Monos contra humanos Bastan los primeros planos de El planeta de los simios: Confrontación para demostrar que se trata de una película del lado de las buenas. Mientras que diferentes series de películas son una seguidilla de insultos cinematográficos (sí, hablo de Transformers, por ejemplo) acá la segunda parte de esta nueva saga resulta tan buena como la anterior. Han pasado diez años desde los sucesos que terminaron en el Golden Gate con un violento enfrentamiento entre simios y humanos. Caesar y los suyos se han instalado en el bosque y han progresado como sociedad de simios inteligentes. Mientras tanto, la epidemia que se inicia una década atrás, ha diezmado de forma terrible a la especie humana. La historia mantiene la coherencia y la lógica del primer film, así como también todos sus méritos estéticos. El director de esta secuela es Matt Reeves, director de dos grandes películas: Déjame entrar y Cloverfield. Los guionistas del primer film también se repiten, además de que vuelven a ser los productores. La suma de estos talentos sin duda mantiene el alto estándar de esta producción y nos trae una buena noticia: No todo el cine comercial en serie y las remakes tienen que ser malas. El planeta de los simios: Confrontación muestra una notable ambición de hacer todo bien en todos los rubros y a todo nivel. Aunque siguen varios de los temas del primer film, esta nueva película tiene todo un abanico nuevo. Para empezar hay que decir que los humanos pierden aquí el protagonismo, que queda del lado de César y su entorno. César se ha convertido en el líder de una nueva tribu, la primera de monos inteligentes. Esto conlleva toda una serie de problemas nuevos, conflictos de poder. César, cuyo nombre ya tiene suficientes connotaciones, tiene que enfrentarse a Koba, un simio que ha vivido toda su vida sufriendo torturas por parte de los humanos y que quiere la guerra contra ellos. Pero también su hijo, Blue Eyes, tiene dudas sobre las decisiones “humanistas” y pacíficas de su padre. Así que esta secuela, como corresponde, busca hablar sobre esa lucha, mientras hace lo propio, pero en menor medida, con los conflictos de los humanos. De todos los films que se hayan realizado a partir de la novela de Pierre Boullé escrita en 1963, este film y su antecesor directo son los mejores por mucho. Porque lograron, tecnología y talento mediante, que los personajes de los simios fueran completos, que no requirieran de un exceso de complicidad del espectador para identificarse con ellos más allá del maquillaje o los efectos. El impacto visual que tiene la historia, la realización y la narración que Matt Reeves, todo contribuye a que la decretada muerte del cine industrial quede anulada por completo. En ese aspecto no me atrevería a decir que El planeta de los simios: Confrontación va en dirección contraria al resto del cine de Hollywood –o lo que aun llamamos cine de Hollywood- sino más bien que se trata de un ejemplo de excelente cine industrial. Nada más, nada menos.
Mono sapiens Si uno se conmueve (tiene miedo, se emociona) viendo y escuchando a un mono que ha sido creado íntegramente a partir de la técnica de captura de movimiento, algo bueno deben haber hecho sus realizadores. Y eso es lo que ocurre cada vez que aparece en pantalla César, el “emperador” de los simios “interpretado” por Andy Serkis (entre sus genialidades ya figuraba también el Gollum de las películas de Peter Jackson). Por supuesto, no este el único hallazgo de una secuela que supera en casi todos los terrenos a (R)Evolución, la ya sólida primera entrega de esta saga / reboot (¿recuerdan el desastre que había hecho una década antes Tim Burton?). Más allá de ese y de otros prodigios visuales (las escenas de masas con los monos son de una creatividad notable), lo que hace de Confrontación una muy buena película es que todas las herramientas con las que cuenta Matt Reeves (que venía de un muy buen uno-dos con Cloverfield: Monstruo y Déjame entrar) están puestas al servicio ya no del mero exhibicionismo pirotécnico tan en boga en la producción hollywoodense actual o de la búsqueda del impacto instantáneo (ahí está, por ejemplo, la nueva Transformers) sino siempre en función de una narración clásica y contundente, con conflictos bien delineados. En Confrontación se entiende todo y hasta los personajes secundarios que hay entre los simios tienen su estructura psicológica, sus motivaciones y su desarrollo narrativo. El preámbulo del film nos muestra un planeta devastado por un virus que ha provocado tanta muerte y generado tanto caos social que prácticamente ha acabado con la raza humana. Quienes, en cambio, han sobrevivido y evolucionado son los simios del título. Expertos cazadores, pescadores y guerreros, viven en comunidad y han tomado de los humanos parte de su lenguaje, su escritura y sus costumbres. Buena parte del mérito, claro, pertenece a César, quien en el film previo había tenido un amplio contacto con el personaje de James Franco y supo transmitir e implementar lo aprendido. Claro que no todos están felices con el liderazgo “humanista” de César y allí aparece el violento Koba (Toby Kebbell), que se convertirá en su némesis, en el malvado perfecto. Si el bosque es el ámbito donde imperan los monos, la ciudad (San Francisco vuelve a ser el lugar elegido) se ha convertido en la imagen propia del Apocalipsis. Sin embargo, en una suerte de refugio resisten unos pocos humanos liderados por un hombre bueno (Jason Clarke) y otro… no tan bueno (Gary Oldman). Las internas no tardarán en desatarse tanto entre los hombres como entre los simios y, claro, habrá conflictos hacia el interior y hacia el exterior de ambas comunidades. Pero, también, rasgos de comprensión y solidaridad. No conviene adelantar nada más de la trama, pero -más allá de la imponentes batallas- Reeves nunca descuida el espesor dramático (con eje en las relaciones padres-hijos), aunque por momentos se pone demasiado sensiblero, cursi y solemne a la hora de exaltar los valores familiares. Más allá de esos excesos, el film jamás deja de entretener y fascinar. Los habituales desniveles entre los actores de carne y hueso y los creados por computadora aquí no se notan y, de alguna manera, el trabajo de Serkis, Kebbell y el resto de los “monos” nos obligan a repensar el tema de la actuación en la era digital. El cine está cambiando (si para bien o para mal es tema de otra discusión) y, en ese sentido, Confrontación sintoniza a la perfección con los mejores aspectos de esa evolución.
El estreno de El Planeta de los Simios: (R)evolución, en 2011, significó el renacer de una de las sagas cinematográficas más importantes del cine de ciencia-ficción. Es la precuela de la primera película, El Planeta de los Simios, de 1968, y la primera de una trilogía que explica cómo esos primates lograron apoderarse de la Tierra. En El Planeta de los Simios: Confrontación, César (Andy Serkis) vive con los de su especie en los bosques de San Francisco. Construyeron hogares, formaron familias; se alimentan gracias a la caza y a la pesca, aprenden valores. Los humanos murieron por la denominada “Gripe de los Simios”… o eso creían: pronto descubrirán que un gran número de ellos intenta sobrevivir en los restos de la ciudad. Malcolm (Jason Clarke), uno de los líderes de la comunidad, negocia con César para que les permita trabajar a él y a su familia en la reactivación de una presa que les permitirá recuperar la energía eléctrica. La vieja tensión entre especies irá mermando y surgirá la oportunidad de paz. Pero todavía quedan personas y monos que no creen en reconciliaciones, que cruzarán todos los límites con el fin de proteger a los suyos y de destruir al enemigo. Si bien es menos intimista y más épico que el film anterior, lo supera en aspectos técnicos, narrativos e interpretativos. Mérito del director Matt Reeves; como Rupert Wyatt en (R)evolución, y al igual que en sus anteriores trabajos (Cloverfield, Déjame Entrar), logra balancear la historia y la espectacularidad, sin que una esté por encima de la otra. De esta manera, las escenas dramáticas y tiernas conviven estupendamente junto a los efectos especiales, las secuencias bélicas y una notable dirección de arte que plasma un paisaje postapocalíptico. En esta oportunidad, los “malos” de la historia no provienen del lado de la gente sino que son los extremistas de cada bando: Koba (Toby Kebbell), chimpancé mano derecha de César, repleto de las cicatrices de los experimentos a los que fuera sometido, y Dreyfus (Gary Oldman), socio de Malcolm, atormentado por la pérdida de su familia. Más que villanos, son seres consumidos por el dolor, tan furiosos que no son capaces de darle tregua a quienes ven como amenazas. Andy Serkis ya es el Robert De Niro del motion capture. Gracias al avance de esta tecnología, ahora sus expresiones son más reales y genuinas, lo que le permite darle mejor vida a un César que volverá a creer en la bondad humana, aunque deberá evitar el comienzo de una guerra. Jason Clarke cada vez pisa más fuerte como personaje heroico en superproducciones de Hollywood, al punto de que pronto lo veremos como John Connor en la nueva Terminator. Un camino parecido, pero por el lado del mal, es del inglés Toby Kebbell, ahora consagrado por el rol de Koba: será el Dr. Doom en el reinicio de Los Cuatro Fantásticos. Y hablando de especialistas en papeles de “mal tipo”, Gary Oldman aparece menos tiempo del esperado, pero pocas escenas alcanzan para darle vida a este representante de un grupo de sobrevivientes que depende demasiado de la tecnología. Mención aparte para Keri Russell, por siempre recordada por Felicity; de hecho, la película es como una reunión de esa serie, ya que Matt Reeves fue uno de sus creadores. El Planeta de los Simios: Confrontación es el ejemplo perfecto de lo que debe ser una secuela: toma lo mejor de la primera parte, pero va aún más lejos. Muestra cómo el instinto de supervivencia puede sacar lo mejor o lo peor de cualquiera, y demuestra que un tanque multimillonario puede tener corazón, alma, que puede tener algo para decir, y sin regodearse en discursos. La tercera parte, a estrenarse en 2016, promete un cierre no menos apasionante a esta saga que nos hace cuestionarnos como personas y amar no sólo a los simios sino a todos los animales.
La parábola de la evolución Tras una primera y exitosa entrega del 2011, El planeta de los simios: Confrontación (Dawn of the Planet of the Apes, 2014) funciona como película de entretenimiento solventada en una narrativa clásica. Una de las mejores películas “majors” del año, que ofrece un puñado de personajes creíbles. Y, la mayoría, muy queribles. Ellos dudan sobre la existencia de los humanos. Pero más allá de esa incertidumbre, han sabido conformar una comunidad con un líder bien definido, César, que acaba de ser padre y se ha ganado el cariño de todos. Es un grupo de simios organizados, pero las amenazas son moneda corriente. Al fin de cuentas, la naturaleza es así. Hasta allí, estamos ante un muy buen comienzo para esta continuación de El planeta de los simios (R) Evolución (Rise of the Planet of the Apes), en esta oportunidad con la dirección de Matt Reeves; realizador que hace gala de un conocimiento de las herramientas del cine sin caer en los efectismos que, sabemos, colman las salas de cine. Esta nueva película (la octava, contando los films de sagas anteriores) demuestra que se puede hacer de un relato de entretenimiento una reflexión política, sin perder su nivel de masividad ni la empatía con el espectador más “ingenuo”. En buena medida, esto ocurre porque los personajes tienen credibilidad. Ni más ni menos. Reeves se toma su tiempo, claro. La primera parte, apuntada en el párrafo anterior, ocupa alrededor de 20 minutos y no sobre ni uno. Ni siquiera el hecho de que no aparezca el lenguaje hablado la convierte en aburrida o trivial. El realizador también prescinde de arrojar todo el arsenal de efectos visuales en la primera hora; El planeta de los simios: Confrontación se toma su tiempo, hace de cada secuencia un motivo para “inspeccionar” gestos, temores, insinuaciones, que estallan cuando los simios descubre que sí, que quedan humanos, y que algunos son buenos pero otros… Ya saben. Vale mencionar que el film es una proeza en términos de desarrollo visual. Tan cuidados son los ambientes (tanto los naturales, como los urbanos: apocalípticos) como los simios mismos; diseñados con mano de orfebre aunque sean el producto de la más alta tecnología. Andy Serkis, quien interpretó al malvado pero querible Gollum en la trilogía de El señor de los anillos, vuelve a destacarse aquí como el loable César, al igual que el resto del casting que completó la vida de los otros simios con versatilidad física y gestual. Cálculo y emoción; medidas justas para entretener y ofrecer una reflexión sobre el poder y el modo de ejercerlo. No sería erróneo comparar el film con las tragedias shakesperianas, si bien es cierto que allí están los núcleos trágicos que en buena medida alimentaron los relatos más álgidos a nivel dramático de todas las grandes historias. El malvado Kova, cual Ricardo III, supera el modelo de villano estereotipado; su pensamiento opera como el reverso del pensamiento del héroe pero, desde su punto de vista, queda plenamente justificado. Del otro lado, los humanos funcionan como el esquema especular de los simios, demostrando que las mieles del poder no reconocen especie.
Los monos tremendos La segunda entrega de la remozada saga de El Planeta de los Simios ha llegado a nuestra cartelera para renovar nuestras esperanzas en la ciencia ficción y los grandes relatos. En tiempos donde el abuso del CGI parece ser la única constante y donde el guión sólo es un partícipe necesario para el lucimiento del artificio visual, El planeta de los simios, Confrontación es la prueba viviente de que aún puede hacerse buen cine, espectacular, entretenido y con interesantes subtramas. Gran parte de este mérito radica en la experta mirada de su director Mat Reeves, quien supo balancear los recursos técnicos, con las cuidadas interpretaciones y un guión ágil y complejo a la vez. La acción nos sitúa en un futuro distópico diez años después de los hechos acaecidos en R(evolucion). La humanidad ha quedado diezmada por una fiebre proveniente de los primates -párrafo aparte merece la cuidadísima escena inicial que nos realiza un racconto perfecto sobre cómo se llegó al nefasto presente para la raza humana- y con pocos sobrevivientes. En este contexto, un grupo de humanos deberá aventurarse en estos terrenos devastados para buscar una fuente de energía para abastecerse. Allí, se toparán con César (Andy Serkis en una actuación que nos lleva a analizar todo un nuevo paradigma en la materia interpretativa), el jefe de los simios, quien los invitará a retirarse de sus tierras. A partir de este momento la narración se dividirá, mediante un montaje paralelo, en un doble eje que planteará las internas de los humanos y la de los monos. Estos últimos conocen la crueldad de los primeros y no desean restablecer el contacto con esa supuesta humanidad. Han logrado establecerse, formar sus familias y convivir en una tranquila armonía. Pero el fortuito encuentro con los humanos revive en el seno del grupo de primates una discusión que ya creían perimida: ¿cuál es el modo de manejarse con el otro? ¿Es necesario dar segundas oportunidades a aquellos que nos han lastimado y vulnerado en el pasado? Este eje argumental se materializa en dos interlocutores: César y Kolba. Ambos han tenido contacto con el ser humano en sus primeros años. El primero a través de la crianza brindada por Will Rodman (James Franco) en un ambiente cálido y cordial, en el que los límites entre las razas casi se tornaban imperceptibles. El segundo, por el contrario, vivió toda su vida en un laboratorio como objeto pasivo de diversas vejaciones realizadas en pos del bien común. Es lógico entonces que cada uno tenga una mirada diferente sobre la humanidad y sus alcances. Con muchas similitudes a los planteos realizados en la saga de X Men respecto a la integración y la militancia de las minorías, El planeta de los simios, Confrontación nos plantea la eterna dicotomía entre la resistencia pacifica en miras al mundo que soñamos tener y la militancia activa sobre la base del mundo que efectivamente tenemos. La otredad se convierte así en el elemento definitivo de la puja de poderes dentro de cada uno de los grupos que reconoce a lo que está más allá como una amenaza al endeble equilibrio adquirido. Desde la perspectiva humana, tenemos a Malcolm (nombre por demás significativo) quien encarna al hombre conciliador, con una familia constituida que sólo desea lo mejor para los suyos y una sana convivencia con los monos. En contraposición, Dreyfus (Gary Oldman) que sólo desea la supervivencia de los humanos aún a costa de un enfrentamiento armado entre las distintas facciones. Es así como no únicamente las razas se verán enfrentadas sino también las diversas posturas sobre la resistencia, el armamentismo, la superioridad y la convivencia entre diferentes. Mat Reeves logra mixturar dos universos que muchas veces se creen incompatibles: el de la grandilocuencia visual y el del guión cuidado. En tiempos donde la pantalla se puebla de explosiones y seres digitales totalmente abandonados a la suerte de una narración casi inexistente, este director renueva nuestra fe en el séptimo arte. El planeta de los simios, Confrontación nos brinda un relato oscuro (mucho más que el primero), con escenas de despliegue visual increíbles y donde las actuaciones de Andy Serkis y Toby Kebell nos permiten desdibujar los limites de la interpretación actoral tal cual la conocimos hasta la fecha. El artificio digital cuando es equilibrado y manejado con inteligencia nos ofrece maravillas como este film que sin lugar a dudas termina de confirmar el gran oficio de su director (quien ya había logrado impresionarnos favorablemente con Cloverfield y Déjame entrar) y ahora con el comienzo de una de las sagas de la década.
Nadie esperaba absolutamente nada de Rise of the Planet of the Apes la precuela/reinicio de la saga simia a cargo de Rupert Wyatt en 2011. Quizás fuese por el abismal recibimiento de la reimaginación de Tim Burton en 2001, es -y acá me incluyo en la manada- la verdad que no le veía la gracia a una historia de comienzos, pero Rise of... me cerró completamente la boca con una historia muy humana y profunda, aderezada con inteligentes escenas de acción, como para no olvidar que estábamos ante una película de verano boreal. Tres años después, Matt Reeves toma la posta y redobla la apuesta entregando en Dawn of the Planet of the Apes la anti-película taquillera de mitad de año: una secuela por demás contemplativa que se encarga de dimensionalizar la humanidad del grupo de humanos remanantes como de la naciente nación peluda, en un cóctel explosivo de acción y adrenalina con personajes de carne y hueso - y pelo-. Luego de una concisa pero esclarecedora secuencia de créditos que nos sitúa una década luego del final de la primera entrega, la humanidad ha sido diezmada por una mortal gripe y los sobrevivientes han quedado recluidos en pequeños grupos, como es el caso de la colonia residente en una destruida ciudad de San Francisco. El gran giro del comienzo es que no comenzamos a presenciar la historia desde el punto de vista de los humanos, sino desde Caesar y su gran colonia de compañeros en un día rutinario. Caesar es el jefe y a través de sus desgastados ojos es que vemos cómo se conduce la manada hoy en día, con un ordenamiento basado en el compañerismo. Uno de los ligeros errores que había marcado de la anterior entrega era el trazo grueso con el cual estaban delineados los humanos: pérfidos, arrogantes y violentos, en comparación con los pasivos y dominados monos de laboratorio. Algo de ese trazo resiste en el guión de la pareja Rick Jaffa y Amanda Silver pero la balanza se equilibra desde ambos lados: no todos los humanos son máquinas de matar, ni tampoco todos los simios ven a los humanos como una especie ahora inferior. Como reza el póster de la película, quizás el encuentro fortuito de la manada de Caesar con un grupo de humanos liderados por un pensativo Jason Clarke comporte una última oportunidad para lograr la paz, pero la condición humana siempre estará latente y sacará lo peor de los unos y los otros. Tanto en un campamento como en el otro hay conflictos, y si bien el espectador pasa un buen tiempo del lado de los humanos, el peso dramático recae totalmente en el liderazgo de Caesar y la excelente interpretación de Andy Serkis, demostrando nuevamente que es el rey de la captura renderizada. Ayudado por unos más que impresionantes efectos digitales -cortesía de la compañía Weta Digital-, Serkis es el centro neurálgico de la nueva saga y le imprime toda su emotividad a un personaje entrañable e inolvidable. Mas allá de un gran elenco humano en el que destacan caras conocidas como Keri Russell y un conflictivo Gary Oldman, el aplauso se lo lleva la otra facción, como el trabajo inmenso de Toby Kebbell como el rebelde simio Koba. Y por si fuera poco, los momentos de acción que nos entrega Matt Reeves están brillantemente pensados y orquestados de manera que llegan en el momento justo y preciso, cuando la tensión entre ambos grupos ha llegado a su punto máximo, como también nos los hace saber la palpitante banda sonora compuesta por Michael Giacchino, un tanto repetitiva en su leitmotiv pero que conduce la acción en pantalla de manera fehaciente. Ya le había confiado mis esperanzas a Reeves desde Cloverfield y tampoco decepcionó con la fantástica remake Let Me In, por lo cual estoy más que satisfecho con lo logrado en Dawn of the Planet of the Apes, una secuela que deposita nuevamente las esperanzas en que las ideas en Hollywood no están muertas, sino que hace falta un buen director para encausar acción pochoclera bien pensada con personajes por los cuales alentar.
"Así se conquista el mundo" Después del exitoso relanzamiento que tuvo hace un par de años, una de las sagas más icónicas e importantes del séptimo arte vuelve a la pantalla grande para ofrecernos un verdadero espectáculo cinematográfico. Respetando la base argumental establecida por la correctísima “El planeta de los simios: Revolución”, esta nueva entrega de la franquicia de películas basada en la novela del escritor francés Pierre Boulle es una impecable superproducción que se ubica cómodamente entre lo mejor del año en materia de entretenimiento. Luego de que el director Rupert Wyatt decidiera dar un paso al costado de este proyecto, fue el realizador Matt Reeves quien, ni más ni menos, agarró la cinta de capitán y se cargó el equipo al hombro para concebir una superproducción que combina de forma perfecta una muy buena historia y efectos especiales de altísimo vuelo técnico. Con grandes antecedentes dentro del cine apocalíptico y del drama fantástico (la genial “Cloverfield” y la cautivadora remake “Let Me In” respectivamente), Reeves se perfilaba como un gran candidato para hacerse cargo de la dirección de esta secuela. Sin embargo, estábamos muy lejos de esperar semejante resultado que termino siendo no solo superior a su antecesora sino también uno de los mejores blockbusters de los últimos años. En primer lugar, técnicamente, “El planeta de los simios: Confrontación” es un producto soberbio donde además de los excelsos efectos especiales a cargo de la gente de Weta Digital (responsables del sistema de captura de movimiento que capitalizó por primera vez “Avatar” de James Cameron) sobresalen también la fotografía de Michael Seresin (habitual colaborador del gran Alan Parker) y la soberbia banda sonora del ganador del Oscar Michael Giacchino. Solo por este aspecto ya vale la pena disfrutar esta propuesta dentro de una sala de cine, que además también aprovecha muy bien el formato 3-D para regalarnos unas magnificas secuencias de acción donde, por lejos, se destaca una tremenda batalla nocturna con munición pesada entre humanos y simios en plena ciudad de San Francisco. No obstante, lo que consolida a “El planeta de los simios: Confrontación” como un verdadero film de jerarquía es su dinámico, oscuro y emotivo guión que lleva la firma de Marck Bomback (“Duro de Matar 4.0”), Rick Jaffa y su esposa Amanda Silver. Acompañado con correctas actuaciones de un elenco “humano” muy pequeño conformado por Jason Clarke, Keri Russell y Gary Oldman, la trama de “Confrontación” ofrece muchísimos matices y alegorías sobre la evolución humana y también una simple pero eficaz crítica sobre la falta de respeto ejercida por el hombre sobre la naturaleza y el medio ambiente que está lejísimos de resultar un panfleto aburrido y difícil de digerir. La sutileza con la que se entremezclan las diferentes realidades de nuestros protagonistas (humanos y simios) es digna de aplausos y realmente logra que el espectador se compenetre con lo que se cuenta a medida que avanza el relato gracias a una certera cuota de verosimilitud. Para lograr eso nuevamente fue clave el trabajo del grupo de actores encabezado por Andy Serkis, Toby Kebbell y Judy Greer, quienes esta vez interpretaron a los simios del film dotándolos de una humanidad tan realista que emocionan hasta a la mismísima Jane Goodall. Ahí radica la magia de “El planeta de los simios: Confrontación”, ya que no se trata solo de una película donde los simios hablan y lideran batallas contra la humanidad, sino también de un relato que traspasa la pantalla para cautivar y sensibilizar a todos los espectadores por igual con el accionar de los “malos” de esta historia. Sin lugar a dudas estamos frente a una de las mejores películas del año que reivindica por completo, y de gran forma, el cine de aventuras fantásticas de excelente calidad dentro de la pantalla grande.
Un tanque que puede pensar La nueva versión de la fábula escrita en los años 60 por el francés Pierre Boulle reflexiona, ahora en 3D, sobre la posibilidad de convivencia entre distintos. Juegos de espejos que funcionan también en relación con el mundo “real”. ¿Puede pensar un “tanque” de Hollywood? Tiende a creerse que no y cientos de tanques descerebrados parecen confirmarlo. Pero, para nombrar casos no tan lejanos, ¿no pensaban acaso las tres primeras Alien o, en líneas generales, la serie X-Men? ¿No lo hacen las Hombre Araña? ¿Las Batman de Tim Burton y Christopher Nolan? Tres años atrás, El planeta de los simios: (R)Evolución apretó el botón de reinicio a la fábula escrita en los años ‘60 por el francés Pierre Boulle, filmada por primera vez a fines de esa década. Era, a diferencia del sinsentido filmado por Tim Burton a comienzos de este siglo, un tanque pensante. Escrita por los mismos guionistas (Rick Jaffa y Amanda Silver, a quienes ahora se les suma Mark Bomback) y dirigida por Matt Reeves (el muy confiable realizador de Cloverfield), su secuela, El planeta de los simios: Confrontación, sigue pensando, ahora en 3D. ¿En qué piensa Confrontación? En la oposición entre lo civilizado y lo bárbaro, en la posibilidad de convivencia entre distintos, con los simios funcionando como espejo y como otro a la vez. En (R)Evolución, Caesar, el más inteligente de los monos de laboratorio, liberaba a sus congéneres, usados por los humanos como cobayos o raza esclava. En el hiato de diez años que lleva de aquélla a ésta, la especie humana se contagió de un virus proveniente del contacto con los simios. De resultas de lo cual una pandemia universal, la “gripe de los monos”, prácticamente acabó con ella, al tiempo que se producía un apagón general. Para reestablecer la energía, los miembros de una colonia de sobrevivientes, radicados en los restos de lo que alguna vez fue la ciudad de San Francisco, necesitan volver a hacer funcionar una represa abandonada. El problema es que la represa está en medio de la selva y en la selva están los simios. En el momento en que unos y otros se encuentran se produce una simetría absoluta, que pone en escena el juego de espejos que anima la película. Por unos segundos, todos, los monos y el hombre, quedan paralizados por la sorpresa: ninguno sabía que el otro era su vecino. Hay dos posibilidades: dejarse ganar por el miedo e intentar exterminar al otro o reconocer que el otro existe y ver qué chance hay de ponerse de acuerdo. Aunque no casualmente se le parezca muchísimo, no se trata del conflicto entre israelíes y palestinos sino de lo que ocurre en Confrontación, cuyos juegos de espejos funcionan también en relación con el mundo “real”. Como en muchos westerns (Más corazón que odio, notoriamente), en ambos bandos surgen ambas posiciones encontradas, con casos extremos de blancos “racistas”, que tratan a los monos como a... ¿negros? Algunos tienen razones para la desconfianza. Koba, el mono que en (R)Evolución se llevaba la peor parte, se convertirá en líder guerrero. Caesar, capaz de reflexionar (actuado, una vez más y por medio de la técnica de captura de movimiento, por ese increíble especialista en simios y otros seres que es Andy Serkis), y el orangután Maurice, algo así como el viejo sabio del clan, estarán más dispuestos a creer en sus vecinos. La palabra Trust (confianza) se convierte en todo un código ético entre ellos y la pareja integrada por el ingeniero hidráulico Malcolm (Jason Clarke, coprotagonista de La noche más oscura) y su esposa, la bióloga Ellie (Keri Russell). Mientras se relacionan con sus anfitriones, éstos se ocupan de aplacar a sus congéneres más belicosos. Sólo por un tiempo, claro: si no, no habría película. La comunicación, el lugar del otro, la necesidad de tender puentes y la tentación de hacerlos volar, son temas concretos, materiales en Confrontación. Si los simios hablan, es consecuencia de su contacto previo con el hombre. Si algunos hombres actúan como en la selva es porque en algún tiempo habitaron en ella. No son las únicas cosas que ambas especies tienen en común: como en Jurassic Park –otra gran película de aventuras sobre relaciones entre el hombre y el otro–, el atavismo de los lazos familiares tiene peso específico en esta secuela. Lo tiene porque ambas especies son gregarias y el rol dramático que ocupan las crías es capital aquí. Puestos en escena con notable precisión, economía y rigor, todos estos temas están desplegados en Confrontación siempre en forma de preguntas y del modo que corresponde a un drama de aventuras. Esto es: sin dejar de inyectar, a lo largo de dos horas diez a las que no les sobra un minuto, la tensión, la angustia y la fiereza que hacen de un tanque un tanque.
Cinco películas entre 1968 y 1973 y una desabrida remake de Tim Burton del primer film eran el conjunto de la franquicia de El planeta de los simios hasta que llegó (R)evolución (2011), un relanzamiento, una nueva puesta en perspectiva del miedo a que otra especie nos pelee el dominio del planeta. La película, dirigida por Rupert Wyatt, no transcurría -como las originales y la de Burton- en un futuro lejano, sino en el presente. Para la secuela de ese éxito y de esa muy buena película que pocos esperaban se cambió de director -Matt Reeves-, pero no de espíritu. El planeta de los simios: confrontación continúa en la línea de (R)evolución. Sube la apuesta en presupuesto y en secuencias multitudinarias, pero el acento sigue puesto en el desarrollo de los protagonistas y sus cambios. Los personajes -humanos y simios- miran el estado del mundo, se miran entre sí, observan, piensan, deciden y actúan. Paisaje posapocalíptico para los humanos: la gripe de los simios ha arrasado con casi toda la población. Paisaje fundacional para la sociedad de los simios: ¿cómo será su futuro? Ése es el planteo principal, pensado en función de cómo será la relación entre ambas especies cuando se encuentren. El simio protagonista, César, representa la mirada de la civilización, mientras que su lugarteniente Koba encarna la barbarie y el populismo vengativo. Desde esas dos miradas -y de su contacto con los humanos- la película construye su tensión. Y Confrontación es una película tensa, en la que la acción, pero también los diálogos están cargados de peligro latente o efectivo. La desconfianza -de una especie frente a otra, y entre congéneres de la misma especie- es la guía: las respuestas de los personajes ante ella los definen. Con esa base, Confrontación se presenta como una película cambiante, en función de la energía de esa tensión: cuando hay más momentos de decisión antes o durante la acción, el film crece en emoción; cuando las decisiones ya están tomadas y hay acción, crece en espectacularidad. Más allá de la deslumbrante secuencia inicial de cacería en el bosque (que recuerda al magistral inicio de Apocalypto, de Mel Gibson), Confrontación logra que algunos de sus mejores momentos sean los basados en pequeños detalles y no tanto en el despliegue de perfectos efectos digitales: la lluvia de hojas que indican el movimiento en las copas de los árboles, el simio que actúa (con conciencia de estar actuando) como simio. Toda la película es de una perfección visual apabullante y replantea las posibilidades del futuro de las imágenes de la industria, tal como lo hizo Avatar. Con un poco más de cohesión para no tener tantas oscilaciones rítmicas narrativas y mejores -o incluso menos- personajes humanos estaríamos ante una película memorable. Pero no exijamos tanto en este año: hasta el momento, sólo Al filo del mañana, con Tom Cruise, ha sido mejor que El planeta de los simios: confrontación en el Hollywood de alto presupuesto modelo 2014.
No sólo es una tremenda secuela, sino que además es una enorme película de ciencia ficción climática, lograda en todos sus rubros técnicos y artísticos. Con momentos de acción, suspenso, terror y dramatismo de alto impacto. ANDY SERKIS le da vida y pasión a su CÉSAR un simio que logra conmover y hacer temer con la misma intensidad. Un clásico instantáneo que se posiciona como una de las mejores películas del 2014. IM-PRE-SIO-NAN-TE
La saga continúa, y ahora la espectacularidad se suma a la humanización de los primates. Si en 2011 El planeta de los simios: (R)Evolución auguraba una nueva concepción sobre el best seller de Pierre Boulle, esta Confrontación, con nuevo director, supone un paso adelante hasta que finalmente se llegue a la nave madre de la historia, El planeta de los simios. Porque tanto (R)Evolución como Confrontación son precuelas, narrando acontecimientos que suceden mucho antes de que los primates gobiernen la Tierra, como ocurre en la novela y se veía en la película original de 1968, con Charlton Heston como astronauta que creía haber llegado a otro planeta, pero no, estaba en la Tierra. Aquí todavía hay resistencia. Rebelión humana. Han pasado diez inviernos, dice un simio, desde que el científico que encarnaba James Franco diseminó un virus genético que dio más inteligencia a los primates. Muchos de ellos habían sido torturados en laboratorios. Y el aroma de la venganza, que se ha esparcido en buena parte de la producción de acción del Hollywood contemporáneo, aquí brota a borbotones. El director Matt Reeves (Cloverfield) le ha dado al tratamiento un estilo visual diferente. Si (R)Evolución prácticamente transcurría en interiores, en Confrontación la acción pasa al aire libre. La ferocidad y la inteligencia, combinadas, dan más adrenalina. Es cierto que las batallas con los simios son visiblemente animadas, y eso distrae, le quita mérito a la narración. Pero en la construcción de los personajes gana la película, que en su primera mitad es como un cargamento de explosivos a punto de dinamitarlo todo. César (Andy Serkis, por movimiento captado y luego animado digitalmente) ahora es el líder de una colonia de unos 2.000 simios que viven en el bosque de las afueras de San Francisco. Hay caos y ley marcial en los pocos centros urbanos que se mantienen en pie. Dreyfus (Gary Oldman) es el cabecilla de lo que quedó de San Francisco, y enviará a Malcolm (Jason Clarke, de La noche más oscura) a reparar una represa eléctrica, para así intentar sobrevivir y poder comunicarse con el resto del mundo. Si es que afuera queda alguien con vida. Reeves acierta en cimentar, asentar en los personajes de las dos facciones, humanos y simios, características contrapuestas. Ha humanizado a los primates, si cabe el término, y la lucha, cuando se desate, ya no parece ser entre especies, sino entre facciones de una misma índole. Imposible no sentir empatía, entonces, por unos u otros, algo que ya sucedía en (R)Evolución. César tiene familia, y hay varias familias cercenadas de lado de los humanos. Hay traidores, y seres que actúan de acuerdo a lo que creen es lo mejor... Lejos de la mecanicidad de Transformers, aquí no hay ruido a lata, sino sangre corriendo por las venas. Y el final preanuncia la nueva precuela (y secuela de ésta), prevista para 2016. Y tal vez nos acerquemos a aquello que Pierre Boulle planteaba: quién es más salvaje, el hombre o el simio. Algo que Confrontación hace más que esbozar.
Simios con defectos humanos La segunda parte de esta saga continúa en la ciudad de San Francisco, donde los simios se han ido al bosque a vivir en comunidad liderados por Cesar (Andy Serkis), y siguen evolucionando: cazan, pescan, construyeron viviendas, y utilizan el lenguaje que aprendieron del hombre. Los humanos casi se han extinguido a causa de la epidemia, y su vida se ha retrasado notablemente. Viven hacinados, la ciudad está devastada y sueñan con recuperar la vida que alguna vez tuvieron. En busca de ese sueño, un grupo de humanos explora el bosque para encontrar una represa que les permitiría volver a tener luz eléctrica. Pero ahora el bosque es territorio de los simios, y unos desconfían de los otros. Los humanos están menos organizados, pero tienen armas de fuego, mientras los simios aún guardan rencor hacia aquellos seres que los guardaban en jaulas y los usaban para experimentos. Lo interesante de la historia es que aquí nada es blanco o negro, no todos los hombres son malvados exterminadores, y no todos los simios son seres benévolos que buscan evolucionar. Las epidemias y dificultades exponen el lado animal de los humanos, y a medida que los simios evolucionan, experimentan un lado humano no del todo positivo, ya que surgen los celos, las traiciones y la necesidad de liderar e imponer ideas. Esta historia de ciencia ficción no solo tiene un guión sólido e interesante, sino que visualmente es aún más impactante que la primera, se ha redoblado la apuesta, ahora los simios son mucho más expresivos gracias a la técnica de motion capture, y todos los rubros técnicos de la película son excelentes, tanto en efectos visuales, como en montaje y sonido. En cuanto a las actuaciones, Andy Serkis a esta altura ya es un experto en materia de motion capture, y en el bando de los humanos Jason Clarke realiza una convincente interpretación, en tanto Gary Oldman, como de costumbre, se destaca interpretando a un líder que no tiene reparos en arrasar con lo que sea para proteger lo poco queda de la humanidad. En este caso segundas partes sí son buenas, la historia continúa, y las cosas se ponen cada vez mejores. Nuestra calificación: Esta película justifica el 80 % del valor de una entrada.
La magia que tuvo la primera de esta precuela se perdió. Ese proceso en que los monos, especialmente su líder adquieren inteligencia, la desarrollan y se revelan tuvo una fascinación ausente aquí. Los humanos diezmados por un virus están en minoría, Todos sabemos que se viene la derrota. El nudo argumental se basa en humanos buenos y malos y monos buenos y malos, que ya aprendieron a hablar con un ronquido molesto. Y la violencia desatada. Como siempre impecables efectos especiales, escenas de masas impresionantes y mucha acción.
¿Quién da más? No hay duda de que la última saga de El Planeta de los Simios es ambiciosa. Se focaliza en cuestiones diferentes a sus antecesoras y, cronológicamente hablando, siguió con esa corriente (que se hizo famosa con La Guerra de las Galaxias) de relatar los hechos de adelante para atrás. Con todo esto, parece fácil sostener que la segunda película de esta trilogía no se trata de un simple refrito sino que continúa con un fenómeno que se va poniendo cada vez mejor con el paso del tiempo. La segunda entrega llamada Confrontación es exactamente eso: luego de conocer sus orígenes tres años atrás, aquí se arma una verdadera guerra entre la raza humana y los primates por ver qué bando será el más capaz de sobrevivir y conquistar el mundo (o, mejor dicho, la ciudad). Este hecho se imparte en escenas gloriosas, secuencias certeras, efectos visuales poderosos y un César ya líder y maduro. Todo esto en 130 minutos que no queremos que lleguen a su fin. Entrando aun más en la historia, la colonia de simios vive en armonía hasta que (como hemos visto centenares de veces) el hombre irrumpe con sus armas imponiendo el desorden. La originalidad de la puesta yace sobre los personajes principales: ambos quieren la paz. Las dos caras opuestas de esta guerra buscan lo mismo; mientras que toda la fuerza antagónica está puesta en Koba, el mono con cara de malo y el más violento de su especie. Es cierto que algunos elementos resultan muy familiares con respecto a otros tantos films: la pandemia provocada por un virus, los humanos metiendo sus narices donde no los llaman, el maltrato y los experimentos en animales como idea base, una trama apocalíptica con atmósferas de ruinas, maquinarias oxidadas y más desolación; pero al ver la película por lo menos tenemos en claro que no desea encarar el mismo enfoque. En esta oportunidad nos sentimos en el medio de algo grande. La sensación es que algo realmente trascendente está por suceder. La conquista del mundo por parte de simios evolucionados a grados impensados… o la raza humana como dominante de un mundo que no sabe cuidar. Para esto hacen falta conexiones con las películas anteriores y cerrar el círculo a la perfección. Esta película lo consigue y la que viene lo hará aun mejor. Dirigida por Matt Reeves, El Planeta de los Simios: Confrontación no sufre la falta de James Franco, de quien no se sabe más nada, sino que apuesta a una nueva cara, Jason Clarke, y se anima a dejar de lado el rostro de Gary Oldman, que aquí se ve poco. Efectiva por donde se la mire.
Continuamos con las secuelas, pero ahora para adultos... Es el turno de "El Planeta de los Simios: Confrontación", que desde ya te digo, es un gran peli. Segunda parte aún más interesante que la primera. Nos situamos 10 años más tarde que la anterior y sobre todo en los simios - los humanos quedan en segundo plano -. Matt Reeves es el director de esta historia, a quien ya disfrutamos en "Cloverfield" y "Let Me In", y realmente lo hace impecable, con buenas tomas y detalles de cámara que hacen la diferencia. Un conjunto de espectacularidad es lo que vas a poder disfrutar en esta película, desde lo técnico, los efectos, hasta el guión, que te aseguro es genial. Los primeros minutos, apenas comienza la película, te van a cebar taaanto que vas a querer ver mas y mas, y eso es lo que vas a vivir en las 2 horas 10 minutos que dura. Pochoclera pero para reflexionar, eso es "El Planeta de los Simios: Confrontación".
Festín para los fans del cine fantástico En la saga original de "El planeta de los simios", luego de la primera película que protagonizaba Charlton Heston-, la mejor era la cuarta entrega, "La conquista del planeta de los simios", en la que el director J. Lee Thompson describía una cruenta rebelión de monos-esclavos destruyendo una sociedad humana totalitaria y de estética sumamente setentista. En esta segunda entrega de la segunda saga hay elementos de esa película mezclados con cosas de la quinta y última de la saga anterior, "La batalla del planeta de los simios", pero también nuevos detalles argumentales, como que una gripe simia diezmó casi totalmente a la raza humana. Así es que, cuando empieza el film, los simios que viven en el bosque cazando otros animales, saben montar a caballo y mantienen una existencia tranquila bajo el liderazgo del mono sabio César (interpretado digitalmente por Andy Serkis, experto en la materia que se ocupó de Golum en "El Señor de los anillos") creen estar solos en el mundo. Pero por supuesto siempre reaparecen los humanos, y siempre lo hacen con armas de fuego listas para ser disparadas. Es que los sobrevivientes de la ciudad de San Francisco necesitan arreglar una represa que se encuentra en territorio simio, aunque en realidad no tienen idea de la existencia de una sociedad de monos casi a las puertas de su ciudad. A diferencia de su pueblo, César conoció buenos seres humanos, y si bien desconfía de las personas en general, cree poder confiar en uno de los líderes de la colonia humana (Jason Clarke). Pero por más buena voluntad que puedan tener ambos humanistas, en las dos sociedades hay demasiado odio e intolerancia como para evitar que las cosas exploten. Obviamente ya desde el título local todo el argumento lleva a la confrontación entre simios y seres humanos. El guión está muy bien construido durante los momentos de tensión alrededor del arreglo de la represa, con un momento soberbio en el que César, haciendo una demostración de fuerza pero en son de paz, lleva sus tropas a la misma puerta de la colonia humana. Cuando la violencia finalmente explota, es cuando el director Matt Reeves se luce, ya que la guerra entre simios montados a caballo y armados con ametralladoras contra humanos no tan preparados para el combate está llena de detalles cruentos realmente imaginativos desde lo visual, como por ejemplo un plano secuencia desde la torreta de un tanque de guerra. Técnicamente superlativa, y con excelentes actuaciones (empezando por la del líder de los humanos, Gary Oldman, que como siempre quiere volarlo todo en pedazos) además de los notables efectos digitales que permiten la horda de monos, esta nueva entrega de "El planeta de los simios" tiene todo para el disfrute de los fans del cine fantástico. Quizá lo único que faltó fue un buen 3D, y no se entiende para qué obligar al espectador a tener anteojitos durante dos horas de película si el relieve casi ni se nota.
Ambas especies luchan por sobrevivir. Todo comienza con un terrible virus que ha hecho estragos en la población, varios seres humanos que se han agrupado en un sector de la ciudad luchando por la supervivencia y el planeta Tierra que se encuentra en un estado apocalíptico. Pero la colonia donde viven necesitan energía y para ello un grupo de expedicionarios debe cruzar la selva para conseguirla y así sobrevivir; quien se queda a cargo de dicho lugar es Dreyfus (Gary Oldman) y los que deciden correr los riesgos son: Malcolm (Jason Clarke) Ellie (Keri Russell), Carver (Kirk Acevedo), Alexander (Kodi Smit-McPhee), entre otros. Esa zona selvática se encuentra habitada por un importante número de simios, quienes han formado una gran familia, el líder y respetado por todos es Caesar (interpretado por Andy Serkis a través de motion capture, estupenda su mirada y sus movimientos, debería ser candidato al Oscar al Mejor Actor. Ya se destacó en la trilogía “El señor de los anillos” como el “Gollum”), tiene una esposa cuyo nombre es Cornelia (Judy Greer) y dos hijos: Blue Eyes (Nick Thurston) y un Mono Bebé. Caesar se entiende con los humanos porque se crió entre ellos, por eso rápidamente se conecta con Malcolm el protagonista dentro de los humanos, ellos en algo se parecen y es que ambos luchan por cuidar a los suyos. Los personajes humanos en esta nueva entrega son otros, en cambios aquí algunos simios se repiten como Koba (Toby Kebbell, acá un genial villano), Maurice (Court Clerk, un leal amigo de Caesar) y Rocket (Terry Notary). Hubo un cambio de director de la primera de la saga, "Rise of the Planet of the Apes", que fue Rupert Wyatt ("The Escapist"), y está nueva por Matt Reeves ("Cloverfield - Monstruo"; "Déjame Entrar"), la próxima será "Untitled Planet of the Apes Sequel" y la fecha prevista de estreno en Estados Unidos es para el 29 de julio de 2016. En esta estupenda secuela su desarrollo resulta fascinante, y pese a que la duración del film es de 2 horas 10 minutos, en ningún momentos atinas a mirar el reloj para saber cuánto falta, todo lo contrario uno se mantiene pegado a la butaca expectante, contiene mucho ritmo, la historia se encuentra bien narrada y elaborada, con interesantes diálogos, hay tensión, suspenso, se crean distintos climas, luchas, buenos giros en la trama, escenas espectaculares y de mucha acción estrepitosa, momentos emocionantes, una guerra entre dos especies, muy buena locaciones, buenos combates, bien épica, los rubros técnicos son sensacionales, con varios mensajes: la relación entre padres e hijos, habla de la valentía, la conciencia, el amor y el honor.
Nunca me atrajo la idea de simios humanoides. Esto de antropomorfizar a los animales se me hace bastante chabacano. Se me vienen a la mente caballos que hablan onda Mr.Ed, Remy de Ratatouille o Babe, el Chanchito Valiente. Deprimentes y de mal gusto. Así que nunca esperé nada de El Planeta de los Simios: (R)Evolución (Rise of the Planet of the Apes) y muchas menos expectativas tenía respecto a una secuela. Pero el amigo Matt Reeves (Cloverfield) me la mandó a guardar fuerte con su imponente El Planeta de los Simios: Confrontación (Dawn of the Planet of the Apes). El_Planeta_de_los_Simios_Confrontacion_EntradaLa película transcurre en San Francisco, unos 10 años después de la anterior. En este tiempo, un virus simio liquidó a una gran parte de la población humana. Los pocos sobrevivientes son liderados por Dreyfus (Gary Oldman) y ¡oops! se están quedando sin energía y necesitan resucitar una represa eléctrica que se encuentra al norte de la ciudad, en pleno territorio simio. A esta altura del partido, los monos no andan boludenado por las ramitas, sino que viven en una comunidad organizada donde los más pequeños son educados y los más grandes abastecen al resto, bajo el liderazgo de Caesar (Andy Serkis). Cuando una expedición encabezada por Malcolm (Jason Clarke), su hijo Alexander (Kobi Smit-MchPee), su novia Ellie, (Keri Russell), y un ex policía llamado Carver (Kirk Acevedo) se adentran en el bosque, ambos grupos se encuentran y comienza esta confrontación. La película está bastante buena. Matt Reeves, la gente de Weta Digital y The Imaginarium hicieron magia: los movimientos y gestos de los monos, las arruguitas alrededor de los ojos, las texturas, los detalles de sus manos, son superiores. Caesar, interpretado por el capo de Andy Serkis (aka Gollum), la rompe. Y no por cuán real y espectacular es verlo trepando por los árboles, montando a caballo o peleando contra un oso, sino por esos momentos en los que está quieto, cuando la cámara acorta y cierra el plano, por sus expresiones faciales, la potencia de sus ojos y su presencia: una comunión entre tecnología y actuación pocas veces vista. Caesar, interpretado por el capo de Andy Serkis (aka Gollum), la rompe. Reeves junto a los guionistas Mark Bomback, Rick Jaffa y Amanda Silver, además de presentarnos estos espectaculares efectos y escenarios, contar con un excelente protagonista, haber logrado un muy buen balance entre escenas de acción y escenas más íntimas, consiguieron apelar a la inteligencia y sensibilidad del espectador sin ser simplistas. En Confrontación no se nos presenta un mundo donde todo es blanco o negro, bueno o malo, dónde un grupo tienen la razón y los otros están equivocados; de hecho, hay tanto extremistas (Carver y Koba) como personajes que todavía creen en la existencia de una tregua entre ambas especies (Caesar, Malcolm), y algunos que se ubican en el medio (Dreyfus). La película explora estas diferentes posturas, los grises, la delgada línea entre la diplomacia y la guerra, la fragilidad de la paz y la armonía de una comunidad cuando se siente amenazada por la existencia de otra y toma una posición de disconformidad con respecto a la posesión de armas: la existencia de éstas provoca miedo, desconfianza y violencia ¿qué pasa cuando las armas caen en manos equivocadas? El Planeta de los Simios: Confrontación supera a su predecesora, cumpliendo con la cuota de batalla –atención a la secuencia en subjetiva de 360º de un simio tomada desde un tanque de guerra – y exponiendo un interesante comentario social. Nada mal para un film que podría haber sido concebido como un hit de verano (en yankilandia) para levantar guita con pala. Miguelito Bahía aka Michael Bay, agarrate, que estos te saquean la taquilla.
Texto publicado en breve.
El planeta de los simios: Confrontación debería ser el modelo a seguir en Hollywood para trabajar remakes o relanzamientos de sagas clásicas en el cine. En estos días donde abundan los refritos mediocres que no hacen otra cosa que arruinar el recuerdo de las historias originales, los productores de estos filmes lograron revivir con un enfoque diferente a uno de los grandes íconos de la ciencia ficción. Rupert Wyatt, el director de la entrega anterior, en este caso fue reemplazado por Matt Reeves (Cloverfield), quien hizo un gran trabajo con la narración de esta película. La nueva versión de El planeta de los simios presenta un mayor cuidado en los aspectos argumentales que no es habitual encontrar en la actualidad en el cine norteamericano. Los personajes están muy bien desarrollados y la tensión y el drama de la historia tienen prioridad sobre los efectos especiales. Si bien esta continuación cuenta con más escenas de acción, son los elementos dramáticos del guión lo que genera que esas secuencias luego resulten más intensas. No deja de ser notable como los efectos especiales de la compañía Weta (que previamente colaboró en El señor de los anilllos y Avatar) avanzaron notablemente en estos últimos años. El trabajo que hicieron con las expresiones de los simios es fascinante a tal punto que durante el visionado del film llegás a olvidarte por completo que esos personajes son obra de efectos digitales. Andy Serkis vuelve a brindar otra gran interpretación como el líder César, que se convirtió en un ser más complejo en esta historia. Sin embargo, la gran revelación de la película es el mono Koba, a cargo del actor Toby Kebbell. Este simio que había aparecido en la película anterior acá se roba más de una escena y es una de las grandes figuras de esta producción. Jason Clark es quien más logró destacarse con su labor dentro de los personajes humanos, ya que los roles de Keri Russell y Gary Oldman estuvieron más limitados en el conflicto. Me pareció muy interesante que la película evitara centrar el origen de la guerra entre monos y humanos en un villano estereotipado. Koba, el mono fundamentalista, y el personaje de Oldman podrían ser vistos como los malos de la historia, pero en realidad son individuos que toman medidas extremas por defender una causa que ellos creen correcta. En el fondo ambos luchan por evitar la desaparición de su propia especie. Un detalle interesante de este film que lo diferencia de otras propuestas hollywoodenses que vimos recientemente. Si los productores siguen cuidando las historias, como lo hicieron hasta ahora, la nueva serie de El planeta de los simios tiene un enorme futuro por delante.
La supervivencia de dos bandos La secuela del éxito de 2011, ambientada diez años después, comienza cuando un virus aniquila la vida de millones de humanos mientras que la creciente comunidad simia liderada por César se refugia en el bosque Muir. El director Matt Reeves (Cloverfield y Déjame entrar) plasma un relato sobre la supervivencia en tiempos caóticos. En el bando humano están Malcolm (Jason Clarke), un ex arquitecto que ha perdido a su esposa mientras cría a su hijo adolescente; su novia Ellie (Keri Russell), una enfermera, y Dreyfuss (Gary Oldman), el líder de la colonia humana que resiste en las ruinas del centro de San Francisco. El cruce con César (Andy Serkis) encenderá una ola de violencia que pone en jaque la confianza entre ambos bandos. El planeta de los simios: Confrontación coloca a los personajes al borde de una guerra y lo interesante de la trama descansa en la ola de traiciones y en los focos rebeldes que se generan también en el interior de cada uno de los grupos. Quizás menos grandilocuente que su antecesora, este nuevo eslabón de la saga que comenzó en 1968 administra muy bien los resortes de la acción y los momentos emotivos, resaltando los valores de la familia y la lealtad. Por su parte, el villano de la trama, Koba (Toby Kebbell), el chimpancé con cicatrices que fue carne de los experimentos realizados por humanos, está muy bien construído y dispara la historia hacia costados más violentos. A través de la técnica de captura de movimiento -que al igual que los simios de ficción evolucionó en los últimos años- las criaturas se ven más reales que nunca. Entre el mundo idílico y amenazado que los monos levantan afuera de la ciudad, los progresos que experimentan en el lenguaje y un nuevo orden que se instala en el poder, la película dejará más que satisfechos a los seguidores de la saga y a la espera de una tercera entrega.
Al César lo que es del César Es difícil elegir sobre qué punto detenernos a hablar cuando una película es realmente excelente, cuando un relato funciona a muchos niveles, como dijo alguna vez Homero Simpson en su faceta de crítico cinematográfico. Para empezar, digamos que El planeta de los simios: confrontación es un ensanchamiento y una profundización de la figura de César, el simio protagonista de la primera parte de esta nueva saga, que aquí vemos convertido en una gigantesca figura trágica, un actor trascendente en la reconfiguración de un nuevo orden mundial que surge a pesar de sus deseos y anhelos morales. Así como vimos el origen de César, que equivalía al origen del planeta de los simios en la primera entrega, aquí veremos cómo pasa de ser el líder, y casi gurú espiritual de la nueva población simiesca, a directamente volverse un prócer, convirtiendo a la historia contada en El planeta de los simios: (r)evolución en una parábola fundacional para niños y personas de espíritu simple, más o menos como el génesis bíblico. Matt Reeves (Monstruo, Déjame entrar) se toma todo su tiempo para que entendamos qué clase de persona es César y cómo está conformada la sociedad de chimpancés. Con una breve introducción le alcanza para decir qué fue de los humanos y entonces rápidamente tenemos el encuentro entre ambas especies, con todo lo que ello implica: choque de culturas, desconfianza, racismo. Pero Reeves tiene vocación de romper con lo que se podría esperar; en vez de mostrar a los humanos malos y corrompidos, y a los simios naturales y buenitos, veremos las ambigüedades de ambos bandos y cómo las cosas están dadas para un inevitable desastre, a pesar de las buenas intenciones de los humanos y simios protagonistas. Por suerte, el director no se detiene allí, entiende que debe dejar de lado el desarrollo de la historia de los humanos supervivientes que son la raza en extinción, son los que se van, y que lo que importa son las acciones de los potenciales nuevos dueños del mundo. Aquí es cuando la película se vuelve más política todavía: comienzan las escaladas de violencia, la lucha de poderes, los cambios de liderazgo y la explosión de las contradicciones. Surge César (nunca mejor dicho) como animal político, una especie de súper-Mandela combativo, cuando entiende que no alcanza con las promesas utópicas, las buenas intenciones y, si se quiere, el amor por lo que es, sino que en las sociedades juegan los intereses diversos, la venganza, el odio y a veces también la sed de sangre colectiva. En el medio quedan rondando un par de ideas incómodas e interesantes acerca de la inteligencia y el racismo. En el film, la inteligencia es una ventaja evolutiva circunstancial y como tal es imperfecta e insuficiente para alcanzar los ideales de paz y armonía. Además, la inteligencia puede servir para eliminar ese instinto primario de desconfiar del diferente pero poco pueden hacer por aquello seres, que con absoluta comprensión de quien está en frente, han elegido odiar como última esperanza o sólo por un interés particular. Es decir, el racismo no es sólo ignorancia. También, muchas veces, es una elección bastante consciente. De más está decir que Reeves nos cuenta todo esto con maestría, hay menos cantidad de acción que la esperable, pero la que hay es de factura impecable y hay tantos y tan buenos momentos de tensión que hubiéramos deseado que la película durara más. Al respecto, una digresión matemática: Michael Bay necesitó 164 minutos para contarnos sobre Optimus Prime, el líder de los autobots en la saga Transformers, que todavía sigue siendo un inepto que resuelve todo masacrando sádicamente a sus oponentes y gobierna a sus seguidores sólo porque es más fuerte y porque lo legitima una mitología incomprensible que nadie (ni siquiera Bay) se detuvo a entender. Con los 130 minutos en los que Reeves nos cuenta de César a mí me alcanza para, llegado el caso, abrazar una granada que le caiga cerca con tal de que no lo lastime a él, a su familia, o al genial orangután Maurice.
Humanos y simios se parecen mucho más en esta lograda secuela Más de un dubitativo aunque potencial espectador se preguntará si la interminable serie, iniciada en 1968 e interpretada por Charlton Heston, tendría hoy razón de seguir existiendo. Para aquéllos que hace casi exactamente tres años vieron el “El planeta de los simios: (R)evolución” la disposición debería ser más favorable, al menos en base a los méritos que la misma presentaba. Y efectivamente “Planeta de los simios: confrontación” (“Dawn of the Planet of the Apes”), no defrauda ni tampoco repite exactamente la temática de la reciente secuela que fuera dirigida por Rupert Wyatt, al que se calificara en “Leedor” como ignoto pero acertado realizador. Y uno podría preguntarse por qué no se lo contrató nuevamente, aunque es sabido que el cine como negocio se mueve sobre todo por lo que pergeñan los productores. Quien ahora dirige es Matt Reeves, que a diferencia de su debutante predecesor ya había mostrado cierta garra en “Cloverfield – Monstruo”, su tercer largometraje y que ya está anunciado como quien hará en el 2016 un nuevo capítulo de los “simios”. El personaje clave en esta oportunidad no es el científico (y humano) que interpretara James Franco en la anterior y que aquí ya no aparece salvo en una foto. Quien en ella lo acompaña es Cesar (Andy Serkis), que era un bebé y ahora, diez años después, es el jefe de los simios. La acción se desarrolla nuevamente en San Francisco, pero una década después la población humana se ha reducido considerablemente por culpa de un retrovirus transmitido por los monos. Sólo uno de cada quinientos pobladores de la ciudad californiana ha sobrevivido y esos pocos habitantes son al menos inmunes a la gripe y pandemia mundial. Mientras que los simios viven en las afueras arboladas de San Francisco, los humanos lo hacen en lo que queda de la misma. Ambos extrañan la falta de energía eléctrica y un acercamiento entre Cesar y el joven Malcolm (Jason Clarke) permitirá llegar a un acuerdo entre las partes para poner en funcionamiento una vieja represa hidráulica. Durante la primera hora de las algo más de dos que dura el film todo parece relativamente armonioso y llega a su apogeo cuando alguien escucha música y las luces de la ciudad se encienden nuevamente. Pero lo que ocurrirá de allí en más mostrará que la euforia colectiva será de corta duración. Casi como un espejo entre humanos y simios empezarán a tener protagonismo otros dos personajes con actitudes belicistas. Por el lado de los primeros estará Dreyfus (Gary Oldman) quien custodia las armas, mientras que del lado de los primates será el chimpancé Koba, quien montado a caballo encabezará el ataque. Pero antes atentará contra la vida de Cesar para asumir el liderazgo. Y éste aún llegará a decir (los monos hablan en esta secuela): “siempre pensé que los simios somos mejores que los humanos, pero ahora veo cuánto nos parecemos”. Nuevamente se destaca la calidad técnica de la película y la notable caracterización de los simios por la conocida técnica de captura de movimiento (“motion capture”). Pero quizás sea aún más impactante la expresividad que se logra, sobre todo en los primeros planos de Cesar. Ya no está Frieda Pinto en el principal rol femenino pero Keri Russell, como esposa de Malcolm, no desentona. Y en esta oportunidad quien más se luce es Andy Serkis, recordado como Gollum en “El señor de los anillos. Hay una frase (“Ape does not kill ape”) que se repetirá en más de una oportunidad a lo largo del film. Su veracidad o falacia será central en el mensaje que transmite esta lograda secuela.
Primates al ataque Uno de los estrenos más esperados del año emerge de la mano de Matt Reeves, director de aquella película de corto metraje titulada Croverfield, en el 2008. Exigente el desafío de esta entrega, teniendo en cuenta la buena sensación que había dejado su predecesora al combinar la frescura que supone el inicio de una nueva saga con elementos de aventura y también drama, para añadirle profundidad a la historia. Aquí, sin James Franco pero con Jason Clarke y Gary Oldman, el relato se vale de un plus de tensión y acción aún mayor para disfrute del observador. Un virus ha ocasionado una pérdida enorme en la vida humana. El caos predomina en la sociedad mientras los simios han sobrevivido e incluso logrado expandirse. Evolucionaron a niveles elevados. Poseen una capacidad de raciocinio increíble. Ellos quieren mantener su comunidad en paz, lo que implica la no presencia – invasión de los hombres. Siguen a un líder, al gran César, principal responsable del crecimiento primate. Cualquier mínima disputa o “acuerdo” incumplido entre ambas especies puede ser motivo de desconfianza, y con ella la germinación de una guerra. Reeves, de buen pulso narrativo, nos sumerge desde el arranque en el interior de la cotidianeidad de los simios, enseñándonos sus costumbres, hábitos y resaltando lo que prevalece entre ellos: la unión, el compañerismo. Una congregación con atributos de familia. Como el propio César se encarga de manifestar en varias oportunidades. De repente, ese inicio de apariencia mansa y de pasos lentos sufre un quiebre ante la primera aparición humana en territorio de los monos. La música se agudiza, las miradas se entrecruzan con el mismo nervio entre los participantes de la acción que el que moviliza al espectador. Algo se ha roto. La amenaza toma posesión y es motivo de preocupación. Quién empieza embistiendo. Quién termina atacando. Quién es el bueno. Quién es el malo. Reeves juega con el público y lo invita a inclinar hacia un lado u otro la balanza y sacar sus conclusiones, o simplemente permite que se deje llevar por su sentido de percepción o “simpatía” hacia uno u otro personaje de cada especie a partir de los acontecimientos que se van sorteando, con cambios, a lo largo de las poco más de dos horas de duración del film. El planeta de los simios: Confrontación tiene de todo. Aventura, acción, fuertes enfrentamientos y además una cuota dramática que cala hondo. Este último aspecto, tan necesario como en el episodio anterior, funciona como una pequeña fosa que lleva hacia los sentimientos encontrados de las figuras que intervienen en la proyección. En cada bando existe la rebeldía, la traición y la manipulación. Los simios crecieron tomando lo mejor de los seres humanos en cuanto a capacidades cognitivas y racionales. A veces, estas habilidades también pueden transportar a lo oscuro. Primates versus hombres. Notable película. LO MEJOR: la historia. La diversidad de situaciones que se exploran. Drama, acción, entretenimiento. La puesta en escena. Elementos técnicos. Tensa. LO PEOR: lleva sus pasajes predecibles. PUNTAJE: 8
"Un claro y brillante exponente de tecnología al servicio de valores clásicos del cine: el arte de narrar y conmover". Escuchá el comentario. (ver link).
El peligro de ser demasiado humanos El planeta de los simos: confrontación tiene momentos dramáticos y bélicos de alta intensidad combinados con cierta pereza narrativa. Las diferentes versiones de El planeta de los simios –las cinematográficas y las televisivas– incurrieron siempre en una excesiva humanización de los monos. Sin dudas, esa es la clave de esta fábula contemporánea. Cuestionarla implicaría tachar con una equis ideológica todo el planteo argumental. En esa fórmula ficticia, los simios y los humanos se parecen más de lo que están dispuestos a aceptar y ahí está el nudo de la cuestión de sus principales conflictos. La novedad que ha aportado esta nueva saga -que empezó en 2011 con la contundente – es remontarse al punto en que la humanización –y posterior rebelión– de los simios se hizo posible. Una década después de aquel famoso combate en el puente de San Francisco, las cosas han mejorado para los simios, liderados por César (ahora el nombre del mono híper estimulado es todo un símbolo), mientras que han empeorado para la humanidad, devastada por un virus que ha matado a millones de personas. El escenario de El planeta de los simios: confrontación, entonces, es retrofuturista y apocalíptico. La ciudad de San Francisco destruida y sin electricidad transformada en un refugio donde se juntan los sobrevivientes inmunes a la enfermedad letal (no inocentemente bautizada "fiebre de los simios"). La ambición de mantener bien alto la vara de calidad de la anterior película se nota desde el principio y se revela en el modo en que la historia se toma el tiempo de sondear en la complejidad psicológica de los personajes, en especial los masculinos. Entre los simios, César; su lugarteniente, Koba -nótese: el sobrenombre de Stalin–; y el hijo de César. Mientras que entre los humanos, la previsibildad del protagonista (el típico bueno norteamericano) se ve compensada por la ambigüedad de su jefe, interpretado por Gary Oldman. Esa morosidad atenta contra el ritmo de lo que se supone que es un producto de cine de acción. Algo que podría tolerarse si el planteo inicial de la confrontación entre humanos y simios –formulada como un conflicto de "necesidades" (unos necesitan energía para sobrevivir; los otros quieren conservar su forma de vida)– derivara en una verdadera tragedia. Es decir, en una situación sin salida, donde no importan las malas ni las buenas intenciones. Pero tal vez por temor a que una verdadera tragedia no fuera el mejor negocio para una superproducción, el director y los tres guionistas han optado por "villanizar" la conducta de algunos personajes de los dos bandos y así consiguen que la acción se oriente por los carriles de la moral convencional, que nunca es la moral de la política y mucho menos de la guerra. Por fortuna –o justicia estética, si se quiere– se reivindican a último momento con una especie de salto mortal filosófico, mediante el cual le devuelven al cine de Hollywood algo que parecía perdido: el código de honor de los caballeros. Claro que en las dos horas previas hubo una rara mezcla de momentos dramáticos y bélicos de alta intensidad combinados con cierta pereza narrativa para sintetizar los conflictos o mostrar de una manera menos obvia la distancia abismal y a la vez indiscernible que hay entre los hombres y los simios.
Llegando los monos Siguiendo la tendencia de generar nuevas y redituables sagas, la revisión de esta franquicia iniciada por una película señera y memorable de la ciencia-ficción de los ’60 como El planeta de los simios es una de las mejores apuestas recientes de Hollywood. Aquella pieza emblemática dirigida por Franklin J. Shaffner y protagonizada por un ícono de la época y el género como Charlton Heston dio pie en su momento a una insufrible serie de secuelas y una serie televisiva que jamás remedaron el nivel narrativo y simbólico del original. Tras una torpe intentona de remake de un desconocido Tim Burton hace una década, parecía que la genial trama urdida por Pierre Boullé iba a quedar archivada, pero El planeta de los simios: (R)evolución de Rupert Wyatt fue el extraordinario puntapié inicial de una renovada exploración de la trama. Con sustanciosos elementos expresivos, visuales, filosóficos y alegóricos, esa precuela logró atraer, conmover y conmocionar a la vez. Y esta continuación, aún en proceso de revisar los orígenes de la historia, mantiene su gran calidad y preceptos conceptuales, robusteciendo con inteligencia y sensibilidad sus aspectos más conflictivos. Quizá se podría reprochar en …Confrontación que arranque con el trillado paisaje post apocalíptico del cine de anticipación contemporáneo (planeta devastado y con pocos sobrevivientes despojados de toda tecnología, que vuelven a las fuentes en una urbe abandonada). Pero aquí están los simios, que viven en comunidad en el bosque y han evolucionado gracias a César, el chimpancé rebelde del primer film, sin dejar de lado ámbitos y hábitos naturales. Tanto los humanos como ellos cuentan con un líder positivo y otro negativo, y esas polaridades no tardarán en hacer eclosión. Matt Reeves, director de la excelente y pionera Cloverfield, logra establecer una narración clásica pero creativa y atrapante, llegando a uno de los puntos más altos en la técnica de captura digital de movimiento en las caracterizaciones de los simios, especialmente la de Andy Serkis como César. El elenco humano funciona y el film, pese a no descuidar su hondura dramática, no da respiro.
Contundente parábola sobre la evolución Una nación en crecimiento de simios evolucionados genéticamente y que están dirigidos por su líder César, se ve amenazada por un grupo de sobrevivientes de una letal epidemia que ha dejado a los humanos al borde de la extinción. La paz se mantiene, pero en forma frágil. La guerra es inminente y de ella saldrá la nueva especie dominante del planeta. Apenas transcurridos los primeros minutos del filme se tiene la sensación de que lo que va a venir es una película de las buenas. De esas que no dan respiro y que mantienen al espectador atornillado a su butaca hasta bien entrados los créditos finales. Y es que esta nueva entrega de la saga “El planeta de los simios”, supone un paso adelante en la concepción del best seller de Pierre Boulle que ya tuvo una primera aproximación en 1968, con Charlton Heston como protagonista. Sí, porque en “Confrontación”, la trama adquiere un dramatismo contundente y sostenido que ya había sido esbozado en “El planeta de los simios: (R) Evolución” (de 2011): han pasado diez años desde los sucesos que terminaron en el Golden Gate con un violento enfrentamiento entre simios y humanos. César y los suyos se han instalado en el bosque y han progresado como sociedad de simios inteligentes. Mientras tanto, una epidemia que se inició una década atrás, ha diezmado de forma terrible a la especie humana. La tregua entre primates y hombres se mantiene hasta que uno de los bandos decide romper ese equilibrio. Entonces sobreviene el infierno. Como se ve, la historia mantiene la coherencia y la lógica del primer filme y ese es uno de sus grandes logros. El otro tiene que ver con su impresionante factura técnica. La perfección de los simios creados por computadora apabulla; a tal punto que los actores de carne y hueso se diluyen y pierden protagonismo ante unos simios que incluso llegan a conmover con sus “actuaciones”. En este sentido, el trabajo de Andy Serkis es magistral. Convertido ya en un experto en la técnica de captura de movimiento, Serkis -quien también dio vida al inolvidable Gollum de “El señor de los anillos” y al temible pero querido gorila gigante de “King Kong”- compone a un César “humanista” que se debate entre lo correcto y lo desacertado; entre lo moralmente aceptable y lo sencillamente despreciable; entre lo civilizado y lo bárbaro. Tal como si fuera un líder humano. Y, de alguna manera, este minucioso trabajo de Serkis obliga a repensar el tema de la actuación en la era digital. ¿Serán los actores del futuro imágenes virtuales? ¿Podrán esas imágenes expresar los mismos sentimientos que los actores humanos? Esta película permite suponer que sí, aunque en este tema aún hay mucha tela para cortar. Mención aparte merece el trabajo de Gary Oldman (siempre correcto) en el rol del líder de los humanos. El resto del elenco acompaña con esmero y sin descarrilar. Pero, sin lugar a dudas, el disfrute verdadero está en los simios. Ellos son las estrellas del filme.
El invariable encanto de los simios Si hay algo que toda película de la serie El planeta de los simios merece atender, además del maquillaje, es la complejidad argumental. Aspecto nodal, que encierra una mirada de mundo amarga, sintetizada en el momento final del film original, de 1968, con el astronauta Taylor (Charlton Heston) sumido en su desengaño. En verdad, lo del maquillaje ya es meramente anecdótico, el último film que lo tuvo como rasgo de filiación estética, fue la versión de Tim Burton, con el gran Rick Baker puesto a la tarea de disimular la nariz de Tim Roth. Ahora se trata de efectos digitales, con el motion capture como recurso habitual, y la encarnación ejemplar de Andy Serkis como César, el mono líder, a partir de la precedente El planeta de los simios: (R)Evolución. En El planeta de los simios: Confrontación se sostiene lo predicho, con los simios como espejo deforme en un apocalipsis que ha sido; con algunos humanos todavía vivos, albergados en los restos de torres caídas, al amparo de un verde que solicita su lugar primero. Pero quienes también se han organizado, como legítimos habitantes del mismo suelo, son los simios. No obstante, el empecinamiento por sobrevivir no tardará en acentuar un conflicto latente. La mecha sigue siendo corta, y no faltan las intenciones bélicas. Quien surge como mediador será nuevamente César, el chimpancé alguna vez mascota, el libertador, el rey mono. En tanto franquicia, El planeta de los simios debe también cohabitar entre otras, todas cortadas por una misma tijera. En este sentido, el film no es indiferente a atributos habituales como: secuencias de alto impacto, efectos digitales abrumadores, sensacionalismo del espectáculo. Pero, acá lo decisivo, no es de ello de lo que hablan o dicen quienes se dejan contagiar por el pleito entre humanos y simios. Sino de la plasmación de un conflicto sin resolución feliz, con puntos suspensivos amargos. Es lógico y coherente con el estado actual del cine; pero también con la esencia misma de El planeta de los simios, vuelto un micromundo de lógica propia, extensible a libros, televisión y cómics (entre ellos, el notable Cataclismo, con dibujos del rosarino Damián Couceiro). Revisitarlo es un desafío que hace dialogar a las películas entre sí. Por otro lado, la promesa de nuevos films no hace más que extender un punto de vista complejo, en sintonía con la miríada de relatos que han potenciado -desde el cine, la historieta y las series televisivas- el concepto de mundos alternativos o paralelos. El planeta de los simios oficia a favor, con la mirada puesta en la progresión argumental entre film y film, pero también desde versiones remozadas que invariablemente sitúan su valía en el límite impreciso entre remake, precuela y secuela.
Las secuelas hollywoodenses tienden a funcionar como versiones expandidas de las películas que las precedieron: más espectaculares, más ambiciosas, con más presupuesto, más villanos, más efectos especiales. Son pocos, contadísimos, los casos en que las secuelas van hacia otro lugar. No quiero decir con esto que EL PLANETA DE LOS SIMIOS: CONFRONTACION sea una película más chica o modesta que la anterior. No. Llegado el caso es una película más concentrada, más específica, más profunda. Como EL IMPERIO CONTRAATACA –la secuela modélica para estos casos–, el asunto aquí no es bigger sino deeper. A tal punto la película de Matt Reeves es fiel a ese principio, que casi la calificaría como un drama más que una película de acción, aventuras o ciencia ficción. Se puede decir que la elección de Reeves como director es una decisión evidente de parte de los productores acerca de qué tipo de película hacer. El realizador trae un pasado largo en series de televisión y dirigió dos películas que se caracterizan por un cierto minimalismo dramático a la hora de tratar asuntos de género: la muy buena remake de LET THE RIGHT ONE IN (llamada aquí DEJAME ENTRAR) y la muy sólida CLOVERFIELD, que respetaba similares códigos, buscando siempre la emoción y la acción en los gestos mínimos y no en las grandes acciones, algo a contramano del manual de la superproducción tan en boga en Hollywood, especialmente en los de la línea superhéroes. simios2CONFRONTACION es un drama bélico, más que ninguna otra cosa. Es la puesta en escena de un potencial conflicto entre dos ejércitos, con un inusual doble punto de vista que nos permite ver todas las variables posibles. Es una película sin villanos –lo más parecido que tiene a un villano es, para mí, su único problema– en la que, como dice la clásica frase, “todo el mundo tiene sus razones“. Reeves pasa casi más tiempo con los simios y sus diferencias a la hora de afrontar el conflicto con los humanos de lo que lo hace con los sobrevivientes del virus que habría causado la destrucción de casi toda la raza humana. Y cuando regresa a los hombres, lo hace para mostrar esas mismas diferencias y conflictivos puntos de vista. Se trata, fundamentalmente, de una película pacifista que busca ponerse del lado de quienes, en uno u otro bando, intentan encontrar una solución razonable al conflicto planteado por el hecho de que la planta eléctrica que puede resolver los problemas de los humanos que apenas sobreviven en la destrozada San Francisco está ubicada en pleno “campamento” simio. Una expedición va, otra viene, un encuentro chocante se sucede con otro, se llega a una negociación pero la tensión termina por explotar más temprano que tarde. Y no habrá forma de volver atrás. simios5Es claro que la película refleja perfectamente la lógica de varios conflictos armados actuales, desde los de Irak (conflictos por fuentes de energía) hasta los hoy palestino/israelíes (vecinos que se odian y recelan por generaciones) pasando por casi todos los otros. Si algo falla en la exposición de este conflicto es en un detalle narrativo importante –que no contaremos aquí–, pero que desvirtúa un poco la interpretación de lo que pasa después. De todos modos, el filme es tan claro a la hora de mostrar las intenciones de cada personaje que aún una agresión aparentemente no provocada (la que termina por hacer explotar todo, con reminiscencias “romanas”) hasta puede entenderse en función de la lógica y la historia del agresor. Pero la película no es un tracto político ni mucho menos. La otra apuesta fuerte de Reeves es la de crear un drama humano en el que los simios funcionen del mismo modo que la raza humana. Sus conflictos internos y sus relaciones (en especial, la de padre-hijo) son centrales a la trama en ambos “bandos”. El ecuánime Cesar (un asombroso Andy Serkis más toda la tecnología digital de captura de movimientos) debe lidiar con los impulsos más violentos de su hijo, a la vez que en el mundo humano el bando “explorador/pacifista” (Jason Clarke y Keri Russell son el matrimonio que encabeza la exploración a la planta eléctrica y las negociaciones con los simios) debe manejar sus propias emociones conflictivas con el sector más agresivo (Gary Oldman) del grupo. simios3La brillantez técnica del filme está siempre en función de la emoción y de las necesidades narrativas. Uno puede pensar que la tecnología no se destaca por sí misma porque, de hecho, es tan omnipresente que se esconde a la perfección dentro de la narración. Cada escena con los simios (que hablan, andan a caballo, manejan armas y más) es un prodigio técnico que Reeves pretende que no celebremos por sí mismo. Si nos emociona, nos asombra y nos pone dentro del drama y la acción, habrá logrado su objetivo. Y lo hace, al punto que luego de un rato ya ni nos acordamos que estamos viendo una serie de criaturas animadas. Y cuando llega la acción –que, más allá de la escena del principio, queda reservada para la última parte del filme y así y todo está muy bien dosificada–, lo hace de manera tal que cada secuencia cuenta, cada personaje es importante y cada conflicto busca una resolución. La guerra es inevitable –se sabe, habrá más secuelas–, pero los esfuerzos de los personajes por evitarla son tan nobles como desesperantes. No hay superhéroes aquí, hay una serie de criaturas, humanas y no tanto, tratando de hacer lo que creen mejor en medio de una situación que se les va por completo de las manos. simios4En cierto punto, EL PLANETA DE LOS SIMIOS: CONFRONTACION es el mejor tipo de superproducción posible en estos tiempos. Una que nos devuelve a ciertos modelos concentrados de narración propios de los años ’70, tiempos en los que los incipientes efectos especiales se usaban casi para “colorear” dramas humanos y familiares. Si una película nos trae a la cabeza clásicos de Steven Spielberg como TIBURON, E.T., y hasta JURASSIC PARK es obvio que estamos ante un director que ha querido y sabido unirse a la mejor tradición de la superproducción hollywoodense, la que entiende que el dinero, los efectos especiales y la acción deben estar siempre al servicio de los personajes. Sean humanos, criaturas del espacio exterior o monos que hablan.
Estamos frente a la octava revisión de una de las sagas más respetables que ha sabido dar el cine de Ciencia-Ficción. Una historia que a lo largo de cuarenta y seis años desde la primera adaptación de la novela de original de Pierre Boulle ha ido alejándose de sus preceptos (ya la original se alejaba casi completamente) pero siempre manteniendo la esencia de la misma, los paralelismos con la evolución e involución de la raza humana. La acción a raudales y el despliegue de efectos fastuosos nunca fue el elemento principal pese a que en casi todas las entregas se fue cambiando de manos y equipos; importó más la complejidad argumentativa y el arrojamiento de teorías relativistas. Entonces, lo primero, y fundamental, que hay que decir sobre El Planeta de los Simios: Confrontación es eso, que es una nueva entrega cumplidora con los lineamientos de toda la saga y con los guiños suficientes para toda la legión fanática. La mano en la dirección vuelve a cambiar otra vez, esta vez recae en el ecléctico Matt Reeves que ha pasado de la comedia romántica, al cine catástrofe y al terror manteniendo siempre una línea correcta, y esta vez se adapta fluidamente a un producto preconcebido sin alterar drásticamente los resultados. Nos ubicamos años después de los hechos ocurridos en la anterior entrega que significó un reinicio (reboot para el lenguaje actual) de la historia en plan más “realista”. El virus desarrollado en el laboratorio ha diezmado a casi toda la humanidad y los simios, en plena evolución, coparon el territorio que se ha transformado en una inmensa zona selvática. Viven en comunidad organizada, creyendo que el hombre se ha extinguido en su totalidad, por eso, la aparición sorpresiva de un grupo humano reducido los pone en alerta; y ahí los acontecimientos vuelven a arrancar. Confrontación intenta demostrar, explicar, que tanto de un lado como del otro la lucha de poderes y la supremacía por sobre el distinto es lo que lleva a la comunidad a la ruina. Ahí está César (Andy Serkis) líder y guía de los simios queriendo fraternizar con los humanos y enfrentándose a la traición latente de Koba (Toby Kebell) que desconfía del hombre y tiene ansias de gobernación. Por el lado humano, Malcolm (Jason Clarke), Ellie (Keri Russell) y Alexander (Kodi Smit-McPhee) representan la unión, contraria a los deseos de venganza y superioridad de Dreyfus (Gary Oldman) y Carver (Kirk Acevedo). Contar los pormenores del argumento sería contraproducente, solamente aclarar que aquí impera un mensaje de unión de los pueblos enfrentados (llévenlo al plano que quieran), y que los inevitables sucesos futuros, serán eso, inevitables. Con una duración algo extensa, la historia se desarrolla en dos tramos en donde el primero tendrá un ritmo más tranquilo y armonioso dedicado a mostrarnos la vida simia en comunidad con la interrupción de los hombres como si fuesen documentalistas. Más tarde comenzará el enfrentamiento “entre bandos” y “en los bandos” y ahí el asunto ganará ritmo e interés por un peso dramático mucho mayor que hasta lo acercará a una suerte de tragedia griega (o intriga palaciega) moderna. A diferencia de otros tanques, el avance del CGI resulta aquí totalmente funcional y coherente no llegando a abrumar visualmente, casi lo contrario, la técnica de captura de movimiento se ensambla con total armonía a la actuación real logrando un todo homogéneo e indivisible. No es tan logrado el uso del 3D que como en otras oportunidades pareciera ser sólo una excusa antipiratería. Si El Planeta de los Simios: Confrontación no llega a ser la mejor entrega de la saga no se le puede negar una total coherencia con el resto de la franquicia, y si bien no resulta tan sorpresiva como la anterior (R)Evolución, sí es un salto en lo narrativo tornándose un relato con muchos más ribetes y metamensajes. Quizás algunos personas (Como el Dreyfus de Oldman, o el Alex de McPhee) necesitasen de un mayor desarrollo; pero se cumple con el principal objetivo, estar a la altura y dejar ganas de más. Después de más de cuarenta años, tenemos una saga que no ha perdido fuerza, que entrega lo que sus seguidores pueden esperar de un producto actual ¿se puede pedir más?.
Pasaron diez años entre el último contacto de los monos con los seres humanos. Replegados en el bosque, los simios pudieron construir una comunidad en la que todo vestigio de civilización y humanización fuera desterrado. Así arranca “El planeta de los simios: Confrontación”(USA, 2014), sin diálogos, pero con imágenes de una profunda belleza y que bajo la dirección de Matt Reeves retoma la historia de un clásico de la cultura popular pero desde el punto que se dejó en “(R) evolución” de 2012. Dirigidos por César (Andy Serkis), líder honesto y con valores, los simios intentarán vivir tranquilamente y en armonía hasta que, la llegada de un grupo de humanos, encabezados por Malcom (Jason Clarke) y Ellie (Keri Russel), quiebre el equilibrio logrado hasta el momento. Los humanos se adentraron en el bosque con el objetivo de llegar a una represa abandonada para poder hacerla funcionar y obtener así energía eléctrica. Son tan solo una pequeña muestra de una colonia que vive aislada entre muros y que con el aval de Dreyfus (Gary Oldman), una suerte de líder, tratará de recuperar a través de la luz la posibilidad de recuperar cierto clima de civilización en los destruidos hogares y comercios de la zona. El encuentro entre simios y humanos no resultará favorable y más allá de un intento denodado de Malcom (Clarke) por explicarle a Cesar (Serkis) de la necesidad de encontrar la represa, serán expulsados del bosque. Luego la relación cambiará, una serie de hechos desencadenarán la imperiosa necesidad de César de volver a confiar en los humanos (ayudan a su hembra, principalmente) por lo que el sueño de los hombres de volver a tener luz estará más cerca. Pero dentro de la comunidad de simios un líder negativo como lo es Koba (Toby Kebell), intentará recuperar lo más irracional de su especie arengando para que los hombres sean vistos una vez más como una amenaza y enfrentándose sangrientamente con ellos. “El planeta de los simios: Confrontación”, tal su título Argentino, denota la idea principal del filme en la que dos grupos intentarán superar sus diferencias para llegar a un acuerdo, o no. La vieja idea de civilización o barbarie aplicada a la inversa, en la que los humanos deberán sortear determinados obstáculos para poder así volver a civilizarse, a encontrar su esencia, contiene la propia premisa de la historia. La discusión sobre el orden natural y la cadena de mando deja lugar a un análisis exhaustivo sobre la enajenación del ser y la caída de los valores morales y éticos de la sociedad humana. Reeves no deja lugar para la empatía, y a través de una sólida estructura argumental y narrativa construirá una potente película que a fuerza de conflicto e impactantes imágenes, logra convertir al filme en una de las mejores adaptaciones de la vieja serie televisiva. Los valores que poseen los simios son confrontados a lo largo de toda la duración de la película con los que poseen los seres humanos, y hasta cierto punto, en la comparación, los hombres salen perdiendo, razón por la cual la película cala hondo en los espectadores.. La crueldad y virulencia de algunas escenas además, dotan de un verosímil a la animación generada a partir de Weta Digital, que se plasma en la minuciosidad de los detalles de los personajes animales. Además, el nivel actoral (Clarke, Oldman, Russel, entre otros) de primera línea sirve para revisitar una vez más un clásico que sigue tan vigente como siempre. Tensa y reflexiva.
CUANDO LOS MUNDOS CHOCAN En el EL PLANETA DE LOS SIMIOS: (R)EVOLUCIÓN (RISE OF THE PLANET OF THE APES, 2011) vimos al chimpancé Caesar (Andy Serkis, travestido digitalmente) guiando una rebelión de los de su especie contra los humanos. Aquella precuela/reboot de la franquicia fue un estallido de libertad: ahora, en EL PLANETA DE LOS SIMIOS: CONFRONTACIÓN (DAWN OF THE PLANET OF THE APES, 2014), el liderazgo que había conseguido el peludo protagonista es puesto a prueba. El conflicto se desata cuando los animales rebeldes, que construyeron una civilización en lo profundo del bosque en las afueras de San Francisco, se topan con algunos de los humanos sobrevivientes a la epidemia que arrasó con el planeta en los últimos años. Y es que esa Tierra aún no es el planeta de los simios, pero tampoco ha dejado de ser del todo el planeta de los hombres. Allí, con un buen manejo de la tensión, arrancará una narración mucho más contenida y con menos despliegue que la del primer film, lo que no quiere decir que falten potentes secuencias de acción, especialmente en los momentos finales. Sin embargo, se hace evidente que la intención del director Matt Reeves no fue poner el acento en las balas y explosiones, sino en los choques entre las formas de ver el mundo de los personajes: Caesar, ahora convertido en padre y líder de cientos, intenta mantener la paz con los humanos para así proteger a su pueblo, lo que para algunos representa debilidad. Uno de los que desafía a Caesar es el desfigurado Koba (enorme actuación de Toby Kebbell), que ya había aparecido en la película anterior en un rol secundario y ahora se convierte en uno de los principales antagonistas (y, también, en uno de los mayores aciertos). Eso no significa que Koba sea un villano con todas las letras: sólo tiene una mirada diferente con respecto a cómo hacer las cosas. En esta tensa relación (y en el deseo idealista de Caesar de ser mejores que los humanos) está el núcleo de la historia: el resto son sub-tramas sin desarrollar o posibilidades desaprovechadas. Para un film que no se regodea con sus escenas de acción, EL PLANETA DE LOS SIMIOS: CONFRONTACIÓN exhibe una llamativa falta de desarrollo de personajes. A excepción del hijo de Caesar (que es parte de una minúscula y trillada sub-trama de rebeldía juvenil) o del orangután Maurice (presentado en la entrega anterior), no llegamos a conocer a ninguno de los otros simios, lo que representa una oportunidad desperdiciada de enriquecer el conflicto principal o de generar líneas narrativas secundarias que podrían haber ayudado a tapar algunos de los tiempos muertos de la historia. ¿Y por el lado de la raza humana? Nada. Jason Clarke interpreta a un obvio y desabrido "buen tipo", mientras que Gary Oldman apenas tiene tiempo de mostrar de lo que es capaz en sus cinco o seis escenas. El resto de los humanos son totalmente descartables. Formalmente, se destacan en la película ciertos recursos que la ponen por encima del típico blockbuster hollywoodense. Va un ejemplo: obviando una penosa exposición hecha con fragmentos de noticieros (que funcionan como un resumen de la primera parte), la historia arranca sin voces, prácticamente en silencio si no fuera por los sonidos de la naturaleza. En esos primeros minutos, los simios se comunican con señas (no todos pueden hablar) y los diálogos están subtitulados, en una admirable y arriesgada decisión narrativa. Otro ejemplo está en [CUIDADO, SPOILER: SELECCIONÁ EL TEXTO PARA LEER] esa fantástica secuencia durante una batalla en la que la cámara gira 360° montada sobre la torreta de un tanque. [FIN DE SPOILER] EL PLANETA DE LOS SIMIOS: CONFRONTACIÓN pone en curso de colisión a dos civilizaciones en una era post-civilización: ¿es posible no caer en la barbarie después de que el mundo se ha derrumbado? ¿Vale la pena el esfuerzo? ¿Pueden los simios llegar a ser menos salvajes que los humanos? No hay dudas de que la película nos lleva a reflexionar, pero se siente como si los conflictos que presenta no alcanzaran para llenar esas dos horas de duración, desperdiciando así la tensión creciente del relato. Todo lo bueno del film (los efectos especiales, la complejidad de los planteos de Caesar, los momentos de Koba, los aciertos en la dirección) choca contra las limitaciones del guión (pocos personajes interesantes, baches en el ritmo de la narración). Y así, con tantas fuerzas en oposición, esta se convierte en una de esas raras ocasiones en las que el título en español, por más feo que suene, resulta ser más adecuado para la película que el original.
Llegando los monos Un reclamo de cuño humanista se afirma distintivamente en El planeta de los simios: Confrontación, la película que representa un segundo capítulo en esta suerte de reinicio de El planeta de los simios: hay que convivir con el otro, esa sombra que no nos pertenece y sin embargo se mueve a nuestro lado. Nos necesitamos los unos a los otros, casi con desesperación; por lo tanto debemos colaborar, mirarnos a la cara sabiendo que podemos confiar. Creer en nuestro semejante es creer también en nosotros, sumar esfuerzos para el bien general. Esa idea recorre toda la primera parte de la película. Los monos por un lado y los humanos por otro habitan un mundo devastado por la peste pero descubren, incluso a su pesar, que se necesitan mutuamente. Los humanos encuentran una represa en medio del bosque que hay que hacer funcionar para recuperar la electricidad. Los simios ocupan el bosque pero se ven obligados a aceptar la presencia de los extraños, al principio a regañadientes, si no quieren entrar en una guerra directa con un enemigo pertrechado con armas mucho más sofisticadas. Las heridas que se heredan de una convivencia pasada problemática persisten en algunos de los monos, sin embargo; y en las filas de los humanos hay más de uno que desearía ahorrarse problemas y exterminar sin mayor dilación a esos habitantes inoportunos del bosque. Como se ve, hay radicales y contemporizadores en ambos bandos (si queremos perseverar en la saga zoológica, esos que en geopolítica se denominan halcones y palomas); es decir, la película no se ahorra la clase de funcionamiento “en espejo” que facilita la alegoría inmediata e invita al espectador a sumergirse en ese humanismo extendido que entiende al mono como la representación apenas disimulada de un pueblo sojuzgado por otro. El director Mat Reeves, que con Let Me In había mejorado sutilmente la sueca Let The Right One In (esa especie de Melody vampírica), podría haberse consagrado de una vez por todas como un especialista en encuentros cercanos entre seres heridos y desarrapados si no estuviera tan ocupado en insistir sobre la dimensión alegórica de su pequeña fábula. ¿Qué hace uno cuando tiene miedo? Parece ser su pregunta. Quiere eliminar al otro, es la respuesta que no se hace esperar. El director ha montado un espectáculo bienintencionado de más de dos horas y media de duración en el que vemos reflejada una tensión histórica y contemporánea –todos los fuegos, el fuego– con la mayor transparencia de la que el cine mainstream es capaz. El planeta de los simios: Confrontación (nótese que el título en castellano hace explícito lo que el original elude) suplanta cualquier atisbo de misterio por una intriga sumaria (¿logrará la política de las palomas imponerse sobre la política de los halcones?) y entrega su elección edificante como elemento reparador, mientras la música inunda cada escena. Es una lástima, porque Reeves filma bien y logra incluso algunos momentos muy lindos de verdad, como la escena de baile multitudinario en la calle, con The Band haciendo The Weight de fondo (un relumbre solitario, debo admitir, capaz de arrancarme un escalofrío). Además utiliza el 3D con una maestría discreta y ligera, como si hubiera comprendido de forma cabal que la profundidad de campo no es un mero arte decorativo, que tiene como fin alagar de modo espurio los sentidos del espectador, sino una auténtica cuestión de fe en la posibilidad del plano para incrementar dramáticamente el relato. En El planeta de los simios: Confrontación la única emoción verdadera, tristemente, es aquella que está destinada a pasar casi inadvertida.
Una o dos veces al año, como mucho, Hollywood sorprende y se despacha con un tanque de enorme presupuesto que, además de impresionantes imágenes y efectos especiales, despliega originalidad, talento, emoción, y con un poderoso marketing detrás se convierte en uno de esos films obligatorios imposibles de dejar pasar. El Planeta de los Simios: Confrontación es, increíblemente, la segunda película de semejantes características que se estrena en el año (la otra fue, sin duda, Al Filo del Mañana, aún en cartel) y apenas estamos en Julio. Cierto es que Confrontación... aprovecha una enorme ventaja: la base de la cual parte era de por sí bastante sólida, ya que el trabajo pesado de la reinserción cinematográfica de los simios estaba hecho, y el público ya había respondido de manera entusiasta. Pero ésto, se sabe, a menudo es un arma de doble filo: con una buena primera parte y el acompañamiento unánime de la crítica especializada, la alta expectativa es algo que puede generar decepciones y finalmente resultar un factor en contra. Seguramente el lector, a la altura de esta reseña, ya habrá escuchado hasta el hartazgo que éste es uno de los mejores films años. Y lo mejor de esta película es justamente eso: aún recomendándola en exceso, no hay modo de inflarla para que luego se termine pinchando, porque es de por sí ya enorme y por ende no lo necesita. Difícilmente el espectador permaneza indiferente frente al resultado, aún si no tiene el contexto de la saga original o si no se interesa demasiado por la ciencia ficción. La historia retoma exactamente donde la anterior concluye: hasta los títulos iniciales son una continuación de los créditos precedentes, y explican cómo el virus expandido años atrás ha sido devastador para la humanidad y por eso tan sólo quedan unos pocos, inmunes, que buscan abrirse paso ante la inevitable extinción. En paralelo, claro, los simios poco a poco van tomando el poder: primero es un puente, luego un bosque, pero se sabe que la ciudad es la verdadera jungla. Al menos Caesar (Andy Serkis, lord del motion capture) es consciente de ello porque, claro fue criado por humanos y los conoce mejor que nadie. Y lo hace en todo sentido: ha visto el lado oscuro pero también el luminoso de los hombres, y es por eso que, en un principio, no predica guerra. Algo que no parece sucederle a Koba, su mano derecha, cuya opinión está enceguecida por su resentimiento. El amor y la lealtad posee una pureza natural en los animales, pero cuando entra en juego la razón también lo hacen la ambición, la codicia y, sobre todo, el odio. Condición que, finalmente, parece no ser excluyente para la raza humana. Son estos los tópicos que aborda con inusual sinceridad -al menos, para la mega industria del cine- el director Matt Reeves (Cloverfield, Let Me In) que en ningún momento cae en situaciones obvias y así logra dotar de una increíble humanidad a sus mal llamadas bestias, a la vez que comprende que no hay héroes y villanos de uno y otro lado sino que hay, solamente, seres pensantes y emocionales luchando, apenas con distintos intereses. Si unos son más nobles que los otros es algo que queda a discresión del espectador. El Planeta de los Simios: Confrontación no es tan importante a nivel histórico cinematográfico como la original de 1968, pero sin dudas es la mejor de las secuelas y construye, además, el arco dramático que finalmente promete expandirse en dirección a la novela original que le dio vida, La Planète Des Singes, de Pierre Boulle.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
La historia se desarrolla en un San Francisco post-apocalíptico, donde un virus, proveniente de los monos, ha arrasado con la mayoría de la población humana, solo sobrevivieron los que poseen inmunidad al mismo. Por otra parte, en las afueras de la ciudad, tienen su comunidad los simios, simios evolucionados los cuales adquirieron el hábito del lenguaje, aunque solo lo utilicen para comunicarse con humanos. El enfrentamiento será inevitable, ya que donde habitan los simios hay una gran represa que es indispensable para los seres humanos quienes necesitan suministros de energía. Los simios se encuentran en la etapa de humanización donde el honor y la palabra tienen peso, y no se aniquilan entre la misma especie. Pero como un síntoma, y porque no también como una justificación para iniciar la ofensiva, emerge un simio enemistado con los humanos (quién tiene sus razones de estarlo, ya que fue torturado por los mismos es pos de experimentos) que rompe la regla y libera la anunciada confrontación. Más allá de la nobles y pacifistas intenciones de Cesar (el líder de los simios) y de algunos de los humanos, el director elige como desencadenante del conflicto bélico, la traición entre iguales. No solo se desencadena este conflicto, sino que los simios dan otro paso hacia la (in)evolución para asemejarse aún más a los humanos. Ya actúan a la par, la lógica está instalada, así como la pugna de intereses. El gran acierto de este filme es que los recursos tecnológicos no son caprichosos, sino que están muy bien utilizados en función del relato. Desde las secuencias de acción, impresionante la apertura en la que vemos una cacería donde los simios persiguen a sus presas, la cual es premonitoria del conflicto, hasta el capture motion. Todo es muy verosímil. Debo confesar que esperaba más de la historia (alguna vuelta de tuerca). Es cierto que se trabaja muy bien la psicología de los personajes, son ambiguos, hay algunos con necesidad de poder, otros de venganza, también otros de convivir en paz… cada uno tiene su razón de ser y de actuar. Pero a nivel macro la cadencia narrativa es despareja, el relato pierde intriga (también pathos) y se torna predecible. Esta entrega de El Planeta de los Simios confronta, pero no revoluciona. María Paula Rios redaccion@cineramaplus.com.ar
Notable y decepcionante Es sorprendente cómo una película puede empezar tan bien y terminar tan mal. La primera entrega de esta nueva saga, El planeta de los simios: Revolución, era un ejercicio de género poderoso, un ejemplo de destreza narrativa y de puesta en escena, y contaba con escenas de acción trepidantes que en su gran mayoría ocurrían en interiores. La idea central era básica pero tenía mucho de catártico, y era imposible no empatizar con el grupo de simios torturado por los humanos que finalmente lograba revelarse y escapar del laboratorio. La película además tuvo el mérito de lograr, mediante una combinación de técnicas de animación, a varios personajes reconocibles y con personalidad entre los mismos simios. Esta película cuenta con varios de esos mismos méritos, e incluso con escenas de acción (esta vez casi todas en exteriores) que superan a las presentes en aquella primera parte. La escena en que los simios se aglomeran y hacen una demostración de fuerza trasladándose hasta un contingente de humanos armados hasta los dientes maneja el suspenso y la tensión con maestría. Más adelante, en la batalla misma, un par de planos secuencia, uno desde la perspectiva de una torreta de un tanque y otro desde el interior de una casa que está siendo destrozada por los simios, cortan el aliento y sorprenden de lo bien que están logradas. También es notable el planteo de una situación en la que en ambos bandos los personajes principales desean la paz, pero que el miedo generalizado lleva a un equilibrio precario que puede irse de las manos continuamente, con la sospecha de que la chispa que detone el polvorín se encenderá –a pesar de ellos– en cualquier momento. Pasado quizá un 60% de la película se llega a una bajada de ritmo terrible, a ese espacio de distensión en que los personajes se sinceran y revelan sentimientos, cayendo en lugares comunes terribles y en líneas de diálogos obvias que subrayan innecesariamente mucho de lo que tan bien venía sugerido desde la anécdota. Que los simios son muy similares a los humanos, que en toda raza hay individuos bien y tipos más jodidos. Otro problema es que César, el líder simio, al principio de la película se comunicaba con señas con los otros monos y pronunciaba apenas unos monosílabos –que además, por estar distanciados y dosificados, eran realmente impactantes–, pero sobre el desenlace ya prácticamente está recitando versos de Walt Whitman, perdiéndose esa gracia. Quizá lo más indignante, o lo más decepcionante de esta película, –considerando que es tan poderosa su primera mitad– es la conclusión final del simio protagonista (el que no la vio quizá debería dejar de leer por aquí); de que, visto y considerando que la guerra ya empezó y que los responsables de haberla desencadenado fueron los mismos simios, no hay más remedio que continuarla hasta sus últimas consecuencias. Un razonamiento bastante absurdo, visto y considerando que las guerras podrían terminarse si hay voluntad expresa por parte de los atacantes, que bien los simios podrían esconderse una vez más en el bosque o en donde fuere (a fin de cuentas el mundo está deshabitado) para nunca ser encontrados otra vez. Pero nada, parecería que la guerra es un juego que vale la pena continuar hasta el final.
Justo cuando parecía que no había ninguna esperanza de ver un gran blockbuster este año, Hollywood distribuye su -hasta ahora- película más inteligente. No entraremos aquí en explicar qué lugar ocupa este film en la serie: mejor decir que es la continuación, diez años después, de aquella sorpresa enorme de 2011 que fue El planeta de los simios: revolución. César -ese chimpancé genéticamente “mejorado” que interpreta el experto en personajes digitales Andy Serkis- es líder de los simios, que han evolucionado. La Humanidad está diezmada y la convivencia entre seres humanos y monos es compleja: en el film, ciertos acontecimientos llevan a la guerra. Lo que importa aquí es que, con inteligencia, el “mensaje ecológico” se ha vuelto político en un sentido amplio; es decir, universal. Y que si bien hay algo de pretensión (y algo de solemnidad inútil y didactismo barato), la realización visual conmueve por su fuerza, su claridad y su creatividad. Las verdaderas emociones del film aparecen cuando todo se pone en movimiento, lo que no deja de ser preciso cuando la historia se basa, en gran medida, en la incomunicación o la imposibilidad de la empatía. Aquí no hay villanos ni héroes, o los hay de ambos lados: de allí el impacto emocional y, también, estético. Lo más sorprendente de esta película es menos su “tema” o sus “profundidades” sino -de allí lo “inteligente”- que la cámara siempre esté donde debe estar.
El planeta de los simios, confrontación, es una película técnicamente impecable repleta de emoción y escrita con el alma. Si bien es una película de ciencia-ficción, la interesante historia tiene mucho de aventura y además presenta un alto dramatismo que involucra al espectador de tal manera que termina sintiendo que lo que está viendo...
El paraíso perdido En “El planeta de los simios: (R)Evolución” veíamos el nacimiento de un líder en la figura de César, el chimpancé evolucionado que logra a su vez hacer evolucionar a otros simios y escapar del dominio de los hombres: allí se evidenciaba el mitema del salvador de los oprimidos criado por la casta gobernante (con Moisés como uno de sus representantes emblemáticos). En esta secuela, se abordan otros tópicos no menos intensos, empezando por la idea del “paraíso perdido”: de cómo una nueva sociedad de “buenos salvajes”, que debería estar limpia de los vicios de las sociedades humanas no puede evitar caer en los mismos, en una aniquilación de la pureza (“El señor de las moscas” también abordaba el tema, con una minisociedad de niños-jóvenes). Y también un tema de candente actualidad, mientras vivimos un nuevo ciclo de violencia y recriminaciones en el Medio Oriente: ¿pueden los bienintencionados de dos bandos en pugna detener una confrontación que parece inevitable? Odio en la sangre Pero vayamos un poco a la historia. De la experimentación de la que salió la primera generación de simios inteligentes también surgió una plaga mortífera llamada gripe de los simios, que causó un exterminio mundial. Así que César y los suyos pudieron prosperar en un bosque cercano a San Francisco y construir allí una sociedad, basada en el principio de “simios no matan simios”. Han pasado diez años y hace un par que no saben nada de los humanos. Así felices y contentos hasta que se topan con un grupo de homo sapiens: se trata de una misión que busca reactivar una planta hidroeléctrica para alimentar a la reducida colonia superviviente de San Francisco, encabezada por Dreyfus y Malcolm, este último al frente de la misión exploradora, acompañado, entre otros, por su hijo Alexander y su compañera Ellie. Se trata de una familia ensamblada a la fuerza, por las pérdidas de uno y otro lado en la peste. Mientras César y Malcolm buscan una paz que permita activar la planta y que cada uno sea feliz con los suyos, Dreyfus empieza a pensar en planes de defensa en caso de que haya que luchar contra los muchachos peludos. Y del otro lado hay algo peor. Se trata de Koba, uno de los primeros “libertos” por César, uno de sus laderos de mayor confianza, que ante la reaparición de los humanos no puede dejar de recordar las torturas a las que fue sometido. “De los humanos... Koba sólo aprendió a odiar”, será la acertada definición de César. Ese resentimiento (“justificado”, si se quiere) terminará corrompiendo el alma de Koba, probando la certeza de la frase de Don Ramón: “La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. Así, encontrará su propio camino de violencia, violando lo más sagrado de la sociedad simia para forzar una guerra que César y los suyos (su hijo Ojos Azules, el orangután Maurice y otros colaboradores) como Malcolm y su familia tratarán de parar, aunque el resultado deje un sabor amargo. Despliegue Si en la reseña del filme anterior destacábamos el extrañamiento y la intranquilidad que generan los ojos humanos en los rostros simiescos, baste con decir que esta cinta abre y cierra con la mirada de César, más atribulado al final. Y ésa es la punta del iceberg de la realización visual (plagada de escenarios reales al aire libre combinados con ciervos digitales), cuyo punto más alto es lo que Weta Digital ha logrado en el campo de la motion capture, la técnica que permite a un actor involucrar todo su cuerpo y su gestualidad en un personaje que pueda luego ser “vestido” digitalmente. Ésta debe ser una de las veces que más se luce la técnica, por la cantidad de actores involucrados, volviendo creíbles y sin fallas a personajes como César (Andy Serkis, el actor estrella de esta técnica, desde que interpretó a Gollum, y protagonista exclusivo del cartel), Koba (un ser temible, motorizado por Toby Kebbell), Ojos Azules (con Nick Thurston debajo de la piel, un impulso juvenil en la duda) y Maurice (Karin Konoval en un personaje masculino). Del lado de los humanos, Jason Clarke le pone cuerpo y alma a Malcolm, aunque para algunos peque de inexpresivo. Gary Oldman hace otro de sus pequeños grandes personajes (un actor que puede pasar de lucirse en El topo a hacer lo suyo en La profecía del no nacido) como Dreyfus, y se vuelve adorable la reaparición “a lo grande” de Keri Russell, la mítica Felicity de la serie que el director de este filme, Matt Reeves (quien sucedió a Rupert Wyatt en la franquicia) supo crear junto a J.J. Abrams. Kodi Smit-McPhee hace lo propio con el reservado Alexander, el hijo que termina de dar cierta simetría a las familias de Malcolm y César, como para aumentar la empatía (aunque Cornelia, la compañera de César interpretada por Judy Greer, sume un bebé a la familia). Los guionistas Rick Jaffa y Amanda Silver asocian en esta ocasión a Mark Bomback para el guión, y vuelven a dejar las cartas echadas para una continuidad. “La guerra empezó, y los simios la iniciaron. Y los humanos no perdonan”, afirmará el líder primate. Si acá hay violencia, en la próxima habrá lucha a muerte. A pesar de la buena voluntad.
Naturaleza salvaje. Dentro del espectro de las grandes franquicias de ciencia ficción, no existe una saga cinematográfica más pesimista que la de El Planeta de los Simios. Mientras las demás distopías de la pantalla grande se permiten un momento para dedicar una luz de esperanza al futuro posible, la obra sobre una sociedad humana dominada por los primates siempre alterna por ver el vaso medio vacío del circular ciclo bélico en la sociedad. Y la reflexión continúa con El Planeta de los Simios: Confrontación (Dawn of the Planet of the Apes, 2014), fascinante estudio de la organización de la violencia que, a su vez, puede darse el gusto de tener monos montando a caballo mientras disparan ametralladoras. Diez años después de que James Franco causó por accidente el apocalipsis de su raza al liberar una pandemia que silenció a la humanidad, el antes inocente chimpancé César (Andy Serkis) es ahora el líder de una creciente comunidad inteligente, en una metrópolis de madera y piedra construida a las afueras de San Francisco. Vuelto padre, marido y mentor, el primer simio parlante trata de construir un nuevo mundo con reglas de respeto, una semblanza de mañana para dejar a sus generaciones. Pero todas sus ilusiones caen en forma de un grupo de hombres, con un encuentro sorpresivo que resulta en un animal herido y el inicio de una serie de idas y vueltas de las cuales se hará más complicado regresar. A pedido de su exigente mano derecha, el violento Koba (Toby Kebbell), César marcha a imponerse frente al improvisado refugio de humanos en la zona. Para un pueblo que sólo esperaba encontrar una nueva forma de generar electricidad e impedir la anarquía que viene con la falta de recursos, el descubrimiento de un ejército de animales que hablan no ayuda nada. Con el reloj contando hacia la aniquilación, los intentos de paz entre César y un explorador humano (Jason Clarke) no harán mucho frente a las presionadas decisiones de sus subordinados y líderes. ape Ese es el terreno con el cual se maneja Matt Reeves, que ya mostró su marca en el terreno fantástico a través del legado de Cloverfield, que ejecutó el terror en primera persona en mejor forma que sus descendientes (meros intentos de aprovechar con el found footage para sacudir la cámara sin problemas y generar interés), o la remake Déjame Entrar, tan innecesaria en su fundación como hermosamente atractiva en su resultado final. Esta vez, su confianza en el material se vuelve a mostrar desde el primer minuto, en el cual logra transformar el clásico cliché de “noticieros informan sobre el pandemonio” en una simple y conmovedora pieza que refleja la muerte mientras establece la caída de la globalización. A esta altura, esa seguridad se siente refrescante a la hora del climax, con incluso las dedicadas y meritadas batallas explosivas entre humanos y simios tomándose tiempo para momentos de personaje, o estableciendo maestría en composición y elegancia en elementos como la toma continua. Es el enfoque indicado para una secuela que, en lugar de ir específicamente por la premisa hollywoodense más grande, más exorbitante o más loca, agarra un suceso de forma introspectiva para darle sentido a todo lo que viene después. Una historia pequeña que se expande, sin caer en lo sencillo. Un relato pacifista pero no soñador, sobre como padres e hijos se pierden en el precipicio de decisiones sin fundamento y rencores condenados. Para una película que es sobre el preámbulo de una dominación mundial por parte de animales sin pulgares opuestos, es bastante impactante lo serio que se pone. Pero es en el enfoque de los guionistas Mark Bomback, Rick Jaffa y Amanda Silver donde todo encaja. En manos de escritores pretenciosos, ingenuos o vagos, el conflicto sería entre dos conjuntos que sólo tienen el prejuicio de que “el otro es distinto”, como en las mil caricaturas que abundan en historias salidas de jardín de infantes. Y si bien el racismo es parte de esta historia, la inteligencia está en no darle tanto lugar como se hace con los complejos ingredientes de la guerra, vistos en pantalla. Por un lado, los humanos están gastando sus chances, con la posibilidad de una presa oculta en el terreno de los simios siendo quizás la última jugada para volver a conectarse a la cordura antes de ser tragados por el caos de la extinción, visto en la década pasada durante la masacre causada por la enfermedad extendida por sus peludos opositores. Mientras tanto, los primates tratan de establecer su propia vida, y saben que la fallida forma humana, aquella que antes los aplastó, los puede volver a perjudicar. ¿Puede uno cuestionar el llanto del líder de los sobrevivientes (interpretado por Gary Oldman) al ver lo que perdió? ¿O manifestar contradicciones a la precaución del pigmeo Koba tras mirar las cicatrices de las muchas torturas que le hicieron quienes ahora les ruegan por ayuda? No, pero es en las consecuencias donde todo se vuelve espeso, sin importar los problemas de energía o la mala sangre. En el reflejo de ambos lados, el drama se vuelve más realista, en especial al trazar paralelos con la triste historia nuestra (si piensan en el Medio Oriente o en la política estadounidense post-11/9, no están enloqueciendo). War De todas formas, la ironía es que nada de este intento por tratar nuestra humanidad habría funcionado sin la ayuda de los últimos efectos especiales de primera. Dice bastante sobre el giro de la tecnología como el motion capture, antes repulsivo debido a la falta de alma detrás de los ojos, puede hoy expresar tanto para hacernos creer que un mono puede hablar. Sin embargo, los FX son sólo herramientas, usadas sabiamente como fondo a las interpretaciones. ¿Quieren una prueba? La mitad de la película consiste en gruñidos y usos del lenguaje de señas, enseñado por César a sus compañeros animales. Con la tendencia actual a jugar por lo seguro en los tanques destinados a llenar butacas y vaciar las bolsas de maíz de las confiterías, es genuinamente sorprendente ver una producción que logre apostar a una propuesta de inmensos subtítulos (el veneno de la audiencia estadounidense) y devotos pasajes dedicados a analizar los rostros de los simios digitales. Sólo hay una cosa más sorprendente: el hecho de que funciona. Uno cree que los animales están ahí, especialmente al ver el magnífico uso de la tierra y el agua para darle realismo a sus pieles. Si conocen a un animador, pregúntenle cual es el mayor desafío a la hora de hacer que algo cobre vida. Lo más probable es que les digan que es el pelo. Y aún si salimos de los píxeles, si esto cierra, es en su gran parte debido al elenco. No es nuevo alabar a Andy Serkis, pero el hombre se lo merece: con su habilidad para transformar el más extraño de los roles en un trágico personaje, el pionero en lo digital demuestra de nuevo como revoluciona la idea de actuación al darle vida de nuevo al carismático César, y la forma en la cual sus ideales de paz se rompen es imperdible de olvidar. Pero esta vez, hay alguien que le combate el trono al ex-Gollum, y es el británico Kebbell (visto antes en películas como Control y RocknRolla), que le trae ingenio y carisma a su Koba, quien tras ser perturbado por los humanos decide volverse perpetuador, evocando incluso tonos de relatos míticos antiguos. Decir que estos dos se comen al resto es ser breve, pero conciso. dawn_of_the_planet_of_the_apes_43850 Ese es el encanto de El Planeta de los Simios: Confrontación, film que logra ser íntimo, masivo, realista, fantástico, conmovedor y tensionante al mismo tiempo. Mereciendo ser comparado con la entrega original de la franquicia, esta película nos tiene con la boca abierta frente a la maravilla proyectada frente a los ojos y, a la vez, lleva a la mente en un recorrido que, por desgracia, conocemos demasiado.
Luego de los hechos que sucedieron en El Planeta de los Simios (R)Evolución, Cesar se alejó junto a su familia de simios de los humanos y continuó sin saber nada de ellos por unos largos años. Así crearon su nuevo hogar, pero en El Planeta de los Simios: Confrontación todo cambia cuando los humanos re-aparecen y la confrontación comienza. I need to speak to Cesar!! Retomando los hechos que vimos en la primera entrega de esta nueva saga de El Planeta de los Simios, vimos que Cesar (Andy Serkis) se fué junto a su familia a vivir al bosque de secuoyas en el cual pasaba sus tardes de ocio hasta que fue enjaulado en esa guardería que le permitió formar su familia, tal cual él la llama. Bueno, en El Planeta de los Simios: Confrontación pasaron tres años desde la otra peli y vemos que los simios poseen una ciudad en los arboles donde tienen escuelas, casas, una plaza central y hasta un pequeño palacio para su jefe Cesar. Ademas los Simios cazan para alimentarse y todos hablan con señales. Ademas de que algunos, los mas viejos, pueden hablar. Así es, haciendo referencia al I Need To Speak to Caesar! (Necesito hablar con Cesar) hablan y bastante fluido. Usando argumentos fuertes sobre como la familia es el futuro, en referencia a los simios más chicos. Hasta acá todo pinta bastante bien para los simios claro. Pero los humanos nos la vemos bastante complicada. El virus de la anterior entrega evolucionó y se propago durante estos tres años y mató a casi toda la raza humana salvo a todos aquellos que son inmunes. El problema empieza cuando los humanos se re encuentran con los simios y acá es donde empieza lo interesante. Todos, y me incluyo, van a decir: Es obvio que pasa esto, y ahora esto, fija que pasó esto me lo están diciendo con esa frase! Pero no gente, no. La peli va de un lado para el otro haciéndonos enganchar cada vez más. Osea, uno piensa que el bardo se va a dar de tal manera y forma. En cambio nos pegan una volantada tremenda que nos dejan perplejos y con ganas de ver más y más. Sabemos que esto va en camino a que se convierta en El Planeta de los Simios, y tal cual lo muestra el trailer se viene la guerra. Pero les tengo una buena noticia, la película es mejor que el fabuloso trailer ya que pasan muchas cosas que ahí ni siquiera se mostraron. Es la historia de como se forma un imperio, entonces muchas hechos importantes ocurren. Incluso cosas que nunca esperarías, pero que completan la historia de manera perfecta. Apes!! Together Strong Andy Serkis, empiezo a hablar del reparto destacando a este groso de la actuación. Para quienes no sepan quien es, es el loco que le dio vida a Gollum en El Señor de los Anillos y básicamente le da vida a casi todos los personajes que necesitan ser generados por computadora. En este caso hace del el planeta de los simiosprotagonista Cesar. En esta entrega Cesar tiene mucha más importancia que en la anterior. Esto hace que la labor de Serkis se note aun mas, nos ofrece una actuación excelente ya que vemos sus expresiones y sentimientos a través de ese simio generado por un ordenador. La verdad, pareciera que a Andy lo maquillaron ya que su actuación es excelente y digna de un Oscar. Cesar deja de ser un animal animado y empieza a ser un personaje completo en su totalidad. A su vez los otros Simios realizan una buena performance, y nos creemos lo que se estamos viendo. Algo que resaltar es que son Simios, osea hay tomas que no se nota el CGI, y parece que estamos viendo simios hablando y luchando contra los humanos. Es increíble como han logrado tanto realismo. Otra cosa, ¿Se acuerdan cuando Cesar grito ese NO! por primera ves? Que todos nos quedamos con la boca abierta. Bueno acá tenemos varias escenas así. Ademas me sorprendía cada vez que hablaban. Osea estaba apunto de decirle a la persona que tenia al lado: Che, mira el simio hablo! Así que imaginen. En cuanto a los humanos tenemos a Jason Clarke que hace el papel de Malcom, este hombre quiere proteger a su hijo y a su novia haciendo todo lo posible para que los humanos vuelvan a tener energía sin generar ningún tipo de conflicto con los simios, ya que estos viven cerca de una posible fuente de energía. A su vez tiene un papel muy importante en la historia, que como ya dije la trama va de un lado para el otro a medida que la peli avanza y esto hace que su rol también. Otro actor que se resalta en Gary Oldman, el hace del jefe de los Humanos, la verdad es un tipo que quiere lo mejor para su pueblo y se quiere salvar cueste lo que cueste. No es el típico malo, acá no hay malos cada uno tiene su propósito para sobrevivir. Esto es lo que hace entender las posturas del personaje de Oldman el cual tiene grandes momentos durante el film. En cuanto a la dirección hay tomas muy buenas, sobre todo las de los simios. Cuando se muestran la inmensidad y la cantidad que hay de ellos es impresionante. Las escenas de acción están logradas a la perfección y los usos narrativos para que no nos queramos desprender de la pantalla ni un segundo de las dos horas que dura la peli son fantásticos. Gran trabajo por parte de Matt Reeves. Conclusión El Planeta de los Simios: Confrontación es una excelente secuela que permite ver como evolucionó una civilización prematura y como se van desarrollando sus leyes y formas de vida. Ademas de que la historia se narra de manera excepcional tomando al espectador por sorpresa en cada hecho que se muestra. Andy Serkis trae a la vida a Cesar un personaje increíble que se siente real al igual que toda su familia de simios. Un gran trabajo narrativo y de dirección que no nos permite despegar los ojos de la pantalla y nos hace desear que esta historia nunca se termine.
De Matt Reeves, director de Déjame Entrar, llega la segunda parte de las nuevas aventuras de los simios. Y no decimos que es reboot por que no lo es, como aquel experimento desastrozo de Tim Burton en el 2001. En realidad, y para quien haya visto las originales (aquellas míticas películas de finales de los 60), sabrá que ocurren dentro del mismo universo contando la historia de lo que sucedió aquí en la tierra mientras Charlton Heston vagaba dormido en el espacio y regresaba a un planeta dominado por los simios, y descubría, en uno de los mejores giros de la historia del cine, que no era otro planeta sino la tierra misma. Ahora, después de atestiguar hace 3 años el orígen de Caesar, el simio que iniciara la "revolución" de su especie, nos encontramos 10 años después, en una etapa en la que la pandemia ha cobrado la vida de la mayor parte del mundo. Los pocos sobrevivientes se han agrupado y buscan sobrevivir a toda costa, buscando arreglar una presa en la misma zona donde césar y su colonia se han establecido. De este modo, iniciará una confrontación no sólo entre humanos y simios, sino al interior de cada grupo, descubriendo que en realidad no somos tan diferentes. Científicamente, sólo son 2 cromosomas los que nos diferencian como especie. Y aunque consideramos que inteligencia es hablar y comunicarse, hay personas que no usan su cerebro por el bien común. Quizá el verdadero fallo de todo este planteamiento es dotar a los simios de características tan humanas, creyendo que, si desarrollan su cerebro, lo único que harán es imitar el comportamiento de aquel humano que hayan tenido cerca: bueno o malo. Sin duda, más que ciencia ficción es una obra que podría dar para muchos análisis filosóficos, pero ese no es nuestro tema. Aquí nos encargamos de reseñar y recomendar películas y no cabe duda que El Planeta de los simios Confrontación es probablemente el mejor blockbuster de lo que va del verano: acción, ciencia ficción, entretenimiento y buen cine, bien pensado y bien ejecutado. Y sin duda, deberíamos pedir a la academia que modifique un poco sus reglas, porque el trabajo de Andy Serkis y de Toby Kebbell como Caesar y Koba, respectivamente, es de lo mejor que se ha visto en el motion capture. Hasta miedo da de lo real que parece y de cómo mejoran los efectos incluso con respecto al primer filme de esta nueva saga que, como insistimos, no es reboot, es un capítulo más de na historia que puede seguir siendo más profundo y con más capítulos.
Obra sólida que sin renunciar a ser comercial hace valer cada una de sus imágenes Tuvo un excelente comienzo en 2011 el relanzamiento de la saga “El planeta de los simios” con (R)evolución, por ritmo narrativo, creatividad para encontrarle intensidad dramática, y capacidad para hacer una relectura del texto original interpretándolo y re-significándolo; ofreciendo varias aristas para el análisis del espectador. A partir de la distopía en la que se planteaba la novela original y sus versiones cinematográficas, estas dos producciones consiguen construir un universo tan coherente desde la idea que se aparta del producto pochoclero hollywoodense y deja lugar a una cosmovisión política, social, económica e histórica que gira alrededor de la relación del ser humano consigo mismo, en función de su organización en sociedad; pero también con el mundo que lo rodea. “El planeta de los simios: Confrontación” toma la posta en el punto exacto dejado por su antecesora: uno de los científicos intoxicado en un laboratorio estornudaba sangre en la cara del vecino (piloto de avión) de César (Andy Serkis), provocando la propagación del virus que se veía multiplicarse en los créditos finales. Casi con los mismos gráficos vemos un globo terráqueo con la trayectoria que alcanza la enfermedad de un punto al otro, disparando a su vez varias redes de contagio. Superpuesta hay una serie de flashes informativos, comentarios e informes periodísticos (¡basta de este recurso por favor!), de manera tal que para cuando aparece el título sabemos que hubo un “paciente cero”, pandemia, disturbios, posibilidades de supervivencia de uno en quinientos y que, finalmente, sólo quedan algunas comunidades humanas incomunicadas por falta de energía. El “virus del simio” aniquiló la raza humana. A partir de allí, imaginamos que luego de la revolución iniciada ahora la cosa está más equiparada. César tiene su lugar en el mundo, una comunidad organizada a partir de su mensaje (transformado en causa) con él como líder y, por supuesto, tiene una familia. Mujer y dos hijos. Luego de una introducción en la cual vemos un ritual de caza con lección de “piensa antes de actuar” incluida, vendrá la escena disparadora del conflicto. Dos monos vuelven de pesca y se encuentran con un grupo de exploradores humanos en busca de reactivar una central hidroeléctrica para poder hacer contacto con sobrevivientes de otras partes del mundo. Presa del miedo, uno de ellos hiere de bala a un primate. El alerta deja enfrentados a ambos bandos y a la vez a sus líderes con sus lugartenientes. Veamos: en el bosque Koba (Tobby Kebbell), mano derecha de César, desea la inmediata aniquilación de los humanos pues todavía le queda rencor por los vejámenes sufridos cuando era un entretenimiento circense. Esto lo enfrenta al jefe desde el punto de vista ideológico ya que él sólo desea que cada uno habite en su casa en paz. Algo parecido ocurre en la zona donde antes se erigía San Francisco. Dreyfus (Gary Oldman) entiende que en su comunidad está todo a punto de estallar por la falta de energía y quiere atacar a los simios ante la oposición de Malcom (Jason Clarke), quién sólo quiere pactar con los monos para que los dejen pasar a arreglar la represa y después cada cual a su casa. El cuadro de situación entre el mono y el hombre podría resumirse en civilización y barbarie (estoy dispuesto a discutir cuál es cuál), pero viendo que unos y otros se encuentran en ambos extremos del puente de San Francisco es más jugoso pensar en la gran metáfora sobre la teoría evolutiva de la cual, entre el mono y el hombre, sólo queda un viejo puente a punto de desmoronarse, como una vieja idea cuya discusión ya carece de sentido. También de un lado y del otro se plantean juegos políticos, alianzas y traiciones, lo cual remite dramáticamente a conceptos shakesperianos. Los guionistas bebieron (muy bien) de “Coriolano”, “Julio César”, “El Rey Lear”, y hasta de “Macbeth” del gran dramaturgo inglés, si tenemos en cuenta la trama que Koba arma alrededor de un atentado. En cuanto a la fuente original, la novela de Pierre Boulle, más que una precuela hay, de parte de los guionistas Mark Bomback, Rick Jaffa y Amanda Silver, una deconstrucción previa de la idea para luego armar una nueva muy por fuera de todo lo realizado hasta ahora. Haciendo las concesiones visuales necesarias, Star Wars se puede ver en orden pese a que los episodios IV, V y VI se filmaron entre finales de los ’70 y principios de los ’80, con mucho menos adelantos técnicos. Por el contrario, una vez terminada de ver la tercera parte (a estrenarse en 2016) será poco soportable seguir en casa con las realizadas entre 1968 y 1973. No por una cuestión visual, sino conceptual, empezando por la multiplicidad de lecturas que permite esta nueva versión. No debería haber más que espectadores agradecidos al término de “El planeta de los simios: Confrontación”. Aún con cambio de director (Matt Reeves por Rupert Wyatt) la idea se mantiene intacta. Sólida. Estamos frente a una obra en la cual nadie renuncia a ser comercial, pero hace valer cada segundo de imagen en pos de hacer una historia bien narrada. Para luego quedará el análisis del texto cinematográfico, la interpretación del funcionamiento de la sociedad occidental tal cual la vemos hoy e incluso la detección de algunos homenajes sutiles al western de John Ford. Hasta eso es lujoso en esta gran película.
Civilización y Barbarie Estamos ante tanta zaga abusiva e innecesaria que padece hoy el cine, que no deja de llamarnos la grata atención, cuando se obtiene un logro secuencial como esta nueva visión del relato y personajes que originalmente nació en la novela de Pierre Boule (La Planète des Singes), e inició con la memorable peli de 1968, dirigida por Franklin J. Schaffner y con guión de dos titanes como Rod Serling y Michael Wilson. Ahora estamos ante una historia que se ubica en el futuro y -continuación- del filme de 2011 de Rupert Wyatt, esta vez la dirección es de Matt Reeves -realizador de "Cloverfield"-, y aborda apocalípticamente la estancia de los monos en su propio espacio -no muy lejano a San Francisco -Usa-, y que de pronto es interrumpido por la (nueva) aparición del hombre, ya que años antes una descomunal pandemia de origen simiesco acabó con casi la mayor parte de la población mundial. Los monos, que son guiados por el evolucionado César (estupendo Andy Serkis con esa mirada única), desean vivir en paz y hermandad animal, lejos del ser humano, pero estos están ávidos por obtener la energía eléctrica que se les acaba y solo podrán hacerlo atravesando territorio macaco. Habrá como se supone, choques y enfrentamientos, y la inminencia de la guerra entre ambos bandos. Que digamos cada uno tienen lo suyo, tanto para bien como para mal. Esta producción supera en mucho a la anterior -que ya era muy buena-, y ofrece un mayor cuidado en sus aspectos argumentales que no es fácil encontrar en la actualidad en cualquier pelicula yanqui. Los personajes están desarrollados magníficamente ajustados, casi perfectos y la tensión dramática de la historia tiene prioridad sobre los efectos especiales. Que bueno el disfrute de una peli que no le falta ni pizca de condimento.Una preciosura vea. Nota: Ya se anuncia para 2016 una nueva aventura, dirigida por el mismo realizador.
VideoComentario (ver link).
Un gran film. Combina el espectáculo, la ciencia ficción y el cine de aventuras. Pero va más allá: habla de la violencia, el liderazgo, la guerra y ese afán de dominio que sostiene a todos, hombres y monos. La primera hora es magnífica: tiene inventiva visual, diálogos precisos, personajes bien delineados, ritmo trepidante y una historia bien articulada, simple y contundente. El espectador está un rato al lado de los hombres y otro rato al lado los monos. Son dos batallones muy parecidos. Muestran ambiciones, miedos, recelos, pero también solidaridad y piedad. El encontronazo es inevitable. Es que los hombres y los monos saben que no hay acuerdos posibles cuando lo que está en juego es determinar quién es el dueño de las jaulas y dónde está el poder.
La historia se vuelve más oscura En 2011 tuvo lugar el estreno de El planeta de los simios: (r) evolución, dirigida por Rupert Wyatt, donde se contaba que una serie de experimentos de ingeniería genética que pretendía encontrar una cura para la enfermedad de Alzheimer da la pauta para el desarrollo de la inteligencia en primates. La gran evolución se producía en César, un chimpancé recién nacido que el científico Will Rodman decide cuidar como a un hijo, hasta que sus experimentos lo obligan a dejarlo en una instalación para animales de laboratorio. La revolución viene de la mano del mismo ser, que se revela contra los humanos, harto del maltrato recibido por él y sus congéneres. Derivada de aquella trama viene El planeta de los simios: confrontación, situada en un mundo distópico y no muy lejano. En ese nuevo presente, la sociedad humana sobrevive incomunicada del resto del mundo y al borde del colapso energético, mientras que los primates han fundado su propio espacio, con sus necesidades básicas cubiertas, sin las presiones del consumismo y reglas de convivencia pacifistas. Pero como es costumbre, las ambiciones y los egoísmos humanos y las conductas nocivas transmitidas a nuestros primos genéticos terminan por generar la tan temida confrontación del subtítulo. César debe hacer valer sus condiciones de líder justo y magnánimo, y sus recuerdos sobre la bondad de algunos hombres, ayudado por Malcom, un ingeniero que procura beneficios sin generación de perjuicios. Mucho más oscura en el guión y en la fotografía --un elemento de expresión que para el caso se vuelve protagonista-- esta cinta realizada por Matt Reeves, el mismo de Cloverfield, ya no enfoca en el vínculo hombre-primate, sino que se hace otras preguntas, sobre comportamientos opuestos que se pueden dar en el mundo supuestamente racional como en el aparentemente salvaje. Con sus excesivas dos horas y 17 minutos de duración --como gran parte de las superproducciones actuales--, logra, no obstante, mantener la tensión que se renueva cuando la atención de la platea atenta con decaer.
Luego de una muy interesante re imaginación de la historia previa al clásico de 1968, el director Matt Reeves decidió llevar adelante esta secuela que funciona muy bien como continuación de la historia del 2011 y que, con elenco casi renovado y con efectos especiales impresionantes, regala una experiencia cinematográfica muy gratificante.
¿Ellos o nosotros? En 1963 el escritor francés Pierre Boulle publicaba la que él consideraría su peor obra: La Planète des singes (El Planeta de los Simios). Hollywood tomó nota y enseguida empezó a desarrollar la adaptación. El elegido para dirigirla fue Blake Edwards, quien llevó a Rod Serling, creador de la mítica serie La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone, 1959-1964), para que escribiera el guión -hizo cerca de 40 borradores-. Finalmente, Michael G. Wilson sería el guionista y Franklin J. Schaffner el director, sugerido por el actor protagonista Charlton Heston. Aunque la película difiere algo de la novela, el film se convirtió en un éxito y tiene uno de los mejores finales de la historia del cine. Este hit daría lugar a cuatro secuelas y dos series de televisión (una de ellas animada). En 2001 Tim Burton quiso reinventar la saga con la remake El Planeta de los Simios, pero fue destrozada por la crítica y nos quedamos sin secuela. Una década más tarde darían en la tecla con El Planeta de los Simios: (R)Evolución, que tuvo muy buena aceptación por parte de la prensa y el público y que llevó a que tengamos hoy está muy buena segunda parte. Pasaron 10 años desde que el virus ALZ-113 acabó con casi toda la población mundial. César (Andy Serkis) se convirtió en el líder de los simios, que viven en el bosque sin preocuparse por el destino que tuvo la humanidad. Está por tener su segundo hijo con Cornelia (Judy Greer), mientras lidia con el primero, Ojos Azules (Nick Thurston), todo un "adolescente". Y es justamente él quien se topa con un grupo de humanos -los pocos que quedaron y que son inmunes- en el bosque. Lo que están buscando es poder acceder a la represa hidroeléctrica para poder generar la energía suficiente para la destruida ciudad de San Francisco, en donde se estableció un grupo importante de sobrevivientes. Malcolm (Jason Clarke), un ex arquitecto que sólo piensa en proteger a su hijo Alexander (Kodi Smit-McPhee), es quien convence a César de que le permita hacerlo y los ayude. Por supuesto que esa decisión traerá aparejado el recelo de personajes de ambos bandos que puede desencadenar en una guerra sangrienta entre las especies. Es muy difícil, ejemplos sobran, poder hacer remakes buenas de clásicos de culto. Pero más difícil es hacer secuelas que sigan a la altura, como es el caso de esta película. El encargado de esta obra es Matt Reeves, creador de Felicity y director de la sorprendente Cloverfield - Monstruo (Cloverfield, 2008). Reeves sabe lo que quiere contar y cómo hacerlo, y se nota en la puesta en escena del filme. Otro punto a favor es el paralelismo en las historias entre personajes de ambos grupos: tanto simios como humanos tienen su equivalente. Sus deseos, acciones o decisiones -por más errados o desacertados que nos parezcan- tienen su justificación y motor en el miedo al otro, lo cual hace imposible pensar en un "villano". Si bien es cierto que en el film hay más diálogo que acción, los minutos reservados para lo último se pagan con creces (atentos a la escena grandiosa en donde aparece un tanque). Hay una escena final postcréditos (sólo de audio) que nos da el pie para saber lo que se viene en la tercera parte, que sería en 2016, y que no augura nada bueno para el futuro de las dos especies. Los simios llegaron nuevamente a la pantalla grande para dar batalla. Han evolucionado y vienen dispuestos a reclamar al César, lo que es del César. Estén preparados.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Varios críticos compararon El Planeta de los Simios: Confrontación con El Regreso del Jedi. Al principio, dicha equiparación puede sonar exagerada pero luego de ver la secuela de El origen del planeta de los simios se puede afirmar que Matt Reeves hizo una gran película que supera a su antecesora. Diez inviernos pasaron de los hechos acaecidos en la película anterior. César vive en comunidad con sus compañeros simios y los humanos mantienen una fortaleza en lo que queda de la ciudad de San Francisco luego de que la "gripe de los monos" llevara a la humanidad al borde de la extinción. Ambos mundo chocarán y el enfrentamiento será inevitable. Matt Reeves (Cloverfield, 2008) se ocupa de cada personaje y muestra las complejidades de cada uno. El líder César ahora es padre y tiene la difícil misión de mantener a su comunidad unida. Por otro lado deberá guiar a su hijo que cuestiona alguno de sus métodos y vigilar a Koba, su fiel seguidor. Reeves logra una secuela a la altura de la primera película de la saga original y pone el enfoque en las relaciones que se darán entre César y los humanos, en búsqueda de un vínculo pacífico y de cooperación. El director se toma el tiempo justo para mostrar a cada uno de los personajes y su pasado para entender por qué actúan de determinada manera. Andy Serkis vuelve a realizar un trabajo extraordinario en la piel de César. Jason Clarke y Keri Russell son las caras visibles de la colonia humana junto a Gary Oldman. Pero el que se lleva toda la atención es Toby Kebbell con su interpretación de Koba, el simio liberado por César en la película anterior y que ahora pone a la comunidad en jaque. El Planeta de los simios: Confrontación es una gran secuela y deja preparado el terreno para una continuación. Esperemos que siga en las manos de Reeves, un director que encontró el equilibrio entre efectos especiales y la profundidad de los personajes, cosa que no es muy común en las grandes producciones del país del norte. 4/5 SI
Los monos arriba Continúa la historia de César con auténtica maestría. Cuando hace ya más de una década Tim Burton (un tipo que derrocha tanta locura como talento) se hizo cargo de renovar en la pantalla grande la saga de El planeta de los simios, metió la pata hasta el fondo del pantano. Lo que entregó fue una película tan burda que si la sinopsis hubiera indicado que encuadraba dentro del género Comedia no le iba a errar, porque provocó más risa que otra cosa. Igual, un tropezón no es caída, menos para alguien de sobrados laureles como Burton. Para remediar el zafarrancho y hacerle un poco de honor a la obra literaria creada por Pierre Boulle a principios de los ‘60, en 2011 se estrenó un nuevo filme subtitulado Revolución, que situaba a los protagonistas en los comienzos, cuando se daban los pasos iniciales por los cuales los humanos iban a terminar sucumbiendo ante los simios. El resultado fue por demás alentador, ya que el uso de la tecnología se resolvió mucho mejor y el elenco (James Franco, John Lithgow, Andy Serkis) cumplió con creces su trabajo. Llegado este punto hay que hacer uso de las frases hechas, porque si bien la regla general indica que segundas partes nunca fueron buenas, otra contrapone que toda regla tiene su excepción. El planeta de los simios: confrontación, tal el título de la continuación de esta franquicia reboot (historia que hace caso omiso de lo filmado hasta el momento y comienza todo desde el principio), es un producto de altísima calidad en todos sus aspectos: en su guión, en la edición, en lo técnico y en la performance actoral. Los reyes del bosque. César, el mono que en la cinta predecesora huía al bosque mientras su inteligencia crecía de modo exponencial, ahora lidera a los simios en una especie de sociedad, mientras que la raza humana fue diezmada por una epidemia. Sólo unos pocos sobreviven en las ruinas caóticas que quedaron de la ciudad. Por eso el mayor volumen de la trama se lo llevan los monos y las conflictivas relaciones que entre ellos se entablan: el líder, que tiende a una relación más o menos llevadera con los humanos, debe enfrentarse a un oponente que no quiere saber nada; y lo mismo pasa del otro lado, porque el personaje bienintencionado que interpreta el australiano Jason Clarke tiene en el veterano Gary Oldman a su contraparte. Párrafo aparte para Andy Serkis, un actor al que pocos le conocen la cara pero que merece entrar en el libro de los grandes, por sus brillantes interpretaciones de bestias gracias a la tecnología de la captura de movimiento (motion capture). En el rol de César, se merece un aplauso. El planeta de los simios: confrontación es un claro ejemplo de que los tanques de la gran industria cinematográfica no tienen que ser por definición artificios grandilocuentes carentes de calidad y contenido; si los recursos tecnológicos son usados en función de una historia que se quiere contar y no viceversa, es más fácil lograr una combinación que deje conformes tanto a los que buscan acción y efectos como a los ingresan a una sala en busca de arte.
“EL PLANETA DE LOS SIMIOS: CONFRONTACIÓN”: LUCHA POR LA SUPERVIVENCIA Luego del relanzamiento de la franquicia en el año 2011 – con la película que se conoció bajo el título “Rise of the Planet of the Apes” – llega la continuación de esta historia varias veces presentada en la pantalla grande desde la década del 60. En esta ocasión el largometraje, dirigido por Matt Reeves y con una duración que supera las dos horas, cuenta la evolución del virus que Will Rodman (James Franco) estaba probando en simios y que causa la muerte de la mayoría de los seres humanos. Malcolm y Dreyfus son protagonizados por Jason Clarke y Gary Oldman quienes deben defender a la comunidad de hombres, mujeres y niños que fueron inmunes al virus ALZ – 113 creado para incrementar la inteligencia de los primates. Ellos enfrentarán a Cesar (Andy Serkis), líder de los simios, que trata de confiar en los humanos a pesar de ser desafiado por algunos de los de su propia especie como Koba (Toby Kebbell). Los orangutanes creían estar solos después de años sin tener noticias del hombre, a quien consideraban su principal amenaza, e igual de confiados estaban estos últimos que no habían visto a un simio en un largo tiempo hasta que la necesidad de la comunidad humana cruzó la vida de ambas razas en busca de la energía que necesitaban aquellos para subsistir. Tanto de un lado como del otro había dos bandos: los que estaban a favor de la cooperación entre simios y hombres, en oposición a los que directamente consideraban que la guerra era la única opción. Malcolm y Cesar, a pesar de la desconfianza inicial, siempre trataron de llegar a un acuerdo para demostrarles a sus pares que podían imponerse el respeto y la convivencia. Sin embargo, Koba sería el principal obstáculo para el entendimiento de las partes e intentaría convertirse en el nuevo líder de los simios, poniendo a todos en riesgo. En el film se pueden ver desde efectos especiales hasta un trabajo sumamente detallista de parte de los actores que deben recrear a los simios. Son 130 minutos a la altura de una franquicia que viene de larga data, a diferencia de la remake llevada a cabo por Tim Burton en 2001 que nada tiene que ver con el relato que continua Reeves. Destacable por la ambientación de las escenas, por la forma de comunicarse de los primates, sin tintes futuristas innecesarios y con un mensaje claro respecto de la evolución de las especies, en la que el simio está involucrado debatiéndose por ver el lugar que ocupa en relación al hombre. Distinto para una película de ciencia ficción que no suele tener ese tipo de contenido oculto dentro del guión y que se puede ver en 3D aunque no es recomendable, ya que escasean las escenas que ponen en valor este tipo de cine. Probablemente una mejor puesta en práctica de las tres dimensiones quedará pendiente o continuará de la mano de quien tome las riendas de un final abierto.
El Amanecer del Planeta de los Simios es la secuela de la exitosa reimaginación de la saga iniciada por El Origen del Planeta de los Simios en el 2011. Haciendo honor a la tradición que ha caracterizado a la franquicia las nuevas entregas destilan imaginación e inteligencia e, incluso, uno podría calificarlas como superiores - en numerosos sentidos - a sus predecesoras iniciadas en 1968. Uno de los aspectos mas fascinantes de El Planeta de los Simios siempre ha sido su capacidad para evolucionar, dando enormes saltos narrativos y detallando historias separadas por decenas - sino centenares - de años de diferencia, dándole una increíble perspectiva épica a la trama. En la entrega que ahora nos ocupa, los márgenes de calidad se han mantenido e incluso superado, y uno podría afirmar que este capítulo representa la cúspide de toda la franquicia, debido a la inteligencia y riqueza de sus contenidos... un detalle nada despreciable considerando que ha sido concebido en una época en donde los guionistas de Hollywood se han enviciado con la superficialidad y el efectismo barato. Como suele caracterizar a los filmes de la saga, El Amanecer del Planeta de los Simios es otra entrega con tintes alegóricos. Quizás en capítulos anteriores el tono estaba mas marcado - la situación simia no difería demasiado de las injusticias padecidas por los afroamericanos en la racista y violenta sociedad estadounidense de finales de los años 60, generando un estado de tensión caracterizado por revueltas y la lucha por derechos igualitarios -, pero aquí también hay lecturas posibles. A final de cuentas aquí tenemos dos civilizaciones muy diferentes, las cuales se han visto forzadas a establecer lazos - siquiera temporalmente - y en donde pronto brotan situaciones de conflicto. Si uno traza paralelos, no es difícil leer el argumento de El Amanecer del Planeta de los Simios como un choque de culturas; y cuando uno establece los pros y contras de cada raza / cultura, pronto queda en situación de marcar su (relativa) superioridad racial. En ese sentido, el filme termina pareciéndose a Cruzada de Ridley Scott, en donde musulmanes y cruzados se veían obligados a convivir debido a la guerra, reconociéndose a sí mismos como individuos racionales y profundamente creyentes de sus convicciones, pero marcados tan a fuego por las diferencias establecidas por las mismas que la co-existencia definitiva jamás sería posible. Aquí tanto humanos como simios tienen su cuota de razón, y su desconfianza es válida; y, por otra parte, la tensión provocada por el roce implica que el conflicto esté a flor de piel y no tarde en nacer. Todo este escenario - que no deja de ser un ingenioso reciclado de Batalla por el Planeta de los Simios, el cual ha suprimido la presencia de los mutantes para subrayar el conflicto entre simios y humanos - está marcado por el prejuicio y la injusticia. Unos ven a los otros como los poseedores de la tecnología (y capaces del aniquilamiento masivo), pero se trata de una raza en extinción, un grupo de seres a los cuales la evolución les ha marcado el tiempo de retirada y que, en su minoría, se han vuelto tan desesperados como peligrosos. Los otros han sido despreciados por ser animales y no se les reconoce derechos ni paridad con los humanos - amén de que se les acusa de haber asesinado a la raza humana con el veneno que portaban en su sangre, como si ése fuera un detalle generado de manera adrede por la raza simia para castigar a sus brutales apropiadores humanos -... pero son superiores en número y fuerza. Es una situación realmente explosiva marcada por el resentimiento y la desesperación, por la necesidad de buscar enemigos (o culpables de la situación actual; recordemos que el grueso de los supervivientes ha perdido a la mayoría - o la totalidad - de sus familias gracias al virus dispersado por la sangfre simia), y en donde es difícil actuar con la cabeza fría. Es un mundo en donde no existe el perdón, en donde todo está marcado por el odio y el resentimiento, y en donde el genocidio está al alcance de la mano. ¿Cómo evitar la oportunidad de castigar al diferente, al cual culpo por mi actual situación de desgracia?. ¿Por qué no masacrar a la minoría, la cual parece querer aplastarme para asegurar su propia superviviencia?. Y debido a que cada individuo en este conflicto posee su pequeña parte de razón (y también de injusticia), todo ello genera una nutrida galería de personajes grises, tan coherentes en su pensamiento como brutal en su accionar. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/amanecer-simios.html#sthash.ZwDWzlpX.dpuf
Apocalipsis y lucha por la especie Hace 46 años atrás, la leyenda nacía. El Planeta de los Simios (1968), dirigida por Franklin J. Schaffner se basaba en la novela homónima de ciencia ficción de 1963 de Pierre Boulle. Contaba la historia de un grupo de exploradores humanos provenientes de la Tierra, que llegaron a un planeta en el que la raza dominante eran los simios, que contaban con una inteligencia y una civilización desarrolladísimas, mientras que eran los humanos los oprimidos que vivían casi como animales, y que no habían desarrollado ni la capacidad del habla, algo innato en sus pares terrícolas. Así fue el comienzo de una franquicia. Ocho filmes en total, con variaciones de calidad que fueron desde "Excelente" hasta "Pésimo". Cuando se retomó la saga en el 2001 de la mano de Tim Burton, el resultado fue un fiasco, pero El Planeta de los Simios: (R)Evolución, estrenado en el 2011, fue una grata sorpresa. Y ahora, llega Planeta de los Simios: Confrontación, que supera con creces las expectativas, ya altas desde la película del 2011. Un grupo de monos –que, como sabemos, fueron desarrollados genéticamente en un laboratorio- liderado por César, se ve amenazado por humanos que sobrevivieron el devastador virus ("Influenza Simia") liberado una década atrás y que liquidó a la mayoría de la población terrícola. Si bien parecen sobrevivir en armonía –debido, principalmente, al hecho de que no se han avistado mutuamente en años, esta paz resulta ser frágil, y ambas especies deberán intentar cohabitar sin problemas o terminar en una guerra que podría ser el fin de cualquiera de los dos bandos. Dirigida por Matt Reeves - Déjame Entrar y Cloverfield- y con un reparto excepcional que incluye a Andy Serkis –famoso por darle vida a Gollum en las sagas de El Señor de los Anillos y El Hobbit- como César, Jason Clarke de La Noche más Oscura como Malcolm, Gary Oldman como Dreyfus y Keri Russell –que se encuentra con Reeves luego de años desde Felicity-, Planeta de los Simios: Confrontación es uno de los mejores experimentos realizados basados en la novela de Boulle, y uno aventuraría hasta a afirmar que supera a la original de 1968. Es una película que, a pesar de no dejar de ser una producción de gran escala y de estrepitosamente gigante presupuesto, logra encontrar una complejidad emocional que no había aparecido antes, y activa en el espectador sentimientos y conexiones con los dos lados del conflicto, pero especialmente, y sorprendentemente, con los simios. Planeta de los Simios: Confrontación es sin dudas la más inteligente y ambiciosa de la "saga de los simios", y significa una evolución tanto a nivel emocional como en el de la construcción de personajes entrañables y complejos, que lleva a la franquicia a otro horizonte y que deja la puerta abierta para nuevos desafíos.
Empieza la guerra! Voy a empezar diciendo que me pone muy contento ver sagas de ciencia ficción y acción exitosas. Cuando nadie creía en el reinicio de esta franquicia luego del fracaso de Tim Burton, le puse todas las fichas y la verdad es que no me defraudó ni un poco. Ahora, con esta gran secuela logra mantener la calidad y promete seguir entreteniéndonos por un buen tiempo. "El planeta de los simios, confrontación" no llega a ser tan atractiva e interesante como fue "El planeta de la simios, revolución", pero no le faltó mucho para estar a la altura de la misma. Debo reconocerle a Matt Reeves ("Cloverfield", "Let me in") que le tocó lo más difícil, que es ofrecer una secuela interesante luego del tremendo éxito y la sorpresa que significó su predecesora. Debió encarar el hecho de que nuestros protagonistas simios ya hablan, han asumido su nueva inteligencia y están viviendo en una especie de comunidad indígena alejados de los humanos. Por todo esto, creo que Reeves como sucesor de Rupert Wyatt ("El planeta de los simios, revolución") está más que bien. Quizás le faltó un poco del corazón que puso el primero en "Revolución", del amor que imprimió en sus personajes y las relaciones complejas que entre ellos planteó, lo cual fue también mérito de Rick Jaffa, Amanda Silver y Pierre Boulle, guionistas del film. De todas maneras, Reeves nuevamente junto a Jaffa y Silver, sale más que airoso del desafío y ofrece una vez más un entretenimiento de alta calidad. En esta ocasión la trama se centra más en los simios, en cómo César y su comunidad van aprendiendo a vivir como seres inteligentes y en el choque que se produce con un grupo de humanos que necesitan construir una fuente de energía eléctrica en su territorio. La tensión está a la orden del día encarnada en el odio que tienen muchos humanos hacia los simios por la gripe mortal, que derivó en la muerte de gran parte de la población mundial a partir de los experimentos que llevaron a cabo con ellos, y por otro lado la desconfianza y el miedo que los simios le tienen a los humanos por como los han tratado en el pasado. El guión constantemente juguetea entre estos dos polos manteniendo un frágil equilibrio que por momentos se inclina hacia un lado y luego hacia el otro, provocando en el espectador sensaciones encontradas sobre que posición tomar. La guerra entre ambos comienza a gestarse con elementos de traición, celos, intolerancia y miedo. Esto está muy bien transmitido durante todo el metraje. A nivel técnico no hay nada que reprochar, destacándose nuevamente ese intérprete talentoso, pero poco reconocido en la industria, llamado Andy Serkis ("El Señor de los Anillos"). Su impronta se transmite a los personajes digitales a los que da vida y los dota de alma. Por otro lado, los efectos audiovisuales están a la altura del proyecto y acompañan muy bien la aventura dramática que se vive en pantalla. "El planeta de los simios, confrontación" explora la psiquis del ser humano polarizádola en dos especies distintas que al final de cuentas buscan lo mismo. Vemos tanto los aspectos negativos como los positivos de la inteligencia humana volcados de manera dual en los dos bandos, humanos y simios. Acá está la gran fortaleza de su trama. De todas maneras creo que le faltó un poco más de dramatismo a ciertos acontecimientos, lo que no dejó que esta secuela superara a la película anterior. En resumen, una película de acción, drama y aventura que entretiene desde su inicio hasta el fin y deja con ganas de ver mucho más. Reeves repetirá en la tercera parte, lo que nos deja bien tranquilos y ansiosos con su llegada. Recomendada.
Nosotros los monos Separados hace unos dos millones de años por la formación del poderoso río Congo, chimpancés y bonobos –los parientes vivos más cercanos a los humanos– evolucionaron de forma diferente en Africa central. Aunque parecidos físicamente, los primeros son más violentos, se agrupan en clanes dominados por un macho alfa y son omnívoros, mientras que los segundos son fundamentalmente frugívoros, tienen una organización matriarcal y le dan al sexo un rol clave, incluso para resolver sus conflictos. ¿La maldad es innata a los seres vivos o se adquiere a partir de la cultura? La pregunta, que intriga a pensadores de muy diversa procedencia desde hace siglos, es una de las cuestiones centrales de El planeta de los simios: confrontación, que este jueves llegó a los cines. En la primera parte de esta revisión de la clásica saga de ciencia ficción –(R)evolución, estrenada en 2011– un experimento en simios que intenta encontrar un tratamiento contra el Alzheimer sale mal y las cosas se desquician. En esta continuación, un virus derivado de aquellos experimentos (la gripe de los monos) mató a gran parte de la población, y los simios superinteligentes y los humanos sobrevivientes intentan convivir, otra vez divididos por el agua (en este caso, el estrecho de Golden Gate, en San Francisco). Los simios son liderados por César, un chimpancé conciliador y dialoguista. Su lugarteniente es Koba, un bonobo resentido por años de maltrato que desconfía de los humanos. Esa tensión guiará gran parte del relato y pondrá en cuestión una máxima de raigambre peronista (y aunque aparece algún gorila en pantalla, esto no intenta ser un chiste fácil): ¿para un mono no hay nada mejor que otro mono? Como pocas superproducciones hollywoodenses, El planeta de los simios: confrontación conjuga reflexión y diversión. Un gran show, que hace un uso discretamente espectacular del 3D y, a su modo, se acerca a las preguntas que vienen inquietando a algunos homínidos desde tiempos inmemoriales.
No vi ninguna película de la saga Transformers porque reúne todo lo que detesto, tanto en particular (los robots desangelados, entre ellos Michael Bay) como en general (el gigantismo, la primacía del efecto, etc). Todo lo que me hace apreciar, en cambio, la nueva saga de El planeta de los simios: con todos sus defectos, ahí sí veo “un amoroso intento de superación dialéctica donde el cine clásico sobrevive homeopáticamente en un nuevo cine desvinculado casi por completo del registro de lo real”, como dice Roger hablando de la última esperanza de Hollywood. Diría que por primera vez acepto la “(r)evolución” digital, aunque claramente sea la excepción a la regla y todo esté perdido: el futuro le pertenece a los robots, no a los homo sapiens Por eso mismo El planeta de los simios: confrontación me parece valiosa en el contexto de una cartelera de blockbusters que solo apelan a emociones primitivas y batallas sin fin. Aquí, en cambio, veo al menos una meditación sobre la política (aunque más no sea una “política explicada a los niños”, tal como yo mismo la aprendí viendo la saga original en los 70…). Y también una puesta en escena del conflicto entre dos mundos que intentan convivir: el de los principios bazinianos del cine y la (r)evolución digital. Veamos: El uso del 3D es notable precisamente por su relación con la construcción de un universo digital que bucea en el hiperrealismo, ya no para mostrar –como Spielberg en Jurassic Park– como dar vida a lo extinto, sino para pensar la inevitable evolución. Arriesgo creer que se trata de una suerte de resistencia baziniana (con perdón de la exageración), como la que intentaba Cuarón en Gravedad: incluso con sus contradicciones o caídas, ambas películas se plantean como puede convivir una imagen como ontología de lo real con la destitución digital de lo documental. Digamos que hay una concepción del universo digital a años luz de -por ejemplo- la contradictoria e insípida imaginación new age de Avatar, como si en su hiperrealismo simiesco hubiera un intento de mediación con lo real sin renegar del materialismo (“histórico” incluido…). De eso trata esta saga, finalmente: de especies que podrían convivir, aunque ya sepamos como termina la película y su lucha de clases… Lo que se discute es la posibilidad o no de una convivencia pacífica, que es la base misma de la política. Y todavía estamos en los albores de la creación del Estado simiesco, que hasta ahora solo tiene un mandato (“simio no mata a simio”), que encima se rompe en la peor resolución posible: quitarle al Otro su condición (o sea: la típica y humana salida hollywoodense para justificar la venganza como retribución). Ahí se puede ver la mayor nota discordante con su propio origen. La saga de los 70 (de la que ésta no es un burocrático relanzamiento) partía de la fidelidad a la idea original de la novela de Boulle, que era menos una historia de ciencia-ficción que una fábula moral al estilo de los Viajes de Gulliver de Swift: el héroe se ve inmerso en un mundo lejano que no es más que una inversión irónica de la humanidad y sus males. Pero a la discusión filosófica sobre la “simiedad” (y si los simios descendían de los humanos…) se le sumaba en los capítulos finales una mirada directa sobre el presente. No en vano esta nueva saga toma elementos de los dos últimos: si (R)evolcución tomaba como base La batalla del planeta de los simios (en la que César es una suerte de Malcom X encabezando una rebelión clasista y combativa), Confrontación replica La conquista del planeta de los simios (donde un César ya martinlutherkingesco se enfrenta tanto con un lugarteniente belicoso como con un grupo de humanos que quieren usar armas nucleares en su afán de acabar con el Otro). Es cierto que los lazos parentales están ahora en primer plano (ay, esos álbumes de familia…), pero en el caso del protagonista responden a la misma motivación: la relación del origen del héroe con un benefactor humano (raíz de ese amor por la humanidad del que sospechan los monos… y los críticos). No se trata de que las motivaciones psicológicas sustituyan a las políticas: el saludo final entre César y el buen hombre blanco logra mayor densidad que en un western porque sabemos que esta vez los indios van a ganar… y porque la película construye pacientemente esa identificación (política). Esta vez la naturaleza tiene sus razones. No se trata, por tanto, de otra estúpida fábula de Disney: en todo caso, la analogía que se puede hacer con El rey león está dada por la evidente inspiración shakesperiana (aunque en este caso se trate más de Julio César que de Hamlet), sin que tampoco debamos esperar esas profundidades: con pasar de Hobbes a Maquiavelo ya habremos adelantado. Y de hecho todo hace suponer que el conflicto se desarrollará, en ese futuro Estado simiesco, más por el trasvase generacional que por la acrítica asunción del lugar del padre (aunque parece que habrá César para rato…)
Publicada en la edición digital #264 de la revista.