Vuelve Darín, vuelve Arturo Puig y hace su presentación en el cine Calu Rivero en la segunda película de Hernan Goldfried, director de “Música en Espera”. Observación: Voy a anclar este pensamiento público sobre la última película del director de “Música en espera” sobre las bases del método científico ya que si de tesis vamos a hablar me parece justo hacerlo bajo un marco un poco mas académico. El cine, ese sector con aire acondicionado donde vamos a ver historias que nos interesan que nos atrapan y que nos gustan, creó géneros para que nos sintiéramos cómodos y confortables en la butaca, creyendo que veíamos algo nuevo pero que siempre terminaba de alguna manera donde lo seguro le ganaba a lo ambiguo. El género policial marcó un antes y un después en relatos cinematográficos, se puede crear un arco absolutamente extenso de pautas a seguir, donde si ponemos la ficha correcta a cada paso vamos a dar con una historia infalible para el espectador, quizás acá esté la gran falla de esta película. Lo primero que quiero destacar es la alegría que me da poder ver una película con una factura técnica impecable, la fotografía y los movimientos de cámara en este thriller policial son realmente de primera línea. Inducción: Roberto Bermúdez (Darín) es un abogado devenido en docente especialista en derecho penal, está dando un posgrado en la facultad de derecho cuando un asesinato es perpetrado en el estacionamiento que da hacia su clase. Bermúdez empieza a atar cabos y todas las pistas indican que un alumno suyo podría ser el principal sospechoso del crimen. Al mejor estilo Sherlock Holmes pero sin un Watson que lo acompañe, este solitario abogado se verá envuelto en lo que podría ser el crimen perfecto, pero lo interesante está en los detalles. Hipótesis: El argumento es clarísimo y los recursos utilizados por Goldfried son ineludiblemente del género policial más actual, cosas que remiten al “Secreto de sus ojos” o inclusive “La chica del Dragón tatuado”. Quizás la parte mas floja de la película se encuentre en el guión, ya que el film cuenta con todos los sistemas del género para hacer avanzar la historia, hasta que llega el clímax, su poca calidad resolutiva para terminar de contar la trama es lo que me hace ruido. Por ejemplo se hace referencia a un caso particular que caló hondo en la vida de Bermúdez, sin embargo no se muestra nada sólido sobre ese caso particular que dio un vuelco en la forma de pensar del abogado. Experimentación: La película cuenta con una estética clara, siempre tratando de ver la realidad que imprime la cámara a través de cristales que nublan nuestra vista y nos abre la posibilidad de la duda, esa ambigüedad que es no poder aferrarnos a un hecho solo por nuestro instinto. Darín interpreta sólidamente a un abogado obsesivo con su trabajo (inclusive hay guiños a Carancho – La peli de Trapero) le creemos absolutamente todo y como siempre imprime en su personaje un poco de su humor característico. Alberto Ammann es un estudiante ejemplar, su prolijidad lo caracteriza así como su actuación. Creo que Arturo Puig es el personaje mas fuerte de la película haciendo el papel de un amigo de Bermúdez, su actuación es impecable a pesar de los pocos minutos que aparece en pantalla. La parte mas floja le toca a Calu Rivero que es el personaje que mas demostraciones de sentimientos tiene que realizar para que la película funcione, sin embargo no llega crear un personaje profundo y creíble. Conclusión/ Tesis: La película tiene un avance cansino, llevado por el vagabundeo de Darín por la ciudad buscando las pistas que cierren el caso, pero esto no la hace aburrida. El error más grande que comete la historia es abrir un montón aristas hacia una resolución penosa y que nos deja con gusto a poco. Quiero recalcar que la técnica es impecable, sin tenerle que envidiar nada a superproducciones extranjeras a las que estamos tan acostumbrados. Pero no hay que olvidar que si rompemos reglas de un género tan establecido como el policial las consecuencias pueden ser duras.
Cine en Espera Hace unos años, cuando vi Música en Espera, ópera prima de Hernán Goldfrid, quedé gratamente sorprendido. Lo que a primera vista se trataba de una comedia romántica, en realidad, terminaba siendo una comedia en clave de thriller. Había un misterio que develar que llevaba a sus protagonistas a meterse en una serie de enredos casi hitchcoianos (el Hitchcock más romántico y divertido, como el de Para Atrapar un Ladrón o Tuyo es mi Corazón), planteada con escenas que le debían mucho a la estética de Brian DePalma (la secuencia inicial es un homenaje a El Sonido de la Muerte) y una historia de amor anticonvencional. La inteligencia de las situaciones, los ingeniosos diálogos y la maravillosa química entre Peretti y Oreiro (a partir de esta película empecé a notar el talento de la actriz uruguaya como actriz cómica, sin necesidad de caer en los estereotipos televisivos), generaban en mí, altas expectativas por ver el siguiente trabajo de la asociación Goldfrid/Vega en calidad de realizador/guionista respectivamente. Que en el medio, Vega guionara la subvalorada comedia Mi Primera Boda, hacía crecer dichas expectativas. Por lo tanto, un policial noir que tuviese el agregado de tener a Darín como protagonista vislumbraba un cambio positivo en el cine comercial de género. Nada más alejado de la realidad. Tesis sobre un Homicidio, no solamente es una decepción, sino que además es una película fallida sin importar los nombres rutilantes que se encuentran detrás de cámaras. La adaptación de la novela de Diego Paszkowski no logra enganchar, ya que su premisa se agota a los primeros minutos. Bermudez (Darín), un abogado retirado de la profesión, obsesionado con los homicidios en serie dicta un seminario para estudiantes de leyes. Al mismo, atiende un joven bastante creído, hijo de una amiga de Bermudez. Cuando una joven es asesinada frente a la Facultad de Derecho, el protagonista enseguida sospecha de su alumno. La tensión entre ambos – supuestamente – se incrementa cuando los dos desean a la misma mujer, la hermana de la víctima. Planteada como un thriller psicológico, la película empieza bien, pero va decayendo en interés cuando pierde el hilo policial y se empieza a volver previsible. Lo que podría haber sido un whodidit clásico se convierte en una trama llena de lugares comunes y clisés. Sin embargo, esto no es el principal problema del film. Más allá de falencias narrativas, la película es monótona, se va repitiendo y caen en un pozo denso, diálogos monocordes, sin ninguna progresión dramática y con actuaciones al borde del grotesco – Alberto Ammann es el más convincente del elenco – provocan que el film se vuelva… aburrido. Recién en los tramos finales aparece un poco de ingenio cinematográfico en una secuencia que recuerda mucho al final de La Conversación de Coppola. Nuevamente se nota la influencia de DePalma en el cine de Goldfrid, pero esta vez no está bien aplicado. La ausencia de humor y mayor suspenso o misterio, sumado a la nombrada previsibilidad, provocan que más allá de algunos momentos bien fotografiados y una banda sonora que aporta tensión, la película no esté a la altura de las expectativas. Posiblemente muchos puedan comparar el trabajo de Darin con el realizado en El Aura, pero que mientras en la película de Bielinsky, el meticuloso trabajo de puesta en escena, sumado al clima y ambigüedad ayudaban a que el film se destacara por encima de cualquier obra de suspenso nacional – o internacional, incluso – vista en mucho tiempo; acá la sobrecarga de explicaciones y la forzada incorporación de obvias referencias cinematográficas - Vértigo, Vestida para Matar, Doble de Cuerpo, Psicosis - terminan perjudicando el resultado final. Quedamos a la espera, por lo tanto que el próximo trabajo de la sociedad Goldfrid/Vega logre cumplir al menos las expectativas de este crítico que ha disfrutado mucho su primer trabajo.
La sospecha en primer plano Al terminar de ver la nueva película de Hernán Goldfrid uno, como espectador, se siente reconfortado porque se plasmó en la pantalla un inquietante juego de suspenso en el que las sospechas están presentes en todo el metraje. El director viene de hacer Música en espera una comedia que tambíen se inclinaba por la intriga y en Tesis sobre un homicidio, el cineasta sube la apuesta al concretar una película con una historia rica en detalles y que va dejando sus migas de pan para que el espectador pueda seguir las pistas. Ricardo Darín vuelve a la pantalla grande con el personaje de Roberto Bermúdez, un abogado de larga trayectoria, separado y retirado de la profesión, que ahora dedica sus días a la docencia con un Seminario sobre Derecho Penal. Entre sus selectos alumnos está Gonzalo (Alberto Amman), el hijo de un diplomático español que fuera su amigo. Pero cuando aparece el cadáver de una alumna en el estacionamiento de la facultad, las certezas y la obsesión del protagonista señalan como prinicipal sospechoso a su aprendiz. Con el espíritu de films como La verdad desnuda y con las herencia de realizadores como Brian De Palma, Golfrid puebla la trama de personajes que envuelven, seducen y conquistan, y abre el juego para que las sospechas abarquen a todos e incluso para que el público dude de lo que está viendo. Tesis sobre un homicidio envuelve su relato con una factura técnica envidiable, movimientos de cámara que sumergen al espectador en detalles (los tickets de la farmacia donde el supuesto criminal hizo las compras) que cobran fundamental importancia. Obsesionado con probar la culpabilidad del muchacho, Bermúdez inicia una cruzada personal para llegar a la verdad y en su camino se cruza con el personaje encarnado por Calu Rivero (quizás lo más flojo de la propuesta) y un amigo, interpretado con convicción por Arturo Puig. Ricardo Darín entrega un personaje creíble que navega entre sus sombras cuando intenta descubrir el "crimen perfecto", pero quien se roba la película es el actor español Alberto Amman (Celda 211), con un composición minuciosa que exaspera. Tan feroz como la presencia de la agrupación Fuerza Bruta en un tramo tenso del film. De estructura cíclica, Tesis sobre un homicidio cumple su objetivo aunque es posible que el público espere un desenlace contundente y más sorpresivo.
La última de Darín La idea de ver a Ricardo Darín en una película de género, y dirigida por un director joven con una carrera prometedora, me produjo cierta ilusión. Hernán Goldfrid, el director, había debutado con la muy buena película Música en Espera, y había participado previamente como asistente de dirección en la gran Tiempo de Valientes de Damián Szifron. Lamentablemente el resultado no fue el esperado. Tesis... narra la historia de Roberto Bermudez (Ricardo Darín), un abogado de extensa trayectoria, alcohólico (que solo toma Johnny Walker, gran auspiciante de la película) y algo obsesionado con los casos de asesinos seriales; que dicta un seminario en la facultad de abogacía de la UBA para jóvenes abogados, entre ellos Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Ammann), el hijo de una vieja amiga de él. La acción comienza cuando encuentran el cuerpo sin vida de una joven en el estacionamiento de la facultad y el Dr. Bermudez empieza a dudar de Gonzalo, su alumno. En toda la película intentará encontrar las pruebas para acusarlo del asesinato, que presume es algún tipo de juego macabro contra él. En el medio se cruzarán en un trío amoroso con Laura (Calu Rivero), la hermana de la víctima del crimen. La película definitivamente no funciona. Está narrada de una forma lineal, y aunque está contada como un largo flashback no logra doblar mínimamente la recta e invariable trama. Los hechos se van sucediendo uno tras otro de manera ordenada, forzadamente conveniente y predecible. La película avanza y no se toma el tiempo para construir a los personajes ni para enriquecer la trama. Algunos escenarios incluso parecen, de tan convenientes y ordenados, algo teatrales; como aquel de la escena del crimen, con el cuerpo sin vida en el piso, Darín a su lado, y sus alumnos del seminario todos agrupados tras las cintas de contención, en una puesta en escena que se destaca por su artificialidad. Los paralelismos entre esta película y El Secreto de sus Ojos son muchos y sospechosos, teniendo en cuenta que algunos de los productores son los mismos y la idea de repetir éxito debe estar dando vueltas. Ambos son thriller, con un asesinato de por medio y un investigador (en ambos casos interpretado por Darín) que intentará resolver el caso. El inconveniente es que en esta película se plantea únicamente una solución al problema, y es la que se va a barajar en toda la película. Poco antes de finalizar, amaga con la idea de que el protagonista está loco y creó todo en su perturbada cabeza. Finalmente la verdad le será revelada exclusivamente al público, en una escena final que emula al Rosebud de El Ciudadano. Como cada vez que Darín participa en una producción nacional, sea del tono que sea, se ponen en su boca latiguillos humorísticos y aleccionadores, como si interpretara siempre a Marcos, aquel gran personaje de Nueve Reinas. Esto ya molesta, aunque no es algo que se le puede achacar exclusivamente a Tesis..., sino a todas las últimas participaciones del actor. La mayoría de los problemas de la película parecen partir del guión de Patricio Vega, quién también escribió Música en Espera, que además de ser el debut cinematográfico de Hernán Goldfrid como director, fue el debut de él como guionista de un largometraje. Si bien el guión es una adaptación del libro de Diego Paszkowski del mismo nombre (libro que no leí ni leeré), no sería lícito pensar que tiene alguna responsabilidad en todo esto, toda adaptación cinematográfica debería velar porque el resultado sea lo más conveniente para el medio en el que se exhibe, independientemente de la fidelidad del relato. En conclusión, Tesis Sobre un Homicidio es una película fallida. Aunque el cine nacional es cada vez más rico y variado, solo se exhiben en buenas salas y horarios las películas con mejor carnada, y hoy Darín es la lombriz más cotizada.
Pensaba que difícil es escribir sobre un actor nacional de la dimensión que ha cobrado Ricardo Darín en la última década. Multipremiado, prestigioso y favorito del público. Cualquier cinta suya supera el medio millón de espectadores de piso, sin importar historia ni género en este tiempo… Ahora llega “Tesis sobre un homicidio” y lo primero que hay que decir, es que aquí hay mucho del Darín que ya vimos a lo largo de su carrera. Lo cual, no sorprende y si bien conecta rápido al espectador con la trama (ya sabemos del poder de su empatía), la propuesta no logran transmitir la tensión necesaria para ofrecerse como un thriller oscuro y potente, como esperábamos. Roberto Bemúdez (Darín) es profesor de un posgrado de abogacía. Le gusta el whisky, está solo en la vida (más allá de su atenta ama de llaves) y ha tenido un desarrollo de profesión más que exitoso. Lo conocemos insatisfecho, inquieto y porqué no decirlo, escéptico y bastante hermético. Comienza a dar un seminario para jóvenes letrados cuando a pasos de aula se comete un crimen. Bermúdez queda impactado por la ferocidad y pulcritud del asesino y decide indagar las razones que pudieron provocar esa muerte. Y como es cuidadoso de los detalles, no deja pasar que entre sus alumnos, hay una presencia extraña: el hijo de una amiga lejana, que vive en España y que viajó hasta Buenos Aires para cursar junto a él, Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Ammann). A Bermudez, Gonzalo le cae demasiado enigmático y comienza a sospechar, que puede tener algo que ver con el crimen en la facultad. Hay que decirlo, es un juego de gato y ratón, típico thriller de escritorio donde los detalles cobran mucha importancia a cada paso de la historia. De esa duda, pasa a la acción y es ahí donde la mirada se centra en las pistas que va dejando el asesino… En el medio de la investigación, la hermana de la víctima, Laura (Calú Rivero), hará su aparición para generar tensión física y emocional entre los dos, al posicionarse como objeto de deseo de estos hombres en conflicto… “Tesis sobre un homicidio” es el segundo largo de Hernan Goldfrid (el primero fue “Música en espera”) y debemos decir que es, demasiado esquemático. Súper pautado y con pocas sorpresas. Desde lo técnico, es una película solvente, no hay dudas. Darín corporiza bien su rol y tiene las líneas más interesantes del film, cuando reflexiona sobre la vida y la profesión, pero de alguna manera, la forma en que la trama se va construyendo, es previsible y eso le quita relieve a la propuesta. Hay mucha teatralidad en la puesta y eso también instala cierto aire de inmovilidad… Pensaba también en el hecho de que, como en “El secreto de sus ojos” (y creo que esto llevará al público a sala también), hay abogados, hechos delictivos, investigación, estrategias… Pero aquí hay menos vuelo y la progresión natural del film nunca termina por detonar, a pesar de la entrega de su protagonista. Quizás la ausencia de secundarios de peso (Rivero es muy bella pero transmite lo justo, nada más y la presencia de Arturo Puig es sólida pero muy acotada, entre los destacables) y la corporización de Ammann como una contrafigura/villano al que quizás le falte locura o perversión no le sumen en relación a lo que la propuesta necesitaba… Insisto, “Tesis…” es correcta y metódica, pero quizás un guión más arriesgado habría sacado más provecho del elenco que tiene. Aprueba con lo justo, aunque probablemente no sea todo lo que esperábamos de ella, sin dudas.
Creo que lo que no he visto es cierto Luego de haber demostrado con Música en espera (2009) tener solvencia para manejar los resortes de la comedia romántica, Hernán Goldfrid entrega con su segundo film una historia oscura que gira en torno a una obsesión. A esta altura, está plenamente demostrado que Ricardo Darín mantiene un affaire con el policial. No sólo por haber protagonizado El Secreto de sus Ojos (Juan José Campanella, 2009), exponente del género que se transformó en uno de los grandes éxitos del cine nacional. Su carrera también ostenta títulos como Nueve reinas (2000) y El aura (2005), las dos joyas de Fabián Bielinsky, o La señal (2007), película que el mismo actor co-dirigió junto a Martín Hodara. Si seguimos esta línea de análisis, Tesis sobre un homicidio (2012) es -dentro de su filmografía- un caso particular. Realizada con excelencia en los rubros técnicos, la película presenta algunas particularidades que la distancian del género. Al menos, en su variante más clásica. El personaje que aquí compone Darín es el investigador del caso, en parte la víctima y, tal vez, el impulso a una serie de acontecimientos turbios. Muy turbios. Abogado retirado, “profesor-estrella” de la Facultad de Derecho, Roberto Bermúdez es esa clase de tipos que son capaces de promover con un único gesto la distancia y el fanatismo, sin medias tintas. Su inteligencia y su discurso, entre soberbio e ingenioso, le han servido para ganarse un lugar destacado en la vida académica. Que, por otra parte, transita sin deshacer su vertiente más hedonista. Por ejemplo; levantándose a un bella ex alumna con tan sólo una mirada cómplice. Hasta que un día… Gonzalo (Alberto Ammann), un joven argentino que prácticamente ha vivido toda su vida en España, llega a su clase. Vinculado a su pasado (Bermúdez fue, alguna vez, muy amigo de su padre), el muchacho le genera una suerte de desconfianza que se desata cuando, frente a la clase, en el estacionamiento, encuentran el cadáver de una joven. Y ni que hablar cuando ambos se involucren sentimentalmente con la hermana de la chica asesinada, introduciendo el elemento erótico en la trama sangrienta. A partir del momento en el que encuentran el cuerpo la película adquiere una matriz expresionista. El punto de vista excluyente es el de Bermúdez, y la trama entonces se hace más mental, más metafísica. En suma; más paranoica. Y esa constricción le da al relato una identidad propia, al mismo tiempo que lo ubica en un camino un tanto displicente. Porque esa obsesión que la película asume como propia tiene aristas ambiguas. Ese “algo tiene” del alumno con cara bonachona termina convirtiéndose en un rasgo reiterado ad infinitum. A veces, “adición” no implica “progresión” en términos dramáticos. La tensión está tan explicitada que por momentos faltan matices, zonas más calmas que nivelen el drama que acontece y, en definitiva, lo hagan más efectivo. Goldfrid demuestra que sabe conformar equipos. Queda claro con la exquisita fotografía casi publicitaria, o la transparencia que le otorga al film el empleo de planos secuencia. Menos efectiva es la banda sonora, que le impone a la película un desmesurado tono de gravedad que la imagen por sí misma ofrece. Ahora bien, también es evidente que hay algunas elecciones que ponen a Tesis sobre un homicidio al borde de lo arbitrario. ¿Es posible que la guardia que hace Bermúdez frente a la casa del alumno sea en un bar (no digamos una estación de servicio, por ejemplo) abierto toda la noche, y que justo en el momento en el que despierta se encuentre con el joven saliendo de su casa? ¿Es tan acertado que en una película tan oscura todo luzca como salido de una publicidad de cigarrillos importados? Cierto manierismo en la construcción de la puesta se funde con los diálogos, el otro problema del film. La altisonancia y algunos parlamentos en exceso literarios restan verosimilitud. Pese a los defectos apuntados, Tesis sobre un homicidio es una interesante incursión en el territorio del policial. Un caso aislado dentro del género, tan aislado como lo está Bermúdez. La película de Goldfrid es proclive a ser pensada en clave alegórica; termina convirtiéndose en un relato sobre la percepción y el modo en el que nuestros miedos nos llevan hacia la autodestrucción.
¿Son nuestros ojos siempre fieles a la realidad o muchas veces vemos lo que queremos ver? Roberto Bermúdez (Ricardo Darín) es un abogado retirado, especialista en derecho penal y profesor en la Universidad de Derecho. Se encuentra dictando un seminario cuando la policía halla el cuerpo de una joven asesinada en el estacionamiento de la facultad, prácticamente frente a su aula. A partir de este momento, Roberto comienza a sospechar de Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Ammann), el alumno más brillante de su clase, quien además es hijo de un antiguo amigo. El joven es poseedor de una admirable inteligencia, pero también de una actitud arrogante y sobradora. Ambos parecen estar en continua competencia, como queriendo demostrar quién es mejor. Decidido a probar la culpabilidad del muchacho y, especialmente, a imponerse sobre él en esa especie de duelo, Bermúdez inicia una búsqueda obsesiva de pruebas en contra de su alumno. Todo parece indicar que Gonzalo es el hacedor del terrible crimen, pero la subjetividad que Roberto le imprime a su investigación pone en tela de juicio la credibilidad de lo que podría ser el crimen perfecto. Este thriller policial es la segunda película del director Hernán Goldfrid (la primera fue Música en Espera) y se trata de una adaptación de la novela de Diego Paszkowski, que lleva el mismo nombre. La película sorprende por la excelente fotografía, la adecuada musicalización y los jugados movimientos de cámara que dan la sensación de vivir todas y cada una de las experiencias de los protagonistas. Técnicamente impecable. Del elenco también forman parte Arturo Puig, que interpreta al juez a cargo del caso; y Calu Rivero en la piel de Laura Di Natale, la hermana de la víctima. Con respecto a las actuaciones, Ricardo Darín ya es un consagrado en la materia y no nos defrauda en ese sentido. Una vez más, compramos su personaje y le creemos. En Tesis… lo vemos interpretando a un abogado cincuentón, separado, con problemas para mantener una relación amorosa estable y dejando que su obstinación lo lleve al punto de poder perderlo todo. Calu Rivero hace su debút en la pantalla grande y, aunque su performance es correcta, no logra que su personaje transmita todo lo pasional que parece ser. Es a Arturo Puig a quien destaco en esta oportunidad ya que, a pesar de que su papel no tiene muchas escenas, basta con unos pocos minutos en pantalla para darse cuenta de la fuerza y convicción con la que lo interpreta. Si hablamos de la historia en sí, el film cuenta con todas las herramientas (y las utiliza muy bien) para lograr el clímax perfecto propio de este tipo de género. Mantiene el suspenso necesario hasta su punto máximo, pero peca en su capacidad de resolución, tal vez por una cuestión de guión. Encontrándose uno en la cima del suspenso, de las dudas y de la interrogación, de repente es demasiado brusca la caída. De todas formas, lejos está de opacar el resto de la película. Tesis… es de esas citas obligadas a las que no podemos llegar tarde. Y me atrevo a utilizar una frase que es premisa de la tesis del personaje de Darín a la hora de investigar un crimen (y que se repite varias veces a lo largo del film) para aplicarla a la película en general: “Lo interesante está en los detalles”
Tesis sobre un homicidio es de esas películas que por su calidad técnica, posiblemente provoque que me pierda alguna falla en la misma. Desde el primer momento uno va a ver una película impecable en su realización, y no es algo que hayan hecho solo para ese "primer momento para fascinar al espectador", lo logran mantener durante todo el relato "visual". Muy buena realización de planos, que acompañan un clima que nunca decae y que va metiendo al espectador en la trama. Estamos ante una muy buena película de suspenso, que se sostiene con las grandes actuaciones de Darín obviamente y el "español" Alberto Ammann. Es una buena historia, que va metiendo datos y sospechas todo el tiempo y que quizás al final queda una sensación de que falta contar algo más, pero en mi caso a los 10 minutos de terminada me di cuenta de que estaba bien ese final. Vale la pena ver esta realización de un muy buen cine argentino que busca un público masivo, simplemente con un buen producto que justifique lo que se pagó de la entrada de cine. Pocos lo logran lamentablemente y por eso se destaca Tesis.
Retrato de una obsesión Thriller con Ricardo Darín en el papel de un abogado detrás de un supuesto asesino. Tesis sobre un homicidio , de Hernán Golfrid ( Música en espera ), parece -a simple vista- una partida de ajedrez. Un policial del intelecto, al viejo estilo británico, en el que cada movimiento de piezas se impone por sobre la acción y la sangre. Pero, poco a poco, el carácter oscuro de su protagonista, más cercano a un antihéroe de policial negro, nos da otra perspectiva: menos racional, más impulsiva, más atormentada. Finalmente, sentimos que la partida de ajedrez existe, aunque tal vez no sea lo importante. Porque la película opta por sumergirse, tomando riesgos, en la mente de uno de los jugadores: en su obsesión autodestructiva, en su soberbia, en su soledad, en su intento por sobreponerse -después del cinismo- a las injusticias de la Justicia, y por redimirse de alguna culpa cuyo origen desconocemos. La novela homónima de Diego Paszkowski, que le dio origen a esta película, tenía dos puntos de vista: el de dos hombres inteligentes -un profesor de Derecho y un psicópata- que se enfrentaban en torno de un crimen. El filme, en cambio, nos da la perspectiva única del profesor, Roberto Bermúdez (Ricardo Darín). Un abogado que está dando un curso de postgrado en la facultad y que, tras el asesinato de una moza de un bar cercano, queda fijado a la idea de que el autor es un alumno, Gonzalo (Alberto Ammann), al que él conoce desde chico y que, supone, es un psicópata que quiere humillarlo. Cabe preguntarse si la confrontación existe o si transcurre -en parte o por completo- en la psiquis de Bermúdez. Lo seguro: al margen del homicidio, hay una competencia bien masculina, en la que juegan el odio, la admiración -sí: existen los buenos enemigos, los enemigos admirables- y la masculinidad. No es raro que Bermúdez y Gonzalo terminen acercándose a una misma mujer, hermana de la víctima (interpretada por Calu Rivero). Como tampoco es raro que Bermúdez tome cada comentario lúcido y antisistema de Gonzalo, que podría haber sido propio, como prueba de culpabilidad. Tesis..., thriller que sigue las reglas del género y luego rompe algunas de ellas, es impecable en lo técnico: envuelve con sus atmósferas ominosas, nocturnas; veladas y refractarias, como un vidrio esmerilado, cuando se trata de tomas subjetivas. La idea es introducirnos en los sentidos del protagonista, algo que Fabián Bielinsky logró, genial, en El aura . Es obvio que muchos espectadores buscarán rastros de otros policiales con Darín, como El secreto de sus ojos o Nueve reinas . Hasta hay, en el filme de Goldfrid, un guiño a Carancho . Ganchos de doble filo: lo ideal sería ver Tesis... sin preconceptos. ¿Y qué decir de Darín? Que hace fácil lo difícil y que todos querríamos tenerlo en nuestro equipo. Cualquier asociación libre con Messi correrá por cuenta del lector. Ah: Ammann y Arturo Puig, en el papel de juez, le tiran muy buenas paredes.
Crimen en el mundo judicial Un thriller psicológico protagonizado por Ricardo Darín y ambientado en el mundillo judicial, con la investigación de un asesinato en el centro de la escena y una trama amorosa que lo rodea remitirá de forma inevitable a El secreto de sus ojos . Hay, por supuesto, diferencias sustanciales, pero está claro que el cine argentino busca aquí repetir (al menos en parte) el fenómeno de aquella exitosa y premiada película de Juan José Campanella. Más allá de las inevitables comparaciones, esta transposición de la celebrada novela de Diego Paszkowski tiene su propio tono (bastante oscuro, por cierto), un punto de vista concentrado en el personaje de Darín y una virtuosa puesta en escena que remite en muchos aspectos al cine de Brian De Palma (y, por ende, al de su admirado Alfred Hitchcock). Roberto Bermúdez (Darín) es un abogado cincuentón de extensa y reconocida trayectoria, aunque ya se ha alejado del ejercicio de la profesión para dedicarse a la docencia y a escribir libros. Cínico y solitario, este hombre divorciado, sin muchos escrúpulos y (demasiado) afecto al whisky, que vive obsesionado con el crimen perfecto, comienza a dar un seminario de posgrado en la Facultad de Derecho, al que asiste Gonzalo (Alberto Ammann), un joven recién regresado a la Argentina que es hijo de Felipe Ruiz Cordera (Arturo Puig), un juez y viejo amigo del protagonista. El reencuentro entre dos personalidades soberbias y altaneras como las de Bermúdez y Gonzalo, amable al comienzo, se va tornando cada vez más tenso, sobre todo cuando una muchacha aparece brutalmente asesinada en el playón externo de la facultad y cuando entra en escena la joven y atractiva Laura (Calu Rivero), hermana de la víctima. El profesor empieza a convencerse de que Gonzalo podría ser el culpable y comenzará a investigar el caso como si se tratara de un desafío personal que le propone su alumno (hay algo de juego de gato y ratón y de cazador-cazado en la estructura). Tras un planteo inicial bastante auspicioso, una vez que se conoce el conflicto (el crimen) y la intriga a resolver (quién puede ser el asesino), empiezan los problemas: por momentos a la película le cuesta avanzar, hay varias escenas que no alcanzan la tensión necesaria y no es fácil identificarse con el derrotero del protagonista (menos aún con los personajes secundarios que son observados desde la perspectiva de Bermúdez). En sus mejores pasajes, Tesis sobre un homicidio recuerda a un buen capítulo de alguna serie estadounidense (no hay nada despectivo en esta afirmación, al contrario) o a un caso salido de la mente de Agatha Christie. En los peores momentos, cuando los bellos planos-secuencia de Goldfrid fotografiados por Rodrigo Pulpeiro o los punzantes diálogos del guionista Patricio Vega (quien ya había trabajado con el director en Música en espera ) no logran "rescatarla", la película queda anclada en escenas algo torpes, demasiadas subrayadas o -como la de Calu Rivero en el baño- que traicionan el riguroso punto de vista apuntado. Darín está sobrio, sólido y creíble como siempre; el español Ammann (la revelación de Celda 211 ) también cumple con dignidad con su papel, mientras que una contenida Rivero no tiene demasiados momentos para su lucimiento personal. La película es prolija, cuidada, pero extraña la intensidad, la ambigüedad, los matices y las sorpresas de las grandes películas de suspenso. Es un producto digno, noble y poco más. El espectador decidirá si eso es suficiente o no
Psicópata Americano 2.0 En Tesis sobre un homicidio, la película protagonizada por Ricardo Darín y que se estrena hoy en las salas porteñas, no hay uno sino dos obsesos: Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Amman) y el Profesor Roberto Bermúdez (Darín). La obsesión que comparten, si se quiere, es prácticamente la misma: dilucidar la validez de la eterna contraposición entre ley y justicia. Gonzalo, de 23 años y recientemente graduado de abogado con medalla de honor en una universidad extranjera, vuelve a Buenos Aires, su ciudad natal, con el propósito explícito de cursar el seminario de posgrado dictado por el Profesor Bermúdez en la Facultad de Derecho de la UBA. Gonzalo no es solamente el alumno más brillante de Bermúdez: es también el hijo de un viejo amigo, que ahora reside en el exterior con el resto de la familia. Bermúdez tiene vagos recuerdos de Gonzalo, de cuando era un chico de poquitos años. El retorno de Gonzalo a Buenos Aires genera una cierta inquietud en el cínico, agotado y descreído Profesor Bermúdez. De alguna manera, es como si su viejo amigo Ruiz Cordera le encomendara al muchacho, dispuesto a cursar el prestigioso seminario de Bermúdez, cuya aprobación requiere la presentación de una tesis sobre alguno de los intrincados temas legales del curso de posgrado. Uno de los temas debatidos más ardorosamente – el concepto de ley contrapuesto al de justicia – funciona como el mecanismo narrativo ideal que le permite al director desarrollar el tantas veces explorado tema del desafío entre dos intelectuales obsesionados con la idea de demostrar quién posee la verdad, retórica o real. Basada en la premiada novela homónima de Diego Paszkowski, magistralmente adaptada por el guionista Pato Vega, Tesis sobre un homicidio, más allá de las diferencias técnicas y estílicas entre palabra impresa y película, es un hallazgo como ejemplo de trasposición y hasta de traducción de un tipo textual. El resultado es un policial fuera de lo común que asesta un certero cross de derecha casi desde la primera escena, cuando el cadáver de una joven brutalmente violada y asesinada aparece misteriosamente en el estacionamiento de la facultad. El hecho policial deviene caso de estudio: Gonzalo intenta utilizarlo para demostrar empíricamente la conclusión de su tesis, y el Profesor Bermúdez no tarda en comprender que su alumno es un psicópata que comete un crimen simplemente para tirarle un anzuelo. Si bien la novela de Paszkowski se desliza al mejor estilo del “fluir de la consciencia” de Joyce y de Virginia Woolf, más las referencias explícitas al Psicópata americano de Brett Easton Ellis, la adaptación cinematográfica, sin dejar de lado estas elucubraciones mentales, se desplaza hábilmente por otros carriles: los de un hardboiled auténtico, original y sutilmente psicológico. En cuanto a las actuaciones, escasean los superlativos para adjetivar a ese maestro de la transformación llamado Ricardo Darín, tan maleable y consustanciado con su personaje que nadie, a pesar de su prolífica carrera fílmica, se atrevería a decir algo así como: “Uf, otra peli más con Darín haciendo de…” El profesor Bermúdez, como el actor mismo admite en la entrevista que acompaña esta nota, tiene ciertos puntos en común con el empleado judicial de El secreto de sus ojos. Pero ninguno de ellos tiene similitud alguna con el hosco, gruñón comerciante de barrio de Un cuento chino, ni con el sacerdote profundamente involucrado en causas sociales de Elefante blanco. Con su desempeño en Tesis sobre un homicidio, Darín vuelve a ganar por KO. En el rol del brillante psicópata intelectual, Alberto Amman se maneja con dignidad y profesionalismo, como si él mismo y Darín fueran contrincantes. Si bien no se trata de un duelo actoral por la diferencia de edad, experiencia y solidez de uno y otro, Amman logra un merecido “aprobado”, no precisamente por el exigente, implacable profesor Bermúdez. Laura Di Natale, el rol interpretado por la actriz Calu Rivero, adquiere más presencia y preponderancia en la adaptación fílmica si se la compara con el original literario. Hábil y pacientemente dirigida por Golfrid, Rivero se impone más por su belleza y la atracción animal que emana de su cuerpo que por sus virtudes actorales, más bien escasas. En suma, Tesis sobre un homicidio es otra prueba, más allá del marco teórico, de que es posible hacer un excelente cine de género sin pasar por el cine arte pero sin soslayar tampoco el mainstream. La dupla Darín-Golfrid se las trae, y Tesis sobre un homicidio es nada más que el primer ejemplo de lo que pueden lograr en colaboración.
Juego de ajedrez En una escena clave de Tesis sobre un homicidio, film que aspira a suceder a El secreto de sus ojos en términos de repercusión local e internacional, el protagonista desparrama sobre el piso de su departamento su biblioteca entera, en busca de indicios sobre una intrusión. Tratándose de un respetadísimo profesor de Derecho, su biblioteca es su tesoro. Que la ponga patas arriba indica que su obsesión devino desesperación, y la desesperación, autodestrucción. Como forma de comunicar la sensación de vértigo que lo invade, la cámara gira en círculos sobre él, dibujando así la forma de su encierro. La escena remite claramente a una de las mejores del cine de Brian de Palma y, tal vez, del cine estadounidense de comienzos de los ’80 in toto: aquella de Blow Out (1982) en la que, por razones semejantes, un sonidista desesperado desenrollaba cada una de sus cintas. La matriz de ambas escenas es, seguramente, aquella de La conversación (1972), en la que otro técnico en sonido destrozaba prolijamente hasta el último rincón de su casa. Las de las películas de Coppola y De Palma son escenas culminantes, en las que el estado de disolución interna de los protagonistas se ve potenciado al máximo por la puesta en escena. La de Tesis sobre un homicidio no lo es, y en esa falta reside buena parte de las razones que dejan al nuevo film de Ricardo Darín en una media agua. Un policial en el que Darín hace de abogado (retirado, en este caso), coproducido por Tornasol Films, por la parte española, y Haddock Films y Telefe por la argentina, con un actor español (argentino, con larga radicación en España, en esta ocasión): está a la vista el modelo que se apuesta a reproducir. Con barba y canas, Roberto Bermúdez (Darín) no es un profesor cualquiera. Dicta seminarios de posgrado, acaba de publicar un libro titulado La estructura de la justicia, es uno de esos tipos rodeados de un aura de respeto. “Hay que prever hasta los imprevistos”, le reprocha a un alumno que llega tarde a la primera clase. Típico escamoteo de policial, unas escenas más adelante el espectador se entera de que a ese aparente desconocido, Bermúdez lo conoce largamente. Argentino con acento español, Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Ammann, nacido en Buenos Aires, emigrado junto a sus padres en tiempos de dictadura y ganador de un Goya por el drama carcelario Celda 211) es hijo de un viejo amigo suyo y volvió especialmente para cursar ese seminario con él. En alguna de las clases, Bermúdez hará referencia a la idea del Némesis, el enemigo al que se envidia y se quiere emular. Casi al mismo tiempo, una chica aparece brutalmente muerta –tras haber sido violada con particular sadismo– en el estacionamiento de la facultad, justo debajo de la ventana del aula donde Bermúdez dicta su seminario. Un par de indicios comienzan a hacer pensar al profesor que el asesino podría no ser otro que Gonzalo, iniciándose entre ambos una suerte de ajedrez intelectual, en el que lo que está en juego es tanto una teoría del derecho como demostrar quién es más brillante de los dos. Algo así como el famoso caso de Leopold y Loeb, cuyo intento de probar en los hechos que el crimen perfecto era posible, Hitchcock recreó en Festín diabólico o La soga. Las simetrías terminarán de manifestarse cuando ambos traben relación con la hermana de la chica asesinada (la bonita Calu Rivero, conocida por sus papeles en televisión). Relación que da lugar a un motivo clásico del policial de las últimas décadas: el del “bueno”, que al usar a la chica como carnada demuestra no ser tan distinto del “malo”. Dirigida por Hernán Goldfrid sobre guión de Patricio Vega, en base a una novela de Diego Paszkowski (Goldfrid y Vega ya habían hecho tándem en la muy buena comedia Música en espera), uno de los puntos débiles de Tesis de un homicidio es que tanto las subtramas como los personajes secundarios dan la sensación de “pasar” por la trama, cumpliendo, en el mejor de los casos, la mera condición de funciones del relato. Es el caso del personaje de Fabián Arenillas, que no sólo es el mejor amigo del protagonista, sino que encima está casado con su ex mujer. Lo cual debió haberle dado un peso que no tiene. A la ex de Bermúdez (Mara Bestelli), se la usa en su carácter de psicóloga, como quien hace una consulta. Otro tanto podría decirse del juez a cargo (Arturo Puig, nuevamente sólido en un papel dramático) y del subcomisario que investiga el caso (Antonio Ugo, en su último papel), limitado cada uno de ellos a dos o tres escenas. Es como si el horizonte del film se redujera a poner las fichas en su lugar, en vez de trabajarlas en volumen. Al igual que los protagonistas, la propia película parece más interesada en el ajedrez –la tesis y su demostración– que en las piezas, las víctimas del homicidio. También en este punto bastaría recordar la angustia que embargaba el personaje de James Stewart en Festín diabólico, y compararla con la mera preocupación del profesor Bermúdez, para percibir por dónde pasa la diferencia.
Las caras de la moneda Varias preguntas se plantean al espectador desde el comienzo. ¿Qué pasó en esa habitación donde un hombre yace evidentemente abatido por el whisky? ¿Quién y por qué provocó semejante desorden en ese lugar? Roberto Bermúdez (Ricardo Darín) ha sido un notable abogado y hoy, ya retirado, se dedica a dar seminarios de derecho penal en la facultad de derecho. Entre sus alumnos está el incisivo Gonzalo, hijo de unos viejos amigos de Bermúdez. Desde el primer encuentro, Gonzalo se muestra decidido a dejarle bien en claro a su maestro el crítico punto de vista que tiene sobre la ley y la justicia. Una tarde, la clase se ve alterada por el alboroto provocado por sirenas de patrulleros y ambulancias en el estacionamiento de la facultad. Movido por la curiosidad, Bermúdez baja a ver que sucede. Al llegar al lugar, entre los autos estacionados ve el cuerpo de una mujer sobre el que ya trabajan los peritos forenses. Gracias a que el comisario a cargo es un viejo conocido, el profesor puede acceder a la escena y obtener información vital para iniciar una investigación. Sí, algo motiva al veterano abogado a meterse en el asunto. Y ese algo tiene que ver con Gonzalo. Un alumno que provoca a su maestro, quien queda obsesionado con una idea que le hace poner el foco justo donde le es conveniente para sostenerla. Darín vuelve a ponerse en la piel de un abogado, y demuestra una vez más su precisión en el gesto, su economía de recursos aprendida con años de oficio. Arturo Puig tiene una breve pero solvente participación, en tanto Alberto Ammann ofrece eficazmente una ambigüedad enigmática y perversa. El director pone ante el espectador más de un punto de vista, al punto de perder, por momentos, el verosímil que un relato tan puntilloso requiere. Hay una manera de ver los hechos según Bermúdez, pero también hay otra forma presentada al público. Todo con buen ritmo, y un equilibrio preciso, que hacia el final trastabilla con una resolución algo caprichosa. Nuestra calificación: esta película justifica el 80 % del valor de una entrada.
Un policial argentino y de hierro Ricardo Darín protagoniza este thriller psicológico dirigido por Hernán Goldfrid. Como un rompecabezas que se va armando, la película se construye entre la línea de investigación de un crimen y la rivalidad de dos personajes. Roberto Bermúdez (Ricardo Darín) está a cargo de un posgrado en la Facultad de Derecho. Una noche, mientras imparte una de sus legendarias clases aparece el cadáver de un chica en el estacionamiento de la universidad, justo debajo del aula donde se desarrolla el seminario. Las sospechas de Bermúdez, un desencantado abogado retirado, académico reconocido y bastante cínico, poco a poco se orientan hacia uno de sus alumnos, Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Ammann), el hijo de un viejo amigo, un brillante joven que vivió casi toda su vida en España y que inexplicablemente cruza el Atlántico para ser su alumno. Como un rompecabezas que empieza a ser cuidadosamente armado, la película se construye pieza por pieza entre la investigación informal que lleva adelante Bermúdez centrada en la convicción de que el asesino es Ruiz Cordera –las pruebas están ahí: una moneda, un cortapapeles, una cadenita con una mariposa– y la rivalidad instantánea entre dos mentes brillantes. Por supuesto, el thriller psicológico, pensado y repensado desde el guión (a cargo de Patricio Vega), incluye a una mujer, Laura Di Natale (Calu Rivero), hermana de la chica asesinada, probable próxima víctima y objeto del deseo de los dos abogados. El director Hernán Goldfrid ya había probado su eficacia en Música en espera (2009), una muy atendible comedia romántica con Natalia Oreiro y Diego Peretti donde también trabajó en tándem con Vega, y aquí regresa al formato industrial, con un elenco impecable encabezado por Darín, que una vez más demuestra su oficio y solvencia en la piel de un personaje atormentado, lleno de matices, que oscila entre la evidencia irrefutable de las pruebas que va recolectando para culpar a su antagonista y la paranoia lisa y llana, que hace suponer, en buena parte del relato, que la culpabilidad de Ruiz Cordera está decidida de antemano en la mente del veterano maestro. Con climas y situaciones que remiten directamente al cine de Alfred Hitchcock y sobre todo a Brian De Palma, tal vez lo único reprochable es que la película no deja demasiado espacio al espectador para que decida la línea a seguir, Goldfrid aplica a rajatabla el esquema de guión de hierro y como realizador toma la decisión de guiar emociones, especulaciones e hipótesis paralelas. De todas maneras el cuento funciona muy bien y confirma que los jóvenes realizadores también pueden hacer un cine industrial de calidad. «
Hay actores que están por encima del resto de la película, al punto de que constituyen géneros cinematográficos propios. ¿Quién no escuchó frases como “Quiero ver la nueva de Tom Cruise” o “La nueva de Mel Gibson”? Pasa en el mundo, incluyendo en la Argentina. El nuevo género nacional es Ricardo Darín. Desde hace unos años que es El Actor Argentino (guste o no), principalmente en la pantalla grande. Una figura que con su sola presencia puede llevar público a las salas. Sus tics y frases, incluso en sus papeles más sombríos, pueden ser algo repetitivas, pero siguen pegando en la gente y ya son un clásico de la cultura popular nacional...
Un sólido y atrapante rompecabezas policial De la novela de Diego Paszkowski en que se basa esta película, dijo en su oportunidad Tomás Eloy Martínez: «Para quien conoce el oficio, se nota mucho trabajo y mucha exigencia interna. Lo bueno es que el lector no se va a dar cuenta». Parecido elogio merece la película: está muy bien elaborada, y todo fluye de tal forma que el espectador no advierte los esfuerzos de su construcción, ni se detiene a admirar cuán inteligentes son sus responsables. Es que está muy ocupado disfrutando la historia y elaborando sus propias tesis a lo largo de la proyección, mientras le surgen sucesivas preguntas respecto al homicidio del título: ¿quién?, ¿cómo?, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿y cómo lo van a agarrar?, ¿y ahora qué va a pasar? La intriga es contínua, con varios aportes que enriquecen psicológica y conceptualmente las situaciones planteadas por la novela. Ni qué hablar de la carnadura que le ponen los intérpretes. Darin hace un abogado que ya está de vuelta, medio escéptico hasta de sí mismo pero todavía idóneo para despabilar abogaditos en un seminario de posgrado, personaje muy distinto del oficial de justicia enamorado y ansioso de pelea de «El secreto de sus ojos», aunque alguno diga por ahí que se repite. Alberto Ammann es el alumno brillante que, por familia, formación y talento, se siente por encima de todos y parece desafiar a su profesor con un juego perverso: él plantea la inoperancia de la Justicia cuando no pueden reunirse pruebas concluyentes contra un evidente criminal. Reluce la soberbia en sus ojos. Y el resto del elenco también brilla. Hay un crimen gratuito a pocos metros del aula. Y hay una diferencia básica con la novela. En ésta vamos sabiendo alternadamente lo que hace y piensa cada uno. Ahora sólo seguimos al profesor, cada vez más desesperado mientras que el otro permanece burlón e inescrutable. Antes, y hacia el final, gira una moneda. ¿Se puede saber para qué lado caerá? No todo es azaroso, aunque el azar interviene más de una vez en las vidas, en los razonamientos, en la justicia. ¿Cuál de los dos rivales habrá de aprender esa lección? Realizador, Hernán Goldfrid, que empezó haciendo una buena comedia romántica con pequeña veta policial, «Música en espera», y acá se afirma con un drama policial sin ninguna veta romántica. Guionista, Patricio Vega, cuya firma, por algo será, se encuentra en «Los simuladores», «Hermanos y detectives», «Un año para recordar», la citada «Música en espera» y también «Mi primera boda». También él empezó con comedias y se afirma en un drama de risa irónica. Dos tipos dignos de aprecio. Postdata. Con la novela también hay otra diferencia, que no es básica pero sí esencial: la marca de whisky que consume el protagonista. Digamos que le da más calle.
Más allá de un excelente –por más que resulte habitual, cosa que no se debe confundir con rutinario- protagónico de Ricardo Darín y una impecable factura técnica, Tesis sobre un homicidio falla en su remate y además se emparenta de manera llamativa con El Secreto de sus Ojos. Ambos largometrajes, aunque el de Juan José Campanella haya sido más abarcativo y ambicioso, entran dentro del terreno del thriller policial y presentan un cruento y misterioso asesinato a una chica, que casualmente propiciará la obsesiva investigación de un abogado especialista en criminología, rol llevado a cabo por el mismo intérprete del film ganador del Oscar, cuyo protagonista trabajaba asimismo en el ámbito judicial. Paralelismos que se acumulan y pueden no resultar tan oportunos. Fuera de esto, Tesis sobre un homicidio atrapa en todo su transcurso con buenas armas formales y expresivas. La calidad de todos sus rubros, como el de la fotografía, se aprecian con gusto, en medio de un desarrollo argumental que siempre genera interés, a través de ese investigador vuelto docente que desea fervientemente volver a sus mejores épocas. Y que acaso haya creado para sí un escenario criminal ideal para que esto sea factible, porque él no está fuera de la lista de sospechosos, aún convencido de la culpabilidad de un alumno suyo, a la vez hijo de un viejo amigo. El sorpresivo y ambiguo desenlace sugiere un difuso culpable, sin embargo se asemeja más a un final abierto que a otra cosa. Justamente un momento de clímax en el que daba la sensación que aún faltaba mucho por contar; el principio de una etapa investigativa definitoria en la trama. El talentoso Hernán Goldfrid, responsable de la formidable Música en espera, comedia romántica que aunaba varios géneros y estímulos, no alcanza aquí los mismos resultados pero repite buenas performances actorales, aparte de Darín se destacan Arturo Puig y el hispano-cordobés Alberto Ammann con exactas composiciones.
Excelente thriller nacional El Dr. Roberto Bermúdez comienza a dar un nuevo taller sobre homicidios en la facultad de derecho. Entre sus alumnos se encuentra Vicente, hijo de un amigo a quien no ve desde que era pequeño. Justo frente a la ventana de su clase se descubre el cadáver de una joven. Bermúdez, especialista en este tipo de casos, comienza a sospechar de Vicente y no parará hasta demostrar que es el asesino. A partir de ese crimen comienza en el film un juego de gato y ratón donde por momentos no se sabe quien persigue a quien y hasta que punto el pensamiento de Bermúdez sobre el joven es real o es solamente una obsesión. Como en todo buen thriller Hernán Goldfrid, su director, siempre deja una puerta para que el espectador crea o no en lo que esta viendo, si es real o también se esta obsesionando, tal como el personaje principal. Goldfrid consigue un film magistral en cuanto al manejo de los tiempos y del suspenso, así como los emocionales. Hablar de una excelente actuación de Ricardo Darin a esta altura es como redundante, pero hay que decir que aquí nuevamente consigue interpretar a Bermúdez de forma sublime logrando que el espectador sienta, piense y hasta imagine como él. El joven Alberto Ammann también cumple de maravillas con el rol de Vicente, consiguiendo que el público no sepa si es un joven arrogante que, al haber vivido entre gente de leyes, cree sabérselas todas u otra persona que se esconde detrás de una coraza teñida de soberbia. Muy buen trabajo de Calu Rivero en su debut haciendo de la hermana de la asesinada y la que tanto Bermúdez como Vicente mantendrán una especie de relación. Arturo Puig como el juez de la causa y Antonio Ugo (en el último trabajo de este gran actor) como el policía que lleva la misma, demuestran que conocen el oficio y cumplen con creces en sus papeles. “Tesis sobre un homicidio” es uno de esas películas géneros que demuestran que cuando el cine nacional tiene talento y profesionalismo se le puede animar a cualquier género y hacer excelentes Films. No se la pierda, eso sí, no le cuente a nadie el final
Este Thriller policial nacional, que apela a la tensión, el suspenso y la intriga tiene un gran comienzo, con una puesta heredera del cine de género negro, y por momentos del más corrosivo Brian de Palma. El guion, desparejo, con momentos de baches dramáticos preocupantes, es salvado por la puesta en escena y un clímax cargado de tensión. Las muchas líneas argumentales que se abren a lo largo del metraje no tienen una conclusión muy elaborada ni creíble. Pese a eso: RICARDO DARIN vuelve a presentar un trabajo convincente acompañado por un elenco desparejo en el que se destaca por peso propio ALBERTO AMMANN, un notable interprete al que descubrimos en CELDA 211. No se puede decir lo mismo de la sobrevalorada CALU RIVERO, aquí cercana al registro de telenovela, a leguas de lo que se espera de una actriz de género.
Buscando la huidiza justicia Es un "thriller" psicológico, que tiene puntos de contacto con la exitosa "El secreto de sus ojos" y de la que conserva el equipo de producción y a su principal protagonista. Formalmente impecable, con una buena fotografía y un equipo en el que se destaca Ricardo Darín como el abogado Roberto Bermúdez. A Roberto Bermúdez (Ricardo Darín) el tema de la justicia le llevó la vida. Una carrera jurídica, la docencia del derecho y ahora una oportunidad para que la justicia se cumpla. Cuando el filme comienza, el doctor Bermúdez enseña en la Facultad de Derecho, tiene a su cargo la cátedra de Derecho penal y pasa un mal momento por su reciente separación y su afición al alcohol pero, apasionado por el tema de la justicia, escribe sobre ella, sin pensar que el destino le va a dar una oportunidad para poner en juego sus conocimientos con un asesinato, que ocurre, prácticamente a sus pies. Y es a sus pies, porque ocurrió en el estacionamiento que se extiende debajo del aula en la que él dicta sus clases. Bermúdez decide hacer cumplir la justicia y encontrar al asesino. Y se larga a esa tarea casi con fanatismo. El problema es que parece ser que el que mató es muy astuto y hasta puede ser uno de sus mejores alumnos, con el que muchas veces conversa por ser el hijo de una amiga que vive en España. UN POSIBLE ASESINO "Tesis sobre un homicidio" es un "thriller" psicológico, que tiene puntos de contacto con la exitosa "El secreto de sus ojos" y de la que conserva el equipo de producción y a su principal protagonista. La película comienza con bríos, esboza algunos caracteres interesantes como el del abogado Bermúdez, o el universitario Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Ammann), pero se frena y derrapa en el final. A pesar de todo, el desarrollo atrae, aunque no se logra profundizar en los personajes, se incorporan figuras secundarias que no evolucionan y el diálogo abunda en lugares comunes y excesos explicativos. Formalmente impecable, con una buena fotografía y un equipo en el que se destacan Ricardo Darín como el abogado Bermúdez, un muy interesante Alberto Amman (Gonzalo Ruiz Cordera), joven actor cordobés formado en España, como el probable asesino, Arturo Puig como Alfredo Hernández, el amigo de Bermúdez y Antonio Ugo, un gran actor, recientemente desaparecido, que hace su última intervención en el personaje de Mario Passalaqua.
Una película que tiene a Darín en un protagónico absorbente, ideal para sus admiradores. Se luce como un abogado criminalista, que no ejerce, que da cursos de posgrado en la universidad y que se obsesiona con un crimen y su resolución. Buen elenco, también se luce Alberto Amman, un argentino que se formó en España. Entretiene, sin pasos en falso, un desafío de voluntades y perversión.
Anexo de crítica: - Con este segundo opus, Tesis sobre un homicidio, en el que a la sociedad Golfrid Vega se une nada menos que el actor Ricardo Darin se confirma por un lado la capacidad del realizador para manejar la puesta en escena y su casi obsesiva preocupación por narrar con imágenes no sólo acciones sino la psicología de sus personajes en desmedro quizás de la trama y concentrado en un guión sólido, con diálogos para que Darin demuestre sus matices en la actuación y que sus personajes si bien tengan similitudes puedan diferenciarse con aportes sustanciales en materia de composición como en este caso particular con el espejo de El secreto de sus ojos, film que también opera dentro del mundillo judicial y donde existe un asesinato y una investigación para dar con el paradero del asesino. Este riesgo desde el punto de vista conceptual sumerge a Tesis sobre un homicidio en un callejón sin salida porque se aparta del canon del policial de intriga para bucear y coquetear con el thriller psicológico olvidándose en gran parte y a propósito del hecho, el cual pasa a un tercer plano en función a la reconstrucción del hecho, que no es más que mental y no factual. El público se encontrará ante el dilema y quizás alentado erróneamente a que participará de la experiencia de ver un policial con Darin, quien se carga al hombro tanto las virtudes como los defectos del film, que por razones obvias no revelaremos aquí, pero que hacen a la estructura narrativa y más precisamente a cierto descuido en la puesta en escena tan bien pensada durante la primera mitad.
El film de Hernán Goldfrid con los protagónicos de Ricardo Darín, Alberto Ammann y Arturo Puig y la participación de Calu Rivero, aborda el género policial de suspenso con una efectividad despareja. Por Teresa Gatto Que Ricardo Darín es el actor más icónico y prolífico del cine nacional, no deja lugar a dudas, sobre todo cuando se trata de abordar un género como el policial que es proliferante en el cine y en su carrera. En Tesis sobre un homicidio, Darín compone a Roberto Bermúdez, un profesor destacado que está dictando un posgrado en la Facultad de Derecho. La llegada al mismo como alumno, del hijo del un viejo amigo, Gonzalo Ruiz Cordera encarnado por Alberto Amman, es desde el principio un signo de previsibilidad toda vez que el cuerpo de una mujer asesinada, es dejado debajo de una de las ventanas del aula. Arrojar un cadáver debajo de una ventana de esa casa de altos estudios, en el momento en que un prestigioso académico está dictando su curso es casi como soprenderse si dándole un chocolate a un niño, éste lo rechaza. La aparición de la hermana de la asesinada, Calu Rivero, convertirá la desconfianza que Bermúdez siente por Ruiz Cordera en obsesión, porque la chica de gran belleza se convierte en objeto de deseo de ambos, aunque su despliegue escénico carezca de potencia. La sospecha convertida en norte absoluto de ese abogado solitario, dado a vincularse con alumnas, bebedor y por cierto muy considerado por sus dotes en investigación criminalista se torna redundante porque sus ojos no logran apartarse del objeto que lo tiene obseso, Ruiz Cordera y a partir de allí como en una galería pictórica, cada gesto, dicho o movimiento del alumno transforma el tiempo del film en el tiempo infinito como percepción, inasible y metafísico y esto que es interesante como mirada, ralentiza la acción y no permite ese núcleo maravilloso que el policial como dispositivo tiene: el pacto con el espectador. No es que no podamos anticipar los hechos, es justamente la previsibilidad lo que desalienta y nos hace esperar una sopresa que no llegará. A veces, nuestras propias obsesiones, miedos, dudas y neurosis nos llevan por un camino que es necesario desandar para desaprehender lo aprendido. En el caso de Bermúdez, su obstinada inteligencia sobre el sospechoso que deviene con su sonrisa bonachona, fresca y franca en un posible competidor perverso que desea probar a su maestro, no se materializan, porque de ese lapso de tiempo en que sus movimientos son observados milimétricamente por Bermúdez, no surge un malvado tipíco o una señal que nos lleve a la clave de ese desafío. Ni Ruiz Cordera es tan evidentemente villano ni hay otra mirada que no sea la de Bermúdez. Tal vez aquí resida el nudo del asunto, esa mirada unívoca que por momentos salva el film es a la vez la que lo ameseta cuando no hay otra alternativa dramática. Muy cuidadas imágenes, tal vez demasiado y una música incidental que manipula constantemente al espectador sin necesidad, una vez que hay cadáver, secreto, conspiración y delito no es necesario redundar. Con todo, decía un viejo profesor que hasta el peor policial estadounidense debía poder atraparte en sus primeros 20 minutos y Tesis Sobre un Homicidio nos atrapa un rato más. Tal vez, la película logre sorprender a otros espectadores que no hayan incursionado en los trabajos anteriores de Darín y Goldfrid y les resulte excelente pero para los que hemos visto otros trabajos, el film pasa la prueba y no obtiene la mencion de excelente aunque comparada con los esperpentos que llegan desde el exterior, no sea una mala opción aunque la tesis se quede sin conclusión.
Es difícil, al menos en primera instancia, poder dar un opinión acerca de "Tesis sobre un homicidio". No es porque uno no sepa qué decir precisamente -hay mucho para hablar sobre los distintos aspectos de la película-, sino porque terminada la proyección, hay una dualidad desde el guión y en la narración que dificulta encontrar fácilmente para qué lado se inclina la balanza. La historia con ribetes de policial y una estructura del más clásico thriller que invita al espectador a descubrir quién fue el asesino, se presenta en forma sencilla y simple, ya desde el inicio. Frente a la facultad de Derecho y prácticamente en las propias narices de Roberto Bermúdez (Ricardo Darín) -un existoso profesor especialista en Derecho Penal que se encuentra dictando un postgrado en ese momento-, se comete un brutal asesinato. No solamente será presenciado por su grupo de alumnos, sino por el propio Bermúdez quien rápidamente siente que ni el lugar ni el momento del crimen ha sido casual. Y la víctima? Fue elegida al azar o tampoco es obra de la casualidad?. Una fuerte sensación de que el asesino ha hecho todo lo posible para desafiar su inteligencia, sus ideas sobre la justicia, su talento y su renombre, lo invade rápidamente Experiencia, intuición, presunciones, conexiones entre los hechos y los detalles, hacen que este profesor solitario comience a obsesionarse con este tema, casi volviéndolo a sumergir en un pequeño infierno personal. La obsesión comienza a ganar terreno más aún cuando uno de sus alumnos del postgrado, el abogado Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Amman) no solamente siga dejando señuelos para implicarlo cada vez más sino que la historia que rodea el asesinato comenzará a revivir algunos fragmentos del pasado de los protagonistas. Bermúdez sabe (o se autoconvence?) de que Gonzalo es el asesino. Todo tiende a demostrar que sus apreciaciones y que el análisis pormenorizado que él ha hecho, son acertadas y por ende todas las miradas se dirigen contra Ruiz Cordera. Rápidamente comenzarán a ciertos indicios que hacen dudar de la veracidad de su construcción de los hechos. Si a esto se le suma, además, que dentro de ese juego de "el gato y el ratón" que se plantea entre los dos protagonistas, interviene la presencia femenina de la hermana de la víctima (papel a cargo de Calu Rivero) que se verá emocionalmente implicada -desde diferentes puntos de vista- con ambos, el cocktail se pone cada vez más interesante y el triángulo clásico hace su presencia dentro del policial. El director Hernán Golfrid (cuyo primer largometraje fue "Música en espera" con Diego Peretti y Natalia Oreiro) elige cambiar completamente de registro para hacer pie en una narración de thriller legal con claros elementos de policial clásico y algunas vueltas de tuerca. Si bien la dirección es correcta y el film en si mismo cuenta con una producción y una factura técnica que lo convierte en un producto sólido, el guión lamentablemente no convence, y lo compensa sobremanera con un elenco de primeras figuras, aún con sus desniveles. No se puede decir mucho más de Ricardo Darín que no se haya dicho. Puede vibrar en la cuerda de la comedia como en "Un cuento Chino" y "Amorosa Soledad", bucear en universos más complejos como los de Pablo Trapero en "Carancho" y "Elefante Blanco" o dejarse llevar por Campanella en el registro más costumbrista de "El hijo de la Novia", "El mismo amor, la misma lluvia" o la impecable "El secreto de sus ojos". Con un rostro completamente cinematográfico que transmite en pantalla un plus que no cualquier actor logra, el Bermúdez de Darín es otra de sus grandes composiciones aún con elementos que él ya ha manejado en trabajos anteriores. El timing que le imprime a los diálogos, su manera de decir, su presencia, son elementos que juegan rotundamente a favor de "Tesis sobre un homicidio". Roberto Amman (conocido en filmes españoles como "Celda 211" y "Eva", aún inéditos en nuestro país) está perfecto como su contrafigura, en la construcción de un estudiante enigmático que sirve para alimentar la duda, la incertidumbre, la ambivalencia. El elenco secundario es más heterogéneo con acertadas intervenciones de Arturo Puig, Antonio Ugo y Mara Bestelli -aunque la química con Darín aparezca por momentos como demasiado forzada- y lamentablemente Calu Rivero desentona -y mucho-, no pudiendo encontrar la forma de hacer que su Laura gane contundencia. Pero ni la dirección ni el buen elenco logran por completo su cometido porque el guión tiene algunas fallas, algunas, de trazo grueso. Puede perdonarse que algunas situaciones se encuentren entre lo mas cliché del género, bordeando permanentemente el lugar común, pero el problema fundamental se encuentra en los diálogos. Discursivos, extensos, tendiendo a remarcar con lujo de detalles cada situación importante, allí donde abundan en explicaciones es justamente el momento en que dejan de ser convincentes. En el terreno literario (no olvidemos que es la adaptación de una novela) esto puede funcionar. Pero en lo cinematográfico que la acción misma quede relegada para que dos personajes en un diálogo expliquen lo que está pasando o las conclusiones a las que van llegando, subestima por completo el espacio del espectador, que ineludiblemente para que el cine funcione, se tiene que rendir al juego y construir por si mismo su propio entramado, su propio rompecabezas. Con tanta sobreabundancia de palabras, las imágenes quedan como en un segundo plano y todo tiende a conducir al espectador de la mano, por un único camino, subrayando en muchas situaciones adónde tiene que mirar y qué cosas tiene que escuchar. Frente a un desarrollo completamente "enciclopédico" y explicativo, Golfrid elige construir un final sugerente e inteligente, homenajeando al mejor Hitchcock -y su ya clásico corto "Cordero para la cena"- donde la prueba del delito juega un rol fundamenta. Ante la posibilidad del crimen perfecto, el final irrumpe intempestivamente, casi desorientando y listo para abrir el debate. Espero sus comentarios...
The psycho who tried to get away with murder Tesis sobre un homicidio plays thrilling game of opposites NOIR. A good film noir is supposed to rely heavily on such visual and aural elements as a menacing urban setting, German Expressionism-style chiaroscuro, a chain-smoking PI, an elusive damsel in distress with an obscure past, an unsettling music score punctuating the action, the amplified hiss of a cigarette being lit, the sound of a shot of JB being poured in a glass. It’s not that these elements alone suffice to make a piece of good hard boiled narrative, it’s just that you cannot do without them, the only concession being, perhaps, that the order of the elements may be altered at will — though not at random. The presence of a darkly impenetrable character with a pathological obsession adds another dimension to the noirish blend, imbuing the setting and the storyline with an alluring game of opposites — a psycho killer pitted against a self-styled PI in search of some form of expiation for the assassin’s own capital sins and the hunter’s unexpressed but evident pending accounts. THESIS. An M.A. thesis is not just about a careful, attentive review of the existing literature about a topic that needs elucidating — it ought to pose relevant questions and provide answers with a solid grounding on field work and research methodology. As a discipline built on a body of codes and regulations aimed at having justice served, Law can purportedly be manipulated to, instead, serve an individual’s or a group’s vested interests, to mask their true intentions. This is not true of Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Ammann, suitably inscrutable), a young law graduate who sets up a diabolical scheme to prove his conjectures about the existing gaps in the Penal Code. Ruiz Cordera is a fictitious character from Diego Paszkowski’s prize-winning novel Tesis sobre un homicidio (1999), but his ruminations are as true and pertinent as the loopholes in criminal legislation that allow, in many cases, proven criminals and wrongdoers to escape punishment.The contradictions and maladjustments between law and justice are at the core of Tesis para un homicidio, the novel, and they are also the crux of the problem the internationally renowned Law Professor Roberto Bermúdez (Ricardo Darín, malleable and brilliant as expected) is confronted with in the film adaptation when Gonzalo, a student of his yearly postgraduate seminar, underscores the professor’s openly cynical if true-to-life position that the Law cannot be equated with Justice and Truth. Speaking of which, the professor’s and the student’s position may not be as far removed, the only difference being that the former knows his hands are tied and the latter thinks he can, through the sheer power of intellect, get away with murder, literally.
Crónica de una obsesión En los casi veinte años de existencia del llamado Nuevo Cine Argentino –término todavía discutido por muchos, pero no por eso menos influyente en la historia del cine y no sólo local-, la prioridad estuvo casi siempre puesta en lo que podríamos denominar “la creación de autores”. El cineasta, por el hecho de serlo o de querer serlo, aspiraba velozmente al carnet autoral, ubicándose en el centro de la escena y por delante de todos los demás. Los actores con los que trabajaban eran en su mayoría desconocidos, la producción era “made in casa”, el guión lo escribía el propio cineasta incipiente (buena parte de las veces se improvisaba durante el rodaje) quien seguramente contaba hechos muy cercanos a su propia experiencia, sino directamente autobiográficos. tesis 2Estas formas, como las de todos los “nuevos cines” surgidos internacionalmente desde el neorrealismo italiano hasta la actualidad, son claves a la hora de refundaciones y cambios de paradigmas, pero es raro que perduren eternamente así. Lo habitual en todos los casos –sólo basta una revisión mínima por distintas “nuevas olas”- es que las nuevas generaciones vayan buscando reincorporar esos elementos descartados mientras los “padrinos” de cada movida van estableciendo sus propios mundos y fronteras, persistiendo en su búsqueda o modificándola hasta tornarla irreconocible. Viendo TESIS SOBRE UN HOMICIDIO, la segunda película dirigida por Hernán Goldfrid, de 33 años, tuve la extraña sensación de estar asistiendo a un intento de cambio de paradigma. Seamos claros: películas alejadas del a esta altura cliché del nuevo cine argentino han habido decenas a lo largo de los años, pero esta película parecía ser la apuesta más fuerte en ir en la dirección contraria. ¿Por qué? Por la idea subyacente de ser un prolijo y destacado exponente industrial, con un guión férreo escrito por un especialista en el género (Patricio Vega) y basado en una premiada novela de Diego Paszkowski, uno de los pocos ejemplos de thriller/best seller de la literatura argentina reciente en ser llevado al cine por un cineasta argentino joven. tesis 4Y por, básicamente, ser una película “de” Ricardo Darín, lo cual –especialmente en este caso- es casi un género en sí mismo. Se me dirá que Darín ya ha hecho varios filmes así, pero ninguno de ellos responde del todo a esta categoría: ni Fabián Bielinsky ni Juan José Campanella son parte de esa generación de cineastas y las películas que hizo con Trapero siguen siendo “cine de autor”. En este caso, la idea de producto –novela, guión, coproducción, elenco y director, todo como un pack- antecede a todo, casi como una película de estudios a la manera clásica. Como si el cine argentino fuese la industria que no es. Supongo que esa sensación de cambio de paradigma la tuve al ver el filme por segunda vez, momento en el que uno puede reflexionar aún más acerca de materiales específicos que exceden a la trama. Salvo por algunos pocos momentos, la película es un sistema cerrado y preciso de signos, trucos y trampas, elementos más que nobles de la narración cinematográfica clásica que el Nuevo Cine Argentino casi siempre ha despreciado. Casi por oposición a la “modernidad” cinematográfica imperante, TESIS SOBRE UN HOMICIDIO se planta sobre una base firme y, si se quiere, tradicional: contar una historia, involucrar al espectador, engañarlo por momentos pero, en la mayoría de ellos, tenerlo al alcance de la mano, no permitir que se aburra, que se confunda, que no entienda. tesis 3Los méritos y los problemas de la película están ahí. A diferencia de la novela, narrada tanto por “el antihéroe” (Darín) como por “el villano” (Alberto Ammann) en capítulos paralelos en primera persona, y en la que la culpabilidad o no del sospechoso se sabe de entrada, Vega/Goldfrid construyen su trama (también muy distinta a la de la novela: para los que la leyeron, Juliette Lewis no existe aquí) desde el punto de vista de Bermúdez (Darín), el profesor de Derecho que investiga el asesinato de una mujer en las escaleras de la facultad convencido que el que lo cometió es un alumno suyo que está intentando ganarle un macabro juego de inteligencia y sagacidad. La película toma ese punto de vista subjetivo desde su estética, usándola para construir escenas a modo de homenaje, casi, al cine de Hitchcock/De Palma, dándonos a entender, durante buena parte del relato, que el narrador puede no ser del todo confiable y que su observación de los hechos puede estar distorsionada por esa percepción, teñida de celos o suspicacias profesionales. ¿Es tan culpable como parece o el investigador está viendo causas y consecuencias donde sólo hay casualidades? tesis 5Thriller cerebral, policial de escritorio, TESIS SOBRE UN HOMICIDIO no tiene demasiadas escenas de suspenso en el sentido tradicional. Su intriga está puesta en si Bermúdez logrará probar que Gonzalo es el asesino y si la hermana de la chica asesinada (Calu Rivero) no será también víctima de ese supuesto criminal, pero desde su puesta en escena parece ocuparse más en ser la crónica de una obsesión, la historia de un hombre brillante que podría, o no, estar siendo manipulado por uno igualmente talentoso, pero más joven. Y si pensamos que los dos protagonistas tienen una historia en común, los motivos que dan forma a esa obsesión crecen aún más. Tengo la sensación de que el mayor mérito del filme está en lograr construir dos personajes fuertes que se desafían en un juego de inteligencia. Si bien conocemos más a uno que a otro (de hecho, la brillantez de Gonzalo aparece siempre en función de lo que cree Bermúdez), es tentador entrar en ese ajedrez de secretos y mentiras, de suposiciones, ponernos en la mente del protagonista mientras va armando su rompecabezas. Especialmente, claro, si se piensa en ese rompecabezas como una forma curiosa de terapia (un policial que Bermúdez se inventa en su cabeza) más que una trama criminal per se. Y, en ese sentido, el talento de Darín para la composición de personajes atormentados y perversamente encantadores le agrega un enorme grado de credibilidad a la historia. tesis 6Los problemas están, en mi opinión, en que la película no termina de confiar del todo en el espectador y en que se interese por la perturbada vida mental de los protagonistas. Como si no quedaran claros muchos puntos de la historia, se nos reitera o repite mediante símbolos y motivos un poco trillados por donde pasa y hacia donde va una trama que no es tan complicada después de todo. Esos elementos (una moneda, una daga/cortapapeles, una vieja fotografía o una joya en forma de mariposa) son, por decirlo de algún modo, “trucos de guionista” que cierran, coercionan demasiado la respiración de la película. Son esos “firuletes” que llevan a esta especie de tango entre los dos personajes a convertirse en un baile demasiado adornado. Tal vez fue en esos momentos más “atados con moño” de la trama en los que sentí más fuertemente esa toma de distancia del filme respecto a los nuevos cines. Si el “cine moderno” se caracteriza por sus tramas abiertas, sus personajes a veces incomprensibles y muchas otras indefinidos, sus tiempos contemplativos y/o reflexivos, en TESIS SOBRE UN HOMICIDIO se apuesta a hacer todo lo contrario: cerrar significados, anticipar sensaciones, conducir a los espectadores con mano firme y segura a través del relato. En el final, acaso lo único no del todo cerrado del filme, tal vez TESIS… termine soltándose un poco de esas ataduras, entregando un extraño momento de libertad narrativa que seguramente no muchos apreciarán porque es, en cierto modo, una traición a los cerrados significados de casi todo lo que se vio antes. Pero que, a la vez, da la sensación de que hay un cine inteligente posible –profesional, industrial, llamémoslo como sea- cuando se le otorga al espectador un espacio para la duda, para que elija, para que tome sus propias decisiones aún dentro del más estructurado de los relatos.
Un policial deductivo con excelente guión Tesis sobre un homicidio es un thriller psicológico cuyos únicos puntos de contacto con el secreto de sus ojos son la presencia de Darín y el ámbito de la Justicia. Tampoco guarda relación con el cine negro, como ocurría en el filme de Campanella. Por el contrario, esta propuesta de Goldfrid está más cerca del policial deductivo estilo Agatha Christie, que separa el delito de su motivación social, lo trata como un problema matemático y se pregunta, fundamentalmente, quién cometió el crimen. "Por eso --afirma Ricardo Piglia--, el modelo del crimen perfecto que desafía la sagacidad del investigador es, en última instancia el mito del crimen sin causa". En esta historia el investigador es Roberto Bermúdez, que no es detective sino un abogado cincuentón de reconocida trayectoria, divorciado y afecto al whisky, que abandonó la profesión para dedicarse a la docencia en la Facultad de Derecho, donde dicta un seminario de postgrado sobre Derecho Penal. Uno de sus alumnos es Gonzalo Ruiz Cordera, hijo de su amigo y juez Felipe Ruiz Cordera. Gonzalo reside en España y regresa a Buenos Aires con el único propósito de cursar el postgrado con Bermúdez. Al promediar la primera clase, a la que Gonzalo llega tarde, se descubre el cadáver de una joven asesinada justo debajo de una de las ventanas del aula donde Bermúdez dicta el seminario. La víctima, que fue herida, violada con sadismo y ahorcada, trabajaba como moza en el bar ubicado frente a la Facultad de Derecho. Bermúdez sostiene que son los "detalles" los que permiten a un juez dilucidar un crimen. Y algunos "detalles" de ese crimen lo inducen a pensar que el asesino puede haber sido Gonzalo. Desde ese momento se dedica a buscar elementos que pueden incriminarlo. Por caso descubre un crimen similar ocurrido en Lisboa, donde Gonzalo residió durante tres años. El filme deviene en partido de ajedrez, pero jugado principalmente por Bermúdez, que se ha convencido de que su contrincante pretende introducirlo en una competencia de sagacidad intelectual. Uno de los personajes introduce la idea del Némesis, la divinidad griega que representaba a la justicia inexorable y, en quien, a su vez, solía verse reflejada a la diosa de la venganza o el enemigo al que se envidia y se quiere vencer. La referencia adquiere sentido en el desarrollo de la historia. El relato es circular, pues abre y cierra con la misma escena: el departamento de Bermúdez donde éste desparramó sobre el piso todos sus libros, carpetas y papeles en una desesperada búsqueda de algo, que debe descubrir el espectador. El suspenso se sostiene sobre la posibilidad o no de inculpar a Gonzalo. Y hay dos preguntas que surgen inevitables. Una: ¿el alumno es realmente el culpable del crimen o Bermúdez observa causas donde sólo hay casualidades?. La otra: ¿la investigación que emprende el protagonista es real o sólo una elucubración mental que forma parte de su tarea como docente? Tesis sobre un homicidio --el título encierra una ironía-- se sustenta sobre un guión inteligente y bien construido por Patricio Vega. Incluye una destacable puesta en escena y sólidas actuaciones a cargo de Darín (Bermúdez), Ammann (Gonzalo), Puig (el padre) y Mara Bestelli (psicóloga y ex esposa del protagonista). El aspecto menos logrado son los encuentros de Bermúdez con Laura, la hermana de la víctima. Darín concreta una buena actuación, pero no posee lo que los franceses denominan el fisic du rol para el personaje.
Como en las épocas del star system Ricardo Darín es el actor por antonomasia, que se mueve por igual entre el mundo de los langas, seductores, ventajeros y pibes de buen corazón. Así, cada film le pertenece. Es el caso de este policial, instalado en el terreno del cine-estrella. En la misma semana en que el hoy tan popular actor Ricardo Darín --cuya trayectoria se abre ya en los años 80 hasta alcanzar en estos días a ocupar la mayor parte de las notas periodísticas, fotos de tapas y primeros planos en los carteles urbanos-- es motivo de toda una polémica a raíz de ciertas declaraciones, que según él mismo no fueron así (que tal como señala fueron desvirtuadas por los medios, en relación, ahora, con el patrimonio de los Kirchner), se ha estrenado su último film. Mejor dicho, el de Hernán Goldfrid; aunque, tratándose de un caso como el de Ricardo Darín, el actor por antonomasia, que se mueve por igual entre el mundo de los langas, seductores, ventajeros y pibes de buen corazón, cada film ya le pertenece. Por lo tanto, ya escuchamos, como en la misma época del star system, en aquellos años dorados de la Metro y de la Fox: "Vamos a ver la última de Darín...". Pero Ricardo Darín es sólo una pieza más de un engranaje en un film. Es decir, en este caso, un actor. Y ningún film puede sostenerse sólo con la labor de un solo personaje, a no ser que esa sea la propuesta estética; como sí lo fueron claro está, algunos films del circuito under o bien teatral con huellas del teatro de Harold Pinter o de Samuel Beckett, por citar sólo algunos nombres; como lo es esa obra de arte llamada Film de los primeros 60, con la única actuación de Buster Keaton, dirigida por Alan Schneider. Lo que ocurre, creo, es que con su instalada manía de fragmentar, para conformar o bien multiplicar los panes, Hollywood ha establecido categorías aisladas. Y en lo que respecta a "mejor actor principal", la pregunta que surge de inmediato es: ¿sí, pero qué es lo que representa? Y esto nos lleva al mismo guión, al mismo concepto de puesta en escena, a la misma labor de montaje... a todo lo que hace a la dirección del film. Si aceptamos una valoración con cierto sentido crítico, ¿podemos pensar por separado estas categorías? Y entonces, al leer las notas que se destacan hoy, en un matutino porteño, sobre la reproducción en miniatura del afiche, en una de las páginas impares de la sección Espectáculos de ese otro diario que entra en el gran campo de batalla con el discurso oficial, veo que la nota destaca: "Darín confirma que es el mejor actor de su generación" (me pregunto, ¿habrá visto a todos los otros el crítico de Buenos Aires Herald?), "Darín hace fácil lo difícil" (y aquí me detengo y pienso, ¿será que su mérito será en volver legible lo ilegible?), "un Darín para el recuerdo" (no es que recordar depende de lo que se pueda, subjetivamente, permitir cada uno. ¡Vaya imposición de marketing!); "un elenco impecable encabezado por Darín" (lo de impecable me provoca imposturas, prefiero la desarmonía a la búsqueda de la perfección, en aras de ciertas verosimilitudes del relato); "Darín la rompe, con un director que sabe hacerlo jugar al máximo" (pareciera ser que sólo se tuvo en cuenta a este actor y frente a esto, los otros, ¡los olvidados!); "... y para disfrutar a Darín" (es un film el que se ubica golosamente frente a nosotros, esta metáfora deja de lado a la misma obra). Si reunimos los puntos comunes de estas notas, todas apuntan a subrayar que los próximos films lo tendrán a él como el único, gran actor, la gran estrella, de nuestro cine. A partir de ahora -?lo siento por tantos actores que aún no han podido cubrir más de cinco minutos en la pantalla?- seguirá siendo, para algunos realizadores, una estrella similar a ese personaje que él mismo compone en el film que se ha estrenado esta semana, Tesis sobre un homicidio, una febril obsesión. Sólo falta posicionarlo para la Academia: habrá que ver cómo puede resolver la cuestión de entredichos; mediando, quizás, como lo viene haciendo en este plano, su hermana Alejandra, quien pertenece a las listas del oficialismo. Pero, además, en relación con este film la apuesta ya es mucho más fuerte. Y la jugada promete una partida que se las trae hasta altas horas de la noche, al afirmar una de las notas, que el film es "un homenaje al cine de Orson Welles". Debo reconocer, como apasionado cinéfilo, que me apasionan este tipo de declaraciones y que las vivo como motivación, búsqueda y provocación. Lo que les objeto es la falta de modestia: podría haber dicho el crítico, en este caso, "creo que hay en este plano, en este momento un homenaje a...". Pero igual lo acepto y me produce placer, aunque creo que todo es una alardeada hipérbole; tal como otra, que afirma, "una virtuosa puesta en escena que remite al cine de De Palma y Hitchcock. Un caso salido de la mente de Agatha Christie". Y pienso en la secuencia de la galería de arte, en la que esta persona que asume Darín, Roberto Bermúdez, que se mueve desde la matriz del taquillero film de Campanella, años después, al rol de abogado ya retirado pero con seminarios de postgrados a cargo, sigue pacientemente por los pasillos, moviéndose desde la letra de su último libro La estructura de la justicia, a quien considera culpable de un crimen; sólo a los fines de comprobar su verdad, sus certezas, moviéndose desde su inalterable soberbia. En la tradición del cine policial argentino, hay épocas que merecen ser revisadas. Numerosos directores configuraron toda una poética; tales como Carlos Hugo Christensen, Daniel Tinayre, Mario Soffici, hasta llegar al mismo Adolfo Aristarain. Y casi todos ellos, a través de su cine, marcaron un diálogo con el policial de Fritz Lang, Alfred Hitchcok, Claude Chabrol, Henri G. Clouzot, entre otros. Recordemos por otra parte, que la iconografía del policial en los 40 y 50 encontró en los directores de fotografía una excelencia en el tratamiento del blanco y negro; algo que, lamentablemente, se ha perdido en la mayor parte de los films, ya que no ha habido una política oficial de preservación y restauración del material fílmico. Esta labor sí, hoy la llevan con gran dedicación y con contados materiales los responsables y directivos de la sección "Cinemateca" del Malba, quienes llevan adelante el programa Filmoteca, Fernando Martín Peña y Fabio Manes. Respecto de Tesis de un homicidio, film que parte de la novela homónima de Diego Paszkowski (Sudamericana, 1999), cuya historia va abriéndose a una historia del pasado de amores olvidados e identidades negadas; que pone en escena un sangriento crimen frente a un espacio institucional como acto de rivalidad y desafío; que instrumenta un especulado y utilitario plan en nombre de la arrogancia y supremacía, podemos decir que su juego con los componentes visuales lejos de ser herederos de la tradición del género, y desde una retórica de film de fórmula, apela a la estética del montaje publicitario y a la obviedad de la naturalización de los estados de ánimo del personaje, mediante borroneos, flous y perspectivas inclinadas; toda una gramática del correcto estereotipo de la planificación standard. Sin perder de vista claro está, tratándose de ese único punto de vista (achicando perspectivas), centralizándolo en el mismo personaje. Seguimos en el territorio del cine?estrella. ¿Qué es lo qué busca nuestro personaje a través de todo sus supuestos? ¿Se trata de confirmar aquello que él cree que es la verdad o de buscar que se haga justicia? ¿Qué es lo que está en juego en él y en todo el relato? Aquí es donde creo que el realizador debería haberse corrido de ciertas medias tintas y haber apostado más allá del límite, sin temor a que el personaje?actor se desdibujase; algo que no evitaron otros, a la hora de construir figuras movidas por una frenética, disparada, imparable, obsesión. Y es que a nuestro cine de hoy, así lo considero, le falta, en la mayor parte de los casos, ese arrojo, audacia, ese carácter transgresor que sí tuvieron algunos de los señalados y otros como el mismo Leopoldo Torre Nilsson, aún en otras épocas en las que los mecanismos de censura estaban muy presentes, tanto en su faz previa al rodaje, como en la finalización del mismo. Los diarios, los otros medios, ya lo han confirmado: hasta el momento, a los pocos días ya del estreno, Tesis sobre un homicidio bate todos los récords. Desde hace mes y medio la mayor parte de ellos vienen hablando de él. A todo esto me pregunto: ¿y es que acaso los otros films que se estrenan tienen todos la misma oportunidad, el mismo espacio a la hora de su difusión? Algunos de ellos sólo se dan a conocer en Capital, otros llegan tras haber sido estrenados en festivales y la mayoría, tras algunos días de exhibición en el Gaumont, pasa, si algún interesado lo dispone, a formato Dvd.
Más de un espectador encontrará puntos de contacto entre “Tesis de un homicidio” y “El secreto de sus ojos”, al estar ambas protagonizadas por Ricardo Darín en sendos personajes con más de una similitud, incluyendo la investigación de la violación y asesinato de una joven. Si algo tienen en común ambas producciones es el haber confiado el rol central al actor más taquillero y uno de los más talentosos de Argentina. Las recientes idas y vueltas en sus declaraciones, seguramente en forma involuntaria, ayudarán al seguro éxito comercial del presente estreno. Roberto Bermúdez (Darín) es un abogado que ya no ejerce en su profesión y dedica su tiempo a la docencia en la Facultad de Derecho dando cursos de posgrado en derecho penal. Ha publicado recientemente un libro titulado “La estructura de la justicia” y, pese a su prestigio, parece haber perdido el rumbo en su vida al estar separado de una psicóloga y ser proclive al alcohol (whisky). Cuando se incorpore a su curso el joven Gonzalo Ruíz Cordera (Alberto Ammann, actor argentino residente en España), que conoció de chico al haber tenido vinculación con los padres de éste, su vida sufrirá un inesperado giro. La causa será el feroz asesinato de una joven, que trabajaba en un bar cercano, en el estacionamiento de la Facultad de Figueroa Alcorta, justo en el momento en que estaba dictando su curso. Bermúdez trabará contacto con Laura (Calu Rivero), la hermana de la víctima y comenzará a sospechar que el asesino podría ser el propio Gonzalo. Dicha convicción se convertirá en una obsesión, alimentada por la soberbia del alumno que pone en dudas la eficacia de la Justicia, en sus discusiones con el docente. El joven director Hernán Golfrid vuelve a trabajar con Patricio Vega, quien ya había sido su guionista en “Música en espera”, su opera prima. El cambio de género, de la comedia a este drama policial basado en una conocida novela de Diego Paszkowski, está logrado y potenciado al contar con la muy buena fotografía de Rodrigo Pulpeiro y la acertada banda musical de Sergio Moure. En el plano actoral son pocas las figuras conocidas, apenas Arturo Puig en el rol de un juez y las fugaces apariciones de Fabián Arenillas y el recientemente fallecido Antonio Ugo. Los casi debutantes Ammann y Rivero no pasan de un nivel discreto en sus respectivas actuaciones pero nuevamente Darín es la gran figura. “Tesis de un homicidio” quizás necesitaba de un remate más contundente dada su condición de thriller pero, no obstante, logra su objetivo al mantener el interés y la incertidumbre sobre la verdadera identidad del asesino. El permanente choque entre ambos contendientes es uno de los puntos fuertes de este seguro éxito comercial que confirma que su director, de apenas 33 años, tiene cualidades que auguran un promisorio futuro. Esta entrada fue publicada en Cine y etiquetada Hernán Golfrid, Ricardo Darín por Fredy Friedlander. Guarda enlace permanente. Deja un comentario Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados * Nombre * Correo electrónico * Web Comentario
Fallido artificio sobre los motivos de un crimen Montada sobre la estela que dejó El secreto de sus ojos en cuanto a tema, actor –Ricardo Darín, hoy el intérprete que, por diversas razones, tiene más predicamento en los medios nacionales– y género; con la pretensión evidente de sentar precedente acerca de que el thriller es una materia a la que los realizadores argentinos saben volver atractiva al entramar férreamente aquellos hilos argumentales sobre los que se monta la intriga y el suspenso, Tesis sobre un homicidio, segundo opus de Hernán Goldfrid (Música en espera, 2009), queda atrapada en su especificidad dando vueltas sobre sí misma y acercándose peligrosamente a un callejón argumental sin salida. Desde la primera escena –que luego irá a cerrar la anteúltima situación de la trama– se percibe claramente que los recursos formales y estéticos de los que se valdrá Goldfrid no consiguen tener ni por asomo la eficacia que en otras manos más sagaces servirían para que en la estructura de un thriller se engarcen las piezas fundamentales. Planos velados y difusos, superposiciones, travellings circulares, cargadísimos primeros planos de rostros y objetos tienden a la gratuidad saturando las escasas opciones con las que el relato podría cobrar dinamismo. Es decir, la abstracción estética no responde en Tesis sobre un homicidio a los fines principales de la representación, aquellos que ponen en evidencia o revelan la naturaleza interna en las que deberían converger sus aspiraciones más expresivas; reglas podría decirse, sobre las que los maestros del género afinan sus perspectivas para dotarlo de fuerza narrativa. En este policial hay un abogado reconocido por sus dotes intelectuales como docente e investigador de oficio que se dedica a dictar exclusivos seminarios de posgrado y escribir su parecer en libros sobre el funcionamiento de la Justicia. Uno de los alumnos del seminario, también abogado, es el hijo de un colega que vive en España pero que de a poco se erigirá en el principal sospechoso del crimen disparador de la trama –el homicidio de una muchacha, con violación y saña incluidas– que ofrece el film. Entre ambos se establecerá un duelo sesgado y oculto sobre el tópico de la posibilidad del crimen perfecto; con el veterano abogado tratando de refutar esa hipótesis y con el joven alumno que a su modo, a través de un discurso vehemente y mordaz, sin vacilaciones, intenta desmitificar la idea de sentido equilibrado con que suele investirse la justicia. A medida que crece en intensidad y desconfianza, la relación entre los protagonistas principales estará mediada por la hermana de la víctima, una joven que coqueteará con ambos y que finalmente será utilizada para poner en evidencia al supuesto criminal. Más allá de estos protagonistas –y es válido señalar esa distancia: más allá– hay una serie de personajes –un juez, un colega del abogado ahora en pareja con su ex mujer, una ex alumna y admiradora con la que el abogado se acuesta luego de la presentación de su libro, un comisario que suele ofrecerle los casos más envueltos en un misterio, la misma participación de uno de los espectáculos del grupo de acción teatral performática Fuerza Bruta–, absolutamente deslucidos en su tangente superficialidad, puestos como meros decorados que atentan directamente sobre la economía del relato. A Tesis sobre… también la deslucen férreas marcaciones, ungidas en el relieve del joven sospechoso de haber cometido el asesinato –Alberto Amman, un actor argentino que reside en España–, cargado de excesiva suficiencia; el de la hermana de la víctima, que sólo denota un mohíno sex-appeal; los mismos hallazgos de los personajes que cualquier espectador ya puede prever en la escena anterior -entre otros, el momento en que la hermana de la víctima descubre en la casa del investigador los mismos elementos usados para el crimen–. Evidentemente, Goldfrid confundió los objetivos de algunos modelos narrativos –léase de Hitchcock en adelante–, el espíritu de sistema que deben tener en la aplicación de los principios de una intriga policial y psicológica. El didactismo sobre los íconos no tiene que ver tanto con la severidad en su utilización sino con volverlos atractivos desde su propia apariencia; con causar impresión y desesperación en el espectador –para hacerle posible algún grado de participación– y no sólo en los personajes; con lograr que la emoción pueda surgir de la interpretación del que está viendo el film sobre lo que éste despliega, sobre su lúdica simbólica. En Tesis para un homicidio nada de esto es posible; han sido desplazadas hasta las alegorías y sólo quedan iluminadas las sombras de un relato engorroso, demorado, con poca conexión con la intensidad y con los movimientos de aquellos modelos que pudieron darle origen. Así el desequilibrio del relato (adaptado de una novela de Diego Paszkowski por Patricio Vega) sólo consigue abrazar un final deudor de subtramas artificiales, que sitúan a Tesis sobre un homicidio en una suerte de lotería emotiva que esparce móviles, acciones y finalidades en combinaciones livianas y sin carácter. Si se precia de su oficio, Darín debería extrañar su protagónico y el entramado de El Aura, del prematuramente desaparecido Fabián Bielinski.
Teorías sobre un thriller Tesis sobre un homicidio es una película de diseño (y no hay nada de malo en ello), que por las particularidades del cine nacional adquiere rasgos de tanque: si la pensamos bien, es uno de esos thrillers psicológicos del montón que Hollywood hace a razón de una por semana, pero que aquí se magnifica porque el cine industrial argentino (y entendamos lo industrial como un sistema sostenido en signos y símbolos comunes y que funcionan por repetición: el cliché, los lugares comunes, que se le dicen) es aún un colectivo imaginario que comienza a dar sus primeros indicios de vida. Tesis sobre un homicidio es la adaptación de un best-seller, tiene como protagonista a una estrella de prestigio que convoca con su sola presencia (Darín), aparece por allí alguna estrellita popular proveniente de la televisión (Calu Rivero) y su director es un tipo con conocimiento del aparato narrativo, del elemento cine, pero que carece del rasgo autoral: es lo que se llama en la industria, un artesano, alguien que puede llevar a buen puerto un producto menor. Y si podemos pensar todo esto de la película mientras la miramos, es porque en su fría y distante construcción pone de relieve inconscientemente todos los artilugios que participaron en su factura. No es que Tesis sobre un homicidio sea un mal film, pero también es verdad que una historia que se basa en el más puro misterio y que propone al espectador meterse en el juego psicológico de saber quién es el asesino, debería generar mayor tensión, trazar su camino a puro clima. Y no, no ocurre nunca eso. No obstante, la película de Hernán Goldfrid avanza con buenas ideas que luego son boicoteadas por un sistema narrativo bastante endeble, y que genera cierta bipolaridad en el que mira: por momentos gusta, por momentos no, hasta llegar a un final que no por abierto decepciona bastante. En definitiva, Tesis sobre un homicidio es una película de capas, de niveles superpuestos que nunca logran homogeneizarse, aunque se alimentan y se entorpecen mutuamente, y que terminan por armar un thriller psicológico bastante desinflado. Veamos… 1-Una de las capas podría ser la discursiva: es indudable que Tesis sobre un homicidio es la adaptación de una novela, ya que la película no resuelve nada con imágenes (salvo un virtuoso plano secuencia donde el personaje de Darín destroza su departamento, y que remeda un poco a La conversación o al cine paranoico de Brian De Palma). De hecho, los personajes se podrían haber sentado frente a la cámara, recitado sus diálogos y tendríamos los mismos resultados. Porque lo que tiene para decir el film, es lo mismo que tiene el libro sin un dispositivo narrativo que lo complejice o amplifique: la justicia como instrumento social regido por sectores de un poder institucionalizado, el crimen como un hecho definido no por lo fáctico sino por lo coyuntural que es pura construcción, y la obsesión como herramienta que pone en crisis el punto de vista tanto sobre la justicia como sobre el crimen. Toda película parte de una serie de reflexiones, y son la puesta en escena y las actuaciones quienes deben hacer que el discurso sea menos explícito y más sugerido. Uno de los problemas de Tesis sobre un homicidio es que desde la dirección no se hace más que ilustrar los diálogos, y salvo Darín, nadie puede profundizar demasiado en su personaje (al menos aquellos que tienen más de cinco minutos en pantalla -hay mucho desaprovechado por ahí-). Por ejemplo Alberto Ammann, quien interpreta al estudiante con el que Darín se obsesiona, pone cara de inteligente cada vez que su personaje dice algo supuestamente ingenioso. Así, la película deja en evidencia que no es sólo un thriller, sino algo más profundo. Y pifia en el intento. 2-Otra de las capas de analizar es la narrativa y de guión. Es curioso que Goldfrid no encuentre nunca el tono de la película, cuando anteriormente con Música en espera construía una comedia romántica en la que incluso se daba el juego del misterio con buenos climas. Si Tesis sobre un homicidio, tan película de diseño como se pretende, quiere ser thriller industrial, debe saber que hay herramientas básicas que no se pueden dejar de lado. En primera instancia, es un film de suspenso sin escenas de suspenso: alcanzar la intensidad del thriller psicológico no es sencillo sin intérpretes que puedan profundizar en sus personajes, ahí es donde la película comienza a morir un poco. Y segundo, y vital, al film, al igual que a Darín, le faltan sospechosos: la historia avanza sobre la obsesión del protagonista, un profesor de derecho que está seguro de que un estudiante es el asesino de una chica que aparece muerta en proximidades de la Facultad de Derecho. El misterio de la película, entonces, queda reducido a si Darín tiene o no la razón. Eso, sin una adecuada construcción del conflicto del personaje y sin un aceitado juego del suspenso, reduce el interés sobre la película. Para colmo de males, el final cuenta con una fallida escena de acción durante un show de Fuerza bruta. 3-También podemos meternos en un nivel intermedio, ese que se da entre la puesta en escena y el discurso, y que queda relegado y siempre en el subtexto. Y, debo reconocer, es lo más interesante que tiene para ofrecer Tesis sobre un homicidio. En ese espacio off, queda en suspenso cuál es la relación que une al profesor Jorge Bermúdez con el estudiante Gonzalo Ruiz Cordera, qué pasó entre él y la madre de Gonzalo, cuál fue el error del pasado que todos le recuerdan a Bermúdez, entre otros asuntos. En ese no decir y sugerir un universo algo perverso, Tesis sobre un homicidio encuentra algunas sombras que hacen brillar mucho más al thriller: lo mejor que puede hacer una película de este tipo es ofrecerle una serie de elementos al espectador para que él los complete, y en este caso si tomamos en cuenta el pasado del país, el asunto se torna más escalofriante. Es ahí cuando el film se torna mucho más interesante y con relieve que durante el resto del metraje. 4-Y, finalmente, hay que decir que Tesis sobre un homicidio es una nueva propuesta de ese subgénero nacional que son a esta altura las películas con Darín. Es curioso el éxito del actor y su gancho con el público, porque salvo en sus apariciones de comedia junto a Campanella, se ha especializado en construir personajes complejos, oscuros, torturados, con los que es difícil tener empatía. Y su profesor Bermúdez no le va en saga. Tal vez la lectura que se pueda hacer es que el público nacional (un poco clase media) adora ver a esos personajes de mierda, porque siempre le gusta reconocer la mierda en el otro antes que en uno mismo, algo que en cierto sentido está vinculado con la experiencia del profesor Bermúdez: su obsesión es un prejuicio que lo justifica en sus miserias. Vaya uno a saber si esto es así, pero en juego de teorizar, al igual que lo hace el protagonista del film, Tesis sobre un homicidio ofrece elementos tanto para disfrutarla como para padecerla. Será cuestión de hacer foco en los detalles y dejarse llevar.
OBSESIÓN POR LOS DETALLES La importancia de los detalles es una idea que se repite varias veces a lo largo de TESIS SOBRE UN HOMICIDIO, un co-producción argentino-española protagonizada por Ricardo Darín. Se nota que el director, Hernán Goldfrid, también tuvo en cuenta ese concepto en la realización de la película, de gran calidad técnica y buena generación de climas. La sólida puesta en escena le presta atención a todos esos pequeños componentes que le otorgan al film una pátina de sobriedad, que se mezcla con momentos de una confusión brumosa que sirven para retratar el estado mental del protagonista: el especialista en derecho penal Roberto Bermúdez (Darín) se involucra en la investigación de un crimen sucedido en la Facultad de Derecho, a metros del aula en la que enseña. Él se lo toma como un reto personal y, luego de investigar un poco y de reflexionar, tiene motivos para pensar que el culpable es uno de sus alumnos, quien es además un admirador suyo e hijo de un amigo. La obsesión germina en la mente de Bermúdez y se esparce por su cuerpo, como una enfermedad, nublándolo todo. El prestigioso profesor, convencido de que el asesino matará de nuevo para demostrar su idea de la Justicia, hará todo lo posible para proteger a quien cree que podría ser la siguiente víctima, una chica llamada Laura Di Natale (Calu Rivero). El guión, escrito por Patricio Vega, se basa en una novela del mismo nombre y aunque hay –obviamente- similitudes a grandes rasgos, la adaptación sigue un rumbo diferente a la del material original: mientras que en el libro la historia se relata desde dos puntos de vista en forma intercalada, el film se centra en Bermúdez. A favor, esto permite un mayor uso del suspenso, pero al mismo tiempo genera algunos inconvenientes: por ejemplo, el involucramiento de Bermúdez en el caso se siente forzado, algo que en la novela no pasa porque ésta se relata en primera persona. Darín, por su parte, cumple con su papel de académico cínico en una interpretación similar a lo que nos tiene acostumbrados, pero sin sorprender. También es buena la composición de Ammann como el intrigante Gonzalo, aunque no pasa lo mismo con Calu Rivero, que brinda una actuación poco expresiva. TESIS SOBRE UN HOMICIDIO profundiza menos que el libro en las reflexiones acerca de la justicia -algo entendible- para centrarse más en el componente del thriller, aunque llamativamente hay varios momentos en los que a la trama les cuesta avanzar, especialmente después del descubrimiento del cadáver en la Facultad de Derecho. En comparación con la novela, la estructura del film también busca desarrollar más el conflicto interno del personaje con respecto al seguimiento del crimen. Sin embargo, el juego de paranoia propuesto sólo se aprovecha cerca del desenlace y de manera menos ambigua de lo que parece. Eso sí, el apresurado final corta con la tensión generada de manera abrupta, algo que seguro dejará con ganas a más de uno.
Justicia o razón Una chica asesinada, un abogado interpretado por Ricardo Darín obsesionado con el caso, y un presunto asesino que juega con la ambigüedad. Inevitable asociar los vértices de este triángulo con El secreto de sus ojos, el thriller que le trajo el Oscar a Argentina. Pasadas esas similitudes, Tesis sobre un homicidio cobra vida propia. La segunda película de Andrés Goldfrid (Música en espera) desarrolla la historia sin demorarse en preámbulos. Darín es Roberto, abogado retirado y profesor de derecho, parco y demasiado aficionado al Johnnie Walker, que recibe en su clase de posgrado al joven Gonzalo, hijo de una pareja de amigos con la que compartió un pasado lleno de secretos y al que no ve desde que es un niño. Desde el comienzo, la pura intuición le dicta que el joven es "un hombre raro". Todo se acelera cuando aparece una chica asesinada en la facultad y su desconfianza se transforma es sospecha, mientras genera un vínculo muy cercano con la hermana de la víctima (Calu Rivero). Darín crea un personaje mesurado, taciturno y porteño, con los aires solemnes de otros roles, sólido. El cordobés Alberto Ammann se pone en la piel de Gonzalo y con sutileza dibuja dos caras, la de un abogado brillante y la de un psicópata prolijo. En tanto, Calu Rivero aporta la cuota de ingenuidad y seducción femenina. Goldfrid elige el punto de vista de Roberto para narrar la historia, y mueve al espectador entre el dilema de seguir el caso a través de la subjetividad de dicho personaje o alejarse de esa mirada y analizar el caso desde la paranoia de su extrañamiento. Para subrayarlo, hay un insistente protagonismo de primeros planos de la mirada de Darín, que no siempre es efectiva. Los ojos del actor pueden ser expresivos, pero no pueden reemplazar el desarrollo de la tensión del guion. Algo similar ocurre con la música incidental, precisamente usada en algunas escenas, y excesiva en otras. Eso no quita que las piezas del relato se construyan con buen ritmo narrativo y atención al detalle, pero cuando aún falta para que el puzzle esté completo, la imagen final se dibuja con cierta previsibilidad. "¿Querés hacer justicia o querés tener la razón?", le pregunta a Roberto uno de los personajes secundarios, y en esa duda se erige el juego estratégico de cazador/cazado entre los dos hombres. Tesis sobre un homicidio cuida sus climas y ambientaciones, y es coherente en su tono. El thriller psicológico tiene momentos de tensión muy bien logrados, pero otros en los que, más que evitar los cabos sueltos, los ata y expone.
Una daga de doble filo Roberto Bermúdez (Ricardo Darín) es un prestigioso abogado penalista que en la cima de sus conocimientos ha decidido dedicarse a la docencia universitaria y a la escritura de libros que desmenuzan el funcionamiento de la Justicia. En plena adultez asume que su mayor motivación ya no es el dinero sino el prestigio, y sostiene sus opiniones experimentadas ante las nuevas generaciones de jóvenes profesionales con obstinado apasionamiento. Se presenta ante sus alumnos con brillantes opiniones, contundentes razonamientos y una mezcla de cinismo e ironía que se sustenta en una personalidad soberbia que se cree de vuelta de todo lo concerniente a su oficio. Esta personalidad -que no admite las contradicciones- choca con las audaces intervenciones de un joven alumno (Gonzalo/Amman) que viene de otro país como aprendiz a su seminario de criminología. Inesperadamente, el joven acerca argumentos consistentes para balancear opiniones del profesor, iniciándose entre ambos una suerte de ajedrez intelectual, sostenido en memorables frases sobre la distancia entre lo que es ético y lo que es legal, o hasta qué punto la presencia del azar es determinante para la Justicia, algo que Bermúdez niega de plano, insistiendo en que hay que controlar y prevenir hasta los imprevistos. Cuando ocurre un misterioso asesinato en los alrededores de la facultad, Bermúdez pasa de la antipatía inicial hacia su impertinente alumno, a la sospecha de que éste puede ser el asesino. Pero la narración va dejando claves que podrán interpretarse a favor de uno u otro duelista. Goldfrid se las ingenia para mantener una intriga latente: el profesor puede equivocarse y el discípulo oscila entre ser un villano o una víctima según cómo se lo mire. Cada indicio tiene un significado que puede abonar una doble tesis: una mariposa, una daga, una vieja fotografía, una frase dicha al pasar sobre la infancia traen datos del pasado y nuevas explicaciones. Juego de espejos Como todo duelo esencial, abundan las simetrías entre los contrincantes, al punto que el bueno demuestra no ser tan distinto del malo, y aquéllas terminarán de manifestarse cuando ambos se relacionen con la hermana de la chica asesinada (la bonita Calu Rivero), que a su vez se mimetiza con la víctima, ocupa su lugar de trabajo y se corta el cabello para parecerse. Este juego de semejanzas se corresponde con muchas secuencias formales que se inician precisamente desde la imagen reflejada en un espejo. Si bien el relato se mueve con las reglas de un policial con glamoroso estilo británico, en el que cada movimiento de piezas requiere toda la atención pero tiene una causa clara, aquí se filtra progresivamente un carácter más oscuro y cercano al policial negro, con una perspectiva menos racional y más atormentada. Ese proceso erosivo en el interior del protagonista se refleja en su entorno, especialmente en la biblioteca personal que cambia de un orden abrumador a un caos inmanejable. Engranaje abierto La película funciona como un sistema aparentemente cerrado y preciso de indicios y trampas, elementos de la narración cinematográfica clásica que no son habituales en el cine nacional. El relato sigue las reglas del género y luego rompe algunas de ellas, particularmente en el final. Es impecable desde lo técnico con sus atmósferas veladas y refractarias, cuando se trata de tomas subjetivas para introducirnos en los sentidos del protagonista. Es importante considerar que el narrador puede no ser del todo confiable y que su observación de los hechos puede estar distorsionada. En su abrupto desenlace la película busca la ambigüedad, a pesar de los cerrados significados de casi todo lo que se vio antes, otorgando al espectador un espacio para la duda y para que tome sus propias decisiones. La película de Goldfrid puede ser pensada también en clave alegórica, que termina convirtiéndose en un relato sobre la percepción y el modo en el que vemos lo que queremos ver, con resonancias expresionistas que remiten a la angustia, la incerteza y la falibilidad humanas.
Este es el segundo largometraje dirigido por Hernán Goldfrid (Música en Espera), quien vuelve a elegir un buen elenco: Ricardo Darín, Arturo Puig, Alberto Amman, Fabián Arenillas, Antonio Ugo y Calu Rivero en su debut cinematográfico. Narra los momentos que le tocan vivir a un abogado con una importante trayectoria: Roberto Bermúdez (Ricardo Darín) alcohólico, separado y retirado de la profesión, quien ahora dedica unas horas a la docencia en un Seminario sobre Derecho Penal. Su vida afectiva no se encuentra en su mejor momento, da estas clases pero también cuestiona las mismas diciendo que -"los pibes bajan todo por internet, les preguntas que es un hecho jurídico y no tienen ni idea"; uno de sus amigos le dice-"Que hay que dejarles a los hijos un mundo mejor” y él arremete con –“A los treinta laburas por un puesto a los cuarenta por la guita y los cincuenta por el prestigio". En su primer día de clase le aclara a sus alumnos como es el programa, diciendo “el que vino hacer contactos está en el lugar equivocado, el estudiante crónico necesita terapia, no un post grado, el que cuestiona todo me resulta insoportable pero el que no cuestiona nada no tiene futuro como abogado”. “Son ocho clases, ocho semanas y dos mil quinientas páginas de lectura obligatoria y más de tres mil de lectura complementaria, cada uno de ustedes deben presentar una tesis de un tema que eligieron en el transcurso del seminario y una sugerencia: aprovechar su enseñanza”. Un día durante una de sus clases se encuentra entorpecida cuando aparece el cadáver de una alumna en el estacionamiento de la facultad, en un principio Bermúdez no quiere involucrarse pero no puede dejarlo pasar y se va metiendo en la investigación, cada día que pasa se va obsesionando con este crimen y cree que es un caso de un asesino serial. Comienza a encontrar puntos de coincidencia con los hechos y nota la mirada perturbadora de uno de sus alumnos Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Amman- actor en Celda 211), el hijo de un diplomático español y fue amigo de la familia. Debe armar el rompecabezas ayudado por su amigo Alfredo Hernández (Arturo Puig) y la hermana de la victima Laura Di Natale (Calu Rivero). La trama se va transformando en un Thriller psicológico, ¿la obsesión puede llevar a un hombre a la locura?, una fotografía impecable, los acordes musicales son los apropiados para ir creando distintos climas, intenta tener un toque a lo Hitchcock, tiene suspenso y el momento de mayor tensión es durante la presentación de un show de la agrupación Fuerza Bruta. No existe la menor duda que nos encontramos frente a un gran actor, Darín, quien se luce en todo momento y solo con su presencia cautiva y genera el interés del público, y además lo acompaña un prestigioso elenco. Pero lamentablemente pasando algunos minutos comienza a agotarse, no logra enganchar demasiado, algo lineal, termina decepcionando y el mayor problema se encuentra en el guión, basado en la novela homónima de Diego Paszkowski.
En realidad no sería difícil hacer buen cine policial y de suspenso en la Argentina si no hubiéramos destruido nuestro acervo, ya que es uno de los géneros que mayor cantidad de obras maestras produjo en el período clásico. Hernán Goldfrid, el realizador de Tesis... lo sabe y además sabe que los géneros clásicos funcionan como un lenguaje (su película anterior fue la comedia Música en espera). Aquí tiene un pequeño problema: el protagónico de Ricardo Darín y el tema (la persecución de un joven asesino por parte de su profesor) más ciertos climas recuerdan a El secreto de sus ojos, aunque este film es, como estudio psicológico, mucho más logrado. No del todo, por cierto: existen algunos problemas de guión que impiden que la historia -después de todo, una investigación sobre la cuestión del doble, profundamente cinematográfica- alcance la intensidad que la propia historia merece. De todos modos, el film en general funciona y las actuaciones son precisas (especialmente Darín, que tiene además la solidez del oficio). Podría haber sido mejor.
Sherlock Darín Sin dudas que si hoy Ricardo Darín decidiese protagonizar la "remake" de "Cuando los duendes cazan perdices", o "Pobre mi madre querida" haría capote, ya que sigue logrando eso del arrastre de público a las salas por nombre o cierta prestigiosidad y éxito adquirido en el campo interpretativo cinematográfico. Esto es claro, y lo es aún más el visible maniqueo de opiniones vertidas hace semanas por el actor a los medios, con un verdadero efecto "bola de nieve" marketinero. Ahora reaparece aquí como un especialista en derecho penal, que además de haber publicado libros, gustarle el whisky, tener un pasado de afectos amorosos superador, se verá involucrado en un feroz crimen ocurrido frente mismo a la facultad de derecho, cuando el está en plena clase, lo cual visto y analizado desde el guión tiene tanta credibilidad como la vaca que se cayó del avión en "Un Cuento chino". Habrá un sospechoso conocido, Bermúdez (Darín) hará su propia investigación, la cual se tornará obsesiva, y aquí es cuando el director se vuelve cultor de homenajes y copia hasta el cansancio escenas de filmes como "Blow out" de Brian De Palma o "La Conversación" de Cóppola. El mayor problema que tiene esta propuesta no es que por ejemplo la actriz (se la puede considerar...asi? cuando claramente se observa en un plano que le han colocado las "mágicas gotitas" artificiales que hacen aparecer el llanto en su rostro), decimos Calu Rivero, un verdadero invento con menos expresividad que la chica que hace de su hermana y solo aparece...muerta. Este no es el problema de esta peli, lo es su previsibilidad, su monotonía, ya que no hay que ser demasiado erudito para darse cuenta por donde va a resultar el culpable. De allí que la misma peli sea ejecutadora de su propio "spoiler". Hay que reconocer que está bien filmada y con buena fotografía, en lo técnico es atendible, pero el guión les hace agua, y nunca ninguna película se puede sostener sola por peso del protagonista.
El problema del énfasis tesis-sobre-fza brita El primer estreno argentino del año resultó ser un thriller, género que por estos días domina las carteleras comerciales de la ciudad, aunque con suerte bien dispar: Tesis sobre un homicidio, de Hernán Goldfrid, puede servir como ejemplo de los límites que suele encontrar el cine argentino a la hora de apropiarse de las tradiciones norteamericanas, cuyo desarrollo ya casi centenario y alta productividad garantizan un piso de calidad que aquí resulta difícil de alcanzar. Coproducción con Tornasol Films y el instituto de cine de España, basada en una novela homónima de Diego Paszkowski, el filme de Goldfrid configura un intento fallido por imitar los cánones de producción hollywoodenses (con El secreto de sus ojos como gran modelo), entre otras razones porque falla allí donde el cine industrial tiene los engranajes más ajustados: la construcción del verosímil, el manejo de los códigos y de la información, la organización de la puesta en escena y el montaje, la administración del suspenso y su resolución. Aunque se diría que el problema mayor finca en cierta desconfianza patológica de los realizadores en el espectador, que los lleva a volver obvio aquello que debería ser sugerido, a cerrar posibilidades y obstinarse en tutelar la mirada y la interpretación, con lo que Tesis termina siendo un filme enfático y redundante pese a su final abierto, que en realidad sirve para desnudar la frivolidad de toda la propuesta. tesis calu Como en el sobrevalorado filme de Juan José Campanella, Tesis tiene como protagonista a un abogado (interpretado también por Ricardo Darín, con la suficiencia acostumbrada), aunque ahora retirado y en el rol de reputado profesor de postgrado, que pondrá todo en riesgo por la obsesión que le despertará un crimen perpetrado en su propia facultad, casi al frente de sus narices. Las primeras imágenes son un indicio de la propuesta formal: primeros planos de una moneda y diversos objetos que se irán abstrayendo a través del desenfoque, ostentando cierto enrarecimiento de la mirada subjetiva que replica, hasta la irrupción de un plano en contrapicado de la habitación, que yace llena de libros y papeles desordenados, con nuestro protagonista tirado en un sillón. Los signos son claros y la lectura es inequívoca: algo malo ha sucedido, y la narración regresará para mostrarnos cómo se llegó a esa situación. A diferencia de la obra original, aquí la mirada de la película será la del profesor Roberto Bermúdez, que en su primer día de cursado encontrará entre sus alumnos al hijo de un amigo radicado en España, llamado Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Ammann), que se declarará admirador suyo aunque expondrá una tesis inquietante: la Justicia responde a los poderes establecidos y funciona según sus intereses. Es más, completará en otro pasaje, la moral y la ley son construcciones humanas para intentar domar el caos que constituye el estado natural del mundo, donde la anarquía es única norma. Estos pensamientos bastarán para colocarlo como sospechoso de la violación y el asesinato de una joven que se descubrirá en el estacionamiento de la facultad, al menos para el profesor que se obsesionará en su indagación. Y es que un pasado desconocido une a ambos hombres, ya que uno podría haber sido amante de la madre del otro, aunque a través de la mirada de terceros Goldfrid y el guionista Patricio Vega sugerirán la posibilidad de la paranoia: ¿es verdaderamente el juego de ajedrez en el que Bermúdez cree estar inmerso por voluntad del asesino o se trata de la propia locura generada por él mismo (que además ha vivido otros episodios similares en el pasado y está en cierta crisis con su ex mujer)? Para complicar las cosas, la hermana de la víctima (Calu Rivero, que es pura afectación) aparecerá como amante potencial de ambos, y eventualmente como apetitosa carnada para el matador. tesis museo Formalmente convencional, y afectada de cierto didactismo, Tesis sucumbe ante la preeminencia de un guión que no deja nada librado al azar: los diálogos, pretenciosos y a veces inverosímiles por su sesgo literario, exponen las interpretaciones correctas y conspiran contra la imaginación. Decisión que es correspondida por una preeminencia formal de los primeros planos, que dirigen la mirada del espectador y enfatizan los signos a interpretar, o por motivos metafóricos y alegorías que se vuelven redundantes (ver la escena en el museo, donde las obras -no sólo el cuadro de Picasso-, son utilizadas para exponer las ambigüedades de los personajes). A lo que hay que agregar una banda de sonido casi omnipresente, dominada por los acordes de piano y cuerdas. Hasta las referencias están calculadamente dispuestas (así como también las publicidades de diarios, gomas, autos, farmacias, etcétera): un plano secuencia en contrapicado del cuerpo de la víctima, que bajará hasta convertirse en un picado del profesor examinando la escena, basta para citar a Hitchcock o a De Palma, aunque luego la película les hará poco honor. Y es que el problema no está necesariamente en todas las características nombradas, sino en la forma en que están dispuestas: después de todo, la clave del policial siempre fue la forma de suministrar u ocultar información, aún jugándole ciertas trampas al espectador (materia en la que Tesis también abusa). Pero aquí todo es obvio y forzado, precariamente construido, a veces mal resuelto: la escena final en un show de Fuerza Bruta (que replica la escena en la cancha de fútbol de El secreto) explicita una decisión narrativa, confundir formalmente al espectador para lograr la ambigüedad que la película había elegido desechar. Paradójicamente, necesitará aún de otro plano para reforzar aquella incertidumbre que no había podido construir, aunque éste ya no tendrá ninguna justificación. Por Martín Iparraguirre (Copyleft 2013)
Hay crímenes que dejan pensando “Quería escribir una película sobre la intuición y los límites del conocimiento”, dijo ese buen libretista que es Patricio Vega, adaptador de la novela de Diego Paszkowski. Y lo hizo con un relato en primera persona que se apoya en una subjetividad absoluta y por eso mismo, sospechosa. El crimen es casi una excusa para meterse en los escurridizos corredores de la justicia, la verdad y la legalidad. Hay dos posiciones: un profesor algo engreído y desbordado que se apoya en la lógica, el razonamiento y las ideas. Y un alumno manipulador que se la juega por el azar y pone en duda la idea de la culpa y el castigo. Medio paranoico, uno, medio psicópata el otro. Hay un crimen atroz y una muchacha que se mete en el medio. El resto, es un duelo entre dos personajes que compiten y se complementan. Ricardo Darín en un papel parecido al de “El secreto de sus ojos”, reafirma la solvencia de siempre. Es un actor que es creíble hasta cuando está de espaldas. El film es inteligente, cuidado, interesante, pero hay trampas argumentales, escenas forzadas y algunos golpes de efecto. Vale, eso sí, como demostración de un realizador (Hernán Goldfrid, el de “Música en espera”) cada vez más seguro.
¿Y si no fuera él? Lo primero que hay que decir de un filme como Tesis sobre un homicidio es que la calidad técnica, de imagen, sonido, fotografía y puestas en escena es estupenda. Da gusto poder disfrutar de un cine argentino con esta calidad y, claro, da gusto que se haya vuelto un poco una costumbre dentro de lo que podríamos llamar la "veta comercial" de nuestro cine, que parece haber dejado atrás esas imágenes porosas y esos doblajes desfasados, cosa que ayuda mucho a que una película se disfrute más fácilmente. Hernán Golfrid vuelve a ponerse tras las cámaras luego de la grata sorpresa que fue Música en espera (con Natalia Oreiro, Peretti y Norma Aleandro) en este thriller detectivesco protagonizado por un profesor de leyes (Roberto Bermudez, interpretado magistralmente una vez más por Ricardo Darín) y un alumno bastante engreído de su clase (Gonzalo, el español Alberto Ammann), que luego de un asesinato en la puerta de la facultad, se transforma, según Roberto, en el principal sospechoso. Con una narración muy cuidada, lenta, pero a paso firme, Golfrid propone este juego entre el gato y el ratón entre el profesor y el alumno. La policía no tiene ningún dato sobre el crimen, pero Roberto no puede dejar de ver detalles, pequeñas señales que sirven como indicios para creer que Gonzalo es el culpable. La lucha de Bermudez es solitaria: las pistas son tan sutiles que no le sirven a la policía; la opinión de sus conocidos no le es favorable; un error en un caso similar en el pasado lo condena a la desconfianza; pero los indicios están ahí, uno tras otro, puntada tras puntada hilando fino un entramado macabro. Rodrigo parece querer demostrarle algo y haber llegado a cometer un crimen para ello. El guión de Patricio Vega (Mi primera boda) avanza a cuentagotas, con ritmo cansino, pero tiene el don de ofrecer una buena cantidad de diálogos muy verosímiles, frescos, que entretienen por su realismo y su naturalidad. La puesta en escena de Golfrid, la forma de disponer las imágenes en los momentos en donde los diálogos se ausentan y la historia parece detenerse en su progresión narrativa, salvan al filme de no caer en el aburrimiento. Una interesante banda de sonido es otro de los elementos que ayudan a mantener el suspenso aún cuando el guión pareciera ir demasiado lento. El elenco, liderado por Darin y Ammann, cumple una tarea irregular. Darín vuelve a deslumbrar en un papel similar al de El secreto de sus ojos: todo pareciera salirle naturalmente, el tono de la voz, el enojo en el momento adecuado, la desesperación cuando las cosas salen mal. Darín es el actor argentino de cine por excelencia y se merece que cada una de sus películas sea la más vista, porque ofrece en cada interpretación un deleite para el espectador. Aquí lo acompaña muy bien el español Alberto Ammann que logra muy bien transmitir esa ambivalencia necesaria para que el personaje funcione. Puede ser tan engreído como gentil, siempre con su misma sonrisita de "yo me las sé todas" y, sin dudas, logra hacer que el suspenso se mantenga hasta el final. Lo más flojo dentro del elenco lo encontramos en Calu Rivero en su debut en la pantalla grande, quién logra muy buenas escenas en lo que podríamos considerar los fragmentos más complicados, pero resulta poco creíble en las tomas más simples, en los diálogos más mundanos. Tesis sobre un homicidio es una de esas películas cuyo final da que hablar. En mi opinión, no está mal el desenlace elegido por los responsables del filme, pero sí podría haberse mejorado la escena en donde se produce el clímax -lo que podríamos llamar el enfrentamiento final-, un tanto exagerada dentro de un filme que se destaca por contenerse para generar suspenso. De todas formas, nada termina por arruinar este inteligente thriller, de sensacional factura técnica, con dos grandes protagonistas y una historia atrapante.
El derecho Penal tiene intrincados caminos que de manera laberíntica pueden lograr que un asesino jamás sea condenado por sus actos. Todo radica en los detalles y es exactamente esto lo que el profesor Roberto Bermúdez, especialista en la materia, trata de inculcarle a sus alumnos del doctorado. Toda la teoría se ve puesta de cabeza cuando un homicidio es cometido en el estacionamiento de la facultad y Bermúdez está convencido de que el autor de tal aberración es Gonzalo, uno de sus estudiantes. Decidido a descubrir la verdad y comprobar su teoría, que nadie parece creerle, inicia una investigación paralela para encontrar esos pequeños indicios que prueben la culpabilidad de Gonzalo. Sin embargo, y a pesar de que el crimen perfecto no suele existir, el asesino quiere ser descubierto pero sin que haya pruebas que logren condenarlo. En un intento de recrear parte de la atmósfera de la oscarizada “El secreto de sus ojos”, pero a años luz de la realización de Campanella, este film basado en la novela homónima vuelve a poner en el centro del relato una investigación a cargo de Ricardo Darín, el homicidio de una mujer con fuerte contenido sexual y los vacíos legales que suelen existir en la profesión. Con un ritmo que no decae, una lograda fotografía y una perturbadora actuación del español Alberto Ammann en la piel del alumno sospechado, la cantidad de cabos sueltos y pequeñas incongruencias del relato son casi pasadas pro alto. Casi.
Todo está en los detalles Thriller psicológico sobre un abogado tratando de demostrar, sin pruebas concretas, que uno de los alumnos de su seminario es el autor de un horrible crimen cometido en las inmediaciones de la facultad. Un intenso relato sobre la obsesión y sus repercusiones. Si bien atrapa al espectador durante toda su duración, la película tiene como mayor defecto lo que tendría que ser su fuerte. La investigación policial resulta deficiente y termina desconcertando al espectador al concluir de forma insastisfactoria. Desde el comienzo hasta el final, toda la trama recae en los hombros de Darin. A través de sus ojos uno va descubriendo las distintos hallazgos en el caso y con cada paso suyo uno se va adentrando cada vez más en su obsesión. La creciente seguridad de que Ammann fue el asesino y la falta concreta de pruebas que lo impliquen crean el perfecto combo de tensión y suspenso. Si bien la investigación científica comienza de gran manera con la escena del crimen, la recorrida por la comisaria y la visita a la autopsia, de ahí en adelante todo se estanca al solo aparecer pistas casi nulas. Lo cual hace que como relato policial se termina quedando a mitad de camino. Por lo tanto, uno puede asegurar que "Tesis sobre un homicidio" es una película ambivalente, repetitiva y por momentos torpe. La trama se construye de forma cotidiana y junto a los lugares conocidos de Buenos Aires, como la facultad de derecho, el Malba o un local de Farmacity, se crea una atracción más que poderosa en el espectador argentino. Sin embargo, el tecnicismo en algunas charlas u otros comportamientos bastante medidos, chocan contra esa naturalidad contribuyendo a que algunas escenas se vean falsas. Luego, en una gran parte del relato, la trama se vuelve demasiado mecánica al operar siempre de la misma manera. Las secuencias se arman con Darín encontrando una pista y luego él razonando por unos minutos el hallazgo. Este modus operandi rápidamente se vuelve monótono y enlentece el desarrollo de la película. Mientras, también, la trama presenta otros inconvenientes menores como los personajes femeninos, en especial, Calu Rivero, quienes resultan ser las caracterizaciones más pobres de la película. Aunque, incluso, hay más elementos fallidos como Darín desordenando su departamento, cuando después de un tiempo ya simplemente tira sus cosas al suelo porque sí. Las razones que hacen de "Tesis sobre un homicidio" una historia apasionante radican principalmente en una muy buena actuación de Darin quien en conjunto con una mirada bien penetrante del realizador, se observa como lentamente su personaje va perdiendo los estribos. Incluso, la falta de certezas en el caso más un final lleno de información repentina, obligan al espectador revisar cada uno de los detalles de la trama. Lo cual, pudo haber sido un excelente desenlace si tan solo la re-lectura de los hechos no hubiera revelado más falencias que aciertos.
Malas vibraciones Aunque parezca una contradicción en términos, un thriller puede representar una cierta tranquilidad, con su territorio acotado, sus sobreentendidos, su horizonte de previsibilidad: un aire de lugar seguro y codificado. Pero un thriller, también, es una trampa para directores de cine. Tesis sobre un homicidio resulta ser una película desalmada, que arrastra en piloto automático los gestos distintivos del género como si fueran taras, señales solitarias destinadas a establecer una conexión a nivel epidérmico con el espectador pero que terminan exhibiendo el vacío de su propia construcción. La película se plantea como un juego mental, una serie de pasos de baile –pistas, suposiciones, sospechas, equívocos: el arsenal de los policiales cerebrales– que, salvo un puñado de planos de establecimiento rutinarios, tiene lugar casi siempre de puertas adentro y se sigue con el interés más bien discreto, de baja intensidad, que puede despertar la disposición rutinaria que el director hace de sus tópicos más reconocibles. Tal vez sea la sospechosa novela que da origen a la película. Quizá el guión. El caso es que Tesis sobre un homicidio se mueve todo el tiempo en ese terreno pantanoso de las películas que solo nos importan según el grado de simpatía que tengamos por los vericuetos de lo que está escrito en el papel: ¿El que parece culpable lo será efectivamente? ¿El protagonista imagina cosas o éstas ocurren realmente? Y cosas así. Si nos falla eso, la película tiene muy poco para ofrecer. Ricardo Darín dice sus partes con un cancherismo que es su marca de fábrica, o sea, las dice muy bien. Darín no es solo un actor de gran solvencia, una garantía para los productores y una atracción masiva para el público sino un centro alrededor del cual parecen erigirse las películas que lo tienen como protagonista. Tesis sobre un homicidio no es la excepción al respecto, lo que no sería del todo malo si no fuera por lo esquemático y tosco que es su personaje. El plano espantoso con el que abre la película, con filtros y oscilaciones berretas, lo encuentra completamente borracho en medio de un revoltijo de papeles y cosas tiradas por todas partes. Ese plano se repite cerca del final, y el trámite de la película supone el paso del personaje, desde la seguridad y la confianza en sí mismo y en las propias fuerzas que tiene al comienzo, hacia el descalabro profesional y personal. Pero Tesis sobre un homicidio es lo menos parecido a un thriller que hay. Hay un asesinato, un asesino que se ve a los diez minutos y un montón de piruetas para mostrar cómo el protagonista cae envuelto en las maquinaciones de su enemigo y se vuelve ese estropicio que vemos en la primera escena. Lo que no hay es una emoción verdadera en ninguno de los planos de la película, ni tampoco una idea que sirva para convencernos de que el cine es algo más que una sucesión de ilustraciones de rigor para una emoción predigerida.
Tesis sobre un homicidio intenta ser un “policial deductivo” que se deshace mientras avanza porque fracasa en un punto esencial: lograr que nos importen las consecuencias de la deducción. El principal problema del film es que el destino de los personajes no nos interesa demasiado, aun cuando todos exhiben aristas que podrían haberse explotado mejor. Las actuaciones no colaboran, es cierto, pero no creo que debamos cargar las tintas sobre Calu Rivero y Alberto Amman. Frente a la muerte de su hermana, Laura (Rivero) luce quizás más lozana de lo que debería, aunque esto bien puede tener una justificación, pues se sugiere que tomar el lugar de su hermana podría ser un deseo patológico que ella cultivaba. Por su parte, Gonzalo (Amman) jamás nos atrapa con sus supuestamente desafiantes conceptos filosóficos, ya que en su forma de hablar (o recitar) el actor ignora los matices y entonces sus parlamentos terminan anulándose entre sí en una inocua oratoria. Pero quizás no habría que desdeñar con tanta simpleza el traje robótico diseñado por Amman: por momentos el personaje se convierte literalmente en un sujeto vacío, la clase de sujeto para el cual la noción de justicia carece realmente de sentido. Gonzalo ni siquiera tiene la gracia del psicópata: es más opaco todavía. Una cáscara, una especie de agujero, un personaje-abstracción que podría haber sumado ambigüedad a la historia si no fuera por la cantidad de caprichos que el relato despliega en su trayecto. Estamos muy lejos del gran duelo intelectual que el film pretende vender. Tampoco funciona como película de suspenso ni conmueve como drama psicológico. Tesis es un producto fallido en cuyo interior, sin embargo, parece haber quedado atrincherada para siempre otra película, la que debería haber indagado con mayor cuidado en el pasado que vincula a los personajes de Amman y Ricardo Darín. Tal vez el único momento genuinamente inquietante de la película sea aquel en el que Darín observa una vieja fotografía y descubre la cercanía que lo unía a quien hoy es su enemigo. ¿Cómo entender que el film lance la idea de que ellos podrían ser padre e hijo para luego dejarla apagarse entre tantos otros desvíos? Es que Tesis nunca llega a las construcciones porque la narración se queda atorada en las distracciones, demasiado pendiente del brillo de los condimentos escenográficos lujosos (la visita al Malba, el show de Fuerza Bruta) y los anzuelos dramáticos surtidos que tienen un objetivo claro: infundir impresión de calidad cinematográfica y seducir por su convocatoria (inofensiva y apta para todo público) a la interpretación. Por cierto, una película que desde sus mismos diálogos exige prestar atención a los detalles debería haber sido un poco más aplicada en ese rubro. En Tesis hay muchos elementos que hacen ruido, incluso en las escenas más irrelevantes. Mi detalle preferido involucra a Darín y a su empleada doméstica. Como imaginarán, Darín en esta película vuelve a encarnar al clásico porteño que se las sabe todas (su consejo de profesor con calle es “Garchá todo lo que puedas. Lo demás viene solo”). La empleada también parece porteña. Si no lo es, al menos habla como cualquier argentino. Sin embargo, cuando Darín le pide que le prepare la cena, ella responde que puede dejarle listas unas milanesas y unos “bocadillos de acelga”. ¿Será que hablar de buñuelos no es lo más conveniente para la distribución del film en el mercado internacional? Nada... apenas una duda más.
Otra eximia muestra de lo que puede dar Darín Tesis sobre un homicidio es un muy interesante thriller psicológico, narrado inteligentemente sobre una atmósfera oscura y de una factura técnica impecable. La historia nos remite a un abogado penalista retirado que se dedica a la docencia universitaria, encarnado por un Darín del cual ya nada nos sorprende y, una vez más, vuelve a dar cátedra desde su sublime actuación. Una ráfaga de intriga se apodera de la pantalla al momento de la incursión en escena de un joven proveniente de otro país que decide anotarse en el seminario de criminología dictado por nuestro protagonista. Apenas pocos minutos más, un asesinato en los alrededores de la facultad acrecienta el clima sombrío que se venía generando. Y, a partir de allí, comienza una suerte de disputa intelectual entre el misterioso muchacho y el experimentado letrado, a base de hipótesis o conclusiones sobre lo que para uno representa la justicia y las refutaciones correspondientes de la otra parte. Ambos moviéndose como si estuviesen en un tablero de ajedrez, con frases sugestivas y dignas de analizar. Lo raro y a la vez destacable de la película radica en el ascenso del suspense a pesar de contar y mostrar todo el tiempo un solo sospechoso, aquel joven enigmático al que el personaje de Darín no hace más que encerrar en su mente como el autor del homicidio, cayendo en una casi obsesión, con un interrogante que se mantiene en vilo hasta el final. LO MEJOR: la actuación de Darín. Elementos técnicos, la ambientación intrigante y oscura que se le da. Los diálogos. LO PEOR: la actuación de Calu Rivero no está a la altura del film. PUNTAJE: 7,80
Siempre resulta ser un gran desafío alcanzar de forma óptima y mantener el suspense como lo haría el gran maestro Alfred Hitchcock por ejemplo. Es increíble ver cómo reacciona el espectador ante una escena en la que una pareja está cenando y hablando tranquilamente en el piso de arriba, mientras que en el de abajo y sobre sus pies hay una bomba a punto de estallar, sólo por citar un breve episodio al que alguna vez se refirió aquel "autor de películas". La reacción del público ante este tipo de situaciones en el cine es básicamente siempre la misma, ya sea que sepa o no las mismas cosas que los personajes del film. Lo interesante realmente es la sensación de alguien (sea personaje o persona) cuando no sabe qué hacer en ese mismo momento. Así se juega con el suspense. Y aunque en Tesis sobre un homicidio (inspirada en el libro del mismo nombre de Diego Paszkowski) Goldfrid no nos entrega una pieza "hitchcockiana" en absoluto, es una buena película para sentarse a pensar, descifrar y atar cabos sueltos, como si fuéramos verdaderos detectives; porque a pesar de contar con algunos hechos obvios, el film está cargado de un alto nivel de intriga. Esto también pasaba con El secreto de sus ojos (2009) de Juan José Campanella, aunque ésta iba más para el lado del amor; pero se podría decir que Tesis... tiene algunos toques similares: su afiche, a Ricardo Darín como protagonista vinculado con la justicia pero lejos de su profesión que le dio de comer durante años, sumado a su estética de puro traje y a la obsesión por resolver un caso extremadamente violento. Aquí el tercero en discordia es un alumno de su cátedra (Alberto Ammann) que parece estar vinculado al asesinato de una chica en pleno estacionamiento de la Facultad de Derecho. Lo atractivo es el tratamiento que hace Golfrid a esta causa, que toma dos vertientes diferentes con el correr de la cinta. Sobre el final, que cabe resaltar que queda librado a la interpretación que haga cada uno, la película muta y desespera de tal manera que es imposible que el espectador no se quede inmóvil ante lo que ve. Esta parálisis no se condice con el ritmo del film: el desenlace es bastante histriónico y nos acerca cada vez más al climax. De principio a fin la cinta atrapa, es dueña de una estética y variedad de planos espectacular. Y aunque no le creamos una palabra a Calu Rivero en el papel de hermana de la chica asesinada, nos metemos tanto en la historia que ese detalle quizá resulte menor. Estamos ante la presencia de un Golfrid más apasionado que se animó a la sangre y al suspenso de policías y detectives, después de la comedia romántica Música en espera (2009). Una película con una buena historia (aunque no original por su repetición una y mil veces en el cine en general), con un reparto acorde, un Darín siempre sólido y un argumento dócil. 3/5 SI Ficha técnica: Dirección: Hernán Goldfrid Guión: Patricio Vega Estreno (Argentina): 17 Enero 2013 Género: Suspenso, Thriller Origen: Argentina, España Duración: 106 minutos Clasificación: AM 16 Distribuidora: Buena Vista International Reparto: Ricardo Darín, Alberto Ammann, Calu Rivero, Arturo Puig, Mara Bestelli, Antonio Ugo, José Luis Mazza, Mateo Chiarino, Natalia Santiago
Publicada en la edición digital #247 de la revista.
El suspenso, el ritmo, y la intriga, resulta que tienen casi la misma característica que el humor. No es lo mismo para todos. Es más fácil encontrar opiniones y sensaciones opuestas en estos puntos. Lo que a mi me da risa, a ti te puede dar sueño. Y lo que a mi me mantiene atenta, a ti te puede sonar muy predecible. El ritmo tiene mucho que ver con ambas cosas, con la comicidad y el suspenso e intriga. Y esta película se propone producirnos intriga, dudas, y el típico “atar cabos”; como en todo policial. A mi entender, en mi percepción personal, ese suspenso esta muy logrado. Nosotros nos metemos en el personaje de Darin, y básicamente comenzamos a pensar con él, y cómo él (a veces antes que él, y eso es algo buscado por la película). La mayor contra que puede tener el guión es su desenlace, para algunos, los que lograron intrigarse (como yo) puede que nos resulte fácil, o incompleto. Pero no voy a decir más porque la idea es que ese final lo descubran sin imaginarse ni un poco. Así y todo, no es algo sencillo, y da al debate (al menos mínimo). Estoy segura que muchos que vieron y consideraron la peli como predecible no pensaron en su final de una manera menos simplicista. Por otro lado, vale hablar de los actores. Ambos protagonistas, Ricardo Darín y Alberto Ammann (un gran actor joven ganador del Goya por Celda 211) hacen un muy buen papel. El personaje de Ammann recuerda por momentos, la ironía del alumno de Dans la maison (la construcción del personaje es algo similar en cuanto a actuación se refiere). Darín (los que no aguantan como actúa seguramente estarán en contra de lo que digo), sabe hacer papeles similares, dándole un entorno y fuerza diferentes, según la historia. Aquí, hay todo un universo en este abogado que no conocemos (Ni conoceremos! En cada uno esta decidir si ese desconocimiento es un acierto o un error del guión). La cosa es que en ese stress por su pasado, que lo lleva a reforzar y enloquecer con este presente, se le va el aire, se lo juega todo. Es importante entender esa situación, esa necesidad de reivindicación luego de un error. Como para terminar, hay que mencionar el trabajo más flojo de la cinta, el del personaje femenino (Calu Rivero). Y les dejo la siguiente pregunta: ¿Es ella que no actúa muy bien o es su personaje que al pasar del libro a la pantalla, se ha reducido a escenas que quedan un poco inverosímiles, colgadas, y carentes de fuerza? Lo digo porque a veces, una actriz excelente te saca a flote cualquier línea de diálogo malísima, pero si el mismo error de guión le toca a alguien que comienza, se nota. Y ya no se quién es el responsable entonces. Creo que soy clara. Creo que su personaje esta desdibujado, desaprovechado, puesto como mera excusa para que se luzcan los demás, y sin embargo tenía en sí mismo una carga emotiva que debería haber sido más explotada (estoy segura que en el libro eso esta hecho). Agrego que merece la pena verla, que su puesta en escena esta muy bien. Su dirección también, y su montaje. Lo dicho, a mí sí me produjo suspenso (ahora tienes que averiguar si a ti también!). El final, si la viste, te invito a debatirlo en los comentarios (por favor, avisá poniendo en mayúsculas la palabra SPOILER). Algo esta cambiando, de a poco, en el cine sudamericano en cuanto a géneros se refiere. Hay más trabajo en películas de acción, suspenso, y hasta terror y ciencia ficción, que antes no había. Y hay que darles un espacio y tiempo para descubrirlas! P.D.: ¿Vieron que intento escribir lo más neutro posible? (lo sé, lo sé, no me sale jajaja) Pues nada, decirles que es porque las críticas de cine de por acá (Latinoamericano y de los alrededores ;) ) aparecen también en Cine y Bso !!! Siii, somos un grupito de lo más variopinto hablando de cine!!!
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Un asesinato, un profesor, un alumno y una joven hermosa. Con esta premisa llega a los cines un policial negro en donde el juego de palabras y puntos de vista subjetivos sobre la aplicación de las leyes proponen una persecución de gato y ratón, en la que cualquier paso apresurado podría dejar fuera de combate a los protagonistas. No cabe ninguna duda de que Ricardo Darín es un gran actor y uno de los principales representantes de la Argentina en el mundo cinematográfico. En Tesis sobre un Homicidio, esta nueva película de Hernán Goldfrid -que inevitablemente remite a El Secreto de sus Ojos-, lo encontramos como un profesor de la Facultad de Derecho que se halla frente a un asesinato del que no sólo podría conocer a su autor, sino que parecería haberse cometido para poder llevar al límite su astucia. Si bien el reconocido actor cumple con creces ante un tipo de papel que ya conoce, quien se lleva los aplausos es el joven interpretado por Alberto Ammann (Celda 211). El mismo pone al espectador a lo largo del film en una posición de duda permanente entre el alumno adulador y el potencial asesino, ambigüedad que este sabe controlar y explotar de manera sobresaliente. La película avanza con paso firme a lo largo de los minutos sin dejar que el desarrollo repose en ningún momento. Así nos lleva de a poco a centrarnos más y más en el micromundo de cada personaje, a la vez que nos conduce a sacar conclusiones, cambiar de opinión y plantearnos nuevas hipótesis, con la sensación de que queda en uno la escritura de la tesis que se propone desde el título. Las escenas de mayor tensión, en donde la desesperación es llevada al máximo, son manejadas con un gran profesionalismo y pulso cinematográfico, permitiendo alcanzar un producto redondo de esos que escasean en los últimos años de la filmografía nacional. La misma no sólo está llevada con destacada calidad, sino que la adaptación de la novela de Diego Paszkowski cumple con todos los requisitos que la convierten en un digno policial negro. Sin ánimos de adelantar más nada o saltar a conclusiones apresuradas, es más provechoso que cada uno haga su propio trabajo deductivo y entre en contacto con la evidencia.