Cuando pensamos en Iron Man se nos viene Robert Downey Junior a la cabeza de inmediato y no es casualidad: a esta altura todos sospechamos que Robert se metió tanto en la piel de Tony Stark que lo vemos disfrutando inmensamente en pantalla. Eso es lo que vamos a ver siempre y eso es lo que siempre se nos da. En esta entrega, Tony está intentando superar los traumas que le dejaron los Avengers. No es sencillo: tuvo que comprender mundos paralelos, aliens, otros superhéroes y hasta dioses. Frente a todo esto, una abnegada Pepper dispuesta a sacarlo adelante pero nuestro golpeado y egocéntrico muchacho no termina de encontrarle la vuelta. Toda la película aparece, entonces, como una confesión en la que cuenta cuando empezaron los demonios que hoy se lo van a comer. Aparentemente las irresponsabilidades de antes nos dejan un presente caótico y será él quien tendrá que limpiarlo. Él por sobre todo, no el traje. Con esto tenemos una vuelta a la esencia del héroe, cuando todo lo demás se termina. El supervillano no será otro que Guy Pearce como este genio que termina convirtiéndose en la peor versión de la ciencia y que creará armas terriblemente parecidas a los T-800. Sí, señoras y señores, por momentos uno juraría que está viendo Terminator pero, en ¿Qué gana? Terminator no contaba con Tony Stark. También es cierto que gana desde el punto de vista en el que Pepper ya no es una simple damisela en apuros (si es que alguna vez lo fue). Crece frente a nosotros como esa mujer de armas tomar, dispuesta a enfrentarlo y a decidir donde la mayoría se tiraría para atrás. Don Cheadle también vuelve a aparecer como el amigo militar que ya nos encantó en la segunda entrega y, así, todo va encajando. En argumento y en construcciones individuales, ninguna de las aventuras de nuestro hombre de hierro quedan fuera. Con un guión plagado de gags tan bien articulados jugando un poco con el rol de superestrella más que la del héroe de capa y espada, cualquier situación lacrimógena se convierte en un festín y es que ser el bueno, para Stark significa pasarla bien. Visualmente, tiene grandes efectos. Es una pena que el 3D no llegue a ser tan bueno como el de Avengers por momentos (hay que recordar que fue pasada al 3D y no filmada en él) pero es toda la carne al asador: batallas aéreas, explosiones por miles, hologramas de todo tipo de tamaños y colores. No queda ningún as bajo la manga ni ningún Chroma Key por usar. Pero es exactamente lo que vamos a ver. Esta entrega vuelve a las bases y a la esencia del personaje como cierre de una primera etapa y es que cuando todo lo demás falla (situaciones demasiado vistas o demasiado predecibles), siempre lo que hace la diferencia es él. Y por eso lo amamos.
Es más de lo mismo... pero me gusta Nota: Esta reseña, creo (espero), está libre de spoilers, al menos no cuenta nada que no se lea en la sinopsis de cualquier sitio o se vea en el tráiler. Pero no me hago responsable si alguno se enoja por alguna mención que consideren inconveniente. Están avisados… La de Iron Man ha quedado como la saga cómica de Marvel. Por supuesto, están las escenas de acción, las desventuras del millonario Tony Stark y su superhéroe ferroso, y los malvados de turno, pero con Robert Downey Jr. al mando la cosa tiene que pasar inevitablemente por el humor. En este sentido, Iron Man 3 no defrauda y, al mismo tiempo, tiene algo de déja vu. Es que todo está concebido aquí para el histrionismo de R.D. Jr., para un ego-trip que -por suerte- deja bastante espacio para la autoparodia (porque el personaje es conciente de su megalomanía y su egocentrismo y se permite burlarse de sí mismo). Lo bueno es que con R.D. Jr. en cámara en el 99,9% de las tomas ese “más de lo mismo” que se puede apreciar aquí es un encantador despliegue de sobreactuación controlada, de sonrisas compr`doras y de canchereadas que buscan la complicidad permanente del espectador (ah, también baila mientras se va calzando la armadura). No será un talento como Joss Whedon (que también sacó provecho del carisma de R.D. Jr. en The Avengers: Los Vengadores), pero lo de director Shane Black (que venía con un solo antecedente en la realización con Entre besos y tiros y con los galardones de haber sido guionista de la franquicia Arma mortal) es aquí más que digno tanto en la escritura de la historia como en su trabajo en escenas de acción y comedia. La película arranca con un prólogo ambientado en la ciudad de Berna, Suiza, en 1999. Allí aparecen quienes serán las incorporaciones principales de esta tercera entrega: el despiadado Aldrich Killian (Guy Pearce) y la morocha Maya Hansen (Rebecca Hall), quien ya en la actualidad conformará el triángulo junto a la rubia Pepper Potts (Gwyneth Paltrow) y a Stark. ¿Y qué otras novedades ofrece este tercer film? Un mayor protagonismo para Paltrow (tanto en lo romántico como en lo físico), un hilarante personaje a cargo de Ben Kingsley, un niño que será el aliado perfecto para Stark, y varias buenas set-pieces, como la de la destrucción de la casa del protagonista o la de los múltiples Iron-manes. Puede que algunos elementos se repitan demasiado (las alusiones al insomnio y a las pesadillas de Stark), pero en general las poco más de dos horas del film se disfrutan moderadamente (no es cuestión aquí tampoco de entusiasmos desmedidos). Quizás mi puntaje sea un poquito exagerado, pero después de una maratón de 10 días de películas “difíciles” en el BAFICI, algo así, bien pochoclero, resultó como un bálsamo, una cura, una desintoxicación (ojo, amo el BAFICI y su propuesta, pero después de 40 films seguidos…). Para el final, el final: sí, quédense a padecer los 8 o 10 minutos de créditos de cierre con los miles de especialistas en CGI que participaron del rodaje porque después hay una simpática escena humorística con un invitado especial. Es todo lo que voy a decirles. No quiero hacerles perder el disfrute…
Más prototipos y una trama engañosa Con una trama que comienza en 1999, el tercer eslabón del superhéroe de Marvel, Iron Man, desembarca en la pantalla grande para entregar esta ¿última? aventura que pone en peligro el mundo personal de Tony Stark (Robert Downey, Jr.) y la estabilidad del poder político en los Estados Unidos. En Iron man 3, dirigida por Shane Black, quien acredita una extensa carrera como guionista más que como realizador (y con un papel nuevamente a cargo de Jon Favreau, responsable de los dos films anteriores) se da por muerto al millonario luego de un brutal ataque a su mansión. Con la ayuda de un niño, tendrá que luchar contra peligrosos enemigos, uno que conoció en el pasado (Guy Pearce), un experto en ingeniería genética, y otro, un terrorista internacional conocido como El Mandarín (Ben Kingsley) que maneja las comunicaciones, tiene el control y elimina a sus prisioneros sin dudarlo. La trama tiene en esta oportunidad matices más interesantes que los de las entregas anteriores (Tony Stark lucha como un héroe solitario en busca de su armadura,) una galería de personajes amenazantes con superpoderes y una vuelta de tuerca que seguramente sorprenderá al espectador. Esta superproducción acumula ataques terroristas (poco acordes al momento que vive Estados Unidos en la actualidad), el secuestro del Presidente, la presenca del comandante James Rhodes/War Machine (Don Cheadle) que pelea codo a codo con el protagonista y la aparición de más prototipos diseñados para las misiones peligrosas. Con todos los artilugios técnicos que uno pueda imaginarse, las situaciones se despliegan ante los ojos del espectador con suma eficacia y en vertiginosas escenas de acción. Y hasta se permite con humor alguna referencia a Los Vengadores. Iron Man 3 muestra además a la científica Maya Hansen (Rebecca Hall), una ex novia de Tony y a Gwyneth Paltrow, otra vez en su rol de Pepper Potts pero con más protagonismo que en las realizaciones anteriores. Las secuencias más atrapantes: el ataque a la casa del millonario; los tripulantes en plena caída libre luego de que el avión es secuestrado y un gran final en medio de grúas y containers con el Presidente casi crucificado colgando de cables. Y para los fanáticos: no se levanten de las butacas porque después de los creditos...
El Hombre de Hierro Asciende Tony Stark, el excéntrico millonario interpretado por Robert Downey Jr., regresa a nuestros cines con la tercera entrega de Iron Man. Ya sin Jon Favreau en la silla de director pero con la labor del promisorio Shane Black este film llega para abrir la Fase 2 de Marvel, esa que tendrá las segundas partes de Thor, Capitán América: El Primer Vengador y Los Vengadores y el debut de Guardianes de la Galaxia. Iron Man 3 se vuelve a centrar en el querido Tony Stark para contarnos cómo deberá enfrentarse a una potente amenaza llamada El Mandarín, que busca por todos los medios sembrar el caos en los Estados Unidos y de paso destruir su reinado. Mientras combate al poderoso enemigo de origen desconocido deberá intentar superar las secuelas psicológicas que le dejó el cruento enfrentamiento que tuvo en Nueva York cuando Loki y su la flota Chitauri intentaron dominar el planeta Tierra. La franquicia Iron Man pedía a gritos que soplaran vientos que la encaminaran, ya que su segunda parte significó una entrega mucho más rimbombante pero menos coherente en comparación con la estrenada en el 2008. Iron Man 2 no es del todo redonda no sólo por no conseguir desplegar una tensión que ponga realmente en peligro a Stark, y que por consiguiente signifique el paso con un compromiso mayor con el visionado de la cinta, sino también por no centrarse, al igual que en la primera parte, en desarrollar aún más la pomposa y atrapante psicología de ese egocéntrico millonario. Es que si hay algo que distingue a Iron Man del resto de los superhéroes es su desprecio por la figura clásica heroica de mantener su identidad en secreto y la de anteponer el alimento de su ego en el reconocimiento y admiración de su público. Dicho esto hay que decir que Iron Man 3 es brillante, se hizo todo bien. Y ahí entra la figura de Shane Black como reemplazo de Jon Favreau (que vale reconocerle marcó el camino en el pasado) para volver a dotar a la tercera película de esa mística que en el film de hace 3 años se había empantanado un poco. Es que Black aprovechó y potenció el principal lineamiento del comienzo de la franquicia, pero a eso le sumó su pirotecnia visual y una narrativa al palo que sirvió para revitalizar a Iron Man 3 y quitarle el mencionado sinsabor del pasado. Por medio de la informal y canchera voz en off amplificada por la estética pop, los bellísimos y potentes ralentis, los saltos temporales, la moderna puesta en escena y las ampulosas piezas musicales, que remiten en parte a la ópera prima del realizador llamada Entre Besos y Tiros (Kiss Kiss Bang Bang), Shane demuestra que a pesar de la poca experiencia en la dirección su firma se encuentra más que presente. De hecho este film está mucho más emparentado a un thriller de acción con muchos tintes puros de comedia, con giros narrativos sorpresivos y personajes cuyas apariencias engañan, que a una película de superhéroes hecha y derecha. Una de las claves en la perfección de Iron Man 3 se da en aumentar la figura de Tony Stark, de hacerla aún más compleja y más profunda. De concentrarse sobre todo en sus conflictos internos. Es decir, de volver a las raíces y volver a centrarse en la figura de este ser supremo (?). La exitosa franquicia ha mostrado a lo largo de sus tres películas que Iron Man es más un rockstar que un superhéroe y esta amplificación en la sensación de idolatría que se da más por la persona que por el individuo sobrenatural con traje metálico es la que logra aumentar con grandes resultados este film. Como bien dice el tío (?) Tony en el film: Iron Man es una parte de su cuerpo. A esa asociación podemos agregarle que Tony Stark e Iron Man son propiedad intelectual y corporal (?) de Robert Downey Jr. El contrato con Marvel venció en el 2008 con el estreno de Iron Man. Es que el actor de Chaplin lleva ambas personalidades dentro de él. Las dos conviven en una simbiosis autoconsciente asombrosa que hacen imposible imaginar otro Hombre de Hierro sin Downey Jr. Gwyneth Paltrow, nuevamente en su rol de Pepper Potts, también crece para dejar de lado la sola labor de ser el ancla que amarre a Stark a la realidad. Ahora es su confidente, su pareja y hasta incluso su salvadora tanto en el aspecto físico como psicológico. Hay un gran acierto, que podría haber sido un grave error según el progreso de la obra (léase Spider-Man 3), en desarrollar en la historia a más de un enemigo con poderes realmente poderosos. Guy Pearce, que por momentos recuerda al recordado T-800 de Terminator, y Ben Kingsley cumplen como villanos del film con infundir el miedo necesario para poner en riesgo el físico de Iron Man, algo que Mickey Rourke y Sam Rockwell no lograron alcanzar en ningún pasaje de la segunda entrega. Iron Man 3 vuelve a mostrarnos en su mejor forma al Hombre de Hierro, un Tony Stark más endeble y palpable y por consecuencia más en peligro. La vuelta a las bases, la frescura y complejidad aportada por Shane Black y la gran labor de Robert Downey Jr. hacen que este film se convierta en una de las más grandes películas de superhéroes que se ha hecho hasta hoy.
Arma Mortal 5 ¿Es Iron Man 3 (2013) el final de una trilogía, u otra iteración de un fenómeno cultural más grande que la suma de sus partes? Algunos querrán compararla con Batman: El caballero de la noche asciende (The Dark Knight Rises, 2012), pero no es particularmente grandiosa o épica, sólo muy divertida. “Empecemos por el principio,” narra la sardónica voz de Tony Stark. Sí, empecemos por el principio. Robert Downey Jr. encarnó por primera vez al Hombre de Hierro en Iron man - El hombre de hierro (Iron Man, 2008). En cinco años le ha interpretado cinco veces: como personaje principal de su propia serie, como miembro de un coral spin-off y como invitado sorpresa al final de otro. Su Tony Stark, alias “Soy Iron Man”, ha ido luchando con sus demonios personales de una película a la vez: contra la frivolidad de su vida de playboy en la primera, contra el legajo de su padre en la segunda, contra su falta de camaradería en la… ¿segunda bis? La cuestión es que Tony sufre de ataques de pánico desde su experiencia de muerte en The Avengers: Los vengadores (The Avengers, 2012), habiendo desarrollado una necesidad a sus trajes de hierro como un adicto a su droga. Y desde que su novia Pepper (Gwyneth Paltrow) se ha hecho cargo de Industrias Stark, Tony pasa sus días inventando nuevas y mejores armaduras en el sótano de su mansión de Malibu. En este contexto surgen dos nuevos enemigos que sacudirán drásticamente la vida de Tony Stark: el industrial Killian (Guy Pearce), que como todo rival de negocios de Tony posee un severo caso de resentimiento y complejo de inferioridad, y el esotérico “Mandarín” (Ben Kingsley), un autoproclamado terrorista sospechosamente parecido a Bin Laden que envía amenazas por televisión nacional, tomando crédito por una serie de recientes bombardeos en EEUU. “Esto no es política, es venganza a la antigua,” dice Tony, desafiando al Mandarín. ¿Lo es? La película no comparte su certeza. Refleja el pánico y la paranoia norteamericana del terrorismo y el mundo exterior en general, y las políticas de estado que llevan a hombres de lata a patrullar el dícese tercer mundo. Tópicos calientes como Medio Oriente, el petróleo, los bombardeos y la “Guerra Contra el Terror” son usados y descartados como quien explota una moda. Pero la trama hace suficientes giros y volteretas como para dirigirse tibiamente en varias direcciones sin tomar ninguna posición definitiva acerca de nada. Una gran influencia estética en la película es Shane Black, que hereda la serie de las manos de Jon Favreau como director y co-guionista. Escritor de las películas de Arma Mortal (Lethal Weapon, 1987), Black convierte la supuestamente más oscura y definitiva película de Iron Man en la más cursi, infantil y pochoclera de la serie. Importa derecho de las películas de acción de los ‘80s: secuaces cómicos e incompetentes, líneas de diálogo a lo Bond, muelles con contrabando nocturno, peleas en bares pueblerinos, escenas en las que Tony y su amigo Rhodes (Don Cheadle) se escabullen como polis compinches, y hasta un niño que se convierte en aliado de Tony cuando éste le enseña a resistir a los matones de la escuela. Tenemos pues los dos hemisferios del cerebro de la película debatiéndose esquizofrénicamente si quiere ser un mordaz comentario sobre la manipulativa “Guerra contra el terror”, o una comedia bastante sonsa pero divertida que reflota todos los tropos de acción de los ‘80s como le gustaría hacer a Los Indestructibles (The Expendables, 2010) si no estuviera demasiado ocupada con su casting. Funciona mejor cuando el hemisferio segundo predomina, terminando por ignorar los esquemas a medio cocer del primero. Iron Man 3 guarda su genialidad para las escenas de acción. El guión se las ingenia para vulnerar a Tony y poner a prueba su creatividad cuando es despojado de su dinero y su tecnología y debe valerse del héroe interno que hay en él sin la parte “súper”. Las mejores secuencias de acción le muestran luchando desesperado, combinando fragmentos de sus armaduras y peleando de maneras que nunca hemos visto pelear a Iron Man. “Esto no es política,” podría haber dicho Tony, “Es una sintaxis de venganza estructurada con semántica política a efecto de entretener”
¿Puede una secuela mejorar a su predecesora? ¿Puede una tercer película mejorar a sus dos anteriores? Iron Man 3 es el ejemplo perfecto de que todo puede mejorar en una franquicia. El Heroe de las mil caras Tony Stark (Robert Downey Jr.) se encuentra en un estado de ansiedad constante luego de los acontecimientos vividos en Nueva York (con los “Avengers”) no puede dormir y pasa la mayor del tiempo en su taller. Luego de algunos acontecimientos no tan agradables y la aparición de un terrorista apodado “El Mandarín”, Tony no tiene otra opción que salir de su encierro y volver a la acción, salvo que esta vez el enemigo es mucho mas peligroso de lo que el se imaginaba. Ahora Tony apartado de la sociedad y de sus trajes tendrá que apelar a todo su arsenal de conocimientos para poder capturar y desmantelar toda una operación terrorista que amenaza al país. La vieja y clásica venganza En esta tercer película Jon Favreau se aparta de la silla del director y le cede el trono al conocido guionista Shane Black (también director de Kiss Kiss Bang Bang, donde ya había tenido la oportunidad de dirigir a Robert Downey Jr.). Uno de los aciertos mas grandes de Iron Man 3 es su guión. Siempre la parte mas interesante del Héroe es la preparación que lo lleva a la gloria, eso tenia la primera parte, cuando Tony se encuentra en la cueva y construye el primer traje. En esta película los guionistas le dan un giro al personaje y lo despojan casi de todo, es en ese momento donde se ve la verdadera astucia de Tony Stark donde deberá probar que no necesita el traje para convertirse en un héroe. Se aprecia que todos los personajes están tratados con cariño y profundidad, ninguno pierde peso frente a otro y todos tienen su justa medida de apariciones. Definitivamente Ben Kingsley se luce en este personaje y hace brillar algo solo con su actuación. La historia guarda varios giros argumentales, fantásticos para el espectador que le gustan los superheroes, sin embargo no creo que los fanáticos terminen demasiado contentos con algunos personajes (tranquilos que no revelé nada, pero podemos discutirlo después de que la vean) ¿Qué se puede decir de la tecnica de una película que tiene en su presupuesto mas de 200 millones de dolares? Nada, básicamente la parte donde estas películas son geniales es en la técnica, el montaje, los efectos y las secuencias, nada esta librado al azar. Uno de los ejemplos perfectos de esto es la secuencia del rescate en el avión presidencial (increíble casi termino parado en la butaca). Lo que si cabe destacar es el no uso de la música de AC-DC, lo que puede significar una separación del resto de las películas de Favreau. Conclusión “Iron Man Tres” (como es el título en realidad) es impecable, tiene todo en su justa medida y eso es lo que la hace buena, no se desbalancea en ningún momento. Cuando un film de este tipo logra combinar de forma casi perfecta el argumento con la técnica se obtienen estos resultados. Tuve la suerte de verla en 3D pero la verdad en un cine digital chico esto no tiene demasiado sentido, ahora, si están pensando en ir al IMAX es otra cosa. Quedense hasta el final de los créditos para ver una escena cortita pero efectiva como Marvel ya nos tiene acostumbrados.
El hombre y la máquina Empecemos por despejar la gran incógnita ¿esta nueva entrega de la franquicia es superadora de la segunda o es más de lo mismo? La respuesta debe dividirse en dos estancos no compatibles y no es caprichoso el número dos para sumergirnos en el universo propuesto en Iron man 3. En primer lugar, estamos frente al capítulo más divertido y entretenido de la saga que sabe en este caso dosificar escenas de acción a todo trapo y donde el 3D post producido no pasa vergüenza, articulando el despliegue visual y el histrionismo del gran Robert Downey Jr, quien ha impregnado de vida propia a este prototipo de acero más allá de la autoparodia sobre su propia y caótica existencia como actor en consonancia con el personaje del excéntrico Tony Stark. Por lo tanto decir que la tercera Iron man aporta desde la historia más de lo mismo no es tan descabellado pero eso no implica reiteración o desgaste porque en este particular momento que atraviesa la saga en el que Jon Favreau se baja de la dirección para que lo reemplace el guionista Shane Black (responsable de las dos primeras Arma mortal o El último Boy scout) por un lado se aprecia mayor prolijidad en cuanto a puesta en escena y por otro una sana madurez y frescura que quitan todo tipo de solemnidad a un drama mezclado con aventura y mucha adrenalina. Decía anteriormente que el número dos cobra un significado importante en este relato desde el punto de vista conceptual porque si hay una idea interesante en la trama, ésa es la de escisión del hombre con la máquina, particularmente del héroe humano y torturado con el superhéroe de traje y armadura invencible. Tony Stark no es Iron man y eso queda evidenciado en el conflicto interno del protagonista, quien no puede sobrellevar sin consecuencias el lastre de su último gran combate junto a Los vengadores. Trauma que detonó ataques de ansiedad y pánico, así como pesadillas que confrontan con los propios demonios internos. No por nada, irónicamente, se introduce la historia a partir de una suerte de confesión donde el propio Tony desnuda sus defectos y se lamenta de sus actos por las consecuencias, tanto de su egoísmo como de su irresponsabilidad ante los peligros a los que se enfrenta. De este modo, el juego de despojarse de sus emociones y de su armadura lo expone como humano más que como personaje; lo confronta con la imagen que transmite su justiciero vengativo (lo aclara desde el vamos aquí) y además lo enfrenta a la proyección de su villano de turno: un terrorista, El mandarín, con más de un parecido a Bin Laden, que Ben Kingsley se encarga de dotar de humor, personalidad y desparpajo, aunque el verdadero antagonista es un empresario científico que guarda cierto resentimiento pasado en la piel del correcto Guy Pearce, dispuesto a atacar las debilidades y las vulnerabilidades del héroe. A fin de evitar anticipos que puedan adelantar sorpresas para una trama que no está bombardeada de giros o vueltas de tuerca forzadas, sólo cabe mencionar que el personaje de Pepper (Gwyneth Paltrow) gana espesura tanto en lo dramático como en lo físico; Don Cheadle se consagra como un gran acompañante y alivio cómico –aunque no le puede ganar la pulseada a Downey Jr- mientras que la incorporación de Rebeca Hall como decodificadora de ADN y de un niño cerebro que entabla una buena relación con el apático Tony y lo reconecta con su chico interior sin caer en sentimentalismos burdos suma elementos atractivos que se acomodan armoniosamente a los acontecimientos. Tal vez el único reparo obedezca a la excesiva duración (cabe aclarar que hay que quedarse hasta el final de los créditos porque se incorpora una escena) en la que por momentos se nota un innecesario alargamiento de escenas que podría haberse evitado. En conclusión Iron man 3 no defraudará a fanáticos y no tan fanáticos, sencillamente por haber logrado amalgamar la alquimia de una película blockbuster para todo tipo de público: buenas actuaciones, guión sólido y buen uso de efectos visuales.
"Un hombre grande con una armadura, si te quitan eso, ¿qué eres?" (Capitán América, The Avengers, 2012) Iron Man 3 comienza con la voz en off de Robert Downey Jr. sobre el plano de las armaduras que estallan ante el ataque. Es una secuencia de mucho significado para abrir la famosa Fase 2 que remite, por un lado, a Kiss Kiss Bang Bang -el antecedente como director de Shane Black-, pero que en un nivel más profundo supone el cierre parabólico a la etapa anterior. La destrucción física de Tony Stark y su posterior conversión en el Hombre de Hierro como inicio de un período nuevo en la industria del cómic llevado al cine, encuentra su contraparte en la gloriosa explosión de su nuevo cuerpo –sus trajes metálicos-, forzada salida del cascarón que obliga al héroe a hacerse un planteo que sacude los propios cimientos de su ser. Se trata del film más personal y humano hasta la fecha dentro del universo Marvel, desde los interrogantes y problemas que al protagonista se le plantean hasta la amenaza que debe enfrentar. Los acontecimientos ocurridos en The Avengers son una constante que aún acechan al personaje, que padece de malestares propios de cualquier humano –terrores nocturnos, ataques de ansiedad, insomnio- pero con raíces en sucesos únicos. La pregunta de Steve Rogers acerca de quién es caló hondo y ya no hay respuesta sarcástica que valga. El guión de Drew Pearce y el propio Black juega sobre este terreno y se lo lleva con inteligencia y equilibrio. Lo primero por el lado de su construcción argumental, la mirada introspectiva del sujeto más extrovertido de todos los superhéroes, lo segundo es por el correcto balance que una película como Iron Man debe tener. La búsqueda profunda de Stark no se confunde con una oportunidad para caer en la solemnidad –algo que se evita por completo- y se mantienen las grandes dosis de humor y autoconsciencia que aporta su protagonista. Mención aparte se llevan las espectaculares secuencias de acción, con un despliegue notable en la escena del avión y, sobre todo, en el combate final. Black y Pearce proporcionan un elemento clave que tanto en la segunda como en Los Vengadores se había perdido: la figura de Tony. Más allá de que en ocasiones se dude sinceramente de su suerte, es la primera oportunidad que hay en la saga de ver al héroe actuar sin el traje. La facilidad con que se quita y pone armaduras o las nuevas formas de controlarlas, dan cuenta de que es el hombre el que hace a la máquina y no al revés –de hecho ni siquiera Jarvis está siempre presente- algo que el realizador se ocupa de distinguir claramente de Rhodes que, aún con un entrenamiento militar, ha llegado a necesitar de Máquina de Guerra más de lo que quisiera admitir. El cuidado con que Marvel ha tejido su entramado y, por el otro rincón, la forma en que Christopher Nolan desarrolló su trilogía del Caballero Oscuro –principalmente la segunda parte-, han elevado al cine de superhéroes a un género completo y no a uno subsidiario de la acción. Con eso en cuenta, Iron Man 3 es un ejemplo de evolución. Si la primera veía la luz en el 2008 al tiempo que lo hacía The Dark Knight, a la saga del Hombre de Hierro le ha llevado unos años más ponerse a tiro con la exploración de tópicos semejantes, pero lo logra. Es que, como en el caso de la saga de Batman que pone al frente a la figura de Bruce Wayne -y paradójicamente tratándose esta de la más excesiva dentro del mundo Stark-, es una película que puede funcionar a un nivel más terrenal. No sólo se desenvuelve aceitada dentro del esquema de los héroes más poderosos de la Tierra, sino que opera perfectamente en lo que es el universo cinematográfico, como un muy buen thriller de suspenso –de esos que engañan y tienen tantas vueltas como se pueda contar- a partir de un personaje extraordinario. De hecho, y a raíz de las elecciones conscientes del propio estudio, Iron Man 3 puede encontrar peor recepción en los fanáticos que en lo que es la crítica o el público en general. Quienes no están familiarizados con los cómics -como quien escribe-, no verán como algo problemático que Iron Patriot no sea otro personaje sino un emblema del Gobierno pintado sobre el metal de War Machine. Sí es más conflictivo un rotundo giro argumental que es tan chocante como fascinante a la vez, un cable a tierra que habla de la mediatización de la sociedad, los riesgos de la propaganda y la demonización del Oriente. Si esto presenta un problema es, principalmente, por la propia autoconsciencia que destila una historia que sabe de la existencia de Thor, del ataque Chitauri y que habla del virus Extremis, pero que traza una línea gruesa respecto al tipo de amenaza al que se hará frente. Esta tercera entrada dentro de la franquicia que se inició hace un lustro no solo ofrece una versión muy superior al héroe tal como se lo veía en la secuela, sino que además, por tratarse de una mirada más compleja abierta hacia otros temas, la convierte en una película incluso más rica que la original. Cuando Jon Favreau llegaba a un techo con sus personajes y subexplotaba al de Mickey Rourke, una de las grandes fallas de la segunda, Shane Black trae un aire de renovación. Cada figura tiene su espacio y desarrollo –aunque Stark nunca se pierda como centro-, y todos ponen el cuerpo. Es, como se mencionó al comienzo de la crítica, una película física. Hay una Pepper Potts que muestra algo de piel, un Aldrich Killian que luce su torso desnudo, un Rhodes en ropa de civil, agentes con miembros cercenados y un Hombre de Hierro que no necesita el traje para mostrarse como tal. Él puede ser un genio, billonario, playboy y filántropo, pero sobre todo es Iron Man. Y este era el film que hacía falta para terminar de entenderlo.
Las grandes películas suelen imponerse con claridad, son evidentes. Iron Man 3 -no solamente la mejor de la serie, sino una de las mejores películas de superhéroes jamás realizadas- revela su esplendor y espesor en muchos momentos. Trataremos de entrar en algunos detalles que desarrollen el entusiasmo sin revelar núcleos argumentales. La secuencia del ataque con helicópteros es una muestra sublime de planificación narrativa; es espectacular, es ruidosa, es violenta, es trepidante, y es todo eso sin renunciar jamás a la inteligibilidad. El movimiento de esta Iron Man -en esa secuencia y en otras con aún más acción como "la múltiple" del final- es movimiento comprensible, y lo comprensible lleva a la fluidez, y la fluidez lleva a que una película de producción gigante, con el peso de millones de dólares invertidos, se mueva con singular gracia, hasta con elegancia. ¿El argumento? Estructuralmente lo de siempre: se avecinan villanos, finalmente llegan, hay que vencerlos. El superhéroe, en este caso el hombre debajo de la piel metálica, o sea Tony Stark, lo tiene todo: belleza, riqueza, frases ingeniosas para decirles a sus robots asistentes y hasta a sí mismo, incluso hasta tiene amor. Pero está inquieto, demasiado adicto al trabajo, con ansiedad enfermiza. Y se viene un villano, o unos villanos: la película muestra el origen de la villanía de esta entrega en una secuencia inicial que transcurre en Suiza en el cambio de siglo, con la voz en off de Tony. Luego volveremos al presente, en el que Iron Man 3 despliega un relato de acción, sí, y también de ciencia ficción (especula con un estadio superior de la tecnología y de la biología). Y además cuenta la regeneración del héroe en travesía probatoria clásica: en un momento hay una clave de western, con el protagonista cargando su "montura" metálica sin poder alguno. Debe reconstruirse, reafirmar su valía sin grandes medios, comenzar de cero. Iron Man 3 también es una película romántica, y cuando es comedia a veces es comedia de acción y comedia de ciencia ficción y, sí, comedia romántica. Y cuando es romántica elige el acercamiento lateral al núcleo del sentimiento: las grandes líneas de diálogo sobre el amor, esas que en cualquier comedia romántica se las dice él a ella mirándola a los ojos, aquí Tony Stark se las enrostra al villano en medio de la batalla final. Ese trabajo de inteligencia fílmica, que evita lo directo y va a lo simbólico, a los desvíos, a las figuras, genera una película de especial solidez en su entramado: la acción se disfruta más cuando está bien enraizada en texturas fílmicas definidas, en sentimientos compartidos, en posibilidades de reconocer deseos, anhelos, voluntades. Los personajes de Iron Man 3 están bien creados, y los previamente existentes están bien profundizados, bien madurados. El director y guionista de esta película deslumbrante es Shane Black, con un solo antecedente como director: Kiss Kiss Bang Bang , también con Robert Downey Jr., un actor que condensa como pocos la sofisticación tensa y la sabiduría de no tomarse nada del todo en serio. Pero Shane Black antes de esa película fue un guionista estrella: Arma mortal , El último boy scout , El último gran héroe . Iron Man 3 es la obra de alguien que puede controlar la pausa y la aceleración de una superproducción de escala global, que puede manejar actores y hacerlos resaltar, en belleza y fotogenia (Rebecca Hall), en posibilidades de transformación (Guy Pearce, Gwyneth Paltrow), en interacción rítmica con el protagonista (el niño Ty Simpkins). De alguien que puede hacernos sentir que es fácil hacer películas así de divertidas, así de ricas (hay múltiples niveles de lectura y múltiples detalles significativos), así de felices. Shane Black ha logrado un espectáculo que piensa, y al hacerlo no ha resignado nada, sino que ha potenciado todo, porque cree en el pensamiento y en el espectáculo, en el humor como mirada y en la grandeza de la acción, en los personajes y en sus anhelos. Porque cree en el cine y en sus posibilidades vigorizantes, tonificantes, vivificantes. Porque cree en el cine como arte fascinante.
La película de superhéroes menos superheroica Antes que nada y después de todo, Iron Man 3 es una nómina de confirmaciones. La primera es que Robert Downey Jr., ese Ave Fénix cinematográfico resurgido de los vapores etílicos hace casi una década, supo hacer de la egolatría irredimible (“Privaticé la paz mundial”) la entronización del Ello y un disfrute en la ostentación de los bienes antes que en su utilización digno de nuevo rico menemista, las bondades del papel de su vida. Se trata de una observación con gusto a advertencia: basta ver a Johnny Depp haciendo de Jack Sparrow en cuanta película familiar aparezca para saber que entre la interpretación lúdica y la explotación mercantilista hay un trecho ínfimo. Lo segundo, consecuencia directa de lo anterior, es quizá que ésta es la única saga de la factoría audiovisual de Marvel que amalgama con fluidez y naturalidad hiperacción digital (aquí hay a borbotones), humor (ídem), desarrollo narrativo y evolución de los personajes. Y encima lo hace poniendo la primera al servicio del segundo y éstos, a su vez, al del tercero y cuarto. La última, que esta tercera entrega es la película de superhéroes menos superheroica de la última década. Tiene su lógica que el reemplazante de Jon Favreau, director de los dos films previos y que aquí tiene un rol secundario, sea Shane Black, el mismo que hace ocho años revitalizó a Downey Jr. con Entre besos y tiros, una buddy movie tan redonda como el formato DVD con el que se editó aquí. Conciente de ese antecedente y la ontología hedonista de Stark, Black pone la película a su servicio. Y el showman, empresario, claro, devuelve las paredes desde la primera escena, donde se lo ve desplegando todas sus cualidades de galante frente a una científica (la pecosa y consecuentemente hermosa Rebecca Hall) con la que tiene intenciones de reunirse no precisamente para discutir sobre el oficio. Pero finalmente lo hará, ya que en la soledad de la habitación ella le muestra un sofisticado sistema que permite, para decirlo a grosso modo, “meterse” en el cerebro y modificar el ADN. Por ahí también anda otro científico (Guy Pearce) con una idea supuestamente buenísima, que sin embargo no consigue que ninguno de los dos le dé bola. O al menos eso parece. Varios años después, un terrorista llamado El Mandarín (un Ben Kingsley gozoso) amenaza sin pruritos al presidente norteamericano en uno de esos videos caseros tan en boga desde el 11-S. Mientras tanto, Stark sigue como terminó Iron Man 2: retirado y viviendo con Pepper Potts (Gwyneth Paltrow), su ex secretaria y actual mandamás del emporio armamentístico. El lector ya podrá suponer que todo lo anterior confluirá más temprano que tarde, obligando al hombre del generador azulado en el pecho a poner manos a la obra. Esto dicho literalmente, ya que él es aquí un híbrido entre la praxis de un McGyver hi tech asistido por un nene de diez años y la sagacidad mental de un Jason Bourne más jodón y con menos pesadumbre. Queda claro, entonces, que la idea de Black es amplificar la tonalidad del hombre metálico mediante la construcción de una película hecha a su imagen y semejanza. Esto es, con la parodia como norma. La decisión tiene su lógica. Al fin y al cabo, el mismísimo Stark deja aquí de lado los traumas paternos y la certidumbre de la finitud subyacentes en las entregas previas para volcarse a un sarcasmo propio de quien ya está de vuelta. Tanto así que el asunto parece erigirse como una contraofensiva a la gravedad habitual de aquellos superhéroes cuyos comportamientos son consecuencia de una habilidad tan extraordinaria como involuntaria e indeseada (léase Spiderman, Hulk, Daredevil, Wolverine, etcétera), con Stark tomándose todo como un gran juego cuyos límites son las reglas impuestas por la tiranía de su voluntad.
El último superhéroe En un mix seguramente soñado por los fans del cine de acción de la era 85/95 (la del Hollywood Blockbuster y sus guionistas estrella, la de Simpson/Bruckheimer y los salarios ridículos, la de Joe Eszterhas y Sharon Stone), la tercera IRON MAN quedó a cargo de Shane Black, un guionista que hizo la gran Gibson (ARMA MORTAL), la gran Willis (EL ULTIMO BOY SCOUT) y que seguramente recuerda a Robert Downey como el actor de AIR AMERICA (ah, the good old times…). Black se llamó varios años a silencio -mejor no preguntar porqué, pero fueron los mismos años en los que Downey también anduvo perdido en la carretera- y volvió como director en 2005 con KISS KISS BANG BANG, título que hace babear a los fans de Pauline Kael y que tuvo, caramba, a Downey de protagonista. Una película de terapia de grupo: “Hola, somos Shane y Robert y hacíamos películas…” Si vienen siguiendo la historia de la producción de IRON MAN 3 sabrán que en un momento hubo una subtrama que lidiaba con el alcoholismo de Tony Stark, pero que el estudio decidió dejar de lado para no proponer demasiados chistes fáciles a los conductores de talk shows nocturnos. Eso se fue, pero ahora a Tony le quedó un ataque de pánico que le viene con todo cada vez que alguien menciona EL LARGO BESO DEL ADIOS. Ok, tal vez no eso, pero se dan una idea. Es una película terapéutica en la que perdés hasta tu casa y en la que el principal villano es alguien a quien mandaste al carajo en los ’90, época en la que no te acordás muy bien lo que hacías… Lo curioso del caso es que si se toman esos blockbusters de la época y se los pone mano a mano con algunos de los filmes de superhéroes de ahora (no todos, claro), el combo de one-liners y persecuciones de IM3 parece casi a escala humana, por comparación. Es por eso que, al menos durante su primera mitad, IRON MAN 3 es casi una película modesta, un intento de volver a indagar psicológicamente al personaje de Stark. El problema es que Downey es un actor impenetrable, con esos ojitos nerviosos llenos de “ansiedad” y con un tono entre canchero/robótico propio de un contestador automático programado para responder sólo con ironías maliciosas. Y no la hace fácil… Si uno logra meterse en su piel y se acomoda a su ritmo de nuevo rico anabolizado cada vez más parecido a Ricky Fort (Nota para extranjeros: un absurdo millonario/TV star argento) entonces podrá tomarse esa primera mitad más o menos en serio, con Stark enfrentado a El Mandarín (Ben Kingsley), villano que cita casi con el manual abierto los Grandes Exitos de Osama Bin Laden y que amenaza con hacer explotar… todo. También está Aldrich Killian (Guy Pearce), un inventor que Stark ignoró en su momento y que ahora vuelve con un plan vengativo de proporciones inimaginadas. Y otros más -sí, a Miss Coldplay le pasan cosas y todo-, pero mejor dejarlo acá… El humor subyacente en todas las IRON MAN previas explota aquí gracias al clásico estilo Black de graciosos comentarios ad-hoc y one-liners temerarios que dejan a Stark como hermano del alma del Martin Riggs de Mel Gibson, otro antihéroe de ojitos nerviosos y entusiastas. Si bien el humor por momentos peca de tópico (en 25 años habrá niños wikipediando qué cuernos era DOWNTON ABBEY), la mayoría de las veces funciona para ablandar ese viaje psicológico post-AVENGERS. En la segunda parte del filme, donde uno teme por la inexperiencia de Shane manejando cosas grandotas que explotan y trajes de lata que se parten, el hombre -y su equipo técnico de centenares de miles- resuelven los enfrentamientos sucesivos de manera bastante espectacular, aunque no necesariamente comprensible si uno todavía sabe diferenciar la izquierda de la derecha y lo que está atrás con lo que está adelante. Pero si hay errores, que no se note, y para eso el Black guionista hace su jugada mejor: saca de la galera todos los buenos chistes de EL ULTIMO HEROE DE ACCION, la parodia sobre el género que escribió allá por 1993, en la Era Paleozoica de Arnold Schwarzenegger, y cubre los baches con un humor descostillante, en la que traslada ese tono zumbón de revista MAD al combate de Stark con sus rivales. Lo que hace con El Mandarín es, en ese sentido, ejemplar. Con una sola escena -brillante, la mejor de la película- se carga a una decena de títulos del subgénero, poniéndolos a la altura de los SUPER AGENTES CONTRA EL CHINO DE ACENTO RARO. Y se carga a la película misma y a los espectadores que la estamos viendo, los que aplaudimos, risueños, que alguien se pueda cagar de risa de la seriedad con la que, últimamente, las películas de superhéroes se toman a sí mismas.
Manteniéndose vivo Downey Jr. pasa más tiempo fuera del traje de hierro, y así puede lucirse mucho más. Ahora pelea contra un terrorista y un científico loco. Sin perder el eje de la aventura, la saga de Iron Man es, seguro, las más divertida o, mejor, la más virada hacia la comedia de las producciones de Marvel. Sin descuidar el aspecto, la forma del cómic -aunque con el héroe de hierro hasta pueda hablarse de estilo cartoonish , de dibujo animado-, Iron Man 3 renueva al personaje con los mismos elementos que lo hicieron exitoso. El empresario y millonario Tony Stark, en la piel de Robert Downey Jr., se ríe de sí mismo, es megalómano, egocéntrico y tan simpático y entrador como decidido a combatir a los malos de turno. Aquí, un genio de la biogenética (Guy Pearce, como siempre, mejor haciendo de malo) y El mandarín, un terrorista a lo Bin Laden (Ben Kingsley, como siempre, mejor haciendo papeles de dos caras). La película arranca en 1999, en la noche de Año nuevo en Berna, Suiza, donde Stark seduce a Maya (Rebecca Hall, la de Vicky Cristina Barcelona, en su primer filme de gran producción) y deja pagando a un científico nerd y cojo (Pearce) que quiere ofrecerle algo. Ya en el presente, el nerd se ha convertido en un galán, que visita las Industrias Stark y tampoco logra convencer a Pepper Potts (Gwyneth Paltrow) de su plan genético. Lo que sigue será mejor disfrutarlo en el cine, con o sin anteojitos de 3D, ya que los ataques terroristas harán que Stark deba recurrir a quien y lo que sea para conseguir su traje, contará con la ayuda de un niño (Ty Simpkins), habrá voladuras de mansiones, escenas con varios Iron Manes y un final a lo James Bond de los años ’70, cuando Roger Moore interpretaba al 007. Pero lo básico en el triunfo de Iron Man 3 es la presencia de Downey Jr. El actor que supo ser Chaplin se la pasa mucho más tiempo fuera del traje de hierro, lo que le da más oportunidades para su lucimiento que cuando el enlatado pelea. Hay lugar para la autoparodia, los ataques de ansiedad que sufre y sus pesadillas recurrentes, y algunas frases con chispa (cuando le refriegan en la cara que apela a un truco barato y una frase cursi, responde que eso sería una acabada autobiografía) sirven para su lucimiento. Con cambio de mando detrás de cámaras, ahora dirige Shane Black, guionista de Arma mortal y también corresponsable del libreto de esta nueva aventura, en la que Jon Favreau -realizador de la Iron Man original y la 2- volvió a reservarse, además del papel de productor ejecutivo, el del jefe de seguridad de Tony, en uno de los papeles más cómicos del filme, El otro... es una sorpresa par descubrir. Lo mismo que la ya acostumbrada escenita luego de los largos créditos del final. Después de ver que las compañías de James Cameron y Peter Jackson -entre otras- hicieron los sorprendentes efectos visuales, llega la yapa que adelanta un filme por llegar. Claro, está contado con el mismo humor contagioso que Iron Man 3.
Ese primer plano de la explosión de los trajes de Iron Man, con la voz en off explicativa del bueno del Tony Stark, que interpreta una vez más a Robert Downey Jr., marcan el tono de la película. Stark se encuentra en un momento de estallido emocional, errante, con ansiedad y ataques de pánico, pesadillas y la relación un poco complicada con Pepper Potts (una Gwyneth Paltrow que parece que nunca envejecerá), definitivamente contrariado, alejado de su empresa. Un conflicto con un terrorista llamado El Mandarin, que hace atentados en USA y termina lesionando gravemente a su jefe de seguridad y amigo Happy Hogan (el gran John Favreau) despiertan y activan a Stark otra vez las ganas de confrontar, el self made man de nuevo hecho superhéroe, acido ante la prensa y a los bifes...
Stark regresa como salvador Miles de efectos y escenas de acción se unen a la ironía con que se cuenta una tercera parte de este héroe que ahora hasta deberá salvar al presidente. Un guiño para los fans. Los fanáticos incondicionales de la saga estarán a sus anchas con el retorno de Tony Stark. Los seguidores de los personajes de Marvel recibirán con alegría la tercera parte de Iron Man. También, los conocedores de los pliegues y replieges formales y temáticos de las películas de superhéroes, se trate de la marca Marvel o de cualquier otra. El desafío, por lo tanto, está en saber qué les ocurre a los otros espectadores. Pues bien, Iron Man 3 es una película democrática, invadida por ideas geniales y otras reiterativas, plagada de acción, ironía y momentos autoparódicos, atractiva de digerir. La fiesta está preparada y su personaje principal, interpretado por el híper carismático Robert Downey Jr. oficia como un perfecto y seductor anfitrión. Con su aspecto canchero, sus dudas existenciales (hasta donde permite un héroe de estas características), su aspecto dual entre ser o no ser Iron Man, sus nuevos enemigos, su novia de siempre (Gwyneth Paltrow), ahora con más protagonismo que en las dos partes anteriores, y su nueva misión de salvar al mundo, incluyendo al presidente. Uno de los ítems en que se beneficia el film está en la dupla de enemigos de Tony Stark o de Iron Man, . Por un lado, el desquiciado y violento Aldrich Killian (Guy Pearce), dispuesto a destruir todo aquello que se le cruce en el camino, como una especie de Terminator de historieta. Pero quien no se toma demasiado en serio, a tono con la ligereza que manifiesta la película, es el chanta que recibe el mote de El Mandarín, encarnado por Ben Kingsley, en clara oposición a su recordado papel de Gandhi de hace tres décadas. En un coprotagónico de peso aparece otra novia de Stark, Maya Hansen (Rebecca Hall), excusa para que Iron Man 3 empiece en 1999 en la ciudad de Berna, en una secuencia que se procesa como disparador argumental de la trama. Destacar una escena de acción en una película repleta de efectos visuales, batallas aéreas, explosiones, hologramas para tirar por la ventana y esforzados rescates en el aire (Iron Man tiene esa misión, que incluye salvar hasta al presidente) es un propósito inútil de cumplir. Sin embargo, la película construye personajes interesantes, la mayoría de ellos a través del guiño y la ironía, buscando complicidad en ese espectador fanático, pero también, en el recién llegado de la serie. En ese punto, la herencia dejada por el director y actor Jon Favreau, ahora tomada por Shane Black, tiene sus réditos estéticos. Un último detalle: una vez que terminan los diez minutos de créditos finales, Iron Man 3 entrega una secuencia que colmará de felicidad a los miles de fans de películas con superhéroes como protagonistas.
De héroes y demonios Una cosa es clara, si un personaje poco popular y casi olvidado hoy es una franquicia exitosa, eso se debe al talento y carisma del actor Robert Downey jr., quien en esta tercera entrega del hombre de hierro se carga el filme más de lo que lo hizo en las anteriores; y esa es la decisión más inteligente que los productores podían tomar. "Iron Man 3" es un vehículo para lucimiento de Downey, que despliega toda su impronta dotando a Tony Stark del desparpajo, humor e ingenio que ya le conocemos, pero en dosis mayores. Porque esta vez no es la armadura la protagonista del relato, sino la capacidad de Stark para sobreponerse a la duras circunstancias a las que es sometido por un sujeto que vuelve del pasado para desafiarlo y destruirlo. También está El Mandarín (Ben Kingsley), pintoresco terrorista que acosa al mundo mientras busca poner de rodillas al presidente de los EE.UU., y con él al sistema tal como lo conocemos. Como si no fueran suficientes frentes que atacar, Stark debe sobreponerse a un grave trastorno de ansiedad que adquirió luego de la aventura compartida con Los Vengadores. La imposibilidad de dormir y los ataques de pánico que pueden sorprenderlo en cualquier momento se le suman a los otros enemigos, más letales, a los que debe enfrentar. "Iron Man 3" ostenta un guión sólido que ofrece varias vueltas de tuerca y un digno cierre de trilogía, además de una buena dirección, excelentes efectos especiales y un elenco en el que además de Downey se destaca el gran Ben Kingsley, en un rol que sorprende. Como es habitual en los filmes de Marvel, al terminar los créditos hay un escena extra, así que no dejen su butaca.
No solo es un traje bonito. Las segundas partes a veces no son buenas, y con Iron Man 2 la ley se cumplió ¿pero quién dijo que las terceras partes no podían, incluso, superar a las primeras? Iron Man 3 es un excelente caso, ya que nos demuestra que hay historias y desarrollos de personajes que merecen ser contados, aunque eso de alguna forma atente al “bien común” ¿Qué quiere decir esto? Que Iron Man 3 no es una constructora, como fueron las anteriores películas, con el fin de llegar a Los Vengadores. Iron Man 3 es una película que ni siquiera trata sobre Iron Man, sino sobre el hombre debajo del disfraz: Tony Stark, interpretado magníficamente por Robert Downey Jr. Luego de los eventos de Los Vengadores, Tony no la está pasando bien. No puede dormir, apenas sale de su refugio, y dedica su tiempo a crear nuevas armaduras. Él está en un momento de dudas y de inseguridades, en donde cree que él ES la armadura y la armadura ES él. Tony se consumió, desapareció, luego de arriesgar su vida para salvar a Nueva York. El problema es que el mundo no está esperando que Tony se recupere, y desde algún lugar secreto, hay un terrorista que está amenazando la seguridad del planeta entero: El Mandarín (Ben Kingsley). Armado con tecnologías que permiten hackear los canales de televisión y enviar sus mensajes al mundo, él está listo para declararle la guerra a Estados Unidos. Tony sigue de cerca el caso, pero su amigo James Rhodes (Don Cheadle), más conocido como War Machine (o Iron Patriot en esta entrega) le pide que se mantenga alejado, que el gobierno está detrás de él. Pero el Mandarin se mete con alguien muy cercano a Tony, con su asistente Happy (Jon Favreau), y ahora la cosa es personal. Mientras tanto, en las industrias Stark, un hombre llamado Aldrich Killian (Guy Pearce), un viejo conocido de Tony, le ofrece a Pepper (Gwyneth Paltrow) el desarrollo de unas licencias para hacer posible Extremis, una tecnología que puede llegar a convertir al ser humano en algo indestructible. Pero Pepper se da cuenta que esto puede ser usado como un arma y decide rechazarlo. Lamentablemente para todos la cosa no quedará ahí. En un mundo lleno de amenazas, y luego de sufrir dos ataques personales, Tony se encuentra solo, lejos de Pepper, y con una armadura que no funciona. Así deberá investigar cómo atacaron a Happy y dónde está el Mandarín. Tony, no Iron Man. Así surge un viaje interno y externo que nos lleva a la mente del empresario/superhéroe. Sus miedos, sus fuertes y sus debilidades; y a traves de este viaje podremos ver qué es lo que cuenta, si el hombre o la armadura. Shane Black, el director, decidió hacer una película de acción con dosis de ciencia ficción, alejándose un poco del relato superheróico al que estamos acostumbrados. Las escenas en las que Tony y Rhodes se meten en la acción sin más protección que su virtud y un par de armas hacen acordar a la saga Arma Mortal (Lethal Weapon) por sus dosis de humor y sus choques de egos, y esto es algo que le hace muy bien al cine de superhéroes, porque lo lleva a otro lugar. No tiene la oscuridad de la trilogía Batman de Nolan, ni la solemnidad del Capitán América o las Superman que vimos hasta el momento. Esto es distinto. El héroe es un hombre con miedo, con dudas y con una actitud despreciable. Y así y todo, nos interesa más qué pasa con él cuando está fuera del disfraz de hojalata que cuando está adentro. Un gran triunfo de Marvel.
Disfruté realmente ver Iron Man 3 durante las dos horas que duró. Me gustó mucho que se hayan concentrado en lo que le pasa a Tony Stark post Los Vengadores y el "episodio de Nueva York" como le dicen. Eso le da a Robert Downey Jr mostrar lo gran actor que es. De lujo sigue siendo su acompañamiento en varios niveles. Creo que el malvado de este "episodio" es muy bueno. Pero no puedo dejar de decir que la película no me sorprendió. El problema es que ya Marvel tiene un nivel de producción que es dificil de superar, pero quizás mal acostumbrado a algunas de estas películas yo esperaba un poco más de Iron Man 3. Y ahí es cuando arranca la duda interna si esta "no sorpresa" está bien. Porque es la tercera... y podría haber ido para abajo y sin embargo no lo hace. Es una muy buena película... como las anteriores. O sea la película cumple, pero fue un episodio más (y nada menos) de Iron Man 3, y a las horas me olvidé que la había visto. ¿Está bien? si, definitivamente está muy bien... pero de malcriado por Marvel les digo "quiero más que esto".
Con algunas abolladuras severas en la armadura Iron Man logró dentro de todo vencer a uno de los grandes villanos de Hollywood como es la satánica tercera película de una saga. Siempre es complicada la tercera entrega de una serie porque por lo general se pierde el foco y se arruinan las cosas buenas que se habían hecho previamente. Superman lo sufrió en su momento con el protagonismo de Richard Pryor en el film de 1981 y Batman con la incorporación de Robin en el primer trabajo de Joel Schumacher con el personaje. Ni hablar de Spiderman 3 de Sam Raimi, que decepcionó a muchos, por citar un par de casos. La tercera película nunca es sencilla y podría referirme a otros géneros también. Mi balance de este esperado estreno es positivo más allá de algunas cosas que no me gustaron para nada y ahora voy a comentar sin quemarles la propuesta. Antes quiero mencionar otra cosa. Shane Black bienvenido a Hollywood otra vez! El director de esta entrega de Iron Man no es muy conocido de nombre salvo por los fanáticos del género de acción. Shane fue el creador de dos queridos personajes como los policías Martin Riggs y Roger Murtaugh de Arma Mortal y además escribió El último boy scout, uno de los mejores filmes de Tony Scott con Bruce Willis y esa joya cinéfila, injustamente castigada por los hombres grises de la crítica como fue El último gran héroe, con Arnold Schwazenegger (sí, banco a muerte esa película). Black debutó como director en el 2005 con un excelente policial negro protagonizado por Robert Downey Jr. y Val Kilmer, Kiss Kiss Bang Bang, que no pasó por los cines argentinos. Es obvio que terminó dirigiendo Iron Man 3 gracias al protagonista de este estreno que lo recomendó, ya que de otro modo jamás en la vida a los productores de Marvel se les hubiera ocurrido contratar a Black. No porque sea malo, sino que no es un nombre al que acuden los estudios con frecuencia cuando buscan un realizador. La verdad que su trabajo en la narración es muy bueno y en esta entrega brinda secuencias de acción espectaculares que están impecablemente ejecutadas. Shane Black entiende bien la acción en el cine y acá hizo un trabajo fabuloso donde inclusive lleva el conflicto del argumento con más suspenso que los trabajos anteriores de Jon Favreau (muy loco como engordó recientemente). A nivel técnico Iron Man 3 es genial, pero lamentablemente no puedo decir lo mismo del guión, donde el director también tuvo su responsabilidad. Mi problema concreto con esta película es lo que hicieron con El Mandarín que resultó completamente decepcionante y bochornoso. Para que se entienda. El Mandarín es a Iron Man lo que el Guasón a Batman. En otras palabras, su enemigo más groso que merecía otro tratamiento. Nos referimos a uno de los villanos más importantes en la historia de los cómics de Marvel. Hace dos películas que se lo venía esperando y cuando finalmente lo incluyeron en la trama uno se encuentra con esto que hicieron y la verdad que no me gustó para nada. Es complicado porque no puedo extenderme más en esta reseña con el tema. Simplemente expresar que no puedo comprender lo que quisieron hacer cuando tenían la oportunidad de aprovechar un personaje importantísimo relacionado con esta historia. O sea, entiendo que el universo Marvel del cine es distinto al de los cómics y tal vez quisieron darle una vuelta loca al personaje, pero me parece que se fueron al demonio con las modificaciones y no funcionó. Por lo menos para mí. Es raro porque Marvel venía siendo cuidadoso con estas cosas y acá derraparon mal. Ojalá esto simplemente represente un tropiezo y no signifique el inicio de algo peor en futuros filmes. Después hay algunos agujeros argumentales en la secuencia final de acción que no cierran demasiado. El guión es raro y es donde se encuentra la gran debilidad de Iron Man 3. La trama en este caso estuvo vagamente inspirada en el cómic de Warren Ellis, “Extremis”, que en el 2005 contribuyó a renovar la historieta de Iron Man después de muchos años. Robert Downey Jr. ya está completamente consolidado con este personaje y jamás podrá ser reemplazado con otra figura. Nuevamente todo el peso de la película cae en su interpretación que brinda muy buenos momentos y lleva la película adelante con su carisma. Iron Man 3 aunque no está en términos argumentales a la altura de los filmes anteriores presenta un gran espectáculo pochoclero que se disfruta en el cine.
Un personaje burlón y ansioso Nuevamente el superhéroe de la dinastía de cómics de Marvel al ataque. Nacido en la década de 1960, como historieta, el supermillonario egocéntrico y simpático Tony Stark/Iron Man (Robert Downey Jr.) es capaz de hacer un desastre cubierto con su armadura letal y convertirse en el guardián ideal de un mundo globalizado. Por supuesto, que en este nuevo filme, será otra vez llamado para defender la paz del estado. Como siempre lo vemos rodeado de su amigo James Rhodes (Don Cheadle) y de la encantadora Pepper Potts (Gwyneth Paltrow, la mujer más bella del mundo según People), su novia eterna. Esta vez el gran enemigo será "El Mandarín" (Ben Kingsley), un sorprendente antagonista cuyas características serán develadas a lo largo de la historia. Pero también estarán los enemigos menores, como el malo de Aldrich Killian (Guy Pearce), nada desdeñable. Habrá también otra bella, no rubia como la Pepper, sino de pelo oscuro y armas tomar: Maya Hansen (Rebecca Hall). MARAVILLA TECNO Esta vez la voz del héroe nos ubicará en la acción, Suiza en el comienzo, trece años atrás, cuando Tony Stark descubre que puede ser un superhéroe. Durante el filme nos enteraremos que Stark sufre de ansiedad y su buen humor habitual es salpicado por tan molesto trastorno. El resto, como ocurre siempre, es un gran despliegue de maravilla tecnológica, la armadura siempre rebelde para instalarse en el cuerpo de su dueño, los combates sorprendentes y los efectos especiales atronadores. La acción será la estrella, el buen humor el compañero permanente y los efectos especiales las estrellas de un cielo con nubarrones. Por supuesto que habrá combates antológicos, destrucciones masivas como la casa del multimillonario, casi al borde de la nada e impactantes desplazamientos de la tribu de mellizos de Iron Man. AMOR Y ACCION La especialidad del director Shane Black es la acción. No por nada algunos de sus guiones anteriores pasan por "Arma mortal" o "El último boy scout". El equipo actoral, como siempre, resulta atractivo. En primer lugar, ese encantador de serpientes que se llama Robert Downey Jr., él que es capaz de personificar a un Chaplin bufonesco, o un delirante Sherlock Holmes, tan bien compuestos como este Iron Man, un superhéroe burlón, obsesionado por su traje-armadura. A su lado, la siempre enamorada Pepper Potts (Gwyneth Paltrow), cuidadosa de no perder a Tony Stark y el notable Ben Kingsley, tan capaz de meterse en la piel de "Gandhi" (por la que ganó un Oscar en 1982), como en este personaje llamado "El Mandarín", un enemigo de evolución imprevista. Acción, humor, peleas imposibles y a no irse cuando estén pasando los créditos finales y usted crea que todo termina, porque aún queda una sorpresa final que no lo defraudará.
“Iron Man 3”, modelo de gran espectáculo Lo mejor del personaje Iron Man es que está concebido para el cine de tal modo que permita un poco de todo, y en esta tercera película esta cualidad está potenciada al máximo. Es un gran espectáculo que incluye, por supuesto, mucha acción fantástica, pero tambien mucho humor, con momentos de comedia negra y comedia de enredos, sátira política y hasta escenas que parecen salidas de una película de terror. Shane Black, director y también guionista, armó una historia que cuenta la improbable humanización del protagonista, que empieza a contar una situación de 1999 a la que no le había dado mucha importancia, pero que se le vuelve terriblemente en contra pasados tantos años. Dejar plantado en la terraza de un hotel la noche de año nuevo a un insoportable fan en muletas que necesitaba su ayuda para un desarrollo científico solo parecía otra de las diablura típicas del millonario Tony Stark, pero el hombre que dejó plantado (interpretado por un multifacético Guy Pearce) logra desarrollar su invento biomecánico y se convierte en un temible archivillano, que trabaja para el enemigo número uno de los Estados Unidos, un terrorista conocido como El Mandarín que tiene el poder de estar en todos lados y ninguna parte al mismo tiempo (la actuación de Ben Kingsley como esta especie de burla de Bin Laden no tiene desperdicio y es uno de los puntos fuertes del film, no sólo por su trabajo sino por los detalles increíbles con los que está definido el personaje). La película, que dura más de dos horas y nunca aburre ni por asomo, empieza lentamente con el prólogo de 1999 y va armando sus conflictos hasta que queda claro que con un atentado en su empresa y otro en su mansión/laboratorio, Stark queda casi sin elementos para defenderse del Mandarín, y depende de la buena voluntad de un chico de Tennessee para tratar de cargar la energía de su traje metálico. En esta parte hay escenas terroríficas al estilo de "Terminator" con el protagonista luchando contra mutantes enviados por el villano. En el medio hay una subtrama con el presidente y el vicepresidente de los Estados Unidos (Miguel Ferrer y William Sadler, este último un experto en personajes "white trash" que jamás hubiera soñado con este papel) y una revelación sorprendente sobre El Mandarín. Los efectos especiales son tan contundentes como en las otras dos películas de "Iron Man", sólo que ahora están revestidos de un muy eficaz 3D digital que mejora un poco más las cosas, con imágenes realmente alucinantes en el plano estético. "Iron Man Tres" es un formidable entretenimiento para grandes y chicos que, obviamente, ningún fan del comic ni del cine fantástico dejarán pasar de largo.
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El hombre que ríe Ironman 3, la nueva entrega del superhéroe del traje de metal, vuelve a mostrar un sentido del humor corrosivo y una actuación estupenda de su protagonista, Robert Downey Jr. Se llama oficialmente el hombre de hierro, pero bien podría llamarse el hombre que ríe, no porque comparta muchos rasgos con el monstruoso personaje de la novela de Victor Hugo, sino porque es el único superhéroe que usa la ironía como una de sus armas más letales. Como bien lo supo Stan Lee (la mente brillante de la factoría Marvel) antes de que lo supiera todo el planeta, Ironman sería sólo una cáscara de hierro si no llevara adentro el cuerpo de Tony Stark, un ingeniero millonario, fanfarrón y egocéntrico, que de vez en cuando se toma la molestia de salvar al mundo, esa fórmula exagerada que emplean los estadounidenses para referirse a su propio país. Pero hay otra evidencia que imponen la tres entregas de la saga y es que Tony Stark tampoco sería nadie en el cine si no lo hubiera encarnado Robert Donwney JR. El actor le ha dado al personaje una nueva dimensión en cada película, y en esta última aparece aun más vulnerable y cómico, porque sufre ataques de pánico a causa del insomnio y porque el nuevo traje que ha diseñando no responde como él quisiera. La novedad es que, esta vez, la ironía no se restringe a Tony Stark, también se expande a la trama misma y la va llenando por dentro con un sutil gas hilarante. En determinado momento, mediante un sorprendente giro del guión -digno de una novela rocambolesca-, la paranoia estadounidense de un ataque terrorista islámico o chino, representada y fomentada por cientos de películas de distintos géneros, es vuelta del revés y exhibida del lado de las costuras. Así se hacen visibles los hilos políticos, ideológicos y mediáticos con que está tejida esa alucinación colectiva. El enemigo real, el verdaderamente peligroso, está en otro lado. Más allá de que se burle del sistema, sin dudas Ironman 3 está a años luz de ser una película de denuncia. Sólo pretende entretener y hacer reír durante los imperceptibles 130 minutos que pasan entre sus primeras y sus últimas escenas. La diferencia con otro productos similares es que prefiere usar fórmulas conocidas para la acción y reservarse la originalidad para el humor. Gracias a esa sabia combinación de componentes, puede permitirse ser más sarcástica que el periodista demócrata Bill Maher (quien no por casualidad aparece fugazmente haciendo un comentario cómico) y más corrosiva que cualquier bienintencionado panfleto documental sobre el imperialismo capitalista. No es necesario decir que aun quitándole esa dimensión irónica, Ironman 3 sigue funcionando correctamente como una película de acción, con las dosis de sentimentalismo, emoción y suspenso apropiadas para calificarla de gran espectáculo para todas las edades.
Iron Man es la franquicia de Marvel dedicada a la comedia y, en esta tercera entrega, deja clarísimo por qué el personaje es la gran figura de ese suceso inaudito en recaudaciones para el cine de superhéroes que fue Los Vengadores. Shane Black, excelso guionista de acción que escribió Arma mortal, El último Boy Scout y El último gran héroe, se las arregla para mostrar en pantalla casi todo el tiempo sin casco a Robert Downey Jr., esa estrella de Hollywood cada vez más refulgente, y al mismo tiempo hacer desfilar una variedad gigantesca de trajes de Iron Man distintos, todos con destino de potenciales muñequitos marquetineros. Iron Man 3 es una película de acción impecable (¡por fin peleas bien filmadas!), que se permite reflexionar sobre el terrorismo y la mirada americana sobre este asunto. Y, lo más importante, consigue todo esto sin que el espectador pierda jamás una sonrisa.
Una vez más el entretenimiento se encuentra garantizado. Llega a la pantalla grande uno de los estrenos más esperados, sobre todo para sus seguidores. La trama comienza en 1999, y esto constituye una idea muy inteligente del cineasta Shame Black (quien fue el guionista de "Arma mortal, 1987"; "Arma mortal 2, 1989)", una forma de hacernos recordar la historia y para aquellos que no conocen demasiado ir incorporándolos a la misma. Todo se le complica al excéntrico empresario Tony Stark (Iron Man), y en las noches tiene pesadillas y sufre un gran estrés, su novia Pepper Potts (Paltrow), es parte de esta situación. Ella es Presidente de Stark Industries y operadora del traje R.E.S.C.U.E. Stark ahora debe enfrentarse a un enemigo despiadado y sin límites. Ante un feroz ataque ve destruida su vida y la de sus seres queridos y muy pronto la humanidad también. Él sabe que la situación iba a ser insostenible por eso ha creado otros trajes de Iron Man y los probó día tras día. Su gran mansión es totalmente destruida por un feroz ataque, su vida y la de sus seres queridos, y muy pronto la de la humanidad estará en peligro. Solo cuenta con la ayuda de un niño para luchar contra este poderoso enemigo, aparece un personaje del pasado el Doctor Aldrich Killian (Guy Pearce), Jefe de Pepper en el pasado y el creador del virus Extremis, un experto en genética; un terrorista internacional conocido como El Mandarín (Ben Kingsley, es el villano de la película del 2008), y otro de los personajes la Dra. Maya Hansen (Rebecca Hall) quien sabe mucho sobre el virus Extremis. La historia tiene grandes momentos en los cuales abundan las explosiones, grandes ataques, luchas, además de contener varios toques de humor, mucha acción, momentos de angustia y emoción, una increíble fotografía y locaciones, un avión que en pleno vuelo se presuriza, sorpresas y varios elementos que vuelan. Consta de una interesante tecnología resaltando: colores, luces, agua, nieve, momentos inesperados, giros y vueltas de tuerca. Un hallazgo interesante es el personaje de Ben Kingsley como Mandarin, un barbudo terrorista parecido a Bin Laden; otras actuaciones como las de: Guy Pearce es todo maldad; Rebecca Hall poco aprovechada (es como un cameo largo); Don Cheadle es el mejor amigo de Stark, el enlace entre Industrias Stark y la Fuerza Aérea de Estados Unidos en el departamento de adquisiciones y el operador de la armadura de Iron Patriot. No falta la presencia del Presidente; algunos personajes sorpresa y por supuesto quien le pone todos los condimentos es el protagonista Robert Downey Jr. su presencia se luce siempre, bailando, peleando, volando, cuando se viste con su armadura, su sonrisa, su carisma y su complicidad con el espectador. La novedad es que en Japón se verá en 4D una nueva tecnología con la cual el espectador siente que se encuentra dentro de cada escena. En Argentina se puede ver en las versiones de 3D y 2D, subtitulada y hablada en español. Le recomiendo a todos los espectadores que se queden pegados a la butaca y esperen hasta el último crédito porque hay yapa.
Está más que nunca basada en el encanto de Robert Downey Jr. Por primera vez Iron Man se encuentra con un enemigo capaz de destruirlo, primero su casa laboratorio, destruye todos los trajes,secuestra a su mujer y no se calma hasta tener en sus manos al presidente de los Estados Unidos. Tiene algunas vueltas de tuerca sorprendentes y escenas con efectos especiales que harán las delicias de sus seguidores.
Por tercera vez, sin contar el cameo en los créditos finales de "Hulk - El Hombre Increíble" ni su participación en "The Avengers - Los Vengadores", Robert Downey Jr. se pone en la piel del exéntrico empresario Tony Stark y en la armadura de su alias, Iron Man, en esta última entrega (al menos por ahora) de la exitosa franquicia basada en el popular superhéroe de Marvel Comics creado por Stan Lee, Don Heck, Larry Lieber y Jack Kirby que hizo su primera aparición en 1963 en las páginas de "Tales of Suspense" (N°39) antes de debutar en su propio cómic en mayo de 1968 en "The Invincible Iron Man". El actor que interpretó a este personaje por primera vez en 2008, se pone nuevamente bajo las órdenes del director Shane Black (ambos trabajaron juntos en el film "Entre Besos y Tiros"), realizador que toma la posta del actor Jon Favreau, quien había tenido a su cargo la dirección de las dos primeras entregas, además de interpretar a Happy Hogan, el chofer de Stark. En esta producción, la primera exhibida en formato 3D, Tony se encuentra atravesando diversos ataques de ansiedad debido a los hechos que tuvieron lugar en "The Avengers: Los Vengadores" (que en esta nota no vamos a revelar), por lo que continúa luchando por equilibrar las demandas de su propia vida personal. Mientras su ex asistente y actual novia Pepper Potts (Gwyneth Paltrow) ha estado encargándose de la presidencia de Industrias Stark, el playboy ha dedicado su tiempo, gran parte del mismo sin dormir dado que tiene problemas para conciliar el sueño, a desarrollar una gran cantidad de nuevos trajes del "hombre de hierro" en el laboratorio ubicado en el sótano de su impresionante mansión de Malibú. En medio de un contexto que presenta un tema actual como lo es la guerra contra el terrorismo en los Estados Unidos, Tony enfrenta no sólo a un villano, "El Mandarin" (interpretado por Sir Ben Kinglsey) sino a otro llamado Aldrich Killian (Guy Pierce), un científico que desprende cierto resentimiento hacia Tony debido a un hecho clave sucedido en 1999 y que la película se encarga de desarrollar. Despojado de su casa (que ha sido increíblemente destruída) y dado casi por muerto, debe ingeniárselas para sobrevivir y valerse de su astucia e intuición para proteger a sus seres queridos. En su lucha, Stark descubre la respuesta a la pregunta que lo ha estado acosando en secreto: ¿el hombre hace al traje o el traje hace al hombre? Si bien el guión, escrito por Drew Pearce junto al propio Black, evidencia ciertas libertades que se han tomado a la hora de desarrollar "El Mandarin" (quien más notará las diferencias no es el público en general sino el fanático del comic), y que podrían tomarse como un punto en contra, "Iron Man 3" es -en rasgos generales- una espectacular punto final para esta saga pero no para el personaje que seguirá apareciendo en las futuras entregas de "Los Vengadores". Muy entretenida, repleta de acción y con las infaltables situaciones de humor a las cuales nos tiene acostumbrados.
Al fin se estrenó una de las películas más esperadas del año, en la que podemos ver el otro lado del superhéroe que popularizó el universo fílmico y que en los comics casi no resaltaba. Shane Black es el encargado de dirigir esta vuelta. Jon Favreau le cedió la dirección para solo dedicarse a actuar. Black junto a Drew Pearce escribieron el guión, el director solo tiene una película en su curriculum tras las cámaras: Kiss Kiss Bang Bang (2005) donde también trabajó con Robert Downey Jr., no es un dato menor que él haya sido quien estuvo detrás del guión de las primeras dos películas de la saga Arma Mortal (junto a otros clásicos de acción como The Last Boy Scout [1991] y Last Action Hero [1993]). Tony Stark esta vez luchará contra un enemigo un poco más interesante que los de las primeras entregas. Aún así, como siempre, la atención está encima del héroe la mayoría del tiempo, el villano no está ni siquiera compartiendo plano, tiene su segundo lugar, por momentos es casi un tercero. Esto parece algo negativo, pero no lo es, no en ésta cinta. Acá vemos como el protagonista está agobiado por fantasmas personales, atormentado por eventos ocurridos en otros films como The Avengers (2012) e intentando encontrarle la vuelta a la relación con su mujer Pepper, este intento por humanizar más a Iron Man no viene por el lado de que se lo ve muy robótico, mucha tecnología y acción sin sentido; va más por el lado de la personalidad del héroe, un tipo egocéntrico, megalómano, histérico, ansioso e hiperactivo. En algún momento tenía que explotar esa bomba interna. El trabajo de Black en esta cinta es destacable, se nota mucho su amor por el cine de acción y los clásicos. Se pueden ver varias escenas y situaciones que solían repetirse bastante en pelis de los ochentas y principios de los noventas, pero con un ritmo tan alto como el de éste film, encajan como piezas de un rompecabezas. Es un despliegue infinito de efectos especiales, escenas de acción donde la cámara sigue al hombre de hierro entre explosiones, balas, lluvia de fuego, gritos y pedazos de edificios cayendo. Visualmente, es impecable, nos tienen acostumbrados a eso y no pueden ceder nunca por ese lado. Muchos puntos a favor para comentar, Downey Jr. se autosupera y realiza su mejor interpretación del héroe en todas sus apariciones, lo hace de un modo inteligente sin caer en la repetición. Favreau aparece poco, pero lo poco que aparece es mas que suficiente para sacarnos un par de carcajadas, lo suyo siempre fue el humor y nos encanta. La hermosa Gwyneth Paltrow, haciendo de Pepper, más que correcta. Guy Pearse atrás del villano Aldrich Killian justo, no para destacar. Lo que sí fue una sorpresa rara pero que terminó dejando una un buen sabor, fue la interpretación de Ben Kingsley como el Mandarín, villano de turno, cuando vean la peli se darán cuenta a que me refiero. Es un actorazo, con todas las letras y pese a tener mucho reconocimiento por haber trabajado en films de renombre como Schindler's List (1993), nosotros lo recordamos y queremos por su trabajo en Species (1995). Dudo que ésta sea la última vez que veamos un film individual de Iron Man en el cine, pero es el cierre de una saga, de una trilogía muy acertada y con un final que dejó el listón muy alto. Pochoclo infinito, pero de gran calidad y garantía de que vale el precio de la entrada al cine.
Volvió el superhéroe más copado interpretado por el actor con más onda. Y volvió en muy buena forma... Aunque con nuevos peligros y enemigos. En Iron Man 3, Tony Stark (Robert Downey Jr, por supuesto) ya no vive tan tranquilo. Los hechos ocurridos al final de Los Vengadores lo dejaron perturbado, al punto de provocarle insomnio y ataques de ansiedad. La relación con Pepper Potts (Gwyneth Paltrow) está en su punto más difícil y reaparecen personajes del pasado con quienes no terminó muy bien: los cientificos Maya Hansen (Rebecca Hall) y Aldrich Killian (Guy Pearce). ¿Algo más? Sí: el Mandarín (Ben Kingsley), un terrorista que pasó de provocar atentados en Medio Oriente a los Estados Unidos. Cuando Tony lo amenaza por televisión, su vida y la de sus seres queridos correrá peligro. Cuando queda privado de la mayoría de sus recursos, nuestro héroe deberá sobrevivir y desenmascarar los verdaderos planes del villano de turno...
Historieta con responsabilidad política Desde la primera escena, Iron Man 3 nos ofrece un gracioso acierto: rememorar el año 1999 con el hit de Eiffel 65 llamado “Blue (da ba dee)”, aquel pop marchoso horripilante que no hace más que marcar el tono cómico que el film, pese a sus altísimas dosis de acción y aventura, no abandonará jamás. Y quizás suene trillado, pero si Iron Man ya lleva tres entregas y tuvo un protagonismo estelar en Los Vengadores, es gracias a un actor estridente, avasallante e indomable como Robert Downey Jr. A esta altura está muy claro que el personaje de Tony Stark va a quedar en la historia como uno de los más jugosos de las películas de superhéroes, por lo menos las de las últimas décadas. No tenemos frente a nosotros las noñerías del “buenudo” de Peter Parker de la saga de Raimi. Tampoco la timidez e intrascendencia del Clark Kent de Superman Regresa. No nos topamos con las excentricidades medidas y los excesos culposos de un Bruce Wayne cuyo alterego habla susurrando en la saga de Nolan. Tony Stark es un personaje explosivo en cada plano, una catarata verborrágica desmedida impredecible, un millonario malcriado, irascible, descuidado, egoísta, insufrible y desbocadamente divertido...
Iron Man al extremo Gran película de acción con increíbles dosis de humor que crean el perfecto combo de entretenimiento. Robert Downey Jr vuelve a hacer un excelente trabajo y las escenas de acción son tan increíbles como excitantes. Si bien, Iron Man 3 no es perfecta genera fascinación por su desvergonzado uso de la comedia y habilidad en la creación de efectos especiales. Iron Man 3 tiene como principal fortaleza conocer y explotar a la perfección sus virtudes. El despliegue de Robert Downey Jr con su peculiar carisma y el avasallante uso de efectos especiales le otorgan a la película la perfecta mezcla entre humor y acción. Es impresionante como estas dos cualidades no desentonan en ningún momento. La comedia es impecable, en especial cuando satiriza al terrorismo o se burla de complejas heridas emocionales como el abandono en la etapa de la niñez, mientras por otro lado las diversas escenas de acción no solo funcionan a la perfección sino que también asombran por su alto grado de sofistificación. En contraparte, como sucedió en la segunda película, la trama vuelve a tener problemas a la hora de constituir a los villanos. En este caso, la falla proviene en crear a un fuerza antagónica prácticamente indestructible, casi inmortal, de la cual nunca parece poder definirse cual es su debilidad para poder matarla. O sea, si durante toda la trama se ve a los villanos sobrevivir de disparos, explosiones o desmembramientos y nunca se entiende precisamente que los derrota, se hace de la batalla un campo sin reglas donde todo es posible y cuando esto sucede la épica del héroe se hace añicos al no haber limitaciones o desafíos en su accionar. Por ejemplo, el enfrentamiento final comete el mismo error que hizo George Lucas en su "Guerra de las galaxias" cuando enfrento a ejércitos de robots con clones: observar la batalla era asombroso pero en el fondo era insignificante ya que al ser un enfrentamiento entre seres a los cuales el espectador no sentía empatía volvía a toda la experiencia completamente vacía. Sin embargo, el verdadero problema (mejor dicho inconveniente menor) de esta nueva entrega radica principalmente en el agotamiento de su formula constituyente. Todo resulta familiar y conocido, casi como un dejavu. No se trata de una falla propia del género sino más precisamente de la franquicia. Ya son tres películas de Iron Man en las cuales Tony Stark comete un error que lo aísla de todo el mundo para poder trabajar en una nueva armadura. Los desenlaces se vuelven más predecibles y hasta redundantes. En la primera, el protagonista se enfrentaba contra el jefe de su compañía quien usaba un traje monstruosamente grande, en la siguiente su rival también crea su propia armadura la cual tiene látigos electrificados y está acompañado por una patota de robots, mientras finalmente en la última tenemos una guerra campal entre toda clase de Iron Man y una legión de hiper-soldados. Incluso por último, se vuelve a repetir la presencia de una enfermedad que padezca su protagonista. En definitiva, este podría no ser un gran problema, pero el abuso de tramas similares impiden generar asombro o sorpresa en el espectador e incluso hasta pueden decepcionar.
Sólo eso, un mínimo detalle. Con un poquito de rock hubiese sido perfecta. Es que a la nueva Iron Man, al contrario de su predecesora, no se le puede criticar muchas cosas. Tiene la dosis perfecta de acción, efectos especiales, ironía y conexión con las otras entregas y un villano que garpa desde el principio al final. Ni hablar de Robert Downey Jr… Pero, sí, le faltó ROCK. En Iron Man 2, ni siquiera Robert Downey Jr., pudo salvarse de las críticas. Sin embargo todos recordamos y estallamos cuando escuchamos AC/DC acompañando esa entrada estelar de Tony Stark en el traje de Iron Man. ¿Cómo no? Si de eso se trata, un rock star en traje blindado que se dedica a gastar en tecnología, autos, buena vida y mujeres (bueno, ahora no tanto… el amor lo cambió… y la Srta. Peppers vale el sacrificio). “Cada uno crea sus propios demonios” es la frase que estructura todo el relato de la película, que nos invita a conocer el pasado de Tony Stark y aventurar el futuro del superhéroe. En esta nueva entrega vemos a un Tony Stark un poco más alterado de lo normal, con ataques de ansiedad (o pánico) y totalmente obsesionado en estar preparado para el próximo ataque. Con muchas referencias a “Los Vengadores”, Iron Man 3 nos muestra un costado extraño de Stark, enamorado y frágil ante la nueva amenaza: “El Mandarín”. No se puede decir mucho más de Robert Downey Jr., un actor al que le cabe a la perfección el rol de Tony Stark, tanto que hasta parecer haber sido creado para él. Pero lo mejor de esta película es la acentuación de su lado infantil, punto fuerte cuando pelea con su nuevo amigo: un niño de 13 años. Por otro lado, aquella damisela que solía interpretar Gwyneth Paltrow desaparece. No es literal, pero el cambio es tan grande en el personaje y le aporta tanto a la película que termina siendo un cambio radical. El rol de Peppers es fundamental en el desarrollo de la trama y el desenlace. Un gran acierto. El villano para esta película está perfectamente planteado. Sorprendente, inteligente y desconcertante. No voy a decir mucho más, para no hacer spoilers de la película, pero cabe destacar que en esta entrega veremos más pelea y trajes que en las anteriores. Ah, otro detalle, no sean ansiosos y esperen hasta el final de los créditos… siempre guarda una sorpresa. Como dije antes, todo esto se conjuga para darnos una de las mejores entregas de Iron Man. Pero le falta esa dosis que salvó a la segunda película: AC/DC.
Gran combo de entretenimiento, acción y humor No es que Iron Man 3 ofrezca algo demasiado distinto a lo que suele apreciarse en películas de superhéroes, pero así y todo logra brindar un espectáculo más que digno y divertido al ciento por ciento. En esta última entrega de la saga se vuelve a recurrir a la ironía, a esa acertadísima inyección de humor que posee esta adaptación del cómic que incursiona por tercera vez en la pantalla grande. Y en este punto el gran responsable de que los gags susciten risas en diversos pasajes es nada menos que Robert Downey Jr., quien hace uso de su carisma para aplicarle un toque pícaro y burlón hasta incluso de su personaje mismo. En lo que respecta a la historia, Tony Stark enfrenta a un enemigo cuyo poder parece no tener techo alguno. Invadido y bombardeado en su propia casa, nuestro protagonista pasará gran parte del film fuera de su traje y comenzando una búsqueda intensa para encontrar a los responsables. En el medio, encuentra en un niño un particular y simpático compinche de aventuras, mientras Gwyneth Paltrow cobra algo más de participación, redimensionando su papel de las proyecciones precedentes. Lo más interesante de la cinta radica sin lugar a dudas en la manera de fusionar el entretenimiento constante con la dinámica fuerte y las dosis humorísticas que hacen al relato más apreciable aún. Iron Man 3 no necesita de grandes giros para maravillar al espectador, la película se torna fácil de digerir y marcha sola sin darnos lugar a que nos aburramos. Los efectos especiales resultan virtuosos más allá de las explosiones, es que cada secuencia en donde la vestidura se inserta en el cuerpo de Stark resulta un halago para la vista. Pochoclera al máximo, la obra dirigida por Shane Black sabe generar una buena sensación cosechando un esparcimiento de esos que enlazan al público y lo mantienen inmóvil y a gusto con lo que está observando. LO MEJOR: diversión al mango, garantizada. El humor, bien repartido durante los minutos. Robert Downey Jr. LO PEOR: no se aprovecha demasiado el rol de villano que podía aportar un actor de la talla de Guy Pearce. PUNTAJE: 8
El mecánico Desde el comienzo, la saga de Iron Man fue probablemente la que mejor pensó y planteó no sólo los conflictos internos sino también el modo en que tanto el superhéroe como Tony Stark eran contemplados por la gente. Hay un par de factores decisivos que ayudan a esto: Stark no es precisamente un hombre común, sino un multimillonario con una inteligencia fuera de lo común; y su identidad como Iron Man no es un secreto, sino que está expuesta permanentemente. De ahí que se diferencie, por ejemplo, del Hombre araña (quien siempre hace la procesión por dentro), ya que todas sus vicisitudes las atraviesa frente a los demás, en una exposición deliberada y conscientemente buscada. Tony Stark/Iron Man no es un héroe para enmendar algún trauma del pasado (Batman), ni porque se lo exige su moral (Spiderman) o porque esté marcado por el destino (Superman), sino simplemente porque necesita satisfacer su gigantesco ego. Eso no quiere decir que Stark/Iron Man no tenga un pasado que se vincula con su presente, ni moral que dicte sus actos, ni una posición económica-política-social que lo condicione y lo predestine frente a ciertos contextos. Y es de eso de lo que precisamente trata esta tercera entrega, que en cierta forma es una cuarta, porque también se debería contar a Los vengadores. Aquí todo lo que venía problematizándose sobre el heroísmo queda más explícito que nunca: su utilización política, la mediatización, la mirada del otro y la propia, lo íntimo convertido en público, lo real y lo falso, la creación y/o surgimiento de lo opuesto, de lo antagónico. Dentro de este marco, la representación del villano resulta decisiva, repitiendo en cada una de las tres películas dos aspectos muy importantes: el pasado del protagonista o de su familia que retorna, actualizándose de la peor manera; y el factor empresarial, porque siempre detrás de cada amenaza hay una motivación monetaria y corporativa. Si en Iron Man teníamos a Raza, quien contaba con el apoyo de Obadiah Stane, y en Iron Man 2 a Ivan Vanko, quien era financiado por Justin Hammer, en Iron Man 3 tenemos al Mandarín (Ben Kingsley, impecable), quien posee el respaldo de Aldrich Killian (Guy Pearce, tan maligno que dan reales ganas de pegarle). Y este doble lado del mal es tan verdadero en su concepción inicial e íntima, como falso en su tratamiento de frente a la sociedad. El Mandarín funciona, con total autoconciencia de parte del film, como una especie de envase perfecto para todos los miedos de la sociedad: invisible y omnipresente a la vez, es sin embargo sólo la imagen superficial detrás de la que se esconden intereses mucho más concretos y oscuros (de ahí que la referencia a Osama Bin Laden no sea sólo un mero guiño sino toda una declaración de principios sobre las creencias y las manipulaciones). Iron Man 3, que tiene a Shane Black reemplazando a Jon Favreau en la dirección, se concentra más que ningún otro film de la Marvel en el desarrollo de los personajes, sus pasados, sus presentes y sus ambiciones a futuro. Incluso es llamativo cómo determinados secundarios -Maya Hansen (Rebecca Hall), Eric Savin (James Badge Dale), Harley (Ty Simpkins)- poseen un peso específico dentro de la trama que es realmente muy atractivo. Y eso termina influyendo en las escenas de acción, que son muy puntuales, aunque filmadas con extrema precisión, apostando a una puesta en escena donde lo físico se fusiona con los efectos especiales (referencias a Terminator 2 incluidas) y con Stark muchas veces sin el traje de héroe (o utilizándolo a distancia), problematizando a través de lo corpóreo la fusión del individuo con el símbolo que encarna el superhéroe. Por algo Tony se autodefine (y es definido) como “un mecánico”. Es alguien que a medida que arregla todo lo que se cruza en el camino, se arregla a sí mismo. La única forma de seguir adelante que tiene es a través de la construcción y/o reparación de lo que está mal en el mundo. El hombre que es tan individualista como necesitado del universo. Se ha estado presentando una discusión bastante fuerte en lo referido a la calidad de Iron Man 3, a si es efectivamente el mejor film de la saga. En lo personal, debo decir que cuando salí de la sala, no pensaba de ese modo. Pero Black, junto al coguionista Drew Pearce e incluso Robert Downey Jr. (agregándole un condimento dramático bastante potente al humor que siempre caracterizó al personaje) han llevado a cabo un film que crece a medida que se lo piensa. Y crece mucho. Sí, es la mejor de todas las películas de Iron Man.
Tony Stark, un inmenso personaje Desde el primero de sus capítulos fílmicos, Iron Man se perfiló como oportunista, antihéroe, ególatra, vanidoso, millonario, alcohólico, y finalmente héroe. Todo eso y más, secuela mediante, para la tercera y mejor de todas. Porque más allá -o a propósito- del bagaje de títulos con los que Disney/Marvel ha inundado e inundará las pantallas, el Iron Man de Robert Downey Jr. es la mejor de sus creaciones porque, se sabe, nadie como Robert Downey. Por un lado, entonces, el actor; pero por otro y todavía mejor, el planteo mismo del film. Aquí desde el enfrentamiento con quien ha sido némesis de cómic para el Hombre de Hierro. El Mandarín (Ben Kingsley), en este sentido, es villano clásico pero también reformulación de miedos xenófobos ya encarnados en el Oriente lejano o cercano que significaran Ming el Despiadado o Fu Manchú. Ahora teñido del aura terrorista que azota tanto cine y prédica mediática. Pero, se decía, aquí lo mejor. Porque nada es lo que parece y todo es lo que debía ser. Primero: a desconfiar de quien dice ser quien es. Sin embargo y segundo: los lugares comunes que son estructura para el personaje siguen en su sitio. En otras palabras: todo se conmueve y tiembla hasta casi caer, pero sólo para resurgir desde las cenizas de siempre. Muerte y resurrección de lo mismo porque, se sabe, nada puede cambiar demasiado; pero, entre medio, algunas cosas ya no serán tan ingenuas. Será tarea obligada, entonces, salvar al Presidente norteamericano, aún cuando él sea responsable de lo que sucede. Minutos antes de ser crucificado ni más ni menos que en petróleo. Por eso, Iron Man 3 es mirada cáustica sobre su entorno, con un personaje casi herrumbrado y, a veces, de armadura impecable. También con ataques de pánico. Más la diversión que de este tipo de cine se espera. Acá otro rasgo, que es respuesta válida para la frivolidad y solemnidad que exponen los Batman de Christopher Nolan. Antes que aleccionar, amenazar, o creerse un film de prestigio autoral -aspectos que increíblemente se le han adosado a las últimas Batman-, Iron Man es tan sólo una película de superhéroes. Con pasos de comedia, problemas de alcoba, ingenio imposible, personajes ridículos, y -gracias a Robert Downey- heroicidad obligada. Entonces, hay divertimento seguro, efectos especiales notables, pero todo en función de un nudo que sobresale. Que gana por ironía, por astucia, por incorrección. Es sólo otro producto más. En forma de película y con marca de franquicia. Pero con la habilidad suficiente como para ser lo que debe ser. Y por las dudas y como rúbrica: Tony Stark, gran personaje.
LECCIONES Hay muchísimas lecciones dentro el universo cinematográfico de Marvel Studios. Con sus historias, ese panteón de películas creadas a base de pasión, comics y puro pochoclo han impartido los valores del coraje, el heroísmo y la camaradería, enseñándonos a sacrificarnos por un bien mayor, a dejar de lado el orgullo y a mirar las cosas desde otra perspectiva. IRON MAN (2008), HULK: EL HOMBRE INCREÍBLE (2008), IRON MAN 2 (2010), THOR (2011), CAPITÁN AMÉRICA: EL PRIMER VENGADOR (2011) y LOS VENGADORES (2012) son algunos buenos ejemplos de cómo hacer una película de superhéroes, manteniéndose fiel al material original, entreteniendo y sin descuidar nunca su desarrollo de personajes. La denominada Fase 1 fue un éxito y una sacudida al corazón geek que late en todos nosotros y que, cada tanto, nos recuerda - al mejor estilo Dave “Kick-Ass” Lizewski - que todos, en algún momento de nuestras vidas, quisimos ser un superhéroe. Sin embargo, el corazón corre peligro. Aunque sigue latiendo con la misma energía y ritmo que siempre, algo ha entrado en el torrente sanguíneo de la franquicia de Tony Stark. Ese algo, como los fragmentos de metralla que recorren sus venas, es Walt Disney Pictures - dueña de Marvel Studios desde 2009 -. Lenta y sigilosamente, la compañía fue dejando su huella y, con el inicio de la Fase 2, se comprueba que estas películas dejaron de ser productos para entretener y satisfacer solo a los amantes de los comics, para convertirse en films destinados a la familia entera. Con la alegre y explosiva fiesta pop de LOS VENGADORES, estábamos demasiado entusiasmados como para darnos cuenta. Pero ahora, el Disney-Style pisa con todas sus fuerzas y los fragmentos de metralla se acercan más y más al corazón del Universo Marvel. Pero esta vez no hay super-equipo que nos salve: Es Tony Stark contra el mundo, y el mundo ha cambiado. Lección número uno: No hagas tratos con el ratón Mickey. Dioses, alienígenas, portales. Sí, ahora todo es diferente. En IRON MAN 3 (2013), los límites del verosímil se expandieron y los espectadores podemos disfrutar sin prejuicios de una saga mucho más fantástica, fresca y renovada. Ya no es armadura Vs. armadura. Ahora, el personaje al que da vida Robert Downey Jr. (¿O es a la inversa?) se enfrenta a retos completamente nuevos. Uno de ellos es un trastorno de estrés post-traumático y post-Avengers que lo lleva a refugiarse en su mansión. Mientras pasa las noches sin poder dormir, ocupándose de su hobbie, una nueva amenaza empieza a hacerse notar en los medios: El temible líder terrorista El Mandarín (Ben Kingsley). En el perfecto primer acto de la película, héroe y villano inician una disputa que dejará a Tony Stark sin hogar y sin armadura. Alejado de su mansión en ruinas y de su amada Pepper Potts (la siempre eficaz y siempre bella Gwyneth Paltrow), Tony se embarca en un viaje muy personal e introspectivo que, lamentablemente, solo entorpece el relato ya que nunca llega a ser tan profundo como el “¿Qué se supone que debo hacer?” de la primera IRON MAN, o el “¿Quién fue mi padre? ¿Quién soy yo?” de la segunda. IRON MAN 3 pretende ser oscura y madura en esa y otras áreas de su guión, pero (incoherentemente) termina siendo la más infantil e inocente de la trilogía. Muchos chistes fáciles y humor slapstick con las armaduras; personajes como el niño solitario que ayuda al protagonista, fruto del bullying y los padres ausentes; y villanos sin motivaciones fuertes más allá del “lo hago porque soy malo” - en vez de la codicia o la venganza -. Uno puede sentir a Disney convirtiendo a la saga en algo más banal y aplacando los divertidos excesos de Tony - ni una gota de alcohol, y apenas una sutil pizca de sensualidad y sexo (¿Y los shortcitos de Pepper? ¿Y los escotes de Natasha? ¿Y las azafatas bailando en el caño dentro del jet privado de Stark?) -. Si bien IRON MAN 3 nunca deja de entretener y cuenta con el mejor, más gracioso y vulnerable Downey Jr., no hay dudas de que la campaña de marketing vendió algo que definitivamente no era. El terrorismo de manual no es un tema para preocuparse aquí (todo termina siendo más fantasioso), y la odisea de Tony nunca es tan oscura como parecía. Y en ese aspecto, la saga Marvel que más apegada estaba al mundo real y a personajes de mayor complejidad, ha retrocedido para tomar otro rumbo que, aunque sigue manteniéndola original, no le favorece. Lección número dos: No aclares que oscurece. Quien llevó a la franquicia por un nuevo rumbo es el director y co-guionista Shane Black, responsable del libreto de ARMA MORTAL (1987) y director de KISS KISS BANG BANG (2005), una de detectives con Downey Jr. A diferencia de Jon Favreau - que siempre mostró un amor incondicional por el personaje y sus raíces (y que vuelve en IRON MAN 3 pero solo para sacarnos una sonrisa con su personaje Happy Hoogan) -, Black es más un hijo del cine de acción de los 80s. Y a pesar de que la tercera película cuenta con muchas referencias a las historietas, el director decidió filmar lo que él quería y no lo que nosotros esperábamos. Lo reconozco, su dirección es más estilizada, sus escenas de acción son considerablemente mejor que las de Favreau y aun estoy recuperando el aliento después de las secuencias del ataque a la mansión, al avión y del enfrentamiento final con el ejército de armaduras. Pero es muy debatible lo que hace cuando no está explotando cosas, haciendo que Tony se comporte como un McGiver con mejores chiches o filmando su propia versión de ARMA MORTAL en el muelle, con la dupla del loco Stark y el serio Rhodey (Don Cheadle) - dos calcos de Riggs y Murthaug -. Aunque este es solo su segundo largometraje como director, Black ocupa parte del film poniendo su propia firma (al igual que KISS KISS BANG BANG, se sitúa en Navidad y Robert Downey Jr. narra la historia), en lugar de intentar hacer un producto 100% comiquero (Stan Lee aparece una mísera milésima de segundo). Tampoco se preocupa en acoplarse más al universo en el que se encuentra. Lo positivo de esto es que IRON MAN 3 se siente como un film solitario, una historia aparte que va más allá de ser una excusa para ganar plata. Lo negativo es que, si bien hay pequeñas menciones a “lo sucedido en Nueva York”, “los alienígenas” y “el tipo del martillo”, jamás (al menos hasta la escena post-créditos finales) hay una conexión directa con el resto de Los Vengadores o S.H.I.E.L.D. ¡¿Dónde está el Capitán América y todos los demás mientras EL PRESIDENTE ES SECUESTRADO?! No se sabe y Black no se toma la molestia en contestarnos. Lección número tres: No te alejes del grupo. A partir del segundo acto del film, el director también recurre a un inesperado giro en su historia, tan audaz y polémico como devastador, que cambia completamente el desarrollo y el visionado del film (aunque sí sacará carcajadas a más de uno). Los que conocen a Iron Man más allá de las adaptaciones cinematográficas, se sentirán estafados. Casi como la revelación al final de BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE ASCIENDE (THE DARK KNIGHT RISES, 2012), solo que esta sucede a la mitad del metraje. A partir de allí, uno mira el film desganado y con la mínima esperanza de encontrarse con una buena excusa para dicha vuelta de tuerca o, en su defecto, otro giro narrativo que ponga todo de nuevo en su lugar. Pero definitivamente, no hay una buena excusa. Solo una mala decisión. Y Black sacrifica muchas otras cosas con tal de obtener una línea humorística o un momento cool: El verosímil (“¿Escupes fuego?”), las escenas de tensión o drama (hay un chiste de armadura durante el enfrentamiento final con el villano, minutos después de un suceso terrible), el desarrollo de la historia (Pepper Potts al final de la batalla en el muelle) o el comportamiento de sus personajes (¿Tony Stark matando malos a balazos?). Todo puesto al servicio de un libreto a veces tramposo, de soluciones y recursos fáciles (flashbacks + voz en off), que juega con el espectador y lo agarra desprevenido. La historia de IRON MAN 3 está llena de baches y lagunas, recursos gastados (¡Mark 47 hasta oxidarlo!), preguntas sin responder o respondidas a medias, un final que cierra ciertas subtramas a las apuradas y que se contradice con las entregas predecesoras: Si tan fácil era, ¿por qué no hubo procedimiento quirúrgico en la primera película? ¿Qué pasa al final con la situación de Pepper? ¿EXTREMIS? ¿Por qué Maya, una científica que pasó tantos años dedicada a su trabajo, cambia completamente su visión de las cosas después de dos frases que dice Tony Stark? ¿Por qué la misma clase de armaduras qué enfrentaron dioses y extraterrestres son aquí tan frágiles? Preguntas como esas hay varias. Lección número cuatro: Get your shit together, man. Pero ese mismo film de giros polémicos (que dará paso a varios debates), de elementos Disney (que amenazan el futuro del Universo Marvel), de personajes mal trabajados, ideas muy tiradas de los pelos, villanos no tan carismáticos como esperábamos e imágenes de una ideología preocupante (¿El Presidente usando la armadura de Iron Patriot? Mmmm), cuenta además con lo necesario para ser puro entretenimiento. Engaña y decepciona, pero también divierte, fascina y, ya sea para bien o para mal, sorprende una y otra vez. Sabiendo ya lo que es IRON MAN 3, creo que un segundo visionado es necesario para terminar de definir mis diversos sentimientos encontrados con este inicio de la Fase 2. Tal vez no haya que tirar abajo el film por una imprecisa campaña de marketing, ya que IRON MAN 3 sí cuenta con una oscuridad alrededor suyo. Lamentablemente, esta nunca termina de cubrirlo por completo. Tal vez algún día veamos un film de Marvel realmente sombrío y serio (¿THOR: UN MUNDO OSCURO, tal vez? Crucen los dedos), pero no por ahora. Había lugar para un guión más profundo y genuino. Sin embargo, en lugar de ser una épica epopeya de adversidades, IRON MAN 3 termina siendo una comedia/aventura familiar que respira aires ochentosos, efectos especiales asombrosos, diálogos divertidos, mucha química, buenas actuaciones (Kingsley, Downey Jr. y Guy Pearce sorprenden en todas sus facetas), escenas de acción increíbles y altas dosis de encanto, humor y narcisismo Starkero (nuevamente, es un film centrado más en Tony que en Iron Man). Pero no hay vuelta atrás. La Fase 2 ha comenzado, dejando algunas decepciones y lecciones que Marvel Studios debería tener en cuenta. Última lección: ¿Héroes? Sí existen. Solo hay que saber (re)armarlos.
Iron Man 3: The Stark Knight Rises Lograr que la tercera película de una trilogía supere las expectativas no es para nada fácil, sobre todo cuando Iron Man 2 no fue tan buena como la primera, para luego tener un episodio especial en The Avengers , donde Joss Whedon llevó las películas de superhéroes a un nivel muy superior. La tercera siempre es un estigma que le da un gusto amargo a los finales (no estoy diciendo que este sea el final de Iron Man, porque lo desconozco), como por ejemplo Spiderman, la saga de Batman en los noventa y, acá viene el vómito de sinceridad, la ultima de Batman de Christopher Nolan que, mientras más se la ve, mayor es la decepción. IM3 puede ser la excepción a esa suerte que corre en las venas de las películas de superhéroes. Shane Black, creador de las gloriosas películas de Arma Mortal, El Ultimo Boy Scout y El Largo Beso del Adiós, hasta ahora solo había dirigido una joyita del policial negro como lo fue “Kiss Kiss, Bang Bang”, película algo desconocida sino se es seguidor de la carrera de Robert Downey Jr., pero que en definitiva fue el film que ayudo a resurgir al actor luego de sus adicciones (se dice que Jr y Black compartían sustancias por ese entonces y puede que Robert tenga mucho que ver en que Marvel haya confiado en un don nadie para semejante proyecto). Black no es ningún amateur en cuanto a escenas de acción y eso queda bien plasmado en esta tercera entrega de Iron Man, en donde Tony Stark se ve afectado por “el episodio de New York”, lo que le causa ataques de ansiedad y no lo deja dormir. A sus distracciones, hobbies y problemas amorosos con Pepper Potts (Gwyneth Paltrow), se le suma la preocupación que le genera la aparición del terrorista The Mandarin (Ben Kinsley), que le declara la guerra a Estados Unidos. Ni a Iron Man, ni a ningún otro superhéroe se le deja participar de esta lucha porque para eso está Iron Patriot (Don Cheadle): “This isn’t superhero business. It’s American business”; pero la lucha se convierte personal para Stark cuando su mejor amigo, Happy (Jon Favreau), resulta lastimado por una bomba adjudicada a este terrorista. Esta guerra personal deja casi sin nada a Tony, convirtiéndolo en una amenaza para sus seres queridos, por lo que, sin otro remedio, se exilia en busca de respuestas y una solución a su lucha interna entre sus miedos, el deber como persona y su deber como héroe. Mientras, algo se cocina en su ausencia, con la aparición de dos viejos conocidos, Aldrich Killian (Guy Pearce) y Maya Hansen (Rebecca Hall), quienes tienen una conexión con el antiguo Tony y sus errores, quienes definieron el carácter de estos nuevos personajes. Iron Man 3 es una historia que le pertenece más a Tony Stark que a Iron Man, con una denotación introspectiva del personaje que puede llegar a marcar el rumbo de lo que se viene para la Fase 2 de Marvel. Los guionistas, Black y Drew Pierce, deciden realizar una película más física que las anteriores, tanto para Tony como para Pepper Potts, pero sin descuidar la interactividad que el protagonista tiene con sus creaciones, siendo uno de los atractivos de la película. Entre ellos, también está el despliegue que hay en cada escena de acción, desde la primera hasta la última, aunque a veces Black tome por ingenuo al espectador, y quiera tapar sus falencias con gags y otras artimañas. Las vueltas de tuerca en la historia a veces funcionan. Un claro ejemplo es la puesta en escena de The Mandarin, lo que implica un riesgo, porque no estoy segura de que a los fans del cómic les guste la idea (el personaje es el GRAN enemigo de Iron Man y en el film se le resta valor), pero en el cine es válida, sobre todo teniendo en cuenta la memorable personificación de Kinsley. En los diálogos, como en lo visual, hay mucho Bang Bang; obviamente no se puede desperdiciar la personificación que le da Robert Downey Jr a Iron Man (en el cómic, quien tiene una personalidad afilada es Hawkeye). Stark, ni en su peor momento puede dejar de ser el insensible “genio, billonario, playboy, filántropo”, que siempre tiene un manojo de respuestas automáticas, irónicas e hirientes al alcance de su boca y que, por supuesto, son un deleite para el espectador. Es cuestionable desde el guión, como se opacan algunos personajes en el transcurso, y la razón por la que se mueven los villanos, pero sin ahondar mucho, funciona bastante bien y es suficiente para decir que Shane Black aprobó la prueba más difícil y no tiene nada que envidiarle a The Avengers o The Dark Knight Rises.
El icónico creador Shane Black (responsable de los guiones de “Arma Mortal” y “El Último Boy Scout”, entre otros) pone su impronta personal en el personaje de Iron Man/Tony Stark, encarnado por Robert Downey Jr., y lo coloca en una aventura en donde debe valerse de su ingenio para vencer al antagonista de turno, todo esto en medio de explosiones, chistes e invalorable amistad y compañerismo. Por Juan Pablo Bondi. Luego de la épica “Los Vengadores”, en donde el Capitán América, Thor, el mismo Iron Man, Hulk, etc. se enfrentaban a una amenaza extraterrestre, el nuevo capítulo del superhéroe en armadura debe lidiar con las consecuencias de esta batalla intergaláctica y adentrarse en la vida de Tony Stark. “Iron Man 3” muestra al protagonista en un estado de paranoia y confusión, en una nueva y peligrosa situación y con enemigos acechándole, creados por una equivocación propia hace años atrás. Con Shane Black a cargo de la dirección y del guión (recordemos este informe completo respecto a su carrera), junto a Drew Pearce, obtenemos una aventura en clave buddy movie un tanto ochentosa, en donde cobran igual importancia los personajes como la acción y la narrativa. El guión de “Iron Man 3” tiene los clásicos de Black: secuestro, dos personajes disimiles forzados a resolver juntos un misterio, acción, humor e irreverencia, todo esto adaptado al universo de Iron Man. En una buena película de acción/suspenso/neo-noir no puede faltar un buen antagonista, y ese papel lo cumplen dos personas: Aldrich Killian (interpretado por Guy Pearce) junto a sus secuaces, y El Mandarín (papel hecho por Ben Kingsley), terrorista que apunta a los E.E.U.U. Shane Black también aumenta la escala visual con respecto a las anteriores entregas de la saga, con un final a toda orquesta que involucra numerosas explosiones y efectos visuales bien logrados, sin descontar buenas dosis de suspenso y acción. “Iron Man 3” sólo puede ser criticada por su duración, unos apenas 130 minutos, que podría haber sido un poco más corto, y por salirse de la fórmula de film de superhéroe ya que se asemeja más a un thriller de acción que a una película basada en un comic book (a algunos puede no gustarles el cambio pero era más que necesario para poder mantener fresco al personaje). Luego de la decepcionante “Iron Man 2”, el personaje resurge con esta nueva entrega, la cual seguramente dejará satisfecho y también sorprenderá a su público con los giros que la historia contiene.
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El héroe detrás de la máscara Uno de los dilemas de los superhéroes (estereotipo ya fijado en la cultura popular) siempre pasó por una cuestión de identidad: ¿son ellos mismos o la máscara que crearon? Para los que tienen identidad secreta, esto es una cuestión, pero, ¿cómo funciona esto cuando todo el mundo sabe el doble rol? (algo que a Stan Lee ya le gustaba en los ‘60, cuando revolucionó los paradigmas de los superhéroes como guionista y editor en la flamante Marvel Comics). En el caso de Iron Man, la cosa toma otro cariz. Millonario, genio científico, ganador con las mujeres, Tony Stark encima se da el gusto de salvar al mundo con las superarmaduras que diseñó, y todos lo saben y lo admiran, y le perdonan su justificable megalomanía. Ahora, ¿son estos trajes una extensión de sí mismo o sólo una herramienta para el verdadero héroe que hay dentro? Este dilema es la clave en “Iron Man 3”, ubicada temporalmente después de la gran batalla en Nueva York acaecida durante “Los Vengadores”, la superproducción que reunió a los más grandes de la Marvel. Enemigos del pasado El flashback del principio remite a sucesos ocurridos en la víspera de Año Nuevo de 1999: una científica bella para conquistar, un científico looser para olvidar... Trece años después, Stark es un hombre comprometido con la bella Pepper Potts, su antigua asistente y ahora cerebro de la empresa. Es respetado y admirado por los niños. Pero la experiencia traumática de la gran batalla, cuando estuvo al borde de la muerte, le quita literalmente el sueño. En este momento de debilidad, entra en escena El Mandarín, reversión de un viejo personaje del cómic revisitado como una especie de Bin Laden de diseño (con imágenes árabes y emblemas con cimitarras), a pesar de que siga diciendo cosas chinas, y haya un par de chinitas rodeándolo: el perfecto prototipo del villano en los Estados Unidos de hoy, sólo que demasiado perfecto... La guerra contra el nuevo adversario pondrá al buen Tony a la defensiva, teniendo que valerse de su ingenio (y su capacidad para manipular gente, también) para develar los misterios que se ocultan detrás del perfecto culpable. Despojado de sus súper recursos, tendrá que descubrir si el verdadero Hombre de Hierro es la cáscara roja y dorada, o lo que va adentro. Crescendo Shane Black, exitoso guionista (fue el creador de la saga de “Arma Mortal”) se ganó el rol de director (que en las dos anteriores estuvo a cargo de Jon Favreau), sobre un guión que firmó junto a Drew Pearce, basándose en una historia que el destacado Warren Ellis escribió para el cómic. Con ese material, Black construye un relato denso, con un Stark que pasa mucho tiempo “de paisano”, y el descubrimiento de mascaradas del lado de los villanos. Porque para muchos puede ser una sorpresa que el Mal esté más cerca del traje y la corbata que de las barbas largas y los acentos raros. Por supuesto, los efectos especiales explotan en las escenas necesarias, cuando hay que mostrar en acción las habilidades del enemigo y por supuesto todas las variantes de armaduras diseñadas y controladas por el protagonista. En cuanto a la narración, nunca aburre, apostando al crescendo de la intriga hasta llegar al clímax de la confrontación final. Es una película dura sí (con las escapadas humorísticas del protagonista) pero lejísima de ser “una de violencia y efectos especiales”. El rostro Pero todo esto se completa con Robert Downey Jr. como Stark, unidos (actor y personaje) por un pasado de desarreglos. Con el mismo humor hasta en los momentos trágicos con el que construyó a Charles Chaplin, con el mismo frenesí científico y la inefabilidad de su Sherlock Holmes, Downey elabora aquí a otra de sus mejores criaturas, un hiperegocéntrico exitoso hasta el empalago, y aun así es vulnerable, bondadoso, capaz de evolucionar y de hacerse querer (aunque mantenga su autoestima por encima de las nubes). En el elenco repite Gwyneth Paltrow (la más hermosa del 2013, según la revista “People”) como Pepper Potts, dulce y tenaz fémina y la única que puede domar a la fiera; También Don Cheadle como el coronel James Rhodes, el mecanizado héroe estatal War Machine, ahora rebautizado Iron Patriot; y el mencionado Favreau, que reaparece en el rol del guardaespaldas Happy Hogan, ayudado por su físico imponente y su estilo juvenil. La siempre sugestiva Rebecca Hall (la de “Vicky Christina Barcelona”) es la doctora Maya Hansen, la conquista sexual más cara de Stark, a la luz de los acontecimientos. Guy Pearce pone sus modales hipercorrectos para encarnar al ahora pagado de sí mismo Aldrich Killian, quien vengará el desplante con creces. Ben Kingsley le pone el cuerpo a un Mandarín que da miedo, hasta que le toca actuar la actuación, lo que demuestra lo que ya sabemos: nunca será una mala elección. Completan el cast James Badge Dale y Stephanie Szostak como los esbirros de Killian, y Paul Bettany, nuevamente poniendo la voz a Jarvis, asistente digital de Stark. Para la despedida, la escena oculta que enlaza con la nueva etapa de la franquicia vengadora: después y a pesar de todo, Iron Man está ahí detrás de la sonrisa socarrona del millonario genio.
Lee, Black y Downey Jr. artífices de un “cómic movie” genuino y muy entretenido ¡Qué fácil!... si digo que “Iron Man 3” es muy entretenida y brillantemente actuada, pero no ofrece nada nuevo a la saga ni al subgénero “comic movie”. Todo se termina en dos renglones y el editor me echa a patadas. La industria hollywoodense es increíble. Uno mira la planificación anual y las proyecciones de la recaudación y se le ponen los pelos de punta. Los medios de comunicación, como el “Hollywood Reporter”, por ejemplo, suelen vaticinar el movimiento de boletaría con una precisión admirable, mientras los estudios, merced a las leyes del mercado capitalista, pueden despedir masivamente por lo que ellos consideran un fracaso. Así sucedió este año en la Dreamworks porque “El origen de los guardianes” (2012) recaudó menos de lo que pensaban. No es que perdió plata. Los rajaron porque no ganaron tanto. En fin, ya ocupé un párrafo y todavía no dije nada de la película. Dentro de los personajes de Marvel, Iron Man es de segunda o tercera línea. El atractivo subió un poco el rating porque Stan Lee, el creador de casi todo este mundo, el George Lucas de la historieta, y vivo como el hambre, fue de a poco logrando conectar los cómics unos con otros. Al principio invitando personajes mutuamente a cada volumen-episodio, y luego haciéndolos interactuar en esta lucha del bien contra el mal. Llevó años pero los frutos millonarios se ven ahora. Decía que Iron Man no era tan importante, y menos en el mundo del cine, hasta que se juntaron los planetas y los creadores llamaron a Robert Downey Jr. Él, y sólo él podía darle al personaje de Tony Stark las características necesarias para cachetear al espectador con una dosis de buena onda, humor, y acción al mismo tiempo. Una verdadera lección de construcción de personaje aprovechando sus recursos actorales. Además de ser bueno, nos cae bien. Ya no importa lo que haga. Es como el Ricardo Darín de allá. Canchero, algo chanta, exitoso, de chiste fácil, autosuficiente. Esas características histriónicas que Robert Downey Jr. le brinda a su criatura han sido, y son, la estrella de la realización. De las tres producciones ya filmadas. Tanto es así que en esta lo vemos casi todo el tiempo fuera del traje emblemático, con el agregado de ataques de ansiedad y algunas decisiones torpes. En ese magnetismo que genera empatía instantánea está la clave. Todo comienza con un Tony en la cresta de la ola siendo abordado por Aldrich Killian (Guy Pearce), un científico que quiere asociarse a su empresa. Lo dejará pagando a la intemperie para ir en pos de “hacer suya” a una chica de turno (Maya Hansen). Bióloga ella, bonita. Está trabajando en un experimento para regenerar el tejido humano, pero todavía se encuentra en etapa de experimentación. No anda bien y las cosas explotan. El montaje nos lleva a años después. Tony está en su salsa como siempre, pero ahora trabajando en nuevos modelos de súper latas mientras sigue su vida con Pepper (Gwyneth Paltrow) que anda con guardaespaldas (El ex director de la saga, John Favreau) y recibiendo a Killian, quien otra vez insiste en presentar un invento revolucionario pero peligroso si cae en malas manos. No conviene adelantar más de la trama, pero sí hacer hincapié el gran acierto de “Iron Man 3”: Apostar por Tony Stark en lugar de ir por la aventura de efectos visuales. El guión se ocupa muy bien de delinear lo que le sucede al ser humano detrás de la máscara. Lo dota de una personalidad lo suficientemente sólida como para que sea el centro, y así Robert Downey Jr. pasa a ser el núcleo al cual converge todo el resto de lo que sucede. El guionista y director Shane Black ya había hecho esto antes, cuando escribió “Arma Mortal” (1986) con el teniente Martin Riggs, encarnado por Mel Gibson. Los espectadores esperábamos más de Riggs que de la trama, y lo mismo sucede aquí. También en los demás personajes Black hace gala de buen guionista. La inclusión de un niño como partenaire ocasional de Stark abre la aventura hacia un plano adicional donde todos están incluidos, pero tampoco es casual, ya que “El último gran héroe” (1993) también establecía este vínculo entre un niño y un hombre de acción encarnado por Arnold Schwarzennegger. Por eso esta tercera parte es más que un film de superhéroes. Supera las barreras del subgénero para transformarse también en un producto que puede abarcar un espectro más amplio y una proyección inusitada hacia el futuro. También es cierto que las dos predecesoras dieron el suficiente plafond como para no necesitar más introducciones de los personajes, sino profundizarlos. En todo caso podría decirse que el villano tiene las mismas características de presentación y desarrollo que aquél Acertijo de “Batman forever” (1995). Sólo que hay una enorme distancia entre Jim Carrey y Guy Pearce. También hay sorpresas respecto del uso de los efectos visuales y los demás rubros técnicos. El diseño de sonido es sencillamente maravilloso. Importa tanto una explosión y el ruido a metal como el ambiente de un garaje abandonado. Cada detalle está cuidado al máximo. “Iron Man 3” es entretenimiento puro pero también un fantástico ejemplo de los distintos caminos que se pueden tomar para moverse en la meca del cine, entregar un producto sólido y, sobre todo, muy bien elaborado.
Vuelve Tony Stark, vuelve la acción y la diversión Tony Stark todavía sueña con la resolución que tuvo la historia que se contara en el film “Los Vengadores”. Esa ida al espacio exterior a pelear con una especie de alienígenas no le permite dormir lo que hace que lo único que haga es fabricar más modelos de la armadura que lo convierte en Iron Man. Pero cuando un terrorista denominado “El Mandarin” comienza a hacer estragos en el mundo, Stark se lo toma como algo personal y lo llevara a enfrentarlo, aunque eso lo haga perder todo y tener que comenzar de cero. Esta seria la síntesis de lo que “Iron Man 3” despliega con su siempre eficaz y maravillosa parafernalia de efectos especiales y de acción con el humor tan particular que el sensacional Robert Downey Jr le imprimió desde el primer film de la saga a su personaje. Tanto Guy Pearce como Ben Kingsley poniéndose en la piel de villanos hacen un excelente contrapunto tanto con Downey Jr como con Gwyneth Paltrow quien vuelve en su personaje de la novia de Stark y presidenta de Stark Inc. El público no debe olvidarse que, como en las demás películas de la saga de Advengers, siempre después de los títulos hay una imagen más, como una especie de Bonus Track, que vale la pena ver. Llega Iron Man 3, vuelve la acción, vuelve el humor y vuelve la dirección, Los chicos de parabienes y lo grandes también.
Pese a los cambios, el superhéroe sigue vigente "Tengo muchas disculpas para ofrecer... Nada ha sido igual desde Nueva York. Uno experimenta algo y luego se termina. No puedo dormir, y cuando lo hago tengo pesadillas. Honestamente, hay 100 personas que desean matarme. Ojalá pueda proteger lo único con lo que de verdad no puedo vivir", lamenta Tony Stark, en la tercera entrega de la saga que enmarca en la franquicia de Los Vengadores, de Marvel. Stark --quien sigue la serie y el cómic lo sabe-- refiere a los sucesos acaecidos en la segunda parte de Iron Man , cuando el magnate superhéroe revela que es Iron Man; y presionado por el gobierno de los Estados Unidos para revelar el secreto de sus trajes, "armas altamente sofisticadas" que finalmente son presentados en la Stark Expo de Nueva York como Iron Soldiers o Hammer-Droides, así como la nueva armadura superarmada y modificada Mark II (War Machine), piloteada por James Rhodes por el nuevo proveedor de armas, Hammer Industries. También en ese episodio, Stark muestra su preocupación por el envenenamiento por paladio que está produciendo el reactor Ark que impide que la esquirla que anida en su pecho llegue a su corazón, y encuentra una solución de mano de Fury, quien a la vez le informa acerca del proyecto Vengadores. Y finalmente y luego de vencer a Vanko, el villano de turno pone a las empresas Stark en manos de Pepper Potts, a quien, de paso, le revela su amor. En Iron Man 3 , Tony sabe que aunque ha entregado su "mandato" de superhéroe, los enemigos cosechados desde antaño seguirán buscando venganza contra él y que, hoy, ya retirado, el blanco perfecto son sus afectos. Como indica, no duerme, y para entretener su insomnio se dedica a perfeccionar la tecnología de la armadura. Así, cuando en la cinta anterior había llegado a la sexta versión del traje, ahora prueba el prototipo número 42. Y en esas maniobras está cuando prende la televisión y encuentra que un nuevo villano, El Mandarín, amenaza importantes escenarios estadounidenses que, dice, son una imitación hueca de la cultura oriental. Y tras un par de ataques, cuando estalla el Teatro Chino de los Angeles y su guardaespaldas y asistente Happy cae circunstancialmente entre las víctimas, Tony toma el caso como algo personal. Frente a las cámaras, el magnate desafía al Mandarín a demostrar que es hombre y a enfrentarlo, ya no como una cuestión de Estado, sino cara a cara. Lo que desconoce Stark y que más tarde irá averiguando, es que detrás de este singular contrincante se esconden fantasmas de su propio pasado de empresario y Don Juan, a quien la soberbia le impide reparar en los demás. El director de Iron Man y Iron Man 2 , Jon Favreau se mantuvo para esta entrega en el papel de Happy, y su espacio como realizador fue tomado por Shane Black, reconocido guionista de Arma mortal y El último boy scout. Black mantuvo para la narración el timing de humor que bien sabe aprovechar Robert Downey Jr. en el papel de Stark y que alcanza también al villano, una parodia con giro de tuerca de terroristas reales --y puntualmente señalados--, que asume el británico Ben Kingsley. Por otro lado, le imprimió un acento más firme a la acción, y le subrayó a Stark la misma naturaleza humana, contradictoria, acertada y fallida, altruista y egoísta, valiente y temerosa, que también destacara Favreau en su función de cineasta: "soy el mecánico", afirma. La historia queda abierta, aunque luego de las consabidas luchas, remedos y conclusiones se advierte que difícilmente Downey Jr. vuelva a vestir el traje de Iron Man. Así que es esta la oportunidad de disfrutar de su actuación como el superhéroe de acero.
La madurez de los héroes Empatía. Esa es la clave de “Iron Man 3”, la mejor película de la saga sobre el cómic de Marvel. Todo lo que estaba claro en las tres partes anteriores, ahora se profundiza gracias al nuevo perfil del héroe que se muestra muchas veces inseguro y hasta con ataques de pánico que en ocasiones logran calmar los consejos de un chico de 8 años. Ese es uno de los puntos a favor de Tony Stark que sigue tan arrogante como siempre, pero ahora un poco más vulnerable (¿y con más años?). Esos detalles del guión suman calidez y acercan al héroe al espectador que puede reconocer virtudes y defectos propios (excluyendo sus superpoderes, obviamente). Y todo, con humor, tanto gags como algunas réplicas con humor e ironía, uno de los rasgos más acentuados. Así ocurre por ejemplo cuando intentan insultar a Stark y le dicen que lo suyo son sólo trucos baratos y frases hechas y él responde que eso sería una buena biografía suya. Los responsables de que todo funcione durante más de dos horas sin fisuras es el dúo Robert Downey Jr. y el director Shane Black, un experimentado guionista de taquillazos como la saga completa de “Arma mortal”. “Iron man” no podía ser una película más en la larga lista de este recurso de Hollywood de revivir a los clásicos de la historieta. Y sorprendentemente Black lo logra sin resignar las señas particulares del género.
Es increíble que en tres películas "Iron Man" no haya tenido un villano memorable y épico como se merecía. Las cartas estaban echadas para que en esta tercera parte el Mandarín demostrase justamente eso, ser la adaptación cinematográfica del gran antagonista del hombre de hierro, la sombra destructiva que en los comics representa. Lamentablemente, son muy cuestionables las decisiones tomadas que rodean a este personaje, y son excesivos los toques de humor que la narración presenta, pese a que es una propuesta innegablemente entretenida y con efectos especiales sorprendentes.
Iron man 3 es una sólida secuela que ofrece divertimento al 100% con un muy buen desenlace que te deja una vez más con ganas de ver la próxima entrega lo más rápido posible. Esta nueva entrega de la saga ofrece no sólo brillantes escenas de acción y efectos de primerísima calidad, sino que también una historia ingeniosa y bien...
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Iron Man es quizá el superhéroe más atípico de la larga lista de seres con poderes especiales a la que nos acostumbraron primero, las revistas; luego, las series de televisión (en algunos casos, también los legendarios "episodios" de las siestas en los cines), y, finalmente, las costosas superproducciones. Tony Stark atrae a los fanáticos porque no esconde su identidad, porque es casi un "rock star" y, sobre todo, porque fuera de su traje fabuloso, no es otra cosa que un ser humano más, con sus dudas, sus complejos y sus fantasmas. Las películas de esta serie tienen el gran mérito de haber magnificado los rasgos que hacen de este personaje uno de los más populares, y en esta tercera entrega, esas virtudes están potenciadas por el humor. Por supuesto que el otro gran acierto de los productores de la serie es el de haber encontrado al actor exacto para el personaje; Robert Downey parece haber nacido para encarnar a Stark, con las dosis exactas de ironía, suficiencia, simpatía, ternura, engreimiento y egolatría como para hacernos entrar sin reparos en las convenciones de la historieta. Esta tercera entrega de la serie avanza sin miramientos sobre la historia dando por sabidos una serie de detalles que pueden ser poco comprensibles para quienes se hayan perdido las dos películas anteriores. Pero la trama de este episodio es lo suficientemente sólida como para bastarse a sí misma y dar sustento a uno de los filmes más entretenidos que haya generado el universo de los superhéroes. Además, tiene una serie de sorpresas y de giros inesperados que le agregan elementos de interés para mantener siempre atento al espectador. Hay escenas de acción realizadas magistralmente, con una puesta de cámaras y un montaje ágil y preciso que permite a los espectadores disfrutar de cada fotograma y de los soberbios efectos especiales. Y el ritmo narrativo descansa en otras escenas, lentas y pausadas, que preparan al público para el siguiente festín de acción. En este tipo de filmes, los villanos suelen ser más interesantes que el propio protagonista; en este caso, son lo suficientemente atractivos como para no verse opacados por el omnipresente Stark-Iron Man; y están a cargo de dos muy buenos actores como Guy Pearce y Ben Kingsley (este último, un verdadero portento). También aportan muy buenos trabajos los ya conocidos Don Cheadle y Jon Favreau. Hay dos detalles que diferencian a esta película de las anteriores: uno es que Stark está en ésta mucho más tiempo fuera de su traje que vestido de hierro; esto le permite al actor desarrollar al máximo las características del personaje. El otro es el protagonismo que adquiere Pepper Potts, a cargo de la cada vez más bella Gwyneth Paltrow; son dos diferencias que mejoran el producto y terminan de conformar la idea de que esta tercera parte sí fue buena. Detalle para los seguidores de la serie: después de los largos títulos finales hay una suerte de "bonus track" que vale la pena esperar. Mientras tanto, resulta instructivo apreciar el ejército de voluntades que deben reunirse para concretar una superproducción de este porte. Los que llevamos ya varias décadas yendo al cine sabemos que la pantalla grande es el lugar en el que se concretan las fantasías más afiebradas y que una de las mayores virtudes de este arte es el de transportarnos a un mundo que no existe. "Iron Man 3" convierte a muchos espectadores en niños fascinados con lo que ven y encantados con la idea de manejar en persona los juguetes cibernéticos que muestra la producción. Es casi un milagro en los tiempos que corren, y vale la pena experimentarlo.
VOLVIO EL HOMBRE DE HIERRO Revitalizada, ágil, irónica. El millonario Stark se ha retirado, pero cuando se entera que la Tierra está en peligro, sale otra vez a la cancha. Vieja fórmula que aquí sale a flote por una factura visual que le resta ampulosidad a estas extravagantes y exageradas propuestas justicieras a gran escala. Como siempre, el héroe está disfrutando de s u buena casa y de buena compañía, pero claro, la Tierra cada tanto está en peligro y los de adentro, ni te digo. Es que los malvados sólo pierden en el cine. Pero bueno al menos en la ficción aparecen súper héroes que nos sacan de apuro sin pedir nada. El filme deambula por terrenos conocidos: efectos, luchas encarnizadas, persecuciones, pero Black (y el bueno de Robert Downey Jr.) le agregan oportunos toques de humor, dejando caer algunas ideas, como esa insinuación de que al fin el exceso de vengadores en el fondo agiganta el pánico. Buen filme, vistoso, con un personaje que no cede ni ante el moralismo ni ante los sentimientos, un ser falible que anda sin traumas ni concesiones y se pone al hombro la policía y la justicia. Un tipo a la altura de estos tiempos.
Sólida y con armadura Además de las dosis de humor canchero, acción espectacular y villanos megalómanos, elementos prácticamente obligados y de manual para esta clase de superproducciones familiares, los recursos para que la saga de Iron man mantuviera su interés y su intensidad fueron utilizados con resultados desiguales. Las películas se valieron, para mantener su ritmo, de una doble tensión intrínseca al personaje: su inestabilidad física o mental por un lado y, por otro, la inestabilidad de su armadura. Digamos que un millonario pedante y ególatra de la talla de Tony Stark no es, a priori, un protagonista que despierte simpatías masivas, por lo que se volvía necesario que las cosas le fueran realmente mal, que lo aquejaran dolencias físicas y mentales para generar la adhesión necesaria. Que la armadura esté algo deteriorada justo en los momentos más importantes es el recurso que los guionistas de turno utilizaron para dosificar tensiones. Iron Man 2, la más floja de la saga, explotó muy mal el envenenamiento físico del protagonista, perdiéndose un poco la oportunidad de generar intensidad en los momentos clave. Nombrar el otro punto fuerte de la saga ya es una redundancia: Robert Downey Jr. es un actor enorme, la clase de intérprete que puede salvarle el cuero a directores inhábiles y a guionistas deficientes. Un hombre que se las ingenió para figurar simultáneamente en dos de las más sólidas, simpáticas y taquilleras sagas mainstream de la actualidad: Iron Man y Sherlock Holmes,Los vengadores no fuese la mitad de buena si no contara con su presencia y su invaluable carisma. y que es capaz de desenvolverse con la misma soltura como investigador toxicómano en el S XIX y como magnate excéntrico. Es probable que la notable y reciente Por fortuna, en esta tercera parte el hombre de hierro cumple con sus cometidos de salvar el día –sobre todo si es un sábado tormentoso- aportando un entretenimiento inteligente que mantiene constantemente el interés. El director Shane Black (que ya había trabajado con Robert Downey Jr. en la divertida Entre besos y tiros) parece dejar su marca en la agilidad de la trama, lo trepidante de las escenas de acción y la simpatía de algunos chistes -es grandioso un gag en el que tiene lugar una disputa conyugal con armadura mediante-. Quizá la escena mejor lograda sea la de la explosión en un avión, que provoca una caída en picada de trece pasajeros, a los que el paladín debe salvar a sabiendas de que sólo puede cargar con cuatro simultáneamente. No deja de tener su interés la existencia de un terrorista a lo Bin Laden que termina siendo un simple actor cumpliendo órdenes en un estudio montado, una invención mediática para saciar la necesidad popular de un enemigo visible. Una bienvenida respuesta sarcástica a esa lamentable épica “documental” e “histórica” llamada La noche más oscura.
Menos Rock, más Pop Lamento no compartir la emoción y exitación de varios críticos y fans de la franquicia con esta 3ra entrega. En serio que lo lamento porque a mi forma de verlo, Iron Man es uno de los héroes más atractivos y cool que tiene Marvel, pero la verdad es que esta última entrega no colmó del todo mis expectativas y me pareció una producción de superhéroes del montón. Para empezar creo que directamente perdió su aura rockera, esa que la hizo tan copada en 2008 y que ya se había visto disminuida con la 2da entrega en 2010. Tony Stark representa el estilo Rock & Roll, la irreverencia, la rebeldía, la incorrección política, sin embargo en esta última entrega se le imprimió un perfil más inocente y se notó la mano oculta de Disney. No me malinterpreten, me gustan los productos Disney por lo general, pero hay que separar los tantos cuando se trata de diferentes productos. Como diría aquella publicidad local de bebida espirituosa, "al pan, pan y al vino..." No es una buena estrategia que Disney suavice la oscuridad innata que tienen algunos cómics de Marvel sólo para mantenerse en la línea familiar que marca su camino comercial. Si a Iron Man se le quita el Rock y a los villanos la oscuridad, se corre el riesgo de caer en una fórmula de aventuras default que trasmita pocas sensaciones al espectador. Por ahí leí algunos intentos de comparación con la trilogía cinematográfica de Nolan sobre Batman... por favor, piensen bien antes de cometer semejante estupidez. Este Iron Man actual es un héroe para adolescentes más bien tirando a niños, a diferencia de la adultez que presentó la historia del caballero de la noche que claramente no tenía como target principal a los más chicos. Otra cuestión que me pareció un gran WTF fue lo que decidieron hacer con El Mandarín, villano histórico de Iron Man que en esta 3ra entrega aparece satirizado como consecuencia de una vuelta de tuerca caprichosa. Entre las cuestiones positivas de este film, están los aspectos técnicos que son increíbles, tanto visuales como de sonido, de eso no hay queja que valga. En una mínima escena en la que Tony se pone uno de sus trajes, demuestra toda la pericia profesional que Michael Bay no logra en su casi 3 horas de tortura Transformer. En general la trama se plantea interesante y titánica, con algunos aciertos como el potenciamiento de Pepper Potts y el hecho de mostrar a un héroe más vulnerable, y otros no tanto como por ejemplo la personalidad de los villanos. En general es una película que entretiene, que ofrece humor y grandes escenas de acción, pero eso no basta para estar a la altura de "Los Vengadores" o la mismísima "Iron Man" original que, según la humilde opinión de este fan del cine, sigue siendo la mejor de la franquicia sin lugar a dudas.
Redoblando la apuesta al máximo luego de un film inicial y su secuela, la saga de Iron Man logra en su tercera versión probablemente su mejor opus. Y acaso el último, según de lo que se desprende del inesperado desenlace del film, pero eso puede ser sólo un rebaje para volver a poner primera. Con un estilo diferente al que le imprimió Jon Favreau, responsable de los dos films anteriores, Shane Black sorprende en su reinterpretación del mito del personaje metálico. Con sólo un film como realizador en su haber y varios trabajos notables como guionista (la primera Arma mortal y El último gran héroe, aquel ingenioso e irónico film de acción con Schwarzenegger que homenajeaba al cine), Black logra un film atractivo en su faz dinámica y a la vez interesante en su trama y subtextos. En su primer largometraje, Entre besos y tiros, también tuvo a Robert Downey Jr. como protagonista, y quizás por ese conocimiento previo, el lucimiento del actor de Chaplin parece esta vez mayor, física e histriónicamente. La trama lo pone al límite como nunca antes y esto tiene que ver no sólo con las escenas de acción sino también con otras que lo comprometen emocionalmente. Además, y esta es otra novedad, Tony Stark tendrá que arreglárselas más de una vez sin su armadura de acero, apelando a su destreza física e ingenio electrónico y mecánico. También en esta continuación crece significativamente el rol de Pepper Potts, la secretaria y gran amor del millonario, con una Gwyneth Paltrow dispuesta a mayores proezas en todo sentido. Con un prólogo que arranca justo antes del nuevo siglo, la historia va proponiendo bifurcaciones que la van enriqueciendo, con la participación de personajes diversos y sustanciosos como los villanos a cargo de Guy Pearce y Ben Kingsley y un niño con el que se produce una carismática dupla. Con algunas escenas fenomenales (como el rescate en el aire de pasajeros de un avión despresurizado) y asimismo algunos excesos (entran juego demasiados trajes de Iron man que se despedazan con demasiada facilidad) el resultado global es igualmente formidable.
Iron Man 3 es un filme de sensaciones encontradas. Es espectacular y divertido, pero carece del filo de la primera película. Tiene un villano mucho más siniestro que Iron Man 2, pero también tiene su cuota de agujeros de lógica. Pero quizás el punto más discutible es que destroza y canibaliza la mitología de los villanos de la tira, obteniendo una historia bastante diferente - que es bastante buena en sus propios términos -, pero que sin dudas habrá despertado la ira de los fans del comic. En todo caso la pregunta del millón es si valía la pena cometer semejante sacrilegio para obtener este espectáculo, o si se hubieran obtenido los mismos (o mejores) resultados respetando a rajatabla la idiosincracia de algunos de los villanos principales de la historieta. Desde ya, tener a Robert Downey Jr en el centro de la escena siempre es divertido. Acá el guión parece más pulido respecto del resto de los personajes secundarios, los cuales tienen su momento de lucimiento - en especial la Pepper Potts de Gwyneth Paltrow, la que tiene el lujo de contar con un puñado de escenas gloriosas -, con lo cual esto comienza a funcionar como un ensamble de gente con muy buena quimica interna al estilo de Star Trek o, incluso, The Avengers. Pero, mientras que los caracteres son graciosos - a final de cuentas Shane "Arma Mortal" Black es un especialista en películas sobre compañeros -, la historia plantea algunos problemas serios de lógica. El primero es cómo manejar un universo en donde un poderoso terrorista mantiene en vilo a todos los Estados Unidos y los Vengadores / SHIELD brillan por su ausencia. En un momento Tony Stark anda semidesnudo por la nieve, sin un peso, sin armadura y apenas atina a una llamada telefónica. Pero en vez de llamar a Nick Fury (o alguno de sus amigotes), termina mandándole un mensaje de amor a su amigovia Pepper Potts. Seguramente debe haber recibido algún golpe en la cabeza en alguno de los combates, razón por lo cual padece una amnesia súbita - que le haya hecho olvidar el número de 0800 - SHIELD -... y excesivamente conveniente para el script. El otro punto es el plan del villano, el cual sólo desea crear caos para aprovechar la voleada y hacerse con el gobierno de la nación. El problema no es el objetivo final sino la instrumentación, que resulta rara. Si el villano ya tiene bajo su mando a un ejército de tipos mutantes - capaces de generar un calor infernal, regenerar sus miembros amputados y explotar como pequeñas bombas atómicas - todo el resto (poner a un impostor en cadena nacional, apoderarse de la armadura que maneja Don Cheadle, generar atentados por todos lados con soldados de operaciones "negras" reclutados como sicarios, etc) suena extremadamente rebuscado. Incluso la presencia de Rebecca Hall como una ex amante de Downey Jr. devenida en científica de dudosas intenciones deja más interrogantes que certezas. Es cierto que el personaje sirve de excusa para una caterva de pirotecnia verbal que disparan con gracia Hall, Downey Jr. y hasta Paltrow, pero todo esto pareciera ser una serie de complicaciones innecesarias generadas por el libreto para que estos personajes interesantes interactúen. O como la caída de Downey Jr. en Tennessee, en donde se ve obligado a establecer una improbable alianza con un chico de 10 años. Mientras que estos tipos se sacan chispas en jugosos diálogos, por otra parte la lógica de toda la situación - Stark metiéndose en la casa del chico a prepo, la ausencia injustificada de sus padres, la misión del chico de conseguir dos toneladas de aparatos y herramientas para que Tony arme un pequeño arsenal y repare su armadura, etc, etc - está traídísima de los pelos. (alerta spoilers) Pero sin dudas el elemento más repelente para los fans es la reimaginación de El Mandarín, el cual es considerado el villano principal del comic, y que aquí ha sido reducido al papel de un simple impostor. En la historieta era un genio tan brillante como Stark, un hábil artista marcial que poseía diez anillos de procedencia alienígena - los cuales había obtenido de una nave extraterrestre estrellada en China - y los que les daban una serie de superpoderes. Pero acá... oh, Dios... es un actor drogón que está en la mala, que ha sido reclutado por Aldrich Killian, y que ahora vive intoxicado de sexo, estupefacientes y lujos carísimos. Mientras que la perfomance de Ben Kingsley es muy graciosa - yo diría que se roba cada escena en la que aparece -, por otra parte la reimaginación del personaje no deja de ser un brutal sacrilegio - es como decir que Lex Luthor era un actor a sueldo, o que el Joker sólo era un loquito con delirios de grandeza, manejado desde las sombras por otro tipo más siniestro y con los pies sobre la tierra -. Seguramente éste es un detalle menor para el gran público, esos que sólo conocen el personaje a través de los filmes de Downey Jr. y que aceptan todo con tal de que el show sea divertido y medianamente inteligente; pero, para los fans a ultranza del comic, esto les debe haber parecido una herejía monumental, con lo cual deben estar organizándose como hordas armadas con antorchas para ir a incendiar la casa de Shane Black y su coguionista Drew Pearce. Mientras que la re-concepción del Mandarín es discutible, al menos el villano principal Aldrich Killian destila maldad y amenaza, y eso es de agradecer. Siempre dije que el gran problema con los filmes basados en personajes de la Marvel es que carecen de villanos de estatura - nunca un Joker o un Ra's Al Ghul, por ejemplo -, pero al menos Killian es cuasi tan potable como el Dr. Octopus de Alfred Molina de Spiderman 2, el que - por lejos - es el malvado de la editorial que mejor ha sido retratado en la gran pantalla. (fin spoilers) Yo creo que Iron Man 3 es un gran show, y uno mejor que la segunda película, pero no llega a la estatura del filme original. El problema es que la primera entrega se sentía como un tecnothriller al estilo de los de Tom Clancy, sólo que con superhéroes como condimento. Acá las cosas amenazan tomar ese rumbo - el Mandarín está perfilado como una versión alternativa de Osama bin Laden -, pero nunca termina por explorar el tema, ni siquiera de manera superficial. En cambio prefiere irse por la tangente y mostrar una aventura con Robert Downey Jr. despojado casi todo el tiempo de su armadura. Sin dudas el show le pertenece al actor, pero la historia carece de las substancia que debiera, como si no se atreviera a meterse en algo tan serio como tener una agenda política. En todo caso su mayor pecado es restringirse a ser un producto pasatista, algo que logra con mucho éxito, aunque por ello resienta por momentos la lógica interna de su relato.
Shane Black es uno de los mejores escritores de cine de acción y, también, un muy –muy– buen director aunque su carrera solo conste de un título, el bello (y solo estrenado en video en la Argentina, así anda el mundo) “Kiss Kiss-Bang Bang”. Ese film describía cómo se narra una película y rompía todo molde. “Iron Man 3” es eso, también: una vuelta de tuerca sobre el género de los superhéroes. Aquí se trata de un ataque directo hacia Iron Man y hacia lo que significa, y se pone en cuestión la ontología del héroe. ¿Qué es lo que vale en el personaje, la armadura o la persona que la usa? Ese dilema, que atraviesa todo el film, implica trabajar también sobre qué lleva a Tony Stark a hacer lo que hace. Robert Downey Jr. es, qué duda cabe, un actor extraordinario y también un enorme comediante. Eso le permite al mismo tiempo mostrarnos el dolor del conflicto de Stark y tomar la distancia suficiente para que nos contagie el goce del vértigo. De allí que las extraordinarias y creativas (cuando ya parece todo inventado: he aquí el arte del director) secuencias de acción adquieren una fuerza y contagian un entusiasmo que no siempre se ve en estas películas. Por otro lado, la aventura real está armada según un modelo clásico, transparente, siempre interesante. Es imposible que no nos entusiasmemos con Iron Man, con su amor por Pepper, con su amistad, con su deseo de romper todo, con su inteligencia. A puro efecto especial, el film supera a sus antecesores (por lo demás muy buenos) en su peso humano y su complementario vértigo artificial.
Dirigida por Shane Black, Iron Man 3 (2013) es la película con más humor de la trilogía pero no descuida las grandes secuencias de acción, que tienen a un Robert Downey Jr. en su mejor momento. En esta tercera parte el multimillonario Tony Stark debe lidiar con las secuelas del incidente que protagonizó en Nueva York. El conocimiento de la existencia de dioses y de vida inteligente en otro planeta y la experiencia cercana a la muerte se manifiestan en ataques de pánico e insomnio. Pasa día y noche trabajando en su taller hasta que el terrorista conocido como El Mandarín comienza con una cadena de ataques a objetivos estadounidenses. Pero cuando destruye su mansión y acaba con casi todos sus recursos, emprende una cruzada para encontrar respuestas. Iron Man 3 es la mas cómica de las tres entregas. Es un show completo de Robert Downey Jr., quien sabe manejarse y logra que cada escena sea graciosa e inteligente al mismo tiempo. Por supuesto que no todo es gracias a él, ya que el director y escritor Shane Black (guionista de la saga Arma Mortal) hizo un gran trabajo detrás de cámaras y le dio a Tony Stark un rasgo de humanidad del que carecía hasta este momento. Vemos a un Tony angustiado y desesperado que debe luchar contra reloj para recuperar lo que más quiere. Y es esta la mejor parte de la película, donde lo veremos despojado de su traje y siguiendo la pista de El Mandarín al mejor estilo detectivesco, valiéndose de partes mecánicas para luchar contra los enemigos que se cruzan en su camino. Disfrutaremos de la mejor faceta de un Robert Downey Jr. que, acompañado de un niño, irá tejiendo la trama de un complot que amenaza a Estados Unidos y, por qué no, al resto del mundo. Si bien Shane Black se permite una licencia con el personaje de El Mandarín que tal vez sea imperdonable para los fanáticos del cómic, para el espectador en general será una salida divertida y permitirá mostrar a un Ben Kingsley delirante. Además de enfrentarse a este nuevo enemigo, deberá vérselas con un científico interpretado por Guy Pearce al que Tony había rechazado en el pasado y que ahora vuelve para vengarse. Pepper Potts toma un rol protagónico y Gwyneth Paltrow demuestra que además de ser una gran interprete dramática puede hacerle frente a una película de acción sin ningún inconveniente. Asimismo, Don Cheadle vuelve a poner el cuerpo a James Rhodes y a War Machine, Jon Favreu interpreta a Happy Hogan que se encarga de la seguridad de la Industria Stark y Paul Bettany es Jarvis, el asistente robótico de Tony. Se suma al elenco Rebeca Hall como una científica que influyó en el pasado de Tony y que ahora regresa a su vida con una verdad reveladora. En fin, Iron Man 3 es la culminación de una trilogía que significó el renacimiento de un gran actor como es Robert Downey Jr. El mismo que cuando salió al mundo a los 27 años y protagonizó Chaplin (1992) no dejaba ninguna duda de que nos encontrábamos ante un actor descomunal. Ahora, a sus 48 años, ha manifestado que sería feliz de continuar con la saga y se deprimiría en caso de no hacerlo pero que igualmente sacaría provecho si decidiera colgar el traje. El tiempo y el dinero dirán si esto es verdad pero podemos estar seguros de que este es un cierre perfecto (con una escena imperdible después de los créditos finales) para una saga que ha cosechado fanáticos alrededor de todo el mundo. 4/5 SI Ficha técnica: Dirección: Shane Black Guión: Jon Favreau & Shane Black. Estreno (Argentina): 25 de Abril de 2013 Género: Cómic, Aventuras, Acción. Origen: Estados Unidos Duración: 129 minutos Clasificación: AM 13 Distribuidora: Buena Vista Reparto: Robert Downey Jr., Don Cheadle, Gwyneth Paltrow, Jon Favreau, Ben Kingsley, Guy Pearce, William Sadler.
(Anexo de crítica) Mucho tiempo ha pasado desde que en 1969 Stan Lee introdujera en el comic book “Historias de suspenso” (número 39) al dandy excéntrico Tony Stark, alter ego de Iron Man. También ha pasado tiempo desde que Jon Fraveau dirigiera la segunda entrega de la saga del metálico héroe (3 años). Pero lo que no ha pasado es las ganas de ver una vez más a Tony y dilucidar si finalmente la armadura perfecta llega a su vida y con ella el descanso y la normalidad. En esta nueva entrega (en 3D para no ir a contracorriente) , que ya no dirige Fraveau sino Shane Black (con una larga historia como guionista –la primera y segunda entrega de Arma Mortal y El último Boy Scout, por mencionar algunos títulos), la cinta encuentra a Tony Stark reflexionando sobre algunos sucesos acontecidos recientemente. Año 1999, como dicen los españoles “noche vieja” (fin de año), en medio de una fiesta en la que está muy bien acompañado (por una decodificadora de ADN), es abordado por un freak que quiere presentarle un proyecto. Se olvida del mismo y volvemos al presente, un presente en el que los Estados Unidos es amenazado por un extremista conocido como “El Mandarín”. Mientras intenta detener a este líder oscuro (una vez más la otredad viene desde Oriente) debe luchar, cuando no en un héroe de Marvel, contra sus miedos más profundos, que se traducen en “ataques de pánico y ansiedad”. Con la colaboración de un niño podrá recuperarse luego que lo dieran por muerto y desandar el camino hacia poder controlar los destinos de su país en manos del terrorista. Por ahí está Don Cheadle interpretando a “Máquina de guerra”, la hermosa Gwyneth Paltrow (Pepper Potts) y Jon Fraveau haciendo de seguridad personal ahora de Pepper. Pero también está la cultura popular, presente en cada meta referencia que se hace a lo largo de los 128 minutos del filme (“Dowton Abbey”, “Joan Rivers”, por citar sólo dos ejemplos). Reflexiones irónicas pero reales sobre la construcción y creación del otro como enemigo máximo (“lo mejor que puede pasarte es el anonimato, le das a la gente un objetivo y ya está” dice el freak abandonado por Stark en fin de año) y también sobre la personalidad característica de nuestra época y sobre ciertas patologías producto del análisis psicológico (terminologías específicas). El 3D es aprovechado en las escenas de acción y en aquellas secuencias introducidas especialmente, como cuando nieva. El resto de la película está registrado de manera tradicional, sin ningún artificio especial, por lo que tranquilamente se podría prescindir del efecto. Iron Man 3 es la historia de un hombre, un megalómano que sigue buscando algo que aún no sabe qué es pero que sabe que en la perseverancia y el trabajo en equipo todo puede solucionarse. De antología las escenas que muestran la intimidad entre Pepper y Tony (conejo gigante de regalo, para mencionar sólo una). La secuencia de títulos finales que emula una presentación de serie de TV de los años setenta es increíble. Gran relato épico sobre la superficialidad, el heroísmo y la humanidad.
Publicada en la edición digital Nº 6 de la revista.
"Marvelduración" Dejando de lado por un rato el despilfarre y rejunte de superhéroes que trae consigo el universo de “Los Vengadores”, Marvel ofrece con “Iron Man 3” una de sus películas más serias y entretenidas de los últimos años. ¿Por qué? Básicamente porque “Iron Man 3” nos muestra a un Tony Stark (Robert Downey Jr. ya completamente mimetizado con el personaje) abatido, cansado, con ganas de replantear su vida como justiciero y, por si fuera poco, sufriendo ataques de pánico y ansiedad, algo que le da un toque de madurez interesante a esta historia. Luego de la regular segunda entrega del 2009, en donde Tony Stark se pasaba casi todo el tiempo afuera del Mark V solamente para hacer uso de su imparable verborragia y tirar una insufrible galería de chistes, en esta oportunidad tenemos casi siempre al frente nuestro su lado más humano, menos payaso y por ende mucho más disfrutable tanto por grandes y chicos. Sin embargo dicha madurez no podría ser completa si no tuviéramos a uno de los villanos más realistas y polémicos que se sacó Marvel de la galera en los últimos años: El Mandarín (interpretado por el gran Ben Kingsley). La polémica juega una partida doble en esta ocasión, no solo porque se trata de una reinvención absoluta del villano más importante de Iron Man en los comics, sino también porque en definitiva lo que hicieron con este personaje para esta película es correr un riesgo inesperado que resulta chocante al principio, pero termina cerrando por todos lados y hasta te deja pensando un poquito después de salir de la sala. No se puede hablar demasiado acerca de su historia, pero seguramente El Mandarín dividirá aguas entre aquellos que vayan a ver esta película, seguramente posicionándolos a favor del entretenimiento o rechazando rotundamente los cambios. De todas formas “Iron Man 3” no deja de ser una propuesta donde todo gira alrededor del personaje que le da nombre a esta saga, una de las más rentables de la historia de los superhéroes y del universo Marvel, que llega a su fin de forma estruendorosa, divertida y correcta. La escena del ataque a la casa de Tony por parte del Mandarin, el atentado contra el avión presidencial y el explosivo final son quizás las más grandes secuencias de acción que se hayan contado con Iron Man en toda su trilogía. No es fácil encontrar terceras entregas (a excepción del Batman de Nolan) en donde la calidad técnica (la música de Brian Tyler, el tercer compositor de la saga, termina siendo un acierto rotundo), el respeto a ciertas líneas argumentales planteadas anteriormente y sobre todo las actuaciones estén a la altura de las circunstancias. A veces es difícil para los actores, como así también para todos aquellos que forman parte de estas producciones, mantener el espíritu de la novedad y el entusiasmo del éxito durante tantas entregas muy seguidas en el tiempo. Sin embargo “Iron Man 3” logró superar esa difícil piedra y el resultado es más que placentero. Quizás el cambio de director (sale el padre de la criatura, Jon Favreau, y entra el correctísimo y casi debutante Shane Black) y un reparto que no afloja para nada (Kingsley, Guy Pearce y la bella Rebecca Hall) fueron piezas claves para aterrizar en tierra firma este verdadero desembarco exitoso del hombre de hierro en la pantalla grande. El destino del universo Marvel sigue estando completamente abierto para sus próximas entregas, ya que “Iron Man 3” solo se ocupó de hacer lo correcto y necesario: Darle un gran cierre a la historia que lo inició absolutamente todo. Si la nostalgia los invade cuando terminen de ver esta película es porque en definitivamente acudieron a un gran espectáculo pochoclero de la mano del gran Tony Stark.
Busquemos un tópico similar (al menos en cuanto al tema de la hojalata) para sopesar la evolución de una franquicia. En el caso de Transformers, la avidez inicial para ver en pantalla grande y con la ayuda de las nuevas tecnologías digitales lo que de chicos uno veía en dibujitos, satisfizo a los fanáticos con su envión inicial; en la segunda parte se logró una medianía preocupante; y al llegar el tercer escalón lo único que había era ruido. Cuando en 2008 llegó Iron Man, este producto de la factoría Marvel se plantó como un más que sólido entretenimiento porque no sólo se ofrecía un fantástico despliegue visual, sino que eso venía acompañado, sostenido, por un gran actor que cazó al vuelo la esencia del personaje. Quizá porque no son muy distintos, aunque eso es para otro análisis. Robert Downey Jr. se encargó de darle vida al egocéntrico, excéntrico e irónico Tony Stark, y junto al trajecito sofisticado ese combo constituía la base principal del arranque de la saga. En la siguiente película, la mordacidad se diluyó y a pesar de que no fue una mala experiencia, se sintió claramente que faltaba algo. Bajo las riendas de Shane Black, un tipo con más experiencia como guionista que como director, esta tercera entrega de Iron Man retoma las características psicológicas del personaje, por lo que todo lo demás que se añadió resultó un buen plus para disfrutar, sobre todo, al inefable Tony Stark. Uno y el equipo. En esta oportunidad, Stark ve como su mundo se destruye de un plumazo y cómo las personas que lo mantenían enlazado a la realidad corren serio peligro: léase aquí Pepper Potts, con una Gwyneth Paltrow que cobra bastante más protagonismo que en las anteriores cintas. En este sentido, también la figura el comandante Rhodes (Don Cheadle) toma un poco más de vuelo. Ayudado por un niño, Iron Man debe enfrentar a un enemigo del pasado y a otro personaje en todo el sentido del término, llamado El Mandarín. El primero de ellos es interpretado por Guy Pearce y el segundo por Ben Kingsley, como para certificar que se puso mucha carne en el asador para decorar el lucimiento de Robert Downey Jr. Completa el nuevo entramado la presencia de Rebecca Hall, en el rol de una científica que conformará un triángulo junto a la dupla Stark-Potts. Lo que quiere decir, por supuesto, que junto al regreso del humor, el amor también hará de las suyas. Para el final, lo que inevitablemente debe tener un producto de Marvel: un listado más que prometedor de escenas hechas en computadora que seguramente dejará conformes a los más exigentes buscadores de acción. Un dato para el espectador ansioso que busca rápido la salida al finalizar la proyección: a no escabullirse porque tendrá su recompensa una vez que pasen los créditos. Sin descollar ni erigirse como referencia obligada del género, Iron Man 3 recobra energía y ofrece un entretenimiento de alta calidad a lo largo de dos horas y monedas. Y eso es más de lo que muchas sagas pudieron ofrecer.