Un homicidio ideal. Respetando el encadenamiento de las últimas décadas de películas tan autoindulgentes y sencillas como entrañables y extremadamente necesarias, si sopesamos el estado de una industria cinematográfica cada vez más empobrecida, el flamante opus de Woody Allen gira en torno a los interrogantes que han marcado a buena parte de la vertiente dramática de su carrera, esa que comenzó con el díptico conformado por Dos Extraños Amantes (Annie Hall, 1977) e Interiores (Interiors, 1978). El libre albedrío, el azar, la ética y la carga del devenir cotidiano dan vida al trasfondo de Hombre Irracional (Irrational Man, 2015), una nueva reformulación por parte del neoyorquino de uno de sus pivotes, Crimen y Castigo de Fiódor Dostoyevski. Joaquin Phoenix interpreta a Abe Lucas, un profesor universitario -con una importante depresión a cuestas- que descubre de manera aleatoria su “misión” existencial, esa que lo rescatará del alcoholismo y la apatía en las que está sumido por un cúmulo conscientemente ridículo de tragedias personales. Así las cosas, en un bar escucha una conversación que lo impulsa a considerar que el mundo sería un lugar mejor si matara a determinado miembro del sistema judicial. El contrapeso moral será su alumna Jill Pollard (Emma Stone), otro de esos típicos personajes femeninos del Allen contemporáneo: su quijotismo y curiosidad la llevarán a vislumbrar el maquiavélico plan de Lucas y luego a investigar sus movimientos. Mientras que en los primeros minutos se entretiene coqueteando con la comedia romántica basada en el esquema profesor/ alumno, a posteriori el director tuerce el volante hacia un tono intermedio entre el planteo distante de Match Point (2005) o El Sueño de Cassandra (Cassandra’s Dream, 2007) y la levedad efervescente de Misterioso Asesinato en Manhattan (Manhattan Murder Mystery, 1993) o Scoop (2006), esquivando a la vez la gravedad y el sarcasmo non-stop de antaño. Otro punto de referencia que no podemos pasar por alto es La Soga (Rope, 1949) del eterno Alfred Hitchcock, de la que el realizador toma prestada la premisa de un homicidio/ experimento con vistas a probar una hipótesis social. De hecho, el traspaso del plano ideal a la praxis ocupa un lugar preponderante en la obra de Allen, parodiando nuevamente al pobre diablo de turno mediante las inesperadas tribulaciones que va encontrando en su camino. En Lucas se unifican diferentes versiones de ese burgués erudito que el cineasta ha trabajado con anterioridad, desde el entusiasta que bordea el fanatismo hasta el presuntuoso que termina atrapado en una espiral de incidentes que él mismo creó. Luego de tantos años, aun hoy sorprenden la inteligencia y la fluidez del casi octogenario, quien sigue obsesionado con todos los coletazos de la responsabilidad individual y el rol que le suele caber a la pedantería en el amasijo de la estupidez humana…
CRIMEN Y CASTIGO III En su 45to. film, las reconocidas filosofías nihilísticas de Allen permanecen intactas, y constituye el fin de una imaginaria trilogía junto con “Crimes and Misdemeanors” (1989) y “Match Point” (2005) siendo esta la más “liviana” de las tres. El crimen y su efecto existencial es el núcleo del film que muestra a un profesor (Joaquin Phoenix) en crisis emocional, social y sexual que encuentra en el asesinato una razón de vida. El personaje de Emma Stone no logra ser su musa y funciona más como una “manic pixie dream girl” infatuada primero por el trastorno del profesor y luego convertida en la principal voz racional (y en off) del film. Precisa y simple en su estructura, Allen hace lo que mejor sabe, narrar en escenas que acompaña con un guión que deja en claro una vez más su visión del mundo, pesimista, a veces moralista y siempre cínico.
Nuevamente el Sr. Allen nos acerca un impecable cine, con su estilo único. En esta oportunidad nos introduce a la vida de Abe (J.Phoenix), un profesor de filosofía con problemas de alcohol que en el campus universitario atraviesa una crisis existencial, y la solución a esa crisis será controversial y hasta “divertida”. Joaquín, excelente en su rol, suma puntos a la película con su gran performance. Y Emma Stone (Jill) acompaña muy bien durante los 96 minutos que dura el film. Los diálogos son muy “Woody” y pasarán por los temas que siempre toca: morales y un tanto pesimistas, que de igual manera siempre dejan pensando al espectador. Inevitable pensar en Match Point (2005), pero esta vez el “malo” tendrá un merecido más justo.
Castigos y pecados. Woody Allen es un caso particular dentro de la cinematografía estadounidense: se halla lejos de Hollywood pero sin embargo toma prestada a sus estrellas para que protagonicen películas que se distancian temáticamente de la urgencia de la industria. Joaquin Phoenix es el protagonista de Hombre Irracional, una película que tiene una clara frontera entre dos géneros bien delimitados. La primera parte presenta a Abe Lucas, un laureado profesor universitario de filosofía que atraviesa una crisis existencial. Allen no tarda en desenvainar el clásico juego de seducción entre profesor y alumna (Jill Pollard, interpretada por Emma Stone) cuasi cliché, aunque el autor logra distanciarse de esos lugares comunes y aplicarle un cierto encanto visual desde la fotografía del enorme Darius Khondji. No obstante, el tufillo del contexto de pequeña burguesía aparece desde el comienzo aunque como señal de alarma, las menciones a autores literarios, filósofos y músicos académicos no presentan la sustancia de otras películas de la filmografía del director, sino que parecen simplemente para adornar un espacio o una conversación entre personajes. La segunda parte llega para confirmar que la primera simplemente sirve de apoyo teórico para probar una idea radical, nacida del azar y que involucra a Abe y a Jill, a partir de la escucha de una charla casual en un restaurant. En esta suerte de segundo acto tácito se despliegan más motivos del Allen oscuro, ese que con Crímenes y Pecados alcanzó su punto álgido, en la faceta de laboratorio científico de carácter social, interesado en probar con argumentos algunos conceptos sociológicos políticamente incorrectos. Es decir, aquellos que por alguna razón resultan más blasfemos por solicitarle a la filosofía que, como ciencia, realice al mundo un aporte práctico. Dicho aporte lo intenta de concretar este profesor, el cual reúne todas las cualidades del héroe alleniano: mujeriego, existencialista, amargado y -casi siempre- merodeador del suicidio. Lo que en principio aparenta ser un acto altruista, completamente desinteresado, se convierte en su salvación porque la consecuencia inmediata es la recuperación de una razón para vivir. Bajo una capa de timidez, Allen se anima en una escena a jugar a ser Hitchcock en la elaboración de un montaje asfixiante pero que puede pasar desapercibido porque se halla desprendida del resto del tratamiento visual. En un par de escenas posteriores, Khondji -el genio detrás de la luminosidad del Allen europeo- abre el obturador de su cámara para dejar entrar todo el sol (la escena de las bicicletas), el cual funciona también como el nuevo amanecer del protagonista. Phoenix y Stone, en estas escenas post clímax se muestran en una suerte de dialéctica actoral digna de las mejores parejas con las que ha trabajado el director. Si bien Lucas tiene esos elementos característicos mencionados, la composición de Phoenix se mueve por el carril de la sobriedad y más cercana a una filiación con su propio registro, el cual no parece alterarse si está en una película de Paul Thomas Anderson o James Gray. Emma Stone, en cambio, es una suerte de todo terreno, sin importar el protagonista de turno. El trío lo completa la ex princesa indie Parker Posey, como una profesora también atraída por Abe. Más allá de los aciertos, méritos y estrategias retóricas, Allen cae en la trampa de la misantropía al direccionar su historia hacia un final no solo predecible sino antipático pero cuyo problema no está en la teoría, precisamente, sino en la ejecución práctica de un cierre que no está a la altura con el famoso concepto del “crimen perfecto” que atraviesa toda la película.
Un crimen ferpecto En la última de Woody Allen, el académico Abe Lucas (Joaquin Phoenix) se instala en Newport para dictar clases de filosofía en la universidad. Su facha y la fama de sus papers –nunca queda muy claro sobre qué tratan pero, a juzgar por los alumnos y profesores, tienen cierta originalidad– le alcanzan para agitar un poco el clima del campus. Abe no se engancha con la popularidad que sembró en su estadía, sólo va de la casa al trabajo y viceversa. Disfunción eréctil, bloqueo creativo, vida social nula y alcoholismo son algunos de sus dramas de todos los días. No encuentra estímulos en su vida. En un bar junto a Jill (Emma Stone), la alumna con quien pasa algunos ratos libres –por decirlo así, ya que de romance hay poco y nada–, escucha la conversación de los desconocidos de la mesa de al lado. Una mujer llora y cuenta cómo un tal Spangler, un juez corrupto, aparentemente, le quitará la tenencia de los hijos. Queda un poco perturbado con esta noticia y decide hacer algo que lo repare. Algo puede ocurrirle al juez. Esta circunstancia lo motiva y le devuelve una razón de existencia. ¿Es legítimo el asesinato si se comete con el fin de un bien mayor? Hay una frase, atribuida a la prosa de Dostoievski que reza así: “Si Dios no existe, todo está permitido”. En verdad, es una pregunta que le hacen a Aliosha, el seminarista de Los hermanos Karamazov: “¿Qué será de los hombres sin un Dios y sin vida inmortal? ¿Se permitirá todo? ¿Podrán hacer lo que quieran?”. El razonamiento, propio de la moral conservadora, tiene su contrapunto en una afirmación de Lacan, que invierte la máxima y pone boca arriba el edificio ideológico: “Si no hay un Dios, entonces todo está prohibido”. Si se sigue en esta dirección, aunque más no sea para observar de cerca el comportamiento de un personaje, se puede ver un panorama más completo de las situaciones que pinta el director. Por ejemplo, Slavoj Žižek –otro rockstar de la academia, como Abe Lucas– entiende que Dios (o alguna idea elevada a esta categoría absoluta) es la razón por la cual todo puede ser permitido (el ejercicio de la violencia en contra de un enemigo que amenaza el orden). Su existencia permite justificar la transgresión, porque el encuentro con la causa sagrada trivializa los reparos respecto del asesinato y anestecia respecto del sufrimiento del otro. Claro, el filósofo esloveno piensa en los genocidios, los fascismos, fundamentalismos religiosos y otros tipos de violencia de masas, pero salvando estas distancias, Abe pone en marcha una estrategia parecida para justificar sus actos. Lo hace en nombre de una supuesta Justicia que acomoda las cosas en el orden social. Por lo menos eso es lo que alude el protagonista. Pero en verdad es un liberal ateísta (un hedonista, como los llama Žižek) en busca del crimen perfecto. Abe no es Iván Karamazov, ni Aliosha, y mucho menos Raskólnikov, porque hasta ese terreno no llega su buena conciencia. Se sabe que Woody Allen retrata con talento las inquietudes de su clase –no se le puede atribuir falta de coherencia, mucho menos en este caso–. Y no deja de ser un maestro de la narración, aunque Hombre irracional no tome un riesgo mayor y plantee muy por arriba algunos problemas éticos de larga data en la historia del pensamiento. Es una pena cómo resuelve del modo más “correcto” el destino de su personaje. Sin embargo, vale la pena ver cómo Allen acomoda las fichas para que tropiece con una linternita y en un gesto tan absurdo como irónico nos recuerde cuál es su arte. (“Somos simplemente parte de un todo mayor expuesto a distorsiones del destino”, en esto cree el ateísmo según Žižek).
Woody Allen en tono de comedia negra. Por amor a Dostoyevsky Allen y la literatura rusa. Un affaire que continúa -y crece- con el paso de los años. El fanatismo del viejo y querido Woody por Fiódor Dostoyevski ya es casi una marca registrada de su cine. No son pocas las películas del director de Annie Hall que hacen referencia a la obra del escritor oriundo de Moscú. Por ejemplo Crímenes y Pecados, Match Point, El Sueño de Cassandra, incluso en su comedia de 1974 La Última Noche de Boris Grushenko (que no casualmente transcurre en la Rusia zarista) podíamos encontrar un elaborado gag que hacía referencia a varios títulos de sus novelas. Por eso Hombre Irracional podrá resultar más de lo mismo para algunos, pero los fieles seguidores de Allen encontrarán aquí una de las comedias más atípicas de su filmografía. Abe Lucas (Joaquin Phoenix) es una suerte de estrella de rock entre los profesores de filosofía que, en plena crisis existencial y con algo de reparo, acepta un trabajo para enseñar en una universidad de Nueva Inglaterra. Su llegada revoluciona el campus y está en boca de profesores, alumnos y alumnas por igual. Una de estas es Jill (Emma Stone), una astuta y verborrágica joven de clase media que se obsesiona con Abe, y este, al ver un enorme potencial en ella, la toma bajo su ala. Comienza así entre ellos un juego de amor prohibido que los llevará a esconderse un alejado café y donde, de pura casualidad, Abe escucha una conversación que le terminará dando un nuevo sentido a su vida. Acongojada, una madre le cuenta a sus amigos como el juez que manejaba su divorcio y la tenencia de sus hijos falló inexplicablemente a favor de su ex-esposo. En ese momento Abe decide ejercer justicia divina. Se convence de que la señora y el mundo estarían mejor sin este juez corrupto, y a espaldas de Jill buscará eliminarlo cometiendo el crimen perfecto. Hombre Irracional bien podría ser una de las primeras incursiones de Allen en la comedia negra, si tan solo fuera fácil encasillar dentro de un género -o sub-género- específico. Lo cierto es que el guionista y director de 79 años no deja de lado sus obsesiones y vuelve a trabajar sobre la fantasía de cometer el crimen perfecto, dando lugar a otros tópicos favoritos de su filmografía como son la culpa, la moral y la justicia, y el elemento más peligroso de todos: el azar. Pero en sentidas ocasiones sucede que la dirección de Allen va en contramano de su propio guión. Desde distendidas interpretaciones, pasando por juguetonas melodías de jazz y una colorida fotografía del iraní Darius Khondji, todo sugiere una liviandad que de a ratos se siente opuesta al relato, o al menos no del todo integrada al registro que sugiere. La película mezcla géneros en los que Allen suele sentirse muy cómodo, como son la comedia, el drama, y en menor medida el thriller, pero aquí le cuesta trabajo hacerlos funcionar todos juntos. El papel de Abe es uno a la medida de Phoenix, un intelectual acosado por sus propios demonios. Es un rol que probablemente pase desapercibido en su carrera, especialmente luego de sus dos últimos trabajos con Paul Thomas Anderson, pero en el que el actor cumple sin mayores problemas. Por otro lado Emma Stone hace un trabajo muy divertido como un típica chica Allen. Y a pesar de haber estado nominada al Oscar por su solemne papel en Birdman este último año, es en mi opinión dentro del género de la comedia es donde podemos encontrar sus mejores trabajos (ver tan solo Easy A puede dar prueba de ello). En papeles más pequeños podemos encontrar a la "Reina del cine indie de los 90", Parker Posey, tambien en un papel sin mayores desafíos pero que se beneficia de su incuestionable talento para la comedia. Conclusión Hombre Irracional no se encontrará entre lo más destacado dentro de la enorme -en calidad y tamaño- filmografía de Allen, pero es interesante de ver como incluso en su película número 45 el director busca proponer algo nuevo, sin dejar de lado sus mañas. Es un film oscuro y pesimista disfrazado de una comedia light. No hará absolutamente nada por cambiar la opinión de sus detractores y quizás sean los fieles seguidores de Allen los que encuentren las razones para disfrutarla.
Lejos de la Magia a la Luz de la Luna que presentó el año pasado, la película anual de Woody Allen vuelve sobre los pasos a uno de los tópicos preferidos del cineasta: el crimen. Si bien su propuesta anterior entraba más en el territorio de lo ingenuo, Irrational Man sigue siendo una comedia, pero una que se regodea con lo cínico y lo oscuro del ser humano, en particular lo pertinente al hombre irracional del título, el profesor de filosofía venido a menos que interpreta Joaquin Phoenix. Allen ya jugó esta carta antes y con mejor resultado -no olvidemos la fabulosa Match Point, por nombrar una de sus últimas películas con la misma temática- y acá lo vuelve a hacer con una historia simple, sin mucha moraleja y con mucha filosofía de por medio. La primera mitad puede resultar tediosa, pero es necesaria. Es allí donde encontramos al desmejorado Abe Lucas, un despojo de hombre que ha perdido el rumbo en su vida, aunque todos a su alrededor no paren de tirarle flores a cada paso que haga y las mujeres lo encuentren irresistible. Llegado a un nuevo trabajo en la Universidad de Braylin, pronto es objeto de deseo de una colega, Rita -una estupenda Parker Posey- y una estudiante prodigio, Jill -la siempre hermosa pero aquí algo desnivelada Emma Stone- quienes poco a poco se disputarán su atención. Pero algo más llama la atención de Abe: la posibilidad de cometer el crimen perfecto y, a su vez, facilitarle la vida a otra persona que no sea él mismo. Sin proponérselo, el profesor ha encontrado una nueva razón de ser en este mundo. Si bien la primera mitad es pesada porque tiene que presentar a los personajes, es la segunda la que levanta el ritmo y se vuelve realmente una película de Woody Allen. El cambio de actitud de Phoenix, quien pasa de interpretarse a sí mismo a ser un personaje al que se le ilumina la cara y ve al mundo diferente, es fabuloso, y le da a la trama nuevas vías de exploración. Alrededor de él gira toda la historia, y por más intentos que haga Emma en seguirle el juego, simplemente no hay química entre ellos para estar involucrados románticamente, ni tampoco está justificada desde el guión la infatuación que tiene el personaje de ella para con su profesor. Por otro lado, Parker Posey se roba todas las escenas como la profesora pasada en alcohol cuyo matrimonio es una farsa, que no pierde el tiempo en tirarse a los pies de Abe y hasta plantearse escapar junto a él de su triste relación. Cada crimen conlleva un castigo, y es de lo mejor que tiene para ofrecer Allen como director y guionista los momentos en los que Abe es puesto contra las cuerdas, una y otra vez, con respecto al asesinato cometido al cambiar de capítulos la trama. Esa sensación de picar la curiosidad de la platea con respecto a la responsabilidad moral de los personajes y la retorcida diversión que ofrece, sobrepasa al pulido costado de comedia de Woody, tan pulido que sólo sus más acérrimos seguidores podrán encontrar altamente gracioso. Irrational Man es uno de los trabajos menores del director neoyorquino, que sigue compilando una impresionante filmografía, pero cuya calidad en este caso se ha visto golpeada ya dos veces. La presente y Magic in the Moonlight son lindas películas, pero ya no tienen ese lado mordaz del director. Quizás la próxima vez.
El hombre que nunca estuvo allí. Pocos directores provocan tantas expectativas como él; sin embargo, al entrar al cine y sentarse en la butaca a esperar a que comience lo nuevo de Woody Allen, uno ya sabe qué esperar. Han transcurrido varios años desde que sus mejores obras se proyectaban en salas por primera vez, y a lo largo de este período su cine ha afrontado (y superado) importantes desniveles. Aun así, es Woody Allen… y eso es suficiente para que nos sentemos durante hora y media a visualizar con entusiasmo su última película. Joaquin Phoenix conduce con estilo a lo largo de una carretera durante un día soleado; así comienza el film, así nos adentramos a aquel universo y así empezamos a suponer que Hombre Irracional (Irrational Man, 2015) es lo que promete. Una película bien realizada que quedará en las sombras de una imponente filmografía. En un principio todo gira alrededor de un gran cliché: la relación amorosa entre Abe Lucas (Phoenix), destacado profesor de filosofía, y Jill Pollard (Emma Stone), brillante estudiante universitaria; el hombre sabio, culto y especulativo, cansado de la vida misma, que despoja de cierta incredulidad a su alumna tras fortalecer un vínculo regido por el intelecto en primera instancia, reservando lo carnal en un segundo plano. Sí, esto supone ser Hombre Irracional, una comedia romántica más, adornada con espléndidas locaciones, una banda sonora impecable y una ilustre labor desde el departamento de arte. La historia comienza a agotarse rápidamente, no porque ya hayamos presenciado numerosas películas incitadas por un acontecimiento semejante, sino porque el director así lo desea; el film se reinventa y busca refugiarse en la premisa del crimen perfecto, otro disparador con el que Woody Allen ya ha trabajado previamente. Al igual que en Match Point (2005), el azar es una de las fichas fundamentales con las que el realizador se vale para condimentar el homicidio: Lucas propone que tanto el universo como la vida de cada uno de nosotros tomará un rumbo dominado por el azar, donde nos disponemos a confrontar hechos de mayor o menor importancia que nos afectan en determinada proporción, de manera irreversible. La “víctima”, un desconocido para el protagonista, no cuenta con nexo alguno que lo una al personaje encarnado por Phoenix, quien justifica su muerte convenciéndose de que su ausencia haría del mundo un lugar mejor, a causa del abuso de poder que aquel hombre ejerce diariamente. Matar le devuelve el sentido a su vida y le consigue un nuevo lugar en la sociedad, lugar que bajo sus ojos se encuentra más cercano al de un héroe que al de un criminal. Sin embargo, como se hace mención en el film, quien mata una vez, vuelve a hacerlo… Lucas emprende una nueva vida y junto a él, la película se re-direcciona hacia un punto de mayor interés. Lamentablemente, todo desemboca en un final predecible e insípido. La promesa de la causalidad regida por el azar se esfuma y entra en juego una cuestión moral poco interesante donde lo políticamente correcto es el factor dominante de los hechos. La sublime manipulación del espectador presente en Match Point, aquella posición ambigua y perturbadora de la culpa, y el valor que posee la suerte en la trayectoria de nuestras vidas, están en un campo muy lejano al que nos encontramos en este momento. No hay guiño, no hay vuelta de tuerca, todo sucede como debería suceder. A fin de cuentas se sale del cine satisfecho porque a pesar del decepcionante final, la película lo hizo pasar a uno un buen rato: el film no es pretencioso, conoce su target y no apunta a generar debates (ni internos, ni entre pares). La obra entretiene, pero tiene en claro que “Hombre Irracional” no serán las palabras que se recordarán al pronunciar el nombre de su director.
Desidia y locura A primera vista podría pensarse que Irrational Man es una comedia romántica de enredos y paisajes deslumbrantes como la reciente Magic on the moonlight (2014) o la inolvidable Midnight in Paris (2011), pero esta vez -y enhorabuena- Woody Allen vuelve al ruedo con una película profundamente oscura, inquietante e intensa sobre un profesor universitario depresivo (Joaquín Phonix), en total desasosiego consigo y con el mundo, quien luego de tocar fondo, sacará a luz sus más íntimas miserias de una manera tan escalofriante como majestuosa, aunque esto termine costándole más caro de lo que es capaz de imaginar. Plagada de referencias intelectuales (desde Heidegger, Dostoievski hasta Freud y Sartre, entre otros), la nueva película del director neoyorquino más prolífico de todos los tiempos que está pisando los 80 años y con más de 40 películas en su haber, narra audaz e inquietantemente, la crisis existencial de Abe Lucas (Joaquín Phonix) que se ampara en el alcohol y en las aventuras amorosas que mantiene con su joven alumna, Jill (Emma Stone) y con su colega (Parker Posey) para despegarse del hastío en el que está sumergido. Luego de sus aclamadas interpretaciones en Her (2013) y The Master (2012), Phoenix demuestra que es uno de los actores más versátiles de la última década. Si en Blue Jasmine (2013) el personaje Cate Blanchett nos cautivó con su histrionismo encarnando una mujer en plena crisis, obsesionada por mantener un status social por sobre todas las cosas, en Irrational Man la relevación es, sin dudas, el gran Phoenix. Un día mientras almuerza con Jill, (Emma Stone), por casualidad escucha la conversación de una mujer recientemente divorciada que se encuentra imposibilitada de ver a sus hijos por la decisión de un juez corrupto que no le ha otorgado la custodia. Cautivado por la angustia de esta desconocida, cuando cree que ya nada puede motivarlo a seguir viviendo, Abe tiene una epifanía: la idea de matar al juez se convierte en la única razón valedera que encuentra para vivir, aunque la misma requiera traspasar algunos límites morales. Como no tiene relación alguna con el magistrado, deduce que nadie podría sospechar de él. De esa manera, además de hacerle un favor a esta mujer en pena, se encuentra frente al único motivo que realmente lo entusiasma en mucho tiempo, aunque esto signifique adentrarse por un camino arriesgado y sinuoso, pero no por eso menos liberador que lo llena de vitalidad y le hace sentir que su vida toma rumbo otra vez. Woody Allen sabe bucear en la fantasía del crimen perfecto cual pez en el agua, ya ha dado prueba de eso en Crimes and Misdemeanors (1989) Match Point (2005) y Cassandra´s Dream (2007), filmes que circundan el tema de la moral, la culpa, el azar y la muerte, en medio de la desgarradora desolación en que la que ven envueltos sus personajes, pero sobre todo, exhibiendo sus dilemas morales y la noción de límite. Porque si hay algo que Woody Allen no hace, es juzgar la moralidad de sus criaturas. Al contrario, se interesa por mostrar el lado más vulnerable y quebradizo de la condición humana, a partir de una mirada no condenatoria hacia personajes que se encuentran absortos ante la imprevisibilidad reinante en un mundo profundamente hostil. Una vez más, en la cita cinematográfica anual a la que nos tiene acostumbrados, Woody Allen demuestra que sigue sorprendiéndonos tanto o más que siempre, con una película radicalmente pesimista y turbulenta sobre el trágico destino de un hombre que no puede dejar de preguntarse por el sentido de la vida, y da cuenta finalmente que es muy débil aquello por lo que aferrarse. Detrás su tono liviano y perspicaz, Hombre Irracional es la historia de alguien que ni por y a pesar del amor puede dejar de lado sus más íntimos instintos de desidia y locura.
Crimen y pecado En su 45º largometraje, Woody Allen regala una de las películas más ligeras y divertidas y, al mismo tiempo, más profundamente oscuras y pesimistas, en la línea de Match Point y Crímenes y pecados. El espíritu tragicómico está perfectamente balanceado entre el personaje torturado de un profesor de filosofía que interpreta Joaquin Phoenix y el encanto de Emma Stone (en su segunda colaboración seguida con el director neoyorquino tras Magia a la luz de la luna), como una alumna suya, para -en definitiva- otra punzante exploración sobre los dilemas morales, la tentación del crimen perfecto, el cinismo, el azar y la culpa. Los tradicionales créditos de apertura no tienen esta vez música de jazz tradicional, sino sólo sonido ambiente. Sin embargo, apenas arranca Hombre irracional suena la versión instrumental de The “In” Crowd, del Ramsey Lewis Trío, que se convertirá en el leit-motiv de toda la película. Es un tema intenso, veloz, que sintonizan a la perfección con el tono ligero y por momentos lúdico del film. Pero a no engañarse: bajo la gracia de sus gags, el tono liviano con que se filma la dinámica de un campus universitario, la sonrisa encantadora de Emma Stone y los hermosos paisajes de Rhode Island fotografiados en pantalla ancha por el talentoso Darius Khondji se esconde una película negra, con una mirada bastante apesadumbrada sobre la condición humana. Entre Crímenes y pecados y Match Point (aquí el elemento decisivo en la resolución no es una pelota de tenis sobre la red sino una linterna), Hombre irracional está plagada de referencias intelectuales for dummies (Heidegger, Dostoievsky, Kant, Freud, Sartre y Simone de Beauvoir), pero que funcionan como disparador para un tema que ha obsesionado desde siempre a Allen: el sentido de la vida, la forma de encontrar una justificación y un motor a una existencia dominada por el pesimismo y los contratiempos. El protagonista de Hombre irracional es Abe Lucas (Phoenix), un profesor de filosofía en caída libre: tras una acumulación de desgracias personales, bloqueado a la hora de escribir un libro sobre Heidegger y el fascismo, desinteresado por cualquier relación afectiva y dominado por el alcohol, llega a una universidad de Newport, donde pronto despertará un interés obsesivo por parte de dos mujeres opuestas entre sí: su alumna Jill Pollard (Stone) y una colega casada (Parker Posey). El arranque es bastante menor. Una apenas correcta comedia de enredos de campus. Sin embargo, cuando todo parece encaminado hacia una previsible historia de affaires amorosos (que los hay), el film da una brusca (y bienvenida) vuelta de tuerca cuando Abe decide que tiene que asesinar a un juez corrupto: es el crimen perfecto (otra de las constantes en la filmografía de Woody) porque no conoce a la víctima, no hay motivo ni causalidad que lo ligue al hecho. A partir de entonces, la personalidad del protagonista y el tono de la película dan un giro que la convierten en algo mucho más oscuro, denso y perturbador de lo que aventurábamos. Phoenix y Stone están impecables en sus papeles, ya que aportan sus muy diversos y disímiles matices. Más allá de algunos convencionalismos y lugares comunes, la película fluye de una manera impecable. Allen tiene casi 80 años, sigue filmando una película por año y, de vez en cuando, todavía es capaz de sorprendernos. Con Hombre irracional lo hizo de nuevo.
Hombre desesperanzado El director neoyorkino incide en un tema recurrente de sus últimos films: el sombrío sentido de la existencia humana. Su última película presentada en el 68 Festival de Cannes fuera de competencia, tiene a Joaquin Phoenix en el papel de un profesor de filosofía depresivo que se involucra con una estudiante que compone Emma Watson. El profesor Abe (Joaquin Phoenix) llega al campus universitario para hacerse cargo de una cátedra vacante. En ella demuestra su intelecto y percepciones de la vida. Una joven estudiante se enamora perdidamente de él, e intenta sacarlo de su depresión existencial. Pero no será el amor aquello que le da sentido a la vida del hombre, sino la opción de asesinar a un desconocido para ayudar a un tercero. Como en su anterior Magia a la luz de la luna (Magic in the moonlight, 2014), Woody Allen arma una historia completamente sombría bajo un tono agradable. Como si se tratara de una ironía del octogenario realizador, detrás de una historia de amor construye una trama que deambula desde los dilemas existenciales hasta el asesinato como sentido último de la existencia. El tema es tratado de manera más pasatista que en Match Point (2005) pero no por eso menos profunda. Aquello que se esconde detrás de una personalidad sombría es mucho más turbio que las ambiciones del protagonista del film rodado en Londres. Lo que asusta aquí es que la falta de motivos que encuentra el protagonista en su vida es justamente "el motivo" para realizar el acto de matar. Si Magia a la luz de la luna encontraba en el amor, la solución irracional al dilema existencial, en Hombre irracional (Irrational Men, 2015) será el asesinato aquello que le dé sentido. En este aspecto el aire de comedia trágica que tenía el film protagonizado por Colin Firth, se convierte en esta oportunidad en un asunto aún más sombrío. En cuanto tema transitado, Hombre irracional no tiene la novedad en su argumento ni la originalidad en su forma cinematográfica. Allen reitera temas de sus últimos films siendo así una película de carácter intrascendente con respecto a su vasta filmografía. Sin embargo, hay que reconocer, que la diversidad temática nunca fue una preocupación del director de Medianoche en Paris (Midnight in París, 2011) que vuelve una y otra vez sobre las mismas inquietudes como artista. Pensar cada protagonista como el alter ego de Woody Allen –algo que se hizo siempre que el director no actúa en un film dirigido por él- es decir que estamos ante un Woody desesperanzado, cargado de más preguntas que respuestas y con una única misión: hacer films en apariencia pasatistas para disimularlo.
La moral bien entendida empieza por casa Otro guiño de Woody Allen: vuelve sobre sus obsesiones, como cuestionar la ética de su protagonista. Hay cineastas que escriben a lo largo de su filmografía una sola película. Stanley Kubrick se preocupaba por narrar y describir -y podía saltar de un género a otro- sus obsesiones existenciales. Woody Allen también. Muchos de sus filmes se preocupan por precisar el sinsentido de la vida, y, en fin, el nihilismo que embebe sus producciones tiene otro mojón en Hombre irracional. Su protagonista esta vez es un profesor de filosofía, lo cual no hace más que zanjar diferencias con otros personajes de Allen que suelen filosofar sin título habilitante. Abe Lucas -la elección de Joaquin Phoenix no pudo ser más acertada- llega a una universidad pueblerina y despierta allí tanta pasión como rechazo. El hombre no está pasando por su mejor momento, como también le suele suceder a la mayoría de las creaturas de Allen. Abe lo dice muy claro: “No puedo escribir. No puedo respirar, no podía recordar las razones para vivir, y cuando lo hacía, no eran convincentes”. Vuelta de tuerca mediante -aunque retorcida, porque la posición de Abe es distinta a la que desea Dostoievski en Crimen y castigo, libro de cabacera de Allen en más de una oportunidad a la hora de sentarse ante su máquina de escribir-, Abe encontrará la manera de “mejorar” su existencia interviniendo en la vida de un tercero. No ya la de Jill (Emma Stone), la estudiante que no queda muy en claro por qué se babea tanto ante el nuevo profesor, ni la de Rita (Parker Posey), una mujer que ansía salir de la abrumadora rutina de su vida marital. Abe cometerá un acto, para muchos aberrante, para él, sencillamente eficaz, y del que no renegará porque cree hacer lo correcto. Acto irracional o no, lo que hace Abe provoca que la película pegue un giro de casi 180 grados. Y a partir de allí aparece el Allen que gusta a muchos, el que cuestiona la moral -y la suerte- de los personajes, el que intenta meterse al público en el bolsillo, porque crea un trío de cómplices. Sólo él, el protagonista y el espectador saben lo que Abe hizo. Es una (su) manera de comprometernos, tomar posición. Molestarnos. No dejarnos la comedia servida. Ya hemos dicho que la elección de Phoenix fue acertada. Da el personaje perfecto, entre alcohólico, romántico, que se cree superior, y capaz de hacer cualquier cosa... irracional. Como en Match Point, donde un anillo decide la suerte, aquí hay otro elemento que interviene para poner las cosas, tal vez, en su lugar. Allen nos guiña otra vez. Con o sin citas filosóficas, vale la pena mirarlo.
Allen y el crimen perfecto Que un catedrático de la fama y el prestigio de Abe Lucas, de quien mucho se habla antes de que se produzca su esperado arribo a Braylin, juzgue que gran parte de la filosofía, la asignatura en la que se lo considera una autoridad, es "masturbación verbal", ya anticipa su pesimista y escéptica visión del mundo. Sus admiradores, profesores y alumnos de esa (ficticia) universidad de Rhode Island, le encuentran justificativo. Los rumores dicen que el hombre (Joaquin Phoenix) ha sufrido duros golpes recientes: su esposa lo abandonó por su mejor amigo; en Irak presenció la muerte de otro al pisar terreno minado; su espíritu solidario que antes lo llevaba cerca de las víctimas de catástrofes se ha diluido al parecer en un nihilismo que ahora le permite jugar a la ruleta rusa en medio de una fiesta juvenil. Es cierto que abusa del alcohol, atraviesa una crisis existencial y un bloqueo creativo que le impide terminar su nuevo libro sobre Heidegger y el fascismo. Es, digamos, otro álter ego, en más de un sentido, del propio Woody, incluidas ciertas formas de exhibicionismo. Semejante personalidad -a la que suma una sabiduría que derrama a su paso entre citas y menciones de Kant, Dostoievski, Kierkegaard, Husserl, Gauguin, Simone de Beauvoir y la poeta Edna Saint Vincent Millay, entre muchos otros- no puede sino generar un atractivo romántico entre las mujeres. Aquí son dos las que lo rodean: Jill (Emma Stone), la alumna más brillante del curso (rendida en principio ante su brillo intelectual), y Rita (Parker Posey), una esposa infeliz madura y voluptuosa que vanamente espera rescatarlo de su depresión con un poco de sexo. Hasta aquí todo parecería dirigirse a una de esas comedias de enredos amorosos típicas de Woody, aunque en este caso el humor es más oscuro que risueño y el ánimo del protagonista, en quien nada en la vida es capaz de despertar energía o excitación y además padece una (¿temporaria?) impotencia, envuelve toda la situación y también opaca el ritmo del relato, quizá porque el gran humorista confía en que sus diálogos (que a veces parecen una sucesión de aforismos) le conferirán una buscada profundidad. Durante una comida con la joven Jill, con quien la amistad ha crecido a pesar de las prevenciones del profesor y del desagrado del tolerante novio de la chica (Jamie Blackley), una conversación oída por casualidad cambia el rumbo del cuento y el ánimo de su protagonista, y en cierta medida le inyecta algún interés extra a la historia que había venido evidenciando su deshilvanada construcción. El tema ahora es el crimen perfecto, que Allen ya trató con menos fatiga y mayor precisión en Crímenes y pecados y Match Point. Y no faltará tampoco otro de sus asuntos predilectos, la intervención del azar. Además, por supuesto, de las predecibles reflexiones y los dilemas morales que la posibilidad del crimen suscita. El giro repentino puede resultar más o menos eficaz a los efectos narrativos, como se ha dicho, pero se ve bastante forzado en cuanto a la coherencia en la conducta de los personajes. Sin que esto pueda adjudicarse al trabajo de los actores principales, especialmente Phoenix y Stone, que logran suministrarles a los suyos cierta humanidad. Las flaquezas, en casi todos los casos, son atribuibles a un guión generoso en clichés y que repetidamente debe recurrir a las voces en off, por lo general para anticipar lo que los personajes materializarán en la escena siguiente. Por supuesto, Hombre irracional no carece de méritos -entre ellos están también la estupenda fotografía de Darius Khondji y la impecable ambientación de Santo Loquasto-, pero sin llegar a aplicarle el sambenito de refrito, como ha hecho alguna implacable crítica norteamericana, este film, sobre todo al llegar a las proximidades del desenlace, se vuelve previsible y deja la sensación de que Woody está, apenas, copiándose a sí mismo.
La filosofía, el crimen y el castigo Concluido –por el momento, al menos– su periplo de promoción turística por Europa, en Hombre irracional, su largometraje número 45, Woody Allen retoma algo de la densidad temática de Crímenes y pecados (1989) y Match Point (2005), sin resignar la ligereza de Magia a la luz de la luna, su película inmediatamente anterior, donde ya se había enamorado de la gélida belleza de Emma Stone.Aquí su nuevo alter ego es Abe (Joaquin Phoenix), un curtido profesor de filosofía, que llega a la exclusiva universidad de Newport a dar un curso de verano. Más que desmotivado, a Abe se lo ve lisa y llanamente derruido, sin ningún impulso vital, al punto de que a sus alumnos les enseña que “la filosofía no tiene nada que ver con la vida real” y que se trata de “una masturbación verbal”. Ni siquiera los obvios avances de su bella alumna Jill (Emma Stone) son capaces de sacarlo de la depresión y el alcoholismo, que su admiradora considera características de su personalidad romántica. Hasta que un hecho fortuito, una conversación escuchada al azar, le devolverá sentido a su vida: matar a un juez a quien no conoce pero de quien cree saber que se trata de un completo cretino se vuelve para Abe su imperativo categórico kantiano.No conviene adelantar demasiado de una trama que tiene más de una vuelta de tuerca y hasta una módica cuota de suspenso. Pero sí decir que Hombre irracional devuelve a Woody a sus primeros amores, como Dostoievski e Ingmar Bergman. “Las películas de Bergman tuvieron un gran impacto en mí”, confesó Allen en el Festival de Cannes, en mayo pasado. “Cuando las vi por primera vez no había leído ni a Nietzsche ni a Kierkegaard, dos filósofos en quienes Bergman sin duda se apoyaba mucho, pero su cine me acercó a sus libros, a los problemas y preguntas muchas veces sin respuesta que planteaban.”Incondicionales de Woody, a no asustarse: Allen nunca fue Bergman (aunque lo haya querido) y si hay algo a lo que recuerda Irrational Man es a un viejo ensayo cómico suyo titulado “Mi filosofía”, que concluía con un aforismo: “La nada eterna está muy bien, si vas vestido para la ocasión”. Esta cruza entre alta cultura y humor cáustico que Allen cultivó más en sus ya lejanos libros que en su obra cinematográfica es la característica de su nueva película. Si la decisión que toma Abe podrá recordar los dilemas morales del Raskólnikov de Crimen y castigo, esa referencia erudita no deja de estar matizada por sus clásicos chascarrillos, como cuando ante la esperada llegada del protagonista a la universidad, alguien apunta que va resultar “una inyección de Viagra en el departamento de filosofía”.La primera en tomarse en serio esa afirmación, aún antes que el personaje de Emma Stone, es una profesora de Química (la estupenda Parker Posey), aburrida de la rutinaria vida en el campus y que acosará al aspirante a filósofo –incapaz de avanzar en su libro dedicado a Heidegger y su relación con el nazismo– de todas la formas posibles, empezando por aparecerse en su casa a la hora de irse a la cama y con una botella de Bordeaux como pasaporte.Actor tan talentoso como irregular en sus desempeños, resulta difícil discernir si el desánimo de Joaquim Phoenix corresponde a lo que se espera de su personaje o al mero hecho de participar de una película de la que se siente tan ajeno como su profesor en relación con esa universidad que para él es apenas un modus vivendi. Del mismo modo, la apática realización de Allen, que parece la desganada ilustración de un guión reciclado de alguno de sus viejos cuentos, termina confundiéndose con el desvaído espíritu de su protagonista, al punto de que quizás haya que reconocer allí una auténtica simbiosis entre forma y contenido.
Nueva hipótesis sobre el crimen perfecto Joaquin Phoenix interpreta a un profesor de filosofía y bon vivant alcohólico cuyo objeto reprimido es su alumna Jill Pollard (Emma Stone) en un film que muta de comedia leve a policial. Son varias las posibilidades que propone Hombre irracional como material de análisis, se trate de un elogio o una crítica que se le pueda hacer al film 46 de Woody Allen como director. A un par de meses de cumplir 80 años y con más de 60 de actividad cultural, el cineasta vuelve una y otra vez a las obsesiones y taras conceptuales que caracterizan a su obra; por eso, Hombre irracional, que no está entre lo mejor que hizo en la última década, observa a sus temas habituales, o al costado más serio de su filmografía, con una importante dosis de humor y sarcasmo. El último opus de Allen (se viene su serie para televisión) repara en la extraordinaria Crímenes y pecados (1989), en la glacial Match Point (2005) y en la fallida El sueño de Cassandra (2007) con tal de comprobar, nuevamente, si existe el asesinato perfecto, previo paso por la culpa y con la hipótesis tardía o no de una redención que les corresponda a los responsables. Por esos trances andará Abe Lucas (Joaquin Phoenix), un profesor de filosofía experto en Heidegger y Kant (Allen y sus preferencias) que, de un día al otro, o a propósito de una conversación en un bar, decidirá el destino de un juez que supuestamente perjudica al género humano. Alrededor de este bon vivant alcohólico andará la joven Jill Pollard (Emma Stone), alumna de Abe, objeto de deseo reprimido del profesor y el clásico personaje activo de una película de Woody Allen frente a situaciones y momentos de riesgo. Pero Hombre irracional es una película partida en dos. El primero de los segmentos describe el paisaje de un campus universitario, a los alumnos y profesores, las clases, las frases que aluden a Feodor Dostoievsky y Simone de Beauvoir, además de la presencia de una mujer casada (jugada por Parker Posey) en un personaje que merecía mejor desarrollo. Si el punto de vista de Hombre irracional hasta el momento remitía al profesor Lucas, de ahí en adelante, y ante la chance de cometer un crimen, la película se desplazará hacia la curiosidad que caracteriza a la inquieta Jill. En esa extraña estructura de la que dispone el argumento, primero a través de la comedia leve con profesor rondando a una alumna, tema clásico en Allen desde Manhattan, hasta las derivaciones del relato al género policial en su vertiente más solemne, Hombre irracional, ni por asomo, alcanza la grandeza de otros títulos del creador en casi 40 años detrás de cámaras. Phoenix y Stone, por momentos, sostienen una historia ya vista en otros títulos donde la invocación al Hitchcock de La soga no parece desacertada. Pero también el maestro inglés de cualquier época concibió varios films menores.
Moral inmoral Vuelve el entrañable Woody Allen a las salas argentinas con una nueva, refrescante y profunda historia a la cual ya sus fanáticos deben (o deberían) estar acostumbrados. Si algo es destacable de la carrera de Allen es lo prolífica y bien recibida que es su obra a través del tiempo y de los distintos públicos que la frecuentan. Luego de la guerra contra los falsos parapsicólogos en Magic in the Moonlight (Magia bajo la luz de la luna, 2014), rindiendo un clarísimo homenaje al gran Harry Houdini, llega el relato filosófico que para marcar paralelismos fuera de cualquier connotación con escritos de la filosofía contemporánea, los más jóvenes y allegados a la animación japonesa encontrarán realmente cercano al animé Death Note por varios motivos más que obvios luego de visualizar la película (no me pidan detalles). Por la naturaleza de su obra, Allen suele entregar trabajos mínimamente ¨buenos¨ y su nombre en la dirección es un sello de confianza para cualquiera que siga su carrera, y si bien Hombre irracional no llega al nivel de sus mayores obras, tampoco se queda atrás respecto a sus últimos trabajos. Desplegando un sinfín de teorías morales y amorales se nos presenta un Joaquin Phoenix (Her, Gladiator) con un papel que le queda a la medida de sus expresiones y apariencia y la cual coincide un tanto con la de su último papel como detective en Inherent Vice (Vicio propio) de Paul Thomas Anderson. Si bien este cumple a la perfección con el papel caracterizado, no sería nada sin la profunda conexión con la bella Emma Stone, la cual repite consecutivamente co-protagonico en un film de Allen, como en la ya antes mencionada Magic in the Moonlight. El trío Allen, Phoenix, Stone funciona perfectamente dando una definición suave y mordaz a la narración a cada nuevo paso dentro de la historia y puedo asegurarles que promete un continuo entretenimiento de calidad. De esa de la cual su director está acostumbrado a brindar.
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En Hombre Irracional conocemos a un profesor de filosofía deprimido, incapaz de encontrar la alegría o el significado a su vida. En la Universidad en donde imparte clases se relaciona con dos mujeres: su mejor alumna y una colega con problemas matrimoniales. El docente encontrara una luz en el camino cuando decida cometer un crimen que él considera perfecto. Woody Allen, vuelve a tocar los tópicos clásicos de su cine en esta película que arranca como una comedia de enredos universitarios para luego mutar en una comedia negra en la línea de la fundamental Match Point. Joaquin Phoenix vuelve a lucirse en un papel que parece escrito a su medida. La irresistible Emma Stone acompaña como la nueva musa del director de Manhattan. Una visión divertida pero pesimista de la vida, que Allen dirige con solvencia. Un grata sorpresa de su filmografía tan despareja como prolífica.
Hace varios años ya que Woody Allen parece estar gagá y sus películas piden a gritos no ser tomadas en serio. Pero cada tanto mete un pleno y nos desorienta. A la bochornosa seguidilla de Que la cosa funcione, Conocerás al hombre de tus sueños, Medianoche en París y A Roma con amor le siguió la excelente Blue Jasmine y nuestra expectativa se renueva. El tipo tiene 79 años y dirigió 45 películas, todos hemos visto casi todas y ya le conocemos los yeites, las obsesiones, el ritmo de los diálogos, el estilo de los chistes. Para bien o para mal: este es Woody Allen, no va a dirigir una película en Marte o en el Lejano Oeste. Pero el argumento de Hombre irracional parece la parodia de una película de Woody Allen. Un profesor de filosofía alcohólico y depresivo que no le encuentra sentido a la vida (Joaquin Phoenix, insoportable) empieza a dar clases en una universidad de Nueva Inglaterra y una alumna optimista, inocente, joven y bella (Emma Stone) se enamora de él. Hay por ahí una colega madura que también se lo quiere coger (Parker Posey, desaprovechadísima) y está el novio de Stone (el inglés Jamie Blackley) que atraviesa la película como bola sin manija, en busca de un autor. Pero el nudo argumental emparenta a Hombre irracional, al menos superficialmente, con Crímenes y pecados y Match Point: hay un crimen. En Crímenes y pecados había una constelación de personajes que se conectaban formando una trama compleja. Se podía percibir al Dios-Allen moviendo los hilos de sus criaturas con una inteligencia suprema y una precisión insuperable de manera tal de hacer avanzar la historia y llegar a ese final amargo y cínico. En Hombre irracional, en cambio, hay sólo cuatro personajes principales y la historia avanza con una voz en off que explica lo que les pasa con frases de sobrecito de azúcar atribuidas a Kant y Kierkegaard. Me pregunto si ahora juzgo con cinismo las mismas cosas que a los 20 años me gustaban del cine de Woody Allen, pero recuerdo la célebre cita de Groucho y Freud al final de Annie Hall (“No pertenecería a un club que me aceptara como socio”) y su twist (“Es la broma clave de mi vida adulta en términos de mi relación con las mujeres”) y no puedo menos que lamentarme por esa palabrería barata seudofilosófica de películas como Hombre irracional. Antes Allen era sencillo y sabio, ahora se volvió bruto y pedante. Parece cansado, en piloto automático, como si escribiera cada escena de un tirón, sin darle una vuelta de tuerca ni una relectura, como si estuviera apurado por sacársela de encima, filmarla, estrenarla y ponerse con otra. Ahora está filmando su película número 46 y también cerró un acuerdo con Amazon para hacer una serie de 13 capítulos, toda una novedad. Viendo Hombre irracional parece imposible que algo bueno salga de todo eso, pero quién sabe. Puede que Woody Allen nos sorprenda otra vez. Ojalá.
Pocas cosas intrigan más a Woody Allen que la realización del “crimen perfecto”. Otras de sus obsesiones (personales ya, por cierto) es aquella que se deriva de la relación entre docentes y alumnas, y cómo de la proyección en esa relación se termina en una situación amorosa involuntaria, en muchas ocasiones y sesgada por la pasión irrefrenable. Estos temas han sido recurrentes en su filmografía, pero en “Hombre Irracional” (USA, 2015), su último opus, la apoteosis fílmica se produce cuando Allen se permite construir un relato nervioso, esquivo y luminoso, sobre un hipotético crimen, el que terminará en una confusión generalizada y un desenlace inesperado, a la altura de la propuesta. En “Hombre Irracional” hay un personaje central detestable, molesto, casi repelente, llamado Abe (Joaquin Phoenix), un docente de filosofía universitario que despierta tantas adhesiones como rechazos en el campus. Recién llegado a una pequeña localidad, los rumores sobre su persona y hábitos, pero también sobre su maravillosa capacidad para reflexionar sobre la vida, la muerte y los caminos del saber, le permiten manejarse con soltura a pesar de estar siendo controlado por todo el mundo. Una joven estudiante, hija de una de las familias más representativas de la localidad, Jill (Emma Stone), primero se sentirá atraída por el misterio que se esconde detrás de Abe, y muy a su pesar, y dejando de lado una relación de años, aprobada por todos sus conocidos y parientes, decide avanzar con el docente en una desenfrenada historia llena de pasión. Amantes ocasionales, Abe y Jill comienzan a sentir una sinergia de conocimiento entre ellos, siendo el debate y la reflexión casi o más importante que las tardes de sexo que comparten a escondidas de la comunidad educativa. Un día se topan con una noticia sobre la inexplicable exoneración de un juez ante un caso de violencia doméstica, por lo que Abe y Jill comienzan a elucubrar, primero hipótesis sobre la culpabilidad o no del letrado sobre la libertad del agresor, y, por otro lado, el desarrollo de siniestros planes en los que la muerte del juez permitirían hacer de la comunidad en la que viven un lugar mejor, en el que no existirá la posibilidad, nuevamente, de que esta persona tome una nueva decisión negativa ante un caso con una clara resolución. Y mientras Jill cree que todo quedaría en un plano metafórico, Abe se obsesiona al punto de llevar a cabo una decisión “irracional”, mucho más avanzada que otras en las que se involucró y que lo llevaron a colocarle el mote que da título al filme, y que terminará con el crimen del juez sin dejar una sola prueba. Pero Abe no cuenta con que Jill, quien estuvo tan obsesionada como él con el caso, desentrañará antes que las autoridades policiales locales el misterioso caso, razón por la cual Abe deberá tomar algunas decisiones muy a su pesar. Pariente cercana de “Match Point” o “Cassandra’s Dream”, este nuevo filme de Allen toma lo mejor del cine de suspenso y de crímenes para construir, a su usanza, una comedia que se regodea con detalles escabrosos y punchlines, ubicando “Hombre Irracional” como uno de los puntos más altos de su carrera. El contrapunto de Phoenix con Stone, como también la increíble actuación de Parker Posey, como una docente acabada que caerá en los brazos de Abe a pesar de los esfuerzos de éste por no relacionarse íntimamente con ella, son sólo alguno de los puntos más trabajados y logrados de un filme que recupera el timming más divertido de Allen y que termina construyendo una de sus más maduras películas.
El Woody Allen nuestro de cada año esta vez vuelve a poner en el foco la filosofía de Dostoyevski. Con una temática que ya trató de manera brillante en Crímenes y pecados y en la menos efectiva Match Point, la película que decide estrenar este año es quizás una de las más maduras y logradas de su filmografía más reciente. Lo nuevo del director comienza como un drama ligero romántico. En él, Abe, un profesor de filosofía que hace tiempo que no le encuentra el sentido a la vida y se encuentra en su vida con problemas como el alcohol y la impotencia sexual, llega a una universidad nueva donde conocerá a una joven estudiante, Jill, brillante y muy bonita que se enamorará de él inmediatamente. Él está interpretado por el siempre brillante Joaquin Phoenix, actor que además con su filmografía ha demostrado saber elegir proyectos y directores para los cuales trabajar. Ella está interpretada por Emma Stone, segundo protagónico consecutivo con Woody Allen, esta vez aportando una actuación mucho más fresca, natural. La nueva musa está más linda y magnética que nunca, hechizando con su sola sonrisa. A Jill le enamora no sólo las ideas de su nuevo profesor de filosofía sino la figura de un hombre que sufre. La diferencia de edad, tema recurrente en la filmografía de Allen, no sólo no es un problema sino que ni siquiera se tiene en cuenta. “Es muy radical, muy original. Lo amas o lo odias”, lo define ella a Abe. Lo que destaca a esta pareja son otras diferencias, como las que él le resalta como elogio en su ensayo, las veces que sus ideas se contradicen. Pero mientras Abe se entrega al alcohol y vive cada día de manera mecánica y sin interés alguno, aparece otra profesora, Rita (Parker Posey), también inmediatamente atraída por él, casada, con quien él intenta tener algo pero no funciona. Con su estudiante, en cambio, prefiere alejarse, más allá de que lo precede la fama de acostarse con sus alumnas. La perseverancia de la joven, quien va dejando de lado a su perfecto novio de su edad para acompañar constantemente a Abe en diferentes actividades y largas conversaciones, lleva a que casualmente sean testigos a través de una conversación de bar de la historia de una mujer a la que le van a quitar la tenencia de su hijo por culpa de un juez corrupto. Desear no alcanza, para que las cosas sucedan hay que actuar, se dice Abe. Ahí hay algo que recuerda también a Extraños en un tren. Por primera vez Abe parece encontrarle el sentido a su vida. Y el tema de la moral cobra importancia. La moral y los diferentes puntos de vista que uno pueden tener al respecto. Abe comienza a cuestionarse, ¿puede estar mal hacer algo que a la larga va a convertir el mundo en un lugar un poquito mejor? ¿Si hacemos algo que está mal pero por una buena causa merecemos ser castigados o deberíamos ser absueltos? Jill representa lo racional, aunque por algún momento juegue a ser transgesora y aventurera, y Abe es el hombre irracional al que da título la película. Lo último de Allen es además una película sobre las decisiones que tomamos y las consecuencias que éstas pueden traer y aprender a asumirlas como producto de nuestro actuar. A la vez le suma algo sobre lo que el director ya se ha explayado tanto en películas como en entrevistas y tiene que ver con el papel que ocupa la suerte, la casualidad, en la vida del ser humano. Si dependemos tanto de la suerte no somos libres. Es así que a partir de la segunda mitad la película va tomando tintes más oscuros y profundos, pero siempre con el tono ligero que mejor le sienta al director. Y la resolución quizás sea incluso más madura que las de las otras dos películas a las que inmediatamente rememora el film, mencionadas Crímenes y pecados y Match Point. Irrational man quizás no esté en el top de las mejores películas de Allen pero sí entre sus mejores últimas películas. No se acerca lo suficiente a esa obra maestra que es Crímenes y pecados, pero es la conjunción perfecta de una historia oscura con tintes románticos (al mejor estilo Allen, para quien el amor nunca es rosa). Además, el trío que conforman Phoenix, Stone y Posey se luce en conjunto y por separado. La música y la fotografía terminan de complementar una historia quizás ya contada pero, como dijo Jarmusch, la cantidad de historias por contar es finita, la manera de contarlas es infinita, y Allen sigue teniendo cosas nuevas para aportar.
Woody esta de vuelta con Hombre Irracional. Abe Lucas (Joaquin Phoenix) es un profesor de filosofía que llega a una universidad de Nueva Inglaterra cargado de cierta fama y mucho mito sobre su pasado. Allí entablará relación con dos mujeres: una es una colega contemporánea y casada, Rita Richards (Parker Posey) y otra, una alumna mucho más joven y no menos brillante, Jill Polard (Emma Stone). Una conversación escuchada por accidente en un bar, hace cambiar el rumbo de la vida de todos los personajes. Woody Allen es un señor a punto de cumplir 80, que lleva el envidiable ritmo de estrenar una película al año. Es lógico que su filmografía presente altibajos con semejante compás. Pero siempre se las ingenia para volver al lugar de cineasta genial que alguna vez ostentó. Luego de su periodo “turístico” (Vicky, Cristina Barcelona, Medianoche en Paris, A Roma con amor) cautivó con Blue Jazmine, dio un paso atrás con Magia a la luz de la luna y vuelve a demostrar estar en buena forma con Hombre irracional. Emparentada con Crímenes y pecados y Match point en su planteo sobre el aparente crimen perfecto, con diálogos inteligentes disparados a velocidad para ocultar que en el fondo todos los intelectuales y académicos, aunque citen a Kant, Heidegger, Kierkegaard y Sartre, buscan un motor que justifique la existencia humana. Y en ese sentido, cometer un crimen y no ser descubierto hace mutar toda la teoría filosófica en entretenido thriller. Allen elige mostrar iluminados y brillantes escenarios para contrastar con una mirada oscura, negra, que el argumento conlleva en sus densidades pesadas, en contraposición a la paleta de colores del director de fotografía Darius Khondji .Contrastes que también tienen sus personajes, la alumna es encantadora, de sonrisa luminosa, inteligente (nadie mejor que la magnética Emma Stone para personificarla) el profesor es alcohólico, caído en desgracia, algo impotente, bloqueado creativamente a la hora de escribir su libro, pero creativo al momento de decidir como matar a un juez que comete una injusticia. Joaquin Phoenix aporta con imperceptibles cambios posturales y una mirada siempre inquietante, los rasgos que su personaje requiere. En apariencia, Hombre irracional tiene pocos elementos, pero dos bruscas vueltas de tuerca bastan para marcar una diferencia entre cualquier cineasta del montón y aquel que a través de su obra deja al espectador el poder residual de reflexionar sobre el sentido de la vida, más allá de terminada la película. Y Allen es alguien que lo logra. En conclusión En apariencia, Hombre irracional tiene pocos elementos, pero dos bruscas vueltas de tuerca bastan para marcar una diferencia entre cualquier cineasta del montón y aquel que a través de su obra deja al espectador el poder residual de reflexionar sobre el sentido de la vida, más allá de terminada la película. Y Allen es alguien que lo logra.
No quiero sonar a programa de televenta, pero… Llega la nueva película de uno de los directores más exitosos en la historia del cine. El tipo nació en 1935, y ha estado escribiendo y dirigiendo desde la década del 50. Woody Allen ha mutado bastante a través de su trayectoria como cineasta, en especial si comparamos las películas en las que él actuaba con las que ya no lo hace. Eso sí, nunca puede faltar un personaje femenino fuerte o dominante, además de actuaciones que jamás olvidaremos. Desde “Qué pasa, Tiger Lily?” (1966) hasta el film que le da título a esta reseña y dos proyectos todavía sin título, que incluyen una serie, el también clarinetista oriundo de Brooklyn ha apadrinado al cine con un estilo más que propio. Abe (Joaquin Phoenix) es el nuevo profesor de filosofía que genera demasiada expectativa con su llegada a la universidad. Por un lado cautivará a Rita, otra de las enseñantes, quien “oh, casualidad” está viviendo una crisis con su marido. Por otro lado está la alumna Jill (Emma Stone), una chica correcta, estudiosa y de buena familia, que rápidamente tendrá los locos pensamientos de cambiar a su novio de toda la vida por la novedad del vecindario. El problema es que Abe no se siente con muchas ganas de agradecerle al cielo el estar vivo a diario, y se siente como un bicho raro entre tanto acoso junto. Sin embargo, accidentalmente oirá una conversación que cambiará por completo su forma de ver las cosas; algo que le dará sentido a su actual vida. No sé si ahondar en esto o no, porque aunque quizás lo vean en el tráiler, lo que da inicio al nudo de la película es un hecho curioso y muy entretenido. hombre_irracional_loco_x_el_cine_1 Hombre irracional (Irrational Man) no es una obra de arte ni mucho menos, pero tiene cierto poder hipnótico en sus tomas sugerentes, sus personajes pintorescos y paisajes llamativos. De pronto parece no haber sido filmada en nuestra época, un recurso que Woody sabe usar muy bien, metiéndonos siempre en atmósferas muy avocadas a la trama. Por supuesto que también hay un humor intrínseco, ese que nunca falta, y que se combina a la perfección con el estado depresivo de su protagonista. Joaquin Phoenix es un actor destacadísimo, que tranquilamente puede hacer gala de papeles diversos sin pisarse con ninguno. Siempre que vemos un drama o un thriller con muertes implicadas, partimos desde la base de “quién habrá matado a tal…”; cuando damos vuelta esa premisa, la misma se apropia de quienes están expuestos en la pantalla, a la vez que los espectadores nos convertimos en testigos oculares y nos entretenemos con el mal rato que están pasando esos ilusos personajes. La historia sorprende por su realismo, llevándonos a pensar lo fácil que puede resultar a veces meterse en un lío pesado de verdad y lo difícil que es salir airoso del mismo, por más disimulado que uno se muestre. WASP_DAY_10-0299.CR2 WASP_DAY_10-0299.CR2 El guión saca mucho provecho de su perfil filosófico, justificándolo todo en el existencialismo. Kierkegaard y Heidegger son algunos de los nombres que sonarán a lo largo de la película. Tal y como dice el dicho, “Siempre habrá un roto para un descosido”. Es decir, siempre habrá alguien que gustará de las rarezas de otra persona, aunque eso parezca una misión imposible. Hombres y/o mujeres que no obedecen demasiado a la razón y actúan por mero instinto todavía los hay, por eso mi consejo es: No te dejes cautivar, son un espejismo.
Para Woody Allen los dispositivos narrativos que llevan a los personajes a enfrentarse a grandes conflictos éticos, morales o filosóficos forman parte de toda su carrera, pero especialmente se hacen notar en una trilogía posible que comienza con CRIMENES Y PECADOS, sigue con MATCH POINT y podría terminar con HOMBRE IRRACIONAL MAN, un tercer filme acerca de un hombre que comete un acto terrible y lidia con las consecuencias éticas del caso. Los ejes siguen siendo los mismos solo que en esta película el tono es algo más liviano y los temas están expuestos de una manera reiterativa, como si le hiciera falta a la película y a los personajes explicarse a sí mismos y a los espectadores todo el tiempo. De todos modos se trata de una de las mejorcitas películas de Allen en este período, junto a BLUE JASMINE. A favor del filme están, en principio, los protagonistas casi excluyentes: Joaquin Phoenix, Emma Stone y Parker Posey. Phoenix interpreta a un personaje típico de Allen –un profesor de Filosofía frustrado y deprimido–, pero lo hace sin imitar los tics del autor, como suelen hacerlo muchos actores que encarnan a los alter-egos de Allen. Phoenix trae su propio universo consigo y, especialmente en la primera parte del filme, es un papel del que se adueña y al que carga con todo el peso de su mirada y su cuerpo. Stone no es más que otra de las musas de Woody, pero tiene la inteligencia y la mirada perspicaz como para hacer crecer más al personaje de lo que le permite el texto. Ella encarna a una alumna de este brillante pero turbulento y alcohólico profesor, del que se enamora aún cuando él la rechaza una y otra vez. Posey es otra profesora, más veterana, que engancha con la parte más depresiva de Phoenix y engaña a su marido con él. irrational2La película va siguiendo esta suerte de triángulo amoroso de una manera relativamente convencional para el cine de Allen en su costado más “conflicto romántico” hasta que el “gran problema ético” aparece, uno que obliga al personaje de Phoenix a poner en duda sus principios filosóficos. O, más bien, la falta de ellos. Sin dar detalles, diremos que él se entera de una situación que lo lleva a tomar una decisión –cometer un acto violento– que él cree correcta pero cuyas consecuencias son imprevisibles. Tomando del existencialimo clásico en su versión más lavada y para toda la familia –se muestran tanto CRIMEN Y CASTIGO como libros de Albert Camus–, tomar esa decisión lleva a Phoenix a cambiar de vida, a salir de su depresión, sin prever que vienen otros problemas detrás de ella. La trama es relativamente sólida y los personajes y los diálogos no salen del manual “alleniano” de siempre, al punto que empieza a volverse cansino escucharlos hablar una y otra vez de lo mismo, casi como si estuvieran recitando diálogos de otras películas del mismo autor. Como decía antes, lo que saca a la película de la medianía es el carisma de los protagonistas. En las miradas, simpatía y luego angustia de Stone, y en los cambios anímicos de Phoenix, IRRATIONAL MAN gana puntos, recupera lo que pierde en su repetitividad temática. Se trata de una digna película del Woody Allen de hoy, que no estará a la altura de sus clásicos, pero que en función de su trabajo en el siglo XXI se puede contar entre lo más consistente y accesible.
Crítica emitida por radio.
Otro juego de intriga con el inconfundible sello de Woody Allen Cada temporada, Woody Allen nos regala una nueva pieza digna de atención. A veces más inspirada, o más trabajada,a veces no tanto, pero siempre atractiva y agradecida. Con los años (y dentro de exactamente dos meses cumple 80) ha empezado a transmitirnos sus relecturas. No nos referimos a eso de refritar sus propios argumentos, sino al placer de la vejez bien llevada, evocando críticamente experiencias de otros tiempos para mirar los presentes y deliciosos secretos de algunos clásicos "menores" para probarse el traje y de paso transmitir un modo de contar las cosas. Ese modo tiene que ver con la levedad, el sentido de la síntesis y el gusto de la narración que parece apenas un juego de intriga y termina redondeando una tragicomedia con tesis filosófica como si fuera apenas un cuento para leer en verano. Esos clásicos son, en esta oportunidad, Alfred Hitchcock y G.K. Chesterton, El Príncipe de las Paradojas que regocijaba a nuestro Jorge Luis Borges. Lo de Hitchcock, no por el suspenso, sino por el entramado malicioso y alguna otra cosita que que el Mago aplicó en "La sombra de una duda", gracias al escritor Thornton Wilder, nada menos. Incluso puede advertirse en "Hombre irracional" ese jueguito de relaciones binarias que el filósofo y filoso Slavo Zizek descubrió en "La sombra..." y explicó detalladamente en su libro "Todo lo que usted quería saber sobre Lacan pero temía preguntarle a Hitchcock" (titulo deudor de Allen, todo tiene que ver con todo, como decía Pancho Ibáñez, aquel animador que ayudaba a los televidentes a cultivarse). En este caso, el jueguito incluye dos mujeres, dos ocasiones fallidas, dos vasos de jugo, en fin. El espectador puede entretenerse y mantenerse atento a esos detalles, las menciones a Dostoievski, Kant, Kierkegaard, Arendt, el dominio del azar en nuestra vida, los relatos paralelos que exponen sus dos personajes principales, y las frases marca Allen aplicadas por y para un docente egocéntrico en estado de escepticismo: "Esos chicos agradables que darán forma al mundo con su ignorancia, desinformación o indiferencia", "El mundo era mejor en un porcentaje infinitesimal", "Siempre tenía una frase enrevesada". O lo que dice su alumna favorita: "No estoy preparada para comprometerme con una sola persona". Ah, tendríamos que decir algo sobre el argumento. Pero mejor no, más vale disfrutar la sorpresa del cuento, y el reencuentro anual, ya familiar, con el viejo Allen. Que, como todo viejo, parece que va a contarnos de nuevo lo mismo y nos sale con otra cosa. "Hombre irracional" tiene puntos de contacto con "Crímenes y pecados", "El sueño de Cassandra", "Match Point", pero es otra cosa. Elogios, además, para Joaquin Phoenix, las deliciosas Emma Stone y Parker Posey (la colega promiscua), la selección musical incluyendo un riff de piano de Ramsey Lewis, y el jardinero del plácido Braylin College donde se filmó la película. Dirán que es una obra menor, pero vale la pena.
Otro castigo de Woody Woody Allen ha hecho muchos films y algunos, incluso, de género, pero en todos, la marca principal es su impronta. Lo curioso es cómo en la última década, desde, pongamos, Match Point (un claro film de género), el espectro temático se amplió tanto que a menudo sus films diluyen la apuesta, y resultan un barco sin rumbo. Como en Crímenes y pecados, pero con mucha menos sustancia, en Un hombre irracional Allen explora el viejo tema del crimen y el castigo del que supo dar cátedra Fiódor Dostoievski. Abe Lucas (Joaquin Phoenix) es un profesor de filosofía con fama de bebedor, mujeriego, pendenciero y, en ocasiones, profundo depresivo (una suerte de bipolar que la estirpe psicoanalítica de Allen no concedería). Entre el flirteo con una estudiante (Emma Stone) y el titubeo de una nueva relación con una colega docente (Parker Posey), Woody, con el apoyo de grandes actuaciones, está en su salsa. Pero entonces, en un bar, Abe escucha sobre un personaje siniestro que vale la pena erradicar. Parece fácil planear el crimen, y salir impune. Pero al bifurcar la trama, la película, pese a alguna situación entretenida, pierde su atractivo.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
La nueva entrega del señor Woody Allen significa una peli más en su carrera y no mucho más. Una historia un poco ambiciosa, que no deja de ser oscura y densa muy al estilo Allen. La realización, fotografía, banda sonora, etc, es impecable, eso no se puede negar. El guión - por momentos - hace que uno se aburra bastante y desconecte con todo lo que está pasando. Mucho diálogo y algunos giros totalmente previsibles hacen que en esta ocasión este estreno no sea mágico como sus anteriores films. Joaquin Phoenix y Emma Stone son geniales en sus roles, pero el problema más importante es el accionar de cada personaje. En síntesis, una peli rara rara rara, que claramente, si te gusta Woody vas a ver... peeeero ¿te va a gustar? Eso lo decidirás vos.
Allen cada vez cree más en los deseos que en la conciencia Woody Allen fue aquí más lejos que nunca con sus reflexiones sobre la muerte, la culpa, el castigo y el azar. Si en esa obra maestra que fue “Crímenes y pecados” planteaba aquello de que la conciencia y la culpa con el paso del tiempo dejan de molestar, aquí su cinismo y su escepticismo dan otro paso adelante. Matar no sólo no hace mal, sino, al contrario, hasta puede ser fuente de recuperación. Por lo menos esto le pasa a Abbe (Phoenix con su personaje de siempre, taciturno y disgustado) un prestigioso profesor de Filosofía que anda en la mala (su esposa se le fue con un amigo), un tipo descreído, amargo, quejoso, sin ganas de nada. Llega a una universidad del interior para hacerse cargo de una cátedra. Y aquí armará sin querer un triángulo amoroso. Pero sobre todo encontrará –el azar siempre decide- la posibilidad de llevar adelante un crimen perfecto para poder darle sentido a una vida vacía, sin proyectos, sin adrenalina, sin sexo ni entusiasmo. La violencia sin motivos, insinúa, puede ser una forma turbia de sacarse el tedio y recuperar ganas, dejando a un lado víctimas y dudas morales. Abbe, su alter ego, es un fracasado que desafía la teoría (“la filosofía es una masturbación mental”, le dice a sus alumnos). Y cree que el hombre de libros tiene que pasar a la acción y que los deseos deben realizarse. Woody, gracias a su indudable talento para plantear en breves pincelazos el tema central y sus personajes, organiza un espacio dramático que empieza como una comedia algo romántica pero que se va convirtiendo en un thriller de buenos modales que no deja de interpelar a sus criaturas sobre el amor, la ética, los sueños, la culpa y el crimen. Allen cada vez cree menos. Ni el amor le basta a este desquiciado docente que encuentra por casualidad en la violencia la chance de ayudar a una extraña y de paso poder darle aventura y sentido a su vida. Es la muerte –dice Allen- lo que puede renacer esa vida rota. Y para explicarlo mejor deja que sus personajes hablen mucho, recurran a citas, relaten lo que les pasa. Es un largo texto explicativo que no tiene la profundidad ni la ironía de antes, pero que siempre interesa, a ratos cautiva y se sostiene. Aunque su formulación deje ver a un Allen cada vez menos arriesgado y menos intenso, como deseoso de terminar lo más pronto posible el rodaje. Su relato siguen pivoteando por el mismo tono y las mismas preocupaciones: el escepticismo, la ironía, los amores cuestionados (otra vez un intelectual se acuesta con una chiquilina). A veces da la sensación de que Woody, como este desolado profesor, ha necesitado de grandes arrebatos y ha causado grandes males para poder ir renovando sus ganas de vivir, de amar y de filmar.
Un cuento filosófico No toda la filosofía es tediosa y abstracta. A lo largo de la historia, los filósofos han utilizado distintos tipos de narraciones en la construcción de sus explicaciones o sus argumentaciones. Los casos más famosos tal vez sean Platón, con su mito de la caverna, y Descartes, con su espírtu maligno. Esos cuentos filosóficos suelen ser breves y, más allá del efecto literario que puedan tener, siempre están al servicio de una idea que de algún modo los justifica. Si no son breves, se transforman en novelas de tesis, un género que sobrevivió sólo hasta que se inventaron las pastillas para regular el sueño. Hombre irracional es uno de esos cuentos filosóficos dilatados hasta agotar la paciencia. Después de esas dos maravillas que fueron Blue Jasmine y Magia a la luz de la luna, Woody Allen incurre otra vez en una de sus máximas obsesiones: el crimen perfecto. Y vuelve a condimentarlo con la filosofía francesa de la segunda posguerra (el existencialismo) y la atormentada psicología de Dostoievsky, más un toque de Kant y de Kierkegaard. Todo lo cual puede ser interesante para que un profesor de filosofía de colegio secundario se evite preparar una clase y comparta con sus alumnos los ilustrativos dilemas de Abe Lucas, el filósofo encarnado por el siempre intenso Joaquin Phoenix. Precedido por una leyenda romántica de borracho y depresivo, Abe Lucas llega a una universidad de segundo orden de los Estados Unidos y enseguida llama la atención de todo el mundo. En especial, de dos mujeres: otra profesora (Parker Posey) y una alumna (Emma Stone). La comedia de campus universitario vira hacia el policial cuando por una serie de circunstancias más o menos fortuitas (el azar es uno de los temas preferidos de Abe Lucas), el profesor se plantea el sentido moral de matar a una persona que perjudica a otras. Pero ese problema, al menos en el modo directo y expositivo en que lo plantea Woody Allen –a través de largos diálogos, voces en off y clases universitarias– resulta ridículo por un exceso de seriedad. Su eventual carga dramática queda desactivada por el tono de "fantasía filosófica" con que lo plantea desde el principio.
Todo lo que siempre quiso saber de Woody Allen pero no se atrevió a preguntar aparece más o menos explicado en esta película sobre un profesor de filosofía apesadumbrado que se relaciona con a) una mujer de su edad y casada y b) una estudiante. Todos los temas de otros films (el sexo, la culpa, la fascinación por las mujeres muy jóvenes, el peso de la intelectualidad, el famoso sentido de la vida, el deseo de cometer un crimen -es quizás, siempre, el elemento más sincero de las películas del director: el deseo de solucionar un problema con la muerte de otro) están aquí como una especie de catálogo comentado por sus actores. Que tienen mucha gracia y allí, en ese juego de intérpretes donde Joaquin Phoenix se satiriza a sí mismo -y a Allen, todos los hombres de Allen son imitaciones de Allen-, la gran Emma Stone encuentra el humor hasta en la menor réplica y Parker Posey combina melancolía con fiereza, es donde la película encuentra vuelo. Lo mejor del último Woody sigue siendo Blue Jasmine, pero Hombre... no es una despreciable, incluso si es menor.
El universo de Woody Allen está impregnado de narcisismo, intelectualismo e ironía. El director dota a sus películas de una mirada particular del mundo y “Hombre irracional” no hace más que reafirmar su obsesión existencialista. Con dosis de policial y humor negro, el nuevo filme de Allen se mete de lleno en la moral y la dicotomía instinto- raciocinio. Abe Lucas -perfectamente interpretado por Joaquin Phoenix- es un profesor de filosofía de la universidad de un pequeño pueblo que está atravesando una crisis existencial muy profunda (“no puedo escribir porque no puedo respirar”, dice Abe). Pero sus días toman otro rumbo cuando conoce a Jill, su alumna veinteañera -excelente actuación de Emma Stone- que quiere devolverle el deseo de estar vivo a su profesor a quien tilda de “muy conservador de una manera muy liberal”. “Crimen y Castigo” de Fiódor Dostoievski juega un papel fundamental en la historia que indaga en la justicia y la suerte. Con un guión brillante, como todos los de Allen, las citas de Kant, Heidegger, Sartre y Kierkegaard sobrevuelan todo el filme. Así como los aciertos son muchos, la película no alcanza su brillantez extrema por los guiños a “Match Point” y “Que la cosa funcione” que resultan tan evidentes como repetitivos.
La ética del crimen, según Woody Allen Desencantado, alcohólico y autodestructivo, el profesor Abe Lucas llega a una universidad para dictar un curso de verano de filosofía. Junto a Jill, estudiante con la que se involucra, escuchan una charla en un bar. Abe alumbra allí una idea capaz de cambiar su vida. Hay tantos Woody Allen como películas filmó. O es el mismo con infinidad de cabezas, como una hidra inquieta e incisiva que mete la nariz en intelectos y emociones hasta diseccionarlos y exponerlos. El de “Hombre irracional” es el Woody Allen cínico y contradictorio, el caminante sin red sobre un hilo delgadísimo: el que sostiene castillos éticos. Abe Lucas, el protagonista brillantemente interpretado por Joaquin Phoenix, encuentra el sustento moral de un asesinato y lo defiende a capa y espada. Allen juega con fuego y podrá chamuscarse un poquito, pero nunca se quema. No hay humor, ni siquiera chispazos de ironía, en “Hombre irracional”. El nihilismo de Abe Lucas contagia el tono de la película; hasta los tonos elegidos por el gran Dariusz Khondji para fotografiar el campus por el que pasean Lucas y Jill son apagados y melancólicos. Es un Allen introspectivo, para nada fresco, abusivo en el empleo y la inmediata fulminación del discurso filosófico -preferentemente del existencialista-. Atrapado y fascinado a la vez por el vacío que Abe Lucas decide llenar apelando al cianuro. A los 80 años, Allen sigue escribiendo diálogos buenísimos, mechados con definiciones autoindulgentes y -por momentos- llamativamente pomposas. Esa disparidad en el guión campea a lo largo de la película. Por momentos se acelera, al acostumbrado ritmo de jazz, y de inmediato se ralentiza. La epifanía de Abe, la subtrama policial, el juego en el que se embarca para justificar su culpabilidad, conforman un edificio ético listo para desmoronarse al primer soplido. Jill -impecable Emma Stone- es la voz de la alta burguesía bienpensante cuyo falso progresismo Allen viene pintando desde hace décadas. Pero la de Abe es una especie distinta y Allen, en una sentencia surcada por esa moralidad que tanto cuestiona desde su obra artística, dispone de él con el fulminante rayo de la conciencia.
Un Allen vital A esta altura de su extensísima carrera, donde además de realizador es el guionista de sus películas y eso lo lleva a una búsqueda constante del genio que no siempre se convoca a la cita, y por si esto fuera poco con su poco aconsejable práctica de una película por año, las buenas obras de Woody Allen son cada vez más espaciadas o escasas. Desde fines de los 90’s al presente ha hilvanado una serie de películas discretas, algunas buenas, pero raramente ha logrado la genialidad de otrora. Uno de los detalles más curiosos es que, habiendo sido un hombre de comedia, innovador en un estilo claramente reconocible como propio, Allen perdió el toque especialmente en ese género y sus comedias de la última década y media están entre lo más flojo de su producción reciente. No ocurre lo mismo, y la suerte es más dispar, cuando se acerca al drama como en la excelente Blue Jasmine. Hombre irracional es un drama y es, también, la vuelta del mejor Allen. O el mejor Allen posible en esta etapa de su vida. Hombre irracional, por el transitar sobre un tema recurrente en la filmografía de Allen como es el crimen, es otra de esas películas suyas, como Match point, que todos se empecinan en comparar con Crímenes y castigos, tal vez su mejor película en referencia a esta temática. Pero hay que decir que ya en Robó, huyó y lo pescaron o La última noche de Boris Grushenko estaba presente este asunto, donde la amoralidad del planteo se choca necesariamente con la moralidad de Allen: porque las películas del director merodean la idea del crimen pero terminan seducidos más por el castigo, exterior o interior a través de la culpa del protagonista. Hay que decir que a diferencia de Match point o El sueño de Cassandra (sus viajes al policial moralista más explícitos), lo que eleva a Hombre irracional es que aquí se respira un aire de comedia constante, sardónica pero comedia al fin, y donde las presencias picantes de Emma Stone y Joaquin Phoenix le restan gravedad y le suman mordacidad al asunto. Me quiero detener un instante en los ojos de Emma Stone, que son ojos hechos deliberadamente para la comedia: son gigantes, y chispeantes e intrigantes, y hablan por el resto del cuerpo de la actriz, un cuerpo que es también puro nervio y tensión cómica, como el de alguna otra grande (y pelirroja) llamada Katherine Hepburne. Y hay otro detalle no menor en Hombre irracional, y que es un elemento fundamental para que el cine de Allen funcione: el personaje de Joaquin Phoenix, ese profesor de filosofía atormentado y autodestructivo y sobre el que pende una mitología particular, es un personaje interesantísimo, plagado de misterios y giros totalmente arbitrarios. Que en la ancianidad Allen construya una personalidad de tal fuerza y vitalidad, es un rasgo destacable: porque no es un personaje manejable, porque su irracionalidad conduce al relato y lo lleva por terrenos de inestabilidad que imaginamos son complejos de abordar para un realizador con total control de su obra como el neoyorquino. Por eso la película se resiente un poco cuando las citas a Dostoyevski o Hannah Arendt se hacen demasiado obvias, más allá de los diálogos que están obligados a transitar los personajes por el marco universitario en el que se mueven. Hombre irracional es mucho más interesante cuando fluye y el espíritu de aquello que Allen invoca como referencia se apodera del relato: en la sucesión de ideas sobre el control o no que tenemos sobre nuestra vida, sobre lo azaroso, sobre la vacuidad de la mirada filosófica o ideológica en contraposición al mundo de la acción y la autodeterminación, sobre el mal y su banalidad constitutiva, o sobre la justicia como un espacio donde lo moral y lo inmoral representan límites no siempre acordes, está la fuerza de la última película de Allen. Ese comediógrafo que sabe ponerse serio, y que obtiene sus mejores resultados cuando el balance entre esas dos posturas es el justo y necesario.
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más.
El crimen ferpecto Woody Allen, aterriza en estas playas en su cita anual, esperada por sus seguidores y a la expectativa de sus detractores con su última producción. Presenta tal como lo hiciera en “Crímenes y pecados” (1989) o “Match point” (2005), un nuevo homenaje a su querido escritor ruso, Fiódor Dostoievski. Aunque “Hombre irracional” no es una adaptación literal de la novela “Crimen y Castigo”, es algo más, el genio neoyorquino eleva la apuesta, desarrolla alguna otra idea, bastante alejada a la moral de implícita en la novela, no obstante ambas obras parten de la proposición que es ineludible realizar ese crimen para mejorar su vida personal, en este caso recuperarla. El personaje de Joaquin Phoenix, Abe, es un escritor famoso, todo un filosofo, hombre tan brillante como entristecido, en un estado de pasividad que lo abruma, no puede escribir, esta bloqueado, decide entonces aceptar ser el profesor de filosofía de una universidad no muy conocida, alterando la vida de todos en general y de dos mujeres en particular. Rita Richards (Parker Posey), una colega en busca de compañía que espera olvidar con él su horrible matrimonio, y la de Jill Pollard (Emma Stone) su mejor estudiante, una joven perspicaz que considera tener toda la autonomía para disponer sobre su vida y su deseo, de novia con un joven compañero de facultad, termina subyugada, seducida por el galardonado visitante, y no se detendrá hasta invertir su rol, ella será quien lleve a la cama al profesor. Todo cambia cuando ambos, Jill y Abe, son testigos de una conversación ajena en la que están involucrando a un juez que por conveniencia no cumple con sus funciones de manera proba, situación que induce a nuestro antihéroe a cometer acciones que lo trasladen hacia su propia redención. Los personajes, tanto de “Crimen y Castigo” como de “Hombre Irracional”, están beneficiados por pensarse como hombres íntegros, poseer una capacidad comprobada de formular juicios incuestionables, para de esa manera justificar sus acciones. Pero Woody Allen le agrega otros ingredientes que están puestos en las formas que el personaje planifica sus acciones, lo que parece hacer alusión al escritor ingles Thomas De Quincey (1785-1859), autor de la obra “Del asesinato considerado como una de las bellas artes, y de quien el propio Jorge Luis Borges se enuncie como uno de sus deudores. En esta nueva obra de Allen sobran las discusiones sobre ética y moral, un primer tercio del filme atestado de referencias filosóficas a Kant, Kierkegaard, Heidegger, asimismo hay varias indicaciones sobre la influencias de Simone de Beauvoir sobre el pensamiento femenino actual, lo que vendría a atenuar la presentación un poco misógina del universo femenino. El relativismo de “lo bueno” y “lo malo” en un filme con diálogos muy del autor, sustentado además por las muy buenas actuaciones, sabiendo que, si bien no es de lo mejor de Woody Allen, cumple con las expectativas.
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más.
El sentido de la vida Con oficio y precisión Woody Allen presenta en el inicio a los personajes que serán parte fundamental del relato; especialmente, el nada académico profesor de filosofía Abe Lucas (Joaquín Phoenix), quien apenas llegado a la universidad despierta los comentarios y deseos más variados entre profesores y alumnos; en particular de Jill (Emma Stone), una alumna, quien sin esperarlo recibe un elogio a su labor por parte del recién llegado. De inmediato ella conecta con el profesor e indudablemente manifiesta su atracción hacia él. Lucas no es un sujeto común. Vive atribulado y sin algo valorable que se interponga entre su existencia y la muerte. Nada lo motiva, no siente pasión alguna e intelectualmente se encuentra bloqueado al punto de no poder continuar con la escritura de su nuevo libro acerca de Heidegger y el fascismo. Durante un almuerzo, ambos escuchan en un bar a una mujer que cuenta a sus allegados el problema que padece. Él hace propio ese padecimiento y elabora una solución. Algo comienza a cambiar en Abe, de pronto su vida tiene sentido, le ha dado un propósito, ha tomado una decisión que cambiará el rumbo de su existencia de forma definitiva. Woody nos presenta una historia que se emparenta con la expuesta en "Match Point", aunque sin la profundidad dramática de aquella. Este filme tiene un tono más liviano, pero no por ello menos interesante. El destino, la moral, la filosofía, el egoísmo disfrazado de altruismo y la banalidad mal entendida, son parte de todo lo que el gran Allen ofrece con el paisaje de Rhode Island como fondo, del que sabe sacar provecho de su costa empedrada y su mar agitado. Hay más contenido en tres líneas de diálogo de este filme que casi en todo lo estrenado en el país durante este año. Eso es lo que agradecemos. Que Woody llegue cada año para dejarnos algo sobre qué discutir, en qué pensar. Hay que aprovecharlo.
Woody Allen a sus 79 años continúa filmando sobre sus obsesiones con toques filosóficos y humor negro. Cuando llega una película de Woody Allen sus seguidores están de fiesta principalmente en Argentina. Aquí tiene un buen número de espectadores que adoran sus films (tiene más de 50 como director). En cada film sabe elegir su elenco y muchos son los actores que quieren trabajar en ellas. Este nuevo film se centra en un profesor de filosofía, Abe Lucas (Joaquin Phoenix), quien es algo escéptico, se encuentra desilusionado de la vida, atormentado por su pasado y además es alcohólico. Lucas va a dar clases durante el verano y una vez allí se comienza a relacionar en el campus de la Universidad con Rita Richards (Parker Posey, “Almas gemelas”) una profesora y Jill Pollard, (Emma Stone, “Birdman o La inesperada virtud de la ignorancia”) alumna. Ambas mujeres se sienten atraídas y ellas están desencantadas, la profesora con su matrimonio y su alumna de su novio Roy (Jamie Blackley "Blancanieves y la leyenda del cazador”). En un principio Abe no quiere involucrarse en relaciones amorosas, luego su narración nos va mostrando los amoríos y amistades entre hombre y mujer, la descripción de cada uno de los personajes del gusto de Allen. Seguidamente a eso la cinta va tomando otra variante cuando en un café Abe y Jill escuchan una conversación que mantienen unos desconocidos, allí hay una madre desesperada un hombre le está haciendo imposible su vida. A partir de ese momento todo cambia en la vida de todos, él decide tomar partido, ayudar a esta mujer sin que nadie lo sepa. En cada momento se va construyendo una historia contundente, profunda e interesante, centrándose en una temática de “crimen y castigo”, sobre las elecciones morales, actos deshonestos y te lleva a la reflexión. Sus diálogos tienen frescura, aprovecha a citar a varios filósofos y escritores como: Kant, Sartre y Dostoyevski, entre otros. Contiene algunos guiños a films como “Extraños en un tren” de Alfred Hitchcock, entre otros. Esta cinta tiene todos los toques Woodyallenescos, vuelve a mostrar todas sus obsesiones, es previsible y reiterativa. Con ciertas similitudes a “Crímenes y Pecados”, “Match Point”, pero más liviana. Llena de enredos, divertida, con toques de humor negro, gags y momentos emotivos. Muy bien actuada por sus protagonistas que vuelven a brillar. Emma Stone y Joaquín Phoenix, en papeles a su medida, el resto del elenco acompaña a la perfección. Una tragicomedia que vuelve a tener al espectador como su cómplice principal. La estupenda fotografía de Darius Khondji (“Medianoche en Paris”; “La habitación del pánico”, “Evita”; entre otras).
Cuando la razón duerme Un tema que ha obsesionado desde siempre a Woody Allen es la búsqueda de un móvil para superar una existencia dominada por el pesimismo. En su última película, el protagonista, Abe Lucas, interpretado magníficamente por Joaquin Phoenix, no puede ser más adecuado para llevar adelante esas premisas. Es un profesor de filosofía polémico y transgresor, limítrofe entre el heroísmo y la locura peligrosa. Acosado por sus propios demonios, desenfadadamente borracho y con fama de mujeriego, este personaje es una máquina de afirmaciones nihilistas y pesimistas. Sumergido en una profunda crisis personal, ha dejado de escribir ensayos para retirarse a dar clases en una pequeña universidad de la conservadora Nueva Inglaterra, donde ha llegado la fama de su pasado como brillante intelectual y también su donjuanismo indiscriminado, por lo que una de las profesoras afirma que su llegada va a ser “como inyectar viagra” a los vetustos claustros académicos. En efecto, desde su arribo al tranquilo campus universitario, empieza a demoler certezas, ironizando incluso sobre sí mismo y su trayectoria intelectual, que según él no le ha servido mínimamente para cambiar ninguno de los males que aquejan al mundo. Descreído de los discursos racionales destila desde su nueva cátedra un escepticismo radical ante un público mayoritariamente femenino, que lo escucha con asombrada admiración. Con su actitud de choque, en ese ambiente donde todo se muestra amable y simple, el profesor se relaciona con dos mujeres: una veterana profesora (Parker Posey), que lo acosa sexualmente y Jill, una de sus alumnas más brillantes (Emma Stone). El azar como protagonista El film da una inesperada vuelta de tuerca cuando de pura casualidad, mientras pasea amigablemente con su alumna, ambos escuchan la conversación de unos desconocidos: a una mujer la han privado de ver a sus propios hijos por causa de un juez corrupto. Esta circunstancia acerca al personaje al universo de Dostoievski, uno de sus autores de cabecera. Convencido de que el mundo podría ser mejor si una persona mala deja de existir, el protagonista empieza a pergeñar una especie de acto redentor. Se propone eliminarlo amparado en la impunidad de que al tratarse de un extraño, no hay motivo ni causalidad que lo vincule con el delito. A partir de entonces, la personalidad del protagonista y el tono de la película dan un giro que la convierten en algo mucho más denso y perturbador. “Hombre irracional” está plagada de referencias intelectuales (Kant, Heidegger, Hannah Arendt, Dostoievski, Kierkegaard, Freud, Sartre y Simone de Beauvoir), un repertorio de pensadores muy populares entre los jóvenes universitarios de la década del sesenta, a la que también pertenece la versión instrumental de Ramsey Lewis Trio, el leit-motiv de la película que acompaña los momentos lúdicos del film. Cuando el tono se oscurece, el sonido ambiental es lo único que permanece y resalta como el silencioso inicio y el contundente final. Perversamente ética Phoenix y Stone están impecables en sus papeles, ya que aportan matices diversos y por momentos complementarios: la juventud y la madurez, la experiencia desengañada frente al asombro entusiasta. La temática de esta fábula contada con originalidad y audacia la empareja a “Match Point” y “Crímenes y pecados” girando sobre el azar, los dilemas éticos y el crimen perfecto, tópicos favoritos del director. La película ofrece detalles mínimos y realistas, junto a planos escuetos y simbólicos, como la escena donde Abe y Jill se reflejan en un espejo circense que les devuelve una imagen distorsionada de ellos mismos, donde solamente la belleza de ella resiste. De modo rigurosamente intelectual, el profesor va moldeando una ética tan perversa como convincente, pero en el fondo tan deforme como el reflejo del espejo citado, abriendo una puerta que lleva a otras, sin retorno. Todo en una mezcla de géneros en los que Allen pasa de la comedia al drama, incluso el thriller donde la historia fluye entretenida y fresca, nunca superficial ni menos inocente.
Hombre Irracional nos cuenta una historia que parece simple donde hay un profesor que ya no le encuentra sentido a la vida, y que por varios hechos en cadena le da un nuevo propósito a la misma. Una historia que desde un principio nos hará pensar que ya sabemos lo que va a pasar, lo típico, pero que con el transcurso de la misma este pensamiento se va diluyendo a causa de varias facetas cambiantes en una línea principal que no termina de ser clara, pero no por eso mala. Quizás por hechos que para algunos pueden resultar ridículos como para otros sorprendentes pero la trama de Hombre Irracional no termina teniendo un objetivo principal, sino que se va construyendo en base a varias historias, algunas con más importancia que otras, y que dependiendo el espectador pueden terminar dejando una sensación de desconcierto o gratificación al tratarse de algo diferente principalmente, y repito, porque personalmente la historia toma un giro realmente inesperado a lo que venía esperando de la misma, tanto para el inicio de la trama, como en el final que es a todo bombo y platillo. Como es costumbre, Woody Allen hizo de las suyas con el guion. De esos guiones que marcan claramente un público especifico al que apunta la producción, siendo extenso y lleno de tecnicismos, potenciado por la introducción constante de un glosario filosófico. Súper recomendable para quienes ya estén acostumbrados a la calidad de Woody, siendo este el punto más alto de la película, cuidando cada detalle del mismo y, si se entiende, logrando una gratificación constante en el espectador con cada párrafo. Ahora bien, si el público no está acostumbrado a este tipo de producción, el uso de un guion así pueden resultar en un total fiasco y provocar un dolor de cabeza constante provocando en el espectador el deseo de que la película termine lo más pronto posible. Las actuaciones estan bien, sin ser extraordinarias. Si bien la película involucra constantemente a varios protagonistas, claramente todo se enfoca en Abe (Joaquin Phoenix) y Jill (Emma Stone). Emma nos regala un papel correcto como nos tiene acostumbrados, interpretando excelente a una estudiante universitaria muy cambiante sentimentalmente, pero que sin duda donde más se destaca es en las escenas donde sale a relucir toda su belleza y poder de seducción. Joaquin Phoenix, por otro lado interpreta al profesor de filosofía Abe, un seductor venido a menos con un historial grande en lo que respecta a "amor", cuando la vean lo entenderán. Joaquin parece no encajar con el perfil de lo que uno espera del protagonista, aunque mucho de la película no es lo que uno esperaba de antemano, un tanto inexpresivo por momentos o sobreactuado por otros, pero que de igual forma no desentona, aunque personalmente considero que no es su mejor interpretación. Una crítica al film es la banda sonora que es realmente floja, si bien la canción principal no está mal y encaja con el tipo de producción, es prácticamente la única que hay y se repite en varias ocasiones generando cansancio por momentos.
Todo lo que quiso saber sobre Dostoievski y nunca se animó a preguntar, crítica a Hombre Irracional
Hombre irracional es un filme que si bien no va a transformarse en un clásico de Woody, es un trabajo muy digno y fiel a su estilo que disfrutarán no sólo sus seguidores sino que también lo harán todos los que gustan del suspenso ligero pero bien elaborado. Joaquin Phoenix realiza...
Una criatura muy Woody "Irrational Man" es la nueva película del director Woody Allen que vuelve sobre dos temas recurrentes en sus trabajos, el crimen y la fragilidad moral. En este caso nos cuenta la historia del profesor de filosofía Abe Lucas, interpretado por el experimentado Joaquin Phoenix ("Her", "Walk the line"). Abe es un deprimido y prestigioso profesor de filosofía que vive en piloto automático. Un día comienza a trabajar en la universidad de la localidad de Newport, Rhode Island, sin muchas expectativas y esperando seguir su camino hacia el fondo de la vida a través del alcohol. Allí conoce a dos mujeres, Rita (Parker Posey), una profesora casi tan deprimente como él que también da clases de filosofía, y Jill (Emma Stone), una de sus nuevas alumnas con cierto talento en la materia. Comienza relaciones amorosas con ambas casi en simultáneo y encuentra en ellas de cierta manera un apoyo para que su vida no sea tan aburrida, o eso es al menos lo que nos quieren hacer creer en un principio. Acá está muy claro ese elemento que tanto le fascina al director, la infidelidad. Un día por cuestión del azar tiene una epifanía radical y decide tomar las riendas de su vida nuevamente. Es aquí cuando se revela al verdadero Abe, un tipo totalmente egocéntrico y trastornado que usa a aquellos a su alrededor para justificar su irracionalidad, su fragilidad moral. Podríamos decir que es un reflejo del mismísimo Woody, un tipo con una visión cínica e inmoral de la vida. ¿Estoy señalando con reproche al director neoyorquino? Sí, pero además estoy señalando una realidad conocida por todo el mundo. Se sabe que Allen es muy buen director, pero en el plano personal conformó una familia realmente quebrada emocionalmente con Mia Farrow. Hasta dejó a Farrow y comenzó una nueva relación amorosa con una de las hijas adoptivas de la actriz, Soon Yi. En fin, lo que quería señalar es que hay mucha carga personal de Woody Allen volcada en su criatura, Abe Lucas. En lo que a cine se refiere, los elementos que ya son sello de calidad del director están por todos lados. Diálogos interesantes, muy frontales y filosos, sin reparar demasiado en correcciones políticas. También podemos encontrar esos planos fotográficos de las locaciones que elige para filmar, en este caso Newport. Y por supuesto, ese juego que pone a prueba la moral del espectador, que se verá tentado más de una vez a estar del lado de nuestro polémico protagonista, muy bien interpretado por Phoenix. Un film innegablemente Allen, interesante y que exige que el espectador se involucre, pero que a su vez carece de la fuerza de otro títulos más poderosos como "Blue Jasmine", "Crímenes y pecados" o "Match Point" para el caso. Una propuesta pensada para los seguidores más fieles del director.
(Alerta: Spoilers) En los últimos años, desafiando cualquier prejuicio que la edad pudiera jugarle en contra, Woody Allen dio lugar a su etapa más productiva. A razón de una película por año, el neoyorquino fue alternando trabajos menores que demuestran cierta falta de inspiración respecto a los viejos tiempos, con momentos brillantes como lo fueron Match Point (para muchos, su obra maestra) y la excelente Blue Jasmine (que terminó de consagrar a su protagonista, Cate Blanchett como una de las grandes actrices de esta generación). Su último trabajo, titulado Irrational Man, cuenta la historia de Abe (Joaquin Phoenix) un profesor universitario de filosofía que, en medio de un pozo depresivo, viaja a una localidad costera para dar un curso de verano en la universidad de Newport donde entabla una peligrosa relación con su alumna Jill (Emma Stone). A partir de una conversación escuchada al azar, Abe le dará un nuevo sentido a su vida y el diseño de un plan para asesinar a un juez le servirá de motor para recuperar las ansias de vivir. Irrational Man es una historia en la que Woody Allen vuelve a crear un extraño híbrido que conjuga géneros tan dispares como el cine negro y la comedia, que remite a trabajos como Crímenes y Pecados y Misterioso asesinato en Manhattan. A su vez, también revive la obsesión del neoyorquino por Crimen y Castigo retratando una historia en la que el personaje principal, una persona aparentemente normal, se pone a sí mismo en una situación extrema que le sirve al cineasta para hacer una radiografía de los dilemas existenciales del ser humano similar a los planteos llevados a cabo en la obra de Dostoyevsky. Sin embargo, es importante aclarar que en Irrational Man, Allen no toma el crimen como punto de partida para analizar sentimientos tales como la culpa y el remordimiento como lo hacía en las ya mencionadas “Crímenes y Pecados” o “Match Point”. Tampoco maneja los mismos niveles de profundidad, gracias a su constante juego con la comedia. A diferencia de Raskólnikov, el protagonista de Crimen y Castigo, en Abe no hay un replanteo moral frente a la posibilidad de asesinar a una persona, sino más bien todo lo contrario: existe un deseo visceral, incluso irracional de llevar a cabo su plan para hacer del mundo un lugar mejor. En palabras propias de Abe “Dejar al mundo, con un hijo de puta menos”, un mundo con respecto al cual el personaje de Phoenix se siente completamente desesperanzado. La verdadera fuerza del film radica en las interpretaciones. Tanto Emma Stone como Joaquin Phoenix llevan adelante personajes que se mueven entre límites muy extremos. En el caso de Jill resulta muy convincente esa progresión desde la admiración y un enamoramiento algo obsesivo hacia su profesor, al rechazo absoluto. Por otro lado, Phoenix dota de la credibilidad necesaria a un Abe que va desde la desmotivación y la depresión más profunda a un sentimiento de euforia excesivo generada por una forma de ver el mundo completamente opuesta a la del comienzo de la historia. Dejando de lado cierta ligereza a la hora de resolver los complicados dilemas existenciales que sus personajes plantean al inicio de la película, Irrational Man logra su cometido de entretener y provocar risas en el espectador, ubicándose exactamente en el punto medio entre las grandes obras maestras y los trabajos menores de su realizador. Woody Allen ya tiene su nombre asegurado entre las personas más influyentes del séptimo arte y el hecho de que a sus 79 años pueda seguir entregando trabajos de este calibre es para agradecer y valorar. Por muchos más.
Mucho se ha hablado sobre las similitudes de tono entre el nuevo estreno de Woody Allen y films icónicos en su carrera como Match Point, y sobre todo,Crímenes y pecados. Después de un largo periplo de películas en clave de postal europea, con toques de magia, pero algo desganadas en su conjunto, Allen vuelve en plena forma con un relato que intercala en dosis perfectas sus pinceladas de ligereza y nihilismo. Con un timing que no lograba desde hace muchos años, el eterno guionista y realizador, estructura una historia que pone en el centro a Abe, un profesor de filosofía abatido, que desde hace tiempo no le encuentra sentido a su vida. Joaquin Phoenix, con pancita de bebedor incluida, acierta en el registro de ese hombre desencantado que llega al apacible campus universitario de New Port. El prestigio profesional y los tortuosos dramas personales del filósofo sacudirán el adormecido ambiente académico, y muy pronto dos mujeres caerán a sus pies. Rita, una docente hastiada de su matrimonio (Parker Posey), y Jill, una alumna que tiene una relación con su novio demasiado formal para tener verdadera sustancia (Emma Stone). Todos estarán atentos a la creciente desesperanza de un Abe que no escatima por ejemplo en jugar a la ruleta rusa adelante de sus alumnos. De repente, el sinsentido de su existencia se desvanecerá cuando junto a Jill escuchen una charla de café, en la que una madre desesperada le cuenta a sus amigos cómo ha perdido la tenencia de sus hijos por la acción de un juez corrupto. Y aquí es donde Woody hincará el diente en una motivación políticamente incorrecta para sacar a Abe de su largo y angustioso letargo. El profesor elaborará un plan perfecto para matar a ese hombre desconocido, transformándose en una suerte de justiciero anónimo, y desarrollando su estrategia en el más absoluto secreto. Antes la película se ha paseado por referencias y citas intelectuales que van desde Kant y Heidegger, hasta Freud, Dostoeivski y Sartre. Allen nos zambulle en el mundo de un pensador bloqueado, que necesita una pulsión de vida que termina encontrando en el lugar más incómodo: el asesinato. Si bien algunos textos en off son demasiado elocuentes, la película se debate en una exquisita contradicción: un entramado por demás sórdido que es retratado con gracia y ligereza, con el plus de la bellísima fotografía de Darius Khondji. No conviene adelantar más de lo dicho con respecto al desarrollo de los hechos, porque sería arruinar parte del suspenso juguetón por el que nos pasea Hombre irracional. Esa virtud de un director que está pisando los 80 años y se permite transitar con encanto sobre conceptos verdaderamente perturbadores, es el mayor acierto de esta joyita. Y si bien es cierto que dicha cualidad es una marca registrada de Allen, desde hace mucho tiempo el persistente creador no lograba cristalizarla de una manera tan incómoda como encantadora. En algunos casos triunfaba la inconsistencia, en otros la solemnidad. Aquí en cambio el sarcasmo se permite desfilar sin tapujos, con todo su esplendor y sus bajezas. Woody renace en un film fresco y solapadamente intenso. Mientras el profesor Abe repta en el fondo del sinsentido, podemos respirar la supervivencia de un cine elegante que sin ostentaciones, ejerce su estoico arte de resistencia. Irrational Man / Estados Unidos / 2015 / 95 minutos / Apta mayores de 13 años / Guión y dirección: Woody Allen / Con: Joaquin Phoenix, Emma Stone, Parker Posey, Joe Stapleton y Jamie Blackley.