Invasión Zombie (Train to Busan/Busanhaeng, 2016) es un eximio ejemplo de creatividad coreana sobre una nueva concepción del tan explotado cine de zombies, esta vez dentro de un tren. Como Terror a Bordo (Snakes on a Plane, 2006) Snowpiercer (2013), Narrow Margin (1990) e inclusive Non-Stop: Sin Escalas (Non-Stop, 2014), la acción se ubica en un espacio cerrado con movilidad, cuestión por la que el aprovechamiento espacial es milimétrico y las ideas al respecto abundan. El film sigue a un grupo de personas en su viaje desde Seúl hasta Busan, escapando en tren de zombies que logran subirse a un vagón y así, en el trayecto, ir contaminando al resto de los pasajeros. Como en toda película de estos monstruos, los zombies de TTB tienen sus reglas propias de metamorfosis, comportamiento y manera de ser liquidados. Lo mejor que ofrece Train to Busan es que, a comparación con otros films de zombies, es autoconsciente, no se hace eco de lo políticamente correcto y es un film tanto hipnótico como dinámico.
Armonía y amplitud En Invasión zombie (Busanhaeng, 2016), al igual que en la también maravillosa The Wailing (Goksung, 2016), se unifican la vitalidad del cine surcoreano y una más que bienvenida recuperación cualitativa por parte de la fábrica de sustos del séptimo arte… Recientemente hemos disfrutado de una verdadera catarata de películas de terror que han levantado la vara del género una vez más, ratificando que la diversidad es una de las mayores riquezas que nos puede regalar el cine y que la calidad y el público masivo todavía pueden ir de la mano. En plan de hacer justicia, sin duda en primera línea se ubican las extraordinarias No Respires (Don’t Breathe, 2016), Miedo Profundo (The Shallows, 2016), Cuando las Luces se Apagan (Lights Out, 2016), Somnia: Antes de Despertar (Before I Wake, 2016), Avenida Cloverfield 10 (10 Cloverfield Lane, 2016) y La Bruja (The Witch: A New-England Folktale, 2015). Ya un poco más rezagadas, acompañan este derrotero triunfal 12 Horas para Sobrevivir: El Año de la Elección (The Purge: Election Year, 2016), El Conjuro 2 (The Conjuring 2, 2016), Goodnight Mommy (Ich Seh Ich Seh, 2014), Cuando Despierta la Bestia (Når Dyrene Drømmer, 2014) y El Niño (The Boy, 2016), toda una segunda camada que termina de delinear un período de inusitado esplendor para el horror. Ahora bien, Invasión zombie (Busanhaeng, 2016) viene a ser algo así como la frutilla del postre, un trabajo exquisito que logra destacarse en un subgénero que a esta altura parecía bordear el agotamiento definitivo, el de los zombies. Antes que nada conviene aclarar que hablamos de un representante de una de las cinematográficas nacionales más interesantes de las últimas dos décadas, la surcoreana, y que el film en cuestión es la primera aventura en “live action” de Yeon Sang-ho, un director muy talentoso que se hizo conocido en el ámbito internacional por una trilogía de animación nihilista compuesta por The King of Pigs (Dwae-ji-ui Wang, 2011), The Fake (Saibi, 2013) y la flamante Seoul Station (2016), una especie de precuela del opus que hoy nos ocupa. Aquí el realizador por suerte se abre del abanico de referencias de los exploitations de The Walking Dead de los últimos años, un espectro fallido que va desde la megalomanía de Guerra Mundial Z (World War Z, 2013) hasta la intimidad hogareña y estéril de What We Become (Sorgenfri, 2015) y Viral (2016). Suprimiendo esa insistencia para con las escenas de acción cronometradas y todos los clichés melodramáticos de índole familiar, Invasión zombie toma prestada la desesperación y el humanismo de Escape en Tren (Runaway Train, 1985), de Andrey Konchalovskiy, y la colección de dardos contra las injusticias detrás de la estratificación social capitalista de Snowpiercer (2013), del enorme Bong Joon-ho. El relato comienza con un prólogo que apenas si nos ofrece un mínimo adelanto de lo que vendrá: el conductor de una camioneta es obligado a detenerse en una estación de control, donde le informan vagamente que se produjo una “fuga” en algún punto de la ruta, luego de lo cual atropella por accidente a un ciervo y se marcha sin percatarse que el susodicho -segundos después- se levanta con sus ojos emblanquecidos. Casi toda la faena posterior transcurre a bordo de una formación infestada de zombies del KTX (Tren Expreso de Corea), en viaje de Seúl a Busan, en la que coinciden la necesidad de sobrevivir, la desigualdad y el canibalismo de los seres humanos. Como hizo anteriormente con el sistema educativo, la milicia y la religión organizada, hoy Yeon analiza sin ningún prurito el egoísmo y la brutalidad de la sociedad coreana mediante el comportamiento de determinados personajes, aunque en esta oportunidad dejando la puerta abierta a la esperanza vía el amor filial. Los núcleos protagónicos centrales se corresponden a dos familias, la primera encabezada por Seok-woo (Gong Yoo), un gerente financiero divorciado que suele desatender a su pequeña hija Soo-an (Kim Soo-an), y la segunda representada por Sang-hwa (Ma Dong-seok), un esposo de clase obrera que viaja junto a su mujer embarazada Seong-kyeong (Jeong Yu-mi). Muy por encima de las rencillas de los hombres durante el transcurso de la odisea, en función del individualismo contraproducente de Seok-woo y la rudeza todo terreno de Sang-hwa, el verdadero villano de la historia no es el influjo de los cadáveres rabiosos sino un tal Yong-suk (Kim Eui-sung), un CEO exasperado y artífice de masacres colaterales por paranoia y ventajismo. Train to Busan: Armonía y amplitud - Semana de Cannes en Buenos Aires 2El cineasta hace absolutamente todo bien y va superponiendo dimensiones retóricas con una naturalidad envidiable: aquí la sucesión de tragedias se condicen con los comentarios sociales propuestos, el desarrollo de personajes y un cúmulo de secuencias de acción que no sólo jamás se sienten forzadas sino que -por el contrario- llaman la atención por su pertinencia y originalidad. En esencia estamos ante la antítesis del modelo hollywoodense y su pomposidad redundante y demasiado bobalicona, debido a que los engranajes de Invasión zombie funcionan en perfecta armonía y el relato aprovecha la totalidad de la amplitud inconformista del terror, sin limitarse a los facilismos que suelen imponer los autómatas de marketing de los grandes estudios. Yeon, al igual que los directores de los films que mencionábamos al inicio, enfatiza la urgencia de un estatuto autoral en el cine industrial, en pos de eliminar el esquema desgastado de una producción multitarget que pretende dejar a todos contentos y que para colmo resulta deficitaria, siempre generando vergüenza ajena…
Todo Zombi es político Michele_bachmann Todo género narrativo es político. Este postulado general sería una declaración vacía si no se pudiera definir que lo importante es cómo cada género construye su politicidad, su especial viínculo con lo social (la polis), la historia y la cultura. Desde que el cine inventó el género zombi, hace más de 70 años, el mismo no ha parado de evolucionar y ha construido pautas propias (leyes) a la par que se fue transformando en un fenómeno social y cultural. rsz_2016_-_train_to_busan Invasión Zombie es un film coreano a estrenarse el 12 de enero del 2017, que tuvo su gala inaugural en el Festival de Cannes pasado y se convirtió en la primera película coreana de 2016 en romper el récord de audiencia con más de 10 millones de espectadores. Invasión Zombie sigue claramente las pautas del género, Seok-Woo es un hombre divorciado que tiene un alto rango en la empresa que trabaja y planea llevar a su hija Soo-an a reunirse con su madre en Busan. Primer ítem: la crisis de familia ado zombique sufre esa niña y un padre más preocupado por los números que por los afectos. Ellos abordan un tren en Seúl que se encuentra colmado de gente con diferentes trabajos y distinta situación económica / social, caldo de cultivo para que una infectada ingrese a último momento al tren para que comience el infierno. Segundo ítem: la plaga atraviesa las clases, nadie queda a salvo. Más cercano en su entramado de personajes a Carpenter que a las agonías individuales de Romero, el film va tejiendo solidaridades impensables, el luchador se vincula al CEO y la pelea por sobrevivir se inicia.Yo-anduve-con-un-zombie Desde Yo anduve con un zombi (Jacques Tourneur, 1943) el género se ha mostrado muy sensible a las crisis sociales y morales, en la época de Tourner un cúmulo de situaciones acechaban el futuro como las secuelas de la crisis del 30’, el racismo vigente en los EEUU y una guerra mundial que incluye a los norteamericanos después del ataque japonés a Pearl Harbor.zombies-09 Pero el que realmente le da al género su actual fisonomía es George Romero con su film La noche de los muertos vivientes (George Romero, 1968) donde los zombis se vuelven caníbales (que, a medida que avanza la saga, van ganado velocidad en sus movimientos y autoconciencia en sus actos) con la guerra de Vietnam como paraguas y el conflicto racial a minutos de explotar con panteras negras incluidas. Invasión Zombie vibra en la cuerda de un conflicto desgarrador que lleva más de 60 años por la partición (por la guerra fría desde la década del 50’) de las dos Coreas (la comunista y la capitalista) y quizás allí estriba una de sus formulaciones originales, si observamos un mapa vemos que el tren sale de Seul (cerca de la frontera con la otra corea) a la salvación supuesta en Busan, frente al mar del Japón. Ni capitalismo ni socialismo de estado son la salida humana que buscan estos seres a la deriva.mapa de corea La exitosa serie The Walking Dead nos trae un conflicto medular de nuestra arquitectura política y social ¿Es la democracia la mejor forma de gobierno ante una mega amenaza externa? Después del 11S se ha querido establecer que para defender nuestras libertades debemos perderlas y pasar a ser vigilados como eternos sospechosos. Esta nueva tiranía libera a las personas como consumidores pero las censura en sus libertades políticas, canibalismo moral que hace que agonicemos indigestados al tragarnos los valores fundacionales de nuestra cultura política y transformarla en un slogan vacío de campaña electoral para zombis. Si un fenómeno como el zombi se pudiera explicar desde una sola causa, Donald Trump en el gobierno (junto a otros impresentables líderes internacionales) le daría al género una longevidad inesperada….
Pese a la sencillez del argumento, esta película nos muestra una crónica sobre el comportamiento en sociedad, las miserias humanas y el caos producido durante una crisis generalizada.
Invasión Zombie: Corea Style. Podemos discutir si los zombies tendrían que ser rápidos o no. En esta película son rápidos, letales y despiadados. Se asemejan a los que presentan películas como 28 Days Later y World War Z. Incluso los amantes de la franquicia de videojuegos Left 4 Dead se van a sentir muy a gusto. Invasión Zombie (Busanhaeng, en su título original; Train to Busan, en su traducción al inglés) no es una película perfecta, pero sí una de las más creativas que el género presentó en el último tiempo. Hay escenas muy artísticas que son magia pura, y situaciones dentro del tren que generan una mezcla de nervios y excitación. Los zombies en sí tienen características novedosas que no había visto en otras historias de este tipo (aunque comentarlas sería entrar en terreno de spoilers). El inicio del fin: invasion zombieEsta producción coreana tiene éxito donde Fear the Walking Dead falló de forma miserable: explica con frescura y habilidad cómo una pandemia de este tipo puede expandirse tan rápidamente. Y continuando con la analogía de la franquicia de zombies más famosa en la actualidad: mientras que The Walking Dead logró hacer que un apocalipsis zombie sea casi “cool”, con sexo, grandes historias de amor, armas y batallas épicas, en Invasión Zombie la cosa no es tan glamorosa. Se siente el drama, el brutal instinto por sobrevivir (y lo que nos lleva a hacer) y la resignación. Me gustó mucho que los personajes y toda la situación sean tan realistas. No hay grandes héroes, no aprenden a matar zombies en el transcurso de un par de horas, y tienen que utilizar su ingenio para zafar de situaciones imposibles. Ninguno está a salvo en aquel infierno, y es devastador cuando les cae la ficha de que, probablemente, todos sus seres queridos están muertos. En las escenas donde los protagonistas buscan llegar de uno de los vagones del tren hacia otro – siendo que todos los que están en el medio están atestados de zombies– se dan algunas de las escenas de suspenso y acción más logradas de este año. Snowpiercer con zombies: Quienes hayan visto Snowpiercer, la interesante película coreana del 2013 con Chris Evans, quizás encuentren cierto paralelismo en algunas temáticas que se tratan. En primer lugar, ambas ocurren en un tren en movimiento. Invasión Zombie también explora las relaciones humanas ante una catástrofe mundial y contiene una especie de comentario social (las clases altas quedan varadas en los vagones de más adelante), si bien no profundiza demasiado. El subtexto, el melodrama generado y las actuaciones no son el punto fuerte de la película. Hay diálogos bastante malos –eso no puede negar– y, si bien algunos personajes están verdaderamente muy bien (destacable el trabajo de la chiquita Su-an, por ejemplo), la mayoría de las actuaciones son exageradas e inferiores. Esto no hizo que dejara de disfrutar el enorme espectáculo visual que presenta la historia, aunque sí lo deja a uno pensando que podrían haberse ajustado algunas cosas. El cine coreano es, (históricamente) melodramático, y para quienes siguen ese cine es hasta bien recibido. En mi caso, me pareció que habría funcionado un poco mejor de no ser tan obvia con los personajes típicos y unidimensionales y mejorando un poquito los diálogos. Conclusión: Más allá de algunas imperfecciones, Invasión Zombie no deja de ser una de las producciones más creativas, fantásticas e impresionantes que el género brindó en los últimos años. Me encantaron la cantidad de ideas diferentes que aporta, la acción desenfrenada y el entretenimiento que brinda. Incorpora mucha chispa a las cintas de zombies y es, sin duda, recomendable para fans de este tipo de relatos.
Descomunal éxito comercial en Corea del Sur y con más de 100 millones de dólares recaudados en todo el mundo, este debut en el cine de ficción de Yeon Sang-ho (realizador de aclamados films animados como El rey de los cerdos y Seoul Station) tuvo su estreno mundial en el último Festival de Cannes y le valió el premio a Mejor Dirección en la muestra de Sitges a partir de una muy eficaz incursión en el subgénero de muertos vivos. Cine de género a puro vértigo y con una notable factura técnica. Con The Host, de Bong Joon-ho, el cine coreano hizo una de las mejores películas de monstruos en mucho tiempo. Con Train to Busan, consigue un notable film dentro de otro subgénero fantástico: las historias de zombies. Tras sus aclamados films animados King of Pigs, Fake y Seoul Station, Yeon Sang-ho narra la historia de una niña (Kim Su-an) que quiere ir a ver a su madre. Su padre ausente (Gong Yoo), un exitoso empresario que además está divorciado, acepta a regañadientes acompañarla en un viaje en tren de 450 kilómetros entre Seúl y Busan. Pero, claro, en esta película apocalíptica se desata un virus y rápidamente los zombies empiezan a ser muchos más que los humanos “sanos”. Lo de sanos es relativo, ya que están los héroes, pero también los villanos capaces de cualquier bajeza por salvarse. Los personajes son múltiples: desde el mencionado padre que en medio de la catástrofe intentará redimirse con su pequeña hija, un gordito encantador (Ma Dong-seok) y su esposa embarazada (Jung Yu-mi), dos adolescentes en incipiente romance, el típico villano -básicamente un cobarde- de una corporación (Kim Eui-sang) y varios más. El director se las ingenia para darle carnadura a cada uno de ellos en medio de las corridas, las luchas cuerpo a cuerpo y los batazos, mientras construye notables escenas de acción (casi todas dentro del tren, pero también en una estación o en las vías) que son verdaderas coreografías cinematográficas. Si bien queda lejos de la alegoría política de la distópica Snowpiercer, también de Bong Joon-ho y otro film ambientado casi íntegramente en un tren, la película expone las diferencias de clase y las contradicciones generacionales sin apelar al subrayado. Se trata, en definitiva, de un entretenimiento para el disfrute de los amantes del cine de género y una lección de puesta en escena donde ni el vértigo ni los efectos visuales conspiran contra la comprensión y eficacia de la narración. El cine coreano, por suerte, sigue gozando de excelente salud.
TREN DE CONSECUENCIAS En una vía últimamente tan transitada como el cine de zombies, superpoblada en cine y TV, con productos de diferentes origines pero propuestas muy similares, se hace difícil esperar algo fresco y estimulante. Sin embargo Invasión zombie (con su título local tan poco invitante) se convirtió en una sorpresa bienvenida cuando irrumpió en el último Festival de Cannes y es, claramente, el mejor film del género en años. No necesariamente por lo novedoso de sus ideas, como por la maestría con que su realizador, Yeon Sang-ho, las distribuye y las pone en escena. Sang-ho debuta aquí en el live action después de una carrera destacada en el cine de animación, donde uno de sus films animados, Seoul Station (exhibida en la última edición del Festival de Mar del Plata), se estrenó también en 2016 y trascurre en el mismo escenario con otros personajes, pudiendo verse como un díptico junto con esta. En esta historia los protagonistas, pasajeros ocasionales en viaje de Seúl a Busan, se enteran, con el tren ya en marcha y obviamente de la peor manera, de la infección zombie en su vertiente infecciosa y acelerada, que se propaga a velocidad alarmante, y ese va a ser el escenario donde se defina la posibilidad o no de su supervivencia. Invasión zombie pertenece entonces a otro sub-género que es el de las Películas de Trenes, un tipo de film, que combina en un mismo lugar tanto la claustrofobia como el movimiento. Sang-ho aprovecha precisamente el espacio en que la acción se desarrolla, adaptando al mismo la lógica del relato. Por eso despliega una estructura episódica o secuencial que es la de los vagones de tren o la sucesión de las estaciones. Y, a pesar de esa lógica entrecortada, el ritmo es sostenido, el relato fluye y no tiene baches. Cada pausa es simplemente tomar aire para arremeter de nuevo a la próxima situación, al próximo encuentro frenético, donde la fuga es siempre hacia a delante. En ese sentido, del desplazamiento continuo dentro y fuera del tren, puede recordar un poco a cult-movies sobre rieles como Pánico en el Transiberiano (1972) o a la más reciente Snowpiercer (2013) del también coreano Bong Joon-ho, con la cual comparte cierta cuota de crítica social, aunque en el caso de esta última la crítica iba por el lado de la diferencia (y la lucha) de clases. Algo de eso hay aquí, pero si bien existe cierto comentario social a partir de elementos como la profesión especulativa de su protagonista, la forma turbia en que la infección se produjo o las maneras con que el gobierno la está manejando, lo cierto es que el blanco de la crítica es a la condición humana, precisamente en sus miserias. Algo que es habitual en el cine de zombies, y no es la excepción en este caso, es que las criaturas más peligrosas y temibles terminan siendo por lo general los seres humanos, elevados a ese pedestal por su miedo, su crueldad y su mezquindad. Precisamente una de las escenas más sobrecogedoras es cuando un grupo de sobrevivientes es rechazado y hostigado por otro que sin embargo comparte con ellos la misma situación y el mismo peligro. Invasión zombie nos presenta un elenco de personajes en apariencia estereotipados pero más bien claramente identificables, que son imperfectos y queribles y con los cuales uno empatiza y sufre cuando les toca la mala. Personajes que a su vez tiene sus matices y van evolucionando aun en el breve transcurso. Por eso el film es también la historia de redención de su protagonista, un asesor financiero preocupado solo por su trabajo y por sí mismo, que descuida a su hija y hasta pretende, por suerte sin éxito, transmitirle su mismo egoísmo. La odisea de supervivencia en el tren es también su travesía moral, la oportunidad de convertirse en alguien mejor. Claro que la redención no funciona para todos, y la muestra más acabada es el funcionario a cargo, una alimaña irredimible y espantosamente impune que se constituye en el villano más desagradable y odiable aparecido en mucho tiempo en el cine. Con sus personajes bien delineados, su ritmo vertiginoso, su espectacularidad visual, que propone todo el tiempo imágenes impactantes y que, sobre todo, no suelta nunca al espectador, Invasión Zombie es lo que estaba necesitando un género al borde del rigor mortis. Una película que lo convierte otra vez, y paradójicamente, en algo vivo. INVASIÓN ZOMBIE Busanhaeng. Corea del Sur. 2016 Dirección: Yeon Sang-ho. Intérpretes: Gong Yoo, Ma Dong-seok, Ahn So-hee, Kim Soo-an, Jung Yu-mi. Guión: Yeon Sang-ho. Fotografía: Lee Hyung-deok. Música: Jang Young-gyu. Duración: 118 minutos.
Sólo la música nos puede salvar. Llega el estreno este jueves 12/1 de “Invasión Zombie” (Train to Busan) película proveniente de Corea del Sur dirigida y escrita por Yeon Sang-ho. Corea se ve azotada por un tipo de virus desconocido que convierte en zombie a los seres humanos, y estos se van propagando velozmente al ser atacados/mordidos por los ya infectados. La historia principal transcurre en el viaje de tren KTX de Seúl a Busan. El protagonista es Seok Woo, un empresario con pocos escrúpulos, divorciado, que lleva a su hija a reencontrarse con su madre. Y la interacción de ellos con otros importantes personajes/pasajeros, de diferentes clases sociales y edades. Más cuando se desencadena la epidemia dentro del ferrocarril y la necesidad extrema de llegar urgente al destino, ciudad donde estarían a salvo. Los que allí lleguen… “Invasión Zombie” da poco lugar al respiro, con una tremenda acción, muy bien filmada y una historia que te va atrapando desde el comienzo hasta el final. Mucha tensión bien lograda, sangre desparramada por todos lados, y esa alocada carrera por salvarse de un cruel destino: convertirse en un monstruoso zombie descerebrado que no discierne y que ataca a todos por igual. Quiero resaltar el final elegido. Con un claro mensaje que va mucho más allá de una terrible y dramática historia de ficción.
No caben dudas de que los zombies son los monstruos del momento. Un camino a la consagración tan lento como firme e implacable: de Zombie Blanco (White Zombie, 32) y Yo Dormí con un Fantasma (I Walked with a Zombie, 1943), hasta la serie The Walking Dead, pasando por George A. Romero, quien dejó de lado el mito de Haití y los convirtió en cadáveres devoradores de personas, a partir de La Noche de los Muertos Vivos (Night of the Living Dead, 1968). También hubo más y notables films de este subgénero, que con el tiempo fueron renovando la premisa para que nunca perdiera frescura. Y lejos de quedarse en los Estados Unidos, estas criaturas pronto tuvieron sus versiones en países como Italia, España, Gran Bretaña, Argentina, Brasil, Austria, Noruega… El continente asiático también aportó lo suyo, y su mordida más fuerte llega gracias a Invasión Zombie (Train to Busan/Busanhaeng, 2016) En esta oportunidad, el brote de infectados tiene lugar en Corea del Sur, mientras un grupo de pasajeros viaja en tren desde Seúl. Allí están, entre otros, el empresario y su pequeña hija, el hombre rudo y su esposa embarazada, un grupo de estudiantes que pueden defenderse con bates de béisbol y el insufrible que pretende salvarse a toda costa. Deben dirigirse a Busan, donde parece estar la última esperanza de salvación, pero será un recorrido tan apocalíptico como lo que sucede fuera de los vagones. El director Sang-ho Yeon venía de mezclar zombies y trenes en el film animado Seoul Station (2015). De hecho, Invasión Zombie no sólo representa una suerte de continuación no oficial de aquella película sino su primer largometraje live action. Aquí da cátedra de suspenso, acción, claustrofobia, ritmo. Sabe balancear el drama con toques de humor, y le da un enfoque propio a las criaturas. Lejos de andar despacio, se mueven rápido, como las de Exterminio (28 Days Later, 2002), El Amanecer de los Muertos (Dawn of the Dead, 2004) y Guerra Mundial Z (World War Z, 2013). También tienen en común con el film protagonizado por Brad Pitt que atacan de a muchos, alocadas de hambre, y hasta pueden destruir puertas de vidrio cuando se apelotonan igual que hormigas. Además, estos difuntos comegente dejan de reaccionar cuando no pueden ver a sus potenciales víctimas. Siguiendo la tradición de directores como Romero, Yeon jamás olvida que, pese a la acción y el gore, el eje de estas historias es el humano y su comportamiento en situaciones extremas. Presenta personajes que, pese a sus diferencias iniciales (incluso dentro del mismo núcleo familiar, como el padre y la niña), deben aprender a colaborar para sobrevivir, y también muestra al individuo egoísta que, con tal de salvarse, puede llegar a ser peor que los antropófagos. Yeon sí se diferencia de Romero a la hora de dejar de lado las lecturas políticas para centrarse en los sentimientos de los protagonistas; incluso los más bondadosos pueden morir o transformarse en cualquier momento. Invasión Zombie demuestra que un concepto nunca pierde fuerza si hay un gran equipo creativo detrás, y que los cineastas orientales, siendo fieles a sí mismos, saben cómo insuflarle vida a cualquier género. Y confirma que en el Infierno ya no queda más lugar desde hace mucho: los muertos continúan caminando sobre la Tierra.
La moral, el mayor temor El director y guionista Yeon Sang-ho logra sorprender en el subgénero de zombis con un eficaz desarrollo de los personajes, un diseño ajustado de las escenas de acción y respetando la noción de que el verdadero terror tiene una raíz espiritual. Después de una primera escena que prepara la acción, la historia comienza con la presentación de la desconexión que existe entre los dos personajes principales, Seok Woo, un ambicioso ejecutivo financiero, y su hijita Soo-an (interpretada por la brillante Kim Su-An). La niña quiere ir a ver a su mamá, que vive en Busan, por lo que padre e hija se suben a un tren que pronto es atacado por zombis. Con apenas un par de líneas de diálogo y pequeñas acciones, Sang-ho presenta a cada uno de los otros pasajeros que cumplirán papeles importantes en la narración. En pocos minutos el espectador ya está involucrado con ellos y conoce los riesgos altísimos que corren. La precisa puesta en escena subraya la situación de encierro que ofrece el tren, con sus pasillos y pequeños espacios, mientras que la edición marca el ritmo apresurado con el que se van desarrollando los hechos. Invasión zombie asusta y conmueve porque ilustra a la perfección la dicotomía que divide a la humanidad a la hora de sobrevivir a una gran catástrofe: egoísmo versus solidaridad. Por momentos, este aspecto aleccionador puede resultar un poco insistente, pero son esas elecciones morales de los personajes las que le dan sentido a sus vidas (y sus muertes) y el espectador no puede quedar indiferente frente a lo trascendental que está en juego.
Bienvenidos al tren. Mediante personajes encerrados en un tren bala infestado de zombies, Yeon Sang-ho se permite esbozar una crítica sobre el individualismo y su rol dentro de una sociedad capitalista como la coreana. Suponga que usted es aficionado al cine y le gusta presumir de su falta de prejuicios a la hora de elegir qué película irá a ver cada semana. Póngale que se considera capaz de disfrutar del drama más lacrimógeno como de las atroces salvajadas que imaginan los productores más sádicos del cine gore. Incluso si usted es todo eso, no sería raro que al ver el afiche del estreno de Invasión zombie lo primero que se le viniera a la cabeza, no sin fastidio, fuera la frase “otra vez están cayendo zombies de punta”, descartándola de plano como una opción valiosa. Y razones no le faltarían, porque el cine de terror suele abusar bastante del zombie (aunque no tanto como del diablo, el demonio y sus legiones de posesos; vea sino La reencarnación, otro de los estrenos de la semana). Si así se diera la cosa y por prejuicio decidiera dejar pasar la oportunidad de pagar una entrada para ver esta película surcoreana con un nombre tan malo, usted estaría cometiendo un grave error. Lo primero que debe recordarse es que, desde el cambio de siglo, el cine surcoreano se ha convertido en uno de los más atractivos, prolíficos e imaginativos del mundo. A diferencia por ejemplo del cine argentino, que también es bueno y prolífico pero en un sentido muy distinto, el cine coreano contemporáneo se ha construido a sí mismo frente al espejo de Hollywood, sin perder de vista el sistema de géneros del cine clásico estadounidense. Desde ese lugar, toda una generación de artistas se ha dedicado a releer el cine de género y a filmarlo con una convicción, un entusiasmo y, sobre todo, un ingenio que es muy difícil de encontrar en los artistas estadounidenses, para quienes salirse de los moldes y las fórmulas resulta hoy en día muy dificultoso, tal vez por una cuestión de distancias y perspectivas. En la inteligencia de esa relectura se encuentra el secreto del cine surcoreano y en particular de esta Invasión zombie, cuyo título original, Tren a Busán, carece por completo del componente berreta que le han endosado al elegido para su estreno local, que olvida por completo un detalle central del relato: el tren. Si algo tiene de distintivo Invasión zombie es que la acción transcurre casi completamente sobre una formación ferroviaria de alta velocidad que viaja desde la capital de Corea, Seúl, a la ciudad de Busán. Un detalle no menor no sólo desde lo narrativo sino sobre todo desde lo técnico, terreno en el que su director Yeon Sang-ho se luce, resolviendo con enorme destreza kinética las dificultades de desplazar su cámara dentro de los reducidos espacios de un vagón de tren y al mismo tiempo coreografiar complejas escenas de acción. En ese encierro algo claustrofóbico es posible percibir una influencia que se ha vuelto recurrente en los mejores exponentes del cine de terror del siglo XXI: John Carpenter. Nada de eso sería demasiado positivo si no estuviera potenciado por una mirada profundamente humana que se proyecta en el perfil de sus personajes y en el arco dramático que deben recorrer para ir de un extremo al otro del relato. Que comienza con el workahólico gerente financiero de una corporación subiendo a disgusto al tren junto con su hijita que cumple años y quiere ir a visitar a su madre que vive en Busán. Justo antes de que el tren parta, también sube a él una joven que acaba de huir de un extraño brote que se ha extendido con violencia por la estación de Seúl y que enseguida se expandirá por la ciudad, el país y, claro, dentro del tren. Todo esto se vincula con la película anterior de Yeon, Seoul Station, film animado (como toda su filmografía previa) en el que una epidemia similar comienza entre los indigentes que viven en torno de la estación central de la capital. A través de los personajes, Yeon se permite esbozar una crítica sobre el individualismo y su rol dentro de una sociedad capitalista como la coreana, que también se construyó a imagen y semejanza de los Estados Unidos. Ahí también es posible afirmar que Invasión zombie es un film carpenteriano, en el que su protagonista recién puede liberarse de su rol de engranaje dentro de un sistema regido por los valores del sálvese-quien-pueda, cuando las circunstancias lo obligan a contemplar al mundo y a su propia realidad desde otro punto de vista. En torno a eso, Yeon construye una película con personajes atractivos, escenas de alta tensión resueltas con envidiable pericia y un final oscurísimo al límite del melodrama, pero que aún así resulta desoladora y sinceramente emotivo. Un trabajo cuya única debilidad es ese título que usted verá en los anuncios de las marquesinas locales.
El gran éxito del cine coreano recaudó más de 100 millones en todo el mundo y llega por fin, con un título tan poco inspirado como inmerecido, a los cines argentinos. Tren a Busan, tal su nombre original, es una inspirada película de género. De zombies. Unos de contagio inmediato y rabia instantánea y mortal. Los protagonistas, un padre workaholic y una hija a la que presta tan poca atención que le regala, por su cumpleaños, la misma wii que en el cumple anterior. Sí, una crítica a una sociedad o, más bien, a un tipo de producto de ésta, el sujeto hiper productivo y que termina definido por su propio éxito. El comentario social acompaña toda la película, a través de su trepidante aventura: padre e hija en un tren que se zombifica. El ritmo de expansión de la epidemia es el de su narrativa, que sin embargo también consigue detenerse en una serie de personajes, otros pasajeros desesperados. La división entre ellos no será ya una de clases sino de maneras de entender lo humano: están los del sálvese quien pueda y están los que te dan la mano para correr juntos. ¿A qué tipo humano pertenece el padre yuppie de la protagonista, el apuesto Yoo Gong? Son algunas de las cuestiones -éticas, morales, humanas- que el director y guionista Sang-ho Yeon se las arregla para articular, con una fluidez increíble, entre la piel arrancada de los muertos vivientes mientras las puertas de los vagones siempre en marcha se van cerrando y queda cada vez menos espacio no contaminado en que sobrevivir. El uso que hace la película de ese espacio en movimiento (con las aplastantes metáforas que pueda contener) hacia ese Busan que nunca llega, es simplemente brillante. Con muchas referencias al cine clásico, de género o no, la película tiene además, y de manera explícita, un núcleo en el que late la relación padre-hija y una mirada, la de esa nena sufriente, de una tristeza absolutamente demoledora. Por lejos, el estreno de la semana.
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UNA DE ZOMBIES QUE NO HAY QUE PERDERSE El género de zombies tiene adictos incondicionales de programas de tv y films, muchos de clase B que igual tienen un éxito seguro. Aquí una excepción que impresiona. Dirigida por Sang-ho Yeon, en su primera película de ficción, no solo le da carnadura a cada uno de los personajes, sino que brilla en las escenas de acción hasta cortar la respiración y con originales coreografías que nunca se comen la acción dramática. Un ejecutivo desaprensivo y corrupto busca darle el gusto a su hija y la lleva a ver a su madre de Seúl a Busan (segunda ciudad en importancia en Corea del Sur). No faltan un rudo con su mujer embarazada, un grupo de adolescentes con parejita enamorada y un ejecutivo capaz de cualquier bajeza. Apenas parte el tren el virus y los zombies desatan el horror. Y nunca decae la acción, pero los personajes tiene su desarrollo, y la tensión no cede hasta la palabra fin. No se deje llevar por los prejuicios y no se pierda esta película que despertó admiración en su presentación en el festival de Cannes. El director desarrolla el film con un talento singular que sorprende, para bien, al espectador.
La producción coreana arremete con el tema zombie de manera vertiginosa cuando una travesía en tren se convierte en una verdadera pesadilla para un padre, su hija y un grupo de pasajeros. Otra película con zombies. Ahora viene de Corea y bajo la batuta de Yeon Sang-Ho, realizador de Seoul Station, un film de animación que funciona como precuela de Invasión Zombie. Un placentero viaje en el tren KTX que va de Seúl a Busan traslada al padre Sok-woo y su hija Soo-ahn para ver a su madre, aunque el primero no tiene ganas de reencontrarse con su ex mujer y la niña termina convenciéndolo. Y allí se embarcan sin imaginar que entre los pasajeros se extenderá una verdadera epidemia zombie. Con la claustrofobia en primer plano, la película entretiene de manera vertiginosa y lo hace en esta historia impulsada por niños, adultos y ancianos que luchan por su supervivencia, se unen -en muchos casos- y también son presas del contagio que se instala. Invasión Zombie no inventa nada pero entrega dos horas de puro impacto con una producción más que generosa que atraviesa suspenso, tensión, cine catástrofe y un clima gore en muchas de sus escenas. Un plato ideal para los fanáticos del subgénero que alguna vez disfrutaron con el clásico La noche de los muertos vivientes, de George A. Romero, incluso con Guerra Mundial Z y, más recientemente con Howl, film no estrenado en Argentina, donde un grupo de pasajeros a bordo de un tren detenido en el medio del bosque luchaba con hombres lobo. Lo interesante es que la amenaza exterior aumenta mientras el desconcierto y los infectados crecen en algunos de los vagones, lo que obliga a los pasajeros a desplazarse constantemente sin ser advertidos. Ahí la construcción de los climas es muy acertada, al igual que las escenas finales con mayor despliegue y tomas aéreas. En la trama, los tópicos del compañerismo, el heroísmo y la lucha de poderes también se verán alterados en esta travesía sangrienta que dispara a una sociedad con olor a muerto.
¿Quién quiere más películas sobre zombis? Bueno, evidentemente, los coreanos tienen algo para decir sobre los torpes pero peligrosos muertos vivos, e Invasión Zombie (internacionalmente promocionada como Tren a Busan) cuaja a la perfección con el estereotipo de cine surasiático, con ingredientes morales, familiares y macabro maquillaje. Hija de padres separados, la pequeña Soo-an no recibe suficiente atención de Seok Woo, un exitoso empresario. Tan distanciado está Woo que para el cumpleaños de su hija le regala una consola Wii, ignorando que Soo-an ya tiene una. Lo que la chica quiere como regalo de cumpleaños es un viaje en tren a Busan (qué hay de interesante en Busan, es algo que jamás se explica). Padre e hija suben a un tren súper moderno –una imagen realmente envidiable para este rincón de Latinoamérica– mientras los monitores de cada vagón muestran disturbios en la ciudad (no manteros ni protestas por cortes de luz: zombis). Por supuesto, un zombi se cuela en el tren antes de que arranque; primero, muerde a una azafata y (he aquí una innovación) la chica no tarda tres segundos en poner los ojos en blanco y proceder a morder cual zanahoria al resto de la tripulación. En principio, Woo actúa en soledad, sólo le interesa cuidarse y cuidar a Soo-an, pero luego un musculoso futuro padre le da una lección con su ejemplo: no sólo cuida a su esposa embarazada sino a los demás pasajeros. La película también reproduce la división social a pequeña escala. El clásico ejemplo es High Rise, la novela de JG Ballard que el año pasado llevó al cine el británico Ben Wheatley, sobre un ultra moderno rascacielos donde las clases altas se apropian de los más lujosos pisos superiores, como metáfora social. Aquí, Woo y su musculoso colega deben llegar al primer vagón para salvar a sus familias y a los sobrevivientes, mientras un pequeño grupo de privilegiados resiste a los recién llegados bajo la excusa de un contagio. Esto es lo más logrado de la película, que sin introducir novedades entretiene con buen pulso, zombis moderados (nada de destripamientos) y actuaciones verosímiles.
Invasión Zombie (originalmente llamada Train A Busan) nos cuenta la historia de un padre y su hija que una noche deciden ir desde Seúl, Corea del Sur, hasta Busan a visitar a un familiar en un tren de alta velocidad. Dicho viaje comienza al mismo tiempo en el que un brote viral convierte a la gente en zombies, dejándolos encapsulados en el tren, no solo atrapados con gente infectada, sino también teniendo que ver por televisión como en todo el país pasa lo mismo. Basicamente, Duro de Matar en un tren pero con Zombies. Con esta idea, y todos los condimentos del cine Coreano, puedo decir que la es una gran película de genero, pero al mismo tiempo una Thriller en el que si cambiamos a los zombies por un desastre natural, también funcionaria. El ritmo al principio de la cinta es más calmado, pero a medida que avanzan los primeros minutos, si bien no vemos nada, se siente una tensión en el aire propia de la premonición de una tragedia. De a poco los personajes entran al tren, cada uno ocupado en sus cosas, y en segundo plano, el director nos va dando pequeñas pistas sobre lo que va a ocurrir. Esto genera una tensión palpable en la sala, como si fuéramos una olla a presión, que nos acompaña a través de la película entera, nunca dejándonos y de esa manera logrando tenernos en vilo las dos horas que dura. En la tradición del cine asiático, las escenas de violencia son crudas, sin sentimentalismos ni maquillajes sonsos. Son zombies, comen gente y son fieras enceguecidas por esa hambre incontrolable. Los efectos son impresionantes, tanto los obviamente digitales (y sigo obviamente porque no creo que le hagan eso a una persona) como los físicos, con dobles y extras moviendo el cuerpo de maneras impresionantes e inhumanas. La dirección es más que buena, logrando momentos de tensión con dinámicas humanas en un balance cuasi ideal, salpicado por pequeños momentos de humor que sirven para que la válvula de la olla a presión libere y no nos estalle la cabeza. Sinceramente, pensé que las películas de zombies ya me habían dado todo lo que podía ver, que de alguna manera la moda de este genero había saturado el mercado al punto que no podría nunca mas (o por lo menos no en el pronto lapso) disfrutar algo de este genero, pero me tome un tren rápido a Busan, y disfrute cada minuto del viaje.
Una película coreana de muertos vivos que hará las delicias de quienes gusten de este cine Un Apocalipsis Zombie se desata en Seúl. Un grupo de sobrevivientes logra escapar en un tren que se dirige a la ciudad de Busan. Llegar sanos y salvos no será tarea sencilla para los pasajeros de esta formación de alta velocidad. El cine coreano de horror nos ha regalado grandes cintas en el pasado, películas que han servido de inspiración a infinidad de remakes norteamericanas. Claro que las originales siempre son mejores. Por eso, el estreno de este filme en salas comerciales argentinas es motivo de celebración. Primero, porque en raras oportunidades llegan largometrajes del lejano oriente a los cines nacionales, y mucho menos si son de horror. Y segundo, porque Invasión Zombie, es una gran película, que pese a tocar un tema reiterado como el de los "No-Muertos", lo hace de manera original, entretenida y con grandes dosis de acción, suspenso y sangre. Los personajes, un grupo variopinto que van desde un padre y su pequeña hija, pasando por el CEO de una empresa hasta una pareja embarazada, están tan bien delineados, que empatizar con ellos no resulta una tarea difícil. El director Sang-ho Yeon construye la película a pura tensión, dándole espacio a los conflictos personales de cada uno de los protagonistas en una trama mucho más grande en donde la confianza y el trabajo en equipo entre todos los personajes resulta fundamental. El filme no tiene nada que envidiarle a las producciones de Hollywood. Los efectos son logrados, impactantes y los Zombies lucen aterradores y para nada lentos y tambaleantes como los clásicos "caminantes". Invasión Zombie es una experiencia fílmica extrema, que merece ser vista en pantalla grande y en la inquietante oscuridad de la sala.
Crítica emitida por radio.
Decir que los zombies están de moda es una obviedad. Cada vez que sale un capítulo nuevo de The walking dead parece que se para el mundo. En el cine estás criaturas han tenido picos muy altos y otros muy bajos. Sin dudas el prócer es George Romero pero sus últimos trabajos no me gustaron mucho. Por el lado mainstream tuvimos hace un par de años Guerra Mundial Z que fue un éxito y aún está pendiente la secuela. Y en el medio de esos extremos hay muchas producciones para todos los tipos y gustos. Invasión zombie (título desesperado para captar espectadores en lugar de Tren a Busan, tal cual es el original), se destaca en nuestra cartelera no solo por ser de procedencia coreana sino también por hacer un buen desarrollo de personajes y una gran puesta en escena. Está todo muy bien planteado e incluso original dentro de un género donde ya se ha probado todo. La película es entretenida, pasa volando y los amantes del género la disfrutarán mucho
El riesgo de contar una película de zombies en el año 2016 es principalmente no hacer los suficientes méritos como para no aburrir. Actualmente es difícil aventurarse a narrar algo nuevo en un sub-género que estrena infinidad de películas, series y videojuegos por año. Si la pretensión es vislumbrarse con una historia jamás contada o una vuelta de tuerca impredecible, quizás le pidamos mucho a un género que año tras año no hace más que desgastarse. No cabe duda de que el director coreano Sang-Ho Yeon vio las suficientes películas de muertos vivos como para ofrecer el mejor producto posible. Invasión zombie es uno de los films más puros y entretenidos del género que se haya filmado en mucho tiempo. Con un ritmo frenético y un guión sólido que no se excede de lo grotesco ni tampoco se toma demasiado en serio, la historia avanza a paso firme atravesando Corea del Sur y satisfaciendo tanto al público masivo como el especializado. En su velocidad asfixiante también hay lugar para que el director se haga eco de la crítica social que solía imprimir George Romero en sus cintas. No faltarán personajes cuya naturaleza se vea desnudada cuando el peligro llama a la puerta. Son los distintos protagonistas con todos sus matices los que logran que nos metamos de lleno en la historia. No hace falta empatizar ni odiarlos para interesarnos en el desenlace. Cada escena que sucede a la anterior construye un arco dramático sobre la progresión de los personajes que es digna de enmarcar. Siempre increscendo la historia no da respiro e indunda la pantalla con cada vez más zombies que funcionan como una metáfora bastante sencilla pero acertada sobre cómo funciona la naturaleza humana bajo presión.
El tren de los muertos vivos Una original y entretenida vuelta de tuerca coreana al género, con acción, humor y profundidad. Los zombis están de moda y son una plaga mundial: ahora los muertos vivientes llegan desde Corea del Sur. Y vienen a toda marcha: casi toda Invasión zombie transcurre en el tren de alta velocidad que une los poco más de 400 kilómetros que separan a Seúl de Busan (la segunda ciudad más grande de Corea). Al mismo tiempo que la formación parte de la capital, en todo el país está estallando un apocalipsis zombi de origen desconocido. Y una mujer infectada logra subirse al tren a último momento... Hasta ahora, Yeon Sang-ho había dirigido sólo películas de animación, una de las cuales era de zombis: Seoul Station, que se pudo ver en el último Festival de Mar del Plata y es, según el director, una precuela de Invasión zombie. Pero no tienen mucho en común, más allá del género y la referencia ferroviaria. Si ahí todo empezaba en la estación central de la capital y se desarrollaba sólo en Seúl, ahora la acción viaja frenéticamente de norte a sur de la península. En las dos, Yeon Sang-ho muestra una gran capacidad para presentar personajes que enfrentan más conflictos además del evidente, que es huir de la epidemia. Con economía de recursos narrativos, nos mete en dramas humanos sin sacrificar la acción ni el humor. Aquí los protagonistas son una nena y su padre, un agente financiero más preocupado por sus negocios que por pasar tiempo con su hija. Junto a ellos, habrá una suerte de catálogo de la sociedad coreana tratando de sobrevivir: una pareja de clase media que está esperando un bebé, un par de ancianas, un linyera trastornado, un equipo de béisbol juvenil (que, en un guiño al género, porta los infaltables bates antizombis). Yeon Sang-Ho utiliza recursos de las mejores películas posapocalítpicas (reconoció influencias de El amanecer de los muertos, Exterminio, Guerra Mundial Z o La carretera) y encara, con éxito, el desafío de hacerlos funcionar en un espacio cerrado, con limitado margen de movimientos. George A. Romero, el padre de los zombis modernos, utilizaba a los babeantes comecerebros como vehículo para hacer reflexiones sociopolíticas. Aquí también hay un mensaje: apunta contra el individualismo, el capitalismo salvaje, el sálvese quien pueda, el dios mercado. Una moraleja pertinente al estado actual del mundo, pero en este caso un tanto reiterativa y escrita con trazo grueso. Lo mismo que algunas empalagosas escenas melodramáticas que parecen injertadas desde alguna telenovela coreanas. Pero no alcanzan a ser una barrera que les impida a estos entretenidos vagones cargados de zombis avanzar a todo vapor.
El cine coreano, ya sea del Norte o del Sur, siempre da grandes satisfacciones; sobre todo cuando se mete con un género tan bastardeado como el terror y logra crear una pequeña maravilla como “Invasión Zombie” (Busanhaeng, 2016). Un poco tarde nos llega el estreno en salas de la película de Sang-ho Yeon, pero bien vale pagar la entrada para disfrutar de esta historia de muertos vivos cargada de drama, reflexiones sobre la naturaleza humana, alguna que otra crítica socioeconómica y un par de palitos para la política local. Seok Woo (Yoo Gong) es un padre divorciado, demasiado ocupado con sus negocios para dedicarle tiempo a su pequeña hija. La nena pasa los días en compañía de su abuela, pero para su cumpleaños quiere desesperadamente visitar a su mamá en la ciudad de Busan. A pesar de las reticencias, Seok decide llevar personalmente a la chiquita y abordan el tren rápido desde Seúl con la esperanza de poder volver lo más rápido al hogar. Pero algo está ocurriendo en la ciudad. Hay desvanes, caos y mucha incertidumbre, ya que nadie sabe lo que pasa, o como reaccionar ante los sorpresivos ataques de algunos habitantes. Ajenos a todo esto, los pasajeros del tren parten rumbo a sus diferentes destinos sin saber que un “infectado” logró abordar y empezó a atacar todo lo que se cruza por su camino. La violencia no se hace esperar, y los ocupantes, sin entender muy bien lo que sucede a su alrededor, deben unir fuerzas para sobrevivir y llegar hasta una ciudad donde no se haya esparcido la epidemia y los ataques en masa. “Invasión Zombie” es pura tensión, acción desenfrenada y dramatismo. Los pasajeros no se pueden dar el lujo de descansar porque las amenazas se suceden en cada rincón del transporte. Los adinerados deben dejar su orgullo de lado, mientras que los más pobres y humildes suelen ser la primera línea de defensa. Así transcurren dos horas al borde del asiento, mientras vemos como los protagonistas van cayendo uno a uno. En medio del pánico y la locura, Seok debe reconectarse con su hija. Cada uno en este tren tiene su pequeña historia y hace valer su paso por la pantalla. El director logra balancear el terror que causan estas veloces y hambrientas criaturas con el drama de cada situación. Les proporciona reglas específicas, pero nunca son la única amenaza. El miedo ante lo desconocido es el peor enemigo de los pasajeros, lo que los pone en contra unos con otros, aunque también es lo que los termina uniendo y los ayuda a trabajar en equipo para un bien mayor. De entrada, cada uno cuida su espalda sin pensar en los demás, algo que parecería estar marcado por la sociedad, y ahí es donde la historia empieza a hilar un poco más fino. A diferencia de “The Walking Dead”, por ejemplo, “Invasión Zombie” logra exitosamente poner a los caminantes como excusa para examinar la verdadera naturaleza del ser humano. Un animalito que puede ser extremadamente solidario y desinteresado o, por el contrario, sacar lo peor que tiene cuando las papas queman. Sang-ho Yeon filma con maestría -los efectos son increíbles y están todos puestos al servicio de la historia- y, encima, nos pone en situaciones claustrofóbicas, sangrientas y tensas, nos obliga a tomar partido y a analizar qué haríamos nosotros en semejante situación. Hollywood no es dueño de los éxitos de taquilla más allá de sus fronteras, y películas como esta demuestran que sí se puede ser profeta en su tierra. “Invasión Zombie” fue todo un suceso en su país y, además, generó una precuela animada –“Seoul Station”-. Sang-ho Yeon anticipó que su saga zombie tiene mucho para dar, y desde acá lo esperamos con los brazos abiertos porque pocos pueden emocionar con un tren en movimiento y un montón de criaturas necesitadas, ya sean de cariño, o tripas humanas.
¿Cual fue la última película buena de zombies en estrenarse en cines? No es pregunta fácil de contestar, porque hace años no vemos a una horda de muertos vivientes decente en la pantalla grande. The Walking Dead ha tomado ese monopolio y lo ha llevado a extremos impensados, más allá de que la nueva temporada deje bastante que desear. World War Z tampoco estaba a la altura, aunque al menos era un poco entretenida y lo tenía a Brad Pitt al frente. Se puede afirmar con contundencia que la coreana Train to Busan es la mejor producción del género en años, trasladando la urgencia de una epidemia apocalíptica a las vías de un tren en movimiento. Piensen en Snowpiercer, pero más contemporánea y con menos comentario social. Es una dosis pura de adrenalina, que quizás dure un poco más de lo necesario y se desinfle de a momentos, pero que en líneas generales es una sólida nueva entrada en el canon de estas criaturas que tanto nos gusta ver y desear que pase algún día. El protagonista de turno es Seok-Woo, un adicto al trabajo que olvida el recital del colegio de su hija por estar demasiado inmerso en asuntos laborales. El deseo de la pequeña Su-an para su cumpleaños es pasar su natalicio con su progenitora. Tras haberle hecho el mismo obsequio en dos cumpleaños seguidos -pequeño gran detalle que marca lo ausente que está de su hogar-, Seok-Woo aborda a primera hora del día el tren expreso hacia el hogar de su ex-esposa, sin saber que en poco tiempo el caos se desatará a bordo. La epidemia no tarda en hacerse presente en el tren, y luego de presentar a los arquetipos que serán carne de cañón en minutos, la trama se dispara a toda velocidad y no hay un momento que perder. El director y guionista Sang-ho Yeon no reinventa el género con una visión nueva de los zombies, sino que le inyecta esteroides no-muertos a una trama que llevada por otros derroteros sería aburrida. Todo lo contrario. Los infectados llegan en hordas, y cuando los compartimentos del tren se abarrotan de muerte, la acción claustrofóbica asfixia. Y de esas escenas hay muchas. La infección se esparce demasiado rápido y las típicas malas decisiones de los personajes se justifican a medias. Después de todo, ¿qué harían ustedes en esa situación? Hay buenos buenos y malos malos, por supuesto, pero las convenciones para algo sirven, y en este caso están a la orden de la trama. Yoo Gong es el temerario padre que hará lo imposible para proteger a su tierna hija, mientras que es notable la interpretación de Dong-seok Ma como otro hombre audaz, defendiendo a su esposa embarazada y aportando el tan necesario alivio cómico del momento. De una estación a otra, el grupo de sobrevivientes va menguando y la masa de no-muertos crece y crece. En el camino hay una leve confirmación de qué es lo que ha causado la epidemia, pero no es nada nuevo ni importa mucho tampoco. La acción ya está establecida, los personajes ya han hecho sus sacrificios respectivos, y lo que interesa es el destino final: si el tren llegará a Busan o no. El film puede cometer errores y pecar en lugares comunes, pero tiene alma, personajes humanos aunque sean los prototipos de siempre y un sinfín de situaciones una más aguda que la otra. Y la platea afín a este subgénero amará esos pequeños grandes detalles.
El riesgo de tomar trenes con zombies “Invasión zombie”, producida en Corea del Sur, posee un ingenioso guión que bromea con la interacción entre muertos vivientes y tecnología. Los trenes surcoreanos serán muy modernos pero tienen un gran problema: están llenos de zombies. Además, los zombies surcoreanos tienen múltiples problemas, empezando por ser los muertos vivientes mas livianos de todo el planeta. Provocados por una fuga de gases de una empresa de biotecnología, estos zombies no terminan de definir del todo su idisoncrasia, salvo que sus mordidas contagian a aquellos seres humanos que se descuiden por prestarle mas atención a sus smartphones que a los peligros que los rodean. Justamente uno de los puntos interesantes de esta película de terror, "Invasión Zombie" que en otros países se llamó "Estación zombie" o "Tren a Busan"- es la interacción entre los muertos vivientes y la tecnología, con una gran escena en la que los zombies reaccionan con extrema sensibilidad a un determinado tipo de ringtone. Más allá de estos detalles, la película empieza un poco lentamente y luego tiene unos 45 minutos formidables en el medio, cuando sus personajes (vivientes) descubren que ha ocurrido algún tipo de catástrofe en su país y que no están seguros ni dentro ni fuera del tren que tomaron a la ciudad de Busan. El director logra un creciente clima de suspenso que va dirigiéndose de lleno a la acción, lamentablemente eludiendo un elemento que por la propia naturaleza del tema es muy importante en este género, y es el gore, que aquí está bastante limitado, algo que tal vez se deba a que dos de las protagonistas son una nena y una chica embarazada. Otro punto débil es la duración demasiado extensa, casi dos horas, con un desenalce que no termina nunca y algunos toques sociales un poco obvos, en los que se enfatiza la falta de solidaridad de algunos villanos corporativos.
Vídeo Review
Las series y películas con temática zombie son un fenómeno que tiene fervientes seguidores en todo el mundo. Y aunque pareciera que la serie The Walking Dead puede ser insuperable, la película coreana dirigida por Yeon Sang-ho es una excelente representante del género. El atareado empresario Seok-woo (Yoo Gong) acompaña a su pequeña hija Su-an (Kim Su-An) a la ciudad de Busan para que se encuentre con su madre, el día de su cumpleaños. El inicio del viaje es tranquilo, pero cambia cuando sube al tren una mujer que presenta una extraña enfermedad que asecha a varias ciudades del país. Y tras morder a una de las tripulantes se desencadena un contagio incontrolable de la patología, que dá como resultado que gran parte de los pasajeros se convierta en zombie. Invasión Zombie (Busanhaeng / Train to Busan, 2016) se distingue por los efectos técnicos y la velocidad de sus imágenes. A través de ellas mantiene un ritmo constante de tensión que le da escasos segundos de respiro al espectador, dado que los acontecimientos de peligro y acción se sucedan de forma tanto encadenada como sorpresiva. El film de Yeon Sang-ho, reconocido por realizar las películas de animación The Fake y The King of Pigs, ya se convirtió en un fenómeno cinematográfico en Corea por batir récords de espectadores. Probablemente, porque a la particular y efectiva forma de narrar la temática se le suma el protagónico de Yoo Gong, quien se convirtió en uno de los actores más prometedores de su país. Además de la acción y el peligro, la película se reserva algunos espacios para que el público se emocione. Esa mixtura de sentimientos es la que convierte a Invasión Zombie en una película lograda y efectiva.
Este film tuvo un gran éxito comercial en Corea del Sur con una importante recaudación. Narra los momentos que viven un grupo de pasajeros en un tren a lo largo de varios kilómetros, un matrimonio que espera su primer hijo, una mujer y su anciana madre, un joven equipo de baseball, un padre con una hija que tienen serios problemas de comunicación y el personal del tren. Todos intentarán sobrevivir luchando con aquellos seres que se van infectando unos a otros, (se van comiendo y se contagian), ellos son zombies y si bien ya se vieron muchas de este tipo, los coreanos le dan otro toque. Cuenta con un buen guión, entretiene, tiene tensión, suspenso, tragedia, ritmo, buena interpretación y dirección. Situaciones para reflexionar sobre la sociedad, los valores morales y el capitalismo.
EL AMANECER COREANO DE LOS MUERTOS Es conocido el carácter cíclico del cine de terror y sus subgéneros, y también es conocida la lógica de extracción minera que aplican quienes lo producen, extraer hasta agotar los filos temáticos y formales que sean mínimamente exitosos. El ciclo lo completa un público cinéfago demasiado fiel que consume sin parar lo bueno, lo malo y lo feo que le llega. Por lo demás, así como el slasher en los años 80, el boom del terror japonés a fines de los 90 y principio de la década de 2000, y la fiebre de los remakes a mediados de la misma década, estos últimos son los años del cine de zombies. Es cierto que el género lo normalizó George Romero en 1968 con La noche de los muertos vivientes, y que todas las décadas posteriores han vivido su momento Z, sin embargo, en nuestra historiar reciente, el subgénero ha trascendido su público habitual y se ha vuelto mainstream: hay comedias con actores de primera línea como Zombieland, blockbusters protagonizados por superestrellas como Brad Pitt con su Guerra Mundial Z, sagas interminables como Resident Evil, y hasta una de las series más populares como es Walking Dead. Con esto intentamos poner a Invasión zombie en su lugar, y no podemos ser más enfáticos, es la mejor película con zombies desde que Zack Snyder hiciera su accidental gran película El amanecer de los muertos (2004). Es que el film de Sang-ho Yeon tiene la vitalidad que le reclamábamos a las película de zombies desde hace un tiempo, y esto lo logra sin esquivar los lugares comunes del subgénero que sospechábamos estaban inevitablemente agotados, de hecho el argumento es prácticamente el mismo que cualquier película de este tipo: de repente estalla la epidemia de un virus que convierte a la gente en muertos vivientes caníbales lo cual agarra desprevenido al grupo de protagonistas de turno. Invasión zombie incluye el típico melodrama familiar, el típico grupo extraordinario de sobrevivientes, el ineludible cuento moral y también el comentario social, que no sólo es un clásico el cine de muertos vivientes tal y como lo concibió Romero, sino que también parece ser una constante del cine mainstream surcoreano, como pudimos constatar en el festival internacional de Mar del plata en películas como Tunnel (Seong-hun Kim, 2016), en la que un tipo queda atrapado en el derrumbe de un túnel mal construido por el estado, o la animada Seoul station (2016) del propio Yeon, que tiene como protagonistas a unos parias expulsados del sistema y que además funciona como precuela de Invasión zombie. El triunfo de Invasión zombie es que todos los elementos están puestos en favor de lo que se está contando. Yeon no sólo narra con precisión sino que maneja el tiempo, el espacio y la tensión con mucha pericia, al punto de que su película parece más veloz de lo que en realidad es, porque lo cierto es que cada secuencia dura lo que tiene que durar, sin apuros ni exabruptos, puro manejo del ritmo cinematográfico. Es también notable lo bien que esta película amalgama un final oscuro y amargo con cierta autoconciencia caradura y festiva que la lleva a asumirse sin culpas como la película de zombies en un tren. Yeon consigue algo que parecía negado a este tipo de cine, entretener y entusiasmar a la vez.
El zombie es el medio. Finalmente se estrena en Argentina Invasión Zombie, la película que tanto ruido hizo en el último festival de Cannes y, que además, fue éxito en su país de origen. Train to Busan, tal la traducción del título en inglés, es más literal y nos da una idea bastante acertada sobre la trama. Invasión Zombie nos sitúa en un viaje de 412 km en un tren de alta velocidad, que inicia al mismo tiempo que se propaga una infección zombie por todo el territorio surcoreano, en el cual viaja Seok Woo junto a su pequeña hija. En el film no encontramos nada nuevo pero si una narración contada con destreza. Como toda historia con una catástrofe como motor, cuenta con los típicos estereotipos propios del género, esos que ponen en tela de juicios las actitudes humanas frente a la tragedia. Los zombies siempre me parecerán una exageración pero debo decir que la tensión, suspenso y desesperación que aquí producen es increíble, de esas que te llevan a “hacerte un bollito” en la butaca y alentar a los personajes cual ataque de equipo contrario en un partido de fútbol. Y gran merito de esto lo tiene el manejo del tempo, eso que hace que una película sea efectiva o un completo bodoque. Si bien Invasión Zombie es la primera película en live-action que el director Yeon Sang-ho realiza, pareciera que quiso occidentalizar aun más el universo coreano para así alinearla al género, pero todavía allí se esconde algo de lo que suele mostrarnos Corea. De más está decir que en el país con una de las más proliferas industrias cinematográficas, televisivas y tecnológicas del momento, los efectos especiales no son para subestimar y están a la altura de las circunstancias. La sub-trama en este film pasa de forma muy sutil pero aporta emotividad y reflexión sobre las prioridades y las rutinas en el mundo en el que estamos inmersos. De esta forma, la película resulta entretenida y deja satisfechos a los espectadores. Luego de haber leído este texto, me parece importante confesar que no soy habitúe al género, y que de hecho, es la primera película sobre zombies que veo. Si también sos un novato en el género, Estación Zombie puede funcionar como una buena bienvenida al universo de los muertos vivos.
TREN A BUSAN Cine de zombies, cine catástrofe, sin apocalíptico. El caldo de cultivo para que el cine brille. Porque con estas películas el director que no sabe narrar, no puede inventar nada. El cine coreano ha dado sobrada cuenta en las últimas dos décadas de su capacidad de dominar los géneros e imprimirles esa calidad cinematográfica que en el pasado solo asociábamos con el mejor cine de Hollywood. El último estreno coreano fuerte dentro de esa línea era una obra maestra llamada The Host (2006) y aunque hubo otras obras maestras en el camino, recién ahora las salas de estreno tienen un éxito de taquilla extraordinario como Invasión zombie. El protagonista es un mal padre, bastante ausente en la relación con su hija, que debe llevar a la pequeña de Seúl a Busan para que ella se encuentre con su madre. El viaje en tren parece ser algo sencillo pero desde el vamos sabemos que ese tren tal vez sea el último bastión de sobrevivientes que queda en todo el recorrido. Curiosamente o no tanto, el director de The Host, Bong Joon-ho, dirigió un film llamado Snowpiercer (2013), donde la acción transcurría dentro de un tren. Acá no todo ocurre dentro del tren, pero el conflicto principal sí. Los zombies están fuera pero también dentro del tren y un grupo de sobrevivientes (bien al estilo de cine catástrofe) buscarán la manera de mantenerse con vida frente al crecimiento exponencial de los muertos vivos. El guión de la película es sencillo y directo, los protagonistas deben llegar de un punto a otro atravesando la peor de las calamidades que hayan conocido. La simpleza no le quita al film interés, al contrario, lo vuelve más directo y puro. No hay escena que no se explique desde lo visual. Todo se puede entender sin con las imágenes, todo es lenguaje cinematográfico tranparente y claro. Cada escena está resuelta de forma original y aunque el género abre la puerta de situaciones que ya conocemos, la forma en la que la película genera suspenso y mantiene el ritmo es puro mérito de este film y no de la tradición que lo precede. Tal vez donde Corea sabe hacer la diferencia hoy en día es en la capacidad de que las películas sean muy divertidas, tengan una puesta en escena espectacular, pero también tengan peso dramático. Invasión zombie emociona, conmueve, los personajes nos importan y sus conflictos tienen peso. Qué su acción sea trepidante no la obliga a volverse superficial. Y las conexiones con muchos otros films de la historia del cine no hace la diferencia para valorarla más, simplemente ha sabido conectar con varios clásicos, nada más. Lo único criticable de la película es el título local que le han puesto, pero eso es irrelevante. El tren a Busan sale ahora en todos los cines y quienes todavía disfrutan de un buen relato, tienen la obligación de ver esta película.
Mi papá es un héroe Invasión zombie es una película surcoreana que explota el género al máximo pero prioriza el desarrollo de personajes como pocas de su estilo. Invasión zombie es el título poco original que le pusieron acá a la película surcoreana Busanhaeng, o Train to Busan, en una intención de la distribuidora de “ir a los bifes”. Y bien a los bifes va la película de Yeon Sang-ho, un director de menos de 40 años que había hecho algunas películas de animación y debuta en el largometraje live action con esta extraordinaria historia de un padre y una hija, con sus conflictos familiares, que tienen que sobrevivir en un viaje en tren infestado por zombies. El prólogo es fundamental y tiene el tono melodramático justo para apuntalar a los personajes. Seok Woo (Gong Yoo) es un joven empresario que está recién separado y vive en Seúl con su pequeña hija Soo-an (Kim Soo-an). La nena extraña a su madre que vive en Busan y tiene una mala relación con su padre, que no encuentra la manera de relacionarse con ella. Seok Woo, después de intentar conquistarla sin mucho éxito, accede a acompañarla a Busan para que se reencuentre con su madre. Ese es el contexto dramático en el que empieza el viaje y el nudo de la película. Al mismo tiempo que se desarrolla esta historia íntima, recibimos flashes de otra: un virus se esparce por Corea, que transforma a la gente en zombies asesinos. Hay distintos abordajes al género de zombies, y el de Invasión zombie está más cercano al de películas como Exterminio (Danny Boyle, 2002) que al de los clásicos de La noche de los muertos vivientes o incluso la serie The Walking Dead. Acá los zombies no son cadáveres que avanzan lentamente sino humanos contagiados que te pueden atacar con la velocidad de una gacela. Seguramente al inventor del género George Romero no le gustaría, pero sin ser puristas, hay que decir que este tipo de zombies llevan el género a otro terreno. Hay menos terror y más acción, la película es vertiginosa y que transcurra sobre un tren que viaja a toda velocidad le suma al ritmo y le da también un tinte de película de cine catástrofe. Y como en toda película de cine catástrofe, hay varios personajes secundarios, líderes positivos y negativos, y una embarazada. La presentación de la embarazada, justamente, es un claro ejemplo de que Yeon Sang-ho se divierte como loco a la hora de contar su historia, la domina perfectamente ya desde el papel. Soo-an quiere ir al baño. El más cercano está ocupado. Adentro hay una mujer (a quien no vemos) y afuera un hombre, su marido, que le pregunta si está bien. La nena va a otro baño y olvidamos la escena. Unos minutos después, cuando ya se desató la invasión zombie, volvemos a esos dos personajes y cuando la mujer sale, vemos que está embarazada. En ese contexto de peligro, una embarazada multiplica exponencialmente la tensión y vemos que puede pasar cualquier cosa. Ese tipo de detalles, además de la columna vertebral de la película que es la relación entre el padre y la hijita, le dan a Invasión zombie una estructura fuerte, que hace que no sea solo una película pirotécnica. Los personajes nos importan, no queremos que mueran, y el peligro al que están sometidos es enorme. Pero la pirotecnia está, y Yeon Sang-ho sorprende con unas escenas de catástrofe construidas con talento y originalidad. Parece mentira que esta sea su primera película de live action, pero se revela como un director experimentado que maneja la puesta en escena con pulso firme. Tiene ideas y el talento necesario para llevarlas a buen puerto. Hacia el final, Yeon Sang-ho se da el gusto de poner el moño con una belleza inusitada para este tipo de películas. Lejos de lo bizarro, lejos de la clase B, al final Invasión zombie no es ni más ni menos que la historia de una nena que se da cuenta de que, a pesar de su enojo, ama a su padre. Y de un padre que aprende a ser el héroe de su hija.
Uno de los grandes éxitos del cine coreano de 2016, esta explosiva y entretenida película de suspenso y terror se centra en un grupo de gente que huye en tren de Seúl a Busan escapándose de una violenta plaga de zombies. Un vibrante e intenso ejemplar del mejor cine de acción asiático. Una de las sorpresas del pasado festival de Cannes, esta película coreana podría sintetizarse como “SNOWPIERCER con zombies” y no estaría mal como una muy general y escueta sinopsis. Es que la película tiene un desarrollo muy parecido, aunque las circunstancias y temores son diferentes. Aquí la historia comienza en Seúl, cuando una epidemia comienza a expandirse por la ciudad mientras un padre workaholic tiene que llevar a su hija en tren a visitar a su madre (de la que está separado) en Busan, algo que le resulta un incordio debido a su devoción por el trabajo y a la poca relación que tiene con la niña. Al tren sube también una chica infectada por el virus y ya se imaginarán lo que sigue luego: un zombie se convierte en dos, luego en varios y lo que sigue es una tensa y desenfrenada carrera por salvarse de ser infectado con el tren en movimiento y sin más opciones que moverse en ese limitado espacio físico que no da margen a la fuga. Pero los problemas a veces están más ligados a los propios humanos que a los zombies en sí. Si bien cada vez más son los que van “pasando del otro lado”, los más peligrosos pueden ser los otros pasajeros que, con tal de salvarse ellos, son capaces de entregar a quién sea y cómo sea. El mismo protagonista, de hecho, empieza así y a lo largo del filme es su hija la que lo va llevando a entender que la mejor forma de salvarse es colaborar entre todos. Pero otros no piensan lo mismo, lo cual hace que la trama funcione con dos combates en paralelo: entre humanos y zombies y entre los pasajeros sobrevivientes. El pasado como director de películas de animación de Yeong (SEOUL STATION) queda claro en el uso de recursos visuales muy ingeniosos para resolver determinadas secuencias de persecución y escape aunque eso lo lleva por momentos a crear personajes un tanto caricaturescos, algo que se hace más evidente en el explosivo final. Pero esa exageración actoral –que es bastante habitual en el cine de acción asiático– no echa a perder el disfrute y la tensión constante que genera este tren en el que no queda otra que la inteligencia para escaparse de los zombies. La película cuenta con un par de escenas de notable resolución, como una ligada a una forzada detención del tren en una ciudad ya infestada de zombies y otras en las que el ingenio de algunos de los sobrevivientes sirve para engañar a los voraces pero toscos atacantes. Bajo la fórmula de película de acción constante, INVASION ZOMBIE también remeda a SNOWPIERCER en el acento puesto en una suerte de lucha de clases que enfrenta a los más poderosos, adinerados y egoístas (y los que miran para otro lado, digamos) contra los más solidarios: niños, ancianos, estudiantes y trabajadores de clases menos pudientes. La trama es una metáfora perfecta para una sociedad que corre a toda velocidad hacia ninguna parte dejando más y más gente en el camino. Y aunque al final no pueda evitar ponerse un tanto sentimental, la sensación se queda con nosotros hasta el final en una película de una tensión constante que jamás da respiro.
Desde hace algunos años, lo mejor del cine fantástico llega desde Corea del Sur. Vale como ejemplo la maravillosa The host, estrenada hace diez años, con un combo de escenas aterradoras, melodrama familiar y una pizca de humor absurdo; que guarda cierta conexión con el tono que propone la arrasadora Invasión zombie, escrita y dirigida por Yeon Sang-ho. Con sólidos antecedentes en el cine de animación, el realizador surcoreano se toma algunos minutos en la introducción del relato para presentar a los protagonistas de esta adrenalínica odisea. Un atareado ejecutivo que le dedica poco tiempo a su hija, accede a emprender un viaje en tren desde Seúl hasta Busan para que la solitaria niña se reencuentre con su madre. A bordo del trágico periplo, también se suman una pareja formada por un querible "ciudadano tipo" junto a su mujer a punto de dar a luz, dos hermanas ancianas con algunas manías a cuestas, un mendigo que insiste en una desoladora profecía y un entusiasta equipo de béisbol; entre otros tantos especímenes de una variopinta fauna urbana. Ni bien comienza el recorrido, los pasajeros deberán lidiar con una devastadora invasión zombie que se extiende masivamente a nivel nacional. Amenaza que se filtra desde los primeros minutos en el tren y acecha con infectar a todos los tripulantes. La premisa es sencilla, pero el resultado es de una tensión y asombro sostenidos. Más allá de cierto paralelismo con clásicos y títulos recientes de todo film que aluda a historias de muertos vivientes, la película orquesta su potencia sobre una perfecta síntesis entre vibrantes escenas de acción y conmovedores momentos intimistas. Con una factura de producción decididamente descomunal, el film se despega de los previsibles patrones que suelen transitar los embutidos occidentales sobres zombies, en el sentido de que aquí se juega el todo por el todo. Las secuencias de ataques son de una ferocidad brutal, y los pasajes sentimentales no rehuyen de ningún desborde lacrimógeno. Si bien es cierto que hay una tendencia al subrayado en el discurso moral, toda amplificación es pertinente en un relato tan apocalíptico como este, en el que la avaricia, el egoísmo y el sinsentido; sólo pueden precipitar a sus protagonistas al más tenebroso de los abismos. Más allá de funcionar como un divertimento vigoroso, Invasión zombie conecta con paradigmas del cine clásico, como el de la lucha conjunta como único vehículo posible para enfrentar una catástrofe. Pero por sobre todas las cosas, esta alucinante película coreana muestra a un realizador con buen pulso a la hora de administrar sobresaltos sin caer en el susto previsible. En este sentido, la secuencia en que los varones protagonistas deben atravesar varios vagones atestados de zombies, para socorrer a sus damas en peligro, no sólo es de una hidalguía poco frecuente en el cine actual; sino de un desborde creativo propio de un cineasta con todas las letras. Train to Busan - Busanhaeng / Corea del Sur/ 2016 / 118 minutos / Apta para mayores de 16 años / Guión y dirección: Yeon Sang-ho / Con: Yoo Gong, Kim Soo-an y Jung Yu-mi. Un dato a tener en cuenta: La taquilla de Invasión zombie en sus primeros dos días de exhibición en Argentina, según Ultracine, alcanzó los 19.865 espectadores. Esta cifra coloca al film coreano en el tercer lugar del ranking de las películas más vistas en el país, superando por ejemplo a Aliados, con Brad Pitt y Marion Cotillard.
Sálvese quien pueda Las reglas que inventaran el subgénero de zombies para el cine de terror mainstream impone la representación alegórica sobre el contexto social. Desde la inaugural Night of the living dead (1968), George Romero advirtió que el zamarreo y control del personaje negro de Ben (Duane Jones) ejercido sobre la blonda Bárbara (Judith O’Dea) abría para los films de zombies la posibilidad de referirse oblicuamente a temas urticantes del american way of life evadiendo, en tal sentido, una puesta excluyentemente gore con escenas antropofágicas protagonizadas por famélicos muertos vueltos a la vida. Ahora bien, Invasión zombie (2016) no es un mero ejercicio de importación de códigos hollywoodenses reubicados en una locación oriental (y, por otro lado, factible de leer como devolución de favores a las remakes norteamericanas hechas sobre originales del cine de terror asiático, sintomática de la mentada crisis de ideas en la industria). El film surcoreano aprehende la lección del maestro Romero y, consiguientemente, escenifica los temores de esa comunidad estratificada, populosa y tecnificada en la turba rudimentaria y arbitraria que personifica la otredad riesgosa de la amenaza zombie. De ahí que el cuestionamiento legible en el film a la lógica capitalista (posible continuidad argumental de Dawn of the dead, de 1978, donde Romero plantea la supervivencia de la embestida zombie en términos de lucha entre clases), ordene una puesta en escena donde son abismados los presupuestos que regulan dicho sistema productivo. En este punto, el axioma medular de lucro incesante que dinamiza la economía capitalista contemporánea –encarnada por el personaje protagónico de Kim Chang-han, quien trabaja como ejecutivo de una financiera– encuentra su envés terrorífico en la propagación inmediata de la aberración zombie, cuyo contagio instantáneo alegoriza el incremento de esa alteridad ignominiosa de desplazados que paulatinamente quedan afuera del mercado. De tal modo, si Dawn of the dead elige como escenario de supervivencia al shopping, en tanto lugar simbólico del consumo encabalgado con el ejercicio de ciudadanía (donde el periplo de supervivencia exhibe una trayectoria ascendente traccionada por el acceso a los pisos más altos del edificio comercial, metaforizando claramente la pirámide social), Invasión zombie reescribe la alegoría mediante la carrera precipitada entre los vagones dirigida a arribar a la máquina locomotora (lugar de control), suponiendo dejar atrás a los monstruosos y peligrosamente infecciosos zombies. Ejercicio de relegamiento legible como paráfrasis de la segregación social acometida contra los desclasados del mercado, el film imagina el progresivo encierro profiláctico de los seres indeseables (los zombies), cuya garantía de seguridad nunca es total debido a la continua amenaza latente de infiltración de esos otros abominables dentro de la comunidad de supervivientes. El raid de supervivencia dependiente de la agilidad de abordar a tiempo los vagones sin presencia de zombies sirve para que el film plantee, entonces, el debate moral comprendido por la elección entre la salvaguarda egoísta de sí mismo o la lucha altruista por la supervivencia colectiva. Controversia que Invasión zombie explicita erróneamente de forma rimbombante con la interpelación de buena conciencia incoherente para la perspectiva del personaje infantil de Soo-An (una suerte de Mafalda de carne y hueso asiática), quien hace un cuestionamiento altisonante a la ambición de su padre. De tal modo, si el conflicto filial resuelve en la lección bienpensante de la lucha mancomunada para la supervivencia colectiva –y, en tal sentido, cohesiva con una moral pública de ciudadanía, y aquí no resulta casual que Soo-An luzca en su vestimenta los colores de la bandera de Corea del Sur–, la película desiste de un desenlace creativo como, por caso, exploró Confessions (2010, Tetsuya Nakashima) con su idea políticamente incorrecta de venganza contra niños que inspira el amor maternal. Desatino argumental que, en la resolución sacrificial convencional, desanda la tensión narrativa construida a lo largo del film por las condiciones cada vez más acuciantes de supervivencia y la caída continua de pasajeros del tren a la ingesta caníbal, multiplicando, consiguientemente, la población zombie que acecha a esa minoría protegida: toda una metáfora del capitalismo. Por último, fuera de la evaluación del film de Sang-ho Yeon, no deja de ser alarmante la tendencia ascendente de las distribuidoras a comercializar más copias dobladas que subtituladas (en este caso, puntualmente, la [des]proporción es de 184 contra 149 en idioma original). Más allá de la discusión chauvinista que acarrea la cuestión de la lengua, resulta paradójico que películas dirigidas a adultos recurran a la herramienta del doblaje prevista para el consumo del público infantil analfabeto. Paradoja que, incluso, refuerza el argumento de Invasión zombie, donde la pérdida de la propia voz es patología sintomática de conversión monstruosa en zombie.
Ahí viene la plaga Los zombies son una plaga. Y ahora llegan desde Corea del Sur. “Invasión Zombie” no difiere mucho de otras propuestas posapocalípticas en las que los muertos salen a devorar vivos. Sin embargo, a semejanza de uno de los referentes del género como George Romero, la sangre no es tan gratuita. El director Sang-ho Yeon realizó un triple acercamiento al tema conocido de la plaga de comecerebros: su impacto en la ciudad, en un espacio acotado como un tren y en la relación entre los personajes. En eso radica la singularidad de esta película que fue presentada en el último Festival de Cannes y que ganó once premios internacionales. Desde la primera escena queda claro que el virus ya está en la calle para luego delinear con diálogos breves el perfil de los protagonistas que viajan en un tren de alta velocidad: un ejecutivo solamente concentrado en su trabajo que casi ignora las necesidades de su pequeña hija, un matrimonio joven con la mujer embarazada, un equipo de béisbol, un linyera que viaja como polizón y dos amigas ancianas. Todo parece seguro, confortable y rutinario hasta que el horror irrumpe con furia en el tren y obliga a un grupo de extraños a intentar seguir vivos y ejercer la solidaridad o salvarse ellos mismos.
Todo lo que usted espera y vio en una historia de zombies pero más y mejor. Hay un lugar común que dice que nada es peor en una película que un lugar común, pero se suele olvidar que sólo es así si el “lugar común” se nota, y eso depende del modo de filmarlo. Aquí están todos los lugares comunes de este abundante género de “enfermedad/invasión de muertos vivos estalla y altera la vida cotidiana de un montón de personajes” más un papá y su hijita a salvar, más otros sobrevivientes encerrados en un tren de alta velocidad tratando de llegar a la supuestamente liberada ciudad de Busan. Pero esos clichés se disponen con inteligencia para que la historia sea, por un lado, una tremenda máquina de generar adrenalina y, por otra, una especie de reflexión sobre el mundo que, justamente, trata de responder por qué el horror popular está superpoblado de muertos vivos. Es cierto que el agregado social es menos importante que la tremenda capacidad de inventiva de Yeon para proveernos de secuencias de acción; también es cierto que los surcoreanos manejan el elemento melodramático como muy pocos realizadores de hoy (ya que estamos: busquen los melodramas del gran Lee Chang-dong, aunque no tienen nada de terror o zombies). Corea del Sur hace un cine mainstream mucho mejor que Hollywood: esta es una demostración cabal. Ojalá veamos más películas de este pequeño país de enorme cinematografía.
Miedo a la coreana En "Invasión zombie" un virus desconocido se propaga en Corea del sur y se decreta estado de emergencia. Los pasajeros del tren KTX deben luchar con todas sus fuerzas con el fin de sobrevivir hasta Busan, que es la única ciudad en donde estarán a salvo. La sorpresa viene desde Corea del Sur. Cuando parecía que ya no habrá más que ofrecer en el cine de género, tan acotado que a veces parece la temática "zombie". Alguna cabeza inteligente, en algún lugar del mundo, cuenta dentro de similar ámbito de muerte, destrucción y gore, algo diferente. Cuando un tren parte de Seúl con destino a Busán, sus pasajeros no están enterados del pánico general que hay en toda la ciudad por la aparición de estos muertos vivientes y viajan normalmente hasta que descubren que dentro del transporte hay infectados. La claustrofobia de un lugar pequeño, la ansiedad y desesperación por escapar en un tren del que nadie sobreviviría si se tirara en movimiento y la imposibilidad de frenar porque el virus ya está en todos lados crearán una atmósfera agobiante. Más cautivante será conocer las verdaderas personalidades de los sobrevivientes, que se diferenciarán por su altruismo o egoísmo, que determinarán cada escena de la película.
Cuando los zombies se toman el tren El film coreano es notable por donde se lo mire. El apocalipsis en un tren y la irresponsabilidad del mundo financiero. Una niña que busca a su padre en un mundo de adultos que se despedazan. El final toca un ánimo de amargura. Los zombies continúan y con una salud a toda prueba. No hay otro monstruo para estos días, que corren lento o rápido (la velocidad zombie es relativa). Al tema supo dedicarle un libro bárbaro Jorge Fernández Gonzalo, quien en Filosofía zombi (Anagrama, 2011) da cuenta del vínculo esencial entre estos no‑muertos y los vivos que deambulan por las ciudades. El faro del autor es el cine de George Romero, con La noche de los muertos vivos (1968) como punta de lanza política. El cómic The Walking Dead del escritor Robert Kirkman, supo cómo actualizar al maestro, con una redimensión televisiva todavía en curso. Ahora bien, lo de la película surcoreana Invasión zombie es más y mejor de lo mismo. A no orientarse por el título local y malísimo, sino por los hechos: estreno en Cannes, éxito de crítica y público, y un realizador ‑Yeon Sang‑ho‑ surgido de la animación, con predilección por el mundo terrorífico. Así las cosas, Invasión zombie es el periplo desesperado de un tren por arribar a la ciudad de Busan. La partida se da sin conocimiento de lo que sucede: los seres humanos se están atacando a dentelladas. El estupor frente a la información televisiva transmuta de a poco en horror. De esta manera, el tren comienza a sufrir una epidemia voraz, con la consecuente fragmentación humana: sanos contra infectados, y sanos contra sanos. Pero el móvil del relato es más simple y universal: es el viaje entre un padre y su hija, ella es una niña, él es un agente financiero. La relación ente ambos no es la mejor, merced a una distancia que se acentúa, con él inmerso en su trabajo. Finalmente, accede al deseo postergado de la pequeña: ir a la casa de la madre. De allí en más, el padre se verá obligado a desatender su teléfono de trabajo, mientras inclina la balanza a favor del cuidado paternal. En la faena le acompañarán otros personajes, cada uno con una historia a cuestas, capaces de conformar un grupo minimalista ‑de cuidado por la vida (hay una mujer embarazada) y de borramiento de clases sociales (hay un mendigo)‑, forzados a convivir en esta bala dirigida que es el tren, infestado de muerte. Si en el cine de Romero la responsabilidad del virus descansaba en maniobras militares, en Invasión zombie los hombres de negocios serán los responsables. Aspecto que el padre en cuestión subraya: comienza la película en su rutina de trabajo, rodeado de luz blanca y oficinistas, para finalizarla desde el exacto contraste. De ser alguien indiferente, que ignora el sufrimiento o la necesidad ajenas, culmina por asumir rasgos heroicos, acordes con la aventura que le toca sobrellevar. Pero todo esto no es suficiente, porque lo que también se necesita es una imaginería que sea de terror, con cuerpos mordidos y prestos a adquirir un andar tan deforme como veloz, de avidez sangrienta. Más un pulso narrador que organice y logre verosimilitud. Por ejemplo, cuando los personajes deban atravesar varios vagones con el fin de rescatar a otros, la dirección a recorrer será inversa a la que el tren sobrelleva. La velocidad, en esa secuencia, está a favor de los zombies. La percepción del espectador se altera, y la fuerza que hace posible la hazaña será más intensa. De este modo, la comprensión espacial -y temporal- del cineasta es perfecta. Además, hay un timing que regula la narración sin perder profundidad en los personajes, cuyas caracterizaciones llegan a alcanzar un grado de empatía con el espectador que no será garantía de supervivencia, sino modo desde el cual ahondar en sensaciones encontradas, con la angustia como una de las maneras desde las cuales el cine se sabe posible. El desenlace, a su vez, guarda cierto guiño con el de La noche de los muertos vivos, pero para tomar un rumbo distinto, a partir de un elemento previo, apenas esbozado sobre el inicio del film. El final lo completa con otro sentido y logra que la pelicula concluya, pero con los puntos suspensivos necesarios. De esta manera, se fusionan cierta conmisceración con un sabor de incertidumbre. Es tan profunda la resolución, que logra tocar un ánimo de amargura. Y sitúa a esta película en un lugar de honor, pasible de ser una referencia obligada en su género cinematográfico.
“You better run all day And run all night And keep your dirty feelings Deep inside” (Run Like Hell, Pink Floyd) Para todos aquellos que creen que el cine ha muerto. Para todos aquellos que sufren el cambio del analógico por el digital. Para todos aquellos que menosprecian los géneros (o al menos ciertos géneros). Para todos aquellos que no pierden la esperanza por encontrar algo más allá de interminables sagas ridículas y diez mil filmes de superhéroes reciclados al infinito, péguense una vuelta por otros lugares más allá de la esponja hollywoodense. Entre ellos, Corea del Sur. Y entonces experimentarán la gracia de enfrentarse a un huracán de placer (primero eso), a una película de terror que se conecta con la fibra emocional ya presente en los orígenes de este maravilloso arte y que es bien contemporánea porque tiene mucho para decir pero no lo anda gritando a los cuatro vientos. Todo esto y más es Invasión zombie (tendremos que aceptar el atentado terrorista y comercial de la traducción). Yeon Sang-ho, como varios realizadores asiáticos, entiende a la perfección lo que implica ver hoy una película en una sala y por este motivo ofrece un juego donde el dispositivo técnico está al servicio de un estado de pura adrenalina. Si la mayoría de los productos que llegan como ladrillos de EE.UU hacen del digital una esfera de consumo cuyo horizonte es anular cualquier atisbo de humanidad, lo que ofrece este filme es justamente lo contrario: en un entorno apocalíptico, agobiante e hipertecnológico, en el que un virus desata una epidemia de zombies, lo último que nos queda es confiar en la solidaridad y en los gestos humanos. Al vértigo provocado por las excelentes secuencias de acción donde los personajes corren dentro de un tren y fuera también, tratando de sobrevivir ante el embate de los mutantes, Yeon Sang-ho le contrarresta primeros planos inolvidables de rostros que destilan bondad, tristeza, impotencia pero también vestigios de fortaleza ante la adversidad. Y mientras el cine de mero consumo afirma que el mundo ya no forma parte de la realidad y postula una sospechosa virtualidad que asedia al espectador desde una materialidad pueril, Invasión zombie se muestra como una operación poética que pone en marcha la más honesta forma de ilusionismo que el cine ya propuso en sus orígenes. El punto de partida es una familia disgregada, rota en pedazos como la vida misma, dispersa en medio de artefactos tecnológicos que marcan la suspensión de afectos y la ausencia. Un padre workalcoholic que no atiende la demanda de su pequeña hija, una madre en otro lado y la posibilidad de un viaje para visitarla. La familia es el mundo en términos de capitalismo salvaje, un depósito de mezquindades y de cultos al individuo. Y entonces empieza el horrendo espectáculo como consecuencia de la negligencia de las corporaciones y los zombies se multiplican en ese tren que intentará llegar a destino, y el planeta tiene que correr peligro de extinción para que se activen los rasgos humanos así como se potencien las mezquindades en las situaciones límites. El desarrollo de la trama arma un recorrido de los personajes con un sentido coreográfico donde la idea de pareja resalta en todo momento, no como una entidad estable sino dentro de una dinámica de intercambio que se va transformando hasta las últimas consecuencias. Y en ese tablero de roles sucede que algunos involucrados verán su naturaleza alterada por las circunstancias. El padre, cuando logre ponerse del otro lado, comprenderá y actuará según ese nuevo punto de vista totalmente distinto al de su vida anterior y en medio del apocalipsis, ya las clases sociales y el status son aparentemente un recuerdo porque en el tren de la supervivencia ser un empresario garca y un indigente es lo mismo. Y el que no acepte esta premisa quedará en el camino. Invasión zombie (como El padrino) es una película sobre el capitalismo. Es decir, recurre a la lógica genérica para hablar sobre el mundo. Su linaje es el de un John Carpenter, el de un Cronenberg, tipos relegados en la industria que pueden ser redescubiertos por el público gracias a este filme. La velocidad ya no es solo una cuestión asociada a la circulación del dinero sino una condición necesaria para vivir. Y ese reducto claustrofóbico que es el tren, es también la imagen de miles de sucesos horrendos que forman parte de nuestro mundo ante la mirada indiferente absorbida por el espectáculo en todas sus variantes (llámense refugiados, víctimas de bombardeos, desclasados, etc.) Sin embargo, restringir la película solo a una mirada ideológica puede ser un inconveniente en la medida en que el éxito y la popularidad legítima que conlleva se debe en primera instancia a cómo se conecta con los deseos humanos y de qué modo recupera la catarsis como experiencia estética en el sentido de proponernos un espejo terrible de nuestra cotidianeidad. La mirada atónita de quienes asistieron a la primera proyección de los Lumiere y se levantaron del susto al ver en pantalla la llegada del tren a la estación hoy se convierte en un estado de suspensión y de perplejidad: nos mantenemos en la butaca porque nos sabemos dentro del tren. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
¿Por qué odias mis trenes, Señor? Es ley (cinematográfica): el atractivo de toda catástrofe aumenta si sucede en un tren. Desde sus comienzos, el cine se lleva bien con los trenes. La historia de su relación va desde los albores con los Lumiere, Asalto y robo de un tren y El Maquinista de la General, hasta joyas recientes como Imparable y Snowpiercer. Sin dudas, el tren es el medio de transporte más cercanamente ligado a la pantalla grande. Sabemos que el cine es el arte del movimiento (no les dicen motion pictures por nada) y la aventura en el tren, a su vez espacio y transporte, es el movimiento en movimiento. Otra sería la historia del cine sin las persecuciones por techos, los túneles que se acercan, los saltos entre vagones y los personajes agarrados de las barandas a punto de hacerse tortilla contra el suelo. Aunque en su momento películas como The Host (Gwoemul, 2006), de Bong Joon-ho, y El Tiempo (Shi Gan, 2006), de Kim Ki-duk, estrenaban comercialmente en el país, hoy son muy raras excepciones las surcoreanas que llegan a los cines, excepto gracias al anual Han Cine – Festival de Cine Coreano en Buenos Aires. Train to Busan, que acá logra un nuevo récord en la historia del titulado perezoso y se estrena como Invasión Zombie, pone a los muertos vivos sobre rieles y confirma que la industria de Corea del Sur sigue siendo la que mejor entiende y sabe adaptar los géneros americanos. Con paciencia y trazos precisos, Train to Busan presenta sus personajes mientras va agarrando envión hasta la explosión del conflicto. El padre ausente, el empresario egoísta, los jóvenes enamorados, el marido protector (interpretado por el gran Ma Dong-seok, uno de esos secundarios que nunca fallan y que toda industria necesita tener) y la embarazada son arquetipos que, como tales, funcionan comprendiendo, por actor y director a la vez, que se trata de individuos independientes y singulares. Este respeto clave por sus personajes es quizás algo obvio que el cine que intenta emular los géneros suele olvidar. Yeon Sang-Ho, director hasta ahora de films animados (uno de ellos, una precuela a este film, titulada Seoul Station) comprende que todo se cae si los personajes no importan, y les da el espacio necesario a todos, desde el protagonista hasta ese conductor con el profesionalismo del héroe clásico, para existir más allá de las configuraciones del rol que les ha tocado. Y comprende a la perfección los códigos genéricos, el juego con los espacios y momentos, con las puertas automáticas, el vagón que queda en el medio lleno de zombies y la estación con los soldados esperando, haciendo del viaje a Busan otra aventura a pleno movimiento llena de sustos y acción en cada parada.
La cuarta película de Yeon tiene todo: emociones nobles, secuencias inolvidables, un ritmo magnífico y relevancia política. Es cine de género y popular. No hay muchas películas así. Las buenas películas de género nunca se atienen a las meras convenciones que las definen. Esto puede verse en títulos como Sobreviven, Criatura de la noche, Un tiro en la noche, películas que no renuncian a entretener pero que jamás desdeñan decir algo del mundo y de quienes lo habitan. Invasión zombie es un pasatiempo formidable, una exposición virtuosa del conocimiento del lenguaje cinematográfico y a la vez es un sagaz retrato de una conducta que define un reconocible modo de estar en el mundo. El preámbulo es tan preciso como ejemplar. Cuando una película introduce así el núcleo conflictivo de su trama es casi imposible que lo que viene después no sea todavía mejor. Esa escena culmina con un ligero paneo que muestra a un animal accidentado. El tiempo de la escena es justo, su resolución también. Los buenos cineastas nunca desestiman ese primer encuentro, ahí está la firma de su arte. Inmediatamente, viene la presentación de los personajes principales: un padre y su hija pequeña. El primero, separado de su mujer y con la custodia de su hija, está demasiado ocupado con su vida de negocios, cuyo principal saber pasa por aprovechar la especulación financiera. Alguien, más tarde, lo describirá como un desalmado explotador y, un poco después, toda la desgracia que se pone en juego en el film estará ligada a los destinos financieros de la institución en la que trabaja. Son pequeños signos al paso, pero fundamentales. Es el cumpleaños de su hija; tras ser cuestionado por la abuela, el padre accederá a llevarla a Busan para ver a su madre Para eso tomarán un tren, pero el viaje se transformará en una pesadilla, pues no solamente el tren se llenará de zombies, sino el país entero. ¿Cómo sobrevivirán? ¿Llegarán a destino? Al ser el principal escenario un par de vagones, Yeon Sangho dosifica el suspenso trabajando el espacio como una categoría dramática; el ingenioso desplazamiento de los pocos sobrevivientes, acechados por los zombies, de vagón en vagón, es admirable. Esto determina la naturaleza cinética del film en un triple movimiento: la velocidad del tren por un lado, la de los zombies por el otro y por último la destreza de la inteligencia que se pone en juego en la resolución de cada obstáculo que deben enfrentar el padre, la hija y algunos otros pasajeros. Esto implica un laborioso registro en espacios reducidos en total cadencia con la fluidez del relato. Más notable aún es la introducción de los personajes secundarios: cada uno tiene su momento de gloria (y a veces de vergüenza). Todos aportan una cualidad humana a destacar. Son breves gestos, detalles mínimos, pero decisivos, como una canción que se escucha en dos ocasiones. Un zombie es un hombre desprovisto de su humanidad. Yeon propone tres o cuatro escenas en las que, literalmente, se ve el paulatino desvanecerse de eso que trasciende el acto del mero sobrevivir y define y distingue a un hombre. Pero la contienda de fondo es entre la voracidad y la solidaridad, y no solo los zombies son voraces. Eso también se dice, sin subrayados, en la magistral Invasión zombie.
Crítica emitida por radio.
Llega a los cines Invasión Zombie, el exitoso film coreano de Sang-ho Yeon que pasó por el Festival de Cine de Cannes 2016. Los zombies no son propiedad estadounidense. Uno de los films más exitosos de la historia del cine coreano, con excelente repercusión en Cannes, además de ser uno de los más populares para descargar durante el año pasado, llega a las salas nacionales. Es realmente notable, que con la poca oferta que hay últimamente de cine oriental, una propuesta de estas características pueda tener valor comercial, pero lo cierto es que tiene y cumple con todos los méritos artísticos y pochocleros para ser una de las sorpresas de la cartelera. Desde que George Romero impuso las reglas a fines de los años 60, los zombies se han mutado significativamente. Poco queda como reflejo político de una sociedad marginalizada, controlada por un sistema autoritario. El dejo de rebeldía murió con la última película de Romero, pero aún así, varios directores le han encontrado una vuelta de tuerca, incluso humorística a esta temática. Hoy en día, gracias a la serie The Walking Dead, los zombies están más vivos que nunca y su repercusión cruza fronteras. Por esto mismo, Invasión Zombie –pésima traducción de Train to Busan– ha logrado captar tantos fanáticos. Pero también hay que combinar el tema con la realización cinematográfica. Sang-ho Yeon –que venía de realizar Seul Station, también con zombies, pero en formato animado- le otorga un interesante equilibrio de emoción, crítica social y adrenalina vertiginosa a este relato. Seok Woo es un empresario exitoso, padre divorciado, que promete cruzar Corea en tren para llevar a su pequeña hija Soo-an con su madre, una premisa no muy distinta a la de Guerra de los mundos, de Spielberg. Como todo workalcoholic, no tiene tiempo para dedicarle a su criatura, así que, por una vez, decide remendar la situación. Pero elige mal el momento y el lugar. En medio del viaje en tren a Busan, se desata un virus que convierte en forma inmediata a cualquier persona en zombie. Una plaga que cobra dimensiones gigantes a cada segundo. Seok Woo, junto con un matrimonio de bajos recursos –ella embarazada- y una pareja adolescente deben sobrevivir todo el trayecto atravesando vagón tras vagón y evitando que los zombies los muerdan. Esta estructura dramática, donde intervienen las diversas clases sociales y tribus culturales de la Corea actual, rememora un poco otro trabajo coreano, inédito en Argentina, como fue Snowpiercer, de Bong Joon-Ho (The Host). Sin embargo, ahí, donde la propuesta futurista gozaba de imaginación, humor, frescura y universalismo, Invasión Zombie, se queda en la posición cómoda de cumplir con efectividad los estereotipos y clisés del género. Repleta de solemnidad y previsibilidad, la película de Sang-ho Yeon tiene al antihéroe que va modificando su postura a medida que avanza el film y congeniando fuerzas con el futuro padre de clase media, mientras que el dueño del tren, no deja de ser el villano verdadero, un hombre egocéntrico, capaz de matar a cualquiera que se cruce por su camino, con tal de sobrevivir. Aún con sus estereotipos y golpes sentimentales no deja de ser una propuesta sumamente atractiva por varios factores. En primer lugar, el ritmo, constante, imparable. En segundo, visualmente es impecable. Nada que envidiarle a Guerra Mundial Z. En tercero, el factor humano. El director apela a la empatía con el selecto grupo de sobrevivientes. Desde dos hermanas ancianas hasta la joven pareja de secundario, la narración no descuida ninguna de las subtramas dramáticas de cada personaje, y en ese sentido, todos concretan un arco narrativo coherente. Invasión Zombie es un film sin desniveles narrativos y una carga de tensión constante. Sin embargo, también apela demasiado al melodrama para golpear al público y crear un efecto lacrimógeno innecesario, más cercano al de una telenovela que a un film de horror. Pretenciosa y sobrevalorada pero cumplidora, tiene una buena dosis de gore y dramatismo para cubrir todos los gustos.
La feria de los inmortales. En Guerra Mundial Z (Marc Forster, 2013) sabíamos que ni Brad Pitt, ni su linda esposa, ni sus adorables hijas podían infectarse y mucho menos morir en aquel contagio zombie. En cambio en Invasión Zombie cualquier cosa puede suceder, cualquiera puede morir. Así, la tensión será constante y de un atractivo insuperable. En la película de Brad Pitt también se mostraba a los zombies como una clase inferior, parecía una chusma que quería usurpar las propiedades de los poderosos. Al contrario, en esta película surcoreana cada muerte es emotiva y dolorosa. El director se da el tiempo para que también nos afecte el que una persona se transforme en zombie. Ya que cada personaje, por mínima que sea su aparición, es un hija, una hermana, un padre, alguien con historia a quien extrañaremos cuando pase a la otra vida. En Invasión Zombie un grupo de pasajeros del tren que viaja a Busan en Corea del Sur se ve interceptada por una invasión zombie a nivel nacional. Al principio empieza bastante tranquila, casi es ridícula porque los primeros infectados pasan totalmente desapercibidos para los pasajeros. Como la genial escena del supermercado en Shaun of the Dead donde Simon Pegg hacía sus compras sin percatarse de la invasión, como nos pasaría a todos si el ambiente del barrio estuviera como muerto un domingo a la tarde. Pero Invasión Zombie también parece poner de manifiesto que nosotros como sociedad reaccionaríamos muy tarde al ver a alguien en problemas tirado en una estación. Y no llega sólo hasta ahí. Los pasajeros del tren a Busan en un determinado momento mientras siguen en viaje logran contener a los zombies en los últimos vagones. Entonces la lucha de clases empieza entre los mismos sobrevivientes. Se acusan mutuamente de que podrían estar infectados. Así que habrá también una grieta que hará que los sobrevivientes con menos poder queden confinados. Se corresponde entonces también a la mirada política que tenía la fundante La Noche de los Muertos Vivos (1968) de George Romero. Excelentes escenas se construyen cuando se descubre que los muertos vivos no ven en la oscuridad. La tensión y la emoción visual siguen hasta el último segundo del film, celebrando y festejando el cine como en una feria, yendo más allá del terror efectista, dejando atrás a las nuevas y pobres películas de zombies.
Invasión Zombie: ¡muertos bien vivos! El género zombie continúa su expansión como la misma peste que representa y por eso llega a la Argentina una producción coreana que le ha encontrado una nueva vuelta de tuerca. Hay películas de zombis de todo tipo y color: a las clásicas norteamericanas, también se le suman los británicos, los dinamarqueses y ahora también los orientales que tienen su propia impronta. Y es que, aunque no lo parezca, el cine de terror surcoreano tiene lo suyo y hace ya diez años que hizo pie en el país con la recordada El Huésped y desde entonces, una sucesión de muy buenas obras han llegado, filtradas por las distribuidoras locales, a las pantallas argentas. En esta ocasión, la obra en cuestión es esta Invasión Zombie (o Tren a Busan) que llega al país con cierto retraso y muy buenas recomendaciones de los fanáticos a nivel global como las que recibió en Cannes y en el festival de Sietges, en la que se exhibió con un éxito arrasador. Obviamente los fanáticos van a querer saber qué tienen de original estos muertos vivos, y que justifiquen el alto costo de las entradas de cine. Lo cierto es que, siguiendo los parámetros de otras películas del género y del mismo continente como El Grito (The Grudge), los infectados no demoran mucho en revivir tras una agónica muerte y luego lo hacen con un movimiento que contorsiona su anatomía de una manera que los hace terroríficos. Además, la velocidad con la que se mueven estos "no tan muertitos" (y que hace recordar en ocasiones a clásicos como "Exterminio" o "Guerra Mundial Z"), una horda puede devorar a un contingente de desprevenidos pasajeros de tren en cuestión de minutos, y eso es precisamente lo que ocurre con un desprevenido empresario que ha decidido llevar a su hija con su madre y se encuentra en medio del trayecto cuando estalla una epidemia zombi a lo largo y ancho de su nación. Claro que, el hombre no está solo y por eso, a pocos minutos de comenzada la acción, ya logra juntar a un grupo de personas delo más disímil pero al que la seriedad de la situación obliga a actuar coordinadamente para evitar ser canibalizados. El director Yeon Sang-Ho, que viene del ámbito de la animación, demuestra todo lo que aprendió en ese género con actores de carne y hueso en un ejercicio cinematográfico constante y frenético, que no da respiro durante dos horas de película. La cámara se mueve de todas las maneras posibles dentro de los vagones del tren KTX que debe atravesar 450 kilómetros de territorio y el realizador logra colocar a los protagonistas en varias situaciones de riesgo de las él logra salir bien parado merced a un manejo sensato del suspenso y desenfrenado de la acción. Los protagonistas, muy bien elegidos, inspiran en el espectador emociones de todo tipo, al punto de desear que sobrevivan o se los coman los zombis contorsionistas. Invasión Zombi se convierte en una muy buena opción para este fin de semana (y los que vienen) por supuesto, pero por sobre todo en un gran exponente que demuestra que el cine asiático tiene una potencia que todavía no ha terminado de madurar pero que si así lo desea puede destronar al desgastado Hollywood de las remakes y los superhéroes en un abrir y cerrar de ojos.
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El Género que no podía Morir Finalmente se estrena el film surcoreano Train to Busan, bajo el título injustamente impersonal de Invasión Zombie, probablemente una de las mejores películas del 2016 y una de las mejores de este subgénero. Invasión Zombie se propone como cierre conceptual tanto al cine zombie como al cine fantástico surcoreano, retomando y reformulando algunos de sus tópicos estructurales. En esa búsqueda termina consolidándose como un hito, una posta, que obliga a los films posteriores que quieran superarla a retomar para apropiársela. Por supuesto, para que esta apropiación funcione es necesario que se atraviese el camino instalado. Cuando hablamos de géneros estos recorridos siempre dialogan con los films fundacionales y ahí están White Zombie (Victor Halperin- 1932) y La Noche de los Muertos Vivos (George Romero- 1968) presentes en Invasión Zombie como codificación de un punto de vista político del mundo. Por supuesto, su director Sang-ho Yeon sabe perfectamente que primero tiene que crear un relato epidérmico sin perder de vista las demandas del mainstream. Es por eso que Invasión Zombie es puro espectáculo y diversión. Pero también es más que eso. En Invasión Zombie tenemos un tren que no puede detenerse porque el exterior está siendo tomado poco a poco por una masa de cuerpos convertidos en zombis. Acá los infectados son retratados con la contundencia de una fuerza natural. En la era de las corporaciones, lo monstruoso cada vez está más lejos de las características humanas y como contraparte a esa otredad, Sang-ho Yeon se toma el tiempo construir personajes complejos, contradictorios y queribles. Esta decisión la distancia de Snowpiercer (Bong Joon Ho- 2013) que necesita contar su posición política a los gritos por tener personajes maquetados y unidimensionales. Es por eso que a diferencia de los personajes de Snowpiercer, los de Invasión Zombie tienen todavía capacidad de abandonar brevemente ese tren que es el mundo y explorar su humanidad por fuera (nótese hay una gran diferencia en las relaciones dentro y fuera del tren). Invasión Zombie es, sin dudas, uno de los estrenos del año. La figura paterna es eje del conflicto al igual que en The Host (Bong Joon Ho- 2006) y gran parte de la nueva cinematografía fantástica surcoreana. La importancia de estas figuras como representación histórica del país toma nuevos rumbos en Invasión Zombie que la descentraliza y fragmenta en múltiples personajes haciéndolos recorrer caminos posibles como jugando a “que hubiera sucedido si…”. Para no adelantar partes importantes de la trama no voy a trazar esos recorridos ni a analizar donde termina cada uno. Esas cosas van a encontrarse seguramente en una segunda mirada al film ya que este realmente lo merece. Invasión Zombie es una experiencia poco común en el cine actual, por lo que narra y como lo narra y por ser un film proveniente de una tierra de la que no tenemos posibilidad de ver muchos exponentes en nuestras carteleras. Sin dudas, uno de los estrenos del año.
“Train to Busan” comienza con Seok-Woo (Yoo Gong), un workaholic que por más que intente compensar a su hija por todas sus falencias, no lo logra. Es por eso que decide, en el día del cumpleaños de la pequeña, llevarla a Busan con su madre. Sin embargo, las circunstancias en Corea cambian a partir de un brote de infectados sin causa aparente y los protagonistas, junto a otras personas, se verán atrapados en el tren con destino a Busan. Las películas y/o series de zombies son moneda corriente en la actualidad, y es por eso que a veces es difícil encontrarle una vuelta de tuerca a estas historias y hacer algo original. Pero Sang-ho Yeon en “Train to Busan” logra justamente esto: contar un relato donde los zombies son solamente una excusa para contextualizar una situación mucho más profunda, la transformación de un padre al que le importa más el trabajo que la familia y que en esta emergencia deberá cuidar a su pequeña a toda costa. De esta manera, nos encontramos frente a un relato que no solo genera una sensación de terror y suspenso, sino que logra conmover a partir de las relaciones humanas y las acciones que deberá tomar cada individuo en ese tren para salvar a otro o salvarse a sí mismo. “Train to Busan” se caracteriza por ser un film en constante movimiento que no baja su ritmo ni por un momento. Incluso cuando parece que la situación puede llegar a calmarse, ocurre algo que viene a reactivar la acción. El hecho de que la locación sea prácticamente una sola también viene a acompañar esa sensación de agobio, encierro y tensión que viven los personajes, generando empatía con ellos. Por otro lado, la película no es para nada predecible. Cualquier cosa puede pasarle a cualquier personaje, independientemente de si es el protagonista o un secundario insignificante. Existen varios giros sorprendentes que hace que esta imprevisibilidad se pueda cumplir. En resumen, “Train to Busan” es una historia original y renovadora dentro del género, que no solo cumple con el objetivo de generar terror, suspenso y sorpresa, sino que logra conmover al espectador a partir de sus personajes humanos y atractivos. Con un ritmo frenético y un relato imprevisible, desde Corea nos llega una cinta que nadie debería dejar de ver. Puntaje: 4,5/5
Cuando todo está perdido, lo único que queda es el amor por los seres queridos. Es en esos momentos de enlace emocional entre el protagonista y su hija - después de haberse portado como un cretino la mayor parte de su vida - en donde Train a Busan se diferencia de la mayoría de filmes de zombies. Hay acción, gore y adrenalina a raudales, pero también hay una carga dramática realista y potente. No sólo por el protagonista sino también por el grupo de héroes que le acompaña, que sufren pérdidas de todo tipo. Ese plus convierte al filme coreano en una experiencia completa y plena. Desde ya no inventa nada nuevo en el género zombie - y abreva en todo tipo de fuentes, desde Serpientes en un Avión hasta Guerra Mundial Z, salpicado con gotas de La Guerra de los Mundos 2005 - pero, lo que expone, lo hace con gran altura. Es el ser humano reducido a la pelea por la supervivencia y cuando la batalla se antoja abrumadora, lo que queda es el amor y los buenos recuerdos. La redención del protagonista en el momento mas oscuro de la historia de la humanidad. El comienzo es genérico. Hay pequeñas alarmas que algo no va bien, pero - por el momento - nos centramos en el relato de Seok Woo, un adicto al trabajo - es un implacable operador financiero - que ha sacrificado a su familia a cambio de su carrera. Ahora tiene de visita a su hija de 10 años, Soo-an, a la cual lastima con el vacío de su presencia y el olvido de sus actividades. Woo es un cretino diplomado, un tipo al cual rápidamente detestamos cuando vemos cómo le regala a su hija una consola idéntica a la que le dió el año pasado - claro, el tipo delega ese tipo de compras en su secretario mientras dedica todo su tiempo a hacer negocios -. La nena sólo quiere regresar a los brazos de su madre, y por ello se embarcan al día siguiente en un tren bala con destino a Busan. El problema es que, justo al momento del embarque, un tipo herido se ha metido en uno de los vagones... y pronto queda en evidencia que se trata de un zombie. Mientras el tren abandona la estación vemos a lo lejos como la horda de muertos vivientes empieza a depredar a los pasajeros y al personal de la misma pero, claro, el aislamiento sonoro del tren de lujo impide a los pasajeros darse cuenta de la masacre. Lo que sigue es ver cómo se desparrama y crece la horda dentro del tren. Algunos logran cerrar las puertas de policarbonato transparente - los zombies atinan a atacar lo que ven y lo que escuchan, pero no son diestros como para abrir pestillos - y sufrir el asedio de los infectados. La cosa está mas o menos estable hasta que llegan a Daejeon - la cual, se supone, es una estación asegurada por los militares -. Es ahí donde Estación Zombie se dispara a la estratósfera, generando un momento de alta adrenalina tras otro. La mayoría de la gente ha abandonado la seguridad del tren... sin saber que la estación está tomada. Lo que sigue es una corrida imparable de una enorme masa de zombies mientras los sobrevivientes - depredados, separados, indefensos - atinan a treparse al tren como pueden. Surgen los héroes - la práctica embarazada que tapa los vidrios con diario mojado para que los zombies nos los vean y se exciten; el esposo de la embarazada que es una máquina de liquidar zombies y se asoma como el gran héroe del filme; el deportista que vé como su equipo y sus amigos se han convertido en monstruos - y es la oportunidad de redención para Woo, quien pasa a transformarse en un guerrero a fuerza de necesidad. Cuando el grupo debe rescatar a la embarazada y a la hija de Woo - que en la estampida, se han equivocado de vagón y han debido encerrarse en un bañito a 4 carros de distancia -, lo que queda es abrirse paso a fuerza de sudor y sangre, y allí es donde el filme entra en un tranco de tensión que bordea lo insoportable. No se trata sólo de la masacre, la lucha denodada contra los zombies, sino que - cuando las fuerzas menguan - el grupo de guerreros se topa con un descubrimiento inesperado: la oscuridad obnubila a los muertos vivientes. Entre túnel y túnel deberán deslizarse con sigilo entre las criaturas y, cuando la luz regrese, deberán improvisar como sea para atraer la atención de los monstruos hacia donde ellos no están. Estos zombies son veloces... ultra veloces. Destartalados, quebrados, descaderados, avanzan de manera imparable y, como Guerra Mundial Z, se acumulan como hormigas y trepan cosas. En un momento la horda persigue a los supervivientes hasta una vieja locomotora que han podido poner en marcha... y los engendros se toman del barandal de la máquina, apilándose, funcionando como una alfombra para que los mas retrasados puedan pisarlos y llegar hasta la cabina. Entre ésa y la formidable escena en Daegu Este - en donde se acumulan los trenes varados, sellados e infestados de zombies y una locomotora fuera de control se estrella contra ellos, liberándolos de su prisión y poniendo a una multitud de monstruos tras el rastro de los protagonistas -, la dirección de Sang-ho Yeon va de lo impecable a lo genial. Pero donde hace la diferencia Estación Zombie es en la carga dramática de los protagonistas. No, no son totalmente tridimensionales, pero funcionan a través de las emociones a flor de piel. Como ocurría en La Guerra de los Mundos 2005 o El Monstruo, los peores padres tienen su momento de redención a la hora de salvar - a toda costa y con cualquier tipo de sacrificio - a sus seres queridos. El último acto no sólo es impactante por las persecuciones y por las peleas, sino por las decisiones extremas que los protagonistas se ven forzados a tomar. Es ahí donde Train to Busan hace una diferencia enorme sobre otros filmes de género, no conformándose sólo con la acción y el horror, sino agregando un plus emocional que resulta muy fuerte. Es posible que Train to Busan sea el mejor filme de zombies de los ultimos años. World War Z era espectacular y shockeante pero se sentía distante, cosa que aquí - usando los mismos recursos narrativos - no ocurre. La acción golpea mas, simplemente porque el trasfondo dramático funciona en gran forma - esots personajes terminan siendo realmente interesantes y nos preocupamos en grande sobre su suerte -. No son héroes, guerreros ni científicos; son simplemente personas comunes que luchan con el corazón por defender a quienes mas quieren cuando el mundo está a punto de irse al abismo.
Una buena de zombies modernos! "Train to Busan" es una nueva película con temática zombie, que para mi gusto llega un poco tarde a la escena, pero a la vez demuestra que los sur coreanos hacen un muy buen cine, y en el género de terror más. La historia es simple. El foco está puesto sobre un padre empresario, Seok-woo (Yoo Gong), que tiene una vida familiar difícil. Separado, su hija se siente muy lejos de él porque no le presta demasiada atención y su propia madre que vive con él le reprocha los errores que comete como padre y esposo. En una acción para tratar de recomponer un poco la relación con su hija, decide acompañarla en tren hasta Busan, una ciudad donde vive con su madre. Unos segundos antes de que el vehículo se ponga en marcha, se desata una catástrofe ambiental que convierte en zombies violentos a las personas. Uno de ellos logra ingresar al tren antes de que se cierren las puertas y se desata un infierno del cual tendrá que tratar de escapar con su hija junto a otro grupo de sobrevivientes. El guión sigue algunos clichés de personajes pero que están puestos a propósito, como diciendo "sé que mis personajes son los típicos, pero les voy a dar una vuelta de tuerca y hacerlos funcionar". Además de padre e hija, tenemos una pareja de adolescentes populares de un colegio, una pareja conformada por un tipo fuerte y divertido cuya esposa está embarazada, un empresario mayor que sólo piensa en salvarse a sí mismo, dos hermanas de la tercera edad y hasta un vagabundo que también logra colarse en el tren antes del desastre. Entre todos deberán tratar de sobrevivir mientras la cantidad de monstruos aumenta exponencialmente en todos los vagones. Para resaltar en primer lugar tenemos momentos de gran tensión y acción. Todo el tiempo parece que están por ser atrapados por los zombies pero se las arreglan para mantenerse vivos. No todos claros, pero varios de ellos. Hay algunas escenas que realmente tienen muy buen suspenso y ponen al espectador el borde la butaca. Todo lo que va sucediendo parece tener algún tipo de aprendizaje por detrás y cada personaje tiene su momento de protagonismo. A nivel estético, el director Sang-ho Yeon hace un trabajo espectacular, con aires bastante parecidos a lo que vimos en "World War Z" de Brad Pitt, otro exponente muy bueno del cine zombie. "Train to Busan" es un buen exponente del cine clase B con mayor presupuesto y, sobretodo, más sentido del entretenimiento que muchas de las películas de terror de los últimos años.
Y llegó finalmente a salas porteñas la película más taquillera coreana de los últimos tiempos. Más de 10 millones de espectadores en poco tiempo y una presentación increíble en Cannes, han sido las cartas con las que Yeon Sang-Ho, se ha presentado en sociedad al mundo. Hasta hace un tiempo, este cineasta era reconocido en su tierra por hacer películas de animación. Sin embargo, luego de haber pensado "Seoul Station", que hablaba del tema y también fue reconocida internacionalmente, Sang-Ho decidió que había llegado el momento de rodar con actores y abrir una nueva etapa en su carrera. Generó un hit tremendo en su país y por lejos, propuso la mejor película de zombies de los últimos cincos años en toda la industria. ¿Qué tiene de nuevo "Train to Busan" para haber producido tanto ruido y adicción en distintas partes del globo? Para empezar, es una blockbuster con todas las de la ley. No hay espacio para la duda y el conflicto se presenta y estalla sin demora, acelerando el pulso de los espectadores. La velocidad de los zombies es tres veces la de los caminantes de The Walking Dead. Son mucho más peligrosos y se siente en cada escena. En segundo lugar, tiene una historia y no se aparta de la misma. Deja de lado las sutilezas y describe como un padre lucha por cuidar a su hija y a sus semejantes a cualquier precio. Presenta un escenario humano, donde la lucha por la supervivencia está por encima de todo y muestra crudamente, como las mezquindades complican las estrategias grupales a la hora de enfrentar la tragedia. La peli arranca con Seok-woo (Yoo Gong) y su hija abordando el KTX, un súper tren modernoso que los llevará de Seúl a Busan. Al parecer nada extraño sucede, aunque con el correr de los minutos, empezamos a ver como algo sucede con el personal de la estación y la epidemia zombie comienza a tomar forma amenazando la seguridad de los pasajeros. Rápidamente la infección aumenta y quienes van en el tren tienen como meta sostener su destino, con la seguridad de que hay personal militar dispuesto a ayudarlos en Busán. Claro, hay más de 400 km de distancia y cada parada puede ser la última... Además, dentro de los vagones, también hay infectados. Y en esa vuelta, hay un grupo dispuesto a sacrificar a otros humanos, para asegurar no correr riesgos. Seok-woo se verá en una situación complicada cuando decida no dejar a nadie atrás y tenga que luchar en cada vagón para seguir unido a su hija y los eventuales compañeros de tren. "Train to busan" tiene todo lo que se le puede pedir a este tipo de cine. Hay secuencias potentes, giros dramáticos, heroísmo, lucha cuerpo a cuerpo y novedosas formas de confrontar con zombies. Pero muestra siempre el conflicto entre quienes tienen que decidir que camino tomar. Es lacerante y generosa en los escenarios y no deja a nadie sin su cuota de adrenalina.
Hace un tiempo un artículo en un medio de comunicación hablaba sobre el placer que genera el ver matar en la pantalla a gente en manos de otras personas. Si bien en el último tiempo series como “The Walking Dead” o “Fear the Walking Dead” exploraron este punto con un éxito descomunal, el cine debía una nueva visita al subgénero de films de zombies que es casi tan antiguo como el terror mismo. “Invasión Zombie” (Corea, 2016) de Yeon Sang-ho es el claro ejemplo de una película que sabe que en el placer de género se puede cimentar, potenciar y consolidar una propuesta, en la que, más allá de sus lugares comunes, conflictos y giros, la estructura clásica propone una revisión sobre este tipo de historias sin menospreciar al espectador. Porque también en el último tiempo hubo mucho de eso, de películas y series, y productos clase B, que al utilizar un presupuesto acotado, decidieron ir por el camino más fácil generando historias poco atractivas y sin la tensión necesaria para llegar finalmente a buen puerto. La historia del film comienza con un dato importante para toda la narración, una pequeña niña, con sus padres separados, desea a toda costa poder ir a Busán para reencontrarse, el día de su cumpleaños con su madre. Su padre, un exitoso empresario, CEO de quién sabe qué tipo de mega industria relacionada a la economía, le dedica poco tiempo y, por ejemplo, termina regalándole una vez más el mismo presente que años anteriores. En sólo esa escena en la que le entrega una nueva consola de juegos, la última, la más cara, todo el planteo del film se despliega antes que, la invasión del título termine por reforzar ese vínculo casi inexistente. Decidido a revertir, en parte, sus ausencias, entonces, el padre decide llevar a la niña en tren al lugar que desea, y mientras ambos avanzan en el medio de transporte, su historia comienza a entrelazarse con la de otros pasajeros que también seguirán embarcados en un viaje en el que la única posibilidad de poder seguir con vida es la de luchar cada uno por sí mismo. Si bien el conflicto está planteado desde el comienzo, con esta horda de zombies infectados por un extraño mal que hace que en minutos pasen de la vida a la muerte en busca de otros seres vivos para poder seguir adelante, la tensión irá en aumento con cada caso personal que Sang-ho va sumando al complejo entramado narrativo. Una joven pareja esperando a su primer hijo, dos hermanas mayores que quieren estar juntas a toda costa, un grupo de béisbol en el que el amor entre dos de los miembros genera esperanza, un funcionario autoritario que toma decisiones por el resto, y una clara división de posiciones en el mismo tren entre aquellos que deciden aislarse sin querer compartir con los demás la seguridad de algún vagón y los que luchan a golpes con los infectados para poder seguir con vida. Y en el avanzar del relato, y mientras seguimos los pasos de la niña y su padre y los aliados que van sumando al pasar, “Invasión Zombie” termina por construir una alegoría sobre la sociedad tal como la conocemos imposibilitando que, dentro de los vagones, un nuevo estadío o iluminación sobre la misma se pueda erigir. Película de género con una lograda factura, habilidad de dirección y potentes efectos visuales, “Invasión Zombie” es una necesaria revisión de género que además puede permitirse el lujo de replantear reglas y generar un nuevo clima, necesario, para que su disfrute sea total. Sin dudas una de las películas del año.