Episodio VIII, como toda película del universo Star Wars, tenía un peso enorme encima. Las expectativas que había cumplido Episodio VII, en algún punto, se le habían vuelto en contra. La vara estaba muy alta, y la vuelta de Luke Skywalker que su predecesora impuso, quedaba por resolver, dejando todo para ganar, y al mismo tiempo, todo para posiblemente perder. A esto se suma que si bien, es la octava película de la saga episódica, tenía el enorme trabajo de ser la segunda de su propia trilogía, básicamente sumando más presión, más responsabilidad y más riesgos. Con todo eso en mente me senté a ver la película. Y a los cinco minutos, me olvide que estaba viendo la película como un crítico, y me dedique a disfrutarla. En medio de la secuencia inicial, el Manuel de 43 años, que vio muchísimo cine, que es un poco cínico y bastante critico, se transformo en el Manuel de 1983, con 9 años, viendo en el cine Lido El Regreso del Jedi con mi padre, y sumergiéndome en ese universo que era tremendamente familiar, pero a su vez, nuevo y cambiante, porque una cosa es segura después de esta película: hay un antes y un después de Episodio VIII. Rian Jonson tiene muy claro que la saga fundacional de las Operas Espaciales tiene que tomar otro rumbo, no solo tenemos que resolver esta historia, la saga de los Skywalker y los Solo, sino que va a haber un Episodio X, XI y XII. Hay historias después de estas, y de a poco se empieza a ampliar el universo para mostrarnos que eso, que no nos animamos a creer posible, tal vez lo sea. En cuanto a lo técnico, la película esta a la altura de las anteriores. Se le nota un tono propio que la separa y tiene la firma del director más visible, pero a su vez, mantiene la cohesión con la saga. Hay momentos en medio de las escenas de acción con una belleza estética y un cuidado más allá de los efectos y la pirotecnia, increíbles. Y a su vez, por primera vez en mucho tiempo, no me molestaron los personajes digitales, ni me parecieron burdamente notorios los generados por computadora. El guión, acuñado por el propio Rian, tiene sus problemas, como todos los guiones de grandes producciones que tienen que balancear el pasado, el presente y el futuro de una de las sagas más importantes de la historia del cine. Pequeños problemas que no le hacen mella real a la película. Muchos criticaran los gags salpicados a través de la cinta, pero los momentos de humor, si bien a veces son un poco colgados y salen de la nada, son tremendamente efectivos y de los mejores que tiene la historia de los Skywalker. Bien actuada, usando la nostalgia en cuotas precisas y la innovación donde corresponde, la película no solo es digna, sino que con el tiempo, se va a convertir en fundacional para el universo Star Wars, como la historia donde empezó el fin de la trilogía original, y nos animamos a pensar que hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, hay muchas mas historias para contar.
LA BUENA EDUCACIÓN La guerra de las galaxias es una saga que comenzó hace cuarenta años cuando se estrenó en las salas de todo el mundo bajo el título simple de Star Wars. La historia del cine cambió para siempre y desde entonces cinéfilos, críticos, historiadores y toda la academia se dedicó a tratar de explicar el fenómeno en la mayoría de los casos despreciándolo o subestimándolo. Muchos se animaron a decir que destruyó al cine de autor y al Hollywood personal y con ambiciones menos comerciales. Cuarenta años, repito, desde aquel estreno. Como es costumbre, pocos de los que se dedicaron a hablar de película prestaron atención a como marcó la vidas de cientos de miles de espectadores por todo el mundo. La guerra de las galaxias, han dicho muchos, nos arruinó como espectadores de cine. Yo, que también soy crítico, quisiera decir algo: A mí me salvó la vida. La guerra de las galaxias, como los westerns, como las novelas de aventura y como el cine de Spielberg, se convirtió en mi formación. Yo fui educado en ese mundo de héroes y cuarenta años más tarde siento que ha sido una educación extraordinaria. Episodio VIII: Los últimos Jedi es otra paso más para confirmar que estamos frente a una mitología que se va a sostener a lo largos de las décadas como lo hacen todas: mutando, evolucionando, pero siempre manteniendo sus lecciones elementales. Es el mismo cuento, la misma historia, el relato antes de irnos a dormir, el relato para soñar y para formarnos como personas. Todos somos Skywalker, todos tenemos algo de Han Solo, pero también habita en nosotros Darth Vader. Todos son Rey y Dameron, y también Kylo Ren. No hay otra saga cinematográfica que expresara con mayor complejidad como existe el bien y existe el mal, y que no hay grises, el gris es nuestra constante tentación hacia el lado oscuro, nuestro ferviente deseo de mantenernos en lado luminoso de la fuerza. Yo nunca soñé con ser malo, los niños siempre quieren ser el bueno. ¡Mentira que los villanos son los mejores personajes! Los mejores personajes son los buenos que luchan por no ser villanos y los villanos que desean ser buenos. Claro, lo mejor es el drama, la duda, el esfuerzo por hacer lo correcto. La guerra de las galaxias lo entendió desde el vamos. Con sus personajes atorrantes que finalmente se unen a la lucha, con los malos que buscan redención, pero también con el héroe impecable siempre provocado para caer en la tentación. Las hasta ahora ocho películas de Star Wars –nueve si contamos Rogue One- no pierden nunca ese camino y la nueva, aunque aporta grandes novedades, no decepciona en ese aspecto. Siguiendo con la lógica de la saga original, Los últimos Jedi debe, naturalmente, abrirse hacia eventos más oscuros y una situación más desgraciada para los héroes. Aunque ya La fuerza despierta nos había emocionado profundamente, esta nueva película lo hace aun más. Esta vez Luke Skywalker tiene un rol central y Rey debe, como a su vez lo había hecho él, intentar que le enseñe los caminos de la fuerza. Los héroes están intactos en Episodio VIII, pero la película está atravesada por la oscuridad, incluso en el sentido del humor de la película. El director y guionista (aunque asesorado al menos por Carrie Fisher en el guión) Rian Johnson es el primero de los realizadores de la saga que imprime cambios estéticos visibles. Un montaje alterno mucho más veloz, con escenas más cortas, mayor número de planos detalle y transiciones más abruptas hacen que sea bastante diferente la película a pesar de poseer muchos elementos en común. Gana con eso en originalidad aunque sea algo raro para los seguidores más fieles de la saga. La oscuridad de los personajes se ve compensada por un progresivo acercamiento al heroísmo y la emoción. En ese aspecto, las escenas de Carrie Fisher y la dedicatoria al final agregan significados que no están del todo en la trama, aunque sus diálogos con Luke son genuinamente emocionantes. No es porque uno sepa que ella murió al finalizar el rodaje, sino porque la película capta algo más. Ese algo más es el paso del tiempo, algo que cobra inesperada fuerza para los fanáticos de estas películas, que desde muy chicos hasta una vida adulta fueron acompañando a los films. En ese aspecto, queda en claro desde el guión que la vieja generación de actores y personajes con las que nos criamos y nos formamos, empieza a retirarse, dejando paso a los más jóvenes. Ya son leyenda, y como tales vivirán más allá de sus actos. En la película se insiste sobre esto. Ese niño del plano final, uno de los mejores de toda la saga, simboliza el poder que tiene Star Wars para muchas personas en el mundo. Ese niño que sueña con sus héroes y con vivir bajo una fuerte moral heroica. La fuerza, religiosa o no, habita en todos y cada uno de nosotros. Desde hace cuarenta años la saga creada por George Lucas se ha convertido en el vehículo de nuestros sueños, nuestras aspiraciones y nuestra esperanza. Cada nueva entrega de Star Wars renueva esa esperanza.
En la última entrega de esta saga conocimos a Rey (Daisy Ridley), a Finn (John Boyega) y a Poe Dameron (Oscar Isaac), que son parte de la rebelión, liderados por la ahora Generala Organa (Carrie Fisher). Como ya sabíamos, Rey encuentra a un Luke Skywalker (Mark Hamill) agotado y retirado en la parte más recóndita de la galaxia. Con un panorama poco favorecedor para los rebeldes comienza esta nueva parte de una de las historias más importantes de los últimos tiempos: “Star Wars: Los Últimos Jedis”. Probablemente sea una de las películas más esperadas del 2017, con dos años de ansiedad los fanáticos alrededor del mundo no podían aguardar para ver de vuelta en la gran pantalla a los nuevos y viejos héroes enfrentándose al malvado Snoke (Andy Serkis) y a su fiel seguidor Kylo Ren (Adam Driver). Si bien el film cuenta con algunos puntos débiles, podemos decir que renovó bastante a su antecesora “El Despertar de La Fuerza” (2015). El nivel del guion mejoró muchísimo, es realmente una de las entregas más emotivas dentro de este universo, llegando de manera directa a los sentimientos de los espectadores, hay partes en las que uno no puede evitar emocionarse o llorar, más si creciste viendo este universo. Es una película que ningún fanático de “Star Wars” se puede perder en el cine. En cuanto a lo visual y técnico es impecable, con una fotografía realmente deslumbrante, unos movimientos de cámara que te hacen sentir dentro de las naves. Se nota que el cambio de dirección fue para bien del relato. Otro punto a favor es el nivel actoral que progresó; realmente esta vez uno pudo sentir empatía con cada personaje. Una mención especial para la querida e inolvidable Carrie Fisher que hace emocionar hasta las lágrimas con el papel que le dio comienzo a su carrera y la marcó para siempre, Leia Organa, ahora no más princesa si no Generala y líder de la Alianza Rebelde. Si te gusta el universo de “Star Wars” esta película es para ver en el cine, emocionarse, reír, llorar y experimentar todo tipo de sensaciones que va generando la historia a medida que avanza. Dejando atrás todo lo malo que trajeron las entregas anteriores de la saga (Los Episodios I, II, III), este universo volvió para quedarse. Seguramente estaremos ansiosos esperando su regreso en el 2019 para seguir las andanzas de este grupo “…allá en una galaxia muy muy lejana”.
LA ÚLTIMA ESPERANZA Qué la Fuerza nos acompañe. “Deja que el pasado muera. Mátalo, si hace falta. Sólo así te convertirás en quien debes ser”. Las palabras de Kylo Ren (Adam Driver), también conocido como Ben Solo, aplican a la perfección a la saga creada por George Lucas y, más específicamente, a esta octava entrega que tiene una tarea monumental: amalgamar lo viejo y lo nuevo para las generaciones de fans que vienen bancando este proyecto desde hace décadas y aquellos que se siguen sumando con cada nuevo episodio. ¿Por qué? La respuesta es bastante simple. Ya no estamos en 1977, y mucho menos en 1999. A J. J. Abrams le tocó dar el primer paso con “El Despertar de la Fuerza” (2015). Rescatar la épica de la trilogía original y traerla al siglo XXI para presentarnos la historia de otros personajes con todos los artilugios de los que pudo echar mano, claro está, haciéndole un poco la vista gorda a las precuelas de Jorgito. No podemos desmerecer tanto éxito, y mucho menos la acogida del público, pero hay algo demasiado familiar y “correcto” en Episodio VII, y la siguiente entrega pedía a gritos una sacudida. Abrams nos sacó el mal sabor de boca de las películas anteriores y restableció el equilibrio en la Fuerza (¿?); pero así como ocurrió en su momento con “El Imperio Contraataca” (1980), la franquicia necesitaba de ese volantazo que la enriquezca un poco más. Había que tomar el riesgo, una palabra que no cuadra muy bien en los estándares de Disney (propietarios de Lucasfilm) y su corrección política. “Rogue One” (2016), a pesar de todos sus problemas tras bambalinas, demostró que había lugar para contar otro tipo de historia, y hacia allí se dirigió Rian Johnson, director y guionista de “Star Wars: Los Últimos Jedi” (Star Wars: The Last Jedi, 2017). Johnson tiene algunas pequeñas grandes películas en su haber como “Looper” (2012), y magistrales episodios de “Breaking Bad” bajo la manga, pero la saga intergaláctica siempre implica palabras mayores, y agradecemos la confianza de Kathleen Kennedy y compañía. “Los Últimos Jedi” arranca exactamente donde nos quedamos. Por un lado, Rey (Daisy Ridley) en Ahch-To tratando de convencer a Luke Skywalker (Mark Hamill) de que vuelva a convertirse en ese símbolo de esperanza que necesita la Resistencia para aguantar los constantes embates de la Primera Orden. Por el otro, la general Leia Organa (una Carrie Fisher que nos arranca lagrimones por el sólo hecho de aparecer en pantalla) al mando de los rebeldes, y en busca de una nueva base, haciéndole frente a las poderosas armas del general Hux (Domhnall Gleeson). Nada es color de rosa. La resistencia está en desventaja y el Líder Supremo Snoke (Andy Serkis) está más poderoso y determinado que nunca. Ya no confía tanto en su discípulo Kylo, algo que no ayuda a apaciguar el volátil temperamento del joven Solo. Ren parece estar en conflicto tras la muerte (bah, el asesinato) de papá Han, pero también lo está Rey, incapaz de encontrar su lugar (y propósito) en esta galaxia. Ahí entra en juego el último Jedi que, un poco a regañadientes, decide guiarla a través de los caminos de la Fuerza, pero sin dejar de ser cauteloso (y un poco miedoso) para evitar los errores del pasado, o sea, los cometidos con Kylo. Johnson no se guarda ningún secreto y, así, muchas de las dudas que nos comían la cabeza quedan contestadas, demostrando que, en el fondo, no eran tan importantes y que había que formularse otras preguntas más profundas sobre la naturaleza de estos personajes que no son tan bidimensionales, ni se manejan por absolutos. Como ya se dijo, el realizador toma sus riesgos. Desde el principio nos sumerge en las batallas más espectaculares reflejando esa épica de las primeras entregas, pero también con un enfoque diferente, un poco menos heroico y más anclado en la supervivencia. Poe Dameron (Oscar Isaac) tiene un lugar primordial en esta lucha en el frente, aunque le toca jugar de temerario y, esta actitud, muchas veces, lo obliga a chocar con las decisiones de Leia. El papel de la mujer en esta nueva etapa de la saga es notorio, pero no forzado. Más allá de la general y Rey, tenemos todo tipo de representantes femeninas que toman decisiones importantes, siempre por el bien de los demás y, muchas veces, poniendo en jaque su propio bienestar. Ejemplo de ello son Rose Tico (Kelly Marie Tran) y Amilyn Holdo (Laura Dern), personajes que conviene ir descubriendo con el pasar de los minutos, antes que leer al respecto en esta reseña. Johnson mantiene la estructura básica de los otros episodios alternando varias acciones en diferentes escenarios, pero juega a su manera. Introduce otro tipo de humor, una estética más refinada y ¿oscura? (los contrastes de color son una belleza), y algunos truquitos que no vamos a spoilear ni por asomo, aunque pueden hacer ruido en algunas cabecitas menos predispuestas. Pero lo más importante es la intensidad que sostiene de principio a fin, y su manera de manejar las emociones. Nuestras emociones. ¿Vieron esa sensación de vacío que nos queda al saltearnos un escalón? Así es transitar por “Los Últimos Jedi”, una experiencia que te rompe y te reconstruye Sin dudas, estamos ante la película más “madura” de la saga. Eso no quita que nos emocionemos a pura fantasía con duelos de sables de luz (ja, pensaban que lo habían visto todo) y un montón de navecitas enfrentadas. Ahí está la magia de Star Wars: hacernos sentir como chicos de seis años que ven a sus héroes favoritos por primera vez, pero también entender sus predicamentos como los adultos que somos. El llanto viene por los dos lados. Aunque estos ya no son los mismos héroes de antaño (“Deja que el pasado muera. Mátalo, si hace falta. Sólo así te convertirás en quien debes ser”). Es momento de que brillen nuevas figuras y que los “viejitos” se hagan a un lado. Pero el recorrido de Rey, Finn (John Boyega), Poe y Kylo es mucho más intrincado y cargado de matices que el ‘camino del héroe’ emprendido por el joven Skywalker cuatro décadas atrás. Hasta la Fuerza se convierte en algo más interesante y profundo, que ese poder que sirve para controlar mentes y levantar rocas. Johnson nos lleva a recorrer otros lugares de esta galaxia muy, muy lejana: un casino lleno de ricachones que sacan provecho de la guerra donde encontramos, por ejemplo, al personaje de Benicio Del Toro. Nuevas criaturas como los porgs que, no, no son tan insoportables como nos hacen creer en los tráilers. Y sobre todo, nos muestra el lado más humano de estos héroes y villanos. Hay algunos (mínimos) pasos en falso y personajes desaprovechados que no terminan encontrando su lugar, pero el realizador logra mantener un ritmo constante a lo largo de dos horas y media de película, acompañados por una magistral banda sonora cortesía de John Williams, que acá rescata muchos de sus temas más clásicos, resignificándolos cuando la historia más lo necesita. Claro que hay algo más. Más allá de la aventura fantástica, la ciencia ficción y la epopeya espacial cargada de acción, la saga intergaláctica siempre convergió en un punto común, incluso (o sobre todo) en sus momentos más oscuros: ese rayito de esperanza. Johnson la quebranta por momentos, pero no la mata del todo porque, aunque lo intente, no se puede (y siempre recuerden que logramos sobrevivir a ese “yo soy tu padre” que nos tiró el alma al suelo). “Somos la chispa que encenderá el fuego que devastará a la Primera Orden”, asegura el querido Poe y nunca ponemos en duda sus palabras. Estas son las cosas que convierten a Star Wars en un fenómeno de masas, las que nos hermanan e identifican bajo una misma bandera, y un abrazo de gol cuando los buenos son los que ganan…, incluso cuando no seas un fan acérrimo de la saga. La franquicia está es su punto más alto y más ambiguo, ya no se trata de blancos y negros, sino más bien de un montón de grises. Maduró como maduramos nosotros, pero nunca pierde ese poder de asombrarnos y conmovernos como si siguiéramos siendo chicos. “Los Últimos Jedi” no es perfecta, pero se posiciona entre lo más alto de la saga, técnica y narrativamente. Por mi parte voy a dejar pasar esos pequeñísimos detalles (y que venga a buscarme la policía de la objetividad), porque las emociones lo superan todo. Sí, malditos nerds, si no se les hace un nudito en la garganta, aunque sea, vayan a chequearse los signos vitales. I am one with the Force and the Force is with me.
La repetición y la nostalgia prefabricadas La nueva entrega de la saga de Star Wars, Los Últimos Jedi (The Last Jedi, 2017) continúa con el acento nostálgico en clave de remake iniciado con El Despertar de la Fuerza (The Force Awakens, 2015), el opus dirigido por el realizador neoyorkino J.J. Abrams (Super 8, 2011). Si esta última era un intento de seguir al pie de la letra el relato de Una Nueva Esperanza (A New Hope, 1977), de George Lucas (American Graffiti, 1973), la primera entrega de la saga inspirada en el film de Akira Kurosawa The Hidden Fortress (Kakushi-toride no san-akunin) y en las ideas sobre el mito y la figura del héroe mitológico expuestas por en la obra del escritor y experto en mitología comparada Joseph Campbell, Los Últimos Jedi remite directamente también al segundo episodio, El Imperio Contraataca (The Empire Strikes Back, 1980), dirigida por Irvin Kershner (Robocop 2, 1990) Dirigida en esta oportunidad por el realizador norteamericano Rian Johnson (Looper, 2012), la segunda parte de la nueva trilogía de la saga creada por George Lucas sigue el encuentro entre Rey (Daisy Ridley), una joven aspirante a Jedi recientemente unida a la Resistencia comandada por la Princesa Leia (Carrie Fisher) y el legendario maestro Jedi y hermano de Leia, Luke Skywalker (Mark Hamill), convertido en un anciano ermitaño recluido en un antiguo templo Jedi en un planeta remoto que guarda incunables de la cuasi extinguida orden religiosa. Mientras Rey intenta convencer a Skywalker de regresar con ella para impulsar y fortalecer la Resistencia contra La Primera Orden, un grupo armado que busca destruir a la República Galáctica e instaurar otro Imperio bajo las órdenes del Líder Supremo Snoke (Andy Serkis), los últimos sobrevivientes de la Resistencia intentan escapar de los ataques conjuntos del General Hux (Domhnall Gleeson) y de Kylo Ren (Adam Driver). En consonancia con los tres episodios iniciados con La Amenaza Fantasma (The Phantom Menace, 1999) la cuestión de la relación entre la guerra, el lucro capitalista, la política y la situación social es utilizada por el opus de Johnson para realizar una crítica sobre el apoyo de los grandes capitalistas galácticos al conflicto armado entre La Primera Orden y la Resistencia como una denuncia de los negociados que se realizan durante las guerras, épocas de grandes oportunidades para los rapaces mercaderes de la vida y la muerte. En este sentido, el film mantiene las ideas de la resistencia a los abusos de autoridad, las dictaduras y el imperialismo, resaltando a su vez la importancia de la entrega y el sacrificio personal, el heroísmo y el equilibrio entre la valentía, la preparación, la habilidad, la mesura y el análisis y la planificación antes de tomar decisiones importantes. Con diálogos demasiado pobres, escenas que no convencen o incluso resultan ridículas, demasiada confusión, ideas sin pulir y una intención exagerada y desatinada de nunca abandonar las analogías constantes con El Imperio Contraataca el guion de Los Últimos Jedi es una de las características más flojas del opus de Rian Johnson. Teniendo en cuenta que El Imperio Contraataca es uno de los mejores films de la saga, sino el mejor, dada la complejidad de su relato, Los Últimos Jedi ni siquiera sale bien parada de la comparación en relación al sentido de aventura y asombro, la construcción de la traición y principalmente la empatía con los personajes. Uno de los principales problemas del relato es su similitud a los nuevos juegos de computadora sobre Star Wars que lanzó a lo largo de los años Lucas Arts, la empresa de George Lucas, con diálogos pueriles que buscan poner en primer plano las dicotomías en las elecciones personales que van marcando las tendencias hacía el bien o hacía el mal de los personajes con el fin de satisfacer a todos los públicos como si un film fuera un producto de un estudio de mercadotecnia o de un grupo de jugadores. Si el protagonismo de Hamill está absolutamente justificado el de Fisher es completamente injustificado e innecesario teniendo a Laura Dern como reemplazante natural, a una catarata de personajes buscando más protagonismo para explicar su lugar en la narración y una necesidad acuciante de más escenas que argumenten el desarrollo de los acontecimientos. La fotografía de Steve Yedlin (Brick, 2005) busca confrontar y combinar escenas panorámicas con primeros planos que buscan exaltar las emociones y resaltar la labor tanto del departamento artístico en las coreografías y la elaborada arquitectura de los sets como el de efectos especiales. La música de John Williams sigue siendo un fantasma de las composiciones de las tres primeras entregas de la saga respetando a rajatabla los leitmotiv para crear turbación, desconcierto y añoranza de las sensaciones que generaban los primeros films de la saga, destacando la impresiones redundantes que apuntan más hacía la farsa que hacía la tragedia. En este sentido el film propone producir emociones, presentar nuevos simpáticos seres, proveer información relevante aplicable a toda la saga y hasta filosofar sobre la fuerza en un convite para todos los públicos posibles con la finalidad de dejar a todos conformes pero sin realmente crear nada ni ofrecer nada. Por otro lado, si en las escenas más importantes, donde los primeros tres films combinaban una narración fantástica con acción y ciencia ficción de gran vuelo que elevó la calidad del género y caló hondo en la cultura pop global, aquí solo hay repetición y fallas múltiples producto de la búsqueda de la utilidad financiera por parte de una junta de gerentes analizando hojas de cálculo más que de artistas o artesanos realizando una obra de arte industrial. Esto no quita que la labor de dirección de Rian Johnson sea impecable, lo que constituye a la postre una obra despareja, con claroscuros, gran dramatismo, escenas memorables, detalles para los fanáticos y largos pasajes intrascendentes que colocan a la nueva saga como una obra representativa de una época de contradicciones donde la ganancia no se mide por la calidad ni por la perdurabilidad sino por la instantaneidad fugaz que se evapora al salir de la sala. Mientras tanto la sorpresa desaparece y cada espectador obtiene de Los Últimos Jedi la cuota de entretenimiento que fue a buscar. El negocio puede continuar y la nave va.
Quizás el evento cinematográfico más importante del año no sea otro más que la nueva entrega de esta saga icónica. Porque además de ser una de las películas más esperadas del año, marca ni más ni menos que el 40º aniversario desde que la primera de estas películas llegó a los cines, así como quien no quiere la cosa, y de a poco enamoró a un público ávido de historias mitológicas sobre el bien y el mal enmarcadas en este universo alucinante que supo crear George Lucas. “El ultimo Jedi” arranca allí donde terminó “El despertar de la fuerza”. Rey se fue a buscar a Luke Skywalker para que le ayude a controlar toda esa fuerza que siente dentro suyo. La una vez princesa y ahora Generala Leia sigue a cargo del grupo rebelde y buscan escapar de los súbditos de Snoke que sólo quieren verlos muertos. De allí se van desplegando otras líneas argumentales con cada uno de los personajes que presentó el episodio anterior como el piloto rebelde Poe Dameron, el ex storm strooper Finn, el malvado General Hux; y con la incorporación de algunos nuevos de la mano de Laura Dern y Benicio del Toro principalmente, dos atractivas incorporaciones, y la presentación de Kelly Marie Tran como Rose, una fiel miembro de la resistencia. Como el propio tráiler adelanta, también aparecen nuevas criaturas, porque sin duda estamos ante un universo inabarcable. La película que dirige y escribe (con asistencia de Carrie Fisher) Rian Johnson es quizás la más autoral de la saga. Acá vemos al director más que nunca. Además de los efectos especiales se nota un hincapié en la composición de las imágenes, creando algunas escenas a nivel de una saga mitológica. En cuanto al guion, las muchas líneas y personajes a veces le juegan en contra pero en general hay un muy buen trabajo con ellas, teniendo sólo unas pocas flojezas, y es incluso mucho más sólida que “El despertar de la fuerza”. En el tono también hay un cambio, apenas algo más que ligero, y se incorpora un humor que si bien siempre estuvo presente desde la primera entrega, acá se percibe con mayor fuerza. Sin adelantar demasiado de la trama, porque seguro nadie quiere leer mucho al respecto antes de ir a ver la película, sí podemos decir que hay un poco de buceo por los orígenes de Kylo Ren y Rey, dos personajes que tienen mucho más en común que lo que se puede percibir a primera vista. Hay escenas emocionantes entre antiguos personajes y no hace falta decir que las escenas protagonizadas por Carrie Fisher, a quien por supuesto le está dedicada la película, están inevitablemente cargadas de una impronta emocional muy fuerte. Hay sorpresas también. Y llegamos al final de la película más larga de la saga (dos horas y media siempre cargadas de acción), deseando que no se hubiese terminado aún pero con una escena que nos indica que habrá más y que van por el mejor de los caminos. “El último Jedi” es la segunda parte de esta nueva trilogía y aporta una misma cuota de nostalgia tanto como de innovación, permitiendo que se disfrute en similares proporciones por los viejos fanáticos y por los más recientes, porque con la compra de Disney nos aseguramos que haya Star Wars para rato, así que por ahora hay una razón más para esperar todos los diciembres. Desde hace un par de años no nos vienen fallando ni decepcionando.
(Anti) crítica de Star Wars. Se apagan las luces, suena la música de John Williams y aparece el logo de Star Wars en pantalla. Ese es el momento en el que te entregás a la historia y dejás que suceda. Por eso hacer una crítica sobre Star Wars: Episodio VIII – Los últimos Jedi es inútil. La cosa es simple. Hay dos tipos de personas: los fans acérrimos de Star Wars y los demás. Yo pertenezco al segundo grupo. Lo positivo de eso, en principio, sería que puedo verla con más distancia, sin estar bajo efectos de enamoramiento incondicional. Eso pensaba. Porque apenas empezó, me rendí ante la grandeza de Star Wars. Como hecho cultural, sí, porque esta saga viene siendo vista por millones desde hace 40 años y si eso no es historia y cultura pop, no sé que es. Mientras escribo esto, las críticas a Star Wars: Episodio VIII – Los últimos Jedi se multiplican a la velocidad de la luz en blogs, páginas, posteos de Instagram, Twitter y hasta videos de YouTube. Del mismo modo se simplifican en números promedios en otros portales. Y nada de eso hará que vos, fanático de Star Wars, cambies tu opinión sobre si ir o no a ver el octavo episodio. Y si nunca viste la saga, ¿vas a debutar con la octava parte? Antes te espera una linda maratón de películas. Pero, claro, así como algunas críticas sirven para decidirse a ver o no una película, otra veces las leemos para ver si coinciden o no con nuestra opinión. Bueno, amiga, ¿y tu crítica? Ok, si insistís… Star Wars: Episodio VIII – Los últimos Jedi y la nostalgia Parada frente a un cacho de historia, me tomo el atrevimiento de decir que Star Wars: Episodio VIII – Los últimos Jedi es una película épica y nostálgica. Sobre todo, nostálgica. Desde el vamos, la tercera trilogía nace con ese espíritu. No solo esa premisa de “qué fue de ellos…”, sino también por su triunfal retorno. Ver, casi cuatro décadas más tarde, a Harrison Ford, Carrie Fisher y Mark Hamill de nuevo juntos no pasa. Los personajes no vuelven nunca después de tanto tiempo. Lo más parecido que me viene a la cabeza son las películas de Truffaut siguiendo a su querido Antoine Doinel, pero aún en ese caso la brecha de años fue mucho más corta. A esto, Star Wars: Episodio VIII – Los últimos Jedi le suma un ingrediente extra en cuanto a nostalgia: la muerte de Carrie Fisher. Porque cada vez que aparece en pantalla, te genera un no sé qué. Lo definitivo y eterno se mezclan en esa Princesa Leia. El título, incluso, “los últimos Jedi”, tiene algo de sabor amargo, a final… a nostalgia. Después, está todo lo demás. Los droides y animalitos adorables están a la orden del día. La película tiene buen ritmo y aunque no es por completo vertiginosa, no aburre nunca. Star Wars: Episodio VIII – Los últimos Jedi comienza en el punto exacto donde termino el episodio 7: con Rey buscando a Luke Skywalker en su lugar de retiro. Será él quien entregue los mejores momentos de la película. Será él quien se robe los aplausos y las risas. Y no será por la nostalgia, sino porque le han dado las mejores partes. ¿Qué te puedo decir? ¿Qué la música de John Williams sigue siendo prodigiosa? Por supuesto. Lo que me encanta de Los últimos Jedi Dejando la objetividad de lado y conteniéndome los spoilers (es que analizar esta película sin largar prenda, viste, es difícil) te puedo decir que me encanta Adam Driver. No me canso de verlo una y otra vez en un año que lo tuvo en un montón de películas. Me encanta el girl power de Star Wars: Episodio VIII – Los últimos Jedi. Me gusta el mensaje político de la Princesa Leia al piloto que interpreta Oscar Isaac. Amo cuando se sacan las caretas (bueno, las máscaras, pero quería que sonara a Polino 😛 ). Y, a vos, ¿qué te encanta de Star Wars? Puntaje: 9/10 Título original: Star Wars: The Last Jedi Duración: 152 minutos País: Estados Unidos Año: 2017
El desvío de la heroína y el segundo acto Exactamente 40 años después del estreno de Star Wars Episodio IV: Una Nueva Esperanza (Star Wars Episode IV: A New Hope, 1977) la saga vuelve a la pantalla grande para revalidar su corona de peso pesado del cine fantástico con Star Wars: Los Últimos Jedi (Star Wars: The Last Jedi, 2017). Claro que -como todo campeón de larga trayectoria- su carrera ha tenido altas y bajas, largas ausencias, regresos con gloria, spin-offs y hasta fan fiction proveniente de afuera del cuadrilátero del séptimo arte. Los Últimos Jedi arranca exactamente donde nos dejó ese emotivo cliffhanger de Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens, 2015), con Rey -la heroína de esta nueva trilogía- yendo a buscar al exiliado Luke Skywalker para que la ayude con su entrenamiento Jedi. Al mismo tiempo las fuerzas rebeldes lideradas por la Princesa Leia Organa (Carrie Fisher) buscan escapar de la persecución sin cuartel de la Primera Orden, que rige la galaxia con puño de hierro bajo el mandato del Líder Supremo Snoke, quien toma un rol más activo al mismo tiempo que continúa moldeando a su gusto al joven Kylo Ren, quien sigue debatiéndose entre la luz y la oscuridad. Mientras Rey busca acercase a Luke, el resto de los rebeldes se vuelven blanco fácil de la Primera Orden, lo que obliga a Poe Dameron (Oscar Isaac), Finn (John Boyega) y Rose Tico (Kelly Marie Tran) a buscar la forma de evitarlo y salvar las vidas de los que siguen luchando. Con una narrativa que se despega del estilo vertiginoso de Episodio VII, la película dirigida por Rian Johnson –Looper: Asesinos del Futuro (Looper, 2012), Los Estafadores (The Brothers Bloom, 2008)- distribuye el peso dramático a través del relato, dando mayor terreno al desarrollo de personajes y conflictos, pero sin desatender la vertiente aventurera infaltable en la saga. Contrario a lo que muchos temíamos, se despega inteligentemente de Star Wars: El Imperio Contraataca (Star Wars: The Empire Strikes Back, 1980), a pesar de compartir temáticas similares. Es una película que asume riesgos -para bien o para mal- y los resultados son aceptables a pesar de los problemas de un guión que no desarrolla ciertos aspectos clave y clausura otros sin mucha consideración. Si bien Los Últimos Jedi es una historia sobre el viaje espiritual de Rey, Mark Hamill se roba el show con su interpretación de Luke Skywalker, poniéndole el cuerpo a un ermitaño que lucha contra los traumas que lo llevaron a recluirse, al mismo tiempo que busca dejar un legado, sacándole el jugo cada segundo que lo vemos en pantalla. Como en la entrega anterior, Daisy Ridley demuestra haber sido una elección acertadísima para el papel de Rey, mostrando fiereza y sensibilidad en iguales medidas. Tras la pérdida de Carrie Fisher a fines de 2016, cada aparición de Leia tendrá una alta carga emotiva que se torna ineludible. Convirtiéndose en la película más larga de toda la saga con unos extensos 152 minutos, el segundo acto pierde un poco de empuje, al punto de empantanarse con una elaborada secuencia que -apreciando el resultado final- podría haberse obviado por completo sin que la estructura narrativa se resienta. Lo mismo sucede con el ecléctico personaje interpretado por Benicio del Toro, uno de esos actores que a pesar de interpretar a un chanta intergaláctico, un ladrón de bancos o un agente de la DEA, parece siempre canalizar el mismo espíritu. Los efectos especiales acompañan pero no agobian, y afortunadamente ciertos bichitos que aparecían de manera prominente en el trailer no toman demasiado protagonismo; parece que algo aprendieron con Jar Jar Binks. El rojo, el negro y el blanco dominan la paleta de colores casi con exclusividad, creando una uniformidad estética que separa a esta entrada del resto y genera un estilo propio. Los momentos de comedia innecesaria se reducen en comparación con los vistos en el film previo, si bien pequeños momentos de fan service parecen inevitables a esta altura del partido. Por suerte, algunos pasajes mucho más poéticos que involucran a los personajes clásicos de la saga tienen un poderío visual que nos hacen olvidar lo anterior. Rompiendo con el karma dramático de la película del medio en una trilogía, Episodio VIII tiene un cierre que deja el juego completamente abierto para lo que vendrá, dando la sensación de que todo es posible. Algunas cosas funcionan mejor que otras, ciertos aspectos no serán del agrado de los fans más intransigentes y por momentos todo parece banal y estéril, en medio de este momento tan particular del cine mainstream que estrena tanques con bombos y platillos para descartarlos a los 15 días. Pero con pifies y aciertos -la medida de cada uno corriendo por gusto del consumidor- Los Últimos Jedi es una película que se anima a sacudir un poco las estructuras canónicas de una saga inconmensurable, con resultados que al menos merecen nuestra curiosidad.
Star Wars: Los últimos Jedi, de Rian Johnson Por Hugo F. Sanchez La octava entrega de La Guerra de las Galaxias necesariamente obliga a repensar toda la saga, pero además de hurgar en los recuerdos de nada menos que cuarenta años y que cada nuevo episodio hizo que la lista se reordenara en base a las preferencias de cada espectador, lo cierto es que más allá de la sorpresa inicial del comienzo de todo y de los personajes emblemáticos que marcaron la historia en su totalidad, Los últimos Jedi puede ubicarse bien arriba en el hipotético punteo con ocho opciones -nueve dirían los puristas, sumando Rogue One, que no estaba nada mal por cierto-, un relato de transición dentro del gigantesco y desmesurado proyecto ideado por George Lucas allá en los ‘70, pero aun así, una película valiosa. El director Rian Johnson (Looper: Asesinos del futuro, Brick) se hace cargo de la pesada herencia y al menos en la parte que le toca de la épica, toma dos caminos para que Los últimos Jedi sea definitivamente un proyecto personal: la emoción y el humor. Se sabe, en el final de El despertar de la Fuerza, Rey (Daisy Ridley), la nueva heroína de la saga y depositaria de La Fuerza, encuentra a Luke Skywalker (Mark Hammill) en una isla solitaria en los confines del universo. Sin ánimo de spoilear, el encuentro es el comienzo del relato en donde Luke se empeña en demostrar que no es quien se supone que debería ser -con argumentos sólidos y atendibles sobre la necesidad de que los Jedi se pierdan en olvido- y Rey, que navega entre la decepción y el convencimiento de que el ahora viejo maestro es fundamental para la supervivencia de la siempre amenazada resistencia frente al imperio. Pero si Luke no cumple las expectativas, su presencia es fundamental para la historia, no solo por lo que significa el personaje sino que su rentrée a la saga viene cargada de humor, ironía y genuina emoción. Hammil está fantástico, le imprime humanidad a su rol y claro, el encuentro después de tantos años con Leia Organa-Carrie Fisher en pantalla es un gran momento de la película, más allá que se sabe que fue el último trabajo de la actriz. Atravesada por la tecnología aunque (casi) nunca perdió de vista la épica y la lucha entre el bien y el mal, la saga encuentra uno de sus puntos más altos en Los últimos Jedi, con sentimientos a flor de piel de los personajes de ambos lados, como el atormentado Kylo Ren (extraordinario Adam Driver) bajo la sombra permanente de Darth Vader, el peso de su linaje, las decisiones monstruosas que tomó y aún así, todavía ambiguo a la hora de decidir qué camino elegir. Y la nobleza del relato se traslada continuamente y con respeto al recuerdo de los caídos, principalmente con la presencia ineludible del inolvidable Han Solo en los corazones de Leia y Luke. Los sacrificios por la causa, por la libertad, se siguen sucediendo, personajes fundamentales como Rey que suma facetas a su rol o el impulsivo comandante Poe Dameron (Oscar Isaac) que definitivamente termina de asentarse en la historia. Y se agregan secundarios que hacen lo que se necesita -ahí está Laura Dern como una vicealmirante inolvidable- y en contraste, otros que también, pero solo para sobrevivir en un universo sin certezas, como el ladrón y estafador que interpreta Benicio Del Toro. La importancia de Los Últimos Jedi reside en que sigue con pulso firme y una fantástica puesta en escena la guerra entre el imperio y la resistencia, no pierde de vista ni por un minuto la necesidad de entretener, es fiel a la saga de comienzo a fin, pero introduce en el gran río de la historia que le toca contar la cuestión del tiempo, el paso de los años para la lucha y los personajes que la llevan adelante, que no es más que el tiempo que transcurre para los espectadores y sus propias epopeyas. STAR WARS: LOS ÚLTIMOS JEDI Star Wars: The Last Jedi. Estados Unidos, 2017. Guión y dirección: Rian Johnson. Fotografía: Steve Yedlin. Música: John Williams. Edición: Bob Ducsay. Intérpretes: Mark Hamill, Carrie Fisher, Adam Driver, Daisy Ridley, John Boyega, Oscar Isaac, Andy Serkis, Domhnall Gleeson, Anthony Daniels, Gwendoline Christie, Kelly Marie Tran, Laura Dern y Benicio Del Toro. Distribuidora: Disney. Duración: 152 minutos.
Star Wars Episodio VIII; Los últimos Jedi: El paso a la siguiente generación. ¿Ya estamos listos? Pues entonces, “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana….“ Decir que llegamos a la sala desprovistos de cualquier tipo de Hype o ansiedad sobre lo que íbamos a ver, es imposible. Ha sido un largo años de espera en el que pudimos ver docenas de avances y spots televisivos, imágenes y pósters, como para ir absorbiendo de a poco lo que se venía. Y aún así, no dejábamos de sentir que, y de acuerdo a lo visto en la primer entrega, no depararía muchas sorpresas. Pues, al contrario, la sorpresa, aunque moderada, ha sido el motor del visionado del film. Sí, más allá de la intriga de lo que ocurriría con Leia Organa luego del triste fallecimiento de Carrie Fisher, todos nos sumergimos en el film en busca de responder los interrogantes que dejaba “The Force Awakens”. ¿Quién diablos es el líder supremo Snoke? ¿Quienes son los padres de Rey y su parentesco con los Skywalker? Todo ello y la idea de disfrutar de una Space Opera como Dios manda. Pues hay mucho por contar, mucho por callar para no estropear el viaje de cada espectador y la idea de un buen film que poco se atreve a dejar su zona de confort. Es el mismo Rian Johnson, el director, quien ideo el guión de esta nueva entrega en la que desde el comienzo muestra la elegancia y la esmerada elaboración de lo visual como lo hiciera en Looper (2012). Porque se vale de ello para dar un arranque extraordinario a la película con la consabida batalla espacial en la que pondrá sobre el tablero a los protagonistas. La Primera Orden está llevando una ventaja obscena en esta guerra de aniquilación que lleva a cabo contra la república, que acorralada solo obtiene victorias pírricas. Tanto es así que las tensiones en el grupo aumentan hasta niveles de degradar a los héroes y plantear de manera concisa e interesante la polémica de si ellos, los héroes, son los que salvan o quizás terminan precipitando todo en el abismo. Siento y casi afirmo que de alguna manera sobre ese eje girará el film en cuestión. Aclaremos, varios de los lances de los personajes terminan por ser contraproducentes para todos, como le sucediera a Luk Skywalker al entrenar a su oscuro sobrino Ben Solo. La misma Rey y su encuentro, con el maestro y la fuerza, no hacen más que complicar su vida tanto como sus anhelos. Es en medio de tanta parafernalia espacial un drama sobre el aprendizaje, los dolores que acarrea la sabiduría, la desesperada búsqueda de la propia finalidad. Interesante, porque ayuda a un desarrollo de los protagonistas y una profundización de sus miedos y ansias. Es en estos menesteres, Kylo Ren a quien dotaron de los mejores procesos y vaivenes. Tal vez y en pos de contar todo esto, las subtramas se monten una sobre otra sofocando gran parte del atractivo que la general posee, sabemos que no es fácil una historia coral, porque habrá personajes mejor dibujados que otros, desnivelando el total. O la falta de un verdadero riesgo a la hora de narrarlas olvidando lo que un purista de la saga exige a la hora de ver “una de Star Wars”. “Deja que el pasado muera. Mátalo, si hace falta. Sólo así te convertirás en quien debes ser”. Porque desde el comienzo, y hablamos de “The Force Awakens”, que se han valido de la nostalgia de los espectadores para lograr cierto nivel de empatía con lo contado, mostrando con timidez las posibilidades narrativas originales. Estas modestias como las llamamos son las que realmente lograrán sorprender al espectador, interrumpiendo, incomodando y dando giros realmente atractivos a la trama. Más allá de este algo quisquilloso desglose del guión, hay también una poderosa maquina visual que lo engulle todo, con escenas dignas de un film de este calibre que hacen de uno un espectador feliz. Las demostraciones de poder, los enfrentamientos, cual duelos de Sergio Leone, los desgastados ancianos listos para ceder la posta a los iniciados, todo ellos condimentado con la fotografía de Steve Yedlin y las demoradas y oscurecidas notas de John Williams son un show que recomendamos a ojos cerrados. En definitiva, el film muestra en su extensa duración, una calidad enorme en lo que refiere a mostrar una aventura espacial de este calibre y prosapia, sabe lo que el publico va en busca y se lo da a montones, a veces descuidando la potencialidad de lo narrado, arriesgando justo lo necesario. Tengo que admitir que Rey y Kylo Ren son el dueto más acabado del film, los que realmente dan el siguiente paso y que el resto a veces se pierde en un mar de subtramas que se antojan desesperadas. Pero no hay nada que pueda realmente estropear el disfrute de esta maquiavelista segunda entrega, nada que pueda distraerte de un buen duelo de naves, sables y diálogos. Sí van a estar listos, sí van a enternecerse y suspirar, y hasta dejar escapar una lagrima. Vamos que el paseo será hermoso, aunque tal vez no inolvidable, pero emocionante seguro.
La fuerza que equilibró una saga Star Wars Episodio VIII: Los Últimos Jedi presenta a la Primera Orden bajo el mando del Líder Supremo Snoke (Andy serkis) y Kylo Ren (Adam Driver) acorralando al último foco de la Resistencia liderada por la General Leia Organa (Carrie Fisher). Junto al piloto Poe Dameron (Oscar Isaac), Finn (John Boyega) y toda la tropa rebelde, deberán planificar un plan para escapar del acecho antes que sea demasiado tarde. Por otro lado, Rey (Daisy Ridley) comienza a descubrir los caminos de La Fuerza y cuál es su lugar en esta historia mientras Luke Skywalker (Mark Hamill) deberá resolver sus conflictos internos para ayudarla. Después de dos años de espera tras El despertar de la fuerza (2015), una nueva película de la saga creada por George Lucas en 1977 llega a los cines con mucha expectativa e ilusión de parte tanto de los fanáticos como de la crítica. Después de un buen primer paso comandado por Abrams en el comienzo de esta nueva trilogía, llegó el turno de Rian Johnson (Looper ) de continuar la historia de manera original y diferente, algo que se le criticó a Episode VII por ser un reflejo narrativo constante de Una Nueva Esperanza. Bajo esta premisa, Johnson cargó con la responsabilidad de otorgarle una profundidad y otro matiz a los personajes nuevos de esta trilogía como así también posicionar de manera certera a los clásicos y todo lo que representan, tanto para el universo ficticio del film como para los fanáticos. “Esto no resultará como pretendes” (This is not going to go the way you think) es una frase que emplea Luke que sirve para desentrañar a Los Últimos Jedi. Rian Johnson realizó una historia muy lejana en la composición en las que se implementaron las diferentes películas de la franquicia. Desde su paleta de colores, la composición simétrica en los planos y el enfoque por desarrollar los conflictos internos de sus protagonistas se haya el ojo y pluma de Johnson, director y guionista del film. Desde su perspectiva, el director logró reinventar términos, pensamientos y doctrinas que se presentaron 40 años atrás en Star Wars: más ingenuas, extremas y con menos matices. En base a esto, Johnson emplea una reflexión franca e inteligente sobre los principios y perjuicios que están en foco de la filosofía de la saga sobre el bien, el mal, el lado luminoso y el lado oscuro. Un costado diferente, que pone en duda lo que cada película de la saga impulsó desde sus inicios. Esa inquietud, autocrítica en sus personajes hace que Los Últimos Jedi algo único y renovador para una franquicia que lleva cuatro décadas impartiendo el mismo pensamiento. Desde lo narrativo, Johnson emplea un camino divertido y con mucho humor mientras la trama se desarrolla a paso firme y sin inconvenientes. En sí, la historia se desenvuelve en pocos escenarios y bajo una misma sintonía –el acecho y el límite de la destrucción de la Primera Orden ante la Resistencia– mientras que los héroes hacen su parte para impedirlo. Lo importante en Los Últimos Jedi no es el qué, sino el cómo. Desde allí, Johnson otorga a Daisy Ridley y Adam Driver un contexto de privilegio para experimentar y desarrollar la disputa que aquejan a sus personajes, tan similares y cercanos como diferentes a la vez. Ellos junto a Mark Hamill llevan al film a otra escala cada uno en su búsqueda por encontrar respuestas. Después de 30 años, Hamill emprendió una actuación notable para mostrar al maestro Jedi, -protagonista de toda esta historia bajo el linaje Skywalker- atormentado por sus decisiones y falencias, mientras critica y descalifica lo que años atrás defendió con vehemencia. Con respecto a Carrie Fisher, quien falleció el 26 de diciembre 2016 habiendo filmado en su totalidad episodio VIII, tuvo una participación menor en pantalla, algo diferente a lo que se decía en el momento de su realización, donde la relevancia de su personaje sería mucho más importante que en el anterior film. Debido a su pérdida y la restructuración de la historia que concluirá en Episodio IX, tal vez se optó por mostrar menos en pantalla a Leia. En los 150 minutos de duración, Los Últimos Jedi nunca deja en velo al espectador ni pierde intensidad, a pesar de la cantidad de personajes e historias que se desarrollan en pantalla ni el dramatismo que acompaña al film en su resolución. Acompañado por el mítico John Williams en el sonido como es habitual en la saga, Los Últimos Jedi aborda los conflictos internos y como los personajes lidian con sus fracasos a través de las dicotomías que conllevan para decidir su futuro o quiénes quieren ser. A su vez, son las bases para empezar a construir una nueva historia bajo los cimientos propuestos por Johnson y su propia percepción del universo Star Wars, dejando atrás el pasado para construir un nuevo futuro.
La Resistencia se encuentra al borde de la derrota, con la Primera Orden a punto de dar el golpe final. Todo depende de Finn y su nueva compañera, quienes deben encontrar a un programador para hackear una nave enemiga y darle una posibilidad de escape a la Resistencia. Mientras, Rey deberá por todos los medios traer de nuevo a la civilización a Luke, para que ayude a los aliados y traer esperanza a la gente que es oprimida por el Líder Supremo Snoke. Después del obvio éxito pero regular cinta que resultó ser El despertar de la fuerza, mucho se especulaba con que si la segunda entrega de esta nueva trilogía, se iba a parecer a El Imperio contraataca, así como la anterior cinta se asemejaba a Una nueva esperanza. Bueno, podemos decirle que por suerte no calcaron aquella mítica película, pero que el fanservice está más a pleno que nunca en Star Wars. Sabemos que a los fans mas acérrimos esto les va a parecer lo mejor del mundo, pero nosotros tenemos que tratar de ser objetivos, y decir que si bien alguna referencia u homenaje siempre es bien recibido, cuando ya se explota el recurso de la nostalgia; empieza a restar más que a sumar. Pero eso no es lo peor de Star Wars: Episodio Vlll – Los últimos Jedi; sino que su guionista (y también director), Rian Johnson, se preocupo más en contentar a los seguidores de esta franquicia, que en intentar contar algo entretenido y bueno. Y esto nos lleva a ver lo que decimos que es lo peor de la película: el abuso del deus ex machina. Para los que no saben que es esto, les decimos que es un recurso (simplón) donde los protagonistas, ante una inminente muerte, son salvados por la intervención divina de un tercero. Mejor ejemplo que las águilas en El señor de los anillos, no podemos darle. Todas las situaciones de peligro de Rey, Finn, Poe y demás héroes, serán solucionadas con la intervención de otro personaje, restándole emoción a medida que el recurso se va repitiendo. Y para peor, siempre todo acompañado de un chiste, que nos recuerda las peores películas del MCU vistas en lo que va del año. Pero no todo es tan malo en Star Wars: Episodio Vlll – Los últimos Jedi. Tenemos quizás la mejor fotografía vista hasta el momento en todas las cintas de Star Wars, así como también un uso del CGI, que si bien se nota que está todo hecho con esta herramienta, jamás se ve falso, haciendo que el espectador nunca se desconcentre de la película debido a un mal efecto. Como volvemos a decir, hay bastantes cosas buenas en Star Wars: Episodio Vll – Los últimos Jedi (muchas de ellas las van a descubrir ustedes mismos y por eso ni las mencionamos acá). Pero el pobre guión escrito por Johnson, así como el claro agotamiento de una saga que se siente sobreexplotada, dan como resultado una película que a los fans más apasionados les va a encantar, pero al espectador normal, le va a dejar gusto a poco.
Con El Despertar de la Fuerza, J.J. Abrams le devolvió la diversión y el sentido de la aventura a una franquicia que parecía haberla perdido. Ahora, Rian Johnson toma la batuta de Abrams (hasta su regreso para la tercera parte) con Star Wars: Los Últimos Jedi, una instancia más oscura de esta nueva trilogía, que no pocos se animan a comparar con El Imperio Contraataca. ¿Será para tanto? Fuerza, pero apenas sale: La Primera Orden tiene en su poder un acorazado que le permite alcanzar a cualquier nave de la Resistencia que esté en hipervelocidad. Poe Dameron organiza una misión en busca de los recursos para destruirlo, encabezada por Finn, que recién despertó de su coma. Paralelamente, en una isla lejana, Rey tratará de persuadir a un reticente Luke Skywalker a que le enseñe el camino de la Fuerza. Si bien tiene a su favor que los 150 minutos que dura no pesan y ciertas escenas de acción son moderadamente logradas, tiene en contra el hecho de que muchas de las situaciones se resuelven mediante casualidades, y estas terminan por atraer la atención hacia sendos agujeros narrativos que tiene el guión. Son precisamente estos los que le impiden al espectador conectar con algunos de los momentos emocionales de la película. También debe señalarse su uso de la comedia, que si bien en algunas instancias genera genuinas carcajadas, en otras se siente como un recurso forzado. En materia técnica, la película tiene un logrado estilo visual, acentuado fuertemente por el color rojo en más de una escena, como lo vinieron prometiendo los trailers. Sin embargo, lo que debe destacarse de la puesta en escena son los sendos homenajes al cine clásico, que aquellos más versados en la historia del cine podrán notar enseguida. Por el costado musical, vuelve a decir presente la música de John Williams, haciendo equilibrio entre los temas conocidos desde siempre y los más exclusivos de esta nueva trilogía. Aunque no puedo dejar de señalar que es una labor no tan inmersiva, sino que se limita simplemente a subrayar momentos. En materia actoral, el reparto, en su mayoría, se mantiene decente y sostiene lo logrado en la película anterior. Dicha decencia también aplica a los actores nuevos que se sumaron a esta secuela. En definitiva, no hay mucho para criticar o para elogiar. No obstante, debo hacer una modesta mención al desempeño deMark Hamill. El actor trabajó con sutileza y naturalidad a este maestro ermitaño y desilusionado que es Luke Skywalker, en un contraste absoluto y nada forzado respecto al joven idealista de la trilogía original. Conclusión: Aunque sólida visualmente y decente en lo interpretativo, las resoluciones casuales de muchos puntos del guión es lo que reduce a Star Wars: Los Últimos Jedi a una propuesta entretenida y no mucho más. Si busca vertiginosidad y dinamismo en las escenas de acción, las encontrará sin duda, pero en cuanto a las conexiones emocionales, ya sea entre personajes o estos con el público, verá una intención pero no un desarrollo (y menos aún un resultado) satisfactorio.
Retomando los hechos acontecidos en The Force Awakens, en esta oportunidad la corrección estilística y política de la propuesta termina por configurar un espectáculo predecible que intenta, a través del humor, unificar aquellos puntos que comienzan a desplegarse en su narración. Su extensa duración, además, juega en contra del dinamismo que siempre ha caracterizado a la saga, generando momentos de progresión mucho más laxa que preconfiguran el espacio para que los efectos especiales, las luchas y los confrontamientos hagan lo suyo. Emotividad pura las escenas de Carrie Fisher.
LA FUERZA…DEL POSMODERNISMO 1-Quizás estaba destinado a pasar: en algún momento, la mitología de Star Wars iba a ser sometida a una relectura contemporánea, a través del prisma del espectador (y la crítica) dominante en la actualidad. Eso de por sí no tenía por qué ser malo y era totalmente válido. Es más: ingenuo yo, pensé que esa relectura ya había sucedido con Star Wars: el despertar de la Fuerza y Rogue One: una historia de Star Wars, que ya se había dado esa fusión entre el clasicismo de la trilogía original y la estética del presente. Pero Lucasfilm, ahora en manos de Disney, me tenía reservada una sorpresa, llamada Rian Johnson. El problema es que la sorpresa no termina de ser muy agradable. 2-Lo que concreta Johnson en Los últimos Jedi es casi el reverso de la operación que construía JJ Abrams en El despertar de la Fuerza. Y esa diferencia está muy marcada en los títulos: si el Episodio VII, desde su estructura de remake de Una nueva esperanza, salía a decir bien fuerte que el mito creado por George Lucas todavía tenía sentido y pertinencia, y que por lo tanto la nostalgia no era su único sostén; el Episodio VIII parece querer decirnos (de manera bastante explícita) que la discursividad jedi se acabó o que necesita nuevas formas de enunciación para mantenerse actual. Su argumento es una mera herramienta, por más que pueda ser ambicioso en su planteo de diversas líneas narrativas que irán confluyendo: Rey buscando que Luke Skywalker le enseñe las artes jedi y se sume a la lucha contra la Primera Orden; los últimos integrantes de la Resistencia, acorralados, tratando de escapar de las abrumadoras fuerzas militares de la Primera Orden; y Finn emprendiendo una misión casi en solitario para hallar una salida para la Resistencia y recobrar las esperanzas de que se pueda ganar la guerra. 3-Lo que se va palpando casi desde el comienzo de Los últimos jedi es que Johnson quiere deconstruir el discurso de la saga, poner en crisis sus leyendas, símbolos y códigos que lo sustentan. El primer indicio surge desde el humor: lo lúdico queda fuera, apartado, a favor de la ironía y el sarcasmo. Esto es muy importante porque sirve de plataforma para el cinismo y el descreimiento, especialmente a través de Luke, que es el eje moral de la trama. Pero enseguida aparece el primer (y probablemente mayor) problema, que es la ausencia de movimiento: el film alterna entre las diversas vías que componen al relato, pero nunca avanza realmente. Todo es irresoluto, estático, con escenas de transición que rellenan momento propicios para la elipsis y una vocación por el diálogo que roza lo teatral. Y por ahí es obvio, pero vale la pena recordarlo, porque muchos se lo olvidan en la actualidad: sin movimiento, es muy difícil que surja la aventura, que es un elemento imprescindible en el universo de Star Wars. 4-Me cuesta entender por qué a los mismos que renegaban de la segunda trilogía que dirigió Lucas, ahora se les cae la baba con esta entrega dirigida por Johnson. No hay mucha diferencia entre las deliberaciones políticas medio pelo del Episodio I y las disquisiciones sobre el heroísmo cargadas de obviedad que se dan en la nave de los rebeldes en el Episodio VIII. Quizás la respuesta pasa porque Johnson es un poco más astuto que Lucas y, cineasta de estos tiempos como es, sabe dosificar, a cuentagotas y calculadamente, una gestualidad canchera y posmoderna, que se retroalimenta con una explicación permanente del dispositivo narrativo. 5-Hay en Johnson una voluntad de romper con las expectativas obvias de que Los últimos jedi pueda ser el equivalente de El imperio contraataca. En cambio, apunta hacia otro lugar, que implica una especie de reseteo de la saga, al estilo de la trilogía de Batman de Christopher Nolan o el James Bond interpretado por Daniel Craig. Esa ambición podría ser saludable, incluso necesaria, pero Johnson parece haber aprendido las peores lecciones de Nolan y Sam Mendes. Por eso se queda con la reflexión sobre el artificio y la mirada distanciada, pero no va más allá de eso, no termina de construir o proponer algo nuevo. Los últimos jedi es una película que habla mucho pero no dice nada realmente relevante. Es un film que piensa pero no siente. 6-Porque no siente, porque todo su entramado está cimentado en la frialdad, es que Los últimos jedi, por más que quiera ir hacia la épica en su tramo final, nunca llega a emocionar. Del mismo modo, su mirada hacia el futuro es tan difusa como la de Batman inicia, donde todavía no quedaba claro qué quería Nolan para el superhéroe. En el medio, Finn y Rey, en vez de potenciar sus conflictos, quedan desdibujados; Luke y Leia se constituyen en ejemplos de quietud y arbitrariedad en los giros del guión; el villano que es Snoke es totalmente desperdiciado; el personaje de Benicio del Toro es un mero vehículo discursivo; Poe Dameron es, desde el didactismo, anulado en su personalidad; la ausencia de Han Solo se siente demasiado; y sólo sigue conservando interés Kylo Ren, porque es el único personaje que aporta algo de anarquía a un relato al que le cuesta salir del estatismo y la previsibilidad. Y aunque los últimos planos de la película, desde su trabajo con la iconicidad, parecieran indicar un replanteo, una vuelta a la fe sin fisuras, lo cierto es que se impone el parecido con El gran truco: como Nolan, Johnson da la impresión de no creer en la magia. A lo sumo, tolera la necesidad de creer, pero no cree realmente. Le interesa el fenómeno que representa Star Wars, pero no el mundo de Star Wars. 7-¿Hacia dónde va Star Wars? Porque lo cierto es que Los últimos jedi, aún con sus numerosos giros, no llega realmente a hacer avanzar de manera significativa a la saga. Y las señales a futuro son contradictorias: el retorno de Abrams para dirigir el Episodio IX abre cierta esperanza, pero la noticia de que será Johnson el que desarrolle una nueva trilogía, sumado a los despidos de Phil Lord y Christopher Miller de Solo: a Star Wars Story, llevan al pesimismo. 8-Muchos dicen que El despertar de la Fuerza era la película que iba a lo seguro desde su revitalización de las fuentes originales y que Los últimos jedi representa una operación de riesgo, por cómo choca con ciertas expectativas. Pero creo que es precisamente lo contrario: en tiempos cínicos, la apuesta clasicista de Abrams es mucho más atrevida que el distanciamiento de Johnson. Yo quiero creer, creer de verdad, con el corazón, fascinarme ante la magia, sin preguntarme cómo son los trucos. No quiero creer porque bueno, no me queda otra, y hay que ir a la Iglesia cada domingo (o una vez al año). Espero que Abrams, en el Episodio IX, me devuelva la fe.
Que la taquilla te acompañe La más larga y a la fecha la más costosa, Star Wars: Los últimos Jedi (Star Wars: The Last Jedi, 2017) es también la película más intrusa dentro de la saga, y la más floja de la nueva camada. Continuando la comparación entre Star Wars: El despertar de la fuerza (Star Wars: The Force Awakens, 2015) y la película original de 1977, Los últimos Jedi es una símil rendición de Star Wars: Episodio V - El Imperio Contraataca (The Empire Strikes Back, 1981) pero con una fracción de su poder y oscuridad. La versión Disney, en definitiva. No se trata exactamente de un remake punto por punto, pero a grandes rasgos cuenta la misma historia: el protagonista pasa la mayor parte de la historia entrenando bajo la tutela de un viejo maestro Jedi y los demás van improvisando a lo largo de su accidentado escape de las fuerzas del mal. Incluso hay una batalla en un desierto blanco, durante la cual un bolo se toma la molestia de lamer el suelo y comentar que no es nieve, es sal. No sea que a alguien mencione Hoth. Inmediatamente tras los sucesos del Episodio VII, Rey (Daisy Ridley) intenta sumar al ermitaño Luke Skywalker (Mark Hamill) a la causa Rebelde y a la vez ser indoctrinada en la Fuerza. El final de la película anterior cerraba poderosamente sobre el mudo encuentro entre Luke y Rey, quien le devolvía su icónica espada láser… la cual Luke tira inmediatamente por sobre su hombro, el primero de muchos chistes a expensas de la seriedad. Star Wars ahora se rebaja al nivel de Marvel en cuestiones de humor y cuenta una historia supuestamente dramática donde todos los personajes son capaces de comportarse como payasos en cualquier momento. Mientras tanto, el piloto Poe (Oscar Isaac) le gasta una broma telefónica a la Primer Orden y compra tiempo para la retirada de la flota Rebelde, al mando de Leia Organa (Carrie Fisher). El resto de la película es esencialmente una extendida persecución entre la flota buena y la flota mala, la cual va mutando en distintas formas de asedio. Es la mitad más divertida de la película, porque contiene todo tipo de aventuras y peripecias, pero es la que menos Star Wars se siente. Mucho más emotivo son las meditaciones de Luke en su exilio, que doblan de meta-comentario sobre el personaje de Mark Hamill y la historia de la saga. Es el único del viejo elenco que además de envejecer ha evolucionado, y la historia sigue fiel y lógicamente el hilo transformador de su personaje, convertido en una figura de sabiduría como Obi-Wan y Yoda pero atravesado por sentimientos encontrados sobre el valor de sus acciones. Luke es la garantía de continuidad de las viejas películas, la promesa de que la historia sigue en vez de repetirse, y la mejor parte del film. Las conversaciones telépatas entre Rey y Kylo Ren (Adam Driver) poseen un atractivo similar: he aquí dos jóvenes encarrilados hacia futuros intimidantes, inseguros de sus propias decisiones a la vez que tratan de convencerse mutuamente de pasarse al otro lado. Carrie Fisher es el otro gran pilar del film y le concede la dignidad de su presencia, aunque la escena en la que flota cual ángel a través del espacio da vergüenza ajena por su atonía y mediocre ejecución. Es tan precaria que parece una medida tomada para conciliar la súbita muerte de la actriz, pero no es el caso. Algunas partes parecen escenas salidas de Guardianes de la galaxia (Guardians of the Galaxy, 2014), no sólo por su tono, humor y estética decadente sino porque son episodios aislados, diseñados para rellenar una película de por sí bastante larga. Como la secuencia en la que Finn (John Boyega) y su nueva amiga Rose (Kelly Marie Tran) van a un casino de alta sociedad en busca de un legendario hacker y de paso terminan amistándose con un trío de niños - hay que venderle la película a ellos también - y luchando contra la crueldad animal. Entre los animalitos simpáticos también contamos una raza de hámsteres de ojos enormes que anidan en el Millenium Falcon y se la pasan torpemente haciendo travesuras en el fondo, cortesía del departamento de marketing. La tentación es argumentar que antes vinieron los Ewoks, pero al menos los ositos tenían un lugar en la trama. Estos bichos no pasan la inspección de función narrativa. Una de las mayores debilidades de la película sigue siendo la misma que la de la anterior: los villanos inspiran un poco de todo salvo temor. Se entiende que parte del personaje de Kylo Ren es su frustración de no llegarle a los tobillos a Vader, ¿pero y los demás? Hux (Domhnall Gleeson), propenso a berrinches hitlerianos que ni sus propios hombres se toman en serio, es un hazmerreír; Phasma (Gwendoline Christie) apenas figura; Snoke (Andy Serkis) es intercambiable con el Emperador y el menos interesante. Se sigue sin responder de dónde salieron estas personas y de dónde sacó el Primer Orden el poder para seguir los pasos del Imperio. Sí se gasta tiempo extra en tentar al espectador con los misteriosos orígenes de Rey y Kylo, pero nunca se explica por qué debería importarnos. Los últimos Jedi es una buena película de acción y aventura, ¿pero es una buena película de Star Wars? Con esta nueva entrega la saga se siente más rutinaria y genérica que nunca, sin jugarse por nada nuevo o sorprendente y más preocupada por extender su vida útil y congraciarse con cuanta demográfica sea posible que por contar una historia sencilla pero inspirada como la de aquel año de 1977. Un gran final podría salvar esta nueva serie, pero los finales hoy en día son infrecuentes y de todas formas mucho no duran.
Publicada en edición impresa.
El octavo episodio de la saga es el más largo de toda la serie (dos horas y media de metraje) y trae de regreso a la pantalla al mítico Luke Skywalker La cinta retoma la escena final de El Despertar de la Fuerza, con Rey entregándole el sable láser a Luke. El filme desarrolla la relación entre ambos y también revela detalles desconocidos de la vida del villano Kylo Ren. Presenta a la Rebelión con la General Leia Organa a la cabeza intentando esquivar los ataques del Primer Orden y permite el lucimiento de varios personajes que hasta ahora habían tenido poca participación: El supremo líder Snoke, el general Hux y la enigmática Capitán Phasma. Rian Johnson ha decidió para este filme cambiar la paleta de colores originales para darle una tonalidad rojiza (algo que ya se vislumbraba en los afiches y arte de la cinta) y es lógico, ya que la trama plantea conflictos que tienen que ver con los lazos de sangre de todos los protagonistas. Play Además, el realizador ha decidido dotar de un espíritu épico a casi todas las escenas de combate (tanto intergalácticas como las de cuerpo a cuerpo) poniendo especial énfasis en los momentos de los duelos con los míticos sable láser (uno de ellos realmente va a sorprender a los espectadores) Mark Hamill compone un Skywalker que transita por varios registros, demostrando que con los años ha ganado en versatilidad e histrionismo. Daisy Ridley transmite muchísimo con su mirada y actitud corporal, de la nueva generación es junto a Oscar Isaac la más creíble y empática. Hay nuevos nombres que transitan por la galaxia, Laura Dern lo hace con solvencia y firmeza y Benicio Del Toro recrea a un "buscavidas" escrito a su medida. Adam Driver como Kylo sigue sin tener la potencia que un villano necesita, la vara alta de Darth Vader le impide lucir temible y sus motivaciones para hacer el mal no parecen convincentes. Carrie Fisher luce más apaciguada que en otras oportunidades, pero aún mantiene el carácter que la transformó en "La líder" indiscutida de la Rebelión. Su presencia en el filme, funciona como un homenaje póstumo que arrancará más de una lágrima. Pese a varios baches en el guión y a momentos que poco tienen que ver con la tradición de la original Star Wars, los últimos Jedi será apreciada por fans nostálgicos y por las nuevas generaciones. Una aventura galáctica en donde no faltan el humor, la acción y los momentos de tensión. No es, ni por lejos, la mejor de la saga. Es un filme muy inferior al spin off Rogue One e incluso al Episodio VII, pero esto poco importa, ya que La fuerza es poderosa y los espectadores saben que para que haya "un lado luminoso" también debe haber "un lado oscuro…".
Crítica emitida por radio.
Star Wars: Los últimos Jedi, la saga galáctica que tiene mucho de familiar La incorporación de Rian Johnson como guionista y director en la saga de Star Wars suponía no pocos riesgos. Más allá de sus antecedentes (Brick, Los estafadores, Looper: Asesinos del futuro y un puñado de los mejores episodios de la serie Breaking Bad como, por ejemplo, "Ozymandias"), había dudas sobre su capacidad para trabajar como autor y narrador de la herencia dejada hace dos años por el realizador y coguionista J.J. Abrams en El despertar de la fuerza. Tras apreciar los 152 minutos del Episodio VIII queda claro que Johnson no sólo aportó su impronta personal, sino que consiguió la que probablemente sea la película más sólida, fluida, divertida y emotiva de la saga desde... El imperio contraataca. Justo cuando la franquicia creada por George Lucas cumplió 40 años parece haber encontrado la madurez que tantos le reclamaban. Claro que los cambios que propone Los últimos Jedi pueden generar también cierta decepción entre aquellos cultores del espíritu más old fashioned de la saga. Es que por su tono, sus climas, su estética y sus conflictos esta entrega significa el ingreso definitivo de la impronta Disney en el universo de Star Wars. Es la película que mejor conecta con un público familiar, pero también puede irritar a los más cínicos defensores de la "pureza" original. El film arranca con una excelente escena de batalla espacial y, desde entonces, casi no parará hasta el final. Por supuesto, hay momentos más intimistas ligados a la relación de Rey (Daisy Ridley) con Luke Skywalker (un Mark Hamill que ahora sí tiene muchos y decisivos minutos en pantalla) y luego con un conflictuado Kylo Ren (Adam Driver), que lucha contra sus contradicciones internas, pero casi nunca detiene su vertiginosa marcha, que encuentra en cada aparición de Leia Organa (Carrie Fisher) momentos de emoción, mérito de la película y la inevitable sensación del espectador de sufrir por la prematura muerte de la ya mítica actriz. En este octavo episodio, que enfrenta a los rebeldes de la Resistencia contra los malvados de la Primera Orden liderados por el Líder Supremo Snoke (Andy Serkis), el risible General Hux (Domhnall Gleeson) y el siempre indeciso Kylo Ren, hay un poco de todo: desde la confirmación de Finn (John Boyega) como héroe de acción pasando por la evolución del piloto Poe Dameron (Oscar Isaac) para convertirse en una suerte de sucesor de Han Solo. En cuanto a las apariciones de Kelly Marie Tran, Benicio Del Toro y Laura Dern aunque no decepcionan tampoco están del todo aprovechados. Los últimos Jedi es, en definitiva, la película épica y monumental que todo fan exige a estas alturas, pero también la comedia que los más pequeños celebrarán. Menos seria y oscura de lo que se preveía, la película regala un final de antología que nos permite esperar con las mejores expectativas el Episodio IX, cuando Abrams vuelva a tomar el mando.
La película que es como el jamón del medio Es la bisagra entre la generación original de personajes y lo que vendrá. Y hay respuestas para algunas preguntas. Quédese tranquilo. En esta crítica no hay un solo spoiler. Si el final de El despertar de la Fuerza dejaba planteadas una decena de preguntas -si Rey es hija de Luke; si es una Jedi; quién es Snoke; por qué Luke se autoexilió; ¿Kylo Ren sufre remordimiento por haber asesinado a su padre?; alguna cuestión referida a Finn, en cuanto a la posibilidad incierta de que fuera un Jedi y/o pariente de los Skywalker-, no sucede lo mismo con el de Los últimos Jedi. Queda abierto, claro está, porque sabemos que es el jamón del medio de una nueva trilogía. Pero sólo hay tres puntos suspensivos. Es el filme de conexión, de engranaje. El pase de antorcha, el de una generación que da lugar a otra de personajes. Los últimos Jedi tiene la que tal vez sea la mejor batalla de láser de la saga. Unos vuelcos en la trama que sorprenden al estilo “Luke, yo soy tu padre”, o la muerte de aquel personaje mítico que sucedía en El despertar de la Fuerza. Tiene entusiasmo, espectacularidad. También tiene baches. Tiene, como suele ser, tramas corriendo en paralelo, y tiene a Mark Hamill como un barbado y cuasi depresivo Luke, con más diálogo que nunca. Se dice que una buena película tiene que tener a un malvado a su altura. Aquí , los malvados, como en El despertar..., son Snoke y Kylo Ren. No se sabe de dónde previene el primero -tampoco por qué se corporizó con cara como de corteza de árbol-, y la conciencia del segundo es lo primordial. No en vano es nieto de Darth Vader, y sobrino de Luke. Es como tener en casa un padre de Boca y una madre de River, un tironeo en eterna disputa. En Los últimos Jedi, como siempre fue, es, y será en las nuevas trilogías que creará Rian Johnson, director de este Episodio VIII, todo sigue entre un lado y otro de la Fuerza, entre la Luz y la Oscuridad. Pero estas películas, y sus spin-offs, están formando a nuevos espectadores/fans, y por eso se crean personajes, un nuevo linaje de ambos lados de la Fuerza -recordemos que el público infanto juvenil es el target de Hollywood- y por eso están los porgs en el planeta Ahch-To, como antes los ewoks, que apuntan a la risa de los más pequeños-. Hay una explicación resumida de lo que es y significa la Fuerza para los recién llegados. Y la entrega y la solidaridad, en síntesis, el sacrificio es un bien cuyo valor es inmenso -recordar Rogue One-, algo que aquí se redobla. Hay apariciones sorpresivas -nada de spoilers-, muertes inesperadas –menos aún- y un Benicio del Toro como un hacker a la Lando Calrissian en El Imperio contraataca, a la que tanto se asemeja en su constitución Los últimos Jedi. Con todo, Los últimos Jedi tiene sus cuotas de humor y de ironía (vean lo que hace Luke con el sable láser que le ofrece Rey; escuchen lo que el Líder Supremo Snoke le pide a Kylo que haga con su máscara; los bichitos de planeta donde se refugia Luke); y hay mucho autohomenaje para los que siguen la saga desde hace 40 años. La complejidad no es una palabra que cuadre demasiado por aquí. Es cierto: Kylo Ren, antes Ben, se debate con su conciencia, pero Luke “leyenda y fracasado”, según sus propias palabras,que por algo se refugió “en el lugar más indescifrable de la galaxia” tampoco la tiene fácil. Rian Johnson no parece querer tomar vuelo propio ni ponerle una marca personal a la saga, como sí logró J. J. Abrams en El despertar de la Fuerza. Hasta parece como encorsetado, con las riendas firmes del filme, pero sin soltarlo para que cabalgue en libertad. La línea argumental de Los últimos Jedi podría resumirse en pocas palabras -los rebeldes están en una nave y son acosados y perseguidos, a punto de ser eliminados por la Primera Orden; Rey quiere saber “qué lugar ocupo en esta historia”; y lo que decíamos al comienzo: las preguntas que dejaba en suspenso el final de El despertar...-. La aparición de los personajes femeninos refuerza también el cambio de época, sumado a Finn (negro) y Rose (asiática), aunque Rey sea la que de aquí en más se ponga la saga sobre sus espaldas. El empoderamiento de Leia, sabemos, no podrá seguir tras el fallecimiento de Carrie Fisher. Y cuando aparece Leia es difícil no sentir algo similar a la compasión, cuando en verdad debería brindarnos otro valor. Con el correr del tiempo, Los últimos Jedi tal vez resurja como la película necesaria, imprescindible entre unas y otras de la saga. Mientras tanto, en el tiempo presente, es una película bien, pero bien bombástica, algo alargada (152 minutos; no pasa nada en los créditos finales), y que por momentos nos lleva al borde del precipicio. De eso se trata. De eso se trató siempre, ¿no?, no sólo de ver las naves espaciales desde abajo por primera vez.
Grandes éxitos volumen 8 El octavo episodio de esta interminable odisea galáctica lleva a los personajes a límites nunca explorados y con una maestría visual encomiable. Pero olvida algunos detalles fundamentales... Desde que compró Lucasfilm, Disney se ha esforzado por hacer un borrón y cuenta nueva en todos los productos de Star Wars que se encontraban fuera del “canon” de las películas. Decenas de comics, novelas e inclusive algunas series animadas fueron borradas de un plumazo. Pero a medida que avanza la realización de nuevos productos, más se afirma la idea de que la compañía del ratoncito Mickey vive “remasterizando” esas ideas, cambiando sólo algunos detalles del mismo. En este caso le tocó el turno a Star Wars Los Últimos Jedi (Star Wars The Last Jedi, 2017), que en esencia no parece otra cosa que una remasterización de El Imperio Contraataca (The Empire StrIkes Back, 1980) y algunos comics como Imperio Oscuro, que fueron adaptados la historia que dejó colgando J.J. Abrams en el Episodio VII. Y esto viene en base a que la película presenta una serie de escenas que se asemejan demasiado a ese film aunque realizados con un presupuesto a infraestructuras notablemente mayores. Y la historia plasmada en el guion no deja lugar a dudas: hay una evacuación, una persecución a través del espacio, el entrenamiento de un posible futuro jedi, y una confrontación con ribetes familiares de la que no es sensato adelantar mucho. La historia, como dije, continúa justo donde quedó la película anterior: la Resistencia (conocida antes como la Rebelión) se anotó una importante victoria pero ya sin la República (que fue destruida) de su lado y financiando sus operaciones se ve obligada a enfrentarse a la Primera Orden (antes el Imperio Galáctico, se van reconvirtiendo las instituciones espaciales) en inferioridad de condiciones. Es por eso que, al mando de la generala (ex princesa) Leia (Carrie Fisher), el siempre reducido grupo de combatientes de la libertad emprenden una huida a través de la galaxia mientras son perseguidos por los soldados blancos, al mando del general Hux (Domhnall Gleeson) y del lord sith Kylo Ren (Adam Driver), que de puro malo que es mató a su padre, Han Solo (Harrison Ford) en la anterior entrega. Por su parte, la joven Rey logra dar con el maestro Jedi Luke Skywalker en un lejano planeta, donde viaja a entregarle su viejo sable de luz y a pedirle que la entrene en el uso de la Fuerza. Con todos estos elementos a tener en cuenta, Los Últimos Jedi es una película más que interesante, que se ve madura, como que ha crecido junto a su público y que se muestra moderna y divertida a las nuevas generaciones. Quizá en este punto, se le pueda achacar el uso del “humor Marvel”, una fórmula que Disney (dueña de ambas franquicias) viene utilizando con éxito en sus películas de superhéroes pero que en la solemnidad de la “space opera” de Star Wars queda un tanto descolgada. Sin embargo, el despliegue que lleva a cabo el director Rian Johnson es inmenso. La película se ve enorme, y no es por el tamaño de la pantalla, sino porque el director es un experto en transformar pequeñas historias en algo épico, como se pudo ver en Looper Asesinos del Futuro (Looper, 2012) y en algunos episodios de la serie Breaking Bad. En paralelo, la película también representa un crisol perfecto en el que se unen e interactúan de manera creíble los miembros del reparto original -Mark Hammil y la desaparecida Carrie Fisher- con los nuevos actores, alternando momentos de gran angustia por el destino de alguno de ellos con otros de gran emoción y, en ocasiones, de sorpresa infinita como el espacio. En definitiva, Star Wars Episodio VIII es una película que, a pesar de las fallas que pueda tener, genera sentimientos y reacciones (juro por la Fuerza que había una crítica llorando detrás de mi asiento), a la vez se convierte en un gran homenaje a la figura de Fisher, que murió en diciembre del año pasado luego de filmar sus escenas. En la valoración global, Star Wars Los Últimos Jedi se convierte en una de las mejores películas de Star Wars, de esas que a la salida del cine se la puede ubicar “allá arriba” (siempre por debajo de El Imperio Contraataca, por supuesto) aunque con el correr del tiempo nos vamos dando cuenta de que el espectáculo visual no fue sino un vil truco de Johnson –que con este trabajo se ganó una trilogía propia a desarrollar en los años venideros- para distraernos de ciertas cuestiones de fondo que, al final, continúan sin ser resueltas. “Esto lo empezó J.J. Abrams ahora que lo termine él”, debe de haber pensado Johnson mientras escribía, filmaba y llenaba de efectos increíbles esta nueva aventura que cuenta con un mensaje final por demás emotivo, al estilo de una fábula. ¡Que la Fuerza la acompañe!
Hace quince años que no pasaba esto. El nivel de expectativas que despierta cada nueva película en la saga de Star Wars, sólo puede ser comparada consigo misma. Lo de El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens, 2015) fue un evento sin precedentes, Disney había comprado Lucasfilm y las más grandes fantasías (junto con los peores miedos) de todos los fans se hicieron realidad. Pero J.J. Abrams tomó la batuta y supimos que todo estaría bien. Con Rian Johnson, no es tan seguro. No sólo recae en sus hombros la enorme responsabilidad de darle continuidad a este universo tan complejo y querido, sino que además lleva la carga emocional de ser la última película de Carrie Fisher, quien falleció durante el proceso de post-producción de la película. Todas sus escenas ya estaban filmadas y desde la producción aseguraron que el arco argumental de su personaje, la General (ex-Princesa) Leia, se mantuvo sin modificaciones. En el medio estrenó Rogue One: Una historia de Star Wars (Rogue One, 2016), la primera película stand-alone de la saga. O sea, la primera que no pertenecía a una de las trilogías, ya que contaba una historia independiente sin integrantes de la familia Skywalker. En este caso, cómo los rebeldes consiguieron los infames planos de la Estrella de la Muerte que vemos al principio de Episodio IV, cuando empezó todo. Ahora ya tenemos confirmado otro spin-off contando la historia del joven Han Solo –Solo: A Star Wars Story (2018)- y en teoría también el de Obi-Wan Kenobi. A esta altura, Disney está planificando las expansiones de Star Wars casi como lo hace con Marvel, con muchísima anticipación y un plan de acción que anuncian en público y dispara los niveles de expectativa (y las ventas) por los cielos. Incluso confirmó hace apenas semanas que el mismo Rian Johnson sería el encargado de crear una nueva trilogía de esta saga intergaláctica amada por generaciones, lo cual levantó aún más las expectativas para con la nueva entrega. Star Wars: Los Últimos Jedi (Star Wars: The Last Jedi, 2017) es distinta. No sigue el diseño estructural de ninguna película de la franquicia hasta el momento. Para alivio de muchos, no repite la fórmula de Episodio V: El Imperio Contraataca (The Empire Strikes Back, 1980), una de las cuestiones más temidas por la similitud de Episodio VII con la primera película de la saga: Una Nueva Esperanza (A New Hope, 1977). Si bien el mismo patrón se puede reconocer claramente en ambas, no es algo necesariamente malo, ya que le dio a los fans de todo el mundo un sentido de continuidad, mientras introducía a los nuevos personajes para el público neófito. Pero repetir la fórmula se hubiera vuelto predecible. Sin embargo, este cambio drástico no es algo necesariamente bueno. La película resulta larga por momentos, de a ratos poco orgánica, hasta fuera de tema. Y es que mientras El Despertar de la Fuerza era la fórmula Disney por excelencia, el camino del héroe, el entretenimiento perfecto, esta nueva entrega rompe con todo eso, lo cual tal vez traiga cierto alivio a los seguidores old school, pero será un poco más difícil de asimilar para los fans de la nueva era. Lo importante es que el espíritu está. La Fuerza que todo lo une y todo lo atraviesa. Las marionetas y animatrónicos que remiten a la era clásica, tan amada por todos, y los efectos visuales en CGI, con la tecnología de punta de Industrias Light and Magic. Lo viejo y lo nuevo, otra vez buscando el equilibrio. Como la luz y la oscuridad, lo que se juega en la película es justamente ese balance tan delicado y difícil de lograr, tanto dentro como fuera de la historia. Cabe destacar que en este sentido, es totalmente impredecible. Y es ahí donde reside la mayor fortaleza de esta ópera espacial de Rian Johnson. Como espectadores, estaremos permanentemente dudando entre lo que creemos que sabemos y lo que no, así como Rey y Kylo Ren luchan entre el lado de la luz y el lado oscuro. Si creíamos haber resuelto algún misterio a base de fan theories, podemos ir dejando las suposiciones de lado porque en esta entrega casi nada es lo que parece, y todos los personajes revelarán más dimensiones de las que cabría desarrollar en una sola película. Del mismo modo, la historia se divide en dos arcos argumentales, que casi hacia la mitad pasan a ser tres, para seguir a cada uno de los nuevos protagonistas en una misión diferente, todos con el mismo objetivo pero con distintas metodologías. En esta película se define el pasaje de la herencia que despuntaba en Episodio VII. Lo viejo y lo nuevo en permanente tensión y los personajes luchando por no repetir la historia, por no caer en un círculo vicioso de errores del pasado y destinos predeterminados. Todo lo que planteó su antecesora se pone en duda, mientras que en pocas cosas la supera. Una de ellas es su propia estética particular, que le da a este episodio una personalidad única dentro de la saga, entregando además algunas de las mejores batallas que hemos visto en Star Wars hasta el momento. Hasta acá, todo lo que se puede decir sin caer en spoilers. A partir de ahora, cada uno puede verla en el cine y sacar sus propias conclusiones. Que sin duda generarán un diálogo a largo plazo e interesantes debate entre cualquiera que se sienta apasionado por este mundo fascinante de galaxias lejanas.
Hace unos meses cuando se conoció el último avance de Episodio 8, los fans de la saga en todo el mundo enseguida empezaron a elaborar numerosas teorías sobre lo que iba ocurrir con la historia. Todos parecían tener la verdad absoluta sobre el destino que tendrían estos personajes y como los encuestadores del mundo de la política, ninguno la pegó. El problema fue que ignoraron las palabras de Luke. Cuando el señor Skywalker expresó en el avance "esto no resultará como pretendes", no le hablaba a otro personaje sino a los espectadores. En este punto encontramos una de las grandes virtudes que presenta el trabajo del director Rian Johnson. Los últimos Jedi es una película que logra desconcertar permanentemente al espectador con los numerosos giros argumentales que presenta la trama y conseguir eso en la octava entrega de una saga es brillante. Cada vez que pensás que el argumento se encaminará por determinado rumbo, el film toma el camino contrario y hasta el final te mantiene atrapado con el conflicto. Este fue para mí el gran atractivo del Episodio 8 de Star Wars, que si bien no está exento de algunas objeciones (más adelante me encargo de eso) en términos generales es una muy buena película que tiene la impronta del cine de autor. Más allá que se trata del capítulo de una franquicia, la obra de Johnson tiene identidad propia y si disfrutaste sus trabajos previos como Brick y Looper no quedan dudas que la narración lleva su firma. Una lección que nos dejó el 2017 en materia de cine es que no debemos dar por garantizado la excelencia en los efectos especiales dentro las producciones Hollywoodenses. La realidad es que salvo por El planeta de los simios, todas las grandes películas pochocleras de este año presentaron falencias graves en los campos visuales con escenas que se veían artificiales. En ese sentido resulta un placer sentarse a ver una producción de este género, donde el director Johnson consigue que durante más de dos horas nos olvidemos por completo que existe una herramienta llamada CGI. En esta película todo se ve real y el tratamiento de la acción y las elaboradas secuencia de batallas espaciales, sin exagerar, se encuentran entre las mejores de la saga. Cada vez que el relato de Johnson se enfoca en la acción la película se eleva a otro nivel y el realizador inclusive tiene el atrevimiento de incluir referencias a esa gran serie de televisión que fue Galáctica, que a fines de los ´70 exploto el fenómeno que había generado Star Wars. Sin embargo, el corazón de esta propuesta no pasa por las batallas y los duelos de sable sino que se encuentra en las interpretaciones de los protagonistas. La labor de Mark Hamill, actores subestimados si los hay, es extraordinaria y demuestra que está para jugar en las grandes ligas de Hollywood. Lo interesante de su interpretación es que evita caer en una mera participación nostálgica para presentar a Luke desde un enfoque diferente. Toda la explicación de su exilio está muy bien trabajada y representa uno de los puntos más fuertes del argumento. Carrie Fisher por su parte se despidió por la puerta grande, aunque su muerte genera que el visionado de este film resulte en una experiencia agridulce. Se da una situación similar a lo que ocurrió en Dark Knight con Heath Ledger. En este caso todavía es peor porque había una inversión emocional más fuerte con el rol de Leia y en la nueva trilogía ella estaba claramente posicionada como el corazón de la historia. La verdad que es duro ver a Carrie en esta película pero al menos protagoniza una escena que quedará en el recuerdo entre los momentos históricos de Star Wars. Con respecto a los nuevos personajes, Daisy Ridley se consolida en el rol de heroína, Oscar Isaac como Poe finalmente encuentra su lugar en la historia, mientras que Adam Driver en el papel de Kylo Ren sobresale como la gran revelación de este film. Lamentablemente no puedo explicar los motivos sin entrar en el terreno de los spoilers. El guión de Johnson nos permite ver al villano desde otro lugar y es muy interesante lo que hace con el personaje. Ahora bien, aunque la labor del director se anima a tomar riesgos en la trama y sobresale en el tratamiento de la acción, su film presenta algunos inconvenientes. En primer lugar la imperdonable duración de 152 minutos que no tiene razón de ser. Si no sos muy fan de Star Wars (como en mi caso) la película se hace pesada por momentos debido a la segmentación de relatos que presenta el guión. La película es fascinante cuando se concentra en Luke y Rey, mantiene su atractivo y el suspenso con Poe y Leia y derrapa por completo con la aventura individual que protagoniza Finn. Me encanta John Boyega y no me canso de escribir que es el heredero de Denzel Washington en el cine norteamericano, pero en este film la historia que protagoniza aburre y tranquilamente se le podían haber editado 30 minutos. Cada vez que la narración se concentra en la aventura de Finn, la película pierde el foco importante del conflicto que pasa por las relaciones entre Rey, Luke y Kylo Ren. La historia de Boyega no es más que una excusa burda para incorporar un personaje asiático, con el fin de cumplir con la cuota de corrección política que demanda el ratón Mickey en sus producciones. Esta subtrama además incluye todo un mensaje sobre la explotación de los animales que está completamente forzado, junto con la participación de Benicio del Toro, cuyo personaje parece pertenecer a un film diferente. El relato del director se alarga demasiado con estas distracciones que no aportan nada relevante y por eso la película llega a los 152 minutos. La otra cuestión que me hizo ruido en este film (al margen que a los rebeldes no se les cae una idea en materia de estrategias de combate) es la irrupción oficial del humor Marvel en el universo de Star Wars. Si bien es cierto que todas las películas de la saga jugaron con situaciones graciosas en el pasado, en esta entrega hay un marcado aumento de los chistes y el humor tiene el estilo de Marvel. Afortunadamente el guión de Johnson nunca cae en la idiotez de Thor 3, pero hay escenas que tranquilamente podrían funcionar en los Vengadores o la primera producción de Guardianes de la Galaxia. Sobre todo por el modo en que el director las aborda en la narración. Por momentos Los últimos Jedi es una película que parece sentirse incómoda cuando explora terrenos densos y oscuros. Por consiguiente, cada vez que se presenta una situación triste o trágica enseguida aparece el remate chistoso marveliano, que levanta el tono emocional del film otra vez. Episodio 7 también tenía escenas graciosas pero en esta película el modo en que se trabajaron me hicieron ruido, sobre todo por el hecho que algunos chistes están completamente fuera de lugar. Algo que no recuerdo haber visto en otros filmes de la saga. Probablemente en la próxima película que dirigirá J.J Abrams esto sea erradicado. Al margen de estos detalles, Los últimos Jedi es una buena película que honra el género de la ópera espacial y suma otra entretenida entrega en la nueva trilogía de Star Wars.
Es imposible no escribir esta reseña sin una sonrisa de oreja a oreja. Otro año, otra película de Star Wars. La vara había quedado muy alta luego de El Despertar de la Fuerza (2015), tal vez la mejor película de la saga solo por debajo de El Imperio Contraataca (1980). Además, Los Últimos Jedi no cuenta con la ansiedad que tenía su predecesora. Aquí no hay casi una década de espera por una película de Star Wars ni más de 30 años sin ver a los personajes originales otra vez en la pantalla grande. Sin embargo, la película cumple con todo y no debe nada. Es excelente pese a un pequeño fallo que ya comentaré. Otro tema de especulación y debate era si la película iba a ser parecida en historia y estructura a El Imperio Contraataca dado a que el estreno anterior era muy parecido a la película original de 1977. Y si bien hay un punto en común en términos de estructura (que no comentaré porque es un spoiler), se distancia bastante y vemos algo nuevo y fresco. Aplausos de pie para Rian Johnson, de quien se nota su amor por la saga en cada plano. Y hablando de planos, más allá del artificio obvio, en Los Últimos Jedi hay una puesta impecable. La fotografía es excelente. La mitología se sigue expandiendo, se revelan algunos de los secretos que quedaban pendientes y, por sobretodo, se profundiza la historia de los personajes. Tanto los viejos como los nuevos. Mark Hamill presenta su mejor Luke Skywalker y realmente emociona verlo. Lo mismo ocurre con Carrie Fisher, con el condimento de que es la última vez que la vemos. El nuevo trío compuesto por Daisy Ridley, John Boyega y Oscar Isaac termina de consolidarse. Ya son los dueños. Pero párrafo aparte para Rey (Ridley) de quien nos enamoramos hace dos años y aquí reafirmamos eso. Con matices, varias emociones y mucha versatilidad, se ha convertido en un personaje fundamental. Tampoco puedo dejar de mencionar la enorme labor de Adam Driver, su Kylo Ren/Ben Solo se impone en todo momento, y ya le hace sobra a Darth Vader. El resto del elenco (con las nuevas incorporaciones) está más que bien y llenan de estelaridad una franquicia que no la necesita pero que legitima. Además tenemos a R2-D2, C3PO, BB8, Chewbacca, el Halcón Milenario… ¡Y Porgs! Parece que todo mejora por Porgs. Lo único que tengo para objetar es la inclusión de algunos chistes totalmente innecesarios. Si bien no llega a ser la “fórmula Marvel” se acerca y no es algo que sume sino todo lo contrario. Así que con sorpresas, puntos de giro, duelos con lightsables, más sorpresas y momentos que te aflojan la mandíbula porque no podés creer lo que estás viendo, Star Wars: Los Últimos Jedi sea una de las mejores películas de la saga. ¿La mejor? Sería injusto sentenciarlo ahora. Es la del medio dentro de una trilogía y con el tiempo nuestra percepción cambiará. Por ello, en lugar de debatir cuál es mejor, disfrutemos esta verdadera fiesta para los fans con todo el poder de La Fuerza.
“Star Wars: Los últimos Jedi” de Rian Johnson, abre nuevos horizontes para la opera espacial por antonomasia en uno de los capítulos más audaces de la saga. El octavo episodio cuenta con bases realmente sólidas, consiguiendo una fuerte identidad capaz de alejarse del trabajo “clásico y nostálgico” de Star Wars VII: El Despertar de la Fuerz (2015) planteado anteriormente por JJ Abrams. Presentando una narrativa por demás fuerte y convincente, “Los ultimos Jedi” funciona como punto de inflexión y la consagración para la nueva trilogía en curso. El director Rian Johnson (Brick, Looper) se permite deconstruir todos los elementos pertinentes a la mitología de la saga, lejos del respeto casi religioso y nostálgico propuesto anteriormente por JJ Abrams, y en el mejor de los sentidos se apropia de Star Wars como ningún otro realizador lo ha hecho antes, llevando al espectador a una aventura galáctica sumamente impredecible. Durante 2 horas y 32 minutos, Star Wars: Los últimos Jedi es un torbellino de acción, emociones y sorpresas… La película detona todo sentido de previsibilidad, sin margen a teorías preestablecidas por rigurosos entusiastas respecto al devenir de la saga o los personajes implicados en la misma. Por lo que bien vale mencionar una muy inteligente campaña promocional por parte de Disney y Lucasfims desde la cuidadosa elección de escenas que componen los tráilers, sin haber develado línea argumental alguna de la película. Detrás de una impronta épica y su manifiesta belleza visual, Star Wars: Los últimos Jedi, acaso resulte la más audaz entrega de la saga, donde Rian Johnson se permite jugar con elementos de la trilogía original (1977/1980/1983) y la trilogía de precuelas (1999/2002/2005) para ser reformulados y adquiridos por el audaz peso dramático del presente relato. Con Star Wars: Los últimos Jedi, Johnson presenta una película sobre Luke Skywalker, impulsada por el mismísimo Mark Hamill, aquel joven actor que maduraba a la luz de la trilogía original iniciada en 1977, retomando en 2017 a un Luke Skywalker como la sombra de viejo maestro Jedi, un tanto sabio, medio loco, lleno de remordimientos y soportando el peso de una leyenda que lo precede por un magnífico y sorprendente viaje. Mientras que Abrams en Star Wars VII: El Despertar de la Fuerza (2015) tuvo un éxito ostensible en la caracterización del tormentoso Kylo Ren y el despertar de la fuerza de la joven Rey, esto ha servido de base a Ryan Johnson para conseguir la evolución progresiva y reformulación de los personajes, pero manteniendo el equilibrio entre los mismos. En esta entrega se hace hincapié en las dudas que aquejan a Kylo Ren y Rey-acompañada por Luke en carácter de guía y maestro- respecto de la luz y el lado oscuro de la fuerza, llegando a cuestionar el rol de ambos en el conflicto que los precede. Una estupenda Daisy Ridley ejecuta un perpetuo equilibrio entre emociones incontenibles e inocencia para interpretar los primeros pasos de Rey en el camino de iniciación de la fuerza, motivada por sus convicciones y la búsqueda de sus orígenes, pero cuando su trayectoria coincida con la de Kylo Ren el relato habrá de adquirir una nueva e inesperada dimensión. Por su parte Adam Driver (La estafa de los Logan) hace una inobjetable labor en su interpretación de Kylo Ren, un personaje considerablemente complejo al que le caben muchas más dimensiones que la de un interesante villano, sirviendo además, como un notable contraste y contrapartida de Rey. Bien vale destacar la última aparición de Carrie Fisher como Leia Organa, razón más que suficiente para emocionar, en una particular escena que será recordada como uno de los momentos más sublimes e intensos de la saga. Claro que en Star Wars: The Last Jedi sobrevuelan conceptos recurrentes de la franquicia como el melodrama familiar de los Skywalker, los rebeldes, el Imperio, el enfrentamiento entre Jedi y Sith. Pero el caso es que en esta nueva entrega cada uno de estos conceptos encuentra su progresión natural, definiendo un nuevo paradigma de Star Wars que avizora un horizonte promisorio y antológico.
Jedi Con la épica de la trilogía original. El Episodio VIII, con dirección de Rian Johnson, respeta los elementos litúrgicos de una de las series cinematográficas más destacadas de la historia del cine. Y vuelve a manejar con equilibrio las herramientas de la acción y el humor. La frase que ocupa toda la pantalla avisa una vez más que los hechos que están a punto de narrarse ocurrieron en una galaxia muy, muy lejana. Luego la música épica, la imagen del cosmos estrellado de fondo y el título de la película escrito en amarillo con la tipografía característica, justo antes de que un texto que fuga hacia el infinito se encargue de resumir en tres párrafos los hechos previos que servirán para entender un poco mejor lo que sigue. El Episodio VIII de La Guerra de las Galaxias, Los últimos Jedi, respeta los elementos litúrgicos de una de las series cinematográficas más destacadas de la historia del cine, sino la más importante. Un respeto que no sólo abarca detalles estrictamente formales como los que se acaban de enumera, sino que también sostiene (o quizás debería decirse que de algún modo recupera) la épica de la trilogía original. Esta recuperación, que ya se percibía en la entrega anterior (El despertar de la Fuerza, 2015), se da respecto de los Episodios I, II y III –en los que el elemento épico estaba ausente o muy desaprovechado–, que casi consiguen arruinar todo lo bueno que la saga había construido hasta entonces. Si contar el argumento de una película no siempre es necesario para hablar de ella, en un caso como el de esta saga que ha ido y venido en el tiempo, y en el que las conexiones entre los personajes y las diferentes tramas pueden hacer que el asunto se vuelva algo confuso para los no iniciados, quizá hasta sea ocioso. Alcanza con decir que mientras los últimos miembros de la resistencia republicana soportan como pueden el asedio de las tropas de los herederos del Imperio, comandadas por un poderoso ser maligno, una joven de origen humilde con inesperadas dotes intenta convencer al último miembro de una orden de sabios, único capaz de enfrentar a las fuerzas del mal, de que por un lado la acepte como alumna de su milenario culto y por el otro la ayude a salvar a los rebeldes. Como ocurría con las primeras películas de la saga, Los últimos Jedi no es otra cosa que una historia de caballeros medievales narrada en el contexto de una aventura con elementos de ciencia ficción. Si a eso se le suma la historia edípica de un joven que mata a su padre, pelea contra su madre y enfrenta a su tío en busca de dominar un poder ancestral, la cosa bordea además el melodrama televisivo. Es quizá en el éxito de ese juego en donde reside la fortaleza (la Fuerza) del nuevo episodio, que vuelve a manejar con equilibrio las herramientas de la acción y el humor, que al combinarse acaban potenciándose mutuamente. Es cierto que la narración tal vez abrume un poco al promediar sus 152 minutos, pero el buen manejo de la progresión durante el último tercio permite salir satisfechos de la sala. Pero además hay una serie de buenas decisiones, que ayudan a sostener dramáticamente el camino tomado. En primer lugar no utilizar a los viejos personajes, criaturas esenciales del universo de La Guerra de las Galaxias como Luke Skywalker o la princesa Leia, como meros fetiches destinados a mantener cautivos a los fanáticos. Si en El despertar de la Fuerza era el turno de Han Solo (Harrison Ford) de soportar buena parte de la carga de esa pesada herencia (nunca más oportuno el eufemismo), esta vez le toca Luke (Mark Hamill) la tarea de mantener viva la conexión con la saga original. La princesa Leia, por su parte, vuelve a tener un rol importante pero no tanto como debiera: un desperdicio que ya no podrá ser reparado luego de la inesperada muerte de la actriz que la interpretaba, Carrie Fisher. Otro acierto es el de un elenco que esta vez da en el clavo de cada personaje, de los importantes a los secundarios, en el que es difícil destacar a uno por sobre el resto, porque da la sensación de que todos cumplen con lo que les corresponde. Si hubiera que hacerlo, es oportuno mencionar la labor de Adam Driver. Su Kylo Ren, hijo de la princesa y de Solo, pupilo de Luke en el aprendizaje del uso de la Fuerza, nieto y heredero del más grande, Darth Vader, como exponente del Lado Oscuro, resulta realmente impactante. Ya desde su presencia física (el tipo mide 1,90) y el pelo negro lacio recuerda a la figura de Vader. Pero además es capaz de expresar la furia con una elocuencia abrumadora que lo convierten en un personaje inolvidable. Todo lo contrario de lo que ocurre con Hyden Christensen en los Episodios II y III, cuyo Anakin es recordado por pocos. Y quienes lo hacen preferirían olvidar.
El despertar de la fuerza Otro año más de Star Wars, y muy a pesar de mi fanatismo por la saga, creo que hace falta descansar un poquito. No mucho. Lejos de ser la peor película de la franquicia, ni por asomo es la mejor. Y con no quiero decir que sea mala, sino que por muchas razones no alcanza. Los últimos Jedi inicia justo donde termina El despertar de la fuerza y lo hace de forma inmediata con la acción. No se toma tiempo para explicar quién es cada uno ni qué rol cumple. El tema central nos lleva a la lucha del bien contra el mal pero nos deja reflexionar acerca de la naturaleza de las guerras que refleja al mundo real. Además tenemos el conflicto interno de cada uno de los personajes (sobre todo en Rey y Kylo). Los últimos Jedi es una película distinta a las demás, que incluso si estuviera aislada de la saga, tranquilamente podría ser considerada antológica. Tiene identidad propia. Desde ya que hay referencias a todo lo que ya conocemos, pero transita por muchas historias. Tenemos a Luke y Rey; a Kylo; a Poe y Leia; a Finn y Rose. Todo esto permite que la trama sea una pero logre bifurcarse. Y más allá que esto significa una gran a puesta a nivel guion, posiblemente sea lo menos satisfactorio del film. Comencemos por Luke (Mark Hamill) y Rey (Daisy Ridley). Hamill sigue demostrando que es uno de los grandes valores de Hollywood. Es de esos actores que en un instante lo estás amando y en el otro odiando. Tiene esa facilidad de meternos en situación que pocos lo hacen. Su papel en este Episodio VIII, lejos de ser una mera participación, es el alma de la película: impecable. Muy en contra parte con el personaje que interpreta Ridley: si en El despertar de la fuerza es la protagonista indiscutida, en esta oportunidad la dejaron jugando con el sable. Prácticamente no hay escena donde pueda lucirse por sí sola. Kylo Ren (Adam Driver) es el segundo personaje en demostrarnos por qué está ahí. Tiene todo el crecimiento que le faltó al Episodio VII. Conocemos más sobre el origen de la oscuridad en él y entendemos hacia dónde se dirige. Quienes lo criticaron a Driver, tendrían que considerar cambiar de opinión. En otro extremo tenemos a Poe (Oscar Isaac) y Leia (Carrie Fisher). Ambos juegan la parte más divertida de la película. Sí, hay que decir que hace ruido la irrupción del “humor marveliano” en Star Wars. Pero en algunas situaciones llega a descontracturar con tanta tensión. Poe consigue hacerse un nombre por sí solo (no necesitará de ningún personaje más) y a Leia se la ve absolutamente fresca. Probablemente junto a la Vicealmirante Amilyn Holdo (Laura Dern) protagonice la escena más memorable de Los últimos Jedi. Y finalmente tenemos a Finn (John Boyega) y Rose (Kelly Marie Tran), con una historia que no cierra por ningún lado y pareciera no ser más que una excusa para incorporar un nuevo personaje asiático. Es una subtrama que además incluye a Benicio del Toro, completamente forzado, y hace que la película dure más de lo que debería. ¿Qué sucedió con Phasma? No lo sabemos. Apenas aparece 10 segundos, sin explicación. BB-8 nuevamente es el gran triunfador y los Porgs, esas aves nativas del planeta Ahch-To donde el Maestro Jedi Luke Skywalker hizo su exilio, tienen muy buena participación en la historia sin llegar a verse forzados. Una de las grandes virtudes del film de Rian Johnson es que todo el tiempo nos desconcierta. La película tiene muchos giros en su trama, lo que hace que si bien se torna larga por momentos, no deja de asombrar al espectador. Cuando creemos que irá hacia un lado, torna hacia otro, y el conflicto retoma. El director supo darle buen ritmo a la película. Halagar los efectos visuales en el 2017 no sería algo trascendental si no fuera porque hemos tenido grandes decepciones este año. Debemos decir que Los últimos Jedi deslumbra en este aspecto con el uso de la tecnología y sin el abuso desmedido del CGI. Y en cuanto a la música, impecable de la misma forma, podrán notar en tres oportunidades que su nivel desciende de lo normal del resto del film, para dar lugar a que la escena sea más importante. Gran acierto creativo. Este nuevo episodio está lleno de nostalgia y mucho simbolismo. La escena final (que no comentaré para no spoilear) nos deja con esperanzas para la nueva película que veremos en 2019. Más allá de los tropiezos, muy probables por no permitirse el tiempo de elaborar una obra de excelencia, la saga está más viva que nunca.
El arte de no innovar y ser siempre éxito La flamante secuela parte de una trama similar a la de “El retorno del Jedi”. El director y guionista, Rian Johnson, se las arregla para imprimir seducción visual a escenas que podrían ser obvias. Aportar algo nuevo a una saga como la de "Star Wars" es algo cada vez mas difícil, ya sea en lo argumental como en lo visual o técnico. Justamente, la trama de "Los últimos Jedi", segunda parte de esta nueva trilogía, no parte de un lugar demasiado distinto del de "El imperio contraataca", la mejor y segunda parte de la trilogía original, con las tropas rebeldes a punto de ser exterminadas por el ejército de Darth Vader, aquí reemplazado por Lord Snoke y su discípulo, Ben Solo (Adam Driver). El director y guionista Rian Johnson se las arregla para que escenas que, argumentalmente, serían obvias, alcancen una fuerza visual asombrosa, logrando agregar algo nuevo a la estética de Star Wars. Cuando hace foco en personajes extraños como el "decodificador" Benicio del Toro, Johnson también consigue darle nuevos detalles extraños a estos mitos de la cultura pop del siglo pasado. Hay muchas escenas póstumas con la princesa Leia, interpretada por Carrie Fisher. Y también hay demasiadas subtramas y flashbacks, generalmente relacionados con una candidata a Jedi que intenta que el legendario Luke Skywalker vuelva a dar pelea, sin darse cuenta de que tal vez el malvado Adam Driver esté detrás de todo. En todo caso, el personaje de Mark Hamill aporta lo mejor, pero también lo más débil de esta extensa entrega de la saga: con dos horas y media, la más larga de todas las películas de la franquicia, ya que su libro se detiene más de lo que hace falta en la conexión entre Luke, Daisy Ridley y Adam Driver. Pero nada de esto importa demasiado cuando este "last Jedi" de Hamill genera un desenlace formidable, digno de una antología de lo mejor de Star Wars, que casi redime cualquier desequilibrio previo.
Un acontecimiento cultural del tamaño del estreno de la nueva Star Wars no puede durar menos que dos horas cuarenta. Pero, así como los libros voluminosos no necesariamente amortizan el gasto por su cantidad de páginas, el Episodio VIII podría haber ganado concisión con media hora menos. Sin spoilear detalles de la trama, este episodio retoma allí donde había dejado a Rey (Daisy Ridley), en la isla habitada por el Luke Skywalker (Mark Hamill) y la incógnita acerca de quién es en realidad esta chica, porqué parece que la fuerza está con ella, cuál es su verdadera naturaleza. Mientras, las fuerzas rebeldes comandadas por Leia deben huir por la galaxia en batalla desigual contra el tirano Snoke (Andy Serkis) y su ambigua mano derecha Kylo Ren (Adam Driver). Todos los personajes centrales (Poe, Finn) de la nueva generación, están en distintos lugares bajo circunstancias extremas, y El último Jedi desarrolla secuencias en paralelo hacia el encuentro, en el último, y mejor, tramo de la película. Las apelaciones a la emoción por la presencia de Fisher están a la orden del día, en ese metalenguaje para fans que las hace jugar con todos los guiños a la mística interna, encarnados por los actores de la saga original. Pero si el episodio VII de este notable relanzamiento Disney apuntaba directo al corazón del fan, VIII parece abrirse a nuevas generaciones de espectadores, y sentar las bases para lo que vendrá: una historia de la que se apropien sus nuevos protagonistas. Para eso, y acaso con mayor libertad creativa, el director Rian Johnson (Looper), ofrece diversión, color (rojo) y entretenimiento tomando bienvenidos riesgos para poner en escena un universo con semejante historia, que ha sufrido solemnes relecturas que mejor olvidar. Muchos echarán en falta algo de romance y esperadas definiciones fuertes. Episodio VIII pone el acento en los pesados conflictos internos de los personajes, con una gramática de primeros planos, profundidad de telenovela. Hay buenas ideas y otras no tanto, la simpatía de siempre y un humor que funciona y se festejará a los gritos en la sala. Apto Disney para chicos y "para emocionar a los grandes. Además, una preocupación constante por agradar a los fans que no le teme ni la bizarreada ni -materia de discusión de expertos- a transgredir reglas no escritas sobre la naturaleza de ciertos personajes icónicos. Pero también hay secuencias y personajes que podrían perfectamente no haber existido sin alterar el resultado, aunque Benicio del Toro tenga una de las mejores líneas de la película -y por citar una de las tramas secundarias que están ahí porque sí-. Valen como pretexto para referencias a los films anteriores, el estímulo emocional para fans. Y para vender más muñequitos, pero no para buen cine. De todas formas, fans a ultranza o no, queremos a estos personajes. El pastiche western galáctico y culebrón zen de Star Wars forma parte de nuestra vida, y no hace falta estar pendiente de cada revelación -quién es hijo de quién, quién primo segundo- para disfrutar de la fiesta -nostálgica, nerd, cinéfila- que implica cada nuevo estreno. Hasta Han Solo. Que la fuerza te acompañe.
Y llegamos al Episodio VIII del universo cinematográfico Star Wars con Los últimos Jedi, la segunda película de la tercera trilogía iniciada en 1977 con la memorable La guerra de las galaxias, una osadía visual y conceptual que nos adentraba en un mundo realmente fantástico en el que podía ocurrir casi cualquier cosa y de la cual la mayoría de los filmes galácticos posteriores acabaron por reciclar lugares y conceptos, además de explotar comercialmente a la perfección el fanatismo de sus seguidores a sus símbolos y a sus personajes. Este aparente “penúltimo” episodio retoma el camino narrativo de la inquietante y sombría El imperio contraataca-1980-, la segunda entrega de la trilogía original, y vuelve a la esencia donde la aventura, la jornada del héroe, la tragedia griega -Lucas siempre dijo que era la historia de un padre y un hijo-, las relaciones de aprendizaje, el poder de la sangre y el equilibrio entre el bien el mal con un sesgo de ingenuidad, conforman el relato que mantiene la nostalgia del pasado y propone nuevos retos para una resistencia galáctica cada vez más multicultural. Star Wars: Los últimos Jedicombina la aventura, fantasía, acción, emoción, acertadas y justas dosis de humor -expresadas en no más de cuatro o cinco gags que tienen como principal protagonistas a nuevas criaturas-, con personajes protagonistas con conflictos algo más profundos y complejos a los que dan vida actores de las sagas originales y nuevas incorporaciones que deberán afrontar múltiples batallas, duelos con sables láser y enfrentamientos varios incluyendo a la guardia roja de Snoke -con nuevas e imaginativas armas. Se destaca el trabajo de Rey -Daisy Ridley-, tanto en la lucha como en su camino por conocer tanto sus raíces como su destino; el maravilloso trabajo de Mark Hamill, que se entrega en cuerpo y alma al papel de Luke Skywalker en su versión más oscura en toda la saga; y Carrie Fisher, la inolvidable princesa Leia Organa, que falleció hace casi un año, cuando el rodaje de la película ya había finalizado. No termina de convencer un villano como Kylo Ren -Adam Driver-, cuyo conflicto existencial —y su resolución— es fundamental para romper o restablecer el equilibrio en la Galaxia pero cuya relación con Rey no termina de generar la mejor química. La aparición de los entrañables Porgs o las mucamas espaciales que cuidan de Luke Skywalker, mascotas que se hacen de querer en parte porque aparecen lo justo y porque suenan a caricatura-, entregan la cuota cómica sumada a la presencia de BB-9E, mientras que hay un desaprovechamiento de varios personajes sobre los que habían recaído muchas expectativas, como Laura Dern y Benicio Del Toro cuyas intervenciones no van más allá de una pequeña participación de lujo. A los buenos secundarios como el de Poe Dameron -Oscar Isaac-, se suman Flynn -John Boyega-, personaje capital en el anterior episodio que pierde total trascendencia solo con una serie de periplos interplanetarios acompañado de Rose -Kelly Marie Tran-. Si bien hay algunos pequeños momentos de los que se pudo haber prescindido y, a pesar de su duración que alcanza las dos horas y media, Star Wars: Los últimos Jedi invita a disfrutar de una nueva aventura galáctica que, siempre técnica y visualmente poderosa y con la música del icónico compositor John Williams, reflota nuestra nostalgia y refuerza el sentimiento de déja vu con momentos emotivos como los hologramas, reencuentros -entre Luke y la princesa Leia y apariciones de personajes legendarios como Yoda, Chewbacca, C-3PO y R2 D2. La histórica la lucha de los rebeldes -oprimidos- contra el Imperio -los opresores- tiene en este episodio una dimensión política más actual con una galaxia en la que se vende armas a buenos y malos y con un ligero componente de crítica social y una llamada a la esperanza de las revoluciones contra las injusticias, al que se suma la presencia de mujeres en altos mandos y la multiculturalidad de los nuevos personajes.
Para fanáticos de la saga ya lo saben Han Solo es asesinado por Kilo Ran que es su hijo Ben, reaparece Mark Hamill como un ermitaño en una isla perdida y desde el trailer Luke Skywalker sentencia que los maestros jedi tiene que desaparecer, con toda la carga dramática y el pie para las especulaciones más absurdas. Trascendió que el actor discutió y pulió bastante su personaje para aceptar este retorno que cerrará varias dudas sobre el personaje. Entre ella la carga de la revelación de Dark Vader y su paternidad. Con todo eso, más la mano que supo darle J .J. Abrams que esta vez no dirigió (se reserva para la novena. Escribió el guión y tomó la batuta Ryan Johnson que satisface la enorme expectativa. El espíritu de ” El imperio contraataca” está ahí, más toda la carga de la lucha entre el bien y el mal, más ambigüedades implícitas, que le devuelven a la saga ese espíritu festivo, aventurero, idealista, con toques de humor para alivianar la carga emotiva y poder verla con igual espíritu para los nostálgicos y descubrirla para bien de los recién iniciados. Hay esquemas que se repiten, un momento en que se hace un poquito larga pero eso no empaña el resultado. Hay por lo menos tres escenas espectaculares que arrancarán aplausos espontáneos. Los personajes nuevos de la peli anterior se afianzan, aparecen otro como los de Laura Dern y un hacker muy particular que encarna Benicio del Toro. Las intervenciones de los robots serán festejadas. Y algunas nuevas criaturas se roban buenos momentos. Y por supuesto el último trabajo de Carrie Fisher con su irremplazable princesa Leia. Una diversión garantizada, una franquicia rejuvenecida, un entretenimiento con todos los ingredientes. Esta vez “la fuerza” se siente en este capítulo difícil de superar.
Los Últimos Jedi es un excelente film que celebra la magia y la épica de Star Wars y sin dudas logrará deleitar hasta al fan más exigente de la franquicia. Las escenas de acción son electrizantes, con coreografías de pelea excelentes, duelos de sables de luz, persecuciones y las infaltables batallas de naves espaciales que te mantendrán al borde de tu asiento. La película también se toma su tiempo para explorar el pasado de ciertos personajes y ahondar en los misterios de la Fuerza.
Los Últimos Jedi: La Fuerza de una Leyenda Finalmente llegó el evento cinematográfico del año y una nueva entrega de la mítica saga de Star Wars, en este caso su Episodio VIII, ya está entre nosotros. Con un Rian Johnson (Looper, Los Estafadores) que reemplaza a J. J. Abrams en la silla del director, un elenco que suma a las figuras de Laura Dern y Benecio Del Toro a sus caras ya conocidas lideradas por Carrie Fisher, Daisy Ridley, John Boyega, Oscar Isaac y Adam Driver y un Mark Hamill que promete volver a liderar esta gran historia como no hacía desde hace 34 años, Los Últimos Jedi estaba llamada a cosas muy grandes dada su ubicación como segunda película en una saga de tres dentro de este universo que experimentó algo similar con El Imperio Contraataca. Hay mucho para decir e incontables análisis que plantear cuando se tiene entre manos una película de estas características. Primero por lo que significa en sí misma, tal vez la saga más emblemática en toda la historia del cine. Y segundo por todos los antecedentes que acompañan a una nueva entrega, con ocho películas que la anteceden e incontables agregados entre comics, series y películas animadas, libros y videojuegos. Y teniendo en cuenta justamente este universo tan extenso, lo primero que resulta llamativo sobre Los Últimos Jedi es su línea narrativa, su sinopsis o de qué se trata la película. Los que vieron El Despertar de la Fuerza saben que la República es cosa del pasado una vez más y la Primera Orden ya se erige como el nuevo Imperio Galáctico solo para encontrar oposición en la Resistencia, esa organización conformada por un grupo de rebeldes que, liderados por la Princesa Leia y figuras como el talentoso piloto Poe Dameron, se oponen a los planes del malvado Líder Supremo Snoke y su segundo al mando Kylo Ren. Un escenario al que estamos hartamente acostumbrados (tal vez la mayor crítica que se le hizo al Episodio VII tiene que ver con esa repetición de escenario) que sufre pocas alteraciones en cuanto a avances narrativos en esta nueva entrega dado que su línea argumental principal viene de la mano del perpetuo escape que los rebeldes intentan concretar frente a una Primera Orden insaciable que busca aniquilarlos de una vez por todas. El análisis profundo vendrá con las formas. Para empezar, este Episodio VIII da un considerable salto hacia a adelante respecto de su predecesora si lo observamos como un producto cinematográfico integral, en pocas palabras es mucho más película. Y esto resulta entendible porque es la segunda y no tiene tanto que explicar o introducir como le pasó a El Despertar de la Fuerza, mucho menos balanceada y más desorganizada. Ahora bien, establecidas las bases sí hay que decir que a esta nueva entrega de la saga le cuesta un poco arrancar. El magnetismo y potencia que genera el personaje de Luke no basta por sí mismo para sostener una buena hora y media inicial en la que, a pesar de la simpleza de la trama, no termina de quedar claro hacia dónde se dirige en términos inmateriales, de espíritu. Y si estamos poniendo el foco en la película como un todo, debo hacerme el espacio para decir que lo peor de la cinta resulta el abuso de los momentos cómicos que incluye que, lejos de decir presente en los momentos justos y en los que “está permitido” bromear, acá se busca cortar momentos de tensión con el chiste tonto de pésima manera. Star Wars tiene un tono demasiado épico en sus momentos cumbre como para hacer chistes. Hechas esas aclaraciones y sin caer en el spoiler, solo queda por agregar que la última hora o al menos los últimos 45 minutos son de una potencia visual, narrativa y de contenido como no se había visto nunca en toda la saga. Verdadera magia galáctica. Ahora sí, vamos a lo que nos importa: los personajes. Porque si decíamos que fácticamente la película no avanza mucho como parte de una saga de varias, sus dos horas y media de duración deben, inevitablemente, hacer foco en la evolución de sus personajes. Y vaya que lo hacen. Empecemos por Rey. Sabemos que el suyo es un personaje misterioso por un tema de origen que ni ella misma tiene claro. En esta nueva historia, donde lógicamente va a estar ligada y mucho a Luke, se trabaja maravillosamente su relación con tanto con el (ya no tan) joven Skywalker como con Kylo Ren, cuyo vínculo es central para la trama. Sin embargo, es ese origen de Rey lo que hace que esta película sea revolucionaria para una saga que siempre tomó como central el tema del origen de sus personajes, del linaje que los acompaña y que más de una vez les significó una cruz que cargar. De dónde viene Rey y en lo que se va a convertir conforman la tesis central de esta película y tanto su construcción como su contenido son la causa principal de la brillantez de Los Últimos Jedi como film. Con Kylo la cosa cambia. Si bien tenemos muchas más precisiones sobre lo que lo llevó a ser quien es, todavía queda mucho por saber. Y esa falta de información, fenómeno que también puede aplicarse al personaje del Líder Supremo Snoke (mucho más en su caso), atentan contra el peso dramático que en esta película tienen las acciones de Kylo. Algunas decisiones que toma, si bien justificadas y que no salen de la nada, no tienen la potencia dramática que deberían. Es como que lo que hace es muy importante pero por el hecho en sí y no por lo que lo motiva a hacerlo, que es algo velado y que conocemos muy parcialmente. En cuanto a personajes, también vale mencionar los avances que vemos en, por ejemplo, Poe Dameron, un héroe con todas las letras; Finn también encuentra su evolución, esta vez de la mano de su relación con un enorme personaje nuevo como es el de la joven Rose (su reflexión hacia Finn en el punto más álgido de su relación es casi tan brillante como todo el tema de Rey antes descripto); Leia aporta el toque emotivo y mucho de esto tiene que ver con nuestra amada Carrie Fisher; un punto flojo es el esperado personaje de Benicio Del Toro, poco relevante para la trama y de carácter tan dudoso que hasta se torna estéril; y una última mención tiene que ver con la Vicealmirante Holdo, el personaje de Laura Dern. Con ella queda demostrado que no hace falta hacer tres películas enteras para construir un personaje y luego hacerlo evolucionar en favor del mensaje que se quiere transmitir. Con apenas un puñado de escenas y algunos diálogos para el recuerdo, Amilyn Holdo -y no encuentro mejor forma de expresarlo- la rompe toda. Y es justamente por esas maravillosas evidencias que exhibe un personaje como el de Holdo que la crítica se la lleva el trabajo de guion que hicieron con Kylo Ren hasta ahora y que ya hemos explicado. Porque, y acá los ortodoxos de la saga sabrán disculpar, un personaje tan importante merece un tratamiento evolutivo similar a lo que la Nueva Trilogía hizo con Anakin, enorme trabajo de construcción que muchos pasan por alto dadas las fallas que en otros sentidos tiene ese trinomio de películas. Y para cerrar este que es el párrafo más largo del mundo solo creo que falta mencionar lo de Mark Hamill. Si su personaje se convirtió en leyenda en gran parte es gracias a él. Desde lo discursivo y sobre todo desde su presencia en pantalla, en esta película el tiempo no transcurre. Porque cuando vemos a este Luke, con más de treinta años en el lomo, seguimos viendo al héroe de fines de los setenta. Sencillamente épico. Con grandes actuaciones protagónicas de todo el elenco, un Mark Hamill eterno y una vuelta a las bases maravillosamente grata, Los Últimos Jedi consigue fusionar la espectacularidad visual de El Despertar de la Fuerza (incluso superarla) con la profundidad de contenido de Rogue One y el espíritu legendario de la Trilogía Original para erigirse como una de las mejores entregas de la saga y una enorme promesa hacia un futuro que alguna vez pareció tormentoso y que ahora encuentra Una Nueva Esperanza.
En esa compleja tarea de conformar tanto a las nuevas generaciones como a los fanáticos más fieles, Disney apela al público masivo con la fórmula clásica de Star Wars interrumpida por la presunta exploración de nuevos horizontes en la historia. La nueva entrega triunfa dándole a su audiencia tanto lo que quiere como lo que no sabía que quería. Apoyándose en un sentimentalismo instalado a lo largo de una franquicia que ya lleva varias décadas, el público acompaña tanto a sus personajes más queridos de siempre (Skywalker y Leia) como a aquellos que de a poco se van ganando los corazones de los nuevos y viejos fanáticos (Rey, BB8, Finn, etc.). Y siempre hay lugar para sorpresas que naturalmente no es nuestro lugar develar. La historia parte de lo que su título y sinopsis adelantan, se trata de una secuela en donde el foco está puesto en la subsistencia de un grupo (los Jedi y la resistencia, claro está). A partir de ahí, los protagonistas de ambos bandos se mueven fiel al estilo Star Wars, como jugadores de ajedrez tratando de adelantarse a cada movimiento del enemigo. Y en ese mismo juego entra el espectador que inevitablemente conjeturará de principio a fin sobre los posibles puntos de giro de la trama. Algo que puede hacer de la experiencia en el cine un hecho bastante irritante, según la sala que toque. Es cierto que Star Wars siempre se trató de un relato de personajes, pero esta vez al sumar a los clásicos con los nuevos, el verdadero desafío es no solo lograr que el público no se pierda entre entregas, sino concluir todas las historias satisfactoriamente como sí lo logró la primera trilogía. Y el problema principal parece ser que quien se alzaba como candidata a protagonizar el cierre de la trilogía, Carrie Fisher, murió inesperadamente en Diciembre del 2016. Intentando recorrer esa ancha avenida del medio que no desilusione a los nostálgicos que acusen de traición por escapar al espíritu de Star Wars, ni tampoco aburrir a quienes gustan ver algo nuevo, Los últimos Jedi consigue un valorable equilibrio que pese a que posiblemente consiga algunos detractores, seguramente serán más los que se sumen a la propuesta que Disney tiene para el futuro de la franquicia.
Mucho más que un juego de niños Si se me permite una reflexión antes de sumergirme en un intento de análisis de una nueva entrega de la saga Star Wars, invito a los lectores a contestarse la siguiente pregunta: ¿por qué los niños y niñas, sin importar generaciones, cuando recrean juegos donde se enfrenta el bien y el mal, siempre eligen el rol del bueno y no del villano?, propongo en este devaneo de ideas mezcladas con nostalgia un ejercicio extra de memoria, un viaje al recuerdo forzado por un pretexto vital pero banal a la vez. La primera respuesta que me llega en ese intervalo entre la fría reflexión de adulto y la tibia lágrima de niño, que se desliza con la misma sutileza en que se cuentan las buenas historias, es simplemente que la épica de los héroes es mucho más interesante que la de los villanos; que formar parte del bando de la luz supone una aventura mayúscula y una transformación espiritual mucho más intensa que abrazar las mieles de la obscuridad y quedar impregnado de un poder fugaz, que arrasa a la velocidad de la luz y no deja nada para recordar. Me atrevo a ir un poco más lejos y pienso en aquellas películas que ya no se hacen, donde el villano de turno le contaba a su némesis y por ende a nosotros mismos, espectadores que nunca estábamos de su lado, su plan como un intento desesperado de empatía pero también de trascendencia porque tarde o temprano -como decía el axioma- el mal no pagaba. Ahora bien, ¿qué es lo que prevalece detrás de ese inocente juego de niños?, en primer lugar me atrevería a decir la imaginación y en segundo un código moral que no se aprende con lecciones, sino desde el propio juego y sus reglas. Allí no hay lugar para la finitud o la muerte entendida como final, pero sí las leyes inquebrantables que diferencian al bien y al mal, sin menoscabar que uno necesita necesariamente del otro porque emergen de la misma raíz y el fruto es el resultado de la libertad de elección entre la luz y la obscuridad. Espiritualidad a secas o religión acomodada a la fantasía, eso es ni más ni menos que el universo Star Wars, la posibilidad de que la chispa de la imaginación arroje luz sobre la obscuridad de la realidad, por eso sin pecar de ingenuo para conectar con Star Wars y su propuesta como filosofía es necesario entregarse al niño que juega a ser héroe, aquel que derrota monstruos mucho más poderosos que él con la impronta de un código, algo que se lleva en el adn hasta que nos olvidamos de quiénes somos. La identidad que se genera al compartir ese juego es lo que hace a la necesidad de transmitirlo generacionalmente porque a nadie le hace bien someterse desde temprana edad a la rigidez adulta. Eso no significa que en el camino haya batallas que hay que saber perder, tampoco que el chico termina siempre quedándose con la chica, sino todo lo contrario, pues llegar no es el objetivo, transitar y transformarse es en definitiva la regla no escrita en el libro de la niñez. El episodio 8 de una saga que respeta la esencia de este entretejido lúdico y filosófico es la mejor síntesis para aunar públicos, desde la nueva camada de niños con inocencia perdida hasta los adultos que se niegan a perder la última gota de ella y todavía se sorprenden con esas vueltas de tuerca que se predicen con la misma velocidad que las espadas láser en un duelo antológico, o en cruce de batallas intergalácticas con abuso del digital a cuestas. Lo que no se predice de esta buena película es el aspecto emocional y el respeto para todos los personajes, aquellos que supieron deleitarnos a los cuarentones como quien escribe y los nuevos, portadores de esa leyenda que comenzara allá por fines de los setenta en una galaxia muy muy lejana. Nunca mejor explotada la mística de Luke Sky Walker, personaje que sin lugar a dudas representa el alma de este nuevo opus y para quien el director Rian Johnson guarda lo mejor, con la habilidad de sorprender a muchos que como quien escribe creían haberlo visto todo. Tampoco es para desmerecer una trama simple, entendible y en la que se prolongan varias raíces del gran árbol, basta con la aparición fugaz de Yoda (a esta altura no es un spoiler) para entender aquella historia de los Jedi y la fuerza como energía vital, coqueteando como en otras oportunidades con muchos preceptos de la filosofía oriental. Entre otras cosas esta nueva entrega (no es indispensable haber visto la anterior para disfrutarla) desarrolla con mayor precisión la importancia de los linajes y de cómo los hijos tarde o temprano deben alejarse de los padres para iniciar su propio camino, sin garantías ni mandatos taxativos. Ese linaje se reproduce en términos cinematográficos porque indiscutiblemente esta nueva camada de directores, comenzada nada menos que por J J Abrams, deja la tranquilidad de haber amalgamado el legado de Lucas con el plus de la impronta generacional; de haber aprendido y disfrutado como espectadores de sus películas y de cómo se debe crear y prolongar una mitología con nueva sangre, nuevo aire, pero siempre desde la misma ingeniudad y desfachatez que solamente se permiten aquellos que no le temen a usar su imaginación, el arma más poderosa del universo
El imperio contraataca… de nuevo Más allá de poseer un historia medular bien pensada, con giros interesantes y protagonistas carismáticos, The Last Jedi es excesivamente larga y posee una parafernalia narrativa completamente innecesaria. Es un capítulo respetuoso de su universo, pero que pierde el foco de lo importante para naufragar en sub-tramas insustanciales. Hasta ahora, lo peor de Star Wars que ha hecho Disney. Lo mejor: el argumento troncal y algunos momentos narrativos puntuales muy bien logrados. Lo peor: le sobran 1 hora de cinta, dos o tres personajes y un par de gags completamente anticlimáticos.
Contiene buenos diálogos, tiene villanos, buen ritmo, escenarios naturales impresionantes, batallas impactantes, bien épica, una interesante paleta de colores, donde prevalece más el rojo porque nos quiere señalar varios conflictos. No faltan las sorpresas y la tensión. Nos encontramos con varios momentos para el aplauso y la risa, una vez más la música de John Williams engalana toda la película, los personajes variados: droides, animalitos, nuevas figuras algunas mas aprovechadas que otras y tiene ese toque de nostalgia en cada escena que aparece Carrie Fisher (1956-2016) es un gran homenaje. Sigue siendo una gran aventura galáctica que te ofrece todo lo que queres ver y más, te va pasando por todos los estados, si sos fanático o no, la vas a disfrutar y mucho.
El ansiado posee una fineza cinematográfica única para la saga. Su energía es inagotable: en sus 152 minutos nunca merman ni la acción ni el humor. Dos frases se repiten en Los últimos Jedi: “Destruir las leyendas” y “dejar atrás el pasado”. Tales sentencias serán el corazón conceptual de este Episodio VIII y marcarán la autoconciencia de su director, Rian Johnson, al momento de lidiar con un fenómeno de proporciones religiosas. ¿Hasta cuándo el público será hechizado por la nostalgia? ¿Cómo construir algo nuevo sobre los monumentos del pasado? ¿Puede Star Wars refundarse como narrativa sin traicionar su esencia? El despertar de la fuerza fue un declarado homenaje a la saga original, una cautelosa presentación de nuevos personajes y conflictos sin despegarse de una estructura bastante previsible. Afortunadamente, con Los últimos Jedi no puede decirse lo mismo: su guión ya presenta una arquitectura sofisticada que divide al relato en dos tiempos narrativos: la persecución de la Primera Orden contra las flotas de La Resistencia a lo largo de la galaxia (el presente de la película, por decirlo de algún modo) y el entrenamiento de Rey en una isla ancestral con Luke Skywalker durante el transcurso de varios días. La destreza de Rian Johnson es indiscutible: salta de una temporalidad a otra con total naturalidad, haciéndolas confluir sobre el último tercio del filme. Los últimos Jedi tiene algo que a las anteriores entregas les costaba conseguir: cohesión en sus múltiples tramas, una organicidad rítmica que no descansa pero tampoco agobia. Las dos horas y media de película consisten en una persecución agónica y a partir de allí se irán desprendiendo micro aventuras. Esta estrechez temporal es toda una novedad para una saga adicta al compartimento episódico. La apropiación de Rian Johnson también se vislumbra en pequeñas herejías que consisten en juegos de montaje, exploraciones sonoras y planos detalles decisivos pero disimulados. Estas travesuras plásticas le aportan altura cinematográfica a la saga, le otorgan una originalidad que no llega a romper con las leyes sagradas de lo que debería ser una película de Star Wars. Porque sí: tendremos un surtido de bichos destinado a convertirse en merchandising (atención a la delirante secuencia del casino), enfrentamientos con espadas láser, batallas de naves y lecciones sobre la fuerza. Luces y sombras Pero también tendremos una propuesta más aggiornada para entender esta idea de balance entre luz y oscuridad, que vendrá de la seducción mutua entre Rylo Ken y Rey. En este vínculo zigzagueante, casi histérico, la saga se refresca y recupera su grandeza mitológica. Los diálogos entre Adam Driver y Daisy Ridley son honestos, tensos y desgarradores, y la escena en la que ambos se disputan un sable láser está destinada a pasar a la historia como uno de los encuadres más bellos de la saga. Hay, además, una complejidad actoral en esta nueva generación que no la aporta ni Mark Hamill y mucho menos la fallecida Carrie Fisher, encasillados en métodos anacrónicos y sobregesticuladores. El universo creado por George Lucas finalmente se ha emancipado y sus mutaciones serán infinitas.
El equilibrio llegó a ambos lados de la Fuerza "Los útlimos Jedi" es la continuación de "El despertar de la fuerza", la primera entrega de una nueva trilogía de Star Wars. Lo más destacable del film es su capacidad de mantener el ritmo de principio a fin. Hace dos años, “Star Wars” regresaba con el inicio de una nueva trilogía, que continuaba la saga que cronológicamente terminó con Episodio VI, también conocido como “El retorno del Jedi”. “El despertar de la fuerza”, de 2015, transcurría treinta años después de la destrucción de la segunda Estrella de la Muerte, en el que la Primera Orden buscaba el poder absoluto con el líder Supremo Snoke y el ejecutor Kylo Ren (Adam Driver), villano que es nieto de Darth Vader e hijo de Han Solo y la princesa Leia. “El despertar de la fuerza” se refería a que, a pesar de que los Jedi estaban extintos -teóricamente-, la energía que une y equilibra al mundo todavía estaba presente en algunos seres, y se presentaba a la huérfana Rey (Daisy Ridley), como una potencial Jedi. Ella se une a Finn (John Boyega), un stormtrooper desertor y conocen al capitán Poe Dameron (Oscar Isaac), que los une a la Resistencia liderada por la Generala (no más princesa) Organa (Carrie Fisher). “Episodio VII” finaliza con Rey en búsqueda de Luke Skywalker (Mark Hamill), para que la ayude a entender qué hay detrás del poder que posee. Y “Los últimos Jedi”, es decir Episodio VIII, comienza con ese vínculo entre Rey y Luke, que debería ser una secuencia de entrenamiento pero se transforma en algo más oscuro y reflexivo con el correr de las escenas. En tanto, la Resistencia debe escapar de las naves de la Primera Orden que halló la forma de encontrarlos rápidamente mientras viajan por el hiperespacio. Por ello, Finn junto a un nuevo personaje, Rose (Kelly Marie Tran) irán en búsqueda de un hacker mercenario (Benicio del Toro) que es capaz de descifrar códigos necesarios para evitar que la Primera Orden los siga ubicando con facilidad. En tanto, Kylo Ren emprende la búsqueda de Rey y de Luke, para terminar para siempre con los únicos bastiones Jedi de la galaxia. En ese camino, seguirá con bastante introspección sobre su pasado y su futuro. Si la transformación de Anakin (luego Vader) al lado oscuro tenía sus conflictos morales con respecto al poder, Kylo también los posee por el linaje (madre) y los principios (padre) que heredó y se le presentan aunque no lo quiera. Con una duración de 160 minutos, lo más destacable de “Los últimos Jedi” es su capacidad de mantener el ritmo de principio a fin. Incluso en los momentos reflexivos de sus personajes principales, la estructura elegida para narrar la historia hace que cada fotograma valga la pena. También funciona en forma óptima la renovación de personajes, algunos más comprometidos que otros, pero Del Toro, Tran y Laura Dern (que interpreta a la vicealmirante Amilyn Holdo) refrescan la pantalla. Del “lado luminoso de la fuerza”, se destaca en la historia y las subtramas todo lo debatible respecto de la construcción de la identidad (Kylo y Rey) o en las formas en las que se utiliza el poder y sus consecuencias (Luke y Poe). Yendo al “lado oscuro”, debe reconocerse que para llegar a esas dialécticas, el guión se vale de esquemas que ya vimos, dando la sensación de que vemos una mezcla de “El Imperio contraataca” con “El retorno del Jedi”.
“The Last Jedi” se centra alrededor de una rebelión a la retirada, luego de la destrucción de la república en la entrega anterior los rebeldes no tienen apoyo, superados en número y recursos deberán usar toda su inteligencia para poder encender la llama que destruirá a la primera orden. Mientras tanto nos encontramos con un Luke roto en voluntad y con la idea clara que el linaje de los Jedi debe llegar a su fin, Rey, intentará convencerlo de lo contrario en secuencias que no solo le muestran el pasado turbulento de su nuevo maestro, sino que también darán luz a las motivaciones del antagonista principal. Lo primero que hay que remarcar es lo inesperado de su trama, Rian Johnson (Looper) sale del molde y nos trae una historia en la cual el universo es más complicado de lo que ha sido en otras entregas, La línea entre el bien y el mal comienza a verse borrosa y nuestros personajes favoritos corren un gran peligro, se deberá decidir el futuro de los jedi y la verdadera naturaleza de la fuerza. El diálogo aunque lleno de grandes momentos en su mayoría, consta con el ocasional humor que caracteriza a Disney y a veces distrae de las partes más serias, el potencial de esta entrega la trae cerca de los grandes clásicos de esta franquicia sin embargo el espectador no estaría equivocado si sintiera que es el estudio quien le está atando los pies en la tierra. La cinematografía y la banda sonora complementan estos diálogos y están en constante cambio para para establecer la atmósfera de las escenas, la acción, la tensión, la risa y el desarrollo de los personajes se verán enriquecidos por estos tres importantes factores. Siendo completa y totalmente recomendada, si fuera obligado a buscar imperfecciones en esta película es el número de tramas que posee y la forma en la que están divididas a través de la cronología, esto podría al menos por unos segundos arruinar el clima para algunos espectadores. Los últimos jedi es realmente una secuela como ninguna otra, agrega profundidad y carácter a todos los personajes y responde todas las preguntas que nos habíamos cuestionado anteriormente, nos enseña cual es la diferencia entre un villano y una heroína así también como el poder de nuestras elecciones.
Una de las sagas más importantes de la historia del cine está cumpliendo 40 años. Cuando George Lucas estrenó Star Wars: Una nueva esperanza allá por 1977 nunca imaginó lo que significaría ese relato -y todos los episodios que vendrían después- para los anales de la ciencia ficción en la pantalla grande. Ahora -tras siete películas y un spin-off- llegó a los cines Star Wars: Los últimos Jedi. Una película que se presenta como innovadora pero a la vez de las más cuestionadas de la franquicia. ¿Los motivos? Son muchos y diversos. Luego de cuatro décadas de una historia que parece no tener fin, es entendible -pero no aceptable para muchos- que los responsables de todo esto -ya sea Disney o Lucasfilm- intentaran cambiar algunos aspectos de la tradición cinéfila de Star Wars para atraer a nuevas generaciones. La decisión de que la película tenga un tono más familiar, sumado a ciertos toques de humor y a la simpleza del desarrollo de muchos personajes, deja bien en claro que el universo de Star Wars se metió de lleno en la lógica de Disney. Esto, obviamente, generará el rechazo y la decepción de los fanáticos más acérrimos que verán frente a sus ojos aspectos tan esenciales como la oscuridad, drama y conflicto quedar en un segundo plano en detrimento de la ligereza comercial de la industria de Hollywood. La elección de Rian Johnson como guionista y director fue seguramente el primer error cometido. Luego de la genial Star Wars: El despertar de la Fuerza (2015), dirigida por J.J. Abrams -la cual a mí entender se ubica en el podio de las mejores- y el bien logrado spin-off Rogue One: Una historia de Star Wars (2016), bajo la batuta de Gareth Edwards, el retorno de la saga luego de una década -la última había sido Star Wars: La venganza de los Sith en 2005-sentaba sus bases en el claro objetivo de mantener el espíritu de la franquicia. En este sentido Johnson llegó para edulcorar y simplificar todo. No tiene la fluidez narrativa que amerita la franquicia, dejando de lado muchísimos recursos cinematográficos mucho más atractivos. Con este séptimo episodio, J.J. Abrams logró amalgamar ingredientes del pasado para edificar una nueva cronología que promete mucho más para el futuro desarrollo de la saga. Además, ingresan cuatro nuevos personajes que están totalmente de relleno en el devenir central de la historia y que sólo sirven para intentar agregar un poco de humor (los porgs), romanticismo y redención (Rose Tico), y a los papeles interpretados por Laura Dern (Amilyn Holdo) y Benicio del Toro (DJ. Hacker) todavía no logro encontrarles alguna explicación real e importante a su incorporación. De qué va La Resistencia vuelve a enfrentarse contra los malvados de la Primera Orden liderados por el Líder Supremo Snoke y el siempre endeble Kylo Ren. Mientras, la joven aspirante a Jedi, Rey, busca al recluido Luke Skywalker para convencerlo que vuelva a unirse a los rebeldes y, además, le enseñe a dominar sus propios poderes. Sumado a esto, el ex stormtrooper Finn intenta un plan desesperado para salvar la vida de los pocos integrantes de la Resistencia que aún sobreviven; al tiempo que Poe se consagra como un héroe de acción que lo convierte en un posible aspirante a tomar el puesto dejado por Han Solo. Más allá de este cambio de rumbo de carácter meramente comercial, en general Star Wars: Los últimos Jedi se muestra como algo fresco y renovado, con una estética impactante, que en sus más de dos horas nos propone una verdadera road movie espacial que nos mantendrá aferrados a la butaca hasta el final. Continúa siendo esa épica galáctica donde abundan las batallas, el enfrentamiento entre el bien y el mal, dejando todo preparado para el final de la trilogía en 2019 en manos -de pie señores- de J.J. Abrams. Esperemos que, esta vez, la fuerza nos acompañe.
Dejar morir el pasado A dos años de iniciada la tercera trilogía de la saga galáctica más grande de todos los tiempos, un nuevo y ansiado episodio ha aterrizado en las salas para alegría de varias generaciones. De la mano del director Rian Johnson (Brick; Looper), la película continúa ahí donde El Despertar de la Fuerza (2015) nos había dejado, con el imperio galáctico arrasando l la Resistencia y la joven Rey (Daisy Ridley) dispuesta a combatirlo con la ayuda del mítico maestro Luke Skywalker (Mark Hamill), que ahora permanece exiliado. Una aventura espacial que se aleja un poco de la fórmula clásica y que ya ha abierto la polémica entre los fanáticos del universo creado por Geoge Lucas. Es menester admitir que los diseñadores de los tráilers de Star Wars tiene una destacada habilidad para engañarnos y hacernos creer una historia totalmente diferente. Nuevamente, nuestras conjeturas acerca de lo que podría llegar a pasar no han tardado en caerse. Quienes pensaban que Episodio VIII seguiría la línea de El Imperio Contraataca han sido sorprendidos por un Johnson que no teme tomar riesgos, a pesar de que estos puedan atentar contra la esencia de la saga. El cineasta de 43 años al que Disney le ha hecho entrega de un cheque en blanco para que conduzca la próxima trilogía una vez estrenado el Episodio IX, le imprime su personalidad y una buena cuota de extravagancia a la cinta. Incluso, agrega características sobre la Fuerza que ponen en cuestionamiento todo lo que pretendíamos saber hasta ahora. Con respecto a la narrativa, hay varios puntos para analizar. En primer lugar, se debe tener en cuenta que esta película posee varias subtramas, algunas menos interesantes que otras, que hacen que, en comparación con su antecesora, ésta no resulte tan redonda. Secuencias como el entrenamiento de Rey, que requerían más tiempo y profundidad y otras como la misión de Finn y Rose (John Boyega y Kelly Marie Tran), que más allá de presentarse entretenida, se roba varios minutos de pantalla innecesariamente. Otro aspecto negativo ha sido la utilización exacerbada e inoportuna del tradicional humor de la compañía del ratón. Es cierto que en Episodio VII ya habíamos sido testigos de esta alteración, pero en esta oportunidad los pasos de comedia al estilo Marvel aparecen hasta en los momentos más tensos de la trama, impidiendo la conexión del público con esa emoción tan conmovedora y épica que trasmiten las películas de Star Wars. La inverosimitud en tres escenas muy puntales es otro de los errores que hasta el fanático más obsecuente le es imposible justificar. Uno de ellos pertenece a la escena en que la flota rebelde es atacada por la maquinaria de la tropa imperial y la General Organa (AKA Princesa Leia) sale despedida en el espacio. Lo que todos suponíamos que sería el final del personaje tras el fallecimiento de Carrie Fisher, para ella no fue más que un rasguño. Leia regresa a la nave gracias a la Fuerza y sin movérsele un pelo. Luego de ver esta secuencia cuesta no imaginarse a Johnson cual modelo argentina diciendo “lo dejo a tu criterio”. La segunda escena la encontramos cuando Kylo Ren (Adam Driver) entrega a Rey al Líder Supremo Snoke. Un villano del que no conocimos absolutamente nada salvo sus breves demostraciones de poder sobrenatural es asesinado por Kylo de una manera totalmente absurda. ¿Dónde está la supremacía? La última tiene que ver con el linaje de Rey. Entendemos que uno de los mensajes de la película es que aquellos que a simple vista parecen no ser importantes, pueden lograr cambiar la historia. Pero esto no explica ni la capacidad de Rey para combatir con un sable y superar a Kylo ni las insinuaciones que Maz (Lupita Nyong’o) le había hecho acerca de su pasado en Episodio VII. La hipótesis de que Rey sea una Skywalker queda por demás descartada. En cuanto a los personajes, las interpretaciones son magníficas y Adam Driver logra destacarse luego de una dudosa actuación en El Despertar de la Fuerza. Las nuevas incorporaciones cumplen con su cometido, aunque teniendo una actriz de la talla de Laura Dern se la podría haber explotado un poco más, pero en general se muestran todas correctas. Las apariciones de Carrie Fisher conmueven con solo ver su cara y aquella última escena de Luke desde la isla mirando el atardecer con sus dos soles como en Tatooine es sencillamente estremecedora. Para los espectadores que busquen despliegue de acción, esta película no pasará de largo. Además de ser visualmente atractiva y otorgar una paleta de colores distinta, donde sobresale el color rojizo que pudimos ver previamente en los pósters promocionales, la cinta exhibe batallas magistrales con la presencia del Halcón Milenario que corona el viaje. Por último, es sumamente importante la reflexión que introduce Johnson acerca del bien y el mal. El papel de Benicio del Toro dejando en claro que tanto los rebeldes como los imperiales compran armas a la misma clase de explotadores, sirve para ponerle fin a esa dualidad. La inimaginable intervención del maestro Yoda también contribuye a evidenciar los fracasos de la religión Jedi y pasar a otra página. En resumidas cuentas, Star Wars: Los Últimos Jedi es un filme visual y climaticamente distinto, entretenido y con algunos giros de guion. Por más que presente varias inconsistencias encantará a los adeptos de la franquicia, los cuales pagarán más de una vez su entrada para verla en pantalla grande. Como debe ser.
La saga de Star Wars sigue con Los últimos jedi, el octavo episodio de la franquicia, ahora dirigida por Ryan Johnson (Looper, Brick, Los hermanos Bloom). La historia de Star Wars: Los últimos jedi continua donde dejo El despertar de la fuerza. Rey se dirige con R2D2 y Chewabbaca a una isla donde encuentra a Luke Skywalker. Poe sigue al mando de un grupo de pilotos rebeldes bajo las ordenes de la General Leia Organa. Finn después de quedar herido tras su batalla con Kylo Ren, despierta curado de sus heridas y queriendo saber que paso con Rey. Mientras tanto la primera orden continua sus ataques contra los rebeldes, a cargo del General Hux, Kylo Ren y el Supremo Lider Snoke. La saga de Star Wars ya era un desafió para J.J. Abrams, quien estaba a cargo de reencontrar a los míticos personajes de la saga (Luke, Leia y Han) con los sedientos fans de la misma. El despertar de la fuerza se consagró como una película bien realizada pero que en ningún momento se atrevió a tomar riesgos. Mantenía muchas lineas paralelas con el episodio IV: una nueva esperanza que logró que conformará a los más puristas. Pero tampoco se olvido de dar espacio a nuevos personajes creados por Disney con el objetivo de cautivar al público moderno. Mientras que J.J. Abrahms es el maestro del misterio en el siglo XXI, piensen en Lost o Westworld, y que el guión de El despertar de la fuerza fue escrito junto a Lawrence Kasdan (Star Wars Episodio V y VI, Indiana Jones); Rian Johnson se puso la dirección y el guión de Los últimos jedi en sus hombros, convirtiendo el film en uno de los más elaborados y más lejos del mito Star Wars. Sin lugar a dudas los fans van encontrar montones de guiños a la saga: lugares, personajes y situaciones que recuerdan cada uno de los momentos vividos en La guerra de las galaxias pero no se dejen engañar. La base del film se aleja del ritmo de la mayoría, exceptuando Rogue One: Una historia de Star Wars. El relato clásico de George Lucas y el camino que emprenden sus héroes sigue presente, pero sus lineas son más difusas. Johnson trasmite una sensación molesta para los fans de Star Wars: la de dejar de lado el relato épico o la continua batalla entre el bien el mal. Cuando se hace presente se burla al incluir momentos de gracia, con un humor más astuto que el de Abrahms. Inclusive, la tragedia de sus protagonistas y lo que sufren en Los últimos jedi no es relevante para el continuar de la historia, ningún evento es más importante que otro. Por otro lado, siendo el film de Star Wars más largo de la saga (un poco más de 2 horas y media) la sensación es que por momentos cada una de las escenas esta filmada sin correlación con la anterior, y que son guiadas solo por un gran hilo conductor. El realismo imperante del relato puede cansar a algún espectador que espera que pase más tiempo u otra continuidad. Se suman a la saga Benicio del Toro como el ladrón DJ y Laura Dern como la Vice Admiral Holdo . El primero con un personaje más trillado y estereotipado; mientras que la segunda busca escaparse de los lugares comunes. También está Kelly Marie Tran como Rose, quien oficia de acompañante de Finn y es sin dudas la clave para entender el significado de todos los personajes. ¿Los porg?, los pequeños animales salvajes de la isla donde se encuentra Luke no suman ni restan, son un visible intento de marketing de Disney para vender muñecos a los más chicos. Mark Hamill tiene la oportunidad de construir a un Luke mucho más elaborado y con mayor personalidad que en la antigua saga. Deja de ser alumno y aspirante a jedi, no es el confiado guerrero del Retorno del Jedi, pero tampoco es el maestro al cual podría aspirar o tomar como inspiración en Obi Wan-Kenobi.
“El mejor maestro, el fracaso es” – Yoda Finalmente podemos disfrutar del Episodio VIII que ya se encuentra disponible en las salas argentinas. El tan ansiado estreno del film de la franquicia más exitosa de la historia del cine llega a la pantalla grande con la controversia del gran recibimiento de la crítica especializada y una tibia recepción de los fans. Esto nos hace entrar en el debate: ¿Quién tiene razón? ¿Es uno de los mejores capítulos de la saga o uno de los más flojos? Después de dos años de larga espera, somos testigos de “Star Wars: The Last Jedi”, la cual tuvo una polarización en lo que concierne al acogimiento del público sobre la historia concebida por Rian Johnson (“Looper”, “Brick”). El relato comienza inmediatamente después de los eventos que vimos en “The Force Awakens” y el panorama para los rebeldes no es nada alentador. La malvada Primera Orden se ha vuelto más poderosa y tiene contra las cuerdas a la Resistencia, liderada por la General Leia Organa (Carrie Fisher). El piloto Poe Dameron (Oscar Isaac) encabeza una misión para intentar destruir un acorazado de la Primera Orden. Mientras tanto, la joven Rey (Daisy Ridley) tendrá que definir su futuro y su vocación, y el viejo Jedi, Luke Skywalker (Mark Hamill), deberá reevaluar el significado de su vida y su rol en los acontecimientos venideros. Como siempre, la historia no representa ningún desafío en cuanto a su entendimiento. Sin embargo, el reto que deberá afrontar el fan tiene que ver con ese espíritu de provocación del realizador que busca trabajar tanto con las frustraciones de los personajes como con las del mismo espectador. Rian Johnson nos brinda la película de “Star Wars” que no se parece a ninguna otra y que justamente viene a cambiar el paradigma de la saga. Quizás no sea el film que los espectadores andaban buscando, pero sí representa el largometraje que nos merecemos. Al episodio VII se le reprochó su mirada nostálgica a la vieja trilogía y su parecido narrativo con el episodio IV. Es por ello, que el director buscó distanciarse lo más posible de “The Empire Strikes Back” con el objetivo de sorprender y brindar un producto fresco y diferente. Es así, que a diferencia de las entregas anteriores, se nos presenta la película con una buena estructuración, donde se siguen varias subtramas a modo de relato coral, cuyas líneas irán convergiendo con las otras a medida que se vaya avanzando en el metraje. En sus 152 minutos aparecerá una enorme cantidad de personajes brindando sus aportes al argumento (recordemos que el resto de los films tenían como mucho dos o tres líneas paralelas). Obviamente este recurso es riesgoso, ya que algunos participantes no contarán con tiempo suficiente como para desarrollar un papel de peso en la historia. No obstante, Johnson sale airoso en este cometido y no descuida casi a ningún rol (algunos dirán Phasma o Snoke, pero éstos, sobre todo el Líder Supremo, cumplirán un papel mayor en lo que respecta a la saga). El guion, lejos de ser perfecto, presenta ciertos problemas menores que no arruinan la experiencia del espíritu transgresor y renovador que se nos propone. Asimismo, hay lugar en el relato para un buen desarrollo de los personajes y los conflictos que atraviesan, logrando que la historia tenga coherencia y cohesión. Los momentos cómicos, si bien a veces pueden resultar excesivos, están bien distribuidos y no quedan desairados o fuera de lugar en el cosmos pergeñado hace 40 años por el maestro George Lucas. Lo más interesante que podremos presenciar en esta ocasión tiene que ver con el “viaje” del héroe y la dicotomía entre la luz y la oscuridad, que aquí desdibujan sus fronteras para mostrar que no todo es ni tan brillante ni tan opaco. Los héroes tomarán decisiones que perjudiquen a sus compañeros y los villanos también. Hay protagonistas que se moverán por un área gris, producto de los tiempos difíciles que viven y de sus formas de actuar y pensar. Habrá varias capas de lectura donde los personajes cuestionen sus creencias y donde deberán plantearse dejar atrás el pasado para poder mirar hacia adelante. Todos estos elementos dotan a la historia de cierto aire impredecible, componiendo una de las más grandes fortalezas de esta entrega. Es muy difícil anticipar lo que va a pasar y las grandes revelaciones que uno esperaba en esta entrega del estilo “Yo soy tu padre”, van en otra dirección y sentido. Para todo esto, Johnson contó con la ayuda de una belleza estética bien marcada, que quizás es la más lograda de toda la saga y la que sale un poco de lo que fueron las películas anteriores. El mérito se lo lleva el director de fotografía Steve Yedlin (habitual colaborador del director) y Rick Heinrichs (“Sleepy Hollow” y “Fargo”), el director de producción. Juntos le dan una impronta y un estilo bien marcado a la experiencia. Por el lado sonoro, John Williams vuelve a hacerse cargo de la identidad musical, ampliando su excelsa creación con algunas sutilezas que introducen las nuevas identidades melodiosas de cada personaje tanto nuevo como preexistente. Y por el lado del elenco, se destacan Daisy Ridley y Adam Driver que componen el duelo actoral más destacado de este capítulo, denotando la calidad interpretativa de ambos. En las nuevas incorporaciones resaltan Kelly Marie Tran como Rose Tico y Laura Dern como la almirante Holdo. Por otro lado, fue bastante desperdiciado Benicio Del Toro como DJ, cosa que seguramente corrija JJ Abrams en el episodio IX. En resumen, “The Last Jedi” marca un antes y un después. El Episodio VIII patea el tablero y resignifica el universo “Star Wars” brindando el evento épico y monumental que esperábamos pero no de la forma en que lo hacíamos. Con una oscuridad latente y un espíritu desobediente, la película se nos presenta como la antesala de una conclusión de grandes proporciones que aguardaremos impacientemente.
No crecí contemporáneo a la trilogía original creada por George Lucas. Vi de costado, y no tan conscientemente, la aparición de esas criaturas de laboratorio que son las precuelas y fui uno de los que se resignó a que todo tiempo pasado fue mejor. Desde el 2015, con la aparición de The Force Awakens y después con Rogue One, fuimos testigos del renacer de la saga y, por sobre todas las cosas, del sentido de pertenencia que genera Star Wars, así como también de un cambio de paradigma en el universo estrictamente canónico de la franquicia.
Y llegó nomás la película más esperada del 2017, una anticipada desde hace hace dos años cuando su antecesora había inaugurado un nueva ola de nostalgia pop. Star Wars: The Last Jedi continúa con el legado espacial iniciado allá lejos por el año 1977, continuado con una trilogía a modo de precuela en 1999, y ahora después de The Force Awakens (2015), siendo la segunda entrega de esta nueva trilogía que busca seguir con aquello que esta gran obra maestra quiere narrar según su creador: la historia de la familia Skywalker; pero algo que es mucho más grande y significativo para todos los que crecimos viendo y amando Star Wars, desde la cuna hasta el cajón, y eso es la historia de pequeños don nadies que se embarcan en una aventura, llevándolos de un lado a otro, conociendo nuevos mundos, navegando el espacio, combatiendo la maldad… todo para poder ser héroes.
Es sal Ninguna de los adjetivos con los que se me ocurre describir a Star Wars: Los últimos Jedi supone un valor en sí mismo. Diría que es una película, ante todo, distinta. Diría, también, que es una película novedosa y, también, que es una película rebelde. Nada de eso es un mérito en sí mismo si fuera solamente eso. El gran valor de Los últimos Jedi recide en que, justamente, no lo es. Considerar Los últimos Jedi poniéndole el peso de sus siete capítulos precedentes es, en buena medida, un error. Es cierto que la franquicia, como toda franquicia, tiene una identidad propia, una serie de reglas que, como todas las reglas artísticas, se fueron codificando únicamente a través de la repetición y de la insistencia. Pero también es cierto que Star Wars no es una (eventual) enealogía, sino un conjunto de tres trilogías. Si hay algo que no se le puede reprochar jamás a George Lucas, a pesar de los mamarrachos de las precuelas, es el haber hecho lo mismo que en el pasado. Las precuelas son, indudablemente, distintas a las películas originales. El tono es distinto, la estética es distinta, la ambición y la ejecución son distintas. A pesar de todas sus falencias, las precuelas trataron de hacer algo distinto. El mamarracho y la cantidad de papelones que hay en las precuelas han sido deslgosados de manera casi psicópata en internet y no es pertinente a lo que nos reúne ahora. Destaquemos, entre todo ese lío, lo que las precuelas sí hacen bien. George Lucas buscó algo distinto, algo novedoso e inesperado en relación a, acaso, una de las obras artísticas más importantes del siglo XX. Pero el mérito, el gran mérito de George Lucas, fue que encontró la manera de que esa novedad y esa búsqueda de algo distinto fuera coherente con la historia que estaba contando. La novedad estaba al servicio del relato y no viceversa. Me permito un momento de fundamentalismo cinematográfico: una película no es solamente una historia, pero sí es ante todo una historia. Las ideas subyacentes, las miradas sobre el mundo, deben transpirar orgánicamente lo que sucede, no estar forzadas ni puestas en el foco. Si la historia es coherente y redonda, la idea va a estar clara sin necesidad de ser resaltada. Un caso en el que esto no sucede, por dar un ejemplo, es Birdman, de Iñárritu. La historia pareciera que fuera una excusa para dar una clase sobre arte, pero la historia propia de la película, el primer nivel de la historia, a Iñárritu no le interesa en lo más mínimo. Tanto El despertar de la fuerza y Los últimos Jedi (como miles de otras películas, obvio, pero estamos hablando específicamente de Star Wars) tienen una idea clara. El despertar de la fuerza es una reflexión sobre sí misma: completa un círculo empezado con La guerra de las galaxias en 1977. La primera quería homenajear el cine y los seriales que George Lucas consumía en su infancia, tomando elementos de ellos y reproduciéndolos literalmente en la película (la estructura del “camino del héroe”; el mundo, que tenía más de fantástico que de ciencia ficción “real”; el título y el text crawl iniciales; incluso la música de John Williams repetía leit motifs de obras anteriores). El despertar de la fuerza repite este proceso, pero cierra el círculo incluyendo a la propia La guerra de las galaxias en esa bolsa de referencias. La película original se convirtió ella misma en un elemento fundamental de la cultura popular. Fue para J.J. Abrams lo que aquellos viejos seriales fueron para George Lucas. De allí la historia familiar, la insistencia (justa y medida) sobre la nostalgia. No dejaba, sin embargo, de ser una película en sí misma, con sus propias invenciones y sus propios méritos. Dijimos que cada trilogía es un paquete cerrado, distinto a las otras. El gran núcleo de la trilogía nueva estaría, aparentemente, cargado de cierto posmodernismo peligroso. Peligroso en tanto puede terminar atentando contra sí mismo. Los últimos Jedi tiene otra idea que, a su manera, se relaciona más con la ambición de George Lucas en las precuelas que con la trilogía original, pero no deja de preguntarse a sí misma qué lugar ocupa en una saga que lleva cuarenta años y nueve películas (contando Rogue One). En este contexto entra Rian Johnson a escena. Donde las precuelas fallaban (aunque noble y coherente, la ejecución de la novedad era torpe) Johnson acierta. Los últimos Jedi es una película, ante todo, inesperada. Es cierto que Johnson elige romper con ciertas expectativas a las que la saga nos tiene acostumbrados. Es cierto que esas expectativas las rompe con giros narrativos impactantes que para algunos y en una primera lectura (errada) parecieran ser meros efectos rebeldes, adolescentes, de un tipo que solo le interesa mostrarse subversivo y “efectista” (sea lo que sea que signifique eso). El error en esta lectura sesgada es que esos giros no son para nada caprichosos. Los giros a los que me refiero, concretamente, son tres: la muerte de Snoke, la revelación de que los padres de Rey no son importantes y el exilio y posterior redención de Luke. En Los últimos Jedi hay dos ideas sobre el mundo que chocan. Así como está el lado oscuro de la fuerza y está la luz, también está la añoranza del pasado, las leyendas y el desprecio por el mismo. La gran ideología que parece dominar toda la película (hasta el final) es con la que insiste Kylo Ren: “Let the past die”. La idea predominante de Los últimos Jedi es que las cosas no son necesariamente blanco y negro. Hay grises. La obsesión por alejarse del pasado, por dejarlo morir, parece ser la que lleva a Johnson a matar a Snoke en la mitad de la película, a extirparle a su protagonista cualquier pizca de linaje especial que pueda tener, a plantear una trama demencialmente simple que se parece más a Mad Max: Fury Road que a cualquiera de las películas anteriores de la saga. Las reglas que alimentaban todas esas películas parecen no correr más. Pero esto no es caprichoso, sino que supone una continuación lógica no solamente (aunque sí esencialmente) de lo planteado en El despertar de la fuerza y también en el final de El regreso del Jedi. La desesperación de Rey por encontrar su lugar, su pertenencia, está atada a encontrar su origen. Kylo Ren vivía obsesionado con Darth Vader cuando en realidad era un niño caprichoso, con berrinches. Luke, en el momento de mayor necesidad de la Resistencia, no apareció. A partir de esas semillas, Johnson explora a los personajes de manera coherente y orgánica, los deja desenvolverse en el mundo acorde a sus necesidades y no a lo que las expectativas (equivocadas y necias, a mi parecer) de los demás dictan. Las ideas extremas de la película, la oscuridad y la luz, matar al pasado y preservarlo, se demuestran, por el propio desarrollo de los personajes, como nociones erradas e inmaduras. El mundo es complejo y el mundo de Star Wars siempre fue complejo, al menos desde el momento en el que un joven granjero descubrió que el tipo más malo de toda la galaxia era su padre. Esa complejidad lleva a encontrar grises, puntos medios. La propia idea de los grises, de los conflictos dentro de los personajes que se debatían entre el bien y el mal, la plantó el propio Lucas con la redención de Vader en El regreso del Jedi. Esa redención no podría haber sido posible jamás de no existir en Anakin una lucha interna. Los últimos Jedi se da el lujo de jugar con el mundo que ha heredado y encuentra en ese juego un lugar para la novedad orgánica y natural. Lo dice uno de los soldados en Crait: no es hielo, es sal. No es una película fría. Es otra cosa. Es distinta.
Star Wars: The last Jedi, el episodio VIII, es la segunda entrega de la tercera trilogía de la saga de La guerra de las Galaxias, la cual comienza exactamente donde nos dejó la entrega anterior. Continua el enfrentamiento clásico entre las dos fuerzas pero con la nueva generación de Rey y Kylo Ren. Se profundiza la trama psicológica de ambos personajes mediante el clásico dilema "Shakesperiano" planteado en Hamlet: ser o no ser, (incluso Ren cargará con su casco negro cuan Hamlet su calavera) pujando ambos personajes los polos internos del yin y yang. A nivel estético, la belleza visual de horizontes lejanos tanto espaciales como de naturaleza siguen deleitando al espectador con su inmensidad. Quizás su mayor defecto es abusar del recurso de exponer el artificio constantemente y un exceso de guiños para el espectador, que no están para reflexionar acerca del metalenguaje sino simplemente como un guiño obvio al típico fan. Se extraña a Harrison Ford y su personaje Han Solo, pero para disminuir ese sentimiento aparece Chewbacca y su comicidad. Si bien tiene algunos elementos que no cierran a nivel narrativo y dentro de la lógica diegética, como así también algunos "poderes" exagerados y sobredimensionados de los protagonistas más antiguos de la saga, se considera que es entretenida y dejará contento a la mayoría de los espectadores, sean fanáticos extremos, fans aplaudidores o simples mortales como quien escribe. Por supuesto que nada igualará la primera trilogía, aún así el episodio VIII es correcto, aunque poco original. Se celebra el aumento cada vez más notable en la saga de la presencia femenina y del co-liderazgo de sus protagonistas, como así también un intento por profundizar sobre el concepto de guerra y el tráfico de armas, aunque este planteo no se termina por profundizar.
Se nota –y mucho– cuando hay un director con una visión clara e ideas cinematográficas detrás de una superproducción. No será una película perfecta, pero el nuevo episodio de la saga creada por George Lucas es el de mayor impacto visual de todos. Y el más original. Tal vez sea caprichoso de mi parte seguir pensando que se puede analizar el cine de alto presupuesto (altísimo) como el que propone la saga STAR WARS a partir de la llamada “política de los autores”, pensando que en la originalidad, creatividad y coherencia de la puesta en escena está la poción mágica que hace grandes a las películas. Los guiones, por supuesto, son un sostén fundamental de la pieza, pero si no hay un realizador con una visión cinematográfica, con ideas claras de qué es lo que quiere y cómo, un buen guión se desvanece en el aire, se esfuma. Y, aunque suene polémico, tengo la impresión que Rian Johnson (BRICK, LOOPER) es el primer gran director en hacerse cargo de un episodio de la saga. George Lucas es (¿era?) un gran creador de universos, pero un muy flojo director de actores y un recalcitrante expositor de tramas. A los de los Episodios V y VI no los cuento porque eran meros testaferros de Lucas (sería bueno, de todas maneras, que alguien se ocupe de revisar la filmografía de Irvin Kershner para entender cómo lograron hacer el mejor episodio de la saga) y J.J. Abrams es, no tengo dudas, otro muy buen director, pero tengo la impresión que en el EPISODIO VII funcionó más con cabeza de productor, tratando de encarrilar la flota en la dirección correcta sin tomar muchos riesgos. Los segundos episodios de las trilogías son bestias muy curiosas. Como los segundos actos en las películas, tienen más márgen de acción y menos responsabilidades que los primeros y los últimos, obligados a recorrer ciertos rumbos prefijados como plantear los hilos narrativos, en los primeros, y cerrarlos, en los últimos. Quien se encarga del segundo (del hijo del medio, digamos) tiene otras libertades, ya que puede permitirse desviaciones y juegos con las expectativas pasándole el problema resolutivo al siguiente. Y eso es lo que hace Johnson de manera brillante: hacer una película que podría narrativamente no existir pero que sirve para profundizar líneas temáticas, complejizar personajes y ampliar el territorio emocional de la saga. En su caso, además, para plantear por lo menos tres de las mejores escenas de acción de estos 40 años de STAR WARS. Cuando digo que la película no tiene “necesidad de existir” me refiero principalmente a que los acontecimientos que allí se narran, en su mayoría, no son de gran trascendencia, son desviaciones narrativas del tema central de la misma manera que puede serlo un solo en una pieza musical o lo que pasa en esas series televisivas de 13 episodios que entre el quinto y el noveno se van por las ramas en subtramas que no terminan llevando a nada. Esa libertad, que puede volverse una dificultad para otros cineastas, para Johnson es una caja de Pandora: si la trama (salvo algunos momentos específicos) es lo de menos, lo que queda es hacer cine, desarrollar personajes, situarlos en escenarios complicados y dejar volar la imaginación. No voy a spoilear nada de la película pero digamos que LOS ULTIMOS JEDI tuerce las expectativas –y seguramente decepcionará a algunos fans muy canónicos– al ser más un filme de fuga y supervivencia que uno de ataque y agresión. Hay una escena, promediando la película entre el impetuoso Poe Dameron (Oscar Isaac) y la lider de la rebelión que encarna Laura Dern, que deja en claro que para Johnson la opción del enfrentamiento bélico solo debe usarse cuando no hay otra opción. Lo mismo pasa con Luke Skywalker (Mark Hammill), a quien se le pide volver para ayudar a la causa, pero se comporta en plan “soldado que huye sirve para otra batalla”. Hay otras circunstancias en las que los héroes del filme se muestran reacios a las batallas y eso es, sin duda, uno de los toques originales del guión, más allá de que finalmente en muchos de los casos se termine llegando a la acción a partir de las circunstancias. Si solo fuera un filme sobre un grupo de gente que se fuga o se esconde no estaríamos hablando de la franquicia más exitosa de la historia del cine. El filme está claramente dividido en dos. Por un lado, el más canónico, en el que nos volvemos a encontrar con la persecución del Primer Orden a los rebeldes, quienes en más de una ocasión huyen y en otras tantas encuentran las maneras ya usuales de engañar a los poderosos colándose por los lugares menos pensados. Las batallas aéreas que ya son una marca registrada de la saga están manejadas aquí de una manera un tanto más alejada a la del videojuego, que es la que siempre utilizó STAR WARS. No hay eternas, velocísimas e indescifrables persecuciones aéreas sino unas pocas, precisas y específicas, al punto que hasta el uso del sonido y de la aparición y desaparición de las naves al entrar o salir de “la velocidad de la luz” es diferente a lo usual. Hay sí, combates en tierra o en aire que tienen un esquema bélico más tradicional, al punto que en un momento específico pareciera que uno está viendo una película de la Primera Guerra Mundial en el espacio. Sin dar muchos detalles de la trama, digamos que la parte “militar” de la película se desvía narrativamente de maneras por momentos demasiado extensas. La subtrama que une al ex storm trooper Finn, una chica asiática llamada Rose Tico y un personaje algo bizarro que encarna Benicio del Toro puede ofrecer momentos simpáticos pero también sacarse por completo sin que casi nada cambie, lo cual aligeraría también la un tanto extensa duración de 152 minutos. Y lo mismo sucede con algún otro enfrentamiento conducido por Poe Dameron, un personaje que crece mucho en protagonismo aquí. La otra parte está relacionada con el ya famoso melodrama familiar que incluye a los Solo, los Skywalker y a Rey (Daisy Ridley). Ella se ha encontrado con Luke quien no quiere ni pelear ni enseñarle a hacerlo ya que, después de su traumática experiencia con Ben/Kylo Ren, considera que los Jedi deberían desaparecer y ya. En ese sentido es curioso que su personaje ahora tenga muchos de esos momentos de humor que antes eran de Harrison Ford. Hammill logra así transformar a su héroe un tanto buenazo/bobalicón de la primera trilogía en un cínico, irónico y por momentos moralmente confundido o hasta deshecho personaje. Y no solo él, la película tiene una inusual cuota de humor a lo Indiana Jones que es más que bienvenida en un universo que a veces se toma con demasiada seriedad a sí mismo. Sin ayuda de Luke, Rey forma una curiosa conexión generacional con Ben (ya verán cómo) en la que el tema de los lados de la fuerza (la luz y la oscuridad) está jugado en modo “adolescencia conflictiva”. Es en esa parte en la que el guión de Johnson toma más riesgos, engañando una y otra vez al espectador acerca de las fidelidades y manipulaciones de los personajes para terminar en el mejor enfrentamiento de lightsabers de toda la saga, armado como una suerte de teatro kabuki con máscaras, colores y formas que impactan visualmente como pocas en la saga. En ese sentido, Johnson sigue la línea Kurosawa imaginada por Lucas desde el principio, tanto en los enfrentamientos bélicos como en el uso del color. Y lo hace de una manera más radical que en las películas anteriores, arriesgándose con esos juegos al punto de parecer preciosista. La carga emocional extra viene por el lado de los veteranos. Carrie Fisher, a la que está dedicada la película, gravita por sobre la trama dejando que sean los más jóvenes los que carguen con el peso narrativo, pero marcando una línea clara en un momento específico. Y lo mismo sucede con Hammill, que parece desaparecer durante buena parte del filme, para dominar con su presencia el desenlace. Pero en mi opinión la figura clave del filme es Adam Driver, un actor con la habilidad y el talento que necesita un personaje con las torturadas características de Ben Solo, un villano que ha cometido un acto terrible en el filme anterior pero que aún así logra generar (en Rey y en el espectador) una sensación de empatía que confunde y que hace dudar todo el tiempo de cuáles son sus verdaderas intenciones. LOS ULTIMOS JEDI es, acaso, lo máximo que un espectador que no es necesariamente un devoto de la cadena de superproducciones que se estrenan por semana puede esperar de un producto de estas características y dimensiones. Johnson tiene que lidiar con contentar al público adolescente formateado por el sistema Marvel y no solo sabe manejarse en ese terreno muy bien (el humor ingenioso también puede ser visto como un guiño a ese universo) sino que ofrece un peso dramático extra, peso que esas películas han dejado de tener desde, quizás, BATMAN REGRESA. Es cierto que le sobran minutos, subtramas y que por momentos no logra despegarse del todo de los previsibles beats narrativos impuestos por este Complejo Cinematográfico Industrial que es esta sociedad Lucasfilm/Disney, pero dentro de los parámetros del cine masivo actual es lo más parecido a un filme de autor que se puede encontrar.
“STAR WARS: EPISODIO VIII LOS ÚLTIMOS JEDI” Una nueva esperanza Ignacio Andrés Amarillo iamarillo@ellitoral.com El “Episodio VIII” es al mismo tiempo una clásica “película del medio” de “Star Wars” y un punto de quiebre. “El despertar de la fuerza” (la anterior entrega, primera de la tercera trilogía) era en buena medida una apelación a la nostalgia, mostrándonos a los viejos héroes (Luke, Han, Leia y algunos compañeros de andanzas) atravesados por el tiempo. También introdujo a la nueva tríada de héroes, pero en un contexto familiar; el argumento general se movía en territorios reconocibles: los restos de las fuerzas del Imperio se convirtieron en la ascendente Primera Orden, los buenos volvían a pasar a la clandestinidad, y el objetivo final era volar un arma de destrucción estelar masiva. Pero el final ya pintaba más sombrío que el del “Episodio IV”, y la introducción de Kylo Ren insinuaba nuevas batallas interiores. “Los últimos Jedi” (así se tradujo, pero en el original inglés juega la ambigüedad con “El último Jedi”), como dijimos, viene a cambiar las cosas. En primer lugar, el mundo (éste, el “real”) cambió, y el despliegue visual no sorprende como en 1977 ni como en 1999: tiene que estar, pero no puede ser el eje de la sorpresa (además, ya la entrega anterior nos sacó el gusto por volver a ver la imaginería de la saga). De todos modos, están las persecuciones, las hazañas de los pilotos, el portento de las batallas y hasta una vistosa pelea de lightsabers (la guardia de Snoke son los comparsas enmascarados que mejor pelean en la saga). Si la sorpresa no está allí, la buena noticia es que el asombro viene de los giros argumentales (el estreno de “Rogue One”, precuela lateral del “Episodio IV”, fue también una piedra de toque para el tono de la saga). Es por esto que dijimos más arriba que esta entrega plantea un cambio en la narrativa. Muchos tópicos de la franquicia son desmontados: desde la primera reacción de Luke ante Rey (retomados donde se los dejó en la cinta precedente), esta entrega está plagada de “desilusiones” para visitantes de foros, blogs y canales de YouTube sobre “Star Wars”. Contrapuntos El comienzo nos pone desde las letras amarillas en fuga en un clima al estilo de “El Imperio contraataca” (a la que rinde homenajes): la Primera Orden ha descubierto la base de la Resistencia y planea su extinción; la general Leia Organa lidera la evacuación, con Poe Dameron encabezando la proyección del repliegue. Finn se recupera sólo para descubrir que están en problemas, y debe alejar a Rey de volver allí. Y Rey sigue en su viaje formativo al ancestral planeta Jedi de Ahch-To, con la intención de que Luke se convierta en su maestro. Así se arman las líneas argumentales cruzadas de cada uno de los miembros del trío, y sus contrafiguras. Poe debe lidiar con los deberes de un líder militar y sus decisiones, lo que lo pondrá en tensión con Leia y la vicealmirante Haldo. Finn encabezará un plan de escape (la Primera Orden los tiene rastreados aun en el salto hiperespacial) junto a Rose Tico, una segundona operaria de la Resistencia, de las que siempre miraron a los héroes desde afuera, y el misterioso DJ. Y Rey tendrá en principio que lidiar con un renuente Luke, en la forma en la que él mismo insistió a Obi Wan Kenobi en el pasado (R2-D2 se lo recuerda claramente), al tiempo que su conexión con Kylo se acrecienta. No desplegaremos aquí más información sobre la historia, para tranquilidad de quienes no vieron la película. No obstante, diremos que muchas de esas ideas arriesgadas que los héroes épicos no funcionan o tienen costos elevados, o se basaban en falsos supuestos, o juegan al límite de la suspensión de la incredulidad; que los foristas que debatieron sobre el pasado y el rol del Líder Supremo Snoke, o sobre el linaje de Rey, se llevarán alguna sorpresa; que el humor es más sombrío que en la saga central (“Rogue One” ya nos había introducido en el clima de los bastardos sin gloria de este universo). Y que el final es especialmente épico, con referencias para todos los gustos: la forma de la puerta en la montaña (recuerda a la entrada a Moria en “El Hobbit”), el clima de duelo (un atardecer con estética de western) y la vuelta al origen (el atardecer con el “Tema de la Fuerza” de John Williams de fondo). Sí, podemos reflexionar un poco y ver cómo Rian Johnson (director y guionista, que se pone al hombro el episodio bajo la atenta mirada de J.J Abrams, el George Lucas de la era Disney; algunos plantean posibles tensiones creativas, pasadas o presentes) explora el conflicto entre Kylo y Rey. Unidos por un lazo que atraviesa el espacio, atravesados por chispazos de tensión sexual (parece que varios a lo largo de esta trilogía mirarán con cariño a Rey, que será especial pero no de madera tampoco), juegan su propio ajedrez a lo largo de la trama. Si la Fuerza planteó su tensión entre los lados oscuro y luminoso en la persona de Anakin Slywalker/Darth Vader, aquí la resolución parece más exterior. Anakin tuvo su tentación, caída y redención (y quizás ese sea el eje de los primeros seis episodios), Luke tuvo su propia andanada de ofertas hacia el Lado Oscuro. Ahora “la grieta” se afianza: Kylo y Rey se invitan respectivamente al Lado Oscuro o al Luminoso, pero están demasiado jugados y quizás la resolución tenga que ser maniquea y a la antigua. Rostros viejos y nuevos El cartel lo encabezan con justicia Mark Hamill y la extinta Carrie Fisher (a quien está dedicada la cinta): el primero le encuentra un clímax al papel de su vida, y la segunda descubre profundidad en el personaje que hizo cuando era una muchachita. Luke y Leia crecieron dentro de ellos, y sus versiones mayores tienen ese espesor. De los nuevos protagónicos, Daisy Ridley se lleva las palmas: tiene a su cargo el arco argumental más espiritual, sin dejar de ser una bonita heroína de acción en descontracturados pantalones pescadores. Del otro lado, Adam Driver larga su lado más bestial como Kylo Ren, aunque enigmático ya desde sus particulares facciones. Oscar Isaac es un actor de cierto fuste, que emplea para brindarle a su Poe Dameron la densidad en torno a sus decisiones, y crea la química particular con la vicealmirante Holdo encarnada por Laura Dern: su vestido elegante y pelo colorido -propios de una capitolina de “Los Juegos del Hambre”- esconden a una líder y heroína, todo lo que Poe sueña ser. John Boyega tiene sus momentos, pero se maneja con soltura ya que el arco de Finn es el de la aventura más pura. Su compañera es Kelly Marie Tran como Rose, un personaje medio pelotazo pero que saca de allí su gracia. A ellos, se les suma Benicio del Toro como DJ, un personaje que el mexicano hace de taquito, con una estudiada tartamudez (es de esperar que tenga revancha, ya que llamaron una figura para el rol). Amanda Lawrence aporta cierta gracia extraña a su comandante D’Acy, una militar firme tras un rostro algo loquillo. Domhnall Gleeson hace un general Hux un poco esquemático, como los nazis de las películas viejas, pero hay cierto regodeo en eso: quizás porque resalta a Kylo Ren, o para mostrar que esto es la versión decadente del Imperio, sin un Wilhuff Tarkin. Gwendoline Christie vuelve a ponerse bajo la máscara de la capitana Phasma, sin aportar mucho más que su porte imponente. Andy Serkis tiene más tiempo en cámara como Snoke esta vez, aunque su participación se vuelve lateral. Lupita Nyong’o ocupa un lugar destacado en la lista, y Maz Kanata sólo tiene segundos en pantalla. Cabe destacar también los regresos de Anthony Daniels (siempre dentro de C-3PO desde 1977) y Frank Oz (la voz de Yoda desde siempre y responsable de su marioneta en tiempos más analógicos). En contraste, Peter Mayhew abandonó la piel de Chewbacca (se la puso Joonas Suotamo). Como dato de color, y continuidad de esta familia de Star Wars, creció en metraje el rol de Billie Lourd (hija de Fisher) como la teniente Connix, una muchacha voluntariosa con rodetes. Las cartas están bastante echadas para el encuentro final. “Deja que el pasado muera. Mátalo, si es necesario”, le dice Kylo a Rey, que no parece muy convencida. Quizás porque su voluntad es refundacional pero sobre las bases de las mismas peleas de siempre. Ése quizás sea, como rezaba el título del “Episodio IV”, el camino para encontrar “Una nueva esperanza”. * * * * Muy BUENA “Star Wars: Episodio VIII Los últimos Jedi” “Star Wars: Episode VIII The Last Jedi” (Estados Unidos, 2017). Guión y dirección: Rian Johnson, sobre personajes creados por George Lucas. Fotografía: Steve Yedlin. Música: John Williams. Edición: Bob Ducsay. Diseño de producción: Rick Heinrichs. Elenco: Mark Hamill, Carrie Fisher, Adam Driver, Daisy Ridley, John Boyega, Oscar Isaac, Andy Serkis, Lupita Nyong’o, Domhnall Gleeson, Anthony Daniels, Gwendoline Christie, Kelly Marie Tran, Laura Dern, Benicio Del Toro, Frank Oz, Billie Lourd, Joonas Suotamo, Amanda Lawrence. Duración: 150 minutos. Apta para mayores de 13 años. Se exhibe en Cinemark.
Espectáculo audiovisual deslumbrante y vertiginoso Puede que haya otras que le puedan mojar la oreja, pero sin dudas la de Star Wars es, por extensión en el tiempo, traspaso generacional, recaudación, merchandising y conformación de un universo inextricablemente propio; la saga más importante y notoria de la historia del cine. Por suerte las últimas tres entregas, “Episodio VII: el despertar de la Fuerza” (J.J. Abrahams, 2015), “Rogue I” (Gareth Edwards, 2016) y la de esta semana, salieron al cruce con los botines de punta para rescatar el elemento principal que había caracterizado a la franquicia: lo épico. Ya quedan lejos los episodios I, II y III, con los cuales George Lucas terminó de entender que dirigir no es lo suyo. Fueron tres capítulos que si bien servían para explicar e instalar los conceptos políticos del relato global, desde el punto de vista conceptual carecían de emotividad. Aburrían por falta de ritmo y empatía. Eso sí… Recaudaron mucho dinero. Con el ingreso de J.J. Abrahams “La guerra de las galaxias” no sólo recuperó la mística del origen de los caballeros Jedi, sino que también salió con los botines de punta para combinar sabiamente a los personajes clásicos, amados por todos, con una nueva generación de héroes y villanos que asegurarán el futuro. En el electrizante final de hace dos años, un travelling circular aéreo alrededor de un peñasco en medio del mar, mostraba la emocionante unión de la “fuerza”. Rey (Daisy Ridley) escalaba el risco hasta la punta más filosa, sable láser en mano, para ir al encuentro de Luke Skywalker (Mark Hamill), y así poner en marcha la esperanza de salvar a la galaxia de la tiranía del imperio a partir de la reconstrucción de la resistencia a cargo de la eterna princesa Leia (Carrie Fisher). A su vez, tres nuevos héroes entraban en escena. Finn (John Boyega), un soldado desertor del imperio, Poe (Oscar Isaac), renegado pero eventual colaborador incondicional con la causa. y Kylo Ren (Adam Driver), nieto de Darth Vader (producto de la unión entre Leia y el legendario Han Solo encarnado por Harrison Ford), quién, además de matar a su padre, representa claramente el renovado lado oscuro de la “fuerza”. El gran desafío de “Star warsVIII: los últimos Jedi” es mantener el nivel en todo sentido y dejar la puerta abierta para lo que sigue, objetivo llevado a cabo con creces merced a varios puntos altos, pero hay tres en particular que funcionan de maravilla pese la obviedad de mencionarlos: el guión, la dirección, y el elenco. Así de simple. El primero, porque logra un balance perfecto entre el pasado y el presente de la saga, además de construir y fortalecer la presencia de todos los personajes. El segundo, por su incesante ritmo, equilibrado entre las escenas de acción y las transiciones, pero además por animarse a hacerle frente al episodio que a la larga será considerado como uno de los más importantes de la saga. Y el tercero, por la conformación de un elenco emocionalmente comprometido con la historia. Todos saben a qué juegan y el lugar que ocupan allí. Difícil elegir uno, pero el trabajo de Adam Driver es realmente destacable, y el de Mark Hamill es sencillamente redentor para el personaje. No se puede hablar de “Star wars VIII: los últimos Jedi” como la mejor de todas, porque no existiría sin todo lo ocurrido desde 1977 a esta parte, pero sí puede marcarse, junto con su antecesora, como la más pareja en todo sentido. Cuando hay humor es contundente, como la escena que remata el final del episodio anterior. En el caso de la acción y el poder de lo épico, el enfrentamiento entre Luke y Kylo es para recortarlo, ponerlo en un cuadro y colgarlo de la pared para verlo mil veces, y en cuanto al drama, estamos frente a un producto con todos los elementos de un culebrón melodramático familiar muy bien utilizados para arraigar cuestiones más terrenales. Rian Johnson, a quien conocimos con la interesante “Looper: asesinos del futuro” (2012), tiene decisiones de montaje que sorprenden por su simpleza. La construcción del vínculo entre Rey y Kylo se da con el recurso más viejo del cine: planos y contraplanos siguiendo el eje de la mirada aunque los personajes estén en lugares opuestos de la galaxia. A su vez, la parafernalia de efectos especiales, diseño sonoro atronador, fotografía y diseño de arte (el juego de colores blanco y rojo es un hallazgo) y, por supuesto, la eterna banda de sonido de John Williams, hacen de esta película un espectáculo visual deslumbrante y vertiginoso. Los fanáticos seguramente tendrán mucho para debatir, pero eso es harina de otro costal. No se trata de que le vaya bien en el las boleterías, sino de lograr que su público se enamore y la incorpore a su identidad cultural.
A diferencia del resto del mundo en Argentina no es un notable éxito de público Los diversos capítulos de “Star Wars” comienzan con el clásico “Hace mucho tiempo, en una muy, muy lejana galaxia…”. Parodiando dicho título podríamos decir que: “Hace mucho tiempo, en nuestras salas cinematográficas”…se estrenaba la primera “La guerra de las galaxias”, dirigida por George Lucas. Fue exactamente hace cuarenta años en 26 cines, cinco de la Capital Federal, ninguno de los cuales ya existe: Iguazú, Luxor, Santa Fe 1, Lorena y Losuar. En apenas una semana el quinteto recién nombrado llevó cien mil espectadores con un promedio por sala significativamente superior al de las cuatrocientas que este año en idéntico periodo totalizaron 300 mil espectadores. “Star Wars: Los últimos Jedi” no tuvo un arranque brutal y ya en los primeros dos días de su segunda semana cayó más de un 50% en la recaudación con lo que quizás no llegue a integrar el club de las trece que hasta ahora durante 2017 han superado el millón de espectadores. Muy diferente es el panorama en los Estados Unidos y el resto del mundo donde la recaudación ya superó holgadamente los 500 millones de dólares. La tercera y no última trilogía de (hay proyecto de una cuarta) “La guerra de las galaxias” debería completarse con el Episodio IX dentro de dos años. La primera película del 1977 es en realidad el capítulo IV de la saga cuya trilogía se completó con “El imperio contraataca” (1980) y “El retorno del Jedi” (1983), dirigidas respectivamente por los fallecidos Irvin Kershner y Richard Marquand. Estos primeros tres films fueron reestrenados mundialmente, también en Argentina, en 1997 en versiones remasterizadas y con agregado (menor) de nuevos efectos especiales. La segunda trilogía, dirigida toda por George Lucas, al ser precuela de la anterior, hizo que sus episodios llevaron la numeración uno (I) a tres (III). Se estrenaron en 1999, 2002 y 2005 y se conocieron respectivamente como “La amenaza fantasma”, “El ataque de los clones” y “La venganza de los sith”. Fueron de menor a mayor en calidad y tuvieron sobre todo el mérito de explicitar las relaciones familiares como por ejemplo porqué Anakin Skywalker se convirtió en Darth Vader, entrenado en el lado oscuro de la Fuerza. También fueron apareciendo varios personajes como los robots R2-D2 (Arturito) y C3 PO (Citripio), Chewbacca (el copiloto de Han Solo) y el maestro Yoda, un elfo de 800 años, que daba entrenamiento físico y mental a los Jedi. La tercera y hasta ahora última trilogía se inició muy auspiciosamente en 2015 con el episodio VII, dirigido por J.J. Abrams y conocido con “El despertar de la fuerza”. Por un lado incorporaba varios nuevos personajes, que vuelven a aparecer ahora en “Los últimos Jedi”, dirigida por Rian Johnson. Rey (Daisy Ridley, también vista en “Asesinato en el Expreso de Oriente) es hija de Luke o sea una Jedi, que de juntar chatarra pasa a conducir la resistencia contra los malvados de la Primera Orden. Estos son liderados por Snoke (el versátil Andy Serkis) a quien responde el ambiguo Kylo Ren (Adam Driver, actor de “Paterson”). También están del lado de los “buenos” el piloto Poe (Oscar Isaac) y Finn (John Boyega). Si en el Episodio VII el que reaparecía con fuerza era Han Solo, en impecable caracterización de Harrison Ford, aquí es Mark Hamill como Luke Skywalker el que asume uno de los principales roles protagónicos. También vuelve a hacerlo Carrie Fisher como la princesa Leia Organa, aunque en este caso es su rol póstumo ya que falleció hace un año y a ella va dedicada la película. Otras incorporaciones menos logradas son la de Laura Dern y Benicio del Toro (un hacker) en personajes menos atrayentes, sobre todo el femenino. Las dos horas y media de duración (es el episodio más extenso de todos) se sienten sobre todo hacia la mitad del film cuando Rey se encuentra con Luke en una isla, donde también “irrumpe” Yoda. En cambio hay muy buenas escenas de acción como la primera y extensa batalla donde se aprovechan al máximo los efectos especiales Y resulta un placer volver a reencontrar a caros personajes como Chewbacca (Chewy) y los robots “Arturito” y “Citripio”. En resumen, sin alcanzar el nivel de la inmediatamente anterior “El despertar de la fuerza”, “Los últimos Jedi” no defrauda aunque es probable que su carrera comercial en Argentina no sea todo lo brillante que se podía esperar. Pero para Buena Vista, que adquirió Lucasfilms desplazando a Fox en la distribución desde hace unos años, a nivel mundial el éxito está asegurado, Y curiosamente hace pocos días el sello de Disney compró a la mayoría de los estudios de la Fox, con lo que tarde o temprano hubiese sido el distribuidor de los próximos capítulos de “Star Wars”.
Si este es el primer episodio que vas a ir a ver de Star Wars, lo vas a pasar realmente muy bien pues sin saber nada de nada y sin conocer ninguno de los personajes el cuento se entiende perfectamente. Pueden quedarte algunas pequeñas cosas....
Tras un descanso con el spin off Rogue One (2016), la saga más grande de todas, regresa a la pantalla grande con todo el arsenal pesado para deslumbrar a su legión de fans. Star Wars: Los últimos Jedi es una película grande probablemente la más grande de toda la saga. Dirigida Rian Johnson (Looper, Terriers) el episodio VIII no frena en nada y muestra todo lo que los fans desean y más. No obstante, en esa sobredosis de service al fandom la película no se siente tan épica como debería ser; vemos situaciones monumentales que buscan grandes sensaciones pero no las encuentran; presenciamos resurgimientos de personajes clásicos aunque estos encuentran una reacción mixta y vemos que los nuevos principales de la saga no tienen suficiente fuerza para bancar un nuevo episodio solos. Por eso, se agradece que esta gran saga mantenga el honor de mostrar positivamente las viejas glorias, de recurrir a los factores de nostalgia para agradar al público y de aprender sobre los errores del episodio pasado (una restructuración del ep VI). Star Wars: Los últimos Jedi se siente nueva en todo sentido. Si hay algo que agradecer a Los últimos Jedi es la fotografía. Steve Yedlin (colaborador recurrente en el trabajo de Rian Johnson) ofrece momentazos en el lente de la cámara. Lo mejor que se ve en Los últimos Jedi no son los esperados enfrentamientos, sino los momentos previos, la espera al combate, son segundos magistrales que Yedlin se encarga de distinguir con total autoridad en un pacifismo armónico anticipando la guerra. Con un elencazo de aquellos, la película se mantiene a flote gracias al retorno de los grandes. Esta vez no como simples cameos, sino con una extensión que opaca a las nuevas caras, Carrie Fisher (contundente como nunca) y Mark Hamill se llevan puesto a todos los jóvenes talentos con total facilidad. Puede ser un aspecto positivo; pero esta película nos demuestra que la extensión de Star Wars no puede existir sin tener algún personaje clásico bajo la manga. Daisy Ridley, Oscar Isaac y sobretodo Adam Driver se lucen una vez más al interpretar la nueva camada de héroes y villanos, hacen su deber con gracia y se entregan al espectáculo y al espectador de forma positiva y absoluta; después nos encontramos con grandes rostros que no pican ni cortan en los nombre de Benicio del Toro, Laura Dern y Andy Serkis; y por último tenemos a un actor que con su personaje logra despachar las buenas vibras para convertirlas en pedidos desesperados de “Mátenlo!” y ese actor es John Boyega caracterizando al ya inútil, Finn. 152 minutos marcan el paso del episodio VIII, y esos minutos pesan y se sienten desequilibrados. En Los últimos Jedi se le da un incorrecto lugar a la comedia, que se siente forzada y absurda; estamos hablamos de una película que necesita ser grande en todo sentido, pero Rian Johnson se encuentra con un favoritismo al corte de escenas emotivas con chistes sosos que quitan impacto crítico. La primer hora de Los últimos Jedi es pura y exclusivamente una fanfarria cómica. Tampoco ayuda en darle un toque absurdo al arco de un personaje clásico (cuando lo vean se van a dar cuenta de lo bizarro que es) que resulta patético y quita integridad a su arco. Star Wars episodio VIII: Los últimos Jedi es una entretenida película que ofrece lo que todo fan quiere, pero de tal forma que uno siente que la victoria fue conseguida haciendo trampa.
Estamos ante un film de quiebre. Star Wars: The Last Jedi puede que sea uno de los films más intensos de la saga galáctica inaugurada en 1977. Hoy, a 40 años de aquella primera proyección de A New Hope, que luego también conocimos como el Episodio IV, el gran western del espacio llega con un entorno más high definition que nunca y cargado de gags. La galaxia sigue estando allá, muy, muy lejana, pero este opus dirigido por Rian Johnson (Looper, Breaking Bad) parece haberse acercado a las fantasías de los fans a través de imágenes de impacto y un puñado de personajes reconocibles. El roll-text que inicia la película (sí, con sus históricos cuatro puntos suspensivos) nos dice que, una vez más, los rebeldes están en problemas y a punto de caer en manos del Imperio. Hasta aquí como siempre. La montaña rusa arranca con las primeras naves, presentadas con un grado de realidad visual que impacta por la terminación en pantalla. No hay forma de no dejarse llevar de inmediato por el ritmo hipnótico de los fotogramas, brillosos, contrastantes, de colores vivos hasta el paroxismo. Y la nave va. El Halcón Milenario está ahí, en escena, como un personaje más, casi una extensión presencial de Han Solo, quien cayó en desgracia en el Episodio VII pero parece hacerse presente a través de la melancolía y el recuerdo, grandes dispositivos paratextuales de la saga. La trama aquí está centrada en Rey (Daisy Ridley) y el villano que no termina de diplomarse, Kylo Ren (Adam Driver). Sin embargo, Luke Skywalker (Mark Hamill) aparece como el tronco del que dependen todas las otras ramas del relato, algo que no sucede con Leia (Carrie Fisher), relegada en el film (ai igual que sucedió en su largometraje predecesor) a aportar algunas frases de ocasión. Sin embargo, la gran incorporación de esta nueva aventura de Star Wars es el humor, y un tipo de humor que recuerda de forma ineludible a Spaceballs, aquella sátira que Mel Brooks lanzó en los años 80s a la saga de George Lucas Desde el momento en que el bueno de Luke aparece en pantalla la densidad dramática que asomaba en los primeros minutos se diluye en gestos descontracturados como por ejemplo (#spoiler 1) el momento en el que Rey, en la punta de una montaña, le entrega en mano su legendario sable láser y él, luego de dedicarle una muy seria mirada de circunstancia, lo arroja para atrás al vacío ante la mirada atónita de la intrépida joven. Así, entre buenos chistes, primerísimos primeros planos de elementos fetiche que hacen las delicias de los fans, y algunas escenas de acción montadas sobre una high definition que perfora los límites de la perfección visual, este nuevo episodio de la épica galáctica gana en fluidez narrativa. También ayuda el haber elegido continuar el perfil de un cine más artesanal (si le cabe el adjetivo a una superproducción multimillonaria) que se permite usar animatronics además de los ejércitos de clones en CGI y construcciones arquitectónicas proyectadas en pantallas verdes o azules. Rian Johnson se consolida entonces como un gran director del género de aventuras, digno continuador del film con el que hace dos años J.J. Abrams resucitó la saga de la mejor manera posible. #Spoiler 2: No es este Episodio VIII una oportunidad para las grandes revelaciones, sobre todo esa que atormenta a los más fanáticos relacionada con los parentescos de Rey. Será el turno de la próxima, en 2019. O tampoco.
La fuerza los acompaña "Star Wars" celebra 40 años con "Los últimos Jedi", una brillante película épica, fiel a su propia mitología. El filme llega con momentos más oscuros que otros, el humor intacto y con los personajes de "El despertar de la Fuerza", la última entrega estrenada hace dos años, en busca de su destino y de resolver sus contradicciones. Son los casos de Kylo Ren (Adam Driver), el ex stormtrooper Finn (John Boyega), y sobre todo Luke Skywalker y la ex chatarrera Rey (Daisy Ridley). Fans o memoriosos recordarán el inicio de una saga con ocho películas atravesadas por el conflicto de la batalla entre la Fuerza de los Jedi y el lado oscuro, entre el bien y el mal. Con Rian Johnson como nuevo director y guionista la película comienza con la Resistencia enfrentando a los villanos de la Primera Orden. El aporte de Johnson es poner en primer plano los conflictos internos de los personajes lo que hace de "Los últimos Jedi", además de una película muy entretenida y fiel a la mitología, un intento de profundizar en algunos valores considerados absolutos por los personajes a lo largo de la saga. Johnson lo muestra en la vulnerabilidad y las dudas de quienes se podría suponer líderes a priori. Sin traicionar el ADN de la saga, el director complace tanto a fans como a nuevas generaciones que recién descubren el universo "Star Wars" y que, aún sin la princesa Leia -fallecida en diciembre pasado- tiene un futuro asegurado. Por Rodolfo Bella
Crítica emitida por radio.
Llámenme un viejo choto, un cincuentón equivocado o un hereje… pero, la verdad, las películas originales de Star Wars nunca me impresionaron demasiado, incluso cuando era chico. Ok, los efectos especiales eran maravillosos pero la historia me parecía ñoña y hasta Luke Skywalker nunca me dió la impresión de ser un héroe badass sino uno con demasiados prejuicios. La escena de El Regreso del Jedi en donde el emperador Palpatine lo forr… lo provoca durante media hora para que lo ataque y se pase al lado oscuro me parece ridícula y eterna. Quizás el tema pase porque Star Wars era tan innovadora como verde en muchos aspectos, y nunca se atrevía a cruzar un limite que traicionara a su audiencia principalmente adolescente. Es por eso que la nueva trilogía, plagada de elementos reciclados, calzan mucho mejor en una audiencia moderna – compuesta de gente joven pero también de gerontes como yo que vieron la Star Wars original en 1977 con apenas 10 años – que la versión original. Ok, el cine moderno creció a la sombra de lo que George Lucas creó hace 40 años, y maduró generando un nuevo lenguaje, y lo que vemos ahora es la versión 2.0 de esa misma historia. Fallan los villanos, es cierto – no hay nadie que se acerque ni a los talones de Darth Vader – pero estos héroes emocionan. Y si hay quienes polemizan por el perfil de Luke Skywalker en la versión 2017 de Los Ultimos Jedi, permítanme decirles que están equivocados. Por primera vez veo a Luke como un héroe duro, sabio, expeditivo, un Jedi hecho y derecho. También es cierto que es un individuo mas curtido, perseguido por sus propios demonios como puede ser el atormentarse al haber entrenado a otro posible Darth Vader. En todo caso es una versión mucho mas natural de lo que fueron Yoda y Obi Wan Kenobi, tipos que vivieron lo mas tranquilos en el exilio después de haber dejado que el lado oscuro de la fuerza se devorara a toda la galaxia. Este Luke ha visto el desastre y prefiere morir en soledad, extinguirse como el resto de los Jedi ya que cree que la religión – y el poder de la fuerza – es mas una maldición que una virtud. Pero cuando las papas queman los héroes salen del olvido y recuerdan su temple, y dan un paso al frente dispuestos nuevamente a defender a los inocentes aún cuando ello suponga poner en riesgo su propia existencia. Si Luke no es un Yoda dócil dispuesto a entrenar a Rey de buenas a primeras, al menos demuestra la lógica de su ostracismo y los motivos de su reacción. Oh, sí, el reciclado is strong in this one too, pero la gracia la tiene Rian Johnson que va en contra de las expectativas. “Ohhh, Rey encontró a Luke, le dió el sable de luz… qué momento… ¡¿qué?. ¿lo tiró al diablo?”. Y así como ésa pasan decenas de otras cosas inesperadas, muertes que no se ven venir, amistades inconcebibles y sacrificios imposibles de creer. No todo lo que cocina Johnson le sale bien – la persecución de la Rebelión, que debería haber creado un clima al estilo de La Batalla del Abismo de Helm (he aquí los ultimos rebeldes diezmados por la Primera Orden, la ultima esperanza para restaurar el orden en la galaxia masacrada sin piedad y reducida a un callejón sin salida donde la muerte es inevitable) no logra captar ese clima de desesperación, y la subtrama con Finn y la japonesita buscando infiltrar los códigos secretos de la flota imperial suenan a excusa superinflada para que el moreno tenga algo que hacer mientras Rey completa su entrenamiento en la isla – pero el 90% sí le funciona y, lo que es mejor, emociona. Y cómo. Desde las bravuconadas de Poe Dameron (“por favor, ponganme al general Hux en línea para hablar su rendición… sigo esperando”) hasta la expresividad de Rey al descubrir sus poderes en toda su magnitud… incluso Carrie Fisher tiene su cuota de momentos notables (alguno de ellos bordeando lo hiper ridiculo como cuando termina varada en medio del espacio… y sin traje que la proteja), y desde ya Adam Driver, que usa una especie de WhatsApp espacial (gracias a lafuerza.com) y habla en directo con Rey, lo que permite descubrirlo mas como personaje (y montando una dualidad de consecuencias incalculables: ¿quién seducirá a quién para llevar al lado oscuro / luminoso de la fuerza?). La frutilla es Domnhall Gleeson, el cual es tan estirado que termina bordeando la autoparodia (y da lugar a algunos de los momentos mas cómicos del filme). Portal Datacraft: codigos postales, telefonos utiles, articulos de interes en tu revista digital Es por todo ello que creo que Los Ultimos Jedi es la mejor película de Star Wars después del filme original de 1977 (por supuesto está Rogue One, pero no es parte de las trilogías principales). La perfomance de Mark Hamill es muy muy buena (y hablamos de un tipo que se la pasó haciendo papeles en cine serie B o Z casi toda su vida, a excepción de su notable Guasón en Batman: The Animated Series y derivados), exuda dignidad y respeto, y encarna a Luke Skywalker como uno siempre lo ha esperado – un defecto constante de la nueva trilogía ha sido el no saber respetar el espiritu de los personajes clásicos y darle mas bola a Rey, Finn y toda la nueva troupe -.John Boyega es menos payaso y mas héroe, Oscar Isaac es un ladrón de escenas constante, y Daisy Ridley se la ve mas aguerrida y mas mujer (sigue siendo una delicia de protagonista). En todo caso la mayor macana (alerta spoilers) es que Snooke , justo cuando se estaba poniendo realmente sabroso, decide hacer mutis por el foro. (PD: ¿cuándo le van a dar un Oscar a Andy Serkis?; PD2: ¿podría la gente de DC Comics tomar nota de cómo se hace un villano digital realmente digno y amenazante en vez de ese moco de plástico que fue Steppenwolf en La Liga de la Justicia?). (fin spoilers). Pero, por lo demás, La Guerra de las Galaxias: Los Ultimos Jedi es un filme que emociona, y por ello termina triunfando sobre su principal defecto que es el reciclado de una mitología harto conocida. El mundo precisa héroes por el cual uno pueda vitorear y aquí abundan, lo que demuestra la maestría de Rian Johnson como director para llevar a Star Wars a un nuevo estadío de popularidad entre el público moderno… aunque sea una decisión que resulte muy discutida entre los fans a ultranza de la saga.