Hay películas que no se condicen con las expectativas que ellas mismas crean y Super 8 es una de ellas. Esta es una inusual colaboración entre J.J. Abrams y el pope Steven Spielberg (quien oficia de productor). Todas las señales dan a entender que éste se trata de un sentido homenaje de Abrams a los filmes dirigidos / producidos por Spielberg en los años 70 y 80 - los que van desde Encuentros Cercanos del Tercer Tipo hasta Los Goonies y Los Exploradores -. El problema es que, cuando Abrams deja de imitar a Spielberg y debe hacer algo por su cuenta, termina siendo insípido y decepcionante. Seamos claros: los dos primeros actos de Super 8 son muy buenos. Este es un canto de amor hacia la ciencia ficción ochentosa y spielberiana, esa plagada de pueblitos ideales, adolescentes de noble corazón, monstruitos encantadores, y militares malosos que oficiaban como los villanos de turno. A excepción de estos últimos, nadie es demasiado malvado (ni siquiera el monstruo), y la aventura sirve como un proceso de expiación para el protagonista. Vale decir: el chico vive en una familia de porquería (que no es tal), o es perseguido por el matón del barrio (que no es tan malo), o no logra hablarse con la chica que le gusta (y a la que deberá rescatar de improviso para transformarse en el héroe del momento). Y como a nosotros nos gustan los perdedores (o nos identificamos con alguna de las situaciones que debe vivir), terminamos por simpatizar con nuestro sufrido protagonista. Mientras que el setup y los personajes funcionan muy bien, los problemas de Super 8 pasan por el tercer acto. Hasta ese entonces, J.J. Abrams venía retaceando la exhibición del monstruo (tomando de ejemplo lo que hizo Spielberg en Tiburón, y que luego el mismo Abrams aplicaría en Cloverfield), lo cual me parece una decisión creativa válida. El problema es que, cuando el bicho entra en escena ... no hace nada memorable. Ahí es cuando queda en evidencia que Abrams es un pálido imitador de Spielberg, simplemente porque no le da la neurona para crear alguna secuencia sensacional, de esas que uno sigue hablando después de salir del cine. No sólo las acciones de la criatura son insípidas sino que el libreto comienza a flaquear con detalles importantes - los chicos encuentran en dos minutos unos informes secretos que los militares estuvieron rastreando durante días; un dúo de enemigos irreconciliables hace las pases demasiado rápido; y, lo que es peor de todo, se revela que el bicho secuestra pero no mata a algunos personajes políticamente correctos de la trama, incluyendo al interés amoroso de nuestro héroe -, con lo cual a uno se le termina de caer la estantería. Después de construir durante una hora un setup tan bueno... ¿por qué no escribieron algo más excitante y original para el climax del filme?. Super 8 es una aventura correcta pero decepcionante. El inicio de la película crea unas expectativas que el desenlace no termina de corresponder. Y no es que el final sea malo; lo que pasa, simplemente, es que es demasiado standard.
J.J. Abrams, el cerebro detrás de Lost, el director de Misión Imposible 3 y de Star Trek, moría por hacer un film sobre sus épocas juveniles, cuando filmaba cortometrajes con amigos.Pero la idea no terminó de arrancar hasta que la juntó con otro concepto en el que venía trabajando: la teoría de que en el Área 51 ocultan secretos relacionados con extraterrestres. En un proyecto con niños y alienígenas no podía faltar un experto en la materia: Steven Spielberg, quien ocupó el puesto de productor junto a Abrams y su socio Bryan Burk. El resultado: Super 8. Una de las mejores películas del año. Lillian, Ohio, 1979. Un grupo de amigos pretende aprovechar el verano para filmar una película de zombies usando una cámara Super 8. Cierta noche, escapan de sus casas para rodar cerca de las vías, cuando ocurre un impresionante accidente en el que descarrila un tren del Ejército de los Estados Unidos. Los niños sobreviven y juran no hablar de lo sucedido. Sin embargo, en el pueblo comienzan a ocurrir misteriosos cortes de energía eléctrica y desapariciones de animales y personas. Los chicos descubrirán que esos fenómenos están relacionados con un ser monstruoso que escapó de uno de los vagones. Una criatura que ni los militares parecen poder frenar. La película funciona como un homenaje a los films de visitantes espaciales dirigidos por Spielberg: Encuentros Cercanos del Tercer Tipo, E.T: El Extraterrestre y La Guerra de los Mundos. Las citas ya se notan desde el argumento, la ambientación de época, menores de edad en los papeles protagónicos... Además, la presencia de seres de otro mundo es una excusa para contar una historia intimista acerca de familias con problemas. Por un lado, Joe Lamb (Joel Courtney) acaba de perder a su madre en un accidente de trabajo, y su padre (Kyle Chandler), un oficial de policía, no sabe cómo hablarle. Por otro lado, Alice Dainard (Elle Fanning, hermana de Dakota, quien actuó en La Guerra...) debe soportar los ataques de su progenitor (Ron Eldard), justamente atormentado por tener responsabilidad en la muerte de la mujer. Por supuesto, los hombres no pueden ni verse. Si a esto le sumamos que Joe y Alice se enamoran, tenemos una especie de Romeo y Julieta en versión preadolescente. La relación entre el grupo de amigos remite a Los Goonies (producida por Spielberg, alcoyana alcoyana) y a Cuenta Conmigo. Aquí, como en aquellos casos, los chicos se veían involucrados en aventuras que significaban la transición a la madurez. Sin dudas, la mejor del joven elenco es Elle Fanning, quien recientemente actúo en Somewhere, en un Rincón del Corazón, de Sofía Coppola. Su papel es uno de los más emotivos y dramáticos de la historia. Ojo, que también hay persecuciones, explosiones (el descarrilamiento es terrible y pesadillezo) y un monstruo del que no conviene adelantar nada. Al igual que Steven S., Abrams sabe mezclar drama, humor y ciencia-ficción, poniendo en primer plano, siempre, la historia y los personajes. Incluso los más secundarios tienen su encanto y su importancia en la trama, como el hippie que atiende el negocio de revelados de películas y trata de levantarse a la hermana del niño director. Spielberg no es el único director que tiene su peso en la película: en el corto de zombies que quieren filmar los chicos hay un claro y simpático homenaje a los muertos vivos de George A. Romero, que ya desde esa época impactaban a generaciones de cineastas. Siguiendo con las alusiones, el personajes que conoce la naturaleza de la bestia y otros secretos militares, se apellida Woodward. Por esta cuestión paranoica, Abrams seguramente quiso referirse al periodista Bob Woodward, quien, junto a su colega Carl Bernstein, destapó el escándalo Watergate, en 1972. La recreación de época es excelente. El director de fotografía de Larry Fong (habitual colaborador de Zack Snyder) le da a la imagen una estética de los largometrajes de fines de los ’70 y principios de los ’80. También ayuda el estupendo soundtrack, compuesto por hits de la talla de “Don’t Bring Me Down”, de Electric Light Orchestra y “My Sharona”, de The Knak. Super 8 es lo mejor de Abrams en cine, un hermoso tributo a esas películas con la que muchos de nosotros nos criamos y también un gran film por sí mismo. ¡Y quédense durante los créditos finales!
Visual y estéticamente es impecable, dando la sensación que realmente estamos viendo una película de aventuras realizada en esa época, como si el mismo Spielberg se hubiera hecho un autohomenaje. Pero es posible que el argumento e incluso el final, no termine convenciendo a todos los espectadores. A medida que...
El Eslabón Perdido Aquel que se haya criado viendo, deleitándose e influyéndose por la filmografía de Steven Spielberg, sabe que su obra no habla ni de extraterrestres, seres mitológicos o dinosaurios. Habla sobre familias separadas. Familias que se deben reencontrar, unir, superar diferencias para volver a estar juntas. Pero, por provenir de una familia cuyos padres se divorciaron, siendo él muy joven, sabe muy bien que los seres humanos no se reconcilian porque sí o porque quieren, sino porque un evento extraordinario los une. En su filmografía, recurre a invasiones extraterrestres, arcas de la alianza, santos griales, dinosaurios, camiones asesinos, tiburones, guerras, estafas, fantasmas, asesinatos previsualizados para unir parejas, para que los padres le vuelvan a prestar atención a sus hijos, que los tomen en cuenta, que les crean, que dejen de ver sus obligaciones en la sociedad y vuelvan a prestarle atención a lo más básico. Realmente conozco muy poco de la biografía de J.J. Abrams para entender si su vida personal y la de Steven Spielberg tienen similitudes. Pero lo cierto es que en sus tres películas, el rompimiento de una pareja (Misión Imposible 3) o del vínculo filial (Viaje a las Estrellas) son los motores que llevan a los protagonistas a llevar a cabo sus metas. Super 8, es sin duda, el proyecto más personal de Abrams hasta la fecha. Un homenaje / remake de lo que Spielberg hizo en los primeros diez años de su filmografía, pero también la demostración de que detrás de las series de ciencia ficción, policiales y la fascinación fantástica se encuentra un nuevo cineasta autor que se esconde detrás del género de ciencia ficción para filtrar preocupaciones básicas del cine estadounidense clásico, y al mismo tiempo generar una carta de amor, hacia la ocupación del cineasta que desde chico, ama y conoce su oficio, tratando de filmar con los recursos que tiene a mano: una cámara super 8, amigos, maquetas caseras, imaginación, cultura cinéfila, y por supuesto, lo que aporta el contexto. La primera hora del film es emocionante y encantadora. Un grupo de chicos intenta filmar una película de zombies: algo de Romero, filtrado por el Peter Jackson de Mal Gusto o Sam Raimi de la original Noche Alucinante. Joe (Joel Courtney, un descubrimiento actoral) es el hijo del ayudante del sheriff de un pueblo chico de Ohio (Kyle Chandler, el eterno Gary de la serie de culto, Early Edition). Su madre falleció en un accidente, provocando que padre e hijo no logren comunicarse adecuadamente. A la vez, Joe es maquillador y encargado de los efectos especiales de la película de zombies de Charles. En dicha obra va a actuar, Alice (Elle Fanning, que demuestra nuevamente, que le pasa el trapo a su hermana Dakota), por quien Joe, siente un aprecio especial. Podríamos hablar de un relato iniciático típico de los años ’70 (de hecho sucede en 1979) como Verano del ’42, sino fuera que una camioneta choca y descarrila a un tren que llevaba una carga “especial” que la Fuerza Aérea Estadounidense se esfuerza en esconder. Como suele suceder en este tipo de obras, los verdaderos villanos no son los “monstruos” externos, sino los propios humanos que provocaron que el mismo salga a la superficie. El miedo, la paranoia se filtra en la sociedad de Ohio y el reducido grupo de amigos, se ve envuelto en una trama por detener el accionar militar, y ayudar a ET a volver a casa, básicamente. Abrams cita a Spielberg en cada fotograma. El monstruo en cuestión no aparece, utiliza el fuera de campo: sonidos, imágenes difusas, sombras, para generar expectativa y suspenso a la vez. La influencia de Jurassic Park es palpable, incluso a niveles literarios. Pero también en la puesta de luces, los travellings, angulaciones e incluso altura de la posición de cámara, el creador de Lost quiso transmitir la idea de que Super 8 es un eslabón perdido entre Encuentos Cercanos del Tercer Tipo y E.T. O acaso el film que Steven siempre hubiese querido dirigir, pero nunca hizo. Aún así, los “ataques” del monstruo no son nuevos en Abrams. De hecho, los que seguimos Lost durante 6 años ya vimos esos mismos ataques, así como también estaba presente el “monstruo” en Cloverfield. El director no abusa de los efectos digitales, los utiliza en partes específicas, pretendiendo generar más suspenso e impacto con efectos mínimos, valorando el trabajo artesanal de los realizadores, y priorizando la historia, el conflicto dramático familiar, la relación de los personajes, y sobretodo, las actuaciones, antes que el asombro visual. Por algo no fue pensada ni para IMAX ni 3D. Es una película bisagra dentro de las vacaciones de invierno. Es el cuento de los chicos que deben volver a casa. El cuidado temporal no solamente está llevado al vestuario, peinados o manera de filmar de los ‘70s (el cine más industrial, no el clase B como hace Tarantino), sino también en lo musical: canciones como “My Sharona” o “Don’t Bring Me Down” pasan por el soundtrack, aunque lo más destacable es la banda sonora del habitual colaborador de Abrams (y ahora de Pixar), Michael Giacchino, a esta altura un nuevo John Williams, capaz de crear leit motivs pegadizos y emocionantes (casos Los Increíbles, Up y Cars 2) como de transmitir tensión y emoción a cada fotograma, sin que esta a la vez, le saque poder a las imágenes. Esta vez, se nota, además que Abrams le pidió que homenajeara al creador de los temas inolvidables de Indiana Jones y Star Wars. Abrams demuestra que se está convirtiendo en uno de esos artistas como Christopher Nolan, que traen nuevos vientos a Hollywood, que detrás de la fantasía tienen realmente “algo que contar”. Es cierto que Super 8 tiene una gran hora, pero al final se pone un poco explicativa, y algunas subtramas que parecían importantes, quedan un poco banalizadas o las cierra con un diálogo superfluo. También es verdad que el verdadero villano, un coronel militar, no tiene suficiente potencia o participación para hacerse odiar demasiado, más allá de la sólida interpretación de Noah Emmerich (el amigo de Truman en The Truman Show). Aun con estas “faltas”, Super 8 es una gran película, esas que cobran valor con el paso del tiempo, no por lo que generan, sino por el mensaje que dejan. Es de esas obras donde la moralina no es un agregado para simpatizar con los estudios o los sectores conservadores, sino la verdadera trama de la película. Como cineasta me identifiqué y emocioné, me reencontré con las razones por las cuáles elegí esta carrera. Abrams y Spielberg se han dado la mano, y han generado un regreso a sus raíces. Ojalá se hicieran más películas así.
Sí, no me gustó Super 8, ¿y qué? Tenía tanta pero tanta expectativa con esta película que terminó pasando lo que generalmente pasa cuando las expectativas son altas: te pegas el embole de tu vida y te pones a pensar: “¿cómo puede ser que esto que a mi me aburrió -y que por momentos tuve que hacer un esfuerzo razonable para no dormirme- a otros les haya parecido ‘la película del año?’”. Increíble, un misterio que hoy no voy a tratar de develar. Mi compañero Rodo, con quien me encontré ayer en la reinauguración del Village Recoleta, fue una de las personas que contribuyó a abultar mis expectativas. Mientras decidía si iba a ver Super 8 o Copia Certificada me dijo: “si creciste con las películas de Spielberg, esta te va a gustar”; sí Rodo, crecí con las películas de Spielberg pero no, esta no me gustó. La función de transferencia no aplica acá. No logré conectar con esta película. Hay cosas rescatables pero, en líneas generales, me parece una película absolutamente olvidable. Por lo que estuve leyendo en estos días, J.J Abrams tenía la intención inicial de hacer una película sobre un grupo de amigos que quieren filmar una película de zombies y sobre todas las vicisitudes que deben atravesar en el camino. Sin embargo, en algún momento, J. J. decide combinar ese proyecto con otra historia que ya le había vendido a la Paramount, una historia de ciencia ficción sobre el Área 51. Como diría mi otro compañero, Matías, “el resultado: Super 8”, una de las películas menos memorables del año. Mi sensación constante era la de estar frente a un film absolutamente pueril, pero no por el argumento híper simplista –y erróneo en este caso– de que los personajes principales son preadolescentes, justamente por lo contrario: la historia de ciencia ficción está abordada desde una perspectiva totalmente infantil y eso es gracias a una trama que se va descomplejizando y atontando a medida que avanza el film y, en particular, gracias a los adultos, los grandes errores de la película. Son ellos los que me molestan sobremanera. Por un lado, el cieguito de Armageddon que en esta película hace de borracho, vago, culpable de una muerte, violento, abusivo, ¿algo más J.J.? Si, me quedó claro, es muy malo, pero después se transforma en bueno, se da cuenta que quiere a su hija y se reencuentra con ella en el final. Por otro lado, el padre del protagonista, que durante toda la película lo único que hacer es ir de un lado para otro sin hacer absolutamente nada y con terrible cara de constipado en todo momento. Y el malo, el amigo de Truman, ¿qué pasó? Totalmente congelado, con una única línea de diálogo en toda la película: “we’re are not allowed to discuss this with you”. Tres inútiles buenos para nada (siempre quise usar esa expresión) que no aportan nada a la historia, todo lo contrario, la empañan. Obviamente que la idea era destacar a los chicos y que ellos fueran los protagonistas y los responsables de salvar al mundo del monstruo, pero ¿había que poner a semejante manga de subnormales en los roles adultos? Entiendo que, como es bien sabido, Spielberg suele poner de manifiesto ciertas cuestiones familiares como “papá no me da bola, atravesamos terribles peripecias juntos y, luego de que mi vida corre peligro, me reencuentro con él y ahí me empieza a dar la bola que merezco”. Bueno, este mensaje es acaso lo más pedorro del film, lo menos creíble. No entiendo por qué J.J. no se mantuvo fiel a su idea inicial y filmó una película que realmente hiciera honor al título, sobre un grupo de amigos que quieren hacer una película de zombies, con cierta cuota de misterio e intriga, a partir de algo sobrenatural si se quiere, y desarrollar esa trama, que es muchísimo más rica e interesante que la otra, desde lo actoral, desde el guión, desde lo fantástico incluso. El grupo de amigos es genial (sí, la hermanita de Dakota se luce), actores absolutamente creíbles e instalados en sus roles; es muy lindo verlos cómo juntos se meten en el proyecto de hacer una película, cada uno en su rol, con la pasión con la que lo llevan adelante. Pero de nuevo, me quedé con ganas de ver un poco más de esa trama, que no está explotada del todo y es la que más potencial tiene. Otra cosa que me resulta irritante en las películas de terror/ciencia ficción es la inclusión del monstruo, el hecho de que realmente podamos verlo. El fuera de campo sirve “para ocultar algo al espectador y que éste se muestre más interesado por conocerlo”. ¡Qué bien se maneja el fuera de campo durante la primera mitad de la película! y que al pedo que resulta la inclusión del monstruo pedorro ese, mezcla de Cloverfield, Alien y mi perra Beagle con los ojos del gato con botas de Shrek cuando la vamos a sacar al jardín a la hora de la comida. ¡Dejame de joder Abrams! Y el monstruo no se come al protagonista porque él le habla y lo reconforta con sus palabras y le dice que todo va a estar bien. Ok, estamos frente a una película de ciencia ficción (un género con el que no tengo una relación muy cordial, por decirlo de alguna forma) pero ¿es necesario hacer un final tan idiota? Y de última, si queres hacer un final idiota, tomate tu tiempo para construir al monstruo, para darle una identidad como la supo tener en su momento, por ejemplo, Alien, y no muestres este espécimen que no sabemos bien qué hace en el planeta, de dónde viene, cuáles son sus motivaciones para matar, excepto lo que nos explica un video, que de pedo los nenes encuentran entre millones de videos en el colegio, y que sirve para aclarar un poco las cosas, como si fuéramos retardados mentales (que en realidad es una clara falencia del director que no supo explicar la génesis del monstruo a lo largo del film y tiene que recurrir a un video con alguien que te cuenta un poco sobre el bicharraco). No se, esperaba otra cosa, más intriga, más misterio, más suspenso, más fantasmagoría y mucho pero mucho más fuera de campo para alimentar mi fantasía del monstruo que no quiero ver. O será que quizá, con el tiempo, fui olvidando mi infancia, mi infancia junto a Spielberg y el gusto por ET y ese tipo de ciencia ficción, y cada vez me gusta más el cine de Rob Zombie y Collet-Serra y, en mi cerebro, esos gustos no son compatibles. Y, al parecer, películas como Super 8 no entran en mi reino de lo fantástico, en ninguno de los sentidos de la palabra.
Cuenta conmigo... Venerado realizador, guionista y productor de cine y televisión, referente de la Generación X y profeta geek, J.J. Abrams hizo un poco de todo: creó series como Lost, Fringe o Alias, y rodó tanques como Misión: Imposible III o Star Trek: El futuro comienza. Amante del (primer) cine de Steven Spielberg -que ha sido algo así como su mentor y que aquí ofició de productor-, Jeffrey Jacob consigue su mejor película como guionista y director con una propuesta que tiene algo de E.T., el extraterreste, Encuentros cercanos del tercer tipo, Los Goonies (idea original de SS) y del espíritu de Cuenta conmigo, el clásico de Rob Reiner, Pero, más allá de estas y otras referencias posibles, lo cierto es que en una época casi monopolizada por secuelas y remakes es un placer descubrir una historia original, un entretenimiento con efectos visuales y no de efectos visuales (las set-pieces, como el descarrilamiento del tren o las apariciones del monstruo alienígena son funcionales a la trama y no su eje). Súper 8 es una película de múltiples aristas pero jamás ambiciosa ni grandilocuente (es la mejor historia "spielbergeana" en mucho tiempo, sobre todo porque el propio SS se ha dedicado en los últimos años a proyectos "importantes", veremos qué pasa dentro de poco con Las aventuras de Tintín). Ambientada en un pueblito de Ohio durante el verano de 1979, es un retrato de los códigos de amistad y del despertar sexual preadolescentes (los protagonistas rondan los 12-14 años). Es, también, una nostálgica reivindicación y declaración de amor hacia las producciones amateurs en Súper 8 con estructura de cine dentro del cine (los chicos filman un corto noir casero de zombies llamado The Case mientras el lugar es invadido por una poderosa fuerza extraterrestre y la zona se militariza). Contada con un bienvenido clasicismo (JJ jamás hace ostentación de su talento como narrador) y protagonizada por un excelente elenco de jovencitos (Elle Fanning, otra vez, brilla con luz propia), Súper 8 resulta una película noble, atrapante, emotiva, luminosa y encantadora. Un último consejo: no se pierdan los créditos finales.
Intriga y ciencia ficción del mejor cuño Año 1979, Una época de walkman, pasacasettes y películas Super 8. Ese es el marco elegido por el realizador J.J.Abrams y el productor Steven Spielberg para dar rienda suelta a la imaginación. Y la elección es más que correcta teniendo en cuenta que Super 8 son varias películas en una, combinando magistralmente el misterio, la ciencia-ficción, la aventura y la estudiantina. Un grupo de amigos (encabezados por los convincentes Kyle Chandler, de Friday Nights Lights, y Elle Fanning, vista en El curioso caso de Benjamin Button) se embarca en el rodaje de un film de zombies realizado en el desaparecido formato que da título al film. En el set, los chicos son testigos de un espectacular accidente de tren que traslada materiales secretos del Área 51. Estos adolescentes inocentes se enfrentarán con un hallazgo sorprendente. Mo conviene dar más detalles, sólo afirmar que Super 8 asegura el entretenimiento durante casi dos horas y pone en funcionamiento una serie de elementos que siempre están presentes en las películas del universo Spielberg (ya sea como director o, como en este caso, desde la producción): familias en crisis, presencia del elemento fantástico e intriga. El relato se ve atravesado por carreteras desoladas al mejor estilo de Encuentros cercanos del tercer tipo y E.T.; colocando en primer plano la inocencia frente a hechos y criaturas inexplicables o la presencia militar que esconde pruebas a espaldas del mundo. Abrams concreta esta superproducción con los tópicos de películas que vio durante su juventud y, lo más atrapante, es lo que sugiere hasta la hora y veinte (como la electrizante escena en la estación de servicio) al espectador, dejando el plato fuerte para los minutos finales. El juego del "cine dentro del cine" se ve reflejado a través de la realización casera que los protagonistas llevan adelante (defectos especiales incluídos) y que el público verá terminada mientras pasan los títulos finales. Una sorpredente propuesta que no esconde sus aires nostálgicos y que llega para conquistar.
La caja misteriosa del efecto Cloverfield. Super 8 desde un comienzo concentra su potencial en dos nombres claves dentro de la industria cinematográfica mundial: Steven Spilberg y J.J. Abrams. Imposible resulta no conocer al primer apelado, luego de su escena en producciones de toda índole, es por eso que me posaré en la figura de J.J Abrams: multifacético artista en el más amplio sentido del término, siendo a la fecha productor, escritor, director, actor y compositor. Responsable de éxitos taquilleros mundiales tanto televisivos como enfocados en celuloide como ser Perdidos (Lost, EE.UU. 2004-2010), Fringe (EE.UU. 2008-2011), la versión fílmica de Viaje a las Estrellas (Star Trek, EE.UU. 2009) y la nefasta Cloverfield: Monstruo (Cloverfield, EE.UU. 2008). No ahondaremos en la cuestión auteur de los Cahiers Du Cinema para catalogar su trabajo sino que nos conformaremos con que su mano haya estado presente en el planteamiento y realización desde cualquier rama artística de las obras. Super 8, más allá de lo denotado por otras críticas, es una versión 2.0 y mejorada de la Cloverfield conceptual en el terror psicológico. Es que en eso se basa la representación de la historia de ciencia ficción en pantalla grande: no se sabe hasta avanzado el filme qué es lo que acosa la vida mundana del poblado de Ohio en el año 1979. La voz hitchcockiana dirá “el monstruo corresponde a la denominación del McGuffin cinematográfico” y tendrá razones más que suficientes ya que el verdadero cometido del filme es relatar una pequeña historia pueblerina sobre chicos que quieren hacer una película y la seriedad que eso implica teniendo en cuenta la causa mayor de las cuestiones internas y relacionales entre lo humano de la pieza: la muerte de la madre del protagonista marca la personalidad de éste y condiciona sus reacciones respecto de su padre, su enamorada y sus amigos en el trayecto de los acontecimientos pero el disfraz del trauma se traduce en un accidente de tren que oculta una entidad extraterrestre en la Tierra y todo lo que acarrea en el juego verdad/mentira, secreto/conocimiento público, discriminación/aceptación y miles de dicotomías trilladas desde las bases del establishment americano. La excusa como la base del progreso, denota y lleva al espectador de las narices por un único camino que no desprende interpretaciones propias más allá de lo puesto en cuadro. Distinto a aquello que se personificó en Lost, Super 8 resulta en una entidad plana, entretenida y apta para el sembrado extremo de todo lo que la ciencia ficción propone. Cierto es que Super 8 proponía muchísimo más desde su lanzamiento publicitario al igual que en Avatar (EE.UU. 2009) de Cameron, luego no pudiendo mantener las promesas a un nivel adecuado o por lo menos, en un plano cartesiano, generando una constante ascendente a lo largo del cuentito. La caja vengadora. En una conferencia hecha en TED, Abrams se mostró fascinado por aquello que se desconoce, aquello que resulta un misterio, aquello que no se ve pero se percibe y suscita un interés implícito. Tal como lo sobrenatural se plantea en Lost como un algo que ni los más expertos comprenden, desde un planteamiento inicial se pone al espectador en una posición inferior respecto de la trama, lo que produce el reconocimiento a la vez que los protagonistas. Esta táctica es ampliamente aprovechada por Abrams ya que, al generar una extrema empatía por el simple desconocimiento de una causa, puede marcar una senda clara y universal para todos sus espectadores y guiar los ojos y las mentes en pos de la finalidad cinematográfica tal como Hitchcock filmaba. Abrams entonces utiliza el concepto de “caja misteriosa” en Super 8 desde una representación cognitiva de la Mamushka, donde un misterio siembra otro que da lugar a un tercero y así ligar una cadena sucesiva de suspense que atrapa desde el comienzo tal como Cloverfield actúa y Fringe intenta emular desde otro plano. E.T. como punto de partida. Super 8 en una sucesión de planos simples pero excelentemente rodados remite a la realidad sentimentalista de E.T., casualmente de Spilberg, socio de J.J. Abrams en lo que nos convoca. Es entonces que partimos desde una historia que promete originalidad desde todo punto visual, para luego desembocar en un delta de reminiscencias a otros filmes de género que retrotraen el valor y el sentimiento que “deben ser”. Super 8 quiere salir del terreno en el que se estanca pero la ambición de Abrams y sus detalles reticentes hacen que el nivel que la película presenta en los primeros diez minutos, no pueda superarse por más explosiones y brazos extraterrestres que se inserten en el fotograma. Chemical Mechanical. Subtítulo que remite a un pequeño chascarrillo de la serie nipona televisiva FL.CL. como excusa a la inclusión de elementos romerianos como único justificativo del humor sutil que presenta la pieza pero que se desarrolla independientemente y eficaz respecto de la estructura dramática que se construye. Pero atención, quien no haya visto una película de Romero no podrá apreciar las situaciones que el director evoca, tanto dentro de la progresión, como en forma de gags, tal es el caso de Chemical Romero, la ficticia empresa que desarrolla a los zombies en el corto de los muchachitos. Da crew. Hablamos de obsesiones, de las reminiscencias de Abrams a la hora de poner en escena una pieza audiovisual que muestre su potencial en las distintas ramas que desempeña. Aquí citaré brevemente a Michael Giachino, autor de la musicalización del éxito más importante del director: Lost. En Super 8 vuelve “y en forma de fichas”, ya que la labor del compositor se eleva nuevamente al nivel o un poco más que el de la nueva producción de Abrams. Climáticamente perfecto, Giachino recuerda en esta nueva puesta a lo mejor de sí, como en el caso del funcionalismo de “Of mice and Ben” para con el capítulo de Lost en donde se cita la obra de Steinbeck por parte de Benjamín Linus y Sawyer. Claramente de lo mejor en Super 8 y continúa su trabajo sin decepción alguna en todo lo que compuso. Mucho se dirá y mucho quedará sin decir de la nueva película de Abrams, pero es indiscutible el talento cinematográfico que posee y la capacidad de deslumbrar, aún con imágenes y cuentos trillados, a todo aquel que aprecie o no el género para introducir y excluir consecutivamente nuevos adeptos expectantes de más, de más efecto Cloverfield suspense.
Abrams homenajea al cine de los 70 "Super 8" es un film particular. Nació de un proyecto de JJ Abrams (hombre de la televisión -el escritor de "Lost", básicamente) que encontró rápido eco en Steven Spielberg, quien la produjo. Sabemos por la prensa que los dos compartieron el set de filmación en varias oportunidades y que la pasaron realmente bien durante el rodaje. Viendo el producto final, es evidente que su buena relación ha operado para que esta sea una más que interesante y atrayente cinta de suspenso que homenajea a un nutrido conjunto de elementos que el clásico cine de aventuras setentoso poseía en cantidad. Es raro en estos días ver algo así, estamos (mal) acostumbrados a deglutir productos de ciencia ficción en formato digital plagados de efectos que desnaturalizan cualquier atisbo de contar una historia decente. "Super 8" bucea en un formato ya probado en esa lejana época (las películas de niños que enfrentan situaciones extraordinarias) y busca instalarnos en ese momento histórico a través de una gran fotografía y un encuadre tradicional y pausado, a contramano de cómo se filma hoy. Se toma el tiempo necesario para construir suspenso sugiriendo antes que mostrando, adoptando una postura casi abandonada por el cine actual. Abrams no necesita animaciones digitales para impresionarnos: la historia de a ratos tiene un clima que mete miedo y eso, es su mérito (el también la escribió). Está bien que toma inspiración en la escuela de Spielberg ("ET", "Close encounters...") en cuanto al impacto que tiene lo sobrenatural sobre gente corriente, pero aquí su particular manera de escribir (su sello personal) instala un escenario empático inmediato que atrae nuestra atención. Sin dudas pocos cineastas podrían haber salido bien parados con este guión, no es una historia que cualquiera podría dirigir... O producir. Claro, aquí el posicionamiento siempre parece haber estado claro. Corre el año 1979 y estamos en un pueblito de Ohio. El verano llega y con él, el tiempo para los proyectos postergados. Un chico del lugar, Charles (Riley Griffiths), está cerrando un corto que hizo sobre zombies para un festival de cine alternativo. Ha reescrito una escena y convoca a un par de amigos a rodarla en las cercanías de una estación de tren. Uno de ellos es Joe (Joel Courtney), quien recientemente ha perdido a su madre y lucha para superar su dolor y salir adelante. La idea de ir tarde a acompañar a Charles no lo entusiasma, pero cuando se entera de que el rol femenino lo hará Alice (Elle Fanning, la hermana de Dakota), aceptará. Ella es una de las más bellas y talentosas alumnas de la escuela, así que bien vale la experiencia. Junto a algunos compañeros acuerdan juntarse a medianoche para grabar la toma restante. Con el equipo técnico instalado (estos chicos tienen 12 años eh!) y en el medio del rodaje, presenciarán una violenta colisión entre un camión y un convoy (formación ferroviaria) que transitaba a esa hora por el lugar. El accidente es tremendo y ellos son testigos de una situación que no deberían haber presenciado (no es precisamente un hecho fortuito). Algo extraño viajaba en uno de los vagones por lo que a poco del luctuoso incidente, militares comienzan a llegar al lugar en gran cantidad. Los chicos lograrán escapar, pero las consecuencias de lo que esa noche sucedió afectarán sus vidas y las de los habitantes de su pueblo. La fuerza aérea tomará las riendas de control del lugar para encontrar algo que perdió durante el choque... y no se detendrá hasta encontrarlo... Es, en pocas palabras, una historia de suspenso. No simple. Está atravesada por un coqueteo con varos tópicos como el romance, la amistad, el drama y la ciencia ficción. Abrams da dos pasos y está homenajeando a alguien de aquella época, ya sea, George Romero (en todo lo que tiene que ver con los zombies, sino miren el poster que hay en la habitación de Joe), su amigo Spielberg (la banda de chicos parece extraída de "The Goonies") e incluso, él mismo (con la referencia a "Cloverfield" de la que fue productor, visto en la manera en que se encara el enigma de la criatura). Lo que es cierto, también, es que esa oscilación entre los diferentes componentes que van desgranandose no se ensamblan para generar cohesión de manera natural. Y en ese sentido van las críticas de los cinéfilos: a veces cuesta definir "Super 8" porque es una mezcla extraña y lo virtuoso de su remix retro a veces suma confusión en vez de claridad. Por otra parte, la película vira de tomas de alto voltaje emotivo (donde se luce una Fanning sorprendente) en las que se reflexiona sobre lo familiar a otras donde remite al terror de lo oculto (tipo "Halloween" de esos años), con las desapariciones de los habitantes del pueblo, por ejemplo. En ese sentido, es extraña la alquimia que opera en esta construcción, a muchos puede no gustarle pero en general el interés no decae a lo largo del metraje. Excepto en el cierre. Ahí mucho de lo bueno que nos atrapaba tiene una resolución que no hace justicia al trabajo previo de la cinta. Pero bueno, nadie es perfecto. Si buscan una película distinta, (parece filmada realmente en los setenta con la técnica que se la trabajó) esta es una muy buena opción. Quizás no se sientan del todo cómodos los seguidores del género más estructurados, pero seguramente sí lo harán quienes se dejen sorprender por estilos y climas de narración poco convencionales. Abrams se va perfilando como un tipo al que hay que seguir cuando hace cine. Alentador y cautivante estreno para esta semana.
Cuenta conmigo La escena inicial de Super 8 (2011) es la síntesis perfecta de todo aquello que uno puede pedirle al cine: un empleado de una mina saca las chapas con números que celebran más de 700 días sin accidentes para retrotraer la cuenta a 1. Es una tragedia hecha cifra, el dolor de una familia, de un pueblo, ilustrado por un número, síntesis narrativa al servicio de la emoción sincera y sentida. De allí en más, el inventor de la ciencia ficción 2.0 que es J.J. Abrams le toma la mano al inventor de la ciencia ficción moderna que es Steven Spielberg para juntos hacer que las aventuras sobrenaturales un relato infinitamente lúdico sobre el arte cinematográfico. ¿El resultado? La película del año. El opus cuatro de J.J. Abrams se ambienta en un pequeño pueblo norteamericano en las postrimerías de la década del ‘70, justo cuando Blodie saturaba walkmans con Heart of Glass y una generación sub-15 tarareada la hormonal My Sheroma. En ese ambiente geográfico y temporal casi mágico, seis chicos sueñan con inmortalizar su visión del mundo en película casera rodada en el formato al que alude el título., una noche comenten la picardía adolescente de escaparse para rodar una escena en la estación ferroviaria local. Pero el paso de un tren, inicialmente una “aprovechamiento de producción”, según lo cataloga uno de ellos, deviene en tragedia: el tren descarrilla y decenas de vagones vuelan por los aires, destruyendo e incendiando gran parte de la zona. El pueblo conmocionado no duda en catalogarlo como un accidente, pero ellos saben que la fatalidad no es tal, que una camioneta provocó intencionalmente el descarrilamiento. La pacífica rutina pueblerina se alterna con la esencia de numerosos militares. El tren no era una simple de carga, sino un cargamento proveniente de la ultra secreta Área 51. Suena casi a tomadura de pelo redundar en las implicancias de la figura del creador de Encuentros cercanos del tercer tipo (Close Encounters of the Third Kind, 1977), E.T. El extraterrestre (E.T.: The Extra-Terrestrial 1982), y Jurassic Park (1993) para el cine industrial norteamericano en general, y el de ciencia ficción en particular. Distinto es el caso de J.J. Abrams. Seguramente víctima de la cercanía temporal, el creador de Lost no sólo revolucionó las facturas técnicas y narrativas de las series televisivas –no es novedad que lo mejor de la industria norteamericana actual se encuentra en la pantalla chica y no en la grande-, sino que alambicó hasta niveles impensados la relación entre Internet y un producto audiovisual. A modo de tagline, Super 8 hibrida la narración spielbergiana de los 80 con una temática de tintes sobrenaturales, que no será muy moderna pero que en los últimos años sufrió una ola masiva de revisitaciones desde que -oh, casualidad- el amigo Steven pusiera las botas en el barro en La guerra del mundos (War of the worlds, 2005). De allí en más, Cloverfield (2007), Sector 9 (District 9, 2009)y la catódica Falling Skies, entre otras. Pero, atención, lo extraterrestre es a Super 8 lo que la arqueología es a la saga –entiéndase saga por tres primeras películas- de Indiana Jones: pura excusa y pirotecnia que enmarca una narración cuyo ancho de espadas es la nobleza de la aventura física que, en este caso, retrata ese vendaval de incertidumbre que es la pubertad sin un ápice cinismo ni condescendencia, sino que desde donde mejor puede hacerlo: desde la visión de sus protagonistas. En ese sentido, Super 8 es, como ellos, una criatura que busca en cada remezón de la arquitectura narrativa un punto de fuga para la imaginación y el entretenimiento. De ahí la ubicación temporal en los ’80, época por antonomasia de relatos protagonizados por chicos y adolescentes. Aquí hay varios elementos característicos de la mayoría de aquellos films, como la ubicación en un pueblo pequeño y la falta de contención familiar como disparador para el libre albedrío de la aventura. Pero J.J. Abrams hace un film sobre los ochenta sin ser eminentemente ochentoso. Hay, sí, elementos aprehendidos del Spielberg, como aquella máxima de que lo monstruoso es directamente proporcional a lo que se sugiere. No hay guiños cómplices para adultos, sino lo contrario: la concreción de un mundo inclusivo donde se aprehende la atmósfera en que se desenvuelve la trama. Pero quizá el mayor mérito de Super 8 es el de hacer corresponder absolutamente todo elemento formal y narrativo a la nobleza de sus protagonistas. Todo aquí parece extrapolado de un mundo imperado por el cine como medio de educación, de transmisión de vivencias, de abono para el cultivo de la mente. Por eso el accidente es desproporcionalmente aparatoso en comparación con las consecuencias manifiestas que deja (ellos sin un rasguño y el autor del accidente ¡apenas herido!) o el protagonista no duda jamás en que él será el encargado de rescatar a su chica, ante la inoperancia de los militares –podría buscársele alguna pátina alegórica a ese rol, pero Abrams los dota de una simpleza tal que anula cualquier intento vinculante-. El cine: amor y señor del universo Super 8. Historia de amor por el cine y los relatos, el director de Cloverfield entiende a la pubertad como la amalgama entre fantasía infantil y responsabilidad adulta. El sexteto protagónico de Super 8 entrará en la historia grande del cine, justito al lado de los cuatro de Cuenta conmigo (Stand by me, 1986) y el quinteto de El club de los cinco (The breakfast club, 1985).
Super 8 es un gran film nostálgico que trae al recuerdo memorables producciones de los años ´80 que marcaron a fuego la vida de mucho fanáticos del cine como Los Goonies, The Monster Squad, Cuenta Conmigo y E.T. En algún punto si se quiere, se podría decir que es la versión Bob Marley de Cloverfield. Lo que en aquella historia de monstruos era todo destrucción, violencia y muerte acá es más … One Love. One Love. One Heart. Let´s get together and fell all right. Es más, creo también que es la contracara de la descerebrada Batalla: Los Ángeles, donde en este caso sin llegar a la emotividad de E.T, el concepto de la amenaza alienígena es trabajada de otra manera. Super 8 es una película con corazón, donde más allá de la aventura y la acción el director J. J Abrams presenta un muy buen cuento sobre la amistad. Lo interesante de la historia es que a lo largo de su desarrollo la trama pasa por distintas etapas emocionales. Hay aventura y acción, pero también tiene escenas graciosas y momentos más emotivos. El reparto de chicos que seleccionaron es excelente y sobresale la hermana de Dakota Fanning, Elle Fanning con un muy buen trabajo. Hace 30 años películas como Super 8 eran moneda corriente en los cines y esta clase de historias fantásticas luego fueron mutando en otro tipo de entretenimiento, con trabajos más centrado en los aspectos técnicos, pero sin corazón y vacíos de contenido. El director Abrams acá fue por otro lado y creo que hizo un gran trabajo con esta historia. Una de mis favoritas del 2011 que tendrá su lugar en el Top Ten.
La espera valió la pena y luego de algunas semanas de diferencia con su estreno en los Estados Unidos ha llegado a nuestras carteleras lo nuevo de J.J. Abrams, Super 8. El creador de Lost y director de la gran Star Trek se puso detrás de las cámaras nuevamente para contarnos en "tono Spielberg" la historia de un grupo de muchachos que en pleno rodaje de su película en super 8 presencian el descarrilamiento de un tren cargado con un misterioso monstruo. Superficialmente y a grandes rasgos la historia de Super 8 se trata de eso, aunque como toda gran película, debajo de la "cáscara" encontraremos que lo que realmente trata es la inquebrantable amistad de un grupo de muchachos, como así también sus primeros amores, el nacimiento del instinto sexual o los prematuros enfrentamientos con sus padres. Es decir que Super 8 nos mostrará el tan temible abandono de la niñez para seguir el camino hacía la adolescencia, algo que sin dudas resulta una meta difícil de alcanzar para una película pero que esta obra supera con creces situándose al lado de grandes películas de este tipo como Cuenta Conmigo o Los Goonies. Da un placer enorme encontrar una propuesta proveniente de Hollywood que priorizó la trama por encima de los efectos especiales, ya que Super 8 tiene a lo largo de sus 112 minutos varios pasajes en donde podría haber desnivelado la historia hacía la espectacularidad efectista, pero J.J. Abrams siempre corrigió el rumbo en favor de la maravillosa, emocionante y enternecedora historia que aquí nos cuenta. Howard Hawks dijo: "Una buena película es tres buenas escenas y ninguna mala". Si seguimos la fórmula del gran Hawks, habría que decir que Super 8 es mucho más que una buena película ya que posee más de tres escenas buenas, aunque aquí solo repasaremos una que remarca la esencia de esta gran obra para no extender demasiado la reseña. Sin dudas una de mis favoritas es la larga secuencia donde la banda de muchachos y la linda de Alice se encuentran rodando el film previo al espectacular descarrilamiento del tren. Pero aquí se da nuevamente lo que explico más arriba, esta escena se destaca por encima del resto por su alto nivel emotivo y no por su excelente utilización de efectos visuales. El elenco de muchachitos elegido no podría haber sido mejor, la pareja compuesta por Joel Courtney y Elle Fanning sostiene el film de manera brillante tanto en los momentos emotivos, como también en los cómicos. Por último no quería dejar de mencionar la mejor cita cinéfila (más allá de las obvias que hay al gran Steven Spielberg) merecida para George A. Romero que se da en los créditos finales y en el aislamiento del pueblo completo en esa especie de campo de concentración militar que me hizo rememorar a The Crazies, que casualmente el año pasado tuvo su "correspondiente" remake. Super 8 es por lejos lo mejor que J.J. Abrams ha hecho para la gran pantalla y por añadidura también se convierte en una de las mejores películas que se ha estrenado este año.
Escenas de los suburbios J.J. Abrams se luce en esta película de aventuras con niños. Corre 1979 y Joe, un chico de 13 años, acaba de perder a su madre en un accidente. Unos meses después, al terminar el colegio, se juntará con sus amigos “geeks” para ocuparse de su mayor obsesión: hacer una película de zombies en Super 8. El equipo, que integra también un “actor” y un especialista en explosiones (Joe se especializa en maquillaje, efectos y construcción de modelos), suma a Alice (Elle Fanning), quien oficiará de actriz y conductora del auto que los lleva a la estación de tren, donde filmarán una escena clave de la película. Aprovechando el dramatismo que da la aparición de un tren, los chicos filman en el momento. Lo que no imaginan -pero Joe, y luego la camarita, alcanzan a captar- es que ese tren va a ser interceptado por una camioneta, descarrilará violentamente y de allí surgirá algo que pondrá en peligro la vida de los habitantes de ese pueblo de Ohio. En un filme que homenajea a películas de Steven Spielberg como Encuentros cercanos del tercer tipo y E.T. , junto a otros filmes producidos por su compañía Amblin (como Goonies, Gremlins y Poltergeist ), así como otros títulos y realizadores de fines de los ‘70 y principios de los ‘80 ( Los exploradores , Zemeckis, el Stephen King de Cuenta conmigo y varios etcéteras), J.J. Abrams crea una película propia, que logra conservar ese espíritu temático, estético y, hasta cierto punto, narrativo. Hay una serie de dramas de preadolescencia (la relación familiar, la llegada del primer amor, la amistad, la pasión por el cine) que arman la base y son la verdadera sustancia para lo que viene después: un conflicto intenso que incluye a la Fuerza Aérea, apagones, explosiones, extrañas y posiblemente monstruosas apariciones, y varias amenazas que van desde la invasión rusa hasta posibles derivaciones del accidente nuclear en Three Mile Island. Con esas situaciones, Abrams arma un relato más que fluido, en el que el caos circundante (acaso excesivo si se lo compara con el algo más reposado cine que hacían sus maestros) sirve como teatralización de los conflictos de los personajes. En determinadas escenas, Abrams canaliza al Spielberg de E.T. y Encuentros cercanos..., aunque le suma un gusto algo más fuerte por el cine de terror. Pero en todos los casos, Super 8 conserva algo mágico y muy difícil de lograr: cada plano y cada corte -además de las expresiones y caracterizaciones de los actores y todos los detalles de producción- remiten directamente a películas de la época. Apenas el exceso de ritmo (la acción arranca con todo ya a los 15 minutos) y algunos efectos delatan la reconstrucción, la mirada del siglo XXI. Pero, ¿es más Super 8 que el eco de esas películas que adornaron la infancia de los que hoy rondan los 40? Sí y no. Sí, porque Abrams reconstruye también un espíritu que parece faltar hoy: el de una aventura a escala humana, reconocible, mágica y a la vez terrenal. Y no, porque esos mismos condimentos estaban en las películas de entonces, por lo que se siente más como “homenaje” que como una nueva forma de plantearse las superproducciones de aquí en más. Más allá de esas consideraciones, la experiencia de ver Super 8 es extraordinaria. Un viaje de regreso a una época, sí, pero más que nada a una forma de mirar el mundo. Esa mirada de los 13 años, en la que todo puede ser extraño, sorprendente, mágico y aterrador. Y donde los amigos, el primer amor y las películas están ahí, al lado nuestro, acompañándonos en la complicada travesía.
Como Steven Spielberg, productor de la película y destinatario evidente del homenaje que concibió J. J. Abrams, los protagonistas de Súper 8 manifiestan desde temprano su amor por el cine. Son media docena de preadolescentes de un tranquilo pueblito de Ohio que piensan invertir íntegramente su temporada de vacaciones en la filmación de un cortometraje sobre zombis para llegar a tiempo de inscribirlo en un festival. Comandado por el gordito Charles (Riley Griffiths), el equipo entero está en pleno ajetreo de preproducción. Incluso Joe, que hace cuatro meses perdió a su madre en un accidente de trabajo y encuentra en la preparación de los trucos y los maquillajes una labor que lo rescata de su abatimiento. Se filmará de noche en una abandonada estación de tren y al grupo de camaradas se sumará, como protagonista femenina, Alice, la más linda de la clase, que los dejó boquiabiertos en su primera prueba de casting y acaso también aceleró el corazón de algunos. Ambiente de pequeña comunidad provinciana, ingenuidad, nostalgia, compañerismo juvenil, algún monstruo de fantasía, el despertar amoroso, el espíritu de aventura? Para que el homenaje a Spielberg sea completo sólo falta que algún peligro real agregue el nervio del thriller, y quizá también algún alien . Todo esto no tardará en llegar, aunque Abrams, con buen criterio, concede bastante tiempo al espectador para familiarizarse con los personajes y tender algún vínculo afectivo con ellos, tanto como para que cuando comience el gran espectáculo la platea comprometa alguna emoción y no viva sólo el impacto de otro festival de efectos especiales. De la historia familiar el film salta a la ciencia ficción en un par de giros la noche misma en que los chicos inician el rodaje de El caso , que así se llama su (presumiblemente) ópera prima. Contra todos los pronósticos, un tren aparece a toda velocidad por el ramal inactivo junto al cual están filmando. Con la rapidez de reflejos de un camarógrafo de noticiero, Charles ve la oportunidad de sumar recursos a su modesta producción y hace repetir la escena a los gritos y con el sonido y el fondo del tren que pasa vertiginosamente. En seguida, la loca carrera del convoy termina en un accidente espectacular unos metros más allá de la estación, y a partir de la catástrofe toda clase de extraños episodios y misteriosas desapariciones empiezan a producirse en el pueblo. Parece que la carga que transportaba el tren y fue liberada en el choque no era del todo inocua. Los adultos se movilizan y también intervienen la policía y la fuerza aérea. El caso -no el de la ficción de los zombis sino este caso real- es de verdad grave. Pero como buenos adolescentes ante la posibilidad de vivir una aventura, los chicos, que tienen sus motivos para estar más que asustados, se ponen a investigar por cuenta propia. Es natural: ya es hora de que el homenaje de Abrams aluda a Encuentros cercanos del tercer tipo y ET, el extraterrestre . Probablemente esta segunda mitad del film entregue menos de lo que prometía la primera, apuntalada por el trabajo de los jóvenes actores (en especial Elle Fanning y Joel Courtney), pero de todos modos el entretenimiento está asegurado. Conviene subrayar que esta vez no es aconsejable retirarse antes de que hayan pasado los créditos del final.
Ese encanto de los relatos clásicos Todo en la película del realizador de Lost remite al modelo inaugurado por su célebre productor. Y funciona... hasta el final. ¿Cómo hacer para que una superproducción de género sea algo más que una muesca en la tabla de recaudaciones? Hasta ahora, J. J. Abrams había dado tres posibles soluciones. La primera fue la de Lost, donde tiraba abajo el edificio de la lógica racionalista, con bombazos de puro imprevisto. La segunda, la de Misión: Imposible III, donde reducía el género a la esencia misma: tratándose de cine de acción, chorros de adrenalina. La tercera, la de Star Trek, donde regresaba al origen, apretando al mismo tiempo el botón de refresh. En Super 8, y a partir de un guión propio, Abrams hace algo parecido, pero más, al replicar, de modo más o menos literal, un modelo clásico. En este caso, el que Spielberg impuso para la ciencia ficción, desde Encuentros cercanos del tercer tipo hasta La guerra de los mundos, parando en E.T. e incluyendo películas no dirigidas pero sí producidas por él, como Gremlins o Los goonies. No por nada es Amblin, la compañía de Spielberg, la que produce Super 8. Felicidad y decepción: después de demostrar, durante la mayor parte del metraje, que ese modelo no tiene fecha de caducidad, el final de Super 8 es uno de esos pifffs con los que un globo no muy bien atado se desinfla de golpe. Pero todo empieza muy bien. El plano de apertura es un alarde de puro lenguaje visual, al estilo clásico. Una grúa desciende sobre una fábrica del pueblito ficcional de Lillian, Ohio, mientras se sobreimprime el año: 1979. La grúa se acerca a un cartel, en el momento en que alguien suma uno más a la cifra de accidentes mortales de trabajo. Para que esa cifra se vuelva drama, hay que cortar e ir a una casa de familia, donde tiene lugar un velorio. En el velorio, un grupo de chicos sub-14, amigos del dueño de casa, intercambian bromas de humor negro, hablan de cierta película que están por filmar. El modelo Spielberg: un grupo de chicos conociendo el mundo, el pueblito del interior como representación americana, una familia rota, cinefilia implícita, fluidez clásica, el inminente salto a la aventura. El protagonista se llama Joe y se apellida Lamb: cordero. Como sus amigos, está por perder la inocencia. Para hacerle burbujear las hormonas está Alice, la chica más linda de la escuela (como en Somewhere, vuelve a brillar Elle Fanning, hermana menor de Dakota), a quien ese Spielberg en miniatura llamado Charles (siempre obsesionado por los “valores de producción”) acaba de traer al rodaje, porque “en toda película tiene que haber una historia de amor”. Detalle interesante, Charles es obeso, pero no cumple el papel del gordito bolú: es un gordo piola, mandón incluso (una imagen de los créditos finales lo muestra como William Castle, director clase-B que también era gordo, piola y manipulador). Segundo detalle interesante, el protagonista no es el director de la película, sino apenas el maquillador: un segundón. Hay equipo. Aunque ninguno de ellos brille como solista, el de Joe y sus amigos funciona, porque Abrams sabe ponerse a su misma altura. Posmodernos avant la lettre, la berretada que filman en súper-8 es una de zombies, pero con un detective privado llamado Romero. Signo de los tiempos: en el cine estadounidense de fines de los ’70, citas y homenajes cinéfilos abundaban. De pronto, en medio de la escena del beso, que filman en una estación de tren abandonada (todos se descogotan, mirando cómo besa Alice), el azar se abre paso en plan bestia. En lugar de venirse abajo un avión, como en Lost, hay un descarrilamiento que es un efecto dominó de calamidades, con explosiones y pedazos de tren volando para todos lados, de modo interminable. En medio del megadesastre, Joe y sus amigos encuentran una pieza como de Rasti. Pero Rasti de otro mundo, con piezas que se mueven solas. Aparición de lo sobrenatural, militares tan malos como los funcionarios y médicos de E.T., un padre al que el peligro y la aventura llevarán a recomponer la relación con su hijo: modelo Spielberg, completado. ¿Y el monstruo, qué pito toca en todo esto? Esa es la pregunta que el propio Abrams, guionista de la película, parece no haber sabido del todo cómo contestar. Tal vez porque un monstruo à la Alien se escapa un poco del modelo. El problema no es que la aparición del bicho se dilate –esa es una opción clásica–, sino que su lisa y llana relación con la trama parece pegada con alguna de las viscosidades que le chorrean de la bocaza. ¿Qué tiene que ver con los rastis? ¿Cómo vino a parar a la Tierra, qué hace acá? ¿Por qué o para qué secuestra gente? Algunas de esas preguntas admiten respuestas más factibles que otras, pero lo cierto es que el bicharraco no termina de justificar su existencia en la película, quedando como un colado en su propia fiesta. Y así no hay fiesta que termine bien.
LOS CAZADORES DEL CINE PERDIDO J.J. Abrams, director Misión: Imposible III y creador de la serie Lost, une fuerzas con el productor Steven Spielberg para llevar adelante una película que es tanto una recreación del cine fantástico de hace varias décadas como también una propuesta original basada en la más pura utilización del lenguaje cinematográfico. Ya es conocida la historia de la generación que en los setenta renovó la cara del cine industrial norteamericano. Una generación que se encontró, casi por azar, con todo el terreno libre para poder demostrar su talento. Talento que, claro está, tenían y de sobra. La caída del cine clásico de Hollywood llegó a su punto más claro a fines de los sesenta, no sólo por la victoria de la televisión en los ámbitos más populares, sino también por la muerte –literal- de muchos de los hacedores de aquella jamás superada edad de oro. Estudiantes de cine, críticos y jóvenes cinéfilos tuvieron en sus manos la posibilidad de hacer cine industrial sin renunciar a sus intenciones artísticas o de autor. Entre ellos hubo uno que brilló en su momento y que hoy, a casi cuarenta años de aquel período, lo sigue haciendo: Steven Spielberg. Luego del descomunal éxito del film Tiburón, Spielberg siguió revolucionando el cine popular con películas como Encuentros cercanos del 3er tipo, Los cazadores del arca perdida o E.T. El extra-terrestre. Por esos mismos años sería además el productor de Poltergeist, Gremlins, Volver al futuro, Los Goonies y El secreto de la pirámide, films realizados por otros talentosos directores que entendían el cine desde un lugar semejante. En aquel momento se hacía más hincapié en el dinero que ganaba Spielberg que en su gigantesco talento cinematográfico y su inequívoca capacidad de conectar con el público. Se lo llamaba “El rey Midas”, un elogio que parecía más un insulto que otra cosa, porque en el fondo se estaba despreciando su habilidad para entender al espectador como nadie. La respuesta de la platea frente a este cine solía ser no sólo masiva, sino también apasionada. El espectador se identificaba realmente con lo que veía en la pantalla y sentía que ese cine le hablaba directamente. Spielberg había recuperado el espíritu del cine popular del Hollywood clásico. No el prestigioso, sino el popular. No el que ganaba premios y pasaba en diez años al olvido, sino aquel que perduraba en el imaginario a lo largo de décadas. Aquel cine que supo ser popular pero a la vez inteligente, profundo, artístico. Considero que todo este prólogo es la manera más justa de presentar a Súper 8, dirigida por J. J. Abrams y producida por Steven Spielberg, una película a la altura de su ambiciosa intención de recuperar el corazón de todo este cine perdido. Estamos acá frente a un film como los de antes, no por antiguo, sino porque nos conecta con una mirada apasionada del cine, con un sentido artístico, con una profundidad emocional y con un inteligencia no exenta de una gran sentido del humor. Una forma que era la ambición del cine clásico de Hollywood y la ya mencionada generación del 70. Los chicos que protagonizan Súper 8 son personas apasionadas por el cine, por hacer una película pequeña y absurda en súper 8, pero destinados, como todo el que ama el cine, a vivir una aventura fuera de serie. No hay tragedia ni peligro que los detenga, ellos aman el cine, dos de ellos desde la cinefilia incluso, otros desde la idea misma del trabajo en equipo y la lealtad entre amigos. Todos se comprometen con la tarea. Y está claro que Súper 8 entra, desde el título, en la categoría de films que reflexionan sobre el cine mismo. Y el corto de zombies que ellos filman explica en parte el funcionamiento de la propia película y el costado emocional que en definitiva le da mayor dimensión a la historia. Abrams, Spielberg -y hasta George Romero, citado en el corto- saben que un film de zombies no busca retratar el mundo de los zombies y que el cine fantástico no hace otra cosa más que reflexionar sobre nuestra propia experiencia humana. Y eso es algo que muchos espectadores aún no terminan de entender. La muerte, ese tema sobre el cual el cine fantástico nos ha permitido reflexionar infinitas veces, es justamente lo que abre el film. Una fábrica donde ocurrió un accidente e inmediatamente después el velorio de la madre del joven protagonista. Esa muerte es el centro mismo de la película. Todo lo que ocurre a partir de ahí no es otra cosa más que la capacidad que tiene el arte de darle a un tema profundamente perturbador la forma amable de un relato fantástico. Muchos cineastas no son capaces de hacer esto, no tienen el talento ni la generosidad ni la valentía ni la humildad para hacerlo. Desde ese velorio hasta la escena final, lo que presenciamos es el proceso que realiza Joe Lamb (Joel Courtney) entre la desolación de haber perdido a su madre y la aceptación de ese hecho como algo inevitable de la vida. Los Lambs (corderos) son quienes cuidan a todo el pueblo. Elizabeth, la madre, era quien “cuidaba de todos” y murió en un accidente cubriendo el puesto de un obrero que había faltado, y Jackson, el policía que ha quedado viudo y debe proteger solo a todo el pueblo y a su propio hijo. Joel debe renunciar a su madre y enfrentar a su padre. Joel pasa de la niñez al mundo adulto. Y como muchos otros es ayudado en ese camino por el arte, por el cine. Así como también por el despertar del amor y la amistad de sus pares. Pero el amor por el cine no está sólo en el guión o en que el relato esté ambientada en 1979, época del esplendor de esta clase de films. Lo está, sobre todo, el hecho de concebir una historia original en el contexto del cine industrial actual. En no utilizar -por una vez- grandes estrellas, en no pertenecer a una franquicia, en no ser una remake, ni una secuela, ni una precuela, ni adaptar un libro, una historieta, un videojuego, un parque temático o una serie de televisión. La herramienta fundamental de Súper 8 es una y solo una: el arte cinematográfico. Una brillante puesta en escena permite que cada minuto del film sea un placer visual, un prodigio narrativo, consecuencia de saber filmar de forma clara, transparente, clásica, donde el virtuosismo jamás destruye la narración, donde nunca el efecto especial se adueña del relato, donde todo está al servicio del film y donde cada espectador puede comprometerse con la emoción en todas las escenas. J.J. Abrams dijo que Spielberg se involucró profundamente con todos los aspectos de la realización de este film. Pero no hay que atribuirle al productor más mérito que al director. Sí está claro que Spielberg, productor en los últimos años de films que incluyen obras maestras de Eastwood o los Coen y también bodrios innombrables, ha sentido gran afinidad con este proyecto en particular y conoce el paño lo suficiente como para aportar artísticamente. Pero creo que Abrams –también guionista aquí- ha demostrado con series como la ya mítica Lost, y films como Misión: Imposible III y la nueva versión de Star Trek, que no sólo es un gran narrador, sino que además sabe desarrollar personajes tridimensionales capaces de conmover al espectador. No la busquen en DVD, no esperen al cable, no permitan que alguien les cuente la historia, Súper 8 es una película para ver en el estreno, para dejarse sorprender por un relato de esos que llegan al corazón no sólo por la emoción, sino también por la belleza y la lucidez. No todas las películas son lo mismo, no todas entran y salen de nuestras vidas como si nada, y Súper 8 es una de esas que valen la pena disfrutar en todo su esplendor porque ha llegado para quedarse. Porque la película, sobre la que todos coinciden en que emula al cine de Spielberg y compañía de los 70 y 80, no es sólo un homenaje vacío y superficial sino una reflexión sobre la función del cine en nuestras vidas. Sin duda que esta película tendrá un efecto particularmente movilizador en la generación que vivió aquellos films o creció viéndolos en el momento de su estreno o después. Pero no es la nostalgia lo que hace que nos llegue tanto Súper 8. Para muchos de nosotros aquellos films de fines de los 70 y principio de los 80 han quedado muy cerca de nuestro corazón, porque empezamos a amar el cine gracias a esas películas o junto a esas películas. Y es muy interesante lo que hace Súper 8, porque busca parecerse a aquellos títulos, pero a su vez recupera sus auténticos méritos. Las películas que yo veía mientras descubría que me enamoraba del arte cinematográfico se parecen mucho a Súper 8 en la forma exterior, en el género, en muchos pequeños detalles. Sin embargo, lo que me hacer sentir aún enamorado del cine (que es en mi caso una vocación, una carrera y una profesión), y que se refleja en el film de Abrams, no es esa nostalgia. Lo que me conmueve es la forma narrativa, la construcción dramática, la emoción en alto grado, el humor adorable, el espectáculo y el entretenimiento en su máximo esplendor. Súper 8 no sólo nos recuerda el cine con el que crecimos. Súper 8 nos explica por qué vamos al cine, para qué nos metemos en una sala oscura y por qué es una parte fundamental de nuestra existencia.
Mi pequeña debacle Había una vez un señor llamado Steven Spielberg que ofrecía películas tan buenas como la que hoy nos ocupa: definitivamente esos días han quedado en el pasado, sepultados por un sinfín de opus pretenciosos que no sólo perdieron la magia de antaño sino que además aburren desde todo punto de vista, pensemos por ejemplo en las tediosas Munich (2005) o La Guerra de los Mundos (War of the Worlds, 2005). En esencia Super 8 (2011) es otro de esos casos en que un maestro en decadencia es vencido por un alumno aventajado, tan dedicado y prolijo en lo suyo que no se le puede objetar casi nada: J. J. Abrams revive y aggiorna aquel espíritu de los ´70 como lo hiciera con el de los ´60 en Star Trek (2009). La historia transcurre durante el verano boreal de 1979 y se centra principalmente en una serie de extraños acontecimientos que se desencadenan en Lillian, un pueblito de Ohio, a partir del descarrilamiento de un tren perteneciente a la Fuerza Aérea: casualidades mediante, en el mismo lugar del suceso un grupo de chicos estaban filmando una cinta de zombies en super 8 para ser presentada en competencia en un festival. Con una gran puesta en escena y sin estrellas hollywoodenses, la obra se juega de lleno por el desarrollo de la dinámica familiar de los niños protagonistas, un suspenso de pulso creciente, muchos remates cómicos y el viejo recurso clase B de no mostrar al responsable hasta el desenlace. Tan sencilla en términos narrativos como anómala en el contexto industrial contemporáneo, la propuesta cuenta con un ADN saturado que saca a relucir desde el primer momento y en función del cual resulta encantadora y atrapante: así descubrimos elementos que han sido sustraídos de una amplia gama de fuentes, desde los clanes disfuncionales de Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (Close Encounters of the Third Kind, 1977) y una asignación de roles símil Los Goonies (The Goonies, 1985) hasta arrebatos de una criatura posmoderna a la Cloverfield (2008), un capítulo final calcado de E.T.: El Extraterrestre (E.T.: The Extra- Terrestrial, 1982) y un par de detalles de la pesquisa que recuerdan a Tiburón (Jaws, 1975). Abrams, con el beneplácito de Spielberg, construye un retrato humanista de una debacle de la “América profunda” combinando sutilmente el melodrama, el cine catástrofe, la ciencia ficción más paranoica, las comedias de aventuras y algunos chispazos de horror furtivo. Poniendo el ojo en el torbellino de las comunidades pequeñas y las eternas tácticas del gobierno estadounidense para tapar “accidentes” que no lo son, Super 8 se transforma en una experiencia muy gratificante por el maravilloso desempeño del elenco y una certera edición sonora: los adultos agradecerán que los CGI estén reducidos al mínimo y el público adolescente disfrutará de un relato enérgico, anti- gore y sustentado en dilemas plausibles…
Ciencia ficción al nivel de los clásicos Más allá de lo formidable que es como película de ciencia ficción, gracias al guión y la dirección del creador de «Lost» J.J.Abrams, esta antológica «Super 8» nos trae de regreso al Spielberg productor que, a mediados de los 80, potenciaba a su máximo nivel el trabajo de directores como Joe Dante o Tobe Hooper en éxitos de taquilla de la época, hoy considerados clásicos, como «Poltergeist» o «Gremlins». Es que desde el título, esta película remite a los primeros años de la carrera de Spielberg, cuando no era el cineasta ganador del Oscar prestigioso de «La lista de Schindler», sino un nuevo Rey Midas que, a partir de precarios films caseros rodados en su infancia en super 8, había cambiado la manera de hacer películas en Hollywood, dominando luego la taquilla mundial ya sea con films propios como «Tiburón» o con obras de otros producidas por él, como las ya mencionadas, o con otras similares como «Al filo de la realidad» (Twilight Zone: The Movie) que codirigió él mismo junto a John Landis, Joe Dante y George Miller. Justamente en «Super 8» hay unos chicos pueblerinos tratando de filmar su gran opus de zombies en aquel paso hogareño que murió con la aparición de las cámaras de video familiares. Pero «Super 8» no es sólo un homenaje a la génesis de Spielberg como director -además de estar estrechamente vinculado temática y formalmente con dos films esenciales en su carrera, «E.T.» y, sobre todo, «Encuentros cercanos del tercer tipo»-. es un film con entidad propia que se ubica entre lo mejor del cine de ciencia ficción de lo que va del siglo. El guión de Abrams se acerca al género fantástico con gran astucia, dándole al espectador la información y los climas en dosis sumamente medidas como para abordar viejos temas y referecnias clásicas con una aproximación nueva, que permite que esta película tenga algo para ofrecer en varias direcciones distintas. En esto se parece un poco a algunas historias de Stephen King cuando se aleja del terror sin abandonar del todo la atmósfera del género, como por ejemplo en «Cuenta conmigo». La historia empieza de a poco, lentamente, se toma su tiempo en presentar los personajes y su ambiente, y de golpe comienza a ofrecer la acción y el suspenso en dosis cada vez más fuertes, y a medida que avanza la proyección el asunto sólo mejora y mejora. El público más exigente y conocedor del género y del toque Spielberg puede empezar a ver el film algo preocupado por lo conocida que le pueda resultar esta historia. Pero en cada giro del relato, Abrams se encarga de soslayar los típicos lugares comunes para que se amolden a la trama sobre un pequeño pueblo de Ohio asediado por una fuerza militar conspirativa que quiere tapar un incidente relacionado de alguna manera con lo paranormal, con ovnis o con extraterrestres. Lamentablemente los chicos, mientras filmaban su película de zombies en super 8, se convierten en los únicos testigos del extraño accidente de un tren militar que detona todo tipo de cosas raras, algunas realmente ominosas y terroríficas, que empiezan a suceder a su alrededor. Hay humor, suspenso y hasta toques de melodrama preadolescente perfectamente integrados a un hilo común. Finalmente todo confluye en algo que podríamos denominar una película de monstruos, con una criatura realmente amenazadora que tiene más de Alien que de E.T., aunque, por raro que parezca, podría ubicarse en el medio de estos dos seres tan opuestos. Ni hay que decir que «Super 8» está fabulosamente filmada (no por nada Spielberg visitó asiduamente el rodaje). Pero lo que realmente llama la atención son las extraordinarias actuaciones que Abrams le arranca al grupo de chicos protagonistas. Si hay que agregar algo, basta señalar que al círculo mayor de marcianos de películas clásicas como algunas ya citadas, y a otros como «El día que paralizaron la tierra» o «El enigma de otro mundo» hay que sumar ahora a «Super 8». Para un fan del buen cine no hay casi nada mejor que disfrutar en pantalla grande de un hito como éste en el momento de su estreno original.
J.J. Abrams y Steven Spielberg se unen para darnos una brillante película de ciencia ficción que parece salida de los ’80. Todo comienza con una tragedia: la madre de Joe Lamb (Joel Courtney) muere en la fábrica en donde trabaja. Ahora el chico deberá quedar solo con su padre (Kyle Chandler), un policía que dedica su tiempo a patrullar las calles y que poco sabe de paternidad, pero con el dolor de la viudez a flor de piel. Un tiempo después, cuando todo vuelve (más o menos) a la normalidad, Joe vuelve a juntarse con sus amigos, con quién se divierte grabando películas clase B con una cámara Super 8. Pero a ese grupo se unió Alice (la talentosísima Elle Fanning), una chica a la que Joe ve con ojos de enamorado, que se convertirá en “la mujer del héroe” de la cinta, que és un detective que se enfrenta a los zombies (!!). Ellos viven tranquilos, cada uno con sus problemas y con sus conflictos de pre adolescente, hasta que, durante un rodaje, presencian un increible choque entre un tren y una camioneta que se cruzó intencionalmente en su camino. Los chicos se salvaron de milagro, y la cámara rodó absolutamente todo lo que sucedió. Instantes después del atentado al tren, cientos de jeeps, helicópteros y camiones militares comienzan a cercar la zona. Joe y sus amigos logran escapar con lo justo, pero no pasan desapercibidos, ya que olvidan una pista que llevará a las fuerzas a buscar a los testigos que lograron captar todo eso en video. Poco después, en el pueblo comienzan a suceder hechos misteriosos: cortes de luz, gente que desaparece, personas atacadas por algo que no saben distinguir qué es… y, sobre todo, paranoia, ¿qué harán estos amigos frente al peligro inminente que los rodea?, ¿y qué es lo que cargaba ese tren tan secretamente? Estas y otras preguntas son respondidas en Super 8, la película producida por Steven Spielberg y dirigida por J.J. Abrams que rinde tributo al cine de aventuras y ciencia ficción de los ’80. No es casual que Amblin, empresa de Spielberg, esté detrás de la cinta. Los Goonies, ET, Cuentos Asombrosos y muchos otros productos brillantes de este director fueron desarrollados por la empresa. Y justamente Super 8 sigue esta línea. Por un lado tenemos chicos (como en Los Goonies) que de repente se ven envueltos en un problema (¡como Los Goonies!), pero no es eso lo más importante, sino que el protagonista tiene un problema familiar (¡como el protagonista de Los Goonies!) y del que todos sus amigos intentarán sacar. Ojo, esto no es una crítica en absoluto, sino todo lo contrario: el espíritu de ese cine parecía muerto en la década pasada, y sin embargo, la dupla Spielberg/Abrams logró reflotarlo, y con éxito. Además, el alma de estos films, la sensibilidad oculta spielbergiana, impregna toda la película, que nunca deja de asustar, asombrar y divertir, sino que lo hace, pero bajo un halo de tierna melancolía que a más de uno va a hacer lagrimear. En definitiva, la película lo tiene todo. Las actuaciones de los chicos son geniales, la dirección fue realizada con maestría y, por momentos, nos deja la sospecha de que el mismísimo Steven Spielberg se puso detrás de cámaras en alguna que otra escena. No tengo ningún miedo en asegurar que Super 8 es uno de los estrenos más interesantes del año. Esperemos que gracias a esta película, el género tome algo de envión y se vuelvan a hacer este tipo de films que tanto se extrañan. ¡Ah!, y quédense durante los créditos. No vale la pena dejar spoilers, pero si vale la pena quedarse.
Destellos de colores Filme repleto de guiños cuidadosamente estudiados y puestos ante el espectador de manera más que obvia, "Súper 8" logra empatizar rapidamente gracias al buen oficio de sus actores, una producción descomunal y la mano de un director industrial que, hay que señalarlo, a mitad de camino pierde el rumbo. Un grupo de pre-adolescentes, liderados por un gordito fanático del cine clase B empeñado en hacer un cortometraje, son testigos de un accidente espectacular donde una camioneta hace descarrilar un tren militar. De uno de sus vagones escapa una criatura y de otros vuelcan piezas de extraña forma y material desconocido. Obviamente, el ejército cerca el pueblo y persigue a todo aquel que haya tomado contacto con la situación. Elementos melodramáticos manejados con mesura y equilibrio dotan de una mínima profundidad a una trama que no tiene demasiado para ofrecer más que espectaculares efectos visuales con la marca de Abrams en el orillo. Hacia el final la película adquiere un tono más spielbergiano, que es superado por los créditos finales donde a modo de yapa se puede apreciar la obra clase B terminada. Luego sí, llega la sensación de tener en la boca un chicle que ya perdió el gusto.
El hermano mayor de ET Un homenaje vivo al mejor cine de acción de las décadas de 1970 y 1980. Eso es Súper 8 . Una película tributo, una celebración de grandes producciones como ET, el extraterrestre ; Regreso al futuro o Encuentros cercanos del tercer tipo. Claro que J.J. Abrams ya tiene su propio currículum de éxitos (nada menos que la serie Lost ) como para someterse a las reglas del respeto reverencial a los grandes maestros. Justamente es la combinación del agudizado instinto del misterio de Abrams con las fórmulas narrativas y visuales de aquellas décadas doradas lo que hace de Súper 8 un animal cinematográfico de especie única. Tiene la forma de una película dentro de una película. Un grupo de chicos está filmando con una cámara súper un cortometraje de zombies. Tienen entre 12 y 13 años y viven en Lillian, un pueblo de Ohio de 12 mil habitantes. Una noche, cuando están filmando una escena en la estación de trenes, ocurre un accidente espantoso e inexplicable: descarrila un tren de carga y sucede algo que sólo registra la cámara. Pese a que no da respiro al espectador, la narración se permite respirar grandes bocanadas de aire puro. Como en toda verdadera aventura, hay tiempo para diversas emociones: humor, amor y dolor. Dentro del esquema básico del conflicto entre los militares que tratan de mantener en secreto la peligrosa carga del tren y los policías del pueblo que quieren proteger a su gente de las consecuencias, se desarrollan varias historias paralelas que terminan tejiéndose en un final apoteósico. Los adolescentes son inolvidable. De ellos, surge la parejita protagónica, cuyos padres están peleados y por eso mismo la atracción entre ellos tiene la fuerza suficiente como para lanzarlos con todo en cada peripecia. Casi resulta palpable la felicidad de Abrams al encarar cada escena. Parece que estuviera contando su propia infancia no como fue sino como le hubiera gusta que fuera: con una chica hermosa, amigos geniales y una gran aventura para compartir con los seres humanos y los extraterrestres, también.
Entre monstruos y filmaciones Si uno ve la película y no sabe quién es el director y el origen pensará que es un Spielberg de la primera época. Quizás un "Cuenta conmigo" con un guión no tan concentrado y un poco confuso. Y no, se trata de J.J. Abrams, admirador de Spielberg y excelente director ("Lost" ha sido un éxito como "Misión imposible III"), artesano de primera, que retoma el tema de la ciencia ficción, ciertas películas de clase B, onda "zombies", bate la mezcla y obtiene un atractivo producto, donde prima la emoción y el suspenso. Casi en los "80, un pequeño pueblo en Ohio, una pandilla donde Charlie tiene la obsesión de la filmación en super 8 y siempre dispuestos extras, actores secundarios y protagonistas para sus películas de zombies, por supuesto, sus amigos. ACCION Y CATASTROFE Allí está Joe, hijo del alguacil, que recientemente perdió a su mamá y hace de maquillador en los filmes de Charlie, Preston, Cary, Martin, el de las maquetas y la "divina Alice", algo así como el sueño adolescente del pueblo, puro pelo rubio y ojos claros. Justamente la filmación será la desencadenante de la conciencia del horror que sacudirá el lugar. Como en "Blow Up" (sobre el cuento "Las babas del diablo" de Cortázar), un fragmento de la realidad filmada como fondo, se convertirá en protagonista del drama final. El filme entretiene. Tiene una factura de primera, el gancho de la filmación dentro de la filmación, algunos efectos especiales, buenos momentos de acción y catástrofe (un descarrilamiento en las afueras del pueblo) y ese perfume ingenuo y atrapante del Bradbury de la primera época. Quizás ciertos momentos del guión, algunas desprolijidades y desarrollos un poco confusos empañan la estructura general, un monstruo decepcionante se suma a lo anterior. Pero, alto en el cielo, surge ese equipo de chicos recordables, herederos de "La pandillita de los 20", aquella creada por Hal Roach. Esos mismos que, si los espectadores miran los créditos finales, pueden terminar la película de zombies y disfrutarla una y otra vez.
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En muchos lados dirán que es una mezcla de ET, con Los goonies, con Cuenta conmigo y otras memorables películas de los 80. Y no será mentira. El espíritu buscado fue ese, y si no fuera por un par de cámaras que se mueven muy rápido en algunos momentos, uno podría jurar que viajó al pasado. Y la experiencia de ver una peli retro hecha hoy día, es una sensación cinéfila muy linda. Y casualmente ese es el rótulo que se le puede poner a esta película como principal "linda". Si bien el director no es Spielberg, es inevitable darse cuenta que su mano estuvo en la selección de tan maravilloso elenco juvenil. Y si no estuvo el directamente... dejó claras las instrucciones con sus ayudantes que saben de memoria el libreto del jefe, por suerte!!! Lo que tiene de los ochenta también es que es una historia super familiar, porque es similar a las que yo veia "por primera vez solo" en una sala de cine en mis 8 a 10 años. Por eso es familiar, porque la van a disfrutar desde esas edad, y por supuesto los padres. La historia fantástica que corre en la película casi está en segundo plano. El espíritu de los chicos, su protagonismo, es lo más importante de toda la historia. Súper 8 es una película inocente y maravillosa. Muy bien realizada y que es una experiencia cinéfila muy placentera. Yo le hubiera puesto 15 minutos menos, porque tiene un momento de estire que no va con el resto del relato. Párrafo aparte es el corto que vas a ver en los títulos... en sus pocos minutos, tiene más planos que el 85% de las películas argentinas!!!! Y eso seguramente quisieron mostrar sus productores que eran de chicos, y por eso lograron ser lo que hacen hoy día. Ellos querían contar historias de chicos, trabajando y esforzándose, creando e improvisando sobre la marcha, buscando entretener al espectador. Súper 8 por ese lado debería ser de visión obligatoria en las escuelas de cine de la Argentina. Súper 8 es eso para sus realizadores, es mostrar sus inicios, y demostrar que lo que pretendían lograr de chicos, no se contaminó en sus maravillosas carreras. Gracias por el cine muchachos.
Contame esta historia J. J. Abrams después de Lost no está perdido y logra una bella historia como las de antes con producción de Steven Spielberg. El cine es una pasión para hacedores y espectadores. Si el film que se hace es metacinematográfico hasta un punto el placer es mayor. Si se trata de filmar en Super 8 la aventura está asegurada. Si además hay una mirada amorosa sobre el cine el deleite se ensancha y si como plus hay intriga, el ruido de los que comen pochoclo hasta se puede obviar. Corre 1979 y durante el rodaje de un film amateur, en Super 8, un grupo de adolescentes presencian un hecho inusual: el descarrilamiento de un tren que deparará en que nada vuelva a ser lo mismo. ¿Qué extraño suceso cambiará la vida de Lilian, ese pueblo tranquilo de Ohio? Allí la intriga se adueña de todo. J. J. Abrams, creador de Lost, guionista y director en Súper 8 demuestra que cuando puso patas arriba el concepto narratológico de las sitcoms, convirtiendo en adictos a los seguidores de los náufragos por muchas temporadas haciendo caer para siempre conceptos cartesianos, no estaba improvisando y que todavía se pueden narrar novelas sentimentales, de iniciación y ver a través del ojo de un actor nuestra propia experiencia pasando frente a nosotros. ¿Es cultura de masas o popular? ¿Y a mí qué me importa si me conmociona, si logra que ame al cine? porque además, esta vez no recurrió a una argamasa de conocidos, ilustres y candidateados al Oscar. Pero igual cuidó la imagen con amorosa mirada y los actores salieron airosos. Así le posa una idílica visión mostrando como un grupo de pibes camino a ser jóvenes quieren filmar por amor al arte una peli de zombis, pasar las vacaciones pueblerinas haciendo de eso el motor y el deseo y sus expectativas cambian y el pueblo también. El que quiera ver en la película de J .J. Abrams un homenaje a Steven Spielberg que aquí produce y experimente nostalgias de Historias Extraordinarias, Encuentros cercanos del Tercer Tipo y de la inolvidable ET, debe pasar por el cine más cercano para apreciar que lo viejo no siempre está caduco, que novedad no siempre significa nuevo y que algunas fórmulas siguen funcionando porque nos dan una historia que es lo que vamos a buscar cuando abrumados de candidatos políticos necesitamos una ficción mejor y más posible que la que ellos prometen y porque el cine es un espacio intangible que da revancha cuando es bueno y olvido cuando no, pero intenta no dejar de ser el séptimo arte. Y ese rato se agradece de por vida.
¡Al cine, al cine! No hablemos de las mejores películas, de las más excelsas (aunque varias de las que se mencionarán en el próximo párrafo lo son) sino de películas en las que a uno le gustaría vivir, películas-mundo. Películas que comprometen sentidos, razón y emoción, películas mullidas, películas para repetir, películas placenteras, muchas veces desafiantes e insolentes, películas que admiramos pero que por sobre todo amamos. En estricto orden de aparición y sin segundos pensamientos, van nueve de esas películas en las que me gustaría vivir al menos un rato (bueno, eso es lo que hago vicariamente cada vez que las reveo): Hechizo del tiempo (Ramis), Palombella rossa (Moretti), Adventureland (Mottola), Pacto de justicia (Costner), Los puentes de Madison (Eastwood), La comedia de Dios (Monteiro), Laberinto (Henson), El amor en fuga (Truffaut), Texasville (Bogdanovich). Vamos a completar la decena de este listado al paso, cambiante, con Super 8 de J.J. Abrams. Super 8 tiene como coordenadas dinámicas a Los Goonies (Donner), Cuenta conmigo (Reiner), Cielo de octubre (Johnston), algo de Spielberg (E.T. y Encuentros cercanos del tercer tipo) y algo de Dante (Los exploradores, Matinee). Y sí, claro, Super 8 tiene mucho de la admirable capacidad de construcción de personajes que J.J. Abrams ya había demostrado en su Star Trek de 2009, de su fluidez para narrar, de su inmediata y sólida construcción de empatía. Por supuesto, también están esas luces, esos destellos en la lente (lens flare), lindos chispazos azules que cruzan por la imagen a cada rato: como si la cámara dirigida por Abrams también pudiera captar una magia enteramente visual, efímera y refulgente. ¿Qué es Super 8, además de uno de los grandes estrenos de 2011? Un relato que transcurre en un pueblo chico en 1979, sobre un grupo de chicos (sí, hay un chico y una chica) que hacen películas de zombies en super 8 y en un verano, ese verano definitorio (como para Bryan Adams era el “Summer of ‘69”), viven la gran aventura de sus vidas. ¿Es la gran aventura la que tiene que ver con la acción visualmente más espectacular, la que comienza con el tren? ¿O la gran aventura es la de crecer, la del amor, la amistad, el dolor, la búsqueda de la felicidad y la recomposición de los lazos que se habían dañado? Las grandes películas son aquellas que suelen hablar de estos y tantos otros temazos mientras nos distraen (o sea, nos divierten porque estamos interesados) con movimiento –seducción cinética– presentado con buenos “valores de producción” que nos llevan contentos, casi sin que nos demos cuenta, a que “nos importe el destino de los protagonistas”. Las comillas de la oración anterior se relacionan con diálogos de los chicos en la película, mediante los cuales Super 8 reflexiona sobre el cine y sobre el saber de esos chicos estadounidenses cinéfilos, los cinéfilos de una generación posterior a la de Spielberg-Lucas-Coppola-Milius-Scorsese-De Palma. Claro, la generación del propio Abrams (nacido en 1966), que cuenta una historia sobre adolescentes situada en la época en la que él era un adolescente. Y la cuenta con la pasión, el brío y el entusiasmo de quien sabe que con el pasado es mucho mejor construir un presente inolvidable que un muestrario de nostalgias. Abrams sabe que este presente inolvidable será, en el futuro, otro pasado, otro material de base para hacer otro presente inolvidable, o sea, otra película absolutamente imperdible como Super 8.
Spielberg produce lo nuevo del creador de Lost, J.J. Abrams, que juega a hacer una de Spielberg y consigue la mejor película del año. Esta mezcla de Los Goonies, Cuenta conmigo y todo aquel cine de crecimiento infantil de antaño se cruza con el universo de E.T, Guerra de los mundos y Encuentros cercanos del tercer tipo. Esta historia sobre un grupo de amiguitos que, mientras hacen una película de zombies, filman un accidente de tren que cambia la vida del pueblito en el que viven parece una lección cinéfila de cómo incluir la alegoría política en una película de aventuras. Super 8 respira cine.
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La verdad está en el rollo J.J. Abrams, una de las mentes detrás de Lost y de la fresca y sorprendente nueva versión de Star Trek -entre otras cosas- probó con Súper 8 cómo ideas viejas pueden seguir funcionando cuando hay pasión y talento. En sociedad con Steven Spielberg (que aquí oficia como productor) se encargó primero de realizar una intensa campaña a través de Internet, donde la premisa era ocultar qué contaba la película. En realidad ese será un recurso que se mantendrá durante buena parte del film. Lo que se puede adelantar es que un grupo de adolescentes (gran trabajo de todo el elenco) realiza una película de zombies durante las vacaciones de verano. En una de las escenas que incluye una estación, aprovechan el paso de un tren para filmar. Éste pronto va a descarrilar, provocando un importante accidente registrado por la cámara que titula a la cinta. Con los adolescentes a salvo, develar qué transportaba la maquinaria y hacia dónde se dirigía será el principal tema a desarrollar. Y allí es donde Abrams da su principal mensaje. Sin revelar ningún detalle, se sabe que los chicos deberán remitirse a lo grabado por la cámara para empezar a conocer las respuestas del asunto: “la verdad está en el rollo”; o lo que es lo mismo: “la verdad está en el cine”. Sea tal vez esta la mayor declaración de amor que un director pueda realizar hacia el séptimo arte. En el medio, Súper 8 ofrece con ritmo frenético un relato que cuenta con no pocos homenajes, y que mama directamente de aquellas producciones de los ’70 u ’80 que rigieron buena parte del cine comercial de la época; con el propio Spielberg como principal exponente. Abrams explota en su último film algunos de los recursos que hicieron tan destacables sus trabajos anteriores: utilizar herramientas que ya fueron vistas, pero con nuevos matices. Tras descubrir los secretos detrás de Súper 8, vale la pena decir que es un trabajo serio, completo y muy entretenido. A partir de una premisa sencilla, los temas profundos que toca (el paso de la niñez a la adolescencia, la amistad, las relaciones familiares) hacen de éste un más que digno exponente de un cine actual que en algunas ocasiones, puede ofrecer todavía gratas sorpresas.
La mejor película del año, sin dudas. No excluye a nadie -se puede ir a ver con chicos de diez años para arriba sin problemas-, es inteligente, no elude los riesgos, es divertida, no apela a la emoción barata o el golpe de efecto y emociona con limpieza. Por lo general colocamos estos conceptos al final de una argumentación, pero en este caso tales motivos son evidentes. La historia es la de un monstruo extraterrestre suelto en un pueblito donde unos preadolescentes están, justo, rodando un corto sobre zombies para participar de un concurso. Pero sobre ese esquema, el realizador J. J. Abrams -adaptando los elementos de aquellos films producidos por Steven Spielberg de los `80, como “Los Goonies” o “E.T”.- se las arregla para contar una historia de crecimiento. Un chico que pierde a su mamá descubre el amor, la vocación, la piedad, la auténtica amistad y la necesidad de seguir adelante, todo mientras a su alrededor suceden cosas fantásticas y conoce a la chica de sus sueños. Los momentos de terror y fantasía son excelentes, pero Abrams se las arregla para que también lo sean aquellos donde los personajes charlan, juegan, comen o -en una secuencia bellísima- recuerdan a mamá proyectada, film casero mediante, en la remera de la chica que les gusta. No es sólo un film más de amor por el cine y de puras citas, sino simplemente una gran historia de crecimiento y aprendizaje. Ver “Super 8” es una de las mejores cosas que puede pasarle este año.
Anexo de crítica: Super 8, el nuevo opus de J.J Abrams, funciona mejor como película homenaje a un tipo de cine de los 70 y principios de los 80 y un emotivo ejercicio de nostalgia que como película en sí misma. El creador de Lost supo mezclar en su coctelera cinematográfica aquellas producciones que seguramente marcaron parte de su infancia así como su admiración por ciertos títulos como E.T. El extraterrestre; Encuentros cercanos del tercer tipo o Cuenta conmigo para desarrollar un relato que aborda periféricamente el mundo del cine amateur y se apodera rápidamente del punto de vista compartido de un grupo de niños entusiastas e ingenuos, quienes tienen como proyecto de verano en Ohio filmar una película de zombies. Sin embargo, al igual que lo ocurrido con la serie Lost las expectativas empiezan a desmoronarse promediando la parte final, aunque debe reconocerse que la evolución de los personajes –sobre todo los chicos- es convincente y en definitiva forma parte del corazón de una entretenida y nostálgica e innecesaria fábula aleccionadora...
¡Abrams y Spielberg, un solo corazón! Ya la simple mención de J.J. Abrams como guionista y director, y Steven Spielberg como productor ejecutivo, le confería a Super 8 una enorme expectativa. Pero a la vez, esos nombres no eran una garantía de nada, y hasta podían llevar a una gran decepción. Pero no, ocurre todo lo contrario con esta película, que va más allá incluso de las mayores esperanzas. Fácilmente se puede intuir un lazo entre los dos realizadores, que va más allá de las sociedades transitorias. Abrams ya está desarrollando una filmografía propia en sus diversas creaciones que lo acerca mucho a Spielberg: la cuestión del padre ausente (ver sino las tortuosas relaciones de Jack y Locke con sus padres en Lost, o la necesidad de cumplir con el legado paternal por parte de James Kirk en Star Trek); el lidiar con la pérdida (Spock teniendo que sobrellevar la destrucción de su planeta y la muerte de su madre); la construcción de mundos fantásticos sólidos y con reglas propias; la apuesta por una narración clásica, construyendo personajes de a poco y con paciencia. Estas características en Super 8 alcanzan nuevas alturas y dimensiones. La historia de este filme ya ha sido transitada muchas veces, pero aquí está actualizada de excelente forma. En el verano de 1979, un grupo de chicos rueda una película amateur utilizando una cámara súper 8 y presencian un tremendo accidente de tren. A continuación, empiezan a suceder cosas cada vez más extrañas en el pueblo, mientras la Fuerza Aérea acordona el lugar del accidente e intenta tapar todo. Eso que se quiere tapar se va revelando como algo monstruoso y de otro planeta. Abrams parte de esta premisa para ir combinando elementos ya vistos en lo que seguramente fue su cine de la infancia y juventud. Hay mucho de E.T., pero también de Tiburón, Encuentros cercanos del tercer tipo, Los Goonies, Cuenta conmigo e incluso American Graffiti, esa pequeña gran película dirigida por George Lucas en sus comienzos. Pero J.J. no se queda en el mero homenaje, sino que lleva todo a nuevas alturas y dimensiones. Super 8, desde su mismo comienzo, se va desenvolviendo con sencillez en sus procedimientos, a través de metáforas, símbolos e imágenes que podrían ser juzgadas como obvias, pero que luego se van revelando como pertinentes y efectivas, porque sitúan al espectador precisamente donde debe estar, sin quitarle libertad como observador y hasta partícipe del relato. En primera instancia, en el lugar de la pérdida, porque el protagonista principal, donde recae el mayor peso de la narración, es un niño que acaba de perder a su madre y tiene un padre que en verdad nunca supo ejercer plenamente el rol que le correspondía. Luego, en el del amor, cuando el muchacho conoce a la que será “la mujer” de esta historia, de la que se enamorará casi al instante y que le hará accionar de formas impensadas hasta por él. Después, en el de la aventura y el terror, a través de un accidente ferroviario filmado con extraordinaria destreza, donde Abrams monta con gran fluidez y hace un uso impactante del sonido. Finalmente, en el de la aceptación de la pérdida, el perdón y el desapego, en conjunción con la comprensión de lo ajeno, la transformación de lo horroroso en comprensible y hasta maravilloso, y la adquisición de identidad a partir de permitirse amar a los seres cercanos. Se le empieza a notar cada vez más a Abrams que miró buen cine y que aprendió bien, que sus referentes son los correctos y que a la vez los usa como punta de lanza para algo autónomo. Super 8 trabaja como pocos filmes de los últimos tiempos el fuera de campo, causando temor y expectativa a la vez; usa los efectos especiales como herramientas narrativas y no decorativas; posee un elenco de secundarios adultos sólidos y efectivos, y un cast principal de jóvenes que maravillan por su simpatía, emoción, fuerza interpretativa y habilidad para interactuar entre sí sin pisarse; tiene diálogos y secuencias estupendas; y una banda sonora para alquilar balcones. Hasta se permite pensar al cine dentro del cine, y no sólo desde el punto de vista genérico: aquí se reflexiona incluso sobre el dispositivo cinematográfico como aparato de registro pero también creador de realidades propias, como puente a otros mundos e incluso como medio de recuerdo. El cine es documento, creación, imaginación y memoria, parece decirnos Abrams, vinculándose con el Spielberg de Atrápame si puedes. Si hay algo en lo que Abrams empieza a parecerse a Spielberg es en su capacidad para transmitir que lo complejo es simple, que no hay grandes trucos, que no hay que complicarse demasiado para que todo salga bien. Aunque en verdad, quizás no sea tan fácil. Para hacer una enorme película como es Super 8, se necesita un convencimiento, una fe en lo que se está contando, que pocos tienen. J.J., al igual que Steven cuando hizo E.T., posee esos niveles de convicción. Esperemos que esta sea apenas su primera obra maestra.
La historia sucede en un pequeño pueblo de Ohio, en 1979. Seis chicos quieren rodar con su cámara una película de zombies. Cuando se encuentran rodando en una vieja estación de trenes un camión choca violentamente contra una locomotora y el largo convoy descarrila ocasionando un espectacular siniestro.La cuestión es que en el accidente descarrila también un vagón de la Fuerza Aérea, del que escapa una extraña criatura de procedencia desconocida. Inevitable comparar "Súper 8" con "E.T", tanto porque se trata de las aventuras donde un grupo de niños se topa con un peculiar visitante y también porque, como Spielberg, a través de los ojos de los chicos protagonistas captura el genuino sentido de la maravilla y la imaginación de lo desconocido, así como la inocencia infantil. Un regreso encantador a los tiempos inocentes.
Publicada en la edición impresa de la revista.
Super Valorada. Se podría decir que Super 8 es una buena película, eso no es discutible. El problema está cuando se la considera como la mejor película del año, no sólo porque es una calificación que le queda demasiado grande, sino que también, este postulado implicaría aceptar con resignación el hecho de que al cine se le han acabado las nuevas ideas. Hubo otras producciones cinematogáficas en el año, menos rimbombantes, y sin tanto presupuesto que aportaron novedades en su relato, absolutamente impredecibles y originales. Técnicamente es una maravilla, los efectos visuales y sonoros gozan de la mayor calidad fílmica. La escena del accidente del tren es definitivamente abrumadora, esta sí podría ser considerada una de las secuencias del año. El comienzo también anuncia la posibilidad de estar ante una gran obra, ver como un obrero va cuantificando los días sin accidentes y debe volver a foja cero, es particularmente estremecedor. El punto es que esa intensidad inicial va decayendo a medida que transcurren los minutos, con algún que otro momento en donde repunta y vuelve a estar en lo más alto, pero en la última media hora, donde el desenlace requiere un mayor impacto narrativo, desbarranca. El relato se vuelve absolutamente predecible, da la sensación de haber estado allí en más de una vez, pero no lo es porque uno experimente una especie de deja vu, sino de lo que se trata es de haber presenciado escenas y secuencias similares en innumerables películas de este tipo de género. Dicen que el creador de la archipopular serie Lost, J.J. Abrams, quiso hacer un homenaje al gran maestro del género en los años ochenta, Steven Spielberg, también productor de este film. Ahora bien, una cosa es un tributo y otra muy distinta es hacer un popurrí de grandes hits efectistas que manipulan a la masa consumista, dando como resultado un producto cinematográfico entretenido pero plagado de lugares comunes. La ya clara reminiscencia a ET, está más que nombrada en varias críticas, pero agregaría que aquel maravilloso film de Spielberg se merecía un tributo no tan caricaturesco y menos obvio. Después, tenemos momentos de locura colectiva que remiten sin escalas a películas como Distrito 9, La Guerra de los Mundos, o el espectacular film coreano The Host. Sólo faltaba que el bicho se enamore de la chica rubia y teníamos a King Kong diciendo presente. Luego, abundan situaciones clisés que apuntan a dar cierto dramatismo al relato reduciéndose en muchos momentos en pura sensibilería barata. El chico huérfano de madre, que se enamora de la hija del enemigo de su padre. Padres que portan rasgos totalmente opuestos, uno es justo, trabajador e incorruptible, el otro es un borracho perdido con pinta de sucio, pero por esas cosas de Hollywood, terminan dejando las diferencias de lado en pos del amor parental. La escena final es lamentable, tan trillada, moralista y emotiva que empalaga, da por tierra lo que fue un gran comienzo, sobre todo por el grupo de preadolescentes que querían filmar con el entusiasmo a flor de piel y absolutamente apasionados su película de zombies. Esto, fue lejos, lo más logrado y original de Super 8. Todo ese detrás de escena que se construye en el armado de una película de unos jóvenes inexpertos donde el mayor capital es el deseo de llevar adelante su proyecto. Interpretativamente, los niños se destacan de sobremanera a los adultos, que en general aparecen sobreactuados. Nuevos talentos que se dieron a conocer gracias a un gran trabajo de casting y que seguramente a partir de ahora, a más de uno lo vamos a ver hasta en la sopa. Luego de un final fallido, vienen los títulos, los cuales no hay que perdérselos porque son lo mejor de los 112 minutos de metraje y es el resultado y consecuencia de lo más rico y original de lo que gozó Super 8, que es la espontaneidad de estos niños. Con un “My Sharona” de fondo que es otro golpe de efecto pero permite salir de la sala con una sonrisa, la cual durará un par de cuadras, hasta que te asalte el pensamiento de dónde se puede ir a comer, y la película quedará en el olvido.
Cazadores del tiempo perdido Hay pocos directores a los que el público les permite ser autorreferenciales en virtud de una obra extensa e influyente. Uno de ellos es el odiado, amado, en todo caso controvertido Steven Spielberg. Aún cuando se discuta la naturaleza de su obra desde muchos puntos de vista y con multitud de argumentos válidos, no se puede poner en duda su virtuosismo como director, su cinefilia inacabable o su habilidad para contar historias: en suma, lo que lo diferencia de sus innumerables imitadores. Spielberg es un gran storyteller. Una cualidad que corrió peligro durante las décadas del ’80 y del ’90, a instancias del distanciamiento del tipo de películas con las que cimentara su nombre y su éxito: aquellas ligadas a la variante histórica de la ciencia-ficción más popular —la de los inicios pulp en literatura, la de los clásicos serie B en cine y televisión de su era dorada en los años ’40 y ’50—, es decir, a las que homenajea constantemente Super 8, incluso con alusiones directas a los tiempos emblemáticos de la Guerra Fría. Así, su filmografía se divide en dos aguas claramente diferentes a partir de El color púrpura (1985), el entretenimiento sofisticado y los filmes más pretenciosos, no sólo por su temática sino por su factura, en pos de un reconocimiento más amplio que el de la taquilla. Como es evidente, el nostálgico blockbuster de J.J. Abrams (1966, New York, EEUU) remite únicamente a las primeras. Lo que puede resultar sorprendente en Super 8 es la mixtura de dos figuras cinematográficas importantes pero contrapuestas, casi antagónicas: la otra es George Romero. Por si hay alguna duda con respecto a qué tipo de zombies está mencionando Abrams, dos pequeños datos: el cortometraje que hace el grupo de chicos protagonistas tiene como villano al dueño de una compañía llamada Romero Chemicals. Además, durante los títulos finales, en los que puede verse el breve rollo completo, hay una escena que remite sin ambages a la secuencia inicial de La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1968), en la que los protagonistas descubren, en un peatón casual y un poco torpe, al primer zombi moderno. Las películas de Romero —hechas sin dinero, al margen de la industria tanto a nivel material como simbólico, con sus góticos muertos en pena y sus situaciones de violencia extrema— difícilmente puedan relacionarse con el cine de Spielberg —inventor del blockbuster hollywoodense, iniciado en la televisión, con la posibilidad de trabajar con guionistas de gran categoría como Richard Matheson ¡en su opera prima!—, a menos que esa conexión fantástica sea interpretada como un deseo imaginario del propio Abrams, acaso la voluntad de anudar dos de sus influencias favoritas. Pero si esta ocurrencia un poco descabellada rinde algún fruto es en los territorios de la naturaleza del monstruo, uno de los mayores aciertos de Super 8: éste se constituye en una presencia ambigua, ya que no es ni completamente malo como en La guerra de los mundos (2005), ni del todo bueno como en E.T. (1982). Después de todo, Super 8 es una monster movie sofisticada, como una especie de Godzilla versión USA, con la particularidad de su nostalgia por los clásicos spielbergianos de los ’80. Por eso, sus numerosas tramas secundarias (como la complicación de la enemistad entre las familias de los chicos, o la amenaza de un villano que a fin de cuentas no pesa lo suficientemente en el desenlace) no rinden frutos. Lo mejor está en los primeros y en los últimos minutos. En el comienzo, todo lo que es la revelación de la bestia, llevada con buen suspenso y recursos clásicos (encuadres ocultos por medio de mecanismos ingeniosos, como carteles movedizos) y, en paralelo, la relación entre un chico y una chica que hace que dejen de ser tan inocentes. Y, hacia el final, ya con el peligro revelado, un enlace entre la historia del monstruo y la del niño que, por medio de una notable idea visual, nos revela que Super 8 es, también, un cuento de iniciación.
La emoción de vivir el cine Super 8 es el intento de J.J. Abrams de recrear, revivir u homenajear el espíritu de ciertas películas clásicas de fines de los años setenta y principios de los ochenta. Las referencias sustanciales, estéticas y obligatorias son E.T., Encuentros cercanos del tercer tipo y también otros clásicos como Cuenta conmigo. Películas donde los efectos visuales eran funcionales a la historia: hoy en día la historia parece ser una mala excusa para acompañar un despilfarro -no necesariamente bueno- de CGI. Una película no debería ser evaluada por la suma de sus partes sino por el efecto (emotivo, psicológico) que produce en nosotros. En líneas generales Super 8 es formidable, principalmente porque sus personajes resultan creíbles. Aún cuando en el tercer acto las cosas no tengan la misma intensidad emocional y uno termine por descubrir el artificio. Joe Lamb (una actuación casi imperceptible y pura de Joel Courtney) es el hijo del comisario de un pequeño pueblito. La primera imagen de una película generalmente es la más importante de cualquier película porque debería establecer el tono y el ritmo. Aquí vemos un cartel que anuncia los días sin accidentes en una fábrica metalúrgica, pero lo están cambiando: una tragedia ocurrió y allí falleció la madre de Joe. Los vecinos, en el velorio, lo miran por la ventana. Hablan de él y de su padre: no podrá asumir la responsabilidad ahora que están solos. Es cierto que esta película está basada en estereotipos, y ciertamente los clichés contienen una carga peyorativa. Walter Llypman usó el término en su análisis socio-político para designar las posiciones antagónicas que se crearon en el contexto de la Guerra Fría. Según el periodista, estas imágenes pre-concebidas coexisten todo el tiempo con el pensamiento social. A quienes hayan visto las películas antes mencionadas les resultará más fácil tener empatía por los personajes. Pero aún estando basados en estereotipos, se sienten reales. La película es consciente de ello: los jóvenes están filmando una película de zombies casera. Una baratija que homenajea al cine de George Romero. Charles, el pequeño director, habla sobre valores de producción, y sobre la inclusión de un interés romántico para el protagonista. Allí entra Alice, una joven a la cual Joe, en secreto, ama. Esto nunca se pone en palabras, pero lo sabemos desde el instante en que los ojos de él se iluminan al verla llegar. Los estereotipos tendrían una consideración negativa aquí y en cualquier otro film si el artificio quedase al descubierto. Es decir: podemos suponer qué sucederá al final (incluso nos lo pueden contar) pero lo importante es cómo sucederá. El padre de Joe debe asumir la responsabilidad de cuidar a su hijo y a su pueblo sin apoyo (los ojos Kyle Chandler mezclan dureza con un costado sensible). Charles quiere filmar su película. Joe, superar la muerte de su madre y también estar con Alice. Alice (Elle Faning, quien ya se había probado en Somewhere), reconciliarse con su padre, un hombre alcohólico y derrotado. En El ladrón de orquídeas (Adaptation.) el personaje de Brian Cox resume todos los clichés del cine de Hollywood. Personajes que debe vencer obstáculos y tienen éxito al final. Cuando está bien hecho, en esta caso, se produce la magia del cine. No sólo por eso es que Super 8 es una experiencia pensada para ver en el cine. Sino también porque los tan mencionados efectos visuales y sonoros son impresionantes. El descarrilamiento del tren, la invasión de las fuerzas armadas al pueblo (en E.T. los agentes del FBI perseguían al chico con pistolas, que luego Spielberg cambiaría por walkie-talkies en la edición en DVD: aquí un tanque aplasta juegos de niños en una plaza) todos son momentos verdaderamente climáticos e impresionantes. Hasta ahora no hablé del extraterrestre. Y es que ese es el punto más flojo (el único, para quien escribe) del film. En el tercer acto, las revelaciones y conclusiones relacionadas con el alienígena no son del todo emocionantes. O no al menos si la comparamos con las inolvidables imágenes del cine de Spielberg. ¿Recuerdan las siluetas recortadas por la luz de la Luna? ¿La melodía y las luces que aparecían tras la montaña? El misterio y los ataques del monstruo aquí están muy bien construidos, pero cuando llega la hora de que él también resulte emocionante, se convierte en un cliché. A Abrams le importa más que pasa con los humanos, y no hay nada de malo en eso. Pero cuando una historia se construye alrededor del alienígena y esa parte resulta la más débil, algo no funciona del todo bien. Creo que el decorado donde se empiezan a resolver las cosas tampoco ayudan: ni la iluminación ni el ambiente son muy espectaculares. Detalles. ¿Detalles?. En una película formidable, emocionante y grande como esta, sí, eso puede pasar por alto. Descubrí que incluso los personajes que están para ser comic-relief (el alivio cómico, que le dicen) tiene peso y personalidad propio. También hay un militar de stock, pero por más raro que parezca, su arco emocional nos remite a Moby Dick, como un Capitán Ahab furioso tratando de capturar a la bestia. Super 8 funciona como una película sobre el crecimiento y la maduración, como un espectáculo visual y sonoro (con una de las más hermosas partituras de Michael Giacchino, el hombre de la música de Ratatouille), una película de compañeros (las buddy-movies), una película sobre el cine (según André Bazin, algo que hacen todas las grandes películas: reflexionar sobre el cine mismo) e inclusive como una romántica (con una de las secuencias más conmovedoras del año, aún cuando no sea del todo genuina). Donde se nota el artificio es en el invasor espacial, y allí pierde un poco de brillo. No es descabelleado que eso suceda en una película de J.J. Abrams, ese director que puso en escena a las lens fleres (los reflejos de las luces que vemos en pantalla), ya que no importa tanto el cuidado extremo y calculado, sino la puesta en escena de las emociones. Todo pasa por el impacto emocional. Conmigo funcionó. Una cosa más: el Super 8 es una tecnología considerada más bien obsoleta y anticuada hoy en día. La película nos recuerda que el cine clásico está lejos de pertenecer a un museo. Está más vivo que nunca.
El rey del sistema. Uno ve una película en la que hay alguien mirando en una película casera a un ser querido que ha muerto –esa imagen sobre la pantalla que parece sacudirse y temblar ligeramente, como si se verificara una hipálage gráfica– y es difícil que no se emocione, casi como respondiendo a un acto reflejo. La emoción, ahí, no es una particularidad de esa película que estamos viendo sino una emoción general, universal en el sentido no necesariamente más elogioso del término. Descontextualizada, aislada del resto, arrancada de la serie de sus congéneres que constituyen una película, esa imagen de una persona viendo a su madre que ya no está pero parece estar a su lado –ahí nomás, parece que bastara con estirar la mano para probarlo– nos produciría seguramente la misma clase de impacto. En Súper 8 no habría que desestimar nunca esa predilección por el efecto emotivo inmediato, libre de todo particularismo. El factor Spielberg, digamos, con su inveterada vocación esencialista y su inclinación hacia el sentimiento que brota de un espectador global, bajo cuyo consentimiento sin condiciones se disimulan, acaso, la uniformidad y un cierto conformismo propios de una maquinaria del entretenimiento que ofrece su productos a un espectador indiferenciado. Pero incluso en su manipulación sentimental la película dirigida por J.J. Abrams luce como un logro genuino de la industria, más cuando se practican los ajustes adecuados. Lo primero que se hace evidente para quien mira Súper 8, y sobre todo el que mira y escucha la película (una disposición de los sentidos en par quizá no lo suficientemente publicitada) es que la música nunca es intrusiva. Por ejemplo, está ausente en las escenas de acción, o apenas se la oye como una feliz continuación de los elementos que pueblan el plano (o se insinúan en el fuera de campo, pero nunca aparece como una presencia de refuerzo para lo que las imágenes no alcanzan a dar), y sus obligados efluvios melosos a lo John Williams solo acompañan con bastante discreción los momentos emotivos: el final, con su cantada epifanía de chatarra deshilachada, por supuesto; pero también los planos de Joe mirándola a Alice recién maquillada, lista para entrar en acción en una disparatada película de zombies, o aquellos en los que ambos personajes están frente a la pantalla en la que aparece la madre de Joe. Si la historia de crecimiento, encuentro con el dolor y superación posterior que es Súper 8 no ofrece mayores sorpresas, estas hay que buscarlas en la presencia de un director lúcido y bienintencionado al que se le permite un considerable margen de maniobra. Es que como en el cine clásico americano, la película podría ser el resultado de una venturosa conjunción. Una producción pródiga y un tipo decidido y con ideas propias detrás de la cámara. Si Súper 8 se conduce de un modo perfectamente milimetrado, si a cada escena donde campea la emoción le sigue otra en la que se impone la acción física, eso no quiere decir que no se haya llegado aquí a un acuerdo de partes, en el que un director competente escribe el guión y se toma sus libertades. Abrams transpira la camiseta y entrega con creces lo que se le pide –este es un cine que afirma que no hay que dejar que el espectador se caiga, que derive, como si fuera un niño al que le toca ser animado en una fiesta de cumpleaños, que para eso alguien invirtió dinero– pero también da muestras de rasgos autorales. En un sentido general, Súper 8 es el triunfo de la habilidad y de la destreza máximas, el resultado de un puñado de personas talentosas, cada una en el departamento que le corresponde. La gracia y la fluidez de la película son notables y da la sensación de que se está frente a un trabajo realizado con un ánimo ligero y generoso a la hora de conectar con el espectador (un sentimiento que parece perdido en el Hollywood actual), al que se invita a compartir la aventura de los protagonistas sin considerarlo un idiota. Si el cine se concibe como una ilusión –pero que nos muestra una verdad acerca de las condiciones de su propia construcción–, en esta oportunidad se tiene, precisamente, la ilusión de que cada cosa en la película, cada pequeño detalle, está allí porque no podría ser de otra manera: Súper 8 es una muestra de cine premoderno, que crea un mundo autónomo cuyas piezas exhiben un comportamiento que tiene la apariencia de ser el único posible (y deseable). Cuando se dice que una película tiene convicción, se está refiriendo a esto, a que la obra primero cree en el conjunto de reglas que se da a sí misma, para proceder luego convencernos del carácter natural de esas reglas. Todos esos elementos ajustados, hijos dilectos del cálculo no de una persona sino de un todo preexistente que se mueve siguiendo un camino trazado mil veces nos hacen acordar a algo ¿Se trata del famoso genio del sistema, esa entidad fantasmal –pero conceptualmente precisa– con la que André Bazin buscó poner paños fríos sobre lo que consideraba una promoción exagerada por parte de sus colegas más jóvenes hacia algunos directores? Puede ser, solo que se trata ahora de un sistema que ya no alberga genio alguno, o del que apenas se ven asomar vestigios cada tanto, señas melancólicas de una gloria que subsiste únicamente en forma nominal. Hay que decir que el director de Súper 8 triunfa escandalosamente al remitirse a un modelo de treinta años atrás –aquel en el que supieron reinar los Donner, los Dante, los Spielberg del mundo– pero al cual no pretende homenajear (ni se permite la apelación a los toscos hechizos vudú que perpetra Robert Rodríguez con el cine que le gusta a él), ni mucho menos parodiar, sino que se dedica, en cambio, a producir un objeto raro que es un poco aquel cine sin serlo, luciendo casi como si fuera nuevo. Una criatura recién alumbrada, plena de una inocencia de antaño que le calza como un traje a medida y revestida, a la vez, de un orgullo discreto que aparenta ser el último bastión que el mainstream tiene aún para ofrecer: tratar de mostrarse fresco en medio de la decrepitud, extraer destellos dorados de un presente opaco en el que a cada rato se advierten la herrumbre y el olor a moho. Últimamente nunca sale, pero esta vez sí: por el momento el rey se llama J.J. Abrams.
Aquel cine de los `80 con los zombies y los amigos En consonancia conciente con el cine de su niñez, con el disfrute que le provocaran aquellos films de los '80, con niños casi adolescentes, misterios por resolver, fantasías reales (o al revés), seres de otros mundos y amigos para siempre, es que J.J. Abrams realiza Super 8. Si Steven Spielberg fuera nombre relevante dentro de aquella década ?donde el realizador/productor actualizara, justamente, sus tardes y tardes de matinée?, poco relevo es el que hoy queda, con un Spielberg abocado a films más "serios", pretenciosos, o plenos de robots estúpidos. De todos modos, y qué bien, su asociación con Abrams destila en Super 8. ¿Y qué es lo que viene a ofrecer Abrams? Más de lo mismo, de lo que tanto le gustara y que bien sabe cómo volver a narrar. Con el éxito de la admirable serie televisiva Lost y la puesta al día del mito Star Trek en la gran pantalla, como algunas de sus credenciales. Abrams, él sí, es relevo del espíritu del cine de aventuras, de historias que son historietas, llenas de ganas de pasarlo bien. Ese es un rasgo que en Super 8 se nota, que aparece desde su mismo desarrollo, con sus escenas elípticas y aumentadas en suspense, con sus niños?protagonistas ?nuevos Little Rascals?, decididos a resolver el misterio del extraterrestre porque de lo que se trata, en última instancia, es de filmar una película, una película en "súper 8". Hay algo de nostalgia evidente, porque el film ocurre en 1979 y porque, dado el cine actual, sus ganas de pasarla bien parecen no poder circunscribirse a los tiempos que corren, donde si bien cunden camaritas de todo tipo es poco el ingenio que las secunda. Con las ficciones de Abrams lo que reaparece es el espíritu de vivir el cine como entretenimiento, como diversión feliz, con una misión que cumplir junto con un héroe que tiene tantos años como cualquier niño con ganas de fantasías. Super 8 tiene efectos digitales, pero sin el protagonismo con el que en tantas películas suelen obnubilar a la historia, porque es ésta la que aquí sobresale. Y aún cuando para su resolución aparezcan ciertos momentos débiles, poco verosímiles, poco importa. Porque la película se disfruta. Si de lo que se trata en Super 8 es de filmar una película, su desenlace tendrá que ver con esto antes que con cualquier otra situación. Además, el objetivo es filmar una película de zombies, con homenajes a Romero, a Carpenter, con 12 años, en oposición al mandato paterno, y como manera eficaz de exorcisar ?halloweenianamente o, también, bradburyanamente? a la misma muerte. La que se llevara a mamá y, parece, se puede llevar a cualquiera. Anda dando vueltas por allí, por ahí, nada mejor entonces que filmarla, que reírse. Nada mejor, en suma, que mirar una película.
Nostagia trip La aparición del logo de Amblin Entertainment (ese que tiene la silueta de Elliot y ET cruzando la luna en una bici, imagen icónica de los 80 si las hay) ya lo dice todo, J. J. Abrams quiere homenajear a su ídolo y mentor, nada más y nada menos que Steven Spielberg. Lo del creador de Lost y director de la nueva Star Trek sigue siendo una incógnita dentro del cine, una similar a la que por nuestros pagos tuvimos con Damián Szifron: ¿Se trata de alguien al que la televisión le queda muy chica o de alguien al que el cine le queda muy grande? Misión Imposible 3 instaló esa duda (sobre todo en comparación con las anteriores películas de la saga, dirigidas por auténticos animales del celuloide como John Woo y Brian De Palma) mientras que su nueva versión de Viaje a las estrellas sorprendía a propios y extraños. Algo era muy claro, lo de Abrams es la primera división. Por eso la idea de querer realizar esta suerte de Greatest Hits Spielberguiano y ochentoso generaba sentimientos encontrados y alguna que otra duda. ¿Lograría Abrams ganarle al maestro en su propio terreno o estamos ante un mero imitador que busca emular a un narrador mucho más eficiente que el? Partiendo de una idea basada en las propias experiencias del realizador que de chico se juntaba con sus amigos a filmar películas caseras en su pueblo natal, Súper 8 confirma el innegable talento de Abrams como narrador y generador de las diferentes emociones. Por momentos J. J. consigue (al igual que el Spielberg de E.T. y Encuentros cercanos del tercer tipo) combinar el mejor cine pochoclero de aventuras con una historia intima y familiar, en la que la ausencia de las figuras paternas y el paso de la infancia a la adultez (los temas más recurrentes del Spielberg de aquel periodo) son la clave del relato. La historia es la de Joe, un joven que perdió a su madre y se comunica poco con su padre, y que mientras filmaba junto a sus amigos una película de zombies casera es testigo de un accidente ferroviario y el posterior escape de una misteriosa criatura del interior del tren descarrilado. Ese es el punto de partida para una aventura en la que habrá terror, un misterio por resolver y hasta una historia de amor prohibida entre Joe y su compañera (y actriz del film dentro del film) Alice. Sin dudas, es en este territorio más intimo en donde están las mayores virtudes de Súper 8, ya sea en la interacción natural entre los amigos al mejor estilo Los Goonies o The Monster Squad, como en la relación amorosa creciente entre Joe y Alice (a la que Elle Fanning dota de una humanidad contagiosa, sin dudas la mejor actuación de todo el film) o los conflictos disfuncionales entre padres e hijos que sirven de trasfondo dramático para el cuento principal. Si Abrams sólo se hubiera dedicado a contar esta linda y trágica fabula de amor y perdida de inocencia creo que hubiéramos estado ante una autentica obra maestra. Pero el problema es que el director no sólo quiso hacer su propio Cuenta Conmigo, sino que también buscó el gran espectáculo y entremezcló las historias personales con la “gran historia”, aquella que tiene al extraterrestre revoloteando por el pueblo y haciendo que el ejército se haga cargo de contener la situación a cualquier costo. Es en este punto, en el que las citas cinéfilas ahora pasan por Jurassic Park y Tiburón (sobre todo en la idea de dejar al bicho en fuera de campo hasta el final) es donde se sienten demasiado los hilos del relato, y quizás sea donde Abrams, si bien demuestra ser un tipo de un indudable talento similar al de su mentor (ambos comparten además el excesivo uso de Lens Flare en varios planos) todavía le faltan unos pasitos para lograr esa combinación exitosa de géneros por las que es famoso el barbudo realizador. Pese a estas fallas, no hay dudas de que J.J. Abrams sigue siendo un director a tener muy en cuenta, sólo faltan unos pequeños ajustes para que estemos hablando de un excelente autor con todas las letras. Mientras tanto, esperamos con ansias el anuncio oficial de la segunda parte de Star Trek.
Con olor a infancia y a cine de barrio La primer escena en donde un empleado de una fábrica metalúrgica, modifica el cartel borrando de un plumazo más de 700 días sin que sucediera un accidente y lo cambia por "1", nos da cuenta de la posibilidad que tiene J.J. Abrams de ponernos con una sólo imágen, en todo un universo de información. Luego, inspirado por un homenaje a quien ahora es su productor, Steven Spielberg, y a las películas que habrá admirado en su infancia y en su adolescencia, todo esa posibilidad de síntesis se transforma en un desborde narrativo de proporciones múltiples cuando los distintos engranajes de "Super 8" se pongan en funcionamiento. Un grupo de amigos está intentando filmar un corto sobre zombies para un concurso. Y uno ve la pasión con la que cada uno de los miembros del grupo encara su tarea, un homenaje inicial a los sueños de niños que cada uno de estos grandes directores ha tenido. Mientras están filmado una escena en la estación de tren, serán testigos de un hecho completamente insólito: la fuerza aérea de los Estados Unidos en 1979 clausura una sección del Area 51 y todos los materiales allí contenidos, debían ser enviados a un lugar seguro, justamente por tren. Estando allí, no sólo ellos sino su cámara registrará como un tren de carga (que justamente transportaba ese material) es interceptado por un auto que corre por el medio de las vías, produciendo un espectacular descarrilamiento (ya de por si, solamente esta escena absolutamente impactante, justifica ver la película -acá va el "teaser"-). El ojo de la cámara ya sido un testigo involuntario del cargamento que llevaba ese tren. Una vez revelado ese film, el grupo de amigos podrá ver que algo extraño parece surgir de un vagón del tren, algo completamente inexplicable, hasta ese momento. Ya desde la banda de sonido y el estilo de la narración, la película exhuda un sentido homenaje a los años '80. La pandilla protagonista del film (de actuaciones homogéneas y excelentes del grupo de adolescentes en donde descolla, como es habitual, la fuerza interpretativa y el rostro exquisito de Elle Fanning) nos remite indefectiblemente a "Cuenta Conmigo" el film de Rob Reiner basado en un cuento de Stephen King, otro ícono ochentoso. La pandilla bien puede ser la de "Los Goonies" o la de "Los exploradores" y la incógnita de esa criatura que comienza a sembrar el misterio y el terror en el pequeño pueblo cercano a Ohio tiene reminiscencias de "Alien" y "Depredador" y expresamente la cámara nos retacea información, haciendo que sea más misterioso y temible algo que no se ve y sólo se presiente (con inesperadas irrupciones en pantalla sin saber definidamente de qué se trata) tal como pasaba en "Tiburón" o en otro film anterior de J.J. Abrams, "Cloverfield". La historia entonces se nutre de experimentos fallidos, de seres extraterrestres que deben ser enviados nuevamente a su mundo y sobre el final, abandona el tono de suspenso y misterio para declararse abiertamente en homenaje a "E.T., el extraterrestre" o mismo a "Encuentros cercanos del tercer tipo". Y en ese registro de homenaje, justamente, es donde "Super 8" funciona a la perfección. Pero sigue sumando y en esa acumulación en donde elige presentar todo en un mismo "combo", mezclando no solamente varias lineas argumentales sino varios estilos y autoreferenciándose, la película pierda fuerza y el monstruo fílmico crece desmedidamente hasta llegar a preguntarnos qué fue de la pandilla que nos presentaron en los primeros minutos donde cada uno de los integrantes delineaba un personaje con una historia que contar y donde se mezclaba con un hermoso clima de nostalgia. Quizás demasiado forzado en incluir absolutamente todas las referencias cinéfilas, tranformándose en una especie de "gratest hits" de Steven Spielberg, Joe Dante, Robert Zemeckis y compañia, la parafernalia de efectos especiales y rubros técnicos involucrados, hacen que la historia pierda la sensibilidad con la que se construye durante la primera mitad de la película y que llegando a las escenas finales, la prolijidad en el guión comience a perderse de vista, algunos detalles importantes parezcan apresuradamente resueltos y explicados con demasiadas palabras y queden rodeados de situaciones inconsistentes. En ese momento, J.J. Abrams termina cayendo en algunos cuantos lugares comunes de los que el relato venía tratando de escapar. De todos modos y aún con esas observaciones, "Super 8" se erige como un verdadero festival del cine de super acción, respira olor a cine de barrio en donde hemos visto todas esas películas con las piernas colgando de la butaca, donde todos los cinéfilos hemos pasado tardes enteras de fines de semana completos, dejándonos llevar por esas historias que no hemos olvidado. "Super 8" refuerza la vitalidad de esas glorias pasadas, pero dejando en el camino algo novedoso para contar y oportar una vez que deje de lado todos los sentidos y merecidos homenajes.
Este film podría titularse “Pequeño Spielberg ilustrado”, si bien no esta dirigido por ese rey Midas de Hollywood, todo lo que toca se convierte oro, situación que no implica necesariamente que estemos hablando de grandes textos cinematográficos. Ni que alguna de sus películas vaya a ser bisagra dentro de la historia del cine como arte, ni tampoco narrativamente se pueda decir que hay un antes y un después de Spielberg. Si, y esto hay que reconocerlo, es un gran productor, también es un eximio contador de historias, siempre supo contar, de la manera más clásica, pero en este caso esto no esta en juicio. “Súper 8” hace referencia al formato de filmación, que estuvo de moda a finales de la década del 70, al que algunas familias podrían poseer para su uso particular y los jóvenes tenían acceso para hacer sus primera experiencias audiovisuales, y jugando ha hacer cine, como muchos directores de cine cuentan haber hecho en su infancia. Hay dos historias narradas en una especie de mezcla de géneros. Por un lado, un grupo de chicos que se disponen a filmar un largometraje con esa cámara, con una estructura muy parecida a “Cuenta conmigo” (1986), esa bellísima película dirigida por Rob Reiner; por otro, es un catalogo de los temas predilectos de su productor. Son reconocibles producciones como “ET. El extraterrestre” (1977), “Encuentros cercanos del tercer tipo” (1982), “La guerra de los mundos” (2005), por supuesto que se da tiempo de homenajear otras realizaciones de ese género. Una noche estos chicos se encuentran en una vieja estación de tren para filmar una escena de la película que habían proyectado, y son testigos involuntarios de un aparentemente increíble accidente de tren, no era cualquier tren, era un tren del ejército que trasladaba en sus vagones un secreto guardado por años. Ese accidente liberará al secreto y hará que en ese perdido pueblito de Ohio comiencen a ocurrir hechos que determine al poder de turno a tomar decisiones “drásticas”, y actuar protegiendo al secreto en perjuicio de la población. Se encontrarán con la resistencia de esos adolescentes y ya nada será lo mismo. La idea de conjunción esta muy bien estructurada durante la primera mitad del filme, con muchos aciertos y muy pocos defectos, la instalación de los diversos conflictos, tanto de las tramas principales, que como queda dicho son dos, como de las consecuentes subtramas de cada una de las sendas historias. Finalmente, al promediar la proyección, una de las principales se engulle a la otra, sólo quedan sus personajes, los chicos, quienes serán nuestros héroes anónimos. Es de destacar la actuación de una joven a tener en cuenta, Elle Fanning, la casi desconocida hermana de Dakota Fanning, quien compone, y demuestra con muy poco, sus grandes dotes de actriz, muy bien acompañada por Joel Courtney, el joven eternamente enamorado de ella, y Riley Griffiths, el director de la producción en súper 8 y antagonista de Joel en lucha por el amor de la niña. Hablar de los rubros técnicos sería casi una pérdida de tiempo, sólo con señalar que son muy buenos, desde la fotografía, pasando por el sonido, sobre todo su edición, hasta el montaje de clásico de cine de acción, salvo en los que se detiene para dar lugar al otro género, y es donde se lucen los actores. Lo dicho, dos historias mezcladas, géneros que se entrecruzan en lo que termina por ser uno de los aspectos más flojos de la producción, las escenas que deberían mover al humor están preanunciando la violencia que se viene, entonces la sonrisa no se termina de producir. Salvo al final, después de la palabra fin y durante los créditos, aparece lo mejor de esta producción, si ya entro no se vaya hasta que se enciendan las luces de la sala.
LA EDAD DE LA INOCENCIA Tanto J.J. Abrams como Steven Spielberg descubrieron el cine en su infancia, filmando películas con los formatos de Super 8, las cuales sirvieron de base para todas sus aventuras posteriores en pantalla gigante. Como director, Abrams es conocido por "Misión: Imposible III" y "Star Trek", así como también es responsable de la famosa serie televisiva "Lost". Spielberg es el realizador de algunas de las cintas más exitosas y famosas de todos los tiempos: "E.T.", "Encuentros cercanos del tercer tipo", la saga de "Indiana Jones"; y las más serias “La lista de Schindler” o “Rescatando al soldado Ryan”, entre muchas otras. En el centro de "Super 8" se encuentran seis pre-adolescentes en un municipio de Ohio a fines de los 70´s y, aprovechando que comienzan las vacaciones, deciden filmar una película casera de zombies, con efectos especiales y todo. Pero luego de presenciar un imponente accidente ferroviario (excelentemente recreado, para disfrutar mucho más en el cine), hechos misteriosos repercuten en su amistad, y un peligro desconocido comienza a acechar el lugar. El alma de la película pasa por estos jovencitos, por su aún imperturbable inocencia, por sus deseos de aventuras, por su incondicional compañerismo. Cual héroes de acción, intentan salvarse del nuevo mal que aqueja a la ciudad. Tanto la puesta en escena como el tratamiento del guión tiene resabios de aquellos filmes ochentosos que solíamos ver de más chicos; mantiene cierta inocencia, cierto aire naif que la hace encantadora, especialmente por la presencia de estos niños actores que se roban la película con enorme talento y naturalidad. La partitura musical de Michael Giacchino combina los ritmos musicales divertidos de finales de los ‘70s (con "My Sharona" a la cabeza) con las emociones intensas de una película de suspenso dramático. La tensión pseudo-amorosa entre los personajes del genial y sensible Joel Courtney (en su debut cinematográfico) y la más experimentada Elle Fanning contagia enorme ternura y nos emocionamos con sus llorosos ojos cuando se miran intensamente. Otro actor debutante, Riley Griffiths interpreta al personaje de Charles, el intenso y perfeccionista visionario del grupo que es el escritor/director del filme que están rodando, que tiene a su cargo algunos graciosos parlamentos que representa con enorme espontaneidad y desenvoltura. Mezclando ciencia ficción con aventuras, cierto tinte romántico y dramático, Abrams, a pesar de no lograr un filme súper original y brillante, propone una nostálgica mirada sobre la amistad adolescente, al estilo de la mítica “Cuenta conmigo” (Stand by me de Rob Reiner) en la que un cuarteto de chicos se topaba con un cadáver y ese hecho los cambiaba para siempre. Algo de eso se huele en esta cinta (además de ciertas similitudes con “La guerra de los mundos” o la nombrada “Encuentros cercanos…”) que entretiene sin pausas y en la cual el origen del peligro que acecha al lugar es apenas mostrado y está prácticamente en off durante todo el metraje. Poco importa, porque el peso está en el intenso vínculo de estos jovencitos que en los 70´s querían filmar películas y que, tal vez, 40 años después, podrían ser estrellas en el firmamento cinematográfico. Igual igual que sus creadores… IMPORTANTE: Quedarse viendo los créditos finales que incluye una yapa seguramente esperada.
Púber por un día Comentando este film en una charla con amigos, uno de ellos a los que el film no le había parecido más allá de un modesto "bien", decía que nosotros (en referencia a los locos cinéfilos) siempre eramos iguales: si un film como este no nos gustaba, es más de lo mismo, previsible y tópico; si nos había tocado buena luna y lo adorábamos, es un excelente homenaje. La acotación realmente me causó gracia porque, reconozcámoslo, es bastante cierto. Pero esta vuelta el propio Abrams ha declarado que su intención con respecto al film es un homenaje a la filmografía de Spieldberg, y en eso no podemos negar que le hace tremendo justo honor. Super 8 es una mezcla sensacional de E.T, el extraterrestre, los goonies y Encuentros cercanos del 3er tipo. Una historia fantástica de ciencia ficción que rememora aquellos hermosos años '80 donde el cine chorreaba de aventuras juveniles, de grupos de amigos que protagonizaban experiencias impensables. ¿Que es un film con clichés?, sí, ¿que es un tanto predecible?, también, ¿que tiene todos esos elementos infaltables como militares dando vueltas en Jeeps?, obvio. Pero todos estos condimentos que en otras manos podrían ser un inmenso lugar común aburrido, acá se reelabora en una fabulosa historia donde el espectador, al menos el espectador cuarentón vamos, volverá a sentirse un peque de 12 asombrado y expectante con una historia llena de adrenalina. Cierta vez en un documental se decía que la primera oración de una novela era lo que realmente demostraba la habilidad de un escritor. Creo que podríamos transferirlo al cine con la primera escena y aquí Super 8 demuestra un inmenso poder narrativo. Tan sólo un hombre y un cartel bastan para ponernos en situación. Un film bien hecho, efectivo y sobretodo divertido. Un grupo de amigos quiere filmar una película de zombies, para ello una noche escaparán a la estación de tren local donde presenciarán durante el rodaje un accidente férreo- una escena de inmenso poder visual, créanme. Luego del accidente el pueblo se torna en una locura sideral con extrañas desapariciones, cortes de energía y, como dijéramos, la fuerza aérea sitiándolo todo. La conjunción Abrams- Spieldberg es realmente colosal. Tendremos un montón de alusiones a films del primero y del segundo, momentos lostianos muy buenos y un cosquilleo en el cuerpo que desde que empieza la acción provoca acabarse de una el baldazo de pochoclos. A pesar de tener escenas realmente terroríficas para los chiquilines, he de advertirles que mi hija adoró el film aun cuando se retorcía varias veces en la butaca trantado de superar el suplicio de algunas escenas. Es que Super 8 es un viaje en el tiempo impactante, uno sabe qué vendrá sí, pero esta gente lo logra de nuevo y terminamos asustándonos, llorando y riéndonos de la misma manera que lo hacíamos cuando aquella otra banda escapaba de los Fratelli, Elliot se desesperaba por ocultar a su amigo extraterrestre o el Dr. Grant casi era devorado por los dinosaurios. Si se ha de ir al cine esperando ver algo nuevo, algo intrigantemente diferente, a mal puerto van por palos. Super 8 es un film ambientado en los años '70 que podría perfectamente haber sido filmado entonces. Incluso las nuevas tecnologías que se han usado para los efectos especiales, es solo eso, nueva tecnología pero no se abusa de ella para terminar haciendo del film un mero derroche visual y ya. Super 8 es una de esas películas que impactan en el cine, claro, pero que al igual que aquellas aventuras de los '80 uno podría seguir viéndolas en las incontables repeticiones televisivas que seguramente tendrá en unos años. Mucha aventura, mucha acción, muchos gags realmente divertidos, en especial ese último corto con el que cierra los créditos del film y una gran opción para esta cartelera de estrenos, Super 8 es mucho más que un film de ciencia ficción más. Es un excelente tributo a esos años de cine a doble función, donde también nosotros soñábamos con hacer nuestras propias películas o encontrarnos un tesoro en el baldío del barrio.
J.J.Abrams es el director de Super 8, más conocido por su tarea como productor y creador de la serie televisiva Lost. En este caso, su rol tradicional de productor queda en manos de Steven Spielberg. Dos referencias fundamentales a la hora de ver esta película, ya que las marcas autorales de ambos están a flor de piel. La historia transcurre en los años ’60, en un pueblito de los Estados Unidos llamado Lilian, donde un grupo de amigos marginados de lo que dictan las modas y comportamientos de época, dedican todo su tiempo libre y recursos a filmar una película de zombies. Un día de la filmación, presencian el descarrilamiento de un tren, el cual, por accidente, queda inmortalizado en la cámara Super 8. El trasfondo de esta catástrofe incluye una información supersecreta de las Fuerzas Aéreas de los EEUU acerca de una forma de vida alienígena. La propia narración de Super 8 es una suerte de desdoblamiento de la trama que los chicos están filmando. Una es acerca de un detective que investiga la relación de una fábrica de químicos con la conversión en zombies de la población aledaña. Su propia mujer es convertida en zombie, transformándose en su enemiga. En la película que nosotros vemos, Joe Lamb (Joel Courtney) debe desentrañar el misterio del accidente del tren, donde están implicados un científico, la milicia, salvar a la chica que ama, Alice Dainard (Elle Fanning), quien por una tragedia familiar es su enemiga natural y liberar al alienígena. En el cruce de estas dos historias es donde salen a relucir las marcas autorales de Abrams y Spielberg. Con una atmósfera que recuerda a las películas de los ’80 (ET, Cuenta conmigo) pero con toda la artillería que Hollywood puede manejar en cuanto a aventura visual (explosiones, sonido), y con un manejo del suspense propio del creador de Lost, que con pocos elementos crea una incógnita que devela paulatinamente y casi hacia el final. Super 8 está construido como una especie de monolito sobre ruinas de diferentes décadas: el cine de terror clase B de los ’50, la guerra fría de los ’60, el cine de aventuras de los ’80. El hecho de centrar la narración en adolescentes es un gran acierto, porque por un lado se trabaja como un efecto de nostalgia (por otras épocas del cine y de la vida) pero también como una excusa para “tomarse en serio” una historia fantasiosa, que de otra forma hubiese adquirido aires de pretenciosidad.
La nostalgia de la infancia Super 8 es la última producción en llegar a nuestras salas argentinas bajo la dirección del prometedor J.J. Abrams, conocido por ser uno de los creadores de la serie "Lost" y por haber dirigido una remake de "Star Trek" que tuvo bastante éxito y buena aceptación por parte de los fans de la serie de ciencia ficción. Apadrina como productor el gran Steven Spielberg, que nos regaló a lo largo de su carrera maravillas como "E.T.", "Salvando al soldado Ryan" y "La Lista de Schindler". Para comenzar debo decir que esta película es un excelente ejemplo de un trabajo en equipo, sin perder la visión y el estilo de ambos responsables. En cada escena del film se puede notar "la mano" de cada uno de los cineastas, que conjugaron de manera espectacular los sellos distintivos personales que los hicieron famosos, para entregar un mix de sus talentos pulidos y potenciados. Un poco de Cloverfield + otro poco de E.T. + The Goonies en una coctelera bien batidos para que los sabores se mezclen y nos deleiten con un refrescante film, que tiene ese "no se que" de los '80, y a su vez, la inteligencia necesaria para emular nuestro tiempo presente. Creo que tengo una debilidad especial con las historias de la niñez, que me remiten a la mía y traen consigo muy buenos recuerdos, desde el amor de verano hasta las aventuras con los amigos. La estrella de Super 8 no es la misteriosa criatura del tren, sino la infancia en todo su esplendor, en la relación con los amigos, los 1ros amores, los problemas de los adultos en los cuales se encuentran involucrados los niños, la familia, los códigos, los miedos, el crecimiento. Tanto Abrams como Spielberg son 2 geeks que aman la ciencia ficción tanto como a sus cámaras, lo que los llevó a perfeccionarse en este género que ha sido muy golpeado en los últimos años con producciones paupérrimas. La sutileza y la inteligencia pueden ser armas poderosas en el cine si se saben usar de la mejor manera, y no la exageración o lo burdamente explícito como se suele ofrecer en la Ciencia Ficción de hoy en día. Creo que esta cinta nos hará acordar al cine de antes, nos pondrá un poco melancólicos a los que crecimos con las películas de Steven Spielberg, nos dará sensaciones de alegría y de esperanza, pero sobre todo, nos dirá que la infancia es un tiempo increíble de la vida humana.
LA AMISTAD EN SITUACIONES EXTREMAS Película dirigida por J. J. Abrams, creador de la serie "Lost" y director de "Star Trek" del 2009, que logra llevar adelante un estilo visual y narrativo que rinde homenaje al cine de los 80 y que, en especial, logra convertirse en un relato auténtico, muy bien actuado, con un despliegue visual impresionante y con una acentuación en las emociones que le aporta realismo y sentimiento a esta fantástica propuesta. Un grupo de amigos está tratando de finalizar la filmación de un cortometraje de zombies. Para ello necesitan la participación de una mujer para darle un poco más de sentido al relato. Es por eso que llaman a Alice, una muchacha que rápidamente va a comenzar a relacionarse con Joe, hijo de un policía que ha perdido a su madre meses atrás. Durante la grabación, en una parada de trenes, el ferrocarril descarrila, produciendo así que una extraños acontecimientos comiencen a suceder en el pueblo. El vagón escondía algo más que partes de avión, y la curiosidad de los muchachos va a ocasionar que ellos comiencen a investigar qué es lo que en verdad sucedió. La película tiene un comienzo y un planteo del conflicto perfecto, se introducen las personalidades de los roles con exactitud y con un dinamismo impecable, cada personaje tiene su momento de lucidez y, apenas pasados los primeros diez minutos, el espectador conoce cuáles son las debilidades de cada uno y sus comportamientos más visibles. El guión se preocupa por demostrar las emociones de los pequeños protagonistas y, a la vez, de rodearlos de una humanidad que está muy bien lograda. Las disputas entre familias y el sentido que aquí se da sobre la amistad es muy fuerte y está maravillosamente llevado adelante por el director. Ni bien el problema aparece, y si bien la cinta comienza a entrar en terrenos plenamente fantásticos, nunca se deja de lado el sentimiento y la profundidad a la hora de contar qué es lo que está sucediendo en escena. Se toma el tiempo necesario para desarrollar la parte terrorífica de la historia, o sea la criatura asesinando gente y destruyendo casas, todo con un dramatismo excelente, pero también se permite el desarrollo del vínculo que une a los personajes, presentando algunas escenas en las que se muestran posibles rupturas o celos por parte de algunos miembros del grupo. Hay tomas de acción muy bien logradas, visualmente impactantes y con efectos de sonido muy buenos; momentos románticos, esa escena en la que Joe le muestra el tren que armó es muy dulce; situaciones dramáticas, principalmente basadas en los problemas entre familias; comedia, en lo que respecta a la personalidad de uno de los amigos; terror, situaciones con un uso de la sangre muy medido; y un final que remite a grandes clásicos del género y que traerá recuerdos. Todo bajo una dirección que juega con las personalidades de los actores, con los diferentes planos y encuadres, y que presenta, pese a que está bien claro el toque mágico que Spielberg le dio, los toques propios de J. J. Abrams. Las actuaciones son muy buenas. El trabajo de dirección de actores es maravilloso, en especial porque cada intérprete logró aprovechar su personaje y brindarle algún gesto, movimiento o reacción específica para que el espectador lo identifique automáticamente cuando aparece en escena. Joel Courtney (Joe) está muy bien, principalmente cuando comparte escena con Elle Fanning (Alice), sin duda alguna, las dos sorpresas de la película. Ambos muestran una química muy linda, que fue llevada adelante con mucha dulzura y sin caer en el típico lugar común que la historia que intenta separar a sus personajes invita a ser. Kyle Chandler (el padre), logra transmitir esa agonía al comienzo, pero esa fuerza y decisión necesaria en los minutos finales. Los demás integrantes del grupo también están muy correctos y nunca se salen de las necesidades del libreto. Con efectos especiales que nunca cobran demasiado protagonismo; con un guión que siempre es el centro de atención; con hermosas actuaciones; y con una dirección decidida y auténtica, "Super 8" es una de esas películas que se extrañan, que uno no quiere que terminen, simplemente porque mientras se está viendo se logra contemplar la magia y el significado del verdadero cine. Un tributo al arte pasado, una vuelta a los viejos tiempos para ver y repetir. Imperdible. UN DATO: quedarse durante los títulos finales, ya que hay otra justificación de porqué hay que ver "Super 8". UNA ESCENA A DESTACAR: descarrilamiento del tren y esa escena en la que Joe le muestra su creación a Alice.
OCHENTOSO Casi todo lo que haya ocurrido más de 20 años atrás (romances, costumbres, palabras, códigos, ropa, lugares) puede recordarse solamente de dos formas: como ridículo/inocente o con melancolía. Super 8 reúne a ambas, pero logra ser una película que no es totalmente ridícula/inocente ni totalmente melancólica, sino una mirada afectuosa y de relegitimación a una época y un modo de hacer cine, con actuaciones impecables y prometedoras, así como efectos, guión, dirección y musicalización a la altura de sus responsables. J.J Abrams y (su mentor) Steven Spielberg comenzaron su carrera cinematográfica filmando películas en súper 8, Spielberg nació en Ohio -donde transcurre la historia-, Abrams ganó un concurso similar al que el niño en el filme quiere ganar; pero los principales homenajes de estos directores/productores/guionistas no son a ellos mismos (que dicho niño-director no sea el protagonista-héroe es un indicio) sino a una era del mundo y del cine. Por eso hay muchísimo de ET, hay muchísimo de todo lo que se ha visto en pantalla grande muchísimas veces, especialmente durante los ‘80. Pero como Spielberg es el creador de todo eso, no podemos decir que se trata de una copia, sino más bien de una reutilización semi-paródica, semi-nostálgica, ultra-cariñosa de recursos propios. Sólo por esta razón, se le perdonan los momentos previsibles, cursis y moralistas. Super 8 reproduce muy bien los códigos éticos, estéticos, políticos, sentimentales y cinematográficos de los ‘70/’80; por lo que, si bien los más chicos pueden “engancharse”, es más una película treintañera. Gran guiño a esto: las dos veces de My Shorona, una de las canciones más recordadas de Reality Bites (Generación X), programadas por el gran Michael Giacchino, a quien además le reservaron el papel del policía Crawford. Desde este prisma “ochentoso”, el filme ofrece una historia divertida y catastrófica, en la que se apela a remover no sólo un modo de narración “de antes” sino también sentimientos “de antes”: el sueño de todo chico de ser protagonista heroico de un hecho histórico preferentemente sobrenatural, la adrenalina de “gustar de” alguien y que “guste de” vos, la simpleza del amor basado en la admiración, la épica de filmar una película.
Dicen por ahí que a Spielberg y Lucas se les ocurrió la premisa de Indiana Jones cuando ambos compartían unas vacaciones en familia en la playa y, castillitos de arena mediante, al último se le cruzó por la cabeza la idea de un arqueólo aventurero, intrépido y canchero. Sin un rumor acrecentado por el tiempo ni una anécdota simpática que cruce los caminos de dos directores, tan sólo viendo Super 8 es fácil imaginar al director, J.J. Abrahams y Steven Spielberg compartiendo una velada romántica frente al televisor, disfrutando una retrospectiva de ET, los Goonies, Encuentros Cercanos del Tercer Tipo y, para darle algo de crédito al creador de Lost, Cloverfield, ese film que produjo y obtuvo un razonable reconocimiento. Por si no quedó claro con el explícito ejercicio imaginativo esbozado anteriormente, Super 8 es mucho más que un homenaje a Spielberg: es casi un émulo -reconocido y por momentos hasta celebrado- del mismo. Todos los elementos spielbergianos se encuentran presentes, con cuidadas cucharadas -pero una desmedida sobredosis hacia el final- de sci-fi mágico, poesía intergaláctica, infancia freak y nostalgia exacerbada. En otras palabras, de haber habido nazis junto a los alienígenas, no hubiese faltado nada del director homenajeado. Hay que reconocer, sin embargo, que la trama plantea una historia no original pero sí atractiva, aunque termina prometiendo más en su primer hora de metraje que lo que parece entregar: unos niños bastante atípicos deciden hacer una película de zombies, para intentar ganar un concurso indie y pasar luego a hacer más películas. El título del film, obviamente, refiere al formato elegido, que ancla al film en los años elegidos para presentar la película: los finales de la década del 70. A este disparador se suma, sin embargo, el conflicto que irrumpe los planes de los protagonistas: un tren descarrila tras una explosión y, tras notar que se trató de una suerte de atentado, los niños comienzan a sospechar que algo no estaba bien con la carga de un vagón. Manejado con un suspenso obligatorio para toda película de monstruos (al mejor estilo Tiburón, sabemos que el peligro está ahí pero no podemos del todo verlo), Super 8 avanza hacia un climax demasiado convencional y meloso, que no arruina pero sí edulcora demasiado un plato que, en su primer mitad, parecía apostar a un cine que hace rato había dejado de verse: ése que, simpático y de buen corazón, dibuja una sonrisa en la cara del espectador sin caer en lugares comunes o moralinas por demás básicas. Un objetivo cumplido a medias, para una película que pudo haber sido mucho más.
Héroes juveniles con sabor a nostalgia Steven Spielberg tal vez sea la gran bestia sagrada del cine de Hollywood. Capaz de ir de “La lista de Schindler” a “La guerra de los mundos”, acá es importante destacar que Spielberg dirigió “E.T., el extraterrestre” y escribió “Los Goonies” para que la dirija Richard Donner: dos películas que retratan, en un contexto de aventura, la vida de los preadolescentes y adolescentes a principios de los ‘80. El buen Steven es también mentor de muchos realizadores, como cuando le produjo “Volver al futuro” a Robert Zemeckis (su amigo George Lucas escribió Willow, el comienzo de la carrera de Ron Howard). Hoy en día, Spielberg prohíja a dos figuras del cine actual, que tal vez sean pasibles de considerar herederos: Michael Bay, director de la saga de “Transformers”, de “Armagedón” y “Pearl Harbor”, y J.J. Abrams, la mente detrás de las series “Lost” y “Alias, de “Cloverfield” y la última “Star Trek”. Quizás sea este último el heredero del mejor Spielberg, y quizás por eso éste le produjo “Super 8”, donde Abrams captura aquel espíritu de “E.T.” y “Los Goonies”, sazonando tal vez con un poco de la oscuridad de “Cloverfield”. Amenaza invisible En el verano de 1979, un grupo de amigos adolescentes en el pequeño pueblo de Lillian, Ohio, está tratando de filmar una película en Super 8 para participar de un concurso cuando les toca ser testigos de un violentísimo accidente de tren, provocado por un profesor de la escuela. Tal como nos enseñó Hollywood, enseguida se despliega un operativo de la Fuerza Aérea, encabezado por el detestable general Nelec. Sin embargo, “algo” parece haber salido de ese tren, y la sumatoria de una información que el profesor les da a los jóvenes con una sucesión de inexplicables desapariciones de personas, electrodomésticos y cables eléctricos dan la pauta de que peculiares habas se cuecen en ese pueblo. Lo mismo empieza a sospechar Jackson Lamb, adjunto del sheriff y padre de Joe, el protagonista de marras. Joe es el decorador y maquillador del amateur equipo, y pronto se verá en una doble tensión: romántica, con la bella Alice Dainard (curiosamente hija del peor enemigo de su padre, ya se verá por qué), la actriz del rodaje; y un conflicto con su mejor amigo, el aprendiz de director allá George Romero, Charles Kaznyk. La historia llevará a una crisis general al pueblo, y obligará a los jóvenes amiguitos (grupo que completan Cary fanático de los explosivos, Martin y Preston) a enfrentar una amenaza de más allá del espacio, algo que ni su imaginación plagada de zombies y monstruos podía concebir. Aquella mirada Abrams demuestra aquí su maestría a todos sus niveles: en principio, como escritor de historias interesantes, que aportan una vuelta de tuerca hasta a aquello ya visto. También como un director integral, que aúna el despliegue visual de los “efectos especiales” (algo que no es un género en sí mismo, tal como dicen algunos defensores del “cine serio”, sino una panoplia de recursos al servicio de la mejor narración de la historia: función que debe cumplir cualquier elemento de una película) con una eficiente dirección de actores (aquí, para complicarla, de muy corta edad) y una dirección de arte que, más allá de algunos detalles que destacan los fanáticos en los portales de cine, reconstruye con bastante fidelidad el imaginario visual de la época en la que se ubica. Que no es casual, por dos razones. Por un lado, los personajes rondan los 13 años, la edad que el propio Abrams tenía en 1979 (nació el 27 de junio de 1966), así que vio ese mundo con esos mismos ojos: el paso de la niñez a la adolescencia, el despertar del amor, la crisis de las amistades de la infancia. Pero por otro lado, las películas que nombramos al principio, junto con otras como “Cuenta conmigo” de Rob Reiner sobre novela de Stephen King, se filmaron poco después, y participan de ese mundo perdido, sin celulares ni computadoras, donde para quienes vivían alejados de los grandes centros urbanos el mundo quedaba demasiado lejos. Un mundo entrañable, dentro y fuera de la pantalla. Rostros juveniles Desde el punto de vista actoral, más allá de la prestancia de Kyle Chandler como el adjunto Lamb, de la oscura humanidad de Ron Eldard como Louis Dainard, de la villanía de manual de Noah Emmerich como Nelec y la picardía de Ryan Lee como Cary, la película se apoya en un triunvirato juvenil. El Joe de Joel Courtney sostiene la película, y recuerda al Sean Astin de “Los Goonies”, con algo del Henry Thomas de “E.T.”. Con él, Riley Griffiths como Charles construye una relación de amistad, con algo del sabor de “Cuenta conmigo”. Y la gran sorpresa es el debut como “chica grande” de Elle Fanning como Alice, quien hace rato dejó de ser “la hermanita de Dakota” (ver “Babel”) para iniciar una carrera que ahora la muestra como una bonita y resuelta adolescente: la que todos hubieran soñado tener como primera novia. Ellos le ponen cuerpo y emoción a una historia de aventura, ciencia ficción y emociones humanas, con jóvenes héroes como los de antes: un entrañable regreso a una época donde el mundo era más pequeño, y había más espacio para la sorpresa.
Una Declaración de amor al Cine Con "Encuentros cercanos del Tercer tipo" y luego "E.T", Spielberg narró con cierto encanto y suprema dedicación, todo rebosante de un estraordinario amor al cine, esas historias que mezclaban en exacta medida: ciencia ficción y fantasía, es decir una propuesta que terminaba siendo superlativa. En los años 80, se estrenaron pequeñas joyitas fílmicas como "Los Goonies" de Richard Donner,o "Los exploradores" de Joe Dante, donde la fábula fílmica estaba al orden de un inmejorable entretenimiento y una forma encuadrada en el cine del disfrute, algo que no es poco. J.J. Abrams (uno de los creadores de "Lost") conduce una historia aquí con mucho de aquel entrañable cine, y que al ser producida por Spielberg da una resultante acorde. Una pandilla de chicos al borde la adolescencia, intenta filmar una peli casera en "súper 8 mm", y en una de sus locaciones, presenciarán un hecho que los transformará y que los embarcará en una aventura cargada de adrenalina y persecuciones, a partir del espectacular choque de un tren carguero -una de las escenas más logradas y vertiginosas-, donde se asomarán al descubrimiento de extraños materiales que una fuerza militar transporta de incógnito. Con una estupenda fotografía, efectos especiales, la sobresaliente presencia de la hermanita más chica -se llevan 4 años- de Dakota: Elle Fanning, con reminiscencias de "Cloverfield" -de la cual Abrams fué productor- y hasta de "Sector 9", este filme resalta como uno de los mejores estrenados en este 2011, y es una maravillosa declaración de amor hacia el cine por parte de sus realizadores. Aplausos, por favor!
En el verano de 1979, en un pequeño poblado de Ohio, un grupo de chicos está decidido a terminar su propia y caserísima película de zombies. Con sus cámaras de Super 8, una caja llena de maquillaje y un plan de rodaje acotado por el inicio de las clases y las imposiciones de los padres, deciden rodar durante las noches. En una de las tantas escenas previstas, la de la estación de tren se ve recompensada con lo que a ellos les encanta llamar “valor de producción”: una extensa formación se aproxima y la misma será utilizada para enaltecer la acción dramática. Sin embargo, los chicos son testigos de una catástrofe y, tras salvarse de milagro, descubren que lo que presenciaron no fue exactamente un accidente. De allí en más, una carrera por descubrir la verdad y saber qué es lo que está produciendo extraños eventos en el pueblo se transformará en la aventura de sus vacaciones. Desde su productora Bad Robot (quién no recuerda la vocecita de este personaje al final de cada uno de los episodios de “Lost”), el productor y director J.J. Abrams rescata lo mejor de “E.T”, “Los Goonies” y “Amigas para siempre” para regalarnos un relato plagado de homenajes a esos filmes que marcaron la infancia de varias generaciones. Descontando la excelencia de los efectos visuales creados por Industrial Light & Magic, la música de Michael Giacchino acompaña cada una de las desventuras de estos amigos, encarnados por Kyle Chandler, Joel Courtney, Gabriel Basso, Noah Emmerich y la actuación de quién se recorta por sobre el resto, Elle Fanning. A pesar de todos los logros alcanzados por Abrams, cabe destacar que una vez revelado el rostro de la criatura, se pierde algo de la magia creada, hecho similar a lo ocurrido en otra cinta del mismo productor, “Cloverfield”.
Popular y política El cine norteamericano parece haber encontrado en Súper 8 una tabla de salvación, una especie de máquina del tiempo que lo devuelve a sus mejores épocas y tradiciones; aunque lo más probable es que el filme de J.J. Abrams (director) y Steven Spielberg (productor) no sea más que un oasis en el desierto, una simple ilusión para nostálgicos. El cine del norte ha dejado de ser popular hace tiempo, y Súper 8 no hace más que confirmarlo: su irresistible encanto reside justamente en apostar a aquello que los grandes tanques de Hollywood desdeñan olímpicamente semana a semana, y que es narrar la vida de su pueblo. ¿Qué tienen de popular esos magos, superhéroes artificiales o vampiros que hoy dominan su imaginario cultural? ¿Donde se encuentra allí su pueblo? El gran acierto de Súper 8 es justamente rescatar al que quizás sea el último cine verdaderamente popular de Norteamérica (como género, no hablo de autores porque allí estarían Richard Linklater o Gus Vant Sant para desmentirme), en una cinematografía cada vez más aislada, que con cada nuevo tanque que estrena parece querer alejarse más y más del mundo y la gente que lo puebla. No se trata de nostalgia calculada, sino de amor sincero por lo que supo ser un cine lúdico y lúcido, esencialmente fantástico pero también político, capaz de problematizar el mundo y la existencia, de abordar los grandes temas de la vida con honestidad, sin grandilocuencia ni tantos efectos especiales. Súper 8 constituye así un homenaje a cierto cine de fines de los ´70 e inicios de los ´80 (que parece casi proletario comparado con los éxitos de hoy, como Crepúsculo o Harry Potter), donde el protagonista podía ser cualquier hijo de vecino, y la aventura estaba a la vuelta de la esquina porque era la vida misma (ejemplos explícitos son Los Goonies, Cuenta conmigo o Encuentros cercanos del tercer tipo). Pero es un homenaje que no se queda en el pasado, sino que respira futuro porque se apropia de esa tradición desde la modernidad, desde una mirada propia que parece querer plantarse de frente al mainstream contemporáneo. Los protagonistas vuelven a ser un grupo de chicos de 12 o 13 años, habitantes de un pequeño pueblo de la América profunda, apasionados cinéfilos y amantes del Súper 8, en pleno 1979. Uno de ellos, Joe, acaba de perder a su madre, aunque lo mismo seguirá a su amigo Charles para la filmación de una película de zombies en una estación de tren abandonada. Allí no sólo conocerá a la chica más linda del pueblo, Alice (Elle Fanning, que vuelve a brillar), sino que también serán testigos de un espectacular descarrilamiento de un tren de la fuerza aérea norteamericana, que transporta cargamentos secretos del Area 51. Será, como en aquellas películas del viejo Spielberg (sin dudas el maestro de Abrams), el inicio de una gran aventura a partir de la irrupción de un orden sobrenatural, en este caso una fuerza venida de otro mundo, además de la llegada del ejército norteamericano, decidido a ocultar todo e imponer su razón a la fuerza. Como en toda buena película, la aventura no pasará exclusivamente por la resolución del conflicto central, sino también (sobre todo) por sus temáticas laterales: el crecimiento, la llegada del primer amor, la amistad, la relación con el mundo adulto, el duelo. Probado narrador, Abrams demostrará la suficiente sapiencia como para dotar a cada trama de su propio desarrollo sin apresurar el choque central y sin descuidar al mismo tiempo la construcción del suspenso ni la empatía con sus personajes. Y es que Súper 8 es más una película sobre el crecimiento mutuo y el aprendizaje (típicamente del “coming of age”) que un filme de acción o de suspenso, e incluso se posterga hasta el final la aparición de esa fuerza extraterrestre, a pesar de que tiene en vilo al pueblo. Ochentosa hasta la médula, Abrams hace de su tiempo histórico algo más que un guiño para nostálgicos (aunque haya todo tipo de citas), al punto de que la película no podría pensarse en otra época (será interesante analizar cómo se relaciona con la juventud contemporánea), aunque esa fidelidad a los modelos originales no la vuelve anacrónica, al contrario: es casi un desafío a los modelos actuales, que se extiende a su filosofía estética al privilegiar efectos especiales de factura artesanal. Clásica y popular al fin, entretenida y decididamente política, Súper 8 constituye hasta ahora la sorpresa norteamericana de la temporada, un filme que además puede ser para todas las edades y todos los públicos.
El encuentro entre Steven Spiel-berg y J. J. Abrams (creador de “Lost”) no podía ser más auspicioso: los dos son sinónimo de aventura y entretenimiento de lujo. En este film con chicos como protagonistas, la acción transcurre en los `70. Un grupo de amigos filma en super 8 una película amateur sobre zombies. Están en pleno rodaje, cuando son testigos de un terrible accidente de trenes que desemboca en una explosión. A partir de ese momento, todo se torna fuera de control e irrumpe lo inesperado. Por la ambiciosa propuesta circulan las sombras de “Encuentros cercanos del Tercer Tipo”, “E.T.”, “Parque Jurásico” y otros films de la factoria Spielberg, en los que un elemento extraño irrumpe para que nada vuelva a ser igual. Entre los Extras de la edición destacan: “El sueño detrás de Super 8”, “El visitante está vivo”, y “Creando la criatura”, además de comentarios del productor y el director Atrapa desde la primera imagen.
JJ Abrams lo dijo, “Super 8? es un homenaje (mas que merecido) a Spielberg, a sus películas: a “E.T”, “Encuentros Cercanos del Tercer Tipo”, a “Los Goonies” (producida por Spielberg), y a su forma de hacer cine, su manera tan especial de contar historias simples, rodeadas de las mas grandes de las fantasías. “Super 8? tiene un poco de todas esas películas que les nombre, y de otras mas. Me atrevo también a citar una película de Joe Dante, llamada “Explorers”, de un grupito de chicos (entre ellos Ethan Hawke y River Phoenix) que consiguen construir una nave espacial, que algún que otro memorioso del cine ochentoso va a recordar. “Super 8? tiene el espíritu de esas películas “lindas” de los 80, por que tiene todos los condimentos perfectamente combinados, y además la mano de un director que visualmente es magnifico, al cual se le nota la influencia de su productor Steven Spielberg. Creo que los dos se eligieron mutuamente, viendo la película te das cuenta que tanto Abrams admira a Spielberg, como Spielberg tiene fe en Abrams. El director de “Mision Imposible 3? y de “Star Trek”, en esta película muestra todo su potencial visual, su habilidad para dirigir chicos, pero quizás falla en la parte argumental. La película nos presenta un grupo de amigos, que filmando una escena de su corto, son testigos del descarrilamiento de un tren de la fuerza aérea, que lleva dentro de su carga algo misterioso. El protagonista de la película es Joe quien perdió a su madre en un accidente en la fabrica donde trabaja, y queda solo con su padre, el ayudante del sheriff del pueblo. En el grupo de amigos, está la fortaleza más importante de la película. Las actuaciones de todos los chicos, son increíbles, destacando las actuaciones de Joel Courtney (Joe), Riley Griffiths (Charles Kaznyk, el director de cine que es un guiño a esos directores/productores megalómanos, como David O. Selznick ) y de Elle Fanning (Alice Dainard) que es fabulosa, igual que su hermana. Fanning interpreta a la chica más linda de el colegio, y la actriz más talentosa. Además ella es el primer amor de Joe. Todos los chicos tiene personajes muy bien delineados, y excelentemente caracterizados. Con respecto al argumento, quizás “Super 8? es donde mas falla. La primer parte de la película esta muy bien, el ritmo es ágil y el humor esta en su medida justa, además las escenas de acción están excelentemente manejadas. Después entrando en el final de la película, me dio la sensación que se resolvió de manera abrupta, y quizás con cosas sacadas de la galera. Creo que para no extenderse en la duración de la película, Abrams utilizo algunos atajos narrativos que estropearon un poco la historia que se estaba armando. De todas maneras, “Super 8? es una película hermosa, que entretiene, y que nos conecta de manera directa con ese grupo de chicos y nos hace identificarnos con cada uno de ellos. Es injusto solo quedarse con el hecho de que la peli es un homenaje a “Goonies”, “E.T.”, etc. “Super 8? es una película que nos muestra, que superar el duelo de un ser querido, convertirse de un día para el otro en un padre soltero, y lidiar con el primer amor a los 12 años, es mas difícil que enfrentar una amenaza extraterrestre. PD: quédense a ver los títulos, donde van a poder ver “The Case” el corto completo, que los chicos filman durante la película y vale la pena.
Super 8 (el titulo viene del formato de cámara que usan los chicos protagonistas para filmar y fue muy acorde para mantener durante meses una nube de misterio sobre de que se trataba la historia) es un film muy satisfactorio como homenaje al cine clásico de Steven Spielberg (que no por nada es productor) y de la factoría de George Lucas en general; hay un gran sentido de maravilla ante el descubrimiento de un visitante de otro mundo (al estilo ET o Encuentros cercanos del tercer tipo) mezclado con una aventura de chicos aprendiendo de la vida, el amor y la amistad (al estilo Cuenta conmigo o The Goonies). Resumiendo la mezcla, es una mirada moderna a un cine que ya no se hace, que se perdió en los efectos especiales, explosiones y la necesidad de contar historia más sofisticadas y adultas, no tan inocentes (aunque en algún momento la sofisticación pasó a ser una suma de violencia, chistes baratos y mucha acción sin demasiada explicación) La historia, dentro de este contexto rinde muy bien y los personajes así como las actuaciones están bien construidos (destacando mucho la parejita protagonista, Joel Courtney y Elle Fanning). Están todos los personajes típicos, desde el heroico protagonista que pasó por una tragedia familiar y no se lleva bien con el padre, pasando por el amigo simpático pero enamorado de la misma chica hasta el pibe más cobarde; todos tiene muy buenos momentos e interactúan con mucha naturalidad y buenos diálogos, creciendo en complejidad y dejando que la trama se desarrolle tranquila pero a buen ritmo. ¿Que evita que Super 8 sea no solo un gran homenaje sino también la mejor peli pochoclera de este año? Que el realizador Abrams mete sus marcas registradas que desentonan un poco con la propuesta; este no era el film ideal para los juegos de cámara que no muestran al monstruito casi hasta el final y sobre todo no daba para esa sensación de historia previa que sugieren algunos elementos y personajes. Esta todo explicado pero hay referencias a hechos y conversaciones que seguramente se explican con más detalle en algún merchandising relacionado, una estrategia que Abrams ya usó en Cloverfield; por ejemplo un comic gratuito que se distribuyó con todas las revistas de DC en el mes del estreno yanqui. Una movida marketinera que en sí no es mala, porque como dije la historia se entiende lo suficiente como para disfrutarla, pero es innecesaria para una película con un espíritu retro de "pequeñas personas ante enorme desafío" Salvando esos puntitos, el film ofrece mucho más contenido, coherencia, emoción y diversión que otros tanques hollywoodenses recientes (Transformers 3, por ejemplo) y eso ya se aprecia mucho.
Cloverfield Recargado Eran los 80 y recien aparecían los videojuegos con el atari y el pacman. En el cine inundaban las salas esta películas de avetura para chicos que “particularmente” atraín también a adultos. A primera vista recuerdo THE GOONIES, STAND BY ME y ET. Bueno, que lindos tiempos los 80! Pero 30 años después J.J. Abrams se acordó de uno de los pioneros de ese cine, Steven Spielberg. Juntos nos trajeron a la pantalla grande esta película. Si bien las actuaciones de la película son buenas, la sangre actoral de las Fanning se nota y la que se destaca entre la muchachada es Elle Fanning (hermana de la ex-pendex Dakota, si!!! la de Guerra de los mundos que ahora en vampirita en Crepúsculo!!). Joel Courtney como el protagonista nos brinda una performance decente que lo deja bien parado. Kyle Chandler trabaja bien pero da la impresión de que el único personaje que sabe interpretar es a él mismo. La película nos cuenta la historia de un par de chicos pueblerinos que se proponen hacer una película para competir en un festival de cine escolar. La filmación comienza a realizarse cuando de pronto son testigos de un accidente de un tren con una misteriosa carga. Trás sobrevivir a la catástrofe, el grupo verá la llegada del ejército a la ciudad en busca de la misma que al parecer se trata de algo de otro mundo. El desarrollo de la historia como mencioné es un homenaje a las películas de los 80s de chicos. Sin embargo, no puedo dejar de recordar que hace un par de años con el éxito de Lost , J.J., decidió hacer una pelicula llamada Cloverfield donde un monstruito muy similar al de Super 8 hacía estragos con Nueva York. Esta entrega me dio la impresión que fue la redención o bien la 2da oportunidad de J.J. de hacer bien Cloverfield con la ayuda del amigo Spielberg. La recomiendo para verla, aquellos nostalgicos no dejen de ir a verla, merece ser vista en el cine. Mi calificación es la siguiente, que le regalo un puntito más por el final con el cortometraje que filmaron los chicos (esta con los créditos)
Una remake enmascarada Inspirada en las películas que Abrams amaba y admiraba de adolescente, Super 8 cuenta la historia de un grupo de amigos y la aventura en la que se embarcan luego de ser testigos del dramático choque del tren. Ambientada en los años 70, Super 8 cuenta la historia de un grupo de chicos que intentan terminar de filmar una película de zombies en un tranquilo pueblito de los EEUU. En plenas vacaciones de verano, los amigos deciden reunirse en la estación de trenes del lugar para rodar una escena fundamental. Aprovechando el “valor de producción” que les da la aparición de un tren, los chicos graban la escena. Lo que nunca imaginaron es que ese “valor de producción” iba a terminar descarrilando espectacularmente y que ese tren transportaba algo que cambiaría la vida de los habitantes del pueblo. Aventuras para toda la familia, ese es el género que mejor define a Super 8. Dirigida y escrita por J.J. Abrams y producida por el flamante Steven Spielberg prometió ser una de las grandes películas del año 2011. Sin embargo, y debido a la condición de ser un confeso homenaje a las películas dirigidas y producidas por Spielberg en los 70/80 (Encuentros cercanos del tercer tipo, Los Goonies, ET) dista mucho de hacernos estallar en un aplauso final. Es bueno aclarar que uno se sienta en su butaca y comienza a interesarse en el filme ya que los primeros actos son bastante interesantes. Una trama bastante bien explicada desde un principio y una vuelta de acontecimientos (el increíble descarrilamiento del tren militar) que lo pone expectante por lo que vendrá. Pero de ahí en más no hay mucho más que explicar, las cosas salen como deberían salir… un grupo de amigos en peligro, un monstruo amenazador, gente y cosas que desaparecen, un caso que resolver, el ejército que intenta cubrir todos los acontecimientos, una historia de amor y buenos efectos especiales. Si buscan explicaciones a muchas intrigas de la peli les cuento que se quedarán como los fanáticos de LOST… con muchas dudas (insignificantes para la trama tal vez, pero dudas al fin). Un buen comienzo, con un desenlace al estilo “vivieron felices y comieron perdices”, predecible para este género cinematográfico. Las actuaciones son destacables y la película puede ser calificada como “buena, linda y entretenida” ni mucho más, ni mucho menos…
"Nostalgia fantástica" Los viejos tiempos siempre nos traen recuerdos. De allí vienen las anécdotas que se relatan en las reuniones con amigos, parientes u compañeros. A esto sumémosle también dos etapas de nuestras vidas como la infancia y por qué no también la adolescencia. ¿Cuál es el resultado? Historias dignas de ser recordadas y comentadas una y otra, y otra vez. ¿Por qué? Por que cada uno de los protagonistas tiene una versión distinta, con detalles que hacen a la historia mucho más atrapante y entretenida. ¿Alguien puede decir que esto no ocurre? La última película del productor y guionista de televisión más exitoso de los últimos años, J.J. Abrams, es en pocas palabras imperdible y seguramente con el paso de los años quedara justificada su presencia en la vitrina de los grandes films de aventuras protagonizadas por niños. Muchos críticos de prestigio adjudican esto al hecho de que Steven Spielberg se encuentra como productor de la peli, lo cual a mi parecer no favorece y si perjudica en menor medida al film. Si bien Abrams se canso de repetir que sus influencias para realizar este trabajo fueron “E.T” y “Encuentros cercanos del tercer tipo” (dos de los mayores éxitos que logró Spielberg en su carrera) no hay que perder la brújula; el guionista, director y sobre todo artífice de esta obra es él. Y si el producto final es una de las mejores propuestas que pasó por la cartelera de los cines en lo que va del año se debe básicamente a que su director se animó a contar la historia que él hubiera querido ver durante su infancia. La premisa del film nos ubica en un pequeño pueblito de Ohio, en el año 1979, donde un grupo de amigos aprovecha sus vacaciones de verano para llevar a cabo la filmación de una película de zombies con una cámara súper 8. Tenemos a Charles (Riley Griffiths) como el director y mejor amigo de Joe Lamb (Joel Courtney), quien cumple las funciones de maquillador. Ambos están enamorados de la protagonista del film, Alice (Elle Fanning). También tenemos al encargado de los efectos especiales, un niño pirómano llamado Cary (Ryan Lee), un cobarde que hace de galan en la peli de zombis llamado Martin (Gabriel Basso) y Preston (Zach Mills) que alterna varios papeles casi sin decir ningún dialogo. Durante la filmación de una de las escenas, el grupo de amigos presencia un terrible accidente de tren y en ese instante se convierten en los únicos testigos del inicio de un hecho extraordinario que marcará sus vidas y la del resto de los habitantes del pueblo para siempre. No sería justo entrar en más detalles acerca de la trama, ya que uno de los puntos más fuertes de la película es apuesta doble a nivel argumental; Por un lado tenemos la historia de los chicos, marcada por temas como la amistada, el primer amor y el inicio de la rebeldía adolescente. Mientras que por otra parte tenemos la trama que gira alrededor del extraño accidente y los inexplicables hechos que surgen a partir del mismo en el pueblo. Desde el momento que ambos destinos empiezan a entrelazarse, la película se convierte en un verdadero viaje de entretenimiento que difícilmente deje indiferente al espectador. Son 112 minutos en donde el humor, el drama y la ciencia ficción componen una aventura que traerá a la cabeza películas como “Los Goonies”, “Cuidado! Hércules vigila”, “The Monster Squad”, “I.T” y las anteriormente mencionadas “E.T” y “Encuentros Cercanos del tercer tipo”, pero que bajo ningún aspecto se trata de un homenaje hacia el género, sino más bien una que merece estar dentro de ese grupo de films predilectos. “Super 8” se mantiene solida por las increíbles actuaciones de sus jóvenes protagonistas, por la maravillosa música del compositor moderno más clásico que tiene el cine hoy (el ganador del Oscar, Michael Giacchino) y, sobre todo, gracias a la soberbia dirección de J.J Abrams. En definitiva, la más firme candidata a convertirse en la mejor peli del año y sin dudas el mejor trabajo y regalo que el creador de “Lost” le dio al cine en su corta carrera como director.