13 Enanos en Pugna Y Peter Jackson regresó a las Tierras Medias… Lo que originalmente iba a ser un proyecto pensado y conceptualizado por Guillermo del Toro, gracias a las postergaciones de la MGM y la crisis económica del 2008, El Hobbit regresó a las manos de su director, lo que por un lado es un alivio, porque PJ creó sus propias Tierras Medias a partir de las novelas de Tolkien y es auténtico, fiel a su concepción original y su identidad cinematográfica como autor, pero por otro lado trae consigo una previsible decepción: la primera entrega de la nueva trilogía no ofrece algo nuevo que las anteriores entregas ya ofrecieran. La sorpresa, la expectativa, lo novedad ya no forma parte del entusiasmo popular. Es un film con espíritu épico, pero que no es épica en su resultado cinematográfico final, como si hubiese forzado a la novelita original a convertirse en algo bigger than life. O sea, seamos claros. Jackson es un gran narrador y recupera la aventura, el humor, la simpatía, la gracia y la imaginación que ya había manifestado en El Señor de los Anillos. Pero también está la sensación de que tampoco le resultó un desafío lograr esto, le sale automáticamente, apretando un botón. El problema principal es que se nota que la historia original de Tolkien podría contarse en una sola película de tres horas y no en tres películas de ¡tres horas cada una!. Por supuesto, que Jackson sabe muy bien como rellenar los huecos para lograr entretener a la audiencia: le agrega nexos al El Hobbit con El Señor… , que además sirven como guiño para que el espectador no pierda de vista sus personajes favoritos - y un elenco más conocido que los trece actores ingleses/irlandeses/australianos/neozelandeses que componen a los enanos protagonistas - pero más allá de eso, se nota que Jackson alarga demasiado algunas situaciones, escenas de peleas se hacen más extensas de lo que deberían ser - aunque no llegan al colmo de King Kong – la solemnidad – dedicado a José Luis de Lorenzo – se manifiesta con ese tono épico y grandilocuente con la que se presentaba en las entregas previas, que en realidad son posteriores cronológicamente. La sensación final es que se pierde algo de espontaneidad, pero el viaje el recorrido es bastante disfrutable en sí. Y no lo digo porque se haya filmado en 48 cuadros por segundo ni por el 3D, el cuál no pude disfrutar lamentablemente, sino porque es una película en la que Jackson se da la oportunidad de explorar un poco más a fondo el mundo de las Tierras Medias, sus criaturas, la tecnología caption motion – junto al Gollum, hay más orcos, trolls y otros seres mitológicos con voces de actores medianamente conocidos. Pero lo que la hace menos pretenciosa, acaso es el perfil humorístico donde se nota la mano de Guillermo del Toro. Desde una cena enana que parece sacada de Blancanieves hasta la pelea con tres trolls que emulan a Moe, Larry y Curly. Después, se vuelve más seria con la llegada de los elfos y Saruman - ¡aguante Christopher Lee! – para retomar el espíritu aventurero en el enfrentamiento con los orcos… y la aparición del Gollum. Hasta este momento, Martin Freeman – Bilbo – verdadero protagonista del film, no había tenido la oportunidad de destacarse sobre el mundo de las tierras medias, pero es en esta particular escena seudo teatral donde el personaje encuentra cierto anillo mágico, donde tiene un duelo interpretativo con Andy Serkis, que nuevamente se lleva los más grandes elogios sobre un buen pero intrascendente elenco. Serkis ya se volvió un artista increíble del caption motion: el trabajo corporal, expresivo e incluso la voz del actor es admirable. Un personaje complejo que vuelve a destacarse por sobre todos los demás por su humor, su esquizofrenia y su oscuridad. Freeman es buen actor, pero no tiene aún la presencia de Elijah Wood como protagonista, aún cuando recien comienza su camino como héroe. Acompañada por una admirable banda sonora de Howard Shore - que es mejor y más compleja en varios aspectos que la original de El Señor… - El Hobbit: Un Viaje Inesperado es un agradable entretenimiento, más divertida que La Comunidad del Anillo incluso, que sin la profundidad ni la sorpresa de la saga del año 2001, aún así conserva cierta magia, el tono mitológico e imaginación en escenas aisladas, y en el espíritu general del film. Pero a no bajar los brazos… el viaje recién comienza.
Vértigo en la Tierra Media Ambientada en la Tierra Media, sesenta años antes de la acción de "El señor de los Anillos", la nueva aventura cinematográfica de Peter Jackson sigue los pasos (grandes) de Bilbo, quien acompañando a trece enanos comandados por el guerrero Thorin, emprende una travesía para recuperar el Reino Perdido. El Hobbit: Un viaje inesperado es, antes que nada, un gran espectáculo visual que continúa colocando a los personajes centrales en el ojo de la tormenta. En la película reaparece Gandalf (Ian Mc Kellen) y otros ya conocidos por el público. Aunque la primera hora puede tornarse morosa, lo que sigue entrega una catarata de aventuras y de acción imparables en la que dicen presente un sinfín de criaturas peligrosas, agazapadas en la oscuridad. Es el caso de Gollum, quien escondido en una cueva subterránea encuentra con Bilbo uno de los mejores momentos del film, con un anillo que tiene poderes únicos o también el enfrentamiento entre los Gigantes de Piedra, mientras los protagonistas están a punto de caer por un precipicio. Todo está jugado a lo grande y Jackson sabe hacerlo. La eterna lucha entre el Bien y el Mal alcanza en la historia límites insospechados entre orcos, mutantes, hechiceros y aves salvadoras. Queda la puerta abierta para la segunda entrega de la saga titulada El Hobbit: Historia de una Ida y de una Vuelta.
La aventura comienza... de nuevo Nueve años después del último episodio de El Señor de los Anillos, Peter Jackson regresa a la Tierra Media con el primero de los también tres episodios que tendrá su versión de El Hobbit. Si bien el libro fue escrito por J.R.R. Tolkien antes que El Señor… y sólo comparte con él -originalmente, al menos- algunos personajes, en términos hollywoodenses actuales podría considerárselo una precuela. Y es de esa manera en la que Jackson se conduce en este universo: pintándolo de similares colores a los que ya conocemos. La continuidad, entonces, está asegurada: mismos actores, mismo estilo, mismo “tono”, similar organización narrativa y visual, parecidos personajes. Uno ve El Hobbit y -al menos en la versión 2D y en 35mm que se proyectó a la prensa aquí- al segundo sabe que está adentro del mismo universo que el de El Señor de los Anillos, lo cual tiene sus pros y sus contras. A favor tiene, obviamente, saber que millones de espectadores aman ese universo y desean volver a él para ver nuevas/viejas aventuras de algunos de sus queridos personajes. En contra está el hecho de que para muchos otros (fans o no de la trilogía) el asunto puede volverse algo reiterativo, “menos de lo mismo”, un retorno que no es otra cosa que “ir a lo seguro”. Un viaje inesperado, título de la primera de las películas, juega en el límite entre esos bordes. Narra las continuas aventuras de un grupo de pequeños antihéroes (un hobbit y una docena de enanos, además del mago Gandalf) recorriendo tierras de monstruos, orcos, trolls y otras criaturas viejas y nuevas, para llegar a otra montaña lejana y aparentemente de imposible acceso, controlada por un ser peligroso (en este caso, el gigantesco dragón Smaug) al que nadie se atreve a desafiar. Si hay que buscarle una diferencia a El Hobbit respecto a El Señor… es su tono algo más infantil y humorístico, algo que está en el texto y que se acrecienta en el film con la presencia de los enanos, personajes que parecen salidos de cuentos de hadas. Al principio de la película, tras la notable introducción en la que el viejo Bilbo (Ian Holm) cuenta cómo Smaug se quedó con la Montaña Solitaria echando a su “pueblo originario” (enanos que, en realidad, son más grandes que los hobbits), y luego del encuentro entre Bilbo (Martin Freeman) y Gandalf (el a la vez más joven y más viejo Ian McKellen), el film parece entrar en una plomiza laguna en la que, a lo largo de más de 40 minutos, los viajeros de esta saga se unen para comer, cantar y destrozar la cabaña del tranquilo Bilbo. Es que si hay un viaje, una transformación que contar en esta película, es la de este pequeño hobbit que no quiere saber nada con modificar sus rutinas (comer, fumar pipa, leer y así) para sumarse a una peligrosa aventura con una serie de ruidosos desconocidos. Pero lo hará, convencido a medias de que puede ayudar en la tarea por un Gandalf que siempre parece saber cómo terminan todas las historias, alguien que está en la película para arreglar las cosas que se salen de cauce. El Hobbit tomará ritmo narrativo cuando la banda salga en su aventura y empiece una larga serie de cada vez más complicadas y extensas batallas con las susodichas criaturas, en las que Jackson vuelve a exhibir su arsenal de piruetas visuales, así como su dominio y control de la narración. Pese a su espectacularidad visual, Jackson se va volviendo cada vez más clásico en su forma de narrar: cada escena tiene su tiempo y su desarrollo, y muy pocas cosas en la película se sienten apuradas. Esto también puede jugarle en contra: si hay un problema en El Hobbit es que Jackson aquí no resume el libro a sus bloques narrativos fuertes y/o esenciales como lo hacía en El Señor…, sino que lo expande, usa todo lo que escribió Tolkien y más también, perdiendo uno de los puntos fuertes de aquellos films: su concisión, la sensación de que todo lo que veíamos era esencial a la trama. Igualmente, si tomamos en cuenta la trilogía anterior, hay que pensar que la primera película sólo es un aperitivo para el plato fuerte que viene después. Uno desea que aquí suceda lo mismo. El Hobbit es un espectáculo visual innegable en el que las mejores escenas quedan en manos de caras conocidas (un encuentro en Rivendell de viejos personajes deja en claro que le costará a esta serie imponer nuevos rostros) y de algunas criaturas (no personajes) que no existían en la saga anterior. Con el correr de los minutos la trama se va volviendo más oscura y siniestra -la aparición de Gollum y el anillo se dan ahí-, pero también hay una permanente sensación de déjà vu que recorre toda la película: cada nuevo combate, cada nueva situación, parecen extensiones no del todo necesarias de una película muy parecida que ya vimos antes. No es culpa de Jackson, claro, que los espectadores no se sorprendan tanto ahora como lo hicieron cuando se estrenó La Comunidad del Anillo. El visualizó este mundo a partir de los textos de Tolkien y quiso volver a llevar a los espectadores ahí. En ese sentido, sale mucho mejor parado que George Lucas en la primera precuela de Star Wars (¿Remember Jar Jar Binks?), pero no hay demasiada innovación tampoco. Pasarle la dirección a Guillermo Del Toro -como se hizo en un primer momento- podría haberle dado al film un ángulo y una mirada diferente. No necesariamente mejor, pero era algo que podía generar una intriga extra en el espectador. Aquí ya sabemos dónde y cómo nos van a conducir en el viaje. Y esa seguridad es lo mejor, pero también lo peor, que tiene esta primera película de la trilogía. PD. La versión 3D y en 48 cuadros por segundo, que tantas controversias y comentarios viene causando por el mundo, no había llegado a la Argentina en el momento de la proyección de prensa, pero sí se estrenará en ese formato en unas 20 salas. Habrá que volver a ver el film así para ser del todo justos con la visión de Peter Jackson.
Nueve años después del estreno de El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey, el director Peter Jackson regresa a la Tierra Media con una nueva trilogía: El Hobbit, que da su puntapié inicial con Un Viaje Inesperado. Una pequeña gran aventura. Bilbo Bolsón es un hobbit que disfruta de su tranquila vida en la Comarca, hasta que un día recibe la visita de Gandalf y trece enanos. Bilbo, quien nunca estuvo interesado en formar parte de una gran aventura, de repente se ve inmerso en esta épica odisea para recuperar el reino de Erebor, perdido a manos del terrible dragón Smaug. Liderados por el legendario guerrero y heredero al trono de Erebor, Thorin Escudo de Roble, esta nueva aventura los llevará a las tierras más salvajes, infestadas de orcos, letales wargos, arañas gigantes y hechiceros. Un Viaje… ¿Necesario? Ante todo voy a reconocer que nunca fui un gran fanático de la saga de El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo me aburrió a más no poder y, aunque Las Dos Torres y El Retorno del Rey me parecieron muy buenas películas, el universo de Tolkien nunca me terminó de atrapar. Cuando se anunció El Hobbit, Guillermo Del Toro iba a ser el director y eso captó mi atención. El mexicano dirigiría las dos películas (recién se decidió dividirlas en tres partes, pocos meses antes del estreno) y escribiría el guión junto a Jackson. Al poco tiempo de que se informó la partida de Del Toro, también partió todo mi interés por el proyecto. Luego Peter Jackson tomó las riendas, y el resto es historia. Mientras que los libros de la trilogía completa de El Señor de los Anillos sumaban casi 1400 hojas y tres películas de casi tres horas de duración, El Hobbit es un solo libro de poco mas de 300 páginas y, por ahora, una sola película de casi tres horas de duración. Entonces, ¿Era realmente necesario dividir el libro en tres partes a la hora de filmarlo? Solo el tiempo, con la trilogía completa ya estrenada, responderá esa pregunta, pero juzgando por Un Viaje Inesperado, mi respuesta es no. Este es el mayor problema de El Hobbit: el film se detiene demasiado en escenas o secuencias que no suman ni restan a la historia pero que, supongo, tendrán sentido para los seguidores de Tolkien o quienes hayan leído el libro. Los problemas de ritmo del guión y del montaje son recurrentes durante casi las primeras dos horas del film, que si bien no llega a aburrir, puede resultar frustrante. Lo mejor de El Hobbit está todo en la última hora. No solo la historia pisa el acelerador, sino que también es donde se encuentran las mejores escenas del film, entre ellas, una que involucra a Bilbo y Gollum, donde vemos las mejores actuaciones de la película. La “batalla final” también es otro punto fuerte: la espectacularidad de las imágenes no hace más que reafirmar el buen ojo de Peter Jackson a la hora de filmar este tipo de secuencias. Martin Freeman hace un buen trabajo como Bilbo Bolsón, aunque no tiene demasiados desafíos desde el guión. Lo mismo para el veterano Ian McKellen, quien podría interpretar a Gandalf dormido, y aun así haría un buen trabajo. Es, nuevamente, Gollum quien se roba el film. Aunque el personaje aparece por no más de veinte minutos, Andy Serkis hace un trabajo excepcional y, al igual que con su interpretación de César en El Planeta de los Simios: (R)evolución, su actuación debería ser reconocida con un premio, a pesar de que el personaje fue completado digitalmente. Lamentablemente, la versión de El Hobbit que fue proyectada era en fílmico y 2D, por lo tanto no puedo criticar mucho los aspectos técnicos del film, entre ellos, el tan criticado “48 cuadros por segundo”. Pero creo que tranquilamente puedo afirmar que quienes vean la película en su formato digital no van salir decepcionados, ya que técnicamente no tengo más que halagos. El Hobbit se ve y se escucha excelente. Y esto es realmente una lástima, debido a que, aunque visualmente es atrapante, el guión no acompaña y nunca termina de atrapar al espectador. Conclusión El Hobbit es uno de esos extraños casos donde, a pesar de sus errores, la película funciona. Eso se debe gracias al buen ojo de Peter Jackson quien puedo sortear todos los problemas de guión y presentar un trabajo que, aunque visualmente hipnótico, es medianamente entretenido. Pero el problema de la película va más allá, ya que no tiene historia suficiente para justificar su metraje. Originalmente, planeada como la primera parte de una saga compuesta por dos films, uno simplemente se puede preguntar por qué razón los editarían para dividirlos en tres partes. Existiendo tantos baches a lo largo de sus casi tres horas de duración, bien podría habérsele restado unos 45 minutos. El film avanza demasiado lento hasta iniciada la última hora, y es recién ahí donde El Hobbit muestra sus mejores armas. Me quedo con una frase que dice Bilbo sobre el final del film, y espero que sea un presagio para las próximas películas de la trilogía: “Realmente creo que lo peor ya quedó atrás.” De corazón, espero que estés en lo cierto Bilbo querido.
De regreso a casa Peter Jackson es un director grandilocuente. Un tipo que no se conforma con poco, inclusive cuando su cine carecía de recursos lo suyo era abundante en ideas, cuanto más, mejor. Sin miedo al ridículo, su cine es como ese Kong que reversionó hace algunos años, un monstruo gigante que se sube en lo alto para hacerse notar. Esto puede verse en ese éxito instantáneo llamado El Señor de los Anillos, una obra hecha para disfrutar en pantalla gigante y que comparte junto a Avatar (y Cameron, otro genial excesivo) una intención de amplificar para impresionar, de exprimir los aspectos técnicos para brindar un viaje único dentro de la sala de cine. El Hobbit: Un Viaje Inesperado, a diferencia de El Señor de los Anillos, no logra impactar (habrá que ver la versión 3D de 48fps de la que tanto se habla, para la función de prensa no llegó la copia). Esa ausencia de asombro surge en parte porque ese mundo que se presenta delante de nuestros ojos ya se ha visto en la trilogía anterior y parte porque el material del que parte no resulta tan épico. El Hobbit (el libro) está destinado a un público infantil (con aventuras de las que se nutrió el mundo harrypotense) y aunque se desee imponer el peligro, no se acerca a aquel terror absoluto e intangible de Sauron (y por lo incorpóreo más terrible, habitaba en cada ser humano). Aquí el principal rival de la travesía es Smaug, un dragón, y pierde irremediablemente ante el señor oscuro de la Tierra Media. Las comparaciones con LOTR son inevitables. Estamos ante un nuevo viaje con los mismos aciertos, pero también, con similares defectos. La capacidad narrativa de Jackson es incuestionable, su maestría en las batallas también, en los vertiginosos enfrentamientos está uno de sus puntos más altos. Jackson posee una comprensión tal de la totalidad de los elementos que impide que nos extraviemos dentro del continuo movimiento de sujetos y objetos. Pero también está ahí su sensibilidad bobalicona que por momentos es exasperante. El abuso de la musicalización, el humor torpe, los primeros planos y el mundo élfico (con un aura de luminosidad omnipresente) se observan con saturación. Se toma el tiempo otra vez de adentrarnos en la Tierra Media, inclusive incluyendo personajes de LOTR que no aparecen en la novela original, para que nos sintamos cómodos, en casa otra vez. La cuestión es que lo que en aquella valía como descubrimiento aquí resulta en morosidad narrativa. Pierde demasiado tiempo en comenzar lo que funciona en la película, el viaje. Aquí toma otro color la historia. El viaje de los enanos, Bilbo (el hobbit del título) junto el gran y único Gandalf (con un Ian McKellen que lo hace de taquito) es hacía la montaña Erebor, un antiguo reino de los enanos ahora bajo el dominio del dragón Smaug, el objetivo, recobrar lo perdido. Aquí, a diferencia del libro, se toma una idea más noble justificándose sobre el orgullo y el hogar de estos desterrados. El libro dejaba más claro que el inmenso tesoro robado por el dragón (que son igual de codiciosos que los enanos) alcanzaba y sobraba para la aventura. En el camino hay orcos, trolls, goblins, elfos, magos, todo el microcosmos de tierra media. En esta primera parte ya se planta la idea de muchos personajes y retos por venir, sirviendo como preámbulo para lo que aún resta. Esta necesidad económica (o por la propia monumentalidad del cine de Jackson) de hacer tres extensas películas termina diluyendo la aventura, un poco de sincretismo no habría venido mal. Otra cuestión es la empatía sobre los personajes. Aragón y compañía rápidamente ganaron nuestro cariño, aquí en cambio entre tanta enumeración "enana" (Bofur, Balin, Ori, Dori, Nori y un largo etcétera) los rostros resultan intercambiables, dificultando el nivel de apego. Lo cierto es que el film no logro apasionarme, siendo un admirador de la trilogía anterior, me resultó una construcción maquinal. Me sorprendió su repetición en algunas resoluciones narrativas y visuales dentro de la misma película (y ya usadas en las LOTR). Se disfruta como un regreso al hogar, y por eso, también se siente como una falta de crecimiento de parte del cine de Jackson.
Regreso al viejo mundo El Hobbit: Un viaje inesperado (The Hobbit: An Unexpected Journey, 2012) es la nueva película de Peter Jackson, quien otra vez vuelve sobre los libros de J.R.R. Tolkien, esta vez para hacer una adaptación del que dio origen a lo que después sería la trilogía de El señor de los Anillos, y así nos sumerge nuevamente en el misticismo y fantasía de la Tierra Media. La película empieza con el hobbit Bilbo Bolsón (Martin Freeman) ya envejecido que vive con su sobrino Frodo (Elijah Wood) en La colina de Hobbiton. Ahí decide escribir sus memorias. En ellas cuenta sus aventuras de hace 60 años antes de El Señor de los Anillos. En aquel tiempo el joven Bilbo Bolsón recibió la visita del mago Gandalf (Ian McKellen) que lo requería para una misión. Aterrado y nervioso no querrá ser parte hasta después de conocer a los trece enanos de Erabor. Aquellos enanos han perdido su ciudad (Erabor) y su oro, pues fueron expulsados por el dragón Smaug. El hobbit decidirá acompañarlos en su travesía hasta la Montaña Solitaria para recuperar su hogar. El Hobbit es una trilogía y es por esa razón que en El Hobbit: Un viaje inesperado sólo se muestre la primera parte del argumento mencionado en el párrafo anterior. No se adentra en el desenlace pero marca el inicio de lo que será la aventura hacia la Montaña Solitaria. Peter Jackson pone todo su poderío en la realización ya que no presenta un mundo desconocido. Al contrario, la Tierra Media ya la presentó antes, y entonces no juega con la expectativa del espectador: aparecen los personajes que uno espera (al menos los principales) como Gandalf que está en todo su esplendor, orcos, elfos, el Golum, y muchos más conocidos. Además se vislumbra cuales vendrán después. Jackson hace un impresionante despliegue visual en las batallas, con movimientos de cámara en toda su destreza e imágenes muy bellas. Y no faltaba más, pero también hay una gran fuerza visual en las nuevas criaturas que habitan en la Tierra Media. Incluso todas están llenas de humor, pues el humor está muy presente en todo el relato. Sobre todo en las acciones del hobbit Bilbo que, con su manera de ser asustadizo y débil, atrae la atención. Tal vez el ser muy introductoria sea su punto débil. La película evoca muchas cuestiones que aparecerán después, como la maldad que se está formando y que pondrá en peligro a la Tierra Media. Aunque esa amenaza pinta dicho mundo de una atmosfera tenebrosa generando un contraste con la saga anterior. Pero después hay una lentitud inicial con todas las historias del pasado que son contadas, que puede volverse repetitiva en cada batalla de las que sólo se espera que los enanos salgan sanos y salvos. Y justamente son los enanos de Erabor quienes le dan ese toque particular, atractivo y místico a una narración que por momentos no tiene la solemnidad de El Señor de los Anillos. No se estará frente a una nueva película que revolucione por tratarse de un mundo ya visto, pero genera expectativa para las dos que vienen, ya que el universo de J. R.R. Tolkien está de regreso.
Y llegó el día, Hace ya casi diez años que terminó la enorme trilogía de El Señor de los Anillos, y ya desde antes se hablaba de la posibilidad de continuar con otra de las obras del autor J.R.R. Tolkien, El Hobbit, una suerte de precuela de esas aventuras fantásticas vividas por Frodo, Aragorn, Gandalf y compañía. El destino quiso que todo se complicara, Guillermo Del Toro abandonó la silla de dirección antes de arrancar, hubo problemas y cambios en la producción, y al final, fue Peter Jackson quien puso otra vez las barbas en remojo para retomar de alguna manera su obra más emblemática y hacer que ahora todo se encaminara buen puerto; y por los resultados vistos, fue una decisión más que acertada. La historia comienza con el Bilbo anciano (Ian Holm al igual que en El Señor...) quien escribe una carta narrandole a Frodo (breve aparición obligatoria de Elijah Wood) sus aventuras pasadas. Nos remontamos 60 años en el tiempo, el Dragón Smaug robó un tesoro preciado y sumió en la oscuridad a toda la comarca de los Enanos, dejándolos sin hogar. Uniéndose en la desesperación, Gandalf (Ian McKellen, obviamente) organiza de improviso una reunión en casa del Hobbit Bilbo (Martín Freeman, en composición muy similar a Merry y Pippin) a la cual llegarán 13 enanos, entre los que figura el Rey Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage). Entre la sorpresa y negativa de Bilbo, todos emprenderán un viaje hacia la Montaña Solitaria para recuperar el tesoro robado. Esto es solo un pequeño comienzo, lo que sigue es enorme e inesperado. Este año parecía ser el de los grandes superhéroes, las más importantes superproducciones habían pasado por ese sub-género, sin embargo, Peter Jackson vuelve a demostrar que el mundo mitológico, fantástico y espectacular de la Edad Media vuelve a estar más vivo que nunca, y convierte a 2012 en el año de un anti-héroe pequeño, el cual lo que no tiene de fuerza y músculos lo tiene de honor y valentía; al igual que Frodo, este Bilbo es un personaje enorme. Sólo los grandes directores tienen una idea completa, abarcativa de lo que “la aventura” debe ser, y el director de Bad Taste y Braindead lo tiene bien sabido. El Hobbit: Un Viaje Inesperado no es un film de acción, de violencia explícita, de ritmo frenético, es “una de aventuras” de esas como las que disfrutábamos cuando éramos chicos. Jackson logra algo increíble, que aunque ya conozcamos ese mundo en tres films anteriores no podamos dejar de abrir los ojos bien grande y asombrar nos ante cada nueva maravilla. Hay momentos para todos, y para los ya visitados, las escenas con Galadriel, Saruman y Elrond y las de Smeagol/Gollum son puramente emotivas. El Hobbit no sólo es impactante visualmente, narrativamente también lo és, y eso es lo que la hace una aventura entera. Hay una moda actual en Hollywood de estirar las novelas/libros originales en varias películas para poder “sacar más jugo”, de esta modalidad, El Hobbit pareciera ser la que mejor uso logra, a pesar de que, como se dijo, se toma varias licencias sobre el original de Tolkien. En un primer momento el ritmo es más lento, agradable, se nota que fue alargado, pero sin embargo hay tanta gracia, humor, calidez en esos momentos que todo se mira con placer. Cuando el ritmo aumente y los riesgos se apuren uno tras otro ya sí, el vértigo de la aventura será magnífico, pero siempre sin apurar los tantos, dejando que el espectador disfrute del todo. Así, podemos separa el film en dos partes distintas, que se complementan perfectamente y no van una en desmérito de la otra, el espíritu del autor sigue estando intacto. Por supuesto que los FX, la construcción de criaturas, y la fotografía en general está a la altura de las circunstancias, todo apunta al preciosismo y lo logra. Las actuaciones no suelen ser un punto alto en estas mega-producciones, sin embargo acá hay lugar para que todo el complejo de actores (en su mayoría ingleses) se luzcan. El Hobbit tiene un logro fundamental, dura 169 minutos, y sin embargo, cuando llega la escena final uno se queda con ganas de más, no es que no fue suficiente, sino que ya nos sentimos como un chico deseoso de una nueva aventura por vivir; esa es la esencia del nuevo film de Peter Jackson, y por eso podemos decir que, por suerte, tenemos, por lo menos, dos más por vivir...
De regreso en la Tierra Media Peter Jackson parece emular a su colega George Lucas: años después de su exitosa trilogía de "El señor de los Anillos", vuelve al ruedo con otra, que se ubica como “precuela” de la anterior: El Hobbit. Era lógico que se sospechara sobre las verdaderas razones para realizar una nueva trilogía, esta vez con tres filmes que corresponden a un único libro. Se temía que la considerable extensión de la obra se debiera más a razones económicas que artísticas, sin embargo, al menos en la primera entrega, Jackson no sólo no decepciona sino que fascina. Incluso si bien puede decirse que se nota que algunas escenas están algo alargadas, no se padecen, ya que están realizadas con una calidad y una belleza visual que embrujan. El comienzo del filme es el mismo de la serie anterior: el viejo Bilbo (Ian Holm) está redactando sus memorias para dejárselas a Frodo, pero esta vez la historia en lugar de avanzar, se sumergirá en esas memorias para contar el principio de las aventuras de este particular hobbit. Así, veremos al joven Bilbo y su apacible vida en su comarca, que el mago Gandalf (Ian McKellen) revoluciona proponiéndole ser parte de una expedición de enanos que buscan recuperar el antiguo reino de Erebor quitándoselo a la criatura que lo ocupa: un dragón. Ese camino implica muchos encuentros con seres desconocidos para Bilbo (no tanto para el espectador habituado a estas historias), y otras peripecias que enriquecen la aventura. El universo que retratan estas películas es uno en el que hay magia, pero no soluciones mágicas, seres que descubren su propio coraje cuando menos lo esperan, criaturas y mundos sorprendentes: esa es la creación de Tolkien que Jackson supo llevar a la pantalla, con arte y admiración. A pesar de su duración de casi tres horas, el ritmo está muy bien manejado, alternando el suspenso con momentos de mayor tranquilidad. En cuanto a las actuaciones, la gran novedad es Martin Freeman como el joven Bilbo. También aparecen algunos de los personajes de la serie anterior, como Gandalf, Gollum (Andy Serkis), Galadriel (Cate Blanchett), y el elfo Elrond (Hugo Weaving). Un encantador regreso a la Tierra Media para los fanáticos, y un buen comienzo para quienes hasta ahora no habían visto ninguna de las películas anteriores.
El Hobbit es mucho más que un regreso a la Tierra Media de la mano de Peter Jackson, ya que representa también el primer episodio de lo que en el futuro será una de las sagas cinematográficas más importantes del cine. Creo que en ese punto reside la mayor virtud de este film que excede la adaptación de un libro de Tolkien. Lo interesante de esta producción es que Jackson y Guillermo del Toro (quien colaboró en el guión) tomaron el cuento de El Hobbit y lo adaptaron al universo de ficción creado en la trilogía del anillo. De esa manera este estreno pasaría a ser el primer episodio de la saga de la Tierra Media que quedará completa en el 2015. Jackson traslada con mucha fidelidad la aventura de Bilbo Bolsón pero al mismo tiempo empieza a tejer los conflictos que luego se desatarán en La comunidad de anillo y la verdad que es apasionante porque esa decisión de los realizadores brindó excelentes momentos en este estreno. Si bien el El Hobbit no necesitaba ser adaptado en una trilogía la verdad que podrían hacer cinco películas más, ya que con este nivel de realización los amantes de la fantasía no van a presentar ninguna queja. El Hobbit es pura magia cinéfila. Peter Jackson logra desde los primeros minutos que te desconectes por completo de la realidad, el tiempo y el espacio para hacerte viajar a ese lugar apasionante y maravilloso que es la Tierra Media. El director vuelve a brindar una cátedra de cómo debe emplearse los efectos digitales en la pantalla grande y nuevamente le saca el jugo a los increíbles paisajes naturales de Nueva Zelanda, que fueron claves a la hora de darle ese realismo que tiene el reino de fantasía donde transcurren los hechos. Tres escenas memorables que quiero destacar y no tienen desperdicio. 1-El Concilio de Rivendell. Un momento interesante porque en el film desarrollaron un aspecto que en el libro original se pasaba por alto. En un momento de la trama Gandalf abandonaba a la expedición de enanos para asistir a un Concilio. En esta escena donde intervienen Galadriel, Saruman y Elrond podemos ver a los personajes discutiendo los hechos que más tarde desencadenan el conflicto del anillo. 2-La pelea de los gigante de piedra. Esto es pura magia pochoclera y sobresale como una de las mejores secuencias de acción que se vieron en el 2012. Unas montañas toman forma de gigantes y se van a las manos con los protagonistas en el medio del combate. Jackson se pasó con ese momento que es una fiesta en el cine. 3- La participación de Gollum. Andy Serkis la rompe otra vez en unas escenas con diálogos fabulosos donde este personaje se roba literalmente la película. El Hobbit dura 169 minutos pero al tener a un maestro narrador como Jackson el tiempo ni se siente y te deja entusiasmado por saber cómo desarrollaran los dos capítulos que quedan. Esta producción es una obra maestra del género de fantasía que le brinda una poco de magia a la gente algo que no viene para nada mal en estos tiempos que corren.
Con total sinceridad, no tenía el más mínimo entusiasmo por El Hobbit. Quizás por todo el revuelo del nuevo formato, o por ahí porque Peter Jackson después de El señor de los anillos no hizo gran cosa. Y no se si fue por eso, pero salí conforme de la sala. Aclaro que la vi en un simple y común 35mm y lógicamente 2D. Hace muchos años leí El hobbit. Hace varios años que vimos todos El señor de los anillos. La primera sensación mientras la vi fue que estaba reviviendo la mezcla perfecta de las dos cosas. Y eso es lo que hubiese esperado antes de verla. Se revive porque Jackson mantiene el estilo de filmación y narración de una de las mejores trilogías de la historia. Desde sus cámaras por los bosques hasta momentos de mucha tensión previos a grandes batallas, con la mezcla perfecta de imágenes poderosas y una brillante banda sonora. Por el lado de El Hobbit el recuerdo de haberlo leído hace unos 15 años volvía con cada escena y momento importante. Tiene el acierto de contar al inicio, al igual que con La comunidad del anillo, la historia de todo lo que pasa previamente al comienzo de esta historia. En eso es impecable para los públicos generales y deja bien en claro todo para quienes recordámos un poco la historia. El elenco está muy bien y lo que mucho ha mejorado lógicamente es la cuestión de efectos visuales que están impecables. Ejemplo de esto es la aparición de un Gollum mejorado y de otras criaturas interactuando con actores de manera perfecta. Leí que algunos dicen que la película es lenta o aburrida. No me pareció eso en lo más mínimo porque disfruté mucho el relato y solo esperaba darme cuenta el momento en el cual la cortarían. Y en eso quedó igual a La comunidad del anillo, prometiendo mucho para la segunda parte. Entré con desconfianza y salí conforme porque se que lo que viene será mucho mejor si siguió por este camino don Jackon. No importa si la ves 2D, 3D o HFR3D… lo importante es que hay historia y hay película. Por eso vale la pena ver El Hobbit.
Volver a empezar Tanto se discutió primero sobre la posible incursión de Guillermo del Toro en estas nuevas (viejas) aventuras en la Tierra Media, de la controvertida decisión de hacer tres películas (y no dos como estaba previsto en un principio) a partir de la bastante breve creación literaria de J.R.R. Tolkien y luego de cuestiones técnicas (los "famosos" 48 cuadros por segundo de la versión HFR 3D con que Peter Jackson la concibió para mejorar la experiencia visual) que el análisis de los valores, limitaciones o hallazgos artísticos de El Hobbit quedó en un segundo, tercero o cuarto plano. Llegó, por lo tanto, la hora de hablar de cine. Lo primero que hay que decir es que esta primera entrega de la nueva trilogía es un buen producto concebido con profesionalismo por un sólido narrador, que mantiene no sólo el espíritu y la espectacularidad sino incluso múltiples aspectos estéticos y dramáticos de El señor de los anillos . Así, al trabajar con el mismo director de fotografía (Andrew Lesnie), el mismo músico (Howard Shore) y al apelar a múltiples guiños para los fans, a la repetición de personajes y hasta a situaciones que no estaban en el libro original, Jackson explota, subraya y potencia la idea de El Hobbit como precuela. La idea de que Un viaje inesperado sea algo así como el comienzo del comienzo (el inicio de una travesía que proseguirá en los dos films siguientes y de una trilogía que a la vez funcione como prolegómeno de la que ya se ha visto) resulta un arma de doble filo: por un lado, por supuesto, es un reaseguro para aquellos que disfrutaron de la transposición que Jackson hizo de El señor de los anillos ; pero al mismo tiempo corre el riesgo de abrumar, de reiterarse, de ofrecer más (o menos) de lo mismo. Más allá de que en El Hobbit cambian varios de los protagonistas -Bilbo (Martin Freeman) y Gandalf (Ian McKellen) emprenden el viaje del título junto con una docena de enanos- y de que aquí hay mayor espacio para el humor absurdo, la propuesta es, en esencia, bastante similar a la de El señor de los anillos . Y no sólo eso: hay varias escenas (cómicas, dramáticas, de persecuciones o de batalla) en las que se nota esa hinchazón que Jackson tuvo que hacer para llegar a las casi nueve horas que durarán los tres films. De todas maneras, cabe aclarar, los agregados -como un concilio en el que aparecen varios "viejos" personajes de El señor de los anillos - funcionan bien y sirven para hacer el mencionado link entre ambas sagas. También es muy atractiva la secuencia en que Bilbo se enfrenta a un ahora mucho más expresivo Gollum (otro brillante trabajo de Andrew Serkis y una nueva demostración de los avances en la tecnología de captura de movimiento) con la aparición del tan mentado anillo que es uno de los ejes de El señor? Más allá de que El Hobbit no fluye como su antecesora (la escena inicial del encuentro de los enanos se hace demasiado larga, al igual que varios momentos de la caminata), hay que reconocerle a Jackson la creatividad y maestría con que concibe varios pasajes de acción (como la lucha contra gigantes de piedra). Son esos momentos los que justifican una película que -aun cuando no es del todo convincente- deja con ganas de más. Lo mejor de El Hobbit , por suerte, aún está por venir.
Universo digital antes que fantástico Ambientada en la misma Tierra Media de El señor de los anillos, aunque seis décadas antes del periplo de Frodo y compañía, la nueva incursión de Jackson en el mundo Tolkien privilegia la técnica por sobre la narración, que se vuelve pesada. Es probable que el lector ya esté al tanto de las diversas situaciones cocinadas al calor de los días previos al estreno de El Hobbit: Un viaje inesperado. A modo de somero repaso, basta recordar que un artículo de Cinesargentinos.com informó acerca de las dificultades de la distribuidora Warner para lanzar el film de Peter Jackson en las condiciones técnicas ideales debido a la demora del visto bueno de la Secretaría de Comercio para el ingreso al país de una veintena de proyectores aptos para la reproducción en HFR 3D (imagen de alta frecuencia 3D, por sus siglas en inglés). Los diarios Clarín y La Nación malinterpretaron la información, alertando sobre el peligro del estreno o, en el mejor de los casos, una salida en 25 salas, cifra ínfima para una película-evento de esta envergadura. Más allá de las connotaciones políticas de la metida de pata, la noticia es sintomática del producto que la generó. Al fin y al cabo, Jackson armó todo un dispositivo en derredor del poderío audiovisual del flamante formato, concibiéndolo como un chiché visual de grandilocuencia abrumadora cuya preocupación nodal no es el siempre complejo pasaje del texto, en este caso de Tolkien, a la pantalla, sino su trasposición tecnificada. Ambientada en la misma Tierra Media de El señor de los anillos, aunque seis décadas antes del periplo de Frodo y compañía, la historia comienza en la ciudad subterránea de Erebor, epicentro de un reino rico en oro y demás metales preciosos. La tranquilidad de sus diminutos habitantes se interrumpe cuando el dragón Smung se apodera del lugar, sometiéndolos a una larga batalla y a un posterior destierro. Un tiempo después, y ante el dato de que el animalito lanzafuegos está inmerso en un profundo letargo, el mago Gandalf (Ian McKellen) y un grupo de enanos guerreros (¿?), encabezados por el príncipe Thorin, nieto del Rey Thror (no confundir con su casi homónimo de la factoría Marvel) reclutarán al hobbit Bilbo Baggins (Martin Freeman) para encabezar la contraofensiva. Contraofensiva de la que aquí se sabrá poco y nada, ya que es sabido que Un viaje inesperado es la primera parte de una trilogía que culminará en un par de años. Habrá, entonces, un flashback introductorio, la dialéctica sarmientina inicial entre la civilidad british del recientemente incorporado y el barbarismo del resto de la troupe, manifestada sobre todo en los modismos gastronómicos, algunos entuertos con unos trolls y orcos, la inhospitalidad de la geografía y un grand finale desvaído que al menos aquí no se adelantará. Un mínimo conocimiento de los mecanismos de Hollywood, en conjunto con los redituables antecedentes del cineasta neocelandés, invita a pensar que la división de un libro en tres películas de casi tres horas cada una –esta dura 169 minutos– encuentra sus fundamentos en razones comerciales antes que cinematográficas. Lo que no es necesariamente negativo, siempre y cuando esto no resienta las costuras de lo artístico. En ese sentido, quizá la consecuencia principal de la partición sea la sensación de estiramiento generada por la poca fluidez del relato. Así, esta primera entrega avanza como auto en la Panamericana durante la hora pico: con lentitud e irregularidad, dosis de vértigo espasmódicas, nunca más allá de segunda marcha y, epítome del tedio, largos minutos con la caja en punto muerto. Es que Jackson por momentos olvida cualquier atisbo de síntesis, perdiéndose en un laberinto de escenas innecesariamente extensas (el encuentro entre Bilbo y sus futuros compañeros) o de nula trascendencia. La pregunta pendiente es si queda material para el DVD, ya que todos los extras parecen integrados al corte final. En medio de ese contexto poco alentador, hay que reconocerle a Un viaje inesperado el mérito de la coherencia interna. Tiene lógica que el personaje más interesante de una película ideada por un tecnófilo y fascinada con la visualización computarizada de la acción antes que con la acción en sí misma sea digital. Creado nuevamente por Andy Serkis –aquí también director de la Segunda Unidad– mediante la técnica de Motion capture, la misma aplicada en El señor de los anillos, Las aventuras de Tintín y la notable El planeta de los simios: (R)evolución, Gollum necesita apenas diez minutos para mostrarse pleno de matices, partes iguales de esquizofrenia, perversidad, autoflagelación y humor retorcido, convirtiéndose así en el único atisbo de vida en universo 2.0 que, al menos hasta ahora, es más de lo mismo. O menos.
Un prólogo demasiado largo Después de la trilogía de El Señor de los Anillos, el director Peter Jackson se sumergió en una suerte de precuela, con las historias previas de personajes como Bilbo Bolson. Ya no quedan dudas de la importancia de El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien en la literatura del siglo XX y su influencia en el género fantástico en la cultura contemporánea. Libros, películas, series de televisión, videojuegos, historietas, todo parece haber sido alcanzado por aquella obra gigante que resumía y reinventaba la literatura fantástica de los siglos anteriores. El Hobbit es un libro de Tolkien anterior a El Señor de los Anillos y aunque la película hoy la veamos como una precuela de la trilogía de films dirigidos también por Peter Jackson, lo cierto es que es la trilogía una secuela de El Hobbit. La película cuenta la historia de Bilbo Bolsón, quien recibe la visita de Gandalf y un grupo de 13 enanos. La visita es para incorporar a Bilbo a la compañía a fin de recuperar al reino de Erebor de las garras de un dragón llamado Smaug. Aunque en la literatura El Hobbit es un libro mucho más pequeño que El Señor de los Anillos, Peter Jackson terminó por construir una nueva trilogía que comienza aquí con el título de El Hobbit: un viaje inesperado. El proyecto cuenta desde el vamos con un público cautivo que sigue estas aventuras por todo el mundo, con el reconocimiento de Tolkien como un autor clave de la cultural del último siglo y un Oscar a mejor película para El Señor de los Anillos: El retorno del rey. Pero esta conciencia y seguridad no le juega a favor a la película. Un viaje inesperado es un larguísimo prólogo que, si bien está construido como película independiente, queda claro que no es más que un tercio de una película más grande. Jackson ya demostró que sus películas cobran más sentido cuando están completas y con todas las escenas, cosa que suele ocurrir cuando se editan en DVD o Blu-Ray. Pero en este caso en particular, la película pide a gritos ser más breve y no más extensa. Casi tres horas para contar un tercio de historia esta vez no parece justificarse demasiado. Es cierto que la trilogía de El Señor de los Anillos empezaba también con mucha tranquilidad, pero el interés que despertaba era mucho mayor. Acá se nota como han forzado la historia para poder venderla en trilogía. Del despliegue visual y algunas cuestiones técnicas no hay ni que dudar, Jackson sabe lo que hace. Sin embargo se le nota su origen más infantil y una historia así con una duración de tres horas es casi una contradicción. El fenómeno ya está construido. Nadie verá o dejará de ver la película por la crítica, pero con un poco de distancia se deberá admitir que la magia se ha ido perdiendo, y que la historia ya no conmueve como antes.
Un viaje (no tan) inesperado. Imposible no empezar esta crítica con una advertencia al lector, que es a la vez un lamento: la versión de El Hobbit que se proyectó en la función de prensa fue en 2D y 24 cuadros por segundo. Es decir que esta nota se ve obligada a excluir en su valoración dos elementos clave con los que el inquieto Peter Jackson concibió y llevó a cabo su película: el 3D que no pudo usar en su trilogía anterior, y los tan comentados (pero nunca vistos) 48 cuadros por segundo. Si un film es mejor, peor o igual con los anteojitos es un largo debate que conviene abordar en otro momento y otras secciones (que justamente, al ser un debate requiere de más voces), aunque adelanto rápidamente mi postura: ni Avatar, ni Hugo, ni Tintín, ni la caverna de Herzog pueden ser “lo mismo” en sus versiones 2D, y desconfío absolutamente de quien las juzgue sin haber probado su increíble, virtuosa y sobre todo bella utilización de la tan en boga tecnología tridimensional. Serán grandes películas igual, de eso no hay dudas, pero les faltará el motor principal que organizó (al menos en estos cuatro ejemplos) la puesta en escena. Ni más ni menos...
Bilbo Bolsón y sus 13 enanos El director se plantea divertir, ilustrar más que emocionar. Y, como siempre, impresiona. Así como La Comunidad del Anillo marcó un quiebre en el género de aventuras por su manera de narrar, El Hobbit repite esa esencia en el manejo, en la conducción de un relato. La imaginería visual de Jackson, su desparpajo a la hora de mover cámaras y grúas y usufructuar los efectos de CGI se han ido perfeccionando. Es un entretenimiento de tono épico, mayúsculo: un sentimiento familiarizado se apodera desde la primera escena. La mayor diferencia entre esta primera película de las tres que le demandarán a Jackson contar El Hobbit y la trilogía de El Señor de los Anillos está en la historia y el tono. Si bien falta para que uno se encariñe y sienta más por los personajes de El Hobbit , Tolkien lo escribió como un libro de aventuras puro. Jackson le adosó toques de comedia, sin que sea una película cómica. Si hay algo que se extraña de El Señor... es la dramaticidad de las escenas. El retorno del rey se vivía con pasión y vehemencia desde la platea, se sufría por el destino de Aragorn, Frodo... Aquí es más un dejarse llevar por el cuento y algunas descripciones. Jackson y sus guionistas desde El Señor..., su esposa Fran Walsh y Philippa Boyens -vaya uno a saber qué quedó en el guión de la pluma de Guillermo del Toro, quien iba a dirigirla- se volvieron más puntillosos y detallistas. A veces, en extremo (la presentación de los trece enanos en la secuencia de la casa de Bilbo no termina por presentar a ninguno, es larga y si no aburrida, poco aporta más que humor) y otras ampliando lo apenas esbozado por Tolkien (la escena de los gigantes de piedra). Es que la película arranca bien fuerte contando cómo el dragón Smaug se apoderó de Erebor, desterrando a sus legítimos ocupantes, los enanos, y luego pasa a la introducción de Bilbo, su encuentro con Gandalf. En cuanto al hilo argumental, en El Hobbit Tolkien sigue casi los mismos lineamientos que hará en El Señor... - que escribió después-. Una congregación de personajes en marcha hacia una montaña lejana, donde recuperar algo perdido -aquí, un reino-, y en su viaje enfrentar todo tipo de peligros y criaturas, algunas ya frecuentadas por quienes leyeron o vieron El Señor... (orcos, trolls) y otras por conocer. En El Hobbit , la película, hay personajes familiares, que vuelven (Gandalf, un Bilbo más joven porque esto transcurre 60 años antes que en El Señor..., Frodo, Saruman, Elrond, y otro como Galadriel que no estaba en el libro, pero sí en El Señor de los anillos ). Ese sentimiento de déjà vu a veces impera en el relato. Así, El Hobbit , para los amantes de la trilogía de Jackson. es como un apéndice. Lo nuevo es ese tono que marcábamos, y las imágenes en 3D y a 48 cuadros por segundo, que sí, revolucionará el cine por su definición y calidad en imágenes, haciendo más realista, y vívida, la inserción del espectador en la historia. Párrafo aparte para la aparición de Andy Serkis, quien motion capture mediante, es de nuevo Gollum, en la maravillosa secuencia de los acertijos con Bilbo. Y hay una escena dentro de la monumental secuencia en la guarida de los trasgos que termina igual que una de King Kong ... Para que se hagan una idea: en la filmografía de Jackson, El Hobbit estaría más cerca, si cabe, de Bad Taste que de Desde mi cielo . El director se plantea divertir, ilustrar más que emocionar. Sí, como siempre, impresiona.
Las aventuras de Tierra Media vuelven a la pantalla grande. En un agujero en el piso vivía un Hobbit... Hasta que el mago Gandalf (Ian McKellen) lo sacó casi a la fuerza para obligarlo a dejar su vida sedentaria y embarcarse en una aventura que lo cambiaría para siempre. La misión no es nada sencilla: Los enanos de Erebor, liderados por Thorin Escudo De Roble (Richard Armitage), quieren recuperar su hogar, usurpado por el dragón Smaug, que con codicia se acostó sobre las montañas de oro y allí se tendió a dormir, protegiendo su tesoro. Así Bilbo Bolsón (Martin Freeman) pasa de ser un Bolsón de Bolsón Cerrado a ser el ladrón que la compañía de enanos necesitaba, pero ¿Está preparado este joven Hobbit, acostumbrado a sus pipas y sus comidas a horario, para vivir una aventura que pondrá en riesgo su vida numerosas veces? Lo más probable es que ninguno de ellos, ni Gandalf, esté preparado. No solo por el riesgo que uno asume cuando va a combatir con un dragón, ¿no? Va más allá de eso, porque en la Tierra Media están pasando cosas, un mal que se creía vencido está comenzando a surgir desde lugares desconocidos, y un villano que se creía muerto también volverá a cobrarse algunas deudas con los enanos, especialmente con Thorin. Así, con tres líneas argumentales marcadas, sale El Hobbit: Un Viaje Inesperado (The Hobbit: An Unexpected Journey, 2012), la primera entrega de una trilogía que no solo nos promete mostrarnos la aventura de Bilbo, de cómo encontró el Anillo Único y cómo descubrió sus facultades para la aventura, sino que también (y algo que no aparece en el libro original, sino en apéndices y anotaciones de J.R.R. Tolkien) nos dará detalles sobre el ascenso de Sauron a Mordor, y sobre el comienzo de su incansable búsqueda de su Anillo. Peter Jackson vuelve a dirigir con soltura, como si hubiera nacido para hacer este tipo de películas. Las tomas clásicas de las caminatas por las montañas desde planos aéreos dicen presente, y también dice presente una edición desprolija, también como nos tiene acostumbrados. Claro, a esta altura este detalle es casi incuestionable, ya que aprendimos a amar su primer trilogía, pero bueno, es importante mencionar que las transiciones y los saltos de historia a historia, de personaje a personaje, no son muy orgánicas que digamos. Con lo que si triunfa, obviamente, es con la tecnología. El Gollum (Andy Serkis) de esta película se ve claramente más joven y menos dañado que el que vimos en El Señor de los Anillos, y los rasgos de su cara y sus facciones son increíblemente reales. No tanto otras criaturas (el rey de los trasgos, o los trolls, por ejemplo) que mantienen cierto halo de irrealidad en su diseño y sus movimientos, posiblemente a propósito. Entre los puntos bajos, podemos mencionar la línea argumental entre uno de los villanos, Azog (Manu Bennett), cuya rivalidad con Thorin es clara e interesantísima, pero con el afan de mantener a un buen villano en pantalla, Jackson estira su historia hasta niveles insoportables. Y el estiramiento, lamentablemente, es una constante en esta primera parte. A casi todas las escenas le sobran minutos, y El Hobbit tranquilamente podría haber durado unos 40 minutos menos sin dañar a nadie. Pero bueno, teniendo en cuenta que el libro original de Tolkien tiene menos de 300 páginas, y que Jackson quiere hacer con esto tres películas, es probable que este defecto sea algo constante en la nueva trilogía. El Hobbit: Un Viaje Inesperado es, valga la redundancia, un viaje, y uno muy lindo que vuelve a meternos en el universo que se nos planteó (en cine, claro) hace ya 12 años con la primera entrega de El Señor de los Anillos y que de alguna forma siempre vamos a extrañar. Este paseo tiene altibajos, pero también tiene detalles muy agradables y, sobre todo, tiene implícita la promesa de que lo mejor está por venir. @JuanCampos85
No es razonable plantear que un film desilusiona cuando cumple exactamente con lo que se esperaba, pero lo cierto es que, en su nueva incursión a la obra de J.R.R. Tolkien y a la Tierra Media, Peter Jackson no sorprende como antes. Desde ya que la valoración queda signada por el formato con el que quien escribe conoció esta precuela –en 35 mm subtitulada, sin el 3D y mucho menos el revolucionario HFR 3D-, pero lo cierto es que The Hobbit, más allá de ambientarse 60 años antes de la acción de The Lord of the Rings, transita por un terreno ampliamente conocido. No hay dudas de que de haberse lanzado esta película antes que la ya concluida trilogía, el impacto sería mayor y sus cualidades técnicas -que hoy se dan por sentadas- recibirían vastos elogios, pero a más de una década del estreno de la primera, la cuarta parte no logra recapturar ese espíritu y, en más de una ocasión, el viaje está lejos de ser inesperado. El hecho de estar familiarizado con algunas etapas del recorrido, por supuesto que no conllevan a que la aventura sea menos épica. El neocelandés ha logrado convertirse en una extensión de la mano del autor y transportar un mundo mágico complejo a la pantalla grande con notable habilidad. Pero es la cercanía con el material original –que es una manera azucada y poco cínica de no citar presiones del estudio o interés en la recaudación- lo que lo lleva a cometer el gran paso en falso de esta adaptación. Cada entrada de la saga El Señor de los Anillos tuvo una trasposición cinematográfica que mantuvo una correspondencia lógica con su fuente: un libro, una película. Y sin embargo, el director divide la acción de El Hobbit. Si bien la decisión se justifica en la existencia de personajes nuevos y líneas argumentales nunca exploradas, la obra no tiene la dimensión suficiente como para desarrollar una segunda trilogía. El escrito de Tolkien es rico y su tratamiento merece una importante atención de la producción, que corre el riesgo de estirarse ad infinitum en caso de seguirle el paso en forma textual. El logro fílmico de hace una década atrás tenía que ver con la noción de dejar fragmentos de lado y evitar rodeos o personajes de menor relevancia que perjudicaran la experiencia cinematográfica. En esta oportunidad parecería hacerse lo contrario, con el permanente seguimiento de las derivadas que abundan en los párrafos del escritor. Con esto el viaje se interrumpe en pos de una mirada hacia el pasado –que no aporta en todo momento- y alarga la acción en detrimento de su resultado. Desde ya que se llega a destino y se anota un triunfo, pero al igual que una idea que avanza entre comas y guiones desviándose de su camino, llega a manifestarse con menor potencia que el mensaje conciso. En una situación parecida al comienzo de The Fellowship of the Ring, esta precuela construye de a poco su argumento y presenta a sus personajes, con toda una nueva comunidad encabezada por Thorin Escudo de Roble, líder de una partida de enanos entre los que se destacan Balin (Ken Stott), Dwalin (Graham McTavish) y Bofur (James Nesbitt) –prácticamente los únicos que tienen voz-. Como en el film del 2001, la película avanza a paso seguro haciendo referencia a todo lo que hay que decir antes de lanzarse de lleno a la aventura de proporciones épicas que se sabe puede lograr. Una vez entrada a terrenos conocidos por el espectador –es para resaltar el encuentro entre Bilbo y el genial Gollum de Andy Serkis-, The Hobbit desata su potencial, iniciando a sus protagonistas en batallas para las que no están preparados. Aún a sabiendas del resultado –menos por haber leído el libro que por haber visto la trilogía anterior-, uno es capaz de volver a sumergirse en la pantalla y disfrutar de los combates que Peter Jackson lleva con buen pulso, sobre todo el logrado paso por las Montañas Nubladas y la lucha con los trasgos, que remite desde a Indiana Jones hasta The Adventures of Tintin. Aún a falta de sorpresas por la familiaridad con el terreno explorado, el realizador se permite maravillar y emocionar a la audiencia con la disposición de un mundo que conoce a la perfección. Sin quedarse en el mero cimiento de las posteriores secuelas, The Hobbit tiene vuelo propio y es el de las águilas. A pesar de las similitudes y las referencias a lo que vendrá después, el realizador alcanza el importante logro de proponer otra incursión a la Tierra Media que se percibe novedosa.
Remontandome a la legendaria saga, "The Lord of the Ring", sentía difícil el hecho de que "The Hobbit" pudiera superarla, básicamente porque, a priori, percibía ya desde los trailers, menos carisma en los enanitos (quienes son el eje de la compañía) , en comparación con la multiplicidad de personajes coloridos en aquella trilogía que culminara diez años atrás. No estuve tan lejos. Desde el punto de vista técnico, la película es correcta, visualmente sólida, vertigionsa, con detalles de gran factura. Eso si, hay demasiada CGI. Ustedes dirán, eso pasó en las anteriores!!! Bueno, pero en TLOR, había fuerza dramática, la dirección de la historia siempre nos ponía al límite. Aquí, eso no sucede con tanta claridad. Entonces la sentí desbalanceada. No es que no haya combates de vida o muerte, sí, que no tienen la intensidad necesaria para sostener el interés en la trama. Aquí, Bilbo (el único Hobbit de la peli) es, apenas simpático, la banda que se embarca en la aventura (los 13 enanos) son apenas un conglomerado de personajes sin gracia y si bien hay mucho clima en las historias de Talkien, esta en particular se me hace bastante simple y lineal. Si, ya se. Hay muchas tribus y razas, conglomerados guerreros, paisajes increíbles, caídas, animales extraños, etc, etc, etc. "The hobbit" es una aventura para chicos, pero oscura (lamento los fans que me leen y se están enojando en este instante conmigo), larga y que demanda mucho del espectador a nivel integral. El universo es interesante, no voy a negarlo, pero la historia no me atrapó. Creo que si son seguidores de Talkien, se sentirán a sus anchas, pero los que sólo nos quedamos con el registro cinematográfico, terminamos agotados y no plenamente satisfechos. Ya sabemos, es "The hobbit", la gran apuesta de Peter Jackson para abrumarnos con su manejo de cámara y sus fabulosas criaturas mitológicas. Si aceptás sus reglas de juego, la vas a pasar bien. Si sos un espectador más casual, quizás sientas en el cuerpo su duración. En líneas generales (no voy a hablar del argumento porque Fernando ya lo trajo), me pareció un film aceptable, logrado visualmente, pero que está un par de escalones abajo de la legendaria "The Lord of the Rings". Más allá de eso, es uno de los últimos tanques del año y está claramente justificada su visión.
Un viaje fantástico intenso y vertiginoso Después de las tres películas sobre «El señor de los anillos», está claro que Peter Jackson conoce más que bien el mundo de Tolkien, y sobre todo cómo llevarlo a la pantalla. Siendo básicamente una precuela de la trilogía anterior, en la que Bilbo Bolson recuerda entre otras cosas las circunstancias en las que obtuvo uno de los Anillos del Poder que años mas tarde cedería a su sobrino Frodo (Elijah Wood, que aquí aparece brevemente), Jackson se mantiene dentro del mismo universo que no sólo le es familiar a él, sino también a millones de espectadores de todo el mundo que conocieron la literatura de Tolkien gracias a sus películas. Jackson se toma su tiempo para contar esta historia que vuelve a llevarnos a los mismos lugares fantásticos y muchas veces terriblemente siniestros. La película comienza con un breve prólogo en el que el viejo hobbit Bilbo (encarnado por Ian Holm, como en los films anteriores) tiene un flashcon su juventud, cuando una visita del mago Gandalf para buscar un tesoro junto a un montón de enanos no siempre muy amistosos transforma para siempre su vida. Dando por sentado que el público conoce los conflictos básicos y también varios de los personajes esenciales de la historia (muchos incluso interpretados por los mismos actores de antes, que sólo deben lucir más jóvenes, como el Gandalf de Ian McKellen), el director puede darle otro ritmo a las cosas, por lo que luego de la introducción de los personajes en la tranquilidad de la casa de Bilbo, «El Hobitt» empieza a convertirse en un vertiginoso viaje fantástico que se vuelve más y más intenso a medida que va avanzando la acción. Luego de unos primeros 45 minutos relativamente tranquilos, la historia despega y no se detiene nunca, logrando que las casi tres horas de proyección pasen a una velocidad sorprendente. Hay escecnas de acción a granel, imágenes de seres y paisajes fantásticos con detalles minuciosos, batallas a niveles épicos y por suerte ninguna intención pretenciosa más que la de contar el relato de Tolkien, que más allá de ser una historia fantasiosa juvenil, está repleta de ideas sustanciosas. «El Hobbit: un viaje inesperado» tiene tantas secuencias brillantes y tal despliegue visual que no tiene sentido tratar de detallarlas. Sí hay que hacer notar al formidable Gandalf de Ian McKellen, que domina el film por completo -incluso cuando actúa con colegas como Christopher Lee y Cate Blanchett, repitiendo sus roles de la trilogía previa-, y destacar al Bilbo que compone Martin Freeman, un hobbit con más presencia y carácter que su sobrino Elijah Wood. Esta es una película con hitos técnicos y escenas increíbles que hay que ver más de una vez para apreciar en su justa medida. Una de estas escenas, tal vez la mejor de todas, es el encuentro con Gollum, el despreciable, infinitamente miserable Gollum que vuelve a interpretar el talentoso Andy Serkis. Este es sólo uno de los momentos brillantes que ofrece Peter Jackson en una de los mejores trabajos de su carrera. La única pregunta es si podrá mantener el nivel en las dos entregas siguientes de esta nueva trilogía.
Peter Jackson vuelve a la Tierra Media y su regreso lo confirma como el gran director clásico de cine de aventuras actual. Tras años de problemas en el rodaje y tras las críticas mundiales, que fueron tibias, El Hobbit: un viaje inesperado se estrena finalmente. Es larga, sí, casi tres horas. Podría ser menos ambiciosa y más breve y seguiría siendo una buena película. Sin embargo, la duración parece obedecer más a una obsesión por el detalle que a mera megalomanía del director. Sólo en algunas de las salas se podrá ver el filme en el nuevo formato HFR 3D, el que presenta los famosos 48 cuadros por segundo (en lugar de los 24 de las proyecciones normales). Como ocurrió con el estreno de Avatar, esta nueva técnica también despertó polémica: que crea una imagen muy artificial, que marea al espectador, incluso que produce náuseas. Excepto por el primer punto (hay, es verdad, cierto exceso de nitidez y de brillo, que hacen por momentos que la imagen reluzca como un cuento de hadas más que como un relato épico) el formato le otorga un tono vívido a los paisajes, los efectos especiales y vestuarios. En Córdoba, la película se estrena en 35 milímetros y en 3D en todas las salas, pero sólo se podrán ver las copias en los 48 cuadros en Showcase de Villa Cabrera. De todas maneras, lo importante de El Hobbit sigue siendo la historia. Peter Jackson reproduce de manera literal ciertos pasajes del libro (la clásica frase inicial "En un agujero en el suelo vivía un hobbit"), se extiende en algunos y toma sus licencias en otros. Como un contador de cuentos que se toma su tiempo para desarrollar su relato, Jackson logra un ritmo narrativo sin presiones, que rara vez abandona al espectador. Hay una cadencia que tiene, por un lado, el remanso de la lectura y, por otro, la adrenalina del cine de acción. Sin embargo, hay digresiones que se huelen estiradas y varios diálogos y escenas prescindibles (algunas canciones, la presencia de Saruman o Galadriel, por ejemplo, incluida quizá por ser la única figura femenina). La frase que Gandalf usa para referirse a Bilbo bien puede aplicarse al director: "Tiene la habilidad de ganar tiempo". El tono ligeramente infantil y humorístico del libro está presente en el filme, que sin abandonar la oscuridad de El señor de los anillos se permite jugar con cierta comicidad ligera que, combinada con las escenas de acción, recuerda el clima de películas como las de Indiana Jones. Ese tono se equilibra con las batallas, en las que el filme retoma sus dimensiones de gran relato épico. Jackson tiene mano y ojo entrenados para sus coreografías de espadas y orcos, y los despliega en los paisajes neozelandeses con orfebrería industrial. Martin Freeman como Bilbo es también una decisión acertada. El actor encaja perfecto en los pies peludos del hobbit, con una interpretación que opta por la candidez, el humor y la sorpresa. De los enanos con los que Bilbo emprende su viaje puede decirse lo mismo, aunque algunos estén construidos como temerosos guerreros y otros apenas como mineros bonachones. Y, como siempre, Gandalf (Ian McKellen) dignifica. Párrafo aparte para Gollum, bajo cuya piel digital está el actor Andy Serkis. El encuentro entre Bilbo y Gollum, quizá el más esperado, está narrado con naturalidad y el anfibio personaje genera más escalofríos aquí que en la trilogía predecesora. Es notable también cómo el avance de los efectos especiales y de la técnica de performance capture han logrado que Gollum tenga muchos más matices expresivos esta vez (vale preguntarse si en una futura reedición de El señor de los anillos el primer modelo de Gollum será reemplazado por este más moderno, como ocurrió con Yoda en Star Wars). Nunca sabremos qué clase de película hubiera hecho el primer director designado, Guillermo del Toro, con cuya renuncia nos perdimos quizá la oportunidad de ver otra Tierra Media. Pero Jackson hace lo que mejor sabe hacer y sale muy bien parado. Habrá que ver si las dos películas que faltan logran mantener el ritmo y el interés. La primera, cumple y entretiene.
Peter Jackson volvió a recrear el universo Tolkien Menuda tarea la de Peter Jackson, estar a la altura de su propia obra maestra, esa trilogía definitiva sobre El señor de los anillos, a su vez el texto paradigmático de J.R.R. Tolkien. En ese marco, fue casi un gesto heroico el haber encarado la filmación de El Hobbit después de que Guillermo del Toro le tirara encima el fardo tras haber tropezado con una producción en la que en ningún momento logró cuajar. Así es que una década más tarde de haberse introducido en el universo de los elfos, los enanos y los orcos, Jackson continúa con El Hobbit por el camino de la aventura mítica. En este caso, el foco no está puesto en Frodo sino puntualmente en las aventuras vividas por un joven Bilbo Baggins (Martin Freeman), mucho antes de ser el anciano que conocimos en la trilogía original. La travesía del personaje en cuestión consiste en haber sido arrastrado a la riesgosa aventura de reclamar el Reino de los Enanos de Erebor, conquistado tiempo atrás por el mortífero dragón Smaug. El derrotero de nuestro antihéroe es acompañado nada menos que por el mago Gandalf (Ian MacKellen) y un grupo de aventurados enanos liderados por el guerrero Thorin. Lo nuevo de Tolkien según Jackson, que llega con el atractivo de una versión digital de altísima definición, a 48 cuadros por segundo (lo habitual son 24) tiene como priincipal punta de lanza el trabajo visual, impactante, que incluso logra superar a lo ya conocido. Quizá los fanáticos más acérrimos del autor de las máximas épicas de la literatura fantástica se revelen contra la forma en que el realizador unió a esta historia con la contada en torno al anillo. El haber carecido de los derechos de la novela "El Silmarillón" le entorpeció un poco la tarea, pero para el público masivo el link entre ambos relatos es coherente y logra una fluidez merecida para un texto que podría haber resultado farragoso. Son dos horas y media de cine en estado puro, aventura imponente y gallardía narrativa. De la misma manera, el trabajo de diseño de producción (construcción de los mundos que vemos en pantalla) a cargo de Dan Hennah, el mismo de las otras tres películas, es superior a todo lo que hayamos visto hasta el momento, una (re)creación obsesiva que se complementa de forma magistral con un batallón de efectos visuales que alcanzan la perfección en todo momento. Un párrafo aparte merece, otra vez, Gollum, verdadero prodigio de la técnica visual. El ser animado que representa en la cosmogonía de Tolkien una de las caras más perversas del mal tiene aquí un regreso a la pantalla a la altura del peso que tiene en la historia, además del atractivo que genera en los espectadores y, más que nada, del peso que tiene a la hora del corte de entradas en las boleterías. La dupla de literatura y cine más productiva en términos de arte y taquilla, está de vuelta. Tokien-Jackson, Jackson-Tolkien, volvieron a unir fuerzas y el resultado es óptimo. A disfrutar.
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Maravillosa versión del libro de Tolkien Cuando se estreno la primera parte de “El Señor de los anillos” la pregunta fundamental era si su director, Peter Jackson, podía plasmar en pantalla el fantástico y maravilloso mundo que J. R. R. Tolkien había creado para la batalla épica por excelencia entre el bien y el mal. Tanto los fanáticos como los que no lo eran, quedaron satisfechos con ese primer film. Aquí la pregunta era si Peter Jackson podía repetir con “El Hobbit” (1937), libro publicado en fecha anterior a “El Señor de los anillos” (1954) y que narra la génesis del mismo. Este nuevo film de aventuras al que Jackson le da forma, diálogos e imagines vuelve a sorprender. Esta vez no por lo bien realizado e n cuanto a la dirección de arte y la fotografía del film mostrando la Tierra Media como uno siempre se la imagino, sino que le imprime mucho más ritmo que la primera película de la saga anterior. Aquí se narra la vida del querido Bilbo Bolson y el comienzo de sus aventuras. Todo comenzando cuando Gandalf lo llama por primera vez para integrarse a luna comitiva de enanos que quieren recuperar Erebor, el Reino de los Enanos, que está tomado por el temible dragón Smaug. En ese camino hacia dicho reino volverán a encontrarse con Orcos, letales huangos y temibles Trol. También volverán a verse algunos elfos como la Dama Galadriel y Elrond. Además estarán Sarunam y el infaltable Golum. Estos cuatro personajes, junto con el viejo Bilbo, Frodo y Gandalf, interpretados por los mismos grandes actores de la saga anterior. En cuanto a los nuevos actores no les ha costado interpretar a los personajes que les han asignado. “El Hobbit” es uno de esos films maravillosos que da gusto sentarse a ver (cuanto mayor calidad de la imagen mejor) y disfrutar de estas casi 3 horas que cuando terminan uno no solo se siente satisfecho de haber pagado la entrada, sino que, además, ya se empieza a esperar las otras dos películas que construirán está nueva trilogía.
Y Peter Jackson lo hizo de nuevo. El inicio de la obra de Tolkien, en principio escrita para entretener a sus hijos pequeños, con un universo que luego crecería para la saga de “El señor de los anillos”, es el soporte para volver a convocar a los fanáticos de la trilogía, con el inicio de otra. Un poco más ingenua, pero que con personajes conocidos y otros nuevos convoca a la magia, nos hace sentir niños y nos entretiene con batallas y trucos digitales. Ya se sabe que es un director que sabe lo que hace. Para fanáticos y otros dispuestos a iniciarse en la comunidad de fieles seguidores.
El Hobbit, un largo viaje inesperado Para ser honestos, El Hobbit de todos los libros de J.R.R. Tolkien, es uno de los más lentos hasta que se desenvuelve la acción. La meta de las primeras hojas es introducir al lector en el mundo de los cómodos hobbits y de ahí, partir hacia el resto de la Tierra Media. Antes de ver la película, tenía dudas. No de la forma de relatar y dirigir de Peter Jackson, sino el porqué de tres películas para contar toda la historia de El Hobbit. La razón básica es que Jackson se quedó con muchas ganas de contar todo lo que pasaba en la trilogía de El Señor de los Anillos previamente a su historia y no la pudo desarrollar en las respectivas películas. Esto juega en contra y a favor a la vez. Demasiado detalle sobre las historias que no se vieron, pueden aburrir al un espectador promedio que verá solo la película para entretenerse. Por el otro lado, quien leyó la/las historias, quien disfrutó la trilogía y quien es ferviente seguidor del cine de Jackson, no podrá hacer otra cosa que poner en un pedestal la película. Como de costumbre, el director sabe lograr excelentes prólogos que solo existen para explicar la trama futura al espectador -no así al lector- y alentar a quien leyó los libros de querer ver más. Más porque en el prologo, a través de la escritura y relato de Bilbo Baggins (Iam Holm), se cuenta la historia de Smaug (aunque no se vea), un dragón que codicia el oro y que despojó a todo los enanos de su reino Erebor, o mejor conocido como La Montaña Solitaria, mientras se describe el carácter de esta raza. Con este puntapié y luego de desarrollar lo que significa ser un hobbit y quién es antes y después de esta aventura Bilbo (Martin Freeman), se introduce al mago gris, Gandalf (Sir Ian McKellen) y a 13 enanos que invaden la casa del hobbit para comer, comer, comer y cantar. Una vez que los caracteres están establecidos y se conoce que moviliza a cada uno, la historia avanza con la valentía de Bilbo, el gran protagonista de esta historia quién no sabe muy bien porqué emprende el viaje. Toneladas de trols y orcos de todas las clases y tamaños aparecen en el camino y criaturas sumamente entrañables para los fehacientes lectores. Peter Jackson no le da descanso a esta nueva comunidad de los 13 enanos, el hobbit y el mago, así como tampoco le da respiro al espectador. Sin importar porqué estés en la sala de cine, maravillarse con los nuevos efectos de WETA, la compañía de efectos visuales del director. La puesta en escena de El Hobbit, un Viaje Inesperado es mucho mayor a la de la trilogía; tan así que los fanáticos desearan quizás poder ver su adaptación cinematográfica posteriormente a El Hobbit. Describir los efectos no tiene mucho sentido. Mejor es verlo por uno mismo. El 3D funciona muy bien y creo que es la primera vez que se ve una película sin que el efecto influya en la iluminación del trabajo final, a pesar de tener muchas escenas en ambientes oscuros. Martin Freeman como Bilbo no tiene tanta fuerza actoral como Iam Holm o como Elijah Wood en el papel de Frodo, pero se desenvuelve mejor cuando al fin se topa con Gollum y sus acertijos. Andy Serkis, en el papel de esta esquizofrénica criatura, nunca se vio mejor. Algunos nos seguimos preguntando, por qué no un Oscar? La voz, la boca, los ojos y el movimiento son sinónimos de la perfección tecnológica del CGI (Computer-generated imagery). En cuanto a la música, Howard Shore lo hace otra vez. Es infalible cuando se trata de acompañar el ritmo de la cámara de Jackson, pero – y acá me pongo en el papel de fan- el uso de melodías que suenan a personajes en El Señor de los Anillos no termina por convencer. Howar Shore en las anteriores películas había creado música para cada uno de los reinos, razas y personajes y El Hobbit se mezcla de todo un poco para que suene más familiar, pero se pierde la esencia de lo que fue la música para la trilogía Con un montón de sorpresas para quienes vieron y leyeron la Trilogía de El Señor de los Anillos, Peter Jackson le da un buen ritmo a medida que avanza la película, pero quizás cae en su vicio de adorar tanto la escritura de Tolkien y querer hacer necesarias muchas historias extras dentro de la Tierra Media presentes en LOTR, poemas, apéndices y hasta en El Silmarillion. El hecho de que la película guste o no, no se va a definir por cómo filma, sino por su relato. A veces da la impresión que, más allá del prólogo, no hay mucho que está dedicado al espectador promedio.El Hobbit es el sueño hecho realidad de todo lector que imaginó la aventura de Bilbo y los 13 enanos. Peter Jackson se dejó llevar demasiado por su “yo fanático”, su “yo detallista” y eso pesa en las casi tres horas que dura la película. Si hemos de guiarnos por lo que significó La Comunidad del Anillo y sabiendo lo que se espera, El Hobbit, un Viaje Inesperado es solo una pequeña porción de aventuras que continuara en The Hobbit, The Desolation of Smaug (2013 y The Hobbit, There and Back Again (2014).
Apología al aburrimiento Peter Jackson es uno de los realizadores más destacados de las últimas décadas, el cual tuvo distintas etapas. Una primera instancia de films bizarros y entretenidos como Mal Gusto o Braindead, el esplendor con una gran obra maestra como Criaturas Celestiales, o cuando supo enmarcar su arte con una esencia más popular, logrando interesantes trabajos como la trilogía de El Señor del los Anillos o la remake de King Kong. El primer inconveniente surge a través de la ridícula y olvidable Desde Mi Cielo. Con El Hobbit: Un Viaje Inesperado, el realizador neozelandés mantiene ese pasar intrascendente...
Pequeños valientes El regreso al universo de la tierra media trae consigo emociones muy diversas. Por un lado significa reencontrarse con una gran historia de aventura llena situaciones épicas y espectaculares efectos visuales. Mientras, por otro lado, también implica una sensación de déjà vu y desilusión si se la compara con "El señor de los Anillos". No es exactamente que "El Hobbit: Un viaje inesperado" no este a la altura de la anterior trilogía, pero su muy similar estructura narrativa y sus repetidos guiños a la misma es lo que no le permiten independizarse de aquella gran obra. Como todos saben, "El hobbit" es un libro de J.R.R. Tolkien que narra la aventura de como 13 enanos, un hobbit y un mago intentan recuperar un reino perdido de las garras de un feroz dragón. Por lo cual, para realizar su adaptación cinematográfica se decidió partir la historia en tres películas. En esta primera entrega, la trama se centra en como Bilbo Bolsón, un Hobbit que nunca salió de su sencilla comunidad, sale en búsqueda de aventura y como lentamente va dejando su personalidad temerosa para terminar convirtiéndose en una persona valiente y heroica. Bilbo es el principal personaje de la historia, sin embargo su protagonismo es debilitado enormemente por varios factores y esto perjudica notablemente a la trama. Algunos positivos y otros no tanto. En primer lugar, se encuentra el noble enano sin reino cuya riña personal con un poderoso orco se ubica en los puntos más altos de la película. Sin embargo, luego aparecen las historias de un mago llamado Radagast o un exacerbado protagonismo del mago Gandalf que traen consigo lo peor del film. Estas dos lineas narrativas se unen para tratar el punto más problemático del relato, la conexión con "El señor de los anillos". Hay una enorme cantidad de escenas que involucran la mención de un misterioso enigma sobre un creciente mal. A pesar de que cualquier fanático de la saga ya sepa de que se trata, su extrema discreción (no tiene desarrollo ni desenlace) y falta de real ensamble con la aventura de los enanos, aburre y molesta al espectador. Escenas como la discusión entre Gandalf, Saruman, Galadriel o Elron prueban estar demás. Incluso el comienzo extremadamente dilatado con la innecesaria presencia de Frodo o el largo primer encuentro con los enanos, donde si bien al principio era simpático como se adueñaban de la casa de Bilbo, ya transcurrido el tiempo uno se cansaba de sus travesuras, no le daban el mejor inicio a la aventura. Para colmo, por momentos era muy evidente como la historia mostraba su estructura escalonada lo cual pausaba las acciones y, por ende, aburría. Esto se debe a que, en el principio, el relato se encontraba muy fracturado en escenas largas y separadas, como las acciones en la comarca o el encuentro con los ogros, que no le permitían tener a la trama recorrido o fluidez. No obstante, desde el momento que re-aparece en el relato el temible Azog, un poderoso orco que juro matar a Thorin (el lider de los enanos), la historia empieza a encaminarse. Ahora acecha el peligro y se presenta el primer obstáculo a superar. A partir de esa situación, se materializa el villano de la película y las escenas comienzan a encontrar otro ritmo que le otorgan a la trama la tensión y emoción necesaria para atrapar al espectador y no soltarlo. Es posible que "El hobbit" pueda considerarse una película de aventuras más infantil que "El señor de los anillos", pero esto no es necesariamente algo negativo. Hay más elementos fantásticos como espadas mágicas, encantamientos o un anillo con el poder de la invisibilidad que le dan otro tinte a está película volviéndola más imaginativa y creativa. Incluso, aunque las secuencias de los enanos limpiando la casa de Bilbo de una forma similar a Blancanieves o la presencia de unos ogros que se comportan como "los tres chiflados", esencialmente son para un público más simple, también son escenas muy pintorescas y divertidas. No obstante, es probable que la falta de muertes o relaciones complejas entre los protagonistas sea lo que le de esa categorización. Ya promediando la última hora y media, todo lo que vaya a suceder va a demostrar estar ante una gran película situada en un gran escenario mítico de gran entretenimiento. Su poderoso despliegue visual, donde dos montañas se baten a duelo mientras nuestros protagonistas se encuentran en una de ellas, se encuentra entre lo mejor de la historia del cine. Su relato de aventura, donde un miedoso se convierte en un héroe a través de enormes retos que prueban su habilidad, astucia inteligencia y valentía, es impecable. Historias sobre la redención, la ausencia de un hogar o la camaradería se amoldan perfectamente con la trama principal dándole un gran relleno y una enorme sensibilidad. Incluso la presencia de ese enigmático personaje llamado Gollum y su reto de acertijos, elevan por completo al relato. La idea de poder pausar el relato, para poder hacer que su protagonista se bata a un duelo de inteligencia por su vida es excitante y muy interesante. En conclusión, "El Hobbit: Un viaje inesperado" es muy similar a la trilogía de "El señor de los anillos". Es diferente, con sus pros y sus contras, pero es espectacular. Sin embargo obtiene el mismo resultado que su primera parte, entusiasma y deja al espectador con muchas ansias de ver la continuación.
¿Para qué volver a la Tierra Media? El regreso de Peter Jackson a la Tierra Media con El hobbit: un viaje inesperado es digno de ser analizado en función al legado dejado por la trilogía de El señor de los anillos (tanto la obra de J.R.R. Tolkien como la adaptación cinematográfica) y a la filmografía de Jackson. El problema es que tiene poco y nada para ser analizado por separado. No tiene vida propia. Tomar esta primera entrega para pegarle gratuitamente a El señor de los anillos sería tan arbitrario como cobarde. Pero no está de más señalar que con los años y nuevas visiones, esa trilogía que catapultó a Jackson como cineasta de renombre ha envejecido un poco, o al menos la ha puesto en un lugar más terrenal. Los tres films eran permanentes juegos de tensiones entre el método descriptivo y pausado -por momentos demasiado, en especial en las primeras cien páginas- de Tolkien y el estilo avasallador del director. Tolkien era un escritor que iba concibiendo su mundo a partir de las pequeñas representaciones, que evocaba o eludía la acción, que iba construyendo las lógicas y causas que llevaban a sus personajes hasta los clímax épicos. Jackson es un promotor de la épica permanente, de los grandes planos, de las grandes batallas en toda su magnitud. Era en Las dos torres donde las dos vertientes narrativas convergían de la manera más acertada, más que nada porque era en ese libro que Tolkien ponía toda la carne en el asador y Jackson conseguía hacer fluir todas las tramas y subtramas. Ese film era y sigue siendo excelente, un clásico instantáneo. Distintos eran los casos de La comunidad del anillo, que caía en unos cuantos pozos, y de El retorno del rey, que fallaba al tener que cerrar todas las historias dentro de la gran historia. Pues bien, El hobbit: un viaje inesperado funciona como una revisita a la Tierra Media, pero sin mucho sentido, como un grandes éxitos para seguir vendiendo entradas. En el mundo literario, El hobbit poseía sentido porque era un prólogo a El señor de los anillos. En el ámbito cinematográfico, es una mera plataforma para volver a ver a muchos personajes ya conocidos, antes de que llevaran a cabo grandes hazañas, en sus comienzos no tan interesantes. Y encima Jackson comete un error en el que no había incurrido con la primera trilogía, estirando un solo libro a tres películas, algo que ya previamente se podía intuir como un alargamiento innecesario, y que con Un viaje inesperado ya va confirmándose. Si en el guión de El señor de los anillos se dejaban personajes de lado, como Tom Bombadil, y se recortaban capítulos enteros, como el de El saneamiento de la Comarca, en función de la progresión del relato, en esta precuela se introducen figuras emblemáticas que están ahí para deleite de los fanáticos y no mucho más -Saruman, por ejemplo- o se introducen pasajes que estancan la película -en los minutos que transcurren en Rivendel pareciera que se detuviera el tiempo en el peor sentido, como confirmando que los elfos pueden llegar a ser una maldición para el cine-. Aún queda una duda, vinculada a la filmografía de Jackson. Es cierto que luego de la multitud de elogios que recibió por El señor de los anillos, el realizador vio como sus dos siguientes films, King Kong y Desde mi cielo, no cumplieron con las expectativas comerciales y de crítica (de hecho, la adaptación del libro de Alice Sebold fue un fracaso en ambos frentes). Quizás eso lo llevó a un retorno a lo seguro, a lo ya conocido, también obligado porque Guillermo del Toro, quien iba a ser el director original, se bajó por las demoras en la producción. Pero esta explicación se desbarata bastante cuando vemos cómo los planes iniciales de hacer dos films mutan en tres. Más aún cuando contemplamos Un viaje inesperado y lo que vemos es un film que representa un estancamiento e incluso un retroceso para el cineasta, incluso desde el manejo de los efectos especiales, que lucen muy artificiales y no terminan de convencer. El hobbit: un viaje inesperado no es mala, porque en ciertos momentos logra apoyarse en la trilogía que le ha precedido en el tiempo, volviendo a meter a los espectadores en un mundo ya familiar; con algunos personajes más que interesantes desde su ambigüedad, como Bilbo (siempre debatiéndose entre la comodidad y la inmersión en la aventura, aprendiendo de a poco a dejar fluir su nobleza) y Thorin Escudo de Roble (que no será Hombre, pero combina el liderazgo desde el exilio de Aragorn con el aura trágica de Boromir); y momentos de humor muy logrados, casi siempre saliendo desde los enanos. Aún así, es una cinta que no consigue respirar con vida propia, y que depende demasiado de sus predecesoras y las futuras entregas. Nota personal: espero con más ansia al 2015 por la visión de Jackson de Tintín en Prisoners of the sun, que por The desolation of Smaug y There back and again.
Épica en tamaño small Hay dos antecedentes negativos y uno positivo detrás del proyecto de esta nueva trilogía que rescata la mitología de J R R Tolkien, su mundo de fantasía y heroicidad, que el director Peter Jackson se propone convertir en otro hito cinematográfico como el que generara El Señor de los Anillos, película ovni que marcara un antes y un después en términos de género fantástico cinematográfico con un pesado interrogante que El Hobbit deberá responder: ¿se puede superar aquella trilogía? Los antecedentes negativos a los que hago referencia son precisamente el fantasma de la trilogía muy vigente y marcado a fuego en el espectador que vivió en las salas de cine esa épica majestuosa por un lado y por el otro lado el libro en cuestión, ya que la historia central no se conecta del todo con la aventura de Frodo y Aragorn sino que simplemente introduce las peripecias de Bilbo Bolson, personaje secundario si los hay y que fuera opacado por el ya nombrado Frodo en la trilogía de Jackson. Pero en el director es donde se concentra el aspecto positivo de esta empresa; en su capacidad narrativa y en su inventiva visual que se vale de la tecnología y de los recursos del nuevo cine 3D para mutar el concepto de la épica narrativa por el de la épica tecnológica. A El Hobbit, un viaje inesperado le falta épica y dramatismo, pero esa falencia se suplanta con un tono menos solemne y que apuesta a la frescura y al humor para impregnar un viaje iniciático protagonizado por un personaje no apto desde la naturaleza para la aventura toda una serie de elementos que en su conjunto conforman un mix interesante y novedoso, donde sin lugar a dudas el apartado visual se lleva la mejor parte. El otro pilar donde descansa la propuesta de Jackson, con la colaboración en el guión de Fran Walsh y Philippa Boyens y algún que otro aporte de Guillermo del Toro -quien se iba a hacer cargo de la dirección- lo constituye la presencia de Martin Freeman (conocido por la serie británica The Office) caracterizando a Bilbo y encontrando el equilibrio justo entre la torpeza del principiante y la valentía y astucia de alguien que en definitiva busca la aventura en el afuera y no en el adentro. Parte de esa premisa corona por decirlo de algún modo el planteo básico de este relato elemental que extrae de lo cotidiano o de situaciones mundanas pequeños destellos de hazañas personales como si parte del aprendizaje y del crecimiento -en el sentido iniciático de la palabra- fueran lo suficientemente trascendentes para preparar la aventura. Ese recurso inteligente también está ligado a un evidente manejo de la narración y al operativo de estiramiento excesivo para justificar el desglose de un solo libro en tres películas, con una duración exagerada que seguramente le juegue en contra no tanto a la narración sino a la trama central porque las digresiones y el alargamiento de secuencias no pasa desapercibido. El ejemplo de este despropósito aparece ya en la primera mitad en la que el protagonista ve interrumpida su tranquila cena por la llegada de trece enanos y el infaltable Gandalf (Ian McKellen) para persuadir a Bilbo de que se sume a la causa de los enanos: recuperar el reino de Erebor, usurpado por el dragón Smaug, asignatura pendiente de Thorin (Richard Armitage), hijo del rey de los enanos, decapitado por el enemigo en un sangriento combate, donde la espectacularidad del nuevo sistema HER 3D que permite al ojo del espectador ver 48 fotogramas por segundo agrega un plus a la experiencia cinematográfica. La incorporación de este formato para algunos será tan contrastante y difícil de asimilar porque las texturas de la imagen se asemejan a la que se puede percibir en un documental pero la belleza intrínseca de la fotografía, sobre todo en paneos de paisajes saturados de brillo y luminosidad por el efecto en el tratamiento de la imagen, se pierde. Sin embargo, no se necesita exclusivamente de este sistema para encontrar en cada secuencia de acción la marca distintiva de Peter Jackson y su equipo de creativos para diseñar batallas cuerpo a cuerpo deslumbrantes; vértigo y adrenalina para escenas sofisticadas desde el punto de vista de la puesta en escena y hasta el guiño cinéfilo que por ejemplo transforma a un trío de trolls en Los tres chiflados. La yuxtaposición con personajes del Señor de los Anillos que no aparecen en el libro original como la elfa Galadriel también es una jugada arriesgada pero que en el resultado final sale bien porque teje las redes invisibles entre esta aventura y su secuela como si fuese parte de la misma historia cuando en realidad no es del todo cierto en lo que a la saga literaria respecta. Párrafo aparte merece el retorno de el Gollum, criatura encantadora y de una sensibilidad impactante que gracias a la ductilidad de Andy Serkis y a su expresividad corporal y gestual engalana la pantalla y el convite en la mejor secuencia de no acción de la película donde se produce un verdadero duelo dialéctico e interpretativo entre Freeman y el susodicho Serkis. El Hobbit: Un Viaje Inesperado no defrauda a nadie pero tampoco logra impactar o deslumbrar más que nada por tratarse de una aventura sin la carga dramática y la intensidad de su espejo: El Señor de los Anillos.
Peter Jackson vuelve a su amor por Tolkien en esta nueva entrega de la saga, primera de la nueva trilogía, en la cual nos encontramos con un Bilbo joven. Un Bilbo que todavía no sufrido por el anillo pero que emprende su camino hacia a él. Es esta primera parte nos encontramos con la presentación, el panorama general de la historia. Los Enanos han perdido su reino ante Smaug, el dragón, y ahora intentan emprender un viaje para recuperarlo, junto con la ayuda de Gandalf y Bilbo, quien es arrastrado hacia la misión casi de forma injustificada. En el medio del viaje se encontrarán con personajes que ya conocemos, como Lady Galadriel, Lord Elrond y Saruman, así como también con nuevos obstáculos y enemigos. Peter Jackson ha aprovechado al máximo el tiempo en pantalla, asi también sus recursos, en este film. Si bien es injustificadamente largo, alrededor de tres horas, todos los aspectos del film hacen que se compense lo pesado qu puede volverse el estiramiento que hicieron en la historia. Hay que recordar que “El Hobbit” es uno de los libros más cortos dentro de la saga del Anillo, así que dividirlo en tres partes ya era injustificado desde un principio. Aún así, la pureza visual y hasta incluso la música son de una superioridad indudable. Hablando de pureza visual, este es uno de los aspectos a mi parecer que más destacan dentro del film. Lamentablemente, por cuestiones logísticas de Warner Bros. Argentina, tuvimos la posibilidad de ver el film en 35mm. Cualquiera, como nos pasó a nosotros cuando nos enteramos, se quejaría de tener que verla en ese formato cuando el marketing te dice que la veas en HFR 3D. Aún así, la copia era de una calidad sublime (Bajada de 2k) y se podían notar los cuidados que se habían tomado en los detalles. Los colores, la imagen en si, eran de lo mejor visto hasta ahora en cine, sin duda. Los efectos han superado por lejos lo que vimos en la trilogía anterior. Podemos notarlo sin duda en Gollum quien se ve extremadamente realista en la gran pantalla, mucho más que la vez anterior. Igual esta vez no es el único personaje completamente hecho en CGI, hay varios más y algunos de ellos con roles importantes en la historia. En sí el film es recomendable para aquellos que quieran aventurarse a su injustificada duración. Puedo asegurar que se disfruta de principio a fin, con algunos buenos momentos de comedia y otros momentos más intensos que plantarán la base para las próximas entregas.
Después de haber conquistado el mundo con las doce horas de El Señor de los anillos, era natural que Peter Jackson decidiera, finalmente, llevar El Hobbit -la “precuela” de aquella novela- que tuvo un parto dificultoso de casi una década. El resultado es desparejo, con secuencias notables donde el humor y la aventura conquistan el ojo y con otras donde la inflación narrativa producto de transformar una novela de poco más de trescientas páginas en otra trilogía de más o menos diez horas en total. Quien conozca la obra de Tolkien, verá que hay tanto elementos del libro original como de los Apéndices de El Señor de los Anillos, y algunos cambios para mayor fluidez narrativa. Justamente, el problema de la película reside en que esa fluidez se resiente en gran parte del film, especialmente hacia el medio, donde la necesidad de llenar la historia con datos necesarios para futuras películas vuelve todo moroso. En cambio, en las secuencias de acción y dramáticas que se suceden en la última hora de película, todo es más fluido e incluso, en ciertos casos, humorístico, aunque se nota la idea de que la estructura sea un calco de la de los films anteriores. Sì hay un defecto, quizás producto de la necesidad de “sumergir” fìsicamente al espectador en la acción, y es que a pesar de la suntuosidad de los escenarios, a la hora de los golpes y las corridas es imposible disfrutarlos por el vértigo de una cámara que busca, primero, el ángulo más difícil y, recién después, el más pertinente. Un juguete de Navidad, en todo caso, con mejor humor que sus antecesores.
Peter Jackson sabe satisfacer a los espectadores. Los introduce nuevamente en una gran aventura, llena de heroísmo, humor y nostalgia. De gran impacto visual. Luego de haber disfrutado de la trilogía de El señor de los anillos: La Comunidad del Anillo (2001), basadas en el libro de JRR Tolkien; llega una nueva trilogía que promete emular a la anterior: El Hobbit, ("El Hobbit: La Desolación de Smaug, 2013" y "El Hobbit: Ida y una Vuelta, 2014"), un historia rodeada de grandes expectativas mucho se habla de su nueva tecnología de 48 FPS siendo pionero y dirigido por Peter Jackson (51). Se encuentra ambientada en la Tierra Media y comienza con un relato explicativo de Frodo (Elijah Wood). La historia se desarrolla sesenta años antes del "El señor de los Anillos", inicia con Bilbo Bolsón (Martin Freeman), un Hobbit que vive en Bag-End y disfruta de su tranquilidad hasta que se encuentra con Gandalf (Sir Ian McKellen) quien lo invita a una gran aventura, este amablemente se niega, por esta causa Gandalf le hace una marca en su puerta. A la noche Bilbo se dispone a comer tranquilamente hasta que en varias ocasiones llaman a su puerta: son 13 enanos que saquean su despensa, comen y beben todo. Lo único que le resta es unirse a ellos para buscar el tesoro robado por el dragón Smaug y ayudar a Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage) recuperar su reino perdido de Erebor, y todos vivirán una gran aventura. Los espectadores a lo largo de 169 minutos se introducen en un gran espectáculo visual, un ritmo frenético que no aburre, acompaña una gran banda sonora, llena de personajes nuevos y otros conocidos que reaparecen, un gran recorrido por lugares inhóspitos, criaturas peligrosas, Orcos, Huargos enormes, arañas gigantes, mutantes, Gigantes de piedra, Hechiceros y Aves gigantescas. Llena de fantasía y humor, siempre la lucha entre el Bien y el Mal, grandes y peligrosas batallas. Hasta se encuentra El Gollum (Andy Serkis) y la Estrella, famoso anillo que tiene sus poderes. La historia queda abierta para la segunda entrega de la saga titulada "El Hobbit: La Desolación de Smaug, 2013" fecha prevista de estreno en Argentina 2 de enero de 2014. Cuenta con un gran elenco: Ian McKellen (Gandalf), Martin Freeman (Bilbo), Cate Blanchett (Galadriel), Ian Holm (Old Bilbo), Christopher Lee (Saruman), Hugo Weaving (Elrond), Elijah Wood (Frodo), Andy Serkis (Gollum), entre otros. Otro de los puntos atrayentes es este nuevo formato HFR 3D, una resolución 48fps, estos 48 fotogramas por segundo, le da mayor definición, imágenes hiper reales, aumentado sus colores y un gran despliegue visual.
El regreso de Peter Jackson a la Tierra Media, tras la trilogía de "El señor de los anillos" es espectacular y visualmente impactante, como era de esperarse. Jackson, se luce como narrador de historias epicas, plagando el relato de momentos de tensión, suspenso y aventuras. La direccion de arte, los efectos imperceptibles y la fusión de acción en vivo con personajes digitales estan perfectamente logradas, generando un metraje uniforme y atrapante. Claro, ya no existe la sorpresa ni el asombro de años atras cuando se inicio la trilogia con "La comunidad del anillo" por eso, ver a los hobbits, los enanos y demas seres mitologicos interactuando pese a las diferencias de tamaños es lo esperado. En ese sentido, el director tenia que enfrentarse a su propia mitologia filmica, sabiendo que los exigentes cinefilos seguidores de la saga, estarian atentos a cualquier paso en falso, en ese sentido, el realizador cuenta con saldo a favor. El entretenimiento, la pericia a la hora de rodar las escenas de batallas y los escenarios fantasticos, hacen del filme, una experiencia que se disfruta, sobre todo despues de la primera hora de metraje, cuando la accion avanza hasta llegar a un climax que corta la respiracion.
"En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad." Así empezaba El Hobbit, libro en el que se basa la trilogía que va a realizar Peter Jackson cuya primera parte, The Hobbit: An Unexpected Journey, fue estrenada ayer por estos lados. La frase de arriba fue lo primero que J.R.R. Tolkien escribió del libro, él se encontraba corrigiendo exámenes, allá por 1929, cuando encontró una hoja en blanco de exámen. Esto le vino al pelo para tomarse un recreo y de la nada escribir esa primera mítica frase. Seis años le llevó terminar el libro, años que usó para documentarse de folklore anglosajón, bibliografías y magia creativa. Casi cien años después, tenemos una película que adapta el primer tercio del libro, Peter Jackson se encargó de dirigirla como hizo con la trilogía de El Señor de los Anillos, la obra posterior al Hobbit y más famosa de Tolkien. No soy de leer libros, directamente... no leo libros, si, sí, ya sé, no hace falta que comenten al respecto, ya me he fumado comentarios de amigos (y me sigo fumando) al respecto. Debo haber leído tres libros en mi vida por decisión propia, uno de ellos es El Hobbit. Fuí al cine con pocas expectativas por varios factores, los principales serían dos. 1- Me aburren un poco las películas (juegos, comics, cartas, rol, etc) de fantasía heroica / medievales / épicas, en general. Siempre sentí que repiten una formula de modo cansador y encima le suman política ("blablabla!" mucho bla!) de reinos, idas y venidas. Mes es agotador. 2-Usualmente, para películas tan esperadas, pochocleras y demás, al menos por acá cerca, suelen estrenarlas subtituladas sólo en 3D, por lo que si querés verla en 2D (normal) la tenés que ver doblada, y las pelis me gusta verlas en su idioma original. Fuí al cine porque el libro me había gustado mucho, cuando lo leí hace años, y porque hacía tiempo que no escribía una crítica de estreno pochoclero para Tierra Freak. Me lo debía. Mientras estaba en el cine, anoche en el estreno, pensaba "mierda, estoy tan contento que no voy a poder escribir nada malo de esta peli". Terminó la película y estaba aún más contento por el resultado final. Llegué a casa y pensé "si escribo ahora mismo sobre ella, serán puras flores, mejor escribo mañana, más frío y tranquilo". Hoy es ese mañana, estoy más frío y tranquilo, pero sigo con una sonrisa de oreja a oreja sin poder encontrarle algo realmente malo a éste film. Tuve la suerte de poder verla sin un 3D innecesario, en su audio original con subtitulos y valió la pena. Esta primera parte bordea la majestuosidad durante las casi tres horas que dura la película. Parece totalmente al vicio entrar en detalles sobre el deleite visual de efectos especiales, pero no lo es. Es un despliegue infinito de cgi que no contrasta, ni sobresale chocantemente como en otras pelis, vuelve todo real, creíble, natural y fantástico. Es como si pudiesen hacer real, PALPABLE y creíble cualquier criatura imaginaria soñada, eso le suma muchísimo a la obra. Cada elemento vivo fantástico tiene vida propia, con soltura, dinamismo y eso le da un naturalismo que te deja más que satisfecho como espectador. Dejando de lado lo visual, que por si no quedó claro: es impecable, actoralmente se destacan los actores principales: Martin Freeman, quien encarna al hobbit Bilbo con sinfín de expresiones casuales y ajustadas; y Ian McKellen en el papel de Gandalf, que lo tiene aceitadisimo por haberlo interpretado en la trilogía de The Lord of The Rings, claro. Gran mención especial para Andy Serkis descosiéndola prestando su voz para Gollum. El resto de los roles no están mal, pero no se destacan, simplemente porque los personajes no lo hacen en este film, por ahí se asoma un poco Thorin, el personaje de Richard Armitage, pero es más bien (al menos en esta parte) un simple elemento potenciador para la evolución personal del protagonista. La peli tiene un excelente ritmo aclimatada por una música solemne bien certera. Es un subi-baja entre comedia y acción, pero englobado en una gran aventura. ESO es el punto fuerte del film, Jackson logró que tengamos una de esas pelis de aventuras inolvidables, cargadas de escenas de acción tremendas y chistes repentinos muy graciosos. La historia? Un "simple" viaje largo con un trasfondo interesante, cargado de peligro y aventura. Si te pareció algo tediosa la trilogía de El Señor de los Anillos, hay altas chances de que éste comienzo de trilogía te encante.
OTROS MUNDOS “El mundo no está en tus mapas ni en tus libros. El mundo está ahí afuera”, le dice Gandalf (Ian McKellen) a un Bilbo (Martin Freeman) que no se decide a emprender una aventura. Y con toda la humildad del mundo, voy a disentir con el mago: creo que hay un mundo en cada relato, en cada novela, en cada película. Y a diferencia de Bilbo, que al principio tiene miedo, nosotros no necesitamos que nadie nos convenza para recorrerlos, y menos a este en particular: el director Peter Jackson ya nos había conquistado con la trilogía de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS (THE LORD OF THE RINGS) y desde hace varios años que somos muchos los que deseábamos regresar a la fantástica Tierra Media, ese mundo mágicamente vasto creado por JRR Tolkien. La espera se tornó casi insoportable y, finalmente, volvimos: EL HOBBIT: UN VIAJE INESPERADO (THE HOBBIT: UN UNEXPECTED JOURNEY), ese viaje tan esperado, cumple con las expectativas. Mucho tiene que ver la maestría con la que Jackson nos guía por esos paisajes fascinantes rodeados de magia, personajes queribles, impactantes efectos visuales y una potente banda sonora. Y como toda expedición, esta comienza en algún lado: a la apacible aldea de Bolsón Cerrado llegan un mago y 13 enanos que pondrán patas (peludas) para arriba la hasta entonces tranquila vida del hobbit Bilbo Bolsón. Juntos partirán hacia tierras salvajes con el objetivo de reclamar el reino de Erebor, ahora ocupado por un monstruoso dragón. Pero el camino no será nada sencillo. La primera entrega de esta nueva trilogía (que son precuelas de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS) adapta en casi tres horas las primeras 120 páginas de la novela en la que se basa. Sabemos que ha sido muy cuestionada la decisión de Jackson de filmar tres películas con un libro de menor extensión que cualquier volumen de la trilogía del Anillo y, hay que reconocerlo, la sensación de que el relato ha sido estirado se nota en ciertos pasajes: la extensión no es problema cuando se lee, pero en una película la situación es diferente. La llegada (y presentación) de los enanos a Bolsón Cerrado se extiende demasiado, aunque tiene muy buenos momentos humorísticos. Algo similar pasa con la visita a Rivendel, una pausa quizás necesaria para que el resto de la película avance fluidamente después. También hay ciertos elementos de la historia (como las escenas de Radagast y lo de “el mal que está cobrando fuerzas”) que se sienten demasiado inconexas con la aventura de Bilbo, pero son cuestiones que se explorarán en las dos secuelas que nos faltan ver. La actuación de Martin Freeman es sencillamente genial: su Bilbo es conmovedor, gracioso e incluso valiente cuando tiene que serlo. Quizás la escena en la que mejor se note la capacidad del actor es durante el encuentro con Gollum, personaje también interpretado de manera impecable por Andy Serkis con la técnica de captura de movimiento. Ambos se lucen en un duelo de acertijos que es uno de los momentos más logrados del film. Ian McKellen nos regala otra de sus brillantes interpretaciones como Gandalf, personaje que logra emocionar (y mucho) sólo con la voz y esa mirada de mago viejo que tanto dice (destaco la conversación entre él y Galadriel, en la que explica porqué eligió al hobbit como compañero de aventuras). En cuanto a los enanos llama la atención de que a pesar de la película sea bastante extensa, los guionistas no se hayan tomado el trabajo de desarrollarlos mejor como personajes (sí, ya sé que en el libro pasaba algo así y son varios, pero si hacés una película tan larga podrías explorar un poco más sus personalidades, que te cuesta): sólo Thorin (Richard Armitage) y Balin (Ken Stott) tienen sus momentos, y en menor medida Dwalin (Graham McTavish), Fili (Dean O`Gorman), Kili (Aidan Turner) y Bofur (James Nesbit). El resto están prácticamente de relleno o en el rol de comic relief. Los fanáticos de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS se emocionarán hasta las lágrimas con las muchas referencias a aquella trilogía que aquí encontrarán, desde algunos temas musicales hasta ciertas escenas o pequeños momentos muy reconocibles. Pero aquí quiero detenerme para mencionar el que creo que es uno de los pocos puntos en contra de la película: de vez en cuando, las referencias pasan a convertirse en meras repeticiones de secuencias ya vistas en EL SEÑOR DE LOS ANILLOS. Como ejemplos de esto se pueden mencionar las escenas en la Ciudad de los Trasgos (que son bastante similares al escape de las Minas de Moria en LA COMUNIDAD DEL ANILLO) o la peligrosa marcha por las Montañas Nubladas (que remite al momento en que la Comunidad del Anillo atraviesa el Paso de Caradhras). Aunque la culpa de esto no es de Peter Jackson, ya que estas situaciones ya estaban en la novela “El Hobbit”, se echa en falta algo de sorpresa o la sensación de asombro que generaron en su momento LA COMUNIDAD DEL ANILLO y sus continuaciones. En EL HOBBIT: UN VIAJE INESPERADO también se destaca el brillante uso del 3D (uno de los mejores que vi): la técnica suma mucho cuando se quiere generar la sensación de profundidad y en los primeros planos de trolls, trasgos y otras bestias. Además, están muy logrados los escenarios, los set-pieces y el diseño de la mayoría de las grotescas criaturas que amenazan a nuestros héroes. Teniendo en cuenta que las dos secuelas que nos faltan por ver se filmaron prácticamente en simultáneo, es seguro que todos estos aspectos positivos se mantendrán. Sólo queda esperar una historia con un ritmo más intenso y con mayor cantidad de momentos que sorprendan. Ahora es tiempo de tomar un descanso en el camino: en un año veremos cómo siguen las andanzas de Bilbo y compañía. Pero ¿qué hacer hasta entonces? Hay otros libros, otras películas, otros mundos por recorrer: vayan, viajen si quieren, pero sepan que siempre, en algún rincón de su mente, estará la Tierra Media aguardando, latente, como un anillo mágico que espera ser encontrado.
El largo regreso a la Tierra Media Está claro. "El hobbit" no es "El señor de los anillos". Y en esta adaptación de Peter Jackson, la diferencia entre una obra y otra está planteada sin tapujos. No solo porque se entregó un filme que apela a constantes flashback hacia ese futuro que ya vimos, sino porque se extendió el metraje hasta niveles casi imposibles para poder cumplir con la consigna comercial de estrenar una película por año hasta el 2014. Con casi tres horas de duración el filme narra la primera parte de una historia que sucedió 60 años antes de los acontecimientos descriptos en "El señor de los anillos". "El hobbit" fue concebido por J.R.R Tolkien, para entretener a los niños antes de ir a dormir. De manera que su estructura es simple y el argumento carece de los planteos filosóficos y existenciales que sí tiene "El señor de los anillos". Esta aventura en estado puro, narrada en casi 300 páginas, hubiera podido plantearse en un solo filme. Pero Jackson decidió estirar la historia hasta llevarla a casi nueve horas de metraje. Una osadía que tal vez le cueste el rechazo de los fans de Tolkien. Sin embargo, el resultado es de una calidad tan excepcional que esa extensión casi no molesta. La imaginería visual de Jackson, su desenfado a la hora de mover las cámaras y el uso impecable de los efectos especiales se fueron perfeccionando. Por eso, el filme es un entretenimiento épico con mayúsculas. Además, desde el inicio de la película (que tiene la misma presentación, clima e impronta que "El señor de los anillos") se tiene la sensación de transitar por un universo conocido. Incluso la música -enorme Howard Shore- retoma algunas de las melodías que ya ganaron un Oscar con la anterior trilogía. Claro que este largo regreso a la Tierra Media puede resultar aburrido para quienes no conocen el universo tolkiano. Pero, para los fans es una vuelta memorable. Una suerte de regalo navideño que se disfruta como el juguete más esperado. Párrafo aparte merecen los actores. Sobre todo Martin Freeman, que encarna a Bilbo con una gracia que no tuvo el melancólico Elijah "Frodo" Wood. Deliberadamente Jackson le otorgó a la historia algunos toques de humor que no están en el texto de Tolkien. Y la mayoría de ellos provienen justamente de Bilbo. La película se estrenó en Tucumán sin la novedad de los 48 cuadros por segundo. Solo llegaron al país 19 copias con este nuevo formato que, obviamente, quedaron en los cines de Buenos Aires. Una pena, porque la sala del Atlas ofrece justamente la posibilidad de ver el filme con este esperado adelanto.
Un destino sin rumbo Vuelve Peter Jackson con la historia de la Tierra Media, con un universo mágico que le valió 3 premios de la Academia personales y un total de 17 oscars. Esta vez lo hace estirando la historia previa a todo esa maravillosa trilogía que fue Lord of the Rings, con la anecdótica ayuda que Bilbo Bolsón tuvo que hacer con un grupo de enanos que buscan recuperar su tierra, Erebor. Retomando gran parte del reparto de lujo que tuvo LOTR, en algunos casos por el mero hecho de buscar afianzar al público con una trama que necesita de estos personajes para mantenerse, Jackson narra The Hobbit... con la solvencia y la solemnidad que lo caracterizan desde que conquistó Hollywood, dejando bastante de lado su libertad estilística más propia de obras como The Frighteners (1996) o Heavenly Creatures (1994). Aquí es todo ornamentación digital y chroma, pero hecho con calidad. Innegable es la labor en la fotografía, la mezcla de sonido o el despliegue artístico, con un maquillaje fantástico y vestuario de primer nivel. Pero eso no basta para que la película alcance la genialidad de su trilogía raíz (qué importa si esta es una precuela). A toda la calidad técnica, en la que se destaca también la decisión de filmar a 48 fotogramas por segundo, no le llega ni a los talones un guión adornadísimo (paradójico, ¿no?) por situaciones innecesarias, diálogos que intentan ser solemnes pero no son más que aburridos, y ciertos actos que bien podrían eliminarse por completo para hacer de la película una aventura más amena, que no deja de ser divertida si se tiene en cuenta que la novela en la que está basada es más infantil que la trilogía de El Señor de los Anillos. Aquí tenemos personajes más pintorescos, más amigables, y unos enemigos que son más "malos" que "temibles". Tenemos un periplo que no tiene bien marcado su andar, sino por momentos de absoluto estancamiento en su narración, como la escena con los trolls del bosque, que termina siendo sólo un disparador que funciona como símbolo, en vez de un fin en sí mismo. Toda esa grandilocuencia que Jackson busca, le juega en contra, como le pasó con la insoportable The Lovely Bones (2009). Busca demasiado en un film que puede ser grande siendo modesto. No importa la calidad artística y la maravillosa labor técnica. No importan los antecedentes. Hay que salir a defender el producto con uñas y dientes, aprovechando la calidad del reparto y de genios detrás de cámara. Eso en este caso no se logra del todo. Y así logramos dar con una película entrañable, divertida, amistosa, pero que para nada está a la altura de lo que prometía, con escenas descartables, como la soporífera reunión en la casa de Bilbo Bolsón, o la que termina siendo la escena bisagra en la narración, la asamblea en la tierra de los elfos. Todos momentos que funcionan como detalles pequeños, y que no enriquecen para nada el andar de los protagonistas, que siempre terminan metidos en algún lío que inexplicablemente los aleja de su destino. Y por si fuera poco, a Jackson se le escapa de las manos tanto personaje dando vueltas frente a cámara, perdiendo incluso la esencia de su protagonista, encarnado por un Martin Freeman que con su histrionismo no logra llenar los zapatos que Ian Holm sí calza con su versión anciana de este personaje. El resultado final es una película muy buena, disfrutable, sobre todo en 3D (una maravilla visual), pero hay que ver cómo envejece con el correr de los meses, sobre todo de cara a una pretensiosa trilogía, que marca el intento (veremos si vacío o no) de lograr un nuevo capítulo único en la historia del cine. Jackson intenta abarcar mucho, y cuenta poco, quedándose en un "veremos..."
La vuelta de Jackson con una muy buena adaptación Es muy posible que para los seguidores de la saga literaria de JRR Tolkien, El Hobbit en su versión cinematográfica resulte un hervidero de críticas acerca de la fidelidad a la letra. Sabido es que las adaptaciones no siempre contentan a los fanáticos y de esto dan cuenta los comentarios que pululan en la web, incluso antes del estreno de la película, partiendo desde el hecho mismo de haber convertido un libro para niños, de 19 capítulos y poco más de 300 páginas en una trilogía. El asunto a atender es que El Hobbit es ahora cine, y desde esa premisa, debe cumplir con lectores y no lectores, lograr un relato nuevo con herramientas lingüísticas diversas y diferentes de las literarias, que ante todo, resulte creíble para el cinéfilo. Si una virtud no ha de negársele a Peter Jackson, es la de haberse transformado desde el traslado a pantalla de El Señor de los Anillos , en un excelente narrador, una cualidad que confirma en la apertura de la serie que ocupa estas líneas y todos los comentarios de los adeptos al cine por estos días. El Hobbit , que no es otra cosa que una historia enmarcada en la misma mitología, escenarios e incluso con algunos de los personajes de aquella saga, resulta una muy buena adaptación, que prescinde de elementos que quizás reserve para su continuidad, de la misma manera en que con total libertad, reordena capítulos o parte de ellos y hasta toma elementos de otros libros del autor, como el propio El Señor de los Anillos, El Silmarillion y en Los cuentos inconclusos. La historia comienza como un recuerdo de Bilbo, hobbit solitario, heredero de un clan tan pacífico como el de los Bolsón y tan tentado por las aventuras como el de los Tuk. Hogareño, afecto a la vida tranquila y la buena comida e incapaz de aceptar cualquier cosa que modifique sutilmente su cotidianeidad, Bilbo se ve movilizado ante la aparición de Gandalf, un Mago Gris, legendario por sus aventuras en la Tierra Media, y la repentina convocatoria en el seno de su hogar de un ejército de enanos liderado por el rey Thorin, que pretende reclutarlo para la nada sencilla misión de recuperar la Montaña Solitaria. Ese lugar al Este de la Tierra Media fue el hogar ancestral de los enanos, perdido en batalla a manos de los malvados orcos. Los enanos están dispuestos a ir por ella, pero deben enfrentar al Dragón Smaug, un ser inteligente que puede detectar la presencia de estos guerreros sólo por su hedor y a grandes distancias. El olor de Bilbo es desconocido para Smaug, y los pasos de sus pequeñas y peludas patas apenas inaudibles. Por las ventajas que esto supone y porque de niño Bilbo mostraba cierta afición a las aventuras, es llamado a sumarse a la campaña, según explica Gandalf. Tribulaciones más o menos, Bilbo carga su mochila y se encamina hacia lo desconocido, algo que un hobbit jamás imaginaría hacer. De la misma manera que en El Señor de los Anillos utilizó, además de las actuaciones, fotografía, iluminación, sonido, música, Peter Jackson hace uso de toda la artillería de soportes tecnológicos a su alcance para llevar adelante un relato de casi tres horas de metraje que jamás decae. Sólo un fisiológico déficit de atención impulsa al espectador a pedir un descanso. Pero si la saga ofreciera su segunda parte la próxima semana, es una certeza que varios miles ocuparían las butacas en las salas del mundo, en principio a la espera de otro capítulo de un cuento tan apasionante como este comienzo, y luego, para probar cómo se las ingenian el director neozelandés y todo su ejército de especialistas para arribar, en la próxima, a este mismo efecto. Críticas más o menos detallistas de las licencias que se toma el guión, El Hobbit es una excelente propuesta a visitar en la presente cartelera, ya sean lectores o no.
SEGÚN FREUD, LA CACA Y EL ORO SON LO MISMO A long time ago, cuando Peter Jackson adaptaba El Señor de los Anillos, narraba y re-creaba en simultáneo. El poder de la trilogía no se sostenía por la pericia de una narración épica; las aventuras de Tierra Media valían doble: por el relato y por la coherencia audiovisual con la que Peter Jackson se apropiaba de Tolkien. El Señor de los Anillos fue absorbido por la esencia del cine. Libros que trascendieron como la mejor metamorfosis de las letras a la pantalla. Semejante hito se obtuvo porque Tolkien fue un demiurgo que no dejó nada librado al azar y porque Peter Jackson quiso igualarlo en obsesión sin superarlo en creatividad.
Los 48fps trajo consigo más enojos que aplausos, pero lo cierto es que esta nueva manera de ver cine tiene sus pros y sus contras: la imagen se vuelve demasiado real, cuestión que brilla en los planos generales, en los diferentes paisajes y planos secuencia que el director desarrolla, pero se vuelve innecesariamente detallista cuando la acción sucede dentro de las casas y espacios cerrados, lo que produce que los muchos efectos especiales resalten y queden muy falsos a la vista.
El comienzo de la aventura El concepto de la génesis de la película es algo equivocado. Hacer un filme destinado a una saga que será la precuela de la exitosísima "El señor de los anillos" huele más a billetes que a un hecho artístico de la industria del celuloide. El concepto de la génesis de la película es algo equivocado. Hacer un filme destinado a una saga que será la precuela de la exitosísima "El señor de los anillos" huele más a billetes que a un hecho artístico de la industria del celuloide. Dicha esta salvedad, "El hobbit, un viaje inesperado"es un filme que tiene sus puntos efectivos y atractivos en lo que respecta a la majestuosidad de las escenas y la tecnología digital y a la vez sufre esa dependencia del mundo de las computadoras. Porque el sistema de captura de movimientos a veces humaniza los personajes, pero otras tantas los representa de un modo tan perfecto que logra lo contrario. Y eso atenta contra el efecto "realidad" de esta historia. Pero, en fin, había entonces una película. Este es el comienzo de un viaje en el que el mago Gandalf y sus guerreros reclutan al hobbit Bilbo Baggins, con la misión de recuperar la tierra perdida. Ambientada sesenta años antes del derrotero de Frodo en "El señor de los anillos", el propósito es contar con lujo de detalles cómo se llegó a aquella fantástica historia de J.R.R Tolkien. El punto a favor fue el modo impactante que se eligió para mostrar las batallas y el punto en contra es la lentitud en la narración que, por momentos, invita al sueño, sobre todo en la hora inicial. Además, los 169 minutos de película resultan excesivos. Con todo, los fanáticos de la saga, quedarán más que felices.
La tranquilidad y parsimonia de una vida chata y sin sorpresas del hobbit Bilbo Baggins es arrancada de su calma chica cuando el mago Gandalf lo suma a la aventura: recuperar Erebor, el reino de los enanos conquistado y arrasado por el dragón Smaug décadas atrás. Acompañado por trece descendientes de los que sobrevivieron a esa terrible desolación Bilbo deberá atravesar la tierra del Este antes de emprender la batalla definitiva para recuperar el trono perdido. Pero los túneles de los goblins esconden un personaje y un objeto que cambiarán el destino de toda su familia: Gollum y su preciado anillo dorado. Nada justifica que un único libro haya sido estirado hasta límites exagerados para lucrar tres (!) veces con el público amante de las historias de Tolkien. Ni los 48 cuadros por segundo, ni la calidad de imagen, ni las tres dimensiones. Los avances tecnológicos siempre son celebrados, en tanto y en cuanto estén a disposición de la historia a contar y no como meras herramientas para capturar audiencia. El Hobbit bien podría haberse contado en dos partes (hecho que incluso ya había generado cierto resquemor dentro de los fanáticos más acérrimos de su original literario): su transformación en una innecesaria trilogía es simple y puro marketing. Dicho esto, nada opaca la factura técnica de esta nueva película de Peter Jackson, impecable por donde se la mire. Desde los efectos visuales, la fotografía y la banda sonora, no hay un resquicio por donde se cuelen fallas. A excepción claro de lo anteriormente mencionado: se notan con claridad aquellas escenas en donde el realizador debió agregar levadura de más para inflar y estirar la acción y crear (con menos material del necesario) casi nueve horas de un relato que bien podría haberse narrado en la mitad de tiempo.
Con muchos problemas que la producción de El Hobbit tuvo, desde falta de presupuesto inicial, abandono por parte del director original, Guillermo Del Toro y ciertas complicaciones al momento de las grabaciones, por fin llega la tan esperada "precuela" por llamarla de algún modo, de la mítica, galardonada y de culto trilogía de El Señor de Los Anillos, cintas y libros que para muchos son el principal referente en cuanto a la mitología fantástica se refiere. Del autor John Ronald Reuel Tolkien, y publicada en entregas en 1937 (para más información, la reseña del libro aquí en mi sitio), El Hobbit nos narra las aventuras de Bilbo Baggins (Bolsón traducido al español) antes de que sucediera todo lo ocurrido con su sobrino Frodo y el anillo único. Es así que, con la intervención de Gandalf (brillantemente interpretado por Ian McKellen), y la aparición de una compañía de 13 enanos, se ebarcan en una aventura a enfrentar a un terrible dragón el el afán de recuperar su magnífico tesoro. De entrada, se había manejado que el libro sería dividido en dos películas (cuando Del Toro estaba a cargo), sin embargo, cuando Jackson entró a rescatar el proyecto, se anunció que sería una nueva trilogía, al más puro estilo de Star Wars. Y de hecho, es como empezamos la película, con una secuencia que podríamos denominar "secuencia 0" ante todos los eventos que suceden años después en la trilogía que ya todos conocemos. Y así, aunque parece innecesario el alargue de la serie, considerando que de hecho ésta primera parte dura casi 3 horas, nos adentramos (o mejor dicho, regresamos) a la Tierra Media, hogar de enanos, "hobbitses", orcos, elfos, trasgos, magos y demás criaturas fantásticas. Es así que, para los amantes de El Señor de Los Anillos, habrá más de un guiño que los seguidores de las películas (y los fans del libro) sabrán reconocer y al mismo tiempo, odiar por ese juego tan extraño que juega Jackson en el filme: a veces es literal con los diálogos, a veces se despega para alargar la trama y a veces simplemente acorta líneas y explora demasiado otras. Pero no lo podemos negar. Jackson hace un maravilloso trabajo hablando visualmente. La película intenta mantener un ritmo constante y no caer mucho en ratos de tedio originado por los diálogos. Y arrancamos con una breve narración para meternos de lleno a la mitología, a la historia, y viajar con nuestra compañía preferida de enanos (lo siento Gimli, has quedado obsoleto), mientras exploramos los maravillosos paisajes de la tierra media y disfrutamos los maravillosos efectos (con un par de pecados incluidos en los que se nota mucho el CGI) y las brillantes actuaciones que convierten los 166 minutos de proyección en una inversión redituable, sobre todo si ya se era seguidor de una historia tan compleja como enredada. Y aunque Howard Shore no logra un score maravilloso como sus anteriores trabajos en la tierra media, ni Martin Freeman tiene el mismo toque que Elijah Wood, es un gusto disfrutar de nuevo de Sir Ian McKellen como Gandalf. No creo que el 3D aporte mucho a la historia (la vi en formato normal), y no puedo comentar sobre la técnica de HFR (High Frame Rate o Imágen de Alta Frecuencia, consistente en correr a 48 fotoramas por segundo, más cercano a la velocidad en la que el ojo humano percibe las imágenes, cuando lo usado actualmente en el cine son 24 fps) tan "innovadora" con la que se ha arriesgado a filmar nuestra nueva trilogía literaria que intentará competir por éste mercado en los próximos 3 años contra Los Juegos del Hambre. Pero sí podemos decir que ha valido la pena correr el riesgo de regresar a la tierra media (con todo y cameos) y que seguiremos esperando con ansias, si no se acaba el mundo, a la conclusión de otra nueva historia épica.
Estamos siendo testigos presenciales de un verdadero clásico Que las peleas entre New Line Cinema y Peter Jackson, que la operación de úlcera, que Guillermo del Toro iba a dirigir y se bajó por todos los líos legales, que el sindicato, que Christopher Lee e Ian Holm filmaban en Londres por problemas de salud… Miles de problemas pero… Finalmente llegó la primera parte de la tan anunciada y esperada saga de “El Hobbit”. Las otras tienen fecha de estreno para diciembre de 2013 y Julio de 2014. También son producciones de la Wingnut y están realizadas por Peter Jackson, el neocelandés detrás de la saga de El señor de los anillos. El comienzo de la trilogía se llama “El Hobbit: Un viaje inesperado”. En la primera escena el director nos relaciona con lo visto antes en “El señor de los anillos: la comunidad del anillo”. Todo arranca minutos previos a aquel principio en 2001 con Froddo (Elijah Wood) y Bilbo Bolsón (Ian Holm) en la casa de la comarca esperando por el cumpleaños de éste último mientras se pone a escribir sus aventuras pasadas. Propios y extraños asistimos a una narración donde se nos cuenta como el reino de los "Enanos" cayó en manos del dragón Smaug. La voz en off nos va pasando por años de mil batallas y nombres legendarios hasta llegar al momento en que Bilbo joven conoce a Gandalf (Ian McKellen), una mañana en la que recibirá a muchos e inesperados visitantes. Entre ellos Thórin (Richard Armitage), el "enano" que erigido líder intenta recuperar, junto a sus fieles guerreros, la montaña solitaria. A diferencia de todas las anteriores, “El Hobbit” resulta más directo en su relato pues, salvo en una secuencia, no hay lugar para el montaje paralelo que contaba tres y hasta cuatro historias a la vez. Sin embargo hay dos personajes que son los pilares fundamentales de esta parte: la versión joven de Bilbo (Martin Freeman) y Thórin, ambos con Gandalf funcionando como el nexo y a la vez catalizador de todos los hechos. En el mago es donde siempre centramos nuestra atención como si quisiéramos adivinar qué está pensando. Él tiene la información y la dosifica. Por supuesto que prevalecen la grandilocuencia de los efectos especiales (siempre al servicio de contar la historia); el desarrollo de los personajes que siempre van creciendo durante la acción dramática y, desde ya, la forma narrativa clásica del Hollywood de antaño. Para los fanáticos, y no tanto, también será una oportunidad para reencontrarse con parte del viejo elenco encarnando los mismos personajes que traerán algunas respuestas sobre la saga anterior. Por caso están Galadriel (Cate Blanchett), Elrond (Hugo Weaving), Saruman (Christopher Lee) y, por supuesto, Gollum, cuya voz es de Andy Serkis, quien vuelve a componer un trabajo extraordinario al servicio de la tecnología pues ninguna de estas producciones sería lo mismo sin él. En cuanto a los nuevos personajes, digamos que la injerencia de cada uno todavía está por descubrirse, pero es de destacar el trabajo de Martin Freeman como Bilbo de joven. Todo lo que vemos brillar de él en la trilogía anterior se ha producido por un cambio que va de "bicho de comarca" al hobbit entregado a la aventura. Como ocurría antes, la obra y el accionar de sus protagonistas están muy bien teñidos de los valores presentes en toda la bibliografía de Tolkien: amistad, fidelidad, defensa de los actos nobles, la inclusión y el trabajo en equipo y, en este caso en particular, podríamos agregar las consecuencias de la codicia y el sentido de la pertenencia a algún lugar. Se habla de "hogar" en El Hobbit y la defensa a ultranza del terruño a donde uno pertenece. Lo bien que hacen el trío de guionistas Philippa Boyens, Fran Walsh y Peter Jackson (a quienes se suma Guillermo del Toro, hombre que en algún momento sonó como el posible director). El rescate de estos valores en una película de este género es uno de los pilares en donde se apoyó la multi-premiación que recibió “El señor de los anillos: El retorno del rey” (2003). Once Oscar de once nominaciones. Todo un récord. En cuanto a la dirección, Peter Jackson es un artista muy inteligente. Ya maneja de taquito los relatos extensos, pero además sabe de memoria lo que esperan los fanáticos y así ha creado un universo cinematográfico alrededor de la Tierra Media que se auto-alimenta. Al igual que Star Wars poco importa ya lo que digan los críticos o los espectadores de otro tipo de cine. Este tríptico y el anterior se amalgaman perfectamente y conviven sin problemas. En cuestión de segundos somos transportados al mundo que ya conocemos, primero con la banda de sonido de Howard Shore (un clásico) y luego con la estética. Si en aquel éxito de principios de la década pasada los fanáticos "cuestionaban" algunas omisiones, nadie podrá quejarse de la literalidad de esta entrega. Incluso se agrega un personaje que no está en el libro (sí, en el apéndice creado por el autor de los libros que describe a todos). Se trata de Azog, un Orco que va en busca de venganza. Por otro lado, si usted jamás vio ninguna y tiene ganas de comenzar, sugiero hacerlo en el cine con “El Hobbit: Un viaje inesperado”, esperar las otras (total si esperó tanto tiempo, un año más…) y luego continuar en casa con el resto. Porque ya es parte de rica la historia de la cinematografía, porque responde perfectamente a las expectativas, pero en especial porque es cine de gran producción cuya calidad va a la par. Estamos siendo testigos presenciales de un verdadero clásico. Imperdible.
Completando al Profesor Tanto las cuatro novelas que publicó en vida (“El Hobbit” y la trilogía de “El Señor de los Anillos”) como las dos que le publicó en vida su hijo Christopher (“El Silmarillion” y “Los hijos de Húrin”) son apenas la pequeña punta del iceberg del legendarium construido a lo largo de décadas por el profesor de Cambridge John Ronald Reuel Tolkien, integrante del grupo de los inklings: académicos gustosos de la fantasía y las mitologías propias y ajenas, como Clive Staples Lewis, creador de “Las crónicas de Narnia”. Entre la primera posguerra mundial y su muerte en 1973, “El Profesor” (como le llaman sus fans) cumplió el sueño que Jorge Luis Borges plasmó en “Tlön, Ukbar, Orbis Tertius”: un mundo ficticio con sus propias lenguas, geografía, incluso con su propio génesis del mundo (tal vez el más bello: “La Ainulindalë o Música de los Ainur”). En ese transcurso fue gestando versiones de linajes y personajes, algunos definidos tardíamente (como Lady Galadriel, “terminada” durante la escritura de “El Señor de los Anillos”). Todas esas versiones se recopilan en la “Historia de la Tierra Media”, material de consulta para fanáticos. El origen Entre medio, alguna lectura compartida con los inklings lo estimuló a escribir un cuento para sus hijos, donde una criatura de una especie mediana (cuyo origen y linaje nunca había explorado) que vivía en un agujero en el suelo pero parecía un señor británico del mundo rural salía a vivir una gran aventura junto a un mago y 13 dwarves (raza cuyo nombre siempre se traduce como “enanos”), para enfrentar un dragón, y conocer elfos, y enfrentar temibles orcos, que ese cuento son llamados trasgos (goblins). Justamente: tal vez porque era originalmente un cuento infantil, o porque no lo veía tan comprometido con el legendarium; o quizás después, cuando un editor descubrió el material y decidió publicarlo, Tolkien “lavó” ese material de referencias a su mundo fantástico: Thranduil (padre de Legolas) aparece mencionado como “Rey Elfo”, Lord Elrond tiene una aparición menor, su pueblo aparece menos glamoroso, no hay lenguas extrañas, Gandalf es un vejete no tan poderoso (no un maia llamado Mithrandir ni Olórin) y así. Sólo queda una aventura desnuda de una compañía algo alocada, que arranca humorística y termina con ribetes trágicos; que va “de la sartén al fuego”, como dice en el texto, de un conflicto al otro, y finaliza con un giro argumental extraño pero justificado en ese contexto. Ampliación Ese es el material sobre el que trabajó Peter Jackson para concretar su adaptación de “El Hobbit”, 11 años después de su monumental versión de “El Señor de los Anillos”. Pero aquí la operación fue la inversa: si aquel relato era un trilogía que había que “hacer entrar” en tres películas de tres horas (desmesura del autor: su “King Kong” dura lo mismo, y eso que el mono de marras no aparecía hasta la mitad), aquí decidió expandir la novela original a una trilogía de tres horas cada parte. ¿Pero expandirla hacia dónde? Hacia la esencia del autor. Jackson tolkieniza “El Hobbit”: lo llena de relatos, de nombres, de referencias. Los elfos lucen en todo su esplendor y hablan sindarin todo el tiempo, aparece Radagast el Pardo (casi uno de los Brujos de la Tierra de la “Saga de los Confines” de Liliana Bodoc) para introducir la subtrama del “Nigromante” (de importancia para lo que vendrá después, es decir, los sucesos de “El Señor de los Anillos”), que reúne al Concilio Blanco con Gandalf, Elrond, Saruman el Blanco y Lady Galadriel. La estética está determinada por los ilustradores oficiales, Alan Lee y John Howe, y la música de Howard Shore le da un particular sabor irlandés a hobbits y enanos. Sin respiro Otra expansión es la aventura: Jackson y sus coguionistas habituales, Fran Walsh y Philippa Boyens, más Guillermo del Toro (quien iba a ser el director en un momento), explotan a más no poder el espíritu del libro, en el que la compañía liderada por Thorin Escudo de Roble se la pasa siendo capturada, escapando, siendo aplastados, cayendo en abismos o siendo rescatados a último momento por fuerzas benefactoras. Como en “King Kong”, el neozelandés estira las escenas de lucha o de persecución hasta que el espectador dice “basta, ya está, que se salven y listo” (cambiando un poco las situaciones con respecto a la novela). Y por supuesto, esa desmesura narrativa se plasma en desmesura visual: con los últimos adelantos técnicos desarrollados por su compañía Weta Digital, Jackson vuelve a levantar el rasero. Filmada a 48 cuadros por segundo, el doble de lo habitual (versión que se puede ver en los cines), en 3D, con renovados recursos de animación digitalizada y una fotografía luminosa (y seguramente muy retocada digitalmente), genera una sensación hiperrealista que llama la atención al principio (durante la secuencia previa, por ejemplo, con Frodo y Bilbo viejo) pero después uno termina acostumbrándose: es el caso de las expresiones faciales de Gollum, bajo cuya textura digital se esconde nuevamente el actor Andy Serkis (también director de segunda unidad). Hay algunos cambios en la historia, para reforzar el enfrentamiento entre Azog el Trasgo, matador de Thror, Rey bajo la Montaña y el nieto de éste, Thorin (en la novela original aparece su hijo Bolg). Rostros de fantasía Por supuesto, todo esto no se podría hacer sin un elenco de hierro que pueda actuar como un ensamble perfecto: ahí están Graham McTavish (Dwalin), William Kircher (Bifur), James Nesbitt (Bofur), Stephen Hunter (Bombur), Dean O’Gorman (Fili), Aidan Turner (Kili), John Callen (Oin), Peter Hambleton (Gloin), Jed Brophy (Nori), Mark Hadlow (Dori), Adam Brown (Ori) y Sylvester McCoy (Radagast). Ken Stott luce como el viejo Balin, y Richard Armitage está perfecto como Thorin (el momento de su canción es sublime). Por supuesto, Martin Freeman parece la elección ideal para Bilbo. Y allí está también Ian McKellen: imposible imaginarse ya un Gandalf con otras facciones y gestualidad. Entre los cameos, además de Serkis vuelven Ian Holm (Bilbo anciano) y Elijah Wood como Frodo. El veterano Christopher Lee vuelve a ser Saruman y Hugo Weaving impacta sólo con su entrada, en la piel de Elrond el Medio Elfo. Y los pocos minutos en que aparece Cate Blanchett como Galadriel (conocida como Nerwen Alatáriel, hija de Finarfin, en las Tierras imperecederas de Aman) justifican las tres horas de película. Y esto es sólo el principio: la narración llega hasta el refugio de las águilas y la visión lejana de la Montaña Solitaria, donde duerme el temible Smaug. La aventura recién comienza.
VideoComentario (ver link).
Las maravillas de la Tierra Media Bueno, debo aceptar que soy un entusiasta seguidor de las películas basadas en la obra de Tolkien, además de que el género de Aventura es uno de los que más disfruto, por lo cual no dudé ni 1 minuto en salir corriendo a la sala más cercana y gracias a Dios, me fui bastante satisfecho. Seguramente habrá amantes y detractores como en todas las grandes obras, porque afortunadamente, somos todos muy distintos en gustos y eso hace que el cine tenga que laburar mucho para cubrir a todos ellos. Debo decir que disfruté mucho "El Hobbit", sobre todo porque pude volver a sumergirme en ese mundo maravilloso de Tolkien llamado "Tierra Media", en la que me reencontré con elfos, orcos, enanos, hobbits, magos, bestias y todos esos protagonistas que hacen de esta obra la que es. Tiene la mejestuosidad de la trilogía de "El Señor de los Anillos", eso no cambió en absoluto y por eso le doy gracias a Peter Jackson. Si se tiene en cuenta la historia de Tolkien, no hay mucho que reprochar, sobre todo si la obra literaria en sí, ya funcionaba bastante bien. Lo menos espectacular de la película se presenta, según mi criterio, por dos cuestiones particulares. La 1ra tiene que ver con la duración del film, que fue de 169 minutos, un período de tiempo que podría cansar a los espectadores menos fanáticos. La obra literaria de "El Hobbit" es un libro corto, con una historia buena pero no tan extensa. Entiendo que Jackson quiera alargar los metrajes trabajando con más detalle las situaciones que se presentan en la historia, pero todos los que tenemos dos dedos frente también sabemos que este alargue responde a una cuestión económica. Dividir "El Hobbit" en 3 partes es como querer hacer una trilogía del cuento de "Risitos de Oro y los 3 Osos"... Repito, los más fanáticos seguro estarán contentos de permanecer más tiempo en la Tierra Media, pero es verdad también que a esta 1ra entrega le sobran fácilmente 30 minutos de metraje. La otra cuestión no tan positiva tiene que ver con la carga humorísitca que se le imprimió a la producción. Por supuesto que está bueno que nos divirtamos con las situaciones de los personajes, pero si comparamos con "El Señor de los Anillos", esta nueva peli le imprime humor a escenas y personajes que eran más serios en aquella trilogía. Se podría decir incluso, que se apuntó a un público más tirando a la niñez que al público adulto que se enamoró con las 3 pelis de "El Señor de los Anillos". Conociendo un poco el método de Jackson, creo que el drama va a ir incrementándose a medida que avancen las 2 entregas que quedan. Más allá de estas cuestiones, es innegable que la película entretiene muchísimo, posee una calidad técnica impecable y corre con la ventaja de tener millones de seguidores por el mundo que han vivido aventuras increíbles y se han emocionado gracias al trabajo de 2 talentosos como son Tolkien y Jackson.
El Hobbit, un viaje inesperado, es ideal para los que aman las escenas de lucha con espadas, seas o no un fan de esta aventura, y por supuesto imperdible para todos los que están enganchados con los personajes de El señor de los anillos. Es de destacar que aunque la película no te haya gustado del todo su final te deja con las ganas de ver la segunda entrega lo más rápido posible ya que...
Cuando uno ve en el cine una película épica de este genéro, percibe con qué se encontrará sin leer de antemano la trama. La trilogía de "El Señor de los Anillos", a diez años de su estreno en la pantalla grande, sigue ganando fanáticos en todo el mundo. Con "El Hobbit: Un Viaje Inesperado", ocurre exactamente el mismo éxito. Su director, Peter Jackson, logra plasmar en cada escena un "revival" de lo que fue en su momento "La Comunidad del Anillo" (2001). La diferencia, radica en que el nuevo film presenta un guión con más humor y aventura que sus antecesoras. La fluidez de las escenas hacen que no de respiro ni para ver la hora, ya que su duración es de aproximadamente tres horas. El hobbit Bilbo Bolson, interpretado por el actor británico Martín Freeman, logra transmitir una mirada fresca y desentendida de la responsabilidad que el viaje hacia la aventura de lo desconocido se le presenta y que podría modificar su vida radicalmente. La aparición de los trece enanos (cuyos nombres cuesta memorizar), le dan un toque grotesco y nórdico que rompen con la oscuridad que presentan algunas escenas con los orcos o trolls, y con la aparente normalidad de Bilbo en la Comarca. Gollum (Andy Serkis) y su precioso anillo reaparecen sólo quince minutos en la entretenida escena de los acertijos, necesaria para comprender el origen de toda la historia. Por supuesto, no se puede pasar inadvertida la presencia de Sir Ian McKellen como Gandalf, el mago que llega en el momento justo y salva a nuestros pequeños héroes; Christopher Lee como el oscuro brujo Saruman (aún no perturbado por el lado oscuro); y los reyes élficos Galadriel y Elron, interpretados por Cate Blanchett y Hugo Weaving respectivamente. Lo llamativo de este tanque que corona un 2012 de récord en las salas, es la implementación de una filmación de 48 cuadros por segundo o 48 fps; es decir, un sistema que reemplaza al de 24 cuadros por segundo utilizado desde 1927. Esta nueva forma mejora la experiencia cinéfila de los espectadores, se presenta sólo en veinte salas. Lo fascinante de esta experiencia es que la imagen es tan limpia y nítida que pareciera que fuéramos testigos espiando a través de una ventana. Es posible que esta diferencia en la imagen, sea percibida después de los 15 minutos de la película en los planos más cerrados que sirven para relatar más cercanamente las acciones de los personajes. Los libros de J.R.R Tolkien suelen tener un mensaje de valentía y confianza en uno mismo, cualidades que en la actualidad se ven relegadas en cualquier ámbito. Simplemente, hay que salirse de lo rutinario y de lo correcto para poder vivir una gran aventura y cambiar la lente con la que se mira la vida. Siempre hay algo más allá del horizonte, que nos espera. Sólo resta en nosotros decidir si nos animamos a correr el riesgo.
Manierismo El problema de El hobbit: Un viaje inesperado es el mismo que viene acosando al cine norteamericano, con su falta de ideas y su tendencia a repetirse, desde hace un buen tiempo: la película de Peter Jackson depende demasiado de lo hecho antes por El señor de los anillos, tanto que hasta la narración principal es un relato contado desde el presente de la trilogía. Jackson había sido fiel al mundo de Tolkien como pocas veces se había visto con ninguna transposición, y ese leer los libros de cerca y pegarse a ellos lo mejor que pudo fue lo que le permitió darle vitalidad y cohesión a un universo que se probó altamente cinematográfico. Las tres películas, incluso sus interminables versiones extendidas, funcionan por la creencia en los personajes y sus aventuras que demuestra el director. Pero en El hobbit la cosa cambia, porque lo que parece apuntalar la estructura general no es tanto el libro original como las películas anteriores. El primer síntoma de debilidad se nota en la enorme cantidad de personajes que la película necesita: la trilogía no se quedaba corta en ese sentido, es verdad, pero solía enfocarse en grupos pequeños, por lo general en tríos como los que conformaban Aragorn, Légolas y Gimli o Frodo, Sam y Gollum. El hobbit pide más caracteres para construir humor y drama, no tiene a su disposición una pareja con el carisma suficiente como Légolas y Gimli, entonces apuesta al número; los enanos que llegan tempranamente a la casa de Bilbo ya superan en cantidad a los integrantes de la compañía del anillo en la primera. Además, lo que en la tres anteriores resultaba sorpresivo o era funcional al relato, acá es predecible y se percibe automático, como si el mecanismo quedara a la vista en tanto tal. Por ejemplo, los salvatajes de último minuto de Gandalf, marca registrada de El señor de los anillos, ahora se adivinan con facilidad, como si el guión hiciera que el mago cumpla con su rol de manera rutinaria. Por otra parte, Bilbo es un personaje poco delineado, no tiene los matices de los hobbits de la trilogía, ni siquiera los que le aporta Ian Holm interpretando al personaje en su edad madura. El Bilbo joven es amable, distraído, torpe y generoso, es decir, reúne todos los rasgos que se les atribuyen a los hobbits en su totalidad y no ofrece nada parecido a la estampa sufriente del Frodo consumido por el poder del anillo o el porte trágico pero siempre leal y decidido de Sam. Es como si Bilbo hubiera sido despojado de particularidades y operara como un personaje vacío, vacante para que cualquier espectador pueda sentir simpatía por él sin demasiadas complicaciones. Al Bilbo un poco desabrido y al Gandalf refritado se le suman, además, varios personajes de las películas anteriores (las apariciones breves y amontonadas de Elrond y Galadriel), y algunos de ellos, como Gollum, tienen un peso determinante pero sin aportar nada nuevo a lo ya expuesto en la trilogía, como si lo de El hobbit fuera apenas una prolongación de las anteriores y el guión no estuviera muy interesado en explorar conflictos diferentes o en mirar a los personajes con otra luz. Así, la película no tiene grandes problemas, salvo por la evidencia de un curioso manierismo, como si El hobbit tratara de lograr lo mismo que sus antecesoras, copiar su estilo y sus modos, pero se encontrara con una pared infranqueable. La alquimia secreta que mantiene en plena forma la trilogía (incluso con sus altibajos, las tres son grandes películas) esta vez fracasa; están muchos de sus ingredientes pero faltan otros y los que permanecen no se administran en las dosis correctas. Peter Jackson se copia a sí mismo, realiza algo muy parecido a un greatest hits de su propia filmografía y, a pesar de su enorme capacidad para imaginar visualmente la Tierra Media y sus criaturas, El hobbit no deja de ser una película menor carente de personalidad.
Sobre los pobres éxitos de taquilla El Hobbit promete alcanzar o superar el éxito de El Señor de los Anillos. Demasiado dinero, muchos espectadores, y un mismo cine cada vez más lejano. En la misma dirección que las secuelas, precuelas y remakes de todo tipo a las que hoy recurre la industria. ¿Por qué otra trilogía sobre El Señor de los Anillos? O también, con otros ejemplos: Dustin Hoffman elije producir una serie propia (Luck, ya cancelada) ante la pobreza cinematográfica, el zapping del domingo deja entrever al actor Peter Coyote (notable en Perversa luna de hiel, de Polanski) como partenaire en una secuela execrable de Dr. Dolittle y sus animales parlantes, Tim Robbins acusa al cine norteamericano de adolescente y falto de propuestas, el realizador australiano John Hillcoat no puede creer que el Batman de Nolan sea la maravilla que la crítica pretende (y rememora, para ello, la propia historia magnífica del cine de EE.UU.) a la par de sus complicaciones para realizar Los ilegales (pendiente de estreno en Rosario), las series televisivas hace bastante que han ganado la partida desde una articulación y reformulación inagotable de los géneros (antes) cinematográficos... Lo último es curioso. El teórico Angel Faretta señala que la televisión fue creada para enfrentar al cine. Hoy podría decirse que el cine ha perdido la batalla y que la televisión, para ganarla, hubo de deglutir lo mejor de Hollywood. De todas maneras, sea buena o mala, la televisión es siempre televisión, nunca cine. Al cine se lo ve en el cine, sin pausas, rebobinados, espacios publicitarios, ni teléfonos hogareños (aún cuando muchos prefieran entorpecer el disfrute al contestar su celular). ¿Qué es lo que hoy en el cine se ve? En términos de propuestas de Hollywood, poco, nada, o más de lo mismo. Vale decir, películas pensadas para, justamente, personas que gustan de atender su teléfono celular. (A propósito, se habla de cifra histórica en la cantidad de espectadores rosarinos; pero lo que no se dice es cuánto dinero hay que pagar por una entrada. Es decir, ¿quiénes son los que hoy pueden ir al cine? Respuesta: los que gustan de ir con sus telefonitos celulares. Ellos son la cifra histórica). Todo esto como corolario, o reacción apenas, de lo que significa este Señor de los Anillos remozado. Otra trilogía más. ¿Qué necesidad? ¿Monetaria? Pero Hollywood siempre fue comercial, de manera tal que no sería explicación suficiente. ¿Incapacidad cinéfila/cinematográfica? Tal vez, si es que se puntualiza en la figura que ha hecho a Hollywood posible: el productor. Según Godard, los productores siempre fueron rufianes, pero sabían de cine. Hoy, devenidos empresarios, sólo persiguen números. Además, la incapacidad fílmica no sería tal si se vuelve sobre el talento admirable que despliegan series televisivas como Boardwalk Empire, The Walking Dead, Mad Men, Fringe, entre otras. Pero, se decía, esto es televisión, aún cuando varias de estas series estén hábilmente atravesadas por gente de cine. Lo que equivale a señalar que el cine ha sido y seguirá siendo matriz para el despliegue audiovisual actual y potencial. De lo que aquí se habla, eso sí, es de Hollywood. O también: de la muerte de Hollywood. Porque Hollywood y su cine han sido. Ya no más, sino sólo estertores que rubrican su muerte. Cuando aparece algún film digno de atención -Drive, de Winding Refn; Los ilegales, de Hillcoat- lo es por rememorar aquello que Hollywood fue y, justamente, ya no es. Si antes era tiempo de héroes y antihéroes, ahora lo es de superhéroes. No habrá de quedar historieta ni poder mágico que filmar y explotar. Aunque no desde la mixtura de lenguajes o la reflexión de un medio sobre otro, sino desde la apabullante pantalla 3D, los efectos digitales, las explosiones sonoras, el entretenimiento interminable y, las más de las veces, desde una lectura reaccionaria y repudiable. Nada de lo dicho es novedoso, demasiado fue filosóficamente alertado así como ahora corroborado. ¿Pero qué tiene que ver esto con El Hobbit? Todo. Es decir, Peter Jackson fue, alguna vez, un gran director de cine. De películas modestas, independientes, irreverentes, y también desagradables. El gusto por el gore, por la violencia y la diversión, terminaron por llevarle a un primer idilio de gran producción contenido en dos películas: una muy buena, Muertos de miedo; la otra excelente, Criaturas celestiales. Hasta que llegó la posibilidad de filmar a Tolkien y allí cambió todo. Oscars, montajes distintos para la exhibición comercial y el dvd, niño mimado de la industria, etc. King Kong no tuvo la misma repercusión y Desde mi cielo fue, por lo menos, pudorosa en grado extremo, a la vez que constataba un cine personal ya irrecuperable. Que Jackson deba filmar otra vez a Tolkien conduce al inicio de esta nota. ¿Qué necesidad? ¿Monetaria? ¿Incapacidad fílmica? ¿Otra vez tres películas de tres horas? ¿Concebidas desde un librito para niños legible en apenas media tarde? En todo caso, basta con situar esta nueva trilogía dentro de lo que cinematográficamente Hollywood hoy es (porque, como se señaló, ya no es): una nueva trilogía de La guerra de las galaxias en camino, secuelas para todas las películas con superhéroes, vampiros eunucos y seriados (Amanecer, Crepúsculo...), remakes de películas no?norteamericanas de éxito probado, catarata de películas de animación digital, y una adoración por la tecnología y sus avances que ya es defunción para el viejo celuloide. Este último aspecto supo ser referido por Martin Scorsese en su recorrido centenario sobre el cine norteamericano: A Personal Journey Throug American Movies (1995). Allí el gran realizador auguraba un camino de desarrollo fílmico/tecnológico imprevisto, con la referencia puesta en el cine de Kubrick. Pero la fórmula se ha dado vuelta y es hoy la tecnología la que dicta sentencia. El cine ha sido supeditado, y por eso también fulminado. Nada de apocalipsis en esto, sino sólo una lectura inmediata, con excepciones varias, pero con la certeza de que La invención de Hugo Cabret no deja de ser testimonio melancólico de lo que Hollywood ya no es. Seguramente se seguirán haciendo películas muy buenas pero nunca más -¿quizás sí?- desde Hollywood porque Hollywood, simplemente, ha dejado de ser. El ser es esencia y es ella la que cambió. Como un corazón que sabe cómo latir al compás del vaivén económico, "Hollywood" hoy privilegia a ese espectador que gusta de atender su teléfono celular. El mismo que se jacta de un récord histórico.
DE LOS HOYOS NACE LA VALENTÍA Si bien el filme es una clara sucesión de efectos especiales y despliegue tecnológico es importante señalar que el relato pone en relieve el costado humano de todos los personajes. Sesenta años antes de que Frodo Bolson se embarcara en una de las mayores aventuras épicas jamás narradas, su abuelo Bilbo era convocado por Gandalf, el gris; para emprender un viaje lleno de peligro y desafíos. Como todo hobbit, Bilbo no aceptaría con facilidad esta propuesta inesperada que lo alejaría de la tranquilidad de su hoyo. Pero los poderes de la magia y la astucia de un viejo sabio lograrían con suspicacia que el joven hobbit se llenara de coraje y emprendiera la travesía de su vida. Nacido en un cálido hoyo en Hobbiton, Bilbo Bolson, es un típico hobbit: de carácter retraído, temeroso y solitario; acostumbrado a la quietud de las praderas y la serenidad de los arroyos. Gustoso de la buena comida y dotado con el don de pluma, sus días transcurren en paz y sin sobresaltos. Pero una noche todo iba a cambiar, durante una rutinaria cena, alguien golpeó a su puerta: un enano se presentó y con su característica desfachatez se adentró en la propiedad. Así uno tras otro, el hoyo se pobló de hambrientos enanos, que con sus botas llenas de tierra, horribles barbas y sudados harapos coparon el pulcro comedor del hobbit. De la noche a la mañana la vida de Bilbo giró 360 grados. Nadie creería en su coraje, pero la valentía brotó de sus entrañas y firmó el compromiso con la misión de los enanos, que no era ni más ni menos que recuperar Erebor, su tierra saqueada por la bestia más temida de aquellos tiempos: Smaug, el dragón que con total impunidad ha robado los tesoros mejor guardados por su rey. Lejos de acobardarse, el hobbit mostró su costado más audaz y con mucha inteligencia logró superar cada uno de los obstáculos presentados. Desde los asquerosos trolls del bosque hasta los despiadados Orcos. Si bien el filme es una clara sucesión de efectos especiales y despliegue tecnológico de última generación, es importante dejar en claro que la primera parte de esta segunda trilogía pone en relieve el costado humano de todos los personajes. La valentía oculta de un hobbit, la venganza de un enano, y el anhelo de ensoñación de los elfos. Problemas morales y cuestiones psicológicas de cada uno de ellos se combinan con bellísimas panorámicas de tierras lejanas que Peter Jackson bien ha sabido seleccionar. De ritmo entre cortado y predecible transcurrir, la narración avanza a golpe de batallas superadas y exhibición de los mágicos recursos que Gandalf desenvaina como salvación de último minuto. Pero no todo es guerra y es por eso que la secuencia más destacada es cuando Bilbo y el Golum se ponen a prueba en una inteligente demostración de ingenio. Con su tierna bipolaridad, el humanoide desafía al hobbit quien ya tiene en su poder el preciado tesoro. El anillo no cobra demasiada importancia pero todo hace pensar que luego la tendrá, sobre todo cuando Gandalf a través de mudos gestos desea que Bilbo no dé a conocer al resto del grupo su posesión. Finalmente, y en una de las escenas más hermosas de toda la cinta, asistimos al vuelo de enormes pájaros que durante su travesía nos deleitan con un bello amanecer teñido de toda la paleta de los cálidos. Altura, adrenalina y confianza, sobrevuelan junto con los enanos y el hobbit, quienes rescatados de un feroz ataque Orco, desean con todas sus fuerzas que Thorin siga con vida. El hobbit ha salido de su hoyo, Thorin va en camino para recuperar Erenor, pero los Orcos seguirán asechando y Smaug parece no haber muerto: sus restos heridos pero llenos de odio reposan sobre el oro que no le pertenece.
Voy a ser sincero: no soy fan de Tolkien. Yo llegué a Tolkien gracias a los filmes de Peter Jackson - la Trilogía del Anillo - y, cuando tomé sus libros, fue con el deseo de llenar los huecos argumentales que dejaron los libretos de Las Dos Torres y El Regreso del Rey (que son dos de mis películas favoritas). Pero, dentro de todo lo fabulosa que me parece la trilogía, debo admitir que la parte de los hobbits es la que me resulta más pesada. Cuando veía los dvds, pasaba sus escenas en fast forward y, cuando leía los libros, salteaba párrafos buscando la próxima secuencia en la que aparecieran Aragorn, Gandalf o algún otro de estatura normal. Lo de Frodo, Sam y el Gollum siempre me sonó a un melodramático menage a trois que resultaba chocante con el tono épico del resto de la historia. Es por eso que mis expectativas eran bajas cuando escuché el rumor de que iban a rodar El Hobbit. Las expectativas bajaron mucho más cuando se desparramó la noticia que el libro - un modesto relato infantil de unas 350 hojas - iba a transformarse en una gigantesca historia épica que abarcaría tres filmes y más de 10 horas de metraje. Uno se da cuenta de que los números no dan cuando uno piensa que la trilogía de El Señor de los Anillos se basaba en tres libros (cada uno de ellos, grueso como una Biblia), y que ahora se van a rodar tres películas basadas en una novela que apenas llega al grosor del Nuevo Testamento. Si bien es cierto que las buenas historias necesitan oxigeno para desarrollarse como corresponde, también es cierto que existe el límite de lo tolerable, pasado el cual uno empieza a despachar verdura de manera salvaje como para poder rellenar 3 filmes de 3 horas cada uno. Esos problemas de estructura están presentes en el primer filme de esta saga de precuelas, al cual han llamado El Hobbit: Un Viaje Inesperado. La primera hora es larga e innecesaria, y todo lo que ocurre en ella bien podría haberse condensado en diez minutos. Hay una cena en donde Bilbo conoce a los enanos, la cual dura unos eternos 45 minutos. Lo que sigue también es largo, aunque algo más ameno: hay una catarata de cameos - viejos conocidos de la trilogía del Anillo que regresan, aunque en versiones mas jóvenes ya que esto es una precuela - que parecen insertados de manera forzada. Admito no haber leído el libro, y sólo me guío por lo que veo aquí por primera vez (y hasta es posible que en el relato original se mencionaran a dichos personajes); pero, por otra parte, me parece que el libreto insiste en dichas apariciones como una especie de guiño para los fans, amén de intentar validar desesperadamente el abolengo de El Hobbit: Un Viaje Inesperado como digno integrante de la saga. Mientras que en las precuelas de Star Wars la presencia de caracteres conocidos sólo servía para recordar la mediocridad del filme que estábamos viendo, acá tiene el agradable sabor del reencuentro (gracias, Quilmes!) con viejos amigos. Eso no quita que algunos cameos no resulten todo lo felices que debieran: las intervenciones de Hugo Weaving (Elrond) y Christopher Lee (Saruman) resultan vulgares, demasiado relajadas, despojadas de la solemnidad que siempre acompañó a dichos personajes. Eso no quita que Ian McKellen o Cate Blanchett siguen manteniendo su carisma intacto; y, en cuanto al Gollum, éste merece un párrafo aparte; no sólo se roba todas las escenas en las que aparece, sino que destila locura y malignidad como nunca antes se lo vió en toda la saga. Cuando uno supera la etapa de los cameos termina por meterse de lleno en la historia, con lo cual el filme realmente arranca como corresponde a la mitad de su proyección. Hasta ese entonces la película se ha extendido en tridimensionalizar personajes y presentar viejos amigotes de la saga, amén de abrir un puñado de subtramas que resultan insatisfactorias - como las rispideces entre elfos y enanos, o la aparición de un mago oscuro en el bosque - ya que quedan inconclusas al final de la película. Pero cuando la aventura comienza, lo hace en gran forma. Y, en medio de ella, hay dos personajes que destacan enormemente. Por un lado tenemos a Thorin, el rey de los enanos - encarnado con gusto por Richard Armitage -, el que posee la misma carga trágica que tenía Aragorn en la trilogía original (ahora vive en el destierro y la única razón de su existencia es recuperar la antigua ciudad de Erebor para devolvérsela a su pueblo); pero Thorin es mas orgulloso y venal, razón por la cual no escucha a nadie y comete más errores que el rey de Gondor. Y por otro lado está el hobbit Bilbo, el que empieza siendo un pavote y después se transforma en un auténtico héroe de armas tomar - éste no es el lloricoso Frodo, atormentado por los retos que le impuso el destino, sino un hobbit que se enfrenta a orcos y huargos de igual a igual, aunque más por desesperación que por valentía -. Aún cuando nunca me gustó Martin Freeman como intérprete, debo admitir que su perfomance aquí es notable: comienza como un bufón, pero después se transforma en un héroe impensado y, sobre todo, un individuo que transpira inteligencia y nobleza. Cuando se enfrenta a Gollum en un duelo de adivinanzas - de cuyo resultado depende su vida -, el rostro de Freeman transparenta tanto su nerviosismo como su sagacidad, pudiendo ver como funcionan a toda velocidad los mecanismos de su cerebro en encontrar las respuestas. Desde ya su Bilbo es por lejos el mejor personaje hobbit de toda la franquicia. El Hobbit: Un Viaje Inesperado es dispar. Precisaba un editor sin prejuicios, dispuesto a rebanar el 50% del filme para hacerlo más ágil y ameno. Cuando el libreto logra hacer foco en la historia principal - la travesía hasta la ciudad de los enanos en donde mora el dragón gigante -, se convierte en una pasada de aquellas. Hay combates masivos, la adrenalina sube a niveles estratosféricos, y hay secuencias que rebosan emoción - como el enfrentamiento final entre Thorin y Azog -; pero, por otra parte, es un filme demasiado indulgente consigo mismo, rebosante de relleno innecesario y engolosinado con la riqueza natural de sus personajes, al punto de transformarse en algo parecido a un reality - es como ver 5 horas de Gandalf tomando mate, o una jornada entera de Bilbo yendo al baño -. Los personajes fascinantes precisan historias a su altura y El Hobbit: Un Viaje Inesperado la provee... con más de una hora de retraso. Ello termina por quitarle méritos a un filme que tiene abundantes virtudes, pero entre las cuales el poder de condensación brilla por su ausencia.
Mientras no te crezcan los enanos... Peter Jackson retoma la saga de "El Señor de los anillos" que tanto éxito le diese en la década anterior, y lo hace con esta precuela -cuando a Hollywood no le queda nada por contar nuevo, sin dudarlo la arremete con estas- donde toma su personaje hobbit: Bilbo Bolsón, antecediendo a la ya vista "La comunidad del Anillo", y hace que el personaje -bien interpretado por el carismático Martin Freeman- inicie la travesía en busca del perdido Reino de Erebor. Esta nueva aventura lo llevará por caminos y senderos llenos de peligros y sorpresas junto al Mago Gandaldf -ese genio de Ian McKellen-, y 13 enanos liderados por el guerrero Thorin. En el trayecto hay de todo: elfos, trolls, orcos, gigantes de piedra, etc etc. lo que conforma un espectáculo de gran dimensión, de buen disfrute fílmico, aunque hay que decir que Jackson por ratos se excede, se rebasa con tanto efecto especial, y luchas, descontando que deja fluir su estilo narrativo impuesto en la trilogía vista años atrás. Todo esto es valedero, por supuesto...perooo hay que revisar que el filme tiene demasiada duración, algo jorobado si pensamos que aún están por venir en el futuro dos partes más que harán un total de 9 hs de filme. La peli tiene sus momentos de más (la comida de los enanos al inicio es muy larga, y alguna que otra batallita o persecución) y su plus: la acertada, siempre maravillosa aparición de Gollum, personaje notable a cargo de Andy Serkis. Hay magia, hay aventura a lo grande, interminables personajes, los estupendos y reales paisajes de Nueva Zelandia, una buena banda musical, todo lo cual conforma lo que uno irá a buscar al cine sin dudas.
Publicada en la edición digital Nº 4 de la revista.
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One ring to rule them all Desde que nació la idea de llevar a la pantalla grande la Creación de nuestro ya querido Tolkien, “The Hobbit” estuvimos más que cautivados por este proyecto. Sin dudas el universo que dejo planteado la Trilogía de P. Jackson, nos hacia imaginar el mejor escenario para el desembarco de nuestros queridos personajes en otra gran aventura. Podríamos decir que Peter Jackson formo su propio anillo de poder, maldito bastardo. Digamos que tenia allanado el camino para continuar con su supremacía en el mundo Hobbitense, Tolkiano, RPGiano, Dungeons&Dragoneano, y todo aquello que nos recluya de la luz solar y nos sumerja en ese mundo semi-medieval, divino y mágico lleno de criaturas preciosas y peligrosas, legendarias y lejanas… una nerdeada, bah. A esto podemos sumarle el condimento especial de haber tenido cierto apego especial para con los personajes, lo cual llevo al publico a enamorarse de esta historia y de este mundo. ¡A tal punto de bancarse más de 9hs de cine en su versión extendida! Giveme that sugar baby! También podemos hablar de una falta importante en el abordaje a este mundo por parte del cine, en donde P. Jackson desembarco como en Normandía, por tierra aire y mar, con la Trilogía El Señor de los Anillos, y sin dudas dejo para siempre su marca y punto de referencia tanto hacia atrás como hacia adelante. Por ende, con todo este escenario preestablecido y todos esos pequeños muestreos de imágenes, diseños de personajes y parajes que iban apareciendo, nuestro corazón se iba preparando para lo que seguramente sería una gran aventura… épica por supuesto. El Hobbit: Un Viaje Inesperado La problemática de los anillos viteh. Para encarar el relato junto a ustedes, podríamos separar el trigo en dos grandes grupos, o mejor aún, para seguir con este mundo tan cautivante, sumerjámonos en analogías que nos hagan sentir inmersos en el. Entonces… Podríamos separar el grupo en… Digamos… Elfos y Humanos. Los elfos son los que tuvieron la gracia divina de poder leer The Hobbit y disfrutarlo desde el prologo hasta su final. Y los Humanos, pequeños y mortales, que no tuvieron el apoteótico coraje de leer el libro. Fuck Yeah. Entonces, deliberadamente, la película tiene dos grandes grupos de impacto, aquellos que reconocen la esencia de lo que transmitía el libro y los que la disfrutan como un mero capítulo de la saga de la tierra media. Habiendo reconocido “La problemática de los anillos”, podemos decir que esta producción rescata los valores más importantes y únicos que tiene la entrega literaria de “”The Hobbit” y esos son el espíritu de aventura constante, el peligro naive que es realmente cautivante a lo largo de toda la lectura, el enamoramiento de los personajes que sin duda a uno lo llevan a ser un enano más en la famosa “compañía”. Sin vacilar puedo decirles que la película toma eso, aunque reconocerán innumerables momentos en donde la película articula extractos del libro tomados en forma literal con algunos no tan presentes en el libro, necesarios para armar la trama y el relato cinematográfico. Mas allá de eso, merecen la atención de todos nuestros sentidos, ya que van a emprender un viaje al mundo de la fantasía que no se van a olvidar jamás. “¡Hay qué emoción! Armo las valijas gordi?” El Hobbit: Un Viaje Inesperado “Hola soy un Paladín LVL 32” Quizás haber esperado una película que se desprendiera enteramente de la trilogía original era un error. Lo sé. Pero la sorpresa fue grata. Acá Peter Jackson nos muestra otro tipo de estructura de película de Fantasía, dentro del universo de la tierra media, pero es quizás menos solemne, y se la juega un poco más en rescatar algo en el espectador diferente a lo que ya traía consigo. Tal conjuro nocturno para invocar golems de tierra. Ejem. Seria de orco decir que la película “es más infantil” porque se quedaría corto en descripción. Lo que tiene la producción que nos trae Peter Jackson es eso que pudimos saborear quizás en Tin Tin, un aspecto mucho más lúdico de los personajes para con su historia y su rol en la tierra media, obviamente no es una aventura de “Mickey y los amigos trolls”, pero es un tanto menos dramática o épica que las demás entregas de El Señor de los Anillos, pero no menos disfrutable. Siguiendo con esta idea, quizás ese es el punto más destacable de la película, el momento en que nos dimos cuenta que termina y que fue un viaje agitado, con diferentes encontronazos con animalejos y criaturas de la tierra media, con las costumbres de los enanos de las cuales nos empezamos a sentir inmersos para llegar a sentir la cerveza chorrear por los vasos de madera al chocar. Aunque también es su principal falencia, ya que muchos fueron e irán a buscar o encontrar otra aventura más que épica, con discursos heroicos y personajes legendarios, pero Gandalf en un momento de la película resume de manera ejemplar el porqué Bilbo Bolson es el 14° integrante de esta compañía. Y esa es la llave para entender esta aventura. El Hobbit: Un Viaje Inesperado “¡2 Peso’ el anillo 2 pesoooo’!” Creo que en esta entrega Peter Jackson soltó un poco más la mano, y se libero un poco más en este mundo eterno de la tierra media. Aprovechó los vericuetos de la historia para fortalecer el espíritu de la película, pero se tomo muchas licencias notables y hasta molestas en ciertos puntos, las cuales a los Hardcores RIngers seguramente les dé por el centro de Mordor. La película en un momento peca del clásico síntoma de lapeliculaquenuncaparadetenerunaescenariesgosatrasescenariesgosa” plaga que liquidaría al cine en el año 2056. Un síndrome que no nos deja respirar o disfrutar de ciertos momentos calmos de la película o no nos deja macerar algunas ideas en nuestras retinas, y de golpe pasa a otro cuadro, a otra escena, a otro quilombo con orcos, trolls, goblins magos y la recontra mar en coche. Ese es el punto más flaco de la historia pero nuevamente es su principal virtud, ya que de las 4 películas de esta saga puedo decir que es la que más rápido se me paso. Me apura Balin para terminar el anoche vi porque tenemos que ir a buscar unas minas de oro para forjar una armadura. En fin amigos, si tienen ganas de disfrutar una aventura RPGiana un tanto rockandrollera dentro del mundo de la fantasía y la anarquía de clases olvidadas en los mitos de la tierra media, esta es su película. Preparense para sentir que están tomando cerveza con los enanos y cantando las canciones de sus ancestros con ellos… “Ohhh oommmm ommmm ooohhh… Hic!”
Bilbo, Gandalf y los 13 enanos A menos que Peter Jackson sea un Wagner del séptimo arte (y desde luego, no lo es), esta nueva trilogía sobre la vida y las guerras en la Tierra Media resulta algo redundante, sobre todo porque Tolkien publicó El Hobbit en un solo volumen y porque (fundamentalmente) El Señor de los Anillos, su magno opus, ya fue inmejorablemente filmado por Jackson. Pero oportunismos al margen, el neocelandés realizó otra cinta sin grietas en lo visual, con un Bilbo Bolsón que supera con creces la altura de su personaje. El británico Martin Freeman (Love Actually, The Office) posee la rara habilidad de causar gracia y ternura con un par de expresiones de asombro, lo cual no compensa una trama poco trepidante (la expedición de Bilbo, Gandalf y los enanos de Durin para recuperar el oro de la Montaña Solitaria) o que el héroe Thorin (Richard Armitage) deje sabor a poco en comparación con el Aragorn del cuervo Viggo Mortensen. Pero la grandilocuencia de Peter Jackson (ayudado en el guión por Guillermo del Toro, que inicialmente iba a dirigir el film) depara, desde luego, grandes momentos. La aparición de Galadriel (Cate Blanchett), con el trasfondo de un atardecer, deslumbra como una aurora boreal y la colonia de goblins parece una réplica en CGI de El jardín de las delicias, de El Bosco. De especial interés para los tolkianos es el momento en que Bilbo roba el anillo mágico al esquizoide Gollum (un personaje que crece en cada cinta), así como la vuelta al inigualable imaginario de Jackson (su peculiar fusión de Disney, western y new age), estrenando el nuevo formato de alta definición en 3D.