Sobre la adecuación al entorno. Estamos ante un pequeño milagro del cine independiente contemporáneo, decididamente una de las mejores películas de los últimos tiempos y un recuerdo de la imaginación que poseían los márgenes en otras épocas menos sobrecargadas de redundancia formal y artificios mal direccionados. La Habitación (Room, 2015) también viene a confirmar el talento de Lenny Abrahamson, un realizador que se hizo conocido a nivel internacional con el díptico compuesto por la correcta What Richard Did (2012) y la extraordinaria Frank (2014), un delirio melómano francamente encantador que mezclaba la comedia dramática más bizarra con el análisis del proceso creativo dentro de una banda de rock. El film que hoy nos ocupa constituye un ejemplo de cómo torcer una premisa cercana al horror y el suspenso hacia lo que podríamos definir como un relato de tenacidad en pos de sobrevivir. Los primeros minutos explicitan -a través de un recorrido visual delicioso- el escenario central de la historia, ese al que hace referencia el título desde el vamos. Joy (Brie Larson) y su hijo Jack (Jacob Tremblay) aparentemente viven felices en un pequeño cuarto con una cama, un inodoro, una bañadera y una cocina muy básica. Sin ventanas a su alrededor y disfrutando de la luz que ofrece una claraboya en el techo, ambos se disponen a festejar el quinto cumpleaños del joven con una torta rudimentaria. La “normalidad” se quiebra cuando notamos que Jack debe dormir en el armario por las visitas nocturnas del Viejo Nick (Sean Bridgers), un misterioso hombre que trae alimentos e intima regularmente con Joy. Luego de un episodio de agresión, Jack descubre la verdad de boca de su madre: Joy fue raptada a los 17 años por Nick y desde hace siete que está encerrada en la habitación. A lo largo del desarrollo de los acontecimientos y la evolución de los vínculos, cada vez sorprenden más y más la profundidad e inteligencia que va desplegando el guión de Emma Donoghue, a partir de una novela propia, principalmente en lo que respecta a la utilización de los dos pilares fundamentales de la obra, léase la puesta en escena minimalista y el trabajo de los actores. En este sentido, la propuesta va más allá de los recursos narrativos y/ o estructurales de tantos opus similares (los cuales suelen derrapar hacia el policial más burdo), jugando en cambio todas sus fichas a los vaivenes de la “dimensión humana” de la tragedia y reemplazando el fatalismo vengador por dos preocupaciones mucho más simples, el amor familiar y el anhelo de libertad (el régimen naturalista y luminoso de la película parece esquivar de manera consciente cualquier pompa extrema del verosímil de desquite). Hasta la misma partición de la trama desafía los clichés de los géneros porque tenemos una primera mitad de reclusión forzosa y luego una segunda parte centrada en una especie de retiro autoimpuesto, ya con los dos protagonistas fuera del espacio de confinamiento. Todo este planteo a su vez eleva a La Habitación al estatuto de una verdadera anomalía del séptimo arte debido a que la susodicha pasa a engrosar ese grupo reducido de convites que efectivamente se molestan en analizar el “después” del infortunio de turno y -para colmo- en primera persona, sin ningún tercero que le filtre/ alivie el peso psicológico al espectador conformista de nuestros días. La valentía de Abrahamson y Donoghue excede con creces a sendos contextos de encierro y liberación, construyendo una cotidianeidad desoladora y sutil como no se veía desde hacía muchísimo tiempo, plagada de revelaciones e ingenuidad. Tanto Larson como Tremblay apabullan con dos personajes exquisitos que constituyen el corazón de la experiencia en su conjunto: mientras que ella sabe balancear a la perfección la angustia de estar aislada y la alegría que le produce su hijo, el nene se abre camino como un prodigio de la interpretación en general y de esa vulnerabilidad aguerrida que caracteriza a Jack en particular. En el film la madre se comporta como una madre (desesperación y agudeza de por medio) y el niño como un niño (por momentos es un ángel, en otros se vuelve insoportable), circunstancia que nos reenvía a la tesis central, la que nos sitúa como seres sociales en un diálogo contradictorio entre nuestra voluntad de paz/ afecto/ superación y un entorno indiferente/ parasitario, poco proclive a esos menesteres. Hoy la adecuación entre ambas comarcas evita la violencia y se aproxima al ingenio, la paciencia y el cariño…
Una brillante película que nos permite disfrutar de actuaciones inigualables y estremecedoras. Este film es una verdadera joya dividida en dos partes: la primera es una obra maestra y la segunda, si bien es más convencional, no deja de seducir y sorprender gracias a....
DETRÁS DE LAS PAREDES “La Habitación” no es sólo una película sobre los horrores de un secuestro, ni una película que quiere centrarse en el amarillismo sensacionalista de tales sucesos (aunque este aspecto se utiliza para un propósito específico). Lenny Abrahamson construye un film sobre una madre y su hijo tratando de adaptarse al mundo exterior tras años de cautiverio forzado. Cuando conocemos al niño Jack (un impresionante Jack Tremblay) está celebrando su cumpleaños en una habitación que parece de 2mt. x 2mt. y donde tiene todo lo que -Jack piensa- necesita tener. Hay un armario (donde se esconde durante las visitas nocturnas del secuestrador) un lavabo, una TV, la silla uno, la silla dos, y la puerta de chapa (que sólo el secuestrador puede abrir) y por sobre todo, claro, su ventana al espacio abstracto. Su madre, “Ma” (Brie Larson) le enseñó que todo lo que existe en el mundo esta en la habitación. Pero en realidad hay algo más allá de las paredes, su madre fue secuestrada a los 17 años por Nick (Sean Bridgers) y ha sido su rehén desde entonces. Claustrofóbica en su primer acto, la película aumenta la apuesta dramática cuando es necesario, pero sin cruzar la línea del melodrama empalagoso. Las actuaciones mueven el amperímetro afectivo pero lo hacen de una manera reflexiva, llena de comprensión acerca de la crianza y la naturaleza humana, representada en el vínculo simbiótico de madre e hijo. En su núcleo “La Habitación” se trata simplemente de eso, el amor materno, y cómo ese sentimiento primario y vital supera cualquier obstáculo, no solamente el de la privación de la libertad sino el del centro dramático del film y elefante rosa en la habitación: el niño es hijo del secuestrador, el resultado de una violación, pese a eso -o por eso- el lazo inquebrantable de amor incondicional que la madre siente por su hijo cobra un valor mayor y es el nudo emocional del film, la desgracia convertida en porvenir.
(Re)construir el mundo. Jack vive en Cuarto. Tiene una serpiente -el más complejo de todos sus artefactos, dice- hecha de cáscaras de huevo y un hilo. Tiene un fugaz amigo llamado Ratón, y asegura tener un perro llamado Lucky a quien nunca conoció. Tiene una madre que le deja ver sus programas favoritos, que le cuenta cuentos y le canta canciones para dormir, y que le sirve cereales con leche todas las mañanas. Con 5 años, para Jack el mundo es enorme. Pero Jack vive en Cuarto: es decir, Jack no ha salido de Cuarto nunca en su vida. La Habitación cuenta la historia de Joy, una joven secuestrada a los 17 años y encerrada en un cobertizo desde entonces. A los dos años de su captura, tiene un hijo con su secuestrador, y entonces todo cambia. Cuarto se convierte, de golpe, en el centro de una narrativa que Joy mantendrá viva a toda costa por el bien de Jack. Su tragaluz, la única fuente de luz natural, será el centro de un sistema solar que se extenderá solo hasta los confines de las paredes. La película es, en primer lugar, una historia atrapante y por demás angustiante gracias, en gran parte, a las maravillosas actuaciones tanto de Brie Larson como de Jacob Tremblay. Tras introducirnos al pequeño mundo que Joy ha creado para Jack y a la rutina a la que ambos están sujetos, La Habitación nos presenta en esta instancia con un aquí y ahora marcado por la urgencia de sobrevivir, una etapa cuasi instintiva de hacer cualquier cosa para salir. Pero luego, cuando bien podría darse por terminado el asunto, se da lugar a una segunda instancia en la narrativa que presenta casi tanto conflicto como la primera: la del después. Nos encontramos con una película que no descansa en el punto final de “y vivieron felices para siempre”, sino que empuja un poco más allá para dar con la verdadera naturaleza de ese para siempre. Y es que resulta que tras 7 años en cautiverio, el día a día no es nada sencillo. Tras la inmediatez de volver a la vida viene la vida, empaquetada en un mundo enorme que excede cualquier pared. A la adrenalina le sigue la calma de la reflexión, y es aquí donde la cuestión se vuelve muy interesante. De golpe todas las palabras que aprendió Jack no son solo parte de Tele. Le toca el arduo trabajo de unir cada significante con su significado tangible, y resulta fascinante ver la fascinación -y la confusión un tanto temerosa- de un niño descubriendo los panqueques, o cómo funciona el teléfono, por primera vez. Mientras Joy trata de descifrar cómo volver al mundo que conoció, Jack debe construirlo desde cero. Aquí yace la mayor ambición de la guionista Emma Donoghue: La Habitación no se encierra en ser una mera película de encierro y logra, sin despegarse de sus tan entrañables personajes, ser mucho más que eso. Cobra un tono casi antropológico, demostrando cuánto de lo que hacemos rutinariamente es cultural, cómo aprendemos a ser personas, cuánto necesitamos al otro para mantener la cordura, cómo contamos historias para mantenernos con vida, cuán poderoso puede ser el vínculo entre una madre y su hijo… el peor error que cometió el secuestrador de Joy fue darle algo por lo cual ella estuviera dispuesta a morir. En esta brillante historia, que se acerca a la famosa alegoría de la caverna, es inevitable sentirse dentro de Cuarto junto con Joy y Jack. Tomaremos todo lo que suceda allí dentro como real, y nos dolerán los ojos cuando dejemos atrás las sombras y salgamos al sol de cada día. Viendo La Habitación nos dolerá todo. Lloraremos y los ojos se saldrán de sus órbitas por la ansiedad como los de Larson en la película, pero con tal de salir al mundo y ver el sol vale la pena: soportar esta película también lo vale.
Resulta una sorpresa la presencia de Irlanda en los próximos Oscar. De allí es la apenas correcta Broolklyn -nominada a Mejor Pelicula y Actriz-, pero el aporte más significativo del país del trébol es La habitación, que viene arrastrando premios y elogios de otros festivales, y seguramente dará que hablar en la definición de la Academia (es candidata a cuatro estatuillas, incluyendo Mejor Película y Director). Basada en el best seller homónimo a cargo de Emma Donoghue, la película de Lenny Abrahamson es ambiciosa desde su planteo inicial y pudo haber sido más sólida en su segunda mitad, pero no por ello deja de ser una propuesta singular, y, al mismo tiempo, cautivante y perturbadora. Jack (Jacob Tremblay), de cinco años, y su madre Joy (Brie Larson), de unos veintitantos, viven encerrados en un pequeño cubículo sin ventanas (apenas un tragaluz) y lo justo para no salir de allí (cama, sanitarios, cocina). Claro que este hacinamiento no es voluntario: llevan siete años secuestrados por un hombre intrigante al que llaman Viejo Nick (Sean Bridgers), lo que obligó a Joy a sostener un pequeño universo de reglas propias. Aislados como están, su hijo tiene serios problemas para discernir qué es real y qué no, distorsión que cataliza a través de un vieja televisión. La enrarecida primera hora de La habitación deja más preguntas que certezas: ¿Cómo llegaron Jack y Joy allí? ¿Cuál es el vínculo con su captor? ¿Nadie de afuera reclama por estos dos prisioneros? ¿Están resignados a vivir así por el resto de sus días? Las dudas irán despejándose de a poco (aunque nunca del todo), a medida que consideren la posibilidad de escaparse. Pese a que la primera etapa transcurre en ese sórdido único ambiente, la película no está ni cerca de considerarse teatro filmado. La segunda hora del film encontrará a Jack y Joy ya en la calle. No conviene precisar las circunstancias que los devolvieron al exterior, ni tampoco adelantar demasiado lo que ocurrirá de ahora en más. Solo podría decirse que la adaptación al mundo real no será fácil y que la trama, si bien mantiene parte del agobio del tramo anterior, se volverá más convencional, dejando incluso algunos cabos sueltos. De todas maneras, el saldo es más que positivo, y si Hollywood no premia a la película, al menos debería reconocer al tour de force entre Larson y Tremblay, sostenes de esta punzante experiencia.
Desde él No es novedad decir que resulta difícil encontrar historias originales en una época en la que los grandes relatos ya fueron narrados infinidad de veces. Sin embargo hoy día las innovaciones pasan no por el qué se cuenta, sino por el cómo. Un caso paradigmático de esta tendencia es La habitación (Room, 2015), película sumamente interesante por la manera en que está contada. Jack (Jacob Tremblay) es un niño que nos acerca los acontecimientos desde su punto de vista: el interior de una habitación en la que configura su universo junto a su madre (Brie Larson). En ese espacio viven, sueñan, juegan, se quieren. Su madre es todo para él, la pregunta es ¿cómo para cualquier niño de su edad? Porque al avanzar la trama nos damos cuenta que ese micro universo de encierro en el que viven se debe al cautiverio en que se encuentran. Se dividen dos caminos de lectura en la película: la metáfora con la etapa de la infancia en donde el espacio y vínculo con la madre es reducido, y las consecuencias nefastas que acarrea un trauma en la niñez para socializar. Una interpretación es a nivel simbólico del relato, la otra es más literal al argumento. Ambas son posibles por el punto de vista planteado por el film dirigido por Lenny Abrahamson al contar la historia desde los ojos del niño. No sabemos lo que sucede (lo deducimos), tampoco podemos distinguir la realidad de la fantasía ideada por el chico. Es este recurso narrativo el que enriquece el relato que de otra manera caería en la categoría de “película ya vista” (la del secuestro, la fuga). Le da innovación y eleva a un nivel interpretativo más interesante poniendo el acento en los vínculos establecidos por el niño con las personas y el mundo que lo rodea. La primera mitad juzgamos a la protagonista por las decisiones que toma como madre ¿hace lo correcto? ¿piensa en lo mejor para su hijo? La segunda indagamos en las facetas del daño psicológico causado al pequeño a través del contacto que tiene con otros adultos de diferente reacción hacia él. La resolución -que no adelantaremos- no es cerebral, no es lógica ni racional. Es coherente con el punto de vista de un niño cuyas etapas de su infancia no atravesaron los caminos debidos. ¿O si? Basada en la novela de Emma Donoghue y con guión de ella misma, La habitación es una de las sorpresas del año en la temporada de premios. Es el film independiente norteamericano que alcanza su estreno por los reconocimientos obtenidos a nivel creativo. No cuenta con actores de renombre (con nominación al Oscar para Brie Larson) ni con gran presupuesto pero es una de las bocanadas de aire fresco que renuevan una industria cinematográfica sobrecargada de clichés. Bienvenida sea.
El director Lenny Abrahamson arremete con "La habitación", un crudo y potente drama que tiene 4 nominaciones para los Premios Oscar. Brillan sus protagonistas Jacob Tremblay y Brie Larson, inmersos en un ambiente opresivo. Después de la delirante Frank -2014-, el director Lenny Abrahamson arremete con La habitación -Room-, un crudo y potente drama que tiene 4 nominaciones para los Premios Oscar, en las categorías de película, director y actriz, Brie Larson, reciente ganadora del Globo de Oro como mejor intérprete. El pequeño Jack -Jacob Tremblay- acaba de cumplir 5 años, y es cuidado y protegido por su mamá -Brie Larson- como cualquier otra lo haría, entre juegos, educación e historias que alimentan su imaginación. Sin embargo, la vida de ambos no es como la del resto: están atrapados en una habitación que sólo tiene una claraboya en la parte superior, el único contacto con el mundo exterior. En ese mundo opresivo y oscuro, donde el único visitante es el que hombre -Sean Bridgers- que los mantiene secuestrados, las preguntas del pequeño no tardan en aparecer. ¿Cuáles son las diferencias entre ese mundo gris y el real que Jack no conoce?. ¿La gente de la televisión que siempre está encendida es real y cómo entra en ese cuadrado?. La entrega permanente de la madre por ocultar una realidad horrorosa recuerda a la que hacía el personaje de Roberto Benigni en La vida es bella, pero siete años de encierro no se pueden disimular por mucho tiempo más. Las horas y los días se van transformando en desesperación y las posibilidades de escapar son casi nulas., pero un plan arriesgado podría brindarle al pequeño una vida plena. El film, basado en la multipremiada novela de Emma Donoghue y dividido en dos partes bien diferenciadas, se toma una hora para mostrar el horror del encierro que roza con la locura, la desesperación y dispara la imaginación del niño hasta límites insospechados. Un cuento de supervivencia bien llevado y desarrollado sobre un caso que también mantiene el suspenso y que tendrá otro tratamiento en su segundo tramo. La película se sostiene por su logrado clima dramático y por las impresionantes actuaciones de Jacob Tremblay, un niño que aporta credibilidad a su criatura explosiva de pelo largo y que vive entre dos mundos que no logra comprender, y de Brie Larson, de gran presencia en pantalla y de logrado deterioro físico. También aparece el siempre convincente Wiliam H. Macy en un rol chico pero que le calza como anillo al dedo.Un film contundente que va de la prisión a la desesperación y de la locura a otra suerte de reclusión que tiene que ver con la protección de los personajes ante el avance voraz de los medios de comunicación.
El espacio entre los otros Mucho más que una historia de encierro y autosuperación; mucho más que un retrato descarnado y sin concesiones sobre el calvario del cautiverio de una madre joven con su hijo pequeño, La habitación -2015- propone tantas lecturas en su despliegue de subtramas que sería injusto elegir la más sencilla, básicamente por el mérito de su director Lenny Abrahamson y la osadía de su guionista -también autora de la novela- Emma Donoghue. La habitación debería ganar el Oscar entre sus compañeras de terna. Es más que la película independiente de todos los años elegida para que la premiación tenga esa cuota de incorrección necesaria y de esa manera no volverse tan obvia y aburrida, pero el tiempo dirá hasta dónde este tipo de propuestas inteligentes y no concesivas tienen el peso suficiente para vencer el formalismo y conformismo mainstream, que domina el mercado y la industria. Joy y Jack, madre e hijo, han generado un vínculo en un espacio reducido, un cuarto armado de forma improvisada por el secuestrador, en el que pasan todos los días de su vida. El mundo es ese y no otro, por lo menos desde el punto de vista del pequeño Jack -Jacob Tremblay-, que configura su aprendizaje como puede y con los elementos que lo rodean: un televisor, amigos imaginarios y los relatos de su madre –Brie Larson-. En la televisión pasa la realidad como ocurriera a los esclavos de la alegoría de la caverna de Platón y el choque con el exterior puede contribuir a los peores desenlaces. No son las sombras proyectadas desde la luz del candil, sino las imágenes que desprende ese aparato que para el niño es mágico, porque de ahí sale la comida que lo alimenta, los remedios que lo curan y no de las provisiones que un extraño deja cada vez que penetra en el cuarto y mantiene relaciones con su madre. El tío Nick -Sean Bridgers-, así se llama el extraño, tiene vedado el contacto con Jack, su madre reacciona si es que intenta tocarlo o sacarlo de su cama, que no es otra que un placard. Pero a los cinco años ya es hora que Jack abandone la habitación, a riesgo de que la misión suicida, mandato materno, falle. Salir o no salir, esa es la cuestión que se atreve a romper todo tipo de planteo reduccionista y que apela al día después, que tantas veces genera conflictos en el espectador que prefiere finales felices. La habitación es un film perturbador en el sentido absoluto de la palabra, porque hace hincapié en aquellas preguntas incómodas una vez que la empatía con los personajes se fortalece gracias a la increíble química entre la actriz Brie Larson y el niño Jacob Tremblay, elemento imprescindible para que todo lo demás funcione. Es el punto de vista del niño el que domina la configuración de la puesta en escena –el intercalado de su voz en off afianza la idea- y desde ahí las raíces de los conflictos psicológicos operan por resonancia desde la percepción de la realidad, tanto dentro como fuera de un espacio; el aprendizaje y la adecuación al entorno tras el encierro también ocupan el centro. Sin embargo, el relato se parte en otro punto de vista, secundario y en un segundo plano, pero que se yuxtapone y complementa, el de la problemática de la adaptación de una madre joven que parió en cautiverio y experimentó con su captor una compleja relación atravesada por el odio, el miedo, la dependencia y la sumisión. La singularidad en términos de dirección obedece por un lado a configurar los espacios sin la recaída habitual en el esquematismo formal de la opresión con el encuadre cerrado, aspecto que genera una cuota de respiro en la imagen, a pesar del encierro que nunca deja de estar presente. En ese sentido, cada elemento del cuarto gana un peso dramático y la interacción con los personajes, es decir, lo físico recobra un sentido que excede lo simbólico. Es merecida la nominación para Brie Larson como actriz protagónica y por supuesto para el director Lenny Abrahamson, tanto en lo que a despliegue visual se refiere como a la propia dirección del elenco, donde tampoco quedan atrás las performances de Joan Allen y William H. Macy.
La habitación del hijo. Para esta época de la temporada de premios se suele estrenar la película indie que el Oscar rescata. Así es que muchos actores, actrices, directores y hasta productores pasan a jugar a otra liga, gracias a un puñado de nominaciones. La Habitación es la elegida de este año, la película que representa ese sintagma tan abstracto para Hollywood llamado “cine de autor”. El irlandés Lenny Abrahamson se desmarca completamente de su film anterior, la semi amarga y melómana Frank (2014), para abarcar una temática menos amable que la música, a partir de la historia de Joy (Brie Larson, la nueva perla indie), una joven que vive en un pequeño cuarto junto a su hijo. El cuarto es el único espacio de ambos: allí está la cama, el comedor, el baño y la cocina. Es en los primeros minutos en los que se ve el rasgo más destacado de esta historia pero es también cuando se esbozan sus debilidades porque si bien el espacio es presentado a partir de una estrategia fotográfica claustrofóbica bien delimitada también por el montaje, la necesidad de escaparle al encierro surge por la ausencia de contenido a esa representación formal del encierro. Cierto es que el descubrimiento de los motivos por el cual ambos viven allí genera sorpresa pero de nuevo, al parecer no hay más que una única salida narrativa. La madre decide contarle el plan a su pequeño hijo para que ambos escapen del Viejo Nick; el hombre que la secuestró cinco años atrás, embarazó y mantiene secuestrada. Otra de las ideas desaprovechadas, aquí ya sería justo incluir a la guionista Emma Donoghue (también escritora de la novela sobre la cual hizo esta transposición), es la de armar el relato a partir del punto de vista del niño, desde la narración en off hasta las miradas subjetivas. Luego de los primeros minutos, la voz en off solo parece ser un recurso necesario para inyectar más emoción y decorar así una historia que bordea el telefilm vespertino. La Habitación tiene una filiación con La Niña del Sur Salvaje (2012), otra mimada de la Academia en su momento, porque ambas plantean desde la perspectiva infantil una misma mirada al mundo, del cual desde la niñez se lo cree un lugar mágico hasta que llega el primer baño de una realidad cruel. En ambas hay un exceso de sentimentalismo, principalmente por el in crescendo del volumen de la música incidental en momentos claves, la que parece ser un amplificador de emociones cuando no existe una inventiva dramática para suplir la pereza en la utilización de recursos.
La historia de “La habitación” está basada en un hecho real pero construida en la novela escrita por Emma Donogue (quien además se encarga de escribir el guión de su versión cinematográfica) a través de la ficción con el fin no de contar la historia de un secuestro, sino de indagar en relaciones filiales, en especial en el de una madre con un hijo, y desarrollar una diferente perspectiva sobre el mundo en el que vivimos. Dirigida por Lenny Abrahamson, director que hace unos años nos regaló una hermosa rareza llamada “Frank” (inédita en nuestro país), sorprendió primero con un premio en el festival de Toronto y luego haciéndose imprescindible en cada entrega de premios, no sólo con su película en sí, sino con las interpretaciones de sus dos protagonistas que se entregan brillantemente a sus complejos personajes. Brie Larson es Joy, una joven que alguna vez tuvo una vida normal hasta que fue secuestrada y mantenida encerrada durante largos siete años en un diminuto cuarto que tuvo que hacer de hogar. Ahora vive con su hijo, que acaba de cumplir cinco años, y que no conoce otro mundo más que el que se halla dentro de esas cuatro paredes, y ambos son visitados cada noche por el Viejo Nick, el hombre que los mantiene encerrados. Larson es una joven actriz que ya ha demostrado sus talentos tanto para la comedia como para el drama pero resaltándose especialmente en este último, siendo antes de esta película, “Short Term 12” su mejor ejemplo. Pero la sorpresa real del film es la del niño que le toca interpretar a Jack, este niño que vive aislado del mundo, Jacob Tremblay. Tremblay es capaz de generar mucha emoción a partir de una mirada, de un gesto, o incluso con la voz en off que se percibe quebrarse en determinados momentos. Puede saltar de transmitir el miedo de su personaje, a su alegría, su ira, su confusión o su tristeza. Con una puesta en escena más bien minimalista, acorde a la historia que se quiere contar, “La habitación” puede dividirse fácilmente en dos partes. La primera siendo la que retrata esta convivencia casi asfixiante por momentos, pero que a la vez se percibe cotidiana en la relación entre madre e hijo, cotidiana hasta el momento de la noche, en que él debe dormir en el armario porque sufren la visita del viejo Nick. La segunda, trata más bien sobre la posibilidad de adaptarse a situaciones nuevas, o a situaciones que quedaron tan lejanas que resultan ajenas. Sin decir mucho más de la trama, porque lo interesante del film pasa por ir descubriéndolo todo junto su protagonista, Jack, vale decir que “La habitación” es una gran película que explora antes que nada las relaciones filiales. La figura de la madre como figura principal, pero también la del padre, y no sólo a nivel biológico, que a la larga es la menos importante, sino quiénes son realmente los que están y actúan como tal. “Un padre es un hombre que ama a su hijo”. “La habitación” es tan simple como compleja. Su historia es chiquita pero todo lo que sucede se ve enorme, como lo ven los ojos de un Jack que se crió creyendo que el mundo era un lugar muy pequeño y que cosas que nos resultan tan cotidianas a todos para él sólo eran producto de algo irreal como la televisión. Profunda, conmovedora, desgarradora, intensa, “La habitación” es una gran película que sin dudas merece la atención que repentinamente se posó sobre ella. Así también como se merecen ser reconocidos sus dos protagonistas, que se ponen la película a cuestas, que se entregan completamente a esta experiencia y nos brindan dos de las mejores interpretaciones del año. Recomendadísima, imperdible diría.
Una pequeña historia que mantiene en vilo al espectador hasta el último momento, bien podría resumir el espíritu de “La habitación” (Canadá, 2015), dirigida por el irlandés Lenny Abrahamson, y que, partiendo de un hecho policial, construye un atrapante relato sobre los vínculos y los espacios, pero también sobre cómo éstos afectan a los protagonistas En la habitación del título se encuentran privados de su libertad Joy (Brie Larson) y Jack (Jacob Tremblay), madre e hijo nacido en cautiverio. Un pequeño espacio que los contiene hace más de cinco años y que, en el caso de Jack, es el único universo y contexto que conoce desde el día en que nació. En el lugar, además de recibir las esporádicas visitas de su captor, ambos pudieron construir su propio mundo, uno lleno de amor, paciencia y pequeños objetos, que son elevados a la categoría de tesoros por ambos y a los que Jack saluda diariamente al abrir sus ojos. Un pequeño tragaluz hace que el tiempo transcurra sin órdenes biológicas, pero también sirve para que tanto Joy como Jack guíen sus tiempos de descanso, o al menos, puedan tener alguna referencia del afuera y así también soñar con otro lugar en el que puedan seguir teniendo su relación. La dicotomía dentro/fuera es trabajada con Abrahamson con solvencia, y mientras la empatía con el adentro es inevitable, el afuera, aquel que en determinado momento decidió dejar encerrados a madre e hijo, se convertirá rápidamente en el escollo a superar, mediante un plan, y que permita, además, alejarlos de esa trampa en la que se encuentran sin que sepamos cómo ni por qué. Evitando entrar en detalles, cuando el afuera los recibe nuevamente todo será visto como un daño a esa pequeña simbiosis que Joy y Jack tuvieron y tienen, y pese a poder contar con algunos beneficios y comodidades, en el caso del más pequeño, comenzará a extrañar el único mundo, el de la habitación, aquel que durante cinco años lo identificó y formó y que ahora es rechazado por su madre. La habilidad del director, con un registro muy similar al de Denis Villeneuve, es poder apoyarse en las notables interpretaciones del dúo protagónico, al que se sumarán los siempre efectivos Joan Allen y William H. Macy, para completar el nuevo grupo familiar de Joy y Jack en el afuera que los cuestiona e inquiere sobre su estadía en la habitación. La narración en off del niño, potente, a pesar de su registro vocal ínfimo, quiebran la solemnidad de un relato que por momentos se acerca a viejos telefilmes de los años ochenta que tomaban casos policiales para disparar historias. La principal diferencia de éstos con “La Habitación” es por las preguntas que se desprenden de ella, y que evita responder para poder seguir avanzando en la historia de una madre afianzada en la única esperanza de supervivencia que tuvo durante el último tiempo: su hijo. Hay golpes bajos y escenas predecibles, pero también hay mucha pasión al narrar una de las historias más desgarradoras que el cine canadiense ha dado en el último tiempo (la otra es sin dudas “La sospecha”) y también una de las más enigmáticas y atractivas. Atención a Jacob Tremblay, un notable intérprete.
La actriz nominada al Oscar, Brie Larson, y el ganador de los premios de la Crítica, Jacob Tremblay, llevan adelante un drama lleno de amor, emoción y coraje. La habitación, quinta película del director irlandés Lenny Abrahamson (Frank), es la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Emma Donoghue, también guionista del film. Joy Newsome (Brie Larson) y su hijo Jack (Jacob Tremblay) viven cautivos en una habitación totalmente cerrada. A pesar de esta situación, Joy intenta día a día proporcionarle una vida normal a su hijo. Se despiertan, se lavan los dientes, hacen ejercicios, juegan, ven televisión, leen, cocinan y se bañan. Todo en ese mismo cuarto. Jack no sabe nada del mundo exterior, para él la habitación es el único lugar que existe. Cuando el niño cumple cinco años su madre, cansada de la situación en la que viven, decide contarle la verdad. Al principio Jack no lo toma muy bien, le es muy difícil entender que afuera de la habitación hay un mundo, con muchas casas, personas, animales. Luego, poco a poco, empieza a aceptar la idea, y junto a su madre idean un plan de escape. Las excelentes interpretaciones de Jacob Tremblay y Brie Larson como madre e hijo, con sus momentos de amor incondicional y de peleas, traspasan la pantalla y hacen que la película sea conmovedora. Si bien no es el primer trabajo de Tremblay en la pantalla grande (fue el encargado de ponerle la voz a un personaje de Los Pitufos 2), esta es la primera vez que se lo ve y su actuación es increíble, se trata de un gran hallazgo. Entre las actuaciones también se destaca a Joan Allen (Nixon) interpretando a Nancy, la mamá de Joy Newsome. La película está muy bien llevada, no hay partes que sobren, ni que falten: nunca deja de ser atrapante. Es probable que este hecha para que sea premiada. En cualquier caso, la gran labor del director le valió su primera nominación al Oscar. La habitación es el inicio de su carrera en películas de gran escala, sus trabajos anteriores (Adam y Paul, Garage, What Richard did y Frank) fueron films independientes de bajo presupuesto. La habitación es una película que va a emocionar en más de un aspecto. Sus recientes premios y nominaciones están muy bien merecidos. Un drama bien hecho e interpretado a la perfección.
Un impecable cuento acerca de los sobrevivientes El film dirigida por Lenny Abrahamson, candidata a cuatro premios Oscar, tiene una trama particular que transcurre en un espacio único entre dos personajes. El suspenso es un elemento clave que se sostiene desde lo que no se ve. Año a año la Meca hollywoodense y el inminente Oscar necesita de una película (dos, como máximo) que se evada de las convenciones y los clichés de un total de producción bastante rutinario. Ojo, la referencia a un film “distinto” alude a cierta independencia estética del mainstream, o en todo caso, al mismo origen de la obra. Es el ejemplo de La habitación, que procede de Canadá e Irlanda y está postulada a cuatro premios Oscar de suma importancia (película, director, actriz y adaptación). En general, aquello “distinto” condice con la originalidad del tema, las decisiones que toma el realizador en cuanto a la puesta en escena y el contexto que rodea a la misma película. La habitación, en ese sentido, cumple a rajatabla con los tres ítems: una trama particular que transcurre buena parte en un único espacio con sólo dos personajes, decisiones formales con la cámara que sirven para alterar la monotonía y el encierro y, por si fuera poco, la información en donde se mezcla la gastada frase “basada en una historia real” con otros hechos parecidos de ese misma “realidad”. Sintetizando: el film del irlandés Lenny Abrahamson (Frank, de 2014, además, suma la estupenda química actoral de la pareja protagónica, representada por la madre (Brie Larson) y Jack, su hijo de cinco años (Jacob Tremblay), quienes viven encerrados en los pocos metros cuadrados de un cuarto sin ventanas y una claraboya de por medio que sirve como único contacto con un mundo que se desconoce. La estructura narrativa permite toda una primera parte de tono asfixiante, incómodo, casi irrespirable, comprendida por las preguntas del pequeño a su mamá, en donde se profundiza un excelso uso del fuera de campo a través sombras y sonidos que alteran la emociones de los personajes y, por supuesto, inquieta al mismo espectador. Esa primera hora y algo más, ofrece lo mejor del film: el suspenso se corrobora desde aquello que no se ve, y en tanto, la historia no deja de crecer a través del cariño de esa madre hacia ese hijo. La liberación de ambos, en donde la luz cambia y los planos ya no sorprenden por la originalidad, resulta catalizador y excesivamente emotivo para ambos personajes, en franca discordancia con la primera parte, que traslucía como más contemplativa, siniestra, poco enfática en relación a la pareja central, casi minimalista en su concepción del suspenso y al temor a lo desconocido. Extraña historia de amor entre madre e hijo, ubicada a años luz de docenas de películas hollywoodenses, La habitación es una película formalista, autoconsciente de sus varias virtudes y de sus pequeños defectos.
Conmovedor drama adulto En 2010, la escritora irlandesa -radicada en Canadá- Emma Donoghue escribió una novela libremente inspirada en el caso real de la austríaca Elisabeth Fritzl y luego concibió el guión para esta película dirigida por el talentoso Lenny Abrahamson (Garage, Frank). En la ficción el cautiverio no dura 24 años ni el secuestrador es el padre, pero la protagonista también es una mujer, Ma (Brie Larson), que es encerrada en una mínima habitación por un hombre al que sólo conoceremos como Old Nick (Sean Bridgers). Ella da a luz a un hijo en cautiverio, Jack (Jacob Tremblay), y la historia será narrada desde el punto de vista (y la voz en off) del niño de 5 años. La inocencia del pequeño (que nunca ha conocido el mundo real y sólo tiene una visión parcial por lo que ve en televisión o le cuenta su madre) se contrapone al horror de esa confinación forzada. Ambos se acostumbran como pueden a sobrevivir con lo poco de ropa y comida que les da su captor, y cada noche Jack debe encerrarse en un armario mientras el hombre mantiene relaciones sexuales con Ma. Sin embargo, contra todos los prejuicios, esa primera parte de La habitación (la segunda es muy distinta, aunque no adelantaremos nada) evita caer en la perversión y el patetismo. La pudorosa, dúctil puesta en escena de Abrahamson y las conmovedoras interpretaciones de Larson y Tremblay le dan al relato una intensidad y una sensibilidad imponentes. Es cierto que no pocos espectadores podrán sentirse afectados por un film que indaga con profundidad en los efectos de semejantes abusos psicológicos (y sexuales) durante siete años, pero La habitación está lejos de ser una película de explotación gratuita, escabrosa o manipuladora. Estamos ante una historia extrema y muy dura, sí, pero sostenida desde un guión, una dirección y dos actuaciones impecables. Cine adulto, provocativo e inteligente. En estos tiempos de tanto entretenimiento pasatista no es sólo una audacia, sino toda una proeza.
La habitación es sencillamente una de las películas imperdibles que presenta la cartelera esta semana. Hasta que fue nominada al Oscar hace unos días no contó con gran difusión y es un film extraordinario que no puede ser ignorado. La historia es una adaptación de la novela homónima de Emma Donoghe, quien además se encargó de escribir el guión para el cine. Su trabajo estuvo inspirado por el famoso caso de Elizabeth Fritzl, la joven austríaca que fue secuestrada y violada por su propio padre durante 24 años, período en el que llegó a tener 7 hijos durante su cautiverio. La habitación no es una recreación de esos hechos sino que presenta una historia de ficción que trabaja esa temática. Jack es un niño de cinco años que vive en un cuarto con su madre, quien fue secuestrada por un criminal cuando tenía 17 años. Cuando la mujer descubre que su hijo tiene la edad suficiente para comprender la realidad que atraviesan, ambos desarrollan un plan para escaparse y recuperar finalmente la libertad. La habitación es una producción fascinante que a lo largo de su desarrollo fusiona diversos géneros. El director irlandés Lenny Abrahamson dividió la narración de la historia en dos partes. La primera mitad del film se enfoca en el género de suspenso y describe la realidad cotidiana que viven los protagonistas secuestrados. Abrahamson utiliza numerosos planos subjetivos que representan la perspectiva del niño, con el objetivo de presentar el conflicto al espectador con más misterio. A través de los ojos de Jack poco a poco vamos descubriendo cuál es la verdadera realidad que atraviesan los personajes. A partir del momento del escape (esto no es un spoiler ya que está en el trailer y la sinopsis oficial) el film cambia de tono y se concentra más en el drama, donde la trama se relaciona con la lucha de los protagonistas por adaptarse nuevamente al mundo exterior. Un aspecto muy interesante de esta propuesta que no se trabajó tanto en el cine. Por lo general las películas que se relacionan con las temáticas de secuestros se centran en el caso policial, pero rara vez vemos como siguieron adelante las víctimas. En el film de Abramhason este es un aspecto importantísimo y brinda numerosos momentos emotivos que van a conmover a más de un espectador. Si esta historia hubiera sido concebida por Gaspar Noé (Irreversible) probablemente se hubiera registrado un aumento en el índice de suicidios. Afortunadamente el relato de la escritora Donogue deja abierta la puerta abierta para la esperanza y aunque el conflicto es perturbador, el film logra ser muy emotivo y nunca resulta agobiante. La habitación está sostenida por las tremendas interpretaciones de Brie Larson y ese tremendo talento que es el niño Jacob Tremblay. Si bien el chico tiene un talento natural no se puede dejar de resaltar el brillante trabajo de dirección que hubo detrás de su interpretación. Sobre todo porque se trata de un rol muy difícil que no cualquier niño podía llevar adelante. Por otra parte, Brie Larson ofrece una gran labor dramática con un papel muy exigente que atraviesa emociones extremas a lo largo de la historia. La gran virtud de La habitación es que logra que nos conectemos emocionalmente con estos personajes y los acompañemos en su búsqueda por la libertad que va más allá del caso del secuestro. No dejen pasar esta gran película que es uno de los mejores dramas que llegaron al cine en mucho tiempo y tiene merecidas todas sus nominaciones al Oscar.
Detrás de la puerta Joy (Brie Larson) ha pasado siete años de su vida en cautiverio. Luego de un tiempo llegó a resignarse y aprendió a vivir con lo poco que tenía en el cuarto sucio donde estaba secuestrada, y a sobrevivir con las pocas cosas que su captor le traía cada semana. Pero durante su secuestro tuvo un hijo llamado Jack (Jacob Tremblay) a quien se las arregló para criar y proteger en esas condiciones, haciéndole creer que el mundo era solo esa pequeña habitación, que lo que veían en la tele era magia y que todo lo demás era muy lejano. Cuando Jack cumple cinco años, su inteligencia, su energía y sus ganas de vivir logran despertar en su madre las ansias de salir de allí. Con ingenio y con valentía logra sacar a Jack del lugar para que pida ayuda, y ambos recuperan su libertad. Esta primera hora de la película es tensa, asfixiante, el peligro siempre está latente, pero al mismo tiempo la relación entre madre e hijo, y el mundo que han creado es algo que está lleno de ternura. Cuando ambos salen al mundo y son recibidos con felicidad por los padres se Joy, otro drama diferente comienza. Joy debe enfrentarse con los traumas y miedos del secuestro y los años de juventud que ha perdido, y Jack debe adaptarse a un mundo que no conoce donde todo le resulta extraño y no sabe relacionarse con los demás. La historia va de la tensión y el suspenso al drama, el escape fue fácil a comparación de lo que viene después. Poco habla la historia del secuestrador y de esa clase de crímenes, se centra en la familia que debe enfrentar ese drama, y las referencias al hecho de que el niño es producto de una violación son hechas sin golpes bajos ni morbo. Es extraño que pueda haber poesía y ternura en la relación madre e hijo en una situación tan espantosa, y esa hermosa relación se desdibuja cuando ambos están afuera y ya no se tienen solo el uno al otro. Sin demasiados recursos estéticos y visuales, simple y clara, la historia se vale de las maravillosas actuaciones de Brie Larson y Jacob Tremblay para pasearnos por un montón de sensaciones y mostrarnos los conflictos a los que se enfrentan cuando deben rehacer su vida. En los roles secundarios, Joan Allen interpreta maravillosamente a la madre y abuela que debe recibir a su hija y a su desconocido nieto, y ayudarlos a volver al mundo. "La Habitación" no es una historia sobre un crimen ni un drama social, no hace referencia a esta clase de hechos que cada tanto sorprenden y horrorizan en las páginas de los diarios, no hay golpes bajos ni amarillismo, es la historia de una madre y un hijo que han creado un vínculo extraordinario en una situación aberrante, y que ahora deben volver al mundo, y sobre la familia que debe recibirlos y ayudarlos. El guión de Emma Donoghue es claro, intimo, y conmovedor y la dirección de Lenny Abrahamson - quien ya supo conmover con la maravillosa y extraña Frank - tiene una enorme sensibilidad para mostrar aquello que no se ve, para no quedarse en los detalles del horror y mostrarnos que pasa en la cabeza de un niño de cinco años que ve el mundo por primera vez, y en el alma de su madre que debe volver a vivir después del encierro.
Room, relata la historia de Jack y su madre, una mujer que fue secuestrada, encerrada en un cuarto, y violada casi a diario por su captor. Producto de esas violaciones, nace Jack, que encerrado en esa habitación, es el único mundo que conoce. La percepción del mundo que tenemos, varia a medida que vamos creciendo, pero para el personaje de Jack, el mundo nunca cambia, no crece, no se expande, nada. El único escape son las historias que su madre le cuenta, en su afán de hacer mas soportable la realidad que el chico ignora ya que no conoce otra cosa. En eso se basa la dinámica entre los personajes al principio de la película. Las actuaciones de ambos (Brie Larson como la madre, y Jacob Tremblay como Jack) son lo que mantiene el interés en la claustrofobia atmósfera que se vive. Si bien al principio nos maravilla esto, a medida que pasa el tiempo se torna repetitivo, y al pasar el encanto de la novedad del formato, va perdiendo brillo todo, excepto una cosa: la actuación del niño. La cinta esta nominada al Oscar como mejor director, mejor actriz, mejor guion y mejor película, pero increíblemente, la mejor parte de la película no esta nominada. El trabajo que que realiza Jacob Tremblay, al principio como un chico que es completamente ignorante de la realidad en la que vive, para lentamente ir aprendiendo lo que es ser una persona normal es fascinante, y sinceramente, lo que hace que la película no se torne aburrida a medida que pasa. Si quitamos eso, la verdad, seria un gran intento de hacer algo distinto, pero un intento fallido al fin. La dirección esta bien, calculo que fue nominado Lenny Abrahamson por la dirección de actores mas que nada, porque en cuanto a la fotografía y demás, no deja de ser un registro la cámara y la puesta en escena. Personalmente prefiero su anterior Frank, donde demostró mas oficio para esto. Parragrafo aparte para algunos actores desperdiciados a través de la cinta, como William H. Macy que aparece 5 minutos, y siempre es una lastima no ver mas de el. Una típica película de festival, que como suele suceder, en su afán de lograr estatuillas, se olvida de nosotros el publico, y se construye con el único objetivo de lograrlas.
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El universo en una habitación Pocas películas pueden jactarse de compenetrar tan poderosamente con el espectador, como lo logra “Room” sin caer en los sensacionalismos ni en dramatismos redundantes. La historia de una mujer y su hijo encerrados por un psicópata en una pequeña habitación podía prestarse a miles de posibles interpretaciones, teniendo en cuenta la facilidad con la que Hollywood pierde el equilibrio entre el melodrama y lo estrictamente morboso. Sin embargo gran parte de este éxito se debe a que nos encontramos frente a una historia que a simple vista puede tratar solamente los horrores de un secuestro y sus abusos tanto físicos como psicológicos, pero que termina convirtiéndose sin dudas en la representación más pura del amor entre madre e hijo. Y es ese pilar fundamental lo que hace que su director Lenny Abrahamson — reconocido por otras joyas independientes como “What Richard Did” (2012) y “Frank” (2014) — junto a la guionista y escritora Emma Donoghue (encargada de adaptar su propia novela), decidan no focalizarse en el hecho del rapto en sí como un motivo más que suficiente para la venganza con su captor, sino en el proceso emocional de los protagonistas en cuanto al encierro y su noción de libertad. Hace poco más de 7 años que Joy (Brie Larson) y su pequeño Jack (Jacob Tremblay) se encuentran atrapados en un reducido cobertizo sin ventanas. Viviendo a duras penas con lo mínimo indispensable proporcionado por el secuestrador (Sean Bridgers), logran pasar el día a día imaginando ese minúsculo espacio como la única realidad posible. O al menos eso es lo que Joy intenta hacerle creer a Jack para hacer menos terrible su infancia. Para Jack no existe otro mundo que no sea “ La Habitación” (forma a la que se refiere a ese universo de 10 m²) y llega a aceptar lo aberrante como algo normal. Pero cuando el niño comienza a ver a su carcelero como un dios generoso, Joy se verá obligada a romper con la fantasía y explicarle la cruda verdad. Room (2015) Abrahamson nos plantea este escenario claustrofóbico a través de la mirada curiosa constante de un nene de 5 años que no termina de ver la gravedad de algunas situaciones. Será por eso que el director prefiere quitar la cámara a un lado en los momentos más explícitos, dejando al espectador la responsabilidad de llenar los espacios en blanco con los sucesos dramáticos subyacentes que Jack no llega a comprender. Otro gran acierto, y sin temor a destripar más del argumento que lo que ya se adelanta en los trailers, es que la película se divide en dos etapas completamente distintas dentro de este calvario. Mientras que por lo general este tipo de historias terminaría en el momento en el que logran escapar de la habitación, “Room” se da el lujo de exponer en su segunda mitad la lógica adaptación al mundo exterior y las consecuentes secuelas psicológicas que pueden generar 7 años de cautiverio. Algo no solamente novedoso, sino también excelentemente desarrollado a nivel narrativo. Párrafo aparte merecen las actuaciones de Brie Larson y Jacob Tremblay. Ambos recrean un vínculo afectivo como madre e hijo tan orgánico y conmovedor pocas veces visto en pantalla. Larson sabe equilibrar de manera magistral la angustia del aislamiento con la delicada fortaleza emocional que debe demostrar para tranquilizar a Jack. Realmente no sorprende que haya ganado un Globo de Oro y el Critic´s Choice, entre otros premios, por este rol. Mientras que Jacob Tremblay, en cambio, significa una verdadera revelación al interpretar con la solvencia de un adulto, un papel por demás oscuro para un niño de 8 años. De ahora en adelante su nombre tendrá que ser tenido bien en cuenta dentro del ámbito cinematográfico. De esta manera “Room” (2015) se destaca excepcionalmente en conjunto, a partir de la perfecta combinación entre dirección, guion y actores. Y aunque le sea imposible competir con los abultados presupuestos de sus competidoras por el Oscar a mejor película, sus cuatro nominaciones le han dado un más que merecido reconocimiento tratándose de una producción independiente.
Brie Larson, quien recientemente ganó el primer Golden Globe por su actuación, protagoniza este drama que parece chico pero que en realidad abarca grandes sensaciones. Como la habitación del título. Muchas veces vemos trailers que son básicamente una versión resumida de la película entera pero que, en general, no afecta el disfrute de la misma. Hay otras donde la experiencia está ligada íntegramente en no saber qué es lo que va a pasar. La Habitación cae en esa categoría: es una película que recomiendo no saber mucho de antemano. ¿De qué trata? Vayamos a lo básico de la historia, donde comienza todo. Jack es un nene que cumple 5 años y lo festeja con su madre, Joy, en una habitación cerrada, sin ventanas, con apenas un tragaluz. Hay una puerta blindada, pero ninguna que lleve a otras habitaciones y todo está en ese lugar: la televisión, la cocina, la bañera, la cama. A medida que avanza la película nos damos cuenta que no salen de ahí, que por algún motivo el chico no conoce la existencia del mundo real, solamente lo que hay entre esas cuatro paredes y lo que ve por la tele. ¿Por qué están ahí? ¿La madre sale? ¿Qué pasa afuera? ¿De dónde obtienen la comida? Estas son apenas algunas de las preguntas que nos hacemos durante los primeros minutos y que la película empieza a responder apelando a la inteligencia del espectador, donde cada detalle nos da una pista de lo que podría estar sucediendo. El director de La Habitación, Lenny Abrahamson, hace un trabajo excepcional narrando la historia y usando la información de tal manera que nosotros estamos casi a la par del nene, somos sus ojos, su punto de vista. Y Jacob Tremblay, el joven actor que lo interpreta, también merece todos los premios por hacer creíble lo que ni siquiera podemos imaginarnos, que es sentir que desconocemos el mundo. El peso de las tremendas situaciones por las que pasan cae sobre ellos dos y parece increíble lo que transmiten, a tal punto que uno podría preguntarse cómo lograron semejante tarea actoral, en especial con un actor tan joven. Las interpretaciones tanto de él como de Brie Larson son el ancla principal de una película llena de emociones. Desde miedo, alegría, tristeza y esperanza hasta algunas otras que son difíciles de describir. La Habitación cuenta con pequeñas narraciones del nene, por lo que todo lo que sucede está siempre contado bajo su óptica. Todos fuimos nenes alguna vez, y esta película rescata emociones de una época donde no conocíamos todos los mecanismos del mundo en el que vivimos, donde todo está cubierto con cierto manto de inocencia. Las respuestas a esas preguntas que teníamos en un principio llegan. La segunda mitad de la película la convierten en una experiencia psicológica como muy pocas veces se vio. No tanto por el tema en sí, sino por cómo está abordado y por cómo el cambio de perspectiva de un hecho importante y horroroso intensifica sus consecuencias. Quienes la vean sabrán que no conviene contar mucho más, que es una película para sentir y descubrir sobre la marcha. Está basada en una novela escrita por Emma Donoghue (quién también escribió el guión) y es sin dudas una de las mejores películas del 2015 que se estrenan este año. Es muy fuerte, toca temas difíciles, pero es una experiencia cinematográfica que vale la pena tener. *La Habitación ya tiene más de 30 premios en su haber y está nominada a 4 Oscar: mejor guión adaptado, mejor actriz, mejor director y mejor película.
Uno de los estrenos más esperados por los cinéfilos exigentes es sin dudas La habitación, que cuenta la historia de Jack, un niño de 5 años lleno de energía que es cuidado por su amorosa mamá. Sin embargo, su vida no es para nada típica: madre e hijo viven atrapados. Están cautivos en un cuarto sin ventanas que mide 3 metros cuadrados, una pieza/prisión de la que planean escapar. Este drama de suspenso, es uno de los largometrajes más cautivantes y originales de los últimos tiempos. Un filme climático, interpretado de manera conmovedora por Brie Larson como una madre todo terreno y Jacob Tremblay como su hijo, un niño que es puro sentimiento. La película dividida en dos partes muy claras, arranca con una primera hora atrapante y claustrofóbica, un metraje que se vuelve más intenso y agobiante en la segunda mitad con un clímax que es pura emoción. Lenny Abrahamson muestra su enorme sensibilidad a la hora de dirigir un filme que con poco le gana en mucho a cualquier superproducción. ¡Imperdible!
"Room" es, sin dudas, unas de las películas más sorprendentes que ví en este último tiempo. Una historia chiquita pero tan perturbante como sensible. Brie Larson y Jacob Tremblay trabajan tan tan tan bien, que a los cinco minutos te vas a creer que son madre e hijo en la vida real. El magnetismo de los personajes traspasa la pantalla y uno es testigo de lo que sucede en esta habitación tan chiquita pero tan grande para el mundo de Jack. La primera hora es desesperante, pero la segunda parte cambia para generarte otras sensaciones que no voy a revelar en este momento. Una gran historia de amor entre una madre y un hijo y una película excelentemente contada desde la dirección y el guión. Cuatro nominaciones a los premios Oscars, incluyendo Mejor Película y Mejor Director... ¿Vas a perdértela?
Inquieta y provoca reflexiones En poco menos de dos horas, esta coproducción irlando-canadiense presenta dos actuaciones notables, dos autores atendibles, y dos películas en una, ambas complementarias. También presenta un caso especial de novelista incapaz de adaptar al cine con entero provecho su propia obra, pero aun así el resultado es muy atractivo, movilizador, y provoca unas cuantas reflexiones de variada índole, sobre el amor entre madre e hijo, los lazos parentales, el poder de la fantasía, los criterios de normalidad, etcétera. Las actuaciones están a cargo de la ascendente Brie Larson y el pequeño Jacob Tremblay, toda una revelación. Entre ambos hacen totalmente creíble la historia de una joven raptada por un loco y encerrada durante años en un cobertizo, con un hijito habido en cautiverio. Para soportar el encierro, la madre le inventa al pibe una cosmovisión especial. Hasta que la situación se agrava y obliga a intentar una fuga, más o menos estilo Edmond Dantés. Ésa es la bisagra con la otra historia, igualmente creíble, donde se plantea la difícil adaptación al mundo real. A cierta altura, el chico termina extrañando el pequeño cuarto de encierro, donde todo era más simple y él se sentía más seguro. El relato es inquietante, lleno de buenas observaciones (por ejemplo, las paulatinas etapas de sociabilización y maduración del chico, la comprensión del espacio, el vaivén emocional de la madre, el rechazo del abuelo), y con unas cuantas escenas de antología, particularmente las de la fuga, el descubrimiento del cielo, y lo que viene después, que además son las partes donde la música acompaña de modo irreprochable. Los reproches pueden ir, en cambio, para la adaptación que Emma Donoghue hizo de su propia novela. La misma está narrada por el niño desde su perspectiva infantil, algo que en la película ocurre sólo en contadas escenas. Y varias situaciones fuertes del libro ahora aparecen suavizadas, o directamente no aparecen. La verdad, tanto la novela como la película daban para más, pero igual son dignas de aprecio. Conviene anotar entonces los nombres de los dublineses Emma Donoghue y Lenny Abrahamson, calificado director de actores. Al respecto, además de Brie Larson y Jacob Tremblay, en el reparto se destacan Joan Allen y William H. Macy como los abuelos, Tom McCamus como el comprensivo "abuelastro" con cierto parecido a Caloi, y Amanda Brugel, una de las morochas más lindas de Canadá, pero que aquí vemos medio gordita y enteramente vestida (se comprende: pocos días antes había tenido a su segundo hijo).
Jack y su mamá llevan una vida cuasi normal. Desayunan juntos, ven la televisión, juegan, leen historias, festejan los cumpleaños. El principal problema yace en el hecho de que su casa es una pequeña habitación de 3×3 mts, donde se desarrolla toda su existencia como madre e hijo. Todo cambiará drásticamente cuando Ma decida poner fin a su vida de claustro, ideando junto a su hijo de cinco años un plan que podría sacarlos de esa habitación y llevarlos hacia lo desconocido. El extraño mundo de Jack Hay veces en las que es difícil escribir acerca de ciertas producciones de pobre calidad, debido a que faltan palabras para analizar películas que apenas si merecen ser visionadas. Todo lo contrario ocurre con La Habitación, donde la difícil misión se encuentra en no deshacerse en halagos y elogios hacia la cinta. La Habitación está basada en la novela homónima de Emma Donoghue publicada en 2010, quien además es la encargada de adaptar la novela a la pantalla grande. A pesar de que es común leer que la novela en la que se basa esta película está inspirada en hechos reales, la autora ha aseverado reiteradas veces que su historia no está basada en ningún caso de la vida real. Aunque es de público conocimiento –inclusive en nuestro país– los reiterados casos de secuestros como el que se retrata en la historia que aquí nos concierne. La Habitación está filmada con tal precisión, que las casi dos horas que dura su metraje no se sienten en absoluto. La brillantez de esta cinta yace en su simple pero bien contada historia y en las impactantes actuaciones de sus protagonistas. Lenny Abrahamson dirige este drama que nos retrata de forma intimista y desde la perspectiva de Jack su día a día en la habitación en la que él, junto a su mama, viven sus días, donde la puerta de entrada está al lado de la cocina, al costado de esta yace el baño, contiguo al baño se encuentra la cama y el armario, y de vuelta a la puerta de entrada. Así es el mundo de Jack. Los protagonistas absolutos en esta cinta son Jacob Tremblay quien se mete en la piel del pequeño Jack y resulta toda una revelación interpretando a ese pequeño Tarzán, mientras que Brie Larson es quien deja el alma en la interpretación de una madre que intenta darlo todo para que su hijo tengo una existencia lo más normal posible en ese pequeño recinto. Es cierto, que a la cinta le sobran unos cuantos minutos de ciertos momentos superfluos, pero no deja de ser un resultado redondo y satisfactorio gracias a un gran pulso narrativo y a un guión perfecto. Por lo tanto, no sorprende el hecho de que La Habitación haya recibido nominaciones de la Academia tanto como mejor película, mejor director, mejor actriz por Brie Larson y mejor guión adaptado. Les aconsejamos evitar mirar los distintos tráilers que fueron lanzados, ya que arruinan una historia que merece ser disfrutada desde cero. Conclusión La Habitación es un retrato intimista de una madre y un hijo, que a pesar de lo difícil de su situación, es la madre quien pone todo el amor para llevar adelante sus vidas. Brie Larson ofrece una soberbia interpretación, mientras que el pequeño Jacob Tremblay nos regala matices típicos de un nene de cinco años que llegan directo al corazón. Una película que sacude el alma contándonos una historia sobre el amor. Absolutamente recomendable.
El mundo está afuera Todo empieza en las cuatro paredes donde Joy (Brie Larson) y su pequeño hijo Jack (Jacob Tremblay) pasan todo su tiempo. Allí ella le educa, juega, y estimula ingeniosamente en la limitada forma que le permite el monoambiente. Por la noche, Jack tiene que dormir en el armario por las dudas que venga el Viejo Nick. Una narración desde el punto de vista de un niño de cinco años, por lo que no sabemos muy bien qué ocurre. Sabemos, sin embargo, que para Jack el mundo es esa habitación y no conoce otro ser vivo. El director Lenny Abrahamson nos da pistas para que a través de los ojos de este niño entendamos lo que está pasando: ambos están secuestrados desde hace años. La madre y su hijo han construido, con toda lógica, una relación simbiótica. Pero la curiosidad de Jack aumenta con la edad junto con la desesperación de su madre. Entonces decide planificar la fuga de su hijo para que al menos él sea libre. En la segunda mitad de la película encontramos la parte más rica: cómo este niño va descubriendo un mundo enorme que desconocía y esta joven que intenta reconstruir su vida. Es un buen giro de las típicas películas de toma de rehenes, saber cómo sigue el “día después” le agrega mucho a esta película que resulta intimista y humana. Lo mejor son las interpretaciones de este dúo que ocupa la mayor parte del tiempo en pantalla. Brie Larson es una madre maravillosa pero aun así imperfecta, que busca permanentemente el bienestar de su hijo pero que se ve desbordada por las situaciones siempre que puede, y que descarga injustamente su enojo con personas que intentan ayudarla. Jacob Trembley es un pequeño actor que derrocha talento y carisma, que siempre transmite algún tipo de emoción. Siempre nos fascinan los personajes infantiles, pero más aun cuando está escrito realmente como un niño, y no como un adulto bajito. Su química juntos es innegable, y la relación entre ellos que se explora psicológicamente es el gran acierto de esta película. Cuando tenemos un guión tan íntimo y una historia que nos llega hasta el alma, junto a interpretaciones conmovedoras; le podemos perdonar algunos errores menores. Es un acierto contar la historia desde la perspectiva del pequeño Jack, de modo tal que no resulte morbosa sino inocente, aunque comprendemos que está pasando en donde él no lo entiende. Es una sorpresa que el director Lenny Abrahamson que se ha dedicado a un cine independiente, llegue a las grandes salas. Su última película fue “Frank“, con un gran paso por festivales pero un muy limitado estreno comercial. Hoy, “La Habitación” está nominada a cuatro Oscars (mejor película, mejor actriz, mejor director y mejor guión adaptado) y es una de las favoritas. Es película está basada en el best seller de la escritora Emma Donoghue, quien a su vez se basó en el espeluznante caso real de Elizabeth Fritzl, una austríaca que fue mantenida en cautiverio por su padre durante 24 años y tuvo con él siete hijos fruto del abuso sexual; algunos de los cuáles nunca habían salido del calabozo. Un caso escalofriante, pero que sin embargo gracias a la mirada de este niño se ha logrado convertir en una historia sensibilizante pero sin elementos morbosos, tratado con una delicadeza inusual y muy enriquecedora. Grandes interpretaciones y una excelente forma de contar una historia conmovedora. Para no perdérsela.
Durante meses, se hablaba de que Room era un drama demoledor. Una vez que se terminan sus angustiosas dos horas, habrán presenciado una experiencia única, y muchas veces para nada placentera, confirmando todo lo que se decía de ella. Para ser una historia que parece salida de la primera plana de los diarios, y pasar la mitad de su metraje ubicada en una sola locación, el resultado final es una pieza encantadora y con mucha esperanza, que toca un tema muy doloroso pero lo hace con gracia de sobra. El núcleo de la galardonada pieza de Lenny Abrahamson puede erróneamente ser confundida con la localidad del título, pero en verdad es la relación entre Ma y su hijo Jack, nacido en cautiverio y cuyo mundo se reduce a las paredes en las que están encerrados. Esta habitación florece con los juegos y momentos íntimos que comparten la dupla, reacios a ser confinados en tan pequeño espacio, hasta que por las noches su juego se acaba y la llegada de su secuestrador ensombrece todo alrededor. Ya de por sí son momentos desgarradores, pero gracias al ojo de Abrahamson cobran otra dimensión terrorífica al ser presenciados a través de los ojos del pequeño Jack, encerrado en su habitación-ropero, sabiendo muy bien lo que pasa pero a la vez no entendiendo nada. Pero la aplastante rutina de Ma y Jack se tiene que terminar alguna vez, y con el crecimiento del muchacho, Ma idea un peligroso plan para eludir finalmente su prisión. Durante la primera mitad de la película, tanto Brie Larson como el fresco de la fábrica Jacob Tremblay poseen una química única, que va más allá de ser madres e hijos comunes. Comparten una prisión, pero la han dotado de humanidad, esa misma humanidad que su carcelero les ha quitado poco a poco. Ma y Jack se divierten y se reprochan al mismo tiempo, y Larson y Tremblay le ponen el cuerpo a sendos personajes muy difíciles de abordar, y salen más que airosos. Brie estuvo a punto de estallar hace poquitos años con la excelente Short Term 12, y ahora el merecido reconocimiento le llega con este papel muy duro, al que le agrega faceta tras faceta con sólo algunos gestos y mucha emoción. Jacob no se queda nunca atrás y sorprende a su corta edad con una caracterización que emociona y deja sin palabras al mismo tiempo. Imposible contenerse con varias escenas, sobre todo esa tan reveladora cuando descubre el mundo exterior en medio de su odisea de rescate. La segunda mitad de Room es mucho menos pesada, pero retrata otro tipo de horror diferente al cautiverio. Normalmente la adaptación al mundo exterior es un costado que no se toca mucho en películas con personas secuestradas. El encierro puede haber acabado, pero la odisea aún no. Es otra arista a la cual tienen que enfrentarse Ma y Jack, acostumbrarse al mundo tangible y no imaginario, y Larson y Tremblay están más que dispuestos a enfrentarse al desafío. Room es un canto a la vida, que tiene sus embates morales y sociales, pero que en definitiva sobresale por las enormes actuaciones de su dupla protagonista. Es una película imperdible.
Una historia de encierro y superación El quinto film del director irlandés se aferra al “canon oscarizable” para seguir el derrotero de una mujer que, tras ser secuestrada y sufrir el “síndrome de Estocolmo”, vive encerrada en una habitación al cuidado del niño que tuvo con el secuestrador. Todos los años y casi sin excepción, los miembros de la Academia de Hollywood destinan al menos uno de los hasta diez lugares de la terna a Mejor Película a producciones independientes con un reputado paso por esa plataforma de despegue de la temporada de premios que es el Festival de Toronto, previo estreno en el de Sundance o, tal como ocurrió con La habitación, en el ascendente Telluride. Adaptación de la novela de Emma Donoghue –quien a su vez se basó en el caso real de la austríaca Elisabeth Fritzl– a cargo de ella misma, el quinto largometraje del irlandés Lenny Abrahamson (la comedia dramática y melómana Frank, editada aquí en DVD) tiene todos los elementos para estar en la máxima gala de la industria cinematográfica, donde aspira a cuatro estatuillas (Actriz, Película, Director y Guión adaptado). Al fin y al cabo, no es otra cosa que una de esas historias de superación de adversidades, aun cuando por su revestimiento dramático no lo parezca, y el punto de vista –voz en off incluida– es el de un niño de cinco años. Y se sabe que la inocencia de la mirada infantil cotiza en bolsa: vale recordar las cuatro nominaciones concedidas a La niña del sur salvaje tres años atrás, film con el que éste comparte más de un punto de contacto, entre ellos la habilidad de pulsar las teclas emocionales adecuadas en los momentos más oportunos.No sería extraño pensar en algún espectador acercándose a la boletería y pidiendo tickets para ver “la de la mujer encerrada”. Esto porque su premisa convierte a La habitación en una película de concepto y, por ende, fácilmente vendible, punto a favor no tanto para el realizador como para los responsables de la producción y ventas internacionales. “La mujer” se llama Joey (Brie Larson, ganadora del Globo de Oro y el Critic’s Choice por este papel) y vive encerrada en un cuarto de diez metros cuadrados desde hace siete años, cuando, siendo una veinteañera, salió a pasear a su perro y nunca volvió: fue secuestrada por un tal Nick. El síndrome de Estocolmo hizo de las suyas y ahora ella carga con la responsabilidad del cuidado del hijo de ambos, Jack (Jacob Tremblay). Para él la vida se limita a los acontecimientos y objetos de ese cuarto, al tiempo que ella le explica cómo funcionan los mecanismos de sus vidas haciendo algo parecido al personaje de Roberto Benigni en La vida es bella. Esto es, ideándole un universo que vincula lo real con lo imaginario en el que, por ejemplo, los suministros que trae Nick todos los domingos son obra y gracia de un pedido al televisor. El parentesco es lógico, al menos en su núcleo: ambos films tematizan cómo lidiar y transmitir una situación trágica a quien difícilmente tenga las herramientas para comprenderla.Durante la primera hora, Abrahamson describe el accionar cotidiano de la madre y el hijo (gimnasia, juegos, charlas, algo de TV) mediante planos mayormente cerrados, cortesía de una cámara casi siempre pegada al rostro de los intérpretes. Esa elección genera una opresión formal en línea con el entorno claustrofóbico en el que transcurre el relato, pero también la sensación de que sus espacios y recovecos no son elementos fundantes de las acciones ni con peso específico dentro de la trama, sino meros vehículos para el arco dramático. Basta ver la utilización del espacio cerrado y la cuidadísima disposición de los elementos dentro de él ejecutadas por Quentin Tarantino en Los 8 más odiados para imaginar qué tanto jugo podía haber exprimido Abrahamson con un poco más de ideas y voluntad de asomarse al riesgo. La que sí arriesga es Joey cuando, sobre el Ecuador del metraje, logra liberar al nene engañando a Nick y burlando sus rigurosos controles. Ya con ambos afuera, La habitación desplazará su eje a la reconstrucción del vínculo con la familia. Mamá (Joan Allen), papá (William H. Macy) y la nueva pareja de ella irán de la sorpresa inicial a los roces y pases de factura con Joey, mientras Jack descubrirá progresivamente de qué se trata el mundo real. Así, pues, el film termina convirtiéndose en un dramón sobre familias disfuncionales aquejadas por las consecuencias del pasado, pero con un irremediable Happy Ending. Cualquier similitud con el habitual canon oscarizable no es pura casualidad.
La vida no siempre es bella Una madre secuestrada cría a su hijo en cautiverio en ‘La habitación’, una película dura y potente que va mucho más allá de lo que uno se imagina. “Hoy tengo cinco años. Tenía cuatro anoche cuando me fui a dormir a Armario, pero cuando me desperté hoy en Cama ya tenía cinco, abracadabra.” Así empieza, enigmática, la novela de Emma Donoghue en la que está basada La habitación. Es enigmático, por un lado, el punto de vista, el de un niño de cinco años. Son enigmáticos también los sustantivos en mayúsculas: es que el mundo de Jack (Jacob Tremblay) es el de una habitación en la que vive con su madre Joy (Brie Larson) desde que nació, y cada rincón, cada centímetro, cada objeto cobra la importancia de un pequeño barrio. Joy está secuestrada hace siete años, una situación con ecos de casos reales como los de las austríacas Natascha Kampusch o Elisabeth Fritzl, y dio a luz a su hijo Jack fruto de los abusos sufridos a manos de su captor. La película, igual que el libro, empieza el día en que Jack cumple cinco años y ese origen no es antojadizo. Joy educó a Jack en la creencia de que el mundo es esa habitación, de que aquella claridad que se filtra por el tragaluz pertenece al espacio exterior y que las imágenes que se ven en la televisión no son más que figuras y dibujos en una pantalla. Pero Jack está creciendo y Joy le empieza a contar la verdad: hay un mundo allí afuera y ellos están secuestrados. El verdadero punto de partida de la película es ese: cuando Jack empieza a comprender la verdad, una verdad que puede ser la llave de la supervivencia o incluso de la libertad, en una especie de proclama opuesta a aquella, ominosa, de La vida es bella. “No me gusta esta historia”, exclama Jack entre lágrimas. “Pero es la historia que te tocó”, le contesta su madre. La puesta en escena del irlandés Lenny Abrahamson es extraordinaria y logra expresar con primeros planos la idea de que esa habitación es todo el mundo visto con los ojos de Jack. Y los diálogos inteligentes y ajustados de Donoghue (ella adaptó su propia novela) nos van transmitiendo la asfixia cuando Jack (junto a nosotros) empieza a entender que está encerrado. Conviene no adelantar mucho lo que ocurre en las dos horas de película, pero no quiero dejar de señalar que la trama va mucho más allá de lo que uno se imagina. Cuando la película parece estar terminando, en realidad está empezando. Y esto, que en circunstancias normales se puede parecer bastante al tedio, en el caso de La habitación es fascinante. Los casos reales en los que se inspira la película son tan horrorosos como inescrutables. La curiosidad que despiertan puede parecerse bastante al morbo pero también tiene su razón de ser. La dupla Abrahamson-Donoghue consigue el milagro de explorar unas cuantas aristas peligrosas sin esquivar ningún detalle pero sin caer tampoco en la truculencia, y la película va pasando del thriller claustrofóbico al policial y al drama y cada cuerda es tocada con destreza y afinación. Pero hay otra dupla que tiene tanta o más responsabilidad en este éxito narrativo que la de director y guionista: es la de los actores. Brie Larson (es factible que gane el Oscar) y Jacob Tremblay llevan adelante unos personajes complejísimos que atraviesan situaciones inusuales y que van cambiando con el correr de los minutos. Y lo hacen con una delicadeza asombrosa, usando todos los recursos de sus cuerpos. Muy probablemente estos trabajos prodigiosos se deban al menos en parte a la guía precisa de Abrahamson y también a los detalles lúcidos de la historia que construyó Donoghue. Lo cierto es que entre todos lograron una película potente y dura que consigue desentrañar algunos misterios que leídos en las páginas de los diarios parecían impenetrables.
No es nada sencillo –es un verdadero desafío, en realidad– adaptar al cine una novela como LA HABITACION que transcurre en gran parte en un solo cuarto. No se trata de una obra teatral sino de un libro publicado por Emma Donoghue en 2010 que se convirtió en un suceso literario y que la propia autora adaptó para el cine. La película, que consiguió cuatro importantes nominaciones para el Oscar (mejor filme, director, actriz, guión adaptado) sale más que airosa de ese desafío gracias a un notable trabajo de dirección y edición que aprovecha al máximo las posibilidades del espacio reducido que les tocó en suerte (mucho más reducido, digamos, que el de LOS OCHO MAS ODIADOS, de Tarantino) y a dos actuaciones notables que generan emoción y tensión permanentes. Son una madre y su hijo, que viven ahí desde hace mucho tiempo, por causas que gradualmente iremos conociendo. El “truco” de la trama es que el pequeño de cinco años no sólo nació ahí dentro sino que la madre, con la intención de protegerlo y hacerlo vivir una vida lo más normal posible, le ha dicho desde siempre que el mundo entero se limita a ese pequeño espacio (“Room” es similar a “Universo”, en ese sentido) y que no hay nada más allá, salvo ese abstracción conocida como “la televisión” y que, Joy le explica al niño, es falso, como los dibujos animados lo son para nosotros. Es así que Joy y Jack atraviesan el día a día de ese confinamiento, uno que nosotros intuimos de entrada no tiene nada de natural ni disfrutable pero que el chico toma como el principio y el fin de todas las cosas. Y lo vive sin aparentes traumas, algo que notamos via su narración en voz en off. room2A Joy y a Jack los visita cada tanto alguien que trae comida, viola a la madre (algo que el director jamás nos muestra y solo adivinamos auditivamente) y que es quien tiene secuestrados allí a ambos. En un punto, Joy empezará a cranear una forma de escapar de ese lugar junto a su hijo, un complejo operativo del que depende claramente la vida de ambos. A partir de ese momento –del intento de escape– la película pegará un giro dramático importante que, si bien está adelantado en los trailers, prefiero no contar aquí. La mecánica entre la madre y el hijo dentro del cuarto es el centro dramático de la película y lo mejor resuelto por Abrahamson (director de la inclasificable y bizarra FRANK), aún cuando en apariencia es lo más complicado por las fuertes restricciones espaciales y por solo contar con la voz en off de Jack, y los diálogos y juegos entre él y su madre como toda forma de comunicación. Pero el misterio y la extrañeza de la situación junto al curioso sistema educativo de la madre producen un intrigante resultado. SI NO QUIEREN SABER MAS DE LA TRAMA, LO SIGUIENTE PUEDE CONSIDERARSE SPOILER. ROOM3El momento más fuerte del filme llega en el muy intenso y dramático escape/rescate de ambos, una culminación que casi parece el cierre de la película. Pero todavía falta mucho y de allí en adelante LA HABITACION se transformará en un drama sobre la readaptación de ambos y de cómo su familia, los medios y la sociedad en general se lleva con la situación heroica pero complicada de Joy y el pequeño Jack. Por momentos las dificultades de su adaptación a la vida en el exterior les hace recordar hasta con cierta nostalgia la dura pero simple y clara mecánica de sus vidas encerrados. Esta segunda parte, si bien riquísima desde las aristas temáticas que dispara (el aprovechamiento morboso de los medios, la perdida de noción de realidad y depresión de ella, la maravillosa confusión del niño, las diferentes actitudes de los padres de ella, encarnados por Joan Allen y William H. Macy) se vuelve un tanto más convencional cinematográfica y dramáticamente que la primera y encerrada parte, llegando a situaciones y descubrimientos personales/emocionales que se acercan peligrosamente al cliché. ROOM-master675Lo que la saca siempre de caer allí es la química existente entre esa madre y ese hijo, dos sobrevivientes unidos por una historia cuya complejidad solo ellos pueden entender, cada uno a su manera. Brie Larson (máxima candidata, hoy, a quedarse con el Oscar a mejor actriz) y el pequeño y pelilargo Jacob Tremblay son los que convierten a LA HABITACION es algo mucho más rico que una parábola de redescubrimiento New Age que en algunos momentos amenaza convertirse. En sus rostros, en su conexión, en los dolores y placeres de sus experiencias compartidas, la película construye un mundo entre una madre y un hijo que puede resistir a las cuatro paredes de un encierro o a la inabarcable inmensidad del universo.
Madre e hijo Con tres nominaciones a los premios de la Academia de Hollywood de este año, éste filme dirigido por Lenny Abrahamson podría ser la cenicienta de la 88 entrega de los premios Oscar. Tiene muchas posibilidades de llevarse la de mejor actuación femenina, Brie Larson en el papel de Ma, y mejor guión adaptado en la novela de Emma Donoghue, quien estuvo a cargo de su traslación de la literatura al cine. Si bien en ningún momento se dice nada, está basado en hechos reales ocurridos en Austria, pero en este caó intolerable, sino en “no creíble”. Sin embargo, narrada por un niño de 5 años, igualmente nos adentra en una de las experiencias más aterradoras que el cine haya mostrado en las últimas décadas. El filme podría dividirse en dos a partir de los espacios en que transcurren los hechos, sin embargo el director plantea en sus formas muchas más. Los primeros veinte minutos nos muestran a una madre jugando a vivir en el espacio reducido de una habitación con sólo una claraboya como lugar de entrada de la luz exterior. Un niño de cinco años, con mucha imagen de niña, pelo extremadamente largo, voz de nena y modales casi femeninos, pero su nombre es Jack (Jacob Tremblay), él y su madre Ma (Brie Larson) viven en ese pequeño espacio sórdido: hay una cama, un placard, un televisor, un lavabo, bañera, una cocina rudimentaria. El pequeño lugar es todo el mundo que Jack conoce y reconoce, lo que se ve en la televisión no existe, no tiene dimensiones. Todo lo hacen juntos, caminan, juegan, comen, cuando empieza a generar malestar del orden de lo insoportable aparece el viejo Nick, un hombre que le trae las provisiones desde el exterior incierto. Cada aparición de Nick, redunda en el encierro de Jack en el armario, lo que lo pone como testigo de lo que sucede en la habitación, de lo cual para el espectador es sólo deducción lógica. El manejo del espacio, los movimientos de cámara, la narración en off con la voz de Jack de manera casi permanente, pero sobre todo el punto de vista del niño, colocan a éste director no sólo como un gran director de actores sino un maestro con grandes recursos narrativos aprovechando al máximo las variables espacio/temporales. La historia empieza el día que Jack cumple 5 años, la aparición de Nick, lleva al punto de la intolerancia a Ma, lo que acelera su intención de fuga. Para ello intenta preparar a Jack. Ese hijo será el vehiculo hacia la liberación para luego mostrarlo como el salvavidas de Ma, sin su presencia no hubiera resistido los 7 años de cautiverio a los que fue sometida después de ser secuestrada por Nick. Jack nació en cautiverio. Es a partir de este punto donde la narración se eleva por encima de la mediocridad general, en razón, principalmente, por la puesta en escena anteriormente mencionada, trabajada, mostrada, de manera minimalista, al mismo tiempo haciendo jugar a cada elemento como un personaje más, siendo los actores y sus interpretaciones, sobre todo la performance de Brie Larson, los pilares que sostienen a un guión inteligente. En esa segunda parte el texto evita caer en el cliché, se centra en la readaptación de estos dos personajes al mundo, para uno el real, para el otro desconocido. La habitación sigue jugando un papel importante como icono, y símbolo de la relación necesariamente simbiótica que se estableció entre la madre y el hijo, para que la supervivencia sea posible. En ese exterior, el reencuentro de Ma con sus propios progenitores, ahora divorciados, la abuela de Jack, Nancy (Joan Allen) que hará lo que fuera por su hija y su nieto, en ese intento es que atraviesa, exigiendo, la temporalidad en busca del tiempo perdido. El abuelo Robert, (William H Macy) que le retorna como insoportable la presencia de su descendencia producto de una violación, por lo que enfrentado a su propia hija desparece. Lugar ocupado por la nueva pareja de Nancy, Leo (Tom McCamus), quien puede jugar con Jack desde el lugar del tiempo sin recuperar. Historias laterales, consecuencias al borde, como la situación de encarcelamiento y procesamiento del secuestrador, solo mostrado como noticia en el televisor. Esta segunda parte termina siendo tan fascinante como la primera al mismo tiempo que la explica, la sostiene, la recuerda y le da sentido. En este punto es que aparece el fantasma de caer en un intento de entender a las criaturas desde la penetración psicológica, es desplazada por la relación entre ellos dos y de cada uno con el mundo: ella debe reconciliarse con su vida anterior, él tiene su primera experiencia de jugar con un niño de su edad. Ella intentará vivir lejos de toda presión, él descubriendo cada detalle de ese mundo que creía ficticio. De estructura narrativa clásica, de progresión dramática constante, con mucha búsqueda estética para reforzar el relato, y un diseño de sonido y banda sonora acorde al texto, más allá de los climas o la empatia con las imágenes. Podría haber sido una realización promiscua, especulador, voyeurista, toda una indagación de la tenebrosidad del alma humana, se convierte en un retrato reflexivo, afectuoso de la maternidad y la ingenuidad abierta a la experiencia de la infancia.
Infancia en cautiverio Son tantos los temas que aborda La habitación y tantos los riesgos que toma el director Lenny Abrahamson, empezando por una narración claramente dividida en dos partes que se distancian a la vez que se retroalimentan, que es casi un milagro que el film haya salido tan bien. La habitación es una película de supervivencia, de vínculos filiales ya disueltos que deben recuperarse de repente, una mirada a la infancia como ese lugar fundacional del que es difícil escapar, y de cómo impacta en las personas que esa infancia luzca resquebrajada. Abrahamson aporta un trabajo formal sobresaliente, más explícito en esa primera parte que en la segunda -aunque no esté ausente un sutil trabajo con la luz-, pero fundamentalmente destaca la forma en que recorta a sus dos criaturas protagónicas: Ma y Jack, notables Brie Larson y Jacob Tremblay. Ma hace siete años que vive recluida en una habitación con una claraboya como único contacto con el exterior. Jack, su hijo, está cumpliendo cinco años. Cinco años, claro, viviendo en ese mismo lugar. “Room”, la habitación, es no sólo el espacio donde habitan ambos como rehenes de Nick, sino un lugar mítico: Jack desconoce cómo es la realidad, su idea del mundo es ese espacio cerrado y lo que le llega por la televisión. Su imaginación, motorizada por lo que la madre le cuenta, hace que el lugar se expanda y la película captura esa idea con un virtuosismo sin excesos (¡en tu cara El origen!). Por eso, “room” es casi un paraíso perdido, un lugar repleto de leyendas al que se hará necesario volver en el futuro. Esta es la primera parte de La habitación, donde Abrahamson da cuenta de un tour de force formal alucinante al retratar esa situación con un enrarecimiento que nos descoloca y nos invita a comprender progresivamente qué es lo que está pasando. Los recursos del director son amplios: planos cortos, fuera de campo, sombras y una sugerencia que tiene que ver con aquello que Jack puede asimilar. El film es sobresaliente respecto de cómo sostiene el punto de vista del niño, incluyendo su lógica. Llegando más o menos a su mitad, La habitación plantea un cambio extremo en función de lo que venía contando: el escape es posible, Ma y Jack -luego de una intensa secuencia de fuga- salen del cautiverio. Y parecería empezar otra película, incluso más convencional tanto formal como temáticamente: lo que sigue es el derrotero de ambos en la casa de la abuela, donde los viejos lazos familiares tendrán que recomponerse obligatoriamente, mientras la historia de la madre y el niño encerrados siete años en un cobertizo se convierte en relato social al que los medios y la gente desea acercarse. Pero Abrahamson sabe que su película son esa madre y ese hijo, ese vínculo que atraviesa múltiples estadios. Esta segunda parte, que parece perder potencia en relación a la primera, es en verdad mucho más sutil y menos evidente en su apuesta formal: hay una luz, cotidiana, común para nosotros, que impacta de otra forma en Ma y Jack. El mundo libre, ese espacio añorado por ella y desconocido por él, resulta ser incómodo para los protagonistas. Y ahí es donde La habitación construye su punto de vista más polémico, sin necesidad de caer en sentencias escandalosas para promover el debate a su alrededor: para Ma y para Jack aquel cobertizo, aquella “room” oscura, se convierte en una tierra idealizada y feliz contra este presente luminoso y peligroso. Y grande. Demasiado. Si bien el choque entre la primera parte de La habitación y la segunda parece brusco, en verdad son dos segmentos que se precisan unos a otros, porque en ese recorrido total (no en la supresión de los momentos ingratos, pecado de la corrección política) es donde se construye la realidad de los individuos. El film de Abrahamson es inteligente y creativo, incluso original para impedir que sus trucos de puesta en escena devoren a sus personajes. Pero fundamentalmente, y gracias a una fuerte construcción del punto de vista infantil, es que la película elude la sordidez y el golpe bajo sin por ello negar la posibilidad de un mundo doloroso ahí fuera. La habitación, a partir de una sensibilidad que no elude lo áspero pero es básicamente emotiva, es una película que viene a negar el cálculo nihilista de tipos como Iñárritu, que cuentan además con el visto bueno de un público contemporáneo que estima que el zamarreo es el gran arte. A partir del inteligente guión de Emma Donoghue -que adaptó su propio libro-, Abrahamson hace un tratado sobre el mundo infantil, incluso sobre su sustracción como en el caso de Ma. La imaginación, la creatividad y la asimilación de los relatos fantásticos como metáfora de la realidad son fuentes básicas de subsistencia. De eso se vale La habitación, que en definitiva no es más que un relato sobre ese proceso de adaptación cruel llamado infancia.
Es un drama muy fuerte, sólido, desgarrador, bien intimista, transmite la claustrofobia que sufren los personajes. Los protagonistas tienen una gran química y son tremendas las actuaciones de: Brie Larson transmite esa gran desesperación, amor, entre otras situaciones y Jacob Tremblay quien realizo su interpretación cuando tenía tan solo 8 años, esta estupendo y traslada todo lo que siente. El director pone la cámara aprovechando cada plano que desea acentuar y se toma sus tiempos. Nominada en cuatro categorías al Oscar, entre ellos a Mejor Película.
Se estrena La habitación, dirigida por Lenny Abrahamson., una co producción canadiense-irlandesa que se convirtió en una de las sorpresas de la temporada de premios y está nominada a 4 Oscars. Las consecuencias. Inspirada en numerosos hechos reales, la guionista Emma Donoghue adapta su propia novela La habitación en formato cinematográfico con notables resultados. El film se divide en dos partes bien diferenciadas. En la primera, conocemos a Jack, un niño de 5 años que convive con su madre, Joy, -Brie Larson- dentro de un cobertizo, cuya única conexión con el exterior es un tragaluz que les permite ver el cielo. Jack no conoce el mundo. Su universo es únicamente esta habitación, y su mundo es su joven madre, que le enseña lo mejor posible y con las herramientas que tiene a su disposición como es la Tierra fuera de esa habitación. El confinamiento tiene una raíz bastante horrible y gracias a su voluntad e ingenio, podrá sacar a Jack de adentro. La segunda parte del film, lleva al espectador al exterior, dejando de lado la arista policial o judicial para centrarse en el drama íntimo, en las consecuencias psicológicas y la hipocresía social acerca de una mujer que tuvo que pasar prácticamente 7 años recluida en un espacio reducido. La habitación propone una mirada original y social acerca de la violencia, pero a la vez intenta buscar un perfil optimista, que se va construyendo gracias a las soberbias interpretaciones de un gran elenco encabezado por el joven Jacob Tremblay. Al igual que en la novela, la historia está narrada desde su punto de vista, lo que permite al realizador, enfocarse sobre las relaciones humanas y no priorizar los hechos per sé. Las miradas, y subjetivas sirven para comprender de que forma Jack se sorprende ante el nuevo mundo que se le abre fuera de esa habitación. Por este motivo también se acude a un relato off de parte del protagonista, que termina siendo innecesario y redundante con lo que se brinda de manera audiovisual, dado que la expresividad de Tremblay son suficientes para construir sus emociones internas. El director Abrahamson, prioriza la dirección de actores y construye una verosímil relación madre-hijo entre sus dos principales intérpretes. Los mejores instantes del film suceden cuando ambos están juntos, y cuando Joy, intenta explicarle los hechos a Jack, sin caer en didactismo ni juegos demagógicos. Abrahmson es ingenioso con la forma en que disipa la información en la primera parte, organizando un relato angustiante y con mucha tensión. Sin embargo, se deja en claro que no se trata de un thriller. El film impone los códigos del drama familia prácticamente desde el inicio. En la segunda mitad, Abrahamson introduce a los padres de Joy, la maravillosa dupla Joan Allen y William H. Macy, incorporando el ojo ajeno, el juicio a las decisiones de la protagonista y la negación. Por último, está el lugar de los medios y la cultura crítica estadounidense, que pretende imponer un juicio pedagógico y moral ignorando el espíritu de supervivencia de los protagonistas. Abrahamson – que venía de dirigir la extraña comedia Frank– otorga una carga emotiva no gratuita. El film goza de sutilezas gracias para que el director evada ciertos clisés y lugares comunes, especialmente porque decide no crear climas claustrofóbicos debido a un sensato pensamiento: Jack no conoce la claustrofobia. Aún cuando La habitación roce la demagogia sentimentalista y otorgue al espectador un final conciliador, no se pueden dejar de destacar notables detalles sobre la construcción de espacios, de relaciones y evolución de personajes. Un pequeño gran film, inteligente que da lugar a múltiples lecturas y reflexiones.
Después de la original Frank (2014), acerca de un estrambótico cantante de rock que vive oculto en una enorme máscara, el director Lenny Abrahamson continúa explorando la idea del aislamiento de un modo no sólo emotivo sino elaborado de un modo inteligente, con pericia cinéfila. La primera media hora presenta a Jack (Jacob Tremblay) y su madre (Brie Larson) encerrados en una habitación como único mundo posible, cercenados de la especie a excepción de los momentos en que llega el captor de ambos, y el posible padre de Jack. Atípico como todo a lo que Abrahamson echa mano, Jack es un niño con modales y facciones femeninas; ha entablado un vínculo personal y único con su habitación y todos los elementos que la componen. Del exterior, sólo ve el cielo y las nubes por la claraboya. El mundo y sus habitantes son para él otros mundos, seres de otra galaxia. Con esa idea focal, la liberación de Jack no es el final de un trauma sino el inicio de un nuevo aprendizaje. Con personajes adecuados (William H. Macy tiene un breve paso como abuelo “abandónico”, y el casi cameo vale la pena) y narración casi perfecta, La habitación tiene una afortunada inclusión en la cartelera porteña.
Brie Larson viene de ganar el “Golden Globe” y el premio que otorga la crítica por su actuación en “La Habitación”. Seguramente sea uno de los premios “cantados” en los Oscars que se vienen, pero en Argentina se estrena el 21 de este mes y recién ahora pudimos entender por qué recibe tantos elogios. La película dirigida por Lenny Abrahamson y escrita por Emma Donoghue, que además es la autora de la novela en la que está basada la película, es casi perfecta.
¿Hay alguien ahí afuera? Candidata a 4 Oscars principales (filme, director, actriz y guión adaptado), más que sobre la privación de la libertad es sobre la relación madre e hijo. Joy y su hijo, de 5 años, juegan en su cuarto. La madre fomenta la imaginación de Jack, le inventa historias, personajes. Le hace ver un mundo que el chico no conoce. Y que ella comienza a olvidar. Porque esa habitación es el cuarto en el que están prisioneros, confinados desde hace años, obligados por El viejo Nick, que secuestró a Joy, la violó y lo sigue haciendo por las noches. Así es: La habitación se centra en esa mujer que ansía tanto volver a la libertad como proteger a su pequeño hijo, que nació allí y no conoce el mundo exterior, y para quien todo lo que sucede en ese cuarto es normal y hasta le da seguridad. Basada en el best seller de Emma Donoghue, quien tomó como referencia el caso de Elizabeth Fritzl, liberada en 2008 tras pasar 24 años encerrada y abusada por su padre, Donaghue como guionista cambió el punto de vista del narrador: en la novela es Jack, aquí tiene sólo algunos parlamentos como voz en off. En ese cuarto de 3 x 3 lo que para Jack es todo su mundo, para Joy es una cámara de torturas. La curiosidad del niño por lo que le llega desde el televisor -que podría convertirlo en una suerte de joven Chauncey Gardiner, el personaje de Desde el jardín- contrasta con el sentido de claustrofobia que el director Lenny Abrahamson logra transmitir. Rodada con una cámara especial, es la actuación de Brie Larson (Joy) la que entrega, transfiere esa sensación de encierro y aislamiento. Pero antes que una película sobre la privación de la libertad y la lucha por sobrevivir en una situación extrema, La habitación trata sobre esa relación entre madre e hijo, la (sobre)protección necesaria que ejerce Joy sobre Jack y los cambios que experimentará la relación y cada uno de ellos cuando algo no por esperado, suceda. Los riesgos y los peligros que toda vida conlleva, impulsados y desarrollados a una enésima potencia. La habitación es un filme que merece verse -cuesta decir disfrutar, pero sí, es una experiencia cinematográfica difícil de olvidar- sin spoilers, entrando al cine con escasa información. Para descubrir, sorprenderse y seguir de cerca minuto a minuto, tras una primera media hora atrapante. Y agobiante. Lenny Abrahamson, un realizador irlandés independiente, tiene un toque poético y una maestría para conducir a sus actores en los distintos estados anímicos de sus personajes. Brie Larson conmueve y logra la empatía con el espectador desde la primera toma, desde que cocina la torta de cumpleaños de 5 de Jack. Su personaje tiene subidas y bajadas, y la actriz, a quien hemos visto en pocas películas aquí, y por lo general en roles secundarios, lo hace creíble y querible. No debería escapársele el Oscar. Párrafo aparte para Jacob Tremblay, que tenía 8 cuando filmó la película y es dueño de una inocencia y una madurez impensada en un actor de su edad.
“Room” es un drama conmovedor, sensible y envolvente. Una pequeña película pero poderosa e intensa. Para Jack, un niño de cinco años, la habitación es el mundo entero: su mundo. Es todo lo que conoce. Nació allí. Su madre fue secuestrada, privada de total libertad. Secuestrada desde los diecinueve años, pero en esa habitación, de alguna manera sobrevivió, y luego llegó Jack, producto de las violaciones de su secuestrador. Basada en el libro de Emma Donoghue, quien también hace el guión y eso por suerte se nota. La película comienza allí, en ese cuarto, y Jack no conoce que hay fuera, pero imagina, sueña, piensa, habla y habla. Solo tiene a su madre. En ese diminuto lugar hay un pequeño televisor y una claraboya que le muestra un poco de cielo, y él no alcanza a comprenderlo. La película se muestra de manera sensible e inteligente, porque a la mitad del film, ellos escapan, una escena de mucha tensión que se traspasa al público, y cuando llega finalmente la libertad, no es nada fácil ni feliz. Muestran como es la vida fuera de ese cuarto, de esa caja, que lo era todo y era nada. Tratan de entender cómo es posible volver a vivir, especialmente para ella, para la joven madre que perdió su adolescencia y juventud. Y es fuerte ver como lo toman sus padres el regreso. Una escena conmovedora también es que el abuelo del niño, no pueden mirar a los ojos al pequeño Jack. Tantas historias de este estilo existen en la vida real, que erizan la piel. “Room” llega al corazón de cada persona. Cabe resaltar varios momentos de la película, como un monólogo de la madre, cuando es entrevistada, y explica que Jack es su hijo, solo es parte de ella, parte de su cordón umbilical, conexión solo con ella, no hay padre, no existe. Es su hijo. Es puro amor. Brillante actuación de Jack (Jacob Tremblay) hace tiempo no se ve a un niño así en pantalla grande, estremece, gran futuro. Y también excelente Brie Larson, en el papel de la madre, que no puede salir adelante, que trata de quitarse la vida, pero que finalmente puede lograrlo gracias a su hijo.
Una persona, un hogar La habitación, nominada a cuatro Oscar, profundiza en el vínculo entre una madre y su niño. La mejor manera de ver La habitación es hacerlo sin demasiados datos previos y dejar que la historia se cuente sola, sin muletas de información anticipada. El filme inspirado en la novela de Emma Donoghue comienza en un pequeño cuarto (el aludido del título). En esas cuatro paredes una madre y su hijo desarrollan una rutina cotidiana: despertarse, asearse, desayunar, hacer ejercicios, ver tele, almorzar, lavar, jugar y, cuando el día se acaba, dormir. ¿Se trata de un búnker en el que sobreviven en un futuro distópico? ¿Están secuestrados? ¿Es una alegoría de la vida de las amas de casa de otras épocas? En esa incertidumbre radica la primera fortaleza de la historia. Para el pequeño Jack, que allí nació y no conoce otra cosa, esos metros cuadrados son el universo y en su mente no existe el concepto del “afuera”. La película que dirige Lenny Abrahamson elige el punto de vista del niño (y su voz en off, cuya inocencia está subrayada en exceso con música melancólica) para contar cómo es la vida que nosotros vemos como un encierro y él como el mundo entero. La elección del espacio cerrado y los personajes limitados podría resultar en una película “teatral” (como Tape, de Richard Linklater, o Un dios salvaje, de Roman Polanski), pero La habitación es absolutamente cinematográfica: los planos, los movimientos de cámara y los sonidos son claves para otorgarle nuevas dimensiones al espacio y a la relación entre madre e hijo. Lo son también para que la atmósfera sea por momentos claustrofóbica y deprimente, y por otros luminosa y envuelta en juegos. Todo depende de cómo esta madre lleve adelante la jornada junto a su niño. El vínculo entre los dos es el potente centro dramático de La Habitación. La conmovedora tarea de la mujer (Joy es su nombre, Alegría, en inglés) recuerda por momentos (aunque aquí se logra con más sutileza) a la gesta del padre de La vida es bella, en sus intentos de poner un manto de ficción sobre las cosas más crudas. Brie Larsson, que viene arrasando con premios y nominaciones, probablemente se lleve también (y con justicia) el Oscar a Mejor Actriz al que está nominada. En ella recae todo el dramatismo del filme y son sus expresiones de sobreviviente abatida o esperanzada las que alteran por completo el clima de La Habitación. La guionista y el director Lenny Abrahamson decidieron que el filme no quedara encapsulado en las cuatro paredes. Cuando el cuarto se abre ingresa el realismo a la historia, que se oscurece, se torna más dura, y el relato vira hacia otra dirección. Es entonces cuando el tono se torna más conservador y previsible, y los bordes sentimentales rozan el lugar común. Esa es otra película.
Un haz de luz en el infierno Aveces la realidad supera a la ficción. Basada en el best seller de Emma Donoghue, quien tomó el caso de Elizabeth Fritzl, la austríaca liberada en 2008 tras pasar 24 años encerrada y abusada por su padre, “La habitación” se postula como la gran favorita de los Oscar. Esta historia escalofriante protagonizada por Brie Larson tiene cuatro nominaciones a los premios de la Academia; a mejor película, mejor director (el dublinés Lenny Abrahamson), a mejor guión adaptado, y a mejor actriz protagónica. El punto de partida del filme surge cuando Joy (Larson) es secuestrada y violada por un hombre y condenada a vivir encerrada, pero en el transcurso de ese pesadilla nace su hijo Jack (Jacob Tremblay). En ese micro universo, se ve la relación madre-hijo de una manera íntima y conmovedora. Pero cuando finalmente logran escaparse -5 años más tarde- ese mundo que Jack jamás conoció empieza a ser real: sabores, sensaciones, la no explicación de hasta dónde llega el cielo, la ignorancia de cómo se sube un escalón. Y acá es vital destacar el trabajo del director que logra penetrar al espectador con un relato estremecedor. Pero el que se lleva todos los aplausos es el pequeño Tremblay, que tendría todas las chances de ganar el Oscar a mejor actor protagónico, si tan sólo hubiese sido nominado. Estamos tan acostumbrados al mundo que “La habitación” es una manera de redescubrirlo, un haz de luz en el infierno de la perversión.
Un encierro que permanece allí La vida de una mujer secuestrada. El niño concebido con su secuestrador y las vejaciones. Una película de construcción simétrica, entre el adentro y el afuera, la madre y su hijo. Interpretaciones brillantes y nominaciones para el Oscar. Hay varios niveles desde los cuales reparar en La habitación. Uno de ellos se impone, remite a su temática, de sostén verídico, de acuerdo con las reminiscencias asociadas al caso del austríaco Josef Fritzl. El film trabaja sobre el cautiverio de una mujer durante siete años, violada sistemáticamente y vuelta madre. La habitación ‑quinto largometraje del dublinés Lenny Abrahamson‑ transpone, recrea, lo que la literatura dijo antes, a través del libro homónimo de Emma Donoghue, aquí guionista. En este sentido, la película de Abrahamson puede pensarse desde ese vínculo problemático que ofrece la relación cine‑literatura. Con una escritora vuelta guionista y un realizador atento a sus motivaciones personales, surgidas de esa lectura que, ha señalado, tanto le impactara. Entre tantas posibilidades, habrá que pensar que La habitación puede ser mucho más que el ámbito de encierro aludido, también es el lugar de la infancia, el vínculo estrecho entre un niño y su madre (y a la inversa), la presencia fantasmal del padre (mitad real‑mitad imaginado, según el niño), la espía del acto sexual, o el reclamo por la falta de trabajo al "marido" (tal como se lee). Desde el aspecto temporal, el espectador se encuentra con una situación ya consumada, con siete años vividos y cifrados en un comportamiento cotidiano, confinado a la reiteración de actos que las paredes contienen. El acontecimiento con el que la película inicia no es menor, es el quinto cumpleaños de Jack, cuyo cabello es tan largo como su tiempo de vida. Apenas cinco años y un pelo que recuerda el encierro. Así, Abrahamson distribuye el film desde una mirada compartida y contradictoria, a partir de las percepciones superpuestas de madre e hijo. Con la sensibilidad suficiente como para situar la cámara en el punto de vista del niño y mirar como él, para expandir esos límites materiales hacia confines que sólo la imaginación infantil conoce. La mirada de la madre, en tanto, está sitiada. El adentro y el afuera serán, también, el equilibrio que comulgue con las miradas entrelazadas de los dos protagonistas. ¿Cuándo salir? ¿Todavía quedarse? El niño no quiere, la madre sí. ¿Quién de los dos debe conocer el afuera? ¿Volverán a verse? ¿Quién sabe? De este modo, La habitación dice sobre la relación filial mucho más que tantas otras películas sobre el tema. A su vez, adentro y afuera son las instancias cuya frontera permite al film su estructura narrativa. (De hecho, es algo que de manera muy gráfica, la propia madre explicará al hijo.) De manera acorde, el espectador permanece confinado, hasta que se produce la posibilidad de la salida. Una vez ocurrida, la película se transforma y juega un vaivén simétrico. Dada la situación de encierro, las visitas periódicas del padre violador, el amor cuidadoso de la madre, la ternura de piel blanca del pequeño, la manera desde la cual narrar esta vía de escape no puede menos que ser vivida desde el suspense. El suspense funciona por situarse en el lugar en la piel del protagonista y por hacer del espectador un personaje más. La incertidumbre sobre lo que sucederá está puesta en la cámara subjetiva, en la mirada de Jack, cuya borrosidad de cielo inmenso expande lo que el pequeño tragaluz permitía. ¿Cómo responder al plan trazado cuando no se sabe cómo es el afuera? Traspuesto el límite, con la película ahora en condiciones de abrirse hacia horizontes, lo que parece inagotable se achata de a poco. Es extraordinario cómo el film logra expandirse mientras se encuentra encerrado entre cuatro paredes, y cómo provoca lo opuesto cuando respira aire exterior. La simultaneidad adentro‑afuera juega, de este modo, una relación recíproca, en donde una de las instancias no desaparece nunca y acciona sobre la otra. Abrahamson lo logra desde una puesta en escena que nunca deja de acompañar a sus protagonistas. Siempre son ellos (y el espectador, repartido entre las dos miradas y teñido de sus angustias). Es cierto que las caracterizaciones son brillantes, que Brie Larson, en el papel de la madre, conjuga en su mirada el dolor reprimido y la alegría de una torta para el cumpleaños del hijo; y que Jacob Tremblay (Jack) es el pequeño salvaje de pisar débil, tan encantador como sumido en una voz que se le apaga al salir, incapaz de gritar. Pero lo mucho más cierto es que tales interpretaciones, magníficas, lo son porque hay un pulso justo que les dirige, que les conjuga con los espacios donde el montaje les hace interactuar: un espacio mínimo y expandido, otro extenso y reprimido. Entre madre e hijo se produce una construcción mutua que también es, necesariamente, una deconstrucción y reconstrucción posteriores. Cada elemento en juego, distribuidos entre decorado y dirección artística, repercute en función de esta premisa. Durante el encierro, hay dos ventanitas que comunican hacia algo más. Una es la del tragaluz, de una luminosidad borrosa. La otra es la del televisor, sus imágenes son algo que la mente del niño resuelve con explicaciones maternas: figuras chatas, que sólo existen allí. Que entre tragaluz y televisor se produzca una asociación de mirada desviada, trunca, no es casual. Una vez afuera, esas figuritas chatas se hacen realidad en tanto aves de rapiña que esperan el momento mejor para atacar y juzgar. El dinero, los abogados, los secundan. Que La habitación tenga un final redentor no la hace menor ni efectista. En todo caso, procura poner en escena el trauma inevitable de la relación materno‑filial. De acuerdo con su mirada estética, de disposición simétrica, procura un equilibrio que no prescinde, antes bien lo contrario, de abismos difíciles de tolerar.
EL RENACIDO Te va a encantar. ¿Qué cosa? El mundo. Una planta moribunda, una silla, una alfombra, un inodoro, una araña, una mesa, una serpiente hecha de cáscaras de huevo. Cosas que no forman parte del mundo sino del cuarto en el que Jack ha vivido desde su nacimiento hasta el día de la fecha: su cumpleaños número cinco. Cualquiera diría que las dimensiones de Habitación (así, con mayúscula) son excesivamente limitadas, casi al punto de la claustrofobia, pero a Jack le alcanza… no conoce otra cosa. En Habitación se juega, se baña, se cocina, se dibuja y se hace ejercicio. Hay un único espacio, propiciado por mamá, que garantiza cierta intimidad. Es el armario donde Jack duerme cuando viene de visita ese hombre que se llama Old Nick (uno de los nombres que antiguamente se utilizaban para aludir al Diablo… ¿Por qué será?). En Habitación conviven los objetos tangibles (llamados “reales”) con los que no lo son y la idea de “mundo” es tan difusa como puede serlo para alguien que no sabe que una pared separa un adentro de un afuera. Hay apenas dos ventanas en Habitación: la primera es una claraboya que deja ver el cielo, nieve, alguna hoja arrastrada por el viento. “De ahí vine”, dice Jack, pues a pesar de todo no es ajeno a la universal pregunta por el origen (“¿De donde vienen los bebés?”) La segunda es una televisión, que muestra personas chatas y coloridas pero “mágicas”, no como Jack y su mamá. Poco después de su cumpleaños, la irrupción de un ratoncito (¡real!) y un episodio violento entre mamá y Old Nick vendrán a quebrar la visión del mundo (perdón, de Habitación) de ese pequeño Sansón que es Jack. Mamá confiesa: Nick me raptó hace siete años y desde entonces me (nos) tiene en cautiverio. El miedo en la cara de Jack no resulta de la compresión del mal o de la historia del secuestro sino del hecho de que hay una salida. Existe la posibilidad de un afuera, se puede salir, es posible separarse. Basada en la novela homónima de Emma Donoghue, aquí guionista, Room no sería la película que es de no ser por sus actores. La interacción entre Brie Larson, que venía pidiendo pista desde Short Term 12 y el jovencísimo Jacob Tremblay es inmejorable. Lo mismo puede decirse de la gran Joan Allen (para muchos apenas la Pamela Landy, de la trilogía Bourne) y William H. Macy (Fargo, Boogie Nights y un largo etcétera) como la pareja de abuelos más verosímil de los últimos años. Los errores cometidos por el director irlandés Lenny Abrahamson (Frank, What Richard Did) quedan compensados por su capacidad a la hora de sacar lo mejor de sus actores. Los excesos de la banda sonora a cargo de Stephen Rennicks (uno de los puntos más flojos de la película) y un cierre no del todo acertado tampoco alcanzan para tirar por la borda la potencia que entregan varias escenas de Room que, quien sabe, a lo mejor le valgan a Brie Larson un merecido Oscar como mejor actriz (el Globo de Oro ya se lo llevó) aunque su interpretación, ya lo sabemos, va más allá de cualquier premio.//∆z
La crudeza narrada sin morbosidad Lenny Abrahamson cuenta una historia dolorosa con una seriedad y respeto pocas veces encontrados. No hay rastro de morbosidad ni atisbo de ataque efectista en La habitación. El director irlandés Lenny Abrahamson (físico, filósofo y realizador de los filmes Frank, de 2014, y What Richard Did, de 2012) cuenta en ella aberrante historia de Joy, una joven mujer secuestrada desde hace siete años en un pequeño galpón, donde dio a luz a Jack, de 5 años. Aferrada a lograr el bienestar del pequeño, esta mujer crea para su hijo un mundo enorme en un contexto donde apenas tiene derecho a recibir lo elemental para su subsistencia, y donde el único contacto con el exterior es un tragaluz en el techo. Pero el niño ha crecido y es momento de enfrentarlo a la realidad y tomar una decisión que de un vuelco a su circunstancia. El asunto es si ese mundo añorado por Joy y completaemente desconocido para Jack, les resultará tan asequible si, acaso, en algún momento, logran traspasar los límites de esa habitación. El filme que viene de recibir varios premios y nominaciones en los festivales de cine del mundo, incluido el Globo de Oro para Brie Larson como mejor Actriz de Drama, está postulado para los Oscar de Hollywood como mejor Película, Director, Actriz y Guión Adaptado. Y en cualquiera de esas categorías. Jacob Tremblay obtuvo a su vez nominaciones y premios de varias asociaciones de críticos, como revelación o actor joven. Entre ambos, y con la guía de Abrahamson, esta pareja lleva adelante un relato abordado con una madurez, seriedad y respeto pocas veces disfrutado en las pantallas comerciales, que la convierten en una propuesta esencial por y pese a la dureza del tema.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
La Habitación (Room) explora la relación madre-hijo en un terrorífico y lúgubre contexto. Má (Brie Larson) fue secuestrada a sus cortos 17 añitos por un hijo de puta que la encerró en un cobertizo –una casillita insonorizada y blindada en el medio de su jardín- y nunca más la dejó salir. Violándola regularmente a lo largo de los años, en algún momento el Viejo Nick le hizo un pibe (Jack), que nació y creció en cautiverio y que no sabe nada de nada del mundo exterior. La película está contada a través de los ojos de Jack (Jacon Tremblay) y se divide en dos grandes actos: cautiverio y libertad. La capacidad de Lenny Abrahamson para contarnos una historia tan oscura sin ser condescendiente con sus personajes, ni ampararse en el morbo y la victimización, es distinta e interesante. Allí donde otros hubieran metido el dedo en la llaga y escarbado bien adentro, Abrahamson se abstiene y le da otro enfoque. Lamentablemente, la pifia al usar ese recurso de la voice over tan superfluo de Jack, que resulta empalagoso y de mal gusto, demasiado evidente y poco efectivo, así como la elección de una banda sonora que es más aburrida y molesta que funcional. Otra cosa para reclamarle a Abrahamson es que nos hace un poco de trampita a la hora de cambiar el punto de vista para mostrarnos un poco más de la historia de su madre y así le quita lo que podría haber sido un plus de terror, curiosidad, intriga. La capacidad de Lenny Abrahamson para contarnos una historia tan oscura sin ser condescendiente con sus personajes, es distinta e interesante. Después de dedicarle 45 minutos a la vida en cautiverio, Abrahamson se toma su tiempo (hora y cuarto) para desarrollar lo que pasa después y, de nuevo, donde otro hubiera terminado la película o hubiera acelerado las cosas hasta el final, él nos muestra el duro proceso de adaptación y mete a sus personajes en una nueva prisión que ya no es material ni tangible, sino mental, y que es igual de tremenda. La incapacidad de Jack de asimilar su nuevo entorno es devastadora gracias a una excelente actuación por parte de este nenito que a la hora de filmar tenía ¡7 años! -Oscar para Tremblay y no para el nabo de Eddie Redmayne, por favor-. El dolor extenuante de Má, interpretado por Brie Larson que la rompe, es recontra visceral e impecable. Aplauso a Abrahmson como director de actores: 5 minutos de Jack en escena deberían avergonzar a mucho grandulón que sigue robando en la pantalla grande. Sigo sin entender por qué castearon a William H. Macy, que aparece unos tres minutos y tiene cinco líneas de diálogo… Otro de esos misterios del mundo del casting que nunca podremos resolver. A La Habitación le falta un hervor y un poco más de fuerza y convicción para haber sido excelente, pero igual anda y atrapa. Sí o sí hay que llevar pañuelos, porque te va a hacer llorar y llorar.
La habitación pertenece a esa clase de films que uno tiene muchas ganas de ver pero jamás ganas de rever. Aún así, vale la pena. Basada en un best seller, narra la historia de una madre y su hijo que pasan años viviendo en una habitación, ambos secuestrados por un hombre bastante perverso. Pero ese factor es menos importante que el auténtico: el contraste entre un mundo seguro pero ilusorio y el mundo real, peligroso pero riquísimo. Porque el verdadero problema de la película es qué sucede cuando estos dos personajes logran escapar -no es ese el clímax del relato, sino el disparador del conflicto, aclaramos para que no se piense que estamos adelantando algún secreto-. Si la película funciona es porque intenta adoptar el punto de vista de esa madre joven y ese niño pequeño, y lo logra en la mayoría de los casos. En última instancia, el tema es universal: todos estamos, alguna vez, encerrados en un mundo que no es más que una ilusión, una serie de mentiras en las que nos sentimos cómodos. Y todos, alguna vez, tenemos que salir de allí y relacionarnos con elementos que nos pueden resultar tan asombrosos como peligrosos. El problema de la película es que, cuando está a punto de universalizar su tema, de volverlo algo que trascienda su anécdota, vuelve a ella y apela a algún golpe bajo que, incluso inscripto dentro de la lógica narrativa, parece un tanto excesivo. Pero conmueve de verdad cuando lo hace, y en la mayoría de las secuencias con armas nobles.
El cuarto sin ventanas Víctima de un secuestro, una joven madre vive recluida en un cuarto junto a su hijo Jack, quien a sus cinco años no conoce nada más que ese micromundo en el que ha crecido. El afecto entre ellos y una inagotable imaginación les han permitido sobrevivir, construyendo una burbuja con reglas y principios donde solamente la madre es consciente de que no podrá sostenerse por mucho más tiempo. La presencia de un plazo temporal para abandonar lo que para el niño es un refugio y para la madre una prisión, intensifica la tensión de todo lo que ocurre en la primera mitad del film, que cuenta con dos partes muy diferenciadas: la primera, que se desarrolla en la estrecha habitación que únicamente tiene una claraboya, donde se ven las nubes o caer la nieve; y otra, que ocurre en el exterior, donde se ven las secuelas de una experiencia tan terrible como fascinante. En el rol de la madre, la actriz Brie Larson, deja una actuación desgarradora y brillante, que justifica todos los premios que ha logrado hasta el momento y las nominaciones al próximo Oscar, pero también es inolvidable el niño Jacob Tremblay, en un papel complejo y cargado de matices. Una banda sonora sencilla pero perfectamente integrada pone el broche de oro a esta pequeña joya. Realidad, literatura y cine En 2010 la escritora irlandesa -radicada en Canadá- Emma Donoghue escribió una novela libremente inspirada en el caso real de la austríaca Elisabeth Fritzl (en realidad el guión es una síntesis de varios casos de esta abominable forma de esclavitud que ocurre en nuestros días). El cineasta Lenny Abrahamson traduce en términos cinematográficos la experiencia y realiza una película pequeña de impacto enorme. Su mayor mérito es trabajar el material sin efectismos ni lugares comunes, apostando a las herramientas del cine y a la delicadeza. La historia está narrada desde el punto de vista (y la voz en off) del niño de cinco años. La inocencia del pequeño (que nunca ha conocido el mundo real y sólo tiene una visión parcial por lo que ve en un viejo televisor o le cuenta su madre), se contrapone al horror de esa confinación forzada. Ambos se acostumbran a sobrevivir con lo poco de ropa y comida que les da su captor; la madre confecciona juguetes para su hijo con cáscaras de huevo, hilos y hebras de lana. Contra todos los prejuicios que la escabrosidad del tema puede suponer, esa primera mitad es pudorosa y se mueve con ductilidad para una puesta en escena donde lo siniestro no se muestra directamente. Sostenida desde un guión, una dirección y actuaciones impecables, esta historia extrema y dura indaga también en los efectos de los abusos psicológicos del delito expuesto. Cinematográficamente hablando, no hay grandes travellings, innovadores movimientos de cámara ni ambiciosos planos secuencia. Sí un montaje tenso y vibrante (especialmente en la primera mitad) y un gran diseño de la habitación, espacio trabajado en cada detalle. Los monólogos interiores de Jack trasuntan ingenuidad y la entrañable inocencia de su pensamiento mágico respecto del mundo. Más fuerte que el acero La dinámica que se genera entre madre e hijo vertebra toda la película desde el principio hasta el final. Es genuina, pura, cálida, sutil y sin exageraciones. Es un vínculo a prueba de terremotos, lleno de matices y veracidad: ella no es una madre perfecta y se enoja o se desquicia, pero ama y protege a su hijo por encima de todo. Y Jack tampoco es un niño ideal sino caprichoso y exigente. Es feliz en la habitación, porque no conoce otra cosa. Incluso debe regresar para despedirse y cortar el vinculo, igual que con el pecho de la madre. Un vinculo que va y viene, donde finalmente es el niño quien debe sostenerlo. “La Habitación” sugiere reflexiones acerca de lo que hace que la vida valga la pena, incluso en los momentos más bajos, o de cómo se puede empezar a reconstruir una vida después de una experiencia demoledora. La película es ante todo una historia de supervivencia aferrada a los afectos: cine adulto, provocativo e inteligente, toda una excepción en estos tiempos de entretenimientos pasatistas.
Este film del realizador irlandés Lenny Abrahamson (atención a su anterior opus, la alucinada y amarga Frank) llega a nosotros a través de la marquesina de los Oscars, pero es mucho más. Porque es un trabajo por afuera de los cánones del Hollywood de alfombra roja, que no tiene actores de peso (salvo un muy pequeño papel de William H. Macy) y está montado sobre un guión en el que no hay espacio para el golpe bajo pero sí para el retorcijón de tripas a fuerza de decir sin eufemismos que este es un mundo en el que la oscuridad está a la vuelta de la esquina, o, más precisamente, en el patio del vecino. El relato nos presenta al niño Jack y a su madre, que durante cinco años viene intentando rescatar la mente de su hijo y sobrevivir al calvario de estar encerrada en un cuarto mínimo, donde el inodoro está junto a la mesa y cerca del armario en el que duerme el niño, a su vez junto a la cama en la que su captor la viola noche tras noche. También hay una claraboya a través de la cual Jack sueña con un mundo que no conoce y apenas intenta adivinar a través del televisor, que le muestra escenas que no termina de decodificar, porque no reconoce casi ninguna otra cosa que esté por afuera de esas cuatro paredes custodiadas por una puerta infranqueable. Room sacude desde la seducción de lo perverso y ratifica lo que Frank (de 2014) anunciaba: un director del grupo de los distintos, que leyó los apuntes de Michael Haneke y que presenta sus historias con un tratamiento visual que apunta al contraste texto/imagen. Pero por sobre todo lo que desnuda Room es que Hollywood también se permite, de vez en cuando, descubrir a gente que tiene cosas para decir. Y no es poco. A celebrar, entonces.
Cuando era pequeño conocía cosas pequeñas. Crítica a ‘La habitación’ Me es imposible hablar de este film, como si fuese otro más, como si fuese simplemente una ficción, una buena ficción llena de metáforas encantadoras y conceptos profundos, porque aunque lo poético se encuentra en perfecto estado y lo narrativo sigue un perfecto orden, el universo emocional desatado me conduce a pensamientos sobre mi propia humanidad. La habitación es un film que entró hondo en mí y obstruyó los nervios produciendo en mi cuerpo una incomodidad absoluta. Pero se bien que mi cuerpo no es medida de nada que no sea mi propia existencia, por lo cual mis sentimientos hacia el film están profundamente viciados. Claro que puedo referirme a la construcción escenografía de un universo de cuatro paredes que se vuelve increíblemente vasto en la manos del artista. Puedo alabar las actuaciones, sobre todo la del niño, Jacob Tremblay, quien guía en el descenso a lo impensable. Puedo celebrar el coraje del realizador, Lenny Abrahamson, por animarse a comprender la terrible tragedia de los personajes. Todo eso puedo hacer y sin duda encontraré que La habitación es uno de esos films menores y esenciales para descubrir el lado oscuro de una humanidad traumada por los crímenes de la posmodernidad (esclavitud, holocausto, capitalismo, etc). Pero no sería honesto con la experiencia angustiante a la que me vi sometido. Pocos films retratan con tanta vileza el desprecio por la libertad. Me sentí cautivo de una obra terrible y necesaria. La sala de cine se convirtió en mi prisión, y viví allí tristezas, alivios, ganar de escapar y ganas de resistir, reflexiones, deleites, conección e insignificancia. A cierta distancia del hecho cinematográfico, me toca elegir y me quedo con todo. Puntaje: 9
La habitación nos cuenta la extraordinaria historia de Jack, un niño de cinco años que vive junto a su amorosa mamá. Mamá se encarga de cuidarlo, de inculcarle valores y darle todo el amor y el cariño que una madre puede ofrecer. Su vida, sin embargo, no es para nada típica: ambos viven encerrados en una habitación de 3×3 metros, presos de un siniestro secuestrador. Mamá ha creado todo un universo para Jack en La Habitación, donde puede ejercitarse, jugar y liberar su creatividad. Pero mientras Jack sigue creciendo, su curiosidad y necesidad de salir también crecen, por lo que idean un arriesgado plan para escapar a un lugar aún más peligroso: el mundo real. ¿Cómo empezar a describir una película tan intensa, tan personal, que logró llegar a tocar muchas fibras íntimas en mí? La habitación debe ser uno de los mejores dramas de los últimos años. La película cuenta con Brie Larson, una actriz que viene silbando fuerte pero bajito en Hollywood, que realiza la interpretación de su vida con un personaje tan intenso, tan perfecto, y que refleja tan bien los defectos, temores y aciertos de ser padre, que nos deja boquiabiertos. Y Jacob Tremblay… wow. Esta historia podría haberse caído a pedazos si no hubieran contado con un gran actor para el personaje de Jack, pero la interpretación de Tremblay es inolvidable e inigualable. Sinceramente no tengo palabras para explicar las emociones y sentimientos que el joven actor logró hacer llegar a mi cabeza (y a mi corazón.. ugh, que cursi). Obviamente, todo esto también es gracias a la dirección de Lenny Abrahamson, la fotografía de Danny Cohen, y al guión de Emma Donoghue, basado en su propia novela. La película está claramente dividida en dos partes que podemos considerar como (si viste el trailer no es spoiler) “fantasía” y “realidad”. Digo fantasía porque el mundo creado por Mamá para Jack es hermoso, a pesar de todas las cosas negativas (¡viven encerrados en un cobertizo!), nos logran convencer de que disfrutan de este lugar, de que Jack es feliz. La segunda parte es más fría porque nuestros protagonistas se enfrentan a una dura realidad: a las expectativas, a las presiones, a los juicios de terceros. Pero como toda realidad, hay cosas buenas y cosas malas, sólo hay que saber discernirlas correctamente. Baja un poco el ritmo en esta mitad, pero sólo porque la comparamos con la primera que es perfecta. También siento que esta segunda mitad de la película hubo varias oportunidades que la escritora podría haber aprovechado para profundizar un poco más en ciertos aspectos (por ejemplo, me parecía muy interesante explorar la relación con el padre del personaje de Brie Larson), pero también agradezco que no hayan ido a los típicos lugares tampoco (si bien hay una parte muy importante que involucra a los medios de comunicación, se mantuvieron alejados de la clásica cobertura mediática de los melodramas). Mi vocabulario no cuenta con más sinónimos para describir lo magnífica que es esta película. La habitación cuenta una historia dura y dificil de imaginar, que desafortunadamente ha pasado varias veces en la vida real. Puntaje: 10 – Una película hermosa y triste, con una gran historia y grandes actuaciones.
Realismo demoledor. Room es una película muy difícil de recomendar, porque es lo opuesto al cine convencional. No entretiene, ni intriga ni sorprende... Duele. Es una película hecha deliberadamente para que el espectador se sienta mal, y lo logra con creces. El mayor mérito de Room es el realismo con el que está realizada. La cinta se aleja del estereotipo dramático americano, evitando toda receta hollywoodense. No está concebida ni desde lo comercial ni desde lo artístico, sino desde la conciencia de sus realizadores. Hay un mensaje contundente en el filme, un llamado de atención fulminante para todos aquellos dispuestos a sufrir dos horas: es una ficción inspirada en una atrocidad humana que puede ocurrir a la vuelta de nuestros hogares. Room narra una historia demoledora y no busca audiencia, sino generar consciencia colectiva. Es, junto a Requiem for a Dream, la película que más me costó terminar de ver en mi vida. Sí, es muy buena, pero también es muy dura. No es para todo el mundo.
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Me enfrenté a Room casi sin ninguna información sobre ella, con la intención de ver de qué se trataba uno de los films nominados a Mejor Película este año en los Premios Oscar. Así, despojada de datos pero llena de expectativas fue transcurriendo una historia increíble frente a mis ojos y sorprendiéndome a cada paso. En una situación inicial donde todo parece cotidiano y normal, conocemos a Jack y a su mamá, Joy, que viven en un recinto acotado, pero que cumple la función de casa, llamado “Room”. Allí, el niño Jack tiene una relación afectiva con los objetos y divide la realidad en el plano de la TV (espacio que admira con ojos desorbitados), el “espacio sideral” que ve desde un pequeño tragaluz y la vida en “Room”: Jack nunca ha dejado Room, es la única realidad que efectivamente conoce; y de hecho todo parece desarrollarse muy cómodamente allí adentro para él, donde tienen una marcada rutina con su madre, donde un misterioso señor llamado Old Nick les provee comida y medicamentos. Pero el día que Jack cumple cinco años, Joy comienza a experimentar una crisis e intenta explicarle a Jack que hay algo mas allá afuera… el mundo. Aquí es cuando el guion se pone realmente delicado y original: como si le explicara a un extraterrestre, Joy pone todo su esfuerzo en graficar lo que todos entendemos como realidad, explicándole que todo lo que ve en la TV es real, realmente existe. Así, se pone en evidencia cómo lo que es conocido para el humano es lo que de hecho considera como real: para Jack, Room y su contenido es lo real, el resto es virtual, inexistente; y la ruptura de esa ilusión, el paso de la ignorancia al conocimiento, la razón por la que viven allí y la atemorizante idea que exista algo tan inabarcable como “el mundo”, lo enfurecen. Correspondiente a este temor ante lo desconocido, es la fascinación que irá experimentando al encontrarse con “el nuevo mundo”, a partir de lo cual, el mundo de Room irá quedando cada vez más pequeño. En este sentido, las estrategias narrativas de reconocimiento y descubrimiento, la función de maestra paciente que cumple Joy, nos recuerdan un poco a los recursos usados por varias películas sci-fi, donde el androide debe ser introducido a las prácticas humanas, y al mirarlo con extrañamiento logra que nosotros mismos reflexionemos sobre la relatividad de “lo real” y lo incorporado como normal o cotidiano. Una de las partes fundamentales del film es la gran interpretación de Brie Larson, que le valió el Oscar por Mejor actriz en rol principal. La confluencia del factor víctima y el factor de fortaleza máxima, la hacen un personaje completamente humano que sostiene emociones extremas desde el comienzo hasta el final del film, cada uno con sus debidos matices. Si bien es ella una gran parte del sostenimiento emocional de la historia, la dupla que forma con Jacob Tremblay (una verdadera revelación) es realmente explosiva. La película transmite una emoción genuina, una tristeza profunda y por supuesto, genera una gran empatía. Los diálogos son cuidadosos, los gestos sensibles y la fortaleza de las imágenes reside en su sutileza. Hay muchas cosas que quedan sin decirse, hay una buena parte de la historia de Joy que no llegamos a reconstruir, pero tampoco lo necesitamos, porque esta porción de la historia, que es a la que podemos acceder, contiene el signo del encierro cotidiano y la dura liberación.
Somos pocos y nos conocemos mucho, chicos. Si no fuera porque La Habitación (Room) viene arrasando festivales y está multinominada al Oscar (en las categorías de Mejor Película, Director, Actriz Protagónica (Brie Larson) y Guión Adaptado, ya que la misma Emma Donoghue adaptó la novela homónima de su autoría), posiblemente hubiera quedado definitivamente afuera de nuestro radar y nunca la hubiésemos visto. Grave error, porque nos estaríamos perdiendo una joyita. La película del irlandés Lenny Abrahamson (ganador de varios premios como director por su cinta Frank, de 2014) empieza narrando el cautiverio en el que viven Ma (Brie Larson morfándose un pesado rol dramático después de la pavada de 21 Jump Street) y Jack (Jacob Tremblay en su trabajo de mayor exposición hasta el momento, ya que anteriormente había tenido papeles menores y una voz detrás de Los Pitufos 2). Rutina, cotideaneidad, encierro. Pero una entereza envidiable de Ma logra que su hijo, a los 5 años recién cumplidos, sea feliz. Porque Jack no sabe qué hay afuera: cree que el mundo es la habitación, que no hay otros lugares a dónde ir. Promediando el filme logran escapar de la habitación (está en la sinopsis oficial y en el trailer, chicos... spoiler mis polainas), y es a partir de ese punto donde la película despliega todo su potencial. La primera mitad establece la relación entre ambos, así como la angustia de Ma y la inocencia de Jack; pero son emociones dentro de todo estáticas, sin cambios ni sobresaltos; es una rutina de encierro y dolor, con leves esperanzas de libertad. Pero cuando la libertad se concreta, el torbellino de emociones se desata, y Abrahamson empieza, a través de sus personajes, a tratar con una enorme sensibilidad temas fundamentales para todo ser humano: Ma y Jack nos invitan a acompañarlos en el descubrimiento que la libertad es más difícil que el encierro, que los sueños cumplidos son tan diferentes a cuando son soñados que te pueden doler más que hacerte feliz, y que la gente, en su afán de ayudarte, puede terminar hiriéndote. La habitación era su realidad, y el mundo exterior les muestra un universo más complejo: la integración a un entorno social fuera del gazebo en el que estaban recluídos es un proceso largo y doloroso. Ya no son sólo ellos dos: el precio de la libertad conlleva empezar a convivir con más personas reales alrededor. Ma cae en cuenta del tiempo que ha perdido estando en cautiverio, y Jack comprende que el mundo está lleno de gente: gente buena como su madre y gente mala como el viejo Nick (su captor, interpretado por Sean Bridgers). La película está basada en un caso real, pero no remite a éste en particular en ningún momento sino que remite a la universalidad del sentimiento, del encierro y de su dicotomía con la libertad: no cae nunca en la investigación policial ni en los recovecos legales una vez rescatados los protagonistas; de hecho, apenas se mencionan. Y es que el énfasis está puesto en la conexión emocional de los personajes entre sí, y el espectador no es ajeno al lazo madre e hijo: desde que empieza la película y sin caer en golpes bajos, el pequeño Jack te agarra el corazón con su manito y no te lo suelta a lo largo de sus casi dos horas de duración. VEREDICTO: 9.0 - AY! Con La Habitación, la tríada Abrahamson-Larson-Tremblay nos brinda una auténtica cátedra de cine, pero no del cine que solemos ver: sino del cine que te emociona, te atrapa, te hace reflexionar y, al finalizar, en la vereda opuesta a la mayoría de las películas actuales, te deja pensando en cosas mucho más profundas que si pedir pizza o empanadas cuando llegues a tu casa.
Muchas veces se dice que no hay vínculo más íntimo y determinante que el sellado por una madre con su hijo. Sobre este axioma del andamiaje maternal y de los primeros años de la infancia gravita La habitación, película independiente coproducida entre Irlanda y Canadá que logró meterse en la carrera por el Oscar. Con guión de la irlandesa Emma Donoghue, que adapta aquí su exitosa novela, el film nos interna en un trance estremecedor que no decae en interés a lo largo de sus dos horas de duración. Una mujer (Brie Larson) lleva siete años secuestrada en una pequeña habitación instalada en el jardín de una casa. Fruto del tortuoso sometimiento establecido por su captor, ella ha dado a luz a Jack (Jacob Tremblay), un niño que pasa sus primeros cinco años de vida en medio de esa reclusión forzada, transitando cada día en un caos emocional que se debate entre el mundo trazado por su madre y la incipiente incógnita de una realidad más vasta. El mérito central del realizador irlandés Lenny Abrahamson consiste en no traicionar el foco de interés forjado en la alianza entre el chiquito y su mamá. Aún cuando el film podría inclinarse hacia el territorio del thriller escabroso, con un minucioso desarrollo de la opresión que la reclusa soporta bajo el dominio del secuestrador, La habitación jamás se inclina a darle mayor atención a la patología del villano de esta historia, ni a la enfermiza cotidianidad que él ha impuesto sobre su víctima. A nivel atmosférico, buena parte del relato se sostiene en el minúsculo recinto que habita la dupla protagónica. Una cama, un ropero, una lámpara, una mesa, un par de sillas, un lavatorio, una bañera, un televisor y un microondas; son mucho más que muebles o artefactos, son piezas clave de un aislado bunker que esa madre ha sabido resignificar para mantener a su hijo saludable, tanto física como psicológicamente. Una estructurada rutina de ejercicios y una dosificada exposición del niño frente a la TV, forman parte de un riguroso esquema vital que inevitablemente terminará mostrando sus grietas. Un tragaluz oficia como la única ventana con ese afuera que la mujer sostiene a través de fragmentados recuerdos previos al encierro. En tanto que para el pequeño, el único mundo que existe es el que su mamá y la tele le han enseñado. La incertidumbre sobre lo que hay más allá de las cuatro paredes de esa habitación devenida forzosamente en hogar, va creciendo progresivamente en la cabeza de Jack, a la vez que la angustia de su progenitora comienza a trazar posibles planes de fuga del infierno. Sólo hasta aquí conviene contar. La chance de escapar de una situación tan extrema conlleva grandes riesgos, que la película afronta desde una zona tan espinosa como la del cautiverio. Un puñado de planteos e interrogantes, que no necesariamente se construyen para lograr la inmediata complicidad con el espectador, asoman con un grado de adultez y veracidad poco frecuentes en el cine que llega a las grandes ligas del Oscar. Más allá de que Brie Larson tenga casi garantizado el triunfo como Mejor Actriz Protagónica, avalado por su creíble performance y la avalancha de reconocimientos en el circuito de festivales; los integrantes de la Academia de Artes y Ciencias Cinamotográficas de Hollywood debieron considerar el descomunal trabajo del niño Jacob Tremblay, cuyo nombre merecía sumarse al seleccionado de actores muy jóvenes que a lo largo de la historia fueron nominados a la estatuilla. Más allá de la crispada y precisa actuación de este pequeño gran actor, su ausencia entre los candidatos resulta un tanto extraña si se tiene en cuenta que la película está construida de principio a fin desde la mirada de su personaje. Un chiquito enfrentado a la disyuntiva de transitar las zonas más luminosas y oscuras de ese limbo llamado infancia. Room / Irlanda-Canadá / 2015 / 118 minutos / Apta mayores de 16 años / Dirección: Lenny Abrahamson / Con: Brie Larson, Jacob Tremblay, Joan Allen, Sean Bridgers, Tom McCamus y William H. Macy.
Un rayo de luz en el infierno Otra pequeña gran película de esas que impactan, que mueven, que no nos dejan indiferentes. "Room" es la gran sorpresa del año y definitivamente se merece toda la atención que está acaparando. Este trabajo del director Lenny Abrahamson ("Frank") y la escritora Emma Donoghue es una experiencia que pasea al espectador por la dramática situación de una joven que es mantenida en cautiverio junto a su hijo durante años por un psicópata, pero ese paseo que a primera vista parece solo oscuridad incluye toques de aventura, fantasía y un mensaje esperanzador para un mundo cada vez más convulsionado. La película recibió nominaciones en varias de las ternas más importantes de los Oscars, incluyendo las categorías de mejor actriz principal, mejor director, mejor guión adaptado y mejor película. Ganó el Oscar por la actuación de Brie Larson, su protagonista, que realmente la rompe con una interpretación desgarradora y superadora. Podría haber ganado cualquiera de las otras categorías porque realmente el trabajo integral que se hizo es excelente. El relato está dividido en dos partes claramente diferenciadas, con dinámicas muy fuertes que se enfocan en primera instancia en la vivencia de tener que criar un hijo en cautiverio y con la situación desesperante por la que atraviesan día a día. En la segunda parte del film el guión se concentra en el arduo proceso de adaptación por el que pasan tanto madre como hijo, sobre todo este último que a su corta edad no conoció ningún el mundo real. Si bien la temática es muy fuerte está manejada de una manera que uno no se queda con la oscuridad sino que va descubriendo la luz junto a sus protagonistas. El proceso es realmente magnífico. Las actuaciones son todas muy buenas, sobre todo la de su protagonista Brie Larson, pero es el pequeño Jacob Tremblay el que se roba la película con su carisma infinito y ternura. Sean Bridgers, Joan Allen y William H. Macy acompañan muy bien. Un film que vale la pena ver, sufrirlo y disfrutarlo. Un gran rayo de luz en un mundo que a veces se encarga de autoflagelarse con horrores sacados de pesadillas.