Los juguetes más famosos del cine vuelven a emocionarnos con sus aventuras y una comedia renovada. Después de muchos años y una larga espera Pixar y Disney nos deleitan con la que nunca falla Toy Story 4 luego de 9 años de su ultima entrega y 24 de su primera entrega, estamos preparados para disfrutar y agregar otro capitulo mas esperados del año. En un comienzo veremos el paso del tiempo de Woody de la mano de Andy Davis a las de Bonnie (la niña de nuestros protagonistas). También observaremos la despedida de Woddy y Betty la pastorcita, que fué regalada y separada de él para luego ser una muñeca sin dueño y poder tener la vida que ella quiera. El film logra divertirnos con la incorporación del muñeco Forky quien actúa como un muñeco recién nacido sin conciencia de quién es creado con restos de basura con una forma muy precaria, creado por Bonnie. En un momento Forky trata de escapar y Woody sale tras él para rescatarlo y explicarle que Bonnie lo necesita, en su travesía veremos el reencuentro de Woody y Bonnie quien lo ayudara a rescatar a Forky de su malvada enemiga. Gabby Gabby quien hace referencia a una antigua muñeca llamada Talky Tina de “La dimensión desconocida” quién será la antagonista de nuestros articulados héroes, por otro lado tendrá como ayudantes a unos muñecos muy parecidos a Slappy de la serie “Escalofríos” un muñeco de traje y quien aterrorizaba a quien lo poseía con la particularidad de que no podía ser destruido. Y la incorporación de los divertidisimos Ducky and Bunny dos peluches tomados de las manos quienes tendrán una pequeña pelea con Buzz Lightyear para luego ser parte del equipo y ayudarlo en su desventura en un parque de diversiones. Otro regalo de Disney que por su final abierto nos conducirá a una quinta parte asegurada para los fans de la saga. 9.0
Vocaciones frustradas La franquicia de Toy Story ha conseguido mantener un buen nivel a lo largo de las décadas y siempre hay que reconocer ese detalle en un entorno industrial experto en dilapidar de modo progresivo sus principales productos vía la compulsión a realizar más y más secuelas hasta secar de ideas lo que otrora resultaba fresco o novedoso, ofreciendo a fans sumisos el mismo catálogo de referencias por demás quemadas: la película original de 1995 fue la que patentó la fórmula de Pixar, eso de ennoblecer a los personajes desde un sutil humanismo concienzudo, la primera continuación de 1999 consiguió superar a la anterior en términos cualitativos y la tercera parte del 2010 ya correspondía al período histórico en el que el estudio fue absorbido en un cien por ciento por la Disney, sin embargo el trabajo aún poseía algo del encanto de antaño por más que la trama se pasaba por momentos de estrambótica. El cuarto eslabón de la saga es sin duda el más flojo aunque todavía conserva la fuerza y una importante dosis de dignidad creativa a pesar de en esencia refritar las premisas -y buena parte del desarrollo- de las realizaciones anteriores, ahora con John Lasseter obligado a renunciar por supuesto acoso sexual repetido, nada menos que la cabeza de la factoría Pixar y director y/ o guionista de todas las entregas: el relato se centra de nuevo en las inseguridades de Woody (Tom Hanks), siempre demostrando ser un tanto fundamentalista en su vocación de hacer felices a los niños y compartir instantes con ellos, y en un viaje de rescate bien peligroso, en este caso detrás de Forky (Tony Hale), un juguete armado por la niña Bonnie (Madeleine McGraw), la nueva propietaria de Woody y Buzz Lightyear (Tim Allen), de la que el pobre Forky pretende escapar porque se considera a sí mismo “basura”. Los puntos a favor vuelven a ser más o menos los mismos de siempre, en suma esa bella vulnerabilidad emocional de los protagonistas al momento de entrar en crisis por diversas frustraciones, la estructura cómica coral que evita ridiculizar constantemente a un solo personaje, el análisis correcto de la niñez en tanto etapa de cambios radicales que marcarán -para bien y para mal- toda la vida posterior, y cierto subrayado inteligente en la trama sobre el costado tétrico del ser humano cuando se pone a idear “grandes planes” desde ese egoísmo que todos conocemos. En cuanto a lo negativo se asoma la falta de verdaderas novedades, algunos discursos demasiado solemnes que en el pasado estaban más acotados, un déficit de escenas graciosas que no recurran a situaciones ya largamente explotadas por la franquicia, y la ausencia de un villano en serio capaz de contrarrestar tanta dulzura freak. Así como la supuesta mala, la muñeca Gabby (Christina Hendricks), termina siendo otro ejemplo de conflicto psicológico que se soluciona rápido en el desenlace, Forky se impone como el personaje más interesante de la película gracias a que este tenedor de plástico con manos y pies permite una reformulación simpática -no compleja pero simpática- de la gran obsesión de esta serie de films, léase la sombra de la obsolescencia de los implementos lúdicos una vez que los niños crecen y los abandonan, sustrato aquí repensado con ironía a través de un juguete que fue improvisado por la nena en la orientación al jardín de infantes y que no se cree tal, sino simple desperdicio (en Pixar hasta la basura siente alegría y dolor, posee sentimientos). Si recordamos que hablamos de una cuarta parte -y esperemos que sea la última- a decir verdad esta nueva Toy Story es amena y no traiciona el espíritu original…
Se podría pensar ¿para qué? pero el sentido de esta nueva entrega de los juguetes más amados del mundo tiene para ofrecer un discurso sobre la amistad y los vínculos más allá de las apariencias. En su salida al mundo, Woody, comprenderá que nada es para siempre y que ayudando a los demás, terminará por cerrar un ciclo de juegos y entretenimiento para sus dueños, pero que le abrirá las puertas a un universo completamente nuevo. Atención a Forky, la nueva estrella de la saga.
Aunque la tercera entrega ya había regalado un final perfecto y luego el estudio Pixar sufrió un cimbronazo interno con la partida (en medio de fuertes acusaciones en su contra) del patriarca John Lasseter, esta cuarta parte de una de las sagas más populares y entrañables del cine de animación no defrauda en absoluto, ya que funciona a la perfección tanto en el terreno de la comedia física y de enredos como en el aspecto emocional, con -ahora sí- un cierre que parece ser la despedida definitiva (en Hollywood nunca digan nunca) de una franquicia iniciada allá por 1995. Preparen los pañuelos. Las primeras tres entregas de Toy Story fueron (casi) perfectas en su combinación de humor, emoción, creatividad artística y hallazgos (proezas) en el campo de la animación. Además, TS3 había entregado un desenlace impecable, conmovedor, con Andy -justo antes de partir hacia la universidad- legándole sus juguetes favoritos a la pequeña Bonnie. Eso, sumado al estigma que pesa sobre las cuartas entregas de las sagas (una suerte de maleficio que ha arruinado a más de una franquicia), hacía pensar lo peor para el caso de TS4. Tranquilos: aunque quizás esté un punto por debajo de las excelentes TS, TS2 y TS3, esta cuarta parte funciona muy bien en el terreno emocional, es una brillante comedia, introduce a muy simpáticos personajes y, ahora sí, entrega un cierre ¿definitivo? a la medida de semejante saga que combinó excelencia artística con una llegada popular que cautivó a varias generaciones (puede darse el caso de que aquellos que siendo niños fueron al cine a ver TS en 1995 ahora terminen llevando a sus propios hijos a disfrutar de TS4). Una historia que nos viene acompañando (¡y cómo!) desde hace casi un cuarto de siglo. Pero dejemos por el momento de lado el exceso sentimental y vayamos a lo que propone TS4. La historia transcurre 9 años atrás, justo donde había dejado TS3. Tras una brillante escena inicial con un impresionante diluvio de fondo (¿se acuerdan lo difícil que era animar el agua hace no tantos años?), nos reencontramos con una Bonnie que debe enfrenta su primer día de clases en el jardín de infantes en medio de un ataque de angustia. Será entonces el servicial y siempre atento cowboy Woody quien se meta en su mochila para ayudarla ante cualquier contratiempo. Y las dificultades se desatan desde el momento en que la pequeña crea con sus manos a Forky, un cuchador (mezcla de cuchara y tenedor) de plástico descartable con dos ojitos irregulares que amenazan con caerse, brazos de lana y patas hechas con maderitas. Forky (la voz de Tony Hale), por supuesto, tendrá vida propia, pero está convencido de que su destino inevitable es el tacho de basura. Así, el pobre Woody no tendrá más que rescatarlo a cada instante de entre los desechos. Y Forky -un personaje tan sencillo en lo visual como hilarante en su construcción y evolución dentro de la trama de la película- es la principal incorporación dentro de una propuesta que incluirá también a dos muy divertidos muñecos de felpa como los desatados Bunny y Ducky (Jordan Peele y Keegan-Michael Key); Gabby Gabby (Christina Hendricks), una muñeca antigua en busca de un/a niño/niña que la quiera; y el también simpático Duke Caboom, un (no tan) intrépido motociclista bigotudo de origen canadiense interpretado por Keanu Reeves. TS4 -excelente carta de presentación para el director debutante Josh Cooler- tiene más y mejores momentos de comedia física, de enredos, persecuciones y rescates (en un viaje en casa rodante, en un anticuario, en un parque de diversiones) que las tres entregas anteriores, aunque por momentos la intensidad y el vértigo constante puede extenuar un poco. De todas maneras, nunca escasean el ingenio, las sorpresas y esos momentos clave en los que el film va definiendo los actos de solidaridad, los ritos de pasaje, los cambios de paradigma, las definiciones de los personajes y las despedidas para ya buscar nuevos rumbos. Las picos emotivos llegarán inevitablemente sobre el final, aunque la verdad es que con TS uno puede conmoverse cuando se escucha Yo soy tu amigo fiel u otro tema de Randy Newman; cuando el Woody de Tom Hanks abraza al Buzz Lightyear de Tim Allen o cuando mira con sus ojitos tiernos llenos de amor a la Bo Peep de Annie Potts. La mayor o menor carga íntima que TS4 puede generar dependerá, como siempre, de la sensibilidad de cada espectador. Lo que no puede negarse es que esta última entrega está concebida con la misma excelencia artística (la animación en pantalla ancha es extraordinaria en cada una de las escenas, plagadas de detalles, capas, matices y sutilezas) y la misma nobleza de espíritu que las anteriores. “Es tiempo para el siguiente chico”, dice Bo, con su cuerpito de porcelana, al comienzo del film. Es tiempo para la siguiente saga infantil (familiar), podríamos agregar nosotros tras alejarnos de la proyección de TS4. Se trata, en definitiva, de una despedida a lo grande, a la medida de una saga que ya forma parte de la mejor historia del cine.
Desde su aparición en 1995 esta saga supo conquistar los corazones de grandes y chicos por su mensaje de amistad revisado con un tono nostálgico. En Toy Story 4 la magia sigue intacta gracias a un sorprendente nivel técnico que está respaldado por la creatividad del guión y los efectivos gags que presenta. La lealtad, la protección y el crecimiento son atravesados con ingenio por una trama que trae nuevamente a los populares personajes y nuevas creaciones. Andy crece y sus juguetes pasan a manos de Bonnie, la niña que está por ingresar al jardín de infantes, y crea a Forky, una "cuchara tenedor" que considera que su destino es la basura, cuando recibe la ayuda del experimentado vaquero Woody, que se esconde en lamochila de Bonnie. Cuando la familia de la pequeña sale de vacaciones en casa rodante, Forky se pierde y Woody intentará, junto a todos sus amigos, rescatarlo de una lúgubre casa de antiguedades. La película juega con las persecuciones, las caminatas por parajes desolados y desarrolla sus secuencias más efectivas en la misteriosa casa de objetos antiguos y olvidados. Allí Gabby Gabby, una muñeca a cuerda de los años cincuenta, es paseada en un cochecito de bebé y desea recuperar su "caja de voz" mientras está custodiada por siniestros muñecos de ventrílocuos. En ese sentido, la película cobra un clima retro y logra escapes de indudable eficacia. En la vertiginosa aventura también reaparece la muñeca de porcelana Bo Peep, el amor perdido de Woody. Al siempre eficaz y leal compañero Buzz Lightyear se suma Duke Caboom -con la voz de Keanu Reeves-, un doble de riesgo abandonado por su dueño porque no cumplía con las mismas piruetas y acrobacias que mostraba en la publicidad de televisión. Juguetes con alma y emociones a flor de piel recorren la pantalla bajo la dirección de Josh Cooley y aprenden lecciones que tienen que ver con el lugar que ocupan, su función como juguetes y el inexorable paso del tiempo. El "estado de transición" en que Andy y Bonnie se encuentran repercute directamente en los comportamientos de los juguetes. Un más que digno ¿cierre? para una trilogía que ya hizo historia.
¿Era necesaria? No. ¿Tiene algo nuevo para contar y es híper disfrutable? Sí. Muchas eran las dudas acerca del retorno de la franquicia de animación más exitosa de Pixar. La tercera entrega había sido un cierre hermoso, desde lo discursivo hasta los arcos narrativos tanto de los humanos como de los juguetes. Pero, por otro lado, es imposible resistirse a ver una vez más en pantalla a Woody, Buzz y los demás encantadores personajes. 24 años separan a “Toy Story” (1995) de “Toy Story 4″(2019). La ternura, la picardía, la diversión y la emoción siguen intactas. Esta fábrica de sueños, como es Pixar, nos devuelve estas sensaciones y le suma un enfoque más actualizado y aggiornado a la coyuntura: no es casualidad la existencia de Forky (el nuevo juguete en la habitación de Bonnie). No viene de fábrica como los demás personajes, no es tradicionalmente estético, no tiene las mismas conductas que sus compañeros y tampoco tiene un propósito claro. Pixar abre el espectro de público al que le quiere llegar y no duda en plantearlo en sus películas con personajes con ciertas características que en muchas sociedades estarían excluidos. “Toy Story 4” es una gran secuela. Logra superarse técnicamente, cosa que parecía difícil luego de “Coco”. La paleta de colores es deslumbrante y los efectos visuales preciosos. Estos conforman un espectáculo visual que, por momentos, pasamos por alto solo por la calidad argumentativa de la película. Como decíamos, los nuevos personajes le aportan una cuota de inventiva y curiosidad a la película. Por un lado tenemos a Forky (Tony Hale) y también vuelve al reparto Bo Peep (Annie Potts). Pero las sorpresas están en la inclusión de Keanu Reeves como el motociclista Duke Caboom, Christina Hendricks (Gabby Gabby) y, Jordan Peele y Keegan-Michael Key, como Bunny y Ducky. Todas incorporaciones que suman mucho. El director Josh Cooley, en su ópera prima, nos regala una gran aventura animada donde nos reímos y lloramos. Pero la principal virtud del film está en su guión. Cada idea germinada se cosecha positivamente. Cada pieza encaja y cada plot twist está basado en decisiones lógicas y coherentes con lo construido por Pixar estos 24 años. Parece que este es el final definitivo para Andrew Stanton y John Lasseter, tras repensar cómo culminó la anterior entrega. Por lo menos, hasta que estos personajes tengan que evolucionar tal como lo hacemos nosotros. Ahí volverán Woody y Buzz para que aprendamos juntos, aunque sea aprender a soltar. El estreno más esperado del año, para muchos, no defrauda. Sabemos lo que vamos a ver y nos dan un poco más de lo esperado. No queda otra opción que seguir confiando en Pixar y en sus eternas secuelas.
"Toy Story" ya parecía ser una trilogía cerrada. Es por eso que no solo nos inundó el entusiasmo al anunciarse la cuarta, sino también el "miedo" de que nada vuelva a ser como antes. Pero aquí Disney/Pixar dieron con lo justo y gracias a una perfecta mezcla de humor, aventura y dibujos llenos de vida, de a ratos incluso nos olvidamos por completo que estamos viendo una película animada. En esta renovada entrega nos encontramos con nuestros personajes ya adaptados a la vida de Bonnie (la nueva dueña de los juguetes de Andy) quien, ya con edad suficiente, comienza el colegio y en su primer día crea a Forky. La querida manualidad de la niña convertida en juguete se declara a sí mismo como “basura” y Woody se encarga de mostrarle por qué debería aceptarse como juguete. Pero cuando Bonnie lleva a todo el grupo a su excursión familiar por la carretera, el vaquero termina en un inesperado desvío que incluye un reencuentro con su vieja amiga perdida Bo Beep. Juntos se darán cuenta que se convirtieron en personas muy diferentes (en lo que respecta a la vida como un juguete) pero con el correr de las horas pasará a ser la menor de sus preocupaciones. La incorporación de nuevos personajes es muy atinada y cada uno colabora a favor del desarrollo de la historia. Un gran acierto es el regreso de una reinventada Bo Beep, la pastorcita de porcelana, quien comparte protagonismo y muestra una imagen femenina fuerte dentro de la cinta. El desopilante Forky le trae mucha frescura a la saga y su simpleza nos conecta con nuestra imaginación, quizás ya un poco perdida en los más grandes, de cuando éramos chicos. El hombre del momento, Keanu Reeves, también tiene su participación como la voz de Duke Caboom, un peculiar e inquieto motociclista Canadiense. Los legendarios Tom Hanks y Tim Allen siguen al mando de la dupla protagonista con sus ya icónicas voces que reconoceríamos hasta con los ojos cerrados. Si hubiera reclamo alguno sería la falta de protagonismo de los antiguos y queridos juguetes de Andy. Son escasos los minutos en los que vemos a Jesse, Rex, al Señor y Señora cara de papa, Slinky y Hamm en la pantalla. Buzz Lightyear también se corre del centro de la acción con menos intervenciones que las que nos tenía acostumbrados. "Toy story 4" no es un final ni mucho menos. Se puede entender como una transición hacia un mundo más grande. "Hacia infinito y más allá" apuntan sus creadores, pero veremos de acá en adelante cuánto más tienen para sorprender. Mientras tanto disfrutemos de esta grandiosa entrega perfecta para los más chicos y los que no tanto. Por Matias Villanueva
A la trilogía y más allá Desde su debut en 1995 hasta su cuarta iteración en 2019 cada Toy Story ha tratado, cada una a su manera, el tema de encontrar y aceptar un verdadero propósito en el mundo. La primera trata sobre alguien que debe aceptar que no es único pero sí especial, la segunda sobre alguien que no por ser único es especial, y la tercera es la síntesis natural de la serie: el tiempo arrasa con todo, todo tiene su fin. Cada historia tiene su villano, pero su función siempre es descubrir el conflicto dentro del protagonista: los problemas se resuelven reevaluando prejuicios (usualmente sobre uno mismo) y adoptando una nueva perspectiva. Los problemas externos no desaparecen per se - aún embebido en sentimentalismo, Pixar es honesto con las brutales certidumbres de la realidad - sino que se los enfrenta y acepta como parte de una constante narrativa de auto superación. Todo esto se encuentra presente en Toy Story 4 (2019), la sorpresiva continuación de una narrativa que había concluido satisfactoriamente con Toy Story 3 (2010). La nueva película no posee el poder o la contundencia del cierre anterior, que probablemente representa la cumbre emocional de la serie, pero emana la misma energía y termina cerrando otro buen capítulo de una saga sobre juguetes eternamente condenados a una crisis existencial detrás de otra. Los juguetes se han adaptado a sus vidas con su nueva dueña Bonnie salvo por Woody (voz de Tom Hanks), que ha perdido su estatus de favorito y pasa las tardes abandonado en el armario. Pero de todos sus chiches el preferido de Bonnie pronto pasa a ser Forky (voz de Tony Hale), un muñequito que la niña confecciona a base de basura durante su primer solitario día en el jardín de infantes. Su naturaleza de chatarra deja al muñeco con tendencias “suicidas” (quiere desecharse a cada oportunidad) y Woody raudamente se nombra a sí mismo protector y mentor del juguete favorito de Bonnie, sin duda para volver a sentirse importante o al menos útil. La familia se va de vacaciones, la niña trae sus juguetes consigo y las circunstancias pronto los separan. La mayor parte de la película se divide entre dos sitios: un parque de diversiones y una tienda de antigüedades, ambos aprovechados al máximo desde un punto de vista estético y logístico. En el parque Woody se reencuentra con Bo Peep (voz de Annie Potts), otrora interés romántico, misteriosamente ausente de la película anterior (el prólogo se hace cargo de explicarlo). La macabra tienda en cambio es dominio de Gabby Gabby (voz de Christina Hendricks), una muñeca que desea apoderarse de la rara batería del vaquero y a sus efectos toma de rehén a Forky, armada con un séquito de siniestros muñecos de ventrílocuo. En una película colmada de personajes (la serie ha juntado unos cuantos a lo largo de los años), todos tienen algo para hacer y aún entonces dejan espacio para más. Entre los nuevos se destacan una dupla resentida de premios de carnaval (voces del dúo cómico Key & Peele) y un motociclista (voz de Keanu Reeves) frustrado por las exageraciones de su propio comercial. Bo Peep bien podría ser un nuevo personaje: la pasiva pastorcita se ha transformado en un espíritu libre lleno de vigor y sentido de la aventura, evocando a las heroínas modernas de Disney. Las últimas dos películas han sido mayormente un esfuerzo coral, pero Woody y Bo Peep son los indiscutidos coprotagonistas de ésta, con Buzz Lightyear (voz de Tim Allen) relegado a la distensión cómica. Puede que no sea la película más sobresaliente de la serie, y que su existencia haya sido concebida a pesar de un final perfecto más que como una extensión de una historia que necesitaba continuar. Pero hacia el final de la cinta, que culmina con el ya obligatorio lagrimón, Toy Story 4 ha probado su valía. Demuestra que la franquicia bautismal de Pixar continúa siendo la mejor: tierna sin ser condescendiente, graciosa sin ser cínica, de una animación preciosa y efervescente, versátil como para sobrevivir cuatro iteraciones sin perder la magia o la dignidad, pero siempre entorno al mismo núcleo de ideas que los propios personajes desarrollan con naturalidad a medida que van creciendo hacia el infinito y más allá.
Woody, Buzz y compañía están de vuelta. Luego de una emocionante tercera parte era posible que no existan más historias de este universo. Pero con algo de escepticismo (sincerémonos) descubrimos hace un año que se venía una nueva película. ¿Una precuela? ¿Una nueva trilogía como Star Wars? Que gran sorpresa disfrutar de esta experiencia cinematográfica sin tanta información, solo maravillándose con lo que estos personajes pueden ofrecer… y el cine también. Toy Story 4 es un epílogo, uno que no sabíamos que necesitábamos… es una historia de amistad, lealtad, amor, compañerismo. Es crecer, descubrirse, enfrentar los conceptos conocidos. Es una gran enseñanza sobre los que son distintos, sobre lo que es ser distinto. Es una aventura de pies a cabeza, en un universo totalmente verosímil, ya establecido. Todo lo que conocíamos se ve movilizado con una nueva información: todo puede ser un muñeco, si un niño pone su imaginación en eso. Así que en la nueva familia donde se encuentran nuestros personajes ahora, un nuevo compañero hace acto de aparición: es Forky (tenedorcito, sería…), un tenedor customizado por Bonnie (la nena a la que Andy dejó los muñecos) en su primer día de colegio. Pero claro, Forky no entiende nada… cree ser basura, no cree ser merecedor de llamarse un juguete, de ser amado. Un viaje como recompensa por haber superado su primer día en el colegio es la excusa para poner a todos nuestros muñecos favoritos en una épica que tiene muchos factores en común con las anteriores películas, pero distinta. Estamos frente a una película más de Woody que de Buzz, una suerte de círculo que se cierra sobre el Sheriff favorito de Andy. Tom Hanks se luce aportando todo el carisma y corazón que su personaje necesita. Por su parte, Tim Allen le da a su policía espacial una nueva capa teniendo que escuchar su voz interior. Es una película llena de rencuentros (bienvenida nuevamente, Bo Peep), de nuevos “villanos”: Christina Hendricks como Gabby Gabby encuentra la perfecta alquimia para ser vulnerable y terrorífica; el dúo de Bunny y Ducky (Jordan Peele y Keegan-Michael Key) aportan grandes dosis de humor, sobre todo en sus escenarios mentales; y Keanu Reeves nos sigue demostrando porque es uno de los mejores artistas autoconscientes vivo, haciendo brillar a su Duke Caboom en las pocas secuencias que tiene. Dirigida por Josh Cooley (que solo ostenta en su CV dos cortometrajes -uno de ellos el de La primera cita de Riley, de Inside Out-) y con guiones de Andrew Stanton (uno de los padres de la criatura) entre otrxs, tenía la dificultad de parecer innecesaria, y se abre paso a través de sentimientos, sensatez y mucho (MUCHO) carisma. Es menester hacer hincapié en lo que puede hacer gráficamente la gente de Pixar, las texturas, el color, los escenarios… todo es un diez absoluto. Toy Story 4 es un epílogo que suma elementos nuevos a este universo. Es otra carta de despedida, es seguir gastando pañuelos en el cine, es entender que jugar es eterno, como la aventura, como la risa… sin importar la edad, básicamente dejándose maravillar.
Reinventarse es parte del proceso Cuando se creía que Toy Story (1995) había llegado a su conclusión con una última parte de su trilogía lanzada en 2010, Woody y Buzz vuelven a la pantalla grande en una suerte de epílogo para la historia de nuestros juguetes favoritos. Después de haberse despedido de Andy, la pandilla de juguetes continúa acompañando a Bonnie en su crecimiento. Así Toy Story 4 (2019) se focaliza en ver más allá de la imagen principal y va a las segundas oportunidades y otro punto de vista de sus propias vivencias y experiencias. Toy Story es un momento de redescubrimiento: la búsqueda interna de cada uno en relación a su proposito y objetivo en la vida. Una búsqueda que a medida que los años pasan, puede -y debe- ir mutando con el crecimiento. Tanto Toy Story como los mismos personajes deben reinventarse nutriéndose de nuevos actores secundarios en esta historia pero tomando como base a los propios y más antiguos. En este foco entra Bo Peep, la pastorcita que vuelve a escena después de ser ignorada en la anterior entrega. Por otro lado, Pixar entendió el cambio de paradigma que hace años está replanteando el lugar de la mujer y rescató a Bo Peep para presentarla como un personaje independiente, fuerte y único. No necesita frases hechas o forzadas para tomar postura ya que el desarrollo de Peep se comprende con fundamentos y acciones correctas en su realización. Narrativamente Pixar sigue dejando con la vara más alta a la saga que lo puso en boca de todos hace ya más de 20 años. Sin tanta pretensión de buscar un final y cierre -como se presentó la tercera parte- Toy Story 4 entretiene de principio a fin tomando como base a los nuevos personajes secundarios. Una película que nutre el universo de Andy y Bonnie mostrando por primera vez adultos en la escena como también la creación de juguetes por parte de los niños. Además, Toy Story planta esta idea de nacimiento, inclusión y acompañamiento en los primeros momentos, en este caso, con Forky. Toy Story 4 no necesita caer en lugares comunes ni golpes bajo para generar emoción o atrapar al espectador con su historia. La esencia de Toy Story es lo que la hace tan única e inigualable al resto de las películas del género. Más allá de nuevos personajes, historias o conclusiones, siempre la diversión, el humor y la creatividad para acompañar a estos juguetes en cada momento de sus vidas- y las nuestras- hacen de Toy Story un fenómeno único y empatico para todos. Es un film para los niños que crecieron y ya son adultos con otras responsabilidades y también para los más nuevos espectadores que se ríen y divierten con las ocurrencias y aventuras de Woody, Buzz y cada uno de los integrantes que hacen de Toy Story una película entrañable. Tal vez, solo tal vez, Toy Story 4 sea el epílogo sustancial para decir adiós de una vez a estos juguetes que hace más de 20 años lograron emocionar al público. Un «tal vez» porque con Woody y Buzz nunca se sabe…
Los juguetes también son personas “El significado de la vida no es algo descubierto, es algo moldeado” (Antoine de Saint-Exupéry). Toy Story 4 llegó en el momento justo para hacernos notar que cuartas partes pueden ser buenas (sí, hay muchas sagas con películas que valen la pena hasta la segunda y que ya una tercera y cuarta resultan insostenibles). Y Disney Pixar nos muestra que podemos seguir creyendo en el cine, y que aun podemos encontrar películas hechas con el corazón. Logra moldear a sus personajes principales para ingresarnos a un juego donde lidiamos con los grandes propósitos y cuestiones de la vida humana. Toy Story 4 es la combinación perfecta de comedia y tragedia. Deslumbra visualmente y mantiene su equilibrio a lo largo de sus 100 minutos (prácticamente misma duración que la tercera parte), y en ningún momento parece que le sobren escenas. No parece una secuela. La acción, la emoción, las despedidas parecen aparecer por primera vez en el universo de estos juguetes. Quienes vieron la última película (¿existe alguien que aún no lo hizo?) recordarán que creíamos que tenía el final perfecto: Woody (voz de Tom Hanks), Buzz (voz de Tim Allen) y el resto del equipo fueron donados por Andy, su dueño original, a una niña llamada Bonnie. Bueno, a partir de allí comienza Toy Story 4. Luego de un breve flashback que da lugar a los títulos, nos encontramos en el primer día de adaptación en el jardín de infancia de Bonnie. Woody se esconde en su mochila buscando acompañarla moralmente en ese gran desafío. Con alguna ayuda del sheriff, Bonnie pone manos a la obra en su tarea de manualidades, y es así que instintivamente construye a Forky (voz de Tony Hale), un introvertido y ansioso personaje de ojos saltones hecho de basura. Bonnie inmediatamente se siente acompañada por él y es así que lo lleva a su casa. La acción luego se remonta a un viaje de Bonnie y su familia por la carretera en una casa rodante. Y es allí donde Toy Story 4 pega el salto a la aventura. Forky intenta escapar reiteradas veces (no comprende por qué es un muñeco y el afecto de Bonnie hacia él), mientras que Woody intenta persuadirlo y ayudarlo a entender. No es un spoiler que Woody, gracias a una determinada circunstancia, se encuentra con su vieja amiga Bo Peep (voz de Annie Potts). Lo interesante será ver de qué forma él y Forky se embarcan en el peligroso intento de encontrar a la muñeca de porcelana: entre las antigüedades de la tienda se encontrarán con Gabby Gabby (voz de Christina Hendricks), una muñeca “parlante” del estilo Chatty Cathy; y a sus secuaces: un grupo de inquietantes muñecos ventrílocuos conocidos como The Bensons con cuellos flexibles que sonríen maliciosamente. La muñeca de ojos enormes vive en un gran gabinete de China que mira sobre el resto de la tienda, pero cuando baje para dar su paseo nocturno en un coche de bebé, se llevará a cabo el primer encuentro con Woody. Hay que decir que la historia en Toy Story 4 no es el punto fuerte, sino que por el contrario se basa en una fórmula probada hace tiempo, no solo por Disney Pixar, sino por muchas otras casas productoras. Pero es la forma en la cual su director Josh Cooley, principalmente junto a los guionistas John Lasseter y Andrew Stanton, logra llevar a la pantalla algo de frescura ante tanta reiteración. Y no solo Forky es divertido y significativo, sino que otros nuevos personajes aportan su parte. Hablo de Bunny (voz de Jordan Peele) y Ducky (voz de Keegan-Michael Key), una dupla valiosa que llevará a Buzz al límite del delirio; y una tercera incorporación: Duke Caboom, la figura de acción que conduce una motocicleta, con la voz de Keanu Reeves. Podemos mencionar que además de su música, lo más deleitable de ver en Toy Story 4 es la riqueza de sus escenarios: probablemente estemos, junto a Caco, en presencia de la película de Disney Pixar más rica visualmente. La tienda de antigüedades mantiene un detalle elegante de juguetes y objetos de diferentes épocas, que van desde colores marrones a los brillos de la porcelana, pasando por el neón. Un excelente trabajo de la luminosidad trazando todo el largometraje. Toy Story 4 es la película más adulta de la saga. La relación de Woody con Andy y actualmente con Bonnie, nos remarcan valores como la lealtad; además el sacrificio personal que debemos llevar adelante por nuestros sueños, representado por los “juguetes perdidos”. Es una oda al trabajo en equipo, el ingenio y la creatividad como escapatoria de los problemas. Toy Story 4 llega justo a tiempo para redimir nuestra fe en la humanidad.
Cualquier teoría (…) que sea consistente es incompleta (Teorema de incompletitud, Kurt Gödel) Hace ya veinticuatro años desde que Pixar revolucionó nuestra infancia mostrándonos la vida secreta de los juguetes. Con el paso de los años supo además revolucionar la manera en que vemos esa etapa de la vida que a veces idealizamos, otras añoramos y unas pocas conscientizamos las certezas más hondas que adquirimos de niños. Ahora, este jueves, nos brindan una cuarta entrega donde Buzz, Woody, Jessie y la banda se reencuentran con unas amigas del pasado y conocen nuevos amigos. En cada parte de la saga, los realizadores se han turnado para explorar, desde distintos roles, las dinámicas internas de las aventuras y los aprendizajes de estos juguetes a medida que Andy y Molly crecían. Basta detallar los créditos de las películas anteriores para darse cuenta de que Lee Unkrich, por ejemplo, editó la primera, co-dirigió la segunda y dirigió la tercera. El mismo Cooley, quien se estrena como director de largometrajes con Toy Story 4, colaboró con el guión de Toy Story 3. O que el mismo Axel Geddes, editor de la cuarta, asistió la edición de Toy Story 2. Estos parecerían datos menores, pero permiten entender que el ensamblaje del humor, las sorpresas y los momentos de aprendizaje en las tres películas anteriores y ahora en esta cuarta, se dan tan fluidamente porque hay un conocimiento pleno de los procesos de cada personaje y de las historias. En la primera parte, era el temor a la novedad (la llegada de Buzz) lo que comandaba la trama, la adaptación a los pequeños cambios. Que Lightyear fuese un astronauta nos sugería que lo semejante a otro mundo; en realidad no dejaba de pertenecer al propio mundo interior de Andy. En la segunda, los juegos se convertían no ya solo en interés para los niños, sino en tesoro para los adultos coleccionistas. ¿Vale más “jugar por un rato” o atesorar juguetes para hacer dinero de ello? Como si la alegría de vivir fuese alegría de jugar. En la tercera, la necesidad de un cierre nos daba un recorrido por aventuras intensas, el paso por el jardín de infancia (no todos los juguetes son para todas las edades) y la despedida emotiva pero sensata que todos necesitamos para crecer o para, por lo menos, pretender que lo hemos hecho. Hago este breve recuento porque la cuarta parte no está exenta de una añoranza que se despliega como un fantasma. Andy es mencionado varias veces, pero el guión nunca abusa de ello. Andy es un ejemplo para motorizar los cambios de algunos personajes y, principalmente, de Woody. En esta ocasión, son tres centros los que movilizan la historia: la utilidad de la basura, escuchar la conciencia y conceder las herramientas de uno mismo a quien las pueda necesitar. Y como ocurría en las entregas anteriores, estos centros no se disponen como “mensajes” con los que nos martillan (probablemente la tercera fue la más torpe en este sentido aunque salía ilesa al final), sino como situaciones a trabajar con bastante agudeza. La conversación entre Forky y Woody cuando se pierden lleva a otro nivel un tópico que la saga venía trabajando previamente: las fantasías lúdicas de los niños permiten incluso crear otro juguete. Y esta creación puede provenir de la misma basura. Los realizadores no se van por el camino del reciclaje, tan en boga y necesario hoy, pero lo bordean con suficiente profesionalismo como para que incluso un psicoterapeuta pueda ver una oportunidad tremenda de cómo hablar con los niños de ciertos temas. Y si atender a la basura es un asomo de depresión, la película no puede estar más alejada de lo clínico, pero le basta con sugerir su importancia a través de una emotiva canción de Randy Newman dedicada a ello. Escribir sobre la voz de la conciencia y ceder ciertas herramientas propias delataría parte de la trama, pero lo cierto es que los guionistas logran darle otro giro a la maldad en esta entrega. Si antes Lotso y Stinky Pete terminaban a la fuerza en manos de algún personaje, en esta ocasión hay una toma de conciencia por parte del “malo” que renueva la perspectiva. Y de a ratos se siente cierta incompletitud en las escenas, a pesar de que el humor fluye tan bien como los instantes de acción. De todas maneras, la propia película nos está diciendo a fin de cuentas que a veces no está mal andar un tanto incompletos con tal de satisfacer a otros. Finalmente, un paralelismo con la mitología griega agigantaría la impronta que tiene esta saga para algunas generaciones, pero pondría en su lugar la percepción contradictoria de que, entrega tras entrega, los juguetes parecen terriblemente humanos, y los humanos parecen quedar casi por completo en manos de las fantasías lúdicas. Como ocurre con la mitología, donde los dioses son más humanos que los propios hombres, en la saga esto ocurre por la percepción de la técnica. La animación de los juguetes posee más detalles fascinantes en sus facciones y movimientos que los personajes humanos. Pero en esta ocasión, se extiende a la manera en que los juguetes expresan que pertenecen a un niño. Dicen “tienes un niño” o “tengo una niña” como efectivamente dicen los progenitores cuando se refieren a sus hijos. Con agudeza la película está apelando aquí a los padres que hace más de veinte años vieron la primera Toy Story. Sin embargo, la película no confunde la potencia imaginativa de los juguetes y les concede a los padres su lugar en la historia. Si el papá de Andy estaba ausente en las tres películas anteriores; ahora, por ejemplo, Debbie y una niña perdida en la feria tienen padres que se preocupan por sus hijos y los ayudan a seguir con sus fantasías en compañía de los juguetes. La manera como toda la saga ha trabajado hasta ahora el compañerismo da cuenta del papel preponderante de las relaciones francas como valores lejos de la pureza, pero ricos en detalles. El ejemplo perfecto es Gabby Gabby, pero también Forky y, en especial, Bo Beep. Refresca que un personaje femenino nos muestre los beneficios de la soltería como una manera de descubrir el mundo fuera de cuatro paredes. Incluso la resolución para ella parece desarrollarse, si no de forma novedosa, sí fuera de lo usual para una mujer que en entregas anteriores habíamos visto más como un personaje tradicional y pasivo. Toy Story 4 se las arregla para conmovernos, hacernos reír, entretenernos y pensarnos sin necesidad de hundirse por demasiado tiempo en las profundidades de alguna de esas impresiones.
La ópera prima de Josh Cooley, al tener que retirarse por terribles acusaciones hacia John Lasseter, responsable de las dos primeras entregas y la tercera a cargo de Lee Unkrich (1995, 1999 y 2010) viene a coronar la historia de estos simpáticos juguetes que acompañaron a Andy durante su infancia, hasta que en la tercera parte vemos como éste parte a la Universidad, dejándole sus juguetes más preciados a Bonnie (Madeleine McGraw). El tercer film fue tan perfecto y emotivo que nunca pensé que habría una cuarta...pero llegó. Los juguetes son los mismos hasta que Bonnie empieza el Jardín y al tener que hacer una manualidad produce un juguete hecho con material de la basura al que llama “Forky” (Tony Hale), el mismo es una mezcla entre una cuchara y un tenedor con ojos extraños y patitas de madera. Ella se encariña tanto con él que pasa a ser su juguete preferido y Forky sólo quiere volver a la basura, adonde cree que pertenece. Ahí nuestro héroe Woody (inconfundible voz de Tom Hanks) intercede para rescatarlo una y otra vez. Cuando la familia emprende un viaje familiar, Woody se reencontrará con su amor Bo Peep (Annie Potts) la hermosa muñeca de porcelana y juntos ayudarán a que Forky permanezca en la familia “porque los juguetes crean memorias para el resto de nuestras vidas”. A ellos se les suman nuevos personajes, uno más divertido que otro, el más significativo, además de Forky es la muñeca antigua Gabby Gabby (Christina Hendricks) acompañada por temibles secuaces, que finalmente sólo busca alguna niña que la quiera. Los nuevos son además Ducky, Bunny, Combat Carl (un doble de riesgo muy gracioso con la voz del gran Keanu Reeves) entre otros. No voy a spoilear toda la historia, sólo voy a recomendar con fervor un producto hecho con la más alta tecnología, detalles increíbles y brillantes para ver más de una vez, aspectos técnicos geniales y un guión divertido e ingenioso que logra que los personajes secundarios se destaquen tanto como los principales. Buzz Lightyear (Tim Allen) está ahí, no se preocupen...aunque los legendarios (como Cara de Papa o Rex), salvo Woody y Bo Peep, no participen tanto. Como en la vida, hay que darle lugar a los nuevos. La película está llena de persecuciones y mucho humor. Sin dudas, una nueva y última (?) gran aventura de una saga que no deja de superarse y sorprendernos. Gran paleta de colores, vayan a verla... ---> https://www.youtube.com/watch?v=NK942LL5PzY DIRECCIÓN: Josh Cooley. VOCES ORIGINALES: Tom Hanks, Tim Allen, Joan Cusack, Patricia Arquette, Laurie Metcalf, Bonnie Hunt, Keanu Reeves, Christina Hendricks, John Ratzenberger, Don Rickles. GUION: Stephany Folsom. MÚSICA: Randy Newman. GENERO: Infantil , Familiar , Aventuras , Animación . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 100 Minutos CALIFICACION: Apta todo público DISTRIBUIDORA: Buena Vista FORMATOS: Imax, 4D, 3D, 2D. ESTRENO: 20 de Junio de 2019 ESTRENO EN USA: 21 de Junio de 2019
A ver: no sólo al final de Toy Story 3 todos lagrimeábamos, por la despedida de Andy, que regalaba sus juguetes, entre ellos a Woody, a Buzz, al Señor Cara de papa, a la vaquera Jessie, al dino Rex, al perro Slinky. Unos minutos antes, cuando parecía que el fuego se iba a comer a nuestros juguetes amigos, nos tomábamos de la mano como hacían ellos en la pantalla ante el posible final. No fue ni uno ni otro el final de los juguetes, ni de la saga de Toy Story, porque aquí estamos, a nueve años de lo que se asemejaba a un final redondo, con Woody, Buzz y nuevos juguetes, ahora en nuevas manos. Las de Bonnie, la pequeñita que los recibía en su hogar luego de que Andy marchara a la Universidad. La pregunta, hace nueve años, no era si la historia seguiría. Lo que nos preocupaba era cómo iban a estar nuestros amigos en esa nueva casa. Y, después, qué aventuras iban a seguir. Bueno, en Toy Story 4, que tampoco parece tener un cierre definitivo, así como en la 3 había una despedida casi forzada -la de Andy-, se produce otra. Y también hay un reencuentro. No se trata de spoilear, porque qué mejor que llegar a la butaca del cine y disfrutar lo que la gente de Pixar nos quiere ofrecer. Sí vale decir que las tramas empiezan a repetirse, a reiterarse, y a no tener sorpresa. Siempre hay un juguete que rescatar o salvar. Bonnie es muy chiquita, y cuando va a empezar Jardín de infantes, con todos sus miedos, ¿quién va a ayudarla, escondiéndose en su mochila, sino Woody? Allí, jugando y casi sin querer, Bonnie crea su propio juguete con un tenedor de plástico. Le pone ojos, boca, bracitos y piernas. Pero Forky, como lo llama, siente que su lugar no es entre los juguetes, sino en el tacho de basura. Así que ¿adivinen quién también, estará siempre atrás de él, cuidándolo? Woody es el gran protagonista de Toy Story 4, más que Bonnie y más que Forky (y que Buzz, y que Jessie). Pero la que regresa tras su notoria ausencia en la 3 es Bo Poop, la pastorcita, a quien Woody encuentra en una casa de antigüedades en un viaje de fin de semana que hace la familia de Bonnie. Y junto a ella, otros muñecos un tanto terroríficos, como la muñeca Gabby Gabby, y quienes la secundan. Hay un homenaje a El resplandor, de Kubrick, porque aunque John Lasseter ya no esté detrás de cámaras como en la 1 y la 2, esta gente sabe de cine y las citas cinéfilas para los mayores no faltan. Tampoco ha cambiado nada en cuanto a las emociones, el humor, la solidaridad entre los juguetes amigos y la creatividad sorprendente en la animación. Ya cuesta distinguir qué es agua creada por computadora y qué una gota de lluvia real. La de Toy Story es una de las sagas animadas más queribles y compradoras, que ya pasa de generación a generación. Podría terminar con esta cuarta aventura, sí, pero…
Uno de los males que suele aquejar a las secuelas de películas taquilleras producidas en Hollywood-aunque no solo allí- son los finales múltiples. Cuando la narración tiene dos, tres y a veces cuatro escenas que intentan concluir la historia, la satisfacción buscada por sus guionistas se diluye tan rápido como aumenta la duración, usualmente exagerada por esta misma causa, del film. En el caso de la saga de Toy Story, después del perfecto cierre que aportó la tercera entrega del cuento que cambió la animación para siempre, una nueva película se parece bastante a esos films con demasiados finales. Tan brillante fue la película anterior que en comparación cualquier intento de continuación iba a ser inevitablemente decepcionante. Y lo es. Toy Story 4 está bastante lejos de la maestría y el ingenio desplegado en sus antecesoras, especialmente la tercera película, que culminaba con el fin de una era: Woody y el resto de los juguetes pasaban del cuarto de Andy, listo para irse a la universidad, al de la pequeña Bonnie, feliz con sus nuevos amigos de plástico y peluche. Aquella lección sobre el paso del tiempo, la necesidad de aceptar los cambios y la melancólica alegría de empezar de nuevo vuelven a aparecer en esta nueva película, como si alguien hubiese pensado que el final de la anterior necesitaba más espacio y tiempo de desarrollo. El resultado de esa decisión es un film entretenido, repleto de impresionantes logros visuales que no dejan de sorprender -a pesar de la calidad a la que Pixar tiene acostumbrados a los espectadores hace más de dos décadas-, pero que al mismo tiempo no aporta nada demasiado novedoso a lo que ya se había contado antes y mejor. Claro que aun sin ser una de las películas más inspiradas del estudio de animación que creó maravillas como Wall-E y Ratatouille, Toy Story 4 tiene pequeñas burbujas de alegría sin diluir. Que en gran medida derivan de la aparición de los nuevos personajes que se suman a la banda del cowboy Woody, relegado a quedarse en el placard cuando llega la hora de jugar. El nuevo favorito de Bonnie es Forky, un juguete que la nena confecciona con sus propias manos a partir de un tenedor de plástico y algunos materiales de descarte. Así, la trama le da espacio a esa proclividad de algunos chicos de entusiasmarse más con el envoltorio del regalo que con el regalo mismo. El delicado balance entre las expectativas y la realidad se repite en toda historia. Le sucede a Woody, que creyó que su vida con Bonnie sería igual a la que tenía con Andy, y a Duke Caboom (Keanu Reeves le presta su voz en la versión subtitulada), el muñeco articulado que no logra hacer las piruetas que su publicidad prometía. Y tal vez le ocurra también al espectador, que esperaba algo más de los viejos juguetes.
Después de Toy Story 3 en 2010 pensábamos que la saga estaba terminada con un final redondo y muy emocionante, en lo que fue, la mejor película de Pixar según la crítica. Sin embargo, y casi de sorpresa hace unos años nos llego la noticia de todavía le quedaba un capítulo más a esta saga, esta vez con un nuevo director, Josh Cooley. Llegó el momento y Toy Story 4 ya está en los cines y como no podía ser de otra manera, es una muy buena película tal como ya nos acostumbraron. Sin embargo, lejos quedó de la excelencia de su anterior entrega y por eso en esta crítica nos haremos hincapié en aquellos detalles que la hacen la película más "floja" a pesar de que el resultado final es muy positivo. En primer lugar, Toy Story 3 era el final perfecto, Andy creció y la separación con sus juguetes ponía fin a un ciclo que comenzó allá por 1995. Esta nueva entrega vendría a ser una especie de epílogo, contándonos un capítulo más de esta historia que para algunos posiblemente sea innecesaria, notándose en algunos momentos por una falta de ideas para resolver ciertas incógnitas. Otro punto a tener en cuenta es la emoción. En la 3 ya arrancábamos emocionados, no solo por volver a ver a Woody, Buzz y todos los personajes 11 años después, sino por que ya sabíamos que tarde o temprano los juguetes se iban a separar de Andy (y quizás entre ellos), algo que era totalmente inevitable. Ahora tenemos una historia que en todo momento, a través de la aventura, busca justificar la emoción que recién llega (y medio que de la nada) en los últimos 10 minutos de la película y de una forma que tan rápida que no nos dan tiempo a largar todas las lagrimas (aunque no se puede negar que esas lagrimas si existen) y que rompe con varios conceptos que se fueron armando a lo largo de todas las películas. En esta nueva historia, Woody intentará convencer a Forky, una manualidad creada en el primer día de jardín de la pequeña Bonnie, que no solo es un juguete, sino que es trascendental para el crecimiento de la niña, al mismo tiempo que irá descubriendo que para la pequeña, él ya no tienen esa importancia que si la tenía con Andy. Cuando Bonnie lleva a todo el grupo a su excursión familiar, Woody termina en un inesperado desvío que incluye un reencuentro con su vieja amiga perdida Bo Peep, un personaje que de haber sido omitida en la última película pasa a tener un notable protagonismo . Otro aspecto que no termina de conformar es que la vieja banda de juguetes, los clásicos, tienen un protagonismo muy menor (incluido Buzz) con respecto a otras películas. Es que claro, los verdaderos protagonistas terminan siendo Woody y Bo Peep, pero sin dudas se espetaba un poco más de los otros personajes. Todo esto no quita que Toy Story 4 es una película muy divertida, con una excelente animación, con las dosis de humor justa y con personajes alocados que de a poco entraran en nuestro corazón. Ahora sí, creemos, llegó el adiós definitivo de una saga de película "infantil" pero que terminó atrapando a mas de una generación y que pasará a la historia de lo mejor del cine, pero con Toy Story uno nunca sabe si todavía que algo más para darnos..
Me llene tanto la boca diciendo “P.I.X.A.R. va a cagarla, el final de la 3 fue perfecto, no pueden arruinar todo así por guita (…)” que ahora me da un poco de verguenza salir a decir que la cuarta película de esta saga que tanto amo es probablemente una de las películas mas geniales y creativas que salieron en esta primera mitad del 2019. La historia sigue a Woody, Buzz y compañia en un viaje por la ruta junto a su nueva dueña Bonnie (la nena a la que Andy le regala sus juguetes al final de TOY STORY 3 … spoilers … supongo). En la banda nos encontramos a un nuevo integrante que trae a cuestas el drama existencial que enriquece la trama, Forky, un mitad tenedor mitad cuchara creado por Bonnie en su primer día en el jardín de infantes. Incomodo con su sensación de estar vivo el juguete salta del vehículo en el que se encontraban viajando, por lo que el vaquero de la serpiente en su bota ira, como siempre, al rescate … voy a volver con ésto más adelante. En su aventura Woody se reencuentra con su antiguo amor Betty, la pastorcita de las dos primeras entregas, la cual le genera al vaquero otro dilema que nos vuelve a hacer sentir muy identificados con el personaje. Woody debe ser uno de los personajes con los cuales uno más puede empatizar, desde sus bajezas hasta sus virtudes. Uno entendía sus celos hacía Buzz Lightyear en la primera entrega … después de todo el niño que jugaba con el estaba dejandolo de lado por un juguete mejor. En la segunda entrega (la mejor para mí, la decisión de incluir bloopers al final me parece una de las mejores de la historia del cine) acompañamos al vaquero en un conflicto muy interesante, volver con Andy para jugar con el en lo que quedaba de su infancia, a pesar de ser conciente de que éste en algún momento iba a crecer y dejarlo de lado, o irse a un museo en Japón en donde, si bien no iba a ser olvidado, nadie iba a jugar con el nunca más. Luego en la tercera parte enfrentamos lo inevitable, el Andy adulto, acá vemos a un Woody que se niega a abandonar a su niño, totalmente negado y dispuesto a todo por acompañarlo. La tercera entrega cerro con una de las escenas más emotivas del cine, una despedida que nos toco por el solo hecho de que Andy es nosotros, crecimos (hasta literalmente hablando) junto a el, la despedida era hasta personal, eramos nosotros diciendole adios a nuestra niñez. La cuarta parte sigue éste camino pero con nuevos elementos, estabamos acostumbrados a ver como Andy sentía una preferencia por Woody, pero ahora con Bonnie eso no es tan así. Sin embargo, el vaquero se lanza en busca de Forky solo porque es el nuevo preferido de Bonnie, lo cual nos lleva a una etapa del personaje en la que lo vemos con terror de perder su rumbo y quedarse sin un motor que lo haga sentirse pleno. Buzz Lightyear toma un rol un poco mas secundario en está entrega, pero cada escena con el es un gusto, los guionistas mantuvieron la personalidad mambeada y heroica del guardián estelar y, a pesar de no haber profundizado mucho en el personaje, tuvo sus momentos de gloria tanto en lo que es acción como en comedia. Los demas juguetes como Ham, Los Cara de Papa, Rex, Slinky y la nueva banda de Bonnie fueron puestos más como personajes de soporte, se les dio una subtrama brillante con una culminación hilarante pero el peso se dejo caer sobre los personajes nuevos. La dupla cómica Key y Peele interpretan a dos ositos de peluche de feria con una personalidad delirante, lo cual le permitió a los escritores agregar nuevos elementos narrativos que hicieron de está entrega la mas ágil y bien armada de las cuatro. Visualmente estamos ante la mejor entrega. La primera película se vio limitada por tecnología de aquella epoca (los nenes de la fiesta de Andy son todos Andy), la segunda, gracias a un mayor presupuesto, la rompió utilizando unos diseños de paisajes mas realistas que permitan sacar a relucir el potencial que P.I.X.A.R. por aquellos días. Acá seguro me van a re putear, pero siento que Toy Story 3 es la mas floja de la saga por su apartado visual, la paleta de color era muy amarronada, los ambientes eran incomodos y, si bien la primera vez me resulto algo re loco para una película de Toy Story, con el tiempo empece a notar que no me la quedaba viendo enganchado como la 1 o la 2 y todo se debe a que para mi gusto el filtro sucio que le hicieron no me hace querer revisarla tanto como las anteriores. En esta cuarta películas los colores son gloriosos, la casa de antiguedades cuenta con unos diseños increíbles que deja en evidecia algo que siempre digo con mis amigos cuando hablamos de estas películas … “a éstos tipos no se les escapa una”. Todo chiste o idea que puedan incluir en los ambitos en los que desarrolla historia son buenos, nunca fallan. Hasta tenemos a Keanu Reeves haciendo de un muñequito temerario con una crisis de identidad (gracias a la distribuidora por pasar la película en Ingles). Hay puntitos flojos, pero todos vienen de un veneno que esta afectando a la industria del entretenimiento desde hace rato, la agenda política progresista. Betty es el personaje menos interesante de la película por lo genérico que es, ya nos estamos cansando un poco de los personajes femeninos sin falencias ni defectos, emponderar al sexo femenino no es considerarlo superior a toda especie sobre la tierra, sino darle una buena historia que iguale a la de sus coprotagonistas, como fue el caso de Jessie en Toy Story 2 (por cierto, el cierre del arco argumental de Jesse es una joya). El problema no es que hayan hecho de Betty una guerrera salvaje, sino que quieren hacernos creer que ella siempre fue así, además de la evidente unidimensionalidad que se le da al personaje para evitar ofender a aquellos sectores que piden cambios excesivos en lo que nosotros amamos y ellos ignoran. No obstante los escritores son inteligentes y desviaron la atención para otro lado, dejando a Betty como un personaje de apoyo visualmente encantador del cual no se profundiza mucho más que ver como fue que se alejo de sus amigos durante la era Andy, hecho que nos había incomodado escuchar tan por encima en Toy Story 3. Les perdono ésto porque se nota que esta metido por ordenes de arriba, y como siempre digo es algo con lo que tenemos que lidiar y, tratandose de cine comercial, lo mejor es ver con que grado de viveza ejecutan las ordenes de los de arriba. Me siento un poco idiota en haber dudado de “Toy Story 4”. La verdad no sentí que la película cambie rotundamente la mitología de la saga como escuche a muchos decir, pero si que le dio un nuevo nivel de complejidad a la misma. Si bien soy medio boludo les cuento que con la otra mitad me las arreglo bastante bien por lo que les cuento que soy muy conciente de que está película está hecha para seguir exprimiendo la franquicia, pero si la hacen bien yo soy feliz … ganan ellos y gano yo. Con los excelentes TOY STORY TOONS (recomendadisimos para hacerse una previa, además hay referencias a éstos en la película) ya se estaba tanteando el terreno para ver como una cuarta película podía andar, es más, la historia se viene pensando desde antes de terminar Toy Story 3, así que rentabilidad de éstos personajes es más que clara. Considero a Woody, Buzz y compañia unos grandes amigos, y me alegro haber llorado y reído una vez mas junto a ellos una vez más. Calificación 9/10
Woody, Buzz y los demás juguetes ya están acostumbrados a la vida con Bonnie. En realidad, todos no, Woody es quien peor la pasa, porque no es el juguete favorito de la niña; de hecho, está siendo olvidado en el ropero, sin ser usado. Todo cambia cuando Bonnie asiste a la prueba del jardín de infantes, donde con sus propias manos crea un nuevo amigo, Forky. Woodyentenderá que su rol ahora es otro, mientras se adentra en una nueva aventura. Seamos honestos, luego del brillante final de la tercera, casi en un 99%, la mayoría nos quejamos al enterarnos que iban a hacer una cuarta entrega de esta saga. El cierre era perfecto, una nueva entrega era casi una declaración de estirar una franquicia que había llegado a su final natural. Y qué lindo es cuando nos cierran la boca de esta forma. Entendiendo los pasos de como continuar con una saga pero abriéndose de la trilogía original, Toy Story 4 nos muestra una faceta nueva de nuestro amado Woody, y es la de su rol de mentor. Siempre lo vimos como el juguete favorito de Andy, pero en esta ocasión, a través de él, vemos como con el paso del tiempo, todos debemos asumir que ya no somos los protagonistas de una historia, y aceptar que tenemos que cumplir otro papel, que, en algunos de los casos, es enseñar y guiar a alguien más joven que nosotros, a que pueda vivir nuestras mismas experiencias. A esto hay que sumarle la incorporación de nuevos personajes, que hacen funcionar a la película. Si bien relega a nuestros ya conocidos juguetes, también era hora de mover un poco el avispero e innovar un poco. Y los tres nuevos miembros de la franquicia brillan con luz propia. DesdeDuke Caboom (Keanu Reeves pasando el mejor año de su carrera), hasta la dupla de Bunny y Ducky quienes se roban toda la función. De todas formas, y pese a todo lo disfrutable que es la película, nunca se nos va la sensación de que, pese a que estamos ante uno de los mejores films del año, ya debería ser el final definitivo (al menos en el cine) de Toy Story. Quizás alguna mini serie o tv movie exclusiva para Disney+ sea el futuro idóneo, pero en la gran pantalla, ya se cumplió un ciclo. Toy Story 4 es sin dudas una de las mejores películas en lo que va de un 2019 bastante mediocre. Sean fans o no de la saga, es cita obligada al cine, y una de esas ocasiones perfectas para poder asistir con los más chicos de la casa, y compartir un momento con nuestro niño interior.
Toy Story 4: juguetes que no se oxidan La saga Toy Story es la crónica de un crecimiento. A lo largo de los 25 años que separan la primera de esta ¿última? entrega crecieron sus personajes humanos y el público, pero también un estudio que durante ese periodo ha moldeado el inconsciente colectivo de una generación –y más también– y desarrollado avances técnicos impensables a mediados de los ‘90. Basta ver en la primera escena los detalles del agua, ese elemento históricamente imposible de animar, para comprobar el grado de realismo que el equipo del velador saltarín fue capaz de lograr. Ese fragmento inicial funciona, a su vez, para mostrar quién será el gran protagonista del relato. Todo arranca en medio de una tormenta durante la que se pierde un autito. Si bien el rescate es conjunto –el trabajo comunitario y colaborativo es un elemento fundante de la saga–, quien se lleva los laureles es Woody, ese vaquero que supo ser el juguete predilecto de Andy y ahora está al servicio de su hermana menor. De servicios, maduraciones y grupos habla esta despedida que, ahora sí, parece definitiva. Toy Story 3 culminaba con Andy partiendo a la universidad no sin antes dejarle todos sus juguetes a la pequeña Bonnie. Era, pues, una forma de aceptar el fin de la infancia, a la vez que el reconocimiento de Pixar del fin de una etapa creativa: no parece casual que el nivel de una buena parte de sus películas posteriores haya estado por debajo de la media histórica, ni que le siguieran varias secuelas (Buscando a Dory, Cars 2 y 3, Monsters University) que perdían la chispa de las originales. Ese espíritu de cierre también mueve los hilos de una película que funge como espejo de TS3, en tanto quien cierra las cosas aquí es Woody. El problema con esa búsqueda es una tendencia a la autorreferencia que convierte a TS4 en un producto diagramado de punta a punta con la idea de saciar a sus fans. Disney, entonces, aplicando la misma receta que en la unidad de negocios del cine de superhéroes y apostando, como los políticos de cara a las elecciones presidenciales, a su núcleo duro. Opera prima de Josh Cooley, uno de los tantos miembros del Departamento de Arte que asciende escalafones dentro de Pixar, Toy Story 4 transcurre poco tiempo después de la película anterior y encuentra a Bonnie a punto de enfrentar su primer día en el jardín. Un momento de angustia que el siempre gentil Woody intentará paliar acompañándola dentro de su mochila sin que ella lo sepa. Ángel protector con sombrero en lugar de alas, el vaquero con la inconfundible voz nasal de Tom Hanks (en la versión no doblada, claro) le sirve en bandeja los materiales para crear un nuevo juguetito llamado Forky. Su diseño es básico: una cuchara de plástico, bracitos de alambre recubierto con lana, ojos asimétricos y dos pedazos de palito de helado como pies. Lo que no es básico es el progresivo aumento de su importancia dramática, así como tampoco un cambio de personalidad que va de autopercepción de desecho (Woody sacándolo una y otra vez de la basura es uno de los momentos de comedia física más logrados del año) a la aceptación de un rol dentro del grupo, del menosprecio a la seguridad aun ante sus debilidades. En ese sentido, la capacidad de Pixar de darle rasgos definidos y gramaje emocional a sus personajes a través de situaciones minúsculas se mantiene inalterable. El acto central y desenlace transcurren en un viejo parque de diversiones en el que Woody y compañía se cruzarán con nuevas criaturas –vale destacar el motoquero con la voz de Keanu Revees, quien está a un par de películas de convertirse en una parodia de sí mismo, en la línea de Nicolas Cage– atravesarán varios enredos. Demasiados, podría decirse, en tanto por momentos el guión apuesta más por la peripecia que al crescendo dramático. No obstante, TS 4 entrega varias de esas secuencias de emoción genuina que solo Pixar sabe generar. Desde ya que la emotividad estará ligada a la subjetividad de cada espectador, pero se recomienda llevar pañuelos ante el potencial diluvio de lágrimas durante la última escena.
“- ¿No volveremos a verte nunca? – Nunca es demasiado tiempo” Shane, Raíces Profundas Más de veinte años han pasado ya desde el estreno de la primera y maravillosa entrega de Toy Story (1995) a manos de John Lasseter, en donde hemos conocido a este gran grupo de pequeños juguetes entrañables. En el 2010 encontramos en Toy Story 3, el (creíamos) desenlace más emotivo, catártico y honesto con el que cierran su participación los personajes de la saga. Sin embargo, nuestra única certeza es que hablar de un final, en sentido estricto, evoca para el Hollywood actual un estado temporario e iterativo. Sobre este firmamento, aparece entonces una nueva película: Toy Story 4. El Señor de los Anillos, novela clásica del Fantasy escrita por J.R.R. Tolkien, culminaba con una variedad de apéndices, que trataban y ampliaban historias, luego de narrar la gloriosa epopeya de las legiones del Bien contra las fuerzas destructoras de Sauron, el señor oscuro. Así, podíamos saber más sobre el linaje de los reyes numenóreanos, la casa de Durin y la aparición de la raza enana o de la historia de amor entre Arwen Undómiel y Aragorn. Toy Story 4 ofrece, mutatis mutandis, un procedimiento análogo como mecanismo argumental. Por esto es que resulta lícito considerar dos ideas en paralelo que establecen una diferenciación atendible: la película anterior es la auténtica conclusión de la franquicia mientras que, por otro lado, esta nueva entrega se asemeja más a un apéndice narrativo como el mencionado anteriormente. TS4 representa una aventura hacia el interior del héroe ya maduro y también una apuesta en el riesgo de resignificación al mundo. Woody (Tom Hanks) recibe a un nuevo integrante de la comunidad juguetera, Forky (Tony Hale), a quien deberá proteger y guiar a fin de que comprenda cuál es su rol en el mundo de la pequeña Bonnie. De alguna manera, Woody actúa como una conciencia colectiva en la que viene inscrita aquella frase que pronuncia con seguridad bien entrada la película, algo así como que no hay labor más noble para un juguete que servir a un niño. Esto abre una imbricada red de cuestiones. Por un lado, subraya la idea de que los juguetes vienen con un self prefijado de fábrica. La subjetividad es algo que se va a desarrollar, pero se construye por sobre una serie de condiciones cartesianas que podríamos definir en principio, como innatas. Por ejemplo, aun en su estado paranoide durante la primera entrega, Buzz Lightyear (Tim Allen) tiene inscripto un código de conducta: sabe, entre otras cosas, que no puede moverse o hablar enfrente a los niños. Queda implícito que el manual de instrucciones de cada juguete tiene una fuerte carga simbólica hacia el usuario, pero también para el artefacto en sí mismo. Durante el filme, Woody se adentra en una comunidad de juguetes perdidos y allí contempla una verdad perturbadora: hay todo un mundo que se erige más allá de los niños y no es opaco, triste o lleno de resentimiento, sino más bien todo lo contrario. Frente a este sacudón del destino, toda la filosofía con la que venía seteado acaba desplomándose poco a poco. Woody da a lugar a planteos existencialistas centrados en la singularidad, el libre albedrío y la ética jugueteril. Desde este punto de vista, la película exhibe un cambio tan radical en la concepción del mundo que impacta violentamente sobre la comunidad, ya que Woody constituye la personificación paradigmática del modelo de juguete a seguir. Esto conlleva a un cambio en su propio status de héroe. El sheriff es quien ha tomado durante años bajo su responsabilidad el devenir de todo su pueblo llegando, muchas veces, a sacrificarse por él. Justamente el paso del tiempo hace mella, y paulatinamente va descubriendo que su lugar ahora no está junto a Bonnie y sus amigos porque ya no pertenece a ese mundo ni espacial ni temporalmente: se ha convertido en un outsider. Por ello, la entrega de la estrella de sheriff a Jessie (Joan Cusack) no hace más que cristalizar esta cuestión demostrando su alejamiento voluntario. TS4 representa el pasaje de un estado de inocencia que podría estar representado en Forky a un estado de madurez donde realmente se siente plenitud y se ha dado todo. Bo Peep (Annie Potts) ya no es la muñeca de porcelana que Woody había conocido. A través de su experiencia es quien confirma al sheriff que ya no podrá adaptarse al modo de vida que él mismo y durante tanto tiempo ha ayudado a perpetrar, pues ha cambiado. Sin embargo, hay un más allá esperanzador. Y esto es lo revolucionario de esta entrega: un personaje que en lugar de volver los pasos sobre sí mismo, toma el riesgo de aventurarse hacia otro mundo. Woody toma riesgos, elige su destino, y en esa posibilidad se redime a sí mismo, eludiendo la decadencia y la insatisfacción por ser relegado al armario. El vaquero no cabalga ya sobre la nostalgia y los recuerdos destrozados sino sobre la esperanza de que el futuro siempre nos depara cielos más felices.
Crecimos con ellos, compartimos sus aventuras, sus alegrías, sus penas. Pixar es, sin lugar a dudas, el estudio de animación por excelencia y con Toy Story 4 demuestra que sólo ellos pueden mantener a estos personajes vivos por casi 25 años y seguir sorprendiendo a la audiencia. Esta nueva aventura es un epílogo de la saga animada más famosa del cine y le da el cierre que merece, una hermosa película que se disfruta de principio a fin.
Toy Story 4 ofrece un epílogo decente de esta clásica franquicia que funciona también como el partido homenaje de los personajes que impulsaron al estudio Pixar en la industria de la animación. Una película que además tiene el enorme mérito de ser la ópera prima de un realizador que enfrentó un desafío muy complicado del que logró salir bien parado. Josh Cooley es un artista que hizo su carrera en el estudio como diseñador de storyboards hasta que un día le delegaron un proyecto que era un fierro caliente en sus manos. Dirigir la cuarta entrega de Toy Story. Una película innecesaria que el público no demandaba porque la historia ya había tenido una conclusión perfecta en el 2010. A la presión que representa el debut en la dirección para una compañía como Pixar, en este caso se sumó el hecho que si las cosas salían mal Cooley quedaría en el recuerdo como el artista que arruinó la saga de los juguetes. Por ese motivo me parece que es importante tener esta cuestión presente a la hora de reseñar el film. El director hizo un trabajo estupendo con la ejecución de esta propuesta que le hace justicia a los personajes y se encuentra a la altura de las buenas producciones de la compañía. En el pasado Pixar decepcionó con continuaciones olvidables como las de Monsters Inc, Buscando a Nemo y los bodrios de Cars, mientras que Toy Story 4 al menos mantiene el nivel de calidad y entretenimiento que el público asocia con esta serie. La trama se anima a explorar de un modo más explícito la existencia miserable y deprimente de los juguetes vivientes que entregan sus vidas al servicio de los niños para luego ser desechados cuando sus dueños crecen y abandonan la infancia. Para los espectadores adultos la crisis existencial que sufre Buddy, sumado al estrés post traumático que le generó la separación con Andy, es un gancho muy atractivo por el modo en que el protagonista termina por cuestionar toda su filosofía de vida. Un concepto que luego termina diluido por el conflicto central de aventuras donde se evidencia el desgaste inevitable que acarrea la franquicia. El film tiene numerosas situaciones redundantes que ya vimos en entregas previas y que los ochos guionistas que pasaron por este proyecto no lograron evadir. No obstante, el director Cooley logra atenuar las debilidades del argumento con un gran tratamiento de los personajes secundarios nuevos que son muy efectivos. Sin bien ninguna de estas adiciones podrían sostener una película sin el apoyo de los clásicos, como Buddy y Buzz Lightyear, a lo largo del relato tienen sus momentos destacados. Con respecto al empoderamiento femenino de la muñeca de porcelana Bo Peep, quien ahora cobró mayor protagonismo, su nuevo perfil resulta algo forzado y no se siente genuino. Una figura que fue completamente marginada en toda la saga y de la nada la convirtieron en Furiosa de Mad Max por el simple hecho que es algo correcto de hacer en estos días. En lo referido a los aspectos más técnicos, la película sobresale especialmente con el trabajo realizado en la iluminación de todas las escenas que transcurren en un negocio de antigüedades y el fotorrealismo de los escenarios que logra ser impresionante. ¿Es la obra maestra de Pixar y la mejor película de animación que se estrenó en el último tiempo? Ni de casualidad. La mejor producción del género que pasó este año por la cartelera sigue siendo, por su complejidad argumental y narrativa, Spiderman: Un nuevo universo y hasta me quedo con la conclusión de Cómo entrenar a tu dragón. Dentro de la saga Toy Story la ubicaría por debajo de la trilogía original, pero no deja ser una adición entretenida para disfrutar por última vez a estos personajes emblemáticos que dieron todo lo que tenían. El espectáculo que ofrece tiene elementos atractivos tantos para los chicos como para los adultos y es una alternativa que se disfruta mucho en el cine. En Pixar aseguraron que no habrá más continuaciones y en adelante se enfocarán en producir únicamente historias originales. Ojalá así suceda. Con la lamentable pobreza creativa que atraviesan los estudios Disney en estos días queda en ellos la responsabilidad de mantener vivo el verdadero legado del viejo Walt
Cuando en 2010 vimos el fantástico climax de Toy Story 3, aquel donde Andy le regalaba sus juguetes a Bonnie, y escuchamos: “Gracias muchachos” /” Hasta luego compañero”, todos nos deshicimos en un mar de lágrimas. Fue el final perfecto para una trilogía perfecta. Por ello, cuando anunciaron una cuarta parte hace unos años fue un desconcierto. ¿Por qué una historia más? Disney/Pixar solo quiere recaudar más y más dinero, fue lo que dijimos y pensamos muchos de nosotros. Y si bien es verdad que el mundo del cine es un negocio multimillonario, también es verdad que se eligió contar esta historia porque realmente era buena y valía la pena el intento. Sin entrar en spoilers, Toy Story 4 es la continuación que no sabíamos que necesitábamos, y un epílogo fundamental y maravilloso del arco comenzado en 1995. Si bien el hilo conductor de esta nueva aventura es Forky, gran personaje nuevo que se ve a sí mismo como basura y no como juguete, es Woody el que hilvana todo. Siempre fue su historia, y aquí se lo ve más protagonista que nunca. Como mentor, como compañero y como interés amoroso también, gracias a la triunfal reincorporación de Bo Peep, quien está más aggiornada para la nueva generación y en concordancia con los tiempos que vivimos. Si bien no está más Andy, su presencia se siente y es muy recordada. La película se hace cargo de toda la historia previa, aunque sea un nuevo comienzo. Y todo ensambla a la perfección con los nuevos personajes, no solo Forky (quien será un nuevo favorito) sino también Gabby Gabby, Ducky, Bunny, Combat Carl, y el gran Duke Caboom. Todos brillan, más en sus voces originales por supuesto. En el aspecto técnico, Pixar lo hizo de nuevo. Se supera película a película. Se nota en las texturas, en el polvo, en la lluvia. Detalles que marcan una gran diferencia con los Studios competidores. El guión es espectacular. Divertido, ocurrente y con mucho sentimiento. Este film confirma algo que ya sabíamos pero que tal vez no habíamos expresado de la manera en la cual corresponde: Toy Story es la saga perfecta y definitiva que habla sobre ser chicos y dejar de serlo. Y a su vez ofrece una mirada más que elocuente e inteligente sobre la paternidad. Toy Story 4 es la película perfecta, de esas que se van a quedar con vos toda la vida. Al igual que sucedió con la 3, el final es demoledor, pero justo y necesario. Gracias Pixar por estos personajes y esta saga increíble.
Adiós vaquero. Con la tercera entrega, Toy Story supo terminar de consagrarse como la gran pieza cinematográfica de animación que es y de conformarse como una de las mejores trilogías de toda la historia del cine. Gozando de, hasta entonces, un final perfecto cargado de emotividad, nadie en su sano juicio podía pensar que la historia continuase. Sin embargo, cuando los estudios Pixar confirmaron una cuarta parte de las aventuras de Woody (Tom Hanks), Buzz (Tim Allen) y el resto de los entrañables juguetes, era imposible no sentir que se trataba de algo totalmente innecesario. Pero lo que ocurre con Toy Story 4 es todo lo contrario, ya que no trata de borrar el hecho de que la historia terminó junto a Andy convirtiéndose en un adulto y legándole sus juguetes a la pequeña Bonnie, sino que lo que hace es culminar la historia de los protagonistas, del leal vaquero Woody puntualmente, en la forma de un maravilloso y sentido epílogo. Con —ahora sí— una verdadera última aventura, Woody se ve obligado a cambiar el rol de liderazgo que mantenía ante los otros juguetes en el hogar de Andy, para ocupar uno más semejante a la de una figura paternal. Esto sucede cuando Bonnie crea a Forky (Tony Hale), un neurótico cuchador a base de plastilina, un palito de helado y mucha imaginación, que se niega a ser un juguete y que solo desea volver al lugar del que salió: la basura. El cuidado y las enseñanzas de Woody para el pseudo juguete, antes y durante de la ya clásica situación de pérdida que suelen sufrir los personajes, son las herramientas con las que cuenta el film para reformular al protagonista de la saga. Ya sin la presencia de su antiguo dueño y sin la notoriedad del pasado, hay un aprendizaje de todo lo vivido que se termina poniendo en práctica, tanto para el cuidado de Forky como también para la supervivencia, lo que demuestra que no solo los humanos crecen. El conflicto interno de Woody está en aceptar que no es el mismo juguete de esa primera Toy Story. El tiempo pasó para él al igual que para los espectadores que crecieron con su historia, de allí también nace el importante vínculo en el cual hay una suerte de negativa por ambas partes de dejar atrás lo que alguna vez fue. Woody se muestra reticente a la idea de no vivir para hacer feliz a un niño, un tipo de vida que descubre una vez que su camino lo lleva a reencontrarse con su viejo amor perdido, la querida Bo Peep (Annie Potts). La muñeca, que ahora cuenta con un look conforme a los tiempos que corren pero que también es acorde a los nueve años que pasó viviendo en el mundo exterior, es una muestra de la elección de cambio que puede llegar a tomar Woody. Nuevamente desde un punto de vista paternal, el arco del personaje en esta entrega encuentra su semejanza en la posición de un padre que debe entender, por más doloroso que sea, que los hijos crecen y deben realizar su propio camino. Así, tomar un camino separado, alejarse de una niña como Bonnie, de un juguete que comienza a dar sus primeros pasos como Forky o de los amigos que siempre supo cuidar y guiar, implica trazar de forma independiente la propia historia de Woody. Y el film en sí mismo nos prepara para ello en un desarrollo que paulatinamente presenta nuevos personajes y se aleja de los ya tan queridos y conocidos, lo que dota a la historia de su carácter individual tanto en relación a los personajes como también en comparación con sus predecesoras. Es así como el grupo de personajes clásicos se encuentra presente sin mucho protagonismo, otorgándole un mayor lugar a Woody, Buzz y Bo Peep junto a la variedad de los más nuevos. El film consta principalmente de dos locaciones en los que ocurre la aventura, una feria de carnaval y un local de antigüedades. Estos dos mundos inmensos —para los pequeños personajes animados— catapultan una serie de momentos de peligro, comicidad e incluso horror, que se encuentran muy ligados a los temas centrales que aborda la historia. Buzz lidia con escapar de ser un premio de feria, guiado por su voz interior —o más bien el sistema de audio de su diseño— y acompañado por los peluches Ducky y Bunny (los comediantes Keegan-Michael Key y Jordan Peele), quizás los menos efectivos de los nuevos integrantes y que sin embargo cuentan con el mejor gag humorístico de esta entrega. A la vez, Woody y Bo Peep deberán rescatar a Forky que fue secuestrado por Gabby Gabby (Christina Hendricks), una defectuosa muñeca de los años 50 que anhela tomar la caja de voz de Woody para funcionar correctamente y poder ser amada por una niña. Ambos espacios donde se suceden las tramas paralelas le brindan al film un carácter muy humorístico que hace que sea una de las entregas más divertidas. Pero es más que nada todo lo sucede en la tienda de antigüedades lo que funciona como una amalgama entre la comicidad y la tensión. Esto último, subrayado por el aura tétrica que rodea a Gabby Gabby y a los escalofriantes muñecos de ventrílocuo que obedecen sus órdenes, pero también con la gran dosis de humor que desata la fallida figura acrobática canadiense Duke Caboom (Keanu Reeves), una genialidad de personaje. Y si bien la comicidad es un factor predominante, no le quita para nada el lugar a lo mucho que gana en emotividad; tal vez no al mismo nivel que logró la tercera, pero manteniendo el respeto y cariño por este mundo creado hace ya más de 20 años. El director Josh Cooley entiende perfectamente que el verdadero final de Andy y su lazo con Woody y los demás juguetes se dio en el film anterior. Es por ello que Toy Story 4 mantiene la identidad de la saga a la vez que se aparta de ello para que funcione en su totalidad como un epílogo, como el cierre a algo distinto. La cuarta parte es la menos coral de todas y eso se debe a que en su forma se desarrolla como una sentida carta de despedida a Woody, al vaquero que muchos vimos crecer y que él, del otro lado de la pantalla, nos vio a nosotros hacer lo mismo. Sin nunca perder la diversión y el cariño que despierta este viejo amigo fiel, el film es una despedida que se desconocía que hacía falta y que se agradece haya llegado. Con lágrimas en los ojos y una sonrisa en el rostro, el punto final de la historia es escrito. Al igual que Andy, esta fue la oportunidad de disfrutar jugando una última vez. Adiós vaquero.
Un digno producto Pixar que entretiene y conmueve. Al concluir Toy Story 3, la primera reacción de quien escribe esta crítica fue “Por favor que no hagan una 4°”. Había cerrado todo perfecto. No era necesario seguir. Pero estamos hablando de Disney, y las ganas de hacer secuelas o spin-offs son tan inevitables como la gravedad. Por otro lado, estamos hablando de Pixar, un estudio que se ha distinguido no solamente por ser pionero de la animación por computadora, sino por invertir el mismo tiempo en el desarrollo de sus historias que en el desarrollo de su tecnología. Una virtud que la Academia de Hollywood no pocas veces ha reconocido con nominaciones al Mejor Guion, junto a las esperables candidaturas (a menudo resultando en victorias) a Mejor Película Animada. Esta virtud era la única que le daba algo de esperanza a quien escribe estas palabras. No expectativa, sino menos temor. El que hayan tardado nueve años garantizaba moderadamente que Pixar por lo menos iba a hacer de esta ¿necesaria? 4ta parte una película decente: aunque no llega a la excelencia de la trilogía que la precede, tampoco se puede decir, en el más honesto de los absolutos, que Toy Story 4 sea algo fallido. Toy Story 4: más allá del arco de Andy Llamo así a la trilogía pasada porque ese es el ingrediente en común: Andy. Ese es el factor común, el resumen que sirve como marco de referencia a los viejos espectadores, y el punto de partida para los nuevos. Sin embargo, en esta cuarta película un tema permanece respecto de la trilogía anterior, el que podemos decir aúna a todas las Toy Story: el desapego. En la primera película era el desapego a manos de otro juguete. En la segunda se plantea el prospecto del desapego a los juguetes como un todo. En la tercera película, dicho desapego se plantea como una contundente realidad. En las dos secuelas, curiosamente, sus respectivos antagonistas plantean la que parece ser una solución a ese problema: el ser adorado no solo por un niño, sino por cientos. Una ideología que el protagonista recién ahora, con esta cuarta entrega, parece asumir como propia, pero sin llegar a la villanía o el resentimiento de dichos antagonistas pasados. La primera reacción de muchos es que con el pase de antorcha a Bonnie, ahora empezaría un arco en el que predomina ella. Pero no pasa mucho tiempo antes de que caigamos en la cuenta de que no son así las cosas, de que todo este tiempo hemos estado operando bajo la presunción de que todos los dueños son como Andy. La realidad es que no todos los dueños son benevolentes e imaginativos como Andy, y no todos los dueños son tan destructivos como Sid. Algunos dueños simplemente queman etapas más rápido que otros, y el papel de un juguete en la vida de un niño dura más que en otros. Lo de Bonnie abandonando a Woody no debería sorprender, ya que el abandono de años por parte de Andy fue como se estableció el universo narrativo de la tercera parte. Un establecimiento que el espectador aceptó con facilidad porque Andy era un chico grande. La etapa con Bonnie podrá ser comparativamente más corta, cierto, pero era el tiempo que debía durar y no más. La tesis general de la película se sostiene: Un juguete debe estar ahí para hacer feliz la vida de un niño. Solo que en este caso, el mensaje final trata de exponer que lo hemos entendido a medias: el Arco de Andy, si bien sostenía esta tesis, en realidad se trataba de apenas una versión de la misma; un juguete debe estar ahí para hacer feliz la vida de SU DUEÑO. La tesis, en su completa definición, se aplica recién en Toy Story 4. Dicha tesis, completa y absoluta, resulta no ser tanto que un juguete debe estar ahí para hacer feliz la vida de UN niño, sino que un juguete debe hacer feliz la vida de CUALQUIER niño. Con mucha suerte dura décadas, o a veces unos pocos meses. Luego se produce el desapego, el estar perdido hasta que otro niño lo adopta, cumple su propósito de dar felicidad y, una vez cumplido, vuelve a empezar el ciclo. En algunos casos tienen la suerte de terminar ese ciclo formalmente, casi como una ceremonia, mientras que en la gran mayoría de los casos queda atrás hasta que alguien lo encuentra. La película afortunadamente no se limita solo a exponer sus temas con inteligencia, sino que su estructura narrativa no decae en ningún momento. Cada intento por solucionar el conflicto crea dos o tres conflictos nuevos, lo que provoca que el espectador en todo momento se pregunte cómo van a salir los protagonistas del embrollo, sin poder anticipar cuál va a ser el final. La época de las franquicias y las secuelitis agudas parecen estar lejos de terminar, y el pedir que llegue dicho final es a estas alturas utópico. Lo que sí podemos exigir es que sigan este ejemplo de Pixar: que se tomen los años que hagan falta, pero que tengan una historia lo más solida posible, antes que emperrarse por cumplir un deadline a corto plazo respondiendo más a una necesidad de mercado que a la evolución narrativa. Pero incluso así uno no puedo evitar preguntar ¿cuántas emociones les pueden quedar por explorar a estos juguetes antes de que su abandono y su superación empiecen a volverse predecibles?
Toy Story 4: La evolución de los juguetes. Una de las historias más queridas de Pixar sigue avanzando y esta vez nos lleva un poco más detrás del increíble mundo de los juguetes. Toy Story lleva más de dos décadas marcando generación tras generación de chicos. Y es uno de los mejores ejemplos de porqué las historias de Pixar atraen a varios grupos etarios (como fue prueba irrefutable Toy Story 3, dónde llevar a un niño al cine casi era opcional). En la última entrega, vimos a Andy haciendo el paso a la adultez al irse a la universidad y a los juguetes lidiando con la realidad de que su niño ya no los necesitas. Ahora, probablemente un par de años después, considerando la edad de Bonnie, Woody se encuentra con un realidad a la cual le es difícil adaptarse: no es el juguete favorito de Bonnie y no es quien lidera a los juguetes en el cuarto de esta. En otras palabras, Woody está sufriendo una crisis de identidad. El comienzo del film nos muestra varias cosas que nos agarraron desprevenidos con la última. Entre esta nueva información, vemos cómo y cuándo Bo Peep dejó de ser parte del grupo y la despedida entre ella y Woody. Y es esta despedida, que fue obviamente agridulce para ambos, la que marcará mucho de lo que ocurra más adelante. El núcleo propiamente narrativo empieza luego del día de adaptación de Bonnie al jardín de infantes, donde con la ayuda de Woody, logra desenvolverse. El resultado es otro tema: Bonnie utiliza los materiales que Woody le consigue y crea un amigo, Forky. ¿El problema? Forky resulta ser un poco ansioso y está determinado a volver al tacho de basura. Así, cuando se da cuenta de la importancia de Forky para Bonnie, Woody encuentra un pseudo-sentido del propósito. Por primera vez, Woody se plantea el mundo más allá de los niños para los juguetes. Este análisis de la vida viene de mano con el encuentro fortuito entre él y Bo Peep, quien ahora es un «juguete perdido». Aunque cuando pongamos su personaje al lado de nuestro vaquero favorito, ella obviamente ha encontrado su lugar en el mundo. Y es este lugar, tan inesperado, tan aventurero y tan independiente, que hará que el comisario empiece a replantearse alguna que otra cosa. Toy Story 4 4 El film comparte alguna que otra similitud con las entregas anteriores (un viaje inesperado, la necesidad de ayudar a un chico) pero hasta ahí llegan las comparaciones. El foco ha cambiado en su totalidad, porque ahora el enigma de Woody no es cómo hacer feliz a su niño o como volver con él, ahora el enigma es ¿qué sigue para mí? Cómo toda buena película orientada a toda la familia, tiene que tener algo para cada uno. Mientras la relación con Forky y el esfuerzo de los juguetes para que él vuelva es la parte de la narrativa que se orienta a los niños, la búsqueda de Woody y su relación con Bo Peep no tendrán la misma relevancia para los más chicos que para los adultos. Ahora, considerando los comentarios ya hechos, calculo que habrán notado que casi no menciono a los otros juguetes. Y es que, en este caso, pasan a un segundo plano casi permanente. Buzz sale de las sombras un poco, pero el foco se lo llevan los nuevos agregados, Gabby Gabby y Benson, Forky, Duke Caboon, Ducky, Bunny y Giggle McDimples. Lo que tiene Toy Story 4, que es algo que ha caracterizado a esta serie de películas, es que cada una tiene una historia propia. A diferencia de otras secuelas (como es el ejemplo Cars 2), no pierde su corazón, la esencia que hizo a Toy Story el éxito que fue (y sí, sé que la animación 3D de vanguardia de esa influyó, pero no fue lo único). La idea es que los juguetes están vivos y ahora podemos ver el paso próximo e irrefutable. Ya los vimos luchar por volver con su niño, ya los vimos lidiar con la llegada de nuevos juguetes, ya los vimos lidiar con el crecimiento de un niño y con el paso de manos. Ahora, toca lo que sigue, en la simple pero elegante forma en que siempre hemos viste a estos juguetes desarrollarse. Además, la animación es alucinante, como ya es tradición en Pixar, y la música acompaña como siempre (y sí, Yo soy tu amigo fiel es parte de la banda sonora, no se preocupen). Simplemente, una película que es hermosa por donde la mires y que te va a llegar a lo más profundo.
A 19 años de lo que fue el regreso de la exitosa franquicia infantil animada que dio inicio al universo Pixar, la familia de muñecos más querida del cine vuelve a copar la pantalla con una historia conmovedora y efectiva sobre las diversas etapas de crecimiento y madurez, con todo lo que ello implica. Dirigida por Josh Cooley, el escritor de Intensa-Mente(Inside Out, 2015) que aquí toma la posta por primera vez como director de un largometraje, Toy Story 4 vuelve a plasmar con emoción y gracia temas como la amistad, la lealtad y el compañerismo. La historia sigue nuevamente las aventuras del grupo de excéntricos juguetes comandados por el fiel vaquero Woody(interpretado por la voz de Tom Hanks) y el astronauta Buzz (Tim Allen), quienes ahora forman parte de la vida de Bonnie(Madeleine McGraw), la niña a la que Andyle concede el cuidado de sus reliquias infantiles una vez que parte hacia la universidad en aquella memorable tercera parte de la saga estrenada en 2010. La pequeña Bonnie se encuentra ahora comenzando su primer año en el jardín de infantes y el desprendimiento del abrigo paterno resulta angustioso y lleno de miedos. Pero con un poco de ayuda del incondicional Woody, su inicio se torna mucho más apacible, ya que la niña logra improvisar un juguete nuevo con algunos materiales desechados a la basura. Bautizado como Forky (Tony Hale), este incipiente compañero se vuelve parte fundamental de la adaptación de Bonnie en su experiencia en el preescolar. Sin embargo, las cosas comienzan a complicarse cuando este histérico producto artesanal se rehúsa a ser tratado como un juguete. Fuente: Dinsey/Pixar. All Rights Reserved. En principio, debemos decir que el film realiza una excelente caracterización en primera persona de los terrores que comprende el proceso de socialización secundaria, es decir, la expansión del mundo de los niños más allá del hogar y el núcleo familiar. En este sentido, Bonnieconstituye un dulce personaje con el que resulta fácil empatizar y con el que seguramente muchos niños en edad escolar se sentirán representados. En el caso de Woody, quien aún sigue añorando sus años dorados como el juguete preferido de Andy, obtiene en esta historia un gran desarrollo. Sin duda, los años también han dejado sus huellas en este protagonista y algo nos dice que ha llegado el tiempo de maduración. Su entrega eterna hacía sus dueños humanos incita a los mejores diálogos con sus compañeros, en especial con Forky, con quien choca constantemente debido a que éste no siente ningún tipo de afecto o compromiso por la pequeña Bonnie. Los nuevos personajes son quienes protagonizan los momentos más ocurrentes de la película. Además de Forky y su maníaca obsesión con regresar a su lugar de origen, es decir, el recipiente de basura, es menester nombrar a otros dos juguetes que consiguen robarse la pantalla. Hablamos de Ducky y Bunny(Keegan-Michael Key y Jordan Peele), unos peluches de un juego del parque de diversiones que vienen agarrados de las manos y que parecen dispuestos a todo tipo de embestida con el fin de ayudar a sus nuevos amigos. Un aspecto de la película que merece un párrafo aparte tiene que ver con el retorno de Bo Peep (Annie Potts), la muñeca de porcelana e interés amoroso de Woody en las dos primeras películas de Toy Story. El film revela finalmente a los fanáticos de la saga cómo sucedió la misteriosa desaparición de este personaje que ahora aparece convertida como un juguete independiente, valiente y aventurero. Bo Peep, quien ha cambiado su clásico vestido por unos pantalones, no solo resulta fundamental para el crecimiento de Woody en esta historia, sino que representa una figura aggiornada y al tono con las clásicas féminas kick-ass del cine que cada vez toman más relevancia. En resumidas cuentas, podemos afirmar que Toy Story 4 es todo un evento cinematográfico que sabe bien como transmitir esa nostalgia por otra época que la hace incluso disfrutable para las nuevas generaciones, cuyo espacio de recreación e imaginación a través de los juguetes se ha visto opacado ante la diversidad de entretenimientos que brinda el mundo digital. Quizá en materia de acción no sea la mejor película de la saga (hay que admitir que el tercer film dejó la vara demasiada alta), pero sin duda resulta la más profunda y adulta de todas. Un film que encantará a los fanáticos de la primera hora al mismo tiempo que dibujará sonrisas en aquellos espectadores pequeños que recién se inician en esta divertida y lacrimógena aventura.
La saga sigue tan efectiva y encantadora como siempre. La amistad, la pertenencia, el miedo al cambio, la aceptación de un nuevo destino, la concreción de un amor que está en el aire, la angustia por no sentirse útil, el terror al abandono. Temas tan humanos como acuciantes pasados a unos encantadores muñecos que conocemos, con Woody y Buzz Lightyear, otra vez protagonistas, con la intrépida pastorcita y su trío de ovejas, con un motoquero y doble de riesgo canadiense Duke Caboom. Pero además una muñeca antigua que se quedó “sin voz” rodeada de un grupo de muñecos ventrílocuo lo suficientemente amenazantes como para poner un halo de terror. Con esos elementos y una perfección de realización se logra el verdadero milagro de una cuarta entrega que mantiene un nivel de calidad. Pocas veces sucede. En el argumento Andy ya se fue a la universidad y Bonnie enfrenta el cambio más importante de su vida: comenzar el jardín de infantes. Allí, aunque de contrabando estará Woody, que le dará elementos de un tacho de basura a su dueña para que juegue creativamente, ante el robo de compañeritos mas desfachatados. Y ella con un tenedor creara el nuevo héroe al que se apega, olvidando a los demás: “Forky”. La ex base de lámpara Bo Peep (que no apareció en la tercera entrega) aquí adquiere desarrollo y protagonismo, una verdadera heroína de armas tomar y concepto renovados, el motor de la película. Los co-guionistas Andrew Stanton (estuvo en las dos primeras entregas de la saga) y Stephny Folson, hicieron crecer la relación entre Woody y la muñeca de porcelana, como una pareja deseable y perfecta. Si uno puede verla con las voces originales, disfrutara de Tom Hanks único con el protagonista, Keanu Reeves como Caboom, Cristina Hendricks como Gabby Gabby. Annie Pots como Bo Peep, Tim Allen como Buzz y siguen los nombres. El nuevo director Josh Cooley (reemplaza a Lassiter, alejado de Pixar por denuncias de acoso laboral), se luce y mantiene ese núcleo de delirio, amistad, aventura y encanto. Para disfrutar
Cuando se estrenó en el año 2010 Toy Story 3 la historia parecía cerrada. Pero pasan los años y la tentación de ganar mucha plata con una de las mejores y más taquilleras franquicias de Pixar (y Disney) de toda la historia. Tres films realmente muy buenos que desde 1995 cambiaron la historia del cine de animación para siempre. Tal vez es mejor pensar que solo se hicieron tres films y olvidarse de la existencia de esta cuarta parte. No es que se trata de un film horrible, pero sí es doloroso ver como aquello que era siempre de altísima calidad acá se convierte, a nivel guión, en una película del montón, tan prefabricada y falsa como la mayoría de los films de fórmula. Varias historias conviven en Toy Story 4. La estrella parece ser en un comienzo Forky, un juguete creado por Bonnie en el jardín de infantes. A partir de esa historia se genera una nueva historia de juguete que no se reconoce como tal, lo mismo que ocurría en la Toy Story original. No es raro interpretar que Forky surge por ser un juguete creado por una nena y no un juguete de fabricación industrial. Un guiño “progre” frente los reclamos que ha sufrido la saga con respecto a ese tema y que en otra época hubieran sido simplemente ignorados. La otra es la historia de la separación entre Woody y Bo Peep, la muñeca de porcelana devenida ahora en heroína de armas tomar, en una de las cosas más forzadas que la película tiene. También está la historia de Gabby Gabby, pero no es necesario adelantar nada sobre este personaje. La calidad técnica, no solo de imagen sino también del asombrosamente perfecto sonido que tiene Toy Story 4, no le alcanza a esta nueva película para sobrevivir a la rutina de repetirse a sí misma de forma bastante lamentable. Claro, se ve tan bien, se escucha tan bien, se reparten algunos chistes buenos (muy pocos) y hay instantes de desaforada aventura, todo eso sumado le permite llegar a un mínimo de entretenimiento poco exigente pero prolijo. El problema de Toy Story 4 es que proviene de una serie de películas excepcionales, por lo que si se la compara con aquellas es una decepción mayúscula. Si no se hace esa comparación, entonces todo se vuelve más aceptable. Un punto extra son las voces, que incluye a los conocidos Tom Hanks y Tim Allen a la cabeza del elenco, y también algunas novedades como Keanu Reeves en el rol de Duke Caboon, una variable graciosa de los conceptos vistos en parte en el personaje de Ken en el film anterior. Es decir, todo está estudiado, copiado, calculado, para mantener todos los trucos de las originales, salvo que aquí se ven los hilos, la especulación, la fórmula. Más el toque feminista que todos los films industriales agregan –no siempre con sinceridad- en los últimos dos o tres años. ¿Se cerrará de esta manera la saga de films de Toy Story? Debería, pero como viene explotando Disney sus éxitos, es posible que en veinte años hagan una versión con actores de carne y hueso.
Al igual que meses atrás sucedió con el estreno de ‘Avengers: Endgame‘, ‘Toy Story 4’ se presenta como un auténtico acontecimiento cinematográfico para una saga que, no solo marcó un hito en el cine animado sino que llegó a los cines por primera vez hace 24 años. El público que la disfrutó durante su infancia en 1995, hoy ha pasado los 30 años. Hemos pasado los 30 años, aunque confieso que no vi aquella película en el cine. Por todo esto, ‘Toy Story 4’ es mucho más que una secuela. Es de esas películas que uno va al cine a disfrutar, guardando al crítico de cine en un cajón. Aun así, haré el intento. ‘Toy Story 4’ retoma la historia de Woody, Buzz Lightyear y los demás juguetes justo después de lo acontecido en ‘Toy Story 3’ (2010). Bonnie comienza a ir al jardín y tiene que adaptarse a una nueva etapa. La hermandad de los juguetes y su razón de ser en el mundo se ve puesta a prueba cuando aparece Forky, un tenedor devenido muñeco que se niega a salir de la basura, y el regreso de la intrépida Betty. Resta decir que todos los personajes desbordan ternura. Los nuevos, como Forky, pero también la muñeca Gabby Gabby, Duke Caboom (con la voz de Keanu Reeves -oh si-) y los extraños (¿perturbados?) peluches Ducky and Bunny se suman aportando personalidad y encanto a un universo que no podría ser más perfecto. Atravesando generaciones, esta cuarta entrega cumple, convence y, aunque se plantea como la última, nada está dicho. Emocionante y graciosa. Tierna y adorable. Así es ‘Toy Story 4’ y no podía ser de otra forma. Puntaje: 8/10 Duración: 100 minutos País: Estados Unidos Año: 2019
Texto publicado en edición impresa.
Erase una vez un juguete. A casi un cuarto de siglo del estreno de la fundacional Toy Story -primer largometraje animado íntegramente de forma digital- la franquicia de Pixar/ Disney nos entrega una cuarta y, supuestamente, definitiva entrega. En esta ocasión su director es Josh Cooley, quien debuta en este rol luego de haber trabajado en varios largometrajes de la compañía Pixar. Las voces de los personajes vuelven a estar interpretadas por los mismos actores; es así como tenemos a Tom Hanks como el vaquero Woody, Tim Allen como Buzz Lightyear y Joan Cusack como Jessie, a los que se suman Christina Hendriks como la muñeca Gabby Gabby y Keanu Reeves como el motociclista Duke Caboom. El primer aspecto importante que vale la pena aclarar de Toy Story 4 es que se trata de un western, no sólo porque su protagonista sea un vaquero, sino porque además respeta los lugares comunes del género en su tradición más clásica, aunque se dirija a un público infantil y tenga lugar en la actualidad. Porque el personaje de Woody es como el sheriff John T. Chance, de la película Rio Bravo, que ayuda a que su compañero Forky recupere su autoestima y entienda que es un juguete y su lugar no es la basura. A lo que también hay que sumarle a Bo Peep, este personaje femenino dispuesto a luchar por la comunidad que armó con varios juguetes sin dueño, y que recuerda a Maureen O’Hara, de Lo que el viento se llevó. Desde el punto de vista de vista técnico, lo primero que vale la pena destacar es la asombrosa verosimilitud de las diferentes texturas, como la porcelana de Bo Peep, el plástico de Forky o los pelos del gato de la casa de antigüedades. Esto demuestra el notable avance de esta tecnología a lo largo de los veinticuatro años de franquicia, aunque se respetó la propuesta estética, ideada en sus orígenes. Pero la película también tiene algunos puntos en contra que hacen que no esté a la altura de sus predecesoras, y la primera de ellas es su villana. Porque esta muñeca llamada Gabby pudo haber sido más interesante, aparece poco y el desenlace llega intempestivamente, como si se la hubieran sacado de encima para resolver rápido su arco argumental dejándole lugar a los otros que terminan resultando más interesantes. Lo mismo ocurre con el resto de los personajes que formaron parte de la franquicia, que tienen poca participación, por lo que quedan deslucidos, siendo Buzz Lightyear y Jessie los más perjudicados en los desniveles respecto a otros personajes. En conclusión: Toy Story 4 está por debajo de la genialidad de la trilogía original en cuanto a guión. No obstante, cumple la función de entretener, especialmente al público infantil al que está dirigida en primera instancia. Porque la trama resulta fácilmente entendible y atrapante para ellos, y los gags son muy efectivos, razón por la cual seguramente va a conquistar también a las nuevas generaciones.
La voz interior Toy Story 4 (2019) es una película animada de comedia y aventuras que constituye el debut en la dirección de Josh Cooley, el cual fue uno de los co-escritores de Intensamente (Inside Out, 2015). Con un guión a cargo de Andrew Stanton y Stephany Folson, ésta es la cuarta película dentro de la franquicia de Toy Story iniciada en 1995. Las voces originales de los juguetes vuelven a ser puestas por Tom Hanks, Tim Allen, Annie Potts, Joan Cusack, Wallace Shawn, John Ratzenberger, entre otros. A la vez se agregan nuevos personajes a los que dan voz Tony Hale, Christina Hendricks, Keanu Reeves, Keegan-Michael Key, Jordan Peele y Ally Maki. Luego del desenlace de Toy Story 3 (2010), los juguetes tienen una nueva dueña: la pequeña Bonnie (Madeleine McGraw). La niña debe ir al día de orientación del jardín de infantes, sin embargo no se encuentra segura y teme no ser aceptada por los demás chicos. Es por eso que, a pesar de que sus padres le dijeron que no puede llevar ningún juguete como compañía, Woody (Tom Hanks) decide escabullirse en su mochila y ayudarla ante cualquier inconveniente. Cuando la maestra le dice a Bonnie que debe hacer alguna manualidad con crayones, palitos e hilos, la nena comienza a sentirse triste por estar sola en una mesa sin materiales. Por lo tanto, Woody se mete en el cesto de basura y desde allí le tira algunos elementos a Bonnie para que pueda crear algo. De esa manera surge Forky (Tony Hale), una cuchara/tenedor de plástico con ojos de distinto tamaño, brazos frágiles y piecitos de madera. Desde que Bonnie le da vida a Forky, éste último pasa a ser su juguete súper favorito. No obstante Forky no se siente un juguete de verdad y afirma que es basura, por lo que Woody tomará como su responsabilidad la difícil tarea de asegurarse que Forky no se escape. La que se creía en su momento una trilogía, en el 2010 llegaba a su fin con un cierre tan perfecto como emocionante. Sin embargo, y para sorpresa de todos, el guión para una cuarta entrega ya se venía elaborando dentro de Pixar incluso antes de que el tercero estuviera finalizado. Así es como nuestros juguetes más queridos vuelven en una nueva aventura a la pantalla grande, esta vez con una dosis de humor mucho mayor y con nuevos muñecos que dejan bastante de lado a los que ya conocemos. Por empezar, Toy Story 4 es una película centrada en los personajes de Woody, Forky y la pastorcita de porcelana Betty, la cual tiene un cambio enorme de personalidad y accionar comparada a la Betty de los primeros dos filmes. En esta ocasión Woody comienza a sentirse inútil ya que Bonnie prefiere jugar con otros juguetes, por lo que al ver que la niña tiene especial aprecio por Forky, hará lo que sea para que la cuchara/tenedor entienda a quién pertenece ahora. Por su manera de moverse y sus líneas de diálogo, Forky se gana el corazón del espectador ni bien cobra vida. Adorable y un poco torpe, este nuevo integrante forja una relación de padre e hijo con Woody muy linda de ver. Aparte de Forky tenemos a los graciosos peluches de feria Ducky (Keegan-Michael Key) y Bunny (Jordan Peele), un patito y conejito con los que Buzz (Tim Allen) se topa al intentar ir en busca de Woody. Las ideas que se les ocurren a Ducky y Bunny para que cierta misión tenga éxito sin dudas divertirán tanto a chicos como a grandes. Por otro lado, Keanu Reeves da voz a Duke Caboom, un intrépido motociclista canadiense que se siente apenado por no poder ser tan eficaz como se lo muestra en la publicidad del juguete. Duke tiene momentos en los que se destaca pero tampoco resulta memorable para la saga en sí. En cuanto a los villanos, éstos se encuentran dentro de un negocio de antigüedades, lugar donde se desarrolla gran parte del relato. Este escenario logra darle a la película una cuota de oscuridad y rareza, en especial por el muñeco ventrílocuo Benson, que con sus ojos fijos y forma de su boca ya logra dar miedo. Como nos tiene acostumbrados esta saga, el personaje malvado de turno tiene un triste pasado que lo hizo convertirse en quién es ahora: tal es el caso de Gabby Gabby (Christina Hendricks), muñeca de la década de 1950 que parece buena hasta que se descubre cuáles son sus verdaderas intenciones para con Woody. Llena de acción y humor, Toy Story 4 ni de cerca supera la maravilla que fue su antecesora. Sin embargo, esta nueva historia mantiene el espíritu de la franquicia y continúa dejando buenos mensajes, esta vez centrándose en lo esencial que es el escucharse a uno mismo y tener la valentía suficiente para seguir lo que nos dicta el corazón.
Obviamente todos sabemos que el estudio Pixar, uno de los más importantes estudios de animación de la actualidad –sino el más importante de todos- nos tiene mal acostumbrados y ha puesto su propia vara, muy alta. En cada una de sus creaciones ha sabido diseñar con lujos de detalles un mundo diferente, altamente creativo, lleno de nuevas ideas y que intenta no repetir, en nada, la fórmula de sus películas anteriores. Desde el reino subterráneo de los insectos en “Bichos”, la mágicas puertas que nos invitan a enfrentarnos con nuestros miedos infantiles y descubrir un mundo tan distinto como el de “Monsters Inc.”, el universo de nuestros seres queridos que nos antecedieron en el árbol genealógico que se ponen de fiesta en “Coco” o una ciudad en donde los autos tienen personalidad y vida propia como en “Cars”. Pixar nos ha sorprendido en cada una de sus creaciones, hasta llegar a dilucidar lo que habita en nuestra cabeza, esa mezcla de sentimientos y sensaciones que tan bien expone en “Intensa mente” o el mundo submarino que despliega ante nuestros ojos en “Buscando a Nemo”. Pero su máxima creación, o al menos la más recordada por ya casi tres generaciones es indudablemente “Toy Story”: esa vida secreta de los juguetes de Andy que ya son parte de nuestra historia y también de la de nuestros hijos. Ahora, llega su cuarta entrega y apenas comienza a desarrollarse la historia, nuestro corazón de espectador late fuerte y podemos confirmar que la saga sigue más vigente, más vital que nunca y tan sorprendente como siempre. Mientras que otras comedias animadas no resistieron sus propias continuaciones, como ha sucedido por ejemplo con “Shrek” (con una secuela apenas aceptable y una tercera entrega desastrosamente olvidable), la desgastada “La Era de Hielo” , “Rio 2”, el inexplicable mundo del espionaje al que apela “Cars 2” o han tenido sus “spin off” muy por debajo del nivel esperado (basta como ejemplo “Los pingüinos de Madagascar” o “El gato con botas” como desprendimiento del propio Shrek), con “TOY STORY 4”, Pixar demuestra que la licencia goza de una excelente salud. Atrás quedó el mundo de Andy y sus juguetes cuando debe partir a la Universidad, y así nacen las nuevas aventuras ahora de la mano de Bonnie, quien entre otras “modificaciones” que ha hecho en la troupe, consagró a Jesse como la Sheriff local. Es así como Woody sufre con este cambio, se siente relegado, ya no es el protagonista de todos los juegos de la niña y más de una vez termina sin ser elegido, algo “olvidados” en el fondo del placard. Un poco por su orgullo herido, para demostrar que todavía tiene mucho para dar (¿a quién no le ha pasado cuando los hijos empiezan a crecer y prescinden poco a poco de nuestro apoyo…?) y otro poco por su esencia noble e incondicional, no podrá resistirse a la tentación de asistir junto a Bonnie en su primer día en el Jardín. Así será como se inicia una nueva aventura, completamente diferente a las tres entregas anteriores y que se sostiene argumentalmente por sí sola. Si bien, obviamente dialoga en forma permanente con sus antecesoras, “TOY STORY 4” se construye con una solidez, una historia y un mensaje que la conciben como una entrega completamente individual y con coherencia propia dentro del tándem. Andrew Stanton (gran colaborador de la factoría Pixar en la mayoría de sus grandes éxitos) y Stephany Folsom como guionistas, han tomado una serie de decisiones absolutamente acertadas, aunque quizás algunos fans de la saga puedan esgrimir que en esta cuarta entrega Buzz Lightyear ha perdido el protagónico para convertirse en un personaje secundario, casi uno más dentro de este grupo de juguetes entrañables y conocidos por todos nosotros. En una impecable elipsis, un hecho sucedido nueve años atrás, coloca en un rol central a Bo-Peep, la pastorcita, junto a su inseparable rebaño. Completamente a tono con un cambio de mirada que exige el aquí y ahora sobre las heroínas femeninas -de las cuales el cine de animación no queda exento en absoluto-, Bo-Peep se construye como el ícono de la mujer independiente, “empoderada”, que ha tomado sus propias decisiones y que no duda ni un momento a la hora de defender sus ideales y seguir su corazón. El camino que ha hecho Andy en la entrega anterior, ese desafió de crecer, de avanzar a otra etapa de su vida, parece ahora verse reflejado en la propia vida privada de los juguetes, que deberán tomar las riendas de sus propias vidas, tratando de entender que más allá del amor de los niños y ese vínculo absolutamente hermoso e intransferible, hay todo otro mundo por descubrir. Los secundarios y los nuevos personajes que nos presenta “TOY STORY 4” han sido construidos con una precisión admirable y tienen el tono exacto para que la historia tenga todos los elementos esperados: hay comedia, hay acción, suspenso, aventuras y por supuesto, también hay romance y no faltará el momento para emocionarse, tan genuinamente Pixar. El gran coprotagonista es Forky, la creación de Bonnie en su primer día de clases, con corazón de retazos y alma de “basura” que obviamente no pude reconocerse como juguete y que por lo tanto tiene las escenas más jugosas en los diálogos con Woody, la reflexión acerca del sentido de los juguetes y de su propia identidad. Forky demuestra cómo algo aparentemente descartable puede ser el objeto “fetiche” y depositario de todo el amor de un niño: en apariencia simple pero con un diseño extremadamente detallado, Forky se transforma en un digno co- protagonista para esta nueva historia. El comic relief viene de la mano de los desopilantes Bunny y Ducky, dos inseparables peluches que esperan emprender su propia aventura, después de la larga espera en la estantería de esos juegos de kermesse, imposibles de ganar, y tienen a su cargo los momentos irónicos, incorrectos y divertidos de esta entrega. También Keanu Reeves le presta su voz a Duke Caboom, el doble de riesgo canadiense que sigue a la espera de su momento de fama. El suspenso y el homenaje al cine de terror (hay algo de los personajes de un museo de cera, la faceta siniestra de las muñecas antiguas que en cierto modo aprovecha la saga de “Annabelle”, por ejemplo) viene de la mano de Gabby Gabby, la muñeca que no sabe lo que es ser querida por un niño. Con una falla de fábrica, ese defecto traumatizante la ha transformado en una niña resentida y algo hostil, que regentea un banda de muñecos de ventrílocuos que meten miedo dentro de la enorme tienda de antigüedades y ella también tendrá su particular momento de lucimiento dentro de la historia. Algo que ya había aparecido en otro producto Disney como “Wi-Fi Ralph”: ese momento de las despedidas, la hora de decir adiós, de dejar volar, de asumir que hay que pasar a otra etapa, hacerse fuerte y confiar que la presencia de nuestras figuras de contención nos acompañarán en todo nuestro recorrido, se replica en “TOY STORY 4” y de la forma más dulce y emotiva posible. Sobre el final, tal como sucede en cualquier filme “coming of age” o en aquellas películas en que se emprende un viaje iniciático e interior, los personajes de “TOY STORY 4” habrán hecho su transición. Los juguetes de ninguna manera serán la excepción y también los encontraremos diferentes, modificados, en el curso del tramo final de la historia, donde Pixar una vez más nos sorprende, nos emociona, nos sacude el alma y nos deja con ganas de más.
La cuarta entrega de la saga animada más popular, "Toy Story 4", de Josh Cooley, es un emotivo regreso de los queridos personajes con la perspectiva puesta en dar vuelta la página hacia lo que vendrá. Como siempre, el resultado es brillante. En 1995 se estrenaba "Toy Story", y con ella no sólo se estrenaba el primer largometraje animado por computadora, o de animación digital; era el primer largo de un productora que inmediatamente se convertiría en tendencia junto al gigante Disney; y también, y a la larga más importante, se le daba puntapié inicial a una saga que se convertiría en la más popular del cine de animación, y en una referencia cultural absoluta. ¿Hay alguien que no conozca aunque sea a Woody y a Buzz Lightyear? ¿Alguien que no pueda completar la frase “Al infinito y más allá”? ¿Alguien que no sepa que Andy es el mejor dueño de juguetes del mudo? ¿Alguien que puede decir “yo soy tu amigo fiel” sin tararearlo? Toy Story es parte nuestra, como todas las cosas buenas, y no hablo sólo de buenas de calidad cinematográfica. Las secuelas fueron iguales, o aún mejores que la original; y para 2010 todos nos despedimos con muchísimas lágrimas en los ojos en lo que parecía un cierre final perfecto para la posteridad. Pero no, ya sabemos que para Hollywood, nunca es nunca, siempre hay chances de más, que cuando nos dicen “El último…” habrá que esperar unos años para poder ver “El regreso de…” Nueve años se tomaron, pero "Toy Story 4" está entre nosotros y una duda nos invadió ¿era necesario? ¿no estaba todo bien así como estaba? Déjenme decirles una cosita, si, no lo sabíamos hasta que la vimos, pero necesitábamos una película como "Toy Story 4". ¿En qué andan las cosas? Woody, Buzz, y el resto de los chicos fueron legados por Andy a Bonnie, una nueva dueña que los trata con amor, y con el que volvieron a sentir ese afecto, esa necesidad de un niño. Pero nuevamente, el tiempo pasa, y nos ubicamos algunos años después de los hechos de "Toy Story 3" (aunque no exactamente los nueve años reales). Bonnie comienza el colegio, el curso de adaptación, y ante la presión de no ser acompañada por ninguno de sus muñecos en el aula, termina creando un muñeco propio con elementos de la basura. Cuerpo de tenedor, brazos de limpiador de bombilla, ojitos de plástico desiguales, y pies de masilla y palitos de helado; conozcamos a Forky, el nuevo muñeco de Bonnie. Un problema, Forky no se acepta como muñeco, se sigue considerando basura. ¿Es acaso esto una recreación de "Toy Story 1" con Buzz no se aceptando su realidad? No, porque prontamente se nos presenta otro escenario. Bonnie y sus padres quieren ir a un parque de diversiones, y los muñecos se suman. Cerca del parque hay una casa de antigüedades. Persiguiendo los intentos casi suicidas de Forky, él y Woody terminarán encontrando en la tienda a Bo Beep (la pastorcita con ovejas que no había estado en la tercera entrega, y es interés romántico de Woody); y también a una serie de nuevos muñecos/personajes. Hasta ahora, la trilogía de "Toy Story" había rondado en la idea de cuál era el destino de un juguete, cuál era su función; siempre el pertenecer a un niño, y ser amado por él, así sea como juguete preferido, o como parte del grupo, así sea el niño de siempre, o uno nuevo ¿Pero hasta cuándo? ¿Por qué es necesaria esta cuarta entrega? Porque sin que nos diéramos cuenta, habían quedado asuntos sin resolver. El primero, el más obvio, y acorde a la coyuntura actual, re ubicar al rol femenino. "Toy Story" venía siendo una película de camaradería. Jessie, la vaquerita, era el rol femenino más fuerte, pero pese a tener la canción más emotiva de la saga, quedaba un poco afuera de esa camaradería. Ahora, re aparece Bo Beep, y no es sólo el interés romántico, es una co-equiper de Woody, una que se saca la pollera acampanada y se la pone como capa, y que usa su bastón como barreta. Es una mujer decidida, con cicatrices, que se repuso a la adversidad, y que expresamente, se hizo sola, no necesitó del hombre al lado, menos al frente. Es feminismo ¿oportunista? Quizás, pero muy bien interpretado, y no tan remarcado. El segundo asunto nos lleva a la primera película ¿Se acuerdan de Sid y sus deformes juguetes? Hasta ahora, esa era la imagen que teníamos de juguetes extraños, o rechazados, casi parias. Eran atemorizantes. "Toy Story 4" no sólo lo tiene a Forky que se siente un extraño, alguien hecho de la basura; en la tienda de antigüedades conocen a Gabby Gabby, una muñeca antigua con un problema en su caja de voz y un trauma de rechazo continuo; a Ducky y Bunny, dos peluches de la tienda de obsequios del parque a los que nunca eligen; a Giggle McDimples una muñequita pequeña que debe ser histriónica e hiper expresiva para agradar; y a Duke Caboom, un motociclista similar a Evel Knievel, rechazado por su canadiense dueño Rejean por no poder hacer las peripecias que la publicidad prometía. Sí, "Toy Story 4" habla del bullyng, de los rechazados, de los diferentes, y de aceptarte como sos; y lo hace del mejor modo posible, fabuloso. Son varios los tópicos que toca, la cual no se resiente por el cambio de director por el novel Josh Cooley, la magia está intacta. Siempre maneja una emotividad suprema, pero elude de un modo sobresaliente todos los golpes bajos. Menos lacrimógena que la tercera entrega, si lloramos será porque la emotividad propia de la historia y de la saga nos supera. El humor es actual, pero no se regodea en referencias pop, ni en un ritmo vertiginoso, es pura aventura, y comicidad graciosísima, de la buena. Verla en inglés les sumará talentos vocales formidables, como el Christina Hendricks como Gabby Gabby, Keegan Michael Ray y Jordan Peele como Ducky y Bunny, Ally Macky como Gigles; y sobre todo Tony Hale y Keanu Reeves como Forky y Duke. Gabby Gabby es el personaje mejor construido dramáticamente, pero Forky y Duke son un show del humor aparte. Súmenle por supuesto a los viejos conocidos Tom Hanks y Tim Allen. Pero si la ven con doblaje, la potencia del film igual se mantendrá. Lamentablemente, lo único que nos hará un poco de ruido, es que salvo Woody, Be Boop, y un poco menos Buzz, el resto de la troupe original (y los sumados en las secuelas), tendrán más bien una participación escaza. Los nuevos personajes son geniales, pero los de siempre, son los de siempre. ¿Es "Toy Story 4" un final definitivo? Más bien se siente como el epílogo de un final; el final de un volumen hacia una nueva aventura. Cuando nos prometían el infinito hablaban en serio, esto no tiene final, y va más allá.
Cuando creíamos que Después de Toy Story 3 no necesitábamos nada más, Pixar nos vuelve a sorprender y emocionar!
Quizás innecesaria pero no menos emocionante. Toy Story 4 encuentra frescura en nuevos personajes, aunque deje de lado a otros históricos. Una caricia al alma de los fanáticos y un cierre a las historias más que el de una franquicia que ya tenía su último y perfecto capítulo final y que ahora será, posiblemente, exprimido en nuevos formatos. La saga de Toy Story bien puede considerarse como la piedra angular sobre la que Pixar, y luego la fusión con Disney, ha forjado su imperio impenetrable de películas animadas. En 1995 bajo el control total de John Lasseter llegaba la primera aventura de Woody y Buzz, arribando para revolucionar el concepto de las películas animadas y de los estudios de animación. La historia del vaquero y el guardián espacial que primero confrontan y luego se hacen amigos para lograr el bienestar de su dueño, Andy, pegó desde un primer momento en la cultura popular y gracias a sus hilarantes gags y personajes logró establecerse por muchos años y para mucha gente, como la mejor película animada de todos los tiempos. Tal fue el furor que logró que tan sólo cuatro años después (1999) llegaría su secuela, ampliando el mundo de estos juguetes y el repertorio de sus protagonistas. Entre buenas críticas de la prensa y una aceptación medida del público, todo parecía indicar que las aventuras de los juguetes habían terminado antes de empezar el nuevo milenio, pero el estudio tenía un As bajo la manga y así, 15 años después de la película original, llegaría la tercera entrega de la saga. En ella la revolución tecnológica se vio plasmada desde el momento inicial con una definición del 3D mucho más desarrollado y pulido, por razones obvias que en sus predecesoras. Obviamente como en su momento se planteaba que sería el final de la franquicia, la expectativas planteaban un desenlace desolador, triste y con una dosis de sentimentalismo pocas veces visto. Metafórica y literalmente, los juguetes de Adny también se despedían de los millones de grandes y chicos a quienes habían acompañado durante más de una década y teniendo el final “perfecto”. Pero como la industria todo lo puede… todavía quedaba más hilo en el carretel y es por eso que ahora tendremos una última gran aventura de nuestros héroes de plástico en Toy Story 4 (2019). Esta aventura tendrá a Josh Cooley (Inside Out, 2015) como director y dentro de la pareja de guionistas tendrá a una debutante Stephany Folsom y a un histórico de la franquicia y el estudio, Andrew Stanton. En esta cuarta parte de la saga, Woody (Tom Hanks) y el resto de los juguetes que ahora pertenecen a Bonnie (Madeleine McGraw) se están acomodando a su nueva vida. Ahí conocen a Forky (Tony Hale), un tenedor con pies de plastilina y palos de paleta que poco tiene en común con los otros juguetes y que no cree pertenecer a ellos. La estabilidad del grupo empezará a mermar cuando Bonnie y sus padres salgan en un viaje en motorhome hacía un camping y Woody y Forky se pierdan en el camino. Aunque no tan lejos como podría parecer, Woody y Forky deberán limar sus asperezas para regresar con su dueña. Habían varias dudas con respecto a esta película. Muchas tenían como justificativo el hecho de que la franquicia parecía haber agotado todo su potencial en la tercera entrega y que esta continuación podría parecer un innecesario estiramiento de la saga. A pesar de que todo esto es un poco cierto, Pixar no defrauda y vuelve a otorgar una película de Toy Story a la altura de su historia y si bien el cierre de la historia puede seguir siendo el de la 3, esta funciona como el epílogo perfecto a las aventuras de Woody. Y se dice Woody porque es sobre él en donde el foco es puesto, casi como una carta de despedida del personaje y de incluso el propio Tom Hanks a la franquicia. Si bien la trama tiene reminiscencias todo el tiempo a la película original, esta logra tener una impronta original ya que el humor es mucho más aprovechado que en otras entregas, sin obviar por supuesto los grandes guiños de las anteriores. A pesar de eso, hay chistes que quedan repetitivos aunque sean graciosos y por momentos la trama pareciera no avanzar del todo solo por quedarse en los chistes. Otro de los puntos flacos que tiene la película es su antagonista que si bien tiene una trascendencia mucho más moral que de acción, su participación es escasa y la amenaza que podría representar, y que tan bien logró ser Lotso en la tercera, no termina siendo real y no otorga ningún tipo de preocupación. Por otro lado, la sensación de que éste era el verdadero final de la historia no se siente auténtico. Sí es emocionante, conmovedor y hacen que el espectador se sienta abrazado por los personajes que ama y que vio crecer a lo largo de su vida, pero no es nada original. La inclusión de nuevos protagonistas le da una frescura necesaria a la franquicia, el problema está en que los más históricos no tienen el lugar que se han ganado y el tiempo en pantalla no se condice con la importancia que tiene la historia total. La animación vuelve a ser una maravilla y es ahí es donde Pixar-Disney sigue sacando años luz de ventaja contra sus competidores. Bastante difícil de superar era la animación de Coco (2017) y nuevamente la vara para el estudio de la lamparita vuelve a elevarse por sus propios trabajos. El realismo que Pixar está encontrando en sus animaciones hace dudar cada vez más si lo que estamos viendo es real o diseñado por computadora. Ahora lo que han mejorado son los dibujos que están en un segundo plano, un poco más fuera de foco, y en las emociones expresadas por los juguetes. Los ojos tienen un reflejo que parecen totalmente humanos, desde el juguete más pequeño e insignificante hasta Buzz o Woody. Los nuevos personajes que trae está entrega son realmente épicos. Las participación del hombre del momento en internet Keanu Reeves o Jordan Peele, le ponen toda su impronta a la inclusión de Duke Caboom y Bunny, respectivamente. Lo mismo con el retorno de Bo Peep (Annie Potts) que regresa a la saga para aportar sangre fresca y trasladar un poco de fempower a la gran pantalla y que no queda para nada forzado. Lamentablemente estas grandes participaciones le quitan incidencia a personajes como Buzz (Tim Allen) o Jessie (Joan Cusack), por poner algunos ejemplos. Y si bien estos personajes tienen sus grandes momentos, no se condicen con la importancia que deberían tener esta entrega final y que sí bien supieron tener en la entrega pasada. Toy Story 4 está lejos de ser una mala película, pero inconscientemente lucha contra la que fue la tercera parte de esta historia y contra ella pierde. Esta es mucho más funcional al fandom que a la trama e incluso algo que parecía cerrado vuelve a abrirse y posiblemente termine decantando en la plataforma de streaming de Disney de alguna forma audiovisual (posiblemente series que sirvan como continuación). Pese a todo esto, quizás esta sea la última vez que vemos a los juguetes más famosos del mundo en la gran pantalla y el niño interior que cada uno lleva dentro atesorará cada minutos de la película, porque después de todo es un gran abrazo al alma para los fanáticos. Al infinito y más allá dice la caja de voz de Buzz, ¡hasta allá los recordaremos!
“Toy Story 4”, de Josh Cooley Por Jorge Bernárdez Toy Story 4 marca el final de la saga de Woody, Buzz y de los juguetes que los acompañan. Toy Story ha ocupado 25 años de nuestras vidas y fue entre otras cosas el lanzamiento de Pixar al mercado. ¿Recuerdan la historia de Pixar? Una pequeña empresa de animación que se atrevió a producir una película hecha con computadora. Una empresa que le sirvió a Steve Jobs para mantenerse ocupado cuando fue expulsado de su propia compañía y que de la nada terminó compitiendo con las grandes productoras de Hollywood para finalmente ser comprada por Walt Disney, que ante la casi imposibilidad de competir con Pixar decidió adquirirla. Además de Toy Story Pixar produjo muchas películas de animación, pero el título estrella siempre fue el de los juguetes con vida propia que empezaron siendo propiedad de Andy hasta que este partió a la universidad y se los entregó a una nueva propietaria, Bonnie. La verdad es que las películas se fueron superando en cada entrega y muchos creen que la tercera parte es insuperable, con momentos de antología. La cuarta entrega los encuentra a los juguetes tratando de lograr que Bonnie se adapte al jardín de infantes, pero en el camino Woody va encontrarse con varias sorpresas e incluso se va terminar cuestionando algo que hasta aquí fue central: la razón de ser de los juguetes. En su primer día de preescolar, Woody se las arregla para salir de la casa en la mochila de la nena y se encarga de que su dueña se adapte de la mejor manera a la nueva vida, pero en ese primer día nomás Bonnie crea un nuevo juguete con una cuchara de plástico y por supuesto ese engendro se transforma en su juguete favorito desplazando a los otros. El primer tercio de la película trata de cómo se debe adaptar Woody a no ser ya el líder del grupo primero y a convencer al nuevo juguete de que ya no es más una cuchara de plástico, cuyo destino es la basura sino que ahora tiene la oportunidad de estar al servicio de Bonnie. Pero hay un viaje familiar que saca a los juguetes de la casa de Bonnie y de su zona de confort que va a traer sorpresas. Hay personajes nuevos que son muy divertidos, hay momentos donde parece que estamos en medio de una película de terror donde brillan unos muñecos para ventrílocuos son particularmente terroríficos. Woody descubrirá que a lo mejor su existencia tiene un destino diferente al que suponía. La película es un digno final de la saga, aunque quizás sea polémico lo que Woody decide. Pixar anunció que esta entrega no solamente es la última de Toy Story, sino que no habrá más secuelas de ninguno de sus otros éxitos. Veremos si cumple, nos queda a nosotros esperar lo que Pixar está pensando para la nueva etapa. TOY STORY 4 Toy Story 4. Estados Unidos, 2019. Dirección: Josh Cooley. Guión: Andrew Stanton y Stephany Folsom. Elenco: Tom Hanks, Tim Allen, Keanu Reeves, Tony Hale, Joan Cusack, Wallace Shawn, Christina Hendricks, Timothy Dalton, Madeleine McGraw, Jordan Peele. Producción: Mark Nielsen y Jonas Rivera. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 100 minutos. Compartir Facebook Twitter
Es ligera, es cómica y está llena de aventuras y detalles felices. Cualquier intento de llevar la perfección del “3” a la extensión del “4”, en cine, puede ser tan frustrante como buscar la cuadratura del círculo. “Toy Story” había cerrado la historia de Andy y sus juguetes de manera perfecta; los cortos con los personajes que viene haciendo Pixar son geniales y bien podría haber quedado todo ahí. Una cuarta entrega parecía ceder a la avidez monetaria. Puede ser. También sucede que es una de las mejores películas del año lejos, incluso más profunda –en cuanto a problemas filosóficos, si se permite el término– que la anterior. Hay un juguete nuevo creado por las manos de Bonnie, la nueva dueña de Woody, Buzz y el resto, con crisis de identidad (real). Hay un regreso, el de Boo, la pastorcita, transformada en un juguete libre e indómito. Hay un personaje cuya “maldad” se desdibuja en la tragedia del rechazo. Hay un dilema moral absoluto: hasta dónde llega el deber de un juguete –de una persona respecto de su familia o su tarea– y dónde comienza el cuidado de sí, la consecución del propio deseo. Y hay un cierre completo no ya para los dueños de los chiches, sino para los chiches en sí, un momento de decisión de esos que dejan lágrimas por horas. Es ligera, es cómica y está llena de aventuras y detalles felices, por cierto (el diseño y los personajes atraen la mirada en todo momento). Pero es también una enorme meditación sobre el deber y el deseo, sobre la diferencia, no siempre subrayada, entre moral y ética. Cerca de la obra maestra.
Pensábamos que no necesitábamos una cuarta entrega de la pandilla juguetera, pero Pixar sabe cómo conquistar nuestros corazones y entregar una historia tan tierna como divertida y, ovbio, cargada de grandes reflexiones. Con el final de “Toy Story 3” (2010), Pixar lograba cerrar su primera trilogía de manera perfecta. La historia de Andy y sus juguetes llegaba a su fin de forma satisfactoria para los críticos y los fans, los mismos que habían compartido las aventuras de estos entrañables personajes a lo largo de 15 años. No había mucho más para contar ahora que el “nene” se marchaba a la universidad y Woody, Buzz y compañía pasaban al cuidado de Bonnie, una pequeñita cariñosa e imaginativa, dispuesta a darles el cuidado y el tiempo de juego necesario. Básicamente, “all was well”. Y ahí es cuando nos hacemos la pregunta crucial: ¿había necesidad de reflotar la saga con una nueva entrega? La primera respuesta que nos viene a la cabeza es “Y no”, pero quien se puede resistir a estos personajes. No vamos a negar que en la industria, el dinero de las taquillas siempre manda, pero tampoco que el estudio de la lamparita se tomó su tiempo para encontrar la historia adecuada y volver a conquistarnos. “Toy Story 4” (2019) llega casi una década después de aquella lacrimógena despedida entre Andy y Woody, y funciona como epílogo perfecto que cierra y expande este universo juguetero por partes iguales. Ya sin John Lasseter a la vista, ni Lee Unkrich (director de “Toy Story 3” y “Coco”) como parte del estudio, Josh Cooley -responsable del corto “Riley's First Date?” (2015)- se planta detrás de las cámaras para debutar a lo grande. La presión no es menor, pero se siente su entusiasmo y su respeto hacia estos íconos que se ganaron su merecido lugarcito en la cultura pop. Andrew Stanton (veterano de Pixar, ganador del Oscar por “Buscando a Nemo” y “Wall-E”) y Stephany Folsom pergeñaron un guión que se centra en el vaquero y esta nueva etapa que le toca atravesar con una nueva dueña, en una nueva habitación, compartiendo su tiempo de juego con nuevos muñecos. La experiencia de Woody lo preparó para casi cualquier situación, menos para afrontar su incipiente síndrome del nido vacío, ni lo que está por venir. La cosa es así: Bonnie está por empezar el preescolar, una experiencia que la aterra. El sheriff entiende que necesita estar ahí para la nena y decide colarse en la mochila para acompañarla en el día de orientación escolar. Resumiendo, gracias a su pequeña intervención, Bonnie crea un simpático lapicero al que bautiza como Forky, un extraño ¿muñeco? creado a partir de un tenedor-cucara, limpiadores de pipa y plastilina que Woody rescató del tacho de basura para ella. De esta manera, Forky (voz de Tony Hale) se convierte en la propiedad más preciada para la pequeñita, ese objeto transicional que la va a ayudar a atravesar estos cambios en su día a día. Lo que nadie puede anticipar es que el “cuchador” cobra vida, por supuesto, sin entender absolutamente nada, mucho menos lo que significa ser un juguete. Woody acepta la tarea de guiarlo en esta nueva etapa, enseñándole su propósito como compañero de juegos a un “utensilio” que, en realidad, está convencido de que su lugar en el mundo está entre los desperdicios. Los momentos entre los dos son hilarantes, pero frustrantes para el vaquero que se toma muy a pecho su misión. Tanto, que resuelve ponerse en peligro cuando Forky escapa durante un viaje por la ruta. Las diferentes entregas de “Toy Story” pueden resultar un poco reiterativas cuando se trata de la premisa “juguete perdido que hay que rescatar” o similar. Pero, si nos ponemos a pensar, dentro de este universo no hay nada peor para estos personajes que estar lejos de la seguridad de su hogar y de sus dueños. “Toy Story 4” viene a proponer otra cuestión, ya no poniendo el acento en los muñecos dejados de lado o abandonados como ya atravesó con Jessie o los habitantes de Sunnyside, sino con un planteo más independiente y aventurero que Woody jamás imaginó. Woody haciéndola de niñero Para aminorar la ansiedad de la nena, los papás de Bonnie deciden salir unos días de paseo en casa rodante por pueblitos pintorescos con sus ferias itinerantes y sus riesgos para cualquier juguete que ande solo por ahí. Forky no tiene mejor idea que escapar durante este trayecto, y Woody va detrás para llevarlo de regreso a los confortantes brazos de su dueña. El recorrido está plagado de peligros y distracciones, como una tienda de antigüedades donde el vaquero cree reconocer a una vieja amiga. Hagamos un paréntesis para recordar a Bo Peep (Annie Potts), la pastorcita de porcelana que formaba parte de una lámpara en el cuarto de Molly, la hermana de Andy. Betty ya no es parte de la pandilla durante los hechos de “Toy Story 3”, por eso Cooley y compañía se toman el tiempo para contarnos que pasó con ella, unos nueve años atrás. Y sí, el momento es bastante triste, pero de entrada nos muestra que la filosofía de Bo y Woody es un tanto diferente. El destino quiere que esta dupla de “enamorados” se vuelva a juntar, removiendo sentimientos e ideologías jugueteras. No vamos a anticipar mucho más, pero deben saber que “Toy Story 4” es la más aventurera de la saga, una búsqueda física y psicológica para todos sus personajes principales. Los realizadores hacen foco en los “cambios”, los de Bonnie y los de Woody (que ya no es el juguete principal de la habitación, mucho menos el preferido de una nena que juega de manera muy diferente a la de Andy), y los propósitos de cada uno de estos protagonistas que siempre anteponen sus necesidades a las de sus dueños. ¿Quién es el mejor acróbata de Canadá? Director y guionistas plantean la cuestión de “¿qué es ser un juguete?” en todas sus formas y colores, mostrándonos muñecos sin dueño que disfrutan de su libertad, y muñecos que nunca los tuvieron y sólo sueñan con ese ideal de compartir un abrazo con un pequeñito. Sí, las cuestiones existenciales se ponen a la orden del día, demostrando más que nuca que Pixar no sólo piensa en los chicos cuando pergeña sus historias. En este caso, una cargadas con bastantes elementos terroríficos cuando nos introducimos en los recovecos de la polvorienta tienda de antigüedades y algunos de los “siniestros” personajes que la habitan -pesadillas con muñecos de ventrílocuo en 3…2…1…-; o la hilarante irreverencia de un par de peluches de feria que no saben cómo comportarse en el mundo exterior porque pasan sus días atestiguando la mala conducta de los humanos que pasan por su cabina. Como las entregas anteriores, “Toy Stoy 4” introduce nuevos escenarios y personajes que siempre están en función del relato. Desde una hermosa muñeca parlanchina llamada Gabby Gabby (Christina Hendricks), hasta los trucos de Duke Caboom (Keanu Reeves), un experto motociclista, basado en el mejor acróbata de Canadá. Los peluches en cuestión son Ducky y Bunny (Keegan-Michael Key y Jordan Peele), una dupla no tan apta para películas ATP, que acá entregan los momentos más divertidos (y bizarros) de la película. Cada uno tiene su momento para brillar y sus motivaciones, de esas que nos hacen pensar que, tal vez, acá no hay un verdadero villano. Desde la factura técnica y visual, no hay estudio animado (sorry) que pueda competir con las imágenes que nos entrega la compañía de la lamparita. El nivel de detalle y las texturas son imposibles de distinguir de una imagen verdadera, de ahí la necesidad de que sus personajes humanos carezcan de realismo (aunque no de ternura). Pero Pixar siempre hizo hincapié en sus ideas y los temas que plantean desde la pantalla (no hay nada más genial que todo el concepto de Forky), y es ahí donde “TS4” se vuelve un poquito más relevante para entender más profundamente a este grupo de protagonistas. Que no nos falte la aventura y la amistad Esperen un sinfín de referencias y guiños escondidos por todas partes, también una gran aventura por nuevos escenarios y esos momentos lacrimógenos, que no son intrínsecamente tristes, pero sí melancólicos y emotivos cuando se trata de relacionarnos con estos personajes que conocemos desde hace 24 años.
Y llegó el final de la aventura que se inició hace más de un cuarto de siglo. "Toy Story" (1995) fue el primer largometraje animado por computadora de Pixar y de la historia del cine. Subsidiaria de LucasFilm (la empresa de George Lucas), Pixar en ese momento ya era propiedad de Steve Jobs y su condición de empresa independiente de animación afirmó su ascenso a partir de un inolvidable primer cortometraje ("Luxo Jr") inspirado en la lámpara de escritorio de John Lasseter, su fundador. Vinculada y luego comprada por Disney, con "Toy Story 4" parece cerrar una historia que se inicia en aquella fecha, cuando Disney contrata a Pixar para realizar tres filmes animados, entre ellos el original "Toy Story", que recaudó 360 millones de dólares en todo el mundo. VIEJOS CONOCIDOS El filme retoma a Woody, el justiciero del mundo de los juguetes, ahora propiedad -con sus amigos- de la pequeña Bonnie, ya alejado Andy por su ida a la universidad. La historia se desencadena a partir de la llegada de Bonnie al jardín de infantes, cuando crea un juguete casero de nombre Forky. Nuevamente Woody, modelo de responsabilidad, tiene que salir al rescate de este nuevo personaje. "Toy Story 4" asombra por sus recursos de animación, perfeccionados al detalle; su ritmo justo, la bien dosificada utilización de las canciones, el humor fino y especialmente el desarrollo de personajes y situaciones. Hay momentos imperdibles como los de los personajes que se incorporan a la saga. Las discusiones entre Woody y el estrafalario Forky, que no puede entender eso de ser considerado muñeco, tocan temas vinculados a la condición individual y las ideologías. Por otro lado, la presencia de Duke Caboom (la voz de Keanu Reeves), el motociclista canadiense que no está a la altura de la promoción que hacen de él, es una brillante manera de cuestionar el mito de la verdad publicitaria, sumado al patético desborde patriótico que lo hace protagonizar proezas espectaculares que sólo terminan bien por casualidad. EMPODERADAS También hay lugar para el empoderamiento femenino con la vuelta de Bo Peep, la dulce pastorcita de porcelana, convertida en un audaz personaje motorizado que con sus deliciosas ovejitas recorre el mundo sin miedos. En cuanto a la extraña muñeca que reencuentra Woody en una tienda de juguetes, puede convertirse en una nueva "Annabelle". Ella no lo busca por atracción física sino porque tiene una caja sonora que le permite hablar y la suya está rota. Esto, sumado a su acompañamiento de pequeños Chuckys, la convierte en digna carne de psicólogos, inédito personaje que la bonhomía del relato impide que se convierta en una Condesa Sangrienta del mundo de los juguetes. El film de Josh Cooley tiene de todo: persecuciones, romance, nostalgia, permanentes manifestaciones de amistad y una subrayada exaltación de la libertad. El optimismo y también el sentido común son parte de la historia, como el amor y el buen humor, acompañado de un final feliz a toda orquesta. No irse enseguida porque los créditos finales traen sorpresas y hasta un romance.
Cuando hace nueve años nuestros ojos se empañaron de emoción con el superlativo final de Toy Story 3, muchos supusimos que estábamos frente a un dignísimo cierre para la saga fundacional de Pixar. Ahora, esta cuarta entrega de la historia del cowboy Woody y sus aliados, sostiene el irresistible tono emocional y la excelencia en la calidad de animación conquistados en los tres eslabones anteriores. Pero además, la franquicia que ya ha fascinado a un par de generaciones, hace un operativo refresh para ponerse a tono con los tiempos que corren. Con locaciones repartidas entre una casa rodante, un parque de diversiones y una tienda de antigüedades, Toy Story 4 nos zambulle en una vertiginosa aventura. Woody se impone la misión de salvar a Forky, un juguete que la pequeña Bonnie ha creado durante su jornada de adaptación en el jardín de infantes. La inesperada estrella de esta película es un simpático engendro confeccionado con un tenedor descartable, un palito de helado y algunas chucherías más. Como Forky siente que su hogar de pertenencia es la basura, todo el tiempo trata de arrojarse a cuanto paradisíaco tacho se cruce en su camino. Accidentalmente, el simpático personaje queda atrapado en la mencionada casa de venta de antigüedades, entonces el vaquero y sus secuaces se lanzan por separado a un intrépido plan de rescate. En su primer largometraje como director, Josh Cooley logra mantener por lo alto el carisma de los protagonistas que vimos en las entregas previas de la saga, incorpora algunos nuevos, y vuelve a poner en escena a la pastora de porcelana Bo Peep. La muñeca de quien Woody siempre estuvo enamorado, se presenta esta vez en versión empoderada. En una era de conquistas feministas, Bo Peep ha logrado superar la categoría de "juguete perdido", para disfrutar a sus anchas de toda aventura que ella esté dispuesta a correr, sin el imperativo de que su juego esté supeditado a los designios de un niño o una niña. El combo "girl power" se ve reforzado en el desempeño de la vaquera Jessie, quien a puro motor de astucia y valentía, también tiene un rol decisivo en el salvataje de Forky. Pero los retoques de actualización no se agotan en agitar luminosamente la fuerza y sensibilidad de las heroínas de esta historia, sino que también se manifiestan en la multiplicación de secuencias de acción con ritmo sostenido, aderezadas con generosas cuotas de gags físicos. Pero Pixar no traiciona su esencia. Si por momentos da la impresión de que Toy Story 4 coquetea con la fórmula de frenéticos productos de la compañía Illumination como Minions y La vida secreta de las mascotas, el realizador Josh Cooley está siempre listo para dar oportunos volantazos de detención. Son esos momentos intimistas, ajenos a todo despliegue de pirotecnia, los que siguen confirmando a esta saga como una auténtica joya en la historia del cine. El público que haga su primera incursión con el flamante capítulo que ya es un rotundo éxito de taquilla, seguramente pasará un momento tan entretenido como conmovedor. Para quienes venimos acompañando el largo viaje de Woody, ser cómplices del gran abrazo entre el vaquero y Buzz Lightyear, es un cariño a nuestros sentidos y la confirmación de que a pesar de la chatura dominante en las producciones con destino masivo, todavía hay algunas excepciones que siguen apostando a la nobleza. Toy Story 4 / Estados Unidos / 2019 / Apta para todo público / 100 minutos / Dirección: Josh Cooley / Voces en la versión original con subtítulos: Tom Hanks, Tim Allen, Annie Potts, Keanu Reeves, Jordan Peele, Tony Hale, Christina Hendricks, Flea, Timothy Dalton, Patricia Arquette.
“Toy Story 3” se presentaba como el cierre perfecto de una trilogía impecable creada y concebida por Pixar. Una saga que arrancó allá por el año 1995 convirtiéndose en el primer largometraje animado por computadora de la historia del cine y fundando las bases de la leyenda que constituye Pixar en ese campo. La compañía fue adquirida por Disney hace varios años pero sigue constituyendo uno de los grandes exponentes en el campo de la animación. Igualmente todos sabemos que el cine es un negocio y pese a que la tercera entrega de la saga sobre los juguetes vivientes era un gran punto final para aquella historia, no se hizo esperar el anuncio de una cuarta entrega que promete ser el cierre definitivo de la saga. Aquel detalle se verá más adelante, lo cierto es que más allá de todo pronóstico y del escepticismo originado tras la confirmación de la continuación de la franquicia, “Toy Story 4” se presenta como una digna continuación de sus predecesoras (aunque quizás un escalón por debajo), redondeando la saga perfecta de Pixar Animation Studios. El largometraje retoma luego de los eventos que describieron el pasaje de los juguetes protagonistas de Andy (ya convertido en universitario) a Bonnie una pequeña niña por arrancar su vida estudiantil. Es ahí que Woody (con la voz de Tom Hanks) y su pandilla deberán amoldarse a su nueva dueña. Los problemas surgirán cuando el vaquero atraviese una crisis cuasi existencial y decida buscar su nuevo propósito en el mundo. Mientras tanto su prioridad es cuidar de Bonnie durante sus primeros pasos en las clases de preescolar y a su extraña invención llamada Forky, un nuevo juguete de fabricación propia con objetos obtenidos en el jardín de infantes. Es así como arranca una nueva aventura que servirá para que Woody descubra con sus propios ojos lo grande que puede ser el mundo para un juguete. Con la participación de nuevos y desopilantes personajes (a Forky se le suman Duke Kaboom, con la voz de Keanu Reeves, Ducky y Bunny, con las interpretaciones de Jordan Peele y Michael Key Keegan) y el regreso de Bo Peep, el viejo amor del sheriff que regresa a la saga para brindar un poco de corrección política y Girl Power en consonancia con los tiempos que corren. El film resulta ser hilarante y entretenido para toda la familia, aquellos que crecieron viendo “Toy Story” se sentirán identificados con las problemáticas que atraviesan los personajes en su camino hacia la madurez emocional y los que recién inicien en la saga podrán disfrutar de un divertido y cómico relato que además se encuentra estupendamente animado (increíble todo el trabajo de fondos, texturas y movimiento de la película). Una tarea ardua que supo afrontar el director debutante, Josh Cooley, en su reemplazo del conocido John Lasseter que fue separado de su cargo como director tras la controversia que lo rodeó el año pasado. Por otro lado, se vuelve a hacer hincapié en que el verdadero protagonista de la saga es Woody y que el viaje que se nos ofrece es para ver si realmente alcanza sus objetivos en esta nueva etapa de autodescubrimiento. Quizás, la cinta peca de repetir ciertas temáticas (nuevamente se extravía un juguete) y también sufre el dejar de lado a personajes fundamentales en capítulos anteriores, pero lo cierto es que siempre termina sorprendiendo y emocionando por el amor que le brinda el estudio a sus conocidas creaciones y cuando las deja de lado ofrece nuevas que compensan dicha pérdida. En definitiva, es como en la vida que uno va cambiando de amistades y relaciones siendo una parte esencial para el crecimiento personal, profesional, etc. “Toy Story 4” es un epílogo inteligente, que no sabíamos que necesitábamos pero que existe y sirvió para acercarnos una vez más a estos entrañables personajes. Un cierre emotivo y conmovedor que disfrutará toda la familia, en especial aquellos fans que siguen a estos personajes hasta el infinito y más allá.
De la mano de los gigantes Disney – Pixar y con la producción de Mark Nielsen y Jonas Rivera llegó a las salas de nuestro país uno de los estrenos más esperados del año. La historia de Woody, Buzz y sus amigos lograron cautivar a la audiencia a lo largo de las tres películas que conformaban la historia y que parecía que había llegado a su fin con el muy buen cierre de “Toy story 3”. Sin embargo, esta última entrega no sola logra darle un final ingenioso y tierno a la saga, si no que transmite mensajes nobles y valiosos sobre la amistad, como estos personajes nos tienen acostumbrados. Al irse a la Universidad, Andy decide darle los preciados amigos que lo acompañaron durante su infancia a Bonnie, una tierna niña que le dedica a sus juguetes el amor y la dedicación que se merecen. En esta entrega, Bonnie crea a un nuevo mejor amigo en su primer día de jardín: Forky, a quien le cuesta entender que no pertenece más a la basura y que muy por el contrario, pasó a convertirse en el juguete favorito de la niña. Tras un inconveniente durante las vacaciones de Bonnie en un parque de diversiones, Woody y sus amigos tendrán que rescatar a Forky, quien quedó encerrado en una casa de antigüedades junto a Gaby Gaby, una muñeca antigua que lidera la tienda y que tiene un objetivo muy claro que cumplir. Toy Story superó durante el sábado 22 el millón de entradas y con comodidad! Así se convirtió en la primera película en la historia de la exhibición en la Argentina en llegar a solo dos días después del estreno. CINES ARGENTINOS. En 3 días (Jueves a Sábado) #ToyStory4 ya igualó el arranque récord de #AvengersEndgame en 4: 1.180.000 espectadores. Diego Battle. Otro de los personajes fundamentales de esta nueva (¿y última?) entrega es la reaparición de Bo Veep, quien lejos de encontrarse amargada por ser un juguete abandonado, se enorgullece de su libertad y de lo que ha logrado. El rol de Bo es de vital importancia para rescatar a Forky, misión a la cual también Buzzlightyear se suma más tarde. Con divertidos nuevos personajes, canciones hermosas (acá la playlist con las canciones), y una “voz de la conciencia” muy presente en Woody que hará que tome decisiones fundamentales para su destino, “Toy story 4” no defrauda y cumple con creces las expectativas de los espectadores que esperaban con ansias la continuidad de la historia. Todos los rubros técnicos son de excelencia. No hay nada que objetar en este sentido a esta historia en la cual niños y grandes disfrutarán y se emocionarán por igual: el sentido de la amistad, la lealtad y la fidelidad traspasan la pantalla, y el resultado es un producto lleno de risas y emoción. Opinión: Excelente
LOS INCREÍBLES Es extraño (y negativo) lo que me ha pasado con Toy Story 4: la vi hace más de una semana, pero en los primeros días no tuve el tiempo apropiado para ponerme a escribir y luego, en los días que ese tiempo comenzaba a aparecer, me topé con acontecimientos que lo único que hicieron fue descentrarme. Básicamente, me crucé con personas de mierda, gente caprichosa que quiere que todo se haga como ellos quieren y que desprecia el esfuerzo y, principalmente, el compromiso de los demás. En fin, gente que te quita la fe en el mundo, que te cansa enormemente, que te frustra, que te llena de bronca. Gente que, desde su facilismo y oportunismo, son lo opuesto a Woody y sus amigos. No está bueno escribir enojado y menos aun cuando uno tiene que escribir sobre una película maravillosa como Toy Story 4. El regreso de la mejor saga de la historia del cine se merece que uno escriba con amor y dedicación, y no en piloto automático. Más todavía porque los protagonistas de Toy Story no solo son ídolos de generaciones, sino también héroes desde sus construcciones como personajes. El consenso –lógico por cierto- es que Pixar tiene su propia saga de superhéroes con Los Increíbles y su continuación. Esto es cierto, pero a medias, porque los films de Toy Story siempre han trabajado un heroísmo que no es explícito y literal, sino encubierto y sutil desde un conjunto de historias enmarcadas en la reivindicación de la amistad, los lazos afectivos, la consciencia grupal y el desapego. Los juguetes que habitan la casa de Andy y luego la de Bonnie, con su fidelidad a sus lugares de pertenencia, su afirmación constante de sus deberes para con la niñez y su construcción como una familia disfuncional pero aun así granítica, siempre dispuesta a incorporar nuevos integrantes, son como los Vengadores del terreno lúdico. Y Woody, ese líder consagrado pero también siempre dispuesto a afirmar ese papel, una especie de Capitán América con pequeño disfraz de vaquero. Claro que Woody, el verdadero protagonista de la saga y su eje moral, muchas veces es como un Batman torturado por su propia voluntad heroica y vocación de salvador. Ahí lo tenemos entonces en Toy Story 4 tratando de procurar que la niña Bonnie se pueda adaptar al ámbito escolar; ayudando a la creación de esa criatura nacida de la basura que es el tenedor-juguete Forky y cuidándolo de forma cuasi paterno-filial, casi hasta inmolarse, porque de alguna manera tiene que pararse en el papel de líder o tutor. Será un viaje de vacaciones –en el que Woody quedará rezagado al obligarse a rescatar a Forky- la chance para que se dé cuenta que a veces el heroísmo es una (auto) imposición insana y que es hora de cambiar la mirada. Los cambios en Toy Story (y en el espíritu de Woody) siempre se dan desde el movimiento, desde un corrimiento donde lo físico y espacial va a la par de lo temporal y espiritual. Algo parecido sucede con el heroísmo, que tiene elementos de decisión previa, de elección ética y consciente nacida de la solidaridad, pero que en muchas ocasiones se sostiene desde lo instintivo y, primariamente, desde el inconsciente, desde esa “voz interior” que menciona Woody y que Buzz interpreta a su particular modo. Somos lo que somos porque elegimos ser, pero también porque necesitamos ser, pareciera decirnos el camino de Woody. Nos obligamos a cumplir roles porque no encontramos otra forma de definirnos, a pesar de que muchas veces los rumbos alternativos están ahí, a la vista. En el caso de Woody, a través del reencuentro con Bo Peep, ese amor perdido y nuevamente encontrado, esa contraparte femenina que lo interpela y le hace preguntarse si es posible salir de su habitual zona de confort, enmarcada en su pertenencia a un microcosmos que está cambiando y lo pone en crisis. Todos estos dilemas existenciales Toy Story 4 los sustenta desde un mundo que se expande de manera prácticamente hiperbólica, incluso dialogando con las entregas previas de la saga. Pero no solo se trata que el parque de diversiones o el local de antigüedades que constituyen buena parte de la trama central de la película posean una impresión de realismo casi táctil, que condiciona las experiencias de los protagonistas pero también del espectador. Hay también un desfile de personajes que hacen creíble lo inverosímil desde su acumulación de neurosis tan enfermizas como humanas: no solo Woody con su vocación de salvador puesta en duda; sino también Forky con sus temores y preguntas incómodas; Ducky y Bunny, esos dos muñecos de feria con vocación destructiva y beligerante; Duke Caboom, el motoquero acróbata cuya egolatría encubre traumas sin resolver (y que son parodiados al extremo); o la muñeca Gabby Gabby, una villana que no es villana, un ser maldito con la necesidad de hacer valer su propósito. La sabiduría y sensibilidad de Toy Story 4 consiste en presentar y resolver todos estos conflictos con una coherencia granítica, con miradas y gestos que lo dicen todo, con decisiones que se hacen cargo de lo que se gana pero también de lo que se pierde. El film, desde el dinamismo de la acción, la aventura y el romance, nos dice que el heroísmo no solo pasa por la solidaridad o el arriesgarlo todo por el otro, sino también por ser fiel a uno mismo y tomar decisiones que pueden doler, que implican separaciones o despedidas, pero también férreas declaraciones de amor. A veces, la despedida es el mayor acto heroico posible, porque abre el camino a nuevas proezas. Y cuando creíamos que Toy Story 3 era la despedida definitiva, la concreción absoluta de la épica del desapego y la amistad, Toy Story 4 viene a demostrarnos que hay nuevas despedidas, nuevas decisiones que cambian a Woody y sus amigos. Deberíamos haberlo adivinado cuando Buzz decía “¡al infinito y más allá!”. Los personajes de Toy Story son tan finitos en sus existencias como eternos en sus impactos. No hay límites para ellos y por eso el vaquero Woody tiene nuevos horizontes que perseguir, un mundo que se abre ante él y que nos arrastra a nosotros, obligándonos a ser mejores, a aspirar a ser dignos de esa placa que dice Sheriff.
Cuenta conmigo Luego de nueve años desde la última entrega de la saga Toy Story 3, y casi veinticinco años después, llega una nueva entrega de los juguetes más adorables de la pantalla grande, la cual nos demuestra una vez más que tienen mucho para contar en Toy Story 4, no solo con los entrañables Woody y Buzz Lightyear sino también con la adición de nuevos personajes muy carismáticos. Por Denise Pieniazek Antes de adentrarnos en el análisis de Toy Story 4 (2019), hagamos un breve repaso de toda esta saga animada tan significativa, cuya primera película no sólo es el inicio en los largometrajes de los estudios Pixar, sino también es la primera animación realizada por computadora del mundo. En la inicial entrega de Toy Story (1995) el relato era atravesado por el significado lúdico de los juguetes, su importancia en la niñez, los distintos modos de jugar con los juguetes que puede tener cada niño, y de forma metafórica el enfrentamiento genérico entre dos clásicos cinematográficos: el western (encarnado en el personaje de Woody) y la ciencia ficción (incorporado en el juguete de Buzz Lightyear), todo esto desde el punto de vista de los mismos juguetes. En Toy Story 2 (1999) la premisa con la que iniciaba la animación era que “los juguetes no duraban para siempre” exponiendo en consecuencia, por primera vez en la saga, la problemática del paradero futuro de los juguetes cuando los niños crecen. Este conflicto se profundiza en Toy Story 3 (2010) en la cual se le daba un conmovedor cierre a la saga, y aparecía además la cuestión del coleccionismo, de los juguetes como objeto de culto. Ahora sí, en la entrega que nos concierne, Toy Story 4, la psicología de los personajes de los juguetes se enfatiza llegando a modificar los estatutos de los personajes planteados en las entregas anteriores. Si antes se había profundizado en el uso o valor ajeno que se les daba a los juguetes y cómo éstos se sentían al respecto, en esta ocasión los que se preguntan y dan valor a su propósito son ellos mismos. Es decir que en Toy Story 4, los juguetes obtendrán independencia para poder decidir sobre su propio destino. Este aspecto se enfatiza en los personajes de Woody y Bo Peep, quienes se reencuentran luego de un largo periodo, pues el personaje de Bo Peep había aparecido por última vez en Toy Story 2 cuando era obsequiada, es decir desechada por su dueña Molly, la hermanita de Andy. Mientras que el personaje de Bo Peep (una pastora de porcelana que manda sobre sus tres ovejas) ya ha recorrido su viaje de autoconocimiento y es hacedora de su independencia, Woody es ahora quien ha alcanzado la madurez y sabiduría, tras siempre estar preocupado por sus niños/dueños (Andy y Bonnie), en consecuencia, surgirán en él otras inquietudes. Esto es más que rescatable del filme, si bien es una secuela y se extrapola de otra idea original, la saga no deja de profundizar cada vez más en la psicología de sus personajes construyendo un trayecto simbólico e interesante sobre cada uno de ellos. A diferencia de las tres partes anteriores, enToy Story 4no hay malos realmente malos, sino personajes ambiguos que al igual que al resto de los juguetes les preocupa el abandono y ser apreciados por un niño. En adición, se profundiza el conflicto que había aparecido en Toy Story 2 al preguntarse si los juguetes se vuelven material de desecho o por su futura circulación, temática que continuaba acertadamente en la tercera entrega. En cuestiones estructurales todas las animaciones de la saga respetan el esquema de un prólogo que funciona condensando y aglutinando información, para después pasar al relato en tiempo presente y su conflicto. A pesar de esas similitudes Toy Story 4 se destaca de sus predecesoras por su dinamismo, y una acertada y efectiva comicidad otorgada por los nuevos personajes que se incorporan orgánicamente a la trama. La adición de personajes como los peluches Bunny y Ducky, son respectivamente como sus nombres indican un conejo y un pato que a pesar de su aspecto dulce y de peluche suave tendrán un sentido del humor bastante ácido, esa contradicción es la que los hace tan divertidos. Asimismo, la comicidad será aportada también por el personaje de Forky, esta fusión entre cuchara y tenedor que ha sido fabricado por la niña Bonnie. En dicho sentido, el filme reflexiona una vez más sobre qué es o no material de desecho y nuevamente sobre el circuito de circulación de los objetos, incluidos los juguetes, aspecto también enfatizado por la tienda de antigüedades, uno de los decorados principales de esta cuarta entrega. Por otro lado, la incorporación de la muñeca antigua Gabby Gabby y sus secuaces, los muñecos para ventrílocuo, que le aportan suspenso e intriga a la narración e incluso algunos momentos de susto acompañados por el guiño sutil de la música de El Resplandor(The Shining, 1980). Por último, uno de los aspectos más importantes de Toy Story 4 es su acertado y pertinente feminismo, no solo debido al contexto social, sino también que dicho aspecto es incorporado de forma astuta a la trama y no de forma forzada como en otras películas recientes. En primer lugar, el pasaje de los juguetes en Toy Story 3 de las manos del adolescente Andy a la pequeña y dulce Bonnie posibilitó dicha cuestión, pues Bonnie preferirá como vaquera y “sheriff” de sus juguetes a Jessie antes que, a Woody, es decir que hay un doble traspaso de un mando masculino al femenino. Y en un sentido más significativo el cambio del estatuto de personaje de Bo Peep que si bien siempre fue un personaje activo y aguerrido, ahora estos aspectos han sido potenciados mediante su independencia e incluso su cambio del vestuario rosa de campesina con polleras amplias a un tono celeste y pantalones. Incluso ya no es una muñeca de porcelana inmaculada, ahora posee una rotura en su brazo símbolo de ser aguerrida, salvando las distancias esta pastora de ovejas se ha vuelto belicosa cuan Scarlett O´Hara en Lo que el viento se llevó (Gone with the wind, 1939). Asimismo, algunos aspectos más pequeños como el personaje de Polly Pocket (Giggle McDimples), que no es cualquier Polly sino una policía negra, también muy cómica, y la importancia de la muñeca Gabby Gabby y su gran plan. En conclusión, Toy Story 4 vuelve a sorprender y entretener al espectador divirtiéndolo más que nunca, alternando cálidos momentos emotivos con gracia y reflexionando una vez más sobre los ciclos de la vida y sobre lo importante que es tener un propósito en la misma. Por último, no se pierdan los extras en sus créditos finales.
Esperadísima y ansiada, Toy Story 4 es parte de una de las mejores sagas de la historia del cine y también de la tendencia a explotar viejos éxitos de modo seguro, con grandes presupuestos y una relación especular con películas anteriores. La película retoma a Bonnie más o menos donde la había dejado, en plena infancia de apego a los juguetes e imaginación encantada. Pero el comienzo del jardín de infantes se aproxima y a Bonnie le cuesta el cambio, así que, en un lugar entre el ángel de la guarda y la crianza respetuosa, Woody se hace cargo de la situación en pos de su objetivo supremo de cuidar y hacer feliz a su niñx de turno. En los primeros minutos de la película, Woody parece un psicopedagogo y habla como tal: no solo se mete adentro de la mochila de Bonnie y la acompaña a su primer día de adaptación sino que, cuando la ve naufragar, sale de la mochila para ponerle a mano unos palitos, lanas y masa con los que ella pueda construir un juguete, explicándonos que eso la ayudará en la integración. Como si estuviera escrita con un manual al lado, Toy Story 4 pone a los ex juguetes de Andy lejos del caos feliz que en el pasado los hizo queribles y los ubicó en ese cruce tan particular entre infancia y personajes del Hollywood clásico, capaces de toda clase de mezquindades y de one-liners brillantes en los que tantas veces relucía una pátina de malicia. Así que, cuando Bonnie y su familia salen de vacaciones en un motorhome, la misión de los juguetes será cuidar y recuperar a Forky, el pequeño tenedor enloquecido que se cree basura y solo quiere tirarse en un tacho. En el camino se cruzarán con Bo, que hace muchos años, después de ser descartada de la casa de Andy y Molly, se armó una vida nueva y feminista. Ahí empieza lo mejor de esta nueva Toy Story: todo lo que tiene que ver con la persecución, la locura y el juego más la presentación de nuevos personajes, todos geniales. La emoción, por su parte, se basa más en apelar a situaciones pasadas, mientras que Bonnie es una figura borroneada que apenas nos preocupa y que está allí para desempeñar la misma función que Andy. Toy Story 4 no es una película mala, todo lo contrario: es bastante buena pero, ¿y eso qué? A la historia de amistad y crecimiento que se había cerrado con el mejor final del mundo en Toy Story 3 no le aporta nada; en todo caso, lo mejor que tiene se basa en la repetición de motivos que probaron su éxito en las películas anteriores: hay otra vez un juguete que se pierde, una grupo que sale al rescate, villanos que lo son porque tienen el corazón roto, una despedida, alguien que crece. Sí, también está lo divertido, y es lo mejor de la película; todo lo que es acrobático y circense en Toy Story 4 es maravilloso, pero lo nuevo que tiene para aportar la película es francamente aburrido, una traslación aplastante del mundo adulto y su esquema evolutivo al glorioso reino payasesco de los juguetes.
Se develó el misterio en torno a Toy Story 4 y el resultado es sumamente satisfactorio. Bonnie, la nueva dueña de los juguetes de Andy, empieza el jardín de infantes. En el primer día de adaptación, crea su propio juguete, Forky, hecho de materiales primitivos y descartables. Woody, que se ha colado en su mochila, es testigo del amor de la niña por su creación. Cuando la familia emprende un viaje en casa rodante y Forky se pierde, comenzarán las aventuras de la pandilla de juguetes liderada por el vaquero. Fundamentalmente en dos escenarios: un parque de diversiones y un negocio de antigüedades. Hay un innecesario debate alrededor de cual debería haber sido el final de la saga, cuando los resultados a la vista demuestran que la historia no está agotada, mientras guionistas y realizadores siguen exprimiendo su creatividad para dar un producto que se supera en cada entrega. No sólo la factura está varios escalones más arriba que las anteriores (para muestra, basta ver la perfección de la lluvia en la primera escena), sino que se sigue dotando de varias capas de espesor a la historia. A los tradicionales Juguetes-personajes, creados especialmente para ella, Woody y Buzz, más los secundarios: Jesse, Rex, al Señor y Señora cara de papa, Slinky y Hamm y algunos ya existentes y de fama mundial como Barbie, que han forjado un universo que atraviesa varias generaciones, se le añaden algunos otros. Los nuevos personajes tienen mucho que ofrecer: se les suman Duke Caboom, el motociclista canadiense con la voz de Keanu Reeves, un hallazgo que compite con Buzz Lightyear, en esta entrega un poco relegado. Jordan Peele y Keegan-Michael Key prestan la voz a dos peluches de kermese, Bunny y Ducky, una suerte de cómicos televisivos con eficaces remates y la oficial Giggle McDimples, una muñeca inspirada en las figuras de Polly-Pocket. Y por el lado de los villanos están Gabby Gabby, una muñeca antigua con defectos de fabricación que nunca tuvo dueño, y sus secuaces, unos temibles muñecos de ventrílocuo. En Toy Story 4, algunos personajes dudan de que su destino sea solamente tener un dueño, para sumarle ideales como independencia, libertad y libre albedrío. En ese sentido, Bo Peep, la pastorcita que había desaparecido en la tercera parte de la saga, reaparece, encarnando a un tipo de mujer acorde con los tiempos que corren. Una heroína fuerte, que hace frente a las adversidades -incluido un accidente en un brazo- y elige su propio destino. Lo que quizás haga pensar que Woody, aún con sus valores de amistad y protección hacia los demás juguetes, ha cortado un poco las alas de libertad de sus congéneres. En la lógica de pensamiento de estos seres que sólo cobran vida cuando los humanos no los ven, el motivo de su existencia es que jueguen con ellos, no el ser reemplazados (como en Toy Story 1), ni ser objeto de colección (tal el caso de Toy Story 2) y el drama llega cuando su dueño alcance una edad adulta (en Toy Story 3). En esta entrega bambolean las certezas, como una suerte de duda existencial, que exige una fuerte toma de decisiones, tanto de los personajes, como de los estudios que las realizan, como han hecho otras franquicias, tal el caso de Avengers y Star Wars. Es tiempo de pasar a una fase más adulta. Bonnie crea a Forky, una mezcla de cuchara y tenedor, con ojos irregulares, brazos de alambre con lana y patas de palito de helado, e instantáneamente pasa a ser su juguete preferido. El problema es que el nuevo personaje sólo tiene conciencia de ser basura y su tendencia, casi suicida, le provoca querer estar siempre en un tacho, lo que provoca uno de los más graciosos pasajes de la película. Pero, además, Forky es el equivalente a la caja con la que finalmente termina jugando el bebé en el corto Tin Toy, del año 1988, que fue la fuente de inspiración de Toy Story. Esa idea de que los niños, por más parafernalia de merchandising que tengan, acaban divirtiéndose felices con cualquier cosa. Hay un contraste entre toda la complejidad psicológica de los personajes de la saga, que va desde la autoconciencia y el ego de algunos juguetes estrellas hasta el ignorar el motivo de su vida del “nuevo juguete” hecho de desechos. Es por todo ese arco que Toy Story 4 no tiene que ser necesariamente un final, porque lo lúdico no va a dejar de existir, se trate de juguetes inventados por corporaciones o por la creación de cada niño (como en el caso de Forky) en un mundo cada vez más invadido por las consolas de juegos. Y en ese sentido, Pixar, tiene siempre material para alimentar su inventiva.
Esta nueva entrega consigue estar a la altura (esta gran saga comenzó en 1995), aunque considero que era mejor la tercera, igualmente la propuesta se reinventa y logra lo que se propone. Un film para toda la familia con escenarios maravillosos, además de la música y el nivel técnico que son sensacionales. Vuelve Woody y sus amigos, además de personajes bien logrados que se van incorporando, sin embargo la mayoría de los secundarios que ya eran parte en esta oportunidad participan menos. La trama toca temas relacionados con la infancia perdida, los niños perdidos, el dejar pasar oportunidades, de los seres diferentes, que todo no es desechable, del amor, la amistad y el compañerismo, entre otras. Se encuentra llena de metáforas, guiños y referencias a otras películas que los espectadores van a ir descubriendo. Contiene persecuciones, rescates y un desarrollo de la acción equilibrado, tiene mucho humor, toques de suspenso y terror, con los infaltables momentos para emocionarse. Entre los créditos finales hay cuatro escenas extras y nos deja la probabilidad que tengamos una quinta entrega.
Una nueva película de Toy Story generaba desconfianza: ¿por qué reabrir una saga que en su tercera entrega alcanzó el pico máximo de coherencia? Andy regalándole sus juguetes a Bonnie para que estos continúen un legado suprimía ese miedo histórico al olvido. La trilogía proponía variaciones del mismo fantasma en escalas de gravedad: dejar de ser el favorito, petrificarse como objeto de colección, terminar siendo un desecho. Un nuevo niño adoptando los juguetes exorcizaba el fantasma y postulaba la sabiduría de lo cíclico. Se proponía el traspaso como forma de cambio y continuidad para personajes que debían lidiar con una eternidad ajena a lo humano. Parte de la maestría de Pixar fue hacer coincidir una vida (la de Andy y la nuestra) con la cronología de los estrenos. Reflexión sobre el tiempo similar a la del cine de Richard Linklater, en donde los juguetes aprendían que cambiar de dueño no era una traición, sino una manera de intensificar esa lealtad por algo que los excedía: la finitud humana. ¿Qué propone Toy Story 4? Consciente de su encrucijada, la saga pergeñada por John Lasseter descentraliza a los humanos y se concentra en el sentimiento de comunidad que rige entre los juguetes. Los niños siguen presentes pero no como motivaciones inmediatas, sino como un Otro. Relegándolos a un deseo abstracto, los guionistas adoptan un sesgo existencial y piensan cómo los juguetes podrían carecer de propósito y tener que reinventarse. Ya no es el miedo al olvido lo transversal de la saga, sino la angustia ante la libertad. Hay aquí un verdadero giro copernicano en el espíritu de Toy Story: de la lealtad a una entidad suprema (el niño) nos trasladamos al trauma del individualismo flotante. Será el personaje de Forky quien condense en un primer momento este conflicto: un muñeco fabricado con basura. Es decir, un juguete hecho con lo que antaño simbolizaba la muerte. Forky es un pastiche que no entiende el mundo y debe descubrirlo desde cero para tomar decisiones. El personaje, además de cargar con la metáfora del filme, es descabelladamente gracioso. Cierta escena quizás pase desapercibida pero funciona como puente entre la trilogía y esta nueva obra: Woody y Forky caminan por la ruta, el trecho es largo y Woody le traspasa su historia. La comprensión del pasado y de la función de los juguetes activa en Forky una conciencia individual y colectiva. A partir de esa escena, Toy Story 4 no deja de cuestionar sus valores. Es por ello que ya no hay largas y grandilocuentes cruzadas como en las películas anteriores: todo se desarrolla a corta distancia, entre un parque de atracciones y una casa de antigüedades, dos espacios de consumo y elección: uno de experiencias y otro de nostalgias. Los juguetes de Toy Story 4 dejan de moverse en manada para encontrarse y desencontrarse y tejer microaventuras que de casualidad se sincronizan. Hasta la figura de los humanos queda disminuida: Woody usa a una niña para escapar de un peligro e inmediatamente la abandona; un dúo de nuevos personajes tiene la fantasía de romper el pacto de mostrarse inanimados, y el unicornio de felpa de Bonnie manifiesta el deseo de ver al padre de la niña en la cárcel. En apariencia, dinámica, humor y excelencia de animación, sigue siendo una película de Toy Story, pero en el fondo es algo distinto y rupturista, que pone en suspenso lo construido durante más de dos décadas. ¿Un canto a la libertad, un llamado a la desobediencia, el respeto ante el enemigo, la aceptación de la caducidad, una oda al neoliberalismo? Quizás sea todo esto junto sin orden de prioridad; eso explicaría por qué su desenlace es tan emotivo como incómodo, una transvaloración de todos los valores.
Nada le falta, nada le sobra: humor genuino, acción sostenida, buen ritmo y desarrollo dramático Se los extrañaba, más allá de algún cortometraje visto como aperitivo de alguna producción anterior, y si bien esta es la primera vez en casi 25 años que Pixar estrena sin un corto previo, los juguetes están en todo su esplendor. Desde el punto de vista argumental se podría decir que esta entrega es casi una remake conceptual de la original. Bonnie (Madeleine McGraw doblada por Abril Gómez) es la hija de Andy (John Morris doblado por Geezuz González) quien ha legado sus juguetes a la siguiente generación. Los primeros gags juegan un poco a cuál es el juguete elegido por la niña (sutil bajada de línea sobre género), pero sobre todo a la reinstalación de la fantasía infantil: los juguetes siguen vivos cuando uno sale de su habitación. Woody (Tom Hanks doblado por Arturo Mercado Jr.) sigue siendo el referente estereotipo del líder y héroe que ha asumido su misión, su propósito desde que Andy lo tuvo en sus manos: ser parte de una infancia feliz, parte del juego que estimula la imaginación. Más allá de Buzz (Tim Allen doblado por José Luis Orozco) que siempre está con su particular razonamiento de las cosas, todos los juguetes se reúnen nuevamente para esta gesta. Preocupado por saber qué pasa en el jardín de infantes, pero sobre todo rompiendo la regla de que no se puede llevar juguetes al cole, el vaquero sale en la mochila de la niña y se instala un rato en la salita. Con elementos que Woody saca de un cubo de basura, Bonnie armará en vivo un nuevo personaje que entra al elenco: Forky (Tony Hale, doblado por Arturo Castañeda Mendoza). Forky no es otra cosa que un tenedor de plástico con otros chirimbolos, pero es por salir de la imaginación de ella es que éste cobra vida, dándole una vueltita de tuerca más al asunto porque esa suerte de híbrido armado con elementos de un tacho, no sabe que ya no es basura. Es el resto de su entorno el que debe darle pistas para poderse entender como un objeto cuya utilidad está resignificada por la imaginación. En nuevo chiche capta la atención total de Bonnie convirtiéndose en el principal objeto de su imaginación, y si bien hay diez minutos en donde se trabaja un poco la sensación de Woody de sentirse un poco dejado de lado, todo derivará en lo que verdaderamente es “Toy Story 4”: una aventura. Todos los juguetes saldrán de vacaciones en una casa rodante. Por supuesto que Forky se va a perder y será el vaquero el abanderado de ir en su búsqueda. La aventura se centra en un pequeño pueblito en dos escenarios principales: un negocio de antigüedades que tiene juguetes de otra época y una feria de diversiones. Claramente es la primera locación la que se lleva todos los premios con la aparición de otros dos personajes desopilantes en su registro. Duke Kaboom (Keanu Reeves, doblado al español por Ricardo Tejedo), un motociclista frustrado por no poder hacer las acrobacias y piruetas que la publicidad de tv prometía, y Gabby Gabby (Christina Hendricks, doblada al español por Liliana Barba Meinecke), una muñeca de diseño que perdió su voz grabada para decir “te quiero” y esas cosas. Sabemos que Pixar sabe a qué juega, y que los guionistas no van a dejar nada librado al azar. La muñeca anhela ser elegida una vez más por alguna niña, y el motoquero reivindicar su orgullo de ser juguete de acción. Sobre estos dos pilares dramáticos, sumado al de Woody, tratando de encontrar su lugar en el mundo, es donde mejor se apoyan las líneas argumentales, las subtramas y los gags (hay al menos tres de antología, tres gemas de humor genuino por los cuales vale el precio de la entrada). El resto son buenas dosis de acción, ritmo narrativo sostenido y un buen desarrollo de la curva dramática que tiene cada personaje. Un relojito. “Toy Story 4” no va a superar la obra maestra que fue la tercera parte, y hasta se podría poner a consideración si la duración es la adecuada, pero estos son datos esperables. También lo son las toneladas de billetes que este estreno va a producir, y por supuesto su segura nominación al Oscar el año que viene. Tiene con qué. Pixar siempre tiene con qué.
La magia sigue presente La cuarta entrega de la saga de Pixar se vale de una inteligente vuelta de tuerca para darle continuidad a las aventuras de los juguetes más queridos del cine En la historia de Toy Story 4, Woody, Buzz Lightyear y el resto los personajes se disponen a hacer un viaje familiar por carretera con Bonnie y sus padres. Pero cuando aparece Forky, una manualidad escolar convertida en juguete, empiezan los problemas. Forky, que es un tenedor descartable, no se siente como un juguete, y por eso Woody quiere ayudarle a descubrir su real importancia para la niña. Todo se complica cuando el cowboy y sus amigos terminan perdidos en una tienda de antigüedades, lugar en el que deberán hacer frente a Gaby Gaby, una muñeca de plástico secundada por un grupo de siniestras marionetas. Tras un cierre lacrimógeno y redondo con Toy Story 3, la llegada de una nueva secuela generaba desconfianza. Para qué arriesgarse a expandir una historia que había logrado su clímax en un capítulo ideal que conformaba una trilogía animada perfecta. Sin embargo, el realizador Josh Cooley se animó y pergeñó junto a los guionistas y productores de Pixar una nueva película que puede leerse como epilogo, un metraje plagado de humor, aventuras, suspenso y claro, nuevos momentos emotivos. Play El tráiler de la película "Toy Story 4" Sin la figura de Andy, la pequeñita Bonnie ha logrado suplantar el factor humano del filme con carisma, inocencia y un toque naif irresistible y encantador. Los juguetes clásicos siguen funcionando, ahora con un lifting visual gentileza de las nuevas tecnologías de animación que hacen que brillen más, que los colores resulten más estridentes y las texturas más palpables. El guión es inteligente y tiene un clásico desarrollo de género, con momentos de acción, intriga y sin ningún bache, intensidad pura a lo largo de los cien minutos de duración. Los diálogos, los chistes tanto físicos como verbales siguen siendo uno de los puntos fuertes (sobre todo si se escuchan en el idioma original), donde actores como Tom Hanks, Keanu Reeves y Tim Allen aportan tonos, ductilidad e histrionismo que el doblaje no permite. Pero sin dudas, el gran acierto de esta secuela se da en la construcción de efectivos personajes secundarios, sin contar a Forky irresistible juguete de tendencias suicidas que es protagonista fundamental: Ducky y Bunny, dos peluches salidos de un puesto de feria que son responsables del humor más corrosivo y sarcástico del filme; Duke Caboom, un doble de riesgo un tanto miedoso e imprevisible; Gaby Gaby, la villana surgida de los años cincuenta; y los siniestros muñecos de ventrílocuos conforman el variopinto y logrado grupo de nuevos juguetes que expanden el universo de Toy Story. Sin dudas este filme vale la pena, aúna generaciones de espectadores combinando homenajes y guiños con nuevos caminos argumentales. Ante tan bella y divertida película, una quinta entrega, ya no parece ni tan lejana, ni tan mala idea. Woody y compañía, siguen siendo, nuestros amigos fieles…
Rompieron los juguetes. Rompieron Toy Story. Rompieron Pixar. Siguen intentando romper el cine. Y, ante la respuesta frenética, masiva, fanática de público y de los medios, se puede inferir que el terreno está preparado, cada vez más preparado para el advenimiento de la tierra arrasada. Se habla de Toy Story 4, se habla de Toy Story 4, se habla otra vez de Toy Story 4, se ve Toy Story 4… ¡con urgencia! Hay que verla ya, pero ya, y hablar de los récords. Esta crítica, claro, será una ínfima parte del problema de la omnipresencia, otro texto más sobre la película. Pero ante la constatación estupefacta, luego de una experiencia tediosa ante una película-engendro, de que las 48 –il morto qui parla– críticas listadas en el sitio Todas las críticas -al menos hasta el miércoles 3 de julio a la noche- eran “positivas” -es decir, igual o arriba de 60 puntos sobre 100-, pensé que una opinión en disonancia quizás fuera pertinente. No por la mera disonancia, claro, sino por la convicción de que Toy Story 4 ni siquiera comparte estirpe cinematográfica con las tres primeras. Aclaro que algunas de las críticas listadas, las de 60 puntos sobre 100, tenían objeciones muy pertinentes, como las que formularon Santiago García, Natalia Trzenko y Marina Yuszczuk. Toy Story 3 era, con claridad meridiana, la mejor de la saga, lo mejor de Pixar, una película que continuaba la tradición del cine clásico americano, con John Ford, Don Siegel y otros grandes como referentes no forzados sino más bien como respiración, como modo de ser y de conectarse con el mundo. Una película que entendía el legado del cine, que era un cierre honorable, un final con las imágenes del final -la muerte- incluídas y superadas en su relato. Los temas estaban organizados, narrados con riqueza, hechos trama: había cohesión. Sobre Toy Story 3 escribí en su momento una extensa crítica para El Amante, y allí, entre otras cosas, decía que “la infancia y su imaginación incandescente, el fin de la infancia, las mudanzas, los cambios de todo tipo, las despedidas; todo eso está impregnado del movimiento más vibrante y está contado con gracia, con ideas visuales y chistes para cada personaje. Los personajes son muchos, pero jamás se llega al burocrático desfile de meras astucias, porque todo está integrado y entramado con tensión, amor e inteligencia, los ingredientes del cine superior.” En Toy Story 4 no hay tensión ni entramado, la película recomienza a cada rato, es un relato a la intemperie pero pedestre, y paradójicamente con un techo muy bajo. Película crasa, doméstica y domesticada, no progresa narrativamente y cambia de foco según le convenga a su progresión apenas mercenaria: las secuencias se vuelven innecesarias, una mera acumulación de movimientos espacialmente atolondrados, poco claros, una sucesión de chistes -algunos, claro, más o menos se arman-. La película carece de tema aglutinante, o tal vez esté repitiendo en forma de balbuceo algunos de los núcleos temáticos de la tercera entrega, y resucita e infla a un personaje menor como la pastora en modo acomodaticio y lamentable, con una situación del pasado agregada, injertada de una forma tan extemporánea que debería hacer sonrojar a sus creadores, o más bien a sus responsables. Si querían ponerse a tono con las correcciones políticas del momento, ¿No podían inventar un personaje? ¿No podían hacer que las acciones orbitaran alrededor de las pretendidas ideas, que el discurso superficialmente expuesto a la moda se conectara narrativamente con otra cosa? ¿Les daba miedo poner algún malo? ¿Les daba miedo incluso reírse de ser acomodaticios? Todo van rompiendo, todo, y no eran juguetes ya rotos. ¿No era suficiente el “mensaje” que habían acumulado para encima meter a “la nena perdida” sobre el final? (esa es una escena que vivirá en la infamia) ¿No podían parar unos segundos esa música conductista, indigna, lacrimógena, extorsiva, chotísima? No, se ve que no podían, o que ni les importó. Está claro que Pixar ya no es lo que era, lo que fue y supo ser, y quizás ya no sea nada más que una marca para vender naderías -porque antes solían vender creaciones, relatos, cine, memorias, deseos-, tremendamente asustada ante la mera posibilidad de tener identidad, ansiosa de amoldarse a los discursos de la época, de acomodarse y, sobre todo, de hacer lo que vienen haciendo cada vez más desde Intensa-Mente: dejarse asesorar y dominar por la psicología y sus más recientes “novedades”, en una entronización anti cinematográfica y una traición como pocas. En este texto, yo oponía a Toy Story 3 frente a Intensa-Mente. Ahora Intensa-Mente ha copado, envenenado a Toy Story, que la imita y así se humilla ante una y otra y otra revelación de pacotilla. El director de esta cuarta Toy Story es uno del montón de guionistas de Intensa-Mente, pero en realidad ya no parece importar quién hace qué -leer sobre el modo en que se pergeñó Toy Story 4 es una experiencia penosa-. A este cine ya no lo hacen personas; lo hacen, como nunca antes, unas corporaciones que, para seguir siendo poderosas y dominantes, hacen las cosas más cobardes, dicen lo que suponen -y hacen estudios y estudios- que se quiere escuchar y rompen los juguetes, la ilusión, el cine, la imaginación. En su lugar, venden manuales de autoayuda con guiños para aclarar cualquier cosa ya clarificada. Toy Story 4 no entiende el legado del cine ni el de las tres películas anteriores, ni el de Pixar ni el de John Lasseter: entiende meramente de herencia, de franquicias, de marcas ya conocidas, de vender con urgencia antes de que sea posible darse cuenta de la estafa, del asalto a la ilusión.
La saga de Toy Story, que hoy presenta su cuarta entrega, ya es un clásico en la historia del cine de animación. Hay muchas razones por las que esta creación del año 1995 primer largometraje de la emblemática compañía Pixar sea tan universal y se eternice. No hay límites de edad, ni de nacionalidad para identificarnos con el universo que encierra la vida secreta de estos juguetes que ya son un poco de todos. Para reencontrarnos con esta cuarta entrega me gustaría repasar un poco los tópicos que hacen de todas estas películas, distintas entre si pero con factores comunes, tan singulares y esperadas. Si quienes las vemos somos adultos aquella evocación nostálgica donde recordamos a esos seres inanimados que dotábamos de vida pierde toda melancolía y revive, se hace una acción en presente, donde podemos espiar(nos) jugando con esos objetos a los que les otorgábamos acciones y palabras, pero lo más feliz es ver su vida secreta la que el niño de la pantalla no puede ver , como nosotros no veíamos, y es que esos juguetes tienen realmente vida propia. Piensan en nosotros, o sea en Andy o en Bonnie sus dueños, nos esperan, desean ser elegidos entre todos, se arma un lazo de amor de ellos hacia sus dueños, y una espera, un cuidado, un estar ahí dispuestos para la vida lúdica que en la adultez recreamos como podemos con lo que hacemos de nuestras vidas. Pero ya no evocamos lo ausente, ahora está ahí en pantalla personificado y esa escena amada tiene los matices adecuados para ser la elegida: hay imaginación infinita, hay un amor que le da alma a lo que otros dirían que no tiene y hay mil formas de amistad. Decía una filósofa alemana (Hannah Arendt), en su tesis de grado en filosofía, que la primera condición de amar es temer perder al objeto amado. Si hay algo que Toy Story pone en primer plano es esa forma de la emoción amorosa, el niño que teme perder su juguete y el juguete que teme perder a su dueño. Ser reemplazado por otro juguete o dejar de ser útil como tal, es para Woody, Buzz Boo o Jessie tan angustiante como para nosotros dejar de pertenecer al universo de quien queremos. Por eso también la saga nos muestra que así como Andy sufre si extravía su juguete es capaz de legar su valioso universo a otra niña, porque los juguetes tienen historia y se heredan, se narran y se hacen propios jugándolos, porque jugarlos los significa. De las máximas “Yo soy tu amigo fiel” o “Al infinito y más allá” en Toy Story 4 entramos a una nueva etapa de la vida de los juguetes, otra era con otra nueva dueña, la pequeña Bonnie, a la que ya vimos en el final de Toy Story 3. Pero esta nueva ola es también otra etapa de sus propias vidas, porque los juguetes también desean, crecen, y se transforman. El filme comienza con un racconto (desde un punto de vista no visto) de lo sucedido en la película anterior donde se devela entre otras cuestiones como Bo Peep fue a vivir a una nueva casa y la vemos despedirse de Woody. Ahora Woody y la banda están inmersos en el universo de Bonnie una niña pequeña que está por comenzar el jardín. Aunque Woody no es el elegido de su escena de juego y queda solito en el placard, no duda en escabullirse en mochila para oficiar como objeto transferencial en su adaptación al jardín. Pero con toda la cuota de humor que esta cuarta entrega despliega, más que esa función Woody termina siendo su secreto ayudante a la hora en la que Bonnie crea con un cubierto de plástico que ha tomado de la basura un nuevo juguete llamado “Forky”, y esa creación la envalentona a dar ese nuevo paso en el mundo social de la primera escolarización. A partir de allí la vida en comunidad con Forky es divertida y caótica pues el juguete hecho de descartes se siente compulsivamente atraído por la basura. Ingeniosa analogía con la idea subtextual de lo descartable que hoy puede percibirse del mundo de los objetos. La trama avanza hacia otros pagos y deviene que entre otras cuestiones reaparece la mágica y dulce pastorcita Bo Peep ahora convertida en una mujer empoderada que usa pantalones, lleva a sus ovejas como atrevidas ayudantes y maneja a lo loco un puercoespín con ruedas. Es que Bo es un juguete perdido pero ha decidido que esa es su vida y dejar atrás la nostálgica utopía de volver a pertenecer a un nuevo niño. Hay un mundo de juguetes perdidos, o estacionados en el anaquel de un anticuario y así como la independiente pastorcita elije la libertad solitaria de ese gremio, otros buscan desesperadamente volver a tener un hogar infantil de pertenencia. No es que en Toy Story 4 no haya ternura o emotividad, pero el humor en sus distintos matices domina toda la narrativa. Al mismo tiempo se presentan los momentos claves de grandes decisiones, donde entre los mismos juguetes hay desafíos a resolver, porque sus vidas son un proceso de cambio donde también se presentan dilemas en los que cabe apostar por lo desconocido. El amor de un niño o el amor de otro juguete pueden ser dos fuerzas en tensión, como dos formas distintas de vida que afrontar. Por eso Woody – ahora que Andy ya no está – debe considerar nuevamente que camino tomar. Y es que los años pasan siempre, hasta para ellos mismos. Por Victoria Leven @LevenVictoria
El mejor Hollywood Toy Story 3 era un precedente difícilmente superable. La entrega anterior de la saga de los muñecos animados –en el doble sentido de la palabra– que colocaba a los personajes en una prisión, y bajo un régimen mafioso de juguetes oportunistas y explotadores, fue una de las más creativas, intensas y emotivas obras que ha dado Pixar. Y no es poca cosa, considerando que el estudio de animación estadounidense cuenta en su historial nada menos que con películas del calibre de Buscando a Nemo, Wall-E, Ratatouille e Intensamente, varias de las mejores aventuras familiares jamás logradas.
¿La despedida del amigo fiel? En su estreno en 1995, “Toy Story” significó un quiebre en la industria del cine, porque fue la irrupción de Pixar, siendo este su primer largometraje, y marcando las pautas de lo que sería el cine de animación hasta nuestros días. Todos los “tanques” del género, sean del estudio en cuestión o no, respetan los patrones originales -a veces variándolos- de Pixar. De algún modo, “Toy Story” se convirtió en la carta de presentación de la empresa, hoy parte de Disney (si no pueden con ellos, cómpralos), y por eso siempre le han dado extrema importancia a los filmes detrás de la original: “Toy Story” 2 llegó en 1999, y la tercera parte recién en 2010. A esta altura, son millones los niños que se han criado con Buddy y Buzz Lightyear, y si pensamos que pasaron 24 años desde el punto inicial, muchos han crecido y hasta formado familia en el medio. Justamente por ello es que “Toy Story 3” jugó mucho con la nostalgia y el proceso de “dejar ir...”., y gracias a ello se transformó en una de las favoritas a pesar de lo dramático de su trama. Hoy llega la cuarta ¿y última? Parte de la saga, y podría decirse sin dudas que Pixar lo volvió a lograr. Woody (voz en inglés de Tom Hanks) ya no es el juguete favorito de Bonnie, pero sigue preocupándose por el bienestar de la niña. Cuando en un momento de soledad la pequeña crea a “Forky”, un muñeco hecho de un tenedor y pedazos de basura, se hace cargo de la nueva criatura que no tiene conciencia de que ahora es un juguete. En una excursión familiar, Woody se reencuentra con Bo (Annie Pots), que tras estar por su cuenta durante años, se ha transformado en una heroína de espíritu aventurero. Con ella y algunos amigos nuevos (“Ducky” -voz de Keegan-Michael Key-, “Bunny” - Jordan Peele- y Duke Caboom -Keanu Reeves-, son de lo más divertido del filme) deberán ir al rescate de Forky de las garras de una terrorífica muñeca. Dirigida por Josh Cooley, “Toy Story 4” es súper sentimental, y graciosa, sumamente actualizada, y si los rumores son ciertos, un gran cierre para las películas, o, al menos, para el grupo como lo conocemos. Hay que tener en cuenta dos cosas: En primer lugar, no hay cortometraje inicial, algo que puede decepcionar a muchos. Y para el final, hay que quedarse para unos gags que no hacen a la historia pero son igualmente hilarantes.
¡Sí! Se estrenó Toy Story 4, bajo la dirección de Josh Cooley. ¿La más esperada del año? Sí, aunque compite este año con las live action de “Aladdin” y “El Rey León”. Es muy lindo volver a ver en pantalla a este grupo de juguetes que te hacen emocionar y reírte hasta no parar. Woody y sus amigos, luego de desprenderse de Andy, terminan siendo parte de la vida de Bonnie. Esta niña comienza el jardín de infantes y llega el momento de elegir un acompañante, un juguete que la ayude a no sentirse sola. Allí nace Forky, un juguete muy peculiar por su manera de ver las cosas y porque es nada más ni menos que un tenedor. Luego surge un viaje familiar en donde las cosas comienzan a ser interesantes. Si todos vieron la primer película, se acordarán de Bo Peep, quien fue el gran amor de Woody; en este pueblo vuelven a reencontrarse. Habiendo muchos juguetes alrededor de este lugar, todo se vuelve un caos. Uno de los juguetes se pierde y el grupo hace lo posible para encontrarlo y emprenden una aventura fiel a lo que nos tiene acostumbrados esta saga. Los efectos y la musicalización no tienen falla alguna, y por supuesto no falta la entrañable “Yo soy tu amigo fiel”. Además de las voces de Tom Hanks y Tim Allen, se suma en el reparto Keanu Reeves, cuya actuación es muy esperada porque da la voz a uno de los personajes más graciosos. Así que no hay excusas para no ir a verla, “Toy Story” es parte de la infancia y no se olviden que es del mundo Disney.
Spoiler alert: te vas a emocionar. Mejor dicho, vas a llorar a lágrima suelta. Al menos, si vivís en esa parte del mundo para la que la saga de Toy Story está a la altura de los grandes clásicos de la historia del cine. ¿Y se termina acá? Debería, porque es muy difícil dejar de ver a esta cuarta parte como un cierre, ahora sí definitivo. Que termina de dibujar el círculo iniciado con Toy Story (1995) pero, además, lo resignifica. Como la historia de Woody, el entrañable juguete cowboy, con la voz de Tom Hanks. El favorito de un niño llamado Andy. El anuncio de esta cuarta parte se había recibido con razonable desconfianza, después de ese otro cierre, el de la extraordinaria tercera parte. Esa película que invitaba, melancólica y dulcemente, a despedirse de la infancia. Y de unos personajes que han acompañado ya a varias generaciones. Pero había algo más para contar. Y la cuarta los retoma, ahí donde habían quedado: ahora como propiedad de la pequeña Bonnie, a la que Andy dona sus juguetes. El arranque es acción pura, porque Bonnie se enfrenta al primer día de jardín de infantes, y Woody hace todo lo posible por suavizar su angustia y su resistencia. En su primera jornada, la pequeña construye con un tenedor descartable un muñeco, Forky. Destartalado, precario y convencido de que pertenece a la basura. Poco después, la familia se va de vacaciones, en una casa rodante alquilada y con Woody haciendo todo lo posible para que Forky deje de extraviarse, lanzándose al primer tacho que encuentra. Toy Story 4 tiene un ritmo de aventura vertiginosa, que pasará por un parque de atracciones y, allí, por un anticuario donde viejos juguetes esperan, entre estantes polvorientos, una familia que los quiera. El lugar donde también ha ido a parar la pastorcita Bo Beep, que debió despedirse de Bonnie en una caja de objetos para donar. Su reencuentro con Woody, además de afectivo, será revelador, y con el acento feminista de la época, aunque mejor no seguir contando. Así de llena de metáforas sobre cuestiones profundas, adultas y serias, está la película. Que habla de ellas de esa manera sutil, inteligente, de la que la saga es capaz. Nacida de la observación fina (muchas veces de la propia relación de los realizadores con sus hijos, como suelen contar). Capaz de divertir, y en varios momentos mucho, sin dejar de emocionar, con picos hacia el final (el abrazo entre Woody y Buzz Lightyear queda ya como uno de los grandes momentos del cine). Con una animación de nivel extraordinario, virtuosa y detallista, para una película llena de sorpresa. Esta vez, con menos originalidad que en algunas de las anteriores. Pero ingeniosa, sensible y creativa.
El final de “Toy Story 3” fue perfecto. Todos salieron del cine emocionados, con la certeza de haber disfrutado de la mejor saga animada de la historia. ¿Por qué un “Toy Story 4”? ¿Por qué si iba a perder como en la guerra en la inevitable comparación con las películas anteriores? Y, nadie quiere matar a la gallina de los huevos de oro, y menos en épocas difíciles para el cine. Entonces Pixar confió en la excelencia de su equipo y del director debutante Josh Cooley para crear una secuela que no es del todo decepcionante, pero que decididamente es una película menor en la contexto de la saga. Los juguetes ahora viven nuevas aventuras de la mano de Bonnie (la nena que aparece al final de “Toy Story 3”) y reciben en el grupo a un juguete inventado por la niña: Forky, un tenedor de plástico con bracitos de alambre que estaba destinado a la basura pero que resucita gracias al cariño de Bonnie (y a la protección a toda costa del vaquero Woody, otra vez liderando la pandilla). La secuela sorprende con algunos logros técnicos, pero en esencia no tiene mucho que contar. Está dirigida a un público más infantil, con un humor más físico que ingenioso, y el guión apuesta más a los enredos (tantos que a veces cansa) que a desarrollar nuevos perfiles en los personajes. En ese sentido Forky es un acierto, y su relación con Woody moviliza lo mejor de la película. La reaparición de un viejo personaje como Bo Peep, ahora convertida en una mujer empoderada, en cambio, suena a forzado. “Toy Story 4” amaga con varios finales posibles, pero afortunadamente encuentra una resolución a la altura del corazón sensible de la saga. Ojalá que sea el final definitivo.
TOY STORY 4: una crítica sobre la relación de los objetos y la memoria, y a ensayar brevemente sobre el sentido de la infancia. (Emisión radial)
Amigos son los amigos Nadie niega que la garantía de Pixar a la hora de crear historias es indiscutible. Aunque la compañía líder en películas de animación a tenido algún que otro altibajo a lo largo de su trayectoria, la calidad de sus productos siempre mantuvo la vara alta respecto a sus trabajos en el cine. Claro que si bien el anuncio de “Toy Story 4” sonaba para muchos como una excusa para reventar boleterías y amontonar familias en las salas durante las vacaciones, el equipo creativo detrás de la saga se las supo ingeniar para entregar otra historia sumamente disfrutable. Este episodio introduce a Forky, el nuevo integrante de la pandilla de juguetes parlantes liderada por Woody, quien deberá asumir su función en el grupo como compañero, y aceptar la tarea de acompañar a Bonnie durante su infancia. Una trama casi en sintonía con los cortos que salieron posteriores a la tercera entrega. Si bien “Toy Story 4” está lejos del viaje épico que significó su antecesora (con Lotso como villano antológico y ese cierre enternecedor para sus protagonistas), la nueva aventura de Woody y compañía en el exterior sabe cómo asegurarse risas y lágrimas durante todo su trayecto, manteniendo intacta la magia de Pixar y sin defraudar a su legión de fieles seguidores. Por Enrique D. Fernández
Crítica emitida al aire
Crecer no era una trampa A 24 años de su inicio, en Toy Story 4 Woody y Buzz pierden los miedos. Es un mundo adulto, donde la verdadera amistad atraviesa años y distancias. A mi oso Pulgoso, que nunca se fue de casa En las últimas páginas de la segunda novela de Winnie the Pooh, escrita en 1928 por A.A. Milne, el niño Christopher Robin le pregunta a su oso adicto a la miel: “Pase lo que pase tú lo comprenderás, ¿no?’’ Pooh le responde con otra pregunta: “¿Comprender qué?” Christopher Robin decide no explicarle que alguna vez, cuando él se vuelva adulto, ya no jugarán juntos. Prefiere no revelarle ese futuro para protegerlo de la angustia que podría provocarle esperar dicho momento, sentir la amenaza en la nuca de felpa de que en cualquier momento llegue ese temido día. Pero también porque Pooh posiblemente nunca comprenda que Christopher Robin ya no quiera jugar con él. La trilogía de Toy Story gira alrededor de ese miedo que carcome el plástico y el relleno de wata de los juguetes, en especial de Wood, el vaquero de trapo que supo ser el mejor motivo para levantarse que tuvo Andy durante su infancia. Desde la primera película, dirigida en 1995 por John Lasseter (y guionada por Joss Whedon, Andrew Stanton, Joel Cohen y Alec Sokolov), el temor más profundo de Woody era dejar de ser querido por quien él más ama: Andy. La tristeza invadía su piel de tela cuando un juguete nuevo, Buzz Lightyear, aterriza en la habitación del niño para quitarle su lugar de privilegio. Lo que comenzaba como un conflicto de rivalidad entre el juguete clásico y la gran novedad que salía en una publicidad de la televisión se convertía en un relato sobre la amistad y el compañerismo entre dos desconocidos que conformarían, finalmente, la mejor dupla. Como decía el mismo Lasseter, Toy Story es una típica buddy movie donde dos personajes muy distintos deben dejar sus diferencias a un costado para resolver juntos un problema, y salvar sus pellejos de los experimentos fatales del vecino Sid. En esa lucha conjunta aparecían crisis existenciales e interrogantes que Woody debía iluminar para darle calma a cada juguete, pero en especial a Buzz, el Guardián Espacial de la Unidad de Protección Universal que asegura ser un astronauta de verdad y no un juguete. “Ser un juguete es mucho mejor que ser un Guardián del Espacio. En esa casa hay un niño que piensa que eres lo máximo. Y no es porque seas un Guardián del Espacio. Es porque eres un juguete. Eres su juguete”, le decía Woody a Buzz, resaltando la magia que significa ser un juguete, a pesar de que, como el comercial informa, no pueda volar. ¿Quién necesita volar si se puede caer con estilo? El primer largometraje de Pixar, que también fue el primer largometraje en ser realizado completamente por computadora, logro construir en sus 110.000 fotogramas y 1570 planos los primeros personajes del estudio de animación que se volverían merchandising. Consiguiendo encontrar un Andy en cada niño que lo adopte en una juguetería o gran supermercado. Ganándose un lugar no solo en los infantes, también en muchos adultos que crecieron junto a Rex y Cara de Papa, y tanto otros que no sintieron la necesidad de ser niños para decidir adoptar a Slinky, el perro con cuerpo de resorte. ¡Eres mi alguacil favorito! Todo comenzó en 1988, con el corto ganador del Oscar Tin Toy, dirigido y guionado por John Lasseter. En esos cinco minutos se condensa la esencia de la futura Toy Story: un pequeño juguete llamado Tinny es perseguido por un bebé por una habitación. El hombrecito orquesta hecho de hojalata teme que su dueño lo babeé y lo rompa en mil partes, al igual que los otros juguetes que se esconden bajo la cama. Pero cuando por fin consigue refugiarse el bebé se golpea contra el suelo, y el llanto desconsolado lo conmueve tanto que, a pesar del riesgo, Tinny abandona su lugar seguro para hacer reír al bebé. Una atención que solo dura segundos, hasta que el bebé prefiere jugar con la bolsa donde llegó su nuevo juguete en vez de con el propio Tinny. Ese vínculo, a veces amoroso y otras veces salvaje, entre personas y juguetes, atraviesa todas las películas de Toy Story. Pero a medida que se agregaban películas a la saga el foco se ponía cada vez más en la relación entre juguetes. Los de siempre y los recién llegados. Todas las películas de Toy Story hablan sobre el paso del tiempo y sus consecuencias. La secuela de 1999 enfrentaba a Woody por primera vez con la idea de que algún día Andy dejará de ser un niño. “¿Creés que Andy te llevará a la Universidad? ¿O a tu luna de miel? Andy está creciendo y no puedes hacer nada al respecto”, le lanzaba, con un poco de saña, un juguete desde su empaque al preocupado Woody. Y ante el miedo de confirmar ese abandono prefería ser él quien abandone a Andy, decidiendo acompañar a un grupo de juguetes vintage a un museo en Tokio. Es ahí donde los roles de la anterior Toy Story se invertían, y esta vez era Buzz el encargado de transmitirle la palabra justa: “En alguna parte de tu relleno hay un juguete que me enseñó que la vida vale la pena solo cuando eres amado por un niño, y he viajado hasta aquí para rescatar a ese juguete porque creo en sus palabras”. Woody volvía a casa, a los brazos de Andy, sabiendo que no puede evitar que Andy crezca, pero, a pesar del enorme fantasma del olvido, no quiere perderse vivir ese período junto a él. “Será divertido mientras dure. Además, cuando todo acabe tendré a Buzz Lightyear para que me haga compañía en el infinito y más allá”, pronunciaba con emoción el vaquero en los últimos minutos, llevando a la habitación de Andy nuevos juguetes que desean un hogar. Es un ritual que se repetirá en cada Toy Story, agrandando la familia y la imaginación en los futuros juegos. Toy Story 3, ya no dirigida por Lasseter sino por Lee Unkrich, materializó en 2010 el mayor temor del vaquero con cuerda: Andy dejó de ser un niño y debe marcharse a la universidad. Y no solo creció Andy: todos los niños de la generación de mediados de los 80 nos convertimos en adultos a la par del amigo fiel de Woody. El destino de los juguetes era incierto, mientras dormían de aburrimiento olvidados en la oscuridad de un cofre. Como las anteriores películas, el cierre de la trilogía nos invitaba a un sinfín de aventuras donde, a pesar de todos los obstáculos y algunos personajes malvados, los juguetes lograrían volver a casa. A la habitación de Andy, pero esta vez solo por un rato. El niño devenido en adulto donaba sus tan queridos amigos a Bonnie, una niña que sabía cuidar a los juguetes con tanto amor como lo hizo él. Pero antes de despedirse, Andy jugaba con Buzz, Rex y Slinky por última vez. Y Woody forzaba las cosas para quedarse con sus compañeros de plástico, junto a Bonnie, aunque eso implique separarse de su persona favorita en el mundo, Andy. ¡Hay una serpiente en mi bota! Toy Story 4, dirigida por Josh Cooley, llega para poner en crisis varias certezas de la ex trilogía. La familia ensamblada de juguetes vive en el cálido cuarto de Bonnie, quien, a pesar de tener muchos años de infancia por delante, ha dejado de jugar con el vaquero de chaleco marrón, dejando que se llene de pelusas en el fondo del armario. Ahora Woody sufre por el rechazo de Bonnie, y también por la nostalgia que siente por Andy, al compararlo constantemente con la niña que se quedó feliz con ellos. La cuarta secuela pone en escena, como siempre, los traslados. La saga estuvo marcada por mudanzas, viajes, campamentos. Una adaptación constante que refleja el movimiento, simbolizando entre fotograma y fotograma el pulso de la vida que no se queda quieta. Un juego de la silla donde cada vez que nos cambiamos de asiento ya no somos los mismos. Pixar también creció a la par de las películas de Toy Story, de Andy y Bonnie. En cada estreno se podía comprobar el salto evolutivo de la animación CGI: cómo lograron mejorar los pelajes de los perros, la textura de la piel de los humanos, las luces y sombras de los juguetes y las terminaciones de los escenarios, secuela a secuela cada vez más ambiciosos. El cierre de la saga, nueve años después de Toy Story 3, es el punto más alto en técnica de animación. Se incluyen en la trama muñecos antiguos que giran su cabeza como Linda Blair en El exorcista, peluches con ojos saltones que esperan ser adoptados en un juego de parque de atracciones y una clase de juguete que hasta ahora no había sido parte de esta extensa historia: un personaje construido por la propia Bonnie. Por primera vez, en Toy Story se habla de la importancia de los juguetes que no se compran sino que se crean con pegamento, alambre revestido, palitos de helado y un cubierto descartable. Un juguete que es realmente único, y donde no se necesita dinero para tenerlo. El tenedor con boca de plastilina bautizado Forky no se siente juguete, asegura ser parte de la basura. Si en los inicios de la saga era Buzz quien tenía una crisis existencial, ahora es Forky quien deberá atravesar una gran aventura para quererse y dejarse querer bajo su nuevo rol. Woody, resignado a que lo vuelvan a elegir, opta por ocuparse de perseguir a Forky a sol y sombra, asegurándose de que esté siempre al lado de Bonnie, la niña que ama al tenedor devenido en juguete tanto como Andy adoraba al vaquero de trapo. ¡Las manos bien altas, hacia el cielo! Mientras los problemas se abren paso, será un personaje femenino el que esta vez tome el mando: Bo Peep. La muñeca de porcelana que cuidaba de tres ovejas junto al velador abandonó la opresión del vestido de época para andar en pantalones por un parque de diversiones, trepando maquinarias y atravesando el paisaje adentro de un zorrino a ruedas. Es acá donde aparece otra idea poco explorada en el pasado de la saga: el juguete que disfruta de la libertad de no tener dueño. Ella pone en duda la certeza que repite una y otra vez Woody: tener nombre en los zapatos te hace un juguete importante. El reencuentro entre Bo Peep y el vaquero, luego de nueve años sin verse, lo arrinconará a Woody a formularse preguntas que jamás se animó a pensar. El director Josh Cooley muestra a juguetes perdidos que no sufren por no tener el nombre de sus dueños escrito en los zapatos. Al contrario, están orgullosos y felices de conocer distintos niños todos los días, sin por eso sentirse poco queridos. ¿Por qué hacer feliz a un solo niño si se puede alegrar a miles? Los juguetes no son propiedad sino simplemente sonrisas compartidas. Esa idea se planteaba tímidamente en Toy Story 3, en los rincones de la guardería, pero asomaba la nariz el rencor de varios muñecos por ser abandonados por sus dueños. La competencia entre ellos, la desesperación por ser elegidos, el dolor por ser en un futuro olvidados, solo permitía interpretar a esa escena como una vida desoladora y vacía. Toy Story 4 refuta esa convicción tan cerrada y dibuja otras posibilidades de emociones menos tajantes. Esta vez no son los niños quienes maduran, son los juguetes. Woody entiende, por fin, que para dejar de tener miedo debe dejar de aferrarse a él. Animarse a descubrir su camino, ser independiente de las decisiones ajenas. Más allá del vínculo entre niño y juguete, entre Andy y su vaquero de trapo, la saga de Toy Story se trató siempre de la entrañable amistad entre Woody y Buzz. Por eso, cada desenlace de la trilogía culminaba con ellos dos, diciendo que, sin importar lo que pase, estarán juntos, hasta el infinito y más allá. En esa frase que los une existen otros cuerpos además de los juguetes: durante 24 años Tom Hanks, quien le pone la voz a Woody, y Tim Allen, la voz de Buzz, trabajaron a la par y se cuidaron entre sí como lo hicieron en pantalla el vaquero y el astronauta. Cuando los directivos de Disney dudaron en seguir trabajando con Allen tras haber sido arrestado por conducir borracho e internarse en una clínica de rehabilitación, Tom Hanks amenazó con renunciar si su compañero perdía su papel. Buzz Lightyear es Tim Allen, con todo lo que el actor cargue encima. Gracias a la intervención de Hanks, Allen volvió a ser contratado, y lo siguió siendo hasta el último film de la saga, Toy Story 4, siendo protegido Buzz por Woody como desde la primera película. Luego de dos décadas y media, esta vez es Buzz quien tiene que defender a Woody de sus propios miedos, aunque esa acción implique perder a su gran amigo. Lo más valioso de esta Toy Story es el hecho de resaltar que no permanecer juntos no implica estar separados. La amistad verdadera trasciende las distancias y el paso del tiempo, y sobre todo la necesidad de la presencia física. Comprender ese concepto tan complejo es justamente ser adulto. Woody nunca se olvidará de Andy, y Andy siempre pensará en su vaquero. Al igual que nosotros y nuestros amados juguetes. Al infinito y más allá.
Como sabrán todos aquellos que vieron “Toy Story”, cuya versión original fue estrenada en 1995, esta es una historia que trata acerca de la amistad y sus inclaudicables valores, inmersos en el universo frágil y cariñoso que ofrecen los juguetes, objeto preciado de todo niño. Lasseter, creador de la saga, fue un absoluto visionario, creando un microcosmos que nos recuerda a nuestra infancia, a la vez que provoca una reflexión sobre el heroísmo y el sentido de la vida, convirtiéndose así en una obra madura. “Toy Story 2” fue estrenada en 1999 y se ubicó un escalón por debajo de su antecesora, reconociendo el encanto original a la vez que introducía a la historia nuevos personajes que se amoldaban a un singular banquete del color y las texturas. Estos elementos conforman la trama de esta antológica serie de animación, poseedora de un relato con vuelo épico, en donde sus seres transitan un imaginario visual onírico. A partir de allí, el descubrimiento de ellos mismos mediante un apreciado ejercicio de conciencia, otorgaba a la película una hondura emotiva inusual. El grado de perfeccionismo alcanzado no se quedaba en lo sorprendente que puede llegar a ser su aspecto visual, sino que profundiza y exterioriza sus inquietudes indagando a una mirada adulta sobre la condición humana. Como indudable estrategia publicitaria previo al estreno de “Toy Story 3”, en 2010 se conoció una versión 3D del clásico infantil por excelencia de los años ’90. Esta incursión tecnológica prolongó la calidez que otorgaba unos de los films de animación más recordados de los últimos tiempos, reviviendo nostálgica ante espectadores de nuevas generaciones. La transición a la tercera dimensión despertó interés en los adultos que 15 años atrás eran niños y presenciaron una bisagra en el cine destinado a los más pequeños. “Toy Story” creó un auténtico universo de ficción con personajes reconocibles, palpables y profundos. Dirigida por Ash Brannon y John Lasseter, esta aventura concebida en tiempos de CDs y VHS nos transportaba a los espectadores hacia las aventuras de Sheriff Woody (Tom Hanks) y Buzz Lightyear (Tim Allen). Dueña de un encanto y una fantasía superlativa, el atractivo provocado por este mundo mágico que habita “Toy Story”, nos permitía volver a fascinarnos como aquella primera vez, en cada visionado. La citada versión tridimensional, potenciaba el atractivo comercial que Hollywood suele aprovechar para prolongar sus éxitos, haciendo un justo homenaje a esta tierna historia. Mediante la creación de sus conocidas franquicias, la meca cinematográfica recurre a la criatura preferida de Lasseter que se demuestra imperecedera y rendidora. Gracias a su poder de innovación, y apostando a un cine de animación digital que en los albores de una nueva era se acoplaba al boom generado por la tecnología, la oportunidad devino en excusa casi perfecta para lograr un éxito de recaudación sin tomar demasiados riesgos creativos. Poco parece haber cambiado una década después. Sin embargo, veamos que tiene de nuevo para ofrecernos la mentada franquicia. A sabiendas que la seminal “Toy Story” fuera una gloria del cine de animación de fin de siglo, Hollywood recurre -por enésima vez- al remanido recurso de las remakes, y lo hace colocando detrás de cámaras a Josh Cooley, un habitué colaborador de Pixar, versátil animador, director, artista de guion gráfico, guionista y doblador de voz de films infantiles. Ingenio y genuina emotividad resultaron virtudes de las que “Toy Story” jamás escatimó su dosificación. Estos enredos animados queribles, que pasaron a formar parte del imaginario colectivo de generaciones enteras, ofrece dinamismo visual y genuino entretenimiento. Aún con la ligereza argumental que este tipo de productos suele filtrar la profundidad de su entramado narrativo (delicias recurrentes, ciertamente), resulta elogioso el matiz moral sobre el que estructura el accionar de sus protagonistas, acaso convirtiéndose en una digna deudora de la película estrenada hace un cuarto de siglo, nada menos. Este aparente epílogo a la tetralogía conversa, con cierto tono existencialista, acerca de temáticas tan universales y humana. Enterneciendo la propuesta y sin temer a filosofar más de la cuenta diluyendo el conflicto argumental, convierte al artilugio visual en un instrumento y no en el centro gravitacional de la propuesta. Un mérito no menor, dado los superfluos tiempos del nuevo milenio, en donde el estímulo de los sentidos audiovisuales a menudo anula la invitación reflexiva. Empero, “Toy Story 4” se aggiorna, sin contaminarse. ¿Negocios industriales para cuya onerosa recaudación vale la pena el intento de prolongar el encanto de antaño? Puede que así sea, sin embargo, y homenajeando su propio canon de precursora en el rubro (la franquicia marcó un antes y un después en el cine de animación), “Toy Story” revive antiguos pergaminos en tiempos de pobreza creativa y clones genéricos creados por generación espontánea.
Una saga que sigue fuerte Vuelve una de las mejores sagas de la factoría Disney - Pixar y lo hace a lo grande. Revisando un poco las fechas de las entregas anteriores, me di con que ''Toy Story 3'', la entrega anterior a esta, se estrenó en 2010... sí! En 2010, es decir, hace 9 años. ¡Realmente quedé sorprendido! Cómo pasa el tiempo... En esta ocasión, la banda más simpática de juguetes toma vida nuevamente para seguir acompañando a Bonnie, esa tierna niña a la que Andy dejó sus preciados juguetes para crecer e ir a la universidad. El veterano Woody, ha pasado a ser un juguete más y ya no es el favorito de Bonnie. En cambio, la niñita construye a su nuevo mejor amigo al que llama Forky, un tenedor/cuchara descartable con carita y extremidades. Por supuesto, este cobra vida, pero se siente algo confundido sobre su esencia, si es en realidad un utensilio descartable o ahora es un juguete propiedad de la pequeña Bonnie. En medio de ese proceso de dudas existenciales, Forky decide escaparse. Esto pone en alerta al equipo que se da cuenta de la importancia del nuevo juguete para la niña y decide organizar un plan de rescate. Todo lo que sigue es la divertida aventura que encaran Woody, Buzz y los demás para cumplir con la misión de rescate. En esa aventura conocerán nuevos amigos, se encontrará con viejos amigos, y darán un paso fundamental en la madurez de la saga. Si prestan atención al trailer debajo de esta reseña, se explica muy bien en 3 sobreimpresos la esencia de esta nueva propuesta. Dice ''En el camino de la vida, hay viejos amigos, nuevos amigos e historias que te cambian''... ¡Qué cierto es esto! Es algo con lo que todos podemos identificarnos, sobre todo los seguidores de la saga como yo que andamos por encima de los 30 años. ''Toy Story'' lo hace de nuevo, logra emocionar al público y dejar un mensaje lindísimo y valiente sobre la vida. Esta cuarta entrega marca en mi opinión, un paso de madurez increíble en la vida de esta saga. Lo que venga después, creo que no va a ser como nada que ya hayamos visto en entregas anteriores. La historia también crece al producir un cambio fuerte en el personaje de Bo Peep, que ya no es la gentil pastorcita que viéramos en la primera entrega, sino que ahora es una intrépida mujer que saborea la vida en libertad y sin tapujos. Una buena actualización en pos de sumar feminismo en la saga. La ''villana'' de esta historia también sorprende para bien y protagoniza uno de los momentos más rompe corazones del cine. Por suerte, su historia no termina mal. ''Toy Story 4'' llega 24 años después del primer estreno, y si bien ha perdido un poquito (pero sólo un poquito) de su capacidad para sorprender, sigue divirtiendo y emocionando a casi todos. Creo que si siguen haciendo tan buen trabajo en el futuro, puede convertirse en uno de los pocos casos con más de 5 entregas tan buenas como su estreno original. Ojalá así sea.