El supertedio de siempre Desde hace tiempo el cine de superhéroes -no confundir con las películas basadas en novelas gráficas, que es un rubro interesante de verdad- se ha transformado en una piñata para la crítica cinematográfica seria y razones no faltan porque hablamos de una catarata de productos conservadores, mediocres y totalmente intercambiables entre sí, típicos ejemplos de lo que sucede cuando el marketing y el discurso publicitario reemplazan a la creatividad y a algún tipo de talento narrativo, retórico y/ o aunque sea formal (las historias de estos “cosos” son por demás esquemáticas, no dicen nada de nada y hasta son hiper redundantes en materia de artilugios digitales, hoy presentes en toda triste propuesta pomposa del mainstream). Pero quizás lo peor de todo es que aburren con su dialéctica infantil y semi televisiva -de la TV de antaño- orientada a reproducir ad infinitum las mismas payasadas. Con este panorama no es de extrañar que hasta los exponentes que pretenden romper un par de reglas del formato terminen cayendo en el atolladero de siempre del no desarrollo de personajes, la corrección política más vetusta, el humor para nenes chiquitos, esa patética autoreferencialidad constante y una concatenación de nichos prefijados de mercado -ni siquiera es posible denominarlos subtramas- que sólo pueden apelar a una serie de individuos cooptados por la industria más aséptica, esa que desde hace un par de décadas ha decidido desentenderse de cualquier sustrato inconformista a nivel de la base ideológica de sus “juguetes”. Deadpool 2 (2018) es otro eslabón en esta cadena interminable de la nada misma (productos pasatistas que ni para pasar el rato sirven), lo que una vez más pone en evidencia la crisis de un conglomerado cultural que fetichiza los clichés más quemados. Pretendiendo ser “zarpada” para el nivel pueril del cine de superhéroes, esta secuela del trabajo del 2016 en esencia repite la fórmula de su predecesora: muchos chistecitos con puteadas inofensivas, alguna alusión sexual muy inocua, escenas de acción que la van de irónicas, interpelación cansadora a cámara y un melodrama barato de fondo que se sabotea a sí mismo porque la película -léase la factoría Marvel- no comprende que por tanta “actitud superada de todo”, tanto cancherismo berreta y tantos CGIs símil plástico, nadie puede identificarse con estos frascos brillosos pero bien vacíos salidos de una cadena de montaje oxidada e insípida. Dicho de otro modo, ni uno solo de estos exploitations de la genial trilogía de Christopher Nolan sobre Batman ha conseguido llegar a los talones de los films originales o ha logrado imponerse como una obra potable en su levedad y su pobreza. Resulta muy hilarante ver cómo el opus supuestamente apunta a un público adulto no obstante el relato se rehúsa a matar a un nenito -interpretado por el gran Julian Dennison, el joven revelación de la excelente Hunt for the Wilderpeople (2016)- o provocar dolor en serio -la insensibilidad y la apatía de los cínicos lo recubre todo gracias a una cobardía retórica cíclica- o siquiera mostrar una teta y ni hablar de dos personas teniendo sexo, otro indicio de los tiempos estériles que vivimos en los que todos endiosan la verborragia más prepotente y jactanciosa pero casi nadie hace nada, cómodos en sus burbujas de consumos repetitivos virtuales. Aquí se alza el antiguo esquema de los capados centrado en el adagio “violencia boba, impersonal y sin efectos reales sobre el cuerpo de los personajes, sí; sexo, discurso crítico e irreverencia verdadera, no”, mientras que la película en su conjunto opera sobre terreno social/ político/ simbólico ya ganado (las referencias seudo sarcásticas al racismo, la pederastia o el sexismo son inofensivas) y el supertedio lobotomizador lo ocupa todo, por supuesto dejando espacio para el fandom derechoso aplaudidor de siempre y su desconocimiento absoluto del concepto de arte masivo valioso… y pensar que todo esto empezó con trabajos con una impronta autoral hiper marcada como las queridas Superman (1978), Batman (1989) y hasta Dick Tracy (1990), un sustrato muy rico que hoy ha sido destilado al extremo en productos olvidables con muchos más dólares que neuronas detrás.
En 2016 tuvimos la oportunidad de enfrentarnos a una película de superhéroes distinta a las que veníamos viendo desde hace mucho tiempo. Ni tan oscura, ni con chistes naife o forzados, sino que se basó en la irreverencia de su personaje para atrapar a todo el público. “Deadpool” vuelve este jueves con su secuela, que se encuentra a la altura de su antecesora, con el mismo humor, una trama más “profunda”, más acción, más personajes, cameos sorprendentes y todo lo que se le puede pedir a un film de este estilo. En esta oportunidad, Deadpool va a tener que reunir a un grupo de mutantes para ayudarlo a proteger a un pequeño con poderes, quien será buscado por Cable, un soldado que viene del futuro, para matarlo por el camino oscuro que decidirá tomar. En esta nueva entrega nos encontramos con el mismo sentido del humor que nos divirtió y deslumbró en 2016. Todo lo que no se atreven o no pueden decir las películas de superhéroes, la autorreferencialidad, la ruptura de la cuarta pared, los chistes y las chicanas para todo el mundo (otros films de este estilo, a la compañía productora, al propio Ryan Reynolds, a otros actores o personajes, etc.) Nuevamente estamos frente a dos horas a pura risa, mediante una forma atrevida e irreverente de abordar temáticas polémicas como el abuso, el racismo o la pedofilia, de la cual la cinta sale airosa porque ya cruzó un límite sin retorno donde todo puede ser fuente primaria para una broma. Además de la gracia, “Deadpool 2” se permite ser un poco más sentimental y profunda que su antecesora, poniendo a su protagonista en situaciones complejas y decisivas. No solo tiene que dejarse llevar por su actitud traviesa, sino reflexionar sobre sus relaciones y su lugar en el mundo, obviamente siempre desde un costado divertido. Con respecto a la acción, en este caso tenemos varias escenas donde se desarrollan coreografías bien logradas, sobre todo durante los primeros encuentros entre Deadpool y Cable. Tal vez por momentos se abusa un poco de la utilización del CGI, pero incluso la propia película se burla de esto. La mayoría de los personajes conocidos en la primera entrega vuelven para la secuela, con una mayor internalización y un lugar más predominante, principalmente porque, si bien Deadpool sigue siendo el protagonista indiscutido, necesita de sus secuaces y amigos para poder llevar a cabo su misión. Asimismo, tenemos la incorporación de dos roles importantes dentro de la trama, como lo son Cable y Domino. Aunque no nos encontramos con un gran desarrollo de sus papeles, el pantallazo de su contexto sirve para comprender sus motivaciones y personalidades y dejar su impronta en la historia. En este sentido, se suman Josh Brolin (que viene de interpretar increíblemente a Thanos en “Avengers 3”) como Cable, Zazie Beetz (“Atlanta”) como Domino y Julian Dennison como el joven mutante Russell. Los tres aportan personajes muy diferentes y relevantes para la trama, realizados de una manera muy correcta. Brolin compone un papel muy duro y serio, mientras que Beetz brinda su frescura y naturalidad y Dennison su inocencia y fortaleza. De Ryan Reynolds ya no queda más nada por decir, nadie encarnaría mejor el papel de Deadpool que él. Si hay que mencionar algo que no funciona del todo o que genera un efecto ambiguo es el subtitulado del film. Durante varios pasajes nos encontramos con algunos diálogos que no concuerda lo que se dice con lo que se lee. La decisión principal es para adaptarlo a nuestra cultura y para tener un mayor impacto en los chistes (ya que probablemente estén basados en gente que no conozcamos o no tengan tanto sentido en el idioma original para nosotros), pero queda extraña esta discrepancia, provocando la distracción del espectador. De todas maneras, esto no impide que la cinta sea más que satisfactoria y que deje muy conformes a los fanáticos de Deadpool. El film consigue brindarnos todo lo que nos aportó su antecesora (su humor negro y atrevido, su originalidad, su violencia, sus secuencias de acción) pero además de repetir la fórmula le agrega la incorporación de buenos personajes que se amalgaman perfectamente al elenco, más sensibilidad y una trama con un mayor contenido. Bonus track: Y recuerden como siempre no irse del cine sin ver las escenas post-créditos que, si bien tal vez no haga tanto a la historia ni al adelanto de otra película en sí, los hará reír como nunca.
Ya hablamos infinidad de veces sobre la saturación de la oferta de películas basadas en superhéroes y cómics. Por lo tanto, resulta redundante y algo tedioso seguir teorizando sobre el valor artístico de estos productos, ya que, aparentemente, y por cómo va mutando la industria cinematográfica, estos films llegaron para quedarse, al menos por un tiempo prolongado. Es por ello, que debemos juzgar y considerar a estas historias como relatos cinematográficos de mayor o menor calidad narrativa, como con cualquier otro tipo de producto audiovisual, más allá de su gran parecido con las antecesoras y posiblemente con las sucesoras. En 2016 se estrenó “Deadpool”, y quizás marcó un quiebre en el género, ya que nos ofreció un relato distinto a lo que estábamos acostumbrados. Tal vez esto sea por las características intrínsecas del protagonista, un mercenario charlatán, bromista, transgresor y meta-consciente, que interactúa con el espectador al mismo tiempo que sabe que es un personaje de ficción. Un antihéroe querible que propone un entretenimiento atípico y donde las dosis de humor están mucho más justificadas que en las producciones de Marvel Studios, debido a que el largometraje no se toma tan en serio a sí mismo y por esa tendencia a romper la cuarta pared. Dos años después recibimos a su secuela, como era de esperar de un producto tan exitoso, y podemos decir que el resultado es positivo más allá de que quizás nos falta esa sorpresa que nos generó la primera parte. Aquí todo nos resulta familiar, ya conocemos al protagonista y a los personajes secundarios que lo rodean. Por lo tanto, se nos empieza ofreciendo más de lo que ya vimos en la parte anterior. No obstante, después de un comienzo algo familiar (incluso desde la secuencia de créditos ya emulan al primer film) y un poco atropellado, somos testigos de lo que debe brindar una secuela de un producto que busca el mero entretenimiento del espectador, ofrecer MÁS de todo. “Deadpool 2” nos entregará más acción, más violencia, más gags ingeniosos uno detrás del otro (a veces al límite de la tolerancia, más allá de que la mitología del personaje y de la diégesis lo permiten), más personajes atractivos, entre otras varias cosas. Lo interesante del film es que uno, al ver tantas películas de este estilo, se va familiarizando con los clichés narrativos de las historias de origen, las secuelas y las dinámicas de grupo de los superhéroes que trabajan en conjunto, y “Deadpool 2” muchas veces evita esos lugares comunes y te descoloca por medio de gags hilarantes que pueden ser provocados por situaciones inesperadas, muertes a granel y otras tantas yerbas. El espíritu paródico, irreverente y subversivo del personaje y de la cinta en general, la vuelven por momentos (seamos realistas es prácticamente imposible lograrlo en su totalidad) impredecible. El largometraje cuenta la historia de Wade Wilson (Ryan Reynolds), quien, tras los eventos de la primera parte, lleva una vida “tranquila” que mezcla los trabajos de mercenario/asesino a sueldo con el noviazgo que mantiene con Vanessa (Morena Baccarin). Tras un incidente que pondrá en peligro su vida familiar, nuestro antihéroe se verá obligado a reunir a un grupo de héroes improbables (X-Force) para hacerle frente a Cable (Josh Brolin), un soldado que viene del futuro para matar a un niño mutante. Los grandes aciertos (y momentos) de la cinta residen en el carisma de Ryan Reynolds, ya afianzado como Wade Wilson/Deadpool, y su dinámica satírica que se contrapone con la seriedad del personaje de Cable. Las interacciones que tienen estos dos protagonistas más el de Domino (Zazie Beetz), hacen que esta secuela tenga algo más que su predecesora. A esta galería de roles improbables se suman otros más que tendrán menos peso pero igualmente cooperarán con sus dpsis de humor. En la química entre sus actores, la creatividad en la escritura y la habilidad de David Leitch (“John Wick”) para dirigir las escenas de acción, hacen que “Deadpool” sea un cóctel infalible para los fanáticos del personaje. Quizás en las cosas que dejaron un poco que desear, se ubique el CGI que por momentos se torna algo caricaturesco pero que igualmente cumple por el verosímil que maneja el relato. Si bien es una película de gran presupuesto, “Deadpool” cuenta con recursos económicos más limitados que sus pares de Marvel. Otro aspecto infortunado de la producción está presente no en la película en sí, sino en el subtitulado del largometraje, ya que muchas expresiones anglicanas o referencias culturales fueron “latinoamericanizadas”, haciendo que se pierdan muchos de los chistes o se vuelvan directamente desentonados e incluso arruinando el momento. “Deadpool 2” resulta ser un gran divertimento que se benefició de un argumento un poco más desarrollado que en su predecesora, de un guion autoconsciente y bastante perspicaz, una galería de personajes atractivos (aunque los destacados de la entrega pasada quedan más relegados), la capacidad y el histrionismo de Ryan Reynolds, y una dirección inspirada de Leitch, donde se nota su talentoso pasado como coordinador de dobles y coreógrafo. Ahora bien, no esperen ver algo novedoso u original como en el primer film, ya que se repetirán varias fórmulas del mismo. En definitiva, no se tomen la película tan en serio ya que ni ella, ni Deadpool lo hacen. Bonus Track: Quédense a ver las escenas postcréditos que son de las mejores que nos ofrecieron este tipo de películas.
Deadpool 2 es superior a su primera parte. Todo lo bueno que logró el debut en solitario de Wade Wilson, es mejorado en esta secuela. Mientras Ryan Reynols tenga opinión y juegue de manera fuerte en todos los proyectos donde Deadpool esté relacionado, habrá buenas películas. Apenas pasaron semanas del estreno de la primera entrega, y viendo que la billetera del estudio no paraba de llenarse (la producción del film costó un poco más de 50 millones de dólares y terminó recaudando la increíble cifra de más de 780 millones), la secuela ya estaba en desarrollo. Hoy, dos años después, la esperada segunda parte llega a los cines prometiendo un tono más oscuro, comiquero y redoblando la apuesta de lo que tanto enamoró en su peli original. En esta segunda aventura de Wade Wilson (Reynolds), mucha sangre ha corrido debajo del puente y Deadpool sabe que ya no puede hacer el trabajo sucio solo. Por eso, deberá recurrir a Coloso (Stefan Kapicic) y a Negasonic Teenage Warhead (Brianna Hildebrand), solicitando a estos mutantes un poco de ayuda de cara a una amenaza que viene del futuro para vérselas con un pequeño niño mutante. Esta amenaza, no es otra que el peligroso Cable (Josh Brolin). Es por eso que Deadpool deberá hacer todo lo posible para detener al viajero del tiempo, incluso, formar su propio equipo, la famosa X-FORCE. Deadpool 2 a simple vista es superior a su primera parte. Todo lo bueno que logró la primera aventura en solitario de Wade Wilson, es mejorado en esta secuela. Ahora dirigida por David Leitch (John Wick 2), la historia tiene aún más acción, humor y situaciones “meta” que la primera. Con guiños, gags, homenajes, referencias, cameos, por doquier, Deadpool 2 consigue que el “chiste” de la entrega original no quede reiterativo. Uno de los mayores miedos que tenían los fanáticos, era que luego del éxito de la primera parte, los creativos y productores se quedarán con esa primera gran apuesta ganada y solo hicieran secuelas para exprimir el producto. La estructura que tiene esta historia es bastante similar a la anterior, incluso los actos se encuentran divididos de forma clara y concisa como en la primera. Ahí es donde entra en juego la magia de los guionistas, que decidieron (acertadamente), que la película fuera una evolución completa de la primera. Incluso parece algo obvio, pero que una secuela mejore altamente a la entrega original, no es cosa de todos los días y menos en producciones de superhéroes. Puede que el desarrollo de la película suene un poco familiar, de hecho toma los mismos caminos que la primera, pero esta “evolución” se nota de tal manera que todo queda perfecto. Uno de los aciertos más destacables, es la inserción definitiva de los personajes en el universo de la saga de los X-Men. Obviamente, desde un primer momento se sabe que Deadpool es un mutante y son constantes las referencias al grupo de Charles Xavier, pero nuevamente, esa va mucho mas allá y la plantea mucho más cercanas en tiempo y espacio de lo que parecieran. Las actuaciones son impecables, con todo el elenco original volviendo a escena y la incursión de nuevos personajes como Cable y Domino, al reparto se lo nota fortificado y acorde a lo que se quiere ver. Con un Josh Brolin metido de lleno en el mundo de las adaptaciones comiqueras, el actual Thanos del MCU, da una interpretación brillante. Con un notorio trabajo físico realizado en la previa y utilizando su don de la voz penetrante, otorga un Cable digno y fiel a las viñetas. La otra debutante es Zazie Beetz, la encargada de dar vida a Domino hace un trabajo tan bueno que calza justo con lo que se esperaba del personaje. Afianzándose como sidekick de Deadpool, tiene muchos momentos geniales y es clave en las misiones que realizan junto al mercenario bocazas. Luego, los personajes secundarios de la primera, vuelven todos. Morena Baccarin, el pólemico T.J. Miller, Leslie Uggams y Karan Soni. Todos ellos con la misma simpatía y el carisma que enamoro a todos en 2015. Nuevamente todas las luces caen sobre el ya mencionado Reynols. Se nota y mucho que éste es su personaje. Es notorio como disfruta ser el maldito Wade Wilson. Suele pasar que cuando un actor, sobre todo el protagonista, no deja de involucrarse en el guión, en la producción y en que todo se lleve a cabo de manera correcta, la actuación pierde fuerza, por el desgaste o el “exceso” de trabajo, pero Reynols es tema serio y esa frescura que se le nota al declarar, es la misma que demuestra cuando la cámara esta encendida, aplausos eternos para él. La música de la peli, nuevamente es un elemento a destacar. Después del mix que armaron para la primer entrega, mezclando rap y hip hop, con bandas como WHAM!, este aspecto también es superado. Aún con más diferencias en géneros que la anterior, la música logra darle otro de los toques distintivos que la, ahora, franquicia otorga. El no tomarse las cosas serias, les esta saliendo de maravilla y la música es el fiel reflejo de eso. Deadpool 2 es el claro ejemplo de cuando el famoso dicho “las segundas partes nunca son buenas” es dependiendo de quién se encargue de dichos proyectos. Si bien el estudio posiblemente esté pensando en exprimir cada centavo con esta nueva franquicia comiquera, el fandom geek puede estar tranquilo porque mientras Ryan Reynols tenga opinión y juegue de manera fuerte en todos los proyectos donde Deadpool esté relacionado, habrá buenas películas.
La película arranca con los mismos recursos: un montaje hecho con una canción clásica. Tenemos a Wade en el centro de la escena diciéndonos que para entender lo que pasa, tenemos que saber qué ocurrió hace seis semanas. Y el miedo de que veamos una especie de remake de la primera puede que nos invada. Nada más alejado de la realidad: Deadpool 2 es fresca, es original, sabe en qué medio se está moviendo y juega con eso. Es una sorpresa y una alegría que, en el mundo de las películas superheroicas, podamos contar con “the merc with a mouth” para darnos algo original.
Deadpool 2: ¿Qué hacés leyendo este título? Deberías ir a ver la película. Llega la segunda parte del queridísimo Deadpool, con mucha más acción, estilo, profundidad y chistes que su anterior película. ¿Por qué tienen que ir a verla? Sigan leyendo por favor. La Deadpool de 2016 tenía ese aire fresco, sorpresas en términos de humor en un mundo de superhéroes donde él no específicamente es uno. ¿Alguien? Temía que esta secuela se derrumbe debido al cambio de director (Se fue Tim Miller, entró David Leitch). Podría haber sucedido un fracaso al estilo Kick-Ass, ¿no?, con una gran primera película pero sin éxito queriendo ser más oscura en la secuela. Pero, este no es el caso de Deadpool 2. Está muy lejos de serlo debido a que el factor importante de este film fue, es y será el señor Ryan Reynolds. Desde la publicidad que impone en todos lados poniéndose el traje de Deadpool, yendo de aquí para allá hablándonos a nosotros, al espectador, rompiendo esa pared con simpatía y humor, hasta su descollante actuación en esta secuela. No olvidemos que Ryan Reynolds, además de ser uno de los guionistas de la película, no es mal actor. Al menos se lo podría considerar un laburador nato, sino miren Buried (2010) sosteniendo él solo toda una película de 1 hora y 35 minutos. Intentaré contar lo menos posible de la trama, más allá de que Ryan “Deadpool “Reynolds nos lo pide, para no estropear las sorpresas. En sí los puntos de giro de la historia están vinculados a la locura de Wade Wilson, la cual es muy bien aprovechada para que en el transcurso del film los objetivos del protagonista vayan cambiando y produciendo así una película mucho más divertida. Todo esto basado en un arranque fuerte que duele como ese sentimiento de dolor que sentimos en la panza cuando no paramos de reírnos. Desde el 2016 sabemos que el personaje de Marvel, Cable, iba a aparecer en esta película, el cual no decepciona para nada. Él viaja en el tiempo para hacer algo, lo cual Deadpool intenta evitar. ¿No dije nada no? Prosigamos. En esta secuela, se reflexiona mucho más que en la primera el tema de ser héroe o no, de matar o no matar. El significado importante que evoluciona con respecto al anterior film es la profundidad. Los personajes están más desarrollados, especialmente los secundarios, además de Wade Wilson y el villano. Mucha más oscuridad y complicaciones atraviesan a los protagonistas. Además, existen apariciones excelentes, tanto del lado de los “buenos” como los X-Force que irradian humor, como el de los “malvados” que especialmente uno alegrará a algunos fanáticos. Las referencias que abundaban en la primera, son muchísimo mejores en esta segunda parte. Siendo el humor muy importante para Deadpool, estas referencias están mostradas de una manera graciosa y sorpresiva, con gran ingenio, elevando la ironía y el sarcasmo a límites insospechados. Las actuaciones son precisas. Josh Brolin convierte a Cable en algo tan querible como amenazador. Los viajes en el tiempo agregan una rama al mundo Deadpool ¿Y Marvel? ¿Avengers? ¿O nada que ver? Podría resultar muy importante. Asimismo Morena Baccarin como Vanessa, Zazie Beetz como Domino, Brianna Hildebrand de nuevo como Negasonic Teenage Warhead, el joven mutante interpretado por Julian Dennison el cual ya vimos en un gran film de Taika Waititi llamado Hunt for the Wilderpeople y hasta Karan Soni como Dopinder resaltan en las actuaciones de sus respectivos personajes. Todos estos personajes, todo este metahumor, atravesado por referencias y secuencias de acción impresionantes e hilarantes se produce gracias a la estupenda sintonía a la hora de escribir que tienen los guionistas como Rhett Reese, Paul Wernick y el mismísimo Ryan Reynolds, enriqueciendo todo lo que hicieron en la primera. Además como mencionamos sobresale la mano del nuevo director David Leitch (John Wick, Atómica) debido a las coreografías de las escenas de peleas, sin temblarle el pulso cuando los brillantes efectos especiales se destacan en la pantalla. También se emplea Jonathan Sela como director de fotografía quien ya trabajó con el director, trabajando muy bien la cámara en los momentos de acción, trayéndonos esa adrenalina a la hora de los golpes como lo hizo con Atómica y John Wick. Pareciera que Deadpool o Ryan Reynolds disfruta de tener todo este arenero para jugar solo y divertirse. Obviamente llama a algunos amigos para que lo ayuden, pero él arma los castillos de arena que luego destroza, mea y los vuelve a construir para volver a destrozarlos con una sonrisa y hacerte llorar. El humor requiere de sorpresa. Tener un personaje que se ríe de sí mismo, abre muchas puertas y es una gran manera de sorprender ya que nada se toma en serio, absolutamente nada. Desde el humor oscurísimo hasta el humor sonso, esta pieza cinematográfica pasa por todos los estados de llorar de la risa, hasta no saber por qué tus ojos se llenan de lágrimas. Completamente hilarante. Finalmente la escena post-créditos (¿La mejor de todas?) reconfirma el por qué Deadpool y Ryan Reynolds son lo mejor que le pasó al universo de los superhéroes. Es la frutilla del postre que te sirven en un viaje lleno de humor y locura. Es el moño de una caja de regalos llena de sorpresas. Es… es el mejor final de una estupenda película. Hola Sr. Deadpool, lo extrañábamos.
Hay equipo “Deadpool 2” (2018) es una comedia de Marvel que funciona como secuela de “Deadpool” (2016). En esta oportunidad el encargado de dirigirla fue David Leitch, reconocido por la primera entrega de “John Wick” (2014), aunque en esa ocasión no fue acreditado, y “Atómica” (Atomic Blonde, 2017). Ryan Reynolds vuelve a producirla y ponerse en la piel del antihéroe, esta vez también participando de la escritura del guión junto a Rhett Reese y Paul Wernick. En el reparto retornan algunos de los actores de la anterior, tales como Karan Soni, T. J. Miller, Brianna Hildebrand y Morena Baccarin; aparte, se suman bastantes nuevos: Josh Brolin, Zazie Beetz, Julian Dennison, Lewis Tan, Rob Delaney, entre otros. Ya convertido en todo un mercenario que utiliza sus habilidades para matar a delincuentes, narcotraficantes y asesinos, Deadpool (Ryan Reynolds), por más roto que esté en su interior, debe enfrentar otro problema que involucra a un joven llamado Russell (Julian Dennison), el cual se nombra a sí mismo Firefist por su poder de crear fuego con sus manos. Aparte de que el chico no quiere volver al orfanato de mutantes donde vivía, pronto comenzará a ser buscado por Cable (Josh Brolin), un villano que puede viajar en el tiempo. Deadpool, dándose cuenta que no puede ocuparse del asunto sin ayuda, formará la “X Force”, un equipo compuesto por otros mutantes que rápidamente se pondrá manos a la obra Si en la primera película nos sorprendimos con este personaje irreverente, gracioso y malhablado, aquí todo se eleva a la máxima potencia. Tanto la acción como los chistes abundan durante las dos horas de metraje, lo que para algunos puede jugar en contra ya que no hay respiro. Las bromas se suceden una tras otra, y aunque muchas continúan siendo súper ingeniosas, haciendo referencias buenísimas al mundo de Disney, DC, X-Men y hasta a Justin Bieber, otras no generan la risa buscada por sucederse tan rápidamente. En cuanto a la estructura narrativa, en su primer visionado la cinta resulta rara porque como espectador cuesta captar qué camino quiere tomar el director con la historia. En los primeros minutos parece que el foco estará puesto en la relación de Wade con su novia Vanessa (Morena Baccarin) y en cómo él pasa sus días combatiendo a los criminales sueltos por el mundo, sin embargo luego el relato toma otra dirección completamente distinta, que a la larga llegamos a aceptarla porque no queda otra. No obstante, la segunda hora del filme tiene varias situaciones que podrían haberse acortado. Ryan Reynolds sigue siendo la opción perfecta para encarnar a Deadpool, logrando que sea imposible imaginarse a otro actor encarnando este papel. De las nuevas incorporaciones, Shioli Kutsuna como “Yukio” da ganas de que tenga más momentos en pantalla hablando con Wade y Zazie Beetz en el rol de “Dominó” tiene mucha presencia sin decir muchas palabras. En cuanto a los actores que ya estaban en la primera, se esperaba más participación de Brianna Hildebrand como “Negasonic”; la joven mutante tiene incluso menos escenas que en 2016. Si vas a ver “Deadpool 2” por su humor negro, ironías, referencias a otras películas y alguna que otra situación grotesca, que no te quede duda que la vas a pasar fenomenal. En mi caso prefiero a su predecesora, que me pareció mucho más clara con lo que quería reflejar. Eso sí, la última escena post créditos se convierte en una de las mejores en lo que va de filmes de superhéroes, ya sea por lograr una situación desopilante como por burlarse con inteligencia de errores cometidos en el pasado.
Las segundas partes pueden ser mejores. En medio del boom cinematográfico que marcó la llegada de Infinity War, Marvel no detiene su marcha y ahora nos trae el estreno de la secuela de Deadpool, el irreverente superhéroe mutante interpretado por Ryan Reynolds. Manteniendo esa calificación R, atípica para el género, esta nueva entrega de las aventuras de Wade Wilson da un paso adelante en todos los sentidos, incluso prometiendo su entrada al famoso Universo Cinematográfico de la Casa de las Ideas. Si la firma liderada por Stan Lee marcó una nueva forma de hacer películas de superhéroes con su mega ambicioso MCU que hace pocas semanas decantó en esa máquina de romper records que es Avengers: Infinity War, tampoco se ha quedado atrás en términos de innovación a la hora de presentarnos personajes con súper habilidades que lejos están de ese espíritu inicial, algo más acartonado, que veíamos en las primeras historietas que dieron origen al género. Historias como la de Ant-Man o la gran revelación que supo ser Guardianes de la Galaxia (otra que ya cuenta con su secuela), pasando por la nueva versión que vimos del Hombre Araña en Homecoming, son solo algunos ejemplos de esta nueva manera de hacer cine superheroico que probablemente encuentre su mayor expresión en Deadpool. Calificadas como aptas solo para mayores de 18 años, ambas películas que presentan a Wade Wilson como protagonista no solo rompen el molde en términos de humor pasado de la raya, negro y desbordado de malas palabras sino que marcan la diferencia en el género prácticamente en todas sus escenas. Desde los créditos iniciales, pasando por sistemáticas rupturas de la cuarta pared, giros inesperados que involucran a los protagonistas, cameos tan inesperados como geniales y un sinfín de referencias a la cultura pop a la que pertenece, Deadpool pasó de la noche a la mañana de ser un personaje solo conocido por los amantes de los comics a un fenómeno cinematográfico de los más populares. Y si su primera entrega marcó ese enorme salto, la secuela no solo enfrentaba el desafío de estar a la altura sino de usar esa base para innovar, para dar el siguiente paso pero sin contar con esa enorme ventaja de la sorpresa, de la novedad. Y vaya que lo logra. Wade Wilson aka Deadpool no encuentra el rumbo. Se siente perdido, no encuentra una razón de ser ni una causa para canalizar sus grandes habilidades. Ni siquiera su aparente incorporación a los X-Men puede llenar ese vacío existencial que lo aqueja. Pero cuando su primera aventura con los mutantes liderados por Charles Xavier termina con la llegada de un viajero en el tiempo con sed de venganza hacia un joven que apenas está descubriendo sus propios poderes, Wade encuentra la cruzada que estaba necesitando. El joven viene a ser Firefist, también conocido como Russell, un gordito de unos trece años que usa el fuego como arma a través de sus puños y que aparentemente en un futuro no muy lejano su camino se desviará de la senda del bien para convertirlo en el asesino de la familia de Cable, ese villano que ha regresado en el tiempo para eliminarlo y así recuperar a sus seres amados. Junto a un inesperado grupo de justicieros salidos de un casting, Deadpool conformará la que él bautiza como X-Force, una banda de despistados con buenas intenciones que intentará salvar el día. Asegurando la carcajada en prácticamente cada fotograma, la secuela de Deadpool cumple con todas las expectativas a partir de un Ryan Reynolds monumental, un elenco secundario que lo potencia (incluyendo al propio Thanos de Infinity War, Josh Brolin, que acá nuevamente interpreta al villano, Cable), ese humor que ya le conocemos pero recargado, un guion que entretiene, intriga y hasta nos deja pensando y una escena post créditos (una sola, sí, y ni bien terminada la película así no hay que quedarse eternamente hasta el final) que es hasta mejor que las dos horas de largometraje que acaba de terminar.
Volvió él. Sí, el más desagradable, corrosivo, e incorrecto héroe que Marvel dio a luz. Tras una lograda primera película, Deadpool2 profundiza en aspectos trabajados anteriormente sobre las características del personaje y su universo y las lleva más allá. Hay nuevos compañeros, una pérdida, y no mucho más para contar para evitar revelar aspectos de una trama simple que reitera fórmulas pero que es efectiva y potente en su propuesta. Quédense a ver la escena post créditos INCREIBLE.
Con la industria dominada desde hace más de diez años por películas de superhéroes, los productores están obligados a buscar nuevas facetas alejadas de lo ya visto para mantener cautivo al público. En esa línea nació hace un par de años Deadpool, una sorpresa mayúscula que apostaba por un humor lleno de puteadas y referencias sexuales. Con esa misma fórmula llega ahora su secuela. Es cierto que hubo varias películas que satirizaron el universo de los superhéroes (desde la seminal Iron Man hasta dos entregas de Kick-Ass, pasando por Ant-Man o Guardianes de la Galaxia), pero ninguna lo hizo de forma tan abierta y autoconciente como este film dirigido por David Leitch y protagonizado por Ryan Reynolds. La nueva aventura de la oveja negra del universo de Marvel lo encuentra al borde del suicidio después de una serie de acontecimientos que conviene no revelar. En plena crisis existencial, tendrá que armar un particular grupo de superhéroes para proteger a un chico mutante con poderes especiales de las garras de Cable, un soldado interpretado por Josh Brolin que viene del futuro con la única misión de matarlo (sí, referencia directa a Terminator que la película reconoce). Deadpool 2 apuesta por un humor zafado y estrictamente autorreferencial, incluyendo en prácticamente todas las secuencias un guiño hacia otras películas del mundo de los encapotados. Más allá de la eficacia como sátira, el problema es que no hay una resonancia más allá de ese diálogo metadiscursivo, lo que convierte al film de Leitch en otro paso hacia la clausura del género a su séquito de fanáticos. Con su humor extremo y adolescente como principal arma, Deadpool 2 es algo irregular y no tan lograda como la primera, dado que lo que hace un par de años resultaba sorprendente hoy ya no lo es tanto. Se trata de un ejercicio disfrutable para aquellxs con conocimiento de los avatares de los últimos quince años de Superman, Batman, Iron Man, Thor y toda la troupe. Para los neófitos, en cambio, se tratará de una experiencia desconcertante.
Si Deadpool hablara de la crítica de cine en el mismo tono en el que opina de todo lo demás, diría algo así como: “Ya sé que van a aparecer los sabelotodo de siempre diciendo que Deadpool 2 no es tan graciosa como la primera porque es más de lo mismo, pero me los paso por ahí por donde se imaginan”. En efecto: si el eterno desafío de las secuelas es cómo estar a la altura de la original sin repetirse, digamos que Deadpool 2 es una digna segunda parte, pero ya no cuenta con la ventaja del efecto sorpresa. El personaje creado hace 27 años por el guionista argentino Fabián Nicieza y el dibujante Rob Liefeld es a los superhéroes lo que Scream fue al terror: se burla de los clichés del género desde adentro, sin negar su pertenencia al rubro pero manteniendo una distancia irónica. Fiel a su naturaleza, acá vuelve a romper la cuarta pared para dirigirse al público y otra vez despliega su arsenal verbal para reírse de lo que está ocurriendo en la aventura. Y muchos de los chistes son efectivos, pero hay un agotador abuso de guiños a la cultura pop (algunos son tan intraducibles que en el subtitulado están cambiados por referencias latinas). Un par de veces, Deadpool bromea sobre la pereza creativa y por momentos el guión -firmado nuevamente por Rhett Reese y Paul Wernick, ahora junto al propio Ryan Reynolds- cae en ella, insistiendo con mencionar celebridades o poner canciones melosas de los ’80: recursos hiperexplotados en las comedias estadounidenses de los últimos años. Si la anterior era tan divertida que no queríamos que terminara nunca, las dos horas de esta se sienten en el cuerpo. De todos modos, hay unos cuantos momentos que hacen que Deadpool 2 valga la pena. Uno de ellos es la creación de la X-Force, con el casting previo y la aparición de un gran personaje, Domino, cuyo superpoder a primera vista parece absurdo pero es uno de los mejores: tener buena suerte. Otro es la interacción con los X-Men “serios”. Pero lo mejor viene en la yapa del final, cuando vemos qué pasa cuando una máquina del tiempo cae en manos irresponsables.
Deadpool 2 es uno de esos pocos casos en los que la secuela supera a la película original. El regreso del superhéroe zarpado y gracioso que interpreta Ryan Reynolds tiene secuencias de acción impactantes, un villano sólido, personajes secundarios atractivos y un humor un poco más afilado. El film de David Leitch mantiene un buen equilibrio entre acción y comedia con algo de drama con una historia en la que el superhéroe tiene que superar lo que ha perdido pero también a la posibilidad de mejorar, ayudando a un adolescente con superpoderes que corre el riesgo de seguir el mal camino, interpretado por el talentoso Julian Dennison ( Hunt for the Wilderpeople). Una de las secuencias iniciales, un montaje en el que Deadpool elimina enemigos mientras suena "9 to 5", de Dolly Parton, establece el estilo para las escenas de acción, en las que el ritmo acelerado de edición no impide una narración clara y las peleas tienen una cualidad más terrenal, aún cuando hay superpoderes involucrados en el acto. El villano Cable se mantiene en un registro fuera del humor y eso también aporta a la fuerza dramática de la película. Además, está encarnado por Josh Brolin, candidato al premio al mejor villano del año por este trabajo y por Avengers: Infinity War. El humor ya conocido de Deadpool, que rompe la cuarta pared y hace múltiples referencias a la cultura pop, está mejor desarrollado en esta segunda entrega, aunque no evita la canchereada excesiva y el chiste fácil.
Para todos aquellos que se regocijaron con este personaje “irreverente, que se desprecia a si mismo, infantil, violento, irritante, un verdadero antihéroe en traje de superhéroe” como le gusta definir a Ryan Reynolds a su personaje, encontraran que esta secuela esta a la altura de la primera y la mejora. Es que el actor, productor y coguionista de esta entrega le otorga la personaje una a enorme irreverencia que le permite burlarse de los X Men, de los Advengers, de Frozen, de Barbra Streissand, del eterno Logan de maravilloso Hugh Jackman que entra en el juego, al más malo de Thanos con quien comparte el actor, y la lista sigue. Desde los títulos ya se advierte el tono juguetón y loco, la banda sonora, el humor delirante y el agregado después de un tiempo de créditos (NO irse del cine con el final de la película) que le pone una regocijante frutilla al postre a esta entrega y no adelanta lo que se viene. La incorporación de David Leitch (“John Wick) como director le otorga toda la polenta a las escenas de acción de gran despliegue con efectos especiales “imposibles” y el guión se acomoda a un “Deadpool” que también sufre, tiene sentimientos, va a defender a un adolescente castigado y desatado y formara la “X Force” con un casting desopilante, pero con la incorporación de personajes dominantes y carismáticos destinados a durar. Con “Cable” y “Domino” especialmente. Reynolds junto a los guionistas de la primera entrega Rhett Reese y Paul Wernick son una máquina de gags y burlas dentro de un argumento que los contiene. Reynolds puede ponerle carga emotiva a su rol y a los pocos minutos burlarse de si mismo, pero con la misma intensidad. Si bien cae en lugares comunes de las producciones de este tipo, sabe desmarcarse como para que nadie lo tome demasiado en serio. Un entretenimiento que funciona en los mínimos detalles, con ironías en catarata que pueden perderse entre tantos dardos que dan en el blanco siempre. Esta secuela tendrá el mismo o más éxito que la primera y ya se habla de una tercera.
Deadpool 2, de David Leitch Por Jorge Bernárdez Con el antecedente de haber hecho de Deadpool un inesperado éxito en 2016, llega ahora la segunda película de este supehéroe mutante, bocón, procaz, que se jacta de no cumplir con ninguna pauta de las que se supone deben seguir los superhéroes. El desafío es cómo hacer una película que logre repetir a la anterior pero a la vez agregar información de manera que la historia vaya hacia algún lado. En este caso, las pautas son dinamitadas desde adentro, de tal manera que esta vez el héroe deja de ser un bufón violento para tratar de armar un grupo de cruzados que lo acompañen para cumplir una misión. Deadpool deja ser un héroe solitario, todos los seguidores de los cómics lo saben, pero el universo de Marvel en cine no siempre sigue los parámetros de los cómics al pie de la letra, Aún así se produce en esta película algo que los seguidores de Marvel esperaban: se forma la X Force. ¿Y qué se supone que es la X Force? Un grupo de mutantes paralelo al de los X Men -algunos de sus miembros aparecen en la película- y muchas referencias y chistes hacen que esa otra formación de Marvel tengan un peso importante. Deadpool no sería nada sin Ryan Reynolds pero tampoco sin Cable, el villano que interpreta Josh Brolin, ni Domino que es una de las integrantes de la X Force interpretada por Zazie Beetz. Es sin duda un tema de debate si el espíritu de comedia que muestra esta nueva etapa de todo el universo Marvel es pan para hoy y hambre para mañana, teniendo en cuenta que el exceso de auto conciencia pone a este héroe al borde del cinismo. También hay que decir que Los Vengadores: Infinity War resultó sorpresivamente dramática, aunque sabemos que hay que esperar a la continuación para ver que paso en la agrupación central de héroes creados por Stan Lee. Cómo ya saben los seguidores de esta películas hay que quedarse hasta el final, en general suele haber después de los créditos una especie de pista sobre lo que sigue y en esta ocasión podemos decir que estamos en presencia de una de las mejores secuencia pos créditos de todas las películas de Marvel. Por otro lado y ya que estamos, hay que decir que la secuencia inicial de créditos es una parodia exquisita de los finales de la saga de James Bond. DEADPOOL 2 Deadpool 2. Estados Unidos, 2018. Dirección: David Leitch. Guión: Rhett Reese, Paul Wernick y Ryan Reynolds. Intérpretes: Ryan Reynolds, Josh Brolin, Morena Baccarin, Julian Dennison, Zazie Beetz, T.J. Miller, Brianna Hildebrand, Stefan Kapicic, Bill Skarsgård, Terry Crews. Producción: Ryan Reynolds, Simon Kinberg y Lauren Shuler Donner. Distribuidora: Fox. Duración: 119 minutos.
La película en chiste Por donde se la mire Deadpool 2 (2018) representa una mejora astronómica para el incipiente serial cómico de Fox. La primera parte batió récords allí por 2016 como la película “apta para mayores” más taquillera de la historia pero formalmente fue poco más que una prueba de campo, un demo conceptual con una personalidad llamativa en el cual la historia (un enorme flashback carente de interés) había sido lo último en ser pensado. La secuela por otra parte tiene forma de película, y a la vieja usanza de los grandes estudios ha sido pensada en clave megalómana (más larga, más cara, más violenta, más de todo). La ironía es que por más alarde que haga Deadpool 2 sobre su propia irreverencia, la trama sigue un esquema harto clásico para el género de superhéroes: comienza con una tragedia, el protagonista se replantea su identidad, adopta una misión, arma un equipo, el equipo se convierte en una familia postiza y juntos terminan peleando por el bienestar del mundo. La realidad es que la serie no es ni la mitad de transgresora de lo que se cree y a menudo desperdicia la carta blanca de la creatividad en meter sangre y profanidad donde Disney normalmente no permitiría. Debajo del filtro de la violencia y las malas palabras yace el calco del mismo tipo de película que Deadpool 2 pretende criticar: la misma estructura, la misma moral. “Esa es la parte negativa de la crítica,” diría Deadpool, que posee el emblemático don de romper la cuarta pared. Esencialmente una caricatura sadomasoquista, morbosamente consciente de su rol en una película protagonizada por sí mismo, Deadpool se balancea en la fina línea que separa lo gracioso de lo molesto con mayor y menor éxito. El chorro de referencias pop se vuelve agotador (y mucho menos efectivo al contrastar lo que dicen los personajes con las traducciones pobremente localizadas que ofrecen los subtítulos, ej. reemplazar a Dave Matthews con Arjona) y la película tiene la manía de repetir sus chistes ad nauseam: la balada romántica toca en el momento inadecuada, Deadpool acusa a los guionistas de perezosos, se reciclan los chistes sobre las carreras de Hugh Jackman y Ryan Reynolds, etc. Deadpool 2 es más graciosa e ingeniosa cuando los guionistas se dejan llevar por la corriente del inconsciente y llevan la película a sitios más surrealistas, rebuscados, imposibles de procesar en la pantalla sin reírse de lo ridículos que se ven. Los chistes “porque sí”, que en definitiva son lo que definen la naturaleza imprevisible y despreocupada de Deadpool: presentar los créditos iníciales como una coreografía hipnótica a lo James Bond, sacrificar una generosa porción del elenco a muertes tan caprichosas como las de la serie Destino final, alargar innecesariamente el monólogo de un moribundo o darle al héroe las piernas de un bebé durante una de las escenas más dramáticas de la película. Cuanto más bizarra se pone la película, mejor. El otro gol de la secuela son las interacciones cómicas que Deadpool tiene con colegas considerablemente más serios que él, pero cada uno con una personalidad distinta. Regresan los X-Men Coloso, que quiere reformar a Deadpool cual Boy Scout, y Negasonic, que lo detesta. Se suman Cable (Josh Brolin), un amargo cyborg que ignora las payasadas de Deadpool y Domino (Zazie Beetz), con el poder de tener buena suerte y salir bien parada y optimista de cualquier situación. Son personajes divertidos y una alternativa refrescante al típico sarcasmo del superhéroe de Marvel. La película ha sido dirigida por David Leitch, “uno de los dos tipos que mató al perro en Sin control”, así que la acción está en buenas manos. Es entretenida, quizás un poco larga como para mantener exitosamente su fingida actitud de irreverencia, y bastante graciosa cuando no se está repitiendo y se anima a ser más ocurrente. Pero hay algo medio hipócrita en el fondo, sobre un estudio que con una mano hace chistes sobre los X-Men (“una metáfora obsoleta sobre el racismo,” según Deadpool) mientras que con la otra prepara cinco, diez, veinte nuevas películas en la serie. Por no mencionar el contradictorio mensaje sobre matar desinteresadamente pero nunca pasionalmente. Culpo a los guionistas. Deadpool mencionó que eran perezosos.
Si bien el regreso de Deadpool tiene los suficientes momentos graciosos para pasar un momento entretenido con el personaje en el cine, no deja de ser una continuación que ofrece más de lo mismo. La primera producción fue un huracán que tuvo la virtud de deconstruir el género de superhéroes, con una propuesta que adaptaba con ingenio la transgresión que caracteriza al psicópata Wade Wilson en el mundo de Marvel. Si tenemos en cuenta el desgaste que acarrean este tipo de relatos, la llegada de Deadpool tuvo un impacto enorme y no era para nada sencillo superar la primera entrega. De hecho, tal vez era una tarea imposible. Especialmente cuando los productores tampoco tuvieron tanto tiempo en pensar el futuro del personaje, ya que el estudio Fox enseguida puso en marcha la secuela y eso se nota mucho en la nueva producción. En este caso nos encontramos con un Deadpool fagocitado por la industria de Hollywood que reaparece en una película que no toma ningún riesgo ni se esfuerza por intentar ofrecer algo diferente. El departamento de marketing de Fox hizo un relevamiento sobre las cosas que más le gustó al público en el film del 2016 y en el nuevo proyecto las multiplicaron por 10. Algo muy similar a lo que ocurrió con la continuación de la comedia ¿Qué pasó ayer? o en un caso más extremo, Guardianes de la Galaxia 2. Por consiguiente, ese espíritu anárquico e irreverente que tenía la Deadpool original ahora se convirtió en una fórmula predecible que estanca al rol de Ryan Reynolds en la redundancia. En este exceso de referencias a la cultura popular y el género de superhéroes, más la constante ruptura de la cuarta pared para hablarles a los espectadores, te encontrás con escenas graciosas que funcionan muy bien y son efectivas (desopilante la primera misión de X-Force) y muchas otras que hacen agua. Me pareció decepcionante por ejemplo que los guionistas tuvieran la pereza de repetir chistes del primer film como la mención a Patrick Stewart o el tema del aterrizaje de los superhéroes. Especialmente cuando la extensa campaña de trailers brindó situaciones originales más graciosas. La desventaja de Deadpool 2 es que de no ser por los sketches humorísticos que funcionan bien, la historia del film sería una producción olvidable de los X-Men, ya que el conflicto central es ordinario. También hay algunos momentos anti-Deadpool cuando el film intenta establecer situaciones dramáticas con el protagonista que no son convincentes. De todos modos, un aspecto muy positivo para resaltar que levanta la debilidad del argumento son las nuevas adiciones del reparto. En un año extraordinario para su carrera, Josh Brolin sobresale como Cable y aunque lamentablemente su rol no cuenta con mucho desarrollo, tiene una excelente química con Reynolds y te deja con ganas de ver más sobre este anti-héroe. Compro sin pensarlo una película de Cable con Brolin. Otra grata sorpresa que me gustó mucho fue la labor de Zazie Beetz como Domino que es un personaje fabuloso y se inserta a la perfección en el equipo de Wade Wilson. De hecho, su presencia termina por opacar a todos los personajes secundarios del film original, que en esta ocasión tuvieron roles muy limitados y no aportan nada. A partir del tercer acto, cuando podemos ver en más escenas el trío que conforman Deadpool, Domino y Cable, esta película encuentra sus mejores momentos. Más allá de la falta de riesgo que se percibe en esta producción, lo más decepcionante resultó la dirección de David Leitch. Uno de los grandes maestros que tiene el género de acción en la actualidad y que viene de sobresalir con dos películas estupendas como John Wick y Atomic Blonde. Su desempeño en las secuencias de acción dentro de este film resultó bastante genérico y me quedó la sensación que trabajó con las manos atadas por esta intención de los productores de darle más prioridad a las referencias chistosas. A Deadpool 2 le faltó un "momento Leitch" como la épica escena de pelea de Charlize Theron en Atomic Blonde, que filmó en un plano secuencia. En esta continuación hay numerosas situaciones de acción elaboradas con más presupuesto pero ninguna queda en el recuerdo a la salida del cine. Quiero remarcar lo siguiente para no transmitir un panorama demasiado negativo. La continuación de Deadpool es realmente entretenida y tiene sus momentos desopilantes (imperdible las escenas en la mitad de los créditos finales), pero en su intención de repetir la misma fórmula no consigue superar a la producción original.
Regresa el superhéroe más peculiar de Marvel. Después de su primera exitosa película, esta secuela apuesta a más, a magnificarlo todo. Presupuesto, humor, acción, burlas. "Deadpool 2" empieza tirando mucho fuego al asador. Aun así, no contaré demasiado, más allá de que él mismo se encarga de brindar spoilers en esa introducción. La cuestión es que tras sufrir algo importante, Wade (Deadpool sin el traje) se encuentra algo perdido. Hasta que el destino (y el trabajo que empieza en la escuela del profesor Xavier) lo cruza con Russell, un niño mutante que sufrió abusos en el internado donde se encuentra y eso lo lleva a desarrollar su poder hacia el lado de la furia y la destrucción. Acá entra en escena Julian Dennison, el niño protagonista de la divertida y conmovedora (y lamentablemente inédita en nuestro país) "Hunt for the wilder people", de Taika Waititi. En "Deadpool 2", Russell es también un niño en busca de una familia. Familia, una mala palabra tanto para él como para Wade, hasta que quizás pueda resignificarse. Deadpool nos lo advierte, aunque nos lo sea difícil creer: estamos ante una película para toda la familia. Y después aparecen decenas de muertes sangrientas y chistes sexuales. Porque ahí está gran parte de la gracia de este superhéroe. La aparición de Cable (nuevamente Josh Brolin en el mundo Marvel después de su increíble Thanos) desatará más problemas. Diciendo venir del futuro, quiere asesinar al niño antes de que éste pruebe asesinar y le tome el gusto. Esto lleva a Deadpool a armarse su propio ejército. En cuanto a trama, "Deadpool 2" es menos sólida y algo desordenada y caprichosa. Guionistas perezosos, acusa él mismo. ¿Y entonces cómo juzgar a la película si ya sabe lo que está haciendo? Seguidilla de chistes y referencias al mundo de los cómics y del cine especialmente, con escenas siempre cortadas por algún gag, a grandes rasgos, "Deadpool 2" funciona. En algún momento se cuelan escenas y chistes innecesarios, pero mayormente el Deadpool de Ryan Reynolds destila mucha gracia en su verborragia. En cuanto a dirección, David Leitch (uno de los directores de John Wick y el de Atomic Blonde) cumple aunque acá no se perciban las elaboradas escenas de acción de sus películas predecesoras. Quizás porque acá se apuesta más a los efectos especiales ante que a la artesanía de las otras. Ryan Reynolds nos vuelve a demostrar su carisma y sigue siendo lo mejor de la película. Como siempre, hay escenas después de los créditos (no los finales, así que no es necesario quedarse hasta el final, final), y están entre lo mejorcito del film.
Hay equipo En la industria audiovisual siempre se ha dicho que segundas partes no son buenas, pero entonces qué hacemos cuando esa segunda entrega es ligeramente peor que la primera, porque no es peor ni es mejor, es simplemente menos graciosa. Ese es el extraño caso de Deadpool 2, una segunda parte que divierte y causa gracia, pero no tanto como su hermana mayor. Para aquellos que no me entendieron en mi laberinto de palabras se pueden quedar tranquilos: Deadpool 2 no es mala ni por asomo, pero se queda un paso atrás de la primera Deadpool. Tiene la misma fórmula de chistes, la misma violencia, pero se pone algo “chiclosa”, se pierde un poco en la insistencia por meter gags ochentosos y referencias culturales que aquí, en la Argentina, pasan desapercibidos. Pero todo vuelve a la normalidad con momentos gloriosos como la creación de X-Force o los créditos iniciales y finales. A pesar de eso, nuevamente con Ryan Reynolds al frente, una efectiva campaña de marketing de expansión viral, el carisma del personaje y un soundtrack ejemplar, se espera que nuevamente la recaudación explote por los aires.
No cabe duda que el cine de superhéroes sigue siendo de lo más rentable en estos últimos años y que es un fenómeno que crece y crece con cada año, algunas franquicias ya comenzaron a forjar un desenlace para darle el lugar a nuevos héroes por conocer en la gran pantalla, pero muy pocas veces se los ven a estos personajes salidos de las viñetas en otras situaciones totalmente distintas a las que ya conocemos, “Watchmen” de Zack Snyder fue una de las pioneras en marcar la diferencia en donde se veía ciertas situaciones den donde predominaba la violencia, el lenguaje adulto y por supuesto, alguna que otra escena de índole sexual, en el 2016 llegaba a los cines “Deadpool”, una cinta basada en el personaje creado por Fabian Nicienza y Rob Liefeld para Marvel que llego para cambiar un poco las cosas y darle un tono más adulto al género de cine comiquero, pero siempre respetando algunas cosas habituales en este tipo de películas, Ryan Reynolds tuvo su oportunidad de redimirse dentro de este género tras su breve y fallida participación en “X-Men: Orígenes Wolverine” y ni que hablar de la desastrosa película de “Linterna Verde”, ya pasaron dos años del estreno de “Deadpool” y Ryan Reynolds nuevamente se prepara para la acción en esta secuela que promete mas disparates, sangre, secuencias de acción y por supuesto, burlarse de todo y de todos. Wade Wilson ahora trata de llevar una vida lo más pacifica posible junto a Vanessa, ambos quieren llevar su relación a un nuevo nivel y buscar formalizar una familia, pero claro, esta no es una bella historia de amor, a Wade se le arrebatan de sus manos todos esos sueños, ahora buscara venganza y destruir a todos los responsables, en su búsqueda se topara con Russell, un niño cuyos poderes mutantes pueden generar problemas en un futuro, es ahí en donde aparece Cable, un viajero del tiempo que viajo con solo un motivo en mente: eliminar a Russell, Wade ayudara al pequeño, pero para eso debe buscar nuevos reclutas que estén dispuesto a ayudarlo, ellos son los X-Force. “Deadpool 2” mantiene la esencia de la primer entrega, Ryan Reynolds una vez más deja en claro que él es el único capaz de interpretar al personaje de una manera tan acertada, los nuevos personajes también cumplen, pero cabe destacar que Josh Brolin como Cable esta excelente, la dupla con Reynolds funciona y ya estamos ansiosos en volver a ver a estos dos compartiendo pantalla, por su parte Zazzie Beetz como Domino está bastante correcta y le da el toque femenino necesario a la película, lo que no me convenció del todo fueron los X-Force, estos mutantes que se unen a Deadpool y forman este particular equipo, pero ojo, dentro de sus integrantes hay una sorpresa inesperada, no se trata de Bill Skargard ni Terry Crews, hay otro reconocido actor que hace una breve participación en la cinta. Las diferencias creativas también se hicieron presentes en esta película y es por eso que Tim Miller abandono la silla como director y fue suplantado por David Leitch, quien salto a la fama por ser uno de los directores de “John Wick” y la reciente “Atómica”, la dirección está bien realizada, ya que Leitch ofrece buenas secuencias de acción (con alguna que otra escena con CGI) a lo largo de toda la cinta. En definitiva, “Deadpool 2” se mantiene al mismo nivel que su antecesora, las escenas de acción son buenas, las nuevas incorporaciones al elenco son acertadas y el humor convence pese a que en algún momento no funciona, pero en otros esta tan bien planteados que no diré para evitar spoilers.
El superhéroe más trash surgido del sello de Marvel vuelve al ruedo, esta vez tratando de redimir sus múltiples salvadas para lo cual protege a un chico mutante de un poderoso asesino del futuro. Es decir, algo así como Deadpool contra Terminator, y con la famosa escena de los Mutantes de los X Men como fondo necesario para la mejor autoparodia de Marvel. Es que en esta vertiginosa secuela, Deadpool intenta armar su propio grupo de mutantes defensores del bien al que llama X Force, lo que da lugar a la presentación más bien efímera, pero muy divertida, de una larga serie de personajes estafalarios sin desperdicio. Las secuencias del armado y la posterior declabe de este nuevo grupo de antihéroes está entre lo mejor de esta película que, con "Avengers: Infinity War" aún en cartel, agrega un matiz diferente a la saturación de películas de Marvel que bombardean al público este año. En este sentido, basta decir que Josh Brolin, que aportaba su voz al villano de la nueva entrega en la serie de Avengers, vuelve a aparecer aquí como soldado que viene del futuro para liquidar al chico con poderes flamígeros, y que de no ser detenido podría convertirse en un líder del mal. Hay gags formidables, como por ejemplo la secuencia de títulos, y también quizá demasiadas escenas de acción y efectos especiales, ya que con tanto film de esta fábrica no hay modo de que en un punto las películas no se parezcan entre sí. Lo que ofrece Deadpool es un humor corrosivo, y en ese sentido da en el blanco.
Sin duda alguna no fue fácil hacer una secuela a la altura de la primera entrega de la adaptación fílmica de Deadpool, el mercenario jocoso y parlanchín interpretado por Ryan Reynolds. En 2016, Deadpool resultó una gran sorpresa y se consagró como uno de los más exitosos referentes de las películas de Marvel Studios, en el tándem de franquicias de los X-Men de 20th Century Fox (aunque ahora todo es propiedad de Disney). La película de Tim Miller resulto ser la primera adaptación de un popular personaje del mundo del comic mainstream en ser calificada como R / mayores de 17 años en los Estados Unidos, algo hasta entonces jamás pensado en una película de superhéroes. A pesar de esta restricción, Deadpool supo consagrarse como una de las producciones más rentables de aquel año. Por este motivo, FOX se encomendó a correr el riesgo de no tener miramientos, ni reserva alguna con Logan (2017), la emotiva despedida de Hugh Jackman y Wolverine, también calificada como Rated-R en los Estados Unidos. Aquella visión inicial de Tim Miller y Ryan Reynolds, fue recibida con unánime entusiasmo por la crítica y público en general. Pero las desavenencias creativas que implicaban abordar una secuela directa hicieron que el director Tim Miller no formara parte de la actual producción. Por lo que este segundo episodio está a cargo de David Leitch (John Wick y Atomic bonde), tomando las riendas de la dirección, consolidándose al otorgar a este implacable e intrépido bufón de las viñetas Marvelitas una idónea adaptación que se propone subir la apuesta de su predecesora: desafiando las probabilidades, la franquicia rompe el molde de la historia original y crea algo totalmente nuevo para Deadpool 2, manteniéndose fiel al personaje y ampliando su sensacional y delirante universo. Después de una primera película avocada a una historia de origen, que supo eludir fórmulas y convencionalismos, Deadpool vuelve más hablador, delirante y violento que nunca. Por demás dispuesto a romper la cuarta pared con la misma inteligencia y desfachatez que hace dos años. Ahora Wade Wilson/ Deadpool busca equilibrar su oficio como delirante super-antihéroe, su pareja con Vanessa (Morena Baccarin) y un delirante entorno de amigos. Pero aunque Deadpool sea un vulgar y divertido payaso, como el mismísimo Spider-man, se dará cuenta que los grandes poderes implican grandes responsabilidades: cuando un viajero del tiempo, llamado Cable, interpretado por el siempre magistral Josh Brolin, llegue al presente encomendado a la terrible misión de cobrarse la vida de un adolescente mutante dotado del potencial de poner en peligro la existencia de humanos y mutantes en el futuro. Entonces Deadpool tomara partido, decidido a hacer todo lo posible para proteger al muchachito… Esta vez, contando con un poco de ayuda. La primera entrega se dedicó a esclarecer que siendo también un mutante, Deadpool, mantiene una relación por demás ambigua con los populares X-MEN. Por lo que la trama le permite desarrollar un universo que es realmente específico para el personaje, ofreciéndole un círculo más amplio, dado que la película se encomienda a la génesis de la formación de la X-FORCE: un grupo de mutantes radicalizados, que difiere en su metodología con los X-MEN, siendo sumamente extremos y provocadores en sus métodos. Ryan Reynolds, siempre inquieto y multifacético, heredero del humor y elocuencia que en la década del ochenta perteneció al recordado Chevy Chase, es el actor ideal para encarnar al mercenario invulnerable. Reynolds, siempre involucrado con el personaje, resulta un apéndice en cuerpo presente de la cínica paleta de emociones que el personaje manifiesta en las viñetas. Josh Brolin, como Cable/Nathan Summers, consagra otra victoriosa interpretación de un personaje de Marvel después de su tremenda actuación como Thanos en el mega-éxito de taquilla Avengers: Infinity War (2018). Cable, el estoico y malhumorado viajero del tiempo, en manos de otro actor hubiese resultado una mueca de Clint Eastwood -medio cyborg- en plan fantástico. Pero la pericia de Brolin, encuentra la vuelta de tuerca ideal para la comedia en el gesto adusto y hastío del personaje, tal como años atrás lo hiciera como un jovial reflejo de Tommy Lee Jones en Men in Black 3. En cuanto a los roles secundarios, destacamos la actuación de la actriz Zazie Beetz (a quien vimos en series como Atlanta, Easy) como Domino, una heroína mutante manipuladora de la suerte, resultando sumamente genial en su tiempo en pantalla, manteniendo una elocuente química con Brolin y Reynolds, dándole al delirante Deadpool una antítesis serena y por demás irónica. Con Colossus (Stefan Kapičić) y Negasonic Teenage Warhead (Brianna Hildebrand), los X-Men vuelven a estar presentes en plan de llevarse a rastras a Deadpool por la buena senda… de maneras únicas. En tanto Julian Dennison (Hunt for the Wilderpeople. 2016), aporta todo el desenfado al joven mutante, que no podrá eludir el acecho del implacable Cable en su misión por salvaguardar el futuro de las especies. La trepidante acción y comicidad dará lugar a presentar una formación de la X-FORCE, integrada por Terry Crews (Brooklyn Nine-nine) como Bedlam, Lewis Tan (Into the Badlands) como Shatterstar, uno de los más emblemáticos personajes de la década del 90 en Marvel Comics, además de Bill Skarsgård, lejos de la siniestra mueca de Pennywise (IT) como Zeitgeist, y Rob Delaney como Peter… Si, crean que vale la pena verlos a TODOS en acción. Deadpool 2 se burla de las películas de superhéroes y de sí misma, estando brillante e ingeniosamente calibrada con hermosas secuencias de acción en astuta mixtura con el humor más desenfrenado. Esta segunda entrega se vale de todo el meta-cine de género superheroico y cultura pop que el público pueda registrar: aludiendo a personajes, actores, directores, producciones y eventos. Aunque algunas referencias no sean del todo transparentes para el espectador promedio, se disfrutan de sobremanera, sin riesgo que esto se convierta en una producción potencialmente más sectorial para fanáticos de los cómics. Deadpool 2 es una celebración que se vale de toda la pirotecnia del género fantástico y comicidad, desde los títulos de apertura, hasta la que puede considerarse como la mejor escena de poscrédito de la historia. ¡Máximo Esfuerzo!
Ni bien la primera parte de Deadpool se convirtió en un inesperado éxito, la noticia se esparció por las redes y, claro, no fue ninguna sorpresa: su secuela ya se encontraba en pre-producción, con buena parte del mismo equipo creativo detrás de cámara. Pero muy pronto las cosas comenzaron a cambiar, cuando Tim Miller, director de la original, decidió abandonar su puesto debido a “diferencias creativas” con su estrella, Ryan Reynolds, y junto a él se enfilaron otros miembros claves del éxito de la primera parte (fundamentalmente, el compositor Junkie XL, que adornó el film con su música). Aunque esto suele ser un claro indicador a la hora de predecir una catástrofe, felizmente Deadpool 2 es, al igual que su anterior película, una clara excepción a la regla. Aún después de otras buenas películas de superhéroes como Logan (curiosamente, del mismo estudio), el mercenario de malos modales se sigue sintiendo como una bocanada de aire fresco entre tanto suuperhéroe marca Disney. En definitiva, el personaje de historietas que encontró su mejor rostro en Ryan Reynolds (la segunda vez que lo intentó, claro), baila al compás de la misma música taquillera, pero sus pasos le deben más al absurdo kitsch de Flashdance que a las coreografías sanitizadas de High School Musical. Secuela directa de su original, el film del nuevo realizador David Leitch (co-director de John Wick) retoma inmediatamente donde la primera parte dejó: Deadpool continúa su trabajo de justiciero, regresa a su hogar, besa a su esposa y hablan de ampliar la familia. Pero las cosas no salen del todo bien, y una banda de criminales se cobra venganza asesinando a la pobre Vanessa. La banda sonora le da “play” al momento dramático, y por un instante (sólo por un instante), parece que la película va a tomar ese camino. El del superhéroe abatido, que debe reencontrarse y redefinir su rol en la vida. Y aunque el guión utiliza esa estructura narrativa clásica y predecible, esto es Deadpool al fin y al cabo, y cada cliché es consciente de su status: los chistes que rompen la cuarta pared están a lo orden del día, y cada vez que algo predecible sucede, es el mismo personaje quien lo critica por nosotros. Deadpool 2 es un notable triunfo como secuela, porque no defrauda a los fans de la original, a la vez que utiliza responsablemente su carga de “segunda parte” como para ampliar su propio universo, pero sin caer en sobreestilizaciones o explosiones de efectos especiales innecesarios. Si bien se nota el mayor presupuesto, éste nunca se mete entre el guión y la diversión que están transmitiendo sus protagonistas. Completan el reparto las mismas caras de la original (Morena Baccarin como Vanessa, Brianna Hildebrand como Negasonic), pero destaca por sobre los demás Josh Brolin como Cable, segundo villano del mundo Marvel interpretado por el actor de No Country for Old Men en menos de un año.
El estreno de Deadpool en el 2016 fue una rareza, tanto por su manufactura precaria (una película mainstream de bajísimo presupuesto) como por su recepción entusiasta. Una propuesta jugada aplaudida por hordas de adolescentes tardíos. La secuela era inevitable y esta vez los millones de dólares son una canilla libre que no tardan en ostentarse con las primeras secuencias de acción. No es esa clásica pelea de apertura, son varias, unas cinco aproximadamente, sin otro conector que el exhibicionismo masturbatorio. La intensión de los guionistas (entre los que figura el propio Ryan Reynolds) queda clara desde el minuto cero: deconstruir la película, romper las reglas del género, abusar de las expectativas, demostrar que se está adentro de una película, parodiarlo todo hasta que reviente la máquina de referencias. Esta compulsión de rebeldía y metaconciencia logra un efecto contrario y prepara al espectador para lo inesperado. Tan obvio es que la película buscará un camino disruptivo que el contraefecto se amortigua. Deadpool 2 es una locura predecible, la travesura sistemática de un niño carente de atención. Sin embargo, en esta neurosis del chiste guarro aparecen gracias auténticas. Por lo general son momentos que derivan del detalle y no del humor grueso, como un oso panda inflable que amortigua la caída de un personaje que se jacta de tener buena suerte como único superpoder, o un cameo microscópico de Brad Pitt, o la resolución coreográfica de una escena de acción. Detalles. La voz omnipresente de Deadpool, en cambio, resulta insoportable y delata la autoexigencia despiadada del filme: ser gracioso aunque no haya combustible para el humor. ¿Y acaso existe algo más patético que una libertad clamada a gritos? El sistema de linkeo obsesivo en Deadpool 2 se emparenta con Tarantino y allí el problema se despeja: si Tarantino logra hacer películas geniales con retazos de otras películas, es porque su lógica es la del homenaje silencioso. Son guiños que jamás desestabilizan lo narrado. Uma Thurman combate yakuzas vestida igual que Bruce Lee pero el traje amarillo no es el epicentro dramático. Con Deadpool 2 sucede lo opuesto: cada escena está pensada para una ocurrencia que se mofe de otras películas, mientras que lo narrado pierde consistencia. Guionistas y director podrían haber tomado una medida verdaderamente osada: filmar una obra surreal en donde la imaginación descomponga el aparato narrativo. No: Deadpool 2 quiere ser subversiva y a su vez empatizar con las desventuras del protagonista. El resultado es un filme estupidizado por el escándalo con alguna que otra virtud plástica, mérito exclusivo del director de CGI. Poco de perverso o antiheroico habrá en Deadpool. Su humedad caricaturesca le quita fiereza. Al hablar de pedofilia, racismo y machismo, los tópicos no interpelan con sinceridad; es un contenido puesto para provocar. Apenas uno sopla el polvo antisistémico de Deadpool 2, se encuentra con otra película de superhéroes moralista que distingue a la perfección el bien del mal.
Concebido para saltarse todas las reglas, menos las indispensables que dan estructura lógica para narrar una historia, Deadpool -Tim Miller, 2016- supuso un salto en la pantalla grande a la hora de presentar un superhéroe que imprimiera dosis de irreverencia que excedieran las fronteras de lo políticamente correcto dentro del cine comercial convencional, rompiendo la cuarta pared dirigiéndose al espectador con naturalidad marginal y reciclando con humor múltiples referencias de la cultura popular. En esta secuela, el superhéroe atípico, insolente, fuera de la ley pero autoconsciente de su condición y del que la audiencia ya conoce su capacidad para romper la cuarta pared, su cinismo y capacidad para revivir -algo que da libertad par jugar con el guión-, vuelve más agudo que en la primera e igual de divertida. Tal vez le falta esa frescura inherente y sorpresa que tenía su predecesora, pero la capacidad de Ryan Reynolds para sacar humor del dolor y hacer de la auto parodia un arte burlándose de todo, continúa funcionando. Con un argumento básico en el que Deadpool encontrara su verdadera familia de pertenencia, David Leitch -artífice de John Wick o Atómica- mantiene el estilo e incluso la brillantez de las secuencias de acción y su nivel de locura y violencia -aunque se aprecian menos menciones al tema sexual-, en una historia donde lo que importan son los gags, las referencias múltiples a Marvel -especialmente los X-Men y Lobezno - y bolas de fuego para DC, Disney y otros referentes de la cultura popular. Regresa Coloso -Stefan Kapicic-, Morena Baccarin, como esposa de Wade/Deadpool, la joven Brianna Hildebrand -como Negasonic Teenage Warhead- y se incorpora una figura femenina a recordar para próximas entregas en la piel de Zazie Beetz como Dominó. Pero el coprotagonismo se lo lleva Cable -Josh Brolin-, parodiando a Terminator y del cual no descartaría un spin-off, siendo uno de sus puntos mas débiles Puño de fuego -Julian Dennison- con una falta de carisma total. Deadpool 2 se divierte jugando consigo misma y hace lo mismo con el espectador durante sus dos horas, en una solida comedia de acción, violencia y superhéroes políticamente incorrectos que incluye hasta una pegadiza canción de Céline Dion.
En esta segunda parte , Deadpool (Ryan Reynolds) debe proteger a un joven mutante llamado Firefist (Julian Denisson) que está fuera de control y es perseguido por un mutante proveniente del futuro conocido como Cable (Josh Brolin) que intenta matarlo para evitar futuras catástrofes Wade Wilson (Ryan Reynolds) es un ex mercenario quien es diagnosticado con un cáncer terminal y termina en un centro de experimentos donde mediante distintas pruebas (torturas) logran activar el gen X en su cuerpo. Tiene la habilidad de sanar cualquier tipo de herida o mutilación, además de ser un completo bocón. Se debate entre acabar con aquellos que lo dañaron o salvar a Vanessa (Morena Baccarin), el amor de su vida En el año 2016 Deadpool fue la gran sorpresa en las carteleras de cine alrededor del mundo recaudando US$783.1 millones en la taquilla global. Sacado de las páginas de los comics de Marvel como sus compañeros de estudio, los X-Men. En esta entrega , para hacerle frente a Cable, Deadpool reúne a un equipo llamado X-Force formado por Domino (Zazie Beetz), Shatterstar (Lewis Tan), Zeitgeist (Bill Skargard), Bedlam (Terry Crews) . Además vuelven a por su ayuda Colossus (Stefan Kapičić) y Negasonic Teenage Warhead (Brianna Hildebrand) los únicos X-Men que parecieran habitar en la mansión. Deadpool 2 repite la fórmula de la primera, es ácida y graciosa, no le hace asco a la sangre ni a las mutilaciones. Ryan Reynolds se permitió reírse de todos pero principalmente de sí mismo (nunca nos vamos a aburrir de su eterno arrepentimiento con Linterna Verde). Parecía imposible superar lo que salió de la primer entrega pero se mantiene al nivel, el cambio de director no fue un gran impacto, recordamos que Tim Miller dió un paso al costado y tomó su lugar David Leitch (John Wick). La química entre Brolin y Reynolds resulta divertida, los cameos son una caja de sorpresas y la introducción de personajes nuevos (y no tanto) resulta acertada. La banda sonora está a la altura, desde Celine Dion hasta Skrillex. Quizá con unos minutos menos habría funcionado igual pero tampoco es una queja. Se sostiene la rotura de la cuarta pantalla, ya que en todo momento se hace presente la interacción con el público. Si disfrutaron la primera esta no se queda atrás , pero no logra superarla. No defrauda y mantiene la esencia, a los fans de los cómics les sacará más de un sonrisa y los no fans también.
En el año 2016, Deadpool (nuestra REVIEW, ACA) rompió todos los moldes imaginables. Demostró que una película de superhéroes se puede hacer con un presupuesto medio, y demostró que una película orientada a un público adulto (es decir con sangre, sexo, humor irreverente y palabras soeces) puede arrasar en la taquilla. Con estos logros una secuela era inevitable, y así llega a nuestras salas Deadpool 2. Hola!!! Me llamo Piscina de la Muerte Tras un incidente que lo deja devastado, Wade Wilson decide aceptar la propuesta de Coloso para unirse a los X-Men. Su primera tarea es la de frenar el sendero de destrucción de un joven llamado Nathan. Lo único que se le interpone es Cable, un mercenario viajero del tiempo dispuesto a todo para matar a dicho joven. Muchas propuestas que se prueban exitosas sienten la necesidad de adoptar en su secuela una actitud de “más es mejor”. Sin embargo, en este caso se inclinan hacia no arreglar lo que no está roto, por lo que un gran acierto de esta secuela fue el mantenerla como una historia personal. Se apuesta nuevamente a un arco emocional que el protagonista debe atravesar y no tanto a una historia arquetípica o rimbombante del héroe salvando al mundo. La diferencia en este caso radica en que el arco emocional de Deadpool 2, anteriormente anclado en el amor romántico, ahora lo está en el concepto de familia. Dentro del prolijo entramado argumental, el recorrido narrativo goza de sendos detalles que le complican la vida al protagonista más que arreglársela, ya sea a manos del antagonista de turno como a causa de su propia manera de ser. Las coreografías de acción son muy logradas y empatadas con la comedia, siendo esta la que no pocas veces se lleva el desempate. Respecto a la comedia y referencias a la cultura pop, vuelven a decir presente, al igual que esa autoconciencia que tan buenos resultados le trajo en el pasado. Por otro lado, es necesario señalar que incurre ocasionalmente en algunos excesos. Ryan Reynolds vuelve a brillar como el merc with a mouth: Impecable para los momentos cómicos, digno para los momentos dramáticos. Josh Brolin provee un acompañamiento más que digno como Cable. El aspecto técnico también sostiene las promesas de su antecesora, con un CGI que destaca como se espera en las escenas de acción, y aún más en las de comedia. No obstante, donde el apartado brilla más es a la hora de ilustrar los poderes de Domino, una joven que simplemente tiene “suerte” (o como lo define ella, altera las probabilidades en su favor) Conclusión Deadpool 2 sostiene lo logrado por la original. Aunque a veces peca mínimamente en exceso con su uso de la autoconciencia (algo que la original supo medir), no le quita mérito para ser reconocida como una película con dosis más que satisfactorias de comedia y acción. Si la eligen, no la van a pasar mal. Les insisto en que se queden durante los títulos finales, porque esta es una película donde la historia no termina con el fundido a negro y los créditos de los realizadores.
Cuando en 2016 se estrenó Deadpool nos agarró a todos desprevenidos y nos pasó por encima con toda la fuerza. ¿Cómo era posible que una película de superhéroes sea así de descabellada? ¿Cómo era posible reír tanto rompiendo la cuarta pared? Ryan Reynols y los realizadores nos enseñaros que se podía usar lo mejor del personaje e ir un paso más allá de la parodia. Creando algo nuevo. Batió varios récords y se le dio luz verde automática a la secuela, que incluso fue anunciada en la escena post créditos. Una gran pregunta (y también miedo) que teníamos era si se podía repetir el éxito, dado a que en esta oportunidad falta el factor sorpresa y novedad. La respuesta es más que satisfactoria, porque no solo cumple, sino que redobla la apuesta a niveles increíbles. Me dolieron los cachetes de tanto reírme por su irreverencia y por ir a lugares que no podés creer. Ryan Reynols vuelve a demostrar que nació para interpretar a este personaje. Esta vez sin introducción y brillando desde el minuto uno. Asimismo, está muy bien escoltado por Josh Brolin. Definitivamente ésta es la temporada del actor, ya que interpreta a Thanos en el Universo Marvel y aquí al mutante viajero del tiempo Cable. Una gran duda que había entre los comiqueros era cómo iba a funcionar este personaje de corte más serio con Deadpool, pero fluye muy bien. Porque si bien hace algún que otro chiste, mantiene perfil más callado y de contraste. La secuela también dio la posibilidad de explorar un poco más el universo “lado b” de los X-men. Así es como aparecen Domino (Zazie Beetz), Zeitgeist (Bill Skarsgård), Bedlam (Terry Crews), entre otros. Y también regresan Negasonic Teenage Warhead (Brianna Hildebrand), y el genial Coloso. Esta es la segunda película que dirige David Leitch, luego de su debut el año pasado con Atomic Blonde. Y no se sintió la falta de Tim Miller, lo que hace que te des cuenta que la magia radica exclusivamente en el guión y su protagonista. Y sin desmerecer el laburo del director, aquí fue un brazo ejecutor que coordinó muy buenas escenas de acción. Deadpool 2 es una verdadera fiesta, dos horas de pura risa a costa de la cultura cinéfila, comiquera y pop. Y algo no menor porque enaltece la experiencia es que posee la mejor escena post créditos de la historia. Ni se les ocurra levantarse de la butaca sin verla(s).
Recordemos que “Deadpool” rompió las taquillas en el 2016, ahora vuelve pero bajo la dirección de David Leitch, el mismo de “Atómica”. El bueno de Wade Wilson que tiene súper poderes, ahora piensa en formar una familia, desea tener un hijo con su amada Vanessa (Morena Baccarin; “Deadpool”, “Spy”). A partir de un hecho que sucede le toca proteger a un adolescente gordito y encantador llamado Russell (Julian Dennison) que tiene poderes para incendiar personas u objetos. Aparece en acción el hombre máquina Cable (Josh Brolin, “Vengadores: Infinity War”) que quiere eliminar a Russell y a cualquiera que se interponga, por lo tanto Deadpool se une a distintos personajes increíbles, en una grata sorpresa porque los enfrentamientos son geniales, al igual que su despliegue. Suele decirse que segundas partes no son buenas, eso en esta ocasión no sucede, tiene más acrobacias, es más entretenida, contiene más acción, más agilidad, buenas coreografías en el caso de las peleas, la cámara lenta, está todo potenciado, con mucho humor de todo tipo y muy creativo. Todo el carisma que nos ofrece su protagonista Ryan Reynolds (“X- Men Origenes Wolverine”), es genial, brillan en la pantalla, se burla, hace comentarios mirando la cámara, bien sustentado por un elenco secundario, hay cameos a los que deben estar atentos para no perderlos y su desarrollo está bien contado. Los diálogos son ingeniosos se citan a varios personajes como Chayanne, entre otros, la banda sonora cuenta con una buena selección de temas musicales ochentosos. Entre los créditos finales hay escenas extras y sorpresas. Solo nos resta esperar “Deadpool 3”.
Lo primero que debe decirse de “Deadpool 2”, secuela de la película para adultos más vista de la historia, es que no decepciona: su público, compuesto de jóvenes adultos adiestrados en los nombres, las formas y las convenciones del género superheroico, esperan encontrar en el personaje empujado a la vida por Ryan Reynolds (un éxito absoluto contra todo pronóstico) una veta distinta al superpoblado género, un entretenimiento feliz y sorprendente, y la segunda entrega les ofrece esa oportunidad para la risa constante y delirante. Lo segundo es que esa risa asoma algo menos natural que en la primera entrega, donde la sensación del público, tras una década de dominio de la comedia adocenada de Marvel, era: ¿realmente están haciendo esto? Pero en esta segunda entrega, esa veta corrosiva, y autocorrosiva, cede su lugar a la referencia, y la autorreferencia: se reproducen los chistes sobre la taquilla, el humor juega en exceso con la actualidad. Y Deadpool tiene hasta algunos momentos de ¡corrección política! En este sentido, el aspecto que más sorprende es el giro de la saga (es saga: hay dos y habrá al menos cinco, contando posibles “spin offs”) hacia lo dramático. Josh Brolin, que aportó toda su gravedad a Thanos, compone aquí un Cable con menos peso que el villano púrpura de “Infinity War”, pero bastante más gracia que las contrapartes de nuestro superhéroe vestido de juguete sexual preferido en la primera entrega. Su Cable se mantiene fuera del registro del humor (“¿estás seguro que no sos del Universo DC?”, le dispara Wade) lo cual aporta un contrapunto hilarante pero determina el cambio tonal entre la primera parte, menos anclada en conflictos reales, y la secuela, que tiene su eje no en el disparate sino en “temas serios”. Particularmente la “familia”, el tema central de la secuela que, sí, tiene “mensaje”: así anuncia el propio Wade, un poco en sorna pero, finalmente, un poco en serio. Como el mutante, la película decide utilizar sus superpoderes para la corrosión “para el bien” y pelear no por sí mismo sino por una causa mayor: Deadpool se vuelve capitán de la diversidad y las familias no convencionales, defendiendo al mundo de los abusos que son el origen de la villanía del mundo. El efecto conseguido es el deseado: aún si bordea la convención y la corrección, la película crece en riqueza y potencia emocional. Pero entre este elemento solemne que se introduce subrepticiamente en la saga donde no importaba nada, y la falta del elemento sorpresa, la batería de bromas y parodias suena dispar, con aciertos y errores (y referencias que nadie, salvo un estadounidense empapado en la cultura pop del 2018, puede conocer). Las primeras críticas de la cinta afirmaban que, respecto a la primera, esta segunda parte es más ajustada. Es cierto: al ser pura parodia, la peripecia de la primera parte parecía desganada, un trámite que había que cumplir, hombre rescata mujer y aprende lección, etcétera. Las peleas desbordan un filme por momentos ruidoso y con un exceso de “set pieces” de acción (¡subió el presupuesto!), pero la trama se encuentra arraigada en la emoción, al igual que buena parte del humor. Ahora, ¿el timing cómico es efectivamente más ajustado? Tranquilamente podría argüirse que se trata en realidad de un humor un poco más domesticado, menos corrosivo, menos desfachatado y caótico que en aquella primera y ciertamente desprolija primera entrega. Un humor que ya no se ríe de todo. De todos modos, por acumulación, como diría Juan, “Deadpool 2” “arrasa como topadora” y vuelve a aportar a una cartelera abarrotada de superhéroes de goma una opción más fresca en el marco de un fenómeno que cada año se vuelve más serio, una burbuja anabolizada con la presunción de su propia importancia que amenaza cada año con estallar, y solo crece y crece. Santo antídoto, entonces, este Deadpool.
El Bocón ataca de nuevo “¡Cuánta amargura! ¿Seguro que no perteneces al universo de DC Comics?”. Deadpool Aprendemos con naturalidad a lo largo de nuestras vidas que la historia y los hombres que recogen lo esencial o importante raramente pueden ser cómicos. De una forma que le es característica, persiste en la configuración trágica un poder didáctico que el terreno de la risa difícilmente pueda ocupar. Sin embargo, esto no significa que el dominio de lo cómico sea restringido o impotente: la risa permite arrojar con eficiencia una verdad sobre el mundo y el hombre. En ese sentido, la irrupción de la nueva entrega de Deadpool en una cartelera atravesada por la solemnidad de los genocidios y de las grandes epopeyas colectivas resulta una profunda bocanada de aire fresco. ¿O no tanto…? Si algo identifica el estilo Deadpool es su carácter humorístico y predecible. Cualquier espectador testigo de la primera entrega (para no hablar de un lector de comics avezado) sabrá que no encontrará Wakandas tercermundistas ni guanteletes poderosos, sino más bien un bufón empecinado en romper la cuarta pared caminando a lo Tony Manero entre lo sagrado y lo profano. Por ello, hablar de la historia tras Deadpool 2 es invocar directamente dicho espíritu. Como el mismo personaje denuncia, los “escritores perezosos” nos describirán la línea argumental completa en los primeros quince minutos del film con referencias bien explícitas. En primer lugar, a la impecable Logan (2017) de James Mangold. Sabemos, por el enorme material escrito, de la rivalidad entre Wolverine y Deadpool, pero esta disputa también ha atravesado resignificada la pantalla grande. En X-Men Orígenes: Wolverine (2009) aparece Deadpool por primera vez suscitando una recepción muy negativa. De manera que esa mácula en el personaje fílmico no resulta fácilmente olvidable para la audiencia, y una buena estrategia de superación consiste en la posibilidad de la (auto) parodia. Deadpool se ajusticia a sí mismo para barajar de nuevo pero existe la seguridad de que otros caminos que ya le han sido vetados. El otoño de los héroes, la muerte que finalmente le llega de manera sublime a Logan, no será un destino posible para Deadpool, y el film juega con ello [1]. Entonces, el primer llamado de atención es sobre esta rivalidad que se muestra fogoneada de manera permanente y que no hace más que reafirmar el sustrato de cada uno de los estos opuestos. Por otro lado, la alusión a Entrevista con el Vampiro (1994) actualiza el esqueleto argumental, a saber, el valor de la familia y la oposición entre dos tutores o modelos parentales [2] para el pequeño mutante. El movimiento de la película apunta entonces hacia un recorrido de aprendizaje en el sentido más estricto. Desde este punto de vista resultan destacables los pasajes de Blind Al (Leslie Uggams) en la medida en que, emulando a la pitonisa de Matrix (1999), territorializa el lugar de la sabiduría y la cohesión grupal como contrapartida de la escuela de Xavier [3]. Por ello, es del todo cierta la advertencia de que “la siguiente película será una película familiar”. Jugando quizá con el sentido de esta proposición es que obtenemos, hacia el final, lo prometido. Superaccción Pasos de comedia con buena dosis de acción es el cóctel que David Leitch (Atómica, 2017) expone exitosamente al tiempo que se develan de forma descarada una serie de clichés del género. Uno de los momentos más memorables del film, a causa de las peleas y las risas, incluye la presentación de la X-Force [4], encabezada por una increíble Domino (Zazie Beetz). Posteriormente, Cable (Josh Brolin) será también de la partida con una correcta interpretación pero sin el impacto que generó su Thanos en Avengers: Infinity War (2018). La presencia de Juggernaut, en cambio, es un tanto decepcionante. Deadpool se reconoce como “su fan” y le menciona las proezas que realizó en varios números de historietas. Sin embargo, su aparición en este film resulta ligeramente más interesante que en X- Men: La batalla final (2006) y su poder queda severamente cuestionado por la manera en la que lo abaten. Dicho en otras palabras: no se le hace honor al personaje. Finalmente el sentido salvaje de Deadpool, caracterizado por la inclinación hacia la rebeldía y el caos, nos invita a dudar de todo. Incluso del pasado; en tanto la vida es, antes que nada, una fantasía.
Tras el éxito de su primera parte, Ryan Reynolds vuelve a ponerse el traje de Deadpool, esta vez dirigido por David Leitch (John Wick). En Deadpool 2, Wade Wilson continúa combatiendo contra mafiosos e intentando encontrar un equilibrio con su novia Vanessa. El problema surge cuando Cable, un mutante que viene del futuro, llega intentando matar a un chico al cual Deadpool intenta defender. Para protegerlo debe reunir a un nuevo grupo de anti-héroes llamado X-Force. La originalidad de la primera Deadpool fue romper ciertas fronteras establecidas de los cómics en el cine orientados para un público infantil/juvenil llevando la historia a un terreno más adulto, con lenguaje vulgar y algunas secuencias sangrientas. Logan de James Mangold repitió la fórmula y en los próximos meses veremos Venom de Ruben Fleischer bajo la misma idea. En esta segunda parte el concepto se mantiene pero la intención ahora es formar aún más el universo que se está creando alrededor del anti-héroe de Marvel. Es por esto que se incluyen más personajes, con un gran trabajo de Josh Brolin como Cable, Zazie Beetz como Domino y el joven Julian Dennison como Russell. El resto de los mutantes no tienen mucha importancia en el desarrollo de la historia (salvo uno sorpresa y los ya presentados en el primer film) y sirven más como un engaño buscado para promocionar la película. Aunque el fuerte de la historia de Deadpool es el humor, principalmente la sátira al universo de los héroes en el cine, se refuerzan los típicos conceptos del amor, la familia y la amistad. Por otro lado, las secuencias de acción tienen una gran variedad, pero se podría haber esperado mucho más de un director que realizó escenas memorables en John Wick y Atómica. Además de abusar notablemente del CGI y no presentar tantos efectos prácticos.
Crítica emitida en Cartelera 1030 por Radio Del Plata, sábado 19 de Mayo de 19-20hs.
Irreverencia y desfachatez de un personaje que invita a reirse de todo Sin dudas de todo el universo Marvel ésta era una de las secuelas más esperadas. Hace dos años la irrupción en pantalla grande de “Deadpool”puso sobre el tapete no sólo la discusión sobre lo esquemático de los superhéroes, sino también de la conveniente barrera moral que los atraviesa en función de lograr una calificación ATP en las salas del mundo. Claro, todo al revés e hilarantemente contradictorio de lo que se supone lógico sólo podía salir de la mente de un argentino. Pues bien, el personaje creado por Rob Liefeld y escrito por el porteño Fabián Nicieza sale una vez más al cruce de todas las convenciones. “Deadpool 2” retoma todo lo dejado por su antecesora y redobla la apuesta en todos los rubros del guión. Relato en off, humor negro (negrísimo a veces), crítica ácida a la historieta, a Marvel (en conjunto con su competidora directa DC Cómics), a sus respectivas adaptaciones, y desde ya una verborragia exacerbada con la consecuente ruptura de la cuarta pared, haciendo cómplice, compinche y amigo, al espectador. El factor sorpresa con el que contaba la primera no deprime en absoluto a este estreno poque quién se acerque al cine a verla irá a buscar más de aquella propuesta con lo cual no se espera “sorpresa” alguna. Dolido por la muerte de su novia, Wade Wilson / Deadpool (Ryan Reynolds) quiere matarse a toda costa y de la manera más dolorosa posible, sin conseguirlo, claro. Mientras, desde este presente (llamémoslo explosivo) nos retrotrae seis meses en el tiempo para que entendamos porqué arrojará un cigarrillo dentro de un tanque de nafta con él acostado sobre el mismo. Ese flashback servirá para ajustar algo más la historia del personaje y su dolor por el asesinato de su novia (la bella Morena Baccarin). Desde ese momento, dos subtramas se van desprendiendo para converger mejor en el tercer acto: por un lado, está Russell (Julian Dennison), un chico mutante, gordito y bastante resentido (razones le sobran) con el director del correccional de menores mutantes (disfrazado de instituto). Por el otro, Cable (Josh Brolin), un soldado del futuro que, emulando a Terminator, viene a liquidar a alguien que influirá para una debacle total. No faltarán los aliados de X-Men, a los que Deadpool entra a regañadientes como “aprendiz”, y tampoco un sinfín de referencias, situaciones y gags bien construidos que harán delirar a los fanáticos. El guión de Rhett Reese, Paul Wernick, y el propio Ryan Reynolds, no deja lugar a dudas: al igual que la primera, ésta es una comedia satírica sobre los superhéroes apoyada en la tremenda personalidad de uno de ellos que no se declara como tal. Al contrario, desde la construcción en el texto es, en el mejor de los casos, un antihéroe. La factura técnica es impecable en todos los rubros, y hasta se deja llevar por la creatividad del humor ácido que maneja el guión. En todo caso podría achacarse un abuso de algunos recursos narrativos, pero para cuando esa sensación llegue a algunos espectadores menos fanáticos la película habrá logrado su cometido de entretener y sacar una buena dosis de carcajadas. Deadpool es irreverencia y desfachatez en estado puro de un personaje que invita a reírse de todo.
"Deadpool 2", o como ser un superhéroe malhablado La segunda aventura fílmica del mutante de traje rojo y negro es más salvaje, divertida y original que su predecesora y además contiene una escena post créditos antológica Deadpool es un héroe muy especial. Sanguinario, con un humor negro bastante border, protagonista de acciones políticamente incorrectas, es la oveja negra de la familia Marvel. En la primera cinta que le tocó protagonizar, el hombre debajo de la máscara rojinegra, Ryan Reynolds logró algo impensado, un tremendo éxito de crítica y taquilla con un filme clasificado con una R (es decir apta para mayores de 18 años). Play Sin el triunfo de Deadpool no hubiera sido posible una película como Logan, y por eso el personaje encarnado por Reynolds, especialista en "romper la cuarta pared" se lo recuerda a la audiencia cada vez que puede. ¡Hace bien! Esta segunda cinta de la saga, profundiza las bromas y chistes sarcásticos al mundo "serio" de los superhéroes. Además suma personajes tan bizarros como irresistibles (un cuerpo de elite denominado X-Force que ya merece su propia aventura fílmica), secuencias de alto impacto, efectos especiales de gran despliegue visual y una banda de sonido hermosa que contrasta con la brutalidad que refleja la pantalla. El argumento es una excusa, pero de todas formas, tiene un buen desarrollo, Cable, una especie de soldado del futuro viaja en el tiempo para asesinar a un niño mutante aparentemente inocente (sí, la trama recuerda a Terminator y Deadpool se encarga de subrayarlo) Josh Brolin vuelve a lucirse con este "villano" menos poderoso que Thanos pero igual de imponente. Ryan Reynolds parece haber nacido para interpretar este personaje, disfruta y hace disfrutar, histriónico, se carga la película al hombro y la lleva a buen puerto. Ryan Reynolds Ryan Reynolds La violencia explícita, la sangre generada por CGI y las referencias sexuales no permite el visionado del público menor, pero pese a eso y aunque parezca una contradicción, el filme promueve a su manera, un mensaje familiar y de camaradería. La alegría y diversión no terminan con el fundido a negro final. Deadpool 2 contiene una de las mejores secuencias postcrédito de toda la historia Marvel. Un momento de humor autorreferencial que por sí solo vale el precio de la entrada. Larga vida a Deadpool.
MAXIMUM EFFORT El Mercenario Bocón está de regreso y no piensa bajar ni medio cambio. Para muchos es una genialidad, para otros sólo una seguidilla de chistes interminable que deja un poco de lado al género superheroico. “Deadpool” (2016) llegó para jugar con sus propias reglas y depende de nosotros si queremos, o no, participar de su juego. No es la primera película que mezcla acción con humor bien sarpado, referencias pop y metatextualidad a montones, pero su “carismático” y violento protagonista la ubican en el panteón comiquero, obligándonos a admitir esta sacudida del género, aunque nos neguemos rotundamente. Deadpool es todo eso, y si entramos a la sala del cine sabiendo exactamente lo que vamos a ver, esta segunda parte se disfruta con creces, justamente, porque redobla la apuesta de esos elementos intrínsecos de su propio universo, que sólo funcionan porque se trata del personaje creado por Rob Liefeld y Fabian Nicieza en 1991. Tim Miller hizo un gran trabajo con su debut cinematográfico, combinando los pocos recursos que tenía a la mano (cero experiencia tras las cámaras y un presupuesto bastante acotado) y transformándolos en uno de los éxitos de aquel año, más si tenemos en cuenta que no es una película apta para todo público. Pero a la hora de la continuación se apartó por “diferencias creativas” y David Leitch se subió a esta locura plagada de súper acción, violencia sin límites, losers de todo tipo, tamaños y colores, y un humor más negro que materia prima de simbionte. Como experto coreógrafo de tomas de riesgo, Leitch la tiene clarísima a la hora de plantear las escenas de acción. Ya lo vimos triunfar en “Sin Control” (John Wick, 2014) y “Atómica” (Atomic Blonde, 2017), así que pueden quedarse tranquilos porque a “Deadpool 2” (2018) le sobran las patadas, las piñas, las explosiones y los tiros… o cualquier tipo de enfrentamiento violento que se les cruce por la cabecita. En pocas palabras, “Deadpool 2” es un chiste de dos horas porque esa es la esencia del personaje, y este es el mejor cumplido que se le puede hacer. Habiendo superado la etapa de ‘historia de origen’, ahora puede adentrarse en otros aspectos de su protagonista, acá intentando hacer buenas migas con otros “mutantes”, con la esperanza de aprender a trabajar en equipo. Esto ya estaba presente en la entrega anterior, pero como lo suyo no es el ‘heroísmo’ de los X-Men, Wade Wilson (Ryan Reynolds) se va a buscar nuevos compañeros a su medida, bautizándolos como la X-Force. El presente encuentra al Mercenario Bocón haciendo trabajitos por su cuenta. Derrotando a los malos más malos y ganando algún que otro enemigo por el camino. Un hecho en particular lo obliga a replantearse las cosas, y como aprendiz de Hombre-X, apadrinado por Colossus (Stefan Kapicic) y Negasonic (Brianna Hildebrand), intentará salvar al pequeño Russell (Julian Dennison), cuyos poderes se salieron de control tras los abusos recibidos en la institución que lo alberga junto a otros huerfanitos con habilidades. Obvio que las cosas no salen tan bien como uno lo espera y el pequeño malhablado y su “rescatista” invulnerable son privados de sus poderes y enviados al Ice Box, una prisión de máxima seguridad para mutantes. Claro que los problemas no terminan ahí, y al hecho de que su enfermedad está de regreso y que no logra congeniar con Russell, Wade tendrá que enfrentarse con Cable (Josh Brolin), un matón mitad humano, mitad máquina venido del futuro con una misión muy específica. Hasta ahí todo lo que tienen que saber del argumento sin entrar en terrenos de spoilers. Wade va a intentar ponerse en el papel de héroe, aunque bajo sus propios términos, buscando la ayuda de un nuevo equipo que se ajuste a sus necesidades para evitar que Russell se convierta en el villano de la historia. De su X-Force –un grupo más excéntrico que los Mystery Men-, se destaca Domino (Zazie Beetz), una chica cuya habilidad es “tener suerte”, algo que no le puede faltar si va de la mano de Deadpool. Por lo demás, todo lo que hace la película es jugar con las reglas del género: las adopta, las adapta, las da vuelta, las decostruye y las vuelve a armar a su manera, riéndose de sí misma, del carácter y utilidad de sus personajes, de otros universos superheroicos y, por su puesto, del propio que construyó (no tan minuciosamente) con la entrega anterior. Ni Leitch, ni los guionistas -Rhett Reese, Paul Wernick y el propio Reynolds- se pueden tomar las cosas en serio, porque Deadpool no se toma las cosas en serio, y los pocos momentos en que lo hace, todo resulta un tanto extraño y fuera de contexto. Esos son los pequeños errores de la historia, un “dramatismo” que no le calza del todo y choca con la verborragia violenta de los enfrentamientos y la metatextualidad incontenida. La súper acción por momentos exagera y se vuelve confusa, recordándonos que, a veces, menos es más, sin importar la película. Muchos de sus personajes están desaprovechados, y aunque esta decisión va de la mano con la historia, nos hubiese gustado ver más de estos nuevos (y viejos) jugadores que podrían, o no, seguir trabajando juntos en aventuras futuras. Tratar de juzgar que tan bueno o malo es Cable como villano es un tanto erróneo, sobre todo teniendo tan fresco el accionar de Thanos (también interpretado por Brolin) en “Avengers: Infinity War” (2018). Esta historia superheroica no pasa por ese costado, ni intenta meter todo en esquemas clásicos de protagonista/antagonista para avanzar en sus propósitos. Esta es la odisea de Wade Wilson tratando de encontrar su lugar en este universo (y más allá de la cuarta pared, claro está), entendiendo que no puede ser el héroe que todos quieren que sea, pero sí el (anti)héroe que el género necesita para equilibrar una balanza recargada de personajes conflictivos o de esos que cargan demasiado peso sobre sus espaldas. Deadpool (hablando mal y pronto) se caga en todo y en todos, pero mantiene su costado humano. Sabe que no vamos al cine a sufrir por el bienestar de un personaje que, básicamente, no puede morir, y que sí vamos a esperar una catarata de chistes al respecto. Hay bromas que se van de mambo, y otras que son demasiado geniales como para pasarlas por alto, incluyendo la que podría ser la mejor secuencia post-créditos de la historia de los superhéroes, y lo mejor es que no hay que quedarse hasta el final para disfrutarla. “Deadpool 2” repite la fórmula, pero la eleva a la enésima potencia. Entrega una historia de fondo más cercana a la aventura comiquera, pero continua rompiendo las reglas y desbordando los esquemas con un humor y narrativa, todavía, más irreverente. Sigue arrastrando los mismos problemas que su antecesora, y necesita despojarse de algunos momentos mal encarados, pero funciona porque entiende su naturaleza jodona y transgresora, la misma que exalta su protagonista malhablado. Es como un parque de diversiones: te subís a la montaña rusa para disfrutar de las diferentes emociones que ofrece, o te das la vuelta derechito hacia las tazas giratorias, un entretenimiento más familiar, donde los riesgos están bien calculados. LO MEJOR: - Necesitamos más de la Domino de Zazie Beetz). - Esa secuencia post-créditos sí se puede ver. - Sí, hasta el tema de Céline Dion está copado. LO PEOR: - Hay escenas de acción (y chistes) que se estiran demasiado. - Ese dramatismo forzado no le queda bien.
Lector estimado: usted sabe que las películas de gran espectáculo de los últimos años son una especie de fórmula repetida, donde lo mejor que se puede encontrar (salvo excepciones) es que el director cree personajes que generen empatía y las secuencias creadas dentro de una PC sobrealimentada generen algo de nervio en el espectador. Es muy difícil criticar este cine porque quizás -quizás- no sea realmente cine. Y quizás la única manera de tomárselo como corresponde es que aparezca un personaje como Deadpool, desde adentro del asunto, a hacer con la violencia superheroica lo que Groucho Marx -el personaje al que más se le asemeja, créase o no- con los lugares comunes de Hollywood. Esta secuela es mejor que la original en llevar lo absurdo a niveles que solo el mejor cartoon logró. Digamos: el superpoder de uno de los personajes es simplemente tener buena suerte, que es algo así como lo más completamente delirante -y lógico al mismo tiempo, y descarnado- que puede haber en el género. Josh Brolin como el enemigo/amigo Cable està enormemente gracioso haciéndose el serio, casi parodiando a su Thanos de Avengers. Y Ryan Reynolds demuestra que siempre quiso ser un actor cómico al que la cara de galán le estropeaba la vocación. Si Paul Rudd es Cary Grant, Reynolds es Jerry Lewis. Esto tampoco se sabe si es cine, pero es muy gracioso. Es difícil decirle, de paso, cómo gozar este film sin “spoilers”: por las dudas, quédese hasta el final de los títulos.
El cine americano es conocido por criticarse a sí mismo, pero la primera Deadpool era algo más que eso: Hollywood comentándose sin complacencias, sin solemnidad, pensándose a velocidades casi lumínicas mientras descargaba chiste tras chiste sobre las convenciones del cine de superhéroes y de los blockbusters en general, sobre la industria y el lugar a veces ingrato que se le da al público. El espectador de Deadpool tenía que trabajar más de la cuenta procesando una montaña de guiños lanzados hacia el género y el cine mainstream; las referencias eran menos una manera de apelar a la memoria emotiva que de concretar el proyecto de una película que fuera pura superficie sin dobleces, un baile permanente de cuerpos coloridos, coreografías y proezas imposibles: la profundidad, si es que tal cosa existe, parecía decir el director Tim Miller, queda para las películas como Batman: El caballero de la noche asciende o Batman vs Superman: El origen de la Justicia; películas serias, graves, que creen que con el cine no alcanza, que además hay que comentar solemnemente el mundo. Desilusión, entonces, porque a Deadpool 2 el cine tampoco le alcanza. O, mejor dicho: en Deadpool 2 el cine ya no piensa, el humor no sirve para nada que no sea sostener un torrente de gags autorreferenciales. La primera Deadpool era irreverente, la segunda es solo infantil: la tonelada de referencias populares no pide más que el simple reconocimiento de la cita, no hay mucho para hacer más que eso. Wade está desconsolado y dice que al menos todavía les queda Bowie; su amigo le miente y le dice que sí, que todavía les queda Bowie. Comedia precaria: me río porque sé algo que el protagonista ignora, porque tengo apenas una referencia (obvia, gruesa) más que él. Y así toda la película: una seguidilla interminable de puestas en abismo, de cosas “meta” que gastan su frescura en cuestión de minutos; Deadpool diciendo que esto que vemos es una película; que él, como Wolverine en Logan, va a morir; que los X-Men son así o asá, etc. Hay dos o tres momentos muy buenos, como el de las piernitas o el descenso en paracaídas, en los que la película explota con inteligencia su universo y detiene por un rato la catarata de referencias, pero son pocos. Cada película disimula sus carencias como puede. Deadpool 2 necesita hablarle directamente a su público todo el tiempo, volverlo un compinche poco agraciado que se ríe con estímulos elementales, que se contenta con apenas reponer unos cuantos guiños más o menos automáticos. Con el cine ya no alcanza, ahora hay que apelar a la complicidad, hacerle creer al espectador que sabe solo porque pudo unir algunos datos sueltos. La trayectoria de la franquicia es similar a la de Guardianes de la galaxia: primera película notable, de escala masterpiece, cine popular en todo su esplendor; segunda película escasa que fagocita lo construido en la anterior y no agrega nada nuevo, nada interesante, y solo se limita a revolear chistes autorreferenciales, a “romper la cuarta pared” (como se decía antes, cuando esas cosas todavía podían resultar novedosas). La autoconciencia hace tiempo que dejó de ser algo disruptivo: mostrar el artificio no significa nada, en todo caso hay que ver qué hace cada película con eso; si lo toma para criticar con inteligencia el cine mainstream desde adentro, sin destruirlo, potenciándolo, multiplicándolo varias veces por sí mismo, o si lo usa apenas como una vía para dirigirse al público y desviar la atención de la pobreza cinematográfica del conjunto. Deadpool 2 no piensa y tampoco le interesa demasiado que su público lo haga.
En nombre de la taquilla y de un público cautivo, el rentable universo de los superhéroes se permite ya casi cualquier cosa. "Deadpool 2" es una buena prueba. Dos años atrás, este superhéroe cómico y zarpado llegó por primera vez al cine y se convirtió en un éxito inesperado. Y ahora está de vuelta con la misma fórmula sólo apta para fanáticos. El personaje interpretado por Ryan Reynolds esta vez se topa con un nuevo villano (Cable, encarnado por Josh Brolin), se codea con algunos de los X-Men y arma su propio equipo para orquestar una venganza. La trama, calcada de otros esquemas de películas de superhéroes, es sólo una excusa para desplegar un humor entre zafado y absurdo, repleto de chistes autorreferenciales y una agotadora avalancha de guiños a la cultura pop. La película resulta demasiado larga (120 minutos) para repetir y abusar de esta fórmula y, para colmo, los chistes más jugosos aparecen sobre el final. Además, la supuesta irreverencia de esta comedia sólo aparece en las violentas escenas de acción, que están ingeniosamente coreografiadas. Pasado el factor sorpresa de la primera película, es evidente que a Deadpool una secuela le queda grande.
La secuela del superhéroe incorrecto, que habla a cámara mientras mata, interpretado por Ryan Reynolds, tenía todo el sentido después de la pegada de la primera. Y sí, Deadpool 2 es muy divertida, con muchos momentos para la carcajada fuerte y el esperable catálogo de meta referencias y guiños a la cultura pop que quedan rebotando en la cabeza como buenos chistes días después de verla. Hay una intro que sitúa y repasa, Josh Brolin vuelve a hacerse cargo del villano, como en Avengers, esta vez llegado del futuro, los X-Men, monumento a la diversidad y a la corrección política, lo miran de reojo, y un nuevo equipo de "héroes" se conforma para salvar a un antipático niño mutante, codiciada presa del malvado. Si no es todo el tiempo igual de entretenida o se siente menos redonda, más agotadora que la primera, son sutilezas que la hiperactividad general deja en segundo plano. Deadpool 2 es otro combo chispeante de violencia y humor, generoso en gags desopilantes, a la salud de ese credo que indica que es bueno poder reírse de todo, absolutamente de todo.
EL BUFÓN DEL REY Uno de los riesgos mayores que corre el universo cinematográfico que está construyendo Marvel se expresa perfectamente con las películas de Deadpool. Esto es, un universo tan autoindulgente y autorreferencial, que la mirada que estas películas sostienen no va mucho más allá de sus propios límites. Son películas que viven tanto de las conexiones y los links entre ellas, que se termina dando -salvo honrosas excepciones- algo asfixiante e incomprensible para quien no termina formando parte de la tribu. Y el problema se agiganta cuando observamos que el Hollywood que apunta al entretenimiento no parece estar capacitado para darnos nada más allá de las películas de superhéroes. En ese contexto, Deadpool es un malentendido que goza de una recepción demasiado positiva, aunque es entendible: para el espectador que desconoce que allí, por fuera de los superhéroes, hay un mundo, la acumulación de referencias y chistes groseros y autoconscientes que hace el personaje interpretado por Ryan Reynolds es asimilado como algo osado o provocador. Y en verdad estamos ante algo no sólo inofensivo, sino además bastante conservador. Esa es una característica que, si bien aminorada, esta segunda parte no logra superar. Si los superhéroes de Marvel son ya un universo que no recibe mayor influencia del mundo externo, pensemos entonces a las películas de Deadpool como la ceremonia de entrega del Oscar, con Wade Wilson (Reynolds) haciendo las veces de maestro de ceremonia: los primeros minutos de Deadpool 2, de hecho, acumulan tal cantidad de chistes autoconscientes y canchereadas sobre el mundo de los superhéroes que no hace falta demasiada imaginación para pensar ese prólogo como el monólogo de arranque de Jimmy Kimmel, con la consabidas ironías sobre las estrellas de Hollywood. Cambiemos a Wolverine por Jack Nicholson sentado en la primera fila del Kodak Theatre y la analogía no resultará tan antojadiza. Al igual que el discurso de bienvenida de los Oscar, es un mínimo espacio de burla permitido por la industria. Lo mismo que este Deadpool riéndose de Batman o de Superman o de Linterna Verde: humoradas aparentemente provocadoras que no hacen más que sostener un status quo. Nos burlamos de los superhéroes pero, a la vez, no dejamos de reconocer que los superhéroes son lo más importante -y lo único- del planeta: los chistes nunca son generales sino puntuales y, por eso, mínimos y perdurables por pocas horas. De hecho, la cantidad de chistes para la platea es tan amplia que es casi imposible que la película fracase en el público indicado; público que gracias a distribuidoras y exhibidores de cine es cada vez más amplio, en detrimento de otro tipo de propuestas. Deadpool, entonces, el bufón del rey. Por eso que en Deadpool 2 los mejores momentos son aquellos en los que se anima a construir humor por fuera de las referencias, como en esa larga persecución donde el espíritu de la película se acerca bastante al del dibujo animado y el protagonista intenta construir un equipo un tanto precario. Posiblemente la presencia de David Leitch en la dirección haya potenciado las secuencias de acción y, por consiguiente, el humor físico por sobre la verborragia algo insoportable del personaje, y también la participación como Cable de Josh Brolin, actor capacitado como pocos para poner cara de póker mientras a su alrededor el mundo estalla en mil pedazos. De todos modos, la mayor trampa a la que se someten las películas de Deadpool es a querer construir un lazo emotivo entre los personajes, y hacia el espectador. Si en la primera el personaje descubría sus poderes a la vez que las posibilidades del amor, aquí se enfrenta al deseo de construir una familia. Y pasa que el nivel de canchereada es tan alto, que cuando la película nos exige comprometernos con el conflicto del protagonista nos resulta imposible. Esa es la gran deuda de la generación cínica, aunque en verdad no parezca importarles mucho, y por eso que la secuencia final, aunque algo estirada y repetitiva, sea bastante honesta con las posibilidades de la película y llegue para ajusticiar un poco las cosas. Aunque seguramente lo peor de Deadpool es que no sólo se crea el más vivo de la clase, sino también el inventor de la autorreferencia. Se nota que los creadores de esta cosa nunca vieron la serie de Batman con Adam West, esa sí una verdadera osadía capaz de releer un género y construir un universo audiovisual tan distintivo, que es incapaz de morir con el paso del tiempo.
Crítica emitida en radio.
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Un héroe tan querible como incorrecto En la segunda parte de la saga, Wade Wilson (Ryan Reynolds) se encariña con un adolescente y debe evitar que cometa una locura. La segunda parte de "Deadpool” comenzó a tomar forma mientras rodaban la primera. Si bien fue un juego entre los productores y el protagonista, Ryan Reynolds, maquetar a ciegas sin saber si el primer filme tendría éxito, se traduce hoy como un gran acierto porque la secuela mantuvo una intención fresca, con el mismo nivel de humor, pero que evita copiarse a sí misma pues no se valió de la "fórmula ganadora". La acción comienza desde los primeros minutos, y el humor negro y absurdo, desde los créditos iniciales. Wade Wilson -nombre real de Deadpool- se encariña con un adolescente y debe evitar que cometa una locura de la que podría arrepentirse. El problema es que para lograrlo deberá enfrentarse a Cable (Josh Brolin) pues quiere destruir al mismo que él quiere defender. Para su nueva tarea, armará su propio grupo de mutantes contratados: Domino (Zazie Beets), Zeitgeist (Bill Skarsgaard), Bedlam (Terry Crews), Shatterstar (Lewis Tan) y Peter (Rob Delaney), todos con poderes un tanto particulares. Ellos conformarán el “X-Force”, título que en el filme es gag alusivo a “X-Men” por lo machista que suena el nombre, pero que en el Universo Marvel existe. “Deadpool” es una película -ahora saga- que no se toma a sí misma en serio, como si se tratara de un escudo protector ante cualquier crítica por lo que es y lo que no es. Es tan poco pretenciosa que genera cercanía con la audiencia a niveles que ninguna otra película del género logra. También es destacable que a pesar de lo absurdo de sus diálogos y lo extravagante de sus escenas, el largometraje tiene un gran guión en el que, a diferencia de las últimas películas de épica que vimos, no tiene un villano que quiere conquistar el mundo y el universo sólo porque le sirve a la trama. A Cable y los demás malvados se los nota más humanos y sus acciones se justifican. Lo único que genera ruido dentro de tanta explosión de violencia -el director David Leitch tiene experiencia como doble de riesgo- es que parece no haber equilibrio entre lo políticamente incorrecto que es el protagonista, y lo forzado que se encastra en la historia para ser llamado héroe, o “antihéroe”. Aquí, esa "moralina" se sublima con momentos sensibles que van un poco a destiempo con la personalidad de Wade. Sin embargo, la incomodidad es otra propuesta del filme, y en contraposición, sin ser complaciente, dejará más que conformes a todos sus fans.
En 2016, el estreno mundial de Deadpool supuso una de las experiencias más estimulantes de esa temporada. A su vez, el inicio de la saga alcanzó altísimos niveles de rentabilidad, inusuales para una película prohibida para menores de 16 años. El personaje más desopilante de la factoría Marvel, creado hace casi tres décadas por el guionista argentino Fabián Nicieza y el dibujante estadounidense Rob Liefeld, vino a completar lo que otras franquicias de superhéroes venían insinuando: un auténtico festín, propulsado a puro motor de parodia y gags autorreferenciales. Ahora, el éxito vuelve a sonreírle al bribón enmascarado, que lleva dos semanas consecutivas en el número 1 de la taquilla argentina, encaminándose al millón de espectadores. El querible rufián interpretado por Ryan Reynolds dejaba hace un par de años, la vara bien alta para un platillo más recargado y suculento. Si el film debut contó con un guión ultra compacto, que no solamente brilló por sus bromas desopilantes, sino también por la aceitada mixtura con espectaculares secuencias de acción y hasta una inspirada cuota sentimental; este segundo platillo ofrece algunos condimentos repetidos y se la juega más por la pirotecnia visual, con un despliegue más impactante que el del capítulo inicial de la saga, pero un sabor final menos diverso. Nuevamente, el mutante enfundado en su ajustadísimo traje rojo, aterriza en las salas con una calificación de película apta para mayores de 16 años. Una censura excesiva, tanto para el primer episodio como para este nuevo, ya que de la no visible boca de Deadpool pueden salir todo tipo de bromas políticamente incorrectas, porque el tono es siempre juguetón; nunca espeso ni cínico. Eso sí, en esta entrega hay mayor cantidad de sangre y tripas revoleando por la pantalla, pero también en un registro más zumbón que ultraviolento. Sobre la trama, no conviene anticipar mucho. Solamente decir que si la primera parte se enunciaba como una historia de amor, esta otra tiene que ver con la posibilidad de formar una familia. La premisa obviamente, viene acompañada de un suculento menú de gags para el disfrute de todo nerd del mundo de los superhéroes, y para los bien ganados fans de esta incipiente y algo insurrecta saga. La insurrección es parcial, porque más allá del banquete de momentos hilarantes, con divertidos dardos de ironía hacia franquicias como X-Men y Star Wars, Deadpool también sigue varios preceptos del manual de estos productos, cuyo principal mandato es por supuesto; sacarle el jugo al desfachatado mutante que tiene algunos episodios adicionales más que asegurados. Lo que también se puede decir, sin spoilear por demás, es que Deadpool 2 vuelve a la carga con algunos ganchos, que acusan el desgaste típico de todo chiste que se cuenta en versión repetida. Ejemplo: la caída desde gran altura de algún héroe que aterriza en el suelo apoyando canchera (y dolorosamente) una rodilla. El juego con el universo de la música pop vuelve a dar presente, esta vez en versión potenciada, con inserciones ultra precisas de hits de los '80 como If I could turn back time, de Cher; y We belong, de Pat Benatar. Los momentos en los que se filtra alguna escena de la legendaria película Yentl, con Barbra Streisand, también rankean alto. Pero a veces, las referencias son tan finas, que el subtitulado local se ve obligado a cambiar algunas figuras para que los bromas funcionen, por ejemplo sustituir a Dave Matthews por Ricardo Arjona. Cuando la película se desata de sus propias convenciones, regala sus secuencias más creativas, que aquí sólo serán enunciadas en clave: "piernas de bebé" y "reclutando un efímero batallón". Por más de que el film vuelva sobre bromas repetidas o premisas como la de romper la cuarta pared, con el personaje central hablándole de frente al espectador; es casi imposible no pasarla bien en Deadpool 2. Inevitablemente, el factor sorpresa con respecto al debut acusa un leve declive, y el guión también es menos compacto y contundente. Así y todo, un buen puñado de momentos siguen cotizando alto en el cada vez más abúlico panorama del cine de Hollywood industrial. Y más si en medio del frondoso despliegue de productos de estas características, aparecen personajes como el de Domino (Zazie Beetz), una chica cuyo superpoder es "tener suerte", y se lleva puesto al mismísimo Cable (Josh Brolin), el cyborg que prometía ser la gran atracción de esta entrega. Son estos hallazgos, y jugosos cameos como el de Brad Pitt, los que permiten mantener bien encendida la llama. Esperamos nuevas andanzas del adorable patán enfundado en su irresistible traje de lycra roja. Deadpool 2 / Estados Unidos / 2018 / 118 minutos / Apta para mayores de 16 años / Dirección: David Leitch. Con: Ryan Reynolds, Josh Brolin, Julian Dennison, Zazie Beetz.
Clásico del Merc with a mouth Deadpool 2 comienza con Wade Wilson/Deadpool rompiendo la cuarta pared y hablando en retrospectiva de lo que supuestamente lleva a su “suicidio”. A pesar de estar viendo un terreno demasiado conocido, es inevitable sentir una cierta admiración por lo desquiciado que resulta este sincero comienzo de película con un Deadpool fuera de su elemento – sí ese elemento implicara felicidad -. Dirigida por David Leitch Deadpool 2 cuenta la caída del “bufón sanguinario canadiense” y, en su misma línea, es una deslumbrante y energética postal de amor para todo fan del personaje. Deadpool 2 es simple: nos encontramos con un Wade Wilson deprimido viviendo un terrible desenlace a causa de su estilo de vida mercenaria. En la búsqueda de salvación a cambio de muerte por mano propia Wilson sufre un momento de lucidez – todo esto fiel al buen Wilson desquiciado – que conduce sólo hacia una salida: unirse a los X-Men. Desafortunadamente para los personajes – pero afortunadamente para todos nosotros – las cosas no salen como se esperaba y el good Deadpool termina cruzando caminos con nada más y nada menos que Cable – un queridísimo plus en la vida comiquera del merc with a mouth – interpretado por el gran Josh Brolin. A esta altura Ryan Reynolds está en lo más alto del juego gracias al éxito de su personaje, Deadpool vive y respira gracias a Reynolds. En Deadpool 2 Podemos apreciar los eternos golpes que el actor dio contra una tediosa pared tratando de salir libre y disfrutar de un personaje “más grande que la vida”; hay que aceptar que Wade Wilson no es la taza de té que puede llegar a elegir la mayoría de personas, ya que el límite del respeto se pasa muy fácil y se da una – visible – rienda suelta en todo ámbito del personaje; pero lo atractivo, ese factor seductor que atrae al público, es que estamos ante un idiota encantador que sinceramente no le importa nada y se centra principalmente en brindar diversión sin fronteras (Deadpool siempre fue un personaje consiente de su mundo ficticio). Deadpool 2 sorprendentemente logra mantener el estándar de calidad de su antecesora. Con el humor intacto – aumentando la dosis de lo desenfrenado y bizarro – la película dirigida por Leitch de un panorama de lo que puede llegar a ser un “deadpooluniverse” si las cosas siguen un rumbo correcto. En esta secuela se expande todo: personajes, referencias, humor, insultos… absolutamente todo, pero lo que más llama la atención son las sorpresas reservadas que nos tienen Leitch, Reynolds y compañía; realmente todo lo que se ve en pantalla es tan disparatado, tan asombrosamente bizarro que surge la – casi – inmediata idea de verla de nuevo en las salas de cine. A destacar: la brillante presentación y primer misión del nuevo grupo de mutantes X-Force es algo que va a costar mucho tiempo olvidar. Quitando la presencia absoluta que Reynolds da al mítico personaje titular, Deadpool 2 presenta a Josh Brolin, Zazie Beets, Bill Skarsgård, Terry Crews, Bill Delaney, Julian Dennison y Eddie Marsan como nuevos aportes secundarios del mundo marveleano. Brolin acompaña a Reynolds de muy buena forma – estilo buddy cop movies – interpretando al implacable Cable (separa sin problemas su rol de Thanos) y también la hermosa Zazie Beetz consigue su primer gran rol fuera de la televisión como la afortunada Domino; Brolin y Beetz junto al joven Dennison aprovechan al máximo (máximum effort) su tiempo en pantalla y dejan al público con ganas de mucho más. Hay un ENORME cameo sorpresa en esta película y lo único que se puede decir es que presten atención a todo personaje en pantalla, aún, cuando las apariencias engañan… no lo van a poder creer. Con una duración de 120 minutos la película no pesa en lo absoluto; su ritmo es constante y su banda sonora adecua el ambiente “chimichanguero” que vemos en pantalla. La intro – al mejor estilo 007 – es acompañada por la voz de una inmensa Céline Dion que deja todo con su voz y se posiciona como una digna nominada en ternas de “Mejor Canción Original” en la próxima temporada de premios. Deadpool 2 es un film que se disfruta sin problemas en su totalidad, esta nueva entrega es una caricia para los fans del personaje y alivia a quienes dudaban sobre la casi interminable espera de “el dúo dinámico” de Marvel. Lamentablemente la única falla visible es un erróneo cambio de referencias en los subtítulos el cual arruina un poco la experiencia si se conoce las bases y el target de su idioma original; Deadpool 2 no es perfecta pero sin duda alguna es un great motherf***ing time en cines. Valoración: Muy Buena.
Si usted busca a actores de calibre – gente camaleónica que puede asumir cualquier rol de manera perfecta -, tiene que irse a Gran Bretaña. Ahí va a encontrar tanto intérpretes de alto rango como gente gritona, perfectos para personajes de autoridad y formados en el teatro shakespeareano. En cambio si va a Estados Unidos sólo se topará con estrellas: tipos que no siempre son buenos actores pero que poseen un carisma sobrenatural que les permite apoderarse de cualquier escena en la que aparezcan, individuos cuya presencia la gente reclama a los gritos… y que han perfeccionado un único y específico papel por el cual son populares. Humphrey Bogart siempre hizo de Bogart; a Christopher Walken solo le pedimos que haga sus Walkeniadas habituales; Jack Nicholson tuvo el privilegio de triunfar en dos campos: el de loco chiflado y el de loco malo y peligroso. Encasillados en sus personalidades cinematográficas estos individuos triunfarán (y harán una carrera de ello) si logran mantener frescos sus alter egos de ficción, evitando que la gente se canse de ellos. Mucho de eso es lo que ocurre con Deadpool 2, secuela del vehículo cinematográfico que sacó a Ryan Reynolds de las ligas menores y lo volvió una estrella super taquillera. Ahora se ha vuelto imposible distinguir al actor del personaje y, cuando uno ve una comedia standard de Reynolds (de los últimos tiempos como Duro de Cuidar), se trata simplemente de ver a Deadpool sin su traje rojo. Ciertamente es una personalidad encantadora y super graciosa pero… ¿durante cuánto tiempo mas podrá seguir vendiendo lo mismo?. Pero si Reynolds corre por el filo del peligroso estigma del encasillamiento, al menos en su favor hay que argumentar que en Deadpool 2 ha pulido su personaje hasta el límite de la perfección. Sigue siendo gracioso, zarpado y plagado de chistes cínicos y autorreferenciales, pero aquí Reynolds le ha agregado un costado impensado: Deadpool tiene corazón, y uno que es mucho mas sensible de lo esperado. Cuando una misión queda incompleta y los esbirros encuentran la casa de Wade Wilson y arrasan con ella – incluyendo a su amada novia Vanessa (Morena Baccarin) -, nuestro amado antihéroe queda desolado. Y uno se entristece con él. Si Deadpool 2 se siente superior al filme original es porque es mas tridimensional y está mejor actuada, y ése merito le cabe tanto a Reynolds (que oficia como guionista) como al director David Leitch, el mismo de la primera John Wick y de Atómica, y el cual sabe hacer una pausa en medio del destripe, la locura y los chistes para poner un puñado de secuencias altamente emocionales. Es que nos hemos enamorado del payaso sanguinario y su vida sentimental nos importa. Y cada encuentro onírico con su amada Vanessa – donde le va dando las pautas de cómo puede seguir viviendo sin ella – está armado con mucha sensibilidad. A final de cuentas Deadpool 2 no es la historia de un sicario de humor desquiciado combatiendo a un hombre biónico que viene del futuro, sino la crónica de un tipo que perdió todo, lo recuperó y volvió a perderlo. Es dificil ser depresivo e inmortal porque las reglas del suicidio no se te aplican. En todo caso Deadpool 2 es la crónica de la búsqueda de afectos que te hagan sentir vivo cuando ya no te queda nada. Como ocurría en Guardianes de la Galaxia, es hora de formar una familia de cualquier tipo, aunque sea con una galería de fenómenos que al menos te tienen gran aprecio y se preocupan por vos. PortalColectivo, tu guia de colectivos urbanos en internet: recorrido de lineas de Capital Federal, Gran Buenos Aires y principales ciudades del interior de Argentina Por lo demás Deadpool 2 es el mismo delirio de siempre. Hay toneladas de bromas de superhéroes, guiños cinematográficos y chistes fuera de lugar. Hay menos locura y mas acción, y el filme se siente mas medido y maduro. Por otra parte el villano está mucho mejor definido que “el inglés con risa malévola” del primer filme. Acá el cast actúa y le pone una ganas tremendas: desde la horrible causa perdida de Cable (Josh Brolin tiene tiempo de sobra para ser sensible y badass al mismo tiempo) hasta el pibe que puede lanzar llamas con las manos (el delicioso Julian Dennison, el cual tiene un rango formidable para la comedia y el drama) que viene a usar sus superpoderes contra aquellos que lo han torturado por ser diferente y amenaza con convertirse en el futuro exterminador de toda la humanidad. Cuando un adulto daña a un niño, no sólo está arruinando la vida de un inocente sino que está dando a luz a un monstruo que prolongará la cadena de daño perpetuo con la generación siguiente. Deadpool 2 me pareció una película genial, y me gustó mucho mas que la primera. La original era una avalancha de chistes zarpados que parecía salida de la revista MAD; acá el personaje está mucho mas maduro y mejor construido, y hasta tiene una causa noble para defender que permite redimirlo. Y si Reynolds quiere ser Deadpool toda su vida me parece bien, siempre que lo haga con la altura (y la gracia) que termina demostrando en esta ultima entrega. PD: no se pierdan los créditos finales, no sólo no tienen desperdicio sino que tienen los mejores gags de la franquicia hasta ahora.
Crítica emitida por radio.
El súperheroe incorrecto Deadpool 2 es otra buena y divertida propuesta en el género que, si bien carece de la originalidad de su predecesora, es sumamente efectiva en entretener al espectador con una rara alquimia que combina acción y humor subido de tono. Vale la pena. Lo mejor: - La escenas de acción - Un guión desopilante - Las escenas pos créditos Lo peor: - Carece del efecto sorpresa de la primera
Es de público conocimiento que las segundas partes son malas. Es cierto que hay excepciones, y en el caso de Deadpool 2 nos encontramos con una casi excepción. "Pero, Fer, ¿Qué sería una casi excpeción?" Si queres saber la respuesta, te recomiendo que sigas leyendo esta, una de las últimas críticas que haré. La primera parte sorprendió a a mucha gente por su violencia, su gore, el humor, la capacidad de reírse de si mismo y de reírse de todas las películas de superheroe y cualquier otro film que se le cruce en el camino, también es importante la constante ruptura de la cuarta pared realizada por nuestro querido Ryan en la piel de Wade. Este segunda parte tiene todo ese, pero en menor medida. Lo que más le falta a este Deadpool 2 es ritmo. La adrenalina no me corría por la sangre como lo hacía en la primera parte, tal vez por la falta de sorpresa, tal vez por que realmente carece de ritmo. Pero esta falta de ritmo no la hace una mala película, para nada. Sólo la hace inferior a su sucesora. Acción por todas partes, con efectos que están muy bien realizados y no nos damos cuenta de que son eso, salvo cuando se hacen explícitos por Dead. Buenos nuevos personajes, algunos duran mucho, otros duran poco, pero el desarrollo de todos está en un alto nivel. Un guion que no deja agujeros visibles, pero quizás si se mira más de una vez puede que se encuentren. Y los chistes...aaah los chistes. En su mayoría están muy bien, en el momento justo y sin ser forzados. Pero hay algunos que si están forzados y solo atinan a sacar una muesca de sonrisa cuando no deberían. Las actuaciones están todas a un muy buen nivel, pero para mi se destacan Reynolds y Brolin, quien hace un excelente papel como Cable, mantiene de forma sublime a su personaje incluso cuando tiene que ser parte de los chistes de Deadpool. De Ryan no hay mucho para decir, siempre hace un excelente papel, cualquiera sea el papel que haga. Quedate a ver las 3 escenas que hay post créditos que son muy buenas. Mi recomendación: Vale la pena verla en el cine, la pasas bien, ves acción, te reís y hasta quizás te saca una lagrima.
El mercenario preferido del pueblo Luego del gran éxito de la primera película que logró revivir la popularidad de los superhéroes de Marvel cuyos derechos están en Fox, llega una secuela de esas que por lo general están destinadas a bajar la calidad de la saga y a recibir duros golpes de los críticos de cine. En este caso, eso no sucede. El director David Leitch, responsable de buenos films de acción como "John Wick" y "Atomic Blonde", se hace cargo de esta continuación y le sigue dando buena salud a una franquicia que esperamos siga entregando grandes entretenimientos como este. En esta ocasión a Deadpool le sucede una tragedia que lo lleva a querer acabar con su vida, con todo lo difícil que eso puede llegar ser por los poderes de regeneración que posee. Estando al borde la muerte es rescatado por su viejo amigo Coloso y su antigua protegida, Negasonic Teenage Warhead. Se une momentáneamente a los X-Men y en una misión de la que forma parte conoce a niño particular con un poder y temperamento muy peligrosos. Un mutante del futuro llamado Cable (Josh Brolin) viaja en el tiempo con el objetivo de eliminar al niño por las consecuencias que dejarlo vivir producirán en su futuro. A partir de esto se desata una dura batalla entre Deadpool y su euqipo contra Cable. Si bien el guión no es una maravilla, tampoco es flojo. Permite que los espectadores se identifiquen con la historia y se entretengan muchísimo en el camino. El humor sigue siendo fresco y disparatado, tal como se presentara en la primera entrega. Hay algunos diálogos entre los protagonistas que son verdaderamente para dar carcajadas y algunas escenas que también logran sacar sonrisas por lo inesperado del desenlace. Un ejemplo de esto es la misión de rescate del equipo X-Force. En lo que a acción se refiere, hay también excelentes momentos, de gran violencia pero amortiguados por los gags. Hay desmembramientos y sangre por todos lados, justo como nos gusta. Un nuevo paso sobre terreno firme en el camino hacia la trilogía del mercenario favorito del publo. Esperemos la tercera parte llegue con mayor frescura aún y con el humor intacto. Obviamente, cuando termine el metraje, quédense un rato más en la sala de cine porque hay escena post crédito y es muy buena!