A matar o morir Director de Amor a colores (Pleasantville) y Alma de héroes (Seabiscuit), Gary Ross logra con Los juegos del hambre un más que digno arranque para lo que seguramente será una exitosísima trilogía basada en la saga literaria de Suzanne Collins. Más allá de sus problemas (que los tiene, y en varios terrenos), lo primero que hay que decir es que estamos ante una película que es bastante más que una inteligente movida de marketing a escala universal. Si se la compara con otras sagas adolescentes del tipo Crepúsculo, hay aquí una mayor audacia y, sí, crítica política en forma de alegoría futurista. OK, muchos cinéfilos me dirán que hay demasiados elementos tomados de Rollerball, de la cormaniana La carrera de la muerte del año 2000 , de Deliverance: La violencia está en nosotros y, sobre todo, de la japonesa Battle Royale (en versión más lavada, claro) y es cierto, como también hay préstamos varios de los reality shows más extremos, pero Los juegos del hambre tiene vuelo propio, le pide mucho al espectador (lo que, hoy por hoy, es un buen síntoma dentro del cine de entretenimiento masivo) y, a cambio, propone una experiencia bastante intensa y arriesgada. Además, la película tiene reservada un as en la manga: Jennifer Lawrence. La actriz que descubrimos en Lazos de sangre sostiene todo en la película (hasta lo insostenible): se banca todo tipo de primerísimos planos, demuestra pasta de heroína (interpreta a una cazadora de clase baja en esta épica de estructura darwiniana de supervivencia del más apto en el que los 24 integrantes deben matar o morir) y, al mismo tiempo, resulta vulnerable, sensible y querible. Es cierto que, por físico y presencia, con sus 21 años da en pantalla más que los 16 del personaje de Katniss, pero lo suyo es admirable porque carga sobre sus espaldas (o, mejor, en su mirada) buena parte de los demasiado extensos 142 minutos del relato. Ambientada tras una guerra civil que ha dejado el mundo a la miseria, con una dictadura en el poder y una aplastante diferencia de clases (típico ejemplo de ciencia ficción distópica), la película tiene una sólida primera hora (la presentación de los protagonistas, la elección de los concursantes y el entrenamientos previo al "juego" mortal) y una segunda parte (el todos contra todos) que se extiende más de la cuenta y con escenas de combate físico muy mal filmadas (aquí se nota un excesivo recorte de tomas violentas/sangrientas para mantener la calificación PG13/SAM13). Josh Hutcherson (Mi familia) está correcto como la contraparte de la heroína absoluta y también se destacan otros jóvenes intérpretes, como la niña Amandla Stenberg, pero no me convenció casi ninguno de los secundarios adultos (con la excepción del siempre genial Woody Harrelson), que tienen poca participación en personajes torpes y caricaturescos. Una pena, porque Elizabeth Banks, Toby Jones, Stanley Tucci, Lenny Kravitz, Wes Bentley y Donald Sutherland (el malvado de turno) merecían mejor suerte. Mientras esperamos las próximas dos entregas -En llamas y Sinsajo-, Los juegos del hambre arrancan un camino en el que el éxito, esta vez, está construido sobre bases sólidas. Hay una construcción de un universo propio, hay una mirada más apocalíptica que integrada, más cuestionadora que tranquilizadora, y hay un buen personaje protagónico encomendado a una de las actrices más talentosas de su generación. No estamos ante ninguna maravilla, pero tampoco son logros menores. Al menos, en el segmento más estandarizado del Hollywood contemporáneo.
Hubo muchos intentos en los últimos años de llevar ciertos éxitos literarios a la pantalla grande. La mayoría de ellos se quedaron a mitad de camino por ser realizaciones baratas sin mucho trabajo de producción. O también casos como el de Crepúsculo que tuvo una película de bajo presupuesto en la primera entrega y luego comenzaron a cambiar todo para las siguientes. Esto fue positivo cinematográficamente hablando, pero no se trabajó bien desde el comienzo. ¿Será un éxito Los juegos del hambre? Eso es difícil de precisar, pero lo que si se puede asegurar es que las bases en este caso fueron muy sólidas, y si la historia tiene éxito, gran mérito será de quienes la llevaron al cine, esforzándose en hacer una buena adaptación y una verdadera super producción. Desde el arranque la película muestra que va por otro lado a estos casos mencionados anteriormente. Está filmada como las últimas Potter, con una gran cantidad de tomas y mucho trabajo de edición. Tiene muchas cámaras en mano, quizás algunas de más, pero hubo una gran planificación en todas las tomas. Fueron por el lado más elaborado y no el simplista de mostrar en tomas largas a los personajes que pueden conocer algunos de los espectadores que hayan leído los libros. Eso en estos tiempos habla muy bien de los productores por hacer las cosas bien. Se nota también un gran trabajo en el casting, desde las caras medianamente conocidas hasta los actores llamados para personajes con menos exposición, pero de vital importancia. Por el lado de la protagonista absoluta de la historia, es brillante lo de Jennifer Lawrence que se carga al hombro la historia sin flaquear en ningún momento. Es notable como cambia su personaje en distintas facetas a lo largo de la película y en todas encaja bien. Entre los “consagrados” es genial lo de Stanly Tucci, Woody Harrelson, una odiosa Elizabeth Banks y un perfecto Donald Sutherland. Hasta Lenny Kravitz está bien puesto en la historia! Los juegos va mucho más allá de algunas escenas con efectos especiales, logra crear un muy buen clima de suspenso mezclándolas con varias escenas de acción y el resultado final es que logra mantener al espectador atento a lo que va pasando, olvidándose de una duración que apenas pasa las dos horas. Quizás se pone un toque lenta llegando al final y luego tiene algunas cositas que quedan poco claras o resueltas medio a los apurones, pero el resultado total es muy positivo. Los juegos del hambre va mucho más allá de buscar a un público que haya leído la novela, y es por eso que hicieron esta gran producción trabajándola en muchos aspectos que no es común en el Hollywood de hoy día. Por todo lo detallado, para mi fue una grata sorpresa verla y festejo que se hayan hecho por fin las cosas bien si lo que buscan es lograr seguir con el resto de las novelas que completan la trilogía. Como diría el Bambino... la base está.
Muy pocas veces uno puede decir que un libro se adapta fielmente en su transición a la pantalla grande. Siempre hay líneas secundarias que se cortan para favorecer una historia más dinámica, eventos que se cambian para darle un sabor diferente al film, siempre hay pequeñas cosas que, a la larga, ponen a la adaptación un escalón, o varios, por debajo de su gemelo de tinta y papel. Sorpresa mayor me llevo al ver que The Hunger Games resultó ser una de las historias mejor transpuestas de los últimos años, una experiencia que poco tiene que envidiarle a la novela de Suzanne Collins: no por algo la misma escritora estuvo en el génesis del guión, en coautoría con el director de la misma, Gary Ross. El trío que estos dos componen junto a Billy Ray (Hart's War, Flightplan) trae a la vida esta aventura en un mundo distópico cruel y desgarrador, en donde el valor de un personaje femenino extremadamente fuerte hará la diferencia para mejorarlo. Es el conocido buenos muy buenos contra malos muy malos, el eterno Bien vs. Mal, pero con matices diferentes como para que no se note (tanto). En el epicentro de este duro vivir se encuentra Katniss Everdeen, la heroína de turno, a quien una perfecta Jennifer Lawrence evoca con toda esa versatilidad que la caracteriza, dura cuando lo requiere, y tan sencilla, frágil y palpable que parece mentira que tenga tan sólo veinte años y sea capaz de transmitir tanto con tan poco. Es indescriptible lo acertado que estuvieron al acercarla al papel. Rodeando a Lawrence hay un gran elenco que sostiene una línea bien alta en cuanto a secundarios se refiere: el joven Josh Hutcherson sigue en ascenso, en este caso como el apoyo masculino de Katniss en la arena de batalla (curiosamente, él es el que termina siendo defendido y no al revés, como suele suceder en cualquier película de acción/ciencia ficción), el hermano de Thor, Liam Hemsworth, quien tiene un papel pequeño pero, a futuro, relevante, Woody Harrelson genial como el borracho Haymitch (tomando un poco de inspiración de su último rol tragicómico en Zombieland), Elizabeth Banks la pega con su odiosa y superficial Effie Trinket, Lenny Kravitz sorprende gratamente con su estilista Cinna, y la lista sigue. Stanley Tucci es un presentador fervoroso, Wes Bentley es el carismático director de los actuales Juegos, Donald Sutherland es el poco agresivo Presidente (el libro lo pinta mucho más cruel) y después están los Tributos de los otros Distritos, entre los que se destacan la adorable Rue de Amandla Stemberg, y los letales Cato y Clove de Alexander Ludwig e Isabelle Fuhrman, entre otros. Mi mayor miedo como lector empedernido de la saga es que cortaran momentos para hacer más asequible la experiencia cinematográfica, pero con placer descubrí que la película dura sus buenas dos horas en las que se explica todo con detalles y no falta ningún evento clave o relevante: la historia presenta a los personajes principales, los sigue durante su período de entrenamiento antes de los Juegos y finalmente, la recta final, con el evento propiamente dicho. Todos los caminos conducen a la matanza sangrienta de estos jovencitos, pero el camino es bastante particular y explora muy bien a todos los personajes, los nuevos escenarios y la mitología de este universo, antes de darle al espectador en bandeja lo que vino a ver. Mas allá del elenco absolutamente concentrado, la dirección de Gary Ross es sublime para alguien que nunca filmó una película de acción en toda su carrera. Puede que a muchos les ofusque su peculiar óptica para filmar los Juegos con una cámara movida todo el tiempo, pero es ése detalle que le aporta realismo y veracidad a la angustiosa situación dentro del campo de batalla. Ni Cloverfield había tenido tanto movimiento de cámara, y eso que era una película de metraje encontrado, dos términos que van de la mano, por lo que el experimento le salió muy bien. The Hunger Games es una gran saga a seguir para aquellos que quedaron vacíos tras la ida de Harry Potter, y para lo que están cansados ya de los vampiros relucientes y chicas indecisas. Tiene fuerza, una historia atractiva y personajes sólidos, todo el combo necesario para atraer tanto a los jóvenes como a los adultos. Y para los fanáticos, no hace falta que les diga más nada, acá tienen una adaptación muy pero muy fiel.
La suerte está con nosotros Existe una orfandad literaria entre los adolescentes seguidores de Harry Potter y Crepúsculo ante el fin de la primera saga y el inminente desenlace de la segunda que llegará este año. Para llenar este nicho del mercado ha llegado Los juegos del Hambre, film que se estrena en el día de hoy en las salas porteñas. Es imposible no hacer especial mención al fenómeno que se ha generado en torno a este film aún antes de su estreno y más exactamente en relación a la saga escrita por Suzanne Collins, que la ha convertido en un best sellers elegido por los mas jóvenes como objeto de culto. La historia narrada en el libro nos cuenta sobre una nación denominada Panem, erigida sobre las ruinas de lo que una vez fuera Norteamérica. Una nación con marcadas diferencias entre la ciudad central (El Capitolio) y los restantes distritos que la componen y que se ubican en la periferia. Allí, una vez al año, se celebran Los Juegos del Hambre, un reality en el cual cada distrito envía a un muchacho y a una joven de entre doce y dieciocho años a competir en una lucha a muerte de la que sólo sobrevivirá uno. Esa contienda es televisada en directo a toda la nación, brindando a cada distrito la posibilidad de monitorear la suerte de sus candidatos. La gloria estará del lado de los ganadores. Pero antes de ingresar a las arenas de la competencia y como todo buen reality cada participante deberá presentarse en el show televisivo para generar empatía con el público y obtener de esa manera patrocinantes que en el desarrollo de la competencia les provean de medicamentos o alimentos. El desarrollo cinematográfico de la primera entrega de esta saga nos presenta a Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) una adolescente del distrito doce, quien frente al sorteo anual de Los juegos del Hambre toma el lugar de su pequeña hermana para salvarla. Así, ella y Peeta (Josh Hutcherson), un joven panadero, son los elegidos del distrito. Juntos viajan al Capitolio, una ciudad que ya desde lo visual nos marca una impronta renacentista, cargada de colores y con un gusto estético exultante en las texturas (excelente labor de la encargada del vestuario Judiana Markovsky). Una vez ya instalados en las opulentas instalaciones del Capitolio son entrenados para agradarle al público en su primera presentación en sociedad, frente al conductor del reality Caesar Flickerman (Stanley Tucci en una excelente interpretación). El entrenamiento para Katniss será arduo dado que la vida ruda de la adolescente la ha separado de conceptos tales como cortesía o buenos modales, elementos prescindibles en el trajinado devenir de la vida en el distrito doce. La apuesta desde lo cinematográfico está focalizada en la grandilocuencia de las locaciones que forman parte del Capitolio, en franca y tremenda contraposición a los oscuros paisajes que reflejan la mísera realidad de los habitantes de los distritos. Las escenas de los desfiles previos a los juegos y las presentaciones de los participantes son de un despliegue visual pocas veces visto, puesto al servicio de retratar la opulencia mas obscena que habita donde reside el poder. Juntamente al apartado visual se le suma un excelente elenco que -a diferencia de otros films dirigidos a un público adolescente- esta vez no se trata de ignotos intérpretes sino de actores de la talla de Donald Sutherland, Stanley Tucci, Jennifer Lawrence, Wes Bentley y hasta Lenny Kravitz (en un papel que él mismo confesó inspirarse en la figura de Tom Ford). Lo siguiente ya es parte del juego, que no develaremos en esta reseña, pero les aseguramos que un mundo con lenguaje propio, códigos y aventuras, se abre paso entre nosotros. Un mundo que los espera y sólo podemos desearles que la suerte siempre, siempre esté de vuestra parte.
Buen comienzo para lo que será una de las sagas más importantes de la década. Los comienzos del nuevo siglo estuvieron marcados por las sagas. Desde las precuelas de La Guerra de las Galaxias, pasando por Harry Potter y terminando en la Saga Crepúsculo, que tendrá su conclusión el próximo noviembre. Ahora, con el poco interés que hubo en otros intentos de franquicia (Eragon, Percy Jackson, etc), se está buscando desesperadamente una serie que pueda soportar el tiempo y que no se agote después de la primera parte, y al parecer eso fue hallado en Los Juegos del Hambre. La película está basada en la trilogía de libros escrita por Suzzane Collins, cuyas secuelas (En Llamas y Sinsajo) ya tienen luz verde. De hecho, la tercera entrega se dividirá en dos partes, tal como se realizó exitosamente en Harry Potter y Crepúsculo. En ella, se narra una historia post apocalíptica en un mundo devastado por una guerra nuclear. Estados Unidos ahora es Panem (un derivado del dicho latino Panem et Circences, es decir, Pan y circo), un estado totalitario comandado por el presidente Snow (Donald Sutherland) y dividido en distritos, 12 de ellos habitados por pobres, uno desaparecido luego de una revuelta y el capitolio, el hogar de la burguesía, gente que vive pendiente de las modas y, sobre todo, de Los Juegos del Hambre, un evento televisivo anual en el cual los distritos envían a dos jovenes Tributos (o, mejor dicho, dos sacrificios) para participar en una batalla a muerte. En esta ocasión, presenciamos la 74ta entrega de los juegos, en donde los Tributos elegidos del distrito 12 son Peeta Melark (Josh Hutcherson) y Primrose Everdeen (Willow Shields), la pequeña hermana de Katniss (Jennifer Lawrence). Al ver esto, la mayor no puede soportarlo y decide presentarse como voluntaria, ya que sabe que Prim no podría sobrevivir a la crueldad del evento. Peeta y Katniss se conocían desde hacía mucho tiempo, el problema es que ninguno de los dos sabe a ciencia cierta si lo recuerda. Pero si, lo hacen, y con algo más que cariño. Esto, claro, no le gusta nada a Gale (Liam Hemsworth), su mejor "amigo", pero nada puede hacer, y ahora sólo rezará desde afuera para que Katniss salga viva de la carnicería. Así, 24 Tributos salen al campo de batalla, pero lo que Katniss no sabe es que no sólo estará ahí representando a su distrito, sino que será la punta de flecha de algo mucho más grande, algo que movilizará a los pueblos y hará que la pasividad contra el régimen de Snow sufra un quiebre histórico. Los Juegos del Hambre (The Hunger Games, 2012) es una película de Gary Ross con un condimento especial: su director de segunda unidad fue nada más ni nada menos que Steven Soderbergh, su amigo personal y que, al parecer, no tenía nada mejor que hacer que filmar unas tomas en los bosques de Panem. El trabajo de ambos no se luce por su brillantez, pero es correcto, y hacen que una película de casi tres horas fluya como si nada, una tarea nada fácil en estos días. Como comienzo de la saga, Los Juegos del Hambre está muy bien. Tiene algunos problemas, como por ejemplo la casi nula participación del resto del elenco (formado por, por ejemplo, Donald Sutherland, Woody Harrelson, Lenny Kravitz, Elizabeth Banks, Stanley Tucci, Liam Hemsworth y Toby Jones, entre otros), pero es algo entendible, ya que la novela está contada en primera persona por Katniss, por lo que su visión, y lo que pasa en el campo de batalla, es siempre lo primordial. El tema es que, al hacerla cinematográfica, estos personajes deberían haber tenido otro peso, sobre todo el viejo ebrio de Haymitch (Harrelson), el entrenador de los chicos del Distrito 12 y ganador de la 50ta entrega de los juegos. Lo mejor de la película es que no está sólo dirigida a los teens, sino que no tiene reparos en mostrar sangre y violencia, algo similar a Harry Potter. Además, el mensaje sociopolítico de fondo no es algo para tomar a la ligera, ya que se convierte en el tema principal de la historia, superando por lejos el triángulo amoroso entre Katniss, Peeta y Gale. Claro, para alguien que ve cine, la comparación con Batalla Real y The Running Man es bastante previsible, pero pese a eso tiene las suficientes diferencias como para no ser un total plagio. La idea está, pero también hay miles de películas sobre, por ejemplo, zombies, y no necesariamente se plagian las unas a las otras. De hecho, la autora Collins dijo que la idea le surgió haciendo zapping en televisión entre imágenes de la guerra de Irak y un reality. Unió todo en su cabeza, y ¡bam!, la idea del millón de dólares. En definitiva, Los Juegos del Hambre es un gran acierto. Una película divertida, con toques de profundidad y muy bien actuada. Queda ver qué pasará con las continuaciones para confirmar si estamos siendo testigos de un nuevo fenómeno cinematográfico o es solo algo pasajero que quedará a mitad de camino en la segunda entrega. El tiempo y las taquillas dirán. @JuanCampos85
Sobreviviendo Niños y jóvenes combatiendo a muerte en una crítica al autoritarismo de la TV y el Gobierno. Orwell tenía razón. Tan cierto como que el dominio de la televisión y el del poder político se consustancian y anidan en Los juegos del hambre , primer libro de una trilogía que amenaza en convertirse en el cine en la prima dilecta de la saga Crepúsculo . Es que no sólo los protagonistas son adolescentes. Con -al menos en Los juegos... - escaso romanticismo y más ferocidad que en Crepúsculo , la película es en lo básico una batalla campal en la que 24 participantes, niños y jóvenes, deben luchar entre sí en medio de un bosque, y en la que sólo puede haber un ganador. Es decir: un sobreviviente. El resto, debe morir. Si Andrew Niccol había imaginado las nefastas consecuencias de un ser común, que vivía en un reality show sin saberlo en The Truman Show (Peter Weir, 1998), el filme que se adelantó a Gran hermano , es esperable que lo que cuenta Los juegos... no llegue a ninguna realidad. Nunca se sabe. La trama nos sitúa en un futuro en el que se especula que los Estados Unidos ya no serán lo que son hoy, después de una guerra, sino un conjunto de doce distritos. Y el poder -que uno imagina no es de turno, sino que planea quedarse allí instalado- viene celebrando (literalmente) desde hace añares los Juegos del título. En cada distrito se elige, por sorteo, un joven y una joven para que los represente. Y la previa de los Juegos y la competencia misma es televisada en vivo y en directo, con el agregado de que, como en The Truman Show , la “realidad” puede ser manipulada por el “Gran hermano”. Como, por ejemplo, arrojar bolas de fuego para forzar a Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) a no desviarse del camino... Katniss es una cazadora, que se anota como voluntaria cuando el papelito que sacan es el de su hermana menor. Katniss es buenaza, y hasta parece incapaz de matar a nada o nadie si no es por necesidad de comida. Pero no le den un arco y una flecha, y un motivo para sobrevivir... El marcado interés romántico -su novio, que queda en el distrito, Liam Hemsworth; su compañero en el sorteo, Josh Hutcherson- están aquí en un lejano segundo plano. El director Gary Ross ( Amor a colores , guionista de Quisiera ser grande ) opta por sobrecargar los apuntes en contra de los mandamás de la televisión, que desean mejorar el programa forzando las cosas y complaciendo al Presidente (Donald Sutherland), que no resiste ni un signo de rebelión en la granja, perdón, los distritos. Por una cuestión de tiempos cinematográficos algunas cosas han cambiado. Las matanzas son menos gráficas, y el carácter de Katniss está más esbozado que remarcado. Pero sin Jennifer Lawrence, la actriz de Lazos de sangre , otra sería la historia. La película se centra en ella, en su sufrimiento por lo que ve y también lo que debe hacer. Filme sobre innumerables temas, entre ellos el despotismo, la solidaridad, el amor y la traición, sólo le falta ser real. Porque a Los juegos... habría que entenderla como de ciencia ficción. ¿No? «
Una historia que va mucho más allá del fenómeno literario La adaptación al cine de una novela popular es un emprendimiento riesgoso. La legión de seguidores que descubrieron y se enamoraron de la historia en papel sueñan con ver su historia favorita en el cine, pero no desean que esas imágenes se alejen demasiado de lo que ellos mismos imaginaron. Así, el director se encuentra con la imposible tarea de intentar conformar a quienes conocen el relato al dedillo y al mismo tiempo intentar atraer a aquellos que se acercarán a él por primera vez. Es usual entonces que sin querer traicionar a ninguno de sus potenciales espectadores, el film termine no satisfaciendo a ninguno. El caso de Los juegos del miedo es la excepción a esta regla. Gracias a la inteligente mirada del director y guionista Gary Ross, la fantasía futurista que imagina un mundo oprimido en el que los integrantes más jóvenes de la sociedad son obligados a luchar a muerte entre ellos una vez al año, atrapa e interesa aun cuando nunca se haya oído hablar de la trilogía de novelas que dio origen a la película. Y aquellos que las conocen no tendrán demasiado de qué quejarse ya que todos los elementos fundamentales del libro están presentes en el film. Los realizadores tomaron especial cuidado en el ingrediente principal y necesario de la trama: su protagonista. La historia gira alrededor de Katniss Everdeen, una adolescente obligada a crecer de golpe por la muerte trágica de su padre, la incapacidad de su madre de cuidarla a ella y a su hermana y, finalmente, el mundo hostil que la rodea. Tanta responsabilidad y seriedad podría haber conformado un personaje denso, demasiado oscuro. Y aunque ambos elementos están presentes, la cierto es que desde el primer momento que aparece en pantalla Katniss es básicamente una sobreviviente por la que el espectador tomará parte rápidamente. Esa identificación ocurre por una combinación de un guión preciso, el inteligente uso de la cámara en mano -un modo económico de presentar sus conflictos y temores-, pero sobre todo, por la presencia de Jennifer Lawrence. La joven actriz ya había llamado la atención en Lazos de sangre , donde como aquí su fotogenia y talento interpretativo se volvían el punto focal de todo el film. En este caso su Katniss es a la vez pura fuerza y profunda carencia, un rol bastante alejado de la heroína romántica que usualmente aparece en este tipo de historias dirigidas -aunque no exclusivas, claro-, al público adolescente. Aunque el triángulo amoroso tendrá su espacio, especialmente de parte de Gale y Peeta, los dos muchachos que la rodean, el núcleo de la trama pasará por otro lado. Transformada en la proveedora y protectora de su familia, Katniss deberá participar de los mortales y televisados juegos organizados por el presidente Snow (un terrorífico y siempre rendidor Donald Sutherland). Algo así como el más extremo reality show, en el desarrollo del film -a diferencia de la novela-, la competencia será examinada desde el punto de vista tanto de sus jóvenes competidores, como de sus crueles organizadores. Allí cobrará importancia la intervención de Woody Harrelson como Haymitch que con su impecable tempo para la comedia aportará cierta liviandad a una historia que se torna más violenta a media que avanza la trama. Menos destacada -al menos por ahora porque su personaje crecerá en las próximas entregas-, es la participación de Lenny Kravitz como un bondadoso aliado de ese gran personaje que es Katniss.
Una salvajada demasiado civilizada La saga que sucedió a Harry Potter y Crepúsculo entre los best sellers para adolescentes tiene varios aciertos y actuaciones atractivas, pero termina automutilándose para que la calificación no haga que quede la mitad de su público afuera. Basada en la saga que sucedió a Harry Potter y Crepúsculo en el olimpo del mega best seller para adolescentes (en Estados Unidos, al menos; aquí no está demostrado que haya pasado lo mismo), la primera entrega de Los juegos del hambre es una película abierta a la polémica. Según declara Suzanne Collins, autora de la trilogía de novelas (y coproductora y coguionista de la película), fue haciendo zapping de un reality a imágenes de noticiero, en las que se veía a jóvenes soldados muertos en Irak, que se le ocurrió la idea de la saga, consistente en un reality en el que un grupo de adolescentes debe exterminarse entre sí. ¿Representa Los juegos del hambre una crítica a la explotación que la industria del entretenimiento hace del dolor y la muerte, o, al igual que la tele, explota el dolor y la muerte, escudada bajo el disfraz de la crítica? Un punto a plantearse. Otro es si la película es consecuente con el desafío que encara. O si, por el contrario, en pos de no perder parte de su público natural termina por automutilarse. Un primer acierto es el haber construido un mundo que funciona de modo autónomo y, a la vez, como versión deformada de éste. La historia transcurre en un lugar llamado Pánem, pero no se sabe si Pánem está en la Tierra y si la historia tiene lugar en el futuro o alguna clase de tiempo alterno. En ese mundo, todos los años, las autoridades de Pánem eligen, por sorteo, a una chica y un varón por cada uno de los doce distritos de la nación, para que participen de “Los juegos del hambre”, reality oficial (hay un único canal en ese mundo de Gran Hermano) que evoca, con intención “pedagógica”, tiempos de una sublevación derrotada. Los participantes –que tienen entre 12 y 18 años y a los que se da el nombre de “tributos”– deben sobrevivir durante un par de semanas en un bosque hostil. Gana el único que llegue vivo y está permitido asesinarse entre sí (obviamente, que se maten en cámara es el carozo del asunto). Los protagonistas, una chica llamada Katniss Everdeen (lindo nombre de ficción) y un chico de nombre Peeta (Josh Hutcherson) compiten por el distrito 12, el más pobre de todos, así como el 1 es el de los privilegiados. Algunos “tributos” matan por gusto (los ricos, en general) y otros no; desde ya que Katniss y Peeta son de estos últimos. Los “tributos” participan de un reality mortal en Los juegos del hambre. A diferencia de Harry Potter y Crepúsculo, Los juegos... pone la alegoría social y política en primer plano, con intención aleccionadora y afrontando el riesgo de meterse en terreno barroso. Hay todo un cúmulo de precedentes que va de la crítica a la televisión de Network (1976) al juego mortal y futurista de Rollerball (1975), pasando por todas las fantasías posibles sobre sociedades totalitarias y llegando hasta el film japonés Battle Royale (2000), que es, de todos los nombrados, el que más derecho tendría de hacer un juicio por plagio a la Sra. Collins. Como allí, las armas de la heroína, cazadora experimentada, son el arco y flecha. Armas que Katniss usa sólo en defensa propia, claro. Dicen los que leyeron la novela que allí la protagonista era algo más discutible en términos morales; aquí es una chica pobre, sufrida y lo suficientemente solidaria para atender, curar y hasta adoptar a uno o más de sus contrincantes. Más allá de ese posible “lavado de imagen”, y de que la representación social y televisiva no aporta mayores novedades, Jennifer Lawrence (nominada al Oscar en su debut, en el film indie Lazos de sangre) dota a Katniss de una bienvenida dureza, que impregna la película toda. Desde ya que Stanley Tucci, como conductor de show de pelo azulado (en Pánem, el mundo del espectáculo es aún más ridículo que aquí), Donald Sutherland como autócrata maquiavélico y, sobre todo, el gran Woody Harrelson como mentor, también le sacan el jugo a sus personajes. La dirección de Gary Ross (Pleasantville, Seabiscuit) es mayormente prosaica (lo cual no está del todo mal para el mundo hipertelevisivo que muestra), recayendo en alguna incómoda espasticidad de cámara y apelando, en la escenas de acción, al “corten todo, que no se entienda nada”, que parecería de rigor en el Hollywood contemporáneo. Claro que aquí el corte no es sólo para que los chicos no se aburran, sino para que no vean. Atrapada en su contradicción de origen (cine para adolescentes en el que adolescentes matan a adolescentes), Los juegos... termina automutilándose. No sea cosa que se vea cómo unos mastines del infierno se devoran a uno y le caiga una calificación de SAM 16, que deje mitad del público afuera. Aun con esas inconsecuencias, esta salvajada tal vez demasiado civilizada representa un salto al más allá para Hollywood, teniendo en cuenta la inanidad de magos y crepúsculos que la preceden.
El futuro del sálvese quien pueda Construida para público adolescente, a partir de la trilogía literaria de Suzanne Collins, la película reúne aventura, romances y traiciones. Una competencia similiar a un Gran Hermano virtual donde sólo sobrevivirá el más fuerte. Es indudable que Los juegos del hambre está construida para un público adolescente desde los rostros juveniles protagónicos, la transposición del libro inicial de la trilogía de Suzanne Collins y una historia que reúne similares dosis de aventuras, romances, traiciones y formas de supervivencia. También es indiscutible que Hollywood sabe qué botón tocar cuando se trata de una trama futurista pos apocalíptica (es decir, distópica) al planificar una película de elevado presupuesto que prevé una inmediata recuperación. Pese a estos supuestos, nunca condenables pero sí previsibles, Los juegos del hambre, aun con sus grietas narrativas y su cálculo permanente, es un film que tiene sus virtudes. El primero de los temores también era lógico: la comparación con los vampiros anoréxicos de la saga Crepúsculo y su acumulación de erotismo lavadito con estética póster enamorados. Sin embargo, el mundo que describe Los juegos del hambre es atroz y de supervivencia cotidiana desde un Capitolio dirigido por el presidente Snow (Donald Sutherland en versión hippie sobreviviente de Woodstock) quien todos los años propone un juego mortal entre chicos de 12 y 18 años. Hacia allí se autodesignará la joven Katniss (Jennifer Lawrence) preparada para la ocasión y aconsejada por Haymitch, un antiguo ganador (Woody Harrelsson en vertiente reventado simpático). Toda la competencia, claro está, será transmitida por la televisión para un consumidor que desea acción, tensión, suspenso y muertes horribles. Las comparaciones, al mismo tiempo, son odiosas y lógicas: Los juegos del hambre es una especie de Big Brother virtual, las invocaciones a otros films de tónica similar no se ocultan en ningún momento (Batalla real, de origen japonés; la vieja y la nueva Rollerball) y el discurso “importante” que se trasmite en algunas escenas roza la obviedad y el lugar común. Más aun, la zona más flaca del film está en la competencia misma, poco innovadora al respecto. En cambio, la recreación de un universo pos apocalíptico, donde la televisión es Dios y el día después le pertenece al poder, convence por su sustancia cinematográfica. Son esos momentos donde los elegidos se preparan para la faena, el kitsch conductor televisivo que encarna Stanley Tucci diserta sobre la competencia y Jennifer Lawrence demuestra que es una buena actriz. Luego vendrá “la ley del más fuerte” (e inteligente) del que saldrán un par de ganadores (¿o sólo uno?) con veintidós cadáveres atrás. Y acá está el problema mayor: en una película donde las muertes cobran protagonismo, el minucioso y pudoroso montaje omite cualquier atisbo de sangre y excesos. Allí, en esas escenas que parecen construidas por el trío lánguido de la saga de vampiros y hombres lobos, el film aclara su voracidad marketinera y su destino de consumo para un target bien determinado.
Spartacus reformista Los juegos del hambre (The Hunger Games, 2012) tiene todas las de ganar. Si bien el concepto de suceso y trascendencia es voluble y varía en su significancia histórica, hay una definición común que subyace en toda producción de gran presupuesto sobre adolescentes y para adolescentes. La plata. La recaudación. Eso es lo que importa, a eso hay que apuntar. ¿Por qué? Porque con la conclusión de franquicias de adhesión masiva como Harry Potter, el casillero de la industria destinado a los imperios erigidos sobre la obnubilación juvenil queda nuevamente vacante. Despoblado. Expectante. Sólo por eso, la migración de prioridades se vuelve más evidente. La desesperante y calamitosa carrera de los estudios por arrebatarse para sí mismos ese lugar privilegiado obliga a los realizadores a relegar sus aspiraciones artísticas en busca del billete. El triunfo no lo determinan las críticas sino las taquillas. El objetivo, en el fervor de la contienda, es financiar una secuela. El futuro. Norteamérica cesa de existir y en su lugar nace la nación de Panem, dividida en una capital con excesiva concentración de la riqueza y doce distritos sumidos en la miseria. Todos los años, dos jóvenes de cada distrito son seleccionados con el motivo de participar en un concurso televisivo perverso y sanguinario denominado Los Juegos del Hambre. En él, los veinticuatro competidores son colocados en un mapa artificial diseñado por un equipo de arquitectos con la capacidad de, en pos del entretenimiento y la diversión, modificar el clima, disponer de súbitos cambios ambientales y asistir o condenar a los neo-gladiadores si las circunstancias lo ameritan. Con el vitoreo constante y la tensión en los distritos, los participantes deben abrirse paso hasta la victoria. Incluso si ello significa asesinar a sus conciudadanos. El encanto esporádico de la película se manifiesta en los trazos englobantes de la trama. La pragmática eficacia de un relato sobre la batalla entre numerosos adversarios con características y especialidades propias por momentos establece una atadura aliciente entre el espectador y la pantalla. Su rudeza es la de la inclemencia instintiva de un ser humano empujado al asesinato y las expectativas se reposan en la supervivencia del más hábil por sobre el más fuerte. Una desafortunada verguenza sobreviene a aquellos diminutos instantes de tirantez e incertidumbre cuando el guión trillado, en su función evanescente, se encarga de paliar cualquier fragmento ponderable con sus salidas fáciles, con sus frases hechas, con expresiones acartonadas o coreografías innecesariamente bruscas. El único acierto que no se desvanece con el correr de los minutos pareciera ser la edición de sonido de Lon Bender y Paul Hackner, que luego de Matrix recargado (Matrix Reloaded, 2003), Corazón Valiente (Braveheart, 1995) y Drive (2011), es seguro afirmar que saben lo que hacen. Quizá un poco abusado el recurso de enmudecer la escena para demostrar la frustración de los personajes, pero eso es gusto personal. La selección del casting, a cargo de Debra Zane, es digno de mención. Tanto por la abundancia de estrellas como por las apropiadas designaciones de personajes. Si bien hay actores de mucha audacia desplazados siempre a un segundo plano, como Wes Benttley o Toby Jones, en la película coexisten otros intérpretes de mayor popularidad con poco espacio. Tal es el caso de Woody Harrelson, Donald Sutherland y Elizabeth Banks. Los juegos del hambre es insulsa. Parece avanzar de manera implacable por momentos sólo para auto-sofocarse y volver sobre sus propios pasos inmediatamente después.
Una chica en llamas En una época plagada de realities en los que los participantes se someten a las exigencias más duras y en los que los límites parecen desdibujados (o simplemente no existen), llega esta película basada en el best-seller de Suzanne Collins. Si en La muerte en vivo, los jugadores se sometían a la "ruleta rusa" y estaban montados en una escenografía giratoria que emulaba el tambor de un revólver, en Los juegos del hambre, la supervivencia va más allá y funciona como móvil de la historia. La trama nos traslada a un futuro en el que la población ha quedado presa como en un campo de concentración y bajo el poder tiránico del Capitolio. El juego al que se refiere el título coloca en el ojo de la tormenta a Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence, la joven actriz nominada al Oscar por Lazos de sangre), una adolescente de 16 años. La Nación obliga a cada uno de sus doce distritos a enviar a adolescentes para competir en un violento juego televisivo que culmina sólo con un ganador vivo. La protagonista, armada con arco y flecha, se ve envuelta en una ola de violencia que la enfrenta con otros jóvenes de su misma condición y utiliza su fuerza y su instinto junto a Peeta (Josh Hutcherson, el actor de Viaje 2; La isla misteriosa), el chico que alguna vez le dio un trozo de pan en épocas de hambruna. El film de Gary Ross (al que le sobran varios minutos) construye un futuro apocalíptico con atmósfera de desesperanza y sigue -casi- al sigue al pie de la letra el libro original. Su trabajo acierta más en la primera parte: seres sometidos por personajes que parecen salidos de un comic, como el conductor del programa (encarnado por Stanley Tucci); un payesesco y cínico personaje que mueve los hilos del show (Wes Bentley) y un villano en la cima del poder (Donald Sutherland). Se destaca Woody Harrelson y el relato se muestra atrapante en la selección y los preparativos para el gran show. Después vendrá la acción (aunque no tanta) ambientada en los bosques, con corridas, escapes de los aerodeslizadores y peleas cuerpo a cuerpo. El director Gary Ross (Amor a colores y Seabiscuit) narra con cámara nerviosa y muchos cortes que alimentan el clima de confusión y locura que viven sus jóvenes protagonistas. El film es una crítica política con formato de juego futurista (pantallas gigantes en las que el pueblo sigue todas las instancias), pero básicamente es un producto del marketing pensado y armado para el público adolescente. El mismo que este año vseguirá la finalización de la saga Crepúsculo. Este es el primer eslabón de una saga que continuará con En llamas y Sinsajo. En tanto, la chica en llamas se pone la película al hombro, tensa la cuerda del arco y dispara con un seguro centro en las boleterías de todo el mundo.
Por fin llega este tanque promocionado como el éxito que viene a ocupar el lugar de los adictos a Harry Potter y Crepúsculo. Basado en un best seller, que ya es trilogía, el argumento echa a mano a ingredientes atractivos, un gobierno opulento y atoritario que sojuzga a los vencidos y les exige tributar con la vida de sus jóvenes. Y entre los participantes estan los más pobres. Sí, claro, los más heroicos, y los poderosos que entrenan para matar. Además de quienes están en el control de esa competencia para ayudar y destruir. Dos horas y cuarto con algunos momentos morosos, no faltan lugares comunes pero tampoco buena acción y no pocas ironías. Seguramente será bien recibido.
Ya se sabe: cuando un libro se convierte en best seller, inevitablemente es adaptado al cine. Si se trata de una saga o trilogía orientada al público juvenil, más razones tienen los ejecutivos de los estudios a la hora de invertir sus billetes. A veces les sale bien, otras no. La saga de Harry Potter enloqueció al público y se ganó el respeto de la crítica. Las películas de Crepúsculo recaudan millones pero no entusiasman a la crítica. Y otras sagas literarias mordieron el polvo y ni siquiera pasaron de la primera película.
“Calle 13” Nos aventuramos en esta ocasión en una película de promesas y de épicas estructuras que vaticinan un nuevo efecto Harry Potter (Saga de Harry Potter; Inglaterra, Estados Unidos; 2001 – 2011), por lo menos desde una perspectiva meramente comercial y de taquilla ya que, si bien no se corresponde con el tipo de relato fantástico del antes mencionado mago, Los Juegos del Hambre, representa (con baja eficacia artística y cinematográfica, eso sí), una crítica social a través de un mundo en cartografía real pero desde la distopía post-apocalíptica, desde un universo autocrático y absolutista que somete, como recuerdo del pasado, a un tributo sangriento de su población y juega con esta como divertimento burgués.
Pan y circo Los Juegos del Hambre tiene todo lo necesario para ser un éxito. Es un film que contiene amor y violencia. Una competencia y un underdog en un mundo injusto. Esta basada en una novela que ya es un éxito. Se maneja en el generó de ciencia ficción lo que le permite una base acérrima de fanáticos. Sí sumamos a eso que sus protagonistas son adolescentes, representantes del público perfecto para un productor, esta distopía es difícil que falle. Pero tiene cosas a su favor. Woody Harrelson (como tomarlo en serio con esa peluca) aliviana el relato quitándole un poco de esa solemnidad tan impostada. También sus protagonistas son solventes a pesar de cierta rigidez facial de Jennifer Lawrence. El gran Donald Sutherland como el presidente es sólido en su rol de abuelo y opresor consumado, es todo un déspota patriarcal. Otro tema es la presentación del sus personajes, se toma su tiempo y eso ayuda a meterse en el relato. Lo que si molesta un tanto es el abuso de la cámara en movimiento, el director parece ansioso de lograr un vértigo agobiante que solo en muy pocos momentos alcanza. Por otra parte esta todo tan calculado que pierde atrevimiento, es violenta pero no tanto, hay amor pero no sobra la química, esboza un mundo cruel pero es caricaturesco. Un grato producto pero que no logra escapar a su envase, se desperdician potenciales circunstancias y tanta crudeza lavada le resta fortaleza. Y si bien la construcción de los personajes principales es paulatina, es poco el espacio para los demás, ahí flaquea, es magra la creación de enemigos, los demoniza para luego no darles entidad alguna. Surge también la comparación con otro film: Battle Royale. El film de culto japonés de Fukasaku tiene como en el caso de Los Juegos del Hambre adolescentes obligados a matarse mutuamente. Pero no tiene tantos puntos en común como uno habría pensado. La gran diferencia es que en aquella japonesa al ubicarse en un aquí y ahora mostraba una faceta anárquica que no se da en el film americano, y por encima de todo la violencia en Battle Royale esta a años luz por la carga emotiva de las muertes, algo que en Los Juegos del Hambre poco y nada, quizás se da solo en un momento (que no voy a adelantar). En Los Juegos del Hambre esta además muy patente la crítica hacia el gran show televisivo, y de los realitys principalmente. La selección y posterior enfrentamiento es presentado como un espectáculo, con patrocinadores y consumido por la oligarquía decadente y por el mismo pueblo que quiere ver triunfar a los representantes de sus sectores. Todo es un gran espectáculo, acaso como la enorme campaña de venta de la película. Este mundo futurista donde unos privilegiados que viven explotando a los "periféricos" poseedores de recursos naturales no es algo novedoso o revolucionario, como tampoco lo es la idea romana de la "arena de batalla". Pero no por eso el film no deja de ser un buen entretenimiento, y como un máximo acierto, deja ganas de más.
Duro regreso a la esclavitud La escritora Suzanne Collins era muy conocida entre el público infantil por sus guiones televisivos y la saga "Las crónicas de las tierras bajas", hasta que llegó en 2008 la novela de ciencia ficción "Los juegos del hambre", comienzo de una trilogía cuya segunda y tercera parte fueron igualmente exitosas. Su pasaje al cine y haber encontrado el director justo aseguran un éxito cinematográfico tan sólido como el literario. Ubicada en un futuro no demasiado lejano, "Los juegos del hambre", gira acerca de un lugar que se llamó Estados Unidos, ahora denominado Pánem, que sometido a todo tipo de desastres, atraviesa un momento de esclavitud bajo el poder de un Capitolio, integrado por doce distritos, sometidos a la servidumbre. Un gobierno dictatorial ha determinado cada año un rito por el que, cada distrito elige un varón y una mujer adolescentes para protagonizar un show transmitido a todo el país en el que veinticuatro jóvenes (Tributos) compiten y luchan entre ellos hasta que sobreviva el más apto. Esto implica beneficios para el distrito al representan Katniss Everdeen, una adolescente, suerte de fuerza en un hogar donde falta la figura paterna, logra sustentos adicionales cazando ilegalmente por zonas no permitidas de su distrito. Durante el rito de elección en el que es seleccionada su hermana menor para formar parte de la temida ceremonia, se ofrece como voluntaria, tratando de protegerla. Junto con el hijo del panadero, su vecino y oculto admirador, serán los representantes de la Sección 12. CON BUEN DISEÑO El filme tiene fuerza y suspenso y un espectacular diseño de producción. En forma de metáfora, se alude a una sociedad reducida a la esclavitud por una minoría bastante inferior, donde la independencia y la libertad son un peligro que debe neutralizarse. Lo exterior, el espectáculo, será la clave para una temporaria salvación; el show, la neutralización de lo individual, el romance, la excusa para el final feliz. La joven Jennifer Lawrence, la misma de "Lazos de sangre", reitera aquella fabulosa saga de la chica de las montañas Ozak, en esta suerte de "Truman Show" tan parecido a "American Idol". Verdadero eje de una película un tanto extensa, muestra una vez más esa mezcla de aspereza y obstinación que caracteriza su personaje y logra convertirse en el punto fuerte del relato.
Violencia aligerada para todo público En el futuro, EE.UU. se llama Panem, estado totalitario dividido en doce distritos. La frágil estabilidad social se consigue mediante una competencia consistente en que una pareja de adolescentes elegidos por sorteo en cada distrito se enfrenten a muerte en una justa televisada en directo hasta que sólo quede uno vivo. Esta es la premisa de una trilogía de novelas futuristas de Suzanne Collins, marketineadas para lectores adolescentes. Empezando por «Rollerball» de Norman Jewison, y la producción de Roger Corman «Deathrace 2000» (ambas de 1975), no es nueva la idea de un futuro totalitario con algún deporte sangriento televisado como un show, que sirve de pan y circo para mantener el statu quo social. Incluso, si se busca una película donde en el futuro, un grupo de adolescentes son obligados por el gobierno a matarse unos a otros hasta que sólo sobreviva un ganador, esa película es «Batalla Real», obra maestra de Kinji Fukasaku inédita en los Estados Unidos durante doce años, hasta su lanzamiento en DVD hace dos días, todo gracias a «Los juegos del hambre», franquicia que podría reemplazar a «Harry Potter» o «Crepúsculo». Más allá de la falta de originalidad o la ausencia de un concepto que le dé coherencia a todo el argumento, el problema está en la adaptacion: no tiene sentido filmar una historia sobre crueles combates a muerte entre adolescentes, si luego cada uno de los climax dramáticos y necesariamente violentos se disuelven para que cada momento culminante termine siendo lo más apto para todo público posible. Pero no sólo la violencia sobre la que se basa todo el asunto está suavizada: todo apunte de interés que tenga que ver con la interacción entre estos gladiadores teenagers del futuro tampoco aparece más que en su mínima expresión. Las alianzas y juegos de poder entre los combatientes se acercan deliberadamente a «El señor de las moscas» de William Golding, (gran película de Peter Brook), sin atreverse a nada parecido. Ni hablar del romance y el erotismo que aparecen tan aligerados como para no provocar nada, lo que no ayuda a darle química a los dos «tributos» del distrito 12, Jennifer Lawrence y Josh Hutcherson. Son los personajes secundarios ajenos al combate, como Woody Harrelson (el tutor del dúo estelar) o un sorprendente asesor de imagen, Lenny Kravitz, los que ayudan a sostener el film aportando algo de ironía y humor negro. Sobre todo Stanley Tucci, en su personaje de conductor del sangriento reality show de la TV del futuro, uno de los pocos elementos que permiten al espectador conectaerse con esta distopía llena de peinados raros (el azul está de moda) y excelente música del mañana provista por T-Bone Burnett.
Cuando me encontré por primera vez con esta historia, la subestimé un poco. Ese es el problema de las etiquetas y de cuando la gente te dice “es literatura juvenil”. De repente lo atás a Crepúsculo y decís “listo, va a ser cero literatura y mucho material para adolescentes”. Al menos en el caso de esta primera entrega, no lo es. En un mundo tras una revolución, 13 distritos son sometidos a "Los Juegos del Hambre", en donde cada distrito ofrece a dos chicos como tributo y todos tienen que vivir en el bosque hasta que sea el único sobreviviente. Por un lado tenemos elementos ultra tecnológicos y por otro la gente se viste como si estuviera entre los 40s y 50s, ni hablar de una estética gris muy similar a los Campos de Concentración, inclusive versus los colores vibrantes de El Capitolio. Nuestra heroína es Katniss, una chica que se ofrece como voluntaria para salvar a su hermana de ésta cruenta experiencia y que la ha estado conteniendo desde que su padre no está. Hija de una revolucionaria, Kat se maneja como tal. A partir de éstos nos van metiendo en el circo, en cómo todo es para el show y mientras sigas siendo funcional, vas a seguir sobreviviendo. Los sponsors harán el resto. Lo que creo que no funciona fílmicamente: es su simpleza, los malos son muy malos y los buenos son muy buenos. Katniss no se ofende si es traicionada, no mata deliberadamente a nadie ( ni siquiera cuando tiene razones para hacerlo ), y el hada madrina puede venir en varias formas, todas esperables. En este caso es un borracho sobreviviente. La puesta es espectacular, elemento crucial para una fantasía, ya que sin ambiente, la historia se nos cae. Gary Ross (Seabuiscuit), el director y guionista, eligió una forma de dirigir en la que la cámara es un personaje más porque hay muchos movimientos, persecuciones que van detrás de la presa o delante de ella mientras vos ves el pánico por sobre el movimiento. Hay pocos planos abiertos y eso te va sumiendo en la psicología de los personajes. Si les puedo ser absolutamente sincera, creo que Jennifer Lawrence no tiene sangre. Es muy linda y tiene un hermoso cuerpo pero realmente no la veo expresar nada de nada. Ni hablar de Josh Hutcherson, pero hasta él logra tener una punta de carisma que ella no llega a mostrar creo que nunca. Sin mencionar que el triángulo quedó flojísimo si no fuera que Liam Hemsworth tiene tanta presencia que es imposible no mirarlo. Woody Harrelson y Donald Sutherland están muy bien. Claro que no es novedad ya que ambos han demostrado muchas veces sus capacidades. De todas formas, nobleza obliga mencionar que es una peli en la que la historia es tan fuerte, que todo lo demás pasa a segundo plano. Al punto que hasta te olvidás que realmente la mitad del casting no sirve para demasiado. Sin embargo, el trasfondo del relato sigue dando vueltas una vez terminada la proyección, o sea que más allá de sus lados flacos, hay fuerza en la idea y en su despliegue, de manera que el resultado final es aceptable. Habrá que ver cómo los estudios encaran una segunda parte...
"La lección del día es: mátense los unos a los otros hasta que quede solo uno. Nada va en contra de las reglas" (Kitano, Battle Royale, 2000) Una competencia mediatizada de vida o muerte ocupa la totalidad de las vidas de los distritos en los que se divide la nación de Panem. De igual forma, The Hunger Games nace y se extingue inmersa en aquel evento que le da título, ningún fragmento de la película escapa a él, y curiosamente son los Juegos del Hambre en sí el aspecto menos logrado de la realización. Battle Royale, enorme film de Kinji Fukasaku ambientado en un distópico Japón, marcará en ese sentido el rumbo de cualquier producción en la que jóvenes sean forzados a matarse entre sí en búsqueda de solo un sobreviviente, en el marco de un juego controlado por una fuerza autoritaria. Gary Ross tiene éxito en aquello de lo que la película japonesa no se ocupa por ser algo previo, el desarrollo del mundo nuevo y de los personajes antes de convertirse en las piezas asesinas de un tablero. De esta forma, si bien no se perciben tanto los valores profundos y la filosofía que por ejemplo están presentes en el film del 2000, hay una idea de revolución que puede plantearse con lo que se excede la mera supervivencia. El buen trabajo de los guionistas permite que la historia se conduzca con fluidez, sin dejar espacio a la interpretación y profundizando en cada etapa del desarrollo. Desde la presentación de la miseria y el hambre que se padece en el Distrito 12 hasta el lujo y el confort en los días previos a la masacre, el arco narrativo no da cuenta de fricciones y se hace disfrutable. Esta es también la etapa de mayor ritmo, el cual, por extraño que pueda parecer, comienza a mermar en las escenas dentro de la arena, las que deberían ser de mayor voltaje. En materia de actuaciones, cuenta con una Jennifer Lawrence que atraviesa un gran momento, con personajes complejos que maneja a la perfección, así como renombrados secundarios entre los que se cuentan Woody Harrelson, que desde el 2009 está acertando con todos sus papeles, Stanley Tucci, que da en el tono justo para ser el conductor del espectáculo de la muerte, y Donald Sutherland, con muy poca presencia en pantalla pero la suficiente como para transmitir frialdad con solo una mirada. A esto hay que sumar los logros respecto al estilo, en contraste a las manchas de carbón toda una ciudad cargada de glamour y purpurina, una sociedad convertida en diablo que viste a la moda, así como los propios de la dirección, con rápidos cortes y movimientos de cámara. Estos puntos a favor no logran soslayar el efecto negativo que se producirá en el transcurso de los juegos, con menor potencia de la necesaria pero a la vez con mayor honestidad que otros productos en torno a sangre y muerte, elementos negativos que trascenderán los límites de la película para situarse como fallas propias del libro original. No es la mano macabra de la autoridad del Capitolio la que queda en evidencia como controladora de los destinos de los participantes, sino la de su autora, quien recurre en repetidas oportunidades al camino más sencillo para evitar cualquier atisbo de complicación. La simple premisa de la competencia y de la novela en general, "entran 24, sale uno", es traicionada abiertamente en pos de facilitar una vía de escape al "enredo" de la escritora y favorecer el desarrollo de una nueva saga de amor adolescente, flagelo similar al que tuvo la pobre I Am Number Four. Del mismo modo es que se fuerzan situaciones o secuencias de combate en las que los buenos nunca se ensucian las manos, no por elecciones morales como en el caso de Battle Royale, sino por el solo hecho de que "la suerte está siempre de su lado". Y en este caso la suerte se llama Suzanne Collins, y necesita vender una trilogía.
VideoComentario (ver link).
Manual de supervivencia ilustrado Presentada como la gran novedad del cine para adolescentes del año, Los juegos del hambre no sólo cumple la promesa publicitaria sino que propone una historia bastante más compleja de lo que vale esperar de este tipo de productos. El gran tema de las exitosas novelas juveniles adaptadas sigue siendo el pasaje de la adolescencia a la adultez. Esa especie de mutación que en todas las sociedades exige ritos y sacrificios es potenciada aquí por el extraño mundo en el que se desarrolla la acción. El tiempo es un futuro cercano y el espacio un territorio dividido en 13 colonias, 12 de las cuales sobreviven en condiciones infrahumanas. Un poder central hiper tecnológico mantiene la paz y subalimenta a los pobladores a un precio de sangre. Todos los años cada colonia debe entregar en ofrenda a dos adolescentes para que participen en unas olimpiadas mortales conocidas como los juegos del hambre. La narración se centra en Katniss Everdeen, una chica valiente que se postula como voluntaria cuando su hermana menor sale seleccionada en el sorteo. Lo más interesante de Los juegos del hambre es la caracterización de ese mundo futuro y sus contrastes. Las colonias se parecen a campos de concentración, con alambradas, barracas y gente vestida al estilo Gran Depresión. Mientras que la capital combina la arquitectura de edificios neoclásicos facistas con una moda rococó saturada de colores y peinados raros. Lo que une a esas dos realidades es el gran espectáculo de la televisión, con chicos y chicas que se matan para sobrevivir frente a las cámaras. Si hubiera que tomarse en serio los componentes ideológicos del cine, podría decirse que Los Juegos del hambre es una antiutopía orwelliana, sólo que actualizada y enfocada en el totalitarismo estético. Aquí a los incluidos se los seduce con bienes de consumo y a los excluidos se los mantiene a dieta de palos. Sin dudas ese paisaje económico, político y social no se reduce a un fondo sobre el que se mueven los personajes, está ligado a sus conductas y a sus ideas, pero no es la crítica a la sociedad del espectáculo lo que hace de esta película una historia poderosa. Es otra cosa. ¿Qué? Antes que nada la fuerza imaginativa para convertir un experimento antropológico en una aventura épica. Al postular entre líneas que la dignidad y el espirítu de rebelión no dejan de ser instrumentos de supervivencia, el guión logra que Katniss se invista de un grado de ambigüedad suficiente como para que los medios y los fines de sus actos sean difíciles de distinguir. ¿Besa por amor o por conveniencia? ¿Es manipulada o manipula? Esa ambigüedad no es un privilegio de la heroína sino de muchos personajes y de la película misma, que se permite mostrar la muerte violenta de varios niños y alargar una escena de luto mucho más de lo que indica la prudencia narrativa, sólo para ser fiel a su propia invención.
“Los Juegos del Hambre” viene con fama de antemano debido al éxito que han tenido sus libros, por tal motivo las expectativas eran altas y este tipo de films pueden triunfar o perecer en la primera entrega. Definitivamente puedo decir que es un triunfo porque la película no decepcionó en ningún momento e incluso, ya habiendo terminado, te deja pidiendo mas. Gary Ross, su director, ha hecho un laburo mas que impresionante en cuanto a la forma de llevar la historia y el tratamiento de los personajes. La sangre se ha mantenido en un nivel bajo, mas que nada para lograr una calificación de +13, pero aún así muchas cosas se dan a entender sin la necesidad de ser mostradas. Desde un principio te ves inmerso en el mundo de Panem, en la situación y en la propia historia de Katniss. De a poco vas descubriendo la crueldad de la forma de vida, la de la forma de gobierno y las diferentes caras de una misma persona. Todo esto, y mucho mas, en dos horas y veinte minutos. A veces, en este tipo de films adaptados de escritos, tendemos a quejarnos de las modificaciones o tijereteos que sufre la historia al llegar a la pantalla. En este caso, si se hizo, prácticamente era imperceptible ya que algunos recursos como la edición fueron bien utilizados para dinamizar la historia y ayudar a la trama. Empezamos como simples espectadores, nos convertimos en parte de la historia y al final alguna camiseta nos ponemos ya que algunos de todos los personajes, ya sea Ketniss, Peeta, Gale o Rue, nos logra tocar. Así, al final, uno termina sintiendo todo como propio al verse tan metido en la historia que nos están contando. No tiene caídas ni ritmos raros, no deja de engancharte a medida que avanza. Simplemente es un buen film que supo demostrar lo que prometía y garantiza, ya en su final, darnos mucho mas en sus siguientes entregas.
Otro paso hacia la muerte del cine En los últimos años, cada vez hay más films que excluyen al cine como expresión artística y solo se hacen películas obtusas formalmente y escasas de contenido con el único fin de recaudar dinero. Hollywood y obras nefastas como Actividad Paranormal de Oren Peli o El Último Maestro del Aire de M. Night Shyamalan contribuyeron a esto. Los Juegos del Hambre de Gary Ross es, lamentablemente, una más que justifica esta causa. Este nuevo film, que esta basado en el best seller de Suzanne Collins, transcurre en un futuro post apocalíptico en dónde el mundo se ha dividido en doce distritos y por una ridícula tradición, cada uno de estos debe enviar dos adolescente mediante un sorteo para participar en un programa de televisión, un reality show para el que se crea un universo imaginario dónde todos estos niños se tendrán que matar entre sí hasta que quede uno. La protagonista de esta historia es Katniss (Jennifer Lawrence), proveniente de la última circunscripción, quién se ofrece como voluntaria para salvar a su hermana menor, la cual era la elegida. Los Juegos del Hambre es el tercer film de Ross, tras una obra como Amor a Colores, la cual presentaba algunos tópicos interesantes visualmente como el juego entre el color y el blanco y negro, pero que resultaba un poco tediosa narrativamente. Luego realizó la convencional Alma de Héroes, una película totalmente plana y excesivamente sentimental. La cuestión es, que a pesar de todo, sus primeros trabajos son correctos, pero con éste último construye algo totalmente opuesto a lo que podría ser un cine de autor o con fines que no sean meramente comerciales. Con el paso del tiempo se fue perdiendo la magia en lo que son los films fantásticos o de ciencia ficción: los geniales efectos visuales o una dirección artística artesanal y sumamente creativa están siendo reemplazados por la novedosa tecnología digital que hace que este tipo de películas pierda ese hermoso espectro por el que se caracterizaban para ser una especie de video juego o clip musical. Por ejemplo al ver 2001: Una Odisea del Espacio de Stanley Kubrick o Naves Misteriosas de Douglas Trumbull se produce un impacto visual inminente, en cambio con Los Juegos del Hambre todo resulta convencional e inverosímil al género en sí. Pero, a pesar de su abstinencia formal, lo más detestable del film de Ross es su contenido. No se puede decir que la película sea lenta o aburrida, aunque sí muy predecible y por sobre todas las cosas ridícula ideológica y moralmente. Por más que los hechos transcurran en un futuro en crisis o alejado de una civilización como las que conocemos, es nefasta la idea de una realización de un programa televisivo en dónde unos adolescentes se maten entre sí, a pesar de que, como plantea la obra, la televisión se encuentra destruyendo la sociedad, pero esta moraleja es congeniada con el desarrollo más cursi que se haya visto en mucho tiempo. Los Juegos del Hambre se erige entre Big Brother y una especie de mitología de supervivencia dentro de un video juego, y lo que podría ser una interesante oposición visual entre el cine y la televisión es dejada de lado. En muy pocas escenas se manifiesta que los personajes están siendo detectados por las cámaras, en tanto que la imagen aparenta ser la misma ya sea para dentro o fuera de la pantalla y lo que podría haber sido una interesante apreciación estética ni siquiera es tenida en cuenta, obviamente por el tema de que este tipo de films solo optan por el (mal) show y nunca por el arte. Patética, convencional y fuera de toda norma artística, ideológica y cinematográfica, Los Juegos del Hambre resulta ser una de las peores películas de los últimos tiempos, y seguramente la más nefasta luego de El Último Maestro del Aire, para dejar la triste premisa de que Hollywood cada vez produce peores films, aunque por suerte, de vez en cuando hay excepciones a la regla, sino el fin del cine ya estaría decretado.
EL DIRECTOR QUE PROBÓ LAS CEREZAS DE LA MUERTE Existe una película japonesa llamada Battle Royale donde unos estudiantes se matan en una isla con el aval del estado. La experiencia se resume al estupor sanguinario porque Japón conquistó el imperio del morbo. Nadie reincide en la esperanza después de ver pornografía japonesa. Años más tarde, llega una película berreta titulada La Muerte en Vivo. Usaba el reality como materia prima y los participantes jugaban a la ruleta rusa. El suspenso de su megaobviedad explotaba con su tono culposo de denuncia. Mucho antes, The Truman Show se catapultaba como la película más festiva sobre realitys show, mientras que El Señor de las Moscas ya era un ícono de nenes locos.
Le siguen robando a Kurosawa Hace un par de días, le comentaba a mi buen amigo y crítico Alejandro Ricagno que después de ver French Can Can en Les Avant Premiéres, me parecía insultante que haya personas que veneren como obra maestra la versión de Moulin Rouge de Baz Luhrman. Alejandro me respondió: “Habría que encerrar 72 Hs a esas personas en una sala y mostrarles esta película y la versión de John Huston una y otra vez hasta que comprendan lo que de verdad es el cine”. No pensé que en menos de 24 horas, volvería a pensar lo mismo de otra película. Todo empezó con La Fortaleza Oculta (1958) de Akira Kurosawa. Una épica obra de aventura y acción con samurais, donde un caza recompensas marginal debía rescatar a una princesa de las manos de un emperador déspota. Un gran cinéfilo de la generación de los ’60/’70 de la nueva camada de niños genios de Hollywood, agarró el guión de esa película y la convirtió en una pequeña obra de ciencia ficción, que transformó la historia del cine contemporánea gracias a sus efectos especiales, y el carácter mítico que se construyó dentro y fuera de la diéresis del film. Por supuesto, hablo de La Guerra de las Galaxias (la original, la mejor) de George Lucas. Después de dos secuelas maravillosas y tres precuelas decepcionantes (con respecto a la original saga), llega a los cines la adaptación cinematográfica de la novela de Suzanne Collins, Los Juegos del Hambre de la mano de Gary Ross. ¿Qué tiene que ver La Guerra de las Galaxias con Los Juegos del Hambre? Nada… y todo. La historia se sitúa hace mucho tiempo (en el pasado o en el futuro), en algún lugar lejano. La estética retrofuturista y el hecho de que ningún sitio que se nombre existe, así como que los nombres de los personajes son completamente ficticios permite que pensemos que toda la acción puede pasar en otro planeta, otra dimensión, acaso. Al igual que en la película de Lucas de 1977, la historia ha comenzado hace mucho tiempo. Hubo una rebelión contra el imperialismo que fracasó, y por lo tanto, para castigar a los rebeldes cada año se celebran Los Juegos del Hambre, algo así como las olimpiadas, donde 24 chicos de 12 distritos se deben matar unos a otros como forma de tributo, y a la vez para recordar que no debe haber más rebeliones, pero también para dar una mínima esperanza de supervivencia. Son 74 juegos del hambre, por lo tanto, hace 74 años que el mundo está así. La cuestión que lo que empezó a ser un castigo se convirtió en pan y circo, y se gana mucho dinero a través de un reality show, donde se apuesta que adolescente va a ser el vencedor. En este sentido, el libro y la obra de Ross se separa de la de Lucas. Sin embargo, es imposible dejar de relacionar una obra mítica con la otra, especialmente, porque empieza con una introducción con letras blancas que ponen al espectador al tanto de lo sucedido (como Flash Gordon), porque el gobierno (el imperio) sigue siendo el villano, y porque la frase que acompaña a los juegos es: “que la suerte esté de tu lado”. Vamos… Collins, podías ser menos obvia… Y así se van filtrando referencias, algunas sutiles y otras más obvias La Guerra de las Galaxias. Esto no quita, claro que independientemente de esto, sea una obra interesante. Bueno, no lo es. El principio promete, Ross con cámara al hombro se dedica a hacer planos muy cerrados de sus personajes, dando una impronta casi independiente. Vemos a Jennifer Lawrence en una cabaña cuidando a su madre y hermana, filmada de esta manera, e incluso podemos imaginar que se trata de la secuela de Lazos de Sangre. Sin embargo, después, cuando comienzan los juegos y vemos como se construye el gobierno de El Capitolio, Ross elige símbolos propios del nazismo para representación visual: el logo es un águila erguida, los policías marchan como soldados alemanes (pero visten como los guardias de THX 1138, otro robo a Lucas) y los chicos que esperan para no ser elegidos para representar al Distrito 12 en los Juegos… parecen sacados de campos de concentración. ¿Hacía falta ser tan obvios? O sea, se nota a la legua que es un gobierno totalitario, pero tiene que parecerse tanto al nazismo. No pueden ser más sutiles o imaginativos. No, a Los Juegos del Hambre le sobre mucho, pero la falta de imaginación es alarmante. No me voy a molestar en hacer la comparación con Battle Royal, porque es tan obvio que lo nombraron todos los medios. La figura de los comentarista del reality show (a cargo de dos desaprovechados Stanley Tucci y Toby Jones) es similar a la del periodista que narraba la vida de Truman en The Truman Show. Y la alegoría polítca-apocalíptica sumada a un deporte ya se hizo en Rollerball y Carrera contra la Muerte. Innovador es que hayan elegido a una heroína fuerte, fría y valiente, y el muchachito sea un cobarde, romántico, cursi. Y hay que elogiar a Ross por seleccionar a Jennifer Lawrence, que se toma en serio a su personaje, consagrándose como una actriz sólida y verosimil. Expresiva con pocos gestos. No se puede decir lo mismo de Josh Hutcherson, que es menos creíble que Schwarzeneger como gobernador. El resto del elenco deja mucho que desear. Donald Sutherland como el presidente (una suerte de emperador de La Guerra de las Galaxias) promete tener un mejor rol en las secuelas. Elizabeth Banks hace lo que puede con su personaje surrealista, Woody Harrelson parece que creyó que estaba haciendo la secuela de Kingpin, Lenny Kravitz intenta actuar y solo se salva por unos minutos la joven Isabelle Fuhrman (la maravillosa protagonista de La Huérfana). Más allá del argumento risible, de las variadas influencias que intenta oculta de manera muy pobre, de los personajes unidimensionales, se le puede atribuir a Gary Ross, que al menos logra generar buenos climas de suspenso, y el ritmo del film es acelerado. No se notan los 142 minutos, aún cuando hay escenas románticas patéticas, completamente incoherentes con el resto del argumento. Si el film aburre es un pecado, dijo alguna vez Steven Spielberg sino me equivoco. Bueno, Los Juegos del Hambre no aburre al menos. Ross por otro lado intenta generar puntos de contacto entre su ópera prima, Amor en Colores y Los Juegos… Tenemos una pareja de jóvenes que ante un mundo con demasiadas reglas, desafían a los poderosos, haciendo valer su “amor” antes que las convenciones. Ambos pasan de un mundo real a uno imaginario, son seres marginales, pero que hacen valer su estatus social. Y ahí se acaban las similitudes. De la misma manera en que desaparecen los planos cerrados cuando empiezan los juegos, la autoría de Ross, queda completamente anulada. Tampoco que Amor en Colores sea una obra maestra, pero se podría haber esperado un producto menos planeado, menos superficial de parte de un realizador/guionista que busca diferenciarse en Hollywood, aun cuando revalidad el cine clásico de los años ’40 y ’50. Si Los Juegos del Hambre se quiere convertir en la nueva versión de La Guerra de las Galaxias, los productores y realizadores deberían aprender que no fue solamente la mitología alrededor de la historia, los efectos especiales o la aventura lo que hicieron exitosas a la saga de George Lucas, sino también el carisma de sus personajes, la química entre los actores, la falta de escrúpulos a la hora de citar a las obras de Michael Curtiz, Fritz Lang o Akira Kurosawa. En vez de querer crear otra saga de Harry Potter o de Crepúsculo inspirándose en fríos modelos contemporáneos, miren los seriales de los años ’30. No oculten el espíritu clase B. Pero los adolescentes compran y se fanatizan. Corren a las salas con los nombres de los personajes tatuados en la frente (los vi después de la película). A todos ellos habría que encerrarlos, por lo menos 15 horas seguidas, y mostrarles las 6 películas de las aventuras de Anakin y Luke Skywalker, una detrás de otra. Así, por lo menos van a comprender, que Los Juegos del Hambre no es ni más ni menos que una pobre remake, (con obvias referencias a los documentales de Leni Riefenthal), de otra mítica saga, que no merece, por ahora ser actualizada. Concluyo esta “crítica” con un mensaje para los pobres padres que deban acompañar a sus hijos a las salas: “Que la Fuerza los Acompañe”.
Anexo de crítica: -Sin dejar de lado el escandaloso parecido conceptual y temático con Battle Royale de Kinji Fukasaku, como todo proyecto concebido con fines especulativos desde el punto de vista comercial y atento a las prédicas conservadoras hollywoodenses para mantener intacto el parasitario vínculo con el rentable nicho adolescente mundial, Los Juegos del Hambre llegó con mucho ruido y marketing detrás para malograrse como otro producto de consumo y descarte que seguramente destrone al saliente Crepúsculo y eleve con este reciclado de ideas ya explotadas la figura de la ascendente Jennifer Lawrence y transforme a su escritora Suzanne Collins en un fenómeno literario, que la meca del cine se encargará de despersonalizar en el futuro como ya ha hecho con tantas obras donde las alegorías están a la orden del día.-
Los juegos del hambre es una trilogía de libros creados por Suzanne Collins por allá de 2008, (increíble, pero cierto) y que ha alcanzado una gran popularidad debido a su estilo ágil, entretenido, absorbente y juvenil de las novelas, que a mi parecer, aunque realmente son muy buenas, quizá debió haber exprimido la historia para más de tres libros, o en su defecto, hacer los tres volúmenes más largos. Hoy se llevó a cabo el estreno en varios países de latinoamérica la adaptación cinematográfica del primer libro que lleva por título Los Juegos del Hambre (para leer la reseña del libro en mi blog aquí), y vamos a experimentar un poco. Les dejo dos reseñas: la del no fan, centrándose exclusivamente en la película, y la del fan, para aquellos que ya han leído los libros. Reseña de un no fan. Los juegos del hambre ha creado expectación desde que los libros han sido vendidos en varios países teniendo ventas increíbles. Y si bien es cierto que el trailer no genera muchas expectativas, la verdad es que la película es bastante entretenida. Teniendo a Jennifer Lawrence en el papel protagónico, acompañada de Josh Hutcherson y Liam Hemsworth, la película se centra exclusivamente en Katniss. Quizá necesitaríamos un poco más de escenas con Peeta (Hutcherson) o con Gale (Hemsworth), pero es bastante agradable que, después de tanto romance con crepúsculo, todo esto pase a un segundo plano y nos enfoquemos en lo que realmente nos importa: Los juegos del hambre. Hay que mencionar que toda la historia antes de entrar a la verdadera acción, puede sentirse cansada, sin embargo, es bien llevada debido a que explican todo lo necesario: por qué fueron creados, con qué propósito, la relación entre personajes y un atisbo de la personalidad de cada uno, aunque faltó tiempo para ello. El sentimiento está presente cuando debe de estar, y la acción no está mucho más allá de una película juvenil: ni llega a los extremos de una especie de película gore, pero tampoco tan escasa como para una película infantil; está en la justa medida para hacer de la cinta algo entretenido. Con uso quizá excesivo para algunos de la cámara en mano, nos asfixia, nos hace sentir la tensión, la felicidad, la tristeza de la propia protagonista, convirtiéndose en nuestros ojos y oídos. Se agradece el uso medido de efectos especiales (nada fuera del otro mundo) porque al fin y al cabo, aunque futuro apocalíptico, sigue siendo el mundo real con personas reales, que no están exentas de las ataduras humanas, tanto en fortalezas como en debilidades. Y como todo el peso de la actuación recae en Katniss, se agradece que le hayan dado el papel a alguien como Jennifer Lawrence que ya alguna vez fue nominada al oscar a su corta edad por Winter´s Bone (Lazos de Sangre o Invierno profundo, según el país), y que demuestra que puede expresar con su rostro la mayor parte de los sentimientos que son necesarios en la película. La dirección no sobresale demasiado debido a que, como ya se mencionó, la película es centrada en un sólo personaje, por lo que no requerimos muchos esfuerzo, sin embargo, hay que darle una mención especial por las secuencias bien logradas desde la cosecha hasta el baño de sangre de la cornucopia. Quizá lo que falla es el soundtrack, que si bien no es lo espectacular o lo memorable que un pudiera esperar, es bastante para acompañar a la película. Ampliamente recomendable para los que no son fans. Reseña de Un fan (Contiene Spoilers) Desde que Lionsgate anunció la adaptación de la primer novela de Collins, y le pusieron fecha de estreno de 23 de marzo, muchos de nosotros ya esperábamos ansiosos a que la fecha esperada llegara. Y no nos ha defraudado. Con Lawrence al frente de la película, ésta es un fiel retrato del libro. Siempre es bastante complicado que una novela presentada en primera persona logre su cometido de ser fiel, pues la actriz en quien recae el rol principal debe ser bastante expresiva y debe lograr capturar en un par de segundos una o dos hojas de los libros llenos de pensamientos entre angustia, felicidad, tristeza y cualquier otro sentimiento humano. Y Lawrence lo logra. Y no hablemos del casting, pues a decir verdad tenía mis dudas, principalmente por Lenny Kravitz como el siempre fiel Cinna, pero sin embargo, cada actuación da en el clavo. Desde el despreocupado Haymitch (Woody Harrelson), Effie Trinket (Elizabeth Banks), el Presidente Coriolarius Snow (Donald Sutherland), Caesar Flickermann (Stanley Tucci) y el tiempo extra en pantalla de Seneca Crane (Wes Bentley), todos y cada uno tiene la actuación perfecta que cualquiera de nosotros imaginábamos. Y todos los tributos también, desde Cato hasta Peeta, cada uno tiene la importancia justa. Sinceramente, desde La Comunidad del Anillo (2001) no veía una adaptación de una novela tan fiel al libro que dejara satisfechos a todos los fans. Es cierto, hay personajes y escenas omitidos, y otras tantas extras, pero todo tiene el ritmo necesario y su justificación precisa para lograr que alguien que no sea fan lo entienda, y obviamente para quienes somos fans veamos reflejado en la pantalla lo que llegamos a imaginar del libro. La muerte de Rue es lo suficientemente sentimental, así como la desesperación y la tristeza presente en la cosecha; ya no digamos la dosis de romanticismo que muchos de nosotros temblamos al pensar que tomaría el papel principal ante la salida de Crepúsculo. Pero Gale tiene el tiempo en pantalla suficiente para darle su importancia debida y no llevarlo más allá de lo que es: una trama secundaria. Quizá haya secuencias que no son precisamente como nos imaginamos, pero cumplen. Y aquí mencionaría la escena de los trajes de Cinna, que si bien no son tan espectaculares como lo describe el libro, la verdad es que la entrada en carruajes es simplemente espectacular. No sé ustedes, pero a mi me encantó. Si consideramos que la clasificación fue PG-13, la violencia está presente también en la cantidad justa. No es de sorprenderse si consideramos que la propia autora colaboró en el guión y estuvo al pendiente de la producción. Con adaptaciones como esta, realmente son bienvenidas las franquicias de libros llevadas a la pantalla grande. Hay ciertos detalles que pueden fallar, claro, pero todo lo necesario para crear una película entretenida y satisfactoria para fans está presente. No por nada rompió récords de preventa. Esperamos que la segunda parte (a mi consideración el mejor libro de los 3) sea tan buena como ésta.
Esta es una película que pertenece al género fantástico: propone una historia donde los jóvenes deben luchar, literalmente, por sus vidas. La carnicería forma parte de un reality televisado a todo el país, para mantener a la población dócil aunque esté muriendo de hambre. Los lobotomizadores son los dueños del juego, y los mismísimos ocupantes de la Capital. Es como si la dirección de arte intentara sintonizar alguna película distópica de Terry Gilliam. De hecho, hay mucho de otras películas en Los Juegos del Hambre: la más obvia es la referencia a Batalla Real (2000, de Kinji Fukasaku), cuya premisa es casi la misma pero la ejecución es completamente diferente. No se necesitaba ser un gurú de la taquilla para adivinar cuál iba a ser el éxito sucesor de los huecos que dejaron las franquicias literarias como Harry Potter o Crepúsculo. Los Juegos del Hambre, como las dos mencionadas, tiene algo para todos y trata de no ofender a nadie, como sucede con este tipo de superproducciones de Hollywood. Eso no está bien ni mal, pero explica -en parte- la razón de su triunfo. Los demócratas ven a este film como una parábola donde los malos representan a la derecha más belicosa y avara de Estados Unidos. Y los republicanos se ven a sí mismos como los jóvenes que desafían a un sistema corrupto y negligente como el que dirige el engañoso personaje de Donald Shuterland (el presidente Snow, con una barba tan blanca y celestial como el nombre indica). Jennifer Lawrence es la joven heroína de esta película. Es una actriz de verdad: puede emocionarnos momentos antes de entrar a la arena de gladiadores y también en la arena de gladiadores. Faltaría que empiece a gritar si estamos entretenidos. Es una criatura indefensa y marginada, sin llegar a un personaje tan extremo como en Lazos de Sangre (Winter's Bone, 2010) que podría ser una suerte de Los Juegos del Hambre real y diez veces más terrible. En aquella película ella tenía que usar un rifle viejo y anticuado para matar ardillas y así alimentarse. Aquí tiene que usar el ingenio y el arco y la flecha si quiere salir con vida. Se complementa con Josh Hutcherson, una verdadera revelación para quien no haya visto Mi Familia (The Kids Are All Right, 2010). Los dos tienen química y hacen creíbles sus personajes. Como los actores secundarios (entre los que destacamos principalmente a Wes Bentley, Woody Harrelson y Stanley Tucci como un presentador que se roba las escenas en las que aparece) su trabajo es excelso y casi irreprochable. Aunque muchos sean personajes de stock, principalmente algunos de los involucrados en los juegos. Lamentablemente la película nos pide que nos involucremos sentimentalmente con ellos cuando no son más que meros estereotipos. Además: si cada vez que alguien muere se escucha una explosión y aparece una identificación en el cielo: ¿cómo un personaje puede desesperarse cuando alguien muere? ¿no sabe que a los pocos segundos verá su cara en las nubes? Gary Ross (el director de Alma de Héroes, es linda película sobre un jockey, un caballo y la industria automotriz) y salva a esta primera instancia de ser una floja adaptación literaria como la saga de Crepúsculo. Dirige bien a los actores y nos da una idea clara de lo que está pasando. Pero no sabe cómo filmar la acción o bien -órdenes de productores mediante- se abstiene de mostrar demasiado para evitar una calificación para mayores que restrinja a la potencial audiencia. Muchas de las secuencias dentro de los juegos propiamente dichos son incomprensibles. Seguro, podría hacer uso de la vieja enseñanza de Hitchcock (decía, básicamente, que las peleas sin ayuda del montaje eran aburridas) pero en esta época se trata más de complicadas y bellas coreografías. Sin contar demasiado, el grand finale del tercer acto no está a la altura de las expectativas: y después de dos horas y casi veinte minutos, merecíamos algo mejor que perros hechos por unos y ceros envueltos en las convenientes sombras de la noche. Los Juegos del Hambre no resiste a las comparaciones con la mayoría de las películas aquí citadas, pero es una película sólida. El elenco debería ser suficiente para que cualquier excéptico le de una oportunidad. No hay demasiada violencia, no hay escenas de sexo, no hay nada que pueda ofender a nadie y propone ideas que ya han sido aceptadas por el sentido común, como que un reality show es destructivo y no tiene nada de civilizado. No está mal, pero aún así sigue siendo una versión light de lo que podría haber sido -o no, nunca lo sabremos- una gran película.
Siempre sostuve, y aun lo hago, que comparar literatura y cine no es del todo justo. Ambos formatos tienen recursos narrativos distintos y los tiempos de uno no pueden casi nunca condecirse con los del otro. Asique más allá de advertir que esperaba con grandes ansias The Hunger Games, Los Juegos del Hambre su título en español, porque su referente literario me había cautivado, trataré de no hacer demasiados paralelismos, simplemente los necesarios, y de no caer en ese tremendo e insalubre fanatismo que a veces sacude a algunos lectores de comics cuando sus favoritos se adaptan a la gran pantalla como sucediera, por ejemplo, con Watchmen en su momento. Si he de achacarle algún pecado a la cinta es que intente satisfacer a tres géneros como el drama, la ciencia-ficción y la acción, aunque escasa pero presente, resultando finalmente una película desabrida que se balancea infructuosamente entre esos tres puntos sin terminar de desarrollarse por completo. Eso sin contar los significativos baches que presenta el guión, co escrito entre la propia Collins y el director del film Gary Ross, colaborando a que aquel espectador que no haya leído la novela se pierda por momentos. Sé que es difícil que cuando una obra literaria presenta varios personajes con igual importancia, su adaptación a la pantalla grande logre fielmente la misma profundidad psicológica; sin embargo en The Hunger Games vemos un desfile de 24 concursantes del que apenas sabemos el nombre y que terminan por no manifestarnos ningún tipo de identificación, ni sorpresa, ni mucho menos amenaza. Que Katniss, interpretada muy correctamente por la magnífica Jennifer Lawrence tenga que sobrevivir a un medio hostil nos es indiferente porque ese medio está totalmente desdibujado, los 23 enemigos de los que escapa de continuo no llegan nunca a ser un verdader peligro como así tampoco lo es ese medio ambiente en el que se mueven. La cosa queda reducida a un mero entretenimiento televisivo con el que el poder de turno quiere demostrar su dominio; y si bien eso ya conformaría una buena herramienta de reflexión, la violencia sin sentido, la deshumanización del ser humano, etc, el ritmo, por momentos demasiado pausado, termina por socavar cualquier intento de generar una. Muchos son los que toman esta nueva saga, o mejor dicho trilogía, como la sucesora de la ya finalizada Harry Potter o la ya casi a punto de terminar Twilight, sin embargo, y aun cuando Los Juegos del Hambre sea ciertamente muy superior a esta última, aquellas sabían perfectamente al público que apuntaban tanto con sus métodos narrativos como su ritmo. Aquí no hay lugar para que las relaciones entre los protagonistas se planteen sólidamente quedando en segundo plano sus motivaciones o una buena y contundente identificación con el espectador. Cosa que sí se logra en lo literario. Lawrence enamorará a los que ya la conocen por otros trabajos, no por su Katniss, Peeta, interpretado por Josh Hutcherson no generará prácticamente nada, ni sospecha ni cariño como su retrato literario. The Hunger Games trata de ser fiel al original, incluso en esos primerísimos primeros planos que tiene para transferir el aspecto de primera persona en la que está narrada la obra. Incluso en ese continuo movimiento de cámara para darle más veracidad a lo que sucede, pero descuida constantemente detalles centrales que hacen a la verdadera adrenalina de la historia. Y aun peor, desestimando datos que son los que después de todo nos dejan con ganas de segundas partes. Podríamos tomar esta primera entrega como una forma de presentación, como un botón de muestra de lo que podrían ser las otras dos partes futuras, Catching Fire y Mockingjay, sin embargo el estilo narrativo de Ross me parece desacertado queriendo hacer de una cinta que han vendido como algo más comercial, un drama intenso que finalmente se siente tibio. Es de entender que siendo la historia un relato realmente violento, al que varios ya comparan con Battle Royale pero más lavado, la decisión de cómo se lo cuenta no haya sido fácil si la premisa era vender. Pero la realización ha quedado entonces en una cobarde mirada a la violencia sin sentido, en una estereotipada crítica a la sociedad del Gran Hermano que ya adelantaba Orwell. The Hunger Games puede llegar a ser un éxito arrollador, para los infaltables ávidos por otras sagas, pero honestamente dudo que llegue a ser una gran saga si siguen apostando por los mismos recursos narrativos, por esas elipsis sin sentido, si siguen apostando por un público conocedor de la historia literaria que sepa completar los espacios en blanco. Sin demasiada fibra ni adrenalina, este film, uno de los más esperados del año, es una apuesta pálida y por momentos incluso aburrida para una historia que realmente daba para mucho más.
NOMINADOS Y SOBREVIVIENTES El juego que mejor juega la TV ahora se disfraza de cine apocalíptico para traernos una violenta fábula. Estamos en algún lugar de la Tierra y en algún tiempo. El poder organiza cada año un perverso certamen: representantes de los doce distritos del territorio deben medirse en una prueba mortal. Sólo uno se salvará. El resto morirá. Vale todo. Y el vale todo alcanza también para caracterizar al poder, dueño absoluto, organizador y aprovechador de esta feroz cacería. Como mucha historia de ciencia ficción, la narración no resigna su aliento anticipatorio: se mata por matar; los sentimientos no cuentan; la cultura es sobrevivir sin importar el cómo; la crueldad y la muerte es parte de un espectáculo; el poder y el pueblo necesitan eliminados y ganadores. Las alternativas de ese juego siniestro se siguen por supuesto por la TV. El público participa. Y los jerarcas intervienen en la competencia para mejorar el suspendo. Violencia, poder despótico, lucha de clases, exitismo ramplón y la muerte convertida en espectáculo. De todo esto habla esta nueva saga juvenil que trata de neutralizar tanta barbarie con el viejo truco del romanticismo. (*** BUENA)
El pasatiempo mortal de una sociedad decadente Hay que tener en cuenta que el director Gary Ross decidió llevar al cine un éxito editorial sumamente popular entre el público adolescente y juvenil que cuenta una historia sin demasiados elementos originales, lo que implicaba un desafío con bastantes riesgos potenciales. El realizador sale airoso de la prueba y establece un buen primer peldaño para lo que seguramente será una saga más que taquillera, porque tiene todos los elementos necesarios como para encantar al mismo público que consume las novelas. Y uno de los principales aciertos del director está en la elección de la protagonista: Jennifer Lawrence es una de las apariciones más prometedoras de la pantalla, desde aquel memorable trabajo en "Lazos de sangre" (que le valió una postulación al Oscar) después de varias participaciones en distintas series de televisión. La chica es dueña de un carisma notable y actúa con sensibilidad e inteligencia; de otro modo no habría podido soportar un papel protagónico con las características del que le tocó en esta producción. La narración de las desventuras de Katniss Everdeen está contada casi exclusivamente desde el punto de vista de la joven, por lo que ella está permanentemente en la pantalla; la muchacha resuelve admirablemente el desafío. Otro punto a favor que muestra el filme es la inteligente y creativa ambientación en un futuro cercano, en la inquietante Panem (el territorio que antes fue EE.UU, ahora dividido en 12 distritos) habitada por un sociedad decadente que busca en los Juegos del Hambre (una competencia del estilo de los reality shows, pero a muerte) la distracción que los aparte de la monotonía de sus existencias reales. Como en las viejas novelas de ciencia ficción, hay aquí una velada crítica a los pueblos que han perdido valores como la solidaridad o el sentido de equidad, y a la nociva penetración de la televisión en la sociedad, pero no es el tema fundamental. La estructura del argumento gira alrededor del drama y las aventuras que corre la protagonista, sin descuidar el costado sentimental. En ese sentido, puede criticarse una pintura demasiado superficial de ciertos personajes secundarios que merecerían un desarrollo más profundo (el desgastado ex ganador de los juegos que encarna Woody Harrelson, el presentador del reality que compone Stanley Tucci y el propio presidente de Panem, a cargo del siempre eficaz Donald Sutherland). Pero también es cierto que este es el primero de los capítulos de una saga, y que ya habrá tiempo para ocuparse de esos personajes. La película está muy bien contada, con un correcto manejo de los ritmos y de los climas, a pesar de que sus 142 minutos pueden resultar excesivos. También puede apuntarse como logro del director el haber dosificado con buen criterio las escenas "lentas" con los pasajes de acción, plenos de vértigo pero puestos en la pantalla con gran claridad y precisión; el uso de los efectos especiales está en función de la narración y no para lucimiento de los efectos en sí mismos. Y, desde luego, el mérito principal es el de haber instalado en el público un tema y una cantidad de personajes que seguramente cobrarán aun más popularidad que la que les dieron las novelas, y que asegurarán la continuidad de la saga
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Dejemos de lado el hecho de que “Los juegos del hambre” se base en la primera de una serie de novelas de enorme éxito entre adolescentes en los Estados Unidos. Es un dato menor, como es un dato menor la historia: en el futuro, en ese país, un Estado totalitario pide a sus “distritos” que entreguen un chico y una chica de entre 12 y 18 años, que durante dos semanas participan de un reality show donde deben matarse y solo uno quedar con vida. Sabemos que hubo antes una “rebelión” contra la metrópolis. Sabemos que los chicos de los distritos “ricos” entrenan en academias toda su vida para ofrecerse como voluntarios, y los pobres no tienen más remedio que ir por sorteo. Aquí sucede que una joven toma, voluntariamente, el lugar de su hermanita de 12 años. A partir de allí, el realizador Gary Ross –que tiene dos muy buenas películas en su haber, “Amor a colores” y “Alma de héroes”, donde la cuestión social aparece como columna vertebral de un relato fantástico o épico– despliega algo más que un film épico con la televisión de fondo: un cuestionamiento permanente sobre cómo se hacen films en Hollywood y cuál es el verdadero sentido (estético y moral) de contar cualquier tipo de historia. Todo el film es el rostro y el cuerpo de Jennifer Lawrence, que nos contagia piedad, desesperación, coraje e incluso –gran detalle del film– la sutil autoconciencia de comprender las reglas del espectáculo. Puede verse como un entretenido film de aventuras, pero ¡atención!, que esconde varias capas que la hacen memorable.
Con algo más que la suerte de su lado Debo aclarar que sólo leí la entrega inicial de la saga literaria de Los juegos del hambre, pero no los dos siguientes libros, En llamas y Sinsajo, aunque uno ya puede hacerse una idea bastante sólida respecto a los méritos de la trilogía y las razones de su éxito. Al menos en la primera novela podemos encontrar una narración que, a pesar de estar dirigida al público juvenil, no ahorra una violencia que no sólo impregna el ámbito físico sino también el psicológico y el social, con doce distritos obligados a ofrecer cada uno dos jóvenes como tributo (el término de por sí los convierte en mercancía) en una competencia a muerte organizada por el Capitolio (otro término deformado hasta el extremo) y televisado a todas partes. A medida que se fueron anunciando los nombres detrás de la adaptación cinematográfica, la expectativa fue creciendo. No sólo por los integrantes del elenco, sino también por el director, Gary Ross, quien había demostrado en Alma de héroes que poseía la visión completa de lo que necesitaba una película deportiva basada en hechos reales: amor por los personajes y sus pequeños grandes logros, sentido épico, conciencia del vínculo entre deporte e Historia (así, con mayúsculas, con toda la carga política que implica), fisicidad en la puesta en escena. El enigma radicaba en si iba a poder plasmar en Los juegos del hambre el reverso de la moneda, el lado oscuro del deporte. La pericia del realizador iba a determinar si el film iba a tener vuelo propio o si se iba a parecer más a la saga Crepúsculo o las dos primeras películas de Harry Potter. Pues bien, ya desde su mismo comienzo, la versión cinematográfica de Los juegos del hambre apuesta a diferenciarse en la trama, estableciendo vínculos con el espíritu, la modalidad del relato, la construcción de personajes y el desarrollo de las temáticas. Para empezar, con un montaje a hachazos, que se emparenta con el estilo literario de la novela. Pero también con una vasta autoconciencia de las instancias del espectáculo y cómo se pueden adaptar a los moldes más siniestros. La sociedad que se describe es una de puras apariencias, exhibicionismo e hipocresía, con un contraste permanente con los doce Distritos. La textura fílmica y novelística se emparentan: sus enunciados no son precisamente sutiles, pero eso no resiente su impacto. Y si el film de Ross también se sitúa en el punto de vista de Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence, probablemente en su mejor actuación), esa heroína imperfecta enfrentada a situaciones que la abruman, durante la mayor parte del metraje, no deja de permitirse el explicitar (o más bien espiar, casi como un testigo oculto) las acciones del Poder (seguimos con las mayúsculas) del Capitolio, manejando los hilos de los eventos, moviendo las piezas, con absoluta conocimiento de la falsedad de su accionar, de la deformidad de la competencia, de las luces del espectáculo que sólo iluminan lo conveniente, del horror disfrazado de telenovela romántica. Por eso, los personajes de Seneca Crane (Wes Bentley), el Organizador de los Juegos, y el Presidente Snow (Donald Sutherland, de taquito y brillante) tienen mucha más incidencia y no están casi en abstracto, como en el material de origen. En especial el segundo, a quien en un momento se le escucha una lúcida y a la vez cruel reflexión sobre la contención de la esperanza. Los juegos del hambre es una adaptación que obliga a preguntarse a los devotos de la novela sobre cuánto se pone de uno mismo en las imágenes, pero también al espectador que nunca visitó ese universo a no descartarla fácilmente. Esto se da no sólo por la innegable capacidad de Ross para hacer avanzar la historia ágilmente y sin pozos durante dos horas y media, con tensas y vertiginosas escenas de combate en donde se reflexiona crudamente sobre la violencia ejercida por los más jóvenes a la vez que se realiza una hábil labor de ocultamiento, sino por cómo piensa el texto de base. Allí entabla un paralelismo con Harry Potter y el prisionero de Azkabán, donde aparecía un director como Alfonso Cuarón con el atrevimiento de poner sus propias obsesiones y capacidades al servicio de un personaje emblemático. A diferencia de otras franquicias, la primera parte de Los juegos del hambre cumple con las expectativas y abre todo un abanico de posibilidades para las continuaciones. No es poco en estos tiempos de productos sin alma.
Gran afano Apologética antes que crítica, "Los Juegos del Hambre" se presenta como un eslabón más en la cadena de consumismo destinada a un público adolescente, y no tanto, que es incapaz de analizar ni mucho menos cuestionar lo que se le ofrece. La propuesta llega por lo menos diez años tarde de lo que fue el furor mundial por "Big Brother", show televisivo creado en Holanda en el que hace base esta historia de una chica que debe participar en un show donde 24 participantes deben eliminarse -matarse- entre ellos. Cada uno de los jóvenes pertenecen a un distrito excluido del resto de una nación que decidió castigar a aquellos que se rebelaron al sistema creando este programa siniestro. Pero nada tiene demasiado fundamento, el director prefirió obviar las explicaciones y pasar directamente a la acción. Así ignoramos por qué los habitantes de los distritos segregados parecen personas comunes mientras los habitantes del capitolio parecen salidos de un dibujo animado; por qué algunos distritos se preparan para esta batalla y otros no, etc. Para peor, la propia lógica del filme es manipulada de la misma manera que los personajes manipulan el show; manipulación que la protagonista en su inicial estado de "pureza" repudia pero que luego aprende a utilizar en una clara muestra de resignación y asimilación por parte del sistema. La exclusión por parte de iguales, haciendo el trabajo sucio que el poder delega en los participantes que hacen del culto al ego una religión, es desde hace tiempo moneda corriente en el modelo televisivo mundial. Como parte de ese modelo, esta película es una cáscara vacía de contenido que expone como un mero entretenimiento aquello de que de por sí plantea dilemas más profundos. Estamos ante un pastiche logrado al mezclar algo de la secesión, con un toque nazismo y varios sinsentidos que el director nunca se opupa de justificar siquiera. Más allá del tedio que povocan varias escenas, ni las de acción valen destacarse dado que están presentadas de manera confusa para evitar que sean explícitas y consecuentemente conseguir la calificación necesaria para llegar al público menor de 18 años. Si "Live!" -aquel controversial filme protagonizado por Eva Mendes- contenía una propuesta de show llevada al extremo, donde los participantes jugaban una ruleta rusa en tv; al menos proponía abiertamente un debate acerca de los límites en los medios y hasta donde era capaz el ser humano de exponerse por un minuto de fama y la posibilidad de ganar dinero. Más darwiniana y llena de matices que "Los Juegos del Hambre" no tiene, la japonesa "Battle Royale", con Takeshi Kitano, presentaba a la competencia que el filme que nos ocupa copió flagrantemente, como una denuncia social al tiempo que parodiaba al extremo lo que en el 2000 era una moda televisiva. Una vez más, una crítica cinematográfica irá en contra de la taquilla. "Los Juegos del Hambre" seguramente tendrá sus secuelas en la pantalla merced a una buena recaudación. Eso habla sin dudas del triunfo de una ideología, la de la cosificación del individuo, que ya ganó terreno en nuestra cotidianeidad y que esta película promociona sin tapujos.
Enorme Pie Derecho ¡Aplausos largos y cascabeles! "The Hunger Games" tiene la combinación exacta de acción, suspenso, drama, política y personajes que hacen que sea una propuesta de verdadero disfrute cinematográfico. Tiene ese atractivo que pocas películas pueden lograr, que supera la expectativa que uno tiene sobre un producto hollywoodense (sin dejar de serlo) y por supuesto, la tiene a Jennifer Lawrence, actriz destinada a convertirse en una gran estrella de esas que dejan su marca indeleble. Ya lo adelanté el año pasado cuando aseguré que esta joven revelación iría adquiriendo cada vez más valor dentro del medio, ¡y vaya que lo está haciendo! Confieso que no leí ninguno de los libros, pero si estuve investigando acerca de ellos y la forma en que se decidió darles vida en la gran pantalla, por lo cuál puedo asegurar que es una adaptación que cumple con el contenido esencial de la obra literaria sin olvidarse de que debe entregar un film entretenido y fiel en vez de una transcripción gráfica de lo escrito. Para los que no tienen idea de que se trata, la historia se plantea en un escenario post apocalíptico en el que un país está dividido en 12 distritos controlados por el gran Capitolio, gobierno corrupto y de unos pocos. Para conmemorar la revuelta de los distritos, cada uno de ellos selecciona una mujer y un varón entre 12 y 18 años para competir a muerte contra los demás en los llamados "Juegos del Hambre", capricho de la sociedad snob que sacia su sed de morbo a partir de la televisación de esta sangrienta batalla. Cualquier similitud con la realidad... El ritmo y la dinámica son hipnóticos, al punto tal de que uno se olvida que el metraje se extiende por más de 2 horas y lo deja con ganas de ver más, de vivir y conocer mejor a estos personajes, que en algunos casos, les bastó con menos de 10 minutos en pantalla para dejarnos enganchados y querer saber mucho más acerca de ellos. Con mis disculpas a los fanáticos de "Twilight", pero ésta es un verdadera franquicia "Pop" de calidad, que no insulta la inteligencia del público y le plantea una historia adulta y entretenida que merece respeto y atención. Inicia su camino para convertirse en la Madonna del Pop y no una simple, cursi y ordinaria Miley Cyrus. Hay momentos de adrenalina total, momentos para reírse y otros para horrorizarse, para compenetrarse y sorprenderse, "Los Juegos del Hambre" me dejaron con la boca abierta. Bien merecido tiene su 3er puesto de mejor estreno de la historia del cine.
Muchas son las producciones que han trabajado desde diversos lugares la idea de un futuro nada promisorio para la mayor parte de la humanidad. Para ejemplo puede citarse un clásico emblemático, el film australiano “Mad Max” (1980), de George Miller. Tampoco es sorpresa la utilización de los jóvenes, tal cual atenienses, para ser los sacrificados. En ese mismo orden se encuentra la mirada sobre la penetración de la televisión como entretenimiento fatídico, modelador del goce voyeurista. En tal sentido bastaría mencionar “Carrera contra la muerte” (1987), de Paul Michael Glaser, o “Carrera Mortal” (2008), de Paul W. S. Anderson. En el idéntico dictamen narrativo, la competencia “deportiva” como paradigma, vale mencionar la realización de Norman Jewison “Rollerball” (1975), pero con el aditamento que en “Los juegos del Hambre” no es un equipo, hay un sólo ganador, el que sobrevive. Filme que viene a intentar ocupar el espacio vacante que deja la saga (al fin se terminó) sobre Harry Potter; con las mismas intenciones que tienen las de “Crepusculo”. Además, todas tienen como punto de unión la prosecución de una abultada taquilla. Es por eso que nada les importa demasiado, ni la previsibilidad del relato, ni las incoherencias de construcción, tanto de la trama como de los personajes. A ello habría que agregarle la instalación de un discurso bastante nefasto desde lo ideológico. Pero esto dejémoslo para el final. En un futuro incierto, los Estados Unidos de Norteamérica (y no pongo siglas deliberadamente), tendrán otro nombre: “PANEM”. Si alguien logra descifrar la palabra, ruego me lo hagan saber. No se sabe cuantos “distritos”, ya que no son estados, la conforman, unos en la opulencia, otros en la miseria. Se cumplen 74 años de la primera competencia organizada por el poder del Capitolio, hecho que conmemoraría la ultima guerra civil en la que doce distritos se sublevaron, se supone que por hambre. Aplacada la sublevación son castigados, y así todos los años tienen que sortear entre sus adolescentes, de entre los 12 a 18 años, a dos representantes, uno por sexo, de cada distrito para competir entre ellos. El ganador es uno, los 23 restantes mueren realmente en la competencia a mano de sus adversarios. La sola presentación del filme, con una voz en off que refiere lo apuntado anteriormente, y la presentación de Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) como una más, diestra cazadora de arco y flecha, además no le teme al peligro, da cuenta clara de quien será nuestra heroína. Su compañero de ruta es Peeta Mellark (Josh Hutcherson), un joven de ética inquebrantable y un corazón de oro. Ella se ofrece voluntaria para los juegos en reemplazo de su hermanita que salió sorteada. Él, en cambio, no tiene a nadie que desee hacer lo propio. Desde este momento todo será una gran recreación del Coliseo Romano. Estos jóvenes gladiadores serán nombrados como “tributos”. Entonces ¿cómo se los debería denominar a los espectadores? El director se toma la mitad del excesivo metraje para presentar a todos los personajes, tal cual un circo, en este caso romano. Algunos son verdaderos hallazgos, más por las interpretaciones que por los personajes en sí mismo, tal el caso, y en orden de valía actoral, del adiestrador Hamitch Abernathy (Woody Harrelson), el presentador de TV Caesar Flickerman (Stanley Tucci), Claudius Templesmith (Toby Jones), o el Presidente Snow (Donald Shutterland). Pero cabe aclarar que la responsabilidad de sostener toda la narración, en cuanto a actuación se refiere, cae sobre la espalda de la joven actriz Jennifer Lawrence, quien ya fue nominada al Oscar por su trabajo en la producción “Lazos de Sangre” (2010). Ella le otorga al personaje una carnadura creíble, que transita desde la más férrea dureza a la compasión y el afecto, atravesados por una delicada sensibilidad, sin caer en melosos sentimentalismos. Respecto de los rubros técnicos, se puede decir que lo más destacable es el diseño de sonido, conjuntamente con la banda sonora, en tanto la dirección de fotografía esta trabajada sólo para que el espectador pueda ver sin demasiado esfuerzo, mientras la escenografía y el vestuario parecen recargados sin demasiado sentido, y menos aportes. En lo que se refiere a lo ideológico, uno podría entenderlo como “Crimen y Castigo”, el crimen es luchar por obtener la “libertad”, el castigo son los juegos. La producción esta basada en la primera novela de una trilogía escrita por Susanne Collins. Alguien debería informarle a esta buena señora que el hambre no es un juego, hambre es no haber comido ayer, no haber comido hoy, y no saber si habrá comida mañana.
Creo que el hecho de que en Los juegos del hambre no haya habido otros personajes realmente importantes aparte de los dos del distrito 12, le resta adrenalina a la hora de proyección que duran los juegos, que así terminan siendo sólo entretenidos pero no apasionantes. Me pareció interesante la idea de mezclar el show televisivo con algo tan terrible como la...
En Panem, la sociedad que alguna vez parece haber sido Estados Unidos se encuentra ahora reducida y dividida en 12 distritos cada uno más pobre que el siguiente. Como demostración de poder, el gobierno celebra cada año un torneo televisado en el que los participantes compiten hasta que solo uno de los 24 queda con vida, alzándose como el único vencedor. Un primer acto de más de una hora (un poco desproporcionado contemplando que el metraje dura unos largos 142 minutos) sirve para contextualizar al espectador en este futuro distópico en el cual la clase gobernante tiene un particular mal gusto a la hora de elegir su vestimenta (invitándonos a sugerir que solo su moda sería suficiente motivo para una profunda incitación al alzamiento popular) y se dedican a elegir al azar a dos jóvenes para representar a sus respectivos distritos en "Los juegos del hambre". Curioso resulta que los personajes están tan mal construidos que difícilmente logremos empatizar con muchos de ellos. La joven y bonita Jennifer Lawrence (ese talento que a los 19 años ya había recibido una merecida nominación al Oscar por su enorme papel en Winter's bone) tiene la ventaja de ponerse en la piel de Katniss Everdeen, quien a diferencia de los demás cuenta con motivaciones y el suficiente contexto como para que su personaje sea creíble y afable. El resto son tan vacíos (interpretativa y constructivamente) que ni siquiera despiertan odio o simpatía, al punto de que a pesar del peso que sus personajes pueden tener en la historia, se sienten como que están de relleno y para acompañar. Existe sin embargo un personaje menos que secundario que sin quererlo se convierte en quien más y mejor responde a la lógica de la película. Se trata de una señorita pelirroja que prácticamente sin reproducir ninguna línea de dialogo, cada vez que se la muestra se encuentra corriendo de un lado a otro, escapando sin atacar a nadie y sencillamente intentando sobrevivir. Lo irónico es que aun sin recibir importancia en el relato y sin contar con una caracterización determinada, resulta ser la que más claro tiene su rol en la película. Otro factor que demuestra cuán simple es a nivel argumental y conceptual la historia es el hecho de que los personajes pueden diferenciarse muy fácilmente en las (aquí) para nada relativistas categorías de "malos" y "buenos". Los malos pese a querer sobrevivir son muy fácilmente identificables como malos por oposición a la buena, que al fin y al cabo busca lo mismo que ellos: seguir existiendo. Inclusive como crítica social, de haber sido lo suficientemente fiel al libro, Hunger Games peca de tibia. No vamos a recriminarle que haya tomado prestadas ideas ("tomado prestadas" como eufemismo de robado, o -como dice un amigo- "wachiturreado") desde Huxley, pasando por Orwell hasta Takami (responsable de la novela luego hecha película Battle Royale), sino que simplemente como idea o argumento general parezca una excusa para encubrir una historia capaz de seducir al mismo público adolescente de Crepúsculo, que nutriéndose de este producto se jactará falsamente de consumir otro presuntamente más intelectualoide. El problema es que los realizadores se preocuparon en enfatizar sobre el contexto en que sucederán los juegos solo lo suficiente como para justificar las posteriores escenas de supervivencia. En un sentido muy mediocre y efectista su pensamiento es correcto ya que logran seducir a la mayoría del público, pero subvalorando su capacidad intelectual. Si pensamos en dos películas tanque pochoclerísimas y recientes como Inception y The Dark Knight, resultaría injusto no esperar de un talentoso director como Gary Ross (responsable también de Pleasentville) un producto como llaman los americanos "Blockbuster with brains", o sea una película pochoclera con cerebro.
Basada en la novela homónima de Suzanne Collins, esta película, que posee muchos puntos en común con el film japonés del 2000 titulado "Battle Royale", es una propuesta con buenas actuaciones, un espíritu de salvajismo bien logrado por momentos, y con una narración que respeta el material original, pero que no profundiza en las diferentes temáticas rebeldes y filosóficas que va introduciendo.
En la línea de algunos clásicos del cine, “Los juegos del hambre” propone una mirada al futuro de la sociedad, reorganizada de forma autoritaria después de una guerra civil. Basada en la primera de tres novelas editadas en 2008, la película recuerda la atmósfera de íconos como “Brazil”, “1984”, “Blade Runner”, “Metrópoli” y “Truman Show”. El país está dividido en distritos, algunos pobres y otros riquísimos. Cada año el gobierno organiza unos juegos en los que dos adolescentes de cada zona deben competir hasta que sólo uno sobreviva. Mientras, todo el proceso es televisado como un reality muy popular. Metáfora social, política y mediática, el filme hace hincapié en la morbosidad y la inequidad, además de la naturalización de la violencia promovida desde el mismo poder.
El reality de la vida y la muerte Vomitando petróleo las tripas desarrollan la música del hambre (Carneviva, “El árbol de los jíbaros”) El filme de referencia ha sido catalogado (por la industria, pero también por la crítica y el público) como perteneciente a ese territorio de un cine para adolescentes, en el que entraría la saga de “Crepúsculo” y “Soy el número cuatro”, entre otros. En común tienen el venir de sagas literarias, herederas de un público que creció con Harry Potter (héroe que también creció, por cierto). La primera diferencia es obra de Suzanne Collins y su libro, el primero de la Trilogía de los Distritos. Porque la autora ubica la acción en un futuro indeterminado y distópico, en una nación llamada Panem ubicada en lo que otrora fuera América del Norte, más de siete décadas después de una rebelión de los diferentes distritos en los que se divide el país, en contra de un poder central, ubicado en una populosa ciudad conocida como el Capitolio. Derrotada la insurrección, como recordatorio y castigo se instituyeron Los Juegos del Hambre, una competencia en la que participan un varón y una mujer de entre 12 y 18 años por cada uno de los 12 distritos. Básicamente se trata de un reality show que hace las veces de circo romano para los habitantes del Capitolio (con su especie de “pseudorrefinamiento neorrococó”) pero también seguido por los hambreados integrantes de los distritos, que esperan que sus representantes ganen. Para ganar, simplemente hay que ser el único sobreviviente en una batalla a muerte sobre un terreno agreste y lleno de trampas, pero eso no quita que se armen juegos de alianzas al estilo “Gran Hermano”. La diferencia es que nadie pidió estar allí. O algunos sí: algunos son unos mercenarios entrenados. Pero la protagonista de la historia es Katniss Everdeen, una muchacha de 16 años que, al ver a su hermana salir sorteada para ese triste destino, pide ir en su lugar. Para eso deberá abandonar a su familia y a su amigo Gale Hawthorne, y unir fuerzas con Peeta Mellark, el otro representante del distrito 12, uno de los más empobrecidos, habitado por mineros de carbón (como los padres de Gale y Katniss, muertos en una explosión). En el Capitolio, hallará aliados y enemigos en la previa a la batalla a campo abierto, de la que se espera que sólo uno salga vivo. Movimiento puro El otro acierto tiene que ver con la dirección de Gary Ross, y con el guión, en cuya redacción también participó la novelista (junto con Ross y Billy Ray). Hubiera sido tentador sostener el relato con voces en off de la protagonista, ya que la novela es un monólogo interno de Katniss. Sin embargo, nada más lejos del resultado final: un trepidante relato que sostiene la tensión en buena parte recurriendo a la cámara en mano: un poco a la manera en que Darren Aronofsky perfeccionó la técnica de los hermanos Dardenne en “El luchador” y “El cisne negro” (mirar la escena en que Katniss hace girar su vestido flamígero, dando vueltas con punto fijo como una bailarina clásica) pero aplicándola a la acción y sin escatimar primeros planos. Justamente, el elenco elegido se “banca” los primeros planos: especialmente Jennifer Lawrence, con su belleza natural y aguerrida. Liam Hemsworth aparece poco como Gale, pero pinta para perfecto galán de serie adolescente. Su contrapartida es Josh Hutcherson como el inseguro e insondable Peeta, al parecer interesado realmente en Katniss. Tras ellos vienen los lucimientos como secundarios el de Stanley Tucci como el simpáticamente detestable animador televisivo Caesar Flickerman y Toby Jones como su adláter Claudius Templesmith y el impagable Woody Harrelson como Haymitch Abernathy (un ex ganador de los Juegos, borrachín y ácido, que se convierte en mentor de los chicos). Otras apariciones a destacar son las de Wes Bentley como Seneca Crane (el organizador de los Juegos), Lenny Kravitz como Cinna (el estilista a cargo de hacer presentables a los muchachos), la pequeña Amandla Stenberg como Rue (la aniñada y astuta chica del distrito 11) y la siempre imponente presencia de Donald Sutherland como el presidente Snow. Valga también la presencia de la música, que combina la partitura de James Newton Howard y T-Bone Burnett con obras de artistas del gusto juvenil como Maroon 5 o la talentosa Taylor Swift, pero mayormente orientados al sonido folk, que refuerza la idea de la Norteamérica profunda: valga destacar canciones como “Abraham’s Daughter” de Arcade Fire dentro del filme o “Kingdom Come” de The Civil Wars en los créditos finales. Circenses sine panem Si el relato no da respiro, la metáfora social no se escatima. Porque como dijimos, este circo romano ideado como castigo permanente ha devenido en entretenimiento para los opulentos y aparentemente improductivos habitantes del Capitolio, pero no faltan pantallas que lo transmitan allí donde falta el pan, el dinero y el agua potable. “Si nadie los viera (a los Juegos), no los harían”, dice uno de los personajes. Pero al menos aquí, apenas en esta primera parte de la trilogía, el circo sin pan empieza a mostrar fisuras. Dependerá de los paladines: como dicen en los Juegos, “que la suerte esté siempre con ellos”.
SÓLO UN (GRAN) ENTRETENIMIENTO MÁS En la línea de "Harry Potter" y "Crepúsculo", Los juegos del hambre es una novela adulto-juvenil escrita por la aclamada autora Suzanne Collins, cuya adpatación al cine corrió por cuenta del director Gary Ross, responsable anteriormente de filmes tales como “Pleasantville” y “Seabiscuit”. La protagonista es una jovencita de dieciséis años, Katniss Everdeen, que vive en un mundo post-apocalíptico donde un gobierno, llamado el Capitolio, asumió el poder después de varios desastres. Cada año, en las ruinas de lo que una vez fue Estados Unidos, este Capitolio obliga a sus doce distritos a enviar un chico y una chica a competir en los Juegos del Hambre, un evento que se televisa a nivel nacional en el que los jóvenes que envía cada distrito deben luchar entre sí hasta que sólo uno sobreviva. Este rebuscado argumento ha sido merecedor de un éxito inusitado, tanto en las librerías como ahora, en su formato cinematográfico. Protagonizado por Jennifer Lawrence (Lazos de sangre) y Josh Hutcherson (Mi familia), el elenco se completa con Elizabeth Banks, Liam Hemsworth, Stanley Tucci, Wes Bentley, Lenny Kravitz, Donald Sutherland y Woody Harrelson. Los 140 minutos del filme se disfrutan por lo entretenido de su propuesta, además de una atractiva puesta en escena, pero su flaqueza principal pasa por lo dramático, ya que no logra transmitir los sentimientos de sus personajes. Ni el hambre, ni el desgarro emocional que significa participar de estos sangrientos juegos, ni el incipiente amor entre los protagonistas… Nada que signifique emociones le llega al espectador, ni siquiera la terrible muerte de una niñita de 12 años. Por lo tanto, la película se torna en una fría matanza de chicos en medio de un bosque, sin que a nadie se le corra el maquillaje. A pesar de ello, el elenco demuestra un gran compromiso con sus roles, seguramente por la enorme producción en la que se vieron inmersos, anticipando el arrasador éxito de taquilla que está teniendo: la película, que debutó en su primer fin de semana recaudando la cifra récord de 152,5 millones, alcanzó en su segunda semana de exhibición en Estados Unidos los 250 millones de dólares en sólo 10 días, más otros 115 millones del mercado extranjero. Lo que resulta innegable es la gran presencia actoral de la joven Lawrence; desde "Winter´s bone" ha demostrado que puede llevar adelante el protagónico de cualquier filme, y en este caso, pese al gran equipo secundario de actores que la acompaña, se pone al hombro el filme, en el 100% de las escenas. Para pasar un rato de grato entretenimiento y disfrutar de magníficas escenografías, fastuosos vestuarios y grandes dosis de suspenso, el filme vale la pena para ver en una sala de cine, sin olvidar el balde de pochoclo.
Chicos matando Chicos Si voy a contar que me pareció entretenida, bien hecha..y no lo vamos a negar, y si también critiquemos que el final se extiende sin mucha fuerza, pero el tema es que a esta peli le sobran algunos malos ejemplos, basta el básico que significa la supervivencia de los chicos que deben aniquilar sin prejuicios y pensando en frío a sus rivales que son otros jóvenes sorteados a la bartola. No hay opciones: a correr y hacer correr la sangre, o sea hay un claro basamento de una sociedad perniciosa y fascista, que dominante sostiene estos juegos de atracción popular, embuída de signos muy similares a los nazis (estandartes y demás...). Las clases sociales también están divididas en pobres infelices humildes -de donde salen los competidores-, y otros con cultura cool al "Lady Gagá" style...!! Suerte de reality-show, semejante a un burdo "Gran Hermano" inescrupuloso y vil (los pibes elegidos para participar de la maratón asesina parecen escapados de un campo de concentración), la peli toma cosas de la sociedad actual y en eso es sincera, a poco nos falta salir a la calle con casco, escudo y armados hasta los dientes, por el maltrato reinante, la inseguridad, etc, pero sabemos que ese no es el camino. Hemos conocido en el pasado filmes de supervivencia a consta de sangre: "Rollerball", "Carrera conra la muerte" y siguen los ejemplos, o sea tampoco hay acá nada novedoso en materia guión cinematográfico. Jennifer Lawrence sigue desarrollando su buen papel de "Lazos de sangre" (chica sufridísima en extremo ) y lo hace repetitivo, hay una gran cantidad de actores en el reparto algo desaprovechados: Woody Harrelson, Donald Sutherland, Sntaley Tucci, Toby Jones, etc. Ahora ante el éxito de esta producción parece existirán al menos dos secuelas, de esa si que no nos salvamos!!!
Una grata sorpresa, que presenta madurez en su realización y solidez en las actuaciones y trama. EPA! que tensión eh! Y QUE SORPRESA! No le daba 2 mangos a la Katniss ésta, y la verdad, me dejo con “hambre” por más. Esta peli dirigida por Gary Ross (Pleasantville y Seabiscuit), y basada en la serie de novelas de Suzanne Collins, es lo que se viene. Harry ya fue, Twilight nunca llegó, y Los Juegos del Hambre se las come crudas a todas. Este es el nuevo fenómeno popular y encima, para mi sorpresa, esta muy bien realizada. Pensé que me iba a encontrar con otra de esas pelis que le ponen cero onda a todo y no se arriesgan ni un poco en la estética, o la realización en general. Pero esto es un aire fresco a la categoría Libro a Película con plata de Hollywood. No se bien para que edad es la peli, pero el hecho que no lo sepa es una buena señal, porque es bastante cruda, y hasta a veces, estética y narrativamente (mas que nada al principio) parece un indie cualquiera. Osea, no intenta imitar un estilo, o conservar una forma impuesta para este tipo de películas, esta historia esta presentada con destreza, prolijidad y corazón. Se nota que hubo alguien pensando como contar bien una historia y no dejar de ser fiel al alma del libro. Muy bien Gary, te tenemos fe. sabemos que lo próximo que hagas está en buenas manos. Jennifer Lawrence es intensa, firme, sentida y fuerte. Y tiene una belleza especial pero simple también. Creo que ella y Stanley Tucci se roban la peli. Todo el reparto en general, (que es bastante impresionante) hace muy bien su tarea de representar personajes con cierta profundidad y parte de esa profundidad son los misterios que introducen a la naturaleza de cada uno. Woody Harrelson sonríe con ese vacío entre sus paletas y ya me invita a pasarla bien. Josh Hutcherson es convincente, así con cara de papa mojada y todo. Se hace querer porque muestra cierto carisma, pero además su personaje de perrito con el rabo entre las piernas es extrañamente agradable y uno ya se hace partidario de su causa. Pero igual aguante Katniss. Hey! además esta la minita de La Huérfana. jaja, haciendo de loquita asesina, cuando no… que mas…que mas….AH! La historia esta buena, es solida, y tiene un suspenso muy bien armado. los personajes son queribles y creíbles, y el mundo en el que viven es impresionante, a veces un poco muy golosina para mi gusto, pero definitivamente quiero conocer y saber mas. Y eso para la secuela espero… En algunos momentos se pone media cursi, pero va como piña igual. La peli se hace cargo de lo que es y como lo muestra. En fin, lo mejor que he visto en calidad de “ película basada en una novela super-top adolescente, popular, franquicia y que va a hacer mucha plata”. Peli con una mirada cinematográfica madura que enfrento el material en la que se basó con mucha seriedad y ganas. É una linda cosita.
Publicada en la edición digital de la revista.
Llegó el momento tan esperado por muchos fanáticos de las novelas de Suzanne Collins, ya que -de manera simultánea- la adaptación cinematográfica de la primera parte de la fenomenal trilogía literaria escrita por esta autora norteamericana, compuesta por "Los Juegos del Hambre" (2008), "En Llamas" (2009) y "Sinsajo" (2010), se estrena en una gran cantidad de países (en la Argentina un día antes que en los Estados Unidos) cuyos espectadores se adentrarán en esta historia que se desarrolla en un futuro no muy lejano y en un mundo post-apocalíptico. En ese futuro, y en las ruinas de lo que alguna vez fue Estados Unidos, se encuentra Panem, una nación desigual signada por la devastación, la esclavitud y la pobreza como consecuencia de la guerra, la cual ha dividido al territorio en 13 distritos -12 aún existen- controlados por el enriquecido y autoritario Capitolio, el centro de poder comandado por el perverso Presidente Snow (un correctísimo Donald Sutherland). Cada año, como castigo a raíz de una rebelión pasada y una táctica de intimidación del actual gobierno, se llevan a cabo los juegos a los que hace mención tanto el título del libro como el del film. Se trata de una sangrienta competición que es transmitida por televisión y en la que una pareja de adolescentes de cada uno de los distritos (un chico y una chica de entre 12 y 18 años) debe luchar a muerte por su propia supervivencia, ya que sólo puede haber un ganador cuya condición le permitirá acceder a la riqueza y a la fama prometida por los gobernantes. Algo similar a lo visto en películas como "The Running Man" o "La Isla de los Condenados", en este certamen, los 24 competidores son colocados en una especie de arena como en el que combatían los gladiadores. Aquí, el mismo resulta ser un inmenso bosque montado con cámaras ocultas y controlado por una serie de técnicos que, mediante computadoras, modifican las condiciones meteorológicas y hasta insertan o eliminan elementos para hacerlo "más interesante" para la audiencia. La historia y su conflicto es contado a través de los ojos de la protagonista, Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence), una joven de 16 años que decide ofrecerse como voluntaria (a los participantes se los conoce como "tributos") en reemplazo de su hermana menor (Willow Shields) quien ha salido sorteada para participar en la edición número 74 de este retorcido reality show con el que el Capitolio somete a los habitantes. A lo largo de las 2 horas y 22 minutos que dura esta producción muy lograda, los espectadores somos testigos de la experiencia de esta joven decidida a sobrevivir a cualquier precio. Ella es una muchacha con talentos de cazadora, y su co-tributo Peeta Mellark (Josh Hutcherson), es un humilde panadero. Ambos representan al Distrito 12, un empobrecido pueblo minero. A partir del momento de la elección, los dos son tomados bajo custodia, sometidos a glamorosas transformaciones y duros entrenamientos que los preparan para luchar contra los implacables "Tributos Profesionales", aquellos que se prepararon toda su vida para ésto y que provienen de los distritos más ricos. El proceso incluye los consejos de un mentor, Haymitch Abernathy (el siempre genial Woody Harrelson), antiguo vencedor de los Juegos al que le gusta beber en demasía. Es en este personaje en el que recaen los pocos momentos de humor dentro de una trama violenta y cruel y en la que también hay indicios de un triángulo amoroso. En medio de alianzas entre los guerreros, Katniss debe tomar decisiones desafiantes como desgarradoras que pesan sobre su conciencia. Debe decidir entre supervivencia y humanidad, entre seguridad y confianza y entre vida y amor para superar a sus contrincantes, entre los que se encuentra su compañero, y así también desafiar al sistema que los condena. El elenco liderado por la ascendente y talentosa Jennifer Lawrence, nominada a un premio Oscar en 2011 por su labor en el drama "Lazos de Sangre", se completa con logrados desempeños de Elizabeth Banks, Stanley Tucci, Lenny Kravitz, Toby Jones, Wes Bentley, Liam Hemsworth y una cantidad de jóvenes actores, algunos conocidos para la mayoría de nosotros quienes interpretan a los tributos, como Brooke Bundy, Amandla Stenberg, Dayo Okeniyi, Leven Rambin, Jack Quaid (hijo de Deniis Quaidy Meg Ryan), Latarsha Rose, Alexander Ludwig, Isabelle Fuhrman y Jacqueline Emerson, entre otros. Si bien busca captar a un público adolescente al igual que "Harry Potter" y "Crepúsculo", propuestas que también han llamado la atención de muchos adultos pero cuya temática se desarrolla cual cuento de hadas, esta película dirigida notablemente por Gary Ross ("Alma de Héroes") y co-escrita por el realizador junto a Billy Ray y a la propia novelista Collins (también productora ejecutiva), tiene aspectos de situaciones que se remontan al pasado (los juegos de la antigua Roma son un claro ejemplo) y que también podemos identificar en la actualidad y, tal vez, dentro de muchos años, en un futuro posible, por lo que se presta para el análisis profundo, sobre nuestra sociedad actual, las guerras, las opresiones, el enfrentamiento entre iguales y sobre el entretenimiento a partir de las tragedias de otros. Atrapa e interesa. Ahora, a esperar por las siguientes entregas... "Y que la suerte esté siempre de nuestro lado".
En lo conceptual, Los Juegos del Hambre está plagada de problemas: la credibilidad del universo es ridícula, las reglas del juego de marras no siempre resultan claras, y el final no termina por cerrar de manera satisfactoria todas las interrogantes que la trama dejó planteada. Ya de por sí todo esto debería dar como fruto un filme mediocre... algo que aquí no ocurre. El factor desequilibrante es el personaje central, el cual es tan carismático que termina por cargarse todo el filme al hombro. Los Juegos del Hambre no tiene un ápice de originalidad. Es otro de esos filmes futuristas en donde la gente que está aburrida resuelve sus problemas mandando a un gladiador a matarse en una arena televisada. Este pequeño subgénero comenzó con La Decima Victima, y siguió con ejemplos de todo tipo y color, que van desde Rollerball a The Running Man, pasando por Battle Royale - la idea es siempre la misma, lo que cambian son las excusas para realizar semejantes eventos - . En sí, Los Juegos del Hambre parece un híbrido de estos tres últimos: corporaciones que apoyan a participantes; deportistas metidos en un juego mortal para resolver problemas políticos; adolescentes asesinándose unos a los otros, y una matanza convertida en espectáculo televisivo del prime time. Ciertamente es un futuro de segunda mano, y uno concebido de manera no muy brillante. Los primeros minutos del filme se hacen detestables, especialmente porque el escenario carece de credibilidad. Todo es tan exagerado y colorinche - una mezcla de barroco y punk, con gente vestida como Mozart y teñida de tonos azules y fucsias - que resulta fácilmente odiable. Pero el mayor problema es aceptar la existencia de semejante certamen. Al menos La Décima Victima planteaba la cosa en terminos alegóricos, como una sátira a la TV y previendo la llegada de los reality show. Pero el resto de los filmes que le han seguido (y que han intentado vender la misma idea), han fracasado estrepitosamente, al menos en mi mente. ¿Si Argentina quisiera invadir Brasil, resolvería el conflicto en un partido de fútbol?. ¿Si usted fuera la invadida Irak, intentaría solucionar el tema de la ocupación jugando un match de baseball con los norteamericanos?. Acá el ganador del certamen se hace adjudicatario a una vida de lujo mientras que el resto de sus compatriotas sigue condenado a una vida miserable. Si se quiere, Los Juegos del Hambre se puede interpretar perfectamente como una alegoría comunista. ¿Acaso los deportistas más destacados no tenías privilegios en la fenecida URSS? ¿Acaso los países satélite de la Cortina de Hierro no tenían la falsa sensación de igualdad de status cuando participaban de juegos olímpicos reservados exclusivamente para naciones pro-soviéticas? Hay tres cosas que impiden que uno abuchee el filme en esos minutos de arranque. El primero es que el director Gary Ross (Pleasantville) sabe cómo crear clima, y cómo hacer que toda esta tramoya se vea mucho más interesante de lo que realmente es. La segunda es el desarrollo de los personajes secundarios, que son sólidos y hasta apasionantes en algunos casos. Y la tercera es la protagonista. No sólo la perfomance de Jennifer Lawrence - X-Men: First Class - es impecable, sino que ella (y todo su personaje) derrocha carisma. Katniss Everdeen es una guerrera nata, una especie de Legolas de la clase obrera, pero también es una adolescente aterrada por la brutalidad de la experiencia que le corresponde vivir. Si uno intenta descifrar el inesperado y furioso éxito que obtuvo Los Juegos del Hambre, yo lo asignaría al hecho que posee una de las mejores heroínas adolescentes de los últimos años. Es muy fácil convertir a Katniss en un objeto de culto, ya que posee una multiplicidad de facetas sumamente ricas. Los Juegos del Hambre es un muy buen espectáculo que le exige al espectador un salto de fe en los minutos iniciales. Pasada la bobada del setup se convierte en una aventura absorbente, la cual tiene sus fallitas pero uno termina por perdonarlas por la calidad del show. A mí me gustaría ver la secuela para resolver los cabos sueltos que quedan aquí, y ver la evolución del personaje en este universo, amén de reencontrarme con Jennifer Lawrence, cuya presencia y perfomance hacen presagiarle una gran carrera como actriz.
Primera parte de la trilogía basada en el best seller de Suzanne Collins. Se trata de una saga retrofuturista en la línea de “Rollerball” o “Carrera mortal 2000”. En ese territorio antiguamente conocido como los Estados Unidos se alza ahora Panem, nación conformada por doce distritos dirigidos con brazo autoritario por el Capitolio. Nadie sabe quiénes integran esa cúpula que somete al pueblo a la más cruel esclavitud. Todos los años, cada distrito debe enviar a un chico y a una chica a participar en los Juegos del hambre, una feroz contienda transmitida por televisión en la que solo habrá un sobreviviente. Katniss Everdeen (J. Lawrence), de 16 años, competirá en lugar de su hermana menor, sometiéndose a un bravo entrenamiento. La muchacha conoce el riesgo porque en ese juego no hay vuelta atrás. El relato combina la épica con el film de acción, en una apuesta atractiva que apunta al público juvenil.
"Así empezó todo" Este jueves se estrena el principio del fin de esta trilogía con Sinsajo: Parte 1, y nos conviene hacer un repaso de las películas que nos trajeron hasta aquí. La primera fue la más criticada, lo cierto es que el director Gary Ross no mostró lo mejor de su talento y se rumorea que por eso invitaron a un nuevo director para la siguiente entrega. Cuando Francis Lawrence tomó la posta, las cosas mejoraron notablemente. Pero veamos algunos errores y aciertos del primer capítulo. Panem es una nación gobernada por el Gobierno totalitario del Capitolio. Allí la mayor parte de los distritos de la periferia son muy pobres y proveen a los pocos ricos que viven en la capital y en los distritos favoritos. Como lección por haberse rebelado, los distritos son obligados a enviar un adolescente de cada sexo a los Juegos del Hambre, una lucha a muerte que se realiza cada año. Muchos aquí dijeron que era el mismo argumento de Battle Royale, novela escrita por el japonés Koushun Takami. Pero no se preocupen, sólo se parecen en que hay muchos adolescentes obligados a matarse entre ellos. El futuro histórico tiene su propio cauce en las novelas de Suzanne Collins, aunque el director y los guionistas dejaron tanto afuera. Esta es la principal falla de Gary Ross. Dos horas y media de un metraje que parece estirado artificialmente, alargando las secuencias hasta lo incómodo. ¿Por qué? Había tanto más. En el libro los protagonistas son tres: Katniss (Jennifer Lawrence), Peeta (Josh Hutcherson) y Gale (Liam Hemsworth). En la película el personaje de Gale casi no aparece pero lo cierto es que forman un triángulo de amor no correspondido. ¿Por qué se dejó este arco sin desarrollar? Se sugiere un poco, es cierto, pero está incompleto. Faltó la intriga que tiene el libro al mantenernos en vilo sobre quién está del lado de quién. En la película es muy claro, le quita emoción aunque quizá intentaron hacer la experiencia menos demandante intelectualmente para adaptarla al PG-13. Lo mismo ocurre con el contexto de cada tributo y la relación de cada distrito con el Capitolio. Al final del libro nos quedamos pasmados pensando “así que así era, ¿cómo no lo vi venir?”. El guion de Gary Ross le quita toda sorpresa. Aunque probablemente también sea por el cambio de narrador. El libro usa la primera persona pero la película narra necesariamente en tercera persona. Sin embargo, el cambio de narrador ha traído uno de los mayores aciertos de esta película y una gran ventaja respecto al libro: sabemos qué ocurre cuando no está Katniss para contárnoslo. Esto es especialmente notorio en las escenas del Presidente Snow (un pulido Donald Sutherland) y Séneca Crane (Wes Bentley). Estas nos explican los elementos subversivos que encuentran en las acciones de Katniss, sin intención revolucionaria más que sobrevivir. Gracias a la primera persona, esto no aparece en los libros, pero enriquece la experiencia de las películas. Por otro lado, el trabajo de Jennifer Lawrence también fue criticado por encontrar una actuación inexpresiva; con más razón cuando el mismo año se estrenó El Lado Luminoso de la Vida, que le valió el Oscar. Sin embargo, el personaje en sí es inexpresivo, y no es sino viendo su arco más adelante en la franquicia que notamos el cambio y cómo se va abriendo a otros paulatinamente. Como un trabajo aislado puede verse débil, pero en realidad es una fortaleza de este filme. Se dejó mucho afuera que hubiera enriquecido la experiencia, lo cual es notorio incluso cuando la autora de los libros participó en la elaboración del guión. Lo pobre del arco de Peeta, la falta de contexto de los demás tributos y distritos nos dejan gusto a poco. Incluso, los mutos que atacan a nuestros héroes debían tener el rostro de los tributos muertos ¡qué miedo ver algo como eso! Pero quedó afuera, igual que la verdadera historia del broche del sinsajo y la amistad de Katniss con Madge, haciendola quedar como una aislada social que no tiene ni un amigo más que el antipático Gale. Sin embargo, no deja de ser una de las adaptaciones de libros más fieles llevadas al cine. Le falta esa vuelta de tuerca que Francis Lawrence pudo darle en En Llamas. Las escenas extras no tienen desperdicio, y si hubiera sabido cuando cortar lo innecesario estaríamos hablando de una gran película. Es mentira que las segundas partes nunca fueron buenas, la segunda realmente es mejor. ¿Seguirá así y Sinsajo superará a sus antecesoras? Lo sabremos después de su estreno, el 20 de noviembre. Agustina Tajtelbaum