones aggiornadas a los tiempos que corren y el siempre presente espíritu fantástico de las películas de Disney que tratan de traer un poquito de luz cuando más lo necesitamos. Todo es posible con Mary cerca Bravo por este mensaje tan necesario en un mundo actual que se percibe tan oscuro y caótico, pero el resto es sólo una excusa para que el director Rob Marshall -el mismo de “Chicago” (2002) y la fallida “En el Bosque” (Into the Woods, 2014)- pueda darle rienda suelta a su currículum teatral y a una seguidilla de puestas musicales extravagantes. Ninguna de las canciones originales forma parte de esta secuela (buh). Acá, el experimentado Marc Shaiman se despacha con un repertorio de nuevas melodías, sumando modernidad y muchísimo de Miranda, lo que nos hace preguntarnos por qué esta película se llama Mary Poppins, pero pone más tiempo en pantalla a Jack, este farolero discípulo del deshollinador Bert (Van Dyke). Como personaje, Mary siempre se jactó de su independencia y feminismo, pero acá queda totalmente opacada por su coprotagonista masculino. Entonces, ¿en qué quedamos? Las causas justas y la lucha por los derechos (esta vez de los trabajadores y las malas condiciones que se les presentan) quedan en manos de Jane, tomando el testigo de mamá Winifred, que en la película original era una sufragista abogando por el voto femenino, aunque el mensaje entre líneas era que pasaba más tiempo con sus compañeras que con su familia. Estos son pequeños detalles dentro de una trama simplista, repetitiva y, sí, demasiado aburrida si no somos ultra fans de los musicales. La puesta en escena de John Myhre es divina, el vestuario de Sandy Powell una belleza, los efectos especiales transmiten esa sensación de que hasta lo imposible es posible, pero como historia, y sobre todo como secuela, “El Regreso de Mary Poppins” nos queda chica y hasta desluce el encanto de la original, sumándose a otros tantos refritos de esta era moderna que aportan más desde la forma que desde el contenido. Música para tus oídos No todo es negativo. Blunt sigue demostrando su versatilidad en cualquier papel y género que se le cruce; los pequeñines protagonistas dan en el clavo sin ser un estorbo y, más que nada, transmiten esa necesidad de que los chicos tienen que ser chicos y evitar afrontar los problemas de los grandes antes de tiempo, pero los adultos nunca deben olvidarse de cómo era el disfrute de la infancia. Los mensajes están intactos, lástima que todo el desarrollo se queda por el camino.
"El regreso de la dama excéntrica y mágica" Cincuenta y cuatro años después de Mary Poppins, película que otorgó reconocimiento a Julie Andrews (La novicia rebelde, 1965), ha llegado su secuela. En esta ocasión quien encarna a la peculiar niñera es Emily Blunt en esta "fiebre" de Disney Studios por revivir sus exitosos filmes. Por Denise Pieniazek Es pertinente antes de adentrarnos en la crítica de la película, mencionar una de las problemáticas del cine actual: los remakes o sus nuevas formas de enmascaramiento secuelas y spin-off. Al respecto habla extensamente Jean-Luc Godard en su último largometraje El libro de Imagen (Le livre d'image, 2018), con una crítica fuerte hacia los remakes y la falta de creatividad en el cine actual, concluyendo que esas repeticiones se deben a las correlativas reiteraciones históricas de la humanidad. El Regreso de Mary Poppins(Mary Poppins Returns, 2018), no es una excepción a ello, es una tardía remake disfrazada de secuela, que reitera el desarrollo secuencial de la primera y exitosa entrega Mary Poppins (1964), la cual estaba basada en la serie de novelas “Mary Poppins” (1934-1963) de P.L.Travers. Se recuerdan algunas apariciones similares en un proyecto alejado de Disney Studios que incluyen también una niñera mágica como Nanny McPhee (2005) y Nanny McPhee and the Big Bang/Nanny McPhee returns (2010). Incluso algunos actores como la gran Angela Lansbury y Colin Firth que actuaban en Nanny McPhee también son parte del elenco del filme en cuestión. Mientras Mary Poppins estaba ambientada a principios de 1900 en Inglaterra con una notable y artificial escenografía de estudios, El regreso de Mary Poppins está ambientada también en Londres, pero en 1930 durante “la gran depresión” económica mezclando la escenografía de estudios y el falseo posterior a computadora con las locaciones reales. Asimismo, otro contraste interesante de mencionar es que en la película de 1964 la madre de los niños, la señora Winnifred Banks luchaba por el voto femenino, mientras que en esta entrega del 2018 el personaje ya crecido de Jane Banks lucha por los trabajadores y es afiliada a un sindicato. Es decir, que ambos filmes incluyen temáticas vinculadas a los acontecimientos sociales del contexto diegético. Con respecto a la narrativa recordemos que en Mary Poppins, la mágica niñera aparecía para acercar a los niños Michael y Jane Banks a su rígido padre, disciplinándolos a ellos y ablandando el corazón del adulto. Esta primera entrega era un filme muy disparatado con varias secuencias “sin sentido” o anclaje sobre la trama, que esbozaba vagamente la crítica a una sociedad de apariencias económicas y sentido de pertenencia de la sociedad burguesa, sintetizada en los hombres bancarios. En esta segunda entrega la situación financiera se acentúa y cobra protagonismo en la trama argumental, en la que el villano en cuestión el banquero y usurero Colin Firth (cuyo vestuario mantiene la insignia del clavel rojo presente ya en 1964) desea adueñarse de la propiedad familiar que ahora ocupa el ya adulto Michael Banks con sus tres niños, quien -para enternecer más la cuestión- ha quedado viudo recientemente. En este contexto vuelve a aparecer Mary Poppins y su colorido vestuario (interpretada convincentemente por Emily Blunt), para una vez más ayudar a la familia Banks. En ambos casos, es necesaria la anagnórisis (reconocimiento) del padre de familia y la reconstrucción del vínculo afectivo paternal y familiar. Ambos filmes se conectan no solo narrativamente sino mediante ciertos recursos como el del barrilete verde, e incluso una idéntica resolución del conflicto, en la que una vez más Mary Poppins es como un gran demiurgo o titiritera que ha acomodado todas las piezas para un final feliz. El regreso de Mary Poppins dirigida por Rob Marshall, quien ya ha inmiscuido en el género musical con la célebre Chicago (2002) y la no tan bien lograda Nine (2009), logra producir un sólido relato en el que las canciones y los momentos animados son utilizados con mayor coherencia y dinamismo diferenciándose de la disparatada entrega anterior (incluso se condicen más las situaciones y los cuadros oníricos, los cuales tienen más anclaje con el inconsciente de los niños o el disparo del cañón del vecino es incluso explicado). Además, quizás, debido a los avances tecnológicos (si bien toda la animación de El Regreso de Mary Poppins es en 2D y fue dibujada y pintada a mano, al igual que en la primera película) está mejor lograda y su hibrido con las imágenes filmadas –cuyo vestuario es un aporte fundamental- está mucho mejor fusionado que en la anterior. Seguramente a los fanáticos de la original les parezca incomparable, pero para quien escribe es una versión más que digna e incluso con varios aciertos, aunque es cierto que estos refritos del cine actual no son necesarios. Sin embargo, hay que admitir que ambos filmes carecen de poder de síntesis, y que este último tiene pocas innovaciones, una de ellas el personaje de la prima de Poppins interpretada por la siempre convincente Meryl Streep con quien una vez más el vestuario del filme se destaca. En conclusión, El Regreso de Mary Poppins es un digno homenaje y una oportunidad para que las nuevas generaciones se acerquen a esta historia, e incluso presencien cuestiones que se vinculan a los musicales del Hollywood clásico. Por ejemplo, hay un cuadro musical que remite a Cantando Bajo la Lluvia (1952) protagonizado por el amigo de Poppins, el farolero Jack que claramente es una extensión del personaje del deshollinador Bert de 1964 interpretado por Dick Van Dyke, quien incluso aparece en el filme encarnando al banquero Mr. Dawes Jr (Navckid Keyd). Es decir, que hay varios homenajes en el filme como el cameo final con Angela Lansbury (una leyenda viviente de Hollywood), y el recuerdo de las escenas ilustradas de los musicales animados de Disney y sus apoteosis.
En el Londres del 30’ durante la gran depresión se sitúa esta historia, 25 años después de la última vez que Mary Poppins fue vista en aquella ciudad. Manteniendo la misma esencia, esta historia se adapta a su época y hace una gran apuesta. Los objetos voladores, los mundos de fantasía y las canciones están más que presentes en esta Mary Poppins que visita con su paraguas y su mágico bolso nuevamente a la familia Banks.
La recordada y original "Mary Poppins" interpretada por Julie Andrewx es de la década del "60. Logró trece nominaciones al Oscar, entre ellos a la famosa canción "Chim Chim Cheree". Por supuesto que este regreso no será tan nominado pero trae también un mensaje de felicidad, auténtica ingenuidad y el encanto de una nueva protagonista. Si aquel filme se desarrollaba en la Londres edwardiana de 1910, este lo hace 24 años después, durante la Depresión del "30. Los personajes están unidos por lazos de parentesco, también son Banks. El joven Michael trabaja en el mismo banco en el que trabajaba su padre, y sigue viviendo en la misma casa con sus tres niños, Annabel, John y Georgie, y su ama de llaves Elllen (la divertida Julie Walters). La enfermedad se llevó a su esposa y la niñera Mary Poppins (Emily Blunt) aparece mágicamentes desde el cielo traída por un cometa familiar y dispuesta a proteger a la familia y darles un baño de creatividad. El filme se detiene en el estado de insatisfacción y angustia de todos luego de la muerte de la madre. Incluso en el padre, que dejó sus inquietudes artísticas para dedicarse a un rutinario empleo bancario que no impide que estén al borde del desalojo. Apoyados por la hermana de Michael, que defiende los derechos laborales, la familia intenta superar su angustia pero la presencia de la Maga o Bruja Poppins logrará lo imposible. Ella sabe cómo despertar esperanzas cantando, como les dice a los niños ante la ausencia de la madre: "Nada se ha ido para siempre, sólo cambió de lugar". MUSICA Y ANIMACION Con una cuota de optimismo, con las bellas secuencias compartidas por actores en vivo y animados (la escena del tazón mágico), con una excelente coreografía y vestuario, el filme conserva su encanto, al que agrega el efervescente encuentro con la prima de Poppins, Topsy, una excéntrica mentalista interpretada por la polifacética Meryl Streep. Escenas como las de la plaza (la vendedora de globo es Angela Lansbury, gran actriz de 92 años, integrante de aquella "Mary Poppins") o la aventura submarina en la bañera, deslumbran. Esta Mary Poppins mantiene la magia de hacer a los vecinos volar llevados por globos y dar unos pasos de baile a Dick Van Dyck, el intérprete original, también de 92 años y ahora devenido en presidente retirado del Banco. Una secuela donde aquel deshollinador ahora convertido en farolero (el dúctil Lin-Manuel Miranda) sigue ocupándose de una ciudad de juguete a la que Mary Poppins decide visitar una vez más.
Después de 54 años, Mary Poppins, el personaje de P.L. Travers, regresa a la pantalla grande. Intentando emular al clásico de Robert Stevenson con Julie Andrews, a la nueva producción de Disney, dirigida por Rob Marshall, le falta la magia y el encanto de su predecesora. Hay películas que no necesitan ni remakes ni secuelas. En realidad, ninguna lo necesita, pero bien es sabido que algunas de estas reinvenciones modernas fueron bastante superiores a lo que se esperaba de ellas y le brindaron nuevos aires a obras que quedaron inmortalizadas en el tiempo. Fue el caso de Tron: el legado, por ejemplo, cuya visión no perjudicó a la original sino que la amplificó generosamente. En el caso de Mary Poppins, un triunfo era una meta utópica. La magia del film original es imposible recrearla hoy en día: porque la interacción de animación y actores ya no es revolucionaria, porque la reconstrucción de una historia seudo victoriana-infantil no tiene el impacto de aquel entonces ni genera la misma empatía, y porque el encanto que le imprimía la novel (era su primera película) Julie Andrews combinado con la química con Dick Van Dyke y un notable elenco secundario eran únicos. Aun así Disney se animó a realizar una secuela 54 años después y lo que, en apariencia, debía ser lo más difícil de revivir, termina siendo su única salvación. Era bastante previsible que el simplón de Rob Marshall no pudiera transmitir magia genuina a la narración, pero más allá de la torpe puesta en escena, el elemental montaje y la básica reconstrucción visual de la obra original, Disney acierta con el casting. Lo que no significa que sea suficiente para ver un producto digno porque el guion es tan desastroso, caprichoso y poco imaginativo que todo el esfuerzo interpretativo, y talento, que le imprimen Emily Blunt, y especialmente, Lin-Manuel Miranda, termina banalizado cuando, a la salida del cine, uno empieza a buscarle coherencia y cohesión a la narración. Inglaterra. Década del ’30. Michael Banks (Ben Whishaw, sorprendiendo con un personaje muy adulto y con el tono adecuado para un film infantil) ha crecido y es cajero del mismo banco en el que trabajó su padre ya fallecido. Su esposa murió hace un año y se quedó solo con sus hijos: una pareja de mellizos y otro niño. Tiene deudas y el banco se puede quedar con su casa a menos que pague todo lo que debe antes de que finalice la semana. La solución cae literalmente del cielo: Mary Poppins regresa para cuidar a los niños, mientras él y su hermana (una desperdiciada Emily Mortimer que aporta simpatía a un personaje nulo) buscan las acciones que los pueden salvar de perder el hogar donde se criaron. Esta premisa tiene muchos problemas. Uno de ellos es su previsibilidad. Queda bastante claro desde la primera escena dónde se encuentran las acciones. Rob Marshall intenta en vano engañar al espectador. El segundo problema reside que los niños son bastante inteligentes, ordenados y disciplinados. No se comprende demasiado porque necesitan a Mary Poppins, más que para refregarles en la cara con canciones que no tienen la sutileza y creatividad de la primera película, lo que el público entendió desde el principio. Por supuesto, todo se resuelve a último minuto, a los ponchazos y con bastante arbitrariedad. Entre la nostalgia y la autorreferencia, a la película le falta criterio, magia y encanto. Porque una cosa es el encanto que le puede aportar la sonrisa y la actitud del elenco, y otra lo que ya viene impregnado desde el guion. Rob Marshall puede ser un gran coreógrafo, pero nunca supo solucionar una sola puesta de cámara en toda su filmografía. Desde Chicago a El regreso de Mary Poppins sus números musicales son completamente teatrales. El elenco canta y baila dentro de un escenario que no oculta su artificio, y él pone las cámaras, principalmente, en la platea. Más allá de la interacción de actores con animación tradicional (que remite a la de la película original) toda la puesta pareciera ser la de un gran musical de Broadway. De hecho, con el mismo elenco, y quizás el mismo guion, en Broadway funcionaría mucho mejor que en el cine. Tampoco es muy diestro para hacer un film infantil o darle un timing humorístico a la historia. Y el drama carece de emoción y suspenso. Como se decía más arriba, Emily Blunt se pone a la altura del desafío porque hace fácil lo difícil, chiquito lo exuberante y tiene un talento innato para cantar y moverse. Sin embargo, su visión o composición del personaje es completamente distinto al que hizo Andrews. La legendaria actriz le imponía calidez y mucha más simpatía y humanidad a Mary Poppins. Blunt lo interpreta quizás más cercano a la visión de Travers, más fría y adulta. No se mueve tan espontáneamente en el mundo animado como lo hacía Andrews. Son puntos de vista diferentes pero, en este caso, por más que realmente sea una gran y versátil actriz, Blunt queda unos puntos abajo de Andrews. Esto no se aplica a Lin-Manuel Miranda quien, en su debut como coprotagonista de un largometraje musical, demuestra todo el talento que lo hizo famoso en Broadway, e incluso le aporta algo de la estética rapera de su musical Hamilton a la canción Trip a Little Light Fantastic como guiño a su fans. El tema, que intenta emular a la coreografía de los deshollinadores, es el mejor número musical del film. Por otra parte, Miranda no intenta comparar su estilo al de Dick Van Dyke (aunque el personaje es prácticamente igual al del cómico estadounidense) sino que remite mucho más a Gene Kelly, aportando un poquito de frescura a un film sin ideas. Rob Marshall también intenta poner algo de su pasado en El regreso de Mary Poppins: una de las primeras coreografías tiene el estilo único de jazz que creó Bob Fosse, a quien Marshall admira y cita constantemente. Sin embargo, es tan grande el contraste entre la danza del resto del film con el número de Fosse, está tan descolgado y separado del resto de las coreografías que cabe preguntarse cuál fue la intención de Marshall al incorporarla. La justificación es el capricho. Y de caprichos está lleno el film: la pobre Meryl Streep demuestra una vez más su versatilidad para una secuencia incoherente con el resto de la narración, forzada e impuesta solamente para que la actriz de La dama de hierro haga lo suyo, pero no hay ninguna justificación narrativa para que aparezca. En el final aparecen dos leyendas nonegenarias cantando y bailando con el resto del elenco y tampoco hay demasiada coherencia al respecto. La enorme Julie Walters también sufre el síndrome “¿para que la pusieron?”. Su personaje influye poco y nada en el conflicto, por más que ella aporta una enorme calidez y simpatía. David Warner, uno de los mejores villanos de la historia del cine, también aporta un poco de talento a un elenco demasiado grande. Colin Firth sale un poco mejor parado como el inescrupuloso banquero que quiere quedarse con la casa de los Banks. Salvo él (que ya había demostrado en Mamma Mía que no podía cantar demasiado) el resto del elenco sale bien parado en los números musicales. Tampoco el trío de niños se destaca. Apenas el más chico tiene la empatía y el encanto necesario para emocionar un poco al público. Los “mellizos” son bastante apáticos. Posiblemente, este sea el único error del casting. Las canciones son lindas pero demasiado didácticas y explícitas. Les falta el perfil lúdico de los temas originales. Son pegadizas, pero completamente olvidables. En ese sentido, la banda de sonido instrumental de Marc Shaiman es un poco más inspirada y vale la pena quedarse hasta el final de los créditos para escuchar cómo va mechando algunos acordes de los temas de la película de 1964 con la instrumentación original del 2018.
La niñera más famosa del mundo regresa con nuevas aventuras, pero con la misma familia. Mary Poppins Returns sabe capturar el encanto de la original, pero con una historia nueva y encantadora. Una carta de amor al clásico de 1964 pero que se sostiene por cuenta propia. Nuevos números musicales que seguramente se ganaran un lugar entre los mejores de Disney. Gran Depresión en Inglaterra, los niños Banks ya están grandes y creen que todo lo que pasó con su niñera fue producto de la imaginación. A punto de perder la casa familiar, Michael (Ben Whishaw) está desesperado. Perdió a su esposa el año anterior y lo único que lo motiva a continuar son sus hijos y su hermana Jane (Emily Mortimer). Pero cuando la esperanza parece perdida, Mary Poppins llega a la casa de Cherry Tree Lane. Su misión es la misma que la de hace años: cuidar a los niños Banks. Los pequeños Georgie (Joel Dawson), John (Nathanael Saleh) y Annabel (Pixie Davies) son escépticos con esta mujer que de golpe llega a la casa, pero están a una canción de distancia de adorarla. Al espectador le pasa lo mismo, Emily Blunt es una digna sucesora de Julie Andrews. Es simpática, encantadora, cada canción es entonada magníficamente y supo capturar la esencia de uno de los personajes más queridos de Disney pero dándole un toque personal. Blunt brinda una de las mejores interpretaciones de su carrera y parece haber nacido para hacer este papel. En las aventuras la acompañará Jack (Lin-Manuel Miranda) un farolero que fue aprendiz de Bert, el deshollinador. Esta dupla se complementa de manera perfecta y su química en pantalla atraviesa y contagia alegría. Miranda cumple con las expectativas y, además de entregar canciones hermosas, su actuación es entrañable. Como toda película de Disney, tiene que haber un villano y este rol calló en manos de Colin Firth. William Weatherall Wilkins es el sobrino de Mr. Dawes Jr y es quién dirige el banco. Además, también le pone la voz a uno de los personajes animados en una de las escenas más brillantes de la película. Siguiendo la línea de la primera, en determinado momento los personajes se adentran en un mundo de dibujos animados y, no sólo entregan canciones inolvidables, sino también una animación hermosa que es sólo otra muestra del cuidado con el se trató el arte de este film. La fotografía hermosa, así como el diseño de producción y el vestuario. Es una de esas cintas en las que cada uno de los aspectos técnicos están increíblemente cuidados y sólo suman a la historia. Es innegable que el trabajo de dirección de Rob Marshall es uno de los mayores fuertes y se nota su trayectoria como director de teatro y coreógrafo. Escenas con una producción digna de los mejores musicales, canciones inolvidables, magia, ternura. Mary Poppins Returns mantiene vivo el legado, pero también lo acerca a nuevas generaciones y parece encaminada a convertirse en un nuevo clásico. Con participaciones de grandes figuras como Meryl Streep , Dick Van Dyke y Angela Lansbury, esta secuela no tiene nada que envidiarle a la original.
"El regreso de Mary Poppins", dirigida por Rob Marshall, es la secuela de la memorable película de 1964 considerada como la obra cumbre de la carrera de Walt Disney. Desde el primer minuto el film te sumerge, con una narrativa muy parecida a la original, en el mágico mundo de Poppins haciéndola parecer una prolongación de la cinta dirigida por Robert Stevenson. Emily Blunt está espléndida en su rol y se adueña del personaje haciéndonos olvidar de la ausencia de Julie Andrews. A su lado está el talentoso Lin-Manuel Miranda que, con su carisma y energía a la hora de realizar los imponentes números musicales, completa una dupla protagonista al nivel de su predecesora. Las canciones se adaptan muy bien y siguen la misma línea de la original. Lamentablemente, en una primera impresión, no son tan pegadizas como "Supercalifragilisticoexpialidoso" o "Con un poco de azúcar", pero quizás es solo cuestión de tiempo para que se hagan de un lugar en nuestro subconsciente. En definitiva, Mary Poppins sí que está de vuelta y trae magia, color, música, recuerdos y lecciones de vida para las nuevas y viejas generaciones. Por Matías Villanueva
Odio tener que jugar el papel de malo… pero es así. La original Mary Poppins (1964) me emocionó y me aburrió por igual. A la secuela – manufacturada mas de medio siglo después, todo un record de distancia temporal entre un capítulo y el siguiente de una saga – le pasa lo mismo. Es un melodrama algo mas liviano que la original, pero inundada de canciones hasta el aturdimiento… y, lo que es peor, ninguna de ellas le llega a los talones de Supercalifragilisticoespialidoso o Chim Chim Chimenea. Al menos hubieran tenido el tino de incluir alguno de esos clásicos como homenaje (o de contratar a los autores de las canciones de Frozen, que saben hacer jingles) pero no, metieron una tonelada de canciones olvidables que, por mas que exuden energía con las coreos y las puestas en escena, no quedan prendidas en la memoria del espectador a los cinco minutos de terminado el filme. Los chicos se aburren en las plateas, los adultos se relamen con la nostalgia… pero somos unos cuantos los cuales nos pasamos cambiando de lugar el trasero en el asiento y rogando que termine el espectáculo. El Regreso de Mary Poppins es una muy buena película en muchos sentidos pero es una mediocre comedia musical que ni siquiera hubiera sido competitiva en los años 60, ya sea contra la original o contra especímenes como My Fair Lady o Hello Dolly!. El público moderno, mas cínico y preparado para una acción mas intensa, no está acostumbrado a un show infantil tan lento, con pretensiones artísticas y elaborado de manera tan artesanal. El problema con El Regreso de Mary Poppins es que es anacrónica. El filme revive mecanismos narrativos del original como cuando la niñera mágica lleva a los niños a mundos de fantasía donde ilustradores y creativos disparan su imaginación a full pero, en el medio, hay baches interminables. Y los números musicales te matan (casi te dan ganas de imitar a James Franco en Oz el Poderoso cuando un grupo de duendes empieza a cantar y el tipo grita “Cállense!. Nada de canciones!”). El drama es que no hay tipos de la talla de los hermanos Richard & Robert Sherman para hacer temas pegadizos. Y el tipo que está ahora – Marc Shaiman – parece no estar interesado en hacerlas. La letra puede ser profunda – hay una canción muy sentida que canta Ben Whishaw sobre su esposa fallecida – pero llega un momento en que odiás que todo el mundo, cuando va a decir algo, empiecen las tonadas de fondo y se despache con una parrafada larga y musicalmente insípida. Los libros de P.L. Travers no eran obras musicales, no veo por qué tener que respetar el formato del filme de 1964 – o hacerlo con tantas canciones -, pero creo que es así porque la historia en sí es demasiado corta para llenar 90 minutos. Entonces lo que tenemos es una bolsa de gatos con grandes momentos y escenas plomizas. Lin-Manuel Miranda es simpático pero no encandila. Whishaw y Emily Mortimer son una bolsa de lágrimas. Al menos la Blunt hace un trabajo genial, haciendo una Mary Poppins hermosa, sofisticada y mucho mas autoritaria que la de Julie Andrews. Es admirable cómo se hace con un personaje tan icónico en apenas un par de fotogramas. Pero vos te das cuenta de que la obra recae en el carisma de los actores mas que en la eficiencia del libreto – que es un reciclado algo alterado del original (niños que no conocen la felicidad porque su padre es un amargado), y eso que se basa en uno de los ocho libros que P. L. Travers escribió sobre el personaje en su vida – porque, cuando aparece Dick Van Dyke sobre el final, el teatro se viene abajo. El tipo tiene 93 años pero se roba todo el filme en los cinco minutos en que está en escena, bailando y cantando, e inyectándole una energía feroz a una melodia insulsa. Oh, sí, Lin-Manuel Miranda será el genio de Hamilton, pero acá se precisaba gente con experiencia en vaudeville y obras musicales a la antigua. Solo Angela Lansbury (y la misma Blunt) se acercan a la energía que logra Van Dyke en apenas cuestión de segundos. Hay muchas cosas inspiradas en lo visual – la secuencia en el tazón antiguo, la fantástica llegada de Mary Poppins al relato, el fabuloso baño de espuma -, pero muchas veces las cosas se dilatan mas de lo digerible. Todo esto termina convirtiendo a El Regreso de Mary Poppins en un espectáculo infantil para niños de cuarenta años o mas que apreciaron el original, pero bordeando lo intragable para chicos del nuevo milenio. Quizás sea tiempo de un upgrade en el lenguaje narrativo, o simplemente de contratar a otro compositor para que haga canciones mucho mas pegadizas.
Pasaron más de 50 años desde que Walt Disney estrenó "Mary Poppins", una película que marcó un hito para la compañía. Encarar una secuela era un desafío para el director que se atreviese a recrear la historia de la niñera voladora. Rob Marshall ("Nine", "Chicago") se atrevió y superó las expectativas con la ayuda de la tecnología, algunos cambios en la historia, buenos actores y algunos íconos del cine como Angela Lansbury, Julie Walters y Dick Van Dyke, uno de los protagonistas del filme de 1964. Ya no es sólo la inocencia de Julie Andrews sino también la chispa de Emily Blunt la que da vida a Mary Poppins, que llega a la familia de Michael Banks en el peor momento: murió la esposa, Michael quedó a cargo de sus dos hijos, el banco les embarga su casa y tienen un par de días para pagar la deuda o quedar en la calle. Cuando todo parecía que iría peor, cae del cielo la antigua niñera de Michael y su hermana Jane (Emily Mortimer) que con canciones y acciones les muestra el camino para no caer en la desesperación y superar cualquier obstáculo. El filme, fiel al original, fusiona animaciones con actores y los niños de los 60 verán recreado el estilo de aquella época con la técnica clásica en un filme que mantiene intacto su atractivo.
Pasó el tiempo y los chicos Banks están en la mala. Son adultos, uno de ellos es viudo, pobre y con hijos y entonces vuelve Mary Poppins a salvar el día. Pasó el tiempo y los chicos Banks están en la mala. Son adultos, uno de ellos es viudo, pobre y con hijos y entonces vuelve Mary Poppins a salvar el día. Fin. Bueno, no, “fin” no. Antes, el señor Rob Marshall, un tipo del teatro y la televisión que ganó un Oscar rarísimo con “Chicago” construye una especie de compendio de música y lágrimas y efectos especiales que, de no contar con esa maravilla actoral que es Emily Blunt, sería un balazo de glucosa en el cuerpo de un diabético. Todo es común y cursi, pero eso sería lo de menos si tal cosa quedase justificada por alguna parte, si hubiera no ya “reflexión” sobre el tema del extraño que salva el mundo y vuelve a desaparecer sino al menos un cuento contado de manera más o menos atractiva. Marshall sigue desparramando teatralidades y desconociendo para qué se usa una cámara de cine: dos horas y cuarto de pereza.
Una Emily Blunt increíble en una secuela que nadie esperaba “Mary Poppins”, dirigida por Robert Stevenson en 1964, supuso una obra cumbre en la carrera de Walt Disney, quien tardó casi tres décadas en llevarla a la pantalla grande tras convencer a la autora de las novelas, Pamela Lyndon Travers. La película, protagonizada por una monumental Julie Andrews y un entrañable Dick Van Dyke, fue nominada a 13 premios de la Academia, de los cuales se hizo con cinco. Además, significó ser la única de las cintas de Disney en conseguir una nominación al Oscar a la Mejor Película durante su vida. Ahora, 54 años después de la original, la compañía del ratón decidió lanzar esta secuela que sucede espiritualmente a la original, y que, más que una continuación, parece un remake de su antecesora. Dirigida por el experimentado Rob Marshall (“Chicago”, “Nine”, “Into the Woods”), “El Regreso de Mary Poppins” se sitúa en Londres en los años ´30, durante la época de la Gran Depresión. Ahora, los hermanos Michael (Ben Whishow) y Jane Banks (Emily Mortimer), personajes que conocimos como niños en la cinta original, viven juntos con los tres hijos de Michael y su sirvienta Ellen (Julie Walters) en Cherry Tree Lane. Luego de tener que afrontar una dura pérdida personal y la agobiante situación económica, reciben la visita de la niñera mágica Mary Poppins, quien les traerá la alegría y la fantasía que les falta en sus vidas. La película reboza de encanto y magia, pero cabe preguntarse por qué llega esta secuela 54 años después. Ya sea por una maniobra puramente comercial de Disney (como viene haciendo hace tiempo) o como un producto para ofrecer a una nueva generación de espectadores. A diferencia de la original, esta cinta tiene un estilo quizá más teatral. Por otro lado, no existen grandes números destacados, como los que acontecían en la primera con la archiconocida "Supercalifracilsticoespialidoso" o “Chim Chimenea”. Aquí se dan una sucesión de partes musicales que se presentan de manera rápida e inconexa, pero reconozcámoslo, también efectivas y muy bellas gracias a la mano de Marshall. Otro de los problemas que podía llegar a tener “El regreso de Mary Poppins” era el recuerdo tan arraigado que dejó su otro protagonista, Julie Andrews. Pero Emily Blunt se hace cargo del paraguas y la valija, y brinda un trabajo espectacular que hace brillar la película. El hecho de que la niñera se demore en aparecer en pantalla da la oportunidad a conocer mejor a los otros personajes, como el farolero Jack -fascinante Lin-Manuel Miranda-, y los niños: Annabel, Georgie y John (que hacen un gran trabajo). Otro de los puntos positivos fue optar por la animación tradicional, algo que Disney no realizaba hace mucho tiempo. En definitiva, un trabajo que despertará distintas emociones, especialmente a los que ya conozcan la película protagonizada por Julie Andrews, pero esta mágica obra llena de nostalgia acrítica le sobra encanto y peca un poco de la falta de imaginación. Puntaje: 6,5/10 Federico Perez Vecchio