Un film impecable y fascinante donde, excepto los nombres y personalidades de los investigadores del NTSB (ah! no se vayan durante los créditos finales, ya que pueden ver dos escenas con el verdadero Sully, su esposa, el plantel y los pasajeros del vuelo 1549), todo lo que van a ver...
La importancia del factor humano A contrapelo de gran parte de la industria cinematográfica del norte, Clint Eastwood continúa fiel a su estilo y hoy por hoy analiza maravillosamente un acontecimiento insólito desde la mundanidad del protagonista, esquivando por completo lo que podría haber sido un caso de grandilocuencia vacua…
Sully, la ultima película de Clint Eastwood (y con esto me refiero a la mas nueva, no la póstuma) es la historia de Chelsey "Sully" Sullenberger, el capitán del vuelo que después de haber perdido ambos motores, tomo la decisión de aterrizar en el medio del Río Hudson, al considerar que era imposible volver al aeropuerto del que había salido. Clint Eastwood y Tom Hanks son, actualmente, lo más cercano a una garantía que puede haber en lo que a cine respecta. La carrera de ambos los respalda y en las últimas décadas han entregado productos de calidad constantemente. Aquí pasa exactamente eso, pero con un pequeño problema. La historia al ser desgranada no es tan interesante como prometía. Si bien esta excelentemente dirigida y actuada, tanto los personajes, como la historia no llega de la manera que es necesario cuando se retrata un hecho real, sobre todo de la historia reciente, ya que carece de algo fundamental para el relato de cualquier cosa: sorpresa. Y al carecer de eso, uno tiene que tener mas invertido ya sea en los personajes, el significado histórico de lo que ha sucedido, o algún tipo de empatia con lo que ocurre. Y aquí, no pasa nada de eso. A medida que pasa la cinta y nos vamos enterando de manera no lineal de la historia de nuestro protagonista y el famoso milagro en el Hudson (en lo personal creo que esto fue realizado en la sala de montaje, ya que no coincide con la manera de filmar de Eastwood), nunca se siente algo que movilice genuinamente al espectador, poniéndonos en el lugar de espectadores pasivos, que miramos algo que de tan perfecto y detallado, carece de humanidad, siendo ese el principal motivo por el cual la mayoría de nosotros, vemos historias basadas en hechos reales. Si bien es extremadamente informativa, y nos enteramos de todos los pormenores del hecho, ese compendio de datos creo que le jugo en contra a la historia, despojándola de todo sentimiento. Tal vez uno le exige demasiado a cierta gente, pero eso es porque sabemos lo que son capaces de entregar, sobretodo un director como Eastwood que tiene en su haber varios clásicos modernos. Si bien no es mala, nunca alcanza la promesa que ver a estos monstruos juntos nos ha hecho.
La decisión del héroe La nueva película de Clint Eastwood puede pensarse en diálogo con su film anterior, Francotirador (American Sniper, 2014), otra incursión del director en la figura del héroe pero desde la óptica inversa. Basada en un hecho verídico y escrita por Todd Komarnicki, Sully: Hazaña en el Hudson (Sully, 2016) relata los acontecimientos posteriores al aterrizaje forzozo del vuelo 1549 de US Airways llevado a cabo por su piloto, el Capitán Chaesley “Sully” Sullenberger (el eterno ciudadano medio americano que interpreta Tom Hanks). Las indagaciones legales y éticas sobre la decisión de este hombre, de aterrizar en el río Hudson luego de que una manada de pájaros destroce las turbinas de su avión, son el motor de este film. Francotirador ponía en relieve la figura del héroe de un soldado de la guerra de Irak encargado de eliminar cualquier amenaza para el cuerpo de marines. Al regresar a su país, Chris Kyle (Bradley Cooper), el hombre es consagrado héroe de la patria a pesar de tomar una serie de decisiones éticamente cuestionables al decidir entre la vida y la muerte. El Capitán Chaesley “Sully” Sullenberger hace lo opuesto, un hombre que también sigue los protocolos –en este caso de aviación, no militares- al decidir en un segundo no arriesgarse y aterrizar su avión sobre un río. La compañía lo somete a una audiencia pública cuestionando si su decisión aventurada fue la correcta. Ambas películas comienzan con un hombre en una decisión trascendente: en Francotirador decide si matar o no a la distancia a una madre con su hijo para evitar un atentado terrorista. El tipo duda, no está seguro, recibe una orden pero la decisión ética/moral pasa por sus manos: debe o no hacerlo. Toma el riesgo, y afronta las consecuencias. En Sully: Hazaña en el Hudson pasa algo similar, un piloto en caída libre debe optar en arriesgarse a volver al aeropuerto o intentar un aterrizaje forzoso en un río para salvar su vida y la del resto de los 155 pasajeros. También duda, elige y asume consecuencias. La diferencia entre ambos films está en el reconocimiento: El protagonista de Francotirador regresa a su país como un héroe luego de matar a 255 insurgentes siendo el francotirador más letal de Estados Unidos, consagrado por los medios y la sociedad, afrontando él mismo las consecuencias de su actos psicológicamente. El de Sully: Hazaña en el Hudson en cambio, es cuestionado y puesto en duda luego de evitar 155 muertes. El primero mata 255 personas, el segundo salva 155. Chris Kyle tiene la impunidad dada por la distancia de la mirilla de su arma al objetivo, en cambio Sully es cuestionado justamente por la distancia y frialdad de los informes técnicos del accidente (el simulador del vuelo, el protocolo de seguridad). La clave está en el factor humano dice el film con reminiscencias a El vuelo (Flight, 2012), aquel que juzga y desde dónde lo hace. Uno es visto a la distancia como un héroe, el otro juzgado a la distancia como un irresponsable hasta que se demuestre lo contrario. Clint Eastwood hace una película pequeña y efectiva, cerrando las dudas planteadas en su anterior Francotirador. Logra una vez más, preguntarse mediante un relato clásico, contado desde las sensaciones atravesadas por su protagonista, qué es un héroe para la sociedad americana contemporánea, enalteciendo la hazaña y el sentido patriota sin edulcoraciones bélicas. No es la primera vez que el actor de Harry, el sucio (Dirty Harry, 1971) recurre en su rol de director sobre la figura del héroe. Lo hizo en La conquista del honor (Flags of Fathers, 2006), al mostrar la puesta en escena de la imagen consagratoria de la Segunda Guerra mundial, en Los imperdonables (The Unforgiven, 1992), un western que se cuestiona el sentido de matar, y en Gran Torino (2008), donde redime a un racista ex veterano de la guerra de Corea interpretado por él mismo con un bíblico final. Un tema que lo inquieta como autor cinematográfico y no duda en doblegarlo y repensarlo una vez más.
Luego de lograr un milagro al aterrizar un avión con 155 personas a bordo, el capitán Chesley Sullenberger debe enfrentar otro momento difícil. Tanto las autoridades aéreas, ingenieros y la misma prensa empieza a preguntarse si el haber aterrizado un avión en un rio en lugar de haberlo llevado a la pista de aterrizaje más cercana fue un acto de heroísmo, o de imprudencia y temeridad total. Nos llega un nuevo film del inagotable e incansable Clint Eastwood, y esto de por sí ya es algo que debería llamar la atención de cualquier cinéfilo que se precie de serlo. A esto hay que sumarle que Sully: Hazaña en el Hudson está basada en hechos reales, y que además es un acontecimiento que involucraba aviones después de ocho años de lo ocurrido con las Torres Gemelas. Lo primero que nos llama la atención de Sully: Hazaña en el Hudson, es su corta duración, algo extraño en la filmografía de Clint Eastwood, ya que estamos hablando de un film que no pasa de la hora y media. Y esto en el balance final termina jugándole bastante a favor a la película y aquello que el viejo Clint nos quiere contar de este hecho real. Otro elemento a favor es como está estructurada Sully: Hazaña en el Hudson. El caso real es por casi todos conocidos porque no es tan lejano en el tiempo, y viendo los avances se nota que el film gira en torno a la audiencia que tuvo que asistir el Capitán Sully donde se quería comprobar si podría haber aterrizado en un aeropuerto o si lo que hizo fue una temeridad innecesaria. Y acá es donde se nota que un buen guionista puede contar algo interesante con elementos y sucesos que ya el espectador conoce de antemano. Contrario a lo que pasaba con Mas Allá de la Vida donde el film iniciaba con el tsunami, acá el incidente aéreo es mostrado en cuenta gotas, siendo recién en el tramo final donde el espectador ve lo que realmente pasó, así usando el elemento conocido, como el clímax y enganchado fácilmente al espectador. En ese sentido el trabajo del guionista Todd Komarnicki es bastante inteligente. Es una lástima que el resto de los apartados no pasen del correcto. Sí, la secuencia a bordo del avión está muy bien filmada y crea tensión, pero no es nada muy distinto a films con tramas similares como por ejemplo Flight protagonizada por Denzel Washington. Lo mismo podríamos decir del apartado actoral, con Tom Hanks a la cabeza haciendo de héroe americano sin proponérselo, papel que viene repitiendo últimamente. Sí hay que mencionar, y para mal, el papel que tuvo que interpretar Laura Linney. Bastante insoportable e innecesario, y sólo justificable para que haya una presencia femenina en la cinta. Sully: Hazaña en el Hudson no es una mala película, pero tampoco pasará a la historia como los grandes films dirigidos por Clint Eastwood. Ni siquiera entrará al grupo de muy buenas obras. Muy de la mano con sus últimos trabajos, Sully: Hazaña en el Hudson se deja ver, pero no la mantendremos demasiado en la memoria.
A los 86 años, el director de Los imperdonables y Gran Torino consigue otra película noble y de enorme solidez con la reconstrucción de la historia real del piloto Chesley “Sully” Sullenberger, quien hace siete años aterrizó un jet que había perdido ambos motores en pleno río Hudson. Tom Hanks, Aaron Eckhart, Laura Linney, Anna Gunn y el resto del reparto sintonizan a la perfección con las necesidades de austeridad y fluidez que necesita Clint Eastwood, el último de los clásicos, para llevar a este film -como su protagonista al avión- a buen destino. Para mi los verdaderos maestros son aquellos que logran hacer películas notables a partir de materiales que, en otras manos, podrían haber sido auténticos desastres. Es lo que ocurre con el viejo Clint en Sully: Hazaña en el Hudson, un guión correcto que Eastwood convierte en un relato que destila nobleza y sobriedad cuando podía haber sido una acumulación de excesos, manipulaciones y golpes bajos lacrimógenos. A los 86 años, el director de Bird, Cazador blanco, corazón negro, Los imperdonables, Río místico, Million Dollar Baby y Gran Torino reconstruye la épica de Chesley “Sully” Sullenberger, el piloto que en enero de 2009 aterrizó en las heladas aguas del río Hudson, a metros de los rascacielos de Manhattan, un jet con 155 pasajeros que había perdido ambas turbinas poco después de despegar. La reconstrucción cinematográfica de esa proeza de la aviación es extraordinaria, pero ese no es el eje de la película sino el juicio interno que el capitán debió sobrellevar por haber confiado más en sus instintos que en los reglamentos. La épica del individuo luchando contra la burocracia, contradicciones y miserias de las corporaciones y el sistema es una constante del cine clásico y Eastwood -como último gran exponente de ese clasicismo hollywoodense- sabe sacarle el mayor de los provechos con la sólida colaboración de Tom Hanks en el papel protagónico y los aportes de Aaron Eckhart (el copiloto), Laura Linney (su esposa) y el resto del elenco. No verán en Sully: Hazaña en el Hudson grandes artilugios, regodeos ni exhibicionismo. El virtuosismo -que lo hay- pasa por otro lado. Los héroes de Eastwood son aquí de perfil bajo, expertos en lo suyo que solo quieren cumplir con su deber, hacer bien su trabajo y que nadie se meta en el medio. Llegar a destino en tiempo y formar, regresar luego a su hogar y disfrutar de la compañía familiar. Pero eso -en el cine y en la vida- es cada vez más difícil. Pregúntenle si no a tantos directores con talento y buenas intenciones que han sido sepultados por la maquinaria de Hollywood. Clint, en cambio, usa su poder dentro de la industria (sus películas no son demasiado caras, funcionan dignamente en la taquilla y él se encarga de producirlas vía su compañía Malpaso) para hacer -como su personaje- las cosas con profesionalismo. Y, claro, a su modo. La solidez y austeridad de Eastwood es apabullante. Cuando podría estar disfrutando de su jubilación y la gloria de su brillante carrera, sigue regalando notables piezas de orfebrería, historias construidas con paciencia (cada escena suma algo, cada personaje secundario tiene su momento de lucimiento), sin las obligaciones del vértigo y el estímulo efímero que imperan en el cine contemporáneo. En una película que, en principio, no tiene ningún misterio (todos sabemos cómo termina) el mítico director le imprime tensión, elegancia, fluidez e inteligencia. Vuelvo a la idea inicial: su maestría reside en conseguir grandes momentos cinematográficos con situaciones en apariencia no demasiado extraordinarias o incluso banales. El arte de Eastwood sigue vigente, como un estandarte inalterable, como un vestigio de una época que languidece, sí, pero todavía se resiste a morir. El último de los mohicanos.
Hay directores y luego está Clint Eastwood… El tipo con 80 años es capaz de seguir demostrando verdadera maestría para colocar una cámara y una gran elocuencia para narrar las más diversas historias, ya sean hechos reales o salidos de la imaginación de alguien. En esta oportunidad logra que una historia que a simple vista uno dice que no da para una película porque es muy conocida, corta y con final feliz se transforme en un relato épico que casi no te deja respirar en una sala de cine. Sin exagerar les cuento que tiene un par de secuencias que son tan asombrosas que te quedás duro en el asiento. La fotografía a cargo de Tom Stern, quien es el DF de Eastwood desde hace muchos años, es tan espectacular como siempre. Aún si le sacamos el diálogo y la música es imposible no dejarse llevar por los magníficos planos. En cuanto a la historia ya señalé que es bien conocida y que esa es su única contra. De todos modos aquí nos enteramos de los entretelones y nos metemos en la piel del piloto Chesley 'Sully' Sullenberger, quien además fue el consultor principal del film ya que se basa en el libro escrito por él. Es imposible no querer a Sully y gritarle héroe al igual que lo hizo todo el pueblo americano. ¿ Y quién mejor que Tom Hanks para interpretar a alguien así?. La legitimidad que le da el actor es indiscutible y da mucho placer -y alivio- de verlo en esta producción luego de esa atrocidad llamada Inferno. Me costó sacarme a Sully de la cabeza y dejar de repasar una y otra vez sus secuencias más importantes y eso es puro Eastwood. Y si bien es verdad que esta no es su obra cumbre es superior a casi todo lo que ha llegado a la cartelera en 2016. Se inaugura la temporada de premios y aquí hay mucho olor a nominaciones. Si quieren ir a ver buen cine no duden en sentarse en una butaca y disfrutar esta gran película.
Aunque no se trate del mejor film de Clint Eastwood, el director recrea con interés el accidente del vuelo que acabó en las heladas aguas del río Hudson. Tom Hanks y Aaron Eckhart se llevan los lauros. El film, dirigido por Clint Eastwood, narra la historia del vuelo 1549 de US Airways que acabó con un aterrizaje de emergencia en el río Hudson de Nueva York, en 2009. Fiel a su estilo narrativo, el director logra una puesta atractiva a pesar de que el espectador sabe cómo terminará la historia. Claramente, no se trata del mejor film del creador de Million Dollar Baby y Gran Torino. La película comienza con el piloto norteamericano Chesley Burnett "Sully" Sullenberger -Tom Hanks con pelo canoso- trotando en la frías calles de Manhattan, en un relato que va alternando pasado y presente cuando debe dar explicaciones a la Junta Nacional de Seguridad del Transporte sobre lo ocurrido. Un hombre común que cumple con su trabajo y se convierte en el héroe que salvó a las 155 personas que llevaba a bordo cuando ambos motores de la aeronave dejaron de funcionar. Entre las decisiones más extremas -aterrizar en una pista cercana o en las heladas aguas del Hudson- y alejado de su familia -mantiene contacto con su esposa vía teléfonica, encarnada por Laura Linney- Sully enfrenta pesadillas cotidianas y un proceso de investigación en el que su reputación y buen nombre están en juego. La película va armando el rompecabezas y no se extiende demasiado en explicaciones, sino que se focaliza en lo que ocurrió antes, durante y después del accidente, y coloca el acento en el presente incierto del protagonista, también inmerso en un circo mediático que lo llevó a una entrevista con David Letterman. Además de Hanks, pilar indiscutido del film, se encuentra Aaron Eckhart, en el papel de Jeff Skiles, el copiloto de Sully, y ambos logran darle el tono dramático que el film necesita. Aunque la tensión y el suspenso aparecen en segundo plano, el acento está puesto en la imágen del hombre convertido en el nuevo "salvador". En el minuto final el público conocerá al verdadero capitán Sully, entre fotografías del accidente verdadero y el reencuentro con su tripulación. El agua lava la sangre...
Un héroe para la historia, no historieta. A quince días de inciado el año 2009, luego de un 2008 catastrófico en todo sentido y especialmente en lo económico, un capitán de aviación le dio a los estadounidenes un motivo para celebrar. Aquél frío día de invierno en Nueva York, el capitán Chelsey "Sully" Sullenberger echó mano a sus cuarenta años como piloto y sus más de veinte mil horas de vuelo para evitar una catástrofe. A dos minutos de despegar el A-320 que debía trasladar a 155 pasajeros desde Nueva York a Carolina del Norte una bandada de gaviotas impactó contra el avión y sus motores, inutilizándolos de inmediato. Sin la propulsión necesaria para regresar al aeropuerto de donde había partido, Sully tomó la decisión de usar lo único parecido a una pista que tenía a mano: el río Hudson. Como todos saben, el capitán logró un amerizaje exitoso y todos salieron con vida. Lo que este filme dirigido magistralmente por Clint Eastwood nos muestra no es solo el temple de un hombre que supo qué hacer en un momento crítico, también exhibe la frialdad de una industria que a través de sus organismos de control se preocupa más por un costoso avión que terminó en el fondo del río que por las vidas que se salvaron. Así la película se basa en la investigación posterior al accidente, las pruebas a las que son sometidos los pilotos y las simulaciones que se hacen para intentar demostrar que Sully no hizo lo correcto. Eastwood usa acertadamente algunas imágenes que no solo forman parte de las pesadillas que el protagonista padece aún despierto, son también imágenes que forman parte de una realidad muy cercana para los neoyorquinos y que las presenta como en juego de luces y sombras que acaban por realzar mucho más la figura del héroe del Hudson. Tom Hanks ofrece una labor actoral soberbia en el rol de Sully, plagada de matices y de una sobriedad muy a tono con el estilo que Eastwood imprime a un relato que se torna más emotivo mientras avanza el filme. Pero no es una emotividad forzada por el director; es la emoción que surge ante un relato sincero y la celebración de la responsabilidad y el profesionalismo, algo no muy común en estos tiempos.
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Naturaleza del héroe. Como en La conquista del honor y en Francotirador, también basadas en personajes y situaciones reales, Eastwood se vuelve a preguntar qué es aquello que hace de un hombre un héroe. Si hay un tema que ha obsesionado a Clint Eastwood hasta convertirse en el motivo central recurrente de su obra, tanto como actor como director, ése es el tema del héroe, la pregunta por su construcción: ¿Qué es un héroe? ¿Cómo se alimenta su leyenda? ¿De qué está hecha? ¿Cuánto hay de verdad y cuánto de mito? Todas esos interrogantes reaparecen ahora en Sully, su film más reciente, basado en el recordado episodio del 15 de enero de 2009, cuando el piloto estadounidense Chesley “Sully” Sullenberger salvó la vida de todos y cada uno de los pasajeros y la tripulación del vuelo 1529 de US Airways logrando un improbable amerizaje de emergencia sobre el río Hudson, de Nueva York, a minutos apenas de haber despegado del aeropuerto doméstico de La Guardia. Todo parecía rutina a bordo del Airbus 320 hasta que de pronto una bandada de pájaros se estrelló contra el avión y dejó inutilizados ambos motores, obligando a Sully (un piloto veterano, experto a su vez en seguridad aeronáutica) a una maniobra desesperada, que contra todo pronóstico concluyó con éxito. Lo interesante del film de Eastwood es el modo en que encara el asunto, poniendo el acento no tanto en las certezas como en las dudas de su protagonista, que aun después de haber salvado 155 vidas, incluida la suya, no deja de tener pesadillas sobre lo que pudo haber pasado y no pasó. En apenas 90 minutos y con una precisión y una economía narrativas dignas del sello de la Warner, que abre el film en lo que parece la plena peripecia, Eastwood no sólo va deconstruyendo el incidente paso a paso sino que aprovecha para volver, una vez más, sobre el leitmotiv de su obra. “Héroe del Hudson”, lee azorado Sully (Tom Hanks) en la portada del New York Post, mientras su imagen se reproduce al infinito en todas las pantallas de Times Square. La paradoja es que en esos mismos días en que Sully es el centro de atención de todos los medios, la Comisión de Seguridad Aeronáutica lo somete al más estricto de los interrogatorios, con la intención de averiguar qué sucedió realmente y, quizás, también, tal como alguien sugiere, evitar pérdidas millonarias a la compañía de seguros, aduciendo error humano. El enfrentamiento entre el individuo y la corporación es, a su vez, otro tópico del cine de Eastwood, ya desde los tiempos de Harry El Sucio, cuando el policía sin reglas (¿el héroe?) renegaba de la burocracia de su jefatura. Hay dos films con los que Sully parece dialogar especialmente dentro de la obra de Eastwood y ambos también están basados en personajes y hechos reales. La conquista del honor (2006) también trabajaba sobre una fecha precisa, el 23 de febrero de 1945, cuando tres soldados estadounidenses pasaron a la inmortalidad luego de ser fotografiados izando su bandera triunfal en la sangrienta batalla de Iwo Jima. El hecho de que esa foto todavía hoy famosa fuera trucada –parecía decir el film de Eastwood– no les restaba mérito a esos soldados, “héroes accidentales” utilizados por los medios, un poco como le sucede a Sully. A diferencia de Chris Kyle, odioso protagonista del film inmediatamente anterior de Eastwood, el controvertido Francotirador (2014), Sully no se dedica a segar vidas, sino a salvarlas. Pero tanto Kyle como Sully lucen confundidos por la dimensión heroica, mediática que, aun a su pesar, adquieren sus figuras. “Uy, está aquí, está allá, está en todos lados”, balbucea un borracho de un bar after hour cuando descubre que el mismo tipo que tiene sentado a su lado en la barra es el que aparece en la pantalla del televisor. Y a Sully mismo le cuesta reconocer cuál es su propia realidad. La diferencia entre La conquista del honor y los dos últimos films de Eastwood es que si los soldados de aquella película podían ser considerados héroes trágicos, agobiados por el peso de su responsabilidad, ni Kyle ni Sully lo son. Ambos finalmente están convencidos de que han cumplido con su deber. No parece casual que ambas películas tengan como epílogo, en los créditos finales, imágenes de los casos reales: de Kyle sus masivos funerales texanos (luego de haber sido asesinado por un ex compañero de armas) y de Sully unas tomas registradas por el propio Eastwood con el auténtico piloto y los auténticos sobrevivientes. La brecha entre ambos, en todo caso, es que si Bradley Cooper encarnaba al típico american psycho, por el contrario Tom Hanks representa al arquetipo del estadounidense común, heredero de toda una tradición en el cine de Hollywood, que va de Capra a Spielberg: el héroe a su pesar, protagonista de ese oxímoron clásico del cine norteamericano que es la tragedia optimista.
Hanks, el que podrá salvarnos El increíble amerizaje del avión en el río Hudson, con Tom Hanks como el héroe en quién confiar. Las películas basadas en historias reales ofrecen ese no sé qué, que incluye una cuota de incredulidad y fascinación que pueden correr parejas. El famoso más grande que en la vida real. El 15 de enero de 2009 el vuelo 1549 de US Airways, con 155 pasajeros, sufrió en el aire la pérdida de ambos motores (por culpa de unos pájaros). Y el capitán Chesley Sullenberger realizó una maniobra improvisada, pero calculada, desesperada y afortunada: decidió no regresar al aeropuerto LaGuardia, en Nueva York, ni buscar otro más cercano, por temor a estrellarse, y amerizó en las aguas heladas del río Hudson. Clint Eastwood no se queda con la hazaña de título local: decidió ir más allá. Y mostrar cómo Sully y su copiloto Jeff Skiles (Aaron Eckhart) debieron probar que lo que hicieron era lo correcto, ya que las compañías aseguradoras no estaban, ejem, muy seguras de ello. Ninguna vida se perdió. El avión descansa en el lecho del río Hudson. Esto no implica que se relate una y otra vez lo que sucedió en la cabina del avión, el amerizaje y el posterior rescate. Con todo, es uno de los filmes menos apasionados del director de Los imperdonables, quien ha tenido en su haber títulos con personajes heroicos, que vencen todo tipo de circunstancias adversas, como Million Dollar Baby, y ya ha lidiado con catástrofes, como Más allá de la vida. A Sully le falta el empuje de Río Místico. Y no es que al personaje no le sobre coraje ni valores. Sully es un hombre de honor, que se niega a definirse como un héroe tras el acto de heroísmo que protagonizó. Tiene pesadillas, antes y después del amerizaje, en el que ve aviones que se estrellan, pero es su conciencia la que lo tiene tranquilo, y esa tranquilidad es la que llega desde la pantalla. Encarnado por un Tom Hanks canoso y con bigote, uno desde la platea se siente siempre como contenido. Al fin de cuentas, después de James Stewart, ¿en qué actor se entregaría si el avión en el que viaja tuviera que realizar un aterrizaje forzoso?
Sully es probablemente uno de los trabajos más interesantes que hizo Clint Eastwood en el último tiempo. En esta oportunidad trabajó una historia que tenía todos los condimentos para ser otra producción de televisión basada en hechos reales y la convirtió en un drama ágil e intenso cuya narración no decae en ningún momento. A diferencias de las biografías que dirigió en los últimos años (Invictus, J. Edgar, Jersey Boys, El francotirador), en esta oportunidad Eastwood escogió una narración no lineal para desarrollar el caso del piloto que logró aterrizar con éxito un avión con 155 personas a bordo en el Río Hudson. La película reconstruye el accidente aéreo y la investigación gubernamental posterior como si se tratara de un rompecabezas y debido a ese enfoque el relato se vuelve a atrapante por más que todos sepamos el final de la historia. Creo que esa es la mayor virtud de este estreno. A los 86 años Eastwood sigue siendo un narrador extraordinario que no necesita dos horas y media para desarrollar un buen conflicto. Su película es ágil, dinámica y va al grano aprovechando el buen elenco que reunió y el atractivo que tiene la historia. Tom Hanks, quien al igual que Meryl Streep, nunca decepciona sin importar en el género que trabaje, en Sully brinda una interpretación sobria, donde tiene muy buenos momentos junto a Aaron Eckhart, quien encarna al co-piloto de Sully. Algo que está en sintonía con el tono emocional del film, que nunca se excede en el melodrama y aborda con mucho realismo la reconstrucción de estos hechos. Probablemente Sully no quedará en el recuerdo entre los trabajos más populares de Eastwood como realizador, por el simple hecho que hizo historias de ficción más atractivas, pero eso no impide que sea una muy buena película que merece ser tenida en cuenta.
El factor humano Nuevamente Clint Eastwood continua con su cruzada moral que, al igual que su opus anterior, El Francotirador (American Sniper, 2014), busca reivindicar las acciones extraordinarias de ciudadanos norteamericanos que se destacaron por ser las personas ecuánimes en el momento indicado. El film está basado en Highest Duty: My Search for What Really Matters, las memorias del piloto Chesley Sullenberger escritas junto al periodista Jeffrey Lloyd Zaslow, sobre los pormenores de su aterrizaje de emergencia sobre el río Hudson tras perder los dos motores del avión comercial que piloteaba en enero de 2009, la investigación subsiguiente y la cobertura mediática que tuvo el evento. El film dramatiza los hechos ocurridos desde la mirada de su protagonista, el capitán Sullenberger, que es cuestionado por la comisión investigadora por su decisión de ensayar un riesgoso aterrizaje sobre el río Hudson en lugar de intentar el regreso a uno de los aeropuertos cercanos. Cuando llegan los resultados de los simulacros, comienza un debate técnico que el capitán logra demostrar incompleto e inexacto, en el que el factor humano se convierte en la clave de todo el asunto legal. El aterrizaje pasa de ser un milagro a una epopeya nacional que opaca las noticias sobre la crisis financiera que tuvo su pico meses antes del accidente, levantando el ánimo de la sugestionable opinión pública norteamericana. Sully se convierte así en una celebridad, pero el temor a ser demonizado si la prensa decide que su accionar fue temerario lo acosa en la vigilia. Sully analiza, con gran perspicacia, ironía y mucha conciencia social, la cuestión del factor humano, el trabajo en equipo, la importancia de la preparación para los desastres y la humanidad frente a la inmoralidad y la rapacidad de las compañías de seguros y los burócratas que, en lugar de investigar, buscan chivos expiatorios para las equivocaciones de las empresas y la falta de previsión de los errores técnicos. La dramatización de los eventos es extraordinaria, destacándose todos los rubros técnicos en un film que demanda una gran reconstrucción con detallismo, que retrata y caracteriza la grandeza de la capacidad de organización humana. Las actuaciones de Tom Hanks, Aaron Eckhart y el resto del elenco aportan un gran valor a la impresión de estos personajes que salvaron muchas vidas. También se destaca la profundidad de la fotografía del incansable colaborador de Eastwood, Tom Stern –Jersey Boys (2014)- en un rubro clave para el film. El opus trabaja como norma sobre la ética y la moral del sueño americano, proponiendo un modelo en el capitán Sullenberger y su tripulación y varios antagonistas en las comisiones investigadoras y en las compañías de seguros, que buscan minimizar las compensaciones a expensas de las personas y sus vidas. También hay un excelente análisis del rol de los medios y la opinión pública, dos agujas oscilantes interconectadas muy influenciables pero que a veces encuentran su norte en historias como la que Clint Eastwood recupera aquí. Sully es, de esta manera, otra alegoría del director norteamericano sobre las posibilidades de los norteamericanos y los peligros de perder el rumbo bajo la búsqueda del lucro constante y sonante. Con una mirada inquisidora, que en lugar de imponer una idea a la realidad la analiza para dar una opinión concreta y profunda sobre el estado del mundo y de su país, el film nos ofrece una imagen del mundo, sus deficiencias y su grandeza a través de unos protagonistas que deben defender ante una comisión el haber salvado a todos los pasajeros en lugar de estrellarse y esperar calcinados por el análisis póstumo de los expertos que se sentirían más cómodos con los restos que con los sobrevivientes. Ya sea que estemos de acuerdo con sus ideas y lo que ellas conllevan o no, el cine de Eastwood es siempre ineludible como propuesta de un debate sobre el mundo en el que vivimos y la imagen que este mundo nos devuelve de nosotros mismos.
UN HÉROE INDIVIDUAL Y ATACADO Una historia conocida, la de un héroe que salvo la vida de todos los que viajaban en un avión que el decidió, como única alternativa, amerizar en las heladas aguas del Hudson. Una historia que esta fresca en la memoria popular, como esa foto donde los pasajeros esperan ser rescatados parados sobre las alas de la nave. Menos conocida es el cuestionamiento que recibió el piloto (Chesler “Sully” Sullenberg) y su copiloto por parte de la entidad que agrupa a las aseguradoras. Paso para muchos de héroe a fraude, aunque todo saben que salio airoso. Sin embargo, aunque se conozca la historia, en manos del talentoso, austero, riguroso, elegante, delicado, Clint Eastwood el film se convierte en la lucha del individuo contra el poder del sistema, la burocracia, el riesgo de perder su carrera y su pensión. Ese es el eje del film aunque la reconstrucción del accidente y el rescate sea impresionante y también en las pesadillas del comandante, que también tiene sus dudas, se evoca sin dudas el atentado a las torres. El director eligió con pericia a su elenco, un Tom Hanks económico en sus recursos, pero perfecto en la construcción de este hombre que solo sintió que “hizo bien su trabajo” y no disfrutaba del escándalo mediático a su alrededor. Muy bien Aaron Eckhart y Laura Linney condenada a solo llamados telefónicos de su marido. No se vaya en los títulos porque aparecen los verdaderos protagonistas.
Tom Hanks y Clint Eastwood unidos para narrar una proeza verídica El 15 de enero de 2009 el mundo fue testigo del llamado "milagro del Hudson" cuando el Capitán "Sully" Sullenberger hizo amerizar su avión averiado sobre las frías aguas del río Hudson, salvando así la vida de las 155 personas a bordo. Sin embargo, incluso cuando Sully estaba siendo aclamado por los ciudadanos y los medios por su inusitada proeza que demostraba su destreza, se desplegó una investigación que amenazaba con destruir su reputación y su carrera. Sully: Hazaña en el Hudson es una nueva muestra de la pericia y el buen gusto del octogenario y prolífico Clint Eastwood a la hora de narrar una historia. Sin desbordes, apelando a la sobriedad y al clasicismo, el realizador de Los Imperdonables, mantiene la tensión en un relato que podría estar cargado de golpes bajos y lugares comunes, sin embargo nunca resulta edulcorado. Por el contrario, por momentos se torna sombrío, sobre todo gracias a la performance de un enorme Tom Hanks, quien en su papel logra transmitirnos las dudas internas de un héroe cuestionado. La estructura narrativa, intercalando presente con pasado y pesadillas del propio Sully, aporta interés a una trama pequeña desde la anécdota pero inmensa desde su trasfondo. El incidente, visto desde distintos puntos de vista, y la empatía que el espectador sentirá con este héroe de la vida real, son también puntos altos de este filme tan honesto como imprescindible.
Crítica emitida por radio.
Clint Eastwood vuelve a hacer andar la fascinante maquinaria del cine Clint Eastwood tiene el secreto. En realidad es plural: Eastwood tiene los secretos. Sabe cómo ser clásico y no antiguo, cómo contar con fluidez una historia en un relato que desordena el tiempo, cómo desordenar ese tiempo del relato y que esa decisión tenga sentido, y cómo contarnos y mostrarnos lo que ya sabemos y generar tensión con esos hechos. Y, claro, sabe cómo poner a andar la máquina grande del cine, la fascinante, la atrapante, la que se convierte en una experiencia inolvidable, la que se queda con nosotros después de salir de la sala. Pero no porque discutamos cuestiones ideológicas o porque debatamos "el mensaje". Eastwood hace cine y expone su visión del mundo, pero no entrega cartas y no pontifica. En Sully: Hazaña en el Hudson el gran director nos cuenta un hecho real ocurrido el 15 de enero de 2009: el aterrizaje forzoso del vuelo 1549 de US Airways en el río Hudson de Nueva York, que había despegado de LaGuardia y cuyos motores se averiaron a los pocos minutos de vuelo. El piloto Chesley «Sully» Sullenberger hizo un amerizaje de emergencia y los 155 pasajeros se salvaron. Esto es información previa, y además lo recuerda Eastwood al principio de la película. Lo asombroso es el efectivo suspenso que logra generar el director con lo que ya sabemos, tal es su maestría narrativa. Esa que sabe no excederse: la película dura poco más de una hora y media, una rareza en un cine hollywoodense que propone relatos cada vez más largos. Su maestría se demuestra también en su forma de musicalizar de forma tenue, amable, nada obvia, que sabe hacer reverberar dos o tres notas con las que nos conectamos con los personajes, con sus emociones y las nuestras, y hasta con el contexto mayor. Y hasta sabe describir con precisión a un personaje que sólo aparece por teléfono, como el de Lorraine, la esposa de Sully (Laura Linney): entendemos sus temores y sus ansiedades con pocos trazos, pero son los trazos dispuestos por alguien para quien la narrativa es como su respiración. Por otra parte, en ese desarmado temporal, desde un tiempo posterior al del accidente, Eastwood cuenta la investigación, y nos atrapa ahí también, y vuelve a enamorarnos del cine. Tom Hanks como Sully y Aaron Eckhart como su copiloto forman una dupla de actuación sobria, económica y contundente. Hanks, con el pelo blanco y ciertos modos y gestos entrañables, se parece a un poco a James Stewart. Y su rol en el relato refleja parcialmente al del personaje de Stewart en ¡Qué bello es vivir!, clásico de clásicos. Eastwood puede mirar de frente a la historia grande del cine americano y hacer una película en consecuencia. No hay que perderse Sully, no hay que perder el arte del cine, y hay que quedarse en los créditos.
Nadie puede negar que Clint Eastwood es todo un patriota y sabe cómo retratar a los héroes norteamericanos. Claro que se pone un poco denso cuando se trata de “anécdotas” militares, pero da en el clavo con los hombres comunes en circunstancias especiales. Ayuda un montón tener a Tom Hanks encarnando a Chesley 'Sully' Sullenberger, un papel que le calza a medida al tipo menos odiable del universo. “El milagro del Río Hudson” todavía está fresco en la memoria de los neoyorquinos que atestiguaron la hazaña, y del resto del mundo que siguió los acontecimientos por TV. El 15 de enero de 2009, este experimentadísimo piloto logró amerizar de emergencia la nave que piloteaba, con 155 almas a su cargo y tras ser embestida por una bandada de aves que inutilizó los dos motores, de lleno en el río que discurre entre Manhattan, Staten Island y las costas de Nueva Jersey, sin lamentar ninguna víctima fatal. Lo que se dice, un verdadero milagro, y un acto digno de todos los honores. Pero detrás de los aplausos vienen los cuestionamientos, los de la aerolínea, los de las compañías aseguradoras y toda esa sarta de burócratas que intentan buscarle el pelo al huevo, en este caso, probar que Sullenberger actuó precipitadamente y que podría haber aterrizado en alguno de los aeropuertos más cercanos. Eastwood nos lleva por este camino y, más allá de mostrarnos el accidente de forma contundente y realista, se mete con la psique del piloto que, a cada paso, va dudando de sus propias determinaciones. Su conducta, su experiencia y su habilidad para tomar decisiones en casos extremos se ponen a prueba en apenas unas horas después del accidente. Un proceso que, de ser hallado “culpable”, podría obligarlo a retirarse prematuramente. Sully su copiloto Jeff Skiles (Aaron Eckhart), se enfrentar a un sinfín de pruebas físicas, simulaciones, datos y etcéteras que contradicen su versión. Hay apoyo y orgullo entre los dos hombres, pero las dudas no dejan de crecer. El realizador no se excede ni en dramatismo, ni espectacularidad, se concentra en el factor humano y, por supuesto, en el heroísmo (real) de todos los participantes del rescate. Los ecos del 11 de septiembre se sienten en cada fotograma, pero no hay alusiones políticas de ningún tipo, y eso se agradece. Hanks vuelve a ser el alma del film, el tipo al que le creemos todo. En “Sully: Hazaña en el Hudson (Sully, 2016) sólo necesita un poco de canas para cambiar su apariencia e introducirnos en el mundo de este hombre que no se altera ante la presión y conoce al dedillo su trabajo, pero se perturba cuando lo ponen bajo la lupa y cuestionan su instinto. “Sully” es una historia correcta, bien construida. El típico drama “basado en hechos reales” del cual conocemos el desenlace, pero igual nos mantiene al borde del asiento sufriendo un poquito por el destino de los personajes. Esto es gracias a la pericia de Clint Eastwood, al afilado guión de Todd Komarnicki, a la interpretación de Hanks, impecable como siempre, y al mismísimo Sullenberger que deja traslucir su integridad, no sólo a través del actor, sino de la historia, basada en su propio recuento de los hechos.
A pesar de que estas historias reales, como la Chelseay Sullemberg, el hombre que en 2009 aterrizó un avión sobre el río Hudson y logró que hubiera cero heridos, son ya conocidas por el mundo entero, nos seguimos sorprendiendo de estas hazañas que parecen irreales. La nueva película de Clint Eastwood, con quien ojalá sea su nuevo fetiche, Tom Hanks, los junta para contar una historia de heroísmo, demasiada confianza en la tecnología, posibles errores humanos y más de 150 vidas que sobrevivieron un aterrizaje acuático. Sin dudas no es lo mejor de Eastwood, lejos está de ser su mejor film, pero por eso no deja de ser un gran material. La construcción narrativa de Clint sigue siendo estupenda y esos héroes cotidianos a los que les da vida siguen siendo estupendos, pero al dejar un poco esa oscuridad que tanto lo caracteriza puede llegar a decepcionar un poquito. En entrevista con el diario español “El País” contó por qué ya no quiere trabajar como actor en sus propias películas: “Ya no me interesan tanto los proyectos que requieren mi presencia. Prefiero ver el trabajo de los demás. Seguir aprendiendo. Quitarme de encima las preocupaciones como actor y concentrarme en lo que hacen los demás”.
La última vez que un grupo de pájaros revolvió una sala de cine fue en 1963, durante el estreno de una de las mejores películas de la historia: The Birds, de Alfred Hitchcock. 53 años después, otro director clásico los vuelve a poner en primer plano. Sully narra los acontecimientos del accidente que le otorgó al piloto Chesley Sullenberger el título de héroe. El 15 de enero de 2009, el vuelo 1549 de US Airways se estrelló en el río Hudson porque dos pájaros destruyeron uno de sus motores. Clint Eastwood, basándose en el libro homónimo escrito por Sully y adaptado por Todd Komarnicki, enaltece nuevamente el nombre de una persona y realiza una de las más logradas y sutiles películas de aviación del siglo.
“Sully”: un héroe bajo la lupa de los peritos Con "Sully", la famosa historia real del piloto de un jet de línea, Chesley 'Sully' Sullenberger, que ante un desperfecto en los dos motores de su avión decidió aterrizar sobre la superficie del rio Hudson, Clint Eastwood crea un nuevo genero, el cine "no" catástrofe. Como el hecho en el que se basa la película es muy conocido, tanto por haber sido una noticia mundial y por haberse producido diferentes documentales didundidos en el cable, Eastwood pone la investigación en el centro de su película, generando suspenso a través de los detalles de sus resultados. Mientras la prensa define a Sully como un autentico héroe, la comisión investigadora tiene serias dudas acerca de su decisión, ya que en caso de haber sido un error habría dejado que su avión se perdiera en el río, poniendo en riesgo la vida de las 155 personas a bordo. Las dudas crecen cuando numerosas réplicas del incidente en un simulador aseguran que el avión podría haber regresado sin peligro al aeropuerto más cercano. "Sully" es una película distinta en la que el veterano Eastwood, tan experto haciendo films como éste en la cabina de un jet, produce un sólido ejercicio de estilo narrativo volviendo simple lo complicado, ya que la acción va y viene en el tiempo tanto cuando el protagonista, un excelente Tom Hanks, recurda los hechos, como cuando son revisados durante la investigación. A pesar de los constantes flashbacks la narración es perfectamente fluida, con un ritmo vertiginoso que logra que la discreta hora y media de metraje (casi un record de brevedad en la última parte de la filmografía del realizador de "Los imperdonables") realmente pase volando. A pesar de su complejidad narrativa, "Sully" es un film simple que cuenta muy bien una historia concreta y conocida, con imágenes espectaculares en todo lo que tiene que ver con el incidente aéreo en si mismo.
Malo si lo haces, malo si no lo haces. Basada en hechos reales, Sully cuenta la historia de Chesley “Sully” Sullenberger, un piloto de aerolíneas, quien en 2009, cuando un cruce de aves inutilizó las dos turbinas de un avión a su cargo, se vio obligado a hacer un amerizaje forzoso en el Rio Hudson. Dicha maniobra era considerada peligrosa, pero en este caso salvó las 155 vidas que iban a bordo del vuelo. La trama se complicará cuando las autoridades empiecen a investigar las acciones de Sully durante el vuelo, amenazando su pensión y toda una vida de trabajo, haciéndolo incluso dudar de si hizo lo correcto. El guion de Sully es uno con una estructura peculiar y se concentra desde la primera escena en el factor humano que existe detrás de estas situaciones de riesgo. Es de valorar como se repite y se varía la escena del amerizaje sin la necesidad de hacerla una escena de cine catástrofe (si eso pasa, son fantasías en la mente de Sully). No obstante, lo que destaca es como construye la tensión alrededor de la enorme incertidumbre que padeció Sully en los días próximos a la audiencia donde se decide su futuro. Aunque el mundo lo ve como un héroe y lo elogia, él no se siente como tal; ya sea porque simplemente hizo su trabajo, o porque empieza a dudar si lo que hizo era la única alternativa posible. La historia hace un énfasis también en la enorme diferencia que ha existido y seguirá existiendo entre la exactitud de las máquinas y la espontaneidad humana; esas cosas que, aun considerando el peor de los escenarios, jamás se van a poder anticipar. Estas ocurren, y uno debe decidir cuestiones de vida o muerte en fracciones de segundo. Tenemos a un Tom Hanks eficiente y bondadoso como casi siempre se lo ve. Su habilidad natural para generar empatía con el espectador vuelve a decir presente, y aunque parezca demasiado bonachona, bajo la dirección de Eastwood adquiere un tono realista. Cabe destacar que lo acompaña con mucha eficiencia Aaron Eckhart en el rol de su copiloto. La fotografía a cargo de Tom Stern (nominado al Oscar por El Sustituto y frecuenta colaborador de Eastwood) es una prolija, con una paleta de colores fría, complementada por un preciso montaje y un gran trabajo de edición de sonido. Por otro lado, debe decirse que tiene una labor de efectos visuales muy eficiente (tanto a nivel práctico como CGI), que tiene sus lauros no sólo en la escena del accidente, sino en cómo reproduce la labor de rescate. Conclusión: Sully es un dilema moral con el ropaje justo y necesario de cine catástrofe, sin necesidad de ser un exponente del mismo. Este es un Clint Eastwood prolijo, que utiliza sólo lo que necesita para ilustrar los temas que está narrando y los personajes que representa. Si bien recae de tanto en tanto en la jeringoza técnica, las buenas actuaciones son las que hacen que la historia llegue a buen puerto.
“Sully: Hazaña en el Hudson”, un héroe común y corriente El 15 de enero de 2009 el vuelo 1549 de US Airways despegó del aeropuerto LaGuardia, en Nueva York. Llevaba 150 pasajeros y cinco tripulantes y su destino era el aeropuerto Internacional de Charlotte, en Carolina del Norte. A los pocos minutos de despegar una bandada de pájaros chocó contra el avión, un Airbus A320, dejando inutilizado los dos motores y en pésimas –sino nulas– condiciones de vuelo. Esto obligó al piloto Chesley Sullenberger a realizar un aterrizaje de emergencia sobre el río Hudson, que a esa altura del año sus aguas tenían una temperatura promedio de 6 grados bajo cero. Gracias a la destreza y pericia del capitán, el amerizaje fue exitoso. También tuvieron la suerte que los ferrys y remolcadores que se encontraban cerca llegaran pronto y rescataran a todos con vida. Este incidente se conoció como el “Milagro del Hudson” y la tripulación del vuelo 1549 fue condecorada con la Master’s Medal del Guild of Air Pilots and Air Navigators con estas palabras: “Este acuatizaje y evacuación forzosos, sin pérdidas de vidas, fue un logro heroico y único en la historia de la aviación”. Esta es la historia que en parte retrata Clint Eastwood en “Sully: Hazaña en el Hudson” (Sully, 2016), porque el filme comienza su relato con el accidente ya ocurrido. Con el capitán (Tom Hanks) y su copiloto Jeff Skiles (Aaron Eckhart) aguardando en un hotel para darle explicaciones a la Administración Federal de Aviación –y por ende a las compañías de seguros– de porqué no hicieron el intento de llegar hasta otros aeropuertos. La trama que plantea Eastwood, basada en el libro “Highest Duty”, de Sullenberger y Jeffrey Zaslow, es la de mostrarnos que, más allá de lo milagroso y heroico del acto, cuando hay intereses creados uno puede pasar de héroe a villano en segundos. Es que las investigaciones que comenzaron por el accidente podrían haber destruido la reputación y carreras de ambos pilotos. Eastwood no quiere darnos un superhéroe impoluto e impecable, trata de brindarnos a un ser humano común y corriente que fue puesto a prueba en circunstancias extraordinarias y, aun habiendo podido salir adelante, pone en duda si lo que hizo estuvo bien. La recreación del accidente es apabullante, y se nota que se esforzaron al máximo para hacerlo correctamente. De hecho, la producción compró dos Airbus A320 para usarlos, filmaron en el mismo lugar en el que avión amerizó y hasta actúa gente como Vincent Lombardi, el capitán del primer ferry que llegó al rescate, haciendo de sí mismo. Tom Hanks, que trabaja por primera vez con Eastwood, tiene una actuación sólida y bien sobria. Logra transmitirnos las sensaciones de un hombre que todavía está en shock por lo que sucedió y que debe explicar por qué está vivo. El actor pasó casi un día en el hogar de Sullenberger para tratar de “captarlo”, cosa que dejó sorprendido al mismo piloto de lo bien que lo hizo. Este largometraje no es rimbombante, ni estridente, ni pide a gritos premios de la Academia, lo que tenemos aquí es un excelente ejemplo del cine clásico de Hollywood que ya (casi) nadie hace. El único problema que tiene el filme es que su aparente sencillez puede hacer que la califiquen de una obra menor cuando en realidad no lo es. Esta película está pensada, depurada, corregida y armada de manera perfecta para que nos enfoquemos en el núcleo de su esencia. En una semana en donde una tragedia aérea es noticia, el estreno de Sully viene muy bien para saber que, aunque no se den con tanta frecuencia, a veces los milagros existen.
Se encuentra basada en hechos reales que quedaron en la memoria de muchos como "El milagro en el Hudson”, una gran hazaña de un piloto que salvo a 155 personas que iban a bordo de un avión. La historia se construye desde los personajes, tiene muy buenas escenas, visualmente espectacular, hay buenos diálogos (guión de Todd Komarnicki) y planos. Por lo tanto su recreación no corresponde al cine catástrofe. Por momento resulta melodramática y tiene algunos toques de golpes bajos. Contiene sólidas actuaciones de: Tom Hanks (Es posible que lo nominen a los Premios Oscar como así también sea nominado el film en otros rubros), sabe transmitir en cada gesto y silencio, Laura Linney (como su esposa), muy bien logra las conversaciones que tiene vía telefónica, Aaron Eckhart (el copiloto), logra una gran interpretación, y el resto del elenco está correcto. Lo que si le falta es un poco de ritmo por momentos. No tiene muchos puntos en común pero podemos recordar “El Vuelo” (2012) de Robert Zemeckis.
Las películas alrededor de tragedias o catástrofes en general me tocan una fibra emocional que no me genera ninguna otra cosa. Sobre todo las que son basadas en hechos reales y sobre todo las que suceden en aviones. Lo que más me impacta siempre, cuando pienso en esos momentos en el que a una persona le cambia la vida, es ese minuto, segundo, instante antes de que la tragedia, el accidente o el hecho, suceda. Ese momento en que uno todavía no sabe que la vida le va a cambiar. La fragilidad del cuerpo humano, de la vida. Me estremece. Y eso se palpa y lo muestra su director Clint Eastwood con su forma de narrar. Sully, está basada en el accidente del vuelo 1549 del US Airways en 2009, en donde el capitán Chesley “Sully” Sullenberger tuvo que aterrizar forzosamente en el Río Hudson un frío 15 de enero. Protagonizado, por Tom Hanks con una gran calidad actoral, Sully no está contado de manera tradicional. Esperaba que comience con el día en el que se va a producir el accidente, pero la película no transcurre de manera cronológica, no es predecible, aunque sabemos lo que va a ocurrir. Clint Eastwood, tiene una forma estremecedora de narrar con el orden de las escenas, los planos cuidadosamente elegidos, los detalles. Impecable. Sully, conmueve por ser una historia basada en un hecho real, la dirección de Eastwood, el cuidado de los detalles, en donde todo se ve tal cual las imágenes de archivo; y la enorme actuación de Tom Hanks que atraviesa la pantalla.
La historia es conocida por todos. En enero de 2009, el capitán Chesley "Sully"Sullenberger (aquí interpretado por un estoico Tom Hanks), se enfrentó con el desafío más grande en sus cuarenta años de trayectoria como piloto. Ni bien despegó del aeropuerto LaGuardia de Nueva York, una bandada de pájaros destrozó los dos motores del avión, y el experimentado profesional tomó la audaz decisión de aterrizar sobre las heladas aguas del río Hudson. Las 155 almas que tripulaban el vuelo 1549 de US Airways salieron sanas y salvas, y en cuestión de minutos el hombre se transformó en una suerte de estrella nacional. Con varias décadas de oficio dirigiendo cine, y un contundente número de películas en las que abordó la perspectiva del héroe desde diversos puntos de vista; Clint Eastwood vuelve a mostrar a los 86 años su pulso de enorme artesano del clasicismo. Solo un realizador con pleno conocimiento de las herramientas más nobles del lenguaje cinematográfico, puede sostener durante poco más de hora y media la atención sobre un relato cuyo desenlace fue televisado en todo el mundo. Para llegar a este resultado, el maestro Clint confía en dos pilares fundamentales a la hora de enaltecer una película: un guión sólido con buen pulso rítmico y actuaciones sobrias desprovistas de toda solemnidad. Más allá del despliegue y precisión que evidencia Eastwood en las escenas del histórico amerizaje, el fuerte de Sully: hazaña en el Hudson está en el proceso de investigación al que fue sometido el capitán junto a su copiloto Jeff Skiles (Aaron Eckhart en un impecable rol de ladero). Tanto la compañía aérea como la aseguradora no quedaron satisfechos con el accionar del devenido héroe americano, para ellos esa proeza significó un avión que fue a dar al lecho del río. Vía demostraciones de simuladores de vuelo, estos supervisores se encargaron de sostener con tenacidad la tesis de que la nave pudo volver a LaGuardia, o bien aterrizar en otro aeropuerto cercano. El film va tensando las cuerdas sobre un hombre que en pocos días tuvo que poner el pecho frente a cuatro ejes de fuerte tensión: el aterrizaje forzoso, la investigación de procedimiento, el requerimiento mediático y la comunicación telefónica con su angustiada mujer (una siempre eficaz Laura Linney). Lejos de la idea del héroe monolítico, Sully observa la repercusión masiva de su maniobra con cierta perplejidad y tiene dudas, ¿y si la decisión que tomó no fue la correcta? En tiempos de voracidad pirotécnica, el octogenario realizador ejercita su mirada sobria y elegante sobre una historia que enfrenta las convicciones de un hombre versus la maquinaria de las corporaciones. La desgarradora mirada de Tom Hanks supervisando que no haya quedado ningún pasajero a bordo del avión, cuando se dispone a ser el último en abandonar la nave previo al rescate, funciona como síntesis de una de las constantes del cine de Clint Eastwod: seres frente a circunstancias cruciales que definen sus actos a partir de sus su principios, aún a expensas de confrontar con la fría y deshumanizada letra del protocolo. Sully / Estados Unidos / 2016 / 96 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Clint Eastwood / Con: Tom Hanks, Aaron Eckhart, Laura Linney, Valerie Mahaffey, Delphi Harrington.
Sully, hazaña en el Hudson: la joya cae en medio del dolor Parece una cruel paradoja del destino que en una semana signada por la tragedia aérea que le costó la vida a 71 pasajeros, entre ellos el plantel del equipo de fútbol brasilero Chapecoense, llegue a los cines locales uno de los mejores films del año, que recuenta la historia de uno de los accidentes de este tipo más famosos de la historia, pero no por la cantidad de víctimas fatales sino por la supervivencia de todos los pasajeros. Si a Tom Hanks le faltaba trabajar con un director, ese era Clint Eastwood, uno de los mejores realizadores del cine norteamericano, cuyos peores films incluso se han hecho acreedores de halagos y buena taquilla. En este caso, el actor y el director se unieron para llevar a la gran pantalla el libro Highest Duty (El más alto deber) de Jeffrey Zaslow Sullemberger, un piloto que el 15 de enero de 2009 logró una hazaña impensada y se transformó en héroe nacional al aterrizar un Airbus 320 con casi 150 pasajeros en el río Hudson luego de que una bandada de pájaros dañó los dos motores de la aeronave. Sin embargo, el tira y afloje entre la compañía US Airways y la aseguradora no sólo puso en tela de juicio su prestigio obtenido tras cuatro décadas en una cabina de control sino también su criterio. Esta es la historia elegida por Eastwood, la de la construcción del personaje en el imaginario popular y la realidad del hombre detrás de la estatua; y por fortuna encuentra a un Hanks inspiradísimo y en temporada de cosecha de nominaciones para los premios Oscar. Contra todo lo que puede esperarse de un film de este director y con Hanks como protagonista, la película dura unos escasos 96 minutos que hacen foco en las inseguridad que sufre el protagonista frente al sumario que se le lleva a cabo en la empresa, desde donde insisten que si lo hubiese querido, podría haber aterrizado en un aeropuerto cercano. Es curioso como Eastwood ha construido su narración, lisa y llana, y ha triunfado en un negocio en el que los recursos remañídos y las complejidades identifican a los realizadores más "prestigiosos". Este ex cowboy y ex policía de los más clásicos exponentes de ese género de las décadas de 1960 y 1970 ha sabido transportar con dignidad lo aprendido durante todos estos años y en Sully vuelca una vez más su talento con hidalguía, a sus 86 años. La película no sólo luce moderna sino que reproduce la maniobra que el piloto realizó con el avión y reconstruye el rescate de manera magistral: en ningún momento se notan los trucos y el despliegue es increíble. Hanks interpreta al protagonista con mucho tino y se apoya en un elenco secundario que tiene a Aaron Eckhart a su mejor exponente, como el copiloto Jeff Skiles, que permanece con él en pantalla durante casi todo el film. Sully se convierte así no sólo en uno de los films más recomendados de esta semana sino también en un serio candidato a quedarse con alguna estatuilla en enero y febrero del año que viene.
Clint Eastwood presenta una nueva película, Sully: hazaña en el Hudson, más impersonal que el resto de su obra pero con algunos rasgos de su impronta. El 15 de enero de 2009 el mundo entero fue testigo del llamado “Milagro en el Hudson”, un accidente que podía haber acabado en tragedia de no ser por el piloto norteamericano Chesley Burnett “Sully” Sullenberger (Tom Hanks). Este hombre logró realizar una peligrosa maniobra con éxito: aterrizar de emergencia un Airbus A320 en las heladas aguas del río Hudson, después de que una bandada de gansos chocara contra los motores. Tom Hanks se caracteriza para convertirse en el Capitán Sully. Un hombre que a pesar de ser un experto piloto se cuestiona la decisión tomada, siendo la confianza en uno mismo; uno de los tantos tópicos de la filmografia de Clint Eastwood. En este caso el protagonista se siente abatido por el éxito, y mientras que en El vuelo de Robert Zemeckis , el espectador tenía un Denzel Washington de construido por las drogas y el alcohol; y con un ritmo más vertiginoso en las secuencias. Aquí el protagonista es llevado por una sobriedad inigualable, salvo algunos episodios de alucinaciones; el trabajo del actor y del guión de Todd Komarnicki; es de no alejarse de la novela original escrita por el piloto y su experiencia. Es Eastwood el que apuesta en su dirección, en la intimidad de poner la cámara muy cerca de Hanks, sin dejarlo respirar. A su vez, suma a la historia, la forma en que esta contada; presentado el incidente desde varias perspectivas y puntos de vista.
"Mayday" debe ser una de las palabras más angustiantes para cualquiera que se encuentre en el aire, pero para el piloto Chesley Sullenberger apenas significa algo muy claro: mantener en lo posible la calma, que las pulsaciones no suban demasiado, y terminar bien un trabajo, sea como sea. Para Clint Eastwood, por otro lado, la señal de socorro no necesita terminar en tragedia para generar una gran historia, sino más bien todo lo contrario: su “Sully” ya desde el comienzo parece ser un héroe, pero uno de carne y hueso que no recibe -como muchas veces sucede en la vida real- una condecoración de inmediato. Una vez realizada su “hazaña en el Hudson” (obvia bajada que acompaña al título en los países de habla hispana como el nuestro), debe probarse una y otra vez ante un comité de aviación que asegura que, si bien su resultado fue asombroso, excedió por mucho sus responsabilidades y por ende puso en peligro a la tripulación entera. Eastwood, a sus ochenta y seis años, realiza otra hazaña, si bien desde lo cinematográfico: consigue articular una película que es en iguales medidas moderna en su estructura (a través de flashbacks y montajes quebrados) e increíblemente clásica desde su narración. Consciente de que el suspenso, como bien decía Hitchcock, no se trata de la “sorpresa”, construye su relato partiendo desde el accidente mismo, que se desarrolla durante los créditos iniciales y perpetúa reiteradas veces, desde distintos ángulos y perspectivas, a lo largo de los 96 minutos que dura el film. Tom Hanks y Aaron Eckhart encarnan al heroico piloto y su co-piloto respectivamente, entregando dos de las mejores actuaciones del año que por lejos deberían ser de las más consideradas por los próximos premios de la Academia. Su director, ya múltiples veces galardonado, no hace más que agrandar su eterna y viva leyenda.
Crítica emitida por radio.
Crítica emitida por radio.
Cuando me enteré que harían una película sobre el Milagro del Hudson me pregunté cómo rellenarían algo qué pasó en menos de cuatro minutos. Cuando vi que Clint Eastwood se ocupaba del tema, me despreocupé. Amo a Clint, amo la aviación. Estaba Tom Hanks. ¿Que podía salir mal? Nada La aviación es la forma más segura que existe para transportarse. Punto. No me importa lo que diga Doña Rosa. He volado más de un millón de kilómetros en mi vida. Este Airbus 320 de US Airways (hoy fusionará con American Airlines) despegó del aeropuerto más feo ediliciamente de Nueva York pero que tiene la mejor vista de todas : Manhattan A los pocos segundos de despegar se le cruzó una bandada de gansos, no de palomitas, de gansos, y entraron en los dos motores. Esto pasó muchas veces pero siempre con un solo motor. En ese caso el avión hace un procedimiento de emergencia y vuelve al aeropuerto sin riesgo alguno. Pero acá fue distinto. Lo qué pasó con este avión fue único. Y la decisión de "Sully" en ese instante también. Dejo de lado la manera con la cual Clint cuenta todo. Le acepto todo. Voy por el lado técnico y el humano: la película es impecable. La vi con pilotos del mismo avión y no hay objeción alguna a todo. Hollywood no metió mano, salvo quizás en las pesadillas, pero no en lo real. Los dos momentos que muestran el accidente son impactantes, no por la acción, es por el clima. "Prepárense para el impacto" y se te aflojan las piernas Tom Hanks perfecto como siempre. Duración justa. Esto es algo más que una historia que transcurrió en pocos segundos, es un capítulo trascendental en la historia de la aviación y Clint lo contó a su estilo: perfecto
A los 86, Clint Eastwood vuelve a mostrarse como un maestro de la sobriedad y la sutileza, con esta magnífica recreación de lo que pudo ser catástrofe aérea y no lo fue gracias a la pericia del piloto, que aterrizó en el río en 2009. Con un gran Tom Hanks frente a la cámara, Eastwood cuenta desde el momento después de lo que pasó, para ir armando las piezas, algunas surgidas de la mente de Sully, hombre común en circunstancia -y estrés- extraordinarios, y llegar al momento del accidente. De esa manera, acompañamos a Sully, en manos de los jerarcas que exigen explicaciones y quieren señalarlo como culpable, mientras la televisión lo trata como héroe nacional. Con su elegante clasicismo, Eastwood muestra a Sully y a su esposa (Laura Linney) por teléfono, a la distancia en un momento tan dramático, para dejar claro el afecto, pero también los problemas, que atraviesa esa relación. O apela a los gestos y palabras de aliento de los rescatistas improvisados ("hoy no se muere nadie", dirá uno al pasajero semicongelado al que está subiendo al barco) para abrir una ventana a la humanidad. Asuntos en minúscula que hablan de otros en mayúscula (las Torres Gemelas), pero sin jamás desviar el rumbo de su narración atrapante, justa, impecable. Claro que Sully es también un manifiesto anti burocrático y una potente, humana y conmovedora reivindicación de los que hacen su trabajo lo mejor que pueden, héroes de cada día.
El papá y el abuelo de América Clint Eastwood y Tom Hanks son personalidades opuestas pero creen en el mismo tipo de héroe, el de Sully: lacónico, dedicado y profesional. La combinación entre Tom Hanks y Clint Eastwood en una misma película es rara. No me refiero al hecho de que sea la primera vez que trabajan juntos sino a una aparente diferencia de sensibilidades y personalidades públicas. El actor, a quien los estadounidenses llaman “America’s Dad”, representa al adulto sensible, comprometido, humanista. Clint Eastwood, en cambio, se acerca más al abuelo gruñón y, al menos como figura pública, nunca fue muy amigo del tipo de amabilidad y cortesía propias del buenazo de Tom. Pero, por suerte, el cine no es como la vida y la vida no es como el cine. Y sus maneras de entender su trabajo, como y actores y como directores, son bastante similares. Ambos creen en la economía de recursos, de gestos, de palabras. Ambos son amigos de expresar con lo mínimo indispensable las emociones más fuertes (el famoso “menos es más”), de la eficiencia y eficacia narrativas y -más allá de sus seguras diferencias políticas y de imagen- ambos creen en el mismo tipo de héroe: dedicado, preferentemente lacónico y muy profesional en lo suyo. Hay un momento en Sully: Hazaña en el Hudson en el que ese combo funciona de manera perfecta y marca la que tal vez sea la mejor escena de la película. Chesley “Sully” Sullenberger, el veterano piloto de avión que interpreta Hanks, acaba de pasar por el momento más duro de su carrera y de su vida: ha debido aterrizar forzosamente su avión en el río Hudson, en Nueva York, por la rotura de sus motores. Ha logrado resolver la situación de una manera heroica pero todavía no sabe del todo las consecuencias reales de su arriesgada decisión hasta que llega un colega y le confirma que los 155 pasajeros sobrevivieron. Usando un plano de la mejor escuela spielberguiana, Eastwood acerca lentamente su cámara a la cara de Sully. El hombre no dice nada pero su ojos se llenan de lágrimas al saber que logró salvarle la vida a todos. Misión cumplida. Y es imposible, como espectador, no quebrarse en ese preciso momento. No estoy espoileando nada al contar esto. No sólo el caso del Milagro en el Hudson es conocido sino que la película arranca, directamente, mostrándolo, dándolo como un hecho consumado. Si bien Sully tiene varias idas y vueltas temporales, sabemos de entrada que el hombre logró aterrizar su avión en medio del río de manera milagrosa. Pero la película partirá de esa situación para hablar de varias cosas. Narrativamente, se centrará en las explicaciones que Sully tiene que dar ante las autoridades por haber tomado esa decisión. Es cierto, salvó a todos, pero la pregunta es: ¿no podía haber aterrizado en alguno de los aeropuertos cercanos en vez de arriesgarse a un “amerizaje” con muy pocas posibilidades de funcionar? ¿Tomó la decisión correcta o no? El filme está montado como un rompecabezas temporal pero jamás el espectador se pierde en el relato de esta película inusualmente breve para lo que suele ser el cine de Clint (90 minutos en lugar de las habituales dos horas o más). El juicio de parte de una comisión de asuntos internos aeronáutica que recuerda al de El vuelo, de Robert Zemeckis, tiene, al parecer, un objetivo central: responsabilizar al piloto de lo sucedido ya que, más allá de haber resultado exitoso, generará seguramente para la empresa y la industria una serie de costos y juicios. A tal punto las autoridades lo presionan respecto a la decisión que tomó -las evidencias parecen estar todas en su contra- que Sully comienza a dudar. Es cierto, tiene 42 años de carrera como piloto, pero, ¿es posible que haya tomado una decisión equivocada por más que todo el mundo lo trate como un héroe? Ese es el centro narrativo de Sully, pero el temático es el profesionalismo, la colaboración, la amistad, el trabajo en equipo. Como una película sacada directamente del manual de Howard Hawks, Eastwood no construye a un héroe, sino que muestra a un capacitado profesional y a los que colaboran con él haciendo bien y seriamente su trabajo, y confiando en el instinto que le da la experiencia de décadas a la hora de tomar la decisión correcta en el momento más difícil. Si bien Hanks es fundamental para la excelencia de Sully, agregándole momentos maravillosos como cuando se fastidia con el circo mediático que se ha montado alrededor suyo, también Aaron Eckhart, como su copiloto Jeff Skiles, le agrega un importante eje emocional a la trama. Viéndolos en acción, la película se convierte en un bromance entre dos amigos y compañeros que tuvieron que tomar una decisión radical en minutos y que deben estar juntos y apoyándose ante las autoridades en un juicio que remeda al cine de otro clásico realizador de Hollywood como fue Frank Capra. Para ninguno de los dos hay heroísmo ni culpabilidad: hay seriedad y profesionalismo, la idea de que un trabajo debe hacerse bien, responsablemente, siguiendo las reglas pero también confiando en el instinto cuando la situación se vuelve inesperadamente –un bandada de pájaros destruye los motores del avión apenas despega– de vida o muerte. Si bien sabemos lo que pasó todo el tiempo, Eastwood consigue emocionarnos en cada uno de los flashbacks al día del accidente mostrando lo que pasa con los pilotos, las asistentes de a bordo, la torre de control, los pasajeros y los rescatistas. Cada tarea hecha responsable y dedicadamente para evitar una crisis es un acto de nobleza que conmueve. Sin usar banderas, cámaras lentas ni música a la caza del impacto sentimental, Clint hace una película emotiva y respetuosa de la mejor tradición del cine clásico norteamericano. Cuesta ver a esa persona que se burla de Obama y que apoya a Trump en una película tan noble como Sully, pero eso siempre fue parte de esa contradicción andando que es Eastwood. Tal vez la lucha un tanto maniquea contra esos burócratas de sillón que ponen palos en las ruedas sea lo que esté más cerca de encarnar su mirada política, pero esos momentos no le quitan entidad ni grandeza a la película. Sully es un gran filme, pero en una industria que apuesta más por el alto impacto -y ni hablar de las citadas diferencias políticas-, seguramente será olvidada a la hora de los Oscars. Siguiendo la lógica de la historia, sería lo de menos. Los aplausos son secundarios, hasta incómodos. Lo importante es hacer el trabajo lo mejor posible. Y, a sus 86 años, Clint lo sigue haciendo como desde el primer día.
La intranquilidad después de la caída Sully: Hazaña en el Hudson es un filme sobrio e impecable en el que Clint Eastwood se refleja éticamente en la figura del piloto Chesley “Sully” Sullenberger, quien logró la proeza de salvar a todos los tripulantes de su vuelo en un aterrizaje de emergencia. Contenido, sobrio y sin maniobras en falso: así conduce Clint Eastwood la narración de Sully: Hazaña en el Hudson, reflejándose en el piloto Chesley “Sully” Sullenberger en su entrega ética y sin concesiones al oficio. La “hazaña” de “Sully” tuvo lugar el 15 de enero de 2009, cuando consiguió aterrizar en unos eternamente efímeros 208 segundos un avión averiado en las aguas heladas del río Hudson neoyorquino, desobedeciendo la orden de volver al aeropuerto por temor a la falta de tiempo a favor. Después del rescate acuático, los 155 tripulantes sobrevivieron sanos y salvos. Tom Hanks es la inmejorable cara humana del planteo fílmico con sus canas, bigotes y expresión de preocupación constante, un ceño fruncido y angustiado que insinúa las turbulencias interiores de un hombre rígido e imperturbable por fuera. Y es que Sully es más un drama íntimo que uno épico, más un relato sobre la solitaria incertidumbre individual frente a la torpeza institucional que una película catástrofe con final feliz: después de salvar a su tripulación, “Sully” es retenido en una habitación de hotel junto a su copiloto (Aaron Eckhart) para ser sometido a un escrutinio de la aerolínea y fuerzas de seguridad nacional, que le reprochan haber tomado la decisión incorrecta. Así comienza la película, con “Sully” aislado del mundo, sufriendo pesadillas en las que ve a su avión estrellarse contra un edificio (Eastwood jugará una y otra vez con esa imagen fóbica pos-11-S), recordando en flashbacks sus comienzos como piloto y hablando por teléfono con su mujer (Laura Linney), quien le asegura una y otra vez que ya es un héroe nacional. “Sully” lo comprueba por su cuenta al ser invitado a programas televisivos en los que no se cansa de repetir que no se considera un héroe, que simplemente cumplió con su trabajo. Con igual altruismo apuntará que su “hazaña” no es personal sino colectiva, un fruto del trabajo en equipo. Eastwood reconstruye el aterrizaje hacia la mitad de la película, con planos cortos naturalistas de una discreta majestuosidad en los que los efectos especiales son una mera herramienta. Cuando "Sully" es cuestionado en una humillante audiencia pública con la contraprueba de unos ridículos simulacros, Eastwood parece estar defendiendo su cine clásico frente a la irrealidad digital del siglo 21: sus personajes, con Hanks como ejemplo fehaciente, son humanos de carne y hueso. Paradójicamente será esa instancia, presidida por el rollizo lacayo estatal Charles Porter (Mike O’Malley), la que más se preste a manipulaciones hollywoodenses: los mínimos deslices de un trayecto impecable.
Magistral relato de Clint Eastwood, intenso, emocionante y respetuoso Clint Eastwood nos vuelve a fascinar. Cuenta una historia conocida con los materiales de siempre. Y lo hace con la nobleza y la serenidad de un clásico que no necesita hallazgos raros ni recursos impactantes para envolvernos. “Tengo cuarenta años volando y me van a juzgar por 38 segundos”, dice el piloto Sully. Y sí, subraya Eastwood, al final a todos nos juzgan por esos momentos que la vida nos pide más. Algo que Eastwood y su serena maestría despliega ante nosotros esta historia. Nada desentona. Todo es creíble. Tiene suspenso, emoción, personajes bien trazados, ideas y una formidable reconstrucción del hecho. No apabulla con los datos técnicos. Los sucesos que evoca resuenan especialmente a la sombra del reciente accidente en Medellín. El film va y vuelve en el tiempo. No como una travesura, sino para entender que lo que se cuenta no es tanto ese formidable amerizaje en las aguas del Hudson (filmado cono los dioses) sino el alma de este hombre que, como muchos héroes de Eastwood, desafía a su conciencia y al sistema, que va y viene con su pensamiento, que cree que hay instantes que la razón debe dejar su lugar a la acción. Es un profesional que se limita a cumplir su parte de la mejor forma que puede. Sin alharaca, sin golpes de efecto, sin traficar con lo lacrimógeno, sin levantar jamás la voz, los personajes y el relato se entrecruzan y se potencian gracias a la varita mágica de este enorme artista que a los 86 años nos sigue atrapando. El film cuenta el drama de conciencia de un piloto que primero es recibido como héroe pero que después debe enfrentar la investigación que llevan adelante las corporaciones, más ocupadas en sacar cuentas que en exaltar la hazaña de un comandante que salvó la vida de las 155 ocupantes. Sully responde también allí con entereza. Y enseña que en esos momentos no hay tiempo de calcular, que es al final el instinto, la corazonada, la confianza en sus propios recursos lo que termina decidiendo el destino de un hombre. Y que los héroes no son, la vida los va haciendo. Un film noble, respetuoso, intenso y profundo.
Crítica emitida por Radio en Cartelera 1030 los sábados de 20-22hs por Radio Del Plata AM 1030
El gran héroe americano No puede resultar más oportuno el estreno de la última producción del muy veterano y venerado Clint Eastwood en plena semana en la que se decide el que será nuevo presidente de los EEUU. Allí ya llegó a la cartelera en pleno aniversario del 11 de septiembre, pero aquí la podemos disfrutar deshojando la margarita de si será Clinton o Trump el nuevo inquilino de la Casa Blanca.Sully: El gran héroe americano 3 Eastwood ya ha amenazado con retirarse del cine en unas cuantas ocasiones, pero se ve que el gusanillo le debe de seguir picando y cada cierto tiempo vuelve a colocarse detrás de las cámaras, normalmente con unos resultados bastante estimulantes tanto de taquilla como de público. Y es que quien tuvo retuvo, y aunque ya no se desmarque con obras maestras incontestables como lo fueron en su día Bird (1988), Mystic River (2003), Million Dolar Baby (2004) o Gran Torino (2008), todavía es capaz de pergeñar un puñado de buenos trabajos como J. Edgar (2011), El Francotirador (2014) o esta Sully (2016) que ahora nos ocupa. América necesita héroes, y más después de la dura crisis mundial que todavía sigue dando más de un coletazo y que nos lleva por la calle de la amargura. Hemos dicho héroes, y no superhéroes de esos que llevan mallas y capa. Los líderes políticos que, en teoría, deberían dar ejemplo y servir de guía a los más necesitados se muestran impotentes e inoperantes ante una situación que les supera y de qué manera. Así que, el director se fija en esos hombres de andar por casa, de integridad intachable que sólo quieren hacer bien su trabajo y sin comerlo ni beberlo se ven envueltos en una situación extrema. Es lo que le ocurrió al capitán Chelsey Burnett Sullenberger, más conocido como “Sully”, un piloto de aviación de las líneas aéreas estadounidenses, quien tuvo la difícil tarea de amerizar un Airbus 320 del vuelo 1549 de US Airways en el río Hudson de Nueva York, sin que se produjese daño personal alguno. La película recrea aquella caótica situación desde dos puntos de vista: en primer lugar explica cómo lo vivieron los sufridos pasajeros, miembros de la tripulación del avión y los trabajadores del centro de control que dieron al aparato por perdido. Con esta primera versión de los hechos y la participación de agentes externos, como esas empresas aseguradoras que intentan apretar las tuercas para ver si pueden demostrar que hubo algún fallo humano y así poder ahorrarse unos dólares, la trama crece en tensión de manera considerable. Lo mejor se guarda para el tramo final, ese en el que vivimos la peripecia desde la versión de los dos protagonistas, y es ahí cuando la figura humana cobra toda su relevancia y se eleva majestuosa ante cualquier duda que pudiera hacer palidecer la heroicidad narrada con puntillosa pulcritud. Y quien mejor que Tom Hanks, ese gran héroe americano de la actuación, quien ya tiene ganado a pulso un puesto en el Olimpo de la actuación hollywoodiense, para dar vida a la figura de un hombre cotidiano que lleva la honradez y la rectitud por bandera. El film se ve con agrado y rezuma ese aroma a cine clásico que tanto se echa de menos en las obras cinematográficas de hoy en día. La valía de Eastwood para mover la cámara con solvencia y dominar los tiempos narrativos está fuera de toda discusión. Otra cosa es que escarbemos un poco para intentar encontrar dobles lecturas o un nivel de profundización más elevado en el desarrollo argumental. No los hay, pero en esta ocasión tampoco son necesarios.
Tom Hanks y Clint Eastwood se unen para narrar la épica proeza del capitán “Sully” Sullenberger, quien en 2009 perdió las dos turbinas de su avión y, a pesar de las recomendaciones de la torre de control, decidió amerizar en las frías aguas del río Hudson, salvando así la vida todos los tripulantes. El octogenario director Clint Eastwood vuelve a demostrar su buen gusto al narrar una historia sencilla, pero bien estructurada, intercalando presente con pasado. Sin excesivos sentimentalismos y con sobriedad, logra mantener un buen relato, sostenido en gran parte por la gran actuación de Tom Hanks, quien logra encarnar a la perfección a este cuestionado héroe que se enfrenta a una cruda investigación. El incidente se muestra desde distintos puntos de vista, lo que favorece la empatía hacia este héroe de la vida real que cambió la vida de muchos.
¿Esto es Sully? ¿Una película equilibrada y calma que no propone al espectador un shock de estímulos sino al contrario una reposada invitación desde la que preguntarse si una decisión de vida o muerte estuvo bien tomada? Esto es Sully? A esto se reduce la última película de un consagrado y siempre vigente Clint Eastwood, protagonizada por la mega estrella Tom Hanks? Solo esto? La verdad es que el espectador tendrá todo el derecho a hacerse estas preguntas luego de ver una película al menos desconcertante, sobre todo si se piensa en otras como la exaltada American sniper, por ejemplo, que como decíamos en su estreno, era un arma peligrosamente cargada de ideología republicana. Aquí, un piloto experimentado, especialista en seguridad de vuelos transcurre los últimos años de su carrera. En el invierno del 2009, a pocos minutos de partir en un vuelo interno de la ciudad de Nueva York y tras un choque con una bandada de pájaros, deberá decidir en cuestión de segundos si su avión, con los dos motores fallados, podrá alcanzar el aeropuerto del que acaba de despegar o sobrevivirá a un aterrizaje forzado sobre el agua del frío invierno del Hudson. Esa decisión que Eastwood filma sin sobresaltos, sin exabruptos de montaje o de cámara parece colocarnos en una encrucijada como espectadores acostumbrados a este tipo de películas de accidentes. Aquí no se nos invita a la tensión, al nerviosismo, a los saltos de timón como sería de suponer, sino a entender que esa decisión personal, firme y sin dudas corresponde sí y solo sí al factor humano no expuesto al error. El capitán Chesley Sullenberg, pronto convertido en héroe, sabe que lo que hizo está bien, por momentos los simuladores y la junta de control lo hacen dudar, y es cuando inteligentemente Eastwood pone a funcionar por un lado su aparato de flashbacks que son varios,a lo largo de la hora y media, para que esos signos de duda se disipen. Las alteraciones temporales en la película tienen ese objetivo: resaltar aquello que veremos varias veces, desde varios puntos de vista para comprobar realmente un “trabajo bien hecho”. Y por el otro a su precisa dirección de actores. Tom Hanks tiene sobre sus hombros la carga de contener todo signo de emocionalidad, furia, o gloria. Dudar y existir es la tesis del hombre moderno, y materializarlo en circunstancias proporcionadas parece el desafío superior de un director que siempre tiene con qué sorprendernos. El individuo y sus decisiones no están libres de lecturas políticas y mucho menos cuando la crisis del sistema convencional está haciendo aparecer novedosos liderazgos pro individualistas. “Hacía falta una buena noticia de aviones en esta ciudad”, dice un personaje al protagonista en un momento. Aunque sabemos que las noticias de aviones no son buenas por estos dias de diciembre de 2016, les sugiero que se asomen a Sully, hazaña en el Hudson, más no sea para saber cuáles son los vientos que corren por estos días en el particular universo eastwoodeano.
Shithappens!, dicen los americanos, pero lo que le pasó a Sully no fue tan grave; menos, aun, en comparación con lo que le ocurrió a otros tantos compatriotas en un vuelo dentro de la misma ciudad. Pero hablamos de una tragedia que ocho años antes hizo dar vuelta al mundo en sentido contrario. Lo que le pasó a Sully, repetimos, no fue tan grave. En enero de 2009, pleno invierno neoyorquino, el vuelo 1549 con destino a la ciudad de Charlotte sufrió un accidente apenas despegar de La Guardia. Una bandada de pájaros hizo un clavado en las turbinas de ambos alerones y al avión no le quedó otra que planear. Sin que le tiemble el mostacho, el piloto Chesley “Sully” Sullenberger (Tom Hanks) pidió permiso para volver a La Guardia o aterrizar en la base más cercana; se lo dieron. Sully calculó, le cambió la mirada y –sin consultar con su copiloto, Skiles (AaronEckhart)– dijo a torre de control: “aterrizo en el Hudson”. Y así hizo, y pese a los 20 grados bajo cero del agua, que a duras penas los flotadores podían impermeabilizar, pese a que un loco quiso alcanzar la costa a nado y a una mujer que patinó con el salvavidas puesto río abajo, la tripulación entera sobrevivió, sin un rasguño. El único que la empezó a pasar mal fue Sully; primero, porque la compañía aérea le inició una investigación, por hacerlo responsable de pagar una indemnización y por creer que habría podido aterrizar en un lugar que no fuera agua (ni la ciudad, claro está). Y por otro porque, precisamente, Sully empezó a tener pesadillas, incluso diurnas, donde creía ir directo con el 1549 hacia algún edificio de la ciudad. Todo bien, hasta ahí. La semi tragedia ocurrió y está bien calcada. Bien Hanks como el veterano piloto, y mejor aún Eckhart, echándole un poco de nervio al impertérrito Forrest Gump. Pero el nervio flojo de Clint Eastwood (pura corrección política en la pantalla, total incorrección por fuera) es lo que exaspera. Siempre para sus personajes en algún momento el mundo parece venirse abajo, pero se salvan, aunque sea en las aguas frías del Hudson. Y después, ¿es necesario mostrar una vez más a los verdaderos protagonistas entre los títulos finales? Estas son las cosas que hacen que Eastwood nunca deje de ser un realizador, en el mejor de los casos, apenas correcto.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Pequeños héroes Sully: hazaña en el Hudson (Sully) es una película que se basa en, o parte de, un evento específico. Chesley Sullenberger, Sully para los amigos, se hizo famoso el 15 de enero de 2009 cuando aterrizó de emergencia un avión sobre el río Hudson, salvando las vidas de los ciento cincuenta individuos a bordo. Obviamente, este suceso es el eje central del film. Las formas de contarlo son múltiples y Eastwood demuestra que sigue siendo el mejor narrador cinematográfico contemporáneo por la manera en que decide hacerlo. Eastwood no utiliza el accidente para un comienzo adrenalínico ni para su clímax, y desde el comienzo, gracias a un diálogo televisivo, sabemos que todos sobreviven. El evento incluso se repite varias veces durante el film, aunque sepamos cómo culmina. Porque Eastwood sabe que el efecto solo no importa, que los hechos reales son solo su punto de partida. En cada iteración, Eastwood involucra un nuevo punto de vista. Pilotos, pasajeros, empleados, socorristas, turistas, ciudadanos; cada nuevo testigo funciona con la misma potencia en el relato. Sully es una película sobre el heroísmo, sobre sus formas y sobre su peso (como también lo era, por ejemplo, American Sniper), pero aunque lleve su nombre, no es solo sobre Sully. No hay en el film un héroe individual, sino individuos heroicos. Al enfocarse en cada involucrado, al detenerse a explorar el efecto en el controlador aéreo o el conductor del ferry, Eastwood reafirma su profundo humanismo. Aunque el accidente se repita, su efectividad no decrece. Cada vez la emoción es nueva, porque quien la vive es nuevo, y quien la vive no es un títere del guion, sino una persona. Ahí la maestría de Eastwood: en respetar a sus personajes y su relato, en entender que el cine no requiere de golpes de efecto, sorpresas o convenciones de género cuando se sabe cómo narrar.
El 15 de enero de 2009, se produjo el “Milagro en el Hudson”. El piloto Burnett Sully Sullenberger (Tom Hanks) aterrizó forzosamente un Airbus A320 en medio del río Hudson, logrando salvar a 155 pasajeros. El motivo de agradecimiento eterno de sus sobrevivientes, fue visto por los encargados de hacer la investigación sobre su procedimiento como una falla en la carrera de cuatro décadas de Sully. Poco después del despegue del vuelo 1549 de US Airways, el impacto de aves ocasionó fallas en los dos motores del avión. Si bien el plan A era volver al aeropuerto LaGuardia, el capitán optó por el plan B: caer de emergencia en el Hudson. Eso ocasionó que todos empiecen a pensar por qué no optó por el plan A, mientras Sullenberg observaba con temor cómo su profesión era puesta en dudas por sus colegas quienes, planteando todos los escenarios y factores posibles, olvidaron uno: el humano.
Menos mal que todavía podemos contar con Eastwood para ir al cine. Esta película basada en la historia real del piloto de avión que salvó la vida de sus pasajeros aterrizando su nave en el Hudson toma la aventura para convertirla en un prisma. El personaje principal -clase magistral de actuación para cine de Tom Hanks, ya uno de los grandes del cine de cualquier época- es un tipo normal, el mejor de los bastidores para que aparezca un héroe y el realizador, que comprende perfectamente que no hay blancos o negros (aunque siempre opte de modo tajante -sin imponerle la elección al espectador- por una de las soluciones que plante el relato), lo pinta completamente. La estructura narrativa, que narra el hecho a la par de la investigación, implica también una reflexión sobre qué es el cine, cómo se construye, cuál es la potencia de la imagen respecto de la palabra. Y todo ocurre en un film donde, incluso si sabemos cómo ha terminado todo, la tensión se mantiene sin tacha durante todo el desarrollo. Una película que no tiene un minuto de más, que se toma el tiempo necesario para mostrar lo imprescindible, y que nunca deja de lado el verdadero motor del paisaje: los personajes, verdaderas personas cuando los toma un realizador que parece conocer de memoria todos los secretos de su arte. Casi el reverso de Francotirador -su último éxito-, este film es un Eastwood más, lo que implica otra gran película.
Un héroe de carne y hueso En enero de 2009, el piloto Chesley "Sully" Sullenberger se convirtió en un héroe cuando logró acuatizar en el río Hudson de Nueva York un jet con 155 pasajeros que había perdido las dos turbinas poco después de despegar. Fue una maniobra desesperada pero exitosa. Los pasajeros se salvaron y contaron un final feliz. Sin embargo, al piloto le esperarían largos interrogatorios de la Comisión de Seguridad Aeronáutica cuestionando su accionar y especulando con las pérdidas de las compañías de seguros. Clint Eastwood reconstruye esta historia con su sello clásico: con una gran precisión en la narración, sin excesos ni golpes bajos. Mientras el cine de Hollywood se envicia con películas cada vez más largas, el director de "Los imperdonables" y "Gran Torino" se toma sólo una hora y media para contar al detalle la hazaña en el Hudson y para meterse en la piel de su protagonista, un involuntario héroe de perfil bajo que, a pesar de haber salvado 155 vidas, está inmerso en un montón de dudas. Sully y su fiel copiloto se enfrentan solos a la burocracia y un sistema que mide todo en números, sin tener en cuenta el factor humano que la película revela. También es notable como Eastwood logra crear verdadera tensión en un relato cuyo final ya es conocido. Tom Hanks y todo el reparto suman al talento del director, y es recomendable quedarse hasta el final de los créditos para terminar de disfrutar de la historia.
El sistema funciona “Por favor, nunca pares de filmar” le cantaba hace años Billy Crystal a Clint Eastwood, en una ceremonia de los Óscar. Pero la súplica podría haber provenido de cualquier cinéfilo que se precie: no se trata solamente de que las películas de Eastwood sean un entretenimiento asegurado (mejor olvidarnos por un rato de El francotirador), que estén bien contadas, que estén construidas con fluidez, elegancia y una coherencia envidiables, sino que además están dotadas de una fuerza muy particular, que les otorga un vuelo cinematográfico único, lo que convierte la experiencia de su visionado en algo intenso y memorable. El piloto Chelsey “Sully” Sullenberg se encuentra al mando de un vuelo de pasajeros de rutina, pero a poco de despegar, el jet se cruza con una bandada de gansos canadienses que avería ambos motores. Evaluando rápidamente las posibilidades de descenso y la distancia a la que se encuentran las pistas de aterrizaje, el piloto decide, a pesar de los inmensos riesgos que ello supone, realizar un amerizaje sobre las aguas heladas del río Hudson. La arriesgada maniobra es un éxito, y más allá de algún herido puntual, todos los pasajeros son rescatados. Pero lo interesante de la película y el eje del conflicto queda planteado cuando comienza una investigación llevada adelante por la NTSB (Junta Nacional de Seguridad del Transporte), que pone en duda la decisión del piloto. Según datos recabados mediante el cálculo con algoritmos y la recreación del vuelo en simuladores, se señala la posibilidad de haber vuelto a cualquiera de las dos pistas de aterrizaje cercanas. Para colmo, se plantea que uno de los motores del avión aún funcionaba, en ralenti. Quizá el piloto, al tomar la decisión de amerizar, puso en riesgo a 155 personas cuando pudo haberlos llevado de vuelta tranquilamente a cualquiera de los aeropuertos cercanos. Al salir estos datos a la luz, Sully comienza a dudar de sí mismo y de la decisión que tomó a último momento y bajo extrema presión: quizá podría haber evitado una experiencia traumática a tanta gente (y los costos del avión perdido) de no haber tomado una medida tan drástica. Una historia que otro director hubiera descartado, quizá por considerarla irrelevante o poco fructífera a nivel cinematográfico, es explotada con inigualable maestría por Eastwood, con la ayuda determinante del guionista Todd Komarnicki y el montajista Blu Murray. Los momentos cruciales del incidente son recreados tres veces en la película –siempre desde una perspectiva diferente– sin que estas escenas suenen repetitivas o pierdan un ápice de intensidad. Asimismo la tensión y la incomodidad de las sospechas que recaen sobre el piloto proveen al planteo de un sostenido y poderoso peso dramático. El problema, quizá, sea algo tan íntimo como la ideología conservadora del director. Como es sabido, Eastwood es de las figuras públicas más reconocibles entre filas del partido republicano, lo que explica que haya elegido una historia real de este porte (el que no haya visto la película quizá debería dejar de leer por aquí). El desenlace no podría ser más tranquilizador, ya que se ocupa de dejar en claro que la decisión de Sully fue correcta, que se trata de una figura intachablemente heroica y, sobre todo, que el sistema que lo rodea, perfectamente dinámico, presto a la colaboración, muy ajeno a obedecer a intereses personales y corporativos y dispuesto a reconocer los errores propios, acaba funcionando a la perfección y reconociendo la grandeza del piloto. Pero lejos de todo esto, el mejor cine nunca es tranquilizador: es aquel que deja sombras de duda, que implanta en el espectador el germen de la incomodidad y lo deja allí depositado, es aquel que se preocupa en exhibir las fisuras de la gran maquinaria y las injusticias que ella esconde, sin apelar a fórmulas mágicas que las diluyan o las hagan desaparecer.
Sully Si Gardel cantaba cada día mejor, Clint Eastwood y Tom Hanks, cada uno en lo suyo, también lo hacen día a día mucho mejor. “Sully” narra la historia de un piloto que por querer hacer el bien terminó en uno de los escándalos mediáticos más importantes y que puso a la industria aeronaútica en vilo. Hanks es Sully, e impregna al piloto con más de 40 años de trayectoria en un dilema moral en el que el logrado guion (que va y viene en el tiempo) y la habilidad de Eastwood para reinventar la narración del caso, con una estructura clásica en la que la tensión y el conflicto marcan el tempo, sólo demuestran que cuando hay buena madera se pueden hacer grandes cosas.
Un piloto de avión devenido cowboy Cercana a la maestría, la nueva película de Clint Eastwood conjuga hazaña y milagro. La proeza y la fe como rasgos sociales posibles. La herida que no cierra y el porvenir. Nunca el protagonista dará respuesta afirmativa a su tarea "heroica". Hazaña o milagro, por allí anda el alma de la nueva película de Clint Eastwood. El subtítulo de la distribución local no está mal, aun cuando ratifique: "Hazaña en el Hudson". Es decir, si de hazaña se trata, vale pensar en el Eastwood deudor de John Ford y Don Siegel, cuyos héroes enfrentaban y resolvían. Pero si de milagro se habla, mejor darle lugar al sumo exponente: Frank Capra. Entre una y otra arista se define Sully, film dedicado al amerizaje del piloto Chesley Sullenbergeren el Hudson, a partir de los hechos sucedidos el 15 de enero de 2009: una bandada de pájaros estropeó los motores del avión y la decisión del piloto salvó la vida de 155 personas. De todas maneras, un juicio le tuvo en suspenso, mientras los medios amenizaban con entrevistas, loas heroicas y contenidos basura. Ahora bien, la referencia milagrosa la plantea el mismo film. Elige hacerlo desde la menciónfugaz de esa palabra, pero sobre todo al asumir un esquema narrador que le sitúa cerca del mundo capriano. Tom Hanks interpreta a "Sully" Sullenberger como un cruce entre el Jefferson Smith de Caballero sin espada, y el George Bailey de Qué bello es vivir. Ambos, construcciones mayúsculas de James Stewart para Frank Capra. A la vez, la relación imbrica a Hanks en una evidente continuidad caprianaque ya tiene película previa, también notable: Puente de espías, de Steven Spielberg. Además, entre Qué bello es vivir y Sully, el agua cumple función esencial: de prueba vital, de cercanía con la muerte, de renacimiento. El caso de Capra es el de la fe, hay que creer en el milagro o no hay cine. El caso de Eastwood es más directo, lo plantea como hecho comprobado. Vale decir, la solidaridad a la que aludía Capra puede leerse de maneras ambiguas, la que postula Eastwood es cierta, aun cuando se trate de un episodio excluyente, que puede admitir contraejemplos (cinematográficos o de la "realidad"). En este sentido, el espejo distorsivo, que es revés invocado pero nunca mencionado por la película, sería el 11‑S. El hecho trágico circunda el relato desde su inicio, como trauma desdoblado: sobre lo que podría haber sido ‑tal la pesadilla de Sully‑ y sobre lo que efectivamente sucedió ‑el 11‑S como hecho inmanente‑. Por esta doble vía circula el héroe de Eastwood, sin estridencias, contundente en sus respuestas, a veces con matices de amargura o duda. Su tarea será la de redimir la herida para restaurar la fe (en el cine o en la realidad). Así como lo hacía Eastwood con el cowboy místico de El jinete pálido. Por sobre las resoluciones tecnológicas, Sully elegirá detenerse en el factor humano, y confiar en que es ése el lugar desde el cual se pueden resolver los problemas, aunque se trate de enfrentar, ni más ni menos, que a tiburones financieros de empresas y compañías aseguradoras. Cada una de estas alusiones, la película las agrega como aspectos que no necesitan de enunciados. Nada hay en este film que se sitúe más allá de su "sencillez" formal. La claridad de lo expuesto es suficiente, a la manera de las "viejas" películas de Hollywood: si se enciende el televisor, éste coincide con el inicio preciso del informe periodístico que necesitan ver los personajes. Coincidencias así sólo son posibles en el buen cine. Nunca el protagonista dará respuesta afirmativa a su tarea "heroica". Sólo señala haber cumplido con su trabajo. La mención del término "héroe" es apelada de varios modos, pero fundamentalmente desde el uso retórico de los medios periodísticos. Su reiteración es asumida por los telespectadores. Cuando se produzca el choque entre éstos y Sully, la escena recordará aspectos que rebotan en uno de los mejores momentos de otro film de Eastwood: La conquista del honor, también con un bar como escenario. Como un cowboy, Sully ha cumplido con su tarea. Es parco, seguro de lo que sabe y debe hacer, así como de no rehuir. Su accionar ha permitidoa la comunidad proseguir. Y por las dudas: serán las buenas maneras las que permitan a tres pasajeros tardíos abordar el avión. Las buenas maneras ‑las buenas películas‑ todavía existen. Y salvan vidas.
Nervios de acero y cine de calidad Chesley “Sully” Sullenberger aterrizó un avión con 155 pasajeros sobre el río Hudson -pleno corazón de Nueva York- el 15 de enero de 2009. Fue tapa de los diarios en todo el mundo. Detrás de esa hazaña hay una historia: ¿actuó bien el piloto? ¿No debió haber regresado al aeropuerto apenas comprobó que una bandada de pájaros había dañado los motores? En los pormenores de esa investigación se sumerge Clint Eastwood, codo a codo con un Tom Hanks superlativo, dedicado a transmitir todas las emociones con la máxima economía gestual. Así es el verdadero Sully. Eastwood expone el episodio a bordo del avión en el momento justo de la película. Ni al principio ni al final. A fin de cuentas, los pormenores de ese puñado de minutos a bordo del vuelo 1549 de US Airways fueron narrados una y otra vez por la prensa y por los protagonistas. Pero la historia gira en torno a las decisiones que Sully debió tomar a toda velocidad en la cabina, con la vida de mucha gente en las manos y cero margen para el error. Eastwood captura esos momentos con una precisión y un clacisismo admirables. “Sully” es una película sólida, atrapante, visualmente impecable y despojada de cualquier clase de estridencia; de lo mejor que hizo Eastwood de “Gran Torino” a esta parte. Ese cine construido con climas, con silencios, con planos ajustados, requiere de oficio, de pasión y de buen gusto. También de sensibilidad para bucear en lo mejor y lo peor de las reacciones humanas. A los 86 años, Eastwood mantiene la sintonía fina en todos esos campos. El libro que escribió el propio Sully -junto a Jeffrey Zaslow- sirvió de base para el guión. Sobre él pivoteó Eastwood para guiar a su elenco por el desfiladero de una tragedia que mutó en milagro. Aaron Eckhart encarna al copiloto, Jeff Skiles; mientras Laura Linney es la esposa de Sully, sufriente e impactada a la distancia. Pero la película es, de punta a punta, de Tom Hanks, anotado desde ya en todas las listas de apuestas para el Oscar que viene.
LA PAREJA PERFECTA Todo estaba dado para que Sully fuera una gran película y al menos por esta vez, los pronósticos se cumplieron y porque claro, detrás de todo el asunto está Clint Eastwood. La vieja historia de un hombre común enfrentado a circunstancias extraordinarias siempre se presta a ser contada, el problema es quién puede encarnar ese tipo de personaje pero ahí está Tom Hanks, que presta una dimensión humana ideal para interpretar a un inesperado héroe. Hanks es un actor clásico que ocupa el espacio que alguna vez fue el de Henry Fonda o James Stewart, una clase de intérprete cuya mirada y su presencia atraviesan la pantalla y le regalan al director de turno una verdad, la de su actuación de características míticas. Y en ese sentido, como director Clint Eastwood comparte con el protagonista su peso como representante de un espíritu clásico. Tom y Clint eran a priori el dúo ideal para una historia como la que cuenta Sully, la historia de un hombre como tantos que tuvo que enfrentarse a su destino y el de decenas de personas, pero Sully es también la historia de un profesional orgulloso de serlo, que toma una decisión que lo lleva a salvarle la vida a 155 personas y retirarse de la escena sin bombos y platillos. El vuelo 1549 que el piloto salvó realizando una maniobra asombrosa, fue un caso mediático en 2009 pero luego, atento a la lógica de los medios, perdió contacto con el desarrollo de la historia. Y el desarrollo fue problemático, ya que el héroe de aquel momento pasó buena parte de su tiempo dando explicaciones sobre lo que hizo y declarando ante comisiones técnicas que trataron de demostrar que podía llegar a la pista para aterrizar el avión. Y no solo contestó ante esas comisiones, sino que también fue convocado para participar de docenas de juicios civiles surgidos del incidente que terminó con el avión en el Río Hudson. Le toma apenas 92 minutos a Eastwood contar una historia coral y compleja, apoyado en un elenco perfecto pero sobre todo por Hanks. Mientras Eastwood despliega un verdadero arsenal de elementos técnicos para contar esta historia, Hanks se muestra contenido y con la gestualidad justa para hacer interesante a ese profesional parco y poco efusivo que salvó a 155 pasajeros un día del siglo XXI, en una época en la que ya nadie cree que existan héroes. SULLY: HAZAÑA EN EL HUDSON Sully. Estados Unidos, 2016. Dirección: Clint Eastwood. Intérpretes: Tom Hanks, Aaron Eckhart, Laura Linney, Valerie Mahaffey, Delphi Harrington, Mike O’Malley, Jamey Sheridan, Anna Gunn, Holt McCallany y Ahmed Lucan. Guión: Todd Komarnicki, basado en el libro Highest Duty, de Chesley “Sully” Sullenberger y Jeffrey Zaslow. Fotografía: Tom Stern. Música: Christian Jacob y Tierney Sutton Band. Edición: Blu Murray. Diseño de producción: James J. Murakami. Duración: 96 minutos.
HORAS DESESPERADAS Hace un buen tiempo que Clint Eastwood viene reflexionando sobre la muerte y la oscuridad que rodea a esa instancia terminal. Lo viene haciendo desde diversas miradas y géneros, evidenciando además un manejo fascinante de las múltiples herramientas discursivas que permite el cine, y lo vuelve a hacer en la notable Sully: hazaña en el Hudson. Lo suyo es virtuoso si pensamos que solamente en la última década entregó películas tan complejas y diferentes como Jersey Boys, J. Edgar, Invictus, Gran Torino o Cartas desde Iwo Jima, aunque también es cierto que la palabra “virtuosismo” relacionada con el arte no le hace honor: porque en ese gesto parece haber algo ampuloso que es todo lo contrario del cine de Eastwood. La virtud del director es la de ser conciso en lo que quiere contar y cómo ponerlo en escena, sin excesos melodramáticos ni floreos formales innecesarios, y con una economía de recursos aprendida en la escuela del cine clásico. Es clave también señalar que el cine clásico que construye el director no es un cine avejentado, como puede parecerlo por momentos el período “clasicista” actual de Steven Spielberg, sino clásico en el sentido de que edifica sobre la escritura base del cine. A esa escritura base, pues, le adosa los elementos autorales indisimulables, aquello que es marca en el orillo. Si bien hace al menos 25 años que viene filmando, con contadas excepciones, sólo grandes películas, con el tiempo Eastwood se ha vuelto -si esto era posible- cada vez más sabio. Y otro detalle: pocos directores a su edad han logrado mantenerse en el centro de la escena con un respeto ganado no a partir de la soberbia de la ancianidad, sino desde la calidad de su trabajo. En Sully: hazaña en el Hudson Eastwood refrenda todo lo dicho anteriormente: cada decisión de puesta en escena parece la única posible y la película está construida con las imágenes necesarias. No sobra nada. Tampoco falta. El accidente aéreo real que terminó con una aeronave comercial amerizando en el Río Hudson sin mayores daños que los materiales, le sirve al director para seguir trabajando esa reflexión sobre el adiós desde diferentes perspectivas. A partir de la experiencia del piloto Chesley “Sully” Sullenberger, de su crisis personal ante lo ocurrido, Eastwood desarrolla una mirada retrospectiva sobre el tiempo vivido y sobre las decisiones que tomamos. El miedo al no haber hecho lo correcto es lo que carcome al protagonista, lo que lo pone contra las cuerdas y lo hace dudar sobre su profesionalismo y sus propios códigos. De alguna manera “Sully” es Eastwood, es el tipo de 86 años que mira también el tiempo atrás y que, sabiéndose más cerca del final, quiere llegar a algún tipo de consenso personal sobre cómo aquello que hizo era lo único posible de hacer. Claro está, cuáles son esos pesares Eastwood se lo reserva como buen artista púdico que es. Los demonios se hacen presentes en la película de manera angustiante, la forma en que Sullenberger desconfía de él mismo es realmente fatal. Y para que esa tensión se mantenga durante todo el relato, hasta explotar en uno de los finales más alegres en mucho tiempo, resulta fundamental el recorte temporal que ejecuta el director: más allá de apelar a flashbacks muy precisos y de saltar en el tiempo constantemente, lo que se ve en el film es un registro de las horas tormentosas, desesperadas, durante las cuales Sullenberger transita el mundo con pesar. Esas horas incluyen las previas al accidente y las del proceso que se le inicia, y en ambos casos se trata de espacios donde se observan diversas fricciones en danza, lo profesional y lo mundano, la tecnología contra el factor humano. En esto último es donde Eastwood tal vez pierde más la sutileza y donde se observa de manera contundente su posición. La partición temporal que hace de la película también es curiosa: si el episodio es bastante conocido, la película se encarga de mostrarlo desde el arranque y ofrece reiteraciones alterando ligeramente el punto de vista. Está claro, a Eastwood no le importan tanto los hechos como sus consecuencias. Y en Sully: hazaña en el Hudson lo que termina siendo fundamental es la sociedad que Eastwood genera con Tom Hanks. El actor, al igual que el director, es dueño de una economía de recursos significativa. A Hanks le alcanza con una corporalidad que evidencia cierta debilidad para ponernos en el lugar de ese tipo en crisis. No hay excesos, Sullenberger no necesita romper una habitación de hotel a patadas para dejar en claro que algo está pasando por su interior, que está quebrado y que salir no será sencillo. No parece haber otro actor capacitado para ese rol. El Sullenberger de Hanks es un buen tipo, alguien profesional, preocupado fundamentalmente en hacer bien su trabajo. Incluso se refleja lateralmente en otro personaje suyo reciente como el de Puente de espías. También Hanks, desde lo actoral, comienza a ver su carrera en retrospectiva. Y ese ejercicio, que puede arrojar resultados placenteros, no deja de ser angustiante y crítico. Porque está claro que para Eastwood anciano no hay horas más desesperadas que aquellas en las que el hombre empieza a ser juez de sí mismo.
El hombre que siempre hacía lo correcto. Sobre Sully: hazaña en el Hudson, de Clint Eastwood Hacia la mitad de Sully: Hazaña en el Hudson, el largometraje número treinta y cinco de Clint Eastwood como director, Chesley “Sully” Sullenberger (Tom Hanks) se mete en un bar, abrumado por el reconocimiento masivo que adquirió de un día para el otro. En el bar lo reconocen, le regalan un trago inventado en su honor y, tras ver en la televisión una noticia que lo involucra, recuerda cómo fueron los acontecimientos que lo instalaron en el centro de las noticias norteamericanas. Sully es piloto de aviones, con muchos años de experiencia. Tras quedarse sin motor a una altura particularmente baja, a pocos minutos de despegar, descubre que tiene dos opciones: o aterrizar en un aeropuerto, con altas posibilidades de no llegar a tiempo y caer en el medio de la ciudad, o hacerlo en el río Hudson. Es una decisión que tiene que tomar en apenas cuatro minutos (que en realidad son menos, si consideramos que lo primero que tiene que hacer es acostumbrarse al hecho de que tiene que salvar 155 vidas en una situación límite e inédita). Sully aterriza el avión en el Hudson y todo el mundo sobrevive. Pasa a ser un héroe nacional, con toda la atención mediática que eso implica. El mayor inconveniente, sin embargo, es que la Junta Nacional de Seguridad del Transporte (de ahora en adelante, JNST) considera que tenía tiempo suficiente para llegar a un aeropuerto y que su decisión, si bien tuvo buenos resultados, puso en riesgo innecesariamente la vida de los pasajeros. Esta es la superficie de Sully, lo que verdaderamente importaría si se tratara de un drama heroico del montón, de una de esas biopics sin personalidad de las que se hacen decenas año tras año. Sin embargo, el hecho de que el aterrizaje forzoso se muestre recién en la mitad de la película a modo de recuerdo del protagonista indica que, cuando nosotros vemos el gran momento de acción y emoción, ya sabemos perfectamente cómo va a terminar. Sabemos que Sully sobrevive, que los pasajeros y las azafatas también, y que nuestro protagonista es un héroe nacional. Resulta claro, entonces, que Eastwood no deposita el interés de su película en ese momento clave, sino en algún otro lado. De hecho, Sully concluye narrativamente en otro momento: el resultado de la investigación llevada a cabo por la JNST, donde se definirá su destino laboral, económico y –esto es lo más importante– profesional. En ese desenlace hay algo de película de juicios, pero el punto central no es el abordaje lateral de este subgénero sino la oposición entre el procedimiento llevado a cabo en la investigación –un simulacro virtual del vuelo– y el saber acumulado de Sully, que le permitió actuar de la mejor manera posible en una situación extraordinaria e inesperada. Chesley Sullenberger existe y el aterrizaje forzoso en el Hudson ocurrió efectivamente, a comienzos del año 2009. Se trata de un dato obvio para el espectador estadounidense promedio, pero en Argentina el caso no tuvo tanta repercusión. El título de la autobiografía de Sullenberger en la que está basada la película es Highest Duty: My Search for What Really Matters, que podría traducirse como El deber más importante: Mi búsqueda de lo que verdaderamente importa. Y lo que –según el film, al menos– verdaderamente importa para Sully es, también, lo que verdaderamente importa en la película: el oficio, el profesionalismo y el deber. A Sully le encanta volar aviones, le encanta su trabajo, y lo hace de la mejor manera posible. Es un hombre capaz, tal vez estricto consigo mismo, que tiene una vida sencilla. Durante todo el film extraña a su esposa y a sus hijas, que están en su casa, a varios kilómetros de distancia de esa Nueva York algo caótica en la cual se desarrolla la acción. Sully es racional y responsable y, junto al quiebre que se produce en su vida a partir del aterrizaje forzoso, aparecen algunas dudas y se confirman muchas certezas. El vínculo más evidente de Sully es el cine de Howard Hawks – o, mejor dicho, cierto aspecto de su cine: la construcción de los personajes a través del oficio y el profesionalismo. Sully se define no sólo por su responsabilidad, sino también por cómo se expresa esa responsabilidad en su trabajo cotidiano. Luego, claro, esa responsabilidad también se expresa en otros espacios (Sully es coherente: actúa con calma y compromiso tanto al manejar un avión, conversar con su esposa o responder al abrazo de un desconocido), pero tiene su origen en el trabajo; es un personaje que se define por su pasión. El otro punto que emparenta a Sully con el cine de Hawks es la camaradería: los hombres que comparten aventuras logran construir un código único e intransferible. Así como la acción construye personalidad, la acción en conjunto construye empatía. Una empatía que, en esta nueva película de Eastwood, también se expande del trabajo –el vínculo entre Sully y el copiloto Jeff (Aaron Eckhart)– a los demás espacios: a diferencia de lo que ocurre en cierto cine cínico y misántropo, donde las situaciones límite sacan lo peor de los humanos, en Sully el aterrizaje forzoso construye lazos y, si bien nadie actúa con maldad, el compromiso de Sully se constituye en un ejemplo para el resto de las personas. Antes de seguir es importante aclarar algo: a diferencia de lo que pueden sugerir los párrafos anteriores, la película no es un festín de moralina ni de patriotismo exacerbado. Otro triunfo de Eastwood consiste en universalizar un hecho específico, situado espacial y temporalmente. Si Sully emociona es porque en su desarrollo logra ir un poco más allá de los aviones, el río Hudson o la JNST. Sully es la expresión consciente de una visión del mundo, donde los actos heroicos son parte de la vida cotidiana. Para que aparezca el heroísmo no es necesario viajar en el tiempo ni imaginar universos extraordinarios. Como la mayoría de los héroes del cine de Eastwood, Sully es parco y de bajo perfil. Lo interesante, sin embargo, es que su acto heroico tiene poco que ver con un coraje épico y abstracto. Por el contrario, sus decisiones están tomadas desde el conocimiento teórico y práctico de un tema específico. Tanto la decisión tomada por Sully como su notable dominio técnico tienen su raíz en un saber construido en el amor a un trabajo y una actividad. La jubilación adelantada sería una tragedia para él, no sólo porque sería echar a perder años de dedicación y esfuerzo, sino también porque la mayor parte de su vida se basa en volar aviones. Aunque por lo general en la superficie Sully parece tranquilo, esta situación límite tiene un eco a nivel interno. En coherencia con el resto del film, la actuación de Tom Hanks es sobria y contenida. Lograr que Hanks transmita bondad sin caer en la cursilería es otro logro nada menor de Eastwood. Desde su estreno, una parte considerable de la crítica y el público vienen resaltando ciertas características de Sully: su narración clásica, la presencia fantasmal y sutil del atentado a las Torres Gemelas y la reivindicación del heroísmo colectivo son algunas de ellas. Me parece que la película triunfa, sobre todo, en otro terreno: es una película que, en el marco de esa narración clásica, fluida –que, sin dudas, merece ser destacada–, logra algunos equilibrios infrecuentes. El más claro es el equilibrio entre un retrato general de la situación (el aterrizaje forzoso, espectacular y adrenalínico) y los procesos internos del protagonista. Para construir este equilibrio a nivel narrativo, Eastwood utiliza los procesos internos como trampolín para mostrar los hechos generales. Más allá de la solidez, lo atractivo es la distancia narrativa. La película es comprensiva y comparte la admiración por el protagonista, sin perder de vista ese trabajo grupal que también es destacado por el propio Sully y donde la participación de su copiloto es fundamental. El propio tema de la película, por otra parte, permite eludir con elegancia ciertas referencias políticas o ideológicas directas, que cada tanto son la piedra en el zapato clasicista de Eastwood (El francotirador es el ejemplo más claro). Donde sí podría haber caído con facilidad es en el golpe de efecto o el clímax-impacto, que –en distinta medida– estuvieron presentes en algunos films del último tiempo (Río místico, Million Dollar Baby o, más recientemente, Gran Torino). Sully pertenece a otra clase de obras eastwoodianas; como Bird o Invictus, permite pensar al cine biográfico de otra manera. Se trata de películas sobrias pero no insulsas, que abrazan a sus protagonistas con admiración sin perder de vista los mundos y relaciones en los que se mueven. El paso de Sully por el ejército y cómo esa formación castrense también es parte constitutiva del profesionalismo del personaje –un aspecto destacado por mi amigo Natalio Pagés en charlas personales y apenas trabajado en las lecturas más frecuentes de la película– merece una atención particular, en tanto vincula a Sully con ciertos elementos reaccionarios recurrentes en la obra del director. Ese análisis quedará para otra ocasión. Por el momento, resulta interesante ver cómo incluso en sus películas más nobles y pacíficas aparecen contradicciones que Eastwood viene desarrollando en su filmografía desde hace décadas y que, a esta altura, le son tan propias y determinantes como su capacidad narrativa.
Buen trabajo “Buen trabajo” es la frase que más veces se dicen los personajes a lo largo de la película Sully dirigida por Clint Eastwood. Esa era la frase que definía años atrás al cine de otro gigante del cine americano: Howard Hawks. Define mucho más que a dos cineastas, define una idea del mundo, una mirada sobre las cosas. Sully es muchas cosas pero por encima de todo es un elogio del profesionalismo, del talento y la decencia de las personas que buscan hacer lo mejor que pueden aplicando todo lo que saben. i>Sully es pura emoción porque reivindica valores olvidados, despreciados, ignorados. La razón y el conocimiento es lo más importante en esta historia. Cuando se habla del cine de Eastwood se habla de una grandeza que parece perdida, porque aunque no sea el único cineasta clásico vigente, está claro que no tiene el más mínimo interés en perder su esencia o traicionar su narrativa en pos de acercarse a los tiempos que corren. No creo que el cine norteamericano esté en crisis, hace más de treinta años que escucho decir eso, pero sí creo que el cine cambia y los maestros van creciendo en su propio y particular camino. Cuando Ford y Hawks hacían sus últimas películas, sus miradas del mundo no se parecían, pero su mirada del cine sí. Esa grandeza pulida de los cineastas veteranos es algo que brilla en Eastwood. Allí donde alguien se hubiera hundido bajando línea y dando sermones, Eastwood se impone con la fuerza de la historia. Hay grandeza en los personajes, pero no hay grandilocuencia. Sully cumple con su trabajo, con un profesionalismo que las propias noticias recientes muestran que no es común en todo el mundo. No busca ni fama, ni premios, ni medallas. Solo quiere saber que la tarea está cumplida y la decisión, racional, inteligente y sabia de un profesional experimentado ha sido la correcta. Qué alguien no se emocione con los detalles más bellos y sutiles de la película es para mí un misterio, porque la película en su sobria puesta en escena y en su pudoroso guión alcanza picos de emoción enormes. Sí, tal vez es la emoción de Ford, una emoción inteligente, no un golpe bajo o una manipulación barata. Sobre los hombros de Hanks pone Eastwood la película, y él responde como Sully, haciendo su trabajo sin estridencias, solo con grandeza. Su personaje tiene dudas, angustias, conflictos. Aunque empezamos la película sabiendo cómo termina, esto no le quita mérito, al contrario, ratifica su grandeza. La sorpresa no tiene valor alguno aquí, la sorpresa es un golpe, la profundidad es un trabajo mucho más sofisticado. El cine se define por gestos visuales, por momentos que marcan la diferencia y que un director grande puede ver. El hombre que parece haber hecho todo bien, soporta una comisión que lo pone en duda. El profesionalismo llevado al siguiente nivel. Pero como muchos personajes de Ford, Hawks y también de Eastwood, su profesionalismo y sabiduría incluye una sublevación. El manual tiene defectos y una persona que sabe puede alterarlo para un bien mayor. También Spielberg podría haber dirigido esta película, porque Eastwood y Spielberg se parecen en muchas cosas. Tom Hanks en Puente de espías es parecido a Sully. Hacer el trabajo, cargar con la responsabilidad, terminar la jornada con el orgullo de la tarea cumplida. Los personajes secundarios, el copiloto, la esposa de Sully, todos están retratados con las mismas ideas. Sully tiene la sutileza del buen cine norteamericano. Para disfrutar del buen cine norteamericano hay que tener cariño por el lenguaje más complejo del cine. Aquel que forjaron los maestros y directores como Eastwood mantienen con vida. Clásico sin quedarse en el tiempo. Cuánto más clásico, más fresco se ve su cine.
Me sorprendió bastante "Sully", del longevo y talentoso Clint Eastwood. La historia de aquel increíble descenso en emergencia de un aeronave averiada sobre el río Hudson, en 2009, es uno de los más increíbles sucesos de aquella década. Sin embargo, la historia que aquí se presenta y protagoniza Tom Hanks, es de las más aburridas que se recuerden, probablemente por nunca definir su rumbo, o sea el de jugar al telefilme didáctico o adoptar el documenntal falso. De por sí, los dos caminos que parece transitar "Sully" son de poco interés para el espectador corriente. Primero porque no es una historia de supervivencia pura, es más bien urbana y de recorrido corto (desde que se sale del aeropuerto hasta que sobrevienen la tragedia son unos minutos de vuelo) y después porque preocupa la falta de intensidad dramática del film. Sabemos que Hanks hace siempre roles medidos, acotados y sin desbordes. Es difícil sacarlo de su zona de confort. Y Eastwood no lo hace. Deja que su protagonista sea un hombre sabio, tranquilo, confiado y claro. Ninguna arista filosa ni acción incorrecta. Es un héroe blanco, admirable (digo, el piloto real) pero no genera interés ni empatía en la platea. Sus acciones no generan dudas, disputas, nada... Aaron Eckhart, su copiloto en la aventura de salvar a su avión de la destrucción total, tiene más sangre y autonomía de vuelo. Sin embargo, el guión no le da muchas chances de lucirse. Está estructurado de escenas cortas, donde la intensidad dramática no crece y sólo se desplegan razones técnicas de las acciones durante la emergencia. Porque en realidad, "Sully" más que la historia de la tragedia en sí, presenta la investigación posterior a la misma. Y entonces Eastwood juega con flashbacks y la calidez de Hanks para servir de anfitrión a tanto movimiento. No molesta, desde ya. La cinta se deja ver, pero como le cuesta ganar altitud. Queda ahí. Eastwood ha sido un gran director, y esta es una de sus más flojas realizaciones de los últimos años. Sin embargo, si tienen curiosidad por la historia (y no la conocen), y bancan al viejo tío Tom, puede ser visionada sin problemas. Si buscan un film vibrante e intenso, basado en una historia real increíble, "Sully", debo decirles, no es su película elegida. Discreta y olvidable.
La ecuación nos presenta a Clint Eastwood detrás de cámara, a Tom Hanks como el protagonista de la historia y a un relato basado en hechos reales. ¿Cuál es el resultado? Sully, una película con todos los condimentos para pelear por algún galardón importante en la Temporada de Premios en Hollywood.
En una pésima semana para haber estrenado una película sobre una tragedia aérea (recordemos que salió días después del accidente del Chapecoense), de la mano del enorme Clint Eastwood, el último gran narrador, llegó Sully, un drama protagonizado por Tom Hanks sobre el aterrizaje forzoso de un vuelo comercial. ¿Los nombres garantizan un buen producto? "Sully" es el apodo de Chesley Sullenberger, el piloto del vuelo 1549 de US Airways que, en la vida real, el 15 de Enero de 2009 acuatizó (aterrizó sobre agua, concretamente el río Hudson), convirtiendo la suya en la primera maniobra de ese tipo con un 100% de sobrevivientes. Pero claro, las grandes corporaciones, lejos de alegrarse por la hazaña, quieren desligarse de responsabilidades y atribuir todo a fallas humanas. Llevan adelante un proceso de investigación que, a través de la demostración que el vuelo podía regresar y aterrizar en pista, pretende responsabilizar al piloto por la maniobra. Lo más interesante de la película es que va alterando el orden de los hechos, con el foco puesto en cómo el proceso afecta a Sully tanto en lo personal como en lo profesional. Pasamos por secuencias del día del evento, diferentes momentos del juicio, momentos reflexivos del piloto, usando el diálogo como principal vehículo para transmitir la información. Si no fuera por este cambio de temporalidad, la película sería inmirable. Se hace muy cuesta arriba cuando una película es demasiado hablada en tono serio: como espectadores se nos está mal acostumbrando o a escenas menos habladas o a chistes constantes, y cuando una propuesta lo requiere (a ver, obviamente es una película en tono serio, basada en hechos reales, donde la mayoría de las acciones son burocráticas) está en la mano del director saber cómo imprimir cierto dinamismo para que el espectador no se quede dormido. Y como la película analiza si lo de Sully fue un acierto o un error, ¿qué mejor lugar para anclarnos que la propia subjetividad del personaje? En cuanto a Tom Hanks... hace de Tom Hanks. En serio. Incluso corre recordándonos a Forrest Gump. Últimamente (en Puente de Espías sin ir más lejos) ocupa más seguido el lugar de "hombre ordinario en situación extraordinaria". Sully, con sus más de 40 años de carrera y una familia conformada, se ve de pronto ante una exposición mediática y una presión que nunca había atravesado. Pero, por supuesto, como es un ser noble, lleno de buenas intenciones, atraviesa la peripecia con mucha altura (aunque su avión no). VEREDICTO: 7.0 - VUELO BAJO Sully no es ni lo mejor de Eastwood, ni lo mejor de Hanks. No obstante, sabe construir un relato interesante, estructurado sobre la subjetividad de un hombre en la cuerda floja entre ser héroe o culpable, sin perder las características de un relato clásico. Nada que no hayamos visto antes.
LOS 208 SEGUNDOS DE LA DISCORDIA “He transportado a millones de pasajeros en 40 años pero me van a condenar por 208 segundos”. La frase del piloto Chesley “Sully” Sullenberger conlleva, en sí misma, el germen de toda la película de Clint Eastwood: una constante duda acerca del protagonista, una ambigüedad que oscila entre el héroe y el fraude. Es que el director y co-productor de Sully: hazaña en el Hudson plantea ya la primera escena como una pesadilla abrumadora en la que el avión se estrella contra un rascacielos; imágenes del inconsciente del piloto que perturban su cordura y le otorgan tintes dramáticos y sombríos hasta la llegada del juicio por el amerizaje del vuelo 1549 US Airways. El protagonista, entonces, queda sujeto a controvertidas evaluaciones de la comitiva investigadora de la aerolínea, de algunos periodistas y de sí mismo, mientras que los 155 sobrevivientes, la gente en las calles o su familia lo consideran como a un héroe. La dicotomía está apoyada en dos aspectos: por un lado, la fuerte impronta ético-moral bajo la cual no sólo se cuestiona su desempeño y la posibilidad de haber regresado a la pista de La Guardia sin mayores consecuencias; por otro, el marcado melodrama, que le quita fuerza al relato y lo vuelve un poco monótono, repetido y efectista. El predominio de ambas cuestiones, sobre todo el anclaje melodramático, lleva a la película a una dirección uniforme y no tan interesante, si se toma en cuenta que se trata de un hecho conocido y reciente (ocurrió el 15 de enero de 2009). ¿Por qué Eastwood construye un protagonista tan ambiguo si ya se conoce la historia y el hecho circuló mundialmente? Quizás ya no importa si se lo deba considerar salvador o fraude; tal vez, sólo se trate de un hombre común con la responsabilidad de tomar una gran decisión en apenas 208 segundos. Por Brenda Caletti @117Brenn
Héroe exprés para un pueblo necesitado ¿Qué tiene en común el capitán Sullenberger con el viejo conservador de “Gran Torino”, con el Chris Kyle de “Francotirador”, con los marines de “La conquista del honor”, con la Christine Collins de “El sustituto” (estos tres, personales del mundo real, como en esta nueva entrega), incluso con la boxeadora tardía de “Million Dollar Baby”? En todos los casos, se trata de personas comunes, estadounidenses promedio (o lo que el viejo Clint entiende como tal): gente del interior de Estados Unidos, esposos y padres de alguien en la mayoría de los casos, con un paso por las Fuerzas Armadas, sin estudios universitarios ni trabajos respetables. Se nos viene aquí el concepto de Bloom, que Tiqqun define como “ese ser que vive ‘en el interior más general’, en quien toda diferencia sustancial con los demás hombres ha sido efectivamente abolida, quien es cualquiera incluso en el deseo de singularizarse, pero que no lo sabe”. Léase: todo lo que tiene de singular es parecido al del vecino. Pero todos ellos se distinguen por algo: por una decisión personal, una epifanía, o un “acto de Dios” (o sea, una circunstancia del destino) se convierten en héroes, o en mártires, o en individuos admirables. Y cuando ello sucede, el sistema (la sociedad, el Estado, los altos mandos) suelen confrontarlos, en muchos casos porque los necesitan singulares pero no tanto. Alguien dijo por ahí que Eastwood tiene un personaje fetiche, el cowboy, al que va vistiendo con diferentes trajes. Pero esta hipótesis no sería tan apropiada, en la medida en que el cowboy es un personaje intrínsecamente épico (y más en el spaghetti western, donde se recibió de vaquero: para los italianos, el oeste es una especie de Tierra Media más que un período civilizatorio). Además, el “cowboy bueno” es un personaje sistémico: es un integrante de la “barbarie” ganadera que se pone del lado de la “civilización” de los granjeros. Volviendo: Eastwood nos habla de que el héroe no es épico hasta que le toca, que el héroe puede estar adentro de cada uno de nosotros. Arriba y abajo Metámonos un poco en la historia. Chesley “Sully” Sullenberger era el capitán del vuelo 1549 de US Airways, un vuelo de cabotaje desde el aeropuerto de LaGuardia (Nueva York) hasta Charlotte (Carolina del Norte), que despegó en la siesta del 15 de enero de 2009 y a poco de salir se llevó puesta una bandada de aves que destruyó los dos motores del Airbus A320, obligando a una solución heterodoxa: sin poder llegar a ninguna pista cercana, Sullenberger (ayudado por el primer oficial Jeff Skiles) logró acuatizar en el río Hudson, salvando a todo el pasaje y la tripulación. Esto fue célebre, y si el espectador no lo recuerda igual lo sabe a los cinco minutos del metraje. Lo que aborda después el guión firmado por Todd Komarnicki, basado en el libro del propio piloto junto a Jeffrey Zaslow, es la ordalía por la que tienen que pasar Sully y Skiles, a manos de todos los interesados en demostrar que no son héroes, que pusieron en riesgo las vidas de todos, y que si hubiesen hecho esto o aquello podrían haber llegado a alguno de los aeropuertos cercanos. Fundamentalmente, para cubrirse legalmente (la aerolínea, el fabricante, la Junta Nacional de Transporte). En esta parte el relato, se pone minucioso a la hora de mostrar la serie de pruebas técnicas, simulaciones y evaluaciones de desempeño (no es difícil imaginar al piloto y cineasta Enrique Piñeyro mascando pochoclo y buscando aciertos y desaciertos), pero se distiende al dosificar información sobre los 208 segundos clave, volviendo siempre desde otro ángulo, o enfatizando otro aspecto. La contracara de estas audiencias con severidad de juicio sumarísimo está afuera, en la calle. En medio de la incomodidad notoria que la Gran Manzana le genera al capitán texano, recibe las muestras de admiración y apoyo de “la gente de a pie”, del “hombre común”, que anda necesitado de héroes y buenas noticias: en plena crisis de las subprimes (que incluso afectó a Sully a nivel inmobiliario, al mismo tiempo en que teme perder su pensión), cuando el sistema financiero entregó a un malandrín de segunda como Bernard Madoff como “buey de piraña” (una cabeza de turco para esconder las tropelías mayores) y las últimas noticias sobre aviones habían tenido que ver con las Torres Gemelas, que “uno como nosotros” haya hecho lo extraordinario era un bálsamo para los corazones. Algunos plantean que subyace un alegato a favor de Donald Trump, en el sentido de que los “villanos” que atacan a Sully son la burocracia y los medios de comunicación. Sería muy arriesgado decir eso; lo que sí podemos afirmar es que en la visión de la cinta, Sully no es antisistema, sino que el sistema vendría a ser anti Sully. Quizás es lo que alguna vez han sentido varios de aquellos que votaron por el magnate: que la cosa era contra ellos. En el orden específico de la realización, vale destacar el cuidado trabajo de diseño de producción, a la hora de documentarse y reconstruir los detalles: la estética de los aviones, los uniformes, la caracterización física de los personajes; y sale airoso en uno de los desafíos que tiene el cine cuando reconstruye historias de pocos años a esta parte, el cual tiene que ver con la cuestión tecnológica: los celulares, los grabadores de microcasete de los periodistas, los televisores de tubo cediéndole su lugar a las pantallas planas. El indicado Más allá del chiste que han hecho varios de que nadie quiere volar con Tom Hanks, por haber sufrido varios accidentes de ficción, su elección tiene que ver con otra cosa. Mientras que otro Tom (Thomas Cruise Mapother IV), contemporáneo suyo, ha construido una imagen del héroe que siempre está a la vanguardia (con Ethan Hunt como personaje emblemático), Hanks tiene una parte de su carrera abocada a representar a personajes ordinarios en circunstancias extraordinarias: “Náufrago”, “La terminal”, “Capitán Phillips” (otro incidente real, con un capitán de un buque de carga) o “Puente de espías” (una intervención del verídico abogado James B. Donovan en la Guerra Fría); además, tiene mucho kilometraje interpretando a personajes históricos en general. En este caso, de la mano de la caracterización (el pelo blanco, el bigote) está eficiente, con ese toque de estoicismo con el que suele interpretar a personajes que soportan más que enfrentar su circunstancia. En el caso de Aaron Eckhart, su actuación es bastante precisa, sin excesos, y quien vea al Skiles verdadero luego tendrá la oportunidad de apreciar una semblanza física respetable. El resto del elenco acompaña, destacándose entre ellos Laura Linney (como Lorraine, la esposa del capitán, que trata de aterrizarlo a la distancia) y las azafatas: Molly Hagan (Doreen Welsh), Jane Gabbert (Sheila Dail) y Ann Cusack (Donna Dent). Algo de tensión agregan los investigadores Mike O’Malley (el “malo”) y Anna Gunn (la “buena”), junto al áspero Jamey Sheridan. Como yapa hay una aparición de Michael Rapaport como el bartender Pete (el toque neoyorquino), Katie Couric entrevistando esta vez para la ficción, y la aparición de Vincent Lombardi (el capitán del primer ferry que salió al rescate) también haciendo de sí mismo. A los 86 años, el viejo Clint sigue teniendo el pulso firme para la narración cinematográfica, y con el olfato listo para buscarle héroes al pueblo estadounidense... algo mejor que su olfato político.
Lo bueno, lo malo y lo común. Cuando fui a ver esta película al cine sucedió algo curioso. Sully empieza con un accidente aéreo que resulta ser una pesadilla del protagonista. Pero ocurrió algo sorpresivo para tratarse de una obra de Clint Eastwood. El accidente tenía un sonido espectacular y tormentoso. Entre saturado y entrecortado. Original y aturdidor. Como si una turbina rota de avión real y fantástica se hiciera presente en el cine. La sala entera se inundó de esa explosión. Era genial, devastador y único. Elucubré que, así como todas las películas bélicas después de Rescatando al Soldado Ryan tienen el mismo sonido en las escenas de batallas, luego de Sully todas las películas de catástrofes aéreos tendrían ese sonido. Tom Hanks se despertaba del sueño y el extraño efecto sonoro perduraba. Las pesadillas nos persiguen hasta los primeros minutos de realidad. Pero luego, los diálogos también tenían ese efecto. Pronto nos dimos cuenta que se trataba de una falla en la proyección. Avisamos al proyectorista y decidieron volver a pasar la película desde el comienzo. En el reinicio vimos un accidente aéreo común, corriente y esperable. Últimamente las películas de Clint Easwood parecen resultar un tanto desparejas. Sabemos que su cine es clásico. Pero algunos de sus personajes pueden construirse como lugares tan comunes que fastidian. Clint Easwood puede hacer el mismo año, y casi al unísono, una película como Banderas de Nuestros Padres, donde complejiza y le da profundidad a la historia de los soldados norteamericanos que izaron la bandera estadounidense en Japón eternizados en un monumento, y puede hacer en la insufrible Cartas de Iwo Yima una escena donde los soldados japoneses le rinden honor, emocionados, a un estadounidense cuando leen la carta que éste tenía reservada a su madre. Una gran película suya como Los Puentes de Madison puede resumir un poco su último cine. Personajes complejos y atractivos como los de Meryl Streep y el del propio Clint se contraponen a personajes tan comunes y chatos como los de sus hijos leyendo las cartas. Sully forma parte de los primeros personajes, ya que esta película muestra la historia real de un maduro piloto que al tener un desperfecto en el avión decide poner en riesgo la vida de sus pasajeros amerizando en el río Hudson de Nueva York. Sabemos cómo terminó, resultaron todos ilesos. Entonces, a pesar de que seguimos constantemente al personaje principal, queremos y debemos terminar de desenredar la duda que todavía recae sobre él. Este piloto pronto a retirarse, tal vez hizo caprichosamente una maniobra absurda que puso en peligro a todos los pasajeros. Muy ayudado por el trabajo de Tom Hanks, el capitán Sully se convierte en uno de esos personajes que deberían ganar más pantalla en las películas de Clint Eastwood.
La mano del viejo Clint El viejo Clint sigue con el pulso correcto, profesional, afilado y por sobre todo con un sentido del cine digno de seguir y tomar como referencia. Toma una historia de la vida real que si bien es inaudita y hasta milagrosa, no tiene demasiados matices para explorar y puede resultar chata como para armar una película a partir de ella, o al menos eso es lo que nos parece a todos en primera instancia cuando intentamos pensar la trama que podría desprenderse de un film con ese punto de partida. Bueno, el viejo Clint le da vida propia y convierte un acontecimiento simple en un drama cinematográfico digno de recomendar. En el año 2009 el piloto comercial de aviones Chesley "Sully" Sullenberger se convirtió en héroe mundial tras lograr aterrizar un avión comercial con 150 pasajeros y 4 compañeros más de tripulación de manera forzosa en el río Hudson de Nueva York sin ninguna pérdida de vida en el proceso. La hazaña fue catalogada como el acuatizaje más exitoso de la historia de la aeronáutica. Parece que no hay muchas vueltas más que darle al tema ¿verdad? Eastwood se concentra en el dilema de las decisiones que uno toma, sobretodo en este caso en el que vidas humanas dependen de esas decisiones, y elabora un drama quirúrgico. Complementariamente muestra en varias secuencias de flashbacks como fue todo el proceso de aterrizaje, algo que le va a interesar al espectador que busca espectacularidad en las películas que va a ver al cine. Tiene efectos especiales y momentos de verdadera tensión combinados a la perfección con el elemento dramático de ser héroe y a la vez cuestionado por las autoridades aeroportuarias. Por supuesto su protagonista, Tom Hanks ("Forrest Gump"), es parte importante del espíritu de la propuesta. Su interpretación de Sully es muy buena y nos hace creer que realmente estamos viendo al piloto que logró el milagro. Hanks-Eastwood es una dupla que me gustaría seguir viendo en el futuro. A los que le gustan las pelis de Clint, esta les va a parecer un muy buen ejemplar. Una gran pequeña historia, contada de una gran manera.
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El 15 de enero de 2009 el Airbus A320-214 salió del aeropuerto de La Guardia en Nueva York con rumbo al aeropuerto internacional de Charlotte Douglas. Sin embargo, unas aves chocaron contra los motores, dejándolos inactivos y provocando un aterrizaje forzoso sobre el río Hudson. El encargado de la hazaña fue el Capitán Chelsey Sullenberger, más conocido como Sully, quien logró mantener a 155 tripulantes a salvo. Pero la pregunta que le siguió al salvataje fue ¿estuvo correcto el piloto en tomar la decisión que tomó? Clint Eastwood decidió adaptar esta historia a la pantalla grande, mostrando no sólo lo ocurrido, sino también el posterior interrogatorio por el que tuvieron que pasar el Capitán (interpretado por Tom Hanks) y el primer oficial (encarnado por Aaron Eckhart), de una manera particular. Con un orden no cronológico, ambas historias se interrelacionan de una muy buena forma, reconstruyendo el aterrizaje forzoso por el que tuvieron que pasar estos individuos. Este orden no cronológico del relato de los hechos provoca un muy buen ritmo en el film, ya que el espectador irá reconstruyendo poco a poco el momento del accidente, de la investigación, como así también la historia de vida de Sully en relación con su entrenamiento, de una manera amena y fluida. El argumento es muy interesante, ya que está basado en hechos reales y, si bien el suceso en sí duró 208 segundos, la historia resulta de un impacto tal que el espectador quedará sorprendido y emocionado a lo largo de todo el film. Se deben destacar también las actuaciones de Tom Hanks como protagonista y Aaron Eckhart como actor de reparto, con una caracterización muy parecida a los personajes de la vida real, como también la credibilidad que le otorgan a sus papeles. En síntesis, “Sully” es un film que cautivará al espectador por su historia basada en hechos reales y las grandes actuaciones del elenco. El relato provoca emoción y esperanza en momentos donde todo podría parecer perdido. Clint Eastwood lo hizo de nuevo. Puntaje: 4.5/5