Pasaron 4 años e Inception (El Origen. 2010) en el medio para que podamos ver el final de la trilogía del caballero de la noche. Los Nolan por fin habían encontrado ese broche que le pondrían al cierre de la trilogía. Una tormenta está llegando. Todo empezó allá por 2005 cuando Warner para no perder los derechos del señor oscuro buscaban una historia que lo reviviera de las pésimas películas que había echo Joel Schumacher y de los pezones de George Clooney. Así nació Batman Begins con toda esa dosis de realidad que Nolan supo imprimirle al cómic de DC. Con un Bruce Wayne mucho más oscuro que pelea más contra la mafia que contra archienemigos plastificados. El miedo te encontrará. En 2008 se estrena The Dark Knight (Batman: El Caballero de la Noche). La primer película sobre el encapotado en el que el nombre Batman no está en el título, privilegio que se ganó Nolan después de Batman Begins. Un Joker totalmente desquiciado y una historia atrapante dieron a The Dark Knight el título de una película que hay que ver antes de morir. Nacido en la oscuridad. Pasaron ocho años desde que Batman ya no cuida de las calles de ciudad Gótica, todo parece estar en paz y así como Batman no sale de noche, Bruce Wayne tampoco sale de día, se convirtió en un ermitaño incapaz de seguir con su vida después de todas las pérdidas que sufrió en los años anteriores. Pero pasa algo, algo tan grave está por llegar a Gótica que va a sacar de su propio retiro a Bruce Wayne y a Batman. The Dark Knight Rises tiene un inicio absolutamente fascinante, es todo un espectáculo visual que solo se ve en pocas superproducciones. Un film tan esperado como éste no podía tener otro inicio, obviamente con la presentación del villano de turno, Bane. Tom Hardy interpreta a Bane, un individuo totalmente contrario al Joker (El Guasón). Bane es frío, calculador, con una fuerza y agilidad física que supera a ampliamente a Batman, esta va a ser la película donde realmente el entrenamiento de Bruce Wayne va a ser puesto a prueba. Nolan siempre fue un hombre de bajar personajes a la realidad y darle un lado mucho más terrenal, de eso se trata esta trilogía, con el personaje de Selina Kyle/Catwoman (Anne Hathaway) lo logra perfectamente, a tal punto que ni siquiera es necesario nombrarla como Gatubela. En el mismo nivel se encuentra John Blake (Joseph Gordon Levitt) que combate al lado de Batman cual Robin, pero de una manera mucho más sutil que en las versiones anteriores de este personaje de la DC. Un mal necesario: Tengo que decir que este cierre de la trilogía es más una película de Bruce Wayne que de Batman, me refiero a que a pesar de las 2 horas 45 minutos que dura el metraje vemos más el trasfondo de la mente de Bruce Wayne que las apariciones con el traje de Batman puesto. Muchas cosas pasan a lo largo de la película, inclo para la primer aparición de nuestro héroe pasan como 60 minutos pero esto yo no lo veo como un problema, es más, es el preparativo necesario que necesita el personaje para poder volver a la acción. Quizás esta tercera y última parte es la que mas se aleja del Batman de Frank Miller ese que peleaba contra la mafia, su principal enemiga. Toda la película nos va anticipando hacia un final que hasta al más escéptico se le va a hacer un nudo en la garganta, el film tiene una estructura dramática tan opresiva que al espectador se le dificulta ver algo de esperanza para los personajes. Crean que estoy tratando duramente de no arruinarles nada de la película ya que hacia el final hay muchas sorpresas, pero eso se los dejo a ustedes. Quizás el gran problema que tiene la película es querer contar situaciones con varios saltos temporales en poco metraje, (recuerdo haber leído que el primer corte de la película era de 4 horas de duración, cosa que me encantaría ver) esta es la falencia más grave que le puedo atribuir a la película. Conclusión El Caballero de la Noche Asciende es lo que todo fanático va a buscar. Si no viste las dos anteriores es momento que lo hagas para poder ver toda la construcción del Batman de Nolan. Momentos nostálgicos invaden toda la película, una historia de Batman muy bien contada de redención absoluta y un final digno de esta trilogía. A más de uno se le va a piantar un lagrimón.
¿El último tic-tac? "No estás viviendo, estás esperando lo peor" le dice Alfred a Bruce Wayne en un tramo del nuevo film de Christopher Nolan, que sumerge al héroe del título en un exilio que dura ocho años. Impulsado por el desorden y los nuevos peligros que amenazan a Gótica, Batman se ve obligado a volver al ruedo. Batman: El Caballero de la noche asciende resume a lo largo de dos horas y cuarenta minutos una trama compleja en la que entran en juego muchos personajes e instala la paranoia de un gran atentado, resolviendo sobre los minutos finales demasiadas explicaciones. El film no deja nunca de ser un gran espectáculo, por el despliegue de sus escenas y por los climas oscuros que tiene la historia y que acentúan el estilo de un realizador ya consagrado. En este tercer eslabón, que se asegura es el último (al menos con el papel del héroe encapotado), se agrega Selina (Anne Hathaway), una hábil ladrona que se introduce en la mansión de Wayne y que, con el correr de los minutos, demostrará sus aptitudes (aunque no se explica demasiado el por qué) para la lucha. Aunque en la trama nunca se la llame Gatúbela, el personaje está en plena lucha, al igual que John Blake (Joseph Gordon-Levitt), el policía de buen corazón que sigue las órdenes del Comisionado James Gordon (Gary Oldman). Con algunos "mensajes" que se filtran en algunas de las imágenes (las del partido en el estadio), uno de los personajes comienza a tener más peso dentro del relato, aunque no conviene dar demasiados detalles al respecto. La amenaza llega de la mano del villano de turno, Bane (Tom Hardy), un violento enmascarado que da un golpe a la Bolsa de Comercio y se reserva un plan aún mayor para sembrar el terror. La película tiene sus secretos, sus vueltas de tuerca, traiciones y desfilan por la pantalla Marion Cotillard; el reaparecido Matthew Modine (el actor de Alas de Libertad, de Alan Parker) y, otra vez, Cillian Murphy como "El Espantapájaros". Los fanáticos de la saga estarán de parabienes con esta nueva entrega que se toma sus tiempos para plantear lo que luego se transforma en un verdadero campo de batalla, con personajes celebrados y aplaudidos por el público de las entregas anteriores (el Alfred de Michael Caine aparece en los momentos justos) y los nuevos que arrastran sus propios conflictos. Entre tanto enfrentamiento, alianzas, voladura de puentes, motos y aeronaves, Batman los mira a todos desde las alturas, otra vez con su capa flameante y con un tic-tac que avecina el peligro.
Personajes ajenos, mundo propio “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada.” Historia de dos ciudades – Charles Dickens Acaso a Christopher Nolan nunca le haya interesado del todo hacer una película -mucho menos una saga- sobre Batman. Acaso, sólo le parecía un “medio” apropiado para negociar cinematográficamente sus ideas sobre el valor, el heroísmo, el miedo, la locura, la obsesión, la muerte y “la sociedad en que vivimos”. Batman sería el hilo conductor para esa serie de ideas. Pero más que Batman, lo que lo moviliza es Bruce Wayne, un alma torturada y confundida, un tipo solitario y distante que se vuelve héroe enmascarado de historieta sólo para que Nolan, en el rol de investigador de la mente humana y sus vericuetos, pueda entregar tramas hipercomplicadas que, aun pareciendo “realistas”, no son otra cosa que extravagantes proyecciones mentales de sus protagonistas. O suyas. El Caballero de la Noche asciende cierra la trilogía retomando temas, ideas y personajes de la oscura primera película y combinándolos con la energía e intensidad de la segunda, como si se tratara de un combo y/o un “grandes éxitos” de ambas. Hay un villano inmanejable que pone en vilo a Ciudad Gótica, hay una película política y polémica y hay, sobre todo, un psicodrama personal/familiar que se pone en juego cuando Bane, el malvado en cuestión, no tiene mejor idea que hacer volar por los aires todo lo conocido y Wayne debe retomar su propia y abandonada historia de cruzado enmascarado. La trama es imposible de resumir, pero digamos brevemente que luego de ocho años de ausencia -en los que abandonó la vida pública y dejó que Harvey Dent se convirtiera en un héroe mitológico para los ciudadanos, aun sabiendo que ese mito se basaba en una mentira-, Bruce se ve obligado a volver a la acción a partir de la aparición de esa especie de fuerza de la naturaleza que es Bane (Tom Hardy, a quien le pusieron voz de megáfono luego de las críticas que recibió Nolan cuando mostró escenas en las que no se le entendía casi nada), un hombre que parece ser la “mano dura” de un operativo por controlar la economía de la ciudad, empezando por las propias Wayne Enterprises. Y, por otro lado, seducido e intrigado por la escurridiza Selina Kyle (Anne Hathaway, lo más parecido a algo luminoso que tiene esta negrísima película), una ladrona de joyas que busca limpiar su pasado y está dispuesta a cualquier traición para lograrlo. Wayne volverá a calzarse la ropa de murciélago humano y tendrá un nuevo chiche mecánico con el que recorrer, ahora por los aires, Ciudad Gótica, gracias a su siempre fiel Lucius Fox (Morgan Freeman). Habrá nuevos personajes, como el joven e idealista policía John Blake que encarna Joseph Gordon-Levitt con el aplomo que le da ser un veterano actor con más de 20 años de experiencia (y tiene 31), y la francesa Marion Cotillard, que interpreta a otra billonaria que será clave en el desarrollo de la trama. Y regresa el Comisionado Gordon (ya escribirlo da placer), a quien Gary Oldman convierte en la voz de la razón y la cordura de la saga. Pero si hay alguien con el que verdaderamente Wayne se relaciona -y donde late el corazón de esta película intensa y brutal, apasionante y frustrante a la vez- es con Alfred, su mayordomo de toda la vida, que, con un par de apariciones, Michael Caine transforma en el alma humana de la trilogía, otorgándole la emoción que el resto de la cerebral trama no tiene. Es que Christopher Nolan es un cineasta para el que todo es igual de importante. Digamos: cada vuelta de tuerca de la trama y cada traba psicológica de cada personaje tiene que tener su desarrollo y exploración. Eso lo distingue claramente de la mayoría de los realizadores de películas de superhéroes o de films de acción, que se contentan con plantear conflictos sencillos y luego se entregan a ese largo solo de batería que suelen ser los 45 minutos finales de destrucción masiva. Nolan no. Su ritmo y su compromiso es diferente, y eso -en este tipo de películas- se agradece. No teme mezclar una enorme escena violenta (explosiones, peleas, etc.) con 20 minutos de Wayne encerrado en una prisión/cueva; no impone prioridades entre una persecución furiosa por la ciudad y una conversación entre, digamos, Blake y el encargado de un orfanato. Nolan transmite todo el tiempo la sensación de que se le van años de planificación en cada escena. Y eso, que le juega en contra en películas más adultas como El origen (atrapadas en un vendaval de información narrativa tan ampulosa y sobrecargada como las imágenes), en este tipo de films funciona para darle un tono “realista”, serio, ensimismado. Hasta profundo, quizás demasiado... Si pongo “realista” entre comillas, es porque hablar de realismo en una película de superhéroes (ya sé, Batman no es un superhéroe estrictamente, pero eso no viene al caso ahora) siempre es una trampa. Lo que hace Nolan es disimular, casi todo el tiempo, que es una película sobre un tipo con una máscara y una capa peleándose con otro con un bozal en la cara. Christian Bale es mucho más Wayne que Batman (¿cuánto tiempo real de pantalla tiene disfrazado?) y Selina es más una mujer seductora con una malla negra de baile que un personaje de comic. La trama mezcla cuestiones “políticas” serias (Bane toma el poder en Ciudad Gótica y hay una especie de confusa rebelión ¿anarquista? que nunca se entiende bien cómo funciona, mezcla de la Toma de la Bastilla con Occupy Wall Street) con otras propias de una película de espías de los ’60 (desactivar ojivas nucleares contra reloj, ese tipo de cosas) y Nolan logra navegar bastante bien entre esos universos. O, al menos, te lleva puesto con su marchosa convicción al punto de que sólo después se notan los baches y grietas del asunto. El tipo no es del todo clásico (sus tramas, su forma de editar y su puesta en escena son demasiado personales como para serlo) ni tampoco se ha subido a los distintos formatos de la modernidad: no hay ironía ni pastiche ni “referencias pop” ni frenesí clipero. Tiene una voz propia que es innegable, tan innegable como el hecho de que le gusta escuchársela de una y mil maneras distintas. Y que la escuches vos también. Aquí, te convence (acaso por cansancio). Mucho se ha hablado acerca de las cuestiones políticas que la película pone en juego. Son, sí, evidentes y en primer plano, pero hay mucho cuidado por parte de los Nolan (Chris y su hermano Jonathan, coguionista) en no enredarse demasiado ni en tomar claro partido por nada ni nadie. Por cada buen policía hay uno corrupto, por cada millonario altruista hay uno cínico y ambicioso, por cada revolucionario con causa hay otro que sólo busca el caos por el caos mismo. Y así. Cada “análisis político” se sostiene y se contradice a la vez. Un policía tira la placa pero es a la vez el más honesto de todos. Y el ladrón puede ser más leal que el filántropo. Y en los “bajos fondos” (ese lado oscuro del sueño americano en este caso es literal) viven los marginados y oprimidos, pero también los asesinos y criminales. Lo que plantea Nolan es un escenario post 11/9 de tiempos confusos, en los que el Bien y el Mal no se dividen con claridad meridiana. Como Una historia de dos ciudades, una de las fuentes de inspiración de la trama. Con su espectacularidad y virulencia, El Caballero de la Noche asciende es una película atrapante como pocas en su género. Pero también es cierto que la falta de un villano desbocado y anárquico como el Guasón -tal como fue interpretado por Heath Ledger- le quita esa sensación de imprevisibilidad que tenía la anterior película, y la hace más mecánica y robótica, se le notan más los hilos. Las acotaciones de orden, digamos, psicológico (hay una especialmente interesante asociada al miedo y a la pulsión de muerte) suelen estar en boca de los personajes más insospechados, como si en el mundo de Nolan la “universidad de la calle” fuera una expresión literal, lo cual genera una rara combinación de supuesta erudición y brutalidad que se repite, de diversas maneras, a lo largo de toda la serie. Bah, de toda la carrera de Nolan. Batman, Bane, Alfred, Gordon, Gatúbela -la estructura molecular de la historieta de superhéroes como género- son los pilares sólidos y casi centenarios que permiten que Nolan no se desboque ni termine mirándose su propio ombligo como llegó a hacerlo cuando le tocó crear un mundo propio en El origen. Es un mundo que ya está creado y, sin necesidad de explicar cómo funciona, el hombre ofrece su interpretación personal. Es una serie de variaciones sobre una composición clásica que Nolan toca con la convicción y la potencia necesarias como para hacernos creer, al menos durante 165 minutos, que no la hemos escuchado cientos de veces antes.
Uno con Batman inicia salía satisfecho porque seguramente la mayoría no esperaba mucho ¿Para qué van a hacer Batman de nuevo?? era la pregunta generalizada. Con El caballero de la noche y esa escena final de la moto y la capa a uno lo dejaba ansioso esperando que siguiera todo, después de haber visto un “malo” increíble, y escenas grandiosas durante toda la película. Nolan se había recibido de genio. En el medio de aquella y el final de Batman hizo una peliculita llamada Inception, no hay que olvidarlo. Ahora con El caballero de la noche asciende Nolan se dedicó mucho a la historia. Es grandiosa como la segunda, pero tiene más ganas de explicar como lo hizo en la primera. El arranque con la escena del avión, que mostró hace meses en los Imax, con una gran secuencia que no tiene efectos especiales digitales y los aviones son de verdad, con la gente “de verdad” ahí arriba haciendo piruetas, difícilmente sea igualada. Podrán copiarla digitalmente, pero lo que el hace paga la entrada. Uno podría decir que ahí ya se puede ir del cine satisfecho… y la realidad es que esa será la primera patada en el pecho que vas a recibir, y te va a obligar a quedarte aferrado en la butaca dos horas y media más. Al toque de eso te pone la misma máscara de Bane y te va a costar aun más respirar. Porque como dije, Nolan se ocupó mucho del guión no solo en las líneas de sus personajes, también en la creación de ese clima asfixiante. No para de tirarte abajo todo a cada rato. Cuando te levantás te vuelve a tirar y te golpea en las rodillas para que siga tu dolor bastante tiempo. La película tiene su sello, porque este clima lo había logrado con El gran truco y también podrás ver algunas cosas de Inception misma. Usa sus recetas, y es lo que uno quiere “disfrutar” en una película de el. La particularidad de El caballero de la noche asciende es que no tiene tanto protagonismo de Batman mismo, y eso le da a Nolan la chance de hacer lucir a cada actor secundario. Michael Caine tiene unos momentos increíbles. Todos los años de experiencia se notan con creces en un par de escenas vitales de la película. Anne Hathaway es increíble como arranca… la ves y pensás que Nolan se equivocó y que no podrá hacer de Gatúbela, pero estás siendo parte de ese plan maestro que diseñó en su mente. Es brillante este rol de Gatúbela por la sicología del mismo, pero también por la destreza física (¡¡que apertura de piernas Anne!!) Y podría dedicar párrafos enteros a cada uno de los demás actores. Lo mismo con la fotografía y la música no hace falta aclarar mucho más. Sigue siendo todo brillante como acostumbra Nolan. No hay que entrar en detalles, porque Batman el caballero de la noche asciende es una gran obra que va sorprendiendo y golpeando a cada paso. Sus más de dos horas y media son justas y necesarias. No hay momentos de humor, quizás un par de chistecitos y nada más. Luego no vas a tener respiro. Batman el caballero de la noche asciende es por sobre todas las cosas un gran drama con mucho suspenso y fue realizada como nadie hasta el momento se había dedicado a hacer un cómic en la pantalla grande. Acá está el sello de un director por sobre el estudio en si. Nolan hizo historia y dictó cátedra para películas futuras. Genio.
Chistopher Nolan dijo que iba a extrañar a Batman. Y se lo creo. El superhéroe que no tiene cualidades sobrenaturales, pero que posee esta actitud de entrega y sacrificio personal en pos del bien común será siempre nuestro outsider favorito. De hecho, cuando supimos que este julio llegaba el film, todos con una sola idea clara: es el estreno del año. Para serles sincera, no puede haber película capaz de complacer a todos por lo que sugiero que dejen las expectativas a nivel real para poder ser justos con la película. Siguiendo una evolución lógica del personaje, Nolan nos muestra a un Batman herido y retirado después de esa fatídica noche en la que tomó responsabilidad por los asesinatos de Harvey Dent. Lo vimos en Batman Inicia como un hombre en busca de una razón de vivir, con una gran necesidad de inspirar; en El Caballero Oscuro/de la noche, después de años de cercar a los villanos aparece uno que ya no es un simple matón, no: al Guasón lo que le gustaba era el caos y la belleza de la anarquía. Esta vez, con Bane lo veremos ir al extremo como para tener que volver a calzarse el traje después de ocho largos años. Tengo que confesarles que va totalmente por un lado diferente al que yo pensaba, pero sin embargo la película cumple. Si bien su inicio es un poco lento (o será que nosotros estamos muy ansiosos, dato a tener en cuenta), Nolan va estructurando una tragedia que cuestiona los cimientos de cualquier moral que puedas imaginar. Y una vez que las piezas están dispuestas en el tablero, los eventos se presentan con una carga dramática sorprendente. Lo único que puedo anticiparles es que se te pone la piel de gallina mucho antes del climax. Una inmensa labor en la mezcla de sonido, con planos sonoros al mejor estilo Ciudadano Kane, uso de silencios y la música imperial del enorme Zimmer. Visualmente, hay muy poco por decir que no se sepa: los espacios elegidos, los enfrentamientos entre Bane y Bruce, la paleta tan azulada con toques grisáceos, una belleza absoluta. Manteniendo la idea de lo verosímil y de la búsqueda de un símbolo, la historia se renueva con ese gusto a caos que tanto nos emborrachó en El Caballero Oscuro/de la noche. En cuanto a los personajes nuevos: una buena Hathaway en un tono de voz suave constante y muy buenas escenas de peleas coreografiadas pero que poco tiene del extremo de la de Pfeiffer, desgraciadamente, una siempre adorable Marion Cotillard con su aspecto vulnerable y tierno que nunca parece aburrirnos, y un gran Joseph Gordon Levitt siguiendo el legado de Jim Gordon. Unos cuantos guiños para los seguidores de la saga, buenos usos de gags y un Christian Bale con todo el encanto y la vulnerabilidad que solo él puede combinar teminan por redondear un espectáculo fascinante. Tom Hardy como Bane se hace más monumental por lo físico y por el traje que porque realmente se destaque (quizás el punto más débil de la cinta). Creo que es el más desaprovechado. Igual, Nolan nos da tanto, que se lo perdonamos. Espero, sinceramente, que puedan vivirla como espectadores, liberados de la carga emocional que todos tenemos a priori. No, no es El Caballero de la Noche, pero es una obra mucho más madura, un cierre impreso en oro, a una visión diferente de un personaje que siempre volverá a ser evocado por otro. La romántica idea del héroe y su sacrificio, nunca mueren para Gótica. Un Batman que voy a extrañar pero que ha sabido completar esa idea de que un film de superhéroes pueden ser no simples películas de acción, si no thrillers psicológicos y policiales negros. Gracias, Nolan, por estos tres maravillosos films. Hasta siempre, Caballero de la Noche.
El caballero de la noche y su resolución final La nueva saga comenzó allá por el 2005 con la reveladora Batman Inicia, continuó su camino tres años más tarde con Batman: El Caballero de la Noche, sin dudas el punto más alto en la franquicia, y el jueves 26 de julio de 2012 llegó la esperada Batman: El Caballero de la Noche Asciende, el final de la franquicia que supo recomponer la mística del hombre murciélago. La trama de esta tercera Batman (no hay ningún spoiler de importancia) se centra 8 años después de la muerte de Harvey Dent en una Ciudad Gótica limpia y con el hombre murciélago retirado a la fuerza por las lesiones físicas que obtuvo en aquella caída al salvar al hijo de Jim Gordon y fundamentalmente por asumir la culpa en la muerte del querido Dent. Como en todas las tormentas, la previa se presenta con una tensa calma que luego desatará la furia de un nuevo villano llamado Bane, que está dispuesto a destrozar la preciada tranquilidad de los habitantes de la cambiante ciudad. Batman deberá recomponerse y volver para luchar con Bane y tratar de reparar el orden en Ciudad Gótica. Si bien me gustó, y bastante, en Batman: El Caballero de la Noche Asciende hay algunas cuestiones que fueron moneda corriente en la saga y que aquí le juegan una mala pasada. Christopher Nolan siempre intentó llevar a Batman a un universo más allá de la espectacularidad visual y la oscuridad, solo que aquí no pudo concretarlo al máximo. Tanto Batman Inicia como Batman: El Caballero de la Noche poseían en su metraje grandes pretensiones, profundidad, diálogos leccionarios, música ampulosa y una buena dosis de solemnidad, pero todo en un contexto que lo justificaba y lo sostenía a la perfección. Es verdad que la primera en porciones bastante menores a la segunda y quizás por eso es la peor de la saga, pero es la que cuenta con el Joker como villano principal la que posee todos esos valores potenciados, explotados y aprovechados a más no poder, generando como resultado un hito en la historia del cine. Una de esas películas que quedan para siempre en el imaginario popular cinéfilo. Batman: El Caballero de la Noche Asciende tiene también esos argumentos a su favor, aunque lamentablemente también en su contra. El Joker con sus apariciones aportaba descontrol (controlado y entendido solo por él), frescura, intensidad, humor y descompresión, mientras que aquí Bane llega para contribuir inteligencia, crueldad, gravedad pero fundamentalmente, mucha seriedad. Aquí se da la sustancial diferencia entre ambas películas, debido a que es ésa la cuestión que hace de Batman: El Caballero de la Noche Asciende una película con menos disfrute y más carga. El Joker era un bálsamo dentro de la solemnidad y la pretensión que planteaba Nolan a su idea. Toda la gestión del conflicto no resulta tediosa, pero tampoco atrapa a todos nuestros sentidos, porque algunas sobre explicaciones del guión (algo que también le paso a Nolan en El Origen) y la intención del gran realizador de Memento de hacer una historia épica termina quedando por momentos algo forzada e inconexa en su constante pretensión. Incluso la locura del Joker servía como para esperar cualquier cosa de Batman: El Caballero de la Noche, mientras que en Bane encontramos miedo (si, su personaje es tremendamente poderoso y temerario) pero no sorpresa, generando una especie de espera pacífica y no una espera de alerta e incertidumbre. Más allá de todas estas cuestiones la película cumple a pleno y posee una potencia y una espectacularidad épica pocas veces vista en el cine de súper héroes. Christian Bale logra elevar aún más su gigantesca interpretación de Batman, Tom Hardy se calza el traje de villano y no defrauda en absoluto por su propia fortaleza e impronta y por el excelente desarrollo que impone Chris Nolan para sacarle el mayor jugo a toda esa maldad y resentimiento que posee y Anne Hathaway resulta ser la sorpresa de la cinta con una Catwoman comodín que se balancea con los malos y los buenos con total soltura y sensualidad. Marion Cotillard presenta quizás el personaje peor delineado y desarrollado, aunque la francesa tampoco queda mal parada del todo. Joseph Gordon-Levitt presenta bastante más lugar en el metraje que el que se prometía a priori, y realmente su actuación cumple con tesón, paciencia y empuje. Gary Oldman, Morgan Freeman y Michael Caine aportan nuevamente humor, carisma, ternura, fuerza y principalmente solidez a unos roles que quedarán marcados a fuego para siempre en sus fructíferas carreras. Por otra parte, con Ulises Picoli hemos hablado bastante sobre cómo la cinta maneja las cuestiones políticas y que yo considero se resumen con el personaje de Hathaway. Catwoman establece un rol de equilibrio en el film donde coquetea permanentemente con el bien y el mal. Esa ambigüedad marca que el universo que plantea Nolan en la película existen dentro de las distintas esferas (la seguridad, los políticos, las clases sociales) generando un equilibrio que hace que la cinta no se incline ya sea para el bien o para el mal. Quizás otro ejemplo es cómo en la policía encontraremos a agentes capaces y comprometidos como Blake y Gordon, mientras que también habrá algunos temerarios, inseguros y torpes como Foley. Con esto quiero afirmar que no es sencillo de delinear el contenido político de la cinta, sino que es bastante más complejo de subrayar y analizar de lo que parece a simple vista. Con todos sus argumentos positivos y negativos hay que destacar que Christohper Nolan jamás deja un cine cuyo visionado consiga indiferencia. Siempre plantea películas que se prestan y generan debate. Batman tenía que tener una resolución así de épica más allá de sus falencias. Un final que no pase desapercibido en su análisis y en su apreciación. Una conclusión que con todos sus pros y sus contras, resulta ser la película concluyente que merecía este Caballero de la Noche.
Christopher Nolan logró con su trilogía de Batman algo que no es habitual en este género y es superar con su trabajo cada entrega que desarrolló. El caballero de la noche asciende queda en la historia de las adaptaciones de cómics como una de las grandes películas épicas que se hicieron con el género de superhéroes. Esta es la gran conclusión de esta interpretación que tuvo el personaje, cuya máxima virtud es que no importa que tan fanático seas de Batman y cuántas historietas hayas leído, hacia el final vas a estar totalmente hipnotizado frente a la pantalla por el suspenso de la trama y después te vas a emocionar. Ahí encontramos uno de los puntos fuertes del film. Nolan logró con unos creativos giros argumentales capturar la atención de los fans hasta el final con una película que trasciende principalmente por su guión y las interpretaciones de los protagonistas. Algo muy raro de encontrar en el cine hollywoodense de estos días donde la apuesta por lo general está más concentrada en los efectos visuales y los despliegues de pirotecnia. Por supuesto que hay grandes secuencias de acción y persecuciones, pero ese no es el fuerte de este Batman. El caballero de la noche asciende va por otro lado. En lo personal me pareció brillante lo que hicieron con el guión porque combinaron a la perfección dos célebres arcos argumentales de los cómics como las sagas de “Knigthfall” (en la que surgió Bane y le rompía la espalda a Bruce Wayne) y “No Man´s Land” que puso en jaque la existencia de Ciudad Gótica. De esta última trama lo que tomaron es el concepto de una Gótica sumergida en el caos y la destrucción. No hay terremotos, sino que el conflicto se encamina en otra dirección. Esa es otra genialidad del film, porque tomaron elementos de esas historias y los adaptaron a la visión y el universo de ficción que creó Nolan. En consecuencia, podés disfrutar todas estas cosas conocidas de la historieta en el cine desde un enfoque completamente distinto. Una visión que no distorsiona con estupideces a estos personajes como ocurrió en el pasado con el infame Joel Schumacher, sino que está en perfecta sintonía con el espíritu que tuvieron estas creaciones en los cómics. Esto me lleva a destacar mis dos elementos favoritos de este estreno que quiero mencionar. Bane. El trabajo de Tom Hardy es maravilloso. No sólo por su notable transformación física, sino por lo que hace con su interpretación. Más allá de los cambios en su origen que pueda tener Bane, este es el verdadero villano psicópata de la historieta. De alguna manera redimió con creces el mamarracho que presentó Schumacher en Batman y Robin donde este sujeto se limitaba a ser un forzudo tonto. Por otra parte, la película brinda una redención soberbia de otro memorable personaje que fue históricamente vapuleado por la ignorancia de mucha gente. Esto es complicado de tratar porque no quiero adelantar cosas de la trama, pero tampoco lo puedo dejar pasar. Digamos que se trata de una referencia sorpresa que sumaron de manera creativa y original en este film. Me pareció brillante. Más adelante voy a desarrollar esto en mi blog, ya que merece una mención aparte y dispara una nota interesante. Cambio de tema. Entre las incorporaciones también se destaca Anne Hathaway con una muy buena interpretación de Gatúbela que tiene poco que ver con la versión de Michelle Pfeiffer en Batman Vuelve. En lo personal, creo que la Selina Kyle de Hathaway está más cercana al personaje de los cómics. Lo cierto es que la narración de Nolan es tan sólida que los 165 minutos de duración no se sienten en el cine porque trabajó con un gran argumento que mantiene el conflicto en constante tensión y suspenso. Esta idea de culminar la trama con una gran guerra urbana en Ciudad Gótica es extraordinaria. El próximo director que trabaje con Batman no va a tener una tarea sencilla porque estos filmes son difíciles de superar y ya hicieron historia dentro de la extensa mitología de este personaje. Uno de la mejores películas del 2012.
Y un día... Batman volvió para decir adiós Christopher Nolan demostró en el inicio de la trilogía su capacidad para reinventar un personaje como Batman y trasladarlo al mundo real, en donde su figura representa al héroe capaz de salvar al mundo, pero que no es más que un simbolismo de cualquier mortal capaz de ocupar ese rol. En Batman: El caballero de la noche asciende (The Dark Knight Rises, 2012) esa teoría es revalidada para producir un cierre perfecto. La historia nos presenta a un Bruce Wayne (y Batman) (Christian Bale) que lleva desaparecido unos ocho años. Encerrado en su casa, víctima de una depresión no tiene ningún contacto con la realidad más allá de su fiel mayordomo Alfred. Tanto alejamiento del mundo lo han llevado a la bancarrota y ya no es el millonario empresario de ciudad Gótica. Pero la aparición del villano Bane (Tom Hardy) y la bella ladrona Selina Kyle (Anne Hathaway), la Gatúbela a la que nadie llama como tal, sacarán a Wayne (y Batman) del ostracismo para poder devolverle a la ciudad la paz perdida y probarse a sí mismo que todavía hay una vida más allá de las perdidas y fracasos. Batman: El caballero de la noche asciende es una película de superhéroes pero bien podría no serlo. En la historia el lugar de Batman puede quedar en manos de cualquier mortal sin la necesidad de ningún tipo de poder especial más allá de la destreza fisica y mental. Nolan logra en ésta trilogía humanizar al superhéroe. Batman es un hombre como cualquier otro y su forma de actuar bien podría equiparase con la de un agente de la ley (por dar un ejemplo, pero también ser un presidente) que lucha contra la violencia, que cae prisionero, que debe ingeniárselas para escapar y que de su fuerza dependerá el futuro de la ciudad. Narrativamente la historia funciona como un film épico en donde la necesidad de la figura del héroe ausente está en un subrayado permanente. Christopher Nolan pone un villano con un discurso anticapitalista con el que se gana a la población instigándola a luchar contra la explotación neoliberal y los somete a un mundo en donde serán los propios habitantes de Gótica quienes impartirán la justicia, aunque más tarde quede demostrado que detrás de dicho discurso solo haya pura demagogia y éste sirva sólo para que Bane logre su cometido. En Batman: El caballero de la noche asciende hay secuencias memorables, batallas campales como sólo Nolan puede filmarlas, y grandes actores en personajes que le escapan de manera continúa al estereotipo con interpretaciones más cercanas a la realidad que a una ficción basada en un comic. De más está decir que su realización técnica es impecable. Nolan logró reinventar un personaje, trasladarlo a la actualidad y convertirlo en un hombre que asumió un rol justiciero cuando parecía que Batman nunca iba a poder desprenderse de su propio karma. El final perfecto para una trilogía que será difícil de superar. Aunque esta hipótesis sólo sea producto de la subjetividad.
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La última, la mejor Christopher Nolan es uno de esos directores de los cuales uno espera que lo que le falte en el guión él lo supla con su toque de talento. El tema es cuando el guión es tan sólido, por lo cual Nolan hace que “Batman – El Caballero de la Noche Asciende” sea casi perfecta. Uno puede entrar discusiones sobre si la película es lo suficientemente negra o violenta o truculenta para un personaje de este estilo. Lo único que se puede hacer es decir que Nolan ha logrado algo que no muchos directores que se le animaran a una saga o trilogía puede lograr : que cada uno de los film fuera superando al anterior. Por más que el publico sintiera mucha simpatía por el villano que interpretara magníficamente Heath Ledger en la film anterior, este es el mejor de la saga por dirección, por guión, por ritmo y, porque no, por oscuridad. “Batman – El caballero de la Noche Asciende” tuvo un estreno más que tumultuoso por el lamentable hecho de Denver en su debut, pero lo que se puede asegurar es que este film no es ni más ni menos violenta que muchos otros estrenos, La diferencia es que mientras otros films usan la violencia como método de atracción y se regodean en ello, “Batman…” tiene más que justificada cada escena, en su guión, en la historia y en cada fotograma, y cuando hablo de escenas justificadas, hablo de las de acción y, por sobre todo, las de fantásticos diálogos. Las de los momentos presentes y la de los Flashback. Obviamente, esta es más oscura que las anteriores y contiene mucha violencia física y psicológica entre sus personajes, pero todo en su justa medida y en los momentos justos. En este caso la historia está comienza con una tranquila Ciudad Gótica luego de que se declarara y pusiera en marcha la “Ley Dent” contra el crimen, ley que promoviera en la segunda película de la saga, el Alcalde Dent, quien luego se convirtiera en Dos Caras. A partir de esa tranquilidad, y luego de años de que Batman desapareciera ya que es culpado de la muerte de Dent, un nuevo criminal querrá romper la tranquilidad de la Ciudad : Bane, uno de los peores criminales. Batman también se encontrará con una bella villana : Catwoman a la que tendrá que vencer. Christian bale vuelve a ser un magnifico Batman y Anne Hathaway logra una sensual gatubela siendo quienes se destacan en un elenco fantástico y sin fisuras desde el mayor hasta el menor de los actores. Solo un muy buen director puede lograr todo esto. Christopher Nolan demuestra que es uno de los elegidos por el talento y, como decíamos antes, logra lo que pocos que cada una de las películas de la trilogía por él emprendida fuera mejor a la anterior. “Batman – El caballero de la Noche Asciende” es un film que no se puede dejar de ver.
Diversas opiniones hay sobre esta última entrega de la trilogía Batman de Christopher Nolan. Por un lado hay quien ha salido encantado del cine, y por otro quien dice que es una película de acción más sin ningún recurso digno de mención. En mi opinión, y con toda sinceridad, estoy a favor de los primeros. Me ha encantado pero, he de admitir, ha sido sobre todo por la continuación de la historia. Me ha encantado ver a un Bruce Wayne después de ocho años de la pérdida de su gran amor. Me ha gustado contemplar cómo él, Alfred, Gordon, Fox, todos han envejecido y progresado, tal y como lo hacen las personas reales. Y creo que este es el mayor logro del film. El pasado viernes (en el estreno en España -por supuesto mi querido Ángel no hubiera aceptado verla un solo minuto después-) me encontré empatizando con todos los caracteres que ya conocía. Sintiendo el desánimo del héroe, los miedos de su mayordomo y guía, la integridad incorruptible del comisario. Fue emotivo y muy gratificante, y eso más que nada hizo que no despegase los ojos de la pantalla en las casi tres horas que dura la película. Por supuesto, junto con los viejos tenemos nuevos caracteres. Gente joven y no tan joven, cada cual desempeñando su papel con perfección. Me llamó la atención especialmente lo completa y madura que encontré a Anne Hathaway (tampoco es que tenga muchas referencias de ella en otros films, pero me la esperaba más intentando lucirse que centrada en su papel), y quizá porque me esperaba poco de ella fue la que más me sorprendió. También tengo que mencionar (porque no hacerlo sería un crimen) la espectacular y terrorífica presencia de Tom Hardy, del cual diría que es el mejor en el film si no fuera porque el resto y, sobre todo, el cuarteto original (Bale-Oldman-Freeman-Caine) son excepcionales desde cualquier ángulo que se los mire. Pero basta ya de hablar de personajes y actuaciones (en una producción así suelen abundar las buenas interpretaciones). ¿Qué hay, por ejemplo, de la historia? ¿Qué nos cuenta? En este sentido, debo decir muy a mi pesar que, pese a haberse ganado el director toda mi atención hacia cada uno de los movimientos de los principales, la historia en sí no tiene mucho que rascar. Hay momentos emotivos, es verdad, y escenas fabulosas, de miedo y de superación. Están, cómo no, los obligados momentos de desolación, ese punto de incertidumbre ante el precipicio que ya nos colocó Christopher Nolan en la segunda parte (por ejemplo con el dilema de los ferrys en mitad del río). Aún así, a esta tercera entrega le falta (aunque no del todo) ese puntito de bifurcación moral, más patente en The Dark Knight, que podría haber hecho que esta película ascendiera, nunca mejor dicho, de ser una buena película a convertirse en una verdadera leyenda. Para finalizar diré -y ya sé que la perfección es imposible- que no habría estado de más haberse estrujado un poquito más los sesos por concluir el film con una secuencia de acontecimientos más original y pausada (que no relajada). Tiene además, como casi todas las películas de acción, ciertas concesiones propias de este género que le recuerdan a uno al verlas que está ante una obra de ficción. Muy pocas cintas de este tipo están hechas con rigor, pero en mi caso particular agradezco cuando lo que estoy viendo está lo suficientemente bien documentado como para que suene real. Concesiones y errores típicos aparte, es una digna sucesora y cierre final del mundo Batman creado por Nolan, y con la que, como dijo algún crítico: que Dios se apiade de aquél que quiera hacer un reboot. Lee lo que él dice de este film!
La película más esperada de los últimos cuatro años. El acontecimiento cinematográfico y cultural de 2012. El cierre de una de las trilogías más espectaculares de los últimos tiempos. ¿Está Batman: El Caballero de la Noche Asciende a la altura de tantas expectativas? Ocho años después de lo ocurrido en el film anterior, Ciudad Gótica está en paz gracias a la Ley Dent, que permitió encerrar a los más peligrosos criminales. Por lo tanto, ya no se necesita de Batman, quien sigue siendo buscado por la justicia. Ni siquiera Bruce Wayne (Christian Bale), el encargado de darle vida al Encapotado, anda por la vida como un playboy: ahora vive recluido en su mansión, barbudo, sin contacto con nadie más que con Alfred (Michael Caine). Pero la tranquilidad no durará demasiado. En el subsuelo de la ciudad, amparado por gente poderosa, el enorme y siniestro Bane (Tom Hardy), lidera un ejército con fines devastadores. También aparece en escena Selina Kyle (Anne Hathaway), una ladrona profesional que juega para el equipo que más le convenga y gusta de vestir ropa negra ajustada y antifaz. “Se viene una tormenta, señor Wayne”, dice en una escena, y no se equivoca en nada. Batman deberá volver a la acción para salvar a Gótica. Pero antes deberá superar uno de los más terribles obstáculos. Y mejor no contar más para evitar spoilers. Christopher Nolan sabía que se enfrentaba a un gran desafío. En Batman Inicia nos presentó su visión fresca e hiperrealista del clásico superhéroe de DC. La continuación, Batman: El Caballero de la Noche, no sólo superó a la primera parte: se convirtió en un clásico instantáneo, provocó que la Academia de Hollywood cambiara algunas reglas en cuanto a las nominaciones a los Oscar, y el Guasón (Heath Ledger en uno de sus papeles póstumos) escaló a lo más alto del ranking de villanos cinematográficos. Pero el director inglés, una vez más, está a la altura y tira toda la carne al asador. El resultado: un film apocalíptico, en el que la destrucción parece inevitable y los Buenos deben hacer lo que pueden. Así como El Caballero de la Noche tenía más influencias de los policiales norteamericanos de los ’70, acá el tono es más cercano al de una película bélica. Abundan los disparos y las explosiones, y varias secuencias remiten a los campos de concentración nazis. Por supuesto, también están los momentos y los gadgets estilo James Bond, del que el realizador es fanático confeso. Además, Nolan recurre a sus típicas vueltas de tuerca y varias sorpresas para potenciar el suspenso y mostrarnos el otro lado de varios personajes. Esta vez, algunos de esos recursos están algo tirados de los pelos y hay giros que no terminan de cuajar, además de que los 164 minutos por momentos se sienten. Pero nada de eso entorpece una narración imparable. La película remite a los hechos que pasaron en la primera y segunda parte, sobre todo de Batman Inicia, ya que la historia se centra más en el atormentado Bruce Wayne, quien sufrirá un terrible revés del que deberá levantarse. Y es el tema central de esta historia: la caída y el ascenso (físico y/o moral) de Batman y de la mayoría de los personajes, incluso los villanos. Christian Bale vuelve a lucirse un poco más y sigue demostrando que es el mejor Encapotado hasta la fecha. Además de pegar saltos y de golpear a los malosos, Bale pudo ahondar en el costado más introspectivo del mito. Como en las entregas anteriores, los veteranos dan cátedra: Gary Oldman, Morgan Freeman y, sobre todo, Michael Caine, que en pocas escenas logra conmovernos hasta las lágrimas. En cuanto a los nuevos del elenco, Marion Cotillard —la mujer más hermosa del mundo, sin dudas— le pone el cuerpo a Miranda Tate, quien reemplaza a Bruce en el mando de su empresa y lo ayuda a creer nuevamente en el amor. Joseph Gordon-Levitt encarna a Blake, un oficial de Policía devenido en mano derecha de Gordon y admirador del Hombre Murciélago. Juno Temple, como la “amiga” de Selina, es la única desaprovechada, ya que su personaje no tiene desarrollo. A la manera de Quentin Tarantino, Nolan también sabe devolver actores a los primeros planos; en este caso, Matthew Modine y Tom Conti, quien vuelve a interpretar un papel de presidiario en un territorio hostil como en Merry Christmas Mr. Lawrence/Furyo, de Nagisa Oshima. Los “Malos” de turno merecen un párrafo aparte. El talentoso Tom Hardy se consagra interpretando a Bane, una especie de Hannibal Lecter en el cuerpo de un luchador de catch; un extremista decidido a pulverizar Ciudad Gótica. Pese a que en un primer momento se pensó que no daba para el rol, Anne Hathaway sorprende como una Gatúbela sensual, peleadora y ambigua, capaz de pasarse varias veces de bando. Ninguno de los dos logra opacar al Guasón de Ledger (ni siquiera de lo menciona en el film), pero sus caracterizaciones siguen siendo estupendas. Sin llegar a los niveles de perfección ni de incorrección política de su predecesora, Batman: El Caballero de la Noche Asciende es de lo más glorioso que nos dio el cada vez más pobre Hollywood moderno, confirma a Christopher Nolan como un gran director y visionario, y ¿cierra? genialmente una de las mejores trilogías del séptimo arte.
Heroísmo y fragmentación social Vaya uno a saber cómo lo hace pero por quinta vez consecutiva el genial Christopher Nolan nos entrega una realización no sólo extraordinaria desde el punto de vista cualitativo sino además definitoria en cuanto a los límites concretos de lo que Hollywood puede llegar a ofrecer en términos de espectáculos para las masas. Al igual que Batman Inicia (Batman Begins, 2005), El Gran Truco (The Prestige, 2006), El Caballero de la Noche (The Dark Knight, 2008) y El Origen (Inception, 2010) antes que ella, El Caballero de la Noche Asciende (The Dark Knight Rises, 2012) es una película exitosa en múltiples niveles, una epopeya que interpela políticamente a su tiempo, desparrama cuestionamientos urgentes de todo tipo y a fin de cuentas calza perfecto en nuestras sociedades de injusticias flagelantes, estupidez estatal, solipsismo ciudadano y criminales con una cuenta bancaria gigantesca. A esta altura del partido podemos afirmar que uno de los rasgos característicos de la producción del británico, central a la hora de despertar esa devoción casi fundamentalista por parte de los fanáticos, es la severidad de los convites en su conjunto, ese tono narrativo entre grave, solemne y parco que resulta tan ajeno a lo que suelen ser los estándares de la industria cinematográfica norteamericana de la actualidad. De hecho, este es el meollo del asunto: la obra solitaria motivada por una lectura adulta y compleja de la realidad circundante inevitablemente se abrirá camino -por más que sea sólo para destacarse sin mayores consecuencias- en un contexto cultural en el que predomina el entretenimiento hueco bobalicón, el mismo que siempre pretende facilitar el escapismo del público a partir de representantes singulares paupérrimos que ni siquiera alcanzan a cumplir su cometido. Las primeras escenas dejan bien en claro la estructura coral y el pulso épico del film: luego de la “presentación en sociedad” de Bane (Tom Hardy) a través de una exquisita secuencia centrada en el secuestro en el aire de un físico nuclear, la acción corta a una Ciudad Gótica en paz que conmemora el octavo aniversario de la muerte de Harvey Dent y la desaparición del enmascarado, quien recordemos se hizo cargo de los asesinatos perpetrados por el ex Fiscal de Distrito. Mientras que el Comisionado Gordon (Gary Oldman) titubea acerca de la posibilidad de decir la verdad en un discurso y Miranda Tate (Marion Cotillard) pretende convencer a Bruce Wayne (Christian Bale) para que invierta en un proyecto de energía limpia, la bella Selina Kyle (Anne Hathaway) aprovecha la velada para abrir la caja fuerte del millonario, robar las perlas de su madre y extraer una copia de sus huellas digitales. A su vez el joven oficial de policía John Blake (Joseph Gordon-Levitt) sospecha que “algo” está por surgir de las alcantarillas y hasta descubre intuitivamente la identidad secreta de Wayne. Como ocurría en la entrada anterior, el guión vuelve a estar a cargo del propio Nolan y su hermano Jonathan, sobre una historia previa planeada junto a David S. Goyer, y reincide en tópicos como la necesidad del heroísmo en comunidades fragmentadas, el rol del habitante común frente a la crisis social, las características punzantes del terrorismo, el carácter despiadado de los sectores económicos, la inoperancia del gobierno, los caminos sinuosos de la venganza personal y la alternativa planteada por un orden anarquista. Hoy el relato sorprende profundizando en una situación caótica símil golpe de estado -incluidos tribunales populares y suspensión del marco legal- motivada por el afán destructor de Bane. Más allá de los señalados, en el maravilloso elenco nos reencontramos con Michael Caine, Morgan Freeman y Cillian Murphy en participaciones fundamentales (Matthew Modine es otro bienvenido “rescate” en la línea de Eric Roberts). Si bien El Caballero de la Noche continúa siendo la cúspide de la saga, esta tercera parte nos reenvía al dolor primigenio de Batman Inicia e indudablemente constituye otro triunfo absoluto de la inteligencia conceptual, la destreza técnica y el talento estratégico por sobre el mero negocio inerte sin el modelado meticuloso de la dimensión artística. No nos queda más que celebrar que semejante presupuesto haya caído en las manos apropiadas, que Nolan haya obtenido el visto bueno del mainstream y que la humanización del personaje central esté finiquitada: aquí Bane y Batman luchan con sus puños y el devenir del policial hardcore lo cubre todo.
"Soy un hombre de gustos sencillos, me gusta la dinamita, la pólvora y la gasolina. ¿Y sabes que tienen en común? Que son baratas". (The Joker, The Dark Knight, 2008) Pocas películas se han convertido en semejante objeto de atención y generado expectativas tan importantes como las que provocó The Dark Knight Rises a lo largo de los últimos dos años. En torno a ella se edificó una esperanzada estructura que acompañó la larga espera desde el lanzamiento del primer vistazo, hace poco más de doce meses, hasta la inevitable saturación de la campaña publicitaria, a sólo semanas de su estreno. Los rumores y supuestos estuvieron a la orden del día, se engulló cada imagen o noticia con hambre voraz, con un incontrolable apetito por este cierre de trilogía a cargo de Christopher Nolan. Este fanatismo de un público masivo, que más allá de los próximos estrenos de grandes realizadores ha convertido a este en el acontecimiento cinematográfico del año, la ha dotado de un valor único que entiendo la llevó a trascender el cerco que impone la formalidad del puntaje. Considero que será interesante plantear desde este momento y en forma sencilla algunas conclusiones, para luego desmenuzar los motivos de las mismas sin revelar detalles de la trama. El Caballero Oscuro Asciende es una buena película que, no obstante, comportará cierta decepción para aquel cuya aspiración no sea una incondicional defensa ciega. Es, al menos durante buena parte, un final coherente para una saga que alcanzó su punto más elevado con The Dark Knight, diferenciándose de aquella en numerosas cuestiones que llevan a dudar de lo sólido del resultado. Si la anterior era anárquica y rabiosa, caos controlado en la figura de uno dispuesto a llevar a todos al filo de la cornisa para ofrecerles el salto, esta funciona por oposición directa. Bane es frío y calculador, ejecuta un plan en forma sistemática en el que cada una de sus piezas es un engranaje de un gran mecanismo de relojería adosado a una bomba, dispuesto a estallar en un tiempo cronometrado. Desde su explosiva presentación, en la que se percibirá un notorio cambio de voz que le resta cierto encanto a raíz de los criticados adelantos, el villano se constituirá como una presencia magnética en pantalla. Con un Tom Hardy que fácilmente se perfila como uno de los grandes de esta generación, cada palabra que provenga de su máscara cortará el aire y provocará asombro. Un personaje tanto físico, los descontrolados y sucesivos golpes al cuerpo de Batman y el entorno son de temer, como mental, se trata en todo sentido de un equivalente directo al alter ego de Bruce Wayne. Uno de los primeros problemas que presentará The Dark Knight Rises se dará alrededor del fastuoso despliegue de producción que se requiere para lograr un objetivo. Si The Joker necesitaba sólo algo de fuego y nafta para empujar a Gotham al borde de la autodestrucción, en este cierre de trilogía se precisa de un argumento propio de James Bond para lograr el cometido. Es evidente que Christopher Nolan se ha valido del Caballero Oscuro para abordar tópicos que han sido de su interés a lo largo de su filmografía, no obstante pareciera que su estudio de la personalidad humana habría agotado todas sus fuerzas con el film del 2008. Durante la mayor parte de su metraje, esta tercera parte se ofrece como aquello que uno realmente estaba esperando. Una película que satisface al fanático y que otorga al resto del público dosis de cine del bueno, cargado de espectacularidad, con un desarrollo sostenido de cada instancia de la trama, con un tratamiento intensivo sobre cada uno de sus personajes. Sería injusto no destacar así la importancia de los fundamentales Gary Oldman y Michael Caine, como los rostros más humanos de la trilogía, así como omitir el buen desempeño de Anne Hathaway o Joseph Gordon-Levitt, dos que sorprenden con papeles disímiles. Para encontrar el problema central de este cierre hay que remitirse a los libros, al guión firmado por los hermanos Nolan. El enredo (Memento, The Prestige) y la sobreexplicación (Inception) suelen ir de la mano en las películas del director, priorizando lo uno o lo otro según corresponda. En el caso de The Dark Knight Rises habrá de lo segundo en abundancia, subrayando en forma innecesaria cuestiones claves del argumento que abren la puerta a la previsibilidad. Estos problemas en lo escrito se potencian sobre su descuidado final, con el cual no sólo se traiciona la totalidad de la película sino también la de la saga completa. Si el valor de la misma trasciende el mero puntaje, como planteé al comienzo de la crítica, es porque se inscribe en el marco de un año clave para las superproducciones en el que, en forma inversa a lo que se suponía, fueron más las que sorprendieron que las que confirmaron sospechas. En el mismo sentido que Prometheus, cuya decepción es también producto de un guión problemático, la riqueza de la nueva Batman se halla en la posibilidad de generar intensos debates que la tengan como centro. Si bien se trata de un buen film, dista de igualar el nivel de las expectativas. Asciende, pero no a la altura de las circunstancias.
Bigger than Life (más grande que la vida) “ ¿Por qué caemos?... Para volver a levantarnos” Hay historias que superan al simple relato. Hay narradores que buscan llevar sus ideales a un sentido épico que supera cualquier tipo de comparación. Hay artistas que tienen la ambición de dejar una huella marcada en la historia. Hay personajes que trascienden su origen y toman vida propia, depende quien cuente sus historias. Christopher Nolan traspasó todo tipo de barreras con su trilogía de Batman. Superó los prejuicios iniciales, confirmó que se puede hacer cine de autor a partir de un producto prefabricado. Tomó a Batman como un justiciero de los ideales y la moral. Un defensor ideológico, un creyente del bien común. No se trata de hacer cumplir la ley, sino de implementar un equilibrio. Pero más allá de eso, creó un trilogía perfecta, redonda, donde se habla del camino del héroe. Las caídas, el resurgimiento, y el triunfo a través del sacrificio. Bruce Wayne es un revolucionario. Un hombre que está más allá del bien y del mal, que viene a una Ciudad Gótica que representa a las grandes capitales mundiales, a la pesadilla capitalista, que está a punto de ser derrumbada una y otra vez por un ejército que desea implementar la anarquía como forma de justicia, de equilibrio. Una anarquía asociada a la destrucción. Batman representa un símbolo de fe. Ese es el superhéroe de Nolan. Un hombre común capaz de devolver la moral a una ciudad. El espejo de esa sociedad corrupta es el ejército de las sombras liderada por Ra’s Al Ghul (Liam Neeson) o en este caso por Bane (Tom Hardy), pero también fue la figura de El Guasón, un personaje completamente metafórico, el espíritu del odio. Y cada personaje al que Bruce Wayne tuvo que enfrentar durante su camino de heroísmo, lo ayudaron a superar sus propias pérdidas, y a recomponerse como el hombre detrás de la máscara. A pesar de que Nolan, siempre le quiso impostar una estética cada vez más realista a su Ciudad Gótica, más profundo y simbólico es el mensaje que quiere construir. Ambicioso y riesgoso sin dudas. A Nolan no le interesa la psicología de sus villanos. Son amantes de la destrucción por el solo placer de destruir. Los villanos son el Apocalipsis, el caos en sí mismo. No importa cuáles sean las herramientas que usan, las máscaras. La meta es siempre la misma. Los guiones de Nolan son tramposos y complejos. Pretenciosos pero profundos al mismo tiempo. Esta pretensión le jugaría en contra sino fuera que Nolan, no solamente viene a dejar un mensaje y apropiarse de una figura de la cultura popular, sino desmenuzar sus facetas, exprimir cada aspecto para introducir una crítica al sistema, pero al mismo tiempo tener fe en los ideales de la gente. Al igual que Frank Capra, Nolan manipula a sus villanos para que destruyan en primer lugar la economía de Estados Unidos y después las esperanzas de sus habitantes. Villanos inteligentes, no meros criminales que buscan retribución económica o poder, sino una venganza sistemática, en donde incluyen las debilidades de Industrias Wayne, pero subestiman el poder que genera Batman y sus aliados. El Caballero de la Noche Asciende peca de ser un poco previsible, pero como sucede con otras películas de Nolan, las trampas, no molestan porque tienen coherencia con el relato y con lo que se quiere contar. El entretenimiento y la acción son mecanismos para enganchar al espectador, y las actuaciones y los diálogos son el soporte la base del realizador. Sin un elenco que convenza continuamente, que sufra, que motive al espectador a odiar, empatizar, generar conflictos con los personajes, dualidades, es imposible ver una obra de estas características. Nolan se esmera para que los efectos especiales se noten lo menos posible y lograr resaltar las interpretaciones de Bale, Oldman, Cotillard, Hardy y especialmente Michael Caine que se luce como Alfred mucho más que en las anteriores entregas. Busca matices en sus personalidades, sutilezas en sus expresiones, dicotomías emocionales incluso, sin dejar afuera pocos pero apropiados chistes, que le quitan solemnidad al relato. Nolan explota el recurso de “deus ex machina” para no dejar ningún cabo suelto. Es una historia muy compleja, con varias vueltas, idas y venidas temporales, personajes ambiguos. Pero esto no debería sorprender, ya que lo fue filtrando sutilmente en Batman Inicia y El Caballero de la Noche. Al igual que a Hitchcock, poco le importa el verosímil. Sí, es una ironía. Trata de mantener una estética realista (contrastada a las visiones pop y kitch de Burton y Schumacher respectivamente), pero crear elipsis extrañas, irreales. Aún así, en el resultado final, o mientras se desarrolla la acción, esto no molesta, pero crea interrogantes al salir de la sala. Ahora bien. ¿Quién dice que esto esté realmente mal, si de verdad no ayuda al desarrollo de las acciones y resta dinamismo al relato? Como en toda trama y las mejores películas, el universo, el mundo es fundamental. Y no me refiero a la construcción de Gótica en sí, sino a la forma en que Nolan se arriesga a alejarse del punto de vista del héroe únicamente para empatizar con otros personajes, más humanos, con mayores dudas, que atraviesan el camino del héroe también a su forma y a su ritmo. Porque si bien, la trilogía habla más de Bruce que de su alter ego, es solo en la primera parte en la que lo toma como protagonista absoluto. En la segunda, aparecía el justiciero sin máscara que “vive lo suficiente para verse convertido en villano”, Harvey Dent, que era el verdadero hilo argumental de la historia, y cuyo desenlace es la razón por la que Gótica vive en un equilibrio falso que necesita desequilibrarse nuevamente. O sea, Dent era más importante que El Guasón (este era solo un comodín que inclinaba la balanza) y sirve para que se cuente esta historia. En El Caballero de la Noche Asciende, hay dos personajes que deben decidir de que lado están: un policía huérfano (Blake, a cargo de Joseph Gordon Levitt que posiblemente logra su mejor actuación hasta el momento), y una ladrona inteligente, pero de códigos morales, que es Selina Kyle (o Gatúbela, convincente Anne Hathaway). Nolan muestra la desigualdad social de Estados Unidos a través de estos tres personajes, rencorosos y solitarios, fundamentales para vencer al mal mayor: Bane. El realizador juega, manipula continuamente a estos personajes, porque no hay duda de que Gordon, Fox y Wayne están del lado de la justicia. Y está bien que el espectador en cierto sentido se identifique con ellos. En el medio hay personajes comodines nuevamente como los que interpretan Matthew Modine y Marion Cotillard, con la destreza ya conocidas de ambos. Como toda gran saga cuando llega a su fin, El Caballero de la Noche Asciende tiene momentos de melancolía y tristeza. Es difícil separarse de algunos personajes, pero el resultado final es satisfactorio. Algunas piezas encajan en forma forzada, con el último aliento y hay que autoconvencerse bastante, de que las mismas no fueron puestas para satisfacer el capricho, sino para cerrar la pieza en su totalidad. He entablado largas charlas con colegas que están a favor y en contra de esta tercera parte, pero no he visto uno solo que se fije más en el efecto del resultado final, que es impactante. Así como El Padrino, El Señor de los Anillos o la primera trilogía de La Guerra de las Galaxias, en este momento me es imposible pensar la saga como piezas por separado. “La” Batman de Nolan (o de los hermanos Nolan) es una sola película. Una obra maestra, grandilocuente, con excesos, pretenciosa y ambiciosa, sí, pero también repleta de múltiples lectura sobre la visión del mundo, la violencia y la corrupción política y de los valores. Es un trabajo donde la fotografía de Wally Pffister en la creación visual de un universo, y la banda sonora de Hans Zimmer, aportan a deslumbrar los sentidos, envolver al espectador y crear una experiencia cinematográfica única, épica, como hace años no se veía (justamente desde El Señor de los Anillos) con final a lo grande y exagerado, como se merecía esta historia que habla de padres, hijos, maestros y discípulos básicamente. El círculo se cierra. Aplaudo y me arrodillo ante la destreza narrativa, intelectual, creativa; la sagacidad y la pérdida del miedo al fracaso de Christopher Nolan para crear una trilogía que sin dejar el factor mainstream y entretenimiento, se arriesga a romper las barreras comerciales y dar pie a discusiones y debates. Por esto mismo no me pongo a comparar una contra otra. Las tres son igual de efectivas, igual de inteligentes y muy distintas en sus búsquedas, lo cuál permite que se disfruten como paquete o en forma individual. Se complementan. No me importa que el romance no se genere, que algunos personajes se debiliten de un momento a otro, que por momentos se vuelva discursiva y explicativa. Todos son detalles menores. El resultado final es más grande que los elementos individuales. Más grande que la vida. El espectáculo cinematográfico es todo. Nota: al final de los créditos un cartel reza, “esta película se hizo con material fílmico de principio a fin”. El verdadero cine no está muerto. Nolan lo hizo ascender.
Hombre y superhombre En lo personal, como espectador y/o crítico, seguir la carrera de Christopher Nolan ha sido como una montaña rusa: me resultaron bastante interesantes Memento y Noches blancas, me decepcionaron Batman inicia y El gran truco; me encantó Batman: el caballero de la noche; me aburrió e incluso irritó El origen. Hay que reconocer que el tipo siempre hace cosas atrayentes, que ha sabido encontrar el resquicio para posicionarse como un cineasta prestigioso y popular al mismo tiempo y que transportó el género de superhéroes a un nuevo nivel, estableciendo un paradigma ineludible a futuro. Batman: el caballero de la noche asciende cierra desde lo narrativo el mundo del hombre murciélago, pero a la vez deja abiertas numerosas grietas dignas de ser exploradas. A continuación, algunas tentativas: 1) Esta tercera parte le otorga verdadero sentido a Batman inicia, que aparecía como el eslabón débil de la saga, una mera introducción que apenas servía como trampolín para la segunda entrega, donde realmente estallaba el universo de Ciudad Gótica planteado por Nolan. Asciende es, en el horizonte de la trama, una vuelta a los orígenes, un pasado que reaparece, con sus causas y consecuencias, volviendo a plantear un tópico que atraviesa toda la filmografía del realizador: las acciones de los individuos, sus motivaciones y efectos, con el inevitable deber de hacerse cargo. 2) Nolan ha marcado como conceptos claves en Batman inicia y El caballero de la noche las palabras “miedo” y “caos”, respectivamente. En esta tercera parte el término clave es “dolor”, lo cual se aplica muy bien al enfrentamiento entre un Batman/Wayne ya viejo y sin la misma habilidad combativa contra un poderoso y despiadado Bane. Pero el dolor, el padecimiento, no es solamente físico, sino también espiritual: Bane le dice a Batman algo así como “tenía dudas sobre qué se iba a quebrar primero: tu físico o tu espíritu”. Por eso, en primera instancia, le hará atravesar el suplicio en su cuerpo destrozado, para luego avanzar con el castigo de su alma, encerrado y sin poder hacer nada frente a la destrucción de su ciudad. 3) El concepto anterior se traslada al marco estético y corporal del resto de la historia. A diferencia de su predecesora de 2008, centrada en los efectos de los cuchillos, los tiros y las explosiones -con las muertes casi siempre en off-, Asciende es antes que nada una película de cuerpos en colisión. Sí, hay tiroteos, grandes estructuras (campo de fútbol americano incluido) que vuelan por los aires, pero los momentos decisivos se dan entre puñetazos, patadas, huesos quebrados, gente revoleada por los aires por otra gente, grandes masas enfrentándose cuerpo a cuerpo, codo a codo, casi como gladiadores. Lo que se dice un retorno a lo básico del ser, sin mediaciones. 4) Se venía diciendo desde hace rato que Nolan eligió a Bane como nuevo rival de Batman (yendo a contramano de especulaciones previas, que apuntaban a un Acertijo interpretado por Leonardo DiCaprio) porque el superhéroe ya había tenido su reto mental con el Guasón, y era el turno del desafío físico (sin dejar de lado la inteligencia). No deja de ser llamativo cómo el Guasón y Bane hacen el mismo camino, pero a la inversa: el primero empieza trabajando para la mafia, para luego convertirse en una bala perdida, con la única motivación de la anarquía, impredecible en todos sus actos; mientras que el segundo arranca como un ente solitario, utilizando financiamiento ajeno para objetivos propios, para terminar develándose como un sujeto que responde a un mando superior. Uno es el caos puro, sin un pasado que lo sostenga, un puro presente que en las grotescas cicatrices de su rostro muestra el absurdo tanto del orden criminal como legal de Gótica. El otro representa un nuevo Orden, el pasado reciclándose y actualizándose, cuya máscara resignifica a un Poder que emerge de las sombras y sale a la luz. Ambos, a su manera, son como muros indestructibles. 5) No queda del todo clara la postura de la película a nivel político. Bane parece encarnar a un factor que invierte la ecuación de poder reinante, convirtiendo a los opresores en oprimidos, y viceversa, aunque en el fondo el esquema sigue siendo el mismo, sólo que más violento y explícito. A las referencias a las protestas de los indignados en Wall Street (ataque a la bolsa de valores incluido), se suman episodios que remiten a la época del Terror posterior a la Revolución Francesa o los momentos más salvajes de regímenes totalitarios como el stalinista. ¿Es entonces El caballero de la noche asciende un film anticomunista? La respuesta no surge de forma tan simple, porque lo que se ve previamente es cómo el entramado de mentiras/mitos enarbolado por Batman y el Comisionado Gordon llevó a que triunfara una democracia sostenida en la Ley Dent, una normativa claramente de mano dura que arrojó a un montón de criminales a la cárcel sin respetar demasiado los procesos legales y constitucionales (hay un tufillo a Ley Patriótica por ahí) y denominada a partir de un supuesto prócer como Harvey Dent, cuya figura está cargada de un falso heroísmo. Nolan parece creer en el pueblo, en la gente, en los ciudadanos, pero sólo hasta ahí, más desde el lado teórico que del práctico: por algo en el final de El caballero de la noche Batman afirmaba que “a veces la verdad no es suficiente, a veces la gente necesita más”. Ahora, el pueblo nunca llega a ser “pueblo” (es más, habría que repensar qué significa ese concepto para la clase intelectual estadounidense), sino sólo una masa sin capacidad pensante, siempre al poder de algo o escondida en sus casas. De hecho, todo se decide entre un puñado de héroes y villanos. En un punto, pareciera decirnos Nolan, la democracia, así como está, no es suficiente, y ni con héroes sacrificiales como Batman alcanza. 6) Teniendo en cuenta lo previamente dicho, no deja de ser lógico que los ejes morales terminen siendo, en buena medida, los personajes de reparto, como Selina Kyle (impecable Anne Hathaway), quien se autodescribe como “flexible” frente a la tormenta que se avecina, es y no es a la vez Catwoman, y siempre está en fuga, hasta que no le queda otra que hacerse cargo de quién puede ser realmente; John Blake (un Joseph Gordon-Levitt invariablemente funcional al papel que le toque), ese joven que pudo haber sido un criminal, pero termina siendo un policía chapado a la antigua, siempre en los márgenes del sistema; o Alfred (un Michael Caine emotivo y emocionante), quien acierta cuando le dice a Bruce Wayne que no tiene miedo de que fracase, sino de que quiera fracasar. 7) Continuando con la ética y la moral, es patente cómo todos los protagonistas, por más que invoquen nociones abstractas como “pueblo”, “gente”, “democracia”, “ley” o “justicia”, en el fondo, sólo actúan en base a una emoción tan elemental e individual, como válida y fuerte, que es el amor. Y cuando decimos amor, nos referimos a sus múltiples formas: Wayne/Batman sigue aferrado a sus recuerdos de sus padres y ese gran amor perdido que fue Rachel Dawes; Alfred ama a Bruce como a un hijo; Bane aparece como motivado por una entidad, pero luego también por una persona; Blake se guía por esa gran figura que es Batman, a la que sin embargo sigue no como mito, sino como sujeto tangible; Miranda Tate evoca a su familia; Selina tomará su decisión final impulsada por el amor; y si James Gordon da la impresión de estar sólo preocupado por la ciudad, no deja de ser en el fondo un tipo solo, abandonado por su familia y que perdió a ese compañero de aventuras que era Batman. A pesar de lo frío y cerebral que puede ser a veces Nolan, El caballero de la noche asciende es, principalmente, un film de afectos, de lazos rotos, de amores apenas correspondidos, de lealtades y amistades. 8) Batman inicia era el cómic intentando mutar hacia el realismo seco. El caballero de la noche era un policial con mucha acción y deudor del género mafioso. El caballero de la noche asciende es, como se venía prometiendo, una épica, es decir, el lugar donde se forjan leyendas. Nolan, en base a eso, le imprime una ambición casi desaforada al film, con múltiples subtramas, no todas ellas del todo bien cerradas. No se entiende, por ejemplo, para qué está el personaje de Matthew Modine. Asimismo, la historia de amor entre Miranda y Wayne no contagia. Pero hay que reconocer que los 160 minutos nunca cansan o aburren, que la progresión es permanente, las piezas encajan, las secuencias de acción están muy bien filmadas y que el relato posee múltiples focos de interés. Y sí, Bane cumple con las expectativas, y hasta puede luchar en carisma (aunque la composición de Tom Hardy, acertadamente, no lo busque tanto) con el Guasón creado por Heath Ledger. Y sí, Batman: el caballero de la noche asciende sucede con éxito a su predecesora y concluye esta mirada al universo del hombre murciélago con enorme dignidad y potencia. 9) El próximo proyecto donde Christopher Nolan aparece involucrado activamente es El hombre de acero, nueva incursión en la pantalla grande de Superman, bajo la dirección de Zack Snyder (300, Watchmen). Las imágenes del teaser tráiler presentan un film lejos del estilo videoclipero de Snyder y mucho más compenetrado con el mundo Nolan, quien es autor de la historia y productor. Esto queda resaltado aún más por la noble voz en off de Kevin Costner, quien encarna a Jonathan Kent, el padre adoptivo del más poderoso de los superhéroes: “no eres como cualquiera. Un día tendrás que realizar una elección. Tendrás que decidir qué clase de hombre querrás ser cuando crezcas. Quien sea ese hombre, de carácter bueno o malo, va a cambiar al mundo”. Nuevamente las elecciones, con sus respectivas consecuencias. Porque de eso se trata ser héroe, ser alguien superior a los demás, aunque en el fondo se tengan las mismas virtudes y miserias que los hombres comunes.
Batman, el caballero de la noche asciende es una dignísima entrega y un gran trabajo de Nolan con buenos efectos, excelente fotografía, gran banda de sonido, calidad por doquier, excelentes actuaciones, elenco bien elegido y una historia laberíntica pero bien trabajada. Te puede gustar mucho o poco, pero no te va a dejar indiferente. Es posible que a algunos el villano no los convenza...
El director Christopher Nolan redobla la apuesta con una película oscura y ambiciosa En el cierre de su trilogía sobre Batman, el guionista y director londinense Christopher Nolan redobla las apuestas, potencia las búsquedas, amplifica todos los niveles (de narración y de lectura) que había expuesto en los dos films anteriores de 2005 y de 2008. El caballero de la noche asciende es la película más larga, oscura, ambiciosa, con mayor cantidad de personajes y subtramas, y con una mirada política más densa y desencantada (casi apocalíptica) de toda la saga y, probablemente, de todo el cine de superhéroes realizado hasta la fecha. La propuesta de los Nolan (Christopher la escribió con su hermano Jonathan) es tentadora, sí, pero por momentos también algo confusa. Para quienes sienten que propuestas más lúdicas y ligeras como, por ejemplo, la saga de Iron Man son meros productos de consumo efímero para niños y preadolescentes, la tercera Batman del cineasta inglés, con su acumulación de referencias a la paranoia post-11 de Septiembre de 2001 y a la inestabilidad y el desequilibrio social que generó la reciente crisis financiera, puede ser una opción más provocadora y estimulante. Aunque, también, demasiado grave, presuntuosa y solemne para ciertos espectadores menos exigentes. Precisamente, el análisis ideológico del entramado que proponen los Nolan es el terreno que seguramente más controversias generará. Aquí, el malvado Bane (gran trabajo de Tom Hardy) es una suerte de profeta del apocalipsis, un hombre antisistema con algo de anarquista, capaz de castigar la especulación y la codicia de los agentes bursátiles de Wall Street, pero también de generar el caos entre los inocentes cual asesino serial. Los guionistas trabajan personajes siempre contradictorios (hasta ese millonario huérfano que es el Bruce Wayne de Christian Bale resulta un ermitaño que odia el contacto social, pero termina salvando a la sociedad) y esa indefinición respecto de la psicología de los personajes "buenos" y "malos", esa imprevisibilidad respecto de sus acciones y sus discursos, constituyen a la vez el mayor atractivo y la principal "irresponsabilidad" de los autores. Se ha hablado de la saga de Batman como "reaccionaria", "revolucionaria", "posmoderna" o "pesimista". Los adjetivos pueden ser muchos y hasta opuestos entre sí -¿(in)trascendente?- porque Nolan jamás ofrece una visión cerrada o una interpretación única. De lo que no hay dudas es de su maestría narrativa. Se la puede apreciar en los grandes momentos cinematográficos (el secuestro de un avión en pleno vuelo, la toma panorámica de Manhattan sembrada de explosiones y con todos sus puentes dinamitados, la secuencia de la destrucción de un estadio en pleno partido de fútbol americano), pero también a la hora de sostener casi tres horas de relato con múltiples personajes (algunos nuevos, como Bane o la seductora ladrona Selina Kyle/Gatúbela que interpreta Anne Hathaway; otros ya vistos antes que logran lucirse en pocas apariciones, como el Alfred de Michael Caine o el Gordon de Gary Oldman), largos diálogos y elementos que van de lo cómico a lo melodramático. No estamos ante ninguna obra maestra (no está exenta de cabos sueltos, de incoherencias y de excesos), pero es una película para disfrutar, para pensar y para discutir. El director buscó la polémica con muchas herramientas nobles, con no poco talento artístico y con algunos elementos bastante rebuscados y caprichosos. Pero hoy todos hablan de él y de su despedida de Batman. Nolan lo hizo...de nuevo.
Un final de cimientos poco sólidos Más oscura en la fotografía que en su argumento, la película encuentra sus mejores momentos en las labores de Gary Oldman y Joseph Gordon Levitt; la superposición de líneas argumentales, más que afianzar la trama, termina restándole efectividad. Hace ocho años que el tipo no sale de su habitación. Cuando lo hace es en robe de chambre y apoyado en un bastón, como un anciano enfermo. Rechazado por la ciudad que alguna vez defendió, Bruce Wayne se encerró para siempre en la mansión familiar. De ese ostracismo amargo lo arranca, sin querer, una ladrona tan sigilosa como un felino, metida en sus aposentos con intenciones de robo. En el comienzo de El caballero de la noche asciende, Batman y Gatúbela se ven las caras por primera vez, sin saber todavía que son Batman y Gatúbela. Tampoco saben que, como de costumbre en Batman, un loco planea hacer saltar la ciudad por los (malos) aires, bomba nuclear de por medio. Con El caballero de la noche asciende, Christopher Nolan concluye el que podría llamarse “tríptico oscuro” de la saga, no sin dejar sembrada la semilla de una(s) continuación(es) cuyos frutos no recogerá él, sino la Warner Brothers en su conjunto. Son tiempos inciertos para Ciudad Gótica. En la superficie, todo parece tranquilo. Antes de morir, el fiscal de Distrito Harvey Dent (Aaron Eckhart, que aparece en un par de flashbacks) limpió la ciudad de mafiosos. Pero el comisionado Gordon (Gary Oldman, cada día más hondo y contenido) y Batman (Christian Bale) saben que el bien intencionado Dent terminó convertido en un monstruo hecho y derecho, apodado Falsa Faz. Batman optó por el retiro y Gordon carga con el peso de mantener a resguardo la imagen pública de Dent. Aunque para ello se vea obligado a mentir. “Si la leyenda es más grande que la verdad, publica la leyenda”, decía Un tiro en la noche, donde sucedía lo mismo que aquí. En el medio siglo que separa a la obra maestra de John Ford de la última Batman, las decepciones, crímenes y tragedias (de la realidad, de la ficción) fueron tantas que ya no queda lugar para el recuerdo de tiempos mejores, la melancolía, el sentimiento de pérdida. Sólo queda calzarse la negrísima capa y apretar a fondo el acelerador del batimóvil, la batimoto y el batiplano para ponerle freno a un nuevo loco. No, no a James Holmes, a quien nadie pudo frenar una semana atrás en una sala de Denver, sino al más inofensivo Bane. Inofensivo porque mata gente de mentira. Como en Batman inicia (2005) y Batman, el caballero oscuro (2008), en El caballero de la noche asciende Christopher Nolan urde un denso entretejido de líneas narrativas. Líneas que discurren en el presente, pero conectan con el pasado (el recuerdo de Dent y del gurú que componía pesadamente Liam Neeson en Batman inicia, la reaparición de Cillian Murphy, que también viene de aquélla) y el futuro. El guión coescrito por Nolan junto a su hermano Jonathan (coguionista de todas sus películas) y David S. Goyer (coguionista de toda la trilogía) hace surgir de su seno, como al descuido, a un personaje que –sólo al final se devela– está llamado a cumplir un rol crucial. No sólo en la próxima Batman, sino en la serie en su conjunto. También como de costumbre, la nueva película del realizador de Memento, El gran truco y El origen da la sensación de ser más compleja e importante de lo que es. Envuelta en un aire de seriedad, la de Nolan es una complejidad arquitectónica, antes que tectónica. Como aquéllas, El caballero de la noche... hace descansar todo su peso sobre el armado del edificio, más que en la hondura de sus cimientos. El emporio Wayne se derrumba, pero el derrumbe no se siente, porque la dramaturgia de Nolan no prevé ascensos o caídas, sino una suerte de planicie laberíntica, hecha de tramas cruzadas, proliferación mareante de personajes y un grueso tapiz de diálogos. Algunos de ellos tan explícitos como los del final de El caballero oscuro, donde mientras combatían a muerte, héroe y villano debatían sobre sus roles, como en un seminario de metalingüística. Como en aquélla, se presentan aquí dos archienemigos. Pero Bane (el actor británico Tom Hardy, con el rostro semicubierto por una máscara de gas) y Gatúbela (esa suerte de Audrey Hepburn como dibujada que es Anne Hathaway) no suman entre ambos uno tan complejo, loco y apasionante como el súbitamente multicolorido James Holmes, a quien cualquier productor sagaz debería estar pensando ya como archivillano de la próxima Batman. Eso, si el muchacho zafara de la inyección letal. Bane es un forzudo de película de romanos, de difusas motivaciones y corta locura. Las cabriolas de la Gatúbela de Anne Hathaway parecen más del Cirque du Soleil que de Batman. La empresaria que interpreta Marion Cotillard es difusa y el militar de Matthew Modine, desvaído. Los que sí tienen densidad dramática son el policía novato de Joseph Gordon Levitt, que de entrada establece una llamativa sintonía con Bruce Wayne, y sobre todo el comisionado Gordon de Gary Oldman, verdadero trágico de esta Batman más oscura en fotografía que en pathos. No parece casual que dos policías sean los personajes más cargados de humanidad: los uniformados –aliados con el superhéroe que la modernidad previamente había rechazado– son quienes restablecen, a la larga, el orden que Bane intentó subvertir. A propósito: Bane viene del desierto, donde estuvo encarcelado; es el feliz poseedor de una bomba nuclear (como ciertos integrantes del Eje del Mal), crea unas milicias populares integradas por presos comunes y celebra farsas de juicios sumarios contra representantes del poder, como un nuevo Robespierre, un Lenin de Ciudad Gótica. Por suerte, las fuerzas vivas de Gotham City saben reconocer su error a tiempo, volviendo a poner en manos del superhéroe la salvación del mundo. Algunos estarán deseando que vuelvan Tim Burton y sus malos intrincados y exuberantes, para salvarnos de estos salvadores.
La última oportunidad del hombre murciélago para salvar a Ciudad Gótica Se cierra la trilogía de Christopher Nolan sobre el héroe enmascarado quien esta vez deberá enfrentar a Bane, su más peligroso oponente. Un resultado brillante que le da una nueva dimensión a este complejo personaje. La reinvención de la saga de Batman a cargo de Christopher Nolan es sin lugar a dudas uno de los fenómenos cinematográficos de los últimos años y El caballero de la Noche asciende, un digno cierre para la trilogía, aun cuando la intensidad de la extraordinaria El caballero de la noche parecía difícil de igualar. Para apreciar la dimensión de lo hecho por Nolan no está de más recordar que cuando Tim Burton se animó con el héroe del comic con Batman (1989) y Batman vuelve (1992), el oscuro universo pop trazado por Burton no sólo funcionaba sino que se creía definitivo. Y efectivamente, tuvo que pasar casi una década y media para que Nolan –Memento, Noches blancas, El origen– encarara el desafío de contar desde el principio la tragedia del atormentado héroe vertebrado. El resultado fue brillante porque el director británico le dio una nueva dimensión a un personaje complejo como Bruce Wayne, desolado para siempre por la muerte de sus padres, y le inyectó un lectura política a la saga, una visión amarga sobre el estado de las cosas que se tradujo casi bíblicamente como una sucesión de pestes corporizadas en diferentes villanos sobre Ciudad Gótica, una metrópoli devastada por el crimen y la ambición, en estado de putrefacción moral y merecedora del castigo divino. Ocho años después de que Batman se hiciera cargo de la muerte de Harvey Dent –una mentira con el propósito de conservar el poder simbólico del fiscal de Distrito, en una ciudad que necesitaba desesperadamente un ejemplo moral–, Wayne está recluido en su mansión, deprimido y en bancarrota hasta que primero la aparición de Selina Kyle (Anne Hathaway, como una ambigua Gatubela que oscila entre el bien y su conveniencia), y sobre todo del villano Bane (Tom Hardy), forjado en el dolor y miembro de la Liga de Asesinos comandada por Ra's al Ghul (Liam Neeson), lo obligan a reponerse. La fría temeridad de Bane, el más peligroso oponente al que tuvo que enfrentarse Batman –con su compañero de siempre, un personaje reescrito que adquiere una dignidad que nunca tuvo en la pantalla–, refuerza la idea de toda la saga, en tanto el villano enmascarado, detrás de su discurso de igualdad de oportunidades frente a la opulencia de los ricos y poderosos, tiene como fin último la desaparición de Ciudad Gótica, que el héroe de negro apenas puede defender. El paralelo que establece continuamente la película con la actualidad es innegable y una vez más Nolan logra contrabandear un discurso amargo y crítico sobre el momento histórico que le toca vivir, nada menos que desde el corazón de Hollywood. Su mirada sobre el mundo es devastadora y la épica de un personaje tan rico y de múltiples facetas como Batman, es apenas un vehículo para aclarar escena por escena, secuencia por secuencia, que apenas un puñado de hombres, enmascarados o no –Wayne, el comisionado Gordon, el mayordomo Alfred, el CEO Fox– no alcanzan para frenar la decadencia del imperio. Casi como un western clásico, acaso A la hora señalada, tal vez esa ciudad no merezca ser salvada.
Una sombra ya pronto serás Finalmente llega la épica conclusión de lo que ya se conoce como la trilogía Nolan sobre Batman, personaje creado por Bob Kane, quien al momento de su presentación allá por 1939 no debe haber imaginado la cantidad de lecturas que su criatura tendría a posteriori. Ciudad Gótica, símbolo de todo lo podrido y corrupto en este mundo. Un hombre ha crecido a la sombra de esa podredumbre, es una víctima de ella, y durante años se ha encargado de combatirla. La acción transcurre ocho años después de los trágicos acontecimientos que acabaron con la vida del alcalde Harvey Dent, hecho por el que se culpa a Batman. En ese tiempo nada se supo sobre el encapotado ni sobre el millonario Bruce Wayne (Christian Bale), quien vive recluido en su mansión. Una tensa paz reinó sobre Ciudad Gótica durante ese periodo, paz que obviamente va a dejar de existir pronto. El director Christopher Nolan construye, con notable pericia, un filme extenso -casi tres horas- donde presenta a cada personaje en profundidad, más allá de lo que esos personajes luego provoquen en la audiencia. Anne Hathaway, por caso, consigue dotar a su Catwoman de la dualidad típica del personaje, sin llegar a ser una villana como el Joker o Dos caras, ya que al contrario de ellos, siente algo por Batman que no es precisamente odio. El malo de esta historia es Bane, interpretado por Tom Hardy. Este sujeto de increíble fuerza tiene planes de destrucción y anarquía para la ciudad. Quienes hayan leído las historietas tal vez se sientan decepcionados por el aspecto del personaje, ya que no luce tan intimidante como en el papel y no lleva puesta su máscara característica. A decir verdad, no es uno de los más carismáticos de la saga cinematográfica. Es interesante como en esta historia se insinúa algo de heroicidad colectiva que no siempre está presente en los filmes de estas características. La idea de que un hombre solo no puede contra todo el mal, al tiempo que se plantea como una sociedad sin héroes de este tipo estaría condenada al infierno. Esto siempre en el terreno de la ficción, claro está. Lo que no tiene nada de ficción son algunos pasajes del filme que tienen que ver con el momento histórico en que se rodó, cuando los "indignados" tomaron Wall Street y para quienes Nolan dedica claramente un par de escenas. En esta entrega las locaciones son más abiertas que en las entregas anteriores. La atmósfera no es tan opresiva ni la ciudad luce tan "gótica", sino más real, reconocible, como sucede, por ejemplo, en las aventuras de Marvel. El ritmo logrado en el montaje es trepidante, cada secuencia, especialmente las cercanas al final montadas en paralelo con otras, se ven reforzadas por la formidable banda de sonido de Hans Zimmer. Con Bane tiene que ver un aspecto técnico del filme que es, por lo menos, desprolijo. A fines del año pasado los directivos del estudio pidieron a Nolan que revise las escenas donde habla el personaje, ya que no se le entendía bien lo que decía debido a la mascarilla que usa. Ahora, al ver el filme notamos que las partes donde habla Bane suenan exagerada y molestamente altas en cuanto a volumen, su voz está en otro plano. Parece que el personaje tuviera un amplificador de sonido en lugar de una máscara. En cuanto a lo actoral, Gary Oldman, como Gordon, y Michael Caine, como Alfred, se llevan los aplausos; mientras Joseph Gordon Levitt compone a un joven e intrépido policía que se vuelve necesario para el comisionado Gordon, y también para comprender buena parte de la historia. El final, para muchos, puede que no esté a la altura de la épica de Nolan; deberán comprender que hay cosas que para Hollywood son innegociables.
Con un encapotado así, no necesitamos otro héroe El filme escrito y dirigido por Christopher Nolan se debate en una cuestión de lealtad y honor. Tiene acción y aventuras, pero no al ritmo frenético de Hollywood. Se luce Christian Bale. Christopher Nolan tiene una cualidad. Sabe, esencialmente desde el guión y luego plasmado en la realización y el montaje, construir un entretenimiento acabado, íntegro y proporcionado otorgándole a un personaje conocido y su entorno nuevas connotaciones. Su trilogía de Batman, que cierra con el estreno de hoy, escapa de los encorsetados límites del género de superhéroes (Batman no tiene superpoderes, así que no es tal) para poder repensar temas muy caros a su filmografía, como la lealtad y el miedo, y otros más presentes como el terrorismo o hasta la energía sustentable. Bruce Wayne no es un justiciero más. Lo que hace, por lo que actúa y reacciona tiene que ver con su psicología y sus traumas. ¿Quién es Bruce Wayne, para Nolan? Un tipo solitario, pero vengativo, de alma torturada desde la primera película, un héroe que alcanza tal dimensión por casualidad. Nolan y su hermano coguionista Jonathan retoman la historia ocho años después de El Caballero de la noche . Hay paz aparente en Ciudad Gótica luego de que la doctrina Dent haya encerrado a los criminales. Bruce Wayne está con bastón, maltrecho y encerrado en su mansión. El Comisionado Gordon había convencido a Batman de aparecer como el único al que echarle la culpa de la criminalidad y entronizar a Harvey Dent (que terminaba psicótico como Two Faces) como el adalid de la Justicia. Pero si la mentira tiene patas cortas, el brazo largo de la Justicia llegará, de una manera u otra, a Ciudad Gótica. Si El Caballero de la noche era oscura, El caballero de la noche asciende lo es más. Mucho más. Algunas secuencias -el prólogo del secuestro de un avión; la cárcel en las cuevas; Bane atacando la Bolsa de Ciudad Gótica- son de una precisión milimétrica en sí mismas y dejan con la boca abierta. Nolan trabaja con un guión de hierro -como hacía Hitchcock-, pero si cada diálogo encierra una verdad trascendental y está trabajado para ser importante, nada de esto parece quitarle naturalidad. Lo que ocurre es que Wayne, Alfred el mayordomo, el Comisionado, Bane y Gatúbela parecen recién salidos de la universidad. Wayne (Christian Bale), filántropo en bancarrota, un ermitaño que tiene olvidados los juguetitos de Batman, no quería volver a ponerse el traje, pero -siempre hay un pero- la idea del malvado Bane (Tom Hardy) de tomar Ciudad Gótica y amenazar volarla en pedazos lo hace recapacitar. Bane retrotrae la historia a Batman inicia , con la Liga de las Sombras, allí donde Wayne forjó su espíritu. Bane es la encarnación en carne y hueso del Mal. Oculto tras una máscara que le permite tolerar el dolor, Nolan presenta a quien supo en el cómic quebrar la espalda de Batman como un tipo cerebral, brutal… y leal. La película se debate en una cuestión de lealtad. Y de honor. Pero hay otro motivo por el que Wayne/Batman sale del ostracismo. Es la presencia de Selina/Gatúbela (Anne Hathaway, algo de luz entre tanta tenebrosidad). Ladrona de joyas, sí, pero lo que busca es lavar su pasado (como Batman). Y se suma Blake (Joseph Gordon-Levitt), un policía idealista, huérfano como Wayne. Para apuntalar una personalidad así de compleja, el mayordomo Alfred y el agente Blake son para Wayne/Nolan algo así como enfrentar la voz de la conciencia. Un súper yo al que se puede estar dispuesto a escuchar. O no. Igual, para quienes vayan a encerrarse casi tres horas en busca de aventuras, también las tendrán. Y acción a raudales, a un ritmo no tan frenético como el de los tanques de Hollywood (para algunas escenas se utilizaron cámaras de Imax, por lo que verla en ese cine es más que una opción). Batman tiene nuevos gadgets (moto de ruedas giratorias, una batiaeronave) y Nolan dosifica la tensión como en una montaña rusa. Hay momentos de extraña tranquilidad y otros en los que eriza la piel. Muchos estadounidenses sufrirán con algunas escenas que recuerdan al 11 de septiembre. En definitiva, para Wayne/Batman es una cuestión de superación. De poner las cosas en blanco sobre negro -mucho negro-. Para que entendamos cómo alguien que está fuera de la ley puede ser un héroe. Y para que advirtamos que después de El caballero de la noche asciende no necesitamos otro héroe.
Un cierre de lujo Enorme responsabilidad tenía Christopher Nolan a la hora de ponerse al frente de la que sin dudas es la película más esperada en la historia del héroe encapotado después de lo que fue el film de Tim Burton en 1989. Podría decirse que, desde ese punto de vista, The Dark Knight Rises es la mejor noticia que podría habernos llegado desde las oscuras calles de Ciudad Gótica. La historia de esta tercera película de la saga dirigida por el realizador de Memento transcurre ocho años después del final del capítulo anterior. Bruce Wayne (Christian Bale) se encuentra recluído en su mansión, sin contacto con el exterior más que a través de su fiel mayordomo Alfred (Michael Caine) y alguna que otra visita obsesivamente filtrada. En medio de un clima de relativa tranquilidad en la city, a un homenaje al malogrado Harvey Dent lo sucede el violento secuestro del comisario Gordon (Gary Oldman), lo que se convierte en apenas el primer paso de la virulenta aparición del vilano de marras: Bane (Tom Hardy). La irrupción del nuevo foco del mal en Gotham obliga a Wayne/Batman a regresar al ruedo, momento en el que descubre que alguien más se encuentra transitando la noche de la ciudad enfundada en un traje negro, aunque desde el lado de la incorrección y la pillería: Catwoman (Anne Hathaway), la nueva vecina del barrio, la chica que hacía falta para que al bueno de Bruce se le complicaran un poco más las cosas. De esta manera es como da inicio el nuevo y definitivo derrotero de Batman, tan intrincado como los pasajes secretos de la "baticueva" que busca mantener oculta, al igual que sus armas, su formidable arsenal de grueso calibre y demás delicias hi tech administradas por el siempre leal Fox (Morgan Freeman). Así, a medida que avanza la trama, la situación puntual de nuestro héroe y de la ciudad que busca proteger se enreda y agiganta en problemas. El film más largo de todos los que tuvieron a Batman como protagonista (casi tres horas) es también el más denso desde lo argumental, el más elaborado en cuanto al guión y el que mejor sabe condensar y formular la relación héroe-vilano. No en vano este capítulo final de la saga es el más sólido desde aquel primer film con Michael Keaton y Jack Nicholson, definitivamente liviano en comparación con estas aventuras siempre al borde del desgarro y el estallido conceptual. Batman: el cabalero de la noche asciende es, además de lo antedicho, también la más adulta de las películas hechas hasta el momento con superhéroes. La idea de un universo comiquero de alta condensación se hace carne, hueso y metal gracias a una forma de plantear el cine que logra escapar a las leyes del marketing berreta y que piensa al espectador como un ser con capacidad de asimilar una historia compleja. Nolan es un realizador que va por ese camino, lo viene haciendo desde su promisorio debut, Following (1998) y lo continuó hasta esta descomunal muestra de arte cinematográfico.
Una historia que hace pensar La película atrapa. Aunque extensa, se proyecta a través de distintas peripecias y personajes en los que ahonda, un tanto superficialmente, sobre la vida misma. Christian Bale atemoriza y aporta un rostro torturado a su Bruce Wayne/Batman. Más de setenta años pasaron desde que Bob Kane y Bill Finger incorporaron a DC.Comics el mundo del Bruce Wayne, el hombre murciélago de trágico destino, convertido en justiciero. En la tercera parte de Batman, del director Christopher Nolan, reaparece el amargado millonario. Luego de siete años de ausencia, aconsejado cálidamente por su mayordomo Alfred (Michael Caine) y presionado por el mayor enemigo que se le ha presentado, Bane (Tom Hardy), guerrillero cruel con la apariencia de un Anibal Lecter, de triste memoria, Wayne-Batman (Christian Bale) se lanza a la aventura. EL REENCUENTRO A su alrededor, los clásicos personajes de la historia: Lucius Fox (Morgan Freeman), que le fabrica la parafernalia defensiva; el comisario Gordon (Gary Oldman), conocedor de los secretos del justiciero; Ra"s Al Ghul (Liam Neeson), suerte de gurú de Wayne; la filántropa Miranda (Marion Cotillard), amante de la ecología y la señorita Selina Kyle (Anne Hathaway), nueva Gatúbela. A todos ellos se incorpora Blake (Joseph Gordon-Levitt), admirador de Wayne, que no cree de todo lo que se le acusa. Filme de acción y suspenso, que no dan respiro, "Batman, el caballero de la noche asciende", planea con el mejor vuelo desde la escena inicial, en que el poder destructivo de Bane se comprueba durante un momento imprevisible, hasta aquella en que el clásico partido de la NBC se interrumpe por el descontrol que produce la tecnología de Bane en el campo de juego. Escenas como la de la fuga en moto, la épica del enfrentamiento entre la policía de Ciudad Gótica, los malvados liberados por Bane y sus propios hombres, ponen imágenes impactantes a una acción que nunca se detiene. Durante el filme se filosofa un poco primitivamente, Alfred aconseja a su "pupilo" con amor y sentido común, se habla sobre el sentido de la vida y se llega a la conclusión que con gente como Bane el infierno habita la tierra. PLENA ACCION La película atrapa. Aunque extensa, se proyecta a través de distintas peripecias y personajes en los que ahonda, un tanto superficialmente, sobre la vida misma. Christian Bale atemoriza y aporta un rostro torturado a su Bruce Wayne/Batman. Michael Caine sigue siendo un gran profesional, la Gatúbela (Hanne Hathaway) de ojos singulares es un prodigio de elasticidad y artes marciales, mientras el caos se apodera de Gótica y Blake intriga con su curiosidad y poder de deducción. Impecable el diseño formal, la fotografía y la alucinante música. Mensajes esperanzados a veces, tétricos otras, con notoria carencia de humor, el filme revitaliza la personalidad dual del pobre Batman y la polémica necesidad del caudillo fuerte para ayudar a defender la ciudad.
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Cierra la trilogía. Se despiden Christopher Nolan, el director, y Christian Bale, el protagonista. El acontecimiento -al margen de las dolorosas y horribles circunstancias de la matanza de Denver- ameritaba un argumento como éste, donde se cierra el círculo de la trilogía y queda una puerta abierta a la fantasía de quien recoja el desafio de un nuevo renacimiento. Un enemigo temible, sin piedad, que se apodera de la ciudad, libera a los presos y juzga a los poderosos como un Robespierre enloquecido, mientras toda la policía está atrapada en un túnel. Y Batman, retirado por ocho años, regresa ante un peligro nuclear en una trama épica, donde los ciudadanos son desafiados a luchar por su libertad. Menos oscura, con chiches del hombre murciélago increíbles, una inspirada Anne Hataway como aliada rebelde del hombre murciélago y secretos que se revelan último momento. Un entretenimiento de marca mayor.
Suspenso, acción, intriga, persecuciones, y secretos. La historia de Batman llega a su fin de la mano de Christopher Nolan en un film que no te dará ni un minuto de respiro. El estudio Warner Bros, el elenco y el equipo de “The Dark Knight Rises" (El Caballero de la Noche Asciende), expresaron su pesar por la tragedia y mostraron su respeto por las personas que fallecieron en la madrugada del pasado viernes 20, cuando un joven de 24 años, James E. Holmes, ingresó a un cine en Colorado (Estados Unidos) y disparó a quienes se encontraban viendo el film, dando muerte a 12 espectadores e hiriendo a otros 58. Todo comienza en Ciudad Gótica, con el delito latente y un Batman ya no se encuentra entre ellos. Fue culpado por el asesinato del abogado Harvey Dent, ya pasaron 8 años y Bruce Wayne (Christian Bale) se encuentra aislado en su mansión, herido en una de sus piernas y también en su interior, quien lo acompaña como siempre es su inseparable Alfred (Michael Caine). El film tiene muchos personajes: en una gran fiesta en la gran Mansión de Wayne ingresa una hábil y sensual ladrona Selina (Anne Hathaway), nunca en la trama se la llame Gatúbela, roba un collar que pertenece a la madre de Bruce Wayne, cuando es descubierta escapa por una ventana, con gran destreza, su verdadera misión era robar una copia de sus huellas dactilares. A lo largo del film demuestra todos sus atributos, lucha muy bien, roba a los ricos y ayuda a jóvenes indefensa, se vincula con el villano, aunque se siente atraída por Batman (pero a largo de la historia no queda del todo claro su personaje). Finalmente ante el caos de Ciudad Gótica , Batman debe aparecer con la ayuda de sus amigos Alfred y Lucius Fox (Morgan Freeman), debe proteger a todos del misterioso líder terrorista Bane (Tom Hardy -una notable transformación física y una gran interpretación), un ser muy violento, quien usa una máscara (en el desarrollo del film conoceremos mucho mas de su personaje). Primero asesta un golpe a la Bolsa de Comercio, siembra el pánico y pone en acción un plan para destruir todo con un dispositivo nuclear, quienes deben colaborar son el Comisionado Gordon (Gary Oldman) y el idealista policía John Blake (Joseph Gordon-Levitt). Por otra parte un grupo de hombres que trabajan para Bane utilizan las huellas digitales para robar y de esta forma poder obtener todo el dinero de Las Industrias Wayne y arruinarlo; Bane vence a Batman, rompe una de las costillas y lo encierra en un hoyo en el desierto, una cárcel donde nadie escapó. Solo un niño lo logró según cuenta la leyenda.Es en ese lugar donde reflexiona y aparece en sus sueños Ra's Al Ghul (Liam Neeson). Aparecen personajes como: Miranda (Marion Cotillard); Foley (Matthew Modine- el actor de Alas de Libertad, de Alan Parker), Dr. Pavel (Alon Moni Aboutboul) y, otra vez, Cillian Murphy como el juez del pueblo ("El Espantapájaros" y Dr. Jonathan Crane), y a largo del film los personajes de Michael Caine y Morgan Freeman surgen en los momentos precisos. A lo largo de la película vemos la eterna batalla del bien contra el mal, la gran lucha entre Batman y Bane (a la hora y diez y luego a las dos horas diez aproximadamente), sonido y un despliegue visual extraordinario, persecuciones, explosiones, motos, aeronaves, voladuras de puentes, estadios, entre otros. Cuenta con muchas sorpresas, vuelta de tuerca, y traiciones. Brillante la fotografía y la música de Hans Zimmer. Contiene muy poco humor y mantiene la oscuridad que Nolan ha mostrado a lo largo de la trilogía. Cerca del final tiene una buena estructura dramática y hasta logra que se te haga un nudo en la garganta. Logra capturar la atención de los espectadores porque no se apoya solo en los efectos visuales, tiene un buen guión e interpretaciones, con una duración de 164 minutos nunca aburre; y a pesar que se dice que es el final de la trilogía, la misma queda abierta. Este film dirigido por el británico Christopher Nolan, con guion de Jonathan y Christopher Nolan, fue la más vista el pasado viernes 20 en Estados Unidos con ingresos cercanos U$S 80 millones, y en las proyecciones preliminares del jueves vendieron entradas por 30.6 millones de dólares. El fin de semana de su estreno en Norteamérica recaudó 161 millones de dólares. En Argentina se estrena hoy con 244 copias (170 copias en 35 mm. 88 dobladas y 82 subtituladas, y 74 copias digitales -Al ser digital, depende del cine).
“Batman” con imágenes soberbias y trama excesivamente compleja La tercera y última parte de la trilogía de Christopher Nolan tiene imágenes contundentes pero también una trama demasiado compleja con muchos diálogos de más. Al empezar la película, Batman ha desaparecido desde hace años en una Ciudad Gótica que no lo necesita ya que está libre de crímenes. Es que Batman fue acusado de la muerte del hombre que supuestamente liberó a la ciudad de la delincuencia, y ante tal injusticia no sólo el encapotado sino también su alter ego Bruce Wayne han optado por desa En el caso del millonario, su ostracismo casi lo convierte en una especie de Howard Hughes. El comisionado Gary Oldman y el mayordomo Michael Caine (estos dos actores son una base fundamental en el elenco) creen que hay motivos para que Batman o Wayne vuelvan a salir a la superficie, pero es la hermosa y audaz ladrona de joyas, Selina Kyle (Anne Hathaway) la que logra sacar a ambos de su gruta o su mansión. Una salida que no se detendrá debido al accionar ultraviolento de un archivillano que se roba algunas de las mejores partes del film, Tom Hardy como el musculoso y también enmascarado Bane, monstruoso malhechor con un pasado tortuoso que, lamentablemente, envuelve al argumento con una larga serie de subtramas demasiado complejas y no muy interesantes y que por momentos tiran para abajo las alucinantes escenas de acción. En la práctica, no sólo falta un Guasón brillante como el que animaba el film anterior, sino que hay excesivas referencias a «Batman inicia», sobre todo a la primera parte de aquella primera entrada en esta trilogía de Nolan, y aun cuando el espectador recuerde las referencias constantes que le arroja el guión de «El caballero de la anoche asciende», la verdad es que es preferible quedarse con las impactantes imágenes de acción y los superlativos efectos especiales que ofrece esta película despareja pero con sus buenos momentos. Christian Bale está bien aunque su conversión de millonario convalesciente a superhéroe tarda mucho en concretarse (en realidad toda la película, con sus más de dos horas y media de duración, se toma demasiado tiempo). Y en el elenco hay que destacar a la bella Hathaway como un muy buen proyecto de Gatúbela. Más extrañamente, también aparece un joven policía, Joseph Gordon-Levitt encarnando lo que terminaría siendo un curioso proyecto de Robin, y que promete algo que todos sabemos: que esta trilogía que termina no es un fin sino un nuevo comienzo. En todo caso, hay escenas de violencia y caótica destrucción masiva a ser detenida por Batman como para dejar satisfechos a sus millones de fans, a pesar de que por esta vez el director podría haber moderado sus pretenciones intelectuales.
Cinco años tuvieron que pasar del estreno de "The Dark Knight", propuesta que marcó un antes y un después en el universo de las películas de superhéroes, para que Christopher Nolan decidiera terminar su trilogía sobre Batman. Siendo fiel a su estilo y al mundo que creó en el 2005, el director nos regala un film en el que la acción se ve pronunciada por un intrincado guión, con excelentes actuaciones, con un villano que se aleja totalmente de la anarquista ideología del guasón, y que propone un duelo de vida o muerte con el caballero oscuro. Una cinta que todo espectador y amante del séptimo arte no puede dejar de ver.
Resulta para mí extremadamente difícil escribir una reseña de The Dark Knight Rises, por varios motivos. Por el aspecto más estrictamente sentimental, cualquiera que me conozca mínimamente sabe de la pasión que desde antes incluso de tener uso de razón profeso por los cómics en general y los superhéroes en particular. La idea de que un tipo cualquiera, normal y corriente, decida aprovechar un talento, habilidad especial y a menudo una tragedia personal para desinteresada e ingenuamente intentar hacer del mundo un lugar mejor y más justo me sigue pareciendo a día de hoy tan poderosa, atractiva y fascinante como cuando con 6 ó 7 años me emocionaba leyendo y releyendo las páginas de cualquier tebeo que caía en mis manos, y me preguntaba cómo conseguirían superar mis queridos Peter Parker o Bruce Wayne la siguiente prueba mortal a la que fueran sometidos. Comprendan por tanto que no es en absoluto sencillo analizar una obra como la que titula este post sin dejarme llevar por los sentimientos y perdiendo en el camino al lector que espere una opinión más sosegada y objetiva de la película. Pero es que además, y como inevitable consecuencia de lo anterior, ¿cómo demonios voy a ser yo capaz de hacer justicia en un simple post a la que honestamente considero la trilogía más redonda, consistente, intensa y emocionante que ha dado nunca el cine de acción? Es más, ¿cómo siquiera empezar a hacerlo cuando cada vez que pienso en esta última película o en la anterior The Dark Knight se me arremolinan las sensaciones sin orden ni concierto al ritmo de la increíble banda sonora de Hans Zimmer? Pensando en estas cuestiones, llego a la conclusión de que simplemente no puedo hacerlo, así que me limitaré a reunir en unas últimas líneas algunas reflexiones (no esperen que estén ordenadas) acerca del fantástico broche de oro con el que Chris Nolan finaliza su andadura con el Señor de la Noche. Situada ocho años tras los acontecimientos de The Dark Knight, la tercera iteración de la saga vuelve a explorar hasta las últimas consecuencias los principales temas sobre los que desde el principio ha girado esta particular visión del superhéroe: la corrupción sistémica, la verdadera naturaleza del hombre en situaciones límite y la fuerza de un símbolo. Para ello se apoya con la misma fuerza tanto en tramas y personajes que han venido acompañando a Christian Bale/Bruce Wayne desde la ya lejana Batman Begins casi tanto como en las nuevas adiciones que desencadenan los acontecimientos. Podría hablar largo y tendido de cualquiera de los actores/personajes que pueblan esta obra casi coral, pero me voy a limitar a destacar por méritos propios a Tom Hardy, en la piel del villano Bane. Todas las miradas se encontraban puestas en la extravagante apariencia de este hombre, sabedor del incómodo testigo que recogía de manos del Joker que Heath Ledger había elevado a la categoría de mito en la anterior película. Encarnando a un personaje diametralmente opuesto (el orden del caos frente al caos ordenado), el Bane de Hardy consigue sin embargo resultar desde el mismo comienzo una presencia tan amenazadora, peligrosa, inmensa y seductora como la del Payaso del Crimen. No alcanza el carisma o unicidad de aquél, pero queda igualmente grabado para la posteridad, lo que resulta especialmente digno de mención cuando hablamos de un personaje a quien no vemos la mitad de la cara durante toda la película. Christopher Nolan aprovecha la larga duración del film y su condición de final-de-una-era para tomar riesgos y llevar la trama por extremos incómodos que nadie antes se había atrevido a explorar en franquicias conocidas, despistando y atrapando incluso al fanboy más resabido. La ruptura física y mental del héroe, el estado de sitio en Gotham o el aura de fatalismo, un todo-vale intensísimo que me mantuvo en vilo las casi tres horas de metraje y directamente sin respiración en la secuencia final. Me ha gustado mucho y quisera destacar (porque no es un tema que se aborde en la prensa generalista) el brindis que el director/guionista hace especialmente en esta ocasión a los aficionados a los cómics del murciélago. La visión de Christopher Nolan es su propia cosa y hasta ahora tan sólo había tomado prestado algunos elementos icónicos del mundo que rodea al personaje para poder contar su propia historia. No es diferente en esta tercera ocasión, pero sí que están más presentes que nunca las referencias y guiños a la fuente original; escenas directamente salidas de El Regreso del Señor de la Noche, Tierra de Nadie, la inmortalidad de cierto personaje, el fatídico y clásico rodillazo cruje-espaldas de Bane o incluso la presencia de Holly son tan sólo algunos de los elementos que pasan por el personal prisma de Nolan en Rises, para gozo y alboroto del seguidor. Técnicamente, la película es impecable. Nolan aprovecha su estatus de director de culto rentable para que la morterada de dinero que ha costado la realización luzca en pantalla. The Dark Knight Rises contiene el mayor número de escenas de acción de toda la trilogía, las mejor filmadas y los efectos especiales más espectaculares. Afortunadamente, en el camino no se ha perdido el corazón y el pulso del realizador, que sigue siendo capaz de emocionar y conmover a partes iguales. Sin querer alargarme mucho más, admito y reconozco algunas de las sombras que algunos críticos han señalado sobre la película, que en lo general son las comunes a toda la filmografía del director inglés; los numerosos giros de tuerca del guión pecan de ser demasiado efectistas, la trama encadena casualidades y coincidencias que se derrumban como un castillo de naipes ante un análisis algo más riguroso, el género de la acción sigue pareciendo ser incapaz de desquitarse de algunos tópicos ya trilladísimos (la bomba a punto de explotar, el interés romántico a toda costa, ...), detalles todos irrelevantes frente a la explosión de adrenalina que un servidor acababa de vivir subido en la montaña rusa que propone Nolan. Como dice Paula, la Warner se encuentra ahora en la tesitura de tener en sus manos una de las franquicias más rentables y exitosas de su historia y no saber qué hacer con ella. Un reboot parece un suicidio, y la solución que plantea Nolan (no digo más) es cuanto menos arriesgada, aunque desde mi punto de vista muy ilusionante. A mí en el fondo ya me da igual, porque sé que cada cierto tiempo podré disfrutar por enésima vez de la historia definitiva de Bruce Wayne en el cine. Gracias, Christopher.
Las películas más exitosas en vacaciones de invierno (La era del hielo 4, Madagascar 3, El sorprendente hombre araña) son en su mayoría secuelas y nuevas versiones de éxitos del pasado. Ahora se agrega “Batman: el caballero de la noche asciende” (“The Dark Knight Rises”) que cerraría (?) una nueva trilogía, siempre dirigida por Christopher Nolan. Este director inglés adquirió merecido prestigio con “Memento. Recuerdos de un crimen”, su segundo largometraje, confirmando su originalidad con la siguiente “Noches blancas” (“Insomnia”). La presentación de “Batman inicia” en el 2005 no dejó conforme al mundo cinéfilo. Al fin de cuentas el personaje ya había sido abordado por Tim Burton en 1989 (inolvidable “Guasón” de Jack Nicholson) y en tres secuelas más, hasta el cierre de la serie anterior en 1997. Algunos memoriosos incluso recordarán que ya se había estrenado en 1966 una película del personaje encapotado interpretado por el legendario Adam West. La segunda de Nolan en el 2008 (“Batman, el caballero de la noche”) tuvo un plus inesperado al ser la película póstuma de Heath Ledger (otro “Guasón” increíble) y una trama que se seguía con cierto interés. No es el caso de la que ahora nos ocupa. Difícil resulta explicar el por qué de tan elogiosos comentarios que viene cosechando tanto a nivel local como por parte de la crítica de su país de origen. Se repiten los personajes y los actores que los interpretan. Michael Caine es nuevamente el mayordomo Albert, Gary Oldman el jefe de policía, Morgan Freeman es Lucius Ford y obviamente Christian Bale es el millonario Bruce Wayne y su alter ego Batman. Las pocas novedades las aporta básicamente el cast femenino con Marion Cotillard (Miranda) y Anne Hathaway como Gatúbela. En una de las primeras escenas se la ve bailando con Wayne y más de un espectador se habrá sorprendido al comprobar que danzan al compás de la “Pavana para un infanta difunta” de Maurice Ravel. Habrá por supuesto un nuevo malo, de corto nombre (Bane), que interpreta el inglés Tom Hardy y un joven policía (Blake), rol a cargo de Joseph Gordon-Levitt (“El origen”) que, por una mención al final, sembrará la duda sobre si verdaderamente se acabó la serie. Ya parece una regla que con cada eslabón de la hasta ahora trilogía se agregan unos diez minutos más, con lo que ésta ya dura poco menos de tres horas, que se sienten. A tal punto que, en algunas funciones como la que le tocó a este cronista, hubo un “intermedio” seguramente para comprar más “pochoclo” y gaseosas. Se mencionó la poca originalidad de la trama que plantea nuevamente la posibilidad de que un artefacto nuclear sea explotado en una gran ciudad que no es obviamente Nueva York sino Ciudad Gótica, aunque mucho se le parece. Técnicamente la película es impecable lo que se percibe desde el inicio con una de las pocas escenas novedosas que transcurren en un avión a gran altura. Pero esa promesa pronto se desvanece y entra en una larga serie de alusiones a personajes de películas anteriores como el fiscal Harvey Dent o Ducard/Ra’s Al Ghul (Liam Neeson), flash-back incluido. Quien no esté familiarizado con dichos episodiod podrá perderse “algo” pero para la mayoría de los espectadores éste no será el caso. Más aún, si ya disfrutaron de las dos anteriores, el consejo es que reincidan. Para los no adictos en cambio es probable que coincidan con la advertencia inicial de esta nota donde se afirma que las ideas parecen estar agotándose en Hollywood. Unite al grupo Leedor de Facebook y compartí noticias, convocatorias y actividades: http://www.facebook.com/groups/25383535162/ Seguinos en twitter: @sitioLeedor Publicado en Leedor el 27-07-2012
Mi amigo y yo Alguna vez un amigo me dijo que mucho de lo que está mal en el cine actual es por culpa de Christopher Nolan. Sí, es una exageración. Y también me dijo que buena parte de lo que muchos espectadores actuales entienden erróneamente por “gran cine” es culpa de Christopher Nolan. Sí, claro que también es una exageración. Por mi parte, creo que Batman: el caballero de la noche asciende es algo así como cine con estimulantes. Mi amigo, un grosero, coincide y me dijo que es “cine con viagra, un cine al palo pero sostenido por fórmulas químicas pasajeras”. Y también me dijo que el hecho de que esta película sea recibida con un aluvión de críticas positivas no es una buena noticia ni para el cine ni para la crítica en general. Tal vez esto último no sea una exageración. A mi amigo no, pero a mí me gustan las dos Batman anteriores dirigidas por Nolan. El caballero de la noche (el que no asciende), de hecho, me parece excelente, con influencias bien procesadas de Michael Mann y hasta con una referencia, bien ubicada, a Un tiro en la noche de John Ford. Claro, luego de la catastrófica El origen, acerca de la cual coincidimos mi amigo y yo, me pregunté si eran méritos de Nolan los grandes logros de El caballero de la noche (el que no asciende). Quizás, a estas alturas, después de este Batman ascendente, me inclino a creer en que el gran organizador del Batman caballero que no ascendía fue el Guasón de Heath Ledger, uno de los villanos más atractivos que dio el cine en los últimos años, (y que organizaba la película, de forma aparentemente contradictoria, con una gran carga de anarquía). O, tal vez, sencillamente, la excelencia de Batman: el caballero de la noche (que no asciende, la de 2008, la película anterior a esta que asciende; perdonen las aclaraciones pero las películas se llaman casi igual) deba permanecer como uno de los grandes misterios de la historia del cine reciente. ¿Nolan hizo esa película bien y luego hizo muy mal El origen y mal esta nueva de Batman que asciende? ¿Qué le pasó? “Le pasó que siempre vendió humo”, me dice mi amigo, “ya se veía con claridad en Memento”, agrega. Yo insisto: ¿El diseño industrial más la genialidad de Ledger y otros actores sostuvieron a Batman: el caballero de la noche (que no ascendía)? Vaya uno a saber. Lo que parece cierto es que, en todo caso, la tan mentada oscuridad del Batman de Nolan se ha convertido, en este Batman que asciende, en mera falta de luces. Falta de luces para resolver el tiempo y el espacio, por ejemplo: el tiempo del sitio de la ciudad y el tiempo de la cárcel agujero cilíndrico están contados a los ponchazos, los personajes tienen que verbalizar el tiempo que falta para esto y para lo otro (y tienen que explicar varias veces esto y lo otro, como pasaba en la igualmente espástica y charlatana El origen). Nada fluye, y es realmente risible el descuido narrativo que aplica Nolan para explicar cosas (y sigue explicando, y revelando, y dando vueltas de tuerca hasta el final). Y mi amigo el anti-Nolan me saca de la computadora al grito de “¡este tipo Nolan hizo la remake de Insomnia, memoria por favor!” y toma el control de este texto y le habla directamente a quien él considera el culpable de casi todos los males del cine actual. Esto que sigue es de mi amigo: Nolan, pusiste una explicación dicha por un fantasma (¿un fantasma interior vestido de traje?) y lo que dice tiene valor de verdad (bah, más o menos). Nolan, pusiste unos viejos desdentados y medio ciegos con ínfulas de Yoda. Nolan, destrozaste el verosímil un millón de veces, con gente que no se mata entre sí una y otra vez cuando se debería matar: algunas veces lo justificás con “quiero que no mueras ahora para que veas esto, maldito enemigo”, pero otras veces un personaje X no mata a un personaje Z sólo porque el personaje Z debe seguir vivo. Entonces, Nolan, si no pensabas matar a Z, no lo pongas a rango de tiro fácil de X, porque queda raro, feo y tonto que el que lo quiere matar no le dispare cuando lo tiene servido. Y dejá de abusar del “no te mato porque quiero que veas esto”. Y Nolan, por favor, no interrumpas peleas mano a mano importantes para irte por otras líneas narrativas, queda rara una pelea a las piñas, la pelea a las piñas, cortada. O qué sé yo, tal vez sea mejor hacer una película más concentrada en Batman y no tanto en un villano (ese Bane, que suena como Wayne, que suena como Bale) que tiene la densidad dramática de un luchador de Titanes en el Ring. Nolan, ¿del Guasón descendimos a esto? En la caída en el poder de seducción del villano reside buena parte de esta catástrofe. Nolan, habría que cronometrarlo, pero estoy bastante convencido de que tanto el villano ese (¿me querés decir cómo hace para comer pizza con esa porquería en la cara?) como el personaje de Joseph Gordon-Levitt tienen más minutos en pantalla que Batman, que por la mitad casi queda olvidado en el montaje, como si fuera una película de Corman, de esas en las que Vincent Price iba dos días al rodaje y después lo ponían en donde se podía, pero no alcanzaba para que fuera el protagonista por más que lo pusieran primero en el afiche. Ah, el montaje: Nolan, el montaje de esta Batman, más que sostener varias líneas narrativas se pavonea entre la arbitrariedad (entradas de flashbacks chirriantes, groseros) y la confusión. O la negación de problemas espacio-temporales: trayectos inexistentes e impedimentos espaciales que se resuelven mágicamente, y se multiplican a medida que la película se queda sin energías, que es bastante pronto y, rareza de rarezas, hasta Christian Bale parece no estar tan tenso. Nolan, te descubrí el truco (o al menos uno, el más importante de esta Batman): si uno no presta mucha atención, la película parece tener una gran potencia. Parece nomás. Apenas uno logra hacer el mínimo trabajo intelectual de prestarle atención a la musicalización, se da cuenta de que casi todo lo que parece grandioso, emocionante, trepidante y todo eso es porque ponen música (de Hans Zimmer, que repite y repite de Batman a Batman) prácticamente todo el tiempo: no hay secuencia de acción que tenga un segundo sin música al palo. El viagra musical de Zimmer empieza cuando se mueve una mosca y sigue y sigue y sigue. Y dale, y ponele el volumen fuerte, y decile al diseñador de sonido que te meta unos efectos guturales y muy surround para cuando hable Batman enmascarado, y también para cuando hable el malo de la cara tapada. ¡Nolan, por dios, Marion Cotillard no puede… Mi amigo abandonó el texto y se fue a buscar DVDs de los anteriores Batman de Nolan para hacérmelos rever (él cree que tengo que recapacitar, que siempre fueron flojas esas películas). Antes de que reaparezca, les digo que lo único interesante de esta Batman que asciende y que quizás ya esté en los cielos, lo único con algún rasgo de humanidad, con algún atractivo cinematográfico, es Anne Hathaway como Gatúbela. Ella, que justamente actuó en una película en la que el viagra era un elemento temático (De amor y otras adicciones), crea un lindo personaje, uno que parece decidir su accionar de manera menos acartonada que todo el resto. Es la única que tiene un poco de sentido del humor, la única que no confunde gordura con hinchazón, ni profundidad con un agujero grandote.
El plomo de Nolan desciende Atención: se revelan detalles de la trama. El caballero de la noche asciende es una decepción. No una grande para mí, porque tras la excelente El caballero de la noche teníamos ese intrascendente comienzo que fue Batman inicia. Y, además, porque siempre desconfío de Christopher Nolan, un tipo tan inflado de autoimportancia, tan solemne y pedante, capaz de filmar ese cachivache berreta de El origen y venderlo como cine psicológico profundo. Pero decepción al fin. El caballero de la noche asciende, para colmo, pareciera no haber aprendido una sola de las lecciones de su anterior entrega de Batman, y sólo se mantiene viva durante unos minutos mientras repiquetean en nuestro interior los ecos de aquella (igual habría que rever si el término “vivo” se puede aplicar al cine de Nolan). Cuando comprendemos que esto es otra cosa, que Nolan se creyó que era el director más importante de la humanidad y que recargando cada instante y cada diálogo es profundo, la película empieza a desinflarse hasta volverse intrascendente, aburrida, tramposa. Y, lo que es peor, los ecos que nos comienzan a repiquetear son los de sus dos peores películas: El origen y El gran truco. El caballero de la noche asciende es peor que Batman inicia porque aquella, aún siendo bastante solemne y acartonada (Nolan siempre confunde acartonamiento con seriedad), carecía de las intenciones épicas y grandilocuentes de esta. Era el germen de algo que no estaba muy determinado todavía; esta en cambio se cree el cierre de un acontecimiento cultural contemporáneo. Y así le va. Lo bueno es que con este pálido cierre de la saga termino por confirmar que si El caballero de la noche era excelente, se debía en buena parte al Joker, uno de los personajes más fascinantes que dio el cine de Hollywood en mucho tiempo. Lo curioso es que más allá de la notable labor de Heath Ledger, el Joker era un personaje estupendamente construido desde el guión: la relectura era excelente, su arbitrariedad caótica era coherente, y eso arrastraba a la película hacia un vórtice imposible de prever. El caos era la película misma, su trama zigzagueante, algo que le venía fenómeno al envarado cine de Nolan, donde de tan perfecto todo se vuelve tedioso, sin vida, previsible. El Joker, además, convertía al film en una película política sin intenciones de serlo; o con intenciones no explícitas. Uno de los problemas principales de El caballero de la noche asciende es precisamente el villano. No porque Bane sea un mal enemigo -aunque reconozcamos que carece del carisma de aquel-, sino porque cuando avanzada la trama y descubrimos que en realidad es un elemento secundario para un mal superior, su supuesta pericia, su astucia algo forzada se desbarranca dejándolo como un patovica con bozal. Y si encima es reemplazado por Miranda Tate (Marion Cotillard y una de las peores muertes actuadas de la historia del cine, y no estoy exagerando), el supuesto subtexto político de este Batman se cae a pedazos. Los objetivos de Miranda (Cotillard), con su deseo de volar todo por los aires más o menos porque sí, están más cerca de un villano ordinario a lo James Bond -aunque sin su sofisticación- que del complejo entramado psicológico de un Joker o de la bravuconada política de Bane. Bien, analicemos a Bane entonces, que parece ser el punto desde donde todo se desbarranca. Una vez que sus motivaciones son develadas (como a la hora y pico, el film tarda demasiado en arrancar), descubrimos que el tipo es una especie de anarquista con aires de líder populista, que quiere devolver el poder y control de la ciudad al pueblo. Las acciones de Bane tienen un evidente eco en la realidad política de la última década: ataque a la Bolsa de Valores y atentados con bombas, replicando de alguna manera la crisis financiera y el terrorismo. Se hacen cortes populares, se ajusticia a quienes son signados como los causantes de las miserias de Ciudad Gótica, se persigue a políticos, empresarios y policías, se arma una especie de estado de sitio con una bomba nuclear a punto de estallar y pendiendo sobre la espalda de los ciudadanos. Rodrigo Seijas, en su crítica favorable publicada en el sitio, explica bien el entramado de referencias historicistas que recoge Nolan para su retrato de la anarquía en Gótica. Bane parece inteligente y, a la vez, potente, es como un cerebro pero además un brazo armado que tiene el poder para terminar con Batman de una buena vez por todas. El asunto es qué confronta Nolan a este estado anárquico: El caballero de la noche asciende dice que Batman junto a la Policía, la leyenda y la ley, son quienes tienen la energía para confrontar y restituir el orden; el pueblo no, es idiota y se somete. Podríamos acusar a esta película de reaccionaria o semi-fascista, pero no podríamos invalidarla por eso porque al menos, aún contrario al nuestro, ese sería más o menos un punto de vista. No, El caballero de la noche asciende mezcla todo esto pero no se anima a decir nada, no contiene una verdadera mirada política aún cuando se ofrece explícitamente con cada diálogo recargado como un film político. Como Bane, el film es un bravucón con bozal que tira miles de piedras pero, no como Bane, esconde la mano y no opina. Y esto no es un libre albedrío hacia el espectador, sino una falta de riesgo para decir algo: la película exhibe referencias pero nunca ahonda en su significado, como sí lo hacía con el mito y la justicia en la anterior entrega. ¿Qué estado de las cosas es el que se recompone luego que los malos son eliminados? No se sabe, porque la película no tiene nada para decir más que conceptos bien encuadrados. Sí sabemos que es un mundo que debe sostenerse por leyendas, pero que ahora el mito es Batman y no Harvey Dent. Bien, si vivimos de leyendas, de mitos que pasan a retiro y mantiene así su estatus, ¿para qué todo ese epílogo en el que vemos el nacimiento de Robin? ¿Por qué no matar a Batman, ser valiente de una vez, jugarse en serio, construir el mito de verdad, y no dejarlo en un espacio off con posibilidades de retorno? ¿Para continuar la franquicia? No parece el final más convincente para una saga que ha filosofado sobre el caos, la anarquía y el sinsentido de un sistema y de las instituciones, el hecho de aceptarse como un fenómeno de mercado, un mero producto. La oscuridad prometida es pura cháchara, como la independencia de Bane. Película arbitraria en el mal sentido, porque parece transitar entre contradicciones cuando en verdad teme a ser concreta en algo, el único personaje interesante es Gatúbela: hay en sus decisiones algo entre libertario y dependiente. Sus movimientos varían entre el compromiso y la autodeterminación. Ese andar zigzagueante, como el de las caderas envueltas en cuero de Anne Hattaway, es un movimiento que calca, sin su cuota de perversión claro, lo que hacía el Joker. Y, además, le aporta algo de humor a una película que lo va perdiendo a medida que avanza su metraje. El caballero de la noche asciende, se sabe, es una película seria, es una de superhéroes pero para adultos que no pueden del todo reconocer que están viendo la historia de un tipo que se trastorna y se disfraza de murciélago para vengar la muerte de sus padres: por eso que a Nolan le interesa más Bruce Wayne que Batman. Esa locura de la que se hacía cargo la anterior, aquí queda anulada. Todo está demasiado planificado y, como pasaba en El origen, si alguien no lo entendió en la platea están los personajes y los guionistas para explicárselo de manera explícita: si hay una bomba nuclear por explotar, siempre hay alguien que nos recuerda que si tal artilugio falla ¡la bomba estalla! El caballero de la noche asciende es una película escrita y reescrita que no se quiere dar el lujo que alguien quede afuera, y en eso se parece a la soporífera El origen, aunque sin el destacado aporte visual de aquella: todo adquiere una gravedad dañina, una trascendencia de cartón con seriedad impostada y que pretende generar en el espectador la sensación de que está viendo algo relevante. Estimo que finalmente el gran problema de El caballero de la noche asciende es que la película se va desanudando hasta convertirse en una épica, y ese es el mayor inconveniente para Nolan: carece de espíritu para lo épico. El caballero de la noche era un policial negro (negrísimo) que tiraba lazos con el cine de Michael Mann, Martin Scorsese e incluso de John Ford, por eso que funcionaba a la perfección, fundamentalmente cuando se fundía en el cine de Mann. Su aspecto clínico le aportaba a la ambigüedad moral del relato una carga física ineludible, la película era un objeto compacto que pegaba en el espectador con gran energía y lo despabilaba de tanto mainstream sotreta. Era un film oscuro que se tomaba ciertas licencias, al ser conscientemente una película de transición hacia un final épico: por eso se permitía una resolución desesperanzada, porque tenía el reaseguro de que en la tercera parte se resolverían los conflictos que allí habían quedado pendientes. El caballero de la noche asciende necesitaba, pues, un director capacitado para meterse más con el corazón que con el cerebro de sus personajes. Recordemos que Nolan hizo El gran truco, una película que se valía de la magia para no creer en la magia, y que se ponía orgullosa con orgullo de cínico pelotudo porque te contaba cómo era el truco. Por eso que a Nolan la épica no le sale, y lo que le queda es una pasión fría, congelada como el mar que rodea a Ciudad Gótica, distante, pura pose que mira con desconfianza eso mismo que va construyendo; con situaciones mal resueltas a medida que se precipita el final, con flashbacks horribles, con diálogos pésimos (toda la parte en la cárcel), con recursos y giros de guión un poco berretas para estirarla hasta unos exagerados 164 minutos, con una música que te remarca aquello que no dejaron claro ni las imágenes ni los diálogos y que para llegar a algo parecido a la emoción te tiene que mostrar a Michael Caine llorando de frente, cuando mostrarlo de espaldas era mucho más cinematográfico. El caballero de la noche asciende es el Nolan más plomífero, que desciende y desciende hasta la segunda categoría del cine.
No cabe duda de que el anterior film sobre el célebre personaje de historieta, dirigido también por Christopher Nolan, está muy cerca de ser una obra maestra. Azar puro, se combinaron en él elementos en estado de gracia que no se repiten en esta tercera, tediosa última parte. Nolan, fetichista del guión, construye su film alternando escenas de acción mediocres con diálogos solemnes, y de la combinación solo salen indemnes Michael Caine y Anne Hathaway, que ponen un poco de humanidad en el asunto. La historia es simple aunque parezca complicada: un megavillano se apodera de Ciudad Gótica, la sitia y la saquea durante meses mientras pasea una potencial bomba atómica. Batman se enfrenta a él tras ocho años de exilio, pierde, se recupera y lo vuelve a enfrentar. Más algunas vueltas de tuerca que generan la necesidad de minutos extra de explicaciones y flashbacks (la “gran sorpresa” del film, por ejemplo). Es decir, nada que el espectador no haya visto, aunque revestido de una solemnidad poco adecuada para el caso, que hace que las casi tres horas (casi tres horas, repitamos) se sientan demasiado. Por cierto, se puede disfrutar de trabajos como el de Gary Oldman -probablemente su comisario Gordon es uno de los grandes papeles de su carrera-, de algunas secuencias de acción (algunas), del propio Christian Bale un poco menos pétreo que en otras oportunidades, y de algún acierto aislado. Pero, en general, es menos de lo mismo.
Llegó el día; la espera terminó. La saga con la que el cineasta Christopher Nolan le dio impulso a uno de los personajes más humanos, complejos, atormentados y oscuros en la historia de los comics, llega a su fin; y lo hace de una manera espectacular, pero a la vez, con un sabor agridulce para todos los que formaron parte de esta estupenda superproducción, debido a los hechos de público conocimiento ocurridos en Denver, Colorado (USA). En esta última parte de la trilogía, han pasado ocho años desde que se vio por última vez al hombre-murciélago en acción. Habiéndose hecho responsable por la muerte de Harvey "Dos Caras" Dent (interpretado por Aaron Eckhart), el fiscal de districto que puso punto final al crimen organizado en Ciudad Gótica, Batman, buscado por la justicia, desaparece para no volver. Pero el "Caballero Oscuro" no es el único que desaparece sin dejar rastro alguno. Devastado por la muerte de Rachel Dawes (interpretada por Katie Holmes en la primera entrega y por Maggie Gyllenhaal en la segunda), Bruce Wayne (Christian Bale) se ha convertido en un hermitaño, situación que genera todo tipo de absurdas historias imaginadas por la gente de la alta sociedad de la mítica ciudad. Pronto, este estado de paz y sensación de seguridad por el que está pasando Gótica está a punto de terminar abruptamente cuando comienzan a ocurrir extraños robos llevados a cabo por una hermosísima Gatúbela (Anne Hathaway) y la llegada de un mercenario psicópata y enmascarado llamado Bane (Tom Hardy) que sacarán tanto al excéntrico millonario como a su alter ego del retiro y lo sumergirán en una violenta ola de terror y una lucha sin cuartel por el control de una ciudad sitiada. Esta producción es impecable por donde se la mire. Durante las casi tres horas de duración, la película nos transporta por diferentes matices del personaje y nos muestra a un Batman como debe ser: un ser humano sin superpoderes, pero con todos los artilugios habidos y por haber. Eso, es sin duda lo que hace grande y hasta "creible" a este personaje de ficción por sobre otros super héroes nacidos en las páginas de las historietas. La historia que desarrollaron Christopher Nolan y David S. Goyer muestran a la perfección esa humanidad y le atribuyen a cada uno de los villanos que fueron apareciendo en la saga (aunque bastante retorcidos), ese mismo tratamiento. Las comparaciones con composiciones anteriores del personaje, son cosas del pasado, pero sin lugar a dudas para Batman será un antes y un después del trabajo de Nolan. El reparto se completa con Marion Cotillard como Miranda Tate, nueva CEO de Industrias Wayne, Joseph Gordon-Levitt como John Blake y retoman sus papeles Gary Oldman como el Comisionado Gordon, Morgan Freeman como Lucious Fox y Michael Caine como Alfred.
"LA DESPEDIDA DEL ENMASCARADO" Y llegó… Finalmente, la conclusión épica de la trilogía de “Batman: El Caballero De La Noche”, de Christopher Nolan, arribó a su fin. Habiendo abordado el inicio en 2005, y una celebrada secuela en 2008, la trilogía se completa con una apuesta dramática y oscura. Esta vez, el Caballero de la noche debe enfrentar a Bane, un terrorista enmascarado con portentosa voz, cuyos brutales planes de hacer desaparecer a Ciudad Gótica hacen que el multimillonario Bruce Wayne salga del exilio voluntario al que se sometiera años atrás, enfundado en su traje elastizado negro. Y este Bane usa una especial máscara para ocultar su identidad, para anestesiarse contra un dolor martirizante, por heridas que sufrió hace mucho tiempo. Al decidir quién sería el próximo villano, era imperioso encontrar alguien completamente diferente al Guasón: alguien con fuerza bruta, que desafíe a Batman hasta las últimas consecuencias. Sin ir más lejos, una de las secuencias más impactantes están a su cargo: el momento de la voladura en el estadio de fútbol americano y en distintos puntos de la ciudad. Sin embargo, no es Bane quien saca a Wayne de su mansión, sino un intrigante encuentro con una ladrona llamada Selina Kyle, más conocida como Catwoman o Gatúbela, muy virtuosa en el oficio del robo con guante blanco. Tom Hardy y Anne Hathaway le dan vida a Bane y Gatúbela, ambos responsables de quitarle el sueño al hombre enmascarado, aunque la gatuna villana, además de hacerle frente, se aliará, más de una vez, a Batman. Pueden actuar de maneras muy diferentes, pero en realidad tienen mucho en común: les gusta mantener ciertas cosas ocultas… Gary Oldman retoma el papel del mejor policía de Ciudad Gótica, el Comisario Gordon, muy bien secundado por el oficial de policía John Blake, personaje a cargo de Joseph Gordon-Levitt que, en el desenlace, descubre una identidad que resulta de lo más asombrosa. Interpretando el doble papel de Bruce Wayne y Batman por tercera y última vez, Christian Bale cede bastante su protagonismo ante las apariciones de los villanos. Resulta bastante compartida la pantalla esta vez: todos los personajes tienen tiempo de aparecer y lucirse, ya sea el Alfred de Michael Caine, la Miranda Tate de Marion Cotillard o el Lucius Fox de Morgan Freeman. Todos ellos tienen importantes participaciones y necesarias escenas, a lo largo de 165 minutos. Con una gran parte de su elenco de "Inception", Nolan presenta un cierre faraónico para su trilogía, donde el guión arranca con cierta morosidad, demorando el enfrentamiento entre superhéroe y villanos, para luego avanzar in crescendo hacia un clímax que pone los pelos de punta, y le proporciona al espectador el nervio necesario para mantener el interés. En montaje alterno vemos cómo los protagonistas y antagonistas avanzan en querer cumplir su cometido: unos, intentando evitar que explote una bomba nuclear; otros, oponiéndose a ello. Los temas tratados en la película están captados en la excepcional y omnipresente banda sonora. La colosal música fue compuesta por Hans Zimmer, en su cuarta colaboración con Nolan, incluyendo las tres películas de El Caballero De La Noche. El compositor mezcla ecos de la música de las películas anteriores. Si bien no supera a su antecesora película, el filme se constituye como primordial, dado que se propone como el final ¿definitivo? de la saga, y ello la hace inevitablemente especial. El desenlace, con cierta nostalgia, tristeza y doble mensaje, deja abierta la chance de ver algo más en un futuro próximo, pero por lo pronto, pareciera que con este filme una etapa se cierra definitivamente. Como dice su director: “Estamos muy orgullosos de este final y esperamos que el público comparta nuestra emoción”. Y así es, gracias a Dios.
Batman desciende ¿Qué hace que un producto banal e ideológicamente equívoco sea recibido y considerado por muchos como una obra sofisticada y moderna? Tal vez la explicación haya que encontrarla en la fama que el director Christopher Nolan (1970, Londres, Inglaterra) logró ganarse como autor de productos supuestamente complejos, como El origen o las elegantes pero sobrevaloradas predecesoras de esta trilogía, Batman inicia (2005) y Batman – El caballero de la noche (2008), arrastrando tras de sí a legiones de jóvenes (y no tanto) que lo suponen un artista. Sumado a esto el magnetismo que mantiene Batman como personaje y la indiscutible fuerza de la publicidad con la que se acompaña su lanzamiento, Batman – el caballero de la noche asciende arremete con una máscara que oculta su verdadera identidad. La promesa era ver a Batman saliendo de su retiro, poniendo de nuevo en juego sus artilugios para que triunfe la justicia en Ciudad Gótica, como –según aseguran los entendidos– ocurre en el comic original. Pero el resultado es un film escaso en ideas de puesta en escena y excedido en palabras, cuya música omnipresente intenta todo el tiempo tensar situaciones desvaídas. Las tomas aéreas de la ciudad entre charla y charla, similares a las que suelen verse en cualquier serie televisiva, se alternan con explosiones, disparos y patadas registradas sin originalidad alguna, haciendo extrañar las acrobacias de, por ejemplo, un John Woo. Hasta la escena de amor junto a una chimenea con una billonaria aparentemente bienintencionada (Marion Cotillard) parece digna de alguna telenovela mediocre. Tampoco aparecen la excentricidad y la simpatía que caracterizan a la galería de freaks que siempre rodearon al super héroe: al Batman ceceoso de Cristian Bale le falta magia, Alfred (Michael Caine) se muestra algo reblandecido, y Bane (Tom Hardy) es un alienado sin gracia con voz de ultratumba. Está claro que, si hablamos de adaptaciones de Batman al cine, no habrá malvados que superen a la Gatúbela de Michelle Pfeiffer y al Guasón de Heath Ledger, pero para una película de casi tres horas de duración la carencia de personajes divertidos es fatal. Sólo las intervenciones de Anne Hathaway diciendo algunas frases irónicas aportan algo de simpatía. Las secuencias del secuestro de un avión en pleno vuelo y del estallido de explosivos en distintos puntos de la ciudad están indudablemente bien resueltas, pero no sorprenden. Probablemente el final, al ahorrar palabras y crear expectativas sobre el rumbo de los personajes, despierta más interés que casi todo el resto. La ferocidad de la operación promocional de la Warner Bros y la ceguera de algunos fans, sin embargo, reprimen con dureza las objeciones que pueden hacérsele. “La última de Batman tiene que ser una buena película”, se autoconvencen, y les ofende más que alguien diga lo contrario que la apología de ciertos valores cuestionables que propone el film. Porque en Batman – El caballero de la noche asciende (el producto está inflado hasta en su título) hay, además, otro punto discutible: su discurso político, ambiguo en el mejor de los casos. Los personajes que cuestionan a los ricos y a los dirigentes políticos son terroristas y ladrones, y cuando se desata una suerte de anarquía en la ciudad, los ciudadanos se comportan como ovejas de un rebaño y quienes quedan del lado de los sensatos son policías, un cura protector de niños huérfanos… y Batman, por supuesto. Los motivos por los que Bane desprecia la vida ajena se remontan a lo que sufrió siendo niño en parajes bastante parecidos a los de países considerados enemigos por los estadounidenses en la actualidad. Y su principal ataque se produce en un estadio en el que un chico canta el himno estadounidense como un ángel encarnando la paz en la Tierra. Mientras estas situaciones dejan entrever un nacionalismo y una división entre bandos de tintes agresivos, la violencia se expande más allá de la pantalla, confundiendo realidad y ficción, muerte y espectáculo. En fotos en los diarios puede vérselo a Cristian Bale saludando a los heridos de la masacre desatada por el estudiante James Holmes en el estreno en una sala en Denver, como si fuera el mismo Batman socorriendo a los habitantes de Ciudad Gótica, así como tres años atrás la muerte de Heath Ledger no impidió que su figura formara parte de la glamorosa ceremonia de los Oscar, importando poco que una persona triste se ocultaba tras el disfraz del risueño Guasón. Una suerte de círculo vicioso retroalimenta el morbo, desvelándose por dejar a salvo el show antes que la vida.
Allá por el 2005 comenzaba todo, cuando Warner buscaba una manera de revivir la franquicia del murciélago para no perder los derechos, dejando atrás las nefastas películas de Schumacher, trajes con pezones y demás. Batman Begins dió inicio a películas del superhéroe con un tono realista, perfectamente adecuado la realidad actual, donde éste luchaba contra mafiosos y no villanos monstruosos. En el 2008 estrena The Dark Knight, primera peli que no tiene a Batman en el título y que nos muestra a un Joker anarquista desarmando la estructura y espíritu de Gotham. El cierre con moño para la trilogía es The Dark Knight Rises, donde los hechos transcurren 8 años después de lo ocurrido en la entrega anterior, donde vemos a un Bruce Wayne ermitaño, abatido por como terminaron las cosas y no ser quien realmente es, pero principalmente por no haber podido salvar a Rachel. La película empieza con un ritmo altísimo y se mantiene así hasta el final, no hay descansos, no se nota que dura casi tres horas, entretiene y hace que disfrutes a full prendido a la pantalla. El clima bien logrado y la música son el punto fuerte para esto, también ayuda la tensión constante de las diversas situaciones planteadas. Desde el vamos, es muy valorable que el film sea tanto para gente que en su vida vió una peli de Batman ni sabe casi nada del personaje y también para gente fanática, que tiene una idea amplia de todo su universo en general. Hay explicaciones y hasta recordatorios para todo público sin ser molestos o tediosos para los asiduos al murciélago. Tenemos la mejor interpretación de Bale como Bruce Wayne de la saga: emocional, triste, dándole una evolución del personaje con una calidad actoral muy buena. No hay sobreactuaciones, se lo ve cómodo, bien metido en el personaje. Alfred, nos dió un par de momentos increíblemente emotivos, Caine, como siempre, deslumbra actoralmente. A Anne Hathaway, a quien casi nadie le tenía fe, sorprende sin sobrepasar los límites, pero digamos que cumple con creces, no es una Catwoman típica de los comics pero sí tiene todo lo que tiene que tener una Selina Kyle para éste universo. Casi no se hace referencia a ella como Catwoman en todo el film, y no se ve ni un gato a su alrededor, pero sus actitudes, reacciones y frases, son acordes al personaje. Lucius como de costumbre, aportando algún que otro diálogo certero y que te saca una sonrisa, pero no se destaca acá tanto como en las anteriores. Bane no se acerca ni a su mejor etapa en los comics (el tipo super-estratégico y pensante) ni a su peor adaptación fuera de los mismos (la aberración que apareció en Batman y Robin de Schumacher), pero tiene, como suele pasar con los personajes adaptados por Nolan, puntos fuertes relacionados a sus versiones comiqueras mezclados con éstas versiones algo libres, dando buenos resultados. Tenemos a un Bane que cumple el rol principal de Villano, no porque la película lo plantee así, sino porque es el único personaje de toda la película que realmente tiene malicia y lo deja bien claro. Paréntesis aparte para Tom Hardy, el hombre bajo la máscara, que apenas se lo ve en un flashback 1 segundo (literal) sin ella, siendo que los actores son muy rompebolas con estas cosas (que no se les ve el rostro, que no es bueno para su carrera, etc), uno puede pensar que por ello el personaje pierde expresividad, pero por lo bestia que es el villano y la voz tan caracteristica que tuvo, está muy bien. Gary Oldman, una vez más, descociéndola como el Comisionado Gordon, más viejo, más gordo, pero siempre firme junto a Gotham. Es el personaje más fiel y coherente a sí mismo con la primera y segunda entrega. El tipo, al igual que Batman, da todo por su trabajo y su ciudad (lo que hace creíble que la familia lo haya dejado), lo vemos subiendo a un camión en movimiento con dificultad, y pese a las risas, la escena quedó extremadamente real, es un tipo grande que se la banca y la pelea. Miranda, personaje que parecía metido a presión para que Bruce tuviese una alegría en la cantidad de años que transcurren durante las tres películas... pese a las pistas varias (porque eran varias!) que dejó el director, la mayoría no se vio venir que ella iba a terminar siendo (bah, era!) Thalía, la hija de Ra´s Al Ghul. Un girito de tuerca muy interesante que le sumó otro plus a los minutos finales del film. El triángulo Niño-Bane-Thalia fue muy acertado y no quedó tosco que Bane haya tenido relación directa con la Liga de las Sombras, Ra´s al Ghul y su hija. Las "re-apariciones especiales" más que bienvenidas... tenemos al capo de Ra´s Al Ghul, no solo en forma de flashback sino en forma de visión de Bruce, una escena cortita pero justa. Y al magnífico Dr. Crane (Scarecrow, para los amigos) que como siempre, fiel a su estado psicopata, cínico, enfermizo, hace valer la pena el par de escenitas en las que aparece. Nolan dijo en entrevistas, rondas de prensa y muchos otros lugares que jamás habría lugar para Robin en su universo Batmanesco... pero nos dio vuelta todo con éste final. Joseph Gordon-Levitt, tipo con un laburo actoral impecable, apareció al principio de la película como Blacke, un policía que intercepta a Bruce Wayne y le dice que sabía su identidad, dándole a entender que lo apoyaba y que no diría nada, algo que a muchos nos recordó a Tim Drake en los comics, incluso es huérfano y salió de un orfanato financiado por las industrias Wayne. Luego, como en toda película con muchos personajes, vemos intercaladamente, escenas de éste policía ejerciendo perfectamente su trabajo y como se va desilusionando con el mismo, mientras va evolucionando sin saberlo, hacia algo más. Hay, como en toda película, detalles, como el momento que está por explotar la bomba, faltan segundos, y Batman antes de llevársela, se despide de Selina y Gordon, por separado, de un modo bastante relajado para el contexto. Mismo ejemplo para tomarse tiempo de hacer una batiseñal de fuego en el puente. Me parecen geniales las escenas, no las critíco, pero se podrían haber ubicado de otra forma quizás... también en su momento, se dijo que el corte final de Nolan para este film fue de casi 4 horas, y Warner le exigió que durara menos de 3 horas, así que quizás hay muchas cosas que no vimos y escenas re-ubicadas. Otra escena, muy posiblemente filmada y quitada, es la que muestra como entra Batman a Gotham luego de escaparse de la prisión donde lo dejó Bane, recordemos que todos los puentes y accesos estaban bloqueados. Todos los detallitos ínfimos mencionados arriba no pueden llegar a opacar ni un 1% de los momentos magníficos que tiene esta película, guiños comiqueros, climas excelentemente logrados y música increíble. Muchos queríamos ver a Bane quebrando a Batman y lo tuvimos! vimos a Bane enceguecido dándole piñas a Batman contra una columna que nos hizo recordar a las mejores escenas de Rocky. Batman escapando de un ejército de policías con estilo, para tiempo después aparecer con el mismo estilo para darles fuerza y espíritu frente a una guerra casi mano a mano con el ejército de Bane. La peli empieza similar a su entrega anterior, con un plano bien abierto ubicándonos en el lugar y presentándonos al villano principal, con una escena en el aire digna de las mejores pelis de acción de los 80/90s, espectacular. Éstas escenas aérea junto a otras como Batman vs Bane en la nieve, rodeados de policías vs secuaces, son excelentes para ver una y otra vez en el cine. Cómo no emocionarse con la escena de Alfred pidiéndole a Bruce que deje el manto del murciélago? encima le contó que quemó la carta que le había dejado Rachel! Cómo no volverse loco con detalles magníficos como Selina entrando a la cárcel y haciéndole una toma (totalmente gratuita) a un preso para quebrarle las manos? Bruce dejándole en claro a Blacke que Batman es un símbolo, que puede ser cualquiera, con todo lo que eso implica. Y los últimos cinco segundos finales? Majestuoso. Infinidad de tomas aereas muy bien manejadas, esos planos abiertos gigantescos que tanto se disfrutan en el cine. Excelentes efectos especiales y algo en lo que se mejoró muchísimo: peleas mano a mano, coreografías con tomas de cuerpo completo, bien realizadas y más que bienvenidas. Algo que no puedo dejar de mencionar, es que (más aún estando en Córdoba) en el cine, cuando Alfred mencionó que tomaba Ferné Branca, se escucharon todas las risas y murmuros cómplices de la gente, casi que aplauden (aunque no aplaudieron ahí, si cuando terminó la peli). A más de uno se le va a escapar una lágrima entre tantas situaciones fuertes, clima tan opresivo y escenas con buenas actuaciones cargadas de drama. Lo mejor de toda la película, al margen del cierre con moño de la trilogía, historia, personajes, etc.. es el simbolismo y lo bueno de ésto es que no está sobre-expuesto ni sobresale. La escena en que la multitud de policías se van acercando, caminando despacio hacia una batalla campal con el ejercito de Bane, temerosos e inseguros y aparece Batman en su nave dando toda la esperanza que hacía falta... encaja perfecto para erizarte los pelitos de los brazos y ponerte la piel de gallina. Lo mismo para la escena cortita donde se ve el logo del murciélago formado con fuego en el puente. No quisiera estar en el lugar del director que tenga que hacer la próxima película de Batman, que como ya sabemos no será Nolan. Va a ser muy difícil que alguien pueda superar esta trilogía, hasta me atrevo a decir que va a ser muy difícil que alguien pueda igualar alguna de estas tres películas. Ojalá me equivoque y nos sorprendan. Mientras tanto, tenemos éstas en nuestra dvdteca para disfrutarlas de principio a fin y olvidarnos de errores pasados y posibles errores futuros. Nolan se fue invicto.
"El caballero de la noche asciende" le da un buen cierre a la trilogía de Nolan/Bale, pero no sorprende. Batman asciende a la luz y desciende a la oscuridad; pasa de la acción desenfrenada a la reflexión; se pregunta por el sentido de la vida, del heroísmo. La última película de Batman protagonizada por Christian Bale le da un correcto cierre a la mejor trilogía de superhéroes del cine de todos los tiempos. Porque es, antes que una película de héroes que la tienen muy fácil, echando mano a poderes magníficos, un filme que se mete en la piel humana debajo de esa capa artificial del hombre murciélago. El caballero de la noche asciende (ver ficha y horarios en cartelera aquí) puede pero no debería verse como una pieza única: mantiene el tono, la idea y la estética de los anteriores filmes, y encaja mucho mejor mirando en perspectiva las cavilaciones de Batman que mirándola por separado. De las tres, es la más floja, y así y todo tiene un nivel exquisito en varios puntos. En el medio de todo el drama interior de Batman/Wayne persisten los planes siniestros por destruir la ciudad Gótica, los infaltables villanos (Bane merece un apartado propio, de lo más flojo del filme) que buscan venganza, la pelea casi adolescente de Bruce Wayne y Alfred, la aparición de una convincente Gatúbela (Anne Hathaway); pero todo es puro cartón pintado al lado de la ambiciosa historia humana que propone -a veces triste, siempre oscura-, en la que el bien y el mal entran en juego y en conflicto nuevamente. La mano de Christopher Nolan está presente tanto en la construcción y reconstrucción de los personajes como en las tremendas escenas de acción, que son pocas (para las más de dos horas y media que dura) pero bien intensas, aunque flaquea en diálogos bastante inocentes y poco creíbles y en cierta la falta de destreza para contar qué ocurrió en los últimos ocho años desde que el héroe se hizo responsable por el crimen de Harvey Dent y la muerte de Rachel. En la nueva ciudad Gótica ya no hay crímenes, y el desempleo parece tocar a la puerta del superhéroe. Desde los acontecimientos del último filme, el tiempo de paz ha llegado, pero unos pocos creen que es apenas la calma que antecede al huracán. Bruce Wayne, mientras tanto, se recluye en su mansión lejos de todos. Las acciones millonarias de sus industrias están por el piso, su ánimo también. La mayor crítica que podría hacerse a El caballero de la noche asciende tiene que ver con el villano, pieza fundamental en cualquier historia de superhéroes. Bane (Tom Hardy) no logra convencer, quizás por lo que le tocó en suerte -o en desgracia- para ser el malo de la película: la máscara incómoda del personaje, lejos de insuflar terror lo desdibuja; algunos diálogos parecen de Billiken; el plan macabro por momentos es confuso o insulso. Nunca, en ningún momento, nadie puede sospechar que Bane podría acercarse aunque sea un poquito al triunfo, y esa falta de tensión, más allá de algunas vueltas de tuerca sobre el desenlace, le resta efectividad al relato. Hay que agradecer a Nolan que nunca abusa del chisporroteo efectista de luces, sonido y vértigo porque sí, aunque también lo tiene. El encuentro entre Bane y Batman, por ejemplo, permite oir los golpes secos, duros de la pelea, que transmiten la intensidad de una lucha callejera. Esos climas, bien dosificados, ayudan a sostener la historia y a que la atención no decaiga. Además del buen trabajo de Anne Hathaway como Gatúbela (sexy, pero no guarra), está muy bien Joseph Gordon-Levitt en el rol del policía John Blake, que descubre la verdadera identidad de Batman y es una pieza clave del lado de los buenos. Difícil será anticiparse a qué pasará con el caballero de la noche en el futuro, aunque -ya sin Bale vistiendo el traje, una pena- en el cierre Gordon-Levitt se quedó con la llave para abrir una puerta a otra baticueva cinematográfica. La última Batman no decepciona, pero tampoco sorprende. Deja un gusto semiamargo a los fanáticos, malacostumbrados a salir con la boca abierta, pero igual vale la pena para dar el cierre a la saga.
Batman por siempre y para siempre Christopher Nolan propone un cierre de lujo para la trilogía sobre la historieta del Hombre Murciélago que concibió y empezó a desarrollar hace siete años. En este remate, el realizador británico supera un desafío tremendo ya que potencia las virtudes de sus anteriores entregas, en las que fue elevando el nivel a través de la creación de un universo oscuro y asfixiante en el que se mueven personajes de una complejidad sumamente interesante. Al desarrollo del personaje de Batman-Bruce Wayne (el millonario resentido por un pasado sombrío que pone a su alter ego enmascarado a luchar por las causas nobles) le agrega la presencia de la inquietante ladrona Gatúbela y la aparición del malvado Bane, un verdadero hallazgo. Este es un despiadado asesino que siembra el caos en toda la ciudad, pero que se plantea como objetivo la abolición del sistema, y que pone en jaque a las grandes corporaciones de Wall Street mientras sume en el pánico a los ciudadanos comunes a los que dice reivindicar. Wayne, entonces, abandona el ostracismo que se ha impuesto y decide volver a calzarse el traje de Batman que tiene arrumbado en su legendaria cueva. Pero el relato de la lucha entre el Bien y el Mal, un clásico de las historias de superhéroes, tiene en este caso una reformulación que relativiza las definiciones tajantes. En esa expresión de grises está la gran riqueza no sólo de esta entrega sino de toda la saga concebida por Nolan. El resultado es una película vibrante, muy bien contada, con explosiones de violencia y acción convenientemente administradas para mantener el ritmo de la narración mientras la trama principal y las subtramas se van desarrollando sin tropiezos. No falta la exhibición de la extraordinaria motocicleta artillada del protagonista, a la que se agrega la presentación de una fabulosa mini-aeronave. Al mismo tiempo, el guión propone reflexiones sobre la violencia, la naturaleza humana, el heroísmo, la solidaridad, la paranoia y muchas otras cosas. A las equilibradas interpretaciones de los ya conocidos Christian Bale, Morgan Freeman, Gary Oldman y Michael Caine se agregan las de Tom Hardy (potente encarnación del villano Bane), Anne Hathaway (deliciosa como Gatúbela), la dúctil Marion Cotillard en el papel de la ejecutiva Miranda Tate y Joseph Gordon Levitt, sobrio y convincente en la piel de un joven policía que confronta con Bruce Wayne y lo mueve a abandonar su retiro y volver a la acción. La partitura de Hans Zimmer, densa y obsesiva, hace una generosa contribución al clima general de la película. El guión está inteligentemente construido, y prácticamente todos los parlamentos de los actores y las situaciones que muestra resultan ser piezas de un mecanismo que encaja a la perfección en el desenlace. No faltan las referencias a los anteriores filmes de la serie, por lo que sin lugar a dudas, aquellos que hayan visto las anteriores entregas estarán en condiciones de disfrutar de todos los detalles que se proponen en la pantalla. Sin embargo, la película funciona sin problemas como una unidad en sí misma, y puede entenderse perfectamente aunque no se tenga conocimiento previo de la saga. Y por más que haya algunas arbitrariedades y exageraciones en el relato, el saldo de estas dos horas y media de entretenimiento que propone Christopher Nolan para cerrar su versión de Batman es altamente positivo.
Batman vuelve para poner orden Hace 8 años que no sale. Anda con bastón y barba, tristón y ensimismado. La ciudad ha recuperado la calma. El sistema cree que no necesitará de protectores enmascarados. Pero los superhéroes siempre retornan cuando las papas queman. Y tal como anda el mundo, tienen trabajo de sobra. Desde las Torres, New York ha pasado a ser -para el cine- la ciudad más amenazada y la más salvada por los superhéroes. Esta vez el que promete acabar con todo es un villano anarquista que mata y baja líneas: ataca la Bolsa, arrea los ejecutivos de Wall Street, manda al muere a los poderosos y dice auspiciar un mejor reparto. Pero se le va mano: tiene una bomba nuclear lista para hacer volar por los aires a esa ciudad que quizá necesita de estas colosales masacres para exorcizar algunos fantasmas. Y entonces Batman decide volver. Deja a un lado su reposo y sale a la cancha. Hay que recuperar el orden. No sólo para poner en caja a tanto malvado enloquecido, sino, de paso, para aniquilar también esas ideas sobre la distribución de la riqueza y el sufrimiento de los postergados. Es un Batman más humano que nunca: renguea, Gatubela lo desaira un par de veces, se lleva a la cama a una millonaria, anda a las piñas (y recibe una soberana paliza) pero al final lograr recuperar la calma, salvar el mito y darle aire simbólico a su justiciera misión. Con abnegación, esfuerzo, solidaridad y mano firme, todo es posible Que Nolan filma bien, no hay dudas. Sabe articular con mano segura personajes, subtramas, espectacularidad y grandes momentos. El filme tiene, por encima de su enorme despliegue visual, un buen estudio de los personajes, ritmo sostenido y algunas ideas que quieren ir más allá de lo fantástico. Es cierto que se alarga en algunas secuencias (defecto recurrente en estas producciones), que a veces es confusa y que tiene un aire algo pretencioso. Pero el resultado es por demás auspicioso: impecable factura, un par de actuaciones memorables (Michael Caine, Gary Oldman), historia bien armada. El caballero de la noche ha vuelto para poner un poco de orden en un mundo que ya no cree ni en la policía (Robin al final es un poli arrepentido) ni en el poder. Gótica es esa ciudad paradigmática que, cuando todo está por derrumbarse, debe llamar a un señor infalible y heroico para calmar a un vecindario lleno de miedo.
LEVANTATE Y ANDA Inicia. Cae. Asciende. BATMAN INICIA (BATMAN BEGINS, 2005). BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE (THE DARK KNIGHT, 2008). BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE ASCIENDE (THE DARK KNIGHT RISES, 2012). La primera es una de las mejores y más serias películas basadas en un cómic que se hayan hecho. Un oscuro drama de personajes muy reales que planteaba debates interesantísimos sobre las diversas concepciones de la justicia y su contradicción con la venganza, además de ahondar en los orígenes de nuestros miedos, en el valor necesario para enfrentarlos y en cómo no es lo que somos por dentro lo que nos define, sino nuestras acciones. La segunda es, para muchos, más que la obra cúlmine del cine de superhéroes, un excelente film que trasciende a su propia naturaleza comiquera. Un trágico y maduro relato político y policial, sobre locura, odio, anarquismo, caída y caos, centrado en las delgadas líneas que separan al bien del mal, en los héroes que merecemos y en los que necesitamos ¿Qué es entonces la tercera película? Para mí es muchísimas cosas - algunas buenas, otras malas -, pero empiezo simplemente diciendo que es la épica conclusión de la leyenda del Cabello de la Noche. Ocho años después de convertirse en el paria de Ciudad Gótica, Batman ha desaparecido y Bruce Wayne (Christian Bale) es ahora un ermitaño al borde de la quiebra. Pero al menos, los ciudadanos han podido disfrutar de una era de paz que llega a su fin cuando un fuego empieza a ascender de las profundidades del infierno: Bane (Tom Hardy). El meticuloso mercenario quiebra cada uno de los estamentos de la sociedad, hasta apoderarse de la ciudad. Con el tiempo corriendo en su contra, la fe rota y la esperanza perdida, el destino de Gótica dependerá del regreso del Caballero Oscuro y de sus aliados: el comisionado Jim Gordon (Gary Oldman), el detective John Blake (Joseph Gordon-Levitt), su mayordomo Alfred (Michael Caine), Lucius Fox (Morgan Freeman) y Miranda Tate (Marion Cotillard) de Empresas Wayne, y la ladrona Selina Kyle (Anne Hathaway). Esa es la historia de BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE ASCIENDE, por la cuál estuvimos esperando desde 2008. Y aunque creo que sí valió la pena la espera, no puedo dejar de mencionar que en ciertos aspectos desilusiona. Christopher Nolan nos entrega un espectacular y abrumador viaje que cierra la trilogía a lo GRANDE. Sin embargo, esta no es su mejor película, ni mucho menos la mejor de la saga. De hecho, y a pesar de ser un muy buen film - disfrutable y discutible -, creo que es su contribución más débil a la franquicia del Hombre Murciélago. BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE poseía una filosofía impresionante que iba más allá del Joker. Tanto sus ideas anárquicas como las contradicciones del heroísmo, las imposibilidades de la justicia y la profética teoría de Harvey Dent (“Mueres siendo un héroe o vives lo suficiente para verte convertido en el villano”) eran claros ejemplos de un libreto pensado a fondo y arriesgadamente distanciado de los cánones de la filmografía comiquera. Lamentablemente, para esta nueva entrega, Nolan y su equipo de escritores cambiaron de rumbo. La filosofía revolucionaria de Bane (¡El poder al pueblo!) en BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE ASCIENDE es interesante y está bien explotada, pero no trabajada en profundidad. En algunas ocasiones hasta se desvirtúa y nos remite a la de Rha’s Al Guhl, volviéndola en ese aspecto reiterativa. Esa es una de las debilidades de un guión cuyo nivel baja considerablemente con respecto al de su predecesora, y cuya historia es menos cerebral y más simple. Sin alejarse o romper las reglas de su propio universo, Nolan se renueva, pero lo hace apostando por lo seguro; por lo más comercial; por recursos poco pensados y muy de manual (bombas de tiempo, por ejemplo); por giros narrativos forzados y soluciones fáciles; por algunos diálogos, situaciones o chistes exagerados o demasiado puestos al servicio de la historia (Bane encontrando el discurso de Gordon) y de los fans (Batman diciendo “Así que así es como se siente” cuando Catwoman desaparece; o el desenlace de la trama de Blake). Esos errores van desgarrando de a poco la calidad de un libreto indiscutiblemente bueno e inteligente, pero no perfecto. Construida narrativamente como un mecanismo en el que todas sus piezas encajan - aunque con algunos baches en el camino -, BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE ASCIENDE empieza asombrosamente y continua así hasta sus últimas escenas, cuando una revelación final - eso que pasa después de Batman Vs. Bane, Round 2 - convierte al film en algo predecible y en ocasiones burdo, dejando arbitrariedades, cosas no aclaradas y otras mal resueltas. Algo muy serio teniendo en cuenta que se trata del cierre de esta inolvidable versión del Cruzado Encapotado. Si el guión es lo más débil, lo más sólido de BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE ASCIENDE es, sin dudas, la acción. La película cuenta con secuencias emocionantes, realmente épicas y muy bien filmadas, peleas cuerpo a cuerpo o escenas de violencia brutales, y persecuciones asombrosas que superan ampliamente a las escenas de acción de BATMAN INICIA y BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE. El regreso del BatPod y “El Murciélago” son dos buenos hallazgos, la banda sonora es asombrosa y los efectos especiales también son mejores, al igual que muchas de sus interpretaciones. Si bien nadie superará a Heath Ledger, Michael Caine y Christian Bale entregan aquí actuaciones impecables, gracias a que el film se anima a explorar la relación de Bruce Wayne y Alfred en escenas dramáticas conmovedoras, y a centrarse más en la odisea emocional del millonario huérfano y en sus conflictos, que en el héroe enmascarado - algo que THE DARK KNIGHT decidía ignorar -. Los demás integrantes del elenco cumplen con buenas interpretaciones (en especial Oldman y Gordon-Levitt), pero preferiría centrarme en Hathaway y Hardy. Ella no es ninguna Michelle Pfeiffer, pero a diferencia de la Catwoman de BATMAN VUELVE (1992), la versión Nolan del personaje no tiene la suficiente participación como para lucirse. Tampoco la suficiente libertad, ya que una mujer que se comporte muy felinamente no encajaría en un universo realista como el THE DARK KNIGHT RISES. Aunque no se la aprovecha al máximo, Hathaway es tan sexy y peligrosa como la película se lo permite, y lo suficiente como para hacernos olvidar la espantosa versión previa del personaje, a cargo de Halle Berry. También nos olvidamos por completo del Bane de BATMAN & ROBIN (1997). Hardy se une a esa colección de actorazos (Hugo Weaving en V DE VENGANZA, Jackie Earle Haly en WATCHMEN, etc.) que supieron sorprender con sus interpretaciones a pasar de contar con una máscara sobre su cara en cada escena. Valiéndose de la voz, movimientos, posturas y miradas, crea a un Bane que no es el descerebrado que conocíamos, sino un imponente, atemorizante y despiadado ser que siembra el pánico en Gótica como sus predecesores no pudieron hacerlo. Aunque el cierre de su propia historia es débil, el villano resultó ser una buena elección, de lo mejor del film y algo verdaderamente novedoso: La primera verdadera amenaza física para Batman. Seguramente muchos estarán en desacuerdo, pero debo decir que THE DARK KNIGHT RISES no es el perfecto final que Nolan nos podría haber dado. Sí, el guión es responsable, pero la campaña de marketing y nosotros mismos también cargamos con algo de culpa. Enaltecimos demasiado al director y a sus brillantes versiones del Hombre Murciélago, nos atrevimos a pedir algo superior y nuestras expectativas eran altísimas ¿Qué hacemos entonces? ¿Acribillamos a Nolan por “defraudarnos” o lo alabamos por cerrar de manera correcta una de las mejores trilogías cinematográficas de nuestra era? Sé que podría haberse superado y darnos algo aun mayor, pero decidió seguir por un camino que no suele tomar y que probablemente desilusionará a varios: El más fácil. THE DARK KNIGHT RISES no llega nunca a convertirse en la mejor de la saga, en un film revolucionario o en la obra más trascendental del cine comiquero, pero tampoco deja de ser una estupenda película de superhéroes con dos horas y media que se esfuman en un abrir y cerrar de ojos, entre escenas inolvidables: La secuencia inicial en el avión; las de la policía de Gótica persiguiendo a Batman o enfrentándose al ejercito de Bane; las peleas entre el héroe y el villano; los momentos en que el protagonista comparte pantalla con Catwoman; la confesión de Alfred y (los que la vieron me entenderán) el ascenso de Bruce Wayne. ¿Qué es entonces esta tercera parte? Es el muy entretenido, satisfactorio, emotivo, fuerte, épico y oscuro desenlace de la adaptación que merecía este personaje y que nosotros necesitábamos. El descorazonador final del viaje de un hombre y una impactante historia sobre el coraje, el dolor, la venganza, la injusticia, la rebelión, las fallas de la ley y la inmortalidad de los verdaderos héroes. Valiéndose de una auto-referencialidad que nos llena de nostalgia, Nolan logra con BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE ASCIENDE darle un cierre circular a su visión, generar originalmente una nueva lectura política sobre las diferencias sociales y terminar de trazar sus profundas ideas sobre el Hombre Murciélago: Que puede ser aquel que tome las decisiones que nadie más puede tomar; que puede ser cualquiera de nosotros, hasta un niño huérfano; que es alguien que superó sus miedos para convertirse en el miedo mismo; que no es un héroe, sino un guardián silencioso, un protector vigilante; que es un hijo que supo entender que nos caemos para aprender a levantarnos; y que es alguien que, buscando los medios para combatir la injusticia, decidió serle fiel a un ideal, a un símbolo, hasta convertirse en algo más. En algo elemental, algo incorruptible, algo imparable, en algo más que solo un hombre… en una Leyenda.
Después de la física Batman inicia y la mental (o, mejor dicho, demencial) El caballero de la noche, Christopher Nolan cierra su trilogía de Batman con la espiritual El caballero de la noche asciende. La tercera parte encuentra a Bruno Díaz ya retirado y obligado a volver a enmascararse por culpa de Bane, un villano con muy poco para ofrecer -más allá de sus buenas intenciones- que no le llega a los talones al inolvidable Guasón. Nolan insiste con sus metáforas sobre el mundo contemporáneo, pero se enreda entre tantas analogías que hablan del alma y del costado más oscuro del capitalismo.
Gótica siempre será una ciudad de notables villanos Que Ciudad Gótica está otra vez en problemas no es novedad. Que surja un nuevo villano que atemorice a la ciudad, tampoco. La búsqueda de mayor poder, el cobrar venganzas, aleccionar y agarrárselas con el único ser humano que puede estar a la altura de estos villanos temerarios son puntos comunes en casi todas las historias de superhéroes que conozca y en la totalidad de la nueva saga a cargo del director Christopher Nolan...
Batman asciende pero sin categoría Cuando el momento cúlmine sucede, cuando el pueblo (¿una parte, todo, qué pueblo?) de Gótica parece definitivamente aliado tras el villano, de cara al enfrentamiento final con la policía, cuando todo indica que la balanza habrá de inclinarse de manera irreversible, ¡aparece Batman y descarga su artillería contra la gente! Ahora bien, se dirá que no es exactamente así, y que lo que Batman hace es disparar a un tanque (uno de los muchos que Bane le ha robado). Pero lo que sí es evidente es el pliego policial del murciélago, devenido agente del orden, guardián del status quo. En verdad, nada de ello llama la atención, hay dos películas previas ya preocupadas por apuntalar al personaje en esta dirección, desde una comprensión "filosófica" cuanto menos banal pero pretendidamente profunda, de resonancias yin/yang. Se dirá también que tal dualidad aparece desde los personajes, desde una mascarada compartida -Jim Gordon sabe que es mejor callar en beneficio del equilibrio-, pero lo que no podrá sostenerse es que tal planteo sea expresionista, turbador, melancólico, depresivo, poético. Nada hay más ajeno a este Batman que la noche de luna llena, los espectros de seres queridos, la queja existencial, la turbación psicológica. Viste su máscara cuando la seguridad lo requiere, carga con pecados ajenos como si de un murciélago santurrón se tratara, vive entre sombras porque lo que quiere -y logra- es salir a la luz. Nada de duelo entre los rincones oscuros del alma sino, antes bien, el esmero por lograr que la chica que le gusta sea su pareja para que deje de robar. Por si algo de todo esto no quedara suficientemente claro, el propio Batman habrá de explicar al espectador qué es lo que hace y para qué, con la valía de metáforas sosas ("cualquiera puede ser un héroe"), con el propósito de dejar un legado. En este sentido, el murciélago como símbolo al que recurrir cuando peligren otros vínculos, mayores, tales como la bandera o la canción patria del país. Hay una tergiversación ladina que este Batman expone, con las ideas diferentes -foráneas, revoltosas- como agentes del caos. La mujer gato sabrá darse cuenta de ello, y adquirir así una comprensión superadora de la mala o buena suerte de procedencia social: millonaria para Bruce Wayne, mísera para ella. La "tormenta" que su instinto felino dice inevitable habrá de develársele equívoca. Bane, allí, aparece entonces como estandarte al que disparar, con la suficiente sombra árabe detrás como para justificar el american way y cerrar, circularmente/bélicamente, la trilogía Batman del "visionario" Christopher Nolan.
La ascensión algo compleja de un “caballero” en apuros La tercera parte de la saga Batman rodada por Christopher Nolan es un interesante fresco apocalíptico con potentes escenas aunque por momentos su trama se torne abigarrada sin motivo y los enfrentamientos queden deslucidos. Exactamente el dejo amargo y depresivo que mostraba la (más) cara de Batman al final de Batman el caballero oscuro, la segunda parte de la saga rodada por Christopher Nolan (Memento, El Origen), un plano cercano lo revela ahora en Bruce Wayne en Batman, el caballero de la noche asciende, la tercera y al parecer última de las de factura Nolan (ya que no del oscuro héroe, puesto que en las sucesivas secuencias finales se preanuncia una continuación) mientras se mueve apoyado en un bastón y vestido con una bata demasiado usada. A diferencia de esa segunda parte, donde el final es pesimista, en esta tercera parte es pesimista el comienzo, y el final, luego de las grandes batallas y de amenazas de solución final, se presenta alentador. Luego de la muerte de Harvey Dent, el incorruptible fiscal de Gótica al que el sufrimiento vuelve un monstruo con más capacidad de mal que aquellos a quienes combatió (Batman el caballero de la noche), la ciudad quedó sin protectores. Batman desapareció de escena y el comisionado Gordon hace lo que puede para sostener el equilibrio. Sin embargo, eso dura poco, ya que un nuevo peligro de características apocalípticas se cernirá sobre esa ciudad tan parecida a Nueva York, tan expuesta siempre, pero mucho más a partir del 11-S, momento al que varias escenas de este film aluden indirectamente con escenas de explosiones, derrumbamientos y caos. El peligro tiene nombre y un aspecto temible; se trata de Bane, un villano surgido en el cómic creado por Bob Kane a principios de los noventa en una suerte de capítulos críticos hacia el Estado cubano, pero aquí asociado con la liga de Ra’s Al Ghul, y donde se juegan momentos de la historieta y de lo que aquí conviene por cuestiones de guión para el personaje, es decir, una criatura con fuerza e inteligencia notables que busca venganza; una vendetta no dirigida a alguien en particular, sino del despiadado sistema al que cree culpable de un sufrimiento que lleva guardado. Y semejante criatura aparece, qué duda cabe, como un terrorista puro y duro que quiere cobrarse la mayor cantidad posible de víctimas inocentes. Batman se enfrenta a un villano con una fuerza sobrehumana que pone a Gótica de rodillas ante la amenaza de una bomba. Pero Bane no es el único villano que se tornará, literalmente, en la pesadilla de Batman; otra criatura, decidida e igual de hábil e inteligente que el calvo forzudo (que son características que individualizan a Bane), entra en escena: Gatúbela, que al igual que el lugar que se le otorgó en distintas oportunidades (en las historietas y en el segundo Batman de Tim Burton) se mueve entre el bien y el mal casi en un mismo tono. Con estos personajes y la presencia del mal múltiple, es decir alojado en figuras y situaciones cambiantes –los Batman de Nolan apuntan a poner en evidencia lo escabroso que engendra el capitalismo–, la maquinaria de la confrontación no tarda en ponerse pesadamente en marcha; pesadamente en cuestiones de guión, que no de dinámica y vértigo visuales, que hacen más que llevaderas las casi tres horas de film. Y es que en Batman asciende la trama central se ve atravesada por innumerables líneas narrativas que ponen en perspectiva los dilemas morales de aquellos llamados a defender la “justicia para todos” cuando todo alrededor se derrumba, y la misma noción de bien entra en crisis. Pero este aspecto, que debía ser jugoso per se, aquí juega una mala pasada al conjunto argumental con cruces que no agregan y que hasta interrumpen el flujo del cauce principal. Y, se sabe, si esto ocurre, se resiente algo de la fortaleza dramática con la que pueda contar cualquier historia. Aun teniendo en cuenta un ritmo más que atendible en la puesta y en sus desplazamientos, estas intersecciones empantanan la marcha. Las empresas de Bruce Wayne ya no son lo que eran (como se señaló, Bruce está a la deriva y al principio ni siquiera puede ser Batman) y la ciencia aplicada a la fabricación de armamento es presa de ambiciosos empresarios-terroristas. Bane y Gatúbela disputarán terreno y argucias para destruir una ciudad a la que ven llena de pobres infelices y parte de las subtramas de las dos Batman anteriores entran a tallar de distinto modo con agregados casi innecesarios. Bruce Wayne volverá a ser el caballero de la noche y allí el tenor de las amenazas iniciará un derrotero que llevará al fiel Alfred a abandonar a quien cuidó y vio crecer durante toda su vida; al mismo hombre murciélago a enfrentarse a puñetazo limpio con Bane y a ser vencido y humillado por éste (porque el Caballero oscuro siempre está en espejo con los villanos, es la contraparte, como bien se lo señalaba el Guasón en la Batman anterior, y en este caso ninguno de los trucos que pretende usar con el grandulón dará resultado); a lidiar y a sostener escarceos amorosos con la bella Gatúbela (que finalmente tomará partido por el lado bueno del asunto y hasta salvará a Batman de las manos de Bane); a ver crecer –dramáticamente y en un rol que lo excederá– a un joven detective a quien el comisionado Gordon le pone todas las fichas ante la siempre incierta y a veces cobarde actitud policial y con quien el enmascarado entra en empatía apenas iniciado el que será un sangriento periplo; a confiar en una empresaria que no será tal sino una enemiga despiadada que enciende la mecha de todo el asunto. Si estas líneas argumentales hubieran estado más despejadas de derivaciones como las de Bruce siendo confinado en una lejana tierra (agujero) oriental, para salir sólo ascendiendo hacia la luz; como las parodias de un juicio donde el juez no es nada menos que el Espantapájaros (otro villano); por la aparición de un jefe policial con casi nula envergadura dramática; esta nueva parte de la saga hubiera gozado de más contundencia, ya que hasta el final aparece algo deslucido con respecto al curso de las acciones anteriores. Como si el empeño de Nolan hubiera estado en complicar las acciones para ofrecer así un entramado más elaborado y, por lo tanto, más “intelectualizado”, lo que sin duda terminó por conseguir el efecto contrario. Desde ya que las amenazas pendulares –una bomba neutrónica explotará sobre Gótica– que, justo es decirlo, están magistralmente filmadas (el piso del estadio hundiéndose mientras se juega un partido de fútbol americano y la batimoto rebatible son parte de esto), irán apaciguándose con el triunfo de las fuerzas que cuidan el bien, se diría gracias al impresionante tour de force del comisionado Gordon y del nuevo y valeroso detective, y, por supuesto, a Batman, que aunque literalmente haya estado sumergido en un agujero –existencial y físico– emergerá como aquel protector que los habitantes de Gótica se merecen. Curiosidad y salas Curioso efecto parece haber tenido el estreno de este Batman, precedido de la masacre perpetrada por un joven en una ciudad estadounidense donde disparó contra los espectadores durante una función de este film y causó doce muertes inocentes. El viernes, la gente que no pudo entrar a dos de las funciones en los complejos de salas situados en el corazón de Arroyito clamaba por una entrada, aunque debiera sentarse en las escalinatas laterales, mientras aludía al disfraz con que apareció el asesino durante el crimen verdadero.
Un hombre ante un mundo espiritual y moralmente al borde del desastre Se cierra otra de las sagas históricas del cine. De esas que quedan para siempre arraigadas en la cultura popular, que dentro de la historia del genero fantástico (adaptado de historietas) será el referente natural a la hora de revisarla. Christopher Nolan se baja de la saga dejando la posta para que alguien más siga la carrera taquillera de Batman, pero se baja tranquilo, habiendo hecho un trabajo pensado, sentido, y de profunda convicción a la hora de dar su visión. La tercera entrega de Nolan confirma el hecho de que siempre fue Bruce Wayne el eje de todo. Si de las tres obras extrajésemos imaginariamente los pasajes en donde él aparece, y dejásemos las escenas de acción de lado, estaríamos ante un complejo retrato sobre un hombre que pese al paso de los años no puede resolver la ausencia de los padres y se recluye en una soledad tan absoluta, que aun rodeado de gente de clase alta y reuniones filantrópicas su vida transcurre vacía, sin gusto. Dura como el frío más intenso. Este hombre inmensamente millonario y solitario tiene, a lo largo de los años y en sus distintas versiones desde 1939, una inmensa riqueza como personaje de ficción. Habría que buscar realmente con lupa cuantos, dentro de este género, ofrecen una complejidad tan generosa para cualquiera que se moleste en conocerlo y desarrollarlo. Si la anarquía y el odio al mundo eran los factores que movían los engranajes del mal en “Batman: El caballero de la noche” (2008), a través del extraordinario Guasón de Heath Ledger, en esta oportunidad el motor es la venganza. Quizás sea el amor lo que da un halo de esperanza ante el odio más profundo, pero Bruce Wayne también pierde eso en la anterior. Además de que su alter ego queda marginado y perseguido con el mote de enemigo público. Luego, el guión de esta última parte, transita por llevar al personaje (y al espectador en el mismo tiempo cinematográfico) a descubrir cuales serían las motivaciones de “ambos” para seguir adelante. También hay lugar para cuestionar la existencia de la justicia como valor universal, la necesidad como sociedad de estar bajo control (que no es lo mismo que controlada) y, definitivamente, un lugar para meterse de lleno en el odio humano buscando llegar al núcleo que lo compone. Una vez allí, el realizador se despacha con una lección de manejo de los tiempos y los climas del relato, mientras va dosificando la información sobre cada uno de los personajes. Quizás sea este el punto más alto de “Batman: El caballero de la noche asciende”. En ningún momento se permite a ninguno de los personajes alzar la bandera de héroe o justiciero. No hay buenos ni malos en esta saga. Sólo seres con más o menos falencias en un mundo que ideológica y moralmente se cae a pedazos. Algo similar a lo que planteó Clint Eastwood con aquella superlativa e indispensable “Los imperdonables”, de 1992. Así, cada quién tendrá lugar para establecer su posición en la vida en la misma aldea de siempre, aunque resultan raras las tomas en donde ya Ciudad Gótica deja de serlo y se transforma (sin que sea dicho; sino mostrado) en Manhattan. En la opinión de quien escribe, es probable que nunca se pueda hablar del cine de Nolan incluyendo esta saga. Es una reflexión que sólo puede demostrarse en el futuro; pero, salvo por “El origen” (2010), y hasta ahí nomás, nada de su filmografía se ve en la trilogía. Apenas alguna sutileza del "deseo de ser" del protagonista de “Memento” (2000). Apenas. Este realizador ha convertido una historieta en un relato con características de cine épico. No sólo por la resolución final, sino por haber sido capaz de leer y subrayar en su texto cinematográfico la interpretación de que el mundo actual sobrevive al borde de una debacle espiritual, ideológica y, por carácter transitivo, del sistema político-financiero. Después de todo, el ataque principal que deriva en una posible catástrofe se produce en Wall Street. El mundo según Nolan en realidad es el mundo según Wayne (aunque parezca un juego de palabras sobre aquella comedia con Mike Myers). También es inherente al director su visión de la sociedad occidental. El entiende, a través de las tres películas, que los valores nobles del ser humano están en plena desintegración. Como si la lealtad, el amor, la solidaridad, y sobre todo la compasión, implícitos en el alma humana, fueran como una roca que va siendo erosionada inexorablemente por el paso del tiempo hasta confundirse “como lágrimas en la lluvia”, evocando aquella frase inolvidable de Rutger Hauer en “Blade Runner” (1982) Para los fanáticos de las bandas de sonido, Hans Zimmer llega a un punto álgido de su carrera. Lejos de los experimentos pegándole a caños para darle hierro sonoro al Japón industrial de “Lluvia negra” (1990), y alejándose de la partitura identificatoria de “Gladiator” (2000), por poner ejemplos brillantes, su resumen musical de la saga se vuelve tan épico como la obra. Consagrado Hans Zimmer con la banda de sonido (esta vez sin la colaboración de James Newton Howard), el resto del equipo técnico funciona como un relojito creando las atmósferas opresivas y desesperanzadas pensadas por el realizador. Tal cual sucede en las anteriores, Christian Bale, Morgan Freeman, Gary Oldman y Michael Caine (este último aparece tres veces y se roba las escenas) consolidan un elenco demoledor. Difícil imaginar el futuro de estos personajes sin estos actores. También los nuevos aportan sin desentonar. Ann Hattaway compone una Gatúbela enigmática que despierta sensaciones encontradas durante toda la narración. También Tom Hardy (Bane) y Marion Cotillard (Miranda Tate) se integran con gran solvencia a la química del resto. Sería injusto (y erróneo) comparar esta realización con la anterior. Aquellos que entiendan que forma parte de una misma saga conceptual, con altas dosis de dramatismo en las tres, y cuyo pico máximo de tensión está perfectamente planificado, sacarán la mejor tajada de este espectáculo. Es cierto, el archienemigo fue y será siempre el Guasón, pero a los efectos de la lectura del Batman de Christopher Nolan es simplemente uno más de todos los catalizadores que mueven a Bruce Wayne a salir o recluirse; buscar venganza o redención; asumir su rol o renunciar a él y, finalmente; errar o perdonar. Todos estos planteos ya han sido abordados en el cine. Puede que no sea nuevo. Pero un viejo maestro me enseñó que muchas veces, los mensajes llegan de la forma menos esperada. Simplemente hay que estar atentos... perceptivos... y disponibles.
Mucho ruido y pocas nueces El Caballero de la Noche asciende se propone ser el evento cinematográfico de la década. Eso no es novedad. La última entrega de Batman, sin embargo, padece el mismo defecto que El Origen, otra de las imponentes creaciones de Christopher Nolan. El británico no duda cuando hay que ir a los bifes, y le sale muy, pero muy bien. Escenas como esa de la cancha de fútbol americano volando por los aires, con la tensa secuencia del nene cantando el himno que la precede, demuestran lo que su tremendo tour de force puede dar. Sólo que para justificar todo el desastre que vemos en pantalla, toda la exuberancia de semejante impulso destructivo, se nos impone antes un tedioso compendio de explicaciones. El estilo narrativo se caracteriza por un vértigo estéril, con toneladas de diálogos que no dejan nada librado al azar o la imaginación, y una aburrida banda sonora compuesta por Hans Zimmer (cómo se extraña la música que Danny Elfman ideó para Tim Burton) cuyos compases se repiten hasta el hartazgo sin importar la densidad dramática de las acciones que acompañan. Cuando finalmente se pudre todo y una especie de Tercera Guerra Mundial asola Ciudad Gótica, el film ya nos rompió el bocho con una híper actividad alienada que lo obliga a ilustrar en su superficie hasta el más mínimo detalle. Por ejemplo, cuando Alfred (Michael Caine) le cuenta a Bruce Wayne (Christian Bale) sobre sus deseos de verlo llevar una vida normal, ¿era necesario mostrarlo en un café de Florencia, esperanzado con ver a su amo feliz y bien acompañado en alguna de las mesitas ? Es decir, ¿había que hacer visible exactamente lo que el mayordomo estaba diciendo? El director echa mano de este recurso una y otra vez, nos bombardea con superposiciones audiovisuales, quizá por no creer lo suficiente en el poder intrínseco de las imágenes y las palabras, en las respectivas capacidades de autonomía de estas. Los explosivos cuarenta y cinco minutos finales, luego de que Nolan cumplió con sus obligaciones autoimpuestas para dedicarse a entretener sin más preocupaciones, constituyen, por lejos, lo más disfrutable de la película. Basada en un puñado de historias del cómic, El Caballero de la Noche asciende sufre la carencia de un villano de peso. No es que Tom Hardy entregue una performance floja, pero su terrorista Bane empalidece ante el Joker que inmortalizó el difunto Heath Ledger en la segunda parte de la saga. Ledger personificaba el desorden que hacía de El Caballero de la Noche una película retorcida, desquiciada, maquiavélica. Aquí, por el contrario, la diversión y la imprevisibilidad brillan por su ausencia. La bellísima y correcta Gatúbela de Anne Hathaway no logra compensar dicha falta. Ésta es, en realidad, una película sobre Batman, o más bien sobre Bruce Wayne, ya que las apariciones del murciélago son pocas. Christian Bale encarna al millonario tal como este fue concebido en el cómic, y acaso haga recordar una versión noble de otro personaje que interpretó en el pasado, el Patrick Bateman de Psicópata americano. Pero la cuestión del saltito de Jedi para escapar de la prisión no cierra. Este Wayne, al que vemos renguear y arrastrarse con la columna vertebral a la miseria, parece estar más torturado física que psíquicamente. Si bien en las películas de Tim Burton (cuya fidelidad a la historieta era casi nula) los villanos eclipsaban al héroe, había algo en el discutido Michael Keaton que resultaba desconcertante: a nadie se le ocurría pensar que ese tipejo parco y oscuro podía ser Batman. Esta contingencia no tiene lugar aquí. El hermoso y triunfador Bale, sin duda, es Batman, es el salvador de Ciudad Gótica, y ahí se acaba todo el misterio. El Caballero de la Noche asciende, en definitiva y pese a sus falencias, es un aceptable último capítulo, que, a partir del ímpetu revolucionario de su villano en el seno de un imperio americano convulsionado y paranoide por actual la crisis económica, podría suscitar algún que otro contrapunto sociológico de bajo vuelo y no mucho más que eso. En todo caso, aunque sus espectaculares escenas de acción la justifiquen, es la más floja de la trilogía Nolan y queda lejos de cumplir con las expectativas.
La sombra del Guasón cubre el primer tercio de film casi por completo, pero cuando la manía de extrañarlo está a un-solo-planito-más de convertirse en furia, Bane la bardea en la Bolsa de Comercio y el baile se vuelve sólido, que no es lo mismo que formidable. No obstante, vale. Y disfrutamos del cierre de la trilogía sin siquiera detenernos a pensar qué clase de interés despierta la pobre Ciudad Gótica en los villanos que desean poseerla, terminar de corromperla ó directamente volarla en mil pedazos. No es una ciudad-tentación en tanto calidad de vida ó distribución edilicia, e incluso los esfuerzos de Batman y de la policía (chocha con una Ley Harvey Dent que permitió meter en cana y sin juicio previo a una legión entera de cacos) no han mejorado demasiado las cosas. Así y todo Gótica vuelve a ser blanco de ataque preferido. El film anterior supo entregarle a Batman un villano que se tiraba por completo -y sin red- a la misión absoluta y definitiva de quebrarlo... por adentro. La ciudad y su gente eran una excusa, un elemento secundario en el plan-sin-plan de un hombre dispuesto a arrancarle las entrañas al mito. El villano actual (interpretado por Tom Hardy) quiere anarquizar Gótica y después reventar todo... y si hay tiempo quebrar a Batman. Físicamente. La misión es más grande, y al mismo tiempo, más impersonal. Sí, el Guasón también quería anarquizar la ciudad. Pero su trabajo era puerta a puerta, individuo a individuo. Bane es más groso (en tamaño) y prefiere decir su discurso una sola vez, a lo grande, preferentemente en un estadio colmado. Una máquina de fusión en frío -energía barata y limpia, cortesía de Industrias Wayne- puede convertirse en una bomba atómica si cae en las manos equivocadas, entonces Bruce decide ponerla bajo el control de mademoiselle Cotillard, que parece la persona indicada para hacerse cargo del asunto pues transcurre gran parte del film parlando un argot científico tan aburrido que nadie (nadie) se atrevería a poner en duda ninguna de sus palabras con tal que se quede callada un ratito. Por supuesto que todo se desmadra, por que Bane está tras la máquina con la seria intención de mutarla en bomba, científico ruso secuestrado mediante. De modo que Batman deberá abandonar el knock-out técnico en el cual quedó tras The Dark Knight y retomará las formas, cebado en gran parte por la agilidad de una ladrona de guante negro a la cual Nolan despojó (saludable cambio) del mambo ultraterreno de la muerte prematura y la transmisión por ósmosis de las cualidades de un gato para convertirla nada más ni nada menos que en la ágil Selina Kyle (Anne Hathaway), un personaje de carne y hueso despojado de magias raras que no nos hace extrañar a la Gatúbela de Tim Burton. Otro personaje que aporta lo suyo es el sargento Blake (Joseph Gordon-Levitt), un hombre de bien cuya valía resultará irreprochable con el correr de los minutos y cuya importancia quedará demostrada a escasos metros de la recta final. El film cobra dinamismo, pues. Y se descubre como una pieza de acción sumamente contundente, brillantemente dirigida y con un final digno de su historia. Pero, aunque lo lamentemos, seguimos sintiendo superior a su predecesora. Los relojes digitales en cuenta regresiva -ésos que anuncian muerte cuando llegan al cero y que los guionistas utilizan a mansalva para estirar y tensionar el baile- están presentes en éste film y en el anterior. En The Dark Knight, cuando el reloj corría nuestra tensión pasaba por conocer la resolución exitosa ó fallida de una oscura -pero sincera e inteligente- hipótesis sobre la conducta humana. En The Dark Knight Rises, cuando el reloj corre nuestra tensión pasa por esperar que la velocidad del encargado de desactivar la bomba sea suficiente. En ambos casos el recurso funciona. Pero sólo en uno de ellos fué estupendo.
La humanidad de los héroes Se me hizo muy difícil ser completamente imparcial para realizar esta crítica ya que soy un fan absoluto de la saga de Christopher Nolan, un director que a través de este y otros trabajos demostró ser un distinto, un visionario, un talentoso creador de mundos maravillosos. Mi cinéfilo interno quiere ponerle la mejor nota a esta última entrega, el cierre perfecto, pero siendo objetivo debo detenerme en algunas cuestiones que no llegaron a ser tan increíbles como en "El Caballero de la Noche". El cierre que le da Nolan a la trilogía es muy bueno, fiel a su estilo y no defrauda al seguidor, pero no llega a ser excelente, no logra volarle la cabeza al espectador. Como puntos más altos de este film voy a remarcar en 1er lugar la labor del cast completo destacándose la actuación del enorme Michael Caine (Alfred), un artista con una presencia hipnótica y que en esta 3ra entrega directamente se afana las escenas en las que participa aportando la mayor carga emotiva del film. Otro aspecto sumamente positivo es la elaboración de los personajes que hace Nolan, humanizando a cada uno de ellos, acercándolos al público de una manera muy profesional. Estamos viendo Batman, el héroe enmascarado de una ciudad totalmente ficticia luchando contra sicópatas amantes del caos disfrazados de payasos, mujeres gatos y guerreros de las sombras pero aún así, el director logra hacerlos creíbles, posibles, los hace conectar con el espectador sin imprimirles superpoderes extraordinarios, simplemente los humaniza. Finalmente, el personaje de Anne Hathaway, Selina Kyle (en ningún momento se la llama Gatúbela), resulta muy interesante para seguir desarrollando en posibles spin-off de la trilogía. Hay otro probable spin-off que es sorpresa!! Ahora la parte no tan buena... las comparaciones son odiosas pero es imposible no pensar en su predecesora "El Caballero de la Noche" que fue una verdadera joyita del cine. Siempre resulta difícil cerrar historias ricas como esta, sino pregúntenle a los hermanos Wachowski con la trilogía de Matrix. Terminar "Batman" significó un verdadero desafío que se superó pero sin la espectacularidad que esperábamos, sin llegar a crear la tensión, el drama y la locura que se logró con la 2da entrega. Los villanos no llegaron a transmitir esa sensación de que realmente no tenían nada que perder como sí lo hizo The Joker (Heath Ledger) e incluso, hay algunos aspectos un tanto novelescos que no creo hayan sido los más adecuados para presentar a estos que debían ser los malos más memorables de la saga. Me despido contento con los resultados y el talento de un tipo que sabe hacer muy buen cine, pero me queda ese gustito un tanto amargo de haberme querido volar la peluca con un cierre que finalmente fue correcto pero no magnánimo.
La película sostiene la tensión nacida de la pura aventura. Ante el desafío de lograr una película inteligente e intensa como la anterior de esta trilogía Christopher Nolan, su director, se ha pisado la cola. Seguramente para muchos la emoción de recuperar un personaje tan caro afectivamente es suficiente para considerar esta película más que satisfactoria (varias generaciones tienen una potente conexión emocional con Batman). Habrá quienes encontrando en ella rasgos, gestos, ideas o sonidos que la emparentan con su predecesora, le colgarán a este nuevo opus las mismas cucardas que a aquella, que tuvo la complejidad del mal aportada por el Guasón y Dent / Dos caras. Probablemente quienes amen el cine de acción y aventuras no necesiten más que las potentes secuencias para aplaudir sin parar al final de la proyección. Todo ello es válido y respetable, sin embargo a juicio de este sobre estimado escriba, la película es un remedo de la anterior. Batman está algo más viejo y mucho más dolorido. Desde aquel anuncio por el cual se hizo cargo de la muerte de Harvey Dent. tras lo cual en Ciudad Gótica las mafias fueron encarceladas, el heroe está retirado y sumido en el ostracismo. Oculto en el ala este de su mansión están él y su alter ego, Bruce Wayne. Con un cuerpo que ha sufrido los golpes y un abatimiento espiritual tan o más grande, el retiro parece definitivo. Sin embargo la aparición de Bane, un violento delincuente que llega a la ciudad con un extraño propósito y una organización subterránea muy poderosa, lo obliga a recuperar el traje, sus viejas armas y sus principales aliados, Alfred y el Sr. Fox. La lucha entre el héroe y el villano tendrá circunstancias propicias para la aventura, contará con personajes construidos con un cálculo demasiado preciso, de modo de justificar el desenlace, y, obviamente, se articulará narrativamente para dar lugar a secuencias de un despliegue impecable de efectos especiales. La aventura rodará sin interrupciones, con un ritmo generalmente adecuado, a excepción de una larga secuencia de encierro del enmascarado. En este ¿último? Opus de Nolan & Batman, el realizador apela a reponer cuestiones que fueron interesantes en las dos películas previas, sin poder generar la misma vacilación, la misma dialéctica entre el vacío del hombre y el deseo de absoluto, ni el mismo temor al sin sentido. Aquí todo tiene un porque, todo lo que parece ser complejo es pura falsedad, puro maquillaje. El Batman doliente solo parece luchar con ella. Lo real es que siempre se cura, siempre deja atrás la misma y se enfrenta al delito con absoluto dominio de su cuerpo y su voluntad. Aquí está un problema central, Nolan expresa lo que debe verse, pero hace otra cosa. Lo mismo ocurre con la lucha “espiritual” que reproduce aquella auto superación de Batman inicia, lo que era un camino sinuoso y sin objetivo claro, es acá una muy usada fábula del hombre, la voluntad y la palabra del sabio. El malo sabe que quiere y es capaz de decirlo. Frente a aquel Guasón que nunca quería sino hacer el mal, en este el deseo de venganza es el motor organizador. Por lo tanto el mal deja de ser aquel difuso móvil para ser solo un objetivo casi humano. Finalmente la fantástica y ficcional Ciudad Gótica, siempre espacio dramático de un valor clave para cualquiera de las versiones de Batman, es aquí una inconfundible Nueva York, perdiendo todo lo que aquella construcción tiene como potencia narrativa. Sin embargo, la película entretiene, intriga, sostiene la tensión nacida de la pura aventura. Es allí donde Nolan no se equivoca. Tal vez, tenga aun una oportunidad de hacer una nueva película y allí recuperar todo lo bueno de El caballero de la noche. Por el momento ese es un final abierto, como el de la pelíciula.
Batman conduce por la derecha Discursos enmascarados La trilogía dirigida por Christopher Nolan y finalizada con Batman, el caballero de la noche asciende, es vista y disfrutada por millones. Películas oscuras, pesimistas, que proponen una Ciudad gótica aterrizada y regida por personajes corruptos u oportunistas. Pero lo que podría ser un notable terreno para una visión crítica es utilizado en cambio para reproducir un discurso conservador y profundamente reaccionario respecto a los cambios que se avecinan en la sociedad norteamericana. Por más que muchos se empeñen en negarlo, detrás de toda creación artística hay ideología. Toda construcción simbólica, todo universo ficcional generado y articulado reproduce retazos, ya sean conscientes o inconscientes, de una visión del mundo particular. Allí estarán volcados los prejuicios del autor, algunos de sus preconceptos, una escala de valores propia. Es verdad que la última trilogía de Batman, dirigida por el británico Christopher Nolan, es un entretenimiento que merece ser disfrutado como tal, y negar su capacidad de impacto y de seducción sería una intrepidez mayúscula. Millones de entusiasmados espectadores de todo el mundo y un ejército de fanáticos estarían allí para contrarrestarlo. Y en cambio, si es poco discutible el perfil conservador que trajo esta nueva saga del paladín enmascarado; ignorar la infortunada ideología subyacente es no querer ver un elefante desenfrenado haciendo estragos en una habitación amueblada. Confiando en la inteligencia del espectador, o en su capacidad de hacer caso omiso, al menos por un rato, a sus aspectos más cuestionables, es posible ver en Batman, el caballero de la noche asciende una película inteligente, formalmente sólida y sostenida con un ritmo notable –dura dos horas y cuarenta minutos que se pasan volando-. Pero a ese otro nivel, el ideológico, las cosas ya venían muy mal encaminadas en la anterior entrega: Batman, el caballero de la noche. En ésta el Guasón, abanderado del apocalipsis, era un villano horripilante que ponía en jaque a las autoridades de Ciudad Gótica con sus acciones terroristas, sus despiadados secuestros y sus métodos para infundir el horror, aleatorios e irracionales. Ante tan incomprensible y horrenda amenaza, Batman, -que aunque fuese un personaje oscuro y cuestionable de a ratos, no dejaba de ser el héroe- se veía forzado a usar violencia en los interrogatorios, a armarse como nunca antes, a inmiscuirse en la vida privada utilizando dispositivos de vigilancia masiva. El fin justificaba los medios; subyacía la vieja idea de que “tiempos desesperados requieren medidas desesperadas”. Los defensores más acérrimos de la película esgrimieron que no había que leer las reacciones de Batman como algo en sí mismo refrendado por la película y sus autores; se trataba de algo cuestionable pero reconocible, cualidades temiblemente humanas que eran certeramente expuestas en el filme. Pero lo cierto es que poco importa lo que haya querido decir Nolan, ya que, como en la mayoría de las películas de superhéroes, lo que evidentemente se busca es la identificación del espectador con el paladín de la justicia, aquel responsable de combatir las amenazas y de devolver el orden perdido. No se pueden ignorar los puntos de contacto del Guasón con un terrorista talibán -utilizaba fanáticos con bombas adheridas al cuerpo, enviaba filmaciones caseras de ejecuciones, tomaba rehenes, planificaba escrupulosamente destrucciones urbanas-, y la invención de una situación imposible (de esas que solo parecen darse en el cine) que justificaba, por parte de Batman, el uso de la tortura sobre su apresado Guasón. Occupy Wall St. En un momento determinante de esta nueva entrega, la intromisión de los villanos encabezados por el temible Bane en lo que vendría a ser un símil de Wall Street dentro de la Ciudad Gótica, supone una carta de presentación de su anárquico movimiento, y una primera muestra de su accionar. Así como llega al precinto, Bane elimina como al azar a un par de tipos –otra vez los malos cuentan en sus filas con suicidas dementes, otra vez la matanza es aleatoria e indiscriminada– y cuando un corredor de bolsa le replica que no hay nada para robar allí, el villano responde “Entonces, qué están haciendo aquí?”. Hasta ese momento podría pensarse en una fuerte crítica a la especulación financiera y al modelo económico, pero en seguida comparece el contradiscurso. Otro de los personajes dice que el dinero ahorrado, incluido aquel que el ciudadano de a pie tiene escondido debajo del colchón, perderá su valor de continuarse la acción terrorista en la bolsa. La escena no tendría tanta importancia simbólica si hoy no existiera el poderoso movimiento Occupy Wall Street, –que hoy goza de la simpatía de la mayoría de los estadounidenses, quienes seguramente no vean la bolsa como un organismo indispensable– cuyo principal objetivo es la ocupación continuada de Wall Street para hacer visible la protesta contra la avaricia corporativa y la desigualdad social. Es ciertamente desafortunada la referencia a una intromisión de tipo anarco-terrorista considerando la coyuntura, y más aún la exposición de los "oprimidos" –así autodefine Bane a los suyos– como unos terroristas desenfrenados. Bomba atómica y policía. No se acaba aquí la lista de temas controvertibles: en la película se da cuentas de cómo el imperio del magnate Bruce Wayne se derrumba después de haber invertido en un proyecto de energía limpia diseñado para aprovechar la fusión nuclear. Sin embargo, la idea de proveer energía sustentable a toda la ciudad se cancela después de saber que el núcleo del reactor podría ser modificado para convertirse en una bomba de neutrones. Por supuesto que esto es un disparate a nivel científico, ya que una transformación de este tipo es absolutamente imposible –existe una diferencia abismal entre fisión y fusión–, pero la invocación de una falsa dualidad entre energía autosustentable y bomba nuclear no es precisamente una ayuda en un momento en el que se están debatiendo los posibles cambios en los paradigmas energéticos. Mención aparte merece otra escena crucial: se trata de un enfrentamiento callejero entre una horda de delincuentes armados contra un valeroso regimiento de policías que, aún en un momento crítico de caos y anarquía general, se alza para defender el orden público. Es curiosa una visión tan integrada y afín al cuerpo de policía norteamericano por parte de Nolan, algo que se encuentra en las antípodas de la invocado por Matt Groening con su imagen del departamento de policía liderado por el Jefe Gorgory en Los simpsons. El conservadurismo ideológico sobrevuela. Se expone a una ciudad gótica en la que existe corrupción, en la que el estado de cosas es ciertamente imperfecto, en el que impera la ambición desbocada y la injusticia, pero que en definitiva es el mundo conocido, el único terreno a pisar. Los vientos de cambio, las "tempestades", son ciertamente pavorosas. Siempre será mejor "lo que hay" que las amenazas insurgentes. Christopher Nolan ha hecho declaraciones recientes expresando que su película “no es de derecha ni de izquierda. No es política. Lo que intenta es hablar de cosas reales de hoy, que significan algo para la gente y provocan reacciones en el público”. Se escuda Nolan en la impunidad conceptual del entretenimiento popular, se asemeja demasiado al provocador sonriente que arroja la piedra para luego esconder la mano. Y quizá pueda concedérsele que su proyecto no sea deliberadamente político. Más bien parece un collage, una amalgama, una interesante combinación de elementos no demasiado coherentes consigo mismos, pero sí con la batería de miedos imperantes en el imaginario del tambaleante statu quo norteamericano.
Fallas de Origen Tan grandilocuente y ambiciosa como era de esperar, la última película de Christopher Nolan (uno de esos directores que solo sabe filmar en mayúsculas) ahonda las debilidades de su anterior trabajo, El Origen, sumando subtramas a una historia más intrincada que compleja, sobreexplicandolo todo y traicionando por momentos su propio estilo con un par de resoluciones torpes. Apenas se puede rescatar el trabajo de Ann Hataway como una gatúbela que parece ser el único personaje capaz de adaptarse a las circunstancias, y la tensión bien lograda de algunas secuencias como la incial en el avión o la del estadio, tensión que se disuelve y reaparece esporádicamente a lo largo de las casi tres horas de este supuesto final de la saga. Nolan es un laborioso arquitecto al que le resulta cada vez más difícil poblar sus obras con personajes tan ricos e impredecibles como el Guasón de Heath Ledger, que aquí brilla más que nunca por su ausencia.
¿Para qué nos caemos...? La trilogía del solemne Christopher Nolan llega a su fin con esta entrega del Caballero de la Noche, que nos muestra una mirada menos oscura y mucho más épica de la historia del hombre murciélago. Si con Batman Begins (2005), cinta con la que más ligazón se establece en este final, Nolan nos mostraba un hombre lleno de traumas dispuesto a cobrarse venganza de ese mundo turbio que lo convirtió en quien es, en The Dark Knight Rises (2012) se nos recuerda por qué Bruce Wayne eligió el camino de luchar contra el crímen, a través de una innumerable cantidad de fracasos y caídas. Porque eso tiene el Batman de Nolan, que no tuvo ningún otro que intentó adaptarlo al cine: es humano. Y en ese marco se construye una trama absolutamente espectacular, con un reparto coral que hace pasar muy rápido las tres horas de metraje. Batman ha desaparecido en los últimos ocho años, tras la muerte de Harvey Dent y el plan conformado con el Comisionado Gordon para encubrir las aberraciones con las que Dos Caras manchó la reputación del fiscal de Gótica. Es este lapsus el que utilizan los guionistas para trazar la diferencia (quizás a modo de seguridad o precaución) abismal que hay con The Dark Knight (2008), quizás la mejor película de superhéroes de la historia del cine. Es que semejante antecedente sólo ponía en peligro una tercera y necesaria parte en la que se tenía que resolver todo lo que anteriormente habían armado, y que la lamentable muerte de Heath Ledger -encargado de crear a ese inolvidable Guasón de la segunda parte- truncó (es sabido que Nolan pretendía concluir la historia con más andadas del Joker y sus secuaces). No obstante, y como quizás sólo Nolan podía hacerlo, se puso en escena un villano casi tan llamativo como el anterior: Bane, ese gigante musculoso que en los cómics vivía de un veneno para ser más fuerte. Llevándolo al universo hiper realista del director inglés, ahora Bane (Tom Hardy) es un hombre grandote, sin más, que usa una máscara con la que inhala un anestésico que lo resguarda del dolor provocado en un hecho del pasado. Este personaje representa un perfecto resúmen entre los anteriores villanos de esta saga: la determinación y las ansias de destrucción de Ra's Al Guhl, con el anarquismo desmedido del Guasón. Es aquí cuando resaltamos una de las escenas mejores logradas por Hardy, en el discurso a los medios que da parado encima de un Tumbler antes de liberar a los reclusos de la prisión de Gótica. El texto es escalofriante, y no tiene nada de alocado si se traza una comparación con lo que se vive en la vida cotidiana de cada nación por estos tiempos. Otro mérito para los hermanos Nolan. El autor de Inception (2010) toma de su propia historia de Batman muchos elementos para beneficio del hilo conductor, pero a su vez respeta el cómic como el mejor de los fanáticos. La historia de vida de Bane (sólo retocada para fines de producción, y quizás alguna vueltita de tuerca en el desenlace), su batalla con Batman, y su detonante emocional e ideológico para justificar su accionar, todo es perfectamente cuidadoso en cuanto a la historieta original. Y es en este logro que se enjuicia y se felicita a Nolan, por ser el hombre que se encargó de brindar una historia totalmente respetada sobre Batman, quizás el "superhéroe" más vapuleado por la historia de las adaptaciones (sólo destacando las incursiones artísticas que aportó Burton). Nolan es a Batman en el cine, lo que Frank Miller en los cómics. "El hombre que armó al murciélago", diría yo, como un parafraseo a la gran cualidad que caracterizó a Bane históricamente. Las actuaciones, la producción, la historia tan bien hilada y concluida (a pesar de algunos vicios propios de la industra y ciertas cuestiones innecesarias, que no tenían ninguna de las anteriores dos entregas), todo enmarcado con una monumental banda sonora de Hans Zimmer, se conjuga para un final digno de esta saga. La saga de un hombre que cayó incontables veces, y se levantó para crear un símbolo de lucha contra el mal. Pero no el mal en el tono romántico de esa tan utilizada palabra. Sino el mal en tanto demonios de la sociedad, de la psique de uno mismo, del torrente de ideas que apestan el porvenir de las naciones, mal gobernadas por personas corrompidas moralmente, y descuidadas por un sistema que se deja torcer la mano. El mal tan simple que implica no ver los errores propios, y apoyar la flaqueza para no querer levantarse. Una vez más, gracias, Batman. Gracias, Nolan. Simplemente eso.
Aunque parezca estúpido el tema, es importante que entendamos bien de qué se trata una trilogía. Son tres películas que narran una historia; y son una versión expandida del concepto tradicional de dividir una obra en tres actos - apertura, desarrollo y conclusión -, de modo que cada uno de ellos (por su extensión) ha merecido su propio filme. Por ejemplo, en Star Wars - saga fundacional en el concepto de las trilogías - teníamos un primer filme en donde el muchachito de turno se descubría a sí mismo como héroe; en la siguiente película se desarrollaba como héroe; y, en el último capítulo, terminaba por triunfar como héroe. Mientras que la mayoría de nosotros percibe con facilidad dicha evolución, por el otro lado se nos olvida el sentido final de la historia, que es la de contar el proceso de restauración del equilibrio en un universo determinado. Vale decir: después que el Imperio ha sido derrotado, ya no hay más trabajo para Luke Skywalker. Si Sauron no existe más, lo único que le queda a los héroes de la Tierra Media es engordar, envejecer y tener hijos. La paz le sienta mal a los paladines de la justicia, y los castiga con una jubilación antes de tiempo. La conclusión natural de las trilogías es el fin de la amenaza y el retiro del héroe. Mientras que esto resulta obvio en las mas conocidas gestas épicas de la fantasía y la ciencia ficción, es una regla repetidamente ultrajada por el género de los superhéroes, simplemente porque su naturaleza de origen es serial. Están diseñados para pelear todas las semanas contra un villano nuevo, no para extinguirse al final del tercer tomo. Y ni siquiera monstruos venerados e intocables del género - como Watchmen - se han salvado de ser secuelizados y precuelizados. Esto ocurre tanto por ambición como por economía de esfuerzo; si tuvieramos que archivar a Superman después del tercer tomo, ¿podríamos inventar otro formidable superhéroe para reemplazarlo a la semana siguiente?. ¿De qué vivirían las editoriales de comics si se vieran obligadas a inventar héroes nuevos - y desconocidos para el público - todas las semanas?. Es por todo esto que resulta sorprendente descubrir que Batman: el Caballero de la Noche Asciende es el final real (y no nominal) de una trilogía. No hay una cuarta parte posible, simplemente porque Christopher Nolan ha aplicado el razonamiento descripto en el primer párrafo de este artículo y ha construido un escenario de equilibrio en donde la presencia de Batman ya no es necesaria. Para desarrollar este tercer (y último) capítulo, el director ha aplicado su habitual criterio ultra realista: ¿qué pasa cuando el héroe se cansa y siente que la lucha lo supera?. ¿O cuando los costos personales de la batalla contra el mal han sido demasiado altos?. Mientras que en el comic Batman podía batallar contra los villanos durante décadas, aquí es un ser humano diezmado físicamente, estancado emocionalmente y perseguido por el remordimiento. Y eso que se trata de su tercera aventura como el personaje que él mismo ha creado para combatir al crimen. Todo esto le da un giro totalmente inesperado a la historia. No sólo esperamos que Batman derrote al villano; también esperamos ver qué es lo que pasa con Batman. Y semejante osadía - narrar el ocaso de un superhéroe - sólo la puede cometer Nolan después de contar con dos megaéxitos sobre su espalda. Mientras que las intenciones de Nolan son loables, la ejecución no es todo lo pulida que debería ser. Batman: el Caballero de la Noche Asciende tiene varios problemas que atentan contra la inteligencia de su propuesta, y el primero de ellos es el desprolijo ritmo narrativo de la primera hora. Pasan demasiadas cosas, hay demasiados personajes y la historia va a los saltos. Da la impresión que faltaran escenas de transición, las cuales deben haber quedado tiradas en el piso del cuarto de edición. Por contra, la historia le da demasiado espacio a personajes totalmente decorativos (como el insufrible jefe de policía Foley, el cual es una máquina de razonar estupideces y haría juego con los oficiales con los que lidiaba Bruce Willis en Duro de Matar I), y le resta tiempo de desarrollo a personajes principales. El caso más obvio es el de Selina Kyle / Gatúbela, la cual está criminalmente subdesarrollada. Se supone que Selina es una bomba sensual y atrevida, un caracter tan fascinante que debe deslumbrar a Bruce Wayne y darle una causa por la cual vivir. En vez de eso lo que obtenemos es un desabrido y forzado romance que me hace acordar a los amoríos de Neo y Trinity en Matrix (desafío a cualquiera a que intente convencerme que éste es el gran romance de la trilogía de Batman). Más que ensañarse con la perfomance de Anne Hathaway (o con su elección como partner de Christian Bale), uno debería reprocharle a los hermanos Nolan la falta de puntería a la hora de escribir los parlamentos del personaje (aunque creo que se trata de una falla generalizada con los roles femeninos, ya que el de Marion Cotillard es otro ejemplo de pobreza creativa). En todo caso el problema con Selina pasa porque el libreto jamás le da peso propio y se limita a usarla como elemento decorativo (para que Christian Bale pueda besarse con alguien) o como caballería de última hora, apareciendo en el momento justo para salvarle las papas del fuego al protagonista. Mientras que los personajes femeninos están pobremente escritos, los que tienen buen espacio y están bien desarrollados son Bane y el recién llegado John Blake. Ciertamente el Bane de Tom Hardy no es tan memorable como el Joker de Heath Ledger en The Dark Knight, pero no deja de ser un villano efectivo. Es brutal e inteligente, expeditivo e idealista. Cuando pelea o despacha gente, es impresionante... pero carece de humor negro y eso le quita carisma. El otro agregado es John Blake, el que se transforma en un soldado a las órdenes de Jim Gordon. Es glorioso ver el enorme crecimiento actoral de Joseph Gordon-Levitt, y podría afirmar que su perfomance es la mejor de la película. También es cierto que el libreto pone especial cuidado en su personaje, ya que se trae un as bajo la manga. Otro de los problemas es que toda la premisa tiene cierto tufillo a reciclado del primer filme. Otra vez la Liga de las Sombras, otra vez un dispositivo de destrucción masiva, otra vez el propósito de arrasar Ciudad Gótica... Acá Nolan y su hermano Jonathan se han basado en varias sagas del comic, que van desde Knightfall hasta No Man´s Land, las que contemplan la derrota de Batman y el surgimiento de Ciudad Gótica como un estado anárquico, independiente e intocable. Pero ese mix de influencias termina siendo re-escrito en términos de melodrama comiquero, en donde nuestro protagonista se la pasa sufriendo el 90% del camino hasta que termina por reconstruirse y resurgir como el héroe que había sido en un principio. Eso es particularmente notable con la shockeante pelea entre Batman y Bane, que en Knightfall tenía un desenlace aterrador y acá termina siendo sanitizada hasta el punto de bordear lo increíble. Que alguien me explique cómo un tipo implacable como Bane deja vivo al encapotado, o cómo hace Batman para recuperarse de semejantes heridas de gravedad. Es en esos momentos en donde, por primera vez en la trilogía, siento que la credibilidad es forzada hasta tal punto que Nolan termina suplicándole a los fans que hagan un salto de fe y se olviden de las incoherencias narrativas. Ello es particularmente notable en el acto III, en donde siento que el relato parece haber caído en algún pozo espacio - temporal digno de un episodio de La Dimensión Desconocida: Batman se recupera milagrosamente en un puñado de semanas, la gente apresada en la ciudad (y, especialmente en las alcantarillas) sobrevive de manera increíble, y los tipos entran y salen de la zona sitiada como si estuviera a la vuelta de la esquina. Es posible que uno se vuelva demasiado exigente con Leonardo Da Vinci cuando entrega una obra de menor calidad que La Gioconda o La Ultima Cena. Acá me ocurre lo mismo con Nolan y, hay que admitirlo, Batman: el Caballero de la Noche Asciende no llega al nivel de esa obra maestra que fué The Dark Knight, simplemente porque el director ha querido acaparar demasiado y debe comprimir personajes, tramas y hasta credibilidad para que el filme no dure las 5 horas que hubiera precisado un desarrollo pausado de los hechos que pretende contar. Pero esas desprolijidades no impiden que el filme sea emocionante, especialmente en sus últimos 45 minutos en donde todo confluye de manera notable. El desenlace es un electrizante despliegue de virtuosismo. Si tuviera que pasar en limpio, diría que Batman: el Caballero de la Noche Asciende es inteligente, emotiva y desprolija. Tiene su cuota de problemas - los últimos 5 minutos finales, aunque son fabulosos, me parecen algo forzados -, pero ni por asomo es el desastre de otros finales de trilogía como Spiderman 3 o Matrix Revoluciones. Nolan se atreve a mostrarnos un universo sin Batman... y aunque la jugada no le sale todo lo redonda que debiera, no por ello deja de ser menos admirable.
De igual a igual contra uno mismo Cuando en estas líneas reseñamos “Harry Potter y las Reliquias de la Muerte - Parte 2”, hicimos referencia a la oposición entre los paradigmas de “héroe crístico” (el cordero que se sacrifica por los demás) y “héroe órfico” (el que desafía la muerte para ganar la vida). A pesar de la discusión que Héctor Germán Oesterheld planteaba sobre el héroe colectivo en “El Eternauta”, por oposición con los solitarios superhéroes del Norte, lo cierto es que algunos de ellos (y Batman es el paradigma de esto) comparten puntos filosóficos con el último Oesterheld (reflejados en “El Eternauta II”, por ejemplo). Algo de eso podría resumirse en la (hay que reconocerlo) algo críptica frase del subcomandante Marcos: “Para todos la luz, para todos todo; para nosotros la alegre rebeldía, para nosotros nada”. Algo que podría traducirse malamente como “luchamos por el bienestar general, pero nosotros no nos beneficiaremos con ello, sólo obtendremos la escueta felicidad de seguir en la lucha”. Transfiguración Como en el caso del mago creado por J.K. Rowling, la conclusión de la saga del Murciélago corre por caminos similares. La clave de la victoria (en realidad, la victoria misma) reside en salir de la posición sacrificial para salir a luchar por la propia vida, no entendida solamente como subsistencia. Es lo que le pasa a Bruce Wayne en “Batman: El Caballero de la Noche asciende”, cierre de la trilogía sobre el vigilante nocturno gestada por Christopher Nolan. La historia se sitúa ocho años después de los sucesos del filme anterior, período en el que Batman desapareció tras asumir la muerte del admirado Harvey Dent, enloquecido en realidad por la muerte de su prometida y su desfiguración; todo para que Ciudad Gótica no se quede sin su “Caballero Blanco”, su héroe institucional inmaculado. Si como enmascarado había despreciado su propia seguridad, como ex vigilante Wayne se convierte en un ermitaño, alejado del mundo, lo que (como su mayordomo Alfred le indica) no es mucho mejor. Pero el ataque terrorista del enmascarado Bane, la crisis de las Industrias Wayne y su fascinación por la ladrona y aventurera Selina Kyle lo obligarán a salir de la catacumba y volver a vestir el manto del Murciélago para enfrentar una amenaza de proporciones colosales. De todos modos, la verdadera batalla crucial se librará en el interior del paladín: deberá abrazar el miedo a la muerte para reconectarse con la vida, para volver a tomar conciencia sobre el porqué de su infatigable lucha. Si en la recientemente estrenada “El sorprendente Hombre Araña” el dilema del enmascarado consistía en salir del egoísmo (venganza de su tío asesinado) hacia el altruismo (defensa de la comunidad), en “El Caballero de la Noche asciende” la clave es pasar del altruismo total (abandono de la vida personal) a un egoísmo que permita reencontrarse con motivos por los cuales luchar. Vericuetos El guión firmado por Christopher y Jonathan Nolan (sobre historia de Christopher Nolan y David S. Goyer) es tal vez el más oscuro y profundo de su trilogía, sin sacrificar acción y ritmo narrativo. Meter todo eso en un filme le consume dos horas 45 minutos, pero que no se sufren. De todos modos por momentos parece que no alcanza para meter toda la información, por lo que tal vez sea una propuesta algo ambiciosa. De igual manera pasa con la serie de guiños para fans (la fractura que no es, alguna referencia a los filmes de Burton) cruzados con cambios en biografías para que la historia sorprenda. Pero de todos modos no le quita potencia al relato. Rostros Sin un villano fuerte como el Guasón que el extinto Heath Ledger encarnó en el filme precedente (Bane es solamente una fuerza imparable e inexpresiva, encarnada por Tom Hardy) toda la carga actoral está del lado de la ley. Christian Bale le aporta toda la oscuridad necesaria a Wayne, mientras que Gary Oldman afronta con solvencia a su comisionado Gordon. Otro tanto hace Morgan Freeman como Lucius Fox, el cerebro detrás del temerario millonario, mientras que Michael Caine vuelve a dictar cátedra en los momentos que tiene para lucirse como el mayordomo Alfred Pennyworth. Algún momento de holgura tiene Joseph Gordon-Levitt como el detective Blake, con su dilema sobre las instituciones, y Matthew Modine como el oficial Foley y su debate sobre el coraje. Pero la expectativa está puesta en las chicas, por supuesto. Anne Hathaway aporta toda la frescura de su Selina, más sedienta de redención que cualquier otra cosa, pero aventurera divertida al fin (aunque no podrá evitar las comparaciones con la Gatúbela de Michelle Pfeiffer). Por su parte Marion Cotillard sintetiza la corrección política de Miranda Tate, la contracara de Gatúbela. Luces y sombras Nada de esto funcionaría sin la puesta visual, amparada en la fotografía de Wally Pfister, el diseño de producción de Nathan Crowley y Kevin Kavanaugh y el vestuario de Lindy Hemming. La Ciudad Gótica de Nolan se constituye mucho menos gótica que la de Burton, mucho más neoyorquina que en otras versiones que la asemejan a otras ciudades de Nueva Inglaterra, y las escenas diurnas parecen primar por momentos. Entre las novedades técnicas está la aparición del vehículo aéreo de Batman, que se suma a la conocida batimoto con rotación lateral en sus ruedas, ahora en las manos de la minina atrevida. Por cierto, el final de la trilogía deja puertas abiertas, aunque nada indique que por el momento alguna vaya a ser explorada por Nolan. Quizás en algún momento otro director tenga la oportunidad de retomar el personaje, otro actor vista la capa y la máscara, y el Murciélago renazca otra vez.
THE STUPIDITY RISES Para entender qué pasó acá debe olvidarse que una gran película es una película efectiva. Desestimar el calvario gimnástico de Bale o el trastorno obsesivo del editor no ayuda. En una inversión mainstream se le garantiza al fanático su erección. Así como quedaron bonitos esos copos de nieve entre tantas explosiones, también hay que reconocer que The Dark Knight Rises es la mayor estafa fílmica de la década.
Un verdadero caballero… “antiterrorista” Batman, el caballero de la noche asciende, última entrega de la trilogía de Christopher Nolan, se transformó en un fenómeno más allá del éxito de público: además de ser un “peso pesado” hollywoodense, el día de su estreno, en un cine de Colorado, un joven de 24 años entró disfrazado de villano, con un rifle, y terminó disparando al público, matando a 12 personas y dejando a decenas heridas. Y además, la película dio lugar a una serie de interpretaciones políticas y discusiones: se la llamó “película neocon” (neoconservadora), reaccionaria, antirrevolucionaria. La película, “una de acción y superhéroes”, cumple su cometido: imágenes impactantes, mucha acción –como la de los dos aviones del inicio–, (poca) tecnología y algunas escenas “sentimentales” hacen que, más allá de algunos baches en el guión, cualquier espectador se quede “pegado” al asiento las casi 3 horas. Siguiendo con las dos anteriores entregas, Nolan nos presenta un Batman aggionardo, “oscuro” (como la misma “ciudad Gótica”), con tribulaciones personales y “profesionales”, en una época donde ya no están claras las fronteras “entre el bien y el mal”, donde los ciudadanos son pobres gentes amenazadas –tema “clásico” de la industria cultural norteamericana, recrudecido tras el 11-S–, ante la decadencia y crisis del Estado, por fuerzas “hostiles”, “extrañas”, terroristas de todo pelaje, etcétera. La historia retoma el fin de la anterior: Bruce Wayne se refugia en su mansión, y pasa 8 años encerrado, aislado del mundo. Un robo por parte de Gatúbela lo hará salir nuevamente a la acción, en momentos donde Bane, un delincuente que está organizando un ataque terrorista desde las alcantarillas, comienza una serie de robos, con un ataque a la bolsa de comercio… y llama a la insurrección de los pobres contra los ricos. Batman los combatirá. Desde el punto de vista ideológico, la película fue criticada por la izquierda y el movimiento Occupy Wall Street, que dijo que tenemos aquí a un “Batman neocon”. Se generalizó el análisis de que es una película reaccionaria porque confunde (mezcla, amalgama) revuelta popular, lucha de los pobres, con el caos y el descontrol. Los activistas de OWS la señalaron como una película “antipopulista”, donde la pobreza y la lucha “del 99%” termina capitalizada por un “villano” terrorista –quien a la vez es manipulado–. Otra lectura posible es que es “obamista”: una alerta de peligro para los ricos: la rebelión de los pobres si no están dispuestos a “repartir” algo de sus riquezas. En el mismo sentido, la crítica argentina señaló: “Bane viene del desierto, donde estuvo encarcelado; es el feliz poseedor de una bomba nuclear (como ciertos integrantes del Eje del Mal), crea unas milicias populares integradas por presos comunes y celebra farsas de juicios sumarios contra representantes del poder, como un nuevo Robespierre, un Lenin de Ciudad Gótica”. Y otra: Bane “es una suerte de profeta del apocalipsis, un hombre antisistema con algo de anarquista, capaz de castigar la especulación y la codicia de los agentes bursátiles de Wall Street, pero también de generar el caos entre los inocentes cual asesino serial”. En medio de tanta acción y lucha, el mensaje político e ideológico es claro: mejor no rebelarse, no luchar, ya que todo se descontrola y termina mal; y por ello es preferible la estabilidad de las instituciones, que haya policías que hagan (bien) su trabajo, con funcionarios honestos, etcétera. La otra idea que hay es que los ricos “deben existir” y “son necesarios”: así la riqueza que ellos tienen no sólo puede financiar aparatos espectaculares (vehículos y armas) para combatir a “los malos”, sino también para desarrollar proyectos científico-ecológicos y para hacer filantropía: en este caso, financiando un hogar de niños sin familia. Para finalizar. Está el caso de James Holmes, el joven de 24 años que disparó. Diversos análisis señalaron varias causas para explicar cómo actuó: es un universitario con excelentes calificaciones en neurociencia… que terminó trabajando en McDonald’s (la desocupación en EE.UU. para la juventud duplica la media nacional: está en el 19%), lo que provoca frustración, y el fácil acceso a las armas y municiones. Efectivamente, se puede decir que confluyen tres elementos: la crisis social, producto de la crisis económica que lleva, a quienes no luchan colectivamente, a expresar su odio y su impotencia de manera individual; el otro elemento es la “cultura de la violencia” norteamericana, donde, sea con “superhéroes”, policías o militares, siempre EE.UU. es un “país amenazado”, sea por el terrorismo o extraterrestres, y debe defenderse (ofensivamente). Por último, este aspecto cultural-ideológico acompaña –sea con Bush o con Obama– la política real y efectiva del imperialismo yanqui. Todo confluyó para que este joven “mezclara” realidad y ficción, y actuara como lo hizo.
Pocas veces (por no decir que casi nunca) una superproducción hollywoodense ha sido capaz de incentivar nuestro intelecto y remover nuestra conciencia y nuestras creencias como lo ha hecho Christopher Nolan con su notable trilogía de Batman. Con sus personajes conflictuados (y conflictivos) y su visión pesimista de la especie humana y de las estructuras socio-políticas, hay en estas películas más elementos dramáticos, no sólo que en cualquier comic, sino que en la mayoría de los filmes actuales (al menos del mainstream). The Dark Knight Rises retoma la acción ocho años después del final de la película anterior. Bruce Wayne permanece recluido en su mansión alejado del ojo público, como una especie de Howard Hughes, luego de haber decidido que Batman se adjudicara los asesinatos cometidos por Harvey Dent. La ausencia del encapotado, un fugitivo para la ley, no es un problema para Ciudad Gótica ya que el crimen organizado fue desmembrado gracias al accionar conjunto de Dent, Batman y el comisionado Gordon. Pero, como es de esperarse, la paz nunca es duradera en el mundo de los comics (de hecho, en ningún mundo). Un nuevo villano, Bane, empieza a emerger desde la oscuridad. Una oscuridad que amenazará con acabar finalmente no sólo con Batman, sino con toda Ciudad Gótica. A la par de este personaje aparece en la vida de Wayne una misteriosa ladrona, Selina Kyle (que si bien sabemos que es Gatúbela, en el film nunca se la menciona así). Esta engañosa mujer, que capta rápidamente la atención del millonario, posee una doble moral que la convierte en un peligro permanente. Pero será Bane quien pondrá a Batman y a toda la ciudad de rodillas. Rises es una de las películas más esperadas de los últimos años. The Dark Knight tuvo un impacto tan grande y generó tantas expectativas que la posibilidad de sentir desilusión ante esta entrega es grande. Y seguramente muchos sientan que esta película esté algún escalon por debajo. Pero lo cierto es que Nolan tomó grandes riesgos en pos de ser consecuente con el universo creado en las dos entregas previas. Y en pos de mantener el tono sombrío y solemne de sus personajes. Y realmente hay que decir que la trilogía, y este film en particular, son un triunfo en muchos sentidos. El problema mayor del film, de antemano, era la ausencia de un villano a la altura del Guasón interpretado por Heath Ledger. El fallecido actor australiano logró una creación inolvidable que colocó la vara a un nivel muy alto. En este caso, el problema se acentúa porque Bane, el villano de turno, es un personaje oscuro que tiene su cara tapada permanentemente por una máscara. Así que el carisma y la atracción que generaba el Guasón ciertamente no están. Pero Nolan introduce un villano que es doblemente temible. Es un personaje con muchas variantes y matices interesantes (su existencia está íntimamente relacionada a la Liga de las Sombras). Hay que destacar la entrega física de Tom Hardy, quien ganó kilos de musculatura para dar vida a una figura brutal no sólo por su fuerza, sino por su inclemencia. Y cuyo discurso generará incomodidad en más de uno. El film, como los anteriores, es de una solemnidad férrea. Pero el peso dramático de la historia imponía que el tono sea el aquí elegido. De todas formas, hay un par de guiños y momentos levemente humorísticos (la aparición de un personaje de una entrega anterior, por ejemplo). Pero como dije esta es una película dramática disfrazada de comic. De hecho, las escenas de acción son muy escasas (al igual que en Dark Knight hay una gran secuencia al comienzo) y el personaje de Batman como tal aparece en contadas ocaciones. Es mucho más lo que vemos de Bruce Wayne que de su alter ego. En el apartado de las actuaciones el nivel es uniformemente excelente. Christian Bale ya ha demostrado que lo suyo no es el carisma. No sólo aquí sino en todas sus películas este muy buen actor genera cierta distancia, haciendo difícil a veces identificarse fácilmente con él. Igualmente, en toda la trilogía ha transmitido con aplomo la integridad, la solemnidad y el sufrimiento propios de un personaje tan conflictuado. Por parte se luce también el gran Gary Oldman, gracias a que aquí su Jim Gordon posee un rol importante y de peso. Y desde ya que Caine y Freeman, con sus pequeños aportes, no hacen más que sumar calidad. De las nuevas caras, Anne Hathaway transmite toda la sensualidad y la ambigüedad de su Selina, un personaje sexy que a la vez parece fuerte y vulnerable. Cabe destacar también a Blake, un ascendente policía interpretado por el excelente Joseph Gordon-Levitt y Miranda Tate, una integrante de Wayne Enterprises que apoya un proyecto de un generador de energía sustentable, interpretado por Marion Cotillard. En conclusión El Caballero de la Noche Asciende es un film que deja mucha tela para cortar. Es una superproducción que no tiene miedo de incomodar a su audiencia, de hacerla pensar. Los dilemas morales de varios de sus personajes y la bajada de línea contra el capitalismo son sólo algunos de los aspectos que dan para el análisis. Su ambigüedad ha llevado a que algunos tilden al film de fascista mientras que otros de lo contrario. Pero lo mejor es que cada uno descubra todo lo que la peli tiene para ofrecer. Lo fundamental es que estamos en presencia de algo casi milagroso: un tanque hollywoodense que se atreve a confiar en la inteligencia de su audiencia. En confiar en que no es necesario el 3D para llenar salas. Sólo es necesario talento. Y Christopher Nolan he terminado de demostrar que lo tiene y en dosis enormes. A disfrutarlo.
Todo comienzo tiene un final, y la conclusión llegó a la ya legendaria trilogía de Batman de Nolan. Mezcla de emoción y tristeza era el sentimiento de los fans ante este capítulo FINAL de la saga, que supo reintepretar el mito de Batman con un toque único y distintivo. The Dark Knight Rises nos introduce en el mundo de Gotham City 8 años después de la muerte de Harvey Dent, donde Batman asumió la responsabilidad de su muerte y se convirtió en fugitivo. Así, nos encontramos con una Gotham en Tiempos de Paz, con un Bruce Wayne retirado de su alter ego y un Gordon maduro en su puesto de Comisionado a punto de ser despedido. Cuando la paz se interrumpe ante la aparición de un misterioso mercenario que responde al nombre de Bane, Bruce se ve obligado a salir del letargo y una vez más, usar el manto del murciélago. Para empezar directamente hablemos de las actuaciones. Está demás decir que Michael Caine es el mejor Alfred que pudo brindarnos el séptimo arte. Todas las escenas en las cuales participa son de una gran carga emocional y con frases memorables (la mejor escena es cuando le cuenta a Bruce sobre la carta de Rachel). Realmente un derroche de profesionalismo. Por otro lado tenemos las actuaciones de Gary Oldman, Joseph Gordon-Levitt. ambos no decepcionan. Mantienen ese nivel que nos acostumbraron en otros films. Con respecto al maloso, Bane, Tom Hardy logra el cometido. Interpretar a un Bane despiadado e idealista. El único detalle que le juega en contra es su voz. La misma no acompaña la contundencia del personaje, esa fuerza que todo lo arrolla y con una voluntad inquebrantable en post de su objetivo final. En referencia a nuestro heroe, Christian Bale interpreta a Batman como lo sabe hacer, no obstante se puede sentir una especie de cansancio del actor y desgano en su última interpretación del Caballero de la Noche. Finalmente tenemos a la diosa de Anne Hathaway. Anne le queda muy bien el papel. Esta Catwoman es lo más cercano al personaje del comic que vimos. Definitivamente merecería la posibilidad de una película. En sus 2 hs 45m Dark Knight Rises logra su cometido, atrapa al espectador, lo entretiene y lo asombra con la profundidad de la historia (que para los conocedores de los comics, hace una mezcla justa entre Knight fall, Legacy y Dark Knight Returns). No obstante, existe una cuestión. En mi opinión no logra superar a Dark Knight. DKR llega a igualar a su antecesora y creo que la supera solamente en el cierre. El final de la película demuestra lo que implica el ícono de Batman, tanto para Bruce Wayne, como para Gotham City. Realmente, en este aspecto me saco el sombrero. Como punto negativo, debo decir que sentí que Bale no tenía ganas de hacer otra Batman, y que la realizó para poder cerrar la saga. Asimismo, la falta del Joker de Heath Ledger se sintió. No sólo no aparece (por razones obvias) sino que tampoco se hace mención en toda la película. Por qué hago esta aclaración? porque aparece Cillian Murphy retomando el papel de Jonathan Crane (Scarecrow). Justamente en la escena que aparece Murphy, no podía dejar de imaginarme que era una escena para ser protagonizada por el Joker de Ledger. En resumen, un más que digno final a la trilogía que merece se vista en la pantalla grande en todo su esplendor. Me despido dejándoles mi puntaje (le pondria 8.5, pero voy a redondear para arriba) y esperando al año que viene Man of Steel.
Publicada en la edición impresa de la revista.
Algunas películas generan tanta expectativa que su estreno se convierte en un verdadero acontecimiento. Si son de superhéroes, el efecto se potencia aún más gracias a los miles de fans que alimentan la web con especulaciones. Y si el superhéroe en cuestión es Batman, el más popular de los personajes de comic, el asunto adquiere dimensiones casi épicas. Es el caso de Batman: el caballero de la noche asciende, tercera entrega de la trilogía dirigida por Christopher Nolan de la que se habla hace meses; que llega a los cines argentinos el jueves 26, luego de haberse convertido, además, en el escenario de una tremenda masacre en Estados Unidos. Más allá de las terribles circunstancias que rodearon el estreno norteamericano, la expectativa por esta tercera y última parte de la franquicia iniciada en 2005 se debe a que Batman es el más querido de los superhéroes –mucho más que sus colegas Superman o Spiderman- porque es el más humano. Bruce Wayne, el hombre que sale por las noches vestido de murciélago a luchar contra el crimen en las calles de la oscura y miserable Ciudad Gótica, no tiene poderes más allá de lo humano. Además de contar con la enorme ventaja de ser multimillonario, su heroísmo se apoya en su inteligencia, en su habilidad física y en el uso astuto de la tecnología. Y su convicción proviene de la rabia y la angustia por un pasado trágico: sus padres fueron asesinados delante suyo cuando era chico. Sus ansias de justicia tienen una inspiración ambivalente, nunca unívoca. Algo que suele pasarle a los mortales. Tal es la fascinación por Batman que, en 73 años de existencia, la historia fue reinventada una y otra vez, en todos los soportes que ha alumbrado la cultura popular: comics, televisión y sagas cinematográficas. Creado por el dibujante Bob Kane y el guionista Bill Finger como respuesta al éxito de Superman, Batman vio por primera vez la luz en mayo de 1939 en la revista Detective Comics. El personaje tuvo su éxito, y al año siguiente ya tenía su propia revista, pero en las décadas siguientes entró en decadencia hasta que recibió un fuerte envión pop en 1966, cuando se trasplantó como serie a la pantalla de TV. Entre 1966 y 1969, Adam West encarnó la versión más kitsch del personaje, alejada de la figura noir del comic. Gracias a la serie de colores brillantes, Batman quedó asociado al entretenimiento infantil. Pero en 1986, con la publicación de Dark Knight Returns (El caballero oscuro vuelve), Frank Miller lo resucitó, transformándolo en un personaje atractivo para los adultos. En la versión escrita e ilustrada por Miller, Batman abandona su retiro para enfrentar las nuevas amenazas que aterrorizan Ciudad Gótica. La reinvención del comic derivó en la saga cinematográfica que inició Tim Burton a fines de los ochenta (Batman y Batman vuelve), que logró conquistar el corazón de los fans. Luego vinieron las dos de Joel Schumacher (Batman forever y Batman y Robin), que hundieron la saga en un pozo cada vez más hondo. Hubo que esperar hasta 2005 para ver renacer el personaje en el cine, de la mano del director de Memento, que concibió la versión más oscura y realista de todas; una historia de superhéroes anclada en los conflictos sociales y políticos y los miedos que atraviesan Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2001. Protagonizada por Christian Bale, Batman Inicia reinventó la franquicia con un éxito enorme, tanto de crítica como de taquilla. En 2008, Nolan dirigió la segunda entrega, El Caballero de la Noche, aclamada por buena parte de la crítica como una obra maestra. Con El Caballero de la noche asciende, el director buscó cumplir con las expectativas generadas por las películas anteriores pero, a la vez, darle al público algo nuevo. Y el resultado no defrauda. Christian Bale, el Batman del siglo XXI, sintetiza el arco narrativo que recorre su personaje en la trilogía: “En Batman inicia ves la tragedia y el dolor que motivan a este joven enojado, que se siente impotente y que está buscando un camino; quiere averiguar quién es y lo que puede llegar a ser. Luego, en El Caballero De La Noche, ya ha descubierto el camino: es útil; está haciendo lo que imagina que es lo mejor que puede hacer en su vida. Ahora, a ocho años de eso, ha perdido lo único que le daba un propósito…hasta que lo obligan a enfrentar una nueva amenaza para la ciudad y para sí mismo”. La nueva película encuentra a Bruce Wayne retirado de la vida pública desde hace ocho años, deprimido por la pérdida del amor de su vida. Pero el multimillonario tendrá que volver a calzarse el batitraje cuando un nuevo villano llamado Bane empiece a asolar la ciudad con actos terroristas. Además de los personajes habituales de la saga (Morgan Freeman como Lucius Fox, el director ejecutivo de Wayne Enterprises, y los personajes geniales de Gary Oldman como el comisario Gordon y Michael Caine como Alfred, el mayordomo), la película incorpora otros nuevos como Selina Kyle (Gatúbela). La femme fatale que encarna Anne Hathaway es una ladrona experta, amante de las joyas, que no tiene nada que envidiarle a la Gatúbela de Michelle Pfeiffer. Marion Cotillard interpreta a Miranda Tate, una bella millonaria que no existía en el comic, que pasa a integrar la mesa directiva de Wayne Enterprises. Además, Joseph Gordon-Levitt se une al elenco para interpretar al valiente oficial de policía John Blake. Si en las primeras dos películas Chicago servía de escenario para Ciudad Gótica, en el final de la trilogía hicieron falta tres ciudades: Pittsburgh, Los Ángeles y Nueva York. “Ciudad Gótica es una versión intensificada de Nueva York, así que sentí que teníamos que poner más de Nueva York en esta película, porque Batman: El Caballero De La Noche Asciende se centra mucho en Ciudad Gótica, más que las dos películas previas”. La presencia fundamental de Manhattan es la que asocia visualmente la película con los acontecimientos que sacuden a la capital del mundo contemporáneo desde los comienzos del siglo hasta el presente inmediato: hay grandes torres, explosiones, multitudes enardecidas, amenazas nucleares y caos en Wall Street, además de ataques terroristas en pleno espacio aéreo. Leída en términos políticos, la película es tan ambivalente como el propio Batman, esa fuerza protectora y a la vez parapolicial, capaz de trascender cualquier límite. Nolan ha dicho en algunas entrevistas que la película no tiene un mensaje político sino que buscó crear una historia de alcance universal, pero es difícil ver la trilogía, y sobre todo la última entrega, al margen de la realidad política norteamericana, porque incluso más allá de la narrativa, la fuerza de las imágenes renvía a ella una y otra vez.
La risa Batman está en la terraza de un edifico hablando con Gatúbela, se da vuelta y cuando gira de nuevo, ella no está, y él dice algo así como: “bueno, entonces así es como se siente”. Ese es el único momento de Batman: El caballero de la noche asciende en que Batman se ríe de sí mismo, y la película lo hace a la par suyo, no solo del personaje y de su costumbre de desaparecer misteriosamente en medio de una conversación, sino de ella misma y de las anteriores, en las que el protagonista hace eso más de una vez. O sea, la película se señala a sí misma como tal y nos invita a reírnos a la par suyo en un gesto de complicidad y ligereza que no habrán de repetirse. El resto del tiempo, esta última Batman es pura pesadez; la solemnidad de los diálogos pesa, también los primerísimos primeros planos (algunas caras como las de Morgan Freeman y Michael Caine parece rocosas, duras), las sobreexplicaciones del guión (Nolan hizo una secuela de Batman que depende tanto o más de las explicaciones que El origen, su bodoque anterior), hasta el protagonista y el villano Bane aparecen como dos criaturas clavadas al piso que, cuando pelean, lo hacen de manera lenta y sin demasiadas sutilezas coreográficas (revoleo de piñas y patadas, básicamente). Se dirá que esa lentitud y brutalidad en el combate es parte de la búsqueda de realismo de la película, y que por eso algunas peleas están mostradas sin música extradiegética; sí, y en un principio pudo haber sido una buena decisión formal, pero las peleas cuerpo a cuerpo entre Batman y Bane están punteadas por unos molestos parlamentos que interrumpen la acción en pos de ilustrar lo que sucede: uno supera al otro, el otro tiene miedo, se sabe derrotado de antemano, etc. Si había algo de realismo y de tensión en esas peleas, Nolan lo arruina cuando opta por privilegiar el tono trágico del relato antes que la dinámica interna de la escena, los personajes detienen el combate para tirarse con líneas pomposas que son de lo más anticlimáticas. Además, el realismo tan elogiado de la película anterior (que sí, estaba bastante bien), en esta aparece minado no solo desde los diálogos sobrecargados y la proliferación de metáforas irritantes que refieren al espíritu, la vida y al muerte o el sacrificio, sino también por licencias que Nolan se toma y que son de lo peor que se puede ver y escuchar. Si algunas escenas de acción parecen querer instalarse en el terreno del realismo por su reticencia evidente a usar música (el silencio se escucha muchísimo, como para que no se nos escape que lo que hay allí es algo crudo, áspero), son automáticamente neutralizadas por todos los subrayados musicales que vienen a indicar la gravedad de la situación de los personajes y de Ciudad Gótica. El momento más bochornoso es el del estadio, cuando se escucha el himno estadounidense cantado por un nene y se muestra paralelamente la toma del lugar que llevan adelante Bane y sus secuaces: el contraste es de una grosería como no se vio en mucho tiempo, la imagen y la banda sonora piden a gritos que se entienda el sentido de la escena que, uno supone, viene a ser reforzado todavía más por las banderitas de Estados Unidos (no serán las únicas que se vean, de todas formas). No recuerdo si había banderas norteamericanas en Batman: El caballero de la noche, pero sí que aquella Ciudad Gótica no pedía ser leída en clave de reemplazo como en la última, donde la urbe es un símbolo que resume y quiere significar a Estados Unidos y en el que el paisaje se parece demasiado al de New York. Ese parecido es algo a tener en cuenta, porque si las películas anteriores, incluso las de Burton, se ubicaban en una geografía imaginaria que mantenía lazos débiles y lejanos con el mundo real, esta última viene a conectar fuertemente con un lugar (New York en particular y Estados Unidos en general) y con un sentir de época: probablemente en un escenario con reminiscencias neoyorquinas se desplieguen mejor los miedos del presente planetario y occidental que Nolan quiere explotar, siempre de la manera más miserable y obvia posible. Después de todo, Batman: El caballero de la noche asciende es cine sobre temas y sobre temas importantes, graves, que se declaman a viva voz y con líneas pomposas, rebuscadas, así que es por lo menos esperable que el director busque el modo más efectivo de transmitirlos, es decir, que incapaz de poder contar una historia con buenos recursos, con un pulso visual firme e imprimiendo el interés a través de la imagen y no solo mediante diálogos aburridos y primeros planos reiterativos, es por lo menos comprensible que Nolan trate de inyectarle algo de vitalidad a su relato realizando ese enroque que consiste en trocar Ciudad Gótica por "mundo actual". Al menos le quedaba la posibilidad de producir un poco de emoción pulsando las cuerdas de una cierta sensibilidad colectiva del presente, pero ni eso: el guión aprovecha torpemente las referencias a la actualidad y el resultado es un mamotreto que apela a los subrayados y la grandilocuencia. Debajo de eso solo hay una película que no tiene prácticamente nada para decir pero que decide hacerlo a los gritos y con aspiraciones de trascendencia, poniendo cara de seria y sin reírse, como si con eso pudiera disfrazar su propia insignificancia.
Figurita repetida La última película de Batman resultó finalmente una curiosa decepción: su coherencia con el resto de la serie insinúa que toda la trilogía de Christopher Nolan fue en realidad un gran bluff, un lujoso edificio montado únicamente en sus anhelos de grandeza, sin más sustento que la exhibición ostentosa de sus pretensiones, aún en esa excepción que parece ser El Caballero de la Noche. Las polémicas que desató en todo lugar donde se intentó discutir (o incluso tal vez la misma masacre de Denver) sugieren, además, que se trata de un filme sustentado en el fanatismo fetichista, incapaz de pensar el mundo: su dimensión política (que había sido el secreto gran aporte del Guasón de Heath Ledger) queda reducida a una repetición mecánica y efectista de los delirios del conservadurismo republicano, con escasa relación con el cómic original. Como escribió el crítico Oscar Cuervo, la serie de Nolan termina presentando a Batman como un cruzado antiterrorista que defiende a Estados Unidos de una organización oscurantista de Medio Oriente… Pero lo decisivo de El Caballero de la Noche Asciende es que su vacuidad política (y sobre todo filosófica) se ve traducida en una gran impericia narrativa y formal, que hasta el momento habían sido los supuestos fuertes de Nolan. Se trata de una película mal filmada, peor montada, a veces terriblemente actuada, construida enteramente desde el guión y con una banda sonora asfixiante: cartón completo para una épica que lo quiere abarcar todo, pero termina sin decir nada. O casi, porque ¿de qué habla El Caballero de la Noche asciende? O mejor, ¿cuáles son las fantasías que convoca? Hay, sí, toda una serie de temas que Nolan irá tocando en su película como si fueran ítems impuestos desde la Warner Bros, pero hay un núcleo que los unifica y trasciende: se trata de retomar los grandes fantasmas que han agitando el imaginario cultural norteamericano en todos los tiempos (y de ahuyentarlos con una curiosa filosofía que mezcla new age con fantasías militaristas). Nolan no se contenta con convocar sólo al terrorismo, sino que también habla del comunismo, el anarquismo, la revolución y hasta la caída del sistema por la crisis financiera… un cocoliche unido con diálogos pretensiosos y altisonantes, que sólo revelan la frivolidad de la propuesta. Al inicio, tenemos a ciudad Gótica (o mejor dicho, Nueva York) en una era inédita de paz gracias a la Ley Dent (referencia a la Ley Patriótica) que ha endurecido la mano con los delincuentes. Bruce Wayne (Christian Bale, nuevamente efectivo) se ha mantenido ocho años encerrado en su mansión, con el traje colgado ante el escarnio público por la adjudicación del asesinato de Harvy Dent, pero sobre todo por la culpa que siente ante la muerte de su gran amor, Rachel Dawes. Como en aquella fantasía pop que fue El demoledor, por debajo de la ciudad perfecta se prepara una revolución: no serán los desplazados del sistema quienes la impulsen, sino la oscura liga de las sombras liderada por el musculoso Bane (Tom Hardy), discípulo de Ra’s al Ghul. Una misteriosa ladrona, a la poste Gatúbela (AnneHathaway, la mejor), sacará a Bruce del ostracismo para descubrir al poco tiempo que un sorpresivo golpe en la Bolsa de valores lo ha dejado sin sus empresas, que pasarán a ser controladas por su enemigo. El regreso del hombre murciélago se impone, aunque con un cuerpo golpeado y achacado por el paso del tiempo: será nuevamente derrotado, enviado a un lugar infernal, mientras Bane y los suyos se apoderan de la ciudad, instalan un sistema totalitario de tinte comunista (con juicios sumarios incluidos) y amenazan con detonar una bomba nuclear. Sólo el comisario Gordon (Gary Oldman, excelente) y un nuevo personaje (Joseph Gordon Leavitt, futuro Robin) quedarán a cargo de una defensa clandestina. Cinematográficamente irrelevante, la nueva Batman sólo adquiere fisonomía de gran cine en algunos pocos pasajes, sobre todo el ataque inicial a Ciudad Gótica con sus grandes planos cenitales de la metrópolis o fugaces planos secuencia (la explosión del estadio de fútbol), que al fin brindan el espectáculo prometido. Sin embargo, las escenas de peleas cuerpo a cuerpo (que aquí adquieren más relevancia que en sus predecesoras) revelan cierta impericia formal del director: planos cerrados, oscuros y fugaces, que incluso pueden ser cortados por el montaje paralelo que estructura el filme (o por diálogos ridículos), ofrecen una experiencia confusa y más cercana a la estética televisiva. De fondo, se intuye cierto apresuramiento en la construcción de la película, que en vez de inyectar adrenalina lo que consigue es sumar desaciertos: la multiplicidad de temas y tramas se acumulan sin mucho más desarrollo que la explicación verbal, algunos personajes son meras maquetas, mientras que gran parte de la trama se pierde en la exploración psicológica de los conflictos de los protagonistas, calcados unos de otros (el dolor por la ausencia termina explicándolo todo). Se podrá argüir que no se trata más que de una película de superhéroes, pero el problema es justamente ése: Nolan y compañía quisieron darle lecciones al mundo, pero no tenían nada nuevo para decirnos. Por Martín Iparraguirre
Decidido a generar una revolución anárquica, Bane tiene en sus planes crear el caos absoluto en Ciudad Gótica. Este terrorista enmascarado, ligado de manera inexorable el pasado de Bruce Wayne, hará que el caballero de la noche deba dejar su exilio de más de ocho años. Desde aquella noche en que tomó responsabilidad por la muerte de Harvey Dent, Batman desapareció tan rápido como su reputación de homicida crecía. Gracias a su sacrificio, y con la promulgación de la Ley Dent, el crimen en Gótica se mantuvo a raya, hasta ahora. Bane es la Némesis absoluta del héroe enmascarado y un villano que difícilmente logre derrotar. El cierre de la trilogía creada por Christopher Nolan (con destacada colaboración de su hermano en el rol de co-guionista) está a la altura de las circunstancias. Grandilocuente, explosiva y desbordante, los cabos sueltos que quedan por aquí y allá gracias a la necesidad de querer superarse a si mismo quedan perdonados por los más de 160 minutos que sirven para concluir la historia del hombre murciélago como sólo Nolan lo podría haber hecho. El círculo se completa al retomar parte de la historia planteada en la primera entrega y gracias a los sucesos vividos en el desenlace de su secuela. Tom Hardy y Anne Hathaway (Bane y Gatúbela, respectivamente) han sido incorporaciones ideales para sostener el peso de un guión que gira más entorno a ellos dos que al propio Batman, por momentos casi testigo de esta conclusión épica.
El Hombre Solitario A raìz del estreno de este filme, se han dado una serie de foros y discusiones con ida y vuelta tanto de la gente que considera a esta ùltima como una casi obra maestra como aquellos -algunos crìticos-que la defenestran. Ni tan poco ni tan mucho. Se trata de una pelìcula con base de entretenimiento absoluto, una hìper-pochoclera con muchas cosas a favor pero sì tambièn habrà que reconocerle una extensìsima duraciòn tan exagerada e innecesaria que le patea en contra a la historia. Yendo a la trama en sì, Nolan nos muestra un hèroe de capota baja, con muchas dudas, y finalmente nada màs que un verdadero hombre solitario. A su lado un fiel Alfred (estupendo Michael Caine) recriminàndole actitudes personales y porquè el millonario Wayne no se ha volcado a un vida simple con esposa e hijos. Tambièn el realizador de la recordada "Memento", hace aparecer el personaje de "Gatùbela", bastante lejos de aquella otra de Michelle Peiffer en la zaga de Tim Burton, menos frìa y menos complicada, con una presencia de la sensual y por demàs bella: Anne Hathaway. El villanìsimo aquì es "Bane" con su voz aguardentosa y estèreofonica y una màscarilla que le tapa su boca y parte de la cara, es un tipo despiadado pero no supera al màs inteligente y explìcito que encarnara Heath Ledger con su "Guasòn" en la peli anterior, tambièn hay otros malos secundarios que se iràn mostrando a lo largo del guiòn. Que està bien confeccionada, como propuesta "mainstream", y apuntada a barrer taquillas, con vertiginosas escenas, una ciudad "Gôtica" menos "Dark" que las que propusiera Burton hace dos dècadas, una banda sonora estridente y un plantel de buenas perfomances actorales y sobrias (Gary Oldman, Morgan Freeman, Joseph Gordon-Levitt, Marion Cotillard) la constituyen atractiva y elogiosa, sin dudas.
LA CONSTRUCCIÓN DE UNA LEYENDA Cuerpo y espíritu Es muy difícil siquiera intentar una crítica cuando se ama tanto a un personaje y cuando sus dos películas anteriores fueron para uno realmente excelentes, casi perfectas. Es muy complicado despegarse de esa admiración que uno tiene por el realizador que, a mi entender, ha logrado llevar al Caballero Oscuro a lo más alto, por el realizador que mejor ha trasladado un personaje de comic a la pantalla (sí, mucho mejor que Burton o que Donner). Pero voy a intentarlo, con la ayuda en los conceptos de un “enfermo” como yo, mi amigo Esteban Echeverría (nobel realizador). Lo primero que hay que pensar es que la saga de Nolan no son tres películas, es una. Y es una en el sentido narrativo de la fábula aristotélica. En el primer acto se presenta el personaje, su llamado a la aventura, su transformación y apenas se va a insinuar el primer conflicto importante que se desarrolla en The Dark Knight con el Joker como figura antagónica y determinante para el segundo giro de la historia: el inicio de Batman como fugitivo y su metamorfosis completa como señor de la noche. Luego de ese segundo punto de giro, las cosas se complican aún más (cómo dicen las recetas clásicas) y Batman ya no tiene que preocuparse por el murciélago, sino por el hombre. Este es el planteo que hace Nolan tomando como excusa el escape de una cárcel, es Bruce Wayne quien debe renacer nuevamente, ser hombre de nuevo (prestar atención a las sabias palabras del “Doctor”). “Encontrarse con el miedo” y salir del pozo al que se cayó (o lo tiraron) tal como le sucedió cuando tenía 10 años. Por eso es tan perfecto lo que hace Nolan, por eso es tan perfecto el título de la película y por eso es tan épica. No por las peleas cuerpo a cuerpo de cientos de policías y mercenarios, no por la espalda rota (perfecta adaptación de la saga “La Caída del Murciélago” editada a mediados de los años 90), no por Batman huyendo de toda la policía de Gotham, sino por el viaje que llega a su fin en el mismo lugar físico (un pozo lleno de murciélagos) donde tuvo su comienzo. Los continuos elementos narrativos que el guión y la película utilizan para arrastrarnos nuevamente a Batman Begins no son un dato menor, y no hablo de cuestiones obvias como la aparición de Ra's al Ghul o del conflicto del “equilibrio” que persigue “La Liga de las Sombras”, no no, hablo del collar de la madre de Bruce… Aquel que le arrancaron la noche del asesinato en el callejón y que ahora vuelven a robarle (por motivos muy diferentes), hablo de la música solemne con una voz de mujer casi angelical cuando Batman explota en mil pedazos sobre la bahía de Gotham que es la misma, exactamente la misma que acompaña el movimiento de cámara en Batman Begins cuando nos alejamos de Bruce sentado en el piso con sus padres muertos alrededor. Esos continuos guiños al pasado también dicen que la trilogía es en realidad, una sola obra en tres actos. Con precisión de relojería, claro está. Bruce Wayne con bastón, la ausencia de Batman. El héroe caído. Por supuesto, en cada acto puede haber filtraciones, no artísticas pero sí narrativas. Pero ¿a quién le importa si no afectan al todo?. A un libro no se lo piensa ni se lo mide por cada capítulo individualmente, igual que a una sinfonía no se la critica analizando sus movimientos de manera aislada. La obra es un todo, y así hay que ver la trilogía de Nolan. Creo que es imposible compararla con las otras dos, creo que es imposible verla sin pensar en las otras dos, simplemente porque cada una es parte de un todo. Dejando de lado esta cuestión que me parece la más importante, pasemos ahora a otros puntos de la película también claves. Uno de ellos es la acertada elección del villano. El espíritu y el registro que se le imprimió a esta saga desde el 2005 difícilmente hubiese admitido a personajes histriónicos como el acertijo o el pingüino que funcionan perfectamente bien en el comic pero que hubiesen estado al límite de convertirse en marionetas en el universo de Nolan. Algunos dirán que la adaptación de Bane o del mismo Joker demuestra que hubiesen podido funcionar, pero, en definitiva, jamás lo sabremos. En lugar de preocuparnos por lo que no fue, hablemos de lo que existe. Existe Bane, el hombre que “rompió al murciélago”, esa especie de monstruo musculoso todo ironía y cinismo. Bane no es “la pura maldad”, es mucho más que eso: es la representación genuina del antagonista, su boca esta tapada, sus ojos están libres, lo inverso del caballero oscuro a quien se le ve la boca, pero no sus ojos. El plan de Bane es largo (dura casi un año) en toda la historia de la película y está coronado por un secreto guardado en una de las sagas menos conocidas del comic del hombre murciélago (aquella que cuenta la historia de Bane luego de salir de Gótica en busca de su padre). Todas y cada una de las líneas de Bane le recuerdan a Bruce lo “aburguesado” que está, y la necesidad de volver al comienzo: “La paz te costó la fuerza, la victoria te ha vencido”, es una de ellas y la más importante. Pero este personaje no es sólo músculos, guarda (aunque parezca irónico) una fidelidad hacia una mujer casi del tamaño de la que guardan sus secuaces para con él. Bane está lejos del mercenario que intentan vendernos desde el prólogo, es infinitamente más. Es el que le enseña a Bruce qué es realmente la desesperanza, lo que es realmente un castigo y lo que le va a costar renacer de verdad. Su coherencia está casi a la altura del Joker en todos sus pasos (aunque muchos crean que el Joker es solo caos) pero los intereses de Bane van hacia un final que, aunque levemente forzado, no deja de sorprender. El retorno del Caballero Oscuro: su enfrentamiento con Bane y su consolidación como héroe. Lo de Catwoman corre en paralelo, su línea de acción nada tiene que ver ni con Bane, ni con Bruce, ni con "La Liga de Las Sombras" y aunque nunca le digan “Gatúbela” (solo se habla de un “Cat” en un diario que se ve en pantalla) su espíritu es el que tuvo el personaje siempre: traidora, interesada, mentirosa pero a la vez sensible y noble. Punto. Se terminó Catwoman. Un capítulo aparte merece la partitura de Zimmer, llega al hueso como siempre. No hay palabras para describirla. Aunque solo agregó un coro y algunas cosas más a la de The Dark Night es imprescindible escucharla. Al no poder extenderme más y dejando de lado efectos especiales, un climax de los más largos que ha dado el cine, los guiños en los textos de Fox, la nave que suplanta al “acróbata” y un Robin que se transformará en Batman (aunque nunca existió un Robin que se llame así efectivamente) les voy a contar el único elemento que me molestó de la película: verlo al caballero de la NOCHE, en una batalla épica de día, en pleno mediodía Gótico… Aunque Nolan no deja nada librado al azar y ha elegido evidentemente que esto sea así, no puedo al menos dejar de preguntarme por qué lo hizo. Por qué la última vez que vemos a nuestro héroe de la infancia antes de convertirse en leyenda, lo vemos a pleno sol. Al despedirme del Caballero de la Noche de Nolan, con una profunda nostalgia, sólo me queda esperar poco menos de un año para volver a la infancia (como lo hace Bruce) y ver otro símbolo en la pantalla: una “S” roja bien grande en lugar del eterno murciélago.
Publicada en la edición digital #242 de la revista.
Publicada en la edición digital #242 de la revista.
Asciende, pero jugando la promoción Quizás se trate de la película más esperada de los últimos años. Luego de la estupenda, inesperada, inigualable El caballero de la noche, Christopher Nolan, su director, se convirtió en una especie de genio, una suerte de estrella de rock, de maestro de maestros de quién se puede esperar que todo lo que toque sea oro puro. Los condimentos acompañaban la expectativa: el final de una de las mejores sagas del hombre murciélago, la última dirigida por este gran realizador (recordemos que tiene en su haber al menos tres películas que todo el mundo vio y que la mayoría adora, caprichosamente nombremos El gran truco, Memento y la nombrada El caballero de la noche), la promesa de una hora de filmación en formato IMAX y el morbo que nos obliga a todos como espectadores a ver si realmente está a la altura de lograr superarse a si mismo, cosa que, ahora, a la distancia, parece muy difícil, si tenemos en cuenta la calidad de esa segunda parte de la historia del encapotado. Se acaba la mentira La tercera entrega arranca varios años después del final de la segunda: Bruce Wayne se aisló en su mansión y ha dejado de ser Batman. La paz reina en Ciudad Gótica, Bruce se aburre, está maltrecho (al parecer las batallas le han pasado factura) y prácticamente no sale de su habitación, esperando que Alfred le traiga la comida. Pero dos situaciones lo sacan de su letargo emocional: la aparición de una intrépida ladrona en su casa que se queda con una joya familiar y la intervención de un irredimible villano, Bane, que pone la ciudad patas para arriba con una discurso de tintes anarquistas. La última de Batman tiene puntos altos, obviamente. Nolan no puede hacer productos de baja calidad simplemente porque es un verdadero director de cine y está acompañado por un equipo de primera. Nuevamente cuenta con Wally Pfister como director de fotografía y esa mano es notable otra vez. Pero también porque la tercera parte de la saga tiene que tener, obligatoriamente, un redoble de apuesta en materia de acción, en el ámbito de la espectacularidad. Y ver esa primera escena del secuestro del avión en pleno vuelo en una pantalla de siete pisos en pleno funcionamiento es absolutamente abrumador. O cómo toda Ciudad Gótica estalla, con sus puentes, edificios y, por qué no, el campo de un estadio de fútbol americano en pleno partido. Anarquía en Gótica En esta entrega Batman tiene más chiches que los que ha tenido antes. Ahora su vehículo también vuela, con lo cual si sostenemos esa afirmación de que Batman no es un superhéroe porque no tiene superpoderes, ya nos vemos forzados a discutir si un avioncito todoterreno que desaparece, que desactiva-apaga-corta la señal de todo a lo que apunta no está demasiado cerca de un "superpoder". Y sin embargo, es más Bruce Wayne que Batman el protagonista de este relato, sus vaivenes emocionales, sus sensaciones tras la muerte de su amada, tras aceptar dejar de ser el héroe para ser el villano y que Harvey Dent se lleve todos los laureles si es la paz lo que está en juego, su sufrimiento ante los achaques del tiempo, los recuerdos de sus seres queridos que ya no están, las decisiones que tienen que ver con las empresas Wayne y con seguir haciendo dinero. Y Christian Bale vuelve a estar a la altura, dentro de un elenco en el cual solo faltaría un cameo de Di Caprio y llenamos el album. Tom Hardy interpreta al inefable Bane, un villano que logra atemorizar a fuerza de golpes, destrucción y pura maldad. Su personaje utiliza una mascara constantemente, no podemos ver más que sus ojos y su impresionante musculatura, y aún así logra transmitir -quizás a fuerza de una buena construcción del personaje desde el punto de vista narrativo que otra cosa- el miedo debería causarnos un villano que le haga frente a este Batman. Las comparaciones con el Guasón de Ledger son tan inútiles como inevitables: será difícil hallar un enemigo que le llegue a los talones al antagonista de El caballero de la noche, pero Bane tiene otras armas a mano: dos puños intratables, una fuerza claramente mayor que la del encapotado, lo que genera que cada enfrentamiento sea un deleite y un sufrimiento constante para el espectador. ¡Dame un abrazo! Marion Cotillard (La vie en Rose, Inception) interpreta a una millonaria que se hace amiga de Wayne y que le ofrece su ayuda cuando las papas queman. Joseph Gordon Levitt (50/50, 500 días con ella, Inception) juega el papel de un joven policía que asistirá a Batman y a Gordon cuando las esperanzas parecen ser nulas. Hoy en día ya podemos considerarlo uno de esos actores que te pagan el precio de la entrada. La bella Anne Hathaway compone a una Selina Kyle/Gatubela muy sugerente, aunque quizás se trate del personaje menos interesante de toda la saga. Completan el dream team actoral Morgan Freeman, Michael Caine y Gary Oldman como Lucious Fox, Alfred y el Comisionado Gordon respectivamente, aportando la sapiencia y experiencia esperadas para darles a sus personajes secundarios la profundidad que le hace falta a este relato para ser considerado "más un drama que un filme de aventuras". El encapotado vuelve a las pistas Finalmente llegamos a lo que como fiel seguidor de esta trilogía no quisiera haber hallado: las falencias. Al igual que en Inception, Nolan se aprovecha del artificio visual, del poderoso correr de la trama, de la inminencia de algo a punto de estallar para llevarse puesta a la narración y que el espectador olvide los baches, el seguimiento lógico de las acciones y las explicaciones de los hechos. Con esto no me refiero al epílogo del filme (he encontrado a varios espectadores que no lo comprendieron aunque la explicación está presente en el relato), sino más bien a los preparativos para la batalla final. Bane propone una especie de dictadura sobre la base de la libertad pura ("cada uno es libre de hacer lo que quiera"), solo que sus secuaces patrullan las calles y procuran hallar a quienes les traigan problemas y someterlos a un despiadado juicio unilateral. En medio de ese caos violento y vigilante, algunos personajes se pasean juntando unos hilos cuyo fin es una comunicación disimulada con sus compañeros. ¿Y esos hilitos? Por otra parte, Bane, que logra entusiasmar al espectador a fuerza de músculos y amenazas, termina olvidado por el guión y queda desdeñado por un final que no merece en pos de un giro narrativo innecesario. Parece un tanto atolondrada la forma en la que los hermanos Nolan y David S. Goyer, guionistas de toda la trilogía, intentan recargar de vueltas de tuerca ese climax como intentando que la bola de nieve de hechos sea lo suficientemente grande como para que se justifique la expectativa generada por el filme. Desde el punto de vista que podríamos llamar ideológico, el guión se comporta también de manera un tanto extraña. Si bien Bane amenaza a toda la cuidad con una bomba atómica que estallará irremediablemente en un par de días, su discurso va entre el anarquismo y el comunismo, proponiendo la libertad para quienes están cautivos, la pobreza para los que mucho han tenido a costa de los trabajadores y su primer ataque es a la bolsa, intentando desvalorizar todo el mundo de las finanzas mediante un hackeo de los sistemas. En medio de este embrollo, es Batman, cuyo alter ego es un ricachón que ha sabido ser un bon vivant irresponsable, que cada tanto prefiere salir a pasear en el Lamborghini para hacer facha, quien se encargará de poner en su lugar las cosas, de reestablecer el sistema, de volver a poner a los ricos en su lugar y a los pobres en donde estaban. Si, bueno, Bane los iba a matar a todos igual, pero qué rara suena la descripción, ¿no? Lucha de titanes El caballero de la noche asciende es un filme que complejiza su trama demasiado sin motivo, que es grandilocuente desde todo punto de vista (¡una hora de IMAX!), que busca el efectismo de los giros y vueltas sobre el final, que posee un discurso inconexo y que si no fuera la espectacular trilogía que supo ser, nadie estaría mencionando este tipo de cosas o siquiera fijando su atención en trivialidades como estas. El problema es que Nolan, desde su comienzo, puso a la historia en un lugar que la aleja de las historias convencionales de superhéroes y la transformó en un poderoso drama de aventuras, en un policial negro, en un relato con un desarrollo interesantísimo de la psicología de los personajes. Por todo esto, la lupa sobre la tercera parte de esta fabulosa historia del encapotado se centra en detalles que en una del Hombre araña, de los Gemelos fantásticos o de Superchica no lo haría jamás. Por todo eso, pese a sus fallas, debemos estar agradecidos. Por brindar esa dosis de realismo, de profundidad de personajes, de villanos inolvidables, de oscuridad y de drama que no se halla en ninguna otra historia basada en comics. Y porque, como cierre de una gran trifecta, El caballero de la noche asciende no deja de ser una catarata de aventuras y de espectacularidad visual que se encuentra pocas veces en las salas de cine.
Un Batman poco caballero Antes que nada; quisiera advertir a aquellos que no vieron la película Batman: El Caballero de la Noche Asciende (2012); de no leer esta nota porque contiene spoilers. Para los que sí vieron la película y para los que no solamente vieron el film pero también están familiarizados por el comic como vuestro fiel servidor; voy a enumerar los motivos por los cuales la película mencionada me decepcionó. Tengo que confesar que como fanático de Batman y también de la filmografía de Christopher Nolan, no quise leer ninguna nota; ni siquiera ver los teaser trailers, ni chequear foros especializados ni nada por el estilo para poder asistir al cine sin influencia alguna. Gravísimo error de mi parte ya que no sabía que esta versión era una adaptación libre por parte de los hermanos Nolan, Jonathan y Christopher. Dudé mucho en escribir esta nota; porque sabía que podría ser sujeto a las críticas más despiadadas de los más fanáticos; pero a veces no puedo con mi propio genio. El libro cinematográfico por parte de los guionistas, es perezoso por su falta de ingenio y creatividad. Pareciera ser que no le dedicaron el tiempo suficiente que ameritaba, para realzar los personajes que todos ya conocemos para el cierre de la trilogía de Nolan. Hay cierta sensación de inexperiencia o de falta de conocimiento por parte de sus autores a sus personajes. Obviamente, los guionistas los conocen, aunque en esta cinta pareciera ser que, precisamente, los desconocieron completamente. Es como que, apostaron a que la película sea todo un éxito de taquilla desde el inicio, puesto que sabían, que conseguirían un grupo de fanáticos que harían la vista gorda a cualquier error de guión. Para ser más específico, estos son los motivos por los cuáles la versión de los Nolan no coincide con lo que estábamos acostumbrados de sus predecesores, Batman Inicia (2005) y Batman: El Caballero de la Noche (2008). La pérdida de la esencia de los personajes TDKR En primer lugar; la película transcurre ocho años después de Batman: El Caballero de la Noche y durante ese periodo Bruce Wayne y Batman (Christian Bale) ya no participan activamente dentro de Ciudad Gótica. Entiendo que Batman esté retirado del negocio de superhéroe, pues gracias al Dent Act; una ley similar pero más efectiva que la Ley Patriótica de George W. Bush, los servicios del caballero nocturno no estén necesitados; como que también, se haya convertido en enemigo público número uno. Sin embargo, que el ricachón playboy, Bruce Wayne se haya vuelto un ermitaño, podría suponer demasiadas sospechas por parte de la prensa especializada, como así también, la policía que busca al fugitivo encapuchado. Solamente una persona tuvo la claridad suficiente para sumar el uno más uno; John Blake (Joseph Gordon-Levitt), un joven policía que creció en un orfanato financiado por Wayne Enterprises. Su personaje es intrépido, en su afán por atrapar a los malhechores puede llegar a desobedecer órdenes directas por parte de sus comandantes sin importar los riesgos que sus actos puedan suponer. Al final de la película; se nos revela que en el nombre completo de Blake contiene Robin; un guiño para todos los espectadores. Sin embargo, para los verdaderos fanáticos de Blake; sabemos que su nombre es Timothy Blake; y fue el tercer Robin en aparecer luego del más famoso Robin; Dick Grayson y el segundo Robin, Jason Todd. No voy a desarrollar a cada uno de los Robin anteriores porque el debate no lo amerita; pero las características de Tim Blake están asimiladas en John Blake; ¿por qué el cambio del nombre? Problema de regalías; no es porque los productores compraron los derechos; aventuro una teoría, que es que, seguramente los guionistas querían aparentar ser más creativos; cosa que en mi parecer, fallaron ya que la génesis de Tim Blake son las mismas que John Blake. Volviendo a lo anterior, el mayor problema con los personajes, es que la génesis de cada uno de ellos no está bien representada e irónicamente inverosímil a los mismos personajes de ficción. Por ejemplo: Bruce Wayne cuando sale de su autoexilio e intenta recomponer sus relaciones con la alta sociedad y la prensa; lo hace de una forma casi atolondrada y forzada; aprende que las finanzas de Wayne Enterprises están en declive al punto que un día se desayuna con la noticia de que se encuentra en bancarrota. ¿Cómo puede ser que un magnate no tenga idea de sus propias finanzas? Es incomprensible e inverosímil que Bruce Wayne sea negligente con lo que sucede con su empresa y conociendo el trauma particular del personaje por el asesinato de sus padres; y por el amor que le tiene a su mismísimo progenitor, tira por la borda el legado de su padre. Por otro lado, su alter ego, Batman, que por alter ego en esta versión cinematográfica parece más ridiculizado de lo que ya venía siendo con esa voz ronca y molesta que hasta el mismísimo Kevin Conroy, reconocido por prestar su voz durante 20 años al personaje animado del hombre murciélago en las series animadas y los videojuegos de DC Comics. Asimismo, Batman jamás abandonaría ciudad Gótica, error imperdonable por parte de los hermanos Nolan. El personaje de Batman fue aprobado por la misma empresa; cosa que como fan aborrezco y me decepciona que DC Comics por dinero haya tirado por la borda el legado del hombre murciélago igual que Bruce haya tirado, también, por la borda Wayne Enterprises. En las múltiples versiones de Batman a lo largo de la serie animada; las novelas gráficas; etcétera; por más que esté físicamente comprometido, termina rebuscando las formas para seguir protegiendo a su amada ciudad de las fuerzas del mal. Por ejemplo en la serie animada Batman del Futuro (1999-2001); un avejentado Bruce Wayne que necesita de la ayuda de un bastón para caminar, entrena a su sucesor Terry McGinnis para convertirse en el próximo Batman. Por otro lado, en la película se describe fugazmente una relación desgastada entre Bruce Wayne y Alfred Pennyworth (Michael Caine); su más fiel acompañante y padre substituto. Batman sigue obsesionado, no hay manera que Alfred se aparte de Bruce; por más discusiones que puedan llegar a tener. De la misma manera que Batman siempre patrulla ciudad Gótica a la distancia; lo mismo haría Alfred por Bruce. Incluso, Bruce Wayne demuestra su desagradecimiento a todos los años que le dedicó su mayordomo a él, para dejarlo ir sin mirar atrás, lo que demuestra la falta de humanidad en el personaje; no realza en absoluto su imagen en los espectadores. Posteriormente, y casi un acto de desesperación por parte de los guionistas en solventar esta relación quebrada de los personajes es forzar un momento emotivo en el final, dónde Alfred luego de la supuesta muerte de Batman, se acerque a la tumba de Bruce para confesar su arrepentimiento por fallarle. Claramente eso iba a suceder, para luego rematar con un segundo momento emotivo; dónde ambos personajes se encuentran en un país extranjero y se miran haciendo un leve guiño de simpatía entre ambos; como para justificar su separación. Lo que también me decepcionó de este film es la inercia de Batman a la hora de investigar a su oponente. El hombre murciélago por excelencia es el mejor detective no oficial de ciudad Gótica y antes de lanzarse a cualquier combate, busca todos los elementos necesarios que le puedan servir para tener un mejor conocimiento sobre la situación. El personaje de Bane (Tom Hardy) es más fuerte que Batman en la cinta como también en el comic. ¿Acaso Batman reparó algún momento para ver cómo defenderse contra esa bestia bruta? ¿Simplemente con observar material archivo de un video de la cámara de seguridad era suficiente para él poder enfrentarlo? Es como que los guionistas minimizaron el talento detectivesco del caballero nocturno y aparte su intelecto; ya que Bane en todo momento demuestra que es un personaje atípico porque no depende solamente de su fuerza bruta sino también que es un personaje frío, calculador, y un gran estratega. El hecho de que Batman se lance tan ciegamente contra Bane; no es sorpresa que termine perdiendo la primera pelea. Hay que recordar que también pierde la pelea final contra Bane y si no fuese por Selina Kyle (Anne Hathaway), la Catwoman no oficial que dispara contra Bane desde la Batimoto, la vida de Batman llegaría a su fin. En síntesis, Bane no solamente le puede ganar a Batman arriba del ring sino también jugando al ajedrez. Grandes diferencias entre los personajes de DC Comics vs TDKR Párrafo aparte para Selina Kyle en versión cinematográfica de Christopher Nolan, este personaje es más parecido a la versión de Frank Miller, ya que trabajaba de escort y a su vez era una ladrona de joyas de clase mundial y que tenía como compañera de cuarto y amiga Holly, una joven prostituta que era violada por su proxeneta. Lo interesante del personaje es la ambigüedad entre ser héroe o villana, atributo rescatable por parte de los hermanos Nolan. Sin embargo, la construcción del personaje de Bane en el film es una versión reducida del personaje del comic y tan ridiculizada como si hubiera sido Ed Wood el que lo hubiese imaginado. En el comic de Chuck Dixon, Bane es el hijo de Edmund Dorrance mejor conocido como “Snake King” no es el hijo de Ra’s al Ghul (Liam Neeson) como es descrito en la versión cinematográfica, su verdadera hija en el comic es Talia Head, representada como Miranda Tate (Marion Cotillard) en el film; y en el comic ella es el amor imposible de Batman, y del fruto de ese amor prohibido nace Damian Wayne. Regresando al personaje de Bane, la película advierte que nació en la oscuridad ya que en el comic cumple la sentencia de su padre que es un mercenario; enviándolo en la prisión de “Hard Rock” y asesina a un sacerdote a los 8 años de edad. Es autodidacta y muy culto; puesto que lee todo tipo de libros y aprende a pelear desde temprana edad. Bane se convierte, en sujeto de experimentación por parte del Dr. Hugo Strange, dónde termina, como producto de la administración de una droga, aparecería su nuevo alter ego Venom, y es por eso que tiene la boca encapuchada; porque es una serie de tubos que se conectan a su cerebro y cada 12 horas se autoadministra la droga que le da fuerza sobrehumana. Un detalle que dejaron en la película que a mi me parecía enternecedor del personaje es su oso de peluche; al cual llama “Osito”; en el cual Bane lo veía como su mejor amigo; pero en realidad llevaba consigo a Osito; porque contiene un agujero en su espalda donde Bane escondía un cuchillo para enfrentar a sus contrincantes. Tanto, en el comic como en la película, Bane le rompe la espalda a Batman, un detalle no menor que es rescatable de los hermanos. El realismo en TDKR Es fascinante la idolatría que la trilogía de Nolan ha creado en sus seguidores más precisamente los que componen la generación Z; al punto que intentan defender lo indefendible. Por ejemplo; los que componemos la generación X, vimos y adoramos el Batman de Tim Burton, nos reímos del Batman de Joel Schumacher -que entre ambos realizadores es lo más cercano a DC Comics- pero sin embargo podemos criticar constructivamente ambos realizadores. Es tediosamente agotador oír siempre la misma divergencia que hacen de los predecesores de Batman, el Batman de Christopher Nolan es más realista que los anteriores. ¿De qué realismo hablamos? A ver, antes que nada es un superhéroe; no tiene poderes mágicos; pero sí muchísimo dinero como Tony Stark / Iron Man para construir un personaje sobrehumano. Acaso ¿es verosímil que Bruce Wayne invierta en energía de fusión con alguien que apenas conoce como Miranda? A sabiendas que la energía de fusión puede ser manipulado. Justamente ese riesgo que corre; termina pagando el precio. Su depósito donde tenía guardado esta clase de tecnología cae en manos de Bane, y lo que antes era un bien para la humanidad; acaba siendo una amenaza global como la bomba nuclear. Por último ¿es verosímil que Batman pueda sobrevivir una explosión nuclear? Claro, la respuesta de los defensores de la película es que en realidad le informaron a Lucius Fox (Morgan Freeman) que se había arreglado el piloto automático del Batiavión, y sí seguramente alguna explicación por más ridícula que sea tienen que escribir los guionistas y reafirmar sus fans. En cine se llama información cuando hay agujeros en el guión, el guionista, intenta mágicamente resolverlo en una oración (claro ejemplo de error cinematográfico). Yo soy consciente de que es una película, pero si se sigue propagando la ridiculez de que es la más realista pues entonces debo ser quisquilloso a la hora de desglosar el film, o sea un trabajo de ficción. Por último, Bruce Wayne y Batman ambiguamente mueren al mismo tiempo, y luego ciudad Gótica agradece a Batman por su sacrificio heroico y construyen una estatua en su honor. Pregunta, ¿nadie sospecha que su magnate también ha muerto y bajo qué causas misteriosas? Solamente el comisionado Jim Gordon (Gary Oldman) parece ser el único iluminado. Lo decepcionante de ver 2 ½ horas de película es, como se reduce el rol de Batman a un personaje caprichoso; terco; desanimado; y con muy poca caballerosidad, y ver que parte de la génesis que componen ciertos villanos ser trasladados a otros villanos; esto no fue una reinterpretación de Batman, sino más bien un reciclaje de Inception (2010) y pareciera ser bocetos de una primera escritura de guión llevados a pantalla.
The Dark Knight Rises: Sin lugar para los débiles ¿Qué es lo que convierte a un héroe en tal? Esto es algo que nos planteó Christopher Nolan al final de The Dark Knight. “You Either Die a Hero, or Live Long Enough To See Yourself Become the Villain”. En el caso de Batman, es algo más que rescatar a Ciudad Gótica del villano de turno. En su momento, Ser El Héroe, fue asumir la responsabilidad por los crímenes de Harvey Dent para que la esperanza que se construyó poco a poco entre Batman, Gordon y Dent no se desmoronara. Transcurren ocho años desde el final de aquella película hasta el comienzo de The Dark Knight Rises. Jim Gordon se ha ocupado de cumplir con lo que le prometió a Batman: darle caza e idolatrar a Dent. Pero la verdad pesa sobre Gordon, y Gótica, sostenida en la mentira que terminó siendo Dent y sus acciones consecuentes, comienza a desmoronarse desde el corazón de la ciudad. Un mercenario llamado Bane, aparece en escena con planes revolucionarios y anárquicos que tienen como fin destruir Gótica. Un Bruce Wayne, abatido y destruido por las consecuencias de sus últimos actos cómo ‘El Caballero de la Noche’ debe salir de su enclaustramiento para no perder por completo Wayne Enterprises. Al toparse con los actos de Bane y seguir el rastro de la sofisticada ladrona Selina Kyle, descubre que algo grande está pasando, y finalmente Batman tiene que salir de su cueva. Christopher Nolan reúne en The Dark Knight Rises el alma y la razón de ser de Batman Begins, y la energía y la oscuridad de The Dark Knight en este capítulo final del héroe de Ciudad Gótica. A Christian Bale, mejor que nunca (¿acaso quedan dudas qué su interpretación es la mejor?), le toca ser más Bruce Wayne que nunca dejando muy de lado el personaje de Batman, a quien el relato lo interpreta todo el tiempo cómo el símbolo qué es de justicia y esperanza, motivos por los cuales fue creado en la primera película. Nuestro héroe toca fondo y sabe que la situación no puede ser más grave de lo que es… “Why do we fall? So that we might better learn to pick ourselves up”. Bruce busca interiormente cuál es la mejor forma de levantarse para volver a ser el héroe que Ciudad Gótica necesita. Porque de eso se trata esta película, de encontrar la fuerza física y mental para levantarse, para sobreponerse , sin importar cuántas veces te hayas caído, y cuántas veces te hayan quebrado. En este capítulo, por sobre todas las cosas, Bruce como hombre y no como héroe, necesita de sus tres pilares morales, Jim Gordon, Alfred y Lucius Fox, quienes lo ayudaron a fundirse moralmente en las dos películas anteriores, y que nunca dejaron de creer en él. El alma y el sentimiento de toda la película están puestos en cada línea y cada escena en la que aparecen Morgan Freeman, Gary Oldman y Michael Caine. En especial este último, quien también carga el peso de una mentira y tiene que pagar un alto costo por ello. Gary Oldman como Jim Gordon y Joseph Gordon-Levitt como John Blake, son la voz de la razón y el orden cuando todo termina por desmoronarse y no hay nadie que rescate a Ciudad Gótica. Levitt, con la actuación más adulta de toda su carrera, interpreta a un policía idealista, a quien la vida le ha permitido ver más allá de lo tangible, transformándose en un personaje clave para que Gótica y Batman renazcan. TDKR ata cabos sueltos entre las pequeños capítulos contados anteriormente, permitiéndole a Christopher Nolan crear una historia extremadamente anarquista y peligrosa, que no deja de criticar a Estados Unidos como estado y sociedad. Esta película escasamente pretende ser una película sobre el héroe que todos conocemos. Su historia habla sobre el hombre detrás de la máscara, los defectos de una ciudad desentendida y sobre las acciones de los extremistas. TDKR es peligrosa porque Nolan juega con acciones terroristas, por así decirlo, que gracias a Dios, nunca fueron vistas en nuestro mundo, pero que tranquilamente podría generar ideas. Christopher y compañía, otra vez dan forma a las escenas de acción más espectaculares que se han visto desde sus anteriores películas, Inception y The Dark Knight, con el uso justo y apenas necesario de efectos especiales como le gusta a su director. Astutamente, el guión intercala grandes actos de acción con escenas emocionales, en donde ninguna de las partes tiene más peso que la otra. Y acá está la genialidad de Nolan, y los 4 años de trabajo que le llevó al director y su equipo para darle forma a esta película. No hay cuadro ni diálogo que se desperdicie. Las tramas y subtramas se apilan una tras otra, sin dar respiro, y según su ojo crítico, toda escena, todo personaje tiene algo importante para decir. Por eso, hasta el extra más insípido, estará interpretado por algún actor que quizás conozcamos. Y así como todas las escenas poseen el mismo peso emocional y sustancial, cada personaje es trascendental para la historia en su correcta medida. En TDKR, Christopher demuestra que es un excelente director de actores, que logra hacer relucir lo mejor de Anne Hathaway como Selina Kyle, más que cómo Gatúbela. Bane, si bien no puede compararse con The Joker, Tom Hardy logra ser lo suficientemente expresivo y amenazador detrás de esa mascara que cubre casi todo su rostro. En esta historia, todos los personajes han cambiado, y Nolan es claro transmitiendo las ideas y sentimientos que quiere ver reflejados en Christian Bale, Gary Oldman y sobretodo en Michael Caine. The Dark Knight Rises finaliza satisfactoriamente y de forma muy sólida esta trilogía sobre el mítico Batman, con una historia mucho más personal, humana, sentimental, extremista y apocalíptica que sus antecesoras, que se rige de la exploración y la búsqueda psicológica de cada acción de sus personajes. No se deja nada al azar y casi todo tiene una explicación. Nada es simple, ni obvio. Dista mucho de ser perfecta y quizás para algunos no llegue a superar a The Dark Knight, pero las casi tres horas de película que se pasan volando, están cargadas de una calidad cinematográfica y narrativa que solo Christopher Nolan podía lograr, por lo que convierte a sus tres películas de Batman en la mejor de las sagas de superhéroes que existe, y que difícilmente podrá ser superada.
Ya todos la vieron pero por si acaso, acá hay algún que otro spoiler: Cuánto hace que no hago una reseña!!! Me voy a ir poniendo al día y qué mejor que con esta peli que tiene a Catwoman en el reparto ;) Difícil explicar brevemente los pro y los contra y lo que siento sobre la peli. Todos los que me leen y conocen saben que la dos anteriores de Nolan (las de Batman digo), me producen un amor/odio algo raro. Me gustaron, las disfrute muchísimo, pero le criticaba algunas cosas. Y es bueno que refresque al que me lee, cuáles son esas cosas, porque justamente vienen a cuento sobre esta tercera parte y mi opinión. Una: No me gustaba que la ciudad gótica perdiera ese halo antiguo, me costó adaptarme a que fuera en el mundo actual. Tuvo sus buenos logros hacerlo así, pero yo seguí extrañando la cosa antigua de las construcciones, calles, y vestuario. Dos: Perdón por Bale, que lo adoro, pero siempre pensé que era muy petisón para Batman. No sé si esta vez le pusieron más suela a los zapatos, pero eso no se noto tanto. Tres: Yo quería un Batman viejo… pensando desde cuanto hace que estaba la serie y las películas, creía que contar a un Batman joven nuevamente no era del todo lindo, o mejor dicho, era algo repetitivo. Yo lo quería viejo, y por ende, quería todas las cuestiones que de eso se desprenden. Así que, aunque n del todo contenta con la primera y segunda, con esta tercera entrega quedé super satisfecha, porque Batman, aún sin ser viejo del todo, aparece achacado, y claramente menos fuerte físicamente. Que los héroes no pueden ser siempre héroes, el qué pasa con eso, el cómo termina y cómo no, es parte de lo bueno que tienen estos seres. La palabra “leyenda” es crucial en esta trilogía. Supera a la persona y actúa aún luego de ésta. La incursión de Catwoman, cosa que me tenía preocupada, me dejo super contenta. Si bien no es la tontuela rosada que de golpe vio las cosas un tanto grises por no decir negras, que tanto me gustaba de la Catwoman de Burton; la nueva Catwoman no dejo de gustarme. Noble en el fondo, con remordimientos, y con ganas de salir adelante. Obscura, pero íntegra. Así debe ser una Catwoman. Menos sensual que arriesgada, aunque tenga sus tacones y sus labios rojos. Y sobre todo, con miedos, con dudas, pero, siempre… dándole más bola al corazón, a lo que cree. Solo hay algo que no me gustó mucho, y es que quiera borrar quién era. Si lo que era se podía llevar con la frente en alto como lo hacía ella. ;) En fín. El personaje de Gordon Levit, me pareció más que interesante, la nueva camada de policías que necesita Goldman (siempre excelente). Y ya que estamos con Goldman: la verdad y la mentira, el cuándo y el cómo. Muchos ya sabían algunas cosas de la trama, con respecto a Cotillard, que hizo que perdiera la peli un golpe de efecto. Yo poco sabía, solo que era una villana (y con eso creo que bastaba para no comerme el cuento). Y creo, que aún así, los que lo sabían, solo perdieron el golpe de efecto final, pero tuvieron el agregado del suspenso que aporta saber que se duerme con el enemigo. Así que para mi gusto, en ambos espectadores, provocaba cosas eso. La historia, en fin… hay cosas que no me gustaron. Me gustó mucho el tema base, el tema de Batman, el no tener miedo a nada y su relación con la fuerza, esa parte tan de héroe y tan de humano, ese volver a aprender y agregarle algo nuevo. Esa parte de la peli que se parece a la primera (que a mi entender es mejor que la dos). Pero… lamentablemente no me cerró mucho el personaje de Hardy, entiendo el porque, pero no lo entiendo bien. A mi gusto, falta trabajo en él, no desde la actuación, sino desde el guión. Y muchos hablaron de cómo se gana, y que eso no estuvo bien. Y si, estuvo brillante. Si no, sería ilógico, tanto física como temporalmente. No hay demasiado tiempo para que un viejo se convierta en un Hardy, y que eso no suene pelotudo. La diferencia de fuerzas estaba planteada desde el inicio, y es ahí donde radicaba de entrada que no se le ganaría luchando. Lo bueno de esto es lo que gano Batman internamente. Porque para ganar, más que físico hay que tener cabeza. Ya me dirán que él igual no fue. Y yo digo que no y que si. Se levanto ante él, ese es el triunfo de Batman, personal. Lo demás, era necesario. Así que ya estamos, hemos reseñado la tercera entrega de Batman, muy contenta por haberla visto, con ganas de verla de nuevo, y super satisfecha con Bale haciendo de viejo y con Catwoman como debe ser ;) Salutti, me gustó mucho.
Publicada en la edición digital #3 de la revista.
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Como dice Ras Al Gul, “hay diferentes tipos de inmortalidad” y esta trilogía de Batman consiguió una: se convirtió en un símbolo. Cristopher Nolan consiguió una de las trilogías más perfectas de la historia del cine.The Dark Knight Rises, no es una película perfecta, pero es un cierre fenomenal, para una trilogía que se puso mejor y mejor con el correr de las películas. Voy a intentar ser escueto, conciso, y muy específico con esta crítica. Algo que me cuesta mucho, sobretodo cuando la película me gustó tanto. Dark Knight Rises, te deja con ganas de volverla a ver apenas termina. Es algo que no me pasaba desde hace mucho: tener tantas ganas de volver a ver una película. Hay escenas increíbles, el primer encuentro entre Bane y Batman es memorable, sin dudas. La tensión en la sala se sentía en el aire. Nolan nos había puesto las cuerdas, y ya nos movía como títeres. Lo único que le puedo reprochar (y es por esto digo que la película no es perfecta como su predecesora), es que algunas cosas están sobreexplicadas. Quizá Nolan pensó demasiado en si el publico iba a entender algo o no, y trato de no dejar nada librado al azar. También, en contradicción con sus plots que funcionan como un reloj suizo, esta vez Nolan deja algunas cosas un poco sueltas. Pero hay algo que hace que esas pequeñas cosas no hagan tanto ruido, y es que la construcción de los personajes es tan perfecta. En todo momento uno se preocupa por todos los personajes. Los quiere, los odia, los idolatra. Mierda!, si hasta en esa escena memorable, logró emocionarme al sentir lástima, odio, impotencia. No hay un personaje que esté de más: al que menos le tenía fe era a Gatubela. Mismo Nolan, no estaba muy convencido, pero lo logró. Gatúbela no molesta, y se convierte en un personaje querible, y Anne Hattaway ayuda muchísimo con su actuación que es impecable. Párrafo aparte para Tom Hardy como Bane, que aún con la dificultad de la máscara, construyó un villano muy interesante y le dio mucha expresión. No lo comparen con el Guasón. Bane transmite un terror totalmente diferente, y lo transmite en serio. Hardy le dio una personalidad, una fisicalidad (no se si existe la palabra en castellano) perfecta. Me saco el sombrero. Nolan construyó un universo que será irrepetible. Nos regaló un final realmente memorable. Nos vuelve a hablar de los símbolos y de cómo perduran por encima de las personas. De lo que significan los héroes y los villanos. De la esperanza que mantiene viva a los altruistas como Batman. De que caemos, solamente, para volver a levantarnos…. Crítica Macu: Primero que nada , perdón por tardar tanto en hacer la crítica… Primero tuvimos que esperar para verla en IMAX (cosa que esta buenisimo, salvo que ese día se ve que no calibraron bien el proyector y estaba notoriamente fuera de foco) y segundo es que tuvimos problemitas con el servidor. Ahora bien, vamos con lo nuestro . Voy a ser mas breve que el Andru, “The Dark Knigth Rises” es una muy buena película y un muy buen fin de trilogia, claro no llega a la altura de de su predecesora (la mejor pelicula de Superheroes que se ha hecho). En que falla? En lo que dijo el Andru arriba… explica mucho, pero mucho cosas obvias y además cae en clichés de películas de superheroes, que no estarían mal en manos de otros directores pero en manos de Nolan hacen ruido . Ojo no molestan, pero te hacen ruido sólo por el estilo que Nolan le dió a sus primeras dos películas. En definitiva una estupenda trilogía que de cabeza compraré en Blue-Ray, esperemos que el hombre de acero logre lo mismo.
Primero que nada , perdón por tardar tanto en hacer la crítica… Primero tuvimos que esperar para verla en IMAX (cosa que esta buenisimo, salvo que ese día se ve que no calibraron bien el proyector y estaba notoriamente fuera de foco) y segundo es que tuvimos problemitas con el servidor. Ahora bien, vamos con lo nuestro . Voy a ser mas breve que el Andru, “The Dark Knigth Rises” es una muy buena película y un muy buen fin de trilogia, claro no llega a la altura de de su predecesora (la mejor pelicula de Superheroes que se ha hecho). En que falla? En lo que dijo el Andru arriba… explica mucho, pero mucho cosas obvias y además cae en clichés de películas de superheroes, que no estarían mal en manos de otros directores pero en manos de Nolan hacen ruido . Ojo no molestan, pero te hacen ruido sólo por el estilo que Nolan le dió a sus primeras dos películas. En definitiva una estupenda trilogía que de cabeza compraré en Blue-Ray, esperemos que el hombre de acero logre lo mismo.
Publicada en la edición digital #246 de la revista.
El final de una trilogía. El final de una historia. El final. “Todo lo que tiene un principio tiene un final“, decían las palabras de un personaje muy sabio que pertenece a una ya clásica trilogía de ciencia ficción. Muy acertadas sus palabras, sobre todo porque hacen alusión a que a veces ese final no es el esperado ni deseado, tanto por quienes forman parte de él como por aquellos que solo lo observan. Christopher Nolan declaró hace poco que desde un principio siempre se tomó cada uno de los capítulos de esta incursión dentro del mundo de Batman como si fuera el último. Es decir, nunca dejó nada de lo que le hubiera gustado contar fuera de su relato, sabiendo (o pensando/soñando) de que llegaría el momento en el que él no necesitara más a Batman para contar una gran historia. Con los trabajos que realizó entre medio de sus dos anteriores proyectos del encapotado demostró que había adquirido no solo la capacidad de transmitir a los espectadores su amor hacia el cine a través de otras sensaciones y otras imágenes, sino que también había mucho más ahí afuera para ofrecer que solo aquello que podía darnos a través de su visión del universo creado por Bob Kane. Quizás muchos tomen esto como el cierre de una de las mejores historias jamadas contadas con este enorme personaje (lo fue antes de Nolan, lo seguirá siendo) dentro del cine. Pero es algo más también; es la carta de despedida de un realizador que logró convertirse en uno de los más importantes que dio el cine en los últimos años gracias a su talento, pero también a que supo aprovechar una enorme responsabilidad como ésta. Repito, Batman fue, es y será uno de los iconos más importantes de la cultura moderna y popular. Hay muy pocas personas a lo largo y ancho de todo el mundo que no sepan la historia del hombre que decidió convertirse en algo más para construir un mundo mejor comenzando por su amada Ciudad Gótica. Llevarlo al cine no es para cualquiera, eso lo sabíamos, tanto fanáticos como simples espectadores, pero lamentablemente pocas veces lo defendimos y dejamos así que varios ensuciaran la capa que todos quisiéramos algún día llevar. “El Caballero de la Noche Asciende” es un doble final visto así desde mi punto de vista, ya que a partir del momento que salgamos de la sala hablaremos en pasado, tanto para referirnos a esta historia, como así también a los que estuvieron involucrados en contarla. Analizar un final, claro, conlleva a que tengamos sí o sí presente en nuestras cabezas todo lo que antecedió a este desenlace. “Batman Inicia” y “El Caballero de la Noche” no fueron más que indispensables accesorios que utilizó Nolan para llevarnos a donde quería, a donde el seguramente soñaba; la emoción y el fanatismo. Sin dudas estamos frente a la película épica más emocionante que hayamos visto, ya sea en lo que va del año o considerando lo que dejaron los anteriores (más recientes, claro). Ni hablar, pero ni siquiera pensar el hecho de que pueda haber algún otro personaje nacido en cómics, y que haya pasado por los cines, capaz de ofrecernos la emoción que traslada Batman en este ultimo capitulo. Secuencias y escenas capaces de ponernos la piel de gallina y generar algún que otro nudo en la garganta y lágrimas en los ojos solo las consigue dentro del cine este Batman. Eso ya es motivo más que suficiente e importante para ver como Nolan cierra su historia a través de esta película. Pero a la emoción que desde el arranque nomas ya parece innata, también agreguemos condimentos necesarios para provocar lo segundo; el fanatismo. ¿Qué es ser un fanático? Difícil pregunta, a la cual podemos encontrarle una respuesta muy simple pero jamás definitiva; encontrar en una figura, un equivalente o simplemente en un significado la representación de todo aquello que nos encantaría sentir, disfrutar y experimentar, pero que por razones varias quizás no lo hagamos en nuestras vidas. “El Caballero de la Noche Asciende” vuelve de lleno a la enorme y potente base moral e idílica que se construyó en “Batman Inicia” y que se puso a prueba en “El Caballero de la Noche” para justificar la existencia y cada uno de los pasos de nuestro héroe. Por esa razón es que se convierte además en la más épica de las historias contadas con este personaje de por medio. La única capaz de transmitir sensaciones tan fuertes, tan profundas y tan capaces de convertirse instantáneamente en un recuerdo marcado a fuego para siempre en nuestras memorias. Eso parece no tener discusión. Así y todo, con todo lo que hasta ahora engloba la última entrega de esta saga, no alcanzan las palabras (créanme; realmente no es fácil) para seguir hablando del espíritu del film sin hacer mención a lo tangible, a lo que podemos apreciar con algunos de nuestros sentidos y comprobar así su existencia. Las emociones y sensaciones son difíciles de describir. El trabajo que las provoca y las transmite, parece a priori, un poco más fácil. Es casi una obligación hablar de Christian Bale a la hora de mencionar los puntos altos (tangibles, repito) del film. Su interpretación de Bruce Wayne es la imagen que difícilmente nos podamos borrar de la cabeza a la hora de pensar en Batman. Bale lo llevó al máximo, a la identificación absoluta, al punto en el que no puede uno ni siquiera pensar en otra cara debajo de la máscara, o en otra voz a la hora de escuchar sus palabras y, quizás lo más importante, en otro ser, con sus problemas, debilidades, virtudes y fuerza (tanto física como mental) a la hora de pensar en Batman. En definitiva, Bale se convirtió en la imagen del Batman de nuestra generación, seguramente indiscutible, por más que los años azoten a ese merecido lugar. Tampoco podemos olvidarnos de aquellos que, en el transcurso de la historia (y sus tres capítulos que la componen) lograron lo mismo: Michael Caine como Alfred, Gary Oldman como James Gordon y Morgan Freeman como Lucius Fox. Estos además, no solo por merito de los actores que lo representaron a lo largo del relato sino también por quienes le dieron sus palabras y sus roles dentro del mismo, se convirtieron en una reivindicación absoluta de lo que las mejores páginas de los clásicos cómics del defensor de Gótica alguna vez tuvo. La nefasta representación que alguna vez se hizo de estos personajes (dentro del cine y de la televisión) fue complemente borrada y ahora solo resta celebrarla y disfrutarla. Pero si de reivindicaciones se trata, también tenemos que hablar de dos de las máximas y llamativas características que ofrecía el film; Bane y Selina Kyle/Gatubela. Sobre el primero solo pueden caer, al menos desde mi humilde lugar, aplausos. Físicamente imposible de sobrepasar, ideológicamente perverso y maquiavélicamente astuto para erigirse como el villano más peligroso al que Batman se haya enfrentado en toda su travesía. Tom Hardy, por más que haya dado toda su capacidad actoral para sobresalir, a veces resulta completamente irreconocible e injustamente “solo” será recordado el nombre de Bane. Y Anne Hathaway con Gatubela, a quien en ningún momento del film llamaremos con ese nombre sino Selina Kyle, es la imagen viva (en carne y alma) del personaje de cómic en el que está basado. El amor de Nolan hacia el universo de Batman está reflejado de forma inmensa con estas reivindicaciones, pero además con dos grandes aciertos más; los personajes interpretados por Marion Cotillard y Joseph Gordon-Levitt. Hay quienes tienen el concepto de “libertad artística” muy sobrevalorado e idealizado, cuando solo alcanza con decir que la libertad al servicio de una excelente predisposición e inteligencia para contar una historia es quizás lo más importante que tenga “El Caballero de la Noche Asciende“. Nolan nos pone piezas en el camino para hacer más grandes, valientes y épicos los pasos del personaje al que tanto amor y respeto le demuestra. Eso a estas alturas lo podían discutir muy pocos. Luego de ver lo que hizo en este film, dudo que quede alguno. Antes de cerrar, obviamente hay que hablar por última vez del increíble apartado técnico que acompañó cada una de estas “visitas” a Ciudad Gótica. La excelencia aquí está a la orden del día, ya sea por la inigualable y épica banda sonora compuesta esta vez en solitario por Hans Zimmer, como por la edición de sonido que acompaña cada erizo de piel y la fotografía artística de Wally Pfsiter. Hay puntos verdaderamente demasiados altos donde estos tres aspectos (y otros más claro) coinciden ofreciendo momentos y resultados impresionantes; la escena del avión en donde conocemos a Bane, la primera aparición de Batman desde su exilio, la sublime irrupción de su nuevo chiche (conocido como el murciélago), el enfrentamiento entre Bane y Batman y el clímax casi en su totalidad, sin contar nada más, son algunos de ellos. Repito sin contar nada más, ya que hay muchos más que son igual o más épicos que los anteriores gracias al trabajo de estos genios. Como no puede ser de otra forma, no podemos cerrar estas palabras sin dedicarles algunas palabras más a él, único responsable de dar la cara y mucho más por un personaje tan amado y querido por nosotros como lo es Batman. Chistopher Nolan sin dudas ofrece aquí un trabajo soberbio, incomparable con cualquiera de sus anteriores proyectos y eso que no estamos hablando de nada mediocre ni pequeño, sino de verdaderamente grandes y hermosas películas como son “Memento“, “Noches Blancas“, “El Gran Truco” y “El Origen“. “El Caballero de la Noche Asciende” se las lleva puestas, no por ser “simplemente” como ya dijimos anteriormente el cierre de una historia magnifica, sino por que realmente va mucho más allá de todas ellas en materia de emoción, peso dramático, suspenso y acción. Nadie puede pensar, luego de ver esta película, que Nolan se guardó algo para después. Es más, nos va a costar un montón imaginarnos con qué nos va a sorprender en sus próximos proyectos, aunque eso no viene al caso en este momento. Con esta película Nolan demuestra, con total certeza y valentía, que está dispuesto y en condiciones de asumir un papel que muy pocos alguna vez ostentaron y preciaron; ser uno de los tantos padres que tiene Batman dentro de sus tantos renacimientos artísticos. Nolan gracias a todo lo que hizo, y a la manera sublime en que lo finalizó, fue, es y será de ahora en más uno de esos artistas que demostró amor absoluto hacia un personaje que difícilmente algún día deje de significar la grandeza que representa Batman. Nolan convirtió a Batman nuevamente en la figura heroica capaz de representar, trasmitir y traspasar todas las emociones que soñamos tanto siendo grandes como chicos. Nolan convirtió a Batman en una leyenda más en la cual nos encantaría creer y soñar. Nolan no solo adaptó a Batman a la pantalla grande… Nolan adoptó a Batman para siempre. Gracias a Nolan, una frase que siempre estuvo presente en nuestras cabezas, tomó más valor que nunca; “Superman es el superheroe que todos quisiéramos ser. Batman es el héroe que todos podemos ser“. Simplemente gracias Nolan. Muchas gracias.
...”Batman, una película que es muy emotiva, en muchas partes; que es más épica que la anterior, pero que tiene un guion quizás menos solido. Da la sensación de cierre realmente de lo que es la trilogía...” Escuchá la crítica radial completa en el reproductor, (hacé click en el link).
El caballero ronco... Yo considero que Christopher Nolan es algo así como un milagro del cine contemporáneo: un fenómeno llamado a ser uno de los directores más talentosos, creativos e inteligentes de la historia del cine. Sin embargo, siempre consideré que su versión de Batman está completamente sobrevalorada por la crítica, y esta tercera entrega no es la excepción. El fuerte de Nolan está en el guión y su habilidad de plasmarlo en imágenes, generando un clima sublime durante toda la película. Esta virtud sigue presente en el cierre de la trilogía. El problema es que, como en los dos anteriores capítulos, el exceso de dramatismo y el tiempo invertido en ambientar la historia juegan en desmedro de la acción. En The dark man rises las escenas de acción son nuevamente confusas e ineficaces, con planos extremadamente cortos y cámaras que pierden el foco. No hay impacto a la hora de los golpes y las balas, salvo por una escena bien lograda en la que interviene Anne Hathaway. Obviamente que Nolan no privilegia las escenas de acción en su versión personal del súper héroe, sino el suspenso y el estilo narrativo. A nivel argumental, esta tercera parte pareciera ser un poco más pretenciosa que las anteriores, lo que por momentos la torna abrumadora. Las casi tres horas de duración son inevitables para presentar y desarrollar a más de una decena de personajes, que terminan conectándose entre sí en una historia que el director sabe concluir bien. En esta oportunidad hay más baches en la ejecución del guión, que simplemente se esquivan sin incurrir en detalles. Desde un Batman que no puede caminar a uno inminentemente atlético (gracias a un sujetador de rodilla...), hasta un Wayne perdido en dios sabe qué desierto que de un segundo a otro retorna a una ciudad Gótica amurallada e incomunicada sin que nadie se percate, casi por arte de magia. La nueva versión del caballero oscuro concluye su trilogía, dejando más bien una saga policial noir que una de súper héroes. Yo no sé si las Batman debieran ser policiales o películas de acción, pero claramente mis expectativas del personaje son otras completamente distintas. En esta trilogía quise encontrar acción y diversión impactante, y sinceramente no la hallé. El Batman dramático, oscuro y con problemas del mundo real a mí no me llena los ojos. Por último, en este intento de humanización del personaje, de mostrarlo más verosímil, no me cierra que cuando tenga la máscara cambie la voz. Por qué Bruce Wayne se vuelve ronco con el traje, aun frente a aquellos que conocen su verdadera identidad, sigue siendo un misterio sin resolver.