Entendimiento y convivencia Green Book (2018) es un neoclásico instantáneo, una pequeña gran película que cala hondo en una dimensión que el grueso del cine contemporáneo le cuesta horrores trabajar o muchas veces decide obviar a pura cobardía o simple mediocridad, léase esa sinceridad emocional/ actitudinal que va empardada al retrato sensato y verosímil -alejado de los facilismos maniqueos de siempre- de personas reales de carne y hueso, con todas las contradicciones y la riqueza intrínseca que ello conlleva. La premisa de base es por demás sencilla y ha sido utilizada en innumerables road movies semejantes en el pasado: dos hombres completamente opuestos, Anthony Vallelonga alias Tony Lip (Viggo Mortensen), un italoamericano que encabeza el staff de seguridad del Copacabana neoyorquino en 1962, y Don Shirley (Mahershala Ali), un pianista clásico negro de impronta muy refinada, deben entenderse durante una gira de diversos conciertos a lo largo del sur norteamericano de aquella época, marcado por la discriminación racial y un segregacionismo muy exacerbado. Más allá del sustrato verídico de la faena en cuestión y el doble hecho de que Shirley fue uno de los ejecutantes más virtuosos de Estados Unidos y Vallelonga llegaría a desarrollar una carrera como actor, apareciendo tanto en The Sopranos como en opus de Francis Ford Coppola, Sidney Lumet, Martin Scorsese, Stuart Rosenberg, Michael Cimino, John Landis y Mike Newell, lo cierto es que el éxito de la obra que nos ocupa es sin duda netamente cinematográfico y sobrepasa el triste “jugar a seguro” sobre un enclave político ganado, en este caso mediante la denuncia del racismo enquistado en la sociedad del país del norte, principalmente porque los muchos logros de la propuesta están condensados en la extraordinaria honestidad de Mortensen y Ali y en la magnífica estructuración dramática ideada por el realizador y guionista Peter Farrelly, un señor que viene del ámbito de la comedia cruda noventosa (este detalle -por supuesto- acrecienta los puntos a favor ya que suma no sólo valentía sino eficacia práctica en territorio no explorado con anterioridad). El viaje en sí es a bordo de un automóvil suministrado por la compañía discográfica de Shirley, un músico bastante snob que contrata a Lip para que se desempeñe a la par como chófer y guardaespaldas durante un periplo que comienza tranquilo y de a poco se va complejizando cuando se le niega la entrada a Don -sólo por ser negro- en establecimientos sureños, algo que no padecen los otros dos miembros del trío musical construido alrededor del pianista estrella, los caucásicos Oleg (Dimiter D. Marinov) y George (Mike Hatton), violoncello y contrabajo respectivamente. Mientras que estos dos últimos recorren el camino en otro vehículo, Vallelonga y Shirley hacen lo propio basándose sobre todo en la guía de bolsillo a la que apunta el título, un libro diminuto que se publicó entre 1936 y 1966 y que ofrecía a los afroamericanos viajeros un listado geográfico de lugares donde comer y hospedarse, en esencia restaurants, hoteles y estaciones de servicio amigables para con la comunidad negra y esa naciente clase media de la misma interesada en el turismo nacional. Farrelly, conocido por sus colaboraciones detrás de cámara con su hermano Bobby, un dúo que creó comedias bobaliconas de corazón anárquico como Tonto y Retonto (Dumb and Dumber, 1994), Kingpin (1996), Loco por Mary (There's Something About Mary, 1998) e Irene, yo y mi otro yo (Me, Myself & Irene, 2000), aquí consigue la proeza de desparramar astucia narrativa y hacer creíble y profundamente humana la relación entre los dos protagonistas; por un lado manteniendo en todo momento un ritmo cercano a la comedia, aunque adaptado a las necesidades de un relato con una fuerte dosis de tragedia, y por otro lado concibiendo diálogos excelentes que nos van encauzando desde las fricciones y la desconfianza mutua inicial hacia una amistad que se construye a partir del descubrimiento progresivo de Lip a ojos de Don y viceversa, en lo que funciona como un entrecruzamiento de capas identitarias que se esconden bajo la apariencia superficial de cada uno (Vallelonga es un obrero esplendoroso de los puños y Shirley un burgués de la intelectualidad artística). Ahora bien, retomando lo dicho con anterioridad, si el desempeño de Ali es muy pero muy bueno, lo de Mortensen es directamente sublime porque reconfigura todos los clichés posibles de la italianidad en un personaje exquisito cuya comprensión de las diferencias sociales, económicas y culturales vernáculas constituye su mayor sabiduría, amén de la clásica destreza/ improvisación/ inteligencia que regala el haber recorrido las calles y el dilucidar rápido el comportamiento de los individuos como nadie. De hecho, la película también sale airosa en materia del paradigmático intercambio de los films de “parejas desparejas” como el presente, ese que involucra el trueque recíproco entre el conocimiento elevado (aquí representado en la ayuda de Shirley a Lip en la escritura de las cartas a su esposa) y la perspicacia mundana (Vallelonga rescata a Don de situaciones muy peligrosas en función de su color de piel, su condición de homosexual y su disposición aguerrida, siempre dispuesto a tratar de cambiar la mentalidad sureña amparado por el mismo tour). Director y elenco logran una fusión artística envidiable y sacan a relucir una naturalidad casi extinta en el Hollywood de nuestros días, redondeando un convite que es tan severo como hilarante vía una diáspora anímica en la que confluyen y se disipan recursos retóricos costumbristas, irónicos, literales, cultos y populares freaks. El respeto de talante humanista aparece empardado a una convivencia que va mucho más allá de los conciertos, los bares, los moteles o el simple automóvil, ya que abarca el sentido de pertenencia de cada protagonista a su propio ghetto y a la comunidad macro que lo rodea, planteo que asimismo cubre todo el espectro sexual, étnico, barrial, familiar, laboral y doméstico/ patrio. Farrelly encuentra el punto dramático exacto en el que la ficción y la verdad resultan confusas porque la creación de fondo logra hacernos olvidar que somos espectadores en un juego de espejos caracterizado por ese calidoscopio delirante y paradójico que llevan dentro todos los seres humanos y que suele hacer estallar los prejuicios más burdos y oportunistas…
Un antídoto contra la discriminación Lejos de las comedias que lo hicieron famoso, el realizador norteamericano Peter Farrelly se adentra en Green Book (2018) en la amistad entre un pianista famoso afroamericano y su chofer, ayudante y guardaespaldas, Frank Anthony Vallelonga, también conocido como Tony Lip, a principios de la década del sesenta en un tour por los estados segregacionistas del sur de Estados Unidos, territorios conocidos por su racismo y su odio contra la población afroamericana. Don Shirley (Mahershala Ali), un pianista afroamericano que combinó el jazz con la música clásica con un estilo moderno e innovador y vivió en el famoso Carnegie Hall, contrata a un maître del exclusivo club de Nueva York Copacabana, Tony Vallelonga (Viggo Mortensen), para acompañarlo en su gira por el sur de Estados Unidos. La intención del prestigioso pianista es transformar la mentalidad retrógrada y los podridos corazones de sus compatriotas a través del maravilloso poder de la música. La tarea de llevar al pianista a tiempo de concierto en concierto alrededor de los distintos estados deviene en amistad y también en comprensión de las raíces del racismo, ya sea a través de la llana discriminación, de los chistes más veniales o de las demostraciones de violencia. La relación entre ambos es también la unión de dos mundos completamente distintos pero que se encuentran para entenderse. Para las clases altas del sur el Doctor Shirley es un virtuoso en el escenario, un pianista excelso, pero fuera del escenario es otro negro que no puede sentarse en la misma mesa con los blancos ni orinar en los mismos baños que ellos. Tony, por su parte, es un hombre blanco de clase trabajadora de origen italiano con mucha verborragia y poder de convencimiento que mira con extrañeza la extravagancia del pianista y con tristeza su soledad, pero admira su cultura y su destreza musical. En este viaje de aprendizaje y apertura mental, Shirley, políglota y homosexual, afroamericano, alcohólico, solitario y culto, es sometido a todo tipo de discriminaciones, incluso por parte de las fuerzas policiales en escenas que en lugar de remarcar la humillación hacen hincapié en la voluntad del músico por superar los obstáculos, muchas veces gracias a la ayuda y el carisma de su nuevo amigo italoamericano. En un recorrido por algunos de los estados más reaccionarios del país del norte, Shirley ofrece conciertos en Pensilvania, Ohio, Indiana, Iowa, Kentucky, Carolina del Norte y Georgia, adentrándose de a poco peligrosamente en el sur profundo hasta llegar a algunos de los reductos más conservadores de Estados Unidos como Tennessee, Arkansas, Luisiana, Mississippi y Alabama, donde persistían graves leyes y prácticas consuetudinarias de segregación racial. La película también realiza una operación de deconstrucción de las relaciones de clase a partir del nexo entre el músico de clase alta y el trabajador de clase media, ambos de orígenes y realidades completamente distintas que se ven obligados a convivir y a aprender el uno del otro, para descubrir que pueden ayudarse mutuamente mientras se divierten. Ali y Mortensen realizan una gran labor al personificar a estos dos amigos en un proceso de sondeo, conexión y desconfianza mutua, apropiándose con gran versatilidad del guión del propio Farrelly junto a Brian Hayes Currie y Nick Vallelonga, hijo de Tony. El título del film se refiere a una guía para viajeros afroamericanos que fue publicada en Nueva York por treinta años entre 1936 y 1966, durante el período en el que rigieron las ominosas leyes de segregación racial en varios estados del sur. El libro funcionaba como una guía de hoteles y restaurants donde los afroamericanos podían acudir sin ser discriminados por una caterva de fascistas enajenados por su odio irracional. A pesar del tema que analiza el film de Farrelly, responsable de algunos éxitos allá lejos y hace tiempo como Tonto y Retonto (Dumb and Dumber, 1994) y Loco por Mary (There’s Something About Mary, 1998), Green Book es un film de gran calidez que no reniega del humor más franco como antídoto ante el odio racial y que apela a la emotividad y la sencillez en una obra pedagógica sobre la amistad, la comprensión y la puesta del cuerpo en favor de una política realista y estratégica de igualdad de derechos con la música como instrumento de cambio social.
¿Cuál es el color de la discriminación? Ambos viven de sus manos, uno desde su virtuosismo a la hora de ejecutar complicadas piezas para piano y el otro cuando la fuerza de sus puños amedrentan cualquier amenaza que ponga en juego los intereses de aquellos para quienes trabaja. Y entre ellos un contexto, un manto invisible que segrega más allá de la historia de cada uno; más allá de sus orígenes pero siempre teñido de ese color que no tiene gama llamado racismo. Sin embargo, a la monocromática pereza mental siempre se le impone la creatividad y la necesaria y ferviente inquietud de que pese a todo vale la pena buscar un cambio. Tal vez este sea uno de los caminos transitados por esta road movie luminosa, Green Book, escrita y dirigida por Peter Farrelly, otrora relacionado con la comedia irreverente y que -si se permite el juego- ahora se vuelve irreverente aunque en un carácter mucho más amplio y profundo cuando dobla la apuesta sobre aquellas películas que buscan abarcar mucho y se quedan en el intento. Green Book, en alusión a ese pequeño libro que funcionaba de guía para que los afroamericanos encontraran lugares en los que no operara la tradición segregacionista de los blancos y así evitar el contacto directo, funciona como road movie no sólo por respetar los códigos de este formato sino porque los personajes se transforman durante el viaje por Pensilvania, Ohio, Indiana, Iowa, Kentucky, Carolina del Norte y Georgia. El punto de partida es el pretexto de una gira para la cual el pianista afroamericano Don Shirley (Mahershala Ali) contrata los servicios de Anthony Vallelonga, alias Tony Lip (Viggo Mortensen) como chofer y guardaespaldas, pues parte de esa gira tiene por destino ciudades de Estados Unidos, más precisamente del Sur como Tennessee, Arkansas, Luisiana, Mississippi y Alabama, caracterizadas por el alto nivel de racismo en el contexto histórico en que se desarrolla la trama. La sola presencia del pianista negro en Alabama y el trato despectivo más allá de su nivel artístico es el único escenario que necesitaba el realizador de Loco por Mary para abarcar con sutileza el mayor conflicto que atraviesa al personaje de Don Shriley, algo parco, alcohólico, homosexual y retraído. Ahora bien, la fuerza de este film justamente reside en todo lo que no muestra porque no se trata de un alegato contra las prácticas racistas, tampoco de un drama testimonial como por ejemplo Doce años de esclavitud. Antes que nada estamos en presencia de un relato de opuestos que se unen porque aprenden el uno del otro; comparten sus contradicciones y miserias con la misma equidad que los caracteriza, tan imperfectos como humanos. Peter Farrelly por momentos parece construir desde su guión un film cuya base no es otra que la identidad y por ende la defensa de la identidad y de la esencia frente a cualquier obstáculo o prejuicio. No obstante para pensar en identidad entra en juego el espacio y el entorno, por lo tanto la pertenencia, otro de los caminos transitados por Green Book, y más desarrollado respecto al grupo étnico de Tony Lip. El tercer eje es el de la amistad por encima de la lucha de clases, la riqueza en el intercambio de historia y experiencias es lo que en definitiva genera el vínculo entre Don y Tony, un afro y un ítalo americano, las minorías que hicieron de Estados Unidos lo que es en definitiva hoy por hoy. Todo eso mezclado con el humanismo que también es una posición política como decisión tanto desde el aspecto estético como en lo ético. Bienvenidas sean películas como Green Book por contar la historia de Estados Unidos desde esos fragmentos sociopolíticos desperdigados en el correlato del relato del “american way of life”, una arista oculta por lo general como la del segregacionismo sureño aún vigente bajo la mirada no de un afroamericano sino de un director con sentido común y sensibilidad social como demuestra Peter Farrelly y su elenco de lujo para que explote el talento de Viggo Mortensen en un rol alejado de cualquier estereotipo de bruto de buen corazón y para el que tuvo que aumentar 20 kilos por el fisic du rol de Tony Lip (en la vida real terminó como actor de cine) y Mahershala Ali, dúctil a la hora de transmitir emociones sin desborde y simplemente con una sonrisa o una lágrima extraviada en medio de un dique de contención emocional, que a veces se rompe cuando el arte desde la música clásica o jazz habla el idioma del corazón o cuando desde la simpleza de un diálogo no forzado con el sabio Tony le devuelve aquella esperanza de no estar tan solo en su castillo de la soledad. En el piano hay teclas negras y blancas pero los acordes y las armonías se generan en la mezcla y allí la música es la que unifica. En la vida debería ser así.
Green Book entró en la pista grande de la temporada de premios por motivos vinculados con lo ideológico. Cumple, sin duda, con el manual de la corrección política, las buenas intenciones y no parece cometer errores que la coloquen en un lugar de polémica. El cine está lleno de estas películas y si alguien quiere ganar premios en la actualidad, lo más probable es que los obtenga por dos vías: biografías de personas famosas o hechos reales y/o defensa de minorías segregadas o discriminadas en el pasado o en el presente. Green Book está basada en hechos reales y tiene los ingredientes de corrección política necesarios. El error es creer que encajar con los tiempos que corren es necesariamente algo malo. Especular con premios no es lo más elevado que un arte puede pretender, eso está claro. Pero lo que si al ver la película no vemos la especulación o los méritos cinematográficos le pasan por encima, entonces no hay necesidad de ningún reclamo. Ese es el problema de la temporada de premios, nos generan un prejuicio a favor o en contra, siempre afectan la evaluación. Una vez aclarado esto, veamos qué película hay en Green Book. La historia es simple, una road movie de opuestos que deben realizar un trayecto juntos. Este argumento sirve para una comedia romántica, para una comedia con Dean Martin y Jerry Lewis o para una historia de dos presos que se fugan. Raza, religión, personalidad, sexo, los opuestos o los diferentes son siempre un material excelente para el cine y las road movie también son un género que da buenos resultados. Tanto para la comedia como para el drama, recorrer rutas, pueblos, cruzarse personas nuevas y situaciones inesperadas son excelente material cinematográfico. En el caso de Green Book los opuestos son Tony Lip Vallelonga, un guardaespaldas italoamericano bastante bruto pero efectivo y Dr. Don Shirley, una pianista y compositor de jazz negro de gustos refinados y buenos modales. Don Shirley contrata a Tony Lip para que sea su guardaespaldas y chofer durante una gira que él hace con su trío por los estados del sur de Estados Unidos. Es el año 1962 y el racismo no solo está en las personas, sino en las leyes. Restaurantes, baños y hoteles están divididos para gente blanca y gente negra. El libro verde al que alude el título es una guía para que los turistas y viajantes negros supieran donde podían alojarse a lo largo de sus viajes por Estados Unidos. Con la simpleza de Tony y para sorpresa de muchos, acepta el trabajo. El camino que recorren tendrá muchos momentos dramáticos pero en general tendrá momentos de comedia y emoción. Porque Green Book es, ante todo, una película para congraciarse con el espectador. Un crowd pleaser, como se dice en inglés. Esas que logran las respuestas exactas en cada momento, muchas veces con trucos muy obvios y previsibles, pero que igual dan en el clavo. Si todas las películas pudieran lograr lo que logra Green Book, no se lo guardarían. Ambos actores, Viggo Mortensen y Mahershala Ali están impecables. A Viggo le toca la mayor composición y al tener que interpretar a un italoamericano extrovertido, la gesticulación se convierte en parte del personaje. También engordó para el papel, lo que le abre la puerta de los premios. Porque ya sabemos, subir o bajar de peso –en los actores de cine- produce premios. Pero esto queda de lado a medida que avanza la película. Ambos están muy bien y le permiten a la película superar sus lugares comunes. El director, Peter Farrely, no hace un trabajo particularmente brillante, solo se dedica a ilustrar con mucho profesionalismo la historia. Farrelly, quien junto a su hermano hizo una serie de comedias escatológicas y provocadoras –a mi gusto horribles- hace tiempo que había mejorado y afinado el tono, incluso en esa clase de comedias, que se habían vuelto realmente buenas. Pero acá en solitario hace algo menos personal. Irónicamente, al hacer su película menos personal obtiene el mayor prestigio. No hay nada nuevo en Green Book, pero lo viejo se ve muy bien.
Imperdible, de visión casi obligatoria si te gustan las películas de buena calidad, y que encima entretienen de punta a punta. Si el nombre de Tony Lip te suena conocido, puede ser que lo hayas visto en cine o televisión, como por ejemplo en la serie de......
Uno de los hermanos Farelly, los recordarán por “Loco por Mary”, “Tonto y retonto”, y una veintena de películas de comedia donde los personajes solían caminar por la cornisa, es el director de esta película y co-guionista, lo que supone un antes un después en su carrera como realizador. Con un Viggo Mortensen que por fin le ha llegado un papel para lucirse -desde su transformación física, como de su acento al hablar- y con Mahershala Ali, quien el año pasado fuese ganador del Oscar por Moonligth y quien ya se ha hecho -por este papel- de un globo de Oro, su tercer premio del “Sindicato de actores” (SAG) y está nominado a los Oscar de manera consecutiva, crean un dupla con un aire a “Conduciendo a Miss Daisy” que te convencerá desde donde lo mires. Green Book -o Libro Verde del automovilista negro- era una guía escrita por un cartero -Victor Hugo Green- que tuvo su primera versión en el año 1936 y era una recopilación de todos los restaurantes, hoteles o estaciones de servicio -en todo Estados Unidos- en donde aceptaban clientes afroamericanos, con la idea de hacerles los viajes más fáciles y cómodos. En esta película, basada en hechos reales y co-escrita por uno de los hijos del protagonista –que además aparece en el film- es acerca de la amistad que nace en ocho semanas de viaje en auto entre el virtuoso pianista afro-estadounidense Don Shirley y un patovica italo-americano Tony Vallelonga (alguien que con el tiempo participó en películas de Coppola, Scorsesse y reconocido por su papel como el jefe mafioso Carmine Lupertazzi en la serie televisiva “Los Soprano”; y que como maître del Club Copacabana y supervisor, se codeó con gente famosa de la talla de Frank Sinatra, Tony Bennett, Dean Martin, entre otros). Tony es contratado como chofer y guardaespaldas durante una gira por el sur de los Estados Unidos en 1962, en una época dominada por el racismo. Calificación: 9/10.
Al ser un director de comedias algo chabacanas (entre ellas “Tonto y retonto”, “Amor ciego” y una de las peores películas de todos los tiempos “Movie 43”), las expectativas por el nuevo largometraje de Peter Farrelly, Green Book, eran al menos bajas. Sin embargo había dos factores que hacían que este caso pudiera ser distinto: sus protagonistas. Porque Green Book tiene a dos de los actores más prestigiosos del momento en Hollywood, Viggo Mortensen y Mahershala Ali. Inspirada en una historia real (un lugar común que ojalá empiece a mermar en algún momento), la trama de la película se centra en la improbable amistad que surge entre dos personas muy distintas desde todo punto de vista. Por un lado está Tony “Lip” Vallelonga, un típico ítalo-americano oriundo de Nueva York que cumple con todos los requisitos de este cliché: es familiero, usa musculosa blanca debajo de su camisa, es un tanto bruto y mueve mucho las manos al hablar. Quien lo acompaña es Don “Doc” Shirley, eximio pianista y doctor en psicología que vive en una suerte de penthouse encima del Carnegie Hall y es respetado por todo el exclusivo mundo del arte metropolitano. Obviamente el primer encuentro entre ambos es un choque de mundos totalmente opuestos, pero como suele suceder en estas historias de parejas disparejas, se liman asperezas en pos de llegar a una fructífera amistad. Es necesario decir de antemano que Green Book no es una obra maestra y tantas alabanzas y nominaciones a distintos premios parecieran ser una exageración, pero lo que tiene sin duda alguna es encanto. Una road movie con dos personas que no se llevan bien al principio es un tropo tan visitado por la industria norteamericana que se siente la ausencia de algún factor que haga distinta a esta película en pleno siglo XXI. Si acaso se tuviera que elegir una buena razón para recomendarla sería la dinámica y química que hay entre sus protagonistas. Ambos ofrecen dos grandes interpretaciones, tal vez siendo la de Viggo Mortensen un poco más caricaturesca y propensa al humor (del cual hay y mucho), pero que hacen que esta amistad que se va construyendo en el camino se vea genuina y pueda creerse que así sucedió realmente. El personaje que encarna Mahershala Ali por otro lado presenta muchos más matices, ya que es dueño de una sensibilidad y una altura diplomática que en principio parece inquebrantable, solo para después ir dejando filtrar las inseguridades y debilidades de toda persona. Porque el tema central de la película es el difícil trayecto que debe transitar el doc Shirley al ser afroamericano en la década de los 60. Si bien en su ciudad es elogiado y vive como un rey, éste elige hacer una gira por el sur de los Estados Unidos, acervo de toda clase de amenazas para las minorías que también responden a una serie de estereotipos a los que Green Book no les escapa sino que los abraza. El racismo es entonces un denominador común que atraviesa los 130 minutos de duración del filme, lo cual no es una novedad en esta última década de películas que suelen ser excesivamente dramáticas en el maltrato hacia la comunidad negra norteamericana con la mira puesta en los Oscar. Podría decirse que Green Book a menudo cae en esta trampa, siendo por momentos innecesariamente lacrimógena, con el uso de un suave piano para apelar sentimientos de indignación y tristeza en el público. Los espectadores estarán felices entonces de no ser tan racistas y xenófobos como los sureños retratados en la película, y ese sentimiento de confort no es precisamente algo rescatable. Lo más original en este sentido es el hecho de que Don Shirley se encuentra en una especie de intermedio que no le permite pertenecer a ninguno de los dos mundos. Es repudiado por los “suyos” por tener buena ropa, ser sofisticado y tener educación universitaria, al mismo tiempo que los blancos que lo contratan para que toque en sus fiestas lo discriminan de una manera grosera y aberrante. La soledad que le provoca no poder ser parte de ningún mundo más que del propio (encerrado en su casa tocando el piano) hace que su único vínculo real pueda ser con Tony, quien también tiene sus prejuicios pero que rápidamente se deshace de ellos. Estos cambios tan drásticos en la cosmovisión del personaje de Viggo Mortensen parecen suceder algo apresuradas, lo que no es de extrañar, dado que uno de los guionistas es su hijo Nick Vallelonga, quien se supone habrá intentado retratar a su padre de la manera más positiva posible. Como se mencionó anteriormente, el humor es clave en Green Book. En especial el que permite que los protagonistas se rían de sí mismos y de las cosas que los hace tan diferentes. Shirley ayuda a Tony a mejorar su ortografía y redacción cuando éste le escribe cartas a su esposa (escenas que pueden llegar a ser algo condescendientes pero tienen cierta ternura intrínseca), mientras que Tony, ademas de ser su chofer a lo largo y ancho del país, cumple con los roles de guardaespaldas, abogado, psicólogo y muchas otras cosas que su habilidad para hablar incansablemente le permiten. Los diálogos sobre cuestiones aparentemente sencillas o cotidianas -que no son tantos- son los momentos en los que brilla la película, pues es donde los dos actores pueden dar rienda suelta a toda su versatilidad. De cara a la temporada de premios, Green Book no se presenta como favorita, pero recibió varias nominaciones y reconocimientos inesperados (entre ellos a Mejor Película en los Oscar venideros). ¿Son merecidos acaso? La actuación de Mahershala Ali definitivamente lo es, pero el resto de ellas se ve como un intento más de reparación histórica de la Academia para con la comunidad afroamericana. La música, el vestuario y la fotografía son también elementos que, sin destacarse, cumplen con su rol efectivamente y no desentonan con la esencia de lo que es la película. Es muy positivo por otra parte que Peter Farrelly haya hecho una comedia de este estilo, con una sensibilidad mucho mayor de la que acostumbró siempre y resulta esperanzador de cara al futuro de su carrera. Pasar un buen rato en el cine debería ser algo destacable y en definitiva Green Book concede eso y un poco más sin intentar ser más de lo que es, lo cual hoy en día debe apreciarse.
Entre las películas que cuentan con una buena cantidad de nominaciones en la edición 2019 de los premios Oscar, encontramos a Green Book. Se trata de una road movie que cuenta con varios de los requisitos habituales en los films que suelen ser galardonados: conciencia social, buenas actuaciones con gran química entre los protagonistas y una historia simple y profunda a la vez. A pesar de no destacarse en los rubros técnicos, ni que la fotografía o el vestuario brillen en sus 2 horas de duración, el guión de Green Book es la estrella principal de la película y, sobre él, se remarca el contraste de dos personajes incompatibles. Green Book es una historia basada en hechos reales que se desarrolla durante los años sesenta, en los Estados Unidos. Por un lado, se encuentra el protagonista, Tony Lip o Anthony Vallelonga (Viggo Mortensen), un italo americano radicado en Nueva York, muy arraigado a la “vieja escuela” y las costumbres conservadoras de la sociedad Occidental. Tan trabajador como entrador, y un poco racista por inercia. Conocedor de la calle y criado bajo esa ley, Tony está varios meses sin empleo ya que su habitual trabajo en el establecimiento Copa fue suspendido. Mientras intenta rebuscarse la vida con apuestas y empeñando sus bienes más valiosos con tal de esquivar a la mafia italiana, aparece el “doctor” Don Shirley (Mahershala Ali). Un virtuoso pianista afroamericano que lo convoca a Tony para una gira musical por los Estados racistas del sur con su banda, en los lugares más destacados de la alta sociedad. Los hábitos refinados y elegantes del Doc, contrastan con la testarudez y la rusticidad de Tony, y allí se potencian los puntos más altos del film, sostenido por el papel de ambos actores. Tanto Mortensen como Ali, hacen carne su papel y se complementan muy bien al brindar momentos cómicos, emotivos y dramáticos. Esa variedad de sentimientos se viven constantemente, lo que hacen de Green Book una buddy movie bastante completa en cuestión de estilos narrativos. Cruzar el sur redneck no es fácil para los personajes, en especial por la actitud de las autoridades estatales. Con tanta película sobre cuestiones raciales en los Estados Unidos, Green Book no es una excepción en cuanto a la búsqueda de un mensaje fuerte, y al mismo tiempo es fluida ya que logra una gran química en la relación de sus protagonistas. Todos los personajes crecen en el desarrollo de este filme y no solamente se trata de un relato moral que busca una lección, sino que es un film de hermanos dispares que se fortalecen y aprenden en el proceso. En ese sentido, eso es lo mejor que tiene Green Book a nivel narrativo. Por el otro lado, la película es universal al exhibir las diferencias entre los seres humanos, exponiendo varios grises en la pertenencia de un grupo. Es interesante el dilema del personaje de Shirley que a pesar de destacarse en su ámbito y no ser aceptado por la alta sociedad por la cuestión racial, también se le dificulta encontrar su espacio entre los suyos, justamente por estar al margen de la media. La historia del músico está retratada de una forma distintiva ya que busca romper las barreras desde la cultura y se hace un lugar de respeto por su distinguida interpretación de la música. Don Shirley no fue pionero en quebrar el racismo, pero si fue uno de los tantos que trabajaron por romper con los prejuicios y Green Book trata indirectamente sobre todos ellos – en especial las figuras del blues y el rock – y les brinda un sentido un homenaje.
Green Book: Conduciendo al músico afroamericano. Llevándonos a los años 60, aparece una simple, clara y bien realizada road movie basada en una historia real para el deleite los espectadores y jurado de los Oscars. Los personajes a realizar el viaje son un italo-americano de clase trabajadora (Viggo Mortensen) que toma el trabajo de ser el conductor de un pianista afroamericano (Mahershala Ali) que van de gira por lugares en el sur estadounidense, en los años 60, dónde rebalsa la discriminación. Este género cinematográfico llamado Road Movie (Como Thelma & Louise, It Happened One Night, entre otras) es bastante directo, mostrando una metáfora clara sobre el viaje que realiza el personaje para desarrollarse. En este caso el vehículo en donde se transportan los protagonistas es un auto, viajando por gran parte de Estados Unidos. Teniendo en cuenta el contexto, que cada vez más al sur todo se vuelve más hostil para los afroamericanos, ya advertimos el tipo de progreso que tendrán los individuos. La relación entre ambos personajes rememora a film como Driving Miss Daisy (1989) entre otros. Aquí se destaca la mano e interés de Peter Farrelly al dirigir y escribir esta película, generando una dinámica digna de Lloyd y Harry de Tonto y Retonto (1994), con este film siendo mucho más serio. Las actuaciones estupendas de Viggo Mortensen, quien hace de Tony Lip, y Mahershala Ali el cual interpreta al pianista Dr. Don Shirley, llevan la dirección de la película sin ni siquiera morder banquina. Es prolija, divertida, y se palpa ese arco de transformación desde los primeros minutos, lo cual puede resultar contraproducente para los que esperan una película completamente original. Basada en personajes reales, comienza con la presentación de Tony Lip la cual es muy convencional, clásico italo-americano, competitivo, seguro de sí mismo, con un entorno que recuerda al de Tony Soprano. Él con algún que otro problema con “la gente de color” debe ir a una entrevista de trabajo de chófer para, justamente, un hombre de color. Obviamente lo haría por un buen precio. Lo acepta, tanto como nosotros aceptamos el trabajo de Viggo, con su simpleza y gran corazón. Él empieza a entablar la relación con el pianista Don Shirley, con un estupendo Mahershala Ali entregando un acento, predisposición y sensibilidad al personaje que emociona en muchos sentidos. Ambos deberán hospedarse en lugares que indique el “Green Book”, los cuales contienen hoteles solo para negros. Los dos sufrirán peripecias a resolver, intercalando charlas interesantes y vulgares en el auto, con una muy poderosa emocionalmente como sucede fuera del vehículo. El respeto entre ambos va a acrecentando como el cariño que nosotros les tendremos a los personajes. Con una gran banda de sonido, especialmente en una escena de un bar, se aprecian pequeños gestos humanitarios, de amigos, que resaltan siendo muy bien presentados por el guion de Farrelly, que quiere entregar entendimiento entre ambas partes de la sociedad. La segregación racial es un tema que siempre atrae el ojo de los premios Oscars. Pero no solo por eso sería una favorita de los premios. Green Book, de la mano de un magnífico Mahershala Ali, es un viaje hacia una porción de historia de aquel país del norte. Desde el italiano Tony hasta la cultura negra de Shirley que sufría inusitadas discriminaciones. A pesar que ya hemos visto films que generen estos sentimientos y situaciones, lo complaciente y categórica que resulta esta película no es para pasar de largo, es para darle un aventón.
El racismo dentro de los Estados Unidos, a lo largo del tiempo, resulta ser algo recurrente y, en materia cinematográfica, esas épocas fueron utilizadas numerosas veces para la creación de historias. En este caso, quizás pueda considerarse como un leve giro de tuerca lo que propuso Peter Farrelly en la dirección de este largometraje escrito por él, Nick Vallelonga y Brian Currie. Tony “Lip” Vallelonga (Viggo Mortensen) es un estadounidense con raíces italianas, quien tiene que buscar trabajo luego de que el restaurante donde se encarga de la seguridad cerrara por refacciones. Es por ese motivo que su camino se cruza con el de Don Shirley (Mahershala Ali), un virtuoso pianista afroamericano, quien necesita de un asistente que no sólo sea el chofer de su gira a través de todo el sur estadounidense, sino que solucione complicaciones a lo largo del camino. Las actuaciones de Mortensen y de Ali son majestuosas. Calificativo en aparencia exagerado, pero útil para que cada persona confirme por su cuenta si está bien aplicado o no. Viggo Mortensen subió veinte kilos para ponerse en la piel de este individuo insaciable de comida. A su vez, logra representar muy bien la complejidad de su personaje que trabajó en cualquier lugar por la necesidad de llevar alimento a su casa, habiendo desarrollado una excelente capacidad de persuasión en su trayecto, pero careciendo de una buena alfabetización. También, a pesar de sus raíces inmigrantes, Vallelonga tiene actitudes racistas pero que, al conocer a Don Shirley, se modifican por completo. En cuanto a Mahershala Ali, recreó a un personaje diametralmente opuesto. Don Shirley es alguien sumamente culto, quien habla varios idiomas y triunfó en el mundo de la música. Sin embargo, durante la década del ’60, el racismo tuvo un ápice de violencia y él siempre fue una víctima de la misma. Por ejemplo: él toca música contemporánea porque se vio obligado a eso, ya que los blancos no querían ver a alguien con su color de piel tocando música clásica, género que Shirley estudió desde los tres años. A lo largo de la película se mostrarán diversos aspectos de su historia de vida que no sólo no se condice con la de Vallelonga, sino que tampoco con la de la gente afroamericana dentro de Estados Unidos. La dirección también se mantiene a la altura de las circunstancias. El manejo de la cámara es el adecuado, pero lo que se destaca son los vestuarios de cada personaje, además de la ambientación de los años ’60. Mientras que el personaje de Mortensen no se preocupa por la vestimenta, el de Ali se viste con camisas de colores exóticos que siempre se destacan en cada escena, marcando así la oposición de cada uno. Por su parte, el guion es brillante. Cuando quiere buscar emoción, lo logra. Cuando quiere hacer reír, también cumple en situaciones que se mantienen a tono con la historia, sin recurrir a diálogos aburridos ni estúpidos. Sin dudas, éste es un aspecto fuerte de la película. “Green Book” es un film que quedará para el recuerdo por muchos años. Pone sobre el tapete una historia de racismo que apunta a cambiar la mentalidad de cada persona que mire la película, ya que se sitúa en el otro extremo de la violencia. A su vez, la dupla Mortensen – Ali se desenvuelve con tal química que es más que fácil identificarse con alguno de sus personajes. En definitiva, las nominaciones cosechadas por este largometraje son más que merecidas.
Simpática y desvergonzada, Green Book: Una amistad sin fronteras (Green Book, 2018) es una crowd-pleaser en la que un hombre negro y otro blanco deben viajar a lo largo del recalcitrante sur norteamericano de principios de los 60s, tolerar los prejuicios racistas, superar los propios y regresar a casa a tiempo para compartir la cena de Navidad. Hallmark solía pasar este tipo de película todo el tiempo. La historia está supuestamente basada en hechos reales; ha sido escrita y producida por el hijo de uno de sus protagonistas, pero denunciada por la familia del otro. Trata sobre el histórico tour que el músico afroamericano Don Shirley (Mahershala Ali) dio a lo largo del sur norteamericano, escoltado por su chofer y guardaespaldas ítalo-americano Tony Lip (Viggo Mortensen). El título sale de una infame guía, escrita por un tal Green, diseñada “para dar al Negro información que le evite dificultades e inconvenientes y haga placentero su viaje”. La trama es fácil de imaginar y aún más fácil de digerir. Esencialmente es una inversión de Conduciendo a Miss Daisy (Driving Miss Daisy, 1989), ahora con un chofer blanco enseñando humildad al pasajero negro. La novedad es que hay lecciones para aprender de ambos lados: Tony debe aprender a no ser racista, Don a reconectar con la comunidad que lo desprecia por cipayo. La película sigue el inviolable cronograma de un tren suizo, con paradas obligatorias en peleas circunstanciales y sus respectivas reconciliaciones. Dirige Peter Farrelly, oriundo de la comedia grosera - Tonto y retonto (Dumb and Dumber, 1994), Loco por Mary (There’s Something About Mary, 1998) - junto a su hermano Bobby. Ésta es su primera película a solas y además “seria”, pero importa una marca inconfundible: el afecto incondicional tanto por los personajes como por sus falencias. No es gran material pero los actores lo hacen entretenido y hasta plausible, rozando la caricatura pero aferrándose a un núcleo de terca dignidad que vuelve humanos y entrañables a ambos. Hay cierta astucia en la estrategia que tiene el guión de abordar el racismo de su protagonista blanco. El afable e irascible tano sobrevive el escrutinio del espectador porque sus prejuicios parecen estar más radicados en la ignorancia que en el odio. La honestidad con la que expresa sus prejuicios es la mitad del chiste; la otra mitad es el tutelaje condescendiente del músico, que tiene la paciencia de un adulto aleccionando a un niño. Dentro de todo, la película propone un arco de aprendizaje verosímil: lo que cambia a la gente es la educación. A medida que se internan hacia el sur el viaje se vuelve más oscuro, aunque nunca tanto como debe haber sido en la época o incluso hoy. El absurdo del racismo resuena porque la mayoría de sus perpetradores lo practican per se, como una verdad triste pero irreconciliable que excede al individuo. El tono de la película es simpático pero demasiado complaciente para el tema que pretende tratar. Su información no es urgente ni quiere incomodar a nadie. Lo que quiere hacer es dejar a todos contentos. Es el tipo de obra idónea para presumir en los Óscar: amena y superficialmente preocupada por problemáticas sociales, pero demasiado complacida consigo misma para ahondar en ningún tema en gran profundidad.
Sin dudas las actuaciones son impecables. El papel de Mortensen tiene una desenvoltura extraordinaria, al igual que Ali, quien sorprende con cada momento dramático del film. Por todo esto es que han logrado ni más ni menos que 5 nominaciones a los Premios Oscar, y bien merecidas.
Hay algo en las historias más simples que el cine ha sabido presentar que trascienden su propuesta. Son películas que se sienten (sí, las películas también se sienten) como caricias y que no especulan con otras emociones más que las que dispara desde la pantalla. Ni hablar si esa propuesta llega en un momento en el que uno/a está necesitado de caricias para el alma, la historia cobra más sentido y termina por ocupar un lugar privilegiado en las infinitas listas de películas preferidas que hacemos. “Green Book: Una amistad sin fronteras” (2018), dirigida por Peter Farrely (alejado de su hermano y las bromas escatológicas), se presenta como un relato sobre las diferencias y cómo el tiempo, la palabra y, principalmente, la paciencia, pueden limar asperezas entre los sujetos. El conflicto racial, permanente, constante, vigente, que Estados Unidos vive desde tiempos inmemoriales, es abordado con dosis de humor entre el contraste de un italiano y un afroamericano que deberán mantenerse juntos por un vínculo laboral. Mezcla perfecta entre “Conduciendo a Miss Daisy” y “Mejor solo que mal acompañado”, en la historia, inspirada en la real amistad de los personajes principales, veremos cómo un matón llamado Tony (Viggo Mortensen) acepta un trabajo momentáneo para trasladar por el interior de la américa profunda a Don Shirley (Mahershala Alí) un prestigioso pianista. Entre ambos, independientemente de cuestiones raciales, hay un universo completamente ajeno que los separa, por lo que a medida que el viaje avance, aquellas diferencias irreconciliables son las que terminarán por configurar una línea narrativa que suma temáticas como la discriminación, el odio racial, la homosexualidad, para enriquecer su historia. “Green Book: Una amistad sin fronteras” funciona porque decide no apelar a golpes bajos ni situaciones exageradas, aprovechando el histrionismo de Mortensen y Alí para sembrar los tópicos de la película, en un duelo actoral único que merece ser reconocido en la temporada de premios. Lo más interesante de esta road y buddy movie, es que si bien al comenzar, las premisas quedan establecidas, al correr el metraje aun sabiendo o presuponiendo lo que seguirá, el placer de género está presente y supera cualquier corrección política que el guion presente. Una sólida reconstrucción de época, música que suma climas y atmósferas en momentos decisivos y la estratégica habilidad para revelar de manera dosificada aspectos asociados a los protagonistas, hacen de “Green Book: Una amistad sin fronteras” un relato que no decepciona. Por simple, honesta, directa, entrañable, pero, principalmente, por transmitir un mensaje de esperanza, de diálogo y de conexión, en momentos en donde ni siquiera un “libro verde”, al que alude el título, podría ayudar a forjar una amistad.
Nominado a cinco premios Oscar, este auténtico crowd-pleaser narra la relación que se establece entre dos personajes opuestos (un sofisticado y rígido músico negro y un elemental chofer y guardaespaldas de origen italiano) durante un largo viaje por el sur profundo de los Estados Unidos en 1962. Una fábula contra el racismo narrada con fluidez y encanto, pero también con algo de cálculo y demagogia. El Green Book era una guía usada por algunos conductores blancos para conocer los lugares donde disfrutar de unas vacaciones en el sur de los Estados Unidos sin conflictos (eufemismo para indicar los hoteles y restaurantes que no aceptaban a los negros en sus instalaciones) y muy especialmente destinada a los afroamericanos para saber donde era mejor no meterse porque no serían precisamente bienvenidos por los dueños y clientes. Y Green Book es el título de este crowd-pleaser atractivo y bienintencionado, pero también un poco obvio y previsible, que puede ganar uno o más premios Oscar dentro de diez días. Alguna vez Peter Farrelly fue -trabajando a cuatro manos con su hermano Bobby- un realizador iracundo, incómodo, políticamente incorrecto dentro de las comedias “deformes”. Como por arte de magia y filmando ya en solitario, el codirector de Tonto y retonto, Loco por Mary y Amor ciego se convirtió en un profesional dócil, un artesano capaz de construir una película algo demagógica y didáctica, pero en varios pasajes también irresistible en sus dosis de humor y humanismo, como Green Book. Estamos en 1962 -pico de la intolerancia en los Estados Unidos- y nos encontramos con dos personajes bien disímiles, en principio opuestos y hasta antagónicos, que (esto es Hollywood) terminarán construyendo esa “amistad sin fronteras” a la que alude el spoileador subtítulo de estreno en la Argentina. Si ya sabemos el qué, lo interesante del film será entonces conocer el por qué, y en ese viaje (porque Green Book es esencialmente una road-movie) descubriremos junto con ellos que las diferencias raciales, sociales y culturales son muchas veces construcciones o imposiciones ajenas. Por un lado tenemos a Frank Anthony Vallelonga, un matón italiano del Bronx que Viggo Mortensen interpreta con indudable encanto, pero también con algunos excesos que lo dejan al borde del estereotipo, un tipo básico, algo torpe y bruto, pero de dignos principios y buen corazón; por el otro, a Don Shirley (el omnipresente en cine y TV Mahershala Ali, candidatazo a quedarse con el Oscar a mejor actor secundario), un eximio compositor e intérprete negro de música clásica y jazz tan distinguido como contenido, tan culto como despreciativo. Shirley necesita un conductor y guardaespaldas que lo lleve desde su departamento ubicado sobre el prestigioso Carnegie Hall de Nueva York hasta sus múltiples destinos (el sur profundo no era por entonces un territorio particularmente propicio para un afroamericano) y Vallelonga se convertirá en su ángel de la guardia en una película de enredos, diálogos cargados de sentido, y metáforas y moralejas inspiracionales. Lo mejor del film, en ese sentido, es que en varios pasajes prefiere descansar en un humor zumbón en vez de caer en la bajada de línea aleccionadora. Hay algo en el orden de las expectativas que disminuye un poco el impacto de Green Book. Probablemente vista fuera del contexto de “favorita al Oscar” estaríamos hablando de un film pequeño y bastante logrado que apunta a las emociones y a valores edificantes. Pero si uno tiene que ubicarlo entre lo mejor de 2018 ese lugar le queda indudablemente grande (bueno, hace casi tres décadas ganaba el Oscar principal Conduciendo a Miss Daisy). ¿Que tiene cierto rigor, cierta nobleza, cierta pericia y cierta eficacia? Sin dudas. Farrelly habrá perdido su capacidad de provocación, pero ha ganado en solidez como narrador. En ese sentido, Green Book no solo “se deja ver”, sino que también se puede disfrutar sin (demasiada) culpa.
Son, se podría decir, el agua y el aceite, pero si el filme es una road movie, una película del camino en el que uno conduce y lleva al otro, tanto el agua como el aceite se necesitan. Por lo cual Green Book podría ser una moderna Conduciendo a Miss Daisy, aunque el chofer sea un italoamericano malhablado (Viggo Mortensen) y el Dr. Shirley, un refinado músico, un pianista afroamericano (Mahershala Ali), por 1962. Green Book tiene todo para complacer al espectador. Es lo que los estadounidenses han dado en llamar como crowd-pleasing (agradable a las masas, o si se quiere, al púbico), lo que per se no tiene nada de malo. Para los tiempos que corren, una historia que enfoque el racismo, aborde aunque no de lleno la homosexualidad y la posibilidad o no de ser y vivir siendo diferente ya es motivo suficiente para que esta película sea candidata al Oscar. Pero la verdad es que el filme de Peter Farrelly -algo alejado de ser uno de los hermanos directores de Loco por Mary o Tonto y Retonto- es mucho más que correcto, tiene momentos de emoción genuina y un par de actuaciones memorables. Tony trabajaba en el Copacabana haciendo, en sus palabras, relaciones públicas. En los hechos, se deshace de los tipos que generan problemas o molestias a los clientes del lugar. Como el “Copa” cierra por dos meses por refacciones, y en la casa en el Bronx donde vive con Dolores (Linda Cardellini, de Bloodline) y sus hijos y hay que parar la olla, se presenta a un llamado para ser chofer. Don Shirley es negro, y Tony ha tenido hasta el momento tratos despectivos con afroamericanos. Tony es un racista que ve con malos ojos a todo aquel que no sea de ascendencia italiana. Así que primero no acepta, pero luego terminará conduciendo a Mr. Shirley en su gira por el sur -racista- estadounidense. El trato incluye realizar las tareas necesarias para que nada impida el cumplimiento de los conciertos de Shirley. Tony es morrudo (Mortensen aumentó casi 20 kilos) y bien sabe cómo conseguir, casi siempre, lo que se propone. Puede parecer extraño que Farrelly se haya puesto detrás de cámara en esta historia, pero ha demostrado en el pasado que sabe como pocos manejar los resortes y entretener al público. Y en eso Green Book marcha como un crucerito en aguas tranquilas. Basada en una historia real -el libro verde del título refiere a esa guía, también verdadera, para que los afroamericanos pudieran recorrer y alojarse en lugares sin ser perturbados-, el encanto del filme está depositado en las actuaciones de sus protagonistas. A Mortensen el Oscar se le puede escapar porque pareciera cantado que este año el premio va a Rami Malek (Bohemian Rhapsody) o a Christian Bale (políticamente incorrecto por El vice). Pero es un placer enorme verlo componer a un tipo directo, sencillo, de buen corazón pero, en lo que coincide con Shirley, que hace de la dignidad su tarjeta de presentación. Mahershala, sí, ya debe tener su discurso preparado para el domingo 24 como actor de reparto. La contraposición social, de lenguaje y maneras de relacionarse de ambos personajes es un elemento del cine más viejo que el cine mismo. Y cuando esa química en esa relación funciona, la empatía con el público está garantizada. En síntesis, no hay nada novedoso en Green Book, pero sí muchos momentos en los que desde la platea un gozo, una satisfacción en sentirse entretenido con lo que le ofrecen. Ultimamente, no pasa muy a menudo.
En 1962, época de un racismo exacerbado, tiene lugar esta historia entre Anthony Vallelonga (alias Tony Lip, Viggo Mortensen), un ítaloamericano algo rústico y frontal que trabaja para el Copacabana de New York como personal de seguridad, y Don “Doc” Shirley (Mahershala Alí), ganador del Golden Glob, el SAG y nominado al Oscar por éste papel. Don es un eximio pianista, además de psicólogo, refinado y afroamericano, quien vive en el piso superior del Carnegie Hall. Tony, casado con Dolores (Linda Cardellini) y con dos hijos busca lo que sea para subsistir al quedarse sin empleo. Cuando se entera que buscan un chofer va a la entrevista sin saber con qué se va a encontrar. Le cuesta aceptar el trabajo, debido a su racismo, pero sólo es llevar a Don en un viaje de 8 semanas por el Sur de Estados Unidos y hacer que éste llegue a cada concierto sin meterse en problemas, cosa que no será tan simple. Basada en una historia real, ésta road-movie, nominada a 5 Premios Oscar, relata como dos personajes antagónicos, que al principio no establecen empatía, logran forjar una amistad más allá de cualquier diferencia. El título de la película hace referencia al famoso “Green Book” escrito por el cartero Victor Hugo Greeen, que informaba a qué lugares (hoteles, bares, restaurantes) estaba permitido que fueran las personas de color. El director Peter Farrelly sorprende con una película (después de comedias como “Tonto y Retonto”) en donde se tocan temas profundos: discriminación, rechazo/aceptación y familia. Su mayor logro fue sacar lo mejor de cada actor: Viggo Mortensen engordó 20 kilos para el papel y si bien por momentos roza la caricatura, está increíble. El superlativo es para Alí, quien nada entre aguas de rechazo permanente y admiración por su condición de pianista excelente en los grandes eventos para transformarse en un paria a la hora de cenar en lugares de su agrado, o usar, tan sólo, un baño decente. Amado y rechazado: difícil de manejar. Una amistad improbable que va creciendo con las millas que recorren en el auto, Con momentos tiernos que emocionan y admiración mutua, sobre todo de Tony, reticente al principio, para luego entenderlo todo. El camino se encarga de poner las cosas en su lugar. Un film notable con guión de Brian Hayes, Farrelly y Nick Vallelonga (hijo de Anthony Vallelonga en la vida real). Vale la pena hacer el recorrido. ---> https://www.youtube.com/watch?v=PNIQm6EBPuI ---> TITULO ORIGINAL: Green Book ACTORES: Mahershala Ali, Viggo Mortensen, Linda Cardellini. Dimiter Marinov. GENERO: Nominada al Oscar , Drama , Biográfica . DIRECCION: Peter Farrelly. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 130 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años FECHA DE ESTRENO: 14 de Febrero de 2019 FORMATOS: 2D.
Green Book: Una amistad sin fronteras. Siendo una de las principales candidatas al Oscar, este jueves se estrena Green Book, dirigida por un sorpresivo Peter Farrelly y protagonizada por nuestro tan querido Viggo Mortensen. ¿Tiene su puesto merecido en esta carrera de premios? Esta historia basada en la historia real del italoamericano Tony Vallellonga que trabaja como chófer del habilidoso pianista Don Shirley, que es discriminado por su color de piel y debe luchar contra la sociedad que lo aísla. Claramente resalta que una película tan dramática y social este dirigida por Peter Farrelly, conocido por liderar comedias del estilo de “Tonto y retonto” o “Locos por Mary“. Por suerte debemos aclarar que el tema está tratado con seriedad en los momentos que lo merece, y la historia real que cuenta está retratada, por lo menos, con respeto. Eso no quita que la película tiene sus momentos de humor, pero están llevados con buena mano, manteniendo el tono de la obra y aligerando su visionado. Lo primero a destacar en la película es, sin lugar a dudas, las enormes actuaciones de los personajes principales. Viggo Mortensen haciendo de Tony es el principal estandarte del film, y es muy divertido ver toda la caracterización del actor y sus cambios para adaptarse al personaje italoamericano que interpreta. Desde el clásico gesto con la mano hasta la forma en la que habla y se mueve, Viggo hace un papel genial que, junto a la excelente interpretación secundaria de Mahershala Ali como Don Shirley, conforma la cúspide de calidad. El problema es que, dejando estas enormes interpretaciones a un lado, la película no logra mucho más. Visualmente no destaca en nada más que algún momento de ambientación acertado, algo frustrante si recordamos el potencial del tema que habla la historia. El sonido, por ejemplo, es otro elemento dejado de lado, y que frustra aún más sabiendo que la película habla de un músico siendo discriminado. No es que no haya música, porque obviamente es un elemento importante del film, pero no destaca en absoluto y los pocos momentos musicales son olvidables. Todos estos aspectos técnicos no están mal, ni molestan específicamente, sino que están desarrollados con lo justo, y dejan a las interpretaciones como el único caballito de batalla en la película. El guion, en cambio, da una de cal y otra de arena. Por un lado está el desarrollo monótono de la trama, que no sorprende en ningún momento. Los pasajes más intensos dramáticamente son débiles y no llegan a jugar del todo con el potencial de la historia. Aunque los instantes en los cuales uno realmente comprende el mensaje del film y logra ponerse en la piel de los personajes existen, pero se cuentan con los dedos de una mano. En cambio, el humor en el film está desarrollado de una manera mucho más efectiva y precisa, y entendiendo de dónde viene el director, es comprensible. No es burdo, pero tampoco es un humor sutil, manteniendo un balance muy adecuado y que no irrumpe en el ritmo de la película. En conclusión, Green Book: Una amistad sin fronteras es una historia agradable y realizada con aprecio y cariño. Las interpretaciones de Viggo Mortensen y Mahershala Ali son claramente destacables y merecedoras de cualquier nominación, pero la película en si no trasciende ni se destaca en nada más. Su guion es un poco predecible y su desarrollo es un poco cliché, pero cuando los créditos corren, se termina apreciando el viaje.
LAS HISTORIAS QUE EL APARTHEID YANKEE NOS DEJÓ Hollywood ya nos tiene bastante acostumbrados a que todos los años nos ofrece películas sobre la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Vietnam o sobre el Apartheid que coexistió en aquella sociedad tan autoproclamada democrática que asusta. Este año nos trae una historia verídica que mezcla arte, cultura y resistencia en Green book, dirigida por Peter Farrelly y protagonizada por Viggo Mortensen y Mahershala Ali. El film sigue la historia del primer pianista negro (Don Shirley) en realizar una gira por Estados Unidos. Para ello, este virtuoso músico contratará a un chofer blanco, recomendado por sus conocidos ya que sabe encargarse muy eficazmente de los problemas que surgen a su alrededor. Este chofer es Tony Lip, un hombre de clase trabajadora de los suburbios que bien sabrá acomodarse a la situación y a los prejuicios que trae encima. A través de esta sutil road movie, la pareja protagonista se irá conociendo, compartiendo momentos y viviendo en carne propia lo injusta que supo ser la sociedad estadounidense en la década de 1960. A través de situaciones cotidianas, pero al mismo tiempo increíble de creer que hayan sido ciertas, la historia nos revela el trasfondo incoherente de un sistema cultural que explota a sus artistas pero que no puede salvaguardar la segregación que se encuentra en su base social. Y para sortear esta discriminación, será de clave importancia el “Green Book”, la guía de viajes que establece cuáles son las zonas, lugares y establecimientos que aceptaban afroamericanos. Claramente nuestra pareja protagonista irá resolviendo, aceptando o evitando diferentes situaciones problemáticas al mismo tiempo que se irán haciendo más y más amigos. Green book esta filmada con atinadas tomas de los pueblos que los músicos irán visitando, de las rutas que transitan, al mismo tiempo que la ambientación de época está correctamente establecida. Los diálogos son un rico ejemplo del choque cultural que esta dupla representa: el encuentro de dos clases sociales diferentes, la trabajadora y la “acomodada”, con estudios y de reconocimiento social, ya que a pesar de las diferencias raciales que bien establece una jerarquización según las reglas sociales de aquel entonces, el film también nos demuestra el choque clasista de los incipientes amigos. Aunque claramente Hollywood nos da cuenta de que ambos tienen cosas que aprender del otro. Clásico y siempre efectivo happy ending for everyone. Junto con Pantera Negra, Infiltrado del KKKlan y Si la calle Beale hablara, Green book viene a refrescarnos la deuda histórica y el mea culpa artístico que tanto le ha dado de comer a la industria cinematográfica estadounidense. Quedará esperar a ver qué repercusión tienen estos films en la pronta entrega de los premios Oscar, y ver qué tan “políticamente correctos” son en este 2019.
Es una película en tono de comedia, con momentos francamente divertidos que toca de manera penetrante y dolorosa el tema del racismo en los años 60 en EEUU. Recordemos que al final de esa década recién los afroamericanos pudieron estar en pie de igualdad con los blancos. Hasta ese entonces soportaban la humillación de usar baños diferentes, lugares distintos en transportes, hoteles y restoranes separados y en algunos lugares no podían transitar libremente al caer el sol. En ese contexto una guía “The negro motorista green book” al que hace referencia el titulo, era imprescindible para evitar violencia y cárcel en los estados racistas. Y lo que se cuenta, con libertades, es la historia de un virtuoso de la música, un niño prodigio, que estudio en Leningrado, hablaba varios idiomas, tenia tres doctorados, Don Shirley. Para una gira por el sur segregacionista, contrató a un patovica ítaloamericano blanco como chofer y guardaespaldas, Frank Anthony Vallelonga, conocido por Tony Lip. Una suerte de “Conduciendo a Miss Dasy” pero al revés. Con este material debuta como director en drama, Peter Farrely (siempre con su hermano Bobby transitó la comedia como en “Loco por Mary” o Tonto y retonto”) y escribió el guión con Brian Currie y Nick Vallelonga (el hijo de Tony) Este material tiene todo lo que se sabe encantará al público, la unión de una “pareja despareja” que encontrará el camino de la amistad y también de la redención. El músico talentoso y reconocido, refinado pero tremendamente solo, sin identificación con su raza y su música. El buscavidas popular, racista, conocedor de los mafiosos, pero inteligente y perceptivo. Para los dos el viaje que dura dos meses será fundamental en sus vidas. El terrible azote del odio racial no se disimula nunca. Pero también abundan, para equilibrar, los pasos de comedia y el humor sabiamente dosificados. Y lo mejor que tiene el film es esa dupla de adorables actores. Entre el “engordado” Viggo Mortensen, dotado para la comedia que adquirió a la perfección el toque italiano, terriblemente simpático y entrador, pero que también sabe que puede abrirse paso con sus puños y su arma. (En la vida real Tony Lip trabajo como extra en “El padrino” y tuvo papeles en “Buenos Muchachos” y “Los Sopranos”). Y en contraposición el refinado personaje que hace Ali Mahershala, lleno de sutilezas y contención que ya le ha valido varios premios. El filme que tiene cinco nominaciones a los premios Oscar, incluídos los dos actores, lo tiene todo para entretener y emocionar. Es redondo en su previsible recorrido, honesto y también convencional. Pero realmente bien hecho.
Una road movie con tono de fábula La historia de una improbable amistad entre un refinado pianista negro y un rudo patovica italoamericano cumple con todos los requisitos para congraciarse con los espectadores y, también, con los electores de los premios, incluido el Oscar. Apenas horas después de su estreno mundial en el último Festival de Toronto, los medios especializados de Estados Unidos ya hablaban de Green Book como una de las fijas para la por entonces inminente temporada de premios, un pronóstico que los anuncios de las ternas de las diversas entidades que otorgan estatuillas durante el primer bimestre del año no hicieron más que validar. Ganadora del Globo de Oro a Mejor Comedia o Musical y con presencia en el rubro Mejor Película de los Bafta británicos –donde perdió, como casi siempre, frente a Roma– y los próximos Oscar, la historia de una improbable amistad entre un refinado pianista negro y un rudo patovica italoamericano a comienzos de la década del 60 cumple con todos y cada uno de los requisitos para congraciarse tanto con los electores como con los espectadores. A todos ellos contenta abrazando el manual de la corrección para entregar una de esas fábulas plena de buenas intenciones que aborda la segregación racial con un tono leve y amable. Es cuanto menos llamativo que un director acostumbrado al escándalo y la provocación como Peter Farrelly sea el responsable de Green Book, pues cuesta imaginar una película más alejada del salvajismo y el zarpe de las comedias que realizó junto a su hermano Bobby durante los 90 y 00 (Tonto y Retonto, Irene, yo y mi otro yo, Pase libre) que ésta. Como si aquella etapa de su filmografía le resultara ajena, Farrelly va en busca del prestigio a caballo de esta reversión racial de Conduciendo a Miss Daisy y estructurada a la manera de road movie, ese subgénero de historias de viajes en ruta en la que los protagonistas mutan su forma de ver el mundo a medida que cambia el paisaje, al tiempo que se retroalimentan mutuamente. Claro que para que esa retroalimentación ocurra es necesario que cada uno tenga algo que el otro no: que de tan opuestos resulten complementarios. Y vaya si los protagonistas de Green Book –que para su lanzamiento local agrega el subtítulo Una amistad sin fronteras- lo son: modosito, silencioso, solitario y delicado en su habla y modales uno; recio, brabucón, familiero y charlatán el otro. Todo arranca cuando a Tony “Lip” Vallelonga (un Viggo Mortensen especialmente engordado para la ocasión) le anuncian que el bar en el que trabaja como seguridad cerrará durante dos meses. El dinero escasea en la economía de esa familia amuchada en un departamento del Bronx, tal como demuestran un par de escenas deliberadamente volcadas a la comedia grotesca, en lo que podría ser la única huella del cine de Farrelly, y por lo tanto es necesario encontrar un ingreso extra para soportar la clausura. Un trabajo a priori sencillo como chofer y guardaespaldas de un prestigioso doctor asoma como la salvación. Pero hay dos problemas. El primero es que el doctor es, en realidad, un pianista llamado Don Shirley (Mahershala Ali, el actor afroamericano del momento) que necesita un conductor para una gira de dos meses por el sur de Estados Unidos; el segundo, y más importante, es que el hombre es negro. Y los negros no le caen del todo bien a Lip ni a casi nadie en el sur. La gira, entonces, como escenario de la transformación. Nominada a cinco Oscar, entre ellos Actor principal y de Reparto para Mortensen y Ali, respectivamente, Green Book hace de la transparencia su principal cable de conexión con el público. Transparente es su relato tan predecible como fluido, así como también una mirada inocente, carente de subrayados y alejada de la denuncia burda y bienpensante sobre la segregación. Farrelly muestra diversas situaciones cotidianas de discriminación con el mismo perfil bajo con que Don acepta usar baños diferenciados o dormir en pocilgas por no ser aceptado en hoteles de mayor confort, para indignación de un Lip que, oh sorpresa, descubrirá que el negro es un tipazo. Lentamente irá empatizando y aprendiendo con –y sobre– ese hombre ajeno a las costumbres de “su gente”, como le remarca una y otra vez durante las charlas, mientras Don se nutrirá del “saber hacer” callejero de su chofer. No parece casual que las últimas postas del viaje coincidan con las vísperas de Nochebuena. A fin de cuentas, Green Book utiliza al racismo con excusa argumental para una película navideña en la que triunfa la conciliación y la paz. Quien quiera un posicionamiento político potente, agitador e incómodo sobre el tema, mejor que vea El infiltrado del KKKlan, de Spike Lee.
Conduciendo a Don Shirley Tuvieron que pasar muchos años para que se lo reconozca a Peter Farrelly (Tonto y Re Tonto, Irene yo y mi otro yo). Por suerte el momento llegó y es de la mano de Green Book, una película basada en una historia real que representa los 60 donde las diferencias étnicas estaban extremadamente marcadas. Está protagonizada por Viggo Mortensen y Mahershala Ali, ambos nominados para los Oscar como actor principal y de reparto respectivamente. Tony Lip (Mortensen) es un inmigrante italiano que vive en Estados Unidos, tiene varios prejuicios instalados que nunca replanteó y se queda sin trabajo. En la búsqueda aparece la oportunidad de ser el chofer de Don Shirley (Ali), un pianista afroestadounidense reconocido por sus dotes en la música clásica. En un principio parece que la dupla no va a ser la indicada por sus diferentes procedencias, pero la ruta, el diálogo y las experiencias vividas cambian la relación. El género claramente se apoya sobre la comedia. Un guion tan gracioso como duro es lo que nos presenta Green Book, donde la road movie sirve para establecer los vínculos entre los personajes y las intrépidas acciones de Tony le quitan la estructura seria y reservada de Shirley. Contiene un manejo de la época elegante, con gags de ese entonces, que vuelve una narración intelectual pero fácil de seguir. La dirección de arte se encarga de que no se le escape ningún detalle actual en la representación de aquel entonces. Las situaciones que reflejan el racismo en 1962 son devastadoras porque todos los días se viven momentos similares. Se puede ver cómo sufría una persona de tez negra, aunque sea el mejor pianista del país. Las actuaciones se llevan todos los elogios con sus interpretaciones, logran captar las emociones indicadas y se vuelve totalmente verosímil para el espectador. Es una película redonda técnicamente desde donde se la mire, los puntos fuertes se encuentran en lo mencionado anteriormente pero también se destaca el montaje, la fotografía y una sublime banda de sonido. Algo que es importante -y para nada menor- es el mensaje que transmite, las personas no se diferencian por su lugar de origen o sus características físicas, la amistad trasciende toda diferencia étnica.
“Green Book: Una amistad sin fronteras”, de Peter Farrelly Por Ricardo Ottone Peter Farrelly es reconocido desde mediados de los 90 por las películas que filmó junto a su hermano Bobby. Al igual que otros famosos dúos de hermanos realizadores como los Coen, los Wachowski o los Russo, los Farrelly se labraron un nombre en la Industria y se volvieron marca. Los hermanos Farrelly se convirtieron en referentes de la nueva comedia americana con su humor incorrecto, escatológico y zafado en títulos como Tonto y retonto (1994), Loco por Mary (1998) o Irene, yo y mi otro yo (2000). Green Book es un quiebre en la carrera de Peter Farrelly, no solo porque es el primer film que dirige en solitario sino además porque implica un cambio de registro: un drama de época, inspirado en hechos reales y con mensaje de tolerancia. Aunque, como ya veremos, tampoco abandona el humor. Los protagonistas, basados en personajes reales, son Tony Lip (Viggo Mortensen) un italoamericano, grandote y rudo pero también bonachón que se gana la vida como seguridad en Night Clubs de Nueva York, y Don Shirley (Mahershala Ali), un virtuoso pianista clásico afroamericano, sofisticado, delicado y solitario. Shirley contrata a Tony para que sea su chofer en una gira por el sur profundo del país y lo hace en buena parte porque supo del talento innato de Tony para resolver situaciones difíciles. Estamos en 1962, un momento álgido de las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos. Es el mismo año que el estudiante negro Meredith James ganó una demanda para estudiar en la universidad de Mississippi y tuvo que entrar escoltado por la policía. Hace solo 7 años, en 1955, una mujer negra, Rosa Parks causó un revuelo al sentarse en un asiento de autobús destinado a los blancos y todavía falta un año para la histórica marcha sobre Washington encabezada, entre otros, por Martin Luther King. El Green Book al que el título hace referencia era una guía que se publicaba entonces para que los negros que viajaban por el país supieran en qué lugares eran bienvenidos y que lugares era mejor evitar por su propia seguridad. El sur del país es un escenario tristemente privilegiado para la tensiones raciales y un músico negro tocando “música de blancos” en lugares solo permitidos a los blancos anticipa problemas. Ambos lo saben y la misión de Tony va a trascender largamente la de trasladar a Shirley de un lugar a otro. El escenario está servido y la fórmula funciona como en automático. Todo lo que uno supone que va a pasar, efectivamente pasa. Problemas con los racistas del sur, con las autoridades (también racistas), momentos de tensión y peligro que Tony va a resolver a su manera. Y también la relación entre dos personajes tan distintos, por sus diferencias raciales y sobre todo culturales. Esa relación va a arrancar con cierta desconfianza, unos cuantos chicaneos y roces y, con el correr de los kilómetros y las situaciones compartidas, va derivando en un entendimiento y una amistad genuina por encima de las diferencias. Lo que salva todo esto de ser un mamotreto solemne y fastidioso son dos cosas. En principio sus protagonistas. Viggo Mortensen y Mahershala Ali son el corazón de la película, sus interpretaciones y la química entre ambos llevan el film adelante y, aunque sus personajes son un poco estereotipados, ambos actores los vuelven queribles e interesantes. Tony en cierto modo es como el estereotipo del italoamericano que no desentonaria en una escena de Buenos Muchachos o Los Soprano, un poco bruto, algo simpático y seductor, un poco chanta y acostumbrado a resolver los problemas a los golpes, pero sobre todo un buen tipo. Shirley es algo así como el anti-estereotipo que contiene gran parte de lo que a un negro no se le permitía ser: educado y distinguido, un poco estirado pero con un fuerte sentido de la dignidad. Justamente es su no adecuación a lo esperable de un negro en los 60 y su negativa a aceptar ese lugar lo que lleva el conflicto adelante. Y también la inversión de roles ya que Tony es el empleado blanco de un patrón negro, algo que hace ruido adonde quiera que van. Aunque esa inversión va un poco más allá, eso se nota por ejemplo en la escena en que se quedan varados en la ruta y Shirley puede observar de primera mano el trabajo duro de los campesinos negros en una plantación o en el hecho más simpático de que es Tony el que introduce músicos populares negros a Shirley. Habría que recordar que uno de los guionistas, Nick Vallelonga, es el hijo del verdadero Tony, así que cabe esperar cierta idealización. El guión presenta al principio aspectos más problemáticos de los personajes. Tony tiene actitudes racistas al principio de la película (tira a la basura unos vasos usados por plomeros negros) y Shirley está atravesado por cierto desdén de clase y en cierta medida reniega de su “negritud” moviéndose en círculos exclusivamente blancos sin mezclarse con lo que Tony llama “su gente”. Estos aspectos son superados como parte de la transformación que ambos tienen en el viaje. El otro elemento interesante es que Farrelly efectivamente cambia de registro y presenta aquí un drama de época, pero no se olvida de sus orígenes e inyecta una buena dosis de humor al relato, no tanto el escatológico y zarpado por el que es conocido sino uno más costumbrista y basado en los diálogos. Mortensen y Ali tienen unas cuantas escenas que son prácticamente de Buddy Movie lo que le da un poco de aire y liviandad al lidiar con un tema “importante”. Por otro lado el film tiene mucho de road movie que es algo que Farrelly ya exploró en su primer film, Tonto y retonto, donde los dos tarados protagonistas atravesaban el país para devolver un maletín. Por supuesto, las comparaciones terminan acá. Farrelly aquí apuesta a la simpatía de sus personajes y también a la emotividad. En ese sentido van las escenas de quiebre, las discusiones, la apertura de sus corazones y las confesiones de sus vulnerabilidades, coronando con un cierre navideño que es tradición en Hollywood desde Qué bello es vivir (1946). Nominada a cinco premios Oscar, película, guión, edición, actor principal (Mortensen) y actor de reparto (Ali, a quien lo de “de reparto” le queda muy chico), tiene mucho de lo que la academia de Hollywood suele premiar. Es previsible y manipuladora pero también entretenida y disfrutable. Quizás no sea para tanto pero no es poca cosa. GREEN BOOK: UNA AMISTAD SIN FRONTERAS Green Book. Estados Unidos. 2018. Dirección: Peter Farrelly. Intérpretes: Viggo Mortensen, Mahershala Ali, Linda Cardellini, Sebastian Maniscalco, Dimiter D. Marinov, Mike Hatton. Guión: Brian Hayes Currie, Peter Farrelly, Nick Vallelonga. Fotografía: Sean Porter. Música: Kris Bowers. Edición: Patrick J. Don Vito. Dirección de Arte: Scott Plauche. Producción: Jim Burke, Brian Hayes Currie, Peter Farrelly, Nick Vallelonga, Charles B. Wessler. Diseño de Producción: Tim Galvin. Producción ejecutiva: Steven Farneth, Jonathan King, Kwame Parker, John Sloss, Octavia Spencer. Distribuye: Diamond Films. Duración: 130 minutos.
Amigos opuestos “Green Book: Una Amistad Sin Fronteras” (Green Book, 2018) es una comedia dramática dirigida y co-escrita por Peter Farrelly. Brian Hayes Currie y Nick Vallelonga (hijo mayor de Tony Lip, protagonista de la historia) también se encargaron del guión. Basada en hechos reales, la cinta cuenta con un reparto compuesto por Viggo Mortensen (The Road, Capitán Fantástico), Mahershala Ali (Los Juegos del Hambre: Sinsajo, Luz de Luna), Linda Cardellini, Sebastian Maniscalco, Mike Hatton, Dimiter D. Marinov, entre otros. El filme se alzó como ganador de tres Globos de Oro (Mejor Película Comedia o Musical, Mejor Guión Original y Mejor Actor de Reparto) y está nominado a cinco premios de la Academia. Nueva York, 1962. Frank Anthony Vallelonga (Viggo Mortensen), más conocido como Tony Lip, es despedido de su trabajo en el club nocturno Copacabana. Para mantener a su esposa Dolores (Linda Cardellini) y a sus pequeños hijos, Tony se da cuenta que no podrá valerse de apuestas por mucho tiempo más así que decide tener una entrevista laboral con el Dr. Don Shirley. Para su sorpresa, éste último resulta ser un talentoso pianista de color que vive arriba del Carnegie Hall. Shirley tiene programado una serie de conciertos por ocho semanas en distintas ciudades del sur de Estados Unidos, siendo la presentación final muy cerca de Nochebuena. Tony no solo deberá ser su chofer, sino que también tendrá que protegerlo de cualquier inconveniente que se presente por la discriminación de esa época hacia las personas de color. Sin estar muy convencido del empleo, y con un previo rechazo hacia la gente negra, Lip se embarcará en el viaje. Con el paso de los días, estas dos personas se volverán amigos. Las películas que tratan sobre el racismo abundan en el país del norte y es muy fácil ya sentirse cansado de que siempre la temática sea la misma. No obstante, el filme de Peter Farrelly logra salir adelante debido a que, por más de que veremos lo que ya conocemos (no dejan entrar a la persona de color a un restaurante ni permiten que use el mismo baño de los blancos o que se aloje en el mismo hotel), las personalidades tan opuestas de los protagonistas son las que nos llevan a sumergirnos de lleno en esta historia verídica. Sin Viggo Mortensen y Mahershala Ali esta cinta no sería lo mismo. Los dos actores brindan muy buenas interpretaciones que en ningún momento pierden naturalidad. La impulsividad, violencia y mala educación de Tony Lip contrastan de muy buena manera con lo reservado y respetuoso que es Shirley, un hombre solitario que no tiene un grupo al que pertenecer. Aunque nos queden ganas de conocer más sobre la vida de Don, los momentos que comparte con Vallelonga tanto dentro como fuera del automóvil logran sacarnos más de una carcajada, en especial las escenas que tienen que ver con la redacción de cartas y el cómo comer el pollo frito. Sin ser arriesgada, “Green Book” (nombre que se le dio debido a la guía de viajes para afroamericanos creada por Víctor Hugo Green) consigue un buen balance entre las risas y el drama. Además, su cálido desenlace deja una sonrisa genuina en el espectador al salir de la sala de cine.
Green Book está basada en una historia real: la de una relación que empezó bien distante y terminó muy cercana entre Don Shirley, un sofisticado pianista negro que llegó a componer un poema sinfónico basado en la novela experimental Finnegans Wake, de James Joyce, y Tony Lip, un descendiente de italianos que pasó de portero de un famoso club nocturno neoyorquino (el Copacabana) a chofer y valet de Shirley, primero, y a figura importante del elenco de la popular serie Los Soprano, después. La historia de la película se desarrolla en la década del 60, cuando todavía existía en Estados Unidos la insólita publicación anual The Negro Motorist Green Book, una guía de hoteles, restaurantes y edificios públicos que, a diferencia de muchos otros, recibían a gente de color sin problemas. Y está planteada como una road movie de tono ligero y edificante cuya dinámica funciona a partir del juego de oposición inicial y acercamiento paulatino entre dos protagonistas de diferentes raza, clase social y bagaje intelectual. La dirigió Peter Farrely, quien se despegó por un rato de su hermano Bobby para llevar adelante un proyecto más políticamente correcto y mucho menos provocativo que Loco por Mary o Irene, yo y mi otro yo, una decisión que redundó en la aprobación entusiasta de la Academia de Hollywood, reflejada en cinco nominaciones al Oscar. Queda bastante claro que su entrenamiento en la comedia fue una buena base de apoyo para un film que crece cuando apela al humor y pierde eficacia en su faceta más seria, la de sus escenas más obvias, solemnes y subrayadas. Pero el mayor acierto es, sin dudas, el casting: Mahersala Ali (conocido por su papel en Luz de luna) resuelve con solvencia y elegancia su papel de artista culto y refinado cuya caprichosa devoción por la música clásica le hace perder de vista el arte popular encarnado en gigantes como Aretha Franklin y Sam Cooke, y Viggo Mortensen brilla en la composición rigurosa y a la vez lúdica de un personaje completamente alejado de su repertorio habitual. Los colores de San Lorenzo siguen apareciendo en todas partes, como ya casi es norma en sus trabajos en cine. Pero lo que aflora como novedad absoluta es su capacidad para dosificar con notable exactitud, ferocidad, gracia y ternura a lo largo de un viaje cinematográfico en el que se hace cargo del volante de principio a fin sin el menor titubeo.
Green Book, dirigida por Peter Farrelly (extrañamente un director mas abocado a la “comedia ligera” como “Loco por Mary“, “Tonto y Re-tonto” o “Irene, yo y mi otro yo“) es uno de esos viajes que da gusto hacer. Capaz no sean de los que te cambian la vida, pero son de esos que los vas a recordar por siempre. La historia sigue a dos protagonistas: Tony Lip (Viggo Mortensen), un italiano hosco, sin pre-consciente, malhumorado, calentón pero de buen corazón… mezcla extrañísima pero que lo convierte en un perfecto personaje tridimensional, con el que algunas veces te sentís incómodo, pero que te termina llegando al corazón; por otro lado tenemos a Dr. Don Shirley (Mahershala Ali), un extraordinario pianista de música clásica que sufre algunos ataques mesiánicos que esconden muchas inseguridades y dolor. Luego de quedarse sin trabajo, Tony va a aceptar ser el chofer de Don en una gira por las zonas más racistas de Estados Unidos durante 1960. Sería como meter en una licuadora a “Conduciendo a Miss Daisy” y “Huye“. Ambos personajes, completamente dispares, van a aprender de sus diferencias para potenciar sus puntos más débiles… tanto Tony entendiendo que el color de piel no define nada, como Don entendiendo que no está solo en la vida. Situaciones que sacan sonrisas, algunas más violentas… todos signos de una sociedad que hace demasiado poco tiempo ardía en un racismo inexplicable. Más inexplicable sí sabemos que se basa en una historia real. La comedia de situaciones se sazona con buena música, una hermosa relación a distancia entre Tony y su mujer Dolores (interpretada por la bellísima Linda Cardellini), pollo frito, y las cartas escritas con la ayuda tras bambalinas de Don. Emotiva, real, con momentos que sacan sonrisas, buena música, y una relación que queremos acompañar por siempre, porque queremos tanto a Viggo… Lo único que se critica es que el clímax nunca llega, y que todo parece ser un viaje en un terreno plano, sin llegar nunca a un pico alto. Un viaje que recordaremos por siempre, pero difícil que sea el mejor de tu vida. El Viggo Mortensen de la gente Cada personaje lo hace suyo (siempre agregando algún elemento “cuervo”, como en este caso que pasa más de la mitad de la película con una camisa roja y azul), lo llena de matices y nos hace quererlo cada vez más. Viggo no sólo es más Argentino que el dulce de leche, sino que también interpretó alguno de los grandes personajes de los últimos años: Aragorn: el Rey absoluto, Elendil, el que traerá el balance a la fuerza (ups, saga equivocada)… un personaje que va a quedar en la historia del cine y la culturar Geek&Pop en general, en “El Señor de los Anillos“, dirigidas por Peter Jackson. Tom Stall: su primera participación con David Cronemberg como director, en “Una historia de violencia“, interpretando a un dueño de un restaurante que ve su vida cambiada cuando llega una persona alegando conocerlo del pasado. Pura tensión y violencia acumulada. Nikolai: segunda colaboración con Cronemberg en “Promesas del Este“, haciendo de un mafioso ucraniano temible. La pelea con cuchillos no será olvidada con facilidad. Hombre: una de las películas más tristes de la historia, “La carretera“, lo encuentra protegiendo a su hijo durante el fin del mundo. Lo dirige John Hillcoat. Ben: en “Capitán Fantástico“, siendo más Viggo que nunca, y educando a sus hijos de una manera para nada convencional. En esta película se vuelve a animar al canto y por supuesto… lo hace bien.
Amigos son los amigos. Peter Farrelly, quien junto a su hermano ha sido responsable de numerosas comedias populares tales como Tonto y retonto, Loco por Mary o Irene y yo y mi otro yo, se atreve a aproximarse al drama con Green Book: Una amistad sin fronteras, dirigiendo en solitario. Basado en una historia real, el film narra el viaje emprendido por Tony Vallelonga (Viggo Mortensen), un padre de familia italoamericano que recientemente se ha quedado sin empleo y que debe ser conductor del concertista de piano afroamericano Doc Shirley (Mahershala Ali) durante su larga gira por el sur estadounidense. Funcionando como una road movie, la historia sitúa a dos personajes muy distintos entre sí y de nacionalidades mestizas en el corazón de los Estados Unidos donde habita gran parte de la población con el pensamiento conservador del sur y la naturalización del racismo. De esta manera los protagonistas luchan con la discriminación exterior y también con la interna. En el caso de Tony, por ser un buen tipo que no puede evitar tener ciertos prejuicios contra la raza negra y que deberá manejar y pasar por una deconstrucción a medida que la relación entre conductor y pasajero devenga en amistad. Por otro lado, Doc es un sujeto que debido a su nivel adquisitivo y su preparación musical se encuentra por fuera de las costumbres y el conocimiento de la comunidad negra además de no ser tratado con igualdad entre la acaudalada gente blanca que lo contrata para tocar con su banda. Tanto el uno como el otro no son parte del mundo que recorren y solo entendiéndose y abriéndose entre sí es que florece una relación muy entrañable de ver. La historia no destaca demasiado ni en lo que narra ni en la forma por la cual es contada por medio de sus imágenes —es correcta en cada aspecto que la conforma sin sorprender ni traer algo nuevo consigo. Pero ya que los personajes lo son todo en este relato, el director centra su atención y aprovecha cada minuto de la relación y los diálogos entre Tony y Doc. El contar con dos grandes actores como lo son Mortensen y Ali permite que cada momento de ellos, en conjunto o por separado, sea placentero de ver. La química que se produce entre ambos, sumado a lo bien escritos que están sus personajes, permite que el film sea verdaderamente entrañable con el tono dramático y humorístico necesario que le es brindado a la dinámica del dúo protagónico. El uno se sirve del otro constantemente, la amistad que se establece ayuda a crecer a los personajes siendo el carácter bruto pero cariñoso de Tony quien protege y lleva más a tierra a Doc, mientras que la elocuencia y mirada romántica del pianista produce un cambio social y personal en el hombre al que emplea. Con su sencillez narrativa y su mirada de transformación políticamente correcta, Green Book se convierte en la típica candidata a premiaciones. No obstante, a diferencia de los golpes bajos y los lugares comunes a los que se suele recurrir para ser alabado en las ceremonias de premios, Farrelly realiza un acercamiento diferente para con la historia. Esa diferencia reside en la calidez actoral que resalta en ambos registros de la comedia dramática y en la calidez humana que se aprecia a cada instante con las buenas intenciones y las fallas de los protagonistas; algo que no solo se aprecia en los diálogos y situaciones problemáticas que viven, sino también en los simples gestos de ayuda, preocupación y cariño que comparten, incluso cuando alguno de ellos no es consciente de la presencia del otro —como la sonrisa de un Tony que admira a su pasajero cuando lo observa tocar con todo su talento sobre el escenario. El corazón de Green Book está en el lugar justo para funcionar como el pequeño y afectivo film que es. Ese lugar se haya en medio del carisma de Viggo Mortensen y Mahershala Ali. Aunque tal vez, y solo tal vez, Tonto y retonto es aún una la mejor road movie de este director.
Una amistad interracial e interclasial Esta semana se estrena en Argentina la película Green Book: Una amistad sin fronteras la cual tiene enorme atención internacional puesto que posee cinco nominaciones a los premios Oscar, entre las cuales se encuentran Mejor Película, Mejor Guión Original y Mejor Actor Protagónico. Por Denise Pieniazek Green Book: Una amistad sin fronteras (Green Book, 2018) narra la historia de amistad entre el reconocido pianista y compositor Don Shirley, y su chofer y guardaespaldas Tony “Lip” Vallelonga en los años sesenta. Este relato está basado en una historia real la cual es contada en el filme por el mismísimo hijo de Tony, Nick Vallelonga quien posee años de carrera en la industria cinematográfica. Incluso Tony muchos años después ha actuado en El Padrino (The Godfather,1972), Buenos Muchachos (Goodfellas, 1990) y la serie televisiva Los Soprano (The Sopranos, 1999-2007), entre otras producciones. Debido a que curiosamente su vida real siempre estuvo ligada a la mafia italiana neoyorquina volviéndose en la ficción su texto-estrella. Esta cuestión de los origines laborales de Tony Vallelonga también son expuestos en el filme como guardián en clubes nocturnos y sitios cuyos dueños pertenecían a la mafia italiana, pero a diferencia de los protagonistas de los filmes de Scorsese, él se negaba a participar de cuestiones más comprometedoras ilegalmente. Salvando las grandes distancias al igual que los filmes más representativos de Scorsese Green Book expone las diferencias culturales, inmigratorias, raciales y religiosas de New York (y todo Estados Unidos) en aquellos años. En este contexto es cuando el niño prodigio negro devenido en un talentoso músico, capaz de experimentar con el género del jazz y la música clásica, contrata como chofer al (inicialmente racista) Tony Vallelonga. Debido a la necesidad económica de Tony este decide aceptar el trabajo como su chofer y “guardaespaldas” en sus giras musicales en varios estados del sur de Estados Unidos. Ese sur que como en otras historias cinematográficas representa el contraste social, en este caso entre blancos aristócratas y el músico negro que admiran, pero sólo arriba del escenario, puesto que debajo no hay integración alguna. De ahí deviene el título del largometraje, pues “Green Book” es la libreta donde se reglamenta qué hoteles del sur pueden hospedarse los negros. A partir de allí el filme expone, quizás demasiado literalmente y sin sutilezas, el contraste entre estos dos hombres de distinta “raza” y clase social. Lo interesante del relato es que los roles sociales de la época están invertidos, el negro es el acaudalado jefe mientras el blanco de origen italiano, es su empleado. En consecuencia, al igual que dos películas recientes como Amigos Intocables (Intouchables, 2011) y Roma (2018) –con la cual compite por el Premio de la Academia a Mejor Película-, la amistad entre dos personas de distintas culturas y clases sociales será el eje principal de la acción. La película en cuestión, va un paso más allá al mostrar al refinado y culto Don Shirley –interpretado por el versátil Mahershala Ali, quien nos muestra un personaje opuesto al encarnado en Moonlight (2016)- interactuar con el peculiar hombre con la “filosofía de las calles” Tony, pues el intercambio cultural y emocional entre ellos será más que interesante, e incluso por momentos cómico, debido a la credibilidad interpretativa de Viggo Mortensen en el papel de Vallelonga. Green Book es una película que no sólo narra la historia de una amistad de dos personajes de distinta etnia y clase social sino también una película que habla en profundidad sobre los prejuicios, las minorías sociales, y por sobre todo el sentir del personaje de Don Shirley quien se siente muy sólo a pesar de éxito debido a su falta de pertenencia, pues él no se siente integrado en ningún grupo social, para los negros es muy rico y refinado, y para los blancos acaudalados racistas, a pesar de su talento siempre será negro. E incluso este aspecto sobre el sentido de pertenencia y la angustia del personaje del pianista es acentuado por su orientación bisexual. En dicho sentido en todo momento Green Book, mostrará el poder y el alcance universal del arte musical capaz de unir estas diferencias sociales, al menos para quien estén dispuestos a hacerlo. Evidencia de ello es quizás la más emotiva escena del filme en que Don Shirley toca el piano en un bar local de negros. En conclusión, Green Book es un cálido relato, aunque se admite que carece de cierta originalidad, puesto que es muy esquemática y predecible en cuanto a las reglas del género, además de recurrir al recurso de las placas con datos al final, método innecesario que utilizan casi todas las películas basadas en acontecimientos reales del cine actual. Sin embargo, es una historia que sin dudas merecía ser contada en la pantalla grande y está muy bien lograda tanto a nivel actoral (ambos protagonistas están nominados a los Premios Oscar), técnico-formal como narrativo. Green Book una vez más nos enseña a no juzgar a un hombre por su apariencia o por como viste sino por su esencia.
Un seguridad del Copacabana tiene que encontrar trabajo temporal mientras remodelan el icónico club neoyorquino y le llega la oportunidad de ser el chofer, y una suerte de guardaespaldas, de un músico clásico afroamericano que emprenderá una gira por el sur estadounidense en la década del ’60. Green Book es la primera película en solitario del director Peter Farrelly y sorprende corriéndose de la clase de humor que siempre hizo, entregando una comedia dramática basada en hechos reales que tiene claro donde está el corazón de la historia.
Década de los 60, Tony “Lyp” se queda momentáneamente sin trabajo, hasta que el local nocturno donde tiene contrato hace unas remodelaciones. Buscando conseguir algo temporáneo, le llega la posibilidad de ser chofer y asistente del Doctor Don Shirley, un talentoso pianista afroamericano. El choque racial y cultural de ambos hombres será parte clave para las dos semanas que deberán compartir en la carretera mientras Shirley da una serie de conciertos. Llega a nuestros cines otras de las candidatas a los Oscar, y podemos decir que, por suerte, este si es un film que tiene calidad para competir por dicho premio, siendo una de las pocas ternadas que puede presumir de esto. Así que es hora de hablar de Green Book: una amistad sin fronteras. En los primeros compases de la película, un miedo puede surgirles, ya que a quien les habla, le pasó lo mismo, ya que, Tony “Lyp” (Viggo Mortensen), parece ser un cliché andante de un italoamericano: habla a los gritos, se la pasa comiendo con malos modos y su forma de hablar es por demás vulgar. Lo mismo podríamos decir del Doc Shirley(Mahershala Ali), quien, con solo un par de minutos en pantalla, sabemos que proviene de otro mundo, con educación de élite y casi sin saber moverse sin asistentes. La química que vemos entre Viggo Mortenseny Mahershala Ali es casi el 100% de Green Book: una amistad sin fronteras. Ambos intérpretes demostraron ser garantía de buenas actuaciones, y acá lo vuelven a confirmar; pero desde que empiezan a interactuar, el film se potencia y podemos encontrar varios de los mejores diálogos vistos en este mes; así como algunos gags bastante efectivos (otros no tanto, ya que caen en la sobre explicación de alguna situación). Con esto último también debemos destacar la mano del director, Peter Farrelly (si, el mismo de Los Hermanos Farrelly), quien muestra que en su haber tiene comedias como Tonto y Retonto o Locos por Mary. Pero a su característico humor (que por desgracia se había esfumado en sus últimos proyectos), debemos destacar su buena mano para la dirección. No lo decimos porque muestre una dirección virtuosa, sino porque la recreación de 1962 es perfecta, y es, junto con las actuaciones, el apartado donde más brilla Green Book: una amistad sin fronteras, transportándonos a dicho año en cuestión de fotogramas. Sin haber leído el libro en el que se basa la película, Green Book: una amistad sin fronteras es muy entretenida, y sus más de dos horas de duración nunca se hacen pesadas, lo cual habla de un guion bastante ligero y bien construido. Como dijimos, de las pocas nominadas a los Oscar, que si merecen tener dicho honor.
Una amistad sin fronteras Nos adentramos en el Club Copacabana de la Nueva York de 1962, y mientras vemos a Viggo Mortensen en su papel de Tony Lip repartir golpes en su función de bouncer (patovica), suena un tema llamado “That Old Black Magic”. Esa Vieja Magia Negra. Uno no puede evitar sentir un cierto tono premonitorio en esta elección musical para abrir la película. No tanto como una intriga de predestinación que establece el contexto y anticipa lo que le espera a nuestros protagonistas, sino que también es, si se quiere, una declaración de principios del director Peter Farrelly en esta, su primera película dramática: “El género habrá cambiado pero lo que te deja la odisea es lo que vale al final.” Es más, nos arriesgamos a decir que son más cosas las que unen a Green Book: Una Amistad sin Fronteras con Tonto y Retonto que aquellas que la separan. Antes de encender sus antorchas, levantar sus horquetas y golpear las puertas de la redacción pidiendo por la cabeza del redactor de esta nota, dejemos en claro una cosa: no estamos poniendo en la misma bolsa la travesía de un virtuoso del piano en un sur norteamericano segregado junto a la travesía de dos muchachos sin luces incurriendo en humoradas escatológicas camino a devolver un maletín. O por lo menos no así de fácil, no así tan gratuitamente. Sin embargo, el lector tendrá que admitir que más allá de las claras diferencias de contexto y género narrativo, acá hay un factor común narrativo importante: un viaje en donde el destino no es tan importante como lo es la relación, la dinámica entre opuestos de los dos protagonistas, lo que hace a la película atractiva. La cuestión de la segregación no es cosmética, pero tampoco podemos decir que tiene una impronta fundamental, o al menos no tan fundamental como Participant Media, productores del film, nos quieren hacer creer. Sí, es el motor de los conflictos en la película, pero es el cómo lo resuelven los protagonistas lo que es atractivo de ver. En Green Book: Una Amistad sin Fronteras la segregación es una excusa, es lo que junta a Don Shirley con Tony Lip a bordo del auto, del mismo modo que Mary Swanson y su maletín es lo que junta a Lloyd con Harry a bordo de la camioneta con forma de perro. El ejemplo más contundente lo encontramos en la prueba más gráfica del cambio que experimenta Tony Lip a lo largo de la narración, y que pone al frente las verdaderas intenciones del film: cuando el Don Shirley de Mahershala Ali le enseña al Tony Lip de Mortensen a escribir mejor una carta a su mujer. Es aquí donde podemos decir que la película depende de la oposición entre clases para sustentar el conflicto, pero es acá donde queda claro que el contexto es apenas una circunstancia por fidelidad al hecho real del que parte la película. Es acá donde está el verdadero corazón y donde vemos por qué Farrelly se mueve como pez en el agua a pesar de estar en un género que hasta ahora le era ajeno. Porque, al final del día, lo que importa, lo que vale, lo que va a pagare el boleto al espectador, es ver cómo mejoran estos dos personajes por el simple hecho de haber entrado en la vida del otro. Como cualquier Buddy Movie que se precie de tal lo haría.
"El libro verde del conductor negro" era una guía de lugares que atendía sin problemas a los afroestadounidenses. Escrito por un cartero de Harlem, luego convertido en cronista y guía, fue de suma utilidad en la época en que la segregación en los Estados Unidos alcanzaba altos niveles. Se utilizó entre 1936 y 1967. Este libro es el que usa Tony, un italoamericano que trabajaba como guardaespaldas en el hotel Copacabana. Lo hace en su nuevo empleo con un prestigioso músico negro que emprende una gira por el sur del país en 1962. Precisamente sobre la relación entre estos opuestos, un exquisito artista negro de formación superior, el doctor Shirley, y su guardaespaldas y chofer, rudo e intolerante, trata esta película, basada en hechos reales. ¿Amistad posible luego de un viaje de más de un año? El libro de Nick Vallelonga en que se inspira la película dice que sí. Los parientes del músico dicen que no. Vallelonga afirma que su padre le contó lo que se ve en la película, Shirley lo apoyó y ningún pariente del músico estaba allí; tampoco ninguno de los familiares. Y para más datos, ninguno figuró entre sus herederos. DUPLA IMPECABLE Con una fiel reconstrucción de lugares en que el músico realiza sus recitales, desde casas coloniales a hoteles y moteles en que la dupla debe alojarse, el filme evoca otro clásico del cine, "Conduciendo a Miss Daisy", en el que otros dos opuestos se enfrentaban: una señora sureña (Jessica Tandy) y un chofer negro interpretado por Morgan Freeman. Real o no tan real, el choque de temperamentos y culturas en territorio sureño donde la ley del más fuerte estaba del lado de los segregacionistas, es una presión que se siente a lo largo de todo "El libro verde". Si la violación de los derechos humanos era una premisa en lugares en que osaba aparecer un negro, ahí está nuestro guardaespaldas y chofer estrella, Tony Lip, dispuesto a hacer entender que la libertad es sólo sentido común y debe ser respetada aunque sea a trompada limpia. Road movie a través de los prejuicios sociales de la sociedad americana de los años "60, domados efímeramente por el arte, "El libro verde", que acumula cinco nominaciones para los Oscar, es una comedia con humor, surgida de esa pareja protagónica, la integrada por Tony y el doctor Shirley. Las interpretaciones de estos actores superan la química habitual y se enredan en una relación positiva para ambos. Por un lado, la élite, representada por los conocimientos del doctor Shirley, reconoce la autenticidad de un insulto bien dado por su ocasional compañero. En cuanto a éste, ajeno hasta entonces a cualquier manifestación artística, luego de una convivencia que va más allá de lo laboral, logra percibir, por primera vez, la emoción ante la ejecución musical. Convencional a veces, poco verosímil otras (el intercambio de cartas con la esposa de Tony, la encantadora Linda Cardellini), el filme, más allá de cualquier traspié, permite apreciar la ductilidad de Mahershala Ali ("Luz de luna") y esa mezcla de calidez humana y socarronería que emparenta a Viggo Mortensen con Clint Eastwood. Una dupla impecable.
Green Book es la obra más seria y madura que brindó la filmografía de Peter Farrelly. Un director asociado con la comedia escatológica y los personajes absurdos que presentó en Tonto y Retonto, Loco por Mary, Los tres chiflados y la horrenda Proyecto 43. Su nueva producción está basada en hechos reales y se centra en la historia de amistad entre el pianista y compositor de jazz Don Shirley y su chofer italoamericano Frank Vallelonga, interpretados por Mahershala Ali ( Moonlight) y Viggo Mortensen respectivamente. El caso de Vallelonga es interesante porque luego se convirtió en un actor que hoy es recordado por su labor en la serie Los Sopranos, como el mafioso Carmine Lupertazzi. Este hombre tuvo además la experiencia de trabajar en tres filmes memorables del género gánster como El padrino, Goodfellas y Donnie Brasco. Pertenece a esa clase de actores que tal vez uno no recuerda el nombre pero reconoce su cara enseguida por su labor en estos clásicos de Hollywood. Por toda la aclamación de los críticos y los premios que viene cosechando en los últimos meses, el film de Farrelly generó una enorme expectativa que lamentablemente se desinfla enseguida en el cine. Todos los elogios exagerados hacia Green Book provienen más de la corrección política norteamericana por recomendar una historia a favor de la tolerancia racial que por su contenido artístico real. La interacción entre los dos protagonistas es muy atractiva y logran que la historia sea amena, sin embargo, no deja de ser un film predecible plagado de estereotipos que se vieron centenares de veces en Hollywood. Farrelly no es precisamente sutil ni profundo a la hora de abordar los conflictos raciales en la década de 1960 y todo lo que te imaginás que puede suceder con los personajes después ocurre en la pantalla porque el argumento es extremadamente predecible. Mortensen, en el rol más sobreactuado de su carrera, aporta alguna dosis de humor y su labor se potencia con la buena química que tiene con Ali, cuya interpretación es más moderada. Hay características de su personaje que no cierran demasiado, como el hecho que un músico negro prestigioso desconociera la existencia de Aretha Franklin y Little Richard, quienes ya eran leyendas en los años ´60, pero son detalles que tampoco arruinan su labor. El tema con Green Book es que más allá de la simplificación que presenta sobre el racismo no ofrece ninguna perspectiva interesante que no se haya visto en otras películas, como The Help, Crash y la referencia más obvia, Conduciendo a Miss Daisy. Se trata de esa clase de producciones que queda bien resaltar en los medios durante una temporada de premios de Hollywood pero después se olvidan con facilidad. La trama al menos consigue ser entretenida aunque es recomendable moderar considerablemente las expectativas si eligen verla en el cine.
“Green Book” es una excelente comedia dramática sobre la intolerancia, sentimiento que se hace explícito en un viaje en automóvil por todo el sur de los Estados Unidos a principios de la década de 1960. Viggo Mortensen, en un trabajo que bien podría darle el Oscar, es un portero del club Copacabana de Nueva York que se queda sin trabajo y es contratado como chofer y guardaespaldas de un virtuoso músico afroamericano, que debe hacer una gira por el Big South racista. El guión está basado en una historia real, pero de todos modos el personaje del Dr. Shirley, el músico, tal como lo interpreta Mahershala Ali, es casi un marciano, y que en 1962 encontrar un afroamericano que habla varios idiomas y nunca comió pollo frito parecería algo imposible. El personaje de Mortensen es un ítaloamericano con ribetes gangsteriles que resulta más familiar gracias a tanta película de Scorsese. De hecho, también podría haber salido de la serie “Los Soprano”. Que ambos congenien ocurrió en la vida real (el libro es del hijo del personaje auténtico, Villalonga), pero de todos modos necesitó de un brillante armado por parte del director, Peter Farrelly, y sus dos actores, para que todo resulte verosímil. El titulo ya adelanta varias de las amargas situaciones que el viaje le deparará al dúo: el “green book” era una guía turística de hoteles del sur segregado donde solo podían alojarse los afroamericanos. La película representa un singular cambio de tono para Peter Farelly, codirector de comedias como “Tonto y retonto” y “Loco por Mary”, que ahora filmó sin su hermano Bobby. La música, que recorre estilos desde Chopin y Debussy hasta el mejor soul y rock and roll es uno de los factores que sirven para apuntalar esta excelente “road movie” formidablemente actuada y dirigida.
Típica película de fórmula recontra probada para obtener nominaciones. Ojo que esto no significa que sea mala, porque dista de serlo. Pero es un film con poco mérito. Está nominada al Oscar por el tema que abarca, y por el mensaje. Es una de esas llamadas “feel good movies” (películas para hacerte sentir mejor). El paralelismo con Driving Miss Daisy (1989) está más que claro. Pero la cosa no pasa por ahí, y la búsqueda es otra. Aquí, Peter Farrelly, quien viene de los fracasos Los tres chiflados (2012), Movie 43 (2013) y Dumb ans Dumber To (2014), se separa de su hermano para meterse de lleno en un drama con tintes de comedia, y se apoya por completo en sus actores. Si este film es bueno, se debe a su dupla protagónica. Ahora bien, prefiero mil veces más al Mahershala Ali de la nueva temporada de True Detective (HBO) o al que vimos en Moonlight. Aquí me costó un poco creerle. Contrario a lo que me pasó con “nuestro” Viggo Mortensen, quien se adueña de la película a puro carisma. Y si bien hay partes que te indignás, porque no podés terminar de entender el racismo, ya lo vimos muchas veces y de maneras muy diversas. Se trata de un hecho real, lo cual le suma puntos en ese sentido. Pero aún así, la historia pasa sin mayores sobresaltos y sabés inmediatamente cómo va a terminar e incluso te podés imaginar la escena final. Green Book es una buena película, pero no mucho más que eso. Su nominación al Oscar para por plena coyuntura.
Para disfrutar sólo hay bajar la guardia, de esta forma nada puede salir mal. Estamos ante una combinación perfecta de buddy movie y road movie que tiene todo lo necesario para hacernos felices. Un clásico instantáneo, potenciado por el desempeño dos grandes actores que se oponen con enorme sutileza, evitando por completo los clichés o el sentimentalismo. Aunque puede ser rechazada por caer en los lugares comunes que le brinda el género y que la tornan previsible en sus maniobras, tanto como por ser un tanto retrógrada y liviana en ciertos tratamientos, la realidad es que si nos dejamos llevar por la comedia y sus personajes, es muy probable que gocemos de esta aventura sin miramientos. Una gran virtud de su director Peter Farrelly es saber hacer funcionar sus películas. Antes lo hacía en base a lo disparatado y políticamente incorrecto, poniendo como protagonistas a personas con dificultades de distinto tipo y que nunca habían sido expuestas en sus falencias, rondando lo que podríamos denominar mal gusto. Con repasar los títulos de sus obras basta para evidenciar esto. Pero el binomio compuesto por él y su hermano Bobby, quienes revolucionaron la comedia a mediados de los 90, fueron quedando un tanto demodé hasta su ocaso, al menos transitorio, con Los tres chiflados (2012), o peor, con una continuación veinte años después de Tonto y Retonto (2004) que trae al presente la cuestión de por qué a muchos no le gustaba esta gran comedia que amamos en su momento: un poco de vergüenza ajena y otro poco más de vergüenza ajena. Pero ahora, y en solitario, da un vuelco en su insistencia con el slapstick y lo hace invocando extrañamente las buenas intenciones. Así formula el alegato racial que Hollywood gusta de tener siempre entre las ternas de sus galardones, con el plus de estar basado en una historia real. De esta forma logra el reconocimiento postergado que quizás ya merecía. ¿Qué es lo que hace? Usa toda la potencialidad de la puesta en escena para lograr su objetivo, que es conseguir que el espectador quede hipnotizado en sus redes narrativas. Con un montaje veloz, los planos son por lo general cercanos, de corta duración, y se alternan con sus contra-planos, para destacar de esta forma solo ciertos gestos de los actores, su interacción y reacciones. Por otro lado, las elipsis resumen los hechos sin ejercer instancias narrativas innecesarias, pero también, con cortes abruptos, encauzan la comedia. Así configura una historia de ruta y crecimiento entre dos personajes disímiles, claro está, que como bien lo adelanta el título elegido para su comercialización en nuestro país van a terminar enlazados en una amistad sin fronteras y mimetizándose en ciertos aspectos. La preferencia del director por filmar road movies aquí continúa, solo que cambia la camioneta-perro rumbo a Áspen por un Cadillac brillante que se internará en el sur profundo de los Estados Unidos. Al contrario de lo que se suele esperar, el conductor es de piel blanca y lleva en el asiento de atrás a uno de piel morena (como Conduciendo a Miss Daisy pero a la inversa). Estamos hablando de Don “Doc” Shirley (Mahershala Ali), un reconocido pianista y compositor de jazz con influencias clásicas, y de su piloto Anthony Vallelonga, alias Tony Lip (Viggo Mortensen). La considerable brecha cultural entre ellos es lo que aportará el elemento de comedia. En la presentación vemos a un Viggo Mortensen gigante (en ambos sentidos) con irresistibles modismos italianos. La personalidad terrenal que le fue configurada, en conjunto con sus movimiento de manos y gestos, hacen de su actuación algo memorable. Trabaja como maitre/matón en el Copacabana, un bar con todo el Swing que la New York de los 60 puede dar. Un embustero, comprador, que fuma y come sin parar, pero que sabe dónde meter y dónde no sus narices. Vive en una pequeña casa, donde apreciamos mediante un rápido paneo que comparte el mismo dormitorio con su esposa Dolores (Linda Cardellini, que lamentablemente queda bastante relegada en su papel) y sus dos hijos, mientras que el living se ve ocupado por familiares que asiduamente los visitan. El racismo contra “los berenjena”, como llaman los italianos a las personas de piel oscura, se demuestra de forma exagerada cuando él mismo tira a la basura dos vasos usados por unos trabajadores negros. De forma temporal necesita un trabajo y ahí es cuando el músico entra en su vida. Entonces, no solo va a tener que servir en cierta forma a “un berenjena”, sino que este en particular se diferencia abismalmente de sus coterráneos y de él, por supuesto. La entrevista laboral lo presenta a Shirley sentado en una especie de trono en lo alto, evidenciando sus raíces africanas, con túnica de ribetes dorados y dientes de marfil por doquier, con título de doctor y una erudición destacable. La disparidad realza, sin duda, esta buddy movie. Lo que hace que la película sea tan convincente es la química que surge de la pareja central de actores y los contrastes entre ambos. Pero aparentemente la intención está puesta en mostrar la existencia del Green Book, objeto vergonzoso para el pasado de los Estados Unidos. Se trata de una guía de viaje para que la gente de color, que en los 60 ya tiene algunas algunas batallas ganadas en el norte, pueda hacer turismo por su país en todas sus dimensiones y encuentre lugares donde se sienta a gusto. En realidad sirve para evitar problemas como los de Shirley, no solo en cuestiones de hospedaje sino también en sus propios conciertos, donde por el lado artístico lo idolatran pero también lo denigran por su color de piel. El mismo Tony Lip, aun viviendo en Nueva York y siendo italoamericano, es el representante exacto de lo que le sucede a su compañero de ruta en las giras, apreciando la música de quienes él mismo discrimina (quizás más por la inercia de seguir los conceptos de sus familiares masculinos que por motus propio). “Esta es tu gente”, le dice refiriéndose a Aretha Franklin, Chubby Checker y Little Richard cuando suenan en la radio, perplejo porque su compañero de ruta no los conoce y a él le encantan. Así se desarrolla la relación entre ellos, donde ambos tendrán que recorrer su propio camino de aprendizaje. Tony no es el ignorante racista que llega mágicamente a la iluminación ni Shirley es la intrincada persona de color que encuentra su sentido del humor, sino que la relación va ser un crecimiento mutuo, desarraigando conceptos más profundos, poniendo a prueba la capacidad de ambos por enfrentar los obstáculos que la ruta les propone, demostrando ante todo lo difícil que es superar los prejuicios de los otros. Es cierto que a pesar del título y las intenciones, el Green Book en sí queda un tanto relegado. El guión -escrito conjuntamente por Farrelly, el actor y productor Brian Hayes Currie y el hijo de Tony Lip, Nick Vallelonga- da la sensación de confinar al asiento trasero la cuestión del segregacionismo imperante en los Estados Unidos, a favor de mostrar un paisaje nostálgico de la historia de este país, y en el peor de los casos, el racismo visto a través de la gente blanca que llevó a cabo el proyecto. La redención navideña (elemento infaltable para este neoclásico: el arbolito de Navidad estilo Frank Capra) termina dejando la sensación extraña que le da el visto bueno a uno mientras que expone al otro, es decir, cambia de asiento los roles, redimiendo más a quien en principio era discriminador que al discriminado. La película está siendo estrenada en el 2019. Es decir, ciertas temáticas las aborda de una forma tangencial que parece de los 60. Por ejemplo, en un momento utiliza la sexualidad de Shirley victimizándolo, solo como una gran oportunidad para que Tony se convierta en héroe. Por otro lado, todo lo que brinda al alegato contra el racismo lo relega en la figura de la mujer que parece no salir nunca de la cocina. Por eso, como dije al inicio: mejor dejarse llevar y disfrutar por entero la comedia.
El director Peter Farrelly, conocido por las comedias Loco por Mary y Tonto y retonto, cambia de registro para narrar una historia de superación y amistad entre dos hombres tan lejanos entre sí, como una especie de inversión de roles de la película Conduciendo a Miss Daisy -1989- Green Book es una Road Movie ambientada en los años Sesenta e inspirada en una historia verídica en la que un bruto y vulgar, pero carismático, italoamericano portero de un famoso club nocturno es contratado por un refinado músico afroamericano para que lo acompañe y proteja durante su tour musical por los conservadores estados del sur de Estados Unidos. Si bien retrata situaciones y prejuicios encapsulados en el pasado, respondiendo al común denominador de las películas más reconocidas del 2018 que hablan de raza, identidad, discriminación e inclusión, el verdadero viaje de Green Book es el que hacen estos dos hombres antagónicos que se transforma en una la larga sesión de mutua educación, que incluye las enseñanzas de moderación, elegancia y buenos modales a cargo del pianista negro y, a manera de correspondencia, las lecciones de humildad, picardía y buscavida que el expeditivo y rudo chofer le asesta a su patrón presuntuoso. Con un sentido del humor basado más que en las diferencias de raza en diferencias de clase, un discurso políticamente correcto y bajo un manto de amabilidad y ligereza, el film va fluyendo por la superficie de temas profundamente emocionales a través de un relato totalmente predecible y convencional, con estereotipos de raza, clase y género pero narrado con fluidez y encanto. Green Book -término que hace referencia a las guías de viaje que contenían los pocos lugares de alojamiento y comida que no discriminaban a los afroamericanos cuando recorrían las zonas más racistas E.E.U.U.- muestra el racismo casual, el de los prejuicios que parecen inofensivos -como asumir que todos los afroamericanos de mediados del siglo pasado preferían escuchar jazz y comer pollo frito-, y abre las ventanas hasta lo íntimo de sus personajes. Las formidables actuaciones de Viggo Mortensen y Mahershala Alile imprimen todos los componentes y matices a sus carismáticos personajes, que sin la presencia de diálogos aleccionadores inverosímiles, logran mantener entretenido al espectador y conmoverlo sobre el final con una historia que no pretende profundizar sobre el racismo, sino crear empatía con una narrativa de superación mágica con la falsa idea de que los prejuicios se pueden superar fácilmente, y llamar la atención sobre esas pequeñas actitudes de superación y amistad. Sin lugar a duda son Viggo Mortensen, interpretando a ese buscavidas vulgar, con labia y expeditivo cuya nobleza de espíritu derretirá la rigidez de los modales de su jefe; y Mahershala Ali, en la piel de ese virtuoso pianista culto, introspectivo, exótico, alcohólico y homosexual en un mundo racista y homófobo que debe lidiar con la hipocresía moral de una elite supremacista blanca que celebra el genio musical del artista negro al tiempo que le niega la hospitalidad más elemental, que terminará educando a Tony en las mieles del lenguaje romántico y los protocolos de la buena conducta, quienes sostienen esta especie de comedia con momentos de intensidad dramática muy eficaz y entretenida. Y por los cuales Green Book se quedara con varios premios Oscar.
“Green Book” es un pequeño pero atractivo film que resulta realmente conmovedor y vigente por la temática que trata. Ahora bien, quizas es bastante convencional y de fórmula el trabajo que nos propone Peter Farrelly, un director que viene de la comedia irreverente y que ha realizado diversas obras junto con su hermano Bobby como “Dumb and Dumber” (1994) y “There’s Something About Mary” (1998). Sin embargo, esta apreciación no necesariamente tenga que ser vista como una declaración peyorativa, sino resaltar el hecho de que la película no es novedosa en cuanto a estructura narrativa y la historia que se nos quiere contar. Igualmente, a lo largo de la cinta habrán varios elementos que la destacarán y la convertirán en un clásico moderno. El largometraje se presenta como una versión actualizada de “Driving Miss Daisy” (1989), donde se nos introduce a Tony Lip (Viggo Mortensen), un rudo italoamericano del Bronx, el cual es contratado como chofer del virtuoso pianista negro Don Shirley (Mahershala Ali) durante una gira de conciertos por el Sur de Estados Unidos. Al principio Tony es reacio a relacionarse con Shirley pero deberá fraternizar con el músico para poder ganarse la vida y mantener a su familia. Durante el viaje tendrá presente “El libro verde”, una guía que indicaba los pocos establecimientos donde se aceptaba a los afroamericanos en los años ‘60. Dos personas que tendrán que hacer frente al racismo y los prejuicios, obligándoles a dejar de lado las diferencias para sobrevivir y prosperar en el viaje de sus vidas. Farelly nos ofrece un road movie bastante interesante que permite el lucimiento de sus intérpretes, con soberbias actuaciones de Mahershala Ali (“Moonlight”) y de Viggo Mortensen (“Eastern Promises”), los cuales conforman individuos muy disímiles que terminan fraternizando ante la adversidad y la necesidad de trabajar en conjunto. Uno es un inmigrante italiano malhablado y con malos modales mientras que el otro es un refinado y educado músico de la elite que se convirtió en uno de los primeros representantes afroamericanos de la música clásica. Como siempre, los opuestos se atraen y es en esa dinámica de dúo que el film funciona. Mortensen logra dotar a su personaje de carácter por medio de una actuación llena de matices en la que incluso le puso el físico, ya que aumentó alrededor de 20 kilos para componer a Tony Lip. Por otro lado, Mahershala brinda una de sus performances más sentidas y medidas en las cuales muchas veces dice más con gestos y actitudes que con palabras. Un rol que le calzó justo y que probablemente le valga su segunda estatuilla dorada. Respecto al trabajo de guion de Brian Hayes Currie, Peter Farrelly y el propio Nick Vallelonga, el cual inspiró el rol de Mortensen, podemos decir que es un trabajo de manual pero de esos que no desentonan ni tampoco terminan siendo sumamente clichés o redundantes. Farrelly, le supo imprimir momentos muy acertados en los que combina el drama con la comedia con sutilidad y artificio. Así es como se redondea uno de los ejercicios más clásicos y menos novedosos de la próxima entrega de los Oscars pero que resulta ser extremadamente disfrutable y entretenido. “Green Book” es un verdadero crowd-pleaser y un claro ejercicio de Oscar-Bait en cuanto a la temática y al clasicismo de su historia, lo cual ocasionó, quizás, en su afán de complacer a todo público, que dejó de lado la innovación en términos narrativos y dramáticos. Un largometraje interesante que invierte los roles sociales entre el afroamericano y el ciudadano indoeuropeo pero a tal punto de que a veces se pierde la sutilidad. Es probable que la obra divida a los espectadores en lo que piensen acerca de su calidad artística, pero es inevitable advertir todos los componentes seductores de la cinta. En especial la música de Kris Bowers que termina de ornamentar este pequeño pero conmovedor producto cinematográfico.
“Green Book”, de Peter Farrelly.- Previsible, simpática, llena de lugares comunes, el film se ajusta a las preferencias de un Oscar que viene premiando a toda propuesta que privilegie lo políticamente correcto y que acorte distancias con las minorías tantas veces ninguneadas. Estamos a comienzo de los 60. Don Shirley (Ali), un talentoso pianista negro, delicado, culto y altivo, se prepara para una gira artística por el extremo sur, territorio blanquísimo que hace de la segregación su razón de ser. Llevará como acompañante a Tony Lip (Mortensen) chofer y guardaespaldas todo terreno, un patovica de buena entraña, simplote, vulgar, familiero y expeditivo. Son absolutamente opuestos. Y desde allí -historia conocidísima- se irán acercando hasta hacer cumbre en el demagógico final, con nieve navideña de fondo y un abrazo (¿alguien podía esperar otro remate?) reparador, cálido y definitivo. Shirley en esa gira aprendió a bajar de su Olimpo de artista refinado; y Tony, que despreciaba los negros, hizo a un lado sus prejuicios y se volvió un campeón de la tolerancia. Colorín colorado. El film desparrama buenos sentimientos y trata de obtener la cuota exigida de paso de comedia y emociones. Pero recorre caminos tan conocidos que no atrapa. Hasta la realización suena convencional y avejentada, sin sutilezas ni grandes momentos, salvo en esa escena en plena carretera, obviamente bajo una lluvia torrencial, cuando Shirley larga una elegía sobre la soledad, porque siente que es considerado un blanco por los negros y un negro más para los blancos. Su decisión de andar de gira por territorio tan racista es todo un desafío: quiere que los blancos lo aplaudan y sueña con poder reencontrarse con su raza y con sus enemigos. Sin ahondar en ningún aspecto, con una realización llena de subrayados, esta road movie de hechura antigua y moraleja desgastada, gustó a un Hollywood que no está para desafiar nada sino para agachar la cabeza y pagar viejas deudas. Todo está tratado con mucha amabilidad. Nada fuera del lugar. Hasta el racismo. Los actores no fallan, aunque no le exigen mucho. A “Green Book” le falta imaginación pero le sobra buenas intenciones. Algo es algo.
Desde un comienzo, Green Book: una amistad sin fronteras (ay, ese subtítulo) se declara sin inhibiciones como un filme moral –y verídico– en torno al racismo, amenazando con la intolerancia del mensaje: el italoamericano Tony Lip (Viggo Mortensen en modo Robert De Niro) se gana la vida como fortachón a sueldo hasta que se le encomienda una tarea sutilmente arriesgada que pone en juego su aversión racial: conducir y cuidar al pianista Don Shirley (Mahershala Ali, encantador en su labor) durante una gira musical que atraviesa las localidades más conservadoras del sur estadounidense en la tan violenta como liberadora década de 1960. El número de suspicacia-que-muta-en-afecto está servido, aunque la reluctancia es mutua: sucede que Dr. Shirley es un artista aristocrático de la excentricidad de un Sun Ra que ha debido acomodarse a los estándares discográficos dejando de lado la interpretación prodigia de Beethoven y Liszt para devenir concertista de jazz. Así, el filme de Peter Farrelly (mitad de la hermandad consanguínea que legó Tonto y retonto y Loco por Mary) opone al dilema de piel un conflicto inverso entre baja y alta cultura: el agredido Shirley es un esnob redomado que desprecia la dicción de Lip, su hábito de comer pollo con las manos, incluso la música negra radial que suena en el auto (Little Richard, Aretha Franklin). “¡Es tu gente!”, le recrimina Lip al protegido elitista, que carga con su ilustración no sin dilemas: “Si no soy lo suficientemente negro ni lo suficientemente blanco, entonces ¿quién soy?”, se lamenta el artista desencajado bajo la lluvia en la escena más oscarizable de la cinta (que aspira a cinco estatuillas). Ese contrapunto simpático activado por este Michael Jackson de cámara (que aprenderá su lección al descender al abismo de un show de taberna) redime a Green Book de los subrayados a lo Historias cruzadas o Talentos ocultos en los que trastabilla, a la vez que Farrelly evita cruzarse a la vereda de la incorrección cuando cuenta con elementos de sobra para hacerlo. El tono elegido es más bien melancólico, y es con ese corazón de comedia simplona, de buddy movie querendona que Farrelly propone un placebo de dos horas para dirimir un mal endémico. Al fin y al cabo la superación de las diferencias es una empresa tan errática y constante como la de conservar una amistad.
Este film se encuentra basado en hechos reales, es una road movie ambientada en 1962, donde este “Green book” te indica los hoteles y restaurantes donde podían concurrir los negros. Esta historia aborda temas humanos, hablando de la amistad y el amor, entre un italoamericano y un músico negro. Los personajes principales son Tony Lip (Viggo Mortensen, su preparación física, inflexiones de voz, pero tiene algo de caricatura) un padre de familia que trabaja de lo que puede, un hombre rudo, sin modales y cuya vida cambia cuando termina aceptando un trabajo como chofer y asistente de un prestigioso músico negro Dr. Don Shirley (Mahershala Ali, brillante interpretación y se merece varios premios como mejor actor secundario) este necesita realizar una gira por el sur de Estados Unidos en épocas de racismo. Los protagonistas tienen muy buena química, aborda temas relacionados con el racismo, la discriminación, los negros que no podían ingresar a comer a un restaurante donde iban los blancos, no podían ir al cine, ni usar sus baños, entre otros hechos. Resulta una película emotiva que muestra esa amistad que va más allá de los conflictos raciales que existían en esa época, con toques de humor, es disfrutable, con una música agradable, mensajes positivos y esperanzadores. Lo que le falta es mayor profundidad, es previsible, se encuentra repleta de clichés, cae en ciertos estereotipos, se toca poco sobre la vida de Dr. Don Shirley, le falta profundidad, es algo ligero aunque le sobran unos minutos y finaliza con un desenlace emocional. La dirección está a cargo de Peter Farrelly (“Proyecto 43”, “Los tres chiflados”, “Matrimonio Compulsivo”) y como coautor Nick Vallelonga (“El Riesgo Del Vértigo”, “Choker”), quien basó la historia en la experiencia de su padre al conducir a Shirley, era Tony Lip personaje interpretado por Mortensen en el “Libro verde”. Recibió 5 nominaciones a los Oscar 2019 que incluyeron las categorías: Mejor película, actor (Viggo Mortensen), actor de reparto (Mahershala Ali), guión original y edición.
Basada parcialmente en una historia real, una de las favoritas a tener una buena performance en los próximos Premios Oscar no es más que el retorno de algo así como Conduciendo a Miss Daisy pero al revés. Un tipo de películas que requiere para existir de las buenas, sino potentes, actuaciones de sus protagonistas, en este caso Viggo Mortensen como el italo americano que queda desocupado y comienza a trabajar como chofer de un sofisticado y exitoso músico negro, interpretado por el oscarizable Mahershala Ali (Luz de luna). - Publicidad - Corre el año 1962, en pleno segregacionismo, cuando la figura de John F. Kennedy se levanta como una esperanza para calmar los duros enfrentamientos raciales, sobre todo en el sur del país, hacia donde se dirige el trío de Don Chaley a tocar en ricos y elegantes lugares de blancos. Kentucky, Alabama, Misisisipi, Louisiana, estados en los que los negros trabajan todavía en los campos de algodón, no pueden entrar a las tiendas de los blancos, ni usar los mismos baños. Mucho menos albergarse en los hoteles. Por eso la existencia de unas guías llamadas Green Books, (Green por su autor) mejor dicho El Libro de Green para el automovilista negro en el que figuran a modo guía turística lugares donde los negros pueden parar legalmente y sin tener problemas: bares, restaurantes, hostales. En ese sentido, la película de Peter Farrelly, un director de larga trayectoria de comedias livianas (Loco por Mary, Tonto y Retonto, Irene, yo y mi otro yo) logra un tono didáctico nada desdeñable, en virtud de esa férrea voluntad de Chaley de trabajar dignamente en el lugar donde prima el racismo bajo todas sus formas. Hay una anécdota por allí de la paliza que recibió Nat King Cole unos años antes. Como toda película que no intenta reflexionar más allá de lo que muestra, Green Book funciona por contrastes: el que se plantea entre la educación, la cultura y la caballerosidad de Chaley y los modos cuasi salvajes de Tony Lip, el universo fastuoso e hipócrita de los aristócratas sureños blancos y la lucha de adaptación personal de ese músico que toca jazz para ser aceptado; el contraste entre la música clásica y la música popular (también hay que decirlo), tal vez la escena más interesante es la del bar de negros en el que toca una pieza de Chopin para luego rápidamente volver al jazz improvisado. Interesante el nivel de diferencias geográficas, las peligrosas ciudades sureñas se diferencian de Nueva York, ciudad cosmopolita y segura para los negros. Green book resulta, en fin, una pieza hollywoodense bien aceitada en la que la conciencia social solo tiene que ver con el trato personal, esa anagnorisis algo tramposa en la que los blancos, aunque sean inmigrantes italianos, “aceptan” a los negros en su mesa de Navidad, porque después de todo, y si aprenden la lección, son buena gente.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Aunque tiene cinco nominaciones al Oscar y ya ganó un Globo de Oro a mejor comedia, "Green Book: una amistad sin fronteras" (sí, es horrible ese título que le añadieron en castellano) fue bastante vapuleada por la crítica de EEUU. La nueva película de Peter Farrelly (muy conocido por comedias zarpadas como "Tonto y retonto" y "Loco por Mary") fue tachada de "crowd pleaser" (pensada para satisfacer al espectador) o de ser una reversión racial de "Conduciendo a Miss Daisy". Pero resulta que no. Prejuicios aparte, "Green Book" es una película impecablemente narrada, que fluye sin golpes bajos ni subrayados, más allá de que el relato es bastante previsible. Basada en una pintoresca historia real, la trama repite el esquema de los opuestos complementarios en un formato de road-movie. Los opuestos son Tony Vallelonga (Viggo Mortensen), un guardaespaldas ítaloamericano algo bruto y charlatán, y Don Shirley (Mahershala Ali), un pianista negro virtuoso, refinado y de buenos modales. En 1962, Shirley contrata a Tony para que lo acompañe como chofer en una gira por el sur norteamericano. El pianista necesita a un "duro" que lo defienda en un territorio hostil, donde la discriminación racial manda. Lentamente estos personajes irán empatizando, en un proceso que Farrelly muestra con naturalidad y cierta inocencia, mediante situaciones cotidianas que revelan miserias y prejuicios de un tiempo difícil. Mortensen y Ali (los dos nominados al Oscar) llenan de vida a estos personajes que, golpes incluidos, siempre transmiten la sensación de que se merecen un final feliz.
"Este tipo dice que el Doctor Shirley no puede comer aquí. (....) Espere un minuto me está diciendo que los payasos en su banda y toda la gente que está aquí pera verlo tocar pueden comer aquí, pero la estrella del espectáculo, el invitado de honor, no puede?" (Tony Lip) Bien ganados los premios, bien ganadas las nominaciones, sólo esperamos que a Viggo, un argentino en Hollywood con el alma de San Lorenzo, le den el galardon que se merece en la próxima ceremonia en la que "Green Book" puede convertirse en la sensación por algunas de las razones que comentaré a continuación. En principio y al estar basada en la historia verídica de Nick Vallelonga y Don Shirley, en la década de los sesenta en los EE.UU. de los Kennedy, es un canto esperanzador. El hecho es que los protagonistas son una extraña pareja, nadie los ve como personas sino como lo que su aspecto exterior representa: Tony Lip (Viggo Mortensen que tuvo que subir unos cuantos kilos para hacer de italiano), es el hombre blanco de clase trabajadora y chofer; Don Shirley es un pianista virtuoso, que deleita a la clase alta con sus melodías y... es afroamericano. Las etiquetas van a resaltar cuando este dúo inicie un viaje de 2 meses hacia el sur profundo de los EE.UU., la gira más difícil para el Doctor Shirley.Ellos, por su parte, buscarán que el viaje llegue a su fin sin que haya intromisiones propias o ajenas, es lo que dice el contrato. Peter Farrelly junto a su hermano Bob son los creadores de varias comedias memorables, a veces un poco bizarras y con humor negro y escatológico, como "Tonto y Retonto", "Loco Por Mary" o "Amor Ciego". Todas ellas tienen una particularidad a pesar del tono de su comicidad y es la inclusión entre los actores de personas con capacidades diferentes, que para ellos son actores iguales a cualquier otra estrella, con el plus del buen mensaje para los espectadores. En esta historia Peter se anima, por su cuenta, a los toques dramáticos y profundos sin caer en golpes bajos y no deja de lado el humor para salvar ciertas situaciones tensas y como elemento que atraviesa la relación entre el pianista y su chofer-guardaespaldas. Mahershala Ali en el papel de Don Shiley, el hombre con un gran talento pero que no encuentra su lugar por el color de su piel, ni siquiera su propia familia se le atreve a acercarse. Este actor ganó notoriedad como el cabildero de Frank Underwood en "House of Cards" y ya ganó el Oscar por "¿La La Land?" No, por supuesto por "Moonlight" y viene arrasando con los premios pudiéndose llevar el segundo por su destacable actuación en Green Book. Viggo Mortensen tuvo que aprender a comer opíparamente, como buen italiano y enseñarle a disfrutar de la comida a su jefe. En tanto, esta rara amistad, como toda amistad verdadera, enriquece a los participantes del vínculo y a Tony le regalará el estilo literario de las cartas de Cirano, a través de Don para mantener el amor matrimonial con Dolores hasta el regreso del padre de familia con la meta de llegar en la Nochebuena. Escenas y diálogos sin desperdicio, muy buena fotografía, casting impecable, Cine para disfrutar.
Más pretenciosa que “Miss Daisy” El film, uno de los favoritos para los Oscar, narra la historia de Lip, quien tras perder su trabajo se encuentra con una segunda oportunidad siendo chofer de un compositor afroamericano. Y a estamos cerca de la entrega de los Premios Oscar, que se realizará el domingo 24 de febrero. Por eso, a nuestro país empiezan a llegar algunos filmes favoritos, ya estrenados en otras partes del mundo, que fueron “guardados” para contar con una garantía a la hora de su llegada a la taquilla: si son favoritas, como es el caso de “Green Book” que está nominada en cinco categorías (“Mejor película”, “Mejor guión original” y “Mejor actor”, entre otras), las chances de tener una buena recaudación aumentan. Viggo Mortensen y Mahershala Ali, protagonistas de "Green Book". Peter Farrelly, que con su hermano se hizo famoso por varias comedias de los 90 que ya se convirtieron en clásicos, se anima a otro tipo de filmes, y se acercó al costado dramático e intimista de Hollywood con “Green Book”. Resultó una de las producciones mejor “rankeadas” entre la crítica, además de haber ganado varios premios BAFTA, Globos de Oro y Critic’s Choice. A pesar de los títulos, el filme, si bien es disfrutable, es demasiado complaciente y sus creadores, conscientes de lo que podría provocar, como si conociesen la fórmula ganadora. La historia es la de Lip (Viggo Mortensen), que, tras perder su trabajo como guardia en un club nocturno de Nueva York, se encuentra con una segunda oportunidad siendo chofer de Don Shirley (Mahershala Ali), pianista y compositor afroamericano que realizará un tour por el sur de Estados Unidos. Viggo Mortensen y Mahershala Ali, protagonistas de "Green Book". Como es sabido, en los años 60 aún la segregación racial era muy fuerte en algunas zonas de aquel país, especialmente por los lugares por los que debía viajar Shirley. Por eso, Lip, quien, oh casualidad, es racista, además de conductor se transformará en una especie de guardaespaldas del músico. Dos personas de mundos diferentes, que a lo largo de charlas y conflictos terminan forjando una amistad incondicional. Casi que se puede oler, desde su argumento y su pretensión, la intención de ser “oscarizable”. Es decir, la atención que puedan darle al filme para premiarlo, ya que cuenta una historia de vida, temas políticamente correctos (la Academia queriéndose alejar cada vez más de su “Oscar so white” - “Oscar tan blanco”) y grandes actuaciones de artistas comprometidos y que son del gusto de Hollywood (Mahershala Ali, en este caso). Si bien es probable que la película se llene de laureles, a esta especie de “Conduciendo a Miss Daisy” se le notan demasiado los hilos, y mucho más al tener tanto foco en la temporada de premios. Si hubiese sido estrenada lejos de febrero, quizás habría corrido con otra suerte.
Una de las candidatas más fuertes para alzarse con el premio mayor de la Academia llega finalmente a nuestros pagos con sus mensajes políticamente correctos. No falla, todos los años, entre sus nominadas a Mejor Película, la Academia de Hollywood “debe” incluir esa historia de vida, genérica pero cargada de moralina que, casi siempre, esconde una ideología bastante opuesta. Pensemos en películas como “Vidas Cruzadas” (Crash, 2004) o la comparación más directa (e irrisoria) en este caso: “Conduciendo a Miss Daisy” (Driving Miss Daisy, 1989). Esta temporada le toca a “Green Book: Una Amistad Sin Fronteras” (Green Book, 2018), basada en hechos reales… y en un solo punto de vista. Peter Farrelly, la mitad de los hermanos que nos dieron “Tonto y Retonto” (Dumb and Dumber, 1994) y su secuela, “Loco por Mary” (There's Something About Mary, 1998) y “Los Tres Chiflados” (The Three Stooges, 2012) se corta solito para esta dramedia biográfica ambientada en 1962, y centrada en la figura de Tony ‘Tony Lip’ Vallelonga (Viggo Mortensen), patovica ítalo-americano de Brooklyn , que siempre anda en busca de nuevos empleos y oportunidades para mantener a su esposa Dolores (Linda Cardellini) y a sus dos hijos. Cuando el club nocturno donde trabaja cierra por tiempo indeterminado, a Tony se le presenta una gran oferta de trabajo que no encaja del todo con sus “convicciones”. Vamos a ser directos y decir que Vallelonga y sus allegados tienen serios problemas con los afrodescendientes, y no ve con muy buenos ojos la posibilidad de convertirse en el chofer y asistente personal del doctor Don Shirley (Mahershala Ali), un refinado pianista de música clásica que está a punto de salir de gira con su trío, por varias ciudades del Sur Norteamericano. Dijimos que estamos en 1962, y a pesar de que Shirley vive con todos los lujos y libertades en su coqueto departamento sobre el Carnegie Hall de Manhattan, gran parte de los Estados Unidos todavía se aferra a la segregación racial y al maltrato. Pero el artista tiene algo para demostrar y no piensa amilanarse por algunos odios. La paga es generosa y a pesar de sus recelos Tony acepta el empleo y las responsabilidades de conducir junto a un hombre de color por aquellas zonas donde no son bienvenidos. El título de esta historia “inspiradora” hace referencia al horrendo “The Negro Motorist Green Book”, una guía ‘turística’ para viajar seguros por la América racista, donde se marcan aquellos establecimientos de dudosa categoría que sólo pueden hospedar a los afroamericanos. Esta es la norma que debe seguir Vallelonga, de acuerdo a los ejecutivos de la disquera que auspician la gira de Shirley, aunque el Doc no siempre esté de acuerdo. “Green Book” es básicamente una road movie que sirve como excusa para que estos dos personajes tan diferentes se conecten, buscando sus puntos en común y limando esas asperezas iniciales, siempre ligadas a sus entornos, actitudes, ideales y estilos de vida tan disimiles. Farrelly, el guionista Brian Hayes Currie y Nick Vallelonga –hijo de Tony, quien aportó cartas y entrevistas junto a su papá- le dan forma a un relato que intenta mostrar la sensibilidad en el cambio de roles porque acá “el bruto es el blanquito y el negro se las hace de culto”. Una amistad que se cultiva a lo largo de los días, las semanas y los meses, y a medida que ambos experimentan las injusticias en carne propia. Sí, Tony y Don son de mundos diferentes, pero con el paso del tiempo abrazan la idiosincrasia del otro y aprenden a respetarse mutuamente. Una amistad a prueba de todo “Un canto a la vida” que nos invita a reflexionar sobre nuestra propia naturaleza y cómo juzgamos a los demás. Un mensaje tan bonito como genérico, al igual que la película de Farrelly que, inevitablemente, siempre se para del lado que mejor conoce (el del hombre blanco privilegiado), poniendo el acento (y el único punto de vista) en un personaje estereotipado –perdón Viggo- que pasa gran parte de su tiempo enseñándole a un negro como ser mejor negro. Shirley no escucha (ni interpreta) la típica música de “los de su clase”, es ajeno a sus comidas distintivas y, en muchos casos, sus tradiciones. Es la vida que eligió y, al parecer, no está del todo bien porque Vallelonga viene al rescate con su pollo frito engrasado y sus canciones de jazz. Esta es la manera que tiene “Green Book” de conectar a sus protagonistas, y mientras Lip levanta los puños para defender a su cliente –la única manera que conoce-, el Doc se resguarda en sus ideales y sus conexiones políticas, sin darse cuenta que, a veces, él es el privilegiado. Mentira. Este es el falso mensaje de la película, porque acá no importan su buena dicción, o sus modales y cultura; ante los ojos de los blancos ricos del Sur, Shirley sigue siendo un afroamericano con talento que, después de cada concierto, debe volver a una mugrienta habitación sólo apta para “los de su clase”. Qué elegancia la de Francia “Green Book: Una Amistad Sin Fronteras” es, ante todo, una película correcta de esas que aman los vejestorios de la Academia: correcta desde la dirección y sus actuaciones (aunque tanto estereotipo molesta); correcta desde su narrativa y aspecto visual; y desde sus mensajes políticos, aunque estén un poco distorsionados. Farrelly se hace eco del racismo con la misma sensibilidad que en sus comedias zarpaditas. No, no vamos a pedirle contundencia como la de Spike Lee en “Infiltrado del KKKlan” (BlacKkKlansman, 2018), pero como se suele decir, una historia siempre tiene dos lados, y acá –a pesar de los hechos reales y las controversias que surgieron- se olvida de uno fundamental.
Green Book narra la amistad entre un eximio músico de jazz negro y un chofer italo-americano, bonachón y bruto por las carreteras del sur racista de los EE.UU hace unas cuántas décadas. Los americanos, campeones en la creación de etiquetas y siglas, tienen una envidiable categoría: “feel-good movie”, película que hace sentir bien. “Green Book” es, ni más ni menos –y ese debería ser el género y no el “drama” que colocamos medio a reglamento– una “feel-good movie”. Es raro, porque el realizador es Peter Farrelly, quien con su hermano Bobby ha creado obras maestras de la comedia molesta y punzante (“Loco por Mary”, “Tonto y retonto”, la sublime “Irene”, yo y mi otro yo”, etcétera). Pero no crea el lector que esta es de esas películas que se hacen para ganar la respetabilidad del Hollywood hipócrita que suele mirar por encima del hombre el cine que mejor hace (el cómico desaforado, la fantasía desatada, la maravilla tecnológica, etcétera). Green Book, que narra la amistad entre un eximio músico de jazz negro y un chofer italo-americano, bonachón y bruto por las carreteras del sur racista de los EE.UU. hace unas cuantas décadas, es un film Farrelly con sordina, que se basa en el absurdo total como el resto de las películas de binomio, sólo que troca la invención por un absurdo “real” de la discriminación. Y como toda película Farelly, también –basta con verlas–, se trata del amor y la amistad entre tipos al margen del mundo. La paradoja consiste en que el realismo histórico de la situación hace que todo sea menos molesto que en “Tonto y retonto”. No se vea, de todos modos, tal declaración como reproche. Viggo y Ali sostienen todo de modo perfecto.
“Farrely maduro” es un oxímoron que en la vida pensé usar en una critica, Peter Farrelly, hacedor, juntos a su hermano Bobby, de películas de comedias disparatadas como Tonto y Retonto, Loco por Mary, Amor Ciego y Stuck on you (mi preferida) entre otras, se puso solemne y deja de lado el slaptick y el humor tontuelo, que manejara especialmente en la década de los noventa, en donde explotaba el humor físico, y el chiste escatológico. Los hermanos Farrelly son de los buenos, son de esas duplas de directores que le hicieron bien a la comedia. Ahora uno de ellos, Peter, se desprende de su hermano y se avejenta de golpe, pero esa vejez, aunque demodé y medio de antaño le sigue haciendo bien al cine. Green Boook, es la película más clásica de las nominadas al Oscar, su plot es simplón: Un tano que vive en el Bronxs, racista, bruto, Tony Lip (Viggo Mortensen) está en un receso laboral de “patova” de un club de matones en Manhattan en los años 50 y es contratado por un excéntrico pianista negro el Dr. Don Shirley (Mahershala Ali), educado, intelectual, un tanto pedante. Shirley se lo lleva como chofer por todo el norte de Estados Unidos, por la Estados Unidos republicana. La road movie, desentraña las miserias del pensamiento xenófobo de una época oscura del país, pero Farrelly nos hace poner toda la atención en las idas y vueltas de la relación entre “jefe” y “empleado”. Lip, mostrándose reaccionario en un principio – ya vimos miles de historietas similares- se le subleva a un personaje solitario, triste al que le cuesta las relaciones amatorias. hMortensen y Mahershala Alí, hace un trabajo descomunal, Mortensen gordo – le quedan muy bien sus kilos de más- tiene la cordura como para no exagerar un personaje que podría haber estado desbordado, pero no y – eso también es mérito de Farrelly- ahí está, firme, demostrándonos que es uno de los mejores y que siempre va a estar abonado a la estatuilla del Oscar, por más que Malek (Freddy) o Bale (Cheney) se lo arrebaten impunemente. Marshala Ali, el que sufre, el que debe poner la mejor cara, con inteligencia, mesura ante el maniqueísmo de los republicanos del norte, es – perdón a Richard Grant de Can you ever forgiveme?- mi favorito para ganar el Oscar como mejor actor de reparto. Pero antentos, este año es sin duda el del pollo frito, en Vice – lease crítica- una de las mejores escenas lo tiene de protagonista y en The Green Book la escena bisagra entre la relación entre el pianista y el tano Viggo, es por un pollo Kentucky Fried Chichen – la road movie pasa por Kentucky- el primero nunca comió pata de pollo frito y el segundo trata de convencerlo que por no hacerlo no sabe lo que se está perdiendo, la disputa por esa pata es el punto de inflexión del relato. Farrelly juega con estos dos opuestos, y si bien todos sabemos de qué trata el cuento, la relación entre ambos es hipnótica. Melancólica y con la intención adrede de que uno llore un poquito, Farrelly dirige a estos dos tanques monumentales. Me gusta el oxímoron he dicho y le pongo Muy Buena.
Green Book es una fábula progresista, el problema del racismo explicado a los niños. La dirige Peter Farrelly, pero del cine de los hermanos no queda nada, salvo tal vez cierta elegancia narrativa o el timing para los gag (aunque acá son pocos). La película denuncia por enésima vez los maltratos sufridos por los negros en Estados Unidos durante los 60, en especial en los estados sureños. Nota al pie: es curioso que se sigan filmando películas estadounidenses mainstream que enmarcan el racismo en los 60 y sus alrededores: además de Green Book están Detroit, Fences (transcurre en los 50), Selma, BlackKklansman (los 70), todas nominadas al Oscar. Hay algún problema ahí: Hollywood no sabe cómo abordar el tema desde el presente (el racismo no es el mismo medio siglo después), o bien sigue empeñado en hablar del asunto de la misma forma, diciendo las mismas cosas; un gesto de compromiso afectado que a fin de cuentas resulta cómodo repetir, sin importar si el mundo cambió. El caso es que Green Book quiere tocar una vez más el tema pero sin sobresaltos. A medida que Don Shirley y Tony Lip, músico y chofer/guardaespaldas respectivamente, se internan en el sur, la tensión racial crece y el peligro se incrementa, pero el tono de las situaciones es siempre discreto: los maltratos y las vejaciones no buscan el shock y se narran con delicadeza, como si Peter Farrelly tomara todos los recaudos posibles para no molestar a ningún espectador. Esto se traslada a su vez al retrato social: el desprecio por los negros que muestran los gángsters italoamericanos es balanceado con el aprendizaje de la familia de Tony (que termina aceptando a Shirley); la maldad de los policías sureños, que encarcelan injustamente a Shirley, es disipada con la aparición de otro policía que detiene al dúo sobre el final para avisarles que tienen una rueda baja. Se trata, en suma, de no ofender, de hacer una película agradable, que sea capaz de hablar del racismo en los mismos términos de la fotografía en la que priman los colores pastel, suaves, que no cautivan la mirada pero que tampoco la repelen. Existe entonces una especie de norma tácita, de hábito: para filmar el racismo, Hollywood recurre a otros momentos históricos. ¿Hay algo en Green Book que sugiera la presencia de algo más que ese reflejo fílmico escuálidp? Una idea posible (y tal vez insostenible) es que la película se sirve de ese conjunto narrativo para hablar de algo bien distinto. Sé que sobreinterpreto, pero teniendo en mente la filmografía de Peter y Bobby Farrelly, cuyo signo distintivo fue, por sobre todas las cosas, una libertad absoluta para comentar el mundo a través de la comedia, ¿no hay algo extrañamente actual en la relación de Tony con Don Shirley? La manera en la que el segundo educa al primero, le enseña a hablar, le corrige su gusto por los placeres simples y sin pretensiones, le explica los límites de lo que puede decirse y de lo que no, le impone un lenguaje pomposo, ¿no recuerda, aunque sea vagamente, a la situación en la que se encuentra Hollywood en el presente, donde el más mínimo movimiento en falso, dentro y fuera de las películas, es exhibido públicamente y castigado con severidad? De nuevo: sé que sobreinterpreto. Pero es que ante el dato inesperado de que Peter Farrelly filme una película como Green Book, que parece ir en contra de una filmografía de veinte años, uno puede permitirse la duda y la búsqueda de alguna explicación improbable, tan improbable como el hecho de haber dirigido Green Book. Ya que es imposible que Hollywood mismo refiera directamente al clima asfixiante que respira hoy y que vuelve irrealizable una buena parte del mejor cine del pasado (como el de los Farrelly), ¿no es por lo menos divertida (ya ni siquiera digo plausible) la posibilidad de que Peter Farrelly haya encontrado la forma de hablar críticamente de ese presente sin aludirlo de manera frontal y utilizando una de las herramientas predilectas de la corrección política de la industria como lo es la denuncia racial cómoda, anclada en el tiempo, despojada de cualquier radicalidad? Esta idea, por ridícula que parezca, hace que Green Book parezca un artefacto bastante más interesante, vital y entretenido, político, que un cuento de hadas bienpensante sobre los males del racismo.
La integración social es el eje de esta historia. Inteligente y áspera. Divertida y conmovedora. Una combinación inusual en el cine hollywoodense dada la dimensión del drama que cuenta. “Green Book” habla de cómo dos personas enfrentadas por sus diferencias culturales –de clase, de ascendencia, de color de piel -, desarrollan un acercamiento singular en una circunstancia particular: Un chofer blanco lleva a un pianista negro, a una gira de conciertos por el sur de Estados Unidos, en 1962, en completo desafío al segregacionismo imperante. La dirección de Peter Farrelly se apoya en acontecimientos reales, músicos reales, ciudades reales y profundos dramas sociales como las consecuencias del racismo y la esclavitud. “Green Book”, transcurre en plena lucha por los derechos civiles de la comunidad negra. Muestra el conflicto a través de un juego de opuestos: El virtuoso Dr. Don Shirley (Mahershala Alí, desbordante de talento) y su chofer y guardaespaldas, un italoamericano apodado Tony Lip (Viggo Mortensen, casi perfecto). Cada uno representa los prejuicios más arraigados en sus comunidades. Culturas minoritarias pero determinantes en la sociedad norteamericana. La tensión social nunca deja la escena. Por eso la película acierta al mostrar la transformación de la mirada hacia el otro. Una mirada que crece y se expande en esta road movie, intensa. Dramática y divertidísima. Una rareza en la industria. Y una lógica explicación para sus cinco nominaciones al Oscar: Mejor película, Mejor actor (Mortensen) y mejor actor de reparto (Alí), mejor guión (Nick Vallelonga y Peter Farrelly) y mejor edición. La historia cuenta que durante dos meses Don Shirley y Tony Lip, deben completar una gira de conciertos en lugares como Kentucky, Tennessee, Arkansas o Luisiana. El espíritu conservador más recalcitrantemente en su núcleo duro. Para orientarse en el viaje utilizan una joya de la arquitectura social del momento: el “Libro verde del automovilista negro”, que indica restoranes, hoteles, estaciones de servicio o almacenes, donde los negros son bienvenidos. Para evitar hostigamientos. Para ofrecer amparo. Lo confeccionó un cartero, un hombre negro de Nueva York llamado Víctor Hugo Green. Y se publicó entre 1936 y 1966. Todo un símbolo. Sutil. Nada grandilocuente. Pero determinante. Eso define a esta película. En “Green Book”, Farrelly, el director de “Loco por Mery”, “Tonto y re tonto”, o “Irene, yo y mi otro yo”, se escapa de los estereotipos. Utiliza el drama para ir a la comedia desde la paradoja, desde la ironía y la sátira. También desde la humanidad. Esta combinación le permite relatar como se construye la relación entre el excelso pianista negro y su chofer, un típico italiano del Bronx. Un retrato de época descollante en la inteligencia de sus diálogos, y conmovedor en su devenir, sostenido por grandes actuaciones y una apuesta musical para escuchar, y volver a escuchar sin aburrirse. FICHA: Título: Green Book. Año 2018. País: Estados Unidos. Dirección: Peter Farrelly. Elenco: Linda Cardellini, Viggo Mortensen y Mahershala Ali. Duración: 130 minutos. Clasificación: Para Todo Público.
Se estrena la última de las nominadas a Mejor Película a los premios Oscar y una de las grandes candidatas. Dirigida por Peter Farrelly y con Viggo Mortensen y Mahershala Ali como dúo protagónico, Green Book: una amistad sin fronteras es una historia complaciente contada a base de trazos gruesos. En la primera película que dirige a solas, sin su hermano, Peter Farrelly apuesta a otro tipo de comedia muy diferente al que los ayudó a forjarse la carrera. Esta vez se toma en serio, deja de lado esa especie de comedia “boba” y decide retratar un hecho basado en casos reales. La historia de un italoamericano racista que, gracias a un nuevo trabajo, forja una importante amistad con un músico negro al que respetan tanto como se puede respetar a una persona negra en una Norteamérica que separa baños, alojamientos y bares según el color de tu piel. Green Book: una amistad sin fronteras está escrita por Farrelly junto a Brian Hayes Currie y Nick Vallelonga, éste último ni más ni menos que el hijo de Frank Vallelonga, también conocido como Tony Lip. No es un dato menor, ya que éste es uno de los dos protagonistas (interpretado por Viggo Mortensen) y se nota que la historia está contada desde ese lado, desde el del hombre blanco que supo superar prejuicios y se hizo amigo de un hombre negro. Estamos en la década del ’60. Tony Lip mantiene a su familia a base de diferentes trabajos y changas. Armado por una buena fama entre cierto círculo -fama de saber solucionar problemas-, llega a él una propuesta tan tentadora económicamente como curiosa: hacer de chofer en medio de una gira por el sur de Norteamérica para un importante músico. El problema es que es un músico negro y Tony Lip no se caracteriza por ser una persona que quiera estar cerca de esa clase de gente, a tal punto de arrojar un vaso a la basura sólo por haberlo utilizado un negro que trabajaba en su casa. Al mismo tiempo, movido por el dinero, puede cambiar de opinión rápidamente. Green Book: una amistad sin fronteras es una película que apuesta a la fórmula que siempre funciona: dos personajes opuestos, distintos por muchas más cosas además del color de su piel, que pronto aprenderán a llevarse bien y a llenar un vacío en el otro. Esto con un tono ameno y de humor en su mayor parte pero también sabiendo cuándo apelar a la emoción. Y si le sumamos que, además de protagonizarla dos actores reconocidos, está basada en hechos reales, tenemos nominación al Oscar asegurada. Aunque Viggo Mortensen se desenvuelve muy bien en su papel de italoamericano, su personaje está pintado con trazos gruesos. En su círculo apenas saben leer o escribir, hablan todos a los gritos y disfrutan de comer como pocas cosas. Su contrapuesto Don Shirley (Mahershala Ali) es un hombre culto y educado, que siente que no pertenece a ningún grupo, muy solitario y de pocas palabras, todas las que no se puede callar Tony. En el medio, entre hotel y hotel y evento y evento, el racismo y los prejuicios van aflorando y ellos los enfrentan como pueden pero juntos. Todo tan predecible como se puede esperar, complaciente y con algunos buenos momentos de humor, Green Book: una amistad sin fronteras apela a los estereotipos sin profundizar ni en personajes ni en la temática que utiliza como hilo conductor: el racismo. Éste está pintado sólo a través de situaciones casuales. En medio de una película que apuesta a una mayoría de planos cerrados y una banda sonora acorde a la época que retrata, lo mejor se encuentra en las interpretaciones, aun ante la actuación por momentos exagerada de Viggo Mortensen. Tanto él como en especial Ali logran imprimirle un poco de la dimensión que el guion no les brindó.
Bella historia de afectos y valores donde la segregación continua a flor de piel Desde 2014 en que colaboró en”Dumb and Dumber to”(“Dos tontos todavía más tontos”) con su hermano Bobby, Peter Farrelly dirigió un filme para televisión, “Cuckoo” (2015), y 10 episodios de la serie de televisión “Loudermilk” (2017). En 2018 realiza con sello propio “Green book”, basado en una historia real y en el libro “The negro motorist Green book”, una guía anual para los afroamericanos que viajaban por las carreteras. Fue escrito por un transportista postal y escritor de viajes de Harlen: Víctor Hugo Green. Durante el tiempo en que circuló el libro, las opciones de alojamiento, restaurantes e incluso estaciones de servicio eran limitadas, para los negros, tanto en el Sur como fuera de él. Se presentó por primera vez como “El libro verde del motorista negro”, y luego como “El libro verde de los viajeros negros”. En realidad el título del libro no es por el color verde, sino por el apellido del autor. Los libros fueron publicados desde 1936 hasta 1966. Green por su trabajo de transportista revisó los hoteles y restaurantes que hacían negocios con afroamericanos durante la época de las leyes de Jim Crow, y que fueron la base de la segregación racial en el Sur de los Estados Unidos desde 1876 hasta 1965. En su introducción, Green escribió: “Habrá un día en un futuro cercano en el que no será necesario publicar esta guía. Es entonces cuando nosotros, como raza, tendremos los mismos derechos y privilegios en los Estados Unidos”. A diferencia de “Driving miss Daisy” (“Conduciendo a Miss Daisy”, 1989, Bruce Beresford) en que el chofer era negro (Morgan Fredmaan), y la pasajera blanca y judía (Jessica Tande), en éste filme el conductor es blanco e ítalo estadounidense, Tonny Lips (Viggo Mortenssen, “Carlito´s way”1993, Brian de Palma; la saga de “El señor de los anillos”, Peter Jackson”, 2000 al 2003; “Una historia de violencia”, 2005, “Promesas del Este”, 2007, “Un método peligroso”, 2011, David Cronemberg); “Jauja”, 2014;, “Gunnar Dinensen”, “Todos tenemos un plan”, 2014, Ana Piterberg), y el viajero negro, Dr. Don Shirley (Mahershala Ali, ganador de un Oscar por mejor actor de reparto en “Moonlight”, Barry Jenkins, 2016, y un Súper Star televisivo). El Donald Walbridge Shirley, real, fue un pianista famoso, cuya carrera comenzó a los dos años, y a raíz de ser un niño prodigio fue becado a los nueve años por el Conservatorio Musical de Leningrado (hoy San Petersburgo), multilingüe, con dos doctorados adicionales Psicología e Historia de las Religiones. Su aspiración era realizar conciertos tocando a Piotr Chaikovki, Fréderic Chopin, Shumann, o Jean Sibelius, pero su representante lo convenció en que debía hacer una fusión entre lo clásico, el jazz y el blue, sino no tendría éxito. De ese modo él realizó su carrera profesional con un híbrido cóctel de estos ritmos. Compuso durante las décadas de 1950 y 1960, en los que experimentaba con el jazz e influencias de la música clásica. Compuso sinfonías para órgano, conciertos de piano y de chelo, cuartetos de cuerda, una ópera de un acto, obras para órgano, piano y violín, un poema sinfónico basado en la difícil novela “Finnegans wake” de James Joyce, y un grupo de «Variaciones» sobre la leyenda de Orfeo en el inframundo, la película omite estas referencias. Fue un hombre inteligente que creía en el poder de la cultura para transformar las mentes y los corazones. Y fue como Pigmalión y Cyranno de Bergerac juntos para educar a Tony Lip en sus modales y en la utilización de un lenguaje romántico para escribirle a su mujer (Linda Cardellini) maravillosas cartas, desde algún rincón del sur. Otros filmes con el tema de la segregación, y que pertenecen al subgénero de cine negro, se han presentado en el historial hollywoodense de filme con hombres y mujeres de color: “Hidden figures” (“Talentos ocultos”, 2016, Theodore Melfi), “The help” –(“La ayuda”, 2011, Tate Taylor), “12 Years slave” (“12 años de esclavitud”, 2013, Steve McQueen), “The blind side” (“Un sueño posible”, John Lee Hancock, 2009), “Adivina quién viene a cenar esta noche” (S. Kramer, 1967), y “Matar a un ruiseñor” (R. Mulligan, 1962), sin olvidar “Gone with the wind” (“Lo que el viento se llevó”, 1939, Victor Fleming, George Cukor). “Green book”, nominado a cinco Oscars, es un filme con el suficiente contenido político como para recordar que aún hoy el tema racial es candente en los Estados Unidos un país que pasó de tener un presidente afroamericano, Barack Obama, al retorno del poder blanco, sostenido por los Estados Unidos profundo, con Donald Trump. Como siempre Hollywood sabe compaginar la autocrítica con fórmulas que no permiten un enfrentamiento directo con el sistema, y utiliza la ironía o la sátira que son las mejores herramientas para las circunstancias políticas del momento. La historia de esta extraña pareja compuesta por un pianista afroamericano rico y un ítalo americano, su chofer y guardaespaldas, escrita por Farrelly, Brian Currie y Nick Villelonga, se basa en la historia real del padre de éste último, Tony Villelonga o Tony Lips, quien había trabajado como portero en un famoso club nocturno, Copacabana, asociado a la mafia y escenario de varios filmes. El Tony Lip real trabajó durante muchos años en ese lugar, y quedó tan asociado al ambiente que muchas veces lo llamaron para hacer de extra como mafioso tanto en cine como en televisión. Aparece en tres importantes filmes sobre la Cossa Nostra: “El padrino” (Francis Ford Coppola, 1972), “Buenos muchachos” (Scorsese, 1990), y la serie “Los Soprano” (1999-2007). En “Green book” el viaje y sus circunstancias es excusa ideal para realizar un “road movie” por el territorio sureño, por esa américa profunda que aún hoy persiste y, si se nos ocurriera transitar por ella. veríamos con asombro que los personajes que vemos en la ficción son tan reales como los habitantes de esos pueblos perdidos a millas de una ruta. Pero en el corazón del filme existe un cóctel de sensaciones difíciles de entrelazar más allá del enfrentamiento blanco-negro, como el deber y el derecho, lo vital, grosero y ordinario de Tony, y lo elegante, extraordinario y destructivo de Shirley, también el recelo y la fidelidad. El viaje es una gira de conciertos por lo más profundo del Sur de los Estados Unidos en aquellos años ‘60 en que los prejuicios raciales no eran sólo un lugar común, transitado y ventajoso, sino también un lugar muy peligroso e incontrolado, y al que los Kennedy intentaban plegar a su sueño de igualdad y de establecer los derechos humanos en ese infierno. Con una gran sutiliza cinematográfica, y un sentido del humor muy singular, Farrelly abre la puerta para que el espectador se interne en el mundo de esos personajes, dos marginales a su manera: Tony, un tipo hablador hasta el cansancio, que conoce las rutas del hampa, con recursos para sortear situaciones difíciles, y un impresionante doctorado en incultura y poco conocimiento del mundo de los otros, los ricos. Y Dr. Shirley, un desarraigado, despreciado por aquellos que lo admiran, que posee una cultura y educación que lo alejan de sus congéneres, alcohólico, homosexual, que ni conoce a Aretha Franklin, Little Richard y Chubby Checker. Por momentos “Green book” parece haber sido filmado realmente en los sesenta, no sólo por la construcción de los personajes sino por el encuadre y el enfoque de una serie de planos, como en el comienzo del filme, en que se enfoca al escenario y en segundo plano a Tony Lip echando a un borracho. En realidad el viaje es iniciático y un encuentro entre dos culturas que van modificándose a lo largo del camino. La idea principal es mostrar que cada uno de los personajes hace el esfuerzo necesario para superar sus limitaciones. Sus distintas opiniones sobre el pollo frito y Little Richard, por ejemplo, desafían los estereotipos tradicionales. Como en el momento en que Tony declara sorprendido que nunca Don no haya oído hablar de Little Richard y Aretha Franklin: "¡Esta es tu gente!" y Don responde: "Tienes una percepción muy estrecha de mí". El director de fotografía Sean Porter, cuyos créditos incluyen "Green room” (La sala verde, Jeremy Saulnier, 2015), y "Kumiko, el cazador de tesoros", David Zellner, 2014), captura el color del cine de los ‘60 y la América profunda en un rico tapiz de bares llenos de humo y sórdidos espacios, así como habitad natural de la clase pudiente a la que también coloreó en tonos pastel brillante. También a los momentos musicales les dio matices de una coloratura tan especial que podría formar parte de una pequeña colección de cuadros. Especialmente en la secuencia cuando llegan a Pittsburgh, y Tony dice que su jefe "toca como Liberace, pero mejor", Don es tentado para tocar en un destartalado piano, y en medio del humo y las carcajadas comienza con una melodía de Chopin a la que le siguen variaciones de jazz sobre ese tema, y donde se van sumando el resto de los músicos asombrados por su virtuosismo conformando un concierto de jazz exquisito. La banda sonora delita al espectador constantemente con una música que mezcla piezas de “música negra” que va desde variaciones de gospel, pasando por el jazz, el blue, ragtime La vestuarista Betsy Heimann logra un armónico conjunto de trajes y ropa casual específica de la época tanto para Shirley, como para Tony, y especialmente en la extravagancia del pianista. Pero sobre todo con Viggo Mortenssen logro que pudiera vestir no sólo pantalones y camisas del auténtico Tony, porque la familia de éste se los brindó, como también lució la cadena con la medalla religiosa italiana en todo el filme. “Greem book” tal vez no pueda curar el racismo de un lado y otro que existe en el mundo, pero tal vez ayude a recordar que siempre habrá seres distintos a nosotros, ya sea en color, filiación política, religiosa. deportiva, cultural. Es un filme que apela a los sentimientos y la comprensión afectiva más que a la intelectual.
La segregación racial hace tiempo que le ha funcionado a Hollywood para lustrar su imagen y así poder exhibir su indiscutible corrección política. Por eso, la entrada de Green Book a la lista de los premios Oscar no sorprende a nadie, es más, era hasta predecible. Estamos ante una película sin bordes, de manual. Una película hecha por ese compañero que aprueba todo con diez estudiando de memoria. Una película sin riesgos, que conoce bien qué es lo que a los premios (o a ese tipo de premios) les gusta, y así y todo, Green Book consigue no solo eso, sino que de verdad entretiene. Conocido por haber dirigido las dos entregas de Tonto y Retonto, Peter Farrelly consigue -para suerte de todos- alejarse de esa gracia estúpida y escatológica típica de la Nueva Comedia Americana y del gag instantáneo, vacío, que supo ser siempre su arma fácil, para adentrarse en una odisea que, con el humor como vehículo, retoma el eje del racismo. La historia es una suerte de biopic abreviada de la relación entre Don Shirley, un experimentado pianista afroamericano, y Tony Vip, un ex patovica de un bar neoyorquino, quien es contratado como su guardaespaldas personal durante una gira por el sur de los estados Unidos, durante 1962. Como varias buddy movies el contraste de personajes es lo que motoriza el relato. Mientras Viggo Mortensen comanda el humor con su papel de italoamericano bruto y elemental, un personaje que parece salido de una mala copia de alguna de gánsteres de Abel Ferrara o Martin Scorsese, Mahershala Ali y ese rostro sufrido (convertido desde la premiada Moonlight en su marca registrada) le otorgan el costado más profundo y sentimental, el lado b. Lo acartonado y caricaturesco que podría ser Mortensen, reforzado por esa pronunciación intencionalmente mala del italiano, se extiende hacia su forma de ver el mundo. Para él la comunidad negra es como un equipo de fútbol en el que todos escuchan Little Richard, Aretha Franklin y su comida preferida es el pollo frito. Hasta se anima a responderle a Shirley que no conoce nada de los “suyos”. Esa ignorancia es lo que causa risa. El humor de Farrelly se rige bajo la fórmula de invertir los roles del estereotipo. Es decir, si a lo largo de la historia del cine los negros fueron retratados mayormente como los brutos, los básicos, los bárbaros, como los choferes, los empleados, los asistentes del hombre blanco, Green Book cuestiona estas construcciones dando vuelta el tablero. Shirley le enseña a su guardaespaldas de dicción, de buenos modales, lo ayuda en la escritura de una carta a su mujer. En una palabra lo educa a vivir en sociedad. Si bien el personaje interpretado por Viggo Mortensen es mostrado en un inicio como alguien que por su racismo, es incapaz de beber agua del mismo vaso que un afroamericano, el filme ridiculiza, humilla, se ríe de su prejuicio. Sin embargo, hay veces en que la ignorancia se confunde con inocencia. Hay una suerte de mirada enternecedora en las actitudes ingenuas de Tony Lip que lo acompaña hasta su total conversión, erigiéndose al final como el héroe de la película. Sin sus músculos y su presencia, sin su figura de white survivour el pianista no hubiese podido dar ni un concierto. Tal vez ni siquiera hubiese sobrevivido. Ríamosno, pero después agradezcamos. En 1956 Don Shirley publica Orpheus in the Underworld, una obra musical inspirada en aquel personaje de la mitología griega que descendía al inframundo y apaciguaba las almas de las fieras con el sonido de su lira. El tour por el Deep South, de algún modo, puede ser leído en esa misma clave: un artista negro que al sentarse frente al piano atenúa todo el racismo existente en su público. Eso sí: siempre y cuando esté en el escenario tocando y entreteniendo a la gente porque al bajar, una vez que el show termina, el mundo continúa igual de apestado. A medida que se van hundiendo en los estados del sur la segregación racial aumenta, la policía los hostiga más, un vendedor no le permite a Shirley probarse un saco, incluso se le prohíbe a cenar en el mismo salón que a su propio público. Y no solo eso, el largometraje también expone la discriminación que el músico sufre por parte de la comunidad afroamericana. El traje, sus modales refinados, ese porte bohemio e intelectual son mal vistos por aquellos que comparten su color de piel pero no sus privilegios. Si el arte fuese reflejo del artista, las composiciones de Shirley concentran esta crisis identitaria. Sus canciones suenan a jazz, aunque también flota cierta influencia de la música clásica, sin terminar siendo ni una ni otra. “No soy lo suficientemente negro ni lo suficientemente blanco ¿Qué soy?” vocifera desnudando lo que los ojos de Tony, el único en captar la sensibilidad del artista, ya sospechaban: una tristeza que explica su alcoholismo y su personalidad reacia. Una profunda soledad e incomodidad con el mundo que excede la cuestión de la piel y alcanza a todo humano. Por Felix De Cunto @felix_decunto
Basada en una historia real, la película de Peter Farrely cautiva por la sensibilidad de sus protagonistas. Frank Vallelonga (Viggo Mortensen) es contratado para conducir y proteger al Dr. Shirley (Mahershala Ali) en su gira de conciertos desde Manhattan al sur de Estados Unidos. Para ello cuenta con El libro verde, una guía de viaje con información sobre opciones seguras de alojamiento, comidas y negocios para los afroamericanos, durante la era de la segregación. El viaje cambiará sus vidas. Green Book: Una amistad sin fronteras (2018) muestra con sencillez como dos hombres desconocidos, que al parecer son completamente diferentes, tienen más cosas en común de lo que creen. Situaciones de comicidad en las que brillan los dos actores, y otras en las que Mortensen regala un personaje tan tierno como querible, le dan sentido a una historia que el público agradecerá. Nominada a Mejor Película en los Premios Oscar, el film deja una linda sensación. Algo que no es poco en el cine actual.
Aprendiendo a convivir Llega a los cines la última película nominada a los Óscars que quedaba por estrenarse y que ya lleva acumulados 37 premios -incluido el Golden Globe a mejor película musical o comedia– y con 5 nominaciones por parte de la academia. Gren Book está basada en una historia real y es básicamente una road movie de una pareja dispareja, con el elemento fundamental de racismo en los Estados Unidos de los 60s como el eje central de la trama. Viggo Mortensen interpreta a Frank “Tony Lip” Vallelonga, un italoamericano con tendencias racistas que trabajaba de patovica en el Copacabana, un famoso club nocturno de Nueva York. Luego de que el club entre en renovaciones consigue trabajo como el chofer personal de “Doc” Shirley (Mahershala Alí) un reconocido pianista de jazz afroamericano excéntrico, solitario y bastante sofisticado. Tony debe dejar su racismo de lado para acompañar a Shirley en su gira por el medio-este y sur profundo de los Estados Unidos, zonas donde los afroamericanos son tratados con total desprecio, y es por eso que durante su viaje deben guiarse por el ” The Negro Motorist Green Book”, un libro guía de los años 20 con locaciones en las cuales los negros son bien tratados. Durante las ocho semanas que dura el tour los personajes, opuestos en todos los sentidos, no solo aprenden a convivir sino que se enseñan mutuamente mientras Tony vive en carne propia los maltratos que sufre Doc solamente por ser negro, recapacitando sobre sus antiguas actitudes y generando una empatía a tal punto que comienza a florecer una gran amistad entre ambos. Es acá donde fluye lo mejor de la película que es la química entre Viggo Mortensen y Mahershala Alí. Sin duda, esta dupla es lo que le permitió a Green Book en un 80% ser uno de los films más reconocidos y galardonados del año. Si bien Mortensen la tuvo bastante difícil en cuanto a la competencia en las ternas de mejor actor, Alí ganó 7 premios en esta temporada como mejor actor de reparto y es casi un hecho que también se consagrará con el Óscar, repitiendo así el mismo premio que obtuvo en 2017 por Moonlight. Sin embargo, quien más ganó con esta película es el director Peter Farrelly, conocido por ser director de comedias como Tonto y Retonto (Dumb & Dumber, 1994), Loco por Mary ( There’s Something About Mary, 1998), Irene, yo y mi otro yo ( Me, Myself & Irene, 2000) y Los tres chiflados (The Three Stooges, 2012), dejando en claro a toda la industria que también puede dirigir dramas como este (a pesar de que para los Golden Globes es una comedia). La película puede ser tratada como muy moralista por algunos y de recurrir al tropo del “hombre blanco salvador de negros” por otros, sin embargo, hay que recordar que está basada en una historia real que permite ser un reflejo de la época que se vivió hace apenas 60 años ( y que en algunos lados aún se sigue viviendo), y en los personal deja un mejor mensaje sobre el racismo que otra película también nominada como el El infiltrado del KKKlan (Blackkklansman) de Spike Lee.
Basada en una historia real y nominada a cinco premios Oscar, incluyendo Mejor película, Mejor actor protagónico (Viggo Mortensen) y Mejor actor de Reparto (Mahershala Ali), Green Book cuenta la historia de un excéntrico y afamado pianista negro que emprende una gira por el sur profundo de los Estados Unidos hacia 1962. Para mantener a salvo su integridad, en una región del país dominada por las tensiones raciales, contrata a un chofer blanco que no sólo se encargue de conducir el auto; sino de protegerlo frente a eventuales percances o agresiones. Tony Lip (Mortensen), un empleado de seguridad de un club de jazz que permanece cerrado por refacciones durante unos meses y que por ende ha quedado temporariamente sin trabajo, es el elegido para cumplir la misión de que la ronda de actuaciones sureñas de Dr. Don Shirley (Ali) sea realizada con éxito. Los contrastes entre ellos son más que evidentes. Tony es un tosco descendiente de italianos, que pasa gran parte del día fumando y comiendo vorazmente. El señor Shirley es un refinado y solitario artista, con modales configurados a medida de las aristocráticas audiencias para las que se presenta en teatros y eventos privados. Como toda película narrada en formato de road movie, el viaje que emprenden los protagonistas por el sur de la geografía norteamericana, se transforma en una experiencia de auto conocimiento y mutuo aprendizaje. El chofer/guardaespaldas incorporará, inicialmente a regañadientes, pautas para un comportamiento más formal y civilizado. El pianista, a pesar de su ultra estructurada personalidad, progresivamente logrará soltar su rígido estilo de vida para permitirse algunas instancias de verdadera diversión. Esta dinámica aquí narrada no es un spoiler. De hecho, el el título de este film en Argentina es Green Book: una amistad sin fronteras, y el relato está orquestado bajo las típicas premisas de toda road movie. Por lo tanto, no hay mucho lugar a mayores sorpresas, pero el realizador y coguionista Peter Farrelly maneja con destreza los resortes de una historia previsible, con personajes tan estereotipados como queribles. En los comienzos de su carrera, junto a su hermano Bobby, Peter concibió una serie de películas con humor de trazo grueso que contribuyeron a construir los cimientos de la llamada Nueva comedia americana. Poco hay en Green Book de aquel director desatado e insurrecto que hace más de veinte años comandó títulos como Loco por Mary y Tonto y re tonto, Farrelly va ahora por la senda de la madurez artística con esta propuesta que discurre sin mayores exabruptos, y está ceñida al molde de crowd pleaser que va de lleno por la conquista de los corazones de la gran platea mundial. La coyuntura actual de Estados Unidos, con un presidente y parte de una sociedad alineados en el rebrote racista, ha contribuido sin dudas al posicionamiento de este cálida y algo subrayada historia en la carrera por el Oscar. Cinematográficamente hablando, en el apartado de películas de temática racial nominadas al más codiciado premio de la Academia, El infiltrado del KKKlan, dirigida por el legendario Spike Lee, tiene mayores méritos creativos y un poderoso discurso que logra anclar el pasado con el presente de la poderosa nación del norte eternamente signada por divisiones entre etnias. Así y todo, el viaje que propone Green Book, film que toma su título de los libros de ruta que la comunidad negra utilizaba décadas atrás en los Estados Unidos, para saber dónde hospedarse o a qué bares ir sin atravesar por una cruda situación de maltrato, funciona por el tono ligero que asume en términos generales su guión. Salvando algunas instancias marcadamente explicativas, el relato fluye con encanto y logra no desbarrancar en el melodrama lacrimógeno. Farrelly cumple con su misión de narrar con buen pulso una historia real ocurrida hace más de cincuenta años, manteniendo viva la reflexión sobre la problemática racista, y sin el imperativo de inclinarse a un planteo profundamente político. Conducida en piloto automático, esta película logra que su calculada y predigerida receta, resulte una agradable experiencia. En parte, por la eficacia de los diálogos y la química entre los protagonistas. Pero sobre todo, por saber siempre dar un volantazo a tiempo antes estrellarse contra la solemnidad. Una paradoja que contradice el tono conciliador e igualitario que enarbola Green Book, consiste en que Mahershala Ali esté nominado al Oscar en el rubro Mejor actor de reparto, cuando claramente es coprotagonista de Viggo Mortensen. Si bien es cierto que su personaje aparece unos minutos después de comenzado el film, y que de hecho el relato carretea sin mayor brillo antes de que la dupla se lance a su largo periplo, su rol claramente no es secundario. Otro indicador llamativo, es el que coincide con un film de hace tres décadas de similar impronta a este estreno. Estamos hablando de la ganadora del Oscar a Mejor película Conduciendo a Miss Daisy, cuyo realizador fue ninguneado en las candidaturas, al igual que Peter Farrelly, ausente entre los nominados en el rubro Mejor director. Pero todo eso, ya es parte del consabido y rancio folklore de la Academia de Hollywood. Green Book / Estados Unidos / 2018 / 130 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Peter Farrelly / Con: Viggo Mortensen, Mahershala Ali, Linda Cardellini.
Green Book no termina siendo una road movie simplona y corriente, por la gran dupla protagónica que constituyen Viggo Mortensen y Mahershala Ali. Peter Farelly es uno de esos directores que tiene el mote de ser considerado como un director de comedias livianas. En su haber, cuenta con películas como Tonto y Retonto (1994), Locos por Mary (1998) e Irene, yo y mi otro yo (2000). Todos clásicos que han sabido hacer reír y quedarán por siempre como aquellas que sirvieron para establecer un tipo de comedia en particular y que sirve a su vez, como la piedra fundamental para las películas cómicas de hoy en día. Después de aquellas, el director supo alternar otras producciones más mediocres y otras que fueron definitivamente malas como Tonto y Retonto 2 (2014), donde Peter chocó la Ferrari que él mismo supo comprar con Harry y Loyd alla en el ’94. Después de aquella última incursión con la comedia, Farelly decide volver a ponerse detrás de las cámaras para adaptar una historia real donde se despega de las películas de humor absurdas y se mete de lleno en una aventura de amistad, inclusión y aceptación en una época donde esa parece ser la fórmula del éxito en lo que a los premios se refiere en Green Book: Un amistad sin fronteras (Green Book, 2018). Tony “Lip” Vallelonga (Viggo Mortensen) es un trabajador y ciudadano promedio, con raíces italianas, que junto con toda su familia viven en la Nueva York de 1962. Tony, quien pierde su trabajo como empleado de uno de los bares más famosos de la ciudad, se empieza a venir a pique cuando no solo no encuentra un trabajo estable, sino que empieza a empeñar sus artículos personales más importantes con tal de llevar el dinero a su casa. Cuando la situación económica de Tony empieza a ser limite, una oportunidad laboral se le presenta y no podrá declinarla más allá de que el trabajo en sí mucho no le convenza. El trabajo, será el de hacer de chofer y asistente personal de Dr. Don Shirley (Mahershala Ali) uno de los músicos más reconocidos del momento y con un talento impresionante, durante una gira de más de dos meses, pero que al mismo tiempo lucha contra el racismo instalado en la cultura estadounidense solo por ser negro. Juntos, Tony y Don deberán limar sus asperezas para poder conseguir una relación, de respeto, cordialidad y una amistad que muchos deberían imitar. A pesar de los grandes momentos de comedia y de la impecable química entre los protagonistas, la película no da el salto de calidad que se hubiera necesitado para posicionarla entre las mejores producciones del año. Uno de los motivos principales es del enfoque en el guión, ya que tanto Farelly como los escritores (Vallelanga incluido) decidieron hacer hincapié en el personaje de Tony y es él, el que nota todos los tratos raciales hacia Don. Para simplificarlo, por muchos pasajes la película se centra en explicar la rudeza y los contextos de racismo desde el personaje del hombre blanco. A pesar de eso, la historia es una amigable aventura de amistad y de sobreponerse a los estigmas sociales, de un lado y del otro. Por suerte el guión también cuenta con situaciones de humor en donde la seriedad se descomprime de manera efectiva y ambos personajes tienen grandes momentos frente a la cámara. En cuanto a las actuaciones, cuestionar o no reconocer los dotes actores del Viggo Mortensen es no tener idea de lo que él es capaz de hacer. Por su versatilidad, por su vida casi de cosmopolita y por su dedicación y trabajo constante, el labor de Viggo es de los mejores en todo el año. Pero aquí queda opacado por el gran, gran, gran, trabajo de Mahershala Ali que decididamente se roba la película con su excelente interpretación. Los momentos emotivos en donde el espectador puede verse afectado, vienen todos por el lado de Ali decididamente. El resto del elenco cumple un rol totalmente secundario y que se dedica exclusivamente a rellenar la trama. Green Book está lejos de ser una película perfecta. Está bastante llena de estereotipos y clichés pero tiene un pareja de protagonistas que provocan que una aparente y corriente road movie, se posicione como la película favorita de la corrección política.
Esta comedia dramática sobre la relación que se establece entre un hombre blanco y uno afroamericano durante un viaje por el sur de los Estados Unidos en los años ‘60 es un entretenimiento liviano y bastante banal, lejos de merecer estar en la conversación por los premios Oscar. Convengamos que GREEN BOOK es una película bastante tonta: sus caracterizaciones bordean el cliché, los conflictos tienen la previsibilidad del más rancio y académico manual de guión y su lectura política es de jardín de infantes. Todo esto, seguramente, es lo que la transforma a la vez en la más probable ganadora al Oscar a mejor película y en el objeto de burla de buena parte de la crítica. En cierto punto, su alto posicionamiento en el rubro premios termina jugándole en contra a esta película de Peter Farrelly que, en otro contexto, sería más apreciada cómo una comedia ligera de Navidad, una fábula inocente sobre las diferencias raciales a principios de la década del 60 que podría haber sido valiosa temáticamente en la época de películas con Sidney Poitier en la que alcanzaba con poner a un actor afroamericano en un rol protagónico y de carácter “virtuoso” para que el film en cuestión ya sea considerado como un alegato a favor de la armonía racial. Viggo Mortensen y Mahershala Ali En tiempos de Spike Lee y Boots Riley, en el contexto de un gobierno como el de Donald Trump, la película es de un grado de inocencia sorprendente, casi retro en su noñez. La historia de un chofer blanco racista, de origen italiano y de clase baja, que necesitado de trabajo no tiene más opción que manejar el auto de un pianista de jazz negro por los segregados estados del sur del país es una fábula banal pero simpática que debe ser apreciada de esa manera: un cuentito de Navidad para imaginar un mundo mejor que el que existe. Viggo Mortensen y Mahershala Ali logran sacarle jugo a personajes escritos con el manual de Syd Field en la mano, criaturas que enfrentan todas las situaciones imaginables y previsibles en las buddy movies con subtexto racial. Lo hacen con gracia y Farrelly tiene talento para el humor y allí es donde la película mejor se defiende. Pero cuando se vuelve seria o intenta “decir algo sobre el mundo”, toda la gracia desaparece y el film se vuelve tan o más rudimentario que la similar CONDUCIENDO A MISS DAISY. Se puede decir que GREEN BOOK es una película amable e inofensiva en la cual un blanco le enseña a un negro a apreciar y valorar su “negritud” (o algo así) mientras que el afroamericano le enseña a nuestro tano con look de extra de película de mafiosos de Scorsese (de hecho el verdadero Tony Lip hizo varios papeles secundarios de mafioso) “un cacho de cultura”. Juego de roles supuestamente invertidos, canciones soul de los 60, unos chistes simpáticos y algunas escenas que podrían ser densas pero que, en el marco liviano del film, nunca lo son del todo, GREEN BOOK es una película rudimentaria y entretenida, elevada por dos actores extraordinarios. Pero de ahí a ser considerada la mejor película del año por cualquier Academia hay una distancia enorme, tan grande como las que hay entre está fábula y la realidad.
Tocar el piano con las manos sucias Dirigida por Peter Farrelly, el mismo de Loco por Mary y Tonto y retonto, Green Book es un sentido homenaje al músico Don Shirley y su chofer, dos amigos a pesar de todo, en una película con el gesto puesto en saber contar una historia. ¿Qué es lo que hace que un mismo director sea capaz de realizar películas malas (Tonto y retonto 2), mediocres (Los tres chiflados), notables (Loco por Mary, Kingpin), puede ser un misterio. La asociación entre los hermanos Peter y Bobby Farrelly tiene ejemplos de todo tipo. Pero ahora es uno de los dos, Peter, el que asoma de manera personal con Green Book (más un trabajo previo, televisivo, de título Cuckoo. Por otra parte, parece que también Bobby hará lo propio en breve). Todo esto para enlazar, en lo posible, a un film como Green Book (con varios premios, entre ellos tres Globos de Oro, y cinco nominaciones al Oscar) en la poética que los Farrelly de alguna manera han cultivado. Y lo cierto es que elementos en común no faltan. Pero ante todo, lo que aquí sobresale es una película sólida, de narrativa clásica y alusiones cinéfilas de encanto nada soporífero, que vencen la corrección política de películas cercanas (y nominadas) como Bohemian Rhapsody, Black Panther, Nace una estrella. Antes bien, y con diferencias evidentes, el film de Farrelly se encuentra más cerca de las también nominadas El infiltrado del KKKlan y El vicepresidente: Más allá del poder, aunque sin lo furibundo de la primera ni lo grotesco de la segunda. A grandes rasgos, Green Book logra ser un film querible que no esquiva lo ríspido de su planteo, aun cuando juegue las cartas habituales y con ese bendito slogan -"Basado en una historia real"- desde el cual abre su relato. (Debiera haber algo en contra de la inclusión de tales letreros, ya insoportables.) Pero más allá de esto, Green Book se inscribe, como "película Farrelly", en la habitual construcción de estereotipos graciosos, bufones, que han transitado algunas de las (buenas) películas de los dos hermanos. El mejor ejemplo lo supone Tony Lip, el personaje ítalo americano que Viggo Mortensen delinea y sitúa al lado de otros disparates geniales como el jugador de beisbol manco de Kingpin (Woody Harrelson), el detective lunático de Loco por Mary (Matt Dillon), y el marido recién asumido como tal pero ya desilusionado de La novia de mis pesadillas (Ben Stiller). Ante todo, lo que aquí sobresale es una película sólida, de narrativa clásica y alusiones cinéfilas muy precisas. Matón de ocasión, capaz de comer cantidades ingentes de hot-dogs por unos dólares, esposo y padre cariñoso, de gestos brutos y palabrerío limitado, lo que Mortensen logra con Tony Lip es un festival al que solo le falta un contrapunto. Es allí donde se inscribe el hacer atildado de Mahershala Ali como el pianista Don Shirley, a quien Tony llevará a un punto y otro del profundo sur americano como chofer. Entre los dos, en función del blanco y negro que suponen, de cercanías y diferencias raciales así como sociales, se configura una síntesis, tal como la que fungiera en forma de diligencia según el film canónico de John Ford. Acá, en forma de auto. Un auto con una misión. El viaje comienza, y como se sabe, se viaja para volver, volver para contar lo vivido. El auto viaja y recorre ese país cuya belleza, confiesa Tony, ignoraba. Pero, ¿por qué viajar hacia latitudes inhóspitas, con el dinero ya en los bolsillos, a enfrentar un desdén inevitable?, se pregunta Tony mientras consulta el librito verde que contiene, como salida turística, las paradas donde los negros pueden hospedarse sin problemas. El derrotero vuelve a la película una road movie, también una buddy movie; es decir, asume lugares ya conocidos o transitados por películas similares. Y dialoga, cómo no, con el periplo parecido -si bien más oscuro- que el Charlie Parker de Clint Eastwood, en Bird, hubiera de trajinar. Como anclaje, vale agregar que el film elegirá durante un diálogo el nombre de Nat King Cole, a partir de una anécdota desgraciada que el músico protagonizara, y que Green Book -o Don Shirley- asumen como legado. El film de los hermanos Farrelly es un homenaje al pianista Don Shirley Durante el devenir de la historia, Tony descubre la música inmensa del Stainway en los dedos de Don, y aprende a escribir cartas a su mujer gracias a las metáforas de éste. Negro, homosexual, adinerado, Don Shirley parece desencajado de todo lugar. Sus dedos ni siquiera conocen el aceite del fried chicken con el que Tony le incentiva. Entre los dos se articula un previsible ida y vuelta, de atenciones compartidas, que la película maneja con serenidad y simetría, sin golpes bajos, atenta sin embargo con lo que ya se sabe sucederá. Porque, vale señalar, Green Book apela a lo más clásico del relato hollywoodense, y lo mejor de todo es que no se arroga nada "diferente" (como esas películas de directores "visionarios", según cierta prensa). Tiene, desde luego, mucho que decir sobre el racismo y las luchas sociales en su país, pero no lo hace desde la declamación o la lección, sino a partir de lo que el mismo relato deja entrever, de a poco y sin golpes de efecto. Hay, desde ya, todo un cine norteamericano desde el cual rastrear la problemática y referir las maneras desde las cuales fuera expuesta. Para el caso, películas prácticamente malas como Selma: El poder de un sueño y Talentos ocultos (la primera versionando al propio Martin Luther King, la segunda dedicada a la participación afroamericana femenina en la NASA) aportan nada al cine, mientras cultivan una corrección de buenos modos que el Oscar no duda en atender. Algo similar a lo que sucediera con Conduciendo a Miss Daisy, ese film de fricción lavada que tanto furor le causó al admirable director Spike Lee, y que se sitúa -dada la misma relación entre sus personajes- en la vereda opuesta a Green Book. Por todo eso, vale distinguir a Green Book por recurrir al tacto que el buen cine (ya hecho) aporta. Es por esto que fácilmente podrá relacionarse al film con el espíritu que ronda en Qué bello es vivir, el clásico de Frank Capra. Green Book no pretende ser una obra maestra como aquella, sino simplemente contar una historia que, desde ya, se sabe cómo concluirá y de qué manera. Esa resolución, que el espectador prevé -por tantas películas parecidas pero no necesariamente iguales-, es la que viene aquí a saldarse y con un gusto inmejorable, que deja descubrir a Peter Farrelly como un narrador de pulso discreto, preciso, sin estridencias, como debe ser. Hasta se permite el desliz de revertir lo previsible de cierto comportamiento policial. ¿Por qué no? Después de todo, es Navidad. Así como en la película de Capra. Solo es cuestión de creer (en el cine).
“Green Book: una amistad sin fronteras”, con Peter Farrelly al volante, nos adentrará a un viaje que conocemos bien pero que nos encantará volver a recorrer. Cuando Tony Vallelonga, también conocido como Tony Lip (Viggo Mortensen), un ítalo-estadounidense del Bronx, es contratado para conducir y proteger al Dr. Don Shirley (Mahershala Ali), un virtuoso pianista de color, en una gira de conciertos al sur de Estados Unidos, deberá confiar en 'The Green Book' (una suerte de Lonely Planet con información sobre opciones seguras de alojamiento, comidas y negocios para los afroamericanos durante la era de la segregación y las leyes de Jim Crow) para que los guíe a lugares en los que Shirley no sea rechazado, humillado, o amenazado. En su primera incursión en solitario, Farrelly se desafía con una comedia dramática inspirada en hechos reales la cual aborda una temática social que no deja de ser una herida latente en US (basta con observar los nominados a mejor película en los Oscars este año). Pero tratándose del director de comedias como “Tonto y Retonto” y “Loco por Mary”, no sorprende encontrarnos con una película cargada de clichés y lugares comunes: Es el típico “road trip”, es la típica historia de dos personajes disímiles, hasta tiene elementos de una típica comedia romántica. Sin embargo, y aun así funciona a la perfección y no importa que podamos prever todo lo que vendrá a continuación. Entramos en la historia, fluimos con ella y, si nos lo permitimos, vamos a reír, llorar y reflexionar. Gran mérito en esto tienen sus cautivadores protagonistas. El mayor sostén del film radica en esta pareja, de trabajada química, que se lucen juntos y por separado. Un Mahershala Ali soberbio, siempre desplegando algo distinto y mostrando esa maravillosa cualidad que pocos tienen de mostrarse duro y frágil a la vez. Por su parte algunos podrán criticar a Viggo Mortensen por componer un italiano estereotipado. Pero creo que si la interpretación tiene corazón y verdad (y la ayuda de un buen guión), como en este caso se disfruta y aporta algo nuevo a este tipo de personajes. A algunos quizás el extenso palmarés de premios y nominaciones que ostenta el film terminen por jugarle en contra por cargarse de tantas expectativas. Algunos quizás se vean sorprendidos con la madurez de Farrelly y termine siendo superior a lo que esperaban. Pero alguno dijo alguna vez “la expectativa mata la experiencia”. Así que simplemente vean, y juzguen por Uds. mismos. Por Matías Asenjo
Crítica emitida por radio.
Peter Farrelly, co-director junto a su hermano de las clásicas "Tonto y retonto", "Loco por Mary" e "Irene, yo y mi otro yo", decide traer una historia bastante más madura y con un guión rico por donde se lo analice, pero sin dejar de lado esa esencia de hacer reír que siempre lo ha caracterizado. Al igual que algunas de las comedias mencionadas, vuelve a elegir la road movie como eje del relato. "Green Book: Una amistad sin fronteras" está basado en hechos reales ocurridos en la década del 60. El talentoso pianista afroamericano Don Shirley (Mahershala Ali) contrata al rudo y tosco italoamericano Tony Lip (Viggo Mortensen) para que sea su chofer en una arriesgada gira por el Sur de los Estados Unidos. En esta aventura siempre deberán tener presente el "libro verde", que funciona como una detallada guía de los establecimientos de la zona en los que se puede alojar un afroamericano. En el comienzo, se realiza una excelente y necesaria descripción del personaje de Tony Lip a quien, mediante una gran utilización del lenguaje audiovisual, se llega a conocer de inmediato. La presentación de Don Shirley es algo más sutil y se lo va desmenuzando a lo largo de todo el metraje. Sin embargo, de entrada se reconoce la disparidad de la dupla, lo que será la regla durante esta historia. Justamente esta pareja es el gran fuerte de la película. La química generada entre los dos es espectacular. Esto se debe a un guión muy bien escrito donde cada personaje tiene su propia voz, que tiene ese particular chispa de humor firma Farrelly que le permite empatizar a la audiencia con cada uno de ellos, entenderlos, acompañarlos en este viaje que no se hace largo en ningún momento. Asimismo, existe un auténtico desarrollo de los dos que funciona a la perfección. Sin embargo, nada de esto hubiese sido tan efectivo sin el perfecto casting que se realizó. Lip y Shirley están hechos a medida para Viggo Mortensen y Mahershala Ali, quienes superan con expectativas su trabajo. Por algo está Viggo nominado al Oscar a mejor actor, y Mahershala, al mejor de reparto. Desde lo técnico, lo que más deslumbra es la música (la de Shirley), con momentos muy refinados, y otros más chabacanos y populares. La fotografía es admirable, pero tampoco se destaca tanto como la de otras cintas. Al igual que varias de las nominadas, existe un mensaje social que tiene que ver con el racismo, aunque aquí haya una mirada más de paz que de violencia, donde se busca la aceptación por encima del choque. De todos modos, el gran tema de la película, más que el conflicto racial, es el de la empatía, el entender al otro como es, aceptarlo más allá de las diferencias. Hay una necesidad de inclusión notoria en muchas secuencias de la película que, muchas veces tiene que ver con el racismo, pero en otras, no tanto. "Green Book: Una amistad sin fronteras" es de esas cintas que, si bien no son originales desde la forma o hasta del contenido, están tan bien escritas y llevadas a la pantalla que es imposible que no agrade a cualquier tipo de público. Hace reír, llorar, reflexionar, a veces solo con detalles. Es de las mejores películas del año, y viene cosechando varios premios (entre ellos, Globo de Oro a mejor película de comedia), mientras está a la espera de cinco nominaciones al Oscar (mejor película, guión original, actor principal, actor de reparto y montaje). Puntaje: 9/10 Manuel Otero
Concierto a cuatro manos En Green Book, un pianista afroamericano y un chofer casi xenófobo se internan por las ciudades del sur estadounidense buscando su redención. Imaginen a Viggo Mortensen en plan argento, pero sin mate ni casaca de San Lorenzo. Bueno, casi. El Tony Vallelonga (alias Tony Lip, lip de labio, por lo hablador) que compuso en Green Book es lo más cercano a un porteño que llegó a la pantalla grande de Hollywood. Viggo tomó por el atajo más conocido para interpretar a un ítaloamericano medio cabeza hueca y bastante elemental, y el resultado es tan glorioso como atípico para su carrera. Pongan enfrente al culto y sofisticado afroamericano Dr. Don Shirley (Mahershala Ali) y tenemos una buddie movie con mucho de road movie, que puede arrasar con alguno de los cinco premios Oscar a los que está nominada. Pero el debut solista de Peter Farrelly (Loco por Mary, Tonto y retonto) está lleno de matices, no siempre acertados. Más que sugerir, Green Book es una película llena de denotaciones. El título refiere a la lista de bares y hoteles en donde la gente de color tenía permitido detenerse en el largo y ancho mapa de los Estados Unidos. Después, la película se explaya sobre un hecho particular en la vida de Tony Vallelonga, un personaje que existió y hasta tuvo apariciones en Goodfellas y The Sopranos. Fallecido en 2013, su hijo Nick coescribió y produjo Green Book, una suerte de comedia con mensaje. Es en esto último donde el film se vuelve un poco tedioso, desenvainando prejuicios que a cada momento refuta el sentido común. Hay un juego permanente al filo de lo burdo (un juego que Farrelly conoce bien) salpicado de retratos de xenofobia, de lo que eran los Estados Unidos previo al surgimiento de los movimientos por los derechos civiles. Pero en el fondo, Green Book es un film sobre la amistad, y lo logra de manera casi conmovedora. Es 1962 y Tony Lip es el jefe de seguridad de un boliche nocturno del Bronx. Cuando el Copa cierra, Tony está tentado de agarrar trabajos con la mafia para sostener a su familia. Entonces surge el llamado del Dr. Shirley, un pianista sofisticado y exótico, que requiere de sus servicios para hacer una gira por el sur norteamericano. El trabajo que le ofrece es simple: ser su chofer y poner mano dura en los inevitables momentos de tensión que habrá durante la gira –más o menos lo que hacía en el Copa–. Pero Tony deberá lidiar con su racismo de barrio antes de tomar el encargo. Y lo que la película dúctilmente narra es el desmenuzamiento de su racismo, el modo gradual en que se irá deshilachando a medida que transcurre la gira por las ciudades. Si el tono narrativo se focaliza en la figura de Vallelonga, el encanto y la potencia van por el lado de Dr. Shirley. Hay algo cómico en su forzada estampa de gentleman, en las miradas de asombro que genera tanto en el norte libre como en el sur prejuicioso. Educado musicalmente en Viena desde su niñez, Shirley pretende tocar música clásica cuando lo que todos los mánagers le piden es soul y R&B. Shirley es un quijote, alguien que va contra viento y marea, arremete hacia todos los tabúes, y para ello necesita realizarse como músico y persona interpretando sus piezas en las hostiles ciudades del sur. La suya es una odisea abierta a la denigración. Le negarán un baño tras un concierto en una deslumbrante mansión, le negarán su derecho a comprarse un traje nuevo en una tienda. Shirley no es inmune al despecho, pero seguirá adelante con su misión. Podrá evitar ser golpeado gracias a Tony Lip, pero nada le quitará la deshonra. El Shirley de Peter Farrelly (quién sabe si el de la vida real) no se priva de nada, ni siquiera de buscar sexo con un hombre blanco en los baños de una piscina techada. En la bravura de ese hombre que ni siquiera se quitará el esmoquin para desayunar está el atractivo del film. En eso y en su contraste absoluto con Tony, a quien le dictará líneas poéticas para mandarle cartas a su esposa, preocupada mujer ítaloamericana. Hay algo de mundo dado vuelta en la interacción de los personajes. Tony aleccionará a Shirley sobre la grandeza del pollo frito de los barrios negros, el jazz y Aretha Franklin. El pianista, por su parte, mostrará una sonrisa fingida a los públicos del sur, para quienes Shirley es más una rareza que un pianista de nivel internacional. Y su tendencia autodestructiva, su abuso del alcohol, sus paseos por sitios ajenos al libro verde serán redimidos por Tony, cuya universidad de la calle le dictará líneas aleccionadoras como, “El mundo está lleno de gente solitaria que teme dar el primer paso”. Tampoco falta la ocasional cita de Mortensen a San Lorenzo. En algún momento su personaje menciona a Larry The Crow. Es un cuervo que apareció lastimado cerca del set de filmación, y que Viggo trató en vano de curar. Farrelly también tomó inteligentes decisiones estéticas. Viggo Mortensen debió engordar 20 kilos (o ese es el dicho) para personificar al pesado Tony Lip y Mahershala Ali es un maestro de la expresión, un don que le permitió manifestar las complejidades del personaje (y que le valió el premio BAFTA a mejor actor secundario). Las escenas rodadas en Nueva York muestran una paleta de colores azules y verdes pronunciados, con reminiscencias a los cuadros de Edward Hopper, y las escenas diurnas rodadas en el sur, con énfasis en el dramatismo y el horizonte, remiten a la fotografía de Robert Adams o a la del propio Robert Frank. Green Book no es una película memorable. Quién sabe siquiera si podría catalogársela de buena película. Pero es un interesante ejercicio sobre la amistad y la redención, hecho de manera casi perfecta. Y en consecuencia resulta un gran entretenimiento. Para muchos, con eso alcanza.
Contemplar tiempo y contexto resulta imprescindible para comprender porque Hollywood responde a ciertos recursos temáticos cada vez que quiere políticamente congeniarse con una mirada más pluralista y en constante apertura. La industria suele lavar sus propias culpas y redimir minorías, a tono con la necesidad del relato contemporáneo. A costa de ceder calidad en el producto, la meca del cine ha reflexionado sobre los males que afectan a su sociedad durante el último siglo, mediante films prescindibles. En la reciente premiación anual de la industria (Oscar y Golden Globes), novedades de dudable calidad fueron incluidas, entre las que se encontraban la reivindicación de las minorías orientales (“Locamente Millonarios”) o la superación de las barreras raciales (“Green Book”). No es extraño que a los popes de la Academia les encante premiar este tipo de propuestas, validando de la forma más rudimentaria una causa social que merece un tipo de abordaje más sutil. Bajo tales condiciones, “Green Book” se muestra como un ejemplar esquemático y previsible de lo políticamente correcto, seguro de ser premiados y validados, funcional a un relato que dilapida calidad en pos de convertirse en un instrumento aleccionador. “Green Book” pretende ser una fábula contra el racismo, apelando a la seguridad discursiva que otorgan el cálculo y la demagogia de toda propuesta políticamente correcta. Validando dicha configuración narrativa, lo predecible se vuelve solemne y la denuncia racial más rudimentaria nos retrotrae a tiempos más esquematizados y menos laxos. Dirigida por Peter Farrelly, el guion fue escrito por el hijo del protagonista de esta historia, Nick Vallelonga, y basado, a su vez, en el famoso “Libro Verde del Motorista Negro”, una guía anual viajera para los excursionistas afroamericanos. Originado y publicado por el afroamericano y cartero de la ciudad de Nueva York, Victor Hugo Green, fue publicado de 1936 a 1966, durante la nefasta era de las leyes xenófobas de Jim Crow, tiempos de discriminación generalizada y, a menudo, legalmente prescrita contra los afroamericanos. En tiempos donde la pobreza limitaba la propiedad de automóviles a ciudadanos negros, la emergente clase media afroamericana que se desplazaba en vehículos enfrentó una variedad de considerables peligros e inconvenientes a lo largo del camino, desde el rechazo de alojamiento hasta el arresto arbitrario. En respuesta, Green escribió su guía de servicios y lugares ‘permitidos’ para los afroamericanos, y finalmente amplió su cobertura desde el área de Nueva York a gran parte de América del Norte. En aquella época, los estadounidenses negros comenzaron a conducir sus propios móvlies, en parte para evitar la segregación en el transporte público. Paralelamente, los afroamericanos empleados como atletas o artistas también viajaban con frecuencia por motivos laborales, enfrentando hostilidades de una precariedad retrógrada y sufriendo amenazas de violencia física y expulsión forzosa de “pueblos solo para blancos”. Para comprobar semejante vejación, bastaría leer la novela 1.280 almas, de Jim Thompson. En su comienzo, la misma hace mención a un cartel colgante ubicado en la entrada de un pequeño pueblo perdido en la inmensidad de la América Profunda. Dicho cartel rezaba que en aquel lugar (del cual no se menciona su nombre) viven 1280 personas, exceptuando los negros. Así de crudo. Green fundó y publicó el Libro Verde para evitar tales problemáticas, compilando recursos “para dar al viajero negro un instrumento que eluda la vergüenza y haga su viaje más agradable” (Kathleen Franz (2011) en “African-Americans Take to the Open Road”), siendo estas las principales aristas que el director de “Loco por Mary” (1998) retoma para llevar a la gran pantalla con motivo de testimoniar una valiosa lucha por la igualdad de derechos humanos. Con reminiscencias a la también premiada “Crash” (Paul Haggis, 2005) el relato peca de inocencia, al valerse -en pos de validar su mensaje- de previsibles y lacrimógenas secuencias que remarcan, por demás, aquello que podría haberse dado a entender de modo más subliminal y enriquecedor. La película gana en calidad cuando bucea en la luminosa humanidad de sus dos protagonistas, convirtiendo a “Green Book” en una boddymovieontheroad a medida que el dúo se desplaza por carreteras y caminos a lo largo de una gira por el sur de los Estados Unidos. En 1962 la nación se encuentra socialmente escindida. En medio de un panorama de profunda intolerancia y desigualdad racial, la raza negra vive subyugada por la marginación y la persecución constante. Bajo este marco se inserta este improbable dúo amistoso, haciendo hincapié en los estereotipos hiper-marcados que prefiguran al talentoso y delicado pianista afroamericano como una antítesis del chofer a quien contrata: un rudo y conservador italoamericano que posee todos los clichés que revisten a su grotesca machietta. El disfrutable duelo actoral que establecen Alí y Mortensen, evolucionando desde la desconfianza mutua al afecto que se profesan dos compinches, regala los pasajes más deliciosos de un film desparejo, si bien el desenlace festivo en el antes disfuncional hogar compendia los más banales estereotipos de la ‘aceptación aleccionadora’ como inevitable conducto a reestablecer el orden familiar. Gracias a “Greenbook”, Mahersala Alí se convierte en el segundo intérprete negro en la historia (luego de Denzel Washington) en obtener dos Premios Oscar. Si bien para Washington el logro es mayor, ya que uno de sendos reconocimientos los obtuvo como Mejor Actor Protagónico (“Día de Entrenamiento”, 2001), mientras que Alí obtuvo ambos galardones en la categoría de Reparto. Paradójicamente, y buscando equilibrar la balanza de las oportunidades, Hollywood vive tiempos de mayor apertura ideológica comparado a otras épocas, proveyendo igualdad de criterios sin discriminar géneros ni razas actorales, algo que nos resulta bienvenido y necesario.