La fraternidad de los pederastas. Así como no siempre la novedad es sinónimo de efervescencia creativa, de la misma forma una ejecución sensata de premisas añejas suele jugar a favor de la obra en cuestión. En este sentido, se podría decir que En Primera Plana (Spotlight, 2015) no abre horizontes inéditos en lo que respecta al rubro “películas sobre investigaciones intrincadas”, una dialéctica narrativa muy querida por los cinéfilos con el corazón volcado al suspenso, no obstante el film respeta cada una de las reglas de oro del apartado y hasta lo hace con elegancia y mucha serenidad, dos condimentos que parecían haberse esfumado del mapa mainstream de los últimos años. Quizás no resulte del todo preciso afirmar que aquí no hay detalles originales porque de hecho la propuesta pretende analizar con herramientas ya conocidas un ámbito poco explorado por el séptimo arte, por lo menos en lo que atañe a este subgénero. Obviando la perspectiva melodramática y concentrándose en un equipo periodístico de The Boston Globe, En Primera Plana hace por los thrillers de trasfondo religioso -hoy acerca del hobby principal de la Iglesia Católica, el abuso de menores- lo que Todos los Hombres del Presidente (All the President’s Men, 1976) hizo por los thrillers políticos, El Informante (The Insider, 1999) por los corporativos y Zodíaco (Zodiac, 2007) por los policiales. Vale aclarar que si bien en el elenco hay figuras como Michael Keaton, Mark Ruffalo, Rachel McAdams, Stanley Tucci o Liev Schreiber, el peso de la historia es colectivo y se atomiza entre todos, evitando los personalismos y el endiosamiento de los protagonistas, rasgos que no funcionan en proyectos como el presente y que complementan el anclaje de muchos films testimoniales de Hollywood como Erin Brockovich (2000) o Michael Clayton (2007). El contexto general queda fijado durante los primeros minutos de metraje, con un nuevo editor, Marty Baron (Schreiber), tomando el control del diario en 2001, y con un fantasma alrededor de su llegada, centrado en posibles despidos en pos de hacer rentable a la edición impresa frente al avance irrefrenable de Internet. Pronto a Baron le llama la atención una columna sobre el cura pedófilo John Geoghan, que violó a 80 niños a lo largo de varias décadas, y el abogado de las víctimas, Mitchell Garabedian (Tucci), quien dice que el Cardenal Law, el Arzobispo de Boston, sabía de los crímenes y aun así decidió proteger a Geoghan y encubrir el asunto. El editor le asigna el caso al equipo Spotlight, especializado en investigaciones a largo plazo, lo que deriva en el descubrimiento de que el 6% de los sacerdotes abusan de pequeños, unos 90 clérigos sólo en la zona metropolitana de Boston. La película adopta una construcción dramática sutilmente in crescendo en torno a un relato coral basado en las interrelaciones entre los integrantes de Spotlight, léase el responsable máximo Walter Robinson (Keaton) y sus subordinados Mike Rezendes (Ruffalo), Sacha Pfeiffer (McAdams) y Matt Carroll (Brian d’Arcy James). La trama esquiva esa pomposidad tan habitual en el retrato de esta clase de aventuras periodísticas y privilegia en cambio la mundanidad de la pesquisa, en la que los pros y los contras se acumulan desde el comienzo (lejos de los engranajes más burdos de esa espiral autoconclusiva que domina en buena parte de la industria). Así las cosas, pasamos del atolladero de la dinámica judicial y los problemas para dar con los registros públicos a las entrevistas con los involucrados y el viejo arte de obtener confesiones para delitos de este tipo, que resultan difíciles de probar. Por suerte Tom McCarthy, el realizador y guionista detrás de la faena, sabe cómo apuntalar un tono simple pero cumplidor, capaz de mantener en la misma sintonía a todos los actores y profundizar en cada tragedia individual desde un humanismo concienzudo con algunos raptos de efusividad, como ya lo demostró en las interesantes The Station Agent (2003), Ganar Ganar (Win Win, 2011) y Visita Inesperada (The Visitor, 2007), la cual -hasta este momento- era su mejor obra. Un elemento bizarro, que eleva a la propuesta de manera indirecta, es que McCarthy viene de dirigir En tus Zapatos (The Cobbler, 2014), un opus desconcertante que rankea en punta en la triste filmografía de su protagonista Adam Sandler; circunstancia que trae a colación la destreza del cineasta para sacar provecho de lo que tenga a mano, sea una comedia freak o la denuncia de una fraternidad de pederastas…
En Primera Plana, la quinta película de Tom McCarthy (cuyo debut The Station Agent, del 2003, es una gema perdida que recomiendo ampliamente que vean) nos lleva a Boston en el año 2001, donde un grupo de periodistas, liderados por Walter Robinson (Michael Keaton), son parte de una “elite” dentro del Boston Globe llamado “Spotlight” (titulo original de la película). Este grupo se especializa en historias que requieren una investigación profunda, y generalmente eligen sus propias tareas. Con la llegada de un nuevo editor en jefe, al equipo de Spotlight se le pide seguir una historia que había sido “enterrada” en una columna de opinión: las denuncias de abuso infantil en manos de un cura de la iglesia católica y de que manera la Arquidiócesis de la ciudad de Boston, estaba involucrada, en caso de estarlo. A grandes rasgos, esa es la historia. Impregnada con un aire a homenaje de “Todos los Hombres del Presidente” (la obra maestra de Alan J. Pakula que relato el trabajo de los periodistas que expusieron el escándalo de Watergate, hecho que termino sacando a Nixon de la Casa Blanca), la cinta nos muestra como Mike Rezendes (Mark Ruffalo), Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams) y Matt Carol (Brian d’Arcy James), liderados por Robinson, se adentran en la laberíntica tarea de encontrar las pruebas que, como toda película que funciona en retrospectiva con un hecho real, ya sabemos: La Iglesia Católica encubrió, protegió, escondió y hasta ayudo a profugarse a cientos de curas en Boston, y miles en el mundo entero al enterarse que abusaban de niños. Sabían lo que pasaba, y no solo lo toleraban, sino que activamente, y en muchos casos llegando hasta lo mas alto de la misma, hicieron todo lo posible para que los curas no fueran condenados, y las victimas fueran silenciadas. Cabe destacar varias cosas sobre la película. La más importante, para un amante del cine, son las actuaciones. Es fácil olvidar que Michael Keaton es un gran actor, y esta película nos lo recuerda. Aquí, da uno de sus mejores trabajos. Conciso, puntual, sin exagerar. Desde Jackie Brown no lo veía actuar así, y tal vez el papel nos recuerde a la ignorada pero genial película de Ron Howard “The Paper”, de 1994, que también transcurre en un diario. Ruffalo, McAdams, Liev Schreiver, John Salttery y d’Arcy James acompañan dicha actuación, como sus compañeros en esta investigación. Stanley Tucci brilla como nos tiene acostumbrados interpretando a un excéntrico abogado con una misión concreta, tildado de loco, pero más cuerdo que la mayoría. Billy Crudup, Jamey Sheridan, también acompañan, o en pocas palabras, nadie desentona, y todos dan grandes performances. La dirección de la película es correcta, sin grandes planos o excentricidades, permitiéndonos absorber la dimensión de lo que esta gente ha logrado. Más cercano a un registro, como si la cámara estuviera ahí y fuera una persona en el cuarto escuchando atentamente lo que pasaba, y de esa manera, permitiéndonos recorrerla a través de las actuaciones, los momentos, dejándonos digerir la información, sin perdernos en lo llamativo de la manera clipera que últimamente domina al cine en general. La semana pasada les contaba sobre “La Gran Apuesta”, y como cada tanto aparece una película importante, que hay que ver para no permitir que ciertas cosas se repitan. Esta es otra de esas películas, que nos recuerdan que el jaque al poder viene de la vigilancia, y en esta época, el periodismo TIENE que cumplir esa tarea. Porque muchas veces, fuera de la condena judicial, la condena civil y publica es el único refugio que tenemos contra los poderosos. Y en Boston, en las décadas finales del siglo XX, con una comunidad pobre, católica y creyente, los curas eran Dios, nadie se animaba a hablar de lo que pasaba, NADIE… hasta que un periodista empezó a preguntar.
Una película imperdible para disfrutar y recordar. El ritmo y el suspenso están muy bien trabajados como para que el espectador no quiera quitar ni un segundo los ojos de la pantalla. Al igual que algunas de sus antecesoras es una ...
Buscando la verdad Hay algo de pretensión en la representación que el cine ha hecho del oficio del periodista de investigación. En el intento por mostrarlo como un aguerrido guerrero, buscador de la verdad, se ha perdido la esencia de la dinámica, ecléctica y disruptiva, de una redacción en constante trabajo. Cuando se deja de lado el glamour y se trabaja sobre estereotipos concretos, sin eufemismos, es cuando filmes como “En Primera Plana” (USA, 2015) de Thomas McCarthy, inspirado en los hechos reales que llevaron al Boston Globe a investigar una serie de casos de pederastía en la Iglesia Católica, y que terminarían por desenmascarar a nivel global una parte oscura de la religión, negada puertas afuera, pero admitida hacia adentro. La capacidad de McCarthy no radica tanto en un virtuosismo a nivel dirección de cámaras o una puesta novedosa que actualiza y aggiorna el relato, todo lo contrario, la principal virtud del director es poder trasladar a la narración la tensión in crescendo mientras los periodistas (interpretados magistralmente por Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams, Brian d'Arcy James, Liev Schreiber) avanzan y retroceden en el caso que volverá a poner a “Spotlight” (el nombre de la sección en la que trabajan) en el primer plano. Un arranque convencional (nuevo director llega al diario con un plan de reestructuración) y la suma de tramas que van confluyendo hacia el gran tema de la película, la hipocresía y la mentira como vectores del desenmascaramiento esencial del trabajo periodístico) hacen que afirmaciones de figuras claves de la iglesia como “la ciudad florece cuando las instituciones trabajan juntas” suenen como dardos que se clavan en las páginas del diario. A medida que avanza la narración, también avanza la empatía e identificación con los periodistas, que van desde el crédulo al incrédulo, la que debe abandonar su fe, el que se cuestiona su trabajo, y, principalmente, el que en medio de un caos debe continuar mirando hacia adelante para conseguir, al menos en su vida profesional, un mérito que lo redima de tanto desastre personal. “En Primera Plana” es un filme maduro, que obvia quizás la toma de partido por alguna de las partes implicadas, y, al menos en apariencia, se muestra equidistante y objetiva frente a aquello que relata. Pero como ya sabemos que ni en el cine ni en el periodismo la objetividad existen, pues entonces nos conformamos con esta representación de la realidad de una redacción, tan verosímil, que asusta, dato no menor para seguir viendo reflejada una profesión que debe seguir sumando adeptos, sea online, de manera impresa, radial o televisiva, para poder mantenerse al margen de negociados que sólo perjudican al público, el único vulnerable en la carrera por mantenerse informado, o no. PUNTAJE: (8/10)
Antes que nada, una aclaración. Durante muchos años (veinte, para ser más precisos) trabajé en la redacción de un diario grande que era muy similar a la del Boston Globe que muestra EN PRIMERA PLANA, con similares salas de reuniones, pasillos, archivos, lugares de comida y por supuesto, la redacción en sí. La película transcurre a lo largo de 2001, años en los que internet era algo relativamente reciente, cualquier tipo de investigación de archivo incluía ficheros, papeles, carpetas y más carpetas, llamados telefónicos, cuadernos, biromes y otras “antiguedades” del periodismo pre-Google que quedaban del siglo XX. Digo esto a modo de excusa o justificación de esta crítica: ya vi dos veces EN PRIMERA PLANA y en ningún momento pude despegarme de la sensación de que la película capturaba como ninguna otra que yo haya visto jamás lo que implica y significa trabajar en un diario grande. No sólo por la influencia que el diario pueda tener sino por la mecánica cotidiana del trabajo en sí: de la despedida de un veterano periodista con su comida de ocasión a las reuniones de sumario pasando por las horas tempranas (o muy tardías) con la redacción semivacía, los teléfonos sonando por los cuatro costados a manera de un permanente concierto de música experimental, las conversaciones y chismes de redacción y así, al infinito. Aclaro esto porque me da la impresión que la película de Tom McCarthy está más interesada en hacer una celebración del periodismo de investigación old school que en el caso en sí que esa investigación saca a la luz. Es cierto que el descubrimiento de la enorme cantidad de casos de curas pedófilos y abusadores de niños en Boston que fueron encubiertos por la propia Iglesia –y, mediante la negación, por buena parte de la ciudad– es un tema de una gravedad innegable e incalculables consecuencias. Y la película jamás se desentiende de eso. Al contrario, es una película sobre trabajo y más trabajo, datos y más datos, con mínimo espacio para hablar de las vidas personales de sus protagonistas. Pero el tema es más el procedimiento que el resultado. Es una película sobre cómo se hace una investigacion periodística en serio y qué significa para una comunidad que exista un periodismo independiente capaz de hacerla. No diré demasiado sobre la trama en sí más que para contar que se centra en “Spotlight”, un grupo de periodistas que en el Boston Globe hacen investigaciones a largo plazo y de manera independiente, hasta de casi todo el resto del diario. El grupo (que maneja Michael Keaton e integran Rachel McAdams, Mark Ruffalo y Brian d’Arcy James) responde directamente al editor (John “MAD MEN” Slattery) quien, a su vez, responde a un recién llegado editor en jefe (Liev Schreiber). Es este nuevo editor (que viene de otra ciudad y es judío, lo cual le permite estar menos “metido” en las internas de Boston, la ciudad con más porcentaje de católicos en Estados Unidos) quien, a partir de la noticia de abusos de un cura, encomienda a “Spotlight” investigar en profundidad el asunto. Y el filme se dedicará, como sus protagonistas, sin pausas a esa tarea. Entrevistando víctimas, abogados, sacerdotes, expertos y, especialmente, revisando papeles, archivos y haciendo necesarias conexiones que ayudarán a sacar a la luz lo que es, esencialmente, un caso de encubrimiento mucho más extendido de lo que hasta ellos mismos suponen. McCarthy no adorna el material con nada: ni con tomas demasiado lujosas (es una película de gente hablando por teléfono, de entrevistas y reuniones) ni con subtramas policiales o románticas. Más allá de lo incómodo y difícil de la situación –el diario más grande de una ciudad católica yendo con todo frente a la Iglesia–, no hay bombas ni situaciones especialmente violentas, más que algunas veladas amenazas y mucho silencio. Tampoco McCarthy hace flashbacks ni muestra situaciones incómodas con esos abusos, más allá de un par de testimonios verbales. De hecho, los victimarios casi ni aparecen. Es una película casi sin villanos presentes: están en las carpetas, en los papeles, se siente su presencia todo el tiempo en las trabas que se le presentan a los investigadores. Pero el centro está en el proceso en sí. Es una película sobre el periodismo como trabajo. Y, si se quiere, como misión. EN PRIMERA PLANA es la clase de película que sirve para repensar y analizar la función del periodismo verdaderamente independiente (y aquí, luego de lo que viene ocurriendo en los últimos años, más todavía). En una charla de presentación entre el Cardenal de Boston y el nuevo editor del diario, el primero le dice: “Trabajemos juntos, colaboremos”. Y la respuesta, amable pero cortante del editor, es: “Creo que es mejor que nosotros trabajemos por nuestra cuenta”. A partir de allí son incontables los momentos en los que los periodistas deben hacer preguntas incómodas, confrontar con viejos amigos, familiares, vecinos y hasta con las propias víctimas, que creen que no están haciendo lo suficiente. Pero el trabajo de investigación es denso, toma tiempo, demanda pruebas, fuentes e información chequeadísima y una “bomba periodística” de esas dimensiones no puede soltarse así nomás. Y de eso va la película de McCarthy. Se la puede acusar de gris y monótona, hasta de televisiva o complicada de seguir, pero parte de la lógica de la investigación periodística es así: no hay flashes, ni glamour, ni persecuciones, ni nada que demande planos lujosos o subtramas policiales, y ésta tiene aún menos que el clásico en la materia, TODOS LOS HOMBRES DEL PRESIDENTE. En ese respeto por las formas del verdadero trabajo periodístico reside la grandeza de EN PRIMERA PLANA. En cierto modo, es una celebración de un tipo de periodismo que parece ir desapareciendo en un universo online que recircula información casi sin chequeo previo, reproduce operaciones de prensa y en el que las instituciones (eso corre para el Estado y la Iglesia tanto como para otras “instituciones” como estudios de cine, sellos discográficos o marcas que ponen publicidad) trabajan junto al periodismo de maneras que exceden lo profesionalmente correcto. Y en otro modo, igualmente importante, es una película que rescata el compromiso con el trabajo y, ante todo, la inquebrantable ética y hasta el sacrificio de los que mejor se desempeñan en esta complicada y apasionante profesión.
El verdadero periodismo de investigación En tiempos en que los gobiernos y los medios de comunicación comparten intereses y resuelven en mesas chicas cuáles son las noticias a comunicar y cuáles no, surge el verdadero periodismo, aquel cuyos principios éticos y morales se abren camino como una necesidad imperante para develar hechos que de otra manera permanecerían ocultos. No estamos hablando de mediáticos programas de televisión sino de periodismo de investigación en serio. En primera plana (Spotlight, 2015) muestra la pasión de un grupo de periodistas por comunicar al resto de la sociedad un hecho blindado por el poder político. Y lo hace con todos los aristas del sistema: presiones políticas hacia el medio, hacia las personas, confrontación con principios propios y de familiares, los tiempos del medio, el valor de la primicia, la puesta en crisis de diferentes puntos de vista de quiénes trabajan en el periódico, la disputa con el poder judicial, con la burocracia estatal, y hasta la puesta en peligro de la propia seguridad. El hecho ocurrió realmente hace unos años, fue un artículo publicado por el periódico The Boston Globe que denunció a la Iglesia Católica por encubrir a curas abusadores de niños por décadas. El asunto fue neutralizado en varias oportunidades, sólo se filtraron algunos casos aislados, como si se tratase de unos pocos “descarriados” y no de un accionar sistemático de la máxima institución religiosa. El caso es recuperado por el nuevo editor Marty Baron (Liev Schreiber) que llega con objetivos de destacar al periódico a fuerza de compromiso y trabajo. Se lo encarga a un equipo de trabajo peculiar, cuya oficina opera en un rincón casi oculto del edificio, allí donde terminan los pasillos y no puede bajarse más niveles de escaleras, casi desde el anonimato. Son trabajadores incansables -los vemos no parar ante la despedida de un colega- y con principios inquebrantables dignos de cualquier ciudadano. Ellos son Mike Rezendes (Mark Ruffalo en su mejor actuación hasta la fecha), Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams), Matt Carroll (Brian d'Arcy James), el coordinador Walter 'Robby' Robinson (Michael Keaton), y el jefe de sección Ben Bradlee Jr. (John Slattery). Trabajan en equipo sin egos y con la finalidad de sacar a la luz la verdad. Es cierto que sus actitudes van en sintonía con cierto cine liberal americano que enaltece los valores puros de su ciudadanía que a Hollywood tanto le gusta resaltar. Tampoco se discuten ciertas estructuras de poder (hay discusiones pero no hay crispación con la ley, hay confrontación pero a nadie se le ocurre cuestionar a un superior cuando la noticia corre riesgo de no ser publicada), salvedades mediante prevalece en el film la búsqueda de justicia contra todo obstáculo con perseverancia y convicción y es un hecho a destacar por un periodismo actual que no se corre de su lugar de comodidad ni asume riesgos en su profesión. La película se presenta como un policial cerebral, de esos cuyos datos tienen que ir descifrándose cuán acertijo para develar el misterio en cuestión. En esta línea de denuncias políticas la película sigue el estilo de Todos los hombres del presidente (All the President's Men, 1976), por citar alguna, en su afán de mostrar a los medios tomando la posta dejada por la policía o cualquier otro poder corrompido. El director es el ecléctico Tom McCarthy que hizo desde En tus zapatos (The Cobbler, 2014) con Adam Sandler pasando por las interesantes Ganar, ganar (Win Win, 2011) con Paul Giamatti o Visita Inesperada (The Visitor, 2007). Un solvente ejercicio narrativo que crece con el correr de los minutos junto a la importancia del tema y su elenco de lujo, que fuese presentado fuera de competencia en la 72 Mostra de Venecia. Lo que se evidencia paralelamente al film es el poder de dichos aparatos de comunicación para incidir en la realidad, para hallar verdades allí donde otros no pueden -o no quieren- hacerlo, para inculpar e incriminar a actores sociales de peso, siempre destacando la libertad de acción de un periódico independiente. Vale entonces hacer un puente con la realidad argentina donde la independencia de los grandes medios de comunicación es prácticamente inexistente, desprendiéndose la necesidad de poner en vigencia una ley que legitime y ampare una verdadera autonomía de los medios, que posibilite así investigaciones con fines sociales, alejadas de intereses corporativos.
Un grupo de periodistas, liderado por un excelente Michael Keaton, inicia una investigación sobre sacerdotes que abusaron de menores poniendo en jaque a la Arquidiócesis de la ciudad de Boston. El film está nominado para 6 premios de la Academia que incluyen "mejor película" y "mejor director". Con 6 nominaciones para la próxima entrega de los Premios Oscar, que incluyen los rubros de "mejor película" y "mejor director", la quinta creación de Tom Mc Carthy focaliza sobre un grupo de periodistas liderados por Walter Robinson -Michael Keaton- que integran un grupo del Boston Globe llamado Spotlight -el titulo original del film- que realiza investigaciones profundas.En primera plana es lo que se conoce básicamente como una película de actores, con una buena -y polémica- historia para desarrollar -siempre basada en hechos reales- que se remonta a 1976. Un escándalo de proporciones se desata cuando Walter comienza a adentrarse en caminos peligrosos en los que el celibato y el abuso de menores perpetrados por un sacerdote se colocan en primer plano. "Es difícil decirle que no a Dios" sirve como puntapié para este relato que involucra a la la Arquidiócesis de la ciudad de Boston cuiando salen a la luz denuncias que hacen tambalear a la mismísima Iglesia Católica.Junto a profesionales afilados que saben que ésta es solo la punta del iceberg, Mike Rezendes -Mark Ruffalo-, Sacha Pfeiffer -Rachel McAdams- y Matt Carol -Brian d’Arcy James- intentan por todos loe medios obtener los testimonios de adultos que fueron abusados años atrás y hoy cargan con esas trágicas consecuencias mientras van descubriendo una realidad más horrorosa que la que imaginaron al comienzo.El film es un homenaje a la profesión del periodismo y al instinto de hombres y mujeres que necesitan datos, cotejar información y detalles y, muchas veces, enfrentan las decisiones de sus superiores -la llegada del editor en jefe encarnado por Liev Schreiver- que ven peligrar el curso de la investigación.La necesidad de acercarse a una verdad oculta por años es la que mueve esta película que explora con convicción territorios ásperos y dolorosos que trae detalles más escandalosos como los de sacerdotes "removidos" a otros destinos por causas dudosas.Los actuaciones de Keaton, Ruffalo,Schreiver, e incluso de Stanley Tucci en la piel de un odioso abogado, cierran un círculo perfecto para esta película que está realizada a la vieja escuela hollywoodense, sobre hombres comunes que enfrentan sucesos extraordinarios y quieren destapar la olla. Aún hoy se recuerda el film de Alan J. Pakula, Todos los hombres del presidente -1976-, y la tendencia seguirá con La verdad oculta -Concussion-, la película que protagoniza Will Smith y que se conocerá en breve.
Cuando hay abusos, menores involucrados y la Iglesia Católica de por medio, siempre, SIEMPRE es un tema delicado. Tom McCarthy logra tocar el asunto de forma seria y objetiva a través de un grupo de periodistas del Boston Globe, una de las ciudades más arraigada a la institución y su credo. Basada en hechos reales llega una de las más firmes candidatas al Oscar a Mejor Película. Es muy necesario separar las creencias personales de la institución en sí, pero como bien se marca a lo largo de “En Primera Plana” (Spotlight, 2015), para muchos de los fieles (y las víctimas de esta historia) es casi imposible distinguir la traición de uno por sobre la del otro. La corrupción del cuerpo no puede despegarse de la del alma, y para el creyente el golpe (y el daño) es mucho más duro. Tal vez los victimarios lo saben, pero no es el punto principal de esta crónica que toma como punto de partida la dramática investigación de un grupo de reporteros de Spotlight, una sección especial del Boston Globe, que en el año 2001 se concentró en sacar a la luz una escandalosa conspiración local donde se descubrió que las más altas autoridades de la Iglesia Católica decidieron apañar (o mejor dicho, hacer la vista gorda) a un sinfín de casos de abusos de menores por parte de sus curas, cuyos objetivos mayoritariamente, eran pequeños de las clases más bajas. Una práctica se extendió a lo largo de cincuenta años ante la vista de políticos, clérigos, autoridades policiales y las mismísimas familias de las víctimas que no encontraban, en muchos casos, ni voz ni voto. Todo comienza con la llegada de Marty Baron (Liev Schreiber), el nuevo editor del diario, que decide tomar un caso reciente y aislado de abuso para ahondar en las implicaciones y responsabilidades del Cardenal Law (arzobispo de la ciudad) y el resto de la institución en el asunto. La tarea va a parar a manos de Spotlight, un grupo especializado de periodistas investigadores (Michael Keaton, Rachel McAdams, Mark Ruffalo y Brian d´Arcy James) que pronto empiezan a desenmascarar una historia muchísimo más grande de lo esperaban. Lo que sigue es una bola de nieve periodística con muchos palos en la rueda por parte de políticos en conjunción con la iglesia, abogados que juegan a dos puntas y un montón de víctimas que quieren hacerse oír. Un tema durísimo tratado con elegancia, dramatismo y tensión, sin golpes bajos con algo de sarcasmo, siempre desde el punto de vista de los reporteros y su incansable trabajo. Más interesante desde el contenido que desde la forma, “En Primera Plana” tal vez carezca de cierto brillo estético y visual, pero debe ser vista por el sólo hecho de lo que representa y su denuncia que tiene un alcance a nivel mundial. Su realizador, Tom McCarthy -“Visita Inesperada” (The Visitor, 2007)-, no tiene tantos títulos en su haber y eso se nota, pero no desmerece la corrección narrativa y sin artificios que le imprime a la historia. “En Primera Plana” en una película de ensamble. Ninguno de sus actores por separado se destaca realmente, pero en conjunto forman parte de un todo indivisible. Ahí está el fuerte de este drama y el aporte de cada uno, como protagonista y como personaje. Los verdaderos héroes de esta historia ganaron el Premio Pulitzer al Servicio Público y destaparon una olla bastante hedionda en una ciudad donde la iglesia tiene un peso muy importante en cada aspecto de la comunidad. “En Primera Plana” se ubica dentro de la tradición de películas como “Todos los Hombres del Presidente” (All the President's Men, 1976), duras, concisas y sin artificios, donde se destaca la labor ética del periodista, sólo que acá los temas son mucho más duros de tragar que los escándalos políticos. Dirección: Tom McCarthy Guión: Josh Singer, Tom McCarthy Elenco: Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams, Liev Schreiber, John Slattery, Brian d´Arcy James, Stanley Tucci, Elena Wohl, Gene Amoroso, Doug Murray.
El buen periodismo ¿Qué es un periodista? ¿Cuál es su papel en la sociedad? Pareciera que en los tiempos que corren, el periodismo se ha desdibujado. La velocidad con la que se mueven las noticias y esa necesidad de primicia constante que tienen los medios masivos de comunicación, le han ido quitando calidad a la información que publican y consecuentemente, han modificado el trabajo de los periodistas. Y lo peor de todo, nosotros nos hemos acostumbrado a ello. Spotlight nos sitúa en la ciudad de Boston, más específicamente en la redacción del Boston Globe. Allí conocemos al equipo de investigación del diario, que lleva el nombre de Spotlight. A medida que transcurre la película veremos cómo este grupo reducido de periodistas destapa un escándalo de pedofilia en la Iglesia Católica y como las autoridades de la misma, habían logrado cubrirlo por años y años. Dirigida por Tom McCarthy –a quien conocimos por películas poco trascendentes el año pasado como Cobbler (2015)- en Spotlight seguimos a este grupo de periodistas, encabezado por Walter “Robby” Robinson (Michael Keaton), en la búsqueda de datos y pistas que los ayuden a descubrir semejante escándalo. La magnitud del caso, que tuvo lugar a principios del año 2002, hace que se deban mostrar y dar a conocer una cantidad inmensa de personas implicadas e información difícil de aprender en las dos horas y seis minutos que dura la película. Por eso es que Spotlight puede parecer lenta y estática por momentos, con diálogos extensos y complejos. Pero no por eso es aburrida, simplemente se toma su tiempo para darle tiempo al espectador para comprender y conocer toda la información expuesta. La película cuenta con un elenco más que interesante (Mark Ruffallo, Stanley Tucci, Michael Keaton, Rachel McAdams, Liev Schreider, etc) y las actuaciones están a la altura de las circunstancias. Mark Ruffalo se destaca en su papel de Mike Rezendes, quien debe redactar la noticia, seguido de cerca por Michael Keaton. Pero lo más interesante de Spotlight es cómo muestra a este grupo de periodistas haciendo su trabajo. La forma en la que buscan la información, la manera en la que entrevistan a las víctimas y cómo aquello que descubren termina por afectarlos a todos en sus vidas personales. Como decíamos antes, nos terminamos acostumbrando a una clase de periodismo que en realidad no aporta nada a la sociedad. Por eso es tan importante ver una película como esta, que si bien maquilla a los personajes y los hace más heroicos de lo que en verdad son, deja al descubierto cómo deberían comportarse aquellos que desean luchar contra el poder real en lugar de ser obsecuentes hacia él. Spotlight es una gran muestra de lo que debería ser el buen periodismo.
De la mano del director nominado al Oscar, Tom McCarthy, llega su película (también nominada) En primera plana. Un drama basado en una historia real, sobre el equipo del Boston Globe que desenmascaró los casos de pederastia en la Iglesia Católica, investigación que le valió el premio Pulitzer al Globe. Un grupo de periodistas del Boston Globe intenta sacar a la luz los trapos sucios de la iglesia: el encubrimiento de casos de pederastia en la arquidiócesis de la ciudad. La investigación la lleva a cabo el equipo denominado Spotlight, e integrado por Mike Rezendes (Mark Ruffalo), Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams), Matt Carroll (Brian d’Arcy James), liderados por Walter “Robby” Robinson (Michael Keaton) e impulsados por el nuevo editor judío Marty Baron (Liev Schreiber), quien insiste en la seriedad del caso. La redacción del Boston Globe es el escenario para gran parte de la película, ambientada hace poco más de diez años durante la era pre-Google. En primera plana, entonces, posee un ritmo tranquilo y calmo, pero fluido, es decir, el tipo de ritmo que una investigación tan meticulosa como la que hizo Spotlight necesita. Pfeiffer entrevista a las víctimas, Rezendes acosa al abogado que en algún momento las defendió, Carroll marca listados de curas pedófilos: En primera plana es una oda al trabajo del periodista. Ese fue el camino que el director Tom McCarthy (En tus zapatos, Ganar ganar) y el guionista Josh Singer (ambos nominados al Oscar por mejor guión original) tomaron: prefirieron contar la historia de los periodistas que buscaron la verdad (algo similar a lo ocurrido con Zodíaco de David Fincher). Hubiera sido muy fácil apelar de forma constante a la emoción del espectador y a lo cruento de la situación. Pero no, En primera plana se apega a los hechos reales y concretos de la investigación, y trata con mucho respeto y cuidado un tema más que delicado. En primera plana, entonces, no se desvía de su objetivo en ningún momento: al igual que los periodistas, busca contar una historia real. Esta es la razón por la que poco y nada se sabe de los personajes que componen la película, y por eso se aprecia más el trabajo que éstos realizan en equipo (tanto en la ficción como fuera de ella) que las actuaciones individuales. Esto sin sacarle mérito a nadie del elenco: tanto Ruffalo como McAdams están nominados al Oscar por mejor actor y actriz de reparto, respectivamente.
Preguntas incómodas Spotlight -2015- es un título elocuente, que obviamente la traducción local redujo al insípido “En primera plana” para dar cuenta de un objetivo central en el periodismo de investigación: poner el foco o dar luz a aquello que no se conoce o no se quiere ver. Sencillamente la premisa de toda investigación periodística seria arranca desde ese lugar, conociendo de antemano que con la primera pregunta incómoda se inicia una carrera contra reloj, mientras eso que llamamos “verdad” se reparte en un juego de intereses que involucran al poder y a todo aquello vinculado, sin distinción de jerarquía o lugar dentro de la sociedad. Ahora bien, tampoco es azaroso que el contexto de este film rescate el trabajo y el oficio de los periodistas que integraban el grupo de investigación del diario más prestigioso de la ciudad de Boston, cuyos trabajos demandaban un año o más hasta ser publicadas y que debieron no sólo luchar contra fuertes instituciones como la iglesia, sino también contra el axioma de la primicia y los tiempos de un periodismo que comenzaba a abrazar la dinámica de internet sin la explosión que se produjera muchos años después, claro está. En ese sentido, el caso de pedofilia que involucraba tanto a sacerdotes, obispos y a toda la iglesia católica de Boston, y que fuera eje de la investigación del Boston Globe en el 2001, antes del 11S, ocupa una parte de este opus, pero no es el centro de la historia. El protagonismo aquí lo lleva el grupo de investigación y sus compromisos con el trabajo, también las contradicciones propias de todo proceso que involucra tomar contacto con realidades desconocidas y fuentes de diversa calidad para llegar a la punta del ovillo. Las redes de complicidad y los pactos de silencio forman parte de lo cotidiano, las amenazas tanto implícitas como explícitas cuando se avanza un casillero en un enorme tablero, también son parte del folklore y por supuesto la adrenalina del oficio. La dedicación exclusiva a la búsqueda de información oculta es el motor que moviliza a cada uno de los protagonistas –a veces voceros de los que no tienen voz- de este relato que se toma su tiempo para desarrollar el oscuro entramado detrás de una noticia que por azares no toma la relevancia necesaria en el momento de producirse. No hay un actor que destaque por encima del resto, en un reparto integrado por Michael Keaton, Mark Ruffalo, Rachel McAdams, Liev Schreiber, John Slattery, Brian d’Arcy James, Stanley Tucci y Billy Crudup, todos con personajes importantes que se amalgaman en esta suerte de película coral en la que el director Tom McCarthy se recupera con creces del enorme traspié al haber aceptado la dirección de la película de Adam Sandler En tus zapatos -2014-. El recuerdo de Todos los hombres del presidente (All president’s men -1976-), película icónica que recogía la investigación sobre el caso Watergate dice presente aquí, pero también la poco recordada El diario (The Paper -1994-), no sólo por compartir a Michael Keaton como cabeza de grupo, sino por esa tensión que implica toda redacción periodística, acaloradas reuniones y un sinfín de contratiempos que le ponen pimienta a la rutina.
Michael Keaton y las historias sobre el mundo del periodismo nunca fallan.En 1994 protagonizó esa joya de Ron Howard que fue El diario (mi favorita del director), una película que suele ser analizada en escuelas de periodismo.Luego en el 2002 se destacó en Fuego sobre Bagdad, una gran producción de HBO que narró la histórica cobertura de la CNN sobre la primera Guerra del golfo pérsico, y este año volvió a sobresalir en otra propuesta similar basada en hechos reales. En primera plana gira en torno a la famosa investigación del diario Boston Globe, publicada en el 2003, sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes de esa ciudad que fueron encubiertos por la Iglesia Católica. El film de Thomas McCarthy (guionista de Up) se centra en la construcción y detrás de escena de lo que fue una investigación muy importante que tuvo repercusiones alrededor del mundo.Aunque Keaton tiene un rol destacado la realidad es que en esta película no hay una figura especial, sino que el gran protagonista de la trama es el equipo que conforman los periodistas.Mark Ruffalo tuvo la suerte de tener los mejores diálogos en varias escenas pero su labor no es superior a la de sus compañeros de reparto. La nominación al Oscar también podría haber sido para Keaton o Liev Schreiver, quienes tienen muy buenos momentos.Lo mejor de En primera plana pasa por la narración de McCarthy. Pese a que los hechos que se retratan son conocidos y uno ya sabe de antemano el final de la película, el director narró el conflicto como si se tratara de un thriller que se vuelve fascinante desde los primeros minutos.En ese sentido el espíritu del film no es tan distinto a lo que fue la obra maestra de Alan J.Pakula, Todos los hombres del presidente (1976).La historia describe en detalle el modo en que los periodistas fueron construyendo la investigación y las discusiones editoriales del Boston Globe frente a la denuncia que afectaba a la Iglesia Católica.Más allá del perturbador conflicto y lo casos de violadores seriales dentro de las iglesias, En primera plana es una película fascinante por el modo en que retrata el rol del periodismo de investigación en la era digital. Así como ocurrió con El diario, en la década del ´90, estoy convencido que este film será analizado en las escuelas de periodismo por mucho tiempo.Por otra parte, para el público general representa una propuesta excelente para disfrutar en el cine por la temática que aborda y la labor de los protagonistas.Uno de los grandes estrenos de esta semana que merece su visión más allá de las nominaciones al Oscar que consiguió.
Spotligh significa poner el foco en algo, destacarlo. Si nos enfocamos en una cosa, claramente lo demás no importa tanto y cobra menos sentido. La gran maestría de esta película es ponernos constantemente en el dilema de qué es lo que vemos para dejar lo demás en sombras. Primera plana cuenta la historia de un grupo de investigación dentro de un diario local que acaba de ser comprado por el Times. Tanto es así que cambia su editor y cambia, de esta manera, el foco de su trabajo. De repente investigaban un tema y desestimaban otro, y ese otro desestimado, puesto en lo caliente por el editor termina siendo lo que destape Boston. Vale aclarar que es una ciudad muy tradicionalista, que no gusta ni de cambios ni de destapes. Robby (Michael Keaton) es el jefe interno de este equipo de investigación de cuatro integrantes que defienden elegir sus propios proyectos y reportan para demostrar avances. Es también el que guía a su gente a armar esta nota denuncian al sistema de la Iglesia Católica y cómo protege a los curas pedófilos y abusivos. El elenco se completa con un inmenso Mark Ruffalo, Rachel McAdams y Brian D`arcy James quienes manejan sutilezas de fragilidad y motivación para ir a la caza de la historia que son un placer de ver. Una clase de actuación y un elenco de lo más sólido. La película tiene pocos golpes bajos y son realmente funcionales. Un plano secuencia con una cámara subjetiva siguiendo al personaje para encontrarse con un espacio hostil cerca de su casa y de sus hijos, un plano detalle a las marcas de la aguja en las venas, no mucho más. Es mucho peor lo que no se dice y lo que van marcando en cada paso que dan. Es reconocer que el sistema mismo está dispuesto a reventarnos y sin embargo siempre lo mantenemos en alzas. El director es Tom MCarthy, quien también estuvo a cargo de co escribir el guión, y recupera toda su vena periodística y del armado del buen suspenso como usó en Michael Clayton, pero con un tema sórdido, muy potente, que a uno se le cae la mandíbula a medida que avanza el film. ¿La genialidad? Nunca nos termina de dar el zarpazo, con lo cual salís meditando, y mucho. Una película con buen ritmo, excelentes actuaciones y un caso real para ponerte los pelos de punta. Recordá siempre mirar qué estás dejando de ver para ver lo que estás mirando.
Se estrena En primera plana, dirigida por Tom McCarthy. Un notable elenco encabezado por Mark Ruffalo y Michael Keaton llevan adelante esta premiada película sobre el abuso sexual a menores por parte de la iglesia. La filmografía de McCarthy se caracteriza porque trabaja micromundos como pocos. Personajes solitarios cuyas vidas se modifican cuando se encuentran con personas en su misma o similar condición y se conforman pequeños grupos de asistencia. McCarthy retrata como lo exterior, el contexto social, se introduce lentamente en las vidas de estas personas y los modifican por completo. Sólido narrador, clásico y transparente, McCarthy se ha hecho un lugar por demás interesante dentro del cine indie estadounidense con su trilogía The Station Agent–Visita inesperada–Ganar, ganar. También ha probado suerte con un producto con características mainstream, como en En tus zapatos protagonizada por Adam Sandler, pero los resultados no fueron los esperados. Cada vez más alejado de esas tres pequeñas comedia dramáticas llenas de sutilezas que conforman el inicio de su carrera como director –McCarthy es un típico actor secundario no demasiado reconocible- Tom decide ponerse sobre los hombros En primera plana, obra de TEMA importante en la sociedad estadounidense, que posiblemente estaba destinada a ser LA película de la semana de HBO, pero decidieron llevarla al cine. Vale destacar, que por más que el TEMA sea más importante que la narración en sí o la creación audiovisual, McCarthy se encarga de darle suficiente cuerpo a todos los personajes para que parezcan esos patéticos perdedores de sus primeras obras. “Spotlight” es una sección del diario Boston Globe dedicada a la investigación periodística. La llegada de un nuevo jefe de editores, Marty Baron –contenido trabajo de Liev Schreiver- revoluciona un poco el mundo del periódico que se destaca por tener redactores innatos de Boston. Sin demasiadas explicaciones, Baron solicita al jefe de redacción de Spotlight. Robby Robinson –excelente Michael Keaton- que investigue junto a su equipo las denuncias de abuso sexual por parte de curas en Boston, y sobretodo, los motivos de encubrimiento del cardenal local. Esta investigación lleva a descubrir más de 80 casos que involucran la pedofilia y los párrocos de la ciudad. El ingenio del guión de McCarthy y Josh Singer es no focalizarse simplemente en la denuncia sino más que nada en la investigación y la ética periodística. La crítica social no es acerca de los abusos propiamente dichos o una condena hacia la religión, sino hacia el silencio que todas las autoridades locales, e incluso el mismo periódico años anteriores, decidieron concretar tácitamente para no oponerse a la institución eclesiástica. En todo sentido, resulta mucho más potente entender el enfrentamiento legal y moral entre el abogado de las víctimas –Stanley Tucci impecable- y el fiscal de la causa -Billy Crudup- que prefiere negociar en vez de sacar el tema a la luz. Film de corte clásico donde los protagonista priorizan su conciencia antes que la corrección política, En primera plana, trabaja sobre una moral casi capriana con un toque de film político estilo Todos los hombres del presidente, y continúa una línea thriller periodístico como la serie The Newsroom, de Aaron Sorkin. El film se permite cierta cuota de humor e ironía; aun siendo bastante solemne, no pretende ser sensibilizador o emotivo. Por suerte no recurre a víctimas infantiles para crear golpes de efecto. McCarthy consigue que sus personajes construyan un micromundo, un pequeño grupo de contención similar a sus primera películas y al igual que estas misma, la ciudad es una gran protagonista, un mundo con leyes propias. Poco importan si están casados o no, los personajes conforman una elite fortalecida por la manera en la que se enfrentan a lo externo. El mundo se introduce en su propio mundo y se deben unir para sacarlo a la luz. En ese sentido comparte temática con The Station.. y Visita… En primera plana es un film que se impone por el talento de sus protagonistas –aún cuando el nominado al Oscar, Mark Ruffalo, está en pose y termina siendo un poco caricaturesco- un guión sólido con diálogos inteligentes y un montaje ágil. La música de Howard Shore, por momentos es un poco invasiva, pero no erradica la potencia narrativa del film.
La historia es lo primordial En ciertas ocasiones y por su tarea profesional, el periodista debe inmiscuirse en cuestiones delicadas, en lugares poco felices, en los cuales si los hechos salen a la luz pueden hacer que tambaleen los cimientos de una sociedad, entidad o gobierno. Un gran reflejo de esto es En primera plana, de Thomas McCarthy, cuya trama exhibe cómo, en 2002, un equipo de reporteros del Boston Globe destapó los escándalos de pederastia cometidos durante décadas por curas de Massachusetts. La publicación de estos hechos, que la archidiócesis de Boston intentó ocultar, sacudió a la Iglesia Católica como institución. En primera plana posee un estilo clásico en su narración, donde se va presentando paulatinamente el trabajo de estos periodistas, desde el inicio de la investigación hasta el momento de la publicación de la historia. Allí se va exhibiendo cómo van descubriendo las diferentes pruebas que permitieron arribar al artículo que provocó que este caso llegara a las portadas de la prensa internacional, sacudiendo a la Iglesia Católica en todo su núcleo, por ser el mayor escándalo de pedofilia dentro de la institución eclesiástica, y llevando a que el Boston Globe ganará en 2003 el Premio Pulitzer al servicio público por sacar a la luz una amplia trama de encubrimiento en la archidiócesis de Boston. Con un contundente guión, que es estupendamente narrado, la película también tiene sus pilares en las actuaciones, todas de gran solidez y contundencia, destacándose las de Mark Ruffalo, Michael Keaton y Rachel McAdams, que son quienes llevan adelante la mayor parte del relato y permiten construir con volumen y matices esta interesante trama. Los premios recibidos por la película destacan el valor de contar esta historia (que tal vez en otros tiempos podría haber sido ocultada y censurada por la Iglesia como los casos de pedofilia que exhibe el film) porque a pesar de haberse basado en hechos reales, resulta escabroso meterse en una temática tan delicada que encima tiene como implicada a una institución tan poderosa. En primera plana no se amedrenta por estas circunstancias, intentando en todo momento mostrar lo sucedido con crudeza y realidad, sin tapujos ni ataduras. En resumen, En primera plana resulta un gran film, sólido y concreto, donde el protagonista es lo que se cuenta. No los planos o las actuaciones, la historia es lo primordial. Y quienes intervinieron en ella lo comprendieron desde el primer minuto, quizás también como lo entendieron aquellos periodistas en el 2002.
Un rompecabezas apasionante En un cine que suele privilegiar el vértigo y basar su atractivo en la repetida sucesión de impactos, En primera plana puede ser considerada toda una rareza. Aquí la dinámica del relato -cuya sustancia se concentra precisamente en el desarrollo de una investigación- no depende de los avances bruscos e inesperados, ni de los golpes de efecto, ni de los giros sorpresivos. Cierto es que no hay en este caso una incógnita por dilucidar -la pesquisa no se dirige a desentrañar hechos o señalar responsables-, sino a indagar en cómo se desarrolló el proceso que condujo a su desenmascaramiento por un equipo periodístico que no bajó los brazos a pesar de las barreras de todo tipo que debió superar. El tema es el de los abusos cometidos en el seno de la Iglesia Católica y lo que el film examina es precisamente la laboriosa, paciente y perseverante tarea de investigación desarrollada por un equipo del diario The Boston Globe que en 2001 decidió, impulsado por un nuevo editor, retomar hasta su esclarecimiento definitivo un asunto grave cuya pista había desistido de seguir 25 años atrás (a lo que se alude en el breve prólogo). Es decir que para los lectores del periódico (como para los espectadores de la película) el tema no era ignorado: en esas mismas páginas se había dado cuenta de casos de abusos, aunque después la cuestión no había merecido mayor ahondamiento, con lo que se había acallado cualquier escándalo potencial. La indagación que condensa el admirable guión de En primera plana apunta en esas direcciones: busca exponer detalladamente cada aspecto de la lenta, compleja y prolongada investigación que demandó un largo año de trabajo a los cuatro integrantes del equipo de prensa (tres hombres y una mujer) sin que durante todo ese tiempo se publicara una sola línea en sus páginas (la decisión sobre el momento oportuno para dar a conocer el fruto de esa tenaz búsqueda de la verdad da origen, por ejemplo, a una de las muchas escenas sustanciosas que contiene el film), al tiempo que indaga en la red de ocultamientos de la que participan, según se señala con lucidez, además de la institución afectada directamente por los hechos, muchas otras igualmente representativas de la comunidad. Esa política de silencio, como es de público conocimiento, se extendió a escala global, mucho más allá de Boston y del estado de Massachusetts y del inesperado número de casos que el trabajo de The Boston Globe, distinguido con el premio Pulitzer, contribuyó a destapar. En más de un sentido el film de McCarthy evoca Todos los hombres del presidente, de Alan J. Pakula, y descarga similar adrenalina, si bien no hay aquí un Garganta Profunda y casi no asoman las que se conocen como escenas de acción, todo se dirige a mostrar la ajetreada labor cotidiana de los periodistas. La tensión no crece a fuerza de impactos, sino apoyándose en el progreso de la investigación, no hay protagonistas excluyentes y éstos -que no son héroes, sino ciudadanos comunes movidos por la indignación y profesionales comprometidos con su tarea y están animados por un elenco perfecto- comparten casi un segundo plano, aunque bastan algunas pinceladas para definir sus caracteres. Pesan en la medida en que cada uno hace su aporte al avance del trabajo, que es constante y fluido y transcurre en oficinas y archivos sin que el nervio decaiga. En el centro está el progreso de la pesquisa, que es como el lento, paciente armado de un rompecabezas. Cada pieza importa; ninguna es la decisiva o todas lo son. McCarthy expone el trabajo de un equipo y adopta su ritmo (sostenido, perpetuo), como si todo lo que importa en el film se desarrollara en un segundo plano, en el encadenamiento de las informaciones, los testimonios que se recogen, en lo que se infiere y se deduce; en las hipótesis y teorías que van iluminando zonas oscuras y haciendo lugar a nuevas vías de investigación, en los tropiezos que levantan nuevas barreras y hacen más dificultoso el avance o exigen nuevos rodeos. Lo apasionante de la investigación -y del film entero- reside en que el "enemigo" que se enfrenta es el silencio, el disimulo, los velos que desde distintas caras del poder se imponen en el camino a la verdad y que a veces tienen que ver con los propios condicionamientos, como sucede con el personaje de Michael Keaton. Y la verdad, el único, fundamental objetivo que se busca. El elenco es, claro, puntal decisivo de este film palpitante, obra de un equipo que no admite desequilibrios en ninguno de sus rubros.
El arte del periodismo de investigación Nominada a 6 premios Oscar, esta nueva película del director de Visita inesperada, En tus zapatos y Ganar ganar reconstruye el caso real de los cronistas del diario The Boston Globe que desvelaron una amplia red de pedofilia dentro de la Iglesia Católica. Como Sidney Lumet en Network: Poder que mata, Alan J. Pakula en Todos los hombres del presidente o George Clooney en Buenas noches, y buena suerte, McCarthy evita los excesos melodramáticos, la épica aleccionadora y las florituras estéticas para concentrarse en el metódico, obsesivo, obstinado accionar de unos profesionales. En primera plana tenía todo para convertirse en otro de esos films épicos y sentimentales que dan cuenta de los esfuerzos y sacrificios heroicos que es capaz de realizar el ser humano en nombre de la verdad y la justicia. Pienso en el patrón establecido por películas como Filadelfia o Erin Brockovich: Una mujer audaz, según el cual Hollywood vampiriza casos reales, se apropia del mito de David y Goliat, y exhibe todo su poder estelar. Sin embargo, desde bien al principio, En primera plana se presenta como una película menos ortodoxa de lo que podría parecer. De partida, comienza marcando distancias con la fórmula contemporánea que convierte toda película (o serie) sobre profesionales –sean periodistas, políticos o directivos de empresa– en un festín de vertiginosas batallas dialogadas. Una tendencia que tiene al guionista Aaron Sorkin como su mesías particular. En la película, los periodistas del Boston Globe que trabajan por sacar a la luz una trama de encubrimiento de casos de pederastia en la arquidiócesis de esa ciudad no hablan deprisa a no ser que la situación lo requiera y en lugar de correr por los pasillos de la redacción, caminan con pausa, marcando territorio. Michael Keaton zarandea los hombros y las caderas como un viejo cowboy, o quizás más bien como un dinosaurio del viejo periodismo. Rachel McAdams zarandea sigilosa y meticulosamente a sus entrevistados con preguntas punzantes e insistentes. Así se manifiesta en primer lugar el compromiso de Thomas McCarthy (director de las discretas Visita inesperada, En tus zapatos y Ganar ganar) con el caso real que pone en escena. En primera plana transcurre hace poco más de diez años, pero parece ambientada en una prehistoria pre-Internet. McCarthy (que ya pisó una redacción de diario, como actor, en la quinta temporada de The Wire) aspira a elogiar el periodismo tradicional de investigación, aquel que trabaja con fuentes y datos en lugar de especulaciones, un homenaje que corre el riesgo de caer en una nostalgia cegadora. Sin embargo, el realizador esquiva dicho peligro aferrándose al profesionalismo de sus protagonistas. Cada día es menos habitual encontrar películas centradas en el trabajo. La ley del arco romántico, del drama familiar, del trauma explicativo, parece marcar la pauta del cine industrial norteamericano.
El silencio de los inocentes No sólo está el caso de pedofilia de miembros de la Iglesia: denuncia corrupciones a todo nivel, y asusta. En primer plano, o como juega y reza el título original, allí donde se focaliza la luz, está la investigación por el aberrante abuso a menores por parte de miembros de la arquidiócesis de Boston. Pero quedarse sólo con lo que se muestra o denuncia no es todo. Porque el director Tom McCarthy lo que está contando es cómo una institución -y/o también el que tiene el Poder- puede operar cuando no tiene control ni autocontrol, cuando no es fiscalizado. Cuando se cree dueño de hacer lo que quiere. Delata, demuestra -está basado en hechos reales, que le valieron el Pulitzer a los periodistas que escribieron 600 artículos sobre ello-, pero el zapatazo va mucho más allá. Denuncia corrupciones a todo nivel, y eso es lo que realmente asusta. En primera plana habla de ética, personal y profesional. Es un drama y un filme de investigación periodística, pero no sólo a los que ejercemos el periodismo nos atrae y atrapa, porque los mundos y submundos que muestra son varios. Los de la jerarquía eclesiástica en Boston, los del diario The Boston Globe, el de los abogados que defienden a acusados e inocentes, y el del poder político. En 2001 y durante ocho meses, un pequeño grupo de periodistas va a remover cielo y tierra para investigar qué es lo que sucedió en Boston. Cómo se ocultó, cómo se defendió y también cómo se usufructuó del drama real. Hay un editor, Walter Robinson (Michael Keaton), que suele ser escéptico supervisando la labor de sus tres periodistas (Rachel McAdams, Mark Ruffalo -ambos candidatos al Oscar a mejores intérpretes de reparto- y Brian d’Arcy James). Robinson, tanto como los otros tres, tiene raíces católicas, pero es el jefe el que se codea con los altos nombres de la comunidad, y el que empieza a ver que aquéllos con los que juega golf sabían más que lo que parecía. Y el nuevo editor del diario, Marty Baron (Liev Schreiber), un outsider que acaba de llegar de Florida, y es de religión judía, huele que por ahí hay una conspiración. En primera plana habla de la complicidad legal, social y política. También, de periodistas profesionales que lo dan todo por conseguir una verdad, no tan sólo una noticia. Que trabajan y trabajan y honran al periodismo en papel en los tiempos en que comenzaba a digitalizarse la información y llegaban los recortes. Son esos personajes los que le dan el ritmo al relato, hacen latir el corazón de la película. Está más cercana a Todos los hombres del presidente, con Dustin Hoffman y Robert Redford, y El diario -en la que actuaba Keaton- que a la Primera plana con Jack Lemmon y Walter Matthau. Es cosa seria.
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Todos los hombres de la iglesia Cuando el cine se mete en el mundo del periodismo investigativo basado en hechos reales, los resultados suelen ser interesantes. Allí están dos exponentes brillantes como Todos los Hombres del presidente, de Alan Pakula, o El Informante, de Michael Mann, para demostrar cómo el profesionalismo y el deseo de hacer lo correcto y buscar la verdad por parte de la prensa tanto escrita como televisiva generan un relato atrapante con elementos propios del thriller. En primera plana se inscribe dentro de este subgénero al contar la historia de cómo un grupo de periodistas del diario Boston Globe empezó a desenmarañar varios casos de abuso sexual por parte de la iglesia católica local, y de cómo la investigación fue creciendo hasta llegar a manchar a las grandes cúpulas tanto religiosas como políticas de la ciudad. Tomando como modelo el film de Pakula, el director Thomas McCarthy (el mismo de la muy interesante El visitante, con Richard Jenkins) cuenta la historia desde el punto de vista de los investigadores y de los diferentes miembros de la redacción del diario, optando acertadamente por omitir los detalles más escabrosos del caso evitando en gran parte la manipulación fácil (en ningún momento se muestran flashbacks que aludan a las violaciones por parte de los curas, y las victimas solo figuran en calidad de entrevistados). Digo en gran parte ya que si bien McCarthy se preocupa por mostrar el oficio de estos reporteros y su dedicación por el trabajo y la ética (el estilo sobrio del film busca mimetizarse con el mismo profesionalismo de sus personajes), lamentablemente llegado el tramo final del relato el director no puede evitar caer en la bajada de línea y remarcar los temas para que no queden dudas de la importancia de lo que está contando. En ese sentido, es una lástima que un actor que siempre hizo gala de la sobriedad y del “menos es más” como Mark Ruffalo sea encargado de dar un discurso a los gritos sobre la responsabilidad del periodismo por dar a conocer la verdad al público. Momentos como ese, o el innecesario epílogo en el que se exhibe un listado de casos de abuso sexual de la iglesia alrededor del mundo, amenazan con arruinar lo que era un buen thriller investigativo y con transformar a En primera plana en una película de denuncia, esas que, casualmente, terminan alzándose con una estatuilla dorada en plena temporada de premiaciones (y, en el fondo, sabemos que a los de la Academia les encanta que los temas sean dichos antes que mostrados).
Juicio y castigo Tan solo minutos pasaron desde que terminé de ver En primera plana (Spotlight, 2015) y una sola palabra viene a mi cabeza: vacío. Se trata de esas películas que cumplen, pero que no dan mucho más de sí, y sinceramente estoy hartamente sorprendido por el resultado final de lo que esperaba que sea una de las grandes películas del año y la cual terminó siendo una más del montón, no solo del año, sino de la historia. El nuevo film de Tom McCarthy lejos de sorprender y deslumbrar no deja en ningún momento de ser una mera estepa, la cual no despega casi en ningún momento de sus 128 minutos. No solo no despega su historia, tampoco la narrativa, ni sus actuaciones, cuanto menos su dirección. Es sorprendente, y tal vez no tanto, que haya recibido tantas nominaciones a los premios Oscar, y es en el ¨talvez no tanto¨ de mi descripción en el que se encuentra la clave para entender todo. Y es que En primera plana es una más de las que a mí me ha gustado llamar años anteriores como ¨nominaciones patrióticas del año¨, el cual esta vez no es el caso concreto, ya que la historia detrás no debería desencadenar ningún orgullo nacionalista ni mucho menos, pero no está lejos del lugar en el que he encasillado en su momento a films como 12 años de esclavitud (12 Years a Slave, 2013) o Lincoln (2012), tediosas producciones que carecían de total encanto y que solo llegaron adonde llegaron por las hábiles manos de sus productores. En primera plana en este caso no llega al punto drástico de los casos que expuse anteriormente, pero sí que sabe recordarnos que muchas veces para la Academia pesa más el marketing que el talento. Esta es la quinta introducción en la dirección de parte de Tom McCarthy y lamentablemente con esta no logra demostrar mucho de sí. Su desempeño como realizador queda totalmente estancado en un relato simple que no posee ninguna vuelta de tuerca, y su forma de contarnos la historia desde detrás de cámara termina siendo tan del montón como así opaca. Pasando por el lado de las actuaciones es la misma historia, nadie se destaca entre sí, talvez un tanto Michael Keaton (Birdman) obteniendo un poco más de aire con su personaje respecto a otros, pero nada lejos de la media. Las nominaciones tanto de Mark Ruffalo (Foxcatcher) como de Rachel McAdams (About Time) bajo la terna de mejor actor y actriz en papel secundario respectivamente, son también bastante llamativas, más que nada en el caso de Ruffalo el cual desarrolla un personaje totalmente sobreactuado y hasta por momentos que parece sufrir de algún retraso mental, cuando el papel no lo amerita para nada. Es verdad que parecieran todas malas para el film, pero no es tan así. La película es buena, pero queda debajo de los estándares para este tipo de obras que cuentan una historia real desde el lugar del periodismo. Ahora, la pregunta es: ¿se merece En primera plana alguna de las ternas a la que ha sido nominada en los Oscar?. O inclusive: ¿Se merece ganar alguna? La respuesta es rotundamente no, tal así como no se lo merecían 12 años de esclavitud, ni Lincoln, para retomar los ejemplos que cite anteriormente. Los premios de la Academia tienen siempre ese olor a arreglo comercial detrás, y los casos que lo demuestran en su historia sobran, pero por esta vez, y solo por esta vez, podemos quedarnos con la mimada del año, En primera plana.
A pocos días de los premios Oscar, este jueves se estrena en nuestro país En Primera Plana que está basada en un caso real que conmovió a Boston y al mundo a principios del 2000. El equipo de periodistas de la sección Spotlight del Boston Globe investiga varios casos de sacerdotes abusadores, un trabajo que termina revelando una enorme cantidad de curas pedófilos amparados por la Iglesia Católica. El director Tom McCarthy retrata con solvencia y rigor el trabajo de los periodistas de investigación sobre el terreno. En una película coral que funciona a la perfección por la enorme calidad de los intérpretes, no hay puntos bajos en el elenco. Michael Keaton marca presencia como el líder de un equipo de reporteros en donde Mark Ruffalo logra la composición más acertada, por histrionismo y pasión. Con el espíritu de cintas clásicas como Todos Los hombres del Presidente, el filme se hace llevadero, aunque la trama se estire un poco y los giros argumentales guarden pocas sorpresas. Aquí casi no hay suspenso, la tensión se da más por los palos en la rueda que encuentran los periodistas, que por descubrir quién es culpable y quién inocente. Las locaciones en Boston son, sin dudas, un personaje más en la historia, calles y edificios atractivos que enmarcan la puesta. Más importante por el mensaje y la historia real que hay detrás que por el argumento, En Primera Plana es una cinta que merece ser vista y analizada y debería servir como recordatorio de que el mal a veces se disfraza del bien para engañar a los inocentes.
Sobre la representación del periodismo En su retrato de la investigación del diario Boston Globe sobre abusos sexuales de sacerdotes, el film parece dialogar con la clásica Todos los hombres del presidente. Y comete un error habitual, el de representar a periodistas demasiado estereotipados. En primera plana es uno de los ocho títulos que este año están nominados para recibir el Oscar a la Mejor Película y uno de los cuatro cuyas historias están basadas en los siempre rendidores “Hechos Reales”. En esta oportunidad, la investigación que durante los primeros años del siglo XXI llevó adelante un grupo de periodistas del diario Boston Globe, que terminó destapando una red de abusos infantiles y encubrimientos dentro de la diócesis bostoniana de la iglesia católica. El caso fue seguido con atención en todo el mundo (en Argentina ocupó las páginas de casi todos los diarios importantes durante varias semanas) y sus revelaciones atroces provocaron una crisis en el seno de la iglesia que se extendió a escala global, llegando a involucrar a los niveles más altos del Vaticano. Nada de todo este escándalo de proporciones históricas habría ocurrido si aquellos periodistas del Globe de Boston no hubieran abierto la caja de Pandora.El tratamiento que En primera plana le da al asunto y el tono elegido para contarlo son similares al de otras películas de periodistas. No es disparatado ver similitudes entre ésta y, sobre todo, Todos los hombres del presidente (Alan Pakula, 1976). A pesar de retratar dos contextos históricos separados por más de 30 años, tanto la textura fotográfica como el tinte narrativo y los detalles de ambientación en ambas parecen recrear un mismo espacio y tiempo. Puede decirse que las dos ponen en escena el paradigma con el que se representa al oficio del periodista dentro del imaginario del cine estadounidense. A tal punto que podría pensarse que los personajes de Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams y Brian d’Arcy James comparten con aquellos dos, interpretados por Dustin Hoffman y Robert Redford, no sólo la misma metodología laboral y el mismo código ético, sino que hasta pudieran ser contemporáneos e incluso compañeros de redacción.Esa precisión con que En primera plana se ajusta a los estereotipos tiene una razón de ser, vinculada directamente con el cartelito de los hechos reales del comienzo: subrayar el verosímil cinematográfico. El film reproduce lo que el espectador de cine promedio cree que es una redacción, lo que se supone que es un periodista, lo que se supone que es la realidad, aunque sólo se trate de sus versiones ficcionalizadas. Por eso el punto débil de En primera plana son las actuaciones, por ejemplo la de Ruffalo, nominado a Mejor Actor de Reparto. Habitualmente un actor sólido, capaz de calzarse con comodidad el traje del hombre común, esta vez pone en acción el kit completo de tics con que el cine representa a los periodistas: hiperkinético, pasional, proactivo, sensible, con conciencia social, civil y hasta de clase. Lo mismo se puede decir de buena parte del elenco que, cada uno en su rol, se encarga de dejar claro que se trata de actuaciones “serias”. Con excepción del gran Michael Keaton (con cierta experiencia en periodistas dado su personaje en un film de tono diferente, El diario, de Ron Howard), que vuelve a demostrar que le pueden tirar con un Batman, con un Beetlejuice, con un Birdman y hasta con un periodista, que él siempre encontrará la manera de salir bien parado del desafío.
Riguroso film sobre el mayor caso de pedofilia en EE.UU. "¡Nadie tiene ganas de leer noticias sobre niños violados por curas en su propio barrio!". Esto también podría aplicarse a una película enfocada en el mayor caso de pedofilia de EE.UU., con un centenar de curas abusando de chicos durante décadas con total impunidad dada la protección, encubrimiento y complicidad de la máxima autoridad de la arquidiócesis de Boston, el cardenal Law. Lo que podría ser un melodrama indigerible, un drama crudo, o un auténtico film testimonial, pensado a la manera del clásico cine de mensaje hollywoodense de los 40 y 50, sólo que con un tema mucho más duro, infilmable en otra época, dejando que cada situación por sí misma vaya amagando con distintos subgéneros: drama judicial, investigación conspirativa, thriller, estudio psicológico y, por arriba de todo, feroz retrato de una ciudad que permitió que todo eso pasara con sus niños mirando para otro lado. Tal vez no sea genial, o exacta en la intensidad de cada situación espantosa, absurda, indignante, o completamente kafkiana del misterio que en realidad todo Boston conocía, sin hacer nada ni reconocer el problema, pero sin dudas tiene diálogos formidables, situaciones sorprendentes por lo cambiantes (y dada la naturaleza del asunto, las cosas más perturbadoras aparecen a cada rato, sin aviso). Pero sobre todo el rigor en la concepción general de la película es lo que convierte a "Spotlight" en un asunto serio, casi un hito en la historia del cine de mensaje. Con un estilo implacable, el tema es minuciosamente narrado desde el punto de vista de los periodistas que desentierran una vieja historia de abuso infantil a la que nunca su mismo diario le dio mucho espacio, recién cuando llega un nuevo editor desde un lugar tan opuesto a Boston como Florida. Este personaje clave hace brillar en varias escenas al talentoso Liev Schreiber, definido como "un judío soltero al que no le gusta el béisbol", es decir totalmente ajeno al bostoniano medio, y sirve para que los dos periodistas protagónicos, Michael Keaton y Mark Ruffalo, ofrezcan actuaciones antológicas, totalmente diferentes a los típicos periodistas de Hollywood. Ninguno es "cool", su vida privada no le interesa a nadie, si la tuvieran, y en un punto deben reconocer que son tan culpables como los sacerdotes y abogados que están presionando. Esta visión no muy ecuménica ni liviana es otro de los puntos fuertes de una película que, de golpe, puede parecerse casi a un film de terror de Cronenberg, especialmente cuando víctimas o violadores exhiben sus almas distorsionadas desde hace años. Un breve diálogo entre la periodista Rachel McAdams y un cura violador lanza al espectador a una visión infernal que da miedo de un modo totalmente distinto a cualquier thriller o drama que uno haya visto antes. La tensión siempre parece estar a punto de llevar a una explosión de violencia, o a algún tipo de catástrofe, y la sutileza en manejar estos climas cambiantes y siempre inesperados hace de "Spotlight" un digno thriller histórico-político perfeccionado por Costa-Gavras, sin dejar de tener muchos vínculos con obras maestras de Sidney Lumet, Stanley Kramer u Otto Preminger. Algunos recursos brillantes, y muy enervantes, que pueden aterrorizar o enfurecer al público son pequeñas desviaciones de la cámara que, cuando dos periodistas hablan de abusos espantosos, se aleja de los protagonistas para enfocar a un padre hamacando a su hijo en un parque al lado de una iglesia. En general los periodistas del cine suelen ser más heroicos que los más astutos abogados, pero aquí el que casi se roba la película es un increíble Stanley Tucci, personificando al paranoico y gruñón abogado que mantuvo la investigación de los casos principales solo durante años antes de tener apoyo de la prensa. Su actuación por sí sola convierte a "Spotlight" en un asunto difícil, pero imperdible.
Si algo tiene "En primera plana" es que goza de un guión impresionante, que no aburre en ningún momento y hace que uno quiera saber más y más. El elenco es perfecto para interpretar cada uno de los personajes, pudiendo ver a un Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams, Liev Schreiber y varios más con actuaciones sorprendentes gracias a la dirección de Thomas McCarthy, quien hace una película sobre una investigación periodística sin meterse en el morbo que muchos esperaban. La historia va tomando impulso a medida que pasan los minutos y el último tramo es para el aplauso. Película intensa, con mucho diálogo y actuaciones creíbles. Seis nominaciones a los premios Oscars, incluyendo Mejor Película y Mejor Director. Un obligado que hay que ver.
Spotlight es una película tan devastadora como necesaria, con una trama de la que ningún territorio donde la fe católica esté presente está exento de culpa. La película de Tom McCarthy no le escapa a los detalles íntimos y escabrosos de una práctica que sigue repitiéndose día a día en diferentes lugares del mundo, y ese compromiso a no volver la cara hacia un lado, evadiendo la verdad, es lo que la hace aún más grande. Con una duración de 128 minutos, el estilo narrativo del film sigue una clara línea investigativa y nunca llega a aburrir al espectador. El grupo de periodistas persigue cada miga de pan de esta historia de abusos en la Iglesia hasta ir desenmascarando una conspiración gigante que, de salir a la luz, podría darle un sacudón inmenso al claustro eclesiástico. Estamos frente a una historia verídica, así que muchos ya sabrán el desenlace de ella, pero no por eso el film es menos revelador e impactante. Los periodistas del grupo Spotlight, que se dedican a artículos de investigación que toman meses en construirse, son personas de carne y hueso, que nunca caen en la caricatura quijotesca. Son seres humanos que tienen familias -aunque casi no los vemos, para aumentar la sensación de ahínco en su tarea y también de soledad- y están dedicados completamente a su trabajo. Ellos investigan, les cierran puertas en la cara pero, antes que por tener una historia, quieren hacerlo por el bien público, por esas personas a las que los degenerados curas les han cambiado la vida para siempre. El dedo en la llaga siempre está presente, pero el guión de McCarthy y Josh Singer nunca se pasa de mano, sino que lo hace de una manera sutil, igualmente dolorosa. Gran parte de que la película tenga un ritmo tan acorde y sea fácil de seguir es por la dirección efusiva de McCarthy, pero también por el talentoso elenco encargado de darles vida al grupo de Spotlight. Mark Ruffalo y Rachel McAdams con justa razón se han ganado sendas nominaciones como actores de reparto para los próximos Oscars, ya que son los más emocionados y emotivos para con el trabajo que conducen al investigar. No por eso son los protagonistas principales, el ensamble está muy bien construído con un recio Michael Keaton, un solapado pero imparable Brian d'Arcy James y un frenético Stanley Tucci, al cual ningún papel le queda chico. Liev Schrieber y John Slattery tienen papeles pequeños pero efectivos, y también hay que destacar la labor de Billy Crudup como un abogado que evita el tema a capa y espada en un papel para nada fácil. Spotlight tiene mi voto para llevarse el galardón máximo el próximo 28 de febrero en la ceremonia de los Oscars. Es un gran documento que queda para la posteridad, filmado con mucha cordura y tacto, que hace las preguntas necesarias y nunca se detiene hasta encontrar la verdad. Eso, y que los gráficos finales -entre los cuales hay 7 casos en abusos en Argentina, entre otras partes del mundo- hacen que miremos no más lejos que en nuestro patio de atrás. Y eso asusta.
Búsqueda de la verdad El periódico "The Boston Globe" ganó en 2003 el Premio Pulitzer, en la categoría Servicio Público, al dar a conocer la historia de una oscura y extensa red de encubrimiento de casos de abuso infantil perpetrados en la archidiócesis de la ciudad de Boston. Se descubrió que en los últimos 50 años la Iglesia Católica había "enterrado" las denuncias sobre sus curas que abusaban de los menores -sin distinción de género o edad-. Por supuesto que todo esto se mantuvo en el anonimato no sólo gracias a las altas esferas de la Iglesia sino también con la ayuda del poder político. Todo salió a la luz gracias a los dos años de ardua y tenaz búsqueda de la verdad por parte de Spotlight, la unidad de investigación del diario. "En Primera Plana" ("Spotlight", 2015) trata sobre este famoso caso -que hizo temblar los cimientos de la Iglesia Católica y repercutió en el mundo-, y el camino lleno de obstáculos que tuvo que atravesar el equipo de periodistas para llegar a la verdad. El director Tom McCarthy, más conocido tal vez por su rol de actor que de guionista o realizador, nos brinda una obra al mejor estilo del Hollywood clásico. ¿Por qué? Simplemente por la forma de contar la historia, los planos, el pulso narrativo, y lo que privilegia mostrar. El filme, casi intencionalmente, parece ambientado hace tres o cuatros décadas y no en principios de este siglo. Casi no hay escenas que muestren el uso de las nuevas tecnologías y sí un seguimiento al trabajo intensivo y exigente de los personajes y su trabajo periodístico. Es indudable que el director busca mostrar una semejanza con esos clásicos filmes de temática periodística como "Todos los hombres del presidente (1976), "Poder que mata" (1976) o "Detrás de las noticias" (1987), por nombrar sólo algunos. En el elenco están Michael Keaton como Walter "Robby" Robinson, el editor en jefe de la sección, y Mark Ruffalo (Mike Rezendes), Rachel McAdams (Sacha Pfeiffer) y Brian d'Arcy James (Matt Carroll), como los integrantes de Spotlight. Esta luminaria de nombres se completa con Liev Schreiber, Stanley Tucci y John Slattery. Keaton hace un trabajo soberbio, sólo superado por un Mark Ruffalo impagable. Tan bien están en sus papeles que los verdaderos Robinson y Rezendes, respectivamente, dijeron que ver las actuaciones de los actores era como "mirarse en un espejo". No por algo Ruffalo está nominado al Oscar a Mejor Actor Secundario, que ganaría si no fuera porque se lo van a dar a Sylvester Stallone casi con seguridad. A "En primera plana" le falta un golpe más de horno para que al espectador se contagie con la pasión de los personajes o se conmueva hasta los huesos con la historia. Más allá de esto, las seis nominaciones que tiene, incluida Mejor Película, dicen que es uno de los grandes largometrajes del año pasado que no hay que dejar pasar. Ah, sobre el final del filme, antes de los créditos, se dan las explicaciones de lo que ocurrió con la investigación y la suerte de cada uno de los protagonistas. Y posterior a eso, los casos de pedofilia perpetrados por curas alrededor del mundo. Si se fijan bien, van a ver que aparecen algunos acontecidos en Argentina. La película es una sólida y clásica apuesta de cómo contar una historia en la que lo importante es la trama y sus personajes, sin necesidad de perder tiempo ni desviar la atención en otras cosas. Una verdadera joyita que no deberían perderse.
Es una historia fuerte y profunda, bien planteada y ambientada, toca un tema muy difícil de ver, dirigida a una investigación sobre los curas pedófilos amparados por la iglesia Católica y que se complica en esa zona donde se desarrolla porque existe una fuerte colonia irlandesa católica. Los personajes logran que el espectador en algún momento tome partido, genera tensión, dramatismo, suspenso, causa bronca que este hecho haya sido cierto y que aun en algunos lugares de una forma u otra siga sucediendo. Cuenta con un muy buen guión que propone ricos diálogos entre el gran elenco que la compone. Te lleva a la reflexión y a plantearte ciertos temas. Se encuentra Nominada en 6 rubros de los premios Oscar: Mejor película, Mejor director, Mejor actor de reparto, Mejor actriz de reparto, Mejor guión original y Mejor montaje.
“En primera plana”: Periodistas y detectives Pocos días antes de la ceremonia de los Oscars, llega a nuestras salas otro de los platos fuertes de la temporada. Con seis nominaciones en categorías principales, este drama basado en un caso real narra la historia de la investigación que llevó a desenmascarar una conspiración de la iglesia católica para esconder sacerdotes pedófilos. “Spotlight” sigue los pasos del grupo de periodistas del Boston Globe que se dedica a las investigaciones especiales y más profundas, bajo la tutela de Robby (Michael Keaton). El equipo se completa con Matt (Brian d’Arcy James), Sacha (Rachel McAdams), y Mike (Mark Ruffalo); estos dos últimos nominados como mejor actriz y actor de reparto. Un nuevo editor toma el control y es siguiendo sus órdenes que el equipo de Spotlight comienza a investigar el caso, aunque no de muy buena gana. Es una historia de detectives que se narra de manera lineal, siguiendo de una pista a otra como lo haría Sherlock Holmes, aunque cada miembro del equipo tiene su tarea específica. De este modo seguimos el camino de pistas de cada uno hasta que comienzan a entrecruzarse. No es una historia con grandes picos de tensión y emoción, sino que se mantiene como una constante. Las grandes revelaciones no están servidas al público, sino que debemos deducir junto a ellos, y hacer un esfuerzo mental excepcional. Las interpretaciones son todo lo que sustenta nuestra historia, larga y sin momentos explosivos. Si no fueran impecables, la historia se tornaría aburrida. Pero las actuaciones son perfectas, personajes humanos y coloridos que logran conmovernos sin resultar nunca predecibles. La historia “basada en hechos reales” está explotada lo mejor posible, y no sólo narra con sobriedad y madurez un tema tan espinoso y que despierta tantas pasiones sino que ilustra perfectamente la vocación del periodista. Es el equivalente más moderno de “Todos los Hombres del Presidente” que podemos encontrar en el cine de los últimos años. Del mismo modo, elige sugerir antes que explicar al 100% y es un gran acierto para mantenernos despiertos. Incluso trata aristas del lado humano que salen de lo estríctamente investigativo. Un ejemplo de esto es cuando la creyente abuela de Sacha lee el artículo sobre los abusos de sacerdotes. Casi ninguna palabra, pero todo dicho sin caer en el melodrama innecesario, lo cual resulta bastante tentador dada la temática de la narración. Esta película evita la dramatización y la composición de los planos es sencilla, sin ningún agregado que resulte aparatoso. De este modo no sólo lo sentimos más realista y cercano, sino que no hay nada que nos distraiga del trabajo detectivesco que van haciendo los periodistas. Funciona también como una película de denuncia, ya que nos cuenta los pormenores de un caso que tiene alcance mundial pero del que desconocemos gran parte. Además, no pone a los periodistas como los grandes héroes que pueden derrotar al sistema, al mencionar el hecho de que tenían todos los datos desde hacía años pero no habían investigado. Sin nada obvio, para pensar en el tema de la famosa objetividad. “En primera plana” quedará en la historia como uno de los grandes exponentes del sub-género de historias de investigaciones periodísticas, y como un exacto retrato de una profesión. Sólo nos queda preguntarnos cómo reaccionará la iglesia católica al estreno de esta película, considerando que más de una vez ha boicoteado producciones que los dejaban mal parados. Ya veremos, pero mientras tanto no hay duda de que se perfila como una de las grandes ganadoras de esta temporada de premios.
Por una de esas ironías de la vida, el día en que se estrenó Spotlight (En Primera Plana) en la Argentina, la Iglesia Católica resolvió que "no está obligada a denunciar los abusos a menores" (fuente La Nación). El delicado tema hoy es cierto que indigna aunque ya no sorprende, pero no siempre estuvo sobre el tapete en los medios. Durante mucho tiempo la pederastía vinculada a las instituciones religiosas fue un tema tabú, algo de lo que no se hablaba (y se puede discutir que respecto a otros ámbitos e inclusive religiones, aún hoy sucede, ya que da la sensación que ésto sólo ocurre en el seno del catolicismo y no es para nada así). ubieron múltiples casos a nivel mundial que espantaron a los inocentes, pero pocas veces era posible vincularlos entre sí, y por ello éstos se apagaban sutilmente como "hechos aislados". Todo eso cambió cuando en el 2001 el Boston Globe, a través de su rama independiente llamada "Spotlight", publicó una serie de investigaciones que demostraron lo contrario. El impacto mediático fue inmediato, y lo que en un principio parecía una serie de hechos desafortunados terminó desentramando una EN PRIMERA PLANA * * * * // 12 de Febrero de 2016 // txt: Mariano Torres Negri suerte de red de pedofilia. Sobre este oscuro tema versa el film de Tom McCarthy, pero lo hace no desde lo escabroso de un thriller perturbador, sino más bien desde el costado periodístico que retrata la odisea de estos profesionales de los medios, que osaron asomar sus narices a donde muchos no querían que lo hicieran. El equipo de redactores, liderado por Robby (Michael Keaton) que incluye al siempre correcto Mark Ruffalo y Rachel McAdams como periodistas gráficos, se desenvuelve en el caso cual detective tras las pistas, y es en este punto en donde Spotlight recuerda al clásico Todos los hombres del Presidente (Alan J. Pakula). McCarthy sale airoso de una trama que podría haber sido demasiado densa y desgastante, y sin embargo, aludiendo a su título original, en lugar de sumirse en la oscuridad del asunto sólo pretende echar luz sobre ella.
Sobria, rigurosa y certera En 2002, un equipo de reporteros de investigación del diario Boston Globe reveló los escándalos de pederastia cometidos durante décadas por curas de Massachussets. La publicación de estos hechos, que la arquidiócesis de Boston intentó ocultar, sacudió a la Iglesia Católica. El realizador Tom McCarthy ha explicado los alcances de su película: “Lo que falló fue el sistema. Se protegió a los curas pederastas porque se decidió que eso era lo mejor para la sociedad. Y ahí colaboraron todos: desde los medios de comunicación, a cada una de las instituciones pasando, claro está, por la propia Iglesia”. Lo mejor de este valioso film es que aquí los periodistas no son héroes, no se exponen a ningún peligro, es gente que sabe hacer –nada más y nada menos- lo que tiene que hacer. El jefe de este grupo sigue ese rastro a pedido de un nuevo editor que no es de Boston y que por eso mismo se anima a ver qué pasa en la entretela de esa sociedad tan cerrada y qué hay detrás de una denuncia de pederastia que hace unos años había merecido una nota menor en ese diario. El film delimita la responsabilidad de unos y otros. No sólo del obispo, que prefirió como otras veces, proteger a la iglesia con su silencio, sino también de los poderes ciudadanos, incluso del mismo diario que en su momento archivó las actuaciones en lugar de profundizar la noticia. Es un relato muy bien articulado por un talentoso guionista (Josh Singer, el de la formidable serie “El ala oeste”) que no se detiene en la historia personal de cada uno de los investigadores, que, como ellos, no se aparta del asunto principal y que tiene clima, ritmo y diálogos precisos para ir mostrando las diversos rostros de un poder tan extendido y ladino. No hay exhibicionismo. Ni de palabras ni de hechos. Hay dudas y discusiones. Y los actores le suman su sobria entrega a esta película estricta y punzante. Gran trabajo de McCarthy que ata con mano firme todos esos cabos. Hay suspenso, emoción y más de un acierto en la pintura de las víctimas. Y algo más: el film es una lección de civismo y un canto a la pofesionalidad y a la integridad de este equipo de trabajo. Incluso si se quiere, desde una lograda reconstrucción de época, es también un homenaje que le devuelve al papel y la prensa pre internet su verdadera fuerza testimonial. No hay sermones, no se dircursea. Connivencia, acuerdos espurios, intereses entrecruzados, silencios demoledores, decepciones. Todo está mostrado sin subrayados. El editor en su encuentro protocolar con el cardenal fija el lugar de cada uno. Y allí aporta su mejor moraleja. La responsabilidad por encima de todo: cada uno en su lugar, en la vida y en el trabajo.
SOSTENIDA EN HECHOS REALES De la admiración por hombres o mujeres que logran triunfar con esfuerzo y de la excitación ante denuncias que dejan en evidencia las bondades de la libertad de expresión y el seductor poder del periodismo surge, seguramente, la predilección de los estadounidenses por las biopics y los casos “basados en hechos reales”. Tal preferencia no deriva, paradójicamente, en un interés particular por los documentales: en realidad, esas historias de gente común atravesando circunstancias excepcionales atraen si están representadas por actores carismáticos y si, al mismo tiempo de informar, permiten desahogarse con las fórmulas habituales del melodrama o el policial, dejando a un lado archivos descoloridos y testimonios de ciudadanos anónimos. Al provocar indignación ante injusticias varias y discusiones en torno a distintas problemáticas, estos films parecen tener el prestigio ganado de antemano, aunque la mayoría de las veces abreven menos en el lenguaje del cine que en el de una crónica periodística o la biografía para un libro de bolsillo. Dicho en otras palabras: por este razonamiento, una película de Jacques Tati, por ejemplo, podría ser considerada menos relevante que Milk o El jardinero fiel (de la misma manera que, entre nosotros, fuera del ámbito cinéfilo, los trabajos de Martín Rejtman o Ezequiel Acuña son menos valorados que los de Pablo Trapero). En primera plana sigue las alternativas vividas en el interior del diario Boston Globe cuando un grupo de periodistas –de una unidad de investigación denominada Spotlight– descubre la posibilidad de hacer públicos varios casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos y cuyas víctimas fueron niños, en la ciudad de Boston. El trabajo periodístico mereció un Premio Pulitzer y sacudió al mundo en 2003: exhibiendo entretelones de esa pesquisa, el film prolonga los efectos de la denuncia, mantiene vigente la irritación y logra que el problema se aprecie de manera más vívida que leyendo cifras y nombres en un diario o en la web. Allí se agotan las principales cualidades del film de Thomas McCarthy (1966, New Providence, EEUU). En primera plana está iluminada y musicalizada de manera sobria, y quien no se sienta abrumado por la verborragia informativa seguirá con interés el desarrollo de los hechos, confirmando lo que probablemente ya sepa: sacar a la luz hechos turbios de una institución poderosa (en este caso la Iglesia) implica sortear una verdadera cadena de complicidades, dificultades y temores. El problema es que deja demasiadas cosas fuera de campo; no sólo algunos aspectos secundarios –como la vida personal de los periodistas o la retribución que reciben por tan denodado trabajo– sino también los abusos propiamente dichos, las intrigas en el seno de la Iglesia, los ardides del poder político, las reflexiones sobre el sentido de las religiones en el mundo moderno (más allá de los delitos o perversiones de algunos de sus ministros y devotos), e incluso el hipócrita concepto de independencia en el periodismo, que aquí alguien invoca para elogiar al diario en cuestión. Sólo en determinados momentos En primera plana sale de su sucesión de conversaciones y se deja afectar por sobresaltos emotivos: el breve plano secuencia que acompaña a Matt (Brian d’Arcy James) al confirmar que uno de sus vecinos estaba entre los abusadores, la charla de Robby (Michael Keaton) con viejos compañeros de escuela en la que les dice “Podríamos haber sido uno de nosotros”, el momento en que Mike (Mark Ruffalo) se indigna con Robby o se conmueve al ver a un grupo de chicos abusados dibujando, o los reparos de la única mujer del grupo (Rachel McAdams) con su abuela católica practicante. Situaciones en las que los cuatro demuestran ser personas con sentimientos, enojos y dudas, y no sólo profesionales obsesivos en busca de la noticia. Con un sólido plantel de actores, del que se destacan el gran Michael Keaton, la linda Rachel McAdams, Mark Ruffalo y Stanley Tucci, En primera plana podría integrar un interesante doble programa para el debate con Philomena (2013, Stephen Frears), a la vez que ratifica el nivel entre decoroso y rutinario que, desganadamente, despliegan casi todas las películas nominadas al Oscar en los últimos años.
Hasta ahora, parecía poco probable que el cine pudiera transmitir con verosimilitud la investigación de un equipo periodístico. Basada en hechos reales, Spotlight (título original de este film) resulta lo más cercano a esa posibilidad; aún más, quizá, que la canónica Todos los hombres del presidente (Alan Pakula, 1976). Desde su entrada a una comisaría de Boston a fines de los setenta, el padre Geoghan dejó un sendero de acusaciones de pedofilia que un equipo del Boston Globe siguió sin demasiado ímpetu. Pero la llegada de Marty Baron (Liv Schreiber), un nuevo jefe proveniente de Miami, dirige la columna de “Spotlight”, nombre de la sección de investigaciones, directo a la garganta de la Iglesia Católica. Tres periodistas, “Robby” Robertson (Michael Keaton), Mike Rezendes (Mark Ruffalo) y Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams), rastrearán el reguero de la más cruel pedofilia, desde las víctimas y un abogado peculiar (siempre deslumbrante Stanley Tucci) hasta la cúpula católica de Boston. La árida dirección de Tom McCarty y la sombría música de Howard Shore comandan la tensión narrativa, pero son las excelentes performances de quienes interpretan a los periodistas (ganadores de un Pulitzer por su investigación) lo que hace la diferencia en este notable film.
Sobria, efectiva y mucho más política de lo que su tema permite pensar Desde la Antigüedad se habla de la verdad con mayúscula. Fue y es objeto de ocupación de filósofos, teólogos, científicos, incluso de artistas. El término no goza desde hace tiempo de su habitual pureza, refrendada por siglos a través de discusiones no exentas de polémicas. Frente a la verdad a secas la actitud inmediata es la sospecha, y más todavía si se trata de la verdad periodística. Nuestro escepticismo preventivo afirma con cierta razón: todos mienten. El encuentro con películas como En primera plana resulta una reconciliación discreta con cierto ideal del periodismo de investigación, una vía del oficio bastardeada por la falta de rigor y espurios intereses impropios de la materia. Un periodista que investiga debe estar dispuesto a que su objeto desmienta sus premisas, o en su defecto, estar comprometido en ir hasta las últimas consecuencias. La cauta verdad periodística exige paciencia e inteligencia. Es por eso que observar el largo trabajo de investigación a cargo de cuatro periodistas de la sección llamada Spotlight del diario bostoniano The Globe, que tuvo lugar a principios de siglo y que se dio a conocer en una publicación en enero de 2002, es como mínimo emocionante. Ser testigos de cómo se investigó un conjunto de casos sobre múltiples abusos sexuales a menores de edad cometidos por curas de la iglesia católica en Boston resulta didáctico y revelador. No hay héroes en el film de Tom McCarthy, tampoco pederastas satanizados para así salvar sesgadamente a una institución, y menos todavía víctimas expuestas a humillarse con fines pedagógicos. Lo que el film sugiere es la hipocresía del entramado social y cómo algunas instituciones incitan a ciertas conductas indeseables, no solamente la de los religiosos. La perspectiva del film es anticlerical, pero de ningún modo incrédula. La necesidad de creer se respeta aquí a rajatabla, y hay varias escenas que así lo confirman. Todos los actores están muy bien, incluso los secundarios (lo de Stanley Tucci como el abogado abnegado es admirable), hasta casi podría afirmarse que no hay verdaderos protagónicos. El trabajo en equipo no es aquí una impostura; todos importan por igual. Al respecto, son notables los tres intérpretes que deben dar testimonio de sus desgracias, y más todavía que McCarthy apueste a que el pasado traumático solamente se revele en la palabra. Ni un flashback en toda la película, ningún motivo musical que refuerce la empatía con el relato de las víctimas. McCarthy no ostentará la elegancia formal de un Michael Mann en un film hermano como El informante, pero sus decisiones formales y narrativas son de una precisión manifiesta. Es que se ha insistido bastante sobre la insipidez formal de En primera plana, como si el film de McCarthy fuera un telefilm dominical destinado al acicate de las conciencia liberal, una pedagogía necesaria para una nación bastante cómplice respecto de algunas prácticas inaceptables. Sin embargo, sin ser un estilista u ostentar una pasión formalista que subyugue al relato, el trabajo de registro sobre la redacción del diario dista de ser automática y displicente. La redacción se concibe aquí como un espacio bastante libre que propicia una ligera pertenencia colectiva y en el que los miembros del diario se desplazan y comunican entre sí con bastante facilidad. Los planos secuencia para seguir las caminatas del personaje de Michael Keaton o Mark Ruffalo no son casuales y sugieren más una comunidad móvil que una institución rígida. En efecto, la relación que tienen los personajes con sus respectivos lugares de trabajo, observación que se extiende al personaje de Tucci y su estudio de abogacía, es uno de los placeres no subrayados del film, que insinúa indirectamente un tipo de institución horizontal en contraposición a la institución eclesiástica. La traducción literal del vocablo pedofilia es ominoso, su práctica abyecta y, si el contexto es religioso, la perversión alcanza un perfeccionamiento intolerable, acaso diabólico. Cuando uno de los personajes expresa que este tipo de abuso no es solamente físico sino espiritual, En primera plana sitúa la desolación infinita de la víctimas. Frente a eso, la connivencia entre instituciones es inadmisible, al igual que cuando el periodismo abdica ante el esclarecimiento de la verdad y deviene cómplice de la infamia.
Con dirección de Tom McCarthy y un elenco repleto de intérpretes con renombre, Spotlight (En primera plana en Argentina) se mete en la redacción del Boston Globe para reconstruir la investigación periodística que buscó demostrar que las denuncias de abuso contra sacerdotes no eran casos aislados sino que la institución activamente trabajó para encubrirlos. Basado en hechos reales Cada vez que ese cartel aparece al principio de un largometraje genera un interés particular, sobretodo si es alguna historia que nos resulta conocida. Spotlight existe desde la década del setenta y es la sección de periodismo de investigación en el diario Boston Globe. A lo largo de su historia produjo muchos trabajos, pero el que resonó a nivel mundial fue el que desarrollaron durante el año 2001, causando el mayor escándalo que la Iglesia Católica tuvo que enfrentar en los últimos años y del que aún no se recupera. Lo que empieza como el caso de un sacerdote acusado de abuso de menores se vuelve más complejo en cuanto el nuevo editor en jefe del diario decide que es un tema que merece ser investigado con mayor profundidad. Rascando un poco sobre la superficie, las denuncias contra distintos sacerdotes comienzan a apilarse rápidamente y a mostrar patrones que los lleva a pensar que no son situaciones aisladas sino que la institución está activamente operando para encubrir y proteger a estos hombres. En una trama que atraviesa la sociedad en todos sus estratos, el equipo de investigadores recurrirá a fuentes hasta entonces menospreciadas para lograr desenmarañar una conspiración de la que hasta ellos mismos formaron parte sin enterarse. Separando la fe de la institución A diferencia de otras regiones donde predominó la inmigración inglesa, en Boston la fuerte presencia irlandesa implica que buena parte de su población sea católica y que dicha institución tenga un poder similar al que estamos acostumbrados a ver en la sociedad argentina, algo que no sucede de la misma manera en muchas otras ciudades de Estados Unidos. Es por eso que esta historia difícilmente podría desarrollarse en otro contexto donde unos pocos casos pasarían desapercibidos como parte de una trama mayor y donde una investigación no tocaría tantos intereses cercanos al equipo. En ese contexto, es lógico que gran parte de los periodistas del diario sean de origen católico y las primeras barreras que tengan que superar sean las de su propia negación a creer que lo que están viendo pueda ser real, necesitando la llegada de alguien ajeno a la ciudad y a la fé católica para incentivarlos a tomar consciencia de una situación con la que ellos convivieron toda su vida, naturalizándola. Además de mostrar el trabajo en una redacción de una época cuando internet era apenas incipiente, Spotlight se toma su tiempo para retratar con crudeza los relatos de varias de las víctimas y las consecuencias que tuvo en su vida adulta no sólo el hecho concreto de ser abusados física y emocionalmente sino también el descreimiento o las presiones de su entorno por mantener todo en secreto, dejando claro que pretende visibilizar la complicidad silenciosa que ejerce la sociedad ante realidades demasiado incómodas como para querer enfrentarlas, algo que no es exclusivo de Boston ni de la Iglesia Católica. Desde el aspecto visual, McCarthy (En tus Zapatos) no se arriesga con nada que pueda quitarle la atención a los intérpretes y en eso se nota su pasado como actor antes pasarse detrás de las cámaras. La fotografía acompaña las acciones sin pretender tener un discurso propio más que dar el contexto y la dirección de arte busca un realismo casi documental al reconstruir una época cercana que se diferencia en detalles sutiles con el presente. Conclusión Spotlight se destaca principalmente por las actuaciones de su reparto cargado de nombres y rostros conocidos tanto del cine como la televisión, apoyándose en un guión claro y sin sorpresas que no pierde el rumbo con las tramas secundarias sino que las utiliza para mostrar cómo afecta a cada uno de los integrantes del equipo el estar descubriendo algo que los espanta pero que no pueden compartir con nadie para no poner en peligro la investigación.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Spotlight, por su parte, ha ganado el SAG (el premio del sindicato de actores) al mejor reparto, lo cual ha sido un acierto al tratarse de una película que no tiene un protagonista definido. Aquí lo que importa es el trabajo codo a codo, el esfuerzo de cada uno para que triunfe el conjunto. La película cuenta la historia de un grupo de periodistas del Boston Globe que desenmascaró casos de pederastia en la Iglesia Católica en el 2002. Sin escenas rimbombantes ni héroes ensalzados ni víctimas humilladas, la sobriedad de Spotlight la hace grande. Se percibe en ella un homenaje al mejor periodismo de investigación, aquel que se resiste a los embates del poder con tal de pronunciar su verdad. Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams, John Slattery, Brian d’Arcy James, Liev Schreiber, Billy Crudup, Stanley Tucci… todos entregan actuaciones de nivel. Thomas McCarthy confirma, como lo había hecho con The Visitor en 2007, que es un director necesario, de esos que apuestan al valor de la palabra. Al igual que Todd Haynes, McCarthy confía en el espectador. No es poco viniendo de Hollywood.
Introducción al catecismo La historia real de un grupo de periodistas del Boston Globe que desenmascaran la trágica realidad del abuso de menores por curas y el encubrimiento de la iglesia católica, reafirma la vocación ética del cine en asuntos sociales, al iluminar un mundo donde las personas se han acostumbrado a moverse entre las sombras. En primer plana regresa la atención a los medios de comunicación y plantea las viejas inquietudes morales sobre qué es lo que se debe mostrar, qué utilidad tiene, a quién perjudica y a quién salva. El énfasis está, por supuesto, en las omisiones. Los personajes no pueden evitar recriminarse por qué no vieron todo esto, los abusos y el encubrimiento, antes teniendo la información siempre a disposición. La sociedad, como siempre, se salva por ser una masa traumada. No se le demanda nada al ciudadano puesto que este es quien ha sufrido los abusos, es para el que todo el trabajo de investigación tiene sentido. El film se centra casi con exclusividad en el periodistas, no muestra demasiado de las víctimas ni de los agresores. Esta focalización en los personajes provoca que tanto la labor heróica como la responsabilidad, la culpa, recaiga sobre ellos. El defecto de esta agenda narrativa es la reducción de las pasiones a la búsqueda de la verdad en abstracto, como si esta fuera algo sólido y definido. No da cuenta de las ambigüedades y conflictos que le son inherentes. Es interesante la presentación del problema de los abusos de curas a niños en tanto es presentado como un fenómeno institucional sobre el cual se puede hacer estimaciones estadísticas. Esto le da tal repercusión al hecho que obliga al espectador a observar las instituciones de su entorno. Definitivamente, esto se inscribe entre los méritos del film. Aun así, En primer plana es un film emotivo y atrapante, que nos brinda un corto paseo por las instituciones y como estas manipulan la información de una forma tan humana que coaccionan los sentimientos de las víctimas y sus relaciones para que olviden, perdonen y sigan con sus vidas. Boston es representada como una ciudad vigilada donde el acceso a la información es restringido, donde lo macabro es permitido y reprimido y, tristemente, conocido por todos. Puntaje: 8
En primera plana nos cuenta la historia real de como un grupo de tenaces periodistas del Boston Globe descubrieron un gigantesco escándalo de abuso de menores y encubrimiento de la arquidiócesis católica, sacudiendo hasta los cimientos de la iglesia católica. La película es un drama elevado por grandes actuaciones (Ruffalo, Keaton, McAdams, Slattery y Tucci), cumpliendo apenas con las expectativas de contar una fuerte historia real de cómo el buen periodismo investigativo puede generar grandes repercusiones en el mundo. Sin una gran fotografía y sin puntos fuertes en un relato predecible, la historia se mantiene en una monotonía visual que va desde principio a fin. Nos presentan este gran enemigo poderoso que es la iglesia católica, pero en ningún momento vemos ese poder de ocultar la verdad a todo costo (la describen como si fuera una especie de mafia), sino débiles intentos de disuadir a los periodistas de que sigan ocultando la verdad. No defiendo a la iglesia (el gran villano en la vida real y también seguro una mafia), sino que en la película no logró mostrar eso. Debo aceptar que esta historia no es nuevo para mí, ya que hace unos años había visto el documental Deliver Us From Evil (Liberanos del mal) de 2006, que trata sobre el padre Oliver O’Grady, que fue re-localizado varias veces en los 70s en un intento de la iglesia católica de ocultar sus abusos a menores. Oscura y repugnante por el hecho de que saber que ese tipo camina libre en algún lado de Irlanda, la recomiendo ampliamente, pero habla del mismo tema escalofriante que En primera plana. Me sorprende mucho que esta película esté nominada al Oscar, pero no sería la primera ni la última vez que la Academia o yo cometemos errores. Puntaje: 6
El deber de decir en voz alta. Cuando el equipo especial Spotlight, del Boston Globe, publicó la ardua investigación que venía realizando sobre los casos de abuso a menores dentro de la Iglesia católica, ésta no dejó de encubrirlos. Los portavoces se negaron a comentar al respecto, y al día de hoy, catorce años después de la aparición del artículo, sigue habiendo cientos de curas que no solo abusan a menores, sino que salen impunes. La pregunta es, entonces, no tanto cómo la investigación fue llevada a cabo sino más bien por qué un grupo de cinco periodistas decidió dedicar más de un año a investigar y publicar el tema. En Primera Plana cuenta la historia de dicha investigación realizada por el grupo homónimo del diario bostoniano. Hacerla implicaba desafiar a la Iglesia, institución de la cual más de la mitad de los lectores del periódico eran fieles. Pero aún así, cuando Marty Baron toma el mando como nuevo editor del diario, no entiende por qué luego del caso de un cura confirmado pederasta y un cardenal que sabía al respecto y lo calló, el diario no ahondó más en el tema. El objetivo, entonces, no será solo dar con los curas pederastas, sino más bien examinar de cerca a una institución tan anclada en la moral como lo es la Iglesia –y por lo tanto, hipócrita– y desenmascarar la impunidad que la misma les da a sus miembros. Un caso puede ser una excepción, un cura, un degenerado, pero cuando toda una institución sistemáticamente encubre sus crímenes y los rota de iglesia en iglesia para que sigan ejerciendo su profesión, eso tiene un nombre totalmente distinto. Es aquí donde la cosa se pone interesante: gracias a la mirada de Baron, la película termina siendo un fiel retrato de cómo debería llevarse a cabo la práctica periodística, especialmente en nuestra época. No es casualidad que una de las primeras conversaciones que tienen Marty Baron y Walter Robison, el jefe de Spotlight, sea sobre la creciente popularidad de internet. Sucede que en la época de la primicia fácil e instantánea, el fuerte del periodismo en papel no es la noticia caliente, sino aquella que está sólidamente construida, sin importante cuánto tiempo tome armarla. Esto habilita a que investigaciones largas y complejas como la de En Primera Plana cobren otra importancia, y a que las verdaderas corrupciones detrás de crímenes aparentemente sueltos e individuales salgan a la luz. Así, la película recorre una investigación atrapante que cuenta con todo, desde escenas donde lo que resalta es lo institucional y netamente político del caso hasta aquellas donde predominan los relatos íntimos de las víctimas de dicha institución. Ambos factores están profundamente relacionados, y la película hace un gran trabajo de encontrar un equilibro entre los datos duros y las caras de quienes se ven afectados por ellos. Tal como la investigación saca a la luz cómo opera realmente la Iglesia católica, En Primera Plana ilustra cómo trabaja un verdadero grupo de periodistas sin ensalzarlos como superhéroes, y cómo lo que más se necesita para realizar una buena labor informativa es una buena cuota de perseverancia y otra tanta de trato humano. En ningún momento se olvida el equipo de Spotlight de que están tratando con víctimas reales de abuso ni las acosan para conseguir el dato más jugoso, manteniendo así la ética del equipo intacta y permitiéndoles realizar su trabajo como corresponde, todo anclado en un elenco fabuloso donde la actuación de Mark Ruffalo como Mike Rezendes resalta sobre el montón. Los periodistas de Spotlight no cambiaron a la Iglesia. Seguro, el cardinal Law, acusado de encubrir el caso del cura que dio comienzo a esta investigación, tuvo que renunciar y el artículo hizo eco en los muchos hogares cristianos de Boston e incluso del país. Quizás hayan salvado a alguna futura víctima, pero no detuvieron el horror institucional que sucede tras las puertas de la Iglesia. Sin embargo, ese no es el trabajo del periodista. El trabajo del periodista es hablar, un acto que suena simple pero puede ser, de hecho, sumamente complejo y doloroso (una de las escenas más conmovedoras es la de Sacha Pfeiffer, integrante de Spotlight, leyendo el artículo con su abuela, una mujer profundamente religiosa que lee perpleja sin saber bien qué hacer). He aquí el por qué de esta investigación: la libertad de expresión es un derecho, pero el no callar ciertas cosas es un deber, y En Primera Plana hace un gran trabajo ilustrando la responsabilidad que conlleva ser el cuarto poder.
FELICES LOS NIÑOS La película de Tom McCarthy dirige sus cañones hacia la protección que la institución -tan parecida a una organización criminal- llamada Iglesia católica dio a sacerdotes que abusaron sexualmente de menores. Una investigación del Boston Globe en 2002. La película es tan sencilla como contundente. Pero expone desde el minuto cero todos los tropos habituales del género de films de investigación periodística – las pistas, las reuniones clandestinas, las lecciones sobre ética, etc. – sin añadir ni un poquito de inventiva. Un guión pulido construye el procedimiento -ese in crescendo estructural que Hollywood hace tan bien pero que ya no sorprende a nadie- y que pese a su convencionalismo narrativo se mantiene por la fuerza de sus actuaciones. Todos el elenco tiene su momento para brillar, especialmente Ruffalo, Schreiber, Adams y Keaton. Al igual que otras películas basadas en hechos similares como “Todos los hombres del Presidente” (All The President’s Men, 1976) o “El Informante” (The Insider, 1999), “Spotlight” apoya gran parte de su intensidad en cómo estos periodistas fueron acercándose a revelar la verdad. El centro emocional del film nunca encuentra su punto exacto y termina deambulando sobre su frialdad. Tal vez el tema y sus víctimas merecían una recuento más viceral.
Lo que esconden ciertas sotanas La denuncia sobre curas abusadores es apenas el disparador de un film laberíntico. La tarea periodística como una de las bellas artes. Personajes contradictorios, entre la fe y el conocimiento. El momento elegido para el estreno enaltece esta pieza. Es auspicioso ver en cartel tantas buenas películas. Que el Oscar las vincule, produce un beneficio mayor. Entre ellas, destaca En primera plana con seis nominaciones. Cuál película obtenga qué galardón, no viene al caso; lo que sobresale de manera grupal es una calidad fílmica mayor, a diferencia de tantos años anteriores. El caso de En primera plana es importante, ya que recrea la investigación periodística del diario The Boston Globe en 2002, dedicada a desocultar la responsabilidad de la Iglesia Católica en el abuso de menores, víctimas de sacerdotes. Su estreno es llamativo debido al momento mediático del que goza la institución. Que un film semejante golpee una tecla tan sensible, lo enaltece. Pero lo que importa, antes bien, es su puesta en escena; es decir, cuánto de cine la película tiene. Y lo que hay, lo que se ve, está muy bien y escapa a la propuesta narrativa que generaliza los golpes de efecto, las vueltas de tuerca (nunca ingeniosas), y la postulación heroica mancomunada. En todo caso, se trata del trabajo de un grupo de periodistas que lidian, por un lado, con la preocupación que significa la irrupción de un nuevo editor (hay posibilidad de despidos); por el otro, con la consecución de una buena historia. Ésta aparece en la sugerencia ‑o encargo‑ del editor en cuestión (Liev Schrieber). Más vale, entonces, que la tarea resulte bien. De este modo, el grupo de investigación Spotlight ‑con "Robby" Robinson a la cabeza (Michael Keaton)‑ se aboca al asunto, mientras inevitablemente indaga en la vida e interiores de sus periodistas y sociedad. Fe y conocimiento como dualidad que el film encarna, para desgarrar a varios. El único sermón del que se escuchan palabras, en plena misa, puntualiza estos términos. Su inclusión es brillante, porque así como alude a la necesidad con la que esas mismas palabras apelan a su feligresía, es también síntesis del debate en el que se inscriben estos periodistas y ciudadanos más o menos católicos, pero nada indiferentes con estos ritos. Es decir, son varias las maneras desde las cuales todos participan del credo: familiarmente, con donaciones, desde la educación, entre amigos; en el marco de una de las ciudades más católicas de los Estados Unidos. Indagar en sacerdotes pederastas no es tema menor. Pero la cuestión esencial del film de Tom McCarthy es otra, más profunda: lo que Spotlight persigue no es la denuncia de unos pocos o muchos curas pederastas, sino la exposición del comportamiento sistemático con el cual el Vaticano los protege. A riesgo de resultar reduccionista, la memoria persigue un único ejemplo similar. Remite a un capítulo de la serie animada South Park, de Matt Stone y Trey Parker. Allí, el cura del lugar se horrorizaba ante la posibilidad de pares pedófilos, de modo tal que llevaba su preocupación al Vaticano, en medio de una especie de congreso católico mundial (con algún extraterrestre incluido). Cuando logra exponer el problema, los asistentes lo abuchean y le gritan que es derecho de ellos el disponer a su antojo de los monaguillos. Un ininteligible Juan Pablo II, con traductor, decía a este cura ingenuo que mejor le consultara a la "gran araña". Hay más ejemplos, entre ellos dos del cine mexicano: el documental Agnus Dei. Cordero de Dios, de Alejandra Sánchez; y Obediencia Perfecta, de Luis Urquiza, a partir del libro Perversidad, de Ernesto Alcocer. Desde ya, una película de Hollywood es garantía de impacto mayor, pero bien viene su notoriedad como para recordar estos otros films, disponibles en Internet. Tom McCarthy, el director, ha expresado en entrevistas la necesidad vital de hacer esta película. Su relación con el catolicismo no le resulta extraña, y su decisión de filmar la investigación de Spotlight hace que la tarea de Robbinson y compañía conozca una sobrevida, tal la masividad del cine. Por otro lado, McCarthy ‑responsable de esa película entrañable que es Visita inesperada, con un excepcional Richard Jenkins‑ es lo suficientemente hábil como para filmar a la luz de otros títulos de construcción parecida, con periodismo y periodistas como telón de fondo. Entre ellos, se ha señalado de manera suficiente a Todos los hombres del presidente. En todo caso, En primera plana actualiza un género cinematográfico así como una época de cine, en donde los periodistas podían ser personajes preocupados de manera ética. Que su plasmación epocal tenga que ver con la crisis supuesta por la irrupción de las nuevas tecnologías y su inmediatez, hace de la película una especie de testimonio desesperado, que apela a la necesidad de investigaciones que profundicen, que sean parte inherente de la profesión elegida. En este sentido, uno de los aciertos mayores radica en la habilidad con la que el film decide ocultar a familiares y amigos, dejándolos fuera de campo. Los periodistas de Spotlight están tan sumidos en lo que hacen que cualquier referencia a sus vidas cotidianas no hace más que entorpecer el trabajo. Tal es la obsesión. Tales con, también, los problemas aparejados, que apenas se atisban. Que la construcción de estos periodistas resulte, tal vez, "estereotipada" no hace más que remarcar la habilidad de sus intérpretes (Mark Ruffalo, Rachel McAdams, Brian d'Arcy James). El cine de Hollywood es, históricamente, estereotipado. Los periodistas no pueden serlo menos que los cowboys. El lugar común es importante, más vale manejarlo bien. Así, no faltará el "informante" sustancial, aquél que cumpla el rol del otrora "Garganta profunda". Tan importante como esas reuniones de pareceres contrariados, las horas y horas de lectura, y la sapiencia que guardan los libros ‑hay datos que están allí, no en otra parte‑. Además, los periodistas no son santos tampoco (mucho menos los abogados). En primera plana conserva, en este sentido, un cariz autocrítico que agrega valía a su propuesta.
El periodismo heroico “En primera plana”, uno de los estrenos de cine de esta semana, es una historia que narra la investigación de cuatro trabajadores de prensa de un diario que logran desenmascarar más de 600 casos de abuso sexual a niños por parte de sacerdotes. En la fina línea entre la ficción y el documental se encuentra “En primera plana”, filme que narra la investigación de cuatro periodistas del diario Boston Globe que desenmascaró más de 600 casos de abuso sexual a niños por parte de sacerdotes, hechos que la Iglesia, sistemáticamente se encargó de ocultar. Con trascendencia mundial, la nota periodística que realizó el grupo de “Spotlight” se transformó en la más vendida del medio y en ganadora del Premio Pullitzer, que galardona lo más importante del periodismo. Un editor nuevo en la empresa, Marty Baron (Liev Schreiber) le propone al coordinador Walter Robinson (Michael Keaton) trabajar sobre unos casos de abuso junto a su grupo, Mike Rezendes (Mark Ruffalo), Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams), y Matt Carroll (Brian d’Arcy James). Cuando comienzan a cerrarse puertas y adentrarse profundamente en otras, los periodistas descubren que están tratando con algo más grande que sólo unos casos aislados, debiendo probar que en realidad el encubrimiento llegaba por la parte más alta de la institución más grande que existe, la Iglesia Católica. Narrada con gran minuciosidad sin perder de vista las interpretaciones de buen calibre (Keaton, Ruffalo y Mc Adams), “En primera plana” es, más allá de su impronta documental, un thriller dramático que no descansa y tiene cualidades hipnóticas a medida que se suman los casos y la impotencia se apodera del espectador.
Crítica emitida por radio.
GOLPEANDO A LAS PUERTAS DEL CLERO En primera plana aborda uno de los temas más polémicos de los últimos tiempos: la pedofilia y los abusos en la Iglesia Católica. Con elegancia y una potente puesta en escena Tom Mc Carthy narra el proceso de una investigación de abusos en Boston. Tom Mc Carthy, director y uno de los guionistas de En primera plana asume uno de los primeros problemas de la reflexión teológica y filosófica: el conocimiento versus la fe. Esta cuestión atraviesa la historia del pensamiento desde los orígenes de ambas ciencias, ha motivado Concilios, Encíclicas, todo tipo de publicaciones hasta tener en esta película una interesante propuesta cinematográfica. Uno de los grandes fuertes de Mc Carthy es la puesta en escena. La decisión del realizador de entregar su guión a potentes actores como Michael Keaton, Mark Ruffalo, Rachel Mc Adams, John Slattery, Stanley Tucci, Liev Schreiber, Brian d’Arcy James para que representen la parte de “conocimiento” del binomio planteado anteriormente es uno de los aciertos. El grupo de periodistas del Boston Globe se mueve en el edificio donde funciona la redacción de Spotlight, ese reducto de periodismo de investigación de donde saldrá el escandaloso informe de los casi cien curas pedófilos revelados en su artículo. Los espacios interiores (así como el vestuario de los personajes) parecen amalgamados con la austera estética del diario, ambientes con pocos colores, sobrios, sin mayores protagonistas que los antiguos monitores de tubo y los indispensables teléfonos de línea en cada escritorio. La parte trascendente del binomio presenta algunos problemas: ¿cómo mostrar la fe que aparece quebrantada por la acción delictiva de estos curas que abusaron sistemáticamente de los niños y niñas de esa ciudad (y no sólo de esa ciudad y no sólo niños y niñas)? Las pocas escenas en exteriores que representan la búsqueda de testimonios, la salida a la luz de los delitos que fueron tapados, camuflados, negados por la Iglesia y la justicia. Sacha Pfeiffer (Rachel Mc Adams) entrevista a una de las víctimas en las afueras de la ciudad, se encuentran en un bar pero ante la incomodidad que surge de la violencia de lo que le relata el testigo, deciden salir. Se sientan en una plaza para continuar el diálogo y detrás de ellos se ve una iglesia. Ladrillos, puertas cerradas, una cruz. Ese símbolo salvador acá está aniquilado, aquí la Iglesia no salva y está demostrado en la puesta en escena. En otra oportunidad, Sacha acompaña a su abuela a una Misa, plano de ellas sentadas escuchando el sermón, contraplano del cura que dice (equivocado, como la mayoría de las homilías por la deficiente formación del clero) “conocimiento es una cosa fe es otra”. San Anselmo de Canterbury entre el 1077 y 1078 escribió el Proslogion, en el final de su primer capítulo reconoce las dificultades para encontrar la imagen de Dios en él. El ser del hombre, según Anselmo, está deteriorado por la acción de los vicios, por el pecado, en categorías contemporáneas por el límite humano, por esa corrupción, esa humildad, con la que fuimos creados. El capítulo termina con el famoso círculo anselmiano que surge del deseo de comprender la verdad, aunque sea imperfectamente, esa verdad que el corazón de Anselmo cree y ama: “creo para llegar a comprender, creo, en efecto, porque si no creyere, no llegaría a comprender”. Los casos de abuso motivaron que Benedicto XVI pidiera disculpas públicas y quitase a los curas la eximición del juicio penal por delitos como este. En primera plana no ahonda en lo que representó para la Iglesia la exposición pública de estos casos pero retrata con certeza lo que provoca un delito como el abuso cometido por un cura en un niño y los manejos internos que corresponden más a una multinacional que a una institución salvadora. La investigación del grupo de periodistas de Spotlight es un ejemplo del problema que planteaba Anselmo, son tristes, condenables y devastadoras las categorías contemporáneas que adquieren esos vicios y corroboran la vigencia de que cuando un hombre no sale de sí hacia el otro con amor, sólo se encamina a la destrucción. La narración pone la fe en el ejercicio del periodismo. La otra fe en la polaridad “conocimiento” y “fe”, no está profundizada y eso quizá sea el punto débil de la película, porque encaminados en la comprensión de la realidad humana y de la trascendencia, esa fe, esa fidelidad puede enfrentar reformas y poner luz sobre la oscuridad. Y esto es en definitiva lo que movió a esos periodistas: el deseo de verdad que sus corazones creen y aman.
El poder de las palabras En la comedia “El diario” el personaje de Michael Keaton ordenaba “¡Paren las rotativas!” para poder cambiar una tapa, mientras se daba el gusto más grande de su carrera de periodista. Keaton vuelve a interpretar a un periodista, y esta vez su personaje, Walter Robinson, es el responsable de llevar a la tapa del diario Boston Globe uno de los escándalos más grandes de la iglesia en Estados Unidos en la película “En primera plana”, candidata a seis premios Oscar, incluido mejor director para Tom McCarthy. El filme reconstruye el caso real, con sus nombres reales, de la investigación que realizó el equipo de Spotlight que dirigió Robinson en el año 2000 sobre casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes de Boston. El diario ya había cubierto la noticia, pero tuvo que llegar un nuevo editor para encontrar la verdadera dimensión del drama. En el camino se desvela la connivencia entre el poder político, la Iglesia y algunos abogados. Con una reconstrucción impecable de la época y las actuaciones de un elenco eficaz, McCarthy, al estilo sobrio de Alan Pakula en “Todos los hombres del presidente”, presenta los hechos sin estridencia, revelando las pruevas, exponiento las razones de unos y las culpas de otros. Recomendación: no levantarse hasta los títulos del final. Allí, entre los nombres de ciudades de todo el mundo, hay siete menciones a Argentina.
Héroes para los corderos Boston seguramente sea la ciudad más católica de los Estados Unidos. Y allí, en un país de mayorías protestantes, tal vez sea una de las localidades más católicas del planeta, al menos al nivel confesional: para esos descendientes de irlandeses, la religión es algo omnipresente, reforzado permanentemente; algo que sería abrumador para el católico argentino promedio. Es el mundo que el cine ya exploró desde otras perspectivas, en cintas como “Desapareció una noche”, “Río místico” o “Los infiltrados” (“La duda”, de John Patrick Shanley sobre su propia obra, está ambientada en Nueva York, pero seguramente llegará a la mente del lector en cuanto ahondemos en la temática). Ciudad de Dios El diario principal de la ciudad es The Boston Globe, con una impronta localista (todos los diarios, los grandes y los pequeños, llevan el nombre de la ciudad en la que se editan). Pero todo cambia, y desde 1993 es propiedad de The New York Times... en un proceso de transformaciones que no hizo más que acelerarse con la aparición de Internet. En ese contexto, llega como editor ejecutivo Marty Baron: oriundo de Florida, judío (casi tiene la marca de la kipá en el pelo), soltero y para nada amante del béisbol, o sea una especie de alienígena en el “pequeño pueblo” que es la capital de Massachussets. Cuando todos temen (como siguen temiendo los periodistas en miles de diarios alrededor del mundo) que venga con recortes, se le ocurre tirarle una denuncia sobre un cura abusador al equipo Spotlight, un grupo liderado por el “técnico y jugador” Walter “Robby” Robinson. Justo los que parecían tener todos los números comprados para ser recortados: ¿quién tendría cuatro personas para investigar full time con plazos de un año para publicación? Si Baron entra a los libros de historia, será por esos dos gestos: abrirse a una idea que a ninguno de los locales se le ocurrió antes (“hacía falta un outsider”, dirá el abogado Mitchell Garabedian) y apostar a la calidad y la inversión en tiempos de información fácil, apoyando a los investigadores junto al editor Ben Bradlee, Jr. Así, Robinson (un tipo respetado en “la comunidad”) lidera al peculiar team integrado por el indómito Mike Rezendes (el paradigma del “periodista heroico”, el que todavía se indigna por las cosas), la activa Sasha Pfeiffer y el cansino Matt Carroll en una búsqueda que empieza a abrirse más y más, hasta que “pimponeando” ideas con Baron se dan cuenta de que no es un cura o dos, “manzanas podridas” de las que el arzobispo tendría algún conocimiento, sino de que es “el sistema”: un entramado en la Iglesia, gestado desde altas jerarquías, para encubrir abusos de menores, trasladando y “rehabilitando” a esas “manzanas podridas”. El resto es historia, y salió en la primera plana del Globe (“El periodismo es la primera versión de la historia”, reza el apotegma de Bill Kovach, a fin de cuentas). Bajo las cúpulas La puesta visual de Tom McCarthy y el director de fotografía Masanobu Takayanagi es es austera pero de gran eficiencia: un poco de cámara en mano, lo suficientemente sutil como para que el espectador se olvide de ella y se meta como un participante más, los filtros para darle un look vintage a la imagen, casi de Polaroid, como para recordarnos que esto pasó hace unos años, tal como muestra la cuidada reconstrucción de época (15 años es un plazo donde alguno se puede confiar en la memoria; y en lo que hace a computadoras en un escritorio, un año es una eternidad de diferencia). Como decíamos, todo está ajustado al manual, para dar aspecto de que “esto pasó” y “pasó hace unos años”. Pero la grandeza está en los detalles: en los grandes encuadres, donde las cúpulas eclesiásticas se elevan por sobre los pórticos de los entrevistados, o en los planos más cortos, donde un crucifijo asoma en el cuello de una víctima. Todo refuerza un clima opresivo, como si uno no pudiese transitar por esa ciudad sin toparse un segundo con la Iglesia Católica. Clima que encuentra su clave sonora en la banda sonora compuesta por Howard Shore, una de las más “presentes” en la acción de los últimos tiempos, y una de las más pianísticas desde el score de Michael Nyman para “La lección de piano”. Luces y sombras Nada sería posible de todos modos sin los intérpretes adecuados, un ensamble que funciona sin aplastar las individualidades. Lo de Mark Ruffalo es sorprendente como siempre: su gestualidad es rica en matices, y su Rezendes tiene dimensiones épicas. Del otro lado, Michael Keaton transmite todas las dudas y culpas de Robinson, sus palabras no pronunciadas. Y Liev Schreiber asombra al salirse del villano detestable que la industria suele pedirle para entrar en un personaje medido pero con sus propias dimensiones. John Slattery demuestra que es un buen actor (ya pintaba cuando apareció en la serie de culto “Ed”) con su Bradlee, otro que parece tener la careta de villano en algún momento. Rachel McAdams vuelve a ponerse en la piel de una periodista tan inquisitiva como empática, heredando su rol de “Los secretos del poder”. Y Brian d'Arcy James aporta lo suyo para el preocupado Carroll, “el hombre común” dentro del equipo. Por supuesto, a Stanley Tucci le alcanzan unos minutos en pantalla con sus reconocidas dotes para darle multidimensionalidad a Garabedian. Hay muchos secundarios muy logrados, en manos de Jamey Sheridan, Billy Crudup y Paul Guilfoyle. Los profesores de periodismo tendrán ahora una nueva cinta para intentar motivar a los alumnos, como se quejó Leonardo Haberkorn en un artículo reciente. Quizás alguno pueda entrar en la mística de aquellos tiempos en que alguien podía esperar la salida de un diario como si fuese una bolsa de bizcochos recién horneados, con la esperanza de encontrar en la primera plana una ventana a los entresijos de la historia.
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Por su calidad y entereza justifica las 6 nominaciones al Oscar Los protagonistas de esta historia, basada en un hecho real, son los periodistas del equipo Spotlight. Una sección del periódico “Boston Globe” dedicada a la investigación de casos especiales. En enero del 2002 publicaron un informe sobre el abuso de niños perpetrados durante décadas por numerosos sacerdotes de Boston. Con la ayuda de la Archidiócesis de dicha ciudad esos casos habían sido silenciados, por lo que la investigación de Spotlight destapó el complejo entramado de complicidades que existía entre la más alta cúpula de la iglesia y buena parte del poder judicial. Las publicaciones del “Boston Globe” pusieron en estado de alerta no sólo a la comunidad católica de la ciudad de Boston y de EEUU, sino que el caso tuvo resonancia a nivel mundial. Se advierte que a continuación se revelan detalles argumentales: a) - Estructura Dirigida por Tom McCarthy, con guión de Josh Singer y el mismo McCarthy, “En primera plana” tiene un ritmo impecable. No hay en sus 128 minutos una escena que se sienta de más o que se eche en falta. Es común que en muchos films que tratan sobre intrincadas investigaciones uno termine perdiendo el hilo de la historia, atosigado por tanta información, o aturdido por la voracidad de una edición rápida dispuesta a compensar los baches de una mala estructura narrativa. Nada de esto ocurre en la película. Por el contrario, el director va dosificando poco a poco la información para que vayamos adentrándonos en la trama, pero más que nada en la forma de trabajar del equipo de investigación. A grosso modo, podría decirse que en la primera hora se nos presenta el contexto: la llegada del nuevo jefe editor habilita a los protagonistas a contar sobre qué trata la sección especial que lleva a cabo Spotlight y ver el funcionamiento general de uno de los diarios más antiguos de EEUU como el “Boston Globe”. Luego se anexarán datos sobre la línea investigativa a seguir, y aparecen los primeros testimonios. Ya en la segunda hora la historia se complejiza, se devela información sensible y lo que se creía un caso local que implicaba a unos trece sacerdotes, termina dando con la posible participación de más de ochenta religiosos en casos de pedofilia. b) - Instituciones A medida que los periodistas avanzan en sus averiguaciones se hace necesaria una prueba concreta que avale la investigación para que esta pueda ser publicada. Esa prueba llega cuando encuentran una carta del cardenal Bernard Law dirigida a la familia de una de las víctimas. Sin embargo, el jefe editor Marty Baron (Liev Schreiber) le pide al equipo continuar buscando más datos para que el caso no quede en nombres propios y se pueda demostrar la connivencia de los más altos representantes de la iglesia, tanto para ocultar las denuncias como para proteger a los clérigos pedófilos. Marty, no se ve tentado en publicar una primicia, sino más bien en desenmascarar a toda la institución eclesiástica de Boston, aun cuando ello lleve más tiempo, y se corra el riesgo de no ser los primeros en dar la noticia. Y es aquí uno de los puntos más interesantes de “En primera plana”, porque como indicábamos al comienzo, además de hablar de un caso escandaloso sobre abusos de menores, la realización habla también sobre la práctica y la ética periodística; plantea en cierto sentido la ambivalencia del periodismo entre brindar una primicia o ir más allá y tener una función social. El “Boston Globe” se decanta por lo segundo, y aquí se plantea un sugestivo antagonismo entre una institución privada decidida a buscar la verdad y una institución religiosa dispuesta a esconder los delitos más aberrantes. c) - Casting Mediante un acertado registro naturalista la narración recrea una redacción de principios del siglo XXI, es decir, con computadoras de escritorio, teléfonos de línea, pilas de documentos y teléfonos celulares con tapas y antenas. Una redacción que comenzaba a utilizar las ventajas de la tecnología, pero todavía atravesada por las prácticas tradicionales de tomar notas en cuadernos, echar mano a los archivos en papel y sacar fotocopias. Michel Keaton (Walter Robinson), Rachel McAdams (Sasha Pfreiffer), Mark Ruffalo (Mike Rezendes), Brian d´Arcy James (Matt Carroll), John Slattery (Ben Bradlee Jr.) y Liev Schreiber (Marty Baron) son quienes dan vida al equipo del “Boston Globe”. Se trata de actores experimentados que a medida que avanza el film parecen potenciarse en cada escena con una sobriedad que va en sintonía con el enfoque de la historia. d) - Premios La extensa investigación sobre el caso de los curas pedófilos publicada en enero de 2002 por el “Boston Globe”, le valió a los periodistas que la llevaron a cabo uno de los reconocimientos más importantes del rubro: el premio Pulitzer. “En primera plana”, por su parte, es una de las grandes candidatas de los próximos premios Oscar con seis nominaciones. Entre ellos a mejor película, mejor director, mejor guión original, mejor actor de reparto (Mark Ruffalo), mejor actriz de reparto (Rachel McAdams) y mejor edición.
La historia de cómo el Boston Globe descubrió los escándalos de pedofilia en la Iglesia Católica de los Estados Unidos está llevada con precisión, sin golpes bajos y contando lo esencial. De hecho, parece casi un “documental con actores”, y lo hacen bien porque parecen personas normales, no estelares habitantes de Hollywood. Como lección sobre lo que debe ser el periodismo, es bien ilustrativa y consistente. La pregunta es qué recordaremos cuando pasen un par de semanas.
Argumentaciones e insistencias Spotlight es un poco un anacronismo, una de esas películas que se permiten no tener nada rutilante, ni original, ningún ángulo farolero (insisten con el Oso y Di Caprio, por ejemplo), que se permiten aceptar que carecen de maestría excelsa en su dirección (la de George Miller en Mad Max, por ejemplo). Apenas su tema, la investigación sobre pedofilia por parte de una división de un diario (la Spotlight de título original), tiene algo de rápido reconocimiento, de veloz identificación para ese momento de la decisión acerca de qué ver en el cine. Se la ha acusado de convencional, de telefílmica, del pecado de poca ambición, de apostar a lo seguro. Está claro, Spotlight no es extraordinaria. Es otra clase de película: es gris, es monocromática, sin embargo -o tal vez gracias a esas características- es un tipo de propuesta que se reafirma en su fluidez narrativa, en su capacidad para contar una historia difícil mediante una sólida base de pocos núcleos dramáticos narrativos pero con proliferación de situaciones argumentativas. En Spotlight asistimos a discusiones, a pedidos de información, a decisiones sobre la jerarquización y el valor de las noticias, a puestas en duda sobre lo actuado, hoy, ayer y años atrás. Esas discusiones no siempre tienen el mismo resultado aunque se originen en el mismo pedido -generalmente, rangos diversos de lo que podríamos simplificar como búsqueda de la verdad y búsqueda del ocultamiento de la verdad-. Las situaciones argumentativas se suceden y algunas de ellas funcionan como si horadaran una piedra. Y se ubican en ese material resbaladizo para el cine: los movimientos de una sociedad hacia nuevas definiciones de periodismo, de comunidad, de instituciones y sus fuerzas relativas. La insistencia pueder dar sus frutos, de a poco, a veces sin la urgencia que se reclama, o reclamamos, o que se le pide a un film de formato clásico. Spotlight, en uno de sus mejores logros, conquista y conecta mediante fluidez narrativa la insistencia en charlas y el avance del relato. Para esto, la película dispone una serie de intenciones e intensidades diversas en su motor central: los actores. Mark Ruffalo exhibe una de sus actuaciones más intensas, más llenas de tics, es decir, una de sus actuaciones menos solventes. Como pocas veces, notamos que Ruffalo se pasa del lado de los que nos hacen saber que actuan, de los que quieren anoticiar a los que deciden los premios. A la vez, esta característica se conecta con su personaje: es el que más chances tiene de poner las cosas en funcionamiento por su insistencia, por su pasión, por su molestia. Michael Keaton se desenvuelve de otra manera, de gran atractivo: aprovecha su propia historia como actor, pero no solo en términos de conocimiento acumulado sino sobre todo con los ecos de otro de sus personajes: el Henry Hackett de The Paper (El diario). Keaton hace vibrar la película, electrifica su oficina, su supervisión está enriquecida por ser el especialista en redacciones más allá de este personaje en particular, y no necesita esforzarse en sus gestos. Rachel McAdams es una estrella clásica fuera del tiempo clásico (sentimos que le falta el vestido largo y el cigarrillo con boquilla), y que por vivir en el cine de hoy se olvida de su innegable glamour y nos convence de que es la chica que trabaja en la oficina del subsuelo del diario. Stanley Tucci es una de las grandes reservas de prestancia actoral de Hollywood, un actor que sabe pausar, quitarse los anteojos, ponerse un sobretodo y mirar por encima de un papel que lo tiene tremendamente ocupado y acometer todos esos gestos mínimos con sentidos tan sutiles como claros y esenciales. Pero el mejor de todos en esta película es Liev Schreiber. Schreiber, aunque ha tenido en su carrera actuaciones “actuantes”, aquí encaja con el tono, con el clima, con las nubes de esta película. Detrás de su ropa con poco color, detrás de su barba, de sus anteojos, del cansancio de su mirada, descuella con la capacidad argumentativa de su personaje en circunstancias poco favorables, y así se convierte en el punto sobre el que pivotean los demás personajes. Sus palabras, contenidas, se profieren sin gritar pero firmes, y son escasas pero definitivas. Son las maneras, modestas pero constantes y convencidas, de lo que más pesa en la película: un tipo de cine pensado y ejecutado como artesanía limitada pero constituido de materiales de cierta nobleza.
Es una película coral donde cada uno de los famosos del elenco hace brillar al conjunto (Mark Ruffalo, Rachel McAdams, Michael Keaton, Liev Schreiber y siguen los nombres). Periodistas tratando de encontrar evidencia de una verdad dolorosa: los casos de pedofília en la iglesia católica, ocultados por las altas autoridades eclesiásticas que silencian a las victimas. Muy bien hecha, sostiene el dramatismo y con mucha verdad muestra los vericuetos de la investigación. Valiente y actual.
Periodismo para todos "Spotlight" es una inteligente y potente película sobre el periodismo de investigación que utiliza como trampolín un tema masivo, delicado, super polémico y de interés común como fueron los casos reales de abuso sexual de curas a niños en Boston. ¿Por qué digo esto? Porque si bien esta propuesta del director Tom McCarthy ("Win Win", "The Visitor") está muy bien filmada e interpretada por su reparto, no está centrada en el tema que a priori parece ser el principal, el abuso sexual a niños por parte de personas del clero, si no que es en realidad un historia centrada en el mundo del periodismo de investigación, un tema que de por sí no es muy masivo y atractivo. McCarthy se vale de esta historia para apalancar el relato que realmente nos quiere contar, el de un periódico de Boston que se la jugó para indagar y hacer público un escandaloso secreto a voces que alcanzó escala mundial. Para comenzar diría que no es una película que al público en general le pueda llegar a resultar fascinante, porque justamente el tratamiento que se le dio profundiza sobre el mundillo del periodismo más que en el de la curia. A algunos espectadores podría llegar a parecerle un film un poco lento. Es decir, no es una propuesta tan masiva como puede llegar a ser "El Renacido", "Misión Rescate" o inclusive "Mad Max: Fury Road". Creo que el espectador más habituado a películas dramáticas (no melodramáticas) o del circuito de premios va a estar más a gusto con la dinámica que propone "Spotlight" y va a saber apreciar mejor el logro cinematográfico que se consigue con esta propuesta. Por otro lado, debo remarcar que hay un muy buen trabajo de dirección y actuación, lo que hace que el camino que vamos recorriendo se mantenga todo el tiempo por encima de la línea promedio de entretenimiento y más. La combinación de un excelente timing de filmación, los planos cercanos que toman a la perfección los gestos de los actores, la extraordinaria química entre los intérpretes y la atmósfera de tensión que se crea, juegan un papel fundamental en la calidad de este film, que estoy casi seguro que será el ganador del Oscar 2016 salvo que "The Revenant" de Alejandro González Iñárritu dé un batacazo sorpresivo. Para resaltar las labores de Michael Keaton y Mark Ruffalo. Me encanta esta vuelta gloriosa que está teniendo Keaton en el circuito de los films de primera categoría. En conclusión, diría que "Spotlight" gana muchos puntos por la forma en la que está ejecutada y no tanto por su dinámica de fondo, que se podría decir es más de nicho. La conjunción de un buen guión, buenas actuaciones y excelente dirección hace su magia y probablemente le otorgue el mayor galardón del año. Muy recomendable!
Curiagate. No es un desafío sencillo tener que versionar para la pantalla grande un tema real tan candente y controvertido como el que se trata en el filme, tanto en lo cinematográfico como en lo comercial. No es lo mismo contar el escándalo de Watergate (Todos los hombres del presidente) que meterse con la Iglesia, al menos desde la perspectiva del público. Teniendo en cuenta que una parte importantísima de la audiencia podría a priori rechazar la premisa por sentirse ofendida, Spotlight es casi un milagro, desde su concepción hasta su irrefutable éxito. Enfrentar a la organización más poderosa del mundo y ganar un oscar no creo que tenga precedentes. La película posee una poderosa sofisticación narrativa que combina guion, un reparto impactante y muy buena edición. Sin lugar a dudas todos y cada uno de los involucrados en el proyecto sentían la necesidad impetuosa de contar esta historia y eso se refleja en la cinta, no sólo en la magnífica calidad actoral de sus protagonistas, sino en la película como un todo. La propuesta consta de una armonía inusual, que atrapa y entretiene de principio a fin, generando en el espectador un alto grado de empatía con sus personajes. Spotlight es una prueba contundente de que el cine convencional y sin demasiada parafernalia puede hacer la diferencia cuando hay un fuerte compromiso narrativo y actoral. Por supuesto que por más clásico que sea su estilo, la alquimia de las partes es casi providencial. Esta es una propuesta cuya materia prima principal es la historia y su reparto, y su resultado final es cine de primer nivel. Hay que aplaudir al director, a los actores y a los productores, que se la jugaron y les salió bien, incluso a riesgo de que el espíritu santo conspirara en contra.
La olla a presión que destapó en 2002 la detallada investigación periodística que llevaron a cabo los miembros de la sección "Spotlight" del periódico The Boston Globe sobre las decenas de abusos sexuales perpetrados por los miembros del clero de esa ciudad norteamericana durante las últimas décadas fue el punto de partida no sólo para la publicación de más de 600 artículos sobre el tema que les valieron el premio Pulitzer sino también el inicio del punto de quiebre que provocó una profunda crisis interna y de fe en la Iglesia Católica. Este gran escándalo no sólo divulgó los casos ocurridos en Boston sino que despertó en la sociedad norteamericana la conciencia sobre este tipo de crímenes cometidos por los miembros de la Iglesia al punto que minó la confianza en las instituciones religiosas y varios casos ocurridos, no sólo en los Estados Unidos sino a nivel mundial. Los lectores podrán recordar, entre otros casos que han conmocionado a la sociedad, al cura Julio César Grassi que contó con la complicidad del sistema judicial y la curia local para evitar ir a prisión durante varios años. Lo mismo ocurría en Boston hasta el años 2002 y cuando los periodistas del Globe, todos ellos de raíces católicas, fueron encomiados por su nuevo editor –Marty Baron (Liev Schreiber), de origen judío- para investigar estos hechos, muchos de ellos pusieron en duda su propia objetividad en el tema pero lo afrontaron con profesionalismo hasta descubrir algo que los llevó más allá de las fronteras de su país. En este punto, "En Primer Plana" llega quince años después de que comenzara la investigación original para relatar con lujo de detalles como fue que Walter "Robbie" Robinson (Michael Keaton) y su equipo fueron siguiendo las pistas que terminaron con la impunidad no sólo del clero sino también de toda la cadena de abogados, policías y jueces que los protegía. Más tarde descubrirían con asombro que el paraguas no era exclusivo de los Estados Unidos sino también del Vaticano pero esa es otra historia. El director Tom McCarthy se toma los 128 minutos de película para contar su historia sin contratiempos ni pérdidas de tiempo, en forma objetiva, como corresponde al periodismo. No hay tiempo para historias de vida, sólo para testimonios que contribuyen a la causa. La cinematografía del filme tampoco busca sorprender, con tomas clásicas que no buscan la acción porque no la hay, pero sin desentonar en absoluto. El guión también es un logro ya que abarcar los casi dos años que duró la investigación en el tiempo antes mencionado es muy meritorio. Es más, ni siquiera hay música y cuando suenan algunas melodías casi al final del filme, ahí se cae en la cuenta de que todo se trata de una película pero tan bien contada y actuada que no lo parece. No por nada Mark Ruffalo y Rachel Mc Adams obtuvieron sus nominaciones al Oscar como actor y actriz de reparto, las mismas que hubieran obtenido cualquiera de los otros intérpretes porque "En Primera Plana" es una película en la que todos los actores tienen su tiempo para lucirse, sin privilegios de cartel. En definitiva, esta película se inscribe en la línea de esos filmes que se proyectan en escuelas de periodismo para dar una idea de lo que el trabajo conlleva y en la que títulos como El Informante, Todos los Hombres del Presidente, El Diario y Live from Bagdad (estas dos últimas también protagonizadas por Keaton, que casualidad) que no sólo entretienen sino que también informan y que sin duda se hace merecedora de las seis nominaciones al Oscar que ostenta.
Decía Rodolfo Walsh que “la historia parece una propiedad privada cuyos dueños son los mismos dueños de todas las otras cosas”. En Spotlight, que es mucho más un film sobre la necesidad de conocer la verdad que sobre el periodismo, la frase del escritor y periodista argentino se redimensiona y enfoca en uno de los poderes más longevos de la historia de la humanidad: la Iglesia católica. El Oscar con el que los votantes de la Academia de Hollywood premiaron a la película dirigida por Tom McCarthy es un Oscar no solo a un guión impecable, de relojería y con convicciones cinematográficas poco presentes en el mainstream; es un Oscar al dedo en la llaga de la institución religiosa y su relación directa con el abuso de menores. El film bucea en la investigación que un equipo del diario Boston Globe encaró a principios de 2002 sobre los casos de pedofilia ejecutados y amparados entre 1984 y 2002 por la Arquidiócesis de Boston, en especial por su máxima autoridad, el arzobispo Bernard Law. La trama, montada sobre un texto a cargo del propio McCarthy y Josh Singer (que venía de un muy buen guión para el film sobre Julian Assange The Fifth Estate), avanza al ritmo del trabajo periodístico del equipo “Spotlight” dentro del diario. En un principio el Boston Globe apuntó a un único presunto responsable pero a medida que la labor investigativa iba creciendo, los periodistas se cruzaban con un número de abusadores que se multiplicaba en loop. Spotlight no es un trabajo sobre el periodismo, o sí, pero no apunta a contar el universo de la prensa ni mucho menos describir cómo se trabaja en un diario. Si así hubiera sido es probable que el largo fallara. Porque se muestra una investigación que llegó a buen puerto, y los finales felices en el periodismo son apenas una batalla breve, parte de una guerra por la verdad que nunca termina de completarse. El film funciona, triunfa y cierra su relato con soberbia narrativa y puesta actoral porque la historia que cuenta es sólida, los datos están comprobados y el guión echó mano a la mejor parte de los informes que elaboró el diario. Lo hace sin montarse en la épica de los cronistas (aunque la tienen y es palpable) y para ello elude la tentación de convertir en superhéroes a un grupo de personas que lo que quieren es sacarse el nudo en el estómago que les generó saber que los curas de su ciudad se dedicaban de forma sistemática a violar pibes con la anuencia del Vaticano. Sin título Los editores y escribas del Boston Globe retratados en pantalla son gente con dobleces morales, con sospechas cruzadas, con internas de redacción, con papeles más o menos en regla y con miedos, profundos miedos a que sus peores temores sean ciertos. Ahí es donde acierta la cinta de McCarthy, más allá del casting inmejorable que incluye a una tríada Michael Keaton-Mark Ruffalo-Rachel McAdams en estado de iluminación constante. ¿Será que el único periodismo que arde es el que ilumina? En ese marco, el momento de agradecimiento del Oscar por parte del productor Michel Sugar le dio al film un agregado paratextual que potencia todavía más la razón de ser de Spotlight. Fue cuando lanzó un pedido nada menos que a Jorge Bergoglio: “Ojalá que nos escuchen en el Vaticano”, dijo Sugar y disparó: “Papa Francisco, es hora de proteger a los niños y reestablecer la fe”. Porque, en el fondo, se trata de un film que apuesta a la fe religiosa. Porque si se muestra con letras de molde y tono sorpresivo uno de los hechos más comentados de los que atraviesan a la Iglesia Católica de los últimos 50 años, es que hay un concepto superior: la Iglesia tiene ovejas descarriadas y no un sistema aceitado de abusadores legitimados. Quizá los periodistas del Boston Globe fueran más escépticos sobre la Iglesia como institución (un periodista sin escepticismo es una causa perdida, en Boston, en Buenos Aires o en Beijing). Lo cierto es que el mensaje de Sugar parece cargado de esperanza en ese cristianismo institucional, incluso en el Papa, que no es otra cosa que el jefe responsable de los sacerdotes que violaron y violan la sexualidad de miles de chicos alrededor del mundo, tal como quedó probado en numerosas investigaciones más allá de la del diario estadounidense. ¿Spotlight ganó sus Oscars a Mejor Película y Mejor Guión Original porque denuncia a los curas pedófilos? En parte sí, pero sobre todo recibió su galardón porque apuesta a que la búsqueda de la verdad es posible, aunque sea de a fragmentos y con más pena que gloria.
La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood perdió el domingo pasado la chance de tomar una decisión audaz. Mad Max: Furia en el camino fue el film que más estatuillas se llevó, y que debió terminar la noche con el Oscar a Mejor Película. Pero no. Se sabe que los conservadores votantes jamás se inclinarán por una propuesta vibrante y entretenida. Siempre optarán por un producto más bien solemne, que gire alrededor de algún tema importante. En este sentido, es cierto que Spotlight tenía todas las de ganar. La película reconstruye la ardua investigación desarrollada hacia el año 2001 por un grupo de periodistas del Boston Globe, abocados a sacar a la luz una gran cantidad de casos de abusos sexuales perpetrados por sacerdotes, que contaron con el amparo de las altas esferas de autoridades políticas y religiosas. Si bien en los últimos años, títulos como Vivir al límite y Argo conquistaron la codiciada estatuilla dorada abordando historias sobre emblemáticos conflictos bélicos y diplomáticos; En primera plana va un paso más allá al meterse con una institución milenaria como la Iglesia Católica, y avanzar de manera implacable hacia la confirmación de una tesis por demás áspera: los abusos de curas hacia menores no son hechos aislados sino una práctica sistemática. La Academia no suele meterse con el poder religioso, y menos aún premiar con el galardón principal a una película tan combativa como esta. Ver al productor Michael Sugar sobre el Dolby Theatre el pasado domingo enviándole un fuerte mensaje al Papa Francisco al recibir el Oscar, fue sin dudas un gran plus. "Papa Francisco, es hora de proteger a los niños y restaurar la fe", enfatizó uno de los principales artífices de Spotlight. El premio para el film dirigido por Tom McCarthy es doblemente atípico, porque más allá de su tesón a la hora de revelar uno de los rincones más podridos de la iglesia; es a la vez un relato riguroso que no distrae su foco en subtramas periféricas. En primera plana no necesita introducir ningún romance en la redacción del Boston Globe, ni tampoco presentar escenas de persecución o amenazas estridentes. La integridad de esta historia se sostiene sobre la base de la sobriedad, esquivando golpes de efecto tales como escenas de flashbacks que ilustren los casos de abuso sexual. Spotlight también es fiel testimonio de un tipo de periodismo en vías de extinción. En tiempos en que los portales replican noticias a alta velocidad en una vacía dinámica de copy-paste, esta película nos lleva a un momento de inflexión en las herramientas tecnológicas. Hacia 2001 el fenómeno de internet no estaba tan desarrollado y la investigación periodística aún se basaba en la búsqueda de archivos de papel. Con un dejo de textura artesanal, este es un film centrado en la palabra, que se ocupa de darle entidad y dignidad a todo lo que se dice. Y también es la historia de un grupo de periodistas apasionados, que más allá de las encrucijadas éticas que puedan cruzarse su camino, jamás olvidan que viven por un claro objetivo: revelar a la comunidad esa verdad oscura que el poder tanto se empecinó en ocultar. Spotlight / Estados Unidos / 2015 / 128 minutos / Apta mayores de 13 años / Dirección: Tom McCarthy / Con: Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams, Liev Schreiber, John Slattery, Brian DArcy James, Stanley Tucci y Billy Crudup. En Cinemark y Cinemacenter.