Esto que voy a decir ahora va a sonar un poco extraño, pero lo cierto es que de vez en cuando necesitamos que se nos recuerde por qué amamos el cine. O mejor dicho: necesitamos recordar cómo y de qué forma empezamos a amar el cine. La respuesta está, como tantas otras cuestiones, en la infancia, cuando de repente un día miramos una pantalla y vimos en ella algo que no solo no habíamos nunca visto antes sino que ni tan siquiera nos imaginábamos que existiera, algún espectáculo prodigioso que nos hiciera amar esa experiencia y querer reproducirla una y otra vez de miles de formas distintas. Viene esto a cuento del enorme impacto que ha generado Gravity, el impresionante thriller espacial que nos ha presentado Alfonso Cuarón con George Clooney y Sandra Bullock como dos astronautas a la deriva a 600 km de la Tierra cuando un accidente provoca la destrucción del transbordador espacial en el que viajaban...
Una de las películas con más expectativa de esta edición del Festival era Gravity, aunque sospecho (y admito) algún prejuicio también y falsa predicción de encontrarnos con la espectacularidad de los grandes estudios, el carisma y cara bonita de George Clooney (Matt) y convocatoria de Sandra Bullock (Ryan) pero sin mucho más que eso. Si era así, los hermanos Cuarón nos han cerrado la boca a muchos espectadores. Gravity generó ovación en el público luego de 90 minutos de tensión absoluta. Es una propuesta con todo lo fabuloso que pueden dar al cine las grandes producciones de Estados Unidos, sumado al contenido y el trasfondo que le imprimieron los guionistas. “Es la historia de una mujer que está a la deriva y va hacia el vacío”, indicó Alfonso Cuarón, guionista y director, en la rueda de prensa realizada luego de la película. No pudo haberlo definido mejor, claro es el autor. La doctora Ryan es enviada al espacio por primera vez, es una brillante ingeniera especializada en medicina. Ella, Matt y un tercer astronauta se encuentran reparando el sistema de comunicaciones cuando una lluvia de porciones de satélites perdidos desencadena el desastre, destruye el transbordador y Ryan queda flotando a la deriva en el espacio dando vueltas sobre su eje, en crisis y desestabilizada. Allí comienza el viaje emocional del personaje de Sandra Bullock, ayudada por el personaje de Clooney que hace a las veces de facilitador. El desarrollo de Ryan es intenso, introspectivo pero al mismo tiempo sumamente claro para. Es un viaje que podría haber sucedido en cualquier otro sitio, pero sucedió en el espacio, esa decisión le dio acción, le dio suspenso, intriga y un toque diferenciador de las clásicas películas de este tipo, donde las historias suelen estar reducidas a la mínima profundidad dramática. El co-guionista, Jonas Cuarón explicó que con este film buscaron “un viaje de 90 minutos adrenalínicos, pero que esa adrenalina no quitara que se hable de temas”, y Alfonso agregó que “esa adrenalina fuera un vehículo para hablar de esos temas”. Gravity nos acerca al dramatismo y al horror desde múltiples puntos de vista, hay planos larguísimos que otorgan realismo, por momentos la cámara se mete dentro del traje de astronauta y luego la cámara está “flotando con el astronauta y el público se convierte en uno más”, así explicó Alfonso. Además este film está colmado de símbolos e imágenes que fueron cuidadosa y perfectamente introducidos y que resultan muy claros y necesarios. “Siempre tuvimos muy claro que era la historia de cómo un personaje a través de confrontar adversidades renacía a partir de incorporar un nuevo conocimiento”, explica el director. En el momento que (Ryan) entra a la estación espacial es el momento en el que se despoja de su piel vieja.” Está el renacer de Ryan, cuando “recupera el aire” literal y metafóricamente, cuando se incorpora por primera vez lo hará como lo hizo la humanidad entera: “cuando intenta incorporarse (Ryan) lo hace como los primeros animales, arrastrándose, después se pone en sus cuatro extremidades, luego se levanta encorvada, hasta que se erecta”, comenta Alfonso Cuarón. Sobre Sandra Bullock, el director asegura: “Yo no tengo por qué vender a Sandra, la gente puede verla en la película (…) es impresionante la disciplina, la precisión y la capacidad de abstracción de Sandra”. Los efectos especiales deberían ser un capítulo aparte. El 3D está muy logrado y la pantalla se convierte en una ventana al espacio, otro condimento que colabora al realismo del viaje. Es un aspecto de la película que llevó a los creadores a aprender de nuevo, a investigar, informarse, asistirse y no dejar de crear. La espectacularidad de las imágenes y los paisajes que se pueden ver no hacen más que sumar y seguir sumando a esta gran propuesta. Como dijeron los hermanos creadores de este fantástico libro, la película “es casi un viaje metafórico” que pone los pelos de punta y que, a mi entender, si duraba unos cuantos minutos más yo también me quedaba sin oxígeno. Caníbal es una película de Manuel Martín Cuenca, director español, está situada en Granada, Andalucía y habla sobre Carlos, un sastre famoso en su ciudad que mantiene una especie de vida paralela; el mata mujeres para comérselas, es su necesidad, lo hace y su conciencia está limpia, guarda la carne fresca en le heladera, como recién comprada y vuelve a trabajar a la sastrería. Cuenca ha creado una historia perversa que podría dar a luz a una película terrible o ridícula. Pero de la mano de Alejandro de la Iglesia (Carlos) y Olimpia Melinte (Alexandra y Nina) contruye una película de horror sobre una persona desquiciada que vive en las sombras, entre nosotros. Mientras él se alimenta de carne joven, todo en Granada y el mundo, sigue funcionando. Manuel Martín Cuenca explicó en conferencia de prensa: “Nos interesaba expresar esa presencia del mal en estado puro y al mismo tiempo siendo una cosa que nos podría pasar” Es una película oscura, cruel y brutal, donde las peores cosas suceden sin anestesia. En una atmósfera casi atemporal, colmada de olores y de sonidos. Todo es calma y detrás está el demonio que Cuenca construyó en la piel de Antonio de la Torre quien admitió que es uno de los personajes más difíciles de su vida, pero agregó: “Soy un apasionado de la vida, de mi profesión y con esa pasión hice este personaje (…) tomé al personaje desde lo concreto, buscar y entender el deseo del personaje y su dificultad fue la clave para contar la historia”. Caníbal pasa por el interior de los actores. “menos es más”, dice de la Torre que era la indicación permanente del director. Y así es que logró que esos ojos expresen tanto o nada según corresponda. Manuel agradeció a Olimpia por su interpretación y dijo en referencia a la escena donde se revela la verdad: “Ves todo en los ojos de Olimpia, en ese momento del silencio, gracias Olimpia”. Ese momento donde solamente hay verdad y silencio. Esas verdad del enamorado que se desnuda, que confiesa su pasado y su debilidad. Al respecto, la multifacética actriz confesó que interpretar “es solamente vivir (…) en toda la película lo vivimos con toda nuestra alma y como si pasara en ese segundo” Ambos actores coincidieron sobre el trabajo de Manolo, como llaman cariñosamente al director, Olimpia dijo que es “un grande” y Antonio señaló que “es uno de los mejores directores de España, probablemente de Europa” En la película hay otros protagonistas y son el paisaje, la iluminación, la ciudad y la religión. La iluminación colabora hacia lo tenebroso, tiende a lo fotográfico artístico incluso a la pintura. Los paisajes que hacen de contexto, las rutas, el mar, las montañas son asombrosos, se viaja con ellos a donde vayan. En cuanto a la ciudad y la religión el director comentó que están ahí y le dan alma a la película. Además entiende que “el cristianismo bien o mal está ahí en nuestra educación” y como es parte de la historia tampoco se puede resignar de ella. Además este aspecto le da a la narración la valiosa contradicción de los elementos presentes. Cuenca indicó: “Habla de lo mismo que habla la película: del perdón, del sacrificio, de la sangre, del amor al prójimo, de la redención…o no.” Caníbal es un film cruel y verdadero, valioso por donde se lo mire. Otra sensación de la edición número 61 del Festival de Cine de San Sebastián.
Leyendo Jugar (La luz de otra cosa) –Textos críticos de Rodrigo Tarruela- me encuentro con esta cita: “Vi al tiempo asesinarme”. Pertenece al gran poeta y escritor Dylan Thomas, y en el texto citado se la incluye para sintetizar el sentido general del cine de Wenders. “Vi al espacio asesinarme” podría haber dicho el personaje de Sandra Bullock, quien flota en el espacio exterior a lo largo de unos 90 minutos en el último film de Alfonso Cuarón. ¿2013 Odisea en el espacio? Por suerte, me parece que no. “Dos flotan juntos”, tal vez sea podría ser un título más adecuado, aunque Gravity no tiene nada que ver con el western. El inicio de Gravity está entre los mejores inicios del cine mainstream que se haya visto en los últimos años. Dos planos secuencia de un total de 20 minutos, tal vez más, quizás menos, funcionan perfectos y son esencialmente heterodoxos a la poética dominante: los dos únicos personajes principales que tendrá el film tienen su presentación. En pocos minutos se suministra los datos personales y se aprende de inmediato acerca de sus temperamentos. La doctora Ryan Stone es solitaria y obsesiva. Está en el Explorer a unos 600 kilómetros de la Tierra. Es literalmente lo que en el cine estadounidense se denomina un rookie, un debutante. Su inexperiencia en la vastedad del espacio se contrapone a sus virtudes profesionales. Se nos dice que es brillante. El dato extraordinario es que ha perdido una hija. No mucho más se sabrá de ella excepto que vive en algún lugar de Illinois. En las antípodas, Matt Kowalsky (George Clooney, más bien su rostro y su voz porque no lo abandonará jamás el traje de astronautas) es el viejo experimentado de la misión. Acostumbrado a navegar y conducir por el espacio, lo que está más allá de la biosfera le pertenece. Kowalsky conoce su oficio como Bullock los microcircuitos eléctricos de las máquinas, y también se percibe hermoso, lo que no impide que sus mujeres se vayan con otros hombres cuando trabaja en el cielo. Todo esto se expone en pocos minutos. Mientras tanto, Cuarón orquesta un ballet mecánico entre astronautas y máquinas en un cosmos flotante. La aparición de Clooney es legendaria. A lo lejos, en la lontananza, una diminuta figura comienza a divisarse. La profundidad de campo es notable, y en 3D, más aún. En este sentido, a pesar de que todo esto sucede en un estudio y la simulación es perfecta, Gravity de Cuarón no está lejos de La caverna de los sueños olvidados de Werner Herzog: la reproducción de una experiencia inalcanzable para muchos se democratiza sensorialmente gracias al cine estereoscópico. Los movimientos de los astronautas, la Tierra a los lejos, la oscuridad de la galaxia, la artificialidad del satélite colgando en la nada pasan por la mirada como si nosotros estuviéramos ahí. Es alucinante, para citar un adjetivo con el que se insiste en un par de oportunidades. El leimotiv del sobreviviente es aquí un mantra de inspiración y resistencia: hay que persistir para contar una “historia alucinante”. Una breve aclaración: la historia del film no es de por sí del todo alucinante. Bullock no está muy lejos del personaje de Tom Hanks en Náufrago, y es que si se trata de una historia en un sentido fuerte ésta es más bien minimalista; sucede que en el contexto visual lo que se cuenta resulta maximalista: el cosmos como contexto es infinito, y dos astronautas a la deriva no deja nunca de ser una postal sobre la supervivencia en una versión exponencial. A decir verdad, el cosmos es más que un contexto. Curiosamente, el cosmos es aquí un teatro del absurdo ampliado. En esa nada insondable, la belleza de la tierra y el hueco sin fondo del cosmos no reclaman por un Dios. La materia es meramente materia. ¿Absurdo? El cosmos sin telos lo es. ¿Teatro? Sin la ilusión óptica digital, ¿Bullock y Clooney no podrían estar en un escenario teatral, el primer escenario sin gravedad de la historia? Sus diálogos podrían ser recitados por dos actores en un escenario cualquiera, y sin ese fondo cósmico, sus movimientos podrían circunscribirse al perímetro de un escenario cualquiera. ¿Teatro filmado? De ningún modo. La obsesión formal del habilidoso director mexicano reside en proponerse viajes minúsculos por el espacio a filmar. De allí el apego de Cuarón al plano secuencia, el que va más allá de una transmisión física capaz de reconstruir una experiencia perceptiva ligada al realismo. En Gravity, el mismo plano secuencia se convierte en panorámica y en plano detalle, incluso en subjetiva. Después de la explosión de una base rusa que se convierte en lluvia de proyectiles y precipita el accidente que dejan a Bullock y Clooney en el desamparo estelar, ver todo lo que sucede a través de Ryan es como mínimo alucinante. Las subjetivas son gloriosas. Gravity sería genial si la propia percepción de Ryan fuera respetada a rajatabla en la dimensión extradiegética del film. Su fascinación por el silencio cósmico es interceptado por una banda sonora que oscila entre ritmos musicales para la acción de superhéroes y cuerdas que remiten a la serie Cosmos de Carl Sagan (¡El neomedievalismo de Arvo Pärt quedó para el trailer!). La gravedad de Gravity se traiciona por una supuesta fluidez sonora que supone empujar lo que vemos hacia una vía de recepción conocida, como si se tratara de un temor no confesado sobre la naturaleza del film, una conjura al potencial lado experimental de la película. Sin música, la experiencia sonora hubiera sido inolvidable. Disyunción inesperada entre imagen y sonido; lo que se ve y lo que se escucha revela cierta esquizofrenia formal; por momentos hay dos películas en una. Y también está la famosa lágrima en 3D. La condición flotante de los objetos frente a la ausencia de gravedad, esa especie “natural” de ralentí de la materia, es tentador para desnaturalizar a los objetos de la percepción y devolverlos como elementos contingentes: lapiceras, gotas de sangre, un aparato para corrección de dientes, algunos juguetes alusivos al espacio son los elegidos para mostrar. Pero a Cuarón se le ocurre incluir una lágrima (en verdad son dos). La lágrima viene lentamente hacia nosotros. Del ojo de la heroína a nuestra mirada pasará un tiempo prudente para sentir el espesor de esa misteriosa manifestación física de la tristeza. Es una instancia paradójica: el kitsch es ostensible, pero el carácter desnaturalizado de la lágrima flotando en la nada ayuda a digerir una elección demasiado calculada. No es fácil filmar el acto de llorar. La conducta del llanto suele pedir por un fuera de campo. Son pocas las personas que no se cubren el rostro al hacerlo. A diferencia de lo que sucedía en Niños del hombre, la difusa metafísica New Age o la proclividad a la meditación filosófica están neutralizadas en Gravity. Filmar desde el lugar a donde se dirige la mayoría de los pedidos de auxilio de los mortales y no invocar a una criatura no humana es una de las grandes decisiones de Cuarón. Cuando en la nave rusa se ven las estampitas con iconografías del cristianismo ortodoxo, o en la base espacial china se sustituye la imagen de Cristo por Buda, es un apunte más antropológico que metafísico. En la misma nave de los rusos también hay un retrato de Newton y Darwin, otro apunte antropológico. La retención del impulso religioso es admirable porque en el contexto cultural del presente es casi un requerimiento simbólico. Esta es la razón principal por la que Gravity está más cerca de Jinetes del espacio (y en parte Moon) que de Solaris y 2001 Odisea del espacio. Su secreto reside en su naturalismo filosófico, en el límite impuesto por la propia naturaleza material de las cosas. De allí, la contundencia corporal de Bullock transitando en shorts los interiores de una de las bases, incluso la inesperada puesta en abismo a la que recurre el relato en un momento clave del film especifica cómo funciona la psiquis y sus asociaciones. Siempre estamos más acá. Los escombros de las naves diseminados en el espacio, la fragilidad del cuerpo de los astronautas y la soledad de la Tierra vista de la distancia permanecen después de la película. Pero nada es comparable al reconocimiento ridículo y abismal de que la existencia del oxígeno es lo más parecido a un milagro.
Alfonso Cuarón dirige y co-escribe Gravedad, un intenso film mezcla de drama, thriller y ciencia ficción que nos deja sin aliento desde el primer plano hasta el último. Ground Control to Major Tom La Dra. Ryan Stone (Bullock ) es una técnica especializada en medicina trabajando en el para la NASA en el espacio exterior. Este es su primer viaje y le está costando adaptarse. La acompaña el experimentado astronauta Matt Kowalsky (Clooney), quien cumple su última misión antes de retirarse. Todo parece ir de acuerdo al plan en una inspección de rutina, hasta que lo impensado sucede. Pedazos de un satélite destruido viajando a través de la órbita terrestre a miles de kilómetros por hora impactan contra la nave en que viajaban, dejando a Stone y Kowalsky solos en la inmensidad del espacio y sin ningún tipo de contacto con la tierra. Comenzará así una aventura para regresar a casa, donde cada segundo y cada bocanada de aire cuentan. Odisea en el Espacio Gravedad viene juntando elogios desde su estreno en el Festival de Venecia hace ya cosa de un mes. Si bien en un comienzo me parecieron un tanto exagerados, luego de ver el film estoy en condiciones de afirmar que el nuevo trabajo de Alfonso Cuarón (Y tu Mamá También, Niños del Hombre) se merece todos y cada uno de las aplausos que viene recibiendo. Desde el primer segundo de película, resulta imposible quitarle los ojos de encima a la pantalla. La inmensidad del espacio exterior, con el planeta tierra de fondo, rara vez se vio tan bien. Cuarón no pierde demasiado tiempo introduciéndonos en la historia. Rápidamente conocemos a la Dra. Ryan Stone y al astronauta Kowalsky, nos deja en claro la situación de cada uno (ella por primera vez en el espacio y él a punto de retirarse) y la catástrofe ocurre. Brillantemente filmada y presentada como un plano secuencia (sin cortes de por medio), esta increíble secuencia de acción pone al espectador al borde de la butaca, sufriendo cada segundo. Pocas veces se ha logrado un realismo tal en una aventura espacial. Desde los efectos especiales hasta la edición de sonido, todo se complota de manera perfecta para hacernos sentir que estamos flotando en el espacio junto a Stone y Kowalsky. Me cuesta mucho trabajo ver algunos meses hacia el futuro y no imaginarme a Cuarón en la entrega de los Oscar aplaudiendo mientras Gravedad se lleva todos y cada uno de los premios en los rubros técnicos. Pocas veces en el cine algo se vio o se escuchó como este film, es un verdadero deleite para los sentidos. Luego de la secuencia del accidente es todo pura adrenalina y tensión hasta llegar al final. Rara vez Cuarón quita el pie del acelerador, y cuando lo hace no es mas que por unos pocos minutos. Con un metraje cercano a los noventa minutos, estoy siendo generoso si digo que se sienten tan solo como cuarenta. La señorita Sandra Bullock no es santa de mi devoción. Incluso, es todo lo contrario. Pocas actrices me parecen tan sobrevaloradas como ella en Hollywood hoy. Y siento una mezcla de dolor en mi ego, pero satisfacción en mi corazón, cuando digo que en Gravedad está perfecta. Bullock interpreta a la poco experimentada Dra. Ryan Stone con seguridad y resulta creíble durante todo el film. Nos transmite a la perfección sus miedos y su resignación, sufrimos con ella y nos emocionamos con ella. Ya se han dicho suficientes cosas sobre George Clooney, y su papel en la película no agrega nada nuevo a su ya mas que interesante filmografía. Pero sin dudas Clooney le agrega mucho a Gravedad. Su carisma y tranquilidad hacen que su astronauta Kowalsky sea el ancla de la historia (dicho esto en el mejor de los sentidos). Su sola presencia hace que el film por fin logre bajar un cambio, para darnos un respiro y luego retomar este viaje de pura emoción y adrenalina que es Gravedad. Párrafo aparte merece el 3D. Si este formato existe, es por películas como esta. Me arriesgaría a decir que el 50% del disfrute del film está en el 3D. Nunca mejor utilizado y al servicio de la historia, sobre todo en las escenas que transcurren en la inmensidad del espacio exterior, donde nos sentimos flotando junto a Bullock y Clooney. Créanme, merece todos y cada uno de esos pesos extra que cuesta el formato. Conclusión Decir que Gravedad es una gran película es quedarse corto. Incluso llamarla película lo es. Gravedad es una experiencia, y merece ser vivida en cine y, en lo posible, en 3D. Definitivamente no tendrá el mismo impacto una vez que nos sentemos a verla en Blu-Ray en nuestras casas, y mucho menos si la compramos “trucha” en la calle. Quien quiera buscarle el pelo al huevo seguramente le encontrará fallas (quizás algún exceso de sentimentalismo en el tercer acto), pero Gravedad es un film que se vive y se siente como ninguno, y eso es algo muy difícil de superar en el cine de hoy en día. Sin lugar a dudas es la aventura espacial más importante de 2001 de Stanley Kubrick.
Prodigio técnico al servicio de una gran aventura clásica El título es engañoso: lo que menos sentirá un espectador viendo Gravedad es la fuerza de atracción de la Tierra sobre los cuerpos. La película de Alfonso Cuarón se presenta como un objeto flotante, que separa cinematográficamente al movimiento del peso y que transmite la sensación de transcurrir en un “no-lugar”, tan vasto como inabarcable, sólo reconocible por esa gigantesca bola de tonos azules que es la Tierra. Sin embargo, en un sentido metafórico, sí es una película sobre la gravedad: no sólo la “gravedad de la situación” -las dificultades que atraviesan nuestros protagonistas, tanto en el planeta como fuera de él-, sino por la forma en la que, para resolver sus conflictos, se ven necesariamente obligados a aferrarse a algo. La extraordinaria película de Cuarón es un logro técnico asombroso, descomunal. Armada en su mayoría mediante técnicas de animación computarizada, se presenta casi como una atracción de museo: la posibilidad de ver una película en la cual podamos entender y vivenciar las dificultades de sobrevivir en una situación tan complicada como la que se le presenta a los protagonistas, dos astronautas a los que un inesperado choque con residuos de un satélite deja librados a su suerte en ese espacio en el que, como decía el famoso eslogan de Alien, “nadie te escuchará gritar”. Un experto en el arte de los engañosamente largos planos-secuencia (aquí, como en Hijos del hombre, son increíbles, más allá que uno advierta que no son “reales”), Cuarón presenta la experiencia de estar en el espacio como si el espectador jugara en alguna clase de simulador de la NASA: Ladies and Gentlemen, We Are Floating in Space, como aquella enorme canción de Spiritualized. Además de las complicaciones de movimiento, en Gravedad no se utiliza el sonido en forma convencional: los choques y explosiones no generan ni ruido ni fuego y -más allá de la música y los efectos sonoros que nos acompañan durante toda la película- lo único que escuchamos son los diálogos radiales entre los astronautas, entre ellos y “Houston”, y sus propios -desesperados y desesperantes- monólogos. Todo esto queda demostrado de entrada en una secuencia impactante que abre la película y que se extiende, sin aparentes cortes, durante más de 13 minutos, y que arranca con un pequeño punto blanco perdido en el fondo del plano que va acercándose hasta revelar que se trata del Telescopio Espacial Hubble y que alrededor de él hay tres astronautas trabajando en reparaciones. De a poco aparece la Tierra y la cámara empieza a girar como en una coreografía submarina: no hay altura, distancia o lugar que no pueda atravesar, acercándose a los rostros de los personajes para luego volver a alejarse y observar el planeta y la inmensidad negra que lo rodea. La doctora Stone (Sandra Bullock) es una científica haciendo su primer viaje espacial y está un poco descompuesta por la experiencia. Kowalski (un nombre con reminiscencias cinéfilas que le tocó en suerte a George Clooney) es un astronauta veterano que bromea, cuenta historias a la base (“Houston, tengo un mal presentimiento”, dice, bromeando, sin saber que se volverá real) y se hace el seductor con su atribulada compañera. Sin jamás cortar el plano nos enteraremos de que se acercan los temidos residuos satelitales que pronto chocarán con la nave generando, por un lado, un caos dramático y, por otro, un extraordinario ballet cinematográfico que invita a pararse y a aplaudir en la sala. Como no conviene contar demasiado lo que sucede en el film, diremos que buena parte de la narración tendrá que ver con los esfuerzos de ambos por recuperar el contacto entre ellos y tratar de llegar -literalmente, flotando por el espacio- a otra estación espacial que pueda sacarlos de ahí y devolverlos a la Tierra. Para eso habrá que luchar contra varias dificultades técnicas: el oxígeno que se acaba, los residuos que siguen girando por la órbita y la nada sencilla lógica de viajar por el espacio, algo que se parece a nadar bajo el agua sin saber si uno avanza o se queda quieto en el lugar. Gravedad combina, un poco a la fuerza, dos vertientes formales muy distintas. Cinematográficamente es, por momentos, casi una película experimental, o una atracción de IMAX, y el disfrute en parte está en la experiencia en sí misma, en la capacidad de transportar al espectador, en 3D, a un universo antes sólo imaginado. Esa película, ya por sí misma, es un espectáculo único, que hará caer la mandíbula de admiración a los que crecieron con los mitos del programa espacial, pero también con el cine de Brian De Palma, James Cameron o el propio Orson Welles. A la vez, la película tiene una estructura dramática que podríamos definir como tradicional: Kowalski es un veterano profesional haciendo su último viaje por el espacio y Stone es una “rookie” (novata) con un fuerte trauma personal que funciona como eje temático del film, el que pone en cuestión la idea de la “no gravedad”. En ese sentido, Gravedad se afirma en una tradición hollywoodense clásica que se extiende hasta la actualidad y de la que tal vez Steven Spielberg sea su máximo representante vivo. Cuarón bordea varias veces el exceso melodramático, pero siendo un enorme director de instintos clásicos, jamás deja que la película se vuelva pomposamente “new age”. Los elementos están ahí (de 2001, Odisea del espacio a esta parte, pasando por Solaris, es un eje recurrente en la ciencia ficción con tintes místicos), pero la lógica de su guión es la de una película de “comando”, de resoluciones prácticas a problemas específicos: prender un motor con una guía escrita en chino, cerrar una compuerta, conservar el aire, agarrarse de lo que sea que uno encuentre a su paso. Es así que su ambición temática, humanista (la película no es otra cosa que la saga de un parto, que incluye a una criatura semidesnuda en posición fetal), está casi siempre subordinada dramáticamente -como en películas tipo Apollo 13 o la mismísima Náufrago- a los mecanismos clásicos de la aventura. En ese sentido, no hay metáfora más clara y contundente que la de la mismísima gravedad de la que habla el título. Esa Tierra que no logra empujar a los cuerpos que están fuera de ella desde lo físico, sí lo hace desde nuestra percepción, desde nuestra historia. Es esa la atracción que persiste en el espacio, la que hace que, aunque los cuerpos floten como en una pileta de millones de gigalitros de líquido amniótico, la doctora Stone y los espectadores busquen desesperadamente alguna manija, palanca, escalón o cordón (¿umbilical?) de los que aferrarse. Es la gravedad, parece decir la película, la que nos hace humanos.
Romper el Huevo… Durante muchos años se trató de imitar a 2001, Odisea del Espacio de Stanley Kubrick, film que revolucionó la ciencia ficción e innovó a nivel visual y narrativo. Kubrick entendió que necesitaba tener una historia compleja, profunda, existencial, acorde a las ambiciones que deseaba desarrollar. Y por lo tanto era esencial que el elenco no esté compuesto por “figuras” que distraigan al espectador, sino por sólidos intérpretes que comprendiesen la idea del realizador, que no se destaquen ellos mismos frente a la historia. Alfonso Cuarón, con Gravedad, pretendió realizar la 2001 del siglo XXI. Pero se limitó a aprovechar las últimas tecnologías para generar una experiencia visual abrumadora aunque vacía. En primer lugar, el cineasta realmente tomó la decisión de restarle importancia al argumento. La lluvia de desechos de un satélite ruso que destruye al estadounidense es un simple Mc Guffin, uno bastante anticuado en tanto recurso narrativo...
Todo lo que sube Hay una escena más o menos obligatoria en toda película de astronautas. Uno de los astronautas mira por la ventanita del cohete, dice algo así como “Esto no es algo que se vea todos los días” y la cámara corta a una imagen de la Tierra onda National Geographic. No asombra a la audiencia ni busca hacerlo, es un detalle aburrido que hay que sacarse de encima porque probablemente los astronautas hacen lo mismo en la vida real. Y efectivamente el comandante Kowalski (George Clooney) dice algo por el estilo al comienzo de Gravedad (Gravity, 2013). Sólo que esta vez realmente es algo que no se ve todos los días. La película es tan asombrosa como pretende serlo. En serio. Gravedad comienza con un plano ininterrumpido por unos 10 minutos en el que la cámara orbita un satélite que está siendo reparado por los astronautas Kowalski y Stone (Sandra Bullock). No hay ni eje, ni horizonte, ni arriba ni abajo: la cámara desorienta y establece un vacío vertiginoso con el planeta Tierra como único punto de referencia. Jamás se lo ve entero – es un coloso que cambia de forma y color constantemente, hermoso e inconmensurable a los ojos de nuestros diminutos protagonistas. Crédito para Emmanuel Lubezki. Es el director de fotografía de preferencia de Alfonso Cuarón, pero tiene la suerte de venir de trabajar en El árbol de la vida (The Tree of Life, 2012) – otra película técnicamente brillante con el cosmos como materia prima. La tensión aumenta mientras esperamos la inevitable catástrofe que dejará a nuestros protagonistas a la deriva en el espacio. Oímos voces transmitidas desde Houston, pero el punto de vista está firmemente anclado sobre Kowalski y Stone. Esta es una película sobre las sensaciones intensas que se apoderan del ser humano al filo de la muerte, su comportamiento compulsivo, y su lucha desesperada, controlada y finalmente desafiante por sobrevivir. Es un excelente estudio de este comportamiento, guionado con verosimilitud y encuadrado e ilustrado tácticamente por la cámara. Sus planos secuenciales serán objeto de estudio a futuro, en particular uno que constituye una de las mejores secuencias de peligro in extremis jamás hechas. Clooney y Bullock comparten el protagonismo, aunque la historia es específicamente sobre el personaje de Bullock, porque es la única en tener un conflicto latente (Clooney es el arquetípico mentor en el epílogo de su propia vida) y es la única en tener un arco narrativo curvilíneo. La película se concentra sobre ella. No es una actriz que ostente mucho rango o complejidad, pero las actuaciones pasan más por el lenguaje corporal y por la voz. Clooney y Ed Harris como las calmas voces de la virilidad autoritaria son excelentes decisiones de casting. Bullock como la voz de la endeble histeria, también. En fin, la película recurre a las herramientas obvias del thriller. Se está acabando el oxígeno. Se está acabando el combustible. Se está acabando la calefacción. Se está acabando el tiempo, en general. Pero tiene la inteligencia como para poner al espectador en el mismo estado de vulnerabilidad e impotencia que pone a sus personajes. La inconmensurabilidad de la nada espacial es el vivo ejemplo de la agorafobia, pero al mismo tiempo está la claustrofobia del traje del astronauta y la precariedad de su protección. ¿Hay peor castigo que sufrir dos fobias contradictorias al mismo tiempo? Y por supuesto el vértigo ante la ausencia de fricción. Gravedad es una de esas excelentes películas que logran excelencia en todos sus niveles interpretativos. Es una excelente historia acerca del renacer humano ante la amenaza de muerte, y es un excelente thriller, porque no hay forma de empatía más intensa que la de la supervivencia. Olviden las armas de fuego, las conspiraciones políticas y las persecuciones de alta velocidad: aquí hay una película construida enteramente entorno a agarrarse a algo y no dejar de respirar. ¿Cuánto más primordial se puede poner?
Alfonso Cuarón lo hizo de nuevo, uno de los directores actuales con más talento a la hora de lograr impacto visual vuelve a sorprendernos otra vez, vuelve a darnos más de lo que esperábamos... y eso que en esta oportunidad parecía que ya estaba todo contado en el abstracto trailer; pero no, Gravedad es mucho más que dos astronautas sueltos en el espacio; es una de las obras más personales y con más peso dramático del mainstream hollywoodense de los últimos años, y eso que cuenta con elementos de desarrollo mínimo. La historia sí, es simple y esperable, anticipada; la Dra. Ryan Stone (Sandra Bullock) ha desarrollado un sistema satelital complejo que permitirá capturar imágenes de nuestro planeta a un nivel increíble. Se encuentra en una estación espacial en plena instalación de los satélites con la asistencia de los astronautas Matt Kowalski (George Clooney) y Shariff. Pero ya desde el principio se vislumbra un inconveniente, una ráfaga de desechos interespaciales (pertenecientes a una estación soviética abandonada, claro está) se dirige hacia ellos y va aumentando su tamaño y velocidad, y aunque los tres son advertidos es poco lo que pueden hacer, por más que intenten evitarlo el accidente ocurrirá igual. La estación es destruida y Stone y Kowalski quedan varados en medio de la inmensidad del espacio, apenas enganchados a eso que ya es un desecho en sí, mantienen una remota conexión con Houston y tienen que encontrar un nuevo lugar, una nueva estación, antes que el oxígeno en los trajes se acabe. Esto sucede en aproximadamente quince minutos de iniciado un film que no entiende superproducción por bomba de estruendo, sino el impacto de la calma y el esplendor. Cuarón construyó una obra de dos personajes (Shariff nunca es mostrado más allá de un traje), los colocó en uno de los escenarios más abiertos imaginables, y sin embargo realiza una historia de claustrofobia y tensión de encierro. Stone y Kowalski deberán atravesar un destino trunco que les pondrá mil y una vallas posibles, y se irá tejiendo un entramado de supervivencia y superación personal. Gravedad tenía todo para ser un producto bombástico, filmado con nervio y velocidad trepidante que no da respiro, pero una vez más Cuarón elige el camino de otro expresionista de la imagen, el Kubrick de 2001: Odisea en el espacio. Sobran los momentos para la calma, las escenas en las que podremos maravillarnos con la espectacularidad del paisaje (en las que el 3D casi nunca lució tan bien), y hasta los grandes momentos de personajes, pese a contar solamente con dos. Gravedad es ante todo un film dramático, y en eso se apoyan varios aspectos técnicos, creando una sensación de soledad y fin inminente agobiante, asfixiante. Ningún diálogo parece estar puesto al azar, todas son palabras medidas y abundan los silencios y la música de estilo clásico. Bullock y Clooney se encuentran ambos contenidos (Clooney un poco menos repitiendo algunos mohines de su galán maduro canchero) y cumplen correctamente; pero sin embargo, no pareciera Gravedad una película de actores, sí de personajes, en donde hay un tercero, el escenario, que es fundamental. Si no llega a ser la película perfecta que pudo ser es por algún vuelco en el desarrollo que la asemeja a un melodrama y film de autoayuda innecesario, remarcado fuertemente en una escena que quizás pudo completarse mejor. Algunas fibras de más que se tocan nos hacen pensar en cierta manipulación. Por lo demás estamos ante un film que, como pocos, mezcla el impacto con la calma, la tensión con el drama desolador, y el esplendor visual con la delineación de personajes. Cuarón volvió por más.
¿En qué consiste el espectáculo del cine? Esa es una pregunta que siempre me hago cuando estoy viendo una película. Creo que si un filme logra borrar las fronteras y dimensiones de la pantalla, en parte, cumplió con uno de sus objetivos. Obviamente después hay que ver otras cuestiones, tipo de estructura narrativa, elección de planos, musicalización, etc., pero si cumplió con esto de hacernos entrar de lleno en la pantalla, y borrar nuestra mortal existencia de la sala, todo lo demás puede ser muy secundario. Cuando un director logra transmitir TANTO, como en esta oportunidad, y hace CREER que su historia, más allá que transcurra en el espacio, en el agua o en la tierra, es tan vívida podemos decir que estamos frente a una película magistral y que cualquier detalle menor (por ejemplo exceso de música) pasará inadvertido. Estas reflexiones me surgen luego de ver “Gravedad”(USA, 2013) de Alfonso Cuarón (“Y tu mamá también”, “Grandes Esperanzas”, etc.), un espectáculo que sólo puede ser visto en el cine y en 3D, en una de las mejores utilizaciones de esta tecnología (destaco también la escena inicial de “Star Trek Into Darkness”). En “Gravedad” hay un astronauta, Matt Kowalsky, canchero, ganador, interpretado por, quién sino, George Clooney, que lidera una misión de reparación de una plataforma espacial. Junto a él está Ryan Stone (Sandra Bullock), una doctora rígida, estructurada y que se ubica en sus antípodas. Mientras están reparando un panel de comunicación una serie de deshechos de un satélite ruso se dirige de manera imprevista hacia a ellos, y pese a tratar de hacer lo imposible para esquivarlos, son duramente impactados. Sólo sobreviven Kowalsky y Stone, quienes deberán encontrar en el medio de la nada, NADA literal, las decisiones que los lleven a un pronto camino a CASA (Tierra). Esta simple historia de supervivencia, superación y pasión, le sirven a Cuarón para reflexionar una vez más sobre preguntas existenciales que acechan al hombre: ¿Qué es el hombre? ¿Para qué vivimos? ¿Qué somos frente a la inmense”, pero que en esta película, además, funcionan como vectores del personaje de Bullock, quien intenta encontrar un sentido a su vida, alguien que quiere rezar frente a la adversidad, pero descubre que nadie nunca le enseñó cómo. El 3D hace inmenso ese espacio agobiante y hasta claustrofóbico y explota en la pantalla. Hay una idad del espacio? ¿Hay vida después de la muerte? ¿Cómo sobrellevar la pérdida de un ser querido? Entre otras, y con las que ya había trabajado en “Niños del Hombrescena de una belleza extrema en la que Ryan ingresa a una de las cápsulas de una de las plataformas espaciales, se desnuda y reposa en posición cuasi fetal. Erizante. Desoladora. Cuarón elige arrancar la película en silencio, con planos de la tierra vista desde el cielo para introducirnos en lo que será una de las principales virtudes de esta película, la inmensidad. Porque no hace falta que esté Buzz Lightyear gritándonos “Al infinito y más allá”, estamos en el más allá, estamos en la nada, en el no espacio, y gravitamos con Bullock y Clooney y junto a ellos palpitamos todas sus sensaciones. Mareo/Paranoia/Adrenalina/Angustia son algunas de las emociones que uno atraviesa durante los 90 minutos que dura “Gravedad” y que apoyándose en planos circulares, subjetivos y objetivos, potencian la idea de estar en el espacio, solos, aislados. Además de las imágenes símil National Geographic, las impecables actuaciones (Bullock a ¿por el Oscar?) hay otro importante actor: el silencio, que genera sentido todo el tiempo, contrastando con la magnitud de la noche. Trama casi aristotélica, con puntos de giro bien marcados y a su vez esperados, y que pese a algunos lugares comunes y un exceso, por momentos, de la estridencia de la B.S.O.y claras referencias a clásicos como “2001”, esta mezcla de “COSMOS” de Carl Sagan con “Naúfrago” es un espectáculo visual de una belleza y consistencia increíbles.
Un largo camino a casa Al igual que con, por ejemplo, Gore Verbinski, es difícil encontrar un patrón para la obra de Alfonso Cuarón, un cineasta que incluso ha ido expandiendo su rol de guionista y director -e incorporando el de productor-, y que parece totalmente asimilado por Hollywood, aunque la forma en que mantiene vínculos con el cine mexicano ponen en duda esa afirmación. Y sin embargo, hay algo que marca de su filmografía, y es la noción del viaje como un camino, exterior o interior, cuyo recorrido cambia al protagonista. Esta concepción es expresada en diversas formas: la niña de La princesita hace un recorrido interior, forzado por circunstancias externas, de crecimiento y madurez; Finnegan Bell, en Grandes esperanzas, viaja de su pueblo a la gran ciudad y ata puntas de su pasado con su presente; Luisa, Julio y Tenoch, en Y tu mamá también, emprenden un viaje por México y al final ya nada será lo mismo, porque no les quedará otra que hacerse cargo de sus respectivos roles; Harry Potter, en El prisionero de Azkabán, comienza creyendo una mentira y termina sabiendo la verdad sobre un episodio que cimentó su vida; y Theo, en Niños del hombre, se reconstruye a sí mismo a partir de la compañía de otra persona y de asistir a un nacimiento. Con sus puestas siempre fluidas, Cuarón ha comenzado a trasladar esa cuestión narrativa y temática hacia lo formal, a partir del uso de larguísimos, monumentales planos secuencia, que no pecan de arbitrarios porque realzan las tensiones entre los personajes y los espacios o nudos temporales que transitan. Es que, a diferencia de Stanley Kubrick -emblema de la frialdad improductiva-, a Cuarón le importa (y mucho) lo que está contando, lo suyo no es el mero ejercicio intelectual y/o formal. Para él, de forma similar a James Cameron, la técnica no es un fin si no un medio, un instrumento para enriquecer el relato. Gravedad es, en cierto modo, la película definitiva de Cuarón, la que resume lo que piensa sobre el cine: que lo que importa es contar historias que atrapen y marquen al espectador. Allí, la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) también hace un viaje y, al igual que Theo o Potter, cuando llegue al final del camino ya no será la misma. La odisea de esta ingeniera médica comenzará con un accidente en una estación espacial, que la dejará a ella y a un astronauta, Matt Kowalski (George Clooney), a la deriva en el espacio. Todo empieza como un recorrido exterior, puramente físico en un contexto hostil y abismal, donde se impone la angustia y la claustrofobia, y en el que los impresionantes planos secuencia que construye Cuarón tienen la virtud de explorar el infinito que representa el espacio en contraposición a la pequeñez del sujeto humano, yendo de la visión general al primerísimo primer plano o incluso la mirada subjetiva. Pero ya todo, desde el mismo inicio, va insinuando lo que se consolidará en el último tercio del film: un recorrido íntimo, interior, en el que la vuelta al hogar no sólo implica tratar de retornar a la Tierra, sino también al lugar que nos define como personas. Hay aquí también por parte de la película una conexión un tanto inesperada con Sunshine – Alerta solar, estupenda obra de otro cineasta ecléctico y bastante inclasificable, como es Danny Boyle: ambas toman elementos de la literatura de Joseph Conrad, autor de El corazón de las tinieblas, pero lo que termina imponiéndose es la mirada de H.G. Wells, escritor de La máquina del tiempo. Tenemos, sí, lo oscuro, lo atemorizante, lo siniestro, lo que sobrepasa al ser humano en su convivencia con la naturaleza, pero con lo que terminamos quedándonos es con la aventura, con el enfrentamiento a lo desconocido, a los temores escondidos en lo más profundo del ser, como cimientos del alma. Cuarón le presta atención a lo técnico, y por eso apela a un hábil equilibrio entre la presencia y la ausencia de sonido, acompañado de una banda sonora subyugante. Algo similar se puede decir de la fotografía y los efectos especiales, que son paradójicamente majestuosos y a la vez invisibles. Pero también es un realizador que, como decíamos antes, piensa sus historias y las variables que las componen. Por esto, la elección de Bullock y Clooney no parece una mera casualidad o una imposición de Warner, sino una elección deliberada y meditada tanto por el director como por los dos intérpretes. La forma en que interactúan los protagonistas da lugar a un diálogo entre dos estilos de actuación: la actriz apuesta a una conexión más familiar y cercana, como si representara al ser más común, aprendiendo a desenvolverse sobre la marcha, al igual que el espectador. El actor, por otro lado, refuerza su estampa ligada al cine más clásico, más noble y relajada, ligada a la veteranía, a la sabiduría que da la experiencia. Ambos, en cierto punto, realizan interpretaciones que sintetizan sus carreras. Y Cuarón, que ha conseguido imponerse no sólo como un efectivo artesano, sino también como un autor con una mirada propia sobre el mundo, se da el lujo de trabajar con dos actores que pueden pensar el cine que hacen y sus papeles como estrellas de Hollywood. Teniendo en cuenta lo anteriormente dicho, podemos decir que el mismo título de la película es toda una declaración de principios por parte de Cuarón. Es un sustantivo que porta, por suerte, múltiples definiciones. La Gravedad es, efectivamente, lo que nos ata a nuestro planeta, y que está ausente en el espacio, donde no hay ningún sostén. Es, asimismo, lo que buscará la protagonista en su camino: algo que la sostenga para seguir apostando a la supervivencia. Y, finalmente, es un concepto que sirve para explicar lo que significa la ciencia ficción para el director de este film: una forma narrativa de especulación científica para que nosotros, los seres humanos, hablemos de nosotros mismos, incluso desde la fantasía más arrolladora. Cuarón hilvana un relato que combina el drama con lo catastrófico a cientos de kilómetros del suelo y, aún así, nunca despega los pies de la Tierra, en el mejor de los sentidos.
Hay películas 3D que "sacan" cosas de la pantalla. Gravedad es al revés... mete al espectador en la historia. Y eso es una maravilla. No recuerdo película en los últimos años que me haya tenido tan atento a todo lo que pasa, a ver que cada pausa de la acción es algo tan necesario para poder sentir uno lo que el personaje está viviendo. Y no estamos ante una película filosófica que dividirá las aguas, me cuesta creer que alguien no disfrute/sufra esta película. Cuando terminó me quedé duro en la butaca, no por la escena o minutos finales, sino por la obra en general que había vivido. No quiero crear falsas expectativas y tomen mi comentario relativamente, pero yo me enamoré de Gravedad y la considero una obra maestra a ser referenciada en próximos años sin lugar a dudas. Acá tenés que pensar dos cosas para valorarla: Primero es una película que se sostiene con dos actores a los cuales solo les ves las caras mayormente... Y SE SOSTIENE EN SERIO!!! Segundo... pensá lo que cuesta hacer una película simulando el espacio, y no me refiero al costo económico que lo desconozco. Me refiero al concepto imaginado por el director y que haya salido así, donde no sabés que es arriba y que es a la derecha. Gravedad es una película increíble, por como la hicieron y por lo que logran. Si sos de los que arman rankings de las mejores películas de cada año, no podés dejar de ver Gravedad, porque la tenés que considerar sin lugar a dudas, como estimo lo harán los miembros de la academia de Hollywood. Y tu mamá también, Harry Potter y el prisionero de Azkabán, Niños del hombre y ahora Gravedad... Alfonso Cuarón TE PERTENEZCO
Gravedad es una de las grandes películas del 2013 que representa un contundente regreso del director Alfonso Cuarón a las salas de cine. La verdad que esta producción es mucho más que una simple propuesta de suspenso y se trata de una experiencia que vale la pena ser vivida en el cine. La trama es completamente sencilla. Una misión espacial de la NASA se complica y dos astronautas tratan de sobrevivir como pueden para regresar a la Tierra. No hay más argumento que ese, pero lo que hace especial a Gravedad es la manera en que Cuarón narra esta propuesta. En este aspecto nos encontramos ante un film histórico dentro de este género donde el director logró capturar la belleza del espacio y la sensación de falta de gravedad como nunca se había hecho en el cine. Una producción que a partir de ahora pasará a ser "la película" de astronautas, cuya mayor virtud reside en conseguir que el espectador también sea parte de la odisea que viven los personajes. Este es uno de los aspectos más impactantes del film. Cuarón logró que como espectador sientas que vos también estás ahí en el espacio junto a Sandra Bullock y George Clooney y no pienses en otra cosa durante 90 minutos más que en los hechos que se desarrollan en la pantalla. Sostener el suspenso durante tanto tiempo con apenas dos personajes es algo muy difícil de hacer y por esa razón este es uno de los grandes trabajos del realizador mexicano. Resulta muy impresionante también la manera en que consiguió transmitir la falta de gravedad en el espacio a través del manejo de las cámaras y como ese escenario tan bello y majestuoso en un principio luego se vuelve algo aterrador. Hubo otros filmes sobre esta temática en el pasado pero ninguno alcanzó el nivel de realismo de Gravedad. La verdad que si Alfonso Cuarón no termina nominado al Oscar como mejor director el año que viene estamos ante uno de las grandes papelones en la historia de la Academia de Hollywood. No se puede dejar de destacar el excelente trabajo de Sandra Bullock quien tuvo un gran 2013. Una actriz que no suele ser muy bien tratada por la prensa y cuando encuentra los proyectos indicados (como este) que le permiten sobresalir con un personaje la rompe. Por cierto, para los que siempre preguntan por el tema. Sí, vale la pena verla en 3D porque en este caso puntual la experiencia visual que ofrece Cuarón se potencia con el formato de tres dimensiones. Si el bolsillo no te da para ir al cine todos los fines de semana y solo podés ver una película este mes, esta es la que no se puede dejar pasar.
Un gran espectáculo visual Encarar esta película de ciencia-ficción fue para el director mexicano Alfonso Cuarón una tarea titánica. Y no sólo por el tiempo que llevó, sino porque se trata de una apuesta arriesgada desde lo estético e impulsada por dos personajes. Gravedad, que ya suena como posible candidata a los Premios Oscar, es una historia de supervivencia y también de redención de un pasado trágico que arrastra la Dra. Ryan Stone (Sandra Bullock), una brillante ingeniera que está en su primer misión al espacio con el veterano astronauta Matt Kowalsky (George Clooney), embarcado en su última misión antes del retiro. Todo parece flotar tranquilamente allí arriba hasta que los astronautas quedan solos e incomunicados en la negrura del espacio. Nunca mejor aplicado el slogan publicitario de Alien para esta película: "En el espacio nadie te escucha gritar". Como una versión moderna de la Teniente Ripley que encarnó Sigourney Weaver, Stone también lucha contra sus monstruos internos. Cuarón invita al espectador a una aventura en la que se sentirá involucrado desde el comienzo con un plano secuencia que acompaña la los protagonistas flotando en medio del espacio. En ese sentido, el 3D está utilizado de manera impecable, ya que no sólo se limita a colocar objetos que parecen el alcance de la mano, sino que trabaja la profundidad de campo que da más realismo a la acción. En medio de una lluvia de restos de satélites, un cordón que une a Stone y Kowalsky, el oxígeno que se termina, espirales hacia el vacío y una estacíon cercana que podría ser su salvación, la película también guarda una sorpresa y juega con la visión subjetiva cuando ella pierde la orientación. Cuarón acredita títulos como Niños del hombre, Y tu mamá también y Harry Potter y el prisionero de Azkabán, pero con este último trabajo se consagra como un gran narrador, capaz de conquistar al público. El suspenso y las emociones también flotan.
Sola, con los pies en el aire Sandra Bullock tiene el papel de su vida en este filme con alma, drama y aventura. Se puede estar solo en medio del espacio exterior como en un departamento en Caballito. Tal vez no haya que agregarle un tan entre estar y solo para dar cuenta de lo que le sucede a Ryan Stone, la ingeniera y astronauta que Sandra Bullock compone en Gravedad, un título que sugiere y mucho en su doble acepción, en sus significados. Porque Ryan está flotando, sola, en medio de la gravedad. Y su situación es igualmente grave. Alfonso Cuarón escribió el guión con su hijo Jonás como una manera de expiar una situación personal. En la pantalla, lo que vemos es a Ryan -astronauta primeriza- quedándose sin oxígeno en su traje espacial, una vez que, cumpliendo una misión fuera de su nave (reparar el Hubble), la ocasional destrucción de un satélite -ruso, ¿eh?- genera una lluvia de residuos que irán a chocar contra ella. Y contra Kowalski (George Clooney), el astronauta de la NASA que no para de hacer comentarios jocosos ante cualquier eventualidad. Así tenemos a la novata y al experimentado, enfrentando una situación de vida o muerte. No pueden volver a la nave. No tienen contacto con Houston. ¿No tienen salvación? Así como Spielberg en Tiburón demostraba cómo el hombre común, el jefe de policía Brody, debía sacar no sabía de dónde lo necesario para enfrentar la situación cuando el ictiólogo y el pescador experimentado fallaban, Cuarón pone a Ryan en medio del pánico. Si se deja estar, muere. Pero si busca una salida, nada le asegura que conseguirá salir con vida. La película -y aún no hablamos del prodigio visual, en cuanto a narración- trata sobre cómo nos sobreponemos, o no, a lo que parece imposible de sobrellevar. Algunos comentarios hablan de Gravedad como la nueva 2001, odisea del espacio. Se asemejan en que transcurren en el espacio, y la vida está en juego, pero la película de Stanley Kubrick planteaba cuestiones metafísicas. Era mística y operística. Cuarón es más simple y directo. En el medio de la nada (o el todo: el espacio) si uno no se aferra a algo, tarde o temprano sucumbe. La película subyuga ya desde la primera imagen. En el espacio hay un puntito lejano, blanco, que irá acercándose. Escuchamos en off las conversaciones de los astronautas entre ellos y con la base en la Tierra, pero lo esencial es eso que estamos viendo. La toma es un plano secuencia (sin corte aparente de cámara) de casi 18 minutos -Cuarón ya había realizado uno espectacular en medio de un ataque en Niños del hombre-. Pero al prodigio de la toma única hay que agregarle el sentido de la misma. El porqué, su necesidad. Para entrar en empatía con Ryan, una vez que su vida se ponga en riesgo, no hacía falta mucho. Pero Cuarón enfatiza desde el sonido -la respiración, los efectos, sus palabras- para que ese horror que siente Ryan lo experimentemos nosotros. Y es así como la cámara ingresa a la mismísima escafandra de Ryan, girará y podremos ver lo que ella ve. Cuarón ha intentado explicar cómo hizo para rodar la película -con animación, captura de movimientos-, pero es lo que menos importa. Aquí cuenta el efecto, la consecuencia. A diferencia de Avatar donde el regocijo era tal sólo en el plano de lo visual, Gravedad tiene alma, sustancia, drama y aventura. Cuarón tiene la suficiente maestría para generar picos de tensión en cualquier escena y en cualquier momento. Juega con lo inesperado -levante la mano el que sepa lo que puede suceder en el espacio- y una entrega de Bullock impresionante. Es el papel de su carrera. Visionario, el director de Harry Potter y el prisionero de Azkaban sabe darle al drama trascendencia. No habla desde un púlpito, no baja línea. Como director entretiene y deja espacio para la reflexión. Como Kubrick, como Spielberg. Como sólo él sabe hacer por estos días.
Muy pocas veces en la vida nos enfrentamos como espectadores a experiencias capaces de transformar nuestro modo de ver, pensar y sentir el cine. Gravedad es uno de esos hitos, una proeza técnica, una verdadera hazaña visual que nos atrapa, nos seduce, nos angustia, nos fascina y nos aterra para, en definitiva, contarnos una historia clásica de traumas íntimos, catástrofes extraordinarias, supervivencia y redención. El talentoso director mexicano Alfonso Cuarón que ya había brillado con títulos tan disímiles como Y tu mamá también, Harry Potter y el prisionero de Azkab a n y Niños del hombre construye una película de ciencia ficción vanguardista y al mismo tiempo de extrema sencillez, un sofisticado ballet cinematográfico que se disfruta tanto con la mente como con el cuerpo. Es que muy pocas veces el cine ha conseguido transmitir la experiencia física en toda su intensidad y dimensión como en las largas y virtuosas escenas de "caminatas" espaciales que Sandra Bullock y George Clooney hacen durante los comprimidos, precisos, 90 minutos del film. El primer plano-secuencia de unos 13 minutos sin cortes (o con cortes que no se aprecian) va directo al top 10 de las mejores aperturas de todos los tiempos. Ese arranque nos permite conocer al veterano Matt Kowalsky (Clooney haciendo de Clooney y aportando una aquí bienvenida dosis de humor y seducción), en la que es la última expedición de su carrera; y a la doctora Ryan Stone (Bullock), que está dando sus primeros pasos para la NASA. O sea, el viejo pero siempre eficaz contraste entre aquel que se las sabe todas y alguien que ni siquiera alcanzó a superar todos los tests en el simulador de vuelo. Serán ellos dos (y la voz del gran Ed Harris desde la base en Houston) los únicos protagonistas de este relato ambientado, claro, en el espacio más precisamente, a 600 kilómetros de la Tierra (que se ve imponente a esa distancia) y en distintas estaciones (estadounidenses, rusas, chinas), desde donde los personajes intentarán concretar su regreso a casa en medio de una lluvia de desechos satelitales que generan una reacción en cadena. Gravedad es de esas películas que como 2001, odisea del espacio , Avatar , El abismo o Alien (compárese la Stone de Bullock con la Ripley de Sigourney Weaver) consiguen revolucionar los aspectos técnicos de una industria como la de Hollywood, pero sin por eso descuidar jamás la narración y el impacto emotivo. Aquí, además, los Cuarón (Alfonso escribió el guión con su hijo Jonás) alcanzan picos místicos (hay revelaciones siempre justificadas) y líricos que convierten a este ensayo sobre la soledad y el aislamiento en una reflexión de múltiples connotaciones y lecturas posibles. Tras tantos films que abusaron del recurso del 3D sin ninguna justificación artística (y abrumando al público), Gravedad es uno de los primeros en los que la estereoscopía nos provoca una sensación de inmersión, nos traslada a la profundidad, oscuridad y fragilidad del espacio exterior, nos hace sentir la liviandad de esos cuerpos que flotan a la deriva y a partir de una extraordinaria utilización de la cámara subjetiva nos hace compartir el punto de vista de los personajes. Si ese trabajo visual es asombroso, no menos inteligente es la utilización del sonido (o incluso la falta del mismo en el espacio). Uno puede ver una explosión o un golpe y escuchar apenas lo que los protagonistas alcanzan a transmitir a la central de la NASA en Houston. En una película con tanto silencio, el uso de la música (cada vez más altisonante e intrusiva a medida que avanza el relato) es el único aspecto objetable. Si se acepta esa "convención" hollywoodense, estamos en presencia de un film sublime, de esos que serán difíciles de olvidar por mucho tiempo.
Renacer en el infinito La historia es simple, muy simple realmente: un equipo de astronautas debe reparar un artefacto de observación espacial, pero quedan varados tras el ataque de una suerte de tormenta de restos de un satélite que los rusos hicieron destruir, y cuyo impacto generó una reacción en cadena que arrastró, a velocidad de proyectiles, los escombros de más satélites aún. La cuestión será sobrevivir y volver a la Tierra. Con un excelente despliegue de efectos visuales, que muestran al espacio como un lugar inmenso, bellísimo, pero restringido y opresivo, a la vez, Alfonso Cuarón logra desarrollar un filme que atrapa por su despliegue estético, pero también por su excelente manejo de los ritmos, y, sobre todo, del suspenso. La economía de recursos afianza el poder de atracción, casi como si funcionara como centro de gravedad, de la trama. Sin gran elenco, sin variedad de escenarios, Cuarón logra atrapar a su espectador y mantener imperturbable su atención durante todo el tiempo que dura el filme. Lo que sorprende y fascina a la vez de "Gravedad" es el planteo de los contrastes. Una gran película con una historia mínima y apenas un par de actores. La enormidad del espacio contrapuesta a la pequeñez y fragilidad del ser humano. En algunas partes se escucha una banda de sonido que es un efecto más, pero en otras, el silencio absoluto. Sandra Bullock y George Clooney, los protagonistas, se calzan los personajes con gran facilidad. Bullock se destaca, en una actuación que logra transmitir emociones y tensión. Escondida en este escenario más habitual para la fantasía y la ciencia ficción, hay una historia muy humana, muy básica incluso, de supervivencia y superación. Un personaje central que debe sobreponerse a los obstáculos que el infinito le presenta por un lado, y que su propia historia le plantea por otro. Atrapante, fascinante, tecnológica, pero poética al mismo tiempo, esta propuesta muy bien realizada y dirigida por el director mexicano es más que un filme llamativo. Es una clase de suspenso y humanidad, una combinación tal vez extraña, pero que funciona de maravillas si se sabe plantear, como en este caso.
ALFONSO CUARON es el responsable de este inmenso filme que funciona como un drama intimista, pero también, como un thriller de impacto, un filme que crispa los nervios a medida que avanza el metraje. Pocas veces la inmensidad del espacio fue retratado en cine con la verosimilitud que presenta GRAVEDAD, un filme que aprovecha el 3d para hacernos vivir una experiencia cinematográfica cargada de adrenalina y emoción. Visualmente es una maravilla, ya que a pesar de la tensión, y el ritmo nervioso, el largometraje contiene una enorme carga de imágenes poéticas. Poderosa, impactante, imperdible, un acontecimiento para vivir y vibrar en la oscuridad de una sala.
Es un película tan arriesgada como impactante que mantendrá en vilo al espectador. Dos astronautas en el espacio, un accidente y la soledad más aterradora enfrentada por un astronauta a punto de retirarse y una novata en estas lides. Pero allí, con todo en contra, esa mujer que en la tierra lo padeció todo, luchará por conseguir lo que parece imposible: volver a la vida, como una experiencia de re-nacer porque no hay otra posibilidad. Poco George Cloooney, mucho y bueno de Sandra Bullock. Se impone el talento de Alfonso Cuaron.
Como su protagonista (una médica que se encuentra en el espacio para instalar un sistema de captura de imágenes creado por ella), la película de Cuarón también se ofrece como una máquina de ver: desde el extenso plano inicial, en el que flotamos al igual que los astronautas Ryan, Matt y Shariff, el director apuesta a generar un mundo (“universo” sería más preciso) que atrape el ojo del espectador, que lo subyugue con la visión inédita de la Tierra y sus interminables capas de colores, luces y brillos. Mientras es capaz de integrar la trama con esa pulsión escópica, la película fluye y resulta una experiencia bella y angustiante a la vez (la sensación de flotar en medio de la nada se acentúa gracias al uso del 3D). Los diálogos son dinámicos, la información acerca de los personajes y su misión es dada de manera económica y el suspenso se construye tanto al nivel de la historia como en el de la imagen; ver ese plano desesperante en el que Ryan, a la deriva y separada de su grupo, se desdibuja en la oscuridad y casi termina de fundirse con el negro del espacio (el terror también puede ser eso: hundirse lentamente en el vacío más profundo). Pero poco después de pasado el peligro de los desechos de un satélite ruso, Cuarón no se conforma con esa película sólida y prometedora del comienzo y cambia el rumbo marcado hasta ese momento: el relato copa la parada y se adueña de la totalidad del film; las imágenes ya no valen por sí mismas, ahora son utilizadas en forma burda para la elaboración de metáforas aburridas como la de Ryan en posición fetal y con el cable de fondo ocupando el lugar de un cordón umbilical (la figura se forma despacio y dura varios segundos, no sea cosa que alguien no llegue a notar la comparación con un útero). La cámara, que al comienzo nos sumergía en la historia haciéndonos flotar igual que los personajes, ahora quiere estar en todas partes; quiere ofrecer una vista única de la Tierra y de los personajes enmcarcados contra ella pero también insiste en colocarnos en el lugar de Ryan en uno de los tantos planos subjetivos que realiza. Ese deseo de ubicuidad lleva a Cuarón incluso a revelar la cámara misma en varias ocasiones, atentando contra la inmersión lograda antes (las gotas que flotan chocan con la cámara; el gas de los propulsores empaña el lente). Cuando Matt desaparece del relato con él también se esfuman la gracia y la elegancia de Clooney y la película se ve en el predicamento de contar solo la historia de la mucho menos carismática Ryan y de tener que señalar todo lo que hace el personaje mediante frases dichas por ella, que pareciera hablarse a sí misma pero en realidad nos explica a nosotros cuáles son sus intenciones, cómo se siente en ese instante o, mucho peor todavía, qué está buscando (el acto de la protagonista de entrar en la estación china y decir en voz alta “radio, radio, radio…” funciona menos como un monólogo que como una señal para el público, al que Cuarón cree incapaz de darse cuenta de nada por sí solo). De ahí en más, la película se dedica pura y exclusivamente a la construcción de una idea insistente y subrayada (el dolor de Ryan por la pérdida de su hija que la aleja de la voluntad de vivir y la acerca a la muerte) y a la confección de un itinerario de suspenso de a ratos intolerable que resulta ser lo mejor de la película a esa altura, su parte más vital, física y menos discursiva. Curiosamente, antes del cierre (remarcado, metaforico, previsible), Cuarón toma un par de decisiones que atacan como nunca antes la identificación con el personaje: ya en la Tierra y tratando de emerger del agua, junto a Ryan pasa una ranita notoriamente digital que nada a sus anchas, libremente y sin esfuerzo alguno mientras la protagonista lucha por quitarse el traje de astronauta que la arrastra hacia el fondo. Esa rana aparece de golpe y por unos breves segundos la cámara la sigue a ella y se olvida de Ryan, casi como si el reptil funcionara como una burla lanzada contra la protagonista: después de atravesar y superar una interminable serie de obstáculos imposibles en el espacio, la película pareciera reirse en la cara de Ryan cuando introduce en el plano, de manera totalmente artificial, esa ranita insultante. Ryan finalmente puede deshacerse del traje y, acto seguido, el encuadre revela sorpresivamente unos juncos que la enredan y capturan, prolongando aún más su salida del agua. El problema es que la aparición de esos juncos se percibe tan forzada como la rana, y el efecto, lejos del de generar suspenso, es de distanciamiento: la película, lo quiera o no, se revela en tanto sistema narrativo capaz de construir tensión sometiendo a su personaje una serie de obstáculos. El público de la sala, que no coincidía con la idea poco halagadora que Cuarón y su película se hacían de él, se rió en voz alta y aplaudió en esos dos momentos, como certificando que los alardes y la autoconciencia del director, desde las gotitas que mojan el lente hasta los juncos, tienen consecuencias bien concretas: el espectador es expulsado del relato. Después del accidentado escape acuático de Ryan, la suerte final de la protagonista y la metáfora final (sí, adivinaron, tiene que ver con volver a nacer) importan realmente muy poco.
Una espectacular odisea en el espacio "En el espacio, nadie puede escuchar tus gritos" afirmaba el slogan publicitario de "Alien, el octavo pasajero" Unos años más tarde, refiriéndose a una de sus secuelas, algún critico bromista retrucó. "en el espacio, nadie puede escuchar tus bostezos". Y dado que muchas superproducciones de ciencia ficción con astronautas enfrentando amenazas cósmicas tan ficticias como taquilleras pueden percibirse como aburridas, a los films realistas sobre la dura vida del astronauta nunca les quedó casi nada de espacio. Tan poco, que las contadas películas imprescindibles de este género cinematográfico aún indefinido e inclasificable, son dos dramas histórico-austronáuticos: la muy premiada "Apolo 13" de Ron Howard con Tom Hanks y Ed Harris y la menos recordada -y acá sólo estrenada en VHS- "The Right Stuff" de Philip Kauffman El único auténtico antecedente de "Gravedad" es un film de 1969, "Atrapados en el espacio" (Marooned), totalmente olvidado a pesar de haber sido dirigido por John Sturges, protagonizado por Gregory Peck y Gene Hackman, y haber ganado un Oscar a los efectos especiales. Pero "Gravedad" es un film absolutamente original en su tema sobre dos astronautas tratando de sobrevivir en el espacio cuando el trabajo de rutina que están haciendo en una estación espacial es interrumpido por una lluvia de fragmentos de satélites. También es un desafío técnico y actoral concebido para que la película luzca como nada visto antes. Más allá de algunas apariciones breves de gente con escafandra y voces como la de Ed Harris que hablan desde Houston, los únicos actores son Sandra Bullock y George Clooney, pero dada la complejidad técnica de la producción, sólo se filmaron sus rostros, y absolutamete todo lo demás fue generado digitalmente, logrando asombrosas imágenes totalmente creibles que hasta ahora sólo podría conocer un astronauta. Igual que aquel slogan publicitario de "Alien", Alfonso Cuarón comienza su film con un texto que explica la falta de sonidos que existe en el espacio, y por lo tanto la banda sonora es una de las más extrañas, complicadas y brillantes de la historia del cine, con un dramatismo inusitado entre las conversaciones entre gente aislada en la inmensidad, con silencios sólo rotos por el inteligente score musical de Steven Price que acompaña las caminatas espaciales y las increíbles visiones de nuestro planeta con sutiles notas ambient, y recién introduce cierta épica en los momentos finales de mayor emotividad. Cuarón cita visualmente muchos clásicos de ciencia-ficción, pero básicamente lo que vemos en "Gravedad" es tan original en lo estético como en el concepto de un film nada pretencioso, y en determinado punto logra que se lo vea no como una odisea cósmica, sino como una simple historia de supervivencia. El desafío que intento y resolvió asombrosamente bien el director sería imposible sin la pericia técnica y estética de uno de los grandes directores de fotografías modernos, el muy premiado Emmanuel Lubezki, que por este trabajo superlativo debería tener un Oscar asegurado. Por último, esta imperdible "Gravedad" tendrá pocos actores, pero sólo la mejor actuación en la carrera de Sandra Bullock justificaría el precio de la entrada.
UN VIAJE EXTRAORDINARIO Noventa minutos de cine puro. O mejor dicho, noventa minutos en los cuales no es posible dejar de mirar, en los cuales toda nuestra atención y todo nuestro interés se concentra en la pantalla como pocas veces. Como la primera vez. Como cuando uno ve una película realmente buena, realmente cinematográfica y el mundo es ese rectángulo al cual no podemos dejar de mirar. Gravedad es una obra maestra del lenguaje cinematográfico. No una, no dos, sino muchas veces conmueve, apasiona, abruma. Desde el minuto uno hasta el minuto final, el espectador queda atrapado, comprometido con lo que ve. Todo nos importa, todo lo que pasa en la película es vital para nosotros. Esto no es un accidente, esto no pasa cada vez que entramos al cine. Sin duda acá hay un trabajo del director que, ayudado por la tecnología (el cine es tecnología desde que nació, después de todo) es capaz de crear universo que nos sorprenda, que nos haga vivir como real una experiencia que sólo como espectadores podríamos vivir. El mexicano Alfonso Cuarón siempre fue un cineasta fuera de serie, pero construyó su filmografía poco a poco. Desde la comedia Solo con tu pareja (1991) demostró interés por los géneros y el cine masivo. Aunque aquel film no es más que un primer paso, si se lo compara con todo lo que vino después. En lo personal yo consideré su siguiente película, La princesita (1995), como una obra maestra. Ya en Hollywood, Cuarón demostraba que con el presupuesto y las herramientas adecuadas estaba listo para hacer historia. El espíritu dickensiano de aquel film tal vez lo llevó a encontrarse con una adaptación moderna de Grandes esperanzas (1998). El film comenzaba bien pero se iba deshaciendo con el correr de los minutos. Sí se podía destacar una delicada paleta de colores y el gran trabajo de su fotógrafo Emmanuel Lubezki. Tal vez abrumado por esa experiencia, Cuarón volvió a México y realizó Y tu mamá también (2001), una de esas películas que –para bien o para mal- no se pueden hacer el Hollywood. Con energía renovada aceptó hacer la que muchos considera la mejor de las películas de Harry Potter: Harry Potter y el prisionero de Azkaban (2004) y luego se lanzó a la ambiciosa y notable Niños del hombre (2006) que le sirvió, entre otras cosas, para realizar algunos de los planos secuencias más impactantes de la historia del cine. Varios años pasaron luego hasta llegar a esta nueva película que sin duda lo deja no sólo a las puertas del Oscar, sino dentro de la historia del cine. Contar el argumento de esta película sería una tontería, debo ser sincero. Transcurre en el espacio, sí, eso queda claro desde el afiche. Hay problemas, sí, eso es lo que le da drama a la historia. Pero anticipar dichos problemas, contarlos, es secundario. Sí es interesante comprobar que el cine tiene todas las herramientas para fascinar y que no se necesita más que un gran talento para poder utilizarlas. ¿Pero cuánta gente tiene ese talento? Hace poco volví a ver Jurassic Park de Steven Spielberg, y ahí hay, obviamente, talento. Uno puede ver un film de James Cameron y encontrar ahí también esa magia que tienen los genios. Hay miles y miles de películas que intentan por todos los medios engancharnos, impresionarnos. Hay explosiones, efectos, luces, imágenes grandilocuentes jamás vistas, pero no es una cuestión solo de hacer cosas grandes y efectistas, sino de construir un relato que nos importe. Como cuando el héroe cuelga del precipicio y lo único que queremos es que se salve. Cuando la heroína se juega todo en cada escena y por la forma en la narración se construye su destino es el nuestro. Y este viaje extraordinario por supuesto incluye subtramas y temas que con sutileza y sin subrayados forman parte del film. El cine norteamericano es el que ha entendido esto mejor que nadie. Aun cuando muchos de sus maestros no hayan nacido ahí, han filmado con ese espíritu y más tarde o más temprano se han sumado a esa industria. Gravedad es una película en muchos sentidos arriesgada, a contracorriente, y a la vez es una película que utiliza la tecnología de punta al servicio del entretenimiento de una manera brillante. No podemos hablar de una crisis del cine ni que la televisión lo ha superado cuando aparecen películas como Gravedad. Es el mismo viejo oficio de contar historias. Con algunas herramientas nuevas, pero con las mismas reglas básicas. Nada a cambiado y quienes han querido romper el lenguaje del cine a lo largo de más de un siglo, solo han sido estrellas (falsas y) fugaces. Como cierre hay que decir que George Clooney está magnífico, como siempre, pero que sin duda el personaje de Ryan Stone que interpreta Sandra Bullock ya está en la lista de las más grandes heroínas de la pantalla grande. Ella es la pieza clave para que todo el trabajo del director, productor, montajista y guionista Alfonso Cuarón tenga esa gracia extra que solo tienen los clásicos de todos los tiempos.
"En el mundo hay más de 7.000 millones de personas. Solo 530 viajaron al espacio. Pero los que estamos y seguiremos indefectiblemente pegados a la Tierra, tenemos la posibilidad de sentirnos un poco como esos 530 afortunados con solo ir al cine y ver Gravedad: un film emocionante, único y revolucionario". Escuchá el comentario. (ver link).
Un nuevo film de Alfonso Cuarón es motivo de celebración, sobre todo cuando en los papeles han pasado siete años desde su último trabajo. Con su mirada sobre Great Expectations aún vigente, con la fortaleza que todavía tiene Y tu mamá también, con Harry Potter and the Prisoner of Azkaban como la mejor de la saga de forma indiscutida y con esa excelente versión libre que es Children of Men, da la impresión de que el tiempo transcurrido es menor, pero lo cierto es que el realizador no estrena nada desde el 2006. Y vuelve a la primera plana con una película tan pequeña como gigante, una producción sencilla pero de enorme ambición, un proyecto del que se han vertido tantas cosas positivas como negativas –el desarrollo previo fue muy complejo, muchos actores lo dejaron pasar y se retrasó algunas veces hasta su estreno- que lleva tatuado el destino de clásico del cine que anticipa. Gravity no es solo un paso adelante para Cuarón, es un salto que viene en preparación desde larga data y cuyo resultado es una consecuencia –o una confirmación- de una filmografía coherente que ha ido en permanente progreso. Aún tratándose de un film muy diferente a Children of Men, muchas de sus búsquedas estéticas y sus pretensiones como cineasta pueden ser rastreadas aquí. La escasa cantidad de tomas y los planos secuencia que siempre dan que hablar –es una marca personal más distinguida y elaborada que los lens flares de J.J. Abrams, pero no es bueno comparar- vuelven a hacerse presentes en una película que exige ese tipo de tratamiento. Ponerla en relación con su último trabajo no parece del todo adecuado por tratarse de producciones completamente distintas, pero son sus únicos esfuerzos dentro de la ciencia ficción y en cierta forma se vinculan lo suficiente como para establecer un paralelo o tomarlo como un punto de partida. Porque si se considera su mirada compleja sobre el futuro distópico y estéril de su film del 2006, aquí Cuarón es un asceta. El mexicano explora la profundidad de ese terreno vasto que aún nos es ajeno y lo hace con una categoría y sencillez demoledoras ante las que no queda más que sacarse el sombrero. Con dos personajes, algunos contactos por intermedio del comunicador con Houston, una labor de rutina y un evento tan catastrófico como realista, el director construye la mejor película de ciencia ficción en lo que va del año. El género ha tenido una vuelta en el 2013, pero ha operado por debajo de las expectativas con producciones decepcionantes como After Earth y Oblivion o con films notables que tuvieron dificultades a la hora de construir su audiencia como en el caso de Pacific Rim. Gravedad es la que porta el estandarte de renovación, dado que en forma inmediata ingresa en los libros del sci-fi como una joya indispensable. Angustiante y sofocante, goza de un nivel de narrativa formidable que mantiene al espectador al borde de su butaca a lo largo de sus certeros 90 minutos. George Clooney está en su salsa –no por nada se buscó a Robert Downey Jr. en su momento- en la forma de un astronauta experimentado y confiado que no tiene problema en contar sus historias una y otra vez a los pocos oídos que tienen el privilegio de escucharlo. Él es una suerte de comic relief, es la válvula de escape a la presión, la bocanada de aire que impide que nos asfixiemos junto a la verdadera protagonista que es Sandra Bullock. Y ella, con cierto tiempo para apuntalar su papel, logra ofrecernos a una Ryan Stone de antología. Porque si bien sus llantos e incapacidades del comienzo provocan rechazo, su fuerza de voluntad y deseo de sobrevivir es lo que terminan de cerrar uno de los mejores roles en su siempre irregular carrera. El cine nos ha enseñado que en el espacio nadie puede oír tus gritos. Cuarón refuerza la lección con un tratado sobre los peligros que habitan en dicha región. Riesgos reales, concretos, como la pérdida de comunicación por radio que implica una parálisis en la negrura, los límites del oxígeno o el peligro del momento angular –la rotación permanente sobre un eje hasta que una fuerza lo detenga- en gravedad cero. Lo hace con una simpleza arrolladora, pero para esa impresión de facilidad y naturalidad que logra el cineasta se necesita que no haya ningún tipo de descuido. Por eso la excelente fotografía está a cargo de su compatriota Emmanuel Lubezki o por eso filma en 3D, a sabiendas que el efecto de profundidad en pantalla será invaluable. El espacio es un terreno tan poco explorado que verlo reflejado y trabajado de esta forma aún nos sorprende. No es tarea sencilla que algo que se ve desde hace 45 años, como en el caso de 2001: A Space Odyssey de Stanley Kubrick, todavía deje bocabierto al público. Eso puede decirse que logra Cuarón, con un film cuyo destino es de clásico inmediato.
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En el vacío del espacio no hay oxígeno, no se trasmite el sonido y podemos congelarnos en cuestión de segundos. En resumen, es un ambiente hostil e impiadoso que, a pesar de la majestuosidad del paisaje que ofrece, no está destinado para que el ser humano pueda sobrevivir. Aquí el director Alfonso Cuarón explota al máximo nuestros peores miedos en cuanto a la vida en el espacio y todo lo que puede salir mal, saldrá mal, poniéndonos los nervios de punta. El film nos deja inmersos en un thriller de supervivencia con un realismo muy respetuoso de cómo funciona la física en dicho ambiente, además de contar con una factura técnica impecable, que dará que hablar por un largo tiempo. Así es Gravedad, una de las películas más importantes del año. La misión de la Dra. Ryan Stone (Sandra Bullock) y Matt Kowalsky (George Clooney) parece simple: instalar un nuevo equipamiento para mejorar el telescopio Hubble. Stone es una astronauta novata con solo algunos meses de entrenamiento, mientras que Kowalsky es un veterano experimentado que se siente cómodo con lo que hace (de hecho nunca perderá la calma incluso ante la más extrema de las situaciones). Pero la tranquilidad de la misión se verá alterada cuando los restos de un satélite ruso, que viajan a gran velocidad, pongan en grave riesgo la vida del personaje de Bullock dejándola a la deriva en la enormidad del espacio. Con respecto a la construcción del relato, es increíble como Cuarón logra una historia tan atrapante con solo dos personajes en pantalla (más alguna intervención circunstancial del gran Ed Harris, quien es la voz de “Houston”). La película arranca con un plano secuencia (una toma sin cortes) de cerca de 20 minutos donde el director se apoya sobre tres únicos pilares: la gran actuación de sus intérpretes, el brillante manejo de cámaras y la música incidental de Steven Price que brinda un clima y una tensión inigualables. Eso es todo lo que le hace falta a Cuarón para quitarnos el aliento y ponernos expectantes durante el resto del film. Solo 20 minutos. Gravedad tiene la incomparable cualidad de lograr ponernos literalmente en el traje de Bullock: nos falta el aire cuando a ella le falta el aire y sufrimos (o intentamos esquivar) cada resto de satélite que se acerca. Es que la película, en parte gracias al 3D, logra meternos en la piel del personaje y sumergirnos en su sufrimiento, en su lucha por sobrevivir cueste lo que cueste. Por supuesto, nada de esto hubiera podido sostenerse sin la tremenda interpretación de Sandra Bullock, sobre cuyos hombros descansa gran parte de lo que sucede en la historia. Durante gran parte del film, su personaje intenta aferrarse a lo que sea y está permanentemente al borde la muerte, pero Bullock le agrega a esa desesperación lógica otros componentes que evitan que se convierta en algo unidimensional. Otro factor importantísimo que hace al film lo que es recae en el aspecto técnico: ya mencionamos el gran manejo de cámaras pero sería muy injusto no mencionar el soberbio trabajo del Director de fotografía Emmanuel Lubezki, que ya había trabajado con el director en “Niños del hombre” y a quien ya habíamos disfrutado en otra película técnicamente perfecta como “El árbol de la vida”. La Tierra nunca se vio tan espléndida y eso es gracias a él. Otra clave para sumergirnos y sentirnos parte del film es el 3D, que en algunas películas bien podría no estar y no hacer ninguna diferencia, pero aquí sí tiene razón de ser y ayuda a meternos mucho más en la historia. Gravedad no solo es épica y majestosa en su factura, sino que conjuga a la perfección el drama humano más profundo con un espectáculo imponente donde tampoco falta la acción. Es así que todo adjetivo, por más grandilocuente, queda chico… Al igual que una simple persona flotando en la vastedad del espacio.
El peso del gusto Ya lo decía Oscar Wilde, el único que puede admirar de forma pareja todas las escuelas de arte es el rematador. Los críticos (toda la gente, bah) tenemos preferencias, con directores, con temas, con épocas en las que se hicieron las películas, con épocas en las que transcurren las historias. Quería que Gravedad de Cuarón me gustara mucho. No lo logré. O la película no lo logró. 1. Sí, de acuerdo, hay grandes momentos en el espacio, sensación de vértigo, de vacío, sobre todo en la primera media hora. El cuadro de la pantalla como un infinito, la posibilidad de perderse para siempre. Hay, claro, mucho de compartir la desesperación de los personajes. 2. Sandra Bullock es la protagonista. Le creo, le sigo creyendo, a pesar de los retoques faciales que tiene hechos (y que por suerte se asentaron). Es una actriz en la que confío, hay algo de inmediata cercanía en su manera de proponer un personaje, como si jamás se hubiera creído lo de ser una estrella. Con George Clooney tengo un problema: no pocas veces me da la sensación que se hace el canchero por default, como que sus chistes, sus comentarios y sus gestos de saberse un galán exceden a los personajes que interpreta. 3. Ah, sí, gustos, preferencias. Para ser sincero, si una película transcurre en el aire ya me interesa menos que una que transcurre en el agua o en la tierra (en el fuego hay menos, pero hay mucho fuego metafórico). Me gustan las que transcurren en aviones, pero adentro de los aviones no es lo mismo que flotar en el espacio. No me fascinan los astronautas. Si pienso en películas “del espacio” veo que no suelen estar entre mis favoritas casi nunca (por poner un ejemplo, Jinetes del espacio no está entre mis preferidas de Eastwood). Es así, me cuesta combatirlo, Apollo XIII me aburrió más que al promedio de la gente. Los astronautas no son lo mío. Ni en serio ni en chiste: no me causa gracia Dark Star de John Carpenter. 4. Pero más allá de mis gustos y de los méritos que sí tiene Gravedad, choco con la mayoría de lo que cuenta a partir de… (bueno, no les cuento, pero si la ven se darán cuenta), y ahora trataré de no develar nada, de objetar un poco en clave. Pero el pasado de un personaje, pero la aparición de otro, pero las complicaciones que se anudan para estirar la historia y no se sienten consistentes. No le creo, le veo la escritura en el peor sentido posible. Le veo la simbología (ese final) injertada para inyectarle importancia. 5. Conozco a muchos críticos que están fascinados con la película. Ni siquiera intento discutir. Me gustaría que me gustase más, que los defectos fueran menos visibles para mí, que (me) pesaran menos. Que no me hundieran parcialmente esta película que se propone flotadora.
Víctimas de un viaje espacial Ese punto minúsculo en la pantalla hacia el que se va desplazando la cámara es el Telescopio Espacial Hubble. El que se puso en órbita en 1990, para recibir imágenes de alta resolución, porque orbitando en el exterior de la atmósfera, se eliminan los efectos de la turbulencia atmosférica. La doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) y el astronauta Matt Kowalski (George Clooney), con otro compañero, están arreglando el telescopio cuando una tormenta espacial los presiona y termina por aspirarlos y alejarlos de su radio, iniciando la terrible odisea que es estar flotando en el espacio sin gravedad y al arbitrio del caos espacial. Imagínense solos en el espacio, sin poder pedir ayuda a la Tierra y con la probabilidad de que se les termine el aire y el azar sideral los junte, o separe para siempre. Ella se desespera porque es su primer viaje espacial. El es más reflexivo, al borde de la jubilación con todo lo vivido en el espacio, muestra una calma que logra atemperar el nerviosismo de la doctora Stone, la que por primera vez emprende un viaje de esta envergadura. EMOCION Y POESIA El filme se realizó con técnica de animación computarizada y sorprende por la perfección y la notable sensación de verosimilitud de estos seres que hacen cabriolas, arrastrados por la falta de gravedad, con intervalos en que los primeros planos los acompañan en diálogos o monólogos. Con antecedentes como Stanley Kubrick y su "2001 Odisea del espacio" y unas pocas películas que verdaderamente exhiben el drama de la soledad en el espacio, Alfonso Cuarón logra, más allá de la parte técnica (realmente asombrosa), una historia distinta entre dos seres que derivan en el espacio con la posibilidad de la desaparición de uno de ellos y entablan diálogos y monólogos, que permiten aventurar que nada habrá que separe al hombre de la Tierra cuando se aleje de ella. Porque el recuerdo será su ancla, su cordón umbilical irrompible hacia el hogar perdido. Momentos de tensión, pero también de emoción y poesía, concentrados en la confesión de la protagonista, que le cuenta su drama personal a su compañero, el que termina asumiendo, además del papel de astronauta de psicólogo espacial. En esta curiosa aventura espacial de Alfonso Cuarón, tiene una espectacular actuación Sandra Bullock, quien es acompañada, y muy bien, por George Clooney.
Otro tipo de astronautas George Clooney y Sandra Bullock ponen lo mejor de sí para una película cuyos mayores logros se ubican en la primera parte, antes de poner el acento en una típica historia de superación humana. “Odio el espacio”, protesta Sandra Bullock cuando las cosas empiezan a complicarse allá afuera, bastante antes del desastre total. Eso es al comienzo de Gravedad, cuando la película tiene el humor, el swing y, si se permite el juego de palabras, la falta de gravedad, propios de una comedia. Salvo que en lugar de estar tomando unos drinks en un loft de Manhattan, la chica (Bullock) y el galán (el galán de comedia sofisticada por antonomasia, George Clooney) flotan en el firmamento, embutidos en unos trajes de astronautas que los hacen parecer un dúo de Michelines. A partir del momento en que restos de chatarra espacial empiezan a llover sobre ellos como misiles letales, Gravedad se convierte en drama de sobrevivencia, para dar paso finalmente a una épica de sobrevivencia femenina, de la clase que los sajones llamarían bigger than life. Una pena, en la visión de este cronista, habida cuenta de que lo notable de toda la primera mitad del nuevo film del indudablemente talentoso Alfonso Cuarón es el modo en que logra universalizar, humanizar, hacer próximo lo stranger than life. Para el caso, la vida cotidiana de gente que pasa la mayor parte de su vida como globos espaciales. Con la siempre inapreciable ayuda de su brazo derecho, el notable director de fotografía Emmanuel Lubezki, ajustados comentarios musicales de Steven Prince y un trabajo sobre las potencialidades del 3D que pone a Gravedad a la cabeza de las experiencias en el género (junto con Avatar y Pina), el realizador que logró el milagro de darle interés, intensidad y visceralidad a una de Harry Po-tter (la cuarta, El prisionero de Azkabán) se entrega a una suerte de vals sideral, que no requiere de la ayuda de Johann Strauss. A diferencia del de 2001, odisea del espacio –que, como todo el cine de Stanley Kubrick, era de índole cerebral–, el de Cuarón, Bullock y Clooney es un vals físico, dramático y de puesta en escena. La situación es mínima y hasta banal, por lo cual el acento no está tan puesto en ella como en quienes la protagonizan. Se trata de un dúo clásico, más propio de un western o un film de aventuras que de una comedia romántica. El dúo del veterano experimentado, que cumple su última misión, y la principiante a la que le asignaron la primera. Bullock es Ryan Stone, ingeniera médica, y Clooney, el comandante Matt Kowalski (son de agradecer los nombres bien de comic). La tarea de ambos consiste en reparar una sonda espacial, ubicada fuera de la nave que los trajo hasta allí y deberá devolverlos a la Tierra. Sostenidos por tubos que parecen cordones umbilicales, ambos responden a la tipología de sus roles. Kowalski no para de hacer chistes, tan relajado como en un campo de golf (del otro lado de la línea le devuelve los tiros el control de misión, con la voz gastada del gran Ed Harris). Stone se siente mal, está mareada y descompuesta. Pero la chica tiene su orgullo y no piensa aflojar. Mientras Ryan trabaja, Kowalski se maravilla, poetiza y empieza a extrañar por anticipado las puestas de sol en el espacio. Al fondo, como si se tratara del hijo de ambos en una plaza, un tercer astronauta flota, da vueltas sobre sí mismo, grita de excitación. Tras esa relajada introducción de 15 o 20 minutos empiezan los problemas, que se van a ir apilando hasta desafiar la credibilidad. Primero viene la lluvia de chatarra, producto del bombardeo de una estación espacial rusa, hecha por los propios rusos (una práctica habitual, por lo visto). Después se pierde la conexión con la NASA, alguno se queda sin otra conexión, bastante más vital (la del cable que lo sostiene), en algún momento habrá que tomar una trágica decisión y de allí en más será cuestión de creerse o no la capacidad de supervivencia puesta en juego por la novata (a propósito, y desdiciendo cierto prejuicio, Mrs. Bullock está excelente). Todo está espléndidamente filmado, sin el menor virtuosismo, chiche o exhibicionismo. Basada en un guión que el realizador de Hijos del hombre escribió junto a su hijo, la puesta en escena es absolutamente funcional a la historia que narra, con una cámara que necesariamente debe flotar y dar giros y más giros, porque así son las cosas allá arriba. Como en Avatar y Pina, el 3D también está puesto en función de realzar dramática y visualmente lo que sucede. Y lo que sucede va mutando de la experiencia personal a la épica superheroica, haciendo que lo que durante una buena media hora supo ser un film magnífico y absorbente, devenga en aquello que al público estadounidense más le gusta experimentar: el renovado triunfo de la voluntad, a cargo de un personaje-modelo. Es verdad que sobre el final el propio Cuarón, advirtiendo el riesgo de caer en el absurdo, logra revertirlo, a fuerza de asumirlo y subrayarlo. Sin embargo, el contrapicado, que con ayuda de la gigantesca masa orquestal confirma in extremis a la heroína como personaje bigger than life, se ocupa de devolver las cosas al terreno de la hazaña, que es donde estaba previsto que la misión llegara.
El artificio del lenguaje cinematográfico en su máximo exponente En una entrevista realizada por Truffaut a Hitchcock ambos directores recordaban el génesis de lo que fuera llamado el beso más largo de la historia, que se diera en el marco del film Notorius entre Cary Grant e Ingrid Bergman. Por aquel entonces, existía la prohibición que los besos duraran más de tres minutos (el famoso Código Hays). Es por ello que el director británico filmó con ambos intérpretes una eterna escena donde ambos deambulaban por un reducido espacio mezclando diálogos con cortos besos (lo que sumados no alcanzaban los temidos tres minutos). Así, a través de la utilización inteligente de un conjunto de recursos cinematográficos artificiosos se logró generar en el espectador una determinada sensación de pasión contenida y deseo que trascendiera los caprichosos límites impuestos por el autoritarismo ideológico de la industria. El resultado fue la inmersión del espectador en una determinada sensación generada desde el relato cinematográfico que poco tiene con ver con un correlato verosímil. Siguiendo esta postura de lo que dio en llamarse “cine puro” Alfonso Cuarón nos presenta Gravedad, un film altamente esperado por su público que ya conoce la valentía del director para asumir riesgos estéticos en sus films. El dúctil manejo de los planos secuencia ya había sido utilizado en su film anterior “Niños del hombre” con interesantes resultados, por lo que las expectativas eran altas y las referencias de los festivales donde fue presentado parecían estar a la altura de las mismas. En Gravedad, el director vuelve a sorprendernos con una escena inicial de un plano secuencia en el espacio, con una duración de más de diez minutos que sirve para introducirnos sensorialmente en este nuevo marco que tan ajeno resulta a nuestro entendimiento. El espacio en su vastedad se muestra silente, incólume, los movimientos de los astronautas que allí se encuentran no responden las leyes físicas por nosotros conocidas. Todo se muestra ajeno e inconmovible. En este marco, la Dra. Ryan Stone (Sandra Bullock) se encuentra en una estación espacial realizando refacciones en su estructura, a su lado Matt Kowalski (George Clooney) gravita mientras habla con ella y con el control de la misión con ese tono afable que invita inmediatamente a la empatía. Pronto la artificiosa calma será interrumpida por una lluvia de desechos interespaciales que se abatirá contra los astronautas, dejándolos a merced del más absoluto de los desamparos físicos y emocionales. Y es exactamente en este momento donde la maestría de la dirección de Cuarón hace su entrada triunfal, logrando a través del uso de los elementos discursivos del relato cinematográfico generar una atmosfera tan opresiva, asfixiante y desesperante como pocas veces se ha visto en el cine de los últimos tiempos. La desesperación de la Dra Ryan Stone se apodera del espectador, quien poco a poco comienza a sentir la falta de arraigo (tanto físico como emocional) como propia. El contacto con la base de Houston se diluye y con él todo punto de referencia. En este contexto de desolación, la opresión se hace presente, apoderándose por completo del espectador, incomodándolo, convirtiendo el relato en sí mismo en una experiencia traumática y totalmente impresionista. La historia en sí misma se convierte en una mínima excusa para explorar las sensaciones que indefectiblemente han de generarse en quien presencie tamaño despliegue visual pocas veces visto en el cine de los últimos años. Los recursos que en general suelen utilizarse en el lenguaje cinematográfico aquí se encuentran totalmente subvertidos: explosiones sin estruendos ni fuego, rotaciones alocadas sin puntos de referencia fijos, nada parece ser familiar y sin embargo tenemos la inexorable sensación de no poder escapar a ese destino. La misma historia personal de la Dra Stone (sobre la cual no develaremos detalles para no adelantar parte de la trama) es una eterna gravitación en torno a sus conflictos no resueltos, un estado de indefinición donde no hay destino, donde el viaje mismo es la única excusa para continuar avanzando. Así, la situación física se torna en un reflejo de la emocional y la protagonista deberá decidir entre modificar el destino que se le presenta generando ella misma un cambio que la salve, o continuar gravitando movida por una inercia eterna que la condene a degradarse biológicamente por el mero paso del tiempo. Alfonso Cuarón nos brinda uno de los mejores ejemplos del uso del artificio para la generación de una experiencia sensorial, subjetiva y emocional donde el elemento intelectual pasa a un segundo plano. Un uso magistral de los recursos cinematográficos para la concreción de una de las experiencias más grandilocuentes del cine de los últimos tiempos.
En el espacio nadie puede oírte gritar. Estamos a 600 kilómetros por encima de la Tierra. El globo domina la toma mediante su grandiosidad mientras, a lo lejos, se empieza a notar un punto en crecimiento. Tras unos segundos, queda claro que lo que se ve es el telescopio Hubble, unido a una nave espacial de la cual están sueltan varias personas. Una de ellas es la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock), quien se trata de adaptar al nuevo entorno, mientras arregla la maquinaria del armatoste. Al mismo tiempo, el astronauta Matt Kowalski (George Clooney) se propulsa con seguridad, controlando su expedición final con la nostalgia de un vaquero en su última cabalgata. Damos vueltas alrededor de ellos, mientras la voz del control de la misión (un escondido Ed Harris) se mantiene firme desde el planeta azul. La fascinación es clara, pero pronto resultará efímera. Esos trece minutos, que presentan a sus protagonistas y al ballet cósmico (la indiscutible tercera estrella de la producción), son sólo la plano-secuencia y primera toma de Gravedad (Gravity, 2013), el inicio de un decidido viaje al terror del vacío. El repentino cambio se desencadena cuando el equipo descubre que, debido a una desastrosa explosión durante un operativo ruso, hay escombros de satélite dando vueltas por la órbita, creando una reacción en cadena de destrucción. Por desgracia, ellos tampoco no tienen tiempo para actuar, porque las piezas aparecen segundos después a toda velocidad. Tras la brutal demolición, Stone y Kowalski quedan como únicos sobrevivientes, pero ya no tienen transporte ni comunicación con NASA. Cortos de tiempo y de oxígeno, ellos deberán actuar rápido para encontrar otra forma de volver a casa. De esta manera, Alfonso Cuarón presenta un impecable relato, tan grandioso y original en su escenario como sencillo y clásico en sus personajes. Le costó cuatro años, pero el director (que viene en una serie de clásicos, con Y tu mamá también, Harry Potter y el prisionero de Azkaban y la obra maestra Niños del hombre) logra mostrar una versión virtualmente espectacular del espacio: variando entre la belleza y la brutalidad que existe fuera de la atmósfera, él juega con la liberación que le dan los efectos especiales y el uso del silencio, uniendo de forma perfecta los aspectos técnicos para recrear una fuerza cada vez más sádica contra los especialistas, dominándolos y arrojándolos con extrema precisión hacia el peligro de muerte. gravedad-3-locoxelcine Como dice el amenazador texto que abre el film, en este lugar, donde lo infinito se vuelve claustrofóbico, la gente no pertenece: son hormigas, tratando de regresar a ese hogar que se ve tan cerca pero que en realidad está tan lejos. Mediante el simple pedido de Cuarón por empatizar con la lucha humana contra elementos fuera de cualquier tipo de control tecnológico, se genera suficiente tensión, que, sumada al ojo omnipresente de la cámara (que incluso se mete en el interior de los cascos de Stone y Kowalski, en tomas subjetivas que aterran más que cien películas de cámara en mano) y al uso magistral de las tres dimensiones, otorga una experiencia inolvidable. La lucha contra la soledad y la búsqueda por ayuda para levantarse, sea Dios, el control de la NASA o un campesino que sirva de oído, se hace perfectamente clara con este concepto. Sin embargo, también es cierto que el producto queda tocado de forma mixta por el guión escrito por Alfonso y su hijo Jonás, quienes agregan algo de melodrama innecesario (por favor, dejemos de usar chicos muertos como un punto argumental al azar) a y una temática a lo new age que está de más, impactando un poco contra las emociones que origina esta historia. Por suerte, Cuarón tapa esa fuga gracias al ideal casting. Por un lado, Sandra Bullock entrega una de las mejores performances de su carrera, manifestando en una mirada la confusión y la falta de seguir que no puede aterrizar en el libreto. Y, si bien George Clooney hace de… bueno, George Clooney, su ligera y calma personalidad es justo lo que necesita la producción, que lo hace instrumento de alivio para las escenas pesadas. Entre estos elementos, Gravedad es una de esas películas que hacen que uno gaste todo el diccionario de elogios. Pero, cuando uno lo piensa, todo se puede resumir en dos palabras: es cine.
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Atmósfera cero. Desde hace tiempo el mundillo cinéfilo estaba esperando el regreso de Alfonso Cuarón, un realizador que ha sabido ganarse el respeto unificando como pocos sus inquietudes formales preciosistas con temáticas provocadoras. Luego de la popularidad que le trajeron Grandes Esperanzas (Great Expectations, 1998) y en especial Y Tu Mamá También (2001), una pequeña maravilla deudora de una tradición erótica que parecía extinta, llegó Harry Potter y el Prisionero de Azkaban (Harry Potter and the Prisoner of Azkaban, 2004), por lejos el mejor eslabón de una franquicia mediocre y un exponente industrial que reafirmaba su talento. No obstante nada nos podía preparar para la excelente Niños del Hombre (Children of Men, 2006), una obra maestra visceral y post apocalíptica, un opus muy por delante de su típica destreza para combinar intereses personales con perspectiva comercial...
Gravity, la odisea espacial de Alfonso Cuarón Algunas veces, ante la belleza de ciertas cosas de este mundo, las palabras fallan o no son suficientes para describir y transmitir lo que se siente al observar. Y es por esto que se puede amar “criticar” una película: tener la posibilidad de decirle al lector, futuro espectador, porqué una película es digna de ser vista y cómo debe ser vista, porqué aquellos quienes escribimos tenemos la posibilidad de enamorarnos para siempre e incondicionalmente una y otra vez en un año. Pero, como en este caso, al tener que hablar sobre la última película de Alfonso Cuarón, no importe qué o cuanto escribamos, porque no va a ser suficiente para describir lo que es poder vivir la experiencia que brinda Gravity. Por un lado la película de Cuarón aparenta ser una historia sencilla, que atenta a ser una más del montón, con una trama que plante una catástrofe. Un grupo de astronautas se encuentro reparando el telescopio Hubble y las cosas salen mal cuando desechos de otro satélite a la deriva los golpea, dejándolos a la merced del especio y sin ninguna ayuda o señala de Houston, Tierra. Por otro lado, Gravity es una película pasmosamente compleja que Cuarón imaginó para que su dirección lleve al espectador a vivir esta aventura allá arriba, junto y al lado de los personajes de Sandra Bullock y George Clooney, como uno más de la tripulación. La cámara de este director habla mucho más fuerte que su guión. Y acá es cuando Gravity se convierte en una joya que el cine y Cuarón nos legan. Sería muy fuerte poder decir que Gravity está a la altura de 2001: A Space Odyssey? Porqué no es una película más del montón que arrasará en la próxima temporada de premios y quedara en el olvido. Gravity llegó para transformar los standards de calidad de Hollywood y sus técnicas cinematográficas. Para ser honesta con quienes leen, podemos estar seguros que Cuarón visionó a esta película para ser sólo vista en el cine, en 3D y en lo posible en IMAX, para que el espectador pueda sumergirse plenamente en el basto espacio. A diferencia del resto de las películas que realmente valen verlas en 3D, como Avatar, Hugo y Life of Pi, Cuarón hace de este efecto algo necesario para su relato, tanto como el oxigeno que los personajes no tienen. Gravity muestra todo el poder del 3D cuando se aplica con eficacia y visión, sin poder dar el beneficio de la duda para los detractores del efecto como quién les escribe. Alfonso le da forma a su película para que la percepción y posición que tiene el espectador para mirar dentro de las escenas sea un elemento primordial en su relato, pudiendo diagramar largas tomas sin aparentes cortes, que entran y salen del traje de la astronauta Ryan Stone (Bullock) para en algunos casos marear al espectador tanto como lo hace ella. Cuarón no está atado a la creatividad de su calidad como director, sino que juega con el doble y triple sentido de las palabras através de lo que podemos juzgar como clichés en la historia. Cuando no le es necesario jugar con nuestra paciencia y nervios, desde el guión nos atrae por la “gravedad” de la situación. Qué pasa sino se puede volver a Tierra? Quién te va a extrañar? Quién lloraría por tu muerte? Qué o quién es lo que te “ata” al planeta lo suficiente como para perseverar y poder volver al lugar que pertenecemos? Estas son algunas de las preguntas no dichas que plantea la segunda parte de la historia y le dan una denotación completamente diferente a la palabra “gravedad” que pocos se imaginaron. Párrafo aparte para las actuaciones. Ya estamos bastantes acostumbrados a ver a George Clooney en el rol del juguetón y seductor de Danny Ocean, acá como el astronauta Matt Kowalski, quien está cumpliendo con su ultima misión antes de su retiro y ayuda al personaje de Bullock a distenderse en lo que sería su primera misión en el espacio. La química entre estos dos se da mucho mejor a medida que se van conociendo, pero Sandra es la que sobresale por sobre toda las cosas. En un rol que requiere de mucha valentía y estado físico, y a pesar de los muchos detractores que tiene esta actriz, Bullock sabe cómo llevar la película adelante y da la mejor actuación de su carrera, luego de la que mereció el Oscar en The Blind Side (no, no está sobrestimada) y que podría ponerla en la lista de nominadas en la temporada de premios de este año, junto a Alfonso Cuarón como Mejor Director y Mejor Guión Original. Hay dos elementos primordiales en Gravity que no se pueden pasar por alto desde la primera extensa toma y eso es por una lado la cinematografía de Emmanuel Lubezki (Tree of Life), eterno compañero de trabajo de Cuarón, quién mejora film tras film, haciendo fácil reconocer su fotografía. Por el otro, está la música enervante de Steven Price, un novato en el campo de la composición, pero abalado por su extensa carrera como editor de música en grandes películas. Hay que recordar que el silencio dada las circunstancias forma gran parte de este film, pudiendo demostrar que no es una necesidad una estruendosa banda sonora para poder generar suspenso. Gravity prueba que el silencio puede generar mucho más que eso. Hacia el final, a pesar de las asfixia y el mareo, las lágrimas brotaran involuntariamente y no a causa del destino de los protagonistas, cualquiera sea, sino en gratitud por el simple hecho de ser atraídos a esta Tierra por la gravedad, que hasta este film, su valor no había sido tenido en cuenta.
DON’T LET GO Ficción, aventuras, drama, tensión. Alfonso Cuarón crea un clima apabullante, en donde la estética y el envolvente sonido son las estrellas de esta impactante obra cinematográfica. De lo mejor del 2013, la película aborda una peripecia espacial de un modo alucinante, como pocas veces se ha visto en este tipo de historias. Logra que el espectador se sienta lo más cercano posible a flotar en el espacio, con todo el terror y la desesperación que ello conlleva. Ryan Stone (Sandra Bullock) y Matt Kowalski (George Clooney) se encuentran reparando un satélite fuera de su nave. Él, jugueteando, siempre hablando en un tono pícaro, despreocupado y ducho en este tipo de asuntos. Ella, apenas comenzando y haciéndose camino como astronauta. Aquí la presentación de los personajes, a través de un plano secuencia majestuoso y sin desperdicio alguno propiciado por Cuarón. Pero algo rompe el esquema y un accidente inesperado hace destrozos, quedando Matt y Ryan ondeando en la perturbadora gravedad. A partir de allí la narración somete al observador a dejarse llevar por un mundo de sensaciones, invitándolo a recorrer el inmenso cosmos en la piel del dúo actoral (más que nada en Bullock), en lo que podemos denominar como cine-experiencia. Con una trama directa y poco rebuscada, la cinta nos pone los pelos de punta a partir de la creación de un universo tenso, tirante, en donde los momentos de suspenso resultan claustrofóbicos. La impresión de quedar boyando en la inmensidad intimidante del espacio y con la pérdida de conexión con cualquier tercero que pueda socorrer a nuestros protagonistas es inigualable. Y aplastante. El desconcierto, el temor y la exasperación que se construye se engrandece gracias a una puesta en escena sublime y un sonido arrollador. Pero no todo es magnífico en Gravity, aunque se le puede dejar pasar. El guión no es precisamente su plato fuerte, y aunque brille por el virtuosismo extremo de su imagen y sus efectos y nos impregne unos cuantos pasajes en la mente, puede dejar una pequeña sensación de que algo le ha faltado. LO MEJOR: un espectáculo visual. Intimidante, tensa, con una interpretación brillante de Bullock. Sonido envolvente. Se crea una atmósfera inmejorable, compenetrando al espectador en la historia. LO PEOR: probablemente lo simple que es la trama. PUNTAJE: 8,8
"HOUSTON, TENEMOS UNA ACTRIZ" (por halbert) Y finalmente se estrenó la tan esperada película del mexicano Alfonso Cuarón ("Y tu mamá también", "Harry Potter y el prisionero de Azkaban", "Niños del hombre"): "Gravity", co-escrita junto a su hijo Jonás. El filme no tiene una trama que haya que seguir con particular atención, ya que el conflicto central es claro y para nada remanido. Un grupo de astronautas se encuentra en una misión espacial, reparando el telescopio Hubble, cuando una lluvia de basura cósmica procedente de la desintegración de un satélite ruso los atrapa desprevenidos. Su nave queda deshecha y sólo sobreviven la Dra. Ryan Stone (Sandra Bullock), en su primera misión, y el experimentado astronauta Matt Kowalsky (George Clooney), vagando por el espacio, intentando alcanzar la Estación Espacial Internacional. En eso se resume el conflicto, y todo se centra en esta misión que sale mal y hay que enfrentarla como se pueda. No tenemos un alien a bordo de una nave que hace estragos en ella, sino solamente un par de astronautas tratando de salvar sus vidas, narrado prácticamente en tiempo real y con larguísimos planos-secuencias. Es por ello que el filme aparece ante los ojos del espectador como minimalista: pocos actores, pocos decorados, pocos sonidos, pocas subtramas… Todo se apoya en la calidad audiovisual de los efectos especiales (soberbios en 3D) y en las actuaciones, muy especialmente la de Sandra Bullock, que se constituye como única protagonista. En un registro muy diferente a sus acostumbradas comedias disparatadas, la actriz se carga toda la película a sus espaldas y la lleva adelante, mostrándonos de su personaje las emociones, los miedos, las dudas, la alteración, el desconocimiento, la frustración, la entrega, la valentía… Bullock, muy bien dirigida, saca adelante un personaje que, tal vez, quede para la Historia del Cine, así como nunca ha perdido vigencia la Ripley de Sigourney Weaver en “Alien” (1979) a lo largo de las décadas. Así como Tom Hanks se enfrentaba, él solo, a la salvaje naturaleza de una isla desierta en “Náufrago” (2000), y le hablaba a una pelota marca Wilson, a la que le había dibujado una cara para imprimirle personalidad y así darse fuerzas para salir adelante, la presencia de Kowalsky en “Gravedad” es indispensable. El papel de George Clooney, aunque breve, resulta primordial para el devenir del personaje de Bullock: Kowalsky es su “Wilson”, y se comporta como el salvador en los momentos de zozobra de la Dra. Ryan. La escasa duración del filme (necesaria para este tipo de desarrollos argumentales minimalistas) permite disfrutarlo sin provocar tedio o fastidio ante cierta morosidad que se propone con el uso de una cámara que, prácticamente, no se despega de los personajes; sin dejar de mencionar que, en general, apenas podemos oírlos a través de sus intercomunicadores y apenas podemos verlos por lo aparatoso de sus trajes espaciales. Esto podría contribuir, como espectadores, a despegarnos de ellos y no sentir empatía por los mismos. No obstante, no sucede y, si bien no es un filme que busque la lágrima o el golpe bajo, coexiste, con el conflicto matriz, un conflicto íntimo del personaje de Bullock que cobra protagonismo en medio de la adversidad espacial. Y es en esa instancia donde la actriz va logrando una interpretación actoral que va in crescendo, emprendiendo con su personaje un tour de force inimaginado. Fotografía y sonido se alzan como otro de los logros de Alfonso Cuarón, evidenciando la majestuosidad visual del espacio sideral y el minimalismo del sonido, acentuando la respiración agitada, los ruidos intergaláticos y la música en tonos graves. La película no es una obra maestra y no tiene caso asociarla con la mítica y personal obra de Stanley Kubrick “2001: Odisea del espacio”; es, nada más y nada menos, que un entretenimiento audiovisual logrado, con la sorprendente presencia de una actriz que debería recorrer más a menudo este camino.
Dos astronautas a la deriva en el espacio en los que Alfonso Cuarón encuentra una metáfora para todas las vidas humanas. El film abre con un plano del espacio y de la tierra. La toma es magnífica. La cámara se mueve y nos acerca a una estación espacial donde se encuentra la Dra. Ryan Rosen (Sandra Bullock) reparando un desperfecto. Alrededor de ella, el veterano astronauta Matt Kowalski (George Clooney) realiza una última caminata lunar antes de su retiro. Ambos se encuentran comunicados con Mission Control (Ed Harris), que, a pesar de las cómicas intromisiones de Kowalski, trata de intercambiar información con la Dra. Rosen para finalizar la tarea. La misión consiste en reparar el Telescopio Hubble, que se encuentra a 600 km sobre el nivel del mar. Al resto del equipo dentro de la estación no lo vamos a ver. Algo sale mal antes de eso; antes de que la Dra. Rosen y Kowalski puedan volver. Los restos de un misil ruso que fue lanzado para destruir un satélite fuera de funcionamiento quedaron orbitando a la deriva. Es tiempo de catástrofe. La estación espacial se destruye, la comunicación con Mission Control se pierde, y ellos dos son los únicos que sobreviven. Alfonso Cuarón (“Los niños del hombre”) no puede dejar buscar la esencia humana. Su película se trata de eso. Humanos en búsqueda de las necesidades básicas, supervivencia al hueso. El método que aplica no es reducir, sino acercarse. Simplificar para ver mejor. Hombre y mujer. La primer misión espacial de ella, la última de él. En tierra no tendrían de que hablarse, pero ahí arriba, en esas circunstancias, su vida depende de la comunicación, de la confianza mutua y de la resistencia. El respaldo es la memoria, la presión el tiempo, y cualquier falla es terminal. En la primera parte después de la catástrofe, Kowalski parece querer revivir al dúo de Bogart y Hepburn en “The African Queen”. Él sabe lo que hay que hacer, y eso es estar calmo. Ella no puede hacer lo mismo, se le está acabando el aire y está más cerca de rendirse que de creer que su compañero conoce lo suficientemente bien el espacio. Cuando abordo la misión, lo hizo en calidad de genio, ahora, sus intereses se reducen al nivel básico. Necesita aire, necesita hablar, necesita volver a casa. Las expectativas que se generaron durante las semanas previas al estreno giraron en torno a las innovaciones tecnológicas desarrolladas específicamente para este film. Esto trajo comparaciones por anticipado con “2001: Odisea en el espacio”, que fue concebida en circunstancias similares, pero con la que “Gravity” no guarda más influencias que con cualquier otra buena película del género. Es cierto, hay un gran show montado. La espectacularidad se hace notar desde el primer minuto, desde el primer plano. Alfonso Cuarón es inteligente para manejar esto. La magnificencia de las imágenes es difícil de pasar por alto y, ante el riesgo de convertirlas en el centro del film, nos las exhibe al comienzo para curarnos la curiosidad y no dejar que esta se convierta en la intérprete. Haciendo esto a un lado, encuentra lugar para contar su historia. Nos permite introducirnos en la psicología de la Dra. Rosen, que es la que carga con el peso místico del film. Ella está paralizada y no puede reaccionar ante la adversidad. Los recuerdos de la tierra siguen siendo demasiado pesados inclusive en el espacio. Kowalski hace lo contrario con su memoria. Repite anécdotas de su vida hasta que estas pierden peso y sentido. Sus recuerdos son una distracción, no el punto en el que recae. Las usa para darle a su carisma algo de qué hablar. Él tiene un espíritu practico ante la catástrofe. Como no sufre ningún cambio, se convierte en uno de esos personajes que parecen elegir ser de dos dimensiones (Kowalski también era el nombre del personaje de “Vanishing Point”). Pero en esa misma determinación sugieren que nos estamos perdiendo de algo, que saben más que nosotros, que él, Kowalski, de hecho, vive en ese más que nosotros nunca llegamos a ver en primer lugar. Los méritos técnicos del film no están ahí para ser descubiertos por el espectador, sino para deleitarlo. La adecuación tecnológica para la mejor narración de la historia recuerda más a la de “Who framed Roger Rabbit?” en el 1988 que a la de “Avatar”. Lo que “Gravity” trae a la textura del 3D refuerza las consideraciones positivas sobre el formato. Su éxito quizás sacuda a los conservadores y puristas. La digitalización ya sucedió, el 3D está sucediendo. Esta evolución resulta inevitable: “Gravity” ya recaudó 55.8 millones en los Estados Unidos tan solo en su primer semana. El 3D funciona para la industria del cine, en parte porque todavía no es un formato viable para televisiones y computadoras de mayor consumo, dejándole al cine la exclusividad de su difusión. A nosotros, como espectadores, nos corresponde el lugar de que el 3D no se convierta en el vehículo de accesorios que nada hacen a nuestra sensibilidad. La respuesta es seguir yendo al cine por las historias, las buenas, las humanas. “Gravity” es una de ellas.
Gritos inaudibles, imágenes majestuosas A causa de un accidente, los astronautas Ryan Stone y Matt Kowalski quedan a la deriva a 600 kilómetros de la Tierra. Un satélite ruso fue impactado por un misil y la chatarra espacial toma la forma de una letal lluvia metálica capaz de destruir todo a su paso. Mientras el oxígeno de los trajes va consumiéndose, Stone y Kowalski deben encontrar una manera de regresar a casa. ¿Es "Gravedad" una película de ciencia ficción? Por supuesto. Colmada de suspenso. ¿Pero es también un drama? A no dudarlo. El profundo drama de una mujer enfrentada a un pasado doloroso y al futuro que es pura incertidumbre. Cuando un filme excede las categorías, se apropia de los géneros y los entremezcla sabiamente se torna excepcional. "Gravedad" es, por donde se la mire, una película excepcional. Al mexicano Alfonso Cuarón le llevo años concretar este proyecto. La plata no aparecía, Warner dudaba, las estrellas convocadas repetían como un mantra "no, gracias". El desarrollo tecnológico demoraba. Y mientras tanto, Cuarón se divorciaba de su segunda esposa en medio de un complejo cuadro familiar. Por todo eso "Gravedad" es un triunfo. Su triunfo. La experiencia visual que propone "Gravedad" es fascinante. Ni se les ocurra verla en casa. Hay que disfrutarla en el cine, con la pantalla más grande que encuentren. Cuarón hace del espacio y de la Tierra los reyes de la puesta en escena. En ese contexto el 3D proporciona una sensación de profundidad que envuelve al espectador en cada plano. Hay que remontarse a "La invención de Hugo Cabret" para encontrar un aprovechamiento tan bello e integral del 3D. El rodaje de "Gravedad" fue un desafío que implicó la creación de recursos tecnológicos sobre la marcha. Obligó a Sandra Bullock a filmar flotando en un cubo, por ejemplo. Los resultados son impresionantes. Pero vamos a lo central. Todas estas maravillas visuales están al servicio de una historia trepidante. Nada sobra ni carece de sentido. A Cuarón le interesa exponer la humanidad de los personajes y es capaz de desnudarlos en las circunstancias más extremas. La tensión dramática de "Gravedad", sostenida apenas por un par de actores y en sólo 90' (¿vieron que no hace falta filmar mamotretos interminables?) quita el aliento. George Clooney está muy bien, pero el trabajo de Bullock es supremo. Sí, hay referencias a "2001" y, sobre todo, a "Solaris". Del clásico de Tarkovski "Gravedad" captura su profundo carácter introspectivo. Pero está también la sensación de western. Esos planos de John Ford que resumían al hombre en la inmensidad se trasladan aquí al más insondable de los vacíos. A fin de cuentas, cada vida es una gran aventura.
Plasmando otra obra magistral, tal como lo hiciera con Niños del hombre, su anterior y algo ya lejano film, aunque sin las alegorías y hondas visiones de la condición humana que contenía ésta, al mejicano Alfonso Cuarón ya se lo puede considerar uno de los mejores realizadores del planeta. Y a propósito de este último término, es probable que en Gravedad se encuentren las imágenes más asombrosas y bellas de la Tierra desde el espacio vistas en el cine, sólo una parte más de la enorme cantidad de estímulos visuales que propone en forma permanente esta nueva obra del director de Y tu mamá también. Su título en realidad tiene más que ver con la falta de gravedad que con su presencia, por eso se puede considerar deliberadamente ambiguo, para un film que, al contrario de Niños del hombre no tiene una trama con grandes alternativas ni mucho menos demasiados diálogos, elementos de los que no precisa en lo absoluto. Porque Gravedad, entre 2001, Apollo 13 y Jinetes del espacio, basa más su contenido en lo visual que en lo textual, y narra su concisa historia con el poder de la imagen y el sonido, o a veces la ausencia del él, en la inmensidad del silente espacio. Aunque también intervenga, como un ingrediente expresivo singular, la notable música de Steven Prince, que en los momentos culminantes desborda la pantalla y los sistemas de audio. En lugar de contar nada, es mejor afirmar que se trata de una experiencia única, ubicada en un contexto en el que la tensión se acentúa ante lo desconocido –sin necesidad de apelar a ningún alien, ET, o ejemplar semejante-, y que sólo debería ser apreciada en una sala de cine para aprovechar en toda su dimensión la expresividad y el meticuloso trabajo de la imagen, en un 3D aplicado de manera excepcional. Sus asombrosos logros técnicos quedan expuestos desde el formidable y climático plano secuencia que abre el film, y la interpretación de Sandra Bullock quita el aliento, ese que escasea en varios de sus pasajes. George Clooney no es aquí protagonista, es sólo –y nada menos que- un impecable partenaire de lujo. Con o sin gravedad, cine en su máxima expresión.
Más allá de los vaivenes de su filmografía, Y tu mamá también es una obra sobrevalorada y no estaría mal discutir cual fue su aporte real a la saga de Harry Potter, Alfonso Cuarón es un realizador muy respetado en Hollywood y el mundo. Gravedad es un trabajo muy personal, el guión fue escrito por él y su hijo Jonás. El realizador hizo un profundo trabajo de investigación para saber cuál era la mejor manera de plasmar en la pantalla sus ideas visuales. En ese sentido Gravedad es un rotundo éxito. Es un triunfo de Cuarón poder llevar adelante una idea y una historia amparado por un gran estudio sin permitir que lo dobleguen con absurdos cambios y recomendaciones. Lujo que dentro de las grandes producciones de la industria estadounidense solo se pueden dar realizadores reputados como James Cameron y Steven Spielberg, por ejemplo. Lo mejor del filme reside en su primera media hora, con planos secuencias y diálogos que van delineando la psicología de los personajes, y un espectáculo visual extraordinario que se prolongará durante casi todo el metraje. Cuarón construye una gran aventura donde una científica, devenida en astronauta, perdida en la infinidad del espacio intenta salvar su vida y regresar a la tierra. El filme se sostiene a partir del ritmo, los efectos y las actuaciones de fisicidad escondida detrás de esos trajes. En el costado del debe hay que señalar que Cuarón apuesta al espectáculo en detrimento de una búsqueda más introspectiva de la protagonista que le hubiera permitido alcanzar al filme y al trabajo de Sandra Bullock mayores matices. En última instancia Gravedad es puro artificio, pero artificio del mejor, del que nos permite estar los 90 minutos al borde de la butaca disfrutando de un relato sensorialmente impactante.
No hay escape en un entretenimiento magnificamente realizado Gran entretenimiento tenemos en esta parte del año con el último film de Alfonso Cuarón. La propuesta argumental es tan simple que es superada por todas las sensaciones generadas desde la pantalla hacia el espectador y que éste a su vez proyectará sobre la protagonista. Ryan Stone (Sandra Bullock) es una ingeniera médica subida a una estación espacial junto al experimentado astronauta Matt Kowalski (George Clooney). Allí están realizando maniobras de rutina y arreglando algún desperfecto cuando Houston, que como todos saben siempre “tiene un problema”, avisa de un satélite destrozado cuyas partes recorren la orbita terrestre amenazando con chocar contra todo a su paso. Todo error técnico es humano y trae consecuencias lamentables. Así lo viven ambos astronautas, quienes deberán resolver las cosas pronto si quieren volver a casa pero, sobre todo, evitar la muerte. El primero de los varios aciertos del guión de Jonás y Alfonso Cuarón es proveer al espectador con información dosificada y no demasiado compleja como para centrar la atención en lo que sucede emocionalmente con Kowalski y con Stone. Así divide la situación en dos matices que funcionan perfectamente en la construcción inconsciente: uno, es la desesperación, llevada a cabo por un magistral trabajo de Sandra Bullock (clara candidata al Oscar del año que viene), el otro, es la tranquilidad, a cargo de George Clooney, en las líneas de diálogo de su personaje es donde recae la esperanza de que todo salga bien, aunque el costado humorístico toma riesgos por momentos innecesarios. Otro acierto concreto es la magnificencia con la cual se muestra el escenario donde transcurre la acción. Los numerosos y bellísimos planos del planeta Tierra y el espacio con referencia de los cascos, o parte de las estaciones espaciales, dan cuenta de la inevitable contundencia del paisaje. Aquí no hay donde escaparse ni correr, pero además cuando se acaba el oxígeno se acaba todo, con lo cual Stone y los espectadores sabemos que respirar de más también es riesgoso. Finalmente, el director acierta una vez más cuando abandona toda pretensión de historia, en tanto relato. Probablemente si quitáramos algunos minutos no modificaría nada, porque en definitiva los eventos conducen a un sólo lugar y objetivo, consistente en mostrar el instinto de superación y supervivencia en circunstancias extremas. Es decir, cómo se producen y cuáles son los disparadores que los hacen funcionar. En este sentido James Cameron lograba lo mismo en “El Abismo” (1989). Magistralmente realizada desde lo técnico, no hay rubro que no colabore a que el viaje sea aún más intenso (y a cosechar premios). La compaginación (el propio Cuarón como en toda su filmografía) es un ejemplo de generación de tensión alternada con pequeñas dosis de calma, pero siempre in crescendo. Por supuesto el diseño de arte de Mark Scruton logra momentos muy altos: los mencionados planos generales exteriores y en el interior de las naves el diseño de esos tableros, todos iguales, pero en distinto idioma, son un gag en los que tienen fuerza suficiente las imágenes de choque y se había anunciado la ausencia de sonido en el espacio con lo cual la banda sonora disminuye un poco la fuerza de las imágenes. En el espacio no hay oxígeno, por ende no hay sonido reza la introducción escrita de “Gravedad”. Podríamos agregar el slogan de “Alien” (1979): en el espacio nadie puede escucharte gritar. En este par de líneas se instala la médula espinal de esta obra. La sensación de impotencia, desesperación, asfixia y desamparo es el gran objetivo. Vivir un rato la experiencia de acumular adrenalina y apretar los brazos de la butaca. Encarar como espectador una película como “Gravedad” es como pararse frente a la montaña rusa, mirarla, ver los peligros que conlleva dar una vuelta y aún así, subirse igual. Disfrute entonces, hay pocos entretenimientos como este.
Un excelente film de Alfonso Cuaron Tres astronautas están realizando un arreglo en el Hubble. La tripulación está al mando de un veterano en el espacio como el Comandante Matt Kowalsky pero también está la novata encargada de arreglar el telescopio, la Dra. Ryan Stone. Ellos se encuentran en el espacio realizando los arreglos, una de las pocas oportunidades que salen de ese pequeño ámbito que es la nave. En ese gran espacio no cuentan que lluvia producida accidentalmente en otro satélite convertido en basura espacial destruye la nave y se encuentra a merced de los despojos de los satélites en pleno espacio. Este es un film que Alfonso Cuarón escribo junto a su hijo Jonás con Rodrigo García y que recién ahora se pudo plasmar en la pantalla grande. Un film que pese a desarrollarse en un espacio infinito transmite una claustrofobia al espectador que por momentos ahoga. Una muy buena actuación de Sandra Bullock como la Dra. Ryan quien lleva sobre sus hombros todo el peso de un film donde la inteligencia, los sentimientos, los pensamientos y las emociones se van entrelazando con las circunstancias que van sucediendo en un film que tiene la duración justa y precisa. Ni un minuto más ni un minuto menos. Una película que donde solo hay dos actores que ponen el cuerpo y que sin embargo nunca pierde ritmo, emoción y suspenso. Técnicamente quizás se puedan encontrar algún error, pero el film, su factoría técnica y actoral superan esos detalles y la convierten en un gran film intimista y profundo como nos tiene acostumbrados Alfonso Cuarón. “Gravedad” es un film que hay que ver, si o si, en cine y en su versión en 3D, ya que si no se perdería la maravillosa fotografía y los efectos que también son los realzan aun más al film.
Sobran las palabras Si “Gravedad” hubiese sido una película muda seguramente hoy sería una joya del séptimo arte. Pero, lamentablemente, los dos astronautas que flotan como bebés en el espacio hablan a través de diálogos entre cancheros, vacíos y repitiendo todos los lugares comunes del cine de Hollywood, y, después, cuando sólo queda un sobreviviente del desastre ocasionado por un obsoleto satélite (obviamente, de procedencia rusa) a través de la voz de la conciencia fortaleciendo el regresar a casa. La paz ingrávida y poética del cosmos merecía otro tipo de parlamento, tal vez algunas reflexiones de cierta profundidad sobre la existencia humana o, quizá, el más absoluto silencio en medio de la inmensidad sideral. Pero nunca la voz del astronauta Clooney hablando como un Humphrey Bogart, compadrito ante la mismísima certeza de muerte. Insoportable. Alfonso Cuarón filmó una hipnótica película de hora y media de duración: un verdadero salto tecnológico al espacio y en 3D. Un viaje emocionante y con grandes resultados estéticos. Pero termina decepcionando (quizá por los mismos motivos que cautivó al público norteamericano) porque en definitiva se trata de un nuevo tanque de la gran industria. Por todo esto el viaje astral de la astronauta Bullock termina siendo un conjunto de tomas hermosas -que en su conjunto forman un bello relato cinematográfico- acompañadas por un parloteo insufrible y decepcionante, que va de lo melodramático a lo patético, sin poder eludir en ningún momento a las frases hechas. Muda hubiera sido una gran película.
Gravity no es perfecta, tiene errores, pero es una obra maestra. Esta contundente frase no es gratuita, a pesar de que no tenga en mi currículum filmográfico nada que me permita pronunciarla con alguna autoridad. Es algo que sé, y como lo sé lo digo, incluso sabiendo que el tiempo puede quitarme la razón. Gravity es una obra maestra, y quizá -quizá- me haya dejado llevar por la lluvia de críticas favorables que está recibiendo; y quizá -quizá- eso me haya animado a calificarla con un rotundo 10 en mi valoración subjetiva. Pero una opinión se respalda con argumentos, y estos son los míos: Es la primera película que realmente transporta al espectador al vacío y silencioso espacio. Es la primera que nos hace bailar suspendidos en la nada y en ausencia de gravedad -muy a pesar de la estupenda Apolo 13-. Lejos quedaron la mítica Star Wars -a la que nadie puede quitar su pedestal de primera gran película espacial- o la genial 2001: una odisea en el espacio. El avance en la industria y la tecnología 3D lo han hecho posible, y Alfonso Cuarón lo ha llevado a cabo. Gravity da un paso más que sus predecesoras, da el salto que ninguna otra había dado hasta hoy; lo hace con una puesta en escena y unos efectos especiales inconcebibles para el profano en la materia -para los que me atrevería decir que el 3D es imprescindible-, y lo enmarca todo con una historia sencilla y básica en el ser humano: la supervivencia. Algunos críticos han tildado ciertas escenas de innecesariamente sentimentales. Admito que hay momentos que se pueden percibir así, aunque personalmente no me parecieron fuera de lugar. Otros se lamentan de la falta de progresión o profundidad en los poquísimos personajes. También es admisible. Pero la sensación de estar flotando fuera de la atmósfera junto a la ingeniera Ryan Stone y al astronauta Matt Kowalski es absolutamente real. La angustia es real. La soledad es real. La cotidiana y ahora inalcanzable postura erguida en nuestra querida Tierra es un recuerdo nostálgico. El apego por volver a lo conocido es un deseo poderoso y natural. La vuelta al hogar. La vuelta a la gravedad. Gravity es una película que hay que ver, y debe verse en el cine. Una vez en el cine, hay que verla en 3D. Ahí queda.
Rareza espacial Una vez más, Alfonso Cuarón hace una apuesta imponente y personal dentro del mainstream hollywoodense. Gravedad es una película que hace uso de las mismas armas que los mega-tanques utilizan jueves a jueves para bombardearnos e inundar las salas sin dejar espacio para otras propuestas. La diferencia radica básicamente en el por qué y en el cómo. Cuarón es un obsesivo de las tecnologías aplicadas al cine y siempre se ha distinguido por su virtuosismo y sus portentosos movimientos de cámara, encuadres y montajes, sin descuidar a sus criaturas, tratando de acompañarlas en sus tortuosos viajes (recuerden a los amigos de Y tu mamá también [2001], al personaje de Clive Owen en Children of Men [2006], a Finnegan Bell [Ethan Hawke] en la adpatación de Great Expectations [1998] de Charles Dickens, o al mismísimo Harry Potter en El Prisionero de Azkaban [2004]). Tarea difícil y solitaria si las hay, ya que hoy en día es cada vez más raro encontrar directores que trabajen en este nivel de producción manteniendo la sensibilidad y preocupación por los personajes, dedicados a los detalles técnicos sin descuidar aquello que los convocó en primer lugar, la historia. Take the pain away Getting strong today (Ladies and Gentlemen, we are floating in space, Spiritualized) En el espacio no hay sonido dicen, tampoco hay gravedad; es, ni más ni menos, por supuesto, un océano negro plagado de estrellas, gases, asteroides y nebulosas, prueba concreta de nuestra pequeñez frente al cosmos. Resulta raro que uno, cada vez que mira hacia arriba, hacia el cielo, no pueda percibir al universo en su verdadera magnitud, de lo diminuto que somos en realidad y del misterio insondable e inconmensurable que nos rodea. Cuarón ubica a tres personajes flotantes en los límites de nuestra atmósfera y les proporciona la posibilidad de adentrarse en ese mar oscuro y enigmático, no sin incertidumbres, claro está, pero sí con la probabilidad de encontrar cierta paz, o calma al menos. Con puntos de referencias cinematográficas bastante obvias y un final por el que Terrence Malick sería capaz de venderles cocaína a las monjas, Cuarón presenta a la Dra. Ryan Stone (Sandra Bullock, decidida a reencauzar su carrera) casi como si fuera el Dr. Bowman (Keir Dullea), aquel científico de 2001: A Space Oddissey (1968, Stanley Kubrick) que luchaba contra HAL 9000, la computadora/nave que de repente adquiría libre albedrío, con la diferencia que aquí, la Dra. Stone, secundada por el piloto Matt Kowalski (George Clooney), una especie de gurú-cowboy-espacial que irradia sabiduría y tranquilidad, debe vérselas con el mismísimo firmamento espacial y ante su vacío tan temido. Es que la premisa principal de Gravedad gira (y flota) alrededor del desasosiego que produce la falta de punto de anclaje, tanto físico como espiritual, el horror vacui, en el sentido más literal de la palabra. I’d show them the stars and the meaning of life. They’d shut me away (Subterranean Homesick Alien, Radiohead) La primera hora de película es de una belleza apabullante y el uso del sonido es soberbio. A partir de un plano secuencia inicial hipnótico que dura diez minutos, los protagonistas, en especial la Dra. Stone, se ven sumergidos en sus propios miedos y terrores más íntimos (a la manera de, sí, Solaris [1972], de Andréi Tarkovski). Pero, lentamente, tanta magnificencia va perdiendo potencia, y, a fuerza de repetición, Cuarón transforma esta pequeña odisea espacial en algo reiterativo, en una película de supervivencia (como, sí, otra vez adivinaron, Náufrago [Cast Away, 2000] de Robert Zemeckis), donde las pequeñas catástrofes que se suceden una tras otra son bastante similares entre sí. Es de esta manera que Cuarón deja pasar la oportunidad de concretar una hermosa fábula metafísica y toma el camino de una desabrida metáfora new age. Aún así, el viaje vale la pena.
EL BALLET CÓSMICO Ninguno de nosotros conoce el espacio exterior, ese vacío imponente, esa nada que maravilla y asusta por igual, ese límite a la vida que rodea a nuestro planeta. Y casi ninguno de nosotros lo conocerá jamás (a menos claro, que alguien esté leyendo esta crítica desde una computadora en la NASA). Pero quizás no haga falta subirse a un cohete, porque el director Alfonso Cuarón nos pone en órbita (en más de un sentido) con GRAVEDAD (GRAVITY, 2013), un impactante drama que se destaca por el cuidado trabajo en los efectos especiales y por el brillante uso del 3D: pocas veces una película ofrece la posibilidad de sumergirse tanto en una historia y en la piel de un personaje como sucede aquí. Y el film lo logra creando un entorno verosímil gracias a la magia (nunca mejor dicho) de los gráficos generados por computadora. Se trata de un recorrido (literal, espiritual) que atravesamos en forma casi 100 % subjetiva: miramos, escuchamos, percibimos, sufrimos. Es casi como si estuviéramos allí, flotando junto a la doctora Ryan Stone (una Sandra Bullock en un escalón más arriba de lo que acostumbra a ofrecer) y el comandante Matt Kowalsky (un carismático George Clooney haciendo de sí mismo), los astronautas que, luego de un accidente, intentarán sobrevivir allí donde la vida es imposible. GRAVEDAD es un film sobre la soledad y sobre los golpes de la vida, sobre la manera en que encontramos fuerzas para sobreponernos y seguir luchando, aunque no estemos seguros de lo que sucederá: es sobre ese renacimiento, esa transformación que se da cuando nos animamos a ponernos de pie y a dar el salto para salir del fondo del pozo. Sin embargo, narrativamente, GRAVEDAD está un paso detrás de su aspecto visual: hay unos cuantos momentos en los que el film deja demasiado en evidencia sus metáforas (los "cordones umbilicales" de los astronautas; la estatuilla de Buda en el momento en que los personajes le rezan a un Houston/Dios que parece no estar escuchando) y la historia es más sencilla de lo que parece. De todos modos, esto no empaña la experiencia que significa ver este film, que logra impactar y conmover, asustar y maravillar. Y esa es la palabra clave aquí: "experiencia". Porque GRAVEDAD es una de esas películas que no sólo se ven, sino que se experimentan con todos los sentidos.
Espacio para la autoayuda El acento desmedido -como siempre, publicitario- que se hace sobre Gravedad, película del a veces notable Alfonso Cuarón (también autor de obras como Y tu mamá también, Niños del hombre) es un grito de coyuntura, que hace del film algo a distinguir entre lo mucho -más bien, poco- que el mainstream ofrece. Un film desarrollado entre dos personajes con el espacio como telón de fondo no es asombroso, sino elección dramática que bien podría cubrirse de cualquier otra investidura escénica. Aquí se elige el espacio. El asombro, en todo caso, vendrá dado por la extraordinaria gracia técnica que Cuarón exhibe. Algo de suyo propio, que ya se sabe y que aquí explota de forma todavía más coreográfica, con planossecuencia interminables, sujetos a una previsión calculada. Es decir, nada está fuera de lugar en ninguno de los planos o movimientos de cámara de Gravedad. Por ejemplo, una lapicera danza reiteradamente ante la cámara. La cita es hacia 2001: Odisea del espacio, de Stanley Kubrick. Pero nada más que eso, una artimaña superficial, de rasgo apenas metatextual, junto con otras de índole religiosa, idiomática o "pop" (véase Marvin el Marciano). Si nada está fuera de lugar, si todo está premeditado, el impacto también: atención al después de, justamente, Marvin el Marciano; o al lugar que ocupa el matafuegos. Vale decir, hay una construcción formal que lejos está del intimismo de 2001... o de Solaris, sino más cerca de una carrera a contratiempo. Cómo llegar al desenlace antes de que, por ejemplo, se termine el oxígeno. No es que a Gravedad se le pida algo distinto; es parte de un cine de géneros que, eso sí y hace tiempo, tuvo en Hollywood momentos de gloria. Encallado ahora en la espectacularidad de lo que se ve, en la banalidad de lo que se propone. En un 3D de autoayuda. Por ejemplo: hay una escena crucial, de diálogo, que no es lo que parece pero sí. Es decir, si lo visto en esta escena hubiese sido cierto, Gravedad sería una cursilería. Como la develación lo desdice, parece un giro acertado. Por eso mismo, Gravedad es cursi. Como corolario, el film arriba a una síntesis evidente, que remite a los cuatro elementos. No se trata de que el cine de géneros no pueda plantearse algo semejante, sino cómo se lo plantea. El increíble hombre menguante (1957), de Jack Arnold, es uno de los mejores ejemplos. Nada de ridículo hay en un gato que persigue a un hombre diminuto. Mucho menos en su desenlace. Mientras que sí en las palabrerías de ciertos manuales de instrucción, preocupados por enseñar acerca de cómo vivir mejor.
El milagro de volver a casa Sola, en medio de la nada, zamarreada en esa inmensidad vacía, la doctora Ryan Stone trata de sobrevivir. Se soltó de todo. Cortó los lazos con la vida y quedó a merced de sus pensamientos y sus recuerdos en un cielo infinito y silencioso. Esta alegoría del talentoso Alfonso Cuarón (“Niños del hombre”) deslumbra con sus imágenes sugerentes y bellas, y cautiva con una historia que tiene originalidad, suspenso, aventura. En este canto a la supervivencia, la Dra. Stone enseña que nunca hay que entregarse por más desesperante que sea la situación y que, como hacen los náufragos, hay que asirse de algo, aunque sea de sus recuerdos, para darse fuerza y esperanza. Se rompió el telescopio el Telescopio Espacial Hubble. Y hay que arreglarlo. Junto a Ryan está Matt, un astronauta experimentado. Pero todo se complica: residuos espaciales y otros percances los acechan. Cuando el cable que los mantiene unidos se corta, Ryan queda absolutamente sola. Sus pensamientos y sus lágrimas atraviesan ese espacio donde todo es vacío. No puede volver a la nave, no tiene contacto con Houston, se le acaba el oxígeno y la fuerza. Está en medio de una soledad plena y desconocida y evoca su casa de allá lejos para hacerle frente al vacío y a la desesperación. Sueña con un regreso que sea recomienzo. Y desde allí el film apelará a una situación terminal para hablarnos del milagro del nacimiento: hay un cordón que retiene a esa doctora que flota en un espacio desolado y qué después de mucho pujar saldrá del agua hacia la vida. “Gravedad” tiene pocas palabras, pero su concentración, su clima, su plasticidad, su impacto visual y su sentido final trascienden una anécdota cargada de significados. Nos muestra la Tierra, inocente y hermosa, amaneceres, silencio y entre ellos, abriéndose paso, la vida, que lucha por seguir en medio de una coreografía insondable y eterna. Sus destellos invitan a reflexionar sobre la soledad, la ausencia y el pequeño cielo de cada uno. Tenía razón Nicholas Ray: “el drama del hombre moderno es que no puede volver a casa”
Un film intenso que mezcla el thriller, ciencia ficción y drama. Ahora todo el vértigo se encuentra en el espacio. El universo siempre resultó atrayente para el humano, será porque todavía no logra conquistarlo en su totalidad y se continúan realizando diferentes investigaciones para esto. La primera persona en salir al espacio en toda la Historia fue el cosmonauta Yuri Gagarin en abril de 1961 a bordo de la nave Vostok y la primera mujer en volar al espacio Valentina Tereshkova, la cual salió al espacio en junio de 1963 a bordo del Vostok 6 y hasta el momento se continua buscando. A través del cine y la literatura también se muestra la misma inquietud como la película francesa de 1902, en blanco y negro, muda y de ciencia ficción "Le Voyage dans la Lune" de Georges Méliès, y otras que fueron surgiendo sobre el tema. Una de las que quedó en la memoria de varios espectadores es “2001: Odisea del espacio” dirigida por Stanley Kubrick. Desde su contenido, aborda temas como: la evolución humana, la tecnología, la inteligencia artificial y la vida extraterrestre. Este film se estrenó en Estados Unidos el viernes 4 y el fin de semana recaudó 55,6 millones de dólares batiendo records. Ahora llega a la cartelera Argentina “Gravedad”, la protagonizan solo dos personajes la Doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) quien realiza su primer viaje espacial y un experimentado astronauta a punto de retirarse, Matt Kowalski (George Clooney). Ellos realizan una tarea de rutina, pero algo sale mal y se verán envueltos en una catástrofe, una inquietante situación que los encuentra solos en el espacio y sin ningún contacto con la Tierra. La interpretación de Sandra Bullock es tan buena que merece ser nominada a los Premios Oscar, te transmite esa sensación de asfixia, la falta de oxigeno. Están en medio de la nada y los sentimientos son de: angustia, ansiedad, miedo, preocupación, impotencia y la lucha por la supervivencia. Salen a la luz sus terribles pasados. George Clooney tiene química con el personaje de su compañera, le da tranquilidad, el control y le pone una gran cuota de humor. La trama contiene poco dialogo, son brillantes los momentos que solo se siente y se ve el espacio y a esos personajes en medio de la nada, que le quita el aliento al espectador, buen plano secuencia, muy bien filmada, la tercera dimensión le brinda mayor profundidad, ver ese universo inmenso, los satélites, las escenas catastróficas, tormenta solar, buenos efectos especiales, puro entretenimiento, emotiva, dramática, intensa, llena de suspenso e intriga, con una brillante banda sonora (Steven Price) en los momentos precisos y deslumbrante la fotografía de Emmanuel Lubezki.
Un salto de fe en el vacío “En el espacio nadie puede oírte gritar” era la frase con la que se publicitaba “Alien, el octavo pasajero”, en 1979. Pero curiosamente la primera de la saga de la teniente Ripley pasaba mayormente en los interiores cerrados de la nave Nostromo. Mucho se ha filmado antes y después sobre el espacio, desde “De la Tierra a la Luna” de Georges Méliès con su satélite con cara, a aquellos seriales donde Flash Gordon cruzaba de una nave a la otra a través de una soga. Se sabe que fuera del planeta no hay gravedad, que sin un traje la posibilidad de supervivencia es nula, y que los conceptos de “arriba” y “abajo” no son válidos. Pero saber la teoría no implica conocer la desesperación de sentirlo. Y volviendo a la frase del principio, en ausencia de atmósfera la mayor catástrofe puede pasar en el más absoluto silencio, a diferencia de tantas sonoras explosiones intergalácticas que nos ha regalado el cine. Por todo lo antedicho, “Gravedad”, dirigida con mano maestra por Alfonso Cuarón y coescrita con su hijo Jonás, revoluciona todo lo que se ha filmado sobre el espacio anteriormente. Sí, es un filme que recurre necesariamente a los efectos especiales, pero la innovación no está en el recurso técnico sino en la cabeza del director. Accidente La historia es más bien simple y poco se puede contar aquí sin deschavar puntos de inflexión en el relato. Cuarón introduce a los personajes directamente, porque ya habrá tiempo de saber más de ellos: la doctora Ryan Stone, que está equipando al telescopio espacial Hubble con un scanner que se usa en medicina, descompuesta en su primer viaje espacial; y el veterano astronauta Matt Kowalski, en su última misión, sabiendo que por 75 minutos no pasará el récord en caminatas espaciales de un mítico cosmonauta ruso. Llegaron en un transbordador (cosa curiosa: Estados Unidos no tiene ninguno en servicio activo) y bromean con el control de misión en Huston hasta que les avisan de algo que no es gracioso: los rusos, queriendo deshacerse de un viejo satélite, lo han hecho estallar, lo que detona una reacción en cadena que va destruyendo otros y generando una nube de chatarra que se mueve a gran velocidad, arrasando con todo y dejándolos incomunicados. Cuando finalmente reciban el impacto, los contrapuestos compañeros se verán en la necesidad de buscar una forma de volver a la Tierra, pero ¿dónde buscar refugio en la inmensidad y el vacío, cuando el oxígeno escasea y todo da vueltas? Recursos visuales Hasta ahí se puede contar. El resto, igual, se puede sintetizar en una palabra: sobrevivir. Pero como la vida humana es mucho más que supervivencia, aparecerá (sin moralinas, y con algún recurso sorpresivo) la cuestión del sentido de la vida, del para qué salvarse, más allá del impulso biológico. Lo que sí podemos contar es la panoplia de recursos estéticos: el “casi silencio” (hay discreta música incidental) fuera de las voces transmitidas por la radio y la vibración de los cascos: algo particularmente chocante cuando los ojos nos muestran que está pasando algo grande. Y el uso de los diferentes puntos de vista: no es lo mismo un cuerpo rotando en un eje sobre la cintura visto desde una cámara fija en el planeta, que ese cuerpo fijo en la pantalla y el perfil de la Tierra girando enloquecedoramente alrededor; tampoco es lo mismo el primer plano de un rostro, bastante tranquilizador aunque en la visera se refleje ese ir y venir de la imagen planetaria, que la cámara dentro del casco, con la visión del ocupante empañada por la hiperventilación. Detrás de la visera En el medio de tanto despliegue, dos actores de fuste para reforzar el verosímil: George Clooney como el veterano Kowalski, acostumbrado a ese entorno hostil, y Sandra Bullock como la inexperta Stone, con la que el espectador empatiza rápidamente, ya que todo eso le resulta ajeno. Es todo un mérito la forma en que transmiten la desesperación, la esperanza, las ganas de vivir, cuando se está rodando en un ambiente incompleto (mucho se agregará después digitalmente) y en buena parte del metraje con un casco puesto. Si pudiésemos despegarnos de toda la puesta visual, veríamos dos personajes construyendo una relación y revelándose mutuamente sus sentimientos, como les gusta a los dramaturgos catalanes. Soledad “El primer impacto rajó la nave como si fuera un gigantesco abrelatas. Los hombres fueron arrojados al espacio, retorciéndose como una docena de peces fulgurantes. Se diseminaron en un mar oscuro mientras la nave, convertida en un millón de fragmentos, proseguía su ruta semejando un enjambre de meteoritos en busca de un sol perdido. (...) Voces aterrorizadas, niños perdidos en una noche fría. (...) —Stone, soy Hollis. ¿Dónde estás? —¿Cómo voy a saberlo? Arriba, abajo... Estoy cayendo. ¡Dios mío, estoy cayendo! Caían. Caían, en la madurez de sus vidas, como guijarros diminutos y plateados. (...) Y ahora en vez de hombres eran sólo voces”. Así comienza “Calidoscopio”, uno de los cuentos que Ray Bradbury recopiló en “El hombre ilustrado”. ¿Habrá sentido el autor realmente esas sensaciones? Nunca lo sabremos. Pero de seguro el viejo Ray se hubiese sentido fascinado con “Gravedad” y su pacífica soledad.
Nunca importa que la historia sea simple, siempre y cuando se sepa narrarla. Caso emblemático del director Alfonso Cuarón en su magistral “Gravedad”: una historia simple con un nivel cinematográfico excelente. Si logro sumergirme por completo en el mundo que un director me propone y la historia logra tenerme atento en la butaca, sintiéndome satisfecho al finalizar, quiere decir que alguien logró lo que buscaba: el director encontró la forma para que “funcione” y el espectador sale asombrado ante las maravillas del cine. La Dra. Ryan Stone (Sandra Bullock), una brillante técnica en medicina, en su primera misión espacial con el astronauta veterano Matt Kowalsky (George Clooney), a cargo de su último vuelo antes de retirarse. No obstante, la caminata espacial, al parecer de rutina, termina en catástrofe: la nave se destruye dejando a Stone y Kowalsky completamente solos y a la deriva girando en la vasta oscuridad. El silencio ensordecedor les dice que han perdido toda conexión con la Tierra...y toda oportunidad de ser rescatados. Cada bocanada de aire se lleva el poco oxígeno que les queda a medida de que el miedo se transforma en pánico. Sin embargo, el único camino a casa puede ser zambullirse en la aterradora inmensidad del espacio. La fotografía del filme es espectacular. El cosmos inmenso nos hace perder la noción de orientación y gravedad (efecto que está muy bien logrado en todo momento) y las imágenes del planeta tierra visto a tantos miles de kilómetros de distancia nos ofrece fotos imperdibles. Aunque ese no es el fuerte. Las imágenes espaciales, el 3D (excelentemente trabajado, digno de un gran reconocimiento en Hollywood) y la sensación de inmensidad son los puntos más fuertes de este filme. Obviamente que no sólo de fotografía vive la película, ya que cuenta con una gran actuación de Sandra Bullock quien vuelve a brillar en un papel protagónico y que promete como próxima candidata a los OSCARS. En su traje de astronauta, se carga todo el peso de la película para salir airosa nuevamente. Su respiración, su emoción, la desesperación y la falta de experiencia del personaje son transmitidos en un punto justo y sufridos por el espectador en demasía. El papel de George Clooney es bastante secundario, casi perdido en lo anecdotario, pero aporta su nombre y experiencia a un filme que cierra por todos lados. El director ha sabido conjugar una serie de situaciones, una historia concreta y un grupo de técnicos y actores para lograr una gran obra cinematográfica como “Gravedad”, que seguramente estará dentro de las seleccionadas para “Mejor Película” al máximo galardón de Hollywood.
Cuando el film es la experiencia en sí. El regreso de Alfonso Cuarón (al cine de ficción) con Gravedad plantea y consigue un cine de la experiencia que involucra al espectador. Se puede argumentar que prácticamente todo tipo de narración -no sólo la audiovisual- intenta cumplir esa función de ponernos “en el lugar de” como mecanismo de interpelación (eso mismo que Adorno y Horkheimer denunciaban en su Dialéctica del Iluminismo como una operación de la Industria Cultural para alienar a los espectadores y eso mismo que sentimos cada vez que nos metimos a la ducha días después de haber visto Psicosis). Cuarón lo consigue al elegir un tipo de experiencia que podemos asegurar el 99.99% de sus espectadores jamás van a vivir en carne propia -al contrario del cine catástrofe, que aunque también recurre a la idea de supervivencia como Gravedad, apela a situaciones que la mayoría de su público no ha experimentado pero que potencialmente podría. El mexicano nos traslada al espacio exterior como, justamente, un espacio en sí y no sólo un pretexto para el thriller; logrando de forma tan exitosa eso que muchos han intentado en décadas de cinematografía (con unos cuantos también haciéndolo magistralmente y acá iría la referencia obligada a 2001: Odisea en el espacio) que, en este sentido, la película es una narración perfecta: los protagonistas son el vehículo (o referente de nuestra ausencia física) a través de los cuales podemos experimentar el estar a la deriva en esa nada que nos resulta tan ajena y que sin embargo envuelve al que sí es nuestro hábitat cotidiano. Lo que diferencia a la vivencia de la audiencia en Gravedad de las típicas situaciones de interpelación cinematográfica mencionadas en el párrafo anterior es que el film es una experiencia de inmersión. El director y co-guionista (junto a su hijo Jonás) presenta desde el inicio lo que será el patrón rítmico y el recurso técnico-estético principal de la película, mediante uno de los mejores planos secuencias de los últimos años. Cuarón abre esos primeros veinte minutos (que ninguno de sus espectadores irán a olvidar pronto, si de acá a 25 años no hay nuevos astronautas ya sabemos a quién culpar) con un plano general presuntamente fijo (pero que no lo es: después de todo, estamos en el espacio, no hay referencias para establecer un marco simplemente porque no hay arriba ni abajo) en el que hacen su entrada la Dra. Ryan Stone (Sandra Bullock) y Matt Kowalski (George Clooney), parte del equipo del Explorer, flotando alrededor del satélite Hubble para hacerle unas modificaciones diseñadas por la protagonista. La cámara comienza su recorrida, se inmiscuye en sus tareas con planos detalles que dan paso a otros más abiertos para que podamos contemplar a la par del dúo la enormidad: la de nuestro planeta y la del todo que lo rodea (que no es sino el infinito y a la vez, la nada). Entre las cargadas del a punto de retirarse Kowalski a la novata Stone, se filtra la orden desde Houston de volver a la cabina por restos de un satélite ruso que se aproximan rápidamente hacia donde están ellos. La mirada absorta en lo maravilloso se llena de pavor ante la inminencia del impacto. El movimiento de cámara pasa a ser circular como las vueltas que da el personaje de Bullock una vez que el choque la separa del Explorer y su co-equiper. El plano secuencia termina en una subjetiva de Stone, que registra su aliento empañando el casco que indica el poco oxígeno que le queda disponible. El cambio de plano nos muestra ya a una Dra. Stone flotando sola en medio de la oscuridad, como el Major Tom de Bowie pero sin siquiera el albergue de una cabina, mientras el aire se acaba y sólo le queda esperar el rescate de Kowalski y su propulsor. Esa estructura binaria que se disuelve a sí misma, entre la contemplación y la urgencia (cercano a la idea de lo sublime de la naturaleza para los románticos del siglo XIX -quienes la consideraban absolutamente hermosa y pavorosa al mismo tiempo- pero mucho mayor, ya que el espacio representa un desconocido absoluto para la humanidad) se repetirá a lo largo del film, mientras Stone y Kowalski buscan una forma de regresar a la Tierra sin terminar carbonizados. Los obstáculos y proezas serán varios en la odisea espacial de la protagonista, tantos que hacia el final el film bordea la farsa de las mismas tragedias que planteó previamente. La Ryan Stone de Bullock -con su nombre ambiguo y pelo corto como eventualmente tendría la Teniente Ripley de Alien- es no tanto la composición de un personaje como la de un personaje en una situación concreta. Su actuación pasa por la reacción, pero no considero que esto sea necesariamente malo: la actriz es el centro focal durante los noventa minutos de la película, y una buena parte de los mismos con planos cerrados sobre ella. Clooney tiene carisma a prueba de traje de astronauta y no necesita mucho más para su papel. Ambos personajes están apenas delineados y un trauma del pasado de Stone es usado como la casi exclusiva justificación para sus decisiones en plena carrera por la supervivencia. Esta predilección por una trama con sucesos que escalan en angustia y urgencia por sobre el desarrollo de los protagonistas pueden hacer caer a Gravedad en la categoría de “thrill ride” (o viaje de emociones). Pero contrario a la carga negativa que suele tener el término, Gravedad tiene sus mejores momentos justamente cuando se dedica a ser un thrill ride, cuando el vértigo quita la respiración y el espacio pasa de ser un fondo para la acción. Ahí adquiere su verdadera dimensión: la de una nada ya no calma si no una ausencia de toda vida orgánica y ya en sí mismo el riesgo más grande (a lo que se le agrega una lluvia de proyectiles que solían ser satélites en órbita). El espacio exterior es la muerte esperando a ocurrir. En Gravedad hay también un subtexto muy poco escondido sobre la fe y la idea del renacimiento tras la supervivencia. Es, a veces, groseramente explícita en su manejo de las metáforas, como cuando la Dra. Stone finalmente logra ingresar a una cabina y flota en posición fetal con tubos de oxígeno que se posicionan delicadamente a la altura del abdomen de Bullock cual cordón umbilical. Por suerte no termina de caer en la aburridísima dicotomía de ciencia versus fe, (presente en una buena parte de la ciencia ficción, sobretodo en su solapamiento con el cine catástrofe). Como si los científicos no poseyeran fe alguna, como si ésta pasara sólo por la liturgia organizada de instituciones religiosas. ¿O acaso no es un acto de fe el aventurarse a algo nuevo, nunca antes probado?
Un nuevo nacimiento Quizá lo que se sienta hoy en un cine viendo Gravedad sea similar a lo que le ocurría hace 45 años cuando veían 2001: Odisea del espacio; pero no en relación a la ambientación que comparten ambas películas, sino más bien por la imponente innovación técnica, y la certeza de que eso que se está viviendo no tiene parangón alguno en el mundo del cine contemporáneo. El director mexicano Alfonso Cuarón (Y tu mamá también, Niños del hombre) intentó emular aquí la vida por fuera de la atmósfera, y escribió un guión junto a su hijo Jonás y la asesoría de un experto espacial, reproduciendo fielmente la tecnología hoy utilizada en las misiones espaciales, y la clase de trabajos que allí se hacen, con la intención de recrear sensorialmente un clima realmente atípico. El telescopio espacial Hubble se averió, y hay que arreglarlo. Allí se dirige una misión de astronautas, pero en plena labor ocurre la catástrofe: fragmentos de residuos espaciales se dirigen hacia ellos con una velocidad inusitada. Se avecina el caos, y la supervivencia en el vacío puede llegar a ser una tarea prácticamente imposible. Como en el espacio no hay aire, las ondas sonoras no se propagan: no hay sonido. Esta realidad es una de las premisas que maneja la película desde los títulos iniciales, y es así que, cuando los personajes están en órbita y en sus trajes, los sonidos que se sienten son únicamente los que podrían escucharse desde adentro de esos trajes espaciales, más los acuosos y envolventes compases electrónicos provistos por la notable banda sonora de Steven Price. Es así que las explosiones, en las que satélites enteros son reducidos a ceniza espacial, son presenciadas sin escuchar sonido alguno. El cerebro humano está diseñado para existir en un mundo en que las variables de horizonte y peso se encuentran siempre estables, debido a la omnipresencia de la gravedad. Al desaparecer ésta (o reducirse a una expresión mínima) todos los puntos de referencia se pierden, el ser humano queda absolutamente desorientado, a merced de la inercia; si además la movilidad es muy limitada por las incomodidades de un abultado traje, la sensación de desesperación y asfixia aumenta. Si además hay amenazas externas, el oxígeno se acaba, y las posibilidades de supervivencia parecen reducirse cada vez más, la sensación imperante se vuelve absolutamente angustiante, sobrecogedora. Gravedad es una experiencia sensorial increíble, pero además una película que deja al espectador particularmente exhausto. Conviene señalar un aspecto alegórico que lleva a que Gravedad pueda pensarse como más que un simple (y brillantemente logrado) ejercicio de género. La película refiere a las grandes adversidades de la vida y a la forma en que el ser humano puede renacer desde estas contingencias. Las circunstancias en que una persona es víctima de las propias inercias, ese momento en que se encierra en su propia burbuja, pierde la comunicación y el contacto. La escena en que la protagonista, prácticamente ahogada, entra en una nave, respira, se quita el molesto traje y queda suspendida por unos segundos, casi hasta quedar en posición fetal y con un tubo de oxígeno que pareciera un cordón umbilical, refiere a este nuevo nacimiento (además de homenajear a 2001). Otro elemento clave es, a mitad del metraje, el diálogo con un personaje que le achaca a la protagonista que no debe quedarse en la “comodidad” de una nave, entregándose a una muerte segura. El final podría leerse como la salida de un gran vientre, con agua incluida, y de los primeros pasos hacia una nueva vida.
Abandonados en el espacio Alfonso Cuarón es un gran director, no caben dudas, sabe bien que es el lenguaje del cine, y así puede darse el lujazo de brindarnos un filme notable, mayúsculo. El eje del guión ofrece una misión espacial -pocas veces el cine mostró tanta belleza en el espacio-, que desarrollan una médica en su primer viaje, la Dra. Stone (una Sandra Bullock impresionante) y un veterano astronauta a cargo de su último vuelo antes de retirarse (notable George Clooney).Claro que deviene una catástrofe en el inmenso plano oscuro de la nada, destrucción de la nave y quedarán ambos a su fría suerte, abandonados allá arriba y sin ninguna posibilidad de comunicarse con la tierra. El director de "Harry Potter y el prisionero de Azkaban" -que fué lejos la mejor de toda la saga del pibe aprendiz de brujo-, nos otorga a nosotros espectadores un brillantez visual magnífica, y una aventura dramática que nos hace regodearnos con el paisaje infinito y misterioso del espacio con la intriga de saber que va a pasar con estos personajes en tal situación límite. "Gravedad" es un peli formidable, por donde se la mire y esto debe ser sin dudas hecho en la inmensidad oscura de una sala cinematográfica, verla o esperarla por TV, será como intentar reemplazar el papel higiénico por papel picado.
Vértigo que succiona ¡Cuánta expectativa que se había formado en torno a este estreno del director mexicano Alfonso Cuarón! Debo decir que la película no defrauda, en absoluto, es puro entretenimiento vertiginoso durante los fabulosos 90 minutos. También creo que hay que sincerarse y decir que hubo un trabajo de promoción espectacular en torno a su lanzamiento, lo que provocó que se engrandeciera aún más la propuesta, que es buenísima, un 9 diría, pero de seguro no es la mejor película del año como se anduvo diciendo por las redes sociales y algunos medios digitales. Se me ocurre "Before Midnight", "Jagten" o "Capitán Phillips" por nombrar algunas que, a mi criterio, han sido mejores trabajos que "Gravity", y aún falta un largo camino de estrenos grandes que se están guardando para la temporada Oscars 2014. No me mal interpreten, el trabajo del trío Cuarón-Bullock-Clooney es asombroso, increíblemente entretenido y muy bien ejecutado, pero creo que al igual que con "Argo" de Ben Affleck el año pasado, se ha creado un amor desmesurado e incondicional por este título. Dicho esto, creo que como película de ciencia ficción, es una de las producciones más impactantes y mejor realizadas de los últimos 10 años junto a las Star Trek de J.J. Abrams. El manejo de los planos que utilizó Cuarón y el suspenso/terror que le imprimió a la dinámica de la película, fue sencillamente espectacular. Recordemos que el film se sostiene con solo los eventos desafortunados que viven 3 astronautas en el espacio y las interpretaciones de los ya consagrados George Clooney y Sandra Bullock, eso es todo. No es fácil crear un entretenimiento fuerte a partir de estos pocos recursos, pero el director de la también alabada "Children of Men" (2006), lo logra y sale más que victorioso en el proceso. La nominaciones varias para los Oscars 2014 están casi aseguradas, sobre todo en las ternas de "Mejor Actriz Principal", "Mejor Director", "Mejor Guión" y hasta "Mejor Película". Una cuestión con la que sigo sin habituarme es el maldito 3D que tenemos en la Argentina... quizás no tanto por el formato en sí, sino por lo flojos que son los soportes que permiten ver este tipo de trabajos cinematográficos. Los lentes 3D son de lo más incómodos y poco prácticos instrumentos que se crearon en el último tiempo. He dicho. Volviendo a la peli, es super recomendable, como para ver algo distinto de lo que se viene ofreciendo habitualmente desde Hollywood, con momentos realmente angustiantes y desesperantes, con algunas secuencias espaciales que parecen succionar al espectador hacia dentro de la pantalla y hacerle vivir el vértigo de los protagonistas. ¡A no perdérsela!
Frente a un universo de sensaciones La doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) se encuentra reparando el telescopio Hubble en el que es su primer viaje espacial. La acompaña, entre otros, el veterano comandante Matt Kowalsky (George Clooney) y ninguno de los dos imagina que sus vidas están en peligro: una lluvia de basura espacial rompe su nave y los deja solos en el espacio. Flotando a miles de kilómetros de la Tierra y sin comunicación, Stone y Kowalsky tendrán que encontrar el modo de volver, con vida, a casa, mientras el oxígeno se agota y la tormenta, se sabe, regresará. El argumento de Gravedad no revela lo más interesante de esta película del mexicano Alfonso Cuarón, y es que, tratándose de un relato sencillo, se lo pudo haber narrado con todo el barroco disponible para el cine de ciencia ficción, pero se optó por resumirlo a las chances de estos dos personajes de salir con vida frente a tamaña situación. No implica esto que se trate de una película sin uso tecnológico mediante. Por el contrario, la Warner habría destinado 80 millones de dólares para filmar y trasladar al 3D la cinta que al realizador de títulos como El laberinto del Fauno, Y tu mamá también, Harry Potter y el Prisionero de Askabán o Niños del hombre, le demandó un impás de siete años desde esa última producción. Se hacía necesaria una técnica y una animación más fotografía de dimensiones importantes, y una dirección de actores e interpretaciones que respondieran a las demandas de un largometraje de los denomindados "de actor" y complejo de hacer creíble. Tras los cambios de elenco -varias de las estrellas femeninas de primera línea fueron tentadas con el rol de Stone, y para el de Kowalsky, Clooney reemplazó a Robert Downey Jr.-, entre otros vaivenes de producción, el resultado es una película que transmite sensaciones con una profundidad tan infinita como el universo que el genial Emmanuel Lubeski logró fotografiar. Encargada de abrir la última edición del Festival de Cine de Venecia, se sometió desde entonces al ojo crítico con total aprobación y ya se la enuncia como favorita para varios rubros en los Oscar de marzo venidero. Tiene con qué. Mientras responde a la clase de cuentos que prefiere la Academia -"una metáfora... una historia de adversidad" común a todo ser humano, según Cuarón-, trasluce un realismo propio del cine latino independiente, que comprado por Hollywood, se sigue tomando algunas licencias respecto del camino del héroe y los finales felices junto con sus protagonistas.
Gravedad es una película muy especial y única que va a dejar a una parte de los espectadores fascinados y a la otra aburrida. Quizás dándole una miradita al trailer podés darte cuenta de que lado vas a estar. El argumento es mínimo pues todo pasa por las sensaciones y el espectáculo visual, además de contar prácticamente durante toda la proyección con un...
Como valorar nuestro planeta sin mencionar el calentamiento global Cuando una película no te deja pensar ni un segundo en otra cosa que no sea el film, y te atrapa a fondo con su trama, estamos hablando de una buena película. Puede no estar bien producida, no tener grandes actores, fallar en continuidad o credibilidad, ni tener un buen guión, pero si te mantiene en vilo y expectante, la entrada valió la pena. Después discutimos otros factores, pero el cine se trata de eso, de contar una buena historia, convincente y emocionante. Respecto a la película de Alfonso Cuarón, creo que tiene un gran punto a su favor para lograr este sentimiento, en principio, la producción y efectos especiales, de ahí se entiende la confusión del que preguntó cómo se siente filmar en el espacio. Se trata de una representación de la metáfora de la piedra rodante pero en el espacio, donde la desesperación por sobrevivir se siente en el pecho cuando estás en la sala. La doctora Ryan Stone (Bullock) y Matt Kowalsky(Clooney), dos de los tres personajes que ponen el cuerpo en el desarrollo, nos hacen sentir y valorar la gravedad, y como la vida se trata, en definitiva, de aferrarse a un pensamiento, un sentimiento o a la tierra. Después discutimos si hay errores o no, pero el conflicto de Gravity cierra totalmente. Bah, hay ciertas cosas que no cierran, pocas películas son perfectas. La parte que Sandra Bullock casi se queda sin oxígeno y es rescatada por George Clooney. Todos entendemos que en el cine un minuto pueden ser cinco, pero acá se excedieron un poco. También que el hecho que manden a una persona al espacio con tan poco entrenamiento. En fin, y así. La película falla en algunos aspectos de su historia, pero en definitiva sirven para cargarla de simbolismo. Más allá de eso, en el conflicto que trae Gravedad, hace valorar un poco la vida en nuestro planeta y las cosas que no consideramos o ponderamos por el hecho de tenerlas de nacimiento. Un poco eso vemos en la vida de la doctora Ryan, que deja su vida en la tierra por la muerte de su hija, y sin nada que perder, termina en el espacio. Ojala fuera tan fácil. Deja pensando un poco en lo que es la vida para el ser humano, donde uno pone tanta carga emocional en ciertos aspectos personales o afectivos, que aunque parezca todo perdido, ante la amenaza concreta perderla, el instinto es buscar la sobrevivencia. Del otro lado, George Clooney estaba retirándose, dejando el lugar donde estuvo tantos años y con el cual sentía una especie de empatía, sin embargo, su vida estaba allí, por lo tanto, la desesperación de la situación para él no era tal, sino se trataba de una excusa para disfrutar ese momento cara a cara con lo “salvaje” del espacio. Por eso el record era tan importante para él. Las actuaciones quedan un poco cortadas por el dramatismo del conflicto, los planos detalle te incluyen mentalmente en su persecución. La película es una lucha constante por sobrevivir, y transmite eso al espectador. Por eso es tan efectiva y atrajo tanto a los críticos, su representación de esos momentos de impotencia ante la pérdida nos mantiene con los ojos abiertos. Es inevitable sentir la alegría del contacto y su carga emocional que lleva, que hace que hasta el mínimo e incomprensible intercambio con lo otro, le brinda al personaje y al espectador la consciencia de entidad como ser vivo, y lo hace tan valioso, a pesar de haber sido uno de los momentos más flojos de la película. No entendemos esa otredad y hasta la podemos imaginar, pero nos completa, y en definitiva, nos da vida. En fin, el dramatismo está hasta el último cuadro, y allí se representa el sentido de la película. Gravity no es ni remotamente la mejor película del año, pero su carga simbólica y dramática la hace una buena película para cualquiera que la vaya a ver. El cine también es interpretación, y la película no es un manifiesto a favor de la vida, pero expone el hecho que los problemas y los simbolismos están en la cabeza de cada uno, hasta que chocas con el momento de luchar por tu vida. En ese momento se ven los pingos en la cancha.
Es difícil generalizar sobre por qué el cine nos genera tanta atracción y alegría a través de toda su historia. Por eso se habla, obviamente, del séptimo arte ya que estamos frente a una expresión artística de magnitud inigualable e histórica que modificó la cultura de todo el mundo a través de su sola existencia como lo hicieron en su momento otros medios. Este análisis es a nivel macro, en una escala masiva e histórica. Ahora les propongo que antes de seguir con estas palabras cada uno tome conciencia e intente recordar cómo fue que el cine llegó a sus vidas para cambiarlas sin que ustedes se hayan dado cuenta de eso de forma inmediata. Seguramente es una tarea difícil, como lo fue para mí también, recordar aquella primera vez en la que dentro de una sala de cine me sentí completamente feliz adentrándome un mundo que no existe, o al cual no puedo acceder, pero sin embargo pudiendo experimentar todas esas sensaciones y emociones como si realmente yo estuviera ahí. Durante esa experiencia, ese viaje, uno deja de ser uno mismo por unas cuantas horas hasta que finalmente llega el momento clave, el cual siempre me pareció el más importante de todos los que tiene para ofrecer el séptimo arte: levantarse de la butaca, dar los primeros pasos fuera de ese mundo y empezar a asimilar a nuestra realidad todo aquello que recibimos gracias a una película. Hay veces que ese proceso de asimilación está determinado por un mensaje, por un personaje, por una escena, por una situación, por un dialogo o simplemente por la experiencia en sí misma. Si el cine es un arte que apela principalmente a lo emotivo (por lo tanto la subjetividad es la regla) cualquiera sea la razón que conduzca a ese proceso interno de apropiación de lo que transmite el cine es válido y solo uno mismo puede darse cuenta de si valió la pena o no. A nivel personal con “Gravedad” de Alfonso Cuarón pude volver a experimentar aquella primera vez en la que el cine me dio la posibilidad de disfrutar de una experiencia de proporciones inmensas, emocionarme y dejarme completamente feliz porque el proceso de interiorización de aquello que viví se desató por dos razones que como cinéfilo y trabajador dentro de este ámbito amo con locura: la experiencia y el mensaje. “Gravedad” es un exponente inigualable de lo mucho que el cine puede ofrecer al espectador dentro de una sala. Es un ejemplo perfecto y hermoso que de solo pensarlo puede ponerte la piel de gallina. Estamos frente a una película que te ofrece sentarte en una butaca, dentro de un cine con otras personas y de un momento a otro te transforma en un astronauta y pasas a experimentar en carne propia una de las experiencias más impactantes que debe existir en la realidad como lo es viajar al espacio. El apartado técnico de esta producción de Cuarón es inexplicable, su magnitud es inmensa y el resultado es simplemente cautivador. Desde los efectos visuales más correctos y realistas que pudiste ver en una sala de cine, la edición de sonido (pese a que en el espacio no hay ruido existe la sensación de vacío) que por momentos te deja con el oído cansado, la fotografía de Emmanuel Lubezki que retrata de forma hermosa el espacio y ese trabajo que todos algunas vez soñamos realizar mirando a las estrellas, hasta la música emotiva y estimulante de Steven Price que atraviesa hasta los huesos, “Gravedad” tiene todo los ingredientes para ofrecer una experiencia que nunca antes habías disfrutado dentro de una sala de cine. De más esta hablar del uso del 3-D que define también por completo a esta película, la cual carece de sentido al no ser vista en este formato. Todo eso, obviamente, comandado por Cuarón quien en tan solo 90 minutos puede regalarte en medidas justas las dosis de suspenso, acción y drama que necesitas para que ese viaje sea inolvidable. Una verdadera experiencia. Para lograr eso Cuarón cuenta con dos aliados: El guión y las actuaciones de Sandra Bullock y George Clooney. Quiero arrancar por los segundos, ya que el análisis me parece más acotado sin que eso signifique que son pocos relevantes. Bullock y Clooney se toman la enorme responsabilidad de transmitir de forma idónea todo lo trascendental que puede resultar la experiencia de viajar al espacio, agregándole (sobre todo Bullock) tremendas cuotas de emoción en base a un trabajo actoral descomunal que la posiciona y la consolida como la gran actriz que es. Sandra Bullock está en todo su derecho de hacer con su talento lo que le parezca conveniente o redituable para su carrera, no quedan dudas. Nosotros como espectadores podemos pensar y decir cualquier cosa, menos que estamos frente a una mala actriz, sino que al contrario, nos encontramos frente a una de las mujeres que con sus trabajos marcó casi por completo a una generación. Lo mismo ocurre con Clooney, de quien podes pensar lo que sea, pero cuando le ves en la pantalla sabes que estás frente a uno de los pocos actores que puede hoy en día convencerte plenamente de que es otra persona. Ambos actores son piedras angulares, las bases que sostienen toda la inmensidad que intenta transmitir Cuarón con este proyecto el cual, sin embargo, se justifica definitivamente por su guión. “Gravedad” tiene una premisa simple que consiste en contar la odisea de un grupo de astronautas que queda varado no en una nave ni en un planeta, sino flotando en la inmensidad del espacio luego de un accidente. Pese a esa sencillez, nunca habíamos visto una película de este estilo. Obviamente hay más, porque a esa historia le tenes que sumar mucho suspenso (de ese que no te deja sacar los ojos de la pantalla en ningún momento), mucha acción (de aquella que solo los grandes realizadores pueden ofrecer y que puede consistir en algo tan simple como desajustar un cable en poco tiempo) y un componente dramático que la atraviesa por completo y le da el empujón necesario para convertirla en una película de lucha personal por la supervivencia que alcanza limites increíbles y apabullantes. Y ahí es donde me quiero centrar para ir cerrando estas palabras, ya que precisamente creo que es en ese aspecto donde se encuentra la clave que convierte al film de Cuarón en la inmensa película que es, destinada a ser vista y analizada tantas veces como estrellas hay en el cielo: Su mensaje. El realizador mexicano no cuenta una película de supervivencia del hombre frente a la naturaleza ni frente a otras amenazas de la vida actual cotidiana (que pueden ser inesperadas o no), sino lo que hace es poner al hombre frente a la inmensidad, lo infinito, lo desconocido, lo que rodea todo, lo que sostiene nuestro mundo y lo que todavía no podemos racionalizar después de miles de años de vida originada precisamente en ese lugar. Hablamos del espacio. Tranquilamente podes ver “Gravedad” como una enorme experiencia dentro del cine o como una película de supervivencia humana en un contexto desfavorable y está perfecto, porque así y todo te vas a encontrar con algo que nunca antes habías visto y te va a volar la cabeza, además de emocionarte. Yo pude hacer eso, pero lo que no logré es dejar de interpretar en el trabajo de Cuarón la necesidad del realizador de tratar de explicarnos de forma visualmente imponente como tratar de llevar con nosotros mismos todos los días de nuestras vidas la mayor de las responsabilidades y la única realidad que no podemos negar: algún día todos vamos a morir. La muerte es, al igual que el espacio, algo inmenso, desconocido, irracional y que de solo pensarlo nos provoca miedo y temor, pero sobre todas las cosas nos genera muchas dudas existenciales que, supongo (al igual que ustedes), la vida nos ira ayudando a resolver según el camino que recorramos. Quizás el mayor de estos interrogantes, el que más urgente queremos responder es aquel al que, sin pensarlo, todos los días le damos una respuesta válida viviendo nuestras vidas con un solo objetivo y una única verdad: El de disfrutar este viaje sabiendo que nadie puede escapar de nuestro inevitable destino. Aceptar eso, lo desconocido, lo inmenso y el miedo, seguramente nos define día a día como las personas que somos y como las personas que queremos y soñamos ser. Algún día, quien dice, entenderemos el resto de las cosas. Nunca antes sentí dentro de una sala todo lo que tiene para ofrecer Alfonso Cuarón en este trabajo. Nunca había visto una película tan grande como “Gravedad”.
Sandra Bullock también es una de las mejores actrices del mundo. Gravedad es la historia de una científica que, tras realizar una tarea rutinaria en órbita a la Tierra, sufre un accidente y queda varada en el espacio, incomunicada (salvo con su compañero de desventura, George Clooney, aquí no más que un personaje secundario) y con solo dos herramientas para sobrevivir: cerebro y determinación. Son noventa minutos de suspenso intenso donde todo sigue las más trágicas reglas de la física, donde la acción más simple puede volverse catástrofe. El realizador Alfonso Cuarón ( ...Y tu mamá también y Niños del hombre) acomete la hazaña técnica de filmar el espacio como nunca antes, con largas tomas en movimiento que son algo más que pura ingeniería: sumergen al espectador, desgraciado y agradecido compañero de aventuras, en la situación de la heroína. Porque es Bullock, actuando con todo el cuerpo, la que logra que este no sea solo un alarde de efectos especiales. De lo que se trata es de una mujer -una persona- sola y en peligro. No hay películas así, tan parte del gran espectáculo como del ensayo introspectivo.
"Gravity" vuelve a demostrar que Alfonso Cuarón es un gran director y que Emmanuel Lubezki es un gran cinematógrafo. Con suspenso, una muy buena incertidumbre en muchas escenas, con efectos especiales sorprendentes y con una belleza que va más allá de lo bien que se ve y fue filmada la película. Una propuesta intensa, como pocas, sobre el espacio. No se la pierdan, vale la pena apreciarla en 3D.
1. En “Calidoscopio”, un cuento incluido en El hombre ilustrado, Bradbury relata los últimos momentos de un grupo de astronautas expulsados al espacio cuando un meteoro impacta contra su nave: mientras caen hacia la atmósfera, los hombres hablan de nimiedades y se despiden sin pena. El cuento es una pequeña muestra del oxígeno que Bradbury inyectó a la ciencia ficción a mediados de los años cincuenta. Frente a un género hasta entonces dominado por las space-operas, los gadgets futuristas y los alienígenas invasores, Bradbury le otorgó una densidad trágica cercana a la del existencialismo por entonces en boga. “¿Qué ha hecho este hombre de Illinois” –dice Borges en su prólogo a Crónicas marcianas– para que estás “fantasías” sobre el espacio exterior lo llenen de “terror y soledad (…) de una manera tan íntima”? La respuesta es, simplemente, haberle devuelto al infinito la medida de lo humano (lo mismo hizo Matheson en El hombre menguante, que tuvo una bella versión cinematográfica por aquellos mismos años: Bradbury, en cambio, nunca tuvo suerte con el cine). 2. A fines de la década siguiente, el cine de ciencia-ficción viviría una revolución parecida, pero de sentido inverso: en 2001 (basada en un cuento del sobrevalorado Clarke), Kubrick hace de lo humano una medida de lo infinito. Desde entonces (desde que el rostro de un bebé se confunde con las galaxias), la New Age hizo estragos en la ciencia ficción (ver por ejemplo Starman, la peor película de Carpenter): el espacio volvía a ser un espectáculo (“un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”). Y ni siquiera el giro oscuro de los ochenta con Alien como film insignia o el estallido del Challenger y el fin de la absurda carrera espacial pudo revertir del todo esa tendencia: el cambio impuesto al final de Blade Runner, con ese esperanzado regreso a la naturaleza, fue un signo de los tiempos por venir. La ciencia-ficción ya no toma al hombre como medida de todas las cosas (como lo hizo el clasicismo), sino como mera persistencia de lo humano (incluso en la máquina, como en Inteligencia artificial, el film de Kubrick que solo podía filmar Spielberg). Y así llegamos, más de una década después del 2001 (que vio caer las torres y las certezas por su propio peso), a Gravedad. 3. “El cielo estrellado sobre mi cabeza y la ley moral en mi corazón”, decía Kant. Pero en el mundo desencantado en que habitamos, esa sensación de unidad se ha perdido: la tierra es un pedrusco girando en un espacio hostil. Gravedad empieza con un cartel que nos lo recuerda: el espacio exterior es inhabitable, es decir, inhumano. Pero ese horror vacui es el precio a pagar por ver la Tierra como pocos la han visto (esa distancia es el eje de la película). Y al final el planeta volverá a ser eso: un preciado puñado de tierra en las manos. En el medio, un viaje que comprime la angustia de Náufrago en una hora y media (cuando Clooney mira su reloj y nos anuncia ese tiempo, ya sabemos lo que nos espera). ¿Es eso todo? Si Gravedad sólo jugara a cruzar el espectáculo inaugurado por Kubrick (y vuelto mainstream por Lucas) con el existencialismo de Bradbury (matizado inevitablemente por el mandato de superación personal y cósmica), simplemente marcaría una nueva etapa de fusión. Pero la película de Cuarón hace algo más: algo que no todos los espectadores sabrán ver, pese a tenerlo ante sus propios ojos. Y es que el film finalmente problematiza ese espacio vacío, o –mejor dicho– nuestro modo de aprehenderlo. O el modo en que el cine se relaciona (¿o se relacionaba?) con eso que solemos llamar realidad. Gravedad, digamos, es una película que postula el bazinismo (que definió la modernidad en el cine), y a la vez señala que ya no es posible. gravity-sandra-bullock-set-image-24. Para el realismo (ingenuo, y tal vez por eso siempre añorado) de Bazin, la “ontología de la imagen cinematográfica” se definía por su relación con lo real: bastaba preservarla recurriendo, por ejemplo, al plano-secuencia. Curiosamente, fueron cineastas artificiosos (de Welles a Hichcock) quienes lo llevaron a sus últimas consecuencias: un film como La soga es testimonio de esa autoconciencia, en la que el clasicismo buscaba sobrevivir bajo el cine moderno (con la paradoja de que fue un cineasta que sabía como ninguno en Hollywood la importancia del montaje quien jugó a eliminarlo). Más de medio siglo después, Cuarón (otro emigrado, pero del patio trasero) puede hacer lo mismo usando trucas digitales, como ya lo había experimentado en una secuencia de Niños del hombre. No va tan lejos como Hitchcock (no pretende que toda la película sea un plano secuencia), pero a la vez va más allá: Hitchcock tenía que mover una pesada cámara a través de un decorado desmontable (y toda esa oculta dificultad era la evidente voluntad épica del film), mientras que en Gravedad ya no hay decorado, y en cierto modo tampoco cámara: se trata de una visión ubicua, casi deificada (el alcanzado “punto de vista de Dios”), que deshace el realismo cuando más pretende alcanzarlo. Esa es su paradoja: el cine se convierte en una experiencia sin cuerpo, al borde de perderse en ese espacio imposible (“cuyo centro se halla en todas partes y su circunferencia en ninguna”). 5. La “cámara” no sólo es ingrávida: no tiene lente. La lluvia de objetos la atraviesa (nos atraviesa, haciéndonos parpadear), como si fuera (fuéramos) un fantasma. Estamos fuera de los límites del cine clásico y la cámara como cuarta pared. Pero hay algunas pistas de ese malestar. Minúsculas, como dos gotas de agua. La primera representa el film (tal y como lo hacía el último plano de 2001): una lágrima flota hacia nosotros, hasta ocupar todo el plano, como un planeta en miniatura, como un espejo de lo cósmico en lo microscópico. Se trata de un plano (y efecto) ostensible, mientras que las gotas de agua del final lo son menos, aunque su sentido es claro: las gotas golpean la cámara, cuando el personaje de Bullock pone literalmente los pies en la tierra. La cámara también se ha vuelto grávida (humana), y las cosas pueden tocarla. Habría entonces una suerte de dualismo, con el que Cuarón pretende resolver el problema (es decir, conservar el bazinismo perdido (literalmente perdido en el espacio…). Sin embargo, nos pareció ver una tercera gota de agua (tendríamos que ver la película de nuevo, pero preferimos quedarnos con la duda): cuando la protagonista deambula por la nave, rodeada de cosas que flotan a su alrededor, también una gota de agua se acerca a la cámara. Pero esta vez no nos traspasa, como la lluvia de objetos poco antes, sino que impacta contra el lente (como más claramente lo hará la salpicadura final). ¿Se trata de una pista, de un signo que el demiurgo nos deja para que dudemos de su creación? Si la gota impacta en el espacio y rompe por un momento ese dualismo, ¿significa que aún hay esperanzas para lo real en el cine? Posdata: vi Gravedad rodeado por gente que revolvía gozosamente su pochocho, masacrando el silencio cósmico con más insistencia que la música de la película. Lo que también revela la paradoja (o el asumido fracaso) de un film como este (y acaso de todo el cine). Su exaltación de la experiencia (“se está bien acá”, dice Clooney cuando vuelve, como fantasma del clasicismo) propone la soledad paradójica con la que el cine jugó durante un siglo: cada espectador está solo, y a la vez literalmente sumergido en la comunidad. Pero esa comunidad sólo parece estar destinada a expulsarlo, a sugerirle que se quede en la cápsula de su hogar, hasta que extrañe hasta el ladrido de un perro.
A veces las historias mínimas sirven como lienzos en blanco para que grandes directores hagan sus mejores pinceladas, y ello es lo que ocurre con Gravedad. El filme viene de la mano de Alfonso Cuarón, el cineasta mexicano que hizo madurar a la saga de Harry Potter - a través de la entrega dirigida por él El Prisionero de Azkaban (2004) -, y que en el 2006 se despachara con esa obra maestra que fue Hijos de los Hombres. Gravedad es la tercera incursión de Cuarón en el género fantástico y, como era de esperarse, se trata de otro filme excepcional. He aquí una premisa típicamente hitchcockiana - un escenario minimalista en donde los elementos más insospechados se transforman en trampas mortales, y en donde la protagonista vive una situación de encierro permanente, esa trampa mortal llamada traje espacial, el cual la protege del inhóspito vacío espacial pero también se transforma en una burbuja letal en donde el oxígeno se consume mucho antes de lo esperado -, conducida de manera impecable. Todo el terror es mental, fruto del pánico sufrido por la protagonista al verse despojada de cualquier tipo de apoyo y debiendo resolver por sí sola una situación tan monumental como acuciante. Desde las interminables y claustrofóbicas tomas - que a Hitchcock le hubieran deleitado, como la secuencia inicial que dura cerca de 20 minutos, que se panea por las distintas naves y astronautas y que llega incluso a meterse en el casco mismo de Sandra Bullock - en donde la platea se contagia con su angustia y comienza a respirar agitadamente con ella el enviciado aire del traje espacial, hasta las horroríficas situaciones que se dan en un segundo plano y que pasan inadvertidas a la protagonista - como la destrucción de la estación espacial, la que ocurre en el más inquietante de los silencios debido al vacío del espacio -, todo esto se siente como una auténtica montaña rusa en donde las tensiones nunca se acaban. Cuando la Bullock logra resolver un problema, resulta inevitable que aparezca otro - tan grave y monumental como el anterior - razón por la cual debe improvisar nuevamente una serie de medidas desesperadas. En todo caso la protagonista es una víctima serial de la Ley de Murphy, en donde ninguno de los recursos de emergencia funcionan como corresponden, y lo cual la obliga a vencer sus propios terrores para tomar las decisiones adecuadas... muchas de las cuales no figuran en ningún manual y dependen enteramente de su inventiva. En sí, Gravedad es un drama totalmente realista. No hay héroes de último momento ni situaciones milagrosas; el vacío espacial es un contexto letal y los humanos osan incursionar en él a través de naves de hojalata y cálculos científicos prendidos con saliva. En sí, Gravedad es la completa antítesis de Apollo 13; en el filme de Ron Howard uno se quedaba con la sensación de los astronautas eran especialistas y podían resolver las inclemencias espaciales a costa de ingenio - lo cual daba lugar a un drama de cabina demasiado estático -; por contra, aquí los astronautas no son más que atrevidos temerarios, individuos obligados a improvisar a cada momento y personajes que logran completar su misión por una circunstancia casi fortuita de poder esquivar los peligros del viaje. En ningún momento están en completo control de la situación; el espacio es un lugar letal, infestado de riesgos de los cuales apenas conocemos unos pocos. Aquí no es necesario incluir monstruos ni extrañas amenazas espaciales, sino que basta aplicar un simple postulado de física: en el espacio y, por carencia de gravedad, los objetos pueden impulsarse hasta el infinito. En el filme lo que ocurre es el llamado sindrome Kessler, en donde una explosión en el espacio puede producir una avalancha de restos, los cuales producirán un efecto dominó tan devastador como duradero - al aniquilar todo a su paso, la avalancha se acrecienta y gana velocidad, arrasando cada vez más satélites y otros vehículos espaciales, y generando una oleada tan masiva y letal que impediría el uso del espacio durante décadas -. Ante semejante situación los humanos son insignificantes, piezas mínimas de una maquinaria descomunalmente superior que ha decidido salirse de madre, y en donde la única respuesta posible es el escape hacia un lugar seguro. Y mientras la protagonista comienza a descubrir el héroe interior que hay en ella - ése que lo lleva a seguir peleando por sobrevivir, y que le dice que hay una luz de esperanza al final de todo -, también emprende un proceso de reconciliación espiritual consigo misma. La doctora Stone ha perdido una hija y, desde ese entonces, se ha transformado en una autómata; pero ahora, sabiendo que éste puede ser el último día de su existencia, se ha dado cuenta que no quiere morir y que hay un millón de cosas que puede hacer con su vida de ahora en más. La crisis espacial es el cachetazo que saca la protagonista de su letargo emocional y la regresa al mundo de los humanos. Gravedad es una formidable experiencia cinematográfica. Las emociones son constantes, los peligros no paran nunca, los momentos emotivos son entrañables. Mientras que George Clooney hace lo que mejor sabe hacer - robarse la película a fuerza de carisma -, sin dudas es el mejor trabajo actoral de la carrera de Sandra Bullock, un auténtico tour de force en donde pasa por todas las emociones. Ella es una científica retraída y algo torpe, la cual termina por transformarse en una leona aguerrida al final del camino. Como suele ocurrir en los momentos de crisis, tomamos (y asumimos) lo mejor de la personalidad de nuestros mentores, de aquellos que nos han aconsejado al momento de estallar la revuelta, y terminamos contagiándonos de su sabiduría y valentía. (alerta spoilers) En el fondo el proceso de la Bullock no es mas que la reencarnación del espíritu de George Clooney, un individuo paciente, inteligente y amigado con la vida, cuyas palabras terminan por hacer carne en la protagonista al final del viaje. Y, como suele ocurrir con los renacimientos, la Bullock resurge de las aguas como una persona nueva, habiendo sufrido un bautismo de fuego que le hizo dejar atrás todos sus antiguos sufrimientos y dándole una nueva razón de existencia. (fin de spoilers) El argumento mínimo, las grandes actuaciones, la tensión, el manejo maestro de cámaras que hace Cuarón... todo ello convierte a Gravedad en un filme imperdible, una experiencia intensa, inteligente y memorable.
"...Me emocionó muchísimo, me hizo llorar varias veces, y uno sala sala como en éxtasis, es una película increíble [...]. Sin lugar a dudas va a estar en el top 10, probablemente en el puesto 1. Y la nota [...] le doy un 11 porque el 10 no me alcanza..." Escuchá la critica radial completa en el reproductor (ver link)
Con Gravedad (Gravity, 2013), Alfonso Cuarón logra marcar un hito en el cine y entrega una experiencia nueva para los sentidos. La primera escena de es un plano secuencia de 13 minutos en el que vemos a la Dra. Ryan (Sandra Bullock), una inexperta astronauta cuya misión es reparar el Hubble mientras que Matt Kowalsky (George Clooney) la asiste desde la distancia. La cámara entra al casco de Ryan, sale y gira alrededor de ella mientras que la tierra es el único punto de referencia que podemos distinguir en la inmensidad del espacio. La tensión irá en aumento y el caos comienza cuando los restos de un satélite ruso impacten a la nave dejando a los protagonistas a la deriva. Queda poco oxígeno y no hay margen para los errores. La ausencia del sonido en el espacio no quita dramatismo a la acción ya que toma protagonismo la voz y la respiración de la protagonista. Escrita por Cuarón y su hijo Jonás, el tema central de Gravedad es la lucha por la supervivencia. El director pone a la tecnología al servicio de la narración y entrega una experiencia que quedará en la historia del cine. Al igual que 2001, Odisea del espacio de Stanley Kubrick, Alien de Ridley Scott, Avatar de James Cameron o Jurassic Park de Steven Spielberg, Cuarón revoluciona desde el aspecto técnico pero sin descuidar el arco narrativo. Luego de ver Gravedad no quedan dudas de que es el mejor papel que ha interpretado Sandra Bullock. Su personaje manifiesta un conflicto que surgirá luego de unos minutos y generará empatía con el espectador. La secunda George Clooney como su compañero de misión, un astronauta veterano en el ocaso de su carrera y la voz de Ed Harris que desde la Tierra tratará de advertirles sobre el desastre que se avecina. Con una magnífica fotografía de Emmanuel Lubezki, Cuarón muestra a la Tierra como nunca se la ha visto en el cine. Lo único objetable es la música a cargo de Steven Price que, sobre todo en el final, irá en aumento y parecerá salida del soundtrack de Apollo 13 dotando de espectacularidad a una película que desde el inicio se presenta como algo diferente a todo lo que hayamos visto con anterioridad. Gravedad es uno de esos films que marcan un antes y un después en la industria sin dejar de lado el dramatismo y los conflictos de la protagonista. Cuarón utiliza la tecnología sin descuidar la narración y el resultado es una experiencia innovadora que cautivará desde los primeros minutos. 4/5 SI Ficha técnica: Dirección: Alfonso Cuarón Guión: Alfonso Cuarón, Jonás Cuarón Género: Drama País de origen: Estados Unidos Año: 2013 Duración: 90 minutos. Estreno(Argentina): 10 de octubre de 2013
Se acercan las premiaciones de principio de año y algunos títulos empiezan a estar (misteriosamente) en boca de todos. Uno de ellos, que ya ha recolectado varios premios y parece ir en camino de varios más, es Gravity, la película de Alfonso Cuarón que ocurre casi íntegra en el espacio. Los cineastas y la industria cinematográfica en general deberían aprender a respetar que las cosas que ya se han hecho no necesitan ser hechas de nuevo. El inigualable Stanley Kubrick ya nos ofreció una obra maestra, una película única e innovadora pero sobre todo, profunda y con capas de entendimiento que marcó un antes un después para el cine. Nunca antes el espacio había sido tan abrasador, tan tensionante y multifacético. Trabajar con una película en el espacio después de 2001: Odisea en el espacio es, por lo menos un gran desafío y eso requiere tener una buena idea para contar. Cuarón se embarcó en este desafío pero tal vez la idea no fue lo suficientemente buena. Gravity es la típica película que sale de la cocina norteamericana mainstream: sensiblería, grandes efectos, actores que todos reconocen, finales triunfales, enormes tensiones que rozan lo inverosímil que sabemos que tarde o temprano se resolverán para bien, etc. Este es el estilo de grandes directores como James Cameron que crearon una identidad a raíz de este modo de hacer películas y eso lo hace respetable, porque todo efecto, todo llanto, toda tensión está justificada y de forma que nos deja conformes. En Gravity parece que todo sucediera azarosamente, que los sucesos y acciones están poco sustentados y que todo esto es una excusa o un gran capricho para hacer una película que ocurre en el espacio. La película abunda en metáforas de corte moralista que poco agregan a la historia. Si una actriz va a llevar en su figura prácticamente la película entera, esperamos que sea un desarrollo actoral excelente y un rostro atractivo que nos mantenga pegados a la pantalla. Sandra Bullock y sus lloriqueos permanentes son cosas que ya han pasado de moda y creo que ha sido una de las elecciones más erradas dentro del film. George Clooney aparece ocasionalmente y completamente cubierto con un traje de astronauta no es un buen negocio para ningún espectador, esperamos otra cosa cuando se trata de su presencia en un film. Ahora, vamos a pensar que el film tiene aspectos interesantes que la llevan a llamar la atención del gran público. Es cierto que el espacio se ha logrado a la maravilla. Es el ambiente que ocupa todo el film y es el personaje principal, es el enemigo, la grandeza, lo ilimitado con respecto al límite que se deja ver todo el tiempo: la Tierra. Tan bien logrado está que no podemos evadir la angustia, el paradójico encierro en la inmensidad y la desesperación que suscitan los momentos extremos (que son varios). En este sentido la tensión que logran las imágenes es realmente avasalladora aunque la historia poco sólida no la acompañe. Pero el elemento más determinante para esta tensión y que da nombre al film es la gravedad cero. Se logra transmitir la sensación de flotar permanentemente y la pérdida del suelo, el mundo completamente distinto que implica el enigmático espacio. Igualmente, a pesar de las emociones que suscita en el espectador, la película no entretiene y esa es la diferencia con las grandes producciones de Hollywood: el espacio, su ritmo y Sandra Bullock son aburridos. Cuenta como film interesante por su extravagante producción… Mucho ruido y pocas nueces.
"Gravedad" se vuelve a reestrenar, y si no la viste, por favor HACELO. Cuenta con 10 nominaciones a los premios Oscars, incluyendo "mejor película" y "mejor director". La historia, pensada por Alfonso (director) y su hijo, Jonas, es impecable. La dirección, puestas de cámaras, planos secuencias y varios detalles más, son literalmente para que te vuelen la cabeza, casi como lo vivieron los actores en el set. Una película que te exijo veas en 3D porque es una experiencia, esa es la definición de "Gravedad". Sandra Bullock y George Clooney, mas allá de ser grandes amigos en la vida real, contagian con su buena química en pantalla y con algunos "buenísimos" momentos de charla (guión) entre ellos. Alfonso Cuarón (para mí) es de otro planeta, y aunque me parezca un poco difícil que se lleve el premio a mejor película, sin dudas el de "mejor director" debería ser de él y de nadie más. Si no te quedo claro que quiero que veas "Gravedad", releé este párrafo otra vez.
Cable a Tierra Gravedad, de Alfonso Cuarón, tiene un peso muy específico que la convierte en la mejor película industrial del año. Un prodigio de la técnica al servicio del cine más clásico, y una experiencia visual y sonora deslumbrante, en donde hasta el habitualmente insulso y efectista 3D está justificado. El director mexicano ha sabido crear una película excepcional en más de un sentido combinando lo espectacular con lo tangible. Sus coreografías de cámara sostienen un relato equilibrado que solo desentona ocasionalmente con los excesos de una música omnipresente. La historia es mínima, dos personajes obligados a desplazarse de un punto A a un punto B, pero esa trayectoria condensa todas las trayectorias, incluyendo las de Sandra Bullock y George Clooney, estrellas que interpretan sus papeles en segundo plano. Una suerte de Aleph en donde lo mínimo encierra lo máximo, donde lo finito convive con lo infinito. La escala es muy importante, como también lo son los tiempos. Pasan pocas cosas, porque los tiempos son los del espacio, pero en cada una de esas pocas cosas la vida está en juego. Y para que esto sea palpable Cuarón se vale, como en Niños del Hombre (2006) de un recurso que maneja como pocos, el plano secuencia. La película se inicia con uno de unos 13 minutos que describe a la perfección lo bellamente hostil del ambiente de trabajo de dos astronautas, y es sin dudas antológico. Un accidente los transforma en náufragos del vacío (externo e interno), y deberán afrontarlo sin caer en la desesperación, con alguna dosis de fe pero sobre todo con voluntad, volviendo a lo elemental si quieren mantener los pies en la tierra. Porque hay otros mundos pero están en éste.
Con motivo de las 10 nominaciones a los Premios Oscar (incluyendo Mejor Actriz, Mejor Director y Mejor Película), Warner Bros. Pictures reestrena en la Argentina la asombrosa película dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón (“Y tu mamá también”, “Harry Potter y el prisionero de Azkaban”, “Niños del hombre”), quien nos invita a vivir una experiencia cinematográfica nunca antes vista con este drama/thriller espacial en el que lo técnico (sobre todo la tecnología 3D) está al servicio de la historia y lo puramente actoral y no viceversa, como en la mayoría de los casos. Aquí, estos aspectos se combinan de una manera formidable para narrarnos la tensionante historia de dos -en realidad tres- astronautas que quedan varados en el espacio sideral, a 600 km por encima de la Tierra. Se trata de la Dra. Ryan Stone (brillante desempeño de Sandra Bullock), una técnica en medicina que se encuentra realizando su primera misión espacial a bordo del transbordador Explorer junto con el veterano Matt Kowalsky (George Clooney está muy bien en su papel), un astronauta en su último vuelo antes de retirarse. El equipo se completa con Shariff (Paul Sharma). Durante una caminata espacial, al parecer de rutina para reparar el Telescopio Hubble (excepcional el plano secuencia de 10 minutos que inicia el film), Control de Misión en Houston (voz de Ed Harris) les advierte que los rusos se deshicieron de un satélite fuera de servicio mediante un ataque con un misil que ha provocado una reacción en cadena y la formación de una nube de desechos espaciales, lo cual genera una catástrofe: el transbordador se destruye y las comunicaciones se pierden, dejándolos completamente solos, a la deriva girando en la vasta oscuridad. A partir de ese momento ambos protagonistas deberán tratar de mantenerse juntos y así llegar a la Estación Espacial Internacional que finalmente los saque de allí, lo cual es muy complicado para estos dos personajes que se encuentran en “caída libre”. Pero la película se centra más en el personaje de Bullock, el cual carga con un conflicto/trauma previo de su vida personal y con el cual también tiene que lidiar mientras lucha por sobrevivir. Más allá de lo que tiene que afrontar allá arriba (comienza a acabarse el oxigeno, el combusible, el tiempo y todo lo que pueda ayudarla a regresar a la gravedad de la Tierra), el espacio en sí mismo es una metáfora que la hará reflexionar sobre la aceptación de la muerte y el renacer humano y la clave de ello está en el fragmento en el que ella entabla contacto radial con Aningaaq (voz de Orto Ignatiussen), un pescador Inuit de Groenlandia. Cuarón, y su hijo Jonás no sólo concibieron una historia que se trata sobre las aterradoras adversidades en la inmensidad del espacio sino sobre esta premisa que menciono en el párrafo anterior. Literalmente y no tanto, ella se ve obligada a aferrarse a algo (“No te sueltes”, señala el lema de la película).
En un ensayo antológico llamado Sobre el estilo, Susan Sontag decía: “la obra de arte, considerada simplemente como obra de arte, es una experiencia, no una afirmación o la respuesta a una pregunta”. Una idea similar, pero de una manera más visceral defendía en otro ensayo de la década del sesenta, más famoso aún, titulado Contra la interpretación. Después de una serie de recorridos Sontag concluía con la idea de que más que una hermenéutica necesitábamos una “erótica” del arte. Lo que la autora pensaba no era que como espectadores debíamos alejarnos de cualquier esquema de interpretación (ponía al psicoanálisis y al marxismo como los principales), sino atender a la forma por sobre el contenido. Para decirlo de otra manera, la pregunta “¿qué significa lo que estoy viendo?” se abría paso a la ontológica “¿qué es lo que estoy viendo?”. Toda esta introducción para decir que lo más interesante de Gravedad, una de las mejores películas del año, no tiene que ver con un supuesto mensaje, con la originalidad de su trama ni con sus cualidades como objeto de entretenimiento. Si la película fue tan defendida por varios críticos y va a estar incluida seguramente en más de una lista, se debe a que logra registrar el espacio de una manera inédita. Ante esta última afirmación, muchos de ustedes me van a saltar al cuello con un estandarte que dice “2001: Odisea al espacio”. Ya vamos a volver sobre la película de Kubrick, especialmente para ejemplificar una vez más la primacía del contenido por sobre la forma en muchas películas canónicas, pero antes quiero hacer referencia al 3D. La tecnología, también conocida como estereoscópica implica varios aportes en términos de experiencia, pero el principal es el de la profundidad. El 3D genera una sensación de profundidad, cosa que no es equivalente a decir “de realismo”. Cualquiera que haya visto una misma película en ambos formatos podrá atestiguar que el 3D no aporta más realismo sino todo lo contrario, dado que las figuras se despegan del fondo como si fueran cartones sobre un fondo pintado. Es decir, la experiencia del 3D construye, en todo caso, otra manera de comprender y de experimentar la realidad. Si estamos de acuerdo en que una obra de arte está ligada a sus condiciones sensoriales no podemos creer que da lo mismo ver una película en una sala de cine, en un televisor o en la pequeña pantalla de un celular. Es cierto: posiblemente entendamos en cada caso de qué se trata, sobre cuál tema quiere desarrollar algunas ideas y algunas cosas más, pero son experiencias distintas. Si viéramos Gravedad en una computadora posiblemente pensemos que está repleta de lugares comunes, que cuenta otra historia de superación en la piel de Ryan Stone (Sandra Bullock), pero lo cierto es que el universo como fondo infinito posee una potencia que se impone sobre cualquier otro aspecto. La relación que se establece entre la protagonista y el espacio que la rodea construye una soledad pocas veces vista en la historia del cine. En el caso de 2001: Odisea al espacio, la relación que se establece entre el hombre, la tecnología y el espacio, surcada a través de la historia de la humanidad, funciona como un recorrido de conquista, moviliza ideas hasta que se encuentra con un paredón enorme, literal y mefóricamente hablando. Difícilmente uno pueda negar que se trata de una gran película, pero lo que en ella son un conjunto de escenas, sostenidas por el ánimo de estilización que siempre caracterizó a Kubrick, en la película de Cuarón es un drama gigantesco. Es tan grande la soledad que siente Ryan Stone, varada en el medio del infinito, deseando con todo su cuerpo algunas bocanadas de oxígeno, que el mundo en su totalidad parece un lugar amigable. Antes de que Matt Kowalski (George Clooney) se pierda en los confines de la absoluta nada, reflexiona con una sola línea de diálogo sobre la belleza de lo que está viendo. No debe haber una experiencia más solitaria que la de la contemplación y Cuarón tiene la inteligencia de evocarla en ese momento. Desde la primera escena, la coreografía que dibujan las partes de la base destruida, desplegadas en el infinito como resultado de una explosión, obnubilan cualquier intento por tomar distancia. Por eso, interesa poco la galantería gastada de Clooney, el parentesco que se puede establecer entre Gravedad y Náufrago, el drama psicológico que se desarrolla a partir de la pérdida que sufrió Ryan Stone o incluso la excesiva banda sonora. Gravedad logra que todas esas fallas pasen a un segundo plano, casi tan lejano como una galaxia lejana, cuando nos acerca, por ejemplo, la lágrima de la protagonista en un momento crítico. Algunos mencionan esa escena como un gesto kitsch, pero pienso que el hecho de que la lágrima se fugue de su mejilla y quede suspendida en el aire, le otorgan sentido y emoción a una tecnología que en la mayoría de los casos aporta sólo espectáculo.
Invirtiendo la fantasía (o "Cómo lo hizo?") “Gravedad” es una de esas películas que vuelve a plantear la pregunta. El cine sigue renovando sus herramientas y desafiando el límite de lo real mostrándonos imágenes y mundos que cobran vida únicamente en la pantalla. Damos rienda suelta a la fantasía y nos dejamos llevar. Alfonso Cuarón ya hizo esto. “La princesita” es una película cuyo valor imaginativo –como posibilidad de escape- sigue intacto; un film con imágenes de un poder indescriptible que narra los tópicos más recurrentes como si nunca se hubieran contado (osada operación que el director también llevó a cabo con “Grandes Esperanzas” de Dickens). Revísenla. También transitó el mundo mágico de “Harry Potter”, y si bien “Los niños del hombre” mostraba un futuro algo distópico, la fantasía estaba a la orden del día. Con su nuevo film, Cuarón da vuelta las cosas al presentar uno de los temas favoritos de la ciencia ficción desde un lugar perceptiblemente real. “Gravedad” se siente de verdad. Quiero decir, si alguna vez nos imaginamos astronautas literalmente en medio del espacio, ya no dentro de la nave espacial, realizando una misión (esa es básicamente la trama de la pieza), seguro que tiene que ver con lo que nos muestra esta película. Esa es su primera virtud: cero adornos; dos cuerpos flotantes y la impresión de realidad ante algo con lo que el cine sigue fantaseando. Así y todo, cuando el espectador se pierde en la pantalla experimentando todo esto por primera vez, la pregunta no puede dejar de surgir. ¿Cómo hizo para que se vea tan (in)creíble? ¿Para no despertar la duda? Entiendo que Cuarón haya estado cuatro años para completar la película. La magnificencia como elección (o los principios por encima del éxito comercial) El espacio es fascinante pero no es sinónimo de éxito. Luego de que “2001: Odisea al espacio” hiciese historia ha habido varios exponentes. Algunos más cómicos, otros más dramáticos, otros ridículos o incluso de animación. La vida en el espacio no es siempre sinónimo de éxito rotundo. “Gravedad” elige verse magnífica y Cuarón sabe que es un antes y un después. La película ha afinado también el sentido de la aventura y su intensidad, pero contiene todos esos momentos que han hecho de las odiseas espaciales historias densas y lentas; lo que supone el riesgo comercial que se corre con un relato así, aunque lo protagonicen dos estrellas máximas de Hollywood. Lo que queda registrar es el compromiso de un director con la historia que quería contar y la forma en la que quería llevarla a cabo. Hay que reconocer también los detalles que se traslucen en esta elección de lo magnífico; el cuidado que la película tiene. “Gravedad” trabaja muchos desafíos a la vez sobre un lugar ampliamente transitado. En algún punto, lo que Cuarón está haciendo es poner un punto final a la temática –o al menos un enorme punto y aparte- e intenta hacerlo desde la emoción a flor de piel. Para eso desarrolla un diseño de sonido exquisito, con entradas y salidas justas; una partitura con climas que van y vienen y que se entrecruzan con la música que se está escuchando dentro de la historia (la canción de cuna es la clave, presten atención); y una predominancia del silencio, un peso necesario pues se trata de la inmensidad del espacio. Por último, el valor de lo magnífico tiene también su contrapartida: ver el cielo desde la misma tierra puede ser igual de imponente que ver la tierra desde el espacio. Sandra Bullock (o la concreción de lo imposible) En medio de un trabajo definitivo, que se asienta en su magnificencia, que se sabe poco vendible pero da lo mejor, el director elige a la mujer en vez del hombre. Y no cualquier mujer. Cuarón confía en Sandra Bullock para entregar algo dificilísimo y lo pone a George Clooney como mero ayudante. Bullock lo logra, por supuesto. Pero presten verdadera atención a lo que está haciendo e imagínensela, sola despertando todo eso dentro suyo. A mi me importan cada vez menos los premios, pero Sandra tiene que agradecerle al director mexicano por una posible nueva nominación a la Academia. Un reconocimiento extra de todos modos, porque no hay mejor premio que la camiseta transpirada por Bullock para que “Gravedad” nos interpele no solo como un espectacular logro técnico.
Publicada en la edición digital #255 de la revista.
El mexicano Alfonso Cuarón brinda una muestra de su enorme talento con Gravedad. La dupla Bullock-Clooney es la única protagonista. Una de las cosas hermosas que tiene el ver cine, entendido esto como la experiencia de ingresar a una sala con buenos equipos de proyección y las comodidades que corresponde, es la capacidad para hacer del espectador un títere de las situaciones que se ven en pantalla. Lograr que una persona se retuerza en la butaca, sude, llore o salga hecha un manojo de nervios, o con alegría, o con asco, es el gran poder que tiene el buen séptimo arte. La parte triste del asunto es que no lo hacen muchas películas, pero de vez en cuando aparece un director como el mexicano Alfonso Cuarón (Y tu mamá también, Niños del hombre) y patea el tablero con una producción que a cualquiera lo saca del eje. Gravedad, un filme con título pequeño al igual que su elenco, es uno de esos raros casos, donde lo audiovisual lleva de la mano al público hacia una aventura asfixiante. La doctora Stone (Sandra Bullock) es una talentosa profesional que viaja al espacio por primera vez en una misión, mientras que Matt Kowalsky es un veterano astronauta que se encuentra desarrollando su último trabajo en órbita. Cuarón deja claro en poco tiempo y con gran soltura (además de la dirección, el guión le pertenece junto a su hijo Jonás) quién es quién en este contexto: la mujer es la de los problemas, en su cabeza y en la Tierra, y el hombre es el superado, el seductor y el conocedor de esa inmensidad que es el cosmos. La dupla, absoluta protagonista de los 90 minutos del filme, se encuentra flotando a cientos de kilómetros porque tiene que resolver cuestiones técnicas, hasta que fragmentos de chatarra espacial chocan con ellos provocando el desastre y la espantosa situación de encontrarse solos en la nada literal. A partir de ese momento, se las tendrán que rebuscar para sobrevivir, con una ristra de contratiempos que incluye la escasez de oxígeno en sus equipos hasta el interrogante de cómo corno pueden hacer para regresar a casa. Juntos, somos mucho más que dos. La cita viene al pelo para el trabajo que llevan adelante Clooney y Bullock. El trabajo que realizan es notable (hablando tanto por lo que hacen sus personajes como por la labor actoral), en una película prácticamente única por su minimalismo aparente: es decir, dos seres flotando en el espacio, pero con secuencias que podrían meterse de lleno en las enciclopedias de cine por su factura técnica y por su belleza visual. Las panorámicas son espectaculares, y ya desde el inicio Cuarón se luce con la presentación contextual, al mostrar un mínimo puntito en la negrura que se va acercando hasta delinear la nave y alguien trabajando sobre ella. La nada absoluta viene en compañía de la ausencia de sonido, y para eso se propone una utilización medida de la música incidental, que acompaña cada una de las situaciones sin pasarla por arriba. Otra de las cuestiones que hace de Gravedad un trabajo pocas veces visto es que presenta una historia simple (la misión, un accidente, la lucha por la supervivencia) pero con una carestía de perspectiva que al espectador lo deja asombrado. Si vale una recomendación, es quizá el más claro ejemplo de una película hecha pura y exclusivamente para saborearla en una sala de cine, aquí no hay tecnología casera que valga para suplantar lo que el ojo es capaz de apreciar en una pantalla cinematográfica, con tecnología 3D. Gravedad es la oportunidad para satisfacer ese deseo de disfrutar del cine, y pagar un ticket para recuperar la capacidad de asombro.
Cine envolvente. El espacio es quizás el escenario más inhóspito que el ser humano pueda imaginar. Gravity se hace de esa premisa y elabora un relato escalofriante que no le da descanso al espectador de principio a fin. Prácticamente no hay historia que contar en la película, pero tampoco es necesaria. Gravitiy no es un cuento de supervivencia, sino más bien una experiencia. Hay una línea argumental que aporta cierta perspectiva a los hechos, pero el filme pone el foco en los aspectos sensitivos, no en lo narrativo, y lo hace con excelencia, gracias a una dirección que tiene más que merecida el Oscar. Se trata casi de una lección de cinematografía. La película transcurre en continuado y su percepción de tiempo real es inigualable, gracias una edición que supera todos los estándares conocidos. Lo interesante es que los realizadores no hayan caído en la tentación de utilizar técnicas de filmación propias de películas como Blair Witch Project o Cloverfield, sino que se hayan ceñido a la fotografía tradicional. Aunque tradicional, en este caso, no implique falta de originalidad. La fotografía de Gravity se destaca no sólo por sus soberbias tomas, sino por el dinamismo incluido dentro de las mismas. Hay un trabajo de planificación de cámaras y ángulos sinceramente impactante, amén de la ya comentada edición, que sin dudas incluye un impresionante despliegue de efectos especiales. Gravity son 91 minutos de frenetismo, asombro e impacto sensorial. Es una de las experiencias espaciales más inmersivas que se hayan visto en la historia de la pantalla grande, y como tal, es de visón imprescindible para todos aquellos amantes del buen cine.