Sigue saliendo airosa. Ethan Hunt irrumpió en el cine de acción de los años 90 como una suerte de respuesta americana al británico James Bond, quien acababa de renacer con Pierce Brosnan a la cabeza, tras una década de decadencia marcada por las rasposas últimas cintas de Roger Moore y los fallidos títulos de Timothy Dalton, quien mereció mejor suerte en el rol. Dejando de un lado el material catódico del que parte la saga, Hunt funciona como la versión más física del espía, en comparación con Bond. A diferencia del espía inglés –hasta que llegó Daniel Craig, claro-, Hunt se ensucia las manos, corre sin cesar, y llega más al límite del riesgo. Y, aunque no tenga la elegancia suprema de 007, es suficientemente versátil para mimetizarse en los diferentes contextos. Las dos primeras entregas Misión Imposible, al igual que en Bond, eran autónomas. Eso las convertía en efectivos pasatiempos a los que se le reprochaba una falta de continuidad en el personaje protagonista. Es decir, falta de desarrollo personal en su macrohistoria. No fue hasta que llegó el tercero en discordia, Jason Bourne, que las dos franquicias no se pusieron manos a la obra para reinventarse e intentar aportar algo más de dimensión humana a sus carismáticos protagonistas. Aunque en el Bond de Daniel Craig la continuidad psicológica del personaje ha sido más constante y trabajada, pocos imaginábamos que desde Misión: Imposible III (J.J. Abrams, 2006) encontraríamos trazos que agregarían contenido global a la saga en cada entrega, llegando a su cénit en este sexto film. Misión: Imposible – Repercusión ofrece una nueva misión para Hunt y su equipo, manchada por las consecuencias de una misión frustrada anterior. Y, en esta nueva premisa, figuras del pasado como la cautivante ¿heroína? encarnada por Rebeca Ferguson vuelven a interpelarle. La gracia de esta nueva entrega es, precisamente, lo etéreo que puede llegar a ser el villano, sin una identidad clara, jugando a la confusión al mismo Hunt y al espectador. En este aspecto, la saga continua con la línea oscura que ya empezaron a marcar desde Misión: Imposible – Protocolo Fantasma (Brad Bird, 2011), mezclándola aún más con la sensibilidad de un Hunt preocupado por sus seres queridos. Así pues, nos encontramos ante la entrega con más dimensión emocional para su protagonista. Este aumento de emotividad, sin embargo, no traiciona para nada al espíritu de la saga. Afortunadamente, no nos encontramos ante proclamas grandilocuentes en abismos, ni lágrimas al viento, ni efusivos abrazos entre sollozos… Todo está coherentemente medido, insertado en un film de acción que aborda situaciones extremas. Es decir, McQuarrie y Cruise entienden perfectamente que, cuando la vida de su personaje corre peligro, no está para perder el tiempo. De ese modo, consiguen dar verosimilitud y un atisbo de realismo a la multitud de fantasmadas que suceden, imprescindibles y necesarias en toda entrega de la franquicia que se precie. Con todo ello, la película sigue la estela de sus predecesoras, con su notable factura técnica, gran sentido del espectáculo y la diversión, y un guión con estándares de decencia –cosa de la que no gozan la mayoría de los blockbusters hechos en América-, y cierta capacidad sorpresiva (dentro de los códigos de previsibilidad que ya presenta el género). Y, por supuesto, nos brinda otra escena de acción antológica encima de unos helicópteros, tras la acompasada secuencia de la ópera en Misión: Imposible – Nación Secreta (2015) o la escalada al Burj Khalifa en Misión: Imposible – Protocolo Fantasma. Sabe lo que tiene que dar y lo da con solvencia –sin arriesgar mucho, tampoco-, esta vez atando más cabos, en lo que podría ser un broche de oro para la franquicia. No obstante, Tom Cruise sigue en buena forma y es capaz de, tras 20 años desde el inicio, mantener la llama de la saga con frescura y soltura, en un género en el que es uno de los pilares esenciales. Lástima que el cine de acción, con irregulares resultados, le haya absorbido excesivamente esta última década, ya que se echa de menos que aborde otras misiones imposibles, como lo hizo en su día en Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999) o Ojos bien cerrados (Stanley Kubrick, 1999). En todo caso, con el agente Hunt siempre podremos hacer una excepción, eso sí, siempre que no se traicione al espectador y al cinéfilo.
Si hubiera que buscar un análogo a Ethan Hunt en el mundo del cine, ese sería Christopher McQuarrie. Se trata del hombre adecuado en el momento adecuado para una franquicia que no hace más que crecer en audacia y ambiciones, siempre apostando al más desvergonzado goce del cine en su variante más artificiosa y espectacular. Todo esto a la vez que, con cada nueva entrega, Tom Cruise redobla la apuesta con sus stunts, hazañas físicas que persiguen un impacto y vértigo lo más cercanos posibles a la realidad. Esta es la búsqueda más noble de la franquicia de Misión: Imposible, que en Repercusión alcanza nuevos picos de emoción y ferocidad. Con la entrega anterior, Nación secreta (2015), McQuarrie había situado las aventuras de Ethan Hunt y su equipo en un nivel muy alto. Desafiando su propio éxito, decidió tomar las riendas de la continuación: es el único de una muy ilustre seguidilla de directores que han optado por hacerlo. Su misión, si decidía aceptarla, era pararse sobre los hombros Nación secreta y llevar todo más lejos. Lo hace, y para lograrlo apuesta por una película (ligeramente) diferente. Repercusión plantea desde la estética y desde algunos elementos temáticos una mirada más ominosa sobre su héroe: opta por una luz más fría y colores más oscuros, con un vestuario y vehículos en los que predomina el negro, y se cuestiona la imposibilidad de Hunt de vivir una vida normal por su devoción a un servicio que lo mantiene en secreto y no puede responder por sus acciones. Pero esa propuesta no prospera realmente. Las lealtades y el buen corazón del protagonista nunca están verdaderamente puestos en conflicto: nada hace mella en su incombustible necesidad de salvar al mundo. Repercusión esboza algunas preguntas, pero no tiene el rigor para desarrollarlas. En términos de espectáculo, la radicalización de la puesta en escena le suma una crudeza y una visceralidad a la acción hasta ahora inéditas en Misión: Imposible. Pareciera que Nación secreta le hubiera servido a McQuarrie para afianzarse en un sendero ya trazado para ahora tirar la casa por la ventana en Repercusión. En varias secuencias de acción prescinde del enérgico score de Lorne Balfe (con ecos del Hans Zimmer de las Dark Knight de Nolan) y opta por violentas construcciones sonoras que ponen la adrenalina por las nubes. A la vez, y si bien la película está armada para que nada de lo anterior nos resulte imprescindible, Repercusión es una de las secuelas que más aprovecha la (escasa) construcción previa del personaje de Ethan Hunt. Reaparece Julia (Michelle Monaghan) y tenemos algunas tímidas escenas en las que los personajes trascienden la pura exterioridad. Los diálogos más emotivos quedan en palabras de Luther (Ving Rhames), el más fiel de los colegas del protagonista. Misión: Imposible – Repercusión confirma la excelente salud de una de las mejores franquicias del Hollywood de hoy y nos permite fantasear con más y mejor. El que no la vea en el cine, no la ha visto.
Tráfico de influencias Dentro del rubro de las franquicias recientes de Hollywood, la verdad es que la saga de Misión Imposible (Mission Impossible) ha sabido mantener un buen nivel de calidad por la decisión de Tom Cruise, estrella central y productor desde el inicio, de combinar secuencias de acción a todo trapo con historias/ pretextos de marcado corte clasicista en lo que al ámbito de las películas y series de espionaje se refiere. Por supuesto que de todas formas la andanada de films tuvo sus idas y vueltas: la primera propuesta de Brian De Palma de 1996 estuvo bastante bien, la segunda del 2000 cayó unos cuantos escalones debajo por el agotamiento de recursos de John Woo como la cámara lenta y las hipérboles, la tercera de 2006 continúa siendo la mejor del lote en su conjunto con un J.J. Abrams muy inspirado y a pura adrenalina, y finalmente la cuarta de 2011 y la quinta de 2015 por su parte siguieron el camino de la anterior, con la cuarta en especial abriéndose paso como la más interesante. Así llegamos a la sexta entrega de la saga, con Christopher McQuarrie reincidiendo en su doble rol de director y guionista, el señor responsable del eslabón previo y de las geniales Los Sospechosos de Siempre (The Usual Suspects, 1995) y Al Calor de las Armas (The Way of the Gun, 2000): aquí vuelve a ofrecer un producto eficaz, muy pulido y hasta en cierto punto crítico para con el accionar de las mugrosas agencias de inteligencia de nuestros días, una vez más dando a entender que están mucho más interesadas en disputas internas y matar a los enemigos/ ovejas descarriadas del orden mundial capitalista que en salvar vidas administrando “información sensible” y los juguetes tecnológicos del caso, algo en lo que se especializan Ethan Hunt (Cruise) y su equipo, a esta altura del partido unos artesanos higiénicos que -parafernalia mainstream mediante- prefieren la astucia, los engaños y las decisiones osadas antes que la “estrategia” de los gobiernos actuales de asesinarlos a todos. La excusa de fondo se reduce a tres esferas de plutonio enriquecido destinadas a armar tres bombas nucleares, las cuales el protagonista pierde en la primera escena y así desencadena los sucesivos intentos en pos de recobrarlas con el objetivo de que el asunto no derive en una catástrofe a expensas de un reaparecido Solomon Lane (Sean Harris), ese “anarquista” que quiere poner en crisis a los estados del Primer Mundo mediante una masacre imposible de ocultar. Las megasecuencias reglamentarias infaltables de todo blockbuster que se precie de tal hoy transcurren en París, Londres y Cachemira y hay que reconocer que son tan inverosímiles y ridículas como entretenidas y apasionantes, prueba de que el producto cuenta con el sello de calidad del Cruise más pirotécnico, virtuoso y demencial (sabiendo que el actor -a pesar de su edad, 56 años- continúa haciendo gran parte de sus stunts, por momentos duele un poco verlo, amén de que de hecho se fracturó un tobillo en el rodaje). El realizador mantiene permanentemente un pulso narrativo enérgico, logrando que los 147 minutos no resulten excesivos, y sabe cómo hilvanar las intrigas a partir de recursos tradicionales del género como la mascarada, las traiciones, los intermediarios, el doble agente, la redención y el anhelo de “salirse” del juego de las mentiras para llevar una vida un poco más normal, hasta incorporando a un villano interno que representa al ala derecha de la CIA, el sicario August Walker (Henry Cavill), a quien por supuesto se opone un Hunt mucho más moderado y acompañado de sus colaboradores habituales Luther (Ving Rhames) y Benji (Simon Pegg). Aquí por suerte no se le da demasiada bolilla al interés romántico femenino y si bien reaparecen señoritas del pasado, ese sustrato a la James Bond se esfuma para dejar lugar a la potencia de las escenas vertiginosas y el carisma de Cruise con un trasfondo clasicista que no quiere sonar canchero o adolescente ni tira una catarata de chistes estúpidos ni se vuelve horriblemente reaccionario a nivel político, como por ejemplo los bodrios de superhéroes o la porquería del cine familiar hollywoodense de hoy en día. Misión Imposible: Repercusión (Mission Impossible: Fallout, 2018) nos regala un pasatismo fastuoso ameno que se digna en subrayar que la paranoia domina el tráfico de influencias internacionales y que las operaciones encubiertas aún son moneda corriente…
Después de cinco películas, uno creería que Ethan Hunt aprendió definitivamente a no dar pasos en falso, pero parece que no: en “Repercusión” un trabajo sale mal, y como consecuencia todo el planeta esta en riesgo. Todo porque el bueno de Ethan priorizó el bienestar de su equipo antes de asegurar un poco de Plutonio. “Misión Imposible 6” trata justamente sobre las dificultades de anteponer el bien común por sobre la vida individual de cualquier persona; lamentablemente va a hacerlo dentro de la estructura de una cinta de acción sin muchas pretensiones de salirse del pochoclo. Durante el film, el reto de Hunt va a ser enfrentar momentos en los que evitar el sacrificio de pocos para el bien de muchos parece imposible. Mientras que el reto de la audiencia va a ser decidir si entrar o no en el juego de las desopilantes propuestas de la película. Cada secuencia de acción está a la altura de la franquicia, que más que decaer con el tiempo parece ir mejorando sus escenas de acción. En “M:I 4”, el director Brad Bird logró establecer una especie de fórmula en la que logró plasmar una cantidad y variedad de escenas de acción con calidad excepcional, además de personalidad propia, mientras que la “M:I 5” de Christopher McQuarrie (que con “M:I 6” se convierte en el primero en dirigir dos entregas de la saga) prácticamente llevó a “Misión Imposible” a lo más alto con una trama, acción e intriga que llegaron juntas a lo máximo que puede aspirar una franquicia que podría resumirse como “el James Bond norteamericano”. Sin embargo, esta tercera parte solo cumple con esta reciente autosuperación de la saga en ese aspecto. A grandes rasgos, el guion no sufre mayores complicaciones, pero el mismo tiene demasiados momentos en los que los personajes fallan convenientemente en el instante justo o incluso (en los primeros momentos) actúan como si no se trataran de experimentados agentes de campo. Nadie podría decir mucho si Benji (Simon Pegg) o Luther (Ving Rhames) cometen algún error en medio de una misión, de hecho uno diría que la saga se basa en errores como esos que llevan a Hunt a salvar el día, pero que estas equivocaciones comprendan más de la mitad de una escena tan corta que solo existe para ser “la misión que salió mal”, evidencia que no lograron cuidar tanto lo que rodea a la acción como en otras entregas. No es críticable que un personaje se equivoque, pero lo que sí lo es, es que sea transparente que esa equivocación se trata de un movimiento calculado utilizado por los guionistas para facilitarles la vida. Cosas que podrían arreglarse sencillamente con un poco de imaginación o atención pero que, aunque lamentables, no hacen a lo más importante. Aparte del hecho de que Tom Cruise debe poner en riesgo su vida para filmar la película, lo fundamental son sus personajes. Principalmente en esta franquicia, en la que su James Bond es mucho más vulnerable emocionalmente. Su amor por la relación que no pudo ser, la amistad y lealtad que sostienen su equipo, todos son puntos tan importantes en esta franquicia como lo son las acciónes de riesgo de su estrella. Cada vez más con cada nueva entrega, la tensión viene de Hunt luchando por salvar no solo vidas ajenas sino la de los cercanos a él. Esta sexta película logra entregar lo que las terceras partes (o sextas si tienen suerte) tienen que ofrecer: conclusiones a gran escala de conflictos de entregas anteriores. Y a pesar de tener puntos flojos, consigue cumplir ese cometido con creces. Sin llegar a la excelencia que logró alcanzar en su cuarta y quinta parte, “Misión Imposible” vuelve a entregar una de las mejores opciones del cine de acción. Consiguiendo cierres para varios de sus personajes, además de traer unos cuantos para futuras aventuras. Quizás no avergonzarse del pochoclo le haya jugado a favor, pero de todas maneras McQuarrie, Cruise y el resto del equipo tienen que estar más que satisfechos habiendo realizado con mucho más éxito la película que “Spectre” (la más reciente James Bond) intentó ser.
¿Qué es lo que nos atrae, lo que más nos lleva a esperar una Misión: Imposible tras otra? Y eso que la primera, dirigida por Brian De Palma, fue, lejos, pero lejos, la más floja de las seis que desde hace 22 años protagoniza Tom Cruise. Quien, dicho sea de paso, no parece tener 56 años. Se sabe: el actor de Rain Man y Top Gun hace las tomas de riesgo sin aceptar que lo doblen. ¿Vieron en el backstage cómo se lastimó el tobillo saltando de una terraza a otra en Londres? Si lo vieron, vieron también los cables de los que cuelga y que luego digitalmente se borran. Porque Cruise no es un atleta, pero tampoco un loco. ¿Será eso, ver a un actor saltar edificios en Londres, correr endemoniadamente, ir a alta velocidad en moto por las callecitas de París, o pilotear un helicóptero por Asia? Porque esa verosimilitud que Cruise le da al agente Ethan Hunt no está en la trama de sus películas, en las increíbles secuencias de acción, peleas o persecuciones. Ahí hay que dejarse llevar por lo que se siente, cierta adrenalina, y olvidar las reglas del relato convencional del cine. Y en Repercusión –como en Nación secreta, dirigida también por Christopher McQuarrie: caramba, ganador del Oscar por el guión de Los sospechosos de siempre, y nuevo gran amigo de Cruise, y quien escribió muchos de los guiones de sus últimas películas- la trama es lo de menos. Para los ansiosos: hay tres esferas de plutonio que se han “extraviado”, y que están por llegar a las manos de un ahora terrorista y anarquista - Solomon Lane (Sean Harris), villano de la quinta MI-. Y si Hunt no las consigue -una se la perdió por defender la integridad física de uno de sus asistentes-, otra vez, el mundo estará en peligro. A los rostros conocidos de Misión: Imposible –Simon Pegg, el wizard de la tecnología; Ving Rhames, experto en bombas ambos compañeros de Hunt en FMI (por Fuerza Misión Imposible, nada que ver con el Fondo Monetario) y Alec Baldwin (su jefe), se suman otras caras femeninas asiduas, como la Ilsa Faust que compone Rebecca Ferguson, y el amor de la vida de Hunt (Michelle Monaghan). Agreguen a Vanessa Kirby (la princesas Margaret en The Crown) como la Viuda Blanca, una femme fatale, y un agente de la CIA al que adosan en la misión a Hunt, que compone Henry Cavill, el último Superman. Lo dicho: no pidan verosimilitud, porque Repercusión es, más que las anteriores, una suma de escenas de acción, eso sí, magníficamente rodadas y presentadas. Que tienen eso, acción, pero también humor y sorpresa. Las vueltas de tuerca son una marca registrada en las MI, así que a disfrutar sin temer sentirse engañado, porque total, aquí se engaña a cualquiera.
Cuando buena parte del cine contemporáneo a escala masiva está dominado por las historias de superhéroes, la saga de Misión imposible nos devuelve el placer de la vieja escuela, el clasicismo de un género de acción de "carne y hueso". Aunque -habrá que admitir inmediatamente- esto no es tan así porque ver al Ethan Hunt de Tom Cruise conduciendo una moto a toda velocidad y a contramano por las calles de París, lanzándose en paracaídas en medio de una tormenta eléctrica o saltando de un helicóptero a otro no calificaría precisamente como una "escala humana" (el aporte de los efectos visuales para realzar el trabajo de los dobles de riesgo es fundamental), en esta notable sexta película de la franquicia se puede sentir la adrenalina, el vértigo y la espectacularidad de cada secuencia con una visceralidad que Marvel o DC Comics no podrá conseguir jamás. Buena parte del mérito del éxito artístico de la franquicia se debe al inoxidable Cruise, no solo protagonista durante casi dos décadas, sino también productor y responsable de elegir a narradores siempre virtuosos (y distintos), como Brian De Palma, John Woo, J.J. Abrams y Brad Bird. Hasta que en 2012 trabajó con Christopher McQuarrie en Jack Reacher y de allí lo llevó como guionista y director de Nación secreta (2015), y ahora también de Repercusión. Una sociedad creativa que alcanza alturas y velocidades que están en sintonía con las andanzas de un Hunt que Cruise encarna con admirable (y envidiable) despliegue físico a sus 56 años. El punto de partida es -como siempre- básico y, al mismo tiempo, épico (desbaratar los planes de unos traficantes de plutonio), y allí estarán Hunt y sus fieles laderos (Ving Rhames y Simon Pegg) para recorrer Berlín, Londres, París y hasta Cachemira, en busca del objetivo. Maestros del engaño, los protagonistas tendrán la incómoda compañía de un nuevo agente (Henry "Superman" Cavill) y deberán sostenerse en medio de una disputa entre sus superiores (Alec Baldwin y Angela Bassett) y varios personajes tan inquietantes como peligrosos (Sean Harris y Vanessa Kirby). El minucioso y eficaz engranaje dramático concebido por McQuarrie incluirá, por supuesto, una veta romántica que esta vez combina a las dos mujeres que marcaron la vida afectiva de Hunt en las últimas entregas: la Ilsa de la sueca Rebecca Ferguson y la Julia de la estadounidense Michelle Monaghan. Cuando la mayoría de las franquicias tienden a agotarse, la deMisión imposible ha sido capaz no solo de reciclarse para estos nuevos tiempos, sino incluso de reinventarse con una potencia, una convicción y una vitalidad asombrosas. El viejo y querido género de acción y aventuras en todo su esplendor, una apuesta noble de artistas que aman el cine popular y utilizan los mejores recursos para seguir entreteniendo y asombrando hasta al espectador más escéptico y curtido.
Tom Cruise regresa con la sexta entrega de esta saga de acción, dirigido nuevamente por Christopher McQuarrie. Tras perder un cargamento de plutonio, el agente Ethan Hunt (Tom Cruise) y su equipo deben recuperarlo cueste lo que cueste. Pero la CIA los obliga a compartir la misión con August Walker (Henry Cavill), uno de sus mejores agentes. La incorporación traerá más problemas de los esperados. Misión imposible: Repercusión (Mission: Impossible-Fallout, 2018) sigue la línea de las anteriores: las persecuciones en auto, moto y helicóptero ocupan la mayor parte de un film que se destaca por el despliegue técnico de sus escenas. Y como no se le quiere pedir demasiado más, el limitado argumento es aceptado -y hasta esperado- por los espectadores. Cruise conoce al personaje a la perfección y sería hasta extraño ver a otro actor interpretando a Hunt. Rebecca Ferguson, Ving Rhames, Simon Pegg, Michelle Monaghan, Alec Baldwin y Sean Harris, vuelven a interpretar sus papeles anteriores; mientras que Cavill, Vanessa Kirby, Sian Brooke y Angela Bassett se incorporan a la franquicia. Los amantes de la acción agradecerán la nueva Misión imposible. Y el resto del público también disfrutará pasar un rato más que entretenido.
Sexta ya? Como pasa el tiempo... ¿Y tienen para seguir contando cosas? La respuesta es si, y se podría agregar que cada vez mejor. Tom Cruise no está bien de la cabeza. Su obsesión por hacer las cosas el mismo y cada vez mejor me cuesta creer que terminen bien, pero mientras a disfrutar tanta locura. En esta película por ejemplo una escena donde dos se tiran de un avión, la hicieron 106 veces según contaron en Cinemacon, donde estuve presente. Y para que dure apenas unos minutos. Así debe haber sido con muchas cosas. Desde las tomas increíbles en moto (no pueden faltar), hasta las escaladas por la piedra como en la segunda. O sea está lo que cualquier seguidor de esta saga puede esperar. Pero lo que más sorprende es que la película dure más de dos horas y esté al palo el 90% de la misma! Eso es una locura. Elenco perfecto, historia como excusa para unir cosas, pero un suspenso increíble, el despliegue de trucos maravillosos y un 3D innecesario. Bravo por esta nueva entrega que nunca hay que olvidar no se llama Misión difícil... es imposible todo. Y paga la entrada!
El despliegue de producción y las escenas de acción desarrolladas en varios escenarios internacionales son el denominador de las películas de espionaje y, en especial, de esta franquicia que inició con Tom Cruise bajo la dirección de Brian De Palma en 1996, basada en los populares personajes de la serie. Y Cruise está de nuevo como Ethan Hunt en esta sexta entrega, Misión imposible: Repercursión, que repite en el guión y la dirección a Christopher McQuarrie-Nación Secreta-, un realizador hábil para enhebrar una trama que mantiene la tensión y las traiciones hasta el final. Hunt es reclutado, junto a su equipo, para recuperar una carga de plutonio que podría ser usada por un grupo terrorista conocido como Los Apóstoles y causar una catástrofe mundial. Con la incorporación de Henry Cavill -El hombre de acero- y el respaldo de buenos secundarios como Luther -Ving Rhames- y Benji -Simon Pegg-, más el regreso de Ilsa -Rebecca Ferguson- y el terrorista Lane -Sean Harris-, la trama ata cabos sueltos y la acción no se hace esperar desde su inicio en Belfast. Con persecuciones en moto, auto y helicópteros -con un desenlace que recuerda a Riesgo total- y escenas de combate cuerpo a cuerpo -en el baño- coreografiadas cuidadosamente, el relato prepara un cóctel explosivo y se lanza sin descanso en su kilométrica travesía para desactivar poderosas bombas. Cruise, a sus 56 años, mantiene el aspecto juvenil que lo caracteriza y, al igual que Jackie Chan, ejecuta muchas de las peligrosas acrobacias que se ven en la pantalla. En tanto, la tecnología, el espíritu de las viejos filmes de espionaje, los gags y los personajes conocidos conforman este blockbuster que mantiene su forma y promete regresar hasta que el cuerpo aguante.
Tom Cruise, el último gran héroe. Hoy la industria del cine se rige por trilogías en su mayoría, las terceras partes y por consiguiente las sextas y así alimentan las expectativas. Misión: imposible no fue la excepción. Siendo la tercera de una segunda trilogía aún me sorprende la forma que busca renovarse y no aburrir al público. En este caso, el filme tiene tres puntos en particular sin precedentes: ser una secuela directa, repetir director y el 3D. En ese orden, el hecho que M.I. Repercusión continúe con el mismo villano es una gran novedad que aplaudo de pie. Cada filme siempre funcionó como una película casi independiente. Y luego de ver Nación secreta, era injusto que la icónica organización conocida como Sindicato tuviera lugar en un solo filme. De hecho, que el villano en ese momento no haya muerto parecía ser señal de ello. Hablando de villanos no puedo evitar pensar en Henry Cavill y su bigote de la discordia que fue objeto de críticas para Liga de la justicia. Bien, su estética es más que justificada y remite a los villanos sesentistas que se caracterizaban por el uso de un bigote. Me gustó ese homenaje. Ahora, en cuanto a su desarrollo, por momentos caí en la trampa y esperaba que tal vez se convirtiera en el nuevo Hunt. Jeremy Renner no lo logró en Protocolo Fantasma. Cavill teje un villano que poco a poco va mostrando diferentes facetas. Sin embargo, por momentos parece arcaico con sus motivaciones poco claras; tal vez hubiese tenido otro -y mejor- impacto hace décadas. Cavill no es el único antagonista y nuevamente Sean Harris (Salomon Kane) sigue siendo uno de los grandes villanos. Sus líneas, sus miradas y su ambigüedad lo postulan como el mejor villano de la saga. Este conflicto también incluyó a Rebecca Ferguson, que demostró tener mucha más química que la misma Michelle Monaghan, quien es su esposa en la saga. Y reconozco que nunca me terminó de cerrar el Hunt casado y en este filme McQuarrie se las ingenia para resolverlo. Alec Baldwin impecable como siempre y más no puedo decir. En cuanto al 3D, tenía mis dudas pero cada secuencia justifica su uso, además de hacerla entretenida… ¿Realmente duró 2 horas y media? No pareció. Algo que pensaba antes de ver el filme era qué escena icónica habría esta vez, y me sorprendí que no hubo una, sino varias. Reconozco que fue atrapante ser testigo de las proezas de Cruise, la mayoría muy riesgosas. Recordemos la lesión que sufrió al caer mal y lastimarse un pie. Por esta manía de rodar las escenas más peligrosas sin doble el rodaje debió ser suspendido por 8 semanas. En la actualidasd no debe haber un actor más osado que Tom, al menos desde la época de gloria de Jackie Chan. Tom Cruise nuevamente nos demuestra que a sus 56 años aún puede exponer su físico y eso es admirable. Se lo ve cómodo en cada escena y eso se transmite en la pantalla. En cuanto a los personajes: Ving Rhames y Simon Pegg (una de las mejores adiciones en la floja tercera parte) aportaron su toque cómico y destaco dos escenas de Pegg que fueron memorables a la hora de hacer engaños: la pre−créditos y casi al final. Y hablando de la escena pre−créditos, los sueños de Hunt sobre su esposa me hicieron un poco de ruido; la del principio incluso me recordó a la fallida Momia. No sé si el director quería probarnos la humanidad de este agente, pero me parece que se sobreentendía desde hace varios filmes. Desconozco si será el final de la saga. Hoy en día nunca se sabe. Lo cierto es que nuevamente Tom Cruise logró sorprender y espero que a futuro más allá de sus secuelas venideras como Top Gun y Al filo del mañana nos sorprenda con una idea original. Yo sé que puede lograrlo.
Es la numero seis de la saga pero funciona a la perfección. Entre un guión escrito por el director Christhophe McQuarrie, que no se complica demasiado ni necesita información indispensable para entenderlo, se elabora esta fórmula efectiva: Hay que recuperar tres cabezas de plutonio para que el mundo no se destruya, al protagonista siempre le sospechan que se paso al otro lado, el oscuro, y tiene colaboradores que en realidad son “la traición”. Hay que reconocerle a Tom Cruise que en la piel de Ethan Hunt es único, con su disposición para la acción física y su deseo de evitar dobles en lo posible (el episodio de su tobillo roto en una escena, disponible en youtube, contribuyó efectivamente a la leyenda) Su desempeño en las escenas de acción esta a la altura de un superhéroe pero funciona mejor. Las persecuciones en motos, en autos, en helicópteros por las montañas de Cachemira, el parkour en los techos de Paris, las corridas a pie en la catedral de Saint Paul de Londres, son todas espectaculares. Además están las mujeres que lo conmueven Rebecca Fergurson, Michelle Monaghan y la inquietante “viuda blanca” encarnada por Vanessa Kirby. Y por si esto fuera poco los recuerdos de escenas memorables de otras películas. Resultan imprescindibles los talentosos Ving Rhames Simon Pig, el equipo de oro. Y también un villano a la altura de tanto despliegue que desea un enorme sufrimiento, una impresionante destrucción para que luego el mundo este mejor. Menos mal que está Tom para salvarnos. La sexta de la saga muestra lozanía y es realmente una de las mejores películas de acción de estos últimos tiempos. Una divertimento pochoclero con todas las de la ley.
[Review] Misión Imposible: Repercusión. Vuelve la alegría. Vuelve Ethan Hunt. Vuelve Tom Cruise y como siempre, trata de superarse a sí mismo en cuanto a acrobacias se refiere. “Misión Imposible: Repercusión (Mission: Impossible-Fallout, 2018)” es la continuación directa de “Misión Imposible: Nación Secreta (Mission: Impossible: Rogue Nation, 2015)” y ambas son dirigidas por Christopher McQuarrie, un tipo que de acción sabe y parece que Tom le tomó mucho cariño luego de encontrarse con él por primera vez “Jack Reacher (2012)”. La sexta película de la saga que comenzó con la insuperable primera parte dirigida por Brian De Palma, nos cuenta la vida del mundo luego de que el super agente del IMF, Ethan Hunt (Tom Cruise), ha atrapado al líder del grupo terrorista denominado El Sindicato, Solomon Lane (Sean Harris): los que quedaron de esa célula infame y seguidores del hombre de la voz rasposa, ahora se hacen llamar Los Apóstoles y están infiltreados en cualquier lugar. La misión de Hunt (“Si decide aceptarla”) es detener un desastre nuclear que estos criminales intentan desatar en el planeta, para terminar con el viejo orden mundial. Lamentablemente, a Ethan siempre se le sobreponen inconvenientes difíciles de sortear, como lo es la vida en juego de uno de los de su equipo (en este caso Luther, interpretado de nuevo por Ving Rhames) y entonces, la pérdida del plutonio con el que desencadenarán el Apocalipsis nuclear. Las repercusiones (¡cuak!) no se harán esperar, y nuestro agente favorito tendrá que asumir las consecuencias de sus acciones, formando un nuevo equipo con Benji (otra vez el comic relief de Simon Pegg), el ya nobrado Luther y un agente de la CIA impuesto como “castigo/niñera”: August Wlaker (Henry Cavill), un tipo duro, denominado por su jefa la grandiosa Angela Bassett) como un “martillo”. Juntos emprenderán una nueva aventura; una que tendrá varias sorpresas y vueltas de tuerca que dejarán a más de uno con la boca abierta, y a otros con sabor a poco. “Misión Imposible: Repercusión” es la sexta entrega de una de las más largas sagas de espías más famosa (junto con la de 007) y se nota bastante: si bien desde el arranque podemos observar una falta total de cinematografía al explicarnos con una (demasiado) larga grabación el rumbo que tomará la película y hacernos casi interminable el primer acto, cuando comienza el segundo ya podemos comenzar a extasiarnos con las diferentes escenas de acción que no paran de estallarnos en la cara: peleas en el baño, saltos desde un avión a grandes alturas, persecuciones en autos, motos, y todo lo que se puedan imaginar. Es una película hecha para el entretenimiento, ni más ni menos. El condimento adicional que le otorga McQuarrie y que pocos supieron manejar en las anteriores, es el condimento de clasicismo en una película de espías sin que pase por aburrida o “lenta”. Es un gran logro, quizás demasiado en esta oportunidad (ya que M:I-Nación Secreta sigue siendo mejor que ésta, con un gran balance entre acción y narración). El pecado de esta nueva entrega es el que ya cometió Sam Mendes con “Spectre (2015)” para el agente bebedor de Martinis agitados: ya la franquicia está agotada y a punto de fagocitarse a sí misma, con peligro de autoparodiarse en un espectáculo autorreferencial. Y, como reza el dicho (y por eso está bien dicho): “A veces, menos es más”. Eso no impide que Misión Imposible: Repercusión sea una de las mejores película de acción de los últimos tiempos, y esto es, quizás, responsabilidad de McQuarrie y del inoxidable productor y actor, Tom Cruise, que no para de superarse capítulo tras capítulo. Hablar del reparto que acompaña a los protagonistas es, en este caso, una obligación casi autoimpuesta, ya que los personajes femeninos (desde el humilde punto de vista de este crítico) son, por lo menos en el primer acto del film, representadas de una manera villanesca en algunos casos (los más favorable) y, en otros, simplemente como un estereotipo de criminal o femme fatale: Vuelve al ruedo Rebecca Ferguson pero parece haber perdido esa fortaleza que nos dio en la entrega anterior. El agregado de Vanessa Kirby no es de gran importancia tampoco. Y la vuelta de Michelle Monaghan, qué decir, el personaje que apareció en la tercera parte de la saga y nunca nadie más supo qué hacer con ella. Hasta ahora. Si hay alguien que se destacó de la media en estas dos entregas (fuera de su protagonista) es el villano encarnado por Sean Harris, un actor que supo darle a su Solomon Lane un aire de némesis a quien temer, no solo un villano que quiere destruir el mundo porque sí. Un villano con una mente sobresaliente que tuvo en jaque más de una vez a Hunt, digno sucesor del que interpretara el querido Phillip Seymour Hoffman allá por 2006 en M:I 3. Por ultimo, no hay mucho que decir con respecto a Henry Cavill y su famoso (polemico) bigote: un personaje que es la otra cara de Hunt, alguien que tiene secretos por revelar pero que, si son seguidores de la saga, no caerán fácilmente en el engaño. En conclusión, Misión Imposible: Repercusión es un digno entretenimiento para fans de la saga y de los pocos blockbusters que, hoy en día, tienen la dignidad de caer de pie y no lastimarse. Como Tom Cruise. Ah, no…
El engaño a la orden del día Hace 22 años que Tom Cruise protagoniza a Ethan Hunt. Desde la primera Misión: Imposible de 1996 llevada al cine por Brian De Palma es que vemos a este equipo de espías encaras misiones inverosímiles. ¿Qué es entonces lo que nos lleva a ver cada una de las nuevas películas que estrena? Que cada una se supera a la anterior. La historia parece ser sencilla: mientras Ethan Hunt (Cruise) se encuentra oculto en Belfast, recibe una nueva misión: obtener antes de que llegue a sus manos el plutonio que permitiría a los seguidores de Salomon Lane (Sean Harris), villano de la quinta MI, quienes se hacen llamar Los Apóstoles, el poder ensamblar poderosas armas nucleares que usarían en distintos lugares del planeta para desbaratar el orden mundial. Deberá evitar que la denominada Viuda Blanca (Vanessa Kirby), una elegante contrabandista británica, le entregue los dispositivos de plutonio a Lark Decoy (Liang Yang). Para esto Hunt viajar a París, pero no lo hará solo, ya que se verá obligado a aceptar como compañero de misión a un agente de la CIA: August Walker (Henry Cavill). Una serie de eventos desafortunados hace que Hunt deba hacerse pasar por Decoy y con ayuda de su equipo –Benji Dunn (Simon Pegg) y Luther Stickell (Ving Rhames)- aceptar una de las peticiones de la Viuda Blanca: liberar al anárquico Lane, quien está bajo la custodia de la policía francesa. Y como si no fuera poco, entra en escena Ilsa Faust (Rebecca Ferguson), quien tiene una misión poco agradable para Hunt. Repercusión es una suma de escenas de acción imperdibles, increíblemente filmadas y editadas. Y si bien los doble de cuerpo pasan debidamente desapercibidos, hay que decir que gran parte de las escenas están llevadas a cabo por el propio Cruise, lo que le da un plus adicional: corre, salta, se arroja, escala, pelea, da vueltas… Tampoco falta el humor y la sorpresa: las vueltas de tuerca ya son una marca registrada en Misión: Imposible. Es retorcida y entretenida. Esta película no hace más que confirmarnos que Tom Cruise para nada está oxidado y que las ideas no se agotan. Es una saga capaz de reciclarse y jugar con elementos narrativos clásicos de los films de espías, utilizando toda la tecnología al alcance como para seguir impresionando al espectador. Misión: Imposible, Repercusión nos trae al James Bond de esta generación y a una de las mejores películas de acción de los últimos años.
Otra vez Ethan Hunt (Tom Cruise) tratando de resolver misiones para salvar al mundo de un destino catastrófico y trágico. En esta oportunidad, fantasmas del pasado lo amenazan y dispersan. Acción y más acción, en diferentes localidades del mundo para construir una versión lavada de aquella mítica serie, devenida en saga y en donde Cruise encuentra SIEMPRE el tono para hacer verosímil lo inverosímil.
Músculo para estilizar la imagen animada Christopher McQuarrie, director del anterior film de la saga, no va más allá de los picos alcanzados en cuanto a coreografías, acrobacias y golpes de efecto, pero sí en cuanto a volumen e intensidad. Con Tom Cruise como estandarte y factotum, la saga Misión: Imposible ha buscado redefinirse en cada uno de sus cinco episodios previos, logrando que el estreno de cada uno se convirtiera en un evento. Y esto ocurre aun conteniendo en sus diferentes versiones ingredientes muy similares, sino los mismos, aunque siempre tratando de correr sus propios límites un poco más allá. Es cierto que la película anterior, Nación secreta (2015), dirigida por Christopher McQuarrie, llevaba las cosas a un nivel difícil de igualar en materia de coreografías, acrobacias y golpes de efecto puestos al servicio de la acción. Y la verdad es que si bien lo que ofrece Misión: Imposible - Repercusión, su nuevo capítulo, sin dudas no va más allá de los picos alcanzados por aquella, tal vez sí la supere en volumen e intensidad. Por empezar, el modelo 2018 de Misión: Imposible rompe una importante tradición que era marca registrada de la saga. Se trata de la continuidad de McQuarrie al mando del timón. Antes de este doblete, habían pasado por la silla de director Brian De Palma, John Woo, J.J. Abrahams y Brad Bird, en ese orden: cada uno de ellos aportó su impronta y su talento, potenciando la mítica y la mística de este universo. La novedad tiene además una lógica narrativa, en tanto también es la primera vez que existe una continuidad entre los acontecimientos de este episodio y el previo, en contra del carácter unitario que hasta ahora había regido a cada una de las películas. Una de las recurrencias que es posible constatar en Repercusión es la persistencia por ubicar el epicentro de los hechos en ciudades europeas, decisión con la que esta saga se adelantó a una característica que a partir de Identidad desconocida (2000), primer episodio de la “Saga Bourne”, se volvería tendencia entre las películas que combinan acción, espionaje y realismo geopolítico. Esto no obedece a un mero capricho, sino que detrás hay una cuestión estética vinculada a la percepción del movimiento. Las calles estrechas de cualquier ciudad del viejo continente potencian, por ejemplo, la sensación de riesgo en las persecuciones de autos. Pero además permiten coreografías visualmente muy efectivas, como la de saltar de techo en techo por sobre las callecitas, acción imposible en las calles mucho más anchas ya no de Estados Unidos sino de cualquier ciudad americana, de Ushuaia al Yukón. Esto último funciona al mismo tiempo como garantía del compromiso con el despliegue visual de la saga, que el propio Cruise en la piel del agente Ethan Hunt lleva al extremo encarnando la mayoría de las escenas peligrosas. Dicha voluntad define los valores cinematográficos que sostienen no solo a Repercusión sino a toda la serie y que podrían definirse en una frase: pasión por el movimiento. Si esto se acepta, entonces Misión: Imposible puede ser vista como una versión aeróbica, anabólica y cinematográfica del Cirque du Soleil. El músculo puesto al servicio de la estilización de la imagen animada. Nota al margen. Sobre el final del film tiene lugar una escena curiosa que puede adquirir un inesperado vínculo con la actualidad política y económica, que la vuelven raramente cómica. Al menos para el espectador argentino. Se sabe que Hunt y sus hombres pertenecen a una agencia de inteligencia denominada Fuerza de Misiones Imposibles (Impossible Mission Force en el original). Sus acciones se desarrollan siempre de modo encubierto y extraoficial, volviéndola casi clandestina. A tal extremo que, si alguno de sus agentes cayera en acción, el gobierno estadounidense negaría todo vínculo con ellos. La casualidad ha querido que la sigla de la agencia, tanto en inglés como en castellano, coincida con la del Fondo Monetario Internacional (FMI/ IMF). Poco antes de que los títulos finales bajen el telón de la película, cuando Hunt y Estados Unidos han salvado al mundo una vez más sin que nadie se entere, uno de los personajes afirma con tono solemne que “el mundo necesita al FMI”. Que dicha frase salga de labios de la Directora de la CIA puede ser también producto de la casualidad y está claro que eso no lesiona en lo más mínimo la inmejorable capacidad cinemática de la película. Pero no deja de sonar extrañamente sincronizada con una forma del ver la realidad, que coincide con la egomaníaca imagen que la saga tiene de su protagonista y con lo que este representa en tanto espejo del rol que Estados Unidos se atribuye a sí mismo en el reparto de roles del viejo Nuevo Orden Mundial.
A por todo “Misión Imposible: Repercusión” (Mission: Impossible – Fallout, 2018) es una película de acción que constituye la sexta entrega en la saga “Misión Imposible”, que tuvo su inicio en 1996. Cada cinta fue dirigida por una persona distinta, sin embargo en esta Christopher McQuarrie vuelve a ser el director y escritor (ya lo había sido en el quinto film). Tom Cruise se pone otra vez en la piel de Ethan Hunt, así como repiten sus roles Ving Rhames, Simon Pegg, Rebecca Ferguson, Alec Baldwin, Sean Harris y Michelle Monaghan. Además se agregan nuevas caras, entre ellas están Henry Cavill, Ángela Bassett, Liang Yang y Vanessa Kirby (princesa Margarita en la serie The Crown). Dos años después de los eventos ocurridos en “Misión Imposible: Nación Secreta” (Mission: Impossible – Rogue Nation, 2015), el agente Ethan Hunt (Tom Cruise) recibe otra tarea de difícil realización. Varios terroristas que conformaban el Sindicato, liderado por Solomon Lane (Sean Harris), siguen vivos y se hacen llamar “Los Apóstoles”. El objetivo de ellos consiste en generar tres ataques con bombas nucleares en diferentes lugares emblemáticos. Debido a que Ethan decide salvar a su amigo Luther (Ving Rhames), el plutonio queda en las manos equivocadas. Ahora el mundo corre peligro y salvarlo sólo depende de Hunt, Benji (Simon Pegg), Ilsa (Rebecca Ferguson) y Luther… ¿podrán lograrlo? Como se puede leer, el argumento no aporta nada que no se haya visto antes. Siguen estando la CIA, el FMI, el MI6, entre tantas otras organizaciones de diferentes países, donde cada persona actúa a favor de lo que le encomendaron o a beneficio propio, por lo que se requiere de una máxima atención para adecuarse a cada giro y nuevo plan que van surgiendo durante las dos horas y media de duración. No obstante, la saga de Misión Imposible está más viva que nunca con esta última entrega, y eso se debe a que sus escenas de acción están a otro nivel, un nivel extraordinario e inimaginable que no defrauda en ningún momento. Que Tom Cruise a sus 56 años siga haciendo cada una de sus secuencias de alto riesgo sin querer a un doble es para destacar y aplaudir. El actor se rompió el tobillo en una toma e incluso herido continuó para no grabar todo de nuevo. Misión Imposible es la saga de Cruise, por la que será reconocido siempre y que dé todo de sí hace que las ganas de ver cada nueva producción se mantenga. Esta sexta película logra reinventarse por la manera en la que está filmada y por sus momentos de acción que, por suerte, son muchísimos y se superan a sí mismos a medida que avanza la trama. Persecuciones en moto a contramano, peleas cuerpo a cuerpo (la que se origina en un baño es excelente), corridas a toda velocidad por los techos, saltos y tiroteos mantienen la atención gracias a que no se escatima en la duración de ninguna, haciendo que el peligro y la tensión traspase la pantalla. Cuando pensamos que ya queda poco para que esta aventura acabe, McQuarrie nos brinda un espectáculo aéreo imperdible, donde verdaderamente llegamos a pensar que los personajes más queridos no saldrán vivos. El vértigo se hace presente, combinado con los nervios a flor de piel por la pelea en una cabaña, escena que nos demuestra una vez más lo badass que es Rebecca Ferguson. “Misión Imposible: Repercusión” se convierte en un film pochoclero que no subestima al espectador y logra superar en gran medida a su antecesora. Aunque la ausencia sin explicaciones de Jeremy Renner sea notoria, la película se sostiene por sí sola gracias a su perfecta dirección y enorme protagonista, que no teme arriesgarse para salvar tanto a sus amigos como al que lo necesita.
Sexta entrega de una de las franquicias más sólidas de Hollywood, "Misión Imposible: Repercusión", de Chistopher McQuarrie, es un entretenimiento variado y eficaz, con un impresionante as bajo la manga. ¿Qué se necesita para ser una verdadera estrella del espectáculo? ¿Alcanza con el talento? Más allá de las idas y venidas en su vida personal, no hay dudas que Tom Cruise es una de las estrellas hollywoodenses más estables y rendidoras en ya más de treinta años de carrera indiscutidamente exitosa. Su sola presencia es marca registrada de un estilo y lleva al público masivo a llenar las salas. Cuando en 1996 estrenaba la primera "Misión Imposible", más allá de finalmente concretar la adaptación cinematográfica de una de las series de TV más famosas de todos los tiempos; estaba asegurándose un lugar dentro de los mejores héroes de acción. No es que Tom tenga ni los músculos de Arnold, o la habilidad para manejar una metralleta de Chuck Norris. Tom Cruise es un tanque de carisma, y una estrella que sabe venderse muy bien. Responsable absoluto como protagonista, productor, y alma de esta franquicia, que ya se despegó hace rato de la sombra de la serie; en Misión Imposible: Repercusión vuelve a demostrar lo que ya sabíamos, Ethan Hunt es gran, gran personaje. Con "Misión Imposible III" pareciera haber cerrado una primera trilogía. Con esta, su sexta entrega ¿cierra la segunda? Esta vez los agentes del FMI (no, ese no, la agencia de inteligencia paraestatal que integra Hunt como agente de campo) se verán envueltos en una misión que, como viene sucediendo a lo largo de la saga (más explícitamente a partir de la cuarta), involucra fuerzas enemigas internas. Ethan y los suyos deben recuperar tres ojivas de plutonio que pueden llegar a ser utilizadas como armas nucleares. Algo sale mal al principio de la historia, y las ojivas terminan en las manos equivocadas. Por esa razón, la CIA, al mando de la agente Sloan (Angela Bassett, espléndida como siempre) se asocia para recuperarlas; pero exigiendo la colaboración de uno de ellos dentro del equipo, August Walker (Henry “bigote de la discordia” Cavill). Ethan, Benji (Simon Pegg), Luther (Ving Rhames), Alan (Alec Baldwin) desde el liderazgo diplomático, y August (que mantiene cierta rivalidad con Hunt) deberán emprender la misión de rescate que incluye secuestrar a un peligroso terrorista miembro de un grupo de agentes rebeldes, Salomon Lane (Sean Harris). "Misión Imposible: Repercusión" quizás sea el film de la saga con un argumento más complejo. Intervienen varias agrupaciones y personajes que trabajan a sueldo para alguno de los bandos; como la bella Viuda blanca (Vanessa Kirby); y el regreso de la agente del MI6 británico, Ilsa Faust (Rebecca Ferguson). McQuarrie, que también se encarga del guion, tiró toda la carne al asador. Hasta ahora, las cinco entregas anteriores, todas en un nivel muy aceptable, se habían inclinado más por argumentos ligados al espionaje, o por tener un gran despliegue de acción. Esta sexta, es la entrega que mejor balancea entre los dos polos. La historia de espionaje es atrapante, y si bien tarda en tomar vuelo definitivo, mantiene siempre nuestra atención en casi dos horas y media que pasan volando. Es compleja pero no complicada; y la amplia gama de personajes que presenta, lejos de confundir, aporta a hacer el espectáculo más interesante. Las escenas de acción son sencillamente impresionante, en la ciudad, en espacios cerrados, o en escenarios abiertos. Misión Imposible: Repercusión se ve enorme La utilización de la planos es de todo el cuadro, de punta a punta; y la fotografía apuesta siempre a prevalecer la locación para trasladarnos ahí como espectadores, y sentir el vértigo del momento. Ya se sabe, Cruise hace todo él, no suele utilizar dobles de riesgo, y eso aporta un plus esencial al show visual. Por otro lado, si bien el despliegue físico y de acrobacia es casi absoluto de su personaje; se mantiene el espíritu, que ya viene de la serie, de colaborar en equipo. Misión Imposible: Repercusión se destaca del resto por eso, por hablar más del compañerismo entre sus miembros. Nos muestra un Hunt más humano, sacrificando misiones por sobre los suyos, y con escaras de su pasado. Benji y Luther tendrán mayor peso en esta película de la que habían tenido hasta ahora; e Ilsa ya se instala como un personaje que necesitará mayor atención futura. Como ocurría en "Protocolo fantasma" , y se había abandonado en "Nación secreta", "Misión Imposible: Repercusión", recurre nuevamente al humor (aunque en menor medida que la dirigida por Brad Bird, casi caricaturesca), al guiño; amalgamado perfectamente para relajar, y permitir la empatía con estos héroes, cada uno con un función particular. Hay química comprobada entre todos, y Cruise sabe rodearse de elencos sólidos para que todo parezca la armonía entre amigos. Lo único disonante será Cavill, al que sí, se nota que Superman le sale bien por lo durisimo del personaje. "Misión Imposible: Repercusión" es la sexta entrega de una saga instalada y de un nivel por encima de la media, que vuelve a entregar un capítulo con el que se supera a si misma. Un guion inteligente, gran despliegue de acción, personajes carismáticos, y un protagonista principal que se come la pantalla. No se puede pedir más, espectáculo en letras mayúsculas.
“Misión Imposible: Repercusión”, de Christopher McQuarrie Por Jorge Bernárdez Hace un tiempo un fan se preguntaba en un foro de cinéfilos si sería posible que se produjera una película que juntara a James Bond con Ethan Hunt: cuando vi el trailer de la nueva película de la saga de Misión imposible me hizo pensar en una respuesta posible, en tanto la firmeza de James Bond por un lado y la fortaleza de las películas que protagoniza y produce Tom Cruise basada en una vieja serie televisiva. Cuando se hizo la primera de las películas de la versión cinematográfica, Cruise llamó a Brian de Palma, uno de los miembros del grupo de cineastas que en los setenta re definió el negocio del cine, así que De Palma le imprimió a la película su estilo pero a la vez dio el primer paso para que Cruise pudiera afirmarse y seguir haciendo películas con la franquicia de Misión imposible. De allí en más Cruise acertó una y otra vez en la elección del director para cada una de las películas. Esta nueva entrega lo encuentra a Christopher McQuarrie como director por segunda vez y al igual que en la anterior, es una especie de tren expreso que arranca de la estación y no para hasta llegar a su meta. McQuarrie y Cruise toman impulso de entrada y se mandan sin pensar podría decirse sin pensar aunque por supuesto todo está muy pensado y calculado, así rescatan personajes del pasado, aprovechan el clima de paranoia con la que las películas cargan desde la primera entrega -en la que de entrada Ethan Hunt queda solo porque todo su equipo es eliminado- para descubrir después que el cerebro detrás de aquella matanza estaba su jefe directo el Sr. Phelps. No viene al caso espoilear lo que ocurre en pantalla porque le quitaríamos sorpresas a cada una de las vueltas de guión, pero sí está bien avisar que el nuevo equipo de Ethan Hunt que viene desde hace un par de película se luce cada vez de manera más pareja y que esta quizás sea la película en la que Tom Cruise se la pasa corriendo más tiempo. Corre de mil maneras diferentes, se hace cargo del papel principal y pone esta vez a una segunda estrella Henry Cavill, el Superman de la polémica serie de películas de DC y Warner y el resultado es altamente satisfactorio. Misión imposible está de vuelta, Ethan Hunt salta y corre de continente en continente, de París a Cachemira persiguiendo varias cargas de plutonio porque una más tiene que salvar al mundo y cuidar a quienes lo rodean. Los 144 minutos que le lleva a Cruise contar esa historia se pasan volando y ya estamos esperando la próxima. MISIÓN IMPOSIBLE: REPERCUSIÓN Mission Impossible: Fallout. Estados Unidos, 2018. Dirección y Guión: Christopher McQuarrie. Intérpretes: Tom Cruise, Henry Cavill, Ving Rhames, Simon Pegg, Rebecca Ferguson, Sean Harris, Angela Bassett, Vanessa Kirby, Michelle Monaghan, Alec Baldwin. Producción: Tom Cruise, Christopher McQuarrie, J.J. Abrams, Raphaël Benoliel, David Ellison, Dana Goldberg, Don Granger y Jake Myers. Distribuidora: UIP. Duración: 147 minutos.
Se suele decir que las segundas entregas no funcionan… pero hay excepciones y la franquicia de Misión Imposible es una de ellas. Ya va por la ¡sexta entrega! y mantiene un timing perfecto, inclusive se supera. Hemos visto desfilar varios directores, y maestros de la acción, como Brian de Palma o John Woo, pero definitivamente Christopher McQuarrie resignifica y amplifica los elementos de la saga. La trama siempre gira en las mismas coordenadas del cine de espionaje: armas nucleares, salvar el mundo, atrapar criminales, dobles agentes, traiciones y también hay lugar para el amor y la amistad, que después de todo son los sentimientos por los que vale la pena salir ileso de las situaciones límites más irracionales. Chapeau para Tom Cruise que pone cuerpo y alma en cada entrega… y su pasión trasciende la pantalla. Es cierto que goza de un perfecto estado físico, como también sabemos que él no tiene dobles, realiza todas las escenas de acción, llegando inclusive a lesionarse. Uno de los puntos más fuerte de Misión Imposible: Repercusión, son las secuencias de acción, por supuesto más que logradas y en consonancia a lo que relata. Es despliegue visual es apabullante: la velocidad, el desafío a la gravedad, peleas cuerpo a cuerpo, race de helicópteros… todo avanza a un ritmo frenético, y óptimo, sin por esto relegar las distintas tramas románticas. Este universo también parece alcanzar cierto grado de madurez, inclusive llegándose a mofar de sí mismo. Aquí la tecnología de avanzada a veces falla, hay varios inserts cómicos relativo a esto; y también se percibe cierta crítica a las agencias de inteligencia, que muchas veces pierden el rumbo por estar inmersas en conflictos de intereses ajenos al “bien público”. Pero nuestro héroe tiene su norte bien claro, así lo demuestra cuando salva a su amigo sacrificando armas nucleares o cuando resguarda a las mujeres que ama. El director mantiene durante todo el metraje la tensión en pantalla, intercalando intrigas con escenas de acción supremas, y los recursos narrativos propios del género, como la dilatación del tiempo, el juego del doble y el montaje subrayado de tramas paralelas. Solo nos resta decir que lejos de mostrar signos de agotamiento, la saga se reinventa e incluso se supera en calidad. Tomando esta dirección… hay mecha para rato.
El clímax de una saga Como en cualquier ámbito social, profesional o personal, resulta difícil encontrar alguien que trabaje, se entienda e identifique con otra persona de manera natural y fluída. Cuando esos casos ocurren, generalmente son productos de muy alto vuelo o nivel. Equilibrando la brújula para el ambiente audiovisual y de la gran pantalla, Tom Cruise encontró en Christopher McQuarrie el faro que guíe en la dirección correcta a una embarcación como Misión Imposible, con diferentes capitanes a lo largo de su travesía pero sin ninguno que pueda destacarse por encima de los demás. McQuarrie llegó con la anterior entrega, Misión Imposible: Nación Secreta (2015) para poner en boca de todos -otra vez- la saga junto a Tom Cruise como el último héroe definitivo de acción, siendo participe al 100% de las escenas más osadas y peligrosas en la que estaba involucrado. Con más rienda suelta y confianza en su visión de MI, Misión Imposible: Repercusión (2018) se presenta con los pergaminos para ser elegida la mejor película de acción de todo 2018 y quién dice, la de la saga completa. Nuevamente el equipo de Ethan Hunt (Tom Cruise) se ve envuelto en una red de espionaje, traiciones y mentiras mientras intentan salvan al mundo de un desastre global tras las consecuencias de una misión que no salió del todo bien. Siendo la sexta película de la franquicia, ya se tornó dificultoso encontrar un argumento original, diferente y fresco para contar una nueva historia de este género y carácter, ofreciendo una buena historia pero sin ser éste el punto rutilante de esta clase de películas. La evolución de la saga emprendió un camino de errores y aciertos, llegando con Nación Secreta a encontrar una fórmula definitiva entre escenas de acción tanto de persecuciones, coreografías de combate, un gran equipo detrás de Cruise y plantear una superación en torno a éste, película a película, sobre los retos a enfrentar. Misión Imposible: Repercusión llega tanto al clímax de la saga como de Cruise como protagonista principal y figura de acción. La película explota sus máximos atributos como es el espionaje, los aparatos tecnológicos que tanto caracterizan a la saga, además de la utilización de la música, el entretejido entre las diferentes conspiraciones, traiciones del más alto calibre secreto y cada uno de sus carismáticos personajes. McQuarrie entendió a la perfección cual es el objetivo de la franquicia y como esconder sus falencias y así para potenciar las habilidades. A su vez, un gran uso de las diferentes e impactantes locaciones -un elemento natural relacionado a Misión Imposible- como París, ayudó a encontrar una fotografía más impactante en las andanzas de Ethan Hunt y su equipo por desmantelar otro plan malévolo para derrocar gobiernos y el orden mundial. Sí hablamos de Hunt también es propio nombrar a los personajes que lo acompañan a lo largo de varias películas como Baldwin, Simon Pegg y Ving Rhames para encontrar un equilibrio entre tanta acción y dramatismo. Así, Misión Imposible encontró una estabilidad en cuanto a su equipo como también a sus enemigos y figuras que están alrededor, con Sean Harris, Rebecca Ferguson y Henry Cavill cómo última y reciente incorporación. Misión Imposible: Repercusión es un espectáculo de acción, efectos y combates que impone su propio ritmo deja a los espectadores queriendo un poco más del agente Hunt y su equipo. Visualmente impactante en cada escena de acción, sea en una persecución en moto por París, una lucha mano a mano en un baño o un enfrentamiento entre helicópteros en la nieve. En cada una de estas escalas Misión Imposible: Repercusión se desarrolla con una naturalidad, espontaneidad y locura para cualquiera que quiera y acepte esta clase de show, sin medir las consecuencias entre la realidad y lo inverosímil.
No hay otra franquicia que haya logrado lo que consiguió Mission: Impossible, que lejos del agotamiento se renueva con cada entrega y mantiene su calidad en alto. Creo que el hecho de no repetir directores ha ayudado a que la saga siguiera fresca y despierta, con la impronta propia de cada realizador en proyectos más y más impactantes -hasta la que considero la más floja de las seis, M:I 2, tiene grandes méritos-. Ethan Hunt y compañía se las han arreglado para ofrecer espectáculos vistosos repletos de acción e intriga, dándole forma a una franquicia de autor que está en la cima de lo que el cine de género tiene para ofrecer. Y Mission: Impossible – Fallout viene a dar continuidad en la tendencia y cambio en la fórmula, consolidándose como la mejor de las seis.
Misión Imposible: Repercusión es la sexta ocasión en que es llevado al cine el concepto de la serie televisiva creada por Bruce Geller, y nuevamente de la mano de Tom Cruise liderando tanto el elenco como la producción. Hemos llegado a una instancia donde podemos decir con seguridad que su Ethan Hunt es lo más cercano que los norteamericanos tienen a un James Bond propio con estrellas y franjas. Con Christopher McQuarrie (laureado guionista de Los Sospechosos de Siempre) volviendo a asumir la silla del director tras los buenos resultados de la quinta entrega, repasemos lo que ha cosechado en esta oportunidad. Malabares con los núcleos La IMF le asigna a Ethan Hunt la recuperación de tres núcleos de plutonio antes de que un grupo terrorista llamado “Los Apóstoles” le gane de mano y los utilice para sus funestos fines. Como si enfrentar a este sindicato no fuera suficiente, debe lidiar con la desconfianza de su propio gobierno que lo obliga a trabajar con un agente de la CIA, asignado a recuperar los núcleos cueste lo que cueste. Particularmente si la “humanidad” de Hunt se interpone. Misión Imposible: Repercusión a nivel guion cumple de plano con tres cosas fundamentales: primero, que se pasa volando su extensa duración de dos horas y media; segundo, que te importa lo que le pasa a los personajes; y tercero, que no aburre en ningún momento. Es una película que sabe balancear el espionaje heredado de la serie televisiva, con la acción pura de sus versiones cinematográficas. Las piezas de acción están bien distribuidas, manteniendo el interés con mucho ingenio, aunque de tanto en tanto desafíen los límites de la conveniencia. Los giros sorpresivos y los engaños propios de este universo en cuanto a aciertos están bien repartidos. Los hay confusos y predecibles, sí, pero cuando aciertan es un revés digno del aplauso. No obstante, si hay algo que parecería no cerrar en esta oportunidad es la cuestión temática y la cuestión emocional. No tanto por escasez o desarrollo, sino que no encuentran la manera de hacerla encajar en la narración como un todo. Las cuestiones de “No puede haber una gran paz sin antes haber un gran sufrimiento” y “Elegir entre una vida y las de millones” se reiteran como un novedoso debate propio de esta película, cuando en realidad Ethan Hunt viene lidiando con esto desde su primera aventura. Ahora, si hablamos de lo emocional y concretamente de lo romántico, es un elemento que a Misión Imposible: Repercusión no le suma ni le aporta riesgo. Es, cuanto mucho, un elemento para cerrar cabos sueltos que quedaron de películas anteriores. Podría decir que recuperar tres núcleos de una organización criminal es suficiente riesgo para que nos preocupe el protagonista, y que tanto ese conflicto como el mecanismo de género elegido para desarrollarlo son suficiente garantía de interés. Sin embargo, por fallido que sea su intento de hacer encajar lo temático y lo emocional en un marco que no lo necesita es, por otro lado, loable. Es lo que creo separa a Misión Imposible de muchas producciones de acción actuales con recetas fáciles que apuestan a lo seguro. En materia actoral, se ratifica por enésima vez que Tom Cruise es una estrella de acción completa. No solo entrega una interpretación digna, sino que le pone el cuerpo como casi ninguna estrella actual se arriesga a hacerlo. Estamos hablando de un hombre completamente comprometido con el producto que vende; en un entorno que cada vez más apuesta a lo digital, que alguien siga apostando a la inversión física que implica una escena arriesgada es algo para celebrar. Desde el costado técnico, la película tiene un trabajo de fotografía y montaje prolijo, que como es de esperar en producciones de esta índole tiene sus mayores logros en las piezas de acción. Destaca un salto a 7000 metros de altura, donde Cruise participa sin asistencia alguna de dobles de riesgo y en donde el oxígeno escasea. Cuando se habla de mantener los valores imperecederos del clásico cine de acción, que rigen desde los inicios del cine hasta su abandono en la década del 90, esta escena, por demencial que sea, es un compromiso hacia ellos que no se puede despreciar. Conclusión Misión Imposible: Repercusión es otra entrega dentro de una franquicia que, aunque no innovadora desde lo narrativo, cumple como entretenimiento y levanta la vara bien alto en materia de valores de producción. No se deje intimidar por la duración, pues la labor de Cruise lo vale: su compromiso hace que esta sea una propuesta disfrutable.
A esta altura cuesta darle giros nuevos a la saga cinematográfica de "Misión: Imposible", que comenzó Brian De Palma el siglo pasado. En esta sexta entrega hay dos elementos que podrían marcar algún atisbo de novedad: uno es la idea de que la acción prevalezca por sobre lo demás, y la otra son los detalles que marcan cierta tendencia a la falibilidad del espía estelar, Tom Cruise. Justamente, como indica el título original, la trama surge de una misión que no sale bien al principio de las largas pero nutridas casi dos horas y media de proyección. Hay un demente que cree que, para lograr la paz, debe haber antes una gran destrucción, y desde luego nuestros héroes deben evitar que eso suceda. Para lograrlo destruirán todo a su paso por ciudades como Londres y París, donde hay dos vertiginosas persecuciones bien filmadas. La acción no da tregua, y hay todo tipo de medios de transporte y locaciones urbanas o paisajísticas; también un excelente clímax en la nieve donde tirotearse, perseguirse o trenzarse a patada limpia. Tom Cruise parece cada vez más decidido a convertirse en un moderno Douglas Fairbanks, e intenta hacer él mismo sus propias escenas de riesgo, que justamente están diseñadas para dar la idea de que el héroe, después de todo, no es otra cosa que un ser humano y puede errar un salto, o ser atropellado cuando corre en moto. Esta conjunción redunda en una buena película de intensa acción, con un guión bastante desdibujado, lo que en casos como este tal vez sea lo de menos.
Su película si decide aceptarla Misión Imposible: Repercusión (Mission: Impossible - Fallout, 2018) reafirma lo que ya había demostrado Misión Imposible: Nación Secreta (Mission: Impossible - Rogue Nation, 2015): Tom Cruise es una de las mejores estrellas multipropósito que el cine moderno goza y sus mejores películas proveen el tipo de glamor y entretenimiento ingenioso que la mayoría de los tanques de Hollywood se conforman con imitar, a falta de talento, con ironía. En una época saturada de secuelas, precuelas, spin-offs y remakes es un raro placer dar con la sexta entrega de una franquicia que no ha perdido la energía de la original. Quizás se debe a la versatilidad de la serie iniciada con Misión Imposible (Mission Impossible, 1996). Comparando las primeras tres películas, cada una ha sido estética y estilísticamente moldeada por su director: el suspense hitchcockiano de Brian De Palma, la desmesurada idolatría de John Woo, la economía televisiva de J.J. Abrams. La maleabilidad de la serie ha sido uno de sus mayores fuertes porque la ha mantenido fresca al contar, una y otra vez, la misma historia. Misión Imposible: Repercusión es lo más parecido que la serie ha tenido a una secuela directa, importando al villano de la película anterior (Sean Harris), varios personajes recurrentes a modo de relevo cómico cosechados a lo largo de toda la serie (Ving Rhames, Simon Pegg, Alec Baldwin) y no menos de dos intereses románticos (Rebecca Ferguson, Michelle Monaghan), todos organizados entorno a la figura del súper espía Ethan Hunt (Cruise) en clave idólatra. Buenos y malos concuerdan en diálogos que pecan de autocomplacientes y rozan la parodia: Hunt es lo mejor que les ha pasado en la vida. Si Ethan Hunt merece la simpatía del público es porque Cruise no tiene problema tanto en desafiar como humillar las limitaciones físicas de su personaje. Quizás este intento de homogeneizar la franquicia barajando personajes y subtramas recurrentes es en respuesta a la popularidad de los “universos cinematográficos” del día de hoy. En algunos casos el proceso se nota forzado, como la repentina inclusión del personaje de Monaghan que insiste en saldar deudas emocionales que, de acuerdo a las últimas dos películas, no tiene. En otros casos son productos geniales, como el fantástico homenaje a Vanessa Redgrave (la vil Max de la primera película) que compone Vanessa Kirby. La realidad es que el ridículo es parte de la gracia de estas películas, que son tanto una celebración a sí mismas como a un género de cine en particular. Escrita y dirigida nuevamente por Christopher McQuarrie, las escenas de acción son realizadas con el tipo de claridad y creatividad espacial típicamente reservadas para el reino de la animación. La producción es elegante, la cámara tajante, el montaje intenso. La acción ha decrecido en escala (como claramente anuncia la hazaña introductoria) pero las escenas poseen una forma fluida de conectarse entre sí, de transformarse viñeta a viñeta en tono y forma de acuerdo a las necesidades de la trama. Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road, 2015) es una buena comparación en términos de ritmo y visceralidad. Misión Imposible: Repercusión no es particularmente ambiciosa ni muy diferente a las últimas dos películas de la serie. Una séptima entrega probablemente necesite sacudir las cosas de nuevo. Pero fue fácil decirlo cuando se estrenó Mad Max: Furia en el camino y “Repercusión” lo hace igual de fácil: he aquí la mejor película de acción del año.
Pochoclera por excelencia Se trata de una nueva entrega del clásico protagonizado por Tom Cruise. En el film, su personaje acepta un nuevo desafío. Tom Cruise es uno de los actores de acción más importantes de la actualidad. No importan sus 56 años. Ni que sea ridiculizado por su estilo de vida, o sus caprichos de estrella. El actor y productor nació para protagonizar esta nueva generación de “Misión: Imposible”. Más allá de su interpretación, Tom está detrás de las secuencias de acción y se nota. “’Tu misión, si deseas aceptarla...’ te dicen. Me pregunto, ¿alguna vez elegiste no aceptarla?” La interrogación la hace un enemigo del pasado del agente Ethan Hunt (Cruise), que regresa y lo hace cuestionarse sobre su participación en las misiones del MIF (FMI en su traducción al castellano), pues quien se cree invencible, también puede pecar con su ego y que su aparición en el campo de juego moleste a enemigos personales. Aquí, Hunt debe conseguir unas ojivas de plutonio para evitar que caigan en manos de un antiguo agente especial que se transformó en anarquista y formó un grupo terrorista. Pero cuando él y su equipo (Ving Rhames y Simon Pegg) malogren la misión que en principio parecía simple, deberán viajar por el mundo para evitar que el plutonio se convierta en bombas de destrucción masiva. Pero el problema empeorará cuando Ethan deba incluir en su plan al agente Walker (Henry Cavill con el bigote de la discordia que le borraron digitalmente en “Liga de la justicia”) por pedido de la MIF. El acierto del filme, más allá de sus excelentes escenas de acción, es sumergirse de lleno en el thriller de espías, y la persecución de Ethan se transformará en un juego de alianzas y traiciones, trama con la que se había jugado en “Nación secreta”, la anterior entrega. Otro recurso para destacar es la constante inserción de gags, no sólo de libreto, sino también físicos, que aliviana de tensión para sorprender y le quita el espíritu épico de todopoderoso a Cruise. Esta táctica le viene bien por su edad, y quizás le quite el peso de la crítica al protagonizar una película de acción, cuando empieza a mirar de frente las seis décadas, y así podríamos llamarlo “antihéroe”. La película de Christopher McQuarrie es una oda a la acción que en dos horas y media no defrauda, y hasta el 3D con el que llegará a algunas salas vale la pena para apreciar escenas de compleja realización.
El último héroe de acción de Hollywood está de regreso con una de las grandes obras maestras que se filmaron en este género en la última década. Si Vin Diesel en la saga Rápido y furioso ofrece hamburguesas con papas fritas de la Cajita Feliz, Tom Cruise te invita a comer a un restaurante de lujo con un cheff de prestigio internacional. Misión imposible 6 no es una película que se disfruta sino que se saborea de la primera a la última escena. Para encontrar un antecedente de las locuras que hace Cruise en las escenas de riesgo de este film probablemente tengamos que remontarnos a los tiempos de Douglas Fairbanks que impactó de la misma manera a los cinéfilos de comienzos del siglo 20. Buster Keaton ya dentro de la comedia también tuvo un efecto similar por su desempeño físico y no tenés más ejemplos. En esta entrega de Misión Imposible, Cruise a los 56 años hace cosas que uno podría relacionar tal vez con el Jackie Chan de los años ´90, pero no con las estrellas de Hollywood y por ese motivo también esta saga deja su huella en la historia del cine de acción. Estoy convencido que esta es la mejor entrega de la franquicia donde el director Christopher McQuarrie vuelve a restaurar al género entre las producciones de calidad de primer nivel. Entiendo que esto puede sonar exagerado pero lo van entender mejor cuando salgan del cine. En Misión Imposible 6, Cruise y McQuarrie ofrecen una de las mejores películas de acción de todos los tiempos. La logística y dedicación con la que se elaboró cada secuencia de peleas, tiroteos y persecuciones es de un nivel de excelencia que se había perdido en el cine norteamericano por esa manía nefasta del abaratar el género con la sobredosis de CGI. McQuarrie celebra de manera descarada el cine de la vieja escuela con algunas secuencias que te vuelan la cabeza si sos amante de este tipo de relatos. Tenés una pelea brutal mano a mano con los protagonistas en un baño donde cada movimiento se puede apreciar en detalle, persecuciones automovilísticas que evocan al mejor William Friedkin de Contacto en Francia y el John Frankenheimer de Ronin y ese clímax épico y soberbio que representa la cereza de la torta. El nivel de adrenalina y tensión que tiene la secuencia final creo que no se veía desde Escape en tren (1985) de Andrei Konchalovsky , que al menos en mi caso me generó la misma sensación cuando la vi por primera vez. Ahora bien, al margen de las virtudes técnicas, el relato de McQuarrie es impecable por el modo en que captura la atención del público a través del suspenso. Algo que me gustó mucho de Misión Imposible 6 es que ofrece la máxima apuesta de la saga en términos de acción, al mismo tiempo que retoma las raíces de espionaje de la primera entrega de Brian De Palma. Una gran adición de esta película también es el casting de Henry Cavill, quien tiene momentos excelentes y una gran química con Cruise. Si hubiera que destacar alguna objeción es que el conflicto recicla algunas ideas que ya se habían trabajado en la saga, pero es un elemento que queda opacado por la opulencia visual de la puesta en escena. Vayan a disfrutarla en el cine porque es una de las grandes películas del 2018, que al menos en mi caso destacaré en la lista anual de favoritas.
Crítica emitida por radio.
SU MISIÓN, SI DECIDE ACEPTARLA ES… Ethan Hunt no tiene paz en esta nueva entrega de la saga. Más allá de los superhéroes, “Misión: Imposible” se convirtió en una de las franquicias de acción más exitosas de todos los tiempos, en gran parte, gracias al carisma y a las acrobacias de su eterno actor principal: Tom Cruise. ¿Se acuerdan cuando creíamos que iba a hacerse a un lado y dejarle el lugar a Jeremy Renner? Ahora, estamos seguros de que esto NO va a pasar, y que Tomasito va a seguir colgándose de cuanto acantilado/avión/edificio se le cruce, hasta que el cuerpo ya no le dé más. Pasaron más de veinte años desde aquella oscura primera entrega dirigida por Brian De Palma. La franquicia tuvo altos y bajos (te estamos mirando a vos, “Misión: Imposible II”), pero a partir de la cuarta entrega –“Misión: Imposible - Protocolo Fantasma” (Mission: Impossible - Ghost Protocol, 2011)- encontró un nuevo rumbo y una nueva fórmula con más acción, humor y giros argumentales, y no tanto dramón personal para los protagonistas. Después de romperla con “Misión: Imposible - Nación Secreta” (Mission: Impossible - Rogue Nation, 2015), Christopher McQuarrie vuelve a ponerse detrás de las cámaras de esta sexta entrega, la única que decide retomar, de alguna manera, los acontecimientos del capítulo anterior y a su inescrupuloso villano Salomon Lane (Sean Harris). Pasaron dos años desde que Ethan Hunt (Cruise) y su equipo atraparon a este agente descarriado con su propia misión para “salvar al mundo”. Ahora se vienen las repercusiones de dicho arresto, y los seguidores de Lane, apodados Los Apóstoles, deciden continuar con su obra amenazando con detonar tres artefactos nucleares en ciudades no identificadas. Ahí entran en juego Hunt, Luther (Ving Rhames) y Benji (Simon Pegg) tratando de evitar que el plutonio caiga en las manos indebidas. Lamentablemente, la moral de Ethan le juega una mala pasada, el material radioactivo desaparece y la culpa recae sobre sus hombros poniendo en alerta a la CIA y a Erica Sloan (Angela Bassett), que decide tomar cartas en el asunto, pasar por arriba de la autoridad de Alan Hunley (Alec Baldwin), y meter a su propio hombre en el medio, August Walker (Henry Cavill), un agente de actividades especiales con más músculo que cerebro. A Hunt y su gente no le queda otra que hacer equipo con Walker y viajar a París para contactar a la Viuda Blanca (Vanessa Kirby), mujer de sociedad que, en sus ratos libres, también se dedica a la venta de armas y, en este caso, a contactar al vendedor del plutonio con su posible comprador. Se podrán imaginar que nada ocurre como lo planeado y ahí empieza la verdadera misión imposible. En el medio, Ethan descubre que el pago para acceder al plutonio es la excarcelación de Lane, que viene cambiando de prisión y gobierno desde su captura, hace dos años atrás. Y si bien tiene seguidores que harán lo que sea para liberarlo, hay otros como Ilsa Faust (Rebecca Ferguson) que no van a permitirlo tan fácilmente, entorpeciendo la tarea del mismísimo agente del FMI. McQuarrie tira todo por la ventana, nos lleva de Belfast a Berlín, después a París y Londres, para terminar entre las nevadas montañas de la India. Ethan y su equipo echan mano de todos los artilugios conocidos aunque, en esta ocasión, se nota que el director va por la acción física y más cruda, y no tanto por el lado de las complicadas puestas en escena y los escenarios tecnológicos de entregas anteriores. A Cruise no le queda acrobacia por hacer (y sabemos que las hace todas), pero también aprovecha para demostrar su costado sensible sin exagerar. Hunt siempre se nos presentó como una especie de superhéroe irrompible, y es bueno ver aflorar un poquito de su humanidad, siempre apoyado por el humor de Pegg y el sarcasmo de Rhames. No sabemos qué pasó con William Brandt (Renner), aunque suponemos que siguió por el lado de la burocracia gubernamental y ahora trabaja en alguna oficina de Washington o Langley. Acá, le toca, una vez más, a Ferguson jugar el papel de la chica pateatraseros, aunque (todavía) no forme parte de este equipo oficialmente. Ahí se la extraña a Paula Patton. McQuarrie se rodea de demasiada testosterona, pero balancea la narración hacía el final (no vamos a dar pistas). Lamentablemente, Kirby está demasiado estereotipada y desaprovechada dentro de una historia que tiene tiempo de sobra (dos horas y media) para darle un poco más de relevancia a este personaje casi ocasional. Sabemos que la estrella sigue siendo Cruise y ahí es donde debe poner el foco. Actor y director vienen trabajando juntos desde hace rato (“Jack Reacher” y más allá, en su etapa como guionista) y se nota la química a la hora de orquestar cada una de las escenas de acción, además de los efectos en cámara, que le dan un aspecto visual (McQuarrie filma en 35mm.) y una veracidad imposible de emular con una pantalla verde de fondo. El realizador aprovecha el 10° aniversario de “Batman: El Caballero de la Noche” (The Dark Knight, 2008) para rendirle su sincero homenaje (sí, no es joda); hasta la banda sonora de Lorne Balfe nos recuerda los sonidos de Hans Zimmer, demostrando como la secuela de Christopher Nolan sigue impactando e influenciando al cine de acción después de tantísimo tiempo. Por lo demás, “Misión: Imposible – Repercusión” es una dignísima secuela que mantiene el nivel de la franquicia, sigue siendo fiel a su homónima televisiva, se supera con sus escenas de acción y persecuciones, pero no aporta nada nuevo y se apega a una fórmula que le funciona muy bien. La trama, como es costumbre, está llena de giros, tal vez se extiende demasiado y, por momentos, se torna un poquito previsible si prestamos la debida atención a la saga. Igual, todo es mega disfrutable y pochoclo del bueno, aunque Cavill no mantenga el mismo encantando de, por ejemplo, “El Agente de C.I.P.O.L.” (The Man from U.N.C.L.E., 2015). Entendemos que no es su trabajo hacer del tipo fachero (nadie puede opacar a Tom, ¿no?) -y suponemos que de ahí viene el bigote polémico-, pero tampoco le queda muy cómodo el rol de agente duro y despreocupado. Ojo, también puede ser que no le dé el rango actoral e hizo su mejor esfuerzo. “Misión: Imposible” sigue sumando buenas entregas a una franquicia bien consolidada, perpetuando el género de espías en clave más “liviana” y otorgando buen entretenimiento. La oscuridad de De Palma hace rato quedó atrás, pero los que tomaron el testigo encontraron el tono intermedio para el lucimiento de su estrella y de estas historias plagadas de acción y suspenso que dejan los quilombos políticos en manos de otro tipo de proyectos. LO MEJOR: - Tom Cruise no se rompe. - El balance entre acción, humor y recontra espionaje. - El aspecto visual y los efectos. LO PEOR: - Se hace un poco chiclosa. - Queremos más mujeres en ese equipo.
Acción explosiva, peleas coreografiadas a la perfección, buenas actuaciones y una historia bien escrita. Misión Imposible: Repercusión tiene todos lo necesario para ser la mejor película de acción del año. Veanla en la pantalla más grande que encuentren. Se le podrán criticar muchas cosas a Tom Cruise pero es innegable que el actor neoyorquino tiene el suficiente star power para sostener una franquicia con su sola presencia y no hay otro como él a la hora de poner el cuerpo para realizar escenas de acción. La saga de Misión Imposible nació allá por el 96′ con la Mission: Impossible dirigida por Brian de Palma que logró recaudar más de 450 millones de dólares (con un presupuesto de 80). La ambiciosa idea de tomar la premisa de la serie televisiva de espionaje nacida en 1996 y convertirla en una franquicia de super-acción terminó dando frutos y Cruise continuó protagonizando (y produciendo) la saga en las siguientes entregas que contaron con la dirección de destacados cineastas como John Woo (Mission: Impossible 2, 2000), J.J. Abrams (Mission: Impossible 3, 2006) y Brad Bird (Mission: Impossible – Ghost Protocol, 2011). Por primera vez la saga repite director. Christopher McQuarrie (guionista de Los Sospechosos de Siempre, 1995) vuelve al ruedo después de dirigir a Cruise en la genial Mission: Impossible – Rogue Nation de 2015 (además, trabajó con el mismo actor en otros films como Jack Reacher y Edge of Tomorrow). Y el resultado no es menos que impresionante. La IMF (Impossible Missions Force) debe recuperar un cargamento de plutonio antes de que caiga en manos de un grupo terrorista conocido como “Los Apóstoles”, conformado por los integrantes de El Sindicato que huyeron después de la captura de su líder, Solomon Lane (Sean Harris). Cuando Ethan Hunt (Tom Cruise) falle a la hora de tomar una decisión difícil, deberá unirse a Benji (Simon Pegg), Ilsa (Rebecca Ferguson) y Luther (Ving Rhames) en una carrera contra el tiempo para recuperar las armas nucleares antes de que los seguidores de Lane ataquen. La CIA no confía en la lMF después de su error que puso al mundo en peligro y el agente August Walker (Henry Cavill) es asignado para monitorear la actividad del grupo. Hunt y compañía deberán recorrer París, Londres, Berlín y Cachemira (India) para frustrar los planes de los Apóstoles y la lealtad de su equipo será puesta a prueba. De más está decir que Tom Cruise parece envejecer como Benjamin Button, a sus 56 años se lo ve más atlético que nunca y arriesga el físico de formas impresionantes a lo largo de la película. Trepando una montaña, colgado de una soga a 200 metros de altura (durante esta stunt se rompió el tobillo), haciendo una escena de paracaidismo demencial, escapando en moto a contramano por las calles de París, atravesando el centro de Londres mientras salta de techo en techo. ¡Hasta aprendió a volar un helicóptero para poder protagonizar la frenética persecución aérea desde la cabina del piloto! En tiempos donde todo es digital y las grandes estrellas descansan cada vez más en la labor de los dobles de riesgo, es notable que un actor de semejante calibre esté dispuesto a ponerse en la línea de peligro. No solo como demostración de su compromiso con el papel y la película, también genera un mayor sentido de épica y realismo que logra realzar los momentos de acción y emoción. Cuando vemos a Ethan Hunt haciendo sus proezas, lo estamos viendo de verdad. No hay trucos de cámara ni monigotes CGI ni pantallas verdes. Es todo real. Y si este despliegue se acompaña con un buen trabajo de cámara, fotografía e iluminación termina generando secuencias a puro vértigo que te dejan boquiabierto. Las escenas de pelea están coreografiadas a la perfección, se puede sentir el poder de los golpes y los distintos estilos de combate (las piñas rápidas y certeras de Hunt y los mazazos propinados por Walker). La película maneja un pulso narrativo perfecto y sus casi dos horas y media se pasan volando pero no por esto se convierte en un simple divertimento descerebrado. McQuarrie logra balancear la acción adrenalínica con la trama de espionaje e intriga. Los planes complejos y las lealtades cambiantes pueden llegar a marear al espectador que no esté atento a los diálogos. Acompañando a un Cruise impecable los viejos conocidos Benji y Luther vuelven a aportar una cuota extra de carisma y brindar soporte técnico al héroe con sus múltiples gadgets tecnológicos. Rebecca Ferguson cumple encarnando una vez mas a la enigmática y seductora Ilsa y Henry Cavill se luce en su rol de aliado de lealtad dudosa. Junto a Cruise protagoniza una de las escenas de pelea mejor logradas de la película (la del baño). Dejarse el bigote definitivamente valió la pena. Más allá de algunos momentos demasiado expositivos (diálogos muy cargados de información para no perder tiempo entre las escenas de acción) y una subtrama personal/romántica que se siente innecesaria, Misión Imposible: Repercusión hace los méritos suficientes para quedarse con el título de la mejor película de acción de 2018.
Las secuelas del caso referido al terrorista Solomon Lane siguen vigentes, ya que se formó un grupo de seguidores llamado Los Apóstoles, que planea detonar múltiples bombas nucleares alrededor del mundo. El equipo de Ethan Hunt deberá arriesgar su vida nuevamente, para encontrar tres cargas de plutonio que sirven para fabricar dichas armas; pero como siempre, hay más de una agencia gubernamental infiltrada. Nadie hubiera esperado que a esta altura estemos hablando de la sexta entrega de la saga de Misión Imposible, pero así es. Aquella película de espías que adaptaba la mítica serie, con algunas mejores y peores entregas, terminó derivando en lo que es considerada por varios (donde este redactor se incluye), una de las franquicias de acción más regulares de la historia. El reencuentro Misión Imposible: Repercusión es bastante particular dentro de su propia saga, ya que es la primera donde vemos que uno de los villanos de las anteriores vuelve, así como el personaje femenino, que siempre era cambiado de una entrega a la otra. Y todo tiene un sentido, ya que cuando termina la película, sentimos una sensación de despedida con respecto a algunas cosas. Y es que viendo el tratamiento que recibieron algunos personajes, no nos queda otra cosa que pensar que estamos ante su última participación en la franquicia. De todas formas, dichas partidas, si se confirman, están bien tratadas y dan pie para que, si quieren seguir explotando a Ethan Hunt, todo tenga su lógica de cara al futuro. Pero seguro todos quieren que hablemos de las escenas de acción. Y si, Christopher McQuarrie vuelve a lucirse en dichas secuencias; y si bien en algunas (sobre todo en el tramo final) cae en algunas exageraciones, compensa con otros momentos de tensión pura, justificando el porque es que vuelve a repetir su labor en la silla de director. Tom haciendo de las suyas En cuanto a Tom Cruise poco queda decir de esta bestia. EL ES la franquicia en sí, y de nuevo hace sus tomas sin usar dobles. Pero, por sobre todo, lo mejor que nos ofrece Cruise, es cuando comparte escenas con el resto de su equipo, demostrando que los personajes no solo ya son conocidos por todo el mundo, sino que la química sigue intacta entrega tras entrega. Es una lástima que la performance de Henry Cavill sea tan floja y se lo nota varios escalones por debajo a nivel actoral frente a sus compañeros de casting. Misión Imposible: Repercusiónno logra superar a su predecesora, y en algunas cosas se queda por debajo (escenas de acción menos elaboradas, menor participación de Rebecca Ferguson), pero así y todo se las ingenia para estar por sobre la media de los films de acción hollywoodenses que invaden nuestras salas. Para aquellos que en estas vacaciones de invierno le escapan a los superhéroes o films infantiles, pero aun así quieren un buen pochoclo, no pueden dejar de verla en el cine.
SALVAR AL MUNDO. Para muchos teóricos el cine de aventuras en estado puro termina con las Guerras mundiales del siglo XX. Para algunos en la Primera, para otros en la Segunda. Un cambio en los valores, un avance acelerado de la tecnología, el final definitivo de la era de la exploración y los descubrimientos geográficos. En la post guerra se termina de perfilar el marco para que el cine de aventuras deje de ser un cine de época y pase a narrar historias contemporáneas. Los caballeros andantes dieron paso a los aventureros de la literatura del siglo XIX y a su vez estos se transformaron en los héroes de intrigas internacionales de espionaje. Fritz Lang con Spione (1928) construyó una base que luego tomaría Alfred Hitchcock para su propio cine. Aunque Hitchcock renegaba del concepto de espía o policía profesional, y aunque sus héroes eran hombres comunes en situaciones extraordinarias, fue él quien le dio al cine de acción y espionaje muchas de las cosas que aun hoy los espectadores de todo el mundo disfrutan. No fueron los únicos, hay muchos más ejemplos, matices e ideas por todo el cine del mundo. Ellos fueron los más reconocibles e influyentes de todos. Entre Intriga internacional (1959) de Alfred Hitchcock y los primeros films de la serie de James Bond, la diferencia es muy pequeña. El cine de acción como género es heredero del cine de aventuras y abarca tantas características de otros géneros que es casi imposible de encasillar. Sin embargo, una película que al espíritu del cine de aventuras, con sus eventos folletinescos, sus rescates de último momento, sus villanos y su protagonista infalible, y si todo esto lo lleva a la actualidad, no hay duda de que representa a la perfección a ese supra género llamado cine de acción. Me atrevería a decir que el cine de acción necesita, siempre, un poco de exceso, falta de realismo, poca lealtad a las leyes de la física y un gusto por lo inverosímil que se mantenga sin embargo dentro del mundo que todos conocemos. Las excepciones existen, pero el núcleo es ese. La lista es descomunal, pero nadie representa hoy mejor al cine de acción que la serie de películas: de Misión Imposible comandadas por Tom Cruise. James Bond ha muerto. Se murió cuando cambió el siglo y creyó que era hora de volverse serio y grave. Fue divertido, irresponsable, oscuro, ridículo, infantil, fue eso y más. Sobrevivió a su primer actor, Sean Connery, tuvo una genial desviación con George Lazenby, se aferró al gracioso y disparatado Roger Moore, tropezó con Timothy Dalton, revivió con Pierce Brosnan y finalmente decidió ser importante, realista (sí no realista, verosímil) y Daniel Craig lo convirtió en algo que no es James Bond. Sumadas, sus películas son divertidas, individualmente todas tienen algún momento, pero a la hora de evaluarlas, ninguna es una obra maestra, ninguna es lo mejor del cine de acción de su época. Todas están camino a algo, ninguna llega. Las vería muchas veces (al menos las de los primeros tres actores) pero no terminan de cerrar. Ethan Hunt es, en el siglo XXI, el máximo héroe de las superproducciones del cine de acción. Pero James Bond cambió el cine. La idea de héroe o antihéroe o dudoso héroe que representaba inició una nueva etapa. Y el mundo de viajes, medios de transportes espectaculares o ridículos, villanos desaforados, tecnología y accesorios insólitos, se impuso por todo el planeta. El lujo y el sexo también se multiplicaron en muchas otras películas, en muchos casos prefiriendo estos elementos al propio cine de acción. Hubo docenas de espías, de todos los países, de todos los tipos, hombres y mujeres espías, algunos más serios, otros directamente de comedia. También hubo grupos de espías y entre ellos los de una serie heredera del mundo de James Bond: Misión: Imposible, creada por Bruce Geller en la década del sesenta. No fue la única serie, fue una de muchas, pero en sus siete temporadas también marcó una época y nos regaló a todos algunas ideas que aun hoy podemos disfrutar. Sin dejar de lado un aporte inmortal: el tema de la serie, compuesto por Lalo Schifrin, un verdadero clásico de todos los tiempos. Un tema que hoy es sinónimo de acción en estado puro. La serie lo aprovechó a la perfección. La serie de películas aun más. No sé si es imprescindible, pero sí que suma muchísimo cada vez que aparece. Acelera los latidos del corazón del espectador y aumenta el disfrute. Imposible no tararearlo en nuestra mente. También el mensaje que se autodestruye y las instrucciones para esa misión que se puede aceptar o no, pero que siempre se termina aceptando. Cuando Tom Cruise se puso sobre los hombros la serie de Misión: Imposible su carrera era exitosa pero sus películas distaban mucho de lo que haría en los años siguientes. Aunque hizo algunas grandes películas, el problema es que también hizo algunas muy malas. Él como actor todavía resultaba incompleto, con unos personajes no muy nobles, algo tontos, muchas veces fanfarrones. Le faltaba una vuelta de tuerca. En 1996 tomó el control y en un mismo año hizo dos películas importantes: Jerry Maguire y la primera de las películas de M:I. Tomar al personaje de la famosa serie de televisión significó para Cruise un vuelco en su carrera, ya que en paralelo pudo hacer todo tipo de películas mientras volvía una y otra vez sobre el personaje de Ethan Hunt. La coherencia y la efectividad de las películas de M:I no tienen paralelo en el cine actual, todas funcionan, todas están bien, todas son verdaderamente buenas. Eligió grandes directores para cada una de ellas, como suele hacer en toda su filmografía Cruise aunque no con este nivel de control, y sin duda él es el dueño de la totalidad del proyecto. Él es el autor detrás de los films, el verdadero responsable final. La filmografía de Cruise es espectacular, pero estas películas son su legado personal. ¿Qué hay de nuevo y que hay de conocido en Misión: Imposible Fallout? De conocido todo, de nuevo la manera en que nos muestran lo conocido. Las locaciones más espectaculares, los medios de transporte más variados, las vueltas de tuerca, las máscaras, el mensaje con la misión, la música de Lalo Schifrin, los rescates de último minuto, los momentos que dejan al espectador aferrándose a la butaca. Siempre tratando de ofrecer lo mejor, lo más espectacular, lo divertido, lo sorprendente, lo gracioso. El espectáculo más grande del mundo por el precio de una entrada. “Bueno Sr. Hunt, esto es misión Imposible, no misión difícil. Difícil debería ser un paseo por el parque para usted” dice uno de los personajes en una de las películas de la serie. No se lo podría resumir mejor. La gente no paga la entrada para ver una misión difícil, para ver algo complicado pero que con un poco de ingenio y buena voluntad se puede resolver. Vamos al cine a ver una misión imposible, porque eso es lo que hace la diferencia y lo que nos genera la emoción y la alegría de estas películas, de las seis películas. Contar una escena sería privarle a los espectadores de la sorpresa, así que no hay que contar ninguna. El guión tiene su Mcguffin, es decir su excusa para hacer avanzar la trama. Todos van detrás de algo. Pero ese algo no es más que una excusa. Ethan Hunt y su equipo –sin su equipo no podría hacer nada, así de simple- tienen que salvar al mundo. Voy a contarles una historia que me ocurrió cuando fui al estreno de Misión: Imposible 2. En la sala casi llena, había un chico con una silla de ruedas que había ido con sus amigos. Al finalizar la película, todos salimos felices de la sala. La salida de ese cine tiene largas y anchas rampas para bajar dos pisos. Mientras caminaba por esa rampa escucho a tres chicos tarareando la música de Misión: Imposible. Eran el chico de la silla de ruedas y sus amigos. Bajaban a toda velocidad empujando la silla (o aferrándose a ella tal vez) por la rampa. Sentían la misma felicidad que yo. Alguien podrá pensar que en una silla de ruedas no se pueden realizar las proezas de Tom Cruise en la película. Es así, claro. Pero yo tampoco puedo realizar esas proezas. Nadie puede realizar esas proezas. Pero durante dos horas, al menos durante dos horas, todo parece posible. Eso siento cada vez que veo una de las películas de Misión: Imposible: lo imposible se hace posible. El mundo se ordena, las cosas salen. Soy feliz cuando veo estas películas. Lo soy por recursos y habilidades de gente que conoce el cine y sus herramientas. Lo soy porque hay valores en estas películas y porque a Ethan Hunt le importa la humanidad pero también cada una de las personas que tiene cerca. No subestimemos el poder de estos films, no pasemos por algo nos puede producir un estado de felicidad sin contraindicaciones ni consecuencias negativas. Misión: Imposible Fallout nos dice nuestro héroe estará siempre ahí para cuidarnos. El mundo es gigantesco, la película es descomunal, y sin embargo consigue hablarnos a todos y cada uno de nosotros. Esa clase de truco de magia es el más difícil de todos. Tom Cruise y Misión: Imposible Fallout consigue hacerlo una vez más.
Un camino para dos No se suponía que fuera yo quien cerrara la extensa cobertura de este sitio sobre las misiones imposibles. De hecho, fui al que menos le entusiasmó el capítulo correspondiente (el primero, el de Brian De Palma) y en la semana me di cuenta de que al rever la película y encontrarla bastante fallida le había pisado la cola a un tigre, ya que el film tiene un estatuto mitológico entre cinéfilos. También comprobé que no se puede escribir, como lo hice, que “Tom Cruise es un actor bastante malo que a veces da el tono”, ya que Cruise ha sido elevado a una altura de semidiós, aunque menos por el público en general (que se lo toma un poco en broma) que por la propia cinefilia, siempre dispuesta a repetir gestos de otros cinéfilos (en este caso, lo de “Charlton Heston est un axiome“, una frase de Michel Mourlet escrita hace setenta años). Pero ayer me tocaron el timbre y cuando salí a abrir en medio de la lluvia, una sombra me entregó un paquete a mi nombre. Cuando lo abrí, encontré un pequeño grabador que se puso a andar solo y del que salió una voz distorsionada que decía: “Señor Quintín, esta es su misión si decide aceptarla” y explotó a los cinco segundos. En medio del humo, advertí que el paquete contenía también una entrada para ver Misión: Imposible: Repercusión, el recién estrenado sexto capítulo de la serie. Y así fue como me dirigí al Cinemark de Palermo, donde vi la película en 3D y rodeado por gente que consumía ingentes baldes de pochoclo. Lo del pochoclo no es una metáfora ni una alusión despectiva: me sorprendí verdaderamente ante la cantidad de consumidores y el tamaño de los recipientes. Al fin comprendí que el ritual del pochoclo no es un complemento de la película sino parte esencial de un tipo de experiencia cinematográfica que Netflix no puede ofrecer. Mi reseña de la primera Misión: Imposible hablaba de una película a mitad de camino y al ver la sexta (después de olvidar la segunda y omitir la tercera, la cuarta y la quinta) me doy cuenta de que, efectivamente, había un camino y la serie lo terminó recorriendo para consolidarse en un formato que carece de las contradicciones originales. En ese tiempo, Tom Cruise ha encontrado en el personaje de Ethan Hunt y en Misión: Imposible un vehículo perfecto para sus proyectos, así como un director y guionista como McQuarrie capaz de fijarlos, pulirlos y darles esplendor, como si fuera la Real Academia de Cruise. Esta Misión: Imposible es un producto de una perfección difícil de igualar, en la que Cruise da el tono perfecto y se luce como en los mejores momentos que yo le haya visto: Jack Reacher (2012, del propio McQuarrie) y Ojos bien cerrados (1999, de Kubrick), películas que, por otra parte, no tienen nada que ver entre sí. Pero hay que señalar (y en eso creo que lo subestimé ampliamente), que Cruise fue teniendo cada vez más claro el proyecto asociado a Misión: Imposible, así como su carrera cinematográfica en general, en la que eligió correr riesgos más de una vez. Siempre tendí a pensar con Hitchcock que los actores son ganado, pero Cruise demostró que me equivocaba. Es Cruise, como productor y actor, el factor decisivo detrás de esta brillante sexta parte, perfecta para explotar al máximo a su héroe siempre en movimiento, que corre, salta, pelea, maneja, escala y vuela sin parar durante dos horas y media. Pero la asociación con McQuarrie le da a la película una organización que no es menos importante que la excelencia de las escenas de acción y el uso magistral de los efectos visuales. Misión: Imposible – Repercusión modifica dos constantes del cine popular de los últimos años. Una es que el peso de lo digital en la trama es menor que el de lo mecánico, de lo directamente físico. Las computadoras se usan como una herramienta, no son las que sostienen su mundo de ficción. Son instrumentos como las máscaras, que siguen apareciendo pero ya no son metáforas de nada. En ese sentido, la película es lo contrario de Ready Player One, donde el mundo ha mutado hasta coexistir con el fantasma digital de sí mismo. Y también es lo opuesto al uso de la cultura popular que hace allí Spielberg: ahora, el espectador no necesita de su experiencia como consumidor de películas, series, historietas o videojuegos. Es un espectador renacido, ingenuo, que no ha caído del paraíso. Incluso, de la propia serie de televisión original se toman apenas un par de motivos (sobre todo el indestructible tema musical de Lalo Schiffrin) pero sin que la película necesite de esas referencias, como tampoco necesita de las que hereda de las tramas de las películas anteriores. Este es un modo de hacer cine que no se apoya en la autorreferencia ni el guiño. Si algo desmiente esta Misión: Imposible es la extendida idea de que, a esta altura de su historia, el cine deba apoyarse en la cita, el homenaje, la parodia o el pastiche. Nada de eso importa. No hay un segundo grado al que se le deba prestar atención. La aproximación de Cruise y McQuarrie es la opuesta al reciclaje. Aunque ningún producto artístico salga de la nada, buena parte de la gracia de Misión: Imposible – Repercusión (de paso, ¡qué título tan malo!) proviene de su frescura para tomar los grandes temas del thriller y rehacerlos. Está claro que Cruise y McQuarrie no inventan las persecuciones a pie, en moto, en coche o en helicóptero, ni las peleas a puñetazos, golpes de karate, cuchilladas o tiros en espacios claustrofóbicos o infinitamente abiertos, ni pretenden que sea original una bomba atómica que va a estallar cuando termine la cuenta regresiva y los héroes deben detener, ni mucho menos el famoso cliffhanger, con el héroe y el villano colgados de un precipicio. Son temas del género, como el duelo a pistola lo es del western. Como los chistes, no se trata de inventarlos sino de contarlos bien, sin caer tampoco en la imitación de narradores previos ni en el guiño que los convierte en ironías para espectador que se hace cómplice de ellas. Está claro que los espectadores han visto muchas escenas parecidas, pero también saben distinguir cuando están hechas con frescura e imaginación o, por el contrario, son el resultado de la rutina o de la cita perezosa. En ese sentido, cada escena de acción de esta Misión: Imposible es de primera. Y la larga secuencia de la persecución en París es insuperable por dos razones: es de una variedad y una creatividad mayúsculas y, al mismo tiempo, una de las más bellas exhibiciones de la capital francesa que yo recuerde, con la particularidad de estar hecha a toda velocidad. Solo por la sección parisina, la película sería memorable. Nada de esto sería posible sin la propulsión que el cuerpo en permanente movimiento de Cruise y su dinamismo como productor le imprimen a la película. Pero tampoco sin la fabulosa artesanía de los dobles de riesgo, de los equipos de efectos especiales y de la suntuosidad (nada ostentosa) de la producción en general, que potencia oficios que el cine ha llevado a un desarrollo y una altura extraordinarios y que no dejan de progresar. Hay mucha gente detrás de esta película y la excelencia de su trabajo se nota: la construcción de la película es homóloga con su contenido, porque el trabajo en equipo, importante pilar de la vieja serie, es aquí fundamental en la trama. Y así como en el final hay tres escenas simultáneas de las que depende el futuro de la humanidad, se notan los trabajos al mismo tiempo de distintos técnicos en distintas ciudades que aseguran la multiplicidad y la belleza de los escenarios en Francia, Inglaterra, Nueva Zelanda y Noruega. En el departamento McQuarrie hay que anotar un guión sin ripios pero complejo y lleno de fantasía, con una galería de personajes de muy buena factura y actuaciones impecables. Empezando por la del propio Cruise, que a los 56 años va negociando la curva de la edad con distinción y sobriedad hasta lograr lo mejor de sí mismo. Incluso con la presencia a su lado de un colega-villano como Henry Cavill, un Terminator que parece el doble de grande y de fuerte. O de Ving Rhames y Simon Pegg, los simpáticos secundarios del equipo IMF, clásica mezcla de comic relief y genio tecnológico. Pero hay dos factores que organizan Misión: Imposible – Repercusión, los que le dan organicidad y fuerza como ficción cinematográfica. Uno es la presencia de las mujeres en lugares clave de la trama. Todas lucen hermosas, todas tienen una personalidad magnífica y hacen interesante cada escena en la que les toca intervenir: Rebecca Ferguson como la espía inglesa, Angela Bassett como la jefa de la CIA, Vanessa Kirby como la Viuda Blanca, Michelle Monaghan, como la ex mujer de Ethan Hunt son una maravilla y permiten articular todo lo que ocurre. Me gustaría nombrar a una mujer más, Alix Bénézech, que hace de una agente de policía francesa que se encuentra por casualidad en medio del fuego cruzado entre los buenos y los malos. Ella es también muy linda y la escena en la que Cruise le pide en un francés de turista que se vaya porque su vida está en peligro es buenísima. Pero el personaje resulta fundamental porque condensa lo que la película necesita para hacerse coherente y distinguirse de una mera sucesión de imágenes de acción: el lema del personaje de Ethan Hunt es no permitir que mueran inocentes, aun si esto parece necesario para la misión. Al no aceptar daños colaterales, la película se inscribe en lo que es el corazón ético del cine americano: la necesidad de que un principio moral sea la guía de sus héroes. Si Hollywood llegó a ser importante, fue gracias a ese principio ordenador de sus ficciones. Ethan Hunt es un personaje que encarna simultáneamente la energía americana y su sustento ético-religioso. Tal vez el mayor acierto de la puesta en escena de McQuarrie resida en el modo en que muestra siempre pequeño a Cruise en relación con la dificultad de su tarea, un microbio voluntarioso frente a lo colosal del espacio físico y de los obstáculos a vencer. Es cierto que la película se confunde al final, porque identifica ese costado ético con una ideología política, la de la lucha entre el gobierno americano encarnado en la CIA y las fuerzas de la anarquía cuyo representante es el archivillano Solomon Lane, inspirado claramente en el Unabomber. El parlamento del final, donde Bassett sostiene que Hunt es el sostén de la humanidad porque se preocupa tanto por el individuo como por las multitudes suena en ese contexto como un subrayado innecesario, como si la película dudara de su propio espectador o, lo que es peor, no se tomara en serio el principio que la organiza. Por lo demás, esta es una película perfecta, que debería servir como base para demostrar que el cine no tiene por qué ceder ante la melancolía que él mismo ha engendrado.
La quinta y esta sexta entrega está a cargo en la dirección y guión el estadounidense Christopher McQuarrie “Jack Reacher” (2012). Esta franquicia la inició con Tom Cruise (protagonista y productor) como el experto agente Ethan Hunt. Ahora nuestro agente Hunt y su equipo tienen una misión muy peligrosa: recuperar tres esferas de plutonio que no deben caer en la manos equivocadas; existe un grupo terrorista conocido como Los Apóstoles, que se encuentra tras estas piezas y de adquirirlas pueden causar una catástrofe en el mundo. Uno de los integrantes es el temible terrorista y anarquista – Solomon Lane (Sean Harris). Su trama te mantiene en tensión de principio a fin, su acción es desbordante, no te da respiro, el tiempo se pasa volando, a pura adrenalina, persecuciones, peleas, tiroteos, mucho humor y gags, hasta se ríen de sí mismo, efectos visuales, tiene mucho ritmo, varias secuencias de acción muy bien coreografiadas, escenas peligrosas bien jugadas, hay tensión, traiciones, estupendas locaciones y una banda sonora apasionante, además cuenta con sorpresas y muy buenos giros que se irán presentando a lo largo de su desarrollo. Se toma su tiempo para dentro de la trama hacer un homenaje a toda la saga. Dentro de los personajes secundarios encontramos a : Benji Dunn (Simon Pegg), William Brandt (Jeremy Renner), August Walker (Henry Cavill, “Liga de la justicia”, el último Superman), una femme fatale la Viuda Blanca (Vanessa Kirby, “The Crown”, TV Series), Ilsa Faust (Rebecca Ferguson, “El muñeco de nieve”), Julia Meade-Hunt (Michelle Monaghan, “Pixels: La película”) fue el amor en la vida de Hunt, las mujeres solo están correcta no tienen un personaje para destacarse demasiado. El protagonista de la saga, Tom Cruise, acaba de cumplir 56 años de edad y este año cumple 22 años con este personaje, no usa dobles, asume él los riesgos aportando la cuota de: increíbles luchas, saltos al vacío a varios metros de altura, pilotea un helicóptero por Asia pero además zigzaguea con otro, corre en moto a toda velocidad sin casco por las calles de París, una corrida por los tejados y hasta se rompió un tobillo al saltar de un edificio a otro en una terraza en Londres, escena que el director decidió dejar y frente al hecho debió suspender el rodaje. Por todo lo comentado anteriormente y un actor que puso todo su cuerpo y alma, esta entrega supera a todas. Solo nos resta esperar “Misión Imposible 7” fecha posible de estreno en 2021.
Más corazón que odio - Publicidad - Por primera vez, un realizador dirige dos películas de la saga que tiene a Ethan Hunt como protagonista absoluto. Christopher McQuarrie, quien ya se había destacado con su Misión Imposible 5 – Nación secreta (2015), redobla la apuesta en MI 6 – Repercusión (2018) y entrega un arsenal de secuencias que no dan respiro. Todo comenzó en 1996, cuando Tom Cruise decidió producir y protagonizar Misión imposible, el puntapié de una serie de películas basadas en la serie homónima. El primer director convocado fue ni más ni menos que Brian de Palma, quien le imprimió a su película su estética pródiga en planos secuencias y un montaje capaz de emular un mecanismo de relojería. Más tarde le sucedieron al director de Vestida para matar (1980) John Woo, J. J. Abrams y Brad Bird, hasta que con la llegada de McQuarrie la saga encontró un héroe ya maduro, tanto en su sentido físico como emocional. No por nada, MI 6 empieza con una escena onírica que haría sonrojar al mismísimo Sigmund Freud, pero que en términos dramáticos funciona como un buen comienzo; Ethan Hunt siente cómo su vida sentimental se ve resentida por su trabajo como agente secreto, en medio de un mundo que cada vez requiere más el trabajo de hombres como él. En esta oportunidad, Hunt deberá desarticular -junto a su ya conocido equipo- un posible ataque mundial a cargo de un grupo terrorista. El plutonio será el producto puesto en circulación que tendrán que investigar e incautar pero, como es sabido, nada resulta sencillo en el mundo del espionaje. A partir de una trama llena de simulaciones, puntos de giro, revelaciones y retornos de personajes clave, MI 6 se convierte en un amplio muestrario de escenas de acción de impronta coreográfica, en donde Tom Cruise revalida su título de estrella mundial. Ya sea en las pintorescas calles parisinas (uno de los epicentros del film) o en medio del cielo, en plena contienda a bordo de helicópteros, Cruise hace gala de su destreza física por más que ya haya pasado holgadamente los 50. Pero más allá de la excelencia técnica, lo que le da vida a la película es lo que subyace a ella; la camaradería que se construye en plena tensión, por ejemplo, vital para desear un desenlace que nos deje a todos conformes y a la expectativa de un nuevo llamado al orden. ¿Qué sabemos de la vida de los compañeros de Hunt? Poco y nada. Sin embargo, resultan queribles, y es a través de esta identificación/admiración que MI 6 pone en marcha su motor clásico, su épica individual pero también grupal, con un héroe recortándose del resto a partir de su crecimiento y maduración. Desde este punto de vista, el guión dosifica de forma pausada e inteligente los datos que hacen de él un personaje con sus zonas oscuras, ambiguas, capaces de dotarlo de una humanidad que lo hace un héroe alejado del manual. Por último, cabe destacar que el elenco está integrado por un grupo de actores notables (Henry Cavill, Ving Rhames, Simon Pegg, Rebecca Ferguson, Michelle Monaghan, Angela Bassett y Alec Baldwin), engranajes necesarios de este relato que –a tono con la celebrada melodía de Lalo Schifrin- estimula la adrenalina y nos sorprende con un inevitable y bienvenido estallido.
“Misión Imposible” es una saga de películas basada en una popular serie norteamericana de televisión de 1966. En 1996, veintitrés años después del final del show, se realizó la que sería la primera adaptación cinematográfica de esta obra que lejos andaba por ese entonces de la idea de convertirse en la producción más exitosa y longeva de un producto televisivo. El encargado de hacer la transición de la caja boba a la pantalla grande fue el director Brian De Palma (“Carrie”, “Body Double”) que fue capaz de capturar el espíritu de la serie, pero a su vez imprimirle su estilo característico. Cuatro años más tarde llegaría la secuela, esta vez en manos del realizador chino John Woo (“The Killer”, “Face/Off”), un especialista en el cine de acción que supo otorgarle su visión a una segunda parte que intentó redoblar la apuesta con más acción y adrenalina. En el 2006 llegaría la tercera parte bajo la dirección de uno de los realizadores del momento JJ Abrams (“Lost”, “Super 8”), que además de efectos especiales increíbles, coreografías y stunts muy logrados buscó darle mayor dimensión a la trama mediante la introducción de un interés romántico de peso para el personaje de Ethan Hunt (Tom Cruise). Ella sería Julia (Michelle Monoghan), la esposa del protagonista que marcó un quiebre en la saga haciendo que Hunt sea una persona más vulnerable al tener que estar velando por el bien de su familia. En 2011, Brad Bird (“The Incredibles”, “Tomorrowland”) dejó momentáneamente la animación para ponerse detrás de la cuarta parte de una franquicia que venía en alza y que buscaba revitalizar el género mediante secuencias cada vez más sorprendentes. Para ello, esta vez el grupo del FMI (la empresa de espionaje a la que pertenece Ethan y sus secuaces) es suspendido por haber sido implicado en un atentado. El agente Hunt deberá limpiar el nombre de su organización, pero bajo la lupa de todo el mundo que los tienen como agentes renegados escapando de la ley. Finalmente, la quinta parte de 2015, dirigida por Christopher McQuarrie (“Jack Reacher”) terminaría por afirmar lo que se veía viendo en las secuelas anteriores, “Misión Imposible” podría seguir funcionando como un producto pochoclero, bien ejecutado y con un trabajo de guion más que decente que no subestime las capacidades del espectador que busca consumir ese tipo de cine. La saga de “Misión Imposible” se forjó y asentó gracias a las distintas miradas y formas de ser encaradas por los directores de turno. Cada film fue dirigido por un cineasta consagrado con un estilo particular que buscaba mostrar un costado o aspecto distinto a su entrega antecesora. Es así como se obtuvo un producto totalmente revitalizado que tiene varios años de planeamiento previo a su rodaje y posterior estreno. De esta forma es que llegamos a “Mission: Impossible – Fallout”, el sexto capítulo en esta serie de acción cinematográfica que es la primera en repetir realizador. Esto quizás se veía como algo peculiar, teniendo en cuenta los antecedentes, pero viendo el resultado final uno puede observar que fue una decisión acertada. “Fallout” se encuentra dentro de los mejores apartados de la saga y es quizás porque termina de cerrar una sección en las aventuras de Ethan Hunt y porque sigue dándole una dimensión a toda la obra. El protagonista debe enfrentar las consecuencias de las decisiones que ha tomado a lo largo de su vida, dejando de lado a su esposa y a una posible vida familiar, por la intensión de anteponerse a un bien mayor, a salvar al mundo antes que a sí mismo o a una persona particular. No obstante, estas últimas consideraciones devenidas en pesadillas recurrentes llevan a que nuestro protagonista Hunt decida salvar las vidas de sus colegas Luther (Ving Rhames) y Benji (Simon Pegg) durante una misión, haciendo que ésta fracase y que tres esferas de plutonio queden en manos de un grupo terrorista conocido como “Los Apóstoles”. Este grupo es una nueva célula de lo que era la organización de Solomon Lane (Sean Harris), quien a pesar de su cautiverio tiene varios planes para darle rienda suelta a sus deseos anarquistas. Como es de costumbre, la trama va tejiendo una enmarañada red de secuencias que desembocan en un relato de corte clasicista que combina espionaje con logradas secuencias de acción. Podríamos decir que las escenas de acción de esta entrega son las mejores de la saga, todo gracias a un estupendo trabajo de los stunts y los coreógrafos, pero también de Tom Cruise que además de protagonista es el productor del film, cuyo compromiso es innegable poniéndole alma y cuerpo a cada escena y haciendo todas sus secuencias sin usar dobles. Cabe destacar, que durante la filmación del largometraje en Londres, el actor de 56 años sufrió un accidente en el cual se quebró un tobillo saltando de una azotea a la otra. Christopher McQuarrie repite en el doble rol de director y guionista, y nos ofrece un relato que no escatima en giros argumentales siendo fiel a su estilo (recordemos que McQuarrie fue guionista de “The Usual Suspects”, trabajo por el cual ganó un Oscar como guionista), y también trayendo elementos de películas anteriores que influyen positivamente en la trama de este film. Vuelven a la franquicia dos grandes personajes como el de Ilsa Faust (Rebecca Ferguson), y Julia (Michelle Monaghan), mientras que por el lado de las nuevas incorporaciones tenemos a Vanessa Kirby (“The Crown”) como la Viuda Blanca, una femme fatale, y un agente de la CIA llamado Walker (Henry Cavill). Con respecto a los apartados técnicos, se lucen los efectos especiales, los coreografías en las escenas de pelea cuerpo a cuerpo, las tremendas secuencias de acción arriba de vehículos de todo tipo y un grandioso trabajo de montaje de Eddie Hamilton (“Kingsman”, “X Men: First Class”, “MI: Rogue Nation”), que es posiblemente el mejor de la saga. “Misión Imposible: Repercusión” (su título en nuestro país) es bastante sincera con lo que pretende ser. Un cóctel adrenalinico, bien actuado y ejecutado que busca seguir enalteciendo a la franquicia. Con un ritmo implacable, el director logra incorporar y/o retomar cuestiones que se vienen trabajando desde la refinación que tuvo MI a partir de la tercera película, haciendo al personaje más humano (a pesar de todas las inverosimilitudes por las que pueda atravesar Ethan) y con posibilidad de fallar, pero a su vez con la capacidad de apoyarse en su grupo de seres queridos.
LA BATALLA DEL MOVIMIENTO Hasta el momento, la saga Misión: Imposible había contado con cinco directores diferentes, cada uno incorporándole su estilo personal: Brian DePalma la introspección paranoide y la forma hitchcockniana; John Woo la espectacularidad artificiosa; JJ Abrams su voluntad y energía para ponerse al servicio del concepto; Brad Bird el espíritu paródico de la animación traficado en un film de acción y espionaje; y Christopher McQuarrie su origen de guionista para construir un relato de una perfección pasmosa, que fascina plano a plano, secuencia a secuencia, como una suerte de resumen y renacimiento. Misión: Imposible – Repercusión llega entonces para generar una alteración en la franquicia, al repetir al hombre detrás de cámaras por primera vez, aunque esto no es del todo antojadizo: porque hay que entender a Repercusión como una indudable secuela de Nación secreta y, tal vez, como el capítulo intermedio de lo que podría convertirse en una trilogía. En esta sexta entrega se continúan los episodios de aquella quinta parte, y se profundiza en la crisis personal que los actos y sus consecuencias generan en el agente Ethan Hunt y sus compinches. Todo, mientras McQuarrie articula una seguidilla de persecuciones, engaños y mascaradas magistrales, al servicio de la forma en que ese singular héroe de acción llamado Tom Cruise entiende el gran espectáculo: una exposición bella y fascinante del movimiento cinematográfico estirando todos los límites posibles. Es verdad que hay un tono más sombrío en Repercusión (aunque la película no pierda nunca el sentido del humor), que se puede asimilar ni bien se escuchan los primeros acordes de la intervención habitual sobre la mítica música de Lalo Schifrin, y que ese registro tal vez haga algo de ruido en comparación con la más lúdica Nación secreta. Los prólogos de ambos films son ejemplares: si aquella comenzaba a lo James Bond, con una inverosímil escena donde Cruise colgaba de la puerta de un avión que despegaba, ahora se elige un sueño, una pesadilla, en la que Hunt sufre por la fallida relación con su esposa Julia. Evidentemente a Cruise le gusta el melodrama (bueno, las películas de Misión: Imposible siempre fueron melodramas disfrazados de films de acción y suspenso) y el personaje de Michelle Monaghan vuelve una y otra vez para alertar no sólo de los peligros que acechan al pobre Hunt, sino también a la propia franquicia: volverse demasiado cruisedependiente, como pasaba en los peores momentos de la tercera entrega. Pero aún más: si el universo en el que se mueve Hunt es fascinante, lujoso, espectacular, Julia lo ancla a lo mundano, a lo prosaico. Y a nadie, por cierto, le interesa ver a Hunt desayunando y yendo a comprar el diario en pantuflas. Pero hay algo respetable en el film de McQuarrie y es que se anima a tirarse de cabeza al melodrama, como lo ha hecho tantas veces el propio Hunt lanzándose al precipicio. La insistencia, en este caso, es una saludable actitud. Y lo bueno esta vez es que sale totalmente airosa: porque a la perfección y la simetría de la película anterior, le incorpora el drama personal como un móvil para la acción. El tema de la amistad y el jugarse por el otro, incluso por encima de un bien superior, le agrega esa dosis de intimidad que convierte a esta aventura gigantesca en algo cercano. Repercusión es una película inquieta, reptil en las múltiples trampas con que nos enreda, hiperbólica en la autoconsciencia con la que administra sus tiroteos y persecuciones: aceptando que ya hemos visto a Hunt correr, conducir motos y automóviles incontable cantidad de veces, la película imagina múltiples posibilidades. Y tenemos un tiroteo sin sonido y donde sólo se escucha la banda sonora, una persecución súper orquestada y otra donde explotan en primer plano -y exclusivamente- los motores de autos y motos. Cada secuencia luce una planificación notable, donde el impecable montaje sobresale como la herramienta que logra darle sentido y ritmo a la narración, pero además las películas de Misión: Imposible alcanzaron un grado de sofisticación y elegancia difícil de ver en el resto del mainstream hollywoodense. Claro está que las callecitas europeas le dan ese look que la franquicia necesita para convertirse en el más distinguido entre los entretenimientos masivos y populares que el cine puede mostrar hoy. Repercusión luce a cada momento. Por cierto que como nunca la nueva entrega de Mision: Imposible hace recordar a James Bond, el padre de todo este asunto. Esa estructura de tiempo muerto que se inserta entre secuencia de acción y secuencia de acción explicita la idea de causa y efecto que la película quiere plasmar desde el título, pero también la actitud del astuto villano Solomon Lane (estupendo Sean Harris) que lleva a Hunt hasta el límite. Y esa estructura, decíamos, recuerda a las aventuras del agente 007. La comparación no deja de ser odiosa, porque mientras Misión: Imposible goza de un absoluto espíritu renacentista (trazando caminos sobre lo clásico, lo cual es curioso), James Bond se empantana en una búsqueda de sentido que olvida lo lúdico de sus orígenes, como ocurre con la última serie de películas protagonizadas por Daniel Craig. A las Misión: Imposible, a la luz de las ideas que alumbra Cruise desde la producción y poniéndole el cuerpo a cada escena, el paso del tiempo las ha ido convirtiendo en mecanismos cada vez más perfectos. Tal vez McQuarrie desde su estirpe de cineasta físico y virtuoso sea el mejor socio que encontró el actor para convertir sus obsesiones en acción, en una batalla del movimiento de lo más apasionante. Misión: Imposible – Repercusión es de esas películas que sólo exigen sentarse frente a ellas y disfrutarlas con el corazón en la mano. Gracias por tanto.
La nueva entrega para la pantalla grande de las vertiginosas peripecias de Ethan Hunt, en la piel del inoxidable Tom Cruise, es un ejemplo de cine absoluto en su más pleno estado de gracia. A los 56 años, y como co productor del film, Cruise no sólo pone el cuerpo literalmente en varias de las escenas de acción, sino que se consolida como uno de los actores más magnéticos de las últimas décadas. El director Christopher McQuarrie supera la vara que él mismo dejó bien alta en el anterior capítulo de la saga, y Misión: Imposible-Repercusión despliega las recursos más nobles del género, con unos niveles de excelencia inusuales en el marco del Hollywood actual. La película combina una contundente pirotecnia visual, que fusiona la más nueva tecnología con la impronta física y visceral del cine de acción old school. Más allá del arsenal de dobles de riesgo y de una multiplicidad de trucos digitales de posproducción, este gran espectáculo funciona porque todas sus partes están ensambladas al unísono. A la hipnótica presencia del protagonista central, se suman secundarios que tienen sus momentos de lucimiento, sobre todos las empoderadas mujeres que definen los momentos clave de un guión que traza varias vueltas de tuerca, pero que no abusa de altanería ni de los datos inútiles que tanto abundan por ejemplo en las películas de superhéroes. Lo que aquí tenemos son tres esferas de plutonio, cuya detonación pondría en riesgo la vida de millones de personas, y a un hombre que una vez más emprende una odisea que sacude todo límite de verosimilitud, para zambullir al espectador en un festín sensorial. Nadie podrá salir defraudado de la sala, porque más allá de la generosa cantidad de escenas adrenalínicas, con persecuciones, enfrentamientos y cambios en las relaciones de poder; lo que brilla es la destreza de Christopher McQuarrie para orquestar cada pieza de lenguaje cinematográfico con un notable pulso creativo. Mientras un pelotón de directores despachan películas repitiendo fórmulas y planos de manual, McQuarrie da cátedra narrativa y visual en cada secuencia de Misión Imposible: Repercusión. A su vez, las dos horas y media de duración que en cualquier tanque de Hollywood suelen ser un lastre, aquí se deslizan con una fluidez sostenida, sin aturdir por demás al espectador, entendiendo los momentos de respiración que necesita todo relato para jugar con los hilos de la tensión. Los únicos pasajes que resultan un tanto explicativos se producen cuando a nuevos personajes, y por extensión también a nuevos espectadores, se los pone al tanto de quién es quién en este apasionante sexto episodio de Misión: Imposible, que cuenta con la reaparición de algunos protagonistas de entregas anteriores, combinados con nuevas piezas fundamentales para el avance de esta franquicia; que cierra por lo alto lo que parece ser una etapa en la vida de Ethan Hunt. La idea de contar con un Tom Cruise cuasi sexagenario en el próximo capítulo no resulta descabellada. Todo lo contrario, coincide con la vital progresión de una saga que desde su comienzo en 1996 hasta hoy, jamás se ha mostrado como un ejercicio de repetición. La clave de la versatilidad narrativa y de los cambiantes criterios de puesta, seguramente han tenido que ver con el recambio constante de directores, desde Brian De Palma a John Woo, pasando por J.J. Abrams y Brad Bird. Cada cineasta ha aportado su afilada mirada cinematográfica a una historia que lejos de iniciar su descenso al desgaste, continúa un recorrido cada vez más estimulante. Mission: Impossible - Fallout / Estados Unidos / 2018 / 147 minutos / Apta para mayore de 13 años / Dirección: Christopher McQuarrie / Con: Tom Cruise, Henry Cavill, Ving Rhames, Simon Pegg, Rebecca Ferguson, Michelle Monaghan, Angela Bassett y Alec Baldwin
Esta sexta entrega de la saga iniciada por Brian De Palma, allá a lo lejos, en 1996, se puede definir como la mejor de las que conforman la saga. Ni se acerca a la primera que mantenía la esencia de la serie de TV original, incluyéndole la traición como elemento disruptivo de su origen. En tanto que sobre la variable de las escenas de acción han pasado 22 años de la primera, y eso es tan real como indiscutible. Del mismo modo en que el tiempo transcurrió en la evolución, para mejor, de los efectos especiales, asimismo se muestran los efectos producidos por el mismo efecto temporal en los rostros de Ving Rhames y Tom Cruise, los únicos sobrevivientes de la primera. Si esa respetaba la esencia de la seria de TV, ésta tiene un intento de acercamiento, más como homenaje que otra cosa, pues mientras nos presentan los títulos nos van mostrando escenas del filme que vamos a ver, muy cortas, todas cercenadas, como ocurría con la serie de TV. Por lo demás, se vislumbra de forma somera una especie de retorno al alma de “todo es trabajo en equipo”, que se había perdido desde la segunda entrega, transformándose en una especie de competencia de James Bond, protagonizada por Hunt, Ethan Hunt, en las que el bueno de Tom realiza, y no se cansa, actos de acrobacia múltiples casi sin despeinarse. Desde lo estrictamente referente al relato, con la presentación de nuevos personajes incluidos, todo el guión no es más que un catalogo de lugares comunes repetidos hasta el hartazgo, tan previsibles como ingenuas. Como elemento de humor una frase, “estamos en eso”, repetida varias veces por distintos personajes, es la que intenta desplazar la seriedad con que el mismo se toma a si mismo, o el director asumió esa idea. Posiblemente creyendo que introducir una idea de improvisación en el texto le podría imprimir al mismo algo de sorpresa. Pero no, sólo queda en intento de humor demasiado básico. La idea de una o varias traiciones como elemento generador de suspenso son de esa naturaleza, por lo cual pierde por completo el efecto buscado, no hay en ningún momento un significante sostenido o un elemento Mcguffin hitchcokiano que pueda hacer transcurrir hacia algo sorpresivo. Por lo cual sólo nos quedan las escenas de acción, muy bien filmadas, por supuesto, mejor montadas, claro esta, entre ellas alguna que otra a manera de impasse, planos y secuencias del orden de lo romántico. Nobleza obliga, ese juego entre el amor llevado al sacrificio representado en su ex esposa Julia (Michelle Monaghan), y la reconstrucción del afecto necesario en Ilsa (Rebecca Ferguson), le otorgan al personaje de Ethan el equilibrio entre cierta debilidad, tal cual talón de Aquiles, y su performance inverosímil de irrompible. Respecto de la acción y la resolución desde lo dramático, son demasiadas veces las que se utiliza el técnica del ultimo segundo, se sabe qué va a suceder, y lo estiran al infinito, eso, si bien no cansa gracias al montaje rápido de corte sobre corte, satura. Esto sin nombrar que el recurso de salvataje en último segundo, impuesta por la Escuela de Brigthon en el cine, está cumpliendo éste año la centuria, exacta. Se sabe que es lo que vamos a presenciar, un filme de acción, pero la marca registrada de Misión Imposible, desde la pieza musical compuesta por Lalo Schifrin que sigue más viva que nunca, la expectativa es otra, un poco más compleja. Si sólo busca entretenimiento adrenalínico, esta producción se lo asegura con creces, pero no pretenda ninguna otra cosa y saldrá satisfecho.
Espionaje vertiginoso M:I6 por momentos es reminiscente de Ronin, aquella joya del espionaje de fines de los 90´, por su ritmo frenético y también por la cantidad de personajes involucrados en una trama plagada de giros argumentales. Como cada entrega, es distinta a las demás, pero siempre manteniéndose fiel al espíritu original de la serie. En lo que es prácticamente un hito cinematográfico, la sexta parte de Misión Imposible sigue sorprendiendo, tensionando y emocionando al espectador como prácticamente ninguna otra propuesta lo hace en el género. La mejor saga de acción de la historia del cine sigue más viva que nunca. Lo mejor: - Posee las mejores escenas de acción de la saga - La tensión constante Lo peor: - Hay un notable abuso del giro argumental - Más caótica e inverosímil que el promedio en la serie
Misión Imposible: Repercusión (Mission impossible Fallout en su idioma original) pone en crisis el mundo privado de Ethan Hunt (el eterno Tom Cruise) y utiliza la famosa técnica de “pecados pasados” para funcionar e innovar. Dirigida por Christopher McQuarrie (Jack Reacher, The Way of the Gun) la nueva aventura de Hunt y su equipo es inmensa en todo sentido. McQuarrie junto a Cruise se divierten a más no poder con Repercusión; todo lo que vimos en las anteriores entregas se queda corto con lo que se ve en esta película; generalmente en este grupo de films de Misión Imposible las hazañas se destacaban por ser la frutilla del postre individual pero en Repercusión nos encontramos con múltiples desafíos prácticos que ponen en riesgo al propio Cruise sin doble de riesgo. Vemos a Tom en un salto HALO, colgado sin arnés de seguridad, saltando techos y en muchas sorpresas más – para evitar entrar en un terreno de spoilers no van a ser referidas aquí-. Todas estas escenas peligrosas están realizadas con sutil maestría, lo que permite que el espectador se sienta más cerca que nunca en el mundo del espía “corredor”. A nivel técnico la película es espectacular, desde los primeros segundos del film se nota con claridad como McQuarrie y Rob Hardy (encargado de la fotografía) ponen el factor visual de Repercusión de forma que el peligro inminente se vea intacto y las sombras poco a poco cobren vida. Misión Imposible: Repercusión no busca jugar con luces y sombras sino lograr hacer realidad toda pesadilla de Hunt con imágenes monumentales y poderosas. En su historia Repercusión presenta al pasado de Hunt como punto principal; estamos acostumbrados a ver espías cuyo pasado los alcanza tarde o temprano, pero en el mundo Cruise/IMF eso no había llegado… hasta hoy por supuesto. Lo atractivo de esta nueva película es cómo (mediante personajes secundarios de entregas previas) las cosas van tomando forma y el punto final para muchos puede ser definitivo. En Misión Imposible Repercusión los personajes importan. Además de las caras – ya clásicas – de esta serie de películas se suman Angela Bassett, Vanessa Kirby, Wes Bentley y Henry Cavill como posibles aliados o enemigos del equipo IMF. Sinceramente, si hay que destacar a alguien en esta nueva camada de grandes actores en el mundo M:I es Bassett. Bassett logra con una presencia limitada meter el nivel de amenaza necesaria para que el espectador sepa que el verdadero poder es la persona detrás de un escritorio. Por otro lado Henry Cavill muestra una nueva pero conocida faceta en su carrera (recordemos que si no está utilizando la capa de superman el actor participa en numerosas películas de espionaje) y se pone a trabajar codo a codo con Cruise de una forma aceptable y eso es todo. Vanessa Kirby explota mostrando tenacidad ,y sorpresa de sorpresas, vemos a Wes Bentley en un rol atípico en su carrera. Punto aparte de nuevas caras, el show es de Tom y como de costumbre este actor, mega estrella entre las estrellas, da todo por su proyecto. Ajeno a los problemas de la industria Cruise se entrega con extremo profesionalismo en una película que el público pueda disfrutar, en Misión Imposible Repercusión el profesionalismo está intacto y no sólo eso, el señor Mapother IV eleva el término una vez más hacia lo que podemos referir como “actuación”. Es imposible no decir que Tom Cruise no es buen actor, guste o no es admirable su entrega absoluta para con sus películas y último pero no menos importante: sus fans. No hay que perderse Misión Imposible Repercusión ya que es una película que tiene todo lo que el público desea: una historia cautivante, un elenco que no solo es reconocido sino que también cumple en lo que ofrece, un nivel técnico intachable, es divertida, se arriesga a jugar a más (aún manteniendo los trucos clásicos) y su duración (148 minutos) esta compuesta por entretenimiento puro. No es una película perfecta pero sin dudas deja en claro que esta saga, si se lo propone, no va a morir nunca. Valoración: Muy Buena. (Ideal para IMAX).
No hay franquicia más rica en el cine mainstream contemporáneo que Misión: Imposible, que lleva 22 años de placer continuo gracias a un grupo de directores (Brian De Palma, John Woo, J.J. Abrams, Brad Bird y Christopher McQuarrie) que conocen el cine como pocos y son generosos con el espectador, y de un actor extraordinario que sabe actuar con todo el cuerpo, Tom Cruise. Esta sexta entrega, secuela directa de Nación Secreta y, por primera vez, con repetición de director (McQuarrie, justamente), tiene todo lo que uno espera: una trama hiper enrevesada que se va aclarando a medida que pasa la película, varias secuencias de acción que nos hacen transpirar, humor, personajes a los que queremos y con los que establecemos un lazo emocional inmediato, más una reflexión moral y, como es capital en la serie, un comentario sobre lo verdadero y lo falso que sostiene toda la ingeniería. Lo mejor es, como siempre, Cruise demostrando ser un gran acróbata que nos permite creer en el peligro que muestra la pantalla, algo así como el hijo de Buster Keaton y Douglas Fairbanks para el siglo XXI, corriendo en motos, en batalla de helicópteros, saltando por los techos, volando entre montañas. ¿La mejor película de acción en lo que va del año? Por supuesto, cine puro: recuerde que “cine” viene de movimiento, aquí continuo y armónico, pura emoción.
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Tom Cruise en la montaña rusa. Hay quienes se entretienen comparando las seis versiones de esta saga protagonizada por Tom Cruise, encontrando más o menos valores en cada una de las que hicieron Brian De Palma, John Woo, JJ Abrams, Brad Bird y Christopher McQuarrie (que reincide aquí), pero lo cierto es que son todas variaciones de una receta proveniente de antiguas y elegantes películas de espionaje (con Hitchcock como uno de sus más minuciosos devotos) pasando por todos los James Bond originales o remedados, sin olvidar la serie televisiva homónima que comenzaba con la misma música del argentino Lalo Schifrin y fue sensación en los años ‘60. Hay que decir, sin embargo, que a pesar de abastecerse de esos regocijantes antecedentes, y más allá de la presencia del lampiño actor de sonrisa ganadora, las Misión: Imposible ofrecen como singularidad una apariencia moderna desprovista de vulgaridad: no vuelcan torpemente FX indigestos, procuran divertir sin poses sobradoras y no se dejan llevar por el atolondramiento de un aniñado videogame. En Mision: Imposible – Repercusión, a su vez, el manejo de la fórmula se muestra más preciso que de costumbre, más cinematográfico incluso. La mayoría de los encuadres (con alguien o algo en primer plano mientras se divisa un objeto de interés en el fondo), la iluminación (que parece desplazarse siempre entre el azul, el verde y el blanco), el montaje (que estimula el vértigo de los movimientos desdeñando el sacudimiento confuso de la cámara) y la manera de exponer la belleza nocturna de los ámbitos recorridos por los personajes (con un gran ejemplo en la secuencia del aterrizaje en el techo de la discoteca que finaliza con una antológica pelea en un baño) demuestran que, detrás de la búsqueda de sobresaltos, hay un trabajo riguroso. Es cierto que se abusa de la música y que algunas de las peripecias resultan graciosamente inverosímiles, con el escollo de la certeza de que Ethan Hunt (Cruise) sobrevivirá pase lo que le pase, pero se puede entrar alegremente en el juego como quien ingresa a un parque de diversiones para emprender enloquecidas carreras en karting y gozosos zarandeos en la montaña rusa. Otros puntos a favor son el heroísmo compartido (incluyendo a un Henry Cavill que supera visiblemente a Cruise en altura, aunque pronto su camaradería sufre un vuelco habitual en este tipo de artificios) y los personajes femeninos, entre los que hay malvadas de comic (Vanessa Kirby, Angela Basset) y una ex esposa beatífica (Michelle Monaghan), pero ninguna decorativamente sexy ni ingenuamente seducida por varones (basta recordar la única escena de un beso en la boca). No faltan algunos toques de humor que invitan a no tomarse demasiado en serio la propuesta, como la interrupción de una fastuosa ceremonia fúnebre. Si algo puede objetársele a Mision: Imposible – Repercusión, en todo caso, es la invariable necesidad de ubicar del lado de los benefactores no a miembros de una ONG sino de alguna de las patas del gobierno estadounidense, en este caso la CIA. El peligro lo representa una célula anarquista, cuyo enajenado líder (Sean Harris) repite, una y otra vez, “Es necesario mucho sufrimiento para conseguir la paz”. Una buena señal de madurez hubiera sido que el guión escrito por Bruce Geller y el propio McQuarrie deslizara –aunque sea someramente y sin desviarse de su plan escapista– cuánto sufrimiento suelen deparar las operaciones de potencias mundiales como Estados Unidos para protegernos de ciertos o supuestos terroristas. Por Fernando G. Varea
A la altura de la sexta, parecen ya infalibles las nuevas entregas de Misión: Imposible, e instalado el consenso crítico de que, desde que Tom Cruise es Ethan Hunt, fueron cada vez mejores. Directores no faltaron: Brian De Palma, John Woo, JJ Abrams, Brad Bird, en la estupenda Protocolo Fantasma y ahora el reincidente Christopher McQuarrie, que filmó la hitchcockiana y excelente Nación Secreta, y que reincide ahora. ¿Obras maestras? Algunas, quizá, pero sin duda unas cuantas secuencias de las últimas, entre las que hay que incluir algunas de la muy disfrutable Fallout/Repercusión. Está claro que McQuarrie y Cruise entienden muy bien de qué se trata esto de cruzar el siglo XXI con el espionaje clásico y, si se quiere, vintage, a la 007, y cómo hacer un espectáculo de acción a gran escala. Fallout es un largo dispositivo de acción, desplegada en una generosa sucesión de secuencias en las que Ethan Hunt/el astro Tom Cruise, que pone su cuerpo en forma y su gracia absoluta-, persigue y es perseguido: por los techos de París, en moto a contramano, por los túneles cloacales, los resbaladizos puentes de Londres, en helicóptero (colgado de afuera o adentro) o volando desde las alturas de una tormenta, también sobre París, en una de las escenas poéticas de la película. La misión es realmente imposible: robarle el plutonio a una peligrosa organización criminal que amenaza con destruir porque hay que sembrar sufrimiento para lograr la paz. A cambio de entregarles a su más peligroso líder, un anarco terrorista preso y blindado. Una misión que vuelve a cruzarlo con la bella Ilsa (Rebecca Ferguson) y en la que lo acompaña su reducido team, Luther (Ving Rhames) y Benji (Simon Pegg). Fallout toma buenas decisiones, como ahondar en la relación entre ellos, divertida y entrañable, mientras los cartuchos puestos en las secuencias de acción, con extras y dobles que van quedando por el camino de escenarios turísticos, ganan con una narración cinematográfica creativa, que usa el fuera de campo, extrema las situaciones más extremas o hace de una pelea física, cuerpo a cuerpo, en un baño de hombres impoluto, una fiesta de juego con la puesta en escena y el humor. Puede ser, como señalan algunos, que Fallout tenga menos humor que Nación Secreta o films anteriores de la saga. Pero cuesta pensar en qué otra cosa cabe pedirle a semejante dosis del más virtuoso y elegante cine de acción.
Acción pura y dura es el leit motiv de "Misión imposible 6", la nueva entrega de la saga protagonizada por el eterno joven Tom Cruise. La historia retoma la caótica y secreta vida del agente del MIF, Ethan Hunt, que regresa para enfrentar a un viejo enemigo, mientras debe lidiar con la intervención de la CIA liderada por una nueva directora. Lo primero que vale la pena destacar de este filme es su duración, son dos horas y media, que valen la pena cada minuto, ya que el dinamismo constante mantiene la expectativa sin descanso. Por otro lado, son de gran atractivo las locaciones elegidas: la oscuridad de Berlín, los túneles del Sena en París, los grandes museos de Londres, Cachemira y los fiordos noruegos despiertan fascinación y le aportan color a la historia. Además de la compleja trama que se desarrolla de principio a fin, hay un factor emotivo, ya que Ethan se va a reencontrar con su ex, Julia, por lo que es necesario hacer memoria sobre los filmes anteriores. Lo cierto es que esta historia, que focaliza en recuperar unas bombas que amenazan el orden mundial, es una producción de excelente calidad que invita al espectador a sumergirse en escenas adrenalínicas literalmente imposibles, en un filme donde todo es posible.
En una suerte de secuela de Misión Imposible: Nación Secreta del año 2015, el agente Ethan Hunt (Tom Cruise) debe evitar que una organización terrorista liderada por Solomon Lane (Sean Harris) se haga con un cargamento de plutonio, el cual le permitiría a la agrupación fabricar una serie de explosivos nucleares. Después de un intercambio fallido, en mayor medida porque Hunt decide salvar a su compañero Luther (Ving Rhames) en vez de huir con el cargamento, los malhechores escapan y August Walker (Henry Cavill), agente de la CIA, es asignado para escoltar al protagonista en el rastreo del material nuclear. Sin dar muchos rodeos a la hora de establecer el conflicto dramático, McQuarrie se enfoca en las secuencias de acción a secas para sumergirnos en logradas persecuciones y peleas cuerpo a cuerpo que acrecientan la adrenalina y el suspenso a cada paso. Lo destacable de estas escenas, además de su impacto visual, es que a diferencia de muchas películas de acción donde predominan los efectos digitales, aquí se jerarquiza el live action, en pos de generar mayor cercanía con lo que sucede en pantalla, potenciado por una banda sonora que nunca resulta excesiva y un montaje sin fisuras que le otorga al filme el ritmo justo, especialmente en el contrarreloj de la secuencia final. En ese aspecto, el filme hace gala de una inmediatez y una constante capacidad para producir sensaciones nuevas en el espectador, logrando que cada nuevo reto en el desarrollo de la misión sobrepase el nivel de riesgo de la situación precedente. En cuanto a la trama, hay varios elementos típicos del cine de espías, que tienen como consecuencia la revelación de intenciones ocultas por parte de los personajes. A su vez, el carácter episódico de un argumento que cada 15 minutos nos sorprende con algún giro inesperado, hace que la acción fluya de manera continua durante las casi dos horas y media de metraje. Si Tom Cruise no se luce tanto por sus dotes interpretativas, sí lo hace por su destreza física, lo que en definitiva es lo relevante de un filme que busca entretener ateniéndose a las reglas del cine de acción. Con un sólido elenco secundando al protagonista (destacan especialmente Simon Pegg y Rebecca Ferguson como ayudantes de Cruise), McQuarrie teje una red de relaciones entre personajes que evidencia pactos, favores y traiciones por igual, lo que sustenta y justifica dramáticamente la irrupción de la acción pura. A riesgo de sonar obvio, resta decir que Misión Imposible: Fallout no es una película destinada a la reflexión, lo que sin embargo no va en desmedro de su calidad como producto de consumo masivo en una industria que parece haber olvidado que el entretenimiento reside más en la explotación de los elementos clásicos del medio cinematográfico, que en una cara bonita o en un universo plagado de criaturas digitales.
Crítica emitida por radio.
La sexta entrega de esta saga de espionaje internacional basada en una famosa serie televisiva de los años ’60 repite director por primera vez y vuelve a ofrecer el espectáculo cinematográfico de Tom Cruise poniéndose al hombro, cual Buster Keaton del cine de aventuras, toda la acción y el espectáculo que uno espera –y pocas veces encuentra– de las mejores superproducciones de Hollywood. En un libro publicado en 1989 y titulado “The Genius of the System” (más traducible como “la genialidad del sistema” que “el genio…”), su autor, Thomas Schwatz, argumentaba que el periodo clásico de Hollywood era capaz de producir grandes películas no a pesar de su tradicional y hasta esquemático sistema de producción sino gracias a él. Que el propio formato productivo daba muchas veces resultados artísticos notables porque la “maquinaria” funcionaba a la perfección. Y que la excelencia no era una excepción, una fuga, un milagro sino que reflejaba a todas luces lo equilibrado que podía ser el propio sistema. Décadas de cine de autor e independiente, y muchas veces falsas antinomias entre los revolucionarios y los conservadores del cine en los ‘60, generaron una exagerada idea de que todo el cine industrial era meramente un producto de consumo con poco y nada destacable a nivel artístico. Si bien esa discusión fue generacionalmente superada en las últimas décadas (en algún punto, la fecha de publicación de ese libro puede haber sido el momento transicional), quedó igualmente instalada la idea de que un producto hollywoodense de alta calidad es una excepción a la regla, un “fantasma en la máquina”, casi un milagro. Y si bien hay evidencias de que hay mucho de cierto en esa teoría, películas como MISIÓN IMPOSIBLE: REPERCUSIÓN parecen probar lo contrario. O bien, volver al origen de la discusión. Son películas impecables porque el sistema en el que fueron creadas funciona impecablemente, no como excepción. O, llegado el caso, el problema es que raramente el sistema funciona como debería hacerlo. O como lo hacía en la época de oro de Hollywood. Tom Cruise es, de alguna manera, el representante máximo de ese sistema. Conoce sus virtudes y las aprovecha, minimiza sus defectos, utiliza los mejores talentos que tiene a su alcance y pone el cuerpo para que la máquina funcione. Y en esa entrega, en esa verdad terrenal que tienen la mayoría de sus películas, está la posibilidad de recrear ese “genio del sistema”, esa alquimia que se produce cuando la calidad del producto y su casi seguro éxito comercial van de la mano. No son agentes externos ni ubicuidad política de cierto discurso (como en el caso de PANTERA NEGRA) las que transforman a MI6 –por la sexta película de la saga, no por las siglas del servicio secreto británico– en una muy buena película, sino su fidelidad a una mística de producción, de esfuerzo, de realización a la altura de las ideas y con efectividad en todos los rubros. Acaso no haya más sistema en ese sentido clásico (el universo Marvel es otra cosa y STAR WARS ahora lo es también, ya que la repercusión de ambas excede lo estrictamente cinematográfico) y habría que pensar que Cruise es hoy ese sistema en su expresión más pura. La trama de MI6 es imposible de resumir y está plagada de las vueltas de tuerca, giros acaso impensados y recursos clásicos del cine de acción de todos los tiempos (la persecución, la traición, la venganza y sí, la bomba), pero está ingeniosamente realizada, cree tanto en lo que cuenta y en cómo lo cuenta, que no queda otra que pararse y aplaudir hasta sus más absurdas y “bondianas” improbabilidades. No hablaría de mecanismo de relojería porque no necesariamente lo es, ya que hay una voz autoral, la de Christopher McQuarrie, guionista y director, que sale a la luz y permite que el filme tenga momentos inesperados. Pero en casi todos los casos esas “sorpresas” están perfectamente ensambladas con el todo. Individualidad y sistema funcionando como un equipo de, digamos, fútbol total. Es claro que para que el sistema funcione con este grado de excelencia debe tener una figura que lo haga subir ese necesario escalón extra. Y el que logra eso en este equipo es Cruise (McQuarrie sería el técnico): se carga con la responsabilidad al hombro, le pone el cuerpo a todas las escenas de acción, permite el lucimiento del resto del elenco más que el suyo propio y se convierte en el capitán de esta banda que parece funcionar casi de memoria. Si seguimos con las comparaciones futboleras no sería del todo un Messi (si quieren discutimos porqué en los comments) sino más bien el Luka Modric de este team. Todo pasa por él y no hay sacrificio que el tipo no esté dispuesto a hacer por el bien del producto final, por el entretenimiento de la gente: subirse a un helicóptero en movimiento, tirarse de un avión, atravesar Londres de techo en techo y mucho más. El hombre tiene puesta la camiseta: corre, se sacrifica y a la vez entrega espectáculo. Y sí, vende la camiseta de sí mismo, claro, pero fundamentalmente la de un equipo que quiere darle al espectador lo que pagó por la entrada. MI6 es cine físico puro, donde las caídas, los golpes y los choques se sienten en el cuerpo y tensionan con un realismo que ningún superhéroe hecho en CGI puede generar. Y si bien el filme es pura adrenalina y su trama no es más que un batido (shaken and stirred) de tropos del cine de espionaje internacional (reaparecen Ving Rhames, Simon Pegg, Alec Baldwin y Rebecca Ferguson, se agrega Henry “Superman” Cavill) y refritos ingeniosos de la propia lógica de la saga, hay un compromiso en todos sus niveles que resulta admirable. Es cierto que por momentos se siente el esfuerzo —y hasta el cansancio—, pero el proceso funciona en cada uno de sus aspectos. Y con el agregado de Cruise como motor y corazón, la victoria está asegurada. Claramente McQuarrie entendió qué es lo que Cruise necesita y en todas las películas que han hecho juntos (dos de M:I, además de JACK REACHER y los guiones de VALKIRIA y AL FILO DEL MAÑANA) al actor se lo ha encontrado más cómodo que nunca. Es, además, un guionista ingenioso (LOS SOSPECHOSOS DE SIEMPRE, la propia e intrincada AL FILO DEL MAÑANA), que sabe reutilizar algunos de esos trucos en una trama que también depende de descubrir a un misterioso terrorista/traficante que puede existir o no. Y es alguien que viene del policial puro y duro por lo que el enfrentamiento cuerpo a cuerpo y el combate a escala menor le resulta igual o más cómodo que la gran set piece en los aires. Esas escenas terrenales le dan al filme credibilidad, una credibilidad que no se pierde (se dobla, pero no se rompe del todo) cuando la película entra en un terreno de acrobacias imposibles. Y no lo hace porque le creemos a Cruise, el maximo representante actual de los héroes analógicos. El último de los mohicanos del cine clásico.
Como pasó con la saga de Rápido y Furioso, las películas de la franquicia de Misión Imposible se han puesto mejores con cada nueva entrega. Es cierto que Rápido y Furioso es un descerebre brillante, pero las de Misión Imposible muestran un trabajo arduo de producción y una creatividad de alto vuelto tanto en el libreto como en la puesta en escena. Tom Cruise será insufrible como persona, pero es un astro con mayúsculas, el supremo profesional. No sólo ha revitalizado la franquicia sino que la ha llevado mas allá del límite, cada vez mas ingeniosa y excitante, amada por el público y la crítica, y cada vez mas taquillera. Misión Imposible: Fallout es otro capítulo brillante de la saga: hay traiciones, una trama complicada pero entendible, sorpresas por doquier, acción a full y mucha tensión. Quizás la novedad es que esta entrega es algo mas oscura y tiene un poco de menos humor, sirviendo como secuela literal a Rogue Nation – expandiendo el concepto de El Sindicato, esa especie de Spectre creado para la franquicia, y que tiene sus orígenes en la serie televisiva de los 60 – y trayendo su propia caterva de sorpresas. Quizás el mayor problema que tiene Misión Imposible: Fallout es el trailer, el cual fue confeccionado por un enemigo, y revela toneladas de sorpresas que la película tenía reservadas para shockear al espectador. Sí, el malo en este caso es Henry Cavill – el cual se lo nota mucho mas cómodo en el papel de despiadado asesino que como alienígena todopoderoso salvador de la humanidad (y no, no hablamos de Jesús!) -, el cual debe ser la decisión de casting mas dispar de la historia. Poner a esta mole de músculos de casi 1.90 de altura contra el enano de Cruise (el tipo es mas bajo que yo, mide 1.70) suena ridículo, y el director McQuarrie debe hacer todo tipo de trucos y montajes raros para no dejar en evidencia que Superman le saca mas de una cabeza a Tomás Crucero. Eso sin considerar que, como es el villano / traidor / sicario de turno, en algún momento se van a ir a las manos y la diferencia física es tremenda (¿alguien se acuerda de una película de Patrick Swayze llamada El Duro, donde el tipo pelea – al principio del filme -con un par de pueblerinos enormes y ahí vemos que a Swayze lo agarran del cogote y queda flotando con las patitas al aire, dándonos cuenta que es mas chiquito que mi abuelita?). Por suerte McQuarrie hace milagros con la fotografía. La novedad de la entrega es que Ethan Hunt está decidido a no matar inocentes y a no perder miembros leales del equipo, lo cual condiciona de manera crucial cada una de sus decisiones. Prácticamente la misión no existiría si Hunt – en un intercambio clandestino en Berlín, realizado al principio del filme – no hubiera cedido a las demandas de los terroristas, hubiera dejado morir a Ving Rhames y se hubiera escapado con el plutonio que querían los anarquistas para hacer tres bombas atómicas – pequeñas pero lo suficientemente dañinas si son detonadas en el lugar correcto -. Cada vez que los villanos salen con un plan sangriento, Hunt debe ingeniárselas para que no mueran agentes del orden y civiles… aunque ello implique quedar en evidencia con los sicarios y ponerse automáticamente en su mira. Mientras tanto está de regreso Ilsa Faust, la cual es un factor desequilibrante en una misión que ya de por sí es demasiado complicada, ya que la agente británica tiene su propia agenda y va contra los objetivos de Hunt. Ciertamente hay un par de escenas que son previsibles o están sacadas de otras películas – el montaje del falso hospital es algo que vimos en la primera entrega de la saga; el rescate en la caída libre del salto HALO parece copiado de Moonraker -, pero el resto está hecho con mucho nervio y mucha originalidad. El escape de Cruise en moto por las calles de París es genial – y es Cruise en persona manejando -, lo mismo que una persecución por los techos en Londres. Y, lo mejor, son los repentinos cambios de viento en la misión, en donde los amigos pasan a enemigos con un simple chasquido de dedos ante la aparición de pruebas falsas que alteran toda la historia que Hunt pretende vender. Misión Imposible: Fallout es otro hito de la saga. No sé si es la mejor – mi favorita sigue siendo Protocolo Fantasma -, pero entra cómodamente entre las tres candidatas finalistas a mejor entrega de la serie. Quizás es demasiado larga – y por su intensidad, puede ser agotador vivir dos horas y media de correrías sin parar -, pero brilla en todos los aspectos. La franquicia está mas vital que nunca y Cruise es un capo en todo sentido – como estrella y productor -, con lo cual tiene pasta para ser Ethan Hunt todo el tiempo que desee, algo por lo cual estoy agradecido. PD: lo de la secuencia al principio… ¿fue una bomba atómica o un chasquido de los dedos de Thanos?
Tres esferas de plutonio, un error, Ethan Hunt y su equipo, una seductora Rebecca Ferguson y casi dos horas treinta de acción. Imposible aburrirse. La intrincada trama de "Misión: Imposible-Fallout" tiene un exceso de giros tipo que están enraizados en elaborados engaños e identidades falsas. Un trío de esferas metálicas, del tamaño de bolas de bochas, que contienen plutonio y están adornadas con artefactos para enchufarlas catastróficamente en detonadores. Los villanos terroristas que lo buscan son Solomon Lane y los Apóstoles, John Lark y el Sindicato, cuyas intenciones no son buenas, lo sabemos. Con la ayuda de un científico nuclear deshonesto, planean cometer un asesinato nuclear masivo, y Ethan Hunt (Cruise) y sus colaboradores más cercanos en la Fuerza de Misiones Imposibles, Benji (Simon Pegg) y Luther (Ving Rhames), organizan una reunión con los vendedores de bolas de plutonio, pero resultan emboscados.
El corredor La nueva Misión: imposible continúa en la senda de la perfección formal hitchcockiana con un Ethan Hunt que atraviesa un período de introspección. Cualquier persona que conozca mínimamente el cine de Hitchcock sabe que hay una película de él que se llama Intriga internacional. También sabe que esa película se transformó en uno de los films más influyentes de todos los tiempos, cuya impronta puede verse en cantidad de películas de aventuras, de acción y de espionaje que se hayan hecho; que por Intriga internacional tenemos la serie de James Bond, cantidad de largometrajes sobre espías por error, y también, de paso, una serie como la de Misión: imposible, con Tom Cruise. Al igual que Intriga internacional, las Misión: imposible mezclan el cine de aventuras y espías con gente bonita y mucho glamour; también utilizan espacios perfectamente reconocibles de un país (en el caso de la película de Hitchcock, se trata de Estados Unidos; en las de Cruise, el relato se extiende a varios puntos del globo), para establecer ahí escenas de acción disparatadas, cuyo respeto por el realismo es menos que nulo. Podría agregarse otra cosa. Así como Intriga internacional es una película de aventuras y también de maduración, en las Misión: imposible vemos a Ethan Hunt volviéndose más maduro en cada entrega. Si en la primera es un agente brillante pero algo ingenuo que despierta a una realidad de traidores; la segunda lo encuentra siendo una persona más independiente y hedonista; en la tercera parte lo veremos creyendo que puede equilibrar la vida en pareja con su trabajo de riesgo; en la cuarta, resignándose a que esto es imposible, y en la quinta ya lo vemos más maduro que nunca y capaz de aceptar ya no solo su situación personal sino el trabajo de equipo. En la reciente, Repercusión, lo vemos atravesando un período de introspección no exento de culpa. Ante tanta influencia no es casual que varias de estas películas admitan de manera bastante abierta su propio origen. La primera (1996) la dirige Brian De Palma, acaso el director más abiertamente hitchcockiano de todos los tiempos. La segunda (2000) se establece casi como una remake de Tuyo es mi corazón. La tercera (2006) explota de manera autoconsciente la noción de McGuffin hitchcockiano. Y la quinta (2015) tiene un homenaje directo y evidente a El hombre que sabía demasiado. Así y todo, es injusto evaluar a las Misión: imposible por sus conexiones y relaciones. Básicamente porque parte de su valor reside justamente en las diferencias estilísticas abismales entre una película y otra. Ni siquiera argumentalmente son parecidas: en general, la relación narrativa entre una película y otra suele ser bastante poca. Apenas uno que otro personaje que se repite (como el de Ving Rhames, que es el único junto con Cruise que está en todas), y algún que otro hecho que podría ser central en una entrega y que vuelve en la otra de manera más lateral. Fuera de eso, ver cada Misión: imposible es tener un encuentro con una nueva aventura de Ethan Hunt, aventura que a veces puede tener un estilo completamente distinto. Quizás la diferencia más notoria se encuentre en el contraste entre la primera y la segunda. Si la primera es una película de espionaje más clásica y fiel al programa de televisión (1966-1973) con una utilización virtuosa del suspenso, la segunda se propone muchísimo más como una película de acción melodramática y desatada en donde incluso la fuerza física de Ethan Hunt es notablemente superior a la primera. Es en el fondo como si fuese otra película, vista desde otro estilo, en el cual el propio personaje de Cruise se resignifica por la mirada de un director, en este caso el hongkonés John Woo. Una vez entendida esta regla, no sorprendió tanto que la tercera entrega -dirigida por J. J. Abrams- fuera tan distinta a las otras dos. Aun así, creo que es en la tercera en donde se marca sutilmente un quiebre en la forma de concebir la acción que marcó todas las posteriores. Se trata de una carrera de Ethan Hunt por las calles de Shanghai, en las cuales se hace todo lo posible por privilegiar el plano general sin cortes. Allí se puede ver al propio Tom Cruise corriendo desesperado y en tiempo real un pique sostenido. Es atípico ver a una superestrella de Hollywood haciendo algo como eso. Y creo que en algún punto lo que se propone con este tipo de escenas es mostrar una conexión con el cine de acción oriental. Si uno tuviera que pensar en dos grandes modelos del cine de acción pondría por un lado a ejemplares como los de Hong Kong, en donde actores como Jackie Chan y Jet Li muestran claramente sus habilidades en escenas genuinamente riesgosas y enmarcados en un cine más barato y artesanal; y por el otro el de la acción hollywoodense, donde un montaje y eventuales efectos digitales y uso de dobles e riesgo nos hacen creer que el héroe tiene una agilidad, fuerza y riesgo real que en verdad no existe. En las Misión: imposible siempre hay una mezcla de las dos cosas. Por un lado, son grandes producciones de Hollywood con extraordinarios efectos digitales y mecánicos, y sofisticados escenarios construidos en estudio; pero por el otro, hay una cualidad más bien física en la que uno siente también el cuerpo de Tom Cruise exponiéndose a situaciones que podrían ser perjudiciales para él o que demandan un esfuerzo físico notorio. Cruise no es ni Chan ni Li, y creo que es por eso también que verlo pelear en plano general y corriendo durante varios minutos tiene su encanto particular: su personaje no es un artista marcial elegante y agilísimo, sino muchas veces un acróbata a su pesar que tiene que poner sangre, sudor y lágrimas para ganar la pelea. De ahí la importancia que ha tenido en las películas verlo correr de manera sostenida. Correr es un acto cansador pero normal, que tiene que ver menos con la agilidad particular que con el esfuerzo físico que puede hacer cualquiera. Lo fascinante de verlo correr a Ethan Hunt es ver una figura expuesta en toda su admirable energía, pero también a todos sus límites como héroe. De ahí también que a veces la figura de Ethan Hunt se parezca menos a la de un héroe de acción como Schwarzenegger o Bruce Willis que a un comediante slapstick al mejor estilo Buster Keaton, que a veces tiene que zafarse de ciertas situaciones de peligro disparatadas con lo primero que tenga a mano y aprovechando los pocos recursos que le da un espacio. Esta misma lógica creativa aplica a la planificación general de la acción que han tenido las últimas Misión: imposible, que casi nunca usan la explosión como método efectista para buscar espectacularidad visual (de hecho, en la 4 -dirigida por Brad Bird-, la explosión del Kremlim queda prácticamente fuera de campo), y que más de una vez resignifica ciertas situaciones de acción y suspenso que vimos mil veces pero presentadas de otro modo. Así es como en esta nueva entrega tenemos una pelea en un baño en la que se juega con un contraste visual entre la sangre derramada y el blanco radiante de los azulejos, y se resignifica el cliché de desarmar una bomba de tiempo mezclando planos con el famoso “corte de cable” con una necesaria y delirante persecución entre helicópteros para poder obtener el detonador. No deja de ser interesante que el motor principal Misión: imposible sea Tom Cruise, quien produce estas películas desde su primera entrega y ha visto la oportunidad como un vehículo extraordinario para acrecentar su figura de estrella. Normalmente, el cine de acción y aventuras suele funcionar más como un puntapié inicial para que un actor se convierta en alguien muy famoso, o un género para que un intérprete musculoso encuentre un nicho de películas a explotar. Sin embargo, cuando Cruise empezó haciendo la primera Misión: imposible, ya era uno de los nombres más conocidos de la industria y había sido nominado al Oscar por Nacido el 4 de julio. Había trabajado con Scorsese, los hermanos Scott, y había realizado películas de prestigio como Rain Man. Mientras continuó filmando películas de la franquicia, sumó a su listado directores como Spielberg, Kubrick, Paul Thomas Anderson y Michael Mann, y demostró ser un excelente héroe de comedia romántica en Jerry Maguire, y un mejor comediante en la extraordinaria Una guerra de película, de Ben Stiller. Y sin embargo, siguió trabajando en estas películas de espionaje un poco para sumar más directores de prestigio a su currículum, otro poco también para ser el motor principal de una de las series de largometrajes más insólitos y virtuosos de la historia del cine. Dicho virtuosismo no se basa en películas que buscan el prestigio fácil de los grandes temas, o las actuaciones esforzadas necesitadas de premios y nominaciones, sino que, por el contrario, varias de ellas se admiran por su perfección formal en el estado más puro. La combinación brillante de humor y adrenalina de la cuarta, la perfecta y clarísima construcción narrativa de una trama de espionaje en la quinta y la sexta, el notable uso de la cámara lenta y la absoluta y admirable falta de miedo al ridículo de la segunda. A este cine muchas veces se lo califica en un sentido peyorativo de puro entretenimiento, o “pochoclero”. Pero creo que no hay mucho cine más difícil de analizar que este. Acá el crítico debe valerse pura y exclusivamente de su poder de observación y análisis para expresar en palabras convincentes y precisas el motivo por el que una escena le produce tal o cual sensación de adrenalina o cómo está haciendo un film de espionajes y traiciones para hacer que sus decenas de vueltas de tuerca no suenen forzadas ni confusas. Se trata de un cine basado más que nada en formas puras, al que a veces, para exaltarlo, se lo intenta explicar con adjetivos grandilocuentes como “imponente” o “extraordinario” para no dar mayores precisiones, y en el peor de los casos se lo sobreinterpreta para intentar forzar una idea supuestamente profunda. Sin embargo, el juego de Tom Cruise es otro, y en medio de su carrera brillante, muchísimo más inteligente que lo que muchos creen, nos dio una saga que se constituye muchas veces de una forma pura, lo más parecido a “puro entretenimiento” que existe en el sentido más noble de esa palabra, y dicho desde la firme convicción de Oscar Wilde de que no existe nada más profundo que una superficie hermosa.