Considérenme sorprendido. Si alguien me hubiera dicho algunos meses atrás lo que iba disfrutar Corazón de León, sobre todo después de ver el tráiler y el poster, nunca le hubiera creído. Lejos de resultar una burla u ofensa, el nuevo film de Guillermo Francella es una oda en contra de los prejuicios y a favor de los diferentes. León, un Van Damme de la vida Aunque el título de este film (extraño, pero que le calza como anillo al dedo) nos remite a esa vieja película de comienzos de los noventa con Jean-Claude Van Damme, ahí se terminan las similitudes. Aquí Guillermo Francella es León Godoy, un arquitecto de 1,36 centímetros de estatura quien casi de casualidad conoce a Ivana Cornejo, una abogada que no pasa por su mejor momento laboral ni personal. León es carismático, elegante y caballero, por lo que Ivana no tardara demasiado en sentirse atraída a él, aunque esos 45 centímetros de diferencia que los separan, sumados a los prejuicios de los amigos, familia y desconocidos, harán que Ivana comience a replantearse si comenzar una relación con León es realmente una buena idea. Puro Corazón Es muy fácil desacreditar a una película como Corazón de León desde el vamos (admito que fui uno de los primeros en hacerlo). No cabe ninguna duda que su principal atractivo es Guillermo Francella que, por medio de geniales efectos especiales, interpreta a una persona de pequeña estatura. Bien podría Carnevale y compañía haber puesto a este personaje en distintas situaciones cómicas y gracias al carisma de Francella muy probablemente hubiera tenido un éxito arrollador en sus manos. Pero no. La película no se conforma con ser una simple comedia con situaciones absurdas que involucran a una persona enana. Corazón de León es un acierto principalmente por lo sensato y redondo de su guión. El film está visto a través de los ojos de una genial Julieta Díaz, vivimos a través de ellas todas las dificultades y los prejuicios (tanto propios como ajenos) que debe sortear para alcanzar el verdadero amor. Me quito el sombrero ante Carnevale por esta decisión, si hubiéramos visto la película a través de los ojos de León muy probablemente estaríamos hablando de un film repleto de golpes bajos, pero de la forma en que se decidió retratar esta historia de amor es un verdadero logro. Guillermo Francella nuevamente entrega una gran actuación, interpreta a León con convicción y carisma, pero es Julieta Diaz quien se lleva todos los halagos, su interpretación deja entrever el amor, la vulnerabilidad y la duda que aqueja a su personaje y la cual es el eje central del film. Una de mis reiteradas críticas a las comedias románticas argentinas se centra siempre en el tercer acto. Luego de una hora de comedia las películas repentinamente toman un giro hacia el drama “sentimentaloide” y difícilmente vuelven a su género original o nunca encuentran el balance para seguir siendo ambas a la vez. En este sentido Corazón de León no decepciona, teniendo siempre en claro lo que quiere contar y la forma en que lo quiere contar. Si, quizás sobre el final del film comete algunos excesos de sentimentalismo, pero nunca en demasía y siempre funcionales al relato. Otro punto a favor del film son los efectos especiales, tanto los prácticos como los generados por computadora. Estos le entregan al proyecto una buena dosis de credibilidad ya que nunca parecen exagerados ni poco convincentes. Conclusión Carnevale entrega una película redonda y sin lugar a dudas es su mejor trabajo hasta la fecha. Corazón de León es divertida, emotiva, y valga la redundancia, llena de corazón. La actuación de Francella no es nada menos que fantástica, pero es Julieta Díaz quien gracias a la mejor interpretación de su carrera nos transmite todas las dudas y emociones de su personaje, traspasando la pantalla y haciendo casi imposible para el espectador no identificarse con su dilema.
La idea del proyecto, cuando leía la sinopsis, me parecía arriesgada. El abordaje de un tema sensible, como es este, la complicación para la vida que significa padecer de enanismo, se presentaba en el horizonte como un gran desafío para cualquier cineasta local. Pero Marcos Carnevale, veterano de la industria, ya ha abordado cuestiones delicadas con mucha fibra y ha salido exitoso ("Viudas", sin ir más lejos) en gran parte de ellas. Ha rodado en televisión y tiene clara la fórmula para llegar al espectador promedio y masivo. Por eso, hay que decir (honestamente) que sin su visión, seguramente "Corazón de León" transitaría por una cornisa peligrosa. Sin embargo, el enfoque elegido (hacer una comedia romántica simple, directa) y el carisma de sus personajes, terminan por redondear un producto simpático, asequible y disfrutable, de principio a fin. La historia nos presenta de movida, a Ivana (Julieta Díaz), abogada de fuerte personalidad, quien en un ataque de furia, arroja su celular en un parque como resultado de una discusión con su ex (Mauricio Dayub) y socio actual. Ella es una morocha escultural, independiente y bastante predispuesta a conocer gente Así es que cuando León (Guillermo Francella) la llama para decirle que encontró su teléfono, Ivana no titubea a la hora de dejarse seducir por los modales y dulzura del caballero. El problema surgirá cuando lo conozca en persona... El hombre en cuestión mide poco... bastante menos de la media, y eso naturalmente generará ruido en la dama. Hay que decir que este León, es prácticamente perfecto: un hombre inteligente, sensible, económicamente sólido y con un gran sentido de la aventura. Un auténtico luchador. Además, un sujeto que hizo de su palabra, un elemento de conquista a prueba de bomba. Francella hace un gran trabajo en esta caracterización. Ivana entonces comenzará a enamorarse de este pequeño gran hombre, y experimentará todas las complicaciones que acarrea salir con alguien así: las risas y bromas de los compañeros de trabajo, la resistencia de la familia, los propios conflictos a la hora de aceptar al diferente... Decía el otro día en twitter que creo que quienes tomen a "Corazón de León" como un film del que hay que esperar un retrato agudo de las características de esta condición, están en una visión que no se corresponde con el objetivo de la cinta: presentar una historia de amor, hacer reír al público y que pase un buen momento. Podran objetarle a Carnevale poca profundidad en el perfil de León o discutirle porqué eligió que su protagónico masculino tenga tanto dinero (lo cual, presenta un sujeto tentador y dueño de un estilo de vida que seduce, y en cierta manera, disfraza lo difícil de la adaptación de las personas que sufren esta enfermedad) pero lo real es que consiguió plantear un escenario tal vez un poco artificial... pero eficaz. Díaz y Francella son grandes comediantes y experimentan una pareja con mucha química aquí. Los secundarios, aportan su color (desde Jorgelina Aruzzi, una explosión de energia -a veces innecesaria-, el regreso de Nora Cárpena -bárbara- y el entusiasmo de Nicolás, hijo de tigre!) y disimulan alguna carencia del guión, cuando el relato entra en su parte final. Lo más discutible de "Corazón..." quizás sea su último tramo, en el que muchas de las buenas intenciones no terminan de encontrar sustento y vuelven al film demasiado previsible a la hora de rematar la historia. Una rom com lograda, más allá de algún desnivel narrativo. Los que la elijan y vayan a sala, van a pasar un muy buen momento.
Corazón que no siente Corazón de León (2013) es una comedia romántica bienintencionada que peca de hipocresía al enseñar por un lado a valorar a la gente diferente mientras que por el otro se ríe de sus diferencias. Antes que un ser humano, León Godoy es un gag visual de piernas que cuelgan del borde de la silla. Apenas logra asomarse al encuadre. Cuando la cámara se ríe de su propio protagonista, ¿cuán en serio se está tomando la moral de su historia? La estresada abogada Ivana (Julieta Dìaz) recibe una llamada al final de un largo día. Es León (Guillermo Francella), que ha encontrado su celular en la calle. Enseguida la seduce con palabras obsequiosas y arreglan una cita para el día siguiente. Pero la fantasía romanticona de Ivana se viene abajo cuando resulta ser que León es un enano de 1,36 metros (“Parezco más, pero no”) – efecto aquí logrado por el uso de pantalla azul en los planos generales y ángulos de cámara muy, muy cerrados en todas las demás instancias. León, que se toma su condición con todo el buen humor del mundo, sabe de memoria cómo desactivar situaciones incómodas e Ivana pronto cae en los retóricos brazos del amor. Lo que tenemos aquí es un refrito de ¿Sabes quién viene a cenar? (Guess Who’s Coming to Dinner, 1967), en el que un miembro de la burguesía hegemónica ha de lidiar con los prejuicios de su entorno (amigos, familia, trabajo) al introducir un extranjero en su vida, con la particularidad de que la que tiene más prejuicios de todos es Ivana, y la película trata sobre su lucha por superarlos. Sobre este aspecto la trama es particularmente cruel con Ivana, que recibe muchas reprimendas y sermones de varios personajes que la dejan llorando. León, por su parte, no tiene mucho para hacer en la película que lleva su nombre, salvo verse chistoso mientras espera pasivamente a la resolución del conflicto de Ivana. Ivana y León comparten muchas charlas sobre la discriminación, excelentemente escritas y actuadas, pero la presión dramática es totalmente unilateral. León es simpático, gracioso, carismático, sabio, exitoso y muy, muy rico (trabaja de arquitecto y vive en la mansión del personaje de Juan Leyrado en Graduados). Como Sidney Poitier antes que él, su papel es ser perfecto en todo sentido, de manera que todos los demás han de reconocer que una diferencia racial (o, en este caso, de 40 centímetros) es insignificante. El problema sigue siendo el mismo: ¿realmente hace falta que un ser humano cumpla con nuestros estándares de perfección antes de aceptar aquello que nos diferencia? ¿Se enamoraría Ivana de este tipo si no la llevara a saltar en paracaídas y no tuviera una casa de verano en Río? Las comedias románticas son tan populares porque nos enseñan que cualquier relación entre cualesquiera dos personas puede funcionar si se concilian las diferencias inherentes al individuo. Pero cuando uno de ellos es el vivo tótem de la perfección y es el otro quien tiene que remarla, no sólo resulta inverosímil, sino deshonesto. Lo único que salva a León de ser una representación detestable es la participación de Francella, que siempre trae algo de patetismo a sus personajes, aun cuando – como en este caso – el guión no lo justifica.
Sorpresa y media Una simpática comedia que gira en torno a un romance improbable en el que pesa la mirada de los "otros". Con esta excusa, el director Marcos Carnevale entrega en su séptima realización (después de Viudas) una historia que se mueve cómodamente gracias a los diálogos que impulsan los dos personajes antagónicos...o no tanto. Ivana Cornejo (Julieta Díaz), una exitosa abogada dedicada a litigios de familia que trabaja con su ex (Mauricio Dayub), recibe una llamada de alguien que encontró su celular. Entonces hace su aparición León Godoy (Guillermo Francella), un arquitecto divorciado de buena posición y con un hijo (un desenvuelto Nicolás Francella) quien se muestra avasallante con la infortunada mujer. Luego vendrá la seducción y la cita en un restaurante con el hombre "perfecto" si no fuese por un pequeño detalle: León mide un metro con treinta y cinco centímetros. Corazón de léon resulta divertida y logra capturar la atención del espectador a través del juego de tamaños que deja distantes a los personajes, pero va agregando emoción con el correr de los minutos cuando muestra la soledad que atraviesan Ivana y León. Ella sufre el maltrato permanente por parte de su marido y él siente las miradas prejuiciosas que giran en torno a su estatura. La trama incluye además a una madre preocupada (Nora Cárpena); la ex esposa de León (Claudia Fontán) y a una secretaria (una siempre eficaz Jorgelina Aruzzi) que habla más de lo que trabaja. Con buenos recursos, escenas efectivas que apelan a la emoción (el diálogo entre padre e hijo) y otras desarrolladas en las alturas (cuando los protagonistas se tiran en paracaídas), la película abre el juego y el público se va olvidando de la "diferencias" y se acerca a un juego romántico en el que todo es posible. Francella aporta la cuota de humor y ternura que León necesita. Su trabajo toca otras cuerdas dramáticas como lo hizo en Rudo y Cursi, Los Marziano, El secreto de sus ojos y Atraco!. Por su parte, Díaz, cumple con su rol de mujer en plena búsqueda de una segunda oportunidad.
Con el corazón en la mano Corazón de León no es una remake nacional de aquel recordado film que contaba con Jean Claude Van Damme como protagonista, sino que vendría a ser la película que trajo nuevamente a la gran pantalla a Guillermo Francella pero en una versión XS. En la previa contaba con una promoción totalmente ineficaz con respecto al humor y a la venta del proyecto, aunque para suerte de todos (?) Corazón de León resultó ser una propuesta mucho más interesante de lo que parecía a priori. La comedia romántica dirigida por Marcos Carnevale se centrará en León Godoy (Francella), un arquitecto de renombre portador de una personalidad galante, arrolladora y cuya estatura es 1,35m. Sí, mide 1,35m de altura, aunque eso no supone un problema para él. Cuando León se encuentra el celular de la bellísima Ivana Cornejo (Julieta Diaz) decide conquistarla a cualquier precio. La entrega del teléfono será la excusa para que los protagonistas comiencen una historia juntos que si bien en el arranque va viento en popa, luego a partir de las dificultades representadas por los prejuicios sociales será una relación que se pondrán continuamente a prueba. Si bien sus primeros avances resultaban una mala señal tras otra por dejar como intención el chiste fácil sobre la condición de su protagonista, la realidad es que Corazón de León no presenta definitivamente en su metraje esa finalidad. A lo largo de sus 109 minutos se encargará de formular una idea que "no se ríe de Francella, sino que se ríe con Francella". Esa frase en general se usa de forma irónica, ya que el límite para determinar eso depende en gran medida del burlado, pero aquí el trato sobre León no es preferencial o perjudicial por sobre los demás protagonistas y es en la no diferenciación donde no se encuentran rastros de discriminación en el humor. Es decir, no hay una generación de empatía por el lado de la lástima o la burla continua, sino todo lo contrario. Uno se siente identificado y hasta interpelado en muchos pasajes por la arrolladora personalidad de León y no por la discriminación sufrida por la gente que tiene enano el corazón (?). Entonces es esa bien intencionada identificación la que hace del film de Carnevale una verdadera sorpresa. Hay escenas que resultan fallidas y hasta en ciertas secuencias se deja ver demasiado su finalidad, algo que termina quitando fluidez y espontaneidad a la película pero es en esos no tan escasos momentos cuando la pareja compuesta por Guillermo Francella y Julieta Diaz aparece en escena para contagiar un amor palpable, sentible y por momentos prejuicioso que sienten, dejando de lado todas las falencias que pueda llegar a tener Corazón de León. Es que es en las entendibles dificultades de Ivana para terminar de abrirse a la relación donde radica lo complejo de la situación. Incluso el clásico giro dramático de la última resulta sustentable a través de las señales narrativas que se fueron dejando. Francella hace de Francella de nuevo, sólo con la diferencia de la estatura. Tómalo o déjalo. Acá encontramos a un Guillermo algo contenido en cuanto a sus clásicos gestos, pero con su carisma y su inconfundible verborragia que por momentos está un poco impostada. No hay medias tintas en esto, o sos de Argen, que gustan y disfrutan del actor de El Secreto de sus Ojos, o sos de Tina, que vendrían a ser quienes quieren verlo colgado junto a Darío Lopilato en la Plaza de Mayo. Como contraparte importante en el asunto tenemos a una radiante Julieta Diaz, la cual encandila la pantalla con cada una de sus apariciones. Son la frescura y la estridente sonrisa de Diaz, sumado a las arrolladoras y carismáticas participaciones de Francella, los elementos principales que suplantan lo forzado y fallido por lo natural y espontáneo en una comedia romántica cargada de buenas intenciones y pocos prejuicios.
Un disfrute que se achica En su primera mitad, Corazón de León es una muy buena comedia romántica, con impecable ritmo de sitcom e incluso con cierta apuesta por el absurdo y la provocación que remite a la Nueva (ya no tan nueva) Comedia Americana de los hermanos Farrelly o Judd Apatow. Pero cuando el espectador se ha rendido a los pies de esos dos notables personajes que son la abogada divorciada Ivana Cornejo (Julieta Díaz) y el arquitecto/playboy León Godoy (sí, el Guillermo Francella enano que tanto ha dado que hablar en redes sociales) llega la "traición" de Marcos Carnevale. ¿Por qué utilizar un término tan duro como "traición"? Porque en su segunda parte Corazón de León esconde, casi que sepulta, todos los méritos iniciales al servicio de la bajada de línea aleccionadora, la corrección política subrayada, el sentimentalismo más rancio. El cine al servicio del discurso moralizador. El mensaje por sobre la imagen. Si bien Carnevale ya había apelado a las moralejas obvias en varios pasajes de Elsa & Fred, Anita, Tocar el cielo o Viudas para reivindicar desde el amor en la vejez hasta las problemáticas de las minorías sexuales, pasando por las desventuras de aquellos con capacidades diferentes, aquí la decepción es más fuerte porque en su primera hora el director había construido la que -por lejos- era la mejor película de su carrera: un relato armónico, irreverente, lúdico y muy entretenido. En el éxito de esa "primera" película se conjugan un guión eficaz, una narración fluida y tres impecables actuaciones (sumo al muy simpático Nicolás Francella, hijo de Guillermo tanto en la realidad como en la ficción, y con destino inevitable de galán). Puede que en esa apuesta inicial falte un poco de lenguaje cinematográfico y que el uso de los secundarios remita a ciertos estereotipos de las tiras cómicas televisivas (Carnevale, cabe recordar, es el máximo responsable de las ficciones de Pol-ka), pero ver cómo se conocen, se encuentran, se seducen y se van enamorando (a pesar de los contratiempos y las contradicciones) los protagonistas es un genuino placer voyeurista. Pero luego llega el brusco giro, el volantazo, el golpe de timón de Carnevale y, así, su séptimo largometraje deriva hacia la concientización (ese “no” gritado a los prejuicios, el “vivan las diferencias”, parecen ser los eslóganes preferidos) y el conseguir la emoción a cualquier precio y sin importar los recursos (los golpes bajos). Aun con Francella y Díaz sosteniendo sus personajes con profesionalismo y dignidad, la película se vuelve obvia, torpe, morosa, previsible. De todas maneras, cabe destacar sus méritos (que incluyen un impecable uso de los efectos digitales para el Francella de 1,36m) y su respetuosa apuesta popular (está todo dado para un gran éxito comercial). Cuando Carnevale priorice su faceta de narrador por sobre la de predicador estaremos frente a un cineasta capaz de sorprendernos, divertirnos y emocionarnos con recursos nobles durante todo el relato. Esta vez, se quedó a mitad de camino.
El cine no es el mensaje “Hacer una película es mejorar la vida, arreglarla a nuestro modo, es prolongar los juegos de la infancia, construir un objeto que es a la vez un juguete inédito y un jarrón en el que colocaremos, como si fuera un ramo de flores, las ideas que tenemos actualmente o de forma permanente. Nuestra mejor película es quizá aquella en la que logramos expresar al mismo tiempo, voluntariamente o no, nuestras ideas sobre la vida y sobre el cine”. Con esa cita de Truffaut me dedicaron el libro Otros mundos. Un ensayo sobre el nuevo cine argentino de Gonzalo Aguilar. Corazón de León, más conocida como la película de Francella enano, es al cine todo lo que esa frase no quiso ser. Estás ahí sentado riéndote a carcajadas de cómo un “enano” de 1.36 metros (León / Guillermo Francella) conquista a una mujer alta (Ivana / Julieta Díaz). Corazón de León podría ser una comedia romántica sobre cómo dos personas se conocen, se enamoran, se aman, entran en crisis y bueno ¿les cuento el final? Podría incluso ser buena si confiara en el género, si creyera en el arte y no en el discurso, en el entretenimiento y no en la bajada de línea. Podría si fuera una película honesta pero en cambio apuesta a ser una lección de vida. Y lo hace cargada de solemnidad. Porque claro, es una película de Carnevale, no vaya a confundirse con “una comedia ligera”. Entonces trata temas importantes, esta vez: la discriminación. Delante de la forma está el mensaje: ¡la lección! ¡la moraleja! ¡crear conciencia!...
Guillermo Francella finalmente encontró el proyecto que le permitió fusionar a la perfección la comedia y su estilo de trabajar el humor con el drama. Algo que ya había incursionado en otra películas como Un día en el Paraiso, con Araceli González y más recientemente en Los Marziano y Atraco, donde trabajó personajes que no llegaron a pegar en el público. Corazón de león es una película donde fluye a la perfección el humor y las situaciones dramáticas y esto es mérito también del director Marcos Carnevale, quien fue guionista de esta propuesta. El argunento está muy bien construido donde Carnevale logró el balance adecuado entre las situaciones graciosas que te hacen reír y los momentos más emotivos. Esta es una gran propuesta para disfrutar a Francella como artista porque está a cargo de un personaje que tiene distintos mátices que le permitieron al actor lucirse a lo grande. La última película que había visto de Carnevale había sido la soporífera Tocar el cielo, con Facundo Arana, por lo que no tenía tantas expectativas con este film y lo disfruté mucho más de lo que esperaba. Otro detalle que no es menor es que más allá del trabajo que brindan los protagonistas, donde también se lucen Julieta Díaz , quien representa la clave del conflicto, los personajes secundarios tampoco pasan desapercibidos ya que hubo un gran trabajo en el casting. Se destacan especialmente Jorgelina Aruzzi y Nicolás Francella, el hijo de Guillermo, quien debutó en este film con una actuación muy espontánea. Las escenas que tiene junto a su padre son buenísimas. Cabe destacar también el trabajo que hicieron con los efectos especiales relacionados a la altura del personaje de Francella. Nunca se había intentado algo así en el cine nacional y la verdad que hicieron una labor excelente. La mayor virtud en este campo es que a los cinco minutos del film te olvidás por completo de los efectos visuales y te enganchás más con las situaciones que vive el personaje. Lo cierto es que el director Marcos Carnevale volvió con uno de sus mejores trabajos en el cine junto a Elsa y Fred que a través de la comedia romántica presenta una reflexión sobre el tema de los prejuicios.
CORAZON DE LEON no es la comedia absurda y disparatada que algunos pueden imaginar por el concepto que la película de Marcos Carnevale vende. Hay elementos cómicos, pero no demasiados, y muchos de ellos aparecen simplemente porque Guillermo Francella, por momentos, logra hacer reír aún sin quererlo. Es la clase de actor al que un espectador se enfrenta casi con la sonrisa preparada y la película se toma el trabajo de ir corriendo (a Francella y al espectador) de ese lugar, de a poco. El filme es la historia de amor entre un arquitecto millonario que es muy bajito (mide menos de 1,40, por un problema glandular) y una mujer -de estatura normal- que trabaja en un estudio de abogados. Ella viene de un fracaso amoroso y se topa sin querer con este hombre, cuando él la llama al encontrar su celular en la calle (lanzado tras una discusión). Dueño de una verborragia supuestamente seductora, la convoca a una cita para devolverle el aparato en cuestión. Ivana (Julieta Díaz) no se imagina que León es chiquito, casi como un hombre en el cuerpo de un niño (es eso lo que parece, más que un enano), por lo que esa historia de amor no será demasiado sencilla, tanto por las dudas de Ivana en lo personal, como por sus miedos ante la mirada de los demás. León, en ese sentido, es más claro y desea que ella pueda ver un poco más allá del tema altura. corazon1Saquémonos los chistes malos de entrada y digamos que CORAZON DE LEON es una película menor. Amable, discreta, poco ambiciosa más allá del trabajo de efectos para conseguir la diferencia de altura. De hecho, uno la podría ver casi como una pieza teatral: cuatro o cinco escenarios (las dos casas, las oficinas y algún bar/restaurante), dos personajes y un par de secundarios poco importantes y apenas funcionales a la trama, para contar una simple historia de amor entre personas de apariencias muy diferentes. Si bien se agradece que la película vaya al grano y no exagere los conflictos a cuestiones de vida o muerte (en un momento parece ir hacia ese lugar, pero milagrosamente lo evitan), hay algo de medianía y chatura de la propuesta que nunca logra trascender del todo. Es medianamente simpática, medianamente romántica, medianamente graciosa. Si la película crece, por momentos, es gracias a la dupla protagónica, dos actores con enorme oficio para generar empatía con el espectador, aunque no se advierta una especial química romántica entre los personajes. Ellos dos, y Nicolás Francella en el papel de… el hijo de Francella (para mí, una revelación), son lo mejor de la película del director de ELSA & FRED. corazon3Salvo alguna que otra excepción, los efectos especiales (algunos simplemente prácticos, de ubicación de cámara) para generar la diferencia de altura están dignamente realizados, más allá que esas diferencias y hasta las proporciones del cuerpo de León cambien casi todo el tiempo. Pero el resto del filme es cinematográficamente opaco, sin demasiada gracia, filmado rutinariamente y con más preocupación por generar ángulos de cámara aplicables a la altura relativa de los personajes que en generar algo de ritmo y elegancia visual. Conociendo los temas que suele manejar Carnevale en su cine (que se caracteriza por poner en primer plano temas ligados a la aceptación de las personas diferentes y a la inclusión social), me da la impresión que CORAZON DE LEON, aún desde las buenas intenciones, hace ruido desde un par de lugares. Uno de ellos, que no conviene adelantar, tiene que ver con la poco comprensible actitud de la madre de Ivana (interpretada por Nora Cárpena) en relación a la decisión de su hija de tener como pareja a este hombre tan pequeño. Y el otro está relacionado con la necesidad de convertir, desde el guión, a León en prácticamente un superhéroe, como si su falta de altura tuviera que “compensarse” con el hecho de pintarlo como un hombre ideal (empresario, millonario, gran padre, mejor persona, excelente amigo, un tipo sin ningún lado gris), por lo que parece casi una estupidez que Ivana no se entregue a sus brazos por más pequeño que él sea. Un personaje con alguna arista un poco más ambigua podía haber hecho crecer en interés al conflicto del personaje de Julieta Díaz. Y con eso, a la película.
Al fin, en su séptima película como director (y algunas más como guionista), Marcos Carnevale presenta algo más que una mera fórmula exitosa: Corazón de León tiene forma, tiene logros, tiene trabajo. Ya se difundió bastante: "Es la película de Francella bajito". Sí, Francella es León Godoy, un hombre de un metro y 36 centímetros de altura. Y protagoniza esta comedia romántica junto con Julieta Díaz. Corazón de León es una de esas películas para las que no está mal usar algún término gastado: es sencillamente eficaz, en parte, por tener en cuenta unas cuantas lecciones de la historia de la comedia romántica. Veamos. En primer lugar, posee protagonistas pensados como seres humanos con características individuales, deseos y miedos. Y que están interpretados por un actor y una actriz con carisma y talento. Francella demuestra una vez más que su carrera en cine ha sido, con pocas excepciones, desperdiciada en películas horribles. Reinventado con El secreto de sus ojos (Campanella) y Los Marziano (Ana Katz), prueba otra vez su rica gestualidad y su capacidad de atenuarla para el cine. Francella no confunde cine con televisión: el cine que solía contenerlo antes de 2009, sí. Julieta Díaz pega un salto en belleza (parece una actriz italiana de los cincuenta), y en velocidad y en ferocidad para soltar diálogos. La interacción entre ambos es fluida, hay electricidad, hay química. En segundo lugar, hay mucho apoyo en buenos actores secundarios: Jorgelina Aruzzi explota como comediante y Nicolás Francella (hijo de Guillermo) cuenta con una muy visible ventaja genética para lograr una destacable verosimilitud. El parecido es más que físico: está contenido en el gesto, en la mirada, en lo irrenunciable. En tercer lugar, lo más importante: situaciones y diálogos diversos, elaborados, pensados, con una riqueza poco común para el cine argentino "grande", habitualmente subjecutado en estos aspectos. ¿Qué impide a Corazón de León ser mejor? Principalmente, la musicalización. La música de Emilio Kauderer suena demasiado a "profesionalismo de los ochenta" del cine local, demasiado blanda y limpita, demasiado presente, demasiado obvia, incluso adelanta imperdonablemente emociones, que se vuelven falsas por ese motivo. También la elección de canciones es poco afortunada. Un momento de emoción genuina, como el del contacto entre Julieta Díaz y Nora Cárpena (gran acierto de casting), prueba que sin música (o con menos) la película podría haber sido más eficaz. Luego están las rémoras televisivas: cuatro o cinco líneas de diálogo que los personajes dicen en soledad, innecesariamente, como para explicarle sus sensaciones a un espectador que se piensa como menos atento, menos concentrado que lo necesario. Por su parte, los efectos visuales para "Francella petiso" tienen notorios altibajos (sin intención de chiste). Y si bien es interesante -en un cine que suele abusar del pobrismo- que el personaje de Francella sea felizmente adinerado, no había necesidad de hacerlo rico como en el imaginario de Telefé de los noventa. Y, por último, la bienvenida ausencia de costumbrismo se reemplaza por una asepsia que desdibuja la ciudad y los ambientes, protagonistas fundamentales de las mejores comedias, ésas a las que el cine argentino masivo debería apuntar con Corazón de León como punto de partida y no como techo.
Es preferible reír que llorar Guillermo Francella y Julieta Díaz viven un romance que se vive mejor con los pasos de comedia. La comedia romántica tiene sus reglas (básicamente ella y él se conocen; se enamoran; se pelean, vuelven a estar juntos) que nadie -excepto Un toque de distinción (1973)- parece querer modificar, así que el secreto de su éxito no pasa por la trama sino por los gags. Corazón de León es una comedia romántica, y parte de una premisa antiprejuiciosa. Todos somos iguales ante el amor y no importa que León (Guillermo Francella) mida 1,36 m. Ivana (Julieta Díaz) queda perdidamente magnetizada por él cuando fortuitamente se conocen. Más llamativo que la altura de León -lograda en la ficción por efectos de chromas, dobles, Francella arrodillado, etc.- es que el personaje sea, no por su tamaño, como para ponerlo en la mesita de luz. León es más bueno que el pan. Simpático, inteligente, siempre tiene una salida ingeniosa, es un arquitecto exitoso, tiene una casa que parece una mansión, la mucama lo adora, se lleva bárbaro con su ex, es un excelente padre y encontró el amor de su vida. No le falta nada. Bueno, algunos centímetros, pero recién se queja de ello hacia el final de la película. Es que en su primera mitad está todo tan bien hilado y construido que Corazón de León no deja de disfrutarse ni un minuto. Es el consabido “algo que tiene que pasar” como para que la comedia deje lugar al drama y al conflicto, lo que no le cierra a la película de Marcos Carnevale. Como si la necesidad de atarse a la estructura de la comedia romántica lo obligara, más que le diera paso con naturalidad, al desarrollo de la historia. Carnevale es de los directores de cine argentino que pueden llamarse a sí mismos autores, y en sus películas ha abordado distintas materias o asuntos más o menos espinosos, como el amor en la tercera edad (Elsa & Fred), la discriminación (Anita) y la infidelidad (Viudas). Siempre les supo colocar (o tamizar con) una cuota de humor. Y cuando Corazón de León se vuelca a la comedia es allí donde mejores resultados obtiene. Y siguiendo con lo básico de la comedia romántica, cada personaje central tiene lo que en la comedia hollywoodense se llama sidekick (acompañante): la secretaria de Ivana, Jorgelina Aruzzi; el hijo de León, Nicolás, el hijo de Francella en la vida real, que sirven para descomprimir y hacerles ver a ellos (y a los espectadores) lo que sus anteojeras parecían no permitirles observar de sus propias vidas. Mientras Francella se mueve como pez en el agua en un papel hecho a su medida, Julieta Díaz lleva adelante el rol más difícil y demuestra que tiene con qué ganarle a su personaje. Toda una revelación es Francella Jr., igual a su padre en sus gestos.
Más drama y moraleja que comedia El film de Marcos Carnevale encara la arriesgada propuesta de un romance entre los personajes interpretados por Julieta Díaz y un Guillermo Francella de 1,36 metros. Divertidos equívocos y un "mensaje" demasiado explícito. En principio hay que decir que la idea base de Corazón de León era ingeniosa y arriesgada, pero que mal llevada podía convertirse en una catástrofe. Dos profesionales, de igual condición social, ambos divorciados, se encuentran, se enamoran y si todo sale bien, tal vez tengan un futuro en común. La particularidad de esta relación es que el hombre mide apenas 1,36 centímetros, lo que convierte al romance en progreso en una lucha de ella contra los prejuicios, propios y extraños. Y a pesar de que Guillermo Francella hace lo suyo con eficacia componiendo a ese León Godoy arrollador, adorable, buena gente, y que todo el relato se asienta en su estatura reducida, la verdadera protagonista de la película es Julieta Díaz, como la abogada que primero se siente seducida por teléfono y luego, en el primer encuentro, intenta ocultar su sorpresa ante el galán enano. Después decide darle una oportunidad, vacila, no sabe si está preparada para afrontar las miradas burlonas y los comentarios en voz baja, para finalmente embarcarse en una historia con final feliz. Lo cierto es que se hacía difícil imaginar que el responsable de títulos como Viudas, Elsa & Fred y Anita tiene como punto de partida para su último trabajo los films de los hermanos Farrelly –y por qué no, algo de la extraordinaria El increíble hombre menguante, de Jack Arnold–, aunque claro, allí donde los Farrelly ubican en un plano de igualdad a las personas con capacidades diferentes y por lo tanto están sujetos a las mismas barbaridades que el resto de sus personajes, Marcos Carnevale va más en la dirección del drama con toques de comedia y hasta moraleja, sin la ferocidad a la que se anima la dupla estadounidense. Lo cierto es que Corazón de León tiene una primera parte sorprendente, llena de situaciones bien resueltas, equívocos divertidos –aunque el timing televisivo a veces es demasiado evidente– y una indudable química de los protagonistas, con un Francella seductor, simpático e irresistible, y Díaz mostrando todo un abanico de matices que dejan en claro las dudas, miedos e incertidumbres de su personaje. Pero más adelante, la película se siente obligada a explicitar los que ya estaba dicho y remarca innecesariamente el "mensaje", algo así como que todos somos iguales, hay que superar los prejuicios, que vivan las diferencias, etcétera. Corazón de León, entonces, es la mejor película de Carnevale, indudablemente tiene su sello y se ubica bastante más arriba que el resto de su obra. No oculta su ambición de entretener y dentro del cine industrial, es un producto más que digno.
Una comedia realizada por actores Ivana es una abogada que tiene un estudio jurídico con Diego, su ex pareja. Cuando un día pierde su celular, el mismo será encontrado por un ser muy especial : León. León la llamará y la convencerá de que se encuentren a tomar algo. Allí Ivana se dará cuenta que León es un ser muy especial : seductor, galante, caballero, pero también es especial ya que mide un 1,36 metros. A partir de allí Ivana encontrará que León es un gran hombre pero que deberá luchar con los prejuicios de los demás y los suyos propios sobre una relación de una mujer de estatura media y de una persona de baja altura. Marcos Carnevale es el director y escritor (sobre una idea propia y de Bettiana Blum) de “Corazón de León”, film que quiere llegar a ser una comedia con un mensaje implícito y explicito sobre los prejuicios de la gente. Pero el libro por momentos es demasiado light y es sobrellevado y apoyado en unos buenos efectos especiales y de contar con excelentes actores. Uno no cuenta nada nuevos si escribe sobre el gran talento interpretativo de Julieta Díaz e, incluso en papeles secundarios, de Jorgelina Aruzzi y de Mauricio Dayub, y que cualquiera de ellos se puede poner al hombro el film para sacarlo adelante. Pero en este caso es Guillermo Francella quien (junto a Julieta Díaz) es el que hace que el film resulte divertido pero también, emocional, cuando lo debe ser. Las escenas más logradas de Francella son, sin lugar a dudas, algunas de las escenas dramáticas que tiene la película. Estas escenas son las que siguen demostrando que Francella es mucho más que el comediante que se repite en tv sino que es un Actor con mayúsculas. Hay que sumar a que todo el trabajo de Francella, gracias a los efectos especiales y de cámaras, se convierte durante toda la película en un hombre de baja estatura. Julieta Díaz es quien la acompaña con calidad y quien también demuestra sus dotes de comediante. En “Corazón de León” también hace su debut cinematográfico Nicolás Francella quien, mas allá de que no tiene un papel pequeño pero muy significativo, lace un muy buen trabajo y se lo ve con mucho futuro y, si se lo propone, convertirse en un gran actor. “Corazón de León” es un film con un guion light que se agranda gracias al trabajo y al talento de los actores.
Conmovedora comedia romántica, que sorprende por su osada trama, los efectos especiales que transforman a Francella en una especie de HOBBIT moderno, y sobre todo por la química que la pareja demuestra a lo largo de todo el metraje. MARCOS CARNEVALLE redondea su mejor película hasta la fecha, apostando por el género, sin caer en los golpes bajos y apelando a la sutileza. Francella se luce como nunca antes en una interpretación medida, que no apela jamás a su histrionismo televisivo. Y Enorme también es el trabajo de Julieta Díaz, desde cuya perspectiva nos adentramos en una historia tan profunda como conmovedora.
Lo bueno si breve... En general todos nos creemos muy abiertos de mente, tolerantes, que sabemos valorar a las personas por lo que son, no por su apariencia. Pero si bien lo pensamos, no siempre es fácil ponerlo en práctica; nos quedamos más tranquilos cuando somos iguales al resto, cuando no sobresalimos ni tenemos nada diferente, eso nos hace sentirnos más seguros. La película cuenta la historia de Ivana (Julieta Díaz), una abogada exitosa, linda, alta, morocha, y siempre impecable, que por esas casualidades de la vida conoce a León (Guillermo Francella) a través de una charla telefónica y queda encantada con él. Pero el encanto dura poco, hasta que se conocen personalmente, y descubre que León mide tan solo un metro y treinta y cinco centímetros. Perseverante como pocos, León logra conseguir una segunda cita, y otra, y otra, hasta que de a poco comienzan una relación. En papeles, es el hombre perfecto; inteligente, profesionalmente exitoso, con mucha plata, generoso, y un tipo que sabe contenerla y cuidarla como nadie. Pero a pesar de todo eso, Ivana duda todo el tiempo, pone distancia, porque si bien puertas adentro todo es maravilloso, en la calle tiene que enfrentar miradas, burlas, comentarios, y la bronca de que las cosas no puedan ser perfectas, tan solo por cuarenta centímetros. Si bien la historia esta planteada en tono de comedia romántica, y no como un drama sobre las diferencias o la discriminación, tiene momentos bastante duros, y no podemos dejar de pensar mientras la vemos qué haríamos si estuviéramos en esa situación, o de recordar esas cosas de las que nos reímos bajito, porque sabemos que queda mal. Ambos actores se lucen tanto en las escenas graciosas como en las dramáticas, Julieta Díaz esta impecable, transmitiendo miedos y emociones contenidas que la desbordan. Guillermo Francella, por suerte, se muestra bastante alejado de las morisquetas y los gestos exagerados; puede demostrar lo que sufre por dentro un tipo al que todo parece costarle el doble que a los demás, que tiene que ser fuerte cada día para no perecer bajo burlas o miradas molestas, y que logró con esfuerzo suplir la falta de altura con inteligencia, talento y otras cuantas cualidades. En los roles secundarios Jorgelina Aruzzi se luce, como una secretaria entrometida y chismosa que dice todo lo que piensa, y sus diálogos son algunos de los puntos altos de la película. Planteada como una comedia, la película logra un buen equilibrio entre los momentos graciosos y los mas difíciles, como para que podamos reflexionar sobre situaciones complicadas, y a los 10 minutos estar riéndonos de nuevo. Pese a que el relato es bastante dinámico, el guión decae hacia el final, y la historia pierde un poco de tensión, probablemente por estar demasiado centrada en las dudas y los deseos de los personajes y no tanto en las reflexiones que la situación puede generar. Sumado a eso, la estética y la música, demasiado similares a las de una buena publicidad, le aportan a la historia un tinte algo superficial, con algunas imágenes que parecen salidas de un catalogo de viajes. Sobre un tema complicado, con algún que otro golpe bajito, la película deja un mensaje positivo, de alguien que a fuerza de voluntad a podido superar lo que -según se mire- le falta, y sobre eso construyeron una comedia romántica sólida, con muy buenas actuaciones.
Es seguro que la gente diga, como ocurre con Darín, voy a ver la película de Francella y se encuentren con una historia que llama la atención por una cuestión de tamaño pero pone el acento en la mirada de los otros frente a los diferentes. El efecto de “achicar” al protagonista está bien logrado, y después de la sorpresa, la historia es otra. Una situación límite con aristas sobre la discriminación.
¿Qué tendrá el petiso? De la mano del reconocido guionista de TV y cine Marcos Carnevale llega a la pantalla grande el film Corazón de León, que retrata las desventuras de un hombre de apenas 1.36 m. que intenta por todos los medios enamorar a una abogada de estatura promedio en base a su indubitable carisma. En principio las reservas eran muchas: la temática elegida y las posibilidad de caer en lugares comunes eran una amenaza latente. En tiempos de inclusión social y de reivindicación de lo diferente es difícil encontrar el equilibrio entre la comedia que se ríe de las limitaciones sin llegar a ser ofensiva o caer en un exceso de moralina de manual. Para lograr esa alquimia que logre dejar satisfecho al público era necesario un sólido guión junto con actuaciones convincentes y una gran química en la pareja protagonista. Pues bien, ésta ha sido la ecuación que se ve reflejada en la interesante Corazón de León. El atractivo romántico está en manos de Guillermo Francella, quien interpreta a un reconocido arquitecto adinerado y carismático de baja estatura. Ha logrado formar una familia, estando ahora divorciado pero con una buena relación con su ex mujer. Entonces, por un hecho fortuito, conoce a Ivana (Julieta Díaz) y surge la inevitable atracción que lo lleva a presentarse en una cita a ciegas sólo resguardado por su -no poca- autoestima. Tal vez, en honor a la verdad, debamos mencionar un dato insoslayable: León es un multimillonario. Por eso en este primer encuentro le propone a su objeto de deseo una salida tan extraordinaria como fuera de lo común. Este tal vez sea el lado más “discutible” de la trama: ¿León la enamora por su avasallante carisma o por el mero hecho de ser millonario? ¿El flechazo hubiera sido tan intenso si el protagonista fuera un humilde obrero de la construcción del conurbano bonaerense? ¿Estamos en presencia de un film que nos habla del amor por sobre las diferencias o que las disimula compensándolas? La respuesta que adoptemos frente a este planteo será la que definirá nuestro disfrute o no de la propuesta, porque a fuerza de ser honestos la posición económica de León no es un dato menor dentro de la trama. Convengamos que en líneas generales las comedias románticas no suelen ser panfletos proletarios y este elemento es común en distintas obras a través de las cuales el director Carnevale abordó diversas cuestiones, como lo fue con Anita y su visión edulcorada del síndrome de down, o Elsa y Fred y ese amor de jubilados sin apremios económicos que atenten a la concreción amorosa en la tercera edad. Lo cierto es que más allá de este elemento (que sin lugar a dudas dividirá aguas entre defensores y detractores de este film) la química que se genera en pantalla entre los protagonistas es la clave para que los pases de comedia sean efectivos y cimentados en la personalidad avasallante de Francella en la pantalla. El principal conflicto pasa por la mirada del otro encarnada en primer lugar por Ivana (Julieta Diaz) y luego por su madre (Nora Cárpena) y su compañera de trabajo (Jorgelina Aruzzi). Todas nos irán poniendo de cara a los diversos lugares comunes que se generan ante la presencia del ser diferente. Esto será el gran tema a resolver en el film que se desarrolla con soltura en la primera mitad gracias a un fluido guión y excelentes interpretaciones, y que se empantana al ingresar al terreno más solemne y moralizador con una bajada de línea previsible dentro de los cánones de este tipo de historias. Pero este elemento no opaca de forma alguna el excelente arranque de esta comedia muy bien lograda desde lo visual, que enamora al espectador y entretiene de manera efectiva a fuerza de un gran elenco, en el cual nadie desentona. El resto dependerá de la postura que el espectador tome frente a las comedias sobre diferencias (de estatura, sociales o de cualquier otro tipo), si prefiere aquellas que enmascaran las mismas para hacerlas más accesibles a la media social o aquellas otras que las muestran de forma más descarnada y real. El debate como siempre estará a la salida de las salas, que sin lugar a dudas se colmarán con esta atractiva propuesta de la mano del convocante Francella.
Un mundo feliz 1-En una escena de Una guerra de película, aquella comedia desquiciada, casi anárquica, sobre la filmación de una película bélica que sale demasiado mal, los actores Kirk Lazarus (Robert Downey Jr.) y Tugg Speedman (Ben Stiller) tienen una conversación bastante reveladora, donde el film le echa en cara a Hollywood toda su hipocresía. Allí el primero le explica al segundo por qué su papel de Simple Jack (un pobre retardado), en vez de traerle elogios y premios, terminó trayéndole críticas lapidarias y burlas a granel: no se puede interpretar a alguien completamente retardado si se quiere ganar un Oscar. La clave está en construir un personaje que luzca retardado pero que a la vez posea algún tipo de don extraordinario, como hicieron Dustin Hoffman en Rainman o Tom Hanks en Forrest Gump. Si se encarna a alguien totalmente retardado, como hizo Sean Penn en Mi nombre es Sam, uno se queda con las manos vacías. Bueno, Corazón de León parece tener esta lección muy clara y aplica esa misma falsedad pasada por el filtro de la comedia dramática burguesa argentina. 2-La primera escena de Corazón de León no está mal. Es en un diálogo por teléfono entre Ivana (Julieta Díaz), quien no tuvo un buen día, y León (Guillermo Francella), quien encontró el celular de ella (que arrojó por la calle en el medio de una discusión con su ex) y la llama para coordinar la entrega, y de paso arreglar una cita. La secuencia tiene un ritmo decente, las líneas que intercambian fluyen adecuadamente y hasta hay algún que otro buen chiste. Sin embargo, ya podemos percibir lo que se avecina, en base a la puesta en escena, que busca esconder lo que realmente es León: un enano. Ese falso suspenso generado por el director Marcos Carnevale (digo falso porque cualquier espectador que entra a ver el film ya sabe de qué viene la cosa) ya dice unas cuantas cosas sobre la película. Si se lee la sinopsis oficial, eso se refuerza mucho más: León nunca es descripto como “enano”, sino que se lo caracteriza como alguien que “mide 1,35 m” o “demasiado bajo”. Diablos, no sea cosa que digamos la palabra “enano”, a ver si alguien se ofende. ¿O será que para los responsables de la película es “demasiado” fuerte el término? 3-Se puede llegar a entender, por necesidades de mercado, que sea una estrella como Francella la que interprete al protagonista, en vez de un enano “de verdad”. El problema principal pasa porque Carnevale pone frente al espectador a un personaje que ES Francella, sólo que en versión mal reducida (los efectos especiales para lograr la impresión de que el actor mide 40 centímetros menos son realmente muy deficientes) y sin el coqueteo con el humor machista. La única forma que concibe el director para presentar a un personaje que puede activar ciertos prejuicios es desactivando toda chance de que eso suceda, estableciendo una máxima conexión con la construcción de estrella de Francella. León es inteligente, gracioso, carismático, sensible, optimista y un largo etcétera, todos positivos. Es el hombre ideal, sólo que con 35 centímetros menos. Ah, y es RICO, tiene mucha plata, es un arquitecto exitoso, vive en una casa espectacular, con piscina incluida, y se la pasa llevando a Ivana a lugares a los que sólo la gente acaudalada consigue entrar. Y destacamos la palabra RICO, así con mayúsculas, porque es la plata, la guita, lo que hace realmente a León distinguirse del resto. Corazón de León va edificando a lo largo de su relato un universo bien de clase alta, donde es el dinero lo que hace mejores a las personas. 4-Seamos claros: a Carnevale (y a Betiana Blum, que aporta en la idea original para el film, y posiblemente a Axel Kutchevasky, productor ejecutivo) sólo le preocupa el mensaje, el discurso hablado, “la enseñanza” que tiene que llevarse el espectador. Le importa el “qué”, no el “cómo”, ignorando que estos dos factores están mutuamente relacionados. Esto se refleja en el absoluto desconocimiento de las normas narrativas y genéricas que muestra el guión y su consecuente puesta en forma. Por empezar, León (verdadero eje de la película) es un personaje que durante dos tercios del largometraje no tiene conflictos: no sólo es un hombre perfecto, sino que además es alguien que no lleva su enanismo como una carga (al contrario, la porta como una pose cuasi canchera) y desarrolla su vida en un contexto repleto de personas que lo tratan de igual a igual, sin reparar en que es un petiso. Hasta se lleva bárbaro con la ex esposa (de hecho, da para pensar por qué se separaron). Recién en la última media hora (y tras 45 minutos donde la historia se queda totalmente estancada) el film parece darse cuenta de que para desarrollar un relato se necesita un conflicto. Pero ya es demasiado tarde: todo se termina haciendo a las apuradas y mal. 5-Con Ivana pasa lo opuesto que con León, aunque el resultado final es el mismo. Tiene demasiados conflictos, ninguno de ellos bien hilvanado: están sus prejuicios que le dificultan su relación con León (resumidos en su frase “no soy perfecta, soy alta”, que es el colmo de la estupidez); su sociedad con su ex en un inverosímil estudio jurídico al borde de la bancarrota; su vínculo con su madre, que obviamente se va a oponer al romance con León. Ante esto, a Ivana le termina pasando lo mismo que a Julieta Díaz en Dos más dos, confirmando lo que todos los machos argentinos tenemos bien claro: que las minas son todas unas histéricas y que no saben lo que quieren. A los secundarios no les va mejor: son meros portadores de chistes o bajadas de línea de carácter moral (el monólogo de Jorgelina Aruzzi es un caso modelo de lo que no se debe hacer en el cine) que están en realidad dichas para quedar bien. Carnevale nunca consigue manejar con sapiencia los códigos de la comedia, el drama o el romance, mezcla todo como en una gran batidora, sin el más mínimo sentido del timing y lo que termina resultando es un bodoque indigesto. 6-El vínculo entre León y su hijo Toto es ejemplificador de cómo concibe el film las distintas relaciones entre los personajes. En la primera escena que se los ve juntos, durante una cena, el hijo le cuenta al padre que rechazó un trabajo porque el sueldo era muy bajo. El padre se muestra ligeramente comprensivo, aunque le insinúa que debería empezar a ganarse su propia plata, y más si quiere, como tiene planeado, comprarse un auto. Se presagia allí un contrapunto entre un padre y su hijo, al que tiene viviendo en la casa, sin aportar un dinero propio. En otra secuencia, están conversando luego de un partido en el vestuario, y el hijo le pide al padre plata para una salida. El padre le da 200 pesos. La cuestión del hijo mantenido se refuerza. ¿Cómo se resuelve todo al final? El hijo cumple años. Llegan el padre y el hijo a su hogar. El padre le anuncia al hijo que tiene un regalo para él. ¿Cuál es el regalo? ¡Adivinaron! Un auto. Es más, exactamente el auto que quería Toto, que se muestra re contento y agradecido con León, que parece que es un padre re piola. Aparece la novia del padre, es decir Ivana, para reforzar esa impresión, diciéndole a León algo así como “qué bueno lo que hiciste, sos un gran padre”. ¿Perdón? ¿Comprarle a tu hijo un auto te hace un gran padre? ¿No era que no te gustaba mucho que no tuviera un laburo? ¿El desafío no pasaba porque consiguiera por sí mismo comprarse ese auto tan deseado? Los problemas, nos dice Corazón de León, se resuelven con dinero. Lo que te hace noble es la plata, y lo que puedas hacer con ella. 7-Estas idas y vueltas, estas contradicciones que se transforman en regla dentro de lo narrado, se trasladan a lo visual, ya que Corazón de León es un film que pregona un discurso bienpensante, de superación de los prejuicios, pero las imágenes lo delatan: la inmensa mayoría de sus planos están encuadrados de tal forma que se promueva la risa respecto a la baja altura de León. Vemos sus patitas colgando en los sillones o sillas cada vez que se sienta; lo vemos bailando en un plano de conjunto con Ivana, resaltando su baja estatura y lo “divertido” que es ver a un enano en esa situación; o tratando de alcanzar infructuosamente una lata que está en una alacena alta, quedando colgando en el vacío, ridículamente, ante la risa de su hijo. El film pareciera querer decirnos “nos reímos con él, no de él”, pero lo cierto es que la intención es reírse de él, reírse del enano al que le quedan las patitas colgando. 8-Corazón de León (y Carnevale, que por algo es uno de los pilares del mundo Suar, tierra de la falsedad suprema) es un film que practica la “tolerancia”, esa forma hipócrita de hacerse el progre pero sin problematizar a fondo, como corresponde, los prejuicios, miserias y contradicciones que conforman a una sociedad, reproduciendo precisamente lo que supuestamente se ataca. Desde su estética de nuevo rico, con arbitrarias incursiones por paisajes brasileños -cortesía de las bondades de la coproducción-, es un vehículo discursivo para solidificar ese pensamiento, típico de la alta burguesía argentina, en el que no deben existir las diferencias, porque todos debemos ser de una misma forma: blancos, exitosos, lindos, sin conflictos con la otredad, porque ese “otro” acepta con deleite, sin cuestionamientos, al ser burgués. Ese el país que queremos, ¿no? NO.
Una necesaria dosis de sermones. No vamos a negar que los seres humanos nos movemos por los prejuicios. Anticipamos el resultado de todas las cosas sin siquiera haberlas vivido. Lo hacemos en el deporte, en la universidad, en el amor, en la familia… Y lo peor: se lo hacemos a las personas. Basta que alguien atraviese la puerta, para que su aspecto nos escriba una carta de presentación completa. GRAVE ERROR EL QUE COMETEMOS. Justamente de eso trata este film, y de lo difícil que se hace lidiar con ese ‘qué dirán’ social, cuando uno nace con alguna condición física que lo hace, justamente, nada más que físicamente diferente a la media. Ivana (Julieta Díaz) es una abogada de estudio, muy bien preparada y dueña de una belleza más que fresca. Su vida da un vuelco inesperado, desde el primer minuto que la vemos en pantalla, cuando un desconocido le hace una llamada al teléfono de su departamento, y directamente desde el celular que ella acaba de perder. Él dice llamarse León, y la tienta a una cita a ciegas en un café al día siguiente. Ivana no puede creer haber aceptado. Ella, una chica que se casó y se separó, pero hace ya varios años que sigue siendo colega de su ex marido, y no puede despegarse de una relación enfermiza. Sin embargo, le entusiasma mucho aventurarse a algo nuevo. Tal y como lo pautaron, ambos se presentan a la hora indicada, en el lugar acordado. Ivana no puede creer lo que sus ojos están viendo; León es casi tan pequeño como la mesa del café en la que eligió sentarse. A partir de este episodio, comenzará el desarrollo de un film más que bien guionado y dirigido por Marcos Carnevale. Imaginen el sinfín de momentos hilarantes y situaciones incómodas que se dan de la mano de estos personajes. Guillermo Francella en la piel del que todos llaman ‘enano’, Jorgelina Aruzzi es una genialidad como secretaria del estudio jurídico, Julieta Díaz se presenta fresca como una lechuga, y las participaciones especiales de Claudia Fontán y Mauricio Dayub están impecables. Para completar, el debut de Nicolás Francella en cine; una grata sorpresa. Me encantó haber recibido este baldazo de agua fría, que cuida los golpes bajos pero que se da lugar al drama. Yo misma, sin aún haber visto la película, cometí el error de tildarla de ‘una pavada’, para luego tener que deshacer lo dicho comprobando por mí misma lo molestos que podemos ser de tan prejuiciosos… Destaco la película por el claro mensaje que nos regala, y porque entretiene con ritmo. La historia de amor que viven los protagonistas, nos hace olvidar el motivo por el cuál Ivana no quiere abrir su corazón a León. Sin embargo, ella misma lo sufre en pantalla y lo vivencia como un obstáculo que pareciera imposible de corromper. Gracias al cielo, todavía hay personas que escuchan lo que les aconseja ese órgano latente, y el film se convierte en una lección de vida que aunque la tenemos ahí enfrente, casi siempre solemos ignorar. Felicito a la gente que estuvo a cargo de este logro, y ojalá se den más seguido, ya que valen mucho más que varias comedias baratas y norteñas. Moraleja: “Para el amor no hay edad… Ni color, ni tamaño, ni lugar, ni nada.”
Querida, encogí a Francella La tenía difícil Marcos Carnevale, pero él parece buscarse las dificultades, como en "Anita", que hasta ahora ha sido la más riesgosa de sus películas, generalmente referidas a la comprensión afectiva del otro cuando ese otro es incómodamente distinto de uno. Esta vez, la trama presenta la perturbación de una hermosa mujer enamorada de un enano. Ni siquiera un petiso, sino un enano. Que tiene sus méritos, eso hay que decirlo. Primera dificultad: ¿debía contratar a uno de veras? Alejandra Podestá fue un excelente hallazgo de María Luis Bemberg para su excelente fábula "De eso no se habla". El norteamericano Danny Woodburn (el líder de los enanos en "Espejito, espejito") resultó inolvidable en el delicado episodio "Someone for Rose" del film de Rodrigo García "Con solo mirarte". Pero, ¿habrá alguno igual o mejor actor que Guillermo Francella? Tanto en las partes de comedia romántica, y en las simplemente graciosas, como en las otras, en la leve sombra que surge tras la sonrisa de alegría, o en el agrio reclamo del hombre herido en sus ilusiones, Francella es un actorazo de primera. Surgía entonces la segunda dificultad: ¿cómo achicarlo? Ahí van nuestros aplausos para dos cabezas de equipo: Ezequiel Cesana, director técnico, y Leandro Visconti, supervisor de efectos visuales, que empezó en la TV argentina, estuvo en la conversión estereoscópica de "Star Wars. Episodio I" y los efectos de más de 40 films de EE.UU., entre ellos "Scooby-Doo 2" y "Sr. y Sra Smith", y ahora brinda lo suyo al cine de la Argentina, desde "El ratón Pérez 2" en adelante, y México. El épico "Morelos" es su nuevo trabajo en esas tierras, antes de volver a éstas para achicar al protagonista. La ilusión es prácticamente perfecta. El resto no era pan comido. Y de nuevo Carnevale salió adelante. Ha hecho una historia entretenida, grata para todo el público, bien envuelta por la música del maestro Emilio Kauderer y el "Always On My Mind" a cargo de John McInerny (como corresponde), y con detalles propios de un buen observador, y por eso mismo buen director de actores, que además supo elegir muy bien. Julieta Díaz luce como pocas la evolución de sentimientos que debía tener su personaje. Mauricio Dayub, Jorgelina Aruzzi (que provee uno de los pocos chistes enteramente visuales al agacharse a hablar con el novio de su jefa), Nora Cárpena, de retorno, Claudia Fontán con su calificativo de moda, y en particular Nicolás Francella como hijo cómplice, forman un elenco ideal. Puede que alguien le reproche supuestas bajadas de línea, caídas en el sentimentalismo, o cualquier otra cosa. A nadie se le ocurrirá agradecerle, en cambio, su parte didáctica: este film enseña como pocos cómo levantarse una desconocida por teléfono, seducirla pese a una desventaja evidente, pararle el carro a dos pelandrunes en un restaurante, sostener una discusión de tránsito con un grandote sin perder la elegancia, y otras cosas. Y cómo hacer, además, una comedia romántica realmente distinta.
Corazón de León es una película moralmente problemática, lo cual no supondría un escollo a no ser porque gusta de ponerse en un pedestal y señalar la hipocresía del otro. No es fácil recibir el mensaje de aceptación del que es diferente cuando, para lograr esa distinción, necesita retocar en forma digital el cuerpo de un actor. En un tiempo en que uno de los mejores personajes de la televisión mundial es interpretado por una persona pequeña, sería interesante contratar a una persona de tales características para interpretar dicho papel. Es lógico que en la Argentina no se haya descubierto un Peter Dinklage si no se le da la oportunidad a uno para que aparezca –Leonardo Raff es doble de cuerpo en esta producción- y de esta manera una propuesta que quiere ser progre, atrasa algunos casilleros. Guillermo Francella enano es tanto la marca de distinción como lo que empequeñece al trabajo de Marcos Carnevale. Lo que es peor es que no es una mala película. Por el contrario, logra una buena transición entre la comedia y el drama, suele ser muy efectiva para generar risas gracias a su evidente timing y tiene unos enormes valores de producción de esos que se ven en contadas ocasiones por año en las realizaciones nacionales. Billetera no mata estatura, pero no le hace mal a León Godoy ser un arquitecto rico, lo que permite a nivel argumental un aprovechamiento de locaciones envidiables –transcurre en Puerto Madero o Río de Janeiro, así como en galerías de arte, bares de alta gama o una casa que es una mansión-, pero también la posibilidad de continuar con el dedo acusatorio en alto. La fuerza de voluntad del protagonista le ha dado lo que tiene y está bien que así lo sea. El intelecto y el carisma no se miden en centímetros, pero lamentablemente mucha de la comicidad que aquí se propone sí. Sin necesidad de hacerlo, porque el humor bien se puede encontrar en Julieta Díaz o en la gracia natural que exuda Francella, muchos de los chistes con que la película cuenta tienen como único recurso la altura. León es un hombre culto, educado, simpático, básicamente un galán con todas las letras que habla de cualquier tema posible. ¿Hace falta, ya que se propone un mensaje de aceptación, dejarlo colgado de la alacena? Esa escena ejemplifica lo que está mal con Corazón de León y la incomodidad que ocasiona. Es una comedia que busca generar cierta consciencia, pero su recurso humorístico es el reírse de aquello sobre lo que quiere concienciar. Su gran problema, además de querer impartir un mensaje -explícito, de hecho Jorgelina Aruzzi tiene un monólogo muy bueno sobre la hipocresía-, es la falta de introspección. Dicho todo esto respecto a su objetivo ulterior, es una película que durante buena parte de su metraje sorprende en forma positiva. El humor está bien dosificado, Francella está en su salsa y no se regodea en todos los lugares comunes en los que pudo haber caído, sino que suele sortearlos con soltura. El trabajo de post-producción es en su mayor parte bueno, con un croma que no genera molestias aunque en ocasiones es muy notorio, como en la escena de la pileta vacía. Corazón de León pudo ser mala y ofensiva, pero no es ninguna de las dos cosas. En su mayor parte esconde el mensaje moralizante -ese que de movida debería ser nulo- en pos de una comedia romántica muy bien llevada, que se apoya en la química de Francella con una hermosa Julieta Díaz, así como en la de cada uno con Nicolás Francella -con dotes heredados para el humor físico está muy bien en su papel de hijo y confidente- y la mencionada Aruzzi, que por calidad de trabajo debería recibir siempre el reconocimiento que tuvo por El Hombre de tu Vida. Marcos Carnevale lleva tatuada la marca de Pol-Ka y aquí no puede evitar caer en un registro de melodrama que no lo favorece, ya que acaba por explotar un costado televisivo que no tenía. Del mismo modo que ocurría con Dos más Dos, película que casualmente León e Ivana ven en el cine, el mensaje acaba por interferir en lo que era una comedia eficaz. En ella era el mandato de la tradición, en esta el de la moral.
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"Dejando los 'Carnevalismos' de lado, Corazón de León se disfruta muchísimo". Escuchá el comentario. (ver link).
Un romance a mediana altura Ivana Cornejo (Julieta Díaz) tuvo muchos problemas en la vida, tanto afectivos como profesionales y eso que es una atractiva abogada, divorciada y que, lamentablemente, por ahora, trabaja en el estudio que comparte con Diego Bissoni (Mauricio Dayub), su ex marido, también abogado. El caso es que se enamoró por teléfono. También le pudo haber pasado por internet. Y el señor que la flechó le pareció muy educado, divertido, ubicado. Después completará la radiografía, carece de compromisos, es divorciado y exhibe una sólida posición económica. Pero, tiene algo que no encaja, la altura: mide un metro treinta y cinco centímetros. LOS PREJUICIOS ¿Pero como puede ser? "No pasa nada. Me faltan cuarenta centímetros. No es nada grave. Es distinto", le dice León Godoy (Guillermo Francella), el causante de sus futuros problemas, cuando deciden conocerse personalmente y se citan en una confitería. Y vaya que es distinto, el prejuicio no suele disimularse cuando está muy arraigado. La pobre Ivana va a tener que replantearse esto que le está pasando, porque hasta Toulouse Lautrec tenía diecisiete centímetros más. Y la verdad que ni las amigas, ni la madre de ella la ayudan demasiado y eso que con ellas mantiene abiertas conversaciones sobre la discriminación. Claro que otra es la historia cuando cada uno se va a su casa. No es fácil para León Godoy haber sido pequeño toda la vida, aunque tiene el apoyo de su humor y especialmente de Toto (Nicolás Francella) su hijo, que desde chico admiró la actitud del padre, aparentemente sin ataduras para desenvolverse en el mundo siendo diferente. VISION POSITIVA El filme de Marcos Carnevale, como sucedía en "Viudas" o "Besos en la frente", dos de sus anteriores producciones, se centra en pequeños personajes con problemas y con parejas disímiles. Son seres muy humanos en situaciones especiales, con resoluciones verosímiles, para nada épicas, como podría ser la de Charlotte, la joven enana que se va con el circo en "De eso no se habla", la película de María Luisa Bemberg. En este caso, el director no profundiza demasiado en el tema de la discriminación, porque ése no ha sido el objetivo de una película que busca entretener y dar una visión positiva ante la asunción de una identidad "diferente". Con diálogos simples y un humor certero, la película está bien resuelta en lo formal y tiene logradas actuaciones de la pareja central: Julieta Díaz (Ivana) y Guillermo Francella (León). Este último en un papel que los fanáticos del actor van a adorar. A ellos se suman las meritorias interpretaciones de personajes secundarios, como Nora Cárpena, en el papel de Adriana y Nicolás Francella (Toto), un actor al que es bueno seguir en su carrera.
El juego de las diferencias Guillermo Francella protagoniza una comedia romántica que lo ratifica como un gran actor, más allá del efecto visual. El guion tiene buenos momentos, pero también bajadas de línea y algunas inconsistencias. Si en la vida el amor puede ser loco, desparejo, insólito o inexplicable, en el cine es imprescindible que la imagen sea verosímil. No importa el tema, la historia ni los recursos. Corazón de león, la promocionada película de Marcos Carnevale que protagonizan Guillermo Francella y Julieta Díaz, plantea el peliagudo tópico de las diferencias y traslada, en tono de comedia romántica, los encuentros y desencuentros entre una bella abogada, Ivana Cornejo, y un hombre exitoso, rico y simpatiquísimo, León Godoy. La diferencia salta a la vista: él mide 1,35 cm de altura.El caballito de batalla de Carnevale para sorprender (aunque develó la cuestión varios meses antes del estreno) y emocionar (un objetivo orientado a la calificación ATP con ánimo televisivo) gira en torno a la diferencia física, en brutal contraste con el lujo, el estilo de vida y sentido de la ubicuidad del hombre que va y viene de Río de Janeiro y practica deportes de riesgo. Toda la desmesura puesta en un personaje.El problema es el efecto visual. León es como un dibujo animado, y Francella, un gran actor metido en ese efecto. Corazón de león echa mano a los aspectos de un cuento clásico que además sigue los pasos del guión propio del género. Hasta pueden cronometrarse los momentos de la película, la cadena de acciones acorde con el romance que enfrenta obstáculos y prejuicios de toda índole. León lleva una vida soñada, salvo por la estatura. La puesta y fotografía de Corazón de león hacen foco en los ambientes suntuosos y la vida refinada del arquitecto que supera la discapacidad con actitud. El guión se hace fuerte en algunos diálogos, ágiles y ocurrentes. Tampoco se priva de los consabidos momentos de bajada de línea y uno que otro monólogo. Se luce Jorgelina Aruzzi en la arenga contra la hipocresía y comportamiento nazi de la mayoría. Ella, en el papel de la secretaria del estudio de abogados, habla de los ‘enanos emocionales'. También lleva su rol con muy buen desempeño, Nicolás Francella, hijo (en la vida y en la ficción) de un padre contenedor y adorable. Corazón de león es una comedia agridulce, obvia en los movimientos del guión que sostiene Francella como un héroe. En tanto Julieta Díaz se ve efectiva, sobre tacos altísimos, un subrayado al conflicto. Tan efectiva como lo es Mauricio Dayub, el ex de Ivana. La película de Marcos Carnevale mete el dedo en la llaga pero sólo se juega planteando un efecto. No hay un cambio cualitativo con respecto a tantas comedias de las diferencias (sociales, de origen, edad, idioma, etnia o religión). No faltan frases para el recuadro ("la vida es una ocasión"), la música como complemento, en función del melodrama; los lugares neutros, sofisticados, y una atmósfera que roza los temas para no traicionar las reglas del mercado que cuando pide ATP, exige que se respete la promesa.
Una buena apuesta han hecho con Corazón de León y salieron bien parados. El trailer mostraba a un Francella auténtico: chanta, caradura, comprador, argento... pero en menor tamaño. Eso era un riesgo claramente. ¿Cómo manejar la comedia y rozar el drama? Y lo han hecho bien. Obviamente se disfruta mucho más la parte de la comedia, porque tiene momentos gloriosos y muy graciosos. Pero los roces con el drama y el "mundo real" fueron muy bien dosificados y son lógicos, tanto en la trama como en los personajes. Muy bien todas las actuaciones que le dan solidéz y frescura al relato. Dejando de lado a la dupla protagonista que está muy bien, es para destacar lo de Jorgelina Aruzzi que se luce en su personaje y en sus líneas. Tiene muy buenos diálogos con Julieta Díaz. Y también quiero destacar a Nora Cárpena cuya escena en la cocina también con Julieta Díaz es impecable. Es indudable un muy buen manejo de actores por parte del director, que había logrado una gran película con Elsa y Fred, pero que personalmente detesté con Tocar el cielo. Corazón de León es rara, pero garantiza pasar un buen momento en el cine.
Un Guillermo Francella pequeño, pequeño Las virtudes de la película y de un elenco que incluye a Julieta Díaz y Mauricio Dayub deben lidiar con la performance del protagonista que, a pesar de los buenos efectos de jibarización, no deja de ser Francella jugando a ser liliputiense. A simple vista podría parecer que el de Corazón de León es el protagónico más complejo de los que componen el currículum cinematográfico de Guillermo Francella. Un logro módico, teniendo en cuenta el perfil más bien chato de los personajes que el cómico más popular de la televisión argentina suele elegir a la hora de hacer comedia en el cine. Está claro por qué otros de sus trabajos, como los realizados en películas como El secreto de sus ojos o Los Marziano, quedan fuera de esta lista. En cambio, su paso por Papá es un ídolo, Un argentino en Nueva York o la saga de Los Bañeros parece justificar la afirmación. Pero si se piensa un poco la cuestión, tal vez sólo se trate de una ilusión óptica o simplemente de un truco de los efectos especiales, que son la zanahoria con que este nuevo trabajo de Marcos Carnevale se propone llenar las salas. Es inevitable no comenzar por mencionar las particularidades físicas de León, el personaje interpretado por Francella, teniendo en cuenta que, por obra de los efectos, se trata de un enano. O más bien un liliputiense, una persona de muy baja estatura, pero cuyas proporciones físicas se mantienen dentro del promedio. Una especie de hobbit porteño con una personalidad seductora, pícara y extrovertida, características que comparte con la mayoría de los personajes clásicos el actor. Y ahí es donde aquel riesgo que parecía tomar se vuelve apenas una cuestión de efecto: más allá de que los códigos no sean los mismos (acá no hay miradas a cámara ni improvisaciones que busquen de manera olmediana la complicidad del público, como en la televisión), León no es ajeno a las reglas, gestos y mohínes que definen a la mayoría de las creaciones de Francella. Y eso provoca un efecto paradójico. La primera mitad del relato, cuando León consigue seducir y conquistar a Ivana (Julieta Díaz) a pesar de su metro 36, más allá de lo efectivo del truco de jibarizar a Francella y del buen desempeño de todo el elenco (incluido Nicolás, el hijo de Guillermo), no pretende sino obtener rédito del talento del cómico potenciado por el truco del mini Francella. Y eso la hace básicamente conservadora. Por el contrario, en la segunda mitad, donde el actor corre el riesgo de apartarse de su zona de confort para darle a León un matiz sufrido y melancólico, el film pone en fila demasiados clichés del melodrama romántico. Eso quizá sea consecuencia de una mirada cinematográfica un poco fuera de época, sobre todo si se piensa en productos similares. Los últimos trabajos de Adrián Suar (con los que Corazón de León pretende dialogar en alguna escena), o Vino para robar, la recién estrenada película de Ariel Winograd, son la prueba de que en la Argentina hay materia prima para realizar este tipo de comedias. Aunque Díaz y Mauricio Dayub demuestran versatilidad en el género y acompañan con eficiencia el carisma de Francella, cuesta entender cómo un actor con sus dotes no consigue encontrar proyectos al nivel de esa tremenda capacidad cómica que Corazón de León explota a medias.
El amor conoce de extremos Con su consabido pulso para asumir temas sociales, el director se apoya en buenas performances de Julieta Díaz, Guillermo Francella y Mauricio Dayub para delinear el modo en que una mujer consigue vencer sus propios prejuicios al relacionarse con un liliputiense. A veces, lo que la gente puede imaginarse previo al estreno de un film suele resultar engañoso, y que no necesariamente exprese la esencia de la película que luego se podrá ver en la pantalla grande. Que un hombre de 136 centímetros intente seducir a una mujer hermosa puede resultar un golpe de efecto y ser el puntapié de una comedia absurda, llena de gags, liviana en su propósito, con una ridiculización de un enano –un liliputiense, para mayor exactitud– y con meros convencionalismos comerciales. Totalmente alejado de todo eso está Corazón de León, séptimo largometraje de Marcos Carnevale, director que tiene la costumbre de meterse en temas tomados del universo social. Conviene, entonces, dejar de lado esos preconceptos para poder sumergirse en una historia que transita entre la comedia y el drama y que, si bien tiene humor, establece una reflexión profunda sobre determinadas cuestiones de las conductas de una sociedad, en términos más dramáticos que jocosos. ¿Cuáles? Paso a paso. Julieta Díaz es la morocha elegida para componer a Ivana, una abogada que viene de un fracaso amoroso con Diego (Mauricio Dayub), luego de una relación de tres años. Si bien ya no comparte cama y casa, sigue siendo socia de Diego –él también es abogado– en un estudio jurídico. Un día habla por teléfono con su ex, mantiene una discusión y hace volar el aparato por los aires, producto de su furia. León (Guillermo Francella), un arquitecto exitoso, ve la escena en la calle y, sin conocer a Ivana, recoge el celular. Más tarde, busca en la agenda, y cuando encuentra el contacto “Casa”, la llama suponiendo que es el número de línea de Ivana. Y así es. León comienza la conversación muy amablemente, despliega toda su garra seductora, se muestra simpático, con todo su carisma, inteligente, rápido para contestar. Resulta lógico establecer un clima propenso a una buena química con Ivana. Pactan un encuentro y cuando cortan, Ivana siente que en esa cita no sólo recuperará el teléfono sino que, tal vez, pueda pasar algo más... Hasta que, cuando se ven cara a cara, se encuentra con un hombre de 136 centímetros. El impacto visual hace entrar al personaje de Díaz en una batalla interior, porque León tiene todo lo que le gusta: es exitoso en su profesión, está separado en buenos términos con su ex, tiene un hijo, no padece problemas económicos, es sumamente agradable (algún matiz no le hubiera venido mal al personaje), pero la altura parece un escollo insalvable. La película, entonces, se concentrará en mostrar el recorrido que hace Ivana para poder desafiar sus contradicciones, pero también para enfrentar los prejuicios de su familia y sus amigos. Y plantea la siguiente encrucijada: ¿es posible que nos guiemos por nuestros sentimientos tapados por nuestros propios prejuicios? Responder al mandato familiar/social o guiarse por lo que realmente siente es el dilema que deberá resolver Ivana. Vale destacar que la actuación de Francella es enorme (cualquier paradoja con la altura del personaje es mera casualidad lingüística) y que demuestra una vez más, como en El secreto de sus ojos y Los Marziano, que se trata de un actor con un potencial dramático que está empezando a consolidar con solvencia, más allá de sus trabajos en sitcoms y su anterior encasillamiento en la comedia. El papel de Julieta Díaz también es consagratorio porque, en realidad, Corazón de León hace hincapié en el punto de vista de su personaje y en el recorrido que establece desde el impacto inicial hasta el proceso de enamoramiento de León. Y Díaz logra una plasticidad artística que no hace tambalear en ningún momento la difícil tarea de los cambios que experimenta su personaje. Una mención aparte también merece Nicolás Francella, el hijo de Guillermo tanto en la vida real como en la ficción, que le hace ver lo que él disimula con su máscara.
Que la cosa funcione Corazón de León es una gran película. Corazón de León funciona en todo lo que se propone y no pierde el rumbo en ningún momento. Tendrá defectos, se le podrán criticar cosas, pero curiosamente, aunque esas fallas están a la vista, la película les pasa por encima y logra imponerse. Corazón de León gana la batalla inicial. En nada más que segundos la película entra con todo, arma personajes, cuenta cosas y se lanza de lleno al encuentro de la pareja. Excelente decisión de guión y acertada puesta en escena para dar más vueltas. Un film que en el afiche delata su gancho comercial, o su chiste, no debe perder ni un minuto de tiempo. Madre, ex marido y aun socio y desconocido que encontró el teléfono que Ivana arrojó, son tres mensajes en el contestador que arman toda la presentación del personaje femenino. Ivana Cornejo (Julieta Díaz) es una abogada que aun trabajo –de forma conflictiva- con su ex marido, que está sola, que tiene una madre de manual y que de pronto recibe, desde su propio teléfono, el llamado de un hombre encantador. Tal vez un poco pesado y pedante, pero sin dudas alguien que sabe cuales sus armas y las usa al máximo. La verdadera protagonista de Corazón de León es Ivana. Ella tiene el conflicto, ella lucha contra los prejuicios, ella debe resolver. Rareza del cine comercial argentino, un personaje femenino más completo y con mayores conflictos que el personaje masculino. Ivana conoce a León por teléfono. El punto de vista inicial de la película es el de ella. De ella sabemos cosas, a ella la vemos con sus conflictos, a ella la vemos de cuerpo entero mientras que de León solo vemos un primer plano bien cerrado. Quedan en encontrarse a almorzar para que León le devuelva el teléfono. Llega León y mide un metro treinta y seis centímetros. Es inesperado, no es la estatura promedio, ni siquiera es bajo, es más que bajo. Son sólo cuarenta centímetros dice él, no es nada. Pero lo es. Entonces ahí aparece la película y su conflicto principal. Ivana, como casi cualquier otra persona, sólo piensa en salir de esa situación. Siente vergüenza, incomodidad, incluso culpa por sentir eso. Y todo eso lo vemos en el rostro de la gran actriz protagónica. León, por su parte, sabe que tiene que desplegar todos sus recursos para obtener el tiempo necesario para que ella vea algo más que su estatura. Y lo logra. Y ahí empieza la historia de amor. Todo espectador sabe que las películas tienen reglas. No sabemos cuál será el final de Corazón de León pero sabemos que si las cosas arrancan bien, tendrá que haber conflictos más adelante. Y el director consigue –siempre manteniendo el punto de vista de ella- que el espectador entienda esos conflictos. Cuando están juntos es su mundo, el problema es todo lo que los rodea. No está en discusión lo estético. No es una encuesta acerca de qué clase de pareja buscamos o si preferimos tal o cual estatura, tal o cual color de pelo. La película pregunta si uno es capaz de renunciar al amor verdadero por no poder luchar contra las reglas sociales, la presión del afuera, los prejuicios que habitan en todos nosotros. Esa es la pregunta. Esa es la historia. Y eso es lo que tiene que conseguir transmitir la película. Mencioné defectos y sí, es así, los hay. Uno es que alrededor del minuto cincuenta un personaje hace una bajada de línea completa que no era necesaria y que insulta de alguna manera no sólo al espectador sino también a la propia película. Haberla evitado habría sido algo bueno. No pasa lo mismo cuando la pareja protagónica discute sobre las presiones sociales y los prejuicios, eso resulta creíble y tiene sentido. Otro defecto es que León es perfecto. Entiendo que no es el protagonista, que puede tener menos conflictos –después de todo el principal lo afecta- pero le faltan matices. Esos matices faltantes no serían un problema excepto por las escenas que el tiene sin Ivana. Si el punto de vista de ella fuera más excluyente, no habría tanto problema, pero cuando él tiene escenas sin ella, la película se olvida de dotarlo –o no se anima- de contradicciones y lados oscuros. Una vez más: entiendo que si la película quiere decir que los prejuicios sociales y estéticos son capaces de hacer rechazar al hombre perfecto, entonces la sociedad está loca, el objetivo está logrado. Pero si queremos crear un personaje completo, el objetivo falla un poco. Pero los defectos no evitan que todo lo demás funcione. En una historia de amor que se precie el objetivo principal es que el espectador deseé que los protagonistas estén juntos. Y ese objetivo se logra con creces. Esto se debe al talento y el carisma arrollador de Guillermo Francella y Julieta Díaz. Francella no tenía, nunca tuvo, la obligación de hacer papeles de este nivel. Su popularidad es indiscutible. Pero yo, como cinéfilo, le agradezco su rol en El secreto de sus ojos, Los Marziano, y ahora Corazón de León. Es gracioso, es simpático, es muy talentoso. Ya sabemos que los cómicos suelen tener talento de sobra, más que los actores dramáticos, y Francella lo demuestra. Acá hace todo bien. Tiene un regalo extra, trabajar con su hijo que hace de su hijo. Nicolás Francella tiene talento y, muy valioso para esta película, la gestualidad de su padre. A Julieta Díaz, sin embargo, le toca la parte más difícil. Ivana es un personaje que tiene que cargar con todos los conflictos sin que el espectador le pierda cariño nunca. Díaz es una excelente comediante, excelente actriz dramática y, como su compañero, tiene un carisma indiscutible. Ser excelentes actores pero no tener carisma equivale a nada en el cine, así que carisma es una palabra que no debe ser subestimada. Corazón de León es una historia de amor. Con un conflicto visible, claro, inequívoco. Pero también es una metáfora acerca de todos los conflictos que las personas enfrentan al elegir amar. La historia de amor perfecta, amenazada por los prejuicios sociales. Por el no poder luchar contra el afuera que intenta imponer reglas generales. Tiene humor, sí, y podría ser considerada una comedia. Pero Corazón de León tiene mucho de drama también, de película romántica. Y funciona. Funciona cuando quiere hacer reír y funciona, y cómo, cuando llega el momento de la emoción. Si queremos llevarnos una enseñanza, no literal, sino general, acerca de nuestra condición de individuos en una sociedad prejuiciosa que nos puede arruinar la vida, la película ofrece esa enseñanza. No lo tomemos como algo malo, la enseñanza que se desprende podrá ser políticamente correcta, pero sobre todas las cosas es de una gran humanidad.
En los últimos años varios desafíos actorales han tenido lugar dentro de la carrera de Guillermo Francella, especialmente a partir de El secreto de sus ojos, un film bisagra en su trayectoria. Y el estreno de Corazón de León representa para el actor un peculiar paso adelante en su versatilidad interpretativa, porque, más allá de sus reconocidas dotes para la comedia con toques emotivos, debe componer aquí un personaje inusual, un León que tiene un pequeño inconveniente, que es precisamente su pequeñez. Un hombre que a causa de problemas congénitos no pudo alcanzar una estatura normal, condición que le trae problemas al conocer a una bella y alta mujer, acaso el amor de su vida, vínculo que se verá obstaculizado por prejuicios y preconceptos. Semejante temática, tomada con sensibilidad, capacidad narrativa, y no pocos toques de humor, era ideal para ser abordada por Marcos Carnevale, un director que ha transitado por historias de seres diferentes que se abren paso en la vida. Como en Elsa & Fred, dedicado al amor en la tercera edad, en Anita, que combinaba la tragedia de la AMIA con la búsqueda de afecto de una niña con síndrome de Dawn, o en Viudas, con un empleado doméstico transformista buscando su destino. Aquí se ocupa de un ser entrañable que diariamente lleva adelante su lucha por insertarse en una jungla urbana que le infringe una encubierta o manifiesta marginación. La historia de amor que desarrolla la trama tiene momentos distendidos y dramáticos, pero también altibajos argumentales y una resolución algo idealizada. Los tres films mencionados de este realizador quizás estén más logrados que Corazón de León¸ que de todos modos cuenta con una honestidad a toda prueba que suscita con legítimos recursos tanto sonrisas como lágrimas. Y en este sentido Francella es un baluarte que pone su expresividad al máximo nivel tanto en los pasajes humorísticos como en los dolorosos, muy bien acompañado por una espléndida Julieta Díaz, un exacto Mauricio Dayub y una divertida Jorgelina Aruzzi, entre otros. Un párrafo aparte merecen los efectos digitales puestos en juego para que resulte verosímil y sorprendente el aspecto corporal del protagonista.
Corazón de León: cuando los prejuicios sí importan Esta es la clase de película que quizás más de uno esperaba hace tiempo de Guillermo Francella; uno que fusionara su lado actoral más cómico, con el lado más crudo y dramático que tiene el actor para interpretar ciertos papeles. León (Guillermo Francella) es un tipo que de la nada se enamora de una mujer hermosa (Julieta Díaz) desde el primer momento que la ve. Hay química entra ambos y la relación promete algo a futuro de no ser por un detalle: León mide 1,36 m. El problema es que tanto Ivana (Díaz), la sociedad y Marcos Carnevale (Viudas, Elsa & Fred), el director del film, están preparados para aceptar ciertas diferencias del otro, esas que por las cuales el mundo te discrimina. Reconozcamos que los logros del Corazón de León están muy bien si no analizamos la parte dramática y la moralina que Carnevale siempre lleva como bandera en casi todos sus films. La comicidad que presenta León, un tipo muy argento, sinónimo de chanta, canchero, gracioso, que aparenta enfrentar lo que lo hace distinto, podrían haber salvado el film, siempre y cuando Carnavalle no se hubiese metido en el campo de “yo vengo a enseñar con mi cine”. En un principio Francella-Díaz funcionan muy bien como pareja y para llevar adelante la película, incluso cuando el espectador se remueve en su butaca, incómodo por la situación de ambos. Pero aún con su cuota de incomodidad, Corazón de León hubiese sido mucho mejor si se atenía a al “positivismo” del protagonista, con las cuotas de humor, muy bien logradas, que aporta el guión, pero para un impacto mayor del film, éste cae en la bajeza de dar golpes bajos, y aún así la postura del film nunca es firme. Si hay alguien que aparentaba entender la vida, la sociedad, esa era el personaje Jorgelina Aruzzi (El Hombre de tu Vida). Ella habló y nos sacó la radiografía sin tapujos, pero el guión arruinó lo bueno que había construido con tan solo unos gestos que intentan hacer sentir cómodo al personaje de Francella, pero que logran todo lo contrario. Y desde ese momento en adelante, lo que sucede es irrelevante y poco interesante, trillado. Más allá de todo lo mencionado anteriormente, el film cuenta con muy buenas actuaciones, entre ellas las de Nora Cárpena, Nicolás Francella (el hijo de Guillermo, dentro y fuera de la pantalla), Aruzzi, Mauricio Dayub. En lo cinematográfico, a Carnevale hay que reconocerle sus meritos para lograr minimizar a Francella, sin ponernos quisquillosos al analizar las perspectivas que utiliza y algunas decisiones de arte. Con sus pros y contras, y más allá de los prejuicios que la película anuncia desde el tráiler, vale que el espectador le dé una oportunidad a Corazón de León y genere su propio juicio, que dependerá obviamente de su posición moral y/o social sobre la que se pare para analizar la película (y la vida), o simplemente decida disfrutarla sin repensar mucho.
A la felicidad se llega con humor León encontró el celular de Ivana, y cuando la llama para devolvérselo derrocha simpatía hasta convencerla para que se encuentren. Ella se lleva la sorpresa de su vida: él mide 1,35. La química entre ambos fluye desde el principio, pero consolidar la relación no será sencillo. Lo mejor de "Corazón de león" se desarrolla durante la primera mitad de la película. Es el segmento más fresco de la comedia escrita y dirigida por Marcos Carnevale. El espacio en el que Guillermo Francella y -en especial- Julieta Díaz (foto) se sueltan para divertir y divertirse. Después a la historia la captura un tono solemne que deriva en el más previsible de los finales. Y resuelto a las apuradas, para más datos. O al menos sin una pizca de originalidad. El planteo de la pareja despareja -él, simpático y entrador, condicionado por su estatura de 1.35; ella, un bombón- no es la novedad. Menos con lo transitada que está la comedia romántica a esta altura de la historia. Carnevale usa los personajes y su circunstancia como plataforma para lanzar algunos gags bien logrados. Jorgelina Aruzzi, la secretaria del estudio de abogados que integran Julieta Díaz y su ex marido, compone el mejor secundario. Nicolás, el hijo de Francella, está correcto, y Nora Cárpena le pone oficio a lo suyo. "Corazón de león" transcurre en un universo de gente adinerada, que transita por Buenos Aires como si de una ciudad europea se tratara. El tema de los prejuicios sobrevuela -a la fuerza- la película, pero es apenas un barniz de realismo para un filme que, en esencia, apunta a otro lado. De allí que su tratamiento sea tan superficial. Si "Corazón de león" arranca sonrisas lo debe a su ligereza. Cuando se pone pretenciosa aterriza en el lugar común.
Centímetros de dignidad No se puede decir que “Corazón de León” es una gran película, pero también sería injusto decir que se trata, simplemente, de una película mala. Esta es la historia de un arquitecto seductor (Francella), que se enamora de una bella abogada (Díaz), pero hay un problemita: el hombre en cuestión mide apenas 1,36 m. O sea, 35 centímetros menos que el común de los mortales. Carnevale trató de hacer una pintura de la discriminación y de los prejuicios de la sociedad argentina quizá con buenas intenciones, pero desde un lugar demasiado estereotipado. Le faltó vuelo dramático a esta historia, aunque hay momentos logrados en la escena de la separación de la pareja y en la del diálogo de confesiones entre padre-hijo (bien Nicolás Francella, hijo también en la vida real). Pero la película no termina de conmover ni es un hazmerreír continuo, se queda a mitad de camino, y no es poca cosa. Da la sensación de que un director como Campanella o Almodóvar podría haber hecho dulce con esta historia. Y quizá sin la necesidad de caer en el lugar común de que el personaje central tenía que ser exitoso, poderoso y millonario, ni que el marido de la madre de la protagonista debía ser un artista plástico consagrado pero, claro, sordomudo. A veces no hace falta remarcar tanto con el lápiz para que el trazo sea evidente, sino todo lo contrario. Destacable el truco digital y, pese al flojo final, vale verla.
Algo del orden de lo molesto circulaba dentro de mí mientras iban transcurriendo los minutos de esta producción, que desea posicionarse en todo momento como una comedia atravesada por una situación de cotidiana dramaticidad como lo es la discriminación. Para ser claros al respecto, y con esto no estoy contando la película ya que esto es visualizado desde los afiches, y también desde la promoción del filme, toda la historia se centra en la relación que se establece entre Ivana Cornejo (Julieta Diaz), abogada exitosa y bella divorciada sin hijos, con León Godoy (Guillermo Francella), arquitecto exitoso, rico, divorciado, padre de un joven, con un pequeño problema, mide 1,36 metros. El relato comienza cuando León, llama por teléfono a la casa de Ivana desde el celular de ella, habiendo sido testigo, a distancia, de una discusión acalorada protagonizada por ella tras la cual arroja el aparato y es recogido por el arquitecto. Él la vio, la conoce. Con mucha seducción, seguro de sí mismo, galante, empático, con buen manejo del humor, combina encontrarse con ella para la devolución del artefacto de comunicación por excelencia de estos tiempos. La sorpresa de ella, sentada en la confitería esperando la llegada de su soñado caballero salvador, es cuando el hombre imaginado mide lo que mide. La primera intención es huir, que le devuelva lo que es suyo, celular, sueños, y huir. Pero otra vez gana la postura superada de un hombre que se conoce, seguro que la falta de 45 centímetros no le resulta un impedimento en la vida. Planteado así, y envuelta en la maraña tejida, ella acepta ir hacia lo desconocido. El filme en cuanto a estructura narrativa, montaje y efectos especiales cumple. El problema esta en el guión, en la instalación del conflicto, su desarrollo y posterior disolución, cuando se descentraliza del personaje de Julieta Diaz, lo generaliza en los demás personajes, agregándole los por qué y los cómo presenta al personaje de Francella. El segundo punto es aquél donde debe hacer anclaje la idea de segregación, punto importante de la idea original, pero lo hace de forma burda, casi caricaturesca, lo que podría definir al texto en sí mismo como discriminador, no sólo desde el uso de las posiciones de cámaras (el lápiz del director de cine, como lo llama el guionista Jean Claude Carriere) que redunda y se regodea en la diferencia, sino asimismo en las acciones del personaje, tales como tener que saltar cada vez, una y otra vez, para sentarse en donde sea, sillas, sillones, mostrar como sus piernas quedan colgando en el aire, hasta la utilización de implementos para poder llegar a lugares que personas normales de 1,75 metros llegan sin esfuerzo. Esto también podría verse, si no fuese que intenta ser una comedia, como un desliz desde el guión hacia lo verosímil. Digo, un hombre con tal poder adquisitivo habría construido su casa, o habría arreglado su vehiculo, esto es, extendido los pedales a su propia comodidad, pero no, esto es ver que sólo el pelo sobresale por la ventanilla del conductor, y también en relación a la mansión en que vive, es necesario para constituir un gag que no sólo no mueve a risa sino que manipula al espectador, llevarlo a reírse de la inoperancia del personaje puesta desde el contraste diferenciador. En relación al conflicto, claramente se expone en la abogada que se encuentra sorprendentemente subyugada por un hombre al que a primera vista discriminaría, y luego haciendo a un lado al enano fascista que todos llevamos dentro, tal cual se lo refriega Corina (Jorgelina Aruzzi), su secretaria, decide llevar adelante la relación ante la mirada de desaprobación de todas sus relaciones sociales y familiares, incluida su madre en segundas nupcias con un sordo mudo, en otra escena de clara concepción prejuiciosa, aunque la intención evidente haya sido otra. Esa lucha contra sus propios prejuicios y la marcación de los mismos desde su entorno es la que va llevando adelante la narración, pero el director tan proclive al sentimentalismo a ultranza, a la bajada de línea moralizante, a las lecciones de vida, que pierde de vista la intención primera de la comedia y termina por diseminar drama romántico sentimentaloide, invadiendo al personaje de Francella con un conflicto personal, que aparecía de principio tener superado y que para colmo no termina de resolver. El filme acaba por constituirse en una casi telenovela por lo previsible, por lo tanto un poco tediosa. Si por instantes funciona se debe claramente a las actuaciones de Julieta Díaz y Guillermo Francella, hasta por momentos creemos que la química entre ellos se instala y marcha, muy bien secundados por Nicolas Francella (el hijo de Guillermo, toda una sorpresa) en el papel de Toto, el hijo de León, Mauricio Dayub como socio y ex marido de Ivana, y la nombrada Jorgelina Aruzzi.
El cine argentino que el público argentino ve Hace algo más de dos meses, se comentaba bajo el título “el cine argentino que casi nadie ve” y en oportunidad del estreno de la producción local “Hermanos de sangre”, que “el día de su estreno en catorce salas que incluyen a los principales circuitos cinematográficos la vieron apenas doscientos personas, es decir un promedio de 14 espectadores por sala”. El comentario anterior era suficientemente explícito sobre la pobre respuesta del público argentino a cierto tipo de cine que lamentablemente conforma la mayoría de los estrenos locales. En casi ocho meses del año ya se presentaron ochenta títulos nacionales, lo que significa que casi un 50% de lo estrenado es cine argentino que en la mayoría de los casos casi nadie ve. Claro que en taquilla, al menos durante el primer semestre, el porcentaje se reducía a un escaso 8%. Pero en apenas seis semanas del segundo semestre del año la situación se ha revertido notablemente con los sucesivos estrenos de “Metegol”, “Vino para robar” y ahora “Corazón de león”. Y hoy las películas argentinas ya representan el 15% de lo recaudado, casi duplicando el magro porcentaje del primer semestre. Todo lo anterior es apenas el anticipo de la crítica de “Corazón de león” de Marcos Carnevale que se acaba de presentar en nuestro país. De su producción pasada se recuerdan por lo menos tres títulos exitosos: “Elsa y Fred”, “Anita” y “Viudas”, pero todo indica que éste, su séptimo largometraje, superará a todos los anteriores en lo que a cantidad de público se refiere. León (Guillermo Francella) es un exitoso arquitecto que parece tener todo a su favor: buena posición económica, éxito profesional, un hijo que lo aprecia y que vive con él en una lujosa casa. Sólo una cuestión le juega en contra, su tamaño ya que mide apenas un metro y treinta y seis centímetros. Un día percibe en la calle a Ivana (Julieta Díaz) una bella mujer en el momento en que ésta arroja con mucha rabia su celular. Recoge el teléfono y logra ubicar a la joven en su “casa” ofreciendo devolvérselo en un encuentro. Una vez éste producido, ambos quedan prendados y él le ofrece una experiencia única como es la de tirarse desde su avión a cuatro mil metros de altura. La relación evoluciona en tono de comedia pero el espectador adivina que algún tipo de conflicto deberá surgir tarde o temprano. La trama se vuelve algo más dramática cuando empiezan a tener mayor protagonismo el ex de Ivana (Mauricio Dayub) y socio en un estudio de abogacía así como su madre (Nora Cárpena). En esos momentos de tensión de la pareja, despareja según la perciben los parientes de la joven, adquiere relevancia el rol que tiene Toto, el hijo de León, en una excelente interpretación de Nicolás Francella, quien lo es además en la vida real. Hay aún otro personaje, algo pintoresco, que es el que compone Jorgelina Aruzzi como la secretaria del estudio jurídico. Hacia el final, la comedia convertida en drama pierde algo de fuerza sobre todo en una escena entre madre e hija que parece forzada o poco creíble. La conclusión, que por norma no revelamos, no difiere mucho de la que nos ofrecen tantas producciones foráneas, pero aparece como aceptable. Lo que resulta acertado es el tema musical que la acompaña, “Always on my Mind”, que aquí interpreta John McInerny, el actor de “El último Elvis” y que hiciera famosa el rey del rock cinco años antes de su trágica muerte. También es elogiable la interpretación del dúo central y en el caso de Guillermo Francella se advierte su crecimiento actoral, al que sin duda contribuyó de manera decisiva cuando fue dirigido por Juan José Campanella. Mérito final para los efectos visuales y trucos utilizados para lograr hacer creíble la diminuta figura de su personaje.
Que importa tu aspecto si tu corazón es enorme y si tu capacidad de dar va más allá de tu apariencia. Esta película viene con bastante promoción desde que comenzó su rodaje, el primer tráiler y las fotos llamaron mucho la atención, sobre todo el hecho de ver a Francella interpretando un exitoso arquitecto que mide 1,36 centímetros. La Película contiene: buena fotografía, buen sonido, buen ritmo, un gran merito técnico, buenos planos, un estupendo movimiento de cámara y visualmente se aprecia mucho: cada movimiento, buenos diálogos, las diferencia de las estaturas y de los objetos, una vez más vemos a un Francella que se luce a la perfección (me atrevo a decir que se encuentra en su mejor momento). Esto es casi lógico cuando un actor se encuentra frente a una buena dirección y un buen guión en este caso a cargo de Marcos Carnevale y Betiana Blum. Tiene mucho humor, amor, tensión, un mensaje claro y te enseña, además se completa con un gran elenco. La historia gira en torno a Ivana Cornejo (Julieta Díaz), una exitosa abogada que se dedica a los problemas de familia. Trabaja con su ex Diego Bisoni (Mauricio Dayub), también abogado y socio del estudio Cornejo/Bisoni. Ellos no se llevan nada bien, una tarde discuten por teléfono y ella en un arranque de bronca tira su celular. Pasada algunas horas Ivana recibe una llamada de la persona que lo encontró, para devolvérselo, su trato resulta amable, carismático, seductor, intrigante y divertido. Surge el primer encuentro, Ivana cuando lo conoce queda sorprendida. León Godoy (Guillermo Francella) ya está acostumbrado y obviamente se da cuenta, porque mide tan solo 1, 36 centímetros, hasta hace chistes al respeto. Es arrollador y no para de hablar, en el lugar ya lo conocen, es muy simpático, galante, carismático, gentil , millonario y al momento la invita a una aventura jamás pensada: viajar en su avioneta y tirarse de 4000 metros de altura con paracaídas (una secuencia similar a la de “Titanic”, aunque sean en distintas circunstancias, los dos disfrutan el viento en sus caras y darse el gusto de hacer algo diferente). Luego de este primer encuentro la vida de ambos cambiará para siempre, aunque todo esto para ellos no es fácil, porque ante la sociedad los separan esos cuarenta y cinco centímetros que le faltan a León, surgen los prejuicios propios y del entorno: familiar cuando lo conoce su madre Adriana (Nora Cárpena) que esta brillante; el laboral a partir de Corina (Jorgelina Aruzzi) se luce una muy buena actuación, muchos recordarán su personaje en “El hombre de tú vida” quien casualmente interpretaba a una discapacitada que se enamorada de Hugo Bermúdez (Francella) y el ex y socio Diego Bissoni ( Dayub) es obvio se sorprende por el cambio. Un guión bien construido (Carnevale tocando distintos tema como en: "Elsa & Fred", "Anita" y "Viudas"), con frases sobre la discriminación, el respetar al otro por lo que es, no por su apariencia, que importa la estatura u otro problema físico, si esto no te hace mejor o peor persona. León tiene un corazón enorme y eso no quita que pueda ser exitoso en lo económico, lo profesional, con una muy buena relación con su hijo Toto (su debut cinematográfico Nicolás Francella), con su ex y con su mucama que es como de la familia. Este es uno de los tantos mensajes que tiene, otro es sobre la glándula pituitaria que es la glándula "maestra" del sistema endocrino, que controla las funciones de las otras glándulas endocrinas, esta información tal vez sirva de ayuda a muchos para que consulten a un profesional en forma preventiva. Las actuaciones de los protagonistas son muy buenas, ambos tienen mucha química, Julieta Díaz esta genial, realiza un enorme trabajo estupendo y en todo momento se luce bastante. Las distintas situaciones emocionan, divierten y entretienen, y la primera hora se presentan muy bien los personajes y las situaciones pero el final resulta un poco acelerado y se podría haber aprovechado más.
Iguales para el amor En películas anteriores, Carnevale había abordado temas más o menos espinosos, como el amor en la tercera edad (“Elsa & Fred”), la orfandad de los discapacitados (“Anita”) y la infidelidad (“Viudas”), donde supo tamizar los puntos álgidos con una cuota de humor. En “Corazón de León”, redobla la apuesta y se vuelca a la comedia con cierta apuesta por el absurdo y la provocación. Sin embargo, lo principal del relato no se apoya en las expectativas sugeridas por los afiches que acentúan el contraste físico entre un enano y una exuberante belleza femenina, porque “Corazón de León” es ante todo una película romántica, una historia de amor. Pero distinta. Parte sí, de una premisa antiprejuiciosa: todos somos iguales ante el amor y no importa que el carismático León (Guillermo Francella) mida 1,36 m. Como en la fábula de la princesa y el sapo, Ivana (Julieta Díaz) queda encantada con él, cuando fortuitamente se conocen. Los inconvenientes vendrán del entorno familiar y los amigos de ella, para quien no resultará fácil manejar el juicio de los otros. “No es nada grave, es distinto”, advertirá el protagonista que toda la vida tuvo que pelear para tener su lugar en el mundo, ante la falta de centímetros que dan patente de normalidad en una sociedad básicamente discriminadora. León tiene en claro sus propias limitaciones y ventajas (es inteligente, simpático, amable y adinerado) pero las dudas atormentarán a la mujer, interpretada por Julieta Díaz, que se asemeja a una diva de la comedia italiana de los sesenta. Ese conflicto -que transforma la comedia en melodrama- desatará una lucha interna entre los sentimientos amorosos y el peso de los prejuicios. Encanto y oficio La película cuenta con todos los requisitos para un cine masivo pero es algo más que una mera fórmula exitosa, tiene mucho oficio y logros no visibles habitualmente en la comedia romántica nacional. Una acertada ausencia de costumbrismo y ante todo el apoyo en la carismática pareja interpretada por un actor y una actriz con encanto y talento. Lo atractivo de la película pasa por mostrar cómo se conocen y se van enamorando los protagonistas; punto de vista que sabe cuándo acentuar o contrastar y cuándo no. La escena del dormitorio, por ejemplo, está muy cuidada, cerrando el plano y con muchas elipsis. También las situaciones y diálogos están elaborados con una riqueza poco común para el cine argentino que aspira a la gran taquilla y suele desbarrancar en lo grotesco. Respetando la estructura básica de la comedia romántica, cada personaje central tiene su acompañante: la secretaria de Ivana (Jorgelina Aruzzi) y también la figura de la madre (Nora Cárpena). En el caso de León, su hijo Nicolás y su mucama incondicional, quienes complementan y ayudan a unir los hilos que entretejen una relato irreverente, lúdico y muy entretenido. En el haber de “Corazón de León” gravita su guión eficaz, una narración fluida y las impecables actuaciones. Su punto más flaco aparece cuando se acentúa demasiado el discurso moralizador, quedando el mensaje predicador por sobre la imagen narrativa. En la audición, molesta una banda sonora omnipresente, demasiado obvia, mientras que sin música o con menos, la película podría haber ganado en intensidad. Y, por último, se extraña el protagonismo de la ciudad y sus ambientes, que son los bienvenidos ingredientes de las comedias clásicas. Por lo demás, la película tiene un merecido destino de éxito, capaz de sorprender, divertir y emocionar con recursos nobles.
Una comedia a la medida argentina El público celebra cuando se le dan motivos para reír y pensar en serio a un mismo tiempo, con respeto y en un código común al emisor y receptor. Marcos Carnevale --gerente de contenidos de Pol-ka Producciones y director en cine de, entre otras, Elsa & Fred (2005), Tocar el cielo (2007), Anita (2009) y Viudas (2011)-- sigue demostrando que pertenece al grupo de creadores que han sabido captar el lenguaje del hombre argentino actual y el sentido en que dirige su humor. De allí que Corazón de León aparezca como una propuesta tan propia; con dosis similares de cuidado e irreverencia, de risa y crítica, de relax y conmoción. El relato coloca a León (Guillermo Francella) e Ivana (Julieta Díaz), en la difícil encrucijada de seguir jugándose por un sentimiento tan frágil y complejo como el amor. En los 50 de edad, él, y los 30 y tantos, ella, ambos vienen de matrimonios fallidos y relaciones que no pasaron de su etapa ocasional. La devolución de un celular perdido los cruza y la inquietud por el otro se produce de manera inmediata. Pero entre ellos existen algunas diferencias: León mantiene una excelente relación con su ex mujer (Claudia Fontán), de quien se separó hace diez años, y con quien comparte un hijo de 20, Toto (Nicolás Francella), un incondicional para ambos. Ivana no ha sido madre aún y procura librarse de la marca personal de su ex marido (Mauricio Dayub), con quien además comparte el estudio jurídico. León ha logrado una buena posición económica y prestigio como arquitecto a nivel internacional. Ivana transcurre un momento crítico en el buffet, aunque pertenece a la clase media alta y goza de un buen pasar. León se muestra como un hombre de pensamientos amplios y experiencia superadora. Ivana se siente confortada por caber en los cánones sociales. A León, Ivana lo ilusiona; a Ivana, León la desestructura. Juntos se sienten vivos, pero mueren de miedo ante la estupidez de la mirada externa que convierte la diferencia de estatura --el mide 135 centímetros y ella es una mujer alta-- en un obstáculo para la vida y los vínculos. Temas duros los de la crueldad e injusticia, los del prejuicio y la discriminación, Carnevale logra desarrollarlos con la fluidez de un spot publicitario. El guión que escribió con Betiana Blum corre por la veta del humor que filtra sin ocultar, que mitiga el dolor y la vergüenza de ciertas realidades y torna al mensaje más agradable, aunque no necesariamente naif, y que sabe ocupar su lugar cuando lo supera la seriedad del asunto o la emoción. Cuenta, además, con un elenco que conoce por su labor en todas las pantallas, a excepción de Nicolás Francella ( Aliados para la TV), toda una revelación en la relación padre-hijo que construye para esta ficción con su padre en la vida real.
Corazón de León, la nueva película de Marcos Carnevale, repite la extraña fórmula de la primera Shrek: defiende, a pesar de sus buenas intenciones, una concepción de inclusión a expensas de un procedimiento por el cual también se enuncia lo opuesto. En el film del ogro verde se destituía una noción de belleza mientras que el representante de la realeza, curiosamente un enano, se lo ridiculizaba hasta el infinito. La operación de Corazón de León es de otra índole, y en sí responde a una decisión extradiegética: en vez de poner a un verdadero enano en el protagónico se miniaturiza al estimable y talentoso Guillermo Francella, quien representa a los petizos de turno. Como en Shrek, aquí también se trata de una historia de amor: un arquitecto rico de un metro y medio y una abogada divorciada que trabaja con su ex pasan por un conjunto de situaciones cómicas y dramáticas (un “bautismo” amoroso practicando paracaidismo, los gags propios del enamoramiento paulatino entre dos extraños, el primer coito, la aceptación de León por parte de la familia de la enamorada que incluye la aparición de un sordomudo, los rumores en el estudio jurídico y hasta la alegría de una mucama con varios kilos de más por el bienestar de su patrón) que va consolidando el amor que se tienen. La confirmación absoluta del romance coincide con un pico de inverosimilitud en el que León sobrevuela literalmente el inmenso Cristo de Río de Janeiro. Por otro lado, la esperable crueldad de algunos personajes frente a la nueva pareja no está exenta en el propio punto de vista del film, capaz de incluir una secuencia humorística en el que León queda colgando de una alacena mientras su hijo lo observa por unos minutos antes de acudir a su auxilio (el debut de Nicolás Francella como el hijo de León es uno de los escasos aciertos del film). La inestabilidad y arbitrariedad formal del film va desde una moderna división de pantalla para seguir la primera conversación telefónica entre la futura pareja en cuestión hasta un travelling digital hacia atrás en el que vemos a los enamorados disfrutar de un atardecer en el departamento de la heroína; las decisiones formales no responden nunca a un concepto general, aunque las subjetivas del vuelo en paracaídas son precisas. En el fondo, como sucedía en Elsa & Fred, el problema no pasa por retratar el amor en la tercera edad o el erotismo entre un liliputiense y una mujer bella, sino por la ostentación del dinero que se necesita para poder sortear los obstáculos de la vejez y en este caso del efectivo disponible con el que se cuenta para superar las inhibiciones de un hombre frente al resto de sus semejantes. Corazón de León, como Dos más dos (citada en el film de Carnevale), más que constituir una vía para el cine comercial argentino funciona como un síntoma extracinematográfico en el que asoma una delirante fantasía de clase, cuya dócil aceptación colectiva sólo es comprensible debido al vínculo de sus actores con el universo televisivo.
Corazón de León, más bajo que el cine Algunas películas parecen estar hechas por kamikazes y no por directores de cine. Es el caso de Corazón de León, en la que Marcos Carnevale (el mismo de Elsa y Fred y Viudas) comete aciertos que son arruinadas por groseras decisiones estéticas. A veces no es tan malo que un film contenga errores si estos forman parte del espíritu de la obra. Sin embargo, si Corazón de León no pertenece a este grupo de película es porque sus fallas son, ciertamente, fallas. Todo arranca muy bien, con una conversación fluida, dinámica y enigmática entre León (Guillermo Francella) e Ivana (Julieta Díaz). León tiene el celular de ella luego de que lo haya encontrado en la calle y propone un encuentro para devolvérselo. Ella acepta, tanto para recuperar su teléfono como para conocer a este hombre que tiene una oratoria irresistible. Más adelante, ella quedará sorprendida porque él, con su arrolladora seguridad, mide únicamente 1,38 m. No pasará mucho tiempo hasta que ambos se enamoren y luchen por su relación frente a la mirada de los otros. Es decir, Corazón de León por momentos transita el camino del melodrama. Por otros es también una leve comedia, con algunas líneas de diálogo y situaciones que involucran la característica del protagonista. Sin embargo, Corazón de León nunca termina siendo algo concreto porque presenta fallas en todos los géneros en los que se posiciona. Cuando pretende acercarse a la comedia queda descubierto un humor poco inspirado, obvio (como cuando León queda colgado de una alacena); cuando desea acercarse al melodrama, el film es incoherente: no se entienden las actitudes de la madre y del ex esposo de Ivana, quienes luchan contra la felicidad de ella sin un motivo concreto. No es nuevo el conflicto entre el amor de dos personas y el resto del mundo. Buena parte de la filmografía de Douglas Sirk se trata de esto. Pero Sirk era más que un director de melodramas: en sus películas la construcción de la puesta en escena era su mirada del mundo. El realizador apuntaba a las clases sociales, a las relaciones entre padres e hijos, pero también a los defectos de sus protagonistas, personas inseguras y con claros matices. En Corazón de León desfila mucha riqueza: hay autos BMW, hay cerveza extranjera, bares exclusivos, departamentos en Puerto Madero y mansiones con pileta y desayunos con café y jugo de naranja, pero no hay sustancia, no hay profundidad. Lo que se ve es lo que es. En algunas secuencias, el film parece decir que los petizos también pueden ser ricos, y eso no es ninguna novedad. Entonces, ¿por qué se resalta el buen pasar económico del personaje? Pero también hay otra falla en el guión: León es tan perfecto que su exceso de humanismo termina jugándole en contra. Esto afecta a Ivana, quien es la única que parece tener una lucha interna, estemos o no de acuerdo con ella. Si la sociedad se opone a la relación, ella carga con el peso de la mirada de los otros. En un momento de la película, Ivana está tratada con una peligrosa animosidad. Aunque todo parezca estar centrado en León, es Julieta Díaz el centro de la historia. Hay algo italiano en ella: en su forma de hablar, su modo de caminar y los vestidos que usa. Su cuerpo ha aumentado, está más robusta pero al mismo tiempo transmite una madurez más interesante que en su juventud. Díaz puede ser una abogada pero al mismo tiempo una mujer común y corriente, y eso es mérito exclusivo de la actriz. A diferencia de Soledad Villamil en El secreto de sus ojos –que se notaba demasiado que interpretaba a una letrada-, Díaz es primero una mujer y después una abogada. Sucede algo extraño en Corazón de León: cuando empezamos a disfrutar de una escena, Carnevale hace algo para que no nos guste nada. Muchas de estas secuencias son dañadas por una musicalización precaria, anticuada y que hace que el formato cinematográfico se reduzca al televisivo. En muchos momentos, la música de Emilio Kauderer remarca tanto lo que se pretende transmitir que la escena termina desperdiciada. En otros, Carnevale buscar hacer una película “bella” con planos demasiado construidos pero estéticamente vacíos (como la secuencia en la cual los protagonistas miran el atardecer desde un balcón) o incluyendo “You’re always on my mind”, de Elvis Presley, para decorar el primer encuentro sexual entre ellos. No molesta tanto la incompetencia como la certeza de que para mucha gente esto significa cine. Vivimos en un mundo en el que la televisión está adquiriendo una dimensión importante. Hay muchas series que pretenden superar al cine mismo –si lo logran o no es otra discusión-. Si el cine no quiere ser superado debe hacer mejores intentos y no cometer errores como los que suceden en esta película. La culpa no es sólo de Corazón de León sino de todos los films que le faltan el respeto al cine mismo. Pero, admitamos… hay que hacer un esfuerzo muy grande para que la voz de Elvis nos resulte descartable.
"CUANDO LA DIVERSIDAD DEBIERA SER BENEFICIOSA" (por halbert) Guillermo Francella es claramente conocido para los argentinos como el gran humorista televisivo, especialista en protagonizar sketches y sitcoms con enorme efectividad. Si bien también tiene su carrera cinematográfica, en la que trabajó bajo las órdenes de Carlos Galletini, Rodolfo Ledo o Juan José Jusid en diversas comedias comerciales, hace pocos años comenzó a intercalar historias más profundas, más acentuadamente desde "El secreto de sus ojos", en donde realizaba una gran composición en un rol agridulce, y sin su clásico bigote, que lo dejaba casi irreconocible. Esta vez ha sido convocado por Marcos Carnevale (“Elsa & Fred”, “Anita”, “Viudas”) para darle vida a León, un exitoso arquitecto de tan solo 1.36 metros, que intentará seducir a Ivana, una abogada divorciada y socia de su ex marido en un estudio jurídico. El primer contacto casual entre ellos es telefónico, en el que se establece una gran empatía y ambos sienten un mutuo interés, por lo que coordinan una cita cara a cara. La sorpresa de Ivana ante la pequeñez de su interlocutor no resulta disimulada, y León, acostumbrado a generar eso en la gente, le explica que sólo lo alejan 40 centímetros de la “normalidad”. El personaje de León es bastante excéntrico; es un exitoso hombre con un holgadísimo pasar económico, que vive en una pequeña mansión junto a su hijo, está divorciado y parece tener una movida vida social y de negocios, saliendo a bailar entre semana o volando a Río de Janeiro para una reunión y regresar la misma noche. Tiene una excelente relación con su adolescente hijo y, en realidad, se relaciona bien con todo el mundo: con su ex, con su mucama, con sus clientes, con el mozo de un restaurante… A todos les cae muy bien León, pareciendo no reparar (o habiendo superado) la “diferencia” que tiene con el resto de su entorno. El filme se centra en esa diferencia y en cómo los mortales humanos prejuiciosos se enfrentan a ella. Y más especialmente Ivana, que se ve seducida por el modo de vida y el status social de León, además de su simpatía y su desenfado para encarar toda situación, pero se le dificulta poder dejar atrás los preconceptos y avanzar libremente en una relación sentimental. Todo el entorno de León es el que se muestra libre de prejuicios, y todo el entorno de Ivana es el que aparece como segregacionista (salvo la secretaria de su estudio, encarnada con enorme oficio cómico por Jorgelina Aruzzi). Incluso la madre de Ivana (jugada muy bien por Nora Cárpena) se opone, lo que resulta llamativo, dado que su actual marido es sordo y habla de forma dificultosa, casi gangosa, debido a su limitación. “Corazón de León” es una comedia dramática, que arranca desde la sonrisa y el romance, y luego avanza hacia el drama de relaciones humanas, en donde se deberá dirimir si las diferencias son más que las similitudes, y donde el convencionalismo se choca contra la distinción. Es por ello que el guion atraviesa instancias risueñas y divertidas (gracias a los diálogos y a algunas situaciones), pero también las más serias y emotivas. Y Francella sabe moverse con soltura en ambas, logrando tanto la carcajada como la lágrima, y gran parte del mérito del filme se lo lleva él, empequeñecido digitalmente con muy buen resultado visual. Julieta Díaz resulta una compañera "a la altura" (no en todo sentido, esta vez), en un personaje que se dirime entre el amor y el “qué dirán”, y lo sortea con oficio. Todo el elenco secundario acompaña a la perfección, muy especialmente Nicolás Francella, el hijo del protagonista en la ficción y en la vida real, que es toda una revelación, brindándole gran naturalidad a su papel. Carnevale logra un interesante entretenimiento; el filme conserva un ritmo que no decae nunca y, si bien es dinámico desde el inicio, accede a que el romance entre los protagonistas vaya lento y pausado, acorde al tiempo que necesita Ivana para permitirse entrar en la vida de León, con todo lo que implica para ella. Cuando la desigualdad entre las personas se entiende como diversidad, ya sea que hablemos de diferente raza, diferente sexualidad, diferente religión, diferente aspecto físico, etc., la presencia en la sociedad de distinciones no debería ser perjudicial, sino por el contrario, beneficiosa. Debería verse como un tipo de desigualdad positiva que conviene no sólo aceptar, sino fomentar. ¿Estamos preparados o todavía nos falta mucho? Si nos concentráramos en el corazón y el alma del prójimo, las relaciones entre las personas fluirían más sanamente. Pregúntenle a León… O mejor a Ivana, que es la que tiene el conflicto...
Yo soy mis Prejuicios Nadie niega que esta peli tiene sus cosas a favor como un inicio de historia romántica bien llevada con muchos recursos de humor a la manera de una "Sitcom" televisiva, o menos decir que falta calidad actoral: Francella está brillante y Julieta Díaz otro tanto. La trama es sobre la vinculación afectiva que que se manifiesta en estos dos protagonistas donde no falta química pero si faltan algunos centímetros, él es un exitoso arquitecto y ella una abogada complicada en su estudio ya que su socio es su ex-marido de 10 años que se la lleva imposible. Bueno hasta aqui todo marchaba bien pero y después...??? Ahi esta el tema, el después de hora y pico que le sucede al filme. Se conoce al Director Marcos Carnevale como un realizador de impronta moralizadora, un tanto demagógica, quizás si hubiese vivido en los años 60 su espalda estaría repleta de títulos al estilo Sandrini-Carreras etc., de hecho y no es descalificador que su cine -además de exitoso- es muy del tipo "aleccionador", en el cual si o si debe existir una premisa donde el público se conmueva, o sufra pero a la vez se lleve un mensaje (recordar "Elsa y Fred", "Anita", "Viudas") Por el otro lado digamos "Corazón de León" es superior a cualquier engendro proveniente del cine americano de arriba, las deplorables comedias que llegan seguido procedentes de Hollywood son vulgares comparadas con esta. Mi crítica es prejuiciosa pero y si acaso le personaje de León fuese pobre...el resultado sería igual...???
Si a cualquiera le dicen que este film es sobre un tipo chiquito, un hobbit exitoso interpretado por Guillermo Francella, que enamora a una primero rígida, después rendida y alta Julieta Díaz, seguro se asusta. No es para menos: el realizador Marcos Carnevale padece del defecto de la velocidad televisiva y no suele depurar su material; se queda con la primera idea y la primera imagen. Sin embargo, Corazón de León dista mucho de ser pésima. Es casi buena y ese “casi” es una pena, porque no faltó mucho para dar en el blanco. Aún así, Guillermo Francella es digno de verse porque está en la cima de su arte: incluso en los peores contextos, maneja el tono y las emociones de su personaje con una precisión matemática. Julieta Díaz está muy bien y, sobre todo, el entorno social, la mentalidad y comportamiento argentinos de las criaturas de este mundo, no requieren subrayados. Con sus problemas, sus chistes fáciles y algunas torpezas, Corazón de León es tan digna como su protagonista.
A pesar de las bajas expectativas (o quizá gracias a ellas) Corazón de León sorprende convirtiéndose en una comedia dramática que cumple con su objetivo. Sin maravillar, pero también sin caer en lo burdo, toca el tema de la discriminación y sale aireosa. El espectador logra sentir esa discriminación tanto del lado del que la padece, como de auqel que la siente. Y si hay algo que cuesta justamente es mostrar de manera humana como las personas estamos llenas de prejuicios. Tarea que en la cinta representa muy bien Julieta Díaz. Francella por su parte da cuenta de su histrionismo para convertirse en el afectado que sale adelante gracias a su buen gusto y trato. Y si bien todo el peso se lo llevan los protagonistas, es esta una peli en la que hay que destacar a los secundarios. Desde aquí nombramos a dos. Nicolás Francella (Hijo de Francella en la realidad y en la ficción); y Jorgelina Aruzzi que construye un personaje con personalidad como la secretaria del estudio de abogados. Recomendada peli romántica que mira (ese es su acierto) desde la óptica de Julieta Díaz. Para pensar, para ponerse en su lugar, donde más de uno encontrará que también dudaría y que la sociedad se basa hoy en día, aún, en un montón de prejuicios.
Romanticismo (algo) oscuro y triste Primero, que Marcos Carnevale siempre me pareció un tipo sensible: en cine, en teatro, en televisión hizo un gran trabajo con “Condicionados”. Un tipo sensible y capaz; digno. Segundo, que aunque no vi las últimas dos, podría asegurar que esta es su película más cinematográfica, o menos televisiva si se prefiere. Quizá por la experiencia de sus protagonistas (Guillermo Francella y Julieta Díaz), quizá por la obligación del plano abierto al tener que convertir a Francella en un enano; la película tiene una exploración visual distinta y también un mayor cuidado. Tercero, que todo lo que tiene que ver con la forma adecuada de presentar un personaje con esta condición está sorprendentemente bien manejado. A saber, el enano León Godoy tiene sus virtudes, su perseverancia y un gran corazón; pero a la vez tiene sus contestaciones, su carácter y una bronca que se esconde y siempre está al borde del colapso. Sentimos pena por él, sí, pero es genuino y no molesta. Digo, que no hace ruido; que la película no nos está obligando a compadecernos de él. Desde aquí, arrancan los problemas de “Corazón de León”, que tienen que ver a mi entender con una continua indecisión. Este acertado manejo de la temática del enanismo se empobrece, por ejemplo, cada vez que la música de Emilio Kauderer -también este año se lo puede escuchar en la partitura de “Metegol” con el mismo tratamiento en algunas secuencias- subraya ciertas situaciones dramáticas más de lo necesario. No chocaría tanto si no existieran también escenas donde la ausencia de música es intencional y funciona a la perfección. Otra cosa con esto: “Corazón de león” se vende como una comedia pero hay que tener cuidado. Todavía estoy en duda, si la película es efectivamente una comedia romántica o si se vendió así y es otra cosa. ¿Es cómica? No tanto. De hecho, hay momentos planteados desde la puesta en escena para generar un remate, una risa, y no tienen éxito. El personaje de Jorgelina Aruzzi es un cómic relief fallido. Secretaria, con un andar extraño y maneras de decir que se ven exacerbadas para el efecto cómico, tiene un momento que debería ser un punto alto y se queda corto. ¿Es romántica? Sí, pero también tiene un lado oscuro y triste. La última frase que escuchamos en el film suena críptica, dudosa, y no se puede obviar ese último plano desconcertante en algún sentido. No digo más, pues hoy elijo quedarme con esta segunda veta que en sus mejores momentos la película defiende y tiene ecos de un drama plausible. Mañana quizá cambie de opinión, pero no vayan pensando que se van a matar de la risa con Francella. Esta es la disyuntiva en “Corazón de León”: O promete algo y no lo cumple o ni siquiera lo prometió, y nosotros estábamos pensando en cualquiera.
Publicada en la edición digital #254 de la revista.
Publicada en la edición digital #254 de la revista.
Efecto Francella Corazón de León marca el regreso del actor a la pantalla grande, con un personaje a su medida, aunque suene paradójico dada la estatura del mismo. Hay actores que tienen un ángel particular para las comedias, tipos capaces de hacer reír con una mueca, una frase, una mirada o un amague. No hace falta que el diálogo arrope un chiste infalible ni que la escena obligue a un tropezón inesperado, porque la sola presencia del personaje en cuestión lleva a la sonrisa. Esta clase de actores funcionan como una especie de salvoconducto para los directores, a sabiendas de que este plus les puede salvar las papas si la peli resulta un fiasco. En Argentina, quizá el mejor ejemplo esté encarnado en Guillermo Francella, un artista que ya demostró su capacidad de hacer drama de manera efectiva sin perder su habitual gracia (El secreto de sus ojos certifica la validez de esta afirmación). El estreno de Corazón de León, del realizador Marcos Carnevale, lo tiene como principal protagonista, haciendo dupla con la siempre fresca y bella Julieta Díaz. El argumento presenta a un hombre que mide nada más que un metro y chirolas, y a una joven abogada, divorciada para más datos, que le dan forma a una historia romántica con condimentos de moraleja y lección de vida. Que las diferencias no importan si los sentimientos son verdaderos, que lo físico y las apariencias no constituyen lo esencial, son los tópicos comunes que plantea esta película. Y si bien funciona desde el ángulo cómico, en cierto punto el mensaje se hace demasiado obvio, predecible y edulcorado. Gigante chiquito. Sería injusto decir que Corazón de León es nada más que el trabajo de Guillermo Francella. Para redondear un buen producto en líneas generales, la performance de Díaz como partenaire aporta una buena dosis de credibilidad, a lo que se suma una revelación: la de Fancella junior, de nombre Nicolás, que si sigue en esta senda tiene asegurado un futuro en el mundo del espectáculo. En la ficción también toma el papel de hijo, en este caso de León Godoy. Los demás secundarios cumplen su cometido para darle contexto general al nudo de prejuicios que surgen cuando se presenta un caso de estas características. Otro punto que hay que sumar, necesario teniendo en cuenta que lo que se pretende resaltar es qué sucede ante las diferencias, es que están muy bien logrados los efectos y en ningún momento queda en evidencia que el tamaño del mini galán es forzado. Carnevale aprovechó todo lo que ofrece esta relación despareja para poner también el acento (y así dar el paso necesario hacia el éxito comercial) en lo emotivo y lo sentimental. Si la cosa no se le fue de las manos en este punto es porque Julieta Díaz en primer lugar, y el propio Francella, logran convencer y vuelven reales a sus personajes. Corazón de León es una comedia que se lleva bien, que por momentos hace reír bastante al espectador y que tiene quizá como único pecado tornarse demasiado aleccionadora hacia el final.