Comedia, coproducción entre España y Argentina que afirma conocer los géneros cinematográficos a los que pertenece. Es basura, es basura. El Crítico no dista en sus bases de la serie homónima producida por James L. Brooks a principios de los noventa. Un crítico de películas reconocido está en un punto de quiebre de su vida. Divorciado, sin lugar fijo donde vivir y con un trabajo que lo obliga a ver bodrio tras bodrio. Lejos están estas películas de su amado Godard y Sin Aliento que tanto le apasiona. Desde el comienzo el retrato es clarísimo y muy divertido, (de hecho es tal cual como lo pintan), críticos reunidos en una sala de proyección para prensa (la que aparece es la sala Vigo que queda en Balvanera), comiendo facturas y tomando café que les obsequia la distribuidora mientras discuten gansadas sobre otros films en un vano intento por querer sentirse inteligentes e interesantes (sí, es así, asúmanlo). Esta vida apática pero constante se interrumpe cuando aparece Dolores Fonzi en el medio y el idilio amoroso comienza. No les cagué nada de la peli, simplemente les conté como arranca el género de comedia romanticona. La peli se encarga de parodiar este tipo de films y dar una vuelta hacia el final para justificar que se pueden cambiar y hacer otras cosas. Conclusión La peli es divertida y previsible, como cualquier otra película de este género. Tiene cosas muy divertidas, especialmente en la primera media hora. Curiosamente nunca me había tocado ver una peli de estas características en el BAFICI, y me refiero a una comedia armada entre dos países con actores reconocidos. La experiencia fue satisfactoria hasta ahí igual pero creo que no es típica para el público BAFICI, llamémosle de alguna manera, y me la juego que la estrenarán comercialmente aunque sea en DVD, (¿existe el DVD todavía?). Y eso es todo lo que tengo que decir por ahora… BAFICI CLUB - See more at: http://altapeli.com/bafici-15-review-el-critico/#sthash.2i8100xZ.dpuf
Con una musicalización y estética que remite a la Nouvelle Vague francesa y las primeras películas de Jean-Luc Godard, El Crítico de Hernán Guerschuny es una especie de híbrido entre la comedia romántica, el cine y la escritura sobre éste. El film expone el presente de un testarudo crítico de cine (Rafael Spregelburd), a quién se le produce un importante giro en su vida cuando se cruza con una mujer misteriosa (Dolores Fonzi); ella, un personaje tan bello como impactante, es la que le da un toque particular a la obra, siendo que a partir que aparece en pantalla, la película suma en encanto a través de su presencia. A pesar de situaciones un tanto clicheadas, El Crítico es un agradable film, tan irónico como divertido, el cual se ríe de distintas convenciones del universo del cine y la crítica para crear un relato que – por momentos – resulta muy inteligente.
Haciendo cine Rafael Spregelburd compone a Téllez, un predeciblemente desencantado crítico de cine. No se parece a ninguno en particular, pero por acumulación de clichés responde al arquetipo de lo que un crítico se supone que es. Todo es predecible en la vida de este tipo que habla en argentino pero piensa en francés (sí, la voz en off está en un francés que remite de inmediato a la nouvelle vague, y eso es muy divertido) hasta que se cruza de manera improbable con una mujer improbable. Nada será igual, su vida se ha transformado en una comedia romántica, el género que más desprecia. Téllez quiere volver atrás, pero ya no puede. Esa mujer que en nada se le parece lo ha cambiado. Mucho tiene que ver que sea interpretada por Dolores Fonzi. Dios santo, que bello abril. La película de Hernán Guerschuny, crítico que debuta en la dirección, se presentó en el BAFICI, en carácter de premiere mundial.
Así en la vida como en el cine "Estoy viviendo en un género que no me pertenece" asegura el crítico de cine Víctor Téllez (Rafael Spregelburd) cuando su vida da un giro impensado y no puede afrontar que lo que le ocurre es real, sorprendiendo también a su entorno. Sarcástico y cínico, Téllez trabaja como crítico desde hace más de veinte años y percibe el mundo como si él mismo fuera una cámara de cine en esta bienvenida película del director Hernán Guerschuny que apuesta a la comedia romántica desde otra óptica. Luego de ser abandonado por su esposa, Tellez encuentra a Sofía (Dolores Fonzi) y su punto de vista comienza a ser otro. De este modo, se verá impulsado a visitar nuevos ámbitos (el teatro under) y a una convivencia que lo sacará de su eje. Toda su concepción sobre el cine y las historias que se de desarrollan en la pantalla grande serán reformuladas y bajadas a una realidad diferente. Ahí es cuando la película se vuelve más divertida, ya que el protagonista se debate entre las críticas benevolentes que hace a películas mediocres, soporta la burla de sus colegas y compañeros en la mesa del café y hasta es capaz de llorar desconsoladamente en una función privada para la prensa. El crítico acierta en la creación de los climas y resulta funcional la "voz en francés" que lo atormenta a lo largo de la trama. El director del film, también periodista, conoce muy bien los entretelones del mundo periodístico y los retrata en lugares reconocibles para los integrantes del medio, sin dejar afuera a un público que festejará los gags de esta historia que se mueve entre la cámara lenta y los clichés de un romance que comienza. El juego del "cine dentro del cine" está nuevamente en marcha.
Gente sin swing La ópera prima del también periodista Hernán Guerschuny, El crítico (2013), es una película criptica, pese que a priori parezca todo lo contrario. Focalizada sobre el fuera de campo laboral que rodea a la profesión de un crítico de cine puede dejar afuera al espectador de un montón de situaciones internas que no tiene porqué conocer. Víctor Téllez (Rafael Spregelburd), crítico de cine de un diario, es un ser tosco, amargado, demasiado revulsivo y algo obsesionado. Pareciera que odia el cine (o la vida) y que descarga su ira contra el mundo en las reseñas que escribe, defenestrando cada película que cae en sus manos. Mientras busca una casa para mudarse conoce a una mujer (Dolores Fonzi) que lo hará transitar por el lugar común de las comedia románticas que tanto odia, encerrándolo en un laberinto sin retorno. Estructurada como una comedia romántica, El crítico recurre a una serie de elementos y mezcla de géneros que terminan por volverla un híbrido que no encuentra su tono justo y termina por volverse algo fría en su resultado final. Pero tal vez más distante la encuentre el espectador común cuando se quede afuera de la mayoría de los gags que hacen referencia al mundo interno de la crítica de cine y que cualquier ser humano común y corriente desconoce. No por esto se está minimizando la capacidad del espectador, sino que el gag no va a tener el efecto deseado, y puede que esto termine por jugarle una mala pasada a una película que en el fondo trata un tema universal como lo es "el chico conoce chica" y no mucho más que eso. Técnicamente impecable, Hernán Guerschuny construye planos en los que se conjugan encuadres maravillosos con una paleta de colores que va del blanco y negro pasando por los cálidos y los fríos para marcar los estados de los personajes. También vale la pena mencionar la música original que sirve para acompañar situaciones, pero que también actúa como un gran homenaje al cine y le imprime un tono personal. Finalmente será el espectador quien decida si lo que ve lo divierte o lo deja afuera. Esto no deja de ser nada más que una crítica a una película sobre un crítico en la que es imposible no verse reflejado si uno ejerce esta profesión. Esa extraña gente sin swing que vive de criticar.
La vida, el amor y la crítica Una buena idea a veces es muy difícil de plasmar. Más cuando en el intento de hacer algo diferente se termina construyendo un producto cinematográfico convencional y aburrido. En "El crítico"(Argentina, 2013), ópera prima de Hernán Guerschuny, hay un planteo inicial interesante, el de un crítico de cine, Victor Tellez (Rafael Spregelburd), severo (como muchos que conocemos) que en medio de su caos personal termina enamorándose perdidamente de una joven (Dolores Fonzi) con la que vivirá un romance que afectará no sólo su vida persona, sino, su carrera. Inmerso en la vorágine de una romcom, esas que el tanto odia, y sobre las que debate diariamente con su sobrina Agatha (Telma Crisanti), verá como de tener control sobre todo y todos, el declive y el caos caerá sobre su rutina, hasta el punto de emocionarse con una película de las que siempre odió y ahora no le parecen tan malas. Los constantes homenajes y referencias a la actividad de la crítica cinematográfica, serán ridiculizados hasta el punto de generar estereotipos que diluyen la efectividad de construcción de un discurso que bien podría haber sido otra cosa. Si en The Critic, la serie animada de Al Jean y Mike Reiss, la vida del looser crítico era expuesta en clave comedia con gags y punchlines efectivos, en esta oportunidad y por momentos Guerschuny no sabe bien hacia donde apuntar y jamás puede salirse de su rol de crítico por un momento (si hasta en la simple puesta del director que stalkea a Tellez se termina generando luego un discurso moralista). En el afán de contentar no sólo al público, sino a la cinefilia local, la diversión se diluye construyendo referencias estancas que sólo serán identificadas por la prensa especializada (las proyecciones en Vigo, con un cameo de Damiano, las charlas entre desayunos improvisados por las prenseras, etc.) y nadie más. Ese es el principal problema de la película, el de generar, o creer que se genera, un discurso pretencioso, sobre una idea simple, un cliché, y que nunca termina por jugarse del todo. Separando a la cinefilia de los espectadores tradicionales, el público intentará encontrar una química que no existe entre sus protagonistas (independientemente de lo bien que están por separados Spregelburd y Fonzi) en una película referencial que bien pudo ser algo más grande pero prefirió quedarse en su zona de confort y obviedad. PUNTAJE: 5/10
Profecía autocumplida Tardé varios días después de verla en el BAFICI 2013 en ponerme a escribir sobre esta película. Necesitaba tomar distancia para que me "decantara" internamente y poder encontrar así el tono justo. Conozco desde hace muchos tiempo a Hernán Guerschuny, colega de profesión y de "generación" (soy cuatro años más viejo que él). No somos amigos, pero siempre hubo (hay) respeto y buen trato mutuo. Sabía del tiempo y del esfuerzo que le había demandado concretar su ópera prima y que, para “colmo”, se trataba de la historia de un crítico de cine, con sus múltiples miserias intelectuales y afectivas, y eso me provocaba una inquietud adicional. En principio, cabe establecer que -más allá de sus logros y carencias- El crítico es una película. Una que está bien narrada y actuada, de irreprochable acabado en todos los rubros técnicos. Al mismo tiempo, siento que le falta algo, que está demasiado atada a su guión "de hierro", que por momentos se queda a mitad de camino entre la negrura del relato inicial y la comedia romántica de la que tanto reniega el protagonista y que inevitablemente terminará viviendo. El film arranca con la descripción del universo íntimo, bastante patético por cierto, de Víctor Téllez (Rafael Spregelburd), un crítico demasiado influido por la nouvelle vague (hasta sus pensamientos -en off- son en francés) que trabaja para un diario en el que le cambian los textos y vive sólo en un departamento que se viene abajo. Neurótico, malhumorado, huraño, cínico, prejuicioso y negador, Téllez es un antihéroe perfecto. Su vida cambia por completo cuando por casualidad conoce a una joven atractiva, impulsiva y avasallante (Dolores Fonzi en plan Amélie), que le moverá hasta los cimientos. El Infierno tan temido, la profecía autocumplida... Lo cierto es que Téllez se verá inmerso en una historia a-lo-Cuando Harry conoció a Sally con todo el romance y hasta la cursilería de la que tanto solía renegar en sus sesudas críticas. La primera parte -filmada en uno de los microcines al que solemos asistir y con la participación de críticos y agentes de prensa reales no sólo no me molestó sino que me pareció liviana. OK, está el cliché de aquel que se mete varias medialunas en el bolsillo, pero hasta me hubiese gustado enojarme, indignarme con alguna verdadera maldad por parte de Hernán. Y, ya en el terreno de la comedia romántica, la cosa también funciona parcialmente, aún con el simpático juego de acumular los lugares comunes más edulcorados del género (los fuegos artificiales, la corrida bajo la lluvia, la escena en el aeropuerto, etc.) y el encanto de Dolores Fonzi. El modelo de Guerschuny parece ser el cine de Spike Jonze-Charlie Kaufman u otros títulos como Más extraño que la ficción. Si el resultado de esta "índie" argentina no es del todo convincente, al menos quedan sí unos cuantos pasajes inspirados y situaciones graciosas. Es una más que aceptable primera película, una muy digna carta de presentación. A Hernán podrán atacarlo de ahora en más por cualquier cosa, pero no podrán decirle que es un director frustrado.
Irónica y divertida mirada sobre la crítica de cine. Ópera Prima de Hernán Gerschuny, crítico de cine que desvirtúa la regla, como ocurrió con Juan Villegas anteriormente, según la cual quien se dedica a estas lides es un director frustrado. Guerschuny nos prueba lo contrario y nos introduce en el universo de Víctor Téllez, un arquetipo impecablemente construido por Rafael Spregelburd, quien un día conoce a una mujer más consustanciada con el tipo de cine que éste acostumbra a denostar (Dolores Fonzi) y surge entre ellos lo que podría llamarse una historia resignificada en clave de comedia dulzona y paródica asimilándola por momentos a recursos tan probados como clichés que en el cine aún continúan funcionando. Los guiños están a la orden del día y tal vez a los colegas nos divierta ver a algunos compañeros que prestan su presencia a esta iniciativa, tales como los críticos Quintín y Leonardo D´Esposito, el distribuidor Carlos Zumbo y la jefa de prensa Lola Silberman entre otros. La secuencia del desayuno de prensa resulta en este sentido antológica. Tal vez el público en general quede afuera de ciertas ironías. El guión es otro de los puntos altos de esta historia y su estilo narrativo encomiable, dotando al protagonista de un punto de vista en off en francés al igual que una película de Godard, y el parelelismo entre la historia que se cuenta y las trilladas tramas que atormentan a Tellez soplan con una fresca brisa de innovación en este tipo de propuestas.
Lugares no tan comunes El crítico, ópera prima de Hernán Guerschuny, es un film que ve de manera reflexiva al cine de género y mira con inteligencia y algo de ironía al cine en general y a quienes nos apasionamos por el séptimo arte y procuramos volcar esa pasión en la crítica de las obras cinematográficas, con nuestras miserias intelectuales, gustos antojadizos y las imperfecciones habituales de todo aquel que indaga desde la sensibilidad o la racionalidad más pura aquello que lo conmueve o lo exaspera. Hay dos historias de amor que se yuxtaponen en esta trama –palabra muy usada por quien escribe y algunos críticos- que mezcla a conciencia los elementos de género desde el thriller a la comedia romántica, pasando por el melodrama íntimo y tensan los resortes de las fórmulas y los lugares comunes para construir artificiosamente un verosímil sólido. El riesgo de someterse al reducido código y los guiños solamente dirigidos a una minoría afín a los ámbitos en los que circulan la mayoría de los críticos –aquí aparecen por ejemplo Quintín y Leonardo D´Esposito-, léase privadas de prensa en un microcine y charlas en los cafés al término de las proyecciones, es superado porque la estructura narrativa propone un juego que tiene como eje la pesadilla personal del protagonista, Víctor Téllez (Rafael Spregelburd), quien se ve de pronto atrapado en un género que se encarga en defenestrar desde sus críticas para un diario en el que no se encuentra nada cómodo pero que le supone un ingreso para sobrevivir. Si bien las costuras de un guión muy atento al detalle y a la construcción del verosímil y de los personajes se notan en demasía, ese reflejo del artificio no malogra la historia y mucho menos el ritmo sostenido para el avance progresivo y no forzado de las situaciones y los conflictos de cada personaje como por ejemplo el de la sobrina de Víctor que juega en este caso la carta generacional para marcar diferencias de gustos y de apetitos cinematográficos, pero también para encontrar el efecto espejo deformado en relación a las relaciones amorosas o los vacíos emocionales que ni siquiera llenan esas películas cursis que a ella tanto le gustan. El otro acierto, además de los guiños cinéfilos y la utilización de arquetipos para evitar estereotipos, es sin lugar a dudas la presencia de la magnética y fotogénica Dolores Fonzi, personaje del cual es imposible no enamorarse por esa mezcla de fragilidad y temperamento que emana con absoluta naturalidad cada vez que se pone en la piel de una mujer enigmática como la de esta película. Interés amoroso pero además personaje tridimensional que complementa la fórmula para que funcione una comedia romántica por transmitir esa sensación de química con Spregelburd, en otro rol para el aplauso y en misión Jay Sherman (dibujo animado de un crítico cinematográfico igual de apático y hosco como Víctor). Decía al comienzo de este texto que El crítico acobijaba dos historias de amor, la de Víctor con la chica que todos soñamos luego de haber visto Cuando Harry conoció a Sally o de enamorarnos de alguna heroína de la Nouvelle Vague y la del propio crítico ahora devenido director Hernán Guerschuny con el séptimo arte y las películas que hacen que uno ame esta vocación, aunque no pueda despojarse del mote de director de cine frustrado.
Una película llamada El crítico que trata sobre un crítico de cine y reseñada en este momento por alguien que ejerce esa placentera y ¿odiada? profesión puede llegar a ser algo interesante de leer, ¿no? A priori el film es más que eso, lo que detallaré un poco más abajo, pero no puedo dejar de hacerme la pregunta de que si al espectador ocasional le va a producir algo. De que si le sumará ver esas situaciones características que los críticos vivimos cada semana y que la película retrata, tal como cierto microcine (muy viejo), colegas que se meten medialunas en los bolsillos y que luego despotrican sobre todo lo que ven al clamor de que “el cine murió” y que no les gusta nada de lo que se estrena. Más allá de que estas cuestiones produzcan algo o sean solo un adorno, la película supera esos “adornos” y se convierte no solo en una linda comedia romántica sino también en un testimonio cinéfilo donde los gustos chocan y el cine arte y el cine industrial confluyen y se personifican en Víctor Téllez (un gran Rafael Spregelburd), el personaje de esta historia cuya vida infeliz se convierte en el género que más odia (la comedia romántica) tras conocer a una mujer (una “Ameliesada” Dolores Fonzi). El cinéfilo que no conozca ni le interese el mundo de los críticos si va a poder encontrar en las charlas y pensamientos de Téllez muchos guiños a diferentes corrientes del cine. El ejemplo más claro son sus pensamientos en voz en off en francés y la enumeración de los clichés del género que tanto odia y que luego vive. Son esas lluvias, esas corridas y el clímax en un aeropuerto los que dan color a personajes bien delineados y que se sabe desde un principio su función y dónde terminarán. Tal vez es ese el problema del film: su previsibilidad. Pareciera que el director (y colega) Hernán Guerschuny, tomó el mismo manual que el personaje que creó (uno de cómo hacer una película) y lo puso en práctica. Y si ese fue el caso está perfecto que así haya sido -intencional o no- para generar esa sensación, justamente por la identidad cinéfila que comentaba antes. Por ello, gran laburo el de Guerschuny. El crítico es un lindo homenaje al cine y al que lo disfruta, el problema es que no todos disfrutamos de lo mismo y eso es lo lindo del arte tal cual lo manifiesta este estreno.
¿Somos los críticos de cine personas que ven el mundo de un modo particular? ¿Sueñan los críticos con ovejas hechas de celuloide? No vamos a responder esas preguntas sin sentido en estas líneas, mejor dejemos que el debutante en la dirección Hernán Guerschuny nos hable de las neurosis de estas personas que “viven” de analizar películas ajenas. Y qué mejor que un crítico devenido en cineasta para hacerlo, Guerschuny sabe de lo que habla, a dónde apuntar la gracia, ese es el principal atractivo de El crítico. Ni condescendiente ni ponzoñosa, en todo caso irónica es la mirada del director que nos habla de un crítico de cine viviendo su peor pesadilla, estar en lo que podría ser el argumento de una película que él bastardearía. Ese hombre es Victor Téllez (Rafael Spregelburd), que escribe muy a disgusto para un diario, ama la nouvelle vague, desprecia las comedias románticas edulcoradas típicas y llenas de lugares comunes, y vive para y por el cine si hasta sus pensamientos remiten a un estilo cinematográfico. Podríamos dividir la historia en dos partes, el primer tramo, más seco, nos muestra la gris vida de nuestro protagonista con todo lo que lo aqueja. Guerschuny, repetimos, crítico él también, aprovecha aquí para lanzar su mirada irónicamente humorística hacia “el mundillo de la crítica”, varias escenas filmadas en Microcine Vigo (lugar emblemático si los hay), apariciones de otros críticos reconocibles, escenas típicas que se viven a diario (como las referentes al desayuno gratis), y diálogos que bordean lo cliché. Hay aquí mucho de verdad, y también mucho del imaginario de lo que se cree es “un crítico”. Luego, llega lo que nos anuncian, Víctor conoce a Sofía (Dolores Fonzi) un arquetipo de comedia romántica, esos personajes femeninos que nos cuesta creer que existan en la vida real, hasta Víctor lo descree, pero sí ella existe, y aunque lo deteste y sepa que se está involucrando en ese género que detesta no lo puede evitar, se enamora. Se desplegará todos los lugares comunes de manual de la comedia romántica deliverádamente, y Víctor se debatirá entre mantener su esencia o quebrar su coraza. Técnicamente irreprochable (aunque, es cierto, tampoco fascinante, no lo necesita), El crítico maneja la carta de saber de lo que habla, es una mirada desde el adentro, pero que pueden disfrutar también los ajenos. Su argumento funciona en ambos niveles, en el de la fina ironía en la cual Víctor nos recordará al inefable Jay Sherman de The Critic; y en el de la típica romántica con algo lejano que nos hace acordar a la reciente y merecidísima 20000 Besos en su lenguaje. Rafael Spregelburd ya hizo una marca registrada este tipo de papeles entre lo intelectual snob y lo cotidiano; Dolores Fonzi compone uno de esos roles para amar u odiar, de tanta dulzura que o compra o empalaga. Ambos resultan elecciones acertadísimas. Simple, directa, y realmente divertida, El crítico tira abajo varias barreras; en su propio devenir está la respuesta a uno de los interrogantes, la comedia romántico no tiene por qué ser un género menor.
Es difícil ser objetivo cuando uno reconoce en sí mismo, muchas de las cosas que suceden en pantalla. Este crítico va a los espacios y microcines que vamos todos, llega temprano para el desayuno y filosofa sobre los errores o pretensiones que no supieron cumplir. El cine no es un juego, sino un lenguaje para contarte algo que te llegue al alma y lo que este crítico no tolera es que sea la aplicación de una fórmula sistemática con poca verosimilitud que llamamos género. ¿Cuál es el problema? Que esta historia es una película de género. En un tema que me obsesiona en las películas como ser los bienes raíces (De verdad ¿Dónde consiguen esos departamentos? Híper bien ubicados, espaciosos, etc) este hombre recientemente divorciado está en una constante búsqueda de él y encuentra los metros cuadrados de sus sueños para que la competencia sea una hermosa mujer con un lamentable acento (bien justificado en la película) que lo invita a ponerse en juego para actuar en vez de observar. En una supuesta serie de pruebas, él querrá negociar por el departamento y ella llegar a conocerlo. Con mucho sentido del humor pasamos de homenajes clarísimos a la Nouvelle Vague (más precisamente a “Sin Aliento”) que implican desde mostrar fragmentos y su obsesión por verlas una y otra vez a hacer el gesto en el que Belmondo homenajeaba a Bogart, a las comedias románticas más genéricas posibles. Tenemos a una voz en off en francés porque a él le gusta más conectarse de esa manera consigo mismo: cinematográfica; los consejos de amigos son marcando constantes de géneros, las conversaciones con la sobrina son a través de películas. No es que el pobre Tellez sea un cineasta frustrado o que desee filmar, es que se convirtió en el lenguaje en el que él decodifica su vida. Y creo que ahí es donde gana el guión: es un personaje que puede generar cero empatía, pero gana porque tiene que dejarse llevar por el código del género que habita. En cuanto a producción, la película no tiene un gran despliegue en locaciones o en casting. La mayoría de los espacios son interiores y funciona muy bien. No es un film que tenga ganas de más. Te cierra, lo pasás bien y te encariñás con los personajes. Guerschuny imprime corazón a cada fotograma y, hasta los personajes más caricaturescos o menos creíbles terminan ganándose un lugar a través de los ojos de El Crítico con alma que nos convierte a todos. Maravillosa interpretación de Rafael Spregelburd que siempre conquista con su naturalidad, una correcta Dolores Fonzi que cuando su personaje se convierte en insoportable su cara hace que uno aguante cualquier cosa no sólo por expresiva sino porque es muy hermosa, y un cameo a un gran actor argentino que nos hizo reír a todos. Es que eso es lo que tiene el género: podemos reírnos de él, podemos bastardearlo, hacer reuniones para reírnos de que eso es lo menos verosímil que hay, pero a la larga dejamos caer la guardia y nos conquista de nuevo. Nos encontramos riéndonos y emocionándonos con estereotipos y arquetipos que se nos meten bajo la piel. Nadie, ni Tellez ni nosotros, somos inmunes a la magia del género. Vayan, la van a pasar muy bien.
Un título que invita a encontrar el balance entre lo bueno y lo malo. Un amigo me dijo una vez que detrás de todo pesimista se esconde un optimista frustrado. Mas seguido que no, un pesimista cuando es acusado de tal, es capaz de retrucar con que es realista. Pero es un falso realismo. El Crítico, muy a su manera, trata de insertar la tesis que el pesimismo y el optimismo son relativos más que absolutos. ¿Cómo esta en el papel? Tellez (Rafael Spregelburd) es un crítico de cine que no pierde oportunidad de hacer pelota cuanta película vea. Cree que el buen cine hace rato ha muerto y su lugar lo han tomado un montón de comedietas románticas intranscendentes y clichadas, las cuales detesta. Pero el cine no es su único problema, busca mudarse de departamento y justo cuando lo encuentra tiene el problema de encontrarse con Sofía (Dolores Fonzi), otra candidata por el inmueble. La discusión llevara eventualmente a un romance en el que Tellez no pueda evitar encontrar en Sofía la personificación de todos esos clichés que detesta. El Crítico alude en muchas oportunidades a como el cine se ha vuelto la lente en la que más de uno puede llegar a ver la vida, pero también nos invita a ser precavidos y velar a que esa lente no se distorsione. Porque del mismo modo que tanta comedia romántica nos puede persuadir que todo en la vida puede tener un final feliz, tanta película sobre la Nouvelle Vague nos puede persuadir que todo termina mal. La vida es un término medio existente entre ambos, una tesis que esta película expone con mucha inteligencia a nivel guion. La originalidad y la inteligencia antes mencionada de este guion reside precisamente en como elige desarrollar esa tesis. Cualquier otro realizador hubiera utilizado a una amante de las comedias románticas, pero Hernan Guerschuny nos aviva de que ese camino, aunque original, es el más fácil, y no solo eso, sino que ha sido transitado más veces de las que nos podemos dar cuenta. Por elegir este camino poco transitado se garantiza desde el primer cuadro que su historia no sea una más del montón. El único hueco que le encuentro son las referencias cinéfilas, te hacen llegar a la conclusión que tenés que ser muy cinéfilo para entender ciertos detalles de la trama y por qué Tellez hace lo que hace. Pero afortunadamente esos detalles no son vitales a la trama, solo para entender al personaje, solo eso nada mas le resta puntos. ¿Cómo está en la pantalla? La película tiene un uso del montaje y la fotografía bastante sobrios, y cuando digo sobrios es que no entran en preciosismos, sino que están en función del guion y la interpretación. Rafael Spregelburd entrega un muy buen rol como Tellez. El da vida al estereotipo del crítico (que existe en la vida real), pero cuando la trama evoluciona y lo saca progresivamente de ese estereotipo, hasta el cambio más radical en sus expresiones y acciones guardan toda lógica con el personaje que ha venido construyendo, y por saber cómo guardar esa lógica hace reír, incluso enternecer. Conclusión El Cine, como arte que es, es un espejo de la realidad, y lo que ocurre en la realidad se refleja en estos espejos. Vamos a ellos por consejo y esperanza. Pero a veces mirarse mucho en ese espejo puede lograr que distorsionemos la realidad que nos muestra. El Crítico nos viene a recordar que el cine es más que nada una cuestión de perspectiva, la que cada película ofrezca, y las lecciones que nos dejan se aprenden mas por la sumatoria de muchas de esas perspectivas; tanto negativas como positivas; una de cal y una de arena (frase hecha pero necesaria). Cómo obramos con el resultado de esa sumatoria, ya depende de nosotros.
“El crítico”: Sobre amores y Dolores “Hacerse la película” es una expresión que se utiliza cuando una persona se siente perseguida, piensa demasiado en lo que le sucede o considera que para alcanzar un determinado objetivo tiene que sobrepasar una serie de actos absolutamente predefinidos y estructurados. Sin embargo, en la vida muchos eventos suceden sin causa alguna de un momento a otro y eso mismo da a pensar que lejos se está del hecho de que una persona pueda formar parte del reparto de una historia que ya está escrita. Básicamente sobre ese punto gira el nuevo y primer largometraje de Hernán Guerschyny, uno de los directores de la revista ‘Haciendo Cine’ que apuesta a la pantalla grande con una propuesta bastante particular. La película, que estuvo presente en varios festivales internacionales e incluso fue elegida como la mejor en la Sección Panorama Argentino en Mar Del Plata, cuenta la inquietante historia de Victor Tellez (Rafael Spregelburd), un tajante crítico de cine que apoya firmemente la noción de arte en las pantallas pero aborrece lo netamente comercial, y sobre todo, a las comedias románticas. Tan sólo con la repentina aparición de Sofía (Dolores Fonzi) le bastará para que su vida entre en conflicto y su mente empiece a divagar en un mar de románticas dudas. De esta manera, con el correr de los minutos, el género que tanto odió a lo largo de su vida comenzará a tomarse revancha. Lo más interesante de esta obra es que propone algo nuevo y distinto, y para nada le interesa llenar baldes de pochoclos. Más allá de que pueda satisfacer o no a los espectadores, el relato se sumerge en un terreno bastante extraño pero no por eso confuso o aburrido. El frío personaje que compone Spregelburd se ve contradictoriamente atrapado por las tentaciones del amor, que justamente son esas sensaciones que su propia personalidad tiene prácticamente prohibidas. Aunque por momentos la película parece acomodarse en el lugar de una comedia romántica, demuestra ser todo lo contrario ya que de principio a fin ironiza mucho con el género en cuestión. Muchas casualidades, noches estrelladas, fuegos artificiales y músicas melosas son esos condimentos que el mismo director utiliza en su contra. Incluso, se merodea entre citas de ‘Cuando Harry conoció a Sally’ (1989) y referencias a Godard, que acompañados por una buena fotografía, hacen de la historia una cursilería bastante elegante. Ahora bien, la elección de explotar al máximo el estereotipo del crítico de cine parece jugada ya que el mismo mantiene una vida poco activa que a la larga se torna lineal y poco impactante. No por eso trabajar sobre el mismo haya sido un error ya que la trama gira en torno a su perspectiva de la vida, pero su temperamento no logra generar la afinidad ni despierta la pasión necesaria. Por otro lado, la salvadora carilinda de Dolores Fonzi le da al cartel un adicional atrapante que luego no defraudará con su divertida actuación. La muchacha es una atrevida cleptómana turista y quizás muchos se lamenten por su tardía aparición en la historia. En síntesis, “El crítico” es un film que cuenta claramente con el sello de su autor, Hernán Guerschyny, quien debe ser felicitado por su atrevida propuesta pero que no debe conformarse con lo realizado ya que parece que puede convertirse en un director con una visión más que interesante. La película demuestra que el cine puede reírse de sí mismo y si esa es la idea, vamos por buen camino.
HERNÁN GUERSCHUNY, director y periodista logra recrear el mundillo hermético y snob de los críticos de cine, y lo hace de manera auto referencial pero sin dejar de hacer participe al público. EL CRÍTICO funciona como la mejores cintas de "CINE DENTRO DEL CINE" apelando a homenajes, cameos, gags y lugares reconocibles. Técnicamente, la película es impecable, con encuadres elaborados y una paleta de colores bien definidos para cada estado de ánimo del protagonista. Original y divertida, combina cine de autor y género con efectividad.
Astilla del mismo palo Pocos personajes más antipáticos que los críticos, esos seres capaces de dañar, en pocas líneas y con un par de clarincitos -o estrellitas, deditos, etc.-, el trabajo de años. Esa cualidad los hace ideales para saltar de la platea a la pantalla y convertirse en los villanos protagonistas de una serie (como Jay Sherman en The Critic) o una película. Y qué mejor que un crítico para filmarla. Hernán Guerschuny sabe bien de lo que habla: realizador egresado del Centro de Investigación Cinematográfica, hace casi veinte años que dirige -junto a Pablo Udenio, productor del filme - la revista Haciendo cine. Así que conoce perfectamente el mundillo de los diseccionadores de películas, y lo retrata con tanta ironía como cariño. Porque El crítico se ríe del oficio, pero sobre todo se ríe de sí misma. Y así el despiadado Víctor Téllez (Rafael Spregelburd), que jueves a jueves denosta películas y no tiembla a la hora de calificarlas con una sola butaquita, termina despertando más pena que desprecio. El tipo está enfrascado en su microplaneta -de las funciones privadas a las charlas cinéfilas de café con colegas, de ahí a la redacción- hasta que conoce a una chica (Dolores Fonzi) y queda atrapado en una de las comedias románticas que tanto detesta. La película está plagada de cameos de personajes de la cinefilia local y de citas cinematográficas -a Woody Allen, la nouvelle vague, el Hollywood meloso, etc.- explícitas, de manera tal que todos los homenajes y plagios quedan justificados y son un arma a su favor. Transcurre en una atemporalidad en la que coinciden las computadoras con los teléfonos públicos; quizás en los ‘90, en la era pre-Internet, cuando la crítica gráfica todavía tenía mucho más poder que ahora y un cineasta podía sentirse con derecho a creer que su película había sido un fracaso de público por culpa de una mala reseña. Hay un recurso clave para darle ritmo y gracia a la película: la voz en off. Ese elemento, que muchas veces resulta irritante, artificial o pomposo, esta vez funciona a la perfección porque Téllez, que odia las voces en off, padece la “maladie du cinéma” y es tan snob y francófilo que piensa en francés. (A propósito: no podría haber nadie mejor que Spregelburd para darle vida a tan patético personaje). En un momento, uno de sus colegas le da a Téllez un programa que escribe críticas automáticamente, según si el texto es a favor o en contra. Si ese software existiera, arrojaría las siguientes frases para El crítico: un logrado filme, que hace gala de un humor inteligente, despojado de clichés. Una película que hay que ver.
Cuando crítico conoce a chica El crítico tiene, como está claro desde el título, a un crítico como protagonista. El crítico es porteño, va a privadas en Vigo (microcine de la calle Ayacucho). En la primera función privada que se nos muestra - y también después- se ve a conocidos críticos del medio local. Es decir, es una película que interpela de forma bastante directa a quienes formamos parte de ese ambiente. Por otro lado, Víctor Tellez (Spregelburd) está hecho de frustraciones, mal humor, cinismo, más frustraciones, pedantería, endiosamiento de Godard, fetichismo, departamento en estado de caos y estrechez económica. El guionista, director y uno de los directores de la revista Haciendo Cine, Hernán Guerschuny, juega al estereotipo pero, en un primer movimiento inteligente, no llega a la caricatura en el personaje de Tellez. De esa forma, Tellez es un señor un tanto insoportable, pero a la vez es alguien con manías hasta simpáticas, un poco morettianas -el odio a la palabra pebete, por ejemplo- muy bien interpretado, con la sequedad justa y sin pegajosidad, por Spregelburd. Otro movimiento inteligente (y un gran chiste) es el de que sus pensamientos -con los que suma comentarios ácidos, también secos- sean en francés, y no en un francés paródico. Otra buena idea es que ante la llegada de "la chica" -Dolores Fonzi, nada menos- el crítico empiece a sufrir la "forma fílmica" de las comedias románticas que suele detestar: el montaje de felicidad del comienzo de la relación, la canción que dice justo lo que está pasando, etc. Por un momento, esta película que mira a un crítico con conocimiento de causa (o a un estereotipo de crítico con un poco de malicia y algo de ternura) parece que además se va a convertir en una puesta en abismo del género sin dejar de interesarnos con la suerte de sus personajes. Y cuando está a punto de lograr esa grandeza doble y noble no se anima del todo, tal vez por seguir algunas de las reglas más irritantes de las peores comedias románticas: las revelaciones, los malos entendidos, las definiciones y las intensidades no solicitadas injertadas cerca del final. Así, el relato se desequilibra en su último tercio, en uno de esos raros casos -más que raros en el cine argentino- de películas que lograron no solamente presentar los personajes con precisión, gracia y ritmo sino además plantear el conflicto con solidez. Y ahí, cuando tiene a los personajes con vida y las situaciones bien desplegadas, El crítico no se anima a convertirse en una película mayor. En ese último tramo intensifica lo más flojo -los compañeros de las funciones privadas, el director enojado- y se pone atolondrada: las escenas duran menos de lo que tienen que durar (extraño defecto) y termina de forma un tanto insatisfactoria, abrupta. Por eso la sensación inmediatamente después de verla es la de una gran oportunidad desperdiciada. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, los protagonistas se quedan con nosotros, los recordamos, hasta tenemos ganas de volver a encontrarlos, o de verlos volver a encontrarse. Porque, como todos sabemos, también los críticos (o sobre todo los críticos), la comedia romántica es uno de los géneros a los que más volvemos, aunque esta película le haga decir a Tellez que la odia.
Entre el cine arte y la vida Rafael Spregelburg y Dolores Fonzi protagonizan el film de Guerschuny sobre un crítico aficionado a la nouvelle vague que conoce a una chica y pierde la mayoría de sus certezas. Para Víctor Téllez el cine es más grande que la vida y si se trata de películas de la Nouvelle Vague de los años '60 el mejor camino es pensar y reflexionar en francés. Se dedica a la crítica, concurre a las funciones privadas, charla en el café con sus colegas sobre las películas recién vistas y, como se percibe en más de una escena, algún texto suyo causó la debacle económica de un director que lo persigue y acosa. Vive solo, es algo torpe con las mujeres, detesta las comedias románticas, apuesta por el cine de autor. Pero un día Víctor conoce a una joven, tienen sexo y la vida parece rumbear para otro lado, hacia la clase de cine que rechaza. El crítico, opera prima de Guerschuny, presenta una estructura –más allá de que su tema es muy diferente– que tiene ecos con El censor (1993) de Eduardo Calcagno, con una primera mitad que recorre los hábitos del personaje, hasta que se gira a una zona diferente, novedosa para el periodista especializado. En esa decisión del director por describir las taras de un crítico, el film se vale del clisé para abordar una vida subordinada al cine, un mundo pequeño pero importante para el personaje central. Luego, cuando surge Sofía (Dolores Fonzi), la película gira hacia un lugar impensado para Víctor (Rafael Spregelburd, en una gran composición actoral), donde lo "real" se combina con la "ficción" que cree estar viviendo (o padeciendo) el atribulado crítico especializado. En medio de esos dos ejes, El crítico tiene sus aciertos en puntuales escenas (la función de prensa del inicio; las apariciones del director que odia al redactor; la divertida escena cuando la pareja concurre al teatro), sin necesidad de profundizar en el fanatismo del personaje por el cine. En ese cambio violento que se produce desde la puesta en escena, cuando el film vira de Sin aliento o Los 400 golpes a Cuando Harry conoció a Sally o Sintonía de amor (donde también se incluye un logrado momento que remite a Titanic), la película de Guerschuny aclara sus intenciones: El crítico es una comedia con un personaje particular que por causas del destino es llevado a un mundo que desconoce, más terrenal y menos teórico, más de contacto con la piel y menos de acercamientos a través de un travelling o debido a una panorámica. Víctor Téllez es un representante de una cinefilia de micromundo, que debido a Sofía, y aunque siga rechazando las comedias románticas, percibirá que siempre será bienvenido un amor, poner los pies sobre la tierra, gozar más allá de las imágenes. La identificación con el personaje central, para quienes nos dedicamos a esta profesión, será un secreto más, uno de los tantos que tienen (tenemos) los críticos de cine.
De todas las películas dirigidas por críticos de cine -o, en el caso de Hernán, más periodista y analista que crítico, tomando en cuenta su labor al frente de la revista Haciendo Cine-, es la primera que se centra directamente en la profesión misma. Con una mirada a mitad de camino entre lo afectuoso y lo paródico, Guerschuny narra la vida de un crítico de cine (Rafael Spregelburd) fascinado con la nouvelle vague y el cine de autor europeo, con una vida solitaria y rutinaria, que se descubre fascinado por una chica (Dolores Fonzi) simpática y luminosa, cuyo estilo remeda, si se quiere, el de una comedia romántica o películas como AMELIE. Las resistencias del crítico en cuestión son dobles: abandonar la “comodidad” de su amargura y arriesgarse a pegar un salto romántico de consecuencias imprevisibles y, a la vez, asumir la para él compleja situación de aceptarse, digamos, dentro de una comedia romántica con sus clichés y obviedades narrativas. La película, estéticamente, recorre ese camino genérico (el estilo cambia en función de la trama y del “tipo de película” que él vive) en un viaje personal y narrativo clásico, muy bien recorrido por un realizador que no parece estar haciendo su opera prima (y mucho menos venir del periodismo…) Con cameos de figuras reconocidas de la crítica y del cine local (incluyendo al mismísimo director del BAFICI, Marcelo Panozzo, y su ex director, Quintín, entre muchos otros), EL CRITICO se transforma en una comedia humana que excede la figura del crítico y del mundo del cine, impulsando en ese movimiento del personaje que va de la soledad a la apertura emocional una idea mucho más universal y generosa: que hay cosas del mundo real que hay que experimentarlas y no sólo sentarse a analizarlas a la distancia…
Comedia inteligente que se ríe de los soberbios Buena sorpresa, la de esta comedia donde, entre otras, se aplica la feliz y prudente moraleja "Nunca digas 'de esta agua no he de beber'". El personaje protagónico es un neurótico amargado, crítico profesional de cine que piensa en francés, porque venera a la Nouvelle Vague, y se solaza en destrozar con graves epítetos las simples películas comerciales. En especial, las románticas. Su grupo selecto de colegas, y hasta los mozos del bar, lo festejan. El jefe de redacción, un tipo feliz, le pone límites. Pero él sigue firme. Hasta que algo pasa en su vida. Hasta ese momento, la única vez que lo vimos fugazmente excitado fue por una flaca que estaba exponiendo un aburrido galimatías de pretensiones teóricas. Pero de pronto se le aparece una extraña y hermosa mujer de otro palo, indiferente a sus gustos exquisitos. Y esta desconocida lo baja del pedestal y lo empuja a terreno también desconocido. ¿Cómo es que el sabelotodo se engancha? ¿Qué le pasa? ¿Se estará, torpemente, enamorando? ¿Le tocará sentir dentro de sí, como algo hermoso, esas debilidades humanas que considera cursis? ¡Qué dirán sus amigos! Comedia inteligente, "El crítico" se ríe de los soberbios, juega con los clichés, envuelve ese mundo con un toque de ambigüedad temporal (clave de ciertas películas de amor), y logra rápidamente la complicidad de toda clase de público, tanto el común que gusta de las románticas como el snob que las desprecia. Rafael Spregelburd hace que sigamos con piadosa simpatía los desvelos de su antipático personaje. Dolores Fonzi combina la esfinge inescrutable con la criatura vivaz y tentadora, siempre elegante, tipo Romy Schneider. Los acompañan, proveyendo subtramas necesarias, la flacucha Telma Crisanti, Ana Katz, e Ignacio Rogers como un joven director agraviado que prepara su venganza mientras escupe contra un grupito de opinólogos la mejor de las definiciones: "¡Ustedes no son directores frustrados! ¡Son críticos frustrados!". Autor, Hernán Guerschuny, codirector de la revista "Haciendo cine", que desde hace por lo menos veinte años conoce bien adentro el mundillo de la crítica. Sabe de lo que habla. Y sabe reír con altura. Su película vale la pena.
El amor y otras neurosis En el cine romántico, siempre existió la necesidad de mostrar adecuadamente a un hombre capaz de ser más sensible, aún contra su misma voluntad. El crítico, opera prima de Hernán Guerschuny utiliza la figura de un crítico cinematográfico, interpretado por Rafael Spregelburd, para explorar las reglas del género de la comedia romántica y su vínculo con el mundo “real”, poniendo a este personaje en la situación que menos espera o ansía: la de estar enamorado. Su visión sobre el cine y con todo el universo que lo rodea, a los que permanentemente contempla con un cómodo cinismo, se pondrá en crisis. Con esta premisa, la película construye una historia de amor que toma elementos ya vistos pero reelaborados gracias a la mirada cinéfila, sin perder sinceridad y cariño por lo que les pasa a los personajes, y sobreponiéndose a distintas fallas en los diálogos y el ritmo. Ayudan también la química entre Spregelburd y Dolores Fonzi, cada uno aportando desde su lugar a los roles que les tocan: él explicitando sus devaneos existenciales desde la palabra y también el cuerpo; ella desenvolviéndose con total naturalidad, como una mujer capaz de romper con las estructuras acostumbradas, sin resignar su propia fragilidad femenina. Así, El crítico adquiere interés a partir de cómo se hace cargo de la forma en que el cine interviene en la construcción de nuestro imaginario sobre el amor y las relaciones de pareja. Es indudable (y auspicioso) que Guerschuny supo volcar su experiencia como crítico para repensar ciertas modalidades en que se vinculan la crítica de cine y determinadas experiencias que van por fuera de ese campo, enriqueciendo su premisa inicial y la mirada del hombre sobre la mujer. Eso sí: ya cansa un poco que el crítico cinematográfico argentino sólo pueda aparecer en la pantalla como un ser amargado e incapaz de disfrutar de nada, como si esa fuera la única manera en que puede ser. Más todavía porque esa visión aparentemente problemática para el sector de la crítica es en realidad muy cómoda. La crítica argentina carga con miserias de las cuales le cuesta mucho más hacerse cargo: las internas, los sectarismos, los lobbies, los silencios producto de amiguismos con autoridades y realizadores, el divorcio con el gusto del público, los textos escritos en piloto automático, las mesas y reuniones para autoelogiarse, los aplaudidores profesionales en festivales, los que reniegan de determinados entes de poder hasta que acceden a ellos y luego se olvidan mágicamente de todo lo que venían diciendo antes, el porteñocentrismo, por nombrar sólo algunas incomodidades. Pero claro, es mucho más fácil quedarse con los cuestionamientos más obvios, resumidos en la concepción de que “el crítico es un director fracasado”. Que encima esa perspectiva sea avalada por una gran cantidad de críticos (Marcelo Panozzo, Quintín, Diego Papic, Leonardo D´Espósito, entre otros) resalta aún más esa voluntad por eludir los debates más embarazosos y presentarse ante el mundo como un neurótico amargado cool.
Escenas de la vida cinematográfica posmoderna. Es una tarea ardua escribir una crítica sobre una película que realiza un trabajo de metacrítica porque se estaría efectuando una labor intrínseca de autoanálisis. Con una voz en off en francés y estereotipos varios sobre el típico lenguaje de la “crítica cinematográfica especializada”, la película de Hernán Guerschuny se centra en las peripecias de Víctor Tellez (Rafael Spregelburd), un crítico de cine cuarentón de un medio gráfico de gran tirada, presumido, introvertido, anodino, bastante abandonado físicamente y sin ambiciones, que busca comprar un departamento en capital para mudarse después de su reciente separación de una joven estudiante menor que él. Por casualidad, Víctor conoce a Sofía (Dolores Fonzi), una joven extrovertida y cleptómana que vive en España y está de paso en Argentina por una cuestión familiar, mientras hace una de las tantas visitas a departamentos en venta. Así comienza una historia de amor que involucra a un cineasta psicópata y resentido por una mala crítica y a la sobrina adolescente y cinéfila del crítico, respetando las estructuras preestablecidas de la comedia dramática. En medio de todo este embrollo, el cuñado de Víctor, un exitoso abogado, le solicita un guión para invertir en una película, con lo que a cada minuto el film se va mirando cada vez más a sí mismo pero siempre desde una superficialidad amena y agradable acorde al género.
¿QUÉ SE PUEDE HACER, SALVO VER PELÍCULAS? Desde el nacimiento mismo del cine, uno de los grandes temas revisitados una incontable cantidad de veces, es el séptimo arte en sí. Es decir, el retrato, directo o indirecto, de aquello que se está realizando. Abundan las películas ambientadas durante algunas de las etapas de la producción cinematográfica, más no sea como detalle cool de la trama. Hablar del cine dentro del cine, hoy resulta un dato menor y, hasta cierto punto, trillado, dada la gran cantidad de películas que abordaron esta idea que, en su momento, resultó innovadora y refrescante. Son pocos los films que, hoy por hoy, realicen una reformulación de esta idea y no la usen como una mera excusa para atraer al público cinéfilo, que siempre disfruta de poder inmiscuirse en el mundillo del cine. Desde este punto, es donde se puede dimensionar la gran propuesta de EL CRÍTICO (2014). Decir que es una película sobre el cine sería egoísta, dado que la ópera prima de Hernán Guerschuny (casualmente, director de la revista de crítica cinematográfica "Haciendo Cine") va mucho más allá de esto. Desde su planteo inicial se muestra como un ejercicio de pensamiento del cine, con sus leyes, reglas y convenciones, así como una suerte de análisis del rol que juega ese submundo cínico y complejo que es la crítica cinematográfica. Víctor Téllez (Rafael Spregelburd) es un crítico de cine, desencantado con su vida e inmerso en una percepción grisácea de todo cuanto lo rodea, en especial su propio objeto de análisis. El cine se ha vuelto para él algo tedioso y fallido. Ya desde este inicio el director empieza a demostrar el virtuosismo con que maneja los recursos formales cinematográficos al incluir los pensamientos del crítico en francés, con la simple excusa de que "la voz en off en español no suena bien". Este tipo de elementos, así como el uso del blanco y negro, la cámara lenta, entre otros, irán aderezando una narración que siempre busca exponerlos ante el espectador. Hacer visibles esos elementos que la mayoría de los directores se esfuerzan por ocultar. Y es aquí donde el planteo de esta película resulta novedoso. El protagonista (así como el director) es un conocedor del cine y sus elementos formales, aquellos que conforman el film y que suelen pasar desapercibidos por el espectador dentro de ese gran “todo” que es una película. Y estos elementos estarán acentuados. Víctor Téllez se apropiará de ellos para construir su propia historia cinematográfica. Eso es lo disfrutable, la construcción de esa película dentro de la película está a la vista de todos. La vida de Víctor dará un giro cuando conozca a una impredecible y emocional mujer (Dolores Fonzi) con quien construirá, paulatinamente, una de esas relaciones plagadas de lugares comunes de las que él tanto reniega. Así, el uso de las convenciones de género, los recursos estilísticos del cine y los guiños al sector de la crítica vendrán no sólo a aderezar la historia central de Víctor (en su búsqueda personal de superación), sino también la historia romántica que irá construyendo junto a la misteriosa mujer quien lo ayudará a ver que, amén de lo trillado, a veces está bueno romper con la vida analítica y dejarse llevar, un poco al menos, por los clichés. Es cierto, la historia en si tiene sus momentos de zozobra, sus puntos débiles o predecibles dentro de la trama. Pero aún así, esta ópera prima se muestra muy sólida y, algo a remarcar, presenta una idea novedosa dentro de la cinematografía argentina. Siempre se agradece que alguien rompa los cánones con los que se viene trabajando y se juegue a una construcción más arriesgada o, al menos, diferente. EL CRÍTICO vino a ocupar ese lugar.
"El Crítico" es una buena opción de cine nacional (en copro con Chile), para disfrutar, justamente del cine dentro del cine. Rafael Spregelburd interpreta a Victor Tellez (la voz en off en francés es una perlita de la peli, un placer), y realmente uno compra su personaje desde que aparece en pantalla, al igual que el de Dolores Fonzi, que no puede ser aún más bella en cine. Lo que tiene el film, y es genial, son los gags (mucha escena que habla del mundo del "critico") y los momentos románticos (sobre todo la escena - en cámara lenta -), que son muy interesantes. Lindos momentos son los que vas a vivir si la vas a ver, buena banda sonora, y un elenco super "cool". Película que compitió en el BAFICI, que tuvo muy buenas críticas y que ahora llega el momento de que vos emitas tu opinión. Te aseguro que está muy bien, así que confía en la peli.
Jugando en un mundo de fantasías Lejos de una venganza personal, el debut como realizador del director de la revista Haciendo Cine utiliza la vilipendiada figura del crítico cinematográfico para aventurarse en una comedia romántica donde se luce la pareja protagónica. No sería raro que alguien imaginara que detrás de una película cuyo protagonista es un crítico de cine, al que el mundo de golpe se le vuelve un lugar extraño porque empieza a parecerse a las películas que detesta, hay un director envenenado tratando de arreglar cuentas con algún crítico en particular. O con la crítica en general, como institución. No sería la primera vez que se usa el cine como arma de un crimen pasional de ese tenor. Anton Ego, el crítico gastronómico de Ratatouille, parecía algo así, y basta recordar cómo llamaban los rockeros de Casi famosos al niño-crítico que los acompañaba cubriendo su gira para la Rolling Stone: El Enemigo. Pero los que busquen un móvil cuasi policial detrás de El crítico, deberán guardarse el morbo para otra ocasión. En primer lugar porque se trata de una ópera prima y, en consecuencia, de un director sin un pasado al cual vengar. Pero además porque Hernán Guerschuny, ese director, es uno de los responsables de Haciendo Cine, revista sobre la industria cinematográfica local que también incluye un apartado dedicado a la crítica. Con lo cual pareciera no haber animosidad de su parte hacia una especie que conoce muy bien. Prueba de ello son los cameos que realizan varios pesos pesados del género, incluyendo a dos directores del Bafici. En segundo lugar, porque el espacio de la crítica representa para El crítico lo mismo que el ambiente de los picapleitos de hospital o el universo carcelario para las películas de Pablo Trapero: un mundo cargado de fantasías para quienes lo observan desde afuera y desde el cual intentar atraer la curiosidad del espectador. Una excusa narrativa. No es éste ni el momento ni el lugar para discutir qué incidencia tiene la crítica de cine en la decisión de los espectadores que la consumen (ni de los espectadores en general), pero es cierto que el juego de despreciar la validez del trabajo del crítico de cine es uno de los pasatiempos favoritos de los argentinos. Un poco más atrás que el de los técnicos de fútbol, los psicoanalistas y los presidentes de la Nación, se trata de un oficio del cual todos tienen opinión formada e inevitablemente algo que decir. Si hasta entre críticos se practica con regularidad el ejercicio del canibalismo endogámico. Haber notado que ahí había un universo atractivo para contar una historia de cine es uno de los méritos de Guerschuny, quien a veces juega con gracia con los lugares comunes (muchas veces reales) que suelen atribuírsele al crítico de cine. El crítico tiene otros aciertos que permiten apostar por ella, como la elección de la pareja protagónica. Rafael Spregelburd realiza un gran trabajo, haciendo que la potencia de su personaje se sostenga hasta en los pasajes en los que la película no lo acompaña, reafirmando que desde su aparición cinematográfica en El hombre de al lado, de la dupla Cohn-Duprat, es una de las figuras que podría ayudar a que el cine nacional se volviera un poco menos Darín-dependiente. En cuanto a Dolores Fonzi, a quien hace rato nadie debería considerar nada más que una cara bonita, resulta imposible, sin embargo, dejar de notar que parece haber sido diseñada para el cine, como si tuviera implantado un sensor que obliga a las cámaras a hacer foco sobre ella. Eso a pesar de que su personaje tiene detalles que le juegan en contra, como esa forma de hablar que parece un capricho del guión. Y no es lo único que podría considerarse arbitrario en El crítico. Pero a pesar de esos caprichos, o mejor, a partir de ellos, es posible afirmar que Guerschuny asume los riesgos de intentar hacer buen cine con el propósito de llegar a un público masivo dentro de sus objetivos, algo que no siempre es bien visto, pero que es una de las cuentas pendientes del cine argentino. Una deuda que El crítico no salda, aunque sí representa un paso adelante.
Hernan Guerschuny sabe mucho de cine y es el director de una película que sorprenderá gratamente al espectador, bien hecha, técnicamente impecable y con un plateo muy gracioso. Un típico crítico, amante del gran cine, que es ácido en su reseñas, que piensa en francés, que ama la nouvelle vague, reprimido amargado, se enamora de una mujer que es su opuesto y comienza a vivir con ella una historia de amor que parece sacada de una comedia típica de esas que el critico odia con ansia. Aun con algunos situaciones criticables, el resultado es fresco, distinto. Muy bien Rafael Spregelburd y Dolores Fonzi
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El amor no necesita críticos Víctor es un crítico de cine pedante, huraño, neurótico, prejuicioso, cínico, medio amargón, un tipo que ama tanto a la Nouvelle Vague que hasta relata sus idas y vueltas en francés. Es de esos críticos (¿así seremos?) que se maneja con prejuicios, que descarta o consagra de antemano, que temen que les llegue a gustar algo comercial, un hombre que anda sin plata y sin grandes proyectos, que viene de un fracaso de pareja y que es conocido como un analista implacable, un cinéfilo enemigo de los estereotipos y los clises, sobre todo los de la comedia romántica, con su carga de casualidades, escenas melosas, comienzos accidentados y finales felices. Pero claro, se le cruza una linda viajera (la encantadora Dolores Fonzi), nada que ver con él, y el tipo hosco, negador, autosuficiente, se empezará a sentir incómodo con este vínculo que le mueve todas las estanterías, que le da vuelta los gustos, que le enseña que hay lugares comunes que valen la pena. Y Víctor, a regañadientes, comenzará a disfrutar la vida (y los filmes) desde otro lado y con otra mirada. Y sentirá distinto y escribirá distinto y terminará haciendo lo que hacían los personajes que tanto abominaba. Rafael Spregelburd está bárbaro: con miradas, pequeños gestos y esa pose y esa voz arrogante, compone un Víctor estudiado y tambaleante. Dolores Fonzi tiene unos ojos que puede inquietar no sólo a los críticos. “El crítico” es una comedia bien hecha, inteligente, sin tonterías, con gente normal, interesante. La confrontación entre ficción y realidad, persona y personaje, escribir y sentir, está bien insinuada, con toques chispeantes, sin cargar las tintas. El crítico al final se dará cuenta que la vida y el amor no respetan géneros, que cualquier historia puede terminar en drama o comedia, y que nunca es tarde para aprender, aunque duela, que el amor no sabe de razonamientos y que hasta los intelectuales más estudiados y envarados (y Víctor es uno de ellos) puede caer en los brazos de una de esas muchachas diferentes, que un día se nos meten sin permiso en nuestra sala de exhibiciones para alegrarnos (o malograrnos) la gran función de nuestra vida.
"Más allá de que salí con cierta sensación de oportunidad desaprovechada, celebro que el cine argentino tenga propuestas tan originales como El Crítico". Escuchá el comentario. (ver link).
Terrorista del gusto Jay Sherman, para aquellos que no lo conozcan, era el protagonista de una serie animada que transmitía HBO hace unos cuantos años ya. Una serie producida por los creadores de Los Simpsons y cuyo eje giraba alrededor de la vida y la actividad laboral de este muchacho. La serie se llamaba, justamente, El Crítico. Y versaba sobre un crítico de cine malhumorado, cínico, mala leche, divorciado y con una hija adolescente, una hermana más joven y sus padres adoptivos. Cada capítulo contaba con una versión paródica de alguna película clásica o de estreno reciente. Jay Sherman era un tipo especial, con un carácter complicado (cuando no jodido), difícil de complacer y con constantes roces con personalidades de la industria cinematográfica. De la serie se desprendía la idea de que muchos de los reparos y críticas que Jay Sherman le hacía a las películas derivaban, en realidad, de sus complicaciones personales, de sus inseguridades y manías casi patológicas. La ópera prima de Hernán Guerschuny (redactor y editor de la revista especializada Haciendo Cine) se hace eco de las características de la serie norteamericana para construir a su personaje, Víctor Tellez (Rafael Spregelburd, cada vez más consolidado como actor de cine), un crítico vernáculo que lucha contra su soledad acumulando bártulos y porquerías varias en su departamento diminuto, discutiendo a diario con una sobrina amante de las películas de género (Tellez solamente gusta del cine de autor y, especialmente, de la nouvelle vague –incluso sus pensamientos, en un acertado recurso, son en francés-), lidiando con una ex novia, yendo a funciones privadas de prensa, a la redacción del diario para el que escribe y no mucho más. Y toda esa vida gris y escéptica se pondrá patas para arriba cuando conozca a Sofía (Dolores Fonzi), una joven algo alocada y afrancesada (Amelié style), cleptómana y con un acento bastante curioso. Tellez, que odia los clichés del cine de género, se verá sumergido cada vez más en todos y cada uno de los lugares comunes de la comedia romántica (en una puesta en abismo bastante interesante, muy influenciada por Charlie Kauffmann). Ahora, a diferencia de la serie animada, El Crítico no termina de funcionar en esta cruza de géneros. La película intenta ser ácida y punzante en su primera mitad para luego convertirse en una comedia romántica hecha y derecha, sin terminar de jugársela a fondo por el género. No funciona porque no termina de cuajar la química entre la pareja protagonista, porque la atención se diluye en subtramas poco atractivas (el director acosador y acomplejado; la sobrina que, en un primer momento, parecía ser un interés romántico y luego deviene en personaje dramático), porque muchos remates no tienen el timing necesarios para ser lo suficientemente graciosos. Y, finalmente, porque el chiste de la primera parte de la película es un chiste para entendidos, o para conocedores del ambiente de la crítica cinematográfica local, y esto es algo imperdonable dentro una comedia de género que, por lo general, suelen ser lo más inclusivas posibles. Habiendo dicho todo esto, la película no es necesariamente mala, porque los personajes están construidos de forma sólida (al menos Fonzi y Spregelburd) y por separado funcionan bien; algunos secundarios son simpáticos (sobre todo los críticos que acompañan a Tellez post-privadas) y varias situaciones están planteadas de forma original. El balance al que llegamos es que, a veces, la suma de las partes no da un producto acabado, pero eso no impide el disfrute. Y, sabiendo que esta crítica no es del todo favorable, casi que podemos escuchar a Tellez detectando todos los mecanismos y lugares comunes de quien escribe. No siempre se puede salir ganando. Ni filmando ni escribiendo.
El crítico se construye a partir de juegos de palabras e imágenes y guiños permanentes al mundo del cine. Quienes sólo quieran ver un film divertido, se decepcionarán un poco por el ritmo y la abundancia de referencias cinéfilas. Quienes quieran encontrar una gran obra de cine autorreferencial, se decepcionarán un poco por su género. Pero, quizás, ese aire de medias tintas, es lo que le confiera su encanto. Un poco al estilo de los directores de la Nouvelle Vague (Resnais,Truffaut, Chabrol) Hernán Guerschuny sale de su oficio de crítico de cine en HaciendoCine y pega el salto a la dirección, con un guión propio, bancado por su productora. Y ahí terminan las relaciones con la Nouvelle Vague, más allá de algún que otro guiño como que el personaje principal piensa con una voz en off en francés. A pesar de ciertos problemas de ritmo (le cuesta arrancar), el guión es lo que llamaríamos redondito: un crítico de cine, que conoce las reglas del género romántico en cine, se ve atrapado en una historia de amor que cae en todos los lugares comunes. Al espectador esto se le avisa repetidamente (3 es la regla de oro para el cine clásico)y aún así logra mantener el interés, porque esto es lo que tienen de genial las películas de género: no es que aunque sepamos lo que pasa, la seguimos viendo. Sino que porque sabemos lo que pasa, la seguimos viendo, esperando ese happy end. Peeeero…Guerschuny no puede con su genio: el crítico en él le dice que lo que se consume masivamente no puede ser bueno, y entonces aquí y allá pone referencias cinéfilas que sólo nos causan gracia a los que vemos mucho cine (del “bodrio”, no del masivo). Atrapado, al igual que su personaje (encarnado por el siempre medido Rafael Spregelburd)en este tironeo entre las fórmulas que funcionan y la atracción de querer romperlas, el film va encontrando su lugar. No es un film perfecto. No es una obra de arte como la de sus predecesores franceses. Sin embargo es una película bien pensada, lo suficientemente lineal para el gran público, lo suficientemente distinta para el resto de los mortales. Y en ese intermedio, funciona.
Si la tarea de escribir la opinión sobre una película encontrara la horma de su zapato, seguramente sería “El crítico”. No porque se trate de un espejo directo en el cual reflejarse; sino por cierta minuciosidad en la composición del personaje central. Éste, encarnado por Rafael Spregelburd, está dibujado, o delineado, con el mismo tipo de clichés a los cuales se refiere él a la hora de “odiar” el género romántico. Es más, cualquiera que repase un poco la serie animada “The critic” (1994-95) tendrá a flor de piel varias de las características de Víctor Tellez. Hosco, mal llevado, algo neurótico, cinéfilo a morir y, por supuesto, lleno de humor (para los que lo ven de afuera), el hombre no está pasando por un gran momento. Su vida privada se muestra caótica, sin rumbo ni pareja, y en cuanto a lo profesional, hay hasta cierto desgano. Una pasión apagada salvo cuando habla de Godard. Hasta allí podría ser alguien salido de una novela negra, pero “El crítico” es una comedia romántica de modo que cuando una chica se cruza en su vida todo ese caos se revuelve aún más hasta tomar el nunca bien ponderado camino de los lugares comunes. Dado que el guión no oculta su deseo de transitar por las fórmulas archiconocidas del género, más bien lo contrario, el director Hernán Guerschuny lo lleva a fondo como para que quede claro que además de reírse de sí mismo, se trata de hacerlo con fundamentos sólidos. Esta es una película que divierte y muestra un costado poco común en el cine. Hay algunos detalles curiosos. Que aparezcan algunos críticos conocidos en nuestro medio obedece más a un guiño interno que se codeará con al absurdo total cuando esos individuos pasen por la Asociación Argentina de Actores a cobrar el cheque. Imposible no imaginarlo mientras vemos las escenas filmadas en el microcine Vigo. También tenemos en Tellez a un tipo cuyos pensamientos u observaciones mordaces son en francés (¿?... ah, cierto que le gusta Godard). ¿Para ir por festivales o mostrar las virtudes políglotas de Spregelburd? ¿Qué importa? Está bien hecha, lo cual es un montón para el género de comedia de estos tiempos.
Si existe una imagen más o menos generalizada de lo que puede ser un crítico de cine es la de la película de Hernán Guerschuny. Es el que colabora semanalmente con un diario, no gusta de nada de lo que ve, vive ajustadísimamente de su profesión y padece las fobias y manías que la película retrata con humor y agudeza. Que el crítico en cuestión resulte amigable se debe a Rafael Spregelburd. Más allá de cualquier destreza o habilidad actoral, Spregelburd genera un ritmo, tono y hasta una música propia que imprime a su Víctor Tellez una credibilidad enorme. Frente a esta imagen de crítico porteño la mirada del director no es distante ni demoledora. No cabe duda de que Guerschuny está del lado de su crítico. No de sus ideas pero sí de lo consecuente que intenta ser con ellas. La integridad se demuestra en el momento en que el jefe lo humilla ante la presión de las distribuidoras. Por lo demás, Tellez habita ese mundo decorado y moldeado por el cine que choca siempre con el real, un espacio poblado de personajes del quehacer cinematográfico. Sin embargo la película no se encierra en un acopio de referencias gratuitas. Cualquiera que desconozca alusiones al medio local puede disfrutar de su agradable fluidez que la lleva inexorablemente a la comedia, género que el crítico detesta y la película remoza. Como en la gran Hechizo de tiempo, Tellez queda atrapado en un tiempo regido por azares y encuentros fortuitos. Es evidente porque “el género manda”, que para romper este hechizo deberá superarse y quizás sean las dos mujeres que promueven el cambio las aristas más interesantes que tiene la película, las que la abren y alejan de lo que podría haber quedado en un mero retrato paródico. “La turista cleptómana” –encarnación de la actriz de esas comedias aborrecidas– parece llegar desde un época anterior al cine; época de impronta teatral, bicicletas, danzas y ferias de antigüedades. “La sobrina”, en cambio, está cerca de la visión de una nueva generación. Es la de la crítica salida del clóset y de toda impostura; la que le discute sus ideas más arraigadas y lo hace caer en la trampa de creer que lo que se ve en la cámara de vigilancia es una película taiwanesa. Y a propósito de este novedoso personaje vale decir que contrariamente a la imagen de crítico que la película propone, la reflexión sobre el cine –la gran mayoría de las veces no remunerada– fue sustancialmente distinta en los últimos años. Ha llegado desde el centro y desde la periferia y ha sido prolífica en el acopio y revisión de material. Ha estado abierta a los géneros –la comedia en particular– y a nuevas tendencias cinéfilas. Ha interpelado a través de escrituras personales y ha sido producida cada vez más equitativamente por hombres y por mujeres de distintas edades, algunos incluso estudiantes de cine. Sin embargo este crítico porteño y neurótico apegado a sus ideas que no logra ser consciente de sus clisés tiene fuerte anclaje real. Todavía subsiste y deambula por ahí y en este sentido hay que animarse a proclamar que la idea de la muerte del cine a esta altura resulta demodé y bastante trillada. Incluso cursi, siguiendo el epíteto de cabecera del crítico en cuestión. Cursi y previsible, con perdón de Truffaut.
“EL CRÍTICO”: LA TRAMA CONTRA EL PROTAGONISTA Las luces se apagan, una función de prensa más está por comenzar y todo parece transcurrir de forma normal hasta que, de repente, los mismos periodistas se dan cuenta que ésta vez la trama habla de ellos mismos. Víctor Tellez trabaja en los medios como crítico de cine y un adjetivo muy particular lo define: exquisito. Semana tras semana su empleo lo hace pasar varias veces frente a la gran pantalla para adelantarle al público las películas que se están por estrenar. Sin embargo, el protagonista – recreado por el actor Rafael Spregelburd – se diferencia por la severidad y la búsqueda de un séptimo arte original, distinto y para nada repetitivo ante cada obra. Esta lucha por mejorar el cine que Víctor parece amar, aunque se esfuerza por no demostrarlo en lo más mínimo, se ve reflejada en la dureza de sus notas en las que no duda en destruir un film de ser necesario. Enemigo acérrimo de los finales previsibles, de los cambios inverosímiles de trama y de los finales rosa, muchas veces Téllez no es tomado en serio por su forma de ver el cine. De apariencia soltero o por lo menos divorciado, el crítico tiene una hermana, una sobrina, varios enemigos entre los directores y una vida rutinaria que la llegada de una mujer viene a intentar cambiar. Es el personaje de Dolores Fonzi, Sofía, quien aparece en su camino y se interpone ante su búsqueda. Sin previo aviso, la insensibilidad y dureza del hombre se enfrenta a la calidez y fragilidad de la mujer. En un juego por momentos divertido y de a ratos imperceptible transcurren los aproximadamente 100 minutos que dura el film dirigido por Hernán Guerschuny. Si bien el largometraje tiene detalles interesantes como son el hecho de que el personaje piense en otro idioma y el constante subtitulado a pesar de que está hablado en español, no deja de ser cierto que la historia planteada pone como antagonista por al mismísimo protagonista. Lo que busca contar el director va en contra del papel de Téllez, para el cual él mismo preparó el guión. Simpática en algunas escenas y desconcertante, en un mal sentido, cuando se llega a sentir que hay momentos que no aportan demasiado a la historia o en las que el argumento pierde el atractivo que parecía tener. Rara es una palabra demasiado abstracta y subjetiva pero que a esta película le queda a la perfección. Un relato que no llega a ser aburrido pero si pintoresco, inconsistente por momentos y creado por un director que no se destaca, por representar un mundo demasiado conocido para quienes opinarán sobre su obra, pero que quizás expone una crítica sobre el mundo cinematográfico, a través de su intento por no recaer siempre en el mismo final. Dependerá del análisis personal ver qué tan exitoso fue el intento de Guerschuny por escapar de los clichés y los lugares comunes o si en todo caso terminó fracasando a pesar de conocer cómo piensa “El Crítico”.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
El crítico en su laberinto El film comienza con una estética que remite a Jean-Luc Godard y al estilo de cierto cine europeo de los ’60: textos que aparecen de manera entrecortada, imágenes registradas medio a los tumbos, la voz en off de un personaje solitario reflexionando sobre el cine y sobre sí mismo. Es una adecuada presentación del meditabundo Víctor Téllez, que piensa en francés porque es de esos críticos cinematográficos que veneran el cine con un aura refinada o prestigio intelectual. Tal vez Téllez sea demasiado joven para el arquetipo –muchos críticos de su edad suelen estar más atentos al cine independiente estadounidense y a series de TV–, pero en él se compendia, de alguna manera, el desdén de buena parte de sus colegas por quienes consumen cine impulsados sólo por la moda o la costumbre. El hecho de mostrarlo sintiendo que sus actos cotidianos forman parte de un film es uno de los aciertos de El crítico: ¿acaso no nos pasa un poco a todos los que acompañamos el discurrir de nuestras vidas con películas que, ineludiblemente, terminan ocupando un espacio privilegiado en nuestras fantasías y nuestra memoria? Claro que Téllez no sabe capitalizar lo que le ofrece el cine y ni siquiera parece disfrutarlo demasiado, hasta que –como en las comedias románticas que desprecia– conoce a una joven que logra sacarlo de su frialdad e individualismo. El guión, escrito por el propio director, Hernán Guerschuny (Buenos Aires, 1973), está muy bien trabajado, con situaciones hábilmente planteadas y diálogos precisos, sin cargar las tintas al ironizar sobre unos u otros. Evita, incluso, el costumbrismo subrayado al que nuestro cine nos tiene mal acostumbrados, que apenas asoma en la escena del hombre de al lado rompiendo la pared. Secuencias como la del teatro o la cena en la que ella extraña a su padre permiten, con pocos elementos y sentido del humor, conocer mejor las virtudes y defectos de ambos personajes. Aunque es su primer largometraje, se nota que en Guerschuny hay conocimiento del tema y una formación detrás (estudios de cine y comunicación social, trabajos en el periodismo especializado y la realización de comerciales, programas televisivos y cortos como La cita, con el que El crítico tiene puntos de contacto). Cuesta encontrar una película argentina con tantos guiños y referencias cinéfilas. Y pocas, de cualquier origen, que pongan el foco sobre la figura de un crítico: una excepción reciente es Un autre homme (del director suizo Lionel Baier, exhibida en el BAFICI 2009), en la que, provocativamente, la crítica cinematográfica se vinculaba a lo oscuro y lo insensible. La relación de la pareja de aquella era, sin dudas, más enfermiza que la de El crítico, que no pretende mucho más que jugar con ciertos tópicos de la comedia romántica aleándolos con las mencionadas alusiones al universo cinematográfico, tomando como eje uno de esos personajes que, aunque algo odiosos, terminan ganándose nuestro afecto o compasión. Cabe destacar que en nuestro país la figura del crítico influyente se limita casi exclusivamente a la ciudad de Buenos Aires (en Rosario casi nunca hay funciones privadas para la prensa, son muy pocos quienes ejercen la crítica profesionalmente y, entre éstos, menos aún los que evidencian la cinefilia de Téllez). Pero la mayoría de los pormenores de El crítico son reconocibles y habituales, aquí y en todas partes, como el enojo de quienes se ven afectados por comentarios adversos dichos o escritos por comentaristas que tampoco se salvan de ser juzgados: es un hallazgo la expresión con la que un joven director los descalifica, diciéndoles no cineastas frustrados sino críticos frustrados. Es cierto que en la ópera prima de Guerschuny la relación sentimental avanza demasiado fácilmente (como en las películas que Téllez repudia), que un ocasional desvío hacia el género policial lleva la historia a un terreno arriesgado (el castigo a la sobrina del protagonista, por ejemplo, es un hecho grave que finalmente se diluye), que la aparición de flores y veladores encendidos para sugerir un cambio anímico resulta poco sutil, y que el final (que se corresponde graciosamente con los códigos genéricos que Téllez menciona en forma despectiva) parece repetirse o desdoblarse. Pero el conjunto es estimulante y divertido, luciendo igualmente funcionales los sobrios gags, los certeros comentarios musicales, la luz penumbrosa de una Buenos Aires invernal y la verosimilitud de las actuaciones, no sólo del notable Rafael Spregelburd (con su conocida capacidad para jugar con los personajes, haciendo cómplices a los espectadores), sino también de una Dolores Fonzi más suelta que en otras ocasiones, Ana Katz, Ignacio Rogers y el resto de los secundarios. Finalmente: es curioso cómo El crítico, aún tratándose claramente de una comedia sentimental ceñida a las reglas del género, tiene, al mismo tiempo, algo de la nouvelle vague tan admirada por su protagonista, con sus personajes afligidos deambulando por la ciudad envueltos en disquisiciones intelectuales, sus amoríos melancólicos, el universo del cine formando parte de la vida cotidiana. Otro rasgo que distingue a este film lúcido, retrato de uno de esos tipos dispuestos a cuestionar todo menos su forma de trabajo y su propia vida. Por Fernando G. Varea
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Pasa en las películas, pasa en la vida. El slogan de TNT le cae como anillo al dedo a Víctor Téllez, que no puede dejar de ver el mundo a través de sus ojos de crítico. Si el Harold Crick de “Más extraño de la ficción” escuchaba una voz que narraba sus acciones y buscaba ayuda profesional para elucidar si era el personaje de una comedia o de una tragedia, nuestro Víctor, afectado irreversiblemente por la nouvelle vague directamente piensa en francés y no vacila a la hora de definir que está encerrado en una comedia romántica. Es que, por una de esas vueltas tan cinematográficamente construidas de la vida, conoce a Dolores Fonzi. Y se enamora, muy a su pesar, porque es conciente de que tanto sus actos como sus sentimientos llevan consigo la maldición del cliché. Por eso la besa bajo la luz de la luna y atraviesa la ciudad para ir a buscarla bajo una copiosa lluvia. Por eso sus amigos son esos personajes secundarios algo bizarros y queribles que condimentan cualquier culebrón barato. Por eso empieza a ver escenas en cámara lenta y sí, también, en blanco y negro. Nadie puede tildar a la ópera prima de Hernán Guerschuny de convencional. Se agradece que la cartelera nacional arroje títulos que busquen romper el molde. Pero al director le pasa con “El crítico” lo mismo que a Sofía Coppola con “The Bling Ring”. Si la fascinación de la autora por sus personajes terminaba por dotar a su obra de una densa liviandad, el regodeo en el artificio por parte del director de la revista Haciendo Cine se traduce en un automatismo demasiado calculado. “Menos butaca y más ejercicio” le dice Marta a Víctor en una de las primeras escenas del film. Lo que le falta al personaje es lo que la película necesita: vitalidad.
"El crítico" parodia al reseñista cinematográfico a través de su protagonista, Víctor Tellez, cuya vida da un vuelco al verse inmerso en una comedia romántica. Es en la reverencia a ese género cuando el filme logra sus momentos destacados. De Jay Sherman para abajo, el crítico en la cultura popular es una figura tan idealizada como invisible, tan temida como inofensiva. A esa caricatura moderna hoy en vías de extinción se aferra El crítico, dirigida con conocimiento de causa por el también crítico cinematográfico Hernán Guerschuny. Aunque el irritablemente querible Víctor Tellez (un eficaz Rafael Spregelburd) odie todos los clichés del cine actual, al que destroza en sus reseñas de diario (sus últimas cinco estrellas fueron hace “veinte años”), él mismo encarna un cliché viviente, un cinéfilo de barba espesa, anteojos de marco grueso y gastado tweed marrón que piensa en francés en honor a su amado Jean-Luc Godard y que se junta con sus colegas para repetir hasta el hartazgo adjetivos recurrentes como “fallido”, “mediocre” o “unidimensional”. La cuestión es que la ética de Tellez es tan absoluta que llega al absurdo, en tanto analiza la vida misma como si fuera una película. Por eso su existencia es gris, porque todo lo contempla con escepticismo, con cinismo, con ánimo depresivo: hace rato que su rutina dejó de tener cinco estrellas. Su suerte da un vuelco cuando conoce a Sofía (Dolores Fonzi), una extranjera de la que se enamora a pesar de que ella es diametralmente distinta a sus gustos y valores de ermitaño audiovisual. Así, Tellez se verá envuelto en una trama de comedia romántica a medida de esas a las que él detesta, como si el destino (amoroso) fuera un género (“el arte imita a la vida”, se oye), ese que ostenta persecuciones innecesarias hacia el final y besos a la luz de la luna y de refulgentes fuegos artificiales. Preferible cuando se acerca a la comedia romántica que cuando se regodea en la simple parodia, El crítico logra sus mejores momentos en la pareja Tellez-Sofía, tanto cuando él se resiste a bailar una canción de Gilda como cuando se pasean felices por mercados de pulgas o comen juntos en el descuidado hogar de él. El resto de la película parece transitar un incómodo afuera, en el que los prejuicios que se parodian son similares a los implementados para construir personajes y situaciones: el “corto experimental taiwanés” que desprecia Tellez no parece taiwanés ni experimental, y esa falta de realismo es la que permite el chiste fácil y anti-snob a lo Cohn-Duprat. Sacando esa tendenciosidad ingenuamente maliciosa, El crítico es un grato pasatiempo.
De nosotros, los críticos de cine, se dicen cosas horribles. Muchas son ciertas, aunque todas juntas es difícil que aparezcan. De todos modos, es cierto: hay algo de pedantería o soberbia en eso de querer decir lo que uno piensa a voz en cuello (sea sobre cine o sobre cualquier cosa). Tal es quizás el verdadero tema de esta película de Hernán Guerschuny, a su vez periodista y conocedor de los críticos de cine (edita la revista “Haciendo cine” con Pablo Udenio y varios de sus colegas aparecen en pantalla): cómo no estar tan seguro del mundo que a uno lo rodea al mismo tiempo que mantenemos tozudamente certezas sobre algunas de sus peculiaridades. El trabajo de Rafael Spregelburd, uno de los nombres más importantes del teatro contemporáneo, se mantiene en el filo entre la parodia total y la humanidad convincente, y la luz que Dolores Fonzi aporta a esta historia de señor demasiado serio vencido por el amor más simple, hace que la película, que amablemente nos toma el pelo, sea más que “una broma a mis amigos del medio”. No, es una comedia romántica, con sus meandros y sus desencuentros, y que, a pesar de ciertas fallas de timing (¡ahí tuvo que salir el crítico!) emociona con nobleza. No es necesario saber “algo” del medio para pasarla bien: después de todo, se trata de cómo las personas trascienden totalmente a su profesión… o no.
Cuando Tellez conoció a Sofía En todas las profesiones existen soberbios y amargados, pero a la opera prima de Hernán Guerschuny le interesa mostrar -con amable ironía- algo que parece conocer en profundidad, esa especie en extinción que es el crítico de cine riguroso, a contramano de un medio y un público que han cambiado. El film arranca con la descripción del universo, entre ridículo y patético, de Víctor Téllez (Rafael Spregelburd), un intelectual malhumorado, que tiene como modelos para su escritura y su vida, la estética/ética del cine francés de los años sesenta, al punto de pensar en el mismo tono y el mismo idioma de esas películas que admira y revé una y otra vez. Pasivo, sedentario y fumador compulsivo, su médico le ha recomendado “menos butaca y más ejercicio”. Algo de eso hace, mientras intenta congeniar con una sobrina adolescente que lo saca a correr al aire libre, al tiempo que -como no podía ser de otra forma- hablan de cine desde sus diferencias generacionales. Solitario, recientemente separado y en busca de una vivienda mejor que el claustrofóbico departamento de su neurótico presente, Tellez empieza a recorrer lugares en alquiler hasta quedar prendado de uno, por el cual también demuestra interés una joven espontánea y movediza que lo correrá de su eje. Así es cómo el crítico encuentra a Sofía (Dolores Fonzi): avasallante, impulsiva y con inquietudes culturales diversas. Como la protagonista de la argentina “Caja negra”, también su personaje se moviliza en una encantadora bicicleta y como la Jean Seberg que enamora a Belmondo en “Sin aliento”, Sofia es una turista snob y atractiva en una ciudad de pobres corazones. Por supuesto que el choque de planetas que surge de los contrastes entre ambos es lo que vuelve a la película más divertida. Inmerso en una especie de comedia con todos los tics que detesta, Tellez recorrerá los eternos tópicos del romanticismo recargado de los que mucho renegaba en sus implacables críticas. De la mano de la joven recorre nuevos ámbitos, como el teatro under -con el que no se conecta- pero sí con Sofía, a la que termina invitando a su casa para amarse y de paso ver sus películas preferidas que ella califica como viejas, sin entender cómo puede pasar tanto tiempo mirándolas. Activando emociones La película es ante todo una estrellada, pequeña y simpática historia de amor que funciona como un gran homenaje al cine y su entorno. Acierta en la creación de los climas y conflictos que no subrayan el dramatismo sino la torpeza que, a su vez, provoca la comicidad. Acumula situaciones graciosas e incontables guiños cinéfilos para todos los gustos. La fórmula “chico conoce chica y se enamora a pesar suyo”, demuestra que puede funcionar en cualquier ámbito y en este caso en el cine adentro del cine. Hernán Guerschuny conoce muy bien los entretelones del mundo periodístico y cinematográfico, los retrata en lugares reconocibles, aunque sin dejar afuera a un público como para festejar los abundantes gags. Muy elogiable por la capacidad para reírse de sí mismo, aun sin dejar de señalar convicciones, el director se manifiesta como un conocedor del paño, tanto en los defectos que ridiculiza con ternura, como en la demostración de que la cosa puede funcionar con el simpático juego de acumular los lugares comunes más edulcorados del género (el beso frente al río y el cielo estallando en fuegos artificiales, la corrida bajo la lluvia, las lágrimas y declaraciones de amor). Sostenida fuertemente en el encanto de Dolores Fonzi y la excelente actuación de Rafael Spregelburg, la película conecta con los sentimientos y experiencias de la gente, porque ¿quién no ha conocido a alguien parecido en algún momento de su vida? y ni hablar de la música que es uno de los puntos más altos para demostrar hasta qué punto activa emociones instaladas en lo más hondo del inconsciente colectivo.
A quien le gusten las comparaciones... Siento profundamente que me suceda esto con un film argentino, pero lamentablemente, esta película de Hernán Guerschuny me pareció lo más ‘soso’ que vi en mucho tiempo. Qué irónico; tener que hablar en tono de crítica acerca de un producto que justamente es un retrato de la decadencia en la que ese rubro periodístico ha ingresado. En realidad es un nicho que hoy en día perdió mucha credibilidad, a fuerza de medios alternativos que le dan a cualquier persona (calificada o no) la capacidad de elaborar una opinión acerca de algo. Pero, ingresemos en el terreno de la película propiamente dicha. Es muy evidente la forma en que algunos actores fuerzan las pausas de un guión con interminables diálogos carentes de profundidad. No es culpa del casting, sin embargo, sino del responsable de darle credibilidad a los diálogos. Si algo debo reconocer, es que el personaje interpretado por Rafael Spregelburd (El crítico, justamente) es una postal de lo que uno puede imaginar en torno a esa figura. Pero en el caso de por ejemplo, Dolores Fonzi, ‘la enamorada’ en cuestión, no pude más que encontrar un vacío total de desempeño actoral. 1 La historia no me resultó para nada interesante, de hecho me aburrió la mayoría del tiempo. Todo es gris en la vida de un tipo que pertenece a la redacción de un diario-sección espectáculos- y que sufre de problemas económicos, una personalidad regida por el análisis del todo y más, dificultades para socializar y un escaso sentido del sentimentalismo, el amor y la amistad. Víctor Tellez, el protagonista, padece de un inconsciente que razona en idioma francés, por el sólo hecho de que lo hace sentir más seguro. Pero ni siquiera sacaron partido de ese detalle… Cómo describir un guión tan cotidiano, con algún que otro elemento del terreno de la ficción que no llegó a ser bien explotado por el equipo de producción. Por ejemplo, las referencias a películas destacadas del cine clásico. En mi opinión, podría haber resultado interesante aprovechar esas imágenes para beneficio de la trama, porque aparentemente la historia acarrea humor… Un humor que jamás llegué a captar. En torno a algunos comentarios que leí sobre su paso por festivales, encontré algo de exageración en el tratamiento de las comparaciones. Cosas como, ‘para los amantes de Cuando Harry encontró a Sally’. Quizás mi conclusión ya la habrán deducido; te pintan al Crítico como la peor profesión del mundo mundial, dato del que nadie debería estar orgulloso. Pienso que el grupo reducido de cineastas fracasados (¡así los llaman en la película eh!) tendrá una visión más certera de hacia dónde apuntaba este relato pero, en lo que respecta a mí, no encontré más que un producto soporífero y tosco en cada uno de los sentidos de la palabra. Habrá quienes se interesen en mi visión, y habrá quienes me manden a la lona; porque al fin y al cabo… ¡Quién soy yo para criticar!
El crítico, una parodia romántica Realizar una crítica a una película que se titula “El crítico” y que encima está dirigida y guionada por otro crítico –Hernán Guerschuny, director de la revista Haciendo Cine-, es sin dudas un ejercicio reflexivo, autorreferencial y casi riesgoso. Y más aún si se tiene en cuenta que una de las cosas tematizadas por el film es el rol del crítico en la sociedad, su presunta superioridad intelectual para sentenciar si un determinado producto es una obra de arte o no. Da la sensación de que para obtener credibilidad y, por ende, autoridad, el crítico debe emplear determinados mecanismos para hacer pasar su opinión como un hecho verdadero –quizás, mucho del poder del periodismo se juega en eso, en la credibilidad-. Sin embargo, ¿Vale la pena ese esfuerzo? ¿Cuál es el criterio “correcto” para juzgar la calidad de una película? ¿Importa más si un guión está bien hecho o la sensación de satisfacción con la que uno sale del cine, más allá de cualquier pericia técnico-artística? Y es allí en donde “El Crítico” acierta, recuperando un aspecto elemental –y por elemental, muchas veces olvidado- de la experiencia cinematográfica: ese espíritu de disfrute desprovisto de cualquier tipo de frialdad analítica o distancia crítica, el goce primitivo frente a la pantalla. Víctor Téllez, interpretado por un fantástico Rafael Spregelburd, es el protagonista excluyente de este film, aunque está muy bien acompañado por Dolores Fonzi. Téllez es un reputado crítico de cine que vive amargado y desilusionado en un departamento que se cae a pedazos. Está convencido de que el “buen cine” murió hace tiempo y asiste a las funciones de prensa resignado, sin ninguna expectativa de encontrar algo que lo emocione. Culto, intelectual, pequeño burgués, cínico, pedante y elitista, este singular personaje aniquila con su pluma casi todo lo que ve, en especial las comedias románticas -el género que más odia-, por ser un compendio de lugares comunes superficiales e inverosímiles. Sin embargo, Téllez conoce a Sofía, una persona muy diferente a él –“unidimensional”, diría- que lo cautiva y lo enamora. Pronto, su vida se trastoca y se ve envuelto en todas esas situaciones de las películas que tanto odia: el beso bajo la luna llena, encuentros azarosos demasiado perfectos, la corrida bajo la lluvia, etc. En esos momentos, Téllez se da cuenta de que su vida misma se ha transformado en una comedia romántica. Con escenas muy divertidas y un humor muy agudo, Hernán Guerschuny condensa en Víctor Téllez una serie de estereotipos sobre el intelectual burgués clasemediero pero sin ridiculizarlo. Trabajando en un registro autorreferencial, El Crítico se convierte en una amable parodia de sí mismo en donde, de alguna manera, se reivindica aquello que su protagonista tanto odia. Es que el Crítico es, de hecho, una comedia romántica, pero con el agregado de que Téllez, poseedor de un saber “superior”, es consciente de los clises que va atravesando, y eso lo desconcierta y lo desespera. Inteligente, graciosa, refrescante y original, en su primera semana y media de taquilla El Crítico ya superó los 21.000 espectadores. Por Juan Ventura
Publicada en la edición digital #261 de la revista.
La comedia romántica que se ríe de la comedia romántica "El Crítico" es un film de coproducción argentina-española que explora la ironía de trabajar criticando cine y a la vez verse inmerso en la vida real dentro de un género que el crítico suele detestar casi por naturaleza, la comedia romántica. Lo irónico del guión está bien planteado, es algo un tanto pretencioso, pero la premisa es interesante. El problema surge cuando los guionistas no se deciden por tratar la cuestión central con total ironía o tirarse para el lado comercial y ofrecer otra comedia romántica más pero con un poco más de cabeza. A mi forma de verlo, termina siendo esto último, un producto que con algunos toques más de acidez y cerebro que la media nos termina ofreciendo la típica comedia romántica de contrapartes opuestas que por milagros de la vida se terminan uniendo y viviendo una aventura de amor azucarada. Sí, ya se que me van a decir que el final no es el típico de este género, pero no es más que el resultado lógico y predecible de hacia donde debía confluir la peripecia. Con esto no diga que sea una mala película, en absoluto, pero sí creo que le faltó jugarse un poco más. Viéndola como exponente de la comedia romántica argentina, es un buen entretenimiento, inteligente y original, aunque su dinámica, un tanto sosa, no la deja llegar a lo más alto del podio cinéfilo. Hay algunos gags que funcionan y otros no tanto, al igual que los personajes secundarios, como por ejemplo el amigo crítico de nuestro protagonista que está muy bien en su rol y por otro lado el joven cineasta en busca de venganza que no llega a cubrir las expectativas de villano. Los protagonistas, Dolores Fonzi como Sofía y Rafael Spregelburd como el crítico gruñón Víctor Tellez, hacen un buen trabajo interpretativo, carismático y convincente, aunque nunca llegan a ser tan divertidos como uno esperaría. En conclusión diría que es un entretenimiento bueno, con algunos lugares menos comunes que la media de comedias románticas pero que no llega a decidirse si quiere ser un producto comercial o algo menos mainstream.
El desprecio El protagonista (interpretado por el notable actor Rafael Spregelburd) no es un buen crítico de cine, sino que representa a lo peor de su especie. Es uno de esos prestigiosos criticoides que, lejos de informar, analizar o plantear una opinión justificada, dictamina, despliega veredictos. Como toda caricatura, tiene mucho que ver con algunos ejemplares reales que pueden encontrarse de vez en cuando, pero durante su primera mitad esta película construye un personaje detestable, precisamente resaltando estas características del estereotipo del cinéfilo amargado; un tipo que se refugia en sus amados clásicos y desprecia a todas y cada una de las películas que le toca ver en las funciones privadas. El personaje cree ingenuamente que puede utilizar diálogos del cine de Jean-Luc Godard para ciertas situaciones de la vida real y, como no puede ser de otro modo, fracasa estrepitosamente en el intento. Para despuntar este perfil desagradable, utiliza un software que escribe por él, con frases ya hechas, intercambiables y utilizadas según la ocasión. De todas maneras y a pesar de lo que pueda pensarse, el libreto se las ingenia para generar empatía por un personaje que esconde amarguras recónditas, que se esfuerza por caer bien a pesar de él mismo y que descubre una chica que le corresponde (Dolores Fonzi) sin entender realmente qué es lo que ve en él. Una escena en que ambos están juntos en su apartamento y en la que él se mira en el espejo con una mueca, para después moverlo y poder verla solo a ella, describe sin necesidad de palabras a un personaje plenamente disconforme consigo mismo y su imagen. Pero quizá uno de los puntos más interesantes de esta película es que ya expone su propia crítica. Deja planteada, con mucha gracia, la forma más burda y obvia en la que suele criticarse a las comedias románticas, señalando todos los clichés y lugares comunes, los golpes bajos y la forma de manipular a la audiencia para lograr emociones y lágrimas fáciles. Y luego de eso, utiliza esos mismos clichés. Y lo más curioso es que lo hace bien, logrando los efectos buscados, de algún modo reivindicando los lugares comunes tan criticados. Por alguna razón existen los clichés, pareciera decir el director debutante Hernán Guerschuny (antes director de la revista Haciendo Cine) porque funcionan, porque tocan fibras inconscientes; porque la audiencia, a pesar de ya conocer sus mecanismos, su despliegue y su sucesión, sigue reaccionando ante ellos de la forma esperada. El "chico conoce chica" es la fórmula más vieja del mundo, pero la gente gusta de ver una y otra vez esta clase de historias y sus variaciones. Cerca del final se plantea una inteligente reflexión, de esas que nos llevamos a casa. Como en Melinda y Melinda de Woody Allen se propone una encrucijada sobre cómo deben ser los desenlaces en estos planteos románticos, un final triste o un final alegre determinarán si lo que estamos viendo es un drama o una comedia, y qué parte de la audiencia se verá decepcionada o conforme. La solución de Guerschuny, sin caer en lo uno ni en lo otro, es plantear uno de esos finales abiertos que quedan picando, de esos que otorgan al espectador la valiosa oportunidad de reflexionar al respecto, y completarlo a su manera.
Criticar la crítica Complemento o parásito La película El crítico de Hernán Guerschuny, por más ligera que a simple vista parezca, es un buen puntapié para iniciar una polémica sobre el lugar de la crítica cinematográfica. Son varios los interrogantes que abre, no solo mediante planteamientos explícitos, sino por su mera existencia en el circuito cinematográfico argentino y las circunstancias en la que fue creada. Estamos hablando de una película escrita y dirigida por un crítico cinematográfico, Hernán Guerschuny. Que más que un crítico, es una mezcla de estudiante de cine con estudiante de periodismo. Antes de hacer cine, se dedicó durante mucho tiempo a dirigir la revista “Haciendo Cine” , a mi juicio una de las mejores en el rubro, rol que todavía sigue ejerciendo. La mirada de Guerschuny, plasmada en esa revista, revela también una serie de cosas acerca del lugar de la crítica. Lo que en principio parece una contradicción insalvable entre dos expresiones contrapuestas, “hacer cine” y “criticar cine”, en realidad, desde el punto de vista de Guerschuny, es una y la misma cosa. O al menos senderos diferentes pero que confluyen en un mismo destino: la consolidación de la industria cinematográfica nacional. La revista “Haciendo cine”, entonces, entiende a la crítica como un brazo que auxilia las necesidades de crecimiento de la industria cinematográfica nacional. El hecho de que de dicha publicación haya surgido una productora (la que hizo la película El crítico entre otras) sirve como ejemplo. Diego Batlle (crítico histórico de “La Nación”) decía que luego de filmar esta película a Guerschuny no se le iba a poder hacer el clásico achaque de que se trata de un director frustrado. La idea de que los críticos de cine en realidad quieren ser cineastas parte de un supuesto presente también en la anterior definición de la crítica (entendida como herramienta de fortalecimiento de la industria): el crítico no es un profesional autónomo, que se mueve dentro de un ámbito particular y separado del resto, con reglas y códigos propios, sino que su actividad está puesta al servicio de otra más importante. Más allá de que una sea más descalificativa que otra, en ambas concepciones se ve a la crítica como actividad satelital del cine, se desdibuja su rol autónomo y separado. Gente enojada con el mundo Respecto a lo que El crítico sí plantea explícitamente, puede decirse que hay un primer abordaje más existencial del lugar que ocupa el crítico de cine. Existencial porque se muestra al crítico (Téllez) como un ser hosco, poco sociable, cuestionador de todo, que subestima al conjunto de la especie humana menos a sí mismo, a quien se tiene en gran estima. El personaje de Téllez es en el fondo un ególatra que cree poseer la noción justa de lo que es el buen gusto y que los demás viven equivocados, llenos de prejuicios e inconscientes de su mala capacidad de apreciación estética. Se plantea también, ligeramente pero no por eso con menos contundencia, que el crítico plasma sus propios prejuicios y estados emocionales, su frustración individual, en la crítica de una obra ajena. El personaje de Rafael Spregelburd, que interpreta excelentemente el papel, vive enojado con todas las películas que se producen y a las que tiene que criticar para el diario en que trabaja. No soporta las comedias románticas, que le parecen todas iguales y estúpidas. Un director amateur que aparece como personaje, al que Téllez le defenestró la ópera prima, le dice que no se bancó que su película tuviera un final feliz. Que no se banca que la gente se quiera y por eso condena cualquier película con cierto mensaje esperanzador. En el fondo, es su propia trabazón afectiva la que lo lleva a ser tan duro con las películas, en la medida que edulcoran una realidad que él percibe desde una existencia gris y solitaria. Más allá de la banalización adrede de las circunstancias que rodean la vida de estos personajes, la película de Guerschuny informa sobre un aspecto muy importante del fenómeno de la crítica de cine: que reproduce prejuicios arraigados en los críticos de cine, que en definitiva son también una manifestación más de la sociedad en que viven. Escuelas de cine También en el marco de los planteos explícitos de la película, está la cuestión de a qué escuelas debe adscribir el crítico para constituirse como esa autoridad del gusto que anhela ser. En el caso de Téllez, su biblia es Godard y su peor enemigo las comedias románticas americanas. El protagonista piensa en francés porque considera que el castellano es de mal gusto. Afirma que terminar con un beso una película es la gran falacia del cine americano, dado que en la vida real las verdaderas historias, o los verdaderos conflictos, empiezan después del beso. Mientras el personaje piensa en francés, la música y el tono de las escenas parece tener una impronta de la nouvelle vague. Aunque cuando Téllez tiene que alcanzar a la mujer que ama antes que se tome el avión a España, corre dramáticamente bajo la lluvia como lo hacen los galanes en las comedias románticas americanas. Lo que podría tomarse como una burla a la nouvelle vague, en realidad es un sentido homenaje. Ciertos diálogos entre la mujer naif y el hombre indiferente parecen sacados de una película de Godard. La penetración demoníaca del dinero corrompiendo los principios de este artesano del gusto estético, también es un homenaje a la escuela francesa. Pero también están los homenajes a la comedia americana, empezando por la estructura misma del relato y cierto racconto de escenas románticas del cine americano, meticulosamente elegidas por alguien que evidentemente cultiva el mencionado género. Aproximaciones a una respuesta ¿Qué aporta por la tanto la visión de Guerschuny al interrogante sobre el rol de la crítica de cine? En primer lugar, detona el interrogante. En segundo, ayuda a pensar al crítico, y también al cineasta, más allá de la dicotomía entre cine europeo y cine norteamericano, tan instalada en nuestro acervo cinéfilo, pero que a mi juicio empobrece la mirada. En la película de Guerschuny, Téllez sale momentáneamente de ese lugar de crítico atravesado por sus propios prejuicios cuando se enamora y, por lo tanto, se “afloja”. Me parece que se trata más de un giro divertido e ingenioso, puesto al servicio del relato romántico, y no una conclusión, a modo de reflexión, sobre el rol que debe ocupar la crítica en nuestro tiempo. En todo caso, debe pensarse la película de Guerschuny como un buen disparador para pensar la cuestión. Como última reflexión, diría que la crítica cinematográfica es más que un simple anexo de la industria. Por supuesto que colabora con su crecimiento y difusión, ayudando a afinar la mirada del público y de los realizadores, no porque los críticos sean poseedores de una facultad más desarrollada del gusto estético, sino porque la crítica filtra los productos cinematográficos. Los obliga a ser más contemplativos de la recepción que van a tener, aún cuando haya críticos mejores y peores, como en todo los rubros. Pero además de esa función básica, puede cumplir tareas más esenciales. Cierta crítica de cine condensa un tipo de reflexión estética como lo hicieron la crítica de Krakauer en tiempos del expresionismo, la del húngaro Balazs en los del cine soviético, o la de Bazin en los del neo-realismo italiano. ¿Por qué no la de Zizec en la era del cine norteamericano? La crítica es el espacio reservado para indagar en las nuevas formas que adquiere el arte más complejo y maravilloso de la historia. En definitiva, piensa en profundidad las nuevas formas de lenguaje que imperan en nuestro tiempo. Parafraseando al lúcido frankfurtiano Theodor Adorno, en sus reflexiones acerca del progreso, decimos que cuando la crítica es plenamente consciente del grado de desarrollo técnico que atraviesan las artes posee entonces jerarquía estética y filosófica. Su misión más importante es preservar las preguntas existenciales del ser humano, asumiendo que los progresos de la técnica llevan consigo progresos en los modos de expresión artística y humana en general, pero alertando también sobre las potenciales consecuencias catastróficas de ese avance vertiginoso de la historia.