En 1996 todo era nuevo. A diferencia de Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (1977), los extraterrestres de Día de la Independencia (1996) eran hostiles. Venían a invadir y no sólo eso: nos venían a exterminar. En Encuentros Cercanos del Tercer Tipo les tocamos una melodía con un teclado y ellos nos respondían con otra que la complementaba. Todo era alegría y felicidad. Ninguna ciudad era destruida ni nadie moría en vano. Pero llegó Roland Emmerich y eso cambió: naves gigantes destrozaron el planeta, aniquilaron pueblos, ciudades y culturas, pero dos patriotas (?) apuntaron su pequeña nave a la nodriza y la derribaron con un virus de computadora. Veinte años después las cosas son diferentes. El director de Godzilla, El Día Después de Mañana, 2012, Stargate, Soldado Universal, etc. vuelve a la carga con Día de la Independencia: Contraataque (2016). Claro que el “contraataque” no es de parte nuestra sino de ellos. Luego de ganar la batalla en 1996, Estados Unidos toma la tecnología (porque los otros países no la poseen) adquirida tras la victoria ante los alienígenas para usarla como propia. De esta manera los norteamericanos pudieron construir una base militar en la Luna, ante posibles nuevas amenazas. Obviamente, la nueva amenaza llega y no es como la primera: vienen dispuestos a no perder de nuevo. Atacan con violencia y con una nave mucho más grande que la anterior. Llegan dispuestos a quedarse definitivamente con el planeta. Para enfrentarlos, el hijo del personaje que encarnó Will Smith se une a una elite militar y, junto al -ahora ex- presidente Whitmore (Bill Pullman) y al científico David Levinson (Jeff Goldblum), vuelven a enfrentar a esta raza de aliens exterminadores. Las escenas de destrucción son tan reales que impresionan. Pero son en Asia y en Europa, no en Estados Unidos. Algo cambió en el paradigma de las películas que contienen catástrofes. En Batman vs. Superman: El Origen de la Justicia (2016) las peleas, a diferencia de su antecesora El Hombre de Acero (2013), transcurren en lugares donde no hay ciudadanos inocentes que matar ni edificios que romper; y en Capitán América: Civil War (2016) este cambio de escenario está blanqueado en el mismo guión (demasiados civiles muertos y ciudades devastadas a causa de las batallas libradas en pos de salvar al mundo). Hoy Día de la Independencia: Contraataque hace lo mismo. Así como en 1996 vimos partirse la Estatua de la Libertad y vimos cómo la nave destrozaba la Casa Blanca, en 2016 la batalla se lleva a cabo en el desierto. Ni un militar muerto. Ni una gota de sangre humana en pantalla. Ni un edificio derribado. Lo dicho: algo cambió. Y sí, en 1996 todo era nuevo, pero en 2016 ya no. La película no sorprende. Por momentos los discursos de los personajes, sobre todo los del ex presidente Whitmore, parecen sacados de manuales baratos de autoayuda. Al igual que en 1996, los invasores deciden atacar el planeta Tierra un cuatro de julio, día de la independencia de Estados Unidos. Veinte años después hacen lo mismo el mismo día y ya cansa. La idea de que la independencia del mundo entero coincida con la norteamericana molesta. Otras invasiones alienígenas han tenido los mismos altibajos en el cine. Podemos pensar en la versión de Steven Spielberg de La Guerra de los Mundos (2005): aunque allí no se contaba nada nuevo, al menos el film tenía algunas escenas de suspenso memorables. Pero claro, era Spielberg. Incluso en Día de la Independencia, la escena de la autopsia al extraterrestre es recordada por quien escribe como uno de los sustos más grandes dentro de un cine; la versión de 2016 no tiene ni siquiera eso. Todo lo que se supone que tiene que ocurrir, ocurre. Todo lo que se supone que los personajes deben decir, lo dicen. Todo lo que “el chico” (Liam Hemsworth) debe hacer, lo hace. Nada sorprende. Nada es nuevo. Por suerte, el género “extraterrestres” ofrece otras cosas. El sólo pensar en la excelente, oscura y por sobre todas las cosas perturbadora Los Elegidos (Dark Skies, 2013), hace que se pongan de punta los pelitos de la nuca y un frío desagradable recorra la espalda. Nada de eso sucede en Día de la Independencia: Contraataque, más bien todo lo contrario.
VEINTE AÑOS NO ES NADA Veinte años después de los eventos de “Independence Day” (1996, R. Emmerich) el mundo se han unido, no hay guerras y el uso de tecnología extraterrestre ha permitido crear todo tipo de innovaciones futuristas tales como coches voladores y helicópteros sin aletas. Hemos evolucionado, el que no evolucionó es Roland Emmerich. Por supuesto Estados Unidos sigue siendo la policía del mundo. Ahora tiene una mujer presidente, la Casa Blanca ha sido reconstruida y el precio de esta nueva libertad es la eterna vigilancia, con una estación de defensa militar con base en la luna. El Presidente Whitmore es ahora un tipo con problemas -como su barba lo indica (?)- que tiene pesadillas premonitorias sobre el regreso de los alienígenas. Mientras tanto, un grupo paramilitar en “África Central” (Hollywood sigue pensando a África como un continente sin países) que había luchado durante mucho años contra los aliens recibe una señal al “encenderse” una de sus grandes naves espaciales estrelladas allí. Y que comience el sin sentido! El científico Levinson (Jeff Goldblum) es ahora una figura de alto nivel en el gobierno y se encuentra casualmente -como todo en el film- con un viejo amor, la doctora Catherine Marceaux –Charlotte Gainsbourg con una expresión de “sé que estoy participando en una espantosa película pero me voy a comprar una casa con esto”- por suerte su rol es tan corto como intrascendente. Sin Will Smith, es Liam Hemsworth quien asume el papel de canchero “rebelde” y repite la piña al alien en un film que lo que mejor hace es repetir todas y cada una de las secuencias de “Independence Day” con mejor CGI y la misma ridiculez de guión y torpeza narrativa. La idea de una segunda raza de extraterrestres que están aliados con los primeros pero que a la vez son enemigos se pierde en un embrollo aburrido que ni las explosiones logra resucitar. La idea que un blockbuster tiene que ser estúpido y pasatista es además de deprimente y poco ambiciosa, absolutamente falsa. “District 9”, “The Matrix”, “Inception” y “Edge of Tomorrow” son apenas algunos ejemplos de lo contrario. “Dia de la Independencia: Contraataque” conserva lo peor del universo catástrofe de Emmerich: sus arcos predecibles, los diálogos inintencionalmente hilarantes, la falta de -al menos- cierto rigor científico y los agujeros en la trama que de tan profundos pueden alcanzar el centro de la Tierra. Seguramente, el error fue pensar que podía ser algo mejor que esto.
Día de la imbecilidad De todos los films de Roland Emmerich – empedernido orfebre de películas de desastres – Día de la Independencia: Contraataque (Independence Day: Resurgence, 2016) es el más estúpido. Apenas se le puede encomendar el buen gusto de “arruinar” una película que nunca fue muy buena en primer lugar. Día de la independencia (Independence Day, 1996) tenía al menos dos cosas a su favor: efectos especiales de punta y la presencia inmaculada de un Will Smith que empezaba a gozar la celebridad. Ahora los efectos de la secuela son indistinguibles de los demás blockbusters que inspiró (hasta el 3D se siente relativamente chato), y Smith se borró o lo borraron, dependiendo la fuente. Lo sobreviven su hijo Dylan (Jessie T. Usher), piloto como su padre, y su esposa Jasmine (Vivica A. Fox), que en la primera película era stripper y ahora administra un hospital. Los extraterrestres regresan veinte años tras la primera invasión, y otra vez nadie los detecta hasta el último minuto. “¿Cómo no los vimos venir?” pregunta un astronauta. No hay respuesta. La nueva nave nodriza de los extraterrestres ahora mide unos 5000 km de diámetro. Como referencia, eso es aproximadamente un 40% más grande que la luna, y un 60% más chico que la Tierra. Que pueda aterrizar en el planeta sin acabar instantáneamente con toda la vida que hay en él no sólo es un insulto al intelecto del espectador sino al de los extraterrestres. La ciencia estima que bastaría un meteorito de 100 km de diámetro para extinguir a todo ser vivo de la faz de la Tierra; uno se pregunta si un plato volador del tamaño de África no es un poco excesivo. (Que logren aterrizar tamaña nave de manera que los bordes rocen la Casa Blanca, no tanto como para derribarla pero lo suficiente para torcer simbólicamente la flamante bandera norteamericana ya es el colmo.) ¿Es injusto cuestionar la lógica de una historia que no ostenta lógica aparente? La primera película transcurría supuestamente en el 1996 “real”; la secuela imagina un 2016 muy distinto al actual. En un presente alternativo la humanidad ha coexistido en paz desde el primer ataque, unida bajo qué otro gobierno sino el de Estados Unidos. EEUU y China se han dividido la luna (detalle que huele a pensamiento ilusorio) y han desarrollado tecnología – naves, armas – inspirada en la alienígena. De nada sirve para prevenir una segunda invasión, o responder a ella: la solución, nuevamente, es suicidar a un piloto contra el punto débil de la nave principal. Obviamente la idea de estas películas es dejar el cerebro en la puerta del cine y gozar un poco de entretenimiento leve y efímero. La verdad es que ni es muy entretenida. No hay nada más aburrido que ver cómo las explosiones que no existen demuelen edificios que no existen sobre gente que no existe, espectáculo que se repite demasiadas veces sin contexto ni injerencia narrativa. ¿Cuándo entenderá Emmerich que las maquetas interesan menos que los personajes, y que la investidura del espectador es relativa a los mismos? Nunca se establece una amenaza creíble, las escenas de peligro inminente no tienen peso, las de destrucción masiva tampoco y no hay coherencia espacio-temporal entre una escena y la otra. Jeff Goldblum va de “África Central” a la luna y de la luna al Área 51 en cuestión de minutos. Termina manejando un autobús lleno de niños, y si alguien cree que se encuentran en verdadero peligro, no sé qué decirles. Incidentalmente, el papel de Goldblum es el mismo que en la primera película – hacer de Casandra de Troya mientras intenta advertir sobre un peligro que solo él puede prever. Uno creería que después de salvar la Tierra se le daría un poco más crédito, pero no – la estupidez prevalece. Nunca salió nada bueno de no hacerle caso a Jeff Goldblum. El reparto está sobrecargado e incluye a Charlotte Gainsbourg, quien no aporta absolutamente nada a la trama, y otros actores que vuelven por cábala – Bill Pullman, Judd Hirsch y Brent Spiner como el Dr. Okun, el único personaje remotamente simpático. Para la demográfica de “jóvenes adultos” hay un grupete de apuestos pilotos, racial y sexualmente diversos (liderado por Usher y Liam Hemsworth, el menos histriónico de los Hemsworth), que encabeza la resistencia contra la invasión al compás de música sospechosamente parecida a la de Star Wars. Dada cuan poca emoción demuestran a medida que sus seres queridos van muriendo – de la forma más noble y heroica posible – y cómo se hacen cargadas uno creería que están jugando videojuegos. También hay numerosos “personajes” (caricaturas) a cargo del relevo cómico. Por lejos lo peor es el dúo Umbutu/Rosenberg – un guerrillero africano y un contador judío que se ponen a luchar contra los extraterrestres e intercambiar chistes horrendos. Ver a Umbutu sentado en una nave espacial, armado con machetes y bandoleras, es la primera señal de que quizás fue un error ir a ver la película. Fue un error hacer la película. “Sabíamos que volverían”, dice el poster. Veinte años fue poco.
El primer ataque extraterrestre a la Tierra no es un mero recuerdo. La humanidad aprovechó la tecnología alienígena para mejorar la propia y prepararse para otros posibles ataques. Y eso está a punto de darse. Ahora la civilización se encuentra al borde de la extinción y la única esperanza es un grupo de pilotos y un puñado de científicos, quienes en inferioridad numérica y tecnológica, son la última esperanza del ser humano. A esta altura no hace falta que digamos nada sobre Día de la Independencia, film que es amado por muchos, respetado por otros y ninguneado por varios, pero que a día de hoy ya podríamos decir que es una película de culto de los 90. Tampoco podemos decir demasiado sobre Roland Emmerich, alguien que goza de romper ciudades enteras en sus obras, en especial edificios históricos. ¿Ofrece algo nuevo Día de la Independencia: Contraataque? La verdad que no, y dudo que esa sea la meta de la cinta. En el cine vamos a ver lo que ya presenciamos en el trailer, es decir, el retorno de varios personajes de la primera entrega, el agregado de algunos nuevos, muchas explosiones, destrucción y efectos especiales (esta vez sí bien pulidos, no como en cierta película con unos reptiles ninjas). De todas formas a pesar de la sinceridad que propone Día de la Independencia: Contraataque, tiene algo bastante criticable, y es que se toma demasiado en serio a sí misma. Esto no tiene nada de malo porque constantemente se quiere transmitir un tono de “epicidad” y casi a cada momento se nos da a entender que la humanidad está al borde de desaparecer. Pero al mismo tiempo la trama está plagada de personajes que son comic relief (aquellos que son desahogo cómico), quienes tanto por sus acciones como por sus líneas de diálogo, cortan el tono serio que quería imponer Roland Emmerich. El resto de los apartados en el film cumplen a secas. El guión es una excusa para ser una sucesión de explosiones y batallas aéreas; las actuaciones son todas de manual sin nadie que sea un punto flojo, pero tampoco nadie que destaque; aunque esto también se le puede achacar al guión y su nula construcción para los roles importantes. Día de la Independencia: Contraataque es una película súper simple que promete entretener y lo hace. De los blockbusters sin pretensiones que salieron este año, quizás sea uno de los pocos que cumplió. ¿Eso es suficiente para que sea un buen film y opción para ir al cine? No y no, pero al menos el que pague la entrada sabe qué va a ver y lo va a obtener, mientras que con otras realizaciones recientemente estrenadas, hasta cuando no se esperaba nada no se obtuvo nada.
Veinte años y nada. Dos décadas después de que la Tierra fuera atacada por extraterrestres -con destrucción de la Casa Blanca incluida-, en los EE.UU. se preparan para honrar a sus héroes y rememorar aquella batalla. Muchos de los protagonistas de aquella historia aún están vivos y algunos de ellos quedaron "conectados" con aquella inteligencia foránea, al punto que ahora reciben una señal, una nada buena. Obviamente el planeta es atacado por alienígenas y, obviamente, la humanidad cuenta con un grupo de hombres y mujeres dispuestos a dar todo para salvarla. Así de obvio todo. La propuesta del director Rolan Emmerich no ofrece ni la más mínima dosis de suspenso, no genera expectativa alguna, todo es previsible por demás. Y algo peor: aburre. El gran logro de Emmerich es conseguir un bodrio ejemplar aún cuando en la pantalla no dejan de aparecer disparos luminosos, sonidos apabullantes de todos los lugares que la sala permita y efectos digitales que colman la pantalla con sus colores estridentes y en 3D. Con todo eso, el tipo aburre. Entonces cabe preguntarse para qué hacer una continuación de una película que, sin ser una obra maestra, al menos resultó en un entretenimiento efectivo. La respuesta está en el final de esta entrega. Y también es obvia.
¡Marcianos al ataque! A algunos nos parece que fue ayer, pero allá a mediados de los 90 el cine catástrofe tuvo su propio “contraataque”. Lejos habían quedado mega producciones como La Aventura del Poseidón (1972), Infierno en la Torre (1974) y Terremoto (1974); aun así la segunda mitad de la última década del milenio pasado puso al subgénero nuevamente de moda con títulos como Twister (1996) Dante’s Peak: La Furia de la Montaña (1997), Impacto Profundo (1998) y Armageddon (1998). Pero todos tienen en claro que ese “segundo aire” tuvo lugar gracias a cierta película de Rolan Emmerich que mezclaba el patriotismo norteamericano más caricaturesco con el drama humano en medio de una invasión alienígena: Día de la Independencia (Independence Day, 1996). La película en la que vemos cómo el presidente de los Estados Unidos pilotea un F-116 y los invasores son derrotados gracias a un virus intstalado vía Windows 95 era un producto de acción con todas las letras, pero con el paso del tiempo -y las repeticiones- fue adquiriendo ese aroma camp con el que muchos la identifican hoy en día, gracias al cual es un placer culposo de muchos. Saltamos 20 años y llegamos hasta nuestro 2016, donde nos encontramos con la esperada (¿?) secuela: Día de la Independencia: Contraataque (Independence Day: Resurgence, 2016). En el vigésimo aniversario del ataque extraterrestre que puso a la humanidad al border del colapso, nos encontramos con una civilización que aprendió a unirse ante la adversidad dejando viejas diferencias de lado; y cuando todos se preparan para celebrar una nueva fecha de la “independencia” del mundo, llegan las malas noticias: los alienígenas orquestan un nuevo ataque contra la Tierra que amenaza con arrasar el planeta, de nuevo. Descontando a Will Smith, el resto del elenco original de la primera entrega repite roles: Bill Pullman como el ahora ex-presidente de Estados Unidos, que tiene una pelea interna con los efectos colaterales de la primera invasión, Jeff Goldblum como David Levinson, el científico que nuevamente está en lo cierto y a quien nadie escucha hasta que es demasiado tarde, Vivica A. Fox como la conveniente viuda del Capitán Steven Hiller (Smith), Robert Loggia como un general retirado, Brent Spiner como el científico exasperado y Judd Hirsch como el “tate” de Levinson en función “comic relief”. Las nuevas caras las ponen Liam Hemsworth interpretando al piloto Jake Morrison, Jessie T. Usher como Dylan Hiller, el hijo -también piloto- del fallecido Capitán Hiller, Maika Monroe como Patricia Withmore, la hija del ex presidente que trabaja en la Casa Blanca, y Sela Gard como la presidenta actual de Estados Unidos, a tono con la contemporaneidad y el efecto Hillary Clinton. El guión autoexplicativo no desperdicia oportunidad alguna de poner en boca de los personajes aquello que acontece, para no correr el riesgo de que algún espectador distraído se pierda en la densa trama y ciertas elípsis temporales desafían la lógica interna del film: algunos personajes tienen la habilidad de ir a una base lunar y regresar a la Tierra de una escena a la otra por pedido exclusivo de los guionistas, a pesar de que el tiempo del relato sigue avanzando a su propio ritmo. No hay que ser astronauta de la NASA ni piloto de las Fuerzas Aéreas norteamericanas para anticiparse al camino por el que nos llevará el film, decorando con esa gruesa capa propagandista pro-yanki marca Emmerich cada secuencia de batalla, drama humano y charla motivadora en el momento de mayor crisis. Sin duda el elemento nostálgico y el hecho de contar con el 95% del reparto original son las cuestiones más atractivas de la producción. La original fue adquiriendo ese mencionado tinte camp que le dió estatus de “culto” con el paso del tiempo; en este caso Día de la Independencia: Contraataque contiene desde cero ese espíritu inocente, que puede hacerla caer del lado del consumo irónico o el consumo masivo contemporáneo (sin hacer ningún tipo de juicio valorativo sobre ninguna de las dos alternativas). Restará ver cómo reciben los espectadores del nuevo milenio este cataclismo de alienígenas, naves espaciales, destrucción masiva y Bill Pullman con barba de ermitaño.
MATAR O MORIR CONTRA LOS ET Sin dudas el tanque de la semana, después de 20 años del éxito de Roland Emmerich, hizo esta secuela como chico contento con todos los adelantos en materia de efectos especiales que le permiten por ejemplo succionar Singapur y tirarla sobre Londres. Otra vez llegan los extraterrestres más belicosos y letales que nunca y la guerra será a matar o morir. El guion tiene algunos de los actores de la primera como Bill Pullman y Jeff Goldblum y una camada joven encabezada por Liam Hemsworth. Pero también algunas flojedades. Los efectos son muy buenos, no hay pocos homenajes a otras criaturas en otros films, pero tampoco faltan momentos de humor e ironías, romance, acción, una presidenta mujer (premonición o preferencia) y está un poco atemperado ese sentido patriótico que campeaba molesto en la primera, será porque después del primer ataque todo el mundo está unido y en paz sin fronteras porque luchar (¡ay! lennon). Las naves alienígenas son gigantes y bien logradas. En definitiva el programa seguro para un atracón de acción, efectos y diversión. Mucho pochoclo y ¡good show!
Día de la Independencia: Contraataque se desarrolla veinte años después de los hechos narrados en la original. Los extraterrestres vuelven a la Tierra para intentar conquistarla, con nueva tecnología y más ansias de destrucción. Roland Emmerich, especialista en cine catástrofe, hace en esta tardía secuela lo que más le gusta: destruir el mundo. Apoyado en increíbles efectos digitales y el formato 3D, recursos inexistentes hace dos décadas, plantea un filme de acción, con dosis de aventuras, guiños a los espectadores más veteranos y mucho humor. No le pidamos coherencia al guión, plagado de escenas de dudosa credibilidad y saltos temporales imposibles. Aunque claro, en esta oportunidad, eso poco importa. Ver a Bill Pullman y Jeff Goldblum nuevamente en pantalla haciendo frente a la amenaza alienígena resulta nostálgico, hasta naif, pero aún funciona. Pochoclera hasta la médula, se disfruta como lo que es: cine pasatista sin dobles discursos ni pretensiones intelectuales. ¡Y está bien!
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Un delirio que ni siquiera es autoconsciente. Día de la Independencia no era buena en su momento ni tampoco ahora, veinte años y cientos de miles de gigabytes de cine computarizado después. Envejecido como esos libros de periodismo político coyunturales que a los meses ya se liquidan en las librerías de saldo de la calle Corrientes, el film era un exponente tardío del militarismo de la era Reagan y a la vez preludio de la destrucción masiva de ciudades que las franquicias de superhéroes volverían norma desde comienzos de milenio, todo en medio de una invasión alienígena repelida, cuándo no, por Estados Unidos. Tan estrafalario era el asunto –un intento de “copiar” la tecnología extraterrestre conseguida en Roswell, el Área 51 como centro de refugiados, el presidente piloteando un caza con destreza de Top Gun– que se volvía inevitable pensarlo como una sátira de los tópicos argumentales y temáticos del cine catástrofe. Estrenada dos décadas después de su predecesora, Día de la Independencia: contraataque redobla casi todas esas apuestas, convirtiéndose en algo así como la sátira de una sátira. La única que no sólo no redobla sino que esfuma es la del humor. Y ahí la película, como el enemigo, explota desde sus entrañas. El maximalismo del realizador Roland Emmerich supera los límites imaginables: la nave madre invasora mide, según se dice por ahí, cinco mil kilómetros de diámetro, algo así como la distancia entre Ushuaia y La Quiaca. El detalle refuerza la apuesta por la grandilocuencia que atraviesa de punta a punta los 120 minutos de un metraje que se siente larguísimo sobre todo en su primer tercio, cuando se disponen las piezas construidas por el alemán y otros ¡cuatro! guionistas. Alguno(s) de ellos debe(n) haberse llevado unos cuantos dólares sin trabajar, ya que el planteo está calcado del film de 1996. Esto es, básica y únicamente, una invasión el 4 de Julio. La diferencia es que los hechos se sitúan ya no en una geografía real y analógica –como sí lo hacía la primera, generando al menos una sensación de cercanía destructiva e identificable–, sino en una futurista habitada por hombres y mujeres que, igual que los argentinos en la era Macri, están felices y unidos gracias a la ausencia de guerras y a que la tecnología humana pegó un salto de calidad enorme después de la primera batalla. Contraataque es también una suerte de actualización adaptada a los tiempos que corren: Estados Unidos tiene ahora una mujer en la Casa Blanca –a la que matan rapidito para que, claro, asuma un militar–, los chinos tiene poder de decisión en la arena geopolítica y las peleítas espaciales son dignas de las Star Trek de J.J. Abrams pero filmadas con la tosquedad de un Michael Bay. Por ahí también andan el soldado joven, fachero y rebelde que pelea como los dioses, el ahora ex presidente otra vez dispuesto a sacrificarse por la patria y un científico que arranca en África, pasa por la Luna y termina huyendo por el desierto de Nevada en un micro escolar cargado de adolescentes. Si lo anterior suena a delirio es porque lo es. El problema es que Emmerich no se hace cargo de eso, mutando su habitual autoconciencia, irresponsabilidad y tendencia al disparate (ver si no 2012 y El ataque, sus dos mejores películas hasta la fecha) por solemnidad mastodóntica.
Con todas las objeciones que se le podrían hacer a este film, la continuación de Día de la independencia representa la mejor producción del director Roland Emmerich desde El patriota (2000). Aunque tal vez no logre conseguir el mismo impacto que la obra original, que fue uno de los grandes fenómenos cinematográficos de los años ´90, la película brinda una digna secuela donde el entretenimiento está asegurado. Emmerich y el guionista Dean Devlin en este caso abordaron la nueva historia con un enfoque diferente, donde el humor de la primera entrega quedó reducido a un rol muy secundario. Este conflicto es mucho más serio y dramático y se aleja de la sátira del viejo cine de ciencia ficción que había presentado la película de 1996, en la que abundaban los personajes graciosos. La trama se ambienta en un 2016 futurista donde la humanidad aprovechó la tecnología alienígena para desarrollar grandes avances en la sociedad. Una idea que tiene sentido y está bien trabajada en la trama. Cuando la amenaza extraterrestre se manifiesta otra vez el relato de Emmerich se concentra en la acción y la película no da respiro hasta el final. Algo que termina siendo un inconveniente ya que apenas hay tiempo para conocer a los nuevos personajes. No sería extraño que antes de fin de año se editara en dvd una versión extendida de este film porque se nota que Emmerich tuvo que recortar una historia, que parecía más épica, para que la duración llegara a los 120 minutos. Esto se puede percibir principalmente en el acto final donde todo se desarrolla demasiado rápido. Otra de las novedades que se destacan en la nueva película son algunos elementos progresistas que presenta el trabajo del director. Entre ellos la inclusión en la trama de una pareja gay, roles femeninos más sólidos que los que tuvo el film anterior y una notable reducción de los mensajes patrióticos. Algo que también se relaciona con la trama, ya que el planeta ahora está unido en una confederación mundial. Una de las dudas que me generaba esta secuela era el tema de los efectos especiales. En los últimos años Emmerich tuvo la tendencia de saturar sus producciones con exceso de animación computada, como se pudo ver en 2012 la horrenda 10,000 BC. Salvo por algunas escenas donde se nota brevemente el uso del CGI, en general las secuencias de acción de este film son impecables y la labor en los efectos visuales no defrauda para nada. Las batallas espaciales son espectaculares y tienen la emoción que uno deseaba encontrar en una continuación de Día de la independencia. Dentro del reparto los actores del film original, Jeff Goldblum, Bill Pullman, Brent Spiner (el excéntrico científico Okum) y Judd Hirsch (quien interpreta en la trama al padre de Goldblum) opacan por completo a los nuevos personajes que no tienen el mismo atractivo. Pullman ofrece momentos fabulosos con sus discursos motivacionales que por suerte no quedaron afuera en esta historia. Reitero, sin ser una obra importante en este género, Día de la independencia 2 es una continuación decente de una película muy popular que se convirtió en un clásico con el paso del tiempo. Emmerich cumplió en brindar un gran entretenimiento que merece ser disfrutado en una pantalla de cine.
La Tierra, otra vez en peligro Día de la Independencia fue hace exactamente dos décadas un formidable éxito comercial y, con el tiempo, se convirtió incluso en una película de culto dentro del género catástrofe. Atacada por aspectos ideológicos (un patriotismo exacerbado), por su pirotecnia visual, narrativa y discursiva (se la definió como uno de los máximos exponentes del "cine chatarra") y por su banalidad e inocencia, el "tanque" del alemán Roland Emmerich resistió ése y otros cuestionamientos para transformarse con el tiempo en uno de los títulos con más repeticiones (y visualizaciones) en la televisión por cable y otras plataformas. Veinte años han pasado y en un nuevo 4 de Julio el planeta estará otra vez en peligro ante un ataque extraterrestre. Ya no veremos a Will Smith (aunque aparece su hijo, interpretado por Jessie Usher), otros "históricos" de la saga reaparecen (Jeff Goldblum, Bill Pullman, Vivica A. Fox), se suman nuevos héroes (como el galán rebelde que hace Liam Hemsworth) y se incorporan intérpretes asiáticos (Angelababy, Chin Han), franceses (Charlotte Gainsbourg) y de otros orígenes para asegurar el mayor alcance internacional posible de la franquicia. El marketing ante todo. Día de la Independencia: Contraataque cumple, para bien o para mal, con las expectativas: los cultores de este tipo de películas disfrutarán de un festival de secuencias espectaculares con un festival de efectos visuales diseñado por una decena de compañías, por ejemplo Weta y Digital Domain, así como de unos cuantos gags tan infantiles como eficaces; en cambio, sus detractores se indignarán frente a las inconsistencias, ridiculeces e inverosimilitudes de una trama siempre ampulosa, recargada y, si se quiere, efímera. Emmerich aprendió de ciertos errores o excesos (hay menos discursos aleccionadores con exaltación de valores) y en líneas generales logra sostener el interés del relato con un correcto uso del montaje paralelo entre las distintas líneas narrativas. Como a Transformers u otras sagas de semejantes dimensiones, a esta segunda entrega de Día de la Independencia no se le puede exigir demasiada coherencia, sutilezas ni matices. Es un monstruo grande y pisa fuerte. Ya se sabe: tómelo o déjelo.
Te rompo todo Secuela del exitazo de hace 20 años, no está Will Smith, pero regresaron todos los otros y la catástrofe es enorme. Hace exactos veinte años, Roland Emmerich reinauguró el género de los filmes catástrofe con Día de la Independencia. Les dio un refresh. El enemigo era foráneo, pero no como en los días de la Guerra Fría. La película no era un dechado de originalidad en ningún rubro, salvo en el de los efectos especiales. Nunca se había visto tanta parafernalia y destrucción en pantalla. En 1996 los alienígenas venían a destruir la Tierra, pero gracias al patriotismo de un puñado de estadounidenses, incluido el mismísimo presidente (Bill Pullman) y un piloto negro (Will Smith), bastaba para derrotar a los malos de turno. En 2016 los extraterrestres vuelven para destruir el núcleo de la Tierra, pero gracias al patriotismo de un puñado de estadounidenses, incluido el mismísimo ex presidente (Bill Pullman) y un piloto negro (que no es Will Smith), ¿bastará para derrotarlos? Si algo bueno dejó la invasión extraterrestre fue que no hubo más conflictos armados entre las naciones (!), se ha vivido en paz y científicamente se aprovechó los avances tecnológicos alienígenas para beneficio de todos. No hay mal que por bien no venga. Pero si Día de la Independencia se subía al esquema Te rompo todo, Contraataque redobla la apuesta, también, en todo. Los alienígenas son más grandes. Las naves extraterrestres son enormes. La destrucción es mayor. Y si había padres e hijos (los personajes de Jeff Goldblum y Judd Hirsch), ahora hay más. Vuelven Goldblum y Hirsch, pero el piloto de color (Jessie T. Usher) es el hijo de Steven Hiller (Will Smith, que no arregló salario y aparece inmortalizado en un cuadro en la Casa Blanca). Y hay otro piloto huérfano (Liam Hemsworth), enamorado de la hija del presidente (Maika Monroe). Y hay más chicos sin papis, y otros en un ómnibus escolar. Y el hijo mayor de un dictador africano que ataca aliens con machetes, y -premonitorio- una mujer como presidenta de los Estados Unidos. Hay algo de autoparodia, con frases rimbombantes y, como en la original, mucho de cine Clase B. Nadie pide ya coherencia en X-Men ni en Los Vengadores, así que no habría por qué ponerse pretencioso con Día de la Independencia.
Sería terriblemente injusto decir que esta es una mala película. Respecto de los últimos espectáculos de destrucción de Roland Emmerich, es menor (sin dudas El día después de mañana y, sobre todo, 2012, son muy superiores), pero lo máximo que puede reprochársele a este festival desmañanado del rompan todo es su ingenuidad típicamente clase B. Ahora bien: eso no es un defecto sino casi una pequeña virtud. Veamos: la primera Día de la Independencia tiene tres actos -separados por carteles, recordarán- de los cuales el primero es puro suspenso y goce destructivo y los otros dos son la nada misma a puro lugar común. Aquí no tenemos esa estructura y, aunque nunca logra la intensidad suprema de ver reventar a la Casa Blanca (la reconstruyeron igualita y se salva en uno de los gags autoconscientes y físicos más logrados de la película), sí nos permite seguir sin aburrimiento la historia del puñado de personajes en los que elige concentrarse. Hay menos ironía que en la primera e incluso en más de un sentido se trata de un film dirigido a audiencias casi infantiles. Hay héroes y hay villanos e importa poco el antecedente de hace veinte años: lo que hace Emmerich es disponer de secuencias de acción, diálogos de historieta y toda clase de entretenimientos (desde batallas hasta monstruos gigantes) como marco para un pequeño cuento de jóvenes aventureros. No hay más que eso, pero alcanza.
Pasaron 20 años para que la raza alienígena que quiso exterminar la Tierra vuelva para completar su misión. Esta vez, los humanos están mejor equipados: con tecnología extraterrestre, sin Will Smith, excesos de clichés y un Roland Emmerich dispuesto a pelearle el puesto a Bay en gastar plata de manera innecesaria. La secuela de Día de la Independencia (Day of Independence, 1996) llega a los cines con mucha expectativa, pero poco respaldo de parte de la prensa especializada. Una segunda parte que nadie vio venir, tanto como los protagonistas a la nueva amenaza. El film cumple con el objetivo de la franquicia: entretener. ¿Es una película mala? La verdad que no, pero tampoco es una obra maestras del cine y una pieza indispensable en la cinematografía mundial. Roland Emmerich (White House Down, Godzilla), guionista y director del film, realizó una película correcta, bordeando el exceso de efectos especiales y una buena transición entre los fx de hace dos décadas y el uso de la tecnología CGI, herramienta clave para los tanques norteamericanos. Fiel a su estilo, en las escenas de explosiones, desmadre colectivo, crisis y mezcla de humor, el tipo es donde resalta sus cualidades. Un profesional que ha trabajo en cine más de 40 años y sabe explotar las virtudes de sus productos. Aquí no falla, pero tampoco realiza una obra maestro. Ojo, tampoco es su intención. Olvídense de Will Smith, ya no está entre nosotros. Pero hay equipo. La inclusión de Jessie Usher (Dylan Hiller), Liam Hemsworth (Jake Morrison), Travis Tope (Charlie), Charlotte Gainsbourg (Dra. Catherine Marceaux) y Maika Monroe (Patricia Whitmore), hija del ex presidente y piloto, aseguran una nueva generación de seguidores para la franquicia ya que dos de ellos, como mínimo, están en la cima de los actores más solicitados del momento. Esta mezcla entre los antiguos miembros del reparto y los nuevos, funciona como herencia para lo que vendrá. Sí, el final de la película deja la puertita abierta para el regreso de otro 4 de julio con exceso de fuegos artificiales. Los rostros nuevos y antiguos no llegan a entrelazarse demasiado, salvo en el primer acto cuando Jake Morrion decide revelarse y ayudar a David Levinson, interpretado por el eterno Jeff Goldblum, en su viaje a la luna, más algún tipo de interacción padre-hija superficial entre los Whitmore. Y los extraterrestres volvieron para culminar su plan de exterminio. Tardaron 20 años en darse cuenta que la raza humana no fue eliminada y regresaron con todo. Eso significa de manera descomunal y en muchos sentidos. Una película que tuvo una inversión de casi 200 millones de dolares implica un tanque comercial arrasador. Pero ojo, no así lo que se vio en pantalla salvo el diseño de la nueva tecnología terrícola, tomada de la primera invasión. Un film que se sostiene en los diseños, en lo visual, no así en lo argumental y actoral. Entre los aportes visuales hay que destacar el concepto de integración de la tecnología extranjera. Está claro que este film es el inicio de una nueva saga intergaláctica y con esta premisa se basaron para crear una especie de Star Trek pero creado con la base de la vida real tal y como se la conoce. ¿Cómo sería el comienzo de una guerra universal? Así, con esta película y los humanos serán los nuevos emblemas de la justicia y la libertad. Claro, porque el prontuario como raza es impoluto. Día de la Independencia: Contraataque es menos atractiva que su predecesora en general, pero, en plan de crear una nueva franquicia todo cobra otro sentido. La película argumentalmente no tiene valor, salvo hasta que los invasores se ponen en posición de conquistadores, reinan las explosiones y cuanto disparo laser pueda aturdir nuestra visión y atención. Todo se reduce a eso. Imposible no tocar ese aspecto ya que es lo único palpable horas después de ver la película. Párrafo aparte para Brent Spiner y Judd Hirsch, quienes regresan a la saga para mantenerla en pie. Sus aportes, aunque breves, son una bocanada de aire fresco entre tanto fuego, explosión, naves, edificios levitando a los Twister (1996) y esos lasers verdes. Junto a Jeff Goldblum y Will Smith son lo más recordado del tanque de los noventa. Sí, hay que reconocer que se extraña al Capitan Steven Hiller, ya que su heredero en la ficción no posee ni la mitad del carisma que su padre. Cumple con lo que prometió en la previa: entretener audiovisualmente. Con el partido perdido desde el minuto cero, el film de 20th Century Fox demuestra que se conoce a sí mismo, y así aprovecha sus virtudes y reduce a anécdota sus falencias. Una película que tiene como mayor estandarte el uso de la tecnología dentro y fuera de la diégesis. Además juega con la nostalgia del espectador y el éxito comercial que significó es título hace dos décadas, una de las películas más taquilleras de la historia durante muchos años.
Mucho más que una invasión de marcianos Hay un detalle que convierte a esta secuela de "Día de la independencia" en una película más interesante que la original: no sólo es una película de invasión de marcianos, sino una historia de una realidad paralela que describe cómo evolucionó nuestro planeta a partir de un cambio tan drástico como el de ser casi aniquilado por unos malísimos aliens en plena era Clinton, el 4 de julio de 1996. Había una contundencia en la primera parte del primer film que ahora casi se pierde y es cuando los marcianos prácticamente aniquilan todo el planeta, con imágenes impresionantes de autos volando por las explosiones y los rayos. Sin embargo esta secuela también tiene su parte apocalíptica ("les gusta destruir lugares emblemáticos", dice Liam Hemsworth mientras ve cómo hacen trizas el puente de Londres) aunque resta un poco de impacto que las principales víctimas se encuentren en una ciudadela en la superficie lunar. Claro, luego de dominar parte de la tecnología marciana veinte años atrás, la humanidad logró naves que se mueven contra la gravedad y hasta empezó la conquista del espacio. Pero, obviamente, los extraterrestres tienen más secretos que los que dejaron en la Tierra la otra vez, y ahora contraatacan con una nave madre mucho más grande, al punto de que adentro tiene un verdadero ecosistema. Para luchar contra las marcianos vuelven dos viejos héroes: el científico Jeff Goldblum y el ahora expresidente de los Estados Unidos, Bill Pullman, en una actuación excelente, mucho mejor que la de la otra película que igual que otros que tuvieron encuentros demasiado cercanos con la mente de los aliens viven una existencia perturbada y sienten cosas que el resto de la gente no percibe. Todo esto es muy dramático, pero por supuesto el director Emmerich mete chistes tontos en medio de cualquier masacre. Por suerte lo hace con mejor sentido del humor y más tino que en el original. "Día de la Independencia- Contraataque" es una sólida y vertiginosa película épica de ciencia ficción. Las dos horas de proyección pasan volando, y el entretenimiento está más que asegurado. Ni hablar de las asombrosas batallas aéreas en un 3D realmente muy bien utilizado, o de imágenes totalmente surrealistas, como el clímax con una reina alien gigante persiguiendo un micro escolar por el desierto de Nevada.
Entramos nuevamente en zona de segundas partes y es el turno de "Día de la Independencia 2", ahora sin Will Smith, que aparece solo en un poster al comienzo de la peli, o sea... de alguna forma está presente. En esta segunda parte, 20 años después de la primera, te vas a encontrar - nuevamente - con un festín de efectos especiales y un guión que a mi parecer se olvidaron de re chequear después de la primera escritura... Mucha frase sacada de internet, como: "soy el presidente y voy a luchar por salvar el mundo" y algunas más que se continúan en las casi dos horas de peli en donde, si viste el trailer, todo lo que pasa en esos dos minutos lo vas a ver extendido en el metraje sin ninguna sorpresa. Muchos pueden tomar esta peli como un "guilty pleasure" ("placer culpable") y disfrutarla como tal, sin analizar absolutamente nada de lo que pasa en pantalla; pero si realmente estas buscando salir de la sala con un plus para "pensar" más allá de la diversión, en esta oportunidad no sucede. Historia pochoclera para disfrutar de los efectos y de todo lo que te vas imaginando que va a pasar... ¡Por qué pasa! ¿Se viene la tercera? Mmm, creo que sí.
Ya han pasado 20 largos años desde que la humanidad le hizo frente a los alienígenas que venían a invadir la tierra y de la cual salimos victoriosos, pero ahora en la actualidad los aliens aparecen con ganas de revancha y acabar con todo de manera definitiva. Un grupo de jóvenes norteamericanos serán los encargados de aniquilar a estos seres del espacio exterior y buscar nuevamente la paz en la tierra. Al igual que en la historia ya pasaron 20 años del estreno de “Día de la Independencia”, film con el que Roland Emmerich demostró que el cine catástrofe puede abarcar otros horizontes pero manteniendo chiches clásicos del género, ahora en el 2016 repite la formula nuevamente y muy por el contrario de 1996, acá las cosas se ponen ridículas y para nada agradables, haciendo de la película un sinfín de momentos olvidables que no quedarán en la memoria de nadie. El director se mantiene muy fiel en su estilo (al igual que Michael Bay) en hacer de su película un espectáculo visual con respecto a los efectos especiales, humor cursi que rompe con el climax, patriotismo americano presente a más no poder y destrucción masiva (incluida la Casa Blanca), eso es lo que (lamentablemente) se hace notorio durante todo el film. Pero también hay cosas buenas dentro de film, eso incluye el regreso de algunos personajes de la primera entrega como el David Levinson (Jeff Goldblum) o el ahora ex presidente interpretado por Bill Pullman, la ausencia notoria es la de Will Smith que no regresó a la franquicia por un desacuerdo económico con 20th Century Fox, pero su personaje es recordado como un héroe de guerra. “Día de la Independencia: Contraataque” llega como una secuela no esperada que repite la formula ya empleada con anterioridad y aquí cae en picada sin llegar a ninguna parte, y que además se garantiza el éxito que dentro de la misma película da a entender que se viene una tercera parte a la vista, que seguramente va a repetir la misma fórmula hasta el cansancio. Lo bueno: El regreso de Jeff Goldblum es lo más destacable del film, los efectos especiales dentro de todo son aceptables, pero hay películas con muchísimos mejores. Lo malo: Se nota que la película no causa ninguna impresión y que de a momentos se torna aburrida. La originalidad es bastante escasa pero el público amante de este género saldrá complacido y con ganas de más.
"Día de la Independencia: Contraataque" es la película que reúne todo, pero TODO lo que está mal en el cine. [Escuchá el audio completo]
Veinte años después Día de la independencia: Contraataque trata de copiar todas las virtudes de la primera, pero le falta sorpresa y pulso narrativo. Para tratar de entender por qué no funciona Día de la independencia: Contraataque hay que entender por qué sí funcionó hace veinte años Día de la independencia. La película original del alemán Roland Emmerich no sólo fue la más taquillera del año 1996 y entró en el Top 10 histórico mundial, sino que también -y sobre todo- influyó en prácticamente todo el cine catástrofe que vino después. Es cierto que Emmerich tiene un oficio inusual para el manejo de escenas de acción grandilocuentes -un oficio que en 1996 era menos habitual que hoy-, pero si volvemos a ver Día de la independencia nos sorpenderá la poca cantidad de esas escenas. Más allá de la última, “la batalla aérea más grande de la historia”, se pueden contar con los dedos de una mano la cantidad de escenas de acción. En sus dos horas y media, la película construye unos cuantos personajes atractivos, con sus conflictos, sus relaciones, sus temperamentos, para después en los últimos veinte minutos ponerlos en peligro. El guión -escrito por el propio Emmerich con su habitual colaborador Dean Devlin- tenía buenos gags -sobresalía Judd Hirsch- pero también muchas muertes, combinación atractiva que le daba a la película una dinámica despreocupada, casi como la de una película Clase B pero con mucho presupuesto. Quizás su nacionalismo descarado y ramplón en su momento la haya perjudicado con cierta crítica especializada. Yo la recuerdo como la contracara de ¡Marcianos al ataque!, de Tim Burton, que se había estrenado por la misma época. Bill Pulman y Jack Nicholson, dos presidentes que no podrían ser más distintos. Pero vista hoy a la distancia, esa característica resulta hasta simpática. Nada de esto se traslada a Día de la independencia: Contraataque, aunque pareciera estar copiada de la anterior. Como si Emmerich fuera un Pierre Menard de sí mismo, acá están todos los elementos que hicieron grande a la anterior, pero ya no estamos en 1996, y todo parece transcripto, como para llenar casilleros. En primer lugar, carece del crescendo dramático de la otra, que se veía beneficiada por la sorpresa. Acá ya conocemos a los aliens, sabemos cuál es su objetivo y su método. Pero también está demasiado pendiente de tender lazos. Digámoslo: los personajes de Día de la independencia eran profundos y tridimensionales, pero carecían de la estatura mítica necesaria para que los extrañemos. Y acá la película se toma un rato largo para reintroducirlos, para contarnos en qué andan, qué hicieron todos estos años. Y los nuevos (Liam Hemsworth, Jessie T. Usher y Maika Monroe) no son tan queribles como los otros. Después, Contraataque es más una película bélica con aliens que una de cine catástrofe. Está la consabida destrucción de monumentos célebres, pero es como si Emmerich no se diera cuenta de que lo que hizo grande a Día de la independencia no fue esa imagen icónica de la Estatua de la Libertad en ruinas, sino su pulso narrativo, el cimiento sobre el que se construyó el climax final.
No a las secuelas de productores! En 1996, ver una nave espacial del tamaño de una ciudad lo era todo. El factor sorpresa y los planes alienígenas de destrucción mundial fueron suficientes para enganchar al espectador, para ese entonces no tan iniciado en las películas de cine catástrofe. Día de la independencia (Independence Day, 1996) fue furor y hasta encasillada como cine de culto, su secuela 20 años después tal vez llegó demasiado tarde. Casi al mismo ritmo de degradación de la franquicia Terminator, Día de la independencia: Contraataque deja de lado todas las escenas de suspenso y creadoras de climas que su predecesora tan bien supo hacer, para entregarse al chiste fácil, la destrucción y decirle a Jeff Goldblum que gesticule mucho con las manos -como solo él hace-, por supuesto no alcanzó ni para arrancar. Qué decir del nuevo reparto… Liam Hemsworth, el hermano menor de Thor, en otro papel casi calcado de Los Juegos del Hambre (2012), no logra conectar como tampoco lo hace el hijo del personaje de Will Smith (muerto entre medio de las dos pelis), también militar de elite, al igual que la hija del presidente Withmore (Bill Pullman), héroe de 1996. Todos somos milicos, todos sabemos volar jets alienígenas y todos juntos de alguna forma vamos a salvar al mundo. Pero primero hay que deambular durante dos horas en pantalla y gastar millones en nada. El reparto original con Bill Pullman, Jeff Goldblum, Brent Spiner (el científico de pelo largo, loco lindo de Area 51) y Judd Hirsch (padre de Jeff Goldblum en la franquicia), tal vez sean los que más se sostienen, pero tampoco se salvan. El ex presidente Withmore y el Dr. Levinson (Goldblum) están completamente sobreexpuestos, tirados en pantalla para “hacer lo suyo” pero sin demasiada justificación. También se le da demasiado lugar a el factor melancólico, escenas cortadas y pegadas de la entrega original; en vez de varias naves que tapan grandes centros metropolitanos tenemos una súper nave, que para estacionar ya de seguro debería haber masacrado miles de millones de personas. La sombra de la nave tapando el cielo también fue abusada y todo lo desesperante que era ver como los extraterrestres preparaban su tremenda arma de destrucción masiva, en esta segunda entrega queda todo ninguneado y a la espera de que el film simplemente termine. Más puntos negativos de la película (porque honestamente nunca son suficientes con el proyecto entregado): la digitalización de los extraterrestres, ni un sólo bicho es tangible, todo computadora; hay tal sobrecarga de personajes estereotipados que cuesta dejarse llevar por la historia, hay que estar en constante ejercicio mental para entender en qué anda cada uno. Y para cerrar esta cadena de decadencias, hay un “homenaje”, muy entre comillas, a Aliens (1986), con un bicho reina, que nada tiene que ver con el modo de operar de los colonos intergalácticos, como para darle un cierre más “dramático” al film. Pero esto no termina acá: se anunció la tercera parte y sólo resta aguardar el resultado comercial de esta segunda entrega para confirmarla. Mientras tanto, siempre vamos a tener Día de la independencia (1996) para recordarla y disfrutarla; pero todo el “amor” hacia la cultura yankee que se respiraba allá por 1996 y se soportaba en cámara, hoy en día con esta Contraataque se hace pegajoso y realmente saca de onda. El cine catástrofe está llegando a un estancamiento, donde Día de la independencia, El día después de mañana (2004), Terremoto: La falla de San Andrés (2015), Batman v. Superman (2016) parecen hacer todos lo mismo, mega ataques terroristas al planeta, pero sin sangre; ni una gota de sangre humana es vista en pantalla jamás.
Roland Emmerich vuelve a uno de sus clásicos, con Día de la Independencia: El Contraataque, con gran parte el elenco (menos Will Smith). Utilizando tecnología obtenida de los extraterrestres 20 años atrás, las naciones de la Tierra, que temen el regreso de los invasores, han colaborado en la elaboración de un gigantesco programa de defensa para proteger el planeta. Pero no es seguro que ese programa sirva para hacer frente a los avanzados e inauditos recursos de los atacantes. Quizá sólo la inventiva de unos pocos valientes pueda evitar la destrucción del mundo, que se encuentra de nuevo al borde de la extinción. Veinte años después Roland Emmerich vuelve a la última película que lo sostuvo como un director de clásicos como Pequeños Soldados, Stargate y El día de la Independencia. Su vertiente por la destrucción lo llevo por el camino de Michael Bay, en la última década lo demostró con películas como El día después de mañana, 10.000 AC y 2012. En Día de la Independencia: El Contraataque, Emmerich hace lo que muchos directores han empezado a hacer con clásicos de su propia factoría (Terminator Genesis, Jurassic World, Star Wars) jugar con la nostalgia del público. Presenta los viejos personajes de Jeff Goldblum, Bill Pullman y Brent Spiner, que son el fuerte de la película, y deja a las nuevas generaciones con personajes bastante chatos (pero efectivos para este tipo de cine) como Liam Hemsworth y Jessie T. Usher. Mejor ni comenzar a hablar de los personajes secundarios, que solo rellenan minutos en pantalla. Como todo tiene que ser a gran escala, aquí la amenaza es mayor, trata de plantear algunas ideas interesantes para comenzar una nueva saga; que no vamos a revelar para no contar detalles de la trama. Los efectos especiales cumplen, en los 90 la espectacularidad de las escenas marcaron un antes y un después en el cine de catástrofes, utilizando maquetas y pantallas verdes. Aquí el CGI no va a dejar su huella en la historia, están bien logrados; pero se desaprovechan bastante cuando el film presta mucho tiempo a dar explicaciones reiterativas de los eventos.
Una invasión a gran escala da rienda suelta a una historia ingenua, plagada de vertiginosas secuencias de acción y con vuelo de naves, pero sin el impacto del film anterior. Veinte años después del suceso de Día de la independencia, llega la secuela, también comandada por Roland Emmerich, un director especializado en el cine catástrofe y la ciencia ficción. Sin Will Smith al frente del equipo que luchaba contra la invasión extraterrestre, pero con rostros conocidos y otros que se suman para expandir el universo de esta nueva saga, Día de la Independencia: Contraataque retoma los esfuerzos de las naciones que desarrolllaron un programa de defensa ante un nuevo ataque y frente a los recursos que ahora tienen los alienígenas: un arma que controla la gravedad y un escudo contra las naves enemigas. Una invasión a gran escala como en la película original, da rienda suelta a una historia ingenua, plagada de vertiginosas secuencias de acción -con vuelo de naves- y toques de humor pero sin la magia ni el impacto que tenía la película anterior, aún con menos recursos de producción. Ahora es Lanford -Sela Ward-, la mujer que está en la presidencia de los Estados Unidos y también reaparece el ex Presidente Whitmore -Bill Pullman- además del hijo del capitán Hiller -Will Smith-, rol a cargo de Jessie T. Usher, cuyo personaje sigue los pasos heroicos de su progenitor. En el equipo de defensa también dice presente y con cara de sorprendido, Jeff Goldblum, repitiendo su papel, y el joven Liam Hemsworth -visto la semana pasada en El poder de la moda-, como el experimentado piloto que también puede salvar al mundo de la destrucción. Con la esperada dosis exacerbada de patriotismo, escenas en el mar y de destrucción masiva, además de un transporte escolar que es perseguido por una monstruosa criatura, Emmerich está en su salsa y utiliza todos los recursos visuales de última tecnología. Con un diseño de invasores con largos tentáculos y situaciones ya vistas en otros títulos del género, el director de El día después de mañana confirma que los tiempos de paz con los invasores han terminado y que comienza un tercer eslabón que ya se anuncia en las imágenes finales.
Pasaron 20 años y es curioso como para Roland Emmerich, uno de los directores claves de la historia de la ciencia ficción y el cine bélico, su idea sobre la imposibilidad de los terrestres por impedir un ataque masivo de alienígenas permanece intacta. En “Día de la Independencia: Contraataque” (USA, 2016) hay un intento por recuperar cierta ingenuidad del género, pero en la búsqueda de construir una épica, ambiciosa, gigante, termina por construirse un relato atiborrado que, aún abusando de clichés y lugares comunes, no logra consolidar su propuesta. La película se divide en dos etapas, una primera que bucea en su entrega anterior, con la presentación de algunos de los personajes que supieron identificarse como claves, por caso Bill Pullman como el presidente que supo hacer frente a los extraterrestres, y algunos nuevos que hablarán sobre aquellos del pasado que marcaron a fuego la historia de una nación que consolidó su poderío con tecnología alien. En la segunda instancia, algunos personajes del pasado se sumarán a nuevas incorporaciones para conformar la red necesaria que evitará que un nuevo ataque extraterrestre termine de una vez por todas con la humanidad. “Día de la Independencia: Contraataque” no puede superar la inevitable comparación que con la primera entrega surge, una historia narrada de manera clásica que supo tener como protagonista a Will Smith, quien junto a Pullman pudieron, a fuerza de carisma y la exploración de nuevas tecnologías lograr uno de los hitos del género. Pero en 2016, y con filmes posteriores a “Día de la Independencia”, que también trabajaron sobre el enemigo externo y la inevitabilidad de un ataque, más la realidad que golpeó fuerte y que post 11-S se consolidó como la prueba fehaciente que nada está escrito ni previsto, esta nueva entrega no hace otra cosa que trabajar con tópicos reiterativos que ni siquiera con el cuidado trabajo de efectos especiales pueden salvar el tedio con el que Emmerich relata todo. Una película de ciencia ficción debe además de respetar a rajatabla algunas convenciones del género, poder construir nuevas sensibilidades para enmarcar la narración y así posibilitar la emergencia de una historia que en apariencia sea diferente. Pero Emmerich no puede o no quiere hacerlo, y si bien en una primera parte puede despertar el interés evocando “Día de la Independencia”, cuando “Día de la Independencia: Contraataque” debe separarse no puede hacerlo. Como filme de ciencia ficción el relato avanza a paso firme y lento, hasta que la resolución se avecina y entonces ahí el oficio y la habilidad se deja de lado, y comienza todo a precipitarse sin siquiera detener en la obviedad con la que todo se está haciendo. “Día de la Independencia: Contraataque” es una olvidable secuela, un filme de género más que se termina perdiendo en el propio laberinto narrativo con el que intenta presentarse 20 años después, sin novedades, cambios, ni siquiera con personajes interesantes que puedan despertar el interés en su conocida historia.
Hace veinte años Día de la Independencia se convertía en uno de los éxitos de taquilla más grandes y sorpresivos de todos los tiempos. La superproducción dirigida por Roland Emmerich se había centrado en una campaña publicitaria enigmática, no demasiado masiva, que escondía más de lo que mostraba. Sin embargo, arrasó con todo lo que le puso adelante, y terminó de reimponer la moda del cine catástrofe, convirtiendo a su realizador en un fijo para este tipo de productos. En conmemoración de la fecha, y tras muchas vueltas, cancelaciones y resurgimientos, por fin podemos ver una secuela de aquel film que planteaba un fuerte ataque alienígena a nuestro planeta. Veinte años pasaron también en la historia, el mundo se encuentra en paz y las naciones han progresado en el uso de la tecnología proveniente de aquel ataque. Sin embargo, parece ser una calma aparente. Continúan las investigaciones y desde las bases militares parecen estar preparándose constantemente para un posible regreso. La alerta se activa cuando varios de los que estuvieron en contacto con los extraterrestres comienzan a tener extraños sueños, dibujan símbolos crípticos, o despiertan intempestivamente del coma en el que se encontraban. Por otro lado, el alien sobreviviente que mantienen en cautiverio pasó de la inactividad a una furia incontrolable. Lo que sigue es lo esperable, mientras se suceden los festejos por el aniversario del triunfo humano, un nuevo ataque comienza, descubrir el por qué será una de las patas que plantea el argumento. Más centrada en el ambiente militar que la primera entrega, es una oportunidad para encontrarnos con varios de los personajes conocidos. Sabremos qué fue de David (Jeff Goldblum), el Dr. Okun (Brent Spinner), Julius (Judd Hirsch), Jasmine (Vivica A. Fox), El General Grey (Robert Loggia), Dylan (Jessie T. Usher), Patty (Maika Monroe), y por supuesto el (ahora ex) Presicdente Withmore (Bill Pullman). A estos se les suman el héroe de la aviación interpretado por Liam Hemsworth, el General de William Fichtner, la Presidente a cargo de Sela Ward, y una investigadora interpretada por Charlotte Gainsbourg, entre otros varios. Entre tantos personajes, Emmerich repite la fórmula original, poner el foco en las personas antes que en los aliens; siendo esto un arma de doble filo. A lo largo de su carrera el realizador de El día después de mañana a demostrado no ser un gran constructor de climas dramáticos. Cada vez que los personajes tienen que expresar emociones profundas, el film flaquea, perdiendo gran parte de su potencia. Lo suyo es el elemento bombástico, el apetito por la destrucción con algo más de coherencia que su par Michael Bay (que esta vez parece haberle prestado el ruido a metal y circuitos eléctricos). En este sentido, mostrar escenas con humanos “no combatiendo”, ayuda a relajar la situación sin que resulte confuso o agotador; sus dos horas exactas de duración suceden realmente rápido. Otra característica fundamental del cine de Emmerich, su extremo amor hacia los EE.UU., transformándolo en el extranjero (es alemán) con más films patrióticos a cuesta, que hizo que Día de la Independencia se ganase varios detractores; aquí parece haber encontrado un tono adecuado. Al igual que decíamos hace algunas semanas con el estreno de Londres Bajo Fuego, el mensaje es tan obvio, tan poco disimulado, tan obsecuente y ofensivo, que no queda más que no tomárselo en serio; y el propio film parece realmente tomárselo así. Por momentos IDR (estas son las nuevas siglas) parece una parodia de ID4 (las famosas siglas originales), como si nos quisieran decir que lo que nos metieron en el primer episodio no era tan grave, que debíamos relajarnos y verlo como un entretenimiento. Este humor deliberado se extiende más allá del patriotismo absurdo e impregna varias escenas que terminan por ser lo mejor de la propuesta, haciéndola realmente disfrutable. En cuanto al encanto visual, el 3D colabora en determinadas escenas, pero no hay mucho que no hayamos visto antes, sin embargo, en las dosis en que es entregado se nota que estamos frente a una mano experta en la materia. Día de la Independencia Contraataque es un festejo del primer film, una película para fanáticos, y también con la suficiente amplitud para un posible público joven que no vio la primera entrega – aunque muchísimos de los mejores guiños no los podrían disfrutar –. Queda en el debe algo más de foco sobre los civiles – relegado únicamente al personaje de Judd Hirsch en compañía de Joey King –, una mayor estabilidad en el balance del drama, y quizás una entrega mayor hacia la inverosimilitud del estilo clase B como pudimos ver en la similar Jurassic World, nada grave. Entretenida, ligera y divertida, esta IDR, es también una reivindicación al cine de los noventa, en el que los personajes importaban, con gama etaria amplia, en donde los comic relief eran especialistas en la materia, y en el que la catástrofe era un regalo visual puntual que se hacía esperar. No todo es igual a antes, pero se nota el intento por querer emularlo.
Alimenta tus placeres culposos Placeres culposos. Hay una cierta gama de películas que pertenecen al grupo que engloban estas dos palabras. Son esas obras que de tan malas o mediocres, o que a veces tienen tramas irrisorias o inentendibles, con el tiempo terminan de alguna manera “gustándonos”. Esos filmes que nos encontramos en el cable años después y no podemos dejar de mirarlos y nos sacan una sonrisa. Quedan en nuestros corazones y pasan a la categoría de clásicos. Un poco de eso pasó con “Día de la Independencia” (Independence Day, 1996) porque, digamos la verdad, ganar la batalla contra una civilización alienígena avanzada usando un diskette con un virus pide mucho de nosotros los espectadores. Pero, por supuesto, el plus que tiene esa gran obra –placeres culposos dijimos– es que el director alemán Roland Emmerich había vuelto a poner sobre el tapete un género que había tenido su momento de gloria décadas atrás: el cine catástrofe. El largometraje se convirtió en el mejor exponente de ese cine en esa década y el realizador, en un experto en la materia. Siguió por esta senda regalándonos cosas como “Godzilla” (1998), “El día después de mañana” (The Day After Tomorrow, 2004) o 2012 (2009). No sorprende entonces que llegue esta secuela llamada “Día de la Independencia: Contraataque” (Independence Day: Resurgence, 2006) porque, por un lado, reivindica a su antecesora (hoy convertida en un clásico cumpliendo dos décadas), sigue haciendo cine catástrofe (unos de los muy pocos; a nivel mainstream seguramente el único) y también porque le dieron casi el triple de presupuesto que en la primera (200 millones de dólares contra 75, claro que la original fue la que más recaudó en 1996: $817.400.000). Después de la terrible batalla contra los extraterrestres, los humanos han tenido veinte años para llorar a sus muertos, pero también para prepararse ante un posible nuevo ataque. Los países dejaron sus diferencias de lado y han logrado trabajar en conjunto para elaborar un programa de defensa utilizando tecnología alienígena que quedó en la Tierra. Con esto pudieron desarrollar nuevas armas, aviones, armamento e instalar fortificaciones militares de avanzada en la Luna, en otros planetas y en el Aérea 51. Pero parece que nada de esto puede llegar a servirles cuando, nuevamente en un nuevo 4 de julio, una fuerza alienígena sin precedentes llegue a terminar el trabajo inconcluso. ¿Podrán repelerlos esta vez? Jeff Goldblum (David Levinson), Bill Pullman (Thomas J. Whitmore), Judd Hirsch (Julius Levinson), Vivica A. Fox (Jasmine Dubrow-Hiller) y Brent Spiner (Dr. Brackish Okun) son los únicos sobrevivientes del elenco anterior (por si se lo preguntan, Will Smith pidió demasiado dinero y le bajaron el pulgar). Y con la incorporación de Liam Hemsworth, Maika Monroe y Jessie T. Usher es más que suficiente para esta primera secuela en la carrera de Roland Emmerich. Es que acá lo más importante y lo que destaca es la mano del realizador para hacer la película: conoce perfectamente el género, sabe lo que quiere contar, cómo hacerlo, con qué actores cuenta (incluso hace que Hemsworth parezca un buen actor) y no quiere vender algo que no es. Eso hace que maneje con maestría todo el largometraje y moldee esta obra pochoclera a su antojo. Roland sabe que no va a ganar el Oscar ni tampoco pretende que nosotros lo creamos. Es honesto con lo que nos brinda y eso ya lo destaca entre tanto pretencioso que anda dando vueltas. Lo único que podemos decir de una obra tan difícil de clasificar es que hay que ir a verla sólo por un motivo: “placeres culposos”. Ya lo dijimos...
El director de “Godzilla”, “El Día Después de Mañana”, “2012”, “Stargate” y “Soldado Universal”, entre otras, ahora vuelve con "Día de la Independencia Contraataque", una breve introducción de lo que paso en 1996. En esta oportunidad quienes nos vienen atacar son los alienígenas y llegan con el fin de exterminar a los humanos, son más fuertes, con super armas y violentos. Ahora los humanos tienen una base militar en la luna, y porque la unión hace la fuerza, todos dan batalla al enemigo e intervienen: el ex- presidente Whitmore (Bill Pullman), quien tiene sueños premonitorios, el científico David Levinson (Jeff Goldblum), Jake Morrison (Liam Hemsworth) y su enamorada Patricia Whitmore (Maika Monroe) que le dan al film esa cuota de romanticismo, para suplantar al Captain Steven Hiller (Will Smith, a quien lo vemos en un enorme cuadro en la Casa Blanca) se une a las fuerzas su hijo Dylan Hiller (Jessie T. Usher) junto a su esposa Jasmine Hiller (Vivica A. Fox), doctora Catherine Marceaux (Charlotte Gainsbourg), Dr. Brakish Okun (Brent Spiner), Julius Levinson (Judd Hirsch), entre otros. Vuelven a enfrentar a esta raza de aliens exterminadores que son más potentes. Las imágenes son grandilocuentes, todo se destruye, se derrumba, las imagenes resultan impresionantes, vuelve el cine catástrofe. Mucho tiene de Steven Spielberg: “Encuentro cercano del tercer tipo”, “La Guerra de los Mundos” (2005), “Jurassic Park”, entre otras y algunas secuencias cuando los soldados están en lucha es como si estuvieran jugando videojuegos. No tiene un gran guión y es bien pochoclera, solo nos resta esperar “Independence Day 3”.
Sin novedad en el frente A veinte años de la película original, gran parte del elenco se reúne para este revival con poca gracia que en esta ocasión anuncian una vuelta más cercana en el tiempo. Parece increíble pero es la realidad: pasaron ya veinte años desde el estreno de Día de la Independencia, ese conglomerado cinematográfico que en tan sólo dos horas aunaba efectos especiales de última generación, chistes light, patriotismo yanqui, lugares comunes a más no poder y la casa blanca estallando por los aires, todo ello sazonado con las presencias estelares de Jeff Goldblum y Will Smith reafirmándose como el nuevo rey midas del "tanque del verano" boreal. Pero claro, era 1996 y el director alemán Roland Emmerich, que había saltado a la fama hacía poco tiempo con Stargate la Puerta del Tiempo (1994), era el niño mimado de Hollywood. Sin embargo, con veinte años más y una decena de filmes más sobre su espalda –cinco de los cuales presentan las mismas características- esta secuela llama la atención porque atrasa por lo menos una década y media en cuanto a la idea y su realización. El realizador, que se caracteriza por estar al día en lo que se refiere a utilizar efectos digitalizados de gran realismo, no ha avanzado nada en sus conceptos de cine. Día de la Independencia El Contraataque no presenta novedades con respecto a la anterior entrega, salvo la ausencia de Will Smith y la presencia de un grupo de actores jóvenes que vendrían a representar a los niños ya crecidos de la original y la revolución tecnológica en la que se ha visto sumida la Tierra desde el final de la última invasión. En esta ocasión, los extraterrestres regresan a la órbita planetaria con el objetivo de cobrarse venganza por la humillante derrota que sufrieron veinte años atrás y emprenden una guerra relámpago que no le da a las autoridades más que unas horas para salir adelante. Por supuesto que, fiel a su estilo, el director (y también guionista junto a... ¡cuatro personas más!) abre un gran abanico de historias corales que giran en torno al descubrimiento por parte del Dr.David Levinson (Goldblum) de una manera de descifrar el lenguaje de los extraterrestres, lo que lleva a la ubicación de una nave de otra raza que podría traer la clave de la victoria sobre esta nueva tanda de invasores. Sin embargo, lo que podría ser una carrera contra el tiempo frenética y llena de referencias a la ciencia ficción, se convierte en una película que, si bien avanza, se queda en sentimentalismos que ya hemos visto una y mil veces: las personas que sacrifican sus vidas para salvar al mundo, los discursos motivadores sobre la libertad (liberalismo), los golpes bajos a raíz de la muerte de familiares cercanos y sus beneficios y los soldados que se enfrentan a aliens de hasta tres metros a puñetazo limpio. Pero la peor parte se la lleva el público al final, cuando se revela que este revival de Día de la Independencia responde a un interés de 20th Century Fox de crear su nueva Star Wars, luego de que Disney le "arrebatara" la distribución de esos filmes a raíz de haber comprado la empresa Lucasfilm. De esta manera, aquellos que logren sobrevivir a esta experiencia (sobre) cargada de fx, podrán "disfrutar" en breve de una incursión humana para "patear traseros extraterrestres", como anticipa uno de los personajes principales. En definitiva, si usted no tiene mayores pretensiones a la hora de ver un "tanque" Día de la Independencia Contraataque es su película de este fin de semana. Si por el contrario, busca algo que pueda sorprenderlo o que desafíe de alguna manera su intelecto, hay más de una decena de filmes en la cartelera que pueden cumplir ampliamente con este requisito. Buena suerte en ambos casos.
No se que opinará la mayoría, pero todos tenemos recuerdos de Independence Day. El mío era verla cada vez que la pasaban por Canal 11 y quedarme embobado mientras una flota alienígena se preparaba para atacar a la Tierra en ciertos puntos específicos del globo terráqueo, que de coincidencia enfocaba toda su fuerza en una Estados Unidos celebrando su 4 de Julio. Y todos ya sabemos cómo son los norteamericanos: no le toquen su fecha patria. Para nosotros y para los personajes de Independence Day: Resurgence han pasado veinte años, pero para la raza de otro mundo ha pasado relativamente poco tiempo y vuelve a la carga para terminar lo que sus compañeros empezaron. ¿Suena interesante, no? Pues eso es lo que ni más ni menos representa esta entretenida secuela que se tomó su tiempo en llegar, pero que ofrece balde tras balde de palomitas cinematográficas para aquél bravo espectador que sepa a lo que le está haciendo frente. Tanto como hace Michael Bay, el destructor de mundos Roland Emmerich trabaja en otra frecuencia, la justa para aquellos que disfrutamos de ver cómo el futuro se va al garete, pasmados por cómo han avanzado los efectos técnicos con cada nueva generación. Atrás quedaron el recuerdo de un Will Smith en su juvenil gloria y los efectos prácticos que tan bien se han conservado, contando las dos décadas que ya se carga en sus hombros. Ahora la mayoría de la pantalla está ocupada por efectos digitales y un trío joven de protagonistas que cargan el peso de la trama de acá a una futura, y muy posible, tercera parte. ¿Hay que buscarle la quinta pata al gato, si la trama nos presenta al personaje de Vivica A. Fox, la esposa stripper de Smith en la primera parte, convertida ahora en una enfermera/médica? La verdad es que no y es el tipo de detalles que marcan el tono irreverente y lúdico de una película que tiene su propia percepción del mundo. Es puro entretenimiento de los '90, trasladado al del nuevo siglo. Y como los tiempos nuevos que corren tienen una particular noción del tiempo y el foco de atención del público es cada vez menor, Resurgence se siente recortada, tocando suelo en la vida de los personajes que ya todos conocemos y amamos para arrojarlos al medio del fuego casi inmediatamente. Independence Day era larga, duraba dos horas y media, y el suspenso crecía a medida que las naves se posicionaban en todo el mundo y quedaban latentes, sin vida, hasta activarse. La secuela no tiene tiempo para crear suspense. Después de todo ya sabemos por qué están acá y se arroja a la acción casi de inmediato, aunque tiene la información justa y necesaria, cortesía del científico David del invaluable Jeff Goldblum y la doctora Marceaux de Charlotte Gainsbourg, que genera curiosidad al estar frente a un blockbuster siendo tan abonada a películas menos comerciales. El lado joven lo cubren Dylan (Jessie Usher), el hijo del personaje de Will Smith en la primera parte, la hija del ex-presidente Whitmore -la ascendente Maika Monroe- y uno de los hermanos Hemsworth, Liam, porque el apellido es sinónimo de cine estruendoso acá y en la China. ¿Quieren más? No podía faltar Bill Pullman, ahora más libre de responsabilidades pero aún con ansias de salvar al planeta de nuevo, y el regreso del doctor Okun de Brent Spiner, que se presumía muerto pero sólo estaba en un coma prolongado. Con el plato servido, resta disfrutar de casi dos horas de efectos especiales variados. Quizás hay alguna que otra incomodidad con la avanzada tecnología extraterrestre en la Tierra, lo cual le da a la película un costado mucho más sci-fi por decirlo de alguna manera, pero a la hora de romper todo, Emmerich sigue siendo el maestro. El desembarco alienígena y la destrucción son imponentes y merecen la pena verlos en la pantalla más grande que se pueda. El ensimismamiento que logra el director es tanto que, por un momento, uno se olvida que Smith no quiso volver a la secuela, y esa gran carencia es suplida con combates aéreos a montones, tecnología alien de punta y una creciente subida de humor que demuestra que no estamos ante un agitamiento de bandera patriótico como la vez pasada, sino que es un poco de eso, de homenaje masturbatorio, y al mismo tiempo una franca parodia de todo el legado que la película original generó en veinte años. Con leer el título Independence Day: Resurgence, uno como espectador ya sabe lo que se va a encontrar, y es injusto pedirle un complejo drama sobre una posible colonización extraterrestre. Para eso ya hay series que cubren esa cuota. Están frente a un producto Emmerich, que entretiene y luego permite una vuelta de página sencilla y directa. Simplemente recuéstense en la butaca, disfruten, y hagan como si fuera de nuevo un sábado a la tarde sintonizando Canal 11.
Luego de 20 años llega a los cines la secula del "Día de la independencia", película protagonizada por un montón de personas, pero sin Will Smith. En el cast contamos con la presencia de caras viejas como las de Jeff Goldblum, Bill Pullman, Brent Spiner, Judd Hirsch y Vivica A. Fox, y con caras nuevas como las de Maika Monroe, Liam Hemsworth y Jessie T. Usher. Estos últimos tres son "hijos de.." y son los que deberían hacer avanzar la trama, pero eso no pasa. El mayor problema de esta película es la cantidad de personajes que tiene. Hay muchos, y todos tienen algo que aportar. Eso hace que tampoco te puedas centrar en uno y decir: "bueno, quiero que este gane, quiero llorar con sus problemas y ponerme nervioso cuando este esté en peligro". No tienen nada de malo los personajes “nuevos” porque son buenos actores, tienen algunas líneas divertidas, pero no llegas a conectar con nadie. Siento que están los tres muy desaprovechados, quizás, podrían haber hecho una película en la que Jake, Dylan y Patricia, tengan que toda la atención, pero quisieron repetir la fórmula de la primera y ahí fallaron.
No vuelvan más Día de la independencia fue un éxito gigantesco en la década de los 90. Objeto de burla también, pero éxito al fin. Su sentido del humor la convirtió para muchos en una película irónica, todo lo contrario a la solemnidad que muchos creían ver. Debates aparte, la película era realmente del montón. Pero los éxitos mandan y veinte años más tarde llegó esta secuela. La tecnología cambió en el mundo y eso se nota. No solo por lo que aparece en la película, sino por la manera en la que está filmada. Pero sigue siendo una historia aburrida, más grandota que grandiosa, y el sentido del humor se ha vuelto casi nulo en comparación. No hay forma de identificarse o acercarse a los personajes y la acción es ruidosa pero no atrapante. Solo algunos breves instantes consiguen el objetivo del gran espectáculo. Cuando la dimensión de las cosas puede entenderse, como ocurre con el ómnibus escolar. Lo más ridículo, forzado y a la vez divertido de la película. Ni el siempre irónico y autoconsciente Jeff Goldblum logra sostener esta secuela tardía. Al euforia final promete una tercera parte, ojalá exista una manera de evitarla. El éxito de esta película tendrá la última palabra.
UN ABURRIMIENTO INTERPLANETARIO Día de la Independencia, de 1996, es una película importante para el cine de entretenimiento masivo norteamericano. No lo es tanto porque se trate de un gran film, sino más bien porque llegó para generar un cambio de paradigma en el mainstream (hay películas que son imperecederas y marcan tendencia -Star Wars, por ejemplo-, y otras que sólo marcan tendencia y son funcionales a modificaciones sistémicas). Ubicado estratégicamente en la mitad de la década, el film de Roland Emmerich sirvió para que los últimos rasgos del cine de acción ochentoso se terminen de evaporar y reluzca un nuevo imaginario (en paralelo también iba surgiendo Michael Bay, de la que esta película parece bastante deudora, especialmente en la participación de un elenco de estrellas que van por el cheque): adiós al héroe individual, bienvenido el héroe colectivo que se enfrenta a destrucciones gigantescas y universales, en un sincretismo patriótico que acompañaba desde el cine las germinales nociones de globalización. Y este movimiento acompañó la decadencia de los Stallone, Schwarzenegger, Gibson y Willis, para alumbrar un nuevo tipo de heroísmo, que era grupal como en el cine catástrofe de los setentas pero que recuperaba un componente nacionalista y reaccionario como en el viejo cine bélico. De hecho, reconstruye la mitología de las películas de guerra bajo la estructura de la ciencia ficción paranoica de los cincuentas. Día de la Independencia era, bajo toda regla, un cambalache. Pero uno bastante divertido, y eso era lo que la rescataba. Si bien por entonces Emmerich era un tipo repudiable (recordemos ese horror llamado Godzilla), luego vendrían películas como El día después de mañana, 2012 o El ataque, y la confianza en su postura autoconsciente y en su capacidad para aportar una mirada tan política como ingenua aún dentro de producciones sostenidas en el goce del “rompan-todo”, llevó a considerar su cine con cierta simpatía: aún dentro del despiporre de CGI, Emmerich lograba trazar grupos humanos atractivos, con sus rugosidades sociales. Por eso, por la evolución que demostró como narrador, es que tal vez había alguna posibilidad de que Día de la Independencia: contraataque resultara una película de aventuras y acción tan desvergonzada como disparatada, un pasatiempo descerebrado al que resulte imposible tomar en serio en su fascismo. Porque era claro que su fascismo regresaría, puesto que era una de las claves. Hay otro elemento interesante en Día de la Independencia, y es más político: la original se estrenó en un momento donde el gobierno demócrata de Bill Clinton estaba dando sus primeros pasos y evidenciaba cierta debilidad luego de tres gestiones republicanas. Día de la Independencia: contraataque llega en un momento donde el gobierno demócrata de Barack Obama está llegando a su fin y, también, muestra debilidad. La crecida de gobiernos conservadores en el mundo indudablemente convierte al discurso de Día de la Independencia en un reflejo de su tiempo. Pero el problema fundamental del discurso de esta secuela es que se da en el marco de una película que no funciona bajo ningún punto de vista y que pifia en todas las apuestas que hace. Por lo tanto es imposible tomarla en serio, no por su nivel de disparate sino por el tedio que provoca este abrumador recorrido por clichés recreados sin gracia. En Día de la Independencia: contraataque hay algo claro, Emmerich ya no se toma tan en serio el asunto y apuesta por la sátira autoconsciente. Varias líneas de diálogo van en ese sentido, jugando a destapar los lugares comunes del cine de destrucción masiva mientras -además- los vemos suceder en pantalla. El inconveniente mayor es que esa autoconsciencia está expresada con una falta de timing increíble, incluso en el medio de tanto ruido que es imposible asimilarlo: por ejemplo hay un gran chiste sobre la destrucción de la Casa Blanca que se pierde por el amontonamiento al que nos somete el director. Por momentos pareciera que Emmerich no tocó una cámara en veinte años y no supiera cómo se tiene que contar hoy un entretenimiento de estas dimensiones. Si al menos en Día de la Independencia había una buena primera parte, donde el suspenso estaba bien desarrollado y la destrucción tenía un carácter de novedoso por cómo se construían las imágenes, en este presente de sobre-explicitación del CGI ya nada impacta y la tecnología aburre con un sentido burocrático. A las imágenes les falta creatividad y el movimiento es poco inventivo, apenas un par de momentos (un colectivo escolar perseguido por un monstruo gigantesco) en dos horas que aburren más de lo que entretienen. Tal vez lo mejor que tiene esta secuela tardía es que resulta imposible que su impacto hoy sea igual que el que tuvo la original. Dudo realmente que su aparición lleve a que el mainstream actual lo imite o que marque algún tipo de tendencia: la destrucción masiva es algo que han asimilado las películas de Marvel y el cine de acción pasa actualmente por otro lado. En todo caso, también sirve como para ver cómo los 90’s fueron una década sostenida en la más pura artificialidad. Regresar a un ícono de aquellos tiempos, revisitarlo, es decididamente poner en evidencia ese vacío insustancial de una década que aportó poco para la cultura universal. Día de la Independencia: contraataque es una película aburrida, tediosa y avejentada.
Lejos del impacto de su predecesora, el contraataque alienígena de Día de la Independencia se desintegra en una seguidilla distracciones visuales. Tras la catástrofe del 4 de julio de 1996, los humanos y los extraterrestres se volvieron más tontos. Los primeros viven un fervor New Age, una paz mundial aggiornada por la tecnología que dejaron los extraterrestres, mientras que estos fueron enjaulados en un Área 51 convertida en manicomio, perdieron cualquier capacidad estratégica y caen en las trampas de siempre. Día de la Independencia: Contraataque es un filme insólito que va de la estupidez a la parodia. Vaivén que sirve como escudo protector: nos desconcierta que una megaproducción esté narrada con tanta desidia, pero al mismo tiempo sabemos que un director como Roland Emmerich carece de astucia humorística. En el beneficio de la duda, la película se desintegra sin indignación ni entusiasmo, con distracciones visuales y comicidades aisladas. Esta anemia dramática o desgracia autorreferencial responde a una generación imprecisa. Porque Día de la Independencia: Contraataque parece una parodia enfocada a un público virgen, y allí está su encrucijada: no se sustenta como pieza autónoma ni se retroalimenta lúdicamente de su predecesora; como sí supo hacerlo El Despertar de la Fuerza, la séptima de Staw Wars, alquimia perfecta entre reboot, remake y secuela. Conservan al elenco que sobrevivió hace 20 años, exceptuando a Will Smith. La vacante de galán es ocupada por Liam Hemsworth, mientras que Charlotte Gainsbourg interpreta a una psicóloga jungiana especializada en cultura alienígena. También agregaron a una mujer presidente con síndrome de hubris y a un guerrillero africano equipado con machetes. Las subtramas se alternan caprichosas, y en medio de la destrucción masiva todos acaban cruzándose como si estuvieran en el hall de un hotel. Emmerich se confía y no regenera la atmósfera de peligro; el nuevo ovni tiene un diámetro de cinco mil kilómetros y lo único que hace es estacionar en el Océano Atlántico. Después se baja un extraterrestre gigante onda Godzilla y corretea un bus escolar por el desierto. La novedad es un marcianito esférico idéntico a Eva, de Wall-E, que regala sabiduría, propone viajes intergalácticos e insinúa una tercera entrega. “Yeah”, dice Liam Hemsworth abrazando a su chica, y esta vergüenza pochoclera termina hasta previo aviso.
La exterminación de una secuela En "Día de la Independencia: Contraataque" los aliens regresan veinte años después de la invasión con mayor tecnología para acabar con el planeta. Desde el inicio todo va cuesta abajo y uno se cuestiona si en verdad no merecemos el apocalipsis por este tipo de filmes y por pagar la entrada para verlos. Olvidemos por un momento la valoración que tienen los yanquis del resto del mundo, al que siempre salvan. Tratemos de sacar esa subestimación, basada en su propia soberbia de ser el mejor lugar del universo. Ahora bien, evitando esos ¿prejuicios?, la incertidumbre sobre cómo harían esta segunda parte, en la que el país del norte vuelve a defendernos de la invasión alienígena, no dura más que los primeros quince minutos del filme, con los peores resultados. Tras los hechos padecidos en 1996, la primera vez que los extraterrestres quisieron exterminar la humanidad, los líderes del mundo crearon un programa espacial de defensa, en caso de un nuevo ataque, y con la ayuda de los restos encontrados aquella vez se evolucionó mucho en materia tecnológica. Lo cierto es que con base estratégica en la Luna, y telescopios controlando prácticamente todo el sistema solar, nadie vio que una nave desconocida se acercara y sólo cuando estuvo frente a las narices de quienes estaban a cargo se tomó una decisión, la de atacar. Desde el inicio todo va cuesta abajo y uno se cuestiona si en verdad no merecemos el apocalipsis por este tipo de filmes y por pagar la entrada para verlos. Dinero al cuete La grandilocuencia tomará la sala con ovnis de 5.000 km de diámetro -pero que por algún motivo no hacen explotar la Tierra al pasar la atmósfera- extraterrestres inmensos pero bastante inocentes (conquistaron miles de planetas pero sus errores en la invasión son de un infante) y demás efectos especiales que ni siquiera son sobresalientes. En lo que resta del filme, veremos al hijo del capitán Miller (que fue interpretado por Will Smith en la primera parte), Dylan (Jessie T. Usher), y la hija del ex presidente Whitmore, Patricia (Maika Monroe), quienes tomarán las enseñanzas de sus padres y participarán activamente en el conflicto con sus conocimientos militares. La joven es novia del valiente Jake Morrison (Liam Hemsworth), que como héroe no convence, al menos en películas que no sean de target adolescente. Whitmore (Bill Pullman) también será de la partida, pero con una enfermedad senil o algo similar, que nunca es determinado, volverá a la acción como también el ingeniero ecologista David Levinson (Jeff Goldblum). Entre las pésimas actuaciones y diálogos del largometraje, Pullman y Goldblum son lo único rescatable, aunque tampoco podría hablarse de algo invaluable. Escenas que ya vimos, dudosos gags, que uno no entiende si se ríen de sí mismos o no, conforman más una parodia de la primera parte que una continuación. Que lluevan ideas originales en Hollywood urgentemente, porque la repetición de fórmula no estaría arrojando como resultado un éxito asegurado.
Están de regreso Veinte años más tarde del éxito de taquilla de "Día de la independencia" -que fue furor en 1996 y popularizó el género de filmes sobre la guerra contra alienígenas- regresa la segunda parte de la mano del mismo director, Roland Emmerich, aunque sin Will Smith, uno de sus protagonistas. Lo cierto es que el planeta alcanzó la paz y logró reconstruirse después de la gran guerra. Sin embargo, los alienígenas regresan con todo: sin un ápice de misericordia estos seres magníficos buscar destruir el núcleo de la Tierra, pero un puñado de estadounidenses patriotas, incluido el mismísimo ex presidente, harán cualquier cosa para derrotarlos. En el medio, el filme muestra la diversidad racial, cultural y de religiones en este mundo tan evolucionado desde la década del noventa, además aparece una mujer como presidenta de los Estados Unidos. El consejo es muy preciso: esta película es para aquellos que gusten de escenas de ataques, tiros, y persecuciones infinitas, para aquellos que disfrutan viendo cómo un extraterrestre gigante va destruyendo todo a su paso y para aquellos a los que la trama mucho no les importa. Los efectos especiales son realmente impactantes pero al mismo tiempo, llega a tener un abuso de los mismos, por lo que se torna un tanto repetitiva, monótona y predecible.
Hay películas a las que el paso del tiempo les cambia completamente el sentido: si en 1996 Día de la Independencia había surgido como la renovación del cine catástrofe y el ascenso de la figura del director Roland Emmerich como nuevo mesías del género, con los años se volvió una película llena de guiños bizarros, con un patriotismo que causa gracia y un verosímil completamente vapuleado. En ese contexto, 20 años después, sale a la cancha Dia de la Independencia: Contraataque, y nuestra duda era de qué lado se iba a plantar: ¿sería una cinta casi paródica y autoreferencial a su predecesora, o realmente vendría a tomarse la invasión alienígena en serio? Aprovechando que el reparto completo de la cinta original quería participar, menos Will Smith, abocado de lleno a Suicide Squad, los guionistas Nicolas Wright, James A. Woods, Dean Devlin, Roland Emmerich y James Vanderbilt ("muchas manos en un plato hacen garabato") decidieron hacer una historia a lo obrita teatral de jardín de infantes, donde todos tuvieran su aparición, independientemente o no de que cada personaje aporte a la estructura general de la cinta. Por ejemplo, sin repetir y sin spoilear, tenemos a Jasmine Hiller, interpretada por Vivica Fox, quien ya no es una bailarina exótica sino que trabaja en un hospital (no queda bien en claro si es médica, asistente, enfermera, pero lo importante es que su vida se encaminó). Luego, el doctor Braskin Okun (Brent Spiner), quien no solo despierta de un coma al acercarse los aliens a la Tierra y "conectar" con él de cierto modo, sino que además sale del clóset y grita a los cuatro vientos que se daban con el Dr. Isaacs (John Storey). Y así, todos los personajes. A lo Niño "Yo no fui", dan un paso al frente, hacen su gracia, y que la historia (llena de baches e inconexiones) avance. Los personajes nuevos tampoco aportan mucho fuera de esta lógica. El único rescatable de todo el cast es Bill Pullman: el tipo nació para ser el presidente de los EE.UU. que da discursos motivadores. Incluso, emociona. Y ni hablar lo churro que se puso en estos veinte años. Respecto a la trama general que se intenta esbozar, la película arranca contextualizando que, después de la primera invasión, la humanidad está unida y en paz. Y parte de esa unión se manifiesta en el avance de la tecnología, que incluye naves menemistas que permiten ir y volver de la luna en pocas horas. La idea es genial... lástima que nunca se explica nada y, ya de entrada, la cinta te desorienta: ¿dónde están ahora? ¿Y cómo ya llegaron? Pará, ¿pero cuánto tiempo tardan? Igual, ojo, quizás el problema de esta desorientación espacial sea pensarla. Claramente ésta es una película para dejar la neurona afuera de la sala. Resulta, entonces, que la nave a la que se había vencido era solamente una exploradora, y la nave nodriza real llega ahora. Con una mezcla de pilotos adolescentes cancheros; acciones que avanzan mediante líneas de diálogo, principalmente a cargo de Jeff Goldblum advirtiéndole a todos que va a haber quilombo y que mejor no hagan tal o cual cosa, pero los tipos lo hacen igual; un micro lleno de escolares en peligro; una pseudo resistencia de negros; un contador judío y hasta un perrito que hay que salvar a último momento (¡de vuelta!), la película completa dos insulsas horas de duración. VEREDICTO: 5.00 - TIBIA Al comienzo nos preguntábamos si Día de la Independencia: Contraataque venía en serio o se tomaría en broma, y sucede lo peor: se queda a mitad de camino de ambas. Ojalá el paso del tiempo la desgaste y se convierta en una de esas cintas que, de tan mala, es buena. ¿Lo peor de todo? Abre la puerta para una trilogía. Sip, otra más.
Para esta secuela de ese hito de la ciencia ficción que fue Día de la Independencia, veinte años son mucho. Ahora, la invasión alienígena llega -vuelve- recargada, y hay una presidenta al frente de la Casa Blanca, que es lo mismo que decir al frente del mundo mundial. La ausencia de Will Smith se nota, el entretenimiento pochoclero está minado de chistes para un público infanto juvenil y las escenas de destrucción y guerra interplanetaria son, cuando no emulan un videojuego de marcianos, tan desmesuradas como divertidas. Y diversión es lo único que se le pide a este tipo de propuestas. Aún sin la chispa y la audacia de la antecesora, con su arco de subtramas, patriotismo y personajes arquetípicos en peligro, se las ingenia para entretener con ritmo y oficio de Roland Emmerich, experto en blockbusters. Pero el esquema no puede evitar sonar viejo. Se ve que, como las fuerzas armadas del espacio sideral, el pochoclismo también ha evolucionado.
Nada resulta sorprendente en esta segunda parte de la épica de supervivencia terrestre, y eso irónicamente quizás es lo que más sorprende: cuando se estrenó el film original, ningún espectador pudo mantenerse al margen del que fue el "estreno del año", ni mucho menos mirar a otro lado al ver el Capitolio estadounidense volar por los aires. Pero el año era 1996 y sólo había un estreno de semejantes proporciones muy cada tanto. Hoy, veinte años después, los tanques de Hollywood invaden las salas semanalmente y así la guerra de FX jamás da tregua. Era predecible que ésto sucediese, restaba rogar al director Roland Emmerich simplemente que no se tomase las cosas demasiado en serio y entregase un producto divertido. Afortunadamente, el artífice máximo del cine catástrofe aquí tampoco decepciona. La historia se resume cuando, dos décadas después del primer ataque, los ETs deciden que es tiempo de revancha. La fecha es caprichosa, claro, y no responde a ningún argumento lógico más allá de que, evidentemente, los aliens tienen una pasión por el dramatismo. Durante mucho tiempo los monstruos intergalácticos pudieron prepararse para el ataque pero, obviamente, nosotros también. Las explosiones se suceden una tras otra, las ciudades (especialmente Londres, por algún motivo, y eso que la invasión sucedió previo al "Brexit") estallan en mil pedazos y los lugares más turísticos son los primeros en resquebrajarse, como ya lo adelantaba un chiste del trailer. ¿La Casa Blanca? Bien, gracias, y hasta hay un pequeño guiño irónico a ella. Emmerich sabe que no debe tomarse demasiado en serio las cosas y gracias a eso entrega una secuela divertida, pasatista, que cumple su cometido principal de entretener y no mucho más. Está bien. Tampoco estábamos esperando otra cosa.
Crítica emitida por radio.
Está claro que poner a consideración un comentario sobre “Día de la independencia: Contraataque” está más cerca de una anécdota sobre su estreno que de un análisis profundo, porque simplemente es otra franquicia (se planea una tercera) que cobra justificación sólo a partir de la calculadora. Roland Emmerich se inscribe dentro de la gama de directores serviles al espectáculo visual pochoclero de estos últimos 20 años. Una mixtura entre M. Night Shyamalan, por la rara capacidad de instalar una media hora inicial tremenda para luego desbarrancarse, y Michael Bay, por la soberbia dedicación a los efectos visuales en desmedro de la solidez del guión. Más que una secuela apoyada en la construcción de un universo propio, y a la vez útil en el disparador de historias paralelas de las cuales se puedan nutrir las siguientes entregas, ete estreno ampara su existencia en la repetición, casi a rajatabla, del argumento de 1996. Una invasión extraterrestre que pone en jaque a la humanidad la cual debe aunar esfuerzos para repeler un ataque masivo y despiadado. ¿Vueltas de tuerca? Ninguna. Sólo el contexto político marcado por un mundo en paz (luego del lío anterior), pero que se arma con la tecnología dejada en el suelo por los invasores por si acaso vuelven. Y sí, vuelven. El guión cambia la impronta de los personajes como si fuese una formación de fútbol en la cual el 10 juega de 5, el 2 de 9, y el arquero de 5. Sin Will Smith es difícil sostener el humor que aparece en cuentagotas, salvo que se tenga muy fresca la primera y las referencias estén a flor de piel. Sí es cierto que el prodigio de los efectos especiales tiene momentos que dejan la boca abierta. Rompen todo lo que se ve en la pantalla, y hasta parece que los cascotes están ahí para pegarle al espectador. “Día de la independencia: Contraataque” es casi una remake de notable factura técnica que se da lugar para versionar la original con formato pop. Hay que estar listos para saberse espectadores de una cultura pop evasiva de ideas pero llena de espejitos de colores. Tal vez el mejor consejo para los nuevos asistentes sería evitar ver la de hace 20 años como para poder llevarse algo más de este entretenimiento.
Veinte años no es nada El director Roland Emmerich debe ser un apasionado de las películas de ciencia ficción de Clase B, esas mismas que en los ‘50, durante la fase más crítica de la Guerra Fría, dominaron el cine occidental. Esto se advierte en la concepción de “Día de la Independencia” (1996), en la que rinde homenaje (es cierto, con una partida de muchísimos millones de dólares que lo habrá eximido de recurrir a la creatividad a la hora de manejar el presupuesto) a aquellos viejos y algunos gloriosos filmes. Y también se nota en “Día de la Independencia: Contraataque”, aunque esta vez renuncie, lamentablemente, a la simulada seriedad, el excesivo patriotismo y el humor ingenuo que hicieron tan satisfactoria, en términos de entretenimiento masivo, a la primera. Es cierto que en esta secuela falta un engranaje esencial como el carisma de Will Smith, pero también lo es que el oficio de actores como Jeff Goldblum, Bill Pullman, Judd Hirsch y William Fichtner consigue compensar esa pérdida. Aunque los efectos visuales (sobre todo si se la ve en 3D) son en verdad fenomenales, no hay ninguna novedad en esta segunda parte de “Día de la Independencia”. Los guionistas se aferran con convicción a todos los tópicos posibles del género y no asumen el más mínimo riesgo, al punto de repetir paso por paso la misma fórmula que tan bien les funcionó, en términos económicos, en los ‘90. Tal como en otras películas de Emmerich (“El día después de mañana” y “2012”, entre otras), hay varios personajes cuyas historias se entrelazan para confluir al producirse el clímax, en este caso el enfrentamiento final con los alienígenas. También están, debidamente administradas, las frases completamente huecas pero irresistibles que suelta cada uno de ellos. “Definitivamente, es más grande que la anterior”, dice David, ex genio de la informática devenido en autoridad mundial sobre extraterrestres, cuando mira desde la llegada de la flota invasora. “Se metieron con la especie equivocada”, enfatiza la presidente Lanford, de pelo corto y gran manejo de grupos ante situaciones extremas. “Acá tenés tu encuentro cercano del tercer tipo”, remarca el audaz aviador Dylan Hiller, en el medio de un lanzamiento de misiles. Sin embargo, la mejor de todas las sentencias es la que le corresponde al insólito Dr. Brakish Okun sobre el final: “Vamos a patearle el trasero a los E.T.”. Toda una sutileza. Predominio visual En esta nueva entrega, la acción se sitúa veinte años después de los sucesos catastróficos de 1996. La humanidad, devastada por el ataque extraterrestre, logró resurgir y los líderes del mundo (obviamente encabezados por Estados Unidos, que tiene a su cargo la organización de los festejos por el nuevo aniversario) decidieron utilizar los avances obtenidos de los invasores para unificar un sistema de protección con base en la superficie de la Luna. Sin embargo, cuando los alienígenas vuelven a atacar, todas las defensas desarrolladas parecen escasas ante las nuevas fuerzas destructivas. “Usamos su tecnología para fortalecer nuestro planeta. Pero no será suficiente”, dice uno de los personajes, con lógica desazón. No vale la pena describir más detalles del argumento. No es más que una excusa para introducir a los espectadores en una montaña rusa altísima, imparable. Poco importa lo que se narra, lo que vale es la inmensidad y la espectacularidad. Las nuevas caras que incorpora el film (Liam Hemsworth, Maika Monroe, Jessie T. Usher, Angelababy) se subordinan con astucia al protagonismo que brindan los efectos especiales, lo cual en la práctica resulta muy apropiado. Y en definitiva, no es más que eso: el placer de mirar los fuegos artificiales. Su fulgor es tan intenso como efímero.
Un film que va a lograr entretener a los muy fans del género, pero no tanto a aquellos que buscan historias y emociones innovadoras. Los efectos especiales obviamente son buenos, pero tampoco son sorpresivos ni innovadores, pues para una película de gran presupuesto, la....
No importa de qué lado del mostrador esté - a favor o en contra -, lo cierto es que Dia de la Independencia (1996) es un innegable clásico de culto. El escenario era fantástico, las secuencias de ataques y batallas aéreas eran memorables, y se trataba de un espectáculo masivo de primer nivel. El problema es que, cuando se callaban los disparos hablaban los actores, dejando salir a luz el atroz script pergueñado por Dean Devlin y el cual arruinaba los logros del filme. Por mas que el inicio de su carrera - y sus mayores éxitos - estuvieran marcados por su sociedad con Devlin, lo cierto es que las películas mas sólidas de Roland Emmerich son aquellas en donde Don Dean no figura en los créditos. Devlin es un generador serial de personajes y diálogos idiotas, y sobre él recargaría yo gran parte de la culpa por la cual medio mundo defenestró a Dia de la Independencia: Contrataque. Es un filme menos estúpido que ID4, pero ello no significa que sea mas inteligente o comprador. Si ID4 funcionaba era porque era simple, pochoclera y estaba filmada con gran tensión, lo que hacía perdonable los momentos imbéciles de la trama. Acá la cosa es mas prolija y elaborada, pero también es mas aburrida, chata y traida de los pelos. Mientras que el Acto I es formidable, la aparición de la nueva (e hipermasiva) nave madre de los agresores extraterrestes marca el declive del filme. Es todo tan banal y sobrecargado, tan improvisado y poco coherente que termina hastiando incluso en el pirotécnico final. Yo no creo que las distancias temporales necesariamente maten una franquicia: vean sino Jurassic World y después diganme. El problema es que 20 años es un período mas que razonable para pergueñar una historia interesante, fresca y sólida, detalles que están en falta en Dia de la Independencia: Contrataque. Pareciera que el script se hizo a las apuradas en los 6 meses previos, metió mano demasiada gente, arrancaron de una buena base y después no supieron para dónde seguir, razón por la cual se dedicaron a reciclar los mejores momentos del filme original: destrucción masiva del mundo, gente conectada mentalmente con los invasores, ataques masivos que fallan y se vuelven trampas mortales para los atacantes, y una emboscada final que para en seco a los millones de alienigenas que están masacrando el planeta. Este último detalle es tan idiota que no hay manera en que resulte digerible. oferta software de sueldos En sí, Dia de la Independencia: Contraataque funciona como una pieza de historia alternativa. El 2016 del filme no es el actual; la humanidad avanzó centurias gracias a la depredación de tecnología alien procedente de las naves capturadas. Hay armas de rayos de todo tipo y color, super naves espaciales, bases lunares dotadas de escudos de energía y cañones espaciales... Claro, el detalle es que si nosotros tardamos 20 años en replicar la tecnología extraterrestre, los invasores tuvieron 20 años para expandirla y superarla. Eso queda claro en los primeros cinco minutos de ataque extraterrestre, en donde todas las superarmas terrestres se quedan cortas o resultan anuladas. Mientras tanto tenemos una ensalada de personajes que no resulta del todo interesante. Como para justificar el pedigree regresan montones de caracteres históricos, pero la mayoría resulta superfluos. Bill Pullman está porque tiene que dar algún discurso rimbombante, a Brent Spiner lo reviven porque tiene que decir alguna huevada, Judd Hirsch vuelve para decir algunos chistes judíos, Vivica A. Fox dejó de ser la stripper reina de los caños para convertirse (de manera poco creíble) en Florence Nightingale, Will Smith es un fiambre y su hijo es un adorno que sólo existe para recordarnos de que a Smith le pareció poca la viyuya que le ofrecieron para rememorar su papel. El único útil es Jeff Goldblum, el cual figura mas callado y apagado que otras veces pero al cual le tocan los mejores momentos del filme. ofertas de software Los nuevos personajes son un adorno de cartón pintado. El hermano de Thor sigue robando con el apellido Hemsworth pero no hace nada ilustre (sólo sigue obteniendo papeles debido a ser el boytoy de Miley Cyrus); el dichoso hijo de Will Smith (¿se acuerda del negrito feo que señalaba la nave madre en ID4?) se la pasa de mal humor, hay una chinita calentona y un torpe que le arrastra el ala. Pero si en ID4 la estrella era la acción y los efectos especiales, acá lo mismos rubros son los que tumban al filme: desde ya que son excelentes, pero todo es tan masivo y disparatado que satura. ¿Una nave de 5.000 km que ni siquiera puede entrar en pantalla?. ¿Un arma gravitacional que levanta por los aires ciudades enteras (piensen en la nave terraformadora del general Zod en El Hombre de Acero, pero elevada a la vigésima potencia)?. ¿Alienígenas enemigos de los invasores y dispuestos a darnos su tecnología?. ¿Una reina madre, detalle evidentemente afanado de Aliens?. ¿La misma reina madre enceguecida con aniquilar a los aliens buenos y yendo personalmente a cometer la tarea, aun cuando está a diez minutos de matar a toda la raza humana destruyendo el centro del planeta y aniquilando la gravedad de la Tierra?. Ni siquiera los combates espaciales son excitantes ya están filmados en primerísimo plano y con un escenario tan saturado que aturde los sentidos. Ello no quita que haya un par de buenas escenas en el filme - la cacería de la reina madre en el desierto, los ataques iniciales de los aliens - pero el resto aburre por desbordamiento. A ello se suma el anexo de personajes innecesarios como un sangriento lider mercenario africano o la "nimfomaníaca" novia de Jeff Goldblum, sin contar con el contador idiota que dice los peores chistes del filme en los momentos mas violentos e incómodos (esos son personajes típicos surgidos de la imaginación estiercolera de Dean Devlin). Al menos la historia del guerrillero africano sonaba muy interesante - él y sus guerrillas combatieron durante 10 años a una nave madre varada en suelo congoleño, y aprendieron la cultura alienígena para saber cómo derrotarlos -, y hubiera valido la pena desarrollarla en un filme aparte (o reemplazando esta hipercafeínada secuela). Como espectáculo pochoclero Dia de la Independencia: Contrataque es pasable, siempre y cuando no piense ni un minuto seriamente en los horrores que vomita el script. Es banal y ruidosa y, cuando pasa el sonido y la furia, lo que descubrimos es una hamburguesa vistosa de sabor rancio, la cual entra por los ojos pero termina por caer como un plomo en el estómago.
Encuentros (demasiado) cercanos Tuvimos veinte años para prepararnos. La señales estaban ahí. El regreso era inminente. Desde su estreno en 1996, Día de la Independencia amagaba con una secuela que siempre estuvo al borde de la realización pero, según su director, nunca apareció el guión indicado. En esas dos décadas el mundo cambió y también lo hizo el cine. Al momento de su estreno, la película de Roland Emmerich fue revolucionaria y elevó la vara para todas las superproducciones que vinieron después. Spielberg dijo que Día de la Independencia sería la película más imitada incluso hasta treinta años después de su estreno y no se equivocó. La destrucción de ciudades a gran escala con invasiones de todo tipo se multiplicó en el cine pochoclero de forma exponencial, e incluso Emmerich regresó en varias oportunidades a “demostrar como se hace” con resultados bastante satisfactorios como fueron El Día Después de Mañana y 2012. Si bien en Día de la Independencia había muchos elementos de acción y ciencia ficción, predominaba el cine catástrofe. El gran atractivo era ver a las ciudades de Los Ángeles o Nueva York sucumbir ante el poder de las armas alienigenes de destrucción masiva, o ver a La Casa Blanca volar por los aires. Emmerich lo sabía e incluso gran parte de la promoción se hizo al rededor de esas pocas imágenes. Pero como dijimos, los tiempos cambiaron. Hoy todos los años tenemos una película donde alguna ciudad mundo es reducida a polvo, y si Día de la Independencia: Contraataque quiere sobresalir tendrá que buscar otra manera. Así como pasó con las sagas de Rocky y Star Wars con Creed y Episodio VII, y se intentó vanamente con Duro de Matar, está secuela de Día de la Independencia funciona no sólo como una continuación, tambien como un paso de antorcha a una generación más joven. Aunque cuenta con el regreso de algunos viejos conocidos como Jeff Goldblum, Bill Pullman y Brent Spiner, y todos ellos tienen su espacio para lucirse, la columna vertebral de esta historia reside en los personajes de Liam Hemsworth, Jessie T. Usher y Maika Monroe. Un cambio que si bien la acerca más a aquellas sagas apuntadas a los jóvenes adultos (hoy por hoy la demografía favorita de Hollywood), le da también algo de aire fresco a la historia y le permite sentar las bases para potenciales continuaciones. Día de la Independencia: Contraataque es una expansión del universo creado para la primera película, que nunca se había explorado en más allá de un puñado de escenas. Fueron veinte años en que la humanidad tuvo a su alcance toda la tecnología dejada atrás por los extraterrestres, así como también algún que otro ejemplar vivo, y naturalmente tuvimos la oportunidad de aprender mucho sobre ellos. La mitología de los alien se trabaja más a fondo y, aunque la acción y la destrucción está a la orden del día, es la ciencia ficción el género que predomina en esta historia. Más allá de algún que otro bache en el guión, diálogos donde se pone en evidencia el tipo del público al que apunta, y situaciones de patriotismo extremo que difícilmente nos tomarán por sorpresa, Día de la Independencia: Contraataque es el típico blockbuster al que nos tiene acostumbrados Roland Emmerich. Esto quiere decir que a pesar de todos sus falencias argumentales, hay un criterio y buen ojo a la hora de poner la cámara y filmar una invasión extraterrestre a gran escala. Conclusión Hay algo de cambio de rumbo en Día de la Independencia: Contraataque y me hace imaginar que no todos estarán contentos con el camino que decidió tomar Emmerich. Sin embargo, funciona a la hora de mantener viva una película que hace veinte años viene siendo imitada, y que inevitablemente necesitaba reinventarse de alguna manera para sobrevivir.
Publicada en la edición #284.
Una vez más en el día de la independencia, los extraterrestres derrotados en la guerra del 1996 regresan con sed de venganza para terminar de una vez por todas con la raza humana. La secuela dirigida por Roland Emmerich aumenta la apuesta en tamaño, pero realmente por la mala ejecución de las cosas la película no celebra justamente un digno “día de la independencia”. La mayoría del reparto original regresa en esta segunda parte. Jeff Goldblum, Bill Pullman, Brent Spiner (su personaje vuelve de la muerte gracias a la magia de las secuelas) y Vivica A. Fox demuestran nuevamente su peso actoral. Ellos se encargan de mover no sólo los hilos de la historia, sino también al público. Es genial escuchar las primeras líneas pausadas – ya son un estilo patentado - de Goldblum o ver como Pullman se calza una vez más a su presidente Whitmore, tras haber estado juntando telarañas con el paso de los años. Ver resurgir a estas figuras puede significar esperanzas para el público y estos actores trabajan bien con lo que se les da, pero lamentablemente lo que podría haber sido un alzamiento de carreras del pasado terminan siendo escenas breves, por culpa de las terribles actuaciones de una nueva generación de actores. El más claro ejemplo es el de Jessie T. Usher haciendo del hijo del difunto capitán Steven Hiller (interpretado por Will Smith en la película de 1996), Hiller Jr. se siente absolutamente forzado en esta película, no trasmite emoción alguna y esto da bronca ya que él es, justamente, uno de los “puentes” del primer film en la secuela. Su actuación es tan mala, tan de “madera”, que posiblemente la única emoción presente cuando su personaje aparezca sea la del público exclamando lo mal que actúa. Liam Hemsworth brilla a comparación de T. Usher, y Hemsworth es especialista en arruinar escenas. Solo esperen y vean. Para ser uno de los principales referentes del “Cine Catastrofe”, Emmerich se muestra tranquilo y se podría decir “débil” plasmando el caos en pantalla. Al centrarse en una invasión alienígena, ID2 – como se la conoce en abreviación – desenfoca los momentos de destrucción para presentar la tecnología alíen. ¿Esto Funciona? Me gustaría decir: sí, pero gracias a un pésimo guión a cargo de Dean Devlin, Nicolas Wright, James A. Woods y del propio Emmerich, lo atractivo de descubrir este nuevo mundo lleno de novedades se pierde, en gran parte, porque toda la información se da a ráfagas y por sentada, es decir, no le dan tiempo a digerir a los presentes en la sala lo que están presenciando. No sólo el guion falla en aportar interés sobre este nuevo estilo de vida, también se ocupa desinteresadamente en figuras críticas. En ningún momento percibe la amenaza representada, los protagonistas pueden estar en peligro durante toda la película y lo único que logra Emmerich y compañía es que ese peligro sea una escena más del montón. Esto puede ser normal en películas del género catástrofe/invasión alienígena masiva pero no con personajes que desde hace 20 años son importantes, simplemente no se los puede tratar como si fueran un fiambre más del montón. Emmerich se encarga de sus destinos sean buenos o malos, con un simple “eso es todo amigos!” al estilo Porky. El día de la independencia 2: Contraataque puede apostar por una nave monumental que ocupa casi la mitad del planeta, sin embargo, esa gran escala no llega a pasar lo superficial en todo momento de la película, no tiene ese efecto masivo (a pesar de ser superior en espacio) que se vio con uno de los platos voladores sobre el Empire State. ¿Quieren ver una película con destrucción gratificante sin sentido, escenas graciosas con personajes carismáticos y un gran plus: un perro esquivando heroicamente autos voladores tras una explosión? Vean El día de la Independencia del glorioso año 1996, que no los va a defraudar. En cuanto a su secuela, si quieren ver a ídolos de los 80’s-90’s tratando de dar lo mejor que pueden -y el encanto se palpa en ciertos momentos- en un producto sin inspiración con un 3d bien implementado, arriésguense y vayan al cine, tal vez los ayude a desconectarse un poco de un mal día.
En 1996 Will Smith se consagró como un actor taquillero con el estreno de “El Día de la Independencia”. Veinte años más tarde la historia continúa sin el famoso actor, con pocas nuevas ideas, efectos especiales renovados y con un entretenimiento que, pese a sus problemas, se disfruta. Pasaron veinte años del ataque alienígena que casi acaba con la raza humana y el planeta Tierra es un lugar distinto. Con tecnología extraterrestre adueñada por el hombre y con todas las naciones en paz, parece que la situación con rapidez va a empeorar. Los aliens quieren venganza por lo sucedido en el pasado y vuelven más poderosos que nunca.
Una decepción que se veía venir Comencemos esta reseña con un acto de sinceridad. Por más de que "Día de la Independencia" fue un gran éxito en los 90s y ya se podría decir que es un clásico, todos sabemos que no es precisamente una joyita del cine. Se destacó por su grandilocuencia y efectos especiales espectaculares, pero la trama en sí era demasiado básica y con muchos arcos argumentales que carecían de profundidad y relevancia. Esta secuela veinte años después de la primera entrega adolece de los mismos problemas e incluso profundiza algunos de ellos. No es el mismo el impacto que causaban los efectos especiales hace dos décadas que el que causan hoy en día. Si no se produce un trabajo que supere al original o establezca algún tipo de conexión nueva con los espectadores es lógico que el interés baje considerablemente. Con "Día de la Independencia 2" pasó justamente esto. Los más fanáticos de la primera entrega fueron a verla ciegos y la mayoría se terminó decepcionando un poco. Los espectadores casuales de aquella época esperaron a los primeros comentarios para decidir si ir a verla a no, y las críticas no fueron positivas. La nueva generación, menor de veinte años, también se interesó muy poco por la propuesta y le dio la espalda en la taquilla. ¿El principal problema de esta franquicia? El mismo hombre que le dio vida, Roland Emmerich. Su carrera como director ha sido bastante errática, con títulos para olvido como "10.000 A.C." o "2012" y algunos de hecho buenos como "Anonymous" o "Stargate". En esta secuela de la invasión alienígena se enfocó más en la pirotecnia y los personajes nuevos que en brindar una historia de calidad. Emmerich vendría a ser como el primo hermano alemán del Michael Bay en cuanto a su visión de lo que es el entretenimiento. Para no hacerla demasiado larga les digo cuáles son los puntos fuertes y cuáles los débiles. Como positivo, está la mejora en los efectos especiales y la incorporación de un alien que impone respeto sobre la parte final del film. Como negativo tengo que resaltar nuevamente la dispersión del director para contar la historia. Demasiados personajes irrelevantes y faltos de carisma. A su vez hace que vuelvan personajes de la primera entrega y en lugar de redimirlos, los termina de hundir. Caso Vivica A. Fox (esposa de Will Smith en la primera), Bill Pullman (ex presidente) y Judd Hirsch (padre del personaje de Jeff Goldblum). Lo nuevos protagonistas no logran conectar con el público y le quedan fríos a la trama. Todo lo que se podría haber mejorado con excepción de los efectos, en realidad empeoró o no logró superar las sensaciones que provocó la "Día de la Independencia" original. Si sos muy fan, probablemente le encuentres algún atractivo para justificarla, pero la verdad es que Emmerich no aprende y nos ofrece lo mismo que hace veinte años pero con incluso menos inteligencia puesta al servicio del entretenimiento.