Bienvenidos al país de la locura Casi 150 años después de su publicación, la notable novela fantástica -y protofeminista- de Lewis Carroll (en realidad, son dos los libros que sirvieron como punto de partida para el guión) es retomada por el no menos genial director Tim Burton en una superproducción de Walt Disney a puro CGI concebida para salas 3D digitales. Aunque en este sitio se suele analizar en detalle las posibilidades comerciales de las películas (en este caso, la combinación Burton + Depp + Sello Disney + 3D + historia clásica de corte fantástico para toda la familia es sinónimo de un éxito descomunal), voy a concentrarme en los logros (que los hay, y muchos) y en ciertas carencias (que por suerte no son tantas) de este film. Más allá del prólogo y de algunos flashbacks que muestran a la Alicia con los entre 6 y 7 años con que siempre se la conoció, la heroína de Burton (convincente trabajo de Mia Wasikowska) es una bella londinense de 19 que -entre distracciones, pesadillas y rebeldías varias- deja plantado en medio de la fiesta de compromiso a su patético novio que le podría dar a ella y a su madre (su padre, un empresario visionario, ha fallecido) una vida llena de holgura y previsibilidad. De todas maneras, más allá de ese marco, casi 90 de los 108 minutos del relato transcurren en el País de las Maravillas, donde Alicia quedará en medio de la disputa entre la malvada Reina Roja (otro gran trabajp de la señora Burton, Helena Bonham Carter) y su hermana, la bondadosa Reina Blanca (una Anne Hathaway que no alcanza a lucirse demasiado. Para ayudarla, claro, allí estarán El Sombrerero Loco (otra delirante creación para la galería de excéntricos y fascinantes personajes de Johnny Depp) y una amplia variedad de criaturas que la acompañarán en sus aventuras. El film tarda un poco en arrancar (Depp aparece a la media hora) y hay momentos no demasiados sustanciosos en términos narrativos en los que todo queda casi reducido a un despliegue de sofisticadas creaciones visuales. Pero, incluso en esos pasajes donde hay más regodeo formal que hondura dramática, la película nunca deja de fascinar. Como fanática de Tim Burton me quedé con ganas de más (la segunda mitad de la película es excepcional) y, por más que Alicia en el País de las Maravillas no alcance el status de obra maestra, ratifica a un director dueño de un universo (léase una amplísima paleta de recursos en todos los terrenos del cine) único y deslumbrante.
Hay directores a los que uno les exige mucho. No es para más. Se sabe que a un autor, realizador, independiente, con una imaginación inagotable, personalidad y humor único, estética marcada, que no solo nunca, pudo ser copiada o imitada, sino que además, impuso una moda, se le debe pedir más. Tim Burton y su mundo de fantasía provocan eso. La conjunción de los relatos de Lewis Carroll y la imaginación burtoniana parece de esas uniones obvias, que uno se pregunta, porque no se dieron antes. El mundo de Burton, está lleno de elementos inspirados en Alicia en el País de las Maravillas y Alicia a Través del Espejo, escritas por el autor hace casi dos siglos atrás. Aun hoy, tras inumerables adaptaciones, la mayoría para televisión y una inolvidable versión animada producida por los estudios Disney, ha llegado una versión que mezcla de tecnología CGI, y actores de carne y hueso. A eso, hay que sumarle la tecnológica del momento: el 3D. Nuevamente, los estudios se ponen del otro lado de la cámara, distribuyendo esta versión cuyo principal público, intenta ser el de menores de 12 años. No por nada, la película se estrena en Argentina doblada al castellano también. Sin embargo, como es previsible, el mundo Burton no tiene como único objetivo al infante, y por eso, con su inteligencia habitual el director de El Joven Manos de Tijera apunta hacia los adultos también. Y ahora empiezan las contradicciones, entre lo encargado y lo realizado. Hay que aclarar que la intención de Burton y la guionista Linda Woolverton (La Bella y la Bestia, El Rey León) fue conformar en una misma obra, ambas historias de Carroll, para crear a su vez una original, casi una secuela humanizada a la historia de Alicia. En este sentido, se me viene a la memoria la personal adaptación que Steven Spielberg realizara en 1991 sobre el cuento de Peter Pan, Hook, con Robin Williams y Dustin Hoffman, donde el chico que nunca quería crecer, se convierte en un abogado que regresaba a Nunca Jamás para redescubrir su niño interior. Opuestamente a esta lógica, Alicia en el País de las Maravillas de Burton trata sobre crecer y saber elegir uno mismo las opciones que tomará en la vida. Esta matriz, cuyo origen pertenece en parte al ideal de Carroll, suele vincularse con la de El Mago de Oz. Alicia deja de ser adolescente para imbuirse en un mundo adulto, y dejar de ser influenciada por una aristocracia superficial y estúpida, adepta a rutinas y tradiciones para convertirse en una burguesa de espíritu imperialista (ejem). Realmente esta lectura de Alicia es… extraña, viniendo de Tim Burton, un director que siempre defendió al niño interior, al espíritu infantil, que siempre se opuso a dejar de lado la infancia, la inocencia, la ingenuidad. Lo lúdico, siempre formo parte escencial de la filmografía burtoniana y Alicia, se va alejando de eso… Sweeney Todd, su anterior trabajo, un híbrido musical, demasiado oscuro para formar parte de su filmografía, pero que a la vez, contenía muchos simbolismos, objetos, estética y temática, relacionada con las anteriores obras, era una obra compleja, demasiado ambiciosa, con graves errores narrativos. Alicia, en cambio, funciona como reloj suizo, es tan lógica y perfecta como juego de ajedrez. Todo es demasiado calculado, solemne, equilibrado, prefabricado. Demasiado perfecta. Fiel al espíritu de los libros, en todo punto de vista, y a lo que uno esperaría de Tim Burton, tanto desde la estética, el diseño artístico, la temática, los personajes, la filosofía, la banda sonora a cargo del siempre eficaz, Danny Elfman. A la vez, no deja de ser una película de Disney: es entretenida, ligera, familiar, con intenciones de unir públicos, de forma similar a la saga de Piratas del Caribe. Pero, por alguna razón se nota que se trata de un trabajo por encargo. Elementos que todo aquel que sea fanático de Burton sabe de memoria, aparecen desfigurados. Las presentaciones de las películas de Burton son siempre identificables: siempre pone los títulos principales al principio, en alguna secuencia conformada por objetos que más tarde serán de vital importancia narrativa. Esta vez los créditos van al final. ¿Por qué distanciarse de una marca tan obvia y conocida? Porque Burton quizo tomar una distancia con respecto a la obra. Los primeros 5 minutos son extraños. Demasiado luminosos y realistas. No parece una película de Burton, la hipocresía blanca de la aristocracia inglesa, no parecen combinar con la oscuridad que distingue al director… Alicia se escapa y cae en el hueco adentro del árbol que la llevará a la “Tierra Subterránea”. A partir de que sale al exterior, el personaje no entra en el País de las Maravillas sino en la imaginación de Burton: árboles deformados sin hojas con ramas retorcidas, un zoológico abandonado, animales formados por ligustrina (¿quien los habrá cortado?). Todo será oscuro, lúgubre, nada que ver con el dibujo animado. El sombrerero loco toma el té delante del molino incendiado de La Leyenda del Jinete sin Cabeza. Sí, es una película de director, pero por ahora, solo a nivel superficial. De a poco, los personajes de cuento de Carroll, caracterizados por el autor original como completamente locos, empiezan a tomar características humanas, melancolía, nostalgia, tristeza. Sentimientos. Y nunca resulta forzada la trasformación. La película levanta vuelo existecialista y filosófico, además de tomar carácter social: la Reina Roja, impone un reinado de maldad y prejuicios. Ha destruido el País de las Maravillas junto con el malvado caballero Stayne. La única manera de pararlos, es destruir al protector de la Reina, el monstruoso Jabberwocky y devolver el reinado a la Reina Blanca. La elegida para matarlo es Alicia, quien no se muestra demasiado interesada en cumplir la misión. Burton y Woolverton se toman bastante licencias en nombre de la fantasía: se sugiere una seudo relación romántica entre Alicia y el Sombrerero, paralelamente que se trata de vincular al interesado Stayne, con la Reina de Corazones, cuya deforme cabeza gigante, pero a la vez, su “ilimitado” poder provocan que todo su entorno construya una falacia alrededor de ella. Fiel a su mirada del mundo, Burton se compadece de la Reina, una mujer que lo único que desea es ser amada y respetada, pero que para ello (e influenciada por los discursos de Stayne) lo busca a través del miedo (cualquier semejanza entre esta relación y la de el Pingüino y Max Schrek en Batman Vuelve no son coincidencias). A la vez, realizador y guionista homenajean a Carroll: muchas de las palabras inventadas, y juegos lingüísticos del universo del autor aparecen en la película, incluído el poema original del Jabberwocky. El director, extrañamente, a medida que avanza el relato, va dejando atrás el humor y la fantasía, inocencia inicial, para mostrarse dramático, oscuro y más solemne aún. Los tonos empiezan a ser contradictorios, al igual que el mensaje final, las lecturas ideológicas, y filosóficas, que se pueden sacar acerca de la resolución de la historia. No voy a develar detalles, pero pareciera que Burton y Disney no se lograron poner de acuerdo, de la manera en que la Reina Blanca debía ser representada. Mientras que la Reina Roja termina despertando enorme simpatía y compasión, la Reina Blanca es hipócrita, falsa, oscura y siniestra. Delega el trabajo sucio (matar al Jabberwocky) en Alicia para volver a ser reina. El problema de la película (¿y del guión?) es la lectura que se le quiere dar al público infantil. Quizás un adulto, note que la Reina Blanca no es tan “pura” como aparenta ser, pero Burton lo maneja de forma tan sútil, que nunca queda clara la posición al respecto, dando la apariencia, en una primer lectura, que la Reina Blanca es en realidad tan buena como se la pinta. ¿Peligroso y manipulador? Se sabe que a un chico no se lo puede engañar. Burton lo sabe y toma distancia al respecto, pero parece que los estudios del ratón, tomaron otra decisión al respecto. Más allá de esto, y del hecho que sobrevuela cierto aire de artificio, la películas es disfrutable de principio a fín: los colores, la escenografía, el ritmo. Ciertos personajes clásicos, muy reconocibles del cuento van perdiendo participación con el correr de los minutos: desde los gemelos Tweetledee y Tweetledum, pasando por la liebre, y especialmente el conejo Mc Twid. En cambio el sombrerero loco, convertido en antihéroe y co partener de Alicia en su misión es fundamental. Vale agregar, que quizás su participación hubiese sido menor sino estaría interpretado por un equilibrado, contenido y excesivo a la vez, irreconocible por el maquillaje, Johnny Depp. El sombrerero loco, tiene alma, vida, gracias a Depp, que demuestra que a cargo de Burton, siempre actúa mejor. Bonham Carter hace querible, exquisita y odiosa a su Reina Roja, mientras que Hathaway termina irritando por la simpatía y el fantasmal retrato de la Blanca en una de sus mejores interpretaciones. Destacado es Crispin “Mc Fly” Glover como Stayne, y da placer escuchar a Stephen Fry, Alan Rickman, Timothy Spall, Michael “Alfred” Gough y el gran Christopher Lee en las voces de personajes secundarios. Pero la verdadera protagonista que se lleva todos los laureles es la excepcional actriz australiana Mia Wasikowska. Creible, contenida, en ningún momento sobreactúa, sabe balancear y modificar sus estados de ánimo sin sobreactuar ni parecer forzada. Burton no deja atrás pequeñas referencias en decorados y vesturario a Beetlejuice, El Joven Manos de Tijera, Charlie y la Fábrica de Chocolates y Sweeney Todd. Quedará abierta la polémica, acerca de cómo el realizador, logra meter su identidad esta vez, cuanto es auténtico, cuanto manufacturado por la Disney, pensando únicamente en la taquilla… Sin duda, la compañía va a tratar de redituar lo máximo posible con la película: por primera vez el director accede a incluir un tema pop adolescente para atraer al público más joven. La canción “Alice” de Avril Lavigne es realmente olvidable, pero hará vender muchos discos (en realidad, en la Batman original Prince compuso un par de temas, pero las intenciones publicitarias de ambos son diferentes). Para el fanático, volver a escuchar a Elfman en los créditos, será el verdadero premio. A diferencia de Avatar, Alicia en el País de las Maravillas, le da mejor y más versatil uso al efecto tridimensional: no solo mejora y aumenta la profundidad de campo, sino que también está muy bien aprovechado (sin ser ostentoso ni fatigante a la vista) el recurso cuando los personajes le tiran objetos a la cámara, de forma tal que parece que estuvieran por caer encima del espectador. En conclusión, este nuevo excepcional viaje imaginativo a los mundos de Lewis Carroll, y Tim Burton no va a terminar decepcionando. Pero es cierto, que se trata de un trabajo tan perfecto y calculado, con tan poca sorpresa, espontaneidad o fallas, que uno le exige más a su creador… más osadía, que rompa los moldes, que vuelva a defender la fantasía infantil… y no se ate tanto a lo que le piden. Quizás es demasiado dificil teniendo en consideración los cánones del Hollywood contemporáneo. Pero… ¿dónde está el amante de Ed Wood y el cine clase B? ¿Bajo que capa se esconde? Al final, la perfección termina siendo objetable.
Tim Burton es sinónimo de cuento de hadas cinematográfico. Ya en su ópera prima, La Gran Aventura de Pee Wee, e incluso desde sus cortos (Vincent, en homenaje a su ídolo Vincent Price, y Frankenweenie), desde allí es posible rastrear las obsesiones que aquejan a este maestro del cine: personajes marginales, incapaces de sentirse cómodos en el mundo que los rodea; los adultos como sinónimo de autoridad y frialdad; y, por sobre todo, universos mágicos, a veces agradables, a veces tenebrosos, pero siempre impredecibles, colmados de fantasía y sorpresa. Tim Burton es un director fiel a sí mismo. Un artista de talento indiscutible, incapaz que darle a su público algo mediocre. Incluso sus películas consideradas menores son grandes espectáculos que vale la pena disfrutar. En ese sentido, Burton forma parte de ese Monte Olimpo conformado por Steven Spielberg, David Cronenberg, Martin Scorsese, Peter Jackson, Sam Raimi, Guillermo del Toro, Baz Luhrmann, Alfonso Cuarón, Paul Greengrass, Christopher Nolan y James Cameron (sólo por nombrar a los contemporáneos). Sus films menos buenos son mejores que los de otros cineastas. En Alicia en el País de las Maravillas, el enorme Tim vuelve a validar su capacidad para asombrarnos. Pero antes de seguir con él y con su flamante opus, conviene remontarnos brevemente al primer genio detrás del asunto. Lewis Carroll (1832-1898), por entonces un simple profesor de Matemáticas, le relató una primitiva versión de Alicia en el País de las Maravillas para entretener a las hermanas Liddel, una pequeñas amigas, ya que se llevaba mejor con los niños. El personaje del título se basaba en Alicia, una de las hermanitas, quien además lo convenció de convertir el cuento en un libro. Carroll (nombre verdadero: Charles Lutwidge Dodgson) le ido el gusto, y se despachó con las aventuras de una niña que accede a un Universo de lógica invertida, repleto de animales que se comportan como personas y miles de otros delirios, que escondían elementos de sátira social victoriana y juegos de palabras. Imposible olvidar a personajes como el Conejo Blanco, el Sobrerero, el Gato de Cheshire, la Liebre de Marzo, la Oruga Azul... De hecho, no pocos recuerdan más los personajes o situaciones específicas más que el todo completo. Publicado en 1865, el libro se convirtió en un exitazo. En 1971, Carroll publicó su continuación, Alicia a Través del Espejo, en donde se sumaban más personas, como Tweedledum y Tweedledee. Con el tiempo, Alicia en el País de las Maravillas conoció adaptaciones teatrales, televisivas y cinematográficas. Dentro de este grupo, la más famosa es la versión animada made in Disney, de 1951. Burton nunca fue fanático de esa película, así que ahora podemos conocer su óptica del asunto, que resulta original desde el guión: no es una adaptación fiel de los textos de Carroll, sino una suerte de secuela ubicada más adelante en el tiempo. Alicia ya no es una niña sino una joven de 19 años, que, luego de rechazar una propuesta de matrimonio, regresa al mundo subterráneo pese a que no recuerda ni a quienes lo habitan ni las aventuras vividas en su infancia. Tenemos en esta Alicia al típico personaje del realizador: un pez fuera del agua en esa predecible y monótona Inglaterra victoriana, mundo real, tan carente de asombro y tan saturado de leyes. Una estupenda labor la de Linda Woolverton al darle un marco histórico preciso a este nuevo enfoque. Según Burton: "El objetivo es tratar de hacer una película atractiva, donde haya un poco de la psicología y el carácter clásico de Alicia, pero al mismo tiempo aportando frescura a la historia". Los fanáticos puristas de Carroll pueden llegar a sentirse ofendidos, pero sin duda gozarán de las constantes y bien utilizadas referencias a los libros, sobre todo al principio de la película. En cuanto al País de las Maravillas, un perfecto matrimonio entre arte, fotografía y efectos especiales por computadora, donde no faltan los árboles retorcidos que tanto le gustan a Tim. Un soberbio trabajo visual que nunca está por encima de la narración sino que la enriquece, como debería ser siempre en toda película. Se sabe que Burton es fanático del artista surrealista checo Jan Švankmajer, quien supo adaptar la obra de Carroll en Alice, hecha con animación stop-motion. Es difícil relacionar ambas versiones, pero podemos notar en T. B. una pasión por hacer que los objetos y los paisajes luzcan como si hubieran sido creados de manera artesanal, igual que quien pinta un lienzo. Por supuesto, la música de Danny Elfman siempre es el complemento ideal con otra de sus majestuosas partituras. Scorsese-De Niro (ahora Scorsese-DiCaprio), Fellini-Mastroianni, Truffaut-Léaud, son legendarias las duplas director-actor. El tándem Burton-Depp encaja perfectamente en esa tradición, como ya lo demostró en seis —siete con esta— gemas a 24 cuadros por segundo. Lo cierto es que Johnny D. se transforma en el Sombrerero, que aquí tiene un papel más estelar que en los libros de Carroll, y es un sujeto bipolar. El actor confesó haberse inspirado en el hecho de que los sombrereros reales del siglo XIX se envenenaban con mercurio por el trabajo, y como consecuencia sufrían desdoblamiento de personalidad. Lo cierto es que el Sombrerero (al que con el tiempo se le agregó el muy atinado adjetivo de "loco”) remite a otro antihéroe burtoniano: Beetlejuice, aquel excéntrico bio-exorcista encarnado por Michael Keaton en Beetlejuice: El Superfantasma. Un personaje del que se podía esperar cualquier cosa, desde una sonrisa hasta una patada. Sería como un Beetlejuice con Prozac. Se puede pensar que Depp se roba la película con su papel, pero, si bien lo suyo es sublime, nunca está por encima de los otros personajes. Por eso el perfecto equilibrio entre cada elemento hace que la película funcione como un reloj (Casualmente, aparecen bastante relojes a lo largo de los 109 minutos). Los actores secundarios tampoco tienen desperdicio. Helena Bonham Carter, señora Burton y parte del elenco estable de su marido, inspira autoridad y un poco de lástima con su caracterización de la Reina Roja, quien no deja de mandar a decapitar criaturas. Anne Hathaway bordea la sobreactuación con su Reina Blanca, pero logra zafar. Crispin Glover se luce haciendo de la Sota de Corazones, feroz lugarteniente de la Reina Roja. Dato curioso: Crispin fue la primera opción de Burton para hacer de Edward en El Joven Manos de Tijera. Si pueden ver la versión subtitulada también podrán apreciar las voces de Stephen Fry (el Gato de Cheshire), Michael Sheen (el Conejo Blanco), Alan Rickman (La Oruga Azul), Michael Gough (Dodo) y Christopher Lee (el temible Jabberwocky). ¿Y Alicia? La australiana Mia Wasikowska cumple con su labor. Es convincente como chica descontenta y confundida, pero también en su faceta de guerrera. Tiene una carrera encaminada la Wasikowska, ya que pronto se la verá en lo nuevo de Gus Van Sant, otro gran director especialista en personajes marginales. La película fue hecha para ser vista en tercera dimensión. Dicha tecnología no resulta invasiva ni hace que el poderío de las imágenes opaque todo lo demás, sino que le suma de manera saludable al film. Lo contrario a Avatar, que sin el 3D hubiera sido una película del montón. Además, Burton siempre es más genuinamente emocional y menos pretencioso que Cameron. Se dice que Alicia en el País de las Maravillas será postulada al Oscar 2011, lo que sería más que merecido. T. B. es uno de los eternos olvidados por la Academia, que debió reconocerlo por su trabajo en El Gran Pez, especialmente. Ojalá eso esté por cambiar. Esperemos que los meses pasen rápido así podemos disfrutar de Frankenweenie, basada en el mencionado corto. Mientras, a gozar en este flamante País de las Maravillas que sólo nos puede regalar un visionario, un genio absoluto, como lo es Tim Burton.
Altas, altísimas son las expectativas que se generaron entorno a la nueva película de la dupla Burton-Depp, y aunque a simple vista esto sea un punto a favor para la película, al poco tiempo se torna en algo "peligroso", ya que rara vez se logra complacer a todos los fans, y más aún si estos tienen demasiadas expectativas sobre una película. Tratando de mantenerme ajena a todo esto, pero si leyendo varias notas sobre la realización de la película, y habiendo visto el trailer de la misma, entré a la sala de Cine, me puse los anteojos, y me preparé para ver la película. Desde el vamos y durante TODA la película, se nota que es un trabajo de Tim Burton. Tiene su sello, ese toque oscuro (y no hablo sólo literalmente), ese mundo de fantasía que no fue creado para los más pequeños, sino para un público adolescente, adulto. La historia es conocida para quienes leyeron el libro, y fácil de imaginar para quienes, como yo, no lo leyeron, así que por ese lado no hay demasiado que destacar. Está bien narrada, tiene algunos gágs, pero no mucho más que eso. Efectos especiales vamos a encontrar a más no poder, y en cada una de las escenas de la película, ya sea porque Alicia está "Wonderland" o porque en el "Mundo Real" alguno de los personajes está dando vueltas. Es una película que fue creada para ser vista en formato 3D, por lo cual es prácticamente obligatorio verla en dicho formato para poder apreciarla como corresponde, y disfrutar de todo el trabajo que realizó Burton para seguir sacándole jugo a esta excelente tecnología. Pero para apreciarla verdaderamente al máximo, habrá que visitar el IMAX, ya que estará disponible en IMAX 3D, aunque por el momento, según tengo entendido, allí sólo se proyectará doblada al español, lo cual le quita muchísimo puntos a la película. No es lo mismo que verla en su idioma original... Y en esta oportunidad, sí aparecen varias situaciones/escenas, en las que salen objetos "volando" de la pantalla, o en donde se nota el verdadero poder del 3D. Los escenarios están realmente muy buenos, porque uno llega a notar las distintas capas y la profundidad en los objetos que están en pantalla, lo cual le dá un realismo único. Quienes sigan a Burton desde hace un tiempo, seguramente recordarán varias de sus películas mientras vean "Alicia en el país de las maravillas", ya que hay muchos puntos en común, pero está bien, está "copiándose" a sí mismo! :P Aunque por momentos me dió la sensación de estar viendo una versión de "El señor de los anillos", pero realizada por Tim Burton en vez de Peter Jackson. La fórmula Depp-Burton está más que aprobada, y en cada nueva película, no hace más que renovar esta sociedad, y seguir mejorando día a día. Así que elegir a Johnny Depp para interpretar al Sombrerero Loco, fue una elección más que acertada (aunque Burton ya lo sabía de antemano eso :P). El hecho de que también trabaje su señora esposa, Helena Bonham Carter (la reina roja), creo que es una decisión un tanto más personal y probablemente familiar también, pero hay que tener en cuenta que ella tiene un rostro bastante particular que le viene como anillo al dedo a Burton. A Mia Wasikowska (Alicia), la había visto sólo en una película, y la verdad que en esta ocasión realizó un muy buen trabajo, que seguramente le abrirá muchas puertas. "Alicia en el país de las maravillas" sin dudas dejará contentos a los seguidores de Tim Burton y de Johnny Depp, hará que muchos pasen un rato más que entretenido conociendo la tecnología 3D, pero no será LA película del año.
El mundo según Tim Burton La nueva y esperada película de Tim Burton (Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street, 2007) demuestra una vez mas porqué es uno de los grandes directores del mundo contemporáneo. Su alegórica y obscura visión del clásico de Lewis Carroll Alicia en el país de las maravillas, producido por la Disney, es una pequeña obra en donde lo esencial no está puesto en los efectos sino en la construcción corrosiva de una historia que va más allá de lo que se ve. Una crítica social a un mundo cegado por la ambición y el poder. Alicia, que ya tiene 20 años es llevada engañada a su propia fiesta de compromiso en plena Inglaterra de segunda mitad del siglo XIX, pero ante una presencia inesperada –real o alucinatoria- se cae en un pozo que desemboca en un mundo ilusorio. Un mundo en donde los animales y las plantas hablan y dos reinas hermanas se disputan el poder entre una serie de personajes atípicos y bizarros que integrarán ambos bandos. Una historia de ensoñación que Alicia sabrá transitar, teniendo en claro que sólo se trata de eso… un sueño mágico en un mundo que de maravilloso nada tendrá. Esta nueva versión de Alicia en el país de las maravillas (Alice in Wonderland, 2010) no es otra cosa que un sueño, un sueño que es el mismo por el que va a transitar Alicia en todo el film. Un sueño que se asemeja a una pesadilla y que Tim Burton tiñó de obscuridad a través de una puesta en escena dark –característica insoslayable del director- pero que, a su vez, se nutre de diálogos irónicos, plagados de comentarios ácidos y mordaces, que en muchos casos se contradicen con el onirismo del cuento, pero que el genial director hace pasar como casuales e inadvertidos ante la presencia de un espectador desatento y nada participativo. Habrá que estar muy atento para entender el doble sentido que imprime cada diálogo. No se puede negar la búsqueda estética en la perfección que hacen de Burton uno de los directores más afamados del mundo. En este caso esa búsqueda va más allá del efectismo y del 3D – un mérito no menor y que últimamente se ha convertido en un aliado para evitar la piratería- y que está puesto en la impecable dirección de arte, creada digitalmente mostrándonos un mundo maravilloso pero a la vez tenebroso, en el que interactúan personajes tan góticos desde lo externo como actuales desde lo interno. La lucha del bien y del mal, la ambición del poder a cualquier precio, la locura como medio de escape ante la realidad, el convencimiento de conseguir lo imposible si uno cree que puede lograrlo, la ruptura de los mandatos sociales y familiares, y fundamentalmente la confianza de que el país de las maravillas está dentro de uno y no es un mundos individual y ajeno, son los tópicos por los que el film de Tim Burton nos hace peregrinar a lo largo de sus más de 100 minutos de metraje, en el que todo lo que se ve no es lo que parece. Helena Bonham Carter como la Reina Roja es la que se lleva todos los laureles actorales, un personaje tan malvado como cómico, que nos hará viajar por una serie de estados que virarán entre el odio y la clemencia. Johnny Depp como el Sombrerero Loco y Anne Hathaway como la Reina Blanca no desentonan pero tampoco logran una creación que se recordará en el tiempo. El personaje de Depp de nada difiere del de Charlie y la fábrica de chocolate (Charlie and the Chocolate Factory, 2005) y su cada vez más parecido actuar con el del cantante pop, recientemente fallecido, Michael Jackson. Un párrafo aparte merece la novel Mia Wasikowska cuyo debut en la personificación de Alicia la catapulta como la actriz con más futuro de la nueva generación. Una Alicia tan mental como visceral, con un increíble manejo paródico de lo real con lo ficticio. Alicia en el país de las maravillas se ha convertido –gracias a una brillante campaña de marketing- en uno de los estrenos más esperados del año. Una película que nos muestra un mundo que mucho no tiene maravilloso, pero que para darse cuenta habrá que ser un espectador atento y tener ganas de ver una historia en la que no toda la artillería está puesta sólo en lo visual. La conjugación perfecta de cómo se puede hacer una gran obra si se utilizan todos aquellos elementos que el cine nos provee. Una película mágica que resonará en nuestros corazones para siempre.
El cine de Tim Burton se ha caracterizado en gran parte por demostrar un reflejo de los estados de ánimo del director, así como su pasión por el cine de oscuras historias, clásicos de terror y motivos circenses. Es notable su crecimiento a nivel profesional, el desarrollo de su talento latente en sus principios, y sus relaciones amorosas, al igual que sus oscuros momentos, son expuestos en cada fragmento de celuloide. Desde sus comienzos, este efecto de espejo se reflejó en cortos como Vincent: su homenaje al gran maestro del terror Vincent Price, uno de sus referentes a quien eligió para interpretar al padre del mejor de todos los personajes que supo concebir dentro de sus films hasta el momento, Edward, el joven con manos de tijeras. Vincent era un niño solitario –al igual que Burton-, incomprendido, un genio en su propio mundo. Frankenweenie, constituyó un experimento macabro, filmado para Disney –motivo por el cual fue despedido también, y de la cual se espera un largometraje a futuro, actualmente en etapa de pre-producción–, la historia de un perro muy particular, muerto y resucitado con electrodos. Un Frankenstein canino que no entra en los standares de tal empresa destinada a un público infantil y familiar. Su evidente talento no pasó desapercibido. Con La Gran Aventura de Pee Wee –distribuida por Warner–, Burton mostró su costado circense. Pee Wee Herman (el personaje de Paul Reubens que tuvo programa de TV propio), un grotesco presentador cómico amanerado, es “distinto” del resto; aquí es donde Burton comienza a evidenciar un tema recurrente en sus films: los "distintos" son aquellos que triunfan gracias a sus aptitudes, por más humillaciones que tengan a cuestas. Sic Burton. En 1988, llega su gran éxito también para Warner, Beetlejuice, con un Michael Keaton en auge y una Winona Ryder apenas descubierta, una comedia negra sobre los recientemente fallecidos que deben aprender sobre su viaje a la otra vida. Sátira, donde sus diseños y dirección de arte comenzaron a tener aún más importancia y actos musicales de por medio. Convertido en una franquicia que ante el eventual boom de fanatismo Burton, terminó convirtiendo al personaje en una animación televisiva. Con la llegada de Batman, Burton se dió a conocer a las grandes audiencias, un personaje popular, con una explosión de las características anteriormente mencionadas. Sin via libre en elección de cast por ultima vez. Como siempre ocurre, ya habiendo entrado en la Power List, convertido en un director clase A, Burton tiene rienda libre a hacer lo que quiere con sus proyectos, tal fue el caso que logra su mejor y más personal film, El Joven Manos de Tijera, donde conoce a Johnny Depp, una conjunción inseparable hasta la actualidad, una dupla que supo afianzar con el actor al igual que con el musicalizador Danny Elfman, presente en la mayoría de sus proyectos, salvo tras una peleíta que quedó en el olvido. Tras el éxito multimillonario de Batman, su secuela no podía hacerse esperar. Batman Vuelve no colmó las expectativas de la audiencia, un film tan sombrío que asustó a las cadenas de comidas rápidas de los arcos dorados a incorporar juguetes, figuras de los personajes principales en sus cajitas de comidas rápidas. Reacción que tuvo un peso inesperado sobre la decisión de llamarlo para una segunda secuela. Batman Regresa constituyó una secuela por excelencia, es el ejemplo marcado de cuando a una persona le brindan un cheque en blanco para gastar sin reparos. En sus siguientes, Ed Wood, filmada en B&N, homenajeó al considerado peor director de cine de todos los tiempos y, ya con fama, consiguió relacionarse con una bella mujer, Lisa Marie, donde despierta una nueva costumbre, la de incorporar a sus parejas en roles de sus films. Marte Ataca! evidenció que, en un año dentro del cual se estrenó simultáneamente Día de la Independencia, extra terrestres, en éste caso marcianos bien coloridos, no compiten con nosotros, los humanos, en la efectividad de autodestruirnos.. La Leyenda del Hombre sin Cabeza, retomó su via hacia lo oscuro nuevamente. En el 2001, conoce a Richard Zanuck, hijo del legendario mogul de la Fox, quien le propone trabajar sobre una remake innecesaria y quizás uno de sus peores films, El Planeta de los Simios. Allí conoce a la casteada Helena Bonham Carter. La relación entre productor-director continuó con El Gran Pez, una fábula donde se vislumbra una gran necesidad de Burton por contar una historia de padres e hijos, padre e hijo en éste caso, en referencia al reciente fallecimiento de su padre. Con El Planeta de los Simios, Burton adquirió otra costumbre, la de hacer remakes. Tal fue el caso de Charlie y la Fábrica de Chocolates, nuevamente innecesaria. El Cadáver de la Novia, fue su respuesta a Henry Selick, animador de stop motion con quien habría trabajado para relucir el ya convertido en clásico El Extraño Mundo de Jack. Yo también puedo lograrlo! La respuesta fue rotundamente negativa. ¿Por qué no incursionar en el musical? La respuesta: Sweeney Todd. Y ahora, otra más… (Nota: se hace mención a resoluciones del argumento) Alicia en el País de las Maravillas. El clásico de Lewis Carroll aplicando las nuevas tecnologías del 3D. El film combina dos obras de Carroll, Alicia… y Alicia a través del Espejo, donde Alicia, deja de ser una simple niña, a punto de comprometerse con un Lord a quien cercanamente desprecia, su huída de la situación –un agasajo en una mansión victoriana- culmina introduciéndola en un arbolado lugar donde termina cayendo por un hueco. Decenas de metros bajo tierra, allí la aventura comienza. Wonderland. Aquí se encuentra con personajes de los más variados y exóticos, un posible sueño o producto de su imaginación, un gato que tiene la particularidad de poder esfumarse, dos hermanos gorditos gemelos sin muchas luces, una oruga demasiado sabia y el famoso sombrerero (Johnny Depp), un tipo al que todos tildan de loco. Existe un duelo entre una Reina Roja (Helena Bonham Carter) y una Blanca (Anne Hathaway), hermanas enfrentadas, una muy cabezona y maldita, frente a otra con bondades y ansia por retornar a su trono, cual le fuera usurpado. Explosiones de color por todos lados, los diseños habituales de films de Burton, autorreferenciales y autohomenajeándose. El uso de los efectos generados por ordenadores al día con la nuevas tecnologías y la utilización de un 3D que no termina de convencer, distinguimos fondos, lejanías y diversos planos, pero sin vinculación alguna del 3D a la historia, sin ser invasivo, sólo dos situaciones en las que algún objeto pueda sentirse con cercanía en la visión. Si bien los diseños son hermosos, como en todo film de Burton, los siento repetitivos, desde su poster original vemos las tipografías que ya llevan su firma, excesos de colorido que en el film no se ven como tal, hay grandes espaciados, producto de algún wiz en animación. Esto sólo provoca en mi, añorar la época de los mate paintings, donde los estudios contrataban a artistas para generar decorados, recordar films de Terry Gilliam (no El Increíble Mundo del Doctor Parnassus), inclusive hasta Scorsese los ha utilizado en la recreación de épocas en films como La Edad de La Inocencia. Daban otra sensación, otra magnitud, un acercamiento a la realidad mucho más convincente y cinematográfica. En Alicia…todo parece estar muy cuidado, tan cuidado que hasta los diálogos no se escapan de ser políticamente correctos, siento que Burton ha estado una de dos, o limitado por la Disney o simplemente se haya convertido en uno de los tantos directores que han perdido la magia y entusiasmo que solían tener. No me conforma ver un film apenas correcto, que no intrigue, ni desate suspenso en un libro tan original y vasto como es el de Alicia… Conformarnos con animales creados digitalmente, perfectos, cada uno por separado, casi sin interacción entre ellos mismos, brinda la sensación de ser un trabajo en que cada animador ha diseñado un personaje y en algun momento les han pedido incorporarlos a una escena determinada. Siquiera el sombrerero, con mayor protagónico que en la novela logra establecerse como un personaje convincente ni plasmado a las necesidades de Alicia en Wonderland, sirve simplemente como un guía. Ida y Vuelta La vuelta de Alicia a la sociedad, marca una resolución sufrible, editada con rapidez, cual si una niña pudiese en su travesía, haber madurado todos sus temas en escasos minutos, realiza una recorrida y esboza “en sus rostros” (familiares, madre, cuñado) todo lo que tiene para decir a cada uno de ellos con una suerte de revitalización personal. Conclusión Extraño. Extraño al Burton desopilante y encolerizado de sus primeros y mejores trabajos, es sabido que una persona cuando pasa de una etapa a otra, esto involucra un cambio. Ojalá llegue el momento en que un punto de quiebre vuelva a ocurrir en su carrera, esos momentos donde uno reflexiona y se juega, esté Disney, Warner o la productora que sea detrás de su proyecto. Cansado Cansado de las interpretaciones repetitivas de Johnny Depp, un gran actor que junto a Burton, considero ya no puede crecer más, ya han cumplido una etapa juntos, Depp tranzó y se convirtió en el pirata Sparrow, ha dejado de ser el actor rebelde de Hollywood. Salvo su labor en Sweeney Todd que ha presentado en cierto punto un nuevo reto o desafío en su carrera por tener que tratar con un musical, Wonka y el Sombrerero son apenas rezagos del talento que tiene latente.
Un mundo mágico Tim Burton le pone su sello al clásico cuento de Lewis Carroll, hecho para Disney y filmado en 3D. Johnny Depp y Helena Bonham Carter, actores fetiche del director, junto a Mia Wasikowska, son los protagonistas. En general, el público sabe con qué se encontrará cuando va al cine a ver una película de Tim Burton. El hombre que resucitó a "Batman" para la gran pantalla, el que conmovió con "El joven manos de tijera" y "El gran pez", o el que se volvió más oscuro que nunca con "La leyenda del jinete sin cabeza" y "Swenney Tood", se asoció con Disney para dar su versión de "Alicia en el país de las maravillas" y, como no podía ser de otra manera, logró una película distinta, en la que va de situaciones oscuras a otras muy luminosas, y en la que crea un mundo mágico en todo sentido. Dice la leyenda que a Burton lo echaron de Disney, en donde trabajaba como dibujante, y que ahora, tras varios años, y luego de unas cuantas películas, volvió con sus condiciones. Un fue que le permitieran hacer su versión del cuento que Lewis Carroll escribió en 1865 y que tuvo, antes de esta, 21 aproximaciones cinematográfcias. La Alicia de Burton, interpretada con solvencia por la australiana Mia Wasikowska, es una joven de 18 años y no una nena de 6 o 7, como en el cuento. Además, el sombrerero loco tiene un protagonismo mayor. Para ese personaje Burton confió en Johnny Depp, en el séptimo trabajo en conjunto. Y Depp entrega una interpretación soberbia, en la que demuestra que le sobran los recursos para, por momentos, componer a una desequilibrada y oscura criatura, y al rato generar los momentos de mayor ternura de toda la película. El otro gran rol del film está a cargo de otro fetiche de Burton, que además es su esposa. Helena Bonham Carter es la reina roja, cuya maldad es altamente creíble. En los gritos y los caprichos de uno de sus dos hijos confesó haberse inspirado ella para dar con el personaje. Anne Hathaway, la reina blanca, es, junto a Mia Wasikowska, la otra actriz inesperada. Mayormente conocida por comedias y dramas románticos como "El diablo viste a la moda", "Guerra de novias" o "Día de los enamorados", Hathaway se suma de manera efectiva al mágico mundo que propone Burton. "No creo que ninguna de las anteriores versiones haya quedado como una marca demasiado fuerte y eso ayudó", declaró Burton en una nota reciente, y agregó: "Y también lo hizo el hecho de que fuera en 3D. Me pareció que era la mezcla perfecta entre contenido y medio. Eso fue lo que me mantuvo superentusiasmado durante todo el proceso". Alicia, a punto ser "casada" con un candidato conveniente, vive un debate interno, en el que intenta def inir su identidad, cuando está por dejar la inocencia para pasar a la vida adulta. Es así que, por seguir a un conejo con saco azul, cae en el pozo que la lleva a un país llamado Underland (bajo tierra) y no Wonderland (país de las maravillas). El cambio, con respecto a otras versiones, tiene su explicación: el manuscrito que Carroll le regaló a Alice Liddell, la nena que lo inspiró, se titulaba "Alicia en el país bajo la tierra". Alicia estuvo allí de niña, pero no lo recuerda. Y ahora volvió para cumplir con una profecía que terminará de convertirla en adulta. Burton le agrega un conflicto al personaje, siempre retratado como una niña inocente que de pronto se encuentra en medio de un mundo en el que distintos personajes la acompañan en distintas aventuras. La película oscila entre distintos climas. Hay momentos en los que el miedo y el misterio se adueñan de las acciones. También hay espacios para la aventura y otros que dan lugar a la emoción y a la ternura. Todo, sumando la onírica puesta en escena con la que Bur ton recrea Underland, ayudado por la tecnología 3D, hace que la hora cuarenta que dura el film se pase rápido, y que la sensación que quede es la de haber visto un cuento en un mundo mágico, capaz de maravillar y a atrapar a adultos y a chicos por igual.
Casi, casi... Alicia Repasemos. Áboles retorcidos, música de Dany Elfman, esposa-actríz omnipresente... y Johnny Depp. Sí, estamos ante un filme de Tim Burton. El mismo que creó a Eduardo Manos de Tijera, devolvió la fama a Batman y resucitó a Ed Wood, es el que destruyó al Planeta de los Simios, vació de contenido a Willy Wonka, aburrió con Sweeney Todd y ahora... Algo no está bien con Burton. En sintonía con las necesidades de la industria que pone todas sus fichas al nuevo chicle óptico que es el 3D, el director sigue los pasos de Cameron y privilegia la forma ante el contenido. El relato de las aventuras de Alicia en la infratierra escrito por Lewis Carroll es víctima de una adaptación que no hace justicia con el original. Deja de lado la mirada de una niña para presentar la de una joven de 19 años que regresa al país de las maravillas para salvar a sus habitantes de un futuro autoritario y despótico. Es entonces Alicia una heroína en un filme de aventuras que no produce emoción alguna y mucho menos los planteos que a través de la locura y el surrealismo Carroll propuso a sus lectores. Todo es rápido, urgente, sin tiempo para las tribulaciones que el personaje necesariamente debe sufrir. No ayuda la actríz elegida para el rol de Alicia, inexpresiva, capaz de hacer que Gwyneth Paltrow parezca carismática, así que dénse una idea. Por el contrario tanto Helena Bonham Carter como Johnny Depp sacan provecho de sus personajes, Reina de Corazones y Sombrerero respectivamente, en tanto Anne Hathaway como la reina blanca no sobresale demasiado, pero cumple. La versión original en inglés ofrece la posibilidad de escuchar las voces de Alan Rickman, Stephen Fry y Christopher Lee, entre otros, que pusieron su talento a disposición de las criaturas creadas digitalmente. La dirección artística consigue plasmar el paisaje del inframundo en clave Burton y que a su vez sea funcional a la tecnología 3D, aunque sea este aditamento una de las pocas cosas que logre entretener al espectador. Resta discutir si es un filme apto para los más chicos, por algunas escenas algo violentas y truculentas que pueden sobresaltarlos más de lo debido. Y si es un filme apto para quienes alguna vez disfrutaron de un Tim Burton creativo y osado, rara avis dentro de una industria que, a la vista está, acabó fagocitándolo.
Cosas imposibles Tim Burton y una adaptación visualmente asombrosa, pero falta de misterio. La combinación suena ideal en los papeles: Tim Burton, uno de los directores de más excéntrica imaginación, haciéndose cargo de llevar al cine uno de los libros más extravagantes de la literatura, y no sólo la infantil: Alicia en el País de las Maravillas. Y sí, los papeles eran los correctos. Burton es el indicado y lo que logra en ésta, su primera superproducción en 3D, es precisamente eso: ser el indicado y el correcto. Ahora, ¿es eso lo que uno busca cuando se mete en el universo de Lewis Carroll? ¿Y en el del creador de El jóven manos de tijera? Con la ayuda de la frondosa imaginación expuesta por el autor británico en sus dos libros -el filme cruza personajes y situaciones de Alicia en el País de las Maravilas y de A través del espejo, más un marco inventado por la guionista Linda Woolverton-, Burton da rienda suelta a su propio universo de maravillas para convertirse en una suerte de ilustrador de lujo de la historia de Alicia, una chica de ahora 19 años que, escápandose de un matrimonio arreglado y de la pacatería de la sociedad victoriana, se mete en "la madriguera del conejo" para introducirnos en Underland, ese fantástico universo en el que las proporciones desaparecen, los animales hablan, las caras se desentienden de los cuerpos y el lenguaje pasa a ser algo así como un gran efecto especial. Con el aporte de Mia Wasikowska en el rol de Alicia -una gran actriz, aquí algo atada por un guión que la pone siempre a observar lo que sucede con una mirada siglo XXI cargada de psicologismos feministas básicos- y el habitual despliegue de excentricidades de su amigo Johnny Depp (como El Sombrerero Loco) y su esposa Helena Bonham-Carter (haciendo a la Reina Roja con un impecable timing cómico y robándole la película a Depp), Burton pone a Alicia regresando a ese lugar de sus sueños/pesadillas y debiendo ser la encargada de liberarlo de los dominios de esa malvada Reina para devolverlo al de la supuestamente más sensata Reina Blanca (Anne Hathaway). Para eso, claro, debe perder sus miedos y derrotar al malvado dragón Jabberwocky. Usando y reacomodando las piezas de Carroll (están Tweedle-Dee y Tweedle-Dum, pero no Humpty Dumpty; las cartas desaparecieron y el ajedrez sólo aparece si uno se fija en los detalles), Burton entrega el esperable festín visual, otra ensalada alucinógena que, tras el frondoso mundo de Pandora que vimos en Avatar, nos invita a pensar que, definitivamente, la psicodelia de los '70 está de vuelta. Pero a la película parece, a la vez, faltarle y sobrarle algo. ¿Qué le falta? Pese a lo que Burton dice que trató de hacer, no parece haber demasiada palpitación vital ni real misterio en la historia: las oscuras emociones que el director solía soltar hasta en franquicias como Batman han sido domesticadas al exceso. Parece que, en la vieja disputa Burton/Disney, la empresa ganó la partida incorporando sus antes intensas imágenes en formas aceptadas y convencionales para sus grandes filmes. De hecho, una versión Pixar de Alicia podía haber sido, por la vía del sinsentido verbal especialmente, más original. ¿Y qué le sobra? Trama. Alicia era la excusa perfecta para que Burton dé rienda suelta a lo que algunos consideran uno de sus defectos: su predilección por lo episódico, arbitrario y hasta lo confuso. Pero no. Las manos de Woolverton (La Bella y la Bestia, Mulan) conducen todo hacia el territorio de lo obvio (la batalla entre el Bien y el Mal, la recuperación de Alicia de su "muchness"), más cerca de Las crónicas de Narnia que de las zonas más misteriosas que uno espera del realizador. Pese a lo apuntado, y tomando en cuenta que a los preadolescentes y niños a quienes está dirigida la película el apellido Burton no significa nada, Alicia... es un gran espectáculo visual, con muchos momentos para el placer y el asombro, superior en ese sentido a la mayoría de los relatos fantásticos que circulan por la cartelera. Pero para los que esperamos muchness de parte de Tim Burton, la película perfecta sobre el tema ya se hizo hace poco y lo involucra. Se llama Coraline y la puerta secreta. Esta Alicia..., pese a tirarse todo el colorido placard encima, no puede opacarla.
La nueva propuesta de un visionario Alicia en el País de las Maravillas es un relato de una gran belleza y creatividad que lleva la marca de Tim Burton Así como Avatar -más allá de lo que pueda pensarse sobre su guión- alcanzó nuevos estándares técnicos y visuales en la elaboración de una civilización extraterrestre sobre la base de imágenes generadas por computadora para su posterior exhibición en salas digitales 3D, lo mismo puede decirse de Alicia en el País de las Maravillas , la nueva propuesta fantástica de otro director visionario y de inagotable creatividad como Tim Burton. Si James Cameron concibió una nueva sociedad para un relato futurista, Burton se refugió en un par de clásicos de la literatura escritos por Lewis Carroll hace casi un siglo y medio. Sin embargo, ese maestro de la cultura pop que es el director de El gran pez logra impregnarle a esta historia de la era victoriana una impronta moderna, una fluidez, una ligereza y una audacia que contrastan con las rigideces de la época (no es casual que la protagonista se rebele todo el tiempo contra el uso del corsé). Si esta comparación entre una película de ciencia ficción como la de Cameron y una historia de época como Alicia en el País de las Maravillas puede sonar oportunista o antojadiza, basta analizar sus logros y similitudes en la construcción de mundos nuevos y autosuficientes y prestar atención a un dato revelador: en ambos casos el diseño de producción estuvo a cargo del artista Robert Stromberg. La Alicia de Burton no tiene 6 años (como en versiones anteriores de este clásico), sino 19. Se trata de una bella joven, algo distraída y atribulada por sus recurrentes pesadillas, pero muy impulsiva (y decidida), que se niega a cumplir con el mandato de un casamiento por conveniencia. En este sentido, la elección de la casi desconocida Mia Wasikowska para encarnar a esta heroína con una temprana conciencia feminista es otro de los múltiples hallazgos del director dentro de un elenco (tanto de los actores que aparecen en pantalla como de aquellos que sólo prestan sus voces para los personajes animados) admirable. A partir de un solvente y respetuoso guión de Linda Woolverton (habitual colaboradora del estudio Disney en títulos como El Rey León o La Bella y la Bestia ), Burton transforma el relato en un film personal que sintoniza con el espíritu tragicómico, con cierta oscuridad y crueldad y con esa sensación de extrañeza que suelen sentir sus antihéroes, esos seres muchas veces incomprendidos y menospreciados por el resto de la sociedad "normal". Para esta ya habitual reivindicación de los personajes distintos (de sus locos queribles), Burton aprovecha otra vez la expresividad y el delirio de su actor-fetiche, Johnny Depp, en el papel de El Sombrerero Loco, otra desbordada, lunática y fascinante creación que se suma a las que ya ha concebido en otros trabajos para el director, como El joven manos de tijeras , Ed Wood , La leyenda del jinete sin cabeza, Charlie y la fábrica de chocolate y Sweeney Todd . A pesar de ciertos pasajes en los que el film se pierde en sus vericuetos narrativos, se regodea en su despliegue visual y extraña una mayor cohesión y profundidad dramática, Alicia en el País de las Maravillas es un relato de una belleza, una singularidad y una fertilidad creativa que sólo unos pocos elegidos como Burton (y su dream team de colaboradores) pueden ofrecer. Más allá de la revelación de Wasikowska, del show de Depp y de las voces que "prestan" -entre otros- Michael Sheen, Matt Lucas, Stephen Fry, Alan Rickman o el gran Christopher Lee, el personaje más hilarante del film es el que concibe una aquí deformada Helena Bonham-Carter (esposa de Burton en la vida real) como la tiránica y despiadada Reina Roja, que se la pasa ordenando todo tipo de decapitaciones. Un personaje secundario, si se quiere menor, pero que ayuda a definir la grandeza de una película como Alicia en el País de las Maravillas .
Aquel famosísimo País de las Maravillas siempre parecía la tierra prometida para cualquier fanático de Tim Burton. Pocos cineastas poseen un imaginario tan adaptable a ese universo creado por Lewis Carroll. La moda en apariencia imparable del cine en tres dimensiones no hace más que potenciar ese nexo posible entre el cineasta y uno de los mundos más reconocibles de la historia de la literatura. Burton se toma todas las libertades posibles y recurre a distintos elementos de las novelas Alicia en el País de las Maravillas y A través del espejo para conseguir una aventura emocionante que se siente como propia del cineasta. Tim Burton parece completamente enamorado de ese universo de Alicia y se le nota en cada fotograma. Tal vez por eso sea que recurrió a tres de sus protagonistas más amados: su mujer, Helena Bonham Carter es la Reina Roja; el admiradísimo christopher Lee le pone la voz al Jabberwocky; y el “amichaeljacksoneado” Sombrero Loco del histriónico Johnny Depp se merece una película aparte por ese fino equilibrio que consigue entre la caricatura desquiciada de sus actos y la sutileza de sus emociones que dan a entender que esa nena que ya ni siquiera lo registraba le había roto el corazón.
Terapia para viajera El maravilloso mundo de Tim Burton vuelve al cine con una historia basada en la novella de Lewis Carroll (1865), clásico inmemorial de la literatura infantil y fuente inspiradora de numerosas adaptaciones al cine, el teatro y la televisión. Fiel al libro clásico de Carroll, esta nueva versión de Alicia en el País de las Maravillas combina extraordinariamente el formato 3D, con efectos especiales, buenas actuaciones y la particular visión de Burton, recreando un mundo exótico, cargado de detalles interesantes y con un abanico de extraños personajes. A diferencia de la historia clásica que nos presentaba una niña pasiva viviendo una serie de aventuras con personajes maravillosos, Burton propone un tono un poco más adulto, misterioso y oscuro fiel a su estilo. Con diálogos mas punzantes y profundizando en la psicología de sus personajes. Ya no esta la niña de vestido azul y blanco, sino una adolescente de 19 años en plena búsqueda de su identidad. ALICIA Kingsleigh (Mia Wasikowska) no es una tonta y frívola adolescente, sino una joven rebelde, insegura de si misma pero que se anima a desafiar las normas culturales de la aristocracia victoriana. Un sueño recurrente la atormentaba en su infancia hasta que un día, a punto ya de convertirse en adulta, vuelve a enfrentarlo. El descenso a la Infra tierra, un mundo onírico que visitaba de niña, pero del cual no recuerda nada, y que ahora la reclama para tomar las riendas de la situación, desafío para el cual no esta tan segura de poder cumplir. Un viaje fantástico que a la manera de terapia le ayuda a encontrar su verdadero destino. Una excéntrica y variada fauna acompañan a Alicia en este viaje a la Infra tierra que comienza como un lugar oprimido y lúgubre, de aspecto fantasmagórico con colores apagados y que con el correr del relato ira ganando en luminosidad y color en coincidencia con los personajes y acontecimientos que se suceden. Una galería de personajes donde, en palabras de Tim Burton “todo está un poquito descentrado, incluso las buenas personas”, se destacan: EL SOMBRERERO LOCO (Johny Depp, séptima colaboración con Tim Burton desde que realizaron su primer trabajo juntos en la película El joven manos de tijera) que no esta del todo en sus cabales y presenta cierto trastorno de personalidad que lo vuelve excéntricos y gracioso. IRACEBETH, LA REINA ROJA (Helena Bonham Carter, pareja de Burton en la vida real), Una tiránica monarca, amalgama de la Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas y la Reina Roja de A través del espejo, que gobierna a través del temor. Con una enorme cabeza y algunos problemas emocionales que la tornan cómica por momentos pero insufrible. De temperamento irascible y propensa a pedir la decapitación inmediata de sus súbditos. MIRANA, LA REINA BLANCA (Anne Hathaway), su hermana menor, que parece flotar en lugar de caminar y que detrás de la dulzura y luminosidad que irradia esconde un costado mucho más oscuro. ABSOLEM, LA ORUGA (Alan Rickman), sabelotodo y guardián absoluto del Oráculo, fumando siempre de un narguile y que ayudará a Alicia a resolver sus problemas existenciales. Una LIEBRE (Paul Whitehouse) paranoica y ansiosa que adora cocinar y se le da por lanzar objetos y CHESSUR, un gato atigrado con la habilidad de aparecer y desaparecer cuando lo desea y con una sensualidad engañosa propia de los felinos. El poder, la ambición, la locura y la lucha por los ideales son algunos de los temas que propone un relato donde los efectos especiales y el formato 3D se integran perfectamente a la narración, realzando cada composición de los escenarios y personajes, para conformar una puesta en escena, una estética y clímax con el sello indiscutible de Burton; que sumados a la excelente banda sonora a cargo de Danny Elfman (Charlie and the Chocolate Factory, Chicago, Batman, Spiderman) definen una experiencia cinematográfica ineludible que permanecerá en las vitrinas del séptimo arte. Un bonus musical: el tema de los créditos finales de la película, escrito e interpretado por Avril Lavigne forma parte del álbum ALMOST ALICE, una recopilación de 16 canciones de numerosos artistas de la talla de All American Rejects, 3OH!3, Franz Ferdinand y Shinedown entre otros. El tema posee un video musical y es la única canción del álbum que aparece en la película.
Aclaro que no soy fanático de la historia de Alicia en el país de las maravillas en primer lugar, sin embargo esperaba ver esta nueva película de Tim Burton, ya que varias de el han sido maravillosas. Creo que se generó tanta expectativa, que en mi caso le jugó en contra al balance final. Lo positivo de la película, es lo que en parte se da por descartado en una película del gran Tim: el arte es increíble. También festejo la elección de “Alicia”, ya que en los últimos años hemos tenido grandes novelas o best seller, con elecciones “físicas” de los protagonistas, pero dejando de lado la calidad actoral… esto no pasa en la Alicia de Burton, ya que Mia Wasikowska está perfecta dándole vida a esta Alicia tan particular. Ella no deja ninguna duda en un intepretación. Pero como contras, o como frenos a la emoción previa, podría decir que el ritmo de la película es muy lento, lo cual no concuerda con una historia pensada para entretener, y que si encima se hace en 3D, es para dejar inquietos a todos en sus asientos, más que sedarlos por casi dos horas. Depp aparece a la media hora de proyección… y es el que lógicamente aporta los momentos divertidos… pero vienen en cuanta gotas. Los otros personajes simpáticos también están poco aprovechados y uno los extraña en pantalla. Algo que me pasa por primera vez con una peli de Burton, es que la banda sonora me pareció agobiante, no solo por el tiempo que está presente (casi toda la película), si no por las melodías bastante insufribles. Obviamente es una película para ver y dejarse llevar, pero no creo que sea una de las más recordadas de Burton… tal como pasó con Sweeney Todd. Alicia podría haber sido grandiosa, ya que venía con todos los pergaminos a cuestas… pero simplemente en mi caso, se quedó como “una más”. Una más de Burton, lo cual para muchos obviamente no es poco.
Alicia es un ícono popular que en el cine tiene la misma trayectoria que Drácula o Robin Hood. La novela creada por Lewis Carroll en 1865 fue llevada a la pantalla grande infinidades de veces. El primer antecedente fue el film mudo de 1906 que dirigió Cecil Hepworth y antes que llegara el sonido al cine se hicieron dos adaptaciones más en 1910 y 1915. Este popular personaje tiene una larga filmografía y su historia inclusive fue retratada hasta en un musical porno que hizo bastante ruido en 1976. Sin embargo, la gran mayoría de la gente suele asociar a Alicia directamente con la producción animada de Disney, de 1951, que en su momento fue un fracaso, tanto en las críticas como en la taquilla, aunque también se debió a que fue una propuesta psicodélica adelantada a su tiempo. El viejo Walt (al igual que Tim Burton) siempre detestó ese film porque sentía que los directores fallaron a la hora de retratar la magia y el espíritu de la obra de Carroll. De hecho, hasta su muerte rara vez se pasó por televisión y el artista se negó a reestrenarla en los años posteriores. Recién a fines de los ´60, en plena era del Flower Power, el éxito del film de los Beatles, Yellow Submarine, que era totalmente fumado, generó que el estudio Disney reestrenara con éxito rotundo la peli de Alicia que fue amada por los amigos del LSD. Hay mucha historia detrás de este personaje. En consecuencia, tomar un clásico de semejante envergadura y presentar una visión totalmente original es una tarea que sólo un genio como Tim Burton podía llevar a cabo y en ese punto reside para mí la principal virtud de este estreno. Burton tomó el cuento clásico de Alicia y lo narró con un enfoque inédito hasta la fecha. La película fue desarrollada con un tratamiento similar al que utilizó Steven Spielberg en Hook. Es decir, el film vendría funcionar como una secuela ultra lisérgica de la obra original, donde la protagonista ya más grande regresa a esa tierra de fantasía que visitó en su infancia. No son pocos los historiadores y escritores que creen que Lewis Caroll podría haber consumido alguna droga mientras escribía esta historia y en el libro hay muchas referencias claras a este tema. De hecho, Alicia se la pasa consumiendo distintas sustancias que la llevan a experimentar transformaciones en su cuerpo. Es un tema que da para largo, pero no es casualidad que en la actualidad la plancha de LSD que contiene el producto más puro de ácido lisérgico se conozca con el nombre de “Alicia en el País de las maravillas”. Bueno, la versión de Burton es la más fumada de todas. Ver a la protagonista vestida con armadura y espada enfrentarse al viejo y querido Jabberwocky (un monstruo que aparecía en un poema del segundo libro de Alicia) es algo que seguramente va a alterar a los puristas de la novela, pero como propuesta cinematográfica resulta totalmente divertido. Cacarear porque Burton no adaptó en detalle la obra de Caroll me parece que no tiene sentido. Sobre todo cuando la película juega con un montón de elementos de las novelas originales. La historia clásica ya la vimos miles veces en numerosas versiones y está bueno el esfuerzo que hicieron el director y sus colaboradores para brindar algo distinto en este cuento que tiene tantos antecedentes en el cine. Acá Alicia por momentos se parece más a Lyra Belacqua, la heroína de la Brújula Dorada, que al personaje tradicional que vimos en otras películas. En este caso el viaje al País de la maravillas representa una experiencia introspectiva para la protagonista que le permite tomar el timón de su vida y descubrir lo que quiere realmente para su futuro. Al cambiar la edad del personaje principal lo hicieron más interesante, además que narraron el cuento dentro de un contexto sociopolítico relacionado con la era victoriana. Lo cierto es que Burton ofrece una experiencia diferente y ese mundo de fantasía surrealista que creó es fabuloso. Junto con Avatar es probablemente el film que mejor trabajó el formato en tres dimensiones y la animación digital en el último tiempo. Si bien la película se promocionó principalmente con la figura de Johnny Depp, es Helen Bonhan Carter, quien se roba el film con su interpretación de la Reina Roja, que tiene escenas geniales junto a Crispin Glover (Volver al futuro). Creo que Burton expresó su locura creativa de manera equilibrada donde agregó cosas loquísimas de su propia cosecha, pero a la vez hizo un film fabuloso que puede ser comprendido por chicos de 9 años. Definitivamente este es el mejor trabajo del director en mucho tiempo.
Un país que no estuvo hecho porque sí Durante las últimas semanas, la expectativa por este nuevo film de la dupla Tim Burton-Johnny Depp fue creciendo gracias a enormes campañas de publicidad. Pero el resultado es apenas un recorrido por el museo iconográfico del director. Sí, Alicia en el País de las Maravillas es la segunda película más esperada del año. Y sí, desde sus primeras imágenes, es ostensiblemente un film de Tim Burton. Además, es en 3D. Sin embargo, no es en modo alguno la película que los fanáticos del realizador de Batman esperaban: lo que tenemos a la vista es el peor film del director desde El planeta de los simios. Es decir, una obra fallida absolutamente, apenas redimible como una especie de recorrido por el museo iconográfico del director. No importa tanto la falta de fidelidad al original literario: después de todo, es derecho inalienable de un artista comunicar su propia lectura o visión de una obra. Invalidar esta Alicia... porque decide contar una historia totalmente nueva con los personajes del libro es como decir que la versión hiperromántica de Madame Bovary que filmó Vincente Minelli es una mala película. No, los problemas del film no son literarios ni de guión sino cinematográficos. Aquí Alicia tiene 19 años, está a punto de ser casada por conveniencia con un desagradable lord. Su padre –un aventurero comerciante inglés– ha muerto y, cuando debe decidir si acepta o no la proposición, vuelve al País de las Maravillas, donde tiene la misión de matar al monstruo Jabberwocky, destronar a la Reina Roja y reinstaurar el gobierno de bondad de la Reina Blanca. Como en cualquier film de aventuras, habrá de pasar pruebas que, finalmente, le servirán para tomar decisiones en la vida –digamos– “real”. Esto en cuanto al guión. Ahora, los problemas: el film de Disney de 1951 comenzaba con un registro de dibujos muy realista; cuando Alicia caía por la madriguera, el estilo de los personajes era grotesco, de colores planos, “cartoonesco”, una manera de marcar visualmente las diferencias entre la vida consciente y la vida onírica del personaje. Aquí la diferencia es de algunos tonos y algunos colores: la nitidez del 3D conspira contra el aire de fantasía desatada que debería reinar en el mundo bajo tierra. Todo está muy controlado, muy diseñado, como si Burton no pudiera dotar de libertad a sus criaturas en ese entorno virtual, lo que atenta contra la precisión emocional del film. Por otro lado, Alicia –en ambos libros– siempre es una niña que juega, alguien que no ve Wonderland o el otro lado del espejo como lugares peligrosos sino como manifestaciones de su propia imaginación. Aquí Burton opta por copiar el esquema de la más fallida película de Steven Spielberg, Hook, donde un adulto Peter Pan olvida cómo era ser niño en Nunca Jamás. Pero si aquella película lograba capturar la épica de lo maravilloso en el encantador Garfio de Dustin Hoffman, aquí los villanos –una desaforada Helena Bonham-Carter y un descentrado Crispin Glover– no logran, desde el juego de “ser malos”, imponer algún tono lúdico. Ni, por supuesto, Johnny Depp. Su Sombrerero no es ni loco ni romántico, incluso tiene un recuerdo trágico (demasiado trágico) en su pasado. Depp y Burton jamás logran encontrarle el tono al personaje, que actúa como si sus compañeros virtuales (el Lirón y la Liebre) no existieran. Su amor por Alicia es más algo dicho que visto en la película, como si hubiera que cumplir con cierto reglamento. El film quiere contar la liberación de una mujer, la necesidad de aventuras para vivir; pero no la coloca como marginal. En Burton, siempre el mundo extraño vive en los márgenes del cotidiano, no como algo aparte, y la colisión siempre es trágica. Aquí la separación es tan grande que el cuento de redención o de transformación –o de derrota– que es siempre un film de Burton se esfuma inmediatamente. Como muchos films de estos tiempos (Avatar, Desde mi cielo, El imaginario mundo del Dr. Parnassus) trata de reivindicar la fantasía. Pero su planteo es tan material, tan dependiente de la racionalidad del efecto especial y el guión de hierro, que la locura y la invención han desaparecido. En definitiva, el defecto final de esta Alicia... no es su irrealidad, sino su... aburrida normalidad.
Una batalla ganada por Disney La expectativa que generaba un Lewis Carroll filmado por el responsable de tantas fantasías inolvidables se termina diluyendo en una lectura demasiado lineal, con más elementos de la mitología actual que el delicioso absurdo del original. Pocos realizadores parecían más indicados que Tim Burton para dar al cine una versión definitiva de Alicia en el País de las Maravillas. Dejando de lado, por poco vista, la que posiblemente sea la más lograda (la que el checo Jan Svankmajer filmó, cuadro a cuadro, a fines de los ’80), los intentos fílmicos alrededor de la célebre novela de Lewis Carroll –cerca de una veintena desde los tiempos del cine mudo, de los cuales el más conocido es el de Disney, de comienzos de los ’50– no habían estado a la altura. Por eso, cuando se supo que el sello del ratón había puesto el nuevo proyecto en manos de Burton, cosquilleos expectantes recorrieron la aldea cinéfila. Razones de afinidad creativa, sumadas a la promesa de inmersión total que siempre brinda el 3-D, hacían aguardar con ansiedad la tecnoboda Burton-Carroll. Pero el imaginero de Charlie y la fábrica de chocolate erró esta vez el camino, y lo que se anunciaba como matrimonio en el cielo terminó en divorcio por infidelidad. Con guión de Linda Woolverton (veterana de Disney que participó en La Bella y la Bestia, El Rey León y Mulan), Burton optó por fusionar las dos novelas del ciclo Alicia (Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, 1865, y A través del espejo y lo que Alicia encontró al otro lado, 1871), reconvirtiendo de paso a la niña en cuasi veinteañera, tal vez como forma de justificar una muy discutible conversión final en heroína de espada tomar. Movido por la percepción de que las versiones anteriores habrían sido meros “desfiles de freaks” (una crítica imprevista, proviniendo del realizador de Beetlejuice, Ed Wood y El cadáver de la novia), Burton optó a la vez por darle a la historia un carácter más homogéneo, trastocándola en cuento de reinas, guerreras y dragones y torciendo así el espíritu de la novela. Al texto original le insume un par de líneas establecer que a la protagonista el mundo real la aburre mortalmente. En el tercer párrafo el conejo ya está hablando y a la segunda página Alicia se metió de cabeza en la madriguera. Burton echa mano en cambio de un doble preámbulo, cuestión de explicar por qué la niña alucina conejos parlantes. Alicia (Mia Wasikowska) recurre aquí a la fabulación para huir de la estiradísima high society británica de mediados del siglo XIX. Incluyendo una perspectiva de casamiento que suena a condena de por vida. En ese mundo bajo tierra la reciben –digitalizados y con las voces de Alan Rickman, Timothy Spall, Stephen Fry y Michael Sheen, entre otros– el conejo, el gato de Cheshire, la oruga azul, la liebre de marzo y resto de la fauna parlante, conduciéndola ante el Sombrerero Loco. El pelo color zanahoria, rostro enharinado, pupilas verde limón y un marcado ceceo, al estar interpretado por Johnny Depp el papel del Sombrerero crece en importancia con respecto al original. Pero la torcedura de fondo de la versión Burton consiste en despojar los encuentros de la niña (o la joven) y sus raros anfitriones de la serie de acertijos lógicos llevados al absurdo, que permitían que ese mundo funcionara como puesta en cuestión de lo real. La Alicia de Burton-Woolverton viene a cumplir aquí un rol prefijado por alguna clase de predestinación, que la lleva –como Harry Potter, como los niños de Las crónicas de Narnia– a restituir un orden perdido, sin que medie en ello su voluntad. En esa Wonderland ahora llamada Underland, la Reina Roja (Helena Bonham Carter, por lejos lo mejor de la película) ha destronado a su hermana buena, la Reina Blanca (Anne Hathaway, otra vez princesa Disney), con ayuda del jefe de sus ejércitos, la Sota de Corazones (Crispin Glover, con parche y cicatriz). Como un San Jorge de espada y armadura, Alicia deberá cumplir su rito de iniciación guerrera, combatiendo al dragón Jabberwocky (voz de Christopher Lee). En otras palabras, lo que en Carroll era subversión de la lógica burguesa se ha trastrocado en mitología tradicional al uso contemporáneo. Una batalla ganada por Disney, se diría. ¿Y el 3-D? Burton no filmó Alicia en ese formato, sino que la transfirió a él en una etapa posterior. Tal vez por eso la sensación de tridimensionalidad se ve reducida aquí a una pátina. ¿La exuberancia visual? Oh, sí, desde ya, aquel que vaya al cine como quien hojea un libro ilustrado hallará sin duda, en las selvas de hongos gigantes diseñadas por el departamento de arte, la colorida paleta digital del director de fotografía Dariusz Wolski, el desfile de trajes de época, las orugas parlantes y los gatos esfumados, razones para justificar el precio de la entrada, cuyo valor equivale al de un kilo de asado.
Un desatino descafeinado Dice Jenny Woolf, autora de El misterio de Lewis Carroll: “Los libros son como un test de Rorschach, una pantalla sobre la que la gente proyecta sus propias ideas”. Los filósofos Martin Gardner y Gilles Deleuze, como varios psicoanalistas y críticos literarios, además de Walt Disney y Jan Svankmajer en el cine, han proyectado, entre otros, sus obsesiones respecto a esos dos textos inclasificables: Alicia en el país de las maravillas (1865) y Alicia a través del espejo (1871). Burton no es una excepción: su pasión por la excentricidad, por todo aquello que se descentra y se desencaja de un orden establecido constituye su soberanía y se puede rastrear en su versión de Alicia. ¿No es el agujero de Alicia y su universo onírico una vía hacia un mundo con otras reglas, una transgresión lúdica en donde Ed Wood, Charlie, Eduardo Manos de Tijera bien podrían ser ciudadanos ilustres? Desde el inicio, la tesis es simple: los que parecen locos son extraordinarios. Eso le dice el padre a una Alicia todavía en su infancia, preocupada por sus recurrentes sueños extraños. Unos años después, ya casi veinteañera, Alicia está a punto de casarse con un aristócrata. Es una ceremonia prenupcial, y todos esperan por el sí de la joven y el cumplimiento de su rol en el mundo: ser una buena esposa. Todo es real, pero se parece a una pesadilla antifeminista. Ante ese panorama, Alicia cree ver al famoso conejo blanco. Lo sigue y se deja caer por la madriguera. La prometida se fuga. La caída libre de Alicia hasta llegar a la pieza en la que la espera una llave diminuta para abrir una puerta y pasar al mundo subterráneo es de lo mejor en materia formal. Es una caída digital y en 3D, y coquetear con la gravedad en esos términos y con estos medios no puede ser insignificante. Así, con el descenso de Alicia, los dos libros de Carroll y todos sus personajes van apareciendo en pantalla: El Sombrerero Loco, el Gato de Cheshire, la Oruga Azul, la Reina Roja, Jabberwocky y unos cuantos más. El nudo narrativo pasa por restaurar un orden perdido, a propósito de una ruptura y un enfrentamiento entre dos reinas (y hermanas) o, como se expresa en la mitología hollywoodense, una lucha entre el Bien y el Mal, aquí en clave feminista. En efecto, el mundo de Alicia es una ginocracia, y de allí que el subtexto del filme no sea otra cosa que la conquista de Alicia de su condición de mujer. No siempre la genialidad visual de Burton se articula con sus relatos. Ed Wood y El gran pez, en ese sentido, son películas satisfactorias, y Sweeney Todd y Charlie y la fábrica de chocolate, por ejemplo, dinamizan y ordenan sus relatos a través de números musicales. En esta ocasión, el trabajo meticuloso sobre todos los detalles visuales y la caracterización de los personajes protegen a la película de su linealidad narrativa, sus escenas esquemáticas y su fatiga conceptual. El libre uso de la imaginación de Burton, secundado por la mejor tecnología digital y guiado en parte por los dibujos de John Tenniel, el ilustrador de los cuentos originales, son estériles a la hora de indagar la riqueza filosófica de los textos de Carroll. En algún pasaje, un personaje le reclama a Alicia su “mucheidad”, su exceso de ser y existencia, un problema extensible a la totalidad de la película: su exuberancia visual es el reverso exacto de su trivialidad intelectual. Es que la Alicia… de Carroll ha sido siempre un viaje del lenguaje con consecuencias pictóricas, un viaje dentro y desde el lenguaje por el cual no sólo se desafía la lógica y el sentido de las palabras sino también cómo el lenguaje estructura una experiencia espacial del mundo y nosotros en él. Ése es el sentido de los cambios morfológicos de Alicia, que puede devenir gigante y diminuta de un instante a otro, lo que remite a un dilema filosófico sobre la identidad. ¿Quién es la verdadera Alicia? Una pregunta que Burton repite en boca de sus personajes sin traducir en imágenes el acertijo. A diferencia de Avatar y la genial Coraline, ver en 3D o no Alicia en el país de las maravillas, nada habrá de cambiar la experiencia perceptiva de quien mira. Aquí, la relación entre el frente y el fondo y su textura carecen de importancia, y salvo en la mencionada escena de la caída y el plano final en el que vemos a la Oruga Azul (y en este caso no tan sabia) devenida en mariposa, la cuestión de las tres dimensiones es estéticamente irrelevante. La inesperada belleza de unas ranas en la corte, la panorámica sobre un tablero de ajedrez transformado en campo de batalla, o los planos subjetivos de Alicia en los que se reproduce su percepción a medida que ella crece o decrece son magníficos tanto en dos como en tres dimensiones. Además, la solidez de Depp como El Sombrerero Loco y la maravillosa composición de Helena Bonham Carter como la castradora y narcisista Reina Roja pueden apreciarse sin el auxilio de esas gafas futuristas que suelen cansar la vista. Más que una aventura filosófica, esta versión de Alicia en el país de las maravillas es un cuentito moral desprovisto de paradojas, complejidades y zonas grises. La misantropía y la fascinación por la oscuridad (gótica) de Burton quizás sean demasiado para un producto familiar. Como un café sin cafeína, es decir, sin la sustancia que lo convierte esencialmente en café, éste es un filme de Burton sin Burton, y, sin duda, se trata de una transposición de un libro de Carroll sin la lucidez epistemológica de Carroll. Quizás como Alicia en el epílogo, que de regreso de ese otro mundo querrá conquistar comercialmente las tierras lejanas de China, este cuento descafeinado no tiene otro objetivo que seducir a la platea global.
Los confines de la imaginación y la locura Para adentrarnos en el contexto del último opus de Tim Burton, nada menos que una aproximación a los populares cuentos (finalmente novelas) centrados en las peripecias de la heroína Alicia, resulta imprescindible repasar algunos datos de su autor, conocido bajo el seudónimo de Lewis Carroll. Además de escritor, este pastor anglicano (fallecido en el año 1898 en su Inglaterra natal) era matemático y lógico, hecho que más allá de ser anecdótico puede resignificarse tomando como punto de partida la historia de Las aventuras de Alicia en el país de las Maravillas (su primer cuento) y de Alicia a través del espejo y lo que encontró allí (su secuela), siendo este último caso una obra más propensa al uso de metáforas y alegorías, que el director de Batman mezcló para dar forma a lo que podría considerarse como una tercera parte con una Alicia de casi 20 años. En esta versión pergeñada por la delirante mente del realizador se recupera la figura de la protagonista en pleno tránsito de la pubertad hacia la adultez y, en un segundo nivel, bucea en la búsqueda de su propia identidad en rebeldía ante las imposiciones y mandatos sociales. Así lo refleja la anécdota que da comienzo al film: Alicia (buen debut de Mia Wasikowska) llega engañada a la antesala de la boda en la que su pretendiente le propondrá casarse ante una congregación de familiares y allegados, entre quienes se encuentran su madre y su hermana. Semejante traición la llevan a abandonar el lugar y luego a dejarse llevar por la curiosidad de un conejo blanco que la conduce a su madriguera, junto a un árbol, en la que termina por caer. A partir de allí no abandonará la tierra de Underland, donde tomará contacto con una serie de personajes, entre ellos el sombrerero loco (inspirada creación de Johnny Depp), la oruga azul (voz de Alan Rickman), el gato de Cheshire ( voz de Stephen Fry), la malvada reina roja (genial Helena Bonham-Carter) y la reina blanca (una deslucida Anne Hathaway). El resto transita por el camino de la aventura iniciática, en la cual la joven Alicia deberá matar al dragón Jabberwocky (voz de Christopher Lee) para destronar a la reina roja. A eso debe sumársele la desatada fantasía del director de Ed Wood, que al transferir sus escenas al sistema 3-D consigue un plus en cuanto a la imagen y al movimiento de los objetos en la pantalla, sin renunciar a sus habituales marcas de estilo que le otorgan a la trama ciertas aristas oscuras e ironía volviéndola más atractiva aún. En esa sutil arremetida irónica descansa paradójicamente el espíritu de la novela original, que se mofaba de la burguesía de aquella época mediante juegos de palabras y alusiones políticas que en el caso de Burton se sintetizan en la cohorte de aduladores de la reina roja, entre otras cosas. Ahora bien, ¿en qué reside la importancia de los relatos de este escritor del siglo XIX y cuál es su relación directa con Tim Burton y su cine? En primer lugar en la impronta transgresora tanto de uno como de otro de acuerdo a sus lenguajes artísticos. En el comienzo de la novela la niña escucha con poca atención un relato que le lee su hermana, carente de diálogos e ilustraciones. De ahí, la posibilidad que tiene la pequeña Alicia de crearse un universo propio mediante el lenguaje para salir del tedio. No a partir de la fantasía, como suele interpretarse. Este prólogo nos permite remontarnos por otro lado a los orígenes del conocimiento a través de la primera herramienta cognitiva, que es aquella proporcionada por las palabras para reconocer los objetos, sin la chance de que estos puedan tener otro significado. Esa imposibilidad es la que dificulta la irrupción de la imaginación, que justamente representa entre otras cosas la falta de libertad En el caso del inventor de El joven manos de tijera la limitación del leguaje que ancla el sentido es equivalente a la de la imagen que literalmente representa una sola cosa, propia de ese cine carente de vuelo que sigue a rajatabla modelos de representación que dictan un orden establecido, incluso cuando de fantasía se trate. Para romper con esa ley es esencial la apertura hacia la poesía, tanto en el terreno literario como cinematográfico, y mediante ella a la multiplicidad de sentidos para reinventar la realidad. Eso es precisamente lo que hace Tim Burton en la construcción de sus propios universos, atravesados por reminiscencias de pesadillas infantiles, criaturas extrañas e incompletas (o con algún defecto físico) y en la manifiesta defensa de la locura para evadir la chatura y el orden del mundo real. Allí está entonces el famoso y utópico mundo de las Maravillas de Burton y Carroll, al que llega la inocente niña tras caer en la madriguera del conejo Blanco. Un lugar habitado por seres extraños que la someten a diferentes acertijos lógicos que derivan en respuestas absurdas (línea que la película lamentablemente no explota) durante su proceso transformador. Y si de locura se trata, sólo unos pocos realizadores como éste tienen la capacidad de no ilustrar con imágenes preconcebidas para orquestar una imaginería tan rica y propia, que en este caso particular impregna al film de un costado ambivalente por generar una tensión entre la idea transgresora de la libertad frente a la de la predestinación. Eso lo aleja desde ya, y pese a tratarse de un producto financiado por Disney, de cualquier narración infantil tradicional. Sin llegar al status de obra maestra por algunas concesiones y desniveles narrativos del guión escrito por Linda Woolverton (La bella y la Bestia), el autor de El gran Pez se despoja de inmediato de la realidad mundana de mediados del siglo XIX para sumergirse en las profundidades de la mente y hasta de la locura al dejar abierta la idea del olvido y la memoria en un enfoque más pernicioso que beneficioso.
Alicia en el país de las maravillas (Alice in Wonderland, 2010) es quizás la película más intrascendente de Tim Burton, aquí trabajando en piloto automático y atrapado en su propia medianía. Los únicos puntos positivos son el diseño de producción y la hilarante participación de Helena Bonham Carter, en el resto de los apartados reaparecen viejos vicios del director: tenemos problemas narrativos varios, un guión escuálido, colores poco sutiles, personajes desaprovechados y un ritmo general un tanto tedioso. El formato 3D pasa sin pena ni gloria, recién durante el desenlace nos topamos con algunos detalles interesantes. Para colmo de males cae de maduro que han insertado en la mayor cantidad de escenas posibles al Sombrerero de Johnny Depp con vistas al innecesario lucimiento del actor, todo a través de martillazos contra una historia que le debe mucho al Hook (1991) de Steven Spielberg. Tan infantil como pasatista, la propuesta a fin de cuentas es otro triunfo del estilo por sobre la sustancia. Alguien le tendría que avisar al buenazo de Tim que el público agradece el equilibrio entre ambas vertientes más que la mera sobrecarga visual…
Tal vez lo más extraño de Alicia en el País de las Maravillas es que se trata de una película que llevará a millones de personas a las salas de cine, y el 95 % de quienes se sienten en sus butacas ya conocen la historia de principio a fin. La versión 2010 de este clásico de clásicos trata mucho más acerca del cómo que del qué se está hablando. Y lo cierto es que, dadas las características del texto original, nadie mejor que el director Tim Burton para comandar semejante desafío. Despachemos las cuestiones argumentales como para los desentendidos: originalmente se trata de una historia fantástica en la que una niña de 6 años desemboca en un mundo paralelo al real, con personajes sorprendentes pero a la vez temibles, y en donde, gracias al uso de fábulas y metáforas geniales, la jovenzuela deberá aprender a tomar decisiones por sí sola. Burton se ha permitido alterar el texto base de Lewis Carroll. En este caso, Alicia es una joven de unos 19 años a punto de casarse, y el conflicto éste de aprender a tomar decisiones toma un rumbo más fundamental en alguien ya adulto. Además, este mundo fantástico ya ha sido visitado por Alicia, al parecer en sueños recurrentes que le vuelven desde que tiene, oh casualidad, 6 años. Pero lo básico está: el Sombrerero Loco -fantásticamente interpretado por Johnny Depp-, la Reina de Corazones -también brillante Helena Bonham-Carter-, la Reina Blanca -Anne Hathaway-, un Cheshire Cat animado, y todo el resto de la troupe… En su lectura, Burton mantiene ese estilo que me gusta llamar “cine lisérgico” (¡copyright propio!), predominando un estallido de colores que a la vez mantienen cierta oscuridad, un concepto estético entre macabro y divertido, un ambiente sonoro tan importante como el visual… y todo esto potenciado por la tecnología 3D, que permite exprimir la genialidad creativa del cineasta. En definitiva, la versión de Tim Burton de Alicia en el País de las Maravillas merece ser vista porque, si bien uno ya conoce de qué se trata, la forma en que es llevada a cabo amerita el pago de la entrada.
Rebelión en el país de las maravillas Cuando se anunció el proyecto de Alicia en el país de las maravillas dirigido por Tim Burton, muchos entraron en éxtasis. Era la unión perfecta, el matrimonio feliz, nacidos el uno para el otro. ¿Quien mejor que Burton para trasladar a la pantalla el alucinante universo de Carroll? Y es cierto que Burton es de lo más adecuado porque efectivamente los universos de ambos son muy parecidos, con el desborde de imaginación, la reivindicación de los freaks, el mundo de lo fantástico por encima del mundo real o el aspecto falsamente infantil que a la vez va de la mano de lo macabro. Claro, las expectativas se dispararon y se puede decir que Burton no las cumplió, pero básicamente porque no tenía ninguna intención de cumplirlas. Cabría recordarles a los quejosos que ya Burton había anunciado que no le interesaba mostrar una serie de eventos donde Alicia se paseaba de un personaje a otro sino que lo que quería era contar una historia. Y lo que surge después de ver Alicia versión Burton es que ciertamente no se trata de una adaptación del libro de Carroll sino más bien una suerte de secuela no oficial (¿un fan fic?) donde se toma un universo (que es parecido al propio, pero no el mismo), un escenario y una serie de personajes de ambos libros. “Alicia en el país de las maravillas” y Alicia a través del espejo” (personajes como la reina Blanca, el Jabberwocky, las Flores Parlantes o Tweedledee y Tweedledum pertenecen en verdad al segundo libro) y donde también hay condensaciones de los mismos (el personaje de Helena Bonham Carter es una mezcla de la Reina de Ccorazones del primer libro con la Reina Roja del segundo). De hecho, aunque este habitado por los mismos personajes Wonderland pasó a llamarse Underland y el mismo carácter de Alicia esta cuestionado. La pregunta de si se trata o no de la verdadera Alicia se traslada a la trama y es formulada por personajes que desconfían de si la joven de 18 años y en edad de merecer (y huir de un casamiento arreglado) es la misma niña que conocieron. Tal como Burton había adelantado, el relato ya no es, como en los libros, episódico sino una historia que es de fantasía pero también de aventuras donde Alicia pasa a transitar (a su pesar) el Camino del Héroe. En un Underland oprimido por al tiranía de la Reina roja, Alicia toma un carácter que es prácticamente mesiánico, debiendo asumir un rol predeterminado como aquella que va a liberar a esa tierra de la opresión enfrentando con espada y armadura, como Juana de Arco, al monstruo Jabberwocky. A pesar de ese relato más clásico, que pareciera acercarlo al de películas como Narnia, no se puede decir que Burton haya traicionado a Carroll. Y aunque no sea fiel al texto, es fiel a su universo, a su estética (las ilustraciones de John Tenniel que acompañaban las primeras ediciones de los libros ciertamente fueron tenidas en cuenta), y a bastante de su espíritu, no solo por el despliegue de elementos fantásticos sino también por la apelación al absurdo y su carácter lúdico y hasta caprichoso, que aquí los personajes del Sombrerero y de la Reina Roja representan muy bien. Y en todo caso, donde mejor se aprecia ese espíritu es en el cuestionamiento y la subversión de la rigidez, la formalidad y las convenciones del mundo real que aquí están representadas por la estirada high class decimonónica británica, donde lo que queda es la fantasía como refugio y recurso. Quizás el final sí, es algo ñoño, pero eso no resiente un film que no esta entre sus mejores pero sigue siendo una experiencia feliz, y que como casi todos los de Burton, es un derroche de imaginación y de humor y un despliegue visual alucinante. No tiene mucho sentido preguntarse que hubiera pensado Carroll de la (re)versión Burton de su obra, si se hubiese sentido satisfecho o traicionado, porque en todo caso, si a alguien sigue siendo fiel Burton, es a sí mismo.
Alicia en Burtonlandia Más allá de las expectativas generadas y de su resonante lanzamiento publicitario, esta producción confirma, una vez más, que no se obtiene una buena película sumando méritos aislados: en este caso, textos de fascinantes resonancias (Alicia en el país de las maravillas y otros de Lewis Carroll), un director imaginativo (Tim Burton), efectos especiales de última generación y el aval de una poderosa productora, parecían ideales para conseguir un producto sorprendente, pero el saldo es una realización fría, despareja y desprovista del espíritu transgresor de los relatos en los que está basada. Es curioso cómo Alicia en el país de las maravillas sirvió para la realización, en 1951, de la mejor película de Walt Disney (1901/1966) y, medio siglo después, para la peor de Tim Burton (California, EEUU, 1958). Está claro que aún el Burton menos inspirado ofrecerá siempre la posibilidad de ingresar a mundos alternativos, reivindicando el poder de la fantasía y creando personajes estrafalarios y divertidos. No es menos cierto que su Alicia… tiene momentos graciosos y ambientes ingeniosamente diseñados. Pero no se entienden algunas decisiones, de las que no sólo Burton parece responsable sino también su guionista Linda Woolverton y, seguramente, la Walt Disney Pictures. La insistencia en trabajar con Johnny Depp, por ejemplo: no sólo su personaje de sombrerero remite invariablemente a otros interpretados anteriormente por el actor, sino que además –por su aspecto simpático y la manera en que Depp se hace reconocible– hace peligrar el protagonismo de Alicia, al punto de que la película es promocionada en infinidad de carteles con su rostro sonriente (cabe preguntarse si Burton no habrá pensado en algún momento poner a un Depp travestido haciendo de Alicia). Al mismo tiempo, la Reina de Corazones es más un freak que una señora mandona, mientras que a Alicia se la ve contrariada y con un look demasiado moderno. Tal vez el predominio de Depp y la apariencia de esta Alicia casi veinteañera hayan sido producto del interés por ampliar el público posible, temiendo que muchos no se acerquen a las salas sospechando una película para nenas. Por otra parte, la atmósfera es levemente lúgubre y –a diferencia de la obra original– los enredos y sorpresas no crecen en forma espiralada sino fraccionada, como si se estuviera ante fragmentos de varias películas reunidos en una sola: a escenas en los jardines de una mansión victoriana (que parecen salidas de un drama con princesas incomprendidas de esos que abundan últimamente) se suceden situaciones insólitas con animales habladores, los acontecimientos delirantes se mezclan con otros habituales en comedias menores (como las rencillas de la Reina con su hermana o con su paje), y seres de carne y hueso conviven incómodamente con criaturas animadas digitalmente (quedando algunos a medio camino, moviéndose con gestos visiblemente artificiales). Inclusive Tim Burton parece haber echado mano a retazos de sus películas previas (los bosques sombríos de La leyenda del jinete sin cabeza, los castillos de Sweeney Todd, el Johnny Depp con sombrero y apariencia de payaso de Charlie y la fábrica de chocolate). Finalmente, si Burton parecía el director ideal para sacarle provecho a las posibilidades del 3D, habrá que esperar una nueva oportunidad para comprobarlo: aquí logra apenas unos pocos, eficaces sobresaltos. Desde el cine mudo hasta la actualidad, hubo varias versiones cinematográficas de Alicia en el país de las maravillas (incluyendo una argentina dirigida en 1975 por Eduardo Plá, en cuya banda sonora se escuchaba una versión ligeramente modificada de la Canción de Alicia en el país de Charly García), pero fueron muchas más las ocasiones en las que dicha obra ha sido invocada o recreada indirectamente. La realidad es que, en el cine, la esencia de ciertos textos no se alcanza visualizándolos en forma literal. El mismo Tim Burton ya había sabido introducirnos en universos deliciosamente extraños sin la mediación de Alicia alguna: un auténtico país de las maravillas se desplegaba en la inquietante Ciudad Gótica o surgía de las extravagantes historias contadas por el protagonista de El gran pez.
Mellon Collie and the Infinite Sadness Suele decirse que cuando una película se basa en un libro hay que juzgarla como película y no compararla con su referente literario. Estoy de acuerdo, pero esta vez voy a hacer todo lo contrario, porque me parece que esa comparación ilumina los aspectos de la película de Burton que la convierten, sin vueltas, en una película mala, más allá de la parafernalia visual que Burton sabe construir a la perfección (la perfección es una cosa fría, por otra parte). El relato de Carroll empieza con un poema cuya belleza puede percibirse incluso en esta traducción mala; en él se cuenta una excursión por el río que el narrador comparte con tres nenitas: “En plena tarde dorada/ nos deslizamos con toda placidez;/ porque nuestros dos remos, con poca habilidad,/ son impulsados por pequeños brazos,/ mientras pequeñas manos en vano pretenden/ guiar nuestro ambular”. Estas tres nenas le piden al hombre que les cuente un cuento. Cada vez que él se detiene le suplican, ávidas de imaginar, que el relato siga, y ponen como condición que se trate de una historia sin sentido, de una historia del “nonsense”, que es la característica principal de la Alicia en el País de las Maravillas que escribió Lewis Carroll. Toda la escena tiene lugar a la hora de la siesta, hora del juego y la niñez. Al final de este poema introductorio el narrador le dedica el libro a Alicia, que es una nena de siete años, y le pide que tome esa historia y con mano gentil la guarde en el lugar en que los sueños de la infancia se entrelazan con la memoria, como a una guirnalda recogida en un país muy lejano. Ese país lejano es justamente la infancia perdida, por eso este comienzo tiñe todo el cuento con la melancolía de lo que ya no es. Y lo que viene después es nada menos que uno de los relatos más extraños que dio la literatura, porque no está construido según la lógica racional de la vigilia sino de acuerdo con los procedimientos de los sueños, donde las cosas y los espacios se transforman y donde reinan el sinsentido y la incertidumbre. La aventura de Alicia consiste en aprender a moverse en ese mundo y a usar la inteligencia –porque ante todo es una nena muy despierta– para poder entrar en el juego. Ese aprendizaje le permite, sobre el final, valerse de la astucia y el ingenio para defenderse en un juicio en que se la acusa de haberse robado unos pasteles que pertenecían a la Reina de Corazones. Ahora, ¿qué demonio de la normalidad hizo que Tim Burton se salteara olímpicamente las cualidades más importante de este relato, que son el sinsentido y el carácter onírico, para convertir a su película en una lucha entre el bien y el mal (gracias, Hernán Schell) que se parece más a la Troya filmada por Hollywood que al libro perturbador y originalísimo de Carroll? Menciono a Troya, aunque la referencia sea disparatada y mucho más berreta, como otro ejemplo de la prepotencia con que a veces se aplana un relato original. Alicia se parece más al Aquiles de Brad Pitt que a una nena que juega cuando cabalga en un perro y una música heroica la acompaña. Burton tuvo momentos de una fineza parecida a la de Carroll cuando hizo de El joven manos de tijera un cuento narrado por una abuelita que transmite a la nieta, con la ternura y el dejo de tristeza de su voz gastada, la historia de un amor perdido que la cambió para siempre y la inmortalizó tanto en el relato como en la memoria y en las esculturas efímeras de Edward Scissorhands. Acá, Alicia es una chica que está a punto de comprometerse a la fuerza con un Lord espantoso y que en un momento de desesperación se escapa para introducirse en un Wonderland que, sabremos después, es el lugar que frecuentó de niña y al que había olvidado. El problema es que en ese país de las maravillas no hay otra cosa que decorados burtonianos y una lucha entre la Reina Blanca y la Reina de Corazones, que Alicia deberá dirimir enfrentando a un monstruo para matarlo con una espada especial. De aquel relato, extraño y sutil, sobre la potencia imaginativa de la infancia, Burton hizo ni más ni menos que una especie de épica, una aventura heroica, que sigue siendo una película de Burton solamente porque aparecen algunos pares de mellizos, pero donde se juega todo al maquillaje (y el colorinche en la cara del Sombrerero de Johnny Depp, que varios primeros planos insistentes nos obligan a apreciar, es la cifra de esta apuesta absoluta a nada más que eso, el maquillaje). Pero lo peor de la película, que marca y subraya y enfatiza todo el tiempo ese carácter épico, es la música de Danny Elfman, un cliché hollywoodense que irrumpe a cada rato para señalarnos, por ejemplo cuando Alicia debe atravesar una muralla, que “acá hay una prueba dificilísima que la heroína debe atravesar para tener éxito en su aventura”. Esa aventura es la de ponerse del lado del bien en un enfrentamiento que no le pertenece y aprender la valentía para volver después al mundo real, rechazar al novio horrible y dedicarse a hacer negocios en la compañía en la que antes trabajaba su padre. Esta Alicia termina embarcada –literalmente– en la aventura de ampliar los horizontes de una empresa comercial hasta la China, en pleno imperialismo británico. ¿Qué quiso hacer Burton? ¿Una Alicia feminista que se convertirá en empresaria exitosa? La corrección política más burda suele dar esos frutos. El libro de Carroll, en cambio, termina con una Alicia que crece, sí, pero que conserva el corazón sencillo de la infancia y por eso puede a su vez inventar muchas historias fantásticas que hacen brillar los ojos de otros chicos reunidos a su alrededor. Burton mostró algunas veces esa capacidad de inventar historias delicadas y melancólicas que hacían brillar los ojos con asombro. Ahora que al parecer dejó de creer en la potencia de las historias, los ojos brillan al salir del cine con un tono distinto, el de la decepción, que no deja otra cosa que una melancolía poco disfrutable por sus otras películas (todo lo contrario de la Mellon Collie del disco de Smashing Pumpkins), y una tristeza infinita.
Ni vale la pena aclarar que no se trata de una versión más de las 21 traslaciones cinematográficas que padeció el célebre relato de Lewis Carroll desde 1910. Es, ante todo y por sobre todo, un film de Tim Burton, marcado por su talento y su desmesura. Para empezar, Alicia no es en este caso una niña, tiene 18 años y está a punto de someterse a un casamiento de conveniencia cuando la arranca de ese triste destino la aparición del siempre apurado Conejo Blanco. Burton se ha ocupado de subrayar que Alicia no se zambulle en Wonderland sino en Underland (Bajo Tierra), para ajustarse al título original que le dio el autor a su narración cuando se la obsequió a la niña Alice Lidell, en el otoño de 1864. Están presentes, sí, la feroz Reina Roja, su hermana la Reina Blanca, la oruga azul, Tweedledum y Tweedledee, el perro Bayard y el temible Jabbewoky. Pero lo más asombroso es la presencia dominante de El Sombrerero Loco, a quien Johnny Depp inyecta un protagonismo cargado de inquietud. La única imposición de los Estudios Disney fue que el proyecto se concretara en 3D. Una apuesta que complicó enormemente la producción con su mezcla de animación, personajes reales y efectos visuales al por mayor. Lo que había que respetar, en medio de tanto exceso, era el espíritu del original. Y de lo que trata precisamente el texto de Carroll es de un viaje iniciático hacia el conocimiento, el estado adulto y la propia identidad. De ahí en adelante Alicia va a hacer lo que de veras quiera y no lo que le exija una sociedad cargada de prejuicios y mandatos asfixiantes. Burton entiende que los presupuestos generosos deben estar al servicio del mejor cine. Y cumple.
Con toda la magia ahogada por Disney El clásico texto de Lewis Caroll alimentaba múltiples lecturas sobre la identidad, la sociedad victoriana y el otro. En esta versión, los conflictos se acallan para construir una mirada superficial sobre una galería de personajes disparatados. Desde hace más de medio año diferentes medios periodísticos comenzaron a abrir secciones especiales para marcar, con crecientes expectativas, el anticipo de lo que iba a acontecer en los primeros días de marzo en todo el mundo: el estreno del nuevo film de Tim Burton, sobre el que el consagrado director, que ya había logrado todo un círculo de fans, ofrecía reservada información. El anuncio de que su próximo film sería la traslación de aquellas dos obras ya clásicas, que hoy están siempre presente en incontables bibliotecas y en tantas noches de desvelos, del siempre enigmático Lewis Carroll: Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo, publicadas ambas entre 1865 y 1871. Desde el primer día, filas de seguidores de los films de Burton se acercaron para dejarse sorprender por esta nueva obra, que ahora se exhibe, entre otros sistemas de formatos, en el hoy tan prometedor 3 D. Algo comenzaba ya a sonar extraño en esta nueva adaptación del director. Y esta primera sospecha nos llevaba entonces a ciertas exigencias de los mismos estudios Disney para su efectiva comercialización. Pero no fue la única, desde mi punto de vista, sino sólo una de las tantas concesiones que Tim Burton -a quien siempre agradeceré por films tales como El joven manos de tijera, Ed Wood y El gran pez, fundamentalmente-, debió acatar. Frente al mundo de los personajes de Lewis Carroll, que se enfrentan a enigmas, a interrogantes, a aquello que ha sido subrayado tantas veces en el texto, el non sense, el personaje de Alicia en el film de Tim Burton no experimenta inquietudes ni ese deseo de querer saber. Desde el principio, ahora esta joven que cuenta con diecinueve años, que decide huir de los formalismos y presiones de la sociedad victoriana, tras haber experimentado caer al pozo (secuencia clave de la lectura del original) pasa a transformarse en una heroína que finalmente adoptará las vestiduras de una nueva Juana de Arco que, en su regreso del mundo real, adoptará un rol de empresaria con los nuevos circuitos de Oriente. Alguna vez la obra de Carroll fue definida como una puesta en espejo del propio juego del lenguaje, un espacio en el que nada es lo que parece ser y donde se representa el absurdo de un universo reglado por insostenibles mandatos. El film de Burton simplifica desde el enfrentamiento entre las fuerzas del bien y del mal el camino y las pruebas del héroe clásico, sosteniéndose en fórmulas ya repetidas y hoy engalanadas y maquilladas por una artillería tecnológica de efectos digitalizados que han llevado a una estandarización aquellos clásicos, que alguna vez alimentaron el misterio, la sospecha, la intriga. Que el espectador reconozca algunos de los personajes que pueblan el universo del original, del fascinante e hipnótico mundo de Carroll, esto no habilita a pensar, así lo creo, que haya captado la profundidad de los encuentros, de los parlamentos que han alcanzado un ejercicio del pensamiento de los lectores de todas las edades, según sus propias inquietudes. Galería de personajes mostrados desde un esteticismo visual aplastante, desfilan (sí, sólo desfilan) de manera urgente por una pasarela que olvida la humanidad de sus criaturas. Pieza de repostería, el último film de Burton seguramente será motivo de admiración y deleite oportunista para los fabricantes de souvenirs y juguetes. Pero el film de Burton es sobre todo un film con Johnny Depp. Y aquí no hay engaño posible. La mayor parte de los afiches que se exhiben en cartelera lo muestran a él, con su nueva caracterización de uno de los personajes que, desde la publicación del libro, mayores interrogantes ha despertado: el del Sombrerero Loco. Pasaje inolvidable, así lo recuerdo, el de la hora del té, que ha abierto a tantas lecturas, junto a la Libre de Marzo, en el que el tiempo pasa a ser otro protagonista, aquí sólo se reduce a una presencia megalómana del actor. Ante esto, una gran lectora y creativa adolescente como Julia Coca, de dieciocho años, ingresante de la carrera de Psicología, nos hace llegar su comentario: "Más que sobre Alicia esta película es un film sobre Johnny Depp. Si bien el libro y la película parten de denuncias diferentes de la sociedad victoriana, Lewis Carroll provocaba en mí, como lectora, ese sentimiento impredecible frente a lo que podía suceder, permitiéndonos ciertas sorpresas y dudas. Pero en el film de Burton todo es tan obvio que va dejando de lado, desde su heroína, el incomprensible mundo de ese sueño que Alicia ahora protagoniza y que en el libro la llevara a preguntarse de sí misma. Desde el sueño, algo que ahora no ocurre, Alicia aprende a ser crítica, viendo como se mueven los hilos de esa realidad que se debate entre el conformismo y la locura". No voy a citar aquí a las criaturas que acompañan a Alicia en su trayectoria ni los equivalentes en el mundo de su vigilia. Creo que el estreno del film puede llevar a nuevas motivaciones para la lectura o relectura del libro, no sólo con el ánimo de establecer comparaciones (algo inmediato) sino de ver cómo un director que alguna vez fue tan personal como Tim Burton olvidó ahora sombríos pasajes, mundos secretos, espacios clausurados para crear su obra. Desde los inicios del cine, allá en los años del cine silente, encontramos ya algunas versiones de Alicia y en varias oportunidades numerosos directores han tomado el libro como punto de partida y metáfora de los viajes de sus protagonistas. Julia recuerda la versión Disney de 1951: "Y si la prefiero es por su simpleza y porque podía escuchar ciertos diálogos que aquí no están presentes. En tal caso, el personaje creado por Burton muestra a una Alicia lineal que no tiene ni participa de conductas que en principio pueden ser contradictorias. Recuerdo que en el film de Disney Alicia podía ser no sólo inocente sino también astuta". De los personajes tan digitalizados, que llegan a perder su humanidad, sus variados costados, tal vez sea el de la Reina Roja el que nos devuelve ciertas voces del texto. En este festival sobrecargado de derroche visual no hay espacio para la reflexión, para el tema de la identidad y para escuchar los interrogantes de la conciencia. Todo aparece y desaparece porque sí, para dar lugar al poderío del imperio Disney de hoy.
Esta versión propone un camino lineal, determinado por una moral sin sustento, con el que finalmente se constituye una Alici aventurera, pero en el peor sentido. Tim Burton ha dirigido y producido muchas películas, algunas brillantes, algunas menos logradas, y en esta prolífica carrera, ha consolidado un rictus cinematográfico, un gesto pictórico, que atraviesa su obra, y trasciende, incluso, a otras formas narrativas. Ese gesto, aun cuando no parece el mismo a lo largo del tiempo, si uno observa la relación entre las características plásticas de El joven manos de tijeras o El extraño mundo de Jack y Charlie y la fábrica de chocolate y esta Alicia, sostiene, sin embargo, la expresión de un mundo en que lo adulto y lo infantil se cruzan, asumiendo la inevitabilidad del mal. Lo sombrío de aquellas, sigue presente en la actualidad falsamente luminosa y contrastada. De modo que Alicia en el país de las maravillas, relato tradicional que ha tenido infinidad de interpretaciones y abordajes – todos ellos legítimos –. es naturalmente un terreno apto para la irrupción de Burton en la translación a la pantalla. Eso, y la imaginería subyugante del dúo Burton – Deep para dar lugar a la aparición de personajes complejos, perversos y fascinantes, eran suficientes como para despertar grandes expectativas en la película. Burton decide en esta adaptación escribir una nueva historia de Alicia, con sus premisas originales y algunos de sus personajes. Alicia, que ha cargado toda su vida con unas pesadillas que alteraban su sueño, es llevada a una fiesta donde un joven lord, a todas luces un tonto irremediable, va a pedir su mano, en casamiento arreglado por las partes. Allí aparece entonces el viejo conejo blanco, al que sigue. Finalmente cae en un pozo y, remedando el original asunto del líquido que la encoje y el bocado que la hace crecer, ingresa en el mundo de las maravillas. A partir de ese momento, cualquier coincidencia con el viejo relato es, o mala utilización de personajes originalmente más ricos y prepotentes con la lógica, o pura imaginación plástica puesta al servicio de una reproducción falsa de sí mismo. Burton traiciona el espíritu del relato y traiciona su propia argumentación pictórica del mundo. Alicia… sigue siendo en esta versión, un ritual de pasaje. En este caso entre la adolescencia y la adultez, y es gracias a este camino de transformación que Alicia decide rechazar el camino que había sido elegido para ella. Claro que, contra la vacilación, las continuas volteretas a la lógica, la afirmación de la inconsistencia significante de las palabras, esta versión propone un camino lineal, determinado por una moral sin sustento (¿por qué salvar el mundo de la reina blanca?), con el que finalmente se constituye una Alicia aventurera, pero en el peor sentido: su aventura real será la expansión colonial británica (y dejaré todas las implicancias histórico políticas que tiene el final de la película). Aun si todo esto fuera cierto, pero Burton lograra un relato atractivo, seguramente mis reparos serían menores. Pero ni siquiera logra contar una historia interesante, atrapante, o, aunque más no fuera, plásticamente deslumbrante. Desde el momento en que Alicia ingresa al mundo subterráneo, su destino, el camino a seguir, y el desenlace están contados y develados. Todo carece de intriga y suspenso. Pero por sobre todo de vacilación. El relato se convierte, sorprendentemente, en una tonta aventura con final conocido. Casi ninguna de las características que hacen del relato de Lewis Carroll un texto que puede ser re-explorado casi hasta el infinito, emergen en la película de Burton. Y para colmo de males, el personaje del sombrerero loco, que adquiere en esta re-versión un protagonismo que no tenía en el original, comienza como aquel que puede resumir muchas de las características de los personajes clásicos, duda, juego de palabras, imposición de la duda, pero rápidamente se transforma para terminar siendo casi un héroe romántico. Deep, en el rol, tal vez perdido por esa inconsistencia del personaje, hace emerger sus antiguas creaciones (Charlie, Jack Sparrow) lo que desdibuja aun más su sentido en la trama. Es cierto que Burton puede construir un mundo mágico y coherente plásticamente, pero en esta ocasión incluso queda atrapado en un trabajo de cámara (¿requerido para que el 3D sea más impresionante?) que no permite una pausa, un encuadre potente, inteligente, rítmico. Todo el vértigo impuesto en los movimientos solo aporta molestia y confusión. El mundo de la Alicia de Burton es mucho más convencional y moralista que aquel maravilloso mundo que Alicia conoció en la novela de Lewis Carroll.
La república de Tim, para todo público Más allá de cualquier crítica que pueda hacérsele al cine de Tim Burton, sería ridículo negar que se trata de un autor, de un hombre del cine que pone su firma a cada proyecto, quizá uno de los últimos artistas en serio dentro de la maquinaria de Hollywood, tan afecta y entregada a la uniformación, a la fórmula. En ese contexto, Burton, lider de la otredad, llega con un trabajo que lo asocia a un público que hasta ahora rozó, pero sin dedicarle su mundo de oscuridad freak como lo hace en Alice in Wonderland. El film, basado con respeto pero a la vez con personalidad y cosmogonía propia en el texto de Lewis Carroll, es un recorrido por túneles de perdición y demencia, a la vez que coloridos y levemente kitsch. La historia nos muestra a una Alicia de 19 años (Mia Wasikowska) que al escapar de un compromiso sentimental no querido cae en un túnel que la traslada a un universo alucinógeno, de cuento fantástico bizarro. Allí, en ese agujero nada virtual conoce a un seleccionado de personajes freaks, empezando por el sombrerero (Johnny Depp), aliado de la Reina Blanca (Anne Hathaway), quien fue despojada de su poder por su infame hermana, la Reina Roja (impecable, maravillosa Helena Bonham Carter). En medio de esa lucha de poder, la joven aventurera toma partido rápidamente por la desplazada, aunque su relación con el entorno de ese país de las maravillas del título muta una y otra vez hacia un contexto más bien pesadillezco, ácido y a la vez amargo y oscuro. Burton contó para su pequeña épica lisérgica nada menos que con el diseñador de producción de Avatar, Robert Stromberg, asimismo encargado de efectos visuales de films como Shutter Island, 2012 y Piratas del caribe, entre otros. El mundo creado para darle contexto a la aventura de Alicia es formidable, sirve como apoyatura para una aventura que, en términos formales, no es una gran apuesta narrativa, pero que tiene sus elementos bien seleccionados y tratados como para satisfacer al público infantil, al que sin dudas está dirigido. ¿Lo mejor? La reventada Reina Roja de Helena Bonham Carter, desplegando su histrionismo y las características de un personaje bizarro y temible, siempre dentro del marco de un film apto para todo público. Y claro, el bueno de Johnny Depp, siempre al borde del desacato actoral, del cachetazo de exceso gestual, pero siempre también dentro de su marco de expresividad infinita. ¿Lo peor? La forma en que se desaprovecharon las bondades del 3D, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de una producción pensada también para explotar lo que parece ser el recurso visual top de esta nueva década del ´10. Bonus Track: -¿Sería exagerado pensar que el año próximo este opus de Burton podría ser una de las estrellas de la entrega de los Oscars? Lo merecería en varios rubros técnicos, empezando por FX y continuando por Diseño de Vestuario, por ejemplo.
No soy un gran admirador de Tim Burton, pero hay películas que me han gustado bastante. Sinceramente esperaba mucho más de esta producción que venía haciendo mucho ruido y que en los trailers parecía muy interesante. La historia arranca con buenos momentos de la vida real de Alcia que se van diluyendo en el mundo maravilloso. En muchos transcursos me aburrió y en otros me divirtió, pero ninguno de los dos en demasía, por ende el resultado es regular. Quizás el aburrimiento se produjo porque la trama se va desenredando de manera un poco lenta y carente de ritmo. Los paísajes construidos son hermosos y son los que se llevan todas las miradas de asombro. El 3D esta bien aplicado y aunque por momentos me resultó medio molesto que estén volando cosas hacia la butaca, creo que justifica que se vea en ese formato. Las actuaciones están correctas excepto por la bella Anne Hathaway que es insoportable con los movimientos de sus brazos todo el tiempo. Realmente creo que no fue buena la creación de su sobre actuado personaje. Johnny Depp en el papel del Sobrerero loco no logra desplegar todo su talento y gracia y está bastante desperdiciado. La elección de Alicia, por lo menos en mi, generó indiferencia debido a que la labor de Mia Wasikowska no me pareció destacable pero tampoco criticable. Quienes están muy bien son Helena Bonham Carter y Crispin Glover en los papeles de la Red queen y Stayne, respectivamente y fueron los que me arrancaron casi todas las sonrisas, principalmente la primera que se lleva los mejores momentos de la película. Varias escenas son simpáticas por la inclusión de los excelentes animalitos y llamativos personajes como los conejos, los gemelos, el perro y la oruga. Esperaba mucho más de esta nueva versión de Alicia en el país de las maravillas. Quizás los admiradores de este original director salgan contentos, pero lamentablemente a mi me decepcionó bastante y solo salvó su nota porque los efectos son descomunales y algunas actuaciones son destacables, sino seguramente su puntaje hubiera sido mucho más bajo.
TIMOTHY EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS La gran mente visionaria del creador de “El Joven Manos de Tijeras” inventa una nueva historia dentro del famoso país de las maravillas que tiene su sello personal, que posee una belleza visual descomunal y actuaciones delirantes. Alicia tiene 19 años y está por ser participe del más bochornoso compromiso que su familia le pudo arreglar. De repente un familiar conejo blanco con un reloj de bolsillo en su poder atrae la atención de la muchacha logrando así que vuelva a caer en el cambiado País de las Maravillas, donde la esperan todos los personajes que conoció en la niñez. Tim Burton tomó como base las dos novelas Lewis Carroll y creó una historia totalmente diferente. Aquí el mundo imaginario no es tan maravilloso como cuando Alicia entró en su niñez, aquí nadie canta de felicidad y la locura de los personajes está medida a la fuerza tras hechos pasados. La Reina Roja se apoderó de la “belleza” y destruyó toda sintonía alegre que le molestaba. Es por eso que cuando ni bien la protagonista entra en el mismo uno se siente como que no se encuentra en el mismo lugar. Es aquí donde vale destacar el astuto trabajo del director y los guionistas por hacer de esta historia un relato que tiene los condimentos de las novelas, pero que no representa en ningún momento el imaginario mundo desarrollado en estas, sino que se basa precisamente en un corto poema titulado ” El Jabberwocky” que se encuentra dentro del segundo libro. Para ver una fiel adaptación de los escritos de Carroll hay miles de otras películas que siguieron detalladamente sus pasos, este no es el caso. Uno de los principales cambios que se decidieron llevar adelante es que aquí hay una historia cronológica para contar, mientras que en las novelas el desarrollo era repentino, alocado y sin sentido, como si Alicia entrase en un parque de diversiones y visitara cada una de sus atracciones. Esta nueva historia presenta guiños y alusiones a diferentes films fantásticos tales como “El Señor de los Anillos” o “Las Crónicas de Narnia”, que no solo le aportan un sentido épico a la historia sino que demuestran algo totalmente novedoso e inimaginable para la historia de Alicia. Para contar esta narración Burton se basó en la elaboración de su mundo imaginario donde brilla la belleza, sus icónicos espirales, árboles torcidos, paisajes desolados y una oscuridad que denota la presencia de un trágico pasado. El arte de este film es maravilloso, del calibre de cada una de sus producciones. El trabajo realizado en el Gato Sonriente es espectacular, al igual que en cada uno de los personajes que minuto a minuto van cobrando vida. Uno de los fuertes más ricos que posee esta cinta es la calidad de las actuaciones. Mia Wasikowska, Alicia, interpreta muy bien su personaje, lo dota de sorpresas y de la inocencia que tanto hace hincapié en la novela. Johnny Depp, es el Sombrerero Loco, que con sus estridentes ojos amarillos, su sonrisa demoníaca y su continuo pasaje por el poema del Jabberwocky, denotan otra fantástica interpretación del actor. Helena Bonham Carter (La Reina de Corazones), es quien se lleva todos lo aplausos por su trabajo, no solo por brindarle mucha expresividad al relato, sino por mantener una locura inmensa al mandar a decapitar a todo animal o humano que le sume problemas. Anne Hathaway, como la Reina Blanca, está correcta, la rivalidad entre las hermanas está muy bien expresada por ambas. Crispin Glover está bien en su personaje, aunque carezca de desarrollo. A su vez, es un placer oir las voces de Stephen Fry, en un estupendo rol (el gato sonriente), Michael Sheen (el conejo blanco), Alan Rickman (la oruga azul) y Matt Lucas (Tweedledee y Tweedledum). Si bien en la mitad el film logra sumergirse en un charco narrativo, el mismo remonta con un despliegue visual y una imaginativa conclusión para el reconocimiento. La batalla final se acerca y el delirio que Burton logró en dicha escena es magnífico, digno de cualquier libro de mitología. Pero sin ser esperado el film posee un mensaje y es allí donde este logra enriquecerse. ¿La vida que quiero llevar adelante es la que la sociedad me obliga a vivir o la que verdaderamente quiero y, pese a las consecuencias, voy a esforzarme por cumplir mis sueños? Simplemente maravilloso. “Alicia en el País de las Maravillas” no es para cualquiera, puede llegar a ser aburrida para algunos e irrespetuosa con respecto a la novela por otros, pero es otra creación del genial Tim Burton que no quiere copiar letra por letra la maravillosa obra de Lewis Carroll. Un espectáculo visual bellísimo y una clara oportunidad para ver el costado no tan maravilloso de una de las historias clásicas más representadas en el séptimo arte. Original y muy divertida. “Algo es imposible solo si crees que lo es” UNA ESCENA A DESTACAR: Alicia, espada en mano, salto…
Pensamientos varios y muy caprichosos acerca de Alicia. Alicia… no es una buena película. Y no es buena, entre otras cosas, porque no cuaja, no se consolida como un todo a pesar de que muchas de sus partes son muy interesantes (y varias otras anodinas). Entonces, vamos por partes: Tim Burton termina siendo un problema para su propia película. Tengo la hipótesis (incomprobable, inútil y nada original, por supuesto) de que la decepción que genera Alicia… se debe a las altas expectativas que suscitaba el hecho de que estuviera dirigida por Burton. La película basada en la obra maestra de Carroll, en manos del destacado y personalísimo director no podía ni debía ser otra cosa que una genialidad absoluta del cine. Se promocionaba en cuentagotas el casting, las fotos, que si el sombrero era de tal color, que la voz del gato era fulano, que se viene en 3D y un largo etcétera que no hacía otra cosa que incrementar la ansiedad de los espectadores por ver la monumental obra. Y la tal obra resultó no ser ni monumental ni genial, sino más bien meramente entretenida y de a ratos, no se vaya a creer que todo el tiempo. Poco importa que Burton no se haya ceñido fielmente al libro, las adaptaciones cinematográficas son eso, adaptaciones y cada uno tiene la libertad de hacer lo que le plazca. A mí, en este caso, me gusta. Me gusta la libertad del director para recrear, a partir de una historia archiconocida y prestigiosa, algo distinto, me parece destacable ese riesgo que quizá no cualquiera hubiera tomado. Lo que no considero destacable es el resultado: Alicia es una joven a punto de cumplir los veinte años y toda la familia la empuja a casarse con un esperpento imposible, un destino que Alicia no está dispuesta a aceptar tan fácilmente, tanto es así que se escapa tras un conejo apurado y cae por un árbol para dar con sus huesos en la Infratierra, lugar que ella ya había visitado de pequeña y que ahora deberá salvar matando al Jabberwocky. Sí, Alicia es convertida en una heroína, armadura y espada incluida. No está nada mal este giro al relato de aventuras. El gran inconveniente, además de la odiosa, inapropiada, destemplada e inoportuna música de Elfman (¿qué demonios pasó ahí?) es que todo se vuelve muy lineal y previsible. En varias de las películas de Burton los mundos (real e imaginario o fantástico) funcionaban como contrapunto: el “real” solía ser oscuro y lúgubre, afectado, opresivo; mientras que el “irreal” era colorido, alegre y luminoso (El cadáver de la novia, Beetlejuice, El gran pez), y además estos mundos fantásticos podían convivir con los cotidianos hasta que se generaba en algún momento un choque, algo que los ponía en crisis. En Alicia… eso no sucede, Tierra e Infratierra son dos cosas distintas y separadas; esta vez la supuesta realidad es la parte luminosa y colorida (ver la escena del compromiso, por ejemplo) y la fantasía es oscura y peligrosa (visualmente impactante pero no exenta de peligro). Y no hay nada de malo en eso per se, pero en esta linealidad Burton se estanca y no ofrece nada más allá de lo visual, de lo que está ahí, dispuesto elegantemente, y la película se torna fría y calculada, como si hubiese ido tachando ítems o partes: guión, música, vestuario, maquillaje, Johnny, Helena… Lo que no tiene es alma.
LA NIÑA DESAPARECE Destinada a convertirse en la mejor versión del famoso personaje creado por Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton es tan poco respetuosa del origen que dio paso a la película, como fiel a los temas, motivaciones visuales y obsesiones que atraviesan toda la carrera del propio director. Alicia en el país de las maravillas está basada en el reconocido personaje literario que produce ha producido interés y devoción en todo el mundo. Más allá de la novela de Lewis Carroll, el fenómeno Alicia -por utilizar una expresión mediática- posee vida propia desde hace muchísimo tiempo, pues ha derivado en las más variadas adaptaciones cinematográficas y televisivas e, incluso, en infinitas formas literarias a los largo de más de un siglo. Sin embargo, a la hora de realizar un buen film, el libro siempre ha sido un problema debido, en gran medida, a su forma, a las situaciones que en él se plantean, a sus dilemas de lógica y a su narración alejada de los cánones clásicos. Posiblemente, la simpatía de los personajes y las extraordinarias aventuras intelectuales y físicas de su protagonista sea lo que le ha permitido convertirse en un libro tan popular y experimental a la vez. Pero el cine no ha podido lidiar con eso. El film de Tim Burton sale desde el inicio al cruce de estos "problemas" para enfrentarse a la novela desde un lugar totalmente distinto a lo hecho hasta ahora. Es -citando palabras de Alicia- "absurdo y sentido" que la que posiblemente se convierta en la versión más famosa del personaje sea la que entra en mayor contradicción con la forma de la novela y, posiblemente, con su espíritu. No es incoherente, por otro lado, que Tim Burton haya decidido hacerlo así. El director de El joven manos de tijera y Ed Wood siempre ha sido un hábil narrador, y sus film, por más distintos que sean entre sí, se han caracterizado por poseer una narración fuerte, clara y clásica. Por otro lado, ya ha quedado demostrado en un gran cantidad de oportunidades que llevar la novela de Carroll a la pantalla sin efectuarle cambios produce un efecto catastrófico. Los estudios Disney fueron los responsables de la versión de Alicia más popular, hecha en dibujos animados en 1951. Y es el mismo estudio, dedicado desde siempre al cine infantil, el que ha decidido poner su nombre, sumarlo al del famoso personaje y multiplicarlo por el director más prestigioso y a la vez más cercano a ese universo. El fantasma de la pedofilia -en el origen de la creación de la novela, allá por el siglo XIX- ha sido tal vez la razón por la cual el personaje de Alicia de la película no tiene la misma edad que la niña del libro, sino que es una joven de diecinueve años, que vuelve a aquel mundo en un momento clave de su vida. Disney no quiso que salieran a la luz las posibles lecturas ambiguas, de la misma manera que Tim Burton prefirió aferrarse a la reflexión sobre el libro y su propio cine más que a lo que el material de base le daba. Y aunque se extraña el nonsense lleno de humor del libro de Carroll, la película consigue, de todos modos, reunir sentido y cohesión, y producir incluso genuina emoción. Como en El gran Pez -film que se conecta abiertamente con éste-, de lo que se trata acá es de un elogio y defensa de la fantasía como manera de recrear la dureza de la realidad. Mientras que en la novela de Lewis Carroll, en la segunda página, Alicia ya está cayendo por el pozo; en la película hay un prólogo y un epílogo que le dan sentido -así de contradictorio podrá sonar para muchos- a la historia. Alicia ha llegado a una edad en la cual debe decidir su camino. Una propuesta de matrimonio, que todos, menos ella, desean que acepte, es el punto de partida que la lleva a una crisis de identidad. Es notable el parecido entre este film y La dama desaparece (1938) de Alfred Hitchcock, en el cual una joven que iba rumbo al matrimonio se embarca en una aventura que termina por cambiar el destino que se le había asignado. El pozo, literal o metafórico, en el que cae y el mundo subterráneo que encuentra, literal o asociado al inconsciente, son el espacio en donde Alicia deberá conocerse a sí misma, saber quién es y cuál es el camino a tomar. Podríamos sumarle a estos dos films maduros de Burton Charlie y la fábrica de chocolate, donde el personaje burtoniano por excelencia acepta abandonar la soledad y compartir la nieve con sus seres queridos y no sólo producirla para ellos, como en El joven manos de tijera. Alicia ha crecido y de su padre ha heredado el respeto por la fantasía y el desprecio por la hipocresía, otro tema muy presente en las películas de Burton. Como todos sus personajes, Alicia es solitaria, pero auténtica, noble y, por lo tanto, diferente a su entorno. La Alicia niña, criada con la capacidad para soñar y metaforizar los conflictos, recurre una vez más a ese universo de fantasía -plagado de pistas que indican que es el mismo mundo del que ella huye momentáneamente- y recupera las fuerzas que parecían flaquear en su soledad y sus deseos a contracorriente. Burton, por otro lado, no escatima recursos para que la fantasía brille en un verdadero festín visual. Y también encuentra un elenco de una solidez fuera de serie. Tanto Helena Bonham Carter, como la reina Roja, y Johnny Depp, como el sombrerero loco, realizan actuaciones brillantes, dignas de un premio (¿se acordará el Oscar dentro de un año?). Burton, lejos de la caricatura a la que ambos personajes estaban destinados, les abre el juego para convertirlos en personajes trágicos, mucho más cercanos a los freaks burtonianos que a toda la gente normal del entorno de Alicia en el mundo real. Esta nueva Alicia, la más popular que haya conocido el cine, es una heroína espectacular, mezcla de diferentes modelos de mujer independiente de todos los tiempos. Tal vez el verdadero origen de ese film no haya sido el del genial libro de Carroll, quien amaba a una pequeña a la que le dedicó el personaje principal, sin embargo, Burton reivindica para Alicia tanto el universo de la fantasía como herramienta de conocimiento, como la idea de una niña que al convertirse en mujer decide tomar sus propios rumbos e ir más allá de lo que podría esperarse de ella. En definitiva este es el mundo que retrata el film de Tim Burton, el de una Alicia que ha crecido y se ha convertido en adulta.
Brinda imaginación a granel, excelentes efectos y animaciones, muchísimo colorido, pero con respecto al argumento, el hecho de que te entretenga depende de cuánto...
Tim Burton tiene una gran imaginación para crear mundos fantásticos en sus películas. Su trabajo en films como "Batman", "Big Fish" y "Charlie and the Chocolate Factory" demuestran por qué es uno de los mejores artistas visuales del cine. Por esta razón, estaba entusiasmado por ver su visión de este clásico cuento y por ese lado no me defraudó. El "País de las Maravillas" creado por Burton es increíble, tanto por sus oscuros paisajes como por la excelente recreación de sus habitantes. Con una impecable combinación de efectos, maquillaje y vestuario, un gran elenco le da vida a estos clásicos personajes. En su séptima colaboración con el director, Johnny Depp crea al simpático personaje El Sombrerero Loco con un look colorido y una nueva voz, distinto a lo que hizo con Jack Sparrow y Willy Wonka. Anne Hathaway es la Reina Blanca, Crispin Glover (McFly de "Volver al Futuro") es Stayne y Matt Lucas es Tweedledee/Tweedledum. Alicia es interpretada por Mia Wasikowska, una actriz desconocida y poco expresiva que no le aporta mucho al personaje. Los animados también tienen voces conocidas, Alan Rickman es la Oruga, Michael Sheen es el Conejo y Stephen Fry es el Gato (el mejor de estos). Pero hay una que sobresale del resto y es la Reina Roja interpretada por Helena Bonham Carter (otra vieja colaboradora de Burton). Esta malvada Reina con pequeño cuerpo y enorme cabeza se roba cada escena en la que aparece. Esta re-imaginación del cuento de Lewis Carroll, escrito por Linda Woolverton (guionista de "Beauty and the Beast" y "The Lion King"), se aleja de la historia original para mostrar a una Alicia crecida que regresa al "Pais de las Maravillas" y ayuda a derrotar a la Reina Roja. A pesar de estar basado en un cuento infantil, no creo que esta nueva versión sea para los mas chicos, quienes seguramente se pegarán algún susto y se aburrirán otro tanto. Recién a partir de los 10 años estimo que la disfrutarán. A mí tampoco me entretuvo todo el tiempo, arrancó bien pero a la hora empecé a mirar el reloj porque se me hacia un poco lenta. A pesar de los entretenidos personajes, la historia se va quedando y llegando al final hay una escena de acción mas para "The Lord of the Rings" que para este estilo de película. Elegí la versión 2D ya que la opción era verla subtitulada así o apreciar el efecto 3D en castellano. Seguramente el 3D le aporta algo más, pero preferí verla en inglés a bancarme los anteojos y escuchar a Johnny Depp hablar español. Quizás sea por la alta expectativa de ver un nuevo trabajo del genial Tim Burton pero, mas allá del logro artístico, me pareció una de esas películas para olvidar rápido como "Sweeney Todd".
Si tuviéramos que ponerle otro título a la última producción de Burton, para que no resulte engañoso al espectador y para que combine con el tipo de película que es, podría ser perfectamente “El Retorno de Alicia en el País de las Maravillas”. Porque, si bien al comienzo logra confundir un poco, éste film cuenta otro episodio de la vida de la rubia de vestidito azul en ese mundo de ensueños. Han pasado 13 años desde la primera vez que Alicia soñó con el País de las Maravillas, y sus sombrereros locos, sus animales parlantes, sus reinas extrañas, sus gatos que se esfuman y cambian de formas. Ya nada es nuevo para ella, todo el tiempo está conciente de que es un sueño. No avanzará mucho la película hasta que una misión prácticamente suicida sea encomendada a esta joven, de marcado perfil valiente. Porque Burton nos pinta otra Alicia, más moderna. Una joven feminista, si se quiere, que se niega a casar sin amor sólo por seguir los cánones de la sociedad, que está dispuesta a desempeñarse en un trabajo que en esa época era sólo para los hombres. La Alicia de Burton es una Alicia revolucionaria. Burton dejará muy en claro su cometido de transformar el espíritu de éste histórico personaje cuando sobre el final nos parezca estar viendo a Juana de Arco (quienes la vieron sabrán a que escena me refiero). Y la historia de Burton también es una historia más moderna. Es más lineal y tiene una explicación final que no se nos desvanece como arena entre los dedos como en la historia original. Porque en el cuento uno tenía una sensación de desilusión al ver que todo lo espectacular que habíamos vivido junto a Alicia era sólo un sueño. El desenlace de Burton es mucho más consistente. Nos habla de que a pesar de ser parte de una fantasía, no deja de ser real; y que los sueños existen para ser realizados, para poder bajarlos a la cotidianeidad. He aquí otro aspecto de la rebelde Alicia burtoniana que, como los grandes revolucionarios, se guía por utopías que busca concretar en la vida real. Las características físicas extremas de los personajes (muy gordos, muy altos o muy bajos, muy cabezones), las ojeras marcadas, las gamas de colores utilizadas (negros, índigos, verdes, rojos y grises), los extremos de las líneas que se espiralan, la infaltable presencia de Johnny Deep y Helena Bonham Carter, y el tema de la paternidad como móvil de los protagonistas son las señas típicas de que estamos viendo una película de Tim Burton. Pero será tal vez porque las grandes empresas son muy influenciadoras, y más tratándose de Disney, en donde un estilo cinematográfico es el que debe prevalecer, ésta me pareció una de las películas menos burtonianas que ha hecho este director. Desde que la misión -que es el nudo de la historia- es encomendada a Alicia, me pareció estar viendo un híbrido entre El Señor de los Anillos y Harry Potter. Ésta joven pálida y rubia, cual Frodo recién atacado por la araña gigante, debe aniquilar al Jabberwocky para salvar al País de las Maravillas de la tiranía de la malvada Reina Roja… o llevar el anillo a Mordor para liberar al mundo del poder del Señor Oscuro ¡Ya me confundí! De todos modos, no quiero ser pesimista y guardo todas mis esperanzas para que éste fantástico director, tan original y único, vuelva a sorprendernos con alguna de sus bizarras historias.
Paisito Vaya uno a saber qué oscuro designio del destino ha querido que las dos películas más fallidas de Tim Burton sean aquellas en las que está involucrado un sentido de patria o, al menos, de identidad territorial: sumemos ahora a El planeta de los simios la muy floja adaptación del libro de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas, estrenada en pleno auge del 3D. El film -una anémica adaptación- resulta una lastimosa reducción de dos mundos riquísimos e imaginativos (el literario de Carroll; el audiovisual de Tim Burton) a la nada misma, incluso defeccionando ahí donde el director ha demostrado mayores aciertos en su obra: la tecnología aplicada a la imaginación. Podríamos incorporar a esta lista sobre territorios invadidos por Burton a Marcianos al ataque (o Marte ataca en el original), pero estaríamos faltando a la verdad: más allá de las fallas evidentes en la construcción de personajes, aquella tenía sobre su segunda mitad pasajes muy divertidos y originales. Tampoco quiero suscribir (aunque algo de eso hay, si tenemos en cuenta el parecido con las películas de la saga Narnia) a la idea de que Burton finalmente sucumbió ante la presión de la Disney. En realidad quiero desterrar el lugar común que condena a todos los productos realizados por Disney: la empresa ha construido un imaginario ineludible y en su última etapa -la vinculación con Pixar- quedó demostrado que tiene una visión más actual de la animación que algunas empresas que se la dan de muy cancheras y modernas. Es difícil encontrar los motivos por los que Alicia en el país de las maravillas resulta un film tan decepcionante cuando todo lo que uno podía esperar, está allí. Uno de ellos se puede rastrear en el hecho de que Burton olvidó por esta vez que tras la técnica, tiene que haber virtud. De lo contrario quedamos ante una cáscara vacía. O, en todo caso, que nunca puede imprimirle al relato de Carroll sus atmósferas góticas que tantas falencias han suplido en otras oportunidades. La oscuridad aquí no se hace presente ni en un aspecto formal, ni en cuanto a los personajes. Y el problema mayor es que muchas veces en el cine de Burton tras esa estética suele no haber nada. Aquí queda demostrado. Esa falta de interior se traduce a los personajes. Burton, que ha formado una dupla exitosa con Johnny Depp, se recuesta aquí exclusivamente en lo que puedan darle sus actores: raro para un producto que resume tanto cálculo. Sin embargo estos nunca encuentran la forma de jugar con las criaturas que les han tocado en (mala) suerte. Sólo Helena Bonham Carter parece hallarle la vuelta a su Reina Roja y, hay que decir, la Alicia de Mia Wasikowska carece de cualquier tipo de interés para el espectador. El film tiene ahí un inconveniente: ¿qué registro adopta? Burton sabe manejar diversos tonos (si no miren El gran pez), pero siempre funciona en su mundo la sátira. La falta de humor de Alicia aleja cualquier posibilidad satírica y eso, ya que es la protagonista, se traduce al mundo creado: en Alicia en el país de las maravillas más allá del (pobre) 3D, las imágenes carecen de profundidad. Y esa escasa dimensión hace que el universo creado sea insignificante y poco relevante. Nunca nos interesa lo que pasa. Y el detalle más interesante es el que tiene que ver con cómo se corre este film de los universos que plantea el propio Burton. Siempre sus películas caminaron en el límite que separa lo normal de lo anormal. El horror convivía al borde del suburbio en El joven manos de tijera, también limitaban la imaginación con la realidad en El gran prez, la ciencia y la fe en La leyenda del jinete sin cabeza. En el caso de Alicia (que fusiona los libros escritos por Carroll con un prólogo y epílogo a cargo de la guionista Linda Woolverton), no hay convivencia alguna. Según de qué lado se esté, el mundo que ella se encuentra es una prolongación del propio o, en todo caso, un sueño. Pero no deja de ser algo apartado sin conexión más allá de la propia Alicia. Ese choque aquí no está presente o se dibujó mal, entonces el freak, el habitual “anormal” de Burton, desaparece. Incluso en Sweeney Todd convivían las buenas costumbres corruptas con la justicia y la venganza por mano propia del enajenado barbero. Burton sólo puede plasmar aquí la aventura, que es anodina y está contada con desgano. Las expectativas en Alicia en el país de las maravillas parecen haberle jugado en contra no a la película, sino al autor. Burton parece una caricatura de sí mismo, filmando a reglamento todo lo que de él se espera: de hecho el 3D fue agregado en la postproducción lo que le resta espectacularidad. Como la película no fue pensada para jugar con las imágenes estereoscópicas, apenas asistimos a una serie de figuritas que se recortan de la pantalla. Pero no mucho más que eso. Lo único positivo de los fallidos universos que Burton ha logrado con los mundos de Carroll y Pierre Boulle (El planeta de los simios) -si uno los mira con atención, proyectos con algunas similitudes- es que uno ya sabe dónde no esperar nada de Burton. Es otro paso en falso, pero el crédito sigue abierto.
Un “híbrido” producto de Disney Aunque fue prevista como una película que, por su estilo, “calzaría como guante” para el reconocido Tim Burton (El joven manos de tijera, Big Fish, Charlie y la fábrica de chocolates), la anunciada –y esperada por muchos- Alicia en el país de las maravillas probablemente no deje muy conforme a ningún espectador, ni grande ni chico. Aprovechando la avant premiere adelantamos algunas opiniones. La historia está retrabajada, según dijo la guionista “made in Disney”, Linda Woolverton (La bella y la Bestia, El rey león), con varios cambios respecto la versión original de los libros: Alicia tiene dos años más, y la acción transcurre una década después 1. El mismo Burton reconoció que se hizo otra historia, fusionando los dos libros de Lewis Carroll Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo –además de una leyenda -2. Como resultado tenemos una típica historia de malos contra buenos (el reino blanco contra el rojo de la malvada reina de corazones), que comienza cuando una Alicia adolescente huye del compromiso social en una fiesta pre-matrimonial y cae, por accidente, al “otro mundo de las maravillas”. Sólo hay un brevísimo flashback de pocos segundos resumiendo el primer viaje de Alicia (el que está contado en el primer libro original) hacia el final. Al parecer, el director y los guionistas prefirieron contar una “típica historia” basada en un personaje protagonista (Alicia, obviamente) en desmedro de parte del espíritu original de la obra. Esta tiene un mundo de seres y hechos “extraños”, con muchos “sinsentidos” en los diálogos, con juegos de palabras en canciones tradicionales y populares, y refranes conocidos. La historia original tiene que ver con un “mundo patas para arriba” que impresiona y divierte a los niños. Formalmente, algo de esto hay en la versión de Burton, pero no profundamente 3. Los efectos 3D, a diferencia de las “maravillas” logradas en Avatar, tampoco impresionan en demasía: salvo algunas escenas “de acción”, hay poca sorpresa en las casi dos horas que dura el film (hay mucho primer plano, que “anula” el “efecto 3D”). Incluso hacia el final, con una película llena de música orquestal, el tecno del festejo queda aún más descolgado que el baile final de ¿Quién quiere ser millonario? (Slumdog millonaire). Tampoco se destaca mucho, en cuanto a rol actoral, Johnny Depp (un “preferido” de Burton), ya que en su personaje de “Sombrerero loco” hay mucho de colorido disfraz y efectos –y todo el conjunto de la situación con más actores- funcionando. Aunque Burton dijo haber visto y estudiado todas las versiones previas a este clásico de la literatura infantil de la época victoriana (mediados del siglo XIX), la versión “siglo XXI-3D”, de Alicia...., a nuestro entender, no supera en verdad a ninguna de las previas –sean películas o bailes- de 1903, 1931, 1933, 1951 (la conocida versión en dibujos animados de Disney), 1972 y 1988. Al parecer Tim Burton prestó el nombre, bosquejó algunos trajes y colores, para una producción “híbrida” que, en esencia, es el show-business de un gran monopolio del entretenimiento; en este caso las industrias Disney. No por nada hay una solapada reivindicación del comercio ultramarino en plena expansión imperialista hacia el Asia.
Ejercicio de la memoria a la Burton. (Nota: se pueden saltar esta intro) Uno intenta ser lo más objetivo posible, aún siendo consciente de que la objetividad es una utopía que no se la cree nadie. En films como estos, sea de quien sea, en el que está impreso todo un ejercicio de la memoria sentimental y sensitiva (hasta olores pueden venir con una propuesta así), resulta casi imposible definir el todo sin caer en viejos amores u odios para con el contenido, por lo que la conclusión terminará estando sujeta expresamente a la combinación entre la devolución del producto artístico y esa serie de emociones hilbanadas en la mente y el corazón, y que tanto influyen en la observación y lectura. Esto es a lo que están prevenidos antes de leer esta crítica de Alice in Wonderland, un raro experimento de laboratorio Sci-Fi entre Walt Disney Pictures y Tim "sigo siendo un loco" Burton. Para un jóven nacido a principios de los '90, es inevitable rememorar aquella cinta animada en la que se vio sumido por completo en un mundo de fantasía -sin caer en la cuenta de que estaba adaptada a una gran novela llena de alegorías, simbolismos y una fuerte crítica socio política- y que tanto lo influyó en sus juegos y travesuras durante la niñez, así como también formar parte del comienzo de la construcción de una filmoteca bastante gorda que a hoy día sigue creciendo más y más. En la corta y casi inexistente carrera actoral de este jóven (que escribe estas humildes líneas), le tocó interpretar a uno de los personajes que integran el reparto de este nuevo opus del director de obras memorables como Sleepy Hollow, Edward Sissorhands, Batman, y más recientemente otras como Charlie and the chocolate factory o Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleed Street. Aún cuando ese personaje sea extrictamente imaginario (por lo tanto hecho por computadora), es imposible para el jóven no tener un lazo sentimental con el susodicho, que no es otro sino el famoso Cheshire Cat, también conocido como el Gato Risón. Verlo desde un punto de vista "burtoiano" no hacía más que incrementar los deseos por ver esta película, que terminó resumiéndose en lo siguiente: Estamos ante un "démosle rienda suelta, pero hasta cierto punto" por parte de Disney, que dejó en las alocadas manos de Burton esta remake (o también aceptablemente interpretada como secuela) del clásico de la industria de Mickey. ¿Qué hace que uno no logre distinguir entre una cosa y otra? La ambigüedad del concepto. Mientras el director de Big Fish atormenta a niños y grandes con un paisaje austero y poco "maravilloso" en su mirada respecto a Wonderland, Disney le da esa cuota de cursilería típica para terminar englobando un todo completamente ambivalente. En conclusión, nos vamos de la sala habiendo visto una mezcla entre Hook de Steven Spielberg, Lord of the Rings de Peter Jackson y The Nightmare before Christmas de Henry Selick. Lo sé, es odioso comparar obras, pero es inevitable encontrar la influencia que Burton recibió de estos films para realizar su versión de las aventuras de Alicia, que ahora es una muchacha de 19 años que huye del matrimonio y debe derrotar a una bestia gigante para salvar la Infratierra (¿?). No obstante, se puede apreciar un gran trabajo artístico, tanto en el vestuario como en los decorados y la manipulación del CGI para lograr ciertas cositas. El reparto es muy destacable, con la fórmula 'Depp + Bonham Carter = éxito' cumpliéndose a rajatabla para el imaginativo cineasta. La caracterización de Helena Bonham Carter en el papel de la reina roja es de lo mejor de la película, junto con la recreación de los gemelos y el tan esperado Gato Risón. Johnny Depp vuelve a encontrarse con un personaje que tranquilamente puede ser de su invención, como le pasa en esta ocasión con el Sombrerero Loco, pero tiene demasiado guión para enaltecer su imágen innecesariamente, por lo que exaspera bastante su reiterada presencia en algunas secuencias. La jóven y prometedora Mia Wasikowska está aceptable en su actuación, descubriéndose constantemente a lo largo del excesivo metraje de la cinta. Por último, se rescata una interesante y llamativa participación de Anna Hathaway como la reina blanca, pero de ahí para abajo (remarcando apenas la voz de Alan Rickman como la oruga azul) sólo nos encontramos con el típico ridículo de Crispin Glover y su cabellera larga, un guión básico hasta reventar y una dirección sin muchos méritos. Es un disfrute considerable, pero para lo que aspiraba sabe a muy, pero muy poco. Por momentos, decae aparatosamente y se convierte en un ejercicio tedioso de la memoria sentimental, sólo apta -por supuesto- para aquellos que disfrutaron tanto de la novela de Lewis Carroll como de la versión edulcoanimada de los '50. No es el tipo de mundo que uno espera, ni mucho menos la aventura, pero es Burton, y todos lamerán las botas de este producto por los nombres del director y sus intérpretes; allá ellos. Eso sí, una cosa es clara: no quedaremos indiferentes ante esta nueva versión de Alice in Wonderland. Aunque sí un tanto desilusionados.
El país que no miramos. La historia muestra una Alicia ya crecida, con 20 años, viviendo en un mundo de aristocracia, ostentación, y buenas costumbres con el que ella no está nada conforme por su espíritu liberal y anticonformista. En una de sus escapadas de este mundo banal, ve un conejo blanco al que empieza a perseguir, esto la lleva a un hueco debajo de un gran árbol, por el que cae llegando a un extraño cuarto con muchas puertas, por una de las cuales llegará al “país de las maravillas”. En este lugar se encontrará con extrañas criaturas como ser, un conejo con chaleco, un par de extraños mellizos rechonchos y bastante tontos, flores que hablan, y un gato sonriente. Ellos la llevarán con el “sombrero” (Johnny Depp) quién le contará la triste historia de como, cuando Alicia los abandonó en su anterior visita (hace 13 años), la malvada y narcisista reina roja tomó el poder, y expulsó a la buena reina blanca para imponer su reinado. Todos esperan que Alicia termine su misión y libere a las criaturas de este mundo, en lo que llaman “el frabulloso día”, en el cual según un antiguo pergamino, Alicia debe enfrentar a un feroz dragón y matarlo y así reimponer el gobierno de la reina blanca. En todo momento se nota la mano de Burton en este film, desde la estética de los personajes, en algunos semejante a la de “el extraño mundo de Jack” y los paisajes con árboles de rama retorcidas como su mente, dando su máxima expresión cuando Alicia tiene que cruzar un lago de brea lleno de cabezas humanas. También se puede ver en el drástico cambio en los “soldados” de la reina roja que pasaron de ser gordinflones con cara de buenos a ser letales, despiadados y esbeltos guerreros metalizados. Una película para chicos y no tan chicos, con un alto contenido de mensaje liberalista, que se disfruta al máximo por su gran colorido y muy buenos efectos aprovechando en todo su esplendor la tecnología 3D. La actriz (Mia Wasikowska) seguramente es una de las grandes jóvenes promesas de Hollywood, a prestarle atención.
Reiteradas veces las peripecias de la jovencita victoriana han sido llevadas al cine, esta vez es Tim Burton quien nos introduce en el universo de las profundidades de la madriguera. Las comparaciones con la infinitamente versionada obra literaria son quizás tediosas pero inevitables Burton nos presenta a una joven veinteañera en busca de su identidad en un mundo que ofrece limitadas alternativas para el género femenino. Detrás de la hollywoodense visión de Burton aparece una crítica a la sociedad victoriana o a los aparatos represores modernos contra las niñas -contra las mujeres- hacia el fin de la película encontramos una edulcorada oda a la liberación femenina así como un -moralizante- interés por demostrar que la identidad -femenina- es algo que se construye tanto con el esfuerzo de toda una vida como con la espontaneidad de un sueño. Sin embargo, el motor de la obra de Lewis Carroll, célebre autor de Alicia en el país de las maravilla sy Alicia a través del espejo, fue filosófico antes que moralizante, ensambló numerosas piezas para crear una superposición entre un macro universo regido por la precisión de la ley -universo que al fin y al cabo es un juego extrañamente reglado- y un micro universo caótico-infantil-esquizoide. Encontramos en la Alicia de Burton tan sólo una breve mención a las paradojas filosóficas trabajadas por Carroll, aquellas que hacían de Alicia una maquinaria tan atroz como inocente. Tangencialmente -pobremente- Burton alude a la paradoja del sueño que aparece hacia el final de A través del espejo, ésta parece desafiar por la vía literaria el concepto cartesiano de subjetividad, en el cual el yo, la racionalidad moderna, se postula como sostén del mundo. Aquel Yo que piensa -dicotómicamente- que luego existe y que por último sueña es el verdadero creador del mundo que se hace presente en el sueño, cada una de las partes del sueño se encuentran subyugadas a esta potencia totalizadora que domina ese universo por la negativa, es decir por su poder de destrucción ya que siempre es posible para él la vigilia y el simple ejercicio del despertar; pero todo se complica cuando la protagonista es una niña que sueña a un rey, o un rey que sueña una niña quien a su vez lo sueña dormido; en el mismo punto temporal en que él la sueña es soñado por ella, las cosas se han enmarañado tanto hasta impedir que el ámbito de vigilia cartesiana quede incontaminado. Deleuze en "Lógica del sentido" traza una distinción entre los cuentos de hadas clásicos y la obra de Lewis Carroll, las primeras se mantienen en el plano de los hechos, poseen una trama, cuentan una historia; Alicia…, por el contrario, se ubica en el plano del discurso, de las sutiles paradojas lingüísticas que llevan a la desesperación a la niña, la película de Burton podría enmarcarse dentro de la primera categoría, el final feliz de la película parece detener la oscilación constante entre el sinsentido aterrador y placentero de la obra de Carroll. Sin embargo, es necesario mencionar que dos hechos convienen a esta versión cinematográfica del clásico infantil, su exhibición tridimensional y el abandono de la estética oscura que hicieron célebre a Burton.
La adaptación del clásico de Lewis Carroll hecha por Tim Burton con Johnny Depp como el sombrerero loco prometía mucho, mucho más. Nos van a odiar, pero….no nos gustó ni ahí. Los aspectos ambiguos y el doble sentido del relato original desaparecen por completo y el alucinante diseño visual, que mezcla a actores e imágenes generadas por computadora, no la salvan del naufragio total. Cuando llega el bailecito de Johnny Depp es cuando te das cuenta del error que cometiste al entrar al cine. Huyamos.
Todos esperábamos ver la versión de Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton, suponiendo que esta se vería potenciada por su estilo visual, compitiendo con Coraline, la versión reciente, no oficial y animada, de Alicia, creada por el otrora colaborador de Burton, Henry Selick. La realidad es que esta versión no deja de ser una segunda parte del clásico de Disney, lo cual puede significar un enorme desafío para cualquier realizador, pero no para la sólida carrera de Burton. En varias oportunidades, Burton se ha unido a los grandes estudios (mejor dicho, los estudios han recurrido a su enorme talento creativo) y de esa unión han surgido obras que responden fielmente a los principios esenciales del estilo burtoniano. Ante esos antecedentes, nada podía hacer pensar que Tim sucumbiría a las directivas de Disney. Es verdad que al ver su versión de Alicia, no podemos dejar de apreciar su huella estilística en cada plano, fundamentalmente en la ambientación, el vestuario, el maquillaje, la inconfundible música de Danny Elfman y el elenco, en el que sobresalen sus actores fetiche, Johnny Depp (en el sobredimensionado papel del Sombrero Loco, rol con el que cumple a la perfección, aunque compitiendo en protagonismo con la propia Alicia) y su mujer, Helena Bonham Carter, descollante en su papel de la reina malvada. Sin embargo, esta luminosa y algo bucólica versión de Alicia no posee absolutamente nada de la oscuridad y la carga de mordacidad habitual en su cine. Era lógico esperar una versión afín a su espíritu de fantasía, pero más cercana al cine fantástico para adultos, como en el grueso de sus películas. Si no esperábamos eso, al menos podíamos prever una película infantil totalmente libertaria en su vuelo imaginativo, como su adaptación de Charlie y la fábrica de chocolate. Nada de eso, Burton reproduce de manera idéntica y en versión humana los elementos que caracterizaron al film de Disney, y cuando envuelve a la historia con su singular estética, lo hace poniendo en escena elementos demasiado utilizados en su filmografía, sin ningún atisbo de novedad. Pese a esto, esta segunda parte del clásico de Disney se sostiene con la esperada dosis de fantasía y un argumento por demás entretenido. Pero el verdadero Burton, el original, el creativo, parece haber faltado a la cita, durmiéndose en los laureles de la fantasía ya soñada sesenta años atrás. Hasta el Burton más arriesgado y fallido, el que apelaba al musical en su anterior película, Sweeney Todd, resultaba más convincente. Es tiempo de esperar a que Burton despierte, y suponemos que lo hará en su próxima colaboración con Disney, con la extensión de su celebrado cortometraje Frankenweenie. Mientras tanto, para los que disfrutamos del mundo fantástico de Alicia, nos queda seguir recurriendo a la versión de Disney o a la genial reversión adulta que propuso Selick el año pasado con Coraline.
AVENTURA Y LOCURA EN WONDERLAND Originalidad, fantasía, belleza visual y locura. Cuando dos potencias cargadas de estas cuatro cosas chocan, el resultado no podía ser otro: ALICE IN WONDERLAND (2010) es la nueva película del director Tim Burton (BATMAN, EL GRAN PEZ, CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE) basada en los personajes creados por escritor Lewis Carroll. Y cuando uno piensa en estas potencias unidas en un film, imagina una aventura nunca antes vista y de una belleza incomparable, llena de locuras, muchos personajes y una historia muy entretenida. Lo bueno es que Burton logra cumplir todo eso. Lo malo es que lo hace en sólo una hora y cuarenta minutos, nada más. De esta forma, aunque tenemos una película muy divertida, filmada maravillosamente y con destacadas interpretaciones, lo tenemos por un corto periodo de tiempo. Esto implica que el guión no se da el lujo de centrarse en un solo hecho a la vez (o tal vez si lo hace, pero solo por unos minutos) sin pasar a la escena siguiente, provocando que la historia se desarrolle demasiado rápido, desaprovechando algunos momentos y personajes (como La Reina Blanca de Anne Hathaway y El Conejo Blanco con la voz de Michael Sheen), y concluyendo con un final que deja gusto a poco. Más allá de eso, el film logra cautivar con una bella fotografía acentuada por el manejo de colores, grandiosos efectos especiales y tecnología 3D, y vestuarios, diseños y maquillajes que congenian a la perfección, volviendo real el maravilloso mundo de Carroll. Acierta también con un elenco en el que se destacan las interpretaciones de un insuperable Johnny Depp (El Sombrerero Loco), de una hilarante Helena Boham Carter (La Reina Roja) y de Crispin Glover (Stayne), quienes hacen de los mejores personajes del film junto al Gato Sonriente (Stephen Fry) y Absolem (Alan Rickman). Por otra parte, Mia Wasikowska logra bancarse el papel protagónico a pesar de estar rodeada de puras pantallas verdes y de talentosos co-estelares. ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS (2010) resulta ser una aventura muy entretenida, imaginativa, inteligente y original. Esto último se debe a que no es la típica nueva versión del cásico libro de Carroll, sino una arriesgada continuación. Con esta premisa, Burton logra su cometido y demuestra que tomó la decisión correcta ya que, con un simple remake no podría haberse dado el lujo de darle a la historia un toque más oscuro, violento y épico ¿Se imaginan a una pequeña Alicia combatiendo en armadura y espada contra el Jabberwocky? ¿O un País de las Maravillas en guerra? ¿O al Sombrerero Loco de Disney junto a un verdugo, a punto de perder su cabeza? Y aunque el tradicional estilo de Burton no está muy acentuado, si hay momentos de genialidad única que solo él puede lograr y que resultan lo mejor de la película (El comienzo del film en el mundo real, los “prostéticos” seguidores de la Reina Roja, los toques de humor y todo lo que es, hace o dice El Sombrerero Loco), pero lamentablemente la magnitud de la película llega a opacarlo. En conclusión, ALICE IN WONDERLAND (2010) no sorprende tanto. Era todo lo que esperábamos de Burton, sin embargo no logró superarse a sí mismo y no es su mejor película. Pero a no confundirse: El film entretiene mucho, impacta y logra satisfacer. Eso sí, antes de ir a verlo recuerden que es la suma de dos potencias creadoras, por separado, de un joven con manos de tijera y de una oruga fumadora. Así que hay que tener la mente abierta (en especial cuando El Sombrerero Loco empieza a bailar el Futter-wacken) y ser concientes de que es, en mayor medida, una película para chicos, con enseñanzas y temas como la aceptación y los sueños, típicos de Disney. Ya saben, al cruzar las puertas del cine dejen toda lógica en la entrada y prepárarense para creer que cosas inconcebibles pueden ser tan reales como maravillosas. Sólo así, quizás, puedan descifrar en qué se parece un cuervo a un escritorio.
VideoComentario (ver link).
Alice in Patheticland: menos mal que no la pagué en 3D Ya ni sé cómo encarar la crítica del último film de " me fumé de todo mientras la concebía" Burton. Es que ya no es secreto lo mucho que me gusta sobretodo porque es un director que, como pocos en la lista, tienen un sello particular estético que no se le asemeja a nadie. Uno ve un film de Burton, sea o no dirigido por él, y ya con el estilo gráfico de los títulos se sabe que es él. Lo adoro aún cuando se sabe que su fuerte es lo visual y que sus guiones a veces fluctúan entre lo genial y el medio pelo; lo amo porque a pesar de su visión atormentada del mundo siempre sabe encontrar algo de belleza en la fealdad; lo adoro porque sus personajes- buenos y malos- quedan para siempre en la memoria del espectador. Pero este último producto parece desde el vamos la pésima copia de un fanático burtoniano, un film que no sólo aburre sino que por momentos parece incluso que nos tomara el pelo. Voy a citar, como ya hice cierta vez, a mi amiga Antara de 4:3 / 16:9, adicción en dos formatos que cuando hablara de Avatar dijo: "La verdad es que yo prefiero que un guión tenga anticipaciones y cumplimientos, por muy predecible que hagan el final, a que saquen cosas después debajo de la manga o no resuelvan planteamientos(...) Un guión no es malo porque conozcamos o nos imaginemos el final. Si fuera por esto, toooodas las comedias románticas y tragedias escritas por el hombre y llevadas a la gran pantalla serían malas. Yo sé que el chacho gana, la pareja termina junta y que los muñequitos de Toy Story encontrarán el camino a casa." Antara tiene más que razón, de hecho Avatar por muy predecible y obvia que sea divierte, entretiene y hasta hace reír con sus personajes estereotipados. Su calidad visual y sus efectos "complementan", por decirlo de alguna manera, una historia manida pero a la larga efectiva. Cameron puso mucha mosca y fue a lo seguro más allá de toda la campaña publicitaria hecha para asegurarse al menos la inversión de vuelta. Pero Burton acá mea constantemente fuera del tarro, quiere darle un giro a una historia que muy a pesar de los espectaculares efectos visuales- innegable que sigue siendo estéticamente magnífico en sus escenarios-tiene de todo menos maravilla. Conciderando que Linda Woolveerton es la misma guionista de El rey León y de La bella y la bestia, no puedo creer que en Alice in wonderland- por más libre adaptación, o no,que sea del clásico literario- haya hecho semejante y espantosa historia sin pies ni cabeza. A ver... supongamos por un momento que nadie haya visto, leído o sabido de Alicia, el film no presenta ni antecedentes, ni retrato de los protagonistas, ni se preocupa por llenar los baches que va abriendo. Parece hecha a las apuradas, infiriendo todo el tiempo que el espectador sabe de lo que se está hablando y quién es cada cual en esta historia. Tiene escenas que realmente dejan perplejos porque no se sabe si son "ironías" o bofetadas insufribles al espectador. Es que por más loco que esté no me entra ver al sombrerero bailando un estilo extraño de Breakdance!, ay no por Dios, si para ese entonces ya me daba la frente contra la butaca de adelante. Anne Hathaway como la reina blanca debe haber quedado con coditis por décadas después de gesticular insufriblemente con esos brazos, parece la pobre una cargada de sí misma. Las actuaciones dejan mucho que desear incluído mi excelentísimo Johnny Depp cuyos gestos acartonados hacían pensar que por primera vez no se sintiera tan cómodo actuando para papá Burton. La única grandiosa, como siempre, en su papel es Helena Bonham Carter cuya Reina roja salva de alguna manera la cinta en los momentos en que aparece, realmente hace magia con un guión que la pone de compañera con un penoso Crispin Glover, actor siempre secundario que suele gustarme bastante. En cuanto a la banda de sonido hasta llegaría a decir que me recordó bastante a otros films del autor, otro rasgo personal que acá hace agua de lo similar a, por ejemplo, El extraño mundo de Jack. Al menos el tema de Lavigne aparece sólo en los créditos finales. Es una pena honestamente que tanto esfuerzo visual perezca de esta manera, pueden intuir que si no me gustó a mí con lo mucho que adoro a Burton, insisto, poco pueden esperar lo que lo aborrecen. Esta vuelta Burton no entretiene siquiera, aburre sobremanera y lo visual no llega a hacernos olvidar ante el bodrio que nos encontramos; si hasta me duele decirlo pero no puedo mentirles. Esta debe ser la reseña que menos me gustaría haber escrito y no creo que las expectativas que le había puesto sean la causa de mi desilusión, créanme, el film es un desperdicio. Desde lo visual bien vale la pena pagar una entrada de cine, 2D no más, pero desde lo argumental al menos apenas serán sólo 100 minutos de resistencia para disfrutar del film desde lo estético, que insisto es magnífico. Si pueden hacer ese desdoblamiento, vayan a verla. Sino, espérenla en DVD. Nota a Burton: Igual te quiero y esperaré con ansias cualquiera de tus otros productos porque errar es humano. Este film es como el "carajo mierda" que espetara Mirta detrás de cámara mostrándonos que después de todo ella también es de carne y hueso! jejeje.
Luego de ocho años y dos controvertidas producciones como realizador, Mel Gibson regresa a su oficio de actor con éste thriller policial, el género que mejor domina en la pantalla grande. Mel Gibson vuelve a ponerse delante de las cámaras en “Al filo de la oscuridad”, adaptación de la miniserie homónima de 1985, que dirige Martin Campbell, el mismo de “Casino Royal” (2006), la primera incursión de Daniel Craig vistiendo el traje de James Bond. El detective de homicidios Thomas Craven (Mel Gibson) ve cómo su hija Emma (Bojana Bokakovic) es asesinada en su presencia. Convencido de que la bala ha tenido un destinatario equivocado, en la investigación descubre negocios sucios y encubrimientos que no debería haber sacado a la luz. “Al filo de la oscuridad” es una realización atípica en su ritmo, además su protagonista parece que fuese de otra época, con un código moral anacrónico. Sin dudas, remite al cine de los años `70. Combativo, violento y brutal en sus arrebatos, Mel Gibson se enviste con la encarnadura de héroe vengador y convierte su drama en una cruzada contra todos. Aunque nos vemos obligados a decirlo que no compartimos su metodología de la justicia por mano propia. Revival “setentoso” Tomas Craven no descansará hasta atrapar al asesino de su hija, incluso cuando la ley no lo ampara porque el mundo de los “malos” la corrompe, éste detective no duda en dar la espalda a una justicia en la que cree más bien poco y administra la suya a sangre y plomo. De acción seca, impactante y diálogos precisos y rústicos, características típicas del cine hollywoodense de los años ‘70, “Al filo de la oscuridad” se transforma en un policial difícil de encastrar en el panorama de los géneros actuales. Precisamente, porque posee un ritmo brusco, que dificulta su emparentamiento con otras películas de su clase (¿acaso es necesario hacerlo?). Más allá de algunas denuncias políticas (un poco correctas) y un plano final fuera de tono “Al filo de la oscuridad” es un objeto extraño, tal vez como lo fue el año pasado “Agente internacional” (2009), que propone un personaje que pega, recibe golpes y dispara como el prototipo de héroe clásico, una especie en extinción en el cine de estos tiempos.
LOS CHICOS QUIEREN GUERRA Qué más puede pedir el fanático de Tim Burton, o el amante de los colores, o el amante de los alucinógenos, que una nueva versión de Alice in Wonderland, dirigida por el ya nombrado cineasta que tantas veces entusiasmó al mundo del séptimo arte, con películas como The Nightmare Before Christmas, Ed Wood y la excelente El joven manos de tijera. Por otra parte, Burton acierta en encargar un guión que combine la novela de Lewis Carroll Alicia en el país de las maravillas con su secuela Alicia a través del espejo, lo cual torna novedoso también el argumento de la vieja película de dibujos animados de Disney, quien, a la sazón, produce este nueva entrega con actores y animación en tres dimensiones. Quienes recuerdan a esa Alicia soñadora (Mia Wasikowska), deben modificar un poco esa idea, ya que aquí Alicia está más crecidita, ya casi con veinte años, y las responsabilidades sociales de una niña londinense de la clase acomodada no se adecúan a los delirios de los conejos con chaleco y reloj y un sonriente gato. Ella se da cuenta de que el tiempo ha pasado y que quizá ya no esté para tanto jaleo, y cuando repentinamente cae en el agujero del árbol, descubre que el mundo que ella había nombrado "País de las maravillas", es el "Inframundo". Escindido por una guerra entre dos hermanas, la bondadosa Mirana, la Reina Blanca (Anne Hathaway), y la malvada y cabezona Iracebeth, la Reina Roja (Helena Bonham-Carter, quién más), esa tierra espera la llegada de Alicia, puesto que el oráculo dictaminó que ella habría de librarlos de la terrible mascota-monstruo de Iracebeth. En su ayuda acudirán todos los personajes clásicos del viejo film de Disney, incluyendo a un Sombrerero Loco (trastornado por las secuelas que le dejó el mercurio utilizado en su oficio) interpretado por, como era de esperarse, Johnny Depp. El giro de esta nueva versión es claramente bélico, siguiendo una línea que ya aburre, muy similar a Las Crónicas de Narnia. Siempre los británicos supieron meterse en guerras, como la de El Señor de los Anillos, siguiendo con su leit-motiv épico. Este patrón aparta a esta Alicia... de la fantasía y los problemas de una niña, aunque no por ello se lucen menos sus personajes, en particular, aquellos que componen la corte de la Reina Roja o el desquiciado té del Sombrerero y la Liebre. Por otro lado, la reflexión o "mensaje" de esta nueva película de Burton es poco profunda, y se reduce a un "nunca dejes de soñar", que deriva en "así te va a ir bien en los negocios". Algunos dirán que se trata de un sabio consejo, mientras que otros -me incluyo- creerán en la "bajada de línea" de ese capitalismo conquistador que hoy existe y que, en la época en la que se sitúa el film, se encontraba en la plenitud de su vigor, dirigiéndose a la búsqueda de nuevos y lejanos puertos para vender manufactura y destruir la manufactura local. El espectador elogiará los efectos especiales (de los cuales nadie se hubiera atrevido a dudar en una producción de este género) y ciertas personificaciones, pero no podrá revivir la misma magia o la misma locura de su versión animada, aun con un guión muy divergente respecto de esta última. El "estilo" Burton se encuentra hoy más en sus diseños y colores que en el remolino de lo fantástico y paranormal. Con otras palabras, el afamado director cae en esa repetición del "género fantástico", tan solicitado por las taquillas actuales. En lo personal, brindo porque otros cineastas, como Sam Raimi, sigan llevando la fantasía con más guión e ingenio que fancy clothes y sombreros bonitos.
Hace rato que Tim Burton no me impresiona, y Alicia en el País de las Maravillas representa otra oportunidad de confirmar dicho punto. Es cierto que Burton ha caído bajo las garras de la Disney, y el imperio del ratón jamás se arriesga a hacer cosas demasiado oscuras. Aquí hay un Burton sanitizado y light que no alcanza a inyectar todo el morbo que quisiera al relato; pero también es cierto que lo que aparece en pantalla no termina de impactar como debiera. Una orgía de excesos y efectos especiales sepultan algo que debería haber sido más oscuro, retorcido e íntimo. Confieso que nunca leí Alicia en el País de las Maravillas, ni vi ni una sola de sus adaptaciones, a no ser de a ratos y siempre me pareció una historia excesivamente retorcida. Este no es un cuento para niños sino una fantasía drogona versión siglo XIX al estilo de Hunter S. Thompson. En el anárquico y delirante mundo de Lewis Carroll hay criaturas de todo tipo y color, y todas ellas hablan y hablan, y siempre con galimatías. Es posible que Carroll haya creado dicho universo inspirado en pasajes del tradicional cuento de La Bella y la Bestia - que data de 1740, un siglo antes de la aparición de Alicia en el Pais en las Maravillas, y en donde habían objetos encantados que hablaban -, y haya decidido adaptarlo a sus fines literarios. Pero también es cierto que el retorcido mundo del país de las maravillas no es más que una versión alegórica de la vida del propio Carroll. El autor era un ferviente católico, un brillante matemático y, según los escribas malintencionados de siempre, un pedófilo camuflado que vivió enamorado de la hija de uno de sus amigos, de tan sólo once años de edad (la Alicia del título). Esos tres aspectos se encuentran reflejados en el relato, con alusiones religiosas y matemáticas, y convirtiendo a la Alicia de la vida real en la heroína de la historia. Aunque a uno le resulte chocante el texto, no puede dejar de reconocer la riqueza de la historia de Lewis Carroll. Bah, uno asume que si alguien se ha tomado la molestia de elaborar algo tan complejo y retorcido es porque tenía algo que decir y, como suele suceder con el arte en su sentido estricto de la palabra, el texto ha servido como un lienzo en donde la gente ha interpretado lo que se le ha dado la gana. En ese sentido Alicia en el País de las Maravillas funciona tal como una obra de Dali, en donde unos descubrirán temas religiosos, otros hallarán ángulos freudianos, y unos pocos lo considerarán como un viaje alucinógeno sin necesidad de tomar LSD. Lo que en principio parece un mamarracho literario (o el fruto de una mente perturbada) termina revelándose como algo mucho más complejo y atrapante a medida que uno profundiza en él. Y, por supuesto, todas esas posibles sublecturas se han ido al tacho en la versión Burtoniana de Alicia en el Pais de las Maravillas. Uno percibe un tufillo raro cuando vemos que la niña del título es ahora una adolescente liberada y demasiado moderna para el siglo XIX en donde se desarrolla el relato. Toda la secuencia previa es molesta, llena de elementos subrayados con rojo flúo como para que a uno no le queden dudas de dónde vienen los personajes que crea mentalmente Alicia en sus pesadillas. Y, cuando la muchacha llega al país de las maravillas, llega la catarata de excesos. Todos gritan, hay demasiados FX, hay demasiada gente rara... y no hay ni una pausa. ¿Dónde está la magia? ¿Dónde está el descubrimiento gradual, sutil de un mundo tan anárquico y rico?. ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis No sólo el filme tiene la sutileza de un boxeador, sino que las perfomances son dispares y, algunas de ellas, molestas. No es un problema de los actores - que son capaces - sino de la dirección de Burton, que ha transformado a sus personajes en caricaturas sin gracia. Por ejemplo, Johnny Deep parece un asesino en serie, con momentos amenazadores y raptos de locura. Ni siquiera Deep logra poner algo de chispa o protagonismo al rol, y el mismo papel hubiera quedado mejor en manos de, por ejemplo, Elijah Wood (el que ni siquiera hubiera precisado maquillaje). Lo de Deep imitando a Wood me hace acordar al casting de Beowulf, en donde contrataron a Ray Winstone para que imite a Sean Bean (¿no hubiera sido mejor contratar directamente a ése actor?). Mia Wasikowska (que apareció en Rogue, el Territorio de la Bestia) es una teenager siglo XXI vestida con ropas de época. Crispin Glover hace su mejor imitación de Viggo "Aragorn" Mortensen y casi le sale. Anne Hathaway interpreta a la Reina Blanca como si hubiera ingerido una sobredosis de Valium. Los únicos que se destacan son la oruga sabihonda de Alan Rickmann y la Reina Roja de Helena Bonham Carter, la cual parece pasarla bomba y por lejos tiene las mejores líneas de diálogo de todo el guión. El problema es que, después de la decimoquinta vez que grita "córtenle la cabeza", uno empieza a cansarse. Hay problemas de interpretación y hay problemas de clima. Todo va muy rápido y, para colmo, cae en el consabido esquema de las profecías en donde el elegido de turno viene a restaurar el balance del universo en cuestión, un detalle que podría apostar que no figuraba en el relato original. Entonces todo esto termina con un climax muy al estilo de Las Crónicas de Narnia, con Alicia enfundada en armadura y peleando a espada desnuda contra un dragón. Y estoy seguro que Lewis Carroll se revolvería en su tumba al ver las modificaciones que le han hecho a su obra. Es posible que, con un criterio pasatista, Alicia en el Pais de las Maravillas sea potable. Para mí está sobreactuada en todo sentido, y está demasiado sanitizada by Disney. Si Burton hubiera dirigido una versión propia con capitales independientes, el resultado podría haber sido muy distinto y oscuro... y ésa hubiera sido una versión de este clásico que me hubiera gustado ver.
Una invitación al delirio El relato onírico, alegórico y vanguardista escrito hace 150 años por el genial profesor de matemáticas Lewis Carroll, no podía encontrar en la posmodernidad un sucesor más adecuado que Tim Burton. De un genio a otro, la leyenda continúa y en la transposición de la literatura al cine, el marco temporal se extiende: Alicia ya no es una niña sino una hermosa doncella con un carácter muy firme, que la lleva a rechazar un casamiento por conveniencia, en plena Inglaterra victoriana de segunda mitad del siglo XIX. Realidad y fantasía se entrecruzan con la irrupción del fantástico personaje del Conejo que distrae su atención, permitiéndole a Alicia seguirlo hasta su madriguera y -de paso- abandonar la fiesta de su no deseado compromiso matrimonial. A partir de ese momento, se inicia el conocido itinerario de pasajes y transformaciones para crecer o disminuir el tamaño, hasta finalmente acceder a Wonderland, un mundo desconcertante atravesado por el temor a perder la cabeza debido a la maldad de una arbitraria Reina de Corazones (Helena Bonham Carter). Alicia descubrirá que no es casual allí su presencia, porque el personaje de la Oruga Azul le revela una profecía que espera el retorno de los buenos tiempos con la llegada de una joven que se le parece. Restablecer el antiguo estado de paz es una empresa peligrosa, para la que contará con la ayuda de aliados entre los que destaca el Sombrerero Loco (Johnny Deep), que la oculta en una tetera y después en su galera con la que atravesará el límite del reino Rojo al Blanco para pedir ayuda. Espejos y doble sentido Un sueño que se asemeja a una pesadilla no puede ser sino alocado, por momentos deshilvanado y desconcertante. Sin embargo la continuidad está en el suspenso que se mantiene en los permanentes peligros para enfrentarse al poder de la temible Reina Roja. Existe una considerable dosis de oscuridad (tanto en el relato original como en el de Burton) que no permite reconocer fácilmente al enemigo del aliado. Hay malvados por obligación como el Perro Rastreador y otros por vocación, como el ultrafelón custodio y la misma Reina de Corazones. Pero los personajes “buenos” parecen insustanciales, como la Reina Blanca que está llena de remilgues. Su palacio es marmóreo y rodeado de hielo helado. Ella representa las virtudes racionales pero se desluce en comparación con la caprichosa, odiosa y genial Reina de Corazones que se roba la película. Del relato original, Burton sostiene la ironía de diálogos y comentarios mordaces disfrazados de disparate. Un permanente doble sentido y paralelismos que reinan de uno y otro lado: gemelos y gemelas; Reina Blanca y Roja; la madre del pretendiente y la madre de Alicia; los jardines con rosas níveas que pueden pintarse de carmesí sin que nadie se dé cuenta. El protagonismo femenino Burton parte de un relato literario escrito hace casi un siglo y medio. Sin embargo, este director, referente de la cultura pop, logra impregnarle a la historia victoriana un sello indiscutiblemente personal, donde se reivindica a protagonistas diferentes de lo normal. Es reconocible una iconografía religiosa, donde Alicia se parece a Juana de Arco y hasta a una versión femenina de San Jorge enfrentando a la bestia alada. Esta atmósfera, entre mística y épica, se refuerza con el aire de profecía del pergamino que tantas veces aparece dando unidad al derrotero de la protagonista. Allí aparece dibujada una joven de rubios y largos cabellos armada de una espada. Es un mundo que espera a un salvador y éste ¡es una mujer!, una “liberadora” que cuando la lógica racionalista se rompe y el horror avanza dice: “Este es mi sueño y puedo conducirlo a donde yo quiero”. Alicia entra a Wonderland, huyendo de una decisión que no quiere tomar en su mundo real, pero cuando se restablece el orden alterado, retornará para cerrar las cosas no resueltas de su vida y cambiar rotundamente previsibilidad por aventura.
Burton y su propio atravesamiento del espejo En una de las películas más esperadas del año y con la producción de Walt Disney Pictures, Burton se arriesga esta vez a construir una versión de "Alicia en el país de las Maravillas" opuesta a la versión de animación que tuvo el mismo estudio y completamente alejada del original de Lewis Caroll. Tal como la imagina Burton, Alicia tiene 19 años y está a punto de ser casada por conveniencia con un desagradable lord, bajo la anuencia de su madre viuda y obviamente por motivos económicos y para seguir manteniéndose dentro de una clase social privilegiada. Como forma de "evasión", Alicia cae dentro del famoso pozo y vuelve a su País de las Maravillas, un lugar onírico al que regresa con frecuencia desde muy pequeña -e incluso como lugar de referencia a las conversaciones con su padre-. En esta ocasión, Burton propone como aventura, el objetivo de dar muerte al monstruo Jabberwocky, destronar a la Reina Roja y reinstaurar el destituido gobierno bondadoso de la Reina Blanca. En ese mundo "del otro lado", Alicia se encontrará con los personajes más famosos del mundo de Caroll: el Conejo Blanco, el Sombrerero Loco, la Reina Roja y la Reina Blanca. el gato de Chesire -magistralmente diseñado en esta versión de Burton-, la Oruga Azul que no para de fumar y hacer figuras de humo (qué fuma?) y los particulares gemelos Tweedledee y Tweedledum. El despliegue visual con que Burton ilustra este mundo 3D es realmente maravilloso y asombra fuertemente en la mayoría de las ocasiones. Hace un aprovechamiento máximo de toda la tecnología disponible para los tiempos que corren y nos pasea en este mundo de ensueño y todas estas criaturas que alguna vez habitaron nuestra infancia, hoy invaden la pantalla con magnífico realismo. No solamente el abanico visual es interesante en el film de Burton sino que las actuaciones son otro punto saliente en "Alice in Wonderland". La excelente decisión de que una desconocida Mia Wasikowska se cargue la película en sus hombros, logrando todas las complejas emociones por las que atraviesa Alicia a lo largo del film, es sin duda una carta indudablemente ganadora. Una desaforada Helena Bonham-Carter -que por un juego visual se presenta desproporcionada y hace que sus ojazos resalten en la pantalla- logra crear un personaje tan siniestro y embriagado de poder como patético y divertido, en un ritmo de comedia que a Bonham-Carter le sienta muy bien. El Sombrerero Loco de Johnny Depp quizás delega parte de su locura a detalles de vestuario y maquillaje, perdiendo un poco del romanticismo que tenía el ideado por el mismo Caroll. Por momentos parece desentonar con sus compañeros virtuales (el Lirón y la Liebre) con los que la interacción en algunos tramos no se hace tan creíble y muestra a un Depp demasiado preocupado por una locura impostada. Y hay sin dudas un problema en la marcación de la actuación de Anne Hathaway como la Reina Blanca donde no se termina de definir si Hathaway sobreactúa permanentemente su personaje -quedando completamente desatinada con el tono general del film- o si Burton pidió que construyese una reina tan naturalista y delicada como un guiño y en contraposición al resto de los personajes. Más allá de las pequeñas apreciaciones, el resto del film es una invitación a un viaje al más profundo mundo de los sueños, adornado por algunas convenciones de la trama, pero que rescata en definitiva la capacidad de Burton para crear universos de fantasía y transportarnos a ellos para que vivamos una aventura más entre sus irreverentes criaturas.