La directora se las arregló para crear tensión hasta el último segundo con una historia que todos sabemos como termina, y jugó nuevamente con libertad con los distintos momentos de acción del relato. Con una soberbia actuación protagónica (el mejor trabajo de Chastain hasta la fecha). Una cinta polémica, algo excesiva de diálogos, pero que nunca pierde fuerza.
Hay un momento en Batman, El Caballero de la Noche, en que uno de los personajes comenta: "el villano tomó al mejor de nosotros y lo corrompió... lo hizo a su imagen y semejanza, convirtiéndolo en un asesino y manchando de sangre sus manos... arruinando toda su obra y todo lo bueno que había hecho con ella hasta ese momento". Algo de ello ocurre con Zero Dark Thirty, la crónica de Kathryn Bigelow sobre la cacería de ocho años del terrorista más buscado del mundo, Osama bin Laden. Ciertamente sería una ingenuidad afirmar que los norteamericanos nunca rompieron una regla para obtener lo que desean, pero da la impresión que - después del atentado del 11 de setiembre del 2001 - la furia del odio los ha llevado a descuidar los secretos y las apariencias, surgiendo a la luz numerosos hechos de violencia e intolerancia devenidos con todo el accionar militar que supuso la captura de bin Laden y la guerra contra el terrorismo. Mientras que la administración Bush erigió a los Estados Unidos como una especie de paladin implacable de la justicia frente al cual no había que interponerse - "ustedes están con nosotros y con Dios, o con los terroristas" -, lo cierto que semejante afirmación terminó por transformar a la causa yanqui en una especie de Jihad propia, antimusulmán e imperialista, desbordante de tonos facistoides e incapaz de reconocer cualquier tipo de límite - incluso los que intentó poner la administración Obama - que supusiera un freno al desbocado impulso de aplastar a un enemigo que no tiene forma ni color, y que yace en el anonimato. Si bien La Noche Más Oscura es el relato de los hechos que culminaron con la captura y muerte de Osama bin Laden a manos de las fuerzas norteamericanas el 2 de Mayo del 2011, en realidad es la crónica de una guerra sucia entre facciones completamente amorales, las cuales se han valido de cualquier tipo de recurso - por bajo que sea - con tal de aplastar a su enemigo declarado. Hay dos aspectos que hay que evaluar en La Noche Mas Oscura: el filme en sí, y la repercusión que genera. En el aspecto cinematográfico Zero Dark Thirty es un thriller competente, aunque no brillante - a final de cuentas, éste es un racconto de hecho históricos y no una trama procedente de la imaginación de un novelista de género, el cual la ha salpicado de sorpresas y vueltas de tuerca inesperadas como para "entretener" al público -. Ciertamente la directora Kathryn Bigelow se da maña para crear algunas secuencias de shock - en especial la escena en donde una cúpula de la CIA intenta reunirse con un infiltrado de Al Qaeda en un aeropuerto secreto en Afganistán; y, desde ya, la larga secuencia del copamiento de la mansión de bin Laden en Pakistán, la que ocupa prácticamente los mismos 25 minutos que duró el operativo en la vida real -, las cuales condimentan el relato; pero el resto de la historia no es mas que una sucesión de informaciones obtenidas en sesiones de torturas, en donde el testigo A dice una pista y van a torturar a B para confirmarla.... y pasan los años y se topan con el testigo C, al cual flagelan para obtener otro dato... y así sucesivamente. Acá la sorpresa pasa porque la modosita protagonista resulta ser un angel de corazón negro y duro, una persona capaz de presenciar (sin mosquearse) los actos mas violentos que se le puedan cometer a un ser humano en cautiverio. Mientras que la prensa norteamericana ha alabado el personaje de Maya - considerándola que es una especie de capitán Ahab, un individuo que ha abandonado todo de sí en pos del objetivo al que ha odiado toda su vida -, considerarla como un personaje salido de las páginas de un clásico tan noble como el Moby Dick de Herman Melville me suena perverso. Maya no es mas que una persona que ha transformado el sufrimiento humano en eficiencia operativa; quizás ella no aplica picanas ni le hace "submarinos" a los prisioneros, pero presencia las interminables sesiones de tortura con una actitud de completa indiferencia. La humanidad se ha muerto en ella, y mentalmente ha transformado a los presos en cosas: fuentes de información que sangran y a las cuales hay que arrancarle a golpes los datos, residiendo el misterio (y la demora del proceso) en hallar la parte del cuerpo (o de la mente) que resulta necesario presionar para liberarlos de las ataduras mentales y morales que los acallan. Como dice uno de los personajes, "frente a esta presión todos terminan por hablar; es una simple cuestión de biología". Por el otro lado están las repercusiones del filme, en donde medio mundo ha salido a rasgarse las vestiduras y declarar que los procedimientos ilustrados en la película son falsos y mal intencionados, amén de acusar a Bigelow y su equipo de haber accedido a datos altamente clasificados sobre el operativo de búsqueda y captura de bin Laden. Hay algo sumamente hipócrita en negar que las fuerzas de seguridad hayan utilizado la tortura para obtener información clave: en el frío plano de la lógica, quizás no hubiera existido otro medio posible para conseguir pistas de la boca de gente tan convencida de la superioridad y justicia de su propia causa. Pero, por otro lado, este mismo argumento resulta tan brutal como inhumano, escondiendo a decenas de personas en cientos de lugares secretos alrededor de todo el mundo y sometiéndolos a torturas durante años y años. Eso ha transformado al reclamo por justicia de la nación norteamericana en algo sucio; primero en una venganza, y despues en una causa desbordante de odio, en donde los implicados se transforman en "objetos" carentes de humanidad y de derechos. Si uno quiere, podría decir que el pueblo norteamericano ha vivido en una burbuja - sea por desconocimiento o por propia elección - durante todos estos años, engolosinados con las tonterías y el consumismo, y dejando de ver la realidad que ocurre a miles de kilómetros de sus hogares, en donde el gigantesco e implacable ejército nacional se dedica a aplastar los cráneos de los enemigos del estado y derroca gobiernos extranjeros para apoderarse de los recursos que resultaren necesarios para mantener el status quo de la sociedad yanqui. En tal sentido, La Noche Más Oscura supone un doloroso cachetazo en el rostro - admitir que el gobierno avala la tortura como metodología de interrogación no difiere demasiado del shock que tuvo la sociedad ingenua e idealista de la Norteamérica de los años 60, cuando descubrió que sus chicos eran masacrados de manera salvaje por los vietnamitas al otro lado del mundo, y que la nación invencible bien podía perder una guerra que le resultaba interminable y sangrienta; fue el final de los tiempos edulcorados a lo Doris Day, y marcó el inicio de una era de cinismo y descreimiento -, y la pone en el mismo plano que La Batalla de Argelia, aquel clásico de Gillo Pontecorvo que estremeció las pantallas del mundo en la década del 60. Por supuesto el filme de Pontecorvo planteaba otras premisas - una insurrección creciente e imparable, frente a la cual las fuerzas de seguridad debían apelar a los recursos más crueles e implacables - pero, en esencia, contenía el mismo mensaje: cuando el enemigo está empapado de idealismo, sólo puede ser quebrado a través de la tortura. El shock del filme de Pontecorvo residía en mostrarnos que las fuerzas de seguridad obtenían resultados gracias a su accionar sádico, una horrenda lección que pronto terminó por contagiarse al resto de los paises convulsionados por la guerrilla y las revueltas internas durante los acalorados años 60 y 70. Mientras que en dichos años los Estados Unidos vivían en su burbuja de idealismo y consumismo, el resto del mundo se ha desangrado en temibles guerras civiles, llenando cementerios enteros con los cadáveres que dejaron tanto los guerrilleros como el terrorismo de estado, y padeciendo interminables dictaduras militares. Es por todo esto - por lo mucho que pasamos nosotros, por lo poco que pasaron ellos - que su respuesta frente a la violencia que transpira Zero Dark Thirty es de una ingenuidad (o hipocresía, según cómo se mire) pasmosa. ¿Acaso creían que toda esta gente, cuando fuera capturada, iba a hablar con ellos y darles toda la información de buenas a primeras?. La Noche Más Oscura es un buen filme, ni mas ni menos. La dirección es muy buena, las perfomances ok, pero el problema principal reside en el libreto, que es incapaz de darnos siquiera un personaje potable por el cual tomar partido, o al menos un atisbo de remordimiento frente a tanta crueldad desatada (ni siquiera el breve lloriqueo final de la protagonista alcanza a apaciguar el rechazo que nos genera; no es un rapto fugaz de humanidad sino un estertor de egoísmo, en donde el personaje piensa más en sí mismo - en todo lo que sacrificó, en su falta de metas después de haber apagado el infierno que la quemaba durante todos estos años - que en todas las vidas que arruinó y cegó debido a su larguísimo accionar amoral). Todos los caracteres están teñidos de gris oscuro y la protagonista, en particular, es despreciable - posiblemente el aspecto mas chocante sea que se trata de una mujer, ya que uno asocia mentalmente su genética a un ser comprensivo y maternal, una persona protectora y no violenta (por contra al desborde de testosterona propio del hombre) -. Todo esto transforma a Zero Dark Thirty en la crónica de un hecho sucio y desgraciado, un filme rodado por alguien con tanto talento que ha sabido mantener la objetividad frente a semejante espectáculo siniestro.
Ubicación no revelada. En muchos aspectos La Noche más Oscura (Zero Dark Thirty, 2012) es una suerte de “secuela conceptual” de Vivir al Límite (The Hurt Locker, 2008), por lo que podríamos afirmar que fue una apuesta a seguro por parte de sus responsables máximos, la directora Kathryn Bigelow y el guionista Mark Boal. Ambas películas no sólo abordan los efectos de las distintas invasiones estadounidenses en Medio Oriente luego de los ataques a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001, sino que además comparten un punto de vista seco, de corte netamente “profesional”, que se centra en personajes que en un primer momento se ven arrastrados por las circunstancias y en forma paulatina desarrollan una obsesión aguda...
Claramente alineada con la política del Presidente Obama, el interés de la última película de Kathryn Bigelow parece estar más por fuera, en los debates que genera que por lo que es por sí misma. “Bin Laden no fue derrotado por superhéroes caídos del cielo; fue derrotado por estadounidenses de a pie que lucharon con valentía aunque en ocasiones cruzaron líneas morales, que trabajaron enormemente y con determinación, que lo dieron todo tanto en la victoria como en la derrota, en la vida y en la muerte, por la defensa de esta nación”, dice Kathryn Bigelow a la agencia Reuters esta semana que pasó. Fundamenta así su postura frente a las críticas negativas que viene levantando su película Zero Dark Thirty, candidata a 5 premios Oscar de la Academia. y que en realidad, como sabemos, forma parte de un mecanismo que Hollywood tiene bien aceitado. La directora, única mujer en ganar un Oscar en su disciplina, por “The Hurt Locker”, aquella otra propuesta bélica, superpremiada en su momento, viene enfrentando desde la pre producción de la película críticas dispares, en primer lugar por su amistosa relación con la CIA y un sospechoso acceso a información clasificada, después por su clara postura pro-Obama y por las noticias de las escenas de tortura, etc. Zero Dark Thirty es una película política. De eso no hay duda. El tiempo del relato ocupa los 10 años entre la caída de las torres Gemelas en setiembre de 2001 y el asesinato de Osama Bin Laden en mayo del 2011. La pantalla negra con la que comienza la película mientras se escuchan superposición de voces de la gente por los celulares, llamadas a los números de emergencias, a lo que le sigue: una escena de tortura de un detenido en Pakistán, funciona, a modo de efecto Kulechov. Una cosa explica a la otra. La “politica de detenidos” se corta con la asunción de Obama cosa que pasa a ser un problema para el aparato de la CIA que debe pasar ahora a una acción mas detectivesca. La protagonista, una obsesionada agente Maya, es el personaje que planifica esta nueva operativa. Claramente, las 2 horas y media que dura Zero Dark Thirty están divididas entre una zona de investigación basada en los interrogatorios de prisioneros y una segunda zona, más deductiva y de inteligencia. Esa división no va en desmedro del plan que motiva a Maya y que termina siendo el sostén emotivo del guión: llegar a Bin Laden y matarlo, en un plan más personal más que político-colectivo. Algunos medios critican (ver la de Robert Parry en la versión online de Middle East http://www.middle-east-online.com/english/?id=56512) la falta de explicación histórica, pero ¿cuándo en sus películas bélicas los norteamericanos dieron explicaciones históricas? Y sobre todo en el historial fílmico de la Invasión a Irak. En todo caso, lo que verdaderamente importa para el business son los efectos espectaculares de los hechos históricos. El momento en que la historia se convierte en relato cinematográfico, en pura ficción. Lo contradictorio acá es cómo Bigelow hace, para que en cierto modo y sobre todo en la escena del asesinato de Bin Laden, lo emotivo de la ficción de lugar a cierta frialdad del semi documental, quitándole cualquier tinte de espectacularidad para que La noche más oscura, sea la película que registró por primera vez y de manera lo más ajustada posible el asesinato del enemigo público numero 1 de los EEUU en el comienzo del siglo. Addenda: En estos días el MALBA pasa en ciclo Vampiros, la primer película de Bigelow Cuando cae la oscuridad, curiosamente.
La dama de hierro Hay que reconocer que filmar una película sobre el operativo que terminó con el asesinato de Bin Laden no es tarea fácil, tanto por el dilema que implica desde qué punto de vista encararla, como por la contemporaneidad del hecho. La película abre con la pantalla en negro y audio documental en off de personas que estaban en las Torres Gemelas y en los vuelos secuestrados en el momento del atentado del 11-S. Es una decisión muy acertada, porque escucharlo sin ver genera más impacto que todas las películas filmadas sobre el tema. A esto le siguen una serie de escenas de tortura en diferentes prisiones clandestinas de la CIA. Si bien Bigelow se anima a mostrar, no termina de explotar al máximo la relación torturador-torturado, ni de ahondar en cómo pasa el tiempo la persona que está siendo sometida. Tampoco ayuda el hecho de que sea siempre el mismo el interrogador y que tenga las mismas actitudes de patotero de barrio. Esto último hace que las escenas se agoten rápido, casi pecando de repetitivas...
La noche más oscura es un film implacable para disfrutar a pleno en pantalla grande. La narración es muy clara, algo que no es muy habitual en películas que traten temas de terrorismo y espionaje, y está realizada casi como si se tratara de un documental. Si sos de los que no creen en la veracidad de lo que cuentan los films de Hollywood que dicen que están basados...
Hasta las Últimas Consecuencias… La Noche más Oscura ha desatado, como era de preveer las más severas polémicas en los Estados Unidos. Antes de su estreno comercial, el nuevo film de Kathryn Bigelow venía llevándose los mayores reconocimientos de la crítica internacional, que destacaba el gran manejo e intuición de su directora para llevar adelante un thriller político sin dejarse tentar por tomar partido. Sin embargo, tras las primeras exhibiciones para el público, un sector conservador se sintió “tocado” por la violencia inferida y la exposición de escenas de torturadas perpetradas por la CIA sobre los “terroristas”. Ahora, si bien la ultraderecha empezó a manifestarse en contra del film por mostrar aquello que el gobierno estadounidense siempre negó, pero todo el mundo sabe; la izquierda leyó que la posición de Bigelow ante los hechos que muestra en el film tiene fines patrióticos o propagandísticos, e inclusive partidistas del gobierno de Obama, y no demasiados críticos con el gobierno de Bush Jr. Es irónico, pero se vuelve a abrir un debate pendiente desde el estreno de Vivir al Límite, laureada obra de Bigelow que mostraba la adicción y obsesión de un soldado desarma bombas durante la guerra de Irak, sin concebir un juicio de valor, sino retratando un trabajo de riesgo. Cada individuo tendrá su opinión si la función de un cineasta es tomar partido y tener un discurso aleccionador que brindar o limitarse a narrar los hechos en cuestión con la mayor objetividad posible y dejar que el espectador establezca la balanza moral sobre lo que está bien o está mal, si el fin justifica los medios, o si todo es una excusa para mostrar el poder del imperio estadounidense a través de la violencia, el sadismo o la fuerza. Lo que yo pienso es que las películas hablan solas. Que un director, como bien indica la palabra dirige su obra para que cada espectador le de una lectura diferente contemplando su cultura y educación. Que Bigelow tiene mucho más pelotas que la mayoría de los directores de todo el mundo para enfrentarse contra la opinión pública y las dogmas didácticas de la industria del cine es innegable. Y lleva su mirada con mucha inteligencia a sus personajes. Porque más allá de la política, del punto de vista, del hecho verídico per sé, se encuentra una gran narradora, una directora con mirada de autor, que no solamente tiene un pulso tremendo a la hora de llevar adelante un relato complejo que atraviesa diez años de búsqueda, que tiene muchos personajes, nombres, lugares involucrados, negocios, atentados, y trata de comprimir todo en una obra de dos horas y media sin descanso con feroz ritmo y adrenalina, estética con cámara en mano, sino que además nos demuestra que esos personajes son personas reales. No porque se inspiren o basen en alguien de verdad, sino porque viven, transpiran, sienten. Por que cuando están trabajando representan un papel, pero fuera de la oficina, necesitan descansar, tienen dudas. Y no solamente de un solo bando, sino que ese pensamiento se aplica tanto para los terroristas de la CIA como de Al Qaeda. Por Bin Laden era un hombre, que sangraba y no tardó en morirse como los villanos duros de matar de cualquier película. Por que los “buenos” también mueren enseguida en la vida real, porque no hay heroísmo en la victoria y porque la victoria es relativa y no pertenece solo a los soldados. Hay dos películas que se me vienen a la mente para comparar La Noche más Oscura: la primera es Red de Mentiras, una floja obra de Ridley Scott que mostraba con demasiada espectacularidad y la ironía de Russell Crowe y Leonardo Di Caprio, las mentiras de la CIA, con una inocencia atroz. En cierto aspecto, La Noche más Oscura pretende ser una versión más severa, realista y dramática de los mismos acontecimientos (pero actualizada en el final). La segunda película que demuestra que la guerra se pelea más desde una oficina que desde el campo de batalla es el clásico de Stanley Kubrick, nunca tan oportuno, Dr. Strangelove. En dicho film, se ironiza sobre la influencia que tienen (o no) las salas de guerra sobre los resultados de las mismas (“gente, no se pueden pelear, estamos en la sala de guerra”). Se podría nombrar también a Fail-Safe – clásico de Sidney Lumet a la que satiriza Kubrick. Pero también tiene grandes secuencias de suspenso y acción. En los momentos más tranquilos o de aparente calma, Bigelow sorprende aún cuando el que recuerda los hechos, sabe que los personajes no están a salvo, pero la directora nos convence tanto de la ficcionalización de hechos recientes, que nos olvidamos que todo fue real por algunos instantes. Si en el medio se pone un poco dialogada – al estilo Syriana – consigue dar un quiebre para no generar monotonía. A la vez, la última media hora, consigue cautivar con una dosis de tensión como juego en primera persona, a la que aplica un pequeña dosis de ironía para no caer en la solemnidad. Y sin embargo, sus películas siguen siendo obras sobre personajes obsesionados que luchan por un objetivo hasta las últimas consecuencias, que son adictos a sus trabajos, a sus misiones, más allá del dinero, del amor, de las órdenes o de la patria. Es un tema personal para el personaje de Maya – interesantísima actuación de Jessica Chastain, aunque un poco sobrevalorada – atrapar a Bin Laden. Ese comportamiento lo podemos en ver Keanu Reeves en Punto Límite – como la obsesión por atrapar a un criminal lo convierte en su aliado – la obtención de justicia y de verdad para Jamie Lee Curtis en Testigo Fatal, descubrir un crimen y defender un invento hasta las últimas consecuencias en Días Extraños, defender un submarino nuclear como si fuera un hijo en K19 o seguir desarmando bombas hasta la muerte en Vivir al Límite. Los personajes de Bigelow no descansan hasta conseguir lo que desean… no tienen moral, no tienen sentimientos, no se quiebran. Y Maya es un reflejo de la personalidad de la directora también (igualmente el análisis definitivo de la filmografía de ella se lo dejo a mi colega Matías Orta). Por eso, a pesar de que La Noche más Oscura no se puede clasificar como una de las obras más personales de su directora ni tampoco se puede decir que se involucra en el sentimiento de adicción a la violencia con la profundidad y ambigüedad psicológica que tenía Vivir al Límite, porque no consigue decidirse si quiere quedarse solo con Maya, o contar absolutamente todos los hechos terroristas o que de alguna manera involucraron a la CIA desde el 2004 hasta el 1º de mayo del 2011 - que es lo que termina siendo – Bigelow consigue que el dispositivo que arma siga teniendo su firma. Porque más allá de las ambiciones, de las contradicciones ideológicas, del patriotismo, la crítica, la ironía o la propaganda, La Noche más Oscura es un relato clásico sobre una protagonista que tiene una misión y desea cumplirla hasta las últimas consecuencias, no porque quiera, no porque necesite la recompensa, la venganza, la sangre, sino porque es su trabajo y no sabe hacer otra cosa. Y Kathryn BIGelow podría amagar con hacer obras más suaves, reflexivas y dramáticas a esta altura de su vida y de su carrera. No necesita seguir demostrando que en un género históricamente dominado por los hombres, una mujer puede hacer LA película definitiva que cierra la guerra de Irak y la muerte de Bin Laden. Pero lo hace, porque es lo que mejor sabe hacer y no se va a detener ante nada para conseguir la mejor película posible. Y les aseguro que lo logra.
Kathryn Bigelow vuelve a sorprendernos con un film realmente atrapante donde la determinación de una mujer, por encontrar al responsable de los ataques del 11 de Septiembre, se vuelve nuestra obsesión y nos arrastra minuto a minuto haciéndonos querer saber cómo desencadenará todo. Pese a que ya sepamos hacia adonde irá la película, nos genera un interés que nos lleva a querer conocer en detalle la misión que acabó con uno de los grandes enemigos de Estados Unidos, Osama Bin Laden. La película nos presenta una crónica detallada de los sucesos posteriores al ataque de las Torres Gemelas hasta la captura del terrorista responsable de dicho acto. Maya, una agente de la CIA asignada al caso, será quien nos guiará, a través de su astucia y también de sus corazonadas, por estos sucesos que tomaron aproximadamente unos 10 años. La directora presenta este film pocos años después de su obra ganadora al Oscar como Mejor Película, “The Hurt Locker”. Si bien a mi parecer la peli sobre es escuadrón anti bombas no fue la mejor debido a su extensa longitud y lo denso de su historia, esta, “Zero Dark Thirty”, logra dar un vuelco a mi pensamiento sobre lo que Kathryn Bigelow puede realizar. Este film también cuenta con una extensa duración pero a diferencia de la anterior su historia, por sobre todos los enredos políticos y las cuestiones militares, hacen que su duración no se sienta en lo absoluto debido al interés que logra generarnos desde el primer minuto. El film pasa por momentos momentos en donde hay acción, explosiones y mucha adrenalina a otros en los cuales solo hay conversaciones. Aún asi, como una cosa lleva a la otra de forma directa, no hay ninguna parte de la película en la cual la historia decaiga. Cosa que es generalmente difícil de lograr en estos dramas político-militares. Se nota bastante el cambio de rumbo tomado por la directora entre su anterior obra y esta. Además, la excelente interpretación de Jessica Chastain nos hace vivir de primera mano todo lo acontecido. Y no quiero dejar afuera a Jennifer Ehle, quien quizás nos ea muy conocida, que tiene un pequeño papel que talvez no sea el más importante. Pero me gustaría destacar el trabajo de esta actriz ya que generalmente no tiene primeros roles y aún así siempre da una interesante interpretación a través de sus personajes. Generalmente este tipo de pelis es el que el público tiende a obviar a la hora de elegir que ver en el cine, y es entendible muchas veces debido a lo pesado que suelen ser sus tramas. Aún asi, esta peli en particular podrá atrapar a cualquiera que se anime a su aventura ya que su relato se realiza de una forma interesante donde cada detalle desencadena en uno nuevo llevándonos, prácticamente sin que nos demos cuenta, hacia el final.
Honestamente, no empecé a verla muy bien dispuesta. La simple idea de tener que tolerar 2 hs 40 minutos de torturas hasta que alguien diga donde está Bin Laden, no me resultaba lo más atractivo. Aún así, con problemas de ritmo y con una idea ambiciosa, la película cumple mucho mejor de lo que yo esperaba. Como ya saben por el tráiler, la historia se centra en el personaje de Maya (Chastain), una agente de la CIA que conocemos apenas deja Washington para meterse en esos “puntos negros” en donde tienen a gente que sólo interrogan (las declaraciones presidenciales siempre han sido de que Estados Unidos no tortura). Claro, casi no hay contacto físico. La cuestión se vuelve cada vez más compleja (el relato empieza después del ataque a las Torres Gemelas) y finaliza cuando finalmente lo encuentran, en el 2011. En el medio, Maya perderá amigos, el sueño, los escrúpulos. Verá a gente caer y a gente levantarse y no va a descansar hasta encontrarlo. Uno de los recursos que más me gustó y que más funciona es el hecho de que las letras blancas sobre el fondo negro que en vez de decir que esta película está basada en hechos reales dice que “están basados en testimonios de primera mano”. No es lo mismo. Implica que conocieron a alguien de la investigación y que saben los métodos y las pérdidas. No es un mito periodístico, en apariencia. Siempre me sorprende que te enganche una película de la que sabés el final pero la película está bien dirigida. Con todos los golpes bajos del cine político que uno puede imaginar (imágenes de archivo que muestran la hipocresía de políticos o grabaciones de la gente atrapada en las Torres) y donde vamos viendo que nadie es inocente ni tiene las manos limpias, la historia se sostiene. El guión es consistente pero querer tomar una década de historia y con tantos términos técnicos hace que por momentos se hace eterno, o una verdadera tortura. En cuanto a lo actoral, Chastain realmente está brillante. Un papel lejos de todos los estereotipos que se puedan imaginar porque ella no sufre ninguna discriminación por ser mujer, ni ningún comentario lascivo. Es una mujer que se para frente a una investigación sin estar lloriqueando por los rincones. Es solitaria y sabe lo que tiene que hacer. Una mujer que dicen que no tiene sentimientos pero no la veo así: los tiene pero nada tapa al mayor sentimiento que es el de la obligación. Maya sabe lo que tiene que hacer y lo que tiene que hacer es encontrar a Bin Laden. El resto del elenco acompaña muy bien donde apenas se remarca a Mark Strong como el cobarde y políticamente correcto George. No es de lo mejor que he visto y dudo que se merezca la nominación como mejor película pero es un buen guión, una dirección consistente y una actriz maravillosa que sostiene la historia como nadie.
Obsesiones Era más fácil entrar en el frente de guerra con Vivir al límite (The Hurt Locker, 2008), la película anterior de Kathryn Bigelow, porque por más que su registro se acercara al del documental y la trama se disolviera en cuadros aislados de un grupo de tareas del ejército, teníamos personajes y momentos claros, tensión magistralmente manejada, un cierto devenir. Con La Noche más oscura la apuesta es mucho más árida, porque en este caso la protagonista es una agente de la CIA. Pero una agente no como de película de espías; otra vez lo que asombra en esta nueva película de Bigelow es cómo la puesta en escena se acerca al realismo hasta llegar a grados casi ridículos. Por más que torture, mate y viaje por todo el mundo, esta agente de la CIA hace la mayor parte de su trabajo sentada frente a un escritorio, en oficinas que se parecen a cualquier otra oficina, solicitando siempre autorización al superior inmediato. La CIA, como cualquier organizamo gubernamental, es un laberinto de burocracias y jerarquías. Dentro de esa estructura, que se cruza con las redes virtuales e hipotéticas de la lucha contra el terrorismo, va construyendo la trama y los personajes que componen La Noche más oscura. Como había pasado ya en The Hurt Locker, Bigelow construye sus personajes exclusivamente a través de la acción. No hay ninguna prehistoria para la agente interpretada por Jessica Chastain, no hay un solo flaskback en toda la película, prácticamente no hay diálogos que detengan la película para explicarnos la subjetividad de los personajes. Las criaturas de Bigelow no hablan, hacen y se van formando en el hacer. Es por eso que en un primer momento la protagonista permanece fría, distante, extraña: no sabemos quién es, por qué está ahí, qué es lo que está buscando. Como empleada, cumple con su tarea, incluso si su tarea es ayudar a torturar personas. A medida que su investigación avanza, vamos descubriendo con ella los hilos de una trama de conexiones clandestinas que involucran nombres cruzados, datos falsos, silencios, mentiras. Y no es sino hasta bien avanzada la trama (cuando de pronto descubrimos que los hilos de esa trama ya nos tienen atrapados) que descubrimos el verdadero objetivo detrás de todo este ir, venir, torturar, insistir: lo que la protagonista intenta es atrapar a Bin Laden. Con el correr de la película, ese deseo se va haciendo más fuerte, va sobreviviendo a muertes y atentados, se arrastra a través de los años hasta configurarse en una obsesión oscura, poderosa y silenciosa, que consume y define al personaje. El personaje de Maya es pariente cercano del sargento James (el protagonista de The Hurt Locker): son criaturas que viven fuera de sí mismas, atrapadas por la adrenalina y la búsqueda. Como había pasado también en Vivir al límite, ese registro casi documental (que en esta película estalla en el tramo final, con la resolución) pone a la película en un lugar incómodo. El tono de La Noche más oscura claramente no es de crítica a la política exterior de Estados Unidos, pero tampoco es fácil decir que lo apoya. Poblada de personajes duros, fríos, resbaladizos, esta película no es una frazada cómoda para el nacionalismo: los registros de las torturas y los centros de detención son desapasionados, burocráticos. Sin detenerse a pasar juicios de todo lo que va mostrando en el camino, Bigelow narra. Por supuesto que todo el arte de Bigelow no podría sostenerse sin una figura como la de Jessica Chastain: gran actriz que elige cuidadosamente sus trabajos y que sabe darle los necesarios pequeños matices (y toda la dureza) a su personaje de Maya. Son sus ojos (secos, neuróticos) los que le dan vida a La Noche más oscura.
Pirotecnia Zero Después de haberse hablado mucho al respecto llegó Zero Dark Thirty titulada en nuestras carteleras como La Noche más Oscura, último film de Kathryn Bigelow, nominado esta vez a cinco premios Oscar. El film continúa con la estética propuesta por la directora en Vivir al Límite y también con la hipótesis de aquella sobre la relación entre el hombre y la guerra. Vivir al Límite coqueteaba con la idea de la adicción a la guerra, entendiéndose ésta como el agente que llena un "vacío angustioso" en la vida de un individuo, mostrando la desolación que implicaba el alejamiento del campo de batalla para James, su protagonista. Esta idea no es nada novedosa, ya Apocalypse Now la desarrollaba magníficamente y de manera no tan epidérmica como en ésta sin limitarse a desarrollar una única idea sino utilizándola como contexto para un relato que servía como metáfora para narrar (y criticar) la historia de la cultura occidental. En este sentido La Noche más Oscura toma esa adicción antes planteada por la directora y la convierte en obsesión ya que Maya, al contrario de James, no puede conseguir el efecto de liberación de concretar la tarea que asedia su mente. Si dejamos de lado las diferencias psicológicas entre ambos casos, no hay nada nuevo bajo el sol, Zero Dark Thirty utiliza las mismas estructuras y la misma estética (en cuanto a edición, puesta de cámara y sonido) que su predecesora con una diferencia contundente, en Vivir al Límite la narración tenía momentos en donde la directora inteligentemente le daba oxígeno al relato descomprimiéndolo por un lado y dándole realismo a la vez, sus personajes tenían pausas en el medio de los picos máximos de tensión y eso daba resultados muy positivos, La Noche más Oscura en cambio, y si se me permite la metáfora, está toda oxigenada, es el negativo de aquella otra si se quiere, acá los momentos de tensión son contados con los dedos y son logrados gracias a la dirección de Bigelow pero la historia no engancha tanto, y lo peor, por momentos parece no desear enganchar al realizar una narración tan fría, al privarnos de las emociones de los personajes o él personaje (Maya) y al no desarrollar ninguna subtrama atrayente que mantenga un ritmo variable. Esta frialdad de la que hablo es en La Noche más Oscura una decisión, la forma en la que se estructura el relato, en base a secuencias con un fuerte subrayado temporal que le dan estética de crónica y por ende con elipsis temporales igualmente marcadas tienen sin duda el fin de dar cierta apariencia "objetiva", algo sumamente tonto pero que sin dudas se para frente al dispositivo fílmico de la misma vereda que se para la gente que cree que el documental también es objetivo. Lo que Bigelow decide mostrar y lo que no es propio de su visión, es por eso que narra el 11-S sólo con audio sobre una pantalla negra y muestra con detalles el atentado de Londres. Esta necesidad de objetivizar es en realidad una necesidad de no hacerse cargo, de intentar que la imagen hable sin que el director o el guionista detrás queden al descubierto pero, ¿con qué intenciones?, tal vez aún es muy temprano para realizar este tipo de revisiones. La postura del film sobre "el mal", es bastante interesante. Culturalmente siempre hubo dos concepciones del mal y por ende dos concepciones del enemigo como figura, una nos muestra que el mal es un ente totalitario encarnado por una misma figura que es la encargada de verbalizarlo, una visión bastante amistada con las religiones y que también fue, por ejemplo, una de las bases de la campaña de Bush que trasfirió toda la maldad a la figura de Bin Laden, dándole poder por un lado y deshumanizándolo por el otro. En la otra visión, en cambio, el enemigo (el "otro") tiene muchos rostros, en esta visión se fundó el cine de acción Hollywoodense otorgándole al enemigo diferentes nacionalidades. Lo que esta última visión hace, al ser claramente opuesta a la anterior, es darle mayor poder al héroe, al encargado de destruir al mal. En La Noche más Oscura su protagonista, Maya, parece ser la única (uno de los motivos pero no el único es la obsesión de la que ya hablamos) que está empecinada con Bin Laden, al resto no le importa su paradero, entonces, ambas visiones de la maldad chocan y resultaría interesante ver las motivaciones que forman cada uno de esos paradigmas sobre el enemigo pero la película no se detiene a desarrollarlos. De igual manera es interesante cierto juego entre los personajes y los monitores que pudieron haber sido un mecanismo interesante para explicar lo que significa una guerra en el tiempo de las telecomunicaciones pero tampoco, uno de los encargados de las torturas le dice a Maya "No está mal ver a través del monitor" mientras ella ve las quejas de un hombre al que acaban de golpear y eso es todo. El uso de la cámara temblorosa es mucho más prolijo que en Vivir al Límite y eso hace que por momentos algunos planos junto a la excelente iluminación que maneja la película den encuadres muy bellos pero tampoco llega a tener la perfección fotográfica que por momentos logra el documental Armadillo que en cuanto a este tema sigue siendo uno de los mejores exponentes. El montaje sobre todo en la secuencia del asesinato de Bin Laden es muy bueno cumpliendo con una estética bastante propia del videojuego y que también da que pensar, sin embargo, el guión no tiene ni profundidad ni tensión, entonces el film se hace largo por momentos, no es una película de acción, pero tampoco es una película fuerte en la tensión mediante los diálogos como El Topo (la de Tomas Alfredson, no la de Jodorowsky) ni tampoco tiene un manejo interesante del fuera de campo y de los objetivos de los personajes como Argo, en fin, mucho de lo que pasa lo entendemos por nuestro conocimiento de los hechos por lo que no funciona como revisión histórica y hay una necesidad de mostrar la violencia de un lado y del otro como justificación, algo que en el film termina por sacarle peso al drama. La Noche más Oscura es una buena película y eso es gracias a secuencias con una muy buena dirección y a por ejemplo la actuación de Jessica Chastain que tuvo un trabajo realmente difícil ya que tuvo que transmitir más que el guión mismo para llevar el film adelante; pero si como yo esperaban recibir guiados por la crítica estadounidense a algo así como "la película de la década", título que también le habían dado a Vivir al Límite, van a tener que guardar la pirotecnia porque este estreno viene algo sobrevalorado.
Anexo de la crítica Cualquier serie televisiva como 24 o Homeland han abordado esta temática sin ninguna profundidad y abonado a la idea de que bajo tortura se logran resultados positivos; despojadas de un enfoque moral o ético, dado que en el contexto de la guerra parece que todo fin justificara los medios por lo que mostrar de cierta manera que en diferentes puntos no revelados geográficamente agentes de la CIA entrenados torturan prisioneros con las peores técnicas no es novedoso ni tampoco transgresor, aunque este no sea el eje central de esta película. Cuánto de cierto o no hay en esta película de la ex esposa de James Cameron en materia de datos comprobables, eso será un verdadero misterio como la propia muerte del terrorista más buscado en la última década, pero va más allá de los méritos que pueda o no tener el film y de las consideraciones políticas que puedan esgrimirse, dado que tanto la presidencia de Bush hijo como la de Barack Obama aparecen mencionadas en un espacio mínimo en esta historia sin diferenciarse en cuanto a la política. También es inexistente o casi nula alguna autocrítica sobre procederes de la propia CIA en relación a su plan y sus métodos para reunir información así como resulta casi ofensivo para otros países también involucrados en la cruzada contra el terrorismo un ninguneo por parte de la realizadora y los productores al volver a elevar al rango de Policía del mundo a Los Estados Unidos, hecho que ya forma parte de la ficción y del pasado histórico de esa nación en el nuevo escenario geopolítico.
Moderna propaganda bélica bien filmada Filmada muy poco tiempo después de un suceso histórico como la operación de la CIA para matar a Bin Laden, ésta no podía ser otra cosa que una película de propaganda. Si se dejara pasar unos años, el cambio de administración y otro tipo de detalles, esta historia podría dar lugar a un film realmente atrapante y revelador, pero claramente no es el caso de esta realización de la talentosa Kathryn Bigelow, quien aquí filma con un estilo frío y minimalista que casi se opone al de sus mejores peliculas, empezando por el antológico film de cowboys vampiros Cuando cae la oscuridad (Near Dark) o el salvaje policial Punto límite. En La noche mas oscura, el espectador debe asistir a largas sesiones de tortura mostradas como recurso principal de las pesquisas de la CIA, para dar con el invisible Osama Bin Laden. A los prisioneros árabes los asfixian con toallas empapadas con agua y hasta les colocan correas de perro y los pasean en cuatro patas, y además dejan claro que ninguno de ellos saldrá vivo de los puntos negros de la CIA ubicados en distintos lugares del mundo donde transcurren estas sesiones. El film muestra que estas prácticas se detienen con la llegada al poder de Obama, pero que de todos modos siguen siendo invocadas por los agentes de la CIA como principal punto de partida para la investigación del paradero de Bin Laden, sobre todo por la protagonista, la frenética agente que interpreta Jessica Chastain y que juega un rol esencial en el carácter propagandístico de este film. Ella asiste a las torturas y luego manda cándidos mensajes de texto a su otra amiga de la CIA, como si fueran dos chicas que se dedican a ir al shopping y a tomar el té, y cuando sus amigos mueren en un atentado se promete matar a todos los involucrados en esas muertes empezando por Bin Laden. Es ella contra el mundo, dice uno de sus colegas a lo largo de las excesivas casi tres horas de película, y al darle tal protagonismo a este poco verosímil personaje, la directora nos muestra que la operación para matar a Bin Laden surgió del esfuerzo de una auténtica patriota y no de un plan fría y cerebral del Gobierno. Una película tan larga y que brinda tal lujo de detalles sobre aspectos no demasiado interesantes del tema debería haberse jugado por echar más luz sobre el misterioso tratamiento que se le dio al cadáver del peligroso terrorista, y justamente ahí es donde Bigelow no sólo no se juega en absoluto -no hay ningún tipo de epílogo en esa dirección- sino que engaña sutilmente al espectador al dejar como toda prueba de la concreción de la muerte de Bin Laden a su heroína, que es la encargada de confrimar su identidad al mirar el cuerpo. Es decir, algo asi como, si la heroína nos dice que realmente era Bin Laden, tiene que ser cierto. Todos los detalles y rubros del film son terriblemente sobrios para dar la sensación de realismo, con la excepción de la histriónica Chastain. Entre los actores se destacan también Mark Strong y James Gandolfini, aunque el concepto atenta para que nada ni nadie se pueda lucir. El film es interesante -a pesar de que pueda resultar también indignante- y sin duda esta muy bien filmado, pero salvo en la hora final casi no genera suspenso, dado que cada climax está absolutamente preanunciado para que genere algún tipo de resorte vengativo en sus personajes (y eventualment también en el espectador). Todo ello lógico en un producto que no es un thriller, sino la versión moderna de la larga tradición de los films de propaganda bélica de Hollywood.
Luego de convertirse en la primera mujer en ganar el Oscar a Mejor Director por Vivir al Límite, Kathryn Bigelow volvió al campo de batalla. Esta vez, con la propuesta más ambiciosa de su carrera: contar la persecución y la captura del terrorista más importante de la historia. Dos años después del atentado a las Torres Gemelas, un grupo de agentes de la CIA comienza a rastrear al cerebro de aquel atentado: Osama Bin Laden. Una tarea nada sencilla, pero la agente Maya (Jessica Chastain) no se detendrá hasta capturarlo, aunque todo a su alrededor no sea más que sangre, muerte y pistas aparentemente falsas.
Kathryn Bigelow obtuvo el reconocimiento que siempre se mereció con The Hurt Locker, y ahora que está totalmente enfrascada en la zona de guerra se despachó con un ingente thriller que tiene como epicentro a la polémica captura del terrorista Osama Bin Laden; Zero Dark Thirty entonces narra absorbente persecución durante diez años comandada por una audaz e implacable agente de la CIA que se atrevió a todo para conseguir el premio mayor. Era más que obvio que una película que cuenta la visión americana de la búsqueda de Bin Laden iba a traer consigo un sinfín de pólemicas críticas de patriotismo americano y nacionalismo exacerbante, pero Bigelow está interesada totalmente en presentar a un personaje y girar alrededor del mismo todas las diferentes vicisitudes y giros de una caza que tuvo a dos presidentes al mando; como si se tratase de un episodio de lujo de la serie 24 o la reciente Homeland, Zero Dark Thirty se enfoca en todos los detalles técnicos y los recursos utilizados por la CIA para unir cabos y atrapar a la aguja en el pajar. Bigelow y su colaborador, el guionista Mark Boal no pierden tiempo en presentar su película mediante una tensa y dura escena de tortura, que termina resultando aleccionadora al mismo tiempo que marca el bautismo de fuego de Maya, la protagonista. El desafío de Bigelow al retratar una obsesión personal como la de Maya y a la vez contar la caza y captura del terrorista mediante conexiones, persecuciones y recopilación de información denota una tarea hercúlea que la directora cumple con acierto al entregar como resultado final un film que resulta tenso pero a la vez no se puede dejar de ver. Mientras que no es una película de acción tradicional, Katrhyn crea un impresionante nivel de suspenso en el que por momentos uno sabe lo que sucederá a continuación, pero el ritmo aumenta y aumenta hacia su conclusión de una manera extraordinaria. Aunque dos horas y media puedan resultar excesivas le bastan a la directora para presentar la historia y desarrollar la acción detectivesca del film, a la par de llevar a sus personajes hacia la tridimensionalidad, un detalle más que importante cuando el peso de la historia recae en ellos. Por eso es importante destacar la labor de Jessica Chastain, que cumple con creces un protagónico que demandó nervios de acero y mucha obstinación; sí, Chastain entrega una actuación memorable, pero no termina de cerrar, aunque tiene escenas memorables que justifican una nominación. El resto del elenco a su alrededor reúne a un talento maduro y fresco que complementa la trama, como el reacio y cansado agente de Jason Clarke o la sencilla Jennifer Ehle, aunque hay nombres de peso que no están por más de dos minutos en pantalla pero su participación resulta clave para el desarrollo como Mark Strong, James Gandolfini, Kyle Chandler y la dupla de Joel Edgerton y Chris Pratt, los agente de campo que toman escena casi al final de la película y protagonizan los momentos más asfixiantes del film con el raid final a la fortaleza donde se esconde el terrorista. No hay dudas de que Zero Dark Thirty puede ser vista como un panfleto político oportunista, pero si de algo no se puede dudar es del ojo y la mano de Kathryn Bigelow para gestar una película sólida y sorprendente, con un elenco de primer nivel y una historia polémica pero intensa.
Mezclemos Homeland con The Wire y nos quedará la película que busca quedarse con todos los Oscars este año. Por un momento, dejemos de lado los debates que surgieron alrededor de La Noche Más Oscura (Zero Dark Thirty, 2012) y pensemos puramente en lo cinemático. Está bien que la película tiene una decena de problemas morales, éticos y humanos con los que cualquiera que no sea pro-guerra se escandalizaría, pero meternos en ese lugar nos llevaría a hacer una nota meramente política, y no es la idea. Vamos, sin embargo, al trabajo de Kathryn Bigelow como directora, que pone su pié con fuerza sobre la temática “guerra-contra-el-terrorismo” y cuyo resultado es bastante superior al de su atecesora, Vivir al Límite (The Hurt Locker, 2008). La historia de La Noche Más Oscura es, dicen, real. Hay una agente encubierta de la CIA que trabajó durante años con un solo propósito: cazar a Osama Bin Laden. En la película ella es Maya (Jessica Chastain), quien deja su vida en esta labor, en un papel bastante similar al que Claire Danes hace en la serie Homeland, en donde por momentos parece que ella está sola contra tanto contra los terroristas como contra la misma gente que trabaja a su lado. La película está claramente dividida en varios actos, en donde vemos desde el atentado a las Torres Gemelas, pasando por los interrogatorios clandestinos, las escuchas y rastreos de células terroristas, hasta llegar a la accidentada misión que dió con el mayor ideólogo de Al-Qaeda, y eso – si bien ayuda a la narración- es un poco anticlimático, tanto que en lugar de darle un vértigo parecido al que usara Ben Affleck en Argo (2012) queda más similar a un documental ficcionado. Tal vez esta haya sido la idea de Bigelow, como para poner un manto de realismo, pero si hablamos de cine, este recurso no es tan útil. La Noche Más Oscura tiene un tinte claramente político, y el argumento va por ese lado hasta llegar hasta la última media hora, cuando la gente se pone en acción y el suspenso se apropia del ambiente, creando un clima asfixiante, sin más sonido que el que vemos en pantalla. El guión de Mark Boal es sólido, y si bien ya mencionamos que la forma de narración tal vez no sea la ideal, el argumento no tiene ningún bache notorio. Cuando Vivir al Límite se llevó la noche de los Oscars, Estados Unidos vivía en otra realidad, con otras políticas y otro presidente. Hay que ver si ahora La Academia le da la derecha con su nuevo trabajo, tan opuesto al discurso de Obama, o la deja pasar. Eso no lo sabremos hasta que sea el momento. Mientras tanto, deshaganse de prejuicios e ideales y denle una oportunidad a esta película políticamente correcta para algunos, políticamente incorrecta para otros, o incluso una vejación a la moral y a los derechos humanos para muchos otros. La desición final deben tomarla ustedes. @JuanCampos85
La violencia está entre nosotros En Garage Olimpo (Marco Bechis, 1998) presenciábamos una situación incomodísima comparada a la tradición que nos tenía acostumbrado el cine argentino post dictadura (y sobre ese tema puntual). Era una película incómoda no por incorrección política alguna sino sencillamente porque se tomaba el trabajo de construir el día a día de un centro clandestino de detención y tortura. Pero lo notable es que lo hacía desapasionadamente, mostrando lo burocrático de la máquina de matar como un trabajo más, casi haciendo indistinguible a los torturadores de ciudadanos comunes. En Zodíaco (David Fincher, 2004) se narraba la obsesión bigger than life de dos periodistas con el asesino serial homónimo y su cadena de crímenes durante la década del '70. El punto novedoso de la película radicaba en que el centro no estaba puesto en el encuentro del asesino (más bien terminaba siendo un McGuffin) sino, en todo caso, en la desesperada cacería humana que terminaba deshumanizando a los protagonistas, dejándolos vacíos, sin experiencia de vida, entregados a un solo objetivo, en una relación patológica. En Vivir al límite (Kathryn Bigelow, 2008) un personaje casi sin vida personal, completamente entregado a la adrenalina del peligro de desactivar bombas en medio del Irak contemporáneo de posguerra toma conciencia, luego de toda una serie de peripecias, de idas y vueltas en territorio de combate, que no es útil para la vida civil, que el mundo de los “hombres de a pie” no tiene nada que entregarle, nada que valga la pena como el frente de batalla, la sensación de inminencia de la muerte. En cierto modo La noche más oscura podría estar dialogando con todas aquellas películas, siendo el personaje de Jessica Chastain una suerte de versión cínica, obsesiva y desencantada de la Clarice Starling de El silencio de los inocentes (Jonathan Demme, 1991). De ahí que el modo rutinario (contrario a ritual) de mostrar las torturas de la CIA, la relación patológica y obsesiva con el trabajo pero, sobre todo, la idea de la deshumanización provocada por toda clase de obsesión fanática, resuene en otras películas y en otros territorios comunes. Bigelow, con Vivir al límite, había producido un cambio con respecto a su cine de los '80 y los '90. Ese salto hacia el realismo un tanto menos estilizado y ritualizado habilitaba un acercamiento hacia una propuesta más tangible. Ojo: no es que Bigelow le hiciera asco a los cuerpos, precisamente. Pero los procedimientos formales de su “etapa” anterior (entre ellos una fascinación lírica con la violencia, el uso ritual del ralenti como celebración física, el fetiche de los planos detalle con los cuerpos masculinos) parecían un poco demasiado para La noche más oscura, en donde el realismo vira hacia un verismo casi documental (sobre todo en los últimos 45 minutos de película). Como si cambiara de piel, doña Kathryn se saca de encima todas esas marcas reconocibles de su etapa anterior y logra una película propia de un realizador experimentado, pero que a la vez parece una ópera prima de la directora (como dije, en lo formal, un giro casi radical). Como en su película anterior el ritmo es propio de una locomotora: comienza cansino, va adquiriendo velocidad, musculatura, ritmo. Cuando está lo suficientemente caliente acelera y pone todos los motores en marcha y no para hasta el final. En ese sentido, Bigelow no abandona lo fibroso de su cine: siempre con el nervio a flor de piel, siempre al borde del estallido, en una tensa calma, como las criaturas que habitan esas películas musculares. En este punto, la cacería de Bin Laden, como excusa narrativa, es menos trascendente que la naturalización de la violencia sobre los cuerpos de los torturados, que la implosión de los torturadores (sin otra vida más que la del apriete). En esa descripción Bigelow no necesita detenerse a denunciar ni a subrayar: la sola muestra lateral -casi como si fuesen adornos en la construcción del plano- de los campos de concentración, las vejaciones, las torturas, las coacciones a los detenidos es suficiente como para ver que la película no celebra esa violencia de ningún modo. Pero tampoco se horroriza frente a ella. Por ese motivo, un poco en el tono del libro de Susan Sontag (Ante el dolor de los demás) sobre las imágenes de los torturados, nos pone en el incómodo lugar de horrorizarnos frente a un atentado de cualquier índole, en condenar los regímenes totalitarios en diversas partes del mundo y naturalizar los campos de concentración (fronteras afuera) de la democracia más antigua. El estilo de Bigelow es punzante pero no cruel. Lateral, pero no cómplice ni celebratorio. No es extraordinario, por otra parte. Tampoco es un logro menor. Pero quizás sea una de esas películas que crezca con el tiempo. Veremos.
La vena cerrada de Estados Unidos Zero Dark Thirty - La noche más oscura (2012), nuevo film de Kathryn Bigelow, relata el operativo secreto llevado a cabo por la CIA para capturar a Osama Bin Laden, líder de la organización terrorista Al Qaeda. Por el tema que decide abordar y por sus cinco nominaciones a los premios Oscar es este uno de los films quizás más esperados y controvertidos del año. Es sabido que la captura de Bin Laden fue un acontecimiento histórico que atrapó la atención del mundo entero, pero quizás para los norteamericanos este film sea una manera de cerrar capítulos en su historia, aunque más no sea través de la “ficción”. Kathryn Bigelow – ganadora del Oscar como mejor directora por Vivir al Límite (The hurt Locker, 2008) - propone al espectador seguir muy de cerca la operación, cuasi detectivescamente, a través de Maya (Jessica Chastain), una agente de inteligencia que se involucra con el caso. En un comienzo es su profesión la que la vincula con dicha empresa, pero, de a poco, encontrar a Bin Laden se convierte en un tema casi personal. La película, basada en relatos de hechos verídicos, intenta acercar al público a la desesperante y angustiante situación de seguir pistas sin lograr resultados. Y pretende mostrar muy de cerca la estructura de poder política y económica vinculada a dicha operación. Los primeros audios del film son las voces de las víctimas del atentado a las Torres Gemelas, grabaciones de gente que está atrapada en el lugar. Estas voces duran apenas segundos, pero es claro que a partir de allí el 9/11 queda como referente obligado para seguir la película, y por decantación, el subtexto es: “alguien tiene que pagar por las víctimas de aquel día”. Esa es toda la información que basta para seguir la película, y también lo que la justificaría. Por decantación nuevamente aparece el segundo subtexto para el film: “no habrá mea culpa en las dos horas y media de duración”. No quiere decir esto que todo el film construya una mirada maniquea sobre el tema. Deja entrever que la estructura militar de Estados Unidos es mucho más importante que cualquier cosa y que culminar una operación multimillonaria sin resultados exitosos representaría una gran vergüenza. Pero esta línea es apenas sugerida, pues aquellas que podrían abrir preguntas sobre qué significado tuvo para el país semejante despliegue están más que censuradas. Zero Dark Thirty - La noche más oscura puede decirse que consigue una representación emocionante de los hechos. Más allá de si al espectador le interesa o no el tema, el film tiene recursos para lograr intriga y suspenso. Pero si bien la identificación con la protagonista se construye, a veces es posible perderse en diálogos un poco confusos, con nombres y detalles de la operación que entorpecen un poco la trama y la aletargan. Seguramente que las premisas que sostienen el film despierten muchas y variadas ideas. Y, aunque ideológicamente es discutible, hay una calidad y una pretensión de fidelidad al mundo militar que realzan el valor del film. Pero también es cierto que sus intenciones políticas, que en ningún momento pretende ocultar, terminan por limitar un film que está hecho a la medida de un país.
Uno de los grandes cuentos de hadas recientes de nuestro tiempo. La historia es así. El Tío Sam le dice a su pueblo anestesiado que Osama Bin Laden murió en un enfrentamiento con las valientes y sacrificadas tropas de elite norteamericanas y su pueblo lo cree y lo festeja en Washington, de la misma manera que siguen creyendo que Lee Harvey Oswald asesino solo a Kennedy porque era un loquito con problemas de ira. Es curioso que un país que nunca tuvo reparos en invadir otras naciones y apoyar golpes de estado alrededor del mundo, además de contar con centros clandestinos de tortura, de repente decidiera seguir protocolos religiosos a la hora de disponer del cadáver de uno de los terroristas más buscados de la historia. Las pruebas de que el famoso criminal fue realmente abatido residen únicamente en la buena fe de la Casa Blanca. El punto es que si uno se olvida al ver esta película que la versión de los hechos que brindó Estados Unidos sobre esta cuestión tiene muchos agujeros que no cierran y que la frase “basada en hechos reales” debe tomarse con pinzas, La noche más oscura es un trhiller decente de espionaje que se deja ver. Es como un episodio de 24 filmado con la narrativa documentalista de Steve Bochco (Policía de Nueva York, Hill Street Blues). Por momentos parece una típica novela de Tom Clancy en el cine donde se retrata el verdadero trabajo de los analistas de la C.I.A y los oficiales de campo que poco tienen que ver con las aventuras de Jason Bourne. La directora Kathryn Bigelow hace un gran trabajo en la narración de la historia y a los largo de los 157 minutos de duración su relato no tiene baches y logra mantener el suspenso pese a que ya sabemos como va a terminar la película. Cabe destacar que la nominación al Oscar de Jessica Chastain como Mejor Actriz resulta incomprensible al ver su labor en este film. La mujer cyborg que interpreta está muy lejos de ser un personaje memorable y tampoco le permitió a la actriz componer un trabajo destacable. Su labor no es para nada mala pero la verdad es que nadie la va a recordar cuando lleguemos al mes de mayo. La agente de la CIA Maya, por otra parte, es un personaje chato sin matices que nunca llega a ser muy desarrollado en la trama. A La noche más oscura le juega en contra el desgaste que tuvo esta temática en los últimos años con filmes muy parecidos que lidiaron con este tema. En este caso estamos ante una película muy bien realizada que se deja ver pero no representa el mejor trabajo de Kathryn Bigelow.
Es muy fácil caer en lo obvio y pegarle un poco a La noche más oscura por el lado de que es una película a favor de la propaganda estadounidense y pro tortura, o incluso al revés, que está en contra de la tortura y que es un film totalmente alineado con la Administración del Presidente Obama y que denosta a la de Bush, y tal vez estaría bien criticarla por ese lado. Pero aquí nos abocaremos a analizar el trabajo de Kathryn Bigelow sobre lo que fue la inteligencia, captura y ejecución de Osama Bin Laden a lo largo de casi 10 años. Más allá de que eso haya sido verdad o no… La directora ganadora del Oscar logra mantener un clima de tensión absoluta en una historia de la cual ya se sabe el final, y eso es algo para destacar y remarcar. El aspecto técnico es formidable en todo sentido pero en particular la mezcla de sonido así como también el realismo aportado a los usos militares y estrategias de combate. El film claramente político por lo ineludible de su coyuntura pasa a ser lo que realmente es: una película bélica y como tal funciona pero hasta ahí nomás. Si la comparamos con alguno de los grandes exponentes recientes del género, tales como La caída del Halcón Negro (2001), sale perdiendo. Sin embargo, la comparación no se hace debido a lo contemporáneo de su historia y el mix de géneros que logra Bigelow y eso también es formidable. Recursos de un thriller e incluso de película documental logran entretener y no aburrir por las más de dos horas y media que dura el film, donde los diálogos no son pesados. Tampoco hay grandes monólogos para destacar por parte de un elenco que no brilla. Y si hablamos del elenco, este es un buen momento para desinflar el mito que la prensa norteamericana ha generado alrededor de Jessica Chastain y el personaje que compone, Maya, quien parecería, según se lee o escucha, que es una suerte de nuevo superhéroe. La realidad es que la actriz está muy bien en su papel pero tampoco hacía falta grandes dotes actorales para lograrlo. Cualquiera de las intérpretes profesionales de Hollywood que transitan los diferentes estudios podía lograr sin dificultad lo que aquí hizo Chastain. En conclusión, La noche más Oscura es una buena película bélica totalmente oportunista cuya finalidad es más bien alborotar un poco Washington DC en lugar de dejar su marca en el cine. ¿Buena? Si, ¿Merecedora de tantas nominaciones?, No.
Como una aguja en el pajar Con una pantalla en negro y las reconocibles voces del atentado del 11 de septiembre, comienza el nuevo film de Kathryn Bigelow, que narra los más de diez años de búsqueda del terrorista más importante de la historia de la humanidad. La realizadora vuelve a sumergirse en mundo de la guerrilla y de los desprotegidos escenarios donde caminan los soldados estadounidenses. Ya lo había hecho con Vivir al Limite con la que se llevó varias estatuillas y el Oscar a la "mejor película". Osama Bin Laden estuvo en la mira de dos administraciones presidenciales norteamericanas durante más de una década, hasta que solo quedó un pequeño grupo de la CIA siguiendo los invisibles pasos que dejaba. Con un sólido guión de Mark Boal y logradas escenas de riesgo, la historia es firme y contundente, dejando en claro que la captura de Osama no fue para nada casual. El film no ahorra su crítica a los métodos poco felices como la tortura y los crímenes de encubridores del terrorista utilizados para llegar hasta el hombre más buscado. La realización de Bigelow cuenta con nominaciones para los premios Oscar que incluyen las de "mejor película", "mejor actriz" (Jessica Chastain), "mejor guión original" y "mejor edición". Con detalles cronológicos y separada por diferentes etapas, La Noche más Oscura recuerda muchos de los ataques adjudicados a Bin Laden, incluso el del ómnibus de Londres. El reparto está encabezado por Jessica Chastain (El árbol de la vida, Historias cruzadas), Chris Pratt, Kyle Chandler, Jennifer Ehle, Joel Edgerton, Frank Grillo, Harold Perrineau Jr., Mark Duplass, Jason Clarke, Mark Strong y una gran participación Edgar Ramirez. El relato abarca dos horas y media y pone el foco en la búsqueda y no tanto en la acción.
Ni olvido ni perdón La búsqueda, cacería y asesinato del Osama bin Laden, con nervio y polémica. Narrar los diez años que demandó la búsqueda, cacería y asesinato de Osama bin Laden corre con riesgos de todo tipo. Desde ser imparcial o parcial a ser patriotera o quedarse en la denuncia. Kathryn Bigelow, que debe ser la cineasta -el sustantivo no admite diferencia de géneros- más valiente del cine estadounidense, se decidió por encontrarle un lado humano a la historia. Así, La noche más oscura no es un docudrama, pero tampoco una ficción sobre las atrocidades cometidas por los agentes de la CIA que torturaron detenidos para saber dónde se ocultaba el líder de Al Qaeda. Bigelow asegura que lo que cuenta se basa en hechos reales y testimonios verificados, y así como se atreve a mostrar no una sino dos torturas con la técnica del submarino y más, también recurre a un Barack Obama en plena campaña -para su primera presidencia- diciendo que “los Estados Unidos no tolerará la tortura”. La película abre en negro, sólo se escuchan los pedidos de auxilio de quienes sufrieron los atentados aquel 11/9. Lo que sigue es la pesquisa de la CIA, y en particular la que emprende Maya (Jessica Chastain), personaje basado en una agente de Inteligencia que aún hoy se mantiene encubierta, que presencia interrogatorios sin pestañear, y que, obsesiva, dirá “voy a atrapar a quienes fueron los responsables (de un atentado suicida) y luego matar a Bin Laden”. Venganza y justicia. Dos ejes para la vida democrática; uno, el primero, como último motor de la acción; el segundo jamás es mencionado en toda la proyección. La noche más oscura no es una película fácil de digerir para los estadounidenses. Por lo mencionado en el párrafo anterior, porque admitir la práctica de torturas -“programa de detenidos” es el eufemismo utilizado- en un régimen democrático es un certero golpe a la credibilidad. Aquí no hay bandera con estrellas flameando. Esto decididamente no es Hollywood. Lo que sí es, es una historia llena de escenas de suspenso y nervio. Uno ya sabe cómo terminó la misión en Abbottabad, donde estaba la fortaleza en la que se escondía Bin Laden en Pakistán, pero Bigelow se las arregla para crispar los nervios en esa secuencia, en la que alterna cámara en mano y la vista se torna verdosa a través de los lentes de visión nocturna de los soldados especiales. Tremenda, es imposible quedar indiferente a la polémica. Impetuosa, Bigelow es la directora más creativa, inteligente e independiente del cine estadounidense. Se vale de efectos sonoros para dar más realismo a las escenas de acción que tan bien sabe filmar. La secuencia final, rodada con maestría y nervio narrativo, será difícil de olvidar. Jessica Chastain irradia fiereza, compasión, es una figura magnética, la nueva Meryl Streep del firmamento hollywoodense. La confusión moral que se desprende en esa última lágrima son, más que un punto final, puntos suspensivos para que todo el horror y el drama visto durante dos horas y media de tensión, sigan dando vuelta en los pensamientos del espectador. Y difícilmente los suelte.
Cuatro años después de haberse convertido en la primera mujer en ganar el Oscar con Vivir al límite , Kathryn Bigelow redobla la apuesta con otro crudo, estremecedor retrato de los horrores físicos y psíquicos de la guerra. En este caso, claro, ya no con la descripción de la labor cotidiana de los expertos en desactivar bombas, sino con la reconstrucción de un caso real con muchas mayores implicancias políticas: la caza de Osama ben Laden. Este nuevo film también escrito por Mark Boal arranca con los atentados de 11 de septiembre de 2001 y culmina con el asesinato del temido terrorista en Paquistán una década más tarde (operación condensada en una extraordinaria secuencia final de 35 minutos en la que Bigelow ratifica su proverbial capacidad para el cine de acción). Sin embargo, el verdadero corazón de la película no es ése sino la historia de Maya (la notable Jessica Chastain), una agente de la CIA que se dedica de manera obsesiva a buscar pistas, reunir evidencias, analizar (comparar) testimonios hasta encontrar esa aguja en el pajar que permita llegar hasta el líder de Al-Qaeda. La protagonista absoluta del relato está muy lejos de ser la típica heroína hollywoodense: se trata, sí, de una mujer tesonera y eficaz, pero también de un ser gris que resigna por completo su vida personal y trata de subsistir en un entorno mayoritariamente masculino. Y aquí entra a tallar el tema más controvertido del film: la tortura. La noche más oscura dedica muchos minutos sobre todo en la primera mitad a describir de manera bastante gráfica las crueles sesiones de vejámenes a las que son sometidos aquellos sospechosos de integrar el grupo terrorista. La película se plantea (y nos plantea) hasta qué punto son aceptables las peores de las humillaciones si se cometen con un fin "superior". Bigelow y Boal exponen el dilema moral sin sensacionalismo, sin manipular ni inducir al público, que será quien saque sus propias conclusiones. Para aquellos que piensen que se trata de un mero film patriótico que reivindica el accionar de su gobierno, bien vale indicar que en un momento los agentes de la CIA escuchan atónitos en la TV un discurso en noviembre de 2008 en el que el presidente Obama asegura: "Lo dije repetidamente, Estados Unidos no tortura". No hacen falta comentarios. Las miradas de los personajes lo dicen todo. La trama -que en determinados momentos puede resultar un poco intrincada y tortuosa salta de época y de lugar (hay escenas ambientadas en múltiples países), pero es la impecable (por lo contenida y al mismo tiempo desgarradora) actuación de Chastain la que sostiene el interés. También se lucen en decisivos personajes secundarios Jennifer Ehle (una colega de Maya) y Jason Clarke (un experto en interrogatorios). La fotografía en pantalla ancha de Greig Fraser le otorga a La noche más oscura la potencia visual que una película de estas dimensiones y ambiciones exigía. Bigelow y su equipo han concebido un contundente, quirúrgico y fascinante film sobre la venganza (que es el eje también de otro estreno de hoy, como Django sin cadenas, de Quentin Tarantino). Si esa revancha es moralmente aceptable en los términos que se plantean es algo que cada espectador deberá preguntarse y, en lo posible, tratar de responderse.
La historia oficial La realizadora de Vivir al límite (la primera mujer en ganar el Oscar de Hollywood al mejor director) vuelve a instalar la vieja discusión sobre cine e ideología, con su relato de la caza de Osama bin Laden por parte de una agente de la CIA. Como sucedió unos años atrás con Vivir al límite (2008), su película inmediatamente anterior, sobre un oficial del ejército de ocupación estadounidense en Bagdad, especialista en desactivar bombas, el nuevo film de la directora Kathryn Bigelow vuelve a instalar la vieja discusión sobre cine e ideología. Y lo hace precisamente porque Bigelow no es una directora cualquiera sino una cineasta de primer orden, heredera de la mejor tradición narrativa del cine clásico norteamericano (que siempre tuvo su ideología) y en quien no cuesta advertir las huellas de autores tan personales y fundantes como Howard Hawks y Samuel Fuller, por citar las más evidentes. Ya desde su primer largo conocido en Argentina, Cuando cae la oscuridad (1987), se supo que Bigelow se entroncaba como pocos en esta tradición, a la que después siguió adscribiendo en Punto límite (1991) y, en menor medida, en Días extraños (1995). Los memoriosos recordarán, sin embargo, que en Testigo fatal (Blue Steel, 1989) Bigelow había despertado sentimientos encontrados, no sólo al hacer de una mujer policía (Jaime Lee Curtis) su peculiar heroína sino también al exhibir sus armas –sobre todo en la inquietante secuencia de títulos– como algo más que fetiches eróticos. En La noche más oscura, Bigelow –considerada una directora de films de acción, con personajes esencialmente masculinos y debilidad por soldados y descastados– vuelve a tener como protagonista absoluta a una mujer joven al servicio del orden (del orden estadounidense): una agente de la CIA llamada Maya y asignada al grupo de tareas que en Pakistán tiene como misión localizar el paradero de Osama bin Laden, luego del ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas. Y a su manera, Maya –interpretada por Jessica Chastain, la esposa de Brad Pitt en El árbol de la vida– también es un soldado, por más que se vista de riguroso traje sastre (su uniforme, en todo caso). Tal como la describe la película –candidata a cinco premios Oscar de la Academia de Hollywood, entre ellos al mejor film– Maya obedece órdenes y no se le ocurre cuestionarlas, por más que quizá personalmente no las apruebe. Llega directamente de su cuartel general en Langley, Virginia, a un centro de detención ilegal no identificado en Pakistán, donde sus colegas hombres están torturando a un prisionero, y presencia esa larga sesión de tormentos (y otras posteriores) con cierto desagrado, pero dando tácitamente por sentado que es necesaria. Al fin y al cabo, el espectador de la película acaba de asistir a un prólogo, con la pantalla pudorosamente en negro, en donde se escuchan las voces de horror de las víctimas del 11-9, colocadas allí como punto de partida dramático, se dirá, para darle un marco histórico y un puntapié inicial al relato; pero también, por qué no, como una forma de justificar lo que viene después, la tortura como método para descubrir el paradero de Bin Laden. ¿El fin (el film) justifica los medios? Todo en la película indica que sí, salvo la propia directora, que en una carta abierta en el periódico Los Angeles Times tuvo que salir a defenderse de una lluvia de cuestionamientos que le valieron no sólo su exclusión de la candidatura al Oscar al mejor director (ella fue la primera mujer en ganarlo con Vivir al límite) sino también una investigación en el Senado estadounidense. Para Bigelow, “representar la tortura no significa aprobarla”, aunque ese comienzo con estricta relación causa-efecto haga pensar exactamente lo contrario. En defensa de Bigelow y de su guionista Mark Boal, sin embargo, deben decirse dos cosas. Primero, que Maya llega a localizar a su presa no gracias a la tortura sino a un maniático trabajo de inteligencia de casi diez años (aunque basado originalmente en declaraciones obtenidas bajo tormentos). Y luego que, al menos, Bigelow y Boal no se hacen los distraídos, como esos senadores hipócritas que pedían saber cuáles eran las fuentes documentales de la película, como si no supieran que su ejército y su agencia de inteligencia practican sistemáticamente la tortura. Al margen de esta cuestión, central en la película, La noche más oscura presenta algunos problemas de orden narrativo y estructural que Vivir al límite no tenía. Se ha señalado que Maya es tan solitaria y adicta a su peligroso trabajo como el desactivador de bombas del film anterior de Bigelow. Pero en términos estrictamente dramáticos, Maya no tiene la misma densidad que el psicópata de Vivir al límite. Se entiende que no tiene otra vida que no sea su vocación de servicio, pero tampoco hay allí ningún dato, apunte o detalle que enriquezca a su personaje, demasiado chato para sostener las dos horas y media de un relato que atraviesa más de una larga meseta. Antes que la clásica mujer fuerte hawksiana, Maya parece más bien una burócrata con síndrome obsesivo-compulsivo, víctima del machismo y la indiferencia de sus superiores y de los recortes presupuestarios. Por otra parte, a diferencia también de lo que sucedía en Vivir al límite, que no pretendía suscribir ningún relato o teoría, sino dar cuenta del trabajo que había elegido hacer aquel soldado (en nombre de quién y en defensa de qué intereses, era algo que esa película deliberadamente omitía enunciar, porque no era una preocupación de su personaje), La noche más oscura en cambio adhiere al punto de vista oficial sobre la ejecución de Osama bin Laden. La visión del film no hace otra cosa que confirmar, con mayores detalles, aquello que se difundió públicamente sobre el caso, sin enriquecerlo con algún margen de duda, discrepancia o al menos cierta dosis de ambigüedad. En este sentido, se podría exagerar diciendo que la CIA no pudo haber encontrado a una cineasta mejor para tener su propio film institucional.
La obsesión como motor de búsqueda Kathryn Bigelow, ganadora del Oscar por su film Vivir al límite, vuelve en esta historia a demostrar su maestría detrás de cámara. Maya, la protagonista, tiene el peligroso objetivo de buscar a Bin Laden. Cruda y perturbadora. La noche más oscura es el muy feo título local para Zero Dark Thirty (término militar que significa 12:30 AM), la nueva película de Kathryn Bigelow. Directora que ya entró en la historia grande del cine por haber sido la primera mujer en ganar el Oscar a mejor dirección y mejor película con su film anterior, el excelente Vivir al límite. No fue un premio para compensar años de postergación, Bigelow es una directora fuera de serie. Sus films anteriores, Cuando cae la oscuridad, Punto límite, son extraordinarias narraciones llenas de tensión. Su maestría para el relato se hace presente también aquí en esta película. La historia que cuenta La noche más oscura es la de una mujer que está al frente de la búsqueda de Osama Bin Laden. La maestría de Bigelow consiste en convertir en una película de gran suspenso algo cuyo final todos conocemos. Las grandes implicancias políticas que tiene el film se convierten en un material más profundo y trascendente que una bajada de línea. Para Bigelow el centro de la atención está en el personaje principal. Maya es un clásico personaje Bigelow, alguien obsesionado con un objetivo difícil, peligroso, que consume toda la energía y que eventualmente podría implicar la autodestrucción. Aquello por lo que se vive es aquello por lo que se muere, podrían decir sus personajes. Maya deja todo en el camino, pierde todo, se obsesiona y sigue donde los demás ya han abandonado. Su obsesión sostiene la búsqueda. Paga cualquier precio, pierde la noción de todo. Lo mismo que le pasaba a los surfistas de Punto límite o al desactivador de bombas en Vivir al límite. Van en busca de aquello, de ese objeto de su obsesión y no reparan en lo que pasa en el medio. Maya es una persona ambigua, oscura en muchos aspectos, y la película se ocupa de ella y de su obsesión. Pero también es tenaz, comprometida, fuerte, leal a su objetivo. En el extraordinario clímax final (filmado casi en tiempo real) vemos el resultado de su obsesión, el triunfo de su tenacidad. La película abre con una crudeza terrible y termina igual. No es una edulcorada y simpática historia para pasarla bien, su inteligencia claramente la eleva por encima del promedio. La noche más oscura es, por sobre todas las cosas, la confirmación del talento maduro de Kathryn Bigelow, cuya probada fuerza para la narración llega a otro punto alto en su carrera a la vez que sigue explorando los temas que la obsesionan.
Fue el terrorista más buscado Kathryn Bigelow demuestra, como en "Vivir al límite", su febril entusiasmo por contar una historia que si bien es recreada, de un hecho real ligado a su país. Su narración cinematográfica consigue en algunas escenas, climas de tensión y suspenso de una gran calidad fílmica. A la realizadora estadounidense Kathryn Bigelow, le atraen los grandes temas políticos ligados a su país. En "Vivir al límite", se ocupó, desde la ficción, en mostrar la forma de operar de una brigada antiexplosivos en Irak. En "El lado más oscuro (Zero dark thirty)", detalla cómo fue la búsqueda que a lo largo de diez años llevó a cabo el ejército de los Estados Unidos y la CIA, para dar con el paradero, la captura y posterior muerte de Osama bin Laden, el líder de Al Qaeda, ocurrida el 2 de mayo, de 2011, en su residencia, en las afueras de Pakistán. Osama bin Laden, líder del grupo Al Qaeda, fue, según se ha dicho, el responsable del atentado a las Torres gemelas, el 11 de septiembre, de 2001. A partir de ese momento su búsqueda por parte del gobierno norteamericano no tuvo pausa. HORA SEÑALADA El título de la película "El lado más oscuro (Zero dark thirty)", refiere a las 0.30, hora en la que murió Osama bin Laden y la protagonista del filme, es Maya (Jessica Chastain), una joven agente de la CIA, que recién llegada a la institución es asignada a la búsqueda de material y de cómplices de Bin Laden, que permitan a los agentes del servicio secreto y al ejército estadounidense, dar con el lugar en que se esconde el terrorista. La historia tiene por escenarios varios países, entre ellos Inglaterra, a raíz de un atentado a un micro con pasajeros en Londres, Polonia y Afganistán, en cuyos campos de la CIA, se lleva a cabo uno de los más tortuosos interrogatorios que muestra el filme, el que es realizado a un supuesto contacto con Al Qaeda, un joven conocido como Abu Ahmed (Tushaar Mehra). UN LABERINTO Ahmed se convierte en la puerta de entrada a un misterioso laberinto de sospechosos, hasta llegar al que se considera el "correo" más cercano al líder terrorista, un hombre conocido como Omar (Reda Kateb). Si bien Maya, la agente de la CIA, es el "motor" de la misión, la que por ser mujer, en varias ocasiones, tiene que luchar para que sus compañeros colaboren con ella en intentar descifrar algunas hipótesis, también es cierto que el arribo a la residencia en la que se presume se esconde Bin Laden y su familia, se hace prácticamente a ciegas, según lo muestra el filme. Esto ocurre porque las cámaras de la CIA ubicadas en las afueras de la residencia, no logran ver claramente las imágenes del terrorista. Finalmente el arribo y la posterior muerte del líder es uno de los momentos más impresionantes de esta película, que logra contagiar el vértigo de la búsqueda al espectador. Kathryn Bigelow demuestra, como en "Vivir al límite", su febril entusiasmo por contar una historia que si bien es recreada, de un hecho real ligado a su país. Su narración cinematográfica consigue en algunas escenas, climas de tensión y suspenso de una gran calidad fílmica, a la vez que no se aleja en mostrar la intimidad, las dudas, que afectan a su heroína, Maya, la joven agente de la CIA, magistralmente interpretada por Jessica Chastain.
La película de la polémica. Para Kathryn Bigelow, con el guionista Mark Boal, meterse en la médula de las decisiones que toma su país es una tentación y una meta. Este film se interna en las acciones de los agentes de la CIA para buscar a Osama Bin Laden, utilizando la tortura y luego datos perdidos y la captura y muerte del hombre más buscado. Realizada con tensión, con un muy buen trabajo de Jessica Chastain, el film provocara inevitables discusiones, y para opinar hay que verla porque se interna en las más terribles tinieblas.
KATRHYN BIGELOW nos presenta esta historia narrada de manera magistral, cargada de tensión y suspenso, que atrapa desde el primer fotograma. Su marca registrada, un tono realista, crudo, casi documental se fusiona con la labor de Jessica Chastain, una actriz que revalida títulos como una de las mejores intérpretes de su generación. Desde un inicio en el que con recursos minimalistas pero contundentes se nos pone en el contexto del 11 de septiembre hasta las secuencias de tortura, rodadas con un realismo y sordidez que hiela la sangre, hasta llegar a un clímax, los últimos treinta minutos del filme, LA NOCHE MAS OSCURA nos propone un juego de intriga, espionaje, acción y adrenalina, difícil de olvidar. Contundencia fílmica inapelable.
VideoComentario (ver link).
EL SHOW DE LOS PECADOS Dos horas. Ese es el tiempo que la directora Kathryn Bigelow y el guionista Mark Boal se toman en LA NOCHE MÁS OSCURA (ZERO DARK THIRTY) para retratar de forma minuciosa la investigación que permitió al gobierno de Estados Unidos encontrar a Bin Laden, el líder de la organización terrorista Al Qaeda. Recién entonces, se muestra el intenso operativo de (aproximadamente media hora de duración) que muchos querían ver. La tensa secuencia en la que los militares yanquis abaten al barbudo en su casa-escondite en Pakistán está filmada de forma contundente y realista, sin concesiones: los fogonazos de inhumanidad, de bestialidad, se mezclan con cierto aire de satisfacción velada, como si una especie de “había que hacerlo” sobrevolara el final de la película, pero al mismo tiempo esta no se permitiera el festejo desmedido ni la heroicidad. Si bien el preámbulo (el camino para llegar al operativo) se vuelve por momentos demasiado pesado o lento, este inicio es una preparación necesaria para poder sentir en el último tramo del film todo el nerviosismo y la ansiedad que sufre la protagonista, la agente de la CIA Maya (Jessica Chastain), quien es la principal responsable de haber encontrado a quien se consideraba como el culpable máximo del atentado del 11-S. Sólo de este modo, una situación de la que ya todos conocemos el desenlace (es decir CUIDADO, SPOILER Bin Laden muere FIN DEL SPOILER), puede vivirse con verdadera intensidad dramática, algo que Bigelow logra resolver con maestría. Es quizás en los dos primeros tercios en los que el film tambalea un poco: la historia de la agente Maya, una mujer tratando de salir adelante en un mundo de hombres (prácticamente una metáfora de Bigelow en Hollywood), es un recuento de las operaciones e investigaciones que permitieron dar con Bin Laden. Al principio, el método usado para obtener información es la tortura, que se muestra como un mal necesario para que EEUU pueda “hacer justicia”, lo que convierte a LA NOCHE MÁS OSCURA en una especie de confesión sin arrepentimiento, un show con los pecados de una nación. Por ejemplo, se muestra que con la llegada de Obama al poder, la violencia cómo herramienta para recabar datos es desterrada (el presi lo anuncia en los medios), pero al mismo tiempo, el operativo para acabar con Bin Laden resulta ser una operación secreta e ilegal en un país extranjero en la encima se asesina a personas inocentes: una llamativa incoherencia política que da bastante en que pensar. Maya, se va transformando con el paso de los minutos: al principio, recién llegada al campo de batalla, se la ve impresionada y asqueada por los brutales métodos usados contra el enemigo. Pero después se va endureciendo hasta enceguecerse en pos de su objetivo: así, su vida su vida se reduce a tratar de encontrar a Bin Laden. Sin embargo, LA NOCHE MÁS OSCURA no se aprovecha demasiado esta interesante idea, la de la guerra transformando a un personaje. Este concepto podría haber acercado a Maya al protagonista de VIVIR AL LÍMITE (THE HURT LOCKER, 2008), el anterior trabajo de Bigelow, pero es algo que se va dejando de lado mientras nos acercamos al tan esperado desenlace en pos de retratar con sobriedad los entretelones de la operación. La interpretación de Chastain es muy sólida, especialmente en las escenas del comienzo, cuando se la muestra fuera de lugar, o en el cierre, cuando sufrimos junto a ella toda la expectación por esa cacería final.
Un re-enactment que exige mucha paciencia del espectador pero lo compensa con una genial protagonista. Que la adrenalina mueve a la filmografía de Kathryn Bigelow eso nadie lo discute. Esto se nota desde los motoqueros de su primera película, The Loveless; pasando por los surfistas ladrones de bancos de Point Break; hasta el escuadrón anti-bombas de The Hurt Locker, que le permitió alzarse con el Oscar a la Mejor Dirección. Si bien entre el presente título y el anterior de su filmografía hay una conexión de lugar y tiempo, uno no puede evitar cocinar la pregunta de ¿Cómo insertar esa marca distintiva dentro de un relato en el cual las exigencias de su tema dejan poco lugar para esas liviandades genéricas? La respuesta bien podría ser que la adrenalina aquí tiene su lugar, solo que a diferencia de sus títulos anteriores no esta tan enfocada en el riesgo absurdo de la vida en sí mismo, sino que tiene sus raíces en la obsesión. A continuación, lo que reseño, es la narración que pusieron ante mis ojos; la veracidad, fidelidad o licencias sobre el tema que trata es completamente discutible y por lo tanto es un meollo que debe discutirse por fuera del aspecto cinematográfico. ¿Cómo está en el papel? Después del atentado del 11 de Septiembre, la CIA da inicio a una búsqueda frenética, que durara toda una década, del hombre más buscado del mundo: Osama Bin Laden, líder de Al-Qaeda. Maya, una agente novata de la CIA, forma parte del equipo que busca frenéticamente cualquier dato, cualquier persona por todo medio oriente que lo pueda llevar con él. Vamos a dejar en claro una cosa: El título es un documental filmado con las armas de la ficción. Mark Boal, guionista del film, hizo su tarea, y a lo largo de la película queda más que claro lo profundo de su investigación. Pero la película en un todo no es otra cosa más que un re-enactment en el que vemos visual ––o sonoramente–– cada uno de los pasos de la búsqueda. Para dar un orden a todo este desconcierto, Boal separa la historia en capítulos como si de un libro se tratara, y concibe al personaje de Maya, para que el espectador tenga una guía; un rostro humano aunque sea en lo mínimo indispensable, simplemente porque el relato lo exige. La primera mitad, en la que pasan volando los primeros nueve años de la búsqueda, es en donde está la carne de la película, en la que se nos muestra los diversos métodos de investigación e interrogación; Si, damas y caballeros, los controversiales métodos de tortura son reproducidos en el film. Su segunda mitad, sin embargo cae en una meseta y uno tiene la sensación de que la alargan como un chicle sin ninguna necesidad. Este alargamiento que consiste en las mil vueltas que da el gobierno para decidirse a mandar un equipo a la casa donde supuestamente se encuentra Bin Laden. ¿Cómo está en la pantalla? El tratamiento documental del film es notorio desde el vamos. Bigelow no solo usa la cámara en mano para adentrarnos en todo momento dentro de la búsqueda, sino que utiliza el sonido para sorprendernos y para empatizarnos con la búsqueda de Bin Laden. Su buen pulso, más que nada a la hora del montaje, consigue sobrellevar en los puntos mínimos e indispensables la meseta que significa la segunda parte de la película. También cabe destacar su sutileza en la resolución del film; no esperen a un Bin Laden brutalmente asesinado como el Peter Weller de Robocop. Bigelow tira los suficientes atisbos para que no hayan dudas. Llega una época para todo crítico de cine en la cual siente que debe manifestar su apoyo ante algo que la mayoría considera desdeñable. Es lindo cuando descubrís que no estás solo en tu opinión; pero, y a pesar de correr el riesgo que tu buen gusto quede cuestionado, uno debe ser honesto con lo que a uno le gusta aunque no sea lo más lindo del mundo. Aquí va, yo creo que Jessica Chastain entrega una interpretación formidable. En una película que no tendría ni que destacar por sus interpretaciones, Chastain le saca brillo a un personaje que a primera vista puede parecer desprovisto de emociones o carente de empatía. Lo de la carencia de empatía podría llegárselo a aceptar, pero en la carencia de emociones ahí es donde pongo el pie y digo “No”. El abanico de emociones por el cual circula Chastain a lo largo de la película es de lo más amplio: miedo, rabia, desesperación, frustración y un largo etc. que quedaría mejor explicado diciéndoles que simplemente miren la película. Es cierto, por la naturaleza del guion, este no exige un nivel emocional tan alto de sus intérpretes, pero lo que ella trajo a la mesa definitivamente hizo la película más llevadera. Es muy sencillo seguirle el paso, emocionalmente claro está, a una neurótica viuda de 23 años, o una octogenaria próxima a la muerte, o a una nena de 6 años sobreviviendo a un desastre de la naturaleza, o a una caritativa madre de familia que tuvo una experiencia similar; si, lectores, estoy apuntando a las nominadas al Oscar por Mejor Actriz de este año, y aunque sin desmerecer a ninguna de las candidatas, que se han ganado sus nominaciones con absoluta justicia, lo de Chastain fue algo mucho más desafiante, mucho más complejo y, por sobre todas las cosas, mucho más sutil en su desarrollo. Toma a un personaje que es una simple guía para que el espectador no se pierda, y tan solo con sus movimientos y sus expresiones le imprime un fondo, una historia y unas emociones a su personaje que el espectador tal vez no esté de acuerdo con ella, pero quiere seguirla hasta el final para ver cuál es el saldo. Es admirable el ejercicio de sutileza que pone en práctica Chastain, porque el mas mínimo exceso hubiera parecido forzado, tirando por la borda la interpretación y por ende a la película entera. Toda película que se precie de ser buena es sobre una transformación, y gracias a la interpretación de Chastain ––sobre todo en el plano que cierra el film–– esta película consigue ser considerada como tal. No es la mejor película de la historia, y hasta les diría que con el tiempo se va a convertir en una más del montón, pero ningún espectador se hubiera animado a seguir este viaje si no fuera por ella. Bigelow y Boal le deben y mucho. Conclusión 2 horas y media de película, llevados a suficiente buen puerto por una más que habilidosa directora, que aunque hace un despliegue admirable, ha sabido concebir mejores títulos. Su actriz principal no es uno de muchos motivos, sino que, diría yo, es el único motivo que hace que esta película trascienda antes de caer en el olvido.
Insensible y oscura Sean vampiros, surfers, policías, soldados o agentes de la CIA, los personajes de Kathryn Bigelow (1951, California, EEUU) parecen tener como fin primero y último en sus vidas la descarga de adrenalina, sin distinguir demasiado entre obligación y placer, deporte y trabajo, compulsión enfermiza y goce físico. Y la directora sabe expresar muy vívidamente esas sensaciones, con películas en las que el argumento importa menos que la excitación y el furor que contagia. Cuando cae la oscuridad (1987), Testigo fatal (1989), Punto límite (1991) y Días extraños (1995) la mostraban con capacidad para ofrecer divertimentos discutibles por más de un motivo pero siempre enérgicos, con momentos brillantes. Con Vivir al límite (2008), donde echaba una mirada comprensiva sobre un grupo de soldados estadounidenses responsables de desarmar explosivos en Irak (y con la que ganó el Oscar), ya esos ingredientes se asimilaban a controvertidos hechos histórico-políticos, como si a su sed de peripecias la hubiera contaminado cierta necesidad de trascendencia (al menos tal como la entiende el cine de Hollywood: recreación de hechos del pasado con algo de causticidad y heroicidad). Esto se repite en La noche más oscura, que sigue los pasos de Maya (Jessica Chastain, la actriz de Historias cruzadas y El árbol de la vida), una agente de la CIA obsesionada por atrapar a Osama Bin Laden luego del ataque a las Torres Gemelas en 2001 y de otras arremetidas terroristas en distintas ciudades, y que comienza con las invariablemente persuasivas palabras “basada en hechos reales”. El resultado es curioso. No es un thriller tradicional, no está protagonizada por actores demasiado conocidos, a lo largo de sus casi tres horas no incluye amorío alguno ni escenas sentimentales, casi no tiene humor ni momentos de alegría patriotera, y, evidentemente, va más allá de la mera maraña de intrigas de películas olvidables como Syriana (2005, Stephen Gaghan). En su país despertó polémicas por mostrar torturas a prisioneros, y es cierto que Bigelow las expone sin vueltas. Pero tampoco las juzga, respondiendo al tono de recreación seca, insensible, con pocos adornos, que refleja ya su lacónico título original (una expresión militar que alude al momento en el que fue atrapado Bin Laden). Claro que, por aquello de que quien calla otorga, su visión no es tan neutral como parecería. El estilo es algo impreciso, con planos cercanos alternándose abruptamente con planos generales, una luz mortecina y recursos que generan más tensión que emoción. En este sentido, es bastante distinta de Argo, otra película sobre los efectos de la intromisión de EEUU en Medio Oriente después de 2001, también nominada al Oscar este año: la de Ben Affleck es más divertida y triunfalista, y hasta puede ser vista como una historia de aventuras con un héroe manifiesto, en tanto la de Bigelow aparece violentada por cierta estética sucia de noticiario, con las escenas de atentados –muy bien resueltas– ocupando una función apenas incidental, casi informativa. Maya, además, parece más una persona (fría, obsesiva, indiferente al dolor, pero persona al fin) antes que un personaje-excusa para conseguir la identificación emocional del espectador. El final puede sugerir la clausura de un período en la historia de EEUU, una sensación de culpa, o simplemente el vacío de la protagonista, cuya vida parece cobrar sentido sólo ante el peligro y la venganza. Y es que, aunque irregular y equívoca, La noche más oscura provoca discusiones e incomoda, desentendiéndose del exitoso patrón actual de cine con mentalidad y destinatarios adolescentes. Por Fernando G. Varea
En la guerra todo vale La directora recientemente oscarizada, Kathryn Bigelow, vuelve a explorar el cine bélico con tintes dramáticos con este thriller político que narra los intentos de la CIA por dar con el paradero del terrorista Osama Bin Laden, líder de la organización Al-Qaeda. El film, que ha dividido las aguas entre los moralistas y los tecnicistas tanto en el panorama político como cinematográfico, carece de solvencia para contar una historia que termina evaporándose en el clímax, que se devora al resto del flojo guión como si fuera un agujero negro, haciendo innecesaria casi una hora de duración. Toda la transgresión que Bigelow había logrado con su cámara intimista y brutal en The hurt locker (2009) ahora queda resumida a una filmación muy elocuente y prolija, pero que para nada habla bien de una buena dirección. Este opus se luce en montaje y el aspecto fotográfico (la "noche" final está brillantemente fotografiada), así como también en el tratamiento sonoro, pero no convence en la condensación de todos los aspectos. Resulta ser que, nuevamente, la directora está obsesionada con intentar ser neutral (una de las mayores falasias y metas imposibles del arte), y termina dividiendo a su película en dos partes muy desiguales, con mensajes evaporados: por una parte, la misión de esa supuesta fuerza única e inigualable a nivel global que mostró siempre Hollywood que es Estados Unidos, en su persecusión a uno de los hombres más buscados en la era contemporánea (el film se presenta como "la más grande cacería humana en la historia"), y por otro, el mensaje de ¿denuncia? sobre los métodos que implementa la CIA para conseguir sus objetivos, sin importar qué ni cómo. Así, sólo terminamos quedando complacidos con una arrolladora actuación de la excelente Jessica Chastain, con su maquiavélica transformación en pos de la obsesión que implica encontrar al objetivo, pero en el medio nos tenemos que aguantar una hora demás en el metraje, que solo sirven para cargar de pérdidas y nuevos retos a la protagonista. La historia, insistimos, está muy bien filmada, pero no bien contada. Sin dudas, a estas alturas los dotes detrás de cámara de Bigelow son indiscutidos, aunque no así su mensaje. El dudoso mensaje final de The hurt locker, bajo la aún más dudosa investidura de la neutralidad política, ahora se repite en un film que tiene un final agarradísimo de los pelos y que carece completamente de desarrollo de personajes. Mientras Bigelow intenta mostrar íconos de la historia reciente en este accionar de los Estados Unidos y su Casa Blanca (aparece Obama siendo consultado por las torturas de la CIA, pero nunca siquiera se hace una alusión indirecta a Bush hijo), se olvida de darle vida y conexión a los protagonistas de la cacería, provocando que el desenlace de la historia quede en manos de un montón de bits (salvo la inexplicable inclusión de Joel Edgerton, que tiene a lo sumo 30 minutos en pantalla y no más de cinco líneas de diálogo) y extras que no llevaban ni un cuarto de metraje apareciendo en pantalla. Si así pretende que el público afiance su relación con los personajes del guión, está en el camino equivocado... Por último, y siguiendo con las carencias del guión, nos encontramos con el objetivo cumplido (vamos, no es spoiler, todo el que viva en la Tierra sabe que al final de la peli muere Bin Laden) y una resolución que no alcanza el súmum necesario, ni el tratamiento de la historia lo suficientemente valiente. Es más, la directora ni siquiera (para solventar el problema mencionado de los personajes en el clímax) se anima al montaje paralelo para permitirnos estar "gozando" del logro junto a la protagonista, que queda diluída en el intento de retratar a toda una nación en su porvenir. No. Todo queda resumido a una secuencia -muy bien lograda, no lo vamos a negar-, muy violenta y magnificada por la ausencia de banda sonora. Muy efectivo, pero muere en un final inconcluso e inconexo. En definitiva, Zero Dark Thirty (2012) posee todos los artificios para una narración cargada de factores efectivos (bombas inoportunas, edición de sonido exagerada, y un gran pulso narrativo por parte de la directora), pero no logra su cometido porque está demasiado preocupada por la neutralidad y la objetividad, descuidando así un elemento muy importante en este tipo de dramas: la catársis del protagonista. Un producto hecho para los premios.
Polémica clasificada No hay dudas de que a Kathryn Bigelow, quien ya merece ser conocida más por su CV que por su condición de “ex de James Cameron”, le gusta meterse en polémicas: lo hizo ya hace unos años con Vivir al límite, aquel filme sobre las andanzas de un comando estadounidense de desactivadores de bombas en terreno iraquí, criticado por muchos por ofrecer una visión condescendiente de la ocupación norteamericana en Medio Oriente y alabada por otros por su calidad cinematográfica y retrato humanizado de las tropas (el filme se alzó, entre otros, con el Oscar a mejor película). En estos días la directora volvió a meterse en problemas tras el estreno de La noche más oscura, filme en el que recrea los largos años posteriores al 11-S en el que la CIA rastreó y aniquiló a Osama Bin Laden (por eso su título original es Zero dark thirty, en la jerga militar las 00.30, hora en que se realizó el operativo). Y lo hace a través del personaje de Maya (Jessica Chastain), basado en un supuesto agente real de la CIA, que se va obsesionando a medida que la búsqueda se torna una misión frustrante. La controversia se generó ante todo por las escenas de tortura que llevan a cabo los soldados norteamericanos, para algunos críticos demasiado explícitas y morbosas. Y, en ese sentido, también exaltadoras de tales métodos poco ortodoxos, afrenta de la que Bigelow se defendió en una carta abierta en Los Angeles Times diciendo que “mostrar no es promover”. Pero los ataques más encendidos vinieron de aquellos que acusaron al filme de justificar sin más la tortura, argumentando que es por medio de la información obtenida gracias a ella que la protagonista logra dar alcance al líder de Al-Qaeda. La realizadora también se defendió de esas acusaciones en el diario angelino, diciendo que “la tortura fue, sin embargo y como todos sabemos, empleada en los primeros años de la búsqueda. Eso no significa que haya sido la clave para encontrar a Bin Laden. Significa que es una parte de la historia que no podíamos ignorar". Y concluyó: “Bin Laden no fue derrotado por superhéroes que cayeron del cielo, fue derrotado por los estadounidenses comunes y corrientes que lucharon con valentía, que dieron todo de sí para la victoria y la derrota, la vida y la muerte, para la defensa de esta nación”. Bigelow, la primera mujer en ganar un Oscar a la mejor dirección, está exenta esta vez de la posibilidad de alzarse con tal galardón, pero su filme goza de cinco nominaciones, entre ellas a mejor película y actriz principal (Chastain se llevó ya un Globo de Oro por su performance), a pesar de una polémica que para bien o para mal lo sitúa, junto al también discutido Django sin cadenas de Quentin Tarantino, en el meollo de una disputa pública que seguirá dando que hablar. Por ahora, claro, lo importante es verlo. La soledad del cazador Si bien puntual en el hecho que narra (la captura y asesinato de Osama Bin Laden a manos de la CIA), el filme de Kathryn Bigelow es ambiguo en su naturaleza, una “ficción documental” que juega por un lado a ser una película de espionaje y por el otro una reconstrucción fiel de la operación militar estadounidense en terreno paquistaní. Si se quiere, una suerte de versión más jugada y actual de la pícara Argo. Al igual que la también oscarizada cinta de Ben Affleck, La noche más oscura es bipartita, dividida en los extensos preliminares (casi dos horas) en los que la cada vez más obsesiva y alienada agente Maya (Jessica Chastain) se toma la misión de inteligencia como una cruzada personal, y la parte final, la de la caza de Bin Laden, que dura cerca de media hora y está narrada con un pulso notable, realista y espeluznante. No hay dudas de que Bigelow es una directora sólida y que La noche más oscura es un apasionante thriller de género, la cuestión es cómo la realizadora elige abordar tres variantes del “horror”: la primera, los atentados a las Torres Gemelas, en una intro en la que sólo se escuchan verídicas voces en off con la pantalla en negro, contrapunto pedagógico innecesario y ligeramente sensacionalista frente al registro clínico que viene después; la segunda, las escenas de torturas para extraer información, llevadas a cabo por un agente canchero, comprensivo y razonable, benignas por demás teniendo en cuenta el “realismo” del filme; y tercero, la irrupción de las tropas norteamericanas en la guarida doméstica de Bin Laden en secuencias donde éstas disparan a mujeres en camisón sin piedad, frialdad que no se condice con la bondad de los soldados que tranquilizan con ánimo pacifista a los niños aterrados. Ahí el filme decae. Es en la ficción, en el personaje desesperadamente inquieto, terco y deshecho que encarna Chastain, que La noche más oscura encuentra paradójicamente su verdad: la soledad angustiante de Maya es sintomática de un “otro” más imaginario que real, que en lo macro se traduce en esa dispersa muchedumbre tercermundista y en lo micro en ese cadáver del que ni siquiera se ve la cara: un cuerpo sin vida, nada más. Es esa fijación ciega por un enemigo fantasma lo que le da a la película una dimensión más inquietante. En un pasaje, un agente le describe a Maya el aspecto de un sospechoso: “Tiene bastón”, le comenta. “¿Como Gandalf?”, le pregunta ella. La noche más oscura sugiere una subjetividad global replegada trágicamente sobre sí misma, incapaz de nombrar el horror o al otro.
Después de ganar el Oscar por retratar con precisión la vida de desarmadores de bombas en Irak con Vivir al límite, Kathryn Bigelow narra la persecución de una década de una agente de la CIA a Osama Bin Laden. Pero si todos los films de la creadora de Punto Límite giran alrededor de un obsesivo que encuentra libertad en su vicio, aquí el peso “periodístico” del guión arruina la concentración dramática. La última media hora es brillante. Y criticar las esencas de tortura, idiota.
Una década infame Kathryn Bigelow, la primera directora en ganar un Oscar, se animó a un proyecto que, a priori, parecía casi imposible: narrar los diez años que demandó la búsqueda y cacería de Osama Bin Laden. Bigelow ya había mostrado su destreza para captar el clima cotidiano de la guerra de Irak con “Vivir al límite”, pero esta vez superó su propia marca. “La noche más oscura” no es sólo la historia de una búsqueda implacable, también es el retrato impiadoso y feroz de una década infame, plagada de atentados, violencia y horror. ??La película comienza con la pantalla en negro, mientras se escuchan los pedidos de auxilio de las víctimas de 11-S. A partir de allí la cámara de Bigelow se mete en las destartaladas oficinas de lejanas embajadas y en el submundo de las cárceles secretas de la CIA, mostrando explícitamente las torturas que siempre se ocultaron y que generaron agrios debates. Sin embargo, acá no hay apologías ni bajadas de línea, simplemente se expone el tema y será el público el que juzgue moralmente en un contexto de causas y consecuencias. ??En determinados momentos la trama se vuelve un poco compleja, y es posible que el espectador desprevenido pueda perderse en la maraña de nombres que maneja el servicio de inteligencia. Pero Bigelow y el guionista Mark Boal lo resuelven con un preciso equilibrio entre el ritmo narrativo, la rigurosidad histórica y el perfil de los personajes. En ese sentido la película se apoya en el personaje de Maya (la dúctil y ascendente Jessica Chastain), una agente de la CIA que está obsesionada y completamente entregada a encontrar al terrorista número 1. Ella es el nexo entre los distintos capítulos que van armando este rompecabezas. ??“La noche más oscura” pone en primer plano el trabajo incansable y silencioso de mucha gente que dejó su vida en la búsqueda de un enemigo invisible, entre pistas falsas, errores fatales y frustraciones. También muestra los brutales atentados de Al Qaeda en esta última década, pero jamás se recurre al trazo grueso o al golpe bajo. Si bien el desenlace es conocido, la tensión se mantiene durante dos horas y media, y la última secuencia, la del asalto a la fortaleza de Bin Laden, es tan realista como estremecedora. ??En el final no hay festejos ni alabanzas. Tampoco esperen moralinas fáciles ni banderas flameando por todas partes. “La noche más oscura” recupera ese cine vital que plantea dilemas y que deja al espectador pensando. Un pedazo de historia que está lejos de cerrarse.
Terrorismo, esclavitud y venganzas Cuenta nada menos que los diez años de búsqueda de Osama bin Laden, desde el atentado a las Torres hasta su captura final en una casona de Pakistan. En lugar del tono sucio, semidocumental y riguroso de “Vivir al límite” (su anterior filme), Bigelow adopta aquí algunos trazos del cine hollywoodense para exaltar la personalidad de esa agente de la CIA que aún mantiene su anonimato. El filme dice que ella, sólo ella, creía en esta misión. Y que al final se pudo localizar y matar a Bin Laden gracias a la corazonada, el olfato y la obstinación de esta agente. Es un punto de vista atrevido. Y en esa dirección, más de una vez, para subrayar esta gesta solitaria, deja en penumbras el contexto. Vale, por eso, más como thriller que como documento. Y allí sí funciona a la perfección: tensión, denuncia, elenco impecable y el realismo que transmite cada secuencia. Es oscura, sinuosa, valiente, difícil, pero es verosímil, fuerte, rica en sus detalles. Y tiene una soberbia actuación de Jessica Chastain y un par de escenas - la apertura y el cierre- memorables: la película se abre con la pantalla a oscuras para escuchar los últimos mensajes que enviaban a la vida los ocupantes de las Torres. Conmovedor. Y cierra con la captura de Laden, un modelo de cine de acción, febril, vigoroso, incierto y potente.
El dilema del que mira Se me ocurre que algunas películas merecen ser el disparador de un debate abierto y que, si bien un análisis crítico puede arrojar luz sobre el film, lejos está de poder alumbrar todas las problemáticas éticas, morales y socio históricas que puede conllevar. Por tal razón, y más allá del puntaje que aparezca arriba, sugiero que vean esta película junto a otros films como Faherenheit 9/11 de Michael Moore o la reciente Dirty wars de Rick Rowley. Pero vamos a la película nominada al Oscar, esta caza desesperada de Osama Bin Laden que implica La noche más oscura, de Kathryn Bigelow. Hace unos años la directora estrenó Vivir al límite, una “pequeña” sorpresa. Un profundo estudio de personaje que transcurría en un escenario inestable donde el protagonista tenía la tarea de desactivar explosivos mientras intentaba sobrevivir en Irak, para encontrarnos con que después de todo es la vida ordinaria lo que más le aterraba. Allí se dibujaba un escenario sombrío del proceso de alienación que provocaba un conflicto bélico y se sumergía en la alucinación progresiva que conllevaba estar inmerso en un escenario violento. Era una película ambigua y fascinante que se definía en un registro sobrio, casi documental, que se cerraba en un personaje. ¿Por qué mencionar Vivir al límite como referencia? Porque implicó un quiebre estético para la directora y marcó varios de los elementos que se ven en La noche más oscura. Sin embargo, esta vez el resultado no resulta tan redondo. Así como en Vivir al límite hay un personaje que domina la escena, Maya, interpretada por Jessica Chastain. Esta joven agente de la CIA se dirige a Paquistán para colaborar en la caza de Bin Laden y sobrelleva varias dificultades hasta que logra hacerse valer y, finalmente, consigue su objetivo. En el medio participa de escenas de tortura, pierde a algunos compañeros en atentados y es despreciada por sus colegas. Aquí está el punto más alto del film, el retrato del drama humano, el punto de vista de alguien que está sujeto a finalizar una tarea utilizando cualquier medio necesario, pero en el que ocasionalmente asoma la duda respecto a los métodos (con una sutileza que Bigelow trabaja con maestría). Pero, hay diferencias importantes respecto a Vivir al límite. La película arranca con una pantalla negra y se escuchan las voces de víctimas de los atentados a las Torres Gemelas en 2001 e inmediatamente después, sin que podamos ver otra imagen, hay un corte agónico y somos parte del primer segmento de la película, con una minuciosa secuencia de tortura. Es interesante plantearse esto: ¿por qué elige luego de una introducción donde se escuchan víctimas, poner una secuencia de tortura a un presunto colaborador árabe para arrancar la película? La respuesta parece encontrarse en que se trata de un contrapeso. Ante el horror del atentado, Bigelow contrapone el horror de la tortura, el método para conseguir las pistas necesarias para cazar a quien causó el luto con el que comienza el film. Aquí la directora necesita “compensar”: la escena de tortura no sería aceptada de la misma manera si el montaje no nos hubiera concedido las voces de la introducción. Entonces surge una de las preguntas clave que han rondado bastante en torno a la película: ¿legitima Bigelow el uso de la tortura? Y… es difícil responde esto. Podríamos entender que, después de todo, no es lo que se obtiene a través de la tortura lo que termina llevando a Bin Laden y el uso de otros métodos terminan siendo más efectivos. Pero el contrapeso de la introducción sí parece decir que se legitima la forma en que actuaron quienes ejecutaron las torturas, después de todo esa era la herramienta. Por decirlo de otra forma, Bigelow rechaza a la tortura como método, pero entiende que fue una herramienta necesaria cuando se pone en contexto. Y esto nos lleva a un segundo contrapeso, que resulta un tanto más problemático. Luego del sufrimiento de años, Maya tiene la pista y recibe la orden de llevar a cabo la caza definitiva de Bin Laden. Y luego la película se desconecta del personaje. Lo que tenemos ahora es a un montón de soldados emprendiendo su marcha a través de la oscuridad para cazar al “objetivo”. Este cambio de punto de vista no sólo resulta incoherente con la película sino que nos pone en la piel de personajes por los cuales resulta casi imposible sentir empatía. Es así que por unos largos minutos se abandona la ansiedad y los nervios de la protagonista para ponernos en una situación que resulta completamente extraña dentro de la película. ¿La razón de esto? Pues mostrar el momento de la caza de Bin Laden para compensar los años de sufrimiento de Maya. Resulta catártico, pero en el peor de los sentidos: ya no está la sutileza del drama humano de Maya sino el accionar de los soldados ejecutando todo a su paso para cumplir la orden y matar al “sonuvabitch”, incluso rematando y permitiéndose la emoción en el momento en que se logra fusilar al objetivo. Finalmente resulta casi inevitable hablar de un apartado como el sonido. A diferencia de Vivir al límite, que era más atmosférica que climática, aquí tenemos un trabajo de Alexandre Desplat que es todo lo contrario. Los tonos pretenden acompañar el drama y lo subrayan poniendo en evidencia un artificio que jamás se palpa desde lo visual, generando un raro contrapunto entre planos documentales y melodías que son de otro registro. No cabe duda de que es una película atendible, pero aquí el drama humano que Bigelow es tan capaz de retratar parece estar vulnerado por una estructura donde se privilegia mostrar antes que sugerir, deshaciendo de esta manera varios de los elementos más favorables de la película.
Una artesanal caza del terrorista Aún cuando se hayan suscitado discusiones alrededor de las torturas contenidas en La noche más oscura, lo cierto también es que su retrato de la violencia escandaliza en un nivel más profundo. Tal vez remitido a la institucionalización que de su uso el film hace, donde el resultado obtenido -la resolución dramática- será consecuencia de un hacer necesario, más o menos violento, según corresponda. La noche más oscura no sólo es la puesta en escena de la caza de Osama bin Laden, sino un segundo capítulo para la prédica de progresismo tibio de la oscarizada Kathryn Bigelow. Con Vivir al límite (2008), el retrato de un desactivador de bombas en Irak se disfrazaba de preocupación para glorificar la necesidad del héroe: psicópata o no, héroe al fin. Ahora, los cowboys son más y nunca mejor retratados que durante el operativo final para dar con el jefe terrorista, para el cual los 120 primeros minutos nos preparan. Héroes de uniforme, multi armados, que son también correlato del torturador astuto, que sabe vestir de traje, con chistes intelectuales (Jason Clark): capaz de (casi) ahogar al prisionero, patearlo, trompearlo, sangrarlo, jugar con monitos, y entender el significado del término "tautología". Señalar que el desarrollo del film responde a un ordenamiento secuencial preciso, precedido de subtítulos, con una construcción de personajes desde puntos suspensivos, con incorporación de grabaciones reales, de gradación dramática pausada, hasta una concreción última con dosis bélicas, de terror, casi ciencia ficción, no significa para este cronista estar en presencia de un gran film. Antes bien, y sin deshacer el nexo entre forma e ideología, La noche más oscura es un canto guerrero, de armonía norteamericana, con notas de "corrección política", ladrado hacia los cuatro vientos. Habrá lugar para el repaso histórico y la necesidad de la acción, desde Bush a Obama: el primero desde alguna mención irónica a las armas nucleares fantasmas, el segundo desde la atención a su discurso de la no?tortura. En el medio, sujeta a los vaivenes políticos, la CIA y el comportamiento ejemplar de Maya (Jessica Chastain), eje del relato, responsable del descubrimiento y ajusticiamiento de bin Laden. Pero la mirada "crítica" hacia el funcionamiento de la CIA no significa su invalidación, sino una observación de burocracia inmanente. En donde puede que se requiera de medios difíciles, de muertes, abordados desde un fuera de campo impreciso: Guantánamo existe desde su pronunciación casual, así como ninguna bala "equivocada" será disparada por los soldados. El film de Bigelow aplasta a otros, los ignora: desde Fahrenheit 9/11 de Michael Moore, hasta Samarra (Redacted) de Brian De Palma, pasando por la sensibilidad justa de Vuelo 93, de Paul Greengrass. Cumple, de esta manera, un derrotero ya alertado intelectualmente, ahora con un ejemplo histórico: la muerte de un enemigo del Imperio presentada desde, primero, el rostro del presidente de Estados Unidos; segundo, desde el diseño de un film digital simulado; tercero, desde una película con nominaciones al Oscar.
Mucho más que un film de espionaje film de espionaje Profesional, implacable, rigurosa... son algunos adjetivos que definen la obra de la directora Kathrine Bigelow, quien se ha ganado un lugar destacado en un mundo de hombres, igual que la protagonista de su última película, una agente de la CIA que interpreta Jessica Chastain (Maya) quien durante una década vive exclusivamente para un único objetivo obsesivo: encontrar a Osama Bin Laden entre una red de informaciones falsas y datos cruzados. El cine de Bigelow tiene el mérito del sello propio, alejado de clichés y convenciones, particularmente a partir de sus dos últimas películas que renuevan al cine de espionaje y terrorismo con una narración que participa valientemente del periodismo de investigación, donde los guiones de Mark Boal parten de testimonios directos de hechos reales que Bigelow sabe poner en escena con solidez admirable entre el ruido, la furia y los interrogantes de la razón. En “Zero Dark Thirty” el relato comienza con la pantalla en negro y la invocación sonora del atentado a las torres gemelas. Desde ese emblemático arranque en 2001, abarca una década que finaliza en el momento que da título al film, enfrentado al desafìo de su propia estructura que va a desembocar en un desenlace conocido de antemano y que debe resolverse cinematográficamente, lo que se alcanza fundamentalmente desde un montaje paralelo trabajado con maestría. El film combina conversaciones en despachos de Washington con escenas de acción, y alcanza un clímax muy alto en su última media hora, con un gran manejo del tempo y el suspense. Definidos por sus acciones Poblada de personajes duros, fríos, resbaladizos, esta película no es una frazada cómoda para nadie. Bigelow construye sus criaturas exclusivamente a través de la acción. No hay ninguna prehistoria para esta agente de la CIA, nada que explique la interioridad de los personajes, que no hablan demasiado sino que se definen por sus acciones, como la protagonista, sin vida propia más allá de la adrenalina de un objetivo obsesivo. Hay más de una semejanza con el desactivador de bombas de “Vivir al Límite” (“The Hurt Locker”, 2008) y el proceso de deshumanización que desgasta los días de Maya, esta profesional del espionaje interpretada por Chastain, quien sabe darle pequeños matices casi imperceptibles a su personaje, para exteriorizar una dureza encubierta de fragilidad, particularmente en su mirada siempre atenta y siempre curiosa pero de una frialdad seca y cortante. Hija de la democracia Paradójicamente, el gran aporte de la película es completar muchos baches informativos silenciados por el mismo país del que proviene. Siempre en una tensa calma, al borde del estallido, el film recorre el inquietante arco histórico que va desde el 11-S hasta la muerte de Bin Laden y, casi una década después, nos muestra la lucha de EE.UU. en esa guerra contra el terror, donde cada logro no se obtiene sin ensuciarse las manos. “La noche...” narra con la precisión de un cirujano y alcanza el clímax en la secuencia del asalto a la casa de Bin Laden, llena de acción y un verismo casi documental, sobre todo en su última media hora. Con un estilo punzante que no elude la crueldad sino que la muestra -con frialdad ascética- en las prisiones no identificadas, en las vejaciones y coacciones a los detenidos, de forma suficiente pero también distante de conclusiones morales que deja a cargo del espectador, salvo las miradas y el llanto de mujeres y niños inocentes registrados con notoria intensidad. Entrar al cine de esta realizadora implica participar de una descarnada pero necesaria conciencia, tanto como del escepticismo y convulsión en que se encuentra sumergido el mundo actual, al que expone iluminando los rincones más oscuros de la política internacional estadounidense, al punto de ser la película alrededor del 11-S más importante de la actual ficción americana.
La empleada del mes Un sujeto entra a la sala con el filme ya iniciado. Mientras en la pantalla se ve una escena de tortura; en la platea el tipo intenta ocupar su butaca mientras carga en un brazo las gaseosas, y con el otro dos bolsas de pochoclo. El resto del público, en tanto, ya disfruta del espectáculo que la sobrevalorada Kathryn Bigelow ofrece. Durante más de dos horas la directora banaliza una de las operaciones más siniestras que se hayan perpretado en este nuevo siglo. Bigelow cuenta cómo un agente de la CIA, conocida como Maya, se pasó sus doce años años de carrera en la agencia buscando a Osama Bin Laden. Maya no es lo que parece; es una tipa ruda, fría y testaruda. Al principio se impresiona un poco ante una tortura, pero esa sensación no le dura mucho; a los pocos minutos ya es parte del aparato de hostigamiento. Maya -y todos los que participan del operativo Bin Laden- están convencidos de que el fin justifica los medios, y se lamentan sin tapujos cuando algunos de esos "medios" ya no les son permitidos. Bigelow presenta a su personajes sin grises; no hay duda en ellos, ni alguno que al menos plantee algún dilema moral o sea crítico sobre lo que sucede. La directora cuenta la historia desde una posición muy bien definida: la de quien vacía de contenido aquello que no debería vaciarse. La producción y los rubros técnicos están a la altura de las circunstancias, sin nada que sea realmente destacable, como tampoco lo es la actuación de Jessica Chastain, quien vaya a saber por qué está nominada a un Oscar. Nefasto es una palabra que le sienta bien a este filme. Después de ver "Argo", y algunas otras películas, no es descabellado pensar que detrás de esta producción no esté la misma CIA tratando de lavar sus atrocidades -la mayoría y más deleznables no son mostradas en esta cinta-; al fin y al cabo no sería la primera ni la última vez que Hollywood prestara un servicio a su nación con la ayuda de un director operado desde los medios para dar la imagen necesaria. Finalmente, Bigelow consigue cerrar su cuentito, el de la captura de un Bin Laden de quien nadie vió su cadáver -a diferencia de Hussein y Kadafi- y del que no pocos aseguran que lleva muerto varios años, desde mucho antes del 11-S. También logra que todos los abusos llevados a cabo por los EE.UU. en esa operación parezcan una misión de ficción, para verla comiendo pochoclos, sin que nada importe demasiado.
Vuelve con una historia polémica la directora Kathryn Bigelow. Un relato acerca de cómo encontraron y asesinaron a Osama Bin Laden. Este relato viene de la mano de la directora de cine, guionista y productora estadounidense, Kathryn Bigelow (61), conocida por películas como “Near Dark”, “Punto límite” y, la ganadora de seis Oscar por el film”Vivir al límite” (2008). Se convirtió en la primera mujer en la historia que ganó el Óscar al mejor director y el premio al mejor director ("Directors Guild of América Award for Outstanding Directing–Feature Film") del Sindicato de directores de Estados Unidos; ambos por”Vivir al límite”. Vuelve con una nueva historia siendo nominada al Oscar 2013 en cinco rubros como: Mejor película, Mejor actriz (Jessica Chastain), mejor guión, mejor edición y mejor edición de sonido, relatando el plan para capturar y asesinar al fundador de la red Al-Qaeda, Osama Bin Laden. Todo comienza con la pantalla oscura, solo se escucha la desesperación, la consternación, son grabaciones de aquel penoso momento el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas, es cuando Estados Unidos comenzó a observar todo con otra mirada y luego su objetivo es encontrar y eliminar a Osama Bin Laden (10 de marzo de 1957 al 2 de mayo de 2011) terrorista y conocido mundialmente por ser el fundador de la red terrorista Al Qaeda. Así conocemos a Maya (Jessica Chastain) una joven agente de la CIA que trabaja con un compañero oficial de la embajada de EE.UU., Dan (Jason Clarke), en Pakistán. Ella lo acompaña a menudo a un lugar donde interrogan a un detenido Ammar (Reda Kateb), lo someten a todo tipo de torturas, tormentos y humillaciones, (también otros hombres), él es el enlace con varios terroristas saudíes. En medio de todo esto está el atentado de Londres 2005 cuyas cuatro explosiones paralizaron el sistema de transporte público de Londres en horas de la mañana, (con imágenes de archivo del momento). Otras situaciones en las que es detenido por la CIA Abu Faraj por la CIA y Maya es quien lo interroga y sometido a torturas, pero él sigue negando, deduce que está tratando de ocultar a Abu Ahmed. Ella investiga a este último sujeto para encontrar a Bin Laden. Pero en medio de todo por milagro sobrevive al bombardeo del Islamabad Marriott Hotel de 2008. Luego surgen otras situaciones y su amiga y compañera oficial, Jessica (Jennifer Ehle), es asesinada en el ataque de Camp Chapman en 2009. De esta forma se va desarrollando esta historia que por momentos se acerca al documental en la forma en que está filmada, para ir llegando a investigaciones, búsquedas e interrogatorios. Esta la conferencia del presidente Barack Obama, el director de la CIA (James Gandolfini), todo se va aproximando al 2 de mayo de 2011, el objetivo final encontrar y eliminar a Osama Bin Laden. Se encuentra muy bien narrada,con un sólido guión de Mark Boal y la fotografía de Greig Fraser, propone suspenso, tensión e intriga. Todo se desarrolla en forma cronológica para llegar a su objetivo, muy buena edición, muy buena la actuación de Jessica Chastain hasta llega a comportarse como un hombre en ciertos momentos, también se destacan otros trabajos como el de Jennifer Ehle y Jason Clarke. Contiene secuencias muy fuertes, en los cuales se ven imágenes que muestran interrogatorios, torturas y humillaciones. Para sentarse a discutir si “el fin justifica los medios”, algunos espectadores pensaran si se trata de un mero film patriótico y que relación tiene la CIA con su directora y cuanto hubo de cierto.
Siempre una historia bien contada es la mejor fórmula para hacer buen cine Supongo que cuando Kathryn Bigelow comenzó como directora, allá por la década del ochenta, podía soñar con hacer muchas películas pero nunca con el rumbo que iba a tomar su cine. Para los que la hemos seguido desde “Cuando cae la oscuridad” (1987), pasando por “Testigo Fatal” (1989) y “Punto límite” (1991), es notable observar como un artista va evolucionando para luego comprobar cuántos de los recursos visuales y narrativos con los que empezó hoy le son funcionales para el crecimiento de su obra. Ya lejos de los vampiros, el fetiche por las armas y surfistas con máscaras de presidentes, la única directora ganadora de un Oscar (por “Vivir al límite” -2008-, nominada en 9 categorías y ganadora en 6), aborda un cine profundamente comprometido, realista (casi periodístico), pero sin dejar de lado ni por un segundo la razón básica que mueve a un espectador de su casa a la butaca de un cine: contar una historia. Por eso “La noche más oscura” tiene dos caminos para ser analizada, sin que esto signifique una disociación. El primero es el contexto político. Todo comienza en 2001 con el atentado a las Torres Gemelas. En este sentido la marcación de los años en los que transcurre la acción está emparentada con lo episódico. Bigelow siempre supo el lugar que su país le iba a dar a esta producción dado el dolor perenne provocado por el hecho. Luego el nombre de Osama Bin Laden, y su asesinato. En medio de todo esto, la presidencia de Bush que sumió a la nación más poderosa del mundo en una profunda crisis que hoy todavía afecta a millones y la de Barak Obama. La decisión política del guión es la de lateralizar los nombres propios en términos de relevancia. La orden de cazar al terrorista prevaleció durante 10 años más allá de quien fuera presidente. El poder político juega un papel secundario, y hasta terciario, con lo cual la directora no toma parte ni posición, sólo se centra en el otro camino. Como si hiciera un guiño cómplice a la clase votante y un pito catalán a su homónima política. “Todos sabemos quien era quién luego del 11S, no hace falta decir." En todo caso hay una única presencia en cuadros en la pared y una mención al cambio de las reglas del juego. Obama prohibió las torturas a presos políticos ergo, la información debía obtenerse de otra manera. El otro camino de análisis sí tiene que ver con la historia que se narra. Maya (Jessica Chastain) es una agente de la CIA que lentamente se va involucrando en el proceso de investigación para encontrar al líder de Al Qaeda. Ella y el espectador son testigos de una de las escenas de tortura más duras que se hayan filmado. Cada momento como este la va sumiendo en una suerte de obsesión personal para con la misión. En el estupendo trabajo de Jessica Chastain vemos cómo las horas, los días, la falta de sueño y las respuestas por parte de sus superiores, van afectando el resultado y su sano juicio. Así pasan los años, entre falsas pistas, testigos que no hablan y algún otro que abre nuevos caminos. “La noche más oscura” está muy bien realizada porque, entre otras cosas, asume el riesgo de tener una impronta casi documental, dejando poco margen para la duda de cómo se dieron los acontecimientos. Con distinta estética y resultado Oliver Stone lograba lo mismo con “JFK” (1992). Ningún espectador cree ya que a Kennedy lo mató un sólo tipo desde la ventana de un depósito De la misma manera, será muy difícil convencernos de otra versión de los hechos en la caza y muerte de Bin Laden. La compaginación logra momentos frenéticos, aún en aquellos en los cuales los personajes se van rindiendo ante el fracaso, pero a no confundirse, esta es la historia de una investigadora y su misión. Punto. Por eso la protagonista nominada al Oscar lleva las riendas del relato y también el ritmo narrativo. El despliegue de la directora como especialista en cine de acción se da en la última media hora. En este sentido bien podría ser una película aparte. Todo lo construido con la búsqueda decanta en la incursión militar que tiene momentos inolvidables. Todo funciona con ese equipo de técnicos que ponen todo el talento a favor de la tensión dramática. “La noche más oscura” podrá entonces estar lejos de ser una obra maestra, pero demuestra al espectador que Kathryn Bigelow es una gran directora y que siempre una historia bien contada es la mejor fórmula para hacer buen cine.
Consagrados gracias a “Vivir al límite”, la directora Kathryn Bigelow y el productor Mark Boal decidieron volver a unir fuerzas para retratar los diez años durante los cuales la CIA estuvo tras los pasos de Osama Bin Laden. Reescrito de manera completa tras el asesinato del líder terrorista, el film que en algún momento se pensó podía llegar a ser dirigido por James Cameron quedó en manos de su ex mujer. “Kill Bin Laden” fue durante muchísimo tiempo el título original de esta película, incluso así se la conocía durante su etapa de rodaje. Zero Dark Thirty hacer referencia, en términos militares, a las doce y media de la noche, horario en el que se inició la redada que acabó con la vida de Bin Laden. Los realizadores ponen de manifiesto su postura frente a la guerra contra el terrorismo tomando el 11-S como punto de partida para analizar otros ataques en diversas ciudades del mundo (Londres, España, entre otras). Las locaciones no reveladas, los movimientos del Grupo Saudita y los interrogatorios salvajes son moneda corriente en esta lucha por la verdad. Pero hay un dato que hace un poco de ruido. Que la información incluida en documentos oficiales secretos sea revelada por primera vez a través de esta producción (aunque luego este hecho haya sido negado de manera muy poco convincente) demuestra la necesidad del pueblo norteamericano de seguir creyendo en la versión que su gobierno brinda acerca de los hechos originados a partir del fatídico 11 de septiembre de 2001. Jessica Chastain, nominada al Oscar por este personaje, confesó que interpretar a la agente especial de la CIA detrás de los pasos de las células homicidas fue una muy dura experiencia. Uno como espectador puede comprender cabalmente a qué se refiere la actriz. Bigelow se decidió por el mismo estilo natural de su propuesta anterior, sin artificios ni regodeos visuales, sin distraernos de lo verdaderamente importante: la persecución y aniquilamiento del máximo líder terrorista de los últimos quince años. “Tratar de encontrar a Bin Laden es como perseguir a un fantasma” deslizan por allí, será por ello que jamás explican por qué el cadáver nunca fue llevado hasta los Estados Unidos.
Guerra (cinematográfica) contra el terrorismo La noche más oscura (Zero Dark Thirty), de Kathryn Bigelow, recientemente estrenada en nuestro país, muestra al equipo de “inteligencia” que, en operación secreta, encontró y asesinó a Osama Bin Laden el 1° de mayo de 2011. En dos (largas, densas, oscuras) horas y media, se ve a Maya (Jessica Chastain), agente “novata” de la CIA, seguir obsesivamente las pistas que terminarán descubriendo al oculto líder de Al Qaeda. Claro que “las pistas” surgen, como en la realidad, no sólo desde el monitoreo y la vigilancia más elemental (satélites, cámaras, teléfonos “pinchados”), sino de la tortura. Tras su estreno en algunas salas “selectas” en EE.UU., desató una gran polémica acerca de la apología sobre la tortura utilizada por la CIA y los militares: cómo Bigelow y el guionista Marc Boal (periodista “empotrado” al ejército yanqui en 2004 en Irak) la presentan, la justifican, como consecuencia directa (“inevitable”) de los atentados a las Torres Gemelas el 11S (la película comienza con los audios de los ataques terroristas para pasar de ahí al cuarto de una “zona negra” donde se tortura a un prisionero ligado a Al Qaeda: submarino, golpes, humillaciones y un brutal encierro). La película, nominada para 5 premios Oscar, incluso generó discusiones en la Academia de Hollywood: el actor David Clennon, hizo público su rechazo: La noche más oscura “no admite en ningún momento que la tortura es inmoral y criminal”. Y, por otra parte, los republicanos denunciaron a Obama y los demócratas por facilitar “secretos de Estado” a Boal y Bigelow –se admitió una reunión de 45 minutos de éstos con el jefe de operaciones especiales del Pentágono, Michael Vickers–; mientras que Leon Panneta, secretario de Defensa, dijo que es “una buena película”, y que “ciertos pasajes dan una imagen fiel de cómo funcionan las operaciones de inteligencia”. Sobre estas “técnicas de interrogatorio bajo presión” dijo: “Es indiscutible que algunos elementos (las pistas sobre el paradero de Bin Laden) son resultado de algunos de esos métodos”. El Pentágono admitió tener estrecho contacto con Hollywood cuando el “producto” toca estos temas (políticos, militares, históricos), y más aún si es un producto masivo (“asesoraron” también en las películas Transformers y El hombre araña). En este caso ¡se trataría de salvaguardar “la imagen” de agentes y soldados en la cruzada del imperialismo yanqui contra el “terrorismo global”! Bigelow se defendió diciendo que “mostrar no es avalar”… pero esa supuesta “imparcialidad” u “objetividad” se muestra falsa, imposible, cuando se observa cómo decide la directora mostrar la búsqueda de Bin Laden: por medio de personajes “sensibles” (indignados y dolidos por el 11S, en un continuum de ataques terroristas con bombas en varios países y ciudades), patriotas, realistas y, al mismo tiempo, “profesionales”… ¡Incluso los intentos de “humanización” de algunos personajes llegan a la cima (de la ridiculez) cuando otra mujer de la CIA es capaz de cocinarle una torta a un supuesto informante árabe para agasajarlo! Si a esto sumamos las declaraciones de Bigelow (“una historia de determinación”; “un homenaje real a los hombres y mujeres en la comunidad de Inteligencia, que obviamente tienen que, por la naturaleza de su tarea, trabajar en absoluto secreto”; “una muestra de respeto y gran gratitud”) está claro que hay una total empatía e intencionalidad de mostrar dos bandos, donde los norteamericanos son (una vez más, y van…) “los buenos”. La noche más oscura, al proponer, sea o no verdad, como protagonista que dirigió la operación, a una mujer, utiliza lo que se suele llamar “políticamente correcto” (“No imagino que las mujeres no puedan ir al frente de batalla”, dice Bigelow, en el mismo sentido –imperialista– del “quiero ver a más mujeres competir por las posiciones más altas” de la ahora ex secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton). Lo mismo hizo Hollywood en 2010, al entregar el Oscar como mejor directora –el primero en la historia adjudicado a una mujer– a la misma Bigelow por Vivir al límite (reseñada en su momento en LVO Nº 368), otra película que intenta “humanizar” una invasión militar imperialista: la ocupación de Irak. ¿Ganará el Oscar como “mejor película”? Más allá de los premios y debates, es un buen “ejercicio” comparar La noche más oscura con la película (mucho menos publicitada y difundida) El camino a Guantánamo, de Michael Winterbottom y Mat Whitecross. Basada en testimonios reales (como el del documental A usted no le gusta la verdad: 4 días en Guantánamo), con imágenes duras y contadas desde el punto de vista de cuatro jóvenes de origen árabe residentes en Londres, está mucho más cerca de la verdad que cualquier (maniqueo) “éxito” (bélico) hollywoodense.
Sin Condena Kathryn Bigelow había mostrado su óptima narración en la anterior "Vivir al límite", hasta le valió ganar un Oscar, sin embargo aquí la directora muestra desmesura y cierto maniqueísmo (tiende a valorar las cosas como buenas o malas, sin términos medios), al contar pormenores de la operación secreta, que encontró y asesinó a Osama Bin Laden en el 2011. La pregunta es "Se puede justificar el método aberrante y criminal de la tortura haciéndola más "light"...? Bigelow marca un mensaje fuertemente patriótico aunque lo intenta disfrazar de mérito cinematográfico todo el tiempo. El filme abre cuestiones y polémicas -descontando que uno ya sabe de sobrada forma a los intereses que atiende como país usurpador y autoproclamado "Símbolo democrático", los EEUU-, pese a todo el filme posee -en la parte más álguida que refiere a la invasión nocturna a la propiedad donde supuestamente se halla Bin Laden-, una perfecta puesta en escena, de un trabajado suspenso, como para tener al espectador en punta de butaca muy expectante, y un excedido metraje en su duración. El rol de Jessica Chastain como la responsable y operadora de la CIA del descubrimiento del líder fundador de la red terrorista Al Qaeda, es de una frialdad excesiva pero tampoco es una actuación como para tirar cohetería. En una escena se vé por televisión al presi Obama sosteniendo que los "Norteamericanos son derechos y humanos", y vemos la silenciosa cara de los agentes allí reunidos que se observan entre si con una casi mueca burlona.La misma que nos puede llegar a provocar la visión de este filme bastante incorrecto y controvertido en lo político pero con momentos de prolija cinematografía.
La guerra en los escritorios Interesante película que narra a través de los ojos de una mujer el dificultoso trabajo de hallar a la persona más buscada y escondida del planeta. Aunque arranca con demasiados altibajos, la historia va encontrando su camino a la mitad de su duración para luego crear un enorme relato lleno de tensión y emoción. Lo primero que uno tiene que saber es que "La noche más oscura" es una película basada en hechos reales contemporáneos y de muy público conocimiento. Lo cual quiere decir que si uno quiere enterarse de todos los detalles o seguir de forma entera a la trama, va a tener que hacer memoria. No obstante, en este caso, también implica que la historia esta atada a esos sucesos y eso puede ser malo o bueno. Lamentablemente acá, no están beneficioso para una trama que al tener que recorrer 10 años termina viajando a la deriva por todo ese tiempo sin tener un rumbo definido. La realidad demuestra que la verdadera trama comienza a la mitad de la misma con la caza concreta del mensajero de Osama Bin Laden. Hay dos marcadas tramas en la película, una proviene de la extracción de información proveniente de las torturas y la otra ocurre con la acción detectivesca de hallar con registros de llamadas u otros dispositivos de inteligencia al nombre surgido de las torturas. El problema es que la primer parte es totalmente desechable por el grado de influencia nulo que tiene con los hechos posteriores y a pesar de tener buenos momentos, como la explosión del coche bomba, no hay fuerza emocional que recorra estas escenas. Lo cual si sucede, en la segunda trama, donde aquí ya tenemos a una Jessica Chastain más decidida y convencida quien a través de todo su empuje va resolviendo el caso con toda su tenacidad e incluso hay mejores escenas de tensión e intriga como el reconocimiento del mensajero. Ahora otro punto también ambivalente es el caso del personaje de Jessica Chastain quien a principio de película todo lo que hace es su trabajo y no tiene ninguna emoción particular con él, pero con la trama ya casi completada ya muestra sus signos de obsesión. No es que la actriz haya dado un mal trabajo, pero la realidad es que no logra darle a su papel la consistencia necesaria para mostrar su angustia por no cumplir su trabajo. Son más las palabras de sus colegas las que describen a su personaje que sus acciones o gesticulaciones. Sin embargo, apenas se descubre el Bunker es cuando ella ya da señales claras de fuerza y su actuación resulta impresionante y muy emocionante. Por otro lado, "La noche más oscura" tiene un desarrollo impecable que culmina de la mejor forma con la última misión cuyos minutos expresan una tensión incalculable. Es probable que haya algunas situaciones que se empiezan a repetir o se anuncien demasiado, como los distintos ataques a los funcionarios de la CIA. Ya que si estamos ante una película de rutinas y de repente se muestran momentos cotidianos ausentes de la rutina de la trama es obvio que algo va a suceder y, por ende, no hay sorpresa. No obstante, si hay en toda la trama un ritmo incesante que mantiene al espectador expectante de lo que pueda suceder. Por último, es importante destacar que estamos ante una película apolítica cuyo oportunismo y cercanía con los hechos originales la volvieron política. Si uno analiza el desarrollo de los acontecimientos notará enseguida una relación causal que no propone denostar ni redimir los hechos, solamente los expone y esta en el espectador aprobarlos o no.
Realización perfecta de una historia que no es veraz La noche más oscura es la narración cronológica de la investigación sobre Osama Bin Laden, su localización y asesinato en mayo de 2011 en Pakistán, en un bunker situado en cercanías de la ciudad de Islamabad. La realización es perfecta, lo que no significa que la historia sea veraz. Considero pertinente aportar algunos datos, que pueden ser tan dudosos como los incluidos en la película, porque desde el 11-S el misterio rodeó siempre la existencia de Bin Laden. Se sabe, por ejemplo, que en julio de ese año fue atendido por una grave afección renal en un hospital norteamericano en Dubai. El 26 de diciembre de 2001 un diario egipcio reprodujo una nota necrológica de Bin Laden, que se publicó primero en "The Observer" de Pakistán. El entierro se habría realizado en la zona montañosa de Afganistán en una tumba sin nombre y según el rito wahhabi, la colectividad islámica a la que pertenecía el terrorista. La "resurrección" se produjo en 2002 y desde entonces proliferaron videos que lo mostraban "vivito y coleando". El fantasma vivo de Bin Laden en uno de esos videos, que luego se verificó que era falso, favoreció a Bush en las elecciones de 2004. Además, a Bush le convenía que Bin Laden estuviese vivo, porque podía justificar la continuidad de la guerra en Afganistán. En 2006 las informaciones periodísticas volvieron a darlo como muerto y, finalmente, en mayo de 2011 el presidente Obama anunció que había sido aniquilado en una operación comando, luego de nueve años de pesquisas, aunque su cadáver nunca fue exhibido. La película se basa en un guión de Mark Boal, que según él habría tenido acceso a archivos clasificados e información "privilegiada" brindada por el gobierno de Obama, lo que provocó una fuerte reacción de los republicanos. Bigelow, catalogada "la reina del cine de acción" de Hollywood, pensó inicialmente "matar" a Bin Laden en 2001 en la batalla de Tora Bora, en Afganistán (que se menciona en la película), pero el anuncio de Obama le obligó a cambiar los tiempos, la historia y el enfoque narrativo. Según la información obtenida por el guionista, quien dirigió la investigación que condujo a localizar a Bin Laden (algo así como encontrar "una aguja en un pajar"), habría sido una joven agente de la CIA, de identidad reservada. En la película aparece con el nombre de Maya y es interpretada con solvencia por Jessica Chastain. Independientemente que esto sea cierto o no, la inclusión de este personaje es un toque feminista muy afín a la ideología de la directora. La primera secuencia muestra una sesión de torturas a un detenido, supuesto integrante de Al-Qaeda, una organización terrorista que habría sido creada por Bin Laden por sugerencia de la CIA, en la época que Afganistán sostenía una guerra con Rusia con apoyo de Estados Unidos. En la película, los agentes secretos estacionados en aquellos países escuchan con estupor a Obama, que en un discurso de noviembre de 2008 dijo que "Estados Unidos no tortura". Bigelow fue acusada tanto por los conservadores como por los académicos liberales de justificar las torturas cuando existe "una buena causa". La directora respondió que la suya es "solamente una película y no un documental". Y es cierto. La noche más oscura (se refiere a la noche del asesinato de Bin Laden) es una típica "americanada", muy habitual en el cine de Hollywood, pero cuya puesta en escena es impecable. La película atrapa de principio a fin y probablemente convenza a los espectadores sobre la fenomenal actuación de Maya y sus colaboradores, aunque la verificación que hace de la identidad del cadáver del terrorista sea tan inverosímil que produce risa. La película, insisto, es un "gran espectáculo" y fue filmada por Bigelow con un estilo que oscila entre el documental y el cine bélico. Ya había demostrado su talento en Vivir al límite , premiada por la Academia de Hollywood. Pero la cuestión es creer o no creer en la historia que se narra en el filme. Yo no me la creo.
Bastardos con gloria Kathryn Bigelow supo ganarse el prestigioso lugar que ocupa hoy en la industria del cine a base de películas en donde el pulso narrativo estaba sustentado por una interesante ambigüedad. En Vivir al límite, su muy galardonada película previa, mostraba como contar algo desde un único punto de vista no necesariamente significaba adherir a ese punto de vista. Nada más alejado de su último trabajo. La noche más oscura es su película más clara, y abyecta, porque amparada en ese lugar ganado amaga con generar alguna polémica y termina avalando todo lo que podría llegar a condenar (tibiamente). La CIA tortura, sí, pero solo a gente malvada que se lo merece, y que de paso termina brindando una información muy útil para el fin que justifica todos los medios, cazar y aniquilar al mismísimo Osama Bin Laden. Por las dudas, se aclara que desde la llegada de Obama se terminó con eso de las torturas. Que los responsables de esos actos sigan ocupando posiciones cada vez más importantes parece un detalle menor. Y que los centros clandestinos de detención sigan multiplicándose por el mundo es apenas un mal necesario. Hay, claro, talento para la puesta en escena, rigor para ser verosímil, buena edición de imagen y sonido y un ritmo lento pero sostenido para generar un continuo estado de alerta. Pero todo en función de contar la historia de gente que, con semejante y temible poder de decisión, nos da la pauta de que la noche más oscura es la que aún está por llegar.
Las secuelas de Bin Laden "La noche más oscura" es un muy buen film de esa directora de hielo llamada Kathryn Bigelow. He leído sobre varios adjetivos que se están utilizando para tratar de entender el sello característico de Bigelow, términos como "ejecución profesional", "pulso frío", "narrativa seca", "mirada documental" y otros más que ayudan a comprender el estilo de esta cineasta que podrá ser muchas cosas menos común. La directora de "Zero Dark Thirty" propone un estilo visual y narrativo que el espectador puede considerar fabuloso o directamente aburrido, casi sin posiciones medias. Ya había sucedido anteriormente con su film ganador del Oscar 2010, "The Hurt Locker", con el cual se ganó seguidores y detractores por igual. Su forma de filmar abunda en estímulos, pero éstos están cuidados de tal manera que generan sentimientos y emociones al mínimo. Percibimos la tensión del momento, la angustia del protagonista, el drama humano que se vive, pero nunca sentimos que se nos está tratando de imponer un sentimiento, un golpe bajo que nos haga moquear, que se nos utilice como experimento para observar cuanto tardamos en largar la primera lágrima. El efecto Bigelow es muy sutil, nos involucra con la historia pero no nos obliga a zambullirnos en ella, eso lo deja librado a la inteligencia del espectador que decide libremente si sumergirse o no. Lo bueno de este método es que propone y no obliga, pero su desventaja es justamente que para poder disfrutar del producto hace falta decidir y reflexionar, las sensaciones no van a venir de prepo y nunca van ser exageradas o abrumadoras. Para el que no sabe mucho acerca de la temática de la película, "Zero Dark Thirty" se centra en el rastreo, caza y asesinato del terrorista Osama Bin Laden por parte del servicio secreto estadounidense, más precisamente, por parte de una agente obsesionada con él llamada Maya. De alguna manera esta agente interpretada muy bien por Jessica Chastain, personifica el estrés, la obsesión, la angustia, la locura y la persistencia que tubo el gobierno americano para encontrar y liquidar al personaje que logró hacer temblar su poderosa estructura. La trama estará plagada de intrigas y momentos de tensión que en mi opinión, fueron muy bien logrados. Es un film de calidad que merece reconocimiento cinematográfico más allá de que su temática pueda resultar polémica para algunos sectores. No es la próxima ganadora del Oscar, pero sí una buena propuesta para ver una adaptación seria e interesante sobre los hechos que llevaron a la muerte de Bin Laden.
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Publicada en la edición digital Nº 5 de la revista.
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Publicada en la edición digital #248 de la revista.
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Cuando una película se ocupa de reflejar toda una serie de acciones ilegales realizadas sistemáticamente a lo largo de años y años por un grupo de profesionales que bajo el amparo de instituciones gubernamentales tienen como único objetivo aplicar la “ley del talión” de forma paralela a un sistema donde rige la democracia, estamos hablando de algo mucho más que cine. Hablamos de una crítica social, una denuncia explicita sobre hechos concretos, sobre los cuales existe una sola duda (acerca de la veracidad de su desenlace) pero abundan las certezas (los modos de actuar y sus consecuencias). No resulta llamativo que al hablar de “La noche más oscura” aparezcan las voces críticas de aquellos que tienen sus dudas sobre la muerte de Bin Laden, como así también de esas personas que interpretan instantáneamente la aparición de soldados y fuerzas de inteligencia norteamericanas en una película como un mensaje a favor del accionar militar de aquel país. Si llama la atención, en cambio, que haya voces que basen su crítica negativa del film en pretextos tales como su extensa duración, la sobrevalorada actuación de su protagonista, su falta de acción y ritmo. Pareciera que tanto los primeros como los segundos parecen estar completamente mal ubicados a la hora de analizar una película tan compleja, tramposa y políticamente incorrecta que trata sobre temas muy calientes por su cercanía en el tiempo y por sus efectos que todavía siguen generando acontecimientos en la actualidad. “La hora más oscura” de Kathryn Bigelow es un notable trabajo por parte de la realizadora que deja en evidencia las mediocres y pasivas miradas que existen hoy en día, en todo el mundo, sobre la política militar de los Estados Unidos. Tan mediocres que todavía permiten que una de las potencias del mundo ejerza en un periodo de casi 10 años una cacería humana con un final tan previsible, que rompe además con todos los límites aceptados por organizaciones mundiales, y encima está financiada con dinero de personas que viven en una falsa ilusión de país modelo, igualitario y democrático. El merito de Bigelow es mostrarte la impunidad y normalidad con la que agentes de la CIA trabajaron en los últimos años para encontrar a una persona, utilizando no solo métodos inhumanos como la tortura, sino también siendo cómplices y responsables de crímenes, para posteriormente llevar adelante la organización sistemática, planificada y avalada por el presidente Barack Obama de un crimen justificado solamente por los deseos de venganza. Ahí también encuentro otro punto de discrepancia con aquellos que tildan a esta película como partidaria al actual presidente demócrata de los Estados Unidos, ya que la película en todo momento hace referencia a la importante participación que tuvo Obama en esta operación militar. Si bien el film se encarga de dejar en claro que el reflejo de su parte más polémica (la de las torturas y los crímenes) tiene lugar durante la presidencia de Bush, también es muy concreto al mostrarnos que durante la presidencia de Barack esta cacería humana cambió los modos de actuar pero la necesidad de cumplir sus objetivos seguían siendo las mismos, incluso con más presión política de por medio. Toda esta crítica, este crudo reflejo que muestra años y años de violencia y asesinatos en el exterior como una política de estado de los Estados Unidos, Bigelow lo acompaña con un apartado técnico notable, que al igual que en su anterior trabajo es merecedor de ser disfrutado en las mejores condiciones que pueda ofrecer la pantalla grande. Una actuación más que convincente de su protagonista Jessica Chanstain, quien sobre el final deja caer una pequeña cuota de humanidad que busca lograr el mismo impacto que el del protagonista de “The Hurt Locker”, más un ritmo constantemente en crecimiento de esta trama de suspenso que nos deposita en una media hora final soberbia y técnicamente apabullante, hacen a “La noche más oscura” una de las grandes producciones de este año. Kathryn Bigelow demuestra, nuevamente, que es la voz independiente más incendiaria que existe en el cine moderno.
Asombrado por las interminables lecturas blancas de Zero Dark Thirty, veo la película otra vez y vuelvo a asombrarme: más allá de su tramposa verosimilitud (como la de todo actualizado “realismo”), su punto de vista es tan poco sutil como el de Los boinas verdes de John Wayne. La diferencia es más ética que estética: la película pretende no enjuiciar –a los agentes norteamericanos, claro– y para eso recurre a un culposo distanciamiento–, pero no puede evitar dejar claro su ideología a cada paso (como cualquier film y cualquier crítica debieran asumir). ¿Por qué entonces algunas críticas son tan complacientes? Se trata de críticas “miméticas” que asumen –como el espectador ideal que la película se propone construir– el propio punto de vista del film. El problema es que en este caso se trata de una mirada “cómplice” en el peor sentido. Veamos: en la primera escena de la película, la agente Maya nos es presentada en su arribo a su primera acción: la “polémica” escena de tortura. En realidad son dos escenas, y en la distancia entre ellas se dibuja la construcción del punto de vista de Maya (con el que la película se identifica, es decir: aquel que se superpone con la mirada ofrecida al espectador). Al principio Maya es invitada a ver desde afuera (“no es vergüenza mirar por el monitor” le dice el torturador) pero Maya no quiere ser neutral, como demuestra un momento después cuando colabora en la tortura. (Ninguno lo hace con placer, claro: simplemente cumplen con su papel, del mismo modo en que nosotros “asistimos” a la escena.) Y si en la primera compartimos su malestar, en la segunda (cuando el torturado le pide ayuda y ella le dice que se ayude a sí mismo) compartimos su convicción (frente a esos “cobardes” que juegan golf en su oficina). Como declara sobre el final uno de los soldados que va a cumplir la misión –que Maya resume en “ustedes van a matar a Bin Laden por mí” –: “estoy aquí porque ella cree”. Ese es el fondo y la forma de Zero dark thirty: el triunfo de la voluntad… Una ética del trabajo bien hecho, que podrían envidiar Eichmann o Leni Riefenstahl (si no hubieran estado en el bando equivocado, claro…). Y que curiosamente reivindican algunos críticos cuando sólo pretenden ver la indudable pericia de Bigelow (como si lo ideológico fuera algo exterior al film, y no la misma condición de cualquier punto de vista). Para ello se basan casi exclusivamente en la escena final, en la que Maya derrama lágrimas ante la inocente pregunta “¿adonde nos dirigimos?”. Se puede discutir largamente sobre la interpretación de esta escena (como liberación de la “condición humana” del personaje, como asunción del costó de haber llegado hasta ahí…), o decir que Bigelow ya dio su respuesta (al dirigirse ahora a la triple frontera a filmar su propia Tropa de elite…), pero no hace falta salir de la película misma (eso que parece molestar a los críticos que la defienden, aunque inevitablemente lo hacen todo el tiempo al obviar que el film asume –explícitamente– su relación con la realidad). Porque la respuesta la da el mismo film: Maya nunca cambió, nunca fue un espectador pasivo… salvo para asumir como dogma la historia oficial (así como el film asume la potencia invisible del clasicismo): Zero Dark Thirty pide un espectador que se entregue sin resistirse (como dice el torturador: “todos lo hacen, es pura biología”)- En ese sentido, la película es (des)honesta desde el principio, porque nos prepara con la caída de las torres (el daño que debe ser reparado con la venganza, así como antes del asalto final sucede la muerte de la amiga), y al mismo tiempo lo hace dejando la imagen en negro: pero no se trata de clásica mesura (ya que inmediatamente después viene la escena de tortura), ni sólo de doble estándar (las muertes “propias” como las únicas que importan): se trata de que esa oscuridad justifica todo lo que vendrá (en el film y en la Historia…). Esa es el relato oficial norteamericano, que Bigelow no sólo no cuestiona, sino que asume desde el cartel inicial que habla de conocimiento de “primera mano” sobre los “hechos reales”. Todo lo contrario de lo que hace Michael Moore (aunque inicia del mismo modo Farenheit 9/11): porque para Moore se trata de demostrar la relación Bush – Bin Laden, y para Bigelow de mostrar a Bin Laden como el absoluto malo de la película… aunque nada curiosamente nunca llegue a mostrarlo). Nada de todo esto debería asombrarnos demasiado, visto que en ese 2001 se acabó el cuento posmoderno de “el fin de la Historia”. Lo que no deja de asombrar es que más de una década después cierta crítica siga aspirando a ese “ground zero” (algo que hasta la ciencia asumió como imposible), aunque es claro que –al menos para el arte– la posmodernidad no terminó. Y el cine contemporáneo sigue entregado a una errancia cuya apertura disfraza muchas veces un mero ahistoricismo, en oposición simétrica a ese clasicismo falsamente remozado que practican films como Zero Dark Thirty (o peor aún Argo, que perdimos de vista –aunque ganó su Oscar– gracias a los “excesos” de Bigelow), amparados ambos modelos en la misma crítica complaciente. A esas falsas formas del distanciamiento (en las antípodas de la desnaturalización brechtiana) se les aplica lo que hace ya casi cincuenta años planteaba Barthes en El grado cero de la escritura, en una época que no tenia miedo en llamar a las cosas por su nombre: “La escritura en su grado cero se quiere amodal; sería justo decir que se trata de una escritura de periodista si, precisamente, el periodismo no desarrollara por lo general formas optativas o imperativas (es decir, patéticas). La nueva escritura neutra se coloca en medio de esos gritos y de esos juicios sin participar de ellos; está hecha precisamente de su ausencia, pero es una ausencia total, no implica ningún refugio, ningún secreto; no se puede decir que sea una escritura impasible, es más bien una escritura inocente. (…) Si verdaderamente la escritura es neutra, si el lenguaje en vez de ser un acto molesto e indomable alcanza el estado de una ecuación pura sin más espesor que un álgebra frente al hueco del hombre, entonces la Literatura está vencida, la problemática humana descubierta y entregada sin color, y el escritor es, sin vueltas, un hombre honesto. Por desgracia, nada es más infiel que una escritura blanca”.